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HUBEÑAK, Florencio (2005), Historia Integral de Occidente, Capítulo 1, EDUCA, Buenos Aires, Argentina.

CAPÍTULO 1

¿QUÉ ES LA HlSTOIUA DE LA CULTURA?

Antes de. comenzar la l~tura de uuJibr<Heferfüo a la historia de la cultura parec·e lógico que se
preguntem ¿qué. es la hisJQria.? ¿qué es la cultura? ¿qué vinculación existe en~,ainl;>as.?; Y es proba-
ble que truttbién .les .interese saber para qué Je sirve a un ahnnno que pretende estudiar abogacía o
simple.mente ingresar a la Universidad.
Comencemos por analizar los dos términos: historia y c.ul.tura. En primer lugar, ¿qué es la historia?
Es casi seguro que todos han estudiado historia alguna vez en su vida,.· Qµizá les guste o quizá
no. Quizá les pareció sumamente interesante o por el contrario muy aburrid.a_. Es probable que al es-
tudiar historia los hayan torturado con un s!nfín de nombres, fuC:has y acontecimientos que sucedie-
ron hace mucho tiempo y que tuvieron que memorizarlos sin entender qué relación ten'Ían con su
realidad actl,lat Les enseñaron mal. Como afinnaba el historiador $'.gentino José Luis Romero: "La
historia no se ocupa del pasado sino que le pregunta a éste sobr~ los problemas que interesan al hom-
bre que vive hoy".
Pero si preguntara ahora ¿qué e~ la. historia?~ probablemente pensarían en un~ serie de hechos
que les pasaron a personas, que no conocieron,· en lugares muchas veces lejanos y hace tanto tiempo
que no. parlemos recordar los detalles. Es posible que imagin,en la historia como algo que le pasó a
otro, como si fuera una película que vieron e.orno espectadores y ne c-0mo protagonistas. Probable-
mente si les pidiera una qeflniéión casitodos sugerirían que la .historia es una serie de acontecimien-
tos que ya pasaron y que en el fondo les son totalmente ajenos.
Si en 'cambio Je preguntara a cadá uno ¿cuátes su )u'storia?. es posible que me contestasen algo
así: "Me llamo Juan. Pedro o María~ nací el día ...• mis padres son.. ., soy argentino qargentina, o
italiano, español. descendiente de alemaues. franceses, italianos. españoles, soltero o casado, con hijos
o sin hijos, estúdio o trabajo, mi proyecto de vida es ... , me .gustaría ser feliz''. Como se puede obser-
var, cuando hablamos de nosotros no nos referimos a hechos que pasan. sino a hechos que nos pasan
y no es casual que generalmente cómenéemos diciendo quiénes somos, de dónde venimos y a dónde
queremos ir. Estas son las preguntas fundamentales que se hace todo hombre en cualquier época y en
cualquier lugar. Son los interr<?g_ant~s sobre sU identidad, su origen y su futuro. Así los grandes
interrogantes históricos de cada homore -parte de la- fuimanidad- fueron y son: qué pasó, cuándo,
donde, cómo~ ¿por qué?, ¿para qué?
A esta altura de· Ja lectura supongo se habrán dado cuenta que n:uest:ra intención no es que ob-
tengan gran-cantidad de información histórica (datos) sin saber para qué, sino que, por el contrario, a
partir del análisis de esa información (uo toda. sino solrunente aquella que sea realmente necesaria),
puedan entendetca:da época histórica y qué vinculación tiene con nuestra realidad actual.
Esta búsqueda nos lleva a otro interrogante -típico de nuestra época tan utilitaria-: ¿para qué
nos sirve Ja historia? Esta pregunta ya se la hicieron hombres de todas las épocas y el célebre pensa-
dor florentino Nicolás Maquiavelo (s.XVI) contestó: "De suerte que, examinando con atención los
sucesos de t;,i antlguedad. cualquier gobiernorepublica:ntY prevé lo que ha de ocurrir, puede aplicar
los mismos remedios que' usaron los antiguos Y.~ de no estar en uso, imaginarlos nuevos, por la senie-
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janza de los acontecimientos", agre,gand'o a ello eLalemán Schiller {s.XIX): "el historiador universal
~trae de ta suma tQt<tl de ~l?~Qs '<:it:.onteciwr~,m9s aqµeUos qµe h'~n tel:l.i4Q una iµflu~_ncia r· :ncial s.<>-
bre lá fürnm. ~el (Q.(m,élo a~.tu.al y lá$ c:.onCiicio:nes dé la geijeración que viv~, áhora''. De <lnera.que
bien óbservaba un pensador contemporáneo: ·~ incompresión del presente nace fatalmente de 4t
ignorancia del pasado'\ Pero cuidado, no ~s tarea del historiador, teé:Ol1Strt1ir el pasado, sino inter-
pretado para nosotros hoy.
Sj pretendemos acercamos a una-definición más precisa sobre ¿qué es la historia? podemos
empezar expresando que'~la historia es el co.r;iociiniento del pasad() del hombre" 1 y más preci$ai11en-
~~d~finit1a ..,en palabrá.sde I$!IifiqJ Quiles-co_mo ' 1el proc~so de acon~~cimif!QtQs él.el hQrnbrn e.n tiempo
y espacio con una . cQn~xión óntic.a entre-:sí''. ·
Ahora bien no se trata del pasado de carla uno de nosotros-de manera· índiV ldual- ya que comQ
sabemos el tioln.bre es un •fanim;.il q9c vive en .sociedad'~, o SGa c.pn lps aemás. Coro<:> lo e~(presára en
una fta$e y~ c~lel::lre cl pensadoresp@Ql Jósé Oiti?ga y·Gasset(s. XX), no soy solamente yQ,~siJJ_p_•y_p
y mi circunstancia". No vivo solamente mi ]:iistoria, sino que. fonno parte esencia) e irrl:;i!"lPl~zable
del común hacer "la Historia". Soy una parte activa en el mundo y ~fi la historid entendida como
acción concadenada de. todos lo.$c$eres ton los cti,ales con-vivo. Con una visión teológica podemos
hf;lblar del Cuerpo Místico, donde todos los ccistianos reunidos en la Iglesia aportan sus. logros al
bien común..Por eso, cuanto nos:sucede cuando hablamos de nuestra historia personal. también e$
aplicable aJa historia colectiv.a de fa:- humanidad y p;irnc~larmente detíquellah istoria de la que. noso-
tros,· cpi;no puebJi;l.. $Omps.patte. En btra$ palabra&, si vemos la historia desdee.sie.punto de vista, ya
néí· se trata de una serie de aconteeimientos ajenos que sucedieron hace mucho tiempo,. ni de una pe::-
licula que. vemos· cómodamente sentados en el living de nuestra casa: sino dt'} ternas que riQS toca,n
profundamente~ ¿quiénes somos? ¿cuales son nuestra~ rafees? ¿cuál es nuestro proyecto como co-
munidad?; trata,t ~saber ¿por qué y para qué existimos en este lugar y en este tiempo?
Por elfo bien señalaba el citado Ortega y Gasset: "la historia es una melodía de experiencias en
que cada nota supone todas las~an,teriores y emerge.de ellas. Por eso fa canción de la histot'ia hay que
tantarla eJ]téta. I{µ,bl.andO' en puridad: no hay más historia plenamente tal que la historia universal;
todas las demás s.on miembros amputados y descuartizamientos''2 •
Sanfü~ge de Estrada ,-que füera recordado deC'ai}O de nuestra Facuítad- 00$ explic<i.b~ en sus
clases que ..a m~dída que p~$á el ti(:)µtpg lo$ ipdivi<luqs van d~jando su roa rea en el munrlq. la ql!e
ll~vá el.$elJQ..humanó; ~~te va qtiédando y Jas generaciones sucesivas van enfrentando al mundtr tal
como lo encuentran, reaccionando y sufriendo; y lo van transformando, perfeccionandon. O dicho
en otros términos por elalemán Adam Mulier (s. XIX): "Un pueblo es la comunidad augusta de una
la;rga serie de ge:t)<¡:1ra:tiortes¡ las p~¡;adas, la_:;¡ a.c~~~les y las venideras, unidas toctas a vi4a y muerte en
uM grán conexi6n fütima: cad~ ~genertiéión y d.entro de cada una todo individuo humano aislado,
confirman la unión común y son confirmadas a su vez en toda su existencia por ésta~', Por ello deci-
mos q;ne ''los muert()s mandan'~.
Con est¿¡s .a(:Jar~~iql)es pQ~.mí)s ava9;;;ar en u11 intento de definíchin fuá? pr~cisp.. El fiarte~ .
,Ráymond Arón (s; XX) esc.ribió~aélec'üádamente: "La historia es la reconstitución., por y paralos vi-
vos, de la vida de los· muertos. Nace, por lo tanto~ det interés actual que tienen los hombres qu~ pien-
san, sufren, actúan, en explorar el pasado. Bµsqút~da de un.antepasado cuyo pre?tjgioy gloria s·e pro-
longan hasta el presente•.elogio de las v~rtudes que hic:ieron nacer y prosperar la ciudad, relato de las
cJ,esgracias enviádi:ís por los dioses o.causadas por las faltas de los hombres que la precipitaron en la
ruina; Ja memoria colectiva, como la memoria del individuo, parte ¡fo la ficción, el mito o la ley<';ilda,
y se abre penosamente camino en la reatil:l~d"3•

El siguiente paso de nuestro camino intelectual nos neva a la descripción de los elementos que
integran la realidad'histórica: el s11,jeto de Ja: hist9rla, Ja cqntiqg~nc.ia del. hechg histó'ti~p. lá t~ui¡iq:ra­
-lidad )!,[a finalidaq.

!Marrou, Henri, ElcMacimie11tohistórico. BS.AS, Per Ahtirtt, 1~85. p. 17. . . . .. .·


- Ortega y Gassct. Jos~. "Mcdirneión del pueblo joven (y óttos ensayos)'', Madrid, Revista dé Oéciiláilc; 1962~
p. 7516.
3 Aron, Raym9nd, Dimensiones de lac1111cii:11cia hi$t6rica; México• .F.C.b.., 1983, o. 14.
HlPTORIAINTEGRAL UE'OCCrDENTE 19
m::.O•-j-~~ de:ta historl.,'\
De lo qicho an~eriorinenle surge claramente que el sujeto de la historia es:el hombre, o fa huma-
nidad en:$u'conjunto. Y por eUo todo historiador debe previamente conocer al hombre (a:ntropolo-
gí4f.)m~~hambre complejo que.los filósofos .hán tratado de explícar desde: hace mileIJ,ios, que el pen-
sadoi:Jrancés Bias Pascal {s. XVI) definía como ~·apenas un junco, Jo más frágíl de fa naturaleza...
per.o tul junco:que píensa'·'. mientras que el alemán Niets.zche (s. XIX) lo consideraba "~un superhom-
bre".
Pero ese hombre-sujeto de la historia- es racional y espiritual, y por ello no está, como están
las cosas. sino por medio de su libre albedrío (libertad) se va haden®. Los seres itraCi()nales no
tienen libertad ni responsabilidad,·se encuentran.sujetos a'lasJeyes necesarias que regulan el mundo
físico y no tienen historia. .El.hombre en cambio; si bien como serfísk:o también está sometido a las
mismas leyes físicas. como ser espiritual :es libre'y responsable de sus actos que. como tales:. nunca
son necesarios sino resultados del libre albedrío humartq.
Asf "sólo el hombrees sujeto de la hi$t.oria, y et hombre es sociable por naturaleza. Y cuando ·se
habla de hombres se entiende comúnmellte que se está hablando de personas reales y concretas, no
de unidades impersonales o despersonalizadas de una masa. o de una colecfrvidad, puesto que el hombre
sólo en cuanto persona.,puede ser miembro de una sociedad"4 • '
Pero, a: su 'Vez, at ser el hombre quien hace la Historia, a éste Je cabe un papel indelegable en el
••coinfü1 hacer•:•. ("Si yo. no hago lo que debo hacer, h~btá un 'V~cío.iroposible de cubrir~). Ello nos
ayuda a entender que además dela Historia e'!<iis.te mNlistoria; aquená. que, voy. viviendo todos los
días, la mls.m:a que no puede vivir otro por mí porque en mi identidad soy·único e irrepetible. Ésta
-mi historia- no la puede c.onstruir otro, y de. alü surge la importancia que adquiere. mi existencia
personal, el valor de mi papel en el mundo; la significación que reviste cada uno de mis actos, los
cuales debo hacerlos yo o no se harán y se producirá una merma, y si yo fallo habrá tina ausencia
motivada por mí. B.ien lo aclara Paulo VI en la encíclica Populono1z Progressio al afirmar que "en
los: designios de. Dios cada hombre está Hamadó a desarrollarse'".
Pero cotnQ. señaláramos anteriormente, nuestro hombre no vive solo -el buen salvaje Rohinson
Crnsoe.es ''anortnal"-; el hombre vi ve agrupándose-con'-vive'-- desde la ''pareja" hasta Ja "sociedad
de las naciones''. El hombre-animal social(wonpolikon) según la.célebre defmición de Aristóteles-
vive en relación con los demás: en sociedad. Y ese estar en sociedad requiere U)l ordenamiento u
organización: la póliticidad, única forma dela vida humana5 • Asimismo. "el modo de estar del hom-
bre en el mundo cambia y se altera cuando cambia y se altera la circunstancia: pór esa. ese modo de
estar en el mundo es variab1t, .;es liistórico6 •
. . .

Es'tas cousidéradones nos lle.van aLiniportante tema deJa contingencia del hecho histórico y
nos .hacerecordar que totlp lleCho historicQ nó es necesario, sino posible ·o contingente. Antes de su
realización pudo no existir. no -se enc.uentra atado a ninguna "11eeesidad histórica", pues, como ya
dijimos, es el resultado del libre albedrío del hombre y como tal su accionar no solamente es indeter-
minado, sino:tatnbién; en cierta manera, imprevisible.
Por ello, ante el avance de ciertas interpretaciones deterministas -e.orno la marxista o Ja
estructurafíSta-es convenien:le recalcar que. el hombre tiene p.ornlisión qacer 1a historia, 1io padecerla.
El historiador.no se-0cupa de los acontecimientos históricos como si fueran cosas que pueden expli-
carse mecánicamente o desdé afuera.• sino como originadas en la persona y que repercuten en otras
personas o -dicho en otros ténninos-: ..Ja lüstoria.sólo puede entenderse verdaderamente en la medida
en que esté relacionáda con la perso11a humana. Los acontecimientos no son simples concatenaciones
de hechos sistemáticos. La persona es la que rompe esa frialdad material de los acontecimientos para
verter en ellos "la paradoja, la ironía. el humor, Ja inquietud y la angustia"7 •

4'Suárez, Federico, Ui lu'stm:ia y el método de i11vestigació11 históricá, Mádrid, Rjalp. 1977. p. 24.
5 Bidart Catnpos, Germán. Lecciones elenwntales de política, Bs, As~. Ediar, 1973; p. 61.
6 Íde1n. p. 58. .
7 Malle Lira. A. y Gines Ortéga, J., Hacia una imerpreiacióY! eristiaila de la historia, Barcelóna. Herder, 1974, p. 48,
20 FLORENCIO HÜBEÑÁK

La tcmpQralidad
Todo. ser humano se. maneja habitualmente en las coordenada:s de t,ir;i:npo y espacio (en el afio ... ,
en la ciudad de ... ) y fo. histo.ria solo puede sustentarse sobre ellas.
Sabemos que el hpmbre recibe su existencia en un tiernpo (de a poco), tiene una duración. Y
sólo el hombre tiene conciencia <le ella..
Ya San Agustín:(s. IV) ob'servaba-ia cqmplejid~d d$1 tiempo cuando nos advertía: "Los ti<~mpps
son tres; pre.sente de las cosas presentes. presente de las cosas pasadas y presente .de las .cosas futu-
ras ... El presente de las cosas pasadas ·es e] recuerdo, el presente de las presentes es la visión de ellas
y el presente de las futuras es la expectación8• •
Ese presente, de cuya fügacidad somos dueños, no pare~ nuestro, sólo prestado. El tiempo
se nos presenta como memoria del pasado~ conciencia del presente y previsión del futuro. En él
ensamblamos esa: existencia que es nuestra historia. El presente no es más que un instante
infinitesimal entre nuestro pa~ado. y ~I futuro que se nos acerca, o al que nos vamos acercando. La
palabra que acab,p de escribir ya pert~nece. al pasaclo y al e$tar apoyando la ph1ma para con.tí11uar
escribiendo estoy incµrsiol).ando en mi futuro: El pas-ado es. quien .nos ha hecho como somos, pero
el porvenir será obra nuestra. El porv~nir no existe y puede no existirjamás. Somqs nosotros -quie-
nes vamos hacia él para haced() o construido, y pqr ello contendrá solo aquello que 11osottos úüs-
mos le aportemos.
La historia no nos.permite prever el futuro~ pues éste es el secreto de Dios y el futuro de la ac-
-:ión de la libertad humana. Lo peculiar de: nuestro mundo es· estar siempre pasando ("los cielos y la
ierta pasarán)') pero 19 propio del cristiano es k p~rma.neciendo, renaciendo.
..Por ello, tiempo y cambio, .o s<;m. movimiento, están estrecbamentetmidos. El tiempo es la medida
:lel movimiento con relación a un· antes y un después. Por eso en la eternidad donde· no. hay cambio,
ni antes ni después, no hay tiempo''9• ·
Pero debemos .advertir que no todo está sujeto a cambio en el hombre, pues si bien su, existencia
va cambiando a lo largo del tiempo, s.u esencia humana se mantiene inmutable y es la que hace ser
hombre y le pennite ser sujeto o portador de los cambios accidentales a través de la historia. De allí
surge la impnrtancia de Ja ttadicióp. Sitodo fuera cambio, no habría historia.
Si el hombre no renegara de su tr~dición (memoria del pasado) sería un animal y la historia
sería un permanente recomenzar. Por otm lado, ya Pío XII nos advertía que ''tradición y progreso se
complementan mutuamente con tanta armonía que á.queUa sin éste se contradeciría a sí mismayel
progreso sin: latradiciqn s.eria una. empresa temeraria y un salto en la oscuridad'' 1 lJn excesivo ape-º.
go a alguna de éstas ha dado lugar, a trav~s deltiempo; a equívocas interpretaciones históricas (ver
documento /). ·

La finalidad
Sin duda la historla es un acontecer, peto no un mero acontecer, una serie de hechos que s~
producen sin ton rií son, sino un acontecer humano y porlo tanto orientado hacia una finalidad, por-
tador de un sentido~ de un significado. Con10 bien sabemos, el hombre como ser inteligente y libre
obra confon:neaun fin. que da, sentido al obrar·humano y permite captar su signifü::ado.
El historiador Erich Kahler (s.XX) desarrolla cuidadosamente este pensamiento cuand9 afir-
ma: "La historia es acontecer. un tipo particular de acontecer, y el torbellino que genera. Donde nó .
hay acontecer no hay historia. La pura eternidad (si es que puede imaginarse), la permanencia p0r
siempre estable, desprovista de todo cambio ... no tiene historia. Y lo opuesto, es decir el puro acon-
tecer, una mezcolanza completamente caótica, casual, de acontecimientos (por lo demás inimagina-
ble también, pues todo suceso tiene vinculación con otros) tampoco constituye historia. Para volver-
se historia ·Jos acontecimientos deben ante todo estar relacionados entre sí, formar una cadena; un
continuo flujo. La continuidad, 1a coherencia es el ·requisito previo elemental dela historia (y no sólo

s Snn Agustfn, Ccmfesiont•s, XX-26.


'> Quinrn11¡¡ Eduardo Martín, Visión t.ie la cult(tra y de la liistoria, Bs. As,, Cooperadora de Derech~) y· Ciencias So-
ciales, 1915. p. r2s.
10 Mensaje de Pío XB del 29-IH· 1944.
HISTORIA INTEGRAL DE OCCIDENTE 21
de la Historia sino hasta del más sencillo relato o historia). No hay acontecimiento aislado. Todo
acontecimiento está ligado a otros, aquellos que lo generaron y los que él produce. Más la conexión
de acontetimientos debe tener algún sustrato o foco, algo con lo que esté relacionada, alguien a quien
acontezca. Este algo o alguien a que o a quien corresponde una conexión de acontecimientos, una
coherencia actual, específica, que la convierta en historia. Pero semejante coherencia específica no
se da por sí misma, es dada por una mente que perciba y que comprenda. Es creada como un concep-
to, es decir como un sigmficado" 11 •
Ahora bien, ~i la historia es el estudio del obrar humano en el tiempo, par!! inyestigar sobre su
finalidad qué mejor que preguntarnos cuál es el fin del hombre.. Comprobamos que nuestro propio
ser, por su esencia, tiende hacia lo insaciable, lo infinito, lo eterno, lo trascendente y es allí donde
encontramos la meta buscada y aún dentro de la historia podemos hallar una cierta línea de continui-
dad que nos insinúa una tendencia hacia una meta absoluta 12 • Nosotros no dudamos que el fin último
del hombre no es otro que Dios y Cristo no es una etapa en la historia sino su Culminación, como lo
señala expresivamente el texto sagrado: "todo sale de Dios, a Él tiende y a Él vuelve transformado.".
Como bien sintetiza un autor, la historia nace más allá del hombre, en el origen mismo que se acerca
al Creador, deviene a través de las civilizaciones primitivas hacia un monoteísmo ejemplificado en
el Pueblo Elegido: Israel; luego se recrea en Cristo, que al hacerse hombre en el tiempo se hizo his-
tórico; y ~e prolonga en el tiempo "cristianizado" hacia el Apokalipsis, en una forma explicitada como
lineal e irrepetible, porque el tiempo no retoma. Su centro mismo es Cristo-el Dios hecho hombre-:-, en
tomo al cual giran todos los hechos y las persoñáS: Él es la fuerza incita que vivifica a los hombres a
través de Tos tiempos, o sea, vivifica la historia. En Él se han iniciado y en Él concluirán porque "Él
estará entre nosotros.hasta la consumación de los tiempos" 13 • P.e esta manera el fin de la historia se
producirá-y clarificará.....: en la consumación de los tiemp~_§ (ver documento 2). -·
Por ello señala el historiador iñglés Christhoper bawson (s. XX) que "para el cristiano el signi-
ficado de la historia era un misterio que sólo se revelaba a la luz de la fe" 14•

La cultura
La segunda palabra que encontrábamos al comenzar nuestra investigación era cultura.
Etimológicamente ésta proviene de la palabra latina coler.e que quiere decir "cultivo" y como tal
integra la palabra "agricultura" que significa "cultivo de la tierra,_''_(ager-colere) o sea tomar el
arado y roturar la tierra para que dé su fruto 15 . De este mqc,lo entenderíamos por cultura el cultivo
de una tierra muy particular: el propio espíritu humano. Y de la misma manera, como para los ro-
manos la tarea agrícola era personal e intransferible, y sólo era agricultor aquél que tomaba el ara-
do y roturaba la tierra (si no podría ser productor agrícola pero no agricultor, o sea cultor del agro),
vinculándose directamente con la tierra por una especie de contrato por medio del cual el agricul-
tor le entregaba su trabajo y la tierra le devolvía el fruto. Lo mismo sucede con el cultivo de la
propia humanidad, que necesariamente consiste también en una tarea personal e intransferible,
tomando el arado espiritual y roturando nuestra propia naturaleza humana. En otras palabras, cada
uno tiene que tomarse el trabajo de cultivar su propia tierra y realizar el esfuerzo personal del cual
sacará su fruto.
Esta actividad personal se integra dentro de un ambiente o tradición cultural que confoniia la
cultura de la cual forrna.mos parte por ser seres naturalmente sociales; y sólo en comunidad con nuestros

11 Kahler, Erich, ¿Qué es la Historia?, México, F.C.E., p. 15.


12 "Sobre la r~ligiosidad natural del hombre", ver: Zunini, Giorgio, Horno religiosus, Bs. As, EUDEBA, 1977.
13 Partiendo de la división de la historia en "antes" y "después" de Cristo, el pensador español Manuel García Morente

reflexiona sobre la importancia clave del misterio de la Encamación vinculado a la historia: "Ese es Dios, que entiende a
los hombres, que vive con los hombres, que sufre con ellos, que los consuela, que les da aliento y les trae salvación. Si
Dios no hubiera venido al mundo, si Dios no se hubiese hecho hombre en el mundo, el hombre no tendría salvación,
porque entre Dios y el hombre habría siefi'\Pre una distancia infinita que jamás podrá el hombre franquear" ... Aquí -en
Dios que se hizo hombre- comienza ... la historia.
14 Dawson, Christhoper, Dinámica de la histoiia universal, Bs.As., Emecé, 1962, p. 222.
15 Ver Di Pietro, Alfredo, "Cristianismo y <¡:ultura", en: l.:a.ise y otros, Actualidad de la doctrina social de la Iglesia,
Bs.As., Abeledo-Perrot, 1980, p. 23 ss.
22 FLORENCIO HUBEÑÁK

semejantes podemos alcanzar el pleno desarrollo como hombres. La palabra es rescatada por el Con-
cilio Vaticano II y vinculada a la concepción del "Cuerpo Místico" (ver documento 3).
Parece importante distinguir que por comunidad (koinonía-communitas) entendemos una for-
ma de agrupamiento natural y emocional, mientras que la sociedad es racional y artificial. "Así el
hombre pertenece a una sociedad constituida no sólo por los que viven, sino por los que han de nacer
y por los que han muerto. Esta sociedad (para nosotros: comunidad) es la patria"16•
Así comprendemos cómo es posible una historia universal, porque "los elementos intelectuales
de una cultura, tales como la religión y la ciencia no mueren con la cultura de la que formaban parte.
Son trasmitidos de pueblo a pueblo y en su momento constituyen una fuerza creadora en la forma-
ción de nuevos organismos culturales" 17 • Los elementos continúan vivos..
Tratando de acercarnos a una definición recordemos que Octavio N. Derisi entendía por cultu-
ra "la actividad, que desde la raíz espiritual de la inteligencia y de la libertad de la persona humana
se proyecta y penetra, de algún modo, en las cosas y en el propio hombre, para trans-formarlos y
acrecentar su ser o bien, en relación y al servicio del propio hombre 18". El citado autor ha dedicado
varios estudios a tan importante tema (ver documento 4). Similares conceptos han sido expresados
por el Concilio Vaticano TI en la carta Gaudium et Spes (ver documento 5).
Desarrollando estas ideas Quintana añade: "Los hombres siempre estarán inm(3rsos en alguna
~ultur-ª,_pues _és_!a e!'.iste juntamente con el hombfe..No hay momento histórico que carezca de una
suJ~!!!!: Pero cabe señalar que no toda cultura, entendida de esta manera representa un
bien para el
hombre, yaque, paradójicamente, hay "culturas" que impiden el pleno desarrollo humano:)'anto la
sociedad de consumo masificánte que aliena el espíritu huinano, como los totalitarismos que con:.
vierten al hombre en partícula de una máquina, con pérdida de su conciencia y libertad, son expre-
siones típicas de lo antihumano y en tal sentido manifestaciones de incultura. Por ello, hay que esta-
blecer una diferencia entre cualquier cultura y la auténtica cultura"19• Y entiende por "~téntica cultura"
el cultivo y desarrollo de la persona y de la sociedad en la que se encuentra para que aquélla:co-nslga
su bien o felicidad y también él cultivo y desarrollo de los bienes exteriores al hombre con el fin de
p~nerl<;>s.asu servicio en la conquista de esa plenitud. También el Concilio Vaticano II se pronunció
sobre la relación entre Cristo y la cultura (ver documento 6).
Coincidentemente podemos adoptar la noción de Cultura que desarrolla el citado Dawson en
Religión y Cultura, y que Verduzco Hemández describe en el prefacio de la siguiente manera: "La
cultura, por una parte, es la forma organizada de la vida social que resulta de la interacción inteligen-
te, finalística y socializada, la cual se ha forjado desde tiempo inmemorial en una determinada co-
munidad humana. Dicha forma se inspira en una particular visión del mundo y de la vida y se expre-
sa en un conjunto de normas de pensamie~to y de conducta comúnmente aceptadas por el respectivo
grupo
. humano. '-!La cultura es, pues, una comunidad espiritual que sustenta su unidad y singularidad
en un sistema de creencias y de valores ético-religiosos asimilado por vía de la tradición, la cual norma
la conducta individual y colectiva del grupo a través de las edades. En su vertiente espiritual, la cul-
tura es como la forma interna (o estructura espiritual) de un grupo humano. ,F-11 su vertiente exte,ma,
como objeto observable, la cultura consiste en una especie de patrimonio social común _clel cual par-
ticipan por igual todos los miembros del grupo; dicho patrimonio está constituido por las técnicas de
expresión y comunicación (lenguaJe, arte), instituciones sociales, ritos religiosos, tradiciones y cos-
tumbres (en las que se contienen los sistemas de conocimientos y creencias y los códigos de conduc- ·
ta-individual y social), herramientas y técnicas para la producción de satisfactores básicos: alimen-
tos, vestido, vivienda, así como el cultivo de la tierra, la cacería, la cría y domesticación de aniinal~s,

16 Llerena Amadeo, Juan y Ventura, Eduardo, El orden político, Bs.As., AZ, l983, p. 70. Cfr. Tonnies, Ferdinand.

Comunidad y sociedad, Bs.As., Losada, 1947. A su vez -sobre la concepción greco-romana de "patria"- parece intere-
sante observar que la palabra patri~ es el femenino de patrius, de un padre, paterno (pater) A su vez Patriarkhés o pa-
triarca de patriá =linaje, clan, familia (de patr o padre). Patriotés =compatriota, de pátrios o patrius =del padre de uno.
Daremberg-Saglio -en su renombrado diccionario- nos recuerdan que "patria es sinónimo de penates". Recordemos que
Fustel de Coulanges afirmaba en La. ciudad antigua: " ... también ésta es la tierra de mis padres, terra patrum, patria: aquí
está mi patria, puesto que aquí están los manes de mi familia ... "
17 Dawson, Ch., op. cit., p. 383.
18 Derisi Octavio N., Estudios de Metafísica y de Gnoseología, Bs. As, EDUCA, año I, p. 303.
19 Quintana, E., op. cit., p. 18.

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L_
HISTORIA INTEGRAL DE OCCIDENTE 23
la elaboración y transformación de los recursos naturales. Este patrimonio se va formando, desde
tiempo. inmemorial, por la experiencia social e histórica de cada pueblo y se transmite por tradición
a las nuevas generaciones, y así constituye un factor central de unidad, cohesión, identidad y conti-
nuidad social"2 º.
De este modo podemos agregar a nuestras reflexiones· sobre qué es~a historia de la éultura, que
ésta comprende tanto las acciones, pensamientos y emociones como las creaciones materiales y es-
pirituales~ coincidir con el romanista francés Pierre Grimal (s.XX) que "los acontecimientos polí-
ticos, económicos, literarios, estéticos no son más que los signos materiales de esta realidad miste-
riosa que es la civilización en su sentido más amplio y puro".
Pero en la base de toda cultura encontramos que los hombres que vivieron en esa época ~U.Y~~­
ron una peculiar "visión del mundo" (cosmovisión) que les facilitaba la búsqueda de las respuestas a
los grandes interrogantes de la vida que comentáramos al comenzar este ~abajo. Esta visión del mundo
y de-lil.vidá que inspira las formas de organización social y de vida material y que se trasmite por
tradición de generación en generación nos obliga a reflexionar sobre qué entendemos por cosmovisión.
La palabra consiste en un término compuesto formado por la palabra griega kosmos y el térmi-
no de raíz latina visión. Por "cosmos" entedemos todo lo que existe, en tanto y en cua~to conforma
una unidad plena de sentido y significado, ordenada, armoniosa y bella en donde la diversidad.de sus..
componentes se encuentran vinculados en una unidad de orden como resultado de algún principio (o
arjé en griego). Por su parte, la palabra_~'.visión" se refiere a una determinada concepción que el hombre
tiene respecto a ese "cosmos" (material,_ humano, político ... ) a que nos referimos anteriormente y
que puede ir cambiando a través del tiempo en las distintas civilizaciones o culturas.
En consecuencia, podemos -coincidentemente con Quintana- definir la cosm9visión como "el
modo de vivir y de pensar de los hombres de una determinada cultura histórica, que brota de un nú-
cleo o raíz que la inspira y orienta, y sus diferentes manifestaciones culturales siempre se encuentran
estrechamente vinculadas entre sí y se derivan de esa raíz'~21 •
Así entendemos la imposibilidad de explicar la historia sin relacionar las ideas y los actos de
los. hombres, ya que "toda acción es el resultado de un pensamiento y todo pensamiento que se ex-
presa constituye ya una acción"22•

Si recordamos que la historia estudia al hombre parece entonces bastante lógico que para ini-
ciar un estudio sobre la actividad humana comencemos por preguntarnos en qué planos actúa habi-
tualmente el hombre. La experiencia nos permite comprobar que éste normalmente se desenvuelve
en tres planos:

a) Su relación con Dios.


b) Su relación con los demás hombres.
e) Su relación con las cosas (la naturaleza).

El análisis de las actividades del hombre en el plano mencionado en primer lugar (su relación
con Dios) nos muestra un aspecto religioso y un aspecto .filosófico, ya que la parte más significat~va
de la filosofía (la metafísica o filosofía primera en el lenguaje aristotélico) tiende a lo trascendente.
El estudio de las actividades del hombre en su relación con los demás hombres permite hablar de un
aspecto político, un aspecto económico y un aspecto social. Finalmente, la relación del hombre con
la naturaleza nos aporta un aspecto técn'-co, mal conocido como científico, ya que esta denomina-
ción puede perfectamente aplicarse al estudio de todos los demás aspectos.
La integración de todos ellos nos aporta la cosmovisión de una época, o sea, la visión del mun-
do que el hombre se formó en dicha época y su actitud frente a la misma. Podemos observarlo mejor
en el cuadro del apéndice.
A su vez, las manifestaciones artísticas y literarias de cada época, que a diferencia de los aspec-
tos men..Qionados son acumulativas, se estructuran en una forma predominante que muestra íntima-

20 Verduzco Hemández, Heberto en: Dawson, Ch., Historia de la Cultura Cristiana, México, F.C.E., p. 16.
2! Quintana E., op.cit., p. 12. ,
22 Gonzague de Reynold, El mundo griego y su pensamiento, Madrid, Pegaso, 1947, pp. 163/4.
24 FLORENCIO HUBEÑÁK

mente la cosmovisión de esa época; o dicho de otro modo, el arte y la literatura son las expresiones
"vitales" de una cosmovisión, así como el derecho intenta ser su expresión institucionalizada; ellas
nos permiten captar las teorías subyacentes.
Así, por ejemplo, podemos mencionar una cosmovisión medieval teocéntrica y trascendente,
estamental y agrícola-artesanal o una concepción moderna antropocéntrica e inmanente, individua-
lista e industrial.
Ahora bien, todos estos aspectos o ámbitos de la actividad humana no se dan en forma separada
y desconectada sino que se complementan, integran e interrelacionan entre ellos, guardando un or-
den jerárquico por el cual el aspecto técnico se subordina al político, económico y social y éstos a su
vez a los aspectos filosófico, moral y religioso, llevándonos a considerar a este último como el cora-
zón mismo de la cultura.
Estas diversas cosmovisiones dieron lugar a distintas formas de estructuración de las comuni-
dades políticamente organizadas (civitas); de allí que las llamemos "ciudades", y así tendremos una
Ciudad antigua -según el clásico trabajo de Fuste} de Coulanges- o una Ciudad cristiana, en térmi-
nos de Calderón Bouchet.
Por ello, en la medida que el hombre -parte de cada una de estas "ciudades" entendidas como
comunidades organizadas- es un micro-cosmos, podemos afirmar que éstas, como sus componen-
tes, tuvieron un origen, un desarrollo hasta su apogeo (siglo de oro) y una decadencia que muchas
veces llevó a su desaparición o -recordando que las ideas se trasmiten- su reaparición adaptada en
otras culturas.

Historia de la cultura
Ahora que hemos visto por separado las nociones de historia y cultura, podemos avanzar hacia
una integración de las mismas, antes de cerrar este capítulo introductorio, o sea ¿qué es la historia
de la cultura?
A esta altura de nuestro análisis sabemos que cultura e historia son dos dimensiones humanas
íntimamente ligadas. No hay historia sin cultura, ni cultura sin historia, pues, por un lado la historia
es siempre historia de la cultura, o sea del obrar humano en el tiempo, en todos los ámbitos en que
éste se desarrolla, jerárquicamente ordenados a su fin último, al que accede por la religión. Y por
otro lado la cultura siempre se realiza en el devenir histórico; no hay c:ultura abstracta sino concreta
en-el tiempo y en el espacio, y por eso ese obrar humano, en todos sus aspectos (que constituye la
cultura), es necesaria e intrínsecamente histórico.

Historia de la cultura e historia de la salvación


El conocido historiador inglés Paul Johnson escribió recientemente que: "La pregunta acerca
de la existencia o no existencia de Dios es lo más importante que los humanos siempre hemos estado
lla~dos a responder. Si Dios existe, si por consiguiente estamos convocados a otra vida cuando
ésta se acaba, de esto se sigue una serie importante de consecuencias, que afectarán cada día y casi
toao momento de nuestra existencia terrenal. Nuestra vida se convierte entonces en una simple pre-
paración para la eternidad y debe ser conducida en todo respecto sin perder de vista nuestro futuro.
Si, por otro lado, Dios no existe, se sigue otra serie de consecuencias importantes. Esta vida pasa a
ser la única que tenemos, no tenemos deberes ni obligaciones excepto hacia nosotros mismos y no
necesitamos poner en la balanza nada que no sean nuestros propios intereses y placeres. No hay más
mandamientos a seguir que los que la sociedad nos impone e incluso a éstos podemos eludirlos si
logramos actuar con impunidad. En un mundo sin Dios, no existen bases obvias para el altruismo de
ningún tipo, la anarquía moral se impone y prevalece el interés propio"23 •
Este autor nos permite comprobar que aún hoy la respuesta al problema de Dios se encuentra en
el núcleo de toda cultura, pues el hombre es un ser naturalmente religioso y por lo tanto lo central de
su existencia se refiere a esta relación entre lo humano y lo divino, tanto que hasta los mis:@'os ateos
se definen por su referencia (negativa) hacia Dios.

23 Johnson, Paul, En busca de Dios. Un peregrinaje personal, Barcelona, Javier Vergara, p. 1 l.

L
HISTORIA INTEGRAL DE OCCIDENTE 25
De la misma manera nos parece evidente que "la interpretación de los hechos históricos depen-
de en buena parte de los conceptos acerca de Dios y de los hombres que tiene Quien históricamente
los expone"24 •
Nosotros, cristianos bautizados -docentes y alumnos de una Universidad Católica- observa-
mos y aceptamos que la historia tiene un sentido propio, que surge de la Encamación del Hijo, de
Dios que al hacerse hombre se hace "histórico" y da sentido a toda la historia de la humanidad..E.s~
se convierte en "cristocéntrica" y el tiempo comienza a calcularse por un "antes" y "después" de
Cristo. Únicamente el cristianismo nos proporciona una respuesta al sentido final de la vida del hombre,
mediante el misterio de la encamación, redención y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, que
confonna la entrada de Dios en la historia, constituyéndose de esta manera en el centro de la historia
y de la cultura.
Así la historia pasa a ser -como magistralmente lo diseñara San Agustín en la Ciudad de Dios-
una larga "peregrinación" de la humanidad, desde la Creación hasta el fin de los tiempos (Parusía),
mediante un ''pacto" (alianza) entre Dios y el "Pueblo Elegido", extendido a todos los hombres con
la Venida del Verbo Encamado. En Él se han iniciado y en Él concluirán porque Él es el Señor de la
Historia y como Él mismo dijo: "estará con nosotros hasta la consumación de los tiempos". Cristo
no es una etapa en la historia, sino su culminación.
Para nosotros, como expresara Danielou: ''para la historia cristiana, la historia de la salvación
· no comienza con Abraham, sino simplemente con la creación del mundo ... Por otra parte, la historia
de nuestra salvación tiene, como acabamos de hacerlo observar, su fin en un acontecimiento cósmi-
co, en la resurrección de los muertos. Así, pues, la historia de nuestra salvación se sitúa entre dos
acciones cósmicas. Pero no son tan sólo estas dos acciones, inicial y terminal, las que tienen reso-
nancia sobre todo el cosmos. En el centro mismo de la historia, es también la resurrección de Cristo
una acción creadora" 25 • La historia entendida como historia de la salvación fue retomada
teológicamente en interesantes exposiciones por Juan Pablo Il (ver documento 7).
De este modo " ... la historia profana entra dentro de la historia sagrada. En efecto, la historia
sagrada constituye la historia total, en cuyo interior se sitúa la historia profana, que no es más que
una parte de aquella, y que desempeña en ella un papel bien determinado ... La historia de la salva-,.
ción abarca, no sólo la historia humana, sino la totalidad de la historia cósmica"26•
Por todo ello, como bien señala Dawson, "la concepción cristiana de la historia no es un ele-
mento secundario derivado, por la reflexión filosófica, del estudio de la historia. Yace en el corazón
mismo del cristianismo y constituye una parte integral de la fe cristiana. De ahí que no exista una
'filosofía cristiana de la historia', en el sentido estricto de la palabra. Hay, en cambio, una historia
cristiana y una teología cristiana de la historia, y no es mucho decir que sin ellas el cristianismo no
existiría"27• Por ello, habiéndose "encamado" el cristianismo en el tiempo, podemos perfectamente
estudiar una "historia de la cultura cristiana".
Y ese horno viator que peregrina por la tierra conforma la marcha de la Ciudad de Dios hacia el
Reino de los cielos o, en términos teológicos, forma el Cuerpo Místico de Cristo (Ver documentos 8,
9y JO).

A manera de conclusión señalemos que el obrar cultural del hombre se desarrolla entre su pun-
to de partida, que lo constituye la naturaleza humana (inteligente y libre), y su punto de llegada, que
consiste en la plenitud o perfección de esa misma naturaleza en la posesión del supremo Bien que es
Dios y que por lo tanto le da sentido a su existencia. Ni en el punto de partida, ni en el de llegada
tenemos cultura, sino que es en el camino entre ambos, en el obrar del homo viator, del hombre pe-
regrino desde el tiempo hacia la eternidad donde se hace la cultura. Por eso la cultura no se opone a
la naturaleza de la que parte, sino que la supone (el hombre es un ser naturalmente cultural), consti-
tuyéndose así en una segunda naturaleza que la complementa y perfecciona en orden a la perfección
plena y definitiva que el hombre alcanza cuando logra su fin último, en el cual ya no es necesaria la

24 Franceschi, Gustavo, "Sentido teológico de la historia", en: Criterio, 1134, 1951.


25 Danielou, Jean, El misterio de la historia, San Sebastián, Dinor, 1963, pp. 4415.
26 Op. cit., p. 43.
27 Dawson, Ch., Dinámica de la historia, Bs.As., Emecé, 1962, p. 212.
26 FLORENCIO HUBEÑÁK

cultura (no hay necesidad del obrar humano, sino que sólo existe el goce pleno del bien conseguido)
pero la supone como tránsito hacia esa perfección. Claro está que el hombre no puede alcanzar tan
alta perfección si no es con la ayuda de la gracia de Dios que supone la naturaleza humana y la cul-
tura como manifestación de la misma, sanándolas y elevándolas hacia el destino trascendente en el
cual se plenifica el hombre28 •
En suma, la cultura es el obrar del hombre que partiendo de su naturaleza inteligente y libre va
desarrollándose en orden a su plenitud que sólo alcanza en la comunión con Dios. Ahora bien, este
obrar humano se va realizando a través del tiempo, se va haciendo historia, y por eso de cada etapa
de la misma podemos extraer conclusiones, sacar aportes positivos y negativos de este accionar hu-
mano que de alguna manera u otra ha influido en lo que hoy somos. Por lo tanto, más que realizar un
estudio pormenorizado de los acontecimientos que sucedieron a lo largo de la historia de la humani-
dad, lo que pretendemos es observar esos acontecimientos desde la concepción del hombre y del mundo
existente en cada época para ver como se fue formandoJIJI~stra cultura. En otras palabras, ~e trata de
Ufürcusmovis-ión;u-sea del-modo de viviÍ y de pensar de los hombres de una determinada cultura
histórica, que brota de un núcleo o raíz que la inspira y orienta y donde sus diferentes manifestacio-
nes culturales se encuentran estrechamente vinculadas entre sí al derivarse de la misma raíz. Por eso,
la historia de la cultura no es un simple relato del acontecer humano sino más bien tratar de encontrar
el sentido de ese acontecer. En última instancia queremos saber no tanto cómo sucedieron las cosas,
sino por qué sucedieron: 1Tratar de averiguarlo es el motivo de este libro.

Apéndice documental
Documento 1
"El cristianismo no se identifica definitivamente con ninguna de las formas particulares de cultura en las
que se encarna. De la misma manera que el pecado del judaísmo consiste en no querer morir para resucitar, en
un no querer crecer, lo mismo en cierto sentido sucede a quienes quieren mantener de forma rígida al cristia-
nismo en sus formas pasadas y en las formas en las que ha quedado como incrustado por la labor de siglos.
Cada uno debe morir sin cesar al hombre viejo para renacer al hombre nuevo, y el empleo de esta expresión de
San Pablo no carece de sentido. Lo mismo en cierta manera sucede con el cristianismo. Éste debe encarnarse
en las civilizaciones y formar en ellas cristiandades. Pero estas cristiandades serán siempre caducas y transito-
rias. Será preciso que la Iglesia, tras haberse vestido de ellas, las abandone como se abandona un vestido vie-
jo. Este despojamiento es siempre doloroso. Estamos asistiendo a una de esas crisis. Hay que saber compren-
der su complejidad y su amplitud. Y si a veces la longitud con que obra la Iglesia irrita a más de uno, es menester
darse cuenta del drama que se está desarrollando, de las repercusiones tan tremendas que pueden arrastrar
consigo decisiones en este orden.
Nos hallamos aquí en presencia de lo más delicado de este problema. La postura justa consiste en pasar
por entre dos escollos, tan peligroso el uno como el otro, de que hablaba el cardenal Suhard (Essor ou déclin
de l'Eglise, p. 34 ss). Uno de ellos lo constituye el integrismo, que consiste en mantener las estructuras cadu-
cas confundidas cop.Jás realidades eternas. Aun, identificando al cristianismo con un momento de su desarro-
llo, el integrism6~s diverso según sea el arcaísmo que propugna; nostalgia de una vuelta al cristianismo pri-
mitivo: deseo de restaurar un nuevo Medioevo; apego desesperado al cristianismo burgués que agoniza. Pero
existe otro peligro, el modernismo, que consiste en desprenderse de lo esencial junto con lo caduco, y en lle-
var la adaptación hasta el punto de sacrificar el depósito de la fe. Y aquí es donde vemos que el cristianismo,
aun cuando se halla en la historia , no se identifica con ella. Sólo su periferia está aquejada de esa caducidad
que hiere a las civilizaciones: su esencia incorruptible no está sometida a la ley del envejecimiento.
Es por otra parte señal de cierta falta de profundidad espiritual ese atribuir una importancia excesiva a
las formas exteriores. Harto hemos dicho que era preciso saber renovarlas, y por ello creemos tener derecho a
repetir que no se halla en eso lo esencial. A la Iglesia se le pide en primer lugar que nos dé la vida de Cristo; a
los sacerdotes se les pide ante todo que sean santos. El que estén o no al día es algo totalmente secundario.
Cuántas instituciones de la Iglesia llevan el sello de la época en que vieron la luz, sin que hayan perdido por
ello su valor vivificante".

Danielou, Jean, El misterio de la historia, San Sebastián, Dinor, 1963, pp. 4112.

28 Ver Derisi, Octavio N., Cultura y Humanismo Cristiano, Bs. As, EDUCA, p. 23.
HISTORIA INTEGRAL DE OCCIDENTE 27

Documento2
"La visión cristiana de la historia presenta por consiguiente una última característica , la de ser escatológica,
es decir, que la noción de fin (eschaton) desempeña en ella un papel esencial, y esto de tres formas. En primer
lugar, la historia no es un progreso eterno, sino que tiene un fin, constituye un plan definido, limitado, al que
definían los Padres de la Iglesia como la semana cósmica, semana a la cual sucede el octavo día, el mundo
futuro. En segundo lugar, este fin lo constituye el cristianismo: Cristo se ha presentado como quien viene al
fin de los tiempos, como quien introduce el mundo definitivo. De ahí que no haya un más allá del Cristianis-
mo. Este es verdaderamente 'es~hatos' 'novissimus', el último. Es la Juventud eterna del mundo. Junto a él
todo lo demás está definitivamente caduco. En tercer lugar, este fin en sí mismo ha llegado: con la Encama-
ción y la Ascensión de Cristo se ha llegado al fin de las cosas.
Es mérito de Cullman el haber subrayado de una manera vigorosa en su obra Christ et le Temps, el hecho
de que con la resurrección de Cristo se ha cumplido el acontecimiento decisivo de la historia, de suerte que
ningún otro suceso tendrá ya tanta importancia. De golpe caen por tierra todas las ilusiones evolucionistas. No
habrá progreso que pueda aportamos en adelante lo que poseemos ya en Cristo, ya que Él se halla presente
más allá de todo progreso, en Él existe en sacramento el estado final. Es absurdo, por consiguiente identificar,
sin más, esperanza cristiana y fe-en el progreso. La distinción es capital. Hemos dicho antes que la importan-
cia de la idea de novedad era característica del cristianismo. Pero ahora nos encontramos con que con Cristo
ha llegado a nosotros el acontecimiento definitivo. Así, pues, en cierto sentido toda novedad nos es dada en
Él. Otra característica de la visión cristiana de la historia consiste en que el acontecimiento central, aconteci-
miento que no se halla, como en el helenismo, en un origen, tampoco se halla, como lo quiere el evolucionis-
mo, al fin, sino en el centro. De esta manera la historia cambia cualitativamente según se halle antes o después
de Cristo. La anterior a Cristo nos prepara a Él y constituye por consiguiente en primer lugar una espera. Pero
una vez que se halla presente Cristo, se trata ante todo de transmitir un depósito inmutable, ya que no es a fin
de cuentas más que el fin ya dado. De esta manera toma un sentido la noción de tradición, porque en adelante
se halla ya presente el mundo futuro. De manera que según esto el fin de los tiempos se halla ya presente en
Cristo".

Danielou, Jean, El misterio de la historia, San Sebastián, Dinar, 1963, pp. 44/5.

Documento3
"Dios creó al hombre no para vivir aisladamente, sino para formar sociedad. De la misma manera, Dios
'ha querido santificar y salvar a los hombres no aisladamente, sin conexión alguna de unos con otros, sino
constituyendo un pueblo que le confesara en verdad y le sirviera santamente' (Lumen Gentium c.2.n.9.). Des-
de el comienzo de la historia de la salvación, Dios ha elegido a los hombres no solamente en cuanto indivi-
duos, sino también en cuanto miembros de una determinada comunidad. A los que eligió Dios, manifestando
su propósito, denominó pueblo suyo (Ex. 3,7-12), con el que además estableció un pacto en el monte Sinaí.
... Primogénito entre muchos hermanos, constituye, con el don de su Espíritu, una nueva comunidad
fraterna entre todos los que con fe y caridad le reciben después de su muerte y resurrección, esto es, en su
Cuerpo, que es la Iglesia, en la que todos, miembros los unos de los otros, deben ayudarse mutuamente según
la variedad de dones que se les hayan conferido.
Esta solidaridad debe aumentarse siempre hasta aquel día en que llegue su consumación, y en que los hom-
bres, salvados por la gracia, como familia amada de Dios y de Cristo hermano, darán a Dios gloria perfecta".

Concilio Vaticano II. Gaudium et Spes. I, II, 32.

Documento4
"Hay una realidad material que va desde los seres inorgánicos hasta el ser animal, pasando por el de
los vegetales. Todos los seres de este mundo son materiales y dependen de la materia en su actividad. Si
bien los vivientes vegetales y animales implican un principio superior e irreductible a la materia que da
razón a su vida propia, tal principio no puede obrar ni existir sin la materia. Todos estos entes son, pero no
saben que son.
Frente a ellos hay un ser que, sin dejar de pertenecer al rriundo material, posee un principio esencialmen-
te superior e independiente de la materia en su ser y en su obrar específico: es el hombre. Por su actividad
intelectiva el hombre sobrepasa a toda materia, llega a aprehender el ser trascendente como tal, el ser inmate-
rial aún, en las cosas materiales. No sólo conoce las cosas sino el ser o lo que las cosas son.
Por su espíritu el hombre no sólo es, sino que aprehende el ser de las cosas y su propio ser: sabe que
las cosas son, intenta penetrar en lo que ellas son y sabe también que él es y que es distinto de las cosas. Por
28 FLORENCIO HUBEÑÁK

su inteligencia, pues, el hombre se apodera y es dueño del ser trascendente de las cosas y del ser inmanente
propio.
El mundo material está sujeto al determinismo causal, dirigido en su actividad por leyes físicas, quími-
cas, biológicas e instintivas. Como dice Bergson 'la cadena del determinismo se alarga, pero no se rompe'.
Más rica y más amplia por su principio animal o vital, la actividad sensitiva o biológica no deja de estar sujeta
al determinismo causal. De aquí que los seres materiales, hasta el animal inclusive, no sean dueños de su acti-
vidad y se comporten siempre d~ la misma manera de acuerdo con las exigencias de las leyes que los rigen.
El hombre, en cambio, en su voluntad, y en los actos dependientes de ella, rompe ese determinismo por
su libertad. Frente a un bien, la voluntad puede quererlo o no, o puede querer otro bien: está en posesión de
una inferencia activa, de una riqueza de acto o poder sobre el mismo para realizarlo o no, en dirección hacia
un bien o hacia otro, posee un autodominio de su propia actividad.
La actividad y ser espiritual, confieren, pues, al hombre un doble dominio sobre el ser de las cosas y
sobre el propio ser: el de la aprehensión consciente de la inteligencia y el de su actuación libre, no predetermi-
nada, sobre él. Por este doble dominio sobre el ser propio y ajeno que nace del espíritu, el hombre es persona.
Abierto por su conocimiento espiritual al ser o verdad en todo su ámbito, la persona está ordenada, en
última instancia, a la Verdad y Belleza, a la vez que por su voluntad libre está dirigida a la Bondad, es decir
que por ambas aberturas espirituales a la trascendencia, está hecha para el Ser infinito de Dios.
La persona humana es, pues, un ser espiritual finito esencialmente ordenado al Ser infinito, que no pue-
de perfeccionarse por su actividad intelectiva y volitiva, sino por la posesión en dirección a Dios: es un ser
esencialmente religado o religioso.
En este camino esencialmente orientado a Dios, constitutivo de la persona, ella crea su mundo propio: la
cultura o humanismo. ·
La naturaleza es el mundo creado por Dios, sabiamente regido por el determinismo causal de sus leyes.
Magnífico y admirable reflejo de la Sabiduría y Omnipotencia divinas, este mundo, sin embargo, no puede
cambiar libremente su actividad, es incapaz de progresar proponiéndose y realizando nuevos fines o bienes.
En cambio, por su inteligencia y libertad, el hombre sin crear -como crea Dios desde la nada-, puede
crear lato sensu, dar realidad a un mundo nuevo, propio de su espíritu finito, erigido sobre el mundo natural:
puede proponerse y realizar cambios en la naturaleza de los entes mundanos y en el suyo propio, con el fin de
lograr nuevos seres o bienes, acrecentar su bien y el del mundo en relación con el suyo propio.
Tal la cultura, originariamente causada por la actividad espiritual de la inteligencia y de la voluntad, que
se propone un fin y que para alcanzarlo libremente trans-forma o cambia la forma o ser de los entes naturales
y del propio hombre, a fin de conseguir nuevos seres, nuevos bienes, que la naturaleza por sí sola no puede
brindar, con que perfeccionar la propia persona.
Un ente cultural es, pues, un ente natural transformado por el hombre, a fin de lograr un perfecciona-
miento o bien nuevo en el propio ser -material o espiritual- del hombre o de las cosas materiales en función
del hombre.
. . ."La persona humana, con su actividad espiritual, intelectiva y libre, es la causa que determina el cam-
bio, ya en su propia actividad, ya en la actividad de los entes mundanos, para conseguir nuevos bienes, a fin de
procurarse con ellos su propio perfeccionamiento.
De aquí que el hombre sea también la meta de la cultura. Realizada en las cosas materiales o en el propio
ser humano, la transformación cultural se ordena siempre y en definitiva, a la perfección del hombre.
Desde el hombre y para el hombre, el mundo de la cultura es realizado, comprehendido y aprovechado
por el hombre. ·
Los otros seres v.g. los animales, no sólo son incapaces de realizar cultura, sino también de
comprehenderla, de develar su intención y su significado, el fin que el hombre ha impreso en ellos: por eso
frente a los mismos se comportan como si fueran entes puramente naturales. De ahí también que los animales,
también dotados para defenderse de sus enemigos naturales, no lo sepan hacer de un ente cultural fabricado
por el hombre. v.g. de un arma, así sea la más simple, como una honda. Y también el perro pisa lo mismo el
pasto que una tela artísticamente pintada. El mundo de la cultura, causado por el espíritu y dirigido a él, está
más allá del alcance de la materia y del conocimiento material de los sentidos, y por tal razón, frente a él los
seres materiales son ciegos.
Realizado por el hombre, el destinatario de la cultura es también siempre el hombre. Por la consecución
de sus bienes el hombre se acrecienta y perfecciona en algunos de sus aspectos y en vista de su bien integral.
Uno de los bienes más complejos y acabados logrado por la cultura es el lenguaje. En sus sonidos coro- .
binados el hombre encarna y expresa su pensamiento con sus modalidades más sutiles, toda la gama de sus
sentimientos, para que a través de tales sonidos -los cuales para los seres materiales, incluso para el animal,
no dicen nada- otro hombre devele en ellos aquellos pensamientos y sentimientos en sí mismos enteramente
inmanentes y encerrados en la propia conciencia.
Lo mismo pasa frente a una música, un cuadro, una fórmula matemática, una máquina o una mesa, o
frente a una institución u organización social, política, económica o educaci«inal. Únicamente otro hombre es
HISTORIA INTEGRAL DE OCCIDENTE 29
capaz de descifrarla y comprehenderla en su significación y en su fin, y por eso mismo únicamente él es capaz
de usufructurarla".

Derisi, Octavio N. ¿Qué es la cultura?

Documentos
"Con la palabra 'cultura' se indica, en sentido general, todo aquello con lo que el hombre afina y desa-
rrolla sus innumerables cualidades espirituales y corporales, procura someter el mismo orbe terrestre con su
conocimiento y trabajo; hace más humana la vida social, tanto en la familia como en toda la sociedad civil,
mediante el progreso de las costumbres e instituciones; finalmente, a través del tiempo expresa, comunica y
conserva en sus obras grandes experiencias espirituales y aspiraciones para que sirvan de provecho a muchos,
e incluso a todo el género humano.
De aquí se sigue que la cultura humana presenta necesariamente un aspecto histórico y social y que la
palabra 'cultura' asume con frecuencia un sentido sociológico y etnológico. En este sentido se habla de la
pluralidad de las culturas. Estilos de vida común diversos y escalas de valor diferentes encuentran su origen
en la distinta manera de servirse de las cosas, de trabajar, de expresarse, de practicar la religión, de comportar-
se, de establecer leyes e instituciones jurídicas, de desarrollar las ciencias, las artes y de cultivar la belleza.
Así, las costumbres recibidas forman el patrimonio propio de cada comunidad humana. Así también es como
se constituye un medio histórico determinado, en el cual se inserta el hombre de cada nación o tiempo y del
que recibe los valores para promover la civilización humana".

Concilio Vaticano Il, Gaudium et Spes, Il, II-53.

Documento6
"Múltiples son los vínculos que existen entre el mensaje de salvación y la cultura humana. Dios, en efec-
to, al revelarse a su pueblo hasta la plena manifestación de sí mismo en el Hijo encarnado, habló según los
tipos de cultura propia de cada época.
De igual manera, la Iglesia, al vivir durante el transcurso de la historia en variedad de circunstancias ha
empleado los hallazgos de las diferentes culturas para difundir y explicar el mensaje de Cristo en su predica-
ción a todas las gentes, para investigarlo y comprenderlo con mayor profundidad, para expresarlo mejor en la
celebración litúrgica y en la vida de la multiforme comunidad de los fieles.
Pero, al mismo tiempo, la Iglesia, enviada a todos los pueblos sin distinción de épocas y regiones, no
está ligada de manera exclusiva e indisoluble a raza o nación alguna, a algún sistema particular de vida, a
costumbre alguna antigua o reciente. Fiel a su propia tradición y consciente a la vez de la universalidad de su
misión, puede entrar en comunión con las diversas formas de cultura; comunión que enriquece al mismo tiem-
po a la propia Iglesia y a las diferentes culturas.
La buena nueva de Cristo renueva constantemente la vida y la cultura del hombre caído, combate y eli-
mina los errores y males que provienen de la seducción permanente del pecado. Purifica y eleva incesante-
mente la moral de los pueblos. Con las riquezas de lo alto fecunda como desde sus entrañas las cualidades
espirituales y las tradiciones de cada pueblo y de cada edad, las consolida, perfecciona y restaura en Cristo.
Así, la Iglesia, cumpliendo su misión propia, contribuye por lo mismo a la culttira humana y la impulsa, y con
su actividad, incluida la litúrgica, educa al hombre en la libertad interior".

Concilio Vaticano ll, Gaudium et Sp~s, Il, II-57/8.

Documento 7
"La historia de la salvación se sintetiza en la fundamental constatación de una gran intervención de Dios
en la historia del hombre ... La historia de la salvación ofrece siempre nueva inspiración para interpretar la
historia de la humanidad. Por eso, numerosos pensadores e historiadores contemporáneos se interesan tam-
bién por la historia de la salvación ... La historia de la salvación no se plantea sólo la cuestión de la historia del
hombre, sino que afronta también el problema del sentido de su existencia. Por eso es, al mismo tiempo, his-
toria y metafísica ... Es más, se podría decir que es la forma de teología más integral, la teología de todos los
encuentros entre Dios y el mundo. La Gaudium et Spes no es otra cosa que una actualización de este gran
tema".

Juan Pablo II, Cruzando el umbral de la esperanza, Barcelona, Plaza y Janés, 1994, pp. 74/5.
30 FLORENCIO HUBEÑÁK

Documento8
"Que la Iglesia es un cuerpo lo dice muchas veces el sagrado texto. Cristo, dice el Apóstol, es la Cabeza
del Cuerpo de la Iglesia (Col. I, 18). Ahora bien, si la Iglesia es un cuerpo, necesariamente ha de ser una sola
cosa indivisa, según aquello de San Pablo: 'Muchos formamos en Cristo un solo cuerpo' (Rom. 12, 4-5). Ni
solamente debe ser una e indivisa, sino también algo concreto y claramente visible, como afirma Nuestro Pre-
decesor León XIII de feliz memoria en su carta encíclica Satis cognitum. 'Por lo mismo que es cuerpo, la Igle-
sia se ve con los ojos'. Por lo cual se apartan de la verdad divina aquellos que se forjan la Iglesia de tal manera
que no pueda ni tocarse ni verse, siendo solamente un ser pneumático, como dicen, en el que muchas comuni-
dades de cristianos, aunque separadas mutuamente en la fe, se junten sin embargo por un lazo invisible.
Mas el cuerpo necesita también multitud de miembros, que de tal manera estén trabados entre sí que
mutuamente se auxilien. Y así como en este nuestro organismo mortal, cuando un miembro sufre, todos los
otros sufren también con él, y los sanos prestan socorro a los enfermos; así también en la Iglesia los diversos
miembros no viven únicamente para sí mismos, sino que ayudan también a los demás, y unos a otros se ayu-
dan, ya para mutuo alivio, ya también para edificación cada vez mayor de todo el Cuerpo.
Además de eso, así como en la naturaleza no basta cualquiera aglomeración de miembros para constituir
el cuerpo, sino que necesariamente ha de estar dotado de los que llaman órganos, o de miembros que no ejer-
cen la misma función y están dispuestos en un orden conveniente; así la Iglesia ha de llamarse cuerpo princi-
palmente por razón de estar formada por una recta y bien proporcionada armonía y trabazón de sus partes, y
provista de diversos miembros que convenientemente se corresponden los unos a los otros. Ni es otra la mane-
ra como el Apóstol describe a la Iglesia, cuando dice: 'Así como en un solo cuerpo tenemos muchos miem-
bros, mas no todos los miembros tienen una misma función, así nosotros, aunque seamos muchos, formamos
en Cristo un solo cuerpo, siendo todos recíprocamente miembros los unos de los otros' (Rom. 12, 4-5).
Mas en manera alguna se ha de pensar que esta estructura ordenada u orgánica del Cuerpo de la Iglesia
se limita o reduce solamente a los grados de la jerarquía; o que, como dice la sentencia contraria, consta sola-
mente de los carismáticos, los cuales, dotados de dones prodigiosos, nunca han de fallar en la Iglesia. Se ha de
tener, eso sí, por cosa absolutamente cierta que los que en este Cuerpo poseen la sagrada potestad son los miem-
bros primarios y principales, puesto que por medio de ellos, según el mandato mismo del divino Redentor, se
perpetúan los oficios de Cristo, doctor, rey y sacerdote. Pero sin embargo, con toda razón los Padres de la
Iglesia, cuando encomian los misterios, los grados, las profesiones, los estados, los órdenes y los oficios de
este Cuerpo, no tienen sólo ante los ojos a los que han sido iniciados en las sagradas órdenes; sino también a
todos los que, habiendo abrazado los consejos evangélicos, llevan una vida de trabajo entre los hombres, o
escondida en el silencio, o bien se esfuerzan por unir ambas cosas según su profesión; y no menos a los que,
aun viviendo en el siglo, se dedican con actividad a las obras de misericordia en favor de las almas o de los
cuerpos, así como también a aquellos que viven unidos en casto matrimonio. Mas aún, se ha de advertir que
sobre todo en las presentes circunstancias los padres y madres de familia y los padrinos y madrinas de bautis-
mo, y, especialmente, los seglares que prestan su cooperación a la jerarquía eclesiástica para dilatar el reino
del divino Redentor, tienen en la sociedad cristiana un puesto honorífico, aunque muchas veces humilde, y
que también ellos, con el favor y ayuda de Dios, pueden subir a la cumbre de la santidad, que nunca en la
Iglesia ha de faltar según las promesas de Jesucristo.
Y así como el cuerpo humano se ve dotado de sus propios recursos con los que atiende a la vida, a la
salud, y al desarrollo de sí y de sus miembros, del mismo modo el Salvador del género humano por su infinita
bondad proveyó maravillosamente a su Cuerpo místico, enriqueciéndole con los sacramentos, por los que los
miembros, como gradualmente y sin interrupción, fueran sustentados desde la cuna hasta el último suspiro, y
asimismo se atendiera abundantísimamente a las necesidades especiales de todo el Cuerpo.
En efecto, por medio de las aguas purificadoras del Bautismo los que nacen a esta vida mortal no sola-
mente renacen de la muerte del pecado y quedan constituidos en miembros de la Iglesia, sino que además,
sellados con su carácter espiritual, se toman capaces y aptos para recibir todos los otros sacramentos.
Por otra parte, con el crisma de la Confirmación, se da a los creyentes nueva fortaleza, para que valien-
temente amparen y defiendan a la Madre Iglesia y a la fe que de ella recibieron.
A su vez con el Sacramento de la Penitencia se ofrece a miembros de la Iglesia, caídos en pecado, una
medicina saludable, no solamente para mirar por la salud de ellos mismos, sino también para que se aparte de
otros miembros del Cuerpo místico el peligro de contagio, e incluso se les proporcione un estímulo y ejemplo
de virtud.
Ni es esto sólo; porque por la sagrada Eucaristía los fieles se nutren y robustecen con un mismo manjar
y se unen entre sí y con la Cabeza de todo el Cuerpo por medio de un inefable y divino vínculo.
Y por último, por lo que hace a los enfermos en trance de muerte, viene en su ayuda la piadosa Madre
Iglesia, la cual por medio de la sagrada unción de los enfermos, si por disposición divina, no siempre les con-
cede la salud de ese cuerpo mortal, da a lo menos a las almas enfermas la medicina celestial, para trasladar al
Cielo nuevos ciudadanos y nuevos protectores, que gocen de la bondad divina por todos los siglos.
IBSTORIA INTEGRAL DE OCCIDENTE 31
De un modo especial proveyó además Cristo a las necesidades sociales de la Iglesia por medio de dos
sacramentos instituidos por Él. Pues por el Matrimonio, en el que los cónyuges son mutuamente ministros de
la gracia, se atiende al ordenado y exterior aumento de la comunidad cristiana y, lo que es más, también a la
recta y religiosa educación de la prole, sin la cual correría gravísimo riesgo este Cuerpo Místico.
Y con el Orden sagrado se dedican y consagran a Dios aquellos que han de inmolar la Víctima Eucarística,
los que han de nutrir al pueblo fiel con el Pan de los Ángeles y con el manjar de la doctrina los que han de
dirigirle con los preceptos y consejos divinos, los que finalmente han de confirmarlo con los demás dones
celestiales.
Respecto de lo cual es de advertir que así como Dios al principio del tiempo dotó al hombre de riquisimos
medios corporales para que sujetara a su dominio todas las cosas creadas y multiplicándose llenara la tierra,
así también en el comienzo de la era cristiana proveyó a su Iglesia de todos los recursos necesarios para que,
superando casi innumerables peligros, no sólo llenar a todo el orbe, sino también el reino de los cielos".

Pio XII. Mystici Corporis Christi. 12-17.

Documento9
"El Hijo de Dios, en la naturaleza humana unida a sí, redimió al hombre, venciendo la muerte y resurrec-
ción, y lo transformó en una nueva criatura (Cfr. Gálatas 6, 15; 2 Cor. 5, 17). Y a sus hermanos, congregados
de entre todos los pueblos, los constituyó místicamente su cuerpo, comunicándoles su espíritu.
En ese cuerpo, la vida de Cristo se comunica a los creyentes, quienes están unidos a Cristo paciente y glo-
rioso por los sacramentos, de modo arcano, pero real. Por el bautismo, en efecto, nos configuramos en Cristo:
porque también todos nosotros hemos sido bautizados en un solo Espíritu (I Cor. 12,13), ya que en este sagrado
rito se representa y realiza el consorcio con la muerte y resurrección de Cristo; con Él fuimos sepultados por el
bautismo para participar de su muerte; mas, si hemos sido injertados en Él por la semejanza de la muerte, tam-
bién lo seremos por la de su resurrección (Roro. 6, 4-5). Participando realmente del Cuerpo del Señor en la frac-
ción del pan eucarístico, somo elevados a una comunión con El y entre nosotros. Porque el pan es uno, somos
muchos un solo cuerpo, pues todos participamos de ese único pan (I Cor 10, 17). Así todos nosotros nos conver-
timos en miembros de ese Cuerpo (Cfr. I Cor. 12,27) y cada uno es miembro del otro (Rom. 12, 5).
Y del mismo modo que todos los miembros del cuerpo humano, aun siendo muchos, forman, no obstan-
te, un solo cuerpo, así también los fieles en Cristo (Cfr. I Cor 12,12). También en la constitución del cuerpo de
Cristo está vigente la diversidad de miembros y oficios. Uno solo es el Espíritu, que distribuye sus variados
dones para el bien de la Iglesia, según su riqueza y la diversidad de ministerios (I Cor. 12, 1-2). Entre estos
dones resalta la gracia de los Apóstoles, a cuya autoridad el mismo Espíritu subordina incluso los carismáticos
(Cfr. I Cor. 14). El mismo produce y urge la caridad entre los fieles, unificando el cuerpo de por sí y con su
virtud y con la conexión interna de los miembros. Por consiguiente, si un miembro sufre en algo, con él sufren
todos los demás; o si un miembro es honrado, gozan conjutamente los demás miembros ( I Cor. 12, 16).
La cabeza de este cuerpo es Cristo. Él es la imagen de Dios invisible, y en Él fueron creadas todas las
cosas. Él es antes que todo, y todo subsiste en Él. Él es la cabeza del cuerpo, que es la Iglesia. Él es el princi-
pio, el primogénito de los muertos, de modo que tiene la primacía en todas las cosas (Cfr. Col. 1, 15-18). Con
la grandeza de su poder domina los cielos y la tierra y con su eminente perfección y acción llena con las rique-
zas de su gloria todo el cuerpo (Cfr. Ef. l, 18-23).
Es necesario que todos los miembros se hagan conformes a Él hasta el extremo de que Cristo quede for-
mado en ellos (cfr. Gal. 4, 19). Por eso somos incorporados a los misterios de su vida, configurados con Él,
muertos y resucitados con Él, hasta que con Él reinemos (Cfr. Filip. 3, 21: A Tiro. 1, 11; Ef. 2, 6; Col 2,12 etc).
Peregrinando todavía sobre la tierra, siguiendo de cerca sus pasos en la tribulación y en la persecución, nos
asociamos a sus dolores como el cuerpo a la cabeza, padeciendo con Él a fin de ser glorificados con Él (Cfr.
Roro. 8, 17).
Por Él todo el cuerpo, alimentado y trabado por las coyunturas y ligamentos crece en aumento divino
(Col. 2, 19). El mismo conforma constantemente su cuerpo, que es la Iglesia, con los dones de los ministerios,
por los cuales, con la virtud derivada de Él, nos prestamos mutuamente los servicios para la salvación, de modo
que, viviendo la verdad en caridad, crezcamos por todos los medios en Él, que es nuestra Cabeza (Cfr. Ef. 4,
11-16 gr.)
Y para que nos renováramos incesantemente en Él (Cfr. Efe. 4, 23) nos concedió participar de su Espíri-
tu, quien, siendo uno solo en la Cabeza y en los miembros, de tal modo vivifica todo el cuerpo, lo une y lo
mueve, que su oficio pudo ser comparado por los santos Padres con la función que ejerce el principio de la
vida o el alma en el cuerpo humano.
Cristo, en verdad, ama a la Iglesia como a su esposa, convirtiéndose en ejemplo del marido que ama a su
esposa como a su propio cuerpo (Cfr. Efe. 5, 25-28). A su vez, la Iglesia le está sometida como a su Cabeza
(ib. 23-24) Porque en Él habita corporalmente toda la plenitud de la divinidad (Col. 2, 9), colma de bienes
32 FLORENCIO HUBEÑÁK

divinos a la Iglesia, .que es su cuerpo y su plenitud (Cfr. Ef. l, 22-23), para que ella tienda y consiga toda la
plenitud de Dios (Cfr. Ef. 3, 19)".

Concilio Vaticano II, Lumen Gentium, I, 7.

Documento 10
"Esta gran reunión de santos, de la humanidad salvada, tiene un nombre y es la Iglesia. No necesitamos
definir aquí su estructura ni precisar su extensión: nos basta con tratar de aprehender su naturaleza, su ser.
Para evocarla, los Padres han utilizado imágenes sacadas de uno y de otro testamento; el Concilio Vaticano II
ha recapitulado algunas (Lumen Gentium, 6): el Redil, el Campo, y, como se ha visto, el Edificio, la Casa, el
Templo, la Ciudad Santa, la Esposa. Pero el Nuevo Testamento nos propone, en la pluma de San Pablo, otra
imagen que la tradición ha destacado quizá más que otras; no ya el edificio homogéneo que se construye, sino
el cuerpo articulado, orgánico, que crece; el Cuerpo de Cristo que es la Iglesia (Ef. I, 22; Col. I, 18, 24), ese
Cuerpo del que Cristo es la cabeza y del que nosotros somos los miembros, •plenitud de Aquel que todo en
todos lo llena' (Ef. I, 22). Para señalar mejor la unidad de la cabeza y de los miembros, San Agustín se atrevió
a forjar, refiriéndose al conjunto de la una y de los otros, la expresión Christus totus, Cristo todo, Cristo total
(la expresión aparece constantemente en su predicación y, en particular, en las Enarrationes sobre los Salmos:
podríamos citar más de doscientas referencias). Debe entenderse claramente que esta unidad no se alcanza en
detrimento de la subordinación evidente que se establece entre el Cristo salvador y la humanidad salvada por
Él; de la Cabeza es de donde el Cuerpo entero recibe el alimento y la cohesión, gracias a la unidad orgánica
que se establece entre ellos (Col. 2, 19); es así como puede crecer en un crecimiento divino hasta convertirse
en ese Hombre perfecto en el pleno desarrollo de su madurez, que será la plenitud de Cristo (Ef. 4, 13).
San Agustín nos invita a aplicar al crecimiento colectivo del Cuerpo de Cristo, del Cuerpo místico para
hablar como la teología actual, ese versículo que los exégetas tenderían quizá a restringir al problema más
inmediato y concreto del crecimiento y de la santificación personales. Haciendo hablar al mismo Cristo, San
Agustín le hace decir dirigiéndose a su Padre: 'así como los Santos se reúnen progresivamente en mí, tú con-
templarás mi Cuerpo engrandecido hasta la perfección' (Enarr. 30, I, 4).
Así se aclara la significación de los tiempos poscrísticos: después de la vida terrestre del Verbo encarna-
do que constituye el centro y como el nudo de la historia humana, ésta continúa desarrollándose porque el
tiempo es todavía necesario para permitir el pleno crecimiento del Cuerpo místico de Cristo, la construcción
de la Ciudad de Dios hasta su terminación. El mismo San Pablo realiza la síntesis entre esas dos imágenes,
diciendo: •para la edificación del Cuerpo de Cristo' (Ef. 4, 12). La historia llegará a su término cuando la obra
comenzada en la Encamación sea realizada plenamente y, de esa forma, culmine en su plenitud ese misterio
de la voluntad benévola de Dios, que es, como se ha visto, el de reunir, de recapitular todas las cosas en Cristo.
He aquí lo que se nos ha dicho, lo que ha sido explícitamente revelado, lo que es seguro. Para ser, para
convertirse en un verdadero cristiano, hace falta redescubrir esta verdad fundamental: el Cuerpo Místico de
Cristo es el verdadero sujeto de la historia, y la culminación de su crecimiento es la razón de ser y la medida
del tiempo que todavía transcurre. En función de esta certeza es como tenemos que revisar las ideas que he-
mos recibido, aquellas que nuestra participación inconsciente en una civilización no cristiana ha como incrus-
tado entre nosotros".

Marrou, Henri, Teología de la historia, Madrid, Rialp, 1978, pp. 72/4


HISTORIA INTEGRAL DE OCCIDENTE 33
Cuadro sintético~cronológico

Sujeto

Historia Temporalidad

Finalidad

Aspecto religioso
Relación del hombre con Dios
[ Aspecto filosófico

Aspecto político

Cosmovisión Relación con los demás hombres Aspecto económico

Aspecto social

Relación con las cosas [ Aspecto técnico

Historia de la cultura =Historia de la salvación.

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