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Informe de filosofía
AUTOR:
CASTILLO CORONADO, KAREN
DOCENTE:
RAMAL CALDERON, RODOLFO
ASIGNATURA:
FILOSOFÍA
Aristóteles, en Metafísica
Parece que también Tales, según cuentan, supuso que el alma era algo capaz de
producir movimiento, si es que afirmó que la piedra imán tiene alma porque mueve al
hierro.
Aristóteles.
APORTES MATEMATICOS
Se atribuyen a Tales varios descubrimientos matemáticos registrados en
los Elementos de Euclides: la definición I. 17 y las proposiciones I. 5, I. 15, I. 26 y III. 31.
Asimismo, es muy conocida la leyenda acerca de un método de comparación de
sombras que Tales habría utilizado para medir la altura de las pirámides egipcias: el
milesio se percató de que se podría saber la altura exacta de las pirámides midiendo la
sombra de estas en el momento del día en que su sombra era más o menos de igual
tamaño que su cuerpo. Este método fue aplicado luego a otros fines prácticos de la
navegación.10 Se supone además que Tales conocía ya muchas de las bases de la
geometría, como el hecho de que cualquier diámetro de un círculo lo dividiría en partes
idénticas, que un triángulo isósceles tiene por fuerza dos ángulos iguales en su base o
las propiedades relacionales entre los ángulos que se forman al cortar dos paralelas por
una línea recta perpendicular.
Los egipcios habían aplicado algunos de estos conocimientos para la división y
parcelación de sus terrenos. Esta necesidad surgió a raíz de que el Nilo, con sus
constantes crecidas, borraba las líneas divisorias de los campos de cultivo, por lo que
era necesaria una manera de medir de nuevo el terreno. Mas, según los pocos datos
con los que se cuenta, Tales se habría dedicado en Grecia mucho menos al espacio (a
las superficies) y mucho más a las líneas y a las curvas, alcanzando así su geometría
un mayor grado de complejidad y abstracción.
Pitágoras
Pitágoras c. 475 a. C. fue
un filósofo y matemático griego
considerado el primer matemático puro.
Contribuyó de manera significativa en el
avance de la matemática helénica,
la geometría, la aritmética, derivadas
particularmente de las relaciones
numéricas, y aplicadas por ejemplo a la
teoría de pesos y medidas, a la teoría de
la música o a la astronomía. Respecto a la
música, sus conceptos de I, IV y V, fueron
los pilares fundamentales en la
armonización griega, y son los utilizados
hoy en día. Es el fundador de la Escuela
pitagórica, una sociedad que, si bien era
de naturaleza predominantemente
religiosa, se interesaba también en
medicina, cosmología, filosofía, ética y
política, entre otras disciplinas. El
pitagorismo formuló principios que
influyeron tanto en Platón como en Aristóteles y, de manera más general, en el
posterior desarrollo de la matemática y en la filosofía racional en Occidente.
El padre de Pitágoras fue Mnesarco, un mercader de Tiro, y su madre Pythais, originaria
de Samos, en Jonia. La mayoría de los historiadores concuerdan en que su vida pública
surge hacia el 532 a.C., en tiempos de Polícrates y de Tarquinio el Soberbio.
Pitágoras vivió los primeros años de su vida en Samos y acompañó a su padre en
muchos de sus viajes; era ciertamente instruido: aprendió a tocar la lira, a escribir poesía
y a recitar a Homero. Es posible que su padre lo llevara a Tiro y que allí recibiera
instrucción de caldeos y hombres instruidos de Siria. Entre sus profesores, se menciona
a tres filósofos: Ferécides de Siros, a quien a menudo se describe como el maestro de
Pitágoras; Tales y el pupilo de éste, Anaximandro. Según Jámblico, en su Vida de
Pitágoras, a la edad de 18 o 20 años, Pitágoras visitó a Tales, en Mileto. Si bien Tales
ya debía ser un anciano en ese entonces, habría ejercido una fuerte impresión en el
joven Pitágoras, interesándolo por las matemáticas y la astronomía, y aconsejándole
visitar Egipto para interiorizarse más sobre estas cuestiones. Anaximandro impartía las
enseñanzas de Tales, lecturas a las cuales asistió Pitágoras, y muchas de sus ideas
sobre geometría y cosmología influyeron en su propia visión.
Los datos verificables sobre la vida de Pitágoras son escasos dado que no existen textos
de su autoría ni biografías firmadas por contemporáneos.
Los primeros escritos detallados, que datan de entre 150 y 250 años después de su
muerte, se basan en historias transmitidas de manera oral y muestran grandes
diferencias entre sí. Asimismo, muchos mitos y leyendas se forjaron en torno a su
persona, motivados probablemente por el mismo Pitágoras, pero también debido a la
naturaleza de la doctrina pitagórica y sus seguidores: una confraternidad hermética,
regida por símbolos místicos y costumbres esotéricas.
La más extensa, detallada e influyente obra sobre la vida de Pitágoras y su pensamiento
data del siglo III d.C., es decir, unos 800 años después de su muerte. Diógenes
Laercio (ca. 200-250) y Porfirio (ca. 234-305) escribieron dos Vidas de Pitágoras,
y Jámblico (ca. 245-325) Sobre la vida pitagórica. Estas biografías son, con algunas
excepciones, las únicas fuentes disponibles. Pertenecen a una época en que la figura
de Pitágoras era vista de modo distorsionado y se basan, a su vez, en fuentes
extraviadas, algunas de las cuales son de marcada tendencia neopitagórica y
deliberadamente orientadas a ensalzar a Pitágoras, presentándolo como el origen de
toda la verdad filosófica, cuyas ideas habrían sido plagiadas por Platón, Aristóteles y
todos los filósofos posteriores.
LA HERMANDAD PITAGÓRICA
Pitágoras fundó una escuela filosófica y religiosa en Crotona, al sur de Italia, que tuvo
numerosos seguidores. Se llamaban a sí mismos matemáticos, vivían en el seno de esta
sociedad de forma permanente, no tenían posesiones personales y eran vegetarianos.
Hasta 300 seguidores llegaron a conformar este grupo selecto, que oía las enseñanzas
de Pitágoras directamente y debía observar estrictas reglas de conducta. Sus máximas
pueden sintetizarse como:
Al uso de los sentidos y de la inteligencia, hay que agregarle una actitud crítica e
indagadora. La mera acumulación de saberes no forma al verdadero sabio, porque para
Heráclito lo sabio es «uno y una sola cosa», esto es, la teoría de los opuestos. El
fragmento quizás más conocido de su obra dice:
En los mismos ríos entramos y no entramos, [pues] somos y no somos [los mismos].
El fragmento (citado con frecuencia erróneamente como no se puede entrar dos veces
en el mismo río, siguiendo la versión que da Platón en el Crátilo) ejemplifica la doctrina
heraclítea del cambio: el río —que no deja de ser el mismo río— ha cambiado sin
embargo casi por completo, así como el bañista. Si bien una parte del río fluye y cambia,
hay otra (el cauce, que también debe interpretarse y no tomarse en un sentido literal)
que es relativamente permanente y que es la que guía el movimiento del agua. Algunos
autores ven en el cauce del río el logos que «todo rige», la medida universal que ordena
el cosmos, y en el agua del río, el fuego. A primera vista esto puede parecer
contradictorio, pero debe recordarse que Heráclito sostiene que los opuestos no se
contradicen, sino que forman una unidad armónica (pero no estática). Es razonable,
entonces, que la otra cara del agua sea el fuego, como él mismo lo adelanta en sus
fragmentos.
A pesar que existen ciertas similitudes entre Heráclito y Parménides de Elea, las
doctrinas de ambos siempre han sido contrapuestas (con cierto margen de error), ya
que la del primero suele ser llamada «del devenir» o (con cierto equívoco) «del todo
fluye», mientras que el serparmenídeo es presentado como una esfera estática e
inmóvil.
He aquí algunas frases de Heráclito:
«En los mismos ríos entramos y no entramos, [pues] somos y no somos [los
mismos]» (citado erróneamente, debido a una obra de Platón, como «Ningún
hombre puede bañarse dos veces en el mismo río»).
«La armonía invisible es mayor que la armonía visible».
«Ni aun recorriendo todo camino llegarás a encontrar los límites del alma; tan
profundo logos tiene».
«Pero, aunque el logos es común, casi todos viven como si tuvieran una inteligencia
particular».
«Conviene saber que la guerra es común a todas las cosas y que la justicia es
discordia».
Heráclito reprocha al poeta que dijo: «¡Ojalá se extinguiera la discordia de entre los
dioses y los hombres!», a lo que responde: «Pues no habría armonía si no hubiese
agudo y grave, ni animales si no hubiera hembra y macho, que están en oposición
mutua».
Empédocles
Empédocles de Agrigento,444 a. C. Fue
un filósofo y político griego.
En la Grecia antigua, con pensadores
como Parménides, Heráclito y Pitágoras
entre otros, la separación gradual entre
lo espiritual y lo material, entre el
movimiento y la inmutabilidad del Ser,
entre lo racional y lo sensible, etc.,
representaban algunas de las
preocupaciones de la filosofía de aquella
época. En el caso de Empédocles, su
pensamiento tuvo presente algunas de
estas ideas y las incorporó en una
doctrina que contempla tanto la
argumentación racionalista como el
espíritu místico.
Fue un filósofo que se interesó mucho
por el pensamiento de Parménides.
Tomó de él muchos atributos asignados al Ser parmenídeo y los aplicó a su propia
Sphairos, la divinidad en la cual todo estaba mezclado en armonía. Cree como
Parménides que nada puede originarse de la nada y que lo que existe no puede
desaparecer, pero mientras que aquel deducía de esto que la realidad era una e inmóvil,
Empédocles postuló que eran cuatro los principios materiales de la realidad y que se
hallaban en constante movimiento, mezclándose y repulsándose por las fuerzas
espirituales del Amor y el Odio. Estos eran los elementos propuestos por Tales de
Mileto, Anaxímenes, Heráclito y Jenófanes: agua, aire, fuego y tierra respectivamente.
Empédocles provenía de una familia brillante y acomodada, por lo cual recibió una
educación acorde a ello. Su padre fue Metón, que intervino en el derrocamiento del
tirano Trasideo, hijo de Terón en el año 470 a. C. Su abuelo, también llamado
Empédocles, fue criador de caballos como cuenta Diógenes Laercio, y venció en las
carreras de caballos en Olimpia durante la LXXI Olimpíada.
Durante la infancia del filósofo, Agrigento, su ciudad natal, gozaba de su máximo poder
y fama bajo el gobierno del tirano Terón (488-472), quien fue reconocido por ser un
gobernante interesado por las artes y la religión, encarnando así las preocupaciones del
pueblo agrigentino, que conformaron el medio espiritual del cual Empédocles se nutrió.
Luego de la muerte de Terón, la tiranía pasó a manos de su hijo Trasideo.
Posteriormente esta fue derrocada y se estableció en Agrigento una democracia. En
esta transformación política, el filósofo tuvo parte importante, y su defensa de la
democracia instaurada lo llevó a disolver una organización oligárquica conocida como
la asamblea de los mil. Además persuadió a los habitantes de Agrigento de abandonar
las luchas entre partidos y cultivar la igualdad política y rehusó cualquier cargo que se
le quisiera otorgar. Por sus ideales democráticos y quizás por su extravagancia y sus
métodos, Empédocles se hizo muchos enemigos, que en una de sus ausencias de
Agrigento conspiraron contra él e impidieron su regreso.
Fue orador y médico excelente, quizás fue fundador de la escuela siciliana de medicina,
aunque otros le atribuyan este título a su amigo Acrón. Diversos autores nos hablan de
su talento a la hora de curar enfermedades, así como también dan fe de hazañas
increíbles, como Heráclides, quien cuenta que llegó al punto de resucitar una mujer que
llevaba 30 días sin respirar. Sin embargo, es sensato decir que a pesar del valor histórico
que puedan tener estos testimonios, muchos se basan en lo que el propio agrigentino
expresaba en sus poemas y discursos, acrecentando así su imagen mística y divina.
Hay varias leyendas acerca de su muerte. Una de ellas es que luego de celebrar un
sacrificio en un campo de Pisianacte, todos los invitados, incluido su discípulo
Pausanias, se retiraron del lugar. Empédocles sin embargo se mantuvo allí. Al día
siguiente, el filósofo no se encontraba por ningún lado y algún sirviente dijo haber
escuchado una voz que lo llamaba y luego haber visto una luz celestial. Luego de eso
Pausanias determinó que era hora de alabarle como a un dios. Otra versión nos dice
que se arrojó al volcán Etna, buscando confirmar su unión divina con la naturaleza. Esta
versión fue desmentida por muchos en la antigüedad, como si se tratase de un engaño
(Hipóboto). Timeo es quien da el dato más probable acerca de su muerte, diciendo que
Empédocles murió en el Peloponeso, una vez exiliado de Agrigento.
OBRA
Hay muchas obras que se atribuyen a Empédocles, pero muchas son falsas. Entre ellas
se encuentran epigramas dirigidos a su discípulo Pausanias, versos dedicados
a Pitágorasy cierto número de tragedias. Aristóteles además le atribuye haber escrito el
“Tránsito de Jerjes” que fue quemado por ser una obra imperfecta, y un “Proemio a
Apolo” que fue quemado involuntariamente. También se le atribuyen tratados médicos
escritos en prosa, pero ninguno de ellos se conoce hoy en día.
Los únicos escritos que se tienen con seguridad de Empédocles son dos poemas: Sobre
la naturaleza de los seres y Las purificaciones. El primero trata sobre explicaciones
basadas en fundamentos científicos y racionales acerca del mundo natural tal como su
autor lo entendía, desde su fisiología hasta su movimiento. El segundo poema, se trata
de un escrito religioso, en donde se narra y se revela como imperativo el camino de un
alma que luego de ser desterrada por su propia culpa de su morada divina debe por
medio de la purificación retornar al lugar al cual pertenece. En estos escritos, de
naturalezas tan diferentes como lo pueden parecer la científica y la religiosa,
Empédocles parece encarnar el genio griego de aquella época, que no veía
contradicción alguna en asumir estas dos posturas que pueden parecer contradictorias
en un primer momento.
El estilo de escritura de los dos poemas es el hexámetro dactílico de la tradición épica,
el cual parecía ser para el filósofo agrigentino la mejor manera de expresar su
pensamiento. Él mismo advirtió que este iba a hallar una gran dificultad para darse a
entender, por lo cual eligió conscientemente el poema como medio de expresión, y en
él se ve cómo vuelve varias veces sobre la misma idea mediante la repetición de versos
en contextos diferentes, cómo retorna sobre sus pasos cuando siente que debe aclarar
una explicación, etc. y el mismo dice en el fragmento 25:
Es bueno repetir incluso dos veces lo que es necesario.
Se nota en sus escritos además, el uso de abundantes símiles para explicar leyes
generales mediante acciones relacionadas a la invención humana (cocción del pan,
aleación de metales, pintar un cuadro, etc.)
SOBRE LA NATURALEZA DE LOS SERES
Este poema, está dirigido a Pausanias, discípulo de Empédocles. En él encontramos
varios rasgos de la filosofía de Parménides deliberadamente enunciada. Esto ya bien
para mostrar puntos de acuerdo con el filósofo de Elea o para mostrar un disenso.
Empédocles está de acuerdo con la tesis premunidal que postula que nada puede surgir
de la nada, y, a su vez, que nada de lo que existe puede desaparecer. En los fragmentos
11 y 12 se reafirma esta idea:
¡Seres pueriles! Porque no piensan profundamente
Y Nestis, que hace correr con sus lagrimas las fuentes de los mortales.
Todos estos elementos tienen igual importancia en tanto que principio. Ninguno es
anterior a otro, diferente de otros filósofos que pensaban en la predominancia de uno en
particular.
Los nombres divinos que se le asignan a los elementos no son simples adornos
poéticos, sino que revelan una concepción de la naturaleza según la cual todo está
provisto de sensación y pensamiento.
Puesto que hay en su filosofía cuatro elementos primordiales y no una unidad única,
estos elementos pueden moverse ocupando inmediatamente el lugar de los otros.
Gracias a este movimiento del Ser, es posible la génesis del +cosmos, en el cual sus
seres son divisibles y están en movimiento. Esto le permite a Empédocles decir en
“Sobre la naturaleza de los seres” que no existe nacimiento de ningún ser mortal, ni
desaparición en la muerte, puesto que todo es mezcla y modificación de lo mezclado.
LA FILOSOFÍA DE EMPÉDOCLES
Desde sus orígenes y a lo largo de todo el periodo llamado cosmológico o presocrático
(es decir, anterior a Sócrates), la filosofía griega había supuesto la existencia de un
principio constitutivo (arjé o arché) común a la diversidad de seres de la naturaleza. Los
filósofos de Mileto (Tales, Anaximandro, Anaxímenes) y la escuela de Pitágoras vieron
tal principio en substancias concretas (el aire, el agua) o bien propusieron principios de
naturaleza abstracta o formal (lo indeterminado en Anaximandro, el número en los
pitagóricos). El desarrollo de esta indagación acabaría conduciendo a las concepciones
antitéticas de la realidad de Parménides y Heráclito: para el primero, lo real es uno e
inmutable, siendo su continua transformación mera apariencia, mientras que el segundo
vio precisamente en el incesante devenir la verdadera naturaleza de lo real.
La filosofía de Empédocles representa la primera tentativa de armonizar ambas
posturas, intento que secundarían Anaxágoras y los atomistas (Leucipo y Demócrito);
todos ellos aspiraron a una síntesis ecléctica proponiendo como arjéuna pluralidad de
elementos o partículas que, dentro del devenir, mantenía su inmutabilidad. En sus obras,
Empédocles comienza, como Parménides, estableciendo la necesidad y perennidad del
ser; su originalidad consiste en conciliar dicha necesidad con el devenir, con el
transcurrir de todo.
Para ello estableció como principios constitutivos de todas las cosas cuatro «raíces»
(rhicómata), los cuatro elementos naturales: el agua, el aire, la tierra y el fuego. Estas
raíces corresponden a los principios (arjé) señalados anteriormente por Tales,
Anaxímenes, Jenófanes y Heráclito, respectivamente; pero, a diferencia de tales
principios (que se transforman cualitativamente y se convierten en todas las cosas), las
raíces de Empédocles permanecen cualitativamente inalteradas: se combinan en
distintas proporciones para formar todas las cosas, pero ellas mismas son inmutables y
eternas.
Las cuatro raíces y las dos fuerzas que los mueven explican asimismo el conocimiento,
según el principio de que lo semejante se conoce con lo semejante, pues el hombre
también está formado por los cuatro elementos. Las cosas emanan flujos que, pasando
a través de los poros de los elementos, determinan el contacto y el reconocimiento.
Aunque Empédocles no figura entre los grandes de la filosofía griega, su teoría de las
«cuatro raíces» acabaría gozando de más de veinte siglos de vigencia: al ser adoptada
por Aristóteles (que las llamó «los cuatro elementos»), pasó a formar parte de las
concepciones comúnmente aceptadas sobre la materia hasta el siglo XVIII. Hubo que
esperar a los tiempos de la fundación de la química como ciencia moderna, de la mano
de Antoine Lavoisier, para descubrir que «elementos» como el aire o el agua no eran
tales, sino una mezcla de gases el primero, y un compuesto de hidrógeno y oxígeno el
segundo.