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TEMA: EL YUGO DESIGUAL

TITULO: UN LLAMAMIENTO A LA SEPARACIÓN


TEXTO: 2 Corintios 6:14-18; 7:1
El cristiano no es del mundo, pero ha sido enviado a él como nueva criatura, para ser testigo
de Jesucristo (Jn. 17:18). El peligro es el de contemporizar con las malas costumbres y
falsas doctrinas con las que se ve rodeado.

I. ¿Por qué es necesaria la separación? Debido a que las dos grandes corrientes de
influencia en el mundo están diametralmente opuestas entre sí. «El Espíritu de Verdad y el
espíritu de error.» El propósito del Señor Jesucristo y el de «el dios de este siglo» son
radicalmente diferentes.
1. «¿QUE ASOCIACIÓN tiene la justicia con la injusticia?» ¿Cómo pueden permanecer
asociados la justicia de Dios y la injusticia de hombres impíos?
2. « ¿QUE COMUNIÓN [tiene] la luz con las tinieblas?» Las tinieblas, se acostumbra decir,
son la condición natural del universo. La luz es vencedora. «Vosotros erais en un tiempo
tinieblas, pero ahora sois luz en el Señor». Andad como hijos de luz. No tengáis comunión
con las infructuosas obras de las tinieblas (Ef. 5:6-11).
3. « ¿QUE CONCORDIA [tiene] Cristo con Belial?» ¿Qué armonía puede existir entre el
Santo Cristo y la vileza e indignidad sin paliativos? (Dt. 13:13).
4. «QUÉ PARTE [tiene] el creyente con el incrédulo?» La parte del creyente es el
conocimiento de Dios y el gozo de su salvación. ¿Cuál es la parte del incrédulo?
5. « ¿QUÉ CONCORDIA [hay] entre el santuario de Dios y los ídolos?» «[Vosotros] sois
santuario de Dios, y… el Espíritu de Dios mora en vosotros» (1 Co. 3:16). ¿Cómo podría el
Espíritu de Dios acceder a aquello que destronaría a Dios? La separación es absolutamente
necesaria.

II. El llamamiento a la separación. «Salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y


no toquéis lo inmundo» (v. 17). Al principio Dios «separó la luz de las tinieblas» (Gn. 1:4), y
desde aquel entonces el hombre ha estado tratando de mezclarlas. Lo carnal y lo espiritual,
las obras de la carne con las obras del Espíritu. En nuestras mentes y corazones, en
nuestros pensamientos y afectos, debe haber un éxodo para rehuir el dominio de las
influencias del mundo, y una total rendición de nosotros mismos al llamamiento de Dios.
«Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra, porque habéis muerto, y vuestra
vida está escondida con Cristo en Dios» (Col. 3:1-3). Los que se dedican a las cosas
terrenas son considerados enemigos de la Cruz (Fil. 3:18, 19). «No podéis servir a Dios y a
las riquezas.» Por ello, salid y apartaos para Dios y para su Cristo.

III. Las promesas dadas a los separados.


1. «Y YO OS ACOGERÉ» (v. 17). No vais hacia un frío aislamiento. Cuando os separáis
para Dios, vais más cerca de Él en sus brazos y más cerca de su corazón. El hombre del
mundo puede miraros con asombrada compasión, porque él no tiene experiencia de la
comunión con Dios ni de la victoria de su Espíritu constreñidor.
2. «Y SERÉ PARA VOSOTROS POR PADRE» (v. 18). Nuestro Dios sabe cuánto le
necesitamos cuando nos separamos para Él. Y así Él se nos promete, y actuará en su parte
Paterna para con sus devotos hijos. Ellos pueden decir llenos de gozo: «Mirad qué amor tan
sublime nos ha dado el Padre» (1 Jn. 3:1). No temas, Él no te fallará. Así que, amados,
puesto que tenemos estas promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de
espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios (7:1). Padre, así lo haré.

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