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Lo concreto es que las personas con Trastorno del Espectro Autista muestran
dificultades comunicativas durante el primer año de vida. La mayoría de los niños no
presentan la conducta de señalar, y si la presentan, es con función protoimperativa
(Martos y Ayuda, 2002). Tienen dificultades en regular su comportamiento, establecer
relaciones sociales, por lo que no comprenden ni pueden predecir la conducta de las
personas, mostrándose sensibles a las expresiones faciales, timbres de voz y
entonaciones
Las personas afectadas por esta patología sufren a menudo afecciones comórbidas como
epilepsia, ansiedad, depresión y trastorno de déficit de atención e hiperactividad.
Además, el nivel intelectual varía mucho de un caso a otro, y va desde un deterioro
profundo hasta casos con aptitudes cognitivas altas.
En los niños con estos trastornos, la habilidad para comunicarse varía, y su uso de
lenguaje depende de su desarrollo intelectual y social. Algunos niños con estos
trastornos no pueden comunicarse usando el habla o lenguaje, y algunos podrían tener
habilidades muy limitadas de lenguaje. Otros tienen un vocabulario amplio y pueden
hablar sobre temas específicos con mucho detalle. Muchos tienen problemas con el
significado y el ritmo de las palabras y frases. Además, es posible que no puedan
entender el lenguaje corporal, ni predecir la conducta de las personas mostrándose
sensibles a las expresiones faciales, timbres de voz y entonaciones.
Debido a estas dificultades estos niños no son fácilmente incluidos en los grupos
sociales y en las escuelas regulares. Su evaluación, diagnostico, intervención pero sobre
todo su inclusión en el aula son los aspectos más importantes que hay que tener en
cuenta cuando nos encontramos con niños con necesidades, en este caso con niños con
TEA (trastorno del espectro autista), todo esto para que tengan una educación
normalizada. Un reto difícil pero a la vez interesante. (Cuxart, 2000).
Asimismo, Ato Lozano, Galian Conesa y Cabello Luque (2009) realizaron un estudio
con el objetivo la revisión teórica de los principales estudios sobre intervención familiar
en niños con trastornos del lenguaje desde esta perspectiva, comparando la efectividad
de distintos tipos de programas centrados en la familia y la terapia logopédica habitual
en el trastorno específico del lenguaje (TEL) y en los déficits de lenguaje asociados a
patologías como el autismo, la discapacidad auditiva y el retraso cognitivo. Los
resultados muestran que la intervención centrada en la familia produce mejoras en el
rendimiento lingüístico cuanto menos similares a los de la terapia habitual administrada
por un profesional. Además, los beneficios de esta intervención no son sólo relativos al
área del lenguaje, sino también al área psicológica y emocional de todos los miembros
de la familia.
Por su parte, Fernández Barriuso (2016) realizó un estudio con el objetivo de ofrecer un
tratamiento logopédico que permita desarrollar al máximo el potencial y las capacidades
del niño autista, mediante el diagnóstico, tratamiento y atención adecuados para proveer
una mejora significativa de su calidad de vida, analizando un tipo específico de TEA: el
autismo clásico, tomando como base una paciente tratada durante las prácticas
realizadas en el cuarto curso de logopedia, proponiendo una intervención logopédica
basada en el Programa de Estimulación Precoz (PICET) y en la Rueda del Desarrollo.