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Papalini, Vanina Andrea

vaninapapalini@gmail.com
CONICET – Centro de Estudios Avanzados – Universidad Nacional de Córdoba

LA AUTOAYUDA: UN GÉNERO DE LA LITERATURA MASIVA


Área: Discursos, lenguajes, textos
Palabras-clave: autoayuda – géneros – cultura masiva

Resumen:
Este trabajo presenta una síntesis de las características que permiten definir al género de la
autoayuda como una clasificación especial dentro de la literatura masiva. Tomando como
fundamento el análisis de un corpus de 60 libros, se establece una definición restringida, que
estipula un conjunto de componentes presentes en la mayor parte de los casos analizados.
También se propone una definición amplia del género, que comprende a aquellas obras en las
cuales algunos de estos elementos están presentes, dándoles una tonalidad semejante aunque
no pertenezcan estrictamente al género. Esta descripción sumaria se completa con una breve
"historia interna" del género que rastrea ciertas peculiaridades ligadas a las significaciones
dominantes en diferentes etapas de desarrollo de la autoayuda. A partir de la teoría de los
géneros discursivos de Bajtin, se plantean algunas relaciones entre los libros de autoayuda y
la tonalidad de la cultura contemporánea.

Crónicas de la autoayuda
El prefijo “auto”, que proviene del griego, se adhiere con facilidad a una multiplicidad de
términos –sean verbos, adjetivos o sustantivos. Su significado –“él mismo”- admite dos
connotaciones complementarias; aplicado a sustantivos, indica reflexividad, como por
ejemplo “autoestima”; en el caso de acciones realizadas por seres humanos, se le agrega un
matiz: la voluntad. Así, un sujeto que se autocontrola no sólo se controla a sí mismo, sino que
ejerce intencionalmente este dominio sobre sí. Algo semejante sucede con la autoayuda: no es
sólo un auxilio brindado por uno mismo a uno mismo, sino que constituye un procedimiento
discrecionalmente aplicado.
El extendido uso del prefijo llama la atención sobre una característica de la cultura moderna,
esto es, justamente, la conciencia de sí, ese movimiento ensimismado que “auto” señala y que
es característico de la modernidad. 1 Hay también otra razón que impulsa la proliferación de
palabras a las que se les antepone la partícula: la automatización –de la que “automóvil” es
ejemplo-, el funcionamiento sin intervención humana, parece indicar un movimiento que
1
Giddens, Anthony, Modernidad e identidad del yo, Barcelona, Península, 1995, 1998. Véase especialmente el
capítulo 3.
proviene del interior de la cosa, que le sería inherente y que por lo tanto, no requeriría
esfuerzo. Esta insinuación crea la sensación de que lo “auto” está facilitado, que una vez
puesto en marcha el dispositivo, el proceso se desenvolverá mecánicamente.
La noción de autoayuda participa de la constelación de significados e insinuaciones asociadas
a su prefijo, aunque su uso contemporáneo implica algo más: la idea de que no debe esperarse
nada de los otros. El auxilio reposa sobre el propio sujeto a tal punto, que las teorías del
individualismo deberían describirse también como teorías de la omnipotencia del ego.
Conciencia reflexiva, voluntad para transformarse a uno mismo y potencia intrínseca: los
elementos apuntados en esta clase de libros resultan particularmente sugerentes. La fuerza del
sujeto autónomo debe provenir exclusivamente de su interior –la consigna “¡usted puede!”
sintetiza ejemplarmente este mandato-, desestimando la solicitación de eventuales ayudas
externas. 2
Podemos encontrar otro ejemplo de innovación lexical que señala esta exacerbación del “por
sí mismos” contenida en el prefijo “auto”: el uso del término “resiliencia”. Acuñado
recientemente, designa a la capacidad de sobreponerse, soportar el dolor y adaptarse. La
palabra, importada de la física de los materiales, nombra una cualidad que se ha tornado
indispensable, tan valorada que se transforma en un mérito. Resistir todo, a cualquier precio,
es una victoria interior, a veces forzosa, que apremia al sujeto. Esta capacidad, aplicada en
primera instancia a quienes soportaron el dolor y sobrellevaron un trauma tan profundo como
la vida en un campo de concentración, hoy se utiliza para designar la supervivencia “normal”:
el lenguaje corriente parece advertir que la vida cotidiana se ha cargado de dramatismo y la
abrumadora carga pesa casi exclusivamente sobre el sujeto.
El concepto de autoayuda propiamente dicho reconoce sus orígenes en el siglo XIX. Con ese
término, Samuel Smiles titula su libro, Self-help, que data de 1859. 3 En el contexto del libro,
el concepto significaba esencialmente la “fuerza de voluntad aplicada al cultivo de buenos
hábitos”, más vinculada al carácter que a la realización o el placer, según informa Rüdinger. 4

2
Danilo Martucelli muestra con claridad meridiana cómo cierto tipo de “soportes” que ayudan a que el sujeto se
sostenga son estigmatizados, mientras que otros son invisibilizados. Martucelli, Danilo, Gramáticas del
individuo, Buenos Aires, Losada, 2007. Richard Sennet, por su parte, señala las características de un proceso que
tiende a responsabilizar casi exclusivamente al sujeto de problemas que son estructurales. Sennet, Richard, La
corrosión del carácter, Barcelona, Península, 2000. Ampudia de Haro revela que este “neoprudencialismo”, del
que participan los libros de autoayuda, es una de las tendencias del neoliberalismo que tiende a economizar el
ejercicio del poder, pretendiendo que el individuo aporte la mayor cantidad de energía aplicada a su
autogobierno. Ampudia de Haro, Fernando, “Administrar el yo: literatura de autoayuda y gestión del
comportamiento y los afectos”, en Revista Española de Sociología Nº 113, 2006: 49-72.
3
Smiles, Samuel, Self Help, New York, Oxford University Press, 2002 [1859].
4
Rüdinger, Francisco, Literatura de Autoajuda e Individualismo, Porto Alegre, Editora da Universidade,
Universidad de Rio Grande do Sul, 1995, p. 33. Traducción nuestra.
En el libro de Smiles reverberan las ideas de la época en torno a la autoconfianza y el cultivo
de la personalidad, pero quizá la novedad radica en que, para el autor, estos atributos aparecen
ya ligados a una forma de individualismo que propone el progreso social despegado de las
instituciones, como un logro dependiente de las capacidades de los hombres.
En este libro, sin embargo, aparecen rastros de una moral victoriana llamada a desaparecer en
las versiones del siglo XX. Señala Rüdinger: “en Self-Help, el concepto clave no es el de éxito
sino el de carácter. La perspectiva de conjunto es, en esencia, premoderna y no individualista.
El proyecto contenido en sus páginas (...) consiste de hecho en conciliar el espíritu del
progreso personal, basado en el imperio de la voluntad, con la moral tradicional”. 5
El libro de Smiles todavía guarda resonancias de los manuales de cortesía por un lado, 6 y de
los libros de educación sentimental por otro. 7 Las características paradigmáticas del género
literario aparecerán recién hacia 1940. En este sentido, el célebre libro de Dale Carnegie
Cómo ganar amigos e influir en las personas constituye uno de los primeros y más notables
ejemplos de un manual de autoayuda tal como los conocemos modernamente. La versión
original, escrita y publicada en Estados Unidos en 1936 bajo el título How to Win Friends and
Influence People, fue traducida a varios idiomas: en español, la primera edición fue publicada
en Buenos Aires tempranamente: data de 1940.

“Historia interna” del género


Como queda indicado, el género de la autoayuda exhibe una pequeña historia que data de
mediados de la década del ’30. Tomando en cuenta la variación de los discursos con los que
los procedimientos promovidos por los libros justifican su eficacia, he trazado una somera
cronología que presento a continuación.

5
Rüdinger, F., op. cit., p. 37. Traducción nuestra.
6
Elias, Norbert, El proceso de la civilización, Madrid, Fondo de Cultura Económica, 1987. Edición en un tomo.
Original el alemán: 1977 (Tomo I) y 1979 (Tomo II).
7
Seoane Pinilla, Julio, Del sentido moral a la moral sentimental, Madrid, Siglo XXI de España editores, 2004.
Historia interna del género de autoayuda: etapas
Período 1930 – 1950 1950 – 1970 1970 – 1990 1990 – 2005
SURGIMIENTO REBELIÓN REENCAUZAMIENTO EXPANSIÓN
Característica Manuales de Libros espirituales, Manuales de Biografías y
de los textos ventas. con transmisión de management autobiografías con eje
Publicaciones de las enseñanzas de Manuales de en cuestiones
divulgación maestros orientales autoprogramación “espirituales”. Novelas
abierta al público ejemplares.
general (“Hágalo Libros de autoayuda
usted mismo”)
Objetivos Enseñar técnicas Estimular el Aplicar las capacidades “Biblioterapia”: curar
para una desarrollo personal y personales al mundo los síntomas del
finalidad concreta la autoconfianza del trabajo malestar subjetivo,
“Empoderamiento”: Desarrollar capacidades mejorar la vida
Black Power, mentales cotidiana.
organizaciones latentes
civiles.
“Pensamiento
positivo”:Flower
Power
Discurso Psicología “Nueva Era” Teorías de sistemas, Psicologías diversas,
legitimador conductista cognitivismo. cognitivismo, “Nueva
Toyotismo (liderazgo) Era”, management
Área de acción Trabajo Interioridad Inteligencia, trabajo Vida cotidiana en
todas sus esferas.
Padecimientos
subjetivos: Stress,
fobias, angustias
Textos Cómo ganar El poder del El método Silva de Los hombres son de
representativos amigos e influir pensamiento positivo control mental, Marte, las mujeres son
en las personas Norman V. Pale, José Silva, 1982. de Venus
Dale Carnegie, 1952 John Gray, 1992
1936

Cada período ofrece ciertas características emblemáticas, pero no se “cierra” sobre ellas. Lo
nuevo se superpone a lo ya existente, de manera tal que en el momento actual de auge de este
tipo de literatura se reeditan textos que ya estaban en circulación.
Es interesante notar cómo durante el tercer período se retoma la noción de “interioridad”,
asociada a la espiritualidad contracultural de los ’60, desde una perspectiva que la traduce en
términos productivos. Le otorga un sustrato material, localizándola anatómicamente en el
cerebro, y la redesigna bajo una categoría científica.
Vale la pena observar también que la etapa actual es aún más sincrética y que coexisten tanto
las tendencias que se desvían del “mainstream” o curso central del proceso de subjetivación,
como las orientaciones hegemónicas. Se evidencia así una “lucha” ideológica a nivel de los
discursos, 8 que tiene un correlato en la configuración de los sujetos: lo que se está en disputa

8
Voloshinov, Valentin, El marxismo y la filosofía del lenguaje, Madrid, Alianza, 1992 [1929].
es la dirección en la que se orienta la construcción el mundo, una divergencia que no está
zanjada en modo alguno.

La serie como rasgo


Antes de comenzar el análisis, es necesario definir el punto de mira específico de la
investigación que desarrollo. Se trata de una perspectiva que es propia del campo de la
comunicación. No es ésta una elección azarosa: los libros de autoayuda deben ser
considerados, ante todo, como parte de un repertorio de producciones propias de la cultura
masiva. En este sentido, se forjan y circulan en virtud de las regulaciones que esta cultura
dispone y adhieren mucho más a las determinaciones de género que cualquier obra a la que se
le atribuya un valor estético.
Sostengo, pues, la pertinencia del abordaje desde el campo de la comunicación, el cual ofrece
un enfoque particularmente fructífero: tomando los libros de autoayuda como una serie
homogénea, interesándose en sus rasgos comunes y su orientación hacia el mercado, puede
encuadrárselos en una categoría propia. La cultura masiva no ofrece ninguna resistencia a los
sistemas clasificatorios; por el contrario, se apoya en ellos y los utiliza con comodidad, a
sabiendas de que constituye una base de entendimiento con su público.
La cultura masiva, es decir, la cultura apropiada por las masas, se distingue tradicionalmente
por la serialidad en la reproducción de formas simbólicas, la estereotipia de contenidos y una
decisiva orientación hacia el consumo manifestada en la forma-mercancía que adquieren sus
producciones. 9 La definición crítica clásica de Theodor Adorno y Max Horkheimer insiste en
que se trata de una cultura producida para las masas, en un proceso racional intencionado en
el que interviene un componente técnico específico y cuyas reglas de producción y circulación
responden a la lógica capitalista: la bien conocida definición de industria cultural. 10
La noción de industria cultural tiene a la cultura masiva como correlato y efecto. En tanto es
fruto de una actividad de fabricación en cadena, tradicionalmente se la asocia a la
homogeneidad: el formato de sus producciones y la estructura del género facilitan de
reproducción. Sin embargo, debe ser capaz al mismo tiempo de generar la ilusión de una
renovación constante. La tensión entre la uniformidad necesaria para el flujo productivo y la
novedad –principal atractivo para el consumo- se resuelve generalmente con la estructuración

9
Adorno, T. y Horkheimer, M., Dialéctica de la Ilustración, Barcelona, Trotta, 1994, 2006.
10
Para Adorno y Horkheimer, la “novedad” es la simple introducción de un aspecto distinto en un género
consolidado y de probada aceptación entre los públicos. La experimentación, que entraña riesgos
(fundamentalmente riesgos económicos) es desterrada casi completamente de la programación mediática. Las
estructuras sobre las que se organizan los formatos y contenidos de los medios están endurecidas; son más
proclives al anquilosamiento que al ímpetu innovador.
fuerte de los géneros, formatos y matrices de la producción cultural y la variación de los
contenidos y los protagonistas. Así, reiteración e innovación acontecen a la vez.
Desde la perspectiva de John Thompson, las características de la cultura masiva se relacionan
con la intervención de un dispositivo tecnológico que permite la fijación, el almacenamiento y
la reproducción de las formas simbólicas. 11 La reproducción, señalaba la Escuela de
Frankfurt, es el procedimiento productivo que distingue al capitalismo y es inherente a la
lógica del intercambio comercial: la cultura deviene mercancía. Thompson, en cambio,
postula el doble carácter de las producciones culturales masivas, que son bienes de consumo
con un valor económico, pero al mismo tiempo entrañan un valor simbólico. Al calor de los
procesos expansivos del capitalismo, los bienes culturales son también mercancías
“exportables” e “importables”; es decir, son objeto de intercambio en el mercado global. La
producción de los bienes simbólicos no es ajena a la división, tecnificación y organización del
trabajo propios de la forma actual de la empresa capitalista.
En cuanto a la recepción, Thompson postula que la asignación de sentidos es indeterminada:
esta aseveración –que no es original, sin duda- se funda centralmente en dos datos: la ruptura
estructural entre contextos de producción y contextos de recepción, y la separación espacio-
temporal o distanciamiento que origina la mediación tecnológica. No obstante los argumentos
que Thompson despliega, que retoman la ya divulgada posición de los Estudios Culturales,
creo que el “contrato de lectura” propuesto desde los formatos propios de la cultura masiva
tiende a posibilitar una menor deriva interpretativa que otras producciones culturales,
valiéndose para ello de las operaciones del discurso ideológico. 12 Se esfuerzan, al contrario de
lo que hace el arte, en anclar el sentido y reducir las variaciones posibles en la lectura. La
restricción no implica la anulación de la interpretación propia, pero me lleva a considerar la
existencia de una relativa indeterminación de la recepción, que no es totalmente libre ni
azarosa, ni obvia las claves que la producción masiva contiene.
Entre el arte -y las obras literarias que comparten esta vocación- y la cultura de masas, se
establece una tensión semejante a la que existe entre autonomía y heteronomía. Es sabido que

11
Thompson, John, Los media y la modernidad, Barcelona, Paidós, 1998, p. 25-68.
12
Me refiero a las estrategias definidas por Terry Eagleton en Ideología. Eagleton considera que la ideología
entraña un proceso de legitimación del poder, clase social o grupo dominante. Para él, este proceso involucra seis
estrategias diferentes: la promoción de creencias y valores afines a él; la naturalización y universalización de
estas creencias para hacerlas evidentes y aparentemente inevitables; la denigración de las ideas que puedan
combatirlo; la exclusión de maneras de pensar opuestas; y el ensombrecimiento de la realidad social de modo
conveniente a sí misma. Eagleton explica también de qué manera estos procedimientos atañen a la dimensión
subjetiva: “Tal ‘mistificación’, como es comúnmente conocida, a menudo adquiere la forma de enmascarar o
suprimir los conflictos sociales, de lo que se desprende el concepto de ideología como una resolución imaginaria
de contradicciones reales”. Eagleton, Terry, Ideología. Una introducción, Barcelona, Paidós, 1997, p. 24.
el hecho artístico tiende a escapar del encorsetamiento del género; en cambio, las
producciones propias de la cultura masiva respetan y se amoldan al tipo de restricciones que
éste comporta, si bien, a lo largo del tiempo, nuevos géneros aparecen y los tradicionales
sufren transformaciones. 13 De esta manera, la fijeza temporal y la restricción de modelos que
requiere la cultura masiva para su reproducción encuentran correspondencia en la
determinación genérica. 14
La autoayuda puede ser considerada un nuevo género de la cultura masiva ya que revela tener
los mismos atributos que los productos propios de la industria cultural. En tanto producidos
bajo esos parámetros, los libros de autoayuda responden a un proceso racional intencionado
en el que interviene un componente técnico específico y cuyas reglas de producción y
circulación corresponden a la lógica capitalista, encaminada a la obtención de ganancias.

El autor como “marca registrada”


Los libros de autoayuda son editados para ser consumidos de manera más o menos inmediata
y son de pronta obsolescencia. Si el libro tiene éxito, vendrán nuevos volúmenes
estructurados sobre la misma base, que se apliquen a dominios diferentes pero que
esencialmente mantengan los conceptos y estructura iniciales. Son libros producidos tan “en
serie” como cualquier programación televisiva, aunque los tiempos de producción, circulación
y permanencia en el mercado sean diferentes. He aquí algunos ejemplos de autores y libros
publicados en distintas lenguas, que sirve también de indicador de la mundialización de este
género.
Christophe André, Francia.
1. La peur des autres (con Patrick Légeron, 1995); 2. Comment gérer les personnalités
difficiles (con Francois Lelord, 1996); 3. La gestion du stress (con Patrick Légeron et
Francois Lelord, 1998); 4. L’estime de soi (con Francois Lelord, 1999); 5. La force des
émotions (con Francois Lelord, 2001); 6. Petites angoisses et grosses phobies (2002); 7.
Vivre heureux. Psychologie du bonheur (2003); 8. Psychologie de la peur (2004); 9.
Petits complexes et grosses deprimes (2004); 10. De l’art du bonheur (2006); 11.
Imparfait, livres et heureux –pratiques de l’estime de soi (2006); 12. Petits Penibles et
Gros Casse-Pieds (2007).

13
Pampa Arán critica las restricciones que impone la noción de género entendida como “cultura
gramaticalizada” pues considera que, así, resultaría “un instrumento que favorece el modelado homogéneo de
conciencias y saberes sociales, favorecedor de las políticas que buscan el control de las diferencias”. Arán,
Pampa. “Perspectivas para el estudio de los géneros”, VIII Congreso de Semiótica, Buenos Aires, 2002.
Creemos que, efectivamente, las normas que impone el género esclavizan la creación y empobrecen la cultura,
ajustándola a matrices prefiguradas. De allí también que las obras de la cultura masiva sean más fácilmente
referidas a ellos que las obras artístico-literarias.
14
Vale la pena aclarar que, por mi parte, no creo que la simple pertenencia a un género implique una valoración
negativa. Muchas grandes obras se inscriben sin lugar a dudas en los géneros ya prefigurados y este “encuadre”
no reduce su riqueza ni su calidad.
Nathaniel Branden, EE.UU.
1.The Psychology of Self-Esteem (1969); 2. Breaking Free (1970); 3. The Disowned Self
(1971); 4. The Psychology of Romantic Love (1980); 5. The Romantic Love Question &
Answer Book (1982); 6. Honoring the Self (1983); 7. How To Raise Your Self Esteem
(1987); 8. Judgement Day (1989); 9. The Power of Self-Esteem (1992); 10. The Art of Self
Discovery (1993); 11. The Six Pillars of Self-Esteem (1994); 12. Taking Responsibility
(1996); 13. The Art of Living Consciously (1997); 14. A Woman's Self-Esteem (1998); 15.
Self-Esteem at Work (1998).

John Gray, EE.UU.


1. What You Feel You Can Heal (1984); 2. Men Are from Mars, Women Are From Venus
(1992); 3. Men, Women and Relationships (1993); 4. Mars and Venus In the Bedroom
(1995); 5. Mars and Venus Together Forever (1996); 6. Mars and Venus In Love (1996);
7. Mars and Venus On a Date (1997); 8. Mars and Venus Starting Over (1998); 9. Men
Are from Mars, Women Are from Venus Book of Days (1998); 10. How To Get What You
Want and Want What You Have (1999); 11. Children Are from Heaven (1999); 12.
Practical Miracles for Mars and Venus (2000); 13. How To Get What You Want at Work
(2002); 14. Truly Mars & Venus (2003); 15. The Mars & Venus Diet & Exercise Solution
(2003); 16. How to Live for Change and Change for Life: Practical Ways to Have the
Life You Want (2001).

Jorge Bucay, Argentina.


1. Cartas para Claudia (1989); 2. Recuentos para Demián (1994); 3. Cuentos para
pensar (1997); 4. De la autoestima al egoísmo (1999); 5. El cochero: Un libro en vivo...
(2000); 6. El camino de la autodependencia (2000); 7. Amarse con los ojos abiertos
(2000); 8. 20 pasos hacia delante (2000); 9. El camino del encuentro (2001); 10. El
camino de las lágrimas (2001); 11. El camino de la felicidad (2002); 12. Todo (no)
terminó. Volver a empezar después de la ruptura de la pareja (2004); 13. Déjame que te
cuente (2005); 14. Cuenta conmigo (2005); 15. El candidato (2006); 16. El mito de la
diosa fortuna (2006).

Aquí se evidencia el ritmo productivo: desde los inicios a la consagración, la frecuencia es


menor, luego se intensifica –al menos un libro al año, y en varios casos más. Esa demanda
productiva a veces lleva a caer en el plagio o en el autoplagio. Las formas y figuras
consagradas se repiten: son las recetas ya probadas de éxito. La relación con el espacio
mediático también es fuerte: muchos de los libros más vendidos son de quienes transmiten sus
consejos en emisiones mediáticas. Es el caso de Jorge Bucay, en la Argentina y de Jean-Marie
Cohen, en Francia. Libros notables en términos de ventas como Los hombres son de Marte...
son inclusive origen de piezas teatrales.
Los libros de autoayuda, como el grueso de la cultura de masas, forman parte del proceso de
globalización de la cultura, reconfigurada sobre los rasgos occidentales pero
fundamentalmente norteamericanos. Los textos y su estructura son visiblemente parecidos
entre sí, aún cuando los autores sean locales. Los medios de comunicación y las editoriales
son agentes de este proceso: sólo muy marginalmente recogen elementos diferentes y apenas
si adaptan algunos formatos, contenidos y pautas metropolitanas a los gustos nacionales.
Como señala Mattelart, la “aldea global” parece implicar, fundamentalmente, una
monocultura. 15
No obstante, debe hacerse la salvedad que el proceso así descrito se verifica especialmente
para la producción cultural de las grandes corporaciones: debe necesariamente ser matizado si
se quiere dar cuenta de toda la producción cultural, que es sin duda menos compacta y no
excluye vertientes contrahegemónicas, y debe ser analizado de manera muy diferente cuando
de lo que se habla es de la recepción.

El género de la autoayuda
En este apartado, describiré los rasgos sobresalientes de los textos de autoayuda y compondré
una definición provisional del género. El discurso de la autoayuda, como cualquier otro que se
pretenda analizar, puede ser entendido como un “fragmento de la semiosis”, una porción de
un proceso social de producción de sentidos, 16 que debe interpretarse en relación con
configuraciones sociales más amplias cuyas huellas quedan plasmadas en él.
Entiendo por “género” a una “clase de textos u objetos culturales”. Se trata de “opciones
comunicacionales sistematizadas por el uso (...) que instituyen en su recurrencia histórica,
condiciones de previsibilidad en distintas áreas de la producción e intercambio cultural”. 17 La
definición de género, como se ve, está sancionada por su uso; un género se establece como tal
en tanto sea reconocible. Estos rasgos de previsibilidad están asociados fundamentalmente al
tema, las características retóricas y la situación enunciativa que construye en relación al
receptor. Tienen una utilidad cierta para el público a la hora de anticipar los rasgos del objeto
cultural.
Los formatos propios de la cultura masiva se ciñen al género más que cualquier otra
producción artística pues, como se ha señalado, las industrias culturales limitan al máximo el
riesgo que entraña la innovación. 18 En el caso que analizo, la orientación hacia la heteronomía
propia de la cultura de masas no está dada solamente por el respeto a las restricciones del

15
Mattelart, A., La mundialización de la comunicación., Barcelona, Paidós, 2005, p. 104-112.
16
Verón, Eliseo, La semiosis social, Barcelona, Gedisa, 1998, p. 127. “Dicho de otro modo –propone Verón-:
analizando productos apuntamos a procesos.” P. 124.
17
Altamirano, Carlos (director), Términos críticos de sociología de la cultura, Buenos Aires, Paidós, 2002, p.
101. Entrada “Géneros”, p. 101-105.
18
Adorno, T. y Horkheimer, M., op. cit.
género sino que puede reconocerse ya en el eje fundamental que define el género de la
autoayuda: el ofrecimiento de soluciones a problemas personales o de la vida cotidiana.
La idea de que la multiplicidad de situaciones existentes pueda tipificarse y que un libro de
consumo masivo pueda aportar soluciones indistintas a todos ellos implica una concepción
simplificadora evidente ya en su propósito. Aunque puede encontrarse una cierta diversidad
que permitiría una clasificación en sub-géneros, el tema de la “solución de problemas” es
común a todos ellos, ya se trate de textos sobre espiritualidad, psicología, empresa, relaciones
interpersonales o filosofía.
En la reflexión de Bajtín y su círculo, los géneros no se aplican solamente a la literatura sino
que puede hablarse de géneros discursivos, que son formas características de la comunicación
corriente.

“El uso de la lengua se lleva a cabo en forma de enunciados (orales y escritos) concretos
y singulares que pertenecen a los participantes de una u otra esfera de la praxis humana.
Estos enunciados reflejan las condiciones específicas y el objeto de cada una de las
esferas no sólo por su contenido (temático) y por su estilo verbal, o sea por la selección
de los recursos léxicos, fraseológicos y gramaticales de la lengua, sino, ante todo, por su
composición o estructuración”. 19

Para Bajtín, los géneros discursivos secundarios –de mayor complejidad y formalización-
absorben y reelaboran los géneros discursivos primarios. La literatura de autoayuda, como
género relativamente elaborado y organizado, puede definirse como un género “secundario”,
en el que se entrecruzan y subsumen formas conversacionales propias de los géneros
primarios.
La génesis, la predominancia o la virtual desaparición de los distintos géneros discursivos se
vinculan a las transformaciones de los horizontes epocales.

“Los cambios históricos en los estilos de lengua están indisolublemente vinculados a los
cambios de los géneros discursivos. (...) Para comprender la compleja dinámica histórica
de estos sistemas, (...), hace falta una elaboración especial de la historia de los géneros
discursivos (...) los que reflejan de una manera más inmediata, atenta y flexible todas las
transformaciones de la vida social. Los enunciados y sus tipos, es decir, los géneros
discursivos, son correas de transmisión entre la historia de la sociedad y la historia de la
lengua. (...) En cada época del desarrollo de la lengua literaria, son determinados géneros
los que le dan el tono...”. 20

Lo que Bajtín señala es que la forma, la organización de recursos lingüísticos y expresivos


que implica el género, y el tema que les es propio, son indicadores de una sensibilidad, de una
preocupación y de un modo de entender el mundo correspondiente a un determinado grupo

19
Bajtín, M., Estética de la creación verbal, México, Siglo XXI editores, 1982, 1999, p. 248.
20
Bajtín, M., op. cit., 1999, p. 253-254.
social en un momento de su historia. Por ejemplo, el panfleto o libelo es una forma-contenido
apropiada para una sociedad que hace la política en las calles y no en el ágora, que apunta a la
brevedad de la denuncia –que luego devenga consigna- más que a la confrontación pública de
argumentos. La predominancia de este género, cuyas características coinciden con una
tonalidad emotiva, un rasgo expresivo, un determinado orden de problemas y ciertas
peculiaridades de la organización social, se da en un determinado momento de la historia.
Examinando el libelo es posible interpretar el mundo en el que tuvo trascendencia.
Así como la carta y la confesión fueron géneros discursivos de importancia en una época
determinada, considero que el género de la autoayuda es una de las notas que distinguen
discursivamente al mundo contemporáneo: la naturalidad de las significaciones que lo
transitan y de las representaciones que lo pueblan están en correspondencia con la tonalidad
emotiva de la cultura. La literatura de autoayuda se convierte así en expresión de una
modalidad específica de acercamiento al mundo y, según veremos, de resolución de los
problemas que éste presenta.
Esta modalidad, en correspondencia con una de las significaciones sociales más ampliamente
aceptadas, ofrece una técnica: en un mundo en el que la tecnología aparece como la vía
preferida para la resolución de los problemas generales de la humanidad -reemplazando otras
modalidades de resolución posibles, como la religión, la política o la filosofía-, el dispositivo
montado por la literatura de autoayuda se torna perfectamente compatible.
No se trata simplemente de abordar el problema de la subjetividad, sino de darle salida. Los
libros de autoayuda se presentan como una estrategia al alcance de la mano para resolver los
malestares subjetivos. Su función es, pues, instrumental. No construyen ficciones
estéticamente valiosas ni escrutan el alma para comprender sus múltiples escondrijos: si
abordan la interioridad del sujeto, es para facilitar su adaptación.
La materia sobre la que discurren los libros de autoayuda es la persona. Podemos ubicarla,
entonces, como parte del denominado “espacio biográfico”, 21 un dominio discursivo poblado
por géneros orientados a la dimensión subjetiva. En estos casos, los textos se caracterizan por
la borradura de las marcas ficcionales como proceso de autentificación. También aquí se
revela el parentesco entre los libros de autoayuda y los mensajes de los medios: como señala
Arfuch, los “momentos biográficos” de la narrativa mediática y el acontecimiento en boca de

21
Tomo la definición del “espacio biográfico” de la obra homónima de Leonor Arfuch. En ella, retoma y amplía
el concepto propuesto por Lejeune que lo considera como “la forma de circulación de las vidas, tanto como la
forma de las vidas mismas”. Para Arfuch será además un lugar de confluencia de mútliples formas, géneros y
horizontes de expectativas, que se despliegan en la doble dimensión de la interdiscursividad y la intertextualidad
Arfuch, Leonor, El espacio biográfico, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2002. Lejeune, Philippe, Le
pacte autobiográphique, París, Seuil, 1975
sus protagonistas o de sus testigos directos, son capaces de generar la confianza que procede
de la plenitud de la presencia y producir efectos de verdad y certeza, aun en la incertidumbre
que caracteriza a la época presente.
Cuando no se trata de la narración personal de boca de los autores, se apela a la narración
biográfica en boca de otros, “confesada” al autor del libro en ámbitos de interacción diversos:
su gabinete de terapia, un curso, un viaje o charlas ocasionales. En otros casos, el autor-
narrador aparece en actitud de búsqueda, encontrándose con estos relatos de las vivencias
ajenas en su intento por explorar el alma humana.
Sin embargo, la riqueza de la vivencia es reducida, el relato es expurgado de todo aquello que
lo singulariza de modo tal que se preste a la síntesis. Para que la administración de soluciones
estereotipadas sea admisible, el primer paso consiste en la construcción de tipologías. Así, las
recetas, los decálogos y las instrucciones proporcionadas se tornan de alcance universal. Los
libros de autoayuda remiten al relato de la experiencia, pero no la entienden como un
acontecimiento que irrumpe en la serie vital configurando un nuevo modo de vivir. Por el
contrario, los testimonios adquieren, de acuerdo a los cánones de la cultura masiva, la forma
del estereotipo.
Los libros de autoayuda pretenden expandir su eficacia fuera de los límites del texto. En ellos
hay una promesa condicionada: si el lector sigue el camino prefigurado por el texto,
conseguirá esparcir un bienestar sedante ofrecido como felicidad sobre la totalidad de su
existencia personal. Conducen a situaciones sin riesgos –puesto que ya han sido probadas-,
sin experimentación –se siguen los pasos prefijados- y sin angustia: muy por el contrario, su
finalidad es producir una sensación de dicha a través de la red microscópica que el texto teje.
Esta promesa condicionada constituye uno de sus rasgos salientes en cuanto a su definición
como género.

Caracterización del género


Siguiendo la teoría bajtiniana de los géneros discursivos, identificaré los tres aspectos que
definen al género: “tema”, estilo y composición o estructura. A partir de la identificación de
los elementos que son propios de los libros de autoayuda, postularé una definición del género
tal que permita trazar límites y exclusiones.
El primer aspecto a considerar, entonces, es el tema. En este sentido, existen una gran
variedad de subgéneros dentro de lo que se denomina “literatura de autoayuda” en la
clasificación utilizada por quienes editan o comercializan libros. 22 A pesar de la evanescencia
de estas fronteras, hay un dato común a todos los textos que permite unificar el género. Como
ya he adelantado, este conjunto heteróclito tiene en común un tema y un enfoque: la literatura
de autoayuda trata la dimensión subjetiva como fundamento de un cambio vital individual
atendiendo a fines instrumentales -superar el dolor, la angustia, influir en las personas,
desarrollar ciertas capacidades, liderar grupos humanos, etc.
En relación a la composición, se observa que los textos se estructuran, en general, en torno a
la presentación de un problema. Es habitual que se exponga el tema utilizando ejemplos y
testimonios. A este relato le sigue una tipificación, que nomina la situación descripta como un
tipo de problema particular. El caso individual deja de ser único para representar un conjunto
de situaciones similares y alcanzar niveles de mayor generalidad. De esto se derivan
ulteriormente prescripciones de cierta universalidad, que proponen soluciones a modo de
recetas o simples pasos a seguir.
Es fundamental subrayar que los textos explicitan un discurso socialmente legítimo con el
cual las técnicas de autoayuda propuestas justifican su eficacia. Este discurso legitimador
puede ser de distinto tipo. En todos estos casos, se apela a un razonamiento fundado en la
ciencia o en la casuística. La “enseñanza” que se pretende impartir reclama una validación
que sostenga su carácter general y atemporal.
Dos son los fundamentos más usados: uno es de tipo científico o pseudocientífico; el otro, de
corte religioso. En estos textos, encontramos numerosas remisiones al discurso docto, que van
desde el cognitivismo a la teoría de sistemas, así como también son frecuentes las menciones
a las “capacidades desconocidas de la mente”. En estos casos, la argumentación puede
apoyarse en la experiencia –ajena, del profesional-narrador que da cuenta de los casos
tratados, o propia, del narrador en primera persona que testimonia las circunstancias vividas-,
tanto como en teorías provenientes de la psicología o de las neurociencias.
De otro lado, se apela a un fundamento “espiritual” del orden humano y cósmico vinculado a
la cosmovisión de la New Age. La New Age, que constituye una forma religiosa, presenta
problemas particulares. Por tratarse de una espiritualidad laxa, es un discurso legitimador
compatible con otras creencias. Se trata, además, de una justificación muy utilizada en los
libros de autoayuda pues, al igual que la psicología, está orientada a la refiguración de la
existencia. A los fines que nos proponemos, no se la considerará como religión en tanto no

22
La clasificación utilizada por las librerías suele incluir terapias orientales (feng-shui, yoga, reflexología, por
ejemplo), libros esotéricos y, en algunos casos, libros de salud o sobre psicología infantil.
exija compromiso con un dogma o núcleo fijo de principios y sí como un fundamento o
discurso legitimador que ya forma parte del sentido común de la época.
En cuanto al estilo, debe indicarse que los libros de autoayuda descansan en testimonios, pero
lo hacen de tal manera que se alejan de los relatos biográficos más tradicionales. El relato
testimonial puede constituir la narración central de las que llamaré cuasibiografías, o
simplemente enmarcar la serie de prescripciones, reglas o instrucciones directas que
conforman el núcleo central de esta literatura.
Existen tres rasgos estilísticos específicos que permite distinguir el género de la autoayuda de
las biografías, los relatos de vidas ejemplares, las confesiones y otros textos propios del
“espacio biográfico”: por un lado, al apoyarse en los testimonios, descartan de ellos lo que
tienen de peculiar, enfatizando en cambio lo que es igual en todos ellos. Por otro, las
declaraciones citadas en primera persona o las autorreferencias del autor son expresadas bajo
una voluntad manifiesta de ejemplificar, justificar o enfatizar algún rasgo de la terapia o
propuesta vital. Es decir que constituyen un apoyo a la intención final. Finalmente, bajo esa
intencionalidad pedagógica, hay una torsión del relato del “yo” al “tú” que busca provocar
identificaciones.
Consideraré especialmente la situación de enunciación, pues allí se hace evidente la distancia
con las formas biográficas tradicionales. En lugar de tratarse de textos expresivos, orbitando
alrededor de una voz narrativa fuerte en primera o tercera persona, se manifiesta como
dominante la función conativa. La reiterada apelación al lector busca producir un efecto de
empoderamiento, condensado en la consigna “tú puedes”. Esta repetición pertinaz no es
ociosa. La situación de enunciación tiende a producir un efecto de autoconfianza asignando de
un gran poder al lector y otorgándole la capacidad de “cambiar su vida”. La potencialidad
atribuida al receptor subyace a todo el género e insiste en adjudicarle atributos excepcionales
no explotados, que lo facultan a transformar su existencia en tanto y en cuanto reconozca su
valía y desarrolle sus capacidades “latentes”.
Esquematizando la descripción precedente, se revela un dispositivo discursivo montado en
tres pasos. El primero supone el uso del lenguaje en función expresiva: la presencia de
testimonios, confesiones, relatos íntimos expuestos abiertamente componen una constelación
característica de la cultura contemporánea que Arfuch ha llamado el “espacio biográfico”. En
los libros de autoayuda, esta construcción busca un efecto de personalización cuyo objetivo es
borrar la impronta homogeneizante de la industria cultural. Opera aquí una intención de
generar identificaciones inmediatas entre la situación narrada y el lector.
El segundo implica una interacción en otro nivel: el yo-enunciador es artífice directo de la
estrategia de persuasión; volcándose hacia un tú/usted, o a un “nosotros” inclusivo, el autor
ofrece al lector una resolución al problema planteado. El uso del “tú” no es inocuo; señala al
sujeto, individualizándolo, y lo instala en un ámbito descontextualizado, desprendido del
“nosotros” colectivo. Desaparecen los entornos y, con ellos, las diferencias. La igualación de
los sujetos, consumada de esta manera, permite avanzar hacia el siguiente movimiento.
El tercer paso culmina la lógica inductiva que, soterradamente, venía desplegándose e
introduciendo una universalización de los preceptos. Llegados a este punto, las
recomendaciones se establecen como fórmulas impersonales, como un conjunto de dogmas
prácticos de los que se derivan instrucciones neutrales, en las que quedan suprimidas todas las
valoraciones y la expresividad que caracterizó al primer momento. Aun cuando estuvieran
escritos en segunda persona, los mandatos alcanzaron el estatuto de la “objetividad”. De esta
manera, los recursos retóricos son puestos al servicio de una estructura que va de lo particular
a lo general, del caso a la ley.
Existen algunos otros recursos retóricos que aparecen ocasionalmente. Suelen encontrarse,
por ejemplo, tests y otras estrategias que permitan al lector diagnosticar su situación y evaluar
sus progresos, proponiendo un espacio de interacción directa entre el texto y el lector. Estos
elementos refuerzan la relación del yo-tú instalada por estos libros y permiten generar una
ilusión de interacción que evoque el diálogo.
Los libros de autoayuda se presentan como “singulares universales”: se refieren a cada caso -
el test mismo es medida de “personalización” de la terapia- pero al mismo tiempo se
proponen como universales, pues pueden ser consumidos por cualquiera, más allá de sus
creencias y sus características particulares. A pesar de su extensión en cuanto a los casos a los
que puede responder, su eficacia es personalísima: depende de cada uno de los lectores y de
cuánto sean capaces de seguir las prescripciones contenidas en el libro
En otros casos, como si fueran recursos didácticos, se incorporan fábulas o historias
moralizantes y se trasladan sus enseñanzas al mundo humano. Esto resulta factible porque la
estructura atemporal de la fábula es semejante a la del libro de autoayuda: sin contexto, sin
especificar un escenario ubicado espacial, cultural e históricamente, las situaciones y sus
protagonistas se tornan indistintos. Estas inserciones suelen presentarse como relatos
enmarcados.
Muy a menudo, la consigna que sintetiza la enseñanza es destacada del resto de la narración,
funcionando como síntesis parcial, resumen o latiguillo insistente. De igual manera, las
“recetas” aconsejadas, de extrema simplicidad, se presentan como decálogos o como pasos
sintéticos bien establecidos.
De todos estos elementos puede inferirse que estos libros se dirigen a un público que se fatiga
con libros extensos y que busca en ellos simplemente indicaciones útiles. Los libros se leen,
en general, rápidamente, puesto que su lectura resulta facilitada a través de la utilización de
múltiples recursos. En este sentido, la ejemplificación o relato de la vivencia, en tanto son
cuestiones que atañen a la vida, también resultan fácilmente comprensibles.
Las “verdades” presentadas por el texto, al finalizar la lectura, resultan evidentes. El discurso
de la literatura de autoayuda cumple así, acabadamente, las condiciones solicitadas por la
ideología. Afirma Terry Eagleton:

“las ideologías dominantes pueden conformar activamente las necesidades y deseos de las
personas sometidas a ellas; pero, también, deben implicarse significativamente con las
necesidades y deseos que la gente ya tiene, captando esperanzas y necesidades genuinas,
modulando éstas en su propia jerga particular y realimentando con ellas a sus súbditos de
una manera que vuelvan a estas ideologías plausibles y atractivas. Deben ser bastante
‘reales’ para proporcionar la base sobre la que las personas puedan forjar una identidad
coherente, deben proporcionar motivaciones sólidas para una acción efectiva y deben
intentar explicar someramente sus propias contradicciones e incoherencias más
flagrantes”. 23

Para Eagleton, las ideologías que tienen éxito deben ser más que “ilusiones impuestas”. Más
allá de sus contradicciones y sinsentidos, para que resulten efectivas deben transmitir una
visión del mundo convincente, que rápidamente resulte compatible con lo que la población
experimenta; deben ser verosímiles y su pintura de la realidad debe ser lo bastante reconocible
como para que no sea descartada de inmediato.
La literatura de autoayuda satisface todos estos requerimientos: se involucra claramente con
los problemas de los sujetos y su voz se hace oír por boca de otros que exteriorizan
padecimientos semejantes, construyendo de esta manera la verosimilitud de la proposición del
texto. Asume los deseos colectivos de felicidad –cifrados, básicamente, en la obtención del
éxito y la eliminación del sufrimiento- y proporciona alternativas plausibles ante
circunstancias perturbadoras. Los discursos de la ciencia o de la experiencia justifican sus
respuestas. La “realidad” que muestran estos textos es fácilmente reconocible, pues se trata de
la cotidianeidad.
En la modalización que oficia la literatura de autoayuda aflora el “tono” de la época actual.
Primero, porque la “revelación de los dolores del alma” ante un público extraño y masivo es
culturalmente “audible” sin extrañeza alguna, en el mismo sentido en el que la subjetividad se

23
Eagleton, T., op. cit., 1997, p. 35-36.
vuelve un tema esencial y se adueña del núcleo vital de las preocupaciones sociales. Segundo,
porque la apelación al otro con intención de convencer es un hecho corriente: es el lenguaje
con el que la publicidad interpela a diario a la multitud. Tercero, porque el “hágalo usted
mismo” a partir de una receta hunde sus raíces en dos significaciones vertebrales de la
sociedad capitalista moderna: la noción de “utilidad” y la entronización del individuo
omnipotente el “conquistador”, el “emprendedor”. 24 Esta mirada ciega la visión de la
sociedad y sus conflictos, anulados por la restricción al mundo individual.
Los aspectos prescriptivos de la autoayuda se plasman en un dispositivo técnico que, sobre la
base de reglas y ejercicios, conducen a transformar la representación del mundo y a reorientar
el sentido de la acción. La mayor parte de los libros de autoayuda están dirigidos a disolver
los síntomas del malestar cotidiano sin preocuparse por la modificación de sus causas. Se
presentan como soluciones rápidas a problemas cuyo origen identifican en el individuo y cuya
salida depende igualmente y en su totalidad de acciones personales, dejando fuera de la
consideración los condicionamientos socioculturales y económicos en los que estas
situaciones pudieran inscribirse. Las prácticas terapéuticas tendientes a superarlos se basan en
el control de las representaciones de los sujetos. Puede afirmarse que el objetivo perseguido
es mejorar la adaptación a las condiciones de existencia, en consonancia con el universo de
creencias y valores que caracterizan al capitalismo tardío.

Semblanza en perspectiva
A partir de los rasgos descriptos, puedo ya esbozar una caracterización sintética del género.
En cuanto a su estructura, los textos parten de la presentación de un problema, generalmente
en forma de ejemplos y testimonios. Los problemas son tipificados, es decir que, aún cuando
cada caso es presentado como singular, adquiere sentido porque es semejante a otros y la
experiencia del individuo es coextensiva a un conjunto de seres que padecen de igual forma.
El recurso que facilita este trayecto es el test o prueba, que al mismo tiempo constituye una
dimensión de juego interactivo entre el texto y su lector. A partir de este diagnóstico, se
prescriben soluciones a modo de recetas o pasos simples de seguir. En algunos casos se
incluyen fábulas o historias moralizantes en las que la prescripción es destacada del resto de la

24
Esta preferencia también se evidencia en las políticas públicas orientadas a los emprendimientos de pequeño
tamaño, que intentan estimular el “espíritu empresarial”. Puede consultarse al respecto Ehrenberg, Alain, Le
culte a la performance, París, Calmann-Lévy, 1991, Hachette, 2003. Hablando del caso francés, Ehrenberg
sintetiza la posición dominante con la frase: “réussir, c’est entreprendre” [triunfar, es emprender], p. 197. Una
versión más antigua de esta figura es el “self-made man”. Véase Cawelti, John, The Apostles of the Self-Made
Man. Changing Concepts of Succsess in America, Chicago, The University of Chicago Press, 1965, 1968.
narración. Finalmente, existe un discurso con el que justifica su eficacia, que puede ser de
distinto tipo: surge por la fuerza demostrativa de los testimonios, o por el efecto de verdad del
discurso científico. Incluiré a la psicología basada en las neurociencias en este último grupo.
En cuanto a las características retóricas más sobresalientes, se destaca el uso de la segunda
persona en función conativa y la primera persona en el relato vivencial. Esta presencia
establece un lazo, un vínculo de identificación entre el autor y el lector que contrasta con las
forma del discurso científico. Aún cuando se pretenda “de ciencia”, el lenguaje está
torsionado hacia un receptor-cliente de manera evidente al punto que la utilización de la
segunda persona se convierte en el elemento esencial para identificar a estos textos. Se
emparenta así con el discurso de la publicidad y se aleja de la objetividad procurada por los
relatos veristas.
Otro rasgo característico es la redundancia, una insistencia notable sobre un manojo de ideas
que atraviesan como un eje central toda argumentación. Puede resumirse en un lema: el lector
tiene el poder de cambiar su vida. La ejemplificación es uno de los recursos más usados; la
veracidad del argumento se confirma por los casos expuestos. Los testimonios suelen
acompañarse de una conclusión que “cierra” el sentido del relato sobre las ideas que se
pretende inculcar. Cuando el texto toma la forma de fábula o narración, estos anclajes
parciales se destacan del resto del texto con el uso de recursos gráficos.
Se presenta esquemáticamente esta caracterización:
Tipificación del género
GÉNERO DE AUTOAYUDA
Tema general
1 Dimensión subjetiva como fundamento del cambio vital
Recursos retóricos
2 Uso dominante de la 2ª persona en función conativa o del “nosotros” inclusivo
3 Fuerte redundancia
4 Ejemplificación – moralización, a partir de casos y testimonios
5 Dimensión interactiva de diagnóstico: tests (no siempre presentes)
6 Empoderamiento (atribución al lector de la facultad de modificar su situación)
Estructura
7 Presentación del problema, generalmente a modo de ejemplos y testimonios
8 Tipificación de los problemas
9 Prescripción de las soluciones a modo de recetas o pasos a seguir, muy simples (se
incluyen las fábulas o historias moralizadoras donde la prescripción es destacada del
resto de la narración).
10 Explicitación de un discurso legitimador de su eficacia: puede ser de distinto tipo.
Se apoya en testimonios y experiencias o en el discurso científico. Se incluye en la
definición de ciencias al discurso de la psicología.
Algunos textos comparten alguno de estos rasgos, careciendo de otros. De la delimitación
aquí esbozada se desprende que no forman parte del género los libros de tipo práctico -salud,
guías educativas para padres, dietas, sexualidad, jardinería, cocina-, pues está ausente, o se
presenta en un grado débil, un discurso legitimador. Su legitimidad proviene del sentido
común: son guías para ayudar a hacer, que no se interesan más que circunstancialmente por la
dimensión subjetiva.
Según la definición que propongo, tampoco los libros que solicitan una participación del
orden de la creencia pueden incluirse en el género. Un caso particular, como ya se indicó, es
la New Age, que constituye una religiosidad laxa, una “lengua franca”, como la califica Paul
Heelas, una nube de creencias poco determinadas y aún menos determinantes. 25 Cuando el
fundamento espiritual invocado solicite la “íntima convicción” para que la ayuda ofrecida por
los textos resulte eficaz, no serán considerados dentro de esta clasificación. Es el caso de los
libros esotéricos y los libros religiosos. Cuando, por el contrario, no se exija este compromiso,
como sucede en los libros que presentan algunas nociones New Age muy divulgadas, pueden
incluirse dentro de la categoría “libros de autoayuda”.
Por último, quedan fuera del género a las narraciones moralizantes o ejemplificadoras basados
en alegorías o símbolos que presentan un argumento, y las frases y opúsculos destinados a la
meditación. Entre estos casos se encuentran los libros de Paulo Coelho, que en general se
proponen como novelas breves. Estos géneros, de larga trayectoria literaria, no suelen estar
asociados a un cambio instrumental de la existencia. Los libros de autoayuda, en cambio,
muestran en qué sentido debe operarse esta transformación.
Creo necesario, entonces, establecer también, además de la definición estricta, un dominio
más amplio, que llamo el “espacio de la autoayuda”, que contenga estos otros textos aun
cuando correspondan a otra categoría como la de “novela”. Este espacio muestra la tonalidad
de la época, su peculiar configuración emotiva, su sensibilidad, su preocupación y sus
urgencias. De muchas maneras distintas, la sociedad contemporánea parece buscar respuestas
que siente imprescindibles para un malestar muy generalizado experimentado subjetivamente.
Hablo de algo análogo a las “estructuras del sentimiento”, un concepto introducido por
Raymond Williams que retiene fuertes trazos del pensamiento bajtiniano: “lo que estamos
definiendo es una cualidad particular de la relación y la experiencia social, históricamente

25
Heelas, Paul, “A Nova Era no contexto cultural: Pré-Moderno E Pós-Moderno”, en Religião e Sociedade Nº
17/1-2, Río de Janeiro, agosto 1996.
distinta de cualquiera otras cualidades particulares, que determina el sentido de una
generación o de un período”. 26
Estas disposiciones son sociales, se hallan en proceso y se configuran como una estructura en
tanto establecen relaciones internas específicas, entrelazadas y a la vez en tensión. “Estamos
hablando –continúa Williams- de los elementos característicos de impulso, restricción y tono;
elementos específicamente afectivos de la conciencia y las relaciones, y no sentimiento contra
pensamiento, sino pensamiento tal como es sentido y sentimiento tal como es pensado...”.
La retórica de la “diferencia personal”, que toma la figura del individuo como responsable
único y solitario de su propio destino, constata los confines del mundo contemporáneo, que no
están en el futuro, como en los relatos optimistas del progreso moderno, sino en el presente
cotidiano. El horizonte de inteligibilidad de estos textos es la lectura de la peculiaridad, la
biografía o la vicisitud doméstica. Los elementos subjetivos sostienen un orden social menos
consistente, trémulo e inestable basado en un “contrato” sentimental, más que en reglas de
juego estructurales, objetivas y fijas.
La etapa actual, al contrario de la anterior, insiste en la singularidad. Esta rasgo que construye
cada personalidad como única, como dueña y esclava de su solitario destino termina siendo,
también, una pauta igualadora. El género de la autoayuda forma parte de un universo de
pequeños relatos, configurando un fenómeno de características especiales que trabaja
activamente en la formación de las subjetividades del mundo contemporáneo. Expresa así una
tonalidad del sentir, en la que el mundo tiende a cerrarse sobre la figura del individuo.♦

26
Williams, Raymond, Marxismo y literatura, Barcelona, Península, 1980, 1997. Apartado “Estructuras del
sentir”, p. 150-158.

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