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FACULTAD DE INGENIERÍA

ESCUELA ACADÉMICO PROFESIONAL DE INGENIERÍA CIVIL

Informe de filosofía

Biografía de famosos filósofos

AUTOR:
CASTILLO CORONADO, KAREN

DOCENTE:
RAMAL CALDERON, RODOLFO

ASIGNATURA:

FILOSOFÍA

PIURA – 2018 – PERÚ


Tales de Mileto
Famoso filósofo y matemático griego, Tales
de Mileto es conocido por ser el fundador de
la Escuela de Mileto a la cual pertenecieron
otros representantes famosos como
Anaxímenes y Anaximandro. Fue
considerado en la antigüedad como uno de
los Siete Sabios de Grecia. Fue uno de los
primeros eruditos en trascender el enfoque
mitológico que caracterizó la filosofía griega
en los siglos antepasados.
Tales de Mileto nació en la ciudad de Mileto
c 624 a. C, una antigua ciudad en la costa
occidental de Asia Menor (en lo que
actualmente es la provincia de
Aydın en Turquía), cerca de la
desembocadura del río Menderes. La
mayoría de los historiadores lo presentan
como genuino milesio (aunque,
según Diógenes Laercio, doxógrafo griego, fue admitido en la ciudad jonia de Mileto, a
orillas del mar Egeo, después de ser expulsado de Fenicia junto con Nileo). Nacido o no
en Mileto, es incuestionable que residió en aquella ciudad, y que fue allí donde desarrolló
su filosofía, sus investigaciones científicas y sus intervenciones políticas.
Era hijo de Euxamias (o Examio) y de Cleobulinas (o Cleóbula), ambos oriundos
de Fenicia y descendientes de Cadmo y Agenor. Puesto que los jonios comerciaban
frecuentemente con Egipto y Babilonia, es probable que Tales visitara Egipto en alguna
etapa de su vida, y allí podría, por un lado, haber recibido enseñanzas de los sacerdotes,
quienes registraban con mucho celo todo evento astronómico o meteorológico
excepcional por motivos religiosos y que poseían, por consiguiente, copiosa información
al respecto; y, por el otro, haber adquirido conocimientos matemáticos, que los egipcios
habían desarrollado a un nivel práctico con el fin de medir y delimitar las parcelas de
tierra cuyos límites solían borrarse con las continuas crecidas del río Nilo.
OBRA
Simplicio de Cilicia escribió: «Se dice de Tales que no dejó nada escrito, excepto la
llamada Astrología náutica.
En cambio, Diógenes Laercio escribe: «Según algunos, nada dejó escrito, pues dicen
que la Astrología náutica que se le atribuye es de Foco Samio. Pero, según otros,
escribió dos obras: Sobre el solsticio y Sobre el equinoccio».
Así, son tres las líneas de opinión: que solo escribió la Astrología, que solo
escribió Sobre el solsticio y Sobre el equinoccio y que no escribió nada. De cualquier
manera, lo cierto es que, de haber escrito algo, sus escritos se perdieron pronto, y,
respecto de las pocas fuentes que citan presuntos dichos de Tales, no puede
determinarse con certeza si tales fuentes tenían en sus manos o bien escritos de Tales
o bien fuentes secundarias o si solo repetían tradiciones orales.
PENSAMIENTOS
Respecto a su obra, unos afirman que no escribió nada y otros le consideran autor de
varias obras, entre ellas una "Astrología náutica".
En cuanto a su cosmología. afirmaba, según las referencias que nos han transmitido los
antiguos, que la tierra estaba sobre el agua, flotando como un disco. Se le atribuye la
afirmación "todo es agua", que se ha interpretado en el sentido de que Tales afirmaba
que el agua era el elemento originario de la realidad, el principio de todas las cosas, o
bien en el sentido de que todas las cosas estaban constituidas o formadas por agua.
¿De dónde procede esta idea? Algunos afirman que Tales la tomó de la mitología
oriental; la mayoría, sin embargo, tienden a atribuirle un origen experimental, bien
derivado de la experiencia de lo húmedo y de la importancia de la humedad en el
desarrollo de la vida, o bien de la observación de la evaporación del agua, que hace que
este elemento se transforme en otro. En todo caso fue el primero que planteó la cuestión
de la naturaleza última del mundo, concibiendo las cosas como formas cambiantes de
un primer y único elemento: el agua.
Lo importante de lo que nos ha llegado de su pensamiento es, pues, que concibió la
noción de la unidad en la diversidad, intentando explicar a partir de ella las diferencias
que se perciben en la multiplicidad de lo real, y que dicho principio o "arjé" era de
carácter material.
Sea como fuere, Tales es considerado el primer filósofo por cuanto, frente a las
explicaciones de la realidad de carácter mítico y religioso, nos ofrece por primera vez
una explicación basada en la razón, es decir, en la que no se apela a entidades
sobrenaturales para explicar lo real ni se admite lo contradictorio, rechazándose,
además, la heterogeneidad entre la causa y el efecto: si la realidad es física, su causa
ha de ser también física (el agua, por ejemplo).
La explicación universal y racional que sostuvo Tales fue que el agua es origen de todas
las cosas que existen, el elemento primero:
La mayoría de los primeros filósofos consideró que los principios de todas las cosas eran
solo los que tienen aspecto material […] En cuanto al número y a la forma de tal principio,
no todos dicen lo mismo, sino que Tales, el iniciador de este tipo de filosofía, afirma que
es el agua, por lo que también declaró que la tierra está sobre el agua. Concibió tal vez
esta suposición por ver que el alimento de todas las cosas es húmedo y porque de lo
húmedo nace del propio calor y por él vive. Y es que aquello de lo que nacen es el principio
de todas las cosas. Por eso concibió tal suposición, además de porque las semillas de
todas las cosas tienen naturaleza húmeda y el agua es el principio de la naturaleza para
las cosas húmedas.

Aristóteles, en Metafísica

En cuanto al alma, la considera como dadora de vida, movimiento y divina. Como en la


época en la que vive, todavía no se diferenciaba entre seres vivientes y no vivientes.
Tales atribuye vida al agua, porque como el agua se mueve sola (véanse los mares o
los ríos), esta debe tener alma, puesto que el alma es lo que hace moverse las cosas.
Y también es divina (está llena de dioses) porque el alma es divina para él. «Así, por lo
tanto, el agua para Tales es, el origen de todo, está llena de dioses y tiene vida propia».
Y de manera parecida que con el agua, razona para con las piedras imán. Como estas
se mueven solas, piensa que están vivas, o que «hay algo vivo en ellas».
Algunos afirman que el alma se haya entreverado en el todo. Posiblemente por este
motivo es por el que Tales pensó que todo estaba lleno de dioses.

Aristóteles, en Acerca del alma

Parece que también Tales, según cuentan, supuso que el alma era algo capaz de
producir movimiento, si es que afirmó que la piedra imán tiene alma porque mueve al
hierro.

Aristóteles.

Y, por último, de nuevo Aristóteles en Acerca del cielo y Séneca en Cuestiones


naturales afirman que Tales sostenía que la tierra sobre la que pisamos es una especie
de isla que «flota» sobre el agua de forma parecida a un leño y por ello la tierra a veces
tiembla. Al no estar sostenida sobre unas bases fijas si no que como está flotando sobre
el agua, esta la hace tambalearse.

APORTES MATEMATICOS
Se atribuyen a Tales varios descubrimientos matemáticos registrados en
los Elementos de Euclides: la definición I. 17 y las proposiciones I. 5, I. 15, I. 26 y III. 31.
Asimismo, es muy conocida la leyenda acerca de un método de comparación de
sombras que Tales habría utilizado para medir la altura de las pirámides egipcias: el
milesio se percató de que se podría saber la altura exacta de las pirámides midiendo la
sombra de estas en el momento del día en que su sombra era más o menos de igual
tamaño que su cuerpo. Este método fue aplicado luego a otros fines prácticos de la
navegación.10 Se supone además que Tales conocía ya muchas de las bases de la
geometría, como el hecho de que cualquier diámetro de un círculo lo dividiría en partes
idénticas, que un triángulo isósceles tiene por fuerza dos ángulos iguales en su base o
las propiedades relacionales entre los ángulos que se forman al cortar dos paralelas por
una línea recta perpendicular.
Los egipcios habían aplicado algunos de estos conocimientos para la división y
parcelación de sus terrenos. Esta necesidad surgió a raíz de que el Nilo, con sus
constantes crecidas, borraba las líneas divisorias de los campos de cultivo, por lo que
era necesaria una manera de medir de nuevo el terreno. Mas, según los pocos datos
con los que se cuenta, Tales se habría dedicado en Grecia mucho menos al espacio (a
las superficies) y mucho más a las líneas y a las curvas, alcanzando así su geometría
un mayor grado de complejidad y abstracción.
Pitágoras
Pitágoras c. 475 a. C. fue
un filósofo y matemático griego
considerado el primer matemático puro.
Contribuyó de manera significativa en el
avance de la matemática helénica,
la geometría, la aritmética, derivadas
particularmente de las relaciones
numéricas, y aplicadas por ejemplo a la
teoría de pesos y medidas, a la teoría de
la música o a la astronomía. Respecto a la
música, sus conceptos de I, IV y V, fueron
los pilares fundamentales en la
armonización griega, y son los utilizados
hoy en día. Es el fundador de la Escuela
pitagórica, una sociedad que, si bien era
de naturaleza predominantemente
religiosa, se interesaba también en
medicina, cosmología, filosofía, ética y
política, entre otras disciplinas. El
pitagorismo formuló principios que
influyeron tanto en Platón como en Aristóteles y, de manera más general, en el
posterior desarrollo de la matemática y en la filosofía racional en Occidente.
El padre de Pitágoras fue Mnesarco, un mercader de Tiro, y su madre Pythais, originaria
de Samos, en Jonia. La mayoría de los historiadores concuerdan en que su vida pública
surge hacia el 532 a.C., en tiempos de Polícrates y de Tarquinio el Soberbio.
Pitágoras vivió los primeros años de su vida en Samos y acompañó a su padre en
muchos de sus viajes; era ciertamente instruido: aprendió a tocar la lira, a escribir poesía
y a recitar a Homero. Es posible que su padre lo llevara a Tiro y que allí recibiera
instrucción de caldeos y hombres instruidos de Siria. Entre sus profesores, se menciona
a tres filósofos: Ferécides de Siros, a quien a menudo se describe como el maestro de
Pitágoras; Tales y el pupilo de éste, Anaximandro. Según Jámblico, en su Vida de
Pitágoras, a la edad de 18 o 20 años, Pitágoras visitó a Tales, en Mileto. Si bien Tales
ya debía ser un anciano en ese entonces, habría ejercido una fuerte impresión en el
joven Pitágoras, interesándolo por las matemáticas y la astronomía, y aconsejándole
visitar Egipto para interiorizarse más sobre estas cuestiones. Anaximandro impartía las
enseñanzas de Tales, lecturas a las cuales asistió Pitágoras, y muchas de sus ideas
sobre geometría y cosmología influyeron en su propia visión.
Los datos verificables sobre la vida de Pitágoras son escasos dado que no existen textos
de su autoría ni biografías firmadas por contemporáneos.
Los primeros escritos detallados, que datan de entre 150 y 250 años después de su
muerte, se basan en historias transmitidas de manera oral y muestran grandes
diferencias entre sí. Asimismo, muchos mitos y leyendas se forjaron en torno a su
persona, motivados probablemente por el mismo Pitágoras, pero también debido a la
naturaleza de la doctrina pitagórica y sus seguidores: una confraternidad hermética,
regida por símbolos místicos y costumbres esotéricas.
La más extensa, detallada e influyente obra sobre la vida de Pitágoras y su pensamiento
data del siglo III d.C., es decir, unos 800 años después de su muerte. Diógenes
Laercio (ca. 200-250) y Porfirio (ca. 234-305) escribieron dos Vidas de Pitágoras,
y Jámblico (ca. 245-325) Sobre la vida pitagórica. Estas biografías son, con algunas
excepciones, las únicas fuentes disponibles. Pertenecen a una época en que la figura
de Pitágoras era vista de modo distorsionado y se basan, a su vez, en fuentes
extraviadas, algunas de las cuales son de marcada tendencia neopitagórica y
deliberadamente orientadas a ensalzar a Pitágoras, presentándolo como el origen de
toda la verdad filosófica, cuyas ideas habrían sido plagiadas por Platón, Aristóteles y
todos los filósofos posteriores.
LA HERMANDAD PITAGÓRICA
Pitágoras fundó una escuela filosófica y religiosa en Crotona, al sur de Italia, que tuvo
numerosos seguidores. Se llamaban a sí mismos matemáticos, vivían en el seno de esta
sociedad de forma permanente, no tenían posesiones personales y eran vegetarianos.
Hasta 300 seguidores llegaron a conformar este grupo selecto, que oía las enseñanzas
de Pitágoras directamente y debía observar estrictas reglas de conducta. Sus máximas
pueden sintetizarse como:

 que, en su nivel más profundo, la realidad es de naturaleza matemática;


 que la filosofía puede usarse para la purificación espiritual;
 que el alma puede elevarse para unirse con lo divino;
 que ciertos símbolos son de naturaleza mística;
 que todos los miembros de la hermandad deben guardar absoluta lealtad y
secretismo.
En la Hermandad Pitagórica eran aceptados tanto hombres como mujeres. Aquellos que
no pertenecían al núcleo duro del grupo eran llamados acusmáticos. Estos vivían en sus
propias casas, se les permitía tener posesiones personales y no se les imponía el
vegetarianismo; sólo asistían como oyentes durante el día. Según Krische, las mujeres
pertenecían a este grupo; no obstante, muchas pitagóricas fueron después reconocidas
filósofas y matemáticas.
No se ha conservado ningún escrito original de Pitágoras. Sus discípulos —los
pitagóricos practicaban el secretismo y la vida comunal de manera muy estricta —
invariablemente justificaban sus doctrinas citando la autoridad del maestro de forma
indiscriminada, por lo que resulta difícil distinguir entre los hallazgos de Pitágoras y los
de sus seguidores. Se le atribuye a Pitágoras la teoría de la significación funcional de
los números en el mundo objetivo y en la música; otros descubrimientos, como
la inconmensurabilidad de la diagonal de un cuadrado de lado mensurable o el teorema
de Pitágoras para los triángulos rectángulos, fueron probablemente desarrollados por la
Escuela pitagórica.
Con respecto a las prácticas y estructura interna de la hermandad, todas las narraciones
sugieren que sus miembros guardaban absoluto hermetismo sobre lo que allí se hacía,
y era una máxima conocida el que «no todo debe revelarse a todos» (Diógenes,
Aristóteles). Las especulaciones filosóficas, religiosas y políticas más profundas eran
posiblemente discutidas entre los miembros más selectos, mientras que los estudios
científicos ordinarios —matemáticas, música, astronomía, etc.— estaban abiertos a
todos los discípulos. Tenían, al parecer, símbolos convencionales establecidos, que les
permitían identificarse como miembros de la hermandad aún sin haberse visto
anteriormente. Escuelas similares se abrieron en Síbari, Metaponto, Tarento y otras
ciudades de la Magna Grecia.
Se sabe que los pitagóricos se expandieron rápidamente después de 500 a.C., que la
sociedad tomó tintes políticos y que más tarde se dividió en facciones. En 460 a. C.
fueron atacados y suprimidos, sus casas de encuentro saqueadas y quemadas; se
menciona en particular la "casa de Milo" en Crotona, donde más de 50 pitagóricos fueron
sorprendidos y aniquilados. Aquellos que sobrevivieron se refugiaron en Tebas y otras
ciudades
COSOVISION
la filosofía de Pitágoras guarda estrecha relación con la Escuela jónica, en cuanto a que
busca resolver por medio de un principio primordial el origen y la constitución
del universo visto como un todo. Pero al igual que Anaximandro, abandona la hipótesis
de Tales y Anaxímenes, suplantando el terreno de lo físico por el de la metafísica.
En lo que tanto Platón como Heródoto llaman: «el modo de vida de los pitagóricos»,
Pitágoras es visto como el formador de un grupo selecto y privado, que abraza
ideas religiosas, cuestiones éticas y gérmenes de ideas científicas. Las evidencias más
tempranas dejan claro que, sobre todas las cosas, Pitágoras tuvo éxito promulgando
una nueva y optimista mirada sobre el destino del alma después de la muerte y un modo
de vida atractiva por su rigor y disciplina que le valió numerosos
seguidores.Dicearco (siglo IV a.C.) confirma enfáticamente la evidencia a favor de un
pensamiento cercano a la metempsicosis o a la reencarnación, según el cual las almas
humanas renacían en otros cuerpos después de la muerte, en primer lugar al señalar
las dificultades de determinar con exactitud el pensamiento de Pitágoras, y después al
aseverar que la más reconocida de sus doctrinas era "que el alma es inmortal y que
transmigra en otros animales".
MATEMATICAS
La «ciencia matemática» practicada por Pitágoras y los matematikoi difiere del
tratamiento de esta ciencia que se lleva a cabo en universidades o instituciones
modernas. Los pitagóricos no estaban interesados en «formular o resolver problemas
matemáticos», ni existían para ellos «problemas abiertos» en el sentido tradicional del
término. El interés de Pitágoras era el de «los principios» de la matemática, «el concepto
de número», «el concepto de triángulo» (u otras figuras geométricas) y la idea abstracta
de «prueba». Como señala Brumbaugh,24 "Es difícil para nosotros hoy en día,
acostumbrados como estamos a la abstracción pura de las matemáticas y el acto mental
de la generalización, el apreciar la originalidad de la contribución pitagórica."
Aportes de Pitágoras en las matemáticas
 El teorema de Pitágoras.
 Sólidos perfectos
 Ángulos interiores de un triángulo.
 Un triángulo inscrito en un semicírculo es un triángulo rectángulo.
 La irracionalidad de la raíz cuadrada de 2.
 El descubrimiento de los Números perfectos y los Números amigos.
 Medias.
 El descubrimiento de los Números poligonales.
 Tetraktys.
Heráclito
Heráclito de, conocido también como «El
Oscuro de Éfeso”, fue un filósofo griego.
Nació hacia el año 540 a. C. y falleció hacia
el 480 a. C.
Era natural de Éfeso, ciudad de la Jonia, en la
costa occidental del Asia
Menor (actual Turquía). Como de los demás
filósofos griegos anteriores a Platón, no
quedan más que fragmentos de sus obras, y
en gran parte se conocen sus aportes gracias
a testimonios posteriores.
La obra de Heráclito es
completamente aforística. Su estilo remite a
las sentencias del oráculo de Delfos y
reproduce la realidad ambigua y confusa que
explica, usando el oxímoron y
la antítesis para dar idea de la
misma. Diógenes Laercio le atribuye un libro
titulado “Sobre la naturaleza” , que estaba
dividido en tres secciones: «Cosmológica», «Política» y «Teológica». No se posee
mayor certeza sobre este libro. El primer estudioso en proponer un ordenamiento de los
fragmentos fue P. Schuster (1873), poniendo a la cabeza de todos el que posteriormente
fue dispuesto como B56 (Diels-Kranz) y que refiere la adivinanza que unos niños
plantearon a Homero, y que este, "el más sabio de todos los griegos", como lo pinta
Heráclito, no supo resolver. Ingram Bywater en 1877 hizo un reacomodo de los
fragmentos conforme a la indicación de Laercio, traducido al español por José Gaos. Es
curioso que Bywater no considera importante el fragmento que Schuster pone a la
cabeza de todos, y no lo incluye en su propia ordenación. Agustín García
Calvo reconstruye la posible estructura del libro en su edición de los fragmentos del
mismo, titulada Razón común. Distingue tres apartados: «Razón general», «Razón
política» y «Razón teológica».
Heráclito afirma que el fundamento de todo está en el cambio incesante. El ente deviene
y todo se transforma en un proceso de continuo nacimiento y destrucción al que nada
escapa.
Es común incluir a Heráclito entre los primeros filósofos físicos, que pensaban que el
mundo procedía de un principio natural (como el agua para Tales de Mileto, el aire
para Anaxímenes y el ápeiron para Anaximandro), y este error de clasificación se debe
a que, para Heráclito, este principio es el fuego, lo cual no debe leerse en un sentido
literal, pues es una metáfora como, a su vez, lo eran para Tales y Anaxímenes. El
principio del fuego refiere al movimiento y cambio constante en el que se encuentra el
mundo. Esta permanente movilidad se fundamenta en una estructura de contrarios. La
contradicción está en el origen de todas las cosas.
Todo este fluir está regido por una ley que él denomina (Logos). Este Logos no solo
rige el devenir del mundo, sino que le habla (indica, da signos, fragmento B93DK) al
hombre, aunque la mayoría de las personas «no sabe escuchar ni hablar» (fragmento
B73DK). El orden real coincide con el orden de la razón, una «armonía invisible, mejor
que la visible» (B54DK), aunque Heráclito se lamenta de que la mayoría de las personas
viva relegada a su propio mundo, incapaces de ver el real. Si bien Heráclito no desprecia
el uso de los sentidos (como Platón) y los cree indispensables para comprender la
realidad, sostiene que con ellos no basta y que es igualmente necesario el uso de la
inteligencia, como afirma en el siguiente e importante fragmento:
Se engañan los hombres [...] Acerca del conocimiento de las cosas manifiestas, de la
misma manera que Homero, que fue [considerado] el más sabio de todos los griegos. A
él, en efecto, unos niños que mataban piojos lo engañaron, diciéndole: 'cuantos vimos y
atrapamos, tantos dejamos; cuantos ni vimos ni atrapamos, tantos llevamos'.

En Hermann Diels-Walther Kranz, Fragmente der Vorsokratiker, 22 B56

Al uso de los sentidos y de la inteligencia, hay que agregarle una actitud crítica e
indagadora. La mera acumulación de saberes no forma al verdadero sabio, porque para
Heráclito lo sabio es «uno y una sola cosa», esto es, la teoría de los opuestos. El
fragmento quizás más conocido de su obra dice:
En los mismos ríos entramos y no entramos, [pues] somos y no somos [los mismos].

en Diels-Kranz, Fragmente der Vorsokratiker, 22 B12

El fragmento (citado con frecuencia erróneamente como no se puede entrar dos veces
en el mismo río, siguiendo la versión que da Platón en el Crátilo) ejemplifica la doctrina
heraclítea del cambio: el río —que no deja de ser el mismo río— ha cambiado sin
embargo casi por completo, así como el bañista. Si bien una parte del río fluye y cambia,
hay otra (el cauce, que también debe interpretarse y no tomarse en un sentido literal)
que es relativamente permanente y que es la que guía el movimiento del agua. Algunos
autores ven en el cauce del río el logos que «todo rige», la medida universal que ordena
el cosmos, y en el agua del río, el fuego. A primera vista esto puede parecer
contradictorio, pero debe recordarse que Heráclito sostiene que los opuestos no se
contradicen, sino que forman una unidad armónica (pero no estática). Es razonable,
entonces, que la otra cara del agua sea el fuego, como él mismo lo adelanta en sus
fragmentos.
A pesar que existen ciertas similitudes entre Heráclito y Parménides de Elea, las
doctrinas de ambos siempre han sido contrapuestas (con cierto margen de error), ya
que la del primero suele ser llamada «del devenir» o (con cierto equívoco) «del todo
fluye», mientras que el serparmenídeo es presentado como una esfera estática e
inmóvil.
He aquí algunas frases de Heráclito:

 «En los mismos ríos entramos y no entramos, [pues] somos y no somos [los
mismos]» (citado erróneamente, debido a una obra de Platón, como «Ningún
hombre puede bañarse dos veces en el mismo río»).
 «La armonía invisible es mayor que la armonía visible».
 «Ni aun recorriendo todo camino llegarás a encontrar los límites del alma; tan
profundo logos tiene».
 «Pero, aunque el logos es común, casi todos viven como si tuvieran una inteligencia
particular».
 «Conviene saber que la guerra es común a todas las cosas y que la justicia es
discordia».
 Heráclito reprocha al poeta que dijo: «¡Ojalá se extinguiera la discordia de entre los
dioses y los hombres!», a lo que responde: «Pues no habría armonía si no hubiese
agudo y grave, ni animales si no hubiera hembra y macho, que están en oposición
mutua».
Empédocles
Empédocles de Agrigento,444 a. C. Fue
un filósofo y político griego.
En la Grecia antigua, con pensadores
como Parménides, Heráclito y Pitágoras
entre otros, la separación gradual entre
lo espiritual y lo material, entre el
movimiento y la inmutabilidad del Ser,
entre lo racional y lo sensible, etc.,
representaban algunas de las
preocupaciones de la filosofía de aquella
época. En el caso de Empédocles, su
pensamiento tuvo presente algunas de
estas ideas y las incorporó en una
doctrina que contempla tanto la
argumentación racionalista como el
espíritu místico.
Fue un filósofo que se interesó mucho
por el pensamiento de Parménides.
Tomó de él muchos atributos asignados al Ser parmenídeo y los aplicó a su propia
Sphairos, la divinidad en la cual todo estaba mezclado en armonía. Cree como
Parménides que nada puede originarse de la nada y que lo que existe no puede
desaparecer, pero mientras que aquel deducía de esto que la realidad era una e inmóvil,
Empédocles postuló que eran cuatro los principios materiales de la realidad y que se
hallaban en constante movimiento, mezclándose y repulsándose por las fuerzas
espirituales del Amor y el Odio. Estos eran los elementos propuestos por Tales de
Mileto, Anaxímenes, Heráclito y Jenófanes: agua, aire, fuego y tierra respectivamente.
Empédocles provenía de una familia brillante y acomodada, por lo cual recibió una
educación acorde a ello. Su padre fue Metón, que intervino en el derrocamiento del
tirano Trasideo, hijo de Terón en el año 470 a. C. Su abuelo, también llamado
Empédocles, fue criador de caballos como cuenta Diógenes Laercio, y venció en las
carreras de caballos en Olimpia durante la LXXI Olimpíada.
Durante la infancia del filósofo, Agrigento, su ciudad natal, gozaba de su máximo poder
y fama bajo el gobierno del tirano Terón (488-472), quien fue reconocido por ser un
gobernante interesado por las artes y la religión, encarnando así las preocupaciones del
pueblo agrigentino, que conformaron el medio espiritual del cual Empédocles se nutrió.
Luego de la muerte de Terón, la tiranía pasó a manos de su hijo Trasideo.
Posteriormente esta fue derrocada y se estableció en Agrigento una democracia. En
esta transformación política, el filósofo tuvo parte importante, y su defensa de la
democracia instaurada lo llevó a disolver una organización oligárquica conocida como
la asamblea de los mil. Además persuadió a los habitantes de Agrigento de abandonar
las luchas entre partidos y cultivar la igualdad política y rehusó cualquier cargo que se
le quisiera otorgar. Por sus ideales democráticos y quizás por su extravagancia y sus
métodos, Empédocles se hizo muchos enemigos, que en una de sus ausencias de
Agrigento conspiraron contra él e impidieron su regreso.
Fue orador y médico excelente, quizás fue fundador de la escuela siciliana de medicina,
aunque otros le atribuyan este título a su amigo Acrón. Diversos autores nos hablan de
su talento a la hora de curar enfermedades, así como también dan fe de hazañas
increíbles, como Heráclides, quien cuenta que llegó al punto de resucitar una mujer que
llevaba 30 días sin respirar. Sin embargo, es sensato decir que a pesar del valor histórico
que puedan tener estos testimonios, muchos se basan en lo que el propio agrigentino
expresaba en sus poemas y discursos, acrecentando así su imagen mística y divina.
Hay varias leyendas acerca de su muerte. Una de ellas es que luego de celebrar un
sacrificio en un campo de Pisianacte, todos los invitados, incluido su discípulo
Pausanias, se retiraron del lugar. Empédocles sin embargo se mantuvo allí. Al día
siguiente, el filósofo no se encontraba por ningún lado y algún sirviente dijo haber
escuchado una voz que lo llamaba y luego haber visto una luz celestial. Luego de eso
Pausanias determinó que era hora de alabarle como a un dios. Otra versión nos dice
que se arrojó al volcán Etna, buscando confirmar su unión divina con la naturaleza. Esta
versión fue desmentida por muchos en la antigüedad, como si se tratase de un engaño
(Hipóboto). Timeo es quien da el dato más probable acerca de su muerte, diciendo que
Empédocles murió en el Peloponeso, una vez exiliado de Agrigento.
OBRA
Hay muchas obras que se atribuyen a Empédocles, pero muchas son falsas. Entre ellas
se encuentran epigramas dirigidos a su discípulo Pausanias, versos dedicados
a Pitágorasy cierto número de tragedias. Aristóteles además le atribuye haber escrito el
“Tránsito de Jerjes” que fue quemado por ser una obra imperfecta, y un “Proemio a
Apolo” que fue quemado involuntariamente. También se le atribuyen tratados médicos
escritos en prosa, pero ninguno de ellos se conoce hoy en día.
Los únicos escritos que se tienen con seguridad de Empédocles son dos poemas: Sobre
la naturaleza de los seres y Las purificaciones. El primero trata sobre explicaciones
basadas en fundamentos científicos y racionales acerca del mundo natural tal como su
autor lo entendía, desde su fisiología hasta su movimiento. El segundo poema, se trata
de un escrito religioso, en donde se narra y se revela como imperativo el camino de un
alma que luego de ser desterrada por su propia culpa de su morada divina debe por
medio de la purificación retornar al lugar al cual pertenece. En estos escritos, de
naturalezas tan diferentes como lo pueden parecer la científica y la religiosa,
Empédocles parece encarnar el genio griego de aquella época, que no veía
contradicción alguna en asumir estas dos posturas que pueden parecer contradictorias
en un primer momento.
El estilo de escritura de los dos poemas es el hexámetro dactílico de la tradición épica,
el cual parecía ser para el filósofo agrigentino la mejor manera de expresar su
pensamiento. Él mismo advirtió que este iba a hallar una gran dificultad para darse a
entender, por lo cual eligió conscientemente el poema como medio de expresión, y en
él se ve cómo vuelve varias veces sobre la misma idea mediante la repetición de versos
en contextos diferentes, cómo retorna sobre sus pasos cuando siente que debe aclarar
una explicación, etc. y el mismo dice en el fragmento 25:
Es bueno repetir incluso dos veces lo que es necesario.

Se nota en sus escritos además, el uso de abundantes símiles para explicar leyes
generales mediante acciones relacionadas a la invención humana (cocción del pan,
aleación de metales, pintar un cuadro, etc.)
SOBRE LA NATURALEZA DE LOS SERES
Este poema, está dirigido a Pausanias, discípulo de Empédocles. En él encontramos
varios rasgos de la filosofía de Parménides deliberadamente enunciada. Esto ya bien
para mostrar puntos de acuerdo con el filósofo de Elea o para mostrar un disenso.
Empédocles está de acuerdo con la tesis premunidal que postula que nada puede surgir
de la nada, y, a su vez, que nada de lo que existe puede desaparecer. En los fragmentos
11 y 12 se reafirma esta idea:
¡Seres pueriles! Porque no piensan profundamente

Quienes creen con firmeza que puede nacer lo que no existía


O que las cosas perecen por entero, destruyéndose completamente.
Porque de lo que en modo alguno existe es inconcebible que nazca nada,
que lo existente desaparezca por entero es tan imposible como increíble,

pues estará siempre allí donde esté situada cada cosa.

Sin embargo, Empédocles también muestra en su poema disconformidad con dos


conclusiones de Parménides acerca del Ser y, ante la inmutabilidad y la unidad de este,
propondrá que el ser se halla en constante movimiento y que su realidad última es en
efecto una pluralidad de elementos primordiales que conforman todo lo que es. A su
vez, frente al decisivo "es o no es" de Parménides, el filósofo de Agrigento muestra esta
doble faceta de los seres, que en un sentido se originan y perecen, y por lo tanto son
transitorios, y en otro son eternos, en tanto que están formados por elementos eternos.
Estos elementos primordiales son los arché pensados por otros presocráticos y que
fueron reunidos en su filosofía. Así pues, tenemos el fuego, la tierra, el aire y el agua,
que son enunciados en el poema generalmente con nombres divinos:
Ante todo, aprende las cuatro raíces de todas las cosas:

Zeus el magnífico y Hera que da la vida; también Aidoneo,

Y Nestis, que hace correr con sus lagrimas las fuentes de los mortales.

Todos estos elementos tienen igual importancia en tanto que principio. Ninguno es
anterior a otro, diferente de otros filósofos que pensaban en la predominancia de uno en
particular.
Los nombres divinos que se le asignan a los elementos no son simples adornos
poéticos, sino que revelan una concepción de la naturaleza según la cual todo está
provisto de sensación y pensamiento.
Puesto que hay en su filosofía cuatro elementos primordiales y no una unidad única,
estos elementos pueden moverse ocupando inmediatamente el lugar de los otros.
Gracias a este movimiento del Ser, es posible la génesis del +cosmos, en el cual sus
seres son divisibles y están en movimiento. Esto le permite a Empédocles decir en
“Sobre la naturaleza de los seres” que no existe nacimiento de ningún ser mortal, ni
desaparición en la muerte, puesto que todo es mezcla y modificación de lo mezclado.
LA FILOSOFÍA DE EMPÉDOCLES
Desde sus orígenes y a lo largo de todo el periodo llamado cosmológico o presocrático
(es decir, anterior a Sócrates), la filosofía griega había supuesto la existencia de un
principio constitutivo (arjé o arché) común a la diversidad de seres de la naturaleza. Los
filósofos de Mileto (Tales, Anaximandro, Anaxímenes) y la escuela de Pitágoras vieron
tal principio en substancias concretas (el aire, el agua) o bien propusieron principios de
naturaleza abstracta o formal (lo indeterminado en Anaximandro, el número en los
pitagóricos). El desarrollo de esta indagación acabaría conduciendo a las concepciones
antitéticas de la realidad de Parménides y Heráclito: para el primero, lo real es uno e
inmutable, siendo su continua transformación mera apariencia, mientras que el segundo
vio precisamente en el incesante devenir la verdadera naturaleza de lo real.
La filosofía de Empédocles representa la primera tentativa de armonizar ambas
posturas, intento que secundarían Anaxágoras y los atomistas (Leucipo y Demócrito);
todos ellos aspiraron a una síntesis ecléctica proponiendo como arjéuna pluralidad de
elementos o partículas que, dentro del devenir, mantenía su inmutabilidad. En sus obras,
Empédocles comienza, como Parménides, estableciendo la necesidad y perennidad del
ser; su originalidad consiste en conciliar dicha necesidad con el devenir, con el
transcurrir de todo.
Para ello estableció como principios constitutivos de todas las cosas cuatro «raíces»
(rhicómata), los cuatro elementos naturales: el agua, el aire, la tierra y el fuego. Estas
raíces corresponden a los principios (arjé) señalados anteriormente por Tales,
Anaxímenes, Jenófanes y Heráclito, respectivamente; pero, a diferencia de tales
principios (que se transforman cualitativamente y se convierten en todas las cosas), las
raíces de Empédocles permanecen cualitativamente inalteradas: se combinan en
distintas proporciones para formar todas las cosas, pero ellas mismas son inmutables y
eternas.

Según Empédocles, lo que provoca el continuo cambio, el perpetuo devenir Heráclito,


son dos fuerzas cósmicas que llamó Amor y Odio. El Amor tiende a unir los cuatro
elementos, como atracción de lo diferente; el Odio actúa como separación de lo
semejante. Cuando predomina totalmente el Amor, se genera una pura y perfecta esfera
toda ella igual e infinita, que goza de su envolvente soledad. El Odio comienza entonces
su obra, deshaciendo toda la armonía hasta la separación completa del caos. De nuevo
al Amor interviene para volver a unir lo que el odio ha separado, y así las dos fuerzas,
en sus cíclicas contiendas, dan vida a las diversas manifestaciones del cosmos.

Las cuatro raíces y las dos fuerzas que los mueven explican asimismo el conocimiento,
según el principio de que lo semejante se conoce con lo semejante, pues el hombre
también está formado por los cuatro elementos. Las cosas emanan flujos que, pasando
a través de los poros de los elementos, determinan el contacto y el reconocimiento.

Sobre estas bases Empédocles dedicó gran interés a la observación de la naturaleza


(botánica, zoología y fisiología), y expuso originales concepciones sobre la evolución de
los organismos vivos o la circulación de la sangre; estableció asimismo la sede del
pensamiento en el corazón, tesis acogida durante mucho tiempo por la medicina. Esta
doctrina de la evolución y transformación de todos los seres le da pie para la teoría del
metempsicosis: por ley necesaria los seres expían sus delitos a través de una serie de
reencarnaciones. "Yo he sido ya, anteriormente, muchacho y muchacha, arbusto, pájaro
y pez habitante del mar". Solamente los hombres que logren purificarse podrán escapar
por completo del círculo de los nacimientos y volver a morar entre los dioses.

Aunque Empédocles no figura entre los grandes de la filosofía griega, su teoría de las
«cuatro raíces» acabaría gozando de más de veinte siglos de vigencia: al ser adoptada
por Aristóteles (que las llamó «los cuatro elementos»), pasó a formar parte de las
concepciones comúnmente aceptadas sobre la materia hasta el siglo XVIII. Hubo que
esperar a los tiempos de la fundación de la química como ciencia moderna, de la mano
de Antoine Lavoisier, para descubrir que «elementos» como el aire o el agua no eran
tales, sino una mezcla de gases el primero, y un compuesto de hidrógeno y oxígeno el
segundo.

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