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INTRODUCCIÓN

Los Trastornos del Espectro Autista (TEA) constituyen un conjunto de alteraciones


graves del desarrollo neurológico, que se caracterizan por la concurrencia de
dificultades en la interacción social y en la comunicación y por patrones restringidos y
repetitivos de comportamiento. La alteración en la comunicación supone una limitación
en el proceso mediante el cual las personas hacen partícipes a otras de aquello que
realizan, tienen, sienten o piensan, por medio de una determinada actividad. La
prevalencia mundial está alrededor del 1%. Se da más frecuentemente en hombres que
en mujeres, en una relación 4:1 (Bonilla, 2016).

Lo concreto es que las personas con Trastorno del Espectro Autista muestran
dificultades comunicativas durante el primer año de vida. La mayoría de los niños no
presentan la conducta de señalar, y si la presentan, es con función protoimperativa
(Martos y Ayuda, 2002). Tienen dificultades en regular su comportamiento, establecer
relaciones sociales, por lo que no comprenden ni pueden predecir la conducta de las
personas, mostrándose sensibles a las expresiones faciales, timbres de voz y
entonaciones

Las personas afectadas por esta patología sufren a menudo afecciones comórbidas como
epilepsia, ansiedad, depresión y trastorno de déficit de atención e hiperactividad.
Además, el nivel intelectual varía mucho de un caso a otro, y va desde un deterioro
profundo hasta casos con aptitudes cognitivas altas.

En los niños con estos trastornos, la habilidad para comunicarse varía, y su uso de
lenguaje depende de su desarrollo intelectual y social. Algunos niños con estos
trastornos no pueden comunicarse usando el habla o lenguaje, y algunos podrían tener
habilidades muy limitadas de lenguaje. Otros tienen un vocabulario amplio y pueden
hablar sobre temas específicos con mucho detalle. Muchos tienen problemas con el
significado y el ritmo de las palabras y frases. Además, es posible que no puedan
entender el lenguaje corporal, ni predecir la conducta de las personas mostrándose
sensibles a las expresiones faciales, timbres de voz y entonaciones.
Debido a estas dificultades estos niños no son fácilmente incluidos en los grupos
sociales y en las escuelas regulares. Su evaluación, diagnostico, intervención pero sobre
todo su inclusión en el aula son los aspectos más importantes que hay que tener en
cuenta cuando nos encontramos con niños con necesidades, en este caso con niños con
TEA (trastorno del espectro autista), todo esto para que tengan una educación
normalizada. Un reto difícil pero a la vez interesante. (Cuxart, 2000).

Las dificultades mencionadas dan muestras de la necesidad de intervención


fonoaudiológica temprana que permita a los niños con TEA enfrentar con menor
dificultad los desafíos que debe enfrentar por su condición.

En esta línea, se han identificado en la revisión de la literatura diversas investigaciones


realizadas en el marco de la intervención fonoaudiológica a pacientes con TEA. Al
respecto, Artigas, J. (1999) realizó una investigación en Barcelona, titulada “La
intervención logopedia en los trastornos de la adquisición del lenguaje” con el objetivo
de analizar el marco conceptual en el que se sitúa la intervención logopédica en los
trastornos de la adquisición del lenguaje. En el referido estudio se expone el ‘modelo de
intervención en tres niveles’: la estimulación reforzada del lenguaje, la reestructuración
del lenguaje y la sustitución del lenguaje, a más de analizar los conceptos de
‘intervención ambiental’ desde el enfoque naturalista, el de ejercicios funcionales y el
de ejercicios dirigidos o formales. Se estudian las variables que influyen en la
especificidad de los tratamientos logopédicos.

Asimismo, Ato Lozano, Galian Conesa y Cabello Luque (2009) realizaron un estudio
con el objetivo la revisión teórica de los principales estudios sobre intervención familiar
en niños con trastornos del lenguaje desde esta perspectiva, comparando la efectividad
de distintos tipos de programas centrados en la familia y la terapia logopédica habitual
en el trastorno específico del lenguaje (TEL) y en los déficits de lenguaje asociados a
patologías como el autismo, la discapacidad auditiva y el retraso cognitivo. Los
resultados muestran que la intervención centrada en la familia produce mejoras en el
rendimiento lingüístico cuanto menos similares a los de la terapia habitual administrada
por un profesional. Además, los beneficios de esta intervención no son sólo relativos al
área del lenguaje, sino también al área psicológica y emocional de todos los miembros
de la familia.
Por su parte, Fernández Barriuso (2016) realizó un estudio con el objetivo de ofrecer un
tratamiento logopédico que permita desarrollar al máximo el potencial y las capacidades
del niño autista, mediante el diagnóstico, tratamiento y atención adecuados para proveer
una mejora significativa de su calidad de vida, analizando un tipo específico de TEA: el
autismo clásico, tomando como base una paciente tratada durante las prácticas
realizadas en el cuarto curso de logopedia, proponiendo una intervención logopédica
basada en el Programa de Estimulación Precoz (PICET) y en la Rueda del Desarrollo.

Con el fin de comprobar la efectividad de estas pruebas, éstas se realizaron al principio


y al final del tratamiento. La comparación de los resultados obtenidos permite poner de
manifiesto su utilidad para mejorar la calidad de vida del autista.

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