Vous êtes sur la page 1sur 229

Theudemir

1
Theudemir

2
Theudemir

Braulio J. Soto

Theudemir

3
Theudemir

4
Theudemir

Dedicatoria:

5
Theudemir

6
Theudemir

Índice

Introito
Los visigodos 011
Final Imperio Romano 021
Primeros visigodos en Hispania 031
Capítulo I
Ambientes 033
Capítulo II
Chindasvinto 055
Capítulo III
Recesvinto 069
Capítulo IV
Wamba 077
Capítulo V
Ervigio 101
Capítulo VI
Égica 117
Capítulo VII
Égica-Witiza 131
Capítulo VIII
Witiza 137

7
Theudemir

Capítulo IX
Rodrigo 151
Capítulo X
Theudemir 177
Capítulo XI
Conquista árabe, Achila. Damasco 187
Capítulo XII
Abd al-Aziz, Pelayo, Ardón. 201
Capítulo XIII
Pelayo, Guerra Civil, Final 217
Bibliografía 225

8
Theudemir

9
Theudemir

10
Theudemir

Introito
Los visigodos

Tratando, como se pretende, hacer la reseña de


un personaje de la talla de Theudemir, visigodo ilustre
de finales de dicho imperio en Hispania, creo importante
realizar, aunque sea someramente, un resumen que
hable de quienes eran y de cómo y porqué llegaron a la
península ibérica y durante cuantos siglos
permanecieron en ella.

El visigodo fue un pueblo originariamente


asentado en la delta del Danubio y que emigró de sus
lares presionado por los hunos. Se adentró en Europa,
no sin el consentimiento del Imperio Romano, habiendo
pactado con el Emperador Teodosio I su
establecimiento en una región conocida por Moesia que
limitaba con Dalmacia, Dardania, Dacia, entre otras
provincias latinas. Lo hicieron como foederatus, pueblo
confederado. Hoy estos territorios pertenecen a Serbia y
Bulgaria.
Formaron, desde entonces, parte de las tropas del
Emperador y lo hicieron como mercenarios, a pago
convenido.

11
Theudemir

Las primeras noticias de Alarico, colocándole al frente


de las mencionadas mesnadas, datan del año 394.
Alarico fue determinante para su pueblo y puede que
también lo fuera en la caída del Imperio Romano de
Occidente.
Cuando aconteció la muerte del Emperador
Teodosio I, año 395, los visigodos, motu propio,
rompieron la hasta entonces lealtad a Roma y sin
preocuparse por notificar novedades a los herederos del
Imperio, Honorio y Arcadio se desmarcaron como
foederatus y aprovecharon el momento para proclamar
Rey a Alarico, hasta entonces jefe militar.
Un año más tarde, 396, al mando de sus tropas, invadió
Macedonia, Tracia, Beocia y Fócida, destruyendo y
arruinando ciudades como Esparta, Corinto y Argos.
Atenas consiguió eludir asedio, destrucción y saqueo
previo pago de importantes cantidades de oro.
Fue esta una ocasión en la que pusieron en graves
apuros al Emperador de Oriente; pero Arcadio les
contuvo y frenó por medio del General Estilicón e hizo
que vieran las ventajas de replegarse, tras
determinados acuerdos, a unas tierras alejadas de
Bizancio.
El Emperador de Oriente, Arcadio, hijo mayor de

12
Theudemir

Teodosio I, pactó con Alarico y consiguió asentar a los


visigodos en la Provincia de Iliria, lugar perteneciente al
Imperio de Oriente, pero muy cercano a Italia.
Esto fue lo más parecido a quitarse unos problemas de
encima para pasarlos a su hermano Honorio, como así
fue.
La estratagema del Emperador Arcadio molestó en gran
manera al General Estilicón que con su ejército
intervenía en los graves asuntos de ambos imperios
romanos separados y que él consideraba obligados a
defenderse mutuamente.
La desavenencia debió ser grave pues, desde entonces,
se desinhibió de los asuntos provenientes del de
Oriente.
Tuvo razón Estilicón y el tiempo se encargó de
dársela. El año 400 Alarico y sus visigodos,
descontentos con las tierras de Iliria, zona muy
montañosa, marchó con sus guerreros sobre Italia y fue
arrasando lo que le venía al paso y así hasta que, otra
vez Estilicón, consiguiera detenerle y vencer en Verona.
Algo más tarde le derrotó nuevamente en la Batalla de
Pollentia y le obligó a retirarse de Italia. Esto último
sucedía un 6 de Abril del 402.
Es probable que, esta vez, el Emperador Honorio

13
Theudemir

y el General Estilicón llegaran a algún nuevo tipo de


acuerdo con Alarico, más justo sería decir alianza,
porque los problemas que ocasionaban las invasiones
bárbaras de norte eran cada vez más preocupantes en
el Imperio Romano de Occidente. Con suma urgencia
era necesario reducir el número de frentes de
confrontación y quitarse de encima uno tan importante,
como la presión visigoda, era muy aconsejable. Debían
frenar los acosos que llegaban por doquier.
A la insurrección de las tropas en Britania, se sumaba
que los suevos, vándalos y alanos, cruzaron el Rhin en
el 406, y se dedicaban a la devastación y recogida de
botín. Estos contratiempos lo fueron de mayor gravedad
cuando godos y vándalos hicieron acto de presencia en
el Norte de Italia.
En estos tiempos de encuentros y desacuerdos
entre romanos y visigodos, hubo un momento en el que
el Emperador Honorio, en definitiva Roma, convino con
Alarico unir sus ejércitos para ir contra el Imperio de
Oriente, pero al punto de llevar a efecto estos planes,
murió Arcadio y se abortaron los proyectos. Era el 408,
el mismo año en el que Alarico exigió al Senado
Romano, por medio de Estilicón, una compensación por
los planes fallidos y que el gobierno romano accediera a

14
Theudemir

la petición. Pero muy poco después cayó en desgracia


Estilicón y el Emperador Honorio mandó su ejecución y
ordenó anular los acuerdos de pago por indemnización
a los visigodos.
Lo que sucedió posteriormente viene a confirmar que
fue una decisión desacertada. Alarico invadió Italia, otra
vez más, y forzó a Honorio a refugiarse en Rávena,
ciudad prácticamente inexpugnable.
Corriendo el año 410, tras varios intentos de
llegar a un acuerdo con Honorio, entre los que figuraba
el ser reconocido como Magíster Militum, General de los
Ejércitos del Imperio, cosa que nunca llegaría a lograr,
sitió y saqueó Roma, exigiendo un gran rescate,
además del botín adquirido, entre el cual se hallaba el
rapto de Gala Placidia, hermana de Honorio.
Al parecer el gran sueño de Alarico fue la
conquista del Norte de África, granero del Imperio
Romano. El abastecimiento de sus hombres le había
dado grandes quebraderos de cabeza hasta entonces.
Hizo alguna intentona de acercarse hasta allá, como
cuando se llegó a Reggiana con la intención de
embarcar y una larga y gran tormenta le disuadió del
cometido.
Murió Alarico siendo muy joven, a la edad de 35

15
Theudemir

años en la ciudad de Cosenza y le sucedió en el cargo


su cuñado Ataulfo. Corría el año 410.
Los visigodos, con Ataulfo al frente, abandonaron
Cesena y se alejaron de Italia yendo a asentarse al sur
de La Galia.
El General Constancio, nombrado nuevo
Magíster Militum, amigo del Emperador Honorio e
interesado por la hermana tomada como rehén en
Roma, consiguió que el Emperador exigiera la entrega
de Gala Placidia, todavía en poder de los visigodos.
Ataulfo se negó en redondo a la petición y otra vez más
renació la guerra entre ellos. Los visigodos acosaron
Marsella, donde tenían intención de saquear los víveres
que tanto comenzaban a necesitar; pero sin éxito. El
Conde Bonifacio les venció en toda regla.
Se retiraron de la contienda y se dirigieron hacia el
oeste ocupando Tolosa, Narbona, Burdeos y otras
ciudades del Sur de Las Galias. A final del 413
dominaban Aquitania, Narbonense, también llamada
entonces Gallia Transalpina, y Novempulania o
Aquitania III.
El año 414, Ataulfo casó con Gala Placidia que lo
aceptó de buen grado, acaso pensado que de este
modo cesarían las hostilidades entre romanos y

16
Theudemir

visigodos; aunque el efecto ocasionado fue el contrario.


El Emperador Honorio se sintió agraviado y no es que
continuara con su hostilidad hacia Ataulfo, sino que la
agrandó. Fue entonces cuando ofreció la mano de su
hermana Gala al General Constancio, siempre que
lograra hacer desaparecer de Las Galias a Ataulfo y sus
gentes
Constancio reunió un numeroso ejército, se enfrentó a
los visigodos y obtuvo una importante victoria en
Narbona, apoderándose de toda esa zona costera
mediterránea.
Por las noticias llegadas hasta nuestros días, se sabe
que Gala convenció a Ataulfo a renunciar a la lucha
para defender y retomar el gobierno de la Narbonense,
dejándola para otra ocasión más propicia. Así que a
finales del año 414 pasaron los Pirineos y se instalaron
en Barcino, ciudad de la Tarraconense, sin ni siquiera
intentar luchar para echar del lugar a Constancio.
Esta inacción enojó y enfrentó a más de un jefe
visigodo, esos que se mostraban contrarios a
abandonar la zona sin presentar oposición.
Este fue el año, el 415, en el que los visigodos pisaron
por vez primera las tierras de Hispania.
A finales o principios del siguiente, Gala Placidia dio a

17
Theudemir

luz un niño al que puso por nombre Teodorico. Debido a


este acontecimiento se intentó otra nueva
reconciliación; pero Honorio se mantuvo en sus trece y
no aceptó. El pequeño Teodorico murió a las pocas
semanas.
Ataulfo, después de estos acontecimientos, no
gozó de larga vida. Fue asesinado por un esclavo de
nombre Dubius por, no existe certeza, mandato de un
tal Sigerico. Uno de esos disconformes con la actitud
tomada de abandonar Galia. Otros dicen que por orden
de un noble de nombre Barnulfo que pretendía la mano
de Gala Placidia.
Antes de morir Ataulfo nombró sucesor a su
hermano Walia. Pero el caso es que los descontentos
consiguieron llevar al trono a Sigerico.
Efímero reinado el del mencionado. Sigerico tan solo
estuvo en el poder durante una semana.
Asesinado Sigerico, Walia que era el hermano
a quien había señalado Ataulfo antes de su muerte, fue
proclamado Rey.
A Walia se le achacó el incitar la muerte del antecesor.
Puede que estos sean los primeros casos con los que
se diera comienzo al conocido Morbus gothorum.
Walia firmó un nuevo pacto de alianza con

18
Theudemir

Honorio en el que figuraba, la obligación de los


visigodos a vigilar y defender las fronteras romanas,
además de liberar y entregar a Gala Placidia, hecha
prisionera por Alarico I y retenida por Ataulfo,

19
Theudemir

20
Theudemir

Final del Imperio Romano

El otrora grande, invencible y todopoderoso


Imperio Romano se hallaba en horas bajas y acosado
por los cuatro costados. Dividido en dos, Imperio de
Oriente e Imperio de Occidente, ambas partes tuvieron
que soportar el acoso y las embestidas de las hordas de
los llamados bárbaros del norte.
El Emperador Teodosio I, Soberano de Roma del año
379 al 395, repartió el Imperio entre sus dos hijos. Al
mayor, Flavius Arcadius, que estuvo en el poder desde
el 395 al 408, año de su muerte, le puso al frente del
que se conoció como Imperio Romano de Oriente con
capital en Bizancio.
Bizancio había sido construida el año 330 por
Constantino I el Grande que la bautizó con el nombre
de Nueva Roma; pero el pueblo muy pronto comenzó
a denominarla Constantinopla, aunque por ambos
nombres fue conocida desde su fundación.
Este Imperio Romano de Oriente que más tarde cambia
de nombre y es conocido como Imperio Bizantino,
estuvo conformado por Los Balcanes, Anatolia y
Egipto. Fue capaz de resistir los embates de muchos y
diversos ataques, resistiendo múltiples invasiones .

21
Theudemir

Arcadio rechazó repetidas veces, durante los años de su


reinado, a los visigodos. Y también Teodosio II que
hizo inexpugnable la capital reforzando sus murallas,
consiguió que los esfuerzos de los hunos fueran
infructuosos. Con estos llegó, por medio de
gravámenes, a pactos para que sus afanes de
conquista fueran desviados hacia otras tierras y sus
ejércitos se dirigieran a otras zonas.
Estas negociaciones se mantuvieron vigentes hasta la
muerte de Atila, momento en el que los hunos dejan de
ser motivo de preocupación.
Otro tanto consiguió el Emperador Zenón, en el poder
del año 474 al 491, con Teodorico El Grande, rey
ostrogodo, al que logró conjurar en su invasión y desviar
a Italia.
Este Imperio Romano de Oriente, Imperio Bizantino, se
alargó en el tiempo hasta el año 1.453, casi un milenio
más que el de Occidente.
Teodosio I entregó ese mismo año 395 la otra
parte, desde entonces Imperio Romano de Occidente,
con capital en Roma, a su hijo menor Flavius Honorius.
El territorio estaba integrado por Italia, Galia, Gran
Bretaña, Hispania, Magreb y las Costas de Libia.
Honorio, calamitosamente, reinó durante 28 años

22
Theudemir

y durante éstos sucedieron todas las desdichas e


infortunios que pudieran darse.
La historia del Imperio de Occidente, como tal, es corta
y dolorosa. Se desvanece el año 476 cuando Rómulus
Augustus, llamado cáusticamente por el pueblo
Rómulus Augustulus, fue depuesto por el germano
Odoacro. Apenas ochenta y un años de duración.
En aquellos tiempos el Imperio tuvo que soportar las
invasiones de los suevos, vándalos haslingos, vándalos
silingos, alanos, godos, hunos, francos, gépidos,
sármatas, hérulos y otras diferentes tribus de las que
nunca pudo olvidarse por completo; algunas de ellas
venían hostigando a menor escala desde principios del
siglo primero.
En lo que respecta a los pueblos que invadieron
Hispania y de cómo llegaron los visigodos a asentarse y
hacerse con el dominio del suelo peninsular es en lo que
se centra este escueto resumen para dar ubicación a la
procedencia del personaje Theudemir y del medio social
en el que se llegará a encontrar. Theudemir fue un
importantísimo personaje en los finales del Imperio
Visigodo de Hispania.
Los Montes Pirineos no significaron un
importante obstáculo para los Bárbaros del Norte. A

23
Theudemir

finales del 409, suevos vándalos y alanos pasaron la


barrera montañosa y entraron en Hispania por Somport
y Roncesvalles.
Durante un par de años anduvieron haciendo disparates
sin hallar freno a sus desmanes de saqueo, muerte y
destrozo de todo cuanto encontraban a su paso. Las
guarniciones romanas no pudieron hacer frente, ni tan
siquiera detener un poco, la barbarie de sus incursiones.
Fue entonces que el Emperador Honorio envió al
General Constancio, Magíster Militum, a frenar estas
embestidas sangrientas sobre los pueblos de la
península ibérica; aunque fuese a base de algún tipo de
tratado. Corría el año 411.
Como resultado de aquellos contactos surgió el
compromiso de que la provincia Tarraconense y las
zonas costeras del Mediterráneo no serían atacadas y
se respetarían como patrimonio romano bajo la tutela
del Emperador y que el resto peninsular sería distribuido
para el asentamiento de las diferentes tribus invasoras,
hallando, pues, un lugar donde establecerse, dedicarse
a la agricultura y ganadería abandonando la práctica del
acoso y saqueo.
Así fue que los suevos se acomodaron en lo que hoy es
Galicia con zonas de costa y en el norte de Portugal,

24
Theudemir

Ocuparon los vándalos asdingos el resto de la antigua


Gallaecia, las zonas comprendidas en torno a Clunia,
región de los arévacos, localizada hoy en el término
municipal de Coruña del Conde, Burgos, importante
convento jurídico en tiempo romano, y las tierras
comprendidas en los conventos asturiacenses, Astúrica
Augusta, actual Astorga en la provincia de León. Los
otros vándalos, los silingos, fueron acomodados en el
sur de la península, en la Bética. Y los alanos quedaron
ubicados en la Lusitania y la Cartaginense.
El arreglo duró bien poco. A los nuevos mandatarios
peninsulares les dio por hostigar a la población
permanente, acosándola con impuestos en el mejor de
los casos y despojándola violentamente de sus
posesiones la mayoría de veces.
La situación empeoró cuando abiertamente se dieron a
la guerra y saqueo entre ellos.
El pacto del rey visigodo Walia, que se mantuvo
en el poder desde el 415 al 418, y tenía firmado con
Honorio, por medio del General Constancio, le puso al
frente de su ejército para marchar contra los vándalos
silingos de Bética.
Los visigodos vencieron y capturaron a su Rey
Fredevaldo. Los restos del pueblo vándalo silingo fueron

25
Theudemir

diseminados por la geografía más cercana y muchos


se cobijaron y confundieron entre sus paisanos
asdingos del norte de la península.
También es verdad que esta gran dispersión no duró
mucho. Pocos años más tarde estaban de nuevo
congregados en la Bética y Roma de nuevo con la
intención de recuperar esta provincia.
Walia pretendió entonces pasar al Norte de
África, idea que desde Alarico rondaba en la cabeza de
los visigodos, pero desistió y lo dejó de considerar. Lo
más probable es que le faltara convicción. No es lo
mismo desplazar una población de 60.000 u 80.000
personas, formando una enorme y larguísima caravana
de carros, carretas, animales de corral, ganado,
mujeres, hombres de guerra y criaturas pequeñas por
caminos de tierra y empedradas vías romanas, que ya
era un abrumador trabajo, que todo ello pasarlo al otro
lado del mar. Llevaría mucho tiempo, aún hallando
naves para tal efecto. Esto debió ser muy importante
para anular un sueño de tantos años; aunque el peso de
la falta de abastecimiento para tan gran masa itinerante
siempre fue una losa preocupante para los visigodos
que ya se habían trasladado por toda Europa y
asentado, sin éxito, en varios lugares. La intendencia

26
Theudemir

necesaria para abastecer a un pueblo errante tan


numeroso es, sin dudas, algo ímprobo.
Walia, al regreso de la Bética, la emprendió
contra los alanos de la Lusitania a los que venció
rotundamente. También en esta ocasión logró capturar
al rey, Adax, al que dieron muerte.
Como los vándalos silingos, también los alanos que
lograron sobrevivir, fueron a cobijarse en tierras del
norte peninsular y muchos de ellos se unieron a los
suevos de Galicia.
En reconocimiento, o acaso como parte de lo ya
pactado, el Emperador Honorio concede a Walia y su
pueblo, como confederados, un suelo donde poder
asentarse y olvidar la vida nómada que llevaban
arrastrando tantos años. Se trataba de La Aquitania II
con capital en Tolosa. Es entonces y ahí cuando se
inicia el Imperio Visigodo de Tolosa que se mantuvo en
vigor desde el 418 hasta el 507.
Poco más tarde en Tolosa, corriendo el año 419, murió
Walia. Le sucedió en el trono Teodorico I, conocido
también por Teodoredo y que reinó durante los treinta y
dos años siguientes, hasta el 451 que fue muerto en la
batalla de Los Campos Cataláunicos.
Entre tanto, en ese ínterin, vino a acontecer, tras

27
Theudemir

la muerte en el 428 de Gunderico, Rey de los vándalos,


que el sucesor Genserico en el 429 pasó al Norte de
África y abandonó con sus gentes el sur peninsular,
dejando libre la Bética.
Pasados unos pocos años había formado un fuerte
reino con capital en Cartago. El sueño visigodo había
sido llevado a efecto por uno de sus enemigos.
A finales del siglo V los suevos galaicos habían
ampliado sus dominios a costa de la vecindad y se
habían anexionado todo el norte del actual Portugal y
también Asturias. Con el camino libre en Bética por la
salida de los vándalos hacia África, hacen incursiones
de saqueo en Bética, Lusitania y la zona cerealista del
norte de la Cartaginense.
Roma , por medio del General Aecio, pacta y frena
estas incursiones; pero no duran los acuerdos, hasta el
438.
Los suevos que ya eran muy poderosos, se habían
hecho con el control absoluto de toda la Gallaecia. Ese
mismo año 438, el Rey Hermerico abdica en su hijo
Requila y a este le falta tiempo para dedicarse a
saquear y conquistar Hispania. En el 439 se hace con
Mérida, en el año 441 con Sevilla y una extensa zona
bética.

28
Theudemir

Muere Requila el año 448 y su hijo Requiario le sucede


en el trono. Al año siguiente ya estaba llevando a cabo
acciones militares contra Vasconia, Cartaginense, atacó
Zaragoza sin éxito, y la Tarraconense, conquistando
Lérida.
Parece ser que suevos y visigodos tuvieron esos
años alguna especie de tratado de no agresión. Los
visigodos seguían asentándose en Aquitania II y no
mostraban ganas de moverse, bastante tenían con
repeler a quienes aspiraban esos mismos territorios,
como los francos. Pero el año 453 muere el rey visigodo
Turismundo y le sucede en el trono Teodorico II.
Este año los suevos pactan con los romanos la
devolución de los territorios conquistados en
Tarraconense y Cartaginense. En teoría parecía que
iba a reinar la paz durante una larga temporada. Y no
fue así.
Dos años más tarde Requiario retoma las acciones de
rapiña, saqueo y asentamientos en la Cartaginense.
Roma exige que se le restituya los territorios invadidos y
Requiario no solo no hace caso sino que repite la acción
en la Tarraconense, penetrando y conquistando
territorios.
En esos momentos era Eparchius Avitus Augustus,

29
Theudemir

conocido por Avito, el Emperador de Roma.


Avito y su mejor aliado Teodorico II, hay que tener en
cuenta que Avito había sido el preceptor de Teodorico,
unen sus fuerzas y deciden atacar a Requiario.
Cruza Teodorico a la península por Roncesvalles,
cuando los suevos se hallaban de saqueo en la
Tarraconense.
Ambas fuerzas acaban frente a frente en un punto del
río Órbigo, en la zona actual donde está ubicado el
pueblo Hospital de Órbigo y allí mismo, el 5 de Octubre
del 456, se libra la conocida Batalla del Río Órbigo que
supuso la derrota absoluta de los suevos.
El Rey huyó a Oporto; pero allí fue hecho prisionero y
ejecutado. En diciembre de ese año, Teodorico entró en
Braga y entronizó a Agiulfo

30
Theudemir

Los primeros visigodos en Hispania

Aprovechando la campaña militar contra los


suevos, Teodorico II dejó varios asentamientos, en
determinados puntos que fueron conocidos en primera
instancia como Campus Gallaeciae. Más tarde esos
mismos lugares tomaron el nombre de Campi
Gothorum, Campus Gothorum, Campos Góticos y
Tierra de Campos. Este territorio no es otro que el Valle
del Duero cuando transcurre por el norte de la meseta.
La zona en cuestión fue ensanchando y repoblándose
paulatinamente, pero sin cesar, desde el primer
momento de su creación.
A la muerte de Teodorico II, asesinado por su
hermano Eurico, hechos que acontecieron el año 466,
los visigodos eran ya dueños de casi toda Hispania o , al
menos, de la mayor parte.
Eurico consolida los territorios que fueron
anexionándose y deja de depender del Imperio Romano
y firma con el suevo Remismundo el límite de fronteras
entre ellos, era el 468.
A excepción de las zonas norteñas de cántabros y
vascones el resto de Hispania estaba ya en manos
visigodas.

31
Theudemir

Durante su reinado que se alargó hasta el 484, el


Imperio Romano de Occidente fue totalmente
desmantelado y finiquitado. El último Emperador,
Rómulo Augustulo, muere el 476.
Con Alarico II, 484 al 507, los visigodos pierden
la Aquitania II por los continuos ataques de burgundios
y francos. Los visigodos son derrotados y el Rey
muerto en la Batalla de Vouvillé. Encuentro que se
produjo el año 507.
De la Galia únicamente pudieron conservar la
Septimania y ello gracias al apoyo recibido de los
ostrogodos. Era el año 508. Es entonces que se da
inicio al Reino de Toledo y de esta manera que los
visigodos acaben de instalarse en la península.
Procedentes de Aquitania II, llegaron a Hispania
y se asentaron con preferencia en Campi Gothorum,
gran multitud de visigodos. La migración se mantuvo
latente casi veinte años, entre los del 490 y el 510.

32
Theudemir

Capítulo - I
Ambientes

Cuando Theudemir tiene la suerte o desventura


de nacer, vivir y hasta morir fue por aquellos últimos
casi cincuenta años del siglo VII y otros cuarenta y tres
del VIII. Fueron tiempos repletos de acontecimientos
vitales para el reino visigodo que acabó yéndose al
garete por una alevosa traición witizana que lo puso en
manos del sarraceno.
Estas épocas depararon gran cantidad de hechos
relevantes que van a narrarse en torno al personaje que
no tuvo más opción u obligación que presenciarlos,
convivir con ellos o, al menos, ser coetáneo y conocedor
de tales noticias.
Es por esto que no se trata de novelar la vida de un
personaje famoso de esos años, sino de contar, dentro
de un orden cronológico, una serie de hechos
importantes que sucedieron en cada momento de su
larga vida.
El personaje que se glosa, con lo que hasta el
momento conocemos de él y su tiempo, queda ubicado
entre una supuesta fecha de nacimiento, año 653, y otra
contrastada por la crónica donde dice que murió siendo

33
Theudemir

muy anciano en el 743. Se le ha dado un total de 91


años de vida, prácticamente los mismos que vivió
Chindasvinto. Su tiempo tuvo por escenario la Hispania
del final del reino visigodo y los siguientes 32 tras la
invasión árabe.
Hasta nuestros días ha llegado a nosotros con los
nombres de Theudemir, Teudimero, Theodomirus,
Theodomiro, Teodomiro, Tudmir, Tadmir y Todmir y es
posible que aparezca en algún cronicón de fecha
antigua con nombre parecido o similar grafía, según
proceda de textos árabes, latinos y más o menos
próximo al transcurso de los acontecimientos.
De la España de aquellos días se toman los
sucesos más cercanos a nuestro prócer, aquellos que
por su importancia tuvieron que incidir en él o en su
entorno más o menos próximo.
Por otra parte, a falta de más datos concretos de
nuestro personaje, parece oportuno hacer una ligera
exposición de los ambientes que imperaban en aquellos
años en los que fijamos su devenir histórico. Son los
que le tocó vivir. De algunos de aquellos momentos
existen suficientes noticias como para tener presente los
diferentes movimientos políticos, sociales e, incluso,
económicos y de salud que fueron imperando en cada

34
Theudemir

período que transcurre.


Como inicio, es conveniente subrayar que el
reino visigodo era lo más parecido a un avispero, donde
cada magnate se movía casi a su antojo, con arreglo a
los poderes u oportunidades que en el momento tuviese
a mano.
Comenzando por la realeza, es importante manifestar,
en primer lugar, que el poder se dirimía entre dos
grandes grupos y en ocasiones en alguno más y,
también, que no siempre imperaban las buenas y
educadas formas que pudieran imaginarse tratándose
de lo más reluciente de la aristocracia goda. Aunque en
el proceso para acceder al trono se contemplara el paso
por la libre elección entre nobles, ocasionalmente se
hacía por vías poco democráticas. El uso de la fuerza o
envenenamiento también era un atajo utilizado para
acceder a la corona. Es obvio, por consiguiente, que los
desbarajustes estuvieran a la orden del día durante
muchos años.
Dicho esto, habrá alguien que pensará que los godos
eran firmes defensores de la democracia y algún otro
que opinará todo lo contrario a este aserto. Había para
todos los gustos. Sin dudas que las conjuras y
derrocamientos eran frecuentes y que, además, siempre

35
Theudemir

se mantenía alguno al pairo de los vientos que pudieran


llegar al cabo de los años, dependiendo de quien
estuviese en el trono en ese instante, dispuesto al
asalto.
Más de uno ha llegado a creer que estos godos
andaban mal de la molondra y puede que fuera cierto.
Sobre el particular ya se comentaba en aquellos años,
lo dicen algunas crónicas, que este era el mal de los
godos: matarse entre ellos.
Tanto política como en ocasiones militarmente, los
seguidores de uno de esos grandes bandos declarados,
no cesaban en sus intrigas desde el instante de ser
entronizado el candidato diferente al que ellos hubiesen
deseado. Y si no fuera bastante, no hay que echar en el
cesto del olvido las discrepancias unilaterales de algún
que otro noble godo que, en la creencia del poder de
sus fuerzas y la fe ciega de que ha llegado su
oportunidad o en ambas cosas al mismo tiempo, atenta
por su cuenta y riesgo. Entonces se lanza a la aventura
del poder por la fuerza bruta, comprando voluntades de
algún que otro colega con promesas de honores y
dineros que es como se hace siempre.
Tampoco hay que dejar en el olvido que, de vez en
cuando, algún gobernante de provincia alejada de la

36
Theudemir

corte, alentando deseos de mando supremo, se revela


autoproclamándose rey, como en el caso del duque
Paulo.
Y si no fuera suficiente para estar entretenidos haciendo
estas batallitas, también había otros que no remitían de
sus acostumbradas embestidas de recolección de botín
con feroces acometidas a los poblados de su entorno.
Era sistemático y casi anual que cántabros, vascones,
emeritenses o béticos anduvieran dando ejemplo de
hostigamiento a los pueblos de frontera, al tiempo que
se enriquecían con el botín usurpado a quienes hallaban
a su paso, arrasando con todo lo que se les enfrentaba
en sus encuentros de rapiña.
Dentro del grupo de nobles con capacidad de
mando existía siempre algún insatisfecho con su status
y que pretendía mayores reconocimientos. Pertenecían
éstos a una importante sección de la clase alta de
hispanos romanos o nativos peninsulares, algunos de
los cuales incluidos en el también dominante y culto
sector eclesiástico, los menos. Desde tiempo no muy
atrás, estos escogidos hispanos, por mor de una ley
hecha por godos y para godos, no tuvieron nunca más
la opción a reinar. No podían pertenecer al grupo
selecto de los escogidos para la corona. El trono

37
Theudemir

quedaba para uso exclusivo de la clase de sangre noble


y alta que, desde entonces, no era otra que la de los
grandes magnates visigodos. Por algo tenían las armas
y eran quienes desalojaran a los bárbaros invasores de
la península y continuadores de Roma tras su caída.
Lo anterior referido exclusivamente a política,
porque a estos altos grupos todopoderosos se oponían,
con frecuencia sistemática, los religiosos que querían
obtener sus prebendas arrimando el favor interesado al
mejor postor. No en vano debían apoyar y ungir al
nuevo soberano, escogiéndole con sus votos y
bendiciéndole más tarde cómo legítimo Rey.
Es cierto que desde los tiempos de Recaredo,
gobernó del 586 al 601, que de los godos se afirma que
habían abandonado el arrianismo y abrazado las
creencias católicas romanas. No parece más que eso
de pasar de una creencia a otra era algo así como
cuando se hace un huevo frito: se echa en aceite
caliente y en un plis plas está hecho. O sea, que hoy te
acuestas creyendo lo contrario a lo que se profesará a
la mañana del día siguiente y todo ello pareciendo de lo
más normal.
La realidad fue que no dejó de ser un intento de
unificación entre arrianos y atanasianos para conseguir

38
Theudemir

algún que otro gobierno con un poco más de sosiego y


algo menos de sobresaltos. Eran buenas intenciones
para evitar matarse entre ellos con algo menos de
asiduidad, pues era una realidad que venía
sucediéndose con mayor frecuencia de la deseada.
Cuando se fija la fecha de nacimiento de nuestro
prócer visigodo únicamente habían transcurrido
cincuenta años de este acontecimiento de unificación de
credos. Es evidentemente que no los suficientes para
echar en el cesto del olvido las creencias que venían
profesándose desde tiempo atrás, antes de invadir la
península. Los visigodos fueron siempre arrianos.
Estos grupos religiosos, parte de los escogidos que
siempre son unos pocos, con sus respectivas
disensiones internas, componían, a grandes rasgos, una
parte del entramado de la sociedad. Eran esa alta
sociedad que, para no desentonar y como desde que el
mundo es mundo, corre en pos del poder económico.
En general, una mayoría considerable de godos de
mayor edad, fuese en secreto o en privado, continuaban
fieles a su fe que era que la recibida de sus
antepasados y, sin dudas, que la transmitieron a sus
hijos y nietos.
La unificación del país, propuesta o implantada por

39
Theudemir

Recaredo mediante la religión, sirvió para la tranquilidad


de unos pocos años. A la larga para nada, pues con el
tiempo causó el efecto contrario del que se buscó al
inicio.
Mención aparte para los de siempre, los judíos que,
desde que se conoce su existencia en Hispania,
sirvieron de convulsión. Fueron, en este caso, el cáncer
que se llevó a la tumba al Reino Visigodo. Los aliados
que sufragaron con sus bienes la campaña del invasor y
quienes les abrieron las puertas de las murallas, como
se comentará en su momento.
Estos clanes aristocráticos, el de los godos, el
romano indígena y el conocido como eclesiástico,
mezcla de ambos, mangoneaban a sus anchas por
aquellos años. Cohabitaban, por decirlo de manera
discreta, aunque no revueltos, en las grandes y bien
fortificadas ciudades ubicadas, por lo general, en el
interior del país.
El pueblo llano, compuesto en un considerable número
por la población libre, se desenvolvía, por lo general, en
el medio rural, donde vivía dedicado a la agricultura y
también a la ganadería, especialmente lanar, caprina y
caballar.
La autonomía de los hombres libres, importante

40
Theudemir

subrayar, era un poco relativa, pues las provincias y


grandes ciudades tendían al auto abastecimiento y, por
ende, a enormes latifundios. Los magnates de entonces,
como los de ahora, disponían de grandes extensiones
de terreno donde cosechar y apacentar ganado y,
además de tener siervos propios, necesitaban también
de otros, semi libres, con los que trataban unos
rendimientos fijos a cambio de cultivos y cría de ganado.
En tiempos de Wamba se promulgó una ley en la que
se diferenciaba al pueblo laico haciendo una
especificación de clases: nobilis, mediocrior viliorque
persona (nobles, mediocres y siervos).
Esta división era importante para el tesoro real y de gran
trascendencia, pues los dignatarios godos, comparados
con la población en general, eran poquísimos en
número y no pagaban impuestos a la corona; pero sí lo
hacía los mediocres que eran muchos y tanto
propietarios como arrendatarios debían abonar los
cánones establecidos.
En época de Chindasvinto se definían a los mediocres
como “aquellos que acostumbran a suministrar caballos
y pagar impuestos a la Caja Pública” Eran libres, private
possessores, no teniendo en cuenta la dependencia
directa de quienes gobernaban, pero no formaban parte

41
Theudemir

de la jerarquía.
Las labores de cuidado y pastoreo del ganado así como
el cultivo de la tierra eran los oficios practicados por la
mayor parte de la población en esas fechas.
En el grupo de mediocres están incluidos los mandos
medios empleados en el arte de la guerra y también los
pertenecientes a una larga lista de oficios, tanto laicos
como clericales. Entre otras profesiones liberales se
citan las de artesanos en sus múltiples especialidades:
ceramistas, herreros, fabricantes de armas, escultores,
canteros, orfebres, sastres así como la de los escribas,
clérigos dedicados a la enseñanza, pedagogos laicos,
recaudadores de impuestos, médicos y un largo
etcétera.
Respecto al comercio y actividades inherentes al caso,
era desarrollado, mayoritariamente, por judíos; aunque
también por algún cristiano. Especial hincapié a los
negocios de allende las fronteras. Se llevaba a efecto en
unas lonjas conocidas como cataplús. Entre las
actividades de estos comerciantes figuraba también la
de prestamista y el interés de cobro permitido se fijaba
en un sueldo de cada nueve, lo que vendría a suponer
el 11,11%
El comercio al por menor se realizaba en tiendas y

42
Theudemir

mercados conocidos por conventus mercantium.


Hasta aquí la sociedad de altos dignatarios
visigodos, Seniores gothorum, altos dignatarios de casta
indígena o romana, Senatores, incluidos clérigos, y una
tercera de hombres libres; pero es obvio que no todos
los habitantes estaban encuadrados en esta trilogía de
privilegiados. Hay que citar a los semi libres y a los
siervos.
Hablar de semi libres es hacerlo de pequeños
propietarios o antiguos dueños que han quedado en la
nada o en poco y, por consiguiente, para poder
subsistir, deben prestar sus servicios a un poderoso.
Por lo general lo hacían como arrendatarios al frente de
cultivos, cuidado del ganado o cualquier otra actividad
pactada. Buena parte de estos trabajadores, a veces
considerados libres, lo fueron por cuenta ajena como
braceros o jornaleros asalariados. No eran siervos, es
verdad, pero tampoco totalmente libres al tener que
depender, para sobrevivir, de un superior. Esta clase
social sí era la que componía el grueso de la población
hispano goda.
A tener en cuenta, en este apartado de semi libres, la
gran cantidad de siervos que fueron emancipados y
pasaron a libertos sub obsequium. Dicho en otras

43
Theudemir

palabras, siguen al servicio de su antiguo dueño pero en


vez de considerarle propietario, ahora lo hacen como
patrono.
Finalmente, otra parte numerosa de la población era la
de siervos.
Subrayar que algunos siervos vivían bastante mejor que
muchos libres y mediocres y que eran muy envidiados
según en qué puestos ejercían. A estos siervos se le
conocía como idóneos, entre los que se contarían
maestros, servidores domésticos, escribas y otros que
eran muy estimados. Sería, en caso súmmum, el de
algunos siervos del rey, duques, condes o altos cargos
de la Iglesia que gozaban de confianza total y ocupaban
cargos muy relevantes y delicados.
Gran mayoría de siervos estaban dedicados al cultivo de
tierras y, en este sentido, grandes extensiones
pertenecían a la Corona. A los empleados en estos
menesteres, a cargo del Tesoro Público, se les conocía
por fiscalinis. Al resto de propietarios como privati. Eran
la plebs de los latinos, plebeyos por oposición a
patricios, población sujeta a pago tributario.
Tanto fiscal como socialmente, comparando fiscalinis y
privatis, no existía diferencia.
Resaltar que dentro de las obligaciones de los siervos

44
Theudemir

fiscalinis se contemplaba el deber de incorporarse al


ejército siempre que fueran convocados para repeler un
peligro, fuera rebelión interior o viniese del exterior.
También condes, duques y seniores en general debían
presentarse con sus siervos, adecuadamente armados,
a cualquier convocatoria real. Era éste un asunto
preocupante y por ello estaba altamente legislado e
inspeccionado.
Hubo determinadas épocas en que llegó a ser un factor
de gran desestabilización la enorme fuga de siervos
rurales, pues al quedar las tierras sin cultivo, terminaban
convirtiéndose en un erial, perdiendo gran parte de su
valor y las arcas, por consiguiente, los tributos. Amén de
reducir posibilidades de formación de un ejército de
emergencia. Los fiscalinis formaban el grupo social del
que dependía la magnificencia del reino.
La huida de siervos, a finales del siglo VII y
comienzos del VIII, se convirtió en un mal endémico
que preocupó en gran manera a los mandatarios de
esos tiempos. En anales de Égica se dictó una ley en la
que se podía leer: “No existe ciudad, castillo, aldea, villa
o posada donde no se oculte algún siervo fugitivo“.
También esta situación queda reflejada bastante años
antes cuando el obispo Braulio de Zaragoza deja

45
Theudemir

constancia en alguna de sus epístolas que, en


ocasiones, los hombres temían dirigirse a determinados
lugares. Cabe pensar que la inseguridad lejos de las
ciudades no era causa determinante para evitar
desplazamientos, siempre que se hiciese custodiado por
una guardia suficiente de hombres armados.
A la fuga de siervos, generalmente dados al pillaje por la
geografía central de la península, había que sumar los
saqueos por causa de las incursiones llegadas por mar
y que de vez en cuando se daban en el territorio, en
especial en la franja mediterránea que va de Denia a
Cádiz.
Este último punto es para dejar constancia que los
desplazamientos a campo abierto, entre ciudades o
núcleos habitados, podría ser inseguro y que tal
sentimiento estaba arraigado en el ánimo de los
pobladores, especialmente en zonas donde fuera
necesario el paso por ciertas serranías.
Se da por sentado que, cuando se producían
alzamientos como los del Conde Froia u otros, aunque
no estén bien reseñados en las crónicas de antaño, o
incursiones de otros pueblos, como el bizantino, que por
esas zonas de encuentros no fuera aconsejable
transitar. Desplazarse sería tanto como pretender

46
Theudemir

meterse en la boca del lobo o cruzar por mitad de un


campo de batalla.
El medio rural, esto parece evidente, estaba infectado
de rebeldes, fugados de la justicia, entre ellos judíos,
represaliados de purgas entre bandos que no pudieron
llegar al poder y todavía sin opción de dar el salto a la
otra ribera del Mediterráneo o allende los Pirineos,
Narbonense o M. Tingitana, que eran donde acababan
todos ellos y las gentes de mal vivir. Aunque no todos,
en honor a la verdad, subsistieran de asaltar caminos.
La inseguridad era un hecho generalizado en algunas
zonas muy determinadas para aquellos pocos que,
cargados con mercancías, debían hacer su traslado de
uno a otro lugar con los medios lentos del momento,
carros o carretas, salvo que marcharan debidamente
salvaguardados, por personal pertrechado de armas.
Grandes grupos de viajeros, cruzando por cualquier
zona, nada tendrían que temer, pues no existen
alusiones en este sentido en las crónicas y en aquellas
épocas hubo grandes y a veces continuos traslados por
toda la geografía. Se desprende por los múltiples
concilios celebrados que daban lugar a gran número de
viajes desde todas las provincias a Toledo y por el fluido
contacto comercial exterior, así como por los emisarios y

47
Theudemir

carteros reales, ducales o clericales que también


tendrían un frecuente transitar a lo largo y ancho de la
Península.
Como mayor incidencia en los males que
acuciaron aquellos años, insisto, de apariencia nada
tranquilos por lo que ha llegado de entonces, referencia
hecha de los tiempos que van de Tulga a la invasión
árabe, el territorio, además de la escabechina llevada a
cabo por Chindasvinto, tuvo que sufrir varios
enfrentamientos armados con importantes bajas, así
como unas hambrunas que se enquistaron hasta
parecer endémicas, agravadas por las fugas de los
siervos que abandonaban los campos de labranza, con
la consiguiente depauperación de los terrenos, plagas
de langosta, sequías duraderas y lo peor del conjunto
de reveses que pudiera darse: la peste. Todo ello,
puede asegurarse porque existen crónicas que así lo
manifiestan, dejó el total de la población rebajada en un
tercio. Debacle tan descomunal se hace de difícil
comprensión y de arduo trabajo para encontrar en la
historia algo similar en cualquier otro pueblo del planeta,
aún teniendo en cuenta las plagas bíblicas que tuvo que
soportar el poderosísimo Egipto faraónico. Hay que
imaginar esos campos de la meseta cómo se

48
Theudemir

presentarían a nuestros ojos semejando inmensas


praderas resecas o repletas de matorrales donde en la
lejanía, a lo sumo, se dejaría ver el verde prado de
algunas tierras de labranza que darían el punto de color
al desolado paisaje.
También señalar, porque fue de notable
influencia, el tema relativo a la religión o religiones del
país. La oficial, la dependiente de Roma, andaba de
capa caída en esos finales de siglo y principio del VIII.
Se diga lo que se diga y se predique como interese,
cuando los dioses no se muestran amigables y sólo se
dejan notar y aparecen con la cólera en una mano, la ira
en la otra y dejando hacer a sus representantes una
justicia poco o nada inteligible al ser humano, el pueblo
se aferra a cualquier esperanza en la forma que sea y
venga de donde venga. Y si hay que invocar a los
infiernos, pues al averno que se llega para tocar a la
puerta y ver si alguien sale que le mejore un poco el
panorama. Es comprensible que en las tierras apartadas
de los grandes núcleos urbanos, las más lejanas de las
capitales de provincias y Toledo que lo era del Reino,
renacieran todo tipo de viejas creencias, suponiendo
que alguna vez hubieran sido erradicadas.
Repetir que cuando los dioses del momento o las

49
Theudemir

religiones del presente no solucionan problemas y estos


crecen en vez de menguar, todo núcleo urbano de
mayor o menor número de almas, apartado de las
influencias clericales, retoma sus antiguas creencias y
ritos ancestrales de forma descarada. En este caso, hay
que presumir con casi certeza absoluta, que nunca
fueron abolidos del fondo de las almas de aquel pueblo
que moraba en la península. Era evidente y lógico
pensar que la idolatría renacería con pujanza y sin
miramientos de ninguna clase. Era lo natural cuando se
está apartado de toda influencia eclesiástica, lejos de
las iglesias locales.
Los poblados rurales se convirtieron en focos de
idólatras y consumidores de todo tipo de magias
ancestrales. Estos, unidos a los que llamaban politeístas
romanos, a seguidores de Arrio y a judíos, formaban un
buen mosaico de creencias, donde cada cual marchaba
a su ritmo casi en una continua guerra y enemistad
abierta.
La división de Hispania en época romana que los
godos aceptaron como buena hasta la llegada de
Leovigildo, se componía de cinco provincias:
Tarraconense, Cartaginense, Bética, Lusitania y
Galecia. Posteriormente se anexionó Mauritania

50
Theudemir

Tingitana, zona del norte de África (se podría decir que


comprendía el territorio del norte del Marruecos actual,
ídem del de Argelia y el de Tunicia) Amplia zona ancha
que llegaba desde el Atlántico, pasando por el Riff,
hasta aproximadamente lo que actualmente sería la
frontera con Libia. A partir de ahí comenzaba Mauritania
Cesárea.
Los visigodos perdieron esta provincia que fue
conquistada por los bizantinos; pero recuperaron la
Narbonense o Septimania situada a la otra parte de los
Pirineos.
La división de Hispania, realizada por Leovigildo
en el 579, modifica la de los antiguos romanos y la
amplía a ocho ducados o provincias y estos en un total
de 75 condados, de los que 7 pertenecían al Ducado de
Aurariola. Especial mención al de Aurariola porque
nuestro personaje Theudemir era Duque de esta zona.
Es seguro que los romanos hicieron la partición
pensando en su control administrativo, mientras los
visigodos necesitaban algo más. En aquellos momentos
era importantísimo la defensa del territorio. Así que de
una parte de la antigua Oróspeda, franja que
comprendía de Denia a Cádiz y gran parte de Bética y
estuvo en poder de los griegos bizantinos, posiblemente

51
Theudemir

por los pactos habidos entre el Emperador Justiniano y


el Rey Atanagildo como pago a las ayudas recibidas
para el derrocamiento de Agila, se constituyó el ducado.
Agila fue Rey durante el periodo arriano comprendido
desde 549 al 555. Derrocado Agila y Atanagildo en el
poder, los bizantinos continuaron su particular estrategia
de guerrillas y pequeñas anexiones de territorio en la
Bética, lo que llevó a grandes quebraderos de cabeza a
Leovigildo, último Rey del período arriano español 571 -
586.
Tras grandes esfuerzos y lucha, logró conquistarla a los
bizantinos. Pero el territorio peninsular continuaba
metido en pequeños y continuos levantamientos
producidos por cántabros, navarros, vascones,
bizantinos, mauris en el Norte de África, hispanos
romanos en Lusitania y suevos en Galecia. Estas
constantes hizo que Leovigildo reestructurara el
territorio conquistado y se prometiera acabar con todas
ellas, cosa que, al menos en apariencia, tras arduos
esfuerzos, consiguió.
De ahí la nueva ordenación que dejó conformada en:
Gallecia, Astúrica, Austrigonia, Iberia, Lusitania, Bética,
Híspalis y Aurariola.
Tal como se apuntó más arriba, la provincia de Aurariola

52
Theudemir

se formó con parte de la antigua Oróspeda arrebatada a


los bizantinos. Su razón de ser no fue otra que la de
contención a los asaltos que se venían produciendo por
mar y los de los bizantinos residentes en el territorio sur
de la península.
De ella comenta Ravenate al describirla: Etsi modica
existit, tamen omnio fertilis et speciosissima esse
dinoscitur (Aunque se creó pequeña, sin embargo en
todo lo fértil y excelente se distingue).
Parecido interés parece haberse suscitado para la
creación de las otras pequeñas provincias, dos al norte
y otra al sur: Austrigonia, Astúrica e Híspalis
respectivamente.
El territorio de Aurariola y las costas del sur de la
península es el hábitat por donde Theudemir más se
prodigó durante los muchos años de su larga vida.
Se van a relatar los hechos más preponderantes
de los reinados en los que Theudemir vivió. Se partirá
del anterior al nacimiento por su importancia y secuelas
que dejó sobre los reinados venideros. Por esto, aunque
se fija el 653, como fecha del natalicio, coincidiendo con
el comienzo en solitario del reinado de Recesvinto, se
dan inicio a los mencionados hechos relevantes con la
subida de Chindasvinto al poder en el año 642.

53
Theudemir

54
Theudemir

Capítulo II
CHINDASVINTO ( Rey 642 a 649 / 653)

El disparatado convivir en el que se había


convertido aquella convulsa Hispania, necesitaba con
urgencia que alguien impusiera orden y paz. Tanto
Tulga, anterior Rey, como otros predecesores habían
sido incapaces de conseguir la tranquilidad que tanto
necesitaba el país. Gobernaron en medio del caos
producido siempre por el bando contrario de poderosos
magnates godos, eclesiásticos y alto linaje hispano que
en todo momento andaban dispuestos a la insurrección.
Y para evitarlo únicamente había o aplicaban un
remedio. Cualquier concesión era preferible antes de
poner en peligro la realeza que ostentaban o renunciar a
las prerrogativas dimanantes de ello. Dicho en otras
palabras: Nadie y nada por encima del Rey, ni tan
siquiera el reino con sus intereses.
Pero, comentando sobre Tulga, algo importante
hay que otorgar a favor de Tulga. No permaneció en el
poder gran número de años (639 - 642), pero en ese
tiempo promovió el plan contra el analfabetismo y lo
patrocinó durante su mandato. Las escuelas creadas
con anterioridad a su llegada al trono recibieron un
55
Theudemir

fuerte impulso y a partir de entonces comenzaron a dar


resultados satisfactorios. Buena parte de la población
abandonó el analfabetismo por la potenciación de la
docencia con clérigos y doctos laicos y determinados
tipos de clases privilegiadas se prepararon para
desempeñar profesiones de estado como escribanos,
recaudadores o jueces.
Sucedió en Abril del 642 que Chindasvinto,
arropado con un elevado grupo de nobles, derrocaron a
Tulga.
Dicen algunos historiadores que veían en él la línea
familiar y continuista de su padre Khintila, anterior
monarca, y que ésta sería la causa principal; pero sin
olvidar que otro motivo añadido hubiera podido ser su
carácter poco o nada beligerante. Ambas cosas juntas,
para los godos hispanos, era poco menos que pecado
mortal.
Reunidos los nobles en Pampalica, Burgos,
Chindasvinto se proclamó rey contra la voluntad de los
obispos.
Cuando se produce un derrocamiento, aunque no sea
cruento, importa muy poco lo que opine el resto que
está enfrente.
Tulga abdicó de acuerdo con los sublevados,

56
Theudemir

probablemente por temor a perder la vida y es por esto


que aceptaría vestir los hábitos monacales y ser
tonsurado.
Esta acción imposibilitaba tanto el acceso a la corona
como permanecer con ella, según lo establecido en el VI
Concilio de Toledo. El canon diecisiete establece que
los eclesiásticos no pueden reinar, deben dedicarse al
culto divino en exclusiva.
Tulga permaneció recluido en un monasterio hasta el
final de sus días.
Los godos estaban en contra de las dinastías
hereditarias, sin que mediara elección entre los
Seniores Gothorum y se regían, en este aspecto, por los
dictados del Aula Regia. Esto era admitido por todos
siempre que no se estuviese en el trono, porque todo el
que llegaba al poder pretendía perpetuar a la familia en
el ordeno y mando.
Chindasvinto sabía de la propensión de los
godos al derrocamiento; era muy mayor y habría
presenciado muchos de ellos. En los últimos cincuenta
años había conocido un total de nueve reyes: Liuva II,
Witerico, Gundemaro, Sisebuto, Recaredo II, Suinthila,
Sisenando, Khintila y Tulga. Lo que él acababa de
hacer, para los visigodos, debía ser de lo más normal.

57
Theudemir

En solitario reinó Chindasvinto seis años y otros


cinco más que lo hizo compartiendo el poder con su hijo
Recesvinto. Once en total. Desde el primer momento,
puesto que el reino andaba envuelto en luchas,
revueltas y grandes males, intentó, apoyado por los
nobles que le habían aupado al poder, poner orden en
aquel maremágnum que se había convertido el reino
visigodo.
Ya cuando accedió al poder era muy añoso, contaba
setenta y nueve años, dicen las crónicas. En esos
momentos el poder real no era fuerte y quedaba
expuesto a los vaivenes de los intereses personales de
los nobles.
La alta aristocracia de los Seniores Gothorum, la
Eclesiástica y la de los Senatores tenía diferentes
puntos de vista políticos y todos ellos pretendían un alto
nivel de independencia territorial y económica.
Chindasvinto y el grupo de leales que le
encumbraron, entendieron que debían fortalecer el reino
y la figura regia. Posiblemente rememorando las
figuras, política, militar y legislativa, de Leovigildo y su
hijo Recaredo, a quienes deberían imitar en el gobierno
del reino.
Leovigildo ascendió al poder en el 572, aunque

58
Theudemir

ya estuvo gobernando con su hermano Liuva I durante


los tres años anteriores.
Chindasvinto que había nacido en el 563, cuando a
Leovigildo le sucedía Recaredo en el 586 ya contaba
veintitrés. Era, por consiguiente, conocedor de primera
mano de lo mucho acaecido desde entonces y de los
grandes trabajos para conseguir la unidad.
Leovigildo había intentado recuperar la provincia en
manos de los bizantinos, la Bética. No logró sus
propósitos, pero consiguió que éstos quedaran
relegados en una estrecha franja mediterránea que iba
de Cádiz a Denia. También se enfrentó a vascones y
cántabros, a los que sometió y consiguió una
momentánea paz. Se las tuvo que ver con los suevos
afincados en Gallecia y norte de Lusitania a los que
dominó. Y si lo anterior no fuera suficiente, tuvo que
dirimir contra su hijo Hermenegildo que, aliado con los
bizantinos de la Bética, se le alzó en rebelión en Sevilla.
Tras el asedio de dos años cayó la ciudad y sometió a
los revelados; pero Hermenegildo consiguió huir a
Córdoba. Aquí fue vencido y hecho prisionero.
Hermenegildo pide perdón a su padre y consigue que
Leovigildo se lo conceda y lo exilie a Valencia.
El revolucionario hijo que no ha escarmentado, se

59
Theudemir

compincha con los francos en un nuevo intento de


derrocar al padre. Otro nuevo baño de sangre que sólo
sirvió para ganarse la irremisible ejecución que fue
llevada a efecto en Tarragona. Año 585.
De hecho, salvo la franja bizantina mediterránea,
Leovigildo consolidó y estabilizó el reino. También
legisló e hizo promulgar el Códex Revisus que sustituía
el vigente Código de Eurico.
Sabido que los visigodos eran mayoritariamente
arrianos y que los hispanos romanos eran católicos.
Todo un problema. La unión de credos, conseguida más
tarde por Recaredo, facilitaría el convivir de los
españoles de entonces y consolidaría los trabajos de
Leovigildo. Era una excelente idea, al menos en
apariencia, la proyectada unión de pueblos y credos.
No todos los visigodos estuvieron conformes con la
obligación de renunciar de la fe que siempre profesaron
y menos que lo fuera por decreto. Y no fueron pocos los
que se alzaron en armas, especialmente en Septimania,
pero Recaredo derrotó a todos ellos.
El hecho de conversión al catolicismo debía servir para
un mejor entente de la alta sociedad reinante y al menos
en apariencias así fue. A partir de entonces los
visigodos intervinieron en los Concilios y también la

60
Theudemir

Iglesia, representada por sus Obispos, en cuestiones


políticas.
A la muerte de Recaredo en 601 se sucedieron
la larga retahíla mencionada anteriormente de Reyes
Godos. En ese año, el 601, Chindasvinto contaba
veintiocho años.
Chindasvinto accedió al poder y de inmediato
acometió con gran saña contra quienes perturbaban la
integridad del reino u osaron conspirar algo más tarde.
Algunos Condes y Duques, como altos mandatarios de
la Iglesia y sociedad hispano romana llegaban a
reconocer la realeza siempre que les fuera bien a sus
intereses. Se comentaba por entonces que, al fin y al
cabo, el Rey podría dejar de serlo siempre que ellos le
retirasen sus apoyos y esto, dicho sea de paso, con
Chindasvinto, que únicamente confió en quienes le
auparon al poder, no tuvo ni mucho ni poco éxito. No se
ajustaba a la nueva realidad del anciano Rey.
Chindasvinto intentó frenar el declive controlando
a los nobles y, en esta misión, se comportó implacable.
Desde el primer instante pensó que debía existir una
sola ley por la que se rigieran todos los estamentos del
reino y en ello puso todo su empeño. En primer lugar y
con especial énfasis eliminando los obstáculos que

61
Theudemir

impidieran el normal desarrollo de la monarquía para


que nadie pensara en la destrucción de la unidad que
tanto costó conseguir.
No dudó, para conseguir su propósito, hacer una gran
campaña que resultó brutal, incluso cruel, que llegó
hasta la eliminación de muchos de ellos, amén de la
confiscación de bienes que pasaron a engrosar los de la
corona para sufragio de grandes campañas y otros
gastos de mantenimiento de la corte. Y, por supuesto,
también para premiar a los nobles fieles que le
mantenían en el trono.
De manera cruel y a veces inicua, ordenó la muerte de
muchos que habían conspirado contra anteriores reyes
y contra aquellos que conocía que no estaban de
acuerdo con su designación y elección al trono. A otros
les desterró y a todos ellos confiscó los bienes, mujeres,
hijas y siervos que entregó a sus fideles.
Represalió levantamientos de muchos de ellos y no
dudó ni le tembló el pulso llevando a cabo crueles
matanzas y confiscaciones que llegaron a prolongarse
durante largos años.
A lo largo de su reinado llegó a ejecutar setecientos
nobles. Según la crónica de Pseudo Fredegario,
doscientos optimates godos y quinientos mediocres

62
Theudemir

perdieron la vida y otros tantos fueron condenados a


destierro. Esta descomunal purga causó gran impacto,
escándalo y temor en los ánimos de los nobles, algunos
de los cuales buscaron aterrorizados la tranquilidad y
paz en el exilio voluntario. Muchos se cobijaron en la
Narbonense, tras los Pirineos, otros pasaron al Norte de
África.
Sin embargo ni los más leales veían con buenos ojos
que esta represión fuera tan severa ni que el Rey
llegara a ser tan fuerte y poderoso que pudiera
prescindir, en un momento dado, de alguno de ellos,
simplemente porque entendiese que ya no le
necesitara.
Durante el segundo año de reinado fue cuando
publicó la Ley contra la Traición. En ella aparecía la
obligación de juramento de fidelidad a la corona tanto
por obispos como por los grandes mandatarios. Severas
y cruentas sanciones se establecieron para quienes
fueran descubiertos conspirado contra el Rey. Se
legislaba, entre otras medidas, que los conspiradores
sufrieran rigurosos castigos que iban de la ceguera a la
muerte. Amén de la confiscación de bienes propios y de
los que hubiesen sido donados a familiares o, incluso, a
la misma iglesia.

63
Theudemir

Para los godos, esta fue una severísima normativa que


al fin y a la postre no sirvió, ni tan siquiera, para
granjearse el aplauso de sus seguidores, más bien al
contrario.
En un conato de suavizar la aplicación de esta ley que
hacía cumplir a raja tabla, llegaron a alegar, contra la
vocación de elección por mayoría de un nuevo Rey, que
era necesario por su elevada edad que anexionara al
trono a su hijo Recesvinto, medida de continuidad
familiar nunca bien vista por la nobleza goda. Incluso el
Obispo Braulio de Zaragoza y el Obispo Eutropio,
conjuntamente con sus sacerdotes y diáconos y también
Celso, Dux de la Tarraconensis, se unieron a la petición
de los muchos que lo solicitaron encarecidamente.
Las razones alegadas, como se ha dicho, eran la alta
edad del Rey y los cuidados necesarios para mantener
el orden fuera de la corte.
Convencieron a Chindasvinto para que atendiese sólo
los aspectos políticos del reino y dejara en manos de su
hijo Recesvinto los temas militares.
De hecho, lo que magnates y el clero deseaban
ardientemente era un régimen menos severo. El
anciano Rey se mostraba inflexible.
Cierto que el ejército godo tenía gran trabajo debiendo

64
Theudemir

pacificar las múltiples y casi sucesivas insurrecciones


que por la geografía hispana aparecían. Y ello sin contar
los continuos asaltos a las poblaciones costeras del
Mediterráneo que acostumbraban a realizar tanto los
beréberes como los bizantinos.
Finalmente, Chindasvinto aceptó la anexión al trono de
su hijo y desde el año 649 correinó con él.
Esta asociación, atisbaba el Rey y sus más fieles
allegados, era una forma de continuidad familiar en el
trono y un paso para que la nobleza alzara a Recesvinto
al trono sin grandes contratiempos. Como así fue.
Chindasvinto, basándose en el Códex Revisus
de Leovigildo, intentó unificar las leyes para que todos
pobladores del reino fueran iguales. Pero tuvo la
desgracia de quedar en eso, en intención.
El 30 de Septiembre del 653 muere el anciano Rey; dos
meses y medio antes de ser aprobadas en el VIII
Concilio de Toledo. Habían pasado cuatro años
correinando con su hijo.
Gran parte de La Iglesia que estuvo
enconadamente en contra de tan implacable e inflexible
figura regia, respiró con su muerte. Tan es así que el
Obispo Eugenio II de Toledo escribió para Chindasvinto
un injurioso epitafio que rezaba:“Amigo de los hechos

65
Theudemir

malvados, responsable de crímenes, impío, obsceno,


infame, repulsivo y malvado que no procuraba lo mejor y
valoraba lo peor”
Parece ser, por lo evidente, que le tenía ganas y estuvo
reteniéndose hasta que no pudiera ponerle la mano
encima.
Apenas contaría Theudemir unos pocos meses
cuando murió Chindasvinto. De su reinado, 642 - 653,
no podría recordar momento alguno, pues se estima
que naciera en esas fechas en las que se produjo el
óbito del soberano.
Sus vivencias, en realidad, empezaban con Recesvinto,
el hijo; pero supo desde la niñez que hubo una época en
la que había correinado con el padre. Fueron tiempos
difíciles y dolorosos, con momentos duros para quienes
los vivieron, como para intentar olvidar lo antes posible.
Aunque lo importante, por comentarios que nos han
llegado, parecía lo contrario, que fueran difíciles de
olvido.
Los primeros recuerdos que hubieran podido
llegar a la memoria de Theudemir se perderían entre las
mil historias escuchadas, comentando las hazañas del
Rey Chindasvinto y esto de boca de sus maestros u
otras personas que le conocieron.

66
Theudemir

De Theudemir, por los elogiosos comentarios de


estratega y esforzado guerrero, amén de sabio, que de
sus enemigos nos han llegado de él, podría afirmarse
que, desde la niñez, básicamente nada existiría con
tanta fuerza en su interior como el fervor hacia estas
disciplinas.
Es evidente que se debía a la educación recibida de sus
doctos mentores y de la que entonces se impartía sobre
las artes de guerreras.
No podría enajenarse de las acciones de lucha que a
diario corrían de boca en boca. Eran frecuentes las
noticias que llegaban de toda la geografía de las
continuas reyertas.
Con anterioridad a Recesvinto, en su pequeña memoria
no cesaban de dar vueltas los inquietantes informes con
Chindasvinto como protagonista.

67
Theudemir

68
Theudemir

Capítulo III
RECESVINTO ( Rey 649/653 a 672)

A la muerte de Chindasvinto continuó Recesvinto


ejerciendo el poder en solitario; aunque los visigodos,
consecuentes con la inflexible política de intransigencia
que de repente había invadido el ámbito de cierta
nobleza goda desde la elección y subida al poder de su
padre, a la desaparición de éste, comenzaron a surgir
grupos disidentes. Los disconformes eran muchos y
esperaban agazapados el momento idóneo para dar el
salto al poder.
No todos estuvieron conformes con la continuidad de
Recesvinto en el trono. Como se comenta, esto se
produce a la muerte del implacable Rey. A partir de
entonces eran pocos los que aparentaban estar
integrados entre los fieles seguidores del hijo y muchos
no querían serlo ni en apariencias. Esperarían mejor
postor. Estos godos oposicionistas, muchos de ellos
continuaban siendo poderosos, se unieron y en grandes
hordas se dieron a hostigar los territorios peninsulares,
alzándose contra todo lo establecido y contra el nuevo
Rey.
Este es el caso del levantamiento del noble Froya que

69
Theudemir

intentó derrocar con todas sus fuerzas al reciente y


solitario poder establecido.
Unidos en la sedición se hallaban los descontentos de
mandatos anteriores, un buen número de prófugos,
narbonenses y algunas tribus vasconas siempre
dispuestas con tal de que hubiese botín de por medio.
Con absoluto descaro e indudable enfrentamiento,
iniciaron sus despropósitos lanzándose al pillaje y
devastación a todo lo largo del Valle del Ebro. Pueblos,
campos, aldeas, iglesias y lo que hallaron al paso quedó
arruinado.
En esta penetración llegaron y sitiaron Cesar Augusta
(Zaragoza) que estuvo cercada por algún tiempo.
Recesvinto, advirtiendo la grave importancia de los
hechos, montó un gran ejército y, al frente del mismo,
se plantó en pocas fechas en aquellas tierras.
Los insurrectos no debieron calibrar muy bien sus
efectivos y la lucha no debió estar muy nivelada.
Recesvinto, en pocos días, les propinó una severa
derrota. En la refriega Froya fue prendido y, aplicada la
Ley de Traición promulgada por su padre, decapitado.
Es de pensar que esta insurrección y otras
muchas de menor calado que se fueron propagando con
asiduidad, fueron motivo suficiente para que Recesvinto

70
Theudemir

se diera a pensar y, aconsejado por sus allegados,


tomara suficiente conciencia de lo conveniente de
suavizar el estado de exigencias impuesto desde el
reinado anterior. Verdaderamente, Recesvinto deseaba
un mandato menos cruento y más tranquilo. Quería
consolidarse en el trono atrayéndose a nobles e iglesia.
El 16 de Diciembre del 653, dos meses y medio
tras la muerte de Chindasvinto, convocó el VIII Concilio
de Toledo donde, entre otras, expone muchas
modificaciones acerca de la Ley de Traición dictada por
su padre y propone y hace que se apruebe el Fuero
Juzgo, Líber Iudiciorum o Lex Visigothorum, que de las
tres maneras es conocida.
Se trata de un conjunto de leyes que anula las dictadas
con anterioridad y sobre las cuales estuvo trabajando
largo tiempo su padre y no pudo promulgar al llegarle la
muerte antes que estuvieran aceptadas y corregidas por
los hombres del saber de entonces; entre ellos Braulio,
Obispo de Zaragoza.
Las presenta Recesvinto como de obligado
cumplimiento para toda la población.
Con estas nuevas leyes se establecen, entre otras
muchas, la diferencia esencial entre hispano romano y
visigodo que, resumiéndola básicamente, consistía en

71
Theudemir

que los segundos podían optar a los altos cargos


públicos y ser elegidos Reyes, mientras que de los
primeros continuarían saliendo únicamente, altos
dignatarios y, principalmente, rectores de la Iglesia.
De alguna manera pudiera decirse que el proceso de
reunifación que comenzó Recaredo alejándose
oficialmente del arrianismo, llegaba a término con el
Fuero Juzgo para todos. Ahora bien, sólo oficialmente.
Entre estos dos grandes bloques sociales con el tiempo
se produjo un público y profundo distanciamiento.
No se conocen muchos más acontecimientos
destacados durante este largo reinado de Recesvinto,
por lo que se deduce que se trataría de un período
floreciente para el pueblo visigodo.
El único inconveniente mayor entre ellos debía tratarse
de la sucesión al trono, pues más de uno estaría a la
expectativa pensando en evitar la continuidad familiar.
Hasta el momento los hijos podían, aunque no todos,
contando con el beneplácito del Aula Regia, correinar
ayudando a su padre en las tareas del reino. Incluso
continuar en el poder en solitario; pero una tercera
generación consecutiva no era probable que se diera.
Sería como perpetuar en el poder a una familia en
detrimento de las del resto de magnates. Una sucesión

72
Theudemir

dinástica era impensable en esos momentos. Existían


muchos importantes y poderosos godos pensando
ostentar la dignidad real. Las cábalas de muchos de
ellos, conforme pasaban los años de reinado de
Recesvinto, debían ir encaminadas en este sentido.
Antes de su muerte, entre lo mucho que durante
su reinado de 19 años legisló, cabe sobresacar la norma
sobre la sucesión al trono que debía ser electiva; pero
puntualizando que dicha elección debía realizarse en
Toledo o en el lugar donde falleciera el Rey. Esta opción
pudo ser aplicada en la primera ocasión, pues el día uno
de Septiembre del 672, Recesvinto muere en Gérticos,
pueblo cercano a Salamanca donde se había
desplazado con numeroso séquito de nobles palatinos.
Al parecer era ahí donde tenía instalada su residencia
de verano. Allí mismo fue electo el futuro Rey de los
Godos.

Cuando el 1 de Septiembre del 672 muere


Recesvinto, Theudemir había alcanzado la edad de 20
años. Para entonces había recibido instrucción con
arreglo a las normas que regían, recogidas en el tratado
Institutionun disciplinae. Durante la niñez el aprendizaje

73
Theudemir

de las primeras letras y, posteriormente, el trivium


(gramática, retórica y dialéctica) y el quatrivium
(aritmética, geometría, música y astronomía). La
formación también comprendía deportes y ejercicios
físicos.
El Obispo Isidoro de Sevilla hace resaltar la destreza
militar de los godos, dice: Son notables en el arte de la
guerra y entran en combate ecuestre no sólo con las
lanzas sino con los dardos; pero confían sobre todo en
la carrera veloz de sus caballos.
El adiestramiento militar era disciplina importantísima.
Continúa el Obispo Isidoro: Se dedican con gran esmero
al entrenamiento en el manejo de las armas y al ensayo
de sus combates. A diario realizan competiciones
deportivas.
Las continuas refriegas entre visigodos, narbonenses,
vascos y bizantinos servían para los jóvenes en su
última etapa de formación, como ejercicios de
entrenamientos en los que adquirían experiencia en el
arte de la guerra.
Culturalmente existía un modelo pedagógico para
jóvenes laicos y otro que se impartía a los dedicados a
la vida eclesiástica. Las escuelas monásticas rivalizaban
con las de las catedrales y los estudiantes, al llegar a la

74
Theudemir

edad de catorce años, debían optar por continuar


perteneciendo al clero o abandonar la escuela y
contraer matrimonio, según lo establecido en el II
Concilio de Toledo en el canon 1.
Cuando Theudemir contaba los veinte años,
además de gran formación escolar, había ya
demostrado grandes dotes y capacidades de mando en
la milicia, así como una pericia especial en rechazar
pequeños adentramientos, procedentes del norte de
África, que se producían en las costas.
La ribera opuesta del Mediterráneo estaba habitada,
además de los nativos beréberes, por gran cantidad de
siervos, libertos, judíos, bizantinos y nobles que,
perseguidos en reinados anteriores, se vieron obligados
al destierro para salvar la vida o reiniciar otra nueva.
Con relativa frecuencia montaban expediciones de
saqueo que llevaban a efecto en ciudades no
fortificadas, haciendas rurales y pequeños núcleos
campesinos compuestos de varias alquerías.
Estas incursiones no duraban más de dos o tres días.
Desembarcaban antes de las luces del alba, llevaban a
cabo sus pillajes durante dos jornadas de luces y otra
de noche de manera que, con las sombras nocturnas
del segundo o tercer día, retomaban las barcazas y,

75
Theudemir

cargados con el botín, se retiraban a sus montañosos


territorios a disfrutar de la cosecha. Atrás dejaban un
gran reguero de muertes, lisiados, violaciones, aldeas y
viviendas quemadas y una larga suma de iniquidades.
Theudemir, desde tan joven edad, comenzó a repeler
con éxito y fiereza los usuales desmanes y a adquirir
fama y temor entre aquellos que habían hecho del pillaje
mediterráneo su forma de vida.
El que sería poco más tarde Conde de la pequeña
Provincia de Aurariola ya daba señales de estratega,
saber y valor.
Hasta aquí una ligera semblanza, con los hechos
más sobresaliente de los reinados de Chindasvinto y su
hijo Recesvinto, épocas, como se ha comentado, de las
que no son muchos los datos que nos llegaron y en las
que no se profundizó dado a que, en esos entonces, la
vida de nuestro personaje había discurrido entre las
distintas disciplinas educacionales que ya comentadas.

76
Theudemir

Capítulo IV
WAMBA ( Rey 672 a 680)

La subida de Wamba al poder se llevó a efecto


con, al menos, aparente urgencia. Los nobles palatinos,
el mismo día de la muerte de Recesvinto, le eligieron
Rey. Era el uno de Septiembre del año 672 y parecía
que tuviesen prisas, como si quisieran evitar la posible
continuidad en el trono de algún familiar o, por lo
sucedido casi de inmediato tras estos luctuosos hechos,
que pudieran estar esperando la muerte del soberano
para dar un golpe de estado. Debía conocerse, al
menos presumir, que algo importante estaba a punto de
llegar o cabían serias opciones de que pudiera suceder.
O también pudieran barajar la posibilidad de tanta
urgencia por evitar la posible elección de algún otro
magnate no palatino que les despojara de sus
prerrogativas actuales.
Wamba, además de fiel amigo y hombre de
confianza del difunto Rey, era un importante y
sobresaliente magnate de la corte que ya al cuarto año
de mandato en solitario de Recesvinto, que se alargó a
15, le encargó la lectura, en el Concilio X de Toledo, de
las disposiciones de Martín de Dumio, también conocido
77
Theudemir

como Martín Dumiense y Martín de Braga, haciendo


hincapié que la responsabilidad de su cumplimiento
recaía en los reyes sucesivos en el trono godo.
San Martín de Braga nació en Panonia, actual Hungría,
en torno al 510, murió en Braga sobre el 580. La obra
de éste, De correctione rusticorum, condena la idolatría,
adivinación, brujería y augurios. Llegó Martín a Gallecia
alrededor del 550. Funda un monasterio en Dumio y
aproximadamente en el 556 es nombrado Obispo de
esta ciudad. Consiguió que el suevo Rey Teodomiro
abjurase del arrianismo y que se bautizase católico.
Wamba no quería ser Rey y se opuso
enérgicamente a su elección alegando los muchos años
que ya tenía encima; pero nada consiguió. Puede que
sea verdad o no lo sea, pero existe la leyenda de que un
noble, con el espadón en la mano, le apremió con la
frase: De aquí sales Rey o sales muerto.
Aceptó Wamba la elección de sus compañeros que era
legal y le constituía como legítimo Rey, aunque con la
condición de ser confirmado y ungido por los magnates
eclesiásticos en Toledo. Al parecer ya preveía ciertos
desacuerdos que de inmediato no llegaron pero no
tardaron en hacer acto de presencia.
En la residencia veraniega de la corte, Gérticos,

78
Theudemir

Wamba se encargó de las reales pompas fúnebres de


Recesvinto.
La ratificación de la elección y unción real en
Toledo se pospuso hasta el 19 de Septiembre y fue
oficiada por el Obispo Quirico en la iglesia de San Pedro
y San Pablo.
Según su contemporáneo Julián de Toledo que fue
quien escribió y dejó constancia de estos eventos en su
Historia Wambae, el nuevo Rey deseaba ardientemente
confirmar su cargo públicamente y dejar constancia ante
todos que no había usurpado el poder y que su elección
era por libre resolución de los nobles y que estaba
bendecida y ungida por la iglesia y también refrendada
por el ejercito.
No erró el recién electo monarca ni quienes le
auparon al poder, puesto que si lo hicieron pensando en
inmediatos posibles problemas, estos llegaron de
repente y sin anunciar.
En la primavera de año siguiente, el 673, surge el
conflicto casi endémico y anual del norte peninsular. En
esta ocasión debió ser de cierta magnitud y mayor de lo
que generalmente venían permitiéndose a los vascones,
pues habían realizado una amplia incursión en el Valle
del Ebro y Cantabria cobrando fuerte botín en sus

79
Theudemir

correrías y quemando y destruyendo todo lo que les


salía al paso.
El mismo Rey, tras la convocatoria para formar un
importante contingente armado, marchó al frente del
ejército con la intención de propinar un gran
escarmiento que no olvidasen durante algún tiempo.
A los pocos días de hacer frente a las
escaramuzas y antes que se retiraran a las montañas,
donde la orografía del terreno hacía más difícil el control
de los asaltantes, se recibieron noticias poco
agradables. En la Narbonense se habían sublevado y
estallado una gran revuelta al mando del Comes de
Nimes Hilderico, apoyado por el Obispo Gumildo de
Maguelone, el Abad Ranimiro, gran número de judíos
exiliados de gobiernos anteriores y otros. A ellos debía
unirse una importante fuerza de ayuda de parte de los
francos.
Durante siete días el ejército de Wamba atacó
con gran ferocidad a los vascones con la intención de
acabar lo antes posible e ir a sofocar la sublevación y al
cabo de la semana ellos mismos fueron quienes
pidieron el cese de hostilidades.
Se hizo la paz, se fijaron condiciones, entre las que se
contaba con la promesa de no más incursiones, entrega

80
Theudemir

de rehenes y la fijación de una cuota de tributos.


Según lo anterior, se deduce que era esta una pequeña
zona donde los visigodos no mantenían su total
autoridad real y los núcleos de pobladores de la
montaña iban a su aire y con un permitido descontrol,
siempre que no se excediesen en sus correrías.
Encargó entonces Wamba a un noble de su
confianza, el Dux Paulo, según algunos emparentado al
Rey y miembro de la alta aristocracia goda, que
sofocara la insurrección de la Narbonense.
Paulo, como sin prisas en llevar a término el encargo
real, se tomó su tiempo para llegar a la zona de los
insurrectos. Hizo el camino sin prisas y hoy, con las
perspectivas que da el tiempo, podrían intuirse los
motivos.
El Duque Paulo, en su partida hacia Narbona,
aprovechaba la ocasión para ir ganando prosélitos que
le auparan y fortalecieran en el poder. Sabe Dios con
qué promesas; aunque no hay que esforzarse gran cosa
para adivinar que se trataría, como de costumbre, de
enormes prebendas.
Conocidas las intenciones de Paulo, que no eran otras
que las de alzarse contra el poder y proclamarse Rey de
una zona bajo la influencia visigoda, el Obispo de

81
Theudemir

Narbona, Argebado, envió misivas a Wamba poniéndole


a corriente de los hechos, al tiempo que intentó
resistirle. Es evidente que no lo consiguió y que todo
parece indicar que no tuvo más que aliarse con él.
Probablemente fuera quien le ungió como Rey Oriental.
Conseguido sus propósitos, al menos de
momento, envió un mensaje a Wamba en la que le
nombraba Rey del Mediodía y él se autoproclamaba Rey
Oriental. Así lo reafirmaba con su firma a final del
despacho: Flavius Paulus unctus Rex Orientalis.
Paulo había estado buscando aliados y los
encontró en los amotinados de Nimes con Hilderico, en
Narbona, aunque al principio se le resistiera y también
en otros rebeldes exiliados de mandatos anteriores, en
el Dux Ranosindo de la antigua Tarraconense, en esos
momentos llamada Iberia (suma de la Cartaginense y
Tarraconense) en las plazas de Barcelona y Gerona, así
como los puestos de acceso a los Pirineos, de los que
sobresalían Calahorra y Huesca.
Fue entonces que, habiendo conocido Wamba la
misiva, reunió a sus principales y pidió a los magnates
godos el reclutamiento de un gran ejército para achantar
el levantamiento que amenazaba con la división del
imperio. Y con la idea puesta en una campaña con visos

82
Theudemir

de ser larga, se proveyó de una fuerte intendencia


capaz de mantener en pie de guerra a un numeroso
contingente de hombres armados.
Wamba partió desde Cantabria con su numeroso
y recién y formado ejército con la intención de sanear el
territorio norte peninsular mientras se dirigía a
Barcelona. En el trayecto, no queriendo dejar enemigos
a sus espaldas, atacó y se hizo con el control de
Calahorra, Huesca y varias ciudadelas y castillos
militares (castra) Ganó Barcelona (Barcino) y Gerona
(Gerunda) e hizo prisioneros a sus jefes rebeldes.
Fue entonces que al llegar a Lérida (Ilerda)
decide atravesar los Pirineos tomando del grueso del
ejército tres numerosas columnas de diez mil guerreros
cada una de ellas, para que accedieran a la Narbonense
por otros tantos puntos diferentes.
Cada una de ellas tendría la misión de ir dejando sin
capacidad de agresión todo tipo de ciudadelas, castillos,
pueblos y aldeas. Se trataba de apaciguar a los
insurrectos sin dejar tras sus espaldas alguna posible
resistencia que les pudiera atacar por retaguardia,
según se iba avanzando y adentrándose en el interior de
la Galia Narbonensis.
Una columna remontó Los Pirineos y penetró por el valle

83
Theudemir

del río Tech. Otra, la segunda, accedió a la Galia


Narbonense, pasando por Vich, y por La Cerdeña
subiendo los montes para recorrer las laderas
septimanas en dirección a Ceret. La tercera columna lo
haría por la costa, donde se hallaba la calzada romana.
Con todos los núcleos pirenaicos hallados al paso
sometidos, las tres divisiones que se habían dado cita
previa en Ceret, fueron unidas al cuerpo general del
ejército y volvieron a constituir una sola fuerza de
ataque.
El número de soldados congregados en el ejército de
Wamba ascendía a setenta mil guerreros.
Todo salió según la estrategia programada y los
acontecimientos fueron sucediéndose con celeridad.
Wamba, allende Los Pirineos, tomó Clausurae,
Castrum Libiae, Manguelone. Berziers y Narbona. Ésta
última fue muy reciamente atacada por tierra y mar. Es
posible que sea esta la primera vez de la que existe
constancia de la Armada Visigoda en acciones de
guerra.
Entre tanto el Dux Paulo, cuando hubo conocido que
Wamba con sus leales había cruzado la cordillera
pirenaica y se encontraba en la Septimania, abandonó
Narbona para recluirse con sus mejores tropas en

84
Theudemir

Nimes, además de con los cómplices de su rebelión,


sus mercenarios y un fuerte continente de francos
armados.
Otra vez, al igual que hizo en Narbona, Wamba envió
por delante un fuerte cuerpo de ejército al mando de
cuatro Duces y al alba del 31 de Agosto, tras una rápida
marcha nocturna, se hallaban a las puertas de la ciudad.
Los defensores, acampados en las afueras de Nimes,
en vez de atacar o hacer frente a los hombres de
Wamba optaron por resguardarse tras las murallas en
espera de la ayuda, al parecer prometida, de los
francos.
Tras un largo día de ataques sin conseguir algo positivo,
temiendo que los esperados refuerzos francos llegaran,
Wamba envió otros diez mil hombres que también
hicieron el camino durante la noche y antes que acabara
el segundo día de asedio, habían llegado a Nimes.
La lucha continuó toda esa noche hasta que a las
primeras horas del alba pudieron quemar las puertas de
la ciudad y penetrar en ella.
Un buen número de sitiados, con el Dux Paulo, se
refugiaron en el anfiteatro, donde llegaron a producirse
grandes altercados entre ellos.
Sus previsiones no les habían salido bien y conocían

85
Theudemir

que el pago por la derrota era una muerte que se


presentaba con las nuevas luces.
El día 2 de Septiembre Paulo envió al Obispo Argebado
a parlamentar con Wamba. Pedía suspender el
derramamiento de sangre y que los rebeldes no fueran
castigados.
El Rey ciertamente aceptó parte de lo solicitado.
Únicamente accedió a lo primero, el no más
derramamiento de sangre, y mandó suspender todos los
ataques y el saqueo a la ciudad.
El Dux Paulo y cerca de una treintena de
exmagnates visigodos fueron duramente castigados.
Algunos historiadores hablan de más de cincuenta que,
aunque salvaron la vida cuando esperaban la muerte,
cuanto menos les sacaron los ojos, sufrieron
decalvación, fueron depuestos de sus cargos y a todos
les confiscaron los bienes.
Seis meses duró la campaña de Wamba desde
que saliera de Toledo para la pacificación de vascones y
prosiguiera la lucha hasta conseguir la derrota de los
insurrectos de la Narbonense. Todo un paseo militar en
el que no tubo necesidad de emplear la totalidad de su
ejercito.
Según el Obispo Julian de Toledo en su Historia

86
Theudemir

Wambae todo había salido a pedir de boca; pero no


parece que el Rey pensara lo mismo, pues apenas unos
meses más tarde, el 1º de Noviembre, dicta su famosa y
dura Ley Militar. Distingue en ella dos tipos de
agresiones al estado. Uno referido a levantamientos
internos y otros a los provenientes del exterior, de
afuera las fronteras.
¿Con qué problemas debía enfrentarse el Rey a la hora
de afrontar una rebelión o rechazar al enemigo?
Se comentó más atrás que cada alto dignatario,
eclesiástico o laico, tenía su personal armado. También
que perteneciente a la corona, había siervos dedicados
a las tareas del campo, conocidos por fiscalinis, con la
obligación de incorporarse al ejército cuando fueran
requeridos; pero cada vez era menor el número que
acudía a las convocatorias y mayor el que hacía oídos
sordos o el magnate que se presentaba con unos pocos
hombres armados para engrosar el ejército.
La nueva ley especificaba, en referencia a incursiones
extranjeras, que correspondería a cualquier funcionario
o gran propietario, sea eclesiástico o seglar que tuvieran
residencia en un radio de 100 millas hacer frente de
inmediato, en primera instancia, al enemigo.
Una milla terrestre en tiempos romanos equivalía a

87
Theudemir

1.478,5 m. y debían ser las que continuaran en vigor. En


la actualidad equivale a 1.609 m.
Quiere esto decir que la nueva ley ordenaba que
todos los que estuviesen en un radio de unos 150
kilómetros, desde el punto de incursión, tenían la
obligación de acudir armados, una vez conocida la
noticia, o a la convocatoria de un Dux Provinciae,
Comes Civitatis o un Thiufadus (General de tropa y Juez
militar).
La ley especificaba que debían presentarse con la
totalidad de sus fuerzas armadas y ampliaba la
obligatoriedad a Vicarius, Obispos, clérigos en general y
a todo lo hombre libre, fueran nobles, mediocriores o
viliores.
Para las rebeliones internas, segundo caso, quedaban
establecidas las mismas normas. Las diferenciaciones
estaban en las penas a cumplir. Todas muy severas.
En aquellas fechas, era el año 675, la expansión
y conquista del Norte de África por los árabes era todo
un hecho.
Parece obvio que los visigodos estuvieran al tanto de las
novedades que venían sucediéndose en esas zonas
que podrían constituir verdadero peligro para su
integridad. Por lo tanto, también es indudable que de

88
Theudemir

alguna manera se estuviese a la expectativa para


sopesar el desenvolvimiento de los hechos y se
anduviese preparado para alguna posible intervención
más o menos rápida.
Según la Crónica Rotense, las costas españolas
sufrieron ese año el primer conato de invasión a la
península a través del estrecho y por medio de una
armada compuesta de 270 naves.
Esta primera vez los musulmanes sufrieron tal derrota
que les costó la destrucción e incendio del total de la
flota.
Wamba parece que había accedido al trono con
buen pie, en lo que a la resolución de problemas se
refiere; pero el reino no acababa de conseguir una
tranquilidad estable. Por si acaso no fuera suficiente con
lo ocurrido y necesitara un poco más de acción,
navarros, cántabros y vascones continuaron con sus
incursiones de pillaje anual. De momento sin atreverse a
alejarse mucho de sus montañas y sin llevar a cabo las
largas correrías de años atrás.
Wamba, aunque de edad, era hombre fajador,
guerrero infatigable y dotado de fuerte carácter, esto
nos lo ha dejado patente la historia, pero aún así, entre
el grupo que le tenía aupado en el poder, había

89
Theudemir

seguidores que ardían en deseos de implantar medidas


tan drásticas y severas como las que recordaban de
Chindasvinto. Había que hacer una purga tan profunda
que acabase con todos los posibles descontentos e
insurrectos, incluidos los familiares más directos.
Por suerte algunos otros nobles fieles, menos belicosos,
comentaban que se habían adoptado ciertas
prevenciones para evitar enfrentamientos y no se debía
hacer mucho más. De haber un traidor, este podía estar
agazapado entre ellos y ser quien menos se espera.
¿Qué mejor ejemplo que el de Paulo, hombre de la total
confianza del Rey que fue enviado a sofocar una
rebelión y resultó que se auto proclamó Soberano de
Oriente y se alió con el enemigo?
De momento, todo lo que se debía hacer era esperar y
desenmascarar a los posibles inquisidores, cuando
hubiese pruebas.
Acaso porque la rectitud de Wamba se mostraba
severa e inflexible para todos, fueran cuales fueran las
inclinaciones políticas, la insatisfacción en algunos
nobles comenzó a dar muestras de presencia. Parecía
palpable, demasiado clara.
Los remedios para evitarlo seguían siendo los mismos:
otorgarles más poder, más prebendas, más bienes.

90
Theudemir

Esta solución no era de resultado final inequívocamente


positivo. Aunque causara efecto favorable al primer
instante, únicamente podría servir para exacerbar más
los ánimos de aquellos que no se vieran reconfortados
satisfactoriamente. No era la panacea.
Lo evidente era que determinados magnates
continuaban ansiosos de poder y que las gentes del
pueblo, marginadas y sin decisión, veían impotentes sus
luchas intestinas. También es verdad que no les
importaba ni mucho ni poco y eran meros observadores
de cómo se lo repartían todo entre ellos. No estaban
pendientes de unas esferas, tan lejanas que era mejor
divisarlas desde la lontananza.
La indiscutible verdad de aquel momento era que, el
Rey y su grupo de fideles, no lograban ponerse de
acuerdo con el resto de los poderosos del Reino.
A los pocos años de gobierno ya corría el rumor que
Wamba no gobernaba bien porque nunca quiso ser rey.
Que había sido electo contra su voluntad y no tuvo otra
opción que la de aceptar una corona impuesta.
El desagrado de unos cuantos, exagerando un mal
devenir diario, exaltando los malos resultados del
gobierno, era la expresión clara de algo por llegar en un
futuro inmediato. Era falso, Wamba fue uno de los

91
Theudemir

grandes reyes visigodos; pero la oposición siempre es


así. Exagera o miente contra todo lo que está por arriba
con tal de alcanzar el derrocamiento. Es aquello de toda
la vida: “Quítate tú que me pongo yo”
Es sabido, por otra parte, que el deporte favorito
de los visigodos estaba por darse una vez más. Si no
me quitas te quito o lo que es igual, si no me apartas te
aparto. Y así fue.
Llevaba Wamba en el poder ocho años y aquella
tarde algo importante debía suceder o había acontecido.
Muchos eran los que esperaban el advenimiento de un
suceso especial o raro, porque, tras las murallas que
circundaban a la imperial capital del estado, parecía
vivirse un ambiente distinto al de un día normal.
Con el alba nuevo día se confirmaron los augurios. El
rumor de la tarde anterior tomó cuerpo. La comidilla
estaba servida. El Rey Wamba, sucesor de Recesvinto,
había sido envenenado.
De nada sirvió su demostrado valor y sus buenos oficios
de gobernante ni sofocar la rebelión de la Narbonense
ni derrotar a Paulo que se había proclamado
independiente ni, tampoco, salir victorioso de cuantas
campañas emprendió contra francos, vascones u otros.
La envidia y el ansia de poder de algunos nobles estuvo

92
Theudemir

en esos momentos primando sobre todas las cosas.


El enemigo estaba en casa, entre ellos, como en
otros lejanos tiempos o, por mejor decir, como siempre,
como en todos los tiempos.
Determinados nobles eran partidarios de
mantener siempre a la misma familia real en el trono.
Siempre que fueran sus elegidos. Se alegaba que con
esta medida se evitaba tener que forzar promesas de
favores, exención de impuestos y prebendas de quienes
pretendieran acceder al trono derrocando al Rey de
turno para ganarse los votos de una facción. Desde
luego que ese monarca, así colocado en el trono,
premiaría únicamente a sus prosélitos dejando en el
olvido a los demás. Pero esto lo pensaban, como
mínimo, dos familias descendientes de antiguos reyes;
pero no eran los únicos. Había quien, no perteneciendo
a ninguna de ellas, también quería tener opción de ser
rey.
Aunque resultara peligroso para la seguridad del Reino
y sus gentes que por medio de la conjura, tan habitual,
se pudiera acceder al trono, era éste el mejor
procedimiento.
Estos razonamientos se escuchaban con frecuencia y
eran más audibles cuanto más cercana estaba la fecha

93
Theudemir

de un Golpe de Estado. Eran los emisarios que llegan


adelantados anunciando el evento.
En esta ocasión, nunca mejor dicho,
embromaron malamente al Rey.
Wamba esa tarde tomó una infusión de hierbas, a casi
todos los que se han interesado por este Monarca dicen
que era su costumbre; pero que el brebaje estaba
emponzoñado con una fuerte carga de esparteína.
Esparteína es el nombre científico de la retama.
Contiene un alcaloide usado como medicamento tónico
del corazón y regularizador de su movimiento.
Dicho esto, es de pensar que algún despistado le
suministró una súper dosis que le dejó privado de
sentido y a las puertas del paraíso.
El Rey tomó la tisana y casi en el acto cayó al suelo en
estado de coma.
Los magnates palatinos leales llegaron a creer
que el Monarca se había situado en el umbral de la
muerte y, con el fin de que lo hiciese como buen
cristiano, decidieron, de acuerdo con el Obispo Julián de
Toledo, que fuese tonsurado, convertido en monje y
vestido con el hábito de penitente.
El Obispo Julián, el médico real y algunos nobles, entre
ellos Ervigio, formaban parte de la conjura.

94
Theudemir

No se ha dicho, pero es importante subrayar ahora que,


desde el IX Concilio de Toledo, Wamba andaba
fuertemente enfrentado a los eclesiásticos.
Se obró el milagro. Poco a poco al Rey le fue
pasando el colocón y la recuperación llegó hasta el
punto de hallarse bien del todo. El pesar llegó cuando
se encontró con el chasco de, al pertenecer a la iglesia,
ya no podía continuar siendo el Rey. Estaba cesado de
todas sus funciones.
Intentó, sin duda, incluso con algunos allegados a dejar
las cosas en el lugar donde se encontraban; pero nada
se pudo hacer. La propia Ley de los Visigodos estaba
en contra. Por más que se esgrimió la involuntariedad
del monarca al contraer los hábitos monacales, el
Obispo y sus prosélitos no claudicaron y se mantuvieron
en sus trece.
Al día siguiente, lunes, Ervigio era elegido Rey
de los visigodos por una fracción de magnates
palatinos, pese a la resistencia de unos pocos.
Wamba, esa semana, desprotegido y sin apoyos
suficientes, suscribió dos documentos preparados por
los maquinadores de la trama. Uno de ellos era el que
designaba a Ervigio como sucesor al trono y el otro
dirigido al Obispo Julián para que le ungiera con la

95
Theudemir

fórmula real.
También debió realizarse un tercer documento que más
tarde fue exhibiéndose en el Concilio. Se trataba de una
declaración firmada por los grandes de la corte en la
que se certificaba la toma de hábitos clericales de
Wamba y su tonsura. Era el Domingo 14 de Octubre del
680.
Wamba se retiró al Monasterio de los Monjes
Negros de San Vicente en Pampliega, donde fallecería
ocho años más tarde.
Durante los años que se mantuvo en vida, estuvo
en contacto con muchos de sus fieles, reclamó su
puesto y se quejó de la impiedad de quienes,
apoyándose en ardides, le apartaron de su lugar.
Aparentemente no tuvo éxito en sus reclamaciones;
pero todavía incidió y mucho en la política y devenir del
futuro, como se verá.
Cuando Wamba se vio destronado de tan
torticera manera, Theudemir tenía 28 años y hay que
resaltar que, desde los últimos del reinado de
Recesvinto, Theudemir había entrado de pleno en la
vida y quehacer del reino. El punto de apogeo en la vida
del hombre, en aquellos tiempos, era el período
comprendido entre los veinte y cincuenta años.

96
Theudemir

Cuando fue ungido Rey, Theudemir contaba veinte


años. Vivió pues en directo y posiblemente muy
intensamente todos los sofocamientos de reyertas de la
época.
Unos cuantos años más tarde, como en su
momento se dirá, aparece Theudemir infringiendo duras
derrotas, como Almirante de la armada visigoda en el
Mediterráneo, a sarracenos que hacían intentos de
penetración en la península.
Es por ello que, en la tan brillante intervención que
desde el mar hiciera la armada en el sitio de Narbona,
fuera lo más racional concebir que estuviese al mando
de ella nuestro personaje. Como es sabido por crónicas
árabes, era famoso y de gran nombradía desde mucho
tiempo atrás, antes de la irrupción sarracena en
Hispania.
Theudemir, sin dudas, conoció las leyes dictadas
por Wamba en las que pretendía frenar los abusos que
los Obispos y buena parte del clero y por las que más
tarde llegaría a pagar con la conjura y el trono. Era
patente el descontento general de la clase rectora de la
Iglesia, pues les hizo perder por decreto grandes
privilegios de los que no estaban dispuestos a ceder en
favor de la corona.

97
Theudemir

Y desde luego, Theudemir, por vivir esa época, fue


conocedor de primera mano de los grandes estragos
que, para más inri, causó durante los tres o cuatro
últimos años de mandato de Wamba, la sequía pertinaz
y la devastadora plaga de langosta que anualmente se
había acostumbrado a campar a sus anchas
recrudeciendo estragos.
Los campos se transmutaron en pedregales puros,
áridos, con resquebrajadas tierras liberadas de matas,
arbustos y árboles.
La anterior devastación, unida a la huída sistemática de
siervos encargados de las labores, abandonando
cultivos, rebaños, apriscos y viviendas, que poco a poco
el tiempo se encargaba de ir desmoronando, mostraba
una devastada panorámica del agro español.
Sólo en franjas de terreno limítrofes con ríos o
humedales podía lucir el verde de los árboles y el color
de sus frutos y cosechas.
De dichas cuestiones, si bien de estos destrozos nadie
sale de rositas, nuestro personaje en cuestión quedaba
mejor librado que otros compañeros. Estos embates
climáticos o de plagas devastadoras quedaban
suavizados en su Ducado, porque la mayor parte del
territorio estaba ubicado en tierras fértiles y bien

98
Theudemir

regadas. Aunque bien sabía sobre semejantes


devastaciones porque algunas zonas altas y
perimetrales del interior del ducado lo eran de cultivos
de secano.
Theudemir combinaba sus obligados
quehaceres, pues debía repeler las incursiones
terrestres de piratas al territorio en toda la costa que
comprendía la Provincia de Aurariola y otro tanto, como
Jefe de la Armada, la ribera mediterránea hasta Cádiz,
con viajes a la Corte, Toledo, y el estudio.
Es de resaltar estos puntos puesto que ha quedado
constancia de su buen hacer y amplia cultura en las
crónicas árabes de entonces.
Una semana más tarde de los hechos acaecidos
en Toledo, al domingo siguiente, Ervigio era ungido Rey
de los visigodos por el Obispo Julián, Metropolitano de
Toledo.

99
Theudemir

100
Theudemir

Capítulo V
ERVIGIO ( Rey 680 a 687)

El Conde Ervigio era hijo de Ardabasto.


Cualquiera podría llegar a pensar que, dicho así, el tal
Ardabasto fue un personaje súper conocido de quien
todo el mundo ha debido escuchar algo de su
interesante vida o, como mínimo, saber algo en
particular de él. Pero, como no es así, queda dentro de
toda lógica que nos preguntemos quién y qué fue el tal
señor.
Y si, Ardabasto fue un magnate bizantino que llegó a
Hispania en tiempos de Chindasvinto, expulsado o
huyendo de la corte de Constantinopla, tras las
revueltas en Bizancio a la muerte del Emperador
Heraclio.
La Crónica Rotense recoge que Chindasvinto le recibió
con gran pompa y, por consiguiente, se puede deducir
que no era un pelagatos, que debió ser una
personalidad de importancia y nombradía por esas
fechas. Un Rey no recibe a un extraño mediocre como
si de un personaje influyente te tratara. El tal prohombre
debió llegar cargado de obsequios y poseer un enorme
caudal. Un desconocido o es tremendamente rico o no

101
Theudemir

le saludan ni los mendigos.


Está claro que Ardabasto se acomodó a sus nuevos
pagos de Hispania y no tuvo mucho inconveniente en
cambiar al bando visigodo.
No muchos años después casó con un familiar de
Chindasvinto y de esta manera entroncó con la nobleza
reinante. Esta unión introdujo a Ardabasto en la nobleza
visigoda y especialmente incorporó a los nacidos de su
matrimonio, por lo que Ervigio, desde el inicio de sus
días, quedó integrado en la alta aristocracia como
descendiente del clan Chindasvinto.
En tiempos de Wamba, Ervigio llegó a ser un
conocido miembro agregado al séquito personal del Rey
y, por consiguiente, una persona allegada y de su total
confianza. Además de Comes, había casado con
Liuvigoto, prima del Rey. Parecía, por consiguiente,
poco probable, casi imposible, que la retorcida jugada
para desbancarle del poder pudiera estar tramada
desde el interior de su propia familia.
A eso, en todos los tiempos, se le llamó traición.
Muchos nobles, en especial algunos eclesiásticos,
defendían la maquiavélica trama alegando y
pregonando a los cuatro vientos que con Ervigio se
desbarataban los posibles malos pensamientos de

102
Theudemir

luchas por el poder entre los nobles de las dos casas


reinantes, pues en él confluían la de Chindasvinto y
Wamba.
De lo que no cabe duda es que Ervigio la pifió desde la
entrada hasta la salida y que de ello, era perverso y
traidor pero no tonto, se percató casi desde el primer
instante de llevar a cabo su maquiavélica acción.
El sigilo y las prisas de cómo se llevó a término
el acceso de Ervigio al poder bien podía haber sido el
resultado de los comentarios sobre las intenciones de
los descendientes de Recesvinto y, en particular de sus
hijos. Las intenciones de Favila y Teodofredo eran las
de encabezar y representar a un nutrido grupo de
magnates y acceder al poder.
No eran sólo ellos quienes andaban postulándose para
alcanzar el trono de Toledo, también contaban los
nobles partidarios de Wamba y algún que otro cuyas
escondidas pretensiones debieron quedar en el
anonimato es espera de mejor ocasión. Lo cierto es que
ninguno de ellos podía esperar un desenlace tan
imprevisto e inusual.
Aunque debieron ser bastantes los nobles que
estuvieron de acuerdo con el derrocamiento, los
cabecillas principales, en ello están de acuerdo

103
Theudemir

prácticamente todos los historiadores, fueron el Obispo


Julián de Toledo, con el tiempo San Julián, y el Conde
Ervigio.
Wamba y un puñado de seguidores no se
sintieron satisfechos, como es natural, e intentaron con
todas sus fuerzas que careciese de valor su ingreso en
el clero, por haberse realizado sin voluntad expresa del
interesado y, siendo más grave todavía, cuando se
encontraba sin conciencia para llevar a efectos actos
tan relevantes. No triunfaron sus tesis. Ervigio y Julián
se dieron las suficientes prisas por asumir sus nuevos
cargos y prerrogativas que, al parecer, tenían pactado.
A poco más de dos meses, 9 de Enero del 681,
ya estaba llevándose a efecto el XII Concilio de Toledo.
Cuestión de hacerse con el apoyo del mayor número
posible de nobles y eclesiásticos. Y la fórmula era bien
sencilla por conocida. Siempre se repetía y sus efectos
estaban bien contrastados.
En este Concilio, en particular, se fue a ratificar a Ervigio
como nuevo Rey. Debía demostrarse, al menos dejando
constancia oficial, que todo aquel tinglado se había
llevado a término teniendo en cuenta las más exigentes
normas de legalidad. Así que se exhibieron los
documentos pertinentes donde se demostraba la toma

104
Theudemir

de hábitos de Wamba y su dimisión a favor de Ervigio.


El hecho de admitir las pruebas que allí exhibían sin
escándalos ni aspavientos llevaba consigo otras leyes
que se proponían con el ánimo de ganar nuevos
prosélitos. Tanto es así que se acuerda el perdón oficial,
ya previsto con alguna anterioridad por el soberano,
antes de concurrir al Concilio, y se condonan las penas
a los culpados de alta traición. Y también se reducen las
aplicadas al incumplir la Ley Militar promulgada por
Wamba, restituyéndoseles propiedades y títulos
nobiliarios.
En general, la Iglesia de entonces, encabezada por el
Metropolitano de Toledo, el Obispo Julián, estaba
enfrentada con el poder real desde que Wamba les
obligase a intervenir cada vez que el Estado se viese en
un conflicto militar. Esta implicación consistía en
aportación tanto de personal de armas como de dineros.
Con Ervigio en el trono se veía liberada de semejantes
compromisos y, por si no fuera suficiente,
recompensada con otras concesiones adjuntas.
No se acabó aquí. Más tarde, Ervigio siguió
haciendo amigos cuando el 1 de Noviembre del 683
perdona a los magnates todos los impuestos sobre
esclavos que estuviesen pendientes de pago antes de

105
Theudemir

su acceso al poder. Necesitaba más apoyos y


reconocimientos, acaso porque se temiese alguna
importante encerrona. El que la debe, la teme.
En ese año 683 parece que hubo una importante
revuelta, por parte de los todavía seguidores de
Wamba, con la intentona de derrocar a Ervigio. No tuvo
éxito; pero dio pié a pensar en la conveniencia o
necesidad de reforzarse con nuevos adeptos y preparar
la convocatoria un nuevo Concilio.
El 4 de Noviembre de ese mismo año, el 683, sin
haber pasado dos desde que se celebrase el anterior,
se inicia el XIII Concilio e Toledo.
Llama la atención la continuidad del perdón, el
reconocimiento de títulos de nobleza y la restitución de
bienes, siempre que siguieran perteneciendo a estado,
para los sublevados en la Narbonense y todos los
prosélitos que se unieron a Paulo luchando por la
segregación del Reino. Pero para mayor prodigalidad y
empobrecimiento del reino, se hizo extensa
retrotrayéndose hasta los tiempos de Khintila que reinó
del 636 al 639.
A cambio de lo anterior y en compensación a tan gran
magnanimidad, se promulgaron y aceptaron normas en
defensa de la familia real, para cuando el Rey dejara de

106
Theudemir

serlo por cualquier circunstancia, condenando a


aquellos que osaran quitarles la vida, o convertir a la
esposa, hijas, nueras o hijos en eclesiásticos o
condenarles al destierro. Y, por supuesto, las
mencionadas leyes también estaban encaminadas a
salvaguardar el patrimonio familiar.
Las noticias que han llegado de aquellos
tiempos, dejan entrever que Ervigio, ya se apuntó más
arriba, estaba temiéndose lo peor. No eran solamente
los seguidores de Wamba los que no dejaban de
apretar, reclamar el lugar usurpado y mostrar su
descarado descontento, como se ha dicho, también se
les unía el desencanto de los seguidores de los hijos de
Recesvinto. Ambas facciones eran reiterativas en
mostrar sus estados de insatisfacción.
Al año siguiente, 14 de Noviembre, se volvió a convocar
otro nuevo concilio. Era el XIV Concilio de Toledo; pero
en esta ocasión los asuntos a tratar no eran políticos,
estuvo dedicado, en exclusiva, a temas propios de la
Iglesia.
Del reinado de Ervigio podría comentarse que
fue un continuo goteo de legislación tendente a
satisfacer las continuas peticiones de nobles e iglesia y
ello en detrimento del estado que perdía sin cesar

107
Theudemir

bienes y territorios y, por supuesto poder.


Para ser ecuánime hay que mencionar a favor de
Ervigio, el más importante trabajo llevado a cabo
durante su mandato: la revisión del Fuero Juzgo, el
Líber Judiciorum que promulgó Recesvinto.
Y resaltar también la saña con la que legisló contra los
judíos. Siempre se había mostrado con magnanimidad,
como un perdonavidas; pero llegaban noticias que en el
Norte de África, los judíos estaban colaborando con los
árabes en su rápida conquista. Les concedió un año
para convertirse al cristianismo e implantó una serie de
normas de obligado seguimiento para comprobar el
comportamiento y veracidad del cambio de religión.
Dictó su propia Ley Militar, suavizando la del
predecesor; pero dejando en claro las penurias y
trabajos que se requerirían para lograr un cuerpo de
ejército; aunque, a la postre, viniera a garantizar su
reclutamiento y formación.
Esta ley ya no contempla obligatoriedad alguna de
incorporación a los ejércitos de los eclesiásticos. Como
es de suponer, era lo más lógico después del trato que
venía otorgando a la Iglesia a golpe de leyes y en
compensación a su apoyo.
Con la de Wamba todos los magnates estaban

108
Theudemir

obligados a concurrir para repeler incursiones o estados


de sublevación y, además, con todos los efectivos
disponibles. Es cosa que ,al parecer, no se alcanzaba ni
en un veinte por ciento de los mismos y que esto era
práctica habitual.
Ervigio deja reducido el número al diez y ese porcentaje
comprende las clases más bajas.
No altera, sin embargo, la composición del cuerpo
general militar que a partir de ese momento podría estar
formado en un cincuenta por ciento de tropa con
personal de nobles visigodos y otro tanto de milicia
configurada con personal del pueblo llano.
Con ello libera a los Nobles a la incorporación forzosa a
la milicia de sus fideles, cosa venía haciéndose desde
tiempos remotos.
A partir de este momento Dux, Comes y Thiufadus
tienen sus grupos armados particulares formados por
personal perteneciente a la casta más baja, los siervos.
Esto que les permitía el uso de armas, no hace mucha
gracia a un nutrido grupo de magnates.
Con la anulación de la anterior ley puso remedio a
quienes se hallaban incursos por infamia, pues
semejante situación colocaba a casi la mitad de la
población en la pérdida de derechos, entre los que

109
Theudemir

sobresalía el de testificar en juicios.


Cuando sintió que le llegaba la hora de su
muerte y era el momento de pasar el cetro, Ervigio
retomó voluntariamente la fórmula que impuso
solapadamente a Wamba para alejarlo de los ajetreos
mundanos.
Por cierto, en esos momentos todavía estaba morando
en Pampliega y aún tuvo la suerte de vivir un par de
años más, para gozar de unos cambios que sin duda le
satisfarían.
El Rey Ervigio, sintiéndose gravemente enfermo,
era el jueves catorce de Noviembre del año 687, habló
con Égica, el cual había desposado con su hija Cixilona,
y le nombró sucesor.
En primer lugar, como no queriendo enmendar el yerro
cometido años atrás con el derrocamiento de Wamba,
cuando usurpó el poder, y reafirmando lo realizado con
el sistema usado, retomó idéntica fórmula, como se ha
dicho. En esta ocasión la diferencia era abismal, pues
fue el propio interesado quien en verdadero y total
estado de conciencia, solicitó los hábitos monacales. En
segundo término no señaló como sucesor a uno de sus
hijos, que hubiese sido casi lógico en un personaje con
semejante catadura moral, sino que se inclinó a favor

110
Theudemir

del marido de su hija. Era Égica, además de su yerno,


sobrino de Wamba.
Al día siguiente, viernes, Égica se presentó,
acompañado de una gran comitiva de magnates
palatinos, en los aposentos reales y, en presencia de
todos, el enfermo es tonsurado y recibe los hábitos
monacales en señal de pertenecer, desde ese instante,
a la Iglesia. A partir de entonces ya no había opción de
vuelta atrás.
Como se ha comentado, Ervigio fue ungido el
veintiuno de Octubre del 680 y el sucesor, Égica, lo fue
el veinticuatro de Noviembre del año 687. Fueron estos
pasados siete años y un mes suficientes para poner
cuesta abajo las finanzas de lo que fue un estado rico y
floreciente.
Resumidamente, no tuvo Ervigio un largo reinado
ni muy tranquilo. Fueron tiempos muy difíciles para el
pueblo llano, clases medias y grandes de estado, para
todos.
Cuando un alto dignatario es malo de solemnidad y un
esforzado inútil, el resultado de todas sus gestiones se
parecen a una pandemia de peste. De los males no se
escapa nadie, alcanzan a todos.

111
Theudemir

Lo anterior, es de suponer, tiene al Dux de la


Aurariola, Theudemir, al pertenecer a la nobleza goda,
convertido, como mínimo, en protagonista circunstancial
de los hechos mencionados, muchos de los cuales le
llegan a afectar directamente por su condición. Pero no
es lo único, pues tanto él como toda la población y de
forma alarmante, han tenido que soportar penosas
adversidades de las que los historiadores no dicen gran
cosa ni hacen mucho hincapié. Pasan de puntillas sobre
ellas.
Anualmente, venía sucediendo desde el reinado de
Wamba, renace y recrudece la plaga de langostas que
asola el país sistemáticamente sin dejar brizna allá por
donde sobrevuela, sembrando el pavor y acabando con
toda vida vegetal. Wamba ya legisló por el año 676 con
el fin de paliar en lo posible los muchos estragos que
ocasionaban.
En estos últimos años del reinado de Ervigio se
recrudeció el problema y nada ha trascendido, sin
embargo, de métodos o medios que se tomaran para
paliar los quebrantos.
Y con ser mucho el soportar una plaga, como es la de la
langosta y que se convertía en puro endemismo anual,

112
Theudemir

si hubiera sido únicamente eso, acaso los habitantes de


pueblos y masías o casas rurales en general, hubieran
podido soportar, aún con enormes sacrificios, el diario
convivir con circunstancias tan adversas.
Las tierras de cultivo, no solo tenían que pasar por la
afilada guillotina de las siempre insatisfechas langostas,
estaban soportando año tras año unas tremendas
sequías que dejaban enormes extensiones peninsulares
reducidas a sequeros resquebrajados y estériles.
En semejantes circunstancias lo único que parece
lógico es que el personal residente en tales predios se
largara con la música a otra parte y abandonase los
campos que antes le dieron de comer y las viviendas
que les cobijaron.
El agro quedó absolutamente despoblado. Los siervos,
desaparecidos de su medio, andaban huidos de sus
lugares y el Estado, sin quererlo, no podía más que
recuperar terrenos yermos por mor de sequías
extremas, plagas de langostas y unas desgraciadas
hambrunas.
El Tesoro, en esos tiempos, quedó sin ingresos fiscales
y falto de personal. Si hubiese sido necesario montar a
todas prisas un ejército, esto hubiera generado un gran
problema añadido a la cuenta de resultados del Rey

113
Theudemir

Ervigio.
Merecido o no, el balance final sobre los hechos
acaecidos no deja en muy buen lugar la política ejercida
durante esos años por Ervigio.
Y todavía resta una añadidura que, aunque nada o poco
hubiera podido hacer sobre el particular, de alguna
manera puede decirse que salió airoso de aquellos
trances, puesto que Theudemir se encargó de ello.
La zozobra reinaba en los pueblos costeros que van de
Denia a Gibraltar y era grande. Escuchar lo de hay
mauris en la costa producía gran desorientación y, en
ese tiempo, hubo mucho que repeler.
Durante los años en los que Ervigio reinó, las riberas
mediterráneas de la península se vieron acosadas por
pequeñas y continuas incursiones de beréberes, esos
habitantes de la zona a los que los romanos llamaron
mauris, de ahí los nombres de Mauritania Cesareae y
Mauritania Tingitana que le dieron a esas provincias y el
que nosotros digamos moros a los habitantes de esas
tierras. Y también comenzaron los árabes a hacer de las
suyas con rápidas escaramuzas que servían de saqueo
y estudio de posibles futuros ataques más serios. Los
que conducen a una nueva conquista de territorios. El
Norte de África estaba siendo tomado con relativa

114
Theudemir

facilidad. Únicamente algunas tribus beréberes,


esporádicamente, se mostraban fuertes.
Desde el año 670 que los árabes conseguían hacerse
presentes y consolidarse en muchos lugares. Acaso la
fecha clave fuera la que se produjo en el 686, cuando
ganan Cartago a los bizantinos. Aunque estos la
recuperasen de nuevo entre el 695 y 698, los árabes se
quedaron por los alrededores.
En el año 701 ya poseían contingente armado
importante, con asentamiento en Ifriquiya, capaz de
continuar con sus conquistas. Poco después, el 705,
Musa Ibn Nasair fue nombrado primer Walí.
Oficialmente se reconoce al año 711 como fecha final
de la conquista del N. de África.
Theudemir tomaba la defensa del territorio con
acciones conjuntas de mar y tierra, infringiendo serias
derrotas a todo invasor que se acercaba a las costas.
Por estas acciones que se iteraban con una insultante y
casi periódica continuidad, el nombre de Theudemir era
motivo de admiración, odio, respeto y temor.
Cuando Ervigio muere y Égica accede al poder,
el Duque Theudemir contaba treinta y cinco años.

115
Theudemir

116
Theudemir

Capítulo VI
ÉGICA ( Rey 687 a 702 )

Sabemos cómo Égica accedió al poder y que se


mantuvo reinando durante quince años, pese a los mil
avatares que se irán desgranando de a poco. Pero,
retrocediendo un poco en el tiempo, nos vendrá a la
memoria la refinada crueldad con la que Ervigio y el
Obispo Julián de Toledo despojaron del trono al Rey
Wamba.
Opino, más que una consideración se trata de una
profunda convicción, que Wamba devolvió la jugada a la
familia de Ervigio y a sus seguidores de antaño,
corregida y aumentada. Estoy convencido que desde su
morada del Monasterio de Pampliega en Burgos, en
perfecta armonía con sus fieles seguidores y familia,
planificó una no menos elegante estrategia de recuperar
el trono para los suyos. Y, esto es evidente, lo consiguió
tan limpiamente o más que su antecesor y con similares
torticeras y maquiavélicas armas.
Su sobrino Égica, hijo de una hermana, con todas las
bendiciones habidas y por haber, incluso la del
mismísimo Ervigio y las altas instancias eclesiásticas, no
sólo desposó a hija del Rey, Cexilona, convirtiéndose en
117
Theudemir

yerno, sino que, además, juró que defendería a la prole


real, a su señora suegra, Liuvigoto, los bienes de todos
ellos, el que nadie le pudiera tocar ni la menor de las
pertenencias, incluso ni un cabello de la cabeza y, por
consiguiente, no podrían ser tonsurados, convertidos en
monjes, etc., etc.,. y todo ello en presencia de los
nobles del reino en un Concilio General.
El bueno de Wamba, que ya había demostrado
ser un gran estratega, dispuso de mucho tiempo libre y
lo había planificado. Para su regocijo y muchos de los
suyos todavía estaba vivo y coleando para frotarse las
manos y complacerse con su victoria. El topo
introducido en la familia de Ervigio funcionó según lo
previsto.
Bien sabía el viejo zorro que, como diría un refrán
castellano muchos años después, que muerto el burro,
la cebada al rabo.
Égica entroncó directamente con la familia de
Ervigio, por el casamiento con la hija y juró todo lo que
hacía falta jurar y lo que le pusieran por delante y
consiguió que los ocultos propósitos se convirtieran en
realidad y, además, para mayor INRI de la Santa Madre
Iglesia, con la bendición expresa de los Obispos
mandamases. Los mismos que pocos años antes

118
Theudemir

hicieron encajes de ganchillo para sacar del trono a


Wamba, ahora los harían de bolillos para desmontar
todos los juramentos formulados por Égica.
El 11 de Mayo del 688, en el XV Concilio de
Toledo, el flamante Rey presentó públicamente sus
problemas de conciencia y se sometió al veredicto de
los sabios y santos conductores de almas. El juramento
hecho a su suegro Ervigio de defender a su familia y de
impartir justicia al pueblo era imposible de llevar a feliz
término por incompatibles entre sí.
Por las muchas tropelías realizadas por Ervigio al
pueblo, durante su reinado, ahora, para impartir justicia,
Égica estaba obligado a retornar a sus antiguos
propietarios las muchas usurpaciones que habían
pasado a engrosar las pertenencias de sus familiares
políticos. El juramento dado al moribundo Rey estaba
formado de dos partes contrapuestas. Una anulaba a la
otra. A la duda que embargaba a su conciencia no le
hallaba respuesta. O defendía los bienes de la familia ex
real o defendía al pueblo.
El Sínodo, en esta ocasión compuesto por 66 Obispos.
8 Abades, 3 altos Dignatarios Catedralicios y 26
magnates palatinos, tomaron en consideración la
exposición del nuevo Rey, aunque sólo en parte.

119
Theudemir

Concluyeron que por encima del bien personal debía


primar el general.
No tuvieron en cuenta el total de lo propuesto, era lógico
por estar presidiendo el Obispo Julián de Toledo,
antiguo promotor con Ervigio del derrocamiento, con
premeditación y alevosía, de Wamba; pero Égica
quedaba suficientemente liberado como para comenzar
a pasar cuentas con su particular sentido de equidad y
dar satisfacción a su viejo tío Wamba y sus fieles
partidarios que ahora lo eran del sobrino.
El reciente monarca había quedado libre del
juramento dado de defensa familiar e iniciaba a su
personal vendetta que fue rotunda y continuada. Una de
las primeras que llevó a efecto fue el repudio de su
esposa Cexilo. Dice la Crónica Rotense que por
indicación de Wamba. Todo es posible en este punto y
habrá quien opine que el selecto monje a la fuerza se
quedó algo corto.
Casi a los dos años y medio del nuevo reinado,
murió el Obispo Julián de Toledo. Era el 6 de Abril del
690. Más tarde la Iglesia le canonizaría convirtiéndole
en San Julián. Ocupó su cargo el Obispo Sisberto, que,
tomando ejemplo de su predecesor, también se metió
en un jardín de padre y muy señor mío. Al poco de

120
Theudemir

asumir el cargo ya andaba promoviendo otro


derrocamiento, el del propio Égica, que no llegó a darse
porque le descubrieron el pastel antes de tiempo, para
su desgracia. No se conoce de él a partir de aquel
entonces; únicamente que desaparece de todas las
crónicas.
Desde que fue electo y ungido Rey, Égica se
dedicó a crear su propio equipo, en detrimento del que
servía a Ervigio, retomando a todos aquellos que tan
buena colaboración habían dado al tío.
Desde ese instante la corte estuvo dividida. Las
medidas no gustaban a muchos y mostraban sus
descontentos con maquinaciones a escondidas que el
clero, la familia de Ervigio y los magnates que perdían el
favor real, mostraban tras ser despojados de grandes
bienes y fincas que regresaban a sus antiguos
propietarios.
Cierto que los hijos del anterior Rey llegaron a pensar
que la sucesión al trono recaería en uno de ellos y
también que algún descendiente de Recesvinto lo
llevaría en mente. Se deduce de los sucesos que se
produjeron poco más tarde. Ninguno sospesó la
posibilidad de que Ervigio escogiera al marido de su hija
como el más adecuado sucesor al trono.

121
Theudemir

Égica, al principio de su reinado, tuvo su mayor


escollo en el Obispo Julián, que por suerte para él murió
relativamente pronto. Durante el par de años que
coexistieron en el tiempo, tuvo ocasiones para
incordiarle más de lo que hubiese deseado. Ya hemos
dicho que le visitó la parca un 6 de Abril del 690. El
sucesor, el Obispo Sisberto, prosiguió la línea marcada
por Julián, así que, respecto al cambio, no hubo ni
mucho ni poco. Era, éste, todavía más beligerante que
su predecesor y se le enfrentaba enconadamente con
buena parte del clero toledano y sin muchos recatos.
Pero Égica no estaba dispuesto a frenar sus planes y
mucho menos cambiarlos.
El nuevo Obispo de Toledo no fue óbice para
servir de freno. El 1 de Noviembre del 691, Égica,
sabiendo que en Toledo podría tener demasiada
oposición eclesiástica, convoca un nuevo sínodo; pero
esta vez en Zaragoza y consigue los beneplácitos del
clero que le hubieran podido negar y de hecho rebatían
en Toledo.
Una de las leyes aprobadas disponía que las reinas
viudas no pudieran volver a casarse ni seguir laicas.
Todas, obligatoriamente abrazarían la vida monástica y
deberían recluirse en un convento.

122
Theudemir

Ni que decir tiene que a la ex de Ervigio, Liuvigoto, con


ganas de marcha e intervención en la política activa, no
le hizo mucha gracia; aunque tampoco, pensaría Égica
y los suyos, le fue grato a Wamba, tras el engaño, tener
que estar recluido en Pampliega.
Con todo este revuelo de eclesiásticos enfrentados, un
importante grupo de magnates godos desplazados del
mando e influencias, como cuando vivía el anterior Rey,
y una familia política, suegra, cuñados, esposa, y demás
queriéndole rebanarle el cuello a rodajas, lo más lógico
pensar era que alguien estuviese tramando una severa
conjura para su derrocamiento, amén de pasar por las
armas tanto a él como a sus nobles fieles.
Hay que subrayar, una vez más, que si en la
anterior conspiración anduvo metido hasta el cuello el
Obispo Julián de Toledo, Ervigio y los entornos
palatinos, esta que ahora se llevaba a efecto estaba
acaudillada por el Obispo Sisberto, el Conde
Suniefredus y un importante grupo de altos mandatarios
godos.
La diferencia con la anterior es que la presente tenía
previsto que fuera cruenta. Afirmación basada en lo
descubierto. En esta ocasión debían quitar de en medio,
dicho así para evitar el verbo matar, en primer lugar y

123
Theudemir

para mayor seguridad de sus acciones, a varios


magnates principales. En el listado figuraban Flogelo,
Teodomiro (Theudemir), Liuvila, Liuvigoto, Tecla y otros.
Hay que hacer notar que no eran éstos los únicos
interesados por el trono, eran varios los grupos
deseosos de hacerse con la corona, pues la ex reina
Liuvigoto y el equipo de apoyo que sostuvo a Ervigio en
el poder también optaban a sacarle el trono a Égica.
De momento, en esta ocasión, Suniefredo y el Obispo
Sisberto se les adelantaron y hasta tuvieron su poquito
de gloria, tras la rebelión, unos cuantos meses. Final del
692 y principios del año siguiente. Sisberto fue
proclamado Rey y ungido por Sisberto.
Para darle fuerza a esta designación y en un intento de
reforzar la continuidad, en ese cortísimo espacio de
tiempo se llegó a acuñar moneda.
Égica, evocando las jornadas que sin duda vivió,
cuando Wamba tuvo que reprimir la sublevación de La
Narbonense y el conato de usurpación del trono por
parte del dux Paulo, montó un fuerte ejército y entró en
Toledo casi sin ningún tipo de resistencia o muy poca.
Y no lo pensó mucho. De inmediato convocó un
Concilio, el XVI de Toledo. El mencionado acto debió
sufrir un pequeño retrasó, el tiempo necesario para

124
Theudemir

nominar otro Metropolitano, una vez depuesto Sisberto.


Esta vez recayó el cargo en Félix, a la sazón Obispo de
Sevilla, ocupando esta sede episcopal el que lo era de
Braga, el Obispo Faustino. Cambios que supervisó el
Rey y agradó a todas las partes. No quería más
sobresaltos.
El día 25 Abril del 693 se inicia el XVI Concilio de Toledo
y llegó a su clausura el 2 Mayo de ese mismo año.
Se conocen los cambios episcopales porque figuran
reflejados en las actas, detallando lo que le vino a
suceder a Sisberto; pero nada se escribe de Suniefredo.
No debió tampoco ser algo bueno. Como mínimo le
sacaron los ojos que era la medida menor en estos
casos.
¿Quién era el rebelde Suniefredo o qué se sabe de él y
porqué se levantó en armas? De estas preguntas se
desconoce casi todo.
El comportamiento de Égica contra de los familiares de
Ervigio y en especial el empeño mostrado en la mengua
de bienes y poder, disgustó a buena parte de la nobleza
goda, esa parte que también gozó de semejantes
favores. Pero lo de Suniefredo es difícil de entender,
salvo que era visigodo. No era lógico que fuera uno de
los hijos de Ervigio cuando en sus planes entraba

125
Theudemir

asesinar a Liuvigoto, en teoría su madre. Es sabido de


Suniefredo que, en época de Ervigio, en el XIII Concilio
de Toledo, dos de los altos dignatarios que firmaron las
actas como duces eran: “Égica Comes Scanciarum et
Dux similiter” - subscripsi - y “Suniefredus Comes
Scanciarum et Dux similiter” - Subscripsi.
El primero fue el Rey que le siguió en el trono y el
segundo el que se lo quiso sacar por las bravas.
Suniefredo podría ser un descendiente de Chindasvinto
o simplemente un godo más de los muchos que dieron
golpe de estado, con ánimos de reinar. Por la
animadversión a quienes figuran en las actas del
Concilio y tenía previsto asesinar, no puede decirse que
fuera amigo de Égica Rey, Theodomirus Dux de
Aurariola, Liuva posiblemente el Dux de Cantabria,
Flogelo, Tecla y de la ex Reina Liuvigoto que se sepa.
A partir de este instante Égica se dedico a purgar
a los godos pocos afectos. Desde luego que hizo una
fuerte reforma en los cargos palatinos y no se sabe si lo
hizo con la saña de Chindasvinto; pero en la Crónica
Mozárabe se lee que les persiguió con rencor, sin
misericordia.
Acaso para intentar suavizar las relaciones con su
familia política se reconcilió con su esposa que ya en

126
Theudemir

siguiente Concilio de Toledo figura de nuevo como


Reina; aunque la suegra Liuvigoto no tuvo la misma
suerte y tuvo que investir los hábitos monacales, dando
por acabada su vida pública, y recluirse en un
monasterio.
Égica no tiraba la toalla y la emprendía furibundamente
contra los judíos, tal y como lo habían hecho otros
monarcas anteriores, dictando leyes que les obligasen
al comportamiento requerido por las ordenanzas y
dejasen de subvencionar levantamientos.
Por entonces por las costas españolas no hacían más
que desembarcar numerosos griegos y algún judío
huyendo de las refriegas que se daban, entre bizantinos
y árabes en el N. de África. Era como añadir leña al
fuego, no eran acogidos con muestras de muchas
confianzas; pero se les daba cobijo y amparo.
Égica volvió a convocar un nuevo concilio cuyo
tema principal no era otro que el judaico, el XVII Concilio
de Toledo que dio inicio el 9-XI del 694. En su ánimo no
había más que la destrucción absoluta del judaísmo y,
esta vez, el Rey acusó abiertamente a los judíos de
estar compinchados con los hebreos de otros pueblos
para luchar contra los cristianos. Pese a los esfuerzos y
medidas adoptadas por sus antecesores éstas no

127
Theudemir

habían obtenido grandes éxitos. Inquietaba


especialmente que los judíos en el Norte de África se
compinchasen con los conquistadores musulmanes,
cosa que podría repetirse en la península.
Lo cierto era que los árabes preocupaban a todos los
pueblos mediterráneos. Entre el 682 y 683, al mando de
un tal Uqba ya habían llegado, en un barrido de
prospección, hasta el Atlántico; pero los beréberes
lograron chafarse de ellos y recuperar el terreno
perdido. Pero en el año 686 conquistaron Cartago, a la
sazón en manos bizantinas.
La gran expansión musulmana era conocida, temida y
parecía no tener fin. En todo lugar encontraban gran
apoyo de parte de los judíos y, en especial, lo hallaron
en las dos antiguas provincias romanas del Norte de
África, las Muritanias Tingitana y Cesareae, zonas
donde habían consolidado sus vidas tras la expulsión de
los países de Europa.
Égica se las arregló para sacar adelante una serie de
normas anti judaicas que a punto estuvo de hacerlos
desaparecer para siempre. Se tomó muy en serio el
gran peligro que representaban para el reino e intentó
subsanarlo como mejor creyó. Respecto a negocios que
era su principal oficio, aquellos que continuaban

128
Theudemir

profesando su credo, únicamente podrían vender o


comprar a otros judíos; prohibición absoluta de llevar
transacciones con los cristianos. Tampoco podían
vender en los mercados y los negocios con otros países
quedaban en manos de católicos. Los que abdicaran y
siguieran practicando su fe a escondidas serían
condenados a ser despojados de sus bienes, separados
de la familia, esparcidos y vendidos por todo el territorio,
desterrados y entregados como esclavos por la ancha
geografía peninsular. Los hijos, al cumplir la edad de
siete años, entregados a una familia de probada fe, para
ser educados en la religión cristiana. Se escogería, de
entre sus criados cristianos, a quien adjudicar las
propiedades para que fueran estos quienes se hiciesen
cargo de pagar los impuestos que hasta ese momento
se satisfacían al fisco.
En resumen que Égica se las puso difíciles a los judíos
pero que, a cambio, buscó y encontró a otro enconado
enemigo que ayudaría a cualquiera que intentara
despojarle del trono.
Y tenía razón Égica de temer como temía a los
judíos. Los árabes estaban consolidando sus posiciones
en torno a los territorios de Cartago y aunque los
bizantinos recobraran un poco más tarde la ciudad,

129
Theudemir

continuaban asentados en esos territorios y preparando


próximas conquistas.
Égica, durante los quince años que duró su
reinado, no pudo disfrutar de mucha quietud y tuvo que
ir desplazándose con su corte de palatinos de lugar en
lugar, incluso llegando a acuñar moneda, cosa que hizo
en Córdoba, además de Toledo y, acaso, aún pudiera
salir alguna ceca más. Las posibles razones del
incesante peregrinar debieron ser, amén de las
probables ramificaciones de descontentos, la tan
tremenda plaga de peste que se cebó sobremanera en
La Tarraconense y La Narbonense. Ello no es óbice de
que algunos brotes menores se dieran en el resto
peninsular.
Fue esta una incómoda época de insatisfechos
magnates godos pretendiendo funcionar a su aire o al
socaire del mejor postor.
Al final de su vida, le quedaban dos años hasta su
muerte, adjuntó a su hijo al trono para que le ayudase
en una zona que comenzaba a ser molesta y requería
atenciones directas.

130
Theudemir

Capítulo VII
ÉGICA - WITIZA 670 - 702

En Galicia, los descendientes de los suevos no


gozaban de gran calma ni se hallaban tampoco muy
contentos que se diga con los aconteceres del reino.
Todos los godos de entonces llevaban un rey dentro del
cuerpo y querían su trono particular, su cetro y su
corona y en esta zona del norte no iban a ser menos.
Aunque a decir verdad, más que los descendientes
suevos, los intranquilos eran descendientes de
Chindasvinto. Especial mención para los hermanos
Favila y Teodofredo.
Égica, aconsejado por sus fieles, adjuntó al trono
a su hijo Witiza, al que le faltaba un par de años para
cumplir los veinte y nombrándole Dux de Gallecia, le
envió hacia allá colocando su sede en Tuy.
Resaltar que la capitalidad de Gallecia en esos
momentos era Braga y que, eludiéndose todo contacto,
el padre colocó a Witiza alejado de ella.
Desde allí, como si de un reino dividido se tratara,
correinó con su padre que, ya anciano, empezaba a
dejar de estar en su sano juicio y a desvariar en más
ocasiones de las aconsejables. En otras palabras, que

131
Theudemir

empezaba a chochear. Sobre este particular se comenta


en algunas crónicas de antaño.
También se dice que Witiza tuvo sus más y sus menos
con Favila, Dux de Gallecia, con el hermano de éste,
Teodofredo y al menos con uno de los descendientes de
Favila, su hijo Pelayo.
Witiza, habiendo acusado de conspiración a Favila, le
hace matar tras haberle exhibido montado en una burra
y con la diestra amputada en señal de traición. Ello para
afrenta y vergüenza de su estirpe y de él mismo. Pero,
no satisfecho con el escarmiento dado al padre, también
hace perseguir al hijo, Don Pelayo; aunque éste se zafa
del acoso y consigue refugiarse entre los cántabros
logrando salvar la vida.
No muchos años después conseguiría rehacerse de
tanto oprobio; pero, por desgracia, no le sirvió de gran
cosa y ni le duró tiempo. Como se contará, estuvo
presente en ese amargo final del reino.
No hace otro tanto con Teodofredo, pero pensando que
también conspiraba, lo cual podría ser cierto tras los
hechos acaecidos con su hermano, ordena que le
saquen los ojos y lo destierra lejos de Galicia.
Teodofredo, con su familia, se recoge en Córdoba
donde años más tarde acabarían sus días.

132
Theudemir

A partir de entonces, también Teodofredo, allá


en Córdoba, sumido en la oscuridad de su permanente
noche, aguardó en silencio maquinando su venganza
que llegaría por medio de su hijo Rodrigo y al alimón
con su primo Pelayo.
A estos años tan convulsos, tiempos de
sequeras, abandono del agro, plaga de langostas, peste
bubónica e insurrecciones sólo les faltaba alguna
invasión extranjera para completar el panorama caótico
del momento.
El asalto de los bizantinos, que poco antes habían
reconquistado a los árabes la ciudad de Cartago en el
N. de África, se reprodujo a gran escala en tierras de la
Provincia de Aurariola, específicamente en zonas
aledañas a Cartagena.
Era el preludio de invasión que, por falta de unión entre
godos, cualquier potencia extranjera pudiera estar
esperando y que unos años más tarde realizarían los
ejércitos árabes, previa petición expresa de una facción
visigoda.
Esta vez, según la Crónica Mozárabe, los bizantinos
salieron mal librados y fuertemente derrotados por el
Duque Teodomiro (Theudemir), a cargo de la armada y
ejército de la zona. Y acaso este fuera uno de los pocos

133
Theudemir

eventos positivos que ocurriesen en época tan agitada y


desgraciada.
Égica estuvo legislando e intentando sacar a
flote y fortalecer el reino hasta casi el final de sus días.
Poco antes promulgó la Ley sobre esclavos fugitivos. El
agro español mesetario presentaba una absoluta
desertización; cero cultivos y nada de labriegos.
En Diciembre del 702 fallece Égica de muerte
natural. Witiza, en solitario, se hace cargo del reino.

Era al año 672 cuando Theudimer contaba veinte


y Wamba accedió al poder por imposición de los
magnates. Desde entonces habían pasado por el trono
su yerno, Ervigio, y también el sobrino del primero,
Égica, y el hijo de éste último, Witiza, se hallaba en el
trono. Ahora tiene cincuenta y en todos los cambios de
poder ha visto la que elección del nuevo soberano, se
llevaba a efecto escogiendo por votación entre los
magnates godos, con mayor o menor truculencia en
algunos casos, y más tarde la unción del mismo por la
Iglesia.
Los godos, pese a la sugerencia que pudiera darse de
seguidores de casas específicas para mantenerse en el

134
Theudemir

poder, nunca fueron amantes una casa real de dinastía.


Es importante tener este punto en cuenta para mal
comprender los reinados que se produjeron aquellos
años y las continuas revueltas entre ellos para ostentar
la corona. En los últimos tiempos parecía que el interés
de los visigodos se inclinaba en la posesión por cada
Gran Señor de su particular reino; aunque se tratara de
un pequeño territorio.
Égica emuló a su tío Wamba y fue contundente
en el seguimiento de la leyes promulgadas. Persiguió
con saña a los judíos conversos que no lo eran, a los
insurrectos, a los poco afines a la corona y a los
esclavos que desertaban de sus puestos en el campo.
Durante su reinado sufrió y padeció peste negra,
sequías, malas cosechas, hambrunas, conatos de
invasión extranjera, revueltas internas, rebeliones por
todo lo alto, como la de Suinifredo y observó, sin poder
hacer gran cosa, que no había unión entre ellos y que
se deterioraba, empobrecía y despoblaba el reino.
Es evidente que Theudimer (Teodomiro) era
hombre de Wamba y figura entre los fijos de Égica, del
que las crónicas citan como uno de los escogidos para
matar junto al Rey en la conjura del Obispo Sisberto. Su
rastro se sigue como Dux de Aurariola en la crónica

135
Theudemir

mozárabe cuando, al frente de sus hombres, rechaza


una invasión bizantina en las costas de Aurariola.
Lo anterior son unas notas para tener en cuenta
en qué pudo estar empleado Theudemir esos años.
Amén de ser el responsable de los cobros de impuestos
en su zona para mantenimiento del reino y ejercer de
juez supremo en sus tierras.
Estos acontecimientos fueron vividos en primera
persona por su condición de Dux o lo fueron de
expectación por lo que pudiera suceder. Nada le fue
ajeno y razones tenía para la preocupación por lo que
pudiera sobrevenir; aunque sólo fuera porque la
población menguaba de forma alarmante.

136
Theudemir

Capítulo VIII
WITIZA ( Rey 702 a 710 )

Cuando apenas contaba veinte años fallece su


padre Égica y es entonces que Witiza accede al poder
en solitario. Era el momento de abandonar Tuy y
trasladar su particular corte a Toledo.
Durante los primeros años de reinado, no parece más
que tuviera prisas, el joven e inepto Rey, junto con
algunos fieles seguidores y familiares, se dedicó a
arruinar e echar por los suelos el efectivo poder real.
Prácticamente se podría decir que se las arregló para
deshacer en un abrir y cerrar de ojos lo poco o mucho
del fortalecimiento que vinieron realizando durante
tantos años reyes como Wamba, Ervigio y su padre
Égica. Y lo cierto es que lo consiguió.
Witiza convocó el XVIII Concilio de Toledo y es
evidente que a partir de ahí quedaron patente las
irreconciliables desavenencias entre los dos grandes y
diferentes bandos. Una mayoría importante de
eclesiásticos y magnates, se pusieron de acuerdo para
formar la base donde se asentarían las calamidades
futuras que llevaron al reino a la ruina absoluta..
Del mencionado Concilio una de las pocas cosas que se

137
Theudemir

conoce es que se realizó. Dicho en directo, se tienen


noticias de su convocatoria y ejecución porque de las
actas con sus resoluciones se hace mención que se
vieron durante la Edad Media, (s.V al s. XV). Es de
suponer que del s. VIII en adelante; pero que
únicamente se hizo una copia y ésta se ha perdido.
También es para tomar como lógico que se perdieran,
pues aunque se desconozca por el momento el total del
contenido, son de sobra sabidos los cambios tan
radicales que se ocasionaron y los nefastos efectos que
causaron en aquellos tiempos. Amén de lo que ha
llegado desde entonces por conducto oral.
De entonces, las noticias más fieles, por cercanas a los
acontecimientos y por lógica las menos partidistas, nos
llegan de La Crónica Mozárabe de 754.
Parecido a lo que Ervigio había realizado, nada más
llegar al poder, con determinados represaliados de
Wamba, copia Witiza la fórmula y anula los débitos de
todos aquellos nobles godos con deudas pendientes
con el reino y condona las penas de quienes se habían
alzado contra el rey o el reino poniendo en peligro la
integridad de uno u otro.
Es sabido que Witiza nunca gozó del aplauso general
de los nobles godos; especialmente a partir del Concilio;

138
Theudemir

pero tenía la mayoría y había sido electo por ellos, a


petición de su padre y, también, ungido por la Iglesia.
Aunque muy a regañadientes, era bastante para que se
le respetase y mantuviese en el poder sin grandes
sobresaltos internos.
Este rey había llegado al trono tal como lo mandaban
los cánones visigodos y era reconocido como tal. Es por
ello que no tuviera necesidad de ganarse nuevos
adeptos que le arroparan a cuenta del erario público. Y
mucho menos restituir en el poder a quienes habían
practicado la rebelión contra el Estado, contra el Rey y
contra parte de los nobles más señalados.
Resumiendo, que a aquellos perseguidos y condenados
por sus antecesores, especialmente por su padre, les
repuso en sus cargos y dignidades y les devolvió las
tierras confiscadas y en general todos sus bienes. Pero
no quedó ahí la condonación de agravios y deudas, sino
que extendió el indulto a todos los deudores con el fisco
en general y, para hacer más patente y creíble sus
intenciones, públicamente quemó todas las escrituras
de débitos para con el Estado y que Égica les había
hecho firmar confirmando sus compromisos de pago.
No hay que olvidar que Suinifredo y el Obispo
Sisberto con sus prosélitos que eran muchos, estuvieron

139
Theudemir

a punto de fraccionar el estado y reinaron por algún


tiempo, incluso acuñando moneda, en Toledo. Y que de
la época en la que el joven Witiza, 18 a 20 años, estuvo
correinando con su padre, manteniendo residencia en
Tuy, las noticias que nos han llegado, no son muy
halagüeñas ni a su favor y ni al de sus fideles.
Anduvieron haciendo de las suyas ensañándose, entre
otros, con el Dux Favila, Pelayo y otros. Pues bien, le
dio por alargar el perdón y no quedó limitado a
magnates godos golpistas y libres hispanos romanos
con obligaciones de pago de impuestos, también
alcanzó a la comunidad judía a la que suavizó en gran
manera las penas pendientes.
¿Qué se escondía tras estas jugadas? Estas cosas no
se hacen sin ton ni son.
Lo preocupante en esos momentos, visto desde la
lejanía del tiempo, es que puso en su contra a toda una
gran facción del clero que entonces estaba en la cima
del poder en Toledo y zonas de Bética y Aurariola. No
caben dudas que algún desencuentro grave debió
suceder entre la realeza, la iglesia oficial y un buen
número de magnates godos. No ha llegado a la
posteridad tales desavenencias plasmadas en esas
actas del Concilio XVIII, porque se han extraviado. ¡Qué

140
Theudemir

cosa tan rara! ¡qué gran torpeza! Por otra parte, la


pérdida no parece que fuera tal, sino más bien
desaparición y retirada de circulación con total
premeditación por parte eclesiástica en algún momento
posterior a los graves acontecimientos que no tardarían
en hacer acto de presencia.
Algunas medidas conocidas, tomadas hasta ese
momento por Witiza y sus fieles, no eran para echarse
encima a la Iglesia, acaso para todo lo contrario. El
perdón es algo que La Iglesia siempre recomendó y ha
aplaudido. ¿Qué podría ser ese algo tan enigmático y
ofensivo? ¿qué era ese algo tan irreconciliable?
De la guerra, entre ellos, nos ha llegado un cruce de
inculpaciones mutuas de promiscuidad. Mientras la
iglesia oficial acusaba al Rey de lujurioso y depravado,
Witiza respondía que más les valdría a ellos quitarse el
disfraz del celibato que les servía de excusa y, puesto
que todo el clero convivía embarraganado, que
olvidaran el concubinato y se casaran, como ciudadanos
normales, en vez de vivir amancebados.
Existen noticias en las que se afirma que Witiza abolió
el celibato a la clase sacerdotal y animó a los clérigos a
tomar esposa y, también, que negó con rotundidad la
obediencia debida a Roma. Estos pudieron ser una

141
Theudemir

buena parte de los puntos acordados en el concilio y por


lo que las citadas actas hayan desaparecido
misteriosamente.
El tema de fondo, mejor decir los temas de fondo eran
no menos de cuatro. Y Witiza y sus hermanos, de
momento, y para sus intereses, lo trataron bien.
El primero era mantener a la familia en el presente,
futuro inmediato y para siempre en el trono a toda costa
y pese a quien pese. Instaurar la dinastía familiar.
Era esta una preocupación reciente entre los godos que,
a toda costa, cuando son elegidos, piensan perpetuarse
en el trono, no antes. El que conseguía llevar la corona
sobre su frente, quería siempre tener a su familia en
todo lo alto y, desde luego, lograba tener en contra a un
grupo que buscaba la opción de reinar mediante la
elección. Amén de la tradición, era el sentimiento más
predominante de los godos y estaba la ilusión de llegar
a ser el supremo en todo y para todos.
El clan Witiza, para conseguir sus propósitos, buscó
rodearse de fieles partidarios y para ello nada mejor que
perdonar y colocar en sus antiguos puestos, incluso con
devolución de haciendas, a tantos como habían sido
despojados de cuanto tenían por alzarse en rebelión.
Esto incluía a los judíos y grandes hombres que

142
Theudemir

permanecían deudores con el estado. No importó a


Witiza que esta operación empobreciera a la Corona
hasta límites insospechados porque a cambio conseguía
para su clan familiar un enorme número de deudos
adeptos y fieles seguidores agradecidos.
En segundo lugar figura el poder económico de la
familia real. Fuera de la manera que fuese, el clan
terminó siendo propietario de la mayoría de territorios de
la Tarraconense, Narbonense, y gran parte de la
Cartaginense. Los territorios de la Bética de momento
estaban controlados al pertenecer, en grandes
extensiones, al patrimonio de la Corona. Era algo de lo
mucho que hubo y que todavía conservaba el Tesoro.
En pocos años habían desamortizado los bienes de la
corona y todo apunta que de alguna manera los habían
hecho llegar a sus patrimonios personales. También era
este punto muy repudiado por la oposición al trono que
se veía altamente en desventaja ante el enorme poder
que acumulaba la familia real.
En tercer lugar, puede que el más preocupante, queda
la lucha interna entre las dos facciones de la Iglesia.
Unitarios y Trinitarios nunca dejaron de lado a sus
creencias ni las defensas de sus cánones y dogmas.
Desde tiempos de Chindasvinto los gobernantes se

143
Theudemir

entendieron mejor con los llamados unitarios, arrianos,


al tiempo que se enconaban, cada vez más, las
relaciones con la Iglesia de Roma, trinitarios. No hay
que olvidar que el Papa llamó a San Isidoro y a San
Braulio, entre otros Obispos, “Perros ladradores” Las
relaciones de una parte eclesial no se llevaba muy bien
con la oficial romana. Sin embargo, la iglesia oficial del
reino no podía aceptar públicamente la ruptura con la
facción opuesta. Era tanto como reconocer que el cisma
estaba presente y servido. Era preferible callar y esperar
tiempos mejores que llegarían con otros monarcas y
pontífices en el poder.
Esto es tan importante que aclararía, de una vez por
todas, las causas de la desaparición de las actas del
XVIII Concilio de Toledo.
Cien años, desde que un rey abdicara de su fe por
intereses políticos, son insuficientes para hacer olvidar
los credos generacionales de toda una población
visigoda más cercana a la conciencia cristiana de sus
primeras épocas que a la nacida en el Concilio de
Nicea, año 325 o el de Constantinopla en el año 381.
En poco menos de diez años la sede
metropolitana de Toledo había visto pasar a tres
mandatarios: Félix de Toledo, Gunderico y Sinderedo.

144
Theudemir

De los dos últimos, las crónicas subrayan que eran


godos que se distinguían por su santidad, afirmación,
como mínimo, para poner en cuarentena, pues del
segundo se deja constancia que por incitación de Witiza
condujo con gran dureza y opresión al clero que halló en
Toledo y que estaba compuesto por hombres ancianos
y dignos de toda verdad.
Este mismo Obispo Sinderedo fue el que huyó a Roma,
cuando la invasión árabe, olvidándose y abandonando a
todos los fieles cristianos. No puede decirse que se
comportara como un buen pastor, mas bien todo lo
contrario, como tahúr ventajista que juega con dos
barajas.
En cuarto lugar hay que hacer notar la nueva formación
militar existente en esos momentos en el país.
Prácticamente todos los cronicones que dejan noticias
de esta época, comentan y no acaban de la incipiente,
algunos dicen manifiesta, guerra entre ellos.
Las taifas que surgieron cuando desapareció el Califato
de Córdoba, todo parece indicar que fueron inspiradas
en estos años de Witiza en los que el descontento y
querer ir por libre se hacía presente en muchos
cabecillas con algo de poder territorial.
Witiza se encargó de hacer las cosas más sencillas para

145
Theudemir

cuando sus tropas tuvieran que sofocar algún tipo de


rebelión. Era tan simple como demoler las murallas de
las ciudades, para que no fuera muy costoso en tiempo
y dineros atacarlas con un fuerte grupo de hombres
armados. Barato y rápido. Pero todavía lo era más si el
personal repartido por la geografía del estado se veía
obligado a trocar sus armas en rastrillos y útiles de
labranza.
Witiza recompuso el ejército. Durante su reinado la
defensa de los territorios estaba encomendada y en
manos de los duques y comes así como de los
magnates pudientes que tenían su propio personal de
armas. Cada provincia, condado, ciudad importante o
propiedad de gran hombre disponía de casi autonomía
total. Las obligaciones para con la Corona se limitaban
al pago de los impuestos que cada noble estaba
obligado a satisfacer al Tesoro. También a concurrir con
sus hombres de armas cada vez que el Rey se viese en
la necesidad de formar un ejército para afrontar al
enemigo.
Si todo este batiburrillo no fuera suficiente para
mantener en estado de alerta cualquier atisbo de
tranquilidad, para que el pueblo pudiera medrar un poco
y convivir con algo de alegría, añadamos las malas

146
Theudemir

cosechas por pertinaces sequías en los últimos cuatro


años del gobierno de Witiza y las grandes hambrunas.
También el rebrote de peste negra que asoló la
península con la consiguiente mortandad que, según
algún cronista, alcanzó a casi un tercio de la población.
El clan de Witiza era, principalmente, el formado por los
tres hijos de Égica y sus respectivos descendientes.
Nos referimos a: Witiza Rey, Don Oppas Obispo de
Sevilla y el Duque Sisberto.
Witiza tuvo tres hijos en cuyos nombres no se ponen de
acuerdo los cronistas de la época. Unos dicen que se
les conocía por Aquila, Olmundo y Ardabasto; otros,
manteniendo los mismos nombres, que Aquila era el
menor de los tres. Los hay que están de acuerdo con
dos de ellos; pero sustituyen el nombre de Aquila por el
de Romulus y los hay que los denominan Flavio, Evanco
y Akila. Todo parece indicar que los verdaderos
nombres fueron los de Olmundo, Ardabasto y Rómulus.
También figura perteneciente al clan otro de los
próceres de entonces Rechesindo, Duque de Bética,
tutor de los mencionados hijos de Witiza.
Cuando murió Witiza, el mayor de los hijos tenía
diez años y no parece que correinara con el niño ni que
le nombrase Dux de la Tarraconense. Éste infante, junto

147
Theudemir

con sus hermanos, debió estar tutelado por allegados


de confianza en Toledo o en Bética.
Con todo este material explosivo por delante, un
mal día Witiza, no contando todavía treinta años, fallece
en Toledo de muerte natural.
No era previsible que un rey godo muriese de edad tan
temprana y mucho menos que el óbito se produjese
tranquilamente en cama. No fueron muchos los reyes
godos que pudieron hacerlo.
El desenlace, no esperado, lo aprovecharon sus
contrincantes declarados, ya era sabido el
enfrentamiento entre arrianos y trinitarios, y las dos
grandes casas ex reinantes, para con presteza elegir a
un nuevo monarca que restituyera el orden establecido
en tiempos de Recaredo.
A partir de ese momento se acelerarán unos
acontecimientos que acaban en los desastres de una
guerra civil declarada y otra masiva invasión extranjera
a la península.
Retomando el nombre de Aquila. Lo que sí parece
lógico es que el mencionado Achila o Akila, que acuñó
moneda como Rey en las cecas de Zaragoza, Narbona
y Tarragona, desde el año 710, el mismo en el que
murió Witiza, se proclamara soberano de parte de la

148
Theudemir

Tarraconense, de la Narbonense y que, por supuesto,


no era hijo del difunto Rey Witiza. Debió tratarse de un
conde godo que, al igual que el Duque Paulo,
aprovechando la inestable situación que se daba por los
enfrentamientos para ocupar el trono entre ambos
grupos mayoritarios, se proclamó Rey del Oriente.
Utilizó el enquistamiento entre los seguidores de la casa
Chindasvinto y el de la de Wamba en la confianza que,
estando divididos y entretenidos entre ellos, podría
gozar de impunidad y esperar a que el tiempo corriera a
su favor.
Cuando Witiza comenzó el reinado en solitario, el
Conde Theudemir contaba cincuenta años y cuando se
produjo el óbito del Rey estaba ya en cincuenta y ocho.
No puede decirse que le tocara vivir, hasta esos
instantes, una época boyante, pacífica y repleta de
éxitos. Acaso lo fuera durante su juventud, cuando
Recesvinto y nada más.

149
Theudemir

150
Theudemir

CAPÍTULO IX
RODRIGO ( Rey 710 a 711)

El uno de Marzo del 710 Roderic que conocemos


por Don Rodrigo, fue proclamado y ungido rey. Alcanzó
el poder por votación mayoritaria entre la nobleza
visigoda y eclesiástica y es necesario resaltarlo porque
existen versiones tanto arrianas como witizianas que
proclaman desvergonzadamente que Don Rodrigo
usurpó el poder, siendo que el electo, de entrada,
rechazó el cargo. Así que hay que hacer notar que la
elección fue realizada con arreglo a lo establecido y
que, desde un principio, aceptada por todos; aunque
algunos lo hicieran con mayor regocijo que otros e,
incluso, los hubiera sin ningún tipo de alegría, caso del
clan witizano y allegados.
Al principio los familiares y partidarios del difunto
Monarca dieron a entender que aceptaban, aunque de
malos modos, la elección del nuevo Rey. Desde el
primer instante habían estado intentando, por todos los
medios, proseguir en el poder presentando como
heredero al mayor de los hijos del Rey. No habían
obtenido suficiente quórum y Don Rodrigo fue el
designado, tal y como lo indicaban las leyes godas en

151
Theudemir

esos tiempos y, por consiguiente, declarado y ungido


como Soberano los visigodos hispanos.
Es a partir de este momento que se dieron
determinados comportamientos contrarios y de los que
la historia se ha encargado de dejar constancia. Nos
queda, antes de seguir adelante, resaltar que algunos
de los grupos enfrentados eran fuertes, tanto
económicamente como de número, y que existen
disparatadas versiones para todos los gustos que van
desde una guerra civil, generalizada y abierta, a
determinadas escabechinas por parte del recién poder
establecido o persecución amedrentadora y revanchista
de los que ostentaron el mando a los partidarios del
nuevo Rey, como pago a la elección que no debieron
hacer.
Si en algo están de acuerdo todas las crónicas de
antaño es que el clan Witiza no pudo hacerlo peor.
La subida al poder de D. Rodrigo pudo crear
muchos resquemores y era hasta lógico que se
produjesen, en especial entre la familia del extinto
Monarca. No hay que olvidar, asunto a tener presente,
que Witiza se ensañó con Teodofredo, padre de D.
Rodrigo, al que trató de subversivo y mandó sacar los
ojos y que a Favila, hermano de Teodofredo, tío de Don

152
Theudemir

Rodrigo y padre de D. Pelayo, por conspiración, le


detuvo, paseó en burra con la mano diestra amputada
para mofa y escarnio de él y de todos sus familiares y a
posteriori ordenó matar. Y no hizo lo mismo con Pelayo
porque éste logró zafarse; pero le persiguió
enconadamente hasta que el tiempo le desanimó por no
hallarle en ningún lugar. Ahora habían llegado las tornas
y Rodrigo era legítimo Rey y Pelayo, el primo acosado y
perseguido, nombrado Duque Spartario, general de las
tropas visigodas.
Witiza había perecido; pero al mando del clan habían
quedado los más próximos allegados, sus hermanos, el
Obispo De Sevilla Don Oppas y el Duque Sisberto,
amén de sus hijos, esposa etc. De la esposa e hijos no
se puede decir mucho. El mayor de ellos apenas
contaba diez años.
Existían, además, con el alma en vilo y temiéndose lo
peor, aquellos que habían atentado contra el poder y los
reyes del momento habían castigado severamente.
Esos deudos a los que Witiza había ganado para su
causa perdonándoles los débitos para con el estado,
entre los que cabe mencionar a los sublevados en la
Narbonense, los partidarios del Duque Paulo, los de
Suinifredo y el Obispo Julián, los judíos hechos regresar

153
Theudemir

y repuestos en todo aquello que habían perdido por sus


conjuras contra el estado. Dice el refrán: El que la debe,
la teme. Todos estos y alguno más debían estar
espantados con lo que pudiera venirles. Y
engrandeciéndose el pavor con las sugerencias de Don
Oppas y el Duque Sisberto que desde un principio, al no
ver aceptadas sus propuestas de encumbrar al mayor
de los hijos de Witiza en el trono, con diez años era
impensable que los godos aceptasen tal decisión, se
dedicaron a buscar prosélitos para derrocar al
legalmente establecido, como Rey, Don Rodrigo.
Desde el primer instante, a la chita callando,
soterradamente en determinadas ocasiones y otras con
total descaro, se dedicaron a incitar entre sus
paniaguados a la sublevación. Ellos no se mostraban
abiertamente enconados, para ese menester tenían a
sus fieles seguidores. Se hacía importante permanecer
en segundo plano.
Entraba en los planes del siniestro Obispo tener al Rey y
a sus partidarios entretenidos sofocando pequeñas y
medianas sublevaciones que llevaban al exterminio a
gran número de hombres, mientras él buscaba apoyos
extra peninsulares que se enfrentasen a un diezmado
ejército real. No sería la primera vez que algún monarca

154
Theudemir

visigodo recurriera a la ayuda exterior para deponer del


trono al antecesor. Lo hizo Atanagildo con la ayuda de
los bizantinos y también Sisenando que se procuró el
apoyo de los francos.
Así fue como el Duque de Bética, Rechesindo, tutor de
los hijos de Witiza, se alzó en Sevilla contra los
partidarios de Rodrigo instalados en Córdoba. No le
salió ni medianamente bien la jugada puesto que el
mismísimo Rechesindo perdió la vida junto a otros
muchos que intervinieron en la revuelta.
Era necesario sofocar las sublevaciones los antes
posible para que no cundiera el ejemplo y este
alzamiento de Bética, recién electo Don Rodrigo podía
ser la llama que prendiese en toda la península.
Don Rodrigo y familia tenían su sede en Córdoba,
donde moraban desde muchos años atrás.
Existe constancia de que los mejores hombres de
guerra apoyaban a Don Rodrigo e, incluso, que él
mismo era un excelente estratega, valiente y esforzado
guerrero.
A partir de la sofocación de este levantamiento, Roderic
nombró Duque de Bética a su sobrino Evantius.
Y, aunque se logró que no hubiesen de momento
grandes revueltas, sobre lo ancho y largo de la

155
Theudemir

geografía peninsular, no pudo evitarse que comenzaran


a surgir pequeños focos de insurrectos que
sangrientamente se enfrentaban a los afines del
flamante Rey que, suponiendo que esto ocurriría, según
algunas crónicas antañonas, en primera instancia había
declinado semejante nombramiento y negado su
voluntad de ser proclamado Rey.
Es preciso recordar que el ejército o personal de armas
era patrimonio de cada magnate visigodo y que de éstos
dependía tanto el mantenimiento de la tropa como el
aprovisionamiento de útiles, armas y caballos. En caso
de agresión externa, incluso interna, a petición real,
esas mesnadas debían configurar el cuerpo del ejército
visigodo. También el Rey tenía su propia guardia
personal y un cuerpo armado de intervención. El
nombramiento de Conde Espartario, General de todos
los ejércitos, como se mencionó más arriba, y que
designó Don Rodrigo nada más acceder al poder,
recayó en su primo Don Pelayo.
Don Rodrigo reinó poco tiempo, desde el uno de
Marzo del 710 hasta el 23 Julio del 711, fecha más
probable, en la que pereció en batalla. Durante este
tiempo no hizo más que sofocar pequeñas rebeliones e
intentar apaciguar los ánimos exaltados que promovían

156
Theudemir

los witizianos. Ya en la primavera del 710, a pocos


meses de haber sido electo, como premonición de lo
que vendría más tarde, tuvo que verlas con una invasión
árabe, compuesta por cien jinetes y trescientos hombres
de a pie y que se realizó por el estrecho, siendo
trasladados en unas naves pertenecientes a un tal Don
Julián.
Theudemir se encargó de deshacer esta escaramuza;
aunque sin poder evitar el copioso botín que arrancaron
en las ciudades limítrofes a las costas gaditanas.
Hay quienes sostienen la poca relevancia de esta
acción, basándose en que fue una toma de contacto, un
estudio previo de los árabes, una preparación a lo que
llevaban en mente realizar a lo grande un año más
tarde. Es posible, esto no se puede negar ni confirmar;
aunque parece de toda lógica que nadie avise al
enemigo ni le advierta para que esté preparado porque
un día, cuando le venga a bien, vendrá a masacrarte y
entrará a tu casa por esa puerta llamada Estrecho de
Gibraltar.
Esta fue, sin lugar a dudas, una acción premeditada y a
todas luces preparada por los partidarios de Oppas, y
que el tal Julián, deudo, simpatizante de la familia Witiza
o con ansias de revancha hacia los peninsulares en

157
Theudemir

general, montó para incentivar la conspiración y


fomentar los aires de inseguridad de la nueva soberanía
recién constituida. Es posible, también, que los árabes
buscasen el lugar más idóneo donde desembarcar y
montar un cuerpo adelantado para reforzar la llegada de
otras fuerzas; pero esto no puede ser más que una
suposición. La realidad de los hechos es que uno de los
generales de Musa ibn Nusair, el lugarteniente de
nombre Tarif ben Malluk, fue derrotado
estrepitosamente con sus gentes y obligado con los
superviviente a retroceder al Magreb, cuando pretendía,
cabe dentro de lo posible, todo lo contrario. Formar una
cabeza puente para sucesivas avenidas de personal
armado. Es seguro que el número de invasores no era
muy grande; pero en un país salpicado de pequeñas
luchas civiles podía darse de todo, incluso una pequeña
invasión para ver qué acontece y procurar pasar
desapercibido, sin mostrar grandes muestras de
prepotencia o importancia.
Durante el tiempo que transcurre desde este
acontecimiento y el desembarco que se llevó a efecto
de las tropas árabes, beréberes y reclutadas por Julián
un año más tarde, tanto el Duque Sisberto como el
Obispo Oppas se dedicaron a buscar, soterradamente,

158
Theudemir

alianzas extranjeras que les permitiera alzarse contra el


poder de Don Rodrigo y fueran capaces de aniquilar a
quienes tenían por enemigos mortales. Y ciertamente
que lo intentaron con los francos, algo escamados
desde tiempos de Wamba y que no le otorgaron ni
mucha ni poca atención y también con los árabes que,
en primera instancia, tampoco estuvieron de acuerdo en
seguir los planes de D. Oppas. Probablemente dejaron
transcurrir algo de tiempo para poder negociar desde un
estatus más favorable a sus intereses. No estaban por
la labor, tal que así. En primer lugar debían calcular los
gastos de la intendencia de la tropa y preparar a
conciencia todos los detalles antes de volver a la
península. Y lo que parecía más importante: estar
seguros que no se trataba de nada raro contra ellos y
ésta operación no fuera una maquinación del Obispo
Oppas y Don Yulián, que así le llamaban los beréberes,
para dar una severa lección a las tropas invasoras
árabes.
Todo parece indicar que fue este Conde Julius, Yulián o
Don Julián, se le trata en alguna crónica de Duque
visigodo de Ceuta, quien se encargó de hacer los tratos
y convencer a Abu abd ar-Rahman Musa ibn Nusair,
Gobernador del Magreb y de Ifriqiya, actual Túnez y una

159
Theudemir

pequeña zona de Argelia, de dar todo tipo de facilidades


para pasar el estrecho, así como información exhaustiva
del poder de las tropas, las plazas fuertes y ciudades
amuralladas, las riquezas de los nobles e iglesias, el
permiso de saqueo durante un tiempo, con libertad de
masacrar y violar a la población, así como una
importante cifra económica y asegurar que todos los
gastos serían sufragados por él mismo, en primera
instancia, y con los tesoros de la familia Witiza más
tarde.
El Obispo Don Oppas y el Conde Sisberto y
todas sus parentelas y seguidores witizianos debían
estar locos al confiar en los árabes y en el más
peligroso, todavía, Don Julián. ¿Creyeron alguna vez
que, una vez derrotado Don Rodrigo y sus leales, se
retirarían de unas tierras tan fácilmente conquistadas y
que se hallarían sin defensa alguna o inferior a la que
habían hecho frente y subyugado?
Ha quedado un detalle importante sin relatar
hasta llegado este momento. Se ha dejado adrede hasta
llegar aquí. Se trata, nada más y nada menos, que de la
conquista de Ceuta. Esta plaza con sus territorios
circundantes la perdió Witiza en el año 709, casi dos
antes de morir. Don Julián, supuesto que alguna vez

160
Theudemir

hubiera sido un fiel clientelar de Witiza y nominado y


colocado a dedo en ese puesto ¿a quien debía
obediencia? ¿al Rey de Toledo Don Rodrigo o a Musa
ibn Nusair? ¿habría perdonado, a estas alturas, que
dejaran en manos enemigas a la plaza, a él y a los
suyos? ¿en estos momentos era arriano, católico, judío,
visigodo, beréber, militar o mero negociante al servicio
del mejor postor? ¿no será, acaso, que siempre fue un
importante negociante del lugar con el que se venía
haciendo negocios desde bastante tiempo atrás?
Es sabido que Yulián era un hombre rico y poderoso al
que los árabes habrían dejado mangonear en Ceuta y
que negociaba con los visigodos y con quien le pudiera
dejar algún tipo de ganancia sustanciosa. Por ello y por
ser conocido por las partes, sirvió de intermediario del
inmenso disparate que urdió el, desde entonces,
vilipendiado y odiado Obispo Oppas.
La noche del 27 al 28 de Abril del año 711,
cuatro grandes naves propiedad del llamado Don Julián
comenzaron a pasar árabes armados a la península. Así
continuaron durante varios días hasta completar un
número aproximado de 7.000 guerreros con sus
pertrechos de guerra, caballos e intendencia militar
precisa.

161
Theudemir

Cuando la noticia de los asentamientos árabes en el sur


de Hispania le fue dada a conocer a Evantius, éste, al
frente de un nutrido grupo de gente armada se aprestó
a repetir, otra vez más, la operación que un año atrás
había ejercitado Theudimer; pero la situación ni era
igual ni se parecía en lo más mínimo. Enseguida se
percató que esta irrupción iba en serio y que no se
trataba de una de esas incursiones, a las que les tenían
acostumbrado, de puro saqueo y retirada con el botín.
Era una invasión a toda regla.
Evantius tomó conciencia de los hechos y envió con
toda urgencia la noticia a Don Rodrigo que, a la sazón,
se hallaba sofocando un nuevo alzamiento en
Pamplona. Puede que este alzamiento no fuera mero
azar y perteneciera a la amplia trama planificada por el
clan Witiza con un fin muy definido: dispersar la
atención y el poder del ejército hacia otros lugares que
no fueran los del sur de Hispania y ganar tiempo para
establecer un asentamiento con totales garantías para
los incursionistas.
Don Rodrigo creyó de inmediato en la gravedad de los
hechos, consideró como mal menor las refriegas que
estaba sofocando y se apresuró en acudir a la zona
invadida con la intención de repeler al enemigo.

162
Theudemir

Tres meses le llevó poder conseguir un ejército que


rondaba los veinte mil hombres y ello contando con la
ayuda, en ese momento inestimable, de los
pertenecientes al solapado clan Witiza.
Witiza se había encargado con su Ley de Guerra que
cada noble tuviese su propia defensa y se creyese un
independiente reyezuelo dentro de su territorio. Ahora
costaba un trabajo ímprobo el reclutamiento de fuerzas
para la defensa. Tres meses le llevó a Don Rodrigo
formar un ejército suficientemente capaz de repeler la
invasión extranjera. Tres meses que también sirvieron
para que los árabes afianzaran sus asentamientos y
estudiasen la zona en la que presentarían batalla al
enemigo visigodo.
También Tariq se enteró de los efectivos que Don
Rodrigo venía enrolando en su paulatino acercamiento a
la Bética y solicitó a su jefe, el Gobernador de Ifriquiya,
un reforzamiento de hombres que se unieran a los siete
mil guerreros ya desembarcados, acampados y
debidamente pertrechados. Musa Ibn Nusair consolidó
su ejército con otros cinco mil nuevos hombres, llegando
a formar un cuerpo armado de doce mil soldados.
Cabe pensar que Musa era conocedor de lo que
acontecería en un futuro inmediato y que no enviaría

163
Theudemir

tontamente a doce mil de sus hombres a la muerte,


dejando el recién territorio del Norte de África
desamparado y poniendo en peligro hasta su propia
existencia, en el supuesto de un fracaso. A esos doce
mil hombres habría que sumarle un fuerte contingente
de guerreros judíos y beréberes subvencionados con el
patrimonio de Yulián u otros negociantes judíos a los
que Witiza condonó sus deudas y repuso de nuevo en
sus cargos y bienes.
El ejército musulmán estaría en torno a los dieciocho o
veinte mil hombres armados.
Se conoce que el ejército visigodo era superior en
número y que el enemigo estaba en conocimiento del
contingente armado al que debía enfrentarse. Pero,
siendo grande la diferencia, y sabiendo que ésta le
llevaría a la derrota segura, se enfrentaron a la
conquista del nuevo territorio. Algún secreto muy bien
guardado debía esconderse detrás de todo este
galimatías para que se llevase a efecto un encuentro
armado entre visigodos y árabes que a todas luces
tenían perdido los sarracenos antes de comenzar. Y
esto fue lo que aconteció en las primeras escaramuzas
armadas entre ambos grupos. Siempre las tropas
visigodas salían victoriosas.

164
Theudemir

El 19 de Julio del 711 ambos cuerpos de ejército


se encontraron en lo que los árabes llamaron Wadi
Lakkah. Lugar que viene identificándose con las tierras
comprendidas entre el Río Guadalete y el Barbate por lo
que los encuentros muy bien pudieron llevarse a efecto,
afinando el lugar de los hechos, entre la actual Laguna
de La Janda y el río Barbate. Esta es la fecha oficial en
la que dieron inicio las fuertes y sangrientas refriegas
que acabaron el 26 del mismo mes y año.
Los primeros días, encuentros de tanteo, y también los
siguientes fueron de claro dominio visigodo de manera
que, pese a lo violento y sangriento de las reyertas, se
estaba llegando a una clara, rápida e incuestionable
victoria.
Lo espeluznante e increíble viene cuando, con los
sarracenos literalmente vencidos, los dos cuerpos
armados que componían las alas del ejército visigodo se
revelan contra el núcleo central que dirigía el Rey y
revolviéndose contra sus compañeros, producen la gran
masacre. Don Oppas y el Duque Sisberto con los nobles
fieles del clan Witiza, atacaron feroz y directamente a
Don Rodrigo y sus leales que se vieron rodeados de
enemigos por todas partes.
Los musulmanes, atónitos, veían como se mataban

165
Theudemir

entre ellos y de sentirse apabullados pasaron a crecerse


y a tomar conciencia que podrían ganar la batalla que
tenían perdida.
Y es lo que sucedió. El grueso del ejército visigodo
mandado por D. Rodrigo y sus mejores tropas se vieron
asediadas por todos los costados y de ser superiores en
número pasaron a inferiores por la deserción y pase al
enemigo de los witizanos y de ir ganando la batalla a
perderla.
Nunca más se supo de Don Rodrigo del que se
llegó a comentar que fue muerto en la batalla y que
hallaron su caballo y el botín de unos de los pies.
Según la Crónica Rotense, se halló años después una
lápida en Viseu con la inscripción: HIC REQUIESCIT
RUDERICUS REX GOTHORUM, aquí descansa
Rodrigo Rey de los godos.
Casi todas las versiones y supuestos caben como
hipótesis. Rodrigo pudo huir pensando en recomponer
sus huestes para intentar más tarde recobrar el reino.
Rodrigo pudo llegar a Viseu gravemente herido de la
batalla y no sobreponerse a las heridas, muriendo en
ese lugar. Y también que el cuerpo de Don Rodrigo fue
recogido por sus fieles y llevado hasta allí para darle
cristiana sepultura.

166
Theudemir

Con esta traición y derrota, ante los árabes, se


da fin al reinado de Don Rodrigo que se convierte en el
últimos de los Reyes Godos de España. También cabe
decir que los sarracenos no se quedaron quietos en la
Bética, pues, instruidos por los traidores, se desplazaron
hacia las plazas en busca de botín de guerra y ello
prácticamente sin oposición, salvo los pequeños núcleos
armados que hallaron a su paso hacia Córdoba, Toledo
y Guadalajara y más tarde Sevilla, Mérida, etc. .
Habrá que hacer notar que cuando los traidores
hermanos de Witiza, el Obispo Don Oppas y el Duque
Sisberto que encabezaban a sus fieles, preocupados
por la extensión de los territorios conquistados y el
saqueo de tan grande porción de territorio peninsular,
amén de las ingentes muertes indiscriminadas de los
nobles que habitaban en grandes ciudades, dijeron a los
árabes que ya no les necesitaban y podían retirarse a
los lugares de donde procedían, ya era muy tarde. Éstos
no estuvieron de acuerdo y manifestaron a las claras
que sus intenciones eran las de perpetuarse en los
nuevos lugares conquistados.
En esos momentos estaba deshecho el poder visigodo y
la conformación de un ejército suficiente era cosa
improbable.

167
Theudemir

Sobre este particular dice Don Marcelino Menéndez y


Pelayo en su Historia de España: Averiguado está que
la invasión de los árabes fue inicuamente patrocinada
por los judíos que habitaban en España. Ellos les
abrieron las puertas de las principales ciudades porque
eran numerosos y ricos y, ya en tiempos de Égica,
habían conspirado poniendo en grave peligro la
seguridad del reino. El concilio XVII los castigó con
harta dureza, reduciéndolos a esclavitud (Canon VIII);
pero Witiza los favoreció otra vez y a tal patrocinio
respondieron conjurándose con todos los descontentos.
La población indígena hubiera podido resistir al puñado
de árabes que pasó el Estrecho; pero las torres estaban
por tierra y las lanzas convertidas en rastrillos. No
recuerda la historia conquista más rápida que aquella.
Ayudábanla a porfía godos y judíos, descontentos
políticos, venganzas personales y odios religiosos.
La familia de Witiza, en pago a la traición a los
suyos, estuvo recompensada, según algunas crónica de
entonces, con la propiedad tres mil latifundios y aldeas
de la Bética que eran antigua propiedad de la Corona.
Debieron escuchar lo de: Roma no paga a traidores de
cuando Viriato fue traicionado por algunos de los suyos
y el Cónsul Marco Pompilio se negó a cumplir lo

168
Theudemir

prometido. Pero esta vez no fue así.


Algunos núcleos, aislados entre sí, resistieron
más o menos tiempo al invasor. Al frente de uno de
ellos se encontraba Theudemir en la Provincia de
Aurariola, Pelayo en Asturias y algún otro hubo que se
vio obligado más tarde a pactar como es el caso del
Duque Casius.
De Theudemir, Teodomiro, comenta Isidoro Pacense:
Era hombre sabio, elocuente y muy hábil en el arte de la
guerra y ya en tiempos de Égica y Witiza había ganado
a los moros victorias importantes. Al tiempo de la
irrupción les ganó algunas batallas y logró ajustar con
Abd al Aziz una honrosa paz. Pasó después a Levante y
en Damasco fue alabado de los cristianos y muy
honrado del Califa que confirmó y mandó observar el
tratado de Teodomiro con Abd al Aziz.
De Don Pelayo, acerca de su figura y gestas, se ha
escrito lo suficiente como para que sea conocido. Son
muchos libros los que sobre la Reconquista y Reino de
Asturias se han escrito.
Del Duque Casius es posible que no sepamos tanto
como de los anteriores, puesto que se trata del que
menos noticias llegaron hasta hoy; pero hay las
suficientes como saber que era Conde de Cantabria y

169
Theudemir

que pactó con los árabes ventajosamente, acaso por


convertirse en muladí.
Antes de pasar página sobre las vivencias de
Theudemir en tiempos de Don Rodrigo, nos vamos a
hacer eco, someramente, de un aprovechado de
nombre Aquila que, con anterioridad a la invasión árabe,
en el 710, a la muerte de Witiza, se autoproclamó Rey
de la franja mediterránea de la Tarraconense y de la
Provincia Narbonense y que llegó, incluso, a acuñar
moneda. Y también de una leyenda que habla de los
motivos que se esgrimen para que el Conde Don Julián
quede justificado, siendo godo, cristiano y amigo de los
witizianos, el que obrase de manera tan pérfida.
Akila II o Aquila II, dicen algunos cronistas que
era hijo de Witiza. Otros dejan constancia que los
nombres de los hijos eran: Olmundo, Ardabasto y
Rómulo, por consiguiente, de hijo no tenía nada. En
este punto no hay acuerdo, porque, de serlo, no sería el
mayor de ellos, como asegura más de uno, sino el
menor de todos. Está muy definido que el mayor era
Olmundo y que le seguía Ardabasto. Únicamente cabría
especular con el nombre de menor de ellos. Este detalle
le coloca en la edad máxima de siete años cuando
accede al poder. Es del todo imposible que pudiera

170
Theudemir

llevar a efecto la enorme cantidad de hechos malos y


buenos que le atribuyen. Pero se puede decir lo mismo
de todos ellos, pues el mayor apenas llegaría a diez
años de existencia. Acaso fuera, es otro supuesto, uno
más de los hermanos de Witiza; aunque siempre
comunicó la historia que estos eran dos: el Obispo de
Sevilla Don Oppas y el Conde Sisberto, nadie más.
Pudiera ser, también, algún familiar más o menos
allegado a la familia.
Estima algún que otro historiador que se trató de uno de
esos inconformistas de la Septimania que,
aprovechando el desastre interior y el desbarajuste
reinante, se hizo proclamar soberano de la zona
mediterránea de la Tarraconense y de la Narbonense.
Algunos textos dicen que nació el 681, el mismo año
que Witiza y que murió el 716. De ser así, es del todo
imposible el parentesco paterno filial.
No es probable que fuera de los estuvieron en
Guadalete dando la cara y defendiendo el reino, más
bien parece que se mantuvo tras los Pirineos y
aprovechó las circunstancias, pensando que a río
revuelto, ganancias de pescadores y aprovechando el
momento para afianzarse. Acuñó moneda en las cecas
de Tarragona, Gerona, Narbona y Zaragoza y su

171
Theudemir

reinado, suponiendo que se quiera tomar como tal,


comienza el año 710, cuando Don Rodrigo y los godos
fieles se dedican a apagar el fuego de la rebelión que
salpicaba la geografía peninsular, a solucionar
diferencias entre clanes godos y a formar un ejército
con garantías que repitiese los hechos que Wamba
había realizado tiempo atrás.
Cuando los árabes dejaron de hacer el cafre y se
tomaron la conquista de la península con un poco más
de organización y seriedad, pasaron sobre la
Tarraconense sin grandes esfuerzos. Los que pudieron
huir se cobijaron en la Narbonense que tampoco duró
mucho en ser conquistada.
De Aquila que abdicó del cargo y del que se
comentará algo más en páginas posteriores, le sucedió
Ardón. Éste pudo mantenerse en el poder, tras los
Pirineos, hasta el 720, fecha que también fue tomada
por los árabes esta última provincia visigoda.

Respecto a la leyenda que pretende justificar al


llamado Conde Don Julián, buscándole un motivo por el
que traicionó a los suyos, y pretenden que sean los
cristianos godos peninsulares, habrá que comenzar
recordando que de Don Julián no se tiene claro a estas

172
Theudemir

fechas si era Conde, visigodo, romano, judío o griego o,


incluso si alguna vez, en vida, le trataron de Don.
También que algunos le otorgan el cargo de
Gobernador de Septem, Ceuta, y suponiendo que lo
fuera, si se mantuvo en el poder tras la conquista de la
plaza por los árabes el año 709, fue porque cambiaría
de lealtades. Y respecto al cristianismo debemos
recordar las luchas entre arrianos y atanasianos. ¿Con
cual de las facciones estaba?
Lo más probable es que, todo este embrollo, se
fabulase para tratar de desviar la atención que sobre la
familia Witiza y seguidores revoloteaba y salvar un poco
la deshonra histórica que se les vino encima por el
desastre al que condujeron a toda la nación. Las culpas,
compartidas, se diluyen y parecen menos culpas. Por
grande que sea un error, si es de muchos aparenta ser
pequeño.
La leyenda que no es de versión única, narra que Don
Julián envió a su hija a la corte de Toledo, como todos
los grandes magnates de entonces, para recibir
instrucción y darse a conocer entre los de su igual.
Otros dicen que fue Sevilla y hay quien coloca el lugar
de los hechos en Córdoba. Resultado de la estancia,
donde quiera que estuviese, fue la violación por parte

173
Theudemir

del Rey que llegó a enamorarse locamente de la


mencionada hija.
Este es, en resumen, el argumento que se arguye. Las
distintas versiones dicen que si fue en palacio o en las
orillas del Tajo. Pero cambian los actores según el
cronista. El Chronicón de Moissac nos presenta a la hija
del Conde como la violada y a Witiza como violador. La
Historia Silense dice que fue Don Rodrigo quien se
sobrepasó con la muchacha que, además, es conocida,
en los muchos romances que hablan de ella, con
diferentes nombres tales como: La Cava, Oliba,
Florinda, Frandina o Alacaba. Jiménez de Rada y el
Poema de Fernán González no dicen que se trate de la
hija del Conde Julián como la persona ofendida y
violada sino que se trataba de la esposa del tan traído y
llevado Julián.
De hecho, la leyenda que le endosan a la supuesta hija
del Conde. ya era conocida en aquellos tiempos por los
árabes, los visigodos e, incluso, muy anteriormente, por
los romanos, pues Tito Livio achacó la caída del último
Rey de Roma a la desaforada pasión que Sexto
Tarquinius, hijo del Rey Lucius Tarquinius Superbus,
sentía por Lucrecia y la posterior violación que se
produce, siendo que la dama se resiste y no estaba por

174
Theudemir

la labor. Tras la violación, los romanos se sublevaron, lo


expulsaron y se instauró la república.
Concretando, es éste un argumento base de varias
obras novelescas que ha sido tratado por muchos
autores en diferentes épocas; pero nada fidedigno como
para tenerse como parte de la historia que lleva a la
desaparición paulatina del reino visigodo en España.
Verdaderamente da que pensar y mucho en que
no hubo conquista más rápida ni reconquista más lenta
en ningún lugar del mundo ni en época histórica, desde
los tiempos de Adán y Eva.

175
Theudemir

176
Theudemir

Capítulo X
THEUDEMIR (711 a 743)

Tras la desbandada general que con mayor o menor


orden se produjo, tras las deserciones y ataques
witizanos a los hombres de D. Rodrigo y el desconcierto
de no saber quien era quien y el alcance de la rebelión
de los hombres seguidores de Don Oppas y Sisberto,
viendo que las tropas se batían en una bastante
desconcertada huida, Theudemir reunió sus mesnadas
y se retiró a las tierras que tan bien conocía, dando
órdenes precisas para la defensa, formas de vivir y
cuidado de las plazas.
Durante un tiempo, por aquellos lares y limítrofes no
habría donde reclutar un ejército que plantara cara con
un mínimo de garantías, por grande que fuera la
soldada ofrecida. ¿Dónde hallar hombres para hacer
frente a los moriscos? La noticia de la derrota y del
afianzamiento de los intrusos en las zonas conquistadas
constituía un freno.
Teodomiro se hizo fuerte en sus ciudades y
desde ellas realizó incursiones rápidas de castigo a las
tropas árabes que durante unos años llegaron a sentir
pavor al adentrarse en las tierras de Todmir que es

177
Theudemir

como conocían aquellos sarracenos a Teodomiro.


Los árabes, acaso sería más propio decir beréberes,
eran mayoría en esos momentos, no habían olvidado los
grandes castigos sufridos, al ser sorprendidos en sus
incursiones al territorio de Todmir en tiempos anteriores,
le temían y respetaban nada más escuchar su nombre.
Pisar ahora sus tierras, tras el hostigamiento al que
sometía a sus patrullas, era poco menos que tabú.
Durante dos años continuos estuvo Teodomiro
haciendo y ordenando recorridos para evitar
incursiones, saqueos y asentamientos en sus tierras.
Grandes fueron las bajas que estas intervenciones
causaron en puestos y avanzadillas musulmanes, pero
continuaban entrando árabes de todo tipo por el
estrecho y no decrecía su número ni el afán de saqueo
de cada morisco que pisaba suelo peninsular.
Los nuevos reclutamientos musulmanes comprendían a
gentes persas, egipcias, sirias, palestinas, damascenas,
jordanos y, también de Emesa. Todos se unieron para
llevar a cabo la conquista. Sin embargo, Theudemir no
podía sustituir las bajas y el número de hombres
armados menguaba alarmantemente tras cada
intervención.
Musa ibn Nasair, lugarteniente de las tropas del

178
Theudemir

Califa, se desplazó con sus hijos para dirigir


personalmente la conquista del reino de los visigodos
con distintos cuerpos de invasión.
Así que a mitad del año 712, en junio, desembarcó por
Algeciras con un fuerte contingente armado que
ascendía a dieciocho mil hombres, como refuerzo a los
que ya habían pasado. Y siendo que Tariq, su
lugarteniente, se había dedicado a someter las grandes
plazas fuertes amuralladas donde saquear con
satisfacción y sin grandes esfuerzos o costos de
hombres, ello por indicación del clan witizano, comenzó
sometiendo a pequeñas ciudades y núcleos armados
que habían quedado por Bética en manos visigodas,
caso de Carmona o Alcalá de Guadaira. Ese mismo
verano, sin grandes esfuerzos, entra en Sevilla que
estaba prácticamente desguarnecida. El personal de
armas había sido evacuado para reforzar al de Mérida,
plaza fuerte más difícil de tomar y bastión de confianza
para los godos.
Mérida fue una de las resistencias más fuertes halladas
por Musa, pero aún así, el asedio que le llevó todo el
final del 712 y el comienzo del 713, acabó con la toma
de la ciudad.
Musa dividió en dos columnas su ejército y una de ellas

179
Theudemir

la encomendó a su hijo Abd al Aziz para que, volviendo


sobre sus pasos, regresara a Sevilla y Málaga y desde
allí se llegara a Granada y, encaminándose a las zonas
del Mediterráneo, llegase al este de la península, las
tierras de Teodomiro.
El sudeste de Hispania, La Provincia de Aurariola, hasta
el momento había sido defendida con éxito frente a
varios grupos de invasores dedicados al saqueo por su
cuenta y al intento de establecerse en sus tierras.
La fama de Teodomiro, entre los musulmanes, sirvió
para que se tomaran tiempo y lo pensaran bien. Primero
otras zonas menos azarosas. Pero finalmente llegó el
día en el que, habiendo formado una numerosa tropa,
irrumpieron con ánimos de conquista y permanencia en
la zona.
Tras dos años de continuas y exitosas guerrillas,
Theudimer y sus hombres vieron como el ejército que
comandaba Abd al Aziz, se adentraba en sus tierras con
plenas garantías de éxito.
Durante varios meses Teodomiro y sus hombres
hostigaron al enemigo con escaramuzas y refriegas
encaminadas a desmoralizar los ánimos y fomentar el
desaliento para que dirigieran sus pasos hacía otros
lugares. Pero lo cierto es que todo fue sin fortuna.

180
Theudemir

El cuatro de Abril del 713, el grueso de los


hombres de Abd al Aziz dieron con los de Teodomiro
que venían de una tremenda lucha por la defensa de
Lorca, donde habían combatido hasta la casi
aniquilación, y cogidos en campo abierto en tierras de la
actual Sangonera, tras feroz y sangrienta lucha hicieron
que, con Teodomiro al frente de no muchos
supervivientes, emprendieran la retirada para cobijarse y
hacerse fuerte tras las murallas de la capital Aurariola.
Cuando las puerta de las murallas se cerraron tras
ellos, Teodomiro, sin tomarse tiempo para el respiro,
dispuso que, a la mayor urgencia posible, las mujeres
de Aurariola fueran a las murallas y, con el pelo suelto
sobre los hombros, también cubriendo parte de la cara,
se entremezclaran con los escasos hombres que
restaban y, armadas de lanzas o altas cañas, se dejaran
ver y, todos, dando grandes alaridos, confundieran al
enemigo en un intento de amedrentarle.
Era consciente Theudemir que en la plaza de Lorca
había sufrido una gran derrota y quedado sin personal
de armas y que, alarmantemente, ello había mermado
su defensa, pese a infringir gran número bajas a las
tropas árabes. Ahora debía darle a entender a Abd al
Aziz que, si quería ganar la capital, debía redoblar los

181
Theudemir

esfuerzos y prepararse para una toma larga, sangrienta


y sin garantías de éxito a primera vista.
Todos los historiadores coinciden en afirmar que
Teodomiro era un guerrero astuto y poseedor de
grandes conocimientos militares.
Con las primeras sombras de la noche llegaba el
ejército árabe y se asentaba frente a las murallas, con
ánimos de asedio y toma de la plaza.
El aspecto de las almenas, repletas de gentes armadas,
daba a entender al enemigo que una fuerte guarnición
defendía la ciudad tan robustamente cerrada.
La semi-oscuridad de la recién entrada noche se alió
con Teodomiro y sirvió de ofuscación a los árabes. Y, en
efecto, entendieron y pensaron los árabes en los arduos
esfuerzos que deberían realizar si querían conquistar la
capital. Tales cábalas de sangrientos días de guerra y
calamidades que deberían transcurrir antes de vencer al
mítico Todmir, debieron hacer mella en su ánimo.
Llegada la media noche envió Teodomiro un
mensajero al campo enemigo para que solicitara y
recogiera un salvoconducto de manos del jefe de las
tropas adversarias. Planeaba parlamentar con ellos y
para tal fin había indicado al enviado que notificase la
llegada de dos emisarios. Recibirían la visita de un

182
Theudemir

faraute y un intérprete.
Poco más de una hora tardó en volver con los
documentos solicitados. Estaban firmados por Abd-al-
Aziz, hijo de Musa ibn Nusair, la máxima autoridad del
ejército enemigo. Teodomiro entendió que era muy
buena señal que fuera así y se le otorgara con tanta
celeridad el parlamento. Entonces vistió las ropas de
uno de sus farautes y con un docto eclesiástico salió de
la ciudad.
El resto de la noche la pasaron pactando hasta
que llegaron a los acuerdos que ratificaron, en
documentos para ambas partes, con sus firmas.
Fue entonces, a partir de ese instante, que Teodomiro
se dio a conocer.
Su presencia fue acogida con grandes muestras de
admiración y agasajos. La fama sobre su persona había
llegado a ellos.
A las primeras horas del nuevo día acompañó a
los árabes al interior de la ciudad. Pero cuando Abd-al-
Aziz y sus lugartenientes se percataron que no existían
efectivos capaces de ofrecer resistencia, se afligieron
por el tratado firmado; no obstante, lo respetaron y
cumplieron su palabra.
Entre ellos comentaban sobre la sagacidad de

183
Theudemir

Teodomiro y lo beneficioso del pacto conseguido, pues


en los acuerdos figuraba:
Que ningún árabe se impondría a él o a los suyos.
Que no serían despojados de cuanto poseyeran, ni se
les sometería a esclavitud.
Que no serían separados de sus mujeres e hijos.
Que a todos se les respetarían las vidas y no se les
daría muerte.
Que no se les prohibiría el culto de su religión ni
quemarían las iglesias. Que podrían seguir siendo
cristianos.
Y que se les concedía la paz a cambio de la entrega de
siete ciudades: Orihuela, Villena, Alicante, Mula,
Begastro, Ojos y Lorca, en tanto no se quebrantara ni
se violara lo acordado.
También que no se daría asilo al que huyera de esas
tierras o sea enemigo.
Y no se mantendrían en secreto las noticias que se
supieran del enemigo. Sobre Teodomiro y los suyos
pesaría un impuesto anual de un dinar, cuatro almudes
de trigo, cuatro almudes de cebada, cuatro de vinagre,
dos de miel y uno de aceite. Todo esclavo pagaría la
mitad.
Por este pacto, más que capitulación era un

184
Theudemir

tratado de paz, Teodomiro y los cristianos de sus


territorios continuaban con pleno derecho en el ejercicio
de sus funciones en idénticas condiciones a las que
tenían antes de la firma.
Se entendía por la entrega de las ciudades, las zonas
de acuartelamiento, o sea, alcazaba y castillo.
Del pacto habido entre ambos mandatarios han llegado
a estas fechas cuatro versiones: La primera versión es
la de ad-Dabbi, la segunda versión es de al-Himyari, la
tercera versión de al-Udri y la cuarta Crónica de 1344
Las ciudades y poblados, en especial las plazas
entregadas a los seguidores de Abd-al-Aziz, tuvieron
que acostumbrarse a la presencia árabe. No fue fácil
sustituir la imagen de los caballeros cristianos sobre las
cabalgaduras, por la del jinete musulmán de amplias y
cómodas ropas recogidas a la cintura y tocado con
turbante. Pero, a cambio, quedaban a buen resguardo
todos los intereses de la comunidad tanto físicos como
religiosos. Era un pequeño inconveniente, teniendo en
cuenta el gran mal que se había apoderado de todo el
reino.
Continuó Teodomiro, ahora convertido en Rey,
gobernando su antiguo Ducado de Aurariola, por mor de
la invasión árabe y posteriores capitulaciones y desde

185
Theudemir

entonces conocido por los árabes por Todmir. Al


territorio le llamaron "Cora de Todmir" y a la capital por
Madina Todmir.
No fue sencillo este nuevo estatus iniciado, pues
no faltaron peripecias que resolver, promovidas por los
asentamientos de gentes africanas que, aunque
hallaban solución satisfactoria para los intereses de los
habitantes de este pequeño y nuevo reino cristiano, lo
cierto es que, en ocasiones, causaban fuertes
quebraderos de cabeza.

186
Theudemir

Capítulo XI
CONQUISTA - ACHILA - DAMASCO

El año 714, Musa ibn Nusayr, tomando pueblos y


ciudades que apenas o nada de resistencia le ofrecían
al invasor, mientras recogía botín de guerra e
implantaba condiciones de vencedor a quienes
subyugaba, se iba acercando a Toledo. Allí pasó el
invierno. Los árabes no acostumbraban a hacer
campaña con los fríos. Éste año tenía previsto dedicarlo
a la conquista de Guadalajara, Zaragoza, Cantabria,
Lérida y Tarragona con sus zonas limítrofes. Enviaba
divisiones de su ejército, según la resistencia
encontrada.
Musa, antes de arremeter para ganar Tarragona, al
parecer propuso algún tipo de pacto a Achila, con el fin
de evitar la guerra directa. Éste, no mucho tiempo antes,
se había proclamado Rey de los territorios del norte de
la Tarraconense, en los que estaba incluida Zaragoza
que ya había perdido y dejado en manos árabes.
Pretendía alcanzar nuevos y rápidos sometimientos de
obediencia al Califa de Damasco en los territorios que
restaban por conquistar.
No parece que consiguiera nada positivo porque decidió

187
Theudemir

enviar a sus hombres de armas y, con él al frente, tomar


a las bravas el territorio peninsular que Achila pretendió
tener bajo su mando. De la ciudades importantes no
sólo fue Zaragoza, también Lérida, Barcelona y
Tarragona.
Achila había tratado de convencer a sus fieles para
alcanzar algún tipo de pacto satisfactorio para todos y,
no consiguiéndolo, a finales del 714 renunció de sus
cargos y abdicó al trono. Se retiró a la Narbonense,
donde falleció un par de años más tarde, en el 716.
Es entonces cuando, en un intento de continuar en la
independencia conseguida por rebelión, nombran
sucesor al trono a Ardón.
Durante la campaña de conquista de nuevas
ciudades y territorios, encontrándose dedicado a la toma
de la ciudad de Zaragoza, recibió Musa el comunicado
del Califa que le ordenaba presentarse en Damasco
para saber de los avances hasta la fecha y rendir
cuentas sobre el montante de los saqueos. La Corte no
parecía estar muy conforme con el estado de cuentas
acerca de la administración de lo conquistado.
En Septiembre de ese año, Musa ben Nusayr y su
lugarteniente Tariq dejan los nuevos territorios para
dirigirse a Damasco.

188
Theudemir

Antes de partir deshizo los caminos andados y se llegó


a Sevilla, donde estuvo un tiempo delegando todas las
funciones de los territorios peninsulares por él
administrados en el menor sus tres hijos, Abd al Aziz.
Se dirigió posteriormente al estrecho y habiendo
cruzado el mar para desembarcar en Tánger, también
pasó un tiempo haciendo otro tanto sobre las
responsabilidades del Magrib, incluida la plaza de
Ceuta, en su hijo segundo Abd al Malik, al que se le
conoce, además, con el nombre de Marwan. Al hijo
mayor, Abd Allah, le colocó al frente de Ifriquiya, zona
del Norte de África que viene a corresponder a la
antigua provincia romana de Mauritania Cesareae.
En la antigua Cartago, hoy Túnez, se unió a la comitiva
de Musa ibn Nusayr y Tariq ben Ziyab, la formada por
Teodomiro, pues tenían los árabes como medida
preceptiva, que los pactos alcanzados por los jefes de
sus ejércitos fueran confirmados por el Califa en la
Corte de Damasco.
Desde la fecha de la recepción del emisario
pidiendo a Musa y Tariq que se personaran ante el
Califa de Damasco pasaron muchos meses, desde
Septiembre del 714 a finales del 715.
No parecía tener mucha prisa o ya se temía lo peor;

189
Theudemir

pero tanto si se trataba de una cosa u otra, acaso las


dos juntas, lo cierto es que un éxodo compuesto de tan
gran número de personas y animales no es algo con lo
que se pudiera conseguir gran movilidad, especialmente
contando con las fatigas y privaciones de un viaje tan
largo, hecho a pié por un gran número de prisioneros y
que duró más de un año por tierras tan áridas y
abrasadoras como las del Norte de África.
La comitiva transportaba grandes cantidades de oro,
plata, zafiros, otro tipo de piedras preciosas, obras de
orfebrería, gran número de esclavos y otras muchas
cosas.
Según algunos historiadores Musa se presentó en
Damasco con no menos de 30.000 prisioneros, algún
cronista los cifra en 100.000, incluyendo los personajes
que iban a confirmar sus tratados, y con 30 carretas
llenas de oro y joyas robado en casas de grandes
magnates y propias de damas y caballeros.
El Califa Al Walíd, en el trono desde el año 705,
se hallaba muy enfermo y se preveía una muerte
inminente, como así sucedió. Estaba previsto que le
sucediera en el califato su hermano menor Soleiman ibn
Abd al Malik al cual le había nombrado Gobernador de
Palestina. Soleiman había fundado la ciudad de Ramlá y

190
Theudemir

la había convertido en la capital omeya de la provincia,


donde tenía fijada su residencia.
En la actualidad Ramlá es una ciudad del Distrito Centro
de Israel que dista 15 kilómetros al este de Tel Aviv.
Musa que había llegado a Damasco y estaba
preparando su entrevista con el Califa, recibió a los
enviados de Soleiman que le pedían no entrevistarse
con Walíd porque estaba muy grave y moriría en breve
tiempo.
Era evidente que el futuro nuevo Califa deseaba ser
quien recibiera los tesoros arrancados en las campañas
hispanas.
No está del todo claro este punto, pues algunos
historiadores árabes dicen que Musa entregó los
tesoros a Walíd y otros que a Soleiman.
En lo que si están conforme es en que Walíd I murió,
que su califato llegó del 705 al finales del 715, y que le
sucedió su hermano Soleiman I.
También en que Soleiman condenó a muerte a Musa
por no estar conforme en la manera del reparto del botín
conseguido; pero que le conmutó la pena capital por el
pago de una gran fortuna. Tanto él como Tariq tuvieron
prohibido volver a pisar las tierras conquistadas. De
manera que Musa y Tariq no regresarían nunca al reino

191
Theudemir

ganado a los visigodos. Morirían poco después víctimas


de las envidias e intrigas palaciegas.
Abu Abd ar Rahman Musa ibn Nusayr ibn Abd ar-
Rahman Zayd al-Lajmi, conocido por MUSA, el gran
general conquistador yemení, un año más tarde, en el
716, fue asesinado mientras hacía oración en una
mezquita de Damasco.
Teodomiro, al que ahora le nombraremos por el
nombre dado por los árabes, Todmir, encontró acomodo
en casa de un rico hacendado árabe que tenía una
mansión de recreo en las afueras de Damasco.
Algunas comunidades cristianas de aquellos
lugares se enteraron de la llegada de Todmir y no
tardaron en visitarle y aplaudir su resistencia y defensa
de la fe.
Supo, entonces, Todmir que su nombre era conocido y
respetado, desde hacía muchos años. En aquellos
lugares poseía gran nombradía como hombre de guerra
y consumado estratega. Los éxitos alcanzados a costa
de bizantinos y árabes le habían hecho famoso; pero no
sólo por las hazañas guerreras que se cantaban como
gestas sobresalientes, sino que alcanzaban al vasto
conocimiento cultural y a la reciedumbre de su fe
religiosa.

192
Theudemir

Los acompañantes del Rey, repuestos del azaroso viaje,


eran también colmados de atenciones. Se trataba de los
hombres de Todmir.
La gran comitiva no hubiera podido pasar
desapercibida por aquellos lugares, por muchos
esfuerzos que hubieran hecho para conseguirlo. Todos
pretendían ver la leyenda viva que llegaba a sus tierras.
Nadie quería perderse el acontecimiento. Su pacto era
conocido por las comunidades
mozárabes de aquellas tierras y, además de ser
admirado, servía para solicitar iguales o parecidas
prebendas.
En el ánimo de Todmir estaba sacar provecho de la
popularidad que le precedía. No era necesario
esforzarse para ser notorio. Por una vez, desde hacía
bastante tiempo, se hallaba con ánimo tranquilo y
confiando que la batalla a librar se inclinaría a su favor y
confirmarían el pacto suscrito con Abd al Aziz.
En palacio, conocedores de su llegada, le esperaban.
Resultaba normal que las entrevistas se
aplazaran hasta mas allá de tres meses. Tanta prontitud
en recibir al Rey Todmir dejaba a las claras la curiosidad
por conocerle y el saber de aquellas tierras tan
recientemente incorporadas a sus dominios.

193
Theudemir

En la fecha indicada, Todmir y sus acompañantes


fueron recibidos en palacio con gran boato y muestras
de admiración. Los nobles departieron con los altos
cargos árabes sobre el pacto firmado años atrás.
El tratado fue ratificado en todos sus puntos. Era un
éxito pleno conseguir y mantener sin rectificaciones lo
alcanzado en su día.
En Damasco se interesaron por el devenir diario de los
mandos políticos y militares que había en la península y
fue cuando, esto no es más que un supuesto,
Teodomiro estimó oportuno hablar de Abd-al-Malik ibn
Qatán.
El informe no podía ser otro que una declaración de
tallada de tropelías. Algo así:
- Parece ser, según noticias, que la fértil Al-Ándalus ya
no lo es tanto y que, en el mejor de casos, tardará
mucho en recuperarse. Las persecuciones a que son
sometidos los cristianos por Ibn Qatán los ha diezmado
y, cuando no tiene con quien apagar su sed de sangre,
se dedica a incendiar campos y talar árboles. A este
paso una zona siempre próspera se ha convertido, y
aún se convertirá todavía más, en un árido desierto.
Pocos de los que la hayan visto podrían reconocerla
nuevamente. Acaso no sea el más idóneo para

194
Theudemir

aconsejar lo que se debe hacer en aquellos lugares


para que recobre el esplendor que siempre tuvo; pero
no vendría mal a los intereses del Califa que se enviase
a una persona recta y fiel para que le informe de los
hechos en esa y otras zonas, como la de los vascones
de Zaragoza. Por lo que a mis territorios respecta ……
Al llegar a este punto narraría determinados desmanes
que venían sucediéndose en Cartagena y la violación
del pacto, pese a conocerlo, haciendo burla y caso
omiso, incluso añadiendo: "No parece más que pretenda
independizarse" y proseguiría reafirmándose: Si estos
comentarios quieren que les sean de provecho, envíen a
esa persona, antes aludida, y dará fe a lo comentado y
aún de más.
Posiblemente no esperarían escuchar algo
parecido y en plena lógica quedarían estupefactos y
enmudecidos. Las palabras de Todmir les dejaría sin
habla. Debían esperar elogios y alabanzas por el recién
ratificado pacto y en su lugar escucharon alguna queja y
una grave recriminación. No contra ellos, pero si de la
incapacidad del representante, y tenían visos de total
certidumbre.
Los altos mandatarios de Damasco debieron llegar a la
conclusión que la ineptitud de sus enviados era suplida

195
Theudemir

con brutalidad y que el miedo se encargaba de lograr un


falso respeto a costa de arrasar y convertir en ruina todo
lo que se mantuviese en pie. Lo cual, era absolutamente
notorio, iba en pragmático detrimento de los intereses
generales del Califato.
Era conveniente poner de manifiesto la ineptitud de
Abd-al-Maliq y que tenía la mente ocupada, tan sólo, en
el pillaje.
Desde ese momento el prestigio de Abd-al-Maliq quedó
en entredicho y la desconfianza se cernió sobre él.
Todmir, feliz con la ratificación del tratado y
contento de conseguir el fin que le había llevado a tan
lejanas tierras, daba por bien empleados los sinsabores
e inconvenientes del viaje de ida y regreso. Todavía
quedó en aquellas tierras durante varias semanas, tras
la audiencia, huéspedes de personajes mozárabes. Los
cristianos de allá no querían dejar pasar la ocasión de
conocer y admirar a tan afamado caballero. También los
hombres de saber le pedían audiencia para conversar y
cambiar impresiones.
La comitiva del Rey Todmir aprovechó la ocasión
de permanecer en aquellos parajes para visitar los
Santos Lugares. De Damasco partieron a Cafarnaum y
de allí, bordeando el lago Tiberíades, hasta el camino

196
Theudemir

que conducía a Nazaret. De allá, retomando la ribera del


río Jordán hasta cerca del Mar Muerto, se desviaron
para pasar por Jericó. Cuando abandonaron esta
población marcharon a Jerusalén y posteriormente a
Belén.
Al regreso, de camino a Cesarea, desde cuyo puerto
iniciarían el retorno, se detuvieron varios días en
Jerusalén.
Llegado el tiempo de retomar la marcha, la
embarcación se adentró en el mar dejando atrás la
estela de un Todmir culto, de gran convicción en la fe
que profesaba y con una agrandada y enigmática figura
que, lejos de empequeñecerse, se agigantaba aún más.
Aunque la presencia del héroe siempre desmitifica
hechos, en esta ocasión sucedió al contrario.
El barco navegaba con las bodegas repletas de
obsequios con los que habían sido agasajados en
aquellas tierras y otros que, en recuerdo de aquel viaje,
se habían adquirido a distintos mercaderes de Tiro,
Damasco, Jerusalén o ciudades al paso.
Levaron anclas en Cesarea para recalar en Rodas, era
la primera etapa. De Rodas a Creta que les venía cerca,
de ésta rumbo a Malta, de allí surcaron hasta Ibiza y,
finalmente, desembarcaron en Cartagena.

197
Theudemir

Aunque el viaje por tierra a la capital Aurariola se


prolongara y anduvieran deseosos por llegar al hogar,
era importante que se tomara tierra en Cartagena. Ibn
Qatán y sus hombres debían aceptar las órdenes que
llevaba Teodomiro y admitir su inmediata retirada de los
pueblos y lugares que no eran los estipulados en el
pacto. Así fue como se hizo.
Antes de atracar ya era esperado por una gran fuerza
militar árabe situada en el muelle. Al mando estaba uno
de los capitanes de Abd-al- Maliq. Puerto y poblado
habían sido convertidos, en tan corto espacio de tiempo,
en una auténtica alcazaba.
Temeroso y obediente por la ratificación del
tratado que exhibía el Rey Todmir, en pocos días
levantaron los asentamientos realizados en torno a la
ciudad y distribuidos entre Córdoba y otros lugares.
Ningún Emir árabe osó, desde entonces,
penetrar en tierras de Todmir, a no ser de paso o a las
plazas pactadas, nada de nuevos asentamientos en
tierras que no fuesen las pertenecientes a los
conquistadores.
Poco después Abd-al-Maliq fue apartado del poder,
relegado al mando de tropas y destituido de sus
prerrogativas políticas y administrativas.

198
Theudemir

Los árabes no consideraban como botín de


guerra las tierras que iban conquistando, pues pasaban
a su Administración. En ellas asentaban a los nuevos
colonos traídos de otros lugares a los que, a cambio,
cobraban las rentas que mantenían al Califato.

199
Theudemir

200
Theudemir

Capítulo XII
ABD al-AZIZ- PELAYO - ARDÓN - OTROS

Durante el tiempo pasado por Todmir en


Damasco, ratificando su pacto con el Califa, Abd al Aziz
casó con Egilón, según algunos historiadores era la
antigua Reina, la mujer de Don Rodrigo, y otros dicen
que se trataba de la hija, y continuado consolidando el
territorio conquistado. Anexionó otras plazas, tales como
las del sur de Lusitania (Coimbra, Santarem, Évora) y
otras repartidas más al norte de la Tarraconense, como
Pamplona o al sur peninsular como los territorios y
pequeños núcleos de los alrededores a las ciudades de
Granada y Málaga que seguían en posesión de los
godos cristianos.
Hay que recordar que en el 714 la familia de Witiza
había intentado que Tariq en primer lugar y Musa algo
más tarde, esto vino a suceder cuando los árabes
decidieron permanecer en el territorio y tomarlo como
botín de guerra, le reconocieran como de su propiedad
los derechos sobre la Tarraconense y la Narbonense.
Como se dijo, en este aspecto no tuvieron mucha
suerte; aunque recibieron, a cambio de la traición, 3000
propiedades en la Bética que eran del Erario Real,

201
Theudemir

además, como propiedades personales de Witiza,


otorgaban, repartidos a cada uno de los hijos, diferentes
predios. Olmundo varias poblaciones y terrenos cerca
de Sevilla. Ardabasto otro tanto en los alrededores de
Córdoba y Rómulo algo similar en los entornos a
Zaragoza.
En este ínterin también sucedieron varios
acontecimientos importantes. Abd al Aziz recibe noticias
de la muerte del Califa Al Walíd y que en su lugar es
nombrado su hermano Soleiman. Llega también a sus
oídos que su padre, Musa Ibn Nusair, es condenado a
muerte y que, tras largas deliberaciones, se consiguió
que le conmutasen la pena capital a cambio del pago de
una inmensa fortuna; pero que se le prohíbe a él y a
Tariq regresar a las tierras conquistadas. Pero
desconoce totalmente que el nuevo Califa estaba siendo
predispuesto en su contra y que algunos le han metido
el demonio en cuerpo con la idea de que él pretende
independizarse de Damasco y desea formar un nuevo
imperio.
Desde luego que Abd al Aziz no debería estar muy
contento ni muy conforme con la Corte Damascena, tras
el trato dispensado a su padre y a Tariq. Al fin y al cabo,
tanto el Norte de África como el reino de los godos lo

202
Theudemir

habían conquistado ellos. Tampoco dejaban mucho


lugar a la confianza para fiarse, de entonces en
adelante, ni mucho ni poco, de lo que le pudiera llegar.
Era, como mínimo, como para pensarlo.
Según algunos cronistas se comentaba, entre otros
muchos cotilleos, que Abd al Aziz había adoptado
costumbres paganas y que su nueva esposa le llevaba a
gobernar como se hacía antaño en la Corte de Toledo.
Abd al Aziz, a primeros de Marzo del año 716,
mientras hacía oración en la antigua iglesia de Santa
Rufina de Sevilla, reconvertida en mezquita, fue
asesinado por un sicario del Califa Soleiman cuyo
nombre era el de Ziyad ben Udhra. Su cabeza fue
enviada a Damasco.
A Abd al Aziz le sucedió en el cargo, en el que
apenas duró seis meses, uno de sus primos de nombre
Ay yub ben Habib al-Lajmi y permaneció en el poder
hasta que llegó el nuevo delegado del Emir de
Qayrawan, cuyo nombre era el de Al-Hurr ben Abd al
Rahman ben Utman al-Thakifi que se mantuvo en la
gobernación del territorio del 716 al 719.
Al-Hurr llegó con cuatrocientos notables dependientes
del Emir de Ifriquiya que tenía la capitalidad en
Qayrawan. También, a veces estos nombramientos

203
Theudemir

llegaban directamente del Califa de Damasco.


Al-Hurr cambió la capitalidad que hasta entonces había
sido ostentada por Sevilla, a Córdoba y el 719 Córdoba
es proclamada oficialmente capital del Al-Ándalus.
Cuando el año 714 Musa ibn Nusair y Tariq
fueron requeridos por el Califa de Damasco Al Walíd,
para ajustar cuentas de la conquista del reino visigodo,
Otman ibn Neza, más conocido como Munuza, fue
nombrado valí del tercio noroccidental de la península
cuya capital fue alternativamente Astorga, Lucus
Asturum (Lugo de Llanera, Asturias) y Gijón.
Corriendo el año 718 todavía gobernaba en Gijón
este walí musulmán Munuza.
Se podría decir de Otman que era un guerrero muy
adiestrado pues pertenecía a ese primer grupo árabe
que hizo su incursión en la península acompañando a
Tariq ben Ziyad.
Durante este año se produjo la sublevación por
diferentes focos de lo que fue antigua provincia o
ducado visigodo de Austrigonia. Don Pelayo, con
notable predicamento entre los notables de la zona fue
el escogido para comandar la rebelión. El Walí de
Córdoba era en esos momentos Al Hurr ben Abd al
Rahman que también se hallaba enfrascado en la

204
Theudemir

preparación de la conquista de la Septimania, cosa que


al final llevó a término, su continuador en el mando, Al
Samh ben Malik.
En principio Munuza atajó, como mejor pudo, el
levantamiento; pero en vista de la extensión del mismo y
de los pocos efectivos que disponía, solicitó apoyo
militar a Al Hurr. De acuerdo a la petición, Otman era un
guerrero experimentado, necesitaba el apoyo de un
pequeño contingente armado para reprimir la
sublevación. Se estima, como definitivo y poco
refutable, según historiadores, que la fuerza armada de
Don Pelayo ascendía a 300 soldados y que la de los
árabes, dirigidos por Al Qama, rondaba entre los 800 y
1.400 hombres armados. El resultado de los encuentros
y escaramuzas entre ambos bandos fue que del
pequeño ejército de D. Pelayo quedaron 30 hombres
y10 mujeres contando a D. Pelayo y que los árabes
perdieron en las refriegas unos 600 hombres, incluido el
propio Al-Qama.
Don Pelayo y sus hombres, huyendo, se refugiaron en
Covadonga.
En realidad esta escaramuza es la famosa Batalla de
Covadonga; aunque la importancia radica por ser el
momento en que cambia la tendencia de la conquista

205
Theudemir

árabe en Hispania.
Durante los gobiernos de Ambasa ibn Sohayun al Kalbí
y siguientes debieron producirse varios encuentros
armados, puesto que de ellos quedan referencias en las
crónicas de entonces, tanto cristianas como árabes.
Se transcriben algunas de ellas.
Crónica de Alfonso III
Pelayo se dirigió hacia la tierra montañosa,
arrastró consigo a cuantos encontró camino de una
asamblea y con ellos subió a un monte llamado Auseba
y se refugió en la ladera de dicha montaña en una
cueva que sabía era segura. Desde ella envió
mensajeros a todos los astures que se congregaron en
una junta y lo eligieron príncipe.
Alqma, el dirigente musulmán, mandó entonces
comenzar el combate y los soldados tomaron las armas.
Se levantaron los fundíbulos, se prepararon las hondas,
brillaron las espadas, se encresparon las lanzas e
incesantemente se lanzaron saetas. Pero al punto se
mostraron las magnificencias del Señor: las piedras que
salían de los fundíbulos y llegaban a la casa de la Santa
Virgen María que estaba dentro de la cueva, se volvían
contra los que las disparaban y mataban a los caldeos.
Y como Dios no necesita las lanzas sino que da la

206
Theudemir

victoria a quien quiere, los cristianos salieron de la


cueva para luchar contra los caldeos, emprendieron
estos la fuga, se dividió en dos su hueste y allí mismo
fue al punto muerto Alqama. En el mismo lugar murieron
125.000 caldeos.

Crónica Albeldense
Alqama entró en Asturias con 187.000 hombres.
Pelayo estaba con sus compañeros en el monte Auseba
y que el ejército de Alqama llegó hasta él y alzó
innumerables tiendas frente a la entrada de una cueva.
El Obispo Oppas subió a un montículo situado frente a
la cueva y habló así:“Pelayo, Pelayo, dónde estás? El
interpelado se asomó a una ventana y respondió: Aquí
estoy. El obispo dijo entonces: Juzgo hermano e hijo
que no se te oculta cómo hace poco se hallaba toda
España unida bajo el gobierno de los godos y brillaba
más que los otros países por su doctrina y ciencia y
que, sin embargo, reunido todo el ejército de los godos
no pudo sostener el ímpetu de los ismaelitas ¿podrás tú
defenderte en la cima de este monte? Me parece difícil.
Escucha mi consejo vuelve a tu acuerdo, gozarás de
muchos bienes y gozarás de la amistad de los caldeos.
Pelayo respondió entonces: ¿No leíste en las Sagradas

207
Theudemir

Escrituras que la Iglesia del Señor llegará a ser como el


grano de la mostaza y de nuevo crecerá por la
misericordia de Díos? El obispo contestó:
Verdaderamente así está escrito.
………… Tenemos por abogado cerca del Padre a
Nuestro Señor Jesucristo que puede librarnos de estos
paganos …………
Alqama mandó entonces comenzar el combate y los
soldados tomaron las armas. Se levantaron los
fundíbulos, se prepararon las hondas, brillaron las
espadas, se encresparon las lanzas e incesantemente
se lanzaron saetas. Pero al punto se mostraron las
magnificencias del Señor. Las piedras que salían de los
fundíbulos y llegaban a la casa de la Virgen Santa María
que estaba dentro de la cueva, se volvían contra los que
las disparaban y mataban a los caldeos. Y como a Díos
no le faltan lanzas sino que da la palma de la victoria a
quien quiere, los caldeos emprendieron la fuga.
Crónica Albeldense datada en el año 881.

Crónica de Al-Maqqari
Dice Isa ibn Ahmand al Razi que en tiempos de
Ambasa ibn Sohayun al Kalbí se levantó en tierras de
Galicia un asno salvaje llamado Belay (Pelayo). Desde

208
Theudemir

entonces empezaron los cristianos en Al-Ándalus a


defender contra los musulmanes las tierras que aún
quedaban en su poder, lo que no habían esperado
lograr. Los islamitas luchando contra los politeístas y
forzándoles a emigrar, se habían apoderado de su país
hasta llegar a Ariyula de la tierra de los francos y habían
conquistado Pamplona en Galicia y no había quedado
sino la roca donde se refugia el rey llamado Pelayo con
trescientos hombres. Los soldados no cesaron de
atacarle hasta que sus soldados murieron de hambre y
no quedaron en su compañía sino treinta hombres y
diez mujeres. Y no tenían qué comer sino la miel que
tomaban de la dejada por la abejas en las hendiduras
de la roca. La situación de los musulmanes llegó a ser
penosa y al cabo los despreciaron diciendo: Treinta
asnos salvajes ¿qué daño pueden hacernos?. En el 133
murió Pelayo y reinó su hijo Fáfila. El reino de Belay
duró diecinueve años y el de su hijo dos. Después de
ambos reinó Alfonso hijo de Pedro, abuelo de los Banu
Alfonso que consiguieron prolongar su reino hasta hoy y
se apoderaron de lo que los musulmanes les habían
tomado.
Llegó el 719 y Al Samh ibn Malik que había
sucedió a Al Hurr durante la segunda mitad de ese

209
Theudemir

mismo año, con un fuerte ejército cruzó a la Septimania


con el ánimo de integrar aquellos territorios al Califato
de Damasco. Narbona resistió los primeros embates
tras la bien amurallada ciudad. Los árabes no se
esforzaron mucho y esperaron a que pasara el frío
invierno, asentados en las inmediaciones. Llegada la
primavera arremetieron con nuevos bríos y Narbona que
había sido considerada reducto inexpugnable por los
seguidores de Ardón, tras una breve resistencia, acabó
siendo conquistada. Todos los defensores fueron
pasados a cuchillo.
Achila que había abdicado al trono, había fallecido con
anterioridad a estos sucesos. Su muerte aconteció el
año 716.
Al Samh se instaló en Narbona a la que hizo su
residencia, creando un valiato islámico, y la mantuvo
como capital.
Dejando en ella una importante guarnición armada,
prosiguió con su cruzada de conquistas arremetiendo
contra las ciudades limítrofes que ofrecieron oposición;
no obstante mediante generosas condiciones pacificó la
zona y fueron muchas las que se sometieron con
facilidad. Algunas ciudades todavía controladas por
comes o condes godos, fueron controladas sin gran

210
Theudemir

esfuerzo, caso de Alet, Béziers, Agde, Lovede y


Magalona; tan sólo Nimes ofreció férrea resistencia.
Al Samh que había pedido refuerzos para continuar la
contienda, en el 721 recibió el apoyo solicitado. Ese
mismo año partió de Narbona y puso sitio a Tolosa. Tras
varios meses de asedio, en Junio, consiguió entrar en la
ciudad. Poco después llegaron los refuerzos esperados
por los tolosanos y las tropas del Conde Odón entraron
en liza.
Todos los planes de adentrarse en la Aquitania se
vinieron abajo. En la conocida como Batalla de Tolosa,
Al samh sufrió numerosas bajas ante las tropas de
Odón y no tuvo más que batirse en retirada, incluso, él
mismo fue tan gravemente herido que por esta causa
falleció poco después en Narbona. Era el 10 de Junio
del 721.
Allí mismo, en Narbona, en el lugar de los hechos, el
General Abd al Rahman ibn Abd allah al-Gafiquí fue
proclamado Walí. Permaneció en el cargo durante un
mes, fecha en la que fue nominado Ambasa ibn
Sohayun al Kalbí, por el Gobernador del Norte de África,
como Walí de Córdoba.
Pese a la derrota de Tolosa, la Septimania siguió
en poder de los árabes que estaban solidamente

211
Theudemir

asentados en Narbona y que, gracias a su puerto de


mar, pudieron proseguir su expansión por el este,
durante la década del 720, llegando hasta Autun en la
Borgoña.
En el 720 crean los árabes centros
administrativos en Mérida, Tolaitola (Toledo), Sarakusta
(Zaragoza) que con el de Kortuba (Córdoba), conforman
el Al-Ándalus. Dependen directamente del walí de
Córdoba y todos del Emirato de N. de África con capital
en Qayrawan.
Durante alguno de los años que siguen a la
contienda de Covadonga, el desaparecido de las tierras
astures, Munuza, es nombrado valí de Narbona. En las
crónicas francesas aparece en franca camaradería con
el Conde Odón, con el que había emparentado por
casar con un familiar de este godo.
El Conde Odón que es conocido y denominado por
algunos cronista franceses como Rey Eudes, había
fijado la capital de Aquitania en Tolosa.
El año 731 éste valí de Narbona y de la región de
Cerdaña, Otman ibn Neza, insistiendo que es el
conocido Munuza, el que llegó a la península el 711 a
las órdenes de Tariq, se alza contra el valí de Córdoba y
como algunos otros antecesores de la Narbonense,

212
Theudemir

caso del Duque Paulo, Achila y el sucesor Ardón, se


proclama independiente.
Abd al Rahman ben Abd Allah al Gafiquí que por
segunda vez había sido nombrado Walí de Córdoba y
que ya conocía esas tierras cuando diez u once años
antes había estado con Al Samh para someter a Ardón,
no podía permitir la rebelión y al frente de un fuerte
grupo armado se personó en Narbona y se le enfrentó
duramente, derrotándole y le dándole muerte.
Al Gafiquí quiso aprovechar la ocasión para hacer algo
de botín de guerra y conquistar nuevos territorios y con
esta fuerza armada, relativamente pequeña para la
empresa que intentaba reemprender, se adentra en
Aquitania. El Duque Odón hace frente a los árabes otra
vez más; pero se ve desbordado y superado por los
musulmanes. Es entonces que pide ayuda a los
carolingios que se hacen de rogar y acuden cuando las
tropas de Eudes están poco menos que derrotadas.
Carlos Martell se une a la refriega y entre Tours y
Poitiers consigue que sea Abd al Rahman al Gafiquí
quien les ataque en el lugar escogido para llevar a
término la batalla. Las tropas de Carlos Martell y Odón
eran muy superiores; pero apenas si tenían caballería.
El tropel árabe se componía, aunque muy inferior en

213
Theudemir

número, de una diestra y experimentada caballería, lo


cual le ponían en franca ventaja.
Sucedió en Octubre del 732 y Al Gafiquí no solamente
fue derrotado, también pereció en la Batalla de Tours.
Poco después, para el valiato de Córdoba, fue
nombrado sucesor Abd al Malik ibn Qatán al Fihri.
Respecto a la dependencia del Califato de
Damasco a través del waliato del Norte de África, dos
fueron los gobernadores que rigieron los designios del
nuevo reino desde la invasión árabe en el 711 al 716. El
primero, Musa ibn Nusair y después, su hijo Abd al Aziz
ibn Musa.
Por veinticuatro se cuentan los walies que desde
Córdoba gobernaron la península desde el 716 al 756.
El primero, Ayub ibn Habib al-Lajmi lo hizo el 716 y el
último, en el756, Yusuf ibn Abd al Rahman al Fihri.
Año 750. El Califa de Damasco y la familia Omega es
derrotada por los abasíes, tras una traición en la que
fueron asesinados todos sus miembros menos uno. El
único superviviente de la matanza, Abd al-Rahman, en
compañía de un liberto de nombre Badr, huyó de
Damasco, atravesó el Norte de África y consiguió llegar
a Al-Ándalus. En la península consiguió la adhesión de
los partidarios de los Omeyas de Córdoba y la de los

214
Theudemir

yemeníes, enemigos del Gobernador Yusuf.


Año 756. Con Yusuf ibn Abd al-Rahman al-Fihri se llega
a la finalización del Emirato Dependiente de Damasco y
se inicia el Califato Independiente de Córdoba.

215
Theudemir

216
Theudemir

Capítulo XIII
PELAYO - GUERRA CIVIL- FINAL

Desde el tratado con Abd al-Aziz, los problemas


de Theudemir en los territorios bajo su gobierno
dimanaban, por lo general, de la convivencia entre los
propios del lugar y los nuevos y continuos grupos
árabes que llegaban para su asentamiento. La
migración fue un constante goteo de grupos venidos de
diferentes lugares, además que en determinadas
ocasiones llegaran en grandes contingentes, como
cuando con Musa en el 712 entraron en la península
dieciocho mil colonos y otros grupos menores en
número en el 716 con Al-Hurr y en el 720 con Al-Samh
ibn Malik al Jawalani.
Las gentes eran de tan dispares culturas y lugares como
para contar entre ellas grupos llegados de Hichaz
(Región de la Península Arábiga), Yemen, Irak, Siria,
Egipto, Libia y resto del Norte de África (Mauritania
Cesareae y M. Tingitana).
Hasta el momento los grupos mayoritarios eran los
qaysies (pastores nómadas de la Península Arábiga,
básicamente cabreros y camelleros) y yemeníes,
enemigos irreconciliables que se trajeron con ellos sus

217
Theudemir

odios antiguos y pelearon por apropiarse de las mejores


tierras, fueran de quien fuese.
Hay que dejar constancia que muchos, atraídos
por las ventajas sociales y económicas que reportaba
ser musulmán, se pasaron de bando y se islamizaron. A
estos nuevos musulmanes se les conoce por muladíes,
vocablo que viene a significar nuevo musulmán. Les
llamaron mozárabes a los cristianos que vivían entre
árabes.
Queda patente que las tensiones entre cristianos,
árabes y judíos eran muy fuertes y continuas. Ni que
decir que los árabes hacían lo posible para manipularlas
a su favor y tan fue así que el año 721, cuando Ambasa
ibn Sohayun al-Kalbi fue nombrado Walí,
tendenciosamente informado, obligó a judíos y
mozárabes a pagar el doble de los tributos convenidos,
llegando a confiscar bienes y propiedades. Cuando
accedió al valiato Yahyá ibn Sallamh al-Kalbí (726 al
728) reparó estos abusos.
Los doce años que siguen sirvieron para que el odio
entre los diferentes grupos prosiguiese en aumento y
para que los gobernadores, enviados desde Norte de
África, en su afán recaudatorio, continuaran haciendo,
uno tras otro, nuevos censos de población.
218
Theudemir

En el 737 se produjo la muerte de Don Pelayo y


la sucesión de Favila en el trono. Breve tiempo el de su
reinado, puesto que falleció dos años más tarde.
El nuevo rey fue Alfonso, hijo del Duque de Cantabria,
don Pedro, y que había casado con Ermesinda, hija de
Don Pelayo.
En el 740, como si ya no tuviesen suficientes
problemas en la península, a los beréberes les da por
meterse en guerra, rebelándose en lo que fue la
Mauritania Tingitana (actual Marruecos), contra el
gobernador árabe del Norte de África. Desde Damasco
envía el Califa una columna de diez mil jinetes
pertenecientes al chund (milicias) sirio. Pero esta
columna fue vencida en las inmediaciones del río Sebú
(Río que desemboca en el Atlántico a unos 12
kilómetros de Kenitra). Los beréberes residentes en
España toman partido por los suyos y dan comienzo a
los enfrentamientos entre ellos.
Del chund sirio, lo que se salvó de la refriega en las
inmediaciones del Río Sebú, al mando de Baly ibn Bisr
al-Quaharí, llega a Ceuta y pide a Abd al-Malik ben
Qatan, walí de Córdoba, que le permita pasar a la
península.
Abd al-Malik, puesto que la rebelión beréber se extendía

219
Theudemir

por todo Al-Ándalus, permitió el paso pensando en el


refuerzo que serían para pacificar la situación.
Los hechos se complican porque los sirios consiguen
dar muerte a Abd al-Malik y colocar en su lugar a su jefe
Baly ibn Bisr. Tampoco, Baly, dura mucho en el poder
que en el 742 muere y ocupa la vacante uno de sus
oficiales de nombre Talaba ibn Salama al-Amilí.
El año 743 llega a Al-Ándalus en nuevo Walí Abu-l-
Jattar Husam ibn Dhirar al-Kalbí.
Abú-l-Jattar, aconsejado por Ardabasto, uno de los hijos
de Witiza, separó los chunds (milicias) y los colocó en el
territorio de la antigua Bética y los de Aurariola.
El chund egipcio acabó en las tierras de Todmir. Los
grandes perjudicados fueron los godos del sureste, pues
se les expropió un tercio de las haciendas para
entregarlas a las milicias.
Otras crónicas comentan, esta es la versión más
creíble, que era el año 742 cuando Baly, Lugarteniente
del Califa Hisham, hallándose en Ceuta, fue llamado por
Ibn Qatán para que le ayudase con sus hombres a
resolver un levantamiento interno de tribus beréberes.
Desde el norte de África pasó a la península y se instaló
en Al-Ándalus. Al poco, con siete mil hombres a caballo,
anuló el movimiento de insurrección.

220
Theudemir

El trato ofrecido, a cambio de ayuda militar, fue el de


grandes sumas de dinares en plata y oro, así como los
bienes de los vencidos. Pero Abd-al-Maliq no cumplió y
Baly, sintiéndose engañado y humillado, marchó con
sus hombres hasta la residencia de este en Córdoba y
le arrojó de ella y permitió que sus hombres le dieran
muerte.
Había un lugarteniente de Baly, de aquellos que
pasaron desde Ceuta en ayuda del asesinado Ibn Qatán
que se trataba de un joven culto, de familia adinerada,
con padre influyente en Damasco y con la creencia de
que podía hacer en la tierras de Todmir cuanto le viniera
en gana.
Su primer asentamiento lo hizo en Córdoba, ciudad en
la que llegó a gozar de gran relevancia, incluso una de
las puertas de entrada a la ciudad llevaba su nombre,
era conocida por "Puerta de Bad-al-Jatar"; pero,
deseoso de más amplios espacios y por su condición de
sirio, marchó al Reino de Todmir, donde creó serias y
tensas situaciones con los administradores del Rey.
Nada especial logró conseguir, tras muchos esfuerzos,
ni tan siquiera la menor prerrogativa sobre el resto de
los asentados. Acabó aceptando los terrenos otorgados
y adaptándose al quehacer cotidiano. Pero

221
Theudemir

paulatinamente fue cambiando de actitud. El contacto


con los hombres ilustres y el interés por la cultura y
costumbres de los cristianos, terminaron granjeándole la
amistad de muchos. Al Jatar era instruido y sus
conocimientos sobre las artes y ciencias árabes rayaban
a gran altura.
Era bueno para los cristianos que el cabecilla sirio
estuviera en cordiales relaciones con los dirigentes del
Reino de Aurariola. Ello podría evitar más de un
enfrentamiento entre las dos comunidades.
El Rey Todmir, ya con muchos años, lúcido como
en sus mejores épocas de la vida, aunque repleto de
achaques, pensaba que no le quedaría mucho por vivir y
que sus nobles, como en tiempos de Égica o Vitiza,
podrían rivalizar para adjudicarse el trono. No era lo
mismo, pero si apetecible.
Es seguro que sabía lo que quería para los suyos y que
era consciente de su edad. Todmir vio la ocasión de
reforzar el bienestar de los cristianos bajo su amparo,
en tiempos tan convulsos, y no tardó en poner en
práctica lo que sería su última jugada de estrategia.
Poco tiempo después la hija de Teodomiro casaba con
el sirio Al-Jattar.
Todmir dotó a los casados con dos aldeas, una

222
Theudemir

de ellas Tarsa, cerca de Elche y el segundo poblado


situado a menos de una hora a caballo desde la capital,
a unas ocho millas, sobre la cima de un pequeño cerro
que desde entonces se llamó Tal-al-Jattar o Colina de
Jattar.
No duró mucho la alegría en el Reino. Poco más
de un año había pasado de esta efemérides cuando
murió Teodomiro. Era el 743.
Ni que decir que el luto invadió los hogares de Aurariola.
El dolor de los cristianos se hacía más hondo con el
tañer de las campanas y las gentes quedaban en casa
doliéndose por la pérdida de tan entrañable figura. La
ciudad aparecía desierta y el dolor afloraba por doquier.
Únicamente quedaba en pie la esperanza de su último y
perdurable pacto político. La boda de su hija con Abd-al-
Jattar.
El entierro del Rey Todmir fue llorado hasta por
los árabes. El pueblo, expectante y dolido, aguardaba la
decisión que deberían tomar los Nobles y el Clero de las
Iglesias. Estos se afanaban por dar muestras de
serenidad, mientras se hacían los preparativos para la
elección del sucesor.
Pasados los días de luto, fue electo un nuevo rey
para el Territorio de Todmir.

223
Theudemir

Crónica mozárabe de 754


En el año 782 falleció el belicoso Teodomiro, el cual en
diversas partes había causado cuantiosas matanzas de
árabes y después de …………
Resta comentar que el segundo Rey de
Orihuela, el hombre encargado de continuar rigiendo el
destino de los cristianos y administrar las tierras de
Todmir, fue Atanagildo que prosiguió la labor de su
antecesor, no sin problemas; pero de forma acertada.
Los descendientes del Rey Teodomiro, los Banú-
Jattar, desempeñaron un preponderante papel durante
varios siglos.

FINAL

224
Theudemir

BIBLIOGRAFÍA
Algunos libros y artículos leídos o consultados

E.A. Thompson. Los Godos en España. Alianza


Editorial. Madrid 2007.
Gregorio Mayans. Defensa del Rei Witiza.
Reproducción L. Paris Valencia. Valencia. 1998.
José Luís Olaizola. Don Pelayo. Editorial Temas de
Hoy s.a. Madrid. 2006.
José Orlandis. Historia del Reino Visigodo Español.
Rialp s.a. Madrid 2006
La vida en España en tiempos de los godos. Rialp s.a.
2006.
Juan Antonio Cebrián. La Aventura de los Godos. La
Esfera de los Libros s.l. Madrid, 2006
Juan eslava Galán. Historia de España contada para
Escépticos. Planeta. Barcelona. 2003
Marcelino Menéndez y Pelayo. Historia de España.
Cultura Española. Valladolid. 1938
Mª Isabel Loring, Dionisio Pérez, Pablo Fuentes. La
Hispania tardo romana y visigoda, siglos V-VIII. Editorial
Síntesis, s.a. Madrid. 2007
Pablo C. Díaz Martínez, Clelia Martínez Maza,

225
Theudemir

Francisco Javier Sanz Huesma. Hispania tardo


antigua y visigoda. Ediciones Istmo, s.a. Madrid. 2007.
Antonio José Sánchez Pérez, Rosario del Carmen
Alonso de la Cruz. Territorio alicantino en las fuentes
geográficas árabes medievales (siglos IX - XV)
Fernando Gil, Ricardo Carleto. Losa Concilios
Toledanos durante la España Visigoda. 1999.
J. García Antón. Sobre los orígenes de Tudmir
Javier Albert Gutiérrez. La España visigoda.
Julia Montenegro, Arcadio del Castillo. En torno a la
conflictiva fecha de la Batalla de Covadonga.
P. de Palol. Las excavaciones del conjunto de “El
Bobalar” Seros (Segría, Lérida) y el reino de Akhila
Pío Beltrán. Judila y Suniefredo, reyes visigodos.
Estudio numismático.

226
Este libro fue distribuido por cortesía de:

Para obtener tu propio acceso a lecturas y libros electrónicos ilimitados GRATIS


hoy mismo, visita:
http://espanol.Free-eBooks.net

Comparte este libro con todos y cada uno de tus amigos de forma automática,
mediante la selección de cualquiera de las opciones de abajo:

Para mostrar tu agradecimiento al autor y ayudar a otros para tener


agradables experiencias de lectura y encontrar información valiosa,
estaremos muy agradecidos si
"publicas un comentario para este libro aquí".

INFORMACIÓN DE LOS DERECHOS DEL AUTOR

Free-eBooks.net respeta la propiedad intelectual de otros. Cuando los propietarios de los derechos de un libro envían su trabajo a Free-eBooks.net, nos están dando permiso para distribuir dicho
material. A menos que se indique lo contrario en este libro, este permiso no se transmite a los demás. Por lo tanto, la redistribución de este libro sín el permiso del propietario de los derechos, puede
constituir una infracción a las leyes de propiedad intelectual. Si usted cree que su trabajo se ha utilizado de una manera que constituya una violación a los derechos de autor, por favor, siga nuestras
Recomendaciones y Procedimiento de Reclamos de Violación a Derechos de Autor como se ve en nuestras Condiciones de Servicio aquí:

http://espanol.free-ebooks.net/tos.html

Vous aimerez peut-être aussi