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Alejandra León Cedeño

Maestría en Psicología Social

Pontifícia Universidade Católica de São Paulo (Brasil)

Guía múltiple de la autogestión: un paseo por diferentes hilos de análisis

RESUMEN: a partir de una revisión bibliográfica sobre materiales que utilizan el


término autogestión (desde la Internet hasta la Psicología Social Comunitaria, pasando
por los más diversos contextos y áreas), se evidencia que ésta es nombrada mas poco
profundizada, y que aparece con una multiplicidad que no es registrada en estos textos,
pareciendo, por el contrario, ser algo obvio o unidimensional.

El presente trabajo contradice esta situación. Entendiendo la autogestión como


construcción social en que se produce sentido, que es histórica, polisémica y
argumentativa, se realizó un “viaje” por diferentes caminos históricos seguidos por este
concepto. Se hizo una revisión cronológica del término en Europa y América Latina,
señalando cómo emergen múltiples versiones sobre el mismo –algunas contradictorias,
otras sin ninguna relación entre sí- que aparentemente no son estudiadas ni discutidas
por quienes usan el vocablo. Esto se evidencia también al estudiar la autogestión en la
Psicología Social Comunitaria Latinoamericana, que es propuesta como objetivo
fundamental de la acción comunitaria, que debe ser promovido por el “agente externo” a
la comunidad desfavorecida con la que trabaja; el tema, sin embargo, es poco trabajado,
así como lo son las sutiles relaciones de poder producidas en este proceso.

Por último, se acompañó el día a día de una organización de un barrio pobre de São
Paulo (Brasil) que podría considerarse autogestionaria. A partir del panorama
polisémico y sorpresivo encontrado en todos estos hilos, se propone una categorización
dinámica de las versiones de autogestión que circulan por este tapiz.

RESUMO: partindo de revisão bibiliográfica de materiais que utilizam o termo


autogestão (desde a Internet até a Psicologia Social Comunitária, passando pelos mais
diversos contextos e áreas), evidencia-se que ela é mencionada mas pouco aprofundada,
e que aparece com uma multiplicidade que não é registrada nesses textos, parecendo,
pelo contrário, ser algo óbvio ou unidimensional.

O presente trabalho contradiz tal situação. Entendendo a autogestão como uma


construção social na qual se produz sentido, que é histórica, polissêmica e
argumentativa, realizou-se uma “viagem” por diferentes percursos históricos seguidos
por este conceito. Foi feita uma revisão cronológica do termo na Europa e na América
Latina, apontando como emergem múltiplas versões sobre o termo –algumas
contraditórias, outras sem nenhuma relação entre si- que aparentemente não são
estudadas nem discutidas por aqueles que usam o vocábulo. Isso se evidencia, também,
ao estudar-se a autogestão na Psicologia Social Comunitária Latino-americana, na qual
ela é proposta como objetivo fundamental da ação comunitária, que deve ser promovido
pelo “agente externo” à comunidade desfavorecida com a qual trabalha; o tema,
contudo, é pouco trabalhado, assim como o são as sutis relações de poder produzidas
nesse processo.
Por último, acompanhou-se o dia-a-dia de uma organização de uma favela em São Paulo
(Brasil) que poderia considerar-se autogestionária. A partir do panorama polissêmico e
surpreendente encontrado en todos estes fios, propõe-se uma categorização dinâmica
das versões de autogestão que circulam por este tecido.

ABSTRACT: after reviewing texts that use the word “self-management” (in various
contexts and areas, from Internet to Community Psychology), it was evidenced that the
term is mentioned but not deeply explained. It appears with a multiplicity which is not
registered in those texts; on the contrary, it apppears as an obvious or unidimensional
term.

This work contradicts that situation. Self-management is understood as a social


construction in which meanings are produced; it is seen as historical, polissemic and
argumentative. With those bases, there was made a “trip” by different historical “ways”
followed by the concept. It was made a chronological review of the word in Europe and
Latin America, showing how multiple versions emerge –some being contradictory or
without links between them- which apparently are not studied neither discussed by
people who use the term. This was also evidenced studying self-management in Latin
American Community Social Psychology; it is proposed as a fundamental objective of
community action, which must be promoted by the “external agent” who works with a
poor community. This theme, anyway, is briefly worked, and so are the subtle power
relationships produced in this processes.

Last but not least, there was studied the everyday life of a community organization in a
slum (favela, poor neighborhood) in São Paulo (Brazil) which could be considered as
self-managed. Since the surprising and polissemic view that was found in that “threads”,
there is proposed a dynamical cathegorization of the self-management versions that
circulate by this web.

Introducción: 6 categorías dinámicas


para estudiar la autogestión
Cuando la palabra autogestión se menciona en la Psicología Social y en trabajos
multidisciplinarios (y/o militantes) de intervención, parece tener un significado obvio,
homogeneo y “políticamente correcto”. Paradójicamente, aunque tal término llega a ser
caracterizado como el objetivo principal de la acción colectiva a desarrollar, no es
trabajado en profundidad; más aún, en diversas experiencias es apenas mencionado, sin
dar ninguna explicación sobre el mismo. Es como si quienes lo usan se apropiasen de él
pensando: “si no me preguntan lo que es, yo lo sé; si me lo preguntan, no lo sé”.

El presente trabajo pretende contraponerse a esa noción, recuperando la densidad


histórica del concepto de autogestión y mostrando sucintamente algunos de los
múltiples sentidos que sobre él han sido construidos a través del tiempo, especialmente
en el ámbito comunitario. En el texto, entonces, se entiende la autogestión como siendo
una construcción social, una construcción de sentidos, histórica, argumentativa,
polisémica (con sentidos diferentes o hasta contradictorios que coexisten, bien sea
pacíficamente o librando una lucha por convertirse en el sentido dominante; P. Spink,
1999). Esos diversos sentidos, a pesar de ser nombrados con la misma palabra (que
significa gestión por sí mismo/a, autónoma) se refieren a procesos de independencia que
son construidos en relación, y que por lo tanto implican la gerencia realizada
independientemente de alguien. Quién sería este alguien? Es justamente esa pregunta lo
que permite comenzar a observar diferencias claras en los usos de la palabra, pues se
puede hablar de autogestión queriendo decir que se es independiente de entes distintos:
el Estado, potencias opresoras, el patrón, el llamado “agente externo”, las relaciones
autoritarias... inclusive se puede hablar de una autogestión entendida de forma
individualista o, por el contrario, de una constituida colectivamente.

Ante ese hallazgo, se realizó una categorización dinámica de la autogestión (siguiendo a


M.J. Spink y Menegon, 1999) que propone seis categorías. Ellas surgieron a través de
revisión bibliográfica, conversaciones con autores de textos y contacto con diferentes
movimientos; serán brevemente explicadas a continuación, de modo de facilitar la
comprensión de los hallazgos sobre tal palabra a través de la historia y en diferentes
prácticas. Cabe aclarar que la categorización es provisional y postula que ocurren
cambios dentro de cada categoría, al tiempo que afirma que es posible que las
agrupaciones o colectivos transiten por diferentes categorías. Y éstas fueron definidas
así:

-Autogestión libertaria: tiene raíces anarquistas, y es el primer sentido de autogestión


que emergió en la historia. Nace clamando por la transformación de la sociedad, la
gestión colectivizada, sin relaciones autoritarias, capital ni Estado. Con el tiempo, las
raíces anarquistas se diversifican y se mezclan con otras corrientes, dando lugar a una
noción constantemente en movimiento, y que crea diversas fronteras: de un lado, el
conflicto libertario entre naturaleza y sociedad y la crítica a la noción de ser gobernado;
de otro, las ideas de grupo sin líder y gestión colectivizada; de otro, formas culturales
tradicionales de autoorganización, y finalmente la crítica al Estado marxista en tanto
mecanismo intermediario para la sociedad sin Estado (P. Spink, 1998). Tal vez una
definición provisional de este tipo de autogestión sea algo como: un proceso en el cual
un colectivo de personas, organizadas en redes (conversacionales) de producción que
varían según el momento y el contexto, toman decisiones horizontalmente y actúan
colectivamente en la búsqueda de bienes, acciones, ideas, servicios o reivindicaciones
colectivas que los afectan, habiendo una posesión colectiva de los recursos empleados
(León y Montenegro, 1999).

-Autogestión estatal: es promovida por el gobierno. Surge como necesidad, emergida


históricamente, de independencia de un país en relación con potencias opresoras. Se
implementa de arriba hacia abajo: el Estado promueve su desarrollo y estudio,
decretando la toma de los medios de producción o de decisión comunitaria, y apuntando
hacia el logro de la autonomía de las personas dentro de los límites que otorga la
dirección gubernamental. En Yugoslavia, principal representante de esta categoría, la
preponderancia del gobierno trajo diversas contradicciones; por ejemplo, la dirección
última de las empresas estaba a cargo de un tecnócrata nombrado por el Estado, o de un
miembro importante del Partido, con lo cual se cercenaba, tal vez sin querer, la
autonomía que se pretendía estimular. El caso yugoslavo tuvo una enorme repercusión
mundial, influenciando casos como el de Perú (1968 a 75) y en cierta medida el de
Chile (1968-73).

-Autogestión liberal: refuerza el autocontrol de las personas en diversos ámbitos, entre


los cuales destaca la empresa. En ella se propone el funcionamiento con autonomía de
un patrón o gerente, tomando decisiones individualmente o en grupos pequeños. Se
basa en una ideología liberal que postula la elección “libre”de las personas y la
capacidad de mayor eficiencia a través del trabajo conjunto; la solidaridad, por lo tanto,
no ocurriría por un sentido colectivo, ni para una politización del ámbito laboral o una
lucha por reivindicaciones de clase: sería propuesta por la alta gerencia por ser más
eficiente para hacer que la producción aumente. Recientemente, esta visión se
diversifica e incluye la proposición de estrategias individualistas para controlar la propia
vida. Empresas cada vez más globalizadas, la Internet y el “boom”de los libros de
autoayuda están llenos de estos planteamientos, que en nada se parecen a la versión
original de autogestión.

-Autogestión sin patrón: en ella, los trabajadores dirigen la empresa. Tiene sus bases
en las asociaciones y consejos obreros que se gestaron en Europa en el s.XIX, en los
cuales los trabajadores se apropiaban de los medios de producción y elegían a sus
gerentes y directores, tomando las decisiones importantes en asambleas. Esa raíz
influencia el surgimiento de diferentes movimientos laboristas y de democracia
industrial. Sin embargo, esta categoría se diferencia de la libertaria porque designa los
casos en que se diluye el objetivo de una transformación social para pasar a ser una
estrategia contra el desempleo, buscando atenuar las aberraciones sociales producidas
por el capitalismo. La característica principal de esta categoría es la ausencia de un
dueño, estando la organización, legalmente, en las manos de los trabajadores. Mas como
señalan Walker (1976) y Nemesio (1997), ello no significa que ejerzan influencia en las
decisiones que los afectan: un trabajador puede estar mejor en una empresa autocrática
que “lo explota”que en una autogerenciada de la cual “es dueño”. Factores como el
salario, las condiciones de trabajo, tener que asumir los costos de la empresa y, en
muchos casos, las relaciones autoritarias y jerarquizadas entre trabajadores y directores,
son muy semejantes a los de empresas privadas.

-Autogestión microcomunitaria: es una especie de protoautogestión. Consiste en una


agrupación de personas que, espontáneamente o por sugerencia de algún
“colaborador”(religioso/a, líder comunitario/a, profesional aliado/a, entre otros),
organizan un emprendimiento colectivo de acciones, bienes, servicios, ideas o
reivindicaciones que las afectan, con fines comunitarios. Es una iniciativa independiente
del Estado y de organizaciones o individuos paternalistas; tampoco acostumbra usar
mecanismos institucionalizados de participación (estatutos, elección de directores,
políticas, de funcionamiento escritas, por ejemplo). Puede ser un proceso corto, o
inclusive un momento (desarrollarse en uno o pocos días). Diferentemente de la
autogestión libertaria, ésta no plantea una propuesta política de transformación de la
sociedad, pues su principal interés es trabajar para la concretización de una necesidad
sentida, lo cual no implica luchar por una sociedad más justa.

-Autogestión agente externa: se da cuando la experiencia autogestora es promovida y


comandada por persona(s) de fuera –de otra clase social, nacionalidad, profesión, entre
otros- que usualmente gerencia(n) la obtención de recursos para la iniciativa, y con
quienes se configuran relaciones encubiertas de poder. Las acciones se caracterizarían
por cierta verticalidad en vez de horizontalidad en la toma de decisiones (no siempre, y
a veces con una intención totalmente diferente). El dinamismo de esta categoría es
enorme: una persona de fuera puede favorecer una autogestión libertaria y, en el instante
siguiente, adoptar el rol de “agente externo” director/a. Este comando externo también
puede volverse un estado constante, o generar conflictos entre “internos”y “externos” en
la toma de decisiones. Semejante postura puede tener raíces en la idea de vanguardia
leninista, en que la “intelligentsia” del partido o de la causa debe ser obedecida en estilo
casi militar, ya que ellos “saben lo que hay que hacer”. Esto aún perdura en algunas
experiencias militantes.

Una vez esbozado este panorama, se pasará a sistematizar históricamente los hallazgos
sobre el término autogestión. Vale repetir que tales hallazgos dieron un mayor énfasis a
la autogestión comunitaria, y, buscando mostrar el dinamismo histórico del concepto,
fueron resumidos de la siguiente manera:

-Elementos de autogestión en Europa (origen y variaciones de la palabra)

-Autogestión en América Latina: palabra viva, oscilante y diversa

-Autogestión en la Psicología Comunitaria: término importante y poco profundizado

-Autogestión en la vida cotidiana: 3 meses en la entidad “Mãos Unidas-Jardim dos


Pássaros”, en São Paulo, Brasil (agrupación compuesta por una panadería comunitaria,
un taller de costura y un preescolar, gerenciados por habitantes del barrio).

Elementos de la historia de la autogestión


en Europa
Ya se dijo aquí que el sustantivo autogestión, en su sentido inicial, se refiere a la toma
de las fábricas y organización de la producción por parte de los obreros, que abolen la
separación de funciones entre dueños, administradores y trabajadores, diluyendo el
poder entre todos y participando conjuntamente de la toma de decisiones.

Como antecedentes de la palabra aparecen, en la segunda mitad del siglo XIX,


movimientos obreros de resistencia al capitalismo (como la Comuna de París) que
estuvieron relacionados con obras de Proudhon, Bakunin y/o Marx, -se dice “y/o Marx”
porque desde el principio hubo diversidad y desacuerdos respecto al tema. Aquellas
prácticas no eran nombradas con el vocablo en cuestión, pero parecían referirse a una
propuesta de organización similar (Cornelio, 1976; Arvon, 1981; Bourdet, 1978).

A partir de 1905 -en un breve e intenso estallido de consejos obreros rusos- y de 1917,
con los “soviets” de la Revolución Rusa, crece una ola de consejos obreros que se
expande por toda Europa: de Rusia pasa a Alemania, Austria y Hungría, luego al norte
de Italia y a España -con la colectivización anarquista que, a decir de historiadores
como Hobsbawm (1970) y Mintz (1977), comenzó a gestarse poco después de 1850. En
el presente trabajo, tales movimientos podrían caracterizarse como siendo de
autogestión libertaria; fueron reprimidos y diezmados, y en el caso soviético,
domesticados y convertidos en una especie de autogestión estatal (que después fue cada
vez más estatal y menos autogestión, aunque hubo movimientos de resistencia en
Kronstadt y Ucrania). Probablemente hubo en tales experiencias un dinamismo
organizativo que impediría ver las categorías a ellos atribuidas (“autogestión libertaria”
o “estatal”) como etiquetas constantes, estáticas, definitivas.
La palabra autogestión tiene al menos dos orígenes: uno es la expresión rusa
samupravlieni, usada en la Revolución Rusa por los anarquistas, y que parece ser una
especie de “nacimiento bastardo” del término. El otro es el vocablo servo-croata
samoupravlje que, para la “historia oficial”de la autogestión, constituye el inicio de la
misma, en 1950. “Samoupravlje”designaba la administración de las fábricas por los
propios trabajadores en Yugoslavia, proceso creado y comandado por el Estado bajo el
mandato del Mariscal Tito (dando inicio a una clara e influyente autogestión estatal), y
cuyo desarrollo a través de los años dió pie a abiertas polémicas y críticas (Bilandic y
Tonkovic, 1976; Cornelio, 1976; Ramírez, 1997), hasta desaparecer con la muerte de
Tito y la guerra entre las naciones que conformaban el país yugoslavo.

En los años 60 y 70 se puede hablar de una “ebullición” de la palabra. “Samoupravlje”


fue traducida en Francia como “autogestion” y, a partir de aquí, los más diversos
sectores (partidos políticos, sindicatos, pequeños grupos, medios de comunicación,
intelectuales como Lapassade y Lourau y su “autogestión pedagógica”...) se apropian de
la palabra, dándole sentidos diferentes que van diluyendo su versión libertaria inicial.
Asimismo, con la propuesta del self-management en los países anglosajones, se
transfiere la idea de autogestión a la empresa, ya no para generar movimientos contra
las injusticias del sistema capitalista, sino para fundirse a él y corregir sus defectos
mediante la reducción de la distancia entre gerentes y trabajadores. Ese modelo parece
ser una especie de raíz de la aquí llamada autogestión liberal, a partir de la cual
comienzan a aparecer versiones cada vez más individualistas de autogestión.

En las décadas de 80 y 90, se puede indagar con cierta ironía: será que el concepto
murió en Europa? Ello porque se nota un decaimiento en el uso del mismo, al tiempo
que se observa un destaque creciente de la economía social y solidaria, que en alguna
medida lo sustituyen (y que favorecen, en cierta medida, procesos de autogestión “sin
patrón” o “agente externa”). Surgen sentidos individualistas –“liberales”- del término,
sin ninguna relación evidente con su significado inicial: cómo hacerse rico
rápidamente, lidiar con el stress, tratar a los hijos adolescentes o entenderse a sí mismo
siguiendo técnicas instantáneas. Ello parece responder a una tendencia histórica a
descartar o banalizar el concepto. Sin embargo, diversos colectivos y movimientos de
resistencia (como los Okupa) lo utilizan, defendiendo su sentido libertario, aunque eso
sea ignorado o negado por las autoridades y los medios de comunicación.

Autogestión en América Latina: palabra


viva, oscilante y diversa
Prácticamente, la historia autogestora del continente latinoamericano no ha sido
sistematizada (se encontraron relatos específicos y un pequeño intento de
sistematización como lo es el trabajo de Peruzzo, 1998, por lo cual se intentó trazar un
panorama más detallado –y obviamente inacabado- de los diversos sentidos que
coexisten).

Como antecedentes de la autogestión, esto es, prácticas anteriores a la “llegada” de la


palabra, pero que posteriormente han sido denominadas con ella, aparecen varios tipos
de organización: los primeros son los pueblos cimarrones (llamados “quilombos” en
Brasil y “comunidades djukas” en Surinam), aldeas de propiedad colectiva en que se
concentraban los esclavos que huían de la explotación blanca, algunas de las cuales
persisten actualmente. En Brasil, el “quilombo dos Palmares” (1601-1694) resistió
durante casi un siglo y llegó a tener cerca de 50.000 habitantes, constituyendo, según
Galeano (1971), la mayor rebelión de esclavos de la historia universal. Estos serían
posibles antecedentes de la autogestión libertaria.

Diversos movimientos revolucionarios también aparecen entre estos antecedentes: la


movilización en pro de la reforma agraria liderizada entre 1811 y 1820 por José Artigas
(en la región que actualmente constituye el Uruguay, el noreste de Argentina y el sur de
Paraguay), salvajemente reprimida, cuyas ideas son usadas actualmente por un
movimiento autogestionario uruguayo: la FUCVAM (Federación de Cooperativas
Uruguayas de Vivienda por Ayuda Mutua; Font, 1999). La Revolución Mexicana (1910-
1919), a cargo de Emiliano Zapata y Pancho Villa junto con miles de campesinos,
también contra los latifundios y a favor de la reforma agraria, que llegó a ser
influenciada por los anarquistas, y que es hoy emblema del Ejército Zapatista de
Liberación Nacional. La Revolución Boliviana (ya en 1952), con reforma agraria y
fuerte actuación del movimiento obrero, que conquistó espacios significativos como las
radios mineras, y que según Peruzzo (1998) estuvo más dirigido a la cogestión. La
Revolución Cubana (en 1959), que influenció movimientos de izquierda en toda
América Latina y, si bien se dirigió al socialismo de Estado en vez de a la realización de
proyectos autogestionarios, psicólogos comunitarios como Rivera-Medina y Serrano-
García (1985) mencionan procesos de autogestión en los policlínicos de salud y Comités
de Defensa de la Revolución, y movimientos sociales como el MST de Brasil o grupos
de Okupa de Barcelona también relacionan a Cuba con la autogestión (que tal vez sería
entendida como siendo una autogestión estatal, independiente de potencias opresoras).

El anarquismo es un importante antecesor de procesos autogestionarios libertarios en


Latinoamérica. En 1890, por ejemplo, un grupo de inmigrantes italianos decibió del
emperador de Brasil, Don Pedro II, tierras para fundar una colonia experimental: la
Colonia Cecilia, sin leyes, religión ni propiedad privada, que acabó rápidamente por
problemas con la propiedad de la tierra y la Iglesia del lugar, entre otros (Gattai, 1979).
Entre finales del siglo XIX y la década de 30 se dió, con particular fuerza política y
cultural, la llegada del movimiento anarquista al Cono Sur y a México, traído por
inmigrantes en su mayoría italianos y españoles que participaron en grandes
movimientos sociales europeos (consejos obreros, colectivización, Guerra Civil
Española).

La palabra autogestión llega a América Latina en los años 60 y 70, y se ve claramente a


partir de 1968 a través de distintas vías. Las más claras son la anarquista, la yugoslava,
la demócrata cristiana y los acontecimientos del mayo francés de 1968. Fue traída por
militantes, intelectuales, teólogos de la Liberación... personas que, de acuerdo con el
vocabulario de los interventores sociales, podrían denominarse “agentes externos”, no
pertenecientes a los lugares o contextos en los cuales se quería desarrollar iniciativas
autogestoras. Es decir, llegan a este continente versiones fundamentalmente libertarias o
estatales, con diversos matices y formas, que al ser implantadas adquieren ciertos rasgos
de “agente externidad”(por supuesto, no en todos los casos, pero es éste un rasgo
importante).

El primer registro claro y notorio hallado hasta ahora sobre la palabra se dió en Perú,
entre 1968 y 75, con el Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas (gobierno
militar nacionalista que decretó la autogestión y la reforma agraria). En aquella época se
crearon miles de cooperativas, empresas de propiedad social, empresas de propiedad de
los trabajadores... en concordancia con las leyes promulgadas por el gobierno
(autogestión estatal, aparentemente inspirada en la autogestión yugoslava), y que contó
con la importante participación de profesionales del área social (que, por lo que puede
deducirse del trabajo de Gómez, tuvieron una tendencia a constituirse como “agentes
externos” que “sabían lo que había que hacer” y se frustraron cuando el pueblo no
realizó esas acciones. La mayoría de las experiencias fracasó, salvo asentamientos
humanos como la CUAVES (Comunidad Urbana Autogestionaria Villa El Salvador,
fundada en 1971) que, a pesar de haber sido liderados por una persona “de fuera”,
nacieron en un ambiente de resistencia y participación que ha continuado creciendo y
tendiendo a una autogestión libertaria. Da la impresión de que las iniciativas que
fracasaron fueron las impuestas a la población.

En el mismo período del Gobierno Revolucionario peruano, comienza una serie de


movimientos de autogestión en Uruguay. La palabra parece llegar principalmente a
través de sectores cristianos de izquierda, mezclados com alguna influencia del proceso
yugoslavo y alguna vertiente anarquista (Font, 1999) Se forma la FUCVAM, unión de
cooperativas por ayuda mutua, que actualmente funciona y que continúa utilizando este
vocablo. Es uno de los grupos social y políticamente más movilizados de ese país,
independiente de partidos políticos, y constituido por muchas cooperativas en las que
las familias toman decisiones sobre el diseño y materiales de sus casas, y las construyen,
ocupándose también del entorno urbano y los servicios comunitarios, llegando a
construir espacios deportivos y culturales, bibliotecas o ambulatorios, y guiados por
principios de solidaridad, igualdad, ayuda mutua y participación democrática, además
de autogestión (libertaria) y propiedad comunitaria.

La FUCVAM sirvió de ejemplo para el emprendimiento de actividades y programas de


construcción colectiva (“mutirão com autogestão”) en el sur y sudeste de Brasil;
arquitectos uruguayos asesoraron al Movimiento de los Sin Tierra (MST) y al Partido de
los Trabajadores (PT) en la década de 80; estos entes brasileños llevan a cabo procesos
extremamente dinámicos en los que, de acuerdo con lo que se deduce del relato de
Dorea (1996), mezclan intenciones y momentos de autogestión libertaria con episodios
de autogestión agente externa.

En Chile, el concepto también fue muy usado e importante durante el gobierno de


Salvador Allende (1970-73), e inclusive antes, cuando comenzó la reforma agraria. Era
utilizado com respecto a las cooperativas e inclusive existía un organismo,
aparentemente estatal, denominado “Instituto de Desarrollo de la Autogestión” (Piper,
1999; Peruzzo, 1998). Esa versión de la autogestión también parece estar vinculada a la
yugoslava y, si bien parece haber surgido como iniciativa estatal, tuvo una importante
participación popular.

En los años 80 se acentúa el carácter político de las protestas de diferentes movimientos


indígenas (que han protestado desde los tiempos de la colonización contra las injusticias
para con los indios). Se realizan manifestaciones cívicas o guerrilleras en países como
Nicaragua, México, Guatemala, Colombia, Ecuador, Perú, Chile y Brasil. Aunque la
palabra más usada para referirse a estos casos es “autonomización”, varios de ellos han
sido definidos como autogestión y actualmente continúan luchando por sus derechos.
En la década de 90, el tema autogestivo se complejiza aún más: además de las
experiencias ya relatadas que aún funcionan, coexisten abordajes que no parecen tener
relación entre sí, o que se contradicen, y que al ser contrapuestas evidencian la
polisemia del término y las contradicciones en su uso. Todas tienen algo en común: son
colectivas, construidas por un conjunto mayor o menor de personas. Pero de qué forma
lo son? Unas parecen más libertarias, otras más capitalistas o “liberales” (cooperativas
de salud creadas por los patrones, por ejemplo), algunas son estatales, otras tienen una
complicada relación con “agentes externos”... y dentro de categorías como empresas,
cooperativas o comunidades aparece una gran variedad de matices que pasa por lo
“microcomunitario” o “sin patrón”, coexistiendo con vertientes libertarias, “agente
externas” y hasta liberales. La palabra aparece también en otros contextos tales como
movimientos sociales, ONGs, ciencias sociales y humanas, economía social y solidaria,
universidades, salud...y hasta para referirse al jugador de fútbol Dunga en el Mundial de
Fútbol de 1998!

Hablar de cualquiera de estos contextos es abrir un abanico inmenso de matices de


autogestión, de imprecisiones, de cambios, de virulencias. Ello puede observarse al
mirar un poco más de cerca la palabra en cuestión en la Psicología Comunitaria, una
disciplina relativamente reciente, que surge con el objetivo de producir trabajos
científicos autóctonos y autónomos respecto a las grandes potencias, transformadores de
la realidad que estudian.

Nociones de autogestión y Psicología


Social Comunitaria en América Latina
La Psicología Comunitaria latinoamericana surgió como movimiento
contrahegemónico, es decir, tomando posición contra la aridez y los rigores de la
psicología imperante (experimentalista, individualista, legitimadora del orden social
existente) y respondiendo a la necesidad de colocar el saber a disposición de los
segmentos más pobres y marginalizados de la población. Com ese objetivo, se apropia
de la palabra autogestión, especialmente en los países de lengua española.

Tal relevancia de la palabra, sin embargo, no es exclusiva de esa área: el dúo


“autogestión-comunidad”es el centro de múltiples actividades y programas sociales en
América Latina en disciplinas como la sociología, el trabajo social, la medicina, la
ecología o la religión, y el propio nombre de varias de estas iniciativas muestra un
interés por la promoción de la autogestión y la visión de la misma como un objetivo
central a alcanzar.

En el presente trabajo, se hizo una revisión de textos psicosociales comunitarios de


autores caribeños (de Venezuela, Puerto Rico y México) y brasileños, observando el
tratamiento del concepto durante los años 70, 80 y 90, e intentando así construir los
primeros pasos de una “historia de la autogestión psicosocial comunitaria”.

El uso de este término en las décadas de 70 y 80 se puede sintetizar diciendo que la


autogestión es vista como objetivo fundamental de la acción comunal, y debe ser
estimulada por el profesional o “agente externo” que trabaja en una comunidad
(Montero, 1979, 1980, 1982, 1984, s/f.; Serrano-García y Álvarez Hernández, 1985;
Rivera-Medina y Serrano-García, 1985). Ello implica una diferencia con el uso clásico
de la palabra, que es la importancia del/la profesional que no pertenece al lugar y facilita
acciones en él. La autogestión parece ser, así, un objetivo que según los profesionales
debe ser logrado por las personas de la comunidad. O sea, aquello que es “auto”estaría
siendo propuesto por algunos para que otros lo alcancen, lo cual correspondería a una
propuesta de autogestión “agente externa” a pesar de partir de una base transformadora.
No sería una autogestión de tipo libertario cuando se propone la detección, formación y
entrenamiento de líderes comunitarios para que ellos formen a los otros habitantes. Sin
embargo, ni el concepto ni el papel del agente externo en la autogestión son
profundizados (tratamiento”lato sensu”), lo cual es significativo cuando se considera la
actual polisemia del término. Da la impresión de que, en aquel período, resultaba claro
para todos lo que significaba autogestión. Pero ya se ha visto que hoy la situación ha
cambiado.

En los años 90, esa tendencia a destacar la importancia el concepto sin trabajarlo
exhaustivamente coexiste con otras posturas: los brasileños Guareschi (1997) y Lane
(1998) definen el término y hablan de él en términos históricos; el mexicano Almeida
(1998, 1999) amplía su uso al terreno cultural y ecológico, además de entenderlo en el
sentido económico y político; las venezolanas León, Montenegro, Ramdjan y Villarte
(1997; León y Montenegro, 1999) comienzan a sistematizar el término y a revisar la
relación entre agentes “internos”y “externos”; la venezolana Wiesenfeld (1999) realiza
un trabajo de definición y caracterización del término a partir de sus propios
protagonistas y no del “agente externo”.

Cabe destacar que en Brasil es más común el uso del sustantivo “autonomía” (Lane,
1997; Sawaia, 1997; Reboredo, 1992). Reboredo diferencia autonomía de autogestión
diciendo que esta segunda palabra se usa para denominar luchas de producción,
relacionadas con la organización de estrategias de sobrevivencia, y la primera se refiere
a luchas de consumo, a la reivindicación de mejorías en un embate político con el poder
local. Tal diferenciación, sin embargo, no es nada clara. Lo que autores como Sánchez
(1997) y Sawaia (1997) entienden como autogestión, significa autonomía para Sandoval
(1997), y viceversa. Igualmente, entre los latinoamericanos hispanoparlantes hay
también ambigüedad respecto a estas dos nociones, que comienza cuando el principio
de autonomía definido por el sociólogo colombiano Fals Borda (1959) es aparentemente
convertido por Montero (1979) en el principio que señala la importancia de la
autogestión y participación. Si se observa este terreno difuso desde una vertiente
libertaria, se puede contraargumentar que la autogestión se refiere a una forma de
organización que implica la gestión colectiva sin líder (o con líderes momentáneos que
se rotan), y que puede ampliarse para más allá de la producción de bienes para referirse
también a la gestión de servicios, acciones, ideas o reivindicaciones colectivas por las
cuales trabajen los mismos afectados; la definición de Reboredo no esclarece cuál es la
forma de organización de los espacios productivos (autogestión) o reivindicativos, de
consumo (autonomía); creo que justamente ése es un punto vital en el que se debe
explicitar una posición al trabajar guiados por el término autogestión.

Cabe también destacar que muchos de los casos relatados por textos de Psicología
Comunitaria se refieren a ejemplos de autogestión microcomunitaria aunque no usen
este nombre: personas que se reúnen para construir unas escaleras o una cancha
deportiva, o para arreglar una calle; que venden comida y con los fondos recaudados
mejoran una escuela... son actividades tan cotidianas que a veces parecen pasar
desapercibidas ante los ojos de los científicos sociales, como si lo cotidiano o lo
llamado “informal” fuese algo poco digno de estudio (P. Spink, 1988).

Autogestión y vida cotidiana: 3 meses en


el barrio “Jardim dos Pássaros”
Después de haber construido esta versión histórica de la autogestión en diferentes
ámbitos, se realizó un estudio de tres meses en un barrio pobre de la ciudad o
megalópolis de São Paulo, en Brasil, que aquí se denomina “Jardim dos Pássaros”. El
sector estudiado tiene 11 años de fundado y en él coexisten casas de bloque (algunas de
las cuales son grandes, frisadas y pintadas, lo cual no es el caso de la mayoría) y casas
de cartón, madera, zinc o diversos materiales de desecho. Para el momento de su
fundación hubo diversos movimientos populares en la lucha por servicios básicos como
agua, luz, instalación de cañerías o vialidad –reivindicaciones por las que también
lucharon los religiosos que fueron a vivir al lugar. En 1991 comenzó una iniciativa de
las mujeres que participaban en la Comunidad Eclesial de Base, y que comenzaron a
reunirse para hacer pan y venderlo. Aquel trabajo fue creciendo hasta que, com el apoyo
de un cura que fue a vivir al barrio, se convirtió en una panadería comunitaria,
adquiriendo después registro legal y organización formal de su estructura: presidente,
vicepresidente, tesorero, secretario, consejo gestor. Posteriormente, en 1992, se formó
una cooperativa de costura que incorporó a otras mujeres del lugar, y en 1996 comenzó
a funcionar un preescolar con otros habitantes. Todos conforman la entidad “Mãos
Unidas-Jardim dos Pássaros”, en la que personas del barrio gestionan el funcionamiento
de estas tres iniciativas. También pertenecen a la entidad el cura, frei Paulo, que desde
hace 7 años no vive en el barrio, y una trabajadora social y una psicóloga que apoyan el
trabajo.

Buscando entender cómo podría definirse la autogestión en este contexto, caracterizado


por parámetros que pueden llamarse autogestionarios, se realizaron 20 visitas al barrio,
la mayoría de 8 o más horas. Fueron registradas en un diario de campo, y su contenido
fue revisado por las protagonistas de esa historia. En las visitas hubo relación con las
participantes de los tres proyectos de la entidad, intentando entender su cotidianidad a
través de observación directa (ver lo que hacían), observación participante (aprender a
trabajar en la panadería, el taller de costura y el preescolar, supervisada por ellas y
compartiendo sus otras actividades, como comida o limpieza del lugar) y
conversaciones sobre su día a día y sobre autogestión. Así, se emprendió lo que P. Spink
(1998) denomina una observación interactiva abierta, éticamente responsable, que
implica diálogos y prácticas discursivas como elementos de la procesualidad de la vida
cotidiana.

A lo largo de los tres meses se encontró que tanto las prácticas cotidianas de
organización como los usos del nombre “autogestión”son diferentes en los tres
proyectos, inclusive entre personas de un mismo proyecto. Se consideró, por lo tanto,
que no sería posible hablar de un mismo tipo de autogestión en la entidad como un todo,
pues parecía haber diferentes formas de ejercerla. Tales formas no eran estáticas; por el
contrario, cambiaban en el transcurso de la historia de cada proyecto, pasando por
cuatro categorías: la autogestión mocrocomunitaria, la agente externa, la sin patrón y la
libertaria.

La elaboración de pan que comenzó de forma voluntaria, sin mecanismos “formales” de


participación, podría entenderse como microcomunitaria: la agrupación emprendía
acciones colectivas dirigidas a una necesidad específica que sentían, que beneficiaba a
los habitantes, a la comunidad religiosa y a ellas mismas sin traer ninguna proposición
explícita de transformación social (aunque había, en el proceso de organización, una
transformación psicosocial o micropolítica en las participantes). Esa iniciativa surgió
por idea de una religiosa que vivía en el barrio y que tuvo que salir de él, después de lo
cual el trabajo comenzó a decaer, y resurgió con el apoyo de una trabajadora social,
quuien sugirió que ellas hiciesen pan industrializado. Llegó frei Paulo y “formalizó”el
proyecto, pidiendo recursos a la Alcaldía para construir una panadería comunitaria, com
la asesoría de dos profesionales: la trabajadora social y la psicóloga. En esa etapa se dió
un complejo proceso de cambio de una autogestión “microcomunitaria”a una que
pretendía ser “sin patrón” (a pesar de las aspiraciones libertarias del cura) y que pasó
por momentos de “autogestión agente externa”. –que se ve por el cambio radical en la
forma de organización adoptada, que trajo una separación del grupo cristiano en
empleados o no de la panadería, así como un empleo estable y una panadería amplia y
bien dotada... cosas que ellas no habían soñado. Para una de las participantes, la nueva
estructura organizativa sugerida por el frei introdujo la propuesta de autogestión en la
entidad. El proyecto fue institucionalizándose sin tener como objetivo claro una
transformación de la sociedad, o mejor dicho, que se constituye en algunos momentos
como objetivo difuso: por ejemplo, mientras para algunas integrantes la panadería tiene
por función vender a precios bajos y así regular los precios de la región en beneficio de
sus habitantes, otras dicen que ella “es un empleo en el que apenas se vende”.

El taller de costura nació junto con la entidad en tanto estructura formal, y comenzó
como iniciativa microcomunitaria, impulsada y no dirigida por el frei, en la cual se
beneficiaba a los vecinos del lugar al vender más barato, al tiempo que las propias
organizadoras tenían un trabajo cerca de sus casas. Comenzaron con grandes esfuerzos
y, a pesar de haber muestras de autogestión agente externa respecto al consejo gestor de
la entidad –que era visto como un “jefe” según cuyas reglas debían funcionar- ese
mismo consejo no se ocupó mucho de la costura por estar muy ocupado con la
panadería, y ellas fueron constituyéndose, entre grandes conflictos y decisiones
autónomas, en una autogestión sin patrón. No tenían jefe, pero tampoco eran dueñas de
los recursos: les gustaba mucho su trabajo, que era más visto como la concretización de
una necesidad sentida que como un mecanismo de transformación social.

La escuela, el proyecto más reciente, nació con una aspiración libertaria, pues propone
un cambio a mediano y largo plazo a partir de la formación de niños que no tienen
acceso a la escuela, tratándolos como sujetos activos; además, se propone que las
personas decidan conjuntamente el rumbo del proyecto, y que reciban beneficios iguales
(esto también ocurre ahora en la panadería y en el taller de costura). La escuela
comenzó como un sueño de una gran figura comunitaria, en 1979, y el hecho de que se
realizase casi 20 años después les permitió a sus protagonistas delinear con claridad sus
ideas y aprender de los aciertos y errores de los otros dos proyectos. Surgieron a partir
de recursos propios, no conseguidos por el cura ni por nadie ajeno al proyecto, y tal vez
por ese motivo, los peligros de una autogestión “agente externa” fueron menores que en
los otros dos casos.
La noción de agente externo en la entidad es igualmente dinámica y difusa: adquiere
relevancia cuando la persona de fuera ejerce algún tipo de autoridad en los proyectos, lo
cual puede ocurrir apenas en momentos específicos. Es éste un tema muy sutil y
complicado, en el que faltan muchas cosas por decir e investigar, y que necesariamente
debe ser profundizado.

Con tanta variedad de sentidos autogestionarios, vale la pena seguir usando el término?
Si se utiliza de forma crítica y reflexiva, acompañando los cambios cualitativos en las
experiencias asociadas a este nombre, sí que vale la pena, y tiene un gran peso histórico
que debe ser rescatado en la vida cotidiana y en la producción psicosocial. Si se piensa
cotidianamente si estamos o no siendo autogestionarios, y en qué sentido, nos vemos
obligados/as a reflexionar sobre lo que significa “auto” en cuanto a condiciones y
principios de trabajo, quién pertenece al colectivo y en qué condiciones; qué tipo de
relaciones se construyen en esa autogestión. Necesitamos profundizar en la
“micropolítica de construcción de la realidad”(o sea, de quién son las palabras usadas,
los sentidos, las versiones que circulan; P. Spink, 1999) para que no se corra el peligro
de imponer procesos a otras personas usando la autogestión como bandera de lucha por
ideales igualitarios. Necesitamos que la reflexión sobre el tipo de autogestión que
proponemos enriquezca nuestra acción y nos permita, como diría Nietzsche, que
trabajemos para hacer de ella una obra de arte.

Este trabajo es un resumen de mi tesis de maestría, que se encuentra en la Pontifícia


Universidade Católica de São Paulo, en Brasil. Si alguien está interesado en leer la tesis
o en discutir más profundamente el tema, puede solicitarlo escribiendo a:
bonetti@npd.uel.br, o bien a: Rua Flor da Manhã 110, bloco 3, ap 41. Jardim Colina
Verde (CEP 86001-970). Londrina-PR – BRASIL.

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