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Por tanto, del espíritu de la reforma parece que la intención del legislador es que las
partes puedan renunciar expresamente a la celebración de la vista, debiendo celebrarse
ésta en el caso de que ninguna de las partes se pronuncien al respecto, mientras que de
la dicción literal del articulado se desprende precisamente lo contrario, que la regla
general será la no celebración de la vista, salvo que las partes lo soliciten expresamente
o el tribunal lo considere necesario. Por su parte y en relación al momento en el que las
partes deben pronunciarse sobre la pertinencia de celebración de la vista, para el
demandado será en el escrito de contestación de la demanda, mientras que el
demandante deberá hacerlo en el plazo de tres días desde que se le notifique la
contestación a la demanda.
En cuarto lugar, se modifica el artículo 446 LEC relativo a los recursos en materia de
resolución de prueba, rigiendo ahora lo mismo que lo establecido para el juicio
ordinario, es decir, debe plantearse en primer lugar recurso de reforma, que se
sustanciará y resolverá en el acto, y si se desestimare, se deberá formular protesta a
efecto de hacer valer sus derechos en la segunda instancia.
Por su parte, se introduce la posibilidad de que el tribunal otorgue a las partes un turno
de palabra para formular conclusiones orales una vez finalizada la práctica de la prueba,
trámite éste que muchos operadores jurídicos demandaban, y cuyo otorgamiento no
estaba previsto antes de la reforma.
Por último, no podemos dejar de hacer mención a los juicios verbales derivados de un
anterior procedimiento monitorio, pues en estos casos, no se da traslado al actor para
que presente nueva demanda, como sucede cuando aquéllos se transforman en
procedimientos ordinarios, sino que se da traslado de la oposición del demandado para
que el actor la impugne en el plazo de diez días. Por tanto, las partes deberán solicitar la
celebración de vista en los escritos de oposición a la petición monitoria y de
impugnación de la oposición, respectivamente, por lo que no cabe ya una oposición
sucinta, sino que ésta deberá ser fundada y motivada.
En conclusión, se ha llevado a cabo una profunda modificación del juicio verbal que, en
mi opinión, trata de buscar la justicia material, reduciendo las estrategias procesales que
podían darse en los juicios verbales, cuyos anteriores trámites se asemejaban más a un
combate “cuerpo a cuerpo” que dependía de la destreza de los profesionales que
intervenían en ellos en representación de los intereses de sus respectivos clientes. Ahora
se trata de dejar las cartas sobre la mesa antes de la celebración de la vista, eliminado
los elementos sorpresivos en cuanto a la proposición de prueba y los fundamentos de
oposición del demandado. En consecuencia, se busca una mayor profesionalidad que ya
existía en el resto de procedimientos y que se erige esencial en aras a garantizar el
derecho fundamental a la tutela judicial efectiva. No obstante, la reforma ha dejado
algunos cabos sueltos que deberán matizarse desde los tribunales, ya que se ha tratado
de asemejar el procedimiento verbal al procedimiento ordinario, pero sin tener en cuenta
algunas connotaciones que pueden derivarse a la hora de acortar los plazos pero no
modificar otros aspectos, como son precisamente, el plazo para plantear la declinatoria y
para contestar a la demanda, o las contradicciones existentes entre la Exposición de
Motivos y el tenor literal del articulado. Todo ello podrá dar lugar a discusiones entre
los operadores jurídicos, que deberán ser resueltas por los tribunales, por lo que habrá
que esperar un tiempo prudencial para que sean estos quienes esclarezcan todas estas
contradicciones.