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HOSPITAL BERNARDINO RIVADAVIA

SERVICIO DE SALUD MENTAL


DIRECTOR: DR. ALEJANDRO FERREIRA

CURSO: “PSICOLOGIA JURIDICA”


DOCENTE: LIC. AMALIA CHAMBÓ

“EL DAÑO PSÏQUICO Y LA INCAPACIDAD PSICOLOGICA”


ALUMNO: LIC. DANIEL EDUARDO BASYK

AÑO 2013

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A menudo los psicólogos somos convocados por los jueces de los distintos fueros
para evaluar a personas que han iniciado una demanda y dictaminar acerca de la
presencia del llamado daño psíquico.
El daño psíquico es un concepto que se ubica en la intersección de los discursos
jurídico y psicológico. En el aspecto jurídico, el concepto de daño tiene que ver con la
posibilidad de resarcimiento que la justicia otorga a quien puede llegar a sentirse
perjudicado por la acción de un otro responsable, responsabilidad que obviamente habrá
que probar.
El daño psíquico estaría referido a un menoscabo en la capacidad psíquica que una
persona puede llegar a sufrir como consecuencia de determinado hecho, susceptible de
ser adjudicado a alguna entidad responsable.

El Dr. Mariano Castex lo define como “la existencia en un determinado sujeto, de


un deterioro, disfunción, disturbación o trastorno, o desarrollo psico-génico o psico-
orgánico, que afectando sus esferas afectiva y/ o intelectiva y / o volitiva, limita su
capacidad de goce individual, familiar, laboral, social y / o recreativa”.
Esta definición pone el acento en la conformación de patología, ya sea que no la
hubiera antes de la lesión, o en su agravamiento o exacerbación, si había patología
latente, en actividad o compensada subyacente o, incluso una personalidad vulnerable
predispuesta para ello.

El Dr. Ricardo Risso, con su fórmula de 5 elementos define al daño psíquico, a mi


entender, de una manera más completa, ya que integra los aspectos psicológicos y
jurídicos. “Síndrome psiquiátrico coherente (enfermedad psíquica), novedoso en la
biografía del sujeto, relacionado causal o concausalmente con el evento de autos
(accidente, enfermedad, delito), que ha ocasionado una disminución de las aptitudes
psíquicas previas (incapacidad), que tiene carácter irreversible (cronicidad) o al menos
jurídicamente consolidado (dos años).

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Desde el punto de vista estrictamente psicológico el concepto de daño psíquico
está asociado a la noción de trauma, que es aquello que surge como inesperado, y excede
la capacidad de elaboración del aparato psíquico. El daño psíquico es inconsciente, pero
se manifiesta a través de la conducta, en sus expresiones sintomáticas.
Con lo cual la primer tarea del perito psicólogo será diagnosticar el estado psíquico
de su entrevistado y tratar de pesquisar el orígen de la patología, si es que existe. En este
sentido, y más allá de los reparos que podamos hacer a los criterios clínicos que
fundamentan la clasificación del DSM IV, no se puede negar que a esta altura es un
referente insoslayable para guiar nuestra investigación hacia una primera aproximación
diagnóstica.

Una vez establecida la patología psíquica y su relación con el evento motivo de la


demanda, se deberá establecer de qué manera el trastorno afecta la capacidad psíquica
del actor, y determinar un porcentaje de incapacidad.
Esto nos remite al concepto de incapacidad psíquica, que a mi entender, incluye
dos aspectos fundamentales, por un lado el sufrimiento, malestar subjetivo o dolor
psíquico, que puede padecer una persona a consecuencia de un suceso estresante, y por
el otro, la afectación de las distintas capacidades psicológicas.
Estas capacidades también presentan dos vertientes, una la de las llamadas
funciones psíquicas, funciones conscientes o funciones del yo, que son aquellas con las
cuales nos relacionamos con nuestro mundo interno y con el medio exterior. Son ellas: la
orientación (en tiempo y espacio), el juicio, la atención y concentración, el pensamiento,
la memoria, la afectividad, la voluntad y la actividad, cada una con su particular forma
de “ser y estar en el mundo”, y cuyas alteraciones dan lugar a diversas formaciones
patológicas.
En este apartado deberíamos incluir las funciones biológicas que hacen a la
conservación y que sufren a menudo el impacto de los trastornos psíquicos:
alimentación, sueño y función sexual ocupan el primer plano.

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La otra vertiente de la capacidad psicológica se refiere al nivel de actividad, sea
esta laboral (capacidad de realizar las tareas habituales o incorporar nuevas), escolar o
académica, social (capacidad de mantener las antiguas relaciones o incorporar nuevas),
y recreativa, de fundamental importancia para el mantenimiento de la salud mental, y
que es una de las más sensibles a verse afectada por un acontecimiento estresante.

No satisfechos con la descripción de las distintas aptitudes afectadas, el “poder


legal” suele pedirnos que determinemos un número, un porcentaje de dicha incapacidad,
en base a distintos baremos en uso.
Más allá de la dificultad de traducir variables que son de orden cualitatitivo a
variables cuantitativas, este es un punto que no podemos dejar de responder. Para una
primera aproximación, suele ser útil establecer si la patología que hemos diagnosticado
es de grado leve, moderado o grave, y aquí viene nuevamente en nuestro auxilio el
manual del DSM IV, que establece los siguientes criterios para determinar el grado del
trastorno:
“Leve: Son pocos o ninguno, los síntomas que exceden los requeridos para formular el
diagnóstico. Los síntomas no dan lugar sino a un ligero deterioro de la actividad social o
laboral.
Moderado: Existen síntomas o deterioro funcional situados entre “leve” y “grave”.
Grave: Se detectan varios síntomas que exceden los requeridos para formular el
diagnóstico.o distintos síntomas que son particularmente graves, o los síntomas dan
lugar a un notable deterioro de la actividad social o laboral.”

El baremo de la Dirección de Reconocimientos Médicos de la Provincia de Buenos


Aires, modificado por los Dres. Castex y Silva, de uso extendido sobre todo en el fuero
civil, no brinda suficientes elementos objetivos como para ayudar a determinar el
porcentaje de incapacidad, quedando al buen criterio del evaluador su decisión, lo cual
da lugar a mayores márgenes de subjetividad.

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Por suerte, baremos más actuales como los del Dr. Navarro, o el de los Dres.
Altube y Rinaldi, o incluso el del decreto 478/98, aportan mayores elementos como para
juzgar adecuadamente el porcentaje de incapacidad.

Por último, una parte importante del resarcimiento que puede obtener una persona
que ha sufrido daño psíquico, es el reconocimiento del costo de un tratamiento, que si
bien, en la gran mayoría de los casos, probablemente no revierta el daño sufrido, puede
propiciar, en el mejor de los casos, una reducción sustancial de los síntomas, o evitar su
agravamiento.
Una cuestión álgida en relación con este tema, es la duración de dicho tratamiento.
Acorde con los tiempos actuales, el Dr. Castex establece seis meses para los trastornos
leves, un año, para los moderados y dos, para los graves.
Pero la realidad es que es imposible establecer a priori la duración de un
tratamiento psicoterapéutico, cuánto tiempo puede llevarle a una persona obtener una
mejoría suficiente o aceptable, cuánto tiempo para establecer un buen vínculo con el
terapeuta (fundamental para el éxito de la terapia), o para un adecuado seguimiento del
estado psíquico. Incluso contratos terapéuticos de tiempo determinado a priori,
conllevan implícita o explícitamente la posibilidad de la extensión del mismo, en caso de
no obtenerse los resultados esperados.
Con lo cual, mi criterio, basado en la experiencia clínica, sería que ningún
tratamiento indicado debería tener una duración menor a un año, incluso en los casos
más leves, e ir aumentando la duración, e incluso la frecuencia de acuerdo a la gravedad
del caso.
No olvidemos, que en algunos casos los acortamientos de los tratamientos
psicológicos obedecen más a criterios mercantilistas, en el sentido de una reducción de
los costos, que a criterios científicos o al interés del paciente.

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BIBLIOGRAFIA:

1) Dr. Mariano N. Castex y Otro: “El daño psíquico en los fueros civil y laboral” –
Anales de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, T. XXIV, Año 1990.

2) Dr. Mariano Castex y Otros: “El daño psíquico en psicopsiquiatría forense”, Ed. Ad
Hoc, Bs. As. 2008.

3) Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales – DSM-IV, Ed. Masson


S.A., Barcelona, 1995.

4) Dr. Navarro Daniel: “Daño psíquico (diagnóstico y evaluación pericial)”, Dunken


Editora, Bs. As., 2009.

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