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Las unidades de cuidados paliativos

permiten controlar el sufrimiento del


paciente terminal

y proporcionarle apoyo emocional, incluso


desde su propia casa

MONOGRAFIA
SOBRE ASPECTOS
ESPIRITUALES
RELACIONADOS
CON LA CALIDAD
DE VIDA DEL
ADULTO CON
ESTADO TERMINAL
I. INTRODUCCION

En la actualidad, vivimos en una época que ha enmudecido frente a la muerte,


una época donde la ciencia se ha preocupado por tener los recursos necesarios
para prolongar la vida en una persona con enfermedad terminal, a través de la
sofisticación de aparatos y procedimientos, mientras los pacientes y familia se
preocupan por el desenlace y el prospecto de un morir de inquietante calidad.
Se podría afirmar que nuestra sociedad no nos prepara para enfrentar el dolor,
para consolar y menos para responder a las pérdidas en este caso, la muerte.
La Calidad de Vida relacionada con la Salud (CVRS) puede ser definida como el
nivel de bienestar derivado de la evaluación que la persona realiza de diversos
dominios de su vida, considerando el impacto que en éstos tiene su estado de
salud (Urzúa, 2010). Esta incluye la evaluación que realiza cada individuo
respecto a la salud y al grado de funcionamiento para realizar las actividades
cotidianas (Schwartzmann, 2003).
La fase de la agonía es el último proceso de la muerte, esta es una experiencia
difícil para todo ser humano, ya que suscita muchas necesidades: físicas,
emocionales y espirituales, tanto en el paciente como en la familia. Es por ello
que el equipo de salud, en especial el profesional de enfermería, que por la
naturaleza de su trabajo se va involucrando no sólo profesionalmente sino
emocionalmente, suele ser quien primero identifica las necesidades espirituales
del paciente y por ello quien podrá proporcionarle la ayuda deseada como parte
de su atención integral. Ante un enfermo sin curación, existe una persona con
muchas necesidades y cuidados que atender, pues no se debe olvidar que nos
encontramos ante uno de los momentos más críticos: la muerte.
Interrogantes como: ¿Por qué a mí?, ¿Qué he hecho yo?, ¿Hasta cuándo?, son
signos del espíritu y están presentes cuando el paciente terminal manifiesta una
idea de sí mismo, cuando revisa sus creencias; signos que pueden y deben ser
percibidos como sintomáticos de unas necesidades espirituales a las que hay
que dar una respuesta con la misma urgencia y tenacidad que los aplicados al
control de los signos biológicos.
Las necesidades espirituales, son el vigor natural y la virtud que alienta y fortifica,
da fuerza y valor para afrontar los acontecimientos, en este caso, la muerte. Por
ello, el profesional de enfermería debe estar capacitado no solo en el
conocimiento de las ciencias médicas sino en el aspecto social y espiritual,
permitiendo brindar un cuidado holístico, situación que el paciente espera ser
satisfecha.
II. DESARROLLO DEL TEMA

CALIDAD DE VIDA DEL ADULTO EN ESTADO TERMNAL


La calidad de vida es un aspecto de primordial valor en el ámbito sanitario,
puesto que hace referencia al bienestar físico, mental y social de las personas.
La OMS había definido calidad de vida como la «percepción del individuo de su
posición en la vida en el contexto de la cultura y sistema de valores en los que
vive y en relación con sus objetivos, expectativas, estándares y
preocupaciones».
La esencia de este concepto está en reconocer que la percepción de las
personas sobre su estado de bienestar físico, psíquico, social y espiritual
depende en gran parte de sus propios valores y creencias, su contexto cultural y
su historia personal.
EL PACIENTE EN ESTADO TERMINAL
Paciente terminal Es la persona que sufre una enfermedad irreversible, cuya
muerte se espera que ocurra a pesar de todos los esfuerzos a nuestro alcance.
Es decir, está en el proceso final de la vida, viviendo de acuerdo a sus
circunstancias individuales, familiares, socioculturales y las de su entorno.
Según Elba Suárez, paciente terminal significa que ya no queda recursos
médicos posibles para poder devolverle la salud a la persona y lo único que se
puede hacer es proporcionarle atención integra, sustentada en objetivos que
buscan principalmente aliviar el sufrimiento, evitar la prolongación infinita del
proceso de morir y mantener el mayor bienestar posible.
Los enfermos en la fase terminal son un grupo especialmente vulnerable en el
sentido de que tiene una mayor necesidad de los otros así como del sentido y
razón de ser.

LA ESPIRITUALIDAD EN PACIENTES CON ENFERMEDAD EN ETAPA


TERMINAL
La espiritualidad es “la aspiración profunda e íntima del ser humano, el anhelo
de una visión de la vida y la realidad que integre, conecte, trascienda y dé sentido
a la existencia” (p. 59).
La espiritualidad no se puede definir en términos cerrados de creencias; sí que
se dan elementos comunes en toda espiritualidad, como son :
 Búsqueda, aspiración y anhelo. El ser humano siempre está en búsqueda,
desde su experiencia de ser inacabado. La meta puede plantearse de
formas muy diversas: felicidad mayor, mejor conocimiento de uno mismo,
paz interna más prolongada en el tiempo, reconciliación con los de nuestro
alrededor, profundidad espiritual, etc. Cuando hablamos de necesidad
espiritual , no hablamos únicamente de un déficit, sino además como una
expectativa a alcanzar, una potencialidad a trabajar.

 Sentido. Los seres humanos tendemos a vivir de manera congruente y


coherente, buscando darle sentido a lo que hacemos y lo que somos.

 Conexión. Las personas poseemos una necesidad de relación, sea con


nosotros mismos, con los demás, o con una realidad que nos trasciende.
Es por eso que el ser humano necesita desarrollarse en cuanto a una
actitud de apertura hacia el exterior, percibiendo nuestro alrededor de un
modo diferente, de manera que tomemos conciencia de la relación íntima
de todo con todo, de la realidad interconectada. Desarrollar esta
capacidad hace que nos sintamos parte de una totalidad, haciéndonos
conscientes de que nada nos es ajeno, pues forma parte de nosotros
mismos.

 Trascendencia. Trascender implica romper con lo individual y particular


como razonamiento para alcanzar la suficiencia, por lo que implica abrirse
al encuentro con el o los otros que me vinculan, me contienen, me
superan.

Como primera noción de espiritualidad, Weinstein (2004) apunta que es una


relación con lo trascendente, lo “otro”, donde se da una intencionalidad de
reconocimiento, de actualización, de promoción, de mejoramiento de lo que es
de “aquí” a partir de esta acogida o prácticas más evolucionadas. Destaca
asimismo que debe de existir una apertura a la incertidumbre, que implica dejar
de negar una parte básica de la situación humana: el no saber. Repasando el
modo de ser autoritario a lo largo de la historia así como el fanatismo religioso
(que sostiene la religión del mercado), se ve aún más urgente la necesidad de
llegar a una espiritualidad que asuma la incertidumbre.

A lo largo de su vida profesional las enfermeras van a encontrar básicamente,


tres arquetipos de personas:
 Personas que para nada valoran lo espiritual.
 Personas que valoran la espiritualidad y la expresan a través de una
religión.
 Personas que valoran en gran medida la espiritualidad, pero que no la
expresan a través de un credo religioso.
La espiritualidad forma parte de la dimensión humana de la persona, es
precisamente lo que nos hace humanos. Pero se trata de un fenómeno poco
estudiado por las enfermeras, quizás porque estamos inmersos en un mundo
científico que niega todo aquello que no se percibe por los sentidos y porque no
existe una definición clara del concepto.

Según Kathleen Dowling Singh, en pacientes con enfermedad terminal el


despertar espiritual sucede en diferentes fases. Primero se transita por una fase
de Caos, que coincide con las etapas de negación, ira, negociación y depresión
descritas por Kübler-Ross en su famoso libro "Sobre la muerte y los moribundos".
La segunda fase se denomina de Rendición y en ella el paciente va trabajando
asuntos pendientes, va aflojando resistencias, renuncia a mantener el control y
toma conciencia de la realidad que antes negaba.
La última fase es la de Trascendencia y se caracteriza por un periodo de paz,
serenidad, incluso alegría de espíritu, el paciente intuye, sabe y conoce; algunos
incluso manifiestan que en esta fase reciben "la visita" de seres queridos o
significativos ya fallecidos (un familiar, Jesús, algún santo o miembro de su
comunidad). A esta última etapa se suele llegar cuando el paciente se encuentra
por debajo del valor 30 en la escala de Karnofsky.
En este sentido, cuando un paciente plantea, de algún modo, que necesita hablar
de estos temas, jamás se debe eludir la cuestión, pues los pacientes con
enfermedades en etapa terminal necesitan y demandan atención aquí y ahora;
si se rechaza la cuestión en ese momento, después ya es tarde y se pierde la
posibilidad que se nos ofrece. Ahora bien, si el profesional no es capaz de
afrontar el reto, si percibe que la situación le supera, deberá ofertar la actuación
de otro miembro del equipo mejor preparado en estos campos o, dado el caso,
de un capellán, pastor, imán, agente de pastoral o algún miembro significativo
de su comunidad.

¿EXISTE EL SUFRIMIENTO DEL ESPÍRITU?


La convulsión espiritual que el estado de terminalidad provoca, puede despertar
en cualquier momento, o no despertar nunca. Si el enfermo en el transcurso de
su vida se ha hecho preguntas de tipo existencial, religioso, o de relaciones
humanas no resueltas, estas volverán a surgir al final y es posible que desee
hablar sobre ellas, en particular durante las últimas horas de la tarde o por la
noche.
La idiosincrasia espiritual de cada persona se forja durante su vida, por lo que
no es extraño que los sentimientos que hayan predominado en ella, esperanza,
desesperanza, desesperación, afloren al final.
Estos temores no siempre se manifiestan, por la gran fuerza de la tradición de
aguantar impávido las inquietudes o las dudas, o por el deseo de proteger a sus
familiares y amigos.

Es importante distinguir entre la dimensión espiritual o el dolor moral y la


religiosa, íntimamente relacionadas e incluyentes, pero no necesariamente
coincidentes entre sí, ya que mientras la dimensión religiosa comprende la
disposición y vivencia de la persona en su relación con Dios, dentro del grupo al
que pertenece como creyente, en sintonía con modos concretos de expresar la
fe, la dimensión espiritual es más amplia, abarca el mundo de los valores y la
pregunta por el sentido último de las cosas, de las experiencias, de todo lo que
está o no está resuelto en el corazón de cada uno.
LAS NECESIDADES ESPIRITUALES :
Según Shelly y Fish, la identificación de la necesidad espiritual en la mayoría de
las personas se dirige hacia la búsqueda de un propósito o significado: necesidad
de perdonar, amar, y relacionarse. Esto tiene una trascendencia indiscutible en
la vida de las personas, e influye en sus condiciones, modos y estilos de vida, en
sus actitudes y en sus sentimientos respecto a la enfermedad y a la muerte. Así
pues la espiritualidad se vive, pues nace de una experiencia personal, la cual
aporta plenitud y sentido de vida a los individuos.
“La espiritualidad no puede ser enseñada, tan solo puede ser descubierta”
(Citado por Guía SECPAL, pág. 50), indicar que en la intervención con los
pacientes en situación terminal la espiritualidad saldrá a relucir de un modo
especial, debido a la proximidad de esa experiencia vital que es la muerte, y el
equipo de profesionales deberán estar atentos a tal surgimiento para responder
a él.
La espiritualidad se define como estar conectado con uno mismo, con otros, con
una fuerza vital con Dios, lo que permite experimentar un sentido de
trascendencia personal y darle sentido a la vida. Es una fuerza unificadora e
integra la parte física, emocional y espiritual del ser humano. La espiritualidad
ayuda a las personas a encontrar un propósito en la vida, a entender las
vicisitudes de la misma y desarrollar sus relaciones con Dios o con un poder
superior, es decir permite que la persona acepte que no esta sólo y que existe
alguien o algo que le ayudará en el proceso de sanación o en el progreso de su
salud física o bienestar.
La dimensión espiritual permite al individuo relacionarse con el mundo, dándole
un significado y sentido a la existencia. Establece, además una puerta común
entre los individuos, pues lo trasciende y les permite compartir sus sentimientos.

Las necesidades espirituales, como manifestación de la espiritualidad, se


encuentran igualmente relegadas y no hay un modelo claro de actuación para
las enfermeras. Sin embargo, la enfermería es precisamente la profesión que
debe garantizar un cuidado de excelencia a los pacientes frente al "dolor total"
propugnado por Cicely Saunders. Este hecho es aún más palpable en el ámbito
de los cuidados paliativos, cuando nuestros pacientes afrontan sus últimos días.
No obstante, son muchos los profesionales enfermeros/as que no perciben como
propia la satisfacción de las necesidades espirituales de los pacientes.

Ser paciente de estado terminal supone, pues, un arduo trabajo interior con
unas necesidades espirituales que podemos concretar en las siguientes:
1. Necesidad de ser reconocido como persona.
La enfermedad rompe la integridad del yo, supone una pérdida de los
antiguos roles y de las funciones que antes se desempeñaban. La
despersonalización de las estructuras sanitarias contribuye a esa pérdida
de identidad, fomentando una sensación de aislamiento e inutilidad. A
veces los pacientes tienen la impresión de que son sólo un número o una
enfermedad. Pero el enfermo tiene un nombre, una familia, una historia,
inquietudes y proyectos y necesita ser reconocido como persona.

2. Necesidad de releer su vida.

La enfermedad y la cercanía de la muerte hacen que el paciente pueda


necesitar hablar de su vida, recordar momentos alegres, lugares
especiales, acontecimientos vividos, cosas positivas realizadas, etc. Todo
eso, debidamente integrado, puede ayudar al enfermo a cerrar su ciclo
vital de una manera armoniosa y serena. Vimort observa que es necesario
tener una idea suficientemente positiva de la propia existencia para
afrontar la muerte en las mejores condiciones. Los enfermos aceptan más
fácilmente ver llegar el fin de su vida cuando pueden pensar que todo ha
ido bien, cuando el balance es más bien positivo. Las personas que le
acompañan también pueden ayudar al enfermo a no limitar la relectura de
su vida a su lado negativo.
3. Necesidad de reconciliarse.
Con cierta frecuencia el enfermo vive la enfermedad como una expiación
de la vida pasada, como un castigo. Es importante detectar los
sentimientos de culpa si los hubiere. La sensación de haber hecho daño
a alguien también puede causar sufrimiento. En esos casos es necesario
reconciliarse para poder decir adiós. En muchas ocasiones se detectan
errores cognitivos que pueden ser reestructurados con la atención de un
profesional cualificado. Esta necesidad se expresa en lo que algunos
pacientes llaman “poner en orden sus asuntos”. Las necesidades de
reconciliación, se suelen manifestar como el deseo de llamar o recibir la
visita de una persona que llevaba largo tiempo distante. Para los
creyentes, puede resultar muy liberador recibir la asistencia del sacerdote
o líder religioso que les ayude. Parece que para afrontar la muerte de una
manera apacible y serena es necesario recibir el perdón de los otros, de
perdonar a los otros, de perdonarse a sí mismo, de estar en armonía con
la trascendencia, sea expresada o no bajo la forma religiosa.
Barbero (2002) señala que toda persona en algún momento de su vida ha
sentido que ha dañado a alguien. Jung apunta que la persona moribunda
necesita urgentemente rectificar lo que no ha vivido bien. Vimort (1987)
afirma que todo momento será bueno para retirar y alejar el mal que
hayamos hecho. Según Torralba (2004) esta necesidad se percibe más
intensamente en las personas en situación terminal, ya que la urgencia de
reconciliación es inmediata. Para enfrentarse a la muerte de una forma
serena y apacible es necesario según Thieffrey (1992) que los otros le
perdonen, perdonar a los otros y a sí mismo.

4. Necesidad de relación de amor.


El hombre es un ser por naturaleza inclinado a relacionarse. Tiene
necesidad de amar y sentirse amado. La enfermedad, aunque conlleva el
riesgo del egocentrismo, o del sentimiento de soledad, también puede ser
ocasión de descubrir la necesidad que tenemos de los demás y de valorar
esta relación y esta presencia. Ser amado al final de la vida es sentirse
aceptado tal cual es a pesar de la situación en que se encuentra.
5. Necesidad de una continuidad.
Releer su vida puede ayudar al enfermo a dar una continuidad entre su
pasado y presente, de un modo integrador. La continuidad puede dirigirse
igualmente hacia el futuro, respecto a una obra realizada, una causa o
ideal, una empresa o asociación que puede perdurar, los
descendientes…Existe también con frecuencia un deseo de continuidad
después de la muerte, pero acompañado de muchas dudas incluso entre
los creyentes, en cuanto a si existe de verdad una vida en el más allá.
6. Necesidad de encontrar sentido a la existencia y su devenir.
La cercanía de la muerte se presenta como la última crisis existencial del
hombre. La pregunta por el sentido de la vida conduce, en muchos
enfermos, a una búsqueda a veces dolorosa, con renuncias y nuevos
compromisos. La cercanía de la muerte coloca a cada uno frente a lo
esencial. Vimort plantea que el enfermo busca identificar y rectificar las
decisiones y orientaciones fundamentales que han guiado su vida.
Deschamps cita que este sentido de la vida no puede darse si no que
debe encontrarse. Frankel afirma que todo hombre puede encontrarle un
sentido a su vida, incluso al sufrimiento. El sentido encontrado frente a la
muerte vuelve a dar sentido a la vida.
7. Necesidad de auténtica esperanza, no de ilusiones falsas.
El término esperanza nos remite al presente, pasado y futuro del enfermo.
Respecto al presente, podemos centrar la esperanza en alcanzar
objetivos muy próximos, que satisfagan lo que el paciente en ese
momento pueda vivir como auténtica calidad de vida (lo que P. Barreto
llama “ensanchar la esperanza en el aquí y ahora”). «Saber vivir al día»
es un aprendizaje doloroso pero fecundo. Respecto al pasado, el paciente
puede tener la necesidad de volver a leer, de conectar, de volver a
apropiarse su vida…bajo una nueva perspectiva. Y respecto al porvenir,
el tiempo limitado puede ser vivido como una frustración, una angustia…
Pero también puede ser una apertura a la trascendencia más allá de la
muerte.

Barbero (2002) señala que la esperanza nace normalmente de las


experiencias positivas de la vida, aunque sea en medio del sufrimiento, y
que la esperanza en el más allá también brota de las experiencias
positivas del mundo terrenal teñidas de afecto, unión y solidaridad. Según
Kübler-Ross, la esperanza es lo único que se mantiene durante las
diferentes fases, como el anhelo de que todo lo que sucede tenga un
sentido, y que muchas veces son concretas, como la esperanza en que
todo sea un sueño.
Desde una perspectiva cristiana, Barbero (2002) señala las necesidades
espirituales siguientes:
 Para gran parte de los creyentes, el sufrimiento, la enfermedad grave y la
cercanía de la muerte pone a prueba su fe, haciéndose preguntas como
“¿Por qué Dios no interviene? ¿Acaso rezo para nada?”. Sin atravesar
esta crisis es difícil que se avance hacia una fe más profunda.

 Una señal de apertura a la trascendencia puede ser la demanda de que


un sacerdote pase a visitarle.

 A la persona enferma puede serle de utilidad leer salmos, pues en ellos


puede reconocer sus gritos y su confianza. Igualmente en los textos
cristianos puede hallar su jerarquía de valores nueva, y tomarlos como
expresión cristiana.

 La Unción (sacramento de los enfermos) significa para muchos la


expresión de desear estar reconciliados por Aquél que perciben como
origen y esencia de su identidad; es decir, tal gesto es la sencilla
expresión de la fe en la acción de Dios.
Tras releer toda su vida, algunas personas desean vivir una “confesión general”.
Otros demandan la seguridad sacramental de un perdón. Otras personas, por
medio de la comunión, encontrarán la forma de expresar su apertura a la
trascendencia, así como la seguridad de formar parte de una comunidad
creyente. Definitivamente el cristiano tratará de mantener en su vida la
coherencia con su fe, intimando en su relación con Dios y expresando su fe por
medio de ritos o celebraciones.
Para Jean Vimort (1987) identificó una serie de necesidades espirituales en
enfermos y ancianos, como la necesidad de reconciliarse con su existencia, de
volver a tomar sus opciones fundamentales, de liberarse de la culpa, de
reencontrarse solidaridades, de creer en que la vida tiene continuidad, de
despedirse dignamente de los suyos, o de creer que existe un más allá tras la
muerte.
Alba Payás (2000) menciona, en palabras de Doka (1993) y Corr y colaboradores
(2000), que en la etapa última de la vida el individuo afronta distintas
necesidades espirituales esenciales que, si se elaboran de manera efectiva, le
permitirán encontrar sentido a su vida y ayudarán a que persistan la esperanza
y aceptación ante la llegada de la muerte, destacando en su trabajo una de las
tres necesidades espirituales que apunta: la necesidad de sentir que uno es
amado y de amar hasta el fin de la vida.

La tradición budista, según Longaker (1997), prepara la muerte de la siguiente


manera:
 Renunciando a los apegos, que pueden ser “el cuerpo, la apariencia física
y la independencia, las pertenencias y la fortuna, los trabajos y talentos,
los amigos, la familia y los sentimientos de responsabilidad hacia ellos”.

 Arreglar todos los temas económicos y de trabajo pendientes. Hacer


ofrendas antes de morir a los pobres se considera beneficioso.

 Preparar las emociones, arreglando las relaciones, expresando amor,


llorando y diciendo sinceramente el adiós a los seres amados.

 Es importante que al irse acercando el momento de la muerte, la


habitación esté tranquila y únicamente puedan estar los familiares o
amigos que permitan favorecer un ambiente cálido, de paz y de
sinceridad, gracias a una práctica espiritual sentida y continua.

 Las enseñanzas del budismo tibetano consideran que la muerte es una


oportunidad única y especial para conseguir la liberación. La manera
suprema de prepararnos espiritualmente para la muerte es practicar y
formarnos a lo largo de la vida en la vida espiritual comprometida, para
así alcanzar la experiencia continua de la naturaleza verdadera de nuestra
mente. Si así lo hacemos, al morir únicamente deberemos mantenernos
en meditación, sin ninguna distracción, permaneciendo en la “luminosidad
y espaciosidad, que todo lo llena, de nuestra verdadera naturaleza”.
Igualmente Longaker (1997) señala que atender espiritualmente a un enfermo
en situación terminal sin ningún tipo de creencia espiritual puede consistir en:
 Prestarle ayuda para enfrentarse a la muerte con el corazón y la mente
puros y en paz, lejos de emociones angustiosas como el deseo, el apego,
la rabia o la frustración.

 Ayudar difundiéndoles nuestro amor, inspirándonos a nosotros mismos


con nuestra práctica espiritual cuando vayamos a verles, y prestándoles
ayuda para alcanzar la muerte con el sentimiento de que su vida ha tenido
sentido. Si la persona no tiene una práctica espiritual en la que refugiarse,
su preparación para la muerte puede ser ayudarle a desapegarse de sí
mismo, de las personas y de las cosas.

 Es muy necesario que le transmitamos cariño y que le permitamos


expresar sus necesidades y sentimientos; percibirá su muerte con menos
miedos si se siente acompañado y seguro en el momento presente.

EL APOYO y ACOMPAÑAMIENTO ESPIRITUAL , se entiende como la práctica


de reconocer, acoger y dar espacio al diálogo interior de aquel que sufre, para
que él mismo pueda dar voz a sus preguntas y dar vida a sus respuestas.
Todas las Guías de Cuidados Paliativos consultadas subrayan la importancia de
tener en cuenta la dimensión espiritual en los pacientes terminales.
No existe evidencia apropiada que determine cuál es la mejor forma de propor-
cionar apoyo espiritual. Tampoco se dispone de estudios con el diseño apropiado
para medir el impacto de la intervención sobre el sufrimiento espiritual, pero en
lo que la literatura consultada coincide es en la importancia de tener en cuenta
esta dimensión por sus repercusiones en el bienestar general y calidad de vida
del paciente terminal.
Una petición de eutanasia, el rechazo a comunicarse, el sentimiento de
culpabilidad, un deseo de reconciliación que no ha podido expresar o terminar,
la rigidez ante un acontecimiento ya pasado, etc. son a veces signo de un
sufrimiento espiritual que podemos atender.
No solo es importante la atención del equipo de profesionales que componen el
equipo de CP, sino también la dedicación de los miembros de la familia y
comunidad cercana. En palabras de Astudillo y Mendinueta “la terminalidad es
demasiado importante para que esté sólo en manos de sanitarios”. El enfermo
tiene necesidad de un confidente, pero es él quien lo escoge y no se puede
prever quien será el escogido, incluso puede recaer en aquel que
desempeña las tareas más humildes sin la pantalla de un aparato médico o
clerical.
Algunas pautas que podemos destacar en este acompañamiento espiritual
pasarían por:
o Mantener la identidad y dignidad del paciente. Este debe ser llamado por
su nombre, vigilar su aseo, su aspecto y su comodidad. Ser atendido en
sus angustias y dudas, ser mirado con estima y sin condiciones y ser
tenido en cuenta en la toma de decisiones en cuestiones que le incumben.
o Crear un lugar libre, sereno y sin temores donde se sienta seguro y pueda
recibir visitas.
o Valerse de la compasión entendida como la actitud que nos lleva a
acercarnos con ternura y sensibilidad al sufrimiento del otro y a ayudarle
actuando con confianza, serenidad y coraje.
o Ayudarle a mantener el rol familiar y social, por ejemplo permitir al enfermo
que pueda votar o compartir acontecimientos familiares; y darle a conocer
los recursos de los que dispone.
o Permitirle disfrutar de las pequeñas cosas del día a día, escuchar el canto
de los pájaros, una buena comida o tomar un baño de sol.
o El paciente necesita amar y ser amado. Necesita no sólo recibir sino
también darse, tener una relación positiva con su entorno, con sus seres
queridos y con los que le atienden. Las personas muy enfermas anhelan
que las toquen, anhelan que las traten como personas vivas y no como
enfermedades. Puede darse mucho consuelo a los enfermos
sencillamente acariciándolos suavemente, acunándolos entre los brazos,
cogiéndoles la mano o respirando al mismo ritmo que ellos. El cuerpo
tiene su propio lenguaje de amor.
o La escucha activa es posiblemente una de las herramientas más
importantes en estos momentos en que se acerca el final. Se trata de
provocar un espacio en el que el enfermo podrá formular sus angustias y
sus dudas, sus esperanzas y sus temores, sus deseos y experiencias;
escuchar con benevolencia la historia de una vida. Esta escucha no evita
todo el sufrimiento, ni el luto, ni el trabajo de renacer, pero abre un pasillo
humanizado y preserva la identidad de aquel que lo sufre.
o Proporcionar información sincera, sensible y con margen de esperanza;
establecer una comunicación empática y activa.
o Facilitar ciertas gestiones de reconciliación como por ejemplo propiciar un
encuentro con un miembro de la familia o un amigo o posibilitar una
diligencia sacramental. Algunos pacientes expresan el deseo de vivir una
confesión.
o Permitirle «poner en orden sus asuntos”, redactar un testamento, arreglar
unos papeles, tomar decisiones respecto a su funeral…. La cuestión es
ayudar al enfermo a amar su vida; para aceptar mejor el perderla.
o Para satisfacer la necesidad del encuentro con lo trascendente, algunas
técnicas potencialmente útiles son: facilitar la revisión de los
acontecimientos vitales más significativos, identificando los frutos de cada
etapa.
Esto puede realizarse por medio de fotografías, objetos queridos, etc.;
identificar los asuntos pendientes no resueltos; leer conjuntamente
algunos textos espirituales; proporcionar lecturas que puedan ser
terapéuticas; para el creyente facilitar oraciones escritas, invitarle a rezar,
orar conjuntamente, etc.; sugerir un tipo de música que pueda acompañar
el proceso; meditaciones guiadas; promover la escritura creativa: diarios,
testamentos espirituales para su gente, etc.

Las condiciones del apoyo espiritual según B. Millison son:


– Atreverse a comprometerse espiritualmente con el enfermo.
-Ser consciente de su propia espiritualidad, sea religiosa o no.
-No imponer sus propios valores espirituales al enfermo.
-Aceptar que alguien poco religioso llegue a ser más religioso en un momento de
crisis.
-Alentar la demostración de la espiritualidad de los pacientes incluso si esta
manifestación difiere o se opone a la suya.
Para terminar os dejo con la declaración de Derechos de los pacientes
terminales.
 Tengo derecho a ser tratado como un ser humano vivo hasta el momento
de mi muerte.
 Tengo derecho a mantener una sensación de optimismo, por cambiantes
que sean mis circunstancias.
 Tengo derecho a ser cuidado por personas capaces de mantener una
sensación de optimismo, por mucho que varíe mi situación.
 Tengo derecho a expresar mis sentimientos y emociones sobre mi forma
de enfocar la muerte.
 Tengo derecho a participar en las decisiones que incumben a mis
cuidados.
 Tengo derecho a esperar una atención médica y de enfermería
continuada, aun cuando los objetivos de “curación” deban transformarse
en objetivos de “bienestar”.
 Tengo derecho a no morir solo.
 Tengo derecho a no experimentar dolor.
 Tengo derecho a que mis preguntas sean respondidas con
sinceridad. Tengo derecho a no ser engañado.
 Tengo derecho a disponer de ayuda de y para mi familia a la hora de
aceptar mi muerte
 Tengo derecho a morir en paz y dignidad.
 Tengo derecho a mantener mi individualidad y a no ser juzgado por
decisiones mías que pudieran ser contrarias a las creencias de otros.
 Tengo derecho a discutir y acrecentar mis experiencias religiosas y/o
espirituales, cualquiera que sea la opinión de los demás.
 Tengo derecho a esperar que la inviolabilidad del cuerpo humano sea
respetada tras mi muerte.
 Tengo derecho a ser cuidado por personas solícitas, sensibles y
entendidas que intenten comprender mis necesidades y sean capaces de
obtener satisfacción del hecho de ayudarme a afrontar mi muerte.

Si quieres ampliar información te remito a estos interesantes artículos y guías:

BENEFICIOS DE LA ATENCIÓN ESPIRITUAL EN EL ENFERMO TERMINAL:


Shelly y Fish, según cita Caro de Pallares (2004), señalan que la búsqueda de
un propósito así como de amar a los otros y a uno mismo, de perdonar y
relacionarse, (identificadas como necesidad espiritual), tienen una trascendencia
innegable en la vida de los individuos, influyendo en sus formas de vida,
condiciones de vida, estilos de vida, sentimientos y actitudes respecto a la
muerte y la enfermedad. Es una experiencia personal que la abarca por entero,
dándole sentido y plenitud a las personas.
Caro de Pallares (2004) menciona que es beneficioso tener en cuenta las
necesidades espirituales del moribundo, pues cuando al paciente se le fortalece
tal necesidad, la persona crece a nivel espiritual y comienza a sentir cambios en
su día a día: “participa en el tratamiento (…), mejora la capacidad de relación y
de compartir con los demás, demuestra serenidad interior, capacidad de valorar
lo cotidiano (…), reconoce el incomparable valor de la persona humana y la
capacidad de maravillarse con la simplicidad”.
Beatriz Sánchez Herrera (2004) señala que la unión entre la espiritualidad y la
salud no puede negarse, puesto que la evidencia deja ver claramente que las
prácticas espirituales “se asocian con mejores estados de salud, menor
depresión, mejores hábitos y menor mortalidad” (p. 8). Además la autora relata
que no es suficiente con afirmar que se tiene una creencia o práctica religiosa,
sino que éstas deben tener un papel importante en la vida del individuo, para que
tal relación constatada entre espiritualidad y salud esté presente. Para muchas
personas con enfermedad crónica o en situación de cercanía a la muerte, la
espiritualidad es esencial para hacer la vida productiva y disfrutar de ella.
Rodrigues Gomes (2011) cita a Rousseau (2000) y a Chochinov (2006)
señalando que las implicaciones de la espiritualidad en la salud (como vertiente
del cuidar) “están siendo científicamente evaluadas y documentadas en
centenares de estudios, demostrando una fuerte relación con varios aspectos de
la salud física y mental, probablemente positivos y posiblemente causales”.

ENFERMERÍA Y LAS NECESIDADES ESPIRITUALES DE LOS PACIENTES


TERMINALES
La espiritualidad es uno de los muchos aspectos que representan la totalidad del
ser humano; representa un aspecto de la vida del ser humano de índole personal
y sensible, tanto para el cliente como para el profesional de enfermería. Sea por
desconocimiento o por falta de interés este cuidado espiritual se brinda pocas
veces o simplemente no se da.
El paciente terminal requiere aceptación de sus valores y creencias religiosas
por las personas que lo rodean, como su familia, el equipo de salud en especial
el equipo de Enfermería debido a la naturaleza de su trabajo para ayudarle en la
satisfacción de las necesidades espirituales.
El profesional de enfermería no puede pasar por alto el proveer cuidado
espiritual, pero al mismo tiempo debe saber reconocer sus propias creencias y
valores espirituales; para así poder identificar las necesidades del paciente y
ofrecer el cuidado de acuerdo a las creencias espirituales y religiosas de cada
individuo.
La enfermera debe valorar la participación actual o pasada en prácticas
religiosas o espirituales y notar las respuestas del paciente a preguntas sobre
sus necesidades espirituales (duelo, enojo, culpa, depresión, dudas, ansiedad o
intranquilidad) para ayudar a determinar si el paciente requiere atención
espiritual.
Para que una enfermera proporcione atención espiritual, debe estar dispuesta a
estar presente y brindar apoyo cuando el paciente experimente dudas, miedo,
sufrimiento, desesperación u otros estados psicológicos difíciles.
Las intervenciones que promueven el crecimiento o reconciliación espiritual
incluye estar presente en los momentos indicados; escuchar en forma activa;
brindar un sentido de atención, respeto y aceptación; utilizar técnicas de
comunicación terapéutica para promover la expresión verbal, sugerir el uso de la
oración, meditación o imaginación; y facilitar el contacto con líderes espirituales,
así como la participación en rituales espirituales.
El profesional de enfermería es parte esencial en el cuidado del individuo, por lo
tanto este cuidado no debe delegarlo sólo al personal clerical, debe integrarlo
con el aspecto psicológico, fisiológico y sociológico. Las necesidades de orden
espiritual forman parte del cuadro de necesidades humanas y requieren, como
cualquier otra necesidad, de la intervención adecuada, competente y profesional
de quienes ejercen la labor de cuidar.

III. CONCLUSIONES :

Un sentido de espiritualidad fuerte puede tener un impacto positivo sobre la


salud. La espiritualidad es un componente de la esperanza, los pacientes y
familias a menudo encuentran consuelo y fortaleza emocional en sus tradiciones
religiosas o creencias espirituales, sobretodo durante una enfermedad crónica,
grave o terminal. En otras ocasiones, la enfermedad y las tragedias pueden
provocar una pérdida de fe o sentido de la vida, así como una crisis espiritual.

Al enfermo terminal, los cuidados tienen como objetivo mejorar la calidad de vida
y preservar la dignidad, se hace así esencial integrar activamente al enfermo y a
su familia en los cuidados y, como prestadores de cuidados, identificar y
atenderlos de la mejor forma posible, minimizando el sufrimiento.
Debemos tener en mente que el enfermo terminal, progresivamente, se
desprende de las cosas terrenas, renuncia a sus actividades, a su imagen y a
sus proyectos, entretanto su energía psíquica se canaliza de otras formas
(HENNZEL, 2005). Se evidencia la espiritualidad como parte de la dimensión
humana, que en situación de enfermedad deba merecer cuidados, para así
favorecer que el enfermo retome su vida, realice algunos proyectos, ponga en
orden su vida tanto familiar como profesional. Por ello, el concepto de cuidado
en el ámbito de la asistencia al enfermo terminal pasa por la buena
comunicación, tras el establecimiento de una relación empática, basada en la
verdad. Se recomienda la mejora de la calidad asistencial al enfermo en el fin de
la vida, procurar mejorar las competencias para así enfrentar mejor con este tipo
de enfermo y necesidad peculiar de la espiritualidad.
IV. REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS

 Martínez, B. (2012). Enfermería En Cuidados Paliativos Y Al Final De La


Vida. Editorial Elsevier. España. Pag,253 .
 Ávila Meneses, N. R. (2009). Salud y educación holística. Una
aproximación al futuro trabajo de las ciencias de la salud. Revista Teoría
y Praxis Investigativa, 4 (1), 55-59
.
 Barbero L. (2002). El apoyo espiritual en cuidados paliativos. Lab Hosp;
263, 5-24.
 Cabodevilla, I. (2001). En Vísperas del Morir. Bilbao: Desclée De Brouwer.

 Caro de Pallares, S. (2004). Abordaje de la necesidad espiritual en la


relación de ayuda. Salud Uninorte, 18, 3-7

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