Vous êtes sur la page 1sur 295

LETRA POR LETRA

TR.\DlTCIR. TR.\ SCRIBIR. TR.\ SLIT[R...\R

JEA:\" ALLOCCI I

w
en
~
<(
z<(
I

~
a.
w
Cl
w
z
w
z
z

~
w
_J
o(_)
w

Edelp
letra por letra
JeanAllouch

letra por letra


transcribir, traducir, transliterar

Tra:i'Jcció~ de Marcelo Pa:;t<-'TTlac, Nora Pasterna~


y Silvia P~rernac.

Edelp
ECC\.E LA,CANIENl'-iE CE PSYCl~ANALY5E
Revisión de la tr:iducdón: Elisa Molina
Dbeño de Tap a: Virginia Nembrini
Producción Gráfica: l\.farch Ríos Proéu,ciones

© J~an Allouch

©Editoria l Ede lp S.A. Cerrito 520. 5° C . Cap. Fcd.


Vers ión e n español de la obra titu lada lettre pour lettre, c!e kan Allouch, pub licada
ori gi nalme:itc en francés por Editions Ér~s. T oulouse, Francia, 1984.

Hecho t!l depósito que previene la ley 11. 723


l.S ..U.N. Nº 987-99567-0-2
¡Vi en !o que dícE el analizante, ni en lo que dice el analista hay otra cosa
que escritura ...
J. Lacan, sen1inario del 20 de diciembre de 1977

En prin1er lugar, con el pretexto de que he definido el significante como


nadie se había atrevido a hacerlo, ¡ que no se imaginen que el signo no
es asunto mío! Muy al contraríe es el primero,- será también el último.
, Pero es necesario este rodeo.
J. Lacan Radiopho.t?.ie (Radiofonfo)
in Sci!icet, 2/3, p. 65.

Al inr::oducir en ei psicoanálisis el tiÍptico transc:·ipción, traducción,


transliter::icíén, esre libro intenta ceñir es~e "asunto" dando su consisten-
cia de escrito a ese "rodeo".

Se ha intentado ma.:1tener ese carrino abieno m~s acá de aquel punto


de caída señalado por Lichte::berg cuando hada notar que <<Coino io
dice rnagnífic:i.mente Bacon (Novitm Or;ganon. l.. 1, 45 apha) "Dor.d.e
e! l~ombre p;:::rcibe apenas un poco de order., supone inn1ediatame11le
deI:.1asiaclo">> (Aj'or..smos, p. 233/234 de J:¡ trad. fr:i.nces:i)
Introducción

para una clínica


psicoanalítica
del escrito

"En el psic;JanáUsis tCHlu es ,'al.so,


J~itta de las e::.ageracfones. ·•
Adotao'

Un amigo interesado en el psicoanálisis, para quien mí opinión tiene


importancia -sin que, por orro lado, ni él ni yo sepamos exactamente por qué-,
me confió un día una pr~gunla que lo preccupaba: "¿Cómo definen ustedes,
decía, la salud :menta!?"
Ocurre a veces, con persona." que no prei:!n<len tener ;1inguna competencia,
que hasta pueden inciuso considerarse:: corno no muy enteradas del asunto,
que llegan a ciertas obscr1aciones o interrogaciones áe una contundencia
muy particular. 1'11e parecíó que éste era. el caso, y di, con la ayuda de la
conversación, una respuesta que, inmedi<itamenti= después de haberla emiti-
do, pensé que era del tipo de enunciados de los cuales el locutor sahe, en el
momenlü mismo en que los formula, que dicen más de lo que él quería decir
originalmente. Lasaluct mental, tal fue mi respuesta entonces. es pasara otra
cosa.
¡Vaya una definíción 1 Not:uán ante todo que nos dejaba a los eles en )a!;
mismas, puesto que, come yn, este amigo sabía que no basta con imaginarse
que se pa:;a a otra cosa, ni síquiera con hacedo todo para s<itisfacer esta
imaginacíón, para que ése sea efectiva.mente ei caso. ¿Existe por ventura
siquíera unaoport~nidad en que se pueda aigdr: día atribuirle ese pasara otra
cosa a un sujeto? ¿No debemos, por el contrario, rendimos ante ia evidencia
tle que io que aparece como (;ambio en una vida no es más que lu ~\':nt<itiva (a
veces i'; lti:n:i) en que es ~ ·;:da no cesa de no p:;,sar a o:ra cosa? En e:H: senrü!o,

'ri r:::cio p~r ~. J~y. c:n L'ir.:.o !Jt'!~otion dú::!ec!i<¡v:e. fttyot. 1977.? ;3;
el interés de esta definición de la salud mental tendría un valor independien·
temente de la cuestión de saber si existe quien fa satisfaga: muestra a.sí no ser
incom_patible con esa designación de los humanos como "tan necesariament(:
locos" de la cual Pascal e,;:cluía que alguien pudiers. salvarse.
¿Qué es entonces el encuentro del psiquiatra y su loco sino un intento del
primero por volver operante, con respecm al segundo, el deseo de que pase
a otra cosa_..qi.:e no sea su alienación? Evoquemos la figura de Pinel (se
perfila siempre detrás de la de Charcot) organizando toda una puesta en
escena, convocando a algunos colegas para hacerlos sesionar, vestidos como
es debido, en un simulacro de tribunal revolucionario, para obtener de uno
que creía ser objeto de una condena de muerte pcr h:ihcr dicho en público
palabras de l!U patriotismo CUdOSO, y g;acias a \a absolución qi.;e le se:-:a así
(en las formas) significada que renuncie a su creencia ddlrantc, que acepte
finalmente cambiar lo que Pind ño teme designar como "la cadena viciosa
de sus ide:!s". Se torna en cuenta aquí, de manera ;;01able, el propio discurso
del alienado 2 • Sin embargo, se pLt<;a al costado de la alienación (ce hecho,
el "t..rntmnir::ito moral" fracasa) al apoyarse, par;¡ conrracie:.:irlo, so bre lo que
quedaría de razón en el loco, sobre lo que le haría admí tir, por ejtm1;.ilo, puesto
qbe un tribunal lo absuelve, que ya no Je sueda más que considerarse no
culpable y expulsar de inmediato esos deliril.ntes pensamientos que hacían
de él un postrado permanente_
Esta forma de empujar al otro a pasar a otra cosa se encontró nuevame nte, casi
tal cual, en el psicoanális is. Sin embargo. el hechu de que la cuestión Je la
salud mental sea pl:in!ei:da conw ral, peru a pesar de todo er: otro lugar .
Jíferenle del !ug:ir donde ejerce el psiquiatra. ímroducc un notable desfasa_ie,
sugiere qce hay algunos (no son excepcionales Jos cü:;os de p.sicóLicus que se
encue:itr,rn en esta situación) que consideran, al menos corno posible, otra
forma de ;'salirse de eso'·.
De .hecho. es lo que dio a entender, en ciertos momentos prívilegíudo3, el
c'.iscurso del psicoanáli.sis. Así, quien se d:rige a un psicoallalista, cuando ya
r.o puede soslener el na pasar a otra cusa, "s:1be"' (porlo menos con esa forma
c:e saher que implica toda efectuación) que no hay ut"a vía para salir de tal
situación que la tle aumr.ízcrse a internarse en ella. S i hay aquí una
posibilidad para el pesara otra cosa, sólo podría advenir si uno pasa, una v-ez
má:;, por !a cosa del otro, lo qi;e equivale a agregar más de lo misrr:o. El
psicoanalista suscribe a eso en lar.to acepta ante todo reducir su respuesta al
monótono "a~ocie", e~ decir, dando la palabra a quien se dirige a él, abriendo
:!SÍ el campo al desarrollo de la trarn;ferencía.

Pero, se <lirá, Pínel tampoco ignoraba que sólo er:! po:iibie preter.der pa~ilr u

? P~ ?inel. 1·rt1i1é mid~co-(Jl:Ucsophi.que s~r i'tiliir.aiitJlt men~c.·~ ou !o m..:.1r.ie. >. l)O lX ~é..1.
C~u.:I~ Ju li\•tt: 1.a~;;¡e11;r.. Pwís, 1~6;, p.5~ :" 233 a 237.
otra cosa si se pasaba por la cosa del otro. ¿Acaso no es just<u'nente eso lo que
él ponía en juego cuando recomendaba "domesticar", e incluso "domar" (son
sus propias metáforns) al alienado? De aquí se desprende que esta fonnade
decir no es suficiente y que la cuestión estriba más bien en la distinción de
los diforentes modos de ese pasaje; si bien es concebible, en efecto. que no
son todos equivalentes, de cualquier forma conviene deiimitar con ?recisióa
lo que los diferencia.
Como toda cuestión elemental, ésta es difícil de tratar. Si domesticar al
alienado para alejarlo de su alienación :i.parece efectivamente como una
forma de llevarlo a presentarse en un terreno que será otro para él (aquel
donde lodos están consagrados a "la utilidad pública" - :5lcima frase del
tratado ce Pinci), se intuye, sin emt!argü, que t:se tipo de relu::ién con el otro
difiere s1;usíbkmc11te de la c.¡ue se i:istituye para a!guíe;i a partir del momento
en que se le da la palabra. Sin embargo, esto sigue sieudo confuso en paite,
y todo o.::urre como si, en lo inmediato, no fue:a posibie explicirnr los
diversos modos de ese pa~aje con las palabras de todos !os días. Así, por
ejemplo. no se está en condiciones de poder simplemente nomhrnrlcs,
establecer una lista de ellos y, de esta manera, contarlos.
Ante esta dificultad. ¿lograremcs enfrentamos, por ejemplo, a la oposiC:ón
de lo que dependeria de la sugestión y ce lo que ~starfa exento de ella?
Podemos, en efecto, pensar !a domesticación como una fonna de sugestión
y recordar que este térnúno, desde un punto de vista ncdonal, y también
práctico, sirvió durante un tiempo para ¿esígnar cierto modo de acceso -¿o
quizás debrunos decir ce no-:ic~eso?- a la alteridad. Sb embargo, ínc!uso si
consideramos el camino abierto por F:eud como algo que se inscribe a
contrapelo de ese intento, no podríamos extraer de allí ninguna bipartición
para una cfasificacióo de los diversos modos de este acceso/no acceso. En
'efecto, ·resulta evidente que Ja sugestión plantea una cuestión en el psicoaná·
~isís mismo (Freud da testimonio de esto) y no podria ser tomada en:onces
simplemente como lo que el psicoanálisis rechazó para constituirse.
El descartar toda oposición demasiado re<lucdonista parece acrecentar la
dificultad. Con todo, ofrece la ventaja de dar un lugar a lo que se llama la
experiencia. Se calificará a ésta de "clínica" por el he~ho de que se podrá ver,
en la clínica, uno de los íntenws mayon:s de produc.ir una descripción -si no
un aná:ísis- de los diverscs modos de la relación cor. la Jlteridad, de las
formas a la vez varia<las y variables con que cícrta alteridad no cesa de ser
aquello a lo que un sujeto se enfrenta, aquello a Jo cual rcspor.deen su sfotoma
(neurosis), a veces aquello a lo que responde cr. su existencia (p:;icosis) o en
su carne (enfermedades llamaJ:2;s "orgánicas").
12 )><Ira""" c/(nico p.<icr;ar.alitica dei escrr.o

Al invita:: al analizant:;: a volver a pasar por la cosa del otro, el psicoanálisis


ha introducido una forma nueva de recolectar el testimonio de la clínica. De
ello resultó una clír.:ca psicoanalítica. cuyo rasgo notable es que no ha roto
radicalmente con la psiquíátrica, sino que ha introducido, con respecto a ella,
cíerto número de rupturas, de desenganches, de desfasam.ientos, de despla-
zamientos de cuestiones, de refonnulaciones e incluso de objetos "nuevos".
Cada uno de esos elementos vale como la singularidad de una diferenciación
que logró establecerse; ya se ha dicho: "Dios está en el detalle". ~Acaso no
comprobamos qt:e toda gran cuestión de doctrina psicoanalítica, cuando se
la estudia ·~e cerca, remite a un punto localizado de una observación clínica?
Un ejemplo: por e} hecho de que el análisis de Serguei Pankejeff no atribuye
orro sentido al lobo más que el de sustituto del padre, rreud sítúa, lo cual
estaba lejos de ser evídente, la oralidad como una pregenitalidad, como
marcada por lo genital ;.
Así, la experiencia del análisis r~elabora, a veces por fra.1;;-mentos, a veces por
bloques enteros, el saher clínico. Este libro rla cuenta, me parece, de esto.
Estabh:::cl! primero cómo y en qué el camino abierto por Freud rompió con
cierto abordaje clínico (será necesario precisar su estatus), introduciendo así
una nueva manera d~ interrogar a la experiencia. otra posinilidad de acceso
a la lccura. A parJ.r d~ esto, permite compn:m.iercómo la clínica psicoanalítica
así inaugurada se encontró definida (pero tainbién puesta en acción). con
Lacan, como una clfoíca de lo escrito.
¿Cómo situar el c2.Illino abíe:-m por Freud, el desenganche a partir del cual
pudo comenzar a formularse una clínica psicoanalíüca? Que la experiencia
analítica haya ocupado el lugar mismo dende desfallece lo q11e la lengua
francesa condensa bajo el término de "droga", esa droga que debía, para
Freud, ~egurar la estabílidad de la relación mééico/paciente, mant.,;nerla en
la evidencia tiiunfamc de una bipartición no cuestionada, taL-es lo que puede •
leerse e¡;¡ la a ventura de Freud como cocainómano (cap. I). El caso es tanto
más notable cuanto que es posible descubrir al!{ pcr qué vfas puede cesar et
engaache <le un sujeto con su síntoma. Es en esa falta misma de un
medicamento/síntoma, a partir de esa falta reconocida, que Freud iba a
hacerse primero el incauto de la histéñca pre.sentándose como el heraldo de
una ieorfa )Ustéric<l <l~ la histeria. De !á desfaliecíente cccaína al sueño de una
inyección de trimetilamina, luego de la presentación de la trimetilamina
c;omo fórmula hay un reccrri<lo, una serie de fracasos diferenciables si no es
que ya diferenciados. El segundo de eso:; fracasos fue reali.,,ado por un
Charcot, quíen supe. elcva.riü a ia calidad de bufonería pública gigantesca.
Freucl '.le lo suscribió en absoluto, pero puso su atención en esto y hast:i. tal
punto que, para marC¡lf s u elección de Ana O. en lugar de Porcz o Pin (dos

'C!r. El ~¿m:! :ic de '"E horr:.bfc d: Jos. Joh.;)s", l 1\Hour.h y E. P~rec. tn Onticur?. no. 22121.
198 t. Ly::e F.t. .. c;i.:í1.
i111rodtJcción :3

enfermos de Charcot que Freud conocíó en la demasiado célebre presenta-


ción), dejó que su pluma fuera guiada por las sugestiones de la hístérica
(Capítulo dos). La cosa freudiana, es sabida, no se detuvo a1lí, y es el sueño
o, más exactamente, su i:iterprctación analítica, lo que vino a desplai:ar d
simple juego de una oposición entre una versión uni veisitariu de la histeria
y la teoría de la histeria tal como la propone la histeria mísma.
Así, el análisis del desenganche al que Je debemos poder hablar de una clínica
psicoanalítíca se cierra aquí con una retcma de la cuestión del sueño
(Capítulo tres). Por lo menos provisoriamente, ya que ese hilo encuentra su
prolongación en la transferencia. Que el revelamiento de la transferencia sea
uno de los mayores frutos de la clínica analftica no quiere decir, sin embargo,
que haya podido resolverla. Se verá cómo, únicamente al ténnino de un
camino a la vez clínico y doctrinario, es posible concebir un ab.o rdaje de la
transferencia. En efecto, nada puede afinr1arse hoy para situar a la transfe-
rencia (o sea: después de Lacan, so bre todo después de la disolución de la
Escuela freudiana de París tomada como un acontecimiento mayor del
"retomo a Freud" de Lacan) sin tomar en cuenta lo c;i;e I.acan señaló como
"el campo propiamente paranoico de las psicosis". Por c:;ta razón aquí se
propone al final del recorrido un cifr1111ieuto de la transferencia (Capítulo
nueve) .

Se comenzó dicho recorrido clínico con la toxicomanía, y luego con la


hísteria. Pero el hecho de haber tomado el asunto c:idu vez al nivel del caso.
de lo particular, no deja de procurar un beneficio de doctrina, que el análísis
del sueño pone claramente al desnudo. La clíníca abierta por Freud, al
otorgarle al :;1.;efio, es:o es el hecho decisivo, el valor de Ulla fom1ación literal,
se define entonces como una clínica de !o escrito: a partir de allí, armado con 1
esa clave, se pueden retomar algunas de las grandes cuestiones clínicas como
Ja fobia (Cc.pítulo cuatro), el fetichismo (Capítulo cinco) 11 ann k'\ paranoía 1
(Capítulo ocho). ¿En qué pucd" una clínica de !o escrito renovar al análísis 1
1
<le esos diversos modosdelarelaciónconel otro? Tal es ia cuestión de laque
se espera que, de ~er trata<la, no deje de tener consecuencias sobre la práctica
del psicoanáiisis. Así es corno el análisis de la r.pcrt'Jra freud1ana. del desfase
del aiiordaj:: freudiano con respecto a cualquier otro e!;tablecido a:1tes, se
desarrolla en extensión. despejando algunas vías de una clínica analít:ca que,
aún hoy, pennanece en gran medida sin cultivar.
Sin embargo. a estos do$ hilos enlazados (la historia de! p:>icoanálisis, la
fcr.mulación de una dínica analítica), se agrega un tercero, doctrinario esr.'.l.
ve?. (cfr. Tercera pane: doctr\n:-; cte !a letr:i). A decir verdad, no es pertinente
oponer Ja doctrina a la clínica, puesto que se Üt:rilUt'.S tr a , ;:J contra...rio (la
14 para u.na .:{fitiJ::a p.ti.t:oorutlftii".'2 d~! ~.~critn

experiencia lo verifica en todas l.as ocasiones) que mientras má~ literal se


haga una observación, más próxima resulta de lo que se da a leer, más
fácilmente localizable será (a veces incluso formulado tal cual) el punto de
<ioctrinaque se encuentra implicado en ella. Sin embargci, sigue siendo cien.o
que Ja cosa no es retomada automáticamente en la·doctrina; que hay en ella
algo de oportunidad, de una fortuna que depende de otro registro tntalmente
cistínto al de la maestría. De no haber tenido lugar tal oportunidad, no creo
c;uc se hubiera justificado verdaderamente la recopilación de esos estudios
clínicos en un libro; y quizá sin la puesta en juego de la nominación de que
se va a tratar ahora, la docL'"Ína se habría em;ontrado un:! vez más no
cuestionada por la c!ínica. Lacan: "La nominación es la única cosa de la que
estamos seguros de que hace agujero."•
Cna clínica de lo escriro, ¿qué quiere decir? BasrR cQn haber singularizado
así la ciínica analítica para que se presenten cí~rto número de cuestiones que
resulta ex.trano que hayan sido taa poco abordadas. La primera es quizá Ja
de la \ce tura; si un sueño debe ser tomado como un texto, ¿en qué consiste el
hecho de leerlo? Y de manera más general, si el psicoanálisis opera a par.ir
del hecho de que basta que un ser pueda leer su huella, para que pueda
re inscribirse en •tn iugu.r disI!nto de aquel de donde la ha romtldo 5 , ¿qué se
ll•~ces¡ta que sea esta lectura para que prodm:ca, sin otra intervención (cfr. el
"basta"), una reinscripción del se-r hablante en un lugar dístinlo?
Sobre este punto preciso, consultaremos a Lacan. QiJiere decir que nos
dirigimos a¿¡ eo cuanto lector, capaz de aclarar (cuando esmdiamos de cerca
~u m:inera de leer) lo que significa "leer" en psicoanálisis. Es claro que este
se.sgo es específico, incluso sí se puede notar que está en la línea recta de ia
relación de Lncan con Freud, ya que es efectivainentc como lector de Freud
que Lacan .se posicionó, y que por haberse enganchado a la lelra de Freud su
"retomo a Freud" pudo ser reconocido com0 e:fec~ivamente fr1tUdiano.
A partir de ese lazo disimétrico de Lacan con Freud. no hay ninguna paradoja
en eJegir interrog~ú a Lacan, antes que a freuJ, sobre lo que quiere decir
"leer" desd:: un punto de vista freudiano. Esto se verifica en '.os hechos: la
i.::ctura freudiana del presidente Schreber o de Hcrbert Graf se vuelve más
ugudn, más precisa, más rígu~osa cuando es retomada por Lacan. Hay u:ia
fir:ne dcci:;ión met6dicu que contradice lo que se imagina de un plus de
ve;d1d concedido al testigo dir::cto, a la presencia, a Ja inmediarez; esta
de.;::isión, al valorar, por el conuario, d testimonio indirecto, ya proporciona
una irnii:::;.:c:ún ~obre lo que pued.: ser una ciínicu del ~scrito. Sabc;:mos q:ie
La.can, en !a p~opo.sición Hamaca ''de octubre de l 967", al hacer depender b
n0mir.:lc;ón al lít;;lo ác anaJ:sta de la escuela del t.estimonio indirecto de

' L:l;.:an. l?.. S.i., 5c1nin=tr·o .jes.2ta.c1aúat:-:t::n!c ir.i!CilO dt:l 15 d e l bCJI Ce 197~.
> r.,(
...,
·'ri
..
sen)i·1:i·i::.
: '- • •l .
d··•.. Y!"": -:,.;,,,.,~f'nc~
'-",~· .~, ~Oh.
...
.... ,:.d ,·co '-''-•
...., . , 1 .
~,; d;-• m~v'•
Alp.1 --.:
J , , I

de 19•~:\
V7•
'passeurs ··, dío todo su peso a esta fonna de tesúmonio. Sin embargo, este
peso no debe llevar a áesconocer que la cosa era homóloga ul hecho de que
un analista no va generalmente a verificar !a exactitud de una declaración del
analizante concerniente a un tercero, sino que se atiene, allí también, <il
testimonio indirecto.
Sin embargo, la decisión de valorar el testimonio indirecto no podría
justificarse a priori, pues!o que depende de la verificación de ia apuesta según
la cual, en cíenas condiciones, el testimonio indirecto efectúa mejor el bien
decir aquello de lo que se trata. Ahora bien. no elegiremos aquí construir el
tratado que fundamentaria la pertinenda de estas condiciones, sino que nos
intcrnatcmos en esta decisión a reserva de que algunas de clla.s pucáan
encontrar su formulación en el camino. la cosa no se juzgará ent0nces por
sus frutos, sino por una cierta calidad de estos t:utos.
Hay aquí un eje metodológico para una clínica del escñ•o. Así, la fobia, el
fetichismo y la paranoia se estudiarán a panir de lo que Lac;i.n dio testimonio
de haber leído acerca de ellos. Y ya que hay solidaridad entre la ;'.>Uesta en
práctica del testimonio indirecto y el tomar en cuenta e! caso como caso, el
estudio del testimonio de Lacan 5e concentr:uá sobre algunas de sus lectur::is,
aquellas sobre las cuales se detuvo el tiempo que fue necesario para examinar
las cosas en detalle; se tfatará de su lectura de! "pequeño Hans", de André
Gide (con el testimonio indirecto que constituye el estudio de J. Delay) y del
president~ Schreber.

Pero consultar a Lacan en tanto lector (y por lo tanto consultarlo sobre lo que
es leer) reservüba una sorpresa. El cuestionamiento así entablado debía
conducir a evidenciar una forma de lectura en L~can, forma que, una vez
enunciada. no podía más que ser reconocida por cualquiera que aceptara ver
la cosa má:; de cerca. En efecto, podemos comprobar que cada una de e~r.as
lecturas que Lac3n prosiguió hasta recibir él rrúsmo una enseñan7.a de .::Has
(y así hacer enseñanza de esta enseñanza) se Cll!acteri za pcr la puest::. en juego
de un escrito para l:i lectura, para el acceso al texto leíéo, a su lilcralich:!d.
Lacan lee con el escrito; y una clínica del escri<o revela así ser una cifoica
donde la lectura se confía <ll escrito, se deja engañar por el escriro, acepta
dejar que d escrito ia maneje a su antojo.
Esto no qui-::re decir por cieno que cuaiquicr e scrico sirva igualme!lte.
Pensemos solamente en los seminarios consagrados !ft'r Lacan a la const:uc-
ción del grafo que Je iba a per:mlür 1eer uno de lo;:; más comentados ch;stes
recopilados por Freud. íDos años! Pero hablar dd cuidado que esto puede
a veces redamar no s'.g:üfic.a respor.der a la pregunta sobre lo que funda la
pertirn:ncia ::!.:.: tal escrito ¡;-ara ser eí <::sc:ito que conviene a! ob~eto de '.:ota
lectura. Ahora bie'.'l, la preg unta es decisiva pnesl.o que la lectura escogió
ponerse bajo la depentli::ncia del cscriw, pueslO que el objeto es quí7Js ian
sólo lo que resu!t;i de la puesta. en práctica del escrito en !a lectura.
Lo abmpto de la cuestión no quiere decir que no se sepa que ésta encontró,
en ot.rosc;impo.<:, su solución. frnplica que baya lectura y lectura y que no sean
todas equivalentes; ahora bien, hay un terreno. como el de la egiptología,
donde estas diferencias han entrado en juego en el punto preciso en que, como
consec:.iencia de cier..a lectura, esta disciplina pudo ser reconocida como tal,
es dccír, como un procedimiento razonado. ¿Por qué se olvida que se "lefan''
(esac;" "const.ituyen todo el prcblema) Jos jeroglíficos mucho antes de que
Champcllion los descifrara? ¿Y acaso no tenemos Ja ímpresíón justificada
de que cierta lectura cifoíca es exactamente de! mismo tipo que cierta lectura
de los jewglificos antes de C.ha.rnpollion? Tuvo razón ese analíz:ante que se
despidió cfacr~ta:nente de su psicoanalista luego de esa sesión donde Jo oyó
proferir ic. obscenidad según la cnal, con lo que Je decfa ese día, él, el
anaiizante, reulizaba "la castración sadico-anal de su padre". ¡No hay que
dudar que este an~~i!sta creía leer! ¡E ínclu~o. al hacer esto, interpretar! Y
ciertamer:te no .-:s la s::isütución aquí de 1érminos de Freud por términos
lacaniancs lo q i.:e c.unbíará algo del estatus de ese tipo de lectura 6 .
Si bien hay .efectivamente lectura y lectura, e:; necesario también captar
mejor lo que es leer con lo escri!o no solarnentc para establecer una especie
de abanico de difer;::ntes lecrnrns, sino también para poner obsláculo al
desarrollu. en el pskminá!isi:;, de d ,gurras ctcclias. ¿Aca5o fu.e una ca<:ualidad
que haya sido a propósito de !a lectura lacaaiana del "pequeño Hans", es
decir, de un caso de .fobia, de uu caso bisagra entre la neurcsis y la psicosis,
que se pn..:dujo 13. nominación que iba :i ¡:¡erm..irir orde:lar e! conjunto de la
cuestión? 7• De toda'> manera5, una vez: franque~Jo et de esta nomina- .Pª"º
ción, vista apres coup, ia cosa pa.,ece, hablando con ,?ropicdad, trivial. En
efecto, leer con el escrito es poner en relación lo escrito con e! escrítc, Ju que
se !!ama, allí do:..é.e ocurre frecuememente que se deba pasar por es:a
operación -es decir, en la filología- una transliteración. Recor.o.::eremos,
entre div.'!rsas formas posib:<>s de "leer'', la que se distingue como una lecwra
con el escrito cuando s.; descubra que esta lectur:i no constituye callejó11 sin
~¡¡!ida sobre l:i transliteración.

La trans titefación in tervíene e:1 la lectura al e:llazar el escriw a !o escrito; da


así su alc•~nce a !o que se ad.cr..ite generalmente (y particularmente en Lacan,
quit::n s!guc en esto !a opinió.i g.enernl) como]¡¡ secunda1ier-htd de lo escrito.
E sw se>.:undaríed~d no adquiere impottancia tant() coH re!~ción a 1ma. palabra;

!i U:J q~l! tli.stínguc: a <$ll a.ventera de ~:i pr:í1.:ttf a. rn.:?s c:o;nén hc1y cor..siste ~n <'uc !.lqui
'-?I i.l:';afi;:..'ln~e supo qt!e t.·! ::1-r.c;. (ei de su :i:'lalis13.) i:-ra i•~c;ur:.~:·l:t, que r.o Qee1ai)a !n'3:s.
p<.1r io ~nrc·. ·:~ue despedirse'! ~r ~estimcnic. Cf;. f. Peclldi, revjsta fr.1•etpn.•ra:fon, r.o.
in11·odwcción !7

:.ino que má!; exactamente, la secundariedad de lo escrito con respecto a la


pafabra es sóio Ja secuela de la secundari~ad f\.lndamental de lo escrito con
rc...,pecto a sí mismo. Lo escrito, esto es, !o que resulta de su definición por
la tr.ansliteración, tiene ya, una '!e:t más, que ver con lo que Queneau inventó
creando el nombre de "segundo grado". ¿Por qué imagjnar meno:i presencía
en esta secundariedad cuando ba.~ta con admitir que es adyacente a ella otro
modo de presencia? Sobre lo que anuda a lo escrito con cierto mo<lo·de Ja
presencia del otro, no es posible no consultar la experiencia psicótica; ella
pennitirá que este cuesúonarr.iento se prolongue, que se delimite mejor la
manera en q\lc el escrito puede desacti varcíerta presencia respecto de la que
nos lim..itaremos a mostrar nuestro juego, en estas páginas introductorias
llamándola perse(:utoria &.
La tra..'lsliteraci.Sn e:; una operación a Ja que se apela tamo más cuanto más
difiere lo que hay para leer. en su escritura. del tipo de escritura con el cua1
se constituirá ia lectura. Sabremos apres-coup sí esta lectura lireral habrá
sido efectivamente eso. Ahora bien, escribir lo escrito es cifrarlo y esta. forma
<le leer con el ~scrito merece entonces ser designada como un desciframiento.
La referencia de F;eud a Champollion para la interpretacíón de los sueños,
pero tainbién, y de manera más general, para el análisis de ioóu formación del
inconsciente, la nom:nación por Lacan de estas fcrmacíones como cifrados
("cifrado inconsciente"), ¿confirmarían la revelación de cierta forma de
lectura para el psicoa..-1;ilisis? ¿Confluirían con el privilegio otorgado en el
psicoanálisis freudiano a cierto tipo de lectura tal como su lucalización se
había revels.<lo posible er. Lac;m? ~1:ís allá de esta cventu<d cunfiIIDación,
¿resultaba posible piecísar mejor .;n qué se especificaba esta lectora?
Esta prueba debía mostrar que la transliternción no basta, por sí sola, para
definir una for::na de h lectura; que ponerla en juego en la lectura es una
opcra·.::íón simbólica que revela estar articulad'.l, en cada caso, con otras do.5
op~raciones que son la traducción (del registro de lo imaginario) y la
tr.msclipcíón (operación real). Así, ia cuestión de los diferentes tipos de
lectura encontrú su formulación al construirse como !a cuesti•'m de los
diversos modos posibles de articulación de estas tr~s operaciones.
Es claro que, tanto en Freud como en l.acan. el empleo de los términos
"traducciór." o "transcripción" está poco precisado. Así, Fri:ud hubia. a
propósito de !a interpretación de los sue5os, de "trad:.:cción", pero es para
corregir la cosa diciendo que no ~e lr<!.(á propiar:;ente de b. transmisión de un
sentido de una len.gua a otra, 5Ír.o más bien de un dcsciframiemo como el de
Chr.u1pollion. Ciert:::mente. descifrar no es tr2ducir, pero se necesitó la
:;bicación ".!e la transliteración tanto en el descifr:imjer.to de C ham.pollion

8 C:'r. r.i l!is::or("Ho pah\noicc, <::Jpítufo sie!~.


18 pe.ta ana cl!nic¡; p.sic¡:ar..uliti.:a d~l tscr:to

como en el tr:ibajo de la ekboración del :meño para poder, a partir <le eso,
definir lo que focalizaba la traducción y !a ttanscripcíón. Escribir se llama
transcribir cuando el escrito se ajusta al sonido; traducir, cuando se ajust.1
al _sentido, y transliterar cuar.do se ajusta a la letra.

El objeto de este libro es la introduccíón de este tríptico en la doctrina


psicoanalítica, y luego el estudio de una primera ubicación de Jo que se
encuentra aclarado, e incluso modificado por él.
Transcribir, traducir, translilerar. Cuando ;;e mira tal o cual c:1.so con ur. poco
de detalle, estas operaciones no aparecen nunca puestas en juego indepen-
dientemente unas de utras. Por eso, las defin.íciones que siguer., si bien no
de~an de tener efectos prácticos, consecuencias acentuadas. designan con
lodo operaciones que son :odas aislables, pero que no se encuentran <!n estado
completamente aislado; se trae u más bien rle \;\ predominancí:::de una de ellas,
de una especie de juego que consiste en tomar ventaja y poder más, o incluso
en tomar el paso y ganar de maño (en contrapunto rad:cal, entonces, con un
"no tomar").
* Transcribir es escribir ajust:?.mlo lo escrito a algo que está fuera del crunpo
del lenguaje. Por ::jemplo (es e! caso de transcripción más frecuente, o, pcr
lo menos, el mejor estudiado) el sonido, reconocido fuera de este campo a
partir del momento en que ia lingüística sabe distiguir ''for.é!..ica" y "fonología".
::<o c!vidare;nos hacer notar, con respecto a esto, Jo que separ:i. a la lingüística
del psicoan:Hisís: aHí donde un Jakobson se contenta con los dos términos.
sonido y sentido, y entonces, tan sólo con !:l transcripción y !a traducción 1\
s.~ h~ce z;.quí refere!1cia, no a dos sino a tres operacíones, no a dos sino a tres
té rminos. Se notará, además, que nos ejercit:mios en transcribir -desde los
movimieritos complt:jo:> de la danza hasta el simple juego de cara o cruz-
mucnos otros objetos además de los sonídos .
..'f ~

Haremo~ 1 'b;,ervar aj u~; to título< lue a partir del rnomen tn en que transcri timos,
entramos en el campo del lengt:aje y que el objeto producido pcr la
transcripción nunca. es otra cosa que objeto deternünado, él también, por el
tcng:.iaje. Sin embargc, fa transcripción toma est.:t de~erminación a contra¡:e-
!o, quiere anotar la cosa misma, como si la anotación no intervin~era en la
toma en ::uenta de! obje:o anÓtado 10• Hay ahí, para la transcripción, un
tropiezo real, ya q;ie el objeto al que se ;ipunta. no será nunca el obj~to
ob1.cnido, pues es ímposibk que produzca el tal cual del objero. La

" R. Ja.kobson. Sú: ~~~(>ru s11r te Jor. er fe sir1t.\. l~s Cilicions áe min\~it. P:uis. l ~8·t
'ºlos <Jisttibuidorc.<en Fr:ir.ci> (; ~n les p:ús~s de hab1Jc•p'1iiola) de t~ película c.\l~crouniJen~e
dtuLild:> con (;i :ic:ofo11ía E. T . t:ti~ieri.:·n no uanscriblt i::>¡te tí~lo. le que hubitca<luJo. una vez.
c~cri ~o. m. Ji:to tt'.in~:iltr::z E.T. (f.e ~r~t.1 Ce un grado J¿h,I de ~•:O:; ljcefaciCn pues DP~r.l de una
~~cri rura. alfabécic.a .:\ vt.""3. c.sc:i~ura 1a.··r:blo:!n aJf¡¡betic.;i y. odeu~~. ~0fl ·~'.")S aJf30e:o.-, q·Jc tie:>cn
n:l or:igen común). Así. Ja <:l:,se ~t?lta pronuru..:i.a "¡ri" donde !'I puebia dict "~ce·•. Eiirnir.t.fr"tOS
e: h~..:h ú •!e l;, :nf::Jc:tcla cu~i'Jl':)i y eotot1ces o:.pa.rec.e má~ poco e1 f1:~ütneno que difere:lcla la
tr::o~c.ti r-cjó:-. <l~ :::.! cr~\.'lsiilcración: si se lJ':in-.Li.:cra. ~e prod•Ji.:e ctr:: p(an~hici::>ciór.. si se
i:::in.~<.·ri·~. se pr.:> · ~!!.:e :>fra ~scnt~1r:i.
ii>lrOfl...:ción 19

tr:mscripcíón se obstina (en e! sentid!", en que no suclt.-1 su presa) sobre este


punto de tropiezo y, al obstinarse, üopicza. choca cun éL De ahí su ubicación
co1no op~ración real en el ;entido en que Laca.n, con Koyré, define el real pcr
lo imposible. Pero la a-:inscripción no podría por sí sola tener a¡;¡;eso a e~le ,
re.\l. Porque el escrito que pone en acción no e:-tcuentra en ella su estatus •v
así ella no puede, manejando algo de lo que no sabe dar cuenta, de ninguna
manera auto-fundarse.
*Traduc:in:s escribir ajustando lo escrito al ~.::ntido. La operación correspcn-
de t;mto más al imaginario cuanto que el trn.ductor, al tomar el sentido como
r~ferencia, se ve impulsado a desconocer su dimensión imaginaria. Aparece
así como una necesid::id que no haya teoría de la traducción -no a causa de tal
o cual desfollccjmiento o dificultad. superab[e en principio - ;;i:i.o porque la
trm.lucción es una práctica no teorü::ihle; el sentido tc mado como objeto da
en efecto irsmeaic.tamente demasíado asidero para la aprehensión (una de '.as
figuras de lo inaprebensib¡e), :iunque más no .>ea porque siemp;·e es posible
que intervenga el ír.faltable astu!o que inten-ogue a cualquiera que pretenda
haber captado un sentido con un ''P~ro ¿qué sentido tiene e~e sem:do?" El
s~ntído, de esta manera. al menos por Jo que se dice, •·se p;ofunriiza", s.;:
vuelve más denso, más pesado, y e~ enredo sirve al a.stttO que, con d pretexto
dt: decir el verdadero sentido profundo de la cosa. intenta impon:~ su propia
visión. De esta inclinación, d psicmm.1lisis extrajo su desagrodable defini-
ción de "psicología de las profundidades", V.::mos. con el caso de "la
castr.lciún sádico-anal de su padr~", címda más arriba, hasta qué punto Ja
profunéidad del sent;do <.;re1.:e en relación inversa a la literalidad de la toma
en cuenta de lo <iUe se traduce.
Por eso generalmente la 1raducción pretende ser "literai", io que no design:1
ocra cosa que su búsq:.ieda tle punto5 de anclaje fuera del :;olo o-:insporte <le!
sentido al que se consagra; la traducción necesita otra referer.cia :ide:nás del
sentido para Juchar contra lo q<.;c Lacan hacía notar cuando decía que el
sent:do pierde como un recipiente agujcr.:rido. Con sentido nf) se detiene la
pérdida del sentido 1:.
* Tra.'1.S líte rar <!S escribir ::ijust:indo lo cscrí to al escrito; por eso !a espec ificid~d
Je esta oper;i.ción se advierte allí donde se trata lle <los es:.:rituras dif::rcatcs
en :su principio mismo. Podr:::mos ver y; me parel:e, J emost.ra.r, cómo esta
Eransfere11cía de una escritura (la que escriüimos) a ctra (ia que escrihe)
r:ennite se:liibr como simbólica la instancia de ?a le~ra. Pero esta defi níción
L

de la letra pcr la trnnsliteracióíl no implica que debamos supr;ner algo como


una autoncmía radical del escrito, que :iaya que mantenerlo como cerrado
sobre sí. Al eontrarío, b secundariedad de la cu.:ii Ja tra.m;liter::.c¡ón ex~ae,
de aiguna manera. las consecuencias. pide que s.e reo::onozca ~uc el escrito se
20 paro una c!lnica psi-C<>tJMl{tica del esc1i10

constituyó primero apoyándose sobre algo de U:l orden diferente al de la letra,


de un orden que la historia. de la escritura muestra haber sido el del
signif;cante -lo que desígna t'3.mbién al orden numérico, o geométrico, o
musical ... , etc. Esto quiere decir que la transliteración parte de la transcrip-
ción; incluso si es de la primera que la .segunda puede, apres-coup, extraer
su razón. Por otro lado, debe hacerse notar que, en su articulación más común
-no a la transcripción sino a la traducción- Ja transliteración, cuando se
ímpone concretamente, está al servicio de esta última o, más exactamente, al
servicio del anclaje de la traducción en la literalidad.
Si transcripción, traducción y transliteración: si escritura del sonido, del
sentido y de la letra no se por.en a actuar de manera aislada, ¿cómo se
articulan estas operaciones? l Y cómo definir, desde estas diferentes articu-
laciones, lo que serian los diversos modos de la lectura'!
No hemos pretendido forjar aquí un.a respuesta a priori desarrollando como
conceptos los términos "transcripción", "traducción" y "transliteración";
una búsqueda de es:e tipo hubiera dejado escapar, en efecto, el hilo mismo
de la cuestión GUe no se refiere al estatus del concepto, sino al de la letra. Por
lo tanto, el eswd¡o lí~ernl de ciertos casos debía, mejor que cualquier otro
procedimie:JtO, mostrar algunas articulaciones posibles (cu tanto que testifi-
cadas) de estas tr:::s operaciones. Esta fonna clínica ofrece el inconveniente
(o lo que parece serlo) de no pennítir enc:u-ar laexhaustividuci de las diversa.:;
articulaciones dibujadas; pero cada caso estudiado, por ser un caso concreto,
por provenir de un análisis literal se ofrece como susceptible de serdíScutido.
Respondemos a<:í en Jos hechos a ia cor.rundente af:nnación de K. Popper
para quie.n eran refutables las interpretaciones :inalítica<>. Ciertamente,
Popper es confirmado cuando la interpretación pretende ser una tra<luccióu
de fas profondipades; pero una interpretación que consiste en una lectura-
desciframiento pueJe ser objeto de un examen racional 12•

. .
El am!lisis de la secuencí;i incidente <le !a vísneni/sueño/interoret!lción del
sueño (se necesita no un sueño solo, sino una sec1Jencia así para que la
cuestión cifrada en un sueño se pueda cerrar} que introduce aquí el tríptico
transcripción-traducción-translitera.ción (Cap. !!1) muestra cómo un
psicoanalizante, por haber traducido (:;in saberlo, por ot.Jo lado} una frase
escuchada la víspera y haber obtenido así algo inaceptab¡e para su Yo, puede
verse !levado a retomar e! asunto en sueños. a leerlo (transliterándolo con el
escrito que es el sueño) de otro medo. tvfostr::ue:nos t;uubíén cómo ei juego
de estas tres operaciones imc::rviene ~n algunas lecturas de Lacan. Finalmen-
te, con e! señalamiento d{~ s u puesta en ju~go en el descifra..'Tliento <le los
jeroglíficos, mostraremos que no Si! trataba, en la refere:!cia de Freud a

1
;! Paca un des:....¡ol!o rl:'::c:;tt!.cuesti,)n. c!r. ,;,qví P?· 2 !O- r 1. Cír, J Laca.91: '1No hay ningt1n3 r::.:::ón
par.i que no:• ~utt!a pnne: mi cnseiíanl.3 en fa:ta." !;cm. del 13 de entto d.: 1977.
introducci6n 21

Charnpollion, de una simple alusión capaz Je aclarar el camino abierto por


Freud, s.ino de ese camino mismo.

Toda fonnación del inconsciente es un jeroglífico, en el sentido elemental


de resistirse a la captura j nmediata, de no ser transparente y deque sólo se deja
leer con un trabajo de desciframiento. Pero si este trabajo reclama la
asociación libre, y apela con justa razón a la palabra del analiz:mte, ¿qué es
lo que enlaza a ésta con aquél?
En Lac<in, est~ cuestión es la de la relación entre el significante y la letra. Al
ce
presentar Jo que es la conjetura Lacan sobre el origen de la escritura (Cap.
VIl), mostraremos cómo Ja letra toma a su cargo el significante y hasta lo
separa de su referente (el objeto es metonímico) en la unión precisa donde la
letra encuentra su estatus literal eu la transliteración.
De este 1nodo, resulta coherente que haya sido un psicoanalista-tacan- quien
haya llegado a redefinir las modalidades de la lógica clásica a partir de "lo que
ci::sa de escribirse". Sólo im abordaje <le lo es.cri"¡o en cuanto tal puede, en
efocto, dar cuenta del hecho de que es po~ible a veci::s qui; se desvanezca lo
necesario del síntoma; que aquello que, de escribirse, no cesa, !legue a cesar
de no escribirse. Tan sólo con citarlas asf se pone inmediatamente de
manifiesto que estas definiciones Jacan)ar.as de las modalidades implican
dos modos de lo escrito; fa transliteración es el nombre de lo escrito en tanto
que sólo toma existencia como escrito por ese redoblamíento.
Pero esa relación literal con la letra como "csL-uctura esencialmente loccli-
zada del significan~e" ¿r,u es acaso exactamente lo que pre.sentifica el
psicótico? Y sí hs.y que asociar así, incluso asimilar la interpretación
delirnnte y b interpretación analítica, ¿qué es lo que venC:rá a diferer:ciar, a
fin de cuentas, un psicoar.:ili~is de lo que Lacan llamaba un "autísmo de dos" 13?
Aquí se confinna que no deja de tener consecuencias, e incluso frutos, la
diferenciación de la tr;lflscripción, de la traducción y de la transliteración.
Como veremos resulta que da la posihilidad de precisar el estatuto de lo que
fue señalado por Lacan como "Nombre-del-Padre", de enunciar lo que
particulariza a este significante y. al mismo tiempo, aquello en :o que consiste
el proceso de la forctusión.
"En el psicoanálisis -escribía Adorno- todo es falso fuer:i de las exagerac;o-
nes"; esto era otorgar un gran crédito al psicoamilisis. Din:mos. más
limitativamente, qui:: exagerar sobre lo cscritv es Ja únic<. posibilidad para el
pasar a otra cosa: eso el paranoico Jo dice. La experiencia _r.;icoanalítica
("paranoia dirigida", decía Lacan) bordea así Ja experiencia psicótica. Entre
bs dos, está la fina hoja de la Eransforencia. ¿Hace Ja transfe-reocia corte
cuando se cierra su efe·:;tvidad? Dejando por el :nomento de lado la cuestión

u 1 l.1c:>n. Sc:rtl(nar.C> inC<.litv <l~l 19 de :~bMJ Ce 19?7.


22 para i1t!rcducci.611uruJ cll1ti.ca psicoaru;lítica del escritn

de saber lo que, como falta, se obtiene de esto -o no-, nos limitaremos, en el


presente recorrido de la clínica analítica, a cifrar y a5í descifrar su fonna de
ejecución de la intención con que Freud había marcado !a necesidad diciendo
que nadie podía ser matado [tué] (Lacao, puesto que su punto de partida es
la paranoia, escribe "tu es" {tú eres]) ín absentia aut in effigíe.
¿Qué ocurre con la letra cuando, tras un tiempo de sufrir una demora en la
transferencia, y de perder luego -a veces- por ella, su valor neuróticamente
estimable de lo ir.édito, alcanza así su público? ¿El discurso viene entonces
a tomar el relevo al acogerla? 11ostraremos que la díscursi vidad no puede ser
recibida como la palabra final. Y que la letra que sufre una demora, en su
insistencia, no cesa de interrogar al análisis sobre el estatus -precario-que da
a lo ~exual.
Prin1era parte

al·erca del camino abierto por Freild


Este camino abierto es presentado aquí como !o que c:bre el campo de una
clínica psicoanálítica.
lvfostraremos que esta apertura sólo fue posible al precio de rupturas
(Charcot, Breuer, Fliess) que, más allá de los conflictos de personas,
debíeron apelar nada menos que a camóios de discurso.
Leeremos entonces algunas de esas rupturas, tomadas entre las primeras,
con la escritura lacaniana de los cuatro discursos.
Habrá sido nece.rnrio que Freud encontrara serios obstáculos -y que haya
sabido no descuidarlos· para que se autorizara a apa.-!arse del discur:;·u
dominante.
El asunto de la cocaína es uno de esos obstáculos; Freud coq!icro hr..bría
sido, como tal. un médico según su anhelo; este obstáculo es t:nionces ei
lugar mismo de su ruprurfl con !11 medíci1ta.

E"n su ruptura con Charcot encuentra otro punto de obstáculo: allí lo vemos
oólígado a dar la razón a la histérica, convirtiéndola por wi tiempo (ei del
método llaTl"..ado "catárrico") en la víctima de su discurso.
. 1t 1·11·~
• ' • ·.11111 &ti111ul1111te ~r~
1
Tf
, .11>: t;F.tl.~Tl\'E,

Pt't'! o( •:o.·a f't')'l h ro xy ¡,.!I 11111l it;; p1·e-

COCA p:1r:11 ion•. Ll u·it· witl1· Hf'l'li1·:t1Í'•11 i;1


:111.I
1m:cli..-:1I pr:u·I ¡,.,. '" 1• 11"\'. tuo wt•ll lwuwu t<1
lht· 11u·di1·11 I I"'" fr ~.•in1 • to 111 ·1~1: 1•:.;1(•111l<.'t1
CORDIAL. 1•t •fJI tJll' ni .

( '~ 1(·+' l1a... he•"'' nxt e ttf"'i \·~I ..~· u~ 1·c.J "''i 1l1 :!l'M. r-
ifvin i:: !'•u.:~ ·t·!C:ot f••r th•· ' rt•l!cf 11f 11>,•1·t1i~t ··•n-
d¡t \o~,, tl4.·~u··utli u~ t>11 1•E'I Y•t\~111 ~· ~ ~1a11 ·ti •11, iti
t li <• n~rv .. u:- irrit:1 hi\;1.l' full11w in;: " :-\'..;._,... nf
--A- 11,.,. ki111 I, ¡,, 11<•11r:1-tlw11i1t, 111 f1.:i! i1a1 .. ,r ·
::1•:•tiu11 i11 •h·'l"'l'·i:i, lo relit'»e lh,. lllCOd>i.I
¡ .tl•·1 u H:.. :-i•H 1 .~t .. 111i'l l -'"l r1 ·~ 11li11.~ f1·;,.11; c·xr•:,,, .......
PALATABLE ~ iu;! 1l~l'!'llH t lafl• ~r .. i u U<ltl ....Pa :1utl \·1 •.11 : t.t1~ 11(
n•li•·.X .. ,.:¡:iu, ;11111 i11 tlw l n·;1l 111cnt 11f lh" al-
PRE.PARl\.T!ON 1·r1h t1 l 111111 upi11:11 ,huliil.•.
1 Ju a f!!°l.':tl \·:11'Í1•t.v qf :.ff.,etio11,. it.!in< pi:uv-
('<I il•l?'lf 10 h" a 1ku~ r:~nki:;¡;- .i11 th,.,·11p"riti"
OF ~l~:Jl••rt;in•·e \\'ii l} r•JliU~'I anti tJU¡U1Í6•~.
Thl· Cnr :t Conlittl pr~•~ut.< thi. rlro;t i11 :1
p1• lat:iloli• !111·1!1, 1·on:mí't1\l.i11¡? it "'l'f'CÍ!otlly ·1 o
lht! b t'd¡.:l' ..l;i;¡s n f pe r.•on uf 1ldirn ll• ul' n·-
¡ ..,
• •tl:i Ol•N1llL¡1.:'tjr11•, ftJor 'A"ltOill it i"4 i••~'!rtf ••fl t•IJ

I
i
EBYTHI OX·I in<li1·at>'d.
l 11 Ít:< I' rep.-rn~ ¡.,., th·~ nstri11 1:1• 11 I 1111d !,í 1-
11· 1· con~I Í I ucnt" of C'oc11 whi.-11 ·un• uut \•,.
Y·LON ., u1;,.¡ to it~ 111cdiciu 11( io1•1i ••11 h11n'!
,.Ji'" i mu t'd, w h il t! c:t1't' lut' hl't!ll 1alwu t 11 r.··
,. l~·cn
lJl;1t u1u·btt11gt·,] t hr .11·.t ivt: ~· r~U('; J •le.• -.~eu.:n itit.•.
CüNTAl.NlNG 011" !luid '"' nn· 11f tiw C'ordíal r<'¡W('<t<l'll.< 1;0
;!>ti n:-; t ~ Í ,., >t·:, '<.·o.\·,.~ ••f -!-!º•' 1I 'i u:t! lt ~-. t he vo ...
híde e111 I' ¡.,yell l •('Í 11 )!' u 1t 11grl't'" hle '" 11«!in I
ln an
t he
tL¡p'~~!\l1lc \'~btci•
1'Cl¡ \'t!'l1)t·!Ut.·!111ll
of a ri..\1 Yi1tn11.' Jhv1•L
.......
a..·"ill·.- •tu.la.,... . ... .......,. t • .,..,.. .... •Ppt•••tv. a ..ar
t)rittt:it1!e, fr.-:•· f~on1
f'll:l&r ~ tl!!IJ.&y . ...." • ' ' " • ~ •• .....,. ··~;.t -~ ta..i
tbt• bíU~r "'!t¡u. ...,,. . .... ....... -·~~ '!:1• ~t-ee~• ~·~- "ill t"1Ma-.a;Mi.
....... t . • • , ...... ~f"1ls ... ,~.. .. ~ ..........aeir la~ .....
~'4! nt ~ >UMtit '1Ct11 ~
o'f tOl· •.\r 11u-.
Qf Cfnl• tf-0"9"JV!ti"A•t.~-. ~ &e.it' fl4 te Mt '*lt.•(Jt t• ~" r'9•
•;.-al•T1t......t1.e1tii.... ,,........~~

PARK_E, DA ~.;15 & CO.,


M ~ 11 ufo,·r.uri n¡; C:bcmist!f,

DE'l."'1ROIT, L.S'JOE..
"Coca cordiul" , ext~aidu de R. Byck, Sigmw:d Fre:1d, De la cocatile, Ed.
C0;;1p!exe, Pmis, 1976. p.J 40.
Capftulo 1

Freud coquero

En los primeros pasos del cac:>jno abierto por Freud del psicoanálisis, está -
se dice- la histérica. La aserción es cíertarnente fur:.dada, salvo si nos
áeslizamos de allí hasta convertir a Ia histérica er. una teórica a la que Freud
le habria rapt-1do su saber. Esta tesis -feminista·· deja de lado lo que realiza
la his!érica. que no es destaca.- una teoría sino producir, con respecto a su
interlocutor, Ja sugestión de que ui!a teoña existiría efectivamente. Deja a
cargo de ese interki::.utor la elaboración de lo que ella sólo le indica con
medias palahms, aún u. riesgo Lk tener que rectificar el tiro; llegado el caso.
La operadón de diferenciación en que Freud, con lu histérica, renuncia a
hacer de bardo del discurso universitario será d objew del próximo capítulo.
Se suele <lescui<lar, en efecto. que hay parn Freud en ese tiempo otro asur..w,
el d~ la cocaína, no menos ineluc.iible pue~to qce debía converger con la
cuesti6n de la histaía er. un punto muy precisamente situ'-lble. o sea el sueño
lla;naJo <le la "Inyección a In::a" y su am''Ji:;is, el p: ímerc, como se sabe,
inaugural del método fundado ese día.

Todavía hoy !os especiali:>tas se rompen las narices toda vez que se ocupan
del tema de la intoxicación. ¡Qué :io imaginan emprender, con tal ele !og;ar
que un sujem cese ele atenerse a un objeto de satisfacción!
Freud coquero (es d..-;cir cocaínór:<ano)... : un caso que habría podido
interesrúles. ¿No lo considerar:in ejemplar? Se privarán así de interrogar la
rebci6n del suje:o con el tóxico de una manerJ que vuciva encarable lo que
hay q•J~ designar por 5U nombre, a saher, un;i. $epar<:tcíér:. f.sta. pcsii::ilida<l es,
en efecio, lo que ciiferer.cia el testimonio <le Freud del de aquel otro drogado

,
célebre que fue tv{oreau de Tours.
Es verdad que el drogado solicita un méd:co qi.le está más cerca del cuca que
del docto: pero, ¿es esto acaso una r:nón suticit~nte para plegarse a su
solícitud? Esto sería tanto como clescm:ocer lo que Freud consideró ne~esario
hal:er saber a la comunidad de doctos a qúienes se <lirigfa. Formularé ia
cuestión <le este modo: es por haber escrito su exycriencia con la cocaína en
ténninos, ligados por ias exigencias universitarias, de un discurso cienúfico,
que Freud llegó a rer.unciar a los "beneficios" de esta substancia tan
ponderada. Si c:itonces se da un estatus de síntoma a este uso, la eliminación
del síntoma se vuelve posible para Freud cuando él lo est:ribe. El síntoma
enknces cesse, des' écrire, cesa, de ~scri,birse; cesa por esc:-ibirsc.
Esto quie:e decir. solame:ite, que F:eud lee y liga (homófonos en francés: lit
y iie), con este escr!to, la relación del coq:.ero con su objeto y. a partir de ello,
como coquero, se separa de él. Por participar de lo escrito el sfntoma se
vuelve inscriptible. Esta par:icipación (convendrá precisar su estatus) funda
lo necesario del síntoma que, no cesa... e'n francés ne cesse, induso al
escribirse ... como .síntoma. Que su real llegue a ser suprimido des'écrire, es
decir, en español, por escribirse, esto es lo que constituye una cues~íón. un
problema.
El íntcré.; del apoyo tomado aquí r::n las defiHi<::ones la<~anianas de las
moda:id:~des lógicas usuales depende del hecho de que penniten plantear con
más precisión esta cuestión dd síncoma y de su supresíón. La intervención
de las modalidades de lo necesario y de !o posible la desp!az~ en efecto, la
transforma en esta otra que va a tratar sobre el escrito: el tenníno escribirse
¿ tie:ie el mismo alcance, ofrece las "mismas consecuencia~ y tiene, finalmen-
te, c:l mismo sentido en los registros de lo necesario y de lo posib!e?
Dic!lo en cqas palabras, el de s'ecrire, en francés, de escribirse, por
ese rib irse, en es palie!, en. acc.:ión en esas definiciones, esco 1:dería en su forma
si :1gular un plural; lo escom.lcrfa pero tambíén manifestaría su existencia ;;on
el equívoco que aporta alíí la coma. en franc~s, entre "de escf.birse" y "por
escribirse". La coma escr~bc ese plural. designa que hay ;r.aneras de escribir
y permite entrever que hay nl lí nna relación entre el escrilo y lo que Lacan
llamaj¡:gando con las palabras f efjai;ons, es <lecír las maneras (fat;ons) y los
borramie:llos (effat¡ons), y, entonces, que hay un posible borramiento del
síntoma.
La c:osa es dema<>iadc abrupta para ser abordada de frente. Pe.-o ¿cómo
dt:.scifrnrla de una manera que no hipoteqi.;e su solut:ión? Respondo: con el
e~c ritn. F.n efo~:t.o, es lil iJnka re~pue:;ta i~omorfa con aquello de !o que <;e
trat:i.. S í Freud lee su relación con d objeto cocaína ccn el escrito y con ello
cesa d..: depender de él. no podemos más que redoblar ac.¡ui su operacíón
leyéndola, a ella misma-puesto que es nuestro objeto-con el escrito. Escojo
para hacerlo la escritura propuesta por T..acan de lo que él llamó "discursos".
Cada uno de esos discursos se encuentra definido por el hecho de que una
serie ordenada de lettas {S 1 el significante-amo, Sz el saber, a.el plus de gozar,
el sujeto dividido) ocupa allí cuatro luzare~ fijos y marcados. He aquí esos
lugares:
El agente ~~~~~-> elotto

la verdad la producción
A partir de uno cualquiera las ttes permutaciones, únicas posibles (pues la
cuarta reconduciría al punto <le partida) e~criben los otros discursos:

si-> si .s ->-s l
..1
a->S S2 ->a
.5 a a s2 sz s l si /
s

1 del Amo 1 1 histérica 1 1 analítico 1 1 de la uníversidad 1

A falta de la disporubilidad de les seminarios que introdujeron y comentaron


esta escritura de los cuatro discursos, el lector podrá remitirse al número
'213 de Scilicet, en págínas 9ó-97 1 y 391 a 3992•
Escogerlos aquí para la lectura es cie:-tamente un hecho contingente, tan
contingent~ como la supresión de un síntoma. Es decir que, 1ejos de
considerar que habría allí una del:il:dad de la lectura. reivindico esta
contingencia como esencialmente ligada a esta manera de leer que promueve
el psicoanálisis. E:> te libro apunta a ponerla a la luz. Para ha-::erlo, de cntradi:1,
nada mejor que practicar esa manera de leer.

Se impone aquí un poco de historia; la razón pronto se verá. La coosuucción


del término d~ neurosis data de 1735. Es decir que los primeros balbuceos de
una medicina centrada en lo anátomo-clínico le dieron un basa.mento
epistemológico. Esto es subrayar también que esta construcción. el ténnino
mismo de neurosis lleva la marca de ello, se sostiene con un modelo lesionaL
Los radicales itis y osis inscritien la oposición de las lesiones inflamatorias
y no inflamatorias. Eo 1889. Grasset quien. pese a todo (o sea, pese a
Lasegue, que había l!scríto que "no fue dada nunca Ja definición de la histeria,
y no !o s~rá jamás"), quería proponer algo que fuera contra esta impotencia,

1 En C•p>Jiol: !'siroct".cilisis Radiofor.ía & T'1evisión, E.d. All~gram:i, 8=elona. !~17, pp. '1)-76.
2 J. Lacan, ·· .~l\:.x;~1t!o~ r:iront"•n:ée pcur la cl6rure du -=~ngt~$. de l'F.cnle Fr~u¿ier.ne cl~ P:lris ~e:
~vri l 197(), ~ac s<>n d;ret!•'J(º, Sci!iar 213. Se~il, Plris. 197:), pp 391-399
28 ace.rct:. dtl cc.mir,r> abú!rtr> pnr Fteud

a ruma lo siguiente: "La histeria. es una neurosis es decir(subrayado mío) que


no conccernos su lesión característica". En contra del adagio, aquí lo
desconocido explica lo conocido, pues la operación que define la .histeria
como neurosis no se ha vueito para nada nula por el hecho de que Ja lesión
sea aquí sólo supuesta.
Ahora bien, la apertura de vías freudiana no se efectu6 en el interior de la
teoría lesíonal de la histeria c01no una nueva edición de esta teoría (como en
Janet, por ejemplo) sino que procedió a una reelaboración radical de la
artic!J.lación de la neurosis con la lesión. Establecer este punto será el objeto
del capítulo siguiente.
Propongo por ahora anotar con S2 la relación de la lesión (S¡) con el saber
sl
clínico (S.) qt:c la ksión ordena. El lector pndrá observar que, escrita así, esa
relación no puede corresponder más que al discurso que Lacan llazna de la
universidad. Resulta de esto cierto nún1ero de consecuencías. Ante todo
escribir con S 1 la lesión equivale a darle esratus de significan le-amo. La cosa
e~, en efecto, admisible si se neta que la lesión, corno pedestal. sobre el que:
la observación clínica se apoya, presenta esto de partícular: que no remite a
nada observado. La lesión no úene, entonces, valor de un signo -como es el
c:i..so en la neuritis, por ejemplo- que rcpresentarfa algo para alguien. Freud
se esfuerza, en un primer tiempo, por volver tangible esta lesión cuando en
el fin de su artículo Über Coca de 1884, propone utilizar la coca en el
tratamiento del asina, del vértigo y "de otras neurosis del nervio vago"
(p.121 ) 3• Supone entonces una acción fisiológica directa de !acoca en el lugar
mismo en que se s<.:pone gue interviene activan1ente, la lesión nerviosa. La.
coca apunta a la !esi6n con10 verdad última de la neurosis. Es así legítimo
escribir con S 1 la lesión, en el lugar de Ja verdad en el discurso de la
universidad. E scC'ihirlaS ! consiste en tomarla como sígnificante, desprender-
la de esta manera de la idea de que sería signo de un objeto. ¿,Por qué
ma:1tener. pues. tan resueltan1ente la suposición de esta ksíón siempre
imaginada y nunca delimitada, en la histeria particularmente, si no es porque
dla responde a un:i. exigencia del discurso?
En Radiofor.ía, Lacan escribe los cuatro discursos estableciendo entre ellos
ciertas reiaciones. Señala, para io que !!OS iJnporta aquí, que el discurso de la
universidad se esclarece con su "progreso" en el discurso Jel analista 4 . La
palabra progreso es puesta irónicamente entre comillas, puesto que no
designa más que la operación del cuarto de giro cuando la s.erie de ténninos,
al misn1n tiempo que se mantiene come seri-e ordenada, gira en el sentido

, La.o;. lndicaci~tt~ e.J e págü1 ;;. ét tste capírulo rer.tit~r.. salvo advene¡;cio: d.iferen~e . .'.Jl libro:
Signn:nd Frcucl, 8stri!os so/;re !a cocaína. edición y prólogo de Rot>c:i: Byck, crndt:ccicn •i
~~p a;id de 2.nrio:.;c Hegew(cz. Ect. Anagram¡,, B:u-~~lo r:a, 1980. (L'.t eilic;ón en f;-~¡"¿s ~s:
Sigmund Frtud · De la cocc:iite. !=:d. Com¡ll~xe. 1976).
A Cfr. Sd licet !13 ;.i.99 (Fn ~spa~ol: J. J.•) CM. Psicoa.""-lisis. Radiofo11fti & Televisión, Ed.
Ana~rnma. B:itcelcna, 197'1 . p. 77).
ievógfro. ;\sí, escribir con Si la refaciól'. de la lesión en:! el saber clíHjco de
~J
._,

la r.eurosis, situar esta lesíón como la verdad de ese saber puesto en posición
de agente de la acción ter~péutica, recbma adrnitir -de conformidad con ese
progrel'>o-el punto de par.ida deFreud como algo que corres pende al discurso
universitario. El interé:; de FremJ por la cocaína es a la vez personal y
científico. Esta duble polaridad, mantenida por él a todo lo largo áe su
tentativa con el objeto cocaína, va a hacer de ésta una tentativa fracasada, y
fracasada allí mismo donde logra inscribir !os efectos de la cocaína en un tipo
de escritura somcüdo a l;u; exigencias dt: un campo m¿dico que co1rcsp<Jnde
fundamentalmente al discurso univcrsírario. La c;::caína habría sido ese
objeto que httbria venido a confirmar ese díscursn d ofrecer un iarante a la
definición de 1'1 ne uros is ce mo soportada por el significan te-amo de la lesíón.

El 30 de abril de 1884 Freu<l experimenta por primera vez sc~re sí mismo los
efectos de la cocaína. No vacil aní en hacer de entrada un uso terapéutico de
ella: en el momento de escríbir a Sil novia, al diri:5ir5c a u na recepción donde
deberá hacer un buer; pupel, cuande se sienta deprimido o se metido a dolores
demasiado violentos <le estómago, encontrará en una pequeña dosis de coca
con qué afronta¡- fácilmente la dificultad, caim:rr sus dolores, superar sus
desfallecimientos. Fnvfa cocaína a lv!ana. la da a sus hermanas y colegas,
ta.,to para ellos m.i.s!nos como para sus enfermos. A partir dei mes de mayo,
la administra as11 .amigo y colega Fleischl. Continuará re..::ornendando su usu
hasta 1895, fecha de los Estudios sobre la histeria, aunque, es verdad, de una
manera mucho más limitada. El 18 de junio de 1884, puso punio final a Ober
Coca que, aparecido enjulio, debía asen.ar su reputación al ligar su no111bre
a la cccaína. Tendr:i en efecto e.l te::.ti1nonio de Not\magel (p.139) pero
tamuit:n,
i.,',
mas
'
1ne:.::peraoo,
' '
e1 oc
' K r.app, pnmer
. º ~. 'logc de N ew Y, orl<
OiW'!1no .. a
quien <!ncuentra en casa de Charcot.
Para situar la r~perc:usién d~ este artículo, debemos dejar de lado lo que hoy
evoca ei térmíno de cocaína, y acomodarnos al hecho de que ésta no era
entonces para no.da un producto prohibido. La prohibición data de 1906. En
los años 1830, la cocaína gozaba en los Estados Unidos de una inocente
preferencia qne superabl\ arnpliamente !ns círculos rnédicos. Et consumo de
vinos que contenían cocaína -les vinos Mariani- era cosa popular. La Coca
Cola iba. a contenerla hasm 1903. La Q.)Ociación contra la fiebre del heno
había adoptado ia cocaína como rernedi 0 ofir.ial. En resumen, el entusias:no
era casi gene:ral con respecto a este rnaravi!loso sustento que fortifica el
sistern11 nervio;:;c, avuda a la<lh¡estión, esjrn.ula los cuerp0s fr,tígndos, calma
J - .. ...

,
:<o <>«rea d<I '-ª"'"'ºabierto por FmJ.d

los dolores, linera de la to:<icomar:fo :i. aqudlos c¡>..:c~ e:;tfu• enredada:; en eila.
Freud. que ?efa The Detroil Thernpe.utic Ga¡rm:e. ten.fa co nccimie:iro de los
info rmes acero de las .,i ctor!as obtenidas sobre la opioman ía e d alcoholis-
ino gracias a el erytrox.y ion-c oca ' . U na ci!:.1. de Een~!e:r retc m:ida de un
corne ncario deI louísvilte ,tfedi cal ,Ve'NS muestra el tono de las gaceti:s
especializadas: ~Aunque uno no sea opiómano. se tienen g:rnas de prolia.la.
coca. Un remedio inofensivo contra la tristeza,. ¡qué maravilla!" . En les
Estados U ni<li.:ls, las co~as llegan al punto de que ero se vacila en contar que
los pofrc:ías del sud habían debido adoptrruna nuevr. pis1ofa 1i.e c3Iihre 38_
¡pues los negros coqueros estaban protegidos. gracias ala cocaína, contra ras
balasc:ilibn: 32 1No eran entonces sól o peruan:iscsa<> leyendas queatri boíaa
a la cocaína las virtude s <le una uplant:i divina qee saci:l! a los hambrientos;.
forti ftca a lo~ <lt!lnle.:; y !es perrnite olvidar s u miserabl:.: <lcstinory ( Über Coca,
o ·· ~
p . :;1~ }.
F.l ton<> er:i.: diforer. te e:J la vieja Europa: se hanEaba mu y poco de la cocaína.
No hay que excluir que el interés suscitado por. l'ber Cvca se haya deb iáo al
hec!1o de que se t.::a.taba dt::l mejor estudio eu:ropeo ~...cito hasta er:tonces.Este
lr::!.bnj0, rnuy cuidadoso e:i el plano bib[iográfi co, confirmaba ademá..~ expe-
ri:nentalr.r.e nte los e~'t:cws milagro~o~ tlcl remedio rruevo cuya apologfa.
reali1.aha:; y se sabe que, en su proiong:ación, Koller. "Coca-Koller", según
e! sobreuc.mt.re que .ing ~níosamente. Frcud le huhfa ~JUcstb, debía de~cubrir,
justo UH ~c.'> <lespués J e su pub!i::ación, las: ¡rropied:"...dc¡,.de ar.estésico local
de: ese alcatoide . Pero, además d~ i proaucro rn.ismo, lo que retoma ~reud., JQ
4ue k irnporta,. es un tr,no de enh.ts ii!Sroo- cuyos indicios en i.iber Coca
Bemfcid" no deja de desucar : Freud i::sc1ibe porejcmprcacerca de un " do n""
( Gab e) de cocaína allí Jon<le hu biese dchi do bab'i.:ix e¡: ténnínos científicos ,
más prosáicamente, de una dosis .. Bernfetd extrae de ello. con raz6~ la
i::onclusi6n de que ese tex.to está aa a.ves.ldo pu< u;:i.a ~corriente subyacente
rr.u y pen;a..'l<;iva". FreuJ le escribe a ~fartha y habl:i: aJ[íí' úe su texto como ele
un "cántico a Ja gloria de Ja coc~ína", confirmando asr fo qtte ie d'!í:fa ya e l·
25 lle mayo de 1884 cuando ac3.h aba de obtener tm briH<lnte tri1;nfo cl CU!:ir
con ia coca a un enfermo :llcc:ado de un cat<.UTC gá<;trico. "Si toáo v::r bien,
escribiré sobre e~to un artículo y espero qlte la ccc:u'.na s:e colocará ar l:t<ío y
por encima de la morfina. Ella hace it<..'CCT e n m.i º~" e:.;peranZ<"'> y otros
proyecto s. L a tomo regularrneñte en moy pequciia5 do5is para combatir la
d::prcs ió n y fa mal:l diges ti<Í n y esto con el más hrillante é;i;ito. ¡:;sp.::ro logras
su primir los vó mitos más tenaces. incluso si scm debidos a algún gra• ~
pa¿ecim.icnto; en resume n, sólo ahora me siento méáü:o pues he podido
acudir en ayuda de un enfemw y espero .socorrer a orrvS' (subrayado núo).

'J\\S.sieu .. C;j f 74;i, cc!f)\::i la plant.'1 en r.l ~;o1::n1 f,yttro.y?icr;t. Cn ~:ii6. L.:imark !o :>umbr:i
"Ery trCX)'~{J:l-Ct.:-C::l • 8 ~a1lcid~ ':...~ :u:-;l t..,"Ál t'D 13.5S ~r '.Ji/oti ·c . ;:.,,Jtlt•<O de ~.\ Urú"Vcr,i:iCad j-:
00

liot~f>g<l (1ue- h.~tiii\ ;'CC!b;do l;fljas Je i:\.'l\.~t 1r"4rl,~cta~!.J.s. ?C''. i;.i !~¡;.<JL:l N~vu;::.
" <iic.~frid & ntf<:!:f.. !,e.is ~;1<ai:('S ,'lt; .:.·r:1Jlf toi>rr :" c:>r:a1-"n.r.. i".95'3. ! cx!I.!':\ a:ron·.zx.~o,s. tn .S..
t:tc oJ~ i::.tcr:.:0 1 sob1 ~ li! rocu{nc. :.')p. cit.. 3lW 352.
.
Esta esperanza des:r.esurada (el !f..rmino vuelve cuatro veces ea seis líneas).
este entusía~mo contagioso, son aquí, hay que subrnya~lo, señalados como
tales por Fr::ud, ejectos de la co<.:L!Íllti., su magia. Efl::ctos directos, por qué no
pues n:;<la prohíbe pensar que Freud haya ingurgí12.do -í~l hecho es incluso
muy vt::rosímil- una dosís <le cocaína para escribir más fácilmente ÜberCoca.
Ahora bien, se trata de un text0 qne satisface en t.odos los puntos Ja<;
exigencias que corresponde:• a este género de ejercicio: descripción botár.icJ
precisa de la píanta, datos históricos det::úlados d~ si.: uti1iz;:ición en el Pení,
recorrido completo de la iit.::ratura científica que le habíi\ $idc consagrada,
fórmula química del alcaloide, estudio de sus efectos ~;; tos aníma!es,
repertorio de lo que se sabe rle sus efectos en el homhre cin apone de una
experimentación origínal y, para terminar, como se d(~í:;e, a.nálísh argiimen-
tado de sus numerosas indicaciones en función de hipótesis que conciernen
a las vfas y a los modos de acción fi~iológi<.:a de! producto. Es esencial not.ur
que hay aquí solidaridad entre una pre:ientación de un rigcr. ;.mivcr.sitario
incuestionable y una creencia ciega en la acdón mágic;; del objeto !\SÍ
introducido.
En efecto, las lecturas que se han propuesto sobre lo que de.signamos como
"el episodio de la cocaími" pasan todas al costado de cst.~ so!il1::uid:id. De ahí
esta designación que hace <le él un accesorio, episodion. O hien con:.idcra-
mos, como lo hace Jones, ql!t: aunque Fread pudo, por ¡.;.ri:ncra vez en su
carrera, saiir de los caminos triihdos apoyándose sob;:e "un he:::ho ai:;!ado",
no supo, en c::imbio, rnostrat suficiente espfrítu crítico cerne parn dar su
verdadero vaior a ese hecho. (La lectura del texto Contribuciór. d co1wci·
miento de ia acción de ía cocaína, de enero de 1885, f:ltlestr~ (;Uán errónea
es esta opinién de Jones.) O bíen, opucsta.rw.::nrc, y esta es !a posición de
Byck, hacemos de Freud un precursor dc. nuestra modero a .fl~kofarmacología
(el término es de l920) en la iínea de !vloreau de Tours (1845): se si::ñala
entonces el carácter cuidarlos o de sus experiencias, el valo~;paradigmático '.!ü
psicofarmacolog1a de la figura del experimentador que se tema a si mismo
como cobayo, pero nos condenamos así a no pode~ dar ya cuenta del hecho
de que Freud, finalrr:ente, renunció hastante rapida.rnente a proseguir sus
investigaciones "psicof:umacológicas". Ahora bie:i, es daro que hay ii..gar
¡:;ara dar cuer.ta a la vez e.cerca del interés áe Fr~u.d por la cocaÍ!1a y sobre
la brusca rrwdanza que puso fin a ese imerrJs. Sí Joncs :n;:ümíza su alean e::,
Byck, al elo3iarlc, lo eterniza al hacer Je él un m:idelo. La dificult!i.d nace
aquí de: que uno y 00-0 intentan escindir en dos dominios dist.intos los :rabajos
cier.tífico:> <le Fn:ud sobre fo. coca!:rn y su creencia en las virti.:des milagrosas
de! producm.
De ahí !J. especie de enceguecimicnto que hace escribir a Bernfeld, quien sin

"(C:""ia Jel 29 et.e jlln:<l ~!e 1~S~. ·::J~;.,cción de Ju¡x·iufr: ;\:tcr.nl~ Pén:2, i!!l s;~mu~1d Freud.
F.z1i.::!n&rr·u~ J. Yl.1=a y J~1.:...~ J;;vct!or.~ 1970. p. l i U). L., ¡:Ús:':l-0 .:~ ~una •::U-tl Ce) 2 d(' jt1n~o de
~ 3'14: "Y s.t re mue.~:u il".!ócil. ya ,,.e~ ~!uir;n &. ~:~~:..">e-o~ do~ e~ e; :n:!:; iucrt~: si ~a d'.J~Ce ~üa~
cp.:e ;to c.i.'lf;~ :.uticil'!~fe1:'k~U:! o e~ gran sc:ñor fog'/st: ~(1C. rJ~::c r.oc:ii~13 ~~et cu~r,>o'·.
~2 actrco. del cami:-:n ob¡t!ttn po,.. Frt'.ld

embargo estudió la cuestión cu sus menoresd!::talles. que Fíeud no tuvo jamás


la í<lea <le uti1izar las capacidades recuperadas gracias a la cocaína con otros
fines que les de trabajo. El día mismo, en efecto, en que terminaba Über
Coca, Freud escribía a Martha a.11ticipando su próximo encuentro: "Sí no te
molestan los graves hamburgueses, y eres capaz de darme un beso en cuanto
me veas y otros mientras vamos a Wandsbeck y un tercero ... cte., me rendiré.
No llegaré cansado pues pienso hacer el viaje bajo la influencia de la coca
para dominar mi terrible impaciencia"7 • En la correspondencia con Martha
se puede nocar la fuerza de la metáfora guerrera, organizadora para Freud de
la relación con su novia. La cocaína absorbida por Freud viene a acentuar esta
fuerza, puesto que es lo que transforma a un soldado fatigado y torpe en un
conquistador lozano y glorioso •.
Esta metáfora guerrera remite a un artículo publicado en 1883·.. por
Aschc;:branát quien relata que, en ocasión de unas maniobras de la artillería
bávara, pudo comproba.\" sobre seís casos. entre ellos el de él mismo, que la
cocaína vuelve a un hombre "más apto para ejercer un gran esfuerzo, pl!Ia
soportür el hambre y la sed"; que ella es efectivamente este "alimento
benéfico para los nervios" cuyos efectos maravillosos había alabado
Ma ntegazi.a. Pero no hay que descuidar que se trata de un ruimento muy
particul<:r, en cuanto actúa en el punto mismo en que el desfalleónúento es
inevitable, caso de las maniobras militares en que se incita a los hombres a
desvivirse hasta el límite extremo de sus fue.rz,'\S. Entonces interviene !a
cocaína que les permite, sin más alimento ni reposo, volver al combate
lozanos y dispuestos, como si la fatiga no los hubiese poseído un instzntc
antes.
Freud emprende sus primeras experiencias y p ublica Über Coca sólo algµnos
mes~s desp•Jés de la aparición del rutículo de Aschenbrandt. Él confirma, a
su vez, las vírtudes del rrlilagroso producto. En este punto de coa1escencia de
Jo mágico y de ;o cieatifíco, se siente y se dice, por primera vez, a.I fin
verdaderamente médico. Y con razón. Si el discurso médico en e! cual se
inscribe así está efectivamente caracterizado por tomar su apoyo sobre el
significantc-a.rno de la lesión, ía cocaína será ese objeto que, e!I el lugar del
Otro, dará consistencia a lo siipuestode esta lesión al ratificc.r en contrapt.m-
to su verdad.
De ahí el hecho de que la cocaína no es y no podría ser un medicamento c omo
los o tros; es decir, ur. F.1cdica..'11e!lto entre otros. Elb ~ncarna, por confirmar
Ja lesión, lo que es necesario designar como Jo que es el medkn.-nen lo.
Resulta <le ello que su acción no podtía ser unívoc:! pues esta univocidad
d ej:-. ría lugar a ou-::i «cción po:iihle y, e nto nces, a o¡ro medicarnento. Über
Coca rrH¡¡;;:¡ pedectamente esta posición emir.e;;te. Hablando de "la acció;:

'En (.jf:a e.o.na c!cJ 30 di:'.. j1,nio de l B~-1.. Freud. 3) evoc:ir .'iu tiiuma ~ej)íU'ac.:ón. se descrif.c a sí
mi:i:;mo~n e.st"J.situacit\tt cotn0 >.:fl soidzdo ,.;ottsc1enti: ~t: ~u~ debe def~ n~cr u11a pos:cióii "pf.rrlid.;
por .mucip:!do··.
estimulante prodigiosa" de la coca, Freud escribe: "Un trabajo mental o
muscular de fa.rgc aliento puede ser ;eaiízadosin faúga; se riene la impresión
de habeTI1e desembarazado de la necesidad de comer y dormir que genera:-
mcnte se hace insistente en cien:os mornentus de la j-0mada. Bajo el efecto de
la cocaína podemos, si nos lo proponen. comer copiosamente y sin repugnan-
cia pero se liene la impresión evidente de poder prescindir de comidas.
Cuando la acdón de la cocaína se dd;iitíta, uno puede tlorrriir:;e si se mete en
Ia cama. pero se puede igua.'.mente continuar despierto sin dificultad. Duran te
las primeras horas en que la cocmna actúa no es posible dormir pero esta
ausencia de sueño ilO tiene nad.:i de pt:TJiJso" (p-110)_ La c;.1caína abre al
coque ro el acceso a um¡ dimensión en q•Je a: fa vtz puede y pueáe no, sin que
na& displacentcro se produzca para él por Ja elección de una u otra
pcsi'hrfíd.a:d ni mmp{)Co por manr.ener en sus¡:enso la al:emati va. La potencia
se en:C!lcntra. así elevada a la omnip<lr.cnc:fa, incluyendo en ella misma la
potencia de poder no (lo que itabit'-Uiim:ente se nombr~ impotencia). Este
~ampo de cohabitación de !os posibles es el imaginario mismo.

En f9'.l4, Freuá escribe. a propósito del asuntu de Ja cocaín<l: "El estudio Je


la coca :::ra un a!lotrio11 que yo tenía prisa por term.ínar". Según ei testimonie·
d~ Rerllfeíd, el ténrúna ::illotrion servfa a tos profe.~ore~ de gimnasia r,a>2.
designar peyoraúvamen.te "lo que aparra del cum,olimicuto de\ deber en
provcchod<!:una..rn.anfo odecu;;.lquie:-acción ma.ia" (p. 327). Ccncluir de :>:so
q1J.e. Preud "se apartaba. de su trabajo ciencífic(1 ~erio en neuropatologfa"' -es
la tesis de Jones- cqniva!c a dejar c:;capar lo que el término mismo de
allotrion: indica sobre una relación <.:On d Otro .. La cocaína in<erroga la
alteridad, una altcúd'0 d que ím.aginarirn el lejano Per"ií del mi::;mo rn0do que
d naci:lls. de 1vforeau de Tours encarna el Oriente. El coquero es esa figura ~n
que se vuelve efecüv1 una manera de ser otro, otra manera de ser que no es
justamente caEfica.bie de ll<ld.a en gartículnr. :\-1creau de Tour.5 la Jla,,:a
Fanra.sía; Freud ::kja:aUi un .ídeal dc:m~ y más potencia. Pero con el mismo
movimientc,. apunrn a demostrar, er. términos que adopt;i por su alcance
cicnlÍfiC"..)', qne lo que es verdad en l?erü lo es tambjén en Vier.a, que la magia
de Ta dn.1ga !::'.)corresponde e1t na.la a una e!ucucración im:lginativa loc:il.
Út7er Coca. es. un texw a..11tiracista_ Ahora bien, tal íntenc:ó~ no puede
encontrm- rei'.ilízación, en rreuá, más que al pasar por el zigzug simbólico
<-=:cigido :;iur la étkrt é'e: fa. cÍcncia.
Como dun: testü:wn~v :s>J~; artículo~. ulteriores, el trabajo de frcud sobre ta
ccc:úna cor.sisñ6 en ([evar la fnterrogadór. científica siempre rr.,á,s adelmue
h.:Jsta cieno punta de choque.
34 attrca dei carninn abieno por Fr~ud
---------------------·--··--

Esta cientificidad puede incluso ser designada como el punto en que Freud
diverge radicalmente de Moreau de Tours.
Con tvtoreau de Tours, el hachís abre al psiquiatra la vía iniciátíca-la palabra
viene de su pluma 9- que le p~nnitirá tener acceso a la fuente misma de la
locura. Decir la fuente se impone en efecto pues los diferentes "trastornos del
espíritu" no son más que Jos "signos exte:iores" que se originan, todos, en un
supuesto "hecho primitivo" rn "Al develar el hecho primitivo -escribe
~Ioreau <le Tuurs-, la lesión funcional primordial de laque proceden todas la.s
formas de la locura como varios arroyos de una misma fuente, espero extraer
de ello algunas enseñanzas útiles con relación al mejor modo de trata.núento
de esta enfennedad" 11 . "Esta enfermedad": la locura es una enfermedad en
singular cuyo modelo es la excitación manJaca 1 ~ presencada como el modo
de ser loco que mejor corresponde a la actividad del pensamiento entregado
a sí mismo. "Nada e~ .~omparab\e con la variedad casi infinita de los rnatices
del ádirio si no e!> b. actividad misma del pensamiento", observa Moreau de
Tours no sin pertinencia. De allí la analogía para él far.damental del sueño y
<lcl d~lirio. Si en esos estados de locura, delirio o sueño. el pensamiento está
entregado a sí mismo, es porque ha sido lcsiona<!a la vida que resulta "de
nuestras relaciones con el mundo exterior. con ese gran todo que llamamos
universo" n. Entonces la otra vida (pues según esta teDria al hombre le han
sido otorgadas dos vidas) que es imaginacíón y memoria y ya no volunmd,
se encuentra excírnda y puede más así que la primera, y realiza con ella una
"fusi0n imperfocta'', resultado de la lesión supuesta. Al realizar, también,
esta fusión imperfecta en el que la consume, el hachís le abre de este modo
un acceso a esta otra vida, pero con Ja especificidad de que deja intactas su
facultad de observación e incluso de acción. De allí el interés para el
psíquiatra quien encucr.tra una confirmación de su teoría de la ac~ión
especifica del hachís en el hecho de que e: nombre delos bebedores de hachís,
hachichiya. dio en k ngua francesa el término assassín, a.<;esino, término que
al princípio nombró a lo:> sectarios sirios que O() vacilaban en matar con el
m:tyor salvajismo a los jefes c:ist!anos o musulmanes, ferocíéad que se
atri buía a la influencia del hachís.
f .a lesión aparecía así, en Moreau de Tours, como el elemento explicativo
último de toda locura. El fin de su obra está consagrado14 a dar una respuesta
a un problema controvertido apasionadamente: ¿lesión orgánica o lesión
f-.ir.cíon:.il? Que se la~ arregle con una pirueta al imaginar la existencia de una
lesión orgánica no localizable como ta! en el organismo, indica suficiente-
mente que lo importante es mantener d apoyo tomado sobre la lesión como
signific:mte. P•ies ¿qué podriaser, entonces, si no un significante, esta lesión

9 D• hachisch er ele la oliinatinfl m~ncal<. 1845. p. Z9.


10 Op. cit., p.392 y 31.
11 Op. cit., p.32.
1t Op. ci1., y.:.:,.
;J Op. !'!it. .. :"· •. i.
•· op. ci•.. p.391 • -too·
Fr~ud coqu.tro 35

orgánica sin órgano lesionado? Esta observación toma todo sa alcance por su
corolario: la uCic:ición en un segundo planc de las diferenci.!:.s que la locura
presentifica, que no son má.'.; que contingencias formales, secundarias con
rcsp<!cto al hecho ¡::rimordiai. Pero, justamente, por ser consideradas como el
colino de In extravagancia, por ser tomadas como insignificantes, esas
diferencias son. de hecho, aceptadas como ligadas exclusivamente con el
juego del significante: "Una vez que ha sido roto el lazo de las asocíacíones
regulares de las ideas. e:-itonces los pensamientos más exiravagantes, más
curíosos, las cumbinaciones de ideas más extrañas se fonnan y se instahn,
por decir así, de manera ímperati va en el espíritu. La causa más in si gn i ticanre
puede <lmlcs nacimiento exactamente como en el estado de sueño" ·5 _ :...-toreau
de Tours ilustra con un caso tomado de Esquirol esta exu-.1vagancia dd
significante: "La ciudad de Die csc't. '.orrúnada por una roca que lbmar1 la V.
A urt joven se ie ocurre agregar la let:a U a la pal.ibra Die, convinjé:idola en
ia p:llabra DIEU (8íos), y todos los habitantes de Die son nioses par~, él.
Píonto reconoce el absurdo d~ este politeísmo y concentra entonces la
divinidad en [u persona de su padre como el individuo más res~eta~l:! de ;:s(a
comarca". La teoría psiquiátrica que funda la ve.rd;i.d de la !ocera ~ni.a lesión
desconoce cor:elatíva..'l1ente los efectos de significante de los c;,in!cs sin
embargo da testimonio, al menos en su rierna infancia.
En los años 1884-1885, Freed no está interesado en la psiquiaufa sir.o en la
neunJlogia. El hecho es Íundamenlal para comprender en qué áebió diverg~r
su procede.e de! de ~1oreau de Tours, siendo que partía de datos y experiencias
símilares y que ambos trabaj:iban sobre la ba~e de las mismas exigencias
epistemológicas. ~lientras Moreau de Tours, al fundar su t~orfa sobre la
analogía. no choca jamás con et hecho 4ue constituiría un tope, Freu<l se
atiene resueltruuente, en c:Janto a su manera de ínterrogar ios :::ft:ctrn; <le la
cocaína, al primer principio de la termodinámica y cu~stiona con ese
principio los citados efec:os. Ahora-1Jíen, es por eso que 'fa cocalrw, llegará
a sobrevenir pura Freud como u:i objeto caído. Tal es la tesis que hay que
demostrar ahora.
Sea O el estado dado de un organismo_ Dispone en este estado de ;;na cantidad
de "fuer.la vital"16 F. Esta fuerza puede ser convert.i<la en una car:titlad t.ie
ITabajo W, también deternúnada perfectamente a partir de O. De donde
tenemos la secuencia:
0->F-> W
Ahora bien, el efecto estimulante de la cocaína. e! milagro que realiza, puede
e$cribir:;~ como ur. valor W' superior a W: W'>'rV. La elaboradón teórica de
Frei::d a partir de Über Coca con~bte en incerrogar cómo esto es posib!c y,
más aún, si no hay allí, con la exp~ríencía del coquero, un. cuestíona:~íer.to

's Op. ~i!.. p. l 06.


16
:>. f-rea~. E.~:.:ri:os sob..~ U! eoc3ír.a. ~p. ci!. , p. I l 6.
36 aCt"t~d del c!lrninu abierto .rJor .c·r~IJd

del principio Lle conservación de la energía. En efecto la intervención en O


de la cocaína tiene por consecuencias:
O ( +cocaína)-> F' -> W'
Si F>F y W'>W, entonces la dificultad corresponde al hecho <le que se tiene
igualmente que (0 +cocaína)= O. Es que nadie imagina que la débil dosis
de cocaína ingurgitada pueda ser en sí misma portadora de la considerable
energía (convertida en trabajo) que procura al coquero; tampoco se concibe
que lacocafna pueda liberaren O una energía que sin ella subsistiriaal!ífijada
como una energía perm<lnentemente no disponible. Al no haberse encarado
estas dos hipótesis, Freud se enfrenta en efecto con una acción de la cocaína
que comradice el príncípio de conservación de Ja energía. Según este
principio, los valores máximos se escriben así:
1. 0->F-> W
micnt:as que con Ja cocaír.a se obtienen valore:; todavía superiores:
2. O-> F' -> W'
Freud discute el asunto cor,10 un hecho polémico que intentv.ni reintegrar en
c::I saber cicntifícc constituido. A la primera hipótesis de una transfonnacíón
milagrosa de F en p·, hipótesis de la que no se pued~ decir nada, él conjuga
una segunda que sería más explicativa; Ja cocaína intervendría no en F sino
sobr~ la relación F -> W produciendo así F -> W'. Pemútiria que un trabajo
dado exija menos gasto de fuerza vital; <le donde, a una fuerza vital igual
corresp:mde la posibilidad de efecrua.r un mayor trabajo. Esto define a la
cocaína como "medio de ahorro".
Pero, ademá~ de que el fenómeno encarado sigue siendo enigmático, es
contradicho por 1os resultados de experiencias hechas sobre animales.
Sometiendo al hambre a animales con y sin cocaína. ciertos investigadores
comprobaron que los que haoían sido tratados con cocaína sucumbían tan
rápidamente corno los otros. Sin embargo esto no molest<l realmente aFreud,
pues h:.tbfa tomado la prec::iución de rechazar, al comien7.ode su trabajo sobre
la cocaína, la idea de que la acción de ésta debena ser semejante en los
animales y en el hombre. Le es posible admitir. entonces, como no contradic-
torios Jos resultados de esas experiencias con el testimonio de un cronista que
relataba que, en oc:isión de una hambn.uia que hacía estragos en la ciudad de
La P:u~ sólo sobrevivieron los coqueros (').
Con este testimonio,encontmmosde nuevo lacocain~ como medio de ahorro
Sin embargo, Frcud introduce una tercera hipótesis: la ar.ción de la cocaína
sería siruable en W. Los hab it2.ntcs hambrientos de La Paz GUe tomaban la
coca habrfan tenido sobre los orros la ventaja de luch;;r mejo r contra Ja
Freud caq•ero 37

consun::ión por gastar me::os energía para pennanecer con vida. Dicho de
otro mojo, si ~N parecía transfonnado en W', de hecho no ern así para nada;
más bien W había permanecido constante ~ro lo que era utilii:ado para
sobrcvívír no era W sino úl, tal que ID < W. Esta hipótesis respeta la
preemine.:icla del principio de conservación de la energía incluso sí sigue
siendo opaca la razón por la cual la sobre vivencia exige del coque ro un gasto
reducido de energía.
Resumamos esa<; tres hipótesis:
Fórmula de partida : O ->F-> \V
1• hipótesis O·> F'-> W'
2ª hipótesis 0-> F- W'
3ª hipótesis O -> F -> co ... \V
Sólo la tercera hipótesis está en conformidad con la fórnmla de partida, salvo
en que introduce una separación entre energfa utilizada y energía dispon.íble,
entre y W. La cocaína sería ese objeto que pemútirfa que haya --¿siempre?
(ese sí empre, como apuesta imaginaria, es !o que con~tituye un prübknw.)-
un excedente de energía disponí'hle con respecto de la energía efecti vamt'.!<te
gastada. Hay que notar qi.:e el conjunto de la argumentación de Freud permite
~ituur, sobre la fónnula de partida, cada una de las hipótesis:

o -> i ~ 12"11~!-;
L....~ -

Ahora bien, esta focaliz:i.ción del estu<lio energético de la acción de Ja COCl:.Í!la


va a la par -la cosa es d~cisiva- con la afirmación de que la cocaína actúa
indirectamente, es decir por la intervención de los centros nerviosos o
también de loqueFreud, en Über Coca, llama "las influencias p:;íquicas". Sin
embargo, si bi~ el papel de Jos centros nerviosos estaba planteado desde el
comienzo con el postulado del carácter no convinceme de las experiencias
hechas sobre anímales, esos centros no son considerados en Über Coca más
que como uno de los lugares posibles en que puede intervenir. con un efecto
terapéutico benéfico, Jacocaína. Ésta se haliaindicada, ~ntonccs, crr ios ca:;os
de neurastenia, hipocondria, histeria, postración, melancolía, esmpor, todos
eilos casos qui! deben relar.::ion¡¡r;;e cen un debilíL:i.nú~ntu psíquico, con una
"ac:i vídad reducida de los cent.ros".
He aquí, entonces, con esta debilidad psíquica un nuevo refrito de la lesión.
La debilidad psíquica es la explicación basal de esas enfermedades, su
supuesta referencia común. Freud se monta aquí a horcajadas sobre un
discurso que no es diferente dd de Moreau <le Tours. En su expcsicién
titulada Sobre el efecto general de la cocaír.a, leído ante la sociedad
38 uctrco del com,·n.o abitrto por F."eua'

psiquiátrica (la rrüsma don<le debfa, algün tiempo después, presentar la


histeria masculina, versión Charcot), Freud enuncia que la psiquiatría "no
cuenta con muchos agentes capa.:es <le aumentJ.r la actividad de un sistema
nervioso depri.rnído. Es, por tanto, naturai c_ue pensemos en la posibilidad de
utilíL:ar Jos efectos de la cocaína descrito&anteriunnente en aquellas formas
de enformedad que interpretamos como estl\dos de debilidad y depresión del
sistema nervioso sin presencia de lesion~.5 orgánicas" 17 •
En la relación de Freud con la histeria, la cocaína está en el lugar mismo que
será el del truwmiento psícoanalítico.
El texto de 1885 Contribución al conocimiento de la acciárt de la cocaína es
un primer paso en la destitución de la cocaína corno objeto privilegiado de
una acción ter:ipéuüca por fin a la altura de sus ambiciones. Este texto es el
único en que Freud desarrolla el punto de vbta energético hasta lo mensu rnb1e.
Ahora bien, con esta introducción de medidas, el p roblema económico va a
volverse singularmente más complejo.
Contribución .. nace de las divergencias que manifiestan, a medida que se
multiplican, los testimonios que dan cuenta de los efectos de la cocaína. Para
confirmar tiber Coca, Freud aplica un "método de verificación objetiva". Va
a recibir, ciertamente, de es tas experiencias ocra cosa que una l:onfirmación;
pero ahí lo tenemos, en espera, ayudado por un médico amigo, armado de un
<linamómctro, provi:Ho de un líipiz y papel. y er. :iempos cuidadosamente
anotados, e fec tú& tres presiones sobre el a¡:;>arato, inscribe fas cifras obteni-
d;:is , calcula lo,; promedios, ancca el estaJo de su e:;tómago, repite estas
n1cdldas durante siete horas. primero sin haber absorbido cocafaa, luego "con
b. cocaína eo el c'ierpo". Recomienza estas experiencias durante varios días,
las compara y excac cie~to número de comprobaciones. ¿Cuáles?
En Dber Coca , Freud escribía: "En e·::.~e momento todavfa no es posible
t':stimar hasta 4u¿ pcnro h.1 coca pued:: au:¡:ent::ir los poderes mentales del
hombre"'~ . Este "!.rnst1 qué punt;)" dejaba abierta la posibilidad de una
progresión indefinida, sin máx:mo previsible de la ganancia en eficacia
mental. A fin Ge .:!ccid;:u y de objetivar la cosa, Frcuú escoge ahora
concentrar su e~audio sobre la acción de Ja cocaína en el nivel de la fuerza
motriz: ésta es, ea efecto, susceptible ~e medida. Lo esperaba a.quí una
sorpresa: el des::u:r!miento de las variaciones de la fuerza motriz. Cierta·
mente, es:is variaciones ya habían sido notadas. Pero este redescubrimiento

es decisí en cu:i.nto a la relación de Frcud con Ja cocaína en el sentido de
que ya n;) le es posible, a partir de entonces. medir en valor~s absolutos la
acc íúo de ia cocaína. Esta acdún nu interviene sobre una~onstantesino sobre
algo que es por sí mismo variable. A partir de e!lo, la experir.ientación se
desplaza y Freud se pone ahora a medir ~:is variaciones d:: la fuerza mulriz

, º~?. c;:t., :). )60.


" Op. cil.. ¡>. 11 !
Fr-eud coqucro 39

ln.depen.dientemence de la cocaína. Comprueba así que hay lugar para


distinguir dos tipos de variaciones, puesto que la variacíón d:aria debe ser
situada más o menos alta o baja 'según los día~.¿ Cómc :;ituar, de ahí, la acción
de la cocaína?
Freud da, a las variaciones de un día a otro, el sentido de una manifestación
del "estado general", del "humor". Esto le perr.:1ite sostener que la coca no
actúa directamente sobre 1a fuerza motriz sino por el in tennediu de ese estado
genc::ral que, en los mejort;:; dfos, se 11arna "euforia". La cocaína provoca
euforia; Freud presenta desde Über Coca a esta euforia como ..el estado
nonnal de una corteza cerebral bien alimentada que 'no sabe nada' sobre los
órganos de su propio cuerpo". Es porque provoca euforia.. purc¡ue interviene
al nivel del estaco general que la cocaína perm.it.e al sujero Jispom~r de una
mayor fuerza muscular. Pero a este "mayor" va a ser posible asígnarle ahora
un límite localizable como tal.
Sus experiencias le muestr:m a Fre'..ld que la cocaína tiene por efecto principal
colmar la distancia entre las maias y las buenas jornadas, en favor de las
segundas. "El aumento de la fuerza motriz es mucho mayor cuan dü la cocaína
actúa en ma'.as condiciones del esrado general, en un momento en que la
fuerza motriz es débil". En estas condiciones, la cocaína permite al sujew
disponer no ya de una cantidJd ca.sí ilímitada de fuetza morriz, sino de la
cantidad mism<1 a la que ruede aspirar razonablemer.te. pues la experiencia
le ha der:i.ostr:ido que c.lí:;ponía de e:l:i. en algHncis dfa:; v.fortunados.
Las experíePcías sobre los tiempos de reacción co nfim1&n esto: la cocaína
dismínuye los tiempos de reacción, p~ro. escribe FreucL "or;;is veces, cuando
me sentía de humor más alegre y m5s er:iprendedor, m.e encontré t:n
condiciones d~ reacción igualmente favorabh~s··.
Esta cunsid>!r;ición introducida por Ja medida, ímpe11sahle .s:n ella, se
presenta como ef p~nto de un cambio profundo de la rdación de Freud con
la cocaína. En efecto, si ta cocaína permite al sujeto disponer de una energía
que no es más que igual a aquella de la que dispone cuando su humor es
hueno, e:itonces ya no es un cbjero necesario. Pero igualrr.er.to DOtable es el
hechor.Je que dla pierde su cun<lidón de ser ne::;esuria a!lt rr.ismo donde no
hace más que responder exílctamente a este atro sig1ü¡7cante .Í<! fa lesión que
es la debilidad psíquica. Er. el momento mismo en que fre•.;d discierne el
objeto cocafaa como lo que hv.ce contrapeso a los efectcs d~ lv. lesíón, se
vuci ve para él objeto susceptible de ser perdido.
1Jor e sta escrit!.!ra :ie los efectos de la cocaína, se deshace b necesario del
e:;.ganche de f.rc:uc con este objeto. El asunto no está arreglado sin embargo.
A estas comr.robacíones e xoerimentales, Freud reacciona escribi~ndo: "Esto
no quita :.¡u¿ incluso en est~ ::aso -es d:::cir cuando el estado ¡;enero.! es malo-

,
(1-G..!TC~ l!tl c4miJ-w aiJ!eno por Ftf:Jd
~~~~~~~~~--~~~-

la~ fuerzas debidas a !a acción de la cocaína superan todavfa el má~imo


alcanzado en condiciones nonn ales". Sin emb&rgo, sj llegó a una primera
~ustitución-al venir la cocaína al lugar de lo que en el estado normal provoca
la euforia- entonces otros podrán veniI a darle a la cocaína.en el apres-coup,
su estatus de objeto metonímico. De esto da te~timonio. dos años más tarde,
Anhelo y temor de la cocaína. Frcud liga alU la acción de la cocaína u un
"factor de predisposi.::ión individv.al" 19 que varía mucho, tanto de una
persona a otra, como en un mismo individ uo.
Ahora hien. este factor prcser.rn una particularidad notable: no es tomado
como 1Jno de los datos de la red dd saher m6tiico constituido. La acción de
la cocaína e~ a~{ rel acionad a con un sahl:r no sahido, particularizado. no
sahidu por ¡>an icularizad o . Por e.<:to, resulta que el lug:ir del saber como
agt:nle de la ~ciún t~apéutica no puerle ser ya mantenido: ya no hay más
me<lio.s para hacer de la cocaína el objeto de una "indicación". "Como apenas
se ha prestado atención a este factor de ia predisposición indi vidual. y
general mente no es po:;ible conocer e l grado de excitabilidad, 1.:onsidero
aconsejable a bandon.<:.r de:itfo de lo posible la ap licación de la cocaSni' en
forma de inyección (yo s1Jbrayo) subcutánea para el tratamiento <le .ifeccio ·
nes internas y nerviosas"w
Este texto es de julio de 1887. Responde. tratando de ponerJ¡; témiino, a In
imprudente reco1nenciación de 1885 que Freud habfa formulario y luego
o!vid ~do y que, ligada con el as un ro F!c.ischl, nabrfa de aparecerle, por lo que
luego ocurrió, como ur.a equivocación, una mecida de p<:.ta: "Aconsejaría sin
vac:Jar, para este tipo de desintoxicación (de los murfi némanos) adnúnistrar
la cocaína e n inyecciones subcutánc3S y .:.n do5is de 0.03 a 0,05 grmno5 sin
te!m~r aumentar las dosis".

L1 e.sc:i u.:ra q~1~ penrJte a Freud :erminar realmente con esta equivocacíéo
abre ia pol\i biiidad de su dabornci<Sn en el simbólico: y lo que en! 887 $Í~ue
estando en s u~pei1so f,n su relación con la cocaína enconlrará su cifrado con
el desciframiento, ocho años más t:irde, del sueño inaugural llan1ado de "Ja
ir.yecci6n a Im1a".
Pero la histé~·jca no p<!r nada tiene que ver eu el acontecimien!o de ese
descifr amiento. Y si el asunto de fa cocaína fue ese tierno<> en el q~re Freud
hatría podido ams ütuirz.;e como autor -auiOr c!e ese gran descubrimiento que
hubi('.ra ,pui:sto e l selle a l discurso u:nivcrsi uu;o acerca de un objeto que
r~spon-1.ía a i fi n a la lesión s~pucs ta- es, rara terminar, la disyunción de la
pr.oducción de ese discur~D (o sea d a;1tcr mi$rno) y de su verdad (o s<:a el
sig:dican:e-arno ele la !\:~ión) lo .;¡ue le quedaba todavía por resolver a r:úz
ríe e~ta eq~ívccación.

111
0;> cit.. p.:20.
»o,,..;i:.. ~.2:::J- 221 .
C -:1p1~~u·
'\. .J. 0·
1 ..-10~
.... L)

Ja histérica en surna

Cha.reo!: He aquí. pues, una parálisis arü.ficial dei brazo comp!e


ta.mente semejante a una parálisís narurcl. Esta mujer no sabe para
nada dónde está su brazo. (A la enferma que es presentada bajo
hipno~ís): Cierre los ojos y traie de agarrar el brazo paralizado:

l..a enfermo.: No se dónde está; eso me i..."rita.


Charcot: No siente nada; yo podría romperle el brazo antes que
despertar en ella la sensibilidad. Pero, como ustedes pueden ver,
estos ~uj~tos no son dóciles.
r.a 1mferma.: ¡Oh, no!
Charcoi: Son muy d.ifícíles de manejar; sin embargo, son bastante
cómodos.
F.n~onces, pérdida del sentido muscu!ar, pérc~ida completa de la
sensibili<laJ. Aquf tenemos la línea circular que separa la parte
sen si ble de la par:e insensible. (A /¡; enferrrw): A ver, mueva ios
<ledos.
(La paciente realiza manifestaciones de mal humor)
Cha1·coc: V~Jnos, no m ll estres tu mal canícter.

La enferma:¡ Vay;i! Te provocan y ad::más hay que estar contenta.


Chcrcut, o.i jefe de clfrt, ) espiérrela.
El jefe de clrnica; Bueno. Ya está de~picrta.
Charcor: Cuando ~no se habitúa !l estos sujetos, sabe cárr.o
utilizarlos. Estas hi>téricas tienen ur.a hisEOría naruraL:

l é.:ttn.1:11.., de!. (\.{. c:.;~n;a.~c: t ·;,,j'!té.rú~.1·cAl1JS s~.!:::-.:icuado:; y ~1re~t:'Jll.:l.C.O!; ;:>or E. Tri:hn.. 1971.
"?ar~ y1it h y~téro· 1n.u1runique <l~vclo pp& P'jl' sug g~s cion".
figura l Fase de grandes movimientos

..
Figura 2 Fase tie las contorsiones
(l\rco de cfrculo)
A. Delahay~ y E. Lecros1üer

J. ÑI. Ch<irr:ot, Ler;ons du mardi a le Saipetriere, Progrt:s médica! éd., París.


1 892-1 ~ 94 .
La histérica en suma, tal es el nombre dado aquí a la histérica de Charcot con
la cual tuvo que lióiar Freud, d~ octubre de 1885 r. febrero de 1886, en la
Sal.'.)crriere. "En suma" la menciona sumada en el sentido en que el sabe~.
alguna vez, se presentó como suma. Pero "en suma" trunbi.¿n la menciona en
sueño, en sommeil cornu se dice en francés; y así hubiera sido si la histérica
al gran ~/aestro, no se lo huhiese (que se me pe~done la expresión) cogido
nrngistralmcntc. Hay solidaridad entre ese sueño provocado y ese sumario
del saber: eso es lo que dice el título del presente capítulo; y está a c2.rgo del
estudio el proporcionarle una demostración.
Para lacan, el saber que se suma es aquel cuyo sentide se cncueno·a definido
por su lugar de agente 2. El hecho de que esto designe al discurso de la
universidad. indica que a ese discurso la hipnosis le va como un g¡'.antc El
sueño de la histéric:i. const:tuye la dicha <le la universidad. Pe~o la hí~ . .,J.
es insomne, por lo cual depende de otro discurso.
Charcot se convirtió en el promotor de una versión universitaria<le la histeria.
.El saber sumado st designa como "cua<!ro"; colocado en logar de agenre, el
cuadro clínico funda su verdad en el significante de la "Jesíón funcional" y
tiende a convertir a su otro (histérica, pero, como se verá, también discípulo
médico) en ~sa pura mirada que es su scporte oec::'!sario; ese discu~G produce
un "Charcot" cuya reputación de docente, que llegó mucho más allá de
Viena. debía a:raer a Freuct. Escribii Ja efectuación del discurso universi:arío
de la siguien:e manera:
cuadro clínico __..,.. mirada (histérica/alumno)

lesión Charcot docente


revelará que la misma no dejó de tener consecuencias sobre la Iecrura de lo
que paraFreud fue. en su relación con la histérica, la lección de la Salpetríere.
Freud no retomó por su propia cuenta la naturali:.:ación de la histérica.
Testímonio ele esto lo consúruye un incidente de apariencia anodina, pero
cuyas consecuencias no se deben desdeñar. Jor.es cuenta que un día Freud se
aventuró a exponer a Charcot el ejemplar tratamiento de Anna O., que él
conocía desde hacía ya tres años. Ciertamente recibió una respuesta del
Maestro, pero no la que, joven pasante intrépido, esperaba. He aquí Jo que
Jones escribe: "Durante su permanencia er. Parfs, le contó a Cha.real ese
notable descubrimiento, pero, dij u él, 'los pensainientos de Charcot parecían
estar en otra parte' y el relato lo dejó indiferente. Por otra parte, ese hecho
pareció atenuar por un tiempo el entusiasmo de Preud" 3 .
No hay otra acogida posible en la Salpe triere a lo que Freud suscitó con Anna
O., sino esta indicación de un "utra parte" ciue representa algo no admisible.
Con respecto a la enseñanza que promueve, la indiferencia de Ch~cot es
obligatoria. Como respuesta, le manifiesta a Freud que esta enseñanza sobre
la histe1ia sólo puede excluír lo que él, Fn::ud, sín duda ingenuamente, habrfa
deseado adjunlarle comü un simple suplemento. Ese "otra parte" es leído
aquí, :::monees, como el índice de ocro discurso.
Sobre la imocrtancia de este encuentro de Freud con la histérfr:a de Charcot
estj.n de acuerdo todos los que se han interesado por la historia, incluso la
prehistoria del psicoanálisis. Se dice que Freud habría sufrido "la ínflueacia
de Charcot" sin interrogarse más sobre es:a noción de influencia; aunque
habría podido esperarse, de parte de los analistas, que no la dejaran í~lter::ida.
Esta influencia de Charcot estaría específica<lapor dos Jugares comunes bien
arraigados.
Primer lugar común: el gran }-íaestro de la neurología mundia1, al poner en
juego toda S'J autoridad en el interés que le demostró a la histeria, a partir de
1870, dio sus títulos de noblez:i. <). esta enfem1e<lad, e hizo posible en lo
suces~vo su abordaje cíentíñco. El gran Charcot habría hecho grande a la
histeria; por otra parte, él la !!arr.a "la gran histeria". Puesto que se benefició
con el sello de uo Charcot autor (ya que es autoridad - y corno tal
rec0nociéa),estn histeria así autorizada habría sido - se.gún eses historiado-
res-- el punto de partida de lo 4ue Freud .;e autorizó con 1a histérica. Pero
hacer sonar un síg!o después los clarines de Ja f;m1r, y del rcnomhre no
garantiza que, al hac~ri0, el historiador nombre como C0(lvfonc. Y Ja

' f_ Jooc1. Úl v1e et l'c;e::v-. de S. F'i-e11d, tr.ld. frar.c .• P.U.i'.• !oma 1. p.'.::<18. (Ha¡ ediáón co
e~paJ\o:: 'Vi:!a >· nbro de" Sig,ni.:nd Frttad, Ed. ~forrr,¿, Sw:r.os ,..\i,·~:s. Tomo'. p.'237).
naturalización universitaria de la histeria no es tanto retomar la !'ijsteria P.n el
discurso de la ciencia - una "puesta en ciencia" como se <li<:e una "p:::esta en
escena,.- como una manera, para la ciencia e:sl4blecicia, <le protegerse de la
histeria. Freud no abrió camino !>ara el psícoaná!isis a pan:ir de aHí, salvo si
entendemos "a partir" <.:orno un repartir, una demarcación cuya efectividad
sólo es pensable si se marca ~n qué puntos su apoyo viene de otra parte.
Segundo lugar común, corolario del primero y no menos sober:ino: gracias
a Chnrcot, Fr::ud habría pasado de la neurologfa a la psíco!ogía; y esto
constituiría, según la idea de íos autores, un primer paso hacia el psicoaná-
lisis. En primer lugar, es falso que la enseñanza de Cbarcot fl:era del registro
de una psicología; se trataba manifiestamente de una clínica de las enferme-
dades dct sistema .nervioso, o sea, de neurología.
Por cierto, en un punto muy precisamente localizable de su enseñanza scbre
Ja histeria, Charcot recurre a una explicación psicológica. El asunto merece
deiimitarse con más detalle puesto que allí se encuenrra puesta en juego !a
nm:ión de traumatisrrw como explicación de las parálisis histéricas, y
además, nada válido puede ser dicho de esta noción P.n Freud fuei:a del hecho
que su deliniciún diíier:: <.le fa que promueve Charco!.
Su teoría del traumatismo le permite a Charcot rendir cuenta de !a distancia
con1proba<la :::ntre la intensidad con que se impone, la pcm1ar.e.ncia de una
parálisis histérica y ia poca importancia, "o~jcúvmn<::nte", del incidente que
fue su punto de parti<la. P¡¡_n; reducir esta <lc::;pruporcíén, Charco! url1íza u11:i.
distinción, tomada de autores ir:gleses: si el shock (así lo escribía éí)
traumático no basta para explicar los efectos observad(ls, entonces habrá que
admitir que en Ja hist6rica se sobreagregó ctro shock calificado corr;o
"nervioso". Los trastornos ser.sitivos y molares "que se producen er. !os
miembros sometidos a UP.a contusión no pertenecen,ni co11 much~, a los
sujetos hístiricos propia."nente. En esos sujetos. sin duda se producen bajo
la inj1uencia de los shock.> aparentemente más ligeros y adquierenfcJ.cilmen·
te un desarrollo considerable iin proporción con la intt:nsidad de !a causa
traumática .. 4• La reforencia al shock nervioso es necesari::. po;que conduce
la desproporción a una. igualdad: "Ese shock nervíoso se produce cuando
sobrevie7:e una emoció1i viva, un susto, el rerro:- determirwdo [1or un.
accidente; sobre todo c;wndo este accidente amena;::,a Ja '.!ida como se ve por
ejemplo en fas colisiones de: trenes. En esas co!UiicíonP.s, se desarrolla ur.
esta.do mental muy panicular, recientemente estudiado con cuidf;¡do por el
Sr. Page, quien lo acerca, por otra parte mi<y se11sar11mente en mi opinión,
al estado de hipnotí.•mo. En efeclo, tanto en uno como en otro caso, puesto
que ia es,'Q(Jr:.tc.tr.eidad p.::.-r''°l~ica., la vo!:A.ttlad, el ./uil·io es:ári ,71ás o ml·1e()S
deprimidos u obn::.bifr:.dos, !as sugestiones son jcJ.ci!es; c:sí, la más ligera

... 1. f\.i. Charcot. Leron'f s-::r t.:s rr.o!mlt'.t::. d~· r)'$tlm~ tte:vef.1..4. t. ?1I. 1887, p.402. En adcl~!'\ce
men..::onad¿ as(: !..../rl.S N.
actrca del camine ot>ieno por r.~e~d
------·--··-· ··- ·-···

acción traumática, por ejemplo dirigida hacia un miembro, pul!de conver-


tirse en la ocasión de una parálisis, de una contracción o de un.'.l artralgia " 5
La única "psícología" que hay en Charcot es esta decripcié n sumaria de un
est.::ido mental. ¿Sería éste el mérito que Freud le hubría otorgado, h;u;ta el
punco de inscribirse a continuación en la rrúsma huella?
La respuesta de la doxa es más que inexacta en este punto; con esa referencia
a Ja psicología, oculta ladiferem::ia radical que prohibe asimilar las definicio-
m:s <ld traumatismo de Charcot y las de Freud. Ahora bien, el abordaje
fri:udiano del n·:rnmatismo s6lo puede encararse n partir de la exclusión de la
escasa psicología usada por ~harcot. Por el vacío que realiza, la depresión de
las fa::ultades psíquica:; ex;:ilica en Charcot la ex.tensión del choque rraurnático,
su intensificación como síntoma. Es por no chocar con nada que la idea
sugerida por el choque traumático se desarrolla en extensión y d shock
nervioso es el nornhre de. esa página dejada en blanco. Nada semejante se
encuentra en Freud. Para Freud, el traumatismo está constituido por la
ligazón de la idea si..;scitaáa por el shock traumático con otra idea a la cual se
encontró ligada históricamente. Con el caso de Anna O., Freud presenta a
Charco t esta temia del traumatismo: el choque traumático se mer.1morfosea
en sfnto ma por el hecho de que existe una "relación simbólica" 6 que liga lo
que evoca a otra representación, aunque - el asunto es ígualmente impurtan-
te - sin que el Yo "sepa algo sobre eso o _::meda intervenir para ímpedi do" 7 •
Con esta. primera tc:.oría frcudiana del traumatismo se impone la hipótesis de
un saberinsabi<lo; y Ja teoría le da al síntoma un valor de signo. Por ese hecho,
el sfatoma se encuentra desplazado al lugar del otro y d saber insabido est¡í
a la espera de su propia prodl!cción. La escritura del discurso de !a l:istérica
en Lacaa,

en el que et S 1 del sfncoma ocupa e l lugar del otro y el S1 del saber el lugar de
la producción, permite así :::alificar a e~ta teoría fre!ldíanasobreel traurp atismo
como "teoría hí~térica de la histeria"&. Ante Charco!, Freud se convierte en
el portavoz d e la histérica. p1'r ser, sin saberlo, su v~ctima, su incauto.

La tco! Í:! his térica de Ja hi~;teria trastoca su versión universilaria. Si existe un


cCJntin•..i:1do,· d<: Charco! en el modo psicológico, se llam:.i Janet y no F reud .

.,
1
J. M. Charca~ l.M.S.N.. p.392.
6
S. FreuG, Sµr f~ mi cuni.sr.:.e psychiq;.ut :les pher:.~tnl.ne<: hys!1:rit¡ei'..'f (En c.o;paaio~: S. Frtud.
Obra! Cnn:µl¿Jas Snbrl! oi:! mecani:;mo ps:q!lica d~ 1'n.i /enóm~nc>! hi.stir:co:s. Su ~de[.1.i,~
c i t-1 ,"l\1)$ o.e... Tomo n. 1\rrh) rr'Onu Ed .. Buenos .A..ire~. 1980, o.2i-34) .
' S. !'r:.~d. CN.rco:., O C., Op. r.i c., Too'1 1Tl. i'P· 11-~4. .
.1J:'-e~c!'fJ nación 4~~ I~ ~cbo a A. Rondi::pierre.
lq hi.srirfr:. "'suma 47

En un texto titulado "Pierre Jan et, psícólogo r~;.il:sta'">, Henri Walkm pone el
dedo sobre el postulado funda..'Ilenta! de est'i psicologfa. "No hay necesidad,
escribe, de justiftcQ.r con. razonamientos o hípótesís, la eventualidad de un
acuerdo entre !a persona y el medio psíquico y social. El hecho primitivo en
eí plano psíquico e~ este acuerdo, exitoso o falllido.es la unión esencíal de(
acto y de su objeto. "La ídea: de! shock nervioso. ccnve:tida aquí en "insufi-
ciencia psíquica", tiene como función rendir cnenta de la histeria sin rener
que cuestionar este zcuerdo postulado: "El molino puede estar muy perfec-
cionado, pero si !a fuerza motriz es insuficiente en volumen, en fuerza de
empuje, no f.lncionará y sólo producirá gemidos discordar.tes o penurba-
cicnes. Así. a falta de ur.a tensión ps(quica coni•eniente, !o que Janet l!amil
'función de lo real" se degrC'.da; el acio se hace primero hldico, se convierte
e:1 un simple simulacro, un desvarío sin eficacia real. Una nue'.la baja del
nivel trae consigo el ejercicio sin control, Íl:coercibie, obsesionado por
conjuntos funcionales desintegrados y pi;rásiros. t;n el .iivel más bajo,
vienen manifestaciones explosivas ba.jo lafom1a de acritudes pt;Siona!es o
histéricas, y finalmenre simples espasnws muscuíares caracterísJicos de !a
crisis epiléptica, ese gran mal o mal sagrado de los m1tíguos." Así, prcsigue
este texto notable, "Ja11et planteaba algunos problemas qüe es:é:!t entre los
más de!ícados de la psicología contemporánea; tos de la personalidad no ya
como individuo "en tercera persona" si.'lo como autor, al me:ios putativo, de
su propio destino frente a sí ll"ismo en !anto exisce:tcia únir.a en d mundo;
del plano mete.físico, el Yo tiende a pasar al planc psicog1.miii,·o."
Esta larg:i cita señala la apuesta de la respuesta histérica que va naéa menos
que haciJ los fundamentos de la psicología. En su versió:i univer5itari:! , !a
hist?.ria es pensada com,; insuficiencia e11 la exacta medidc. en que es
remitida u la suficiencia del Yo para smisfacer la función de lo real; cosa que
úníc:unente qu:ere decir que se >acisface ai principio funéndor de Ja psicCJlo·
gfa, el principio <le t:r. acuerdo entr~ la persona y el mundo exterior. el
frmer;welt y el Umweli. Cuando Freud, bajo sugestión de la histérica, c:scribe:
"Se puede dedr q1u: ta histen'a es :;na anomalía del sistema nervioso fJasada
en una re:xinición diferente de /as excitaciones, proi>ab!emente acompai'ia-
da por un exceJO ae • est•m:;:os
' ' en e[ organo
' d e u::
t • u·~ 1 L
memoria •
' , G~ i;ecno
rechaza est:i insuf!cíenc.ia p,:fquica, deb!1idad, depresié n o choque r!rrvioso
• poco ímpcrta cé ?Tio se r:.ou1iJre a :a cosa - que, er. rigor, no ¡;~iría tener
existencia puesto que con.tr;J.viene al prime~ principio ée l a :crmodinámica.
El J~ctor recordará aquí, que la modíficación de !a rebción de Frcud con l:!
cocaína sólo ¡?U.:io ser ~fe'-tiva por el .i~yo recibiJc de este prím<!r pri'.lcipío.
¿Cómo er.\enc er el indis(utib lc interés que freud manifestó pCJr la ensd\anza
de Ch:i.r<:ot unu ve;: c~c!uith) el emb:-0ilo psicológico? Sobre est'! punto,

., ff!1lJ,ai;, d~ ps)•t:A<J?:)f!.lt'. P:sú:, !lr:·1:c:-r.hrc ~el 960.


u> Cfi. ;:¡ .:on?~ncch:.!l ~e ~rc-~d so':;r= t:! ccm.; &:: I~ ~1.s:~:i:i ~n !:i tncic!t~di:l 'iii :;U'Ct (S.F:-e:.:d.
O. C., O.~ d e. Tnm<> l. >'P· 4~·63).
48 aarc" dei c<Vtoi110 abieno por Freud

Freud es totalmente explícito. Aunque atribuya al Cés¡¡r de la Salpe triere "Ja


gloria de haber sido el p::imero en explicar la histeria", no deja de precisar que
iee esta "explícación" no en I? que Charcot sostiene como tesis sobre la
hísteria, sino en su práctica avanzada, es decir, en Ja reproducción anificial,
bajo hipnosis, del síntoma histérico. Charcor, escribe Freud, "explica ese
proceso reproduciéndolo" 11• La explicación que Freud recibe de Charcot no
consiste más que en esta reproducción misma. En cuanto a lo que se presenta
como la efo.borac\ón que Charcot da de su práctica, Freud se toma el trabajo
de indicar, no que él se separa de Charcoten este punto, sino más precisamen-
te que esta separación es asunto de Charcot, que no supo seguír la vía que
torna .Freud, la vía promovida por la histérica. Éste es e] sentido del artículo
necrológico que le consagra a Cha.r:;ot en 1893.
Si la reproducción de los síntomas histéricos bajo hipnosis es el ponto donde
Freud ve a Charcot elevarse a un nivel superior aí de su tratamiento habitual
de la histeria, es porque por allí pasaba. para Charcot, Ja elaboración de una
clfnicade la histeria, la posibil..ida<lde diferenciar finamente una monoplegia
braquial de origen his.¡érico de una monoplegia orgánica.
AJ final ü~ este esretlio, esia di ferencía recibirá su anclaje epistemológico en
la relación del síntoma con el cl!adro. Por el momenl.1l, basta con indicar que
en Charcot huy una clínica de la histeria; el Maestro presenta esta clínica.
Frc::d está tanto más atento a eso cuanto que para éi se va a tratar de tomar
nota del hecho, pero sin por eso relacionarlo en última instancia, como lo
proponía Charcot, con esa "lesíóo funcional" que bastaba ~on evocar ·para
que l;;: histeria-; finalmente!- tomara su lugar en ei marco de !as enfennedades
del sistema nervioso.

Este objetivo es perfectamente identificado por Dejerine que, en 191 i,


declara: "Por sus estudios sebre la híste::ia, Charcot supo sustraer a los
psiquiatras un terrítorio q<le éstos tratarán en vano de reconquistar. Cierta-
mente, se d<.;ctrina sobre h.:. histeria no permaneció intacta. Pero aunque
Charcot sólo hubiera terüdo el mérito de haber hecho comprender a los
médicos que, fuera de fas lesiones' materiaies, los problemas p!anteados por
c\::rtos trastornos psíquicos cfrecian a su actividad un campo consideraple,
só!o con eso te debe ríamos todo nuestro reconocimiento." 12 Sin embargo, las
exigencias de] discurso son tales, que ese "fuera de las Iesíones materiales.,
no podría concebirse d:.: otra maner:i que como les¡ón funcional.
En Clmrcot, el <;alificativu c.ie "fu:;cional" viene a indicar que el tipo de lesión
4ue designa no es localizable (at menos hasta el presente) en la autopsia. La

11
f-~ut!, ~~r I~ '?f<c~-c.~:.ST!'le PZ>'Ct.iq1.t.~ dt:Jpherw.-r.et'les iiy.s¡irfr;i.ls. 13?.1. {D C,, Op. cit.. Tonlo ti).
• J~ressl :..1~,iicale. P~~. <?hnl d~ ( 911 .
12
lesión funcional es una lesión supuesta. La necesaríedad de esta suposición,
como lo apunta E. Trillat justamente 13, consiste en que la lesión anatómica
es la piedra angular del sistema anátomo-clínico de CharcoL La l{."síón es
aquello con lo que se relacionan los síntomas, lo que funda y justifica su
agrup¡¡.miento en un cuadro clínico, lo que confirma ese .agrupamiento como
enfennedad. La lesión da su médica legitimidad al método de localización
referencia! de los elementos sintomáticos.
Análisis diferencial de los síntomas, lesión, método anátomo-clínico: una ley
rige, para Charcot, las relaciones de esos tres términos. Se formula as.f: La
localizaci6n de las diferencias sintomáticas puede ser llevada tanto más
lejos cuanto que no implica, por el hecho mismo de la reÍere11cía última a la
lesión, ning1in peligro para el método. Esta ley autoriza, sítüa y limíta a la
vez, lo que Charcot presenta con el nombre de histeria. El desplazamiento <le
lo§ intereses del Maestro de Ja esclerosis lateral a.rn.iotrófica a Jos convulsivos
epilépticos y sobre todo histéricos no implica ningún cuesticnD.I.niento a esta
ley. Por el contrario, se trata de hacer aparecer su deslumbrante verdad sobre
el nuevo y supuestamente inasible tern:no de Ja hísteria. Siendo una puesta
a prueba de !a histeria, el método anátomo-clínico hará la prueba de su
validez.
Sóio hay que aportar pruebas en un juego de réplicas a un partídario-
adver~ar:io. Esta elaboración universitaria de la histeria toma senúdo por
at2car de falsedad a todo lo 4ue Briql!et había. puesto recientemente de moda;
es decir, la tesis de que la histeria está fundamentalmente definida por Ja
simulación''.
Briquet retoma. después de dos siglos, la teoría de Sydenham: !a histeria no
es una enfe:inedad como las otras puesto que níngún síntoma o grupo de
síntom.as la define. En 1681, Sydenharn escribía: "!.ti afeccián histérica no
sólo es muy frecuente, sino que se manifiesta también con u11a ínfi.nidad de
formas diversas e ímita a casi todas !as e!!fennedades que le ocurren al
cuerpo hurru:mo, pues en cw.i!quier pane en que se encuentre, produce
inmediatamente los síntomas que son propios d~ esa parte del cuerpo " 15• La
hlsteria es esa formación particular de las pasiones que cnns:s:e en que se
:nanifü::stan simulando <.:!.ialquier s ín ~ ;· ma. "Patología de segundo grado",
Trillat brindó esta felíz fórmula: como expresión pasional, sería asunto del
que se ocupa el moralista más que el médico.
La versión universitaria de la histeria que presenta Charcot se caracteriza por
pretender excluir la si~ulacíón. Dar una fornia a Ja histeria, definirla como
lo que Charcot designa al nombrar!:;: un "úpo fundmr.ental", frente al cual
todos los fenómenos histéricos observables se reparten ero elementos dei tipo

" J. M. Charco:., L'h7s1érie. !.::<tos escogidos y pw.sr.nr:>dos por E. T,.;!!3t.


1' BriGuet. Tratté clinit;;1t e~ r!-:é.~ape:..c1iq14.< clt: l'hy~«.térie. 9'aris. J 859.
1
~ Sydenham, O'-tsertu.á.>n s:ofl.S {v f'!'tfe ele ltttre., 168 l.
o en va..iacicnes accidentales es, ante todo, esmblecer que Ja "neurosis
histérica no es como muchos lo afirman todavía, incluso entre nosorros en
Francia, contrariamente a les epseñanzas de Briquet, 'un proteo que se
presenta con mil formas y que no se puede apreher.der en ninguna'... " Se
trata de probar que en el campo de Ja histeria "... nada está librada al azar;
por el contrario, todo ocurre según ciertas regias bien detenninadas,
comunes a ía práctica del hospital y a la de la vida civil, válidas en todos los
tiempos. para todos los países, para todas ias ra:.as, reglas cuyas variacio-
nes mismas no afectan en nada a la universalidad, puesto que esa> variacio-
nes, por numerosas qi'e puedan parecer, se relacionan lógicamente siempre
con el típo fundamental" 16 .
Como cuadro, en cambio, la histeria se presta para la aprehensión. O bien la
histérica es una símuladora, o bien es igualable al cuadro; tal es la alternativa
orde.nudora del trabajo de Charcot. Freud cuest.íonará Ja pertinencia de
esto.1!;,1 tanzo deja de lado la teoría psicológica del traumatismo para
ate."!erse a la experiencia misma de reproducción del s(ntoma histérico, la
idea de una "!esir)n funcional", que daría al cuadro su verdad, va a retener
por el comrario toda su arención. En ¡:irirner lugar, Freud se separa - y de la
manera más resuelta · de la versión universitaria de la histeria, por la
interpretación del significante-amo de esta lesi·.>n.
Pero ;:intes de ocuparnos de esta interpretac:ón freudiana de la lesión
funcional, :;e plantea la cuesúón de su aniculación,en la concepción de
Charcot, con Ja teoría traumática anteriormente presentada. O. Anderson
nmó en la ens-:ñanza dci ~faestro la ausencia de una profundización de la
relación entre esas dos teorías: lesiona\ y traumática 17• En efrcw, fa.cosa no
está desarrollada y sMo falta abrir la puerta de fa sala dende Cha.--cot
presentaba a sus his'.éricas para esperar encontrar allí, como l'reud lo había
hecho, la respuesta a lo que se ha dejado ei¡,.blanco en la teoría.•
He aquí, pues, el célebre enfenno Pín... que Freud pudo encontrar en la
Salpetriere: cuya ohservación, en todo caso, utilizó en ia conforencía qut=
pronunció a su retorno para demostrar a los médicos de Viena la existencia
de ta histeria masculina. En su informe ~obre ~u esta.día en París, anota que
ese caso ..constituyó d1Jrante casi tres meses el núcleo <le wdos los estudios
de Charcot." 18. El k~to de la ler.:cilin ele Charcot que prese1ta esta hísteria
masculina se titul::\: Sobre dos casos de m1moplegia braquial de naturaleza
híscérica en el hombre 19 • El hecho de que Charcot estudie: s imultáneamente
dos c;:isos es tonto ¡;¡.;s notable cuanto que ello ne encuentra ninguna
justificación a nivel de las presentaciones mismas. "La:; ubservaciur.es -
a:-iota Charcot · son asimi!Jbles de~de todo punto de vista" u. Er: primer

' J ~l. c;,¡.-.:'C~l. Ca.1a prcf4'cio :e R icheC', Étud.!s c:lirtiques !/Ar !'h~·;tiro-~pilepsie
6
''ª gra1t.Je
hysrcr.·e, Pací;;. i 3~ 1.
•t O. :\ndG:scn. StL:cJ.ir::: ~" !he pr~ftí.11<>ry nf p!)'Choo.rwlysi,-;, ~ 962, p.6''}.

"; M. Chlrco<. L.~f.S.N. UII.


"' J. M. Ü>illC<>!, l.Jl.S.N . un. p.333.
ú:r hi.stirica tn suma 51

Jugar, parecerla que Pin sólo es introducido para completar el cuadro


presentado por el otro enfermo, un tal Porcz, en el cual no ha sido posible
encontrar "tas zonas histerógenas", como tampoco lo que la estimulación de
esas zonas desencadena regulannentc, a saber, la gran crisis histérica. Si Pin
presenca los mismos síntomas que Porcz, con e 1agregado de wnas histéro ge nas
y crisis histéricas, eso quiere decir que la ausencia de éstas en Porcz podrá ser
consíderada como accidental. Pero el hecho de que "algo falte en el cuadro" w
de Porcz no es reductible a ese accidente, pues, hace ::otar Charco!, ''Esta
circunstancia no podría detenernos; el ataque convulsivo, como ustedes
saben, no es, ni con mucho, necesario para caracterizar a 1a histeria" 21 .
Entonces, ¿a qué responde la introducción del enfenno Pin en Ja discusión del
cuadro de Porcz?
Es notable que, a partir del diagnóstico de hbteria, la observación de Porcz
desernboqi.:e en la suposíción de l;;. existencia de una lesión funcional en el
nivel central, mientras que la de I'i;1 prosiga en las experiencias de reproduc-
ción del síntoma histérico - aquí, el de la monoplegia braquial - y culmina
en la etiología traumática de esos síntomas. es decír, en la teorfa de la
articulación patógena del shock traumático y del shock nervio.so. Entone.es,
con la yuxtaposición de esas dos observaciones, encontramos aquf la res-
puesta que Anderson creía ausente de la enseñanza lie Cha.rcot.

Con Pin, la introducdún de la eticiogía traumática upunla a colmar i" lag<ma


que había en Ja observación de Porcz, de manera no accidental sine esenci<!!;
sólo puede tratarse de algo que se encuentra en una posicíón similar a la <lci
traumatismo, o sea, la lesión funcional a la que conduce Ja observación de
Porcz, que es, en efecto, lo que realn:ente/altará siempre en el criadro. Cosa
que tendrá. por resultado, más ailá de b acumulación de los signos clínicos
que confirman sín cesar el diagnóstico. suspender su certidumbre; como dice
Ch.'.l.fcot, siempre habrá que "legitimar más aún las conclusiones en las cuales
nos detenemos".

La teoría del traumatismo viene e:i lugar de la lesión funcional. pero no i:i.
ar.u la ni fa subviene. Es una tentativa abortada y tímida de dar cuerpo teórico
a !oque no es localiz~ble sobre el cuerpo anatómico. El interés dedicado a Pin
no e:;; rnús que el interés desplazado des<inado a Porcz; el significante de la
lesión funcionril como verdad del cuadro sigue síendo decisivo para Charcot,
lo cual rinde cuenta del hecho dt: que se haya comprometido ton escusamente
con la teoría del traumatismo psíquico, con!entándose, como io hace notar
Freud, con una fór.nola: la del xhock nervioso.
El escalpelo de Freud corta cransver:>u!mente el texto Je Charcot. Del caso
P:n conserva el hecho de la rq:'~oducci6n de la monoplegfa braqt.:ial bajo

lD J..VI . Cl\;JICOI, LM.S..V.• un.¡>.327.


, " /bid.
52 acaoa del comino abierto por Freuá

hipnosis; pero Jo hace p;u-a interrogar, con ei caso Por;;z:, su articulación con
la teoría neurológi ca de la lesión.

Que la histeria como cuadro oculte el significante-amo de la lesión funcional


es lo que Frelld di~cute ¡:irincipalmente en "Algur..as consideraciones con
miras a un estudio compararivo de las parálisis motrices orgánicas e
histéricas". Dicho te:<to da la razón a Charcot contra Briquet. Existe una
pato logíacaiificable de histérica fuera ue su de finición por la simulación: una
parálisis motriz histérica presenta caractcósúcas que penruten distinguirla
de una parálisis orgánica que afectaría a los mismos sitios del cuerpo.
Pero Freud va a volver esta patología con1ra lo que la hacía posible en
Ch:ircot. "Puesw que únicamcme puede haber una sola anatomía que sea
verdadera . y pues te que encuentra su expresió n en las caracte rf~ticas c línicas
de las parálisis cerebrales. es completamente ímposibie que la anatomía sea
la e;<.pfü.:ación i.le las pa!"ticularidades di.stintivas de las parálisis histéricas"u.
/,qu f Freud rechaza d truco de pre.stidigitación que consútuye el término de
"tes.ión fun::io nal": o bien, d:ce él, se trata de una lesión del centro .nervioso,
y e n ese caso, aunque sea transitoria o ligern. debe producir los sfntoma5
caracterfaticos de dicha lesión, lo cual está en contradicción con la clínica de
la. histeri:.i; o bien - y ese !;erá el camino abierto por él ·hay que cambiar de
terreno y repensar diferentemente lo qui! ese término de ''lesión fuJ1ciona1"
designa. "Uno se ve conducido - dice - a ercer que detrás de ~sta expresión
de "lesión dinámica" se esconde !a idead~ un.a lesión conw el edema o Ja
a11en:fo. que de hecho son afecciones orgá1iicas :ransirorias. Por el ::ontra-
rio, yo af nno que la lesi6n en las parálisis histéricas debe ser completamen-
te independiente de la anatnmía. del sistema nervioso, pues en esas parálisis
y otras manifestaciones, la histeria se comporta como si la tVtatomfa no
existiera~o rnmo si no la conociera" 2 ~. Por Jo tanto, e! hecho de que la
panílisis braquial histérica no se ¡tcompañe de una parálisis situada del lado
del brazo paralizado contradice Ja idea de una lesión funcional; la clínica de
Cium;or se opone a to que la funda.

He aquí entonces a ia "lesión funcional" desprendida de coda imaginarizac:ón


usua.I de un referente ; dicho de otro modo, tomüda como un significante.
In terpreta.ele de ahí en adeb.nte, la lesión funci~na1 es tomada al pie de ú;
letra como lesión d e una función . Es sorprendente ver a FreuJ, doce años
antes c!el te:~to subre e! ·;híste. apoyarse en un i::histe para explicitar lo que
puede querer decir "alteración de la fuación": "Se c:.umta una historia
c.6mica a propósito de un sujew que se negabc. a íavarse la mano porqr;e un
soberano la había tocado..lA relación de esta mano ccn ia idea de rey parece

:l S . f~uO. ·"A ls¡1.1."la.S ;;.o,..si:!e.fl;ciur.~ cor: mi•.,.A.S a"·, est~~t!o C!>mpa.ratiY.j d!! !LJ.., parúli..t í..o;
mmriczs orgánfr.11s ! iUrt!rka f· . O.C. Op.ciJ. , ToflXI t p. 1'17'! sigu1e'3H'.:S. {Sl:llfaard l::J.• vol.
l. 9. 160 y si~Jie;u..-s) 'fnJ•JCil'JY.)< do l.t crn6u:<ió:J f:"w:e<:sarres.:~~er. el .,-.,.cu.
"/bid.
!a his:érfr:!.l ~:; suma

;ar. importante para la vida psfquica de este hombre que se negaba a que esta
mano tuviera cualquier otro contacto "i4 •
Esa prox.imidad con un relato cómico permite dar cuenta de! síntoma
histérico. Supongamos una parálisis braquial histérica. Ll representación
misma del brazo no se manifiesta lesionada, puesto que, por el contr:uio, d
síntoma la revela "manos a la obra". Pcr el contrario, existe - y ése es el
síntoma mismo - alteración de una función de esta representación: "Desde el
punto de vista psicológico, la parálisis del brazo consiste.en el hecho de que
la representacíón del brazo no puede entrar en asociación con las otras
representacíones que constituyen el Yo, del cual el cuerpo del sujeto forma
parte importante". La "lesión für.cional" es en•onces interpretada por Freud
como una operación por la cual la imagen narcisista se encüentra lesionada
en una parte de si misma. Esta parte, sustraída al orden especular, entra como
representación en relación con otra representación que, por el hecho de su
importancia para el sujeto, la atrae a ella. Ja quiere, de alguna manera, toda
para ella. E$ta otra representación es calificada como "traumática" porque
implica un excedente de afecto del cual el Yo no puede desembarazarse; tal
repcesentación es "causa desíntmuas histéricos permanentes" porque realii:a
la sustracción del registro del imaginario de uno de sus soportes simbólicos
que toma a su cargo ese excedente de ajecto vecíno de otra representación
y da así al síntoma su peso de real. La historia cómica hace sensible esa
relación de por lo menos dos significantes, donde el significante "mano"
representa al sujeto para el signíficanle "rey"; con la consecuencia de excluir,
por ese hecho, la mano de los ofici?s de la limpieza, puesto que la limpieza
le ha."1'.a perder esa realeza, incluso su nobleza. Seguro que duriillte el propio
tiempo de ese estrecharse de manoplas, un pensamiento informuiado para él
mismo debió penetrar a aquel que, por estar así en presencia de la Real
Persona, no pudo más que prohibirse formular, ea una iriJuria, el término:
"¡porquería!".
Esta interpretación de la "lesión funcional" vuelve sobre la noción de
traumatismo que pierde su esratus, como se ciice que uno ¡:lierde el hilo. Er.
efecto, para Freud. la discusión de la definición del craumatismo promovida
por la Salpetriere, va a implicar una modificación de la relación del médico
con el sa.ber - con sus fallas, m<is precisamente.-
El síntoma histérico se preser.ta. para Charca ta. im~gen del ~hock traumático;
nace de él tamo más naturaimente cuanto que no encuentra ningún obstáculo
por el hecho del shock nervioso. He aquí lo que Charcot enseña a propósiw
de las parólisis histero-traumáticas de P[n y de Porcz: " ...pcr i.m lado, fa
sensación de pesadez, de pesan:ez, de ausencia de! miem.bro cor.::.t.sc, y por
otro la.do, la paresia que r.ú deja de exi.s<ir siempre hasta un cieno grano,

u !bi.d.• p.208.
~.f acerca del camino abierto por Freud

harán nacer, de manera natural en cieno modo, la Ulea de imporencia motriz


del miembro; y esta idea. en razón del estado mental sonamb!1lico tan
par:iculannente favorable a la eficacia de tas sugestiones, podrá adquirir,
luego de una especíe de incubación, un desarrollo considerable, as( como
realizarse objetivamente al final bajo la forma de una parálisis completa
absoluta" !S. El lector convendrá en que no hay nada natural en el hecho de
que un gol pe recibido evoque la idea de impotencia motriz del miembro. Para
algunos, si vamos al caso, la idea de "devolver golpe por golpe" no es menos
"naturalmente" sugerida. Pero sobre todo, esca evidencia de lo natural
implica que se trata de la misma idea que, al desarrollarse, provoca la rrúsma
parális is en Porcz o en Pin, y que esta idea es conocida por el Maestro desde
entonces. Sr.ock traumático y shock nervioso sólo se articulan en esta
descripción rior el hecho de q11e se encuentran plantearlos como no particu-
larizados. Cor. la apariencia de "natural", el carácter de generalidad de la idea
es necesario, a fin de que permanezca al alcance del s:iber.
La interpretación freudiana de la lesión funcional como lesión debida al lazo
de la represe ntación con otra representación implica que el pasaíe al síntoma
de !a primera depende de ese lazo mismo y no de un proceso de incubacíón,
de extensién, de la representación sola, tal como Ja teoóa del traumatismo de
Charcot la considera. El agregado, por parte de Freud, de esta otra represen-
tación traumática es decisivo, pues así se escapa del saber; tanto del saber del
médico como del de la histérica.
El paso del método catártico es admitir que hay saber ínsabido.
Es por un acto úníco como Freud se pliega a lo particular del saber del
significante traumático y admite que r.o díspone de él. "Estaba demasiado
obscuro - le dice Katharina, la hija del dueño del hospedaje - como para ver
algo; ambos es1aban vestidos. ¡Ah!,¡si yo supiera lo que mf7disgustó! Yo
1ampoco no sabía nada - agrega Freud -, pero la invité a contamie lo que se
le pasaba por la cabeza, pues estaba seguro de que ella pensaría justamente
en GíJUe/lo que yo necesitaba para explicar el caso" i 6.
El saber del traumatismo que Freud elabora deja lugar para la palabra <le la
histérica. pues él espera de esta palabra, de confonnidad con la estructura de
su discurso, la producción de un saber insabido;
.j~ si
ª~
Esta acogida brindada a Jo particular del S 1 no conviene a un discurso que
pone el saher en lugar d:-: agente; de allí la nece~ari~dad <le otro ahorc!aje del
traumatismo: "Nos contentábamos· escribirá Freud en sus Escudios sobre la

" J. M. Chue~t. LM.S.N.• !Jll. p.45J.


" S. Freud, Cornur.ic:ic:óli pt~lirninar. O C. Op. cit. Tomo U.
histeria - con decír que la enferma estab::i. afectada por una constitución
histérica y que Jajo la presión intensa de excitaciones cuale:squiera (subr:i.-
yado pcr Freud), podía, según su temper:unento, desarrollar síntomas histé-
ricos" 17•
Al rechazar el término de agente provocador como susceptible ce metaforizar
lo que ocurre en el traumatismo, es el cualquiera de la excitación traumática
lo que Freud rechaza. Esa excitación no es Cliaiquiera puesto que está lígada
a otra representación - a reserva de aumitir que la utra rl!presentación,
insabida, sólo puede encontrar lugar con la puesta en juego de otro cliscurso28 •
En la época en que estuvo en París, Freud se }">jzo el portavoz de la histérica;
y los enfrentam:entos con Chan:ot, .aunque fueron discreto<; no dejaron de ser
registrados. Recordemos el incidente de Anna O. Hubo otros. Un dfa,
Cbarcot, en contra de su propia tesis sobre las diferencias clínicas entre las
parálisís o anestesias de origen histérico y orgánico, ;;ostcnía que er. ciertos
casos, y como consecuencia de una especie particular de lcsiór. orgánica en
el nivel central, exisre ana:ogfa completa entre la hcmi;;.nestesia histérica y
la orgánica. Se cuestionaba así d pur:.to mismo ~cbre d 4ue Freud iba a
apoyarse pura destruir, reínterpretándola. la hipótesis de la lesipn funcional.
]';o es de asombrarse que inmediatamente haya insistido e:n pr•!scn~
objeciones. Esto es 1o que dice: "Cuando. en la occ;sión, me arriesgué a
pla11rearle la preguma sobre i:se punto y a argwnenmr que aqud!o con!ra-
decía la teoría de la hemi-tmopsi(l, me enfren.ré con este excelente i·omen;a-
rio: 'la reoría está bien, pero eso no impide existir'." Si esas pHlabras debían
pennan~cer .inolvidable::; para Freud. no es menos cieno que no sufrió sus
efectos como para que le ce.eraran el pico. En efecto, Freud agrega una
pequeña cosa que, como interpretación de !a célebre sentencia, va a darle
retroactivarncnte su alcance: "Si solumente - escribe -se supiera lo que
existe'' ~9 Dicho ¡fo otra mar.era, lo que se tr:.ita de nu impedir que exista no
e;; un mítico hechu bruto, sino reulmente un saber.

s, ~
Ahora bien, ese saber no está ta;1 seguro de su propia existencia como
parecería al principio. Eso es evidente cuando se interrog1 la l6g•ca da.sifi-
cadlJra que lo sostie:ie po: detrás, en las relaciones que insuiura entre el
cuadro y el sÍn(oma. ¿Qué oc~1rre cJJn el sfmorna cuando se cncuenrrJ llamado
a integrar un agruparr.ienlO c!onde d cuat:ro se constit~ye como "especie

~/bid.
:3 "Es iT,~nester .:uii'l:.t:.:e de::;::~~ ~ue ~: rr:lurea!:!'1nc acrua a!a mar.er;:i ~~e ~•i1 ügfr.r pruv()c:l!e:~r
(en ~ranc~:o; en el ~cxto :tlcn1::n) qL:c :.ics:::l~ade~<lJ'Í.1 e! sintor:-:.a. F.s~e. :;u:ho in<..e;>enlile::.te,
s~t:sjstiri.i ~ue~f')". S. F~ud, O. C. Op.ci1. ·re;,!~·) U, p.:1-2:
::")S. frcud. ·°l'~:luf· :i. !iU tr::iducc~ón (.;: ;_,¿,,_·,:r·or:l':.1i de; ff".i:ríe.":. O C. ()p. ~·;t.. ·r:imc t p. l:'3
(.Staftáara EJ. 11nL l, ~. ~ ~9). \' ! ( ~gu;i;ment;: Fr~·.id, ;\1a vit 11r .'u p.rychr.11a{y.<tc!, t:'z.;!. fr.• p.! 9.
(PreJer.:ar.ió.1 tl=.ttOl:rog....<i¡ico, J., '!"0 111:.:0 XX. p. l 3)
enfermedad" '°, es decir, como una entidad de orden inmediatamente
superior?
El hec~o de definir a ia. especie es suficiente para hacer aparecer en el primer
nivel lo qoe no era abordable antes de su constitución, a saber, que dcsd.:: ese
momento un síntoma puede llegar a faltar. El caso ha sido expuesto con l:is
observaciones de Porcz y Pin. Dos consecuencias pueden ser extr:i.ídas de
esla nuev<!.ocurrencía, pero cada una demuestra la dificultad de una aprehen-
sión :::onceptual estable del síntoma, desde el momento en que su definición
se apoya er. la de la especie mórbida.
- O bien se decide que aquello que tenemos que considerar con ese
agrupamiento nueve (puesto que se rraca del p::ímer agrupanuento menos un
s;fntoma) es una nueva especie y, e:i ese ca.>o, al repetirse la operación, nos
vamos a encontrar con tantas especies como síntomas; dicho de otro modo,
anularnos Ja dislinción entre síntoma y e:specie que estaba planteada en el
punto de partida.
- O bien decidimos qu:: esa. falta de un sír:t.uma no es esencial con respecto
a la especie; decidimos que el nuevo agrupamiento es de la misma especie.
y entonces sacarnos como consecuencia que ha.y una división iJel registro de
los s.íntom~:. ya que la ausencia de unos no conduce a un cuestionamiento de
fa e:;pccie que pensamos estar considerando, aunque, por el contrario, la
ausencia de los otros provoca el cuestíonamiento oblígator.i::imentc.
Eittonc.es, la oµción es, o perder la dístincion símoma/espe:.:ie, o úi vitlir en
dos niveles jerarquizados la catego1fo del síntoma; pero esta operación, al
repetir;,~ indefioidamcllte pulveriza findmer.te la noción de síncoma.

¡Lo que uno no puede hacer, mejor abandonarlo~ Y Charcot se queda en un


pn1dente ret!rc en cuanlu a la i~errogaciór.. lle la lógica clasificadora que está
detrás de ta r:::l.<!cíón síntoma-cuadro. Estor.o quiere decir que la cuesúón no
se p!~ntee, ni siquiera que no tenga su respuesta, pucslo que lo q:.ie va a op~rar.
una estabíllzrición de esa relación síntoma/especie mórbida, precisamente se
Eama, según él, "cuadro" - término que debe ser entendido ahora no sólo
como equiv~lentc al de espec.ie, sino como pintura, de: esas que se cuelgan en
]os museos.

Es en la sa¡petierc, en tanto que inagotable museo de las tmtiúadcs mórbidas


donde Charcot, joven médico interno, dcci<li: inst<.>.larse. No abandonl
entonces. si no que más bien n:alíza, su anhek úe ser pintor. La nosología de
e:;ta clínica d:=! cuadre es una g::leda de imágenes. Y la ~m.Jeba cotidiana del
diagnóstico sólo encuentra segurichtlen estn capturn de !a mirada del o!roque
.apur1t« ut cuz:,Gro :v' qlie es Ja lltJiC['t que e.la ~; u cons1stencia a! diagnóstico.

~,,J.¡\(. (1Httco~ L~~nn; d1J .}yian::. t,·011, p.23 .


El cuadro ciínko va hasta smr.etcr a su ordi=n aquello que, en ia práctica
médica, depended~ la fisioiogía. Allí también Charcot recurre a los extremos
para recibir c:cnf:rmacíón de la corrección de su posición. Invocado por
Charcor, habla el Maestro de la fisiología,. C!au<le Bemard: "No hay que
subordinar- dice - ta patoloKfa a la fisiología. Hay que hacer a la ÍTfllersa..
Es menener primero plantear el problema médico tal como e:r dado por la
observación de la enfermedad; luego hay que tratar de proporcionar la
ex.plicacir5nfisioiógica. Actuar de otra manera sería exponerse a perder de
vista al erefenno y desfigurar !a errfermedad.E11 mi opinión - comenta
Charcor -estas son e.teelentes palabras. He insistido en citarlas textllalmerr-
te porque son absolutamente signijicati:>as. /lacen comprender suficiente-
mente que existe en po.tologfa todo un campo que perrenece como propio a!
médico, que sólo él puede cultivar y hacer fructificar y que pennai1eceria
necesariamente cerrada al fisióloga, el c¡¡al, sisternáziccamente corifiriado
en el laboratorio, desdeñaría !as enseñanzas de !a sala de hospital"3'.
Freud, fonnadoen una clínica que tenía "tendencia a hacer una interpretadón
-
fi~iológíca del estado clínico v de la interrelación de los sfotomas'~7 no hizo
.
suyo este "método francés" donde la ímagen dfoica y el tipo juegan un papel
fundamental. En d artículo necrológico, inclu.~0 atijí.:iuyc a su carc1Cter
exclusívamcr.te nosográfico, el •Íraje por d eual Cha.rcot se mete en ntra vía
que la que indica la his¡érica..•\i mét0do francés se le escapó la histeria por
haberse atenido a una !_}reem.inencia d:!- lo e; -óp;co como campo de ejercicio
de un goce .intelectuai, c;uyo elogio ha::ía Charcot sin arrlila.'lll!Se. Freu<l, con
ttrminos de 1.m asombroso extremí:;mo, cons.ag:ra des páginas a una presen-
t<.1ció11 del método clínico de Charcot: "No era ur.. hombre de rej1exión, un
per.sarior; ienía la ;uituraleza de un artirta. En;, como decfa él mismc un
'vísuel' (en fumcés en el texto alemán), un hombre que ve. Eso era lo que rws
decía él mismo a propósito de su mé:ado de trabajo. Tenía la costumbre de
mirar 1uia y otra vez. las cosas que no comprendía, de profun.diz.ar día tras
df'a la impresión que ex:raía de ellas, hasta que repe:1rinamente su compren-
sión cayera sobre é!. En !a visión de su espírit:J, el caos aparente q:;,e
presentaba la repetición continua de los mismos síntumc.s, comenzaba
entonces a ordellllrse. Las nuevas imágenes nosolágicas emergían caracte-
ri'l;adas por la continuidad constantl? de ciertos grupos de síntomas n_
Charcot enseña presentando. Lo nece~ario de la co;;a consiste en que sólo la
pr!!scntación pemliteponeren presencia cuadro y mirada, tiempo puntiforme
doncle "la luz es tal que afecta a los e:;píritus.menos p~cparados" 33 • Ese golpe
de Chan:.:ut - como s.:: hab1a de nn golpe mortal - merece que;: nos ocupemos
de é1. pues pennire uua elucidación dci hecho h!pnó~ico como fumfarnent.al-
menk ligadc r:l discurso de la uni•:e~sidad.

11 J. M. Cnarco~ LM.S.N.• l ~~7. (.ill. p ;..


':S. }-';-~:h1, Cha~·:ol. O C. Op. <·i:, Tvr1:0 m. p.14 {Srt;ndürd f.ii. tíll. p. 11-l3).
;J J. M. Ciiurc~~ !..e~·oqs,:11 Mani1. T \.p.23l. :~i~do¡x;r'í;iH;)t. Op. cil., p.t';.
53 r.cer~a d~I ,·ami110 abier.o pn.... Frr.w:J.

Veamos entonces. paso a pa.~o. una presentación de enfermo a la cual Freud


asistió. El relato de esas dos lecciones se ti lula: "Sobre un caso de coxalgia
histérica de causa traumática en el hombre"14
Primer examen, primera ~orpresa: el diagnóstico es afirmado de entrada por
Charcot: " .. este hcrnbre vigoroso colocado delante de ustedes es un
histérico". Hay un desafío en estas maneras. pues ese enunciado no está de
~cuerdo con lo que los asistentes pueden constatar de visu, o sea, un enfermo
cuya apariencia está muy "alejada del tipo chísico aún hoy c!e lo~ histéricos".
Lo que está en juego no es. tanto el establccimlento del diagn6stico como su
mostración, y é.5ta apunc::uá a colmar la brecha eJJtre lo que .>e afirma y Jo que
se da o. •r•er.

El Cl!estionarniento del carácter orgánico de la coxalgia presentada toma su


punto de partida en un saber ya constituido. Hay una "afección histérica de
l:.is articulaciones'' distínw de una llitropatia orgánica, de:;crita por Brodic en
UG7. De esta distinción, Brodi~ estableció los puntos de referencia: en la
hístcria, el dolor está rr.ás extendido y es más intenso en la superftcíc, el
síntoma surge y d.esaparece bnitalmente, a menudo como con.secuencia de
una impresión moral; por otra parte, nn hay ni atrofia del miembro ní
elevación de la temperatnrn. Sin embargo, segunda sorpresa, uúentr!ls que
ese tipo de di:;tinci<Ín es típícruneme aquello con lo cual Charcot constituye
su imagen ciír:ica de la histeria, esta vez él minimiza la import::mcia de esas
referenc:¡¡s: "Hay a4uí, sefü)fes, no debemos dísimular!o, matices muy
delicados." Como lo ;ndíca su empleo <le! término"di-simuiar", la razón de
esa negati v1 :10 consiste en un rechazo de las localizaciones sintomáticas
propuest;:is por Brodie, sino en el hecho de que este autor define la histeria
cot:lo simulación. Este es el segundo punto que entra en juego en la
presentaciór.; mostrar que la histérica se iden tífica con el cuadro de la histeria
equivale a écmostrar que no es una simuladora. El cuadro tiene por f.1.11ció11
excluir la simulación.
Tenemos entonces a un enfermo que presenta todos los signos de una
afocc:ón articular con lesión orgánica: encogimiento del n:iemhro inferior
izquierdo, anicula:i:)n inmovílizada, dolor que crece con la presión, volu-
men inferior de! muslo izquierdo. actitud caracter:stica dei coxálgico que no
puede mantenerse de pie. A pan!r de este último signo, se va a poécr emitir
una duda acerca de b org:micidnd del caso.
Para hacer eso, Charcot illCfO(bce en l:t escena de la pre~ent"cióo a alguit".n
411e hace profesi<Ín de prestar su cuerpo a la mirada del otro. A este ''individuo
sano, hab!tuado a posar para los pintores", Charcot le pide gue irr..i:e canto
cornr>searosi~íe, y cespués de hab~rla cstllc!iado, la act:tud del enfermo. Así,
/rJ iii.:;rérsca tlt .ru.T.d 59

la mirada Je Jo~ asisten tes Ya a poder captar que la defonnación de los


pliegues en las nalga~, idéntica en el enfcr.:no y en el modelo, de~em.le
únicamente de la posición anormal de la pelvis. El sigrm "acútud caracterís-
tica" pierde, con esta pn.:eba, su valor de signo de una coxalgia orgánica;
aislado. corre ..:i riesgo <le ya no poder ser signo de nada, salvo como indicío
de un cuadro fuluro donde podrá. con todo dered10, insertarse.
Pero este cuadro futuro no podría por si sólo ccnstituirlo ese signo. De allí la
necesidad de ·Jn segundo exfilllen que, ac!iterer.cia del primero, se adelantará
esta vez a lo que hay que producir: "Quiem examinlf al enfenno desde otro
punto de vista. Voy a colocarme en la hjpótesis de que está afectado por una
coxal~ia síne T1U1teria, y buscar si !C>,; ~íntomas que presenta son conformes
a In descripción de Brodie."
El.nuevo examen es decisivo, pues opera un cambio completo del diag!lés-
tico. El punto eje es ahora el signo de hiperestesia; en pellizco revela, er.
efecto, una reacción '.li¡:¡erestésica, sin proporción cor, ta ímportancia de la
estimulación ejercida. "lnsisco sobre esta hiperestesia de la piel junw a la
cadera porque ha sido revelada por la mayoría de los autores que han escri[o
sobre la coxalgia histérica; merecería verdaderamer,te ser designada con el
nombre designo de B rod ie." Glori licar a Brodie por haber pues~o a k. luz esta
hioerestcsia comQ signo consiste en prm::eder con el céicbre cirujano inglés
como los hombres de estado con un general que se volvió demasi:ido
poderoso: una estrdla más y u11 nombramiento en provincia calm;irán un
ardor intempestivo. La hiperestesia, que en Brodie <:r:i causa de la bi$teria de
las articubdom."S, se conv:crtc aquí en un signo. Es que el cuadro apela a una
cierta concepción de la causalidad: en primer lugar, por lo sigJiente: que la
cuestión es pos~erg ada para des pub;. S ¡gni lica marcar algo e~te en viaria pura
ctespués; y Freu<l declar:i:á que esta remisión se revela como suficiente para
hacer insoluhh: :a cuestión de la causalidad d::': la histérica. "Después de que
.
los úlcinfos des(;rrollos del dol!cevto de histeria havan '
conducido tan a
menudo al rechazo dtd rliagru5stícc> etiológico, s~ volvió .r1.ecesario pendrar
en La e!iología de la propia iris te ria_ Charcor adelantó :.ma simple fórmula
para eso: la herencia debe ser considerada como la única causn. F.n
consecuencia, la histeria era una forma de degeneración, ruu:; parte de la
"famiUe névropcuhique" (en frnncés eñ el tcx~o a:ernán).Todos los orros
jaezares etiológicos jr~gaban e! papel de causa accidental. de agent
proi•ocaceur (en francés en el texto ulemán)" ~~.
Definición del trnumatismo y com:epción de la causalidad son solidarias.
Una causalidad ligada !:il cua.:ro no puede:: constituirse fuera de esta pura
suposición de una reforcnciti, \!1;;,ig.:i;1<lr\ aqní con el té::rnino de "degenera-

,
60 Jc~rc:i dtl comb11,,•abi~rto por Fre:..d

cíón'', y que no es nada más que otro nombre de la lesión. Al rechazar el de


agente provocador, el método catárüco plantea la cuestión de Ja causa ya no
a propósito del cuadro sino al rüvél del síntoma, haciendo necesaria entonces
una revisión de la noción misma de causalidad. El paso del método catárüco
consistirá en tomar los síntomas uno por uno para interrogar !oque ocurre con
la causa cada vez. y tantas vecr.s comb ese "uno por uno" lo implique. Y cada
vez la falla ce S2 es aquello mismo que obliga a Freud a cuestionar la validez
"del axioma 'cessa11te causa, cessat effectus"', puesto que el anclaje del
síntoma está tanto más asegurado cuanto que su causa está ausente.
El gesto por el cual aquí Charcot le niega a la hiperestesia el estatus de causa
que tiene en Bro<lie, para integrada como signo del cuadro, se revela entonces
como el tipo mismo <le operación que vuelve insoluble h:icuestión etiológica.
Pero no por eso zanja la de! diagnóstico.
De allí viene la necesidad <le un tercer examen, que importa no tanto porque
introduce otro signoconfonneal cuadro de la histeria (lahemianestesia), sino
más bíen por la manera como esta hemianestesia es introducida... En efecto,
todo ocurre como si Charcot desde ese momento tuviera que vérselas con la
imposibilidad de hacer jamds un cuadro por la simple acumulación de
signos. De allí sale ese simulacro de método deductivo que va a jugarse con
lahemianestesia. Si nuestro enfermo es realmente un histérico, dice Charcot,
entonces hay que suponer qur:: él presenta esta hcmianc.st.esiaque es, más que
signo, estigma <le la histeria. Existe realmente, en laca<>i totalidad de la mitad
izqu!crJa dd cuerpo, una anestesia cornp!.eta ai pinchazo y a ia temperatura;
¡entonces. se trata de un histérico!
En cada uno de esos :res exámenes, el signe presenta un valor diferente:
-signo-índice de un diagnóstico futuro, es la acútud característica
del coxálgico de pie;
-signo-apoyo o sígno-confirmador de la hipótesis dlagnósúca, es la
hiperestcsía;
-signo-prueba de la validez de la rupótesís, es la bem.iane~tesía.
l JI timo en llegar, el estigma es el ideal del signo en tanto que es signo
cransfonnado en argumento. Lo patognomónico del signo no es el afonunado
acc idente de unz. clínica del cuadro, sino que asegura el anclaje de su
ideaiidaá en un real. Entonces, el signo designado como estigma, repr;t:senta
al cuadro que, en cambio, hace del síntoma un signo que descarta así· en caso
de que eso pueda hacerse - su di(cho)m&r.sión signífic<:>nte.
Sin embargo, ese pase de magia que se apoya en un signe estigmatizado no
la hi$térica en. swn.a 61

satisface plenamente a Charcot. Un cirujano eminente, revela é1 después de


ese tercer examen, extrajo las do:; c.:ondusiones sig uientes de la ex_;>loración
del caso:" l) No existe en este sujeto hue!la<; de una afección orgánica de las
articulaciones; 2) este individuo, rnuy posiblemente, es un simulador." La
discusi6n prosigue: "Evidentemente señores, después <le la exposici(m que
antecede, no podríamos adherirnos a esta última parte de las conclusiones",
y más lejos: "Por dinámica quesea, la enfermedad es perfectamente legítima,
perfectamente real y nada. absolutarr.ente nada, podria autorizarnos a tachar
a nuestro hombre tle simulación." El tercer examen, aunque no cierre Ja
interrogación diagnóstica, sin embargo es suficiente para excluir la simula-
ción.
Si al térnlino de esos tres exámenes no exis te, hat>lando con propiedad, el
cuadro, sin embargo, hay suficiente de cuadro (como se dice que pongo
suficiente cantidad de relleno a cada e mpanada) como para excluir la
simulación. Ocurrt'. que el cuadro es esta "\rnma apretada, cuy'1!i estrechas
mallas, impenetrables, no podrían ceder el mínimo Jugar a las creaciones de
la fanta<;ía y del capricho" ~-6. Una vez que el cuadro se introduce en la histeria,
b única simulación teóricamente encar.:i.ble sería la que lo tomarla como
modelo. Charco! juzga allamen te improbable esta posibilídad, pues implica-
ría, en la histérica, un saber de la histeria igual al del médico, y hasta
infinitmnente superior, puesto que lo babrfaobtenído no por e! trabajo clír.ico
sino por una gracia difícil de imaginar. El cucuiro garantiza la histeria; es la
legitimidad que Charco! ofrece c. la histérica.
Es por eso que, en la Sa\petriere, la his térica no podía más que llevar las c osas
hasta Jos cxttemos. Puesto que el engaño se encontraba implacablemente
desalojado, pue:;tu yue;: ca<.!a manifes:aci6n sintomática er~ ínmediatt.mente
retomada como signo en el universo del cuudro, sólo le quedaba a la histérica
la posibili<lad de darle al cuadro mísmo, valor de síntoma, de convertir Jo que
debería acabar con el engaño en el lugar mismo de una s imulación genera-
lizada. La gran desventura de lo ocamdo e n la Salpe triere se reduce a un
h::cho trivial, en suma : fa sagacidad de un Lic htenberg no ha dejado de notar
que b;ista con cambia; de lugar un florero valioso con la intención de
proteg~rlo de un eventual accidente para que el accidente ocurra por el hecho
mismo de ese desplazamiento. la de.~ventura de Charr:ot con la histérica f!S
su acr.? fal!ido, soplo de aire fresco que va
en contra del programa del que él
se había convertido en héroe, o sea "descubrir el engaño er. cualquier parte
que se produzca. y separar de lo:-; .síntomas reales que forman parte
fimd.a.'IU!nta/mer.te de la er.fem zedcu:i, los síntomas simulados que el aníjlcio
de los enfen nos ie agrega " .i7
No hay Amo tlel engaño. Pero hay par a l3 histérica una apuesta con es:a

" Richer, F.:t.Jt'..<.tur fhysiiro-i piii!p.•k Profacio de Ch.vcot. ? · Vlll.


" Ricl:er. Op. cit., p.! 11 .
62 acen·a. cJ~l camino l.(bi~rtu por f reud

implantación de una versión universitaria de [a histt:ría; es le que manifiesta


ei cierre final de esta presentación de un caso de coxalgia.
La segunda lección, que present::. el asunto como resuelto, se abre con el
ar.uncio de una victoria. El enfermo "ha comprendido mejor sus intereses y
se sometió a nuestro examen". Este examen decisivo, puesto que por fin
permitió igualar al enfermo con el cuadro, ¿en qué consistió, como para que
el enfermo se haya negaóo firmemente a .ser .sometido antes a él?
Se había comprobado que Ja cader.'.l se movfo. libremente después de haber:e
suministrado cloroformo al enfermo. Aquí convergen. la seguñdad del
diagn<Sstico y la utilización del cloroformo. La histeria sólo se declara
aprobada co11 la cloroÍormizaci6n del histérico. Esta convergencia prohibe
distinguir, como lo hace P. lvfarie )g . er.tre ur. Charcot hipnotizador y otro que
.>ería en gran clínico. El poder de _¡:;roduci::- a vo luntad el cuadro de la histeria
"aprovechando ese estadc mental de los sonámbulos que es la creóulidad
absoluta" encuentra en la hipnosis su condición de posibilídad. ¿Por qué no
ratificar esta declaración ele Charcot que hace de ella ''lo sublime del género
y el ideal en materia de fisiología patológica·•39? Con la lúpnotización de la
histérica. el ideal se hace realidad: "Poder reproducir un estaLio patológico
es la perfección, pues parece que uno tiene la teoría cuando tiene entre
manos el poder de reproducir los fenómenos mórbidos"'°. Ei cuadro, y cun
él el método clínico, sólo recibe su consistencia de un:i r:úradahipnotizadora.

~1 ~a
s1 ~
La presentación de la histérica en suma, en sueño, nodejabadetener su efecto
sobre la asistencia; este efecto es de contagio de ia hípnosis. Freud da
testimonio de eso cuando, describiendo la lección clínica de Charcot, habla
del Maestro como de un "m:igo'' que subyuga a un auditorio por esta
enseñanza fascinada. "Cada una de sus lecciones era una pequeña obra de
arte, de construcción y de composiciólZ: esraba en un estilo perfecra y
producía una impresión ral aue todo el resto de la jomaLia uno no podía
extirpar de sus orejas el eco de !o que él había dicho, ni desemóarazar el
espíritu. del pensamiento que había e.Jr.presaáo "41 •
L o que yo llamaré aquí eco-psicología, es esa operación cuyo producto es un
Charcol docente, y consiste en ¡mner el saber, tomado como cuadro, en ese
puesto de comando de do nde el c tro es enfocado como un objeto que es causa
cel deseo é.e dormir.
La eco-psicología es !a psicologfo que conviene a Ja universidad; la hipnosis

"P. :>.1a11e, 'Elo~e de J. M. Charcot"' Bullttin dd'AcaJémic de Uidicin•. 1925, XCIJ. Ciado
pD:' G. G1Jilh•n.
J.•~. CMrcfJI. sa vie. son oer,i;r~.
,. J. M. Chatcot. L'hysti rie, ic<io• .,,¡coghlo' por E. Tri:ta~ p.101.
~J. M. Ch:u-~o!. J!>id.• p. 100.
•• S. Fr:"d. Ciuucnr. O. C. Op. c;1.• Tome lll. ¡>.19 (Standard Ed. Vol. ili. p.! 7).
la .~r,st;rica e11 suma 63

la sostiene; como es cfoctiva. sería ese punto en el cunl el discurso universi-


tario alcanza lo sublime. Que finalmente tcdo el ·'affaire" de la Salpétrie::e
haya caído en el ridículo, evídentemente no debe asombrar: lo ridículo está
a sólo un paso después de lo sub\írr.e. La versíón universitaria, mejor aún. la
avecsión universitaria de Ja histecta, eqdvale a vertirla en la cuenta de lo
sublirr,e,convertirla en un saber en suma, un saber que se distribuye como ese
puñ:i.do de arena que cierto arenero del c:.iento infantil francés arroja a la
cabecera de la cama de los niños pequeños, no tanto pura cerrarles los ojos
y hacerlos donnir, sino para que s:rv:m. como m.irada, para lo que va a ser
causa de los juegos amorosos parentales.
Al entremezclar su traducción de las "lecciones del 11'.arres" con notas de
lectura de su cosecha, Freud sabía que iba a. disgustar a CharcoL De todos
modus io hizo, y el asunto participa del mismo golpe que iba a ser aseslado
contra la reputacíón de la Salpetriere con el anuncio de que la .~imulaci6n no
escatimaba sus med;os en ese lugar.
Charcot no ve que, al querer acorralar "el ;irtificio del enfermo", llega a
reintrcducír él mismo este artificio reproduciendo, como <lice sin darse
cuenta. "artificialmente los sin1omas"•2 • En esto, confirma el' importante
descubrimiento de Breuer. y esta confinnación constituye el interés que
rceu<l !e dedica a su rrabajo. Laindifere:icia que le :na ni fiesta a freud cuando
éste le comunica su descubrimiento, tuvo porefocto hacer palpar di:ectamen-
te al joven becario vic:lé.s que no se trataba de reconocerle ¡;] .síntoma su
alcance de pala!:ra, síno que se necesitaba otro discurso para este r:-conoci·
miento. Entonces, cabe pensar que esta indiferencia tuvo para Freud un
t!fecto de reactivación y el métcdo catáníco, confirmado de hecho. pero
rechai:ado de: derecho, ib:i ¡¡ser constr·Ji<lo por 61- hasta el descubrimiento
de la fonrasía • cumu la práctica y !:~ teoría conformes 2\ cliscnrso ele la
hl'stéríca.
Durante un tiempo, foreud pudo ser portavoz de la histérica; fue así porque
podía autorizarse a ser el incauto de la histérica. Tal la l:::cción de la
Salpelri~re: para quien se ¡;r:.:tcode parrenaíre de la hístérica, está excluido
el pretem1t:r escap11r al ridículo.

•'J. M. Ch:ltCOt. !,M..\'.N., 1.!1!. p.190.


,
Segunda parte

los sesgos de lo literal

,
Capítulo tres

trad11cci ón, transcripción,


transliteración

Su juego en una secuencia: incidente de la vfspera,


sueño, chiste interpretativo

Leer con el escrito es aquelio a lo que he tratado de atenerme en los dos


capítulos prece<lentes. Cienamente, quien tomó conocimiento de lo que ha
sido dicho hasta aquí sobre la relación de Freud con 1a ::ocaína o die su
encuentro cvn la histérica Je Cbarcot cor.vendrá en que esta lectura renueva
su :sentido. No carece de intcr~s, ~in embargo, preguntarse sí esta renovación
define la lectura co-mandár.dola o sí constituye más bien su secueia.
La cuesfüín parece ser la de saber lo que se impone, entre Ja letra y el sentido;
o. también, y tal vez más justa.mente, si no deben distinguirse dos modos de
lectura según que prevalezca en ellos la letra o el sentido. La introducción del
escrito en la lec:ur:i, ¿viene a ~atificar, a ::egistr:u para ia lectura una
renovación del sentí<lo, o bíen juega füera del sentido pero. sjn embargo. r.o
sin llegar a modificarlo?
Pero, ¿no es demasiado reductora esta dicotomía? ¿No compromete la
cuestión más gencrol de lo que se puede esperar deL escrito cuando se le da
aquel lugar que conviene, el lugar que le conviene, el que no lo refrena por
adelantado, por ejemplo, al revestirlo ·del corsé que, no sin sutileza se
construye con una ideología de Ja escritura?
Sobre el alcance de lo escrito se puede leer en La instancia de la letra en el
inconsciente o la ra:ó11 desde Freud esto: "Lo escrito se distingue en efecto
por una preeminencia del te:r:to, en el sentido que se verá WflUJr aqu( a ese
factor del discurso, lo cual permite ese apretamier.zo que a mi juicio no debe
68 !.os sess;o.s de in literal

dejar al lector otra salida que la de su entrada, la cual yo prefiero difícil " 1•
La función de esta preeminencia es impedir lo que puede haber allí de
demasiado flexible habitualmente en ese juego entre el imaginario y el
simbólico can importante para nuestra comprensión de la experiencia2 • A
esta flexibilidad, demasiado grande, se le pueden dar varias respuestas.
Distingo no sólo dos, sino tres respuestas.
La traducción se caracteriza por promover lo que seria una preeminencia no
sólo del sentido sino, más exactamente, del sentido único, del un-sentido;
ella se guía con este un-sentido para decidir sobre el falso sentido o el
conc:ra-senti<lo pero sólo interviene como respuesta posible al juego dema-
siado flexible del imaginario y del simbólico si participa de lo literal, dicho
de otro modo, de otra cosa que de aquello que la orienta. Este anclaje en oc:ra
parte le es tan indispensable que se puede desafiar a cualquiera a producir
un solo ejemplo de traducción en el sentido moderno de este térmitlo
que sea de antes o de fuera de la invención de ia escritura3 • Hay allí un hec'ho
que, al menos en mi conocimiento, nadie ha señalado y que no ha recibido
entonces, a foniori., toda la repercusión que merecería en una teoría de .la
traducción. Lo desaperc¡hido de este hecho tiene su razón en el mantenimien-
to de una visión( corresponde aquí decirlo) de lo escrito como pura y simple
transcripción de la palabra.
La transcripción es esta otra manera de regular lo escrito que toma apoyo no
ya sobre el sentido sino sobre e! sonido. Este modo dctennir.a 1o que se llama
la escritura fonética. Un sen ido por letra, una letra por sonido, tal es la regla
de la transcripción f0nnulada. enu·e otros, por la gramática de Port Royal y
que todo escolarizado sabe que no es aplicada. Que yo diga de ella que es
inaplicable parecerá tal vez excesivo; el hecho está all.í, sin embargo, tio

'J. Lican. l!.J~ritos l. :!'ü.iucción Tomá.~ S~govia.. .Siglo XXL Mé~ico. 198-1.. p.473.
'J. Lacan, Seminario dei 3 :le julio de 1957.
'Podcmc$ .J.ar cuenta de \O'IJOC ·'t.radudr" quiere dedr, en una socidod c¡11c no ha efectuado
la escritura de su lengua. con uJla b.coma .:¡ue tos airicnnos de amguá (wia ci.n:uascripdón
Bamileké) se conmban cn!Te si. no sin eocoucrar en ello motivtl di: hibritl:lil. Hsy que decir que
e:;td broma 0-0 fue dicha~ )u$ bl;mcos sino dc<puós de la mn<:rt.e de! ":radoct0<" afric:ino del que
.-e tr~t'1ba. L:> historia le uc.,;rrió a '\m médico blanco de una ir>Jsión pro•er;mte, el doctor
Broussous quien, para poder ej~r•:er. utilizaba los oficies de an tr.:ILl<,ctur ::.frii;;mo l!ama:\lo '
André,pucs no comprendíu ni una palabra ~D bangu:i. Un día un granjero africauo olega a'"'
cc11sukl con una go~tina.. Se ir.ici.i e.Dtonccs el s.iguicut.:: inr.etcaiflblo d: p."ll;1.br;1.');
·El consul:ame (se dirige •o banguá a André}: ¿Te~dr.í:t bien el doctor G"" yo le traiga mafüma
a r.-1i mujer?
- El drxror (se 6rir,e ".11 iront:6 a Aodré): i.Qué quiere que h.agaco~ esla ~al!ina 7
• 11nú.ré (al doctor): Quiere que us1t:d atienda a ~u mujer.
: F:I dnc:.Jr (a AnrJ,-.;): ¡Qué la traiga!
-E{ cvr.s•JJtante {ir.trigr:do por le que acab:{Ce olr sin con1prenóet, se dirige:» / .. :ldré): ¿Qu~ dice
el doctorº
... .1'.n.áré {3.l L'or.sulia~te): D!::·: ·~Ut: ~~ enuc~cs ;~ galHna a mi mujer y t;u.e :.rdi gas maña.n.;:~ eJ
d!n~io ~on cu mujer.
traduc:cíón, Jransr.ripci:Jr.., translileraci6n 69

desmentido incluso hasta en las utilizaciones cuitas del alfabeto fonético


intcmaóonal. Algo en la escritura resiste a su reducción a una duplicación de
la palabra, y, por más que le desagrade a Voltaire, la escritura no es una
palabra para los ojos. M<~S bien se trata en esto de uno de Ios ideales d:: los
que ella ha sido la ocasión. Imagínese, por otra parte, este ideal realizado:
entonces la escritura no sería ya de ningún auxilio para ese "apretamiento"
del juego del imaginario y del simbólico; duplicando estricta.mente la
palabra, no haría más que reproducir su laxitud.
La tercera manera de hacer ese apretamiento se llarna transliteración. Regula
el e;;crito no ya con el sentido o el sonido sino con la letra. Pero, se dirá, si
la letra es lo que escribe ¿cómo apoyar.:;:: en la íerra para lo escrito? La cosa
puede parecer paradójica. A es ta observación. responderemos de unamanern
que, píenso, dará solucíón a la obj~ción. Sin querer de entrada definir su
concepto, diré más bien lo que nombra la trans1iteración. La transliteración
es el nombre de esta manera de leer que promueve el psicoanálisis con la
preemine11cia de lo te::r.t>.wl; ella es esta preemi11encia mi..~ma, la desigri.,1, la
especifica, y la da por lo que ella es, a saber, una operación. Pero comn esta
operación no es, hasta el presenta, conocida y practicada más que en ciertos
medios cultos especializados, conviene tal vez de entrada iñdicar qut~ no
carece de pertinencia introducida en el crunpo freudíano.
¿Qué hay de mejor que un sueño para hacerlo? Un analizante me cuenta un
bn~ve diálogo que tuvo lugar con s u mujer cuando los dos se encontraban en
1.3. :nesa. La noche precedente, él había soñado qu~ un hombre llevaba sobre
un horr..b~o (épaule) un cuerpú humano plegado en dos y, de pro':lto, es:::
cuerpo c.:arga<lo aparccia como el de un pescado (poisson). Entonces, sí él
relató este sueño a su mujer, fue pcrque en ocasión de la comida le apar<::ció
e! chiste que lo condujo a recordarlo. Como el lector sabe porexperier.cia, un
chiste se cuenta: eso va íncluso hasta no poder no contarse. En esto e: chiste
ex-siste como formación del inconsciente. Tal es el esL'l.n1s que recibe de
Freud y que da cuenta de que un chiste puede constituir interpretación del
sueño. El decir del chiste irnpiica ciertas condiciones a nivel del auditcr,
quien debe estar <le c.:íerta manera enter1do del asunto. La mujer de este
ar.atizan te estaba en verdad enterada dd asunto, ya que una observación de
ella t:n el momento de acostarse habfa suscitado el sueño que él le c.:on!.aba y
el chiste venía a enlazar uno y otro (ci incidente de la víspera con e! sueño).
Viér,dolo desnudo la vispera por la noche, elia había observado que él había
engordado y, reconociendo la co::.a, él le había .respondido infc1rmándole
acerca de su intención de empn~nder un régirr1en a pa.!='.ir del lunes .siguiente.
Entonces, estando er. la :ncsa, le parecía (era un domingo, vispera del
conüenzo dd rég!men proycc~ado) qut'. el "poisson" (pesc<i<luj dd sueño
Dibujo Lle Jcun-Pierre Grauz.crc.
l!'aducctótt. !ratUcripción. trans!iJ~tación 71

quería decir al revés, al vés-re, "son poids" (su peso), y que así él "cargaba
su peso" al menos en el ~ueño. Consecuentemente, tomaba su alcance el
hecho de hacérselo saber a su mJijer pues el chiste (no gran cosa como chiste,
p~ro el inconscicn te si bien es snob, como dice Albert Cohen, no es mojigato)
decía a su oyente lo que el sueiio había cifrado volviéndoselo aceptable. Su
respuesta alcanzaba así su direcc.:ión pero sin lastimarla.
En el <liván se presentaban, ciertrunente, otras prolongaciones asociativas.
"Gordo" era disimulado, censurado, en los comercios burgueses en que,
cuando niño, lo vestían. "Robusto", decían de él, con un muy robusto
equívoco, "robusto", ya que aplicado a un hombre como calificativo no tiene
nada de peyorativo. En resumen, ha'::iía recibido la observación de ~u mujer
como una ca~tr:ici6n imaginaria y la interdicción que se había impi:esto a sí
mísmn, s:n saherlo, de darle una r;:spuesla demasiado brutal que la hubiese
heódo, no era más q:.ie la consecue.ncía de la imagina.rización, en el lugar del
Otro, de la herida que él había recibido sin saberlo. El malentendido es aquí
patente, pues admitía ahora que su mujer, al decirle eso, estaba lejos ée querer
destituirlo de su posición de hombre "robusto": ¡para ella, gordo no evocaba
robusto, síno más bien el impedíme!lto para serlo!
Sin embargo, esas prolongaciones desorientan al !ec~or; le hacen creer que
dicen Jo verdadero sobre lo verda<lero e.le ese sueño, siendo que no hacen,
como el sueño mismo, como su desciframiento en un chiste, más que medio·
decir esta verdad. Esas prolongaciones tienen ellas mismas otras prolonga-
ciones y la nomínación por Freud del ombligo del sueño quiere decir que no
hay ning-:.:na posibilidad de alcanzarjamás eso verdadero sobre lo verdadero.
Es, enlonces, legítimo atenerse a Ja secuencia (nunca tenemos que ver ccn
otra cosa): observación de la víspera/ sueño I chiste.
El sueño da al "has engordado" otra respuesta que aquella que fue formulada,
como si esta última no hubiese sabido resolver la cuestión que la observación
rea vi vaha. Llevar o no su peso, tal habrá sido esta cuestión. El futuro anterior
es aquí exígible pues Ja cosa no aparece más que en el tiempo tres, el d~ !a
interpretación dei sueño por~¡ chiste. Se habrá tratado de llevarsu peso como
uno lleva su edad o como uno ..la lleva más o menos bien de salud".¿ Qué es
lo que realiza el sueño con re !ación a esto? No traduce en otra lengua el anhelo
de este ana!ízante de llevar su peso; y el empleo bajo la pluma de Freud del
ténnino de Übersett.u.ng con este fin implica una dcfi:lición tan laxa de io que
es la traduc~ión que nadie podría contentarse cor. ella. La extensión de su
concepto abre enconces !a vfa a un tipo de int(!rpretación que hay que llamar,
en efecto. abus¡va. El "eso traduce... esto... o aq,Jcllo" desprende la traduc-
ción de lo iiter::i: y siglier., enton.::~s. las imbecilidades que, en boca del crítico
72 1C1s sesgrni: Úf:: 1{) (iltrc;I

literario, hacen de !as novelas de Balzac la traducción del profundo senti-


miento, suyo, de io irrisorio de lt1 vida en sociedad. Eso no es r.i verdadero
ni falso, y no hay nadaqJJe responderle, saivo si se observa que esta extensión
da razón a Popper en su critica a1 psícoanálísis. Pues hay que admitir en efecto
que tos psicoanalistas caen, quien mejor, en este género de imbecilidades. Yo
la !lamo "inteligencia", pues consiste en la pretensión de leer entre las líneas;
y si la práctica de Freud se funda sobre esta preeminencia de lo textual que
subraya Lacan, en el más alto grado, la indicación dada a los psicoanalistas,
con~iste en que leer las líneas es la actividad en la que deberían desplegarse,
o sea, plegarse a ellas. El desvanecimiento de Champollion en el momento
preciso en que comunica a otro, su hermano, que él sabe leer las líneas. es un
hecho <le estructura. Llamo "debilidad (mcntai)" a ese leer las líneas; no basta
hoy c0n que un psicoanalista invo4ue a Freud y a Lacan para que estemos
seguros de que no hace de la teoría psicoa.na1ítica un uso de esa calidad que
da la primacía a ia inteligencia sobre la debilidad mental~.
No es posible tampoco admitir que ese sueño transcriba en el sentido aquí
definido de u na escritura tle! sonido; el "llevar/cargar su peso" no aparece allí
como escrito fonéticamente ni incluso como acabo de hacerlo aquí. En el
nivel dd sueño, Je:; imágenes se suceden: primera imagen, un hombre lleva
un Cl<erpo humano sobre un hombro y, segunda imagen, ese cuerpo cargado
es el de un pescado,
Sin embargo, esta segunda imagen, tal es la lección apres-coup del chiste
!nterpretr-•ivo, ne '!S tomada en cuenta por el trabajo del sueño en tanto
ímagen en el ser.tia:'> de una pintura de la realí<lad; el pescado ~argado no es
preferido a cualquier otro objeto susceptible de serlo sino en tanto que, en Ja
lengua del soñante, poísson (pescado) es homófono de poid son. (peso suyo).
Semejante encuentro no podría darse, por ejemplo, en inglés. Y m.i traductor
en esa lengua debe<'á escoger aquí: o l>íen citar los términos en francés, es
decir, renunciar a tra.ducír, !oque no es propio dela vocación de un traductor,
o bíen, recrear de e:orerno a extremo una secuencia en la que jug:rrá-la
homofonía para el que habrá de ser su lector. lo que !o conducír:í a reescribir
completamente, alrededor de un ejemplo de su cosecha, estas páginas,
;;jcrcício que sólo tiene ya un lejano lazo 'Cor: la traducción. El sueiio no
traduce y no es traducible. Escribe por el _contr~ío: aquí, el son poids con ia
imagen del poiss(;n. F::eud, C1Jmo se sabe, no sólo compara sino que identiflca
sueño y ace!tijo e rious. El sueño es una Bilderschr~Fr, una escri!ura por
imágenes. Freud se dedica incluso a recalcar ia cosa precisar.do que lus
imágenes del sueño no deben ser leidas según su valor de imager.-Biiderwert-
sino tomadas una por una en la relación que cada una mantiene con un signo,

"He aquí, ec:~~ una multicud un ejemplo de ' tl":"'<.:111c;;ió1l" 3b~siva; :si! tr..:ta de:: u:; ~tico~n de
1
1

U .ttonúe q1Je. ci<i <:.:iJ.(.!Ota de los étur~~iens de B:t:r~u lReunioces de S ichat) en 4.UC: ~e Jee. "e1
h1:;orertlo, ia nhcsidnd por buhmJa. la enarcsis, ~as fuga.\)' Jas cC'nducta.s dt:tincuentes traducen
a rnenurlo ur.:l rle;:i(eslón ~uby acenlc". Le hfr>nd~. l(I d~ OC ~!~)fc Lfc l9BO. pJ J.
tra4occit5., transcrip•:•nn. trarulüt!'<ldón 73

lo que el llama Zeichenbeziehung5•


¿Qué ocurre con esta relación de la imagen con un signo? En el caso
presentado, la imagen del pescado escribe el signo son poids (su peso). Tal
cosa es familiar para aquellos que se han interesado en las diferentes
escrituras: la designan a veces con el ténníno de "rébus de transferencia'' o
t:l.mbién "rébus ficticio".
No hay que olvidar que una gran prute de los ideogramas chinos son forjados
sobre este apoyo homofónko6 . Así la palabra donx.i que es el nombre para
"cosa" se escribe cor.. dos ~aracteres dong y xi~ sin preocuparse por el hecho
de que el primero significa "este" y el segundo "oeste". Sólo es tomada en
cuenta la homofonía. que interviene de una manera que puede ser llamada
fuera de sentido tanto más cuanto que ella separa, por la operación misma del
rébus. el carácter para dong y el carácter para xi del objeto al que cada uno
rerrúte, parainteresar.>esolamente por la relación del carácter con el signífic¡¡nte
del nombre del objeto. Este procedi:niento que apelaba a la añadidura de lo
que se ha llamado "clave" con el fin de distinguir los homófonos, para
reintroducir sentido (sin esas claves. los homófonos así escritos serian
igualmente homógrafos) fue puesto en acción masivamente para ia escrit<Jra
de la lengua china pero, igualmente, cada vez que fue necesa.'"io irnportar a.
es ta escritura palabras nuevas: cuando se escribieron los nombres propios del
panteón budista. pero también, recientemente, con la adopción de ténnjnos
técnicos y científicos. "Lógica" se escribe con dos caracteres que se leen
/uójí; "aspirina'' se .::scribe con c•Jatro caractc::~es: ii-sí-p í-líng. Que un foliz
concurso de circunstancias haga que, para la vitamina, los tres caracteres
escogidos sobre esta base homof6nica w.:itaming signifiquen, puestos juntos,
"proteger su vída", no desmiente ciertameme sino que más bien confirma, por
su estatusdeexc~pción (una excepciór. de !a misma calidad pennitió a La.can
rrarlucir el Unhewusste fre...:diano por la une-hevue, una equivocación, una
metida de pata), que hay allí dos operaciones que, como tales deben dlstin-

'"El wntcnido del s11eño se da. por decirlo así, en uoa escritura de imágenes cuyos sig~os dcbeo
tt3Jtsfe ;itS4: uco pot uno en la lei\gua de lo~ penwnicntos del sueño. Seri'runos inducido~
~vidi:nt.err.-;nte al error.si .se qcisicsc leeres.os signos ~c~n $U valor de imagc n c:n lugar de: Jcer los
según sus reJacionc$ de !igno~·· Sstas líneas (Ge.~umme:l'~ WerU. a/II{, pp.2S~/2S4) introduc~o
el !Cnnino de riéus ot.'\lllbiénel <le Bi14errr,irsel -~divin= pi:ro iambieo eni gmacon irruí¡:enes-
q;¡e Freud piantel como cquiv:ilcntcs.
• Es decir que yo aorucoo la malcvo;cotr. lucid>;:t de ~n F. Geor~e5 que pecmruiece dem.-.s:ado
rese:-v:tdo s.in cmbatgo en las <::anclusiones qu'! excl'\\e ~~lo que Uan"..a con un~ ~rtinc!ncia el
efcc!o "Yau de ?~~~-". ñaci!:ndo refc::~~ci:J. a esos diálogos <>.p;\rentemcnu: a.bsu:-dos quo: se
t:cr....;tn.:yen. :.:1.ol.ncio a!guien enad~na coa la ülti:r.a ~í1aUa <l;; :.n1a hd1;:c1enc:óo, una ft:lSc qu:. no
\i~~e fo:ws:urie"te n303GUc ver CM !3 óe su inte1loc·Jtor. (Así, por G;cmpto. "n fr.!llcés. >lguien
d:<~e ·'Cct~.mt.:nt v.).S·tu" y ~e tcS~Jnrlen '·yau de p<Xie". E.; decir, en i:spañol. ~¿como .i.n~ t-J.~,
-··eo e;! ·=h~~r1e3'') ¡Llscirna qué F. Ge~1;:ges ;)0 prolong:ue sus t;Ol\Si<lc:r:>cioi!eS deciuando sin
·.r~lor l.J.~s.crizuta chifl=t doude <:?J "'i~u CP. PoC!c" jueg~ un papel tan dt:-:i.$1vu! Cb s.erv~ctóo vi.lida
, iguaink?-.~ ?a.~ -:( texto de F:-::u¿ .~cbrc cJ chist:::. Lo se~o no est.1 <londc ~!lf) etee. Véase
Kie!kegaatC:.
74 lo.s stsgvs de lo lí!tml

guirse. La escricura jeroglífica hace también un amplio uso del rébus de


transferencia "desviando", como dice a su manera Champollíon, los
ióeogramas "de su expresión ordínaria para representar accidentalmente el
sonido"'. Así la maza r
que se translitera hd escribe tanto el substanti YO
"lástima" como este otro homófono que es, en la lengua egípcia clásica, el
adjetivo "blanco"; la canasta -nb(t) escdbe "amo" o también "todo", etc.
El procedimiento del rébus de transferencia no es análogo sino idéntico al del
sueño. Del mismo modo que el ideogrnma de la maza píerde su valor
pictográfico (valor por otra pane relativo) al escribir "lástima", el pescado
(poísson) del sueño no interviene como figurando el objeto pescado, como
evocación de no sé qué universo acuático materno, sino como escribiendo
poids son (su peso); es pues tu pcrel texto del s ueño en rdación con el poisson
como signific:rnte, en el sentido lacaniano de ese ténnino, es decir, en tanto
susceptible de significar otra cosa que lo que el código !e atribuye a título de
un objeto. No hay seria/amiento del significante como tal sin escrito.

Entonces, si la imagen del pescado tiene en el sueño valor escritura!, debe


notarse que esta escritura 110 es alftibética. Pero en cambio, la homofonía
implica ia escritura alfabética como Jo muestran las rranslite::ac!ones presen-
tadas n1ás arriba. El interés de Ja escritura jeroglífica corresponde al hecho
de que se ha mantenido como una escritura bastarda. ideográfica y alfabética
(cosa imp1msable para alfabetizados. como Jo subraya el libro de M. David
ti ~ulado Le débat sur les éc ri.tures er /'hiéruglyphe au.x XVIJe. et XVJlle.
siecles) donde no faltan los ejemplos, incluso en los escribas egipcios
mismos, de fnigmentos de textos transliterados. La tr:i.nsliteracíón fue
pracücada 4.000 oños antes de ser nombrada: se tiene la prueba en el texto
llamado "de las pirámides" que data de las primeras dinastías.
la transliteración es ef nombre de esta operación en que lo que se escribe
pasa de una manera de escribir a otra mar.era. Jvt!cntras la transcripción
apOJr. t:J. a la aso nan:::ia, la tr:msliteni.ción es:::ribe la homofonía, que resul~aasí,
a despt:cho de su no mbre. un concepto ligado a la escritura pues sólo la
e scritura establece la puesta en correspontlencia de elementos de discrimina-
ción vecinos.
¿Se uid, acaso, que csc og.í aquí un sueño muy particularmente suscep1iblc
"' .
de satisface~ la mosiracíón de ese 'ue20 entre dos modo:; de lo escrito? El
lector c onve:idrá en qc:c sí la segunda :magen fue escogida por mí para
íntroduci< la transliteración, la primera, en cambio, me es impuesta por el
relato del sueño. ¿Presenta las mismas características y se resuelve, también
ella, en un chiste? La respuesta es sí. El relato del sueño da la descripció n ya
citada de es t~ primera imagen: "Un hombre lleva sohre un hombrn (épaule)
tnducción, tran.scripciñn, tl'Cl11.sji1craci6n '15

un cuerpo humano plegado en dos". ¿Porqué e! hombro y porqué ese cuerpo


plegado en dos? l.a cosa füe dejada de lado hasta ahora y debe ser abordada
según la regla freudiana que invita a tomar las imágenes una por una. Ocurre
que este analízante -me eokro después por su boc:i, de que permaneció un
tiempo perplejo ante esta primera imagen- habita en la inmediata proximidad
de una i:;arniceóa y que tiene con "recuencía la oportunidad de ver, en una
hora temprana de la mañana, al carnicero cargando sobre un hombro los
anirnales plegados en dos y llevados así del camión frigorífico al negocio
para ser cortados en pedazos. Esta evocación resulta suficiente para sugerir!e
inmcdiatarr.ente que la palabra épaule es del vocabulario de la carnicería:
paleta, espaldilla. Paleta de res, de ternera, de cordero ... ¡él adora la carne!
Pero es un cuerpo humano el que es cargado y como, en la segunda imagen.
ese cueqio resulta ser el suyo, la primera se lee ahora sin dificultad; je suís
porté sur{' épaule, soy cargado sobre el homhro, pero tamhién inclinado a la
paleta, como otros .~e incHnan a cometer tomerías. Después del equívoco de
épaule (hombroípaleta) ahora se vuelve pate~te el de porté sur (cargado
sobre/inclinado a).
Lacan observaba, en oca.síón de un seminario, que la no-i¿entidad consigo
mismo del significante se manifestaba de 'Jna manera tar:ro más notoña
cuanto que se apuntaba a la identidad. Así ocurre con la expresión un peso
es un peso. Ésta presenta dos ocurre.ncias de la misma palabra: sin embargo.
en cada una de esas dos ocurrencias el :;encido es diferente. El segundo "peso"
del avaro, al que esta divisa sirve de guía, es mucho más que un peso, lo que
hace prc~ibir la pennutación de !os ténninos; bastaría qt:e el segundo peso
viniera al lugar del primero y le <lejara su lugar para que :-;e acaba.rala avaricia,
pues la expresión se vuelve entonces ei equivalente semántico de :m peso es
sólo un peso. La expresión un peso es un peso pone, entonces, en juego la
homofonía, la misma que hace lazo entre épau/e (hombro) y épa"te (Qaleta); .
entre etre porté sur (ser cargado sobre) y €tre p"ont sur (estar ínclinudo a).
La primera image:i del sueño torna así apoyo en es:a homofonía para escribir
je suis porté sur l' épaule (soy ca~gado sobre el hombro I estoy ír.clínado a la
paleta) con una escritura "figurativa''. Se tra1a, en efecto, de una escritura
pues el dibujo no ilustra ni trunpoco sugiere ninguna cosa sino que vale sólo
por la puesta en relación de se trnzado con In leng1Ja del soñan1e, puesta en
relación que introduce-pero como enigma- el relato del sueño, y que el chiste
concluve. ni darle al enigma su solución, es decir ai vaci:u-lc de su sentido.
, y

Hay, en efecto, en el relato del sueño menos sentido l.i~!e en lo que resulta de
su interpretación, a saber una frc.sc que, ~ociando las dos imágenes, podría
forrn:ilarse así: "Yo soy cargado sobre el hombro y cargaré su peso, el peso
de est: cuerpo ql:e yo llamo "su" porque no lo !!dmito corno CT'.Íu. ya que me

,
76 los .rugos de /¡¡ /ir~ral

obliga. (al menos así lo imagino) a escoger entre la satisfacción de mí mujer


y la de mi paiadar, inclinado a la paleta''.
Ahora es posible <lar un estatus a los diferentes tiempos de Ja secuencia
presentada aquí:
1)El "hase:;gordado", oído la vis pera de boca de su mujer, fue, sin que lo sepa
el sujeto, objeto de una traducción que hizo de esta frase, ne integrable en el
sistema del Y o, el enunciado ele una castración imaginada sufrida por él. Esta
traducción se caracteriza por estar orientada; aparecería como no aceptabíe
para un jurado escolar que denunciaría en ella, con justa razón, la confusión
entre el vientre y el pene. Sin embargo, haber denunciado precedentemente
la cosa me vuelve más disponible para decir que aquí, "el error" de
traducción, el forz.'Lrníento que ella realiza, son perfr:ctamente adwisibles
porque Ja orientación dada es índice de una propensión del sujeto que pu~de,
entcnc::s, admitir lo que tiene de arbitrario como correspondiente a su propia
ínciinación. Queda el hecho de que le será necesario seguir esta pendier.te
suya, pero, según la feliz fórmula de Gide, remontándola.

2.) El trabajo del sueño elige cierto número de sígnificantes que se caracte-
rizan por ser equívocos homofónicamente. "Etre porté sur", "épa«le",
''poids son"; la homofonía es uno de los nombres de la no-identidlllÍ. cnnsigo
mismo del sign/icante. Ella es un modo del equívoco. Una frase, en fra..J'\cés,
como il connatt mieux ma femme que moi que puede traducirse tanto por
"conoce mejor a nü mujer que yo" como por "conoce a mi mujer mejor que
a mi", es equívoca gramaticalmente, como ve:nos, en ese idioma, en el que
moi puede ser sujeto ("yo") o con:iplemento ("a mi") según el caso. Sin
embargo, el privilegio del equívoco homofónico (un hecho notable e:i
psicoanálisis y confirmado. si fuera necesario, por carla uno de los
((esciframiencos de !as escrituras llamadas muertas) corre$pOnde a Jo que
implica un abordaje ciel lenguaje que distingue sus elementos literales. La
poesía vuelve notoria esta incitación con e!juego de la rima. F. Pongeescribe:
"P-ara tener una verituble tabfa (verdadera mesa) basta con sacarle a veritable
su insoportable verí, a insoportable su insoportable insoporte" 7 (En español
podríamos inventar: "Para tener un precioso oso basta con sacarle a precioso
su poderoso precio, a poderoso so pGldcroso poder"). El poet.ase eleja capturar
aquí por el significante y confía a la honiofonfa el cuidado de operar cortes
inesperados. Al poner sobre el tapete otros recortes del mismo carácter, se
con.stimiría un silabario (o sea algo que corresponde a lo escrito). Un paso
más y he aquí. con las p::ilabras unilíteras y con Ja acrofonía, la distinción de
la letra como t:il. El ir.consciente es poeta. Freud cuenta que había sido
impresionado por la insistencia en los sueños de un p2ciente del nombre
fro<ic~,·c:ón. •rr.rt'icr.·pr id11. rrnn sJ;r~raciQr. 77
~~~~~·~~~~~

propio Jauner. Interpreta esta !nsi:;tencia proponiendo el tér minc Gmmer


(que se debe traducir "rar.ero", ''i:rfilllposo") que r'.!sulta ser su hor:'!ófonc, por
la equ1valencla en e! hablar vulgar, en aleman, entre la G y. la J. Esta
proposición provoca '.rn vigoroso rechazo del pacíente: situación divertida.
del "no eres tú, scy yo... quícn t~cne .razón". Pero encor.ces el paciente le
contesta que esa asociación le parece, con todo, demasiado atrevida: Das
scheim mir doch zu gewugi. y se le traba la /lengua con esta últirr:a palabra
qi.:e, pronunciada jewagt, confinna así con un lapsus la imerpretació11
propuesta pues este lapsus retoma a su cuen!a la homofonía que k: daoa su
fundamentd. Dar a la homofonía su estatus de escritura exige distinguirla de
la asonancia en que con:;iste no la transcripción sino su ideal. La homofonía
es un hecho ele lenguage y solo se sostiene, entonce~, i.:on e! c~crito. A
propósim de la homofonía schreberíana, Lacan observa que "lo que es
imporranw, no es ta asonancia, es la correspondencia :érmino a 1érmi1to de
elememos de discriminación muy cercanos"R. I.a homofonía pone a.<:í en
relacii:ín la !erra con la letra y .se paipa aquí qur. una escritura transcrípti va
'ir.:plica la op<~ración <le la translite~ación. La implica por el hecho mismo de
rcdncirl?. a tal pun ~oque pasa de~ apere ihida cr: cu:mío las letras de un alfabeto
<lado parecen ser colccadas r:.IH en rc!ucíón cada una :::on ella mi!íma,
sugiriendo as í que con este "ella misma" ella no se difercncí<>,. Por ello la
transfaer<!cÍÓn !>e vuelve r;¡ás manifiesta cuando esta correspondencia se
ju.~ga cor: dos alfabetos y más \odavía entre dos manera.~ de escr:bir de las que
una es alfabética y la otra ;io.
3) Este iíltimo caso constituye, para ter::iina.r, lo que el trab:~ o del sudi•)
realiza con la pues tu en imágei~~s. El sueño translitera: escribe, en .fig:,iras,
elementos literales. Y !:a regla freadiana de tornar estos elemento s uno por
uno para su <lescifrumiento se pn:seata como la regla fun<lmncílld de su
translitcr;:ción. P c r haber~e ::itenido estrictamentc aestarel!~a un Ch:iu:pollicn
pudo volver legi bles. por fin, los j eroglíficos ~gipcios. ~
T~ans-litcnm<lo. el sueño escribe. Al escribir, el sueño lee y, a:it::s que todo,
iee Jo que en la víspera no pudo s.:r ligado, dicho de otro modo. ne ¡;udc ser
leído. y Jddo con un escrito. En su relación con el inc!deme de la víspera. d
sueño se compona a contrapelo del primer movimie::ito del sujeco que es de
evitación de lo que perturl.Hi.d princiµi o tk µJacer. o sea ,;u :rnnqu:lidad. HGy
sueñu a partir de otro movimicnt•), eí uue. define con oertinencia ia ~·6rmuia.
de Boris Vian que conci~r:ie al sujeto de la ciencia: cuando cierto inventor
comenta que r.o 'ogn1. hac~r ql!e fa bomba que está cons tr:.lyendo tenga un
radia de ;:occión de m~;; de tres mecro5 y mediu di:::e · ..t ay algo q•.ic falla aí'.í,
retornar~ o.! t~<lbaj o in:ncdiatamcntc". El sueii.o retorna a! inc id:!:-:!e de la
víspern para Je~rlo con escriro. Así Freno ~eciar1 que e! sueño q ue sati!;face
mejor su fu:lción r;s aquel que uno no recuerda.
Lo que el escrito escribe tiene un nombre: se llruna cifra. El sueño, pero
también toda formación del inconsciente, es un cifrado. Cifrar no es traducir,
incluso si la traducción puede ser legitimamente considerada como un modo
de cifrado, a decir verdad muy poco utilizado. Cifrar no es tampoco algo
reductible a un transcribir; que la tran.<1cri;ición esté implicada en el cifrado
no quiere decir que ella baste para definir su oper:i.ción. Ésta no se produce
sí no con la escritura no sólo del sonido sino también del escrito.
Ahora bien, como no dejan de afinnarlo en su ruidosa publicidad y desde su
primera página los libros J~ criptografía, en cuanto un sujeto se enc:.ientra
implicado en un asunto, le es necesario pasar por el cifrado. La cosa, como
~e ha visto, v:ile para el sujeto del ir.con:;ciente: hay cifrado allí donde algo
está en juego.
As.í, c¡ue el sueño lea quiere decir que su cifrado tiene valordedescifranti.ento.
La traaslíteracíón, que escribe el escrito, es el nombre de Ja equivalencia del
cifrado y del desciframiento.
Trnns¡;ripción, traducción, transliteración -escritura del ~onido, del sentido y
de la letra- forman un ternario.
Con las lecturas de Lacan (Lacan lector) que van a ser ;iresenladas pretendo
mostrar ese juego del cifrado y del desciframiento. antes de demostrar su
equivalencia con Champollion.


Capítulo cuatro

el pas-de-barre fóbico

James J. Février relata la hístoria siguiente:vAbd Alláh ibn Táhir. gobernador


del Khorasan, recibió en el ano 844 u:;a misiva que incluía por primera vez
signos-voca!~s. Ofendido por el hecho de que e! gobk:mo centrai pcsiera en
duda de es~a manera su ca¡:mciáad de lecwr, considerando como ur:a des~or­
iesfa hacin él esta introducc!ón ele los sígnos-vocaks,""Abd Al!ah ibn Tfil'.ir
habría d<:::iarado: "¡Qué obra maestra sería sin todos estos granos de cilant:-o
que le han espolvoreado! 1"
Vna clínica que fuera ¡:isíco:m:ilítica se c::iracterizaría por una relación con !o
textual que no se negaría a aprender de esos granos lk cilantto. Esta es la vía
abierta por Freud. Cuamlo La~an -retomando ese hilo-. define la c1ínü..-'5
psicoanaiítica como "el re:!l en t:mto que imposible de :;oporiar··. su pr:íctica
de iector invita J prolongar cs:a<lefini·:ión: este real es irr.posibie de soportar
de otrn manera <¡lle no sea por el escrito. No es que el escrito vuelv::. n la
el ínica ¡;sicoanalítica se portable. sino que es lo ú '.!ÍCO que puede permitir que
se haga valer se imposibilidad. Que lo logre -o no- es un asumo ya
inrrodu;;ido aquí. Sin embargo, sigue siendo cier:o que, incluso si se .rompe
las oaricc:s contra eso, un psicoanalista no se adentra sin consc.::ucncías e:¡
esta vía. La primera Je ellas ::s deshacerse efe::tívar:1ente de !a demasiada
célebre "intuicitín ciíniL·a" que es la co.'1sig1;a de la c~m¡irensióa.
Sóio el puréntcsis compr::mle. y q~íen pretende "compre:irJer", por.e lo que
mclesta entre paj·éntes'.s. u:;f se mantiene el bienestar de la evidencia.

,
80 lo< J<Sgos de !e /ifanl

He aquí una evidencia, elegida por su canícter paradójico, fonnulada en Le


chat noir (El gato negro} por Juies Jouy: "para el premio gordo de 500.000
francos, era perfectamente inútil vender cantos billetes, pue~to que sólo gana
uno"2 . La evidencia no se discute. ¿Cómo se opondría un argumenro contra
la especie de satisfacción lindante, en la evidencia, con el mantenimiento de
una relación intuitiva con el real? Hay algo que está e:i juego en ese
mantenimiento.
Otra evidencia, la de ese padre de familia que me decía que :io podía dejar de
tener hijos porque estaba fuera de discusión, para él, que uno de sus hijos
sufriera ia posíción de "últmo", cosa que él mismo había tenido que soportar.
Está en juego aquí lo que se presenta como simbólicamente inasímilable en
la procreación. La Anne Desbaresdes de 1ltfoderato Cantabile formula con
precisión esta dificultad con la confesión que le suelta al profesor de piano
de su hijo: "no logro ser razonable y resignarme con este nil1o". ¿Cuántos
segundos, o íncluso enésimos hijos deben .;u vida a esta otra jugada de la que
se espera finalmente alcanzar aquella resignada razón?
El "ser razonable" está en juego cada vez e!l una demanda de análisis. "Hay
algo que quisiera poner entre paréntesis, nada más q:ie, mire, no lo logro."
Esla fónnuia de una dema.'lda de análisis señala el lugar fuera de los
paréntesis donde lo que ir.sís te se. resiste a la comprensión. ¿ Ofrecer::í, acaso,
el análisis una nueva comprensión, más amplia, más tolerante, donde el
síntoma encontraría finalmente, sí no su reducción, al menos su inclusión?
Estos buenos sentimientos, por más loables que sean, a¡::>iican lo rncional
sobr~ ío intuitivo, y se niegan, de hecho, a la presentación del síntoma fuera
de paréntesis. Ser razonable con aquello que está fuer;1 del paréntesis exige
admi!irlo como tal; pero esta aceptación sólo es practicable desde un apoyo
en otre> Jugar, sofamente ahí donde esta razón podrá ser incautada por sí
misma haciéndose razón gráflcal.
Una clíníca de Jo escrito se apega al caso, pero de cierta manera. Se prohíbe
soltar demasiado rápido el caso para evocar otros casos, o incluso el cuadro
que los pr:!scnta e~ su generalidad: no espera gran cosa de fas generalidades.
Y la prohibición a la que se somete es sólo el envés de la autorización que se
éa de "r~gresar una y otra vt:z" al ~a:>o. La primacía <le! caso tiene que ver
con la misma exigencia formdaua por Freu<l a propósito de la interpretación
ce las imágenes de! sueño. Así como es<as imágern:s deben ser toma.das una
por una, de la misma manera se procede cor. el caso. Freuu llev:i. la cosa tan
lejos que aconseja al p:;icoanalisla, y lo repetimos con frecuencia, que ~bor<le
cada caso sin lomar en cuenta Jo que creyó aprender de otros casos. El
consejo es de lec1ura, de invitación a Ja lectura pdmero. porque leer no

1
Cir;ido p<:t J. C. C.irrii:1'e, !-!""'"'"' f 900. ~d. "J'<!i Lu", París. p.; 14
; ú.t l"tU:rn n gtopl:iq';J~, ti'tu~o c:!e L•l'I libcQ ti~ G. Gcody en ~~'l'S Ed. de: ~1i::.uit.
el "pa.<·de·barre"foóíco &1

depende de una inclinación natural. Pero, más aún, el consejo introd:ice a un


modo específico de la lectura. Y puesto que es de Lacan de quien recibí una
enseñanza sobre lo que podía ser ese modo de la lectura, me fundaré aquí en
él. en tanto que lector. para despejarlo. Escojo para hacer esto dos lecturas
de Lacan: Ja del mal llamado "pequeiio Haris" y el de la empresa gidcana. A
lo litera! del objeto fóbíco hari eco aquí !a fetichí7.ación del objeto letra
(Capítulo cinco).
¿C:ómo lee Lacan el testimonio doblemente indirecto que dio Freud de la
fobia de Hcrbert Graf?
Lo lee al sesgo. Que ese sesgo sea aqtJí d de lo literal -lo cual se trata de
mostrar- no éebe conducir a desconocer que esto es lo que dio un límite
prematuro a la fonnalizacíón avanzada: es: a fonnalización fue recibida por
el auditorio, desde el comienzo, como algo que era una metída de pata. El
resultado aparece hoy como un texto que, aunque no tiene menos de 400
hojas mecanografiadas, sigue siendo un texto abortado. Si el lector, acepta
no prejuzgar sobre la relación del texto cor. el aborto, estará de acuerdo en que
no hay motivo suficiente para impedir su kc.:tura.
¿Diremos que el "pequeño Hans" es un texto porque sólo lo ;;:ncontramos
como huellas escritas -primero por el padre y después por Freud-de una serie
de conversacícnes que :Y1ax Graf tuvo con su hijo Herbert que tenía entonces
cinco años? Pas?.rcmos de ahí a oponer dos dispositivos: el que asocia, a un
texto, un lector que se supone sereno, que :>e supone que tiene todo el tiempo.
que se supone que puede minü¡iubr a su gusto el tex:to tn cuestión, y ese otro
dispositivo llamado entonces más vivo, más espontáneo, más rico. donde
alguien le h::.bla a un interlocutor ::on una palabra pensada entonces como
fuera de la textualidad. No enr.1um1ro en l.acan huella alguna de e!ta
problemática. Lejos de presentar su lectura como diferente, a priori, de las
que un psicoanalista puede emplear con un'ñna!izante, Lncan, eón ese mismo
movimiento que había hecho que Freud se focaiizara sobre el texto del
Presidente Scbreber, toma la opción de leer ese texto como testimonio de la
palabra de un niño. más allá incluso de Ja interposición a veces asfixiante del
padre. El tex.to no es la palabra plasmado e~ papel; y oponer a priori una a
13. otra implica arreglar de m1temano Ja cuestiór, de lo escrito recluciéndola
imaginariamente a una transcripción pura. Solamente el prejuicio <le Ja
escritura como transcripción puede sugerir que la esc.:ritura se ofrece a lz.
inmediatez.
No hay acceso inmediato a lo escrito: por lo tanio, no hay reconocimiento
posible de lo escrito para la inmediatez; por lo tanto no hay puesta en juego
posible a priori de ia oposición escriw/rio escrito.
Si bien es legítimo admitir a título de te.'l.tü la coutir.uidad de fa.s hojas
ennegrecidas por el impresor de Freud y reuní das bajo el nombre ée A.nalyse
der Phobie eines fünfjü.hrigen Knaben, en tanto que este análisis está
presentado según las regla<> de ur.a ortcgrafía precisa, a partir de un alfabeto
dado. no por eso está permitido concluir de ahí cualquier cosa concerniente
al juego de la palabra y de lo escrito, que $e desarro:la con la fobia del caballo
y hasta su resolución.
Así, hay razones para admitir lo indispensable de la lectura. su intervención
como necesaria para constituir lo escrito.
Pe.ro, {,qué modo t!e la lectura? Para detinír ese modo, ínterrogan~mos ahora
3. ia lectura del "pequeño Hans" presentada por Lacan.

El paso a paso de esta lectura es lo que sorprended~ entrada. Al contrario de


ios métodos de lectura llamada "rápída", La.can sigue al "pequeño Hans"
huella por huella y casi <lía por día. "Casi", porque lo que produce un corte
en lo que dice Hans no se apoya en las distinciones del calendario, sino en el
lugar mismo de ese decir, en el juego de permurnciones de un conjunto de
elementos -sienpre los mismos- pero que forman seg1ín la ocasión configu-
raciones sintácticas diferentes. La lectura distingue estos conjuntos, y los
lla:n3 fantasía.<;. A cad:i uno de ellos le es atribuido apropiada.--nente un
nombre. El calendario permile un ordenarrúento: 9 Je abril: les dos calzones
- 1 1 de abri!: Jo. bañcr~' y el taladro - 13 de abril: c:i.lda de Ar.na - 14 de abr:Íl:
la c.r0a grande ... etc.
Con el establecimiento de esta continuidad, la lectura pr.mtúa el texto del
"pequeño Hans". No muestro esta puntuación simpiemente par::. indicar que
esta operación s6lo depende de lo escrito, sino, más aún, para que no pase
des:i.percihida fo. convergencia de ese ;:nodo de la lectura con lo que se dice
que la fohia instaura: precisamente una puntuación i.
La puntuación juega un papel tan decisivo en el trabajo de Lacan (entiendo
por esto tanto 3u cnseiian;¿:a como su práctica <le vsicoanalista en la que las
se~iones lkmadac; "corras'', qi.:e provocan tanta glosa. no pueder. encontrar
su estatus más que si son denominadas sesiones p:.mtuadas; con esto
encontraríamos el mcd;o de ubicar que el escánda.io que provocaron tiene que
ver •.!x:ictamente con la misma reacción que la citadu más arriba en el apólogo
devAl;<l A ~füb ór: Tahir) que puede ser considen1dacomo habiendo tomado
por s u cuentJ. una gran parte de lo que, l:asraahora. en psicOé\nálisis, subsumía
el tt:m1ino de interpretación. Así ocurre, por ejemplo, la interpretación
lacaníana deí cogito: escribir el tiempo puntu::.l de certidumbre, "pienso:
luego e:(ís10". va a ;>roducir implicacicnes diferentes de!~:; des~olladas por
Dcsca~le:i .
e{ ··pas-de-.l;aru "fóbico 83

La puesta en una contínuidad, <.:ronológicamente ordenada, de las


elucubraciones i...-nagin(jrias del "pequeño Hans" puntúa el texto de su
anáiisís. Distingue en él elementos que son a su vez conjuntos de elementos,
nombra acacia uno.realiza una primera ubicación que respeta laexhuberancía
del texto y la vuelve sin emb;rrgo accesible.

Es notable que la puntuación pertenezca aquí a la lectura. que sea de su


incumbencia al estar de su lado. La puntuación está en el lugar del Otro; esta
regla se verifica siempre a partir de que la lectura ;iene qiu vérselas con la
cifra y se encuentra así obligada al desciframiento. No hay descífra1ruento
si no se introducen decisiones rel.ativas a la puntHacíén del texto por descifrar.

Pero enunciar esta regla me obliga. Procederé entonces con el tex.to de esta
lectura de Lacan cumo él procede con el del .. pequeño Hans", adelantando
la observacíón de que esta lectura cor.siste en tres ni vdes. Escojo este
término de "nivel'' como el que conviene por su (relativa) neutralidad al
comienzo de un emplazamíento para la Iecrura. Se revelará que no deja de
tener pertinencia el hecho de que evoque con todo la metáfora de un
hojaldrado. Ya el lector puede percíbirest.-1 pertinencia si evoca~ímplemenre
la designación entre los que hablan "argot" (en francés) <le hl oreja por la
"feuille" (hoja). Para elios, no habrá duda: se escucha con e! escrito.
A estos tres níveles les corresponden tres tiempos de la lectur::i:

1er tiempo: del 13 al 27 de marzo de 1957 (2 seminaríos +el corrúenzc del 27


de marzo);
2d0 tiempo: del 27 de marzo al 22 de mayo (fin de! 27 de rnarr...o + 5 seminarios);
3er tiempo: del 5 al 26 de junio (4 seminarios).
En su primer tiempo, la lectura encuentra una orientación por Ja puesta en
juego de cierto m!mero de conceptos. ~ste cifrado tiende entre dos.polos Ja
proble:nática Jd "pequeño Hans".

Primero, un mor.o.en to de crisis frente al cual la fobia aparece como ~ando a


esa problemática un comienzo de solución. Esta crisis sobreviene cuando la
manifestación en el niño de las primeras sensacior.es orgásticas lo cor.fronta
con un real ina.símilable simbólica.mi:me. E11 esw se difere.::icia del analizante
que "llevaba su pese" en sueños (para quien la interpretación Je su sueño
había tenido por efecto dejarlo en libe:tad hasta tal punto que pudo, sin más
dificultad, dec'.dir comenzar su dieta), el "pequdío Hans" se ve tomado en ese
momento en una 1.:risis de una gravedad tal o:;uc no se puede esperar que un
solo sueño veng:i, para él.:::. levantar la hipote:.:a que atacaba a su hace-pipí.
!4 tos :resgos de to User-.11

Esüma en mucho 1as sensaciones que reclbe de él y, a pesar de la prohi~ición


pare nial, no renuncia a la masturbucién; este hecho -decisivo- resultará ser
saludable para él. Sin embargo, e~to es lo que introduce la cüsis: no la
prohibición como la!, sino su efecto apres·coup que, ur.léndola con las
sensaciones exper.mentadas, le hacen palpar a ia vez el c::r5cter satisfactorio
de lo que le ocurre y el hecho de que esta satisfacción no tiene un lugar en lo
que hasta entonces era ~u mundo. ¿Qué ¡Jasa cor. ese mundo para que este
e!erriento suplementario haga en él mancha hasta el punto de rrastomarlo?
Es necesario tomar en cuenta aquí el hecho de que esta iectura del "pequeño
Han.s" se inscribe en un tiempo de la cnsef.anza de Lacan en que la
introducción de la t..1ada castradón / frustración / pri·,ración renueva la
probkm<ític:i. de Ja "relación de ohjeto": su despliegue en !Tes té1nJinos
apunta a Ja.de un es~atus susceptible de liberarla de le. perspectiva estrécha-
mente genética que era la ort.o<lo"ia de los psico<'.!nalístas de emoncc:s. El
cuadro que resume h constn1cción de estos tres conceptos está dad•), bajo su
forma más compkt.a, justo ante.<> del comienzo de la lectura del "pequeñc
Hans". He aquí el cuadro:

-,-
Age1ue Operación 1
Ohjeto
l
----,
Padre real Cas~2cíón simbólica 1
..
Imaginario •
l
J 1
Real
Simbólico-
1

.L _J
1

Si el 3Cce.~o dd ser hablante 3 un objeto heterosexual implica una puesta en


juego efectíva, historizada, de cada una de las cres operaciones, si esta matriz
(rt:enconaamos, en lír.ea o columna, los mismcs cres términos de real,
i1nagj nruio y simbólico, pero en un lugar diferente cada vez) es una con truccíón
a minim.a suscept\ble de da.r cuent:i de este acc:::so. entoílces no es ilegítimo
apoyarse en ella para ubic<lr en tal o cual ca~o In que resulta de la falta de lma
u otra de estas ti:es operaciones.
,·,s1,
A - f.l,ans" , ocurre 1a au$e nc1a
, en e !"pcqueno. • ¡j· e '1a .mtervcr.cwn
., d e un ;:>a dre
re:.d que pueda hacer dun de su ca:o;tración al niño. Este es el segundo polo
de la observrición anunciado más arriba. "Perc, cerno !a cosa se manifestará
tamo más nece5a;:íamente ,v lie una ma;iern. mnrn má~ aguda cuando los -
efectos de su falta sean m;ís o atentes, esa unió n de \r, castncí\Sn simbólica con
el pJdre r~d no po11:-á ser explicitada más q ue a! término de ia '.ecrur:J..
el "pas-<l<-bGrre "/ibico 85

Las ir:>!1ifestzciones de su hace-pipí (habíaríamos en epístemoiogía de un


"hecho polémico") inauguran est.1 crisis que Ja angu.süa señala, ~n un tiempo
que precede por poco a !a aparic!ón del objeto fóbico. Hay crisis no tanto
purque d "pequeño Hans" oye de boca de su madre la c<.dificación de
"cochinadas" para este elemento nuevo, sino porque ese rechazo no podía
más que ser reconocido como fundado por él, sí no de derecho, al menos de
hecho: ne hay lugar para la manifestación de su hace pipí en este universo
materno que era el suyo hasta entonces y donde el juego con el objeto del
deseo materno (por más literal que haya podido ser con esta mujer moderna
que le abría sus sábanas, lo llevaba con ella al baño y no dudaba en declararle
qut: ella también tenía un hace-pipí) sólo ofrecía al niño la posibilid:id de
identific~se con ese falo imaginario materno. Ahora bien, encamar este
objeto implicaba que el niño fuera tomado en esta identificación por entero:
y un entero ne tiene apéndice. Así, hay crisis desde ese prin::ipio donde el
níño no es tomaóo como metáfora del amor de la madre por e! padre, sino
ccmo metonimia. de su desee de falo. Su nueva posición de falóforo objeta
es te po; entero. Entre una posición y la otra, no hay mediación posible. Y
la venida <le una hermanita viene a subrayar al "pequeño Hans" le que se
presenta a partir de ese momento, en una tentativa que sería de integración
de su pene denrro de su universo imaginario, como su insuficiencia radícal
-el "su" de:ügna aquf tanto a su pene como al mismo "pequeño Hans",
equivalencia c¡;Je los psicoanalistas mantuvieron sin pestañear con ese
nmnbrc; de "pequeño Hans" que Freud, después de d!!dar, ratificó.
El "pequeño H~ns" había sabido encont:rar hasta entonces las referencias que
necesitaba, no en un cara a cara ccn su madre, sino más exactamente en esa
relación d~ su madre co n el falo imaginario; infil:rf.ndose, Jcslí:zánd.ose él
mismo en esa rdación, jugando así a e1nbaucar el deseo de su madre,
encontraba er.4u compailern ur.a complíc:(:ad amorosa y divertida. Ahora el
ju~go se vuelve trampa, se l~ aparece como tal. Ahf está suspendido a las
reacciones de su compañera, de una compañera que se vuelve real en el
tiempo mismo en que el objeto en juego aparece como imaginario, puesto que
ella está en postura de dar su sanción a lo que se presenta como su
insuficiencia para satisfacerla. En este avatar de la frustración, las primeras
sensacíones orgá.smícas toman valor de signo, representan para otro esta
insuficiencia no simh1Jiiz4da, sometida al capricho de un Otro real.
Esta problemática de crisis merece tunlo má:; interés cuanto que se encuent..r3.
en la clínica de la paranoia. El enlace de una primera sens;1ción orgásmica
con la insuficiencia para s<!tisfacer al ctro se present<i. en ella como una
"in va<:ión de~gar1adora", una ".i.rn1pción tarnni!leante"~ frent~ a la c•1al el
de1kío que se elabora jt!~to de:;pués tiene el valor de apaciguarni<:n:o. Será

----- Semip:\ri~
'J. Latan. od ;.7 dt: mano de 1957.
pertinente volver a pasar en una segunda y una tercer:i vuelta de esta lectura
por este punto de encrucijada.

¿De qué manern la intervención del padre real hubiera podido liberar al
"pequeño Hans" de este callejón sin salida? La castración simbólica que él
solicita varias veces -¡Pero cógetela de una vez! Permíteme que pueda
finalmente chocar contra la piedm 6- sacando el a~unto de manos del niño,
hahrfa tenido un valor resolutivo al autorizarlo a poner a su falo por un tiempo
en re-creo. ¿Por qué razón, se dirá, esperar esto Jc un padre real? Dicho de.
otta manera: ¿en qué consiste el carácter devastador de la casir:i.ción materna,
mientras que la que viene del podre tiene valor de salida? Si toda investidura
v;:!nc del Orro, no cualquier requeño otro va a poder encontrarse en posición
de emitir un enunciado que, como dicen los lingüistas. tendrá valor
"perfonnativo". El niño sólo puede esperar su ídt:ntificacíó.ó1 sexuada, ese
don de la castración, os ta anulación del objeto fálico man.:ado a partir de ese
momento Je un "a cuenta" para un goce posterior, su legítírnación de
falóforo, de alguien que eslá él mismo en posición Je poder arriesgarse a la
evirnción y que demuestra, comportándose como es debido con su mujer, su
propia dependencia del sígnificante.
I

' La instauración de la fobia suple la falta de esta sol uc ióo. Que el objeto fóbico
se presente como parásito que puede ir hasta paralizar gravemente Jos
movimientos del sujeto, no autoriza a desconocer que este parásito no
solamt:.::tc es desigr:udo con un nombre, sino ir.ás ;iún, y por eso mismo, que
es localiz<:.ble; sólo paraiiza si e:; torr~ado como ~eñ:il dt: inhibición, a partir
de lo cual se encuentra instaurado un trazo que divide entre lo que es
frccuentable y lo que no lo es. Un miedo localizado, un miedo de algo que
se encuentra designado de manera precisa, es ya algo muy diferente del
colmo de la ang:.istia (no "rr.ucha angustia''. sino el colmo corno angustia) de
introducir, pa:a el sujeto. "la falt?i en ser en la relación de objeto".
Esta última cíta formula. en Lac:m, el efecto metonímir.:ll. E! objeto fóbico
sólo inrroduce una fractura en el universo del sujeto porque se constituye, no
metonímicamcntc, sino más exactamer.tc con una metonimia. En el diálogo
del 9 de abril con su padre, el "pequeño Hans" <lecl;ira que fue en Gmunden,
en ocasión lle sut> últimas vacaciónes de verano cuam.lo, como él dice, "le dio
la tonlería". Jugando al co.ballo, uno de sús amígos ~e había lastimado, lo que
hacía que loso tres dijer:m todoeltiempo"Wegen Jem ?ferd", es "ucausadel
c::iballo". lVeger. es ;:¡ Ja vez homófona y homógrafa en plur:ll de Wagen
(carro), cosa que el p<tdre y Freud no dejaron de notar. Este epi5odio es
anterior a la prime::a manifestación del .síntoma fóbíco (enero de 1908) por
aleunos meses. Entre ambos, un sneño de angustia h:ice visib!e . par:i el

'· S. f reud. Ci11q p.<yciwna!ystr. i'.U.l'.. Porís. 1967. p. 151. (I:~ c.,p>ñol: OiJra.t Comple1as,
tomo X. Amcr.orru ed .. Buena' Aires, 1980, p.69).
~1 ''pu.f-Je-barre''jóblc::1 87

"pequeño Hans", el hecho de que ya no hay manera de hacer mímos con su


maáre. Hay un paso entre jugar al caballo, estar enganchado al caballo, como
\Vegen lo está adem Pferd, y encargar :i.l caballo m~caforizar !oque es capaz
de morder, en un tiemp0 en que la mordedura es lo que viene rcgresi vamente
a ordenar la relación madre/hijo cuando se vuel ~·e clara, para éste último, la
imposibilidad de satisfacer a la madre. "Ya que 110 puedo satisfacer a la
madre con nada -dice Lacan- ella se va a satisfacer como yo me satisfago
cuando ella no me satisface en nada, es decir, me va a morder l'Omo yo la
muerdo, porque es mi último recurso cuando no estoy seguro del amor de la
madre" 1•
El caballo es un nombre para eJ agente de la mordeéura. Localiza así 5U
eventualidad: metaforiza aquello de que se trata en la relación del "pec¡uef.o
Hans" con esta madre a la que está enganchado. Pero, por lo mísmo, abre
como tal Ja dimensión mernfórica, el juego de la me?áfora, donde el caballo
como s.igníficance -la ccntinuación de la elaboració n lo muestra amplia.men-
te- va a recibir diversas significacícnes, va a encar:rnr t:il o cual personaje u
objeto.
El cbjew fóbico no suple la carencia de la intervención del padre real sino .:n
tanru c::s puesto en función de significante 8 , pero de un significame especi·
ficado para abrir al sujeto -como d signiiicante del Nombre-del- Padre- la
di( cho )mansión sígnificante corno tal: dicho de otra manera, para !ns<aurarl0
como sujeto.

Que esta metáfora ínaugurnl ccnstituya el fondo de una me~c ninúa no


presenta aquí nada de excepcional: esto es la:egla en c¡;.da proc::so metafcíríco.
No es s uficiente, sin embargo, mostrar que el objeto fóoico tiene valor e.le
significante; también h:iy que dar r:uenra de !a ;:iosihilídad de esta rmesta en
fur.cíón significante de! objeto. Si los conceptOs de objeto y de slgníficante
son generalmente opilcstOs, ¿en qtJé puede consisúr la operación de unirlos?
El objeto fóbico no es del orden de !o que se ha non'.brado "objeto e1nµfcic o"
-
o incluso "obieto m;;teriul", de ahi:o del mur.do c1ue se daría Ji r::ct;imente a
~
la percepción. Causa gracia adve=tir que si la clínica de lü fobia no ha
avanzado mucho con el estabiccimíento de muy largas listas <le fobias -cada
una recibió un nombre docto forjaco a partir de su objeto-, po r el contrurío,
esta tentativa tenfa el mérito de hacer valer, al retomarlo por su cuenta, el
hecho de que el objeto fóbico es un objeto tomado de una lísca.
Lacan hace :-iotar que esta lista tiene que ver con !lr;a h~ráldica. El edi·:::to de
i 696 , que obliguba al registro de Jos escudos de armas portados, pero que
daba a c:ida uno {incluidos los campesino:>, fueron 70 000) el derecho de

'J. Lac<Ul. Scm.;niil'ÍO del 5 d• junio d< ;•)5i.


' J Lac: n. Sem,n:u:in del 2~ oJe jo11;0 Je l 957 .
...
88 Io.t stsgt>J rle ~o Ji1,.rot
~~~~~~--~~~~~~~~~

hacer registrar lo que quisiera, muestra que no hay oposición, muy al


contrario, entre la puesta en lista y el de~a.rrollo <le la heráldica. Si las armas
allí son llmnadas "parlantes", no es simplemente por pennitir identificar al
comb<ltiente cuy acara está oculta tras el casco. sí no también y sobre todo por
el hecho de que los elementos que componían al blasón eran elegidos. en la
mayoría de Jos casos, como rébus, acertijo que da a leer el nombre de sus
poseedon::s. Hay algo que está en juego en este cífrado, que está suficiente-
mente indicado por el hecho de que Racír.e, después de haber elegído como
blasón a una rata (rat) y a un cisne ( cygne) (homofonía) iba a abandonar a
conünuación a la rara. y la destrucción de los blasones durante la revo!ucíón
fra..1cesa rio es diferente en su naturaleza de lo que se hizo con el recuadro de
Akhenaton después de que los sacerdotes de Amon volvieran a <ornar las
ríendas en sus manos. Relacionando así objetos que están dibujados o
grabados con elementos de la lengua que se hablaba entonces (principalmen-
te nombres propios) de tal manera que una lectur.:: es susceptib!e de encontrar
allí con qué identificar cada uno de estos elementos, la heráldica revela ser
del orden de Jo e:;crito. Ciertamente, se notará que dicha escritura rio es capaz
de escribir todo lo que se habla. pero ha\:er de este "escrihic todo" el cc!terio
de \3 e;;critura no podría tener como res~bido, tomado seriamente, más que
la impotencia de no poder escribir nada en absoluto.
Así, la observación de Lac:m q•.;e señala como figura heráldica a! caballo,
objeto fóbíco del "pequeno Hans", se revela como dando a este objeto un
estatu~ de cifra y, como tal, escrito . .tvfc excedo. pero :;ólo muy ligeramente,
en lo qu~ enuncia esa primera vuelta dt: la lectura. Al hacer un escrito del
objeto fóbico, me otorgo esa "superioridad que adquirimos tan fácilmente
apres-coup", que Freud e'loca en '.'.U texto sohre el "pequeño Hans", puesto
que el estatus Jac::.níano del objeto fóbíco no encuentra en Lacan su plena
just! iicaci.,9n hasta e'. neo años m;ís tnrde con el .semi:!ario sobre La identifi.·
cación (que no oculro haberleido ... hastadonde se pueda decir"h:i.ber leído"),
donde se ::.borda de frente la cuestión de Ja escritura -texto que será retomado
aq uí m ás adelante {Capítulo siete). :vtc limité a decir coli esta alusión al
ce
semi:iarío sobre W identiflcati6n que Jo escrito es pre.sentado ahí la misma
manera que el objeto fóbico lo está en el seminario sobre la "relación de
objeto", como algo qne tiene que ver con unn operación en la que el ot:ijeto
es puesto en función de significar.te.
Así, i10 es por un mero medo de hablar que se dice, como lo hace Laca:i, de
que el caballo "punttía" el universo del "pequefio Hans". Sabemos que los
s¡gnos de puntuación aparecieron tarcthmente en la historia de la escritura:
no so lame nte supo nen ei e:scri tv, síno t<l mbién una aprehensión dr: las
dific ultades de su legib iiídad . El objeto fóbico es señal. A van7.ada conm:i la
angustia, es incluso señal ue
señal, puesto que ésta misma, en su definición
freudiana, es también señal

¿Es aeccsarío funda¡ más este estatus <le escrito del objeto fóbico'? La cesa
no parece superflua. Interrogaré, entonces, la definición Jacaniana dei objeto
fóbico como objeto extraído de una lista.
Si exíste un punto en que el escrito juega un ;:iapel específico y hace algo má.'\
que duplicar la palabra. é.ste es efectivamente la lista. Y resulta exn·año
comprobar que los psicoa.'l:.distas, a la vez que en sus instituciones hacen
lista. no creyeron nunca apropiado interrogarse sobre lo que implica para un
sujeto este enlistado de su nombre. Es sabido que la propcsicíún de La.:.:an
concern:ente a la habilitac:ón del p~ícoanalista, llamacla proposición del
pase, instituía una i nstnncia llamada "jury d 'ag rément", jurado de consenti-
micn to, muy precis'1mente encargada de decidir >Í había o no 1ugar p;ira poner
en una lísta el nombre propio del ca.ndidato.
La lista es correlativa de la nominación, y doblememe: no hay nomin!!ción
sin lista, pero tampoco hay lista que no implique una nominación, la del rasgo
que r(!gula la pertenem:ia a b lista, r~;go que puede est¡¡r, ciertamenk,
primero implícito, pero que la li~ta va a revelar, ya sea por ';:SCribi.rlo, por
haberlo puesto a la luz al e~cribi~lo, o bien, más indirectamente, al vol ver
necesario su descubrimiento a fin de decidir si tal o cual ekmcnto -nuc.vo
camEdato a la lista-es adn1isíb!e o no en eila. Que el tomate sea fruta o verdur:i
no c arece de interés, a! repercutir sobre !o que hasta entonces se sabfa, de :ma
manera en parte r.cnfusa, en lo conccrnkme a lo que es una fn.n.a ú ur..a
verdura. La lísta forma.liza. raz.ón sin duda por !a que uno se moies~a tan<o por
la falta a fas forrn~ (rech::izo de hacer cirr.:ular comercial o policblmence los
ficheros infunnari·lados) incluso bajo la forma denegada del consejo bien
in¡~ncionad.o: ":to hay que :noíestarsc por eso".

Las lístas, aunque cl!si nunca se ariicubn vocalmente, rrn son .sin embargo
desdenablcs. tviuy por d contrario; así, las listas conciernen al sujeto en
cie~os puntos :.ig:;.Jos <le ~.u cxis~e.nc.ia: en su estado cívil, sus amores, sus
cumpromisos conw ciudad;;no. ses e11fermed~des. su es:atus <le ;.:or.tribuyen-
te, :m relación con !a !:Jrcp:edad. su vida profesional... Y no se puede más que
aprobara J ack Goody pc r haber ínaugur'-idu, muy freudianamenre. Sll e<;tudio
de la lista, con la lectura del Oxford Englüh Dictiormary donde el témüno list
remite ai hechc de escuchar (iisre.1í'lg), :il deseo (lusting), a un hecho de
borde o de límite (w ente r the lists equivalence en español a " entrar en liza")9 .
Goody observu que !os primeros él)Cumentos escritos de !os que disponen los
do(.;to~ consisten ea una parre no desdcfiab:e y. e:i algunos lug:ires, r.i ayori-

·: J. (iocJy, ·rile 10.rne.;ticalior. aj ~;Je )d\.a,i:e mr,-;d. l $77, tr.:tlut~<!o en I 979 e!: l(¡s F1J~ri~r_o:; ec
~Enui! 'l3JO ~l i:.;'t~ lo l:: t crfion j:afiq:~e
taria (asi ocurre en Ja antigua 1'-Iesopotamia) no en obrns literarias sino en
lísras de orden administrativo o escolar. Presenta, con justa razón, a la lista
como algo que permite una serie de operaciones GUC, sin este apoyo tomado
sobre Ja escritura, no podrían sino malograrse rápidamente. Veamos, de
acuerdo con el procedimiento adoptado aquí, una lista:

- La lista se invierte: una lista de propietarios de tierras se transforma en lista


de tierras relacionadas con sus propietarios y permite así verificar Ja
exhaustividad de las ínfonnaciones poseídas.
- La lista introduce la cuestión de la exhai:stiv¡dad: una lista de los rituales
~e ordena según la de los Jías del calendaf.o. De allí la posibilidad de
establecer otras listas, también exhaustivas: la de los rituales según sus
díferentes géneros, la de les rituales apropiados a cada uno de ios dioses ...
- La lista invita a la enumeración: la enumeración es una puesta en relac;ión
de Jos elementos de la lista con la lista de los elementos de la serie numérica.

- La puesta en correlación de dos listas produ<.:e una tercera pero de un orden


diferente: una lista de objetos se conjuga con una lista de procedimientos y
esto proporciona el medo de empleo, ia prescripción médica.
- La lista imp!íca la jerarquía: pare:;e incluso implicarla tan necesariamente
que se apela con frecuencia al orden alfabétic;o con lo que se supone poder
evitarlam.

La lista lleva más adelante el análisis (en el sentido de la distinción de los


ra5gcs pertinentes): las palabras puestas en listas son clasificadas. ya sea
apoyándose sobre su sentido (las nóciones del determinativo en la escricura
egipcia o de clave en la china son productos de la íista), o bien a partir de su
forma gráfica (lista de los signos jeroglíficos), o también fundándose sobre
la horofonía (principio as:rofóni.co ).
En resumen, hay un practicable, un espacio donde se puede circular, a partir
de la ~ista, y el ubjet.o fóbico en tanto que objeto dt: una lista confi1ma, con
su estatus de escrito, ~u función de :i.berrura, de acceso para el sujeto a una
posición que define, a minima, este rasgo del practicable.
Ei desarrollo rte este practicable, su funcit'ín, 3US efectos, se desprenderán con
el segundo giro de la lectura, es decir el en listado de las sucesivas fantasías
del ''pequeño Hans". La lectura se hará entonc es víctima de su objeto al punto

lo Estas observaciones decr,uesU"3.n .su pertinencia al ~nnitir rc1otv<:r, sin tn:\s dificuh.~de~. una
~ue~tióf\ que pr,nnaneció hasta ahom, ?:..t.ra lus doc.: tos. t.n c:sw.uJo de enigma:
¿Cómo ocurre c;ui:
nuc:st:o alrabelo !laya con.~crv;tdo tan cs.crJpu~oswncnlc: Jc:sde su panto de parti~a (en~c.io el
orcen de Ja sucesión Ce sus lcc:ras? Y canto ir.lis cunosamen~e cuanto que este orden no tiene
ningun se•tido. La :espt:esu hari el papel <le huevo de C<>lón por ser dada por la ?tegunta
oüsma. ¡Es que :'\e tiene ~ierr,'Pre nece:sidad tle !ln orden qu~ n,, tenga n~·r.gr;,. sen;ido y líl cosa
re su Ira (al) ioifecuente que no es cu-estión de sc'.tDJla cuandQ uno !\e :ncue:ntra con eHa en ma.t1os !
et "paJ-d<-i>arre "f6bico 9l

de recibir de él una enseñanza de método.


Queda el hecho de que <::Ste primer cifrado permite ya confiar al "pequeño
Hans" lo que le corresponde: la puesta en juego del escrito es, en primer lugur,
asunto suyo, el de esta respuesta a la crisis que lo habita y por la cual líga su
suerte con la de una cifra. Poner el objeto en funcíón de significante consiste
en darle valor de cifra. Allí está el Sinnrebus cuyo ejemplo canónico se de;;: be
a Herodoto. Se trata del relato de un episodlo de la guerra entre los escitas y
Darío. Éste recibió, de enemigos cuyo terreno él ocupaba, un mensaje
compuesto de cuatro objetos: un pájaro, un ratón, un~ rana y cir.co flechas.
Como el portador del mensaje escurrió el bulto al ser interrogado sobre :a
sígnifico.cíón del mer.saje, Darío lo interpreta, según su anhelo, como el
anuncio de una rendición. Pero tal no fue la opinién de su suegro quien,
consultado, leyó: A menos que ustedes se transformen en pájaros para volar
en el aire, en ratones para penetrar bajo tierra o en ranas pora ref"giarse
en los pantanos, no podrán escapar a nuestras jlecha:s1:. Abundan los
ejemplos de tales Sinnrebus y no carece de interés hacer notar que la mayor
parte de los que son citados conciernea a un peligro, no se contentan con
prohibir sino que apuntan a producir miedo al lector que se extr:llimitase ante
la incerdiccíón. El objeto es tomado allí como signifkantr:: a tal punto que
puede, como todo signíficante que se respete, cambiar de valor al cambiar de
l'Jgar. Así ocurre con la flecha que los cazadores Tunguses dejaban tras de sí
sobre Ja pista que seguían: la flecha ;;¡odía significar, según su orientacién
(paralela o pcrpc!ldicular al t<ayecto de la pista) y según su posición (sobre
el suelo o cng;mchada a un árboi), ya sea que había lugar para dejar de seguir
esa pist:i, o bien que no había presas de caza más allá de este límite, u también
que estaba prohibído acampar en ese lugm-. Pero. como lo obser1a Février12,
quien cila. esta observacicSn ecnogr:ífica. se franquea un pa.so cuar.do se
utiliza, en lugar de objetos, signos forjados por la mano del hombre: nudos.
muescas, dibujos . .Es ese mismo paso el que franquea con su fobia el
"pcgue ño Hans". quien pone los puncos sobre las íes cuando precisa a. su
padre que el caballo prov:ene de su primer libro de figuras, del dibujo de un
caballo que herraban13 •
Ese dibujo no es en sí mismo :::l objeto fóbico; se vueive tal con motívo ée la
fobia. Pero, ¿qué quiere decir esta? Implíca ad vertir en primer lugar que ese
dibujo no es ya el objeto mismo en el sentido de! referente y que con eso se
forju la fobia. Pero, ¡,cómo? T omando ese dibujo corno un significante, o sea
como representante, no del objeto que evoca pictográficamente sino como
representante de la rcpr::sent:iciún (es el Vorsrdlungsreprii:senrcurz de Freud,
acerca del cual evaluamos aquí que e s decisivo no tr:iducir\o por "represen-

" Herodoto. Librn IV. ::apí;uJos 131 y 132.


" :ames G. Février. Op. cit.• p.17.
" Cfr. ¡_,,, cinq psy.:h.lttDI?·"'- p.144. !En espw1ol: S. Frc~d. Obras cornp/<11JS. <UmQ X.
i'.morroctu Ed .• Bucnus Aire.<. 198C. ¡;.62).
92 !os sesgo¡ de lo líl~rt.ll
·~~~~~~~~~~~~~~~~·~~~

tan te representativo·· ni "repre~entante-representaci6n" sino, efectivamente,


por "representante de la representación").
L:i fobia es ese paso en que se tacha, se barrad objeto como referente con
la instauración de una cifra que no representa al objeto sino a la representa-
ción. Esto me justifica el lla:nar pas-de-barre. pu.su de barra, a lo que dla
realiza.
Sin emba~go, ese pas-de-barre se presenta en Ja clfnic:i. dt:. !a fobia como algo
flotante, er: el sentido de carecer de anclaje, como si no ces;u;e de no acceder
a la efectividad, como sí el paso que realiza fuese permar.eniemer:tc suscep-
tible de ser reducido, como si el pas de la negación (en francés) pudiese en
cada instante c:bolir el paso de la instauración. A esta otra vertiente del pas-
de-barre responde la akgación fóbica de un rewrno siempre posible áe la
angustia y, en numerosos teóricos, Ja defir.icíón de la fobia co1;10 dcfc:i.sa
contra la psicusis Esta última traducción es demasiado brutal y demasiado
rápida; nos limitaremos aquí, más modestair.entc, ¡i. considerar legítimo r.l
miedc adyacente a la cifra fóbica considerándolo iigado a un pos ible defecto
de laharra.
E:;as Ju:; vertientes del pa.s-de-harre son el "U toral" ce la letra 14, su función
de límite. La fob:a es un mal pasaje, un mal pa~o, de ahí su carácter
frccm:ntcrr.entc tra.nsitodc. La letra fóbica es ese asidero que un alpinis1a
mediocre e imprud-:ntc no rehusará aunque sep:l que no es capaz de
garantizarle su seguridad, asidero desmorona ble pero capaz, sin embargo, de
darle acceso. si su movimiento se hace con suficiente vivacidad, a otro
asidero en el que podrá cncomrar un má..~ sólido apoyo.

. . acabo de dr.r cuenta. se cierra el


Con el cmolazamicnto de !a fobia, del oue
primer gírl) de la lectura.
las cosas, por otra parte, parecerfan poder permanecer en ese nivel que pon·~
en juego cierto número de com:::ptos de los cuaies puede hacerse un
inventario: fru.stracíór. castrnción pri vaciún, metáfora y metonimia, im«gina-
rio simbólico real, representación y representante de la representación, falo.
demanda y deseo, etc. E.>tt:: vocabulario, de hecho, ha dado algunos hart¡¡zgos
a c;ertos oyentes y ::J:.;mnos de Laean. Los textos que son la hudla de esta
reacción a la enseiíanza de Lur.:;m hun envéjecido. por otn pane. rá;iidamente ' ! .
A la ínquietud despertr:.da por un retorno a Freud, ellos responden con fuenes
ctos¡s de tranquilizant~:; que apunt:::lan la creencia de que aquelio con lo que
hay que vérselas tiene un s.::r.tido psicuGnalítico. Se ve que b .:osa corre las
calle:;, aún hoy. Jom.!c es evidente el senrido del sentido psicoana!íüco: ¡::s
el sentido sexual: Est:: efet:lv d::. adornn:cirnír.:11:0 <:.;;tá n;uy bien seña!auo por

... j. Lac;.:~. ü1u1·:i:err~. :.:tic:tl:'l -opo tt:~iJo ca U uirc.u!l.re, })~.ai.s, N() 3, ::i<.:tuhrc: :11:'.: 19'71 .
·' C'Cspué.~1tc J~\ inll{:f"'Z de 1...~r:<.i.it esta. .n~tl~r~ se rt.conoce lr~11.,;ai11cnc...~ como una reccnsir!era..:!ór,
!'le !.l sent;',,,csca a11 t.j Ü.!.:.:~ . .~e d ~.: :;uc~:.rJ a:s( r.c hat:it!:r sidn ~u alumno sino en la nlc~i<la t:!l qiJe
¿1propor~>onaiia ~Ec¡;enr::os .1 1e•:os :1! insaci"Jbit aµc::uul hcrroe!1éuti:o.
1
ei ..pas·d•·/;larre"fóbico 93

Du Bella.y cuando comunica a su amigo Doulcin lo que provoca en él el


espectáculo de las poseídas. He aquí los seis últimos versos de ese soneto, en
francés arcaíce 16:

Quand effroyab/ement écrier je les ois


Et quand les blancs yeux renverser je les vois
Tour le poil me hérisse. er ne sais plus que dire.

Maís quand je vois un moine avecque son Latin


leur rárer haut et bas le ventre et le tétin
Cette frayeur se passe, et suis con.traint de rire.

(Cuando horrorosamente gritar las oígo


y sus blancos ojos <larse vuelta veo
todo el pelo se me eriza, y ya no sé qué decir.

i\tfas cuando un monje con su latín veo


tantearles arriba y abajo el vientre y el pezón
Ese horror pasa, y estoy obligado a reír)

La comodíd:i.d obtenida responde al hecho de que la tra<luccién del 5entido


de lo que se entiende en sentido psicoanalftíco es irrefutable. Bastará con que
un niño como el "pequeño Hans" llegue a habíar de tumpj, para. que se sepa
de ínmcdiatc, -y sin dcter.erse siquiera sobn: 1a ligazón lumpflsrr.J.mpj,
suficientemente subrayada.sin embargo, porei redcblamjento de la homofonía
en una homografía (semejanza de forma y de color entre ias medias y el
excremento)- que se trato allí de una regresión :i. la analidad.
Es necesario un segundo giro de h lectura pues el cifrado conceptual se presta
dem•isiado fác:Jmente a un típo de lectura definido por la sola traducción. El
segundo gíro será, entonces, una manera de poner obstáculos a lo que se pudfa
imaginar a partir del primero. Este segunde gire es el punto exacto donde un
gran número de alumnos dejó de seguir a Lacan prefiriendo -se tratará de
precisar la ra4ón de ello- adopt:i.r, ante fa formalización que él introducía, la
postura del alma bella, dicho en otr:is pu!abras. cfuscarsc ante esas fer.nas.
L::i. principal ::aracterística de esta seg un da lec tura. es la !ntroducció n del mi to
tal cerno Lévi-St~al.lss acababa entonces de d~finir sus coordenadas; el mito

"Se el')Ccr.~rJ. e! te:~~º Ct est~ <SO:le~o cüado por ~í. de Cene~u en: !.l2 posstss~on deLcui!'..th.
Co!l. Ardlives. Galli:!1atd. Paris. 1980. p. it.O.
sirve de referencia para la lectura de esta prcxiuccwn lujuriosa que d
"pequeñu Ha.ns", solicitado por su padre, desarrolla a partir de su fobia. En
un artículo de 1955, "The struczural study oj myrh"L1 • Léví-Straus!> había
mostrado que el mito no debe leerse como remitiendo a un acontecimiento
supucs:o sino que presenta una combin<itoría que, si uno obtiene los medios
para descifrarla. permite a cambio definir el míw como "modelo lógíco p:ira
resolver una contradicción''1x. Así, lo que Lacan nombra en adelante.
"fomentación mítica'' del ·'pequeño Hans" no está tomado en cuenta como
si híciera alusión a acomccímientos psíquicos, interiores-no hay equivalente
ps.:'quico que se deba imaginar correspondiente a cada una de esas
fomentaciones- sino como l:na serie de sisternas coherentes de signiÍÍCUlltes,
cuya coherencia só;o ap::;.r::~c. por otra parte, al ponerlos en serie. Su función
es, para el "pequeño Hans", de integración de su genimlídad: lo que es del
orden de la imposibihdad en el tiempo de la instauración de la fobia sólo
ocurre con la artic:.ibción sucesiva de todas las fonnas de imposibilidad
implicadas en b. cues<ión de partida.
No tengo la intención é.e retomar aquí el det::illc- de esta lectura que es, en
efecto, una lec~ura en la que r.:uent<i el detaHe, pues el valor de cada
significante no está a priori, en un codigo preestablecido, sino que depende.
para una fantasía dada, del lugar de lo.s otros significantes con Jos que forma
un conjunto '>Íntáctico. El carácter equívoco <le los elementos en juego sólo
aparece con la püesta en serie, con lo que Lacan llama, con Lévi-Srrauss, la
superposíción de lím:a<.: 9 _ Un cr.pftulo postt~rior(cfr. Capítulo nueve) dará la
demo~~.ración del c::.rácter necesario de esta superposición <le lir.eas, unica
caraz de dar cuenca del hecho de que un !cnguaje fom1al deler;nina al sujetc2°.
Bi;stará ccn notar, por et momento, que la lista de las fancasfas del "pequeño
H2ns" citada al comienzo de este estudio no es una fioritrm1 de la lectura sino

~ .
el m~dio indispens~ble de su puesta en pr:k:ic:i.
El segundo gí~o de la lectura establece la serie de !as fantasías, recorta cadu
una de ellas a titulo de ·.ir. "demento alfabéüco"~ 1 •
Pero, ~i bíe:i es verdad 4ue el real debe pas;.;.r por para se:: ~¡ im:igin::i~io
s imbolizado, falt::-. dar cuenta de csm simbol íz:icién, de lo q:lc hace posible
para el "pequcñv Hans" ..el pasaje de iu:a aprehensión fálica de la relccíón
con <a madre a una apn·hensian cas"trada del conjunto de la pareja
parenwf'!Z_ Con res¡::>t:Cto a esta exigencia. la puesta en un alfabeto urdt:nado
de la s<:riedr~ fantasías del "pequeiio Hans" no es más que un ¡:>rimerpaso. Va

17
.~f'i<.:ulo !..o. 1tst.ruc::,,rrJ de lns mi:o.t. ;:e!crnatl::- e;:. .~r.rre>pr>Wgfr1 ~irrcic:ur~!- El!<leba, Bueno$
.J\ires. !968. pp. ~gc._·¿:o. {Etlicü>n fra.'1Ct:1a: L2 .f!r11c:;:.:r? des .'7t_v:.'1t•J , e'1 Ar.chropulot,ir::
struciuri!le, ?~uu, Paris~ !953. P?· 227-2..55)
·.~ (),?. ci:.. p.209 ~EJ. francc.~ cp. cir .. ~.2'}4).
1
"' J~cJn. Sc!:;::nacio del 3 de .li::>nl ~e 1957 .
J.
J. Lac:t.'1. F.:;r.ran.\' 1, Sig)(l :<X!. \·J6:-;ic.c. l 984. p.36 •>:.~crtr.1. Seuil. P.1n~. !9ti6. p.42).
:-:i
~~J. L,;,.,:;.i,.,, ScJ:-.in~o del 3 de abril ·:1e t9S7.
;::! !bid.
a ser necesario, con el tercer giro de la lectura, escribir lo que liga e~os
elementos alfabéticos unns con otros, única :nanerade no dejar en el misterio
la apuesta simbólica de la proliferación imag¡naria.
Ya no se trat.J. en adelante, en efecto, de atenerse a un lenguaje conceptual.
Lacan es completamente explícito sobre este punto: el objeto .fóbico "nu e.s
a.;cesihle de ninguna manera a la conceptualización, sí :lo es por intermedio
de esta formalización sígni5cante" 23 • la misma que, a tírulo de e'Tano de
cilan:ro, introduce el tercer giro.

"Fonnalizac:6n" implica fónnula. Si> lo Ja fórr:J.ula es susceptible de en.L""egar


la razón del progreso metafórico que la observac;ión atestigua. El proceder de
Lacan se distingue aquí del de Lévi-Strauss; si éste, en efecto, propor.e. para
terminar, una fórmula para "todo mito" 44 , Lacan escribe una serie de
fórmulas, cada una Je las cuales corresponde a un recorte dado de la
fomentación mírica del "pequeño Hans". A cada elemento alfabético ante-
rionnente transcripto responderá su fórmula, tal es la regla a la que se somete
este tercer giru.
Hay conexión y cierre del tercer giro con el primero. Para comenzar,
conviene formalizar lo que había sido enunciado del estatus de la fobia como
lo que suple al defecto del don de su castración, que el "pequeño Han.s" espera
de un padre real, y de una manera tanto más impe:-losa cuanto que han
resultado incompatibles (esta íncompatibl!idad es la crisis misma) su recien-
te posición de falóforo y lo que hasta allí o riemaba su m1.a:do; su relación con
la relación de su madre con el falo imaginario.
¿Qué quiere decir ese "don de su castracíón''? Para escribir aquello de lo que
se trata, Lacan se apoya en !a escritura de la metáfora, contemporánea, hay
que nocarlo, Je su lectura del "pequef.o Hans". He aquí es~a e scritura;

f ( ~· ) s =s ( +) s {

Se sabe que Lacan ilustró esta escritura coa un:i. metáfora tomada de Victor
Hugo: "Su gavilla no era avara ni len fa odio" (Sa g~rbe n 'était pasa.vare ni
haineuse). La fórmula subraya el hec!:J.o de que, en el tiempo mismo de la
producción met.afúri.ca, la substitución de "su gavilla" por "Booz" anula a
"Booz". Y:i no podrá tratarse en adelante de que él tome el lug3r de ;'su
gaviíla'', "el fragil '.iiiode la peq!.ieña palabra su que lo une a él ~s un obstáculo
má.s.. :·:s. Pero, .:onclatívamente, esta abolicÍÓ!I radical de su nomhre propio

" J. L=u.. ~e:niomo &I J 9 .J.: junio d~ l ~.5'l.


" C. Llv; -S lr.i.U!i5. ·:.:-p. c iL. p.252. !...CvS-Strnu:'i:. r~co•:ut. ·.,.eint~ Jiics ;tlc;. c:::tc, c:st.~ {()1mui;) ;'.)!\.a:l
I'!~~ ~os 1Hv~ :~j r,¿J\Y.n µ; J.:.~1;;~v~0t1r ~os j;i.mul cic ?'iuc·1~ fJui!;e-..:! (f:·.JrS>J de 197 4n~ resumido
e~ ~l .t'1n.:.:üir~ ~ Col:e~! de FrG.;IC!') a.e;! C'J,nc ::!f. l)u .n~e! ~u.r r.etulre.!:. p.2l2 •:o.; !LJ mil:!! a
!as cer:ú:c.:s. i:undo de Ccltn'a. Cc(lnór...:ca. ~..féxi~::J. l·972. p ... } tiocd~ dcC'.!31'il, ~iu más
)ljStiñ~aClÓn. ~!.'">O -~~t.1n ~ru:r.ic:i no ·l eJó ci~ :;:J~atlo.
:s J. Uc:an. Gsc;1;01 1. Ed. Siglo x:c;, ?..,t¿:c~:n, ~ 984. p.·18 7. 1·rsJ. T 3egov;3...
se presenta como un precio pagado por una cre:icióo, por un salto que es,
como se sabe, e! acceso de Booz, a pesar de su eóad avanzada, a la paternidad.
Esta relación anubdón/re-creación es precisantente la rrúsma que juega en
lo que concierne a la castración simbólica. Por ser puesto fuera del juego
temporalmente, el objeto "falo imaginario" recibe allí su legitimación para
un goce ulterior. La salida del Edipo por la castración simbólica resuita así
susceptible de ser inscripta en una fórmula que retoma en su dísposídón la
de ía metáfora:

II

Esta fórmula no difiere de la escritura de la metáfora más que por el valor de


los tém1inos empleado:;: P designa el padre real en tanto agente de: la
castracion simbólica, X inscribe la posición del varón en tanto anulada p<Jr
esa operacíón. La fórmula se le~ entonces así: la subsrirución por la cufil el
paáre real ocupael 1ugar del niño en una relación con Ja madre ímagimiriamcnte
engañosa es congruente ( ) con la castración simbólica (es la hoz) donde el
ser del niño, el X, encuentra su solución (es el + s).
Nada de esto se produce con el "peque5o Hans"; cuando, en un comporta-
míento marüfiestumente dirigido a su padre. déclara, en nombre de sus
pequeñas desdichas, querer ir a hacer mimos en el lecho con mamá -la cual
está encantada de abrirle sus sábanas- el pa<lre deja a madre e hijo entregados
a sus tiernas efusiones, y no encuentra nada mejor que emitir algunos débiles
gritos que, noiablemenk, se dirigen precisamente a unFreud, quien. inventor
del Edipo, se supone que indica c;on ello a su~> discípulos que ésta :::s.
efectiva.menee, la actitud que esper:i. de un padre e!l casos semejantes-u;.
Cuando esos rr.isrnos run1macos se vuelven para el '"'pequeño Hans" signos
de su insuficiencía para satisfacer a la madre (la llegadr. de una hermanita
confir.na esta insuficiencia) , entonces cambian de valor: di:: refugio que eran
aparecen ahora como una trampa. Es Ja crisis que Lacan escribe asf: ·
(:VI + <P +a) ·M:: m+ Jt IIl
La secuencia. entre paréntesis: madre +falo imaginario +sus peq:.ieiios otros.
(aquí la hcnnana recién llegada), es \a secuencia del deseo materno, dicho de
otro modo. aquello con lo que e! ''pequeño H:ms" tiene que vérselas más allá
de la madre como objeto; de allí el redobla.rr.ie::itc de lv1 a la vez. en y fuera
del paréntesis. L a crisis consiste en la equivalencia

:is S. Fte:\1Ó. Cit!q p.rycfu1ttt1Cyses, O.a. c:r.. p. I ~R. (S. ~~L'd. Obr!:s ..:11,np{c!~. O.u. c:it.. p.1 08).
- del Yo del niño (m) aumentado por su pene real (tt)
- y de su relación con e! objeto r:taterno en tanto que, más allá de la madre
como objeto, es a su deseo a lo que se trata en adelante de respondeni1 contado
efectivo.
Esta equívalencia funda lo vivido de una insuficiencia que no puede ser
planteada sino sobre su fondo. Así esta fómrnla ne vale para Ja paranoia sino
para aquello a lo que respor:de la paranoia.

Aplicando ahora el método de lectura de:;cripto para el segundo giro, es


posible poner en serie esa~ escrituras; resulta de ello una observación muy
simple según la cu<il la última fórn1uia difiere de las dos precedentes (así
como de aquellas que seguirán) en que no exige, para escribirse, más que una
sola línea .. Escribe, entor1ces, en hueco. lo que he !!amado el pas-de-barre
que resulta a~í el nombre de esa encrucíjada, de ese rrooco com::in a partir del
cual se separan la fobia y la paranoia. El pas-de-ha.rre nombra el defecto de
la función metafórica.
La respuesta fóbica ínstaura la metáfora al ser :=i.b misma una metáfora. Es
lo que con.stituye e! va!or de la definición del ohj;:!O fóbico como objeto
puesto en función de significante. Hay fobia para el "pequeiiQ Hans" no
porque su reiación con su madre regresa a la mordt:dura a causa de la crisis,
sino por la norrüna<.:ión delc:i.ballocomo mctáforn.del agente de Ja mordedura
en el lugar mismo en que era esperad.a ia intervención de un padre r!!al. De
alií ia fórmula de la fobia en su tier.tpo inaugural:

p.¡

El caballo como significanre ('I) está en e\ bgar de P en 11. Anul<'.,


sub.stituyéndola, la secuencia del deseo materno. Esca fónnulade la fobia está
en conformidad con la de la met:ífora (I). Comparada con m, hay ahora barra,
supt!rposíción <le líneas, por meJío de lo cuai el caballo como significante
resultará suscepúble de entrar en conexión con otros significantes y de
metaforizar ;:i..sí ya no sólo la mordeó1ra sino ademá<: ei arnés, la caída... , etc.
Lacan escribe ;i.igunas de las ft'irmulas que corresponden a las sucesiva<;
fantasías: da en p:irtic·.ilar la del punto del re:mlmdc final en que e! "pequeiíu
Hans", redislribuyemlo los iugares, se coloca como pr.dre irnaginario. No es
fácil dar cuer.ta ce e~e progreso rnei:lfórico pues Ja formalización que se
introduce no esta completamente desarroilada. Y <.:Gmo, además, Lacan no
escoge precisar las reglas de t:scrimra qu..:: introduce dt: la r.nisma manera en
que se puede presentar el juego Ge-una a'(iornática, sino que procede mi~s bien
98 los .t<.,gos de lo lit•ral

según cada ocasión, cabría proponer escrituras para las fórmulas que faltan
y desprender luego. a posteriorí. las reglas de orto grafía que q ucdan, en parte,
implícitas en el texto de Lacan. Sín embargo, dado que nú objeto no es aquí
el "pequeño Hans" sino la lectura que tacan hace de él, considero suficientes
las indicaciones retomadas aquí. Esas índicaciones permiten extraer algunas
conclusiones.
E:>ta lectura se ordena en tres líneas super¡JUCstas:
i) El cifrado concepmal. Es el nivel de la ttaducción.
2) Una transcripción de la~ fantasías del "pequeño Hans" en una serie, de
elementos alfabéticos, ordenada temporalmente.
3) Una transliteración (planteada en priucipio y realizada en f}arte) de carla
une de esos elementos, t0marlos uno por uno, y formalizados en otra escritura,
que toma su punto de partida en la escritura de la metáfora.
Sólo este tercer rri veles susceptible de e.lar i.:uen!.a del asunto, del surgimiento
óe la fobia y t.s.rnbien del hecho de que llega un iiempo en que ella cae en
desuso. En los tí1timos sem.inmios del año universitario 1956-1957, Lacan
rr.anifiesta. su vacilación en "dar una serie de formulaciones algebrafcas".
":tvle repugna un poco hacerlo, por temer que. de alguna manera, los espíritus
no estén todavía compkwnente habituados a ello, abiertos a ese algo que,
creo, está a pesar de todo en el orden de nuestro análisis clínico y terapéutico
de la evoluciíin <le lo~ casos, [algo que es1el porvenir. Quiero decir que todo
caso debería poder llegar a resumirse, al menos en sus etapas esenciales. en
una serie de transformaciones de las que les he dado la última vez dos
ejemplos... " (A continuación se retoma el comentario de las fórmulas
numeradas aquí como 111 y IV n.
E~ un bec:to que este abordaje de la clíníca. psicoanalítica no encontró
prácticamente níngún eco; no hay un solo trabajo que haya hecho suyo el
modo de lectura aquí puesto en práctica. ¿Quíe.re decir, acaso, que se trata de
ur.a simple cuestión de método? Ciertamente no, si se e::itiende por ello aJgo
que sería exte::ior y exL.-año a su objeto.
En efecto, no carece de riesgos .avenrumrse 1nás allá del ci.frndo conceprual.
El peligro no está tanlu en '.a formalización como tal (despué:; <le todo ella es
algo familiar para las ir1srruí<los) como en Jo que reclama necesariamente. a
saber, la afirmac:ón Je qne lo que lafoT11Ulliz.tu;ión. escribe n.o es símplemenJe
para d analista sino que vale también para el sujetn del que hace caso.
Justificaré prüncro la pertinencia de esta observación, antes de ponerla C!l
discusión. A.sí, se puede notar que Lacan, a propósito de la fórrnula de l.
crisis, no vacila en decir que "aquel1o de To que se trata para el niño es tal ve:;.
en efecto <le hacerevolucícnareso" (lafónnolalli) o tambíén qee d pequen o
f{5bico. por no atenerse a la solución _?Tovi;oria def miedo a lo.s caballos,
tendrá que vérselas con ..esta ecuación (que) ao puede ser resuelta m:ls que
segtín sus propias leyes•>'.!~ (s~ tr.i.ta de la fómlllla IV). Está en la línea recta
de esas afL"IllacÍones admitir, para terminar, que lo que hm:e que cese el
síntoma corresponde al hecho de que el niño, al ju_gar con los elementos dei
sistema, se da cuenta de que se trata justrunente de 1.-n .sistema que se le
aparece, cuando fo experimenta como r.ai, dotado de lógíc:i... La. [ogificación
es la transjonnacú:5n decisiva.
Puede parecer insensato ~encr que admitir q?:e el ypequeño Han&" tenía que
enfrentar este conjunto de pequeñas k:ras y de signos gráfcos que constitu-
yen un álgebra y que Lacan introduce para la lectura de lo que Hans dio a
entender a su padre y a Freud. O, también, para decirlo de otro mouo, la
re:omcndacíón de Freodde "no confundir el andamío ccn el edificio ni.ismo"
tc:idria valer no de 1;onsejo sino de comprobación de imposibiiidad: no se
trata de confundíreI andan1io con el ed:ficiu, porqi.:e él mismo es el edificío.
Se puetie observar que es ta! vez más in:;en~atD aún no admítir ese real de Ja
fom1afización. Pues, salvo si se cünsídera que d íncon:;ciente es lo ilógico
mismo, no hay elección posible, debe aúmit.ir5e efcctivarnente que esta
lógica de laque depende es, e:i efecto.la que se dice que es, pues, para ¡_¡que 11 a
que no se die~. como no se la dice, nada se puede-decir de ella. ¿Se dice sin
embargo, con esto cualquier co_sa? El asunto debe, ciert;2me:ite;, ponerse a
prueba. Pero. persiste el hecho, y no es poca cosa. deque a partir del rr.omento
en que se e.scibe la fórmula. t..:ü prueba se vuelve posible: el o::ifrado fom1al
se pres ta a la refutación_

E!ita <lí.s.:usión deberá esperar la ínrro<luccí<)n úe nuevos m:iten.:iles para ser


más desarrollada. :'.vle parece sin embargo que la cuestión gana en precisírín
o:.:uanúo uno se (.fo. c;:..:enw de que el :Jlimo paso de Ia lectnr;: del "pequeño
Hans'. el p~lSO que Lacan inillc:i al decir que :;e '.rat:.1 de "rr:inspo;:ier en una
formaliz.aC:ónP", es ldcmificab\e coma transliceración.
A p:utir de rillí, es desde :ihorn posible situar. paracondu.!.r, lo que ocmrc con
el sír:rnmaeaer campo de! psícoanáli.sís.Bastará pa:aesto que el lector, como
un ciego, se deje gufar· por las fórraulas retomadas mls arriba.

La f')nnub IV curre~pontlt: a. b emt:rgt:ncia del síntoma: fóbico. Esc.ribe la


tripie operación -ce su9lencia, de sobst.i!ución y de apertura- del objeto
puesto en posición de significur.:e err Ja fobia,.

,:K S~tt1.i1lan,..)· det 26 de jll!'Jt\·~ itf!: 1957.


~ S:?mintuiu del 26 ce ju:JiD éc· L9S7.
,
l) La su plenci'l a la castración sir:ibólica corresponde al hecho de que 'I en
IV Vl\ en e l lugar de P en II.

2) La substitución corres;>o:idt: al hecho <le que !:J. secuencia del deseo


materno (1\'1 + cp + a) va e!i !V en el lugar de S e n L
J) Pero e:;os dos lugares sólo existen por el hecho de la barra que los :;epara;
m
estn harra, q ue produce di.'>COntinuidad entre y IV, escribe la superposición
de Hneas, la apertura de la función metafórica como tal.

Eipas·de-barre, el paso de barra que hace pasar de HI a IV no es una simple


m<inera de cifrar; si bien es, e n efectu, la fobia misma, debe ser posible
mostrar que el fóbicu tiene que vérselas con esta barra. y d e una manera que
ccrresponde a algo di ferente de no se qué profundidad. La pro fundidad es la
~nu.rtada ée la traducc ión abusiva.

Para esta mostración. abandonaremos ias pendientes aireadas que, hace un


rnto , cons r.itufa n metáfora, parn penetrar ahora e n la asfixiante mmósfe ra de
las pirámides.
En el texto llamado "de las pirámides", nr.o se sor¡Jrende de encona-ar ciertos
ideogramas que s~ distinguen de Ja manera en que están escríros en cualquier
m:a parte: los egiplólogos h.an hecho h lista de esos rasgos distintivos:
!. ideogramas que figuran animaks o humanos están di bujados
incompletamente: ~ ell lugar de ~ ~ en lu gar de l
2.;deogra~nas
que cstan cortados e n dos por una seccióc no gr alnda: a~ í:
~:- e tambié n: .!ilJ!:f.5 .
o
3 .cuando l;:i escritura esta en hueco sobre la tiared, una pan::: dei ideogrruna
es tapado de nuevo ~on la ayuda <le un peqJJefio montón de yeso io

'"1.c:t:t. !..a r.t!I~!~ .~-ms J°Et""f7'~ unc!tr.r~. ~· 77.'I8 y 38 y lá:niea LXX!. J. ~ Lau.cz.
~·aqqu1C1b. y.1 ~O y !!gur.; ;s~ t5S.
el "ptlS-de·lxlrre''fóbico JO!

Fr~,;nienro Je: los ºte;cc.:is Ce las ph'úmides... EJ je:roglff;zo señalado pr~senta ln sigiJiente p~
cul:irid"d: s(1io la par:e aaief.Qr de! bovino fue pin1;;.da de v~ como cada uno de Jos ouoo j~
roglificos del iewi: su ~:>rte poMerior habla sido taparla co.n yeso. Tales hechos se comprueban
en cero~ jero gt.:ficos qoe ti g•Jroi.o otro< grandes <lllimales. C!i. Je:in J>hilipoc Ln1cr, Saqqar<Jlt.
T.ajlandicr Ód .. Pñris, 1971.;, ~· 2í0, figura U5, foe:a d~ io.<!u.

Tales hechos son difici!es de inicrpret::u- pe::o hay dos pentos que quedan
adquiridcs. Primero, se trata aquí de elementos del textc con iguales tftulos
que los otros elementos textuales a los que acompañan. Este punto es
inc.::uescionable. Se pcdrá discutir mucho m?.s sobre el segundQ punto, pues
apela a la teología egipcia. Se sabe que no h:;,y en los antiguos egipcios
adoración como ~al de Ja Jmagen, pero que, ::n cambio, ésta es susceptible de
adquirir vida, de recibir, de albergar por un tiempo lo que llaman el Ka y que
tradujimos lo mejor que se puede -seguramente muy mal- por "el espíritu".
Este posible albergue, que opera para la imagen, !a estam:i y tfu"Il.bién para la
momia. depende de la buena voluntad dd Ka que puede decidir pasar la noche
vagabundeando por el valle u reocupar su imagen en Ja tumba (imagen que
ye privilegio aquí porque, como e;! el ca50 de Luc:a:i. ei cuerpo es pensado por
los egipcios como puesto ca el plano). En una pequefia pa..-i:e, sin embargo,
!a imagen puede influir sobre la dedsión del Ka presentá.'l<lose por sí misma
con un aspecto que sea ag:-adable a s11s ojos, q ue le convenga por su belleza
-lo que implica, en tre nume rosas exigenc ias esr.ét.ica:1 codificada.~. que sea
una imilge n completa-. Así, los diferentes rratamientus que el escriba hace
sufrir a los ideozramas se dirigen verosímilmente a los Ka( s) correspondien-
ce~ como para decir a cada uno de c:llos: "r"vfira esta imagen trur.cadu,
dec:.tpitada. tacbaca, ensuciada con un mo ntón de yeso, ¡cómo podrfas
decidir venir a habitarlo! ¡Hay otras :rr.ágcncs para tí! ¡No te engañes sobre
el valor de éstas, no están en la pared de esta tumba sino en tanto signos de
escritura!".

Así. la harra que atravie.~a al león indica qne se traL1 en efecto de un


significante, apu ntado como tal por la marca que arraviesa lo qu~ podría
<;uedurlede a.-;pectu pictográfico. Pero a ~ste sígnificanteco mettal se Je a~ocia
ur.:l su pos ic ión q ue no es la del escriba -quien, por su pane. tiene el c:nidado
de p:ecisar cte 4w~ se trata- sino la que él atribuye al visí:ante eventual,
considerarlo como susc~ptible de confundirse al desconocer el valor escritura!
del dihujo y consiuer:lr!o solamente como una imagen del objeto. El escriba
tiene, cicnamente, buenas razor;es para tomar en cuenta esta eventualidad, y
hay qt:e admitir. en efecto, que el ¡;orvenir no lo ha desmentido ,?Orque
to<lavfa hoy la opinión general ve en la pic;ograffa el primer paso de la
escrüuo. El malentendido posible está en el lugar del Otro donde lalet:a debe
hacer !itorul y elimiaar así el malentendido. Por eso conviene poner los
puntos sobre l:i.s íes: el leon tachado es un objeto fóbico.

Es di ve:-tic!o not:ir que e l escriba no traca a su lector de una manera diferenre


de l:l que yo pongo en acción aquí con el mío al subray::ir, en e l lugar del obje to
fóbico, un signific:ir.te que lo esc ribe localizado como tal.
A partir de esto es posible precisar '.o c¡oc 'J.UÍere decir "poner el objeto en
función de significante". La cosa no se r:;d11ce a su punto de partida, que :io
e~. si n embargo. dcsdeñ.ab:e, puesto <;ue ya el objeto de que se trat:i, caballo
o león, no es un hipotetico "objeto bruto" sino el dibujo rle un objeto, "Jn
dih,Jjo que ;10 es tomado como representante del objeto sino como escri n:rn
ele su nombre. Es la operación del "ré!msde trar.sfcrencia" ce la que ya b::1aos
tratat'.o a<;uí. Sin embargo, si el 1' ribu.rdé transferer.cia" es un punro de apoyo
par1 la ~obia . no basta para defi nirla. Hay fobia, hablando con propiedad. por
esta marca .>l1plementaria que escribe para el Otro que el objeto es pues ca en
función de sig r.ifican~e. La fobia tiene la consister!cia de un "rébus de
:ransfore ncia" señalado. De allí el he::ho de que dia pone siempre en
movimiento el entorno dei s;,ijcto; y lo que le señd:i aí entorno. incluso de '.a
m;:iner¡¡ :nás aguda {pues 6s!c llega rnpidarni.;ntc a no .~aber qué hacer), la cifra
fóbicacomo tal (una cifra, es decir "uno no comprende nada"), no c::s nt.racosa
que el miedo. o sea la angustia alígerada.
El miedo es el afecto de la barra q'ue, para el fóbico, no puede ser efectiva (en
el lugar del Otro) sino afectada. ¿No se habla, acaso, de afectación cuando
uno se encuentra una manera ce ser simplemente subray::ida?
En las pirámides ele Una-; o de Te!Í. se encuentra otra :naneru de marcar el
valor escritura! del i(leozrama. F.n lugar de subrayar este valor con uno de los
rasgos más arriba enumerados, describa ha suprimido pura y simplemente
el ideograma 0\
ff \_,:·f_,í . reemplazándolo. puesto que escribe el t..-j!ítero rmt
-con l os tres uru')'1teros <--.::;»;·~'l.
!\ 3=-=..;que correspon d en, respect1v:imente,
. ar,
m y t. El caso merece nuestro tnttré.> pues basta con prouucirlo para c;ue sea
demostrado que una :ransliteracién p1,ede hacer las veces de barra. :;fo sólo
hace las veces de barra sino que es barra. Se trata, en efecto, de una
transliteración porque, en su preocupación por marcar con una cifra el
escrito. el escriba pasa de una manera de escribir a ot:a ir.ane:a cl borrar
radicalmenlc esta vez todo resto pictog:áfico. Habría bcistado con que este
procedimíento se generalizara para que la escritura egipcia dejara de ser la
bastarda que manifiestamente era para vol verse una escritura alfabética H.
Así res uIta que, al transliterar uno por uno los conjuntos sintácticos untes
transcriptcs, Lacan no íntrcduce, con su áigebra, un cífraGo suplementario
que tend1ía estatus de met:ilenguaje; el cifrado suplememario permanc-::e en
la línea Té::dl! instalada con la fobía. O, ta:mbié.1, para decirlo de otro medo,
no hay diferencia eser.cía! entre lo q1Je da a leer Lac.'.l.o y lo que da a leer el
"pequeño Hans".
Esto no significa que 1a transl i ~erac:ón carezca ce consecuencias. Pennile, en
panicular. situar la función del síntoma. Que la fónnu;a JU de l~ crisis no
satisfaga la de la metáfora da en contrapunto la fund6n del síntoma fóbico
(IV) que, com9 pas-de-óarre, pa.>o de barra, instaura una disposición
isomorfa con Jade laescrituraJe la meúfora. Es decir que el síntoma ejecuta
la transliteración allí mismo donde ésta falta.
Capítulo cinco

donde el deseo bribón vale-nada *


La letra fetichizada
F..1 la págir.a 318 del tomo V de los Cahiers Anoiré Gide
(Cw:idemosArulré Gitie) enco111r::rnos. del.a plu;oo de "1 "Pe-
rit~ lJ:J!ne ~'. el 1~stir11ottiO .siguiente: "... desp ué! i: .;e rie abier..
tament~ porque yo le digo con un to'IO exaspi: rc4o: '¡Usted
ja:rir'..s dirtJ simplemente: esta trulntequil!ii es amarillcl No,
¡;isud tit>te qi>e decir: Negar que tsla 1r.a11tequi/la tea atn(l-
rilla, seda cit11amenre una loc~ra! -S!. dijo él irórrir:i:m2me.
¡e~o e$ to que se llanuJ 4! 11uwimie:110 de La fraur

AndriCide

?vficntras que los ciframientos puestos en juego para la lectura podían variar,
en Lacar. pcr ei contrario, se manifiesta como una constante ese rnodo de la
lectura y, ccrrdativa.'Ilente, ese a.bardaje <.!el '.Síntoma. Lacan 1ee el caso de la
joven homosexual con el esquema L; Schreber, con el esqueina R, Juyce con
el nudo borrorneo, -·-etc. Acabamos de concluir d capítulo anterior con la
importante observación de que ese modo de /~er con el escrito implica que
el síntorna sea tomado en cuenta corno aquello que suple la falia de la
transliteración. •
No ha<.:c falta proceder exhaustivamente para confirmar esto; todos pueden
hacer la experiencia. Pero puesto gue se necesi!an al r.nenos dos ocunencias
para poder decir:" ... y así sucesivamente", elegiremos ahora estudiar el texto
Jeunesse de Gide ou La lettre et le désir (Juventu<l de Gide o Ln letra y el
deseo), que, además de esa confirmación, ofrece la ver.raja de presentar, con
el fetiche, su contraponto a Ja fobia.
'\/eamos: se realiza un baile en la casa familiar de los Gide. .A.krtadc por el
rumor inhabitual, et joven 1\ndré se atreve a descender furtivamente algunos
e.scalones de la escalera; es menester ir a ver. Cito: "1Yada tiene el aspecto
acostumhrado; me parece que voy a ser iniciado de golpe a una vida
mü teriosa, diferenrerr:en re real, m1s brillante y más patética y que solmnente
corníen;-,a cuando los niños pequeños están acos;ados." Una b~lla D~una

• ";írulo ea irnncés: Ou le desir v~~r.en. Clr. p;\gina 108 de es:e c:ipiru!o.


l 06 los usgos delo liten>/

repara en él y se acerca al niño; bajo los adornos y el veslido de seda, no


reconoce a una amiga de su madre que, sin embargo, había visto esa misma
mañana. Luego, \levado a la cama de nuevo, con el espíritu todo confundido,
surge este pensamiento, antes de hundirse en el sueno: "Existe la realidad y
los sueños; y además existe la segunda realidad" 1• André Gide no tiene
todavía siete años.
Si la realidad es como "un espectáculo fuera de la realidad"i, no es posible
encontrar en ella esa garantía imaginaria sobre la cual se apoya Ja ilusión
común que, por ejemplo, hace concebirquequien vieneaunacitaesel mismo
que la ha con.::ertado. El Yo, objeto de la realidad, está marcadc por su
escisión. Quien declaraba: "Como un descuarúzado he vivido" 3 , gustaba de
cítar este verso de Racine: "¿Por cuál turbación :ne veo yo transportado lejos
de mí?"4 •
Así, CU.1ndo a la edad de 11 años, en medio de sollozos, cuyo motivo se lé
~sc:ipa, Gide hace escuchar a su madre su "¡Yo no soy igual a !os otros! ¡Ye
r.osoy igual a los otros~", hay que admitir, no que es diferente de otro de quien
diferi ría por tal o cual rasgo(s); sino, más radicalmente, que está hecho <le otra
pasta por no tener otro sobre el cualacomoc!arsecomo Yo 5• ¿Será qued amor
de una E:::o le faltó a Narciso? Pero en lugar de íntentnr prematuramente dar
la raz:5n de esto, conviene seguir sus efectos.
Los llamaremos: de proteíficación del Yo. El camaleón, al fallarle un \;Olor
extraído de su entorno, elaborará una teoría sexual infantil según la cual se
vuelve verde porque "piensa en hojas"6 _
Pero el per.samienro huye. Y la c1Jesti6n de saber dónde se detendrá e;
pensamiento se hace tanto más aguda cuanto que el Yo escolta y sigue. Gidt
tiene direc:amente que vérselas con eso en sus "obsesiones": "He uquí cómo
comienza esro: en el silencio de la noche, ni bien meacuesco y apago la vela
en lugar de sueño. lo que viene es una melodía, una melodía corta y simple
en forma de fi;ga. Primero se desarrolla simplemente, luego, cuando
recomienza. surge como un eco, una adyacencia que se desarrolla en formLJ.
de canon paralelamenre a la primera. Luego una tercera se injerta en el
/ercer compás ... una cuarta quiere tomar impulso; trepa sobre la prime re·
al unísono, pero con ur1 timbre .diferente; las distingo -empujan -todos~
mezda hay que recomenzar - !a primera ensaya una.fioritura; la segunc.l
sigue; luego la tercera; -la primera se apresura; las otras síguenscheT<.ando ..
Al poco tiempo es una obsesión ir.soportable; me levanto y, para acallarla,

' A. Gilir:. "S1 I~ g~in ne: :ric:urt" (h<>y tt:Jducción es.p3.ilo1a· Sf ta !.emHla no muere, EJ. Los.od:i.
9:.u::oo:-:i Aire:-; ) 4n Pt>i$i<$, Jou.rna!, Souv~nit.'r, N.R.F., 1952. p. 310..
'Je;i.n Oelay, ú: j•uMSU de Giite, Gollimud. t. 1, p.147 y !48.
' J. Dcloy, Op.cit.,<.2, ? .636.
'Id.. L l. p. 549.
'Id.. t. l. p. 173.
4
(d, l. 2, p. 3 10.
dunde el Jesto brii>ón vttle·=dD : 07

toco simultánemenre muy fuerte en el piano unos acordes al azar; -y la


melod{a írrirante canta tan.fuerte que produce una disonancia real al chocar
con el acorde superpuesto "7 . La mulúplícación gideana de los personajes es
del mismo género; Gide invita a que se incluya en está lista su propia figura
de hombre de letras. Así, en Los monederos falsos, uno de los personajes,
Eoouard, proyecta escribir una novela cuyo título sería "los monederos
falsos" y con este fin lleva un diario donde discute Ja novela furura. Pero
paralclamc;'lte (con ese "paralelo" mismo que André Walter dirige a
Emmanuclle -"Caminaremos paralelos .. .''-, la multiplicación de !a imagen
reclame la posíción en paralelo de dos espejos), Gide escribe Los monederos
falsos y propone, con su novela, otro libro titulado Diario de los monederos
falsos, en el cual tiene el cuidado de esc:nbir que ese cuaderno "debe
convertirse en el cuaderno de Edouard" ª.Ni Edouard, ni Anclré '.Valt.,r, ni
Tyüre, ni Corydon... sen sopones de identificación para André Gide. "i\osoy
el inmoralísta, obser1a, me basta con haberlo escríto"9 •
EP. términos gideanos: el "representar" (es decir: componer) no cesa de
presentificar to que sería '·Yo" corno algo "puesto e:i abismo". En ei lírrüte
extremo ce este proceso de refracción del Yo, se encuentra su disolución que
es ese punto en el que se convertirá finalmente en algo, pero que sólo po<lrfa
hacerlo reduciéndose a nada. Gide jamás olvida que la posibi\ídad de su
disolución (que aquí se revela como punco de encuentro del imaginario y el
re::il) habita la imagen; que la r.ada, término de la serie, está igualmente
prese nte en cada uno de sus términos.
De esa nada, ese ríen, que Del ay leyó en el Viaje de Urien, ¿tal vez no señaló
suficientemente su alcance? F.sa nada como " .. marca de ese hierro que la
muerte trae a ]acarnecuaodo d verbo la ha di::senredado del amor" 1 se vuelve º
a er.con trar también:

- en la literatura que elige Gíde , la cual, desen<:antada de !a acción, es una


literatura donde no pasa nada. La Angelc de Paiudes .~e a~ombra de e~ta
manera de pescar: Tytire no atrapa nada; "¿Por qué?, pregunra Angele. -?or
l a ver<.!aci del símbolo. -¿Pero y si atrapara algo?- Entonces ser fa otro símbolo
y otra verdad" 11 •

-er. la filosofía del acto g~atuito, "Un acto que no está motivado por nada.
¿Compr:::nde usted?, ir.tcrés. pasión, nada."

'Id.. 1. l. p. .S63.
$ A, Gide. Jourr..a/ dtt fau.x !1tl)1t1Wy~;,1rs. G:.lili:n~d. p. 31.
• Ci:ovo por A. Ang!é<. An,/ri GiJ< <: fr pr<mier graupe ie la N.il.F., Gal~m:lTd. p. 38.
:o J. L.ic::tn . "Jcuricsse de Gide .. , Ecrir.t . Seuil. ?aris. l9~<1. p. 7:i6. {Hay c:<lii:n.in ;::~1 espaf.cl:
Esc.ri~os. uaciuc::iétl i.1e~ ft'3.l1ct5s ;>0r To~ Scg~'lia. Siglo XXI. MéXJco. d¿cima <!Wción
C:')rregi<la y aume:n:.ad.l.. (984. p. 7)6. E! c::ipftuJo "Juvencu(~ d~ Cjh.Je" f:1e t:ac1uc.:do por
A.rrtkl.Ddo Su;l.rcz. T::l<!uc::ión 1~odif.c;:lda ¡xir r.os:r.:tros).
" Citad" fOr J. Delly. op. cu., :. 1, p. 41 5.
108 :os s•sgos de lo literal

• y hasta CH su relación con su mujer, ~1adelaine, Reina de Urien (su nombre


<le Reine, fuera de la e final muda, sólo difiere del Ríen, dr; la Nada, por una
pem1utación), cuyo tenor exacto señala Gi<le cuando escribe en Si la semilla
no muere: "Creí que todo entero podfaentregarme a ella, y lo hice sin reserva
de nada." Introducir una coma entre "sin resen a·· y ..de nada" bastará para 1

legitimar el lugar de ese "de nada" que, a pesar de p;¡recer redundante desde
el punto de vista semántico en la frase de Gide, tomará, cor. la coma. el sentido
de la réplica a les ag;adecimientos.
"Nada" es eso con Jo cual Gide "no descuida su deseo·' ' 2 . Se puede decir de
él !o que escribe refiriéndose al pequeño Boris de Los mo11ederos falsos: "Le
parecía qt:e se perdía, que se hundía muy lejos del cielo; pero sentía placer
en percerse y hacía de esta perdición misma su voluptuosidad" n El niño
Gide experimentó muy tempranamente que !a disolución del Yo puede no ser
sin goce 1•. También el punto donde la disolución reduce el Yo a Nada es al
mismo tiempo aquél donde cesa el goce. Y cuando Gídc necesita una fantasía
para que su deseo acceda al. placer, para turbarse hasta aquel punto de
vacilación la ent:ontrará en !a figura del niño bribón, granuja, vago. bueno
para nada. vaurien.
Dejamos escapar el asunrn si hablamos aql:!í de "pedofilía". No es cualquier
niño el que hace desfallecer a Gide, y· sus relaciones si=xuales ton un
1-foha.med (encarnación para él dd bribón, del bueno para nada) no hacen
más ruido que Ja palabra "palmas" en un verso de i\failanné. Agarrar la mano
de un Mohamed es suficiente para darle cuerpo a la fantasía, pennitirle
"gozar de desear"'~. O entonces, si uno elige mmncner esta categoiía de Ja
pedofilia. hay que apaciguar {¡si es que se puede!, -pero por supuesto no se
puede) l<\$ imaginaciones eróticas de leglsladores neuróticos, hach~ndoles
not:ir que el cazador de buenos para m.1da está provisto, no de un fusil con
cartuchos. sino de un fusil de exposición de aíre comprimído cuyo gatillo es
accio11ado por un polvorín de goma fatigado 16•
Pero gozar de su deseo -fórmula lacaniana para la perversión- no es desear.
Dcse;ir el deseo dífiere tanw ;nás claramente de obtener su goce cuanto que
dicho goce es una úitima manera de evitar el deseo. Basta con que una mujer
av<!nce hacia Gide manifestándole lo que él puede creer que es su des¡:o para
qi.:e inmediatamente el turbio miedo que lo invade sólo encuentre escf!patoria
er. ese sobresalto que, inmediatamente, hace que se aparte. Ese movimiento
siempre se verifica en Gide. Por ¡;Íerto qne ia aventura con Metie:n (me-rien.
me-n¡¡da). no lo desmiente; ni ña-mujer cogida pensando en su joven herma-

n J. 1..acan. ''Jeun<sse de Giée", écrits, op. cit., p. 757. (F..scnws, op. cit.. p. 736).
" J. Delciy. op. cit.. t. l. p. 252.
'' Cfr.: 1) Li mecamorfo<is c!e Gribouillt en vege;3J (J. De11y. t. l. p.2.50); !) el juc~o <le den,ar
i•)S sckfoditos de ?lomo (t. 1. p. l•l2 y 149): 3) la fr:i.,e .. d cs:ro~ic:o me hacia <les falle~.,.. a
prm)ósüo <le ~na 1.,o~m <le Mad= c d• Ségi;r donde una domés'.ico. • quien le hadrui
cnsquinn~. dejaba caer al saelo toda ~n3 pjtz, e~ pl:nos .
., J. t.ac;;n, Se:-':"tin:ui.o sobre •. ús /<1!'7'1".0liur..J de J.i11.t:."'J r.sr.ienr'* c~J 26 de m.'\r?O ~e l 958.
•• J. O·,!oy. op cit.. ¡:. 402. t. 2.
no Moha.med, en connivencia con Paul Laurens, que había abier~o la vía; y
no sin que la madre de Gide, al ilamado de su hijo, acuaiera hastaBiskrapara
ali viario de tener que presentarse como falóforo ante una mujer. Ya sea ante
los av anees de su tía (madre de ~1adeleine), de los de una andaluza de cabaret
o incluso de la corpulenta suiza. siempre.: se trata del mismo esquivar tan bien
observado por una prostituta de las callejudas cercanas al bulevar Saint
Germain. Víendo a ese adolescente apartarse de su cercanía. ella le dice con
una voz "a la vez regañona, burlona, mimosa yjovial: "¡Pero no hay que tener
miedo mi lindomuchacho!"-yGidequeagrega: "Un flujodesangremesubíó
al rostro. Yo estaba ccnmovído como si me hubiera librado de 'Jna buena"11•
Sobre todo no poder congraciarse con una mujer. atenerse a la posíción del
muchacho peco agraciado, tal es el imperativo. "Si yo hubiera podido
descubrir con un gesto todo el misterio femenino. no hubiese hecho ese
gesto"'~. Frase tanto más notable cuan lo que, al ser pura implicación, no dice
nada sobre la posibilidad de ese gesto, excepto precisamente el decir de no
decir nada sobre él.
Ese acto de esquivar propio de su privación que hace desear a una mujer
aparece así como ur: punto fóbíco que, con Gide, puede ser designado como
fobia a la mujer que ataca con vitriolo. Evocando sus relaciones con las
prostitutas. Gide escribe: "lv1uchos años después, estas aprerrJantes cnarurns
me inspi raban tanto terror como las mujeres que atacan con vitriolo"19 •
Sin embargo, una pesadilla k haría pasar más allá de es1e terror, lírr.ite más
aquí del cual se habra mantenido. Delay cita este texto íntegro, pero yo
reproduciré sólo el final: "Y yo tenía miedo de ver: que ria dcsi·iar los ojos,
pero • a pesar mío, miraba. Bajo el vestíáo no había nada; estaba negro,
negro como ;m agujero; yo sollozaba de desesperación. Entonces. con sus
dos rr.anos, e!la tomó el r.,1.edo de su vestido y luego !o llevó hasta por encima
de su cara. Se dio vue!tc como una ho{sa. Y ya no vi nada más; la noche ;¡e
cerró sobre ellcL .. i'vfe de~pené del miedo que semía; fa noche estaba todavía
can negra que r.o sabíc: si no era también !a nL>che del sueño ..zo Si la
arrojadora de ácldo desfizura, detrás de ese veio enceguecedor que es el
vitriolo no hay más que esa Nada que prohíbe hacer 01ra cosa salvo figurar.
Así, se revelan solidarios: Iº - ei hecho .de que el Yo no ces;i de ~.~igir un
"representar", 2° - el fracaso de ese iepre5enta;: (o sea la reducción del Yo a
la Nnda) y 3º - la necesidad que, esa Nada bajo su vestido, constituye la
mínímu manife:>tación de una mujer fatal.
Este primer recorrido, que evocn algunos de los principales temas de la
empresa g!deana. va a servir ahoro de trampolín para el estudio de 1a lectura

" J. Delay, i<!.. t. l. p. 358, :i.si <:0mo p. 2'r7 (con Ja <.iol. 1. 2. p. JS I ¡:o <uizo), y p. 223 (I~
ar.<l'11iJza).
" J. !Je!ay. L l. p. 357.
" J. Lle!~y. l. l. p. 2!)').
"'J. De;ay, '.. 1, p. 52$.
1 U) los sesgo.• de to literal
~~~~- -~~~~~~~~~~-

de Lacan. En efecto, hasta e! presente no se comprendió la empresa misma,


o sea, la relación, en Gíde, de la letra y del deseo. Eso es lo que resalta Lacar:,
como Jo índica ya el útulo del artículo compuesto de una repetición del de
D e lay, a lo cual Lacan agrega: "o la letra y el deseo".

Lo que se trata de explicar sólo es enunciado al final del artículo. pero no deja
de focalizar las observaciones anreriure:s, o sea: " .. xse intercambio fatídico
por el cual la letra viene a ocupar el Jugar mismo de donde se retiró el deseo"21 .
Ahora bien, este intercambio que da su estatus de fetiche a la letra gídeana
define !a empresa tanto más necesariamente cuanto que él mismo depende de
la modalidad Je lo necesario. De escribirse, la felichización de Ja letra no
cesa.

¿Sobre qué se funda Lacan para legitimar en Gide lo necesarío, de esta


sustitución del de~eo por la !etr~? Responder a esto hará manifiesto al mismo
tiempo Ja manera de leer puesta en oora por Lacan - la misma que ya fuera
seiialada con la lectura <le! pequeño Ilans. -

Lacan lee a Gide con el esquema L. Pero ¿qué quiere decir aquí "con"? Eso
es lo que hay que precisar. Veamos primero ese esquema:

(yo) :i

El e:;que:n~, resjl<mde, cifr;ín¿olo, a una :iecesidad, la del sujeto del incons-


ciente como suj~o e stirado, no por elegante y con la ropa impecablemente
planchada, sino estirado por los cuatro costados que son un mínimo exígibie
para la difere:'lciación de los sistemas del Yo y del ln;;onsciente.
El esquema L escribe estJ difereneiación como irreductible y toma en cuenta
:il mis rno tiempo e 1entrecruz:unienro de esas dos dimt:nsiones12• No mostraré
aquí cumo se ¡rata de una rraoslitcrac'.ón en otro :i.lf::ibcto de! esquema del
capitulo Yll de la Traumdeucung, cómo inscribe :ina ·'estructura compara-
bk"11, cuya reescritura se manifiesta indispensable p<.tra. temar en cuenta "el

~· Ccrits, ;>. 16'1.. (E:•crf:oJ. r:r. ::it, -p. 7~2. uadocciórl !:lC·dific'l~<! por r.·::>sctros}.
;:: Sohretlesqo:ema L. ver J lacan· Écrit.<, pp. 53. 5JJj, SS 1 í€sr,,jr,,s, rµ. J".'. 530. 53j) ª'¡ wrr.v
t'.I u~x rn qut>: lo i r:1rodu~e. :".n ~I senUnario Le r.rui clt":tt.S !a !héon·e ~·r Frea.:.d. e: cl..ans ú1 tf!f',~nit}CJI!
Jt: (ti psycfi~rtülyJe, se:s!one~ de.1 2 d~ febrero. 25 de t:'layo y i>). ()ej1>nio Je J9 ~5. '/r:.r t.Jmbien.
;·,qui mi~ma: "c:l t:ngil!zamicnto de la tt;.l:lSfe:rencia''. ~~r. lX.
~Ver J. Lacan. U! m1>i ... , .<o.<iones del 2 ~e fe bce10 y ~5 d• may<> de 1955.
dvnde e! deseo br:bó:; vc!e-nQdQ 111
·-··---- ··- ·-· --------
más allá del principio de placer". Por el momento, lo tomo er. cuenta en tanto
escrito del cual depende una lectura.
Situar con el esquema L la empresa gid~ana puede parecer totalmente
inadecuado y lo es, en efecto, puesto que la posíción de exclusión de su
relación con el semejante, de la que Gic.Je <la testimonio, prohibe dar
cunsistencia a la línea a-a'; la J.isolucíón enturbia siempre, con la del otro, la
imagen que no cesa jamás de no hacerse "Yo". ¿Hay que admitir por lo tanto
que un hecho de este orden obliga a no desestimar d esquema L, e incluso
in val ida ese esquema? Esa no es I<! consecuencia. que extrae Lac:.ui 4uicn, por
ei contrario, funda sobre este obstáculo para la transliteración el carácter
necesario, para Gide, de su empresa.
Lacan nota ·'que se redoblan en las crelciones de! es<.:ritor, las construcciones
m<Úi pn:coc::s que fueron más :1.CC!:sarias en d níiio, por haber tenido que
ocupar esos cuatro lugares que se volvieron más ir.ciertos por la carencia que
ailí se alojaba"24 . Lo necesario d~ que se trata ac..¡d es aquello mismo gce
escribe el esquema L (directamente designado cinco líneas más a...rribu). Así,
leer con el esquema L, qui~re decir reconoc~r que !a empresa gideana 5e
escribe tanlo "más" necesariamente con el esquema L cuanto que h¡¡y
obstáculo para 1a transliteración. Allí donde no se satisface a la tran;>líterac ión,
está lo necesario; o sea, lo que, a título ée suplencia, va ahac::rqu~ el esquema
se s<ltisfagil" pesar de todo. F.n.:::cr:cramos aquí le que ya ha sido señaladn en
lo corn.:enúenie :i.I e:,t<&l'..1.$ dei síntcma con el peqt:ciio Hans.
Tener que ocufH'.r los cuarro lugares del esquema L no es un asunto
desestimable. El estudio de Lacan·desarrolla sus consecuencias -dicho de
otro modo, el asunto mismo.
En primer lugar, en el imaginario, donde e:l problema implica lo que Lar.an
nombrn "<les<lohlamiento"25 (diferente -como ~e verá- dei "rcucbi:lrr:5cntc''
citado más arril::a}. .21 defecto de lo semejante i:rae un desdobtarníentc, cuya "
figura ejemplar eacuentra Lacan en un estudio de Lévi-Str;:uss sobre fas
máscaras16 _ La cuestión de lo que quíere decir "desenmascarar" se encontr:i-
ba planteada en Lévi-Strau.ss a pa.r-Jr de un conjunto de r<l.!>gos estilísticos
amílogos, señalaéos por los antropólogos, entre producciones artísticas de
poblaciones .sin embargo muy alejadas: Una :!e esas características había
recibido el r.ombre de "split representation": un diblljo caduveo mue~tra un
rostro taruado compuesto por des perfiles adyacentes. El trazadc .>obre el
plano no respeta las leyes del trompe-l 1 02il o perspectiva engañosa, que
tienen las dos díme:\'Siones, pero elige reproducir sobre el plano soporte, sin
defonr.ac:ór:, el decorado tal como habría podido s~rdíb•Jja.do sobre e! rostro;
de allí proviene ese efe::to de perflles acolados. L~ví-Strauss intc:¡prcta esca

"/ l..oc~. EcriL<, p. 751. [E.::crr:os. p. 73 l. T:ad~rción morlificoda ?º' n<>sc::ros).


"l. UC:l.11. EcnlS. pp. 752 y 757. (Zscri/DS. P?- 7J2 y 737).
:o '/cr C1. Lévi~Strauss. An1ro_9oiQ~cá esJrkcJufa:, ;1.r1)cu!o '' l4Jt.c··. EU DEBA. Buenos Aires.
¡ %8, pp. 22 J a Z28.

conservación precisa <le la decoración como dependiente del hec.;ho <le que
ese decorado "es el rostro", "lo crea", "le cc¡¡fiere su ser social". Dicho de
otro modo, no hay ninguna suposición de un rostro que estaría detrás del
decorado. Lévi-Strauss da también el paradigma de esa rebción del ser al
pare-Ser con las máscaras polípticas: muestra que no hay otro modo de
desenmascarar que el que ellas pemliten y hacen manifiesto; a saber, abrir la
máscara; desdoblarla al revés. Dese:imascarar no tiene nada que ver con
develar; máS bíen es hacer exhibición de la r.láscara como tai. Presentarse
con la máscaraabíerta: tal es. er. el imaginario, la postura gideana. Y mal que
le pese a Descartes, ;i Gide se adelanta desenmascarado sobie la escena del
mundo, hay que convenir en que el enuncíaéo de ese hecho sólo ha sido
pos.ibie a partir del penetrante acercamiento de "Paludcs" y ios dibujos
caduveos; aproximación inimaginable sino fuera por el hecho de que Lacan,
leyendo a Glde, se mantuvo firme sobn:: el descubrimiento freudiano ta!
como lo cifra entonces el esquema r,.
Sin embargo, la empre.sa gideana no es reductible al problema de la persona;
la compo5ición del personaje se "redobla" en él con las creaciones del
escritor. La mane::i. como Lacan rinde cuenta de ese redoblamiento va a
confirmar, pür una parte, er. hueco io que acaba de ser dicho sobre la postura
gidcana en el imagin::uio, pero haciendo resaltar, por otra parte, y al mismo
tiemp;.1, ~u contrapartida simbólica.
Si pam Gide algo hubiera podido constituir nna ex.ce?cíún al "no igual" y
hacer cerrnr los postigos de la máscara políptica, e:ic foe ciertamente su an1or
por ~fadeleir.e, "místico oriente" de su vida-au::a111eeJlasóio ihaadarleaesta
vida una orientación recortuda en línea de punt0s, Se conoc:::n las circunstan-
cias en que este mnor nació para ya nunc::i más desme:itirse. Curar a
Maddcinc de haber tenido que rcconocereo st: propia madre a una mujer que
auca con via'iolo. prntegerla en el futur()!'de toda irrupción de la fatídica
figura. tal fue el voto fundador de ~se amnr.
Sín el!'bargo, esta identifJ.:::aciér., que encontró en ~Ia.deleine el eco más
propicio para ~u SQStén, no dejó de revelarse sir. re$tO. La cristalización del
ideal a la vei; mortífero y angélico ("Ambos nos h::ibíamos puesto esas
vestimentas blanc.;as de las que nos hablaba el Apocalipsis.. .'"27) que excluía
al deseo. preparó su reaparición como contrnpunto justo un año después (fin
de diciembre de 1882 • 1° de euero de 1884) cuando, al salir de una visita a
A. SM:::klewn, Gide vio posarse un pájaro sohre su gorra, ":;¡ l:i. Illéli~ern del
Es¡;iritu Santo" -signo que intcrpr::ta ínm::J:atamcntc: de una manera casi
delirnnte y, puesl0 que e¡; para él de "interés vitaJ'>:l\ lee :::n ese hechos~
predestim1ció11 de. eleg!do. Teseo hact! cas:> omiso de su c:ariño por Ariadna
em:ontrnndo en !a certidumhre de!::: obra a cumplir la fuerza de cortare] hilo.

"Ciudo ""'J. D.::lay, L i. p. 359.


":. Dol~y. !. l. p. 3!6.
1 J4 los JesgoJ de to 1'iseral

Reconocerse err Goethe será decisivo para Gidc a partir de allí. El "yo no soy
igual a los otros" se pn.>longa desde entonces en un "yo soy elegido".
Gide expre:>ará de mil maneras ese entrecruzamiento que constituírá en lo
sacesívo la tensión de su vida; así, anota: " ...c:.iando uno está envuelto por lo
admirable se tiene el mayor deseo de ver el en 'otra parte' (muy difícil de
escribir es:o)"~9 . El pasaje de lo blanco del casamiento a! de Ja hoja hace
posible la erec:::ión de la obra, pero de una obra que llevará necesariamente
el sello de ese a~splaz:uuiento. Sin duca vuelve a poner en juego lo que se
encontraba simhólicamente sustraído (levanto aquí el aspecto alusivo de esa
"sustracción símbólica" que Lacan designa en la página 754 de los Ecrits; p.
734 de los Escritos) con d amor de :Yfo.<leleinc; pero sí el deseo encuentra su
ley ahí, es al precio de desautorizarse a sí mismo en Jo que apunta a la obra,
a saber, su propia unidad. Pigmalión s~ cc.msagra a su estatua no ignorando
que ella no .~erá reconocida como una, más que después de .~u propia muerte.
Pero, ¿cómo fundar la unidad de una obra? Gide recibe de Goethc la
afirmació n posible de la unidad, no la de un corpus entregado en su
co mpletamiento, tanro más problemático cuanto que iniervienen los peque-
ños trozos de p;ipel, sino la de un estilo; el estilo presentificado por el ideal
de la belleza :::lásica. De Helena, que lo encarna, Goecheesc:ibe: "Sie ist mein
einziges begehren!" (el!a es mi único deseo); y Gide, al encontrar!J. "espién-
dida", no hará suya esta única exigencia sino i:1terpretándola como exigencia
de lo unoJ0 •
No conozco naca más susceptible de hacer resonar el aforismo lacaniano
según el cual "El estilo es el objeto" que esta rebción de Gidc con su obra.
¿Se hará alguna o bjeción evocando el nomadismo? Seña olvidar que "esa
bel!a palabra: NON10S, pasturaje"11 evocaa1vtO¡-.;os y que así el nomadismo
revela ser un monoteísmo: "Fíjese: yo creo que llamo lirismo al estado del
hom Jre que cunsiente en dejan;e vencer por Dios" 12.
A Ja obra monolito. ~1adeleine le ha dado un golpe fatal. Antes que nada, hay
~ ue admitir que dla .se encontraba con respect0 a Gide en una po.sici6n en la
cual serr.ejante acto -que Lacan calificó como el "de una verdadera mujer'' -
podfa surtir efecto. No es que debamos sacar la conclusíón, por el hecho de
que la obra invocaba, con respecto a ella,-un "otra parte" (e incluía en esa otra
parte a ~fade lei ne misma) de que esa escisión satisfacía .:i :os que se prestaban
a ella. Gide anotó varias veces que toda su obra estaba inclinada ~ucia
:\1adeleine, qce existía ''para arrastrarla"~ 3 • Y será 5ufrcieme con que él le
con ti ese e o n medias pa!J.bras su alegría de no p anir soio hacía Inglaterra para

" A. Gide, ·· De m( tpsc UQ/iis'". Citado por C. Martin, LA ttu.Jt•rité d'A•dreGide. Klinckl<ieck.
p. 2 34.
,. Citndo yor J. Delay. t. 2. p. 66-1.
11
{IJ! m. L 2. p. 596.
l ? !d~.'N, p. 671 .
11
ld~n:, p. 5~ i'.
dnn,.le ~1 <.f~seo brih<fn \'cle-;"4.-:da 1~ 5

que en respuesta a ese demasiado t!vídente don de su fantasía. ella arroje, un;i.
a una, al fuego de su femineidad, esas cartas que tienen la característica de
ser a la vez parte de su obra y de su amor. En la jumura del imaginario y del
simb1ílíco, er. ese punto de torsié'n que circunscribe la escritura del esquema
'., Lacan sitúa Jo que para Gicte produce irremediable:nente un agujero, con
a destrucción de esas cmas. Allí se ~eñala lo que habría implicado e: cierre
Je la máscara. el cese del desdohlamiemo; de ahí se desprende l:l razón por
la cual, esforzarse por dejar la máscara abierta ha sido una ne::esídad para
André Gide. Esta necesidad se funda en una imposibilidad de la cual obtiene
su real: no conse:uir en ese ag~jero se revela como imposible pu~sto que el
correlato de ese rechazo es esta necesidad de mantener a~ierta la máscara, de
tener ocupados (!SOS lugares (a-a') que sólo tienen valor siempre, uno en
relación con el otro, por ese agujerl).

La letra como "redoblanüento de él mismo"3' no ~esa de aparecer cada vel


más incapaz de su:urar ese agujero; adcm.i.;, a Oide le hacía ~alta mantcnc.:r
en el imaginario lil idea de esta sutura como una .apariencia. El acro de
!vladeieínc anula esa apariencia y, al hacer pacenre la incapacidad de la letra,
desnuda la imposibilidad de la cual es denegación (Verleugnung).

Fue necesario que Lacan se n1an~uviese firme en e:;ta escrítura mínima :le la
estruct'Jra que fue e! esquema L, para .señalar en Gide "este intercambio
fatídico por el cual la letra viene a tomar el lugar mismo de donde el deseo
:;e ha retir:ido"35. Por ei hecho de que Lacan tuvo la delicadt!Za de no ca!ific-ir
de "feliclüsr.a" 'l Gíde (¡qué lío, en efecto! ¡pero, sobre todo, qué cantidad de
malentendiucs!). no se percibió que su !ectura, que prolonga el estudio <le
Delay, es el mlÍs impor?a111e trabajo de Lacan sohre el jetichismo. Este
"intercambio fatídico" e~ cunstituyenl:: del objeto fetiche, y éste. al obtener
su consistenc!a de ;:;.qut:l intercambio, apan:ce así como el objeto literal qt~e
es. Por ese se acfara que Lacan haya confundido la madre~ Hans con !a de
Gic.ie: e:; a és'.a última a quien le dijeron, con ocasión de :a búsqueda de un
nu~vo departamento. en relación con la obiígación burguesa de tener una
puert:i ·::oche~a 'Como puena de entrada: "Se lo debes a tu hijo"' 6 .
Fuera de este apoyo del escrito. la clínica psicoanalítica sóio puede virar
hacia lo peor; ·~se peor que Gíde n.o encontraba en l'reud (proyectaba pedirle
ur. prefacio para s:.i Corydon), pero cuya exist•~nci;i no ignoraba puesto que,
evocando lo que los médico~ habían garabateado scbre el urar.ísmo, no deja
de señalar, en términos perfectamente escogidos, "un intolerable obr a
ctínica 3-;.
1
'

~~J. !~.::icar. . E!:rü.~. ?· 76l . (é.x:.:rl(rJ~;. ;:i. ?:~1. -:--w.Cu~clJ!\ ~n·2ci1lc~:.~.1 pcr t.o5ci:.ros}.
~~ta .. p. 762. (fscritas, ;J. 7:.J2. ·rr2ctuccióh ~Gdifl::<.ic!a !JOr ncs:JCJOS}.
=-" 1. T.1.::::!!t i ..i ='~l:.ocia11 a''ob]e(, 1r.6éitl.) ..icl ~ 5..5·1957.
,:;.;.:1rúnat10

, '.\~A. Gide. C;}rydott. t.i.ttri~a.rd. }':.u:-s. p. 30.


Tercera parte

doctrina de la letra

"Esos que se jactan de leer !as letras cifradas son más charlmanes a.ún
que los que presumieran de comprender 1ma lengua que no han
aprendido ".
Voltaire, Dir:rionnaire philosophíque., citado
porCullmann: Le déchiffrementde:r é,·~itures et
des lang!lts.

"Para saber lo que eso significa,


r.o busquemos lo q:te eso si.~11ifica.".
Lac:l.!l,Seminariodel20 de noviembre de i 95í.
Capítulo seis

lectura
de un desciframiento

Leer con el escrito es esa manera de leer que da a la lcc!tira ~) vnlor de


descífrarrúento :il plantear la equivalencia de! cifrado (es Ja función del
escrito pucs:o en juego) y del ¿esciframienlo.

La criptografía distingue dos sentidos de la palabra "desciframiento". Dado


un texto .:;ífrado, el que desea leerlo se puede cncon trar en dos posiciones mu y
diferentes frente a ese texto; o híen conoce el procedimiento de cifrado y
dispone, por ejemplo. de la clave y de lo:; alfabetos a. los que ésta remite en
un sistema llamado "de sustitución'', o también de la figura que ha regulado
la modificaci1ín <lel orden de las letras en un cifrado por "transposi:;ión". E:i
general, resulta bastante .sencillo, ento nces, producir el desciframiento, pues
el receptor conoc~ las convenciones que sirvieron par:i. el cifra.Jo de! b<lo del
emisor. Por el contrario, si resulta. que el que quiere leer desvió la letr:Vcarta
del destino prevísto. entonces tendrá que descifrarla en otro sentido de la
palabra: con frecuencia, éeberá ubicar el procedimiento de cifrado par:.iendo
sólo del texto y reconstruir. una por i.:na., el cor.junto de !~ convenciones.
Algunos díferencian esta segunda y mucho más compleja operación y ia
:Jaman "descript:;.do".
Hablar de "descripta<lo" implica ciar, de rebote, a 1a palabra. "desciframiento"
la significación del "descifra~o", ~n el sentido en que decimos, <lt: alguien
que sabe música, que proc::de al descífr;;do de una panílun: 1.pie auorda por
prime:a vez. Prcfofirfa :iquí la palabra "·:'.escifrar;iiento" a la palabra
120 doctrina dt J,, ltr'a

"descifrado". La elección subraya en el signíficante la equivalencia (que


vamos a d(;mostrar) entre el cifrado· y el desciframiento, equivalencia que
sería transmitida por la oposición cifrado/descifrado si este último térrnino
no estuviera reservado para la trnr.scripción, por ejemplo digital, di! una
partitura leída. Preferir la palabra "desciframiento" se justifica principal-
mente porque se le hace soportar Jos dos sentidos distinguidos más arr'.ba (cfr.
páITafo anterior); en un desciframiento como el de los jeroglíficos, veremos
en efecto estas dos fonnas de intervenir una tras otra.
Hay un~ segunda razón que me lleva a elegir este último término, que
indicaré sín desarrollarla; se sostiene con Ja evocación de la mentira que
inscriben sus últí:nas sílabas, dicho de otra munera, por el carácter fumia-
mentaimente mal hecho del lenguaje corno tal. Y al humorista que, al ieer el
título de! presence capítulo, me interrogara diciendo "una de esa."> cifras
miente, ¿y la otra?", respondería "la otra también, pero eso no impide efectos
de verdad".

Una vez que esta observación terminológica ha sido ajustada (y de un modo


que contravíene lo que entre algunos psicoanaiistas franceses contemporá-
neo>; se desa..-ro!la en torno a la metáfora de la cripta), llego a la cuestión que
va a plantearse al desciframíe:ito champollioníano y que justifica que nos
detengamos en él. Esta muy simple pregunta es la siguiente: ¿descifrar es
traducir?
E s notable ei fracaso de !a lingüística contemporánea en la producción de una
t~oría de la traducción. Que el kctor abra por ejemplo el libro de G. Mouoin
ccrnsagr;;ido a los Problemes théoríques de la traductíon 1• Por el número de
sus referencias, la calidad de sus ejemplos, la exigencia;¡ la que se sorn<:te de
hacer un recorrido completo d~ la cuestión, este trabajo :l¿quirió el estatus de
tina referencia obligatoría. Sin embargo, como Io indica ya la marca del
plum! inscrita en su título, se pone en evídencia durante Ja lectura que, en lo
que concierne a una t~oría de !a trnducción, el autor seda por vencido, termina
por colocar la práctic:i de la traducción en u:i relativísrnc que no excluye por
suerte lo que efectivamente debemos llamar "Si-Dios-quiere-con-suerte".
Decir, en efecto. corno !o hace Nida,cirn.do por j\¡founin en su conclusión, que-
la traducción ..consíste en producir. en la lengua de lleg:;.da el equivalente
natural más cerc:i.no ai mensaje de !:J. lengü::i de partida, primero en cuanto a
la s ignificación, luego en cuanto al es tí lo" 1 no es, ciertamente, un enunciado
que pueda ser presentado como una. definición teórica de la rraducción; y hay
que agradecerle al '1utor por haber sabido despejar, sin ocultarlo, que "la
lingüística contemporánea desemboca en definir la craducción como una
operación relativa en su éxito, v.:iriablc en los niveles d~ ia comunicación que
a 1canz:i. .. '·

1
G. Mounln, Ú:.l prublt.:mes 1ñenriq'4tr :le Ja u·aJuc.rion, E.el Gallirr:ard. (963.
: Op. cit.. p. 27 S.
' Cp• .:it. p. 275.
Diré que esta conclusión está fundada y, a !a comprobadór; que establece
honestamente, !e agreg:ué soiamente: ¡y no sin razón! Es que la práctica del
traductor desborda de hecho lo que éi desea producir, a saber una traducción,
y llarnar "traducción" a la vez a la traducción propiamente dicha (o sea Ja
primacía dada al sentido en esta operación compleja) y a lo que la desborda,
pero que sin embargo la funda, viene a ser lo mismo que crear un objeto
compuesto donde ni síquiera cna gata reconocería a sus gatitos.
¿Qué quiere decir, por ejemplo, que sea ur.a buena traducción Ja que propone
Lacan para el Unbewusste freudíano que vertió en francés con ''i'une
bévue"?* Es tanto mis ínteresante estudiar este caso cuanto que encentramos
hechos del mismo orden. por ejemplo. en los análisis en francés de quienes
han estado sumergidos en su primera juventud en un mcéio dond-:: se hablaba
otra lengua, ya sea franceses que han resídido en el extranjero, ya sea
extranjeros de origen.
La "une bévue" vierte el Unbewusste de dos m:rneras. Esta traducción
propone por un lado un equivalente semántico para el término traducido.
Ciertamente esta equivalencia podría discutirse, y podríamos preferir, <lesde
ese punto de vista, el término de inconsciente. Pero ¿cómo decidir entre la
posición de aqud que encontraría dernasíado obsesiva !a traducción por
''l'une bévue", y la de quien la escoge poniendo como objeció n al término de
inconsciente el arg1.:mento de que favorece un fr:lcaso al acentuar al
Unbewusste :::orno negación de lo conciente? No quedaría otra opcién sino
apelar al conjunto de la obra de Freud, pero, con la dscusión desplazándose
de un nudo a o:ro <le esta obra, corremos el riesgo de esperar mucho tiempo
ante:; de que se introduzca un acuerdo entre los interlocutores, p;uponienc.io
que no hayan olvidaéo en el camino lo que había es:ado en el pune o de partida
de sus debates! Lo cómico de la cosa no contradice, sino que más bien
subraya su ~riedad. Su razón · depende de que, siguienáo la fórmula
lacaniana, "el sentido pierde" (como p:erde un tonel) y que el un-sentido, que
debería dar su regl;i a la elección del :raductor, es inestable por naturaleza;
muestra. en el instante en que creemos tenerlo, la cuestí<Sn de su sentido
revelando así que siempre y desde ya el sentido del se:1tido (meaníng of
meaning) habita el un-sentido.

Así, result:i ser necesario, para poner fin a la etemización del debate, h
intervención de otra di(cho)mrensiór.. Esta es notable er. el ejemplo que
hemos considerado. La une bévue 1:0 sólo vierte el Unbewusste en cuanto a!
sei:tído, sino también como sizníficante: el pasaje de una a otra lengua
mantiene, con Ja homofonía de tos dos términos, !;;. Ltcr::.lídad del primera.
Hemos dado ya, aquí mismo, su r.ombre cte tr;m.s!íteración a estu tr:lílsfcrer.-
ciu de la letra. ¿Se repl:ca:á, acaso, esgrimiendo el car:Kti:r incomp!ew <le

• "'Aquci que es ei m.is1:io. ~J lntroducir .'iu une-bé•Jue. hubía sin em::>arso ca.mbi~do ·· :Ytr 1c3n
.-\llouc~. "C< l qu<ii ;·und>évue obv;e .. ,º" L:or.d•ivu< N" 2. ?ms, El'E!.. 1993.
,
la homofonía? No vería ningún ínconveniente en esto, sino más bien la
oportunidad de indicar su diferencia con la asonancia, que es aquello sobre
lo cual se ajusta la transcripción. Esta distancia, esta disyunción entre la
homofonía y la asonancia es un hecho de lenguaje (.¡),n fundamental que llegó
incluso a recibir su nombre de aquél que hizo del lenguaje una pasión, a saber,
el canEante Bobby Lapoínte, quien llamó a eso el /ape-pres (lame cerc:i),
jugando cQn la homofonía con ñ peu pres (más o menos, aproximadamente).
El "lape-pres" es ese resto que marca q•Je el objetivo de la asonancia tropieza
con la imposibilíd;irl de la transcripC:ón. El presidente Schreber da testimo-
nio, lo veremos (cfr. Capítulo ocho). ce que la homofonía le basta para
desactivare! c::trácte~ venenoso de lo que le ..-.achacan los pájaros parlantes.
Así. laune-hévue traduce (sentirlo) y translitera (letra) a :a ve7. 3J Unbewusste
freudiano. Y d inconsciente ap;u·ece ahora como el nombre de la une-hP.vue
oruologi:.:ada.
NJda impide, por supuesto, que nombremos "t:aducción" a estas dos
operaciones: sin embargo, se gana en precisión si se las distingue. Que hasta
ahora no se haya Jocaliza<lo esta transliter.:icíón es un hecho del que debo dar
cue!lta. La raz,ín de esto reside en que los dos alfabetos que se ponen en juego
-aquí el alemán y el francés-, si bien difieren notablemente, vienen, sin
emba~go, de una :nis.:na familia, la que agrupa a las escrituras llamadas
"fonéticas··. y qt:e así esta familiarida<t hace creer que se trata simplemente
de una traducción qu~ contó con la ayuda de ur. afortunado cúmulo ce
circunstancias. Sin embargo, basta con que el traductor tenga que vérselas
con un primo más lejar.o de esta misma família, como la escritura árabe, para
que reconozca como tal la operación de la transliteración. ¿Cómo transliterar
los nombres propios occidentales que vienen. por un tiempo. a mostrarse a
la luz.de la actualidad? Esto preocupa a bastante gente como para ser el objeto
de ponencias en congresos, para que se intente responder a la n.:cesi<lad cada
vez 1ll<is clar:i d.: un sistema de transliteración de los elementos modula¿os
de manera diversa del alfabeto latino en escritura árabe. No porque la
transliteración juegue amplia:n.entc allí donde nos enfrentamos con dos
modos cífer~ntes de Ja escritura (como era el caso del cifrado del sueño
ex;>uesto en e! Capítulo III) debemos dejar de lado la diferencia de la
tran.sliter:ición con la traducción, allí donde aquella interviene de manera
menos fác il de detect;rr.
La tr:i.n.slitcrací6n. r¡ue escribe lo escrito, es un cifrado. Y el frac:nso de la
elaboración Je un'3. !eor:a Je la traduccíón sorprenderá menos si notamos que
estos íntencos. al .:!escuídar la di(cho)m<:e:isión de ~a cifra, han excavado sus
propi,)S cal'.::jones sin salida il centrarse exc!usivamer:te en !a del sentíco.
lec:ura de ~x de~ci/ror.ite1110 t2J

¿Descifrares traducir? Esta prcgullta. por poco que tratemos de no prolongur


~emejante ncglígencía, se transfonna en esta otra: ¿cómo se articulan, en el
desciframiento, la traducción y la translíteracíón?

La obra de Freud abre un lugar a esa pregunta con la fluctuación en el uso que
hace del ténninu Übersetzung. Si bien, en efe::to. algunas veces frcud pw-ece
identificar la interpretación ce! sueño con 'Jna tr¡¡éucción. ctras veces precí·;;1
que no se trata de una transferencia de senti¿o de una leng1Ja a otra.
Corrigiéndos~ a ~í
mismo, escribe, por ejemplo: "Nos parece más correcto
comparar el sueño con un sistema ele escritura que con llna lengua. De hecho,
la interpr'!!tación de un sueño es a11áloga de comíenzo afín al de.rdframienro
de una escritura figurativa de la A.ntigueda.d como los jercglíticos cgi~cios" <.
Tenc:mos el testimonio. en sus obr.:!s, pero también en sus lecr.irns, de que
Freud tenía un conocimiento serio de los jeroglíficos egipcios; podemos
entonces est.;ir seguros de que, al evocar aquíl a operacíón de .su clesci trarnien to,
no lo hacía sin haber refle.xiomt(!o cuidadosamente. Sin embargo, sí hien
F~eud permite que cohabiten pacífican:ente las tlo~ palal:rn:;, "éescifrar:.ientc''
y "traC:ucción", Lacen, que introduce en la doctrina psic·..>anaifcica ei ternriri<>
real/simbólico/imagínario, acaba con esta fiuctuaci:.ín dísociúndolas: "El
ir.consciente no traduce sino que cifra" 5• Esta fórmula, corolario de la que
se c!ta más frecuenteme:ite ("El inconsciente estA estructurado como un
lengu~je"), la aclara quizá:; más de lo que se cree. Des:irrollaré este punto en
el próximo C<lpírulo. Por el momeotti, la distinción la.c:-.nü:.na de la cifra y del
sentido será un apoyo suficiente para presenL".í er: u:i descifra.rnie:itc el juego
de Ja tradi.;cción y de k. transliteración.
¿Cómo intervinieron estas dos operaciones en el desciframíenro de los
jeroglíficos? Est:i es la pregunta con la que interrogo ahora el texto de
Chamooll;on.
. "
Cham;:iolEon era un homb~e <.!e su época. Quiere decir que comp:irtía coo un
Silvesl!e de S2.cy, qL:e había s¡do su profesor, con un Qua~rcmerc y cun om.Js,
coda una serie de opiniones so bn~ aquello en lo que debía consistir laescrimra
jeroglífica. Es[as opiniones, organizadas en una verdadera reoria de la
escritura, eran el resul:ado de una larga serie de elucubraciones a que habíar.
dado lugar los jeroglífico~. Los nombres de Kircher y de Warbunon se
habían distinguido pruticu!annente en ese linaje. Kircher afirmaba que sabía
leer los jcrog!íficos; proponía, por ejemplo. para el nombre de un faraón que
hoy se translítera "Apries" la siguiente lectura: "Los beneficios del di'Vino
Osiris deben ser procurados por medio de ceremn:Jias sa.grc.tics y de ta

1
F:.:uJ. .:;. ~v·.. l l / t J l . p. LOJ.. Cu!'lsUll.3.lemos ~obre es\.:: punto e:-: di.)cusión ~uí 'J fl. V'er~cs.
"'F.c!"'lrure du ~t!ve e! ~crirure hit:~glyphit¿ue··. en UfíOrai "11S. &~~ T0uJoo:;t, '98 r. Eu -es palio l.
"Es;;::-frur:> d'~ I ~u~ñQ y ::? .~criturnjeroglif:c.•J.. L.iucrra! _~ló. .::d t.J l'omo: .;boh1~a CórdCbJ_ Rep.
Ar~":H;M, l%3.
! :_.;i,clo, "~r.O"l'C·Jc:.ic :i l 1' ~dicioo aJlc:T.~i!ft: d' ;;~ ¡;~rr.iet ·1ol·.J:ne <le5Ec~ús''. :t. S~:lic:t:t, .S. p.

, ~ 1 a i7; "...1d i1~.:.on!ic:(:r.ce ... : un s;ibt:: 4 ¡1e .s.:.;o se: ·.rata l!c d:::sci(rar. ya 'i''~ con:.istc c:1 1.1n
cifr:ido"
124 dnr.tril?a de ta t::ra

cadena de los genios, a fin de que los beneficios del cielo sean obtenidos."
Sería un error burlarse de esta traducción desbocada. Sería desconocer lo
posible de este estilo de la lectura, y no ver entonces que el psicoanálisís
contemporáneo dista de estar exento de ese género de facilidad. No creo que
sea injus¡ificado calificar de "kircheriana" a esta clínica, puesto que el
ps¡coanálisis dirige así un guiño de tierna complicidad a la Iglesia.
De Silvestre de Sacy, Champollion recibe el concepto de una "lengua
jeroglífica". Este concepto ya no se puede superponer a la noción kircheriana
de la escritura jeroglífica como notación directa de Ja intuición, como
escritura eminentemente superior, por escapar a la maldición de Babel. Este
último abordaje de los jeroglfficos, cuyo nervio encontramos nuevamente en
Leibniz con la idea de una lingua característica, les da un estatus de
excepción. El concepto de una lengua jeroglífica, por el ccntra..-io, aproxima
la escritura egipcia a !a china, situándolas a las dos como representantes de
un supuesto estadio "i<leográfíco" de la escri rura. Este estadio estaría
caracterizado por el h~cho de qm: los términos escritos no tendrían flexiones,
serfan independientes e invariables. Pero hablar de "estadio" pide un plural.
Se trata, en efecto, de una teoría evolucionista -o, si se prefiere, progresista-
de la escritura que distingue en ésta tres tipos o, más precisamente, que
diferencia tres relacíones de la escritura con la lengua. De las lenguas
"bárbaras", po r no tener escritura, se dice que están sometidas a un continuo
cumbio; las lenguas jeroglífic.:is (egipcia y china), tienen su vocabulario
est::i.bitizado por la ideografía, pero, tomando en cuenta lo que se ha dicho más
arriba sobre la naturaleza de esta ideografía, a estas lenguas jeroglíficas les
falta una gramática, lo que les impide sentur por escrito los matices del
pensamiento. Solamente las lenguas escritas fonéúcan:ente (es el tercer tipo
de lengua y el segundo tipo de escritura), como el griego o el latín, colnbínan
b estabilidad del escrito con la flexibilidad de la palabra.
Esta clasíficación se apoya entonces sobre el prejuicio que ve en lo escrito un
instrumento de fijación de la palabra. No hay :1n solo texto sobre la escritura
c¡ue no retome este leitmotiv. La evidencia se impone aquí con tanta fuerza,
que conduce a desconocer lo que, según el adag\c, trae en la experiencia una
.
doble desmentida: las palabras quedan y resultan ser operantes mu~ho más
.•
allá de la muerte de quien !.Js había proferido, y lo& esc ritos pasan, y de una
manera ca;i ilOtab!e que hay que realizar una orgnnización compleja para
asegurar su conservación, desde ei aimacenamiento en míc~cfilms en los
lugares con aire acondicionado hasta la simple carta que, a partir del
momento en que tíene alguna importuncía, se debe certific::r. ¡Cuánto
esfuerzo realizamcs pa.ra evitarle a! escrito el ba-;urcrc !
Laconsideració:1 de los jeroglíficos eglpcios baje e! co ncepto de una ªlengua
iccrura de ~n desci¡-,.c1ttientc llS

jeroglífica" tenía como consecuencia p!antear como irrealizable su


<l:::sciframiento. Silvestre de Sacy, en su letcre au citoyen Chaptal, de 1802
enunció claramente Ja razón de esto: "Como los caracteres jeroglíficos son
representantes de ideas y no de so11idos n.o pertenecen al terreno de ninguna
lengua parricular." Consecuencia: al tener en sus manos el texto de la piedrn
de la Roseta, desdeñará el texto "jeroglífico" para cenuar su intento de
desciframiento sobre el texto demóüco, juzgado menos "je~oglífico" por ser
menos figurativo. Pero, como un error trae muy fácilmente otro, y aun
cu:rndo nota con razón que este último texto incluye manifiestamente más
signes que las 25 letras que habían sido w.encionadas por Plutarco, reduce
ínmedi.:tamente d alcance de !oque descubre negándose a deducir de eso que
el demótico no debía ser una escritura enterarnente alfabética, para elegir la
suposíción de que las letras debían modíficar sus fonnas según su lugar en
las palabras. Vemos, en este asunto, una ilustración ejemplar de la manera
en que una teoría puede volver inoperante a la lectura.
Sobre ia razén de este fracaso, 1tadeir::ineDavid, en su estudio sobre Le débat
sur les écri!'ures et l'hiéroglyphe au XV!le e1 XVl!Ie siecles, aporta una luz
capital. Este libro fue escrito para responder a la pregunta de saber por qué
fueron necesarios dus siglos -no menos- para que alguien se decidiera a
apiicar la noción de desciframje.nto a las escrituras llamadas "muertas'' y muy
especialmente a la jeroglífica. La cuesúón toma su relieve porque, en los
mismos tiempos, casi nadie dudaba dei hecho de que se trataba efectivamente
de u na verdadera escritura. Z..1. David designa con la expresión perfectamente
apropiada de "prejuicío jeroglífico" e! hecho de que estuviera fuera de
cuestión iinaginar y entonc:es, afortíori, admitir que unos signos -incluso 1m
cnnjunto de signos- que se presenten como figurativos, puedan tener una
función escritura!, pued.un, al igual que las letras, anotar una lengua. Allí
donde esQ se escribe, eso no es figurativo, allí donde es figurativo, eso no
escribe- o aun, lo que vicr.e a ser !o mismo, eso escribe la esencia misma de
b.s cosas (Kircher) o las ideas como desprendidas de todo soporte en el
lenguaje (Sacy).
La Bllderschrift frcudiana, pero cambié:1 e! rébus de tru:isferenda dio los
historiadores de la escritura ( presentado en el capítulo tres), toma...1. frente a
e~;ta alternativa, un valer de hechos polémicos, vuelven insoskr.ible desde
ese momento el carácter exclusivo de es~c "o". Llamo "alfabcstismo" ai
prejuicio jerog!ífista, p"4es es un efecto Jd ulfabeto; efecto de más e incluso
en ex.ceso: entre los alfabetizados. ta escriwra no se piensa má:> que cerno
transcripción. "Donde el hombre per~ibe apenas un poco de orden, supone
. •.
1mnec1atarnente dcmas;auo
' ; f " 6.

Tendremos la oportunidad J..: hacc;;r nocar hü.sta qué punto e! descifrarnienta


de los jeroglíficos se operó a contrapelo de esta "alfabestismo" del que
Champollion. como los otros, no estaba exento_
Como lo falso engendra tanto lo falso como lo verdadero, no nos extrañar:í.
que sea por comparación errónea de las escrituras chír.a y egipda que
apareciera la primera gríeta en esta teoria progresista de la escritura. Las
gramáticas chinas datan, en Europa, del siglo XVTU. En 181 l, A bel Remusat
publica nuevas informaciones sobre el fonetismo en Ja escritura chioa., más
precisamenlc sobre la forma de anota.r los nombres propios extranjeros. Por
eje:npio. para escribir Ja palabra KHAi."i. que en mongol quiere decir
"emperador', pero r.¡ue tiene valor de nombre propio, ya que forma parte del
título y entonces no debe ser trnducido, los chinos yuxtaponen eI c:ir.:ícterque
se dice KO y el que se dice HEN: estos caracteres son entoncl!s, en este caso,
tomados por su valor fonétiC<), son elegidos especialmenle como los más
s usceptibles de expresar homofónicame11tt: KHAN; y Remusat hace notar,
con respecto a estu, que :os chinos usan una marca especial para designar esle
uso fonológico de los ideogramas.
Cuando s¡lvestre de Sacy sapo de esta marca, se le ccurrió, de acuerdo con
la comparación que él consideraba pertinente entre el chino y el egipcio, una
hipótesis: "Cc;njeturo que en !a inscripcíún jeroglqica de Roseta, se empleó
para el mísmo uso el trazo que rodea a una serie de jeroglíficos."
Esta conjetura e:a, hablando propiamente, inex:i<..1.a; este rasgo -llamado
"rec:.mdro"- no es la marca de un funcionamiento anonnaf de la escritura
jero}:tlífica que se habría 'JUeito necesario para la anotac:ón de Jos nombres
propios extranjeros. Extra:ijero quiere decir aquí griego, pues se supone que
estos nombres propios. como lo imiicaria el texto griego, deben ser los de los
sucesores de Alejandro que tomaron el Jugar. de los faraones adoptando sus
atribucos_ Ahora bien, como los conquistadores traían con ellos la escritura
alfo.hética. se podía sospechar que !a escriturajeroglíficu de sus nombres, si
resultaba alfabética aquí, era producto de escribas que, con un conocimiento
Jd alfabeto griego. habrían inventado para la ocasión un alfabeto jeroglífico
sin o tra relación má;; que la de la excepción con ei funcionamiento fuera del
fonetismo que se pensaba que los jeroglíficos tenían. Si ese hubíera sido el
caso. se habría podido, eventualmente, descifr..II" esos nombres propios
e.>:.tranjeros sin haber avanzado por ello gr.in cosa.en cuanto al desciframiento
de los jeroglíticos propinmente dichos. Veremos que, por haber pasado el
umbral histórico de la ::onquista griega, die ho de otrc modo, por haber podido
lt-er el nombre de un far:ién que~¡ sahía que habfa ;í•1ído mucho antes de esa
conquista. Champo Ilion consíderará s u descifra.'1!.Íento como adquirido. Sín
"'.'<nb:\rgo, la contraparte de est:i hipótesis según ta cual lo:> e¡¡;ipc:os habrían
recibido el alfob~to de Jos griegos era que autorizaba a un intento de
iec1ura de u11 desciframie.ttf;J

desciframiento de estos nombres propios, pues garantiz::i.ba que ese


desciframiento no cuestionaría la ciasificación de las escricur:is que era
evidente para todos.
El recuadro jeroglífico del universo, dicho de otra manera, de "lo que está
rodeado por el sol", interviene en la esc:itura como determinativo del
circuito, pero también, y principalmente, para marcar algo sobre lo que no
hay que precipitarse a decir que se trata del nombre propio del faraón. Lo!;
egipcios designaban con el término de "gran no mbre" no el, sino los cinco
nombres del faraón que formaban sus títulos. El primero de ellos se decía,
por ejemplo "nombre c!e fforus" y se escribía sobre un jeroglífico que
figurn.ba el portal del palacio re<ll 7: UTil . El recuadro tiene, para los títulos,
una función equivalente: rodea los dos últ.ímos nornbrcs del faraón, es d(;cir,
su nombre de "A.mo del doble país" y su nombre de "Hijo de Re y amo de las
coronlls". Estos dos últimos nombres son los únicos que se gi-aban cuando
no se muestr:i los :ímlos en su conjunto.
Así, el recuadro resulta ser, entre los a:Hig~os egipcios, una de las marcas de
lo que ?vi. Duras expecifícó con d sintazma "su nombre de", al ponerlo de
relieve en su obra. No hablaré, por el momento, de la especie de conmoción
que esta precisión trae para la manera en que concebimos generalmente el
nombre propio, y me limitaré a subrayar que en el recuadro se trata
efectivamente de una mar~a de "su nombre de".
Esta marc a difiere entor.ces de lo que suponía Sacy, s;n embargo, relacio-
nando el recuadro con un uso "fonético" del jeroglífico, esta indicación,
aunque es falsa, da en el clavo: efectivamente hay una homofonía sobre la
que se apoya la escritura jeroglífica, una homofor1.fa que actúa por todas
partes (cosa que Sacy no se imaginaba) y por tanlo tam.bién en los nombres
propios (lo que él tampcco imaginaba, salvo en lo que conciem; a los
nombres propios extranjeros). Sacy da a! recuadro el valor de una señal que
marca un cambio exc~pciooal de régimen de la escritura jeroglífica. Pero no
deja de ser cierto que este error de traducción designa con exactil:.id que hay
nombre pro?io -por no decir nombres- allí donde efectivamente ése es el
caso. Dicho de otra mar.era, b tradue~iór. localiza significantes del nombre
propio, es decir, justarnente, de lo que no traduce. A partir ce est;:.
locaiiz;icíón, Champollicn va a p<ider comenzar su desciframiento. apoyán-
dose en estos sig!Üficontcs para :;o;!.>tit>.iir lo que llamará su "alfabeto";dicho
de -0tro modo, para es:.ab:ecer, según lo veremos, la transiit~ración de los
elementos alfabétic(')S jeroglíficos en alfabeto griego, confiamio en esto.
hcmó fonia que viene siempre al primer plano cuando se trata de los
significar.tes del nombr: propio.

,
El nombre propio 110 se traduce. Cuando hay que hacer pasar un nombre
propio de una lengua a ntra adoptando'(no hay otra posibílidad) las cor.dkío-
nes escriturales ligadas co n la segunda, se intenta mantener en este paso lo
que Frege llamó "el color del nombre propio" (cfr. Frege, Ecrits logf.ques et
phílosophiques, París, Seuil, 1971, p. 107; este punto será desarrollado aquí
mismo, en el capítulo oc!lo ), se apunta a la asonancia para expresaría., a fin
de cuentas, por la homofonía. La fra:;e "el nombre propio no se traduce" debe
entonces leerse corno esas frases usuales dirigida." a les niños, del estilo ..no
se habla con la boca llena"; no implica que el nombre propio sea imr:illucibfe
("Smith" quiere decir "herrero", y "Sebek-Hopte", nombre de "hijo de Re"
de un faraón, puede leerse "Sobk está contento"). sino que eso de traducirlo
no se hace (no díremos "fvl. Smíth" come "Sr. Herrero" en español. ni
"Kierkegaard" como ''Cementerio").
Lo que importa en un nombre propio no es que pueda tener sentido. Tomar
en cuenta el nombre propío como tal consisre en e!>e rechazo mismo. en ese
tratarniento específico que lo mantiene corno nombre propio sólo al predu
de no interesarnos más que en su color. Se tiene la prueba de que eI nombre
prcpio ha sido considerado de esta manera desde los tiempos más remotos en
el hecho de que los desciframientos de las escrituras llamadas "muertas•• han
tomadn. en su gra:1 mayoría. un apoyo sohre el nombre propio, apoyo qce
resuhó ser decisivo. Con respecto a esto, el desciframiento de los jeroglíficos
no tiene niid<t de excepcional.
~o nos extrañará, entor.ces, que el comienzo de la o peración charnpoll:oniar.a
se centrara sobre el juego de la letra en la escritura del sig.níticante del nombre
propio sín ningún cuidado pt>r lo que sería el sentido de estos nombres. No
se tratará m3s que de ur.a especie de juego de batalla n:.val, juego fuera del
sentido donde las detenninacioncs de 1os valores d e !as !etras serán dados por
la relación de las leirc.s con los lugares de los cuales Champollion podrá
decir "wuche~· cuando la lena sea ubicada por él en el iugar mismo donde la
esperaba.
F.l texto jeroglífico de b ¡úedra de Roseta estaba tninco: sólo aparecía, escrito
en un recuadro. un solo nombre que, se suponía, era el de Ptolomeo. Esta
ce nje tura se basaba en e l hecho de que el texto demótico, que nadie sabía leer,
incluía un grupo de carac teres que aparecía en un número de ocasíones igual
al de las inscri¡:¡cione:s del nombr(! de Ptolomeo en e! texto griego. t.: n solo
recuadro no permití.a proc:.:der a confirmaciones, y esta~ conjetur:is quedaban
sin co nsecuenc ias pue~ no eran confirmadas desde un p unto de vísta
estrictamente textu::tl.
Champollion tuvo la !dea de relucionar ese recua<lro con !es que estaban
lec/urc: 1/t :Jte drscif':'amft!'!fto l 29

g1abacJos en el obdísco de Philae, de:;cubíe1to en 1815_ Este obelísco


presenta la particularidad de asociar al texto jeroglífico de cada uno de sus
lados, un texto griego grabado sobre su pedestal, donde se podía leer una
demanda que los sacerdotes de Philae dirigían a Ptolümeo y a su mujer
Cleopatra. Ahora bien, uno de los recu<1dros del obelísco es idéntico al de !a
piedra de Roseta. Había entonces muchas probabiliciat.!es de que fuera la
escritura jeroglífica del nombre de f".:olomeo.
Este tipo de confirmación, por má~ íntere~ante que sea, no es decisivo_ Se
habría podido pasar .así de confírmacíón en confirmación, volver cada vez
más verosímiles las primeras conjeturas, lor.alizarcon precisión qué nombres
propios estaban escritos y en qué lugiires, designarlos con exactitud, si:'! que
pudiéramos decir por esto que dicho~ nombres jeroglíficos Í'Jeran verdade-
ramente leídos- Aquí se revela que descifrar no es redi;ctible :i un crecimiento
de la verosimílitud, incluso si estas identificacione~ úe un k.írcherismo
moderado son correct!!S. Descifrar implica poner en juego otra dímer.sión,
hacer intervenir lo que Lacan Eama "saber textual", que es el único que da
su certidumbre a la lectura, al hacerla víctima ;le! es:;rito.
Al confirmar ~a conjerura para Ptolomeo, el obelisco de Philae designaba de
rebote al otro recuadro como susceptible de contener la inscripción del
!lombre de "Cleopatra". Dos significantes: era suficiente para saltar más allá
de la vero.similitud introduciendo otro tipo de conjetura, con consistencia de
saber tex1ual. He aquí estos rlos sígnifican1es tal corno se presentaban a los
ojos de Champollion:

P'lfa facilitar la exposición del desciframiento, llamo A al recuadro que se


encuení.r:i. s.obre !a piedra de Roseta y sobre el obelisco de Philac, y B al que
se considera susceptible de cs:::ííbir el nomhre de Cleopatra: los escribiré
ahora conicndoios
L
alim:;.icl\.1s ~er;ún una doble convención:
~

l) pru tir de la íLquierda hacia ia derecha.


2) cu:mdo úos signos superpuestos se presenten, anoto.r primero el que está
arriba.
130 do.:J.,,fn!J d~ :a le1ra

A
o Q f( ~e=_.~ ~ r
2 3 4 5 6 7 8 9 10 11

o ·íl ~.
~'\ ,._..., <.=:>
B ¿; ::.i:,,"-..b 1 ::::J ...... ..;.. .... ~-- ~ ó
(",
,J

A pesar de la dificultad -magistralmente subrayada por Roberc M. Pirsig ª-


inherente al :1echo de escribir un modo de empleo. intenraré precisar al:nra
la regla adcptada ¡i()r Champol!icm. Se formulará así: como el valor
cifabitir.o de una letra )eroglifi,ca está dado por el fugar q!te ocupa en el
ordenamiemo de los reéuadros presentados más arriba, ~ste valor será
considerado como aceprado -es decir. como equivalente homofónicamente
a una letra de! alfabeto griego- si. después de haber supuesto que esta misma
fetra de.be encontrarse nuevamente ccn el mismo va!or en otra lugar (en P.l
otro recuadro o ir:.clu.w en otro lugar del mismo ri~r.uadro ), sP. P.ncuentra
efeccivl~menre allí.

Seguiremos et paso a paso de la puesta en prác~ica de esta regla en


el recorrido de Champollion.
1. Si el recuadro A escribe el n01nbre propio de Ptolomeo, Al debe
escribir la lt:!ra n. Ahorn bien, esa f1 debe encontr:irse igualmente en !a
palabra K;\.€:nn:a-rpet.. precisamente en el quinto lugar. e_; se encuentra
allí efectivamente. Cílampollion considera entonces como establecida Ja
eq1.üvalc1:cia: O ::. 1':.

2. Dei mismo modo A 4 = B 2 da para .2"~ el valor A.


3 A 3 =8 4 permite agregar una tercera correspondencia
,.., a la clave
de lectur:i de !a trJ.r.sliLcración que se ha illo creando poco a poco: J.! cauivalc l,J. ' •
.•
;¡ O .

4. A 2 = B ~O da para o el v:.i!or T.
5. Esta misma ktra deb<;rfa c:ncontrurse nuevamente en B 7. Ahora oien, en
lugar de O cs1á ~ Champollinn nma que er. otro!; c:1scs de la
esc;iLura dd nombre de .KÁzon;cnpa.. se tiene efe:;tivam~nle ~ y no Q;
no hacl? casu. enturi ..:es, de esta difir.!tltn.d anotando i::n su alfabeto que
~::...: escribe de la mism:i maner..t c;ue r-::-\ la ktra l'.

6 La di lima letra de fltoAµrJ~ es una sigma, por lo que Champo Ilion inscribe

' Ro.:xn \o\ PiJ ~i~. r.~r:i~t: ,/~ Zen e de l'er.tre.!i.Ln des mfJ!Ot--:.'c!t::e.s_ P::,ri-.¡_ Seuil. 1973.
'• S:iber.·vJs h:Jy ~ue 1' cocr:::,.7ond~ a.i bilíte::''l f ; se 6be pronunciar sabiendo <ln:t
.::orr::sp<,nde (~~ fr~cés J ~&J "h'' a.sp1f:l.Ca de hCJlne (odio) '! al scn::iUo ·'uti'"' """te 011c,:e (.:1l~oCC11}
~s ~? :<l~og!':~ri.1 ~.o. 3..i$1.
... --- ·-- ·---
7. Encontramos en el nombre de Kl..t:o1ta:tpa dos veces la letra A en dos
lugares que corresponden a los lugares dende se repite el jeroglífico del
b•Jitre; de ahí, la equivalencia: ~ =A
8. En B 3, el si!mo ~ debe corrcsuonder
~ . a la vocal E. Este mismo signo
está presente pero de manera doble en A 6. Esto conduce a Champo Ilion a
so~pcchar que su doblaje en A 6 escribiría algo que se acercaría al diptongo
AI (de AIO!.), que escribirá a continuación H.
9. Como la lectura de los do~ noml::res propios parece a~egurada ahora,
podemos permicírnoscompletar, esperando confirmacfrmes posteriores: A 5,
o sea e::::::.... debe equivaler a~; B l. o sea ¿ =
K; y B 8, o sea <=> =P.
JO. Queda planteada la pregunta suscitada por B 10 y B 11. Champollion
recurre aquí al que ha pretendido se.:- su rival para el descifra.miento, a saber
Young, quien había emitido la idea de que se trataba en estos dos signos de
unadesincllcia femenina que aparecía siempre en Jos nombres de las diosas.
Esta serie de ídenlificaciones puede _;>resentcrse en ur. cuadro donde se
enmarca, en cada nuevo paso del desciframiento, la letra que correspond~ a
la numeración dada más arriba.

2 3 4 5 6 7 8 9 10
A [n
B ITT!
A n .::1) 1
B 0 n
A rr [QJ ¡\
B A fQJ.. n
!A n ·-!-
·r-· o ¡\
l;i
A n i
A
o
()

,\
Jl m
5
B A o n ITJ T 1

6 A f! T o ,\
~
1

B A o n 1 (T)
7 A rr T o A r
R
'--- '--
A o rr [AJ T A(T)
[BJ ...
1
s ,\. [[ T o ,\
g !>.
" o n
~ A T A fJ')

9 A!CTT O ,\[0H :E
B!K)AEOflAT p ACf)
TOi\MH~
..A 1 :<
;-¡ A E ü r I A T
! _______..._ ·--·-
o
~....._

p A(TO)
. ···- _____.
132 dixtrint1 /Ir /,a ktra

Este tiempo del desciframiento prescinde de todo apoyo tomado sobre el


sentido. Resulta así que después de haberse apoyado sobre la traducción (ya
hemos hecho notar su carácter parcialmente erróneo) del determinativo del
recuadro, el desciframiento de iosjeroglíficos consistió en la sola implantación
del sistema de la transliteración de la escritura jeroglífica en escritura griega.
de lo que Champo Ilion llama su "alfabeto". constituido por el conjunto de las
correspondencias, ínferi<las homofónic:imente :l partir de los nombres pro-
pios, de la~ letras jeroglífica-; y de la<; letra~ del alfabeto griego.
La continuación del desciframiento va a alimentar con correspondencias
nuevas u la transliteración cuya implantación no está, hasta este momento,
más que en su inicio. Con las lecturas de "Ptclomco" y "Cleopatra", que
produjeron un ínicío de alfabeto. Charnpollion va a emprender la )f(;tura de
otros recuadros, y va a confinnar así las primeras correspondencias y va a
agregar otras nuevas. Este es el umbral qut: el desdfrarrüento de Young
nunca pudo trasp~ar. será importante ubicar con precisión la razón de este
fracaso younguiano.
Champo!lior. recurre entonces a un recuadro de Karnak, cuya equivalencia
en escritura demótica fue leída por Akerbiad y presentada por él como
susceptible de escribir el nombre de Alejandro. He aquí el recuadro

" - d)_ '


l._Jt ~7~
_______ /

Podemo:; e~cribir, respetando sus lugares. los equivalentes en el alfabeto


griego Je las letras jeroglíficas y¡¡ :::onocidas. Se obtiene lo siguiente:

e ~
TE
p
A
~ ¡\

Es. entonces, mcy verosíntil que este recuadro escriba el nombre de


E:;te p3So confirma entonces la conjetura de ..i.Jcerbl;id y, al mismo tiempo, el
primer "alfabeto". Pcnní!c compktarlo coo tres letras nuevas, que son:
Champollion multiplica este tipo de procedimiento: Berenice, Vespasíano,
Arsinoe, Apolonío, Antiochus, Antígono... etc., le ofrecerán, para terminar,
40 signos jeroglíficos correspondientes a J7 letras griega~.
Puesto que nadie juzga bueno reeditar Jos textos de Champollion, aunque se
alardea de un interés por la escritura, doy aquí mísmo "el alfabet0'' de la
Lettre a .W.. Dacier.
.., ,.,

1 ,,....._
,,,., 7•t••

~ ~ ~ ~ q ~L ':fl
1
A V. u . :V ;J 1 D -4:.
B 4 ..L. 4 '""' '-' L. . ,_, óóoa\'.:'JJ~
r '"\'- . 2... .t.,¡_ . Ll ~. "'=' cu
b,. 4 . -4- º~ - ~ ~
E 1 ~ },,
1 ¡.c. ,,..
z 1 . ~- ~-
e
H ¡~ ~::· -=~ . ~ -
1 111 . }'il . .,.,, . ~~ ~ ..,."' qq:~ . --- t~
K ~. G' Y"". ,,.-_~ -""". 4 .... '!.- Ll Ll a~ Z!1 ~- ~-\..J i..~ f
1... /..:! /. .}_/. ~ c. t>
1M- .
M .::>:i.3 ..3~~ =T.~~ - ~
N ;;:¡ ::J ~ . - . ;> . ....... ~8 ~ ~ ~ ~
-
t:::J.
..,,.
- - ,L,¿,.
·
~ "11 ) ~ '-'-
· ~ ........ "'"""' ._..... . ~ -=- (l
o \(c f ~ . f~ !l. ~ ~ - q \. ..a.,
n ':l- - ~ i. :1:.~ ;.J v .'1 11 . 1
aao .=4
f / J <> - - <> ~ b .b t<> d ~ ~ k
<:::>
!: m . <n. '!J . ...,.. . ~ ..... '1 - - ~ ~'-'? ~~ ~ ~ lP .tf:J. .. .

r: - - .¡.c. )<::: . 01. \JA . ~ IJ~ft){+ **


T ' .... !..J._,j __, ..,. Q ,,.. !J.~ -- l'-t~ ~ ~ __,
Y. }. ,., ...
qi ....,.... A:2.. - l.. . ,;;- . "!11 r.i tí&
X L,_v µ ,L @)
'Í' Gl.!i . ~ ~­ sr.!-
.f'~ í ( ~. ~

c:_-!6.0.~
1 TO · .,¿)
~ :-=
• /.3
···-
:"='·

Reproducción fotogrM1c<: ·con redc;;cién- de !a plac;a !V ce la Le!!re a,\<{ Dacier.


134 'ÍtJCl."ina de (a letra

Se comprobará que no se presenta como un ''alfabeto", sino como una :;erie


de correspondc:ncias, fundadas homofünicamente, entre dos alfabetos, el
jeroglífico y el griego. Este cuadro no es otra cosa que ur.a c!ave de escrítura
pi1ra la trnnslíterar.íón. Que algunos de estos datos hayan sí<lo afinados a
cominuacíón, e incl:iso corregidos; dicho <le otra manera. que las
transliteraciones moderna~ .se apoyen sobre 1maclave de escritura que difiere
parcialmente de ésta, no cambia en nada su estatus de principio. No se trata
ni de !!'aducción ni de '.ranscripción. sino efectivamente, corr.o lo muestra la
ex is tene ia rnism a de este cuadro, de :ransliteración. ¡Esta es la razón esencial
del hecho de 4ue el desciframiento de los jeroglíficos egipcios no se deha a
un intelectual int1uye;itet

Sin embargo (esta es la fuerza del prejuicío jeroglífico), llegado a este punto,
Champollion no cree haber descifrado los jeroglíficos. m<is bien piensa que
simplemen~e ha ~eído nombres propios extranjeros, todos posteriores, ~n
efecto. a Ja ;nvasión gr;ega. Nada en su trabajo viene por ahora a cor.tra<lecir
la comparación de la escritura china con Ja escritura je~oglífica, que era uno
de los pilares de la teoría de la escritura que estaba de moda en esta época.
Champollion nombrn entonces "Jcroglífkos fonéticos" a este uso excepcio-
nalmente fonético de los jerogJífi¡;ns para la escritura de estos nombres
propios extranjeros, y admite que no ha cesenmarañado nada del problema
propíar:1c11te dicho, o .sea lo que él d::signa con un término que, justamente,
r~tifica el prejuicio: "Jeroglíficos purus".

¿Qué es lo que r~sulcó ser decisivo para la eliminación de ese prejuicio. que
provocó que Champollíon publicara con prisa su Lettre a A1. Dader'!
Partiendo de la presentación que acaba de hacerse, el lector puede imaginár-
selo: se trata de la certidumbre, arlquirida por 61, de <;uesabía leer también los
nombres de faraones cuyos reinos estahan históricamente situados en fechas
muy anteriores a fa ;;onquista de Alejandro.
Todo se jugó en unos pocos minutos. el 14 de sepüernbre de 1822. cuando
Champollion tuvo entre sus manos unas copias de bajorrelieves del templo
de Abu-Simbel. Uno de los recuadros se presentaba asi:

f .n ese rec:iauro, los dos signos de la tela µkgada ya están ub~cados corr.o
ar.atando la leu·a í: (última !etra de ll'ru).µe:.;); separado entonces de lo que
sería una doble sígma por un signo problemático: {~ . podemos ver el
l1
lt!ctura dtt :.ut dttscifratttittnro lJS

pic;togrnmadd sol que. en lengua copta. se dice RE; tendremos entonces, por
lo que respecta a la parte derecha de este recuadro: "PE.?, .L:L.". De ahí la
hípócesis, puesto que sabemos que el templo de Abu-Simbel fue const..-uido
por Ramsés. de que se trataría uquí de !a escritura de ese nombre. Champo!líon
encuentra una confinnación de esto unos minutos más tar::le con otro
recuadro que se presentaba así:

E:i este úlrimo recuadro, el ibis debía figurar pictógr:íficamente al dios Toth
y por lo tanto escribir, posiblemente. por el procedimiento ya situado aquí del
rébus de tranferencia. el signitkante TOT. Ahora bien, de ~a cronología
establecida por l'vfo.netho..se conoce el nombre de un faraón de la dinastía
X'VIII: Tuthmosis. Tendremos. entonc::s, para este re:.:uadro, lo que sígt:e:
"TOT, ?. I"; de la conjunción de estas dos conjet:Jras concernientes a los dos
recuadros :ncncionados, aparece algo que va a C;)nfirmarlas de una sola vez
a las <los, o se:i el hecho de que el mismo jeroglífico !n escribe el "MO" de
-ro-::µo<; en el segundo recuadro y. en el primero, el "1Wé" de pe~cr<;. Así
se demost~aba que "el uso fonético·· de los jeroglíficos no databa de la
invasión griega. Champollion está entonces en un estado de excitación
considerable: a mediodía, se precipita al Instituto donde trabajaba su hermu-
no Jacques-Joseph; abre bruscamente la puerta de la biblioteca, le tira sus
papeles scbre la mesa. proclam:i triunfalmente "Tengo el c;.sunto", y se
derrumba inmediatamente desvanecido. Después de cinco dias de enfcrr:ic-
dad pa<;ados en !a cama, es~ribe su Lettre aM. Dacier re!ative a l'alphabet
des hiéroglyphes phonétíques, que el destinatario lee en la Academia. dd 27
de septiembre.
Es un hec:io notable que la Lettre a 1'4. Dacier omita las lecturas de los
nombres de Ramsés y de 'f"tlrhmosis y, por lo canto, no revele !o q uc la causó.
Champo! !ion ya re nía suficientes cnemígoscomo para echarse en contra a sus
arr.ígos contrariándolos con lo que constí:uía una evidencía. Tener el asunto,
significaba haber agarrado. al menos en un caso (pero este "al menos uno"
era suficiente para suhv~rtir la idea que se tenía del conjunto) "d u~o
fonético" de los jeroglíficos fuera <le toda supuesta influencia del alfabeto
griego. Eso cuesüo1:aba nuevamente b oposición de lo "figurativo" y de lo
"fonét:co" que parec!a evidente a codo el mundo y, con ella, la noción de
escritura jerogJJica como escritura directa de las ícieas. Como esta noción
subsumía las escritur:::s cgi~c:as y chin:is, no nos extrañará que una de las
consecuencias más impor:oJ.ntes del descifrarnien:o ch:unpollioniano fue la
de disociarlas.

,
136 doctrina de 1" :erra

La disociación es efectiva desde 1824, ft=eha <le I¡¡ prirneraedición del Précis
du .rysreme hieroglyphique. Procediendo primero a un cifrado de los textos
jeroglíficos de que dispone, con la ayuda de ia serie numérica, Charnpollion
comienza el trabajo de esta disociación. La escritura china, descrita por
Remusat, está com puesta por quinientos cruacteres simples, y varios miles de
caracteres compuestos, constituidos po r el enlazamiento de dos o varios
caracteres s imples. Champollion no e ncuentra semejante proporción e n la
escritura eg!pcia: cuenta, para un texto dado, 860 signos, de loli cuale;;; sólo
20 parecen enlazados. La escritura jeroglífica del Egipto antiguo se dist'in-
gtriría entonces de Ja ch.i na por no se:r puramente ideográfica. U na confirma-
ción de esto es dada por el texto de la piedra de Roseta, donde Champollion
cnenta 500 palabras griegas por l 419 signos jeroglíficos conservados; cada
uno <le estos últimos no poúóa entor.ces corresponder a una pálabra.
Además, eMe tex:o jeroglífico tiene una proporción de 66 % de s ignos ya
a
trans!icerndos a partir de los nombres propios de la Letrre M. Dacier, esta
frecuencia de aparición es inadmisible con respecto a la teoría que pretende-
d a que , fuera de Jos recuadros. estos signos no tendrían más que un valor
ideogramátil:O. A par>..ir del momento que ya no se considera más como
" ideogramática" , la escritura jeroglífica se ve separada de la escritura china.
Charopollion escribe entonces, desde el comienzo dd Précis: "El uso
for.ético de los jeroglíficos no está subordinado, sino que es central. es de
hecho el illma de to<ld el sistema de escritura.''
De Ja Lettre ¡;.J Précís, la generalización del fonetismc separa a Ja escrilnra
jerog! ífica y ala chir.a en o tro punto más: !a a-aducción del signo del recuadro
está litre, a pa:.tirde ahor;;i, del modelo chino; el re¡;uadro puede leerse como
aigo distinto de la mD.Ica de un uso ex.l:epcionalmente fonético de los
ideogramas. A hora bien, la correccj6n e.le esta pómera traducción es
import an t.:, pues permite Ja extensít'ín dd desciframiento, va a volver p osible
es:n ~xtensíón por el hecho de qt:c otros jcroglíficu!S podrán venir en lugar del
recuadro con esta misma función de índice de los nombres prnpios qt~e fuera
la del recuadro en los primeros pasos éel descifrilffiiento.
¿Cuiles fue:-onescos olrosjeroglíficos? Al coll'jc?":zode\ Précis, Champollion
propone un a transliteración parn.1\ruinoo, fa vorito ampliamente celebrado
por el emperador 1.\driano. El interés de In coi;u no consiste e n lo rr:insl iteración
misma, sino en la localización comt> tal de ese nombre prcpio. Son, en efecto,
rn.10 que prec:.;Jc y el otro que sigue a los j ~rogiíficos que escriben aAntinoo,
dos grupos de jeroglíficos que, esta vez, indican que se trataaHí de un nombre
propio. El primero es el nombre mas usual para Osiris: '"'ª'll (hoy se
transliter:i ws-ir); el segundo grupo: b~ presenta como particularidad
:e sig•Ji~ntc: que sigue teguiarmentc, en los ;nanuscrítos y en las estelas
!ec:ur.a de 1.tll dtscifrarnie4!::J 137

funem.rias, a! nombre propio del muerto frente al cual el nombre dd dios de


los muertn5 aparece también regularmente. Debe .hai.;erse notar que estos dos
grupos de jeroglíficos están, en este caso, sufü.:íentemenre traducidos sin por
eso haber sido descifrados. Champoliion se apoya en ellos para localizar eil
los jeroglíficos que ellos enmarcan la escritura de un nombre propio, los lee
come lo que marca con respecto al mueno, que se trata efectivamente, en lo
que rodean, de su ncmbre de Osiris muerto.
Este tipo <le traduce íl)r: que puede ser pare i al mente correcta y que permanece,
con respecto al texto, en una relación bastante relajada, no tiene nada de
excepciona!. Una pequeña aventura, que Lacan relata en uno de sus
seminarios. presentifica una tr<J.ducción del mfamo tipo: un día que Laca.i
entregaba una carta de presentacíón a un rey negro, observó que éste, que
manifiestamente no sabía leer, pero que se veía constreñido por la mirada de
sus siíbditos a mantener una posición de prestancia digna de su fu.nción, la
mantuvo un !argo rato en la mano y luego mostró, por medio de la excelente
acog.ida que ofreció al extranjero, que había recibido pcrfectameme el
sentido, aunque se le escapaba completamente el i<::xto.
El desciframiento de A.ntinoo prueba que puede haoer nn uso fo!"lético de Jo.:;
jeroglíficos sin la marca de un recuadro. Esw significa el adios al modelo
chino. Pero esto no sucede sin que en cada nueva ocurrencia para ser
descifrada, sea tomado en cuenta para el desciframiento lo qlle ChampoHion
llama un "signo especial" (hoy se die;! un deierminativu) ..:un esta función de
indicador del nombre propio qt;e h2 sido, de hecho, la ::iel fécuadro.
En e! capítulo V del Préás, Champo!lion descifra los 1tornbres de los dioses
q
que localiza gracias a su determinativo: ~ . A continuación propone una
serie de sesenta descíframientos para nombres ptcpios dt: ir.áividuos, tam-
bién marcados con uno, o mas bien con dos determütativos, uno para ln~
hombres: J, el otro pura ías mujeres: ~

Que el Jesciframie:ito de los ~eroglíficos no haya comenzado solamente. sino


habicaáo hasta ese punto en lalecmr.'.l.clt! !os nombres propios, es algo qt:e no
deja de sorprender al que to ma conocimiento de esto más de cerca. Sin
embargo, ¿guiere decir esto q1.::e se pueda considerar el descifr:i.miento com<)
definitivamente adquirido con la tr:i.nsiiteración de los nombres propios? No
es evider:te que una frase ~e pueda reducir a una seríe de nombres propios,
y si se admitt: que el desciframiento de jeroglíficos se vío, en su principio y
en sus resultados escnciah:3, concluido con la posibilidad de leer las frases
de los textos egipcios clásicos, falta todavía dar cuenta de la frnma según la
cual se ha podido, a partir J e Ja introducción de un sistema que perm¡t.a su
transliteración, pasar de la lectura de les nombres propios u la de lus frases.
1J8 dnctrin4 de la letra

Una primera respuesta disipará la sorpresa señalada más arriba. Consiste en


la observación de que una frase puede tomarse como nombre propio. Ennan
y Rankc, en su presentacíón de Ja onumásiica egipcia. hacen resaltar que, en
la mayoría de los casos, los nombres pro píos de indiviC:uos erun frases 10; un
niño será nombrado:
- en referencia a los dioses: "Amon está satisfecho", "El que fue dado por la
barca de Osiris";
- en referencia a un faradn reinante: "Que Ptah conserve a ?v1eri:é tal con
vida". "Vi su fuerza", "Nefer-ke-Re está ea la casa de Amon";
- o aun, más prosaicamente, en relación con un acon~ecimienro familiar: un
niño cuyo padre murió antes d~ su nacimiento será llamado "su padre vive",
otro del que se está particularmente orgulloso: '·Jo he deseado" o tambi~n
"bienvenido"; otra más, cuya madre murió en el parto: "reemplázala" ...ctc.
Estas fra~es subrayan la importan~ia del determinativo del nombre propio, ya
que es el único que per.nite distinguir la frase puesta en función de nombre
pro¡;io de su gemela en la cual se articulan estrictamente los mismos
e leme neos.
Al dar una traducción de esos nombres propios, Erman y Ranke juegan con
aquella posibilidad del nombre propio de hacer sentido. ¿Quién r.o se ha
ejercit:i.do en ese juego? Sin embargo, el nombre prop:o como cal se
caractc:iza precisamente por dejar de lado e!>a posibilidad: sólo se retienen,
del significante del nombre propio, íos eleri:entos ¡¡terales. De ahí su estatus,
que Lacan llama de escritura, y su valor para el descifnunientu. ¿Que pasó
entonces con el de;;ciframiento en cuamoa Jalecrnradcocra cosa que no sean
los nombn::s propio:;·) Si bien ci "producir sentido" del nombre propio
muestra una vía de paso _?osible de la !e~tura dei nombre propio a la de la
fras~. se er.contiÓ otra víu de enhce que, cruz:mdo a ta primera. tuvo un papel
esenciai en fa extt:nsión Jel desciframiento: se tr:ita de ía intervención, para
esra extensíón, de la le::gua copta. /

Situar esta intervención se impone tanto :nas cuanto que se podría imaginar
que más allá de cierro umhral, una vez que se emplazó el sistema de la
translít~ración dei alfobeco jerogfrfico al alfabeto griego, ya no se tnitó, en el
desciframiento, más que de traducción. Para demostrar la falsedad de este
punto de visrn. apdaré a •Jn material que ya fue presentado aquí mísmc.

Corno la leagua copt::t es un <li:ilecto del egipcio antiguo. ciertamente se


puede cuestionar !a lcgitimídad del empleo del término de "traducción" para
reierirse a ella. Pe::o esta observación -éema!:ii:J.du general- :io debe dispen-
sarnos del estudio de su puesta en juego en el descifram¡ento. En la págii~a
J·~c.::ura o'e un delc(fra."tt{~nto t3q
~~~~~~~ ·~~~~~~~~~

134, presenté la lectura del nombre de "Rarnsés" donde Champollíon identi-


fica el pictograma del sol fundar..dose en el hecho de que, en la lengua copta,
"sol" se dice "Re": O =PE. ¿A contímrn.ción de qué operaciones se obtuvo
esta identificación? Un círculo n() es necesariamente el ~ol, y puede evocar
mil y una cosas. Champollion admite entonces sólo a titulo de una conjetura
que se trata efectívantente ahí del píctogra.ma del sol. Traduce después la
palabra "sol" en lengua copea y obtiene así Ja palabra "Re". Retor:la cn.r.or.ces
al j eroglífico O , no para suponer que escribe la palabra "soi", sino el
significante "Re": dicho de otra manera, este retomo considera a1jerogiífico
desde nn puntu <le vist2 totalmente diferente del que se había puesto en acción
primero; los esr.ecialiscas de la escrimra dirfan que el jeroglífico es tomado
entonces "fonográficamente" y ya nu "pictográfican1ente". He aquí e~1tonces
la se~uencia cuya culminación es la ccr.jetura de la equívalenciadeOcon PE:
desprendimiento
1
' Jeroglíficoj p¡ctografía ( SignificacíónJ traducción r Copto \ d:l sentido
(. O 1 ' • "sol" _ _,,,.. 1 "Re" 1 -?-

( Significante) escrilo por (Jeroglífico\ :ransliterado f Alfabeto griego')


\ "Re" ) -~ \ Q J _ ,,_ \ "PE"

Estu se¡;uencia vuelve aparente el hccio <le que, iejos de constituir por sí sob
el desciframiento. la trati1:.cc!ón está, en ei de3ciframíento, pu<!sta al ser.1icio
de la transliieración abasteciendo a ésrn de su soporte hornofónicc, ailí
mismo donde falb el nomb¡-e p.rc2ic ~n su funcíón que lla.rnaré ahora
(desvianc.'c un término cuyo uso linguístico conocemos) el shífter de la
homofonía. La lengua copta alimenta el d~scifranúc nto con la homofonía;
esa es Ja razón (resonante) del llu.mado que el descíframientc le dirige
cuando, queriendo leer otru ¡;cJ:;a que nu :;e:m Jo:; nombres propios, tiene ur.a
carencia de homofonía. Es necesario, alií Jom!e se¡ ospech'1 L!TI sentido.no
traducir para transportar el sentído. s:no traducir para tener significante
sobre el cual senrar el ª !JºYº homofóníco de la translíreración.
Tras haber presentado esto a ¡::ani~ de un ejemplo muy sirnple. daré ahora dos
más. Se habrá notado quizás en el recuacro de Ramsés, u. la izquierda de su
nom bre de Ramsés, una serie ác jeroglíficos que fueron dejados de lado.
Champollíon hace nc<ar la muy frecuente aparición de este tipo di~ signos en
los recuadros. He aquí dos ejemplos: ~ fil
y le~ .¿Cémo de-
0
ben ser lddos?La.s a¡::c!acior.es rle los faraones eran conocidas <'.esde b época
ptoloinéica. Que hu.yan sido r.ombí:idosen esa época " César" o "Autocraror"
no signíficaba más que retol!'.ar una tradición andgu:i. que los ll:imaba
"Amados de Pta h", ·'Siempre vivo" ... , c:c. Se disponía entonces de t:na lis<a
de est:is <! pdncione.s. se sabfa su :;(!müfo. pc:ro se era iP-crrpaz. de decir, para

"
I 4'J doctrine di!' {e i.ef!"a

cuda una, qué grupo de jeroglíficos le correspondía, y con m•ís razón el valor
literal de cada uno de los jeroglíficos de e:;tos grupos.
T0mcmos el pr:.mer grupo mencionado aquí. Cha1npollion, a partir de su
"alfabeto" translítera O:= l I y=.; T. Supone entonces que e! conjunto debe
escr:bir "am:i.uo por Pt..<i.h.. y, en consecuencia, q~e el tercer jerog!ffico debe
equivaler a H. A partir de ahí, el cuarto escribiría "arnado". Ahora bien.
"amar" se dice en :opto "mci"' o "mere" ; Champollion conduye entor.ces su
lectura admitiendo que uno u otro de estos <ios valores es escrito por el signo
JI . Ya ne quedará más que confirn1ar esto atando cabos, para obtener
de este atar cabo.:; Ja c~rtidurhbre de que se puede legrtímamentc comenzar
~constituir, con TI , una lista ya no de nombres pcopios, sino de verhns .
n
En cuanto al scgunco grupo, sabemos sobre él que 1"" es un ideograma que
significa uvivir" o "la vida". Ahora bien, la vida se dice en copto "6nkb"; y
esta identificación recibe un comienzo de conf;.nnación con una variante <le
f- que se escribe ?e;-· ,
donde volvemos a encontrar 1a N de "onkh"
con el jer,)glíficu f"'"\ que ya ha sido transliterado N. Este grupo de
jerogl íficos tomados en su conjunto escribiría entonces "siempre vivo", de
donde resulta por sustracció n que ~~debe escribir el a<l verhio ".~iempre".
No es ncccs;i.no, me parece, continum- más hacia addantc esta lectura del
desciframiento cha:."!lpollionim10; su pre~er.tación aquí mismo basta para
f:".Xtraer cierco número de enseifanz:is simoles;

t. C:.ianclo in lectura, portrntarcon lacifrn, se ve cuns::refüdc.;;:ldescifrruniento,
dejamos 1:scapar su consi~tencia al señalarla con ei término de "tradticción".
....
, E'l. d esc1.franuento
. .
pone e:-1 JUego i
;.,os .
opern.crnr:es: l a tra_ucc!Ofl
rl . , y la

translitcrnción.
3. En e! de::scifram.!enw, la tradm:r;ión se vuelve haci!I la homofonía
- ya sea ~¡ne la loca: ice ;illí donde cstú en juego (traducci1Sn dei detenninativo
dd nombre propio)
- ya sea que la procluzc:a, allí donde su apoyo fo~ta.

4. La bomofoníadasu "ra:zón resonante" a ia translüeración; cstaafinnaci6n


ti en~ como con:ráparti¿a ci hecho de que no se puede dctc:::t;i.r más que en su
producto - o 5ea, !a puesta en correspo~der.cia, letra por letra, de dos
al fahetns. uno forjado por el desci framicn to (":!l f .ibero" jeroglíf:co), y el orro
venido de afuera y ;me!;tu e n función de c:frar al primero. De ahí... ·
S. 1.a ecr:ii val~ncia del ;:ifrado v del de~c:ifr;un¡el!cü -la transliteración r.s el
' -
6. La mostración de que es un modo de lecturn que no aparece más que con
e! escrito.
Subr::.yaré, pan1. concluir, que jt•.s:amente por no haberse atenido a los
lineamientos del desciframiento articuiados aquí, la lectura hecha pcr Young
de los nombres de .Ptolomeo y de Berenice -qne sin cr.1bargo es correcta
globalmente- se perdió inmediatamente en las arenas movedíza~ de un
"jerog[fismo" a la F'Jrcher.
En la página 21 de la segunda edición de su Précis (182ó), Chru11pcil!on
estudi:i la lectu:ra de Young: "Si utilizamos los mismos medios, el Sr. Dr.
Young y ya, ¿ cómo es que l!egamos a resultados diferentes? ¿ Pc;r qué el
sabio inglés se trabó después de su intento de análisis de los nombres de
Ptolomeo y de Berenice, mientras que, con los resultados del m(o leí una
multitud de nombres más sin ma yor dificultad?" De hecho, ~slos ;'medios",
lo vamos a comprobar, no eran "lns mismos" preci.,runente en ío siguien!.e:
Champollicn se da ce rno "única razón" (Ja expresión es de t~l) !a homofonía;
dicho de otro medo, sabe no leer entre líneas, mientras que Young, invocando
una ;:ilur;¡lidc.d de razones, después de tres inrentos, vueive su lectura
inconsíster.cc.
Esta discusión es fnndarnentaL porque presenta :m ca:;o doí1de se puede
palpar que ht:y lectura y lecturu, que es posible leer con·ectarnente el nombre
Ptolomen allí mismo donde efectivarne:ite está escrito, sin por ese haberlo
kído verdaderamente, e~ <le::ír, literalmente. He aquí. para esta lectura de la
lectura youniuiana, ~l nombre de Ptolomeo escrito en demótico, en j e;oglí-
fico, <lespnés su transE teración en alfabeto griego y latino.
...
i .i 5 J 2 l
<)) ' 1.
/ 1 _.. ('; y L
•• 2- demótico

(-'.

7 - "\ f; 1 e;;:2_ o r.J jeroglífico

L H !\:[ o A T n gnego

s E o L T p Ja¡í:l

( ..;J invcr!>iiliu :Je la L yJ;: le:. e :;01:espC1nd~ .1,) T~Spt~t!J del o:d\!n <le l;iS lec.~ (~n al~iJOS r.:ci;a·:Co~}
e11el al::nr.~nto d~ ').\\ ~r:-tr.sHce!::!.ci5n. (~fr. le!!re alrl. Daci':'r. !'lancha '.. re~i;¡tc!:'o:- º°"· ~.O 'j .¡.()_

Las dos prímer<l.~ le tras jeroglíficas de PTLO~tES son identificadas por


Youn~ y p0r C ham¡::o liion como corre:;pondie:::es a las iecr"-S P y T. ¿ Quíer~
<.iecir este q u~ 1as dos Jl!ct1Jras s~.Jn ele] !rr:~ii10 ord~n'? RespOlil1·::.r gi:e ne:
implica decir en qué la identificación de o con la P no tiene el mismo
estatus en Young y en Charnpcllion. Young considera que: o corresponde
a la letra P fundándose en ta semejanza de: este carácter;eroglítíco con la letra
demóúca Z que Akerblad había señalado como susceptible de escribir
P. En cuanto a Champo!lion. él escribe: "Expresé por mi lado que el cuadrado
era la letra P por la ú11ica razón 11 de que la P del nombre jeroglífico de
Cleopatra estaba expresado también por este mismo c.'.lrácter." La razón
champcllioniana :io es de apelacíóo a una autoridad, no busca un fundamento
en la se1nejanza sino en la combinatoria. Ahora bien, a partir de la lectura de
las letras siguientes. esta diferencia de las dos lecturas va a producir
conse:;uencias absoluwmente ubicables.
Consideremos ahora ei car;ícter jeroglífico /J. Young llega a considerar que
su presencia no es nece:;aria pura la escritura jero glífica de "Ptolomeo" 12 ;
rtrgument.i esto a panir de lo que él cree comprobar en una ausencia, según
¿¡ siempre loc~.ii7.ab le, de este mismo carácter en la escritura demótica del
no mbre de "rtolom;;:n". Cie1.amente. si nos remitimos al cuadro presentado
más arriba, el k c:or (a quien le facilité !a tarea con esta presentación en un
cuadro) objetará que hay efecfr1amente una letra numerada cuarta en Ja
escriWrJ.demótica del nomhrc en cuestió n. Si Young ve una ausencia, en este
cuarto lugar, es porque hace de lo que aquí es presentado en cuarto y en tercer
lug(!I -es decir í y ,/ - una soia y misma letra demótica, allí donde
Champollio;i kt~ dos. La decisión de ver una ausencia de letra en el cuarto
lugu•·, no tiene nada de extravagante: nos daremos c uenta de esto sí simple-
me:1te nos imaginamos ·~n presencia de una serie de rasgos de los cuales no
sabemos ;i cuántas letras corresponden. situación donde la letra como
elemento discreto ne está dada, sino que está por ::onstruirse. ¿Entonces que
es lo que co ndujo a Ycung a adrnilir corno una sola y mísma letra los dos
rasgos vecinos ( y / ? Para 61 tuvo la fuerza de una ley el he:;;ho de que,
? tzestos j i:ntos, estos dos rasgos se parecen al signo hierático del león: 1'-'¿:.¡J_
LasemejanDl funda en él la idemíficacíón. hasta el puntoáe llevarlo a admitir
qt:e ruede habe: ~n b esc:-itur:i jeroglíf:c:i. de! no1nbre de "Ptolomeo" $Íg nos
q ue estarían ée m~s.
El 1ibro de Février no deja, a justo título, de ?Cner en guardia contra esra.
virtud o to rgada a la semejanza. l.Jna letra no puede, con respecto a otra letra,
ser conside•ad;¡ como "Ju r:1isma" más 4ue a partir del momento en que se
asocia. .:: la semeja~za fonnal. ge.st::íltica, una equivale;-icía de función. Esta
~egla, fund;1ment:1! para cualquier abordaje de la. escritura. es desconocida
;>or Young, porque. allí donde se necesita la semejanza y la función para

" ~ubrayotlo <lel ~utor (n. de T .)


*? ¡Saitan'i< UC\a ieLr.! :io e.o; poc~ (.()Sa~ .ChampoUion 11u.111.:a se bubtec:: ;.>er:niCdo e~a llgC'rcza ~
$;ohemo> que~,., 'a ·'?:upos1ti"n <l119 octobr~ :967 sur le ~sychanalysce de 1'E~o1c·· (Proposi-
ción dd 9 de oc:ubre de e9S7 sobre el psicoanalista Je lo Escuela" fCf<. Sci/icc: 1, p. W. '.! t ).
1->J·.. an .'\cñ.:l•i ~I hech('\ de no ?e:~e:~s:~ una l(tr.l coct!ú :a cofldic;ón para que .. lo oo sabiCo ;,e
or..:c11e C:J!'r'.o e~ o:n:::.r:;1~ <lcl sa!:.'cr''.
irc::~ra dt :.ir,. de.f,c~(rcmitnro l 4)

deducir la ide:itificación, él deduce, ))Of el contrario, !a función a partir de la


.;emeJmza,.
He ayd ahora ei tercer paso you:iguiano donde la err;mcia va a resultar
irrecuperabie. Al dejar de lado el carácter íl ,
Young se ve obliga.do a
dar al carácter vecino, el del león descansando, un valor dísilábico: OLE.
Esta lectura abría el camino para todo tipo de fancasías en las lectliras
posterícres, pues surgía, como lo ha<.::: notar Champo Ilion, de lo que él llama,
a propósito de esto, el "principio alfabético", que no es otra cosr. que el ''letra
por letra" de Ja transliteracíón.
A par.ir de este momemo, es curioso ver que Young obtiene para terminar
I1'c4µ a.toc; -o sea, algo que seria una transcripción jeroglífica satisfactoria
de lo que se crefa que .::r;i !a vt;caliz:ación de ese nombre propio e:1 griego- allí
donde Chz.r:-ipollion pudo, como lo escribe, "no obr~ner mis que f"f'-¡oA.u.<;":
pero en un nomo le movimiento ..:n.izado, esca transc:ipción perfecta result::irá
a contiriuacíón no tener prolongaciones en posteriores lecturas (Young
propone "Arsinoe" para un recuadro donde uno de los jeroglíficos se parece
a una lenteja. que en copto ~e dice ··arshin", allí dor.<le Champollion, con su
aJfa:;eco, lee el título de "Autocrator'"), mientras que la :.ransliternciún
champollioníana mostrará aprey-coup su valor de .1liciente para el
desc[frarniento.
¿Que significa haber leído "Ptolomeo"? Despué~ de h<!be~ díscutido la
lectura de Young, Champollion cb su respuesta ílO es simplemente haber
ubicado, cor¡ mayor o menor exaccitud, que tal recuadro escribía efectiva-
mer.te ese nombre, es "haber fijado el valor propio de cada 1mo de les
caracte,.es que lo componen y de tal manera que fueran aplicables en todos
los lugares donde esos mismos caracteres se presenten".
La publicación del Précis ..:-vo ivía ~;)duca la opósíción jeroglífico fonético/
jeroglífico puro de la Lettre a,',/. Dacíer... : el Précis mostraba y a! mismo
tiempo d~mostraba que puede haber algo figur:nivc con valor de e~c rirnra de
lengua. que eso 1;0 tenía nada de .::xcep<.:ional; dicho de otro modo. qr.;e la
escrit~ra llamada .figurativa no es.aba. por ~s?.ncia.fuen;;, del campo <Íi! !o
cransliterable. Esco signific:i.::a rr:istornar la idea que exis,ia h<l$ta ese
momento de las ~iferem::s esc:-ituras, y no es poc:i cu$a como lección:::! m::<lir
hasta qué punto el desciframiento de Jos jeroglíficos se operó 3 contrapelo de
la concepción de la ;::scritura figurativa como ideo-grafía. ?\fas de un sig!o y
medio después. hay que ad~tir qcie se h;i asimilndo muy poco de esta !ección
del desciframiento, de ese desciframiento del q;;e J. B. Fou:ícr -en ct1ya casa
Champo\ 1:()n a los C:oce años. hahía '.ea: do :a revelación de su vocación- iba
a decir, al s;it:er sobre¿¡; .. ¡Pero si eso es geometría!'º.

,
t!W doctrV.a J~ ~ {~t."'t!

Poco <lespués de haber terminado su Précis, Champ<1l!ion parte hacia Turin


para proceder a organizar la colección Drovetto. En medio de 50 estatuas
colo.~ales, 30 momias, 5 000 figurillas, retienen su atención :.inos paqueces dt:
manuscritos de los cuales Barna a algunos -a causa <lel su estado de deterioro-
su "basura". ¡Cuál no seria su felicidad al encontrar allí toda una setíe de
tex.to.s que describían los ritos funeFarios! Leerlos le iba a permitir entregar
<ll mundo de los doctos nada me!\os que la reEgión egipcia. Pero tuvo que
admitir muy pronto que esos te;.;.tos eran la copia de un solo y mismo ritual.
E.íl su abatimiento, sin embargo, algo lo consolaría, y allí el lector reCt)nocerá
,
lo que se debe designar e.orno su seriedad, a saber, el proyecto que hizo
imr1ediatarnente de enriquecer. con las va.-iantes dadas en esas copias, su
cuadro de homófonas ll.

" C1.imp :Jion. V.tire.Y de C>-.ampo/!!mi ie je"n<. B!bli. Egyp(., l 9GI. ~· 5J y 80.
Capítulo siete

la "conjetura de Lacan"
sobre el origen d.e la escritura

·• Pt;rJ'aV<>r. t<!c(rer.s~ .!~ mi prt:.'rt!l\Ci:1., .fabriC&J.nres d.:t !".ib:Al


prohibidas por a'ocenas. en (o.s que r.o pt!rc:'bíc. artt~s. :!esdl!.
!a primt'ra \-'C't,. t:iJmJJ ai-.Qrti, fa jwau.ru ~rt la su/.ucitirr ftf~·ola ''

Se ha comentado mucho ia fórmula de Lacan qu:~ sitúu la hipótesis ciel


inconsciente diciendo de éi que está "est..'llcturado como un lenguaje".. ~~o
parece sin embargo que tanto los que han :-iecho de <licha fórmula ;.m lenguaje
común -una !enguu ~stereoripnda- ceo:o ·lo$ que lo rechaz2!'l ~n nombre del
afecto, se hayan apm.taJo rr,t!cho de! ~fecto dt sugestión propio de toda
fórmula.. Es molesro que se ies escape así lo que aquí hay Je dificultoso, de
brutal, lo que, en esa f6rmula, resiste a la apreh~r:siór. y a Ja manípuiación.
Un lenguaje: la fórmula ínvita a admitir que hay lenguajes y !a torna en cuen:a
de e~te·plur.al (designado, pl)r otra p<•rte, pcr La.can en un comentar.o de su
fórmula) 1repercute sobre ei enunciado y da valor de defctíco al un. Sól() que.
adeni.ás de que no s~ encuentra, en L.acan, una lista establecída de ios
lenguajes, no se s;;ibe tampoco. entre :iqucilos que se puede intentar alinear
en una hoja de papel, cuál es aquél que i::staríaen la postura de ser ese lengua; e
susceptibk de ~e.sponder por la estn1ctura dd inconsciente.
¿Es, acaso. el defecto de estadesígnacióo tan acenruado como pretendo? Hay
en efecto, en Lucan, r.t.m1erO!;aS indicaciones q>..!e conciernen a e5e lenguaje;
pero, justamente, esta pluraiidad cnnstituye una éificuitad: ¿Se dirá, ac:iso,
que se trata del len~ uaje t.:J.I como lo describe ur; Jakobson? ¿,O del álgcbr;,i
lacani:m~? ¿.D~ !n remi'.'I :ie :os r.onjnr.ms') ¿Del lenguaje de la topología'?
Pero ¿qi.ie moco de Ju tnpología? La r¡que:w ..'.K¡uí como en otras partes,
e!itorha. ¿Cómo prcccdeí. emonces, :ü d.e'.;cirrami.;onto ti:: la fórmuia de 1}tro:\

~ j L;)r~tn. /..": sc.vr>ir d'.J. p.rycr.~r,.c;tys:e, C,:uf.:rcr.c~a =n L.t Ct!:.·v~l~c; . .sa;r.t·Aonc. de! ~·~~e
C'!C\'i~rnbre de i9~l. fr1¿d!t~.
~46 do¡;trina dl! úJ letl'~

manera. que no sen pcr una eleccíón sometída a les ?rejui:.:ios o ínclir.acion~s
del lector?
Cerno la duda invita a la ahscención, daremos a ~st;i. su alcance positivo
concluyendo que el inconsciente está estructurado como ese lengriaje que no •
es posible, por el momento, designar.

Pero queda s in ~mbargo el hecho de que eso se llama "lenguaje",


Cuando se !nrerroga e! cnncepto de lenguaje en Lacan, viene inmediatamente
a la meme -otra fónnula- que rro hay metalenguaje. Lacan no presenta este
enunciado como seguro, ni siquiera como una verdad que tendría, en la
realidJd: un correspondiente adecuado con lo que afinr.a: se trata de lo que
los fn.nces~s '.lan:in un par.i pris, una posición tomada, término que, en
reson:i.ncía con un.:i. de sus co::;-iotaciones :>e contrae en pari, o sea que
implica, ea franc::s, una apuesta.
Esra ::ipuesrn no es :an extraña como puecle purec:::r a pr.mera vista. A.~í..A••
Koyré demostró q<!e la genernliz~ción rigurosa de la oposición lenguaje-
objeto i meti:dengurJe que efectúa la teoria de les tipos de Russell prorroga
la vige:icia de ia paraJoja misma que trat:iba de evitar, pues la proposición
fundamental de esta teoría, Ja que plantea que " teda proposición debe ser ce!
iipo superior a .;u cbjeto'', no puede pe!1enecer, ella m.isma, a nir.gún tipo,
si~ndo just:.1mente que su pertenencia a un tipo, en esta teoría, forma parte
intt!.nsecamentc de la definición n:isma d~ la •oronosi::íón

2. Al nrohibir los
r
~:1un..:i3ÜüS que tratan Sobre te das \a~ proposiciones, la teoría de los tipos Se
prohibe el enunciado, ese enunciado mí.smo, qu.:: la funda. La apuesta
lacaniana encuencra entcnces con qué apuntabr su pert.inencia al![ mismo
::!o nde se aceptó un partido contrmo. No por ello dej a de ser una ::ipuesta que
sólo te:;drá su akance si se siguen ~ígurosamen:e sus consecuencias,
La primera de elks :;e pr-:senta bajo ~na fonna negativa: ::;i se sostiene que no
hay metaicnguaje, entonces el inconscienk no está cstrucrnruco come ese
lenguaje que se define con lo oposición del mernlenguaje y de! lengu::1jc-
cbjct;).
Sin embargo, d enuncjado no ft.,ay meralengucij~. como tod0 decir que no hay,
es insuficiente. Su objeúvo es didáctico, y lr. inexís~.:!lcia que parece escribir
(pero de la que no hace m:ís que desigñar la posibilidad al limitarse n
transcribirla) no puede constituirse, de ;:onfo rmidad .::or. la escritura de la
met;ifora en Lac::m. sinl>_E._¡;a:tir del mor::ento e::i ouc viene, e~ el iugar de lo
uue st dice no ser. a!:¿o cue cst:í en una rdación de •1cdndad metor.únicacon
. .---~~~~~------------~~~~~~-'-~~~-
lo oue no es. Así. de la misma manera quo:: <::n '.Vi:tgenslein ~I rechO!Zo d<! Ja
ieorfa de :os cipos $Óio torno. cuerpo al d~st::c:ir l:J o posició n entre ~l decir y
el mostrar._en Lac:!n es Ja oposición entre la palabra y el escrito la que viene
.en el lUJ!:ar del par lenguaje-ob!elo I metalen1rnaie. No decimos con esto que
esta oposición sea esencial.

He aquí, por ejemplo (para citar algo que esté en las antípodas áel carácter
"acuñado" de !as fórmulas precedentes) una observación muy "hablada" en
que Lacan comenta eí trabajo del matemático René Thom: "Si mí amigo René
Thom llega tan fiicilmenxe a encontrar cortes de superficies matemáticas
complicadas, algo como 1'n dibujo, un rayado, en.fin algo que él llama tanto
una punta, (comoj una escama, w1fruncido, un pliegue, y a hacer de eso un
uso tan verdaderc.mente caurivc.nre; si, en otros términos, hay una cosa que
existe, ta/ que se pueda escribir .x que satisface la función tPx. si: si i! hace
eso con tanta facilidad, no quiere decir que no persistirá en es:o, mien:ras
no haya justificado de un modo exhausrívo aquello con lo que, pese a todo,
está efectivamente forzado a explicarles, a saber el fenguaje común y la
gramárica para rodas. <que. no penisrirá en esto> una zona que llamo zona
del discurso y que es aquella sobre la cual el disr.uno (lr..fllírir.o arroja una
viva luz." 3

~
Lo que se escribe en lenguaje
.
maremitico no está ~arantizado- µor
·- -un- ....._
.metalenguaie y. además, no podría explicarse sin poner en juego este habla,
esta palabra que se apoya en el lenguaje común. Así, el que no h:lya
"metalenguaje que pueda ser hablado" 4 quiere decir q!Je lo ou~ se nombra
CO!l "metalenguaje" m.1 es otra cosa que la pal~bru misma.

El escrito, entonces. ocuparía esle lugar mismo que sen·a el del lenguaje·
objeto.
La substitución por Ja que la oposición escrito/palabra ocupa el lugar del par
lenguaje-objeto/metaler.guaje ratifica el carácter noelírnioable de la pa1abra:
hay palabra en el <lcf.::cto del meta!engu~e. justamente allí d(}nde desfallece
para decir lo verdadero sobre lo verdadero.

Sin embargo. esto, que nos alejaría de la lógica al presentar un abordaje de


la verdad que no la reduce al bi-valor V crdadcroíFalso, esto que entonces se
prestaria fácilmente ?ara que se haga de la palabra el objeto de un culto (el
cll::>o no care~e de ¡::ir::cedentes y hasta en el mismo psicoanálisis) recibe en
Lacan el con<rapunro necesario para impedir, si se puede, semejante resbalón.
Así, la lógica como ciencia viene en apoyo para ese contrapunto. Como
";;iencía del real" (Lacan) la lógica muestra que no hay acceso a un real si!lo
por Ja puesta en juego de letras mímísculas. T al es su sesgo desde Aristóteles.
Y en e~to la experiencia de la lógica encuentra a !a experiencia analítica en
ia medida en que se sepa localizar que la definicíón restrin;:ida de la palabra
a la que ob!iga la experiencia anillitíc:i (lo que, durante un tiempo, se dijo con

J J. Wcan. Lt savoir du psyc1'>..c:uly.stt!. Qp. cit.

'J. J.;¡~an. ""''·' S<~1I. P:iti;. 19€6. p.81J. (En c•paool. E sa<:UJ, Siglo XXI, Méx:co. 198-1,
p.793). Térr:tlMS subrly~dos por ~i.
148 cloct1i11a de la 11..•tr,z

el "eso habla") conduce ciertamente a admitir no .sólo que no hay en el ser


hablante función de la palabra más que en un campo de lenguaje sino
también, más precisamente todavía, y más Jimítativamente, que s2J!!._hay
oolabra en eí punro de conremporcmeidad de la escritura con el len;?u~¡e.
En el semír.ario sobre L · identificatíon, Lacan señala esta contemporaneidad
como "la raíz del acto de la. palabra". Esta "contem¡>Qraneídad original de Ja
escritura con el mismo lenguaje"1 no asombrará al lector de estas páginas en
las que he presentado varias veces a la homofonía como uno de sus modos
másdecisivo.s. Se notará.que Ja aparente ambigüe<la<l del tér;nino "homofonía",
que se presta para que se imagine que tiene como referente algo del o:ircten del
sonido, de la vocalización, no es G.íforente de Ja que lleva consig0 el término
"consonante": contrari~mente a lo gue su ncmbre sugiere (~n nombre por
otra parte tardío, posterior -y mucho- a la tnvención del alfabeto), esas
consonantes suenan tan poco que Jos griego s, tenemos el testimonio de ello
en Platón, las nombraban a<pwvu, las mudasá.
En ese mismo semi:iarío Lacan precisa lo que entiende por "estructuración
del Jeng:.iaje'', o sea aquello mismo que esclarece la estructura de! inconscien-
te. Define esta~~-S:i!r.,~i.ón. por la operacíótt de la "localización dr>- 1"'
Jllimera coojugacjón de una emisión vocal con ¡;o signo r:omo tal" 7• Ahora
bien, esta operución no es semejante sino identificable y, en. Lacan, identifi-
cada con la que está en juego en el origen de la escri:ura. Así, conviene
descubrir, poner a la luz, cuál fue la conjelura de Lacan sohre este punto, pues
es la única ·;fa susci.:ptib!e de esclarecer lo que ccurre con la estructura del
inconsciente. Si yo no vaciio en señalar aquí esta vía cumu única, es porque
esta veta no cesó de ser retomad:;, en la serie de ios ~eminarios. Así, doc~ aiios
después de L' identification: "Es del lado de la escri!i1ra donde se concentra
aquello e11 que intento in:errogar lo que ocurre con el inco11sciente cuando
digo qt~e el inconscíente es algo en el reaI" 3, y aún, en ese mismo ~em · ,ario
(que, ¡;o; ocr.a parte, tiene por títu~o un chiste ingenioso por homofonía), esta
sin:.ación de lo escrito como p~saje obligado; "Sin lo que hac~ que el decir
llegue a escribirse. no hay medio de que yo les haga sentir la dimensión c;.qo
saber inconsciente :;u!J~·isle". 9
De una manera ba!Stante ínhabim:il en él, Lacan present(J esta conjetura e.orno
un "de~~·Jbrimiento" que él habría hecho. He aquí este texto de La;;an que
s~rá enseguida estudiado punto por .?tinto y luego interpret3do:

" ,.• la estn!C:!.lración del /engucj e se identifica (si se puede decir) cor1 la
/ocaliz.adón de la primera conjugación de ww emisión vocal cor. un signo

TJ. ·-.._a.~:J-n~·L:ide11t:¡7c.acinn. s:miriAJic:: ir.éd;1:..1 del!7 Ce e:i:ro :!t: l 9S1.


"' Pj:uó:l, C., a11/a. ~lis carde. hL" 1·on$0!~1es ..\ ·•n1pftnr..:i. s:Jt:n~ ..cou''. yer.tVO(:es. .. . ¡no soJas !
~ !. LacZ:n. c.;p. c:it . seulin:!...""'iu .;~c;:l 10 ::ie !:lerc Ce J':f6'2.
t !. Lac:;n, ús nntt-é1.tp~s 11rrent. Sem!naiio ;n¿dtto de! 21 de rJ>uyo c.k 19?.l.

" J. L<1.:~. tb:'d. semjni\J'jo ~el ~ 9 de ieCrero :Je J 97~.


la '•cun_i~!urq á~ l.Acan" ~obrt: e! origen dt lo escri;t1ra i 4~

ccmo tal -es decir con algo que, ya, se refiere a una primera manipulación
del objeto. La hemos llanuu:/o "simplificadora" (a esta primera manipula-
ción) cuando se trató de definir la génesis del trazo.¿ Q!lé hay nzás destruído,
más borrado, que un objeto si es del objeto del que el tra;;,u surge {si es} algo
del objeto que el trazo retíene,justamente su unicidc.d? El borramiento, !a
destrucción absoluta de todas sus ot/as emergencias, de todas sus otras
proíongaciones, de todos sus otros apéndices, de iodo lo que puede haber de
ramificado, de palpitante, y bien, esa relación con el objeto en el nacimienio
de algo que se llama aquí el signo, en tanto nos interesa en el nacimienia del
significante, es efectivamente e! preciso lugar en el cual nos hemos detenido,
y es en tomo de lo que no carece de promesas donde hemos hecho, .~i se puede
decir, r.m descubrimier.to, pues yo creo qu.:J lo es: esta indicación. Je que hay
-digamos en un tiempo, en un tiempo (ocalizable, históricamenre definido· un
momento en. que algo está ya ahí, para ser leído, leído con lenguaje cuando
no hay rodavfa esc;irura.. Es por la !nve;.--sión de. esa reíació11, de esa relación
de lectura del signo, como puede nacer luego la escrirura en tanto ella puede
servir para connotar la fonematfr:.ación" 1º.
El descubrimiento toma su punto de partida en la lecrura del libro de J. G.
Février ti tu \aáo Histoire del' écriture. Este primer dato, pronto se dará cuer.ta
el lector. no es exterior a la conjeiura misma. Hay erres ta lectura una manera
de leer que es homólogo. a lo m.ismo que la lectura pone ;i Ja luz. Recordemos
que el análisis de Ja lectura, por Lac:m, dei texto sobre el "pequeño Har:.s" hizo
valer una homología semejante. ¿En qué consiste ella esta vez~
Después de haber citado el monumental trabajo de Février, Lacan invita a $1.!S
oyeutes ce entonces a rerrjtir~e a él: "Ustedes verán desplegarse allí con
evidencia algo cuyo dinamismo general, cuyo resorre, )'IJ !es indico, porque
de alguna manera no está despejado,, y está 1!n todas partes presente"' 1• Es
decir que e5te re'Scrte se e(IC'Jentra en e:;tado latence en el texto de Févricr.
Ahora bien, se va a tratar, precisarnc,nre, de ia escritura como una función °'
latente en el lenguaje mismo 11 • Aparece así que e! modo de abordaje de
aquello de lo que se trata -la locaiización de una latencia- es del r.1i;;mo orden
de lo que se trata: la escritura c~o función latente. No hay diferenciu.
fundruner.tal entre la opernción ce lacscrítura, en ~anto vuelve manifiesta la
latencia <le la escritura en ei lenguaje. ~ria operación de descubri.nrientu de
esta operación. Es d::cir que ponerlo en la c•~er.ta de un talento de autor o de
lector, sería desconocerlo pnes pcr el •::ontrarío e! autcr se demuestra aquí
íeduci<.!o en su descubrirr.íen:o i.! eso mismo que él descubre.
¿Cuál es entonces. ese resonc gcner¡¡J de la historia de la escritt;r::¡? Lacan
m>ta pr:mc:-o que e¡ m:itt:rial que;\::;! a c011.sütuir !a esci-;tuc;1 se encontrnba ya

•lo) J. Lacan. L ·r.Je."1o~iica:!<>n. :;errUniU'Ív dcj ~ O de cn~ro cie i 962.

" fb;d., .s•mln::.rio del l 2 ::e dic;e!l:cr~ <!o : 96 J.


"Vé::sc no<a JO.
150 d,,c.:1rina dt! !a ler1a

allí, presente anteriormente a la puesta en práctica del escrito. Ciertamente


no todo el materia!, pero est:i. restricción no anula el he::l:o enu:.ciado. No se
sabe muy bien a qué podían corresponder esas morcas diversas que no son
todas píctogr;1ficas pucstu que, en Ja época magdaleniense, es por el contrario
su aspecto geométrico abstracto lo que in: presiona a los observadores 13• Si se
han expresado numerosas y a menuco extravagantes interpretaciones en lo
q~e concierne a esas mar:: as, nos contema~emos aquí con la comprobación
de su existencia, una existencia anterior, entonces, a la invención de Ja
es::rítura; y allí donde una escritura .)e en.:ontró emplazada se ven esas
mismas marcas re::uper:idas en la escritura y para la escritura. A partir de esto
ia cues~ión del origen de la escrítura es la de esta recuperaóón misma.
Tal es entonces el punto de partí da de lo que llarno aquí la conjewra dt:: Lacan.
En el comknzo de la escri:ura está esrn separ<!c;ón (que es la condicíón de
?OSibílídad de lo que acaba de ser designado como "recuperación") entre el
material que va a servir a la escritur:i. y el lenguaje cuya estructura no sabida
está sin embargo en acción e:i el blablá cotidiano. Así, ciertos términos del
lenguaje :10mb::an !03 ::ibjetos que algunos de ios elementos del material
figuran p!ctográficamente. Lenguaje, objeto~ y signos, tres polos de una
especie de ballet..
El ya ahí del material no es poca cosa: una cos;;. es un buitre y otra cosa es el
dibujo de un buitre; una co~a es el junco florecido y otra el dibujo óel junco
ílorecí<lo ... ; ur;a c<:sa es una galleta y otra el .... Si bien ~:;lüs Jibujos re;niten
?icto,¡;ráticamem~ al ohjeto son, pese a ello, de un orden distinto que ~I. El
:iecho es patente cuando se nora que obedecen. como dibujos. a convenciones
q¡;e corresponden al dibujo o a aquello para lo que el dibujo ha sido
¡;roducido. El dibujo es siempre ya necesariamente infiel, figurativamente,
al ohj:::to. Pero que haya ahí dos órdenes diferentes t:S, precisamente, lo que
va a permitir ~l :irreg!n -d z;.irci<lo, en el sentido de Ja costura- o, para decirlo
de otr:i m::i..ncra, la puesia en ~elación.
! .a puesta en relación, el primer tic:npo dei ballet, comienza con esto: el
nomhre del ohjc:o puede ser tomado para designar !o que lo representa
?ictográficam~nte. D.::: J¡bujo ée un buitre puede decirse: "esto es un buitre";
del de una gallern: "esto es una gálleta''. Hay un equívoco que vuelve posible
esta puesta en relació n. Ha sido subrayado, muy ;icnincntcmcntc, por
f\-lagritle en ese cuadro de 1926 del que presentamos aquf un:i reproducción
[que preferimos a otra versión a la vez más tardfa y más compleja pues si e!
primen; , comn lo observa Fouc;iult, "sólo desconcierta por :;u simplicidad"14,
será e:; ta simplicidad misma la que resultará exprcsi vu].

'! s~ <:Oll$Hl~::r~ :\\;Ore ~SIO \f:ixi rr.~ f)or~P.. V.r p r,{-~:;r;r'.lrP.0: .Y.: /'.n.•')l:J:i"n rles 1 : (\:riisa~iatt.f, t<.Hnck:.;iccS:

ed, P:>.ri'i, l 97:.1.. .Sobre la ~rcexi>ICnci.a Uc !a.oe;. m::irc1~ .'ie encontrJri un.a \.:onllrntactón 11.:1..;jc r,,c i:n C.
Ch<ldcf•~U(, "Egyplc pha;lonit:~uc: Je J'c~p!es.s:ion ?iCtJrale ~ l'G(~ltlJce esy;>t(!noe'' . en fi¡,•;i/urt!S, F.d.
s
Lo= ·1c:.,1!;uce, r~: i's. ~ g~r.:. p .37.
1• :...1. f~ur-.1ulc. t ..1~fi fl°<~.:if pos .i:-.e .vipe. J3. Royect .. P~ís, :973, ?.10. (E:i ~spa1íot, ,'!,..,,~rJ r.n es UJ!aplpa.
Ed....),.~1:i.~r:..JtL:L a~cct~)r.¡, , i 9~ 1 ).
,.,

(El texto de esta imagen die:.:, debajo del dibujo, "esto no es una pipa", y más
abajo: "Esta irnazen que hace pensar ínmediatameme en una pipa, denuestra
muy bien, gracias a las palabras que la ::.compafian, que es un obstinado abuso
de lenguaje e! que haría decir: «Esto es una pipa»'").
Si se adm.ik:, \:Omo le :;u:;iere s:i vecindad en d espacio del cuadro. que el
deíctico apunta a la figcra a la que sigue inmediatamente (en el orden habitual
de !a lectura), en1once:;. en efecto, se reconocerá la verdad de la leyenda: el
dibujo de b pipa no es ur.a pipa. Sin embargo, cuando exhibiendo el dibujo
de una pípa yo interrogo a cualquiera y le pregunto: "¿Qué ~s esto?" la
respuesta "Una pipa" no deja de producirse. La debilidad mental de lu
respuesta no hipoteca para nada su verdad: es una pipa, en efecto, y :.1nto más
cuanto que :;u presentificación en el simbólico pasa por el zig-zag, por el
ardid. de una presentacíón ímaginaria. Ahora bien, se puede mostrar que ese
pasaje no es obligatorio para una puesta en presencia con el objeto del deseo.
Para hacerlo yuxtapondré aquí. al cuadro de i\.fagrittc, un relato que se
c:ientan mutnamentt: loyüños de diez años, una edad en que ensayan fumar
a escondidas, a falm de que sea con calma, pero una edad, tmnblé n, en que
es muy net:esarío prohibírselo:

X. - Estás solo en d desíerto.


Tienes un aparato de radio de tr;msístorcs.
Quieres fumar.
¿Cómo te las arreglas?

V ... ?'1?
l • . /,/.,/, .... ~ •

X. - ¡Es muy simp1e'


Ves pasar J. la maestra de la escL:ela.

u Tc:i::tv y dibujo de i7.anos. de ~!Jg:-:tt'!. Toi:l!ldo cJc A.vec }4ug,.{:tff. c.1~ !. cu;s Sc1.Hc:1:air.:, ~­
Leb.;e~ tJos~n~~."ln, B.n.l::.cl;>s. 1977. p.89. Ei co~~n~o :!e es~ ··un cómt~::>." ¿e \í:igd~:r. f.Je
pl!b!lc:ida CO ~ tillO!;;tit)l'l )'IA,-."'ÍiJl!JU!. nº !'2, del 1.5 <le d!~:~n:bci::, IJ.:: 19".!9, C\"'~ el iCgcnd~
~~r.ific~1n t!c:l sa1.:::i~jsf'7'0.
! .S2 doctrina de /(l J,.tr::1


Te ve ahí, escapado de la escuela, y te dice. corno de costu1nbre:
" ¡insolente!'·.
Tienes el sol y la lente, sacas de ahí la lente.

Tomas el aparato de radio.


Esperas la hora en punto.
Escuchas la hora oficial.
Tocan Jos "tres pi" para la hora oficial por radio.
Tienes los tres pipa-ra la hora.
Tomas una pipa de las tres.
Tienes una pipa

Hay un mosquito que te molesta.


Lo dejas que te pique.
Tienes una picadura.
Tomas ia picadura.
Y la picas mús fina.

Pones la picadura en la pipa.


Tomas la lente y la pones al sol.
La enfocas en la picadura.
Enciendes eI tabaco de la pipa.
Y puedes fumar. 16

1
• Mathieu Hebrnrd tuvo la gentileza de escribir este texto, eri francés, para mí, (que aquí hemos
susti1uído pcr un texto díferer.te en español ... para que diga algo equivale~.Je):

X. Tu es v.iut seul dans le desect.


Tu as u11 fusil ~( de~x balles.
Tu veu)t fumer.
Comment cu fo.is.

X C'e.~t ~imple 1
Tu voi~ 'Jlle par1L'1ére pa.sscr.
Tu mets ca ballc.
Tu tires et ru la loupcs.
Tu prends la !aupe.
Tu fa.is 11n grand cas de sable el 11n petit.
Tu prends pas le tas haut mais le tas oas.

l;.pan!hére repassc.
Tu mets ~ Dalie.
Tu frres et tu la tues.
Tu J;¡ prend~ par la queue.
Tu la fo.is touroe: autour de ta rete.
<;:a fai t uoe circonféreoc~;
une circonferencc egale 2R.
c;:a foit deux ¡¡i ¡:iantherc.
Tu prends une pipe.
Tu .mets le t::.b;ic.
Tu prends Ja :oupe.
et tu ~llumes Ja ¡:ipe.
la ·'co1tje11Jra dt lacan" sobre el origen de !a escri!l.lra 153
.
La técníca, reiterada tres veces de ese don del objeto al Otro (A), de este
reconocimiento de una privación. es la del rébus de transferencia pero
recorrido aquí, de alguna manera, en sentido inverso:

Nombre del objeto Homofonía


Objeto lmágen del Objeto tomado como (obje!o metonímico)
significante

La lente Qx::::J ••lente'' in-sel-lente

~
La pi ca.dur.i. "picadnra. de tabaco" picador.a

La pipa ••pipa'' tres p¡ para la hora


a- D 1
oficial

•Pro<lm:ción del objr.:to


rébus de transferencia

(simbólico)
de una privación •
(real)

Pero estudiar ahora e::;ta técnica (tomo este término en el sentido q11e Freud
le da en su estudio del chiste: la técnica del chiste es la vía pricnera para dar
cuenta de él) con1promctería demasiado temprano y anticipadarnente la
cue:Hión de la escritura. Basta para la presentación de lo que da su punto de
pa.i--t.ida a la conjetura <le Laca.n con adrnitir que toda sociedad humana ha_
constituído dos series de cosas: por una parte objetos que el lengu~rje nombra,
y pG'r otra parte, signes, tnarc::is b trazos que, por lejos que uno se rernonte,
no pueden de ninguna nanera ser con:>ié.erndos como de un tiempo que seria
segundo, y de los que algunos son imágenes de objetos.
En lo que concierne a Ja arúculación de estas dos series, todo ocurre como si
ne se pudiera eliminar cierta ambigüe:.lad sin la intervención de la escritura.
Esta ambigüedad, que se duplica en el grafisrno mis1no, es la única suscep-
tible de explicar por qué se pudo creer durante largo tiempo, por ejemplo, que
el ideograma 1:J que escribe el verbo yue figuraba pictográfica.mente una
boca de la que salía un soplo de voz, para corregir luego ,como da cuenta un
reciente estudio de V andermeersch: en su grafía arcaica figura un o
recipiente visto en un corte, lo que él llama el "porta.-escrito" 17 • Pero lo
notable es que, si nos :::i.tenemos al grafismo solamente, es imposible decidir
y V nndenneersch. con motivos, produce todo un conjunto de orros ideogra:na.s

' 1 LV anderrne~rsd:J, "Écriture et t.uigue .;cri re en Ci'.ine", en Écnrures. éd Le S ycomóre. P:i.ris,


1982. P- 257 y 258.
15~ doarina de la l,,tra

para demostrar lo bien fundad.o de la ide:nifícación de o ' - 1


como una visra
encone del porta-escrico; apela, para decirlo con otras palabras, a la escritu;a
china en tanto ya coustituída. No hay, en efecto. ningún medio de proceder
de otra mar.era µcesto que si alguna imagen del objeto constituye signo, esto
no es de ningún modo suficiente paraqu1; se pueda hablar de pie to-grafía. Tai
"píctogrnfía" panicipa de lo que Eliane Formentelli designó magís:ralmence
como d "sueño del ideograma"'\ el de una escritura de signos que se 1
rcvclar!a tan~o más manifiestamente universal cuanto que se mantendria
completamente fuera de la maldición de Babel. Semejante sue:¡o, que es
come Ja otra cara del "prejuicio jeroglifista". ~e alimenta de la misma fuente
de !!l c:ljab,!stismo; hace falta una aprehensión del escrito decididamente
enredada en d alfabestísmo para que la aserció n '\~sto no es una pipa"
apare7.CU, en d cor.tomo que le da ~1agritr:'!, tan des.caraca.
A sí, tenemos. por una parie, que no es necesario pa:;ar por el dibujo úe una
p íp J. para ter.er que vérse !as con un a pipa como objeto en el ser.üdo freudiano
de este término, es decir como objero perdido: este objeto, lo constituye el
PCPA de "Pl PAra la :tora oficial". Pcr otra parte, también está aceptado que,
cuando se '.rata de nombrnr el dibujo de una pipa, no deja de suscitar esta
impresió n de infamilier19 (infamilíar) que nace del c:irácter índecidible J.e tal
nominación puesto que se puede decir, a propósito de este dibujo, tar.to que
"esco es una pípa" como que "esto no es una pipa".

La conjetura de Lacan r;!quiere ericonces de entrada 'Jna eliminación, un


forzamiento de este indecídible; supone que sea puesto e:i juego su "desco-
nocimie::to sis temático" (P. Soury ). Este desconocimiento es justamente lo
q ue lvfogritte llama ..un obstinado abuso de lenguaje", justamente eso qu e
hace que ~e ilegue a decir, del dibujo de una pipa: "esto es una pipa". Ese
ti~mpo es entonces aquél ::n que lo que pre-existe a la escritura como signos,
marc:is o hue llas llega a ser, con el leuguaje, hablando con propiedad. leído.

Q ue !a :it:esta en :-elación consista en una "lectura del signo" quiere decir que
:~ist~u!~.~ lecn:ra nn:erior a '.a escri:ura, yu<: cierco "leer" precede al escrito.
F.sr::t lec!ura e:;, entonces, distinta de aquélla aislada a'luí en Laca n y
d:::s ignada como una ~'lectura con ese.rito". La lectura del signo es no sólo
2;;rerior sino previa a lo escrito, es un riempo consti¡uyence de éste. lvtagritce
roma come blanco esa lt:ctura, pero que sea necesario tom:irla como blanco
implica el reconocimiento <le su importancia, subraya :;u modo de eficiencia,
al que un pinlOrpuede ser sensible. y a tai punto de querer valerse de su abuso.
Imagim;mos desarrollarse t:~la kctura como por sí misma en una ''esciitu1 a"
q ue, ~monees, ne habría ro10 con esta lectura s:no que se atendrfa a la decisión
de no haceroira cosa que proio ngarla: tendremos entonces, eGil Ju idea tle unu
escritu~:i llamada "pictográfica'', una de las figuras mayores del citudo abuso.

:t 1-:. F'arrr:t::o:!c.li. ··Rever :'jdcogramme: ?v1allarmé. Ségn.i~a. Michnux. M:te6'', ::n .'i.;;:it:.rt!s,
209 ~ 233.
o;.>. cit.. ¡.¡. '
;·; Seg\:r. h1 f~:i;-; r::!d!J·~=ión . .11 !ran.::s. dt:: r...:,,.~!,.f1;,;~ch~ frl!Ud~;.<JlO pro~O~$Gl ;x:r J 'Nllss~;
ia "cr;r.je1ura de ú:can ·•sobre ri c;rige:t d~ :'a ~scritura 155

Así, la conjetura de L;can apela al c;rrácter primario, c:-in r::spccto a la


escritur~ de cierta lecrura que quebranta un indecidible. Este índecidible es
la condición de posibilidad del abuso mencionado; da igualmente su motivo
al hecho de que la pretendida escritura pictográfica supone -no se ha dejado
de notarlo20- que el '.ector sepa por anticipado lo que hay que leer allí (para
poder leer) lo que ella escribiría.¿Cómo no se ve que esta observacíén núsma
va en contra del señalamiento de la pictografía. como una escritura? Que el
lector deba saber ya lo que conviene leer (y, entonces, que muchos documen ..
tos sean indescifrables cuando no se dispone de ese saber) manifiesta en
efecto que esta escriwra "pictográfica" sería la que correspondería al
grado cero del cifrado; una cifra ¿e escritura cifrad:!, que exige que el lector
sepa lo que se supone que está cifr.ado no puede ser con~icerada, hablando
con propiedad, como i..:na cifra, un elemento a descifrar. La píctografía
aparece así como el ncmbre ce! sueño de una escr:itura fuera de cifrado; se
reune así ¡¡l sueño <le una escritura fuera del lenguaje elevando ciertamente
a sn mar.era, pero del mismo modo, el carácter cte escritura a la dignidad de
lo que lv!ichacx llama un puro "punto inrnovil de evocación" 2 1•
.Se ve aquí cómo Ja conjetura pennite zanjar la discusión en cuanto al estatus
de ciertos modos pretenclidos "de cs«.:ritura"; permite distinguir lo que
corresponde al escrito de lo que es imagínado en torno a éí -y especialmente
entre aquellos que han palpado mejor que otros pues fueron marcados
definitivamente por esn- hasta qué punto la conclusión gr;ega sohre el
alfabestio iba a ser inevitable para quien fuera a encontrarse en su continua-
ción. Pero se ve también <:Ómo esta conjetura es capaz de esclarecer nuesrra
manera de interroga.runa cuestión clínica como la de !adislexia: si, en efecm,
deben distinguirse dos modos de la lectura de los cuales el primero, <l.'ltericr
a la escritura, encuentra en e! indecidible su suelo, se puede conjc:turar que
le corresponde un tipo de dislexia aislabie en sus cefectos. Tales "tropiezos"
tendríun por func'ión hacer resaltar este índecidíble como tal allí donde la
buena voluntad pedagógica ínre:!ta confortar su dcsconocímicnto, birjo el
pretexto falaz de facilitar al ni:io el acceso al es<:rito fun<lár.dose sobre lo que
se supone ser una connivencia casi natura[ ~la que Magritte Hama "abuso"')
entre la imagen y lo que. del lenguaje, la lee. Se ve finalme:ite cómo un J.
Derrida falla en la cuestié r: de la escritura ;ilsuponer ur.a "archi-escritum" al!í
donde hubiera podido, u lo sumí.\ hablar de una "archi-lectura" para nombrar
esta lectura primera y constituyente, en su oportunidar.J, del escrüo.
La lectura del~¡ gno. que se hace con elementos del lenguaj~. inst:mra así una

xi Se: Ct;?JSu:t.a.r.l. ~ne-e ml!Ch"s ottcs. ~l mícu~o te J. .Sot:é:-o: "ae l *atde ftlé:ncirc .l 1' t cti:tLre''.

en t::c:-i1~.·¿,}, op.cJ~.. yp. '?J y 2.i p~n.cip a1111ente.


u Ci tvdo pcr E. forw.e~teHi. ~n i'!c:isures. Op.ci:.. ?·: t3. El aotlli~(s pr!sent:i.do má:; 3r."Jbavale
?'11'1 ti principie de la llamada escrirur:i pictogr.Uk>. En lus casos en qut se habla pcátticamer.:e
Je " ric!o~1:~1~··. son puestus cor.Juni.a.me:>tc ~n ac~ión otres tr.Qcics e.Je Ja esi.:rinlra qi.::c bacen
in;~r..,·~r:!r, de tl~ :.:ho, ocres principie~. Asi. se 11egrin :\ ries~iffar ci~ltOS tt::r.tvs ,,~~e1ogr.h1cos":
~f ~ev3tH.a.mil!'!lto del i ndec~:liblc eor.:.spc::'lde enci:lnces :.i la iHt~tve:nc:ón de c~r:'l~ mo<ln~ del
C.'iCrilo.
lSó Jucuina de la lerra

relación (hemos visto que era siempre precaria, sin posibilidad de encontrar-
se jamás estabilizada) entre las marcas, huella<;, figuras. trazos o todo lo que
se quiera agregar -estando ~mbsumi<lo el conjunto aquí bajo el término. de
"signo"- y esos elementos del lenguaje que vi~nen a nombrar esos signos en
ia lectura y por el hecho de ia lt:ctura. Esta lectura del signo hace ya girar la
relaci6n con el ohjt:to puesto que el mismo nombre vale par<1 el objeto y para
ese trazo que lo representa, ese trazo que, fuera incluso de toda figurabilidad,
será, en el apres-coup de esta lectura, identificable como un sígno de! objeto.
La lectura del signo objeta ya la idea de un isomorfismo del signo y de 1objeto.
a
En su seminario titulado D 'un Autre !'autre22 , en ocasión de la sesión del
l•~Jcmayode 1969, Lacan decía esto: "Unserquepuede leer su huella... esto
basta para que él pueda reinscribirse en otra parte que alll de do11.de la ha
tomado". Esta reínscripción "en otra parte" corresponde exactrune r.te ~ lo
que :::n 1962, al presentar su "<l:::scubrimientu" sobre el origen c.k la ~s<.:rilura,
Lac:in llamaba "lectura del signo". El texto rJe 1969 se prolonga as{: "En esta
rein.scripción está el bzo que lo hace, desde ese momento, dependiente de un
Otro cuya estrucwra no depende de ·t ·_ Esta prolongación corresponde
entonces al :;egundo tiempo de la implantacíén del escrito. Aquí aparece Ja
aridez de ese cierre: se lo ve consistir, en efecto, en la instauraciór. de ur. lazo
de dependencia sin interdependencia, de un lazo de este ser con un Otro o
tambíér. de u na relación del Sujeto con el significante tal que al mismo tiempo
la culpabilidad que habita ai Sujeto se le revela sin objeto (puesto que uno no
se piensa ';ulpabie más que de <i.quello sobre lo cual se imagina tener
influencia: hay orgullo en la culpabilidad) y entonces s~ disuelve allí pero no
sin que esta dependencia no rec:proca, sin contrapartida, aparezca al Sujeto
como lo que es, a saber, persecutoria.
Palpamos nquí la esencial pro.\imidad de la persecusión literal (no hay otra,
a decir verdud, cfr. c:i.pítuío VUI) a !a hipótesis del ínconscíente. Así, la.
apuesta de es:a presentación de la estructura del inconsciente a partir de la
conjetura de Lacan sobre el origen de la escritura revela ser un posible
desplazamiento, y por lo tanto una renovación, de la relación de! psicoaná-
li:;is con la paranoia. Si se admite la :lefrniciór. lacaníana de! pslcoanáiisis
;;omu una "paranoia dirigidil" se ve que vale la pena interrogar cuál es la
cperación de este segundo tiempo en que se constituírfa el escrito.
Dicho scgur:do tiempo e::; e! J~ la "inversión de esta relación" ir.stauraÚ¡;, por
la lectur:i del signo: la conjetura ad:nite que allí donde 1Jn e!~mento del
lenguaj~ había enlazado un signo al nombrarlo con e! nombre del objeto, es
a~lora este signo el que es consJderado como si csc~i b;cr;! est~ ek:meillo Je!
knguaje que lo icía.

" El título .t.: es¡e seminario debe. en ek,to. escri~irs~ de esl• mo<lo.
ll ··con}e<r1ra c1.e l.aca11 ·• robre el ori3e11 d~ la ~Jcrc·rura t 57

¿Cómo saber la efectividad de esa inversión por la cual nace el escrito del
corte mismo que ella realiza? Para responder a esta pregunta conviene
franquear el estrecho umbral que escinde la presentacíón de la conjetura de
aquello que propongo como su interpretación obligada.
La efectividad de la inversión será establecida sí es ;:iosiblc distinguir Jo que
puede prácticamenre parecer muy cercano, a saber. el signo en tanto el
lenguaje lo lee de aquel que escribe a este elemento del lenguaje. Esta
diferenciación es tanto más esencial cuanto que puede ser en efecto "el
mismo" ttazado el que es susceptible de s:<:r :::ncontrado en una posición y en
la otra. Ahora bien, no hay más que una sola y de:isíva manera de zanjar la
dificultad: estaremos seguros de que el slgno vale como escritura del
signiñcante del nombre cuando nos encontramos con el caso en que el
r.ombre se relacione no con el objeto que corre.~pcndfa primero a1 signo (en
d tiempo l de la lectura del signo) sino con otro objeto cuyo nomb;-e es
homófono (a veces sólo en una parte) del nombre con el cud ese signo era
k:ído. Se observa de inmediato que eu ese caso, que es ex:ictarnente el del
rébus de transferencia, ei signo ha tomado el nombre por objeto, ha tratado
ese nombre como un significante en ;;u materialidad es decir en su iít~ralidad.
Se trata, en efecto, en e! :::m;o de este nombre, tle un significante er. el sentido
lacaníano de este término puesto que este nombre, en el rébus de tr&nsferen-
cia, es tomado ~orno si denotara otro objeto, como susceptible de hacer valer
otra sigruficación que la que el código Je asígna. Con el réhus de transferencia
el escrito á.c. al signifi.caJtte su estatus de significanre al producir con el
mismo movímiento al objeto como obje!o metonímico. La disyur.ción del
sigco y del objeto aparece así como un hecho de escrirura, pero igualmente
como un hecho constituyente de la escritura. puesto que en adelante todo
objeto con nombre homófono será susceptible de ser asociado al signo
considerado.
Podemos damos cuenta :iquí cómo la conjetura de Lacan sobre el origen de
la escritura es el eje de su elaboración de las relaciones c1el Sujeto con el
significante y con d objeto. E~to, que puede parecer "teórico", no es sin
embargo abstracto. sino que toca a los datos más concretos de la clínica. Si
algún analizantc articula, por ejemplo, una fra~e como "agarrar et pecho: eso
rr.e divierte" frll m 'amuse, en francés), esto dest:ica una relación c on el pecho
(la ma.mme. la mama) que no es la misma qi;e la que habría estado implicad<:.
por otra afirmación que, sín cn1bargo, p•..:cdc ser considerada equivalente;
<>lgo como: "No es muy divertido agarrar!' · el pecho a esre vejestorio que no
cesa de declararse jatigr..ulü''. l.a diferencia es ésta: en el ca:;o <ld juego <l~
palabras en que se conde;;s:\n el desgaste. fo usuro. de la ."Ulma (m 'amuse) y
io qu::: ella puede ~i~scitar de goce de la <live:sión (l'amu.se), la homofonía
! S8 doctrino de la ILtra

realiza 1Jna toma en cuer.ta del significante como tal. lo cual no efectúa,
incluso sin saberlo . Ja palabra quejosa. En el primer caso el objeto "pecho~
no está ya asociado al signo como en la lectura del signo sino por el contr..rio
disociado de él por la intervención del significante como tal, escrito,
localizado en el lugar de la homofonfa. Freud, como se sabe, encuentra en Ja
descarga de la investidura, de la carga, 4ue la risa es d índice del éxito del
chiste, la prueba de que el juego con las palabras alcanza y modifica la
relación con las cosas. Ahora bien. el rébus de tnmsferencia, t.1n importante
en cada una de las escrituras conocidas, no es orra cosa que un juego de
palabras, y por lo tanto, una formación dd inconsciente que inrervíene como
tratamiento efectivo de eso de lo que se trata en el silencio de la pulsíón.
U na serie de esquemas ex p!ic:tará la conjerura óe Lacan, desde su suposición
de partida hasta su cierre en el rébu.s de transferencia.

inversiéo e& la re1~ón

[Q1
~
/.~,:- ·\ \


I I

(E]'; (fil
I \
\.
\
\

\/

/ /
V

___
NAClM!E1' TO OE LA cSCfllTIJAA

'------- ---- ,,.-------- ..;

CON-:ET\JRA DE :.ACAN

Pero, ¿cual es el estatus del rébus de transferencia? Daremos un paso más en


la incerpretación de la conjetura de Laca.n si sabemos leer el rébus de
transferencia como implic:mdo neces:i.--i::imente -a título de constiruir su
resultado- la operació n de una transliter:ición. Sí, en efecto, el rébus de
transferencia se apoya (como. po r dcfi n.idón. C$ el caso) en la homofon.ía, no
se debe ~fo dcscuicar qu::: ésta (por la cor.~spondc.-ncia que realiza ::ntre los
element-)S del ier.guaje de discriminación vecinns, por el hecho de q•ie se
presenta ell.J. mísr::ia con10 constituida pcr uroa serie e.le idcr.tificaciooes de
elc1net1tos de la cad~na hablada a !os qu;! toma ;!n cuenta unos tras otros)
Gc:.ipa ei lugnr de un análisis alfabéüco de esta cadena; y el rébus de
transferencia sólo disucía el signo del objeto a1 cuul estaba primiti vamcntc
ligado (para hacerle escribir el nombre -ho:nófono- de otro objeto) a1 poner
en relación :;sta csc;ritun. <le! signo con la escritur:i. alfabética presentificada
en el rébus de t:ansi:eren\.ia por '.a homofonía. A11ora hie'."I, es1a puesta en
relación es una tnmsliteración.
Al seguir la conjetura de Lac:i.n en su lógica propia ~parece así que J~
tnmsliteración, que escribe e! esr.rim, es iguaJmen:.e ;;:so mismo que lo de~ne.
Lo tra11s!iteral es lo literal m ismo, su esencial cfoctí vida<l (°fVirklichkeit).

Al final del prefoc:o a su gr;imatolugfo, Ge lb~~ presenta, como i:r.a dificultad


pr:íctica, contingente con respecto a su nbj<=tu <le estudio, 1a falta de unidad
de las convenciones para la transcripción de Ja::; diversas 'lenguas o escritu-
ras". Bajo el término de "transcripció:1", Gelb evo·~a éos órdenes de _;¡roble-
mas. pero .sin tomar e! recaudo de disünguirios. «pesar de que en su :íltimo
capítulo diferencia .sfa <!quívoco los dos términos de "transcri¡:ic1ón" y de
"transliteración". D~scd:~ir é5:ta 1iirima como to oue define el escrito ecui-
. '
vale entonces a distinguir eso que Gdb deplora, a títul.o de un molesto estado
de hecho, como lo que más bien .>e trataba de di:;cutir.
Gclb r.o es, cicn:imcnie. d ú;lico que ::degu lus problema...; Je tran~cripcíón
y de n·ansliter:.ció:t a una discusión ~enr:rada exclusívamente en un _¡:iunto de
vista de mayor o m~nor comociíd<!d técnica. ¿Cómo no ver, sín embargo, que
la transliteración es el nombre de una práctica explícirn de los que estudian
las diversas escrituras? La cuestión aparece, como la palabra Europa en un
mana de Eurooa, tan trro:;erameme ciue t',,asa desapercibida. ;.Córno
... .. <.,; .. --
se llega,
._
por ejenipio, 1 1Ío te;-ier e:i cuent;L para tleiinir a la es:::itura ur. hecho lil:l
visible como el siguiente? Las ediciones serias de los textos jeroglíficos se
hacen en tres niveles. El primero es el texto jerog!ífico mismo, tomado aquí
u allá, de l0s sarcófagos (¿por qué no?) o de los monumentos. con rrocedi-
micntos del tipo d~I cstair.. pado: d segundo ní ve! da, letra por letra, la
transliteración del texto je:·oglífico. y e1 (ercero propone una tr:iducción. Es:o
demuestra que los egiptólogos saben d!sringuir perfectamente, diÍerencio.r,
cislár.dolas, esas tres oper:icicnes que sor: la transcripción, la transliter;i_c:<)n
y la tr.iducdón. Champollíon obliga. ¿Una vez reccnocidos tales hectos,
cómo ~e pretende persistir e:i la afi21ación de qu~ <:! c~::ri:o ''traduce", en Ja
. .
identificación de la ~scrit'Jrn r,como lo oronone tuda vía un J. P. s~.rtre) COll
~ 60 düCll"iruJ de :.U lrt/f(I

- -
C:;:J\\ ~ o o
f=:_ ~ -1 il ~~ 1.fy o
~~
9~
<=> .._._
0...Ulll ! <:. o <Z>- l::'.l
ful~ ff - f ¿urente( tió penari 1:'1
.;
:.1.sar
.f1
. Ar.i m ti/j

evil aga.inst it bec;;.use bclongeth heart this to Os iris ' 111.,.


t'l. Ctcart

-
o

pm ;:n
-=>
--.JI
=dá
-i}1
<:::>o~ : ~
<:=> A ~ ~-l~
(<'/el - f
- __lll

c.~·
0.1 -
1 "--

f
rtn1:u ur tll

thís cf the g~.::at of na mes, the migh.ty ene. his words are tll hís Hrnbs.

roj ./). ._ º1 ~ n\h:: 4. o --- 1 "-c.... ~º~


_ o~r o._
t
<:::>
111
f1.tb - f aó - .f x_mti x.at - f mat áó-/ ff nefzru
goeth forth his heart to inhabit his bod y. Pl<:J.Sant [is] hís heart to thc gods,

á/t
o
1 -
(JI
-=- ~~~~~~
..b_

rl:t.sdr An1
=
°"""'
maJ.x_cr t1-ni.f
....,.__
p. 5.:',r!
. .....,__
.l ,.........,.
uxem- f
~ ~ "--
dm - .f
-~

-dtt
the heart of Osiris Ani, vidorious is he. he hath ga[ned power over it, not

Extraído de E. A. Wallis Budge, The egyptian book of the dead, Dover


publications, Nueva York, ¡• edición, 1967, p. 98.

Si bien se pued~n así encontrar, en el libro <le Gelb, ciertas afírmacíones que
parecen muy cercanas a lo que destaca la conjetura de Laca:i, hay allí. sin
embargo, dos enfoques diferente$ de In escritur:i; la conjetura de Lacan
exctuye la suposición de la existencia de un estadio llamado "scmasiognífico"
de la escritura. un estadio en que las figuras y las imágenes se comprenderian
por sí mismas sin corresponder a un signo del lenguaje habtaa"o=4 • El si.:eno
del ideograma, como se ve aquí, no es asunto que 'c oncierne sólo a los poetas
sino que se encuentra también en los teóricos. Debe notarse que el supuesto
estadio semasiogrifico de la escritura, al intentar circunscribir un modo del
escrito que no tendria ccrrespondenci<l con lo que hace "signo'' en el lenguaje
hab!Jdo, trata de dar existencia a ur.a escritura que estaría fuera de la
transliterncióri, p!1e:; la operución de la transliteración es lo que explicita esta
correspondencia. No es asombroso, entonces, que Gelb reduzc:i a un simpfc
problema técnico <::! esc~cus <le esta operación.
Dar, con la transliteración, su estatus de escrito al escrito no tiene como úr.ico
ir..terés el dé hacer un poco de límpiez:i teérica. Se puede ta;nbíén l~rdes<le
nllí. rP.tcn1ando a ello ;:¡hora, lo que yo nombrada en l'vfagrine la uoria de les
pípas, con el fin de subrayar su importancia pura e! discurso de la lógica.

,. Cfr. l. J . Ge:n. Op. c:ir.. p.J5.


d2 L3s=a.."f'"SfJbre ~l t>ri.q~."- -.k !e· 1:~rT.r.I.ra
------- t:i ...Cr.JT'/:t:;,rcr (61

\'fiche! Foucault admite. como e11 de-~to lo impone la.sola: lectura del sígno,
4ue- es ":mposib.It! definir el plano que permitiría decir que la: aserc.íón «Esto
no e.s una pipa))> es verdader::.. íaisa. contradictoria''"~ Entonces, para dar
cuenta de lcrq_uc rc::iliza l'l1agritte.se crata de remo mm: más.acádeE cuadro con
el fin de inrerrcgJr, aiií donde las condiciones (}0 están reunidas en vistas a
Uila l€ctura. pur::.n1c11t~. logiciz:ida, la.operación de la que el cu.adro sólo sería
el resultado .. Fom..-ar.tlt da. es le resultado coma un caligrama. deshecho.¿ Qué
quiere dccfr esto!
Foucanlt ;;upone '·que se fo.rm6 un caligranrn. y luego se descompuso". El
cuadro sería ~la comoroóación
. del fracaso 'v lo~ restos irónicos'.'26 de ese
caligrama. La puesta en juego de esta. suposición resulta,. de hecho, muy
csc!arcc~dora.. Al hacer del cuadro el resultado de una disyunción del texto
y de fa. imag-::n. ella revela el texto como imagen (a pa11ir de esto reducida a
la imagen "de él m..ismo") y revda también la imagen procedí'endo de la
mi'sma pluma que el texto. Pero, inás aún, esta suposición es Ja úníca
susceptible de <lar cuenta de la negación (esto no es) que el texto privilegfa
y que dige escribir a despecho de la imposibi1idad apuntada más arriba; el
decir que no, pi;es dt. esw se trata. es, en el cuadro, el rest0 del no dr.•cir;¡ropio
del caligrama. En el caligram::i. en efecto, el acceso al decir está bloqueado
por !a manera de presemar; el mirón, el voyeur, detiene al lector. Cn
caligrama no se descifra sin que se disuelva lo que d figura con el hecho
mismo que él figura. Dicho ríe otro m~)do. un caligrama, en tanto caligranw,
no se descifra; y recíprucame.:ite, un r.:aligrama no se núr:i. sin que sea puesto
en juego con esa m..iraifo. el desconocimiento de e~e texto que constitye su
1cxmra. Dicho dz ocro modo, un caligrc.ma, en tanto caligrama, no se mira.
Ni visto, ni leido, ¿cÓ'mo t-:ndria ::ccesu un caligr<una al decir, a la palü.bra en
tanto ¿stn <lesplieg<l su::; efectos en el lugar del Ot;o? Asf, ia suposición del
(;aligrama cfeshecho da cuenta efec:.ivameme dei no decir caligram<ítico al
. ., l l .
d estacar un nnpos;o e ~.ecir qt:e no.
¿Es. acaso. el caligruma deshecho (défa..it) la derrota ídéfaile) del ca!igrama?
¿Realiz;; el cuadro de lvl:igritt<:: una separación completa del texto y de la
írnagen que caerfan, come escribe Foucauit, ''i.;ada uno de su !ado"'J ¿Efectúa
ei. cuadro, como él es·:ribe iambíén~7 " ;•un bon-am.iento del "lugar común"
e:-itrl! los signe.:; de la escrirura y las ííne3s de la imagen"? Podemos
re gocij Jffi()S aquí r c'l~rc:.i.mente, por e1; oc e qce Foucault exnae al imaginurizar
la escen'.l.áci. desccnciertodcl muestro de!!SCuela que se embro!la, balb'1cea,
se revela: incáp~z de decir con qué se relaciona "esto·•. y provocu asL c;on su
burlü, el e:>cánéwlc de lo~ d;rr1:nüs hasta lu..susper;.sión que constituye. con la
c:údu del .:uadro de 1fo.g:ritte, la diseminación óc las ktr:is def texto y los mil
p~tlazus del. en r..delant~. ir:eca r.ocible dib~!JO de ra pipa. Pero ¿pcr c¡ué

1
:. \•t. F!iuc~•JJ :. ()~?. cit . p.~ 9
,, ·~ 1'bü!. - ~.20.
!~· !\t(. Fcuí:ault Oji" C!c•. p·. ?4.
e62 docJrir.11 dela letra
--·--·--·-····--- - - - - - - - - - - - - · · - - - --
escena? ¿Por qué concebir el cuadro como el pizarrón de un salón de clases?
Y ¿se ha visto, aca:;o, alguna vez semejantes pizarrones de es;;uela n:vestidos
con el grueso marco que muestra la última versión de "este no es una pipa"?
Se notará primero que la in<letermina<.:ión del objeto del "esto" retorna
simplemente a la lectura. del signo y no saca provecho dei análisis que ha
precedido. Pero sobre todo es claro que es necesario el agregado de esta
escena ¡:ii::es el cuadro de Magritte muo::stra, por ser él mismo el objeto de una
mostración, que, contrariamente a lo que afirma Foucau!t, no efectúa
plenamente el borrmnit:ntodd lugar común entre signos de escrituras y líneas
de imágenes. Ese cuadro só:o e;ic;iste porque este borramiento sigue siendo
parcial, por el lazo de la lmagen con el lex to sobre el que persiste en a!?oyarse.
incluso si es para interrogarlo.
Entonces se plantea la cuestión de S;lber si no sería posíble una derrqta más
r<?.áical del caligrama, si un modo del escrito no ser!asusc:::ptible de separar
más lainrngen y el te.xtO, de llevar más adelante la realiz:ición del borratniento
de su lugar común.
Y. puesto que hay que ir a buscar la verdad de este borramiemo en la boca de
los níños, escogeré no aquellos escandalosos, encantados con el aplastamiento
del maestro que concibe la diablura de Foucault, sino esos que, más
discretamente, entre ellos, se aplican (en el sentído del guerrero "aplicado"
de P:lulhan), pues es muy necesario, a inter.tar privarse de fumar. Tienen al.
menos la ventaja inicial sobre los primeros de pla::tear su cuestión pon:endo
e:i juego no :los eleme:itos -ímagen y letra- sino tres, pues además de los dos
citados interviene el objeto.
Al obtener en la palabra prefabricada de su relato una pipa con lu "~i para la
hor:l", es decir gracias al apoyo horno fónico, esos niños separan el significante
..pipa" de su objeto, rompen ei lazo referencial. Su chiste re~lta así del
mismo tipo que aquél sobre el que se funda el rébus de transferencia donde
el mismo :ipoyo homofónico disocia a la vez el significante del objeto y éste
de su s igno pues, por el rébus de transferencia. este sígno valdrá para otro
objeto. La separación de la imagen de la pipa del objeto qi.:e snpuest:imente
le corresponde estaría así más concluida si una escritura escogiese tomar la
imagen estereotip::.da de una pipa como cifra de las dos primeras sílabas <le
la palabra que nombra esa ~specialiúad culinaria vasca llamada
"?!PARRADA". Entonces, por este lazo de la imagen con el $Ígnifi<:ante. la
imagen de la pipa ya no tendría razones para ma.ntener su s1:mcjanz:1 con el
objeto. prueba de que una dísyunción se ha cfectuudo seguramente. Si es
v~rdad como fue mostrado más <iniha, que la :.r;i.nslíteración vuelve explícito
lo que d rébus de transferencia efectúa, entonces ella deberá ser considerada
lo que el rébu.~ ce tnmsfcr~r.cia efectúa. entonces ella deberá ser c.:onsideracia
como la operación (!Ue despliega (en el sentido de P. Soury) :o que el
caligrama condensa. Entre los dos, d cuadro de .lv1agrittc está como a mi:a<l
de crunino: no una escritura sino una pinrura que es una pregunta sobre la
escrilura.
Soury llama "desplegar" al hezho de producir una presentación de un objeto
topc!ógico que aisla, mejorq ue otro. los puntos éc singularidad caracterísitcos
de este objeto. La fórmula que en uncia que la rrc.ns literac ión despliega lo que
el calif(rama condensa encuentra su confirrn:ición en e! ar.álisis del caligram:i
que propoai: Fouc:iult. El ca!igr:ima -escribe- intenta atrap:ir las cosas en la
trampa de una ''doble grafía"~alfabetiz:. el ideograma y reparte en una figura.
. -
en una forma uicto!!ramática la mon6wna $U<.::::siún de !os elementos lite1aks
q•.ie suscita !a escritura :ilfobécica. Se ve qi:e este "doble" de !a dobie gr:ifia
se opone al trans de lo trar:sliteral que. como atraviesa texto de una escríiura
en otra, supone el dcsdohlamiento de lo que el caligrama redobla. En este
sentido el caligrarrui es ei negarivo de lo trar.s!iteral, oposición que se
confirma si se noca que el ca~igrama intenta inscribir ese redoblamiento en
una simulta:ieidad allf dar.de la '.ransiiteraci<Sn r.ecesí ca je la sucesión. por ser
ésta la única 4ue permiu:: el btra por letra de los dementes transEter<:.dos.
Se ve, entonces, cómo la cor.jctura de L;1can pemlite prolongar la interpre-
tación del "esto no es una pí¡:::a" que Foucault c.I~s~olla. Que se haya podido
i;on ello descubrir la oposición de lo ca!igrnmado y de lo transl.irerado no e:;
poca cosa, pues de allí resu:ca, sí :ios atenemos a una tlefinkión de le escrito
por Jo tr::.i:isliteral, que el caligrama, deshecho o no, no es del orden de lo
esc~ito. Magritte pinra. así fuese con "escrito". Tal es la conclusión. que
a!gur.os cncont:';)J'Úíl trivial.
Jugar con lo e.scrito no es nc!.:esariame:ite escdbir. Se podría, a partir de esto,
inte::rogar cómo la ¡:mesta en j ucgo ::ic i;na exigeuc;a d·! be Hez.a (ka!los) ::n Ja
µrcscntac:ón de lo que enuncia el analizame se consirnye cucr.o un grave
(Lac:in dice "últirr.o") obst;kulo p;ira que cese de no e~cribirsc el saber
:extud lievado ¡:ior sus enunciados. Sin cmharzo, n-.e parece deseable
precisar más hien cuál es la apuesta de la cor.jetura de Lr.can en la <lor.;t:"ina
anaíítica.
Esta aµuesta consiste nada mcr..os que en !a Jist11:..:ión misma de i<Js tres
~ -
registros del simbólico. del !ma~in:nio v del r~:i!. Si estn es exacto, lo cual
'
espero demostrar de inmetliaro, habrá que convenir que, a partir de Lacan,no
hay otra d::c:.:ió.r. posible más que dejar de lado esta conjcmra y con ello
prohibirse d tornar en cuenta estos t~cs registros. o bi:::n an:cul::'.f el .;irr.hó-
lico. e~ imaginario y el rcai J partir del e::;l:ríto.
l64 doctrina t!~ 1il l~tra

El 8 de juiio de !953, ante 63 personas (entre ellas 45 flamantes miembros


de laSociété Fran<;a.ise de Psychanalyse) Lacan inaugura la vida científica de
la muy recientemente fundada sociedad introduciendo por primera vez en su
enseñanza los tres registros del simbólíco, del imagínario y del real.
Institucional y teóricamente, es una gran premiere.
Introducir S.I.R. obliga a Lacan a apuntalar, si no es que a justíf:c~, la
dístíncióa como tal de esos tres registros; se trata entonces de progucír los
rasgos que pudieran pennitir la identificación de cada uno de ellos. El
problema que se plantea es entonces el que es necesario llamar problema de
discreción o. para decirlo de otro modo, de discernimiento. Ahora bíen,
cualquiera pocrá verific:rr, remitiéndose a ese texto~ª, que la distinción del
simbólico y del imaginmio, el hecho de que tal o cual elemento en el habla
del paciente sea señal<\dO como correspondiente a uno u otro de esus dos
registros, no depende de otra cosa que de la operación del rébus de transfe-
rencia. He aquí ese texto:
"Para abordar de cie na manera el remadel que hablo, a saber el simbo lísmo,
diré que toda una pane de las funciones imaginarías en el análisis no tiene
otra relación con la realidad de las fantasías que aquéllas manifiestan que
la que tiene -sí ustedes quieren- la sílaba PO con el jarro de formas de
preferencia simples (POT. en fra:tcés) que ella desígna. Como se ve fácil-
men!e en el hecho de que en "policía" o "poltrón" esta sílaba PO tiene
evidentemenie un valor por complete diferente. Se podrá urilizar el "pot"
para simbolfr.ar la sílaba PO, inversamente, en el ténníno "policía" y
"poltrón", pero convendrá entonces agregar el mismo tiempo orros ténni-
nos igualmente imí!ginarios que no serán tomados por otra cosa que como
sílabas destinadas a completar la pa/.abra""9 .
Lucan prccí~a. algunas líne<l.S más abajo: "iV8 es mío ese término' de que el
sueño es un ribus: es de Freud mismo". A>í, no es nece;,ario apelar al texto
de 1962 que precisa en una conjetura sobre el nacimiento de Ja escritur~ lo
que está ya explícito desde antes del relato del congreso de Roma, y la
insistencia lacaniana que seiiala el significante en el "po(' (desde entonces
a la vez e indisocía.blcmcnlc "pote de must.aza" y "vacío") encuentra su
estarus en el hecho ce que ese PO es mencionado primero como unn sllaba
-es decir una entidad que sólo liene su esiams de tal por el escrito. •

Resulta aquí, entonces. que la transliteración, al mismo tie:npoquecircuo$Cribe


al signíficante como sígnific:.rnte al ;itern..liz:-.rlo. oper.i. la e:;c:ísión de los tlos
íegistros de! simbólico y del imugü;ario: al hacerse cargo. con el signo, del

:s E.se :cxc.o :ircu~.:a.. ~n frasu.:.é:s.. .::l c.rr.a edición Jl.a.,~..ad.a ''?ira.ta" con ~;\S ac!aS. del can·g.r"!So d~
Rom., donde lo tru:nos """' poc'cm".'~ <!eci.;· es qi•e-. ¡la rch~os;dad no t:11c:1' Se e neo...,.,,; la
,•.,r• qoc r!':<ncioumios ~'!'1i en la p:\g;"'! 1O de ~e fasckulo. [Erjste.'1 e11 español di'VIO,S:IS
versi.:<nes d:: •~lidad v-..riada. N. de E.}
,, lhid.
la "cr.ittjetura Je T..acor.'* Jabre ei orig~n de/(! escritura J65

significante como significante (fuera de sentido) la transliteración lo locali-


za. desuniendo así lo que, en el lugar del ~ignificanlc, correspondía al
imaginario y al simbólico.
Se puede igualmente identificar esta captura del significante en lo literal
como la vía ohligada del borramiento. Sólo lo literal puede -según la bella
expresión de Lacan- "/aire liriere de la letire", pisotear, echar por tierra,
hacer caso omiso de la letra y producir así la decadencia de esas palabras que
son la osamenta de la neurosis. :Vfallarmé: "Profiero la palabra para volverla
a sumergir en su inanidad". Es necesario ese "/aire litiere" para que la
palahra del Otro, en el analizante acceda a esa su inanidad.
¿Qué ocurre con el estatus del irn:onsciente al término de este recorrido?
La "conjetura de Lacan" viene a esclarecer lo que quiere decir que el
ínconsciente esté estructurado como un lenguaje. Si lo que allí constituye
instanc,;ia, y en primer lugar insistencia. es en efecto la letra y no el
significante (lo que entonces pennite dar cuenta de que puedo haber allí no
olvído sino efectívamente bon-amiento en el inconsciente, como Ja experien-
cia atestigu¡¡,); que esté estructurado como un lenguaje querrá decir que está
estructurado como ese lenguaje cuya estr,;ctura só'-o se revela por el escrito,
dicho de otra manera, por el escribir en tanto !a transliteración leda su estatus.
La translítcracíón es el nombre de Ja operación por Ja cuil el escrito cesa de
no escribirse.
La ganancia er: precisión puede parecer escasa. Se trata. sin embargo, nada
menos que de la nominac~ón núsma del inconsciente, cuestión escamoteada
cuando el psicoanálisís reduce sus ambiciones a un proselitismo de la
creencia en la existencia del inconsciente_ ¿Hace falta un testigo de este
cuestíonamiento por el escrito del concepto mismo del inconsciente? Se lo
encontr;.1rá sin dificultad al reparar en que es precisamente el mismo (a saber,
Lacan) que, al haberceñído ya ei inconsciente en cuanto "estructurado como
un lenguaje", llegó a : e-nominn.rlo. Es verdad que"/' une-bévue" (iíteralmen-
te "la una metida de pata; cfr. capítulo seis, p. 121) no pudo hasta ahora. al
menos según parece. abrirse apenas un lugM. ¿Será. acaso porque se sabe
demasiado bien que otro nombre llama, nombra otra cosa?
Esta nominach)n foe. en Lacan, tü.rdía. Es uno <le los frutos dd cifrado
topológ!co del ternario real, simbó lico, imaginario por el nudo borromeo_
Haber precisado aquí el estatus lacauíano de la letra por la transliteración
pennite situar, si no su razón, al menos el hí!o por el cual la une-bévue {a la
ve?. traducción y trnnsiite~ación del Unbewussre de Freud, como hemos
visto) corresponde ai ir.consciente t:strucn.:rado corno \ln ~enguaje.
Si , en efc::to, la toma a cargo del significante por la letra produce con la
166 dnc1rj11a de la /e1ro

imaginario y del simbólico, entonces Ja tr:i.nsliteración (que es el r.ombre de


esta toma a cargo en tanto efectiva -esto es el bor.:a."Iliento-) es uno de los
sesgos esenciales por los cuales el imaginario y el simbólico encuentran su
estatus de di(chu)m~osíón del ser habhinte. Ahora bien, esc:i. implantación de
los tres registres como ta:es, donde la práctica analítica se redefine como
ancdamiento/dcsanudamiento de R.S.L, como su puesta en equivalencia,
que es al mismo tiempo la uperución por la cual esas di(cho)ma:nsiooes
acceden a la irreductibilidad que es lo propio de la di( cho )m<ensión, fue una
coi:dición de posibilidad para que el Unbewusste pase a la une-bévue. La
transliteración se manifiesta entonces como un enlace, como un pueme ~otre
el análisis tomado como simbolización del inconsciente y el análisis como
ant:damieato que constituye las tres di(cho)ma:nsíones del ser hablante- A.si,
ell:\ vuelve admisible que en Lacan haya podido haber un pasaje de cna a otra
definición del análisis y que él h:iya llegado a "ímroducir algo que va más
lejos que el inconsc!ente"~-
Queda el hecho de que la diferenciación del real, del simbólico y del
imaginur:o no es reductible :;ólo a Ja escisíón de los dos últimos. Además est:i
diferenciación misma no podría ser encarada sin que sea interrogado el
estatus de ese significante singular que es, en Lacan el significante del
.:fombre-del-Padre pues él sostiene, soporta esta diferenciación, es aquello
a lo que ella se atie:-ie. La diferenciacióno puece entonces ser plenamente
es~udiada sino a partir de las lecciones que el psicoanálisis no deja de recibir
de la psicosis.
Se podrá ver cómo el cuestiunamíento del estatus del inconsciente se redobla
con lm nuevo cuestionamiento, no menos serio, de ese significante. Pero
todavía falta, primero, precisar ese estatus. Esto no está fuera del alcance de
una clíníca psicoanalítica de lo escrito y en la medida en que el "campo
paranoico de las psicosis" (Lacan} es e:>~ampo en que, más que en cualquier
otra parre, el atolladero sobre la letra revela ser un defe:::to radical.
En sus últimos seminarios (topologta borromea ée R.S.L) Lacan hace
confluir el proble:r.a del ~ombre-del-Padre y el del inc1mscíente y va hasta
a identificarlos. Uno y ot~o son objeto, entonces, de ::na misrnaree!aboracióo,
requerida por el ar.uéamienrn borromeo de R.S.L . Esta "puesta en
di(cho )m3!nsión" sugiere así que habria otra manera (lo que la clínica llama
"lo normal" que no tiene aquí nada que ver cor. un promedio obtenido a partir
de una población de neuróticos) de prescindir del Nombre-del-Padre que
aquélla de la que da te$timonio el psicótico pagando el precio de ello. ¿En qué
consiste e!) ta cm1 man:::ra·) Hay que estudiar d~ 1.;erca ese testimonío auu'-'ue
más no fuera para tom(U" ia medida de esta cucstíóu como la mísma que está
.:n jue1;:0 t:n c:i.da fin Je análisis.

'º 1 l.,;1con. L'üt.$ U t/Ue ~nú de l'u!te -bf'i1.•ut- s'(u(P ti "-tJUTtf> s~!'C'l1fl:lf10 del 16 iiP. nov1en1bre de
1976; Cfr Cnnierenc:a en Bruselas dol ~6 tlo feb ro:a de l'li7. ln.óditos.
Cuarta parte

fttnción persecutoria de la letra

,
Capítulo ocho

del discordia paranoico


Introducción del
" canipo paran.oteo
. df .
e as psicosis
'"I

,..\si. ll~rti<.'!ito reorocJ.JJ !l Hornero por J..aber <ii<:ho: ..¡O}ald


p11dier:; descJpa,.~Ct!I' !a d·is,·ordia e1CCte io1 dioses y las Ju;1r.-
brel!". P'.les e1uo:1cf!s J(ld(J p.:.r~1,.'Cn~.

H~:ricUto :!e F.fcs.o, ,C'ragr:-.tn:. !f.

En la lrndición psiquicitríca, ana verdad que se recibe :::omo adquirid.a ooone


las psicos!s paranoic¡;s a las otras, a las que son reagrupo.das:;;. ve;;i::s <:en la
calificación de ''ciscordantes". Desde e.,;tc pumo de ·:ista, jl!n:<::-:- lo:; cks
términos que forman el sintagma "di.scordio param;i;;:o" iinp1i::;s .simplemen-
te herejía.
En efecto, taNo en b escuela ale:r.ana, cuando se Ct)nsti:uyó, con Kr:~cpelin,
la entídaá 'Farnnoia" como algo distin:o de todo !o que tendría que ver con
una cvciuclór: demencial, como en Fra.Gcia doné:::, con Sfaieux ,v Ca0gras,. se
la sepcra de la ¡::sicosis alucinatoria. una d~ las c;rracterísticas prir.cipa!~s de
la psicosis así delirrútada es el acuerdo que mani.'ír::sra con lo que podemos
concebir corno Jo que ha sido la person:?.lidad anterior dei sujeio.
Y pucsrn c¡cie l.:i tesis de Lacan Je 1932 l!evó tan lejos como se podía (es decir,
hasta el pué!to donde teda Ja cuestión seri suscept;ble ele dar un vuelco, lo que
vendri después !o probará) cs1c lazo de la paranoia cor! !a personaiidad,
tomaré rr':'.slada.~ de esta te:si~ Jos referencias partícuiares que pueden v::üid;rr
la afirmación del valor determinante de su conjugat:ién.
KrJepclin hace :1otar "eí ac1,1erJo (¡mtes y dura:-!te d delirio) dd suj;:~to coi~
d ~olor pi::rsonal de ias reacciones hcsüies o t:enévoi.as <.:'.Jn respecto ai
m1indo exterior, la concordancia de ~u de~c~mfi~.nza can ".:l ser:tim(ento
exp<!rim.::nrncl•) por éi de su propia insuficiencia. también la de s•1 aspirrtciún
h. .
am<!lcrnsa
.
y apastonacu • •nac1a
. 1a notonc1.
. ,..;:io,. 1a nc:¡ueza
. y e1• pouer
' con (a
l 70 /uri ci.ó11 p e.".tt!c:u:uri.a de !a lesra.

sobreestima desmesurada que tiene <le sí mismo" 2 (lüs itálicas son mías).
Sérieux y Capgras se Íl!n<Üm en la presencia o ía ausencia de este acuerdo
para, en et primer caso, establecer un diagnóstico de p~icosis paranoica y, en
el segundo, el de una psicosis alucinatoria en sus cCJmienzo.s, o sea, cr. un
mun~ento en el que puede no haber más que ir:terpretaciones delirantes; dicho
de otro mo<lo, no hay nada (fuera de la ausencia justamente de ese
acuerdo) que permita díscinguir este cuadro de aquél del delirio de
interpre~ación de la locura razonante. "El delirante alucinado -escriben-
experimenm un cambio que lo inquieta: r~chaza al principio les pensamien-
to~ que !o asaltan. Tiene conciencia del desacuerdo de éstos con su menta-
lidad ar.tericr: se muestra indeciso. Sólo llega a la ccr.idumbre, a la
sistematizJ.ción, el dfa en que ia ide;i. delirante se ha vuelto scnsacíér:. (. .. )
Nada semejante ocun-e en el delirio de interpretación, cu yo origen se pierde

La evidencía de este acuerdo es lo que dio su peso a Ja noción de una


'\.:on;;titm:ión p~ranoica"; ella fue la que hizo e5Cribir a Génil-Purín: "uno se
vudve ínte:pretador porque uno 'es puranoico" ', aserción :.:i;yo aspecto
ex:iafiamente pleoná.stico esconde apenas !a acusación de perver:;íón <lir¡gi-
da conua el ;:¡aranoico (teor:a del origen ?erversc de ia psícosís); esta
evidencia tue, ur.a vez más, !a que sugirió a Drom.ard fa metáfora del
patizambo: "Co•no un pati:la.mbo crece armon.iosame!'ltc con relación al
germen en t::l cual ya preexistía, del mismo mü<lo los errores del interprnrnntc
crecen como debe-:1 crecer en un cerebro que los implica a todos en potencia
·l~s,r~
\.·\~ '"I'•
•• n ,.., .:l or'1cr'"'n"
<::''"'"' l

ConfrontJda con esta definición Je la paranoia como expansión, !a tesis de


L::ic:m a la vez h:ice y no hace rupt""JrJ. Ella t<unbién afirnia el acuerdo; sín
embanw,._. no lo vincula .,va ccn la cons:itución.• sino con lo ouc
> desi!rna
- con
el :énnino de .. p.:rsonalídad". Ahora bícr.. de este desplazamier:ro va a nacer
Ja posihilíd:id del •;uelco evocado más arriba, del que Lacan toma r.ota can
ocasión de Ja reedicí6n de su texio ~obre La psicosis paranoica en sus
relaciones cori !a personalidad, cuando manifiesta, en su curso de! l ó de
diciembre de 1976: "Si me iesistí :nudio tiempo a la repuolícación de mi

resis, es simplemente por lo s'.g·Jienre: que Ja psicosis paranoica y !a
per:;ona:idó!d como tal no tienen relaciones ... por ei simple hechc de qlle son
la rn isrna e t.J~;},,.
L~ tcs i:; Ú:!.>igna a e~ta co::;a con~.o algo que consiste en "rc!aciones Je
~ . utrib1¡ve ua valor obieti'IO.
corncre nsi6 r.'' .:t las aue .· Pero sí, ccmo 10 afirma,
.;

~!.!..:.~:!.O. C)&! :'.:: c;.t)·:.·.r..,,":f! p~ r1,11!;;f<1t?ii~ ::an.::· .~·r.s ''-':11u>r!s CV.!l' !a ,tH.>!'zo:111al.::e. .i':r.". j;t ~ci~l':,
:.....: F;:i?ll(ci~. l ~~1 ·2·. 2.da. ~ilic .. Se:•. a i. ; 07J. p. ~':l. (E~ esp:Jñul: D~ :t.J p~·:<:o;,i.;· pr1r.·;11<1ü:a ~r. .::;~o;.
:¿·:,...:··<'''~;,· .::JP. ;,: :--:1.:r~·.:u:~;n~~aa. 4ta. ..:d.. S lz~·.:i XXL ~(é~!t.:O. J·~s::. p. SJ~·
'1~1..; '.'ll."I. :'h;·,.1. p. ó? ~· t;d •.En ~:-:jl3 i1ol: /J;to·. t-'.·5 ;.)
1
(iér.i 1· ?~!'t'.::. Le i par..:.1o:'éJq!0eS, P~ci~. ~.tal1!:r.e. i ':Yi.:l. p. S~9 .
.- Gén1i f>!!rr:n, !.?;u. ~· ¡-:l
del discardio pan:.noic11 \ 71

h1e necesario promover esta comprensión para delimitar Jos hechos de


discordancia (.siendo ésta sólo el defecto de aquélla), la identificación, unos
cuarenta años miís tarde. de la paranoia y de la personalidad vuelve admisible
hoy el hecho de que la <líscord¡¡nóa, característi<.:a principal de la esquizofre-
nia. toma su definición de la personaJidal!, es decir de Ja paranoia.

Una vez que ha ~ido puesto de manifiesto este pedestal paranoico scbre el
cual se han construido -de manera concomitante, por otro lado- tan~o la
paranoia como la esquizofrenia. una ve'l que se ha mostrado este rasgQ que
pennite señalar como paranoico al campo de las psicosis, se vuelve posible
íncerrogar a la psicosís, ya no a partir de la evidencia paranoica (la de la
personali<laú definiúa corno "la unidad Je un rJesur;:o!io regular y
comprensible", o sea aquello mismo que Lacan ubica apres-cn(<p como
paranoico), sino a plliiir de la par¡¡noia misma, es <lec ir, del tipo de discordic
que ésta presentifica 6 .

En suma, si no fuera por la insistencia de esa Vulgata psiquiátrica c:>n


res pecto a la cual el agregado mis reciente de algunos ténninos del vocabu-
latio psicoanalítico sirve enojosamente como relleno, no tendría nada úe
escandaloso admitir algo distimo de la oposición de la J;:;conlancia y el
acuerdo; admitir. al menos a título de una hipótesis ?ara !a lectura, que el
campo de la psicosis (y junro con él, el conjumo de 1a clínica) estaría mejor
deli1r.itado si se considerara que uno no se enfrenta nunca a otra cosa que a
diversos modos de! discordio.
De esto podría resultar una ventaja de sim.?liñcación: la que resultaría de Ja
validación. si fuera posible, de la aserción según la cual sí "la neurosis e.s, en
su foudo, his•érica'' 7 , la psicosis es esencia!menrc paranoica, lo cual no

~ .
quiere decir que todas las psicosis se:i.n paranojas.
.
El psicoanálisis no es ajeno ai hecho de que esta prcgu;ita pueda por lo menos
piantearse.

No soy yo el que...

No fue suficiente qt!e los psicoanaiístas r:enrraran sus interrogaciones sobre


la urticulación de! 1méi:isis y de la histeria para que se ac:1bara con '.os la.7.os
q11e, ya desde su pr.ncipio íliessiano y a todo lo Jar;;o <le $U eJaborncié n
doctrinaria, se es,ahlec.:ieron con la parar.oía.
No <leja de tener importancia abon.lar el estudio de estos lazos desde el
scgu:1c!o tiempo, el que se for;di\ soi1re un "reto rno a Freud" (cfr. C.:ipítulo
lliez). Con viene notar. en efcclo, q•.1c este retomo imp lantaba :rn modo

•J. L~c:i.1. D< ia pJychos! • o¡; cir.. p. 3'1. {En e~¡;:iñol: D~ Ja ·"sici>Ji.s. .. op. ,·it.. ~. 3ó-37}
1
J. Llc:tri. i·ins~ qut' so ir de /'tute . bé~·:J~ J.."ilt t..l mn'.l.rre. Scmin3tio t1e1 ?9 de: "'bri! <l~ J 97?',
;~~Jl~o,
172 fa;~ción perseGu!orlc. a·e la letra

enunciativo donde resultaba que uno decía lo que e! otro había dicho;
expresado de otra manera, una forma de presentar el psicoanálisis apropósito
de la cual ya no es posible hoy dejar de interrogar si no habrá una enig.¡nátíca
proxirr1idad con el modo de dírigirse de la paranoia_
Lacan !legó a interrogar a Freud a partir de la paranoia. ¡,Diremos que 1e
preguntó cómo d3I' cuenta del autocastigo en tanto que necesario? ¿O de lo
que podía dar al pasaje a1 acto esa función resolutiva que el caso Aimée
testimonia? Pero. en lugar de decidir demasiado rápido sobre la fonnulacíón
de la cuesti15n. me parece preferíble juzgar el asuato por sus consecuencias.
En 19'.:!2, Lacan encuentra en la doctrina psicoanalítica los elementos más
aptos para é<rr cuent1 en forma válida de la paranoia de autocastigo; la tesis
se apoya de manera decisiv<l. en el ger.etismo de Abraham. Pero también
espera de la práctica psicoanalí~r:a que no se níegue al tratamiento de 1a.s
psicosis, aunque sea 3¡ precio de una transfonnación técnica: el psicoanálisis
del inconscien te debería convertirse en ur. psicoanálisis del Yo. Estas
índícaciones, que encontramos en la tesis, podrán pa¡ecer anti-lacaníana<>
para una mirada apresurado.: no por eso deben ser desdeñadas. En efecto,
vienen accmpañad3S de ciertas consi<leradones que muestran que Lacan, ya
desde ~;s a é¡::oca, estaba enterado de los problemas puestos de relieve por el
analis:s de ias psicosis paranoicas. Así ocurre, por ejemplo, cuando más alJá
de la antüwmi;.; bien localizada según la cual el psicoanálista, ine vi tablemen-
te, se vuelve el pcr~eguidor, describe esta otra antinomia q•Je es la de la
interpretación misma: considerada como lo que debería disolver el delirio,
o por lo n1cno;; ayudar a su disolución, no logra otra cusa que aliment.arlo.
Se notarú que, con respecto a este llamado a un psicoanálisis del Yo, la
intervención de ! 936 en ei congreso <le :tvfarienbad no debe ser situada como
lo que produc::: ruptura, sino como lo que da continuidad. El "estadio del
espejo" t!ene como t~::isfondo b problemática de la paranoia; por otro lado,
la continuación, y muy especialmente lo que se llamará "estructura paranoica
de! Yo"\ volverá explícito este trasíon<lo.

En sum<i, "el estadio del espejo" daba testimonio de que, ~.i bien la paranoia
podía ser ad arada por la doctrina psícoanalítica. era necesa..-io modificar esta
ílurr.inaci6n misma. Dicho texto responde entonces a la profecía de la tesís
según la cual, fuera del abordaje de "este probíema, el más actual dd
psicoanáiisis" (el del tratamiento analítico de las psicosis), no podría haber,
para el an;ílisis, más que un "e:stan:.:amiento de los re:;ultados técnicos en su
alcance actual , (cosa q ne) r;,o ta.cd<iría en acarrear consigo un debilitamiento
d~ la <loc:rina" 9 •

'J. Lo.:ar.. Écrits. op. ciL. p. 114. (en csp;uiol: Escrisos. 01>. cit.,;>. :06).
•• ! . í..~can. D~ !a p.))'Chose pt!tí1nofaqu<.. .. up. cis .• ~- 279. {E:1 t spañot: Dt lo p:h.:o.~is
p(ifa.':Oo'•7J .. ., Ci.O. cit., p. '253)
de{ discvrtfio paranoico t 73

Unos treinta años más tarde, en la lección inaugural del seminario de 1964-
6 5, con ocasión de una discus:ón sobre las relaciones del psicoanálisis con
h cí1~11cia, L.::can hace referencia 2 lo que seria unapar::mvia exi:osa. Por otro
lado, precisa inmediatarr1entc, en una frase que debe citarse pues se encuen-
tran allí ligados los <los térrninos de yo y de paranoia: " ... no soy yu quien
introdujo la fórmula de la paranoia exitosa" :o. Ahora bien, si queremos
efecti varrn:nte considerar esta afirmación literalmente, será necesario admi-
tir que el enunciado es inexacto: es efectivamente L::ican quien introduce esta
fóm)ula (en el instante misn~o en que lo niega) ya que Frcud, quien presentó
efe:.:tivamente la posibílida<l de un éxito en conuupunto con la efectuación
paranoica, no por eso introdujo, corno Lacan alusiva y abusivament~ se lo
írnputa aquí, lajómiuia de un.a paranoia exitosa.
Someter a estudio los lazos del psicoanálisis con Ja paranoia a partir de lo que
se h a llm:-Jado rná~ arriba un segundo tiempo e frece el interés panicular de dar
toda su opor.unida<l a esta fórmula.
En efecto, se necesita una segunda persona. por lo menos invocada, para
arricular un "no soy yo el que ..."; aJemás, se trata de r:o e:'lcamotear aquí su
pertinencia retomándo lo, como se puede hacer tun fácilmente, con um'i.
respuesta que diría "Pero sí, es éf', respuesta que perde~ía de vis ta lo que está
en juego en todo el as11nto bacienJo intervenir allí demasiado pro.r.tu esta no
persona que cs . .segt.Ín l3enveniste, la que llaman tercera. Por e! momenio,
sólo se :rara de "yo" y de "no ye''.
Puesto que su aicanc e no es d de la confonnidad cor. una realidad, sino otro,
¿cuál es entonc~s la verdad d.e ese "no yo"?

Podemos respo nder q ue pr~senta la cualidad de :!star de a;.:ueido con 1a


fórmula de Ja par:moía exitosa qu:.: él introduce: idea vera debet cum .rno
idearo ·convenire; es ta aserción spinoústa que tanto gustaba a Lacan v<'i. lc
p!c rn¡men•e aquf. En efoct0, un tnuncíadc del tipo "soy yo el que ... ", habría
sid0 descaliñcado de entrada frente al modo paranoico de enunciación,
micntrn!:i que:;:\ "no so y yo el que ... " es precisamente unaée las afinnaciones
principaks que Lacan a la vez confirma y ratifi:;u en un Schreber.
Schreber, que había !cfdo la quinta edición dd trawdo de Kraepc!ín, discute
en efecto, no sín mesura. no s ín prude ncia. no sin delicadez.:;., q ue d psiquiaua
pueda reduc!r aquello de lo que da testimonio el paranoico a ia invención
arbitraria de su imaginacícín (l<t del p;uanoico); y para demostr:ü que las
voces le vienen de un Otro co;r.pkw..men.te ceai -qt.:c él des igna c omo lo
sobrem:t:iral- <fa muestras de :.:n espí r:tu c:-í;:ico tan preciso y eficaz c:.>mo el
de un psiquiatra, a fin de que és:e no h::iga <! ur. lado s us d e::irc:; ponié~úolos
en la ::: ~enta <le un defecto de su capacid<id críiica "

J:J J 1:.!:.:an. ,, L.;,; SL'ien:.:~ et la ven ré .. en Ct:ñie r.'i po!.i T :-,:n1:!ys.<!, i'l(J : r"2. P~is. Cu~:Ja.h. rQtl9. ? .
~7 (En ~s;:;1ñol: .~.'J ::~:!1t<:i:..: )' !u ·: erf.ia.;:'-:>;f! E~cr.lo:-. lL úp. Cit..~· S53).
11 !) P. Schrcbcr. ."rfi1n,,ire:> ri'r:r: l\<Í';rop;..:rhe. :::";ló f.1 Dnqu:!n!'le :1 ;.t. s~~:<i. Pa.cis. E:.l. Le!' S·~•J;,! .

.,•..'.~.
i':1 , p. ·- ... · ,V(, ~.7tl•f!cJS;.;.e
:' .:, (.::.:<·:S?i.:llOl: · · :.111 c'tlje.prtVP.t!r'./~O.~O.
· · EJ . ·· · L·,'•"~
·..•lí.:Jl'I .. •,\ <l.
vu;.... O..i .. 1ª"9p
•'. .

: 5;. :" J. [ ,::.~:a!~.!.<':S 1-:.~1 tu! :¡~,·e.\'frl~!Ul!enn~s dc::lS :"•s ~?f")-T/J(J.~~.-.. Se r.:in~~u ·~el ~ : de eoerc. l 9~6.
l 74 junció• puucuwria de la letra

Es t~ rr:odo de enunciación en e] que d sujeto no desconoce que hada Je algo


que le habló, en que se encuentra, con respecto a lo que tiene para dec!r. en
la necesidad de deber hacer adrrútír que eso se sostiene con un "no soy yo ...",
en el que algún ser habla al sujeto yuien, a partir de ese momento, sólo puede
hacerse testigo, frente a otro, de esta palabra; este modo de la enunciación es
lo que Lacan señaia como "el fundamento mismo de la estructura par.lnoica" 1~.

Dicho de otra manera, al regularse así sobre la estructura, se puede admitir


que, si bien hay delirios con temas de grandeza, no hny, en cambio, delirios
de grandeza: solamente de .oersecución.
~

Nombrar este modo de enunciación paranoico no obliga a reunir todo lo que


se desprende de él bajo el secalauúento diagnóstico de "paranoia". El he(;ho
de que haya ahí un juego posible, di;'.ere:i.tes vías, e:; incluso lo mínimo que
implica el término de paranoia exíst0sa.
Et modo de enunciación paranoico se puede relacionar, por medio de un
proceder del típo "retorno a", tanto con una práctica como la del control (debe
haber en efecto una razón para que no se logre dar a este "control" un nombre
menos persecutorio, es decir, más aceptable para el principio de tranquilidad)
~orno el procedimiento del pase: en los dos casos, la palabra, la del pasador,
la del controlado, abre su camino a partir del se-dice. :il constituirse ella
misma como se-dice.
El se-dice responde a su m¡;nera -que no es cualquiera- al "no soy yo el
que .. .''. Y para emplear aquí términos elaborados por P. Soury, diremos que
la estructura del modo paranoico de enunciación está mejor "desplegada",
mejor "aflojada" cuando la respuesta al "no soy yo el que ... " pasa por una
réplica en tercera persona, po~ algo que no es un "eres tú" sino un "es él.., pues
ese él exige la díferenciación de ªGuel a quien se habla de aquel de quien se
dice que él die~.
Cualquiera que se las hay:i visto, por ejemplo, con lo que el psicoanálisis, al
institucionalizarse. introdujo bajo el nombre de "control", sabe que allí se
hace la experiencía de una no localización tanto de quién habla corno de a
quién; un estilo como ei de !vt Duras vuelve sensible a eso, que la linguí:stica
si maría como un debilitamiento d e la función de los shifters. Todo ocurre,
en un control. como si este debilitamiento habitara permanentemente la
palubra del controlado que no logra colmarlo m<ís que :il precio de aportar
modificaciones apreciables al texto ce! psicoanalizunte del que habia. Basta
as.í que el analízante le haya dicho "soñé con usted" (j'ai révé de vous) para
que, al relat:ir ese sueño en conrrol (como ocurre que se hace), el controlado
tenga pur::i ~s<'oger: o bien .repetir pura y simplemente el "soñé con usted", e:i
cuyo c:lso la dific ultad co:is i.<;te en que-como los equivalen tes de las comíllas

'' .l. Locüts. ibiti.. Sell'jmrfo cel JO úe Novi~r.:bre de 1955.


de~ úi.scordio puraJlo1co 175

son difíciles de producir en ia Jengu¡¡ hablada- la fr;l$e evoca infaliblemente


ese ctro sueño que s~:-ía aquel domte el conrrolado habría soñado con el
controlador, o híen, p:irl evitar este equívm;o al que no es insensible, el
controlado, modificando el texto, dirá de su analizante que él o e!Ja "soñó
conmigo" lo que está lejos lle ser seguro ya que nada dice, si nos atenemos
únicamente al texto del sueño, que el vous (usted-ustedes) en ci;esü6n no
designe, además del analista. a teda su famitia o cualquier orra cosa que se
quiera imaginar bajo !o :¡ue sería, a par..fr de ese momento, ya no un vurls
(u!;ted) de cortesía, sino un plural (vous: ustedes).
El procedimiento ele! pase estaba hecho también para poner en juego, ei se-
díce, y hasta un punm donde hacia depemler de :!l la nominación, y:J. q1:e el
pasante r:unca era puesto en prese:-:d:! de la ins1::i.ncia nomhradora y emonces
todo dependía de los dichos .Je !e;; p:isadorcs. No hay norn.!n:i.ción que se
sustenga sin el apoyo s cbre ei se-dice. Esta aserción que d pase ponfa en acto
(al fl:ndarse sobre ella) podría ver su vaEdacíón apoy¡¡da a partir Je! estudio
de la patología de la nominación: se puede apost:ir que el estudio de Ja
paranoia saldría ganando con eso.
Curiosameme. l:i práctica ::malítica parece distinguirse de eSQS procedimien·
tos con los que ha balizado sus J.[rededores, yu qut: e:<.ig~ la p~eser:cia del
analizante. Pero todn b crn~stión esrá er. saher ,;id analiz:mte es¡á allf de una
manera diferer.te de la del pasador de estt~ dísc:.irso del que ú:i testimonio en
su sfmo::i~ y que c:ie, él tumbíén. bcjo h acción de "no yo''.

Nombr::u- "inconsciente" a este "discurso <le! Otro'', ¿hace que ese iucons·
cience ex-sista? ¿Y que ex-sí~tacómo? ¿Se mantendrá ;:fuera, de una ma:1ern
distinta de !a dd Dios de Schreher?

Yo es erógeno ·~
L~1can abrió uno de io:> c:iminos Jei modo ¡;arandco de enunciación ex¡¡o-
r.iendc la fórmula d.: una ··cst."Uctun paranoica del Yo".
Esta fórmula est:í remada de un texto de 1948 ..Hay varias ma::crns de referir
el dcsplaz:imi..:nto Je la Lnrobl~:nátic::i des<le la tesis hastJ !o aue •
se el:ioorn
entc:;ces en ID. misma vetad~ "El es:adio dcí espejo" (retomado y pubiicado,
p<.Jr otro lado, en 1949 ). Un~ formu divertida potlria consistir en subrayar el
camhiü Je l:i refo~enc ia filosófica: !a tesis<:~. en efectn spi:;ozíana. mientras
qu~ la "estructura para:1oica del "úJ" se apoya sob;e una de !u> tiguras
principales de L<1.fenomenologfa del Espíriru. Que d f¡!ósdo ri:::nrroz·~a d~
Spin•J·¿:a a iieg::!l ur.:1 :nis.mu inspiración. u:i mismo sistemari.smo. ;io r·~:;;,on­
.2~ ~ i:1 ;:·!·,~~;1 ; 11tJ. s:r:~~;:~: ~~J q1~e ct1nst!riJ:..·~ ~~ ~ ::·.:: ·~ 1 ~~.e :·J :nbto.
La doctrina de Spinoza se presenta cn la. te~i:; como la ":.Í!li<:a concep<;ión" 1•
capaz de dar cuenta de la psico~is paranoica, ya no como un fenómeno
<lt:fíci11uio (cfr. aquí mismo los cap!lulos uno y dos) sino como un hecho de
cli.scordanciu frente a !o que sería el des:urollo normal de la personalidad.
Lacan, áespués de haberlo puesto en exergo, conciuye su tr;!.bajo sobre una
prcposící<ín de la Etltique (Etica) que aparece primero en !alfo (p. 14), luego
en una a-aducción en francés (p. 312) de la que se puede conjeturar que se
!a debemos a él (nada se dice en la tesis sobre la procedencia de esta
traducción). D!:: a lguna manera, la tesis misma sólo fue el c!esarrol!o de Ja
discusión que d:iría como ju.srificada dicha tradncción. /Jlc1ra bien, ésta se
caracterizr. m uy especialmente por la introducción dei término de "discor-
dancia". Ba}o :.mu pluma tan informada sobre el saber psiquiátrico, esto no
podría deberse de ninguna mnnera a una ca.."ualiáad.
l.a proposición. "Quiliber unius afjectus ab a.ffectu r;lterius tantum discrepat,
quant:tm !!:;sentia unius ab essentia alteriu.s d~fjerr" pon~ a actuar une) tras
otro los dos verbos discrepare y d(ffere qlie las trn.ducc!ones hahítuales
vuc'.v:::n :nJ¡slimos al :iacerios ~qui valer al único verbo "diferir''. Asi ocurre
t.: D:; 1:i edición de Pléíade: "Tottt sentiment d' un indivit)u díjfere du .sentiment
d'ur, .:u•tre autan! que l' essence de/' un di¡]ere de l' essence del' au1re" (Todo
sentimit~'."ilO :le un individuo difiere del sentimit:nto de otro tanto como ia
;:seucja de uno difiere de la esencia del otro). La traducción de Lacan, por
~ll parte. toma en cuenta su diferencia incluso si clebt:, para esto, paga: el
precio de introducir el verbo mrm.trer (mo.str:ir) qne buscaríamos e;i vario en
d ti::xw latino. pero que es necesario para bac!!r v~r la palabrn liscordance
(discordancia) , sustantivoqt!e se vudve obiigatorio por el car:ícterinusir:.tdo,
en fr~rncés . dei verbo discorder (discordar) (sin embargo, es;e verbo habría
sien muy útil pnra munrene: d babnceo que es, en cambio, cfccüvamente
dado r;o¡ la !raduc:.:iór; habitual, por Ja rcilernció n del verbo "diferir''"~
' ~

A. pesar de sus in con venientc~, esta elección s~ ac lara por la interpretación


que sig<.: c inmcdiu:aT'.lente a !a tr<:ducción pro_;:;1.1esta. En efc:.:ro. Lacan
despiaz:i. entnnces aquei!o c:i lo que :>e c<:5a, ya que allI i.lomle Spinoza habla
Je dos i:idi v:dJCS, ~¡ pon~ en parak lo do:; ~st.1,Jn.-; de un mismo in di viduo
suiJ.rayando la disconlam.: b dd p;;rj inoico .;:on lo que :;ería su personalidad
nornca!.
Esta discord<irn.:ia e5, sí ncs atrevemos a decír!o :1sí, !a te~is ¡fo la t::!~i:;, aquello
so bre lo cual é:':ta se cierra.
Pero si el µar::ilelismo (en el sentido spi:ic;t::5ta) es ~ u cumlicíón Je posibili-
dad, no dejad·; se:- cierto que s,'1!0 hay díscGn:lancia pt.n.noica a µarür de otra
~u¡;o$ :-:: :ón, aq uella s'!g'.Ín l.:i coul In que sería h pcrsonalicaJ 'lcrd:1de~:i. es

~ ~ J L;1:::in. Df. :e :J.n•cf:.1)$t ,1Jura1vJiaqt.te .... ''P· ,_.;: .. p. 3:37. ~En t::ip~lol: E>e ~~ psi1:Hsis
p.JT·3Noica .. .. ap cir.. ~· .1(}7). Sobrt: to que: sigue, c:o;isuh°:tf ~ R Mis;ohi : 'Spinow ~.~ ¿ptg!·aphe
di! l~c:lfJ". ~1• lit:o ra:·. :;.:i . f.;:h:ero ~e ~ l)3·2 . p.73- 85, <.'<l. Fr~~.
decír, en c;Jnc~rdar.cia con s:..: esencia (lo que es también >!I caso de ia
plll'ailoia ~uyo tlisc()rdio no se sosüene más que por su confrontación cor. la
personalidad normal), podria ser conocido por otras individualidades, yaq~e
ella es capaz de hacer conocer d conocimiento que tiene de sí misma, de
hacer que este conocimiento encuentre el asentimiento social.

Entonces sólo hay discordancia paranoica. en la tesis, !;obre la base de que


debe posrular;e como objetividad del conocimiento verdadero. Este pos~u­
lado no podríaso'l'rcndcr en una problemática decididamente spinozista. En
efecto. si no descuidamos advertir que la esencia. de la que se tr:lta en (n cita
no es otra cusa que el desee. resulta que hay tantos deseos indív!dualizados
como esencias individualizadas existen -y por lo tr.ntoafectos. As!.. despia-
zar, como lo hace L:ican. las díscordanc ías in ter-indi vid ual es a discortlmicia
intra-individi.:al es :::orno poner en presencia uno de otro, en el lugar de h
individualidad oo uno. sino dos deseos :an discorda:ites como Jos de dos
individuos que no tienen, dic:io de otro modo, rebcíón de <li~corclancia más
que por el hecho de que un conocimienco verdadero. el del psíquíatra, piensa
en poner a uno en pre.senci.a del otro.

Esa es, en Lacan en 1932, la relación de la psicosi::> paranoica y de b


personalidad. Se ve cr1e esta "relaci6n" la.:; supone sobre ur. mis mo plano: las
dos tienen que ver con la definición spinozian:i. del aÍe-::ro. Por eso no habrá
obstáculos pi>.ra su idcr.tificacíón más tarde.
De todas formas. para a!cnernos ahora a Jo que vino inmediat;:unente de~pu~s
de la problemática de 1932, i:ste recurdutorio bastará para .situar su cambio
de conligurnción, del que podernos e:icontrar !Jn signo en la puesta er1 juego
áe lrr. fórmula hegeliana del deseo ya no ir.dividnalir.ado sino pi anteado co mo
deseo de deseo. Alcx:rndrc Kojcve profiere sL1s !ecciones de íntro<lucción a
la lectura de Hegei en los años i 933-1939; La·~:m, Que:ieau (que fas
publicará) y rr:uchos otros n:conoc:enJn una verdadera en:;eñanz:.i en e:;as
lecc:on ~s.

El spíno7..Ísmo de :a le.$ÍS tenía que exch.:ir la interpreuci6n d:ísicadd delirio


de dos como dr::l.irio inducido; la '.esis '·rechaza", no sin coherencia, esta
cventualida(l ·5 • Es 4ue una locura que fuer:i cu r.tagic>Sa no podiía existir ea
un saber que d !::\ habrfo. socav:id1) por dentro, aunqut sea sirr:ple:n.:nte por
figurar allf a titulo Je una posibilid.iá. En efecto , s l la locura puede pasar de
un in<livirko a otro, nada g<1r:mtíza que ~¡ conccimiento objetivo que
podanios tener de dla no participo;; él mismo del o'.Jjeto conocido, no sr.a él
.:nismo un c ono::imienw dclir:u:te. En :;imbio, la !oc!r:.t simulté.nec ne es un
peligri'l para ~~1 ~:iCer p~i:i!1tátíi:::o pues no sobr~·... iene, ~~gún Ja te!iÍs. 111ás q~e
en individuos <',rne hur. es<ac.io mucho liempc> 3'-!me:!!idos en el mismo bai'ío, ~

uJ tJ:.:110. f)-t l.i ps-:.·chose pf.11tuto{;,i1~w~ ...• :>p. <.'•'·. p 28J y ~·~t . ~.En ~~p;:,,f!ul: De· !n ¡J.S!·c,·,s:'s
~U? r(Jr.t~(c.;;.J . . up. cit., p. 2 5~ '! 3 ~ljl
embarcados en la m:sma ga:cra. Entorn.:e ~ . ¡quién podda pretend er q ue
semejnnic desventura ligue al psiqu iatra con su loco!
P::ro precü;amen te, ese tipo ele seguridad cae ; la evidencia falta allí a partir
del mome nto e n que el deseo es pen$ado .:omo constituyéndose e: n el lugar
de l Otro . Y la respuesta, a p:irtir de ese mome nto, serálocalízarel D OS paxa
dcli:n itar lo qi,;e será (o scrfa, ahí está toda ia cuestión) susceptible d e
depender de otro orden. y de escapar así a la locura Jel dos, e incluso dt:
permitir contar tres.

E n 1946, en Ac~n;a de la causaiidad psfquica, Lacan e:icuentta en H egd -


espec'.almcnte en la fig!lra d el alma bella- la metáfora c:lpaz de ope rar esta
loc<:iización al d:J.r la ''fórmul ~ mfts general de la IQt; ura".

" Neuros is narc isista": esta ub icac ió n freudiJ n:.1 para !a psicos is ( 1915) to ma
aquf todo su alcance : el alma be lla no recorn.x-<: :;u :;eren ío qu,~ ella cenunc ia
como el deso rden del mundo, y tam poco c ri. la ley de su corazón reco noce la
image n de ese mismo mundo simplemente invertjda. El mecanismo de la
psicosis es c~mc~biíl.o entonces por Lacun comu el dcsconocimie:ito de u na
ide nti ficuciún.
E! Yo no tiene otra posibiliuad constit:.iyence que acordarse(en el sentido del
aco:-?1od<!micnto fotográfico ) con la imagen d el o tro (esa era la puesta al día
de! :cxto sobre e l e:;t::idio <le! espejo), que acordar así a ese otro un a parte
ÍIT\portam.e de !Ju libido. Peroest:i heteroge:ieic:::d fundamemai del Yo golpea
al Yo , atenta contra s u .susec~tibilidad , no con.,iei:e a lo que en él -iibidu
n;;.rcisista obliga-, no cesa de pre-te nde r :ü " Yo '-'ºY Yo", de afirmar contra
vien!Oy marea el carácter inalienable áe cst:i pn: piedad del Yo de no ser m á~
yue Yo . Frc11tc a eso, que es.::! narc is ismo rnismo, la alteridad apare:.;e, por
sí misma, persecutoria; el objeto. por ser O\ro, es ya fuer.te de !nsatisfacci6n,
se presenta inmediatamente r..:omo io 4ue M . Kkin ;ia.T.;;b;:i un " objeto int~o
m«1o" .
El desco1:ocimient1.> <le In 4ue lo :c,nstimye c~'t:í. as\ implicado nec ::sarirunen-
te en !<l postura "alc ~srnosa" <le! Yo 1 ~. Así la fonnu!a lacaniana de una
'"estru~~uru par:ütoica d el Yo" debe leefse como no haciendo ot.."a cosa. e n
cicr.o sentido, q ue ap unt:ir un co<o!s.rio de este de~co nticim ient0. P:ir:i el Yo,
c <.lda eleme nto q ue q uit::rr.a e~te desconocir...ien<c, es d ecir, que llevara al Yo
r.ue vame ntt: J s u origen en d otro, pr;::sen:.a un v:Jor persec:Horio .

No hay ~is í salida lógica p<>ra el Yo parano ico m<!s que en el pa.~aje al ac to .
rJ~i di.scordU:> f'01'<11toico 179

que, por el sesgo de una agresión suicida esencialmente narcisista. se deja.


guiar por el voto de que el combate a duelo perseguidor I perseguido cese por
fin. incluso si hay que pagar para eso el precio mfu; alto, el de Ja exterminación
de los duelistas.
El pasaje al acto es un extremo: es necesario captar, por eso mismo, que el
carácter intolerable para el Yo de .::sta discordancia esencial se refiere a que
no se constituye en el ser más qce por el sesgo de una :1.lienación n, Así. el
sentimjento de su propia insuficiencia se halla pegado intriosecamente a la
píe! del Yo. Está entone.e s en conformidad con su estructura ;>aranoica que
todo objeto que venga a recordarle esta insuficiencia. que lo sitúe entonces
exactamente como lo que es, tenga valor de objeto persecutorio.
s¡ bien la clínica reserva aquí algunas sorpresas, estas no son, a decir verdad.
tan extrañas como en principio podría pensarse. Así, objetos muy diversos
pueden ser persecutorios:
"'las quejas de una madre judía. abamlonada r-0r su marido, y que no deja
de gemir por la desgracia que se abate sobre ella: un hijo leerá en esa<> quejas
su propia insuficiencia parnremediar lo que abruma a esta madre-in:;ufiden-
cia tanto más manifiesta cuanto que la querida madre rechaza, de la manera
más clara, tcdo remedio que el hijo f>Odrfa apor.;irle;
* la angustia de una hermana histérica, aquejada dur<i.nte la noche por
espantosas pesadillas y que pone a toda !a casa en movimiento para ír a
verificar que ningún agresor se encuentra escondido en algún lugur: esta
angustia suscita en la que compm1e su cuarto ese mismo sentimiento de una
insuficiencia aterrori:.rnda;
* evocaremos también el ca.so más clásico de una nov:ecita que desliza
víciosarnente en una conversación que con tal otro macho, en efocto, había
sido mucho mejor: la mala broma desenc:..1dena al insta,1te (y para su mayor
estupefacción, ¡:iero sin que ella encuencre por eso la menor iluminación) lo
que la clínica lacaniana calificó de momento fecundo de la psicosis. Se
conoce el efecto de desencadenamiento de la vi..-em:ia de esta insuficiencia.
Si ia clínica Jeja aparecer aquí un predominio de la apuesta fálica, esto se
refiere al hecho de que el falo se presenta como el signifi.cance más
susceptible de constiruir signo de esa insuficiencia. La detenninación fálica
de la erección nnrcísísia encuentra su lugar de tropíe?.o en el significa:ne
mismo de esta determinación.

"!. Llcan. E«m.~. p!) l4ly 187 ( En :spañol: J.1.ac:in, Escraw>. pp. l32-133y 177).
l 80 /u.:-Jc:úJu p'.rse::'.!t():>Í/.l de la teJra

La guerra fría de las demostraciones interpretarivas

Esta expresión designa en lac<:n el grado má<> bajo de una serie que va ha.5ta
el pas•tje ai ac10 y donde se ordenan las formas de la organización del Yo con
el objeto, "los estadio(s) de la identificación objetivante" 1 ~.
Haber puesto de manifiesto ia es:rucmra paranoica del Yo obliga a rener que
dar cttcnta del h!!cho de que clínicamente existen c:i.so~ en los que algo reduce
esta p(!ranoia ~spontánea (porque hay una pnr;moia espontánea del Yo como
huy. lo sub. ay6 L. Allhw;~er, una filosofía espontánea del subio), en los que
::.lgo in!erviene con la ccnsecuencia de desactivar sus efectos. Dicho ,de arra
manera, Ja ídentificaciór. objetívante no siempre va acompañada con la
:r.anifostacíón de [a función persecutoria dc:I objeto.

}'ero si bien es cierto, por otro lado, que no hay salida lógica para la
disc ordancia organizadora de la estructura paranoica del Yo más que en el
¡.assje al acto, ;;i éste parece la cominuación necesaria del desarrollo íntemo
de ,:-,q1;c! J;>, es cntun!:cs necesario convenir que las otras posibilidades de que
ciu rr.:st:monio !a clínica no pueden ocurrir más que por otra dimensión, por
n1~;1 in~er'it:Hciúr¡ eJ. teríor a ~sta dial~ctic:l yo íca, y que interferiría con' ella
[ ,;:.sta el ¡;unto de n'cdifJcar su desenl«.:e.

En 1.1:; ai'i~JS que c;orrespondcn a l0s textos iuc::rrogados ahor:l (esos sobre los
q:1e di¿o ql!e sor. de la vet!'. abierta por "el estadio del espejo") Lacan no ha
p;oduci::!o todavía la úistinción de lastre:; dimensiones del real, el simbóiico
y d Ím:!.ginario. Remitá;r.onos a k página 102 de los Escriros dond~ el
p~icuar:.ülisis es deñnido como e! hecho de "im~ucir en el suje:o unJ paranoía
dirigida" (est..:: ¡:uoto se;á discutido n¡á.<: adelante); se puede cvmprobar ahf
q:.:c la disl:usiór. se organiza según las categcrfos~dcl espacio y de! tie~po de·
la ~:;!ét.íca trascendent:ü. Para quien no ignoraba del todo lo que ocurrió
después, esto vuelve c:i.duco un intento guc apur>.t:irfa a rendir :::uen.ta~ de un
:ér:nino como el de idenrijicación resolutiva. que está. sin embargo, en el
;;.:ntro J;: la cues:ión, ya que Lacan nombra asf un modo de Ja identificación
qt;e, iejos de alimentar al molinc¡c ;:i~nnoico. tendría cerno e:ecto1 por el
ccntrario. pasarie la esponja.
: La idenzijicación resolutiva: este término ofrece el mismo tipo úe anibigü~­
'Jad que el de b áemo.1trccid11 ir::erpretativa convocadü más ar:iha. Consi-
dt~o:.do en "]a gl.ierra frfo. ce las derl!QS(raciC!lCS interpretativas", [a demostr~­
dór. s~ vuelve rm;stra,:ión, Uíl "hacer muest:O! de". un resalt:!r dQnde la
operación demos~rntiv:i ?Mece no te1:er otro alc:i:icr. q1:c el de os;em:ic:ón. d~
exh.ibici0íl, de $;~tisfacc;6n r.arc i~ista. Pero si (~.Sta d~rnostrn.ció1~ ~s cfccüvu-
men:.e lo qu:: pretende ser, u s:i.ber una dcmc~.tr;li.;ió n, tendr:i como,e:t'ecto.
del discctdi() parar~oico ta 1

contra las exigencias inmediatas de la ilbído narcisista, el <le destruirse a sí


misma dando la solución de aquello para lo cual había sido requerida: cuando
un problemu. se resuelve, ya no queda más que pasar a otra cosa. De la rrúsma
manera, la identificación resclntiva es efectivamente una identiñcación y,
por esta razón, aliena::He, al poner en juego esa discordancia primordíal entre
el Yo y el ser que Lacan defir:.e (la discordancia) como "la estructura
fundamental de la locura" 19 ; pero en tanto resalutiva, esta idcntiflcaci.ón sólo
•oo<lria ser concebida como lirrútante del desarrollo de los efectcs de estu
discordancia, como introd:ictoria de una discordancia que constituya una
solución nueva (re-sol:iti va) y má:; tensa con n::;pecto a una discordancia
anterior (implicada por el re de !a scluci6n).
El concepto de una identificación re~oluti·1a supone entonces llna sucesión
de fases. Así, la <le5Ígnación de la Jocuw. en Ja figura del alrni;. bella ap;uece
:;obreddermínu<la: no se trata solamente de rni o cual figura del Espírirn cuya
problemática seria privilegiada, sino también, y al mismo tíernpc, de una
figura, de una fa-;e extraída de una secesión. La locura consiste en e!
aplastarníenco ce Ja fase en la estasis. La identificación ~csolutiva sería lo que
libera al sujc?.J de ese apla~tamien~o.
!v1ás tarde, en l acan, vendrán a hacer eco de este :ibor<laje de b ;:ianmoia esos
enunciados que la ubican como "un envi sc;~miellto imaginario", un
·" con,gc1a.in1cttto
· e ese.o"'º
dld ~ . n1·e.~~) cor;. viene
· ~ q:..1e, s1·
'~1;.¡cer notar ante tcl;c

bien la fórrr,ula de la paranoia exitosa daw. efe¡;¡j 'la:.nente <ld 1º d::: diciemb~:;
d.e 1965, la descripción de lo que sería una para nota. exitosa es rnuy amc:rior,
y1 que no se trata de otra cosa que de la descripción misma del ~~t:ldio ad
e ºJ }:-''-'J
.. f'.1Q ..

El estadic del e~pejo ofrece dec~ivamente el paradigr:rndc una identificr.cior.1


resolutiva, de aqueHo por lo cuai se proáuce "una met:unorfosis de las
relaciones del índivicuo coa S\.I ser.~e;ant.e" 2 '; y como no !ny mra mar.c>ra ú~
pasar la esponja sobre los efectos ce la estructura paranoica del Yo más que
con esrn identificación re~c·luti va. hay que considenir que lo descriptivo del
e5tadio del espejo da Jos elementos mf:s apws paro. hacer valer lo que sena una
paranoia exítos:-i (por eje:r.pio, h lli~rni1:uc:íóu "regocijaut::" de la éensión
producida por la 1denti fic::ci6n r;;sciutiva).
¿Cómo precisa~ lo que era csp-:cífico (k la idc1'.titic:i·:ión rcsclutíva, lo que
la hacía una íc!entifica(;ión al: ~r:antc, ciert:m1cnte (ninguna i<lenrificacíón
constituye t:'c::pci<Ín (le e.>!a al:e na:::ión ). pero (le u:-:a ma::er;i tal qm: 010
hipotec::iba definitiv<:!1r.eue el deve nir de )e que en dla ;;e constituía?

LJ identi fc:ición que se da ccn !a imJgea en el e:;pejo (b p;i:¡:•.:ru d..: bls


idcntificaC:on ~s ~csoluti v;is) nC' es, lo in<lic:; el texto, m:is qne llff "caso

i-tJ. L.'i:.'Hl. É:.:ri{S, p. : ;f.'.< En e.s~af.oi.. J. T~1<;!!n, Excri:r..f, ?· l 77 ).


:i;L LJ:.:¡m, .~. S. l., s~rni l"!:uio inric!J;n Jcl ~ d~ -~~f1i de 19'"/5.
:i J l.~:;l:-i. f.,...t"!l!i. rio ;:'.~.. :'.' : ;~.~ { E:i ::·.~a:1::>1· J L;1.::-.n. .:::5cr:1:;s. o l 7S\
182 f11aci6n pa.«cut"'"' Je!,, L:tro.

particular" :~. La insuflciencia, llamada entonces congénita, aparece allí


como un momento superndo y tomaba el aspecto de e$a prematur¡¡ción que
Lacan señala como Discordia primordial (la mayiíscula es de él). Que-este
caso particular se apoye sobre un orden genético con aspectos
"annafreudianos", está ig~almente señalado de manera explícita.
La identificación sólo es resolutiva si engendra "la cuadrarura ínagotable de
las reaseveraciones (recolements) del Yo" 23 ; pero que e;;to pueda ocunirque
pueda llegar a ser efectivo, no depende únicamente de la dialéccica imagina-
ría. Sin embargo, si bien el lugar de esca juntura está descrito en la tesis, sólo
seri mostrado verdaderamente con la introducción de un mecanismo capaz
de llegar a especificar la psicosis. Sabemos -pero, a uecir verdad, sin saber
dcm::isiado lo que sabemos al saber eso- que se tratari de !a operación llamada
de la forcl:.isión (Verwerfung freudiana).

U//.a paranoia que seria dirigida


La cuestión de lo que, al ír.tervenír por otro sesgo que no sea el imaginario.
produc:ría c:omo resol u ti va o paranoizante una identificación imaginaria,
interesa en d más alto grado a la práctica psicoanalítica.
Ciertamente, oc:.nre que se asiste a desencader.arnientos de delirios paranoí-
cos al comienzo del análisis, con ocasión de la expresión de Ja demanda
inaugura!, o también después de que un análisis, se díce, haya tenido lugar.
Sin cmbargc., estos casos no deben favorecer, por su carácter excepcional,
una discusión que se estar.caría en Ja excepción. La cuestión planteada más
arríba concit'rne al psicoanilisis, ya sea que éste se pretenda terapéutico,
dídáccico o cualquíer otra cosa que se prefiera. Recíprocamente, no está
prohibido esperar que su tratamiento en d análisís renueve ei saber de la
paranoia.
Ocservar~mos -sin imaginar por ello que haya allí la más J'.lÍníma antinornia-
que e! mismo abordaje óel psicoanálisis despejó la funcíón estructurante de
la imagen en e: espejo y denunció esa práctica del análisis en laque el analista
pretendería ser un espejo viviente p~ú su pacicnt~. En ocro lugar, y
recíprocamenle, se ha glorificado t:mto más esrn postura del analista reflejo
cuanto que se desconocía lo que estaba en juego con el espejo.
¿Cómo logra el análisis evitar un envíscarrúento en el desconocirnicmo
autosuficien(e que opone el Yo al Durcharbeitung? En 1948, la respuesta de
L:ic:i.n es la siguiente: induciendo en e! sujeto una paranoia dirígída. Fec~ar
este texto no nos hará olvidar que fue ~etomado e:i 1966 9ara esa reunión

"J. L>nn. Fáirs, p. 96.(En e~p.lñol: J. Lacan. Escril<>s. ?· 39).


~ J L1c3~. ihid.. ~ 97 ,No leer. en trancés.rec:al/emenr (nue·:a pegat!u:a) en ·1ez de reCI! lrmrn;
comproi:acjc~e.~. !:JÜfic~cionei. re:uevcrJc.iones ! (En español: :. L:::.c:an. ibid.. p. 90).
parcial que fueron los Escritos.

Si recordarnos que !a tesis :om:i.ba el parJdo de excluir toda posibilícfad ele


inducción de la locura. que prefeóa, con Régis, hablar de "locura simultá-
nea". será necesario entonces convenir e:i que el psicoanalista está aquí
llaina<lo a lograr esta inducción que el loco no logra. V ale la pena advertir
que de ello resu!ta un rebote, e incluso ur.a renovación de la discusión sobre
el car:ícter cornunicable o no de la locura, tanto mis cuanto que no se ha
acabado con la í:isistencíade esta cuestión. Lacan se preguntaba públicamen-
te, todavía en i 977, si el psicoanálisis no es "lo que se puede !!~..mar un
autis1n0 de dos". Es cierto que es•a cuestión que, en mi opinión, ha sido !a
misma de cada uno <le los pa.~es efectivos en la Escuela Freudiana, no hahí:::
podido ser abordada allí.
No pue<le p:m::cer menos sorpn:ncente la cor.junción de ~os dos ~érrninos Je
"paranoia" y de "d¡rigida", ya que el parnnoíco da testimünio, aotcs que n:ida.
de lo siguiente: se lo quiere dirigir, él mismo es un dirigido. Se explica así
que pueda. lleg:::da la ocasión, ser un dicigente efic3z. ya que la selecc!é n
burocrática de !os altos funcionarios sé funda principaime:.le en el hecho de
saber si manifestaron una tolerancia suficiente a ser dir',gidos. ¡Lr.can no
escribe, cíen;:mente. que el análisis consista en inJucir en .::i sujeto una
paranoia dirigicfa! La fórmula sería a la vez pleo:-iástica. paranoica y
burccráüca. Entonces , ¿qué será una paranoia dirigida?
Hay una sutileza incluida en esta fónn;.¡la. Se hará manifiesta inmediaumen-
te sí se vierte lafórmuia en los términos de Freud. Se dina entonces" neurosis
narcisista de trnnsferencia", o sea, un sin sentido que el punto de vista.
freudiano tendria la obligación. si se la ratifica como tai. de rechl!2ar. .tise
caníctcr tt:racológico no es menor en Lacan, ya que intrcáucir una paranoia
en el sujeto -aunque fuera dirigida- es io mismo que hacer prevalece.- ahí la
relación narcisista cuando se u-:ita, prccísamente, de rcdear esta prevdencia
y con ello, de eliminarla. Decir qi,;e habría c.quí unll especie de tratatniento
homeopático de esta relación no nos deja a salvo dei dísparnte.
La sutileza consiste en 110 desdeñar esa prev3Jencia, en dejarla temar en el
análisis un Jugar wí que pe:mita desactivar S;JS desarrollos "naturales" (cfr.
capítulo mie..-e). Este quiere <lecírque hay un problema de h identíf:cación
resolutiva y que si Uevamos al análisis una paranoia dirigida, nos ponemos
en postura der.o pod-:r .::vítar más ese ::>robkma. Cuando Luc:in pbnte<icomo
didüctico todo anúlisis. acentúa este c:ir:ictcr inevirnble. En efecto, adrniür
qu1;: d fi n del an:iiisis didáctico no podriu proceder de '-!na úl•ima idemifica-
cil'ín, dt: una identificación ccn :::l :.waiist.a, equ!vaie a lievar tan lej<>~ ~cmv
.....
·'·· ,..,.,..n1ºtc ,. h l·' p·';'"''"":ll·r-e
0

,, ..... \. . !·· .~vp··r;en1·'·1


.u"""" ··i , .. , ~st 1º,<r rn:s¡··~
J, ~ l( ............. ·'-''' '~ ·"
'L.,,,. . . . . . . .
~ .....
,,,. 1..~ . .... ,..
:--~-. -~" ''l ....
~'··'-· " s:~ ... 1t~l J
darle !::.rgas con la noción de una identificacién resolutiva cuya definición,
hay qt1e admitirlo, pe111:<Jm:da brumosa. La identificación con el analista no
es resoiutiva de la transferencia, no es una salida para Ja paranoia dirigida.
¿Qué quema decir que fuera de otra manera? Seda necesario, entonces,
admitir que allí donde había un psicoanalista, ¡oh, milagro partenogenético!
o.hora tengamos dos. En esta perspectiva donde rige el dos, sólo habría
analista suplente, lo que quiere decir también que los psicoanalistas, contra-
riamente a las apariencias, vendrían necesariamente de a do:>. Significa
igualment~ implicar que el c;ue se dirigiera a un analíst::i, se h1s vería con al
menos dos: el que está alií y el que estaría allí, verdadero analista, cuando ya
no está allí el que está alií. Hay que admitir que este escamoteo de las
tlific!llt;!<lcs ofrece muchas ventajas, no ai neurótico, pero :>Í, ciert.:unente, a
la n<.~urosis.

Ei privilegio de principio otorgado a! didáctico por Lacan tiene como


correlato que r.o evacüa (por ejemplo con la ayuda de :a falsa oposicíón
curJ.Jor/curado) este punto donde el aoalizante y d analista se vuelven
supient:::; uno del otro, lo 4ue se prese:ita ineluctablemente como dificultad
cua:1de; d analízz.r1te pasa ai psicoanalista.
La figura dibujada aquí de e::ae "dos analistas" no depence solamente de la
ficción ~co)rica. Cuando se rrataba, con la puesta en accíón de! pase, de
moscrar lo q•Je se presentaba en el defe::to de la ic!endficación resolutiva Coíl
el anali51~l, de in<errogar la pO!iibilidad de otr~s salidas para la paranoia
dirigidll, de ::..~iortar, de esta manera, una contribución (de la que hubiér:unos
podido esperar que fuera decisiva) a la cuestión de la paranoia. resultó que
todo ese m0ntaje resbalaba, pero no de c:i:i.lquier manera, ya q.ue este
resbalón cot!~istió er: interpretar el pa5e como un suplemento de análisis (se
decfa incluso "una opo.§lunidad suplementaria"), como o!ro lugar :rnalítíco;
en pocas palabras, se implicaba la existencia de otro analista, se llevaba así
todo el as~'nto de nuevo al inr~rior del análisis, es de!.:ir, allí mismo d~nde no
?Odía, _;inr jefinición, ser tratado. En esta hísterízación dd past:, era
necesa....io que pasara d~sape rc!bida en el mismo impulso la distinción entre
nombrar e interpretar: ¿No esr:unos, a;.;;!so. d e a dos, muy pur encima lle [05
prn b!cm::s de nominación? "Al:is1no" de dos.

Phla capia1 lo que ser fa d psicoanálisis como pamnoia dirigida, es netesario


tom;,-" como concr-:i.sre. un psícoan:ílisis que paranoízaría al sujeto. Lacan
estud i;i esto principnlmen:e en el seminario sobre e! Yo. Se puede notar que
este seminario está a~:ir-=:i.adn
' ,
históric;;:mcnte con el seminario sobre las
¡)Si~osis, c;omo estuvi·:!ror> aparejados ;es te.~tos de la ~esis y del esiadio del
esp<:JO.
d<f Jiscordw paront>iCb rns

Si un psicoanalista llevara una cara conforme a la docrrína.de la relación de


obje!o, entonces esa cura tendría como efecto el de pani.r.o.izar al sujeto. Un
caso de Faírbaitn, comc:ntado lar¡pn1e:ite 1\ sostiene y a la vez confim1a este
testimonio. Esta fonna de analizar carga al Yo con sus pulsicnes. prirnero
identificándolas por€! (es decir, en 5U lugar) y luego poniéndoselas sobre lo
espalda con el pretexto de querer que las admita como suyas.
No es esta ampliación de\ Yo lo que designa la fórmula de la paranoia
dirigida: si hay una necesidad para la paranoia inducida, no es la de ofrecer
al Yo figuras de ídentificacíón nuevas, más completas y mejor ajustadas.
]'...1ás bien se lr:ita de establecer un e~pucio imag!nario pura que pueda
"desarrol/a(rse) esa dimt:rlsiór: de los síntomas, que los estructura cJmo
islotes excluidos, escotomas inerres o autOTIWtismos parasitarios en ias
fimciones de lapersona"il. En una palabra, no hay isla sin espacio marítimo,
ni escotoma sin campe visual. ni parásito sí:i persona.
Con esta última y discreta alusión a ía ncc:ún de personalidad y con lo que
hace allí contraste a título del síntoma, que, entonces, como la p:jcos:s
paranoica de la tesis, es "par.ológic.::i" por esta discordancia misma, se pt:rcfoe
una ambigüedad: ya no es solamentP. la het(sc:-)cgenc!clad del Yo la ~ue es
persecutoria, sino eí síntoma en cuamc t:!L
El texto i:.ntieipa a~uí lo que será su conti~uación tardfa_ Entre los do.;, en el
seminario sobre el Yo, la distir.ción de! gtan 0ffo y del pcq¡;cño otro. 111
artíc~!ación. cun el esquema L, de lo que así se éísti:iguc (la rd ¡¡c:ión
imaginaria a-a', y lo que viene al Sujeto del inconsciente, o sea la líne> A-S),
despliegan la posibfüdad de una mediación de !;¡ relución im.1gínaria,
sagieren que no depende de ella misma que tnme tocia su ampJi:ud e~,1
devastación de laque es portadora esendalmente. Bustar~•• por otro lado, con
remitirse al texto que introduce -=1 esquema L parJ. comprobar q::.e esta
intro<lucción viene justo después d<! una discusión sobre este tipo de práctica
del psicoanálisis que puede producir una paranoia postanalítica, e inclcso
abastecer a esta. paranoia, con !a liler:!tura que promueve, de un dclitio prer-
a·poner. El esqu::ma L es introducido entonces como la escritura de los
elementos esenciales capaces de pemiitir otra orientación de Ja prácfr:-a
analítica. Ei c.~qucma Les un "cómo no paraíloizar al paciente" :6 .

Si la locura era h :nfatuc.ción que resultaba de una identificación sin


mediación, si la alienación paranoica consistía en "un viraje del yo (je)
especular a! yo (je ) social"" , Lacan ya no busc::i definir ahora con ur.a n!Jeva
identificacióu resolutiva io que se constituirla en un obstáculo para í~
efectu~ción <l~ la cs1.ruct!.!ra par~r:oic.:i dei Yo (no es~oy dicíendo ~quí q!.ie la

~· 1. Lac=in. U .V.vi d!lns L11 :.J:ior1e di! Fte'.ld e1 ~ltJ lu :ec .;•.,tq:1~ psycl'.1.tnatyrii'.¡t:~. Sc::-,\n=.rio
<.!t! 8 de j~nic ~t::: ~ 955.
~ J. t..'"!.f:~n. f c,.!!J, 1\p r.it., µ 1c,9 ( ~n !5p~ol: J. Lle~. E.!crisns, p. 101).
, ~ L L~c:~rt. l~ .r.vi,. .. 4p. t:il. Sen~i ;l:llÍO c!e:l 15 de: m.a~o e~ 1955.
~ J. L::<:JJL F::.:.·as. ?P· gK~ i68-: 7C.( Ert c-spañol. J. L:J~;)J\. E~:cl':·ros, ~p. 91. i5~~6L:.
cut:s•ití'! de !a identificación re,;olutiva se encuentre dcfíuití;·amente resuel-
rn: sabemos que en e! punco extremo de su enseñanza. Lac:in le dio la fonna
última de la identificación con el ~íntoma) . En el momento del informe de
Roma. Lacan ace ntúa el hecho <le qce esta identific:u-:iór. dicha sin mediación
no podría por ello provenir de una cxcrater.itorialídad con re~pecto a!
lenguaje. Se trata entonces de interrogar In relación dd sujeto con el lengunje
para encontrar allí Jo que, en algunos casos, vuelve inoperante Ja mediación
d1.: la relación iL1aginaria que el leng:.iaje produce ~n el ser hablante.

Schreber vueito a poner de pie

Fr~:id, dice Lacar:, úa "ur. desc;frn.miento ch¡¡.mpollionesco" 'J del texto del
prcsiJcnte Schreber. Se considerará aq\!f q ue este s:::ñalamiento no es una
simple mane ra Je hablar. ni siquíera ur.a analogía. La continuación de l texto
lo cxpli1.:ita . Dic!lo texto hace notarqi.:e Freúd idcnti!ica :os pájaros del cíelo
sd1reberiano con muchachas jóvenes y luego, de al\l, logra "volver a poner
de: pie el uso de tcdcs los signos de esta lengua", la que e! mismo Sc hrcbcr
1
1::.ma la lengua fundamental. Una :denrific:Jción correcta ele un significante
de tal modo localizado (es decir. escrito) ofrece, si uno se atiene sólo a sus
resultados y si se prosigue un mismo modo de lectura, el conjunto de los
enunciados píopuestos: esta idencific:ic:ó a permire así r.o solamente
-
"r~constituir \oda la cadeila dci tc;:¡o", s i :-:e tan1Cién :a lengua misma de c¡ue
está ht~cho. I:stas son (lo hemos visto e n el capítulo seis) las características
-
¡.it incipales del dcscifrrun!ento de los jeroglífico::; realizado pcr Charnpollion .

Pero er.¡onces. si fue necesario que Freud vo lviera a poner de pie el tex:o de
Sd1rebo..:r, s i fue necesario un descifrnmi.ento, es porque su sentido no era
nc~·~sibl c n una l~crurr; lf.!e se hubier:l caracterizado por !a inmediatez. es
porque este texto se diferenciaba. a pesar de las apariencia~. de los escritos
usuales q:;e pen.nikn imaginar esta inmcdí::ita accesitilidad.
Entu1:ces, lo;a equi vale aq'. 1Í a "descifrar"; leer irnpl!::a así que el texto sea
tornado en cuentacomocifr::i. Tal toma en <.:;.ientase presenta como indu.~íhle
en lo que concier:;ie d texto que da ¡¡ara lec~ el psicótico. Es que lo que
especific::i s a form a de usar el :eng\rnje {esta forma e s aquello sobre lo cua.1
la cuesticín se cncuent;a centrada :l.hora) no llama la atención por algo que
estar fa rclajndo, que incluso seríaddicitario, si o o por el contrario, po r s u muy
particular seriedad. pcr'Jna regulación de lo 4ue se produce como pulabra o
escrito :;obre el cristal :nismo de in l"engua; dic ho ele mro modo, sobre lo que,
de b estructura del !engu:::je, r.o se revela rr:ás que ;:>Or desc rito_
El psi.::6ricu a~i~nra sus interpn~:acion::s fundándol,1s sobre el esc:i10. E.;ta
de! d;scordfa pur1lr:c;icu !87

es ia razón ql!e l¡~s vuelve ílegíbles, que desalienr.a su lecti.:ra, qu~, Jei mismo
modo, rec!filTia su desciframiento y <la al conjunto ée sus producciar.cs este
aspecto Je desnudamiento, de pre~entación a cieío abierto de las operaciones
del incon~c:en~e. que Lacan había anotado en su tesis. v después había
•. 1 -

reafirmado en el seminario sobre las psicosis: estas interpr::tacione~, escritas,


lo son c!cma~iado.
Ese demasiado escrito es Jo que Lac¡; r. llamó "¡rntomalismo d~ Ja función del
discurso" 19 que e.specific:.i la palabra del psicótico, que le da su libertad con
respec:o al sentido. No obstante, ese demasiado escrito es una posibilidud
para la lectura de las interpretaciones delirantes, ya que se puede contar, de
ahí, con las operaciones de la escritura, se puede tomar apoyo ahí para
descifrar s us interpretaciones.
He aquí, entonces, dos lecturas orienladas di:! es ta manera. La primera
interpretación fue extraída del gran artículo de Guiraud :;r, como el caso más
ej emplar <le! mismo artículo; la segur.da será privilegiada pues. como pude
interrogar a quien la ofrecía a mi turbación. el asunto de la i.nt::rpretación
delirante se vio, en surna. mejor desplegado.
Consideremos entonces la interpret:i.cíón delírante mcncíor.ada varias veces
por Guíraud y extraída de la observación de un t:ll !vJ.. : "Otra vez, ni ver a nn
e:
enfem:ero con en ello de celuloide ( ce!l;1/oid), sacó la com.:!usión de que e!
juegu d..:: damas que usa Je habfa ~ido envi;ido de A~emaniu por Luli.i, la hija
de su patrór.. En efecto. pronunciado siempre con el acento alsaciano,
ce/luloia representa e' es: Louiou Llo yd (es Lulú Lloyd~ (Lloyd es la ::ompa-
ñia de navegación que transpcrtó d paquete)." Esta interpretación exige
varias observaciones.
En primer !ug:i.r, no ~s posible, para cor.síc!ernr como panículanner.tc
sign ífic:iüva a4uí Ja in[ervenció n del ac(:mo ab aciano; en i::fecto, la observa-
ción da testimoni!J <le! car:ícter habrual, en M., de este tipo Je cr::insforrna-
cién. Así. París. pronunciado ah alsaciana Ja Baris. !o cual quiere decir que
en esa ciudJd e! ?l:eblo bajo rie (óas rit), se burla del mundiJ y, entonces, que
hay bueaas razones p:m1 ,,~r desdíchado allí. A.'ií se explicad "siempre con
el acento alsacümo" ¡J.;: Guiraud.
El primer acoi:te-:i.mien!o consistió. ps.ra i\1., en la visión del celuloide. D igo
del ccluleide y r.o dei ;;uello Je ceh;Joide ccn ei fin <le precisar aquello de lo
oue se tr:ita, :i saber, cierto número d,~ rnsf!.t)S nue son dis:imivcs de esta
.
m:ncria y por dio evoc:idores de su nombre. Ei cuello, .il parecer, no jm:ga
- .
ni ngún p apden la intc:-prec.::'lción dclir:mte que sigue; e :nás pre~isamente, es
e n d apres-coup de esta iriterpre t'.lc;c)¡¡ cuar.rJ:.i e:> posib le á cclarar que lo que

!$ .... • ,. • • • J l 11 1 ,.: ' \! <'"'


J l¡!\:]n. !", ;:~!C:"i.lre.~ ,t.~e:.u H:r:.nes ... . :Jp-. Cl! .. ~c : 1 11 1!:.::::i."t •_e + ¡,:::, r.:<irzo • J~ J . ... 'l.
'" P G·.;ir:-.:!1t, ··1.~:, ~11rrr.c."i ver~;) les d:; l'i :')h:Gr;;:r.at:•~u d¿lirar.te". Ar.1!a!'es ;\(f3,ii<'.1J-
P .\ 1' b:>i,1~·!~·t1es. P:.·.ri:,, rri¡-¡·ft!r ~~?'::eSt7! ·~C 19::: .
IZ~ fu.icidn persecuroria de la !e!r~·

se vio e~:: :::eluloidc. Ciertos r:isgos constituyeron imagen de celuloide de Ja


mi.sma manera que cieno.s otro.s rasgos pueden constit\lir la imagen de la
mi:dera cuan<lo. al presenta.rle'una tabla a alguien y al ¡:iedirle que me diga lo
que le presenta ahí, esa persona puede respor.der muchas cosas. "una tabla",
"un plano", "un rectángulo", "un objeto" y, eventualmente, sí se aishm, sí se
distinguen sus rasgos característicos: "madera". Se considerará que hubo
entonces allí, paru IYL, la presentación de la in1agen del cduloíde. El término
imagen se impone en efecto si tenemos el cuidado ce no desconoce.r que el
objete de celuloide no es captado como celuloide más que si es identificado
con l:i. imagen del celuloide que IYL tenía en la cabe:la. En el lugar del cuello
del enfeIT.'\ero, M. se enfreata con d pictograma del celuloide.
¿ Qu:erc Je;;ir esto que se rrataría aquí de una escritura píctogramatica'?
Cii::namente no :>i entender:ws con ello una escf..tur<, que serfa la figuración
en imagen de una serie de obje:os. Ea la interpret:lCÍÓn delirante, el
:üctograrna dd celuloide es tomudo como algo que escrihe un significante de
la lcr.gua, remite a !a palabra "cduluide" (hasta aquí el 1sunto no impide que
la dasífique:nos corno rictcgr:ítlca), pero es para dar inmediatamente ur.a
prolongación a esta remísión. El hecho dccis:vo es e;:;a prolongación (cfr.
ca¡>ítulo siete).
¿En qu~ cousistio? :tvf. no le:.: la imagen del celuloide como algo que remite
al objeto que sería den si <lci ce!uloic.k, sir.o como a¡go que escribe ·'c'esr
Loulou Lloyd''; roma cr.to:;ces, en su lectura, un apoyo decisivo sobre la
homofonía. La imagen del ccklvidc escribe e! significante ·'c'est Loulou
Lloycf': la operación de esta lectura es Ja de! réhus de transferencia.

¿Q11e es:;;tu:> hay que dar, en esta !ec;tura, a la imagen de! cc:luloide. (n sí se
pr~ficre aquí. a: objeto wmado como algo qu~ se pn:senta a ~l mismo, corno
b irnage;; <le e :;iismo)? La lectura de JVL, que en el fondo es totalmente
tri vial ei\ d cam.po de la escritura. pone er. juego•'Ln rébus de t'ansfer~ncia,
y ~mr e:;t} ~;e ¡:mcde situar como un hecho de escritura. Como ya rr:ostré en qué
scmiéo el ré.bus de trnnsfc;cn::iaera idenlificablecon una transliteración (cfr.
c:qítn!o tres), recordaré aquí ia cosa e:i pocas pa!abra.s: c;r;mo la homofonía
ímpiica una esc;ítura alfabética. la figura de c::lulcíde escribe, en la interpre-
tación de IYL, io que se escribe de O\Ia m<1nera. a saber "e'est loulou l.loyd":
esta op;;ración constituye ;.:ntunce~ [a puesta en relación ele dos escrituras.
:1na figurativa y la otra alfabé'.ica. Lá esc:!tura figurnü va. aquí, es lo contrurio
de lo que uno se imagína que es la historia de la escriéura: escribe lo que se
o:i. con b ho!Tlafonfa. en una .::scrüura ;ilfabé:ica. Esta escritura del escrito
resulta ser, ent0nces, una [ransfüeración. lo cual. en con~ecu\;;:~ia. pemtite
a::;egur::ir qi.:c ia imerpret::icíén llamada rlelir:mt:! ::;s un he::ho de ;:scrüura.
dei di.l'córa·io paranoü:a 1S9

Hasta ahora. se había :ratado de seguir las incicacion::s de M., sin atenernos.
como babía resuello hacerlo Guiraud, a una íntc:rpretacíón no verbal sir.o
verbos& que consistel!n recibir el "c'es: Loulou Lioy<f' como el indicio de una
··represión progresiva del sentido crítico por el estado afectivo patológico" 31 .
Por otro lado, M. ya se había tropezado con estt: tipo de "traduccíón"
obstinadamente sorda. Llegada la ocasión, incluso había tomado Ja pluma
para aclarar a la Academia de medicina y orientar su atención sobre hechos
que no extr:icn su consistencia má.~ que de la cifra:"¿ Por qué hay personas
que vienen al mundo con fecha fija y por qué se vuelven locos con fecha
ftja? ... Para los doctores que sólo verían allí cifra:; q~!e no tuvieran nada que
ver con la medicina. tengo información precisa a StJ disposición" 32. Pero
ahora es oportuno dar un paso más, presentar una conjetura capaz de dar
cuenta de aquello por lo cu.al fue necesario que ~L lcye:a como "e' es! Loulou
L!oyd" esca imagen del celuloide que se ponía frente a su mirada. ¿Qué es Jo
que necesitó esa lectura?¿ Y cómo produjo un descenso <le la tensión en l'Yi. ?;
dicho de otra manera, ¿En que la satisfizo?
Guiraud precisa que loqueé~ Ii:i..rna una ' 'tendencia ínterpret:itiva" (o sea: la
producción más o menos sostenida de interpretaciones dellrantes) "está
exclusivamente localizaáa en el tema delirante" Jl. Que cite el caso de t.L
inmcdiatarnente tlespués de esta ano«;c:ón clínica vueivc aún más extraño el
hecho de que no h.aya inter.tado ligar el Iema delirante resaltado por M. con
la ir,rerpretación "e· est ú:Julou Uoytf' . .t.:>to j11srific:u1uc intentemos produ-
cir ese lazo.
Eí tema perser.:utorio del delirio de YI. e:; simple: se lo acusa de asesinalo. Los
p.:r;eguiuon:s tienen entonces el óbpecto de ¡a policía, pero trunbién el de su
novia y' más tarde, el ce Sil méd!co. Guirnud escribe: usi ~vL considera a su
médico como un campesíno es porque comprendió que se asociaba con sus
perseguidores'' 3' . La imagen es más precisamente la de un campesino
endomingado, es decir, de un ser no precisamente cómodo (¡que me perd~
nen los carnpesi:ios!), que habita torpemente un traje dcmasiaúo bello y
dem~iado inhitbitual. que está demasiado incómodo por su atuendo como
par1 ser vc:-tlad::r::unente peiígroso. Para .tvL, ia figura úd campesjno
endomingado viene a oponerse a !a Je sus perseguidores, superponiéndose
a ella. trae una respuesta tranquilizante a ta idea de que ese doctor Archambault
foITI\aria parte dd grupo de sus perseguidores.
S in embaroo
b '
hav.,, aue

dar una precisíón, y de bue:;a talla. Es que la
identificación del doctor An.:hambauit con el campesino, s i bien tiene
efectivamente ese alcance que yo llamaré conua-pe~ecutorio {es dt!cir,
pcrstcutnrio, ese "centra", todos lo snben, es un ":nuy contt:i" en d >entido
<l~ "muy pegado :i.") no extrae su consistencia de lo qu:: ac:ibo de evocar :iquí

;t P. Guiraud. tJp. cit .. p. 4 l 2.


" /.~~.• p. -I08
" Ibi.:J.. p. mg
u P. Guirautl. op. cit.. 9. 406 'f .1(19
como significación adyacente a Ja figura del ;;ampes ino endomi:lgado_ La
identificación dd doctor Archmnbault como per:;egui<lor no es semántica;
tíene su razón en un !lecho de escrirnra, es decir, de lectura del significante,
de una lectura específica porque no se precipüa en la comprensióri sino que
localiza como tal al significante, lo toma en cuenta como significante, es
decir, apart:.l.dode su valoren el código. El doctor Archa.mbault-Guiraud1o
anota- es un per:seguidor por Ja razón de llamarse Archambault y porque la
últímasílaba de este nombre es homófona (siempre Alsacia) con el sígni:ficanre
Bauer que quiere decir campesino: se trata entonces de un campesino que.
aunque aparezca así bien vestido, no podría ser más que un campesino
endomingado y, por lo tamo, no seria pelígroso...a menos que la policía no
haya escogído prec:samente este disfraz de campesino cndonúngado par.isu
investigación acerca de M.
Así se encuentra reconst:tuida fa c~dena de las operaciones que, · para
concluir, identifican al doctor Archambault como perseguidor. Hay aquí un
juego del estilo preguntas / respuest~, donde el perseguidor se constítuye
bajo el modo de no serlo. donde a la pregunta "¿es alguien del grupo de mis
perseguidore!i?", la repuesta ··¡vaya, claro que no! No es má~ que un
ca!T.pesino endomingado, la prueba es .. ." , por el hecho de apoyarse sobre una
identificación simbólica (sobre la iiteralidad homofónica) y por prodücirse
así como afirmatíva, aparece como tanto mejor fundada cuar.to ql!c se
encuentra, p<iru ter!ninar. denegada. Ahora bien, ese juego de pregunt:LS J
respuestas. en que consiste la persecución misma, es igualmente localizable
en la interpretación delirante "e 'esz Loulo1t L!oya".
Es necesario hacer notar aquí que la palabra "celuloid" era., al comienzo de
este stglo, una palabra de inuoducció n reciente en la lengua francesa_ Quiere
decir que una palabra c omo esta se les presenta primero a aquellos que se
ver::ín llevados :i. encontrársela y luego a admitirla en su léxico, por su cara
significante. Sacemus que. dur::mte un tiempo, esas palabras candidatas al
d iccio nario (o admitida:> por este último dt!sde hace poco) siguen siendo. para
una parte de los locuwres, palabras extrnña<;, semejantes a fo que se obtiene
de las pabbras ust.:aks cuando ~e las repite m11chas veces. hasta asombrarse
de :::llas. Hago, pues, la hipótesis de que, :;i bien la palabra "celuloide" era.
en efo;;to, conocida por J..f.. no'debía ser·para él una palabra gastada por Ja
costumbre. constituida como un elemento dd código: por eso se le presen-
rnba como parciaimeme enigmática, cerno susceocíble . -
de tomar a su cargo,
a título de sig nific::mte y por d hecho de su relativa líbertad, de su disponi-
bilidad, otro significante.

He <!quí entonces lu rccon.srrucción apres-co•1p de ia.s diferentes operncioncs


puestas tn juego por iu pro'1ucción de !a i!"lterprctación delirante_
¿,¡ Jisc<>tdio parar.oico 191

lVL identifica ciertos rasgos que extrae del cuello de un enfermero como
merca del celuloide. Este nombre mismo se encuentra entonces convocado
allí. P~ro ese nombre- tomado como significante evoca otro significante.
¿Cuál habrá sído éste' La respuesta aqt.:í no podría más que ser ur:a
conjetura. Y no.s vemos reducido$ a referir:-:os al delírio, como nos invita a
hacerlo Guiraud, para sostener algunas proposiciones. Así, la palabra
"celuloice", tomada como significante, pudo sugerir !a pabbr::i "celda"
(célula) pues es en una celda donde terminarla 1-1. si su rerseguictor policial
le echara el guante. Pero podría ser tambíén el térnlino "celu.Josa", que
evocJria a ~sa novia farmacéutica que i\L c~1enta entre e! número de sus
perseguidores. Podemos, de hecho, dispensarnos de precipitarnos a! querer
validar tal o cual conjet:.ir3. Lo imporunte es que "celuloide" haya evocado
otro significante en estrecha relación con los per.ieguidores: este otro
significante tiene en efecto su lugartc<alrnente constituido entree1 pictograma
del celuloide y "c'est Lou/ou L/oy(f', como hubo lug:rr para "Bauer" entre
el nombre de Archambault y el campesino t!ndomíngadc. Podemos estar
seguros de la inte'(Vención de este significante, a juzgar por lo que hizo las
vec~s de su respuesta. a saber. ta cransli<er;icién del pictograma del celuloide
en "c'est Lou!ou Lloyd' -translíteración que, por su carácter rigurosame::ite
e.~crito, venía a asegurar a IVL que no había ning•Jr.a otra cosa que leer en el
pictograma dd celuloide más que eso que efectivamente él lefa, a saber"c 'es!
Louloll Lloya"'. "C'est Loulnu Lioyd" equivale estric~;.;·11ente al campesino
endomingado y presenta. entor:ces el mismo alc:mce peísecutorio. "C'est
Louiou Lloyd' víste ai significante que confirmaría para ?\.-1. la intervención
de sus pers;::guidores de !a nüsma manera que el verdadero responsable de!
asesinato de que se lo acusa (un empleado de su novia) supo, para cometer
su fechoría, vestirse con un traje gris que le pertenecía.
Se supone entonci;s que hubo, p:ira ÑL, con la imagen del celuloide, un
., significante que se imponía. y que leer el pictograma "e ·est loulou Ltoyd'
fue para él •Jna manera de contrarrestar esta imposición: la leetura debía ser
tanio más literal cuanto que lo q!.l.e estaba en juego en ella era. el hacer a un
lado lo que se imponía borrcn<ÚJ su causa mo.teria/. La operación de Ja
interpretación delirante es así susceptible de ser condensada en una fórmula:
¡Es leído (e'est lu) el celuloide! La prueba es: "C'est Loulou L!oyd''. Aquí
tenemos entonces a la interpretación puesta nuevame:w~ de pie, es decir.
presentada a la manera de B. Lapointc.
Que se esperara que !>.t. introdujera el juego de una respuesta encuentra su
confinnacii5n en una anotación de Guiraud: "Le advierten por señales.
tr.:msmite su pensamiento por una especie C.e telégrafo sin hilos y recibe l:l
respuesta bajo forma de intuición"' ;s. Schreber también replica con una

"?. Goir:iud. op. cil. ~· 405


hcrnufonía p¡¡.r:i desactív<.:r el efocto envei1en¡;_dvr <lt: los mensajes prefabri-
cados que fe machacan los pájaros parlantes 36•
.'\.;í, la interpretación clelirar:te se confirma como un. hecho de e~c:ritura; pero
la in.ruíción delirante, que difiere de :xque1Ja se::i.siblemente, resulta no serio
menos.

¡Oh. dile!

El voto que fonnulo así, pan• la evocación horno fónica de Odile (el objeto
perseguidor pñvilegiado de esta joven mujer). este voto, nunca satisfecho,
había acabado por hacer que viniera a consultarme. ¿Para demandarme qué?
El sentido por ñn, el sentido de eso que se presentaba ante ella con -esa era
la ex presión que ella usaba- "aspecto de decir". Es.o teníarnuy frecuentemen-
te a~pecto de decir ... pero ¿qué? F.so era lo que ella me-demandaba.
Lo qoe tiene aspee:o de decir no díce, al menos. no plenamente:s~ dijera. no
cenéria ese aspecto. Aquí no hay paJabra. plena, la cual seña transpme.nte a
sí illi:s.:ina. cuya enunciación efoctu.:iría completamente lo que con.ella quena
d~c..,"irse, y que la habría provocado. Sin embargo, esta palabra que tiene et
¡:.5pecto de decir está bie:i llena de lo que no die;;:. Tieoe aspecto dedec.ir sólo
p0rque d:~e que no dice y porque tiene entonces, íguahnente, aspecto de no
de~ir. Lo que LÍ<:ne aspecto lle c!ecir reclama un desdfrurn.ienco: ~() lo
sabemos ya desde que sabe::nos que tiene. aspecto de decir. Entonces her.ios
franqueado esta primera etapa de! desciframie:!to (que presenta a veces
dificuit:!des considerables) que ccnsíste en establecer que ci texto que se
úene entre las manos es efectivamente un texro cifrado_ Que aquello con lo
qt;e se e afrentaba penenecia al o!át.:a de la cifra, era algo que esa joven mujer
sabfd.
Fundindome en nuestras entrevistas, creo poder addanmr que esto último se
produjo como res?uesta al e::igma abierto pon:! "eso tierre aspe::::o de decir"
?ero así, como introducción del enigma mismo, cuando las palabr;.is en un
momento dado se pu.sieron a ''resonar" m~ivamente. Ella encuentra, cerno
el poeta F. Ponge, una razón para-esa resón ...anc:ia.Un poco nada más. porque
le fue necesa.-io, mis ailá de !J. exuberancia de les juegos de palabras., venir
a con~ult:i.rme. He aquí entonces una breve lista de est:is resowm:fas
vertia!es:
"' En la caja de ur.a tienda ella paga unas cnmprns con un biilet ;?tune piece
de seo francs ¡un biilete y 1..:.na moneda de 500 F) (as:'. se füunó dur~n:e
hQta:i.te tiempo a ias actual~s moa~das de 5 .f-). Advierte. mientras pag;r. que

16 r.>. P. Schtcbt;~. op. cit.. p. 175.(~n ~~aaioJ: p. j7J).


del diJcordío ;xue.'IOico J.,)

una persona a su lado observa esto con curiosídarl. Se pone entonces a leer:
ói, es decir, dos; iller quiere der.ir que eila y es; (ahí está); sobre cinq (cinco)
nu sabe si es sein {seno) o sailtt (santo); cent (cien) es sans (sin) y franc:s
(francos) esfranc (franco) de la franqueza.
* En el umbral, Odile pone fin a una visic:i o;:a su casa diciéndole: "Salid'.
Ella incerroga entonces: ¿Por qué me habrá dicho esa palabra? Elia lee
entonces: ~a elle eur (ella ruvo eso).
"'Al final de una sesión, cuando yo le decía "Váya~e" ella lee ;Bah ella sí es!,
como una observación que yo habóa producido a propósito de 1a persona de
la que ella acababa de hablanne. Y a pm-tir de ese momento, me interrogó:
¿Por qué le había dicho que ella sí es·? Otra vez descifrará un "excelente" con
un "¡oh, ese es lento!"

* Con ocasión de un desayuno (petit déjeuner), se encuenrra sola con un


hermano en la cocir.a. Este :;e había dirigido a ella diciéndoie "bo11jour mon
petit" (Buenos días. pequeñ:i). En ese momento, ella nota en él un aspecto
incómodo (géné). ¿Por qué? Es un lapsus el que viene, en el relato a dar la
respuesta: ella dite dégéné y enronccs entiendo que ella devuelve a :;u
remitente Ja nominnciún de "petít" (pequeño), ai pensar de ese hermano: ie
petit était gemí (el pequeño est.:iba incómodo).
* En otra oc~i.6n, mientras se ocupa de la :nesa fam.iliar. una herrn ana le dice:
"quita las miguit:lS". Ella saie entonces furiosa del comedor. Leyó en
"miguita" (miette.) algo que remitía, homofónicamcnte, a su ¡;¡ropio nombre
e interpretó así esta frn.se como algo que manifestaba, en esta hermana, el
deseo de su propia _?uesta ::i un lado.
J\fu!tiplicar más las ocurrencias no tendría otro interés que el ele descacar más
el'c:J.tác!er pululan ce de estas interpretaciones. En. cuamo a su forma, son del
típo de "e 'es; Loulou Lloycf': ~Oíl igualmente resp•Jestas y procuran, también,
ese apaciguamiento (relativo) que se vuelve efectívo cuando. por la interpre-
tación deiirante, que es lectura (porque h:iy allí un hecho de lectura, es decir.
de escritura de lo que es leído), el significante leído se disloca de este efecto
que su surgimiento en el Otro provocaba en d Sujeto. un efecto que es la
persecución que produce esa kcrur3. m¡!;m<l qL.:e :ipunla a desactivarla.

La íntuicióil delirante debe diferenciarse de la interpretación igualmente


culific::ida por el hecho de que no parece contar de la misma muncra con el
~quívoco significante; será. por eso mismo, particulanneiHe i;;s::ructiva para
la presente d:scusión. Vak. la pena enton..:es entrar, con toda la precísior. de
que somos c:ipaces, en los desfiladeros texm~!es que dan testimonio de tales
h<..--chos.
J94 juf!ciótt persecll/t>Fiu d~ la l.i;:crCJ

Un día en que su hemrnna Od~le hahía venido caritativan:ente a compartir su


comida, una comida que, sin ese gesto, habría estado marcada por una
soledad demasi;;.do dolorosa (porque el celibato como dolor era una evide;'l-
cia para todos en esa familia). dos acontecim.ientos son notados por esta joven
mujer. Ella se l!e·1<1 un pedazo de carne a la boca y, simultáneamente, se oye
un ruido de agua que viene del departamento de arriha. I .a pregunta. a partir
de ese momento, se formula silenc-iosnmenle; ¿cómo es que se !levó d
tenedor a la boca justo en ese momento? ¿Qué sig:iifica esa (muy bien
nombrada) co-incicencia?
La c uestión no es tan extraña como puede parecerlo al princ ipio. T odos
participamos más o ffi(':nos de e.se tipo de cuestíonamicnto sín el cual nuestra
cienc ia históríca misma estarla en grandes cificultadcs. l Qué es lo que
provoca que u:-io prenJa. en tal memento dete!TilinuJo, un cigarrillo? ¿Por
qué haber elegido, precisamente hoy. ir al peluquero? ¿O cortarse las uña~?
¿O consagrarse a un trimite que, de.~ c.Ie un punto de vista que sería el de la
rea lidad, tenía su lugar ayer o habría podido esperar a mañana? Los
aco ntecimientos s;gnific antes no ocurren en un tiempo neutro, neutralizado
~orno linealidad de momentos que .serían todos equivalentes. Y sabemos que
~ i d psicoanálisis otorga mucha importancia a estas cuestiones supuesta-
mente menores, cosechó una cantida<l suficiente de casos como para persistir
en este abordaje.
Un día en que una persona evocaha, frente a nú. el estado de salud de una
madre vieja y. para decirlo pronto, moribunda, un.estado de podredumbre
corporal del que diríar.ios poco si le aplicáramos el caliñcati vo de "poco
ape titoso", me puse. c:i la mitad de la sórdida evocación del carácter
e minentemente so!iCario Je lo que es vida y lo que es podredumbre,
a ...eslornudar. ¿Por qué estomud.ar en ese momento? La respuesta vino de
ese analizan te c;ue respondió inmediatamente a1 estornudo: "si, y:i sé, eso lo
deja a •.Jno frío". El me dío tetimonio Je haber sabido leer en mi estornudo
la interpretac:ún de lo que él me decía o, más exactamente aún, de lo que él
ha<.; fa al dec irme lo que me decía. Había recibido enr.Qm;es sin vacilación este
es~omudo como una cifra, Jacifra de !o que yo escuchaba... ::'vledimo::; muy mal
la amplitud de la in~ idencia de la cifra en las múltiples pequeñas o grandes
decisiones a las que cada uno está J estir.ado. Elegir la ~opa para el día pue:d~
ctr.r luga.r a un aco me::imiento que no se puede situar, en e l apres-coup, más
que como un hecho de escritura; frecuentemente el amílisís de! sueño que.
la misma noche, ?:recedió a esa elección, nos da su elemento determinante.
Vestir a algún otro puede valer igu.:.lmente corr.o escritura; es efectivamente,
por otro lado, porque se trata en~onces de una operación de cifrado que habrá,
con r:::specto a eso. en un momen to dado y casi inevitablemente, un conflícto
entre madre e hijo: no hay nada. en i::focro, qnepermíta:suponerque uno y otro
ác:ban :;ati~facerse con una misma cifra..
Así, nos vemos obiigados aaénútírla seriedad de la cuestión. de saber por qué
hubo, ese día, esa simultaneídad úd •·nc:vane un pedazo de carne a Ja boca"
y del ":1rido de agua en ef piso de arriba". Y la multiplicación de esas
"intuícíones" en esa joven mujer aparece como la marc;i de una seriedad
particularmente elevada. ¿De dónde viene esta seriedad? ¿Con qué se
relaciona? Allí está precisamente la cosa notable que ella se toma el cuidado
de precisar_ Afirma, en efecto, que 1w se [e ocurriría rea/mente, /\ ELLA.,
plantear semejante cuestión; la. simultaneidad Je fos dos rasgos que se han
distinguido sólo sobreviene como enigma insondable (e ínsondable por eso
mismo) porque ella sabe que esa hermana, Odiie, está perfecramenre
encerada de eso. ¡;Cómo sabe ell:i..110 lo que sabe Odile{porque eso es !oque
ella pregunta, y es la razón por Ja que ella me ofrece todos los elementos del
expediente), sino el hecho de que Odile sepa? Ir.terrogada sobre ese punto,
responde que si bien esa hennana no le ha dado, cíe~r.mente, el sentído en
cuestión, en cambío carraspeó en e~e momento, hizo un "hum htun" que
man i fes iaba intencionalmente a su hermana que ella (Od ile) había to mado la
simultaneidad de los dos rasgos como significante, e incluso más, que ella
detentaba su sentido.
Si bien la ¡ntuición delirnnte se presenta :iqui como un poco compleja, esta
presentación ofrece, sin embargo, la ventaja de desplegarla tanto como se
puede.
Es claro anee todo qae. cuando señalo a la intuición delirante cotr.o un hecho
de escritura, no se trata ue una analogía, sino del <:status mismo de ia cosü.
F.o efecto, no hav -
, nin11ün medio de situnr la función del "hum hum" de otra
manera que como un detemlinativo, e:; decir,. como algo que tíene que ver
específicamente con " el campo de ia esc::irnra (y que Freud, por otro Indo,
había tomado en cuenta como tal). El "hum hum" no tiene valer en s í rn;smo,
sí no con relació n a lo 4_Ue concierne, a aque!lo a lo q;ie se refiere, en este caso
la simultaneidad de los dos r:lsgos como significa:íva, d "hum hum" designa
a esta simultaneidad cerno significativa.
Lo ejemplar de este caso tiene q:Je ver con !n localización que se reveló como
posible de esta íntervenciún del determhiativo. Frecuentemer.te ::o su
jornada, esta persona sufre este tipo de :n~errogac.:íones. Así, camin.:indo por
l:i calle, notad que un transeúnte ccn el que ella se cruza se rasca !a punta de
la nariz en el momento mismo en que un acelerador produce un ruido
curac:erfslico: ¿Por qu¿, preguntará. se rascó en ese momento? Otra vez será,
c~anJo visita ea coche un parqu~ z.ovlógico, la pregunta de por qué e! chofer
; 96 fanción pener•toria de l<l lttra

a cuyo lado ella está sentada, le alcanzó unos lentes de sol justo en el momento
en que pas~bar. cerca de un árbol donde unos monos cargaban a sus hijo~
sobre la espahJ.a. Pero estas pregunta> que se apoyan, Lo<las, sobre la
simultaneid;:id, que encuentran en ella ~a confirmación de que efectiva.mente
es:á en juego Jn sentido en lo que ella junta. estas preguntas que suponen que
t.:fla ra.zún está obrando sordamente en lo que ocurre simultáneamente, esa~
preguntas implicaban en mí otra. de la que nada. por otra parte, me autoriza
a pe:isar que fuera de esencia diferente. En la superabundancia de los rasgos
pos:b!es que podían ser tomados en cualquier instante como co-incidentes en
Ja :->imultaneidad. ¿qué era lo que provocaba que algunos fueran aishdos,
nocados, ligados h<;.sta hacer de su simultaneidad, para ella, un enigma? La
respuesta de esto lada el carraspeo tomado como deternünativo. Quiere decir
que conjeturo ia intervención de un dc~cnninativo semejante ¡¡Jl[ donde n.o
logro. en el diálogo con ella. localizarlo (la lectura "bi y est -saint osein· sans
• franc" es también llamada por un deterrn.inatívo, a saber, Ja mirada de esta
perscna a su lario, que ella se da cuenta de que está dirigida hacia ese billete
y hacia e:>a moneda que acaba Je colocar en el mostrador, mirada a panir de
In cual c!l:! sabe que la ;-iersor.a en cuestión lee este depósito, lo que la obliga
a hacer, a su vez, su lectura).
La función del determinativo es indícm- a! :ector lo que debe l1::er; más
prccisan1cnte todavía, en qué sentido debe descifrar tal elemento equívoco en
sí n:isr:-\O. El Jetennin;i.tivo interviene para eliminar el equivoco signific¡;nte
en q11e cGnsjste la homofonía y que se duplica en una hornografía c:Jando se
po;1c -::n jucgo en Ja escritura la operación dd rébus de transferencia. En la
escritura ct:ir.a, ta clave tiene esta misma func:ón. Sí buscamos Jo que. en la
lengu:i hablada, correspond1::ria más at <leterminati vo. lo encontraremos ea
esos pequeños pedazos <le diálogo gracias a los C!l.ales un chino que r.o sabe
escribir elimina para su oyente el ~quívoco que porta una ~ílaba que acaba de
emple:ir. Allí donde uno que sabe esc~ibir trazaría el ideograma correspcn-
diente íeste ideograma que ír.cluirá !a "ciave'', además de lo "fonético")
vcumos 1.m ejemplo de diálogo que suple así a estos r.razos efímeros, sin pa¡:>cl
r.i p!uma, ya que b<!sta con el dedo y la palma de la mano: "Si habló de che
"vehfculo" v d ovente manifiesta su vacilacil)n entre varios homvnimo~
J •

preguntando: "¿Cuál che?, responderá '"huoche de che" el che de houche


"tren" (paiabra compuesta con huo 'fuego' y che 'vehículo')" 31•
i:1 dete rminativo tiene entonces el es:arus de un eleme:?to que, en la escri~:~ra.
re~por.depero (;imbién fren;i; sirve de tope <Ú desarrollo de lo que provoca.
dentro del lengi..:aje, entre :i.quello!'- que lo habitan, lo que C. Beaclieux
designa como "d horror del cqt;ívoco" is. El e st.1!"úS tan particular C:d
de:enn:na~:vo se locJ\iza i:;mcdi:;.tamcnte c uando se ve cón::o juega el

' " 'I Ai.(e~Ofl. l.'icrirvre cl:tr.rnse. P U.f.. Col. .. Qce !=.ai~-j e.. , PMls. lera. ~d., 1970. 2~ ed .
.:c:·1i,.acJa y carregid:i. j976. p. 1l.
~,. Ch. FJe:n;íie-11x., Ht ,·torce de !'CJrto c¡tY:ph.:· 1Ta1'1r!li.~e. l.i!::. H~ Cia.mµton. Pris: 1~)6';. ?· Xl1l.
del JUl!ordi(J p<Jr~oico 197
------------------·-------
detemún<1tivo en la traducción de en escrito que Jo usa. Traducirlo sería una.
falta, la de considerarlo como algo que constituye el texto cuando sólo (pero
ese "sólo" es esencial) forma parte de él como un índice que orienta al lector
de este texto hacia una significación; el determinativo no se truduce pero
orienta ia traducción.

Ahora bien, este estatus, a la vez interno y externo al mensaje, esta función
de índice para la determinación de su sentido, este juego de una respuesta
frente a una simulta:ieidad que constit:.1ye un problema (puest0 que la
homofonía es el nombre de la simultaneidad cuando ésta interviene en la
pasta misma del lenguaje), eso mismo que, entonces, constituye el
determinativo se em:uenrra en el "hum hum".
Al igual que la míraúa :;obre el biliete y sobre la moneda de 500 francos. el
"hmn hum", en tanto que ddernúnatí vo no es en sí mismo cqdvoco. No hay
duda sobre el hecho de que Odíle sepa, incluso si no dice lo que sabe. Con d
carraspeo, ella índica que sabe. De~;igna t:ntom:es :!. la simultaneídad de los
dos rasgos como algo que constituye un sentido; no quedaría entonces más
que saber Jo que esta hermana ya sabe. Y ese sentido tomado como
enigmático hace sentir aú:i más lo que tiene de pcrs:::cutoría la presencia del
significante en d Otro. Porque la persecución está allí, sutil pero eficiente:
sabe lo que eso decía. Esto es io que d detenninativo indica. Pero
pasaríamos al costado del asunto si no llc:·ráramos el análisis un paso más
lejos.
Si el "hum hum'' y otros significantes con esta función determinativa son bi~n
identificables como tales, queda por hacer notar que en cnda una de sus
ocurrencias operan, con respecto al uso establecido p&r:i los determinativos,
una especie de pasaj~ en el límíte. Este extremo se puede palpar a partir de
rhi incapacicfad, como depositurio de un gr¡¡n número de estos relatos d::
intuiciones delirantes, parn orientar mi lectura a partir de una lista predeter-
minada (o que yo mismo fijar.fa) de estos detenninativos. A diferencia de lo
que ocurre con los determinativos de la escritur:l faraóni::a o con las claves
de la escritura china, no puedo decir aquí absolutamer.tc nada en cuanto al
número de determinativos que está en juego; no puedo, afortiori. ni ponerlos
en lista ní decir de :-¡1:é manera deiimitan regiones en la significación.
Cier1amente, no sería imposible considerar cierta cantidad de lo que ella me
ha d ic b<J. definir así un corpus y establecer de ahíla lístu. <le los Jctenni natív os
que se revelttrfan como tales en ese corpus. Pero habrfo ailí un forza-;nic:ito
y e:;e abordaje de corte científico pasaría. completamente al ccstado de
aquello d-e lo que se trata. ya que por lo que se reiiere al deterrnin::nívo en
juego sólo es cuestión de señalar siempre una sola y misma cosa, a s ab~r. la
simultaneidad de dos rasgos como sigr.ific:i.tiva.
198: / ur.cirin per1ec:.4torla de !a lerru

Los determínati vos no son equívaiemes aquí solamenre en tanto que


detennin.ativos, sino también para el terreno que señalan. Este terreno es
siempre e! mi:>mo; no es un terreno propiamente dicho, porque 010 es un
campo de la significación, sino la significación tomada como campo que se
cncuentraéesígnadocada ve1,. Lo que dice el determinalivo es que un sentido
anida en la simultaneidad de dos rasgos: y poco importa a.sí cuál es el
dete::minati vo utili;:ado en ese momento, ya que nunca determina :nás q11e el
hecho mismo de e~e sentido, ese sentido como hecho. Esto equivale a decír
que el determinativo no es tomado, en sí mismo, e:1 una codificación. que no
tí ene, hablando con propiedad, cercanfa ::en otro:> deterrni nativo~. ya que
cada uno de Jus otros es "él mi.'>mo" y entonces no r.ier.e ningún pedazo de
terrirorio que disputarse con él. Esta equivalencia completa (es a Ja vez de
fu~cíón y de ci::urrencía) hac:::, a.sí, de cada determinativo un .signific:rnte
liberado de su significado, liberado entonces de la codificación; por estu,
cada oct1rrcncía determinativa re~ulta ~er sígnifícanlc no en el sentido
linguístíco sino psicoanalítico del término "significante".
Resulta de este an:íllsís y del U.e la interprd:J.ción delirante que, cuar.do
calíficarr:os de "delirar.te" una interpretación o una intuición, queremos decir
con esto que está en juego ahí, parad Sujeto, :.ma literalidad que preferimos
esquivar, en la mayoría de los casos, sobre la que se cree preferible hacer
rodeos.
*La i11t~::pretai:ión delirante es un11 le-::tur.u que se apoy~ sobr~ la homofor.fa;
esto es, que Jebe ser tanto m<ís iitera! -más precisamente translitera!- cuanto
que se trata ahí de fundar la certidumbre de que, en lo que .surge como
signifinmte en el lugar del Otro. no hay otra cosa que lo que es leíúo. Esta
literalidad revela así que no hay persecusión más quede la le era y que algunos
(se los llama psicóticos) se ven obligados a producir permanentemente. a
falta de demostración, su asertídumbn:.
* En Ja intuición delirante se !rala igualmente de u:-ia lectura. de un mismo
jue~o de pregunta!respuesta, de la daboración de un escrito desde una
lectura. pern hay supl•?,'lcia del soporte homofónico por !a intervención de un
determina:ivo que viene a <lesigr.ar ~en el lugar Je la homo:onía qui:: realiza
esta :m.licación "por sí mísma'. ') una simultaneidad literal '-=Orno persecutoria
por ser significante ... de no se sabe qué. salvo dd hecho de que es sabido que·
se lo sabe y Je que :ihí está la penecución.
La excc!cnc!a úc la simultaneidad como hecho de icnguaje es la homofonía.
De al! (su c:~r::ktcr p.:-ivilegiatlo frente ::i diversas "eJfar.ons" (mf!nc:us:farons,
borrar: ejjacer) del cqufvoco significante. ·'L'hc•mme au faux nid'" (".El
hem br~ dd falso :iido". llomofonia ce: ¡homophoni~ !) cornu lo escribe B.
r .apoi1:te (t'.s\e falso nido es, parad :::itado "hombn~"- d l~nguaje mismo:
átl d iscordia paranoico 199

cuanto nás se autoriza a su palabra, más falso suena) da su apoyo al modo


m ás inevitable del chiste; constituye en gran parte la sobredetcrminación con
que :>e relaciona el síntoma neurótico; sirve <le sop<Jrte a la intrcóucción de
todas las escrituras llamadas ideográficas. Quiere decir que su intervención
en el campo de la p.:;icosís no lo especifica para nada.
Freud no descuidaba, muy por el contrario, Ja impor:ancia de las relaciones
de simultaneidad: "El (el sueño) resriruye un encadenamíen10 lógico bajo la
forma de· la simultaneidad; procede así un poco como el pintor que junta en
un mismo cuadro de la Escuela de Atenas o del Parnaso a todos los filósofos
que nunca estuvieron juntos en un pórtico o sobre la cima de iuia montaña.
(... ) Cada ve?.: que aproximados elementos, garantiza un lazo par;icuiannen-
te íntímo enrre los elementos que les corresponden ert los pensamientos de!
sueño". El lector notará que la intuiciól'l delirante no dice ocracosa, en cuanto
al carácrer significativo de la aproximación de dos elementos que lo que dice
aquí l'reud. Pero la continuación de esta cita donde freud apela al juego de
dos modos de la ew:ritura, uno alfabético y el otro silábico, no:!s menos capaz
de confirmar el lazo de la simultaneidad con lo escrito: ''Ocurre como en
nuestro sistema de escritura, AB significa que las dos letras dzben. pronun-
ciarse como un.a solll sílaba. A y B separadas por :.m espacio en blanco son
reconocidas, una, A, como la última letra de una palabra, la otra, B, como
la primeni letra de otra palabra" 1?.
Una vez que hemos marcado de esta manera el lazo de !a simultaneidad con
Ja escritu ~a. seguiremos sorprendidos, a pesar de todo, de ver a Freud
lkvando la cusa hasta que ésta le enttegue el hec;ho mismo <le !a asociación
(die TLJlsache des Assoziation).
En efecto, sabemos que en su esquema del aparato psíquico del capítulo VTI
de la Traumdeutwig, Freud d a la simultaneidad como Ja ley del primer

simult:ineldod

51 S: s, S,

1
• S. Freud. Die Trc,m4eu1ur.g , G. W. l l/Ill, Fischcr od., ~· Jl9.
,
sistema de registro de las huellas mnémicas, el más próxírno a Ja percepción
y, por !o tanto, el último que es atravesado antes de que el sueño se realice en
su fonna alucinatoria.

Las huellas perceptivas se inscriben primero en S, y son ordenadas allí según


el principio de la simultaneidad. "Eso mismo, escribe freud, es lo que
lla1namos el hecho de la asociación." Freud deja sin precisar las otras
mcdalidades de la inscripción, las definiciones de cada uno de los sistemas
de registro 5 2• s.1, ... Pero al darse esta diversidad misma después de haber
excluido el sentido como razón de la simulraneidad (ya que la simultaneidad
es, en S ., la razón de la asocíación), delimita el lugar de una operación que

no podría ser ní una simple t:anscrípción de las percepciones que actúar.
sobre el sister.1a P ni una traducción de Jo que setía su contenido. sino "otra
cosa aún" "'1 que no parece posible situar de otra manera que no sea como
transl:teración.

EilcCntraremos también e:>ta operación perfectamente descrita er. el comen-


tario lacania¡¡o deJ usu de la simuJt¡meídad homofóníca que muestra el
presidente Schreber_

El panel de la homoftJnia

Schreber :r!mhi6n da test:morrio cfo un.a prn<lucción homofónica que consti-


tt:ye re;;puesta; et; eso, su ex?eriencía se superpo ne a !ade \1_ y a la de muchos
otros.

En el conílkto de !::chrcbcr ;::o;; !os páj<.tro:> mifr:grosos, la homofonfa es 1.1n


aima decisiva que lleg;1. hasta permitir que se ponga u:i término, aunque sea
provisíonal, c. la pers:::cución. Lus pájaros mí!agrosos son una ílUeva
preser.tación, en cierto momento del deliria, de los restos de "vestíbuios del
:::ie!o", es decir. ce almas de personas que tuvícrcn ac::e~o a la beatitud. En
la tensión permanente que existe entre ios rtervios divinos y ios de Schrd:er,
los pájaros milagrosos, que son pájaros parlantes. son ronadores de mensajes
prefabricados que Schreber toma en cuenta corr;c "veneno de cactv~:-"
porque :i.puntan o a matado o;; concluir el aniquibmiento de su razór.. Esto
es lo que escribe Schreber sobre su forma de evitar lo peoí cuando estos
pájJ.ro:; se dirigen a ~l. scbré su fonna de borrar d mer.sajc en venen:iuo:

"Los prijaros milagrosos no entienden ei sentido de las paiubras q ue pr~nun ­


..
cian; err cambio. !larccen estar dotados de una s~:isibi lj c!ad n:imr.11 o ia
hornoFon[a.
'.) ~ " oc1Jo::-..c!os
En efoc:o, si perc iben -mientr:is esc::\r. muv ~
e:i esoe!.ar
...

*'S. Fr::uc.!. Dre Tru:Jmde:J!:ing. G \V. U/fE. p 55.¡, (r:n c:sp~ulol : ~. Fr!c!l CJ.7,·-Js Compl~:-::.::,
Lu cnl.!rpre~~,.:if.)n d~ los sueriCl3, t. V • .~morrort:.i e.U., U.n;:tos A11e~. 19~6. Pf · 5~ t.. 542.)
del dís~ordio poranoic<> 20:

sus frases aprendidas de memoria- ya sea en las vibraciones d<~ mis prol>ios
nervios (mis pensamientos), ya sea en las palabr<l.5 que se ciicen e¡¡ mi
proximidad inmediata, palabras que <lan un sonido idéntico o c;ercano 2!
sonído de las palabras que deben descargar, esto crea en ellos, al parecer, un
sobrecogimiento que los aturde completamente: por medio de esrn vienen,
por así decirlo, a caer en la trampa (donner dans le pcumeau: a caer contra el
panel) de Ja homofonía, el estupor les hace olvidar las frases que quedan aún
porrecítar, y hdos aquí repentinamente dados a la expresíónde un sentimien-
to auténtíco" ' 1•

El signo del "sentimiento auténtico" es el rasgo en que Schreber recor.0ce,


"en la evídencia"' .-,, que los pájaros mílagrosos son :intiguos nervios
humanos. Su hurnaníctad aparece cu;ir:do, tras haber recitado :;us frases
trilladas, dicen la pa.."tc que pud;cron tomar de la voluptuosidad del alma
encontrada por ellos en el cuerpo e~ Schreber. tl<fo.nifiest;in entonces ese
"sentimio::nto aut¿ntico" con las palabras "¡Vaya tipo!" o tambü:n: "¡Ah
caramba, mini.'", pabbra.s que, ~on:o el ''hum hum" estudiado rná.s arriba.
intervienen como dcter::rünativ0s. Estos detenninativos se refieren aquí
-
también a la significación en cuantc t~I. pero indírectamente, ·· a oue son el
'
signo de que los pá¡aros pa;lantes cayeron efectivamente en la trampa de la
.
homof{;nía, es decii-, son algo que, al distinguir al significante como tal, al
tomarlo como objeto. lo desune de la signíficación y por eso lo designa er.
vaciado. No hay sentimiento auténtico sino determinativos que afirman que
la homofonfa no deja de tener efectos en el Otro.

En su relación con los pájaros milagrosos, echando desordenadamente en la


interlocudón palabras homófonas a las recitada.~. Schreber intent.1 er.wnccs
detener la recitaciú -la descMga de l~!S palabras-ver.ene- atrayendo hacia él
-lado "humano"- le que en es<tl pájaros permanecerla tO(fa:vfa humano más
allá de la muerte. ¿Pero qué'? C omo determinativos de es¡a hum~nidad,
Schreber ::.scoge palabras susceptbles de ser signes de lo que comporta de
go¡;e la dimensión como tal del cifrado. Nu hay que buscar en otro fado el
privilegie de la homofonía.

Al aniquilanüento que le produce d machacar de las f~a~t:S prefabrica.ja~.


Schreberres¡::onde con la homofonía;:::. los mensajeros de los dioses, les po;ie
el pai:el, la trampa homofónica, como la mas apta para recordiides s:: antig•J<'
hemanid:id h~sta qce ea ese lug~.r del Ot:o, cuyus emba1ad~lres :;on los
pájaros. apan::zca el determinativo de esta humanidad.

Schret>er r.o exJgc~a la :r:1¡,0rtancío. de !a homofonía; basta con mirn.r un poco


rrLáS et~ c~rcü J¿ hlst.ori2 de las ~scritur3s, d~ las ortografías o incfu.:.;o de las

u n. P. Sch.re!:;~r. (>¡J. Cil. p. l 7S. { ~n t:spañol: o,?. t.'il. p. ['/)). "l*:!rnUr.os s.ubr~y::!d:)S pnr
puntuaciones para admitir que oo hace otra cosa que tomar su medida. Es
decir ~u e podemos dej arnos guiar sin temor por su testitnonio, hacer con
Schreber lo que Lacan, en un n1uy bienvenido j uego de palabras hon1ofónico
llamaba " au tor-stop" (auteur-stop). He aguí cón10 Schrcber delirrúta la
homofon!<.1:

"Ya lo dije, no es necesario que la homofonía sea absoluta; basta, puesto que
no captan el sentid<> de las palabras, con que !os pájaros disciernan una
analogía en los sonidos; importa poco que digarnos, por ejemplo:
"Santiago" o "Carthago"
"Chir.esenthum'· o "Jesum-Chri.stum"
"A.bendrot" o "A lemnot"
"Arinwn" o "Ackermann"
43
"Briejbeschwerer' o "Herr Prufer schwort" ere."

Schreber recor~a aquí el lugar del " tape-pres". Así cmno se dice que una
cuenta vale con la aproximación de·una unidad inás o menos (a l'unité p res),
el iremos que Ja hornofonía está <!n el tape-pres. El lape -pres es el nornbre de
:iU diferencia con la .asonancia.

En su estudio sobre la homofonía schreb::riana, al final de su seminario del


9 de mayu Je i 956, Lacan comenta esta separ<tción. La cosa se i1npone en
efecto, pues sí bien es ci&o q ue e.-;e ccrnbate, al que Schreher se ve obligado,
tiene lugar en u;1 ti::rrcno donde no se toma en cuenta el sentido (aquello de
lo que éi da testi!nonio), qued;t por precisar en qué consiste el arma
hornofónicil. L3.can ::iigue aquílos pasos de Schreber al precisar la dimensión
de la holllotonía de la siguiente manera: "'Es en el pla.r:o de una equivalencia
fo nemática, significante, puramente signífi:.:ante, puesto que vemos en
efecto que no llegaremos a dar en esta lista una coordinación satisfactoria
~o cre la necesidad de aire y el crep óscu lo (!a lista es la de las homofonías que
apureccn rnús arriba: "necesidad de aire"' y "crepúsculo" traducen respccti-
vamenle "'Ate:1111ot" y "Abendrot" . Lacan desca.<ta aquí. por lo tan to, la
hipótesis segú n la cual :a traduc.:ción como operación daría la clave del
asunto). ?odrcmos cncontrarlasiempíe, por supuesto. Pero es muy claro que
no se tr:l[a de eso en d fonómeno eleincntal Je! que, una vez más aql!Í,
Schreber, con toda su perspicacia nos lo pone en relieve en la relación de
Jf.!SU.nt· Christum con Chínesenthum; (en esta relación, Scbreber) les muestra
una vez. más has ta qué punto !oque se busca es algo del orden del significante,
es decir, de la coordinación fonemática: la palabra latina Jesum-Chri.u um no
esrá tomada aquí verdaderamente. lo sentirnos, m:is que 1::n la medida en que,

'' D. P. Schreher, "I'· c:i: .. ;>. 176. (E~ cs¡.-miol: p. l 7J)


dr.J discordia poranoir.o 203

en alentán. la tenninación tum tiene una sonoridad particular. Por esto, l<l
palabra latina puede ver.ir aquí como un equivalente de Chinesenrhum" ~.
En e! fenómeno elemental no se trata de un modo de la coordinación que se
prestaría a la traducción. Este punto, subrayado claramente por Lacan, es
verdaderamenre decisivo: al excluir que esta lectura pueda fundarse en el
sentido, .la.can da a los rénninos en juego en el fenómeno elemental un
estatus que los hace equi\!a/entes a nombres propios. A decir verdad, esto
está en Schreber. pero no es poca cosa que Lacan (en lugar de decir minucias
en este punto. de limitar su alcance) pura y simplemente, ratificándolo, lo
confírn1e.
¿En qué consiste entonces el otro tipo de coordinación, ese quc se califica de
"fone1nático" y de "puramente :;igníficanrc"? ¿Bastaría aquí con rentitirse a
Jakobson para encontrar definiciones que son ahora clásicas? i\fás bien
escogeremos consultar las precisíones que están en d textl3 mismo de ese
seminario: "Lo ímpo1tante es que esto no es cualquier cosa como asonancia;
lo que es importante no es la asonancía. es la corresporuJ.encia ténnino a
ténnino de elenzentos de discriminación muy cercunos que esnicta.tnente no
tienen alcance, para un políg!ota como Schreber, en el interior del s¡sterna
linguístico alt!mán, (más que) por la sucesión. en una misma pal:1hra, de un::i
N, de una D, de una E •.5 ."
Cíerta1nente, no es una casui'\lidad si se pre~enta una ser.e Je letras en el
momento en que Lacan apunta a dar su esratus a esta equivalencia: en esta
correspondencia término a témúr.o que Schreber Introduce con el recurso a
la homofonía, Lacan localiza una puesta en equivalencia cte elementos como
tales, escritos.

"L:i transcripción que prc¡>oogo aqui <le ~s1e fr3gmento de seminario difiere notablemenrr. d~
la de J. A. Miller (cfr. ús psyclwses. Lo Seuil. Paris, p. 262. En español: Las p.ricoslJ, Pilid"-'·
p. 330}. La 3'anscripción pu bücad.'.l enmascara sus propiM éificultades, hace como si no
encontt=J ninguna. El medio que se escogió pam e<to es de b s más ~imples: se omiteo !~
fnl~S 4~e dan problema. De esto resulta una importune reduccicin del texto discutido ¡¡qui:
wdas las prcp<>siciooes desde " ... vemos en efecto ..." hasm " ... fün ~rr,..noe;e mental ...·· pasan por
el incinerldor. Pordemos mucho con eso. En p:ll"ticlllat', poder ver que <I thmino d.,
"coordinación.. aparece en dos: ocasiones yque a_t;J liJcan opor.e aqwido:; 1ipos dt coordiM.ción.
Tgualmcme, ha desapatecido d "feoómeno elemental" q>1e. como s~!iemos. es decisivo en
Lacan. E.<ta última omisión oscurece, además. la frase que si!f~c. dooJe no sallemos ;o q'1e
imp!.ic.'\ ~¡"lo qu<: ;e busca", ya qut no hay nada que ptecite a partir ele ~s~ mome~to que es::i
bésqod~ <sel fenómeno elerr.enial ,,Usmo. En esca frase, el verbo tomar("tomaclo") oa siclv
orni:iJo, lo que cba !atquiva;eoeiaen ~uesQón un ispe~toestáóco. hac::: cic ella clgo que hubiera
e~LJ\:lt' <lhí ya desde siern::re. y e•Jacúa así el v:1loc óc respues1a Je! recurso ho1nofónico, nac:~
rne~os, entone.es. que esL~ 11:lación con el Otro que e., lo que est.3 eo juego en el fonti~no
d"mentaJ.
'J No sahe1nos :?q_i.;a! ccmspon<le;i esas~. D. E. yf.l 4ucla cster.ó~J.faco :iopo anotnr el cj~:n;:o:o

que disc~cc ene se momento !.<lean. Leemos. e~ efecto. justo 8.llteSde esta ci ra : "No es c"alquie:
cosa ln que es c..uiv 1!.lcntc oc ... ~s ...• no (.5cualquier cnsa como 3Sor.ancia.." ¿Quier:, ·=iycncc Je
oque 11~.s époc:i.s. podr:í :leo;ir l{)S hueco.~ 1 U. propcsición subrayada. JI) fue por rtú.
,
Esto quiere decir que la correspondencia definida de esta manera sólo es
situnbie como transliteración. Algunos seminarios antes, Lacan había
disociado (el 8 de febrero de 1956) lo que contituye el dísclll:so· y Jo que
depende del sonido: "Lo que ustedes oyen en un dlscurso, es otra cosa
diferente de lo que se regístra acústica.mente." La respuesta homofónica de
Schreber a los pájaros parlantes, cuando provoca el r~torno de s:.i humanidad,
revela 2sí que ellos han ubicado allí los elementos discretos de su propio
mensaje, elementos literales en el sentído de Lacan. ya que la letra.se define
er.!cnces er. él como la discreción significante misma. La letra como
"estructura esencialmente localizada del signíficante" está fechada el 9 de
mayo de 1957, o sea un año, :.lía por día, después del seminario d\.s::utido aquí.
Dist:ng•Jiremos entonces. en adelante, con Lacan, /a asonancia que es, en el
imaginario. la mar.era de concebir la homofonía cuanJc la escriturase pie!'lsa
como trnns.::riptiva, y la homofonía que es, en el simbólico, el nombre de la
ape-:-:ición de !a t:ansliterlc~ón cuando adquiere voz. El lape·pre:r desígna
esta oposición cerno irretlui:cible.
Una cor.fi;-rnac.:íón: en el escrito que retoma este seminario sobre las ps icosis,
Lacan subr:iy•l esta consubstar.cial:<lad de la literalidad y d~ Ja homcfonía
abordando esta última como "la dimensíón donde la letra se manifiesta en el
incon:>dente" 46 . Este texto, que da como "sinc:·ónica" a est~ homofonía (lo
que fue cicsigni.tfo aquí mismo como simultaneidad), supone entonces la
posibilidad Je u11a cor;:espondencia $incrónica <le eiementos. Basta;á ccn
agregar el " término a tér.rúno" de !o que se ~ ncuentr:i así co-ordinadn, y
tend:-eríllJS el conjunto necesar:o y suiic.:iente lle ius elementos que cor.slilu-
yen 1:i. tnmsEtt:ración.

Recordaremos <1..:¡uí que, ~l


utílizar est:i corrcspondencía de elementos ce
di.scrüni;u:c¡ón cc:-canor. (el~:-nentos líternles Je las escrituras jeroglíficas y
griegas) g:-aci::~ ai ·':1!:::) homofónico que le JS<egurnba la ilO traduccíón del
nombre propio c:n c;.;::.:;co tul, ée esta manera, al poner a actuar una regla para
13 transliternción de :ina a otra de la<> dos escrituras_ Champollion pi.:do lleg::ir
a leer los jcrog!íflcos de una manera diferente 4ue U'1 Kirch~r.
Así Schreber (pero los otros casos estudiados aquí invitan a ciar a su
testírnonic el estatus de úÓ uno disee omnes ), en su ~elación con el n~ac:rnc:ir
de lo:; pájaros parlantes. al tenderles ei panel de Ja homofonía, procede .1 la
misma operación que Champollíon, quien no despliega menos ese panel.
U.-:o y ·Jtro sólo se difere:-ici;m en esta operación por un :,echo, pequeño y sin
ernburgo verdade:amente decisivo: Schr~ber re:i!iza, sobre "centenas y
miles" 4; de o;:jerr:pfos, una trnnsliteracíón que debe lograr evitarle cada ·1¡;z
e! ser aniquibdo, mientras que Ch<lmpoiEon es uesti,uido su~jecivarn:::nte

.., J. Lacon, Üri!.J. p. 569. (En <>pañol: J. l....lc..:lll, Es:riM.<, ¡>. 55!).
''D. P. Sc~rerer. c>p. cit., p. 176. nota no. 90. ( Ea español:?· l 73).
d~J d1.scordi:J pcJronorco 205

por este mismo 1ogro: en el momento mismo en que se le eni".::ia a otro, por
prirnera vez, cae. desvanecido. Entonc~s. no está en cuesti\ln ~u ·. ;u:6n, siiio
su destino.
Este resultado no debería casi sorprender, ya que no hace más que tomru- al
píe de la letra la ofirmaciór. princeps de ese seminario sobre las psicosis.
donde Lacan ide:Hifica la lectura hecha ;>or Freud de Sc:rreber con un
"descifrado champollionesco" ' 8. Si, como lo dice tambit:n, Fre:..;d legra así
"volver a poner de pie el uso de todos los signos de esta lengua"·~. es porque
la cifra en que cor.sístía era el f1uto desecado del¡¡ oper;¡ción mbma que iba
:: µroducír su desciframiento.
¿Hay algún otro interés, que no sea metodológico, en esta ubicación que se
ha vuelto posible por la distinción aquí efectuadú.de tres cperaciones que sor.
Ja transcripción, la traducción y la transliteración? ¿Hay, apanirdc esm, una
gananci<.1 para el abordaje de la cuestión de la psicosis" Re~pondo t:rnto mas
aiirmacivameme cuanm que esta ganancía ya fue indicada. pero só(o como
al ;>asar, y entonces que ahora sabemos qt:e ne :;;e trata más que de r(.':forrr.ularla
y de ex~raer sus implicaciones más inmedíat;i,s.
El significante en la. psicosis resulta equivalen!e a w1 nombre propio. Esto
es lo que quiere decir que permüe no una traducción síuo que se prestil.;;, una
transliteración que define su lhcralidad y lo :iace ir.terveni.r por esto C('mo
persec1:rnrío.
Así, e~ te ''¡::u tomntismo de 1a función del discurso" so, ql:c Lac~n adm1 te como
característico del hecho psicólico, parece consis;ir en unr. pululación e·~
equi vah~ntes de nombres propios que el p:ücótico ~n::uentra ta!l.to en el cJello
de un enfermero ("ce11u lofr!' ir:;;is 1i <ern.<ln "C 'est Loulo:i Lloyd") cc;no en u!l
significante ct¡cho dlrigié:1dose a ella ("Salur" tram;J;ter:;Ju: '\a elle eur"},
evocado ~ür la situación ("te •petit étair gené"), o inciuS(> alucínado (los
milbres de transliteraciones schreberianas).
Admitica como un hecho esta equívaler.ci::i, resultar<\n Je ella ~ierto r;ú:r.cro
de consecucncius; en p:mícular, podremos pretende:: aproximarnos, desde
ahí, o. la difícil cuestión de !a forch::sión. Pero antes, convier:<: dar bgar J. un
esmdio del nombre pro pío tomaco como cifra. En efecto, si los rasgos del
celuioide sobre el c'cidlo <le! enÍemero o e! alucinado Chinesenthum valen
Jo que valen los rec1;«rlros de Ptol.:imeo y de Cleopatra, ¿qué definición del
:io.!'11bre pro¡,\;) se er!.z:uentra utílizad;,i cu••.;1du, ~n la psícosis, ~: signíiicnnte
es señahdo ,.:orno equi v'21ente de é:?

- --
H.~. L~:Jn, E,r:r.t.::ur;.•,· /•! :1a'ie.'l!;es ...• op. :;l1 ., S1;:runariu de : :s .:Je ...,,,.~l!'~b-cc . !:"' i956
~;i: L3cau. E.st.-ucturr!S_fr~ ~.!I.•r..~e» . . , o;i. .:it., St'.HUnar.~ ;ji;:l l"" .:le ¡,'\ar::.o ·ic 1t!56
ti) /bu/
El color del significante

H:lsca donde yo sé, no hay ninguna definición del nombre propio que se haya
apoyado en su notable especificidad en el desciframíento. No es que esta
espedtícidad no se haya localizado explícitamente: respondíendo a numero-
SJs necesidades de una información hoy uni versaiizada. de una información
que debe atravesar la dí vcrsidad de las nacienes, pero tambiér. de las culturas
y de las escrit;;ras, ai!!unos lingüistas se ocupan en estable~er convenciones
para la translitt>rnción de Jos nombres propios. Por su parte, los servicios de
Ja cifra sJben apoyarse en el hecho de que Jos nombres propios, si bien se
cifran, no se traducen. Pero el efecr.o obscurantista de la división de los
campos del saber es tal, que entre estos dos campos y su abordaje ·~n lógica
se abre la trampa donde se desliza como si no tu viera importancia el hecho
de que el nom bre pro pio se translitera.
El nombre propio sólo se translitera porque depende del escrito. Que el lector
se remita, si lo desea, a la dbcusíón del debate entre Russell y Gardiner donde
vemns a Lac:ln, t n su seminarío sobre !a iclentificaci<)n, abrir su camino entre
dos escollos que se ofrecen para que venga a chocar contra ellos la cuestió n
del nombre propio. S'JS dos veces "no" (no son equivalentes) desembocan
en la tesis del carác1er estrictamente escrito del nombre propio. Al querer
precisar el alcani.:c de este 5cñalamícnto lacaniano no se me apareció
simplc:ncr.tc l:t :a:ta de una definición del nombre propío como cifra. sino
rn ucho rnús: e: de :«.:e to anotado rt:su kaba :;er el producto de una <: :x:c1us¡ón
localizable de manera precisa. El nombre propio como cifra era localizable
como Jo que su abordaje en lógic::1 debía t:xc!uir para constítuirse.
No se excluye q·x~ est:i P.Xclusión de principío haya ~ido una de :as razones
que condujeron a Lacan a apelar a ocra lógica, una lógica <le la fantasía, una
topo-lógÍCJ. que primero tomó el aspecto de un;i lógica que se escribiría r.:on
las superficies •opol&gicas dásícas y que luego se focalizó no como lógica
modal, sirio nodal. como nodologfa.
Lo. ex:::lus ió ~ localizada se presentabú ~ntonces como una verdadera encru-
cíj ad:i.. Es di!~'.r que se !rata prir:icro de haccda valer ·::orno hecho allí donde
es operante, en los padres funpadores de lo que se Iiamó, apres-coup. el
logici:smo.
Frege, en su arrículo "Sens e! dénolaiion", escri:::e esto: ·· ... ¡:¡or ·•signos" y
"nombres'', yo entiendo teda manera de designar que juegue el p;¡pel de un
nom bre propio: aq11e\-!o cuyadenomción es un ohjeto determinado ...";y justo
después, cr: el mis mJ .;><írrafo: "La designad én de un objeto .,ingular puede
c()n~í stir en v:irias ¡:¡al:i.bras u orros signos. Cor. fines de brevedad, llamare-
mos nombre propio a toda designación de ese tipo" i i. He aquí ahora. de la
pluma de Russell: "El nombre mismo es sólo un medio para indicar !u co~a
y no interviene en la aserción que usted hace de ta! manera que. si una cosa
tiene dos nombres. usted hace exactamente la mismaasercíón sea cual sea el
que usted use" H. Con estas citas, podemos captar inmediatamente el
problema: basta con ímaginar a Russel encontrándose con Schreber e
intentando hacer que 1dmlta que el nombre no !ntervicne en la aserción que
se hace. La asertitlumbre del segundo es es1rictamente opuesta a la aserción
del primero.
Es claro, ante todo, que la extensión qui! se da al nombre propio (Frege llama
"nombre propio" ianto a una pal3brn, como a un signo, una combinación de
signos, ur.a expresión, una proposición afirmativa: esia extensión es el
rev~rso de !u "breve:fad'' ..¡ue muestra) es solidaria con el gesm que fr. mda su
definición e.'1 la referencia, en la denot:H:ió!l o incluso er: la relación de objeto
en el sentido en que se diría que el nombre propio ªrelata" el objeto. La
referencía da su fundamen:o a este abordaje éel nombre pro_pio, lo que se
comprueba en el hecho de que es la base del principio de sustituti vidad.
Todos !os nombres propios que tienen como rcforenc;a un mismo o bjeto son,
por eso, equivalentes y. _?orlo tanto, sustituibles unes por otros saiva ve rita te.

Ahorn bien, sí tomarnos en ·::uenta el nc mbre propio como susceptible de


comenz.J.f ;m descifrarr.:ento. aparece el hecho de que esta perspectiva no
pue{:e o::urrir más que en un campo qm: difiere, fundamentalr!lc:itc. del que
regu!u el pt incipio de sustitutividad. Desde el punto de vista de la cifra. no
hay eq:.iivakncia entre:
CL.EOP.-\TRA
y
L\ EGIPCIA ENA~10RADA DE CA YO n;uo CESA~
Y LUEGO DE MARCO ANTONtO
•• •
Para e! desciframiento, fue d~cisiva esta con~ir.uídad de elementos de
discrimin:ición muy cerc~mcs que compone el nomhre de "Cleopatra",
elementos que no deb ían ser cualesquiera. y::i. que d comienzo del
descifr:lmie:ito sólo fue posibie porque algunos de ellos se ~nconuaron tal
cual y en el lugar cor:-e::;to en el nombre de "Ptolomeo··. O\ro no mbre para
·'Ckopatra" podría h.:iber tenido el mismo referente pero ne t,~n~r ninguno de
lo s t::lementos del nombre de "Ptolomeo"; ese o tro ;rnmiJre no habn'a sido,
_?ar a Champollion, de ni r.gu na ~t! Ji dad. C o ntr:iri::im ente a R ussell,
C'.1ampollio;;, corno Schreber. p:irte del principio de qut: el nombre interviene
en b asercíé n que se hace.
La oposic!ón '(lie se ha mostrJ.dc :iquí >e p:.iede resumir en :Jna fórmula: h
logístíc:i defw e el :-iombre -¡:ropio como una transcripción det objero (la

<t (i. ?'~cg'.!'. Éc~t<:t fogr·,,,~,e.'i 1-:f ,-,iiiloJ~'¡:J~ü¡i.4f!S. L~ S!!!JH. PJ.ris. l Q71. ?P· 103 y ; 04.
I3. ~\Jsseil ciw~o ~o: F R..:·;:.in;;iti. : !l /..;J rrc.1r.Jpurr:ncr ttl J ·~..:rr;.>ncr:.i!1r1~. L< Sl."~11. P.:.u-:s. i 9 :'(),
1
'!
, p. Jé
sustirntividad es la equivalencia de do.~ o varias transcripciones cuando la
denc)<ación es la misma); Champollion lo define como una translireración
obligatoria. Schreber responde igualmente a Chinesenthum fuera de toda
preocupación por una referencia común.
Perr., sí bie:1 la dístincíón de la transcripción y la tr;.insliterdción permite leer
en qué difieren estos dos enfoques. es necesario t0davía decir cómo se sitúa
cada una frente a la traducción. Es el mínimo exigido por la diferenciación
de estas ües operaciones.
Apare~ Je! asunto de !a trackcción del dctemünativo, es decir. curiosamente,
d..: lo que no se traduce (no descuido este punto, que será tratado largar.iente
inmediatamentede~pués de ladiscuslón presenle.),es notable que Champo ilion
haya po<lico construir su "alfabeto" sin a.poyarse en la tradncción. Si bí~n
kleo - p!<lra puede traducirse como "celebridad de la descendencia", no es
por ese sesgo que ::.ste nombre jugó ~n papel en d desci fnm:íento; y cuundo
éstt~, mu1:ho más avanzado, pu<lo po!lerse a hacer hipótesis de traductor, fue
p:ira ponerle l2 '!lar.o encírna al significante equí val ente en Ja lcngu::: copta
y, por ahí, reg<t!\:J.r a la horr.ofor.fa cuanuo el nombre propio ya no era el que
aseguraba este apoyo homofónico. Esto corresponde, por otro la.do, a U:l
seg'.:ndo '.ie:r.po del descitramien:o, a un tiempo que ya :10 es de apertura sino
de confirmación.
En cambio, si se define el nombre propio como \ranscripción, estamos
nh!igados a apelnr ipso fuero a un sentido. Esto se lee peifcctamente en Frege;
es tan:o m:ís decisivo consultarlo aquí cuar.to que lo veremos :mroduci::- en
::sta discusión, él mismo, lo que llama eres "niveles" que son exac:amente
correlativos de !as zres operaciones que son la rranscriµción, la trn.duc:::icín
y h tr:rnsliterncíón. Encontramos enwnces en Frege una confirmación del
interés de considerarlas como un t:!ptíco. Nos proponemos entonces
est:óle:::er cómo la logística y una ler.:tura del desciframiento toman de
maneras diferentes su asídero en estos tres nive!es u operaciones; un cuadro,
a pe~ ar de cierca ;iesadez, y de las simplíí:icaciones a las que procede. dará su
valor, sin embargo a c.stos diferentes asideros:

1 Nlv""ELES . OPERACIONES cr;..-R::...DO LECTURA D.EL


'LOGICO o····c-i·R. •¡·~~~o
,..:.~ 1 • .:Ji.f•' Je~ : l /

!::-~.;ene~:- j -~ranscri~~ió!l
~-+-~~~~~~~~ ~

SI NO
1 ~;:.~iúo : Trndt:ccron ~o
Color Translicer::ic:6n NO SI

P:.rn cxpi!citar !a o.rticu:tc'.ón (~n tre e! :;eníiclo .v '. a dcnot:i:ión, Fre~e const::u-
~

ye d siguiente esquema:

,
Nombra a. cada una de las u es rectas que unen a cada uno úe los vértices del
triángulo con la mitad del lado º?uesto: a, b, c. A partir ue es~o, podemos
denotar su punto rlc intersección (existe una demostraciór: maremitícade su
unicidad) de di ferentcs maneras, diciendo, por ejemplo: "i ntersecc:(ín de a y
de b" o también: "int¡:rseccíón de a y de e". Estas expresiones son, para
Frege, ncml::res propics del objeto. Denotan efectivamente e! mismo objeto,
pero no t.iene:i el mi;;mo sentido. Como denoian el mismo ()Ojeto, su valor
de verdad es idéntico y son entonces sustituibles unas porot~as en un cálculo;
pero lo que vuelve posible el cálculo, lo que vuelve pcr.sable una progresió:i
del pensamiento, es est1 diferencia en cur.r;.to a1 sentido que es la 1r.ica que
puede explic:J.r que la sustitución no se reduzc:i. a un simple mar::ar .::i p~so en
el mismo sitio.
Frege sitúa el se!"ltido defin:do d::: esca rnaner:i. como lo que la traducción de
un e'.lunC:ado es susce_;:¡tible de transportar. Por esto, es muy notable ;¡ue lo
q·.Je se sostiene de esta ma:icra despeja, en vaciado, algo que, en cambio, es
dejado de lado por la traduccíón, pero a lo que Frege no duda en otorgar el
estatus de un "nivel". En esa bolsa que reúne Jo que queda como ::esto de la
traducción, a:;reg:..t :..t bs "represent1ciones asocii;.das" (s;:;hjetivus, singula-
res, no tnmsmí;;ible:; salvo si se sigue un "camino que nos Jle'laría demasiado
lejos" SJ), lo que él llama el color y la bz d.:: las pal;ibras, de las cxp;csioncs
o de las proposiciones. E~ rcct:azo de esrc nivel es fundadcr de la ideografía
fregeana. Pero ~St.1 rün¿ación, que ;:r:cue:itra su lcgitimíéad en ia fe-:::mdidad
de sus consecuencias, se vue::l v.: el punto dor.<lc se inje:ta una aserción que es
verdadcramemc abusiva, ya que Frege enuncía que, de estas repceser.tacio-
"es ;isociadns ";101.;s pos ibk ha~er una cum¡.mrai:;ión rigurosa", o tamhién c¡ue
"este color y est:i luz no ciener: nada de objeci vo". Tomarn~o en c:~cn:n la
import.111cia ée esca disc:.isión. reproduzco aquí lus dos párrafos de "Sens et
d¿notatíon" (Sen!Ído y éenot:ición) que me parecen condensar mejer en un
mínímo de lugar el conjunto de estos datos: distinción de los niveles, lugar
de b traducción, ges~o de exc:u:;ión con ese $up.".emenco de la afirmno.:ión del
cad.cter no objeti vo de !o que es rechazado:
"En esta.o; observaciones, poc'emos ver que las palabras, expresiones y
¡:irnpo:;iciones com?leca.;. pue:ien ser com_?ar<ltlas a trf'.s !li veles O bien
d~fiercn toma:ido en c·.ient(! !as recresen1aclo11cs asociod~•s . o difieren tornan-
21 O fun~ión p~ rtecYsoria u"e .•a letr4

do er. cuenta e! semiCo, pero no la denotación, o difieren tarnbíén por la


denotación. P:ira el primer nivel, debemos observar que, como el lazo entre
las representaciones y las palabras, uno notará una diferencia donde otro no
la verá. La dikrencia entre una traducción y el texto original debe limitarse
a este primer grado. Se podrán tolerar también las diferencias 4ue se refieren
al calor y a !a luz que la poesía y la elocuencia se esfuerzan en Jaral sentido.
Este color y es ta lui: ne tienen nada de objetivo, y cada oyente o lector debe
recrear:as con b invitación del poeta o del orador. El arte sería imposible sin
cierta afinidad emre las representaciones humanas, aunque sea imposible
saber en qué medida exacta se responde a las prohibiciones del poeta.

A c~ntinm!ción,ya no se tratar:i de las representaciones ni de las in:uiciones.


Hicimos alusión a ellus con el ijnico f:n ce eví:ar que la representación que
se ha despeno.do en la mente dei oyente por una palabra sea confundida -:on
su sentido o su denotación" s4 •

Entonces, Frege iden¡ific:i 3q11í lo 16gico tal como él lo define con lo


trar.smisihle, con lo objetivable, con Jo que es susceptible de ~er juzgado en
c0mún, en poc:is palo.oras, con lo racional, y rechaza (es cierto que no deja
de m ostrar cierta vaci !ación) en lo irracional, como algo que corresponde a
la intuición, todo lo que no es estrictamente conforme a lo que del¡mita este
juego éd sent;d o y de la denotación gue es :a ideogr:ifía. A es~e rechazo no
le falta ni s iquiera el temor de l rt:torno inopinado de !o que cons!dera su deber
mant~ncr excluido: "Los lógícos ucsconffan de la ambigüedad dt: las expre-
siones en tanto que es la fuente de errores lógicos. Es, en mi opinión,
igualmente oportuno desconfiar de los pseudo-nornores propios que están
dc:.sprovis•os de cknotadón" ~j.

El campo abierto por Freud se caracter:za pcr no someterse a la alternativa


fregean:i.: en efecto, se truta del campo mismo de las "representaciones
asoci~das". pero se !e ha sus traído Ja suposición scgún lac:.rai lo que se jugar.'a
allí c~tu:ía fu:::ra Je la racionalidad. Al cor.de:isar aquí Jo que Frege
yuxtapone como lo que constiiuye ese nivel, lla;r,aré color significante a
estcis representaciones asociadas para indicar que es efecti va;n~!:te por su
coior que e! sigr.!fic;mte representa al sujew pura otro significante, que este
co ior es <!SO rr:ismo que se pone a brillar un inst:.mte cuando, en el apres-coup,
se vueíve :i.pare:ite que la oper:i.ción significante ccurrió fuera de la codifica-
ció n y que iI:iplicó en:o nces otro m odo de la referencia que la denotación
f1ege;!na. s~bemos que Lacao apuntó, en el objeto a minúscula, la única
referencia en cuestión en el discurso del analizantc.

Si bien huy aquí efe~tiv'.lmente


una escisión. ésta no podría cor.cer:-iir de
ningunJ manera a ia sc p::rruci<in de Ja racionalidad y de su ;;ontr::irio sino, en

., lhi.I.
~~ Frc5::::. rt1?. !:it .. ~· i 1'7
del discord io poranoicfJ 211

el lntetíor del terreno de :o racional, a diferentes paradigmas de la raciona:ljdad.

En un artículo a la vez reciente e interesante 16, C. Guinzburg se a¡::oya :>obre


el parentesco expuesto IXJr el mismo Freud 57 entre la técnica analírica y el
mécodo de atribución de las pinturas 4ue se funda sobre ciertos rasgos
(Zugerz) menores habítuaimente desdeñados (este :nétodo fue inventado por
el 1né<.Jíco y crítico de arte ~forellí), para introducir lo que él designa como
un "paradigma del indicio''. Este p:iradigma permitiría reagrupar, en una
misma familia que reprc.scntaría cierto modo de la racionalidad, a Freud, a
}ttorelli, pero también a muchos otros, entre los que A.rthur Conan Doy le no
e.<> el menos conocido_ La lectura, pura ellos, es inevitablemente
desciframiento; pero el desciframiento consiste en hacer valer, sobre lo que
la lógica domínantc deSC!<.:hnrfa, una racionalidad .;;usceptible de interrogar,
en una curíosa vuelta de las cosas. a la ciencia misma.
Lo que volvió posible este desciframiento. e igualmente Ja rcspuest;;i
schreberiana o la lectura "c'est Loulnu l.lnyd", es precisamente el color de!
significante; in<.:luso más: el significante como color. Él es el que llevó a
Lacan a decir que ei :malizante es poeta, es él quien obliga al psicoanalistJ
a prohibirseasirnilarcomo equivalentes un "doler de ~ráneo" (mal de criine)
y un "dolor de cabeza", ya que el prime~o puede resultar, pur ejernplo, no
escribir on:?. cosa que Ja dificultad del s:.ijcto, que designa él mismo así su
sfntoma, para craner (fanfo...rronear) por mjs tier.1.pO. Tomando como rasero
el paradigma del indicio, elegir ~notar "cefalea" es ya de:nasíado, es ya un
d~slizam iento, es ya una grosería.

Así, sólo el color significante p;:irece susceptible de hacer valer aque\Jo de lo


que se trata cuando se trata del nombre propio como cal. El nombre propio
no se define ni por la denotación (transcripción) ni por el sentido (traduc-
ci(lfl). Esta última ::iserción sigue s iendo verdadcru i:icliiso cuando conside-
ramos negaü vameme, como lo h;;.ce Gardiner. \a rel:lcióH éel nombre propio
con d s<:nti<.io. Dedr que d nombre propio es !.JnU m;¡n:u del objeto que se
<.:ar::icteríza por no preocup.:irse por su sentido es. una vez más. definirlo con
re!::J.ción al senrido.

Cuando el nombre propio se tor.i:i como un nombre propio, entonces se pone


de manifiesto que respetamos su color. Pero este respeto no es otra cosa que
el he:;ho de <o mar al significante como objeco; no es otra cosa, en consecuen-
cia. que aquella forma que Lac:in liene pura moscrar la constirnción del escrico
(cfr_ capítulo siete). Est;.i "effa(on.r" no es er.to ncc.s e:;pecífica del nor.i.cre

u. C. G\1initurg. "S~gnes. uaces. pistes", en le dib<H. rcvist.i mer.sual, GaJljmard. no. 6.


~oviem bre de 19SO.
'' "üeo que >u :ú!o<io (él dé More!li) esca muv ~rnplt~~c3do con la :écnica rnédic3 del
p~lcc-aoJlh;ts. .'\c-osrumbra c.ambi¿:i adi\'jnar por ra.~~os de3deñ~u:~os o no obo::crv~dos. por el
de~echo { rftf:J.t1(1 de [.a ob!-iervac:On. las co~as "~cret&t~ u .,)Culta:\" , S. Freuli. Essai.'í Jt:
psycha"al::se ~ppliqiu!e, tr~r.J. al írar.c¿s <ie ,\!. llon;1pane. Galli mwrd . t 9 78. ¡>. 24. (Sn es~añal:
S. Í'n:ud. Obra.; Cruuplctr.J.'r:, E.i .Yfoi.!dsJe )figue! ,\n~c:I. t. X:Il. .~morron\I ~<l .. 3ueuo~ .~frc:-;,
1976, p. 2:'7 .)
propio, sino que el nombre propio la ejemplifica: en el bgar cte! nombre
prop:o es inevit::ible este lazo de la estructura dd lenguaje ¡;on el escrito. El
car:'ict~r impronunciable del nombre propio no es, cor.traria."'Ilente a lo que
muchos imaginan, una exclusividad del Dios de Abraham, de Isaac y de
Jacob. El nombre propio no as:.1ena nunca, sino que se presta a la puesta en
juego de la homofonía (en el lugar de la referencia. en el defecto de la
referencia) a partir de lo cual se lee su color en !a tran~íiteración de su letra.
Lo impronunciable del nombre propio puede lastimar el sentimiento de
c ualquiera que, cotidianamente, haga del nombre propio un uso vocalizado.
Sin e::-ibru:go, un pequeño paso al costado basta pura volver menos sorpren-
de nte esta impronunciabílidad: evoquemo:; 1\Jore!la de Poe. que muere por
ser lla..-nada por su nombre, o aun. más cercana quizás por su cr.niemporanei<l:id,
cirare;;ios esa secuencia que ~1. Duras supo eievar ::il rango de un .sintagma
al uar~e, por su estilo, todas las resonancias: "su nombre de". é,Quien rro se
decidiría a admirír, sí '.':e ha dejado alcanzar por los textos de Duras, que sí
decimos "Su n0r:1bre de Ve necia", hay algo que está más cerca de la :verdad
del nombre qce :>Í se dice "AnnaMaria Guardi"? lvfas lejano, pero igualmen-
te preciso, ese relato de h teología egipcia que ve al dios Re envejecido
decidié ndose a pedfr ayi;;da a Isis (quien "era más astuta q•..:e millones de
hombres y millones de diüse~ y mi !iones rle e::;píritus" ) con el fin de volver
ue
a tener d poder gobernar ;;il mundo; Isis no cesa entonces <le hostigarlo para
que le re•:elc su verdaóero nombre, sobre el ¡;ual su poder esmba fundaco,
pues d ía píane:.i :iada menos q:.ie apropiarse de ese poder. Este es el final de
es.e texto:
Cuando !sis le dijo e Re: "iDíme m nombre, padre divino, porque
aquel sobre cuyo nombre u.no pronuncia un conjuro permane~·e con
vida!" - "Yo soy el que hizo cielo y tierra, el que anudó las monta1Tas
y creó io que est6 encima. Yo soy ei que hi::.o el ague: ... e! que hizo al
toro para la vacc;... Yo soy el que hizo el cielo y los misterios de los dos
hori¡;ontes, yo coloqué al!f las a/mes de los dioses. Yo soy t!!l que abre
los oju:; -así se produce la luz, el que cierra los ojos- así Je produce
!a oscuridad; bajo ::uyas órdenes se exiiende ia marea del Nilo, cuyo
nombre (sin embargo) no es conocido por los dioses, Yo soy el que ·
hizo !es horas -así nacieron los días. Yo soy el que abrió !as fiestas
dd año, el q:4e c reó el río. Yo soy el qr'e creó el f uego vivo..s oy
KHEPS E por la mañana, RE a su mediodfa. :\TOUl-4 por la noche. "
E: veneno no fue ·?::.puisado... Ef gran dios no estaba. curado. ~n.ton­
ces !sis le dijo a Re: "¡Tu :1omhre no esta entre lo~- qui me dijis:e!
Díme!o y enwm:es el venimo saldré. ¡Aquel cuyo nmnbre es pronu.n-
ciado, ése vive.1 " Pero e! veneno quemaba mucho. Ere más i éc/ento
que ta i!ama y el fu P.go 5~•
•, (:fr . E:r:1~ y R;.:n.~:c, Le. c:·vi11!.f..;!ü;r. J::~..rJt.i~n;ie. P=iyo{, Pt.tis. ?P· 337·3-M:l .

:Je/ discurdi•' puranoico 213

Impror.un::iable, intr;;.nscriptible, pero también no tniducible como ta!, el


nombre ;xopiodespliegasu literalidad con la transiilernción. La translíttr:ición
dd nomi::re propio le toma la palabra a la fonía (la phonie au mot, en fr::mcés,
anagrama de hcmophcnie, au mol phonie), a algo que sólo extra<;) su
consistencia del escrito. Este "falso nido" ifau.'C nid, B. Lapointe) nombra al
campo dei lenguaje en tamo que no ~evela su estructura más que por lo
escrito, único susceptible t!e mostrar el escrito latenl~ que lo constituye.
!lay divers<>S modos de abordaje de es:e campo y, por lo lamo, diferemes
definkiones de la le~ra, pero no sin que cada una tenga relacíón, empero, con
las diversas formas en que situamos Ja homofonía. Una confirmación de los
análisis precedentes lo :;:or.stituirá el hecho de ver al discurso logístico, para
ascntfil' u11a definición tnarkoviana de la ietra (la ~erra como idéntica a sí
mísrna por estar tomada '':;o lamen.te como un tüdo" SY), una definición muy
diforente de :a que es ímpiicada en el trabajo d<~ un Champollion (la ieir:i
corno "trans", como le!r:l de letra, como "estructur1 esencialmente localiz;,.
da"' de un significante no identico a sí mismo), d>,! verlo. digo. prese'.' ta;<. i.a
:'iomofonía como su honible pesadilla. Russell excluye Llquel!J mismo sobre
lo que Champo Ilion se apoyó. La argumentación de esta exclusión pas3 por
la presentación, ¿untos, de les dos enunciadcis que siguen:
1) Sócrates es inmortal (una preocup-ación por la verdad me obliga a
modificar ligeramente el predi<:l!.do de la célebre aserción).
2) Sóc~3tes tiene ocho llO'tra.~.

En 2) no es posible n:::ernplazar como e::: 1) el ncmbre de Sócrates por la


expresión codesígnatíva "el m;iestro ó: P'.atón... ni ta.i-npoco, pe.:-<:. rttomar
aq u[ d "el que" que no cesaba de no nombrar a Re en la lucha entre ísis y Re:
' "El q~e. filósofo, dijo a. su mujer que ella era la prueba de su pac:encia."
Según Russell, la cor.fusión tiene qL1e vercon d hecho deque en 2) lap;.:lai::ra
"Sócrates" no es e! nombre dd objeto que él de;i.ota e:; 1), sir:o más bie:l el
nombre de su nombre. Ciertamente, no hay r.iaguna razón para prohibirse
romar un ~ombrc prop:o como 1J11 objeto ct:alquiera que serfa d~notado por
un enunciado: Ese es el :::aso en 2): "Scicrates tiene echo letras" quiere decir
que d nombre <lel obj:::to, ü~nadu ~! mismo como objeto, tie;ie ocho lc~ras
y no el objeto uenmadu en l ). Así, hay par:i Rt:sse!l ex<iclar.1ente tant:i.
diferencia entre e! nombre de Sócrates y ei nombre c1e ese nombre co:no er:n·;:
d nombre de Sócrates y e! de ..:\rlstóteles. O r:'lás exac:amente, si :lo nos
con:ent:imos con enunciado;; de principio, hay qce dedr q~e habr:a ca.nea
di f.!r~r;cia en uno y orro caso si algo no vinier::i a. sug~:ir lo contrario. ¿_En qué
con~ isk e~o? Bien, pues 7recis<!mente en la h0oofonfa. Es <::!!:: b q~e
intrcchic:·:'! el equívoco q11,;: hace qu~ imagi:iem0s q•Je se tr:J.tn d".'.I :i:isTJ:o
---·---- -------------------
nombre propio en 1) y en 2). Va a ser necesario entonces anutar, reducir a
:::ero el juego de la horno fon í~ d isc!n guie ndo en la escri rnra estos dos nom bre:s
propios. sin que omitamos escribir que no denotan el mismo objeto. Para
hac~r esto, Russcll, después de Frege, usa las comillas. ··se sorprenderán -
escribe Frege·. quizás del empleo frecuente de las comillas. Sirven para
distinguir el caso en que hablo del signo mismo det cuso efl que hablo de su
4 . , ,. Ci(l
c;e11ot:ic1on .

La f orclusión localizada

En la escritura lógica. las comillas son un:i m:i.rca dererminariva que indicu
q¡;e el ::igno rr:ismo vule como objeto denorndo. Se trma efectivamente de un
determinativQ ;¡ue, como en la escritura china o jeroglífica, tiene a su cargo
la elimínación de un equívoco significante.
Recordemos que la ~ntervcnción del detecninat:vo permitió aquí óstinguir
:a interpretació n y !a intuición celirante; en ésta, el determinativo venía a
designar una simulta::ieidud significante como significur.te, mícnrras que,
para aquella. la hcmofo:iía misma determinaba la cifra que la constituye. Es
enl.onc:::.'\ claro ahora que las comillas de la escri1ura lógica .son idéncicas a
tos dererminativo.s de !a in;;.iición delirct:te. Como los detenn:nativos, ellos
designan como significante una simultaneidad que, en un caso (intuición
ddirante). está duda así par;; ser tomada er. cuenta, rnientrns que en la otra
(escritura lógica), debe ser excluida. De esta manera, la operacíón fregeana
de inu-oducción de las comilla:; es identificable con la que presen1ifiqué co:i
el "hum hum" sobre el cual perdonará el lector que to haya obligado a
detenerse tan brgumente.
Ader.Jás, c;Jando miramos de cerca el descifr:imiento de Champoílion, nos
encontrarnos frente a esta misma puesta en juego de una simulraneidad
significante y de un determinativo: el recuadro pennitió identificar !os
nombres propios como nombres propios, localizarlos, y éstos. como escritos,
,Ji oporcíon.:ron el ap<Jyo homofónico que iba a dar las reglas de !.::
:runsliter-Jdcín de los c:::.rac!eres jerDglíficos a caracteres griegos.
C n cuadro por,crá de manifiesto, mejor que un largo desarrollo, cómo .~e
ksprende. d e ~a convergencia Je !as discusiones ant::rior::s, una operac:ón
:n dos tiempos; cómo c~da una de las operaciones analizadas pone en juegn
a su maner::i un equívoco s lgniiicante con la cuestión de 5u levantamiento.
::¡mismo jucg:'.l de un detem1i nativo aparejado a una si multaneid;:i<l significante
na vez ider:tificado, podrá aclar:ir la operación de la forclusió n. Notaremos

" C. 1oc0 ;1c1 e (r.•b<n. "Eu a.dogiq'IJ il/)hi!nsopltu¡u•.<.. Cp. ~ll.. p.! ') .

TABLA 1

Sin ............ .. 1111 apre1m:i1i11 delimnre [T1unsl itGrnció11 de "celh1loid" a "c'ts1 Loulou

___-Y
d~1~1 111 i11u1tvo L111ytl", tic "Chine-sen1hu111" n "lcsum
C!instum" J Cºíl e:~ [ ri -)''
_.l ! ,,,.!
e l¡
Hu111ufóniru pum 10111ar en cucnl:i descijml/lie11111 1Hecu:nlro, lrnnsli lcrarión de <? e=. J

---------Y"' ~ (Chn111pol lio11¡


---···-··--·--·· ..
81~ llJI .TANEIUAD Co11 ~ y de
~
¿) .0
·s ¡o 1h e=;::- ~ o\
~ <:::::::> J~. \)
~
"
~l(;N~"C\
.
llctcrm10a11v ............._-........._....._ ·~~~-~~~- /

en ITl'OAMH.t y KAEOrlA l'l'Aj


fllllil ser ~xd11ídi1 E:!t:rll1ir11 lñgico ........ ........ (que d1s1lng11c. "Sócr:ncs" de Sócrates]
(Frege, f<u~sull)

' N11
l lnnmfónirn
Co11 ..... .... .. . .............................................. lnt1dcití11 dclim11te
lle ter n1111n t1 vo
... l"Hu111 hu m", peduiodccan11;cn labora y
mido de aguo en el piso de ambu 1
--,
TAJILA 2

Í--- - - - - --T : ·ett11m1111t1v1J f 1111citi11 ti~


________ ____ .,_ ... /ti /Jomo/011 íu
/Jrl1111:ncirf11 0¡1auci611 Sig11ific11111e

l 11!c1p1crar.ión La hoinofnnfo Olljclo Tra11sh1en1ci6n Que ocupu e.l lu¡¡ar de


apoyo
1kl1r~ 111e 111is1ua 111c1011f1oico (E l <::vitar lo persecución) nombre propi.i

r---·- Intuición
-+-------SI La s i1nu llaucitlatl Oujct<l Su t!c:fi:cto vuelve pcrsccutoriu u Cus.i nomhre propi o
ddirnnte (hum hum) lo suple metonímico la hiancia tJe lo si¡¡nilicnción ( fuera de sent ido)
- - --- - --!-- - - - -+-- - - - --
~¡ Delirante Tnmsli1crnc1ón Liter:ilizedo como
Loglsticn Eiccluída
(Conullus) 1 (Ql>jcto "1 ~.il") (Forclu~1611del sujeto) nombre propio
\--- - -- - ---+- -- - - ----
o.:~ciframiento
si
(Rccu.Jro)
- -- - 1-------I
apoyo Objeto
111c10111111ito
Transhtcrnc1ón
-

·-·--~-F~dit1g-~cl_ su~~ml____
l
,___ - --- -
Litcrnhzado como
nombre propio
1
_J
'-
.;,¡ discordio paronuicv 217

antes que nada que dos razones vienen a apoyar esta conjetur;:i_ Al señalar e!
c:i.:-:tcter "champofüonesco" de Ja lcct:Jra freudiana ¡_ie Schreber, laca!'\
sugiere que lo que "vuelve a poner de pie" al texto de Schreber no deja de
tener relación con la 0peración ele Ja forclusión de que da test!monio este
texto, ya que constituye su sedimento. La segunda razón no es menos
importante: tras haber notado ya que el significante en la p.sicosis pulula
como algo que ocupa el lugar de nombre propio, podemos concebir !a
existencia <le un lazo entre esa proliferación del ~igníficante y ~ta operación
local de ia forclusíón ql!e actúa, preci~:i.meme, sobre un nombre. A decir
verdad, es imposibie dar cuenta de nada en ese "ca.'llpo paranoico de las
psicosis" una vez admitido qm: Ja forcl usi6n del Nombre-del-Padre consti-
tuye su operación decisiva, si no se establece cómo, a partir de dicha
forclusión, ocurre esta proliferación del signífica:ite.
No es cualquier significante lo que tacan apunta ::orno forcluido en la
psicosis, es el ;;ígnificante !!nmado del "Nombre-del-P:idre". En tanto que r.o
es cualquiera, este significante est<i necesariam~nte loca Ezado_ Esta loc:ali-
zt.ción estará mejor subrayada si tomamos el problema a contrarii.
Podemos imaginar .... -v, i::or
...
,.;
ctro lado.. nu ilOS privamos de hucerlo- que el
lenguaje es~lÍ lejos de <l:ir t1Jda.:: lll:s .satis fu.ci.:iom:s u la:; cuesticncs que pueden
presentarse. Si, por ejemple, soy niña y me encuentro en un tiempo eil que
tengo que simbolizar mi sexo, me voy a topar con el hecho de que d lenguaje
no me proporciona ningún equíva!e n~e d~ ese sígnífic¡:nte so b.re ei cuai el
varoncitopuede fundarse par~ simboliza.- e! suyo. Me las veré, entcnces, no
solamente (;Ofl una ausencia en el imD.!::ínario, sino con ~n aguiero
simbólico que es la razón ée lo que Freud descubre <::orno c!is\mettfa
- . c:1 el -
inelu<iib1c entre e! Edipo masculino y el femt!r:ino. Ahora biea, ;a experien-
cia muestra que un agujero como ése en ei simbólico no pror:iuce necesaria-
mente una ¡:;sicosis. Si, del mismo modo. pero ne ¡me las mismas r~zor.es, a
alguien se le me~e en ia cabeza piuntear al slgni fic:11tte la preg~fita de su
ex istencíu singular, algo que se formularia como un ª¿por qué estciy aquí?"
o también "¿por qué voy a desaparecer?", ese alguien enccmr:trá también un
agujero, ya GUe e l significante r.o 9uede responderle :i un sujeto cualquíer
cosa sobre :a caai éste lo interrogue más que si io consideru como ya mueren,
~
es vec -ir, s:. l o 1. nrnorta¡·;z.a ~1 .

El significame del Nombre-del-Padre presenta entonces la especificidad de


que, si no es to mndo Cü una primera simbolización, s i h2ce agujero en el
simbólico. para el Sc:jeto, resulta esta "ca~cada de las modificaciones Jd
signifícant~" •2 dcr:de se realiz:i una :ransfonnaciún r.:idical de la rebcién del
Sujeto con el lenguaje. cuyo fin ha sido interpretado aquí ::orno pu!ubción

t.t J. !.Jr,;:an. E.>•rt.:.~:are /reud;1:r..t1r! . .. op. c:'t. , Sc;;liu~<io i.!cl 2 S de: m:?..""?0 \;~ J956.
"t j . l...o!ca;: . Écrt't.". <;p. c.:i1.. p. 577, (E,1 ~:c;par.oi: J. f .::e.Jo. E~crr·:or. ?í?· 558·559),
218 fenc:iáh pl'tSl!'1'ntori11 dt la 1'etra

de equivalentes de nombres propios.

Así, el significante del Nombre-del-Padre se presenta como particularizado.


Pero la metá for.a lacaníana de la cascada implíca, aciemás, su lccalización;
según el Diccionario francés Robert, el ténnino "cascade" (ca:;cada) designa
tanto un :;alto de agua como una sucesión de saltos de agua. Pero, si la
sucesión supone un primer desenganche, el singular exige igualmente la
interrogación sobre este punto de ruptura a partir del c:ial el curso de las cosas .
cesa de ser lo que era.
En el se:ltído de la letra como "estr.uctur:l esencialmente localizada del
s:gníficante". e~ signifü;ante del Nombre-del-Padre es, entonces, por su
localización, un significante, como cal, escrito. Por eso tenemos fundmnen-
:os para hacer valer la per~inencia de Ja metáfora de la cascada por contraste
con esa otra metáfora que en Lacan aborda, lo más cerca que le es posible a
una metáforn. ta ~uestión dd lazo del lenguaje con el escrito: el río sigue allí,
activo en su curso, pero en Jugar de la caída brutal y sín concrol, se trata del
delicado roce que tknc con él la rueda del molino de agua. He aguí es~e texto
ex.traído del :>emínario dd 24 de enero de 1962:
"La r<tlaciónde la letra con el leng!laje no es algo que deba considerarse en
un.a línea evoilltiva. No se parte de un. origen grueso, sensible. para despejar
de allí una forr::.a abstracta. No hay nada allí que se parezca a algo
concebido como paraleíoal proceso llamado del concepto, o incluso tan sofo
di! ta generalización. Tenemos una serie de a!teniancics donde elsignificante
viene a batir el agua, si puedo decir, del flujo, cor. tas aspas de su molino,
y su rueda sube nuevamente cada vez algo que brilla, para caer de nuevo,
enríq11ecerse, complicarse, sin que podamos nunca, en ningún momenw,
atrapar lo que dornina del puma de partida concreta o del equívoco."

Do:: este ju<::go<le! punto<le partida concreto y del equív'bco (que no es, por otro
Judo, menos concreto), Lacan tlio,juslo antes Jel texto citado, <lo:; ejemplos.
El punto de partida concreto es el .>igno: ~a huella de pasos de Viernes o el
ca:-ácrer chino Ké. 0J , pero considerado al com:cnzt) como algo que
t1 :inscribe, esquemá•ica.mcntc, el encuentro duro de la columna de aíre comra
b lengua y d paladlli' en la oclusiva gutural, considerado entonces tan
figurativo como el tr:izudo de la impronta dei paso. En la tenninología
propuesta aquL esto conesponde a la operación de la transcripción.
Segundo tíempo del juego: e! borramiento de la huella<lel -¡:aso realizado ? OT
lo qu..: se h<! llamado "vocalización" o tainbién "fonetiza::tón", pero q:Je
estaría identificado <le ma11era más e xacta cor:to ur.a homofun.ía po!e1;c:ial (ya
que explícitameme el texto se refiere a la escrituro. fonét!ca). Este tiempo es
ckí dis<orJU, paran.v1cu 2i9

aquel donde Ja huella dei paso es :efda "paso" y así es bom.da en tanto que
piccogrnma del paso, en tanto que impronta de una marcha. El pictograma
Ke sufre una vicisitud 5ernejante pero que sólo puede reconstruirse a partir
del tercer úempo.
Este conteo 1-3-2 es, por otro lado, igualmente verdadero en el caso del
"paso". El tercer tiempo es d de! rasgo que viene a rodear la !luella borrada,
que ratifica así definitivamente este borra.miento al tornar esta hu~lla borrada
como algo que escribe este homófono del "paso" primero que es, en !alengua
francesa, el pas {no) de la negac:ón. Es entonces en el apres-coup de e.ste
tercer tiempo cuando el borramiento. constitutivo del segundo. puede ser
considera.do como una homofonía. Y 'J. hemo:; identificado como
translite~ación es:a upt:ración del rébus de trans:"erenc.ia ·~n que Ja huella del
"paso" viene a escr:hir un pas de negación I borrnmiemo de la huella.
Igualmente, para el carácter Ke: convendrá estudiar este juego del puntn de
partída concreto (en el signo) y del equívoco (homofór.ico) desde el tercer
tiempo.

En este tercer tiempQ, el signo ;!;. da, que se tradm::: "gr:móc". vino, al ig::al
que la delimitación alrededor de Ja huella de paso borrada, a agregarse a Ké
para dar: ~ . Sín embargo, el conjunto forjado de esta manera no escribe

de ningún modo "gran poder", como se espera a vec.:es cuando se supone que
fuera de la escritura llamada "fonética". es la semántica la que preside el
destino de lo escrito. Este conjunto escribe la palabra "impar" en el s~r:ti<lo
de "falta'', de "metida de pata". Este lazo entre "! y ,;f. , por una parte y
por otra ~ no está ajustado sobre el sentido. ¿De qué está hecho enton<.:es?
r .acan hace notar aquí que este último carácter compuesto se pronuncia yi;
este y1-es escrito a.~í por el carácierr.:ompuesto apoyándose en el hecho de .:¡ue,
en cierta época de la lengua de que da testímonio el Yi-King, ha sido próximo
fonéticamente a Ké. Hay entonces, ¡gualmente aquí, un tier.ipo dos que es de
borramienro homofónico.
Pero el interés de referirse a la lengua y a la escritura china obedece al hecho
de que ¿sta viene a apoyar Ja metáfora de la rueda de molino, ya que en ella
podemos designar apiJamíemos de rébus de transfe:e11cia como el qt:c acaba
de mostrarse. El signific:rnte no sola.mente viene, sir.o que "viene de regreso
a batir el agua del flujo con las aspas de su molino", y la escritura china, más
que c:ialquier otra, es capaz de dar cuer.ta de est::. ~eiter:icién. puesto que :orna
cuerpo precisamente de ella misma.
El punto de equívoco es. er. esta siguiente vez, el yl. L¡¡c:m hace notar que
sí agregamos ;:f. mu. que es d determinativo áe ~odo lo que es de r:wdera.
220 fullcicln pe~ec:uff?'!'lil de tG !~tra

esc~ibimos la palabra "süla" que es homófona de "impar". Este determinativo


viene entonces en el mismo lugar adyacente y con la misma func:iún
detenninatba que fue primero la del A . Por supuesto, el conteo es arüfi-
cial; e~;tamos, de hecho, ya desee siempre en este apilamiento, de la misma
manera que "eso continúa asi, no tiene razones para detenerse". Y Lacan
sigue esta serie (extraída de entre numerosas otra5 series posibles): "Si
ustedes ponen aq•Jí, en lugar deí signo del árbol '*- .
el signo del caballo
~ nia, eso quiere decir "instalarse a horcajadas" y entonces levanta de
otra manera el equívoco homofónico. En pocas palabras, la m::táfora del
molino es la metáfora de un apilamiento de rébus de transferencia.
He ac¡uí una figur~cíón de e:;te juego de la rueda y del flujo del río donde se
sitúa la ::;ene de Jos rébus de transferencííl utilizando, como se hízo anterior-
mente, la trnnsliternción pin.yin. para anotar, lo m.i.s precisamente que se
puede hoy, aquello de lo que se trata. El hecho de que haya que pasar así por
esta transliteradón demuestra que se trataefectivameme de una translileración
en cada pues'ª en juego del rébtH de transferencia.
- Ké es una parte del verbo "poder" que se escribe canto kéyi or~><.. co-
mo kenen.g ~~_! . El pequeño cuadrado en el interior dd carácter
K¿ es el ideograma de ia boca; a pesar de su anclaje en lo figurativo,
el carácter Ké es ya un carácter compuesto ~n sí mismo.
-y¡con /<. da, "grande", e 1conjunto escribe y¡, "impar".
~ ;f"~ §- · yizi El conjunto ohtenido anteriormente con mu
.:+- (que es el determin:itivo de la madera) escribe
el yi de yizi ;fi } "silla".
:EJ ~ - yÍ El mismo conjunto obtenido anteriormente
., escribe el yÍ Je! Verbo ªmontar a horcajadas" cuan-
do se le agrega el determinativo del caballo ~ m.a.
"No podría -enuncia Lacan en este mismo texco- h~ber articulación del
significante sin estos tres tiempos." Los tres tiempos mencionados son
consticutívos del rébus de trar.sferenciu.
En consecuencia. la articulación de esta operación como transliteración
a1ue~tra que no hay diferencia esencial entre esto que es constitutivo de la
escritura, y la interpretación delirante tal como ha sido explicirada aquí. El
mol ino <.' Iacasl:ada depende:; ambos de la misma ley que ordena la caída <le!
agua. O t~m1bién, parn rewmar aquí la respuesta q ue d¡o Lacan a la estúpida
int,rrog1:ción ce un notable de la Ecole Freudierme: si, el significante en la
psicos is repr·:sc:nt~, como er. otros lados, al Sujeto para otro s igníticante.
del discordio- [Jara.~..ncv 221

La relación dei sujeto con el significante en la psícosis está ir:dícada con el


equívoco d~! :érmino "cascada"; el cascadeur, acróbata automoviiístico, fue
primero el que tenía una fonna de condecir apartada dd buen manejo, el que
tenía una conducta desordenada, y después alguien íJUe, en el manejo de los
c.:uc.:hes, mostraba un dominio exceptional. Del mismo modo, esta relación
del 5ujeto con el significante en la psicosís, si bien :i.parec= efectivamente
como una separación, es una separación que. lejos de encarnar otro modo,
lejos de diferir sustancíuimcntc de aquello con respecto a io cual se separa,
por el centrar.o ejemplifica, depurn, caricaturiza la relación del sujeto con el
significante. El h::c.:ho de que prefiramos, como lo hizo tardíaineme Lacan,
hablar aquí de "congelación" (Seminario del 8 -4- 1975) es importar.te, sobre
todo porque este término apela a la persistencia de !o que no sufre más que
de avatares intencionales.

La c:iscada como sede de reboces implica una separac1on primera. La


forclusíón deí Nombre-del-Padre es esta des•:iación ::le las modíficacíor.es
posteriores lccalizada por su valor de comien:.o. Lkgaremos más :ejos con
esta metáfora interrogando: ¡,en qué consist::: el acci<lc::nte del terreno?
Responderemos comenzando por hacer notar el carac¡er compuesto del
significanre delNombre-de!-Palire. Está fom-:.ado, en cfo::to, por::Ios partes
que los análisis anteriores nos llevan a díst:nguir bien: u:ia tie:ne el est:itus de
un decermi11ati vo, la otra tendría el v:?lor del nombn: Je ur.a función (lo que
Lacan de:>ignaba como la "función paterna") si el determinativo no viniera
precisamente a dev:~ a este nombre, d~ ser una fJnción, a la dígnidad de un
nombn; propio. El significante deí Nombre-del-Pudre no ex;rae su
especificidad más que de esta composición y su jorciusiórt toma. el camino
de una disociación de e.){()S dos compone11tes.
Así, es posihle dar cuenca del hecho de que, en la psicosis, el sígnifici:.nte se
presenta ocupanéo el lugar de no.mbre propio: todo ocurre, en efecto, como
si el determinativo del significante del Nombre-dcl-P~dre liber;;.do, despren-
dido, desunido y dispensado así de tener que man;:i.r el significan1e de !a
fundón patern!:'. (empleamos .aquí ªmarcar'' en ei sentíc!o del juego de futbol,
cuando u.1 jugador m<rrca a otro. lo sigue en todos sus despla¿amicntcs), no
pudiera t;a.:erotra cosa más qu~ transportar esa marc:i .::ada vez que en:!! lugar
del Otro el significante se presentara como t¡;l, es decir, con su efecto
persecutorio. Este serfa ei intento, en el psicótico. de un" suplencia de la
fijación (como ei; un punto de almohadill:ldo) mfoima deí significimte con el
significado cuando faita, para esta fijación. el significar.te del ~ombre-dei­
P:.dre en ciUJJ!fO iai, es decir, marcad.o como tal por su determinativo.
En el lugar del Nombre-del-Padre, la disociación del determinativo de este
:iombre y ce la función paterna que él determina como tal es el dfacordío
parnncico rnísmo. De ahí '.orna cuerpo un modo de hacer asercíones qae se
oc11patlea5egu::ar la solidez de lo qu.: se enuncia e1L la lit.era.lídad signíikaim:.
es decfr, solamente allí donde eso seria posible...si lo fuera ... cu.:indo se
encuentra furc!uido el significante del Nombre-deJ,Padre.
El caráct.::r bít:do. cornpues:o. de este significante. es legíbfe en el texto
lncaniano; ::!Stá escrito allf, en efecto, con dos rna¡úsc-Jlas, Ja primera: en el
:1ombre de ..Nombre". después un guión. despoés ·~del,.. y, después de otro
guión, otra mayúscula en el nombre de "Padre". La primera mayúscula
situaría al Nombre-del-Padre como un non1bre propio de acuerdo con las
convenciones ortográficas del español de hoy; ra segunda, por el contrario,
:l'.l est:í justificada para nada por estas convenciones salvo como un rasgo de
ernhe~cia atribi.:ida a aquello de lo que se trata. E.;.ta última interpretación
es con firrnada por la lectura de Schreber que hace Lacan. la cu.ni señala en el
nombre de Pudre :i.I significante forcluido. Pero esta emi'ner.cia úe la función
paterr.a está. ::rr el significante del Nomore-<fe!-'P:idre, retomada. como
nombre propio: los dos guíones, leídos de derecha a izquierda. enganchan. la
majestad dt:I Padre cor. Ta del Nombre.
Así. el signific;mte del Nombre-del-Padre condensa,. ~n su comp<)sicíórr, los
dos valores que :;opor.rn, en cspa11ol (y en francés), el verbo "nombrar".
".'.'Jombr¡rr" es tar.co "nombrar parn un puesto" como "dar U:l nombre", tanto
"nombrar para" como "denominar' 61 . Y no podemos dej :lI de notar aquí que
el pro~edímiento !Jamado del pase. al poner en juego una nominación, al dar
a e:stt: t:quívocu Je! "nombrar" el esta\Us de un decir, al hacer de él algo
efectivo. 110 :;io<lía no ak:.:r.z:.1r al si~r¡ificante del Nombre-del-Padre que,
hablando con propieda.~L es este equívoco.•
Contr:::.riam~ntc::
a lo que se ha imaginado. eI horizonte de una nominac'<:n
posible ha sído el obst::\c~ilo imposible de franquear que ímpidíó que el
.
con;umo de la ::u~süón a Ia aue el pa.~e daba vida virara :i. l:l histeria ..
-
De la noniinación

La relación entre ªnominación'' y Nombre-del-Padre no es anal6gica. No


solamente lo bífido dei t-iombre-del-Padre toma en c11c::n1a e! equívoco
i mpl.ícado en toda nominación, sino que un poco más ta:r<le err Lac:ir;. cor: la
reebboración de la cuestión de la psicosis en el cifr::ido <le una topulngia
nodal, nos encontrumos ccn la ider.tificaci6n dd Norr.bre-del··Padre y de la

'~Cfr. J. AU0~1:h. "l.;i. ")a,'i..~c r:itée i:!u '-'1s~ ·c-ons1l! .. (en l4l1,.es Je fF..:o!e. b•>:c!Jn jll(::1::0 <le frt
.
ÉcG~~ Fr.:udii!:ioe el-: P~~s. :n~a:::c c!e l978. Es:e re~fo e~ n.:~amal!t.:1 .~11.cc1al:-:;er:\eG!> (jmic:.at? :11;3
del dücf/rdi<> paranoico 223

nominación. El Nombre-del-P'1.<lre es el padre del Nombre 64 . De aquí, en el


sem.ínario titu'.ado R.S.l.. el 15 de ahril de 1975; "La nominación es la única
cosa <le la que tenemos la seguridad de que hace agujero."

¿Quiere decir esto que el nombre no bastaría, por sí mismo, para hacer
agujero?

No abordaré aquí el estudio <le! cifrado topológico de esta cuestión. Las cosas
están, en los últimos seminarios, dispersas, ¡ncJuso en estalli.io, lo que obliga
al lector verdaderamente a cor.struír la tesis de Laca:-i: ésta es menos accesible
que nunca a la inmediatez. Ahora bíen. nadie, hrusta huy, ha producido esta
constrJcci6n y estos últímos seminarios siguen, así, sufriendo una espera.
Sin e1nbargo, !as co~as fueron retomadas aquí mismo sutici~nt::n1ente desde
el principio para estar en posición de enmarcar lo que está en juego en esta
continuación. La cuestión '10 es nada menos que Ja de saber si es posible
prescindir dd significante del Nombre-del-Pndre 65 •

Por haber identificado el inconsciente freudiano como tercera persona, como


un "él" que seria la figura, no ddirunte sino delirada, donde se foca!izaría
tanto como se pueda la tentativa de una domesticación de la persecución
significante 66, L:ican produjo esta formidable conjetura de un inconsciente
no freudiano, de un inconsciente !acaníano 67 , donde la perse:.:usíón resultarfo.
:;ostenerse sin el per~·hero de una figura del perseguiúor. E.il ~~:e: punto, lo que
habría podido ser una clínica del pase habría podido renovar "1 ciínica,
analítica, de la psicosis, aqudla donde la psicosis no úeja sin ca1nbios a la
doctrina analíiica. Este punto es, en efecto, el que ha sido llamado de la
"destitución subjetiva", es decir, de <>J go que sólo podóa ser situabl<! más allá
tle la <lespersonalizaC:ón.

Habría un progreso si prescindiéramos de la hípótesis freudiana, habría una


forma de simplific:irh. Po:!ro si ta ¿;soiución de la E.F.P. forma parte, como
podemos cc.rivenir, de la enseñanza Je Lacan, ¿acaso no indica, a minima.
cu.in prema<u~a fue esa conjet:.rra? Lacan dice, el l l de febrero de 1975:

"'J. L...:l11. R. S. l.. Semi""'1c inédito del ; 1-3-1975: " ... redt1t~o el !'ombrc-<lcl-P:ulre a su
func:tlt. r.:i.dteaJ q~t '~ ~ Je c.1.u un non1bre. ..... E.se.:! :se~lin"'-rio ~sludia lo que seó::i la
i&.ocií:.,,Oón del Nombrt:..:lcl-Pló~ y del "udo bom::rneo suponieodo l3S l!es consistencias
<!esanu.:lldas y pbnteando al Nombre-del-Pa<lr<: como :;uar~1 cuerda aue v~ene 3 anu<b!
borrmne:ir.ameme J.'\S 01tas eres. Esta cuan.1 cuorda ~sel ciir;:,do lac.11\iano del padre en Freu.:I.
A p"1tir de º'"'· 13 identill<.:>cióo ~il:!da más om ~:» <l•~nrl• del proi>Jer.m topológico de 13
rcd1.:c:.ióo l!c este :iudo G.e: cuatro •t uoo ..k. tri::s. .'L"'OS :.!~ hHo (Crr. .,;.apltuJo dici;j.
~'Cfr. J. I.~!.Jn, Le s:r.t"-o.tf!I! . .'icr..1.1ruio ¡n::-dfro det 13 de lbriJ de l 976: ''La h!póu:sis del
1ncciJ5'ci:=nt~ tk-:-:e -;u s~o:~ pt:c:~r~tr.t~ <:!:t el hecho de que e ste: .:.igujc::rito (se tn.tta lle~
"·..·e:·~deo :lguj.c~o... a.~lu:ru~o por en :11uJ.:i borromto de aes como lo que jn,s.;.ribc e~
•~"nciado<le que oo !l.lyOtto del OaoJ puc~' poc si ;o!o proporci~n:i.r~on ayudo•_ La hipótesis
d.<!1 ir.=-~scii:n:f!. lo subraya F:-eud. ·:.\ iJ~~l •l:~c JlO se pcecie scstel'!er :n:is que si suponemos e:
Ncmbre-dd-P:>dre. SGpo= d Nomb,,·C""1'aare. ;ie~-c-,,enre. <S Oi<>S. c~n esu del p$iC~
.!ncill~~ '.)¡ :icnc lri:o. pn:eh<J q~c ·~e~ 1~ton~b1e -d<!-P(V.i!c pode~os brnb.iCn pcesc~o<lir.
P~mos tmblén :rrcsc~ndir ~e -:i, cun ~ cotutic.ión de :\crvimos d~ 1H".
,, ""'J . J..:?~ f., 'ins;. qi.J< sDfl J~ !'iuv.-:~..;v.tl! .~a;:~ ti rno"rr~. ~err..in~o l.!1:.115 de f~...bn!m de- 1977.
•8 o cUJ.. ~~ Ll :t:::cer.i FCtr.J?r.i,. e.'i :i. ( ) tto ~~i cúmo ye !o dt.r1 oo, ~s eJ i::iconsci<".r.te·.
"' J. L3c:!n, Ccufe rcn<.·i¡¡ i:u:~;~a J-:l 26 de feh:: ro de t977, c u Aru:s.c!.:\S.
224 función per:'it:CuttJriG J., le le1ra

"Nuestro imaginario, nuestro simbólico y nuesiro real están quizf.s para


cada uno de nosotros en un estai:lo de suficiente disodación como para que
solamente el Nombre-del-Padre l!aga nudo borromeo, haga que sentanten-
ga junto todo eso."
Sí la upertura topológica no deja de retomar de cierta manera el spinozismo
de los primeros pasos 68 , Lacan se decide, para terminar, por el retorno a
Freud. Pero ..retorno" tiene ahora una connctación de "recaída". Si !a causa
es claramente freudiana, eso no quíere decir que haya sído escuchada y
entendida.
El 20 de noviembre de 1963, en pleno periodo crítico para el psicoanálisis en
Francia, cuando está en juego nada menos que la continuación de su
enseñ;;nza, Lzcan interrumpe su seminario ("'Este seminnrío se.rá ei último
que haré") timiado Les noms du pere (Los nombres del padre). Podemos leer,
en este último seminario, lo siguiente;
El Otro es el lugar donde eso habl{l. De ahí la pregunta· ¿quién, más allá
del que habla en el lugar del Otro y que es el sujeto, quién está ah{, cuya voz
toma el sujeto cada vez que habla? Es claro que si Freud pone ál mito del
padre en el centro de su doctrina, es en razón de lo inevitable de esta
cuestión. No es m enos el.aro que si toda la teorta y la praxis del análisis se
nos aparecen hoy como en un arasco, es por no haberse atrevido, sobre esta
cuestión, a ir mas lejos que P'reud.
Esta j i.lntura, que el miro del padre bloquea en Freud. es la misma que es
excavada por lo que la doctrina analítica acepta acoger del cainpo paranoico
de las psico:;is. ¿Se tratará, como algunos parecen invocar hoy, del resiJ:rgi-
míenm del culto de una primitíva diosa madre? Lacan abrió otra vía al
designar el escrito con1c lo único susceciible de volver efectiva esta puesta
-
.. h. ~
a pree
' A

Que huya "pe re" (padre) en ..perseguíclor" delimita lo que está en juego e:i
caJa anáiisis como Ja posible reducc.:ión de su nombre al significante
cuaiquiern. La interpretacíón sóio parece delirante por depender del escrito:
cuarido está escrito "ya no se puede poder decir por quién fue pensado eso.
/n,¡:/!.~so, en todo lo que está escrito; esto es con lo que ustedes se enfrentan" 00 .

"'1. La.can, L"ins" ...• ~I 19 de aotil d~ 1977: "En ¡>ocas pai:ib•a.•. ta~ que resal!M ra c""üesción de
saber si el psiccan:ílisis -~es pid::> r<rdón. ¡>ido perdóll. ar me1;cs ~.:os ¡isicunnafüt::>.s· no es :o
que 9od,,:nos llamar un auri.<mr:>t!t dos. Hay ,C<Jn rodo, a<1.1 cos~que permi11: fo=r este autismo.
es jusc;.ut~en!.c t¡uc ~n ll!ri guil es ~n :isunt:i ~omún y q!:e es just~!1~o:::n~e alli donde estoy. l!s c.Jc=ir.
~:.tpuz. de: hacerme! oic? O C lO~O ~1 rr.:todo :!CjUC. t~tQ ~:') ra c;~!C $ iU!lO!:it .J.( ... } LLUI!: el pstccan:ilisis
no coj~e j t"l'edu~tiblemc:na~ en ]o qo~ f!ar..C h:sce un rnot"'3'!nto ·lHti~;r.o de dos. AdCl~Í..'\ .~u ve: ta
.~ pir.o.::sta. r.CJtaJ::mo.s la :-orda 1ron!a d.i: una ac~:-ciór.. d.irigi<la a un pllbHco que no ccs~h;?. ríe
inval!d~u· esca aserción.
,;, 1. L;.i.can. Cu. p!r e, u rrJnario !r.idito tlt' l ~ t1e mar.(.Cj de l 972.
,
Quinta parte

la letra que sufre demora

¿I>ttroduciría acaso la clínica psicoanalítica -que, anres que nada, es la


clínica de cada psicnanálísis efectivo- la posibilidad de una tnanera de
prescindir del Nombre-del-Padre diferente de aquella cuyo :estimonío es el
psicórico!

Tal es la interrogación en lú. que desemboca ese recorrido clínico que. desde
los primerísimos pasos del camino abierto por Fre:,J ( cocainomanía,
histeria), junto con el e~·tudio del sueño, de la fobia ,del fetichismo, permitió
ex~raer un modo de la lectura (definido por el tríprico transcripción /
traducción I transliteración) a partir del cual el campo paranoico de las
psicosis ofrecía, puesta al desnudo, la función persecutoria de la letra.

En Lacan, el cifrado de esta cuestión -la consideraremos. no sin razón, la de


la normalidad- es ropo lógico. Pero cor1siderarla como taí 110 deja de exigir
que se sepa a qué responde ese cifrado. En el mejor de los casos, la lectura
de la topología del borromeo está en sus primeros pasos.

¿.Hay otra acogida posible de la función perseci.itoric. de ía lecra por parte


de un sujem? ¿Cómo lo abriría a esta acogida urz psicoanálisis?

Dícho dP. ocro modo:¿ qué ocurre al final del recorrido de la lerrl1 que sufre
demora en la transferencia? .Y la discursividad -que es el nombre lacaniano
de la leZ!"aque sufre demora cuando constituye lazo social- ¿es acaso el suelo
que conviene. para el "lerra por letra" dond~ !a jimción ¡¡erser.uicria de la
ierra no lle•;aría a !a psicosis como su atolladero ineludible ?
~~aoítulo nueve

el "e·no-arzamiento ''
de la transferencia*

J. Del acting-out como transferencia


(ínhibición, pasaje al acto y análisis)

En una conferencia-debate de noviembre úe 1975 en la Ya/e University.


Lacan afirmaba a propósito de Fread: "Fue mientras escuchaba a las
histéricas cuando leyó que había an inconscie:ite." Esm afirmación implica
cien.amente que el inconsciente nombrado así depende de lo escrito, que sus
formaciones (sueño, fapsus, acto fallido) "demuestran su estructura por ser
descifrables" 1• Pero la afirmación dice más aún: rechazando la posibilidad
de una writírrg-cure, índica que hay que leer en lo que se oye."... lo que se
lee -escribe Lacan en su postfacio redactado para la publicación del libro
XI-:de e~n hablo. puesto que Jo que digo está consagrado al i'nconsciente, o
s ea a Ju que, ante Lodo, se lee".

La lengua francesa dispone de una expresión que requiere hacer la diferencia


entre leer (lire) y entender/oír (entendre): "Yo me entiendo bic:i con ..."; la
expresión cebe ser tcmada literalme:'lte: con X, yo me entiendo/oigo bien
("me", es dec:r: yo mismo). Esto índica que no ocurre tal cosa ::on la mayorfa
de mis compañeros. Cierttimente, con clíos me er.úendo, me oigo hablar, en
el sentido d.: que mí oído percibe. entiende las palabras que digo. Pero, a pesar
de eso, "yo no me entiendo co:i elios'' en otro sentido de la palabr;i
'"entender"; con ellos -y por una razón que ignoro, aunque esta ignorancia
misma no me impide comprcbarel hecho-ocurre que no leo io que les digo.
La. posibílidad de leer allí doode eso se entiende. se oye, es tan fundamental
que basta con :io tomar en cuenta el hecho para que la práctica un:ilfüca se

\(.ase. rrnis ;,i~el<mtc, pégt~3 238 Je ~ste ~aµilulo.


'J. Llcan. "lr:troducción a. J::i e<Hciór. :lJema~1a de un prim"!: vofumen de 1ob F.r.n·rs ·• Scili<e! 5.
p 11 .
vuelva opaca ipso facro . Si :.in análisis consiste en pasar a la c0sa del Otro,
este pasaje no es i.:oncebib!e a Denos de admitir que e:-icuentra en la lectura
(en el sentido prec~so de descifra.miento) su palar..ca. '"Para u!I. ser que puede
leer su huella -o sea lo que Lacan llama "parletre" (hablaser, ser hablante),
ese ser que, porque habla, puede leer lo que hace huella. y antes que nada en
su palabra- es suficiente con que él pueda re inscribirse en otro lado que allí
áe donde la tomó. Este; reinscripción es el lazo que lo hace, a partir de
entonces, dependiente de un Otro cuya estructura no depende de él"!.
Para la lectura de lo que hace huella, la palabra es el trayecto en zig-zag
obligiilorio. Así puede entenderse la fórmula e:q:resada precedentemente
(capítulo cuatro, pág. 81 ): no hay acceso directo al escriro quiere decir que,
sin este zigzagueo, el escrito pt:rdura en la ilegibilidad y, de hecho, simple-
mente no es leído (verdad válida incluso para el discurso matemático).
Trabajar con esto dife:-encia fa posíción del analista de la de un Champo Ilion.
Que sea necesario, en lugar de sustraerse a ello, ahondar esta diferencia,
indica que no se tomará este camino si se evita la problemática psicoanalfti<.;a
dei descífr:.imiento; más bien se trata de cargar las timas sobre lo que "leer"
quiere decir.
Además, en el <málisis, la dificultad de la lectura no es reductíble a este
zigzagueo del habla; en efecto, éste se redobla con lo que en la expresión
mencionada se indica justamente con Ja palabra "con": yo me entiendo bien
con ... (tú, él e incluso: ello). Ahora bien. ocurre allí algo que re:ilmente hay
que llamar inaudi~o (es decir: no se entiende, no se oye nada): es suficiente
con que yo experimer.te que con X "me entiendo bien" para que inmediata-
mente, a ese X, yo lo ame. Notar que semejante advenimiento del amor est<i
de acl;erdo con su fu~damento e:i el narcisismo no es suficiente. Además es
• menester articubr 1a relación de este "con X" y de lo <;ae se lee en lo que se
en1íende - cuando y solamente cuando- estoy con ...
Entonces, este capíw:o busc:1rá d3r razón de esta relación -que la doctrina
psicoanruitica llamó "transferencia"· proponíendo para ella un cifrado que
1cnga valor de desc:framiento.

Cabe sacar a la luz !a manera como la cuestión de la transferenda apareció


en F:eud, correlativa con el emplazamiento del dispositivo psico:lnalitko
misnw. Sin em b.:irgo, sí en este primer tiempo la transferencia es descubierta
en :>u equívalr-ncia c0n el acting-oul (el tér:nino de agieren, que hay que
diferenciar de su traducción por "acting-out", es el nQmbre freudiano de esta
equivsler.cia), ¿cómo desconocer que Ja equivalencia ha sido señalada sólo
en el apres coup det re~orno ~ Freud sostenido por I..acan? Aquí será necesario
comenzar por Jo qut: vino después, y puesto que el señalamiento de la
---·----------------------
equi vc.lencia antedicha pasa. en Lac:m, por una diferenciación marcada entre
el acring-out y el pasaje al ac~o, presc:~taré en primer legar esta última
oposición conceptual.
Acting-out y pasaje al acto tienen que ver con un borde; el franqueamíenro,
el pm>ar el límite (exrralimitarse) que ellos representan sol.ídifica ese borde.
Pero en silencio: nada que ver con el ruidoso no-franqueamiento instaurado
por el síntoma fóbico, ní siquiera con ese movimiento del prisionero.
respuesta a una prueba lógíca donde la certidumbre objetiva que muestra
ocupará el lugar de caucíón para la salidaJ. El franqueamiento silencioso del
acting-out o del pasaje al ac~o carece singularmente de pre-caución. Cierta-
rne:ite eso no garantiza que no tengu consecuem:ía:;, molestas Ja mayoría de
las veces.
A este respecto (en cuanto a la falta de respeto), la lección de H:imlet se revela
como ejemplar. "!=n ese instante decisivo en el cual, franqueando las luces de
las candílejas, se interna en lo que será necesario nombrar como "la escena
paterna", Hamlet dice qué silencio es el concornitmte ::d franqueamienro: "lt
wilt not speak, then f wíll follow il." No hay retraso en esta declsión,
inn1ediatamente actuada, de ir a reunirse, en lugar up<utado, con su espectral
padre. Sin embargo, los compañeros, Horatio y "tv1arcellus, forman una
barrera con sus espadas y sus cuerpos. Jv1ás allá de ese límite, el espectro ya
se 11ieja, ilamando a Hamlet; el tiempo apremia: el espectro no subsiste más
que fuera de Ja luz. que pront'.) llegará con el amanecer. Obs~;uri.dad, ausencia
de testigo: se trata de convenir en un conjurado a su hijo. Ni el consejo ni la
fuerza de la amistad llegan a constituir una barrera. Pasando allí el límite,
Ha mi et sacrifica, sin interrogarse. su bienestar y su vida a !o que él considera
que es su dcstíno. No se da cuenta entonces de qcc e[ gesto mismo por el cual
se aparta de sus compañeros es el que hace ocurrir ese destino.
"lt wil! nor speak, thett f willfoilow it"; ciertamente, la frase se diríge a sus
compañeros: "Delante de ustedes, no dirá mida; es por-eso que yo iré, a pesar
de vosotros. a l.!n luger apartado con éi". Sín embargo, Ha.mlet no dice: "Lo
seguiré u fin de escucharlo hablarme", sino realmeme: "Él no habl.:i.ró...". Ya
su frase ha franqueado lo que lo separa del lugar desde donde lo !lama el
espectro; la frase se dirige a él y es respuesta anticipada a lo que, como
demanda, no ha sido formulado aú:i. '•Tú no hablar:is y por eso m:srnc te
segl.!iré; comprueba que éstas no son vnnas palabras de mi ;:iarte, puesto que
ante ese primer llamado que me dirige;;. clesec!-io tod::i. preoc:1paci<5n por :a
prudencia para ponerme :i tu serviciQ en Jo sucesivo."
¿Qué oct:rre con ~se no-dichoinaugura! de la 1ro.gedíJ? L::can, al :érmíno del
largo estucio qu<:: cor:sagró a Hamlet, observa que, al fin y al cebe, no es

t AJ•;sión .al svfism~ de~~.rroUaJo poc j. La~~n e:1 ··~....I:' !~il1DS logiq·Jc-:-:t t•assertion d~ ~ert:C'Jde
~:uJr;ipJ:: · (E.J tiempo lóg:c.o j' 1,, .i~c~~·:'ón de ~c~k3um1r~ i\il~ici9~ci:t), É;:tifJ, py. l 9i a 2 l 3
(E.tcriros. 1..: a<l. d.: Tomá.~ s~~ovi<:i, Ssgl:i X>: 1. rv1éxic<J, Jc:r :ciic!ór.. l 9~ ~. ??· ~ ~7 a 203).
2Ji) ta /e(ra que Ju/re demoro

evidente que el rey haya sido ajeno a lo que prerende haber sufrido por el
hecho de la lubricidad y de la a.stucía de su berma no. ¿Acaso evocaremos la
figura de un rey incapaz de gobernar? Cuáles son, pues, sus faltas, errores y
pecados que han convertido a esta víctima en alguien aquíen el cielo condena
"a errar por la noche y a ayunar durante el día en la prisión de las lla.'llas"?
Lo ímportan1e es que Harnlet no se plantea la pregunta ni tampoco se la
p lantea al espectro. No interroga tampoco al lazo entre lo que fundaria esta
c ondena y el fin trágico de su padre. Sin embargo. basta con imaginar por un
instante que Harnlet haya estado en posición de abordares tas cuesúones para
concebir que su respuesta al especrro se hubiera encontrado ip.rn facto
modificada: hubiera iu1errogado a la errancia nocturna de esta figura fantas-
magóríc:i, y su intención é.e hablar sin testigos ya oo le hubiera parecido tan
lógica. Desde ese lugar, del cual iba a arrancarlo el amor del padre, habría
poc!íco enwnces escuchar lo que era dejado de lado por ese arrancamiento
mismo. habría podido situarse con respecto a las palabras paternas de una
manera tal que ellas lo habrían conducido a hacer otra cosa que no fuera
simplemente tragár5das.
He aquí entonces a Hamlet subido en la escena paterna. Al llamado del
espectro, interesado por Ja puesta en ejecución de su venganza. pero sin que
se sospeche su demanda, responde en Hamlet la tentativa de re$taurar Ja
figura de un padre ideal; es decir, divinizado. allí donde ese padre, aunque
más no fuera ?Or haberse revelado como mortal, le presentaría esta figura
como justamente aquello cie lo que Hamlet tenía que hacer el duelo.
üna vez sellada la complicidad de! padre con el hijo, la imagen del espectro
desaparece de la escena. Se produce entonces algo así como un recubrirrúento:
la escena, contemplada por Jos espectadores, devier.e escena paterna; de ahí
en <.delante, todo va a jugarse bajo la mirada dei espectro que. en la sala, tomó
a su cargo la mirada del espectador. Sólo existe tragedia p;ira él, mirada
espectral. inquisidora, en espera de la consumación de su venganza; y Ja
contiauación sólo aparecerá "trágica" para el espectador en la medida en que
ha adoptado sin darse cuenta el punto de vista del espectro.
Si el fra1:queamíenlo por e ~ cual Hamlet accede a e sta escena ;i.hora
"pat<:rndizada" puede ser señalado como "transferencia paterna", esa tr:ms-
ferencia se especifica por ser sín an:ílisis; dicho de otro modo, como ac:ing-
our, .según la fórmula lo.caniana. El '\;in análisis" consísre en que a la
aceptación pcr p:irte de Hamlet de la accién que su padre le asigna no
respol".de, er. el lugar del O:ro, más que esa mirada interesada en la realiz:<lción
de esa acción.
el ·· errgarz.a;11lt1tlfl" d~ la 1ru11.•fe.""~ncia 23 ~

El gueesa mirada haya acaparado e:i la sala la dei espectador es resultado del
juego de Shakespeare, en el sentído de "juego de manos" del hombre de
teatro. Ahora el espectador está aprisionado entre sala y escena. Se puede
encontrar la indicación de que ése es el caso notando hasta qué punto nos
hemos interrogado sobre Jo que podría estar en el origen del impedimento en
que se encue:-itra Hamlet para ejecutar la ~entem:ia paterna. la fü<:.-za, la.
insistencia de esta cuestión, coextcnsiva a la escena trágica, es propia del
i~terés que le dedicamos. En consecr;encia, no se trata tanto de elegir encre
las múltiples respuestas (incluida<.> las psícoanalíúc:i.s) aquella que podría ser
Ja buena, sino de darse :::uenta, en pri:ner lugar, que es la propia cuestión Ja
que produce el impedimento.°La ¡::regunta e:; su propia respuesta en tanto que
es !a pregunta que se plantea el espectro, convertida, sin que él lo sepa en !a
del e:;pe:t(ro)ador. .4.quíia inhibición.se revela como correlativa del acting·out.
La inhibición es lo que, en el ac!in.¡::-out, rechaza al acrin.g-out, \o quecesigna,
más allá de la impotencia que aquélla representa, su punto de imposibilidad.
No puedo vengar a rni padre, pues si yo efectuara esta venganza a fin de
sostener la idealidad de su figura, quedaría el hecho de que sería poner esta
venganza en una dependendu con respecto a mi propia aceptación ¿e
ofrecerle mi hrazo; ese padre no se hahría vengado, entonces, por sí mismo
y así se revelaría a mis ojos como no habíendo tomado a. cargo sus propios
asuntos. Dicho de otro modo, desfallecerfa, al menos en ese punco (pero al-
menos-uno es suficiente para esta clase de desfallecimiento). de esa idealidad
del padre ';'Je: se revela así a la vez como algo por Jo cual acepto consagrarme
a su demanda y aquello por lo que no estoy en condiciones, sín embargo, de
re:.ilizarla hasta el fin. El acting·ou1 es acto necesariamellle inhibido.
La inhibición es el símomLJ. del acting -out. He aquí, pues, a Hatnlec impedido;
o sea, (Lacan lo ha observado): impedicare, atrapado en la trampa. Será
necesario un nuevo frunqueamiento, la introducción de otra escena, de la
escena sobre la ese= na, par:i.que la trampa en el combate con Laertes a!)arezca
como tal. Hamlet no sabe que la espada de su advcrsruio está envenenada,
sólo lo sabrá después d~ haber sido mortalmente herido por ella. Ahora hien,
solamente en ese momento ¡:odrá marnr a (]audius, el incestuo.'<o, el
fratric:idu, el usurpador: la desaparición de la inhibición es correlativa de ese
otro frar.q:ieamíento. Una vez que Hamlet está muerto, la trampa no actúa
más. El pa.taj!Z al acto efec:úa lo que el acti.'l.g-out ínhihe. Pero si fue
necesnria esta trans:ormacíón escrucrural del pasaje a! act0 para que Hamlet
aicnnza:a ese punto dor.de el amor sacrifica el bienestar del amante a la
satisfacción de la demanda del amado, para que H.:imkt dé al es~ectro la vida
de C!audíus, dicho de otra manera: para que le dé lo que no tiene, es que este
::'tmor no pe día ve! verse efc:::tivo más que al precio de la reducción de! &11antc
232 la (~~.-a quf! ~uft~ 1J~m.r>ta
------·--------
a esa mirada fundadura dd acting-out ai cuaL en t: pasaje al Jeto, éi da
satisfacción. aunque al precio de su pro1:iia vidü, y este precio vale e'lWOlces
como último modo, cuanóo r:ingun otro hasldo posible, de interrog::r a! padr~~
y de decirle que no a la vez.
Esta articulación del a::tfrtg-out y del pasaje al acto no se encuentra e;i Fre.l!G.
Ha sido introducida por Lacan; luego, c:iriosamcnte, fue obje~o Je con ~rr:sen­
cidos repetidos. En lo que respecta al término de acting-out, se debe a
Strachey, qi.:icr. cr:i.duce así el agiere11 freud¡uno; esra traducción tuvo un
éxito considerable hasta el ;:¡unto de vP.:iir a dc~ignar todo comportamie:ao
llamado ··celíncuente". Dado este abuso. no será inoportu.oo interrogz:.r los
textos de freud a fin de exr.ni.er le que lo otiligó, a pmir de su experieneía del
psicoanálisis. a sacar a !a luz este cxrraño ;;vatar del acto que es el actú1g-out.
El artículo "Rememorar, repP.<ir, perlabornr" de !914 es a este respecto el
texto capital. Antes que nada se notad, no sin algo de a~ombro, que ese
r..rtíc:ilo se: cierr:l con una referenci<:. a la abreacción ("Abreagie1·e11 "),
objeti vo de !:i. antigua técnica hipnótic:i, de la cual frend escribe al comienzo
del urrfo~i l c que "hay que recordarla siempre de nuevo". Así, de entrada
;:i¡_;arece que ía elecció;1 del término agieren en lugar de d ie Tat que se podía
esper;.ir de la pluma de un lector de Goethe, e:; mencímwdo ?ªrn evocar la
a bieagieren del "feliz" tiempo de la hipnosis. Esto pemüte exponer apre.~­
co;lp c¡ue con la ahrcacción como objetivo del traramicnr.o del primer típo, lo
qcc .St~ le pedía a la histérica cr:cuentrn su estai'JS ~n d ü.r.tit!g-our. De alíí viene
esta definición de punto de paráda: el acting-om es lo que surge como
p roblemático del acto cuc.;ndo et médico nmuncia a su demanda de
abreacción.Eiitorices, d actirig-out es corrc.btivo dci emplazamiento como
cal de la posición del p~ic;.)analísta: no es que ne haya acting-out fuera del
~:iá:isis, s:no más bien .:onstanciaáe que foe necesario el psico~núlisis p<!!a
no mbrarlo. Deb<~mos precisar el detalle de esta correlación.
Preud disiingue ~res '.ie:npcs en el e:n¡:fazamiento del disposíti vo que da su
oosición ai analista. El •orime~o. ei de los Eswdíos sobre !a histeria, consistió

en esti:diai· la hípnüsis. no ::orno Bernheim para sugerir ol cnfem10 que
abandor:e su síntoma, si:i.o para descubrir los recuerdos que lo hu:-i provcicado
y 1)r0<bcir la descarga emotiva de
la:; ten:;ior.es concomirnntcs. Segunda
dem;;.rcacíón con respec:o a la ambición terapéutica: d :nédíco red:;cc
tod;;ivfa s•1s exígen-:::ias de no iecl¡¡mar y<J la abreacción, sino simplemente los
hec:Oos cr.!e h<i.n provocado la neuro~is. i .a i mp1):tanc ~:i ('.e f:Ste segur.do pa:;o
·consisti! en que ía :ibn:accí6n es tanto m:b ra!iic:ilmeme desechada cuarit0
que algo viene en ~u lug:rr; algo qi;e Freud Hama "gasto d-~ trab&jo", y es \e
:nismo q:it: el p:iden1e <?::; invit'-ldo a producir en ccnc:xJ;;nc!a con la reglu
for.d¡¡¡nental. gaseo de las palabras de su libre as<1ciación fuero. de tocia
vigílancia crfrica". En lugar d:: la abr~acción, entonces, :.m "dispendio" que
es t:nr.bi·5n u1: dis-pe;;samienlO. Una vez e11ur.ciada la regla fundar.ierHal, ya
sólo le ;ued;:i al médico Jkvar mris adelante e! movimiento de retiro d~ su
óe:->1m.da; éste es el tercer tiempo caracterizado por el hecho de que el médico
ya ne reclama de su pacleme que éste le c-:ien1e los acontecimientcis que han
prcvoc:;do la neurosis. ¿Equivitle a decir que cnn este retrnceso lkvado lan
lejos cumo se pL!e:da, el análís:s había tennínado con la hip::o!;is?
L:i respuesta 11e Freud es sorprendente. Si bien la ruptura c:>n la hípno~is
parece aho(a consumada, (;Orno lo mi!estra d empico del término "nueva
técnica" que 'liene de ~u plum.a, queda el hecho de ql!e ésta cor.serva de la
antigua algo que no es despred::;b!e, ¡m~sto que se trata nada menos que de
su objt tivo (lieé), ~u mJra. L:::. hipnosis era 1a vía regia de la rememoración;
el anáiisis renl!nciaa la hipnosi:>, peco conserva el objetivo de la rememoración.
¡Es extraño, y hasta p:lt:?dójico, ver <l ;ligüien pr:varse<::e! martillo para clavar
un davo ! Juzga.remos ei <'.sur.to pQr sus co::isecuer:cías.
Freud da tesrimoni•) entonces de que se present::?n dos casos. Alguncs de sus
pacien!es se cc>rnpcrum co.r:w aquellos para lüs cuales se emple:lba la técníca
hipn.ótíc:.; rememon::in de una m::rneru muy satisfactoria, ;;I punio que freud
nu vacila en ae::i: que, ::i. pesar de que r.1) ol\ce nada de su pa~e par.'.l ello, para
esos pacientes ¡el p:;ir.oanalist.:; encarna toGa,·fa la figura del hip1!otizadorl
Per<> llega un momento en que la remt:moració:l frac<'.\sa. Pa.s.:;,n a imegrar
enton::es el segundo grupo cJe paciente~ que ¡\1; n::r'lemornn lo olvidado o lo
reprimido, sino que le rtpn.i<lucen corr.o "agieren", c()sa que Str::chcy
traduce: "bu1 acts it O!lf'. El agieren es lo que, del campo del hacer (die Tat)
se 1mcuentra determinadci por el frCicr+sc de la rememoración. La férr:mla
v::ile par:i. la trnnsforer.;::ia (los ejemplos dados pcr Freud lo testimoní:J.r.) y
también p;;,ra el acting out El agieren así circunscrito es lo que pro<lu::e
eq11iv::ikncia de uno con d otr0.
Entonces, ¿qué es lo que ccnstitt:ye la dificültad del rememor::ir? Freud, en
b ?rimera edición de este :i.rtículo, aborda esta cuestión en tipografía mú~
pequena; es unn manerr. de sefü::ar que se ve llevaC.o a<.¡uí a introducir algo
totulmente nuevol. Esa aperturn de ·.;::im!nos ~;:; tr.:iza con un.i dcbk :.::ompro-
bac!ó:i.
Primera proposición se olvida mucho mel'.ns de lo c;ue Sé cree olvidar. Lo:;
hechos son ca~i siempre conocidos por el sujcw, pe.re ar;tcs r¡ue los de
rememore, se encuer.tran como bloqueados. m1;dos, :l!sla<los t<into de lo que
los ha producido corno de S!.15 ccnsecuenci::1s; ::e :: o:-:s trt:.!y~:l ;1cm1te;;imie~;t0.
Entonces. cs(.in :::xchúdcs no t::intv de !a memoria como oe b ::xister:cia éel

' "D111CI: d:tn .4.rGec:u.if1.v<!.'1<.t ', ~>:C~·3e :=1eud. S~ p~l'!:d! ~c:~c ~lií i:i. prime!'a ~nsc:i;)o.,;1é~ dc:I
"cJ;Jr( f¡arheici:tl .• -r¡t\t': Ffe.1td inu-0<11!".'e;:;' ~se :cxto y .¡j~~ C'J~J e;::~ q~tt': h:J...:r. J~ ::!.iiC:"C::cia e~~~
e:~ trJCa.~ ~:1:~ :.:·:.~fr~.:~ 't c!I t:'~ ~ami~ n to :ior sut:cs;:ó n.
(s~ p1'lli; ... ~:~<:;::r; ¡....~ .~~j!:::~·;1 Z':OC3nclo '.::1 ,Prf>;·ec:o. Pct'-0, ~ Qui¿n h~~;·a ~Gi<.!t~ e! p r~Jy~.;I() ~'l
J~)J ~?
sujeto. Es difícil no entender aquí el reme&norar con10 lectura; no se tra!l:! de
recordar lo que habría estado sumergido s1no de leer lo que está allí y que,
sín embargo, no ex·-siste, por no ser leído. Freud señala la nota de decepción
que espera al paciente cuando se compromete en ese trabajo de lectura. Pero,
¿decepción con relación a qué? Con relación a su espera de encontrar en el
an:ílisis una reminiscencia que, hablando con propiedad, -eigen.tlich- sea una
reminiscencia. Sólo la histérica, escribe humorísticamente Freud, estará
satisfecha en ese plano, rasgo de humor en efecto, pues al olvido al cual ella
dice que debe enfrentarse, Freud le dio el nombre dt: represión, o sea lo
contrario exacto del olvido.
Segunda somprcbación: e.n el análisis ocurre que sea rememorado lo que no
ha sido sabido y por lo tanto no ha podido ser olvidado. Es la lección del
o bsesivo a propósito de la cual Freud deciara que es lo misn10. para el l'rabajo
del rememorar, que los actos internos (der Aki) hayan sídodurante un tiempo
concientes o que no lo hayan sido-jamás.
Todavía 1nás extraño es un tercer orden de fenómenos que se debe poner en
el legajo del rememorar. Se trata de ciertos acontecimientos de la tierna
infancia c:.iya ocurrencia está establecida en el análisis con una con1p:eta
ce1iidumbre, mientras que el sujeto, de:;pués del anriiisis, persiste en no
recordarlos. No obstante, la existencia de la neurosis es suficiente para
a<lmícir la efectividad de esos acontecimientos.
Se vt: qué !a rn.anera como Freud aborda la cuestión de! rernemorar evoca el
tipo de argumentación cuyo paradign1a dio con el ejernpio del caidero
agujereado. Cuatro proposiciones son desarrolladas aquí:
l" Nada de io que ha sido experinientado es olvidado.
2" Uno rememora lo que jamás ha sido olvidado.
3" No :>e rememora de la misma manera lo que ha sido olvidado y !o que no
lo ha s ido.
4º Se re1ne1nora io que pennanecc olvidnJo incluso después de habedo
remernorado.
Realmente hay que sacar la conclusió n: el "rememorar" freudiano
estacutariamente no tiene ninguna relación con el olvido.
Es decir que la dificultad.aunque también la novedad. del carnino abierto por
F reud consiste en el hecho de que el co ncepto de la rememor<lción difiere del
de la reminiscencia.
E:1conrrnrernos una confirrnación de esto si nos referimos por un instante ai
~l "er..~ar:amiento " dt. !a :rcnsjerencf.a 235

texto dei rv1enón. El episodio llamado del torpedo (va.Ol:(T) narké) desig!la la
operaciói1 de la retniniscencia como agieren, hacien<lo resaltar que no accede
a Ja efectividad sino pasando por ese entumecímiento (vaowrr es el mismo
término) que es constüutivo de la transferencia-sin análisis-con Sócrate~. La
reminiscencia es una narco-mriesia. Ei rechazo a la puesta en juego inmedia-
ta del narcótico en lugar de la demanda del médico tiene entonces como
efecto separar reminiscencia y reme1noración. La operación de ese rechazo
no deja, sin ernbargo, <le tener un resto ya que el "re1nen1orar" freudiano, por
no confundirse más con 1a reminiscencia. tiene que vérselas ahora con lo que
la sostenía y que escapaba así necesariamente a sus redes . Con lo que se
esclarece el hecho de que ia técnica hipnótica :to podía áe ninguna manera
plantear la cuestión d.el agier.en {ya sea rransfereucia o acting-out): era el
c:.cting-out el q!.!e b soste:-Jn.
Una vez evacuado el obstáculo constituido por la demanda del m.édico, el
agíere.n es lo que, de la hipnosis, retorna. en e! rememorar. Que est0 pueda
ahora ser nombrado no constituye utt resultado pequeño. Sin emhargo, Ja
no1ninación no <'..rregla esta cuestiór.. ·:-v1;1s bien, como toda non!inación que
,
se respete, 1a p1antea. Y e.loostacu
' ' lo rnu.~str;; toaav1a ' ' su pre.senc1a.
.

¿Intentará, acaso, el 1nédico intervenir con ei fin de invitar al paciente a


prosegu1r en la vía del retnemorar, e inclu~o con el fin de interpretar el
agieren? Tendrá, en ese caso, como f'reud lo esc1ib~ en Anaiisis terminable
e interminable, la impresión, "no de haber trabajado en la ar:::ilb., sjno de
haber escrito en el a.gua". Aparece entonces de entrada que tiene poca
posibilidad de elegir; le es necesario adrPitir que eJ "dejar repetirse" b~jo la
forma del agieren ton1a, en el análisis, el lugar del "dejar re¡nemcrar" del
tratamiento hipnótico6 •
El "dejar repetirse" le da rrüedo al médico. Divier".e leer los consejos dados
a tos jóvenes analistas por clínicos a quienes se supone experimentados:
¡Sobre todo -enseñan- no dejen de$arrollarse la transfo:rencia negativa! Al
menor signo de lrnnsferencia negati·;a, interprete, en otras palabr¡¡s (pues tal
es la concepción sobre Ja íncerpretación puesta e:i juego aquí) haga saber a
su paciente que de hecho no es usted a quien apuntasíno ... asu papá, su mruná
o incluso su prima herrnana; si usted no procede así va a la catástrofe, dicho
de otro modo (pues tal es la conc~pción sobre la catástrofe puesta en juego
aquf) usted no será ya e! amo de la situación. Se nota que: tales consejos
rcíntr0ducP.n la demanda de! tnédico; y lo que se l!ai1?a "interpretación d~ la
transferencia" nocs entonces sino la formi.d;;:.ción al paciente de una demanda
de no comprometerse inás adelante en la vía de 13 transfe~·encia. Uno se
prohibe con esto Ja !ocafrzadón de 1a inhibición correlativa con el agieren,
ya que esta inhibición es tanto más manifiesta cuanto más se predpitl el

•S. í-re::d. G. W.. tora•·:<. "fainncrn. W!dcrho!~~ urui Dr.rch:i...-t:<:itcll", p. 131. (S. Fr~u:d, O?ra·
'~""'fJle1as. .Ed. ,l\mu.rror;u. iluenos Aif'!:;, 1980, Torno Xil, p. i.53).
suj.'::o en este modo del repetir. Pero nos privrunos además de los medios para
inlervenir sobre aquello para lo que somos consultados, pues la neurosis, por
su parte, no vacila en llevar mucho más allá el asunto, en ~mpujar más alla
el bochín, para decirlo en término:; del juegf> de bocha:;. Así, gracías a los
buenos oficios de algunos "mayores", se ve a veces al analist3. protúb\rse sólo
pcr éi mi::;mo.
La expresión de esta interdicción puede fommlarse así: yo no soy el que u~ted
ere.e. Eslc rechazo de la cran:;ferencia hipoteca todo lo que, desde el lugar del
Otro, puede retornar 3.I analÍzliilte. En francés hay un matiz que es difícil
traducir, pero que también en español está subyacente, en la siguiente
situación; una joven francesa dice7 a su amigo: "Je ne compte par .sur toi, je
compre avec tof', es decir: "No cuento sobre ti (literalmente: sur roi), cuento
.::ontigo (iitera!mente: avec toi)", ¿Cómo entenderme bien en adelante con
quier. desco:J.oce que no puede entenderme más que con ... éi '!No hay en esto
n' ng11r.::i !iL!Sión sino más bien una creencia, o sea el movimi•!nto por el cual
nos rVrigimos a aigo en tanto es susceptible de hablarnos. Esta dcfiní:::íón
la.:.aniana de la cree:nc!a pennite fom1ular los efectos de su denuncia. El
a:ia iist~ que se su.-;tr;'.',~ ,¡ 1,1.., consecuencias de su acto en tantn éste reclama
o~éi qm: uc<>pte ser alií el ~opoite de Ja rransfecencia, desistt: al mismo tiempo
al piar.o de la pahlhra, ya que es de ailí precisamente de donde es esperad~ una
palabr~ que tuvíera función de lectura.

11. 1Ya.die puede ser tu es (tú eres, tué: matado) i"I absentia
Nos vemQs llevados a situar no la transferencia sino la relación de la
transferencia con e! anóiisis.
Para hacedo retomaré un procedimíer.tc puesto en prácfr.:a un¡i primera vez
aquí mismo, en el capí!Ulo trc;;, donde fue dcsarro iluda, a pror;é~ico del sueño,
una secuencia (incidente el~ la víspera - sueño - interpretación del sueño por
el ch.iste) qur: ern necesario tomar en cuema para pcner a la Ju;: la h:ciun:.que
efeciúa el sueño. Ahora, ou-a vez, debt:rá se::r presentalla una secuencia para
el estudio de la relación trans ferencia/análisis, o se.o. algo que se ¡:mede
nombrar :ambíén, con Lac:rn, un "recorrido subjetivo".
· Tal recorrido es a veces localizable en el lugar misrr:o deí sueño. Es porlo ll'Je
m~ apoyaré d:! entrada sobre el sueño llamado de "b iny~ccióo hec~i't a frma"

'riara mostrar eso, en urime::r lu oa:.


. 0

'Es sorprender.te r¡ue la interpretación propuesta por Lac:m para ese 5ueño
inaugurni mamcnga Ja contradü;ción qu~ un lector desconfi;ido $cna c.ondi:-
cido a querer eli:nina.:. El análisis no tiene nada que ver con una "tiíoscffa é e
Ja sospech:i.",
.. "'Of
t"' :mís cuc
• ~foba. poi este hecho, or:v:usc de la dicha de vt!r ~

andar de amigos a .tvhlrx, Freud y N!etzche. La contrnóicción, en e! punto de


partida de la susodicha sospecha, corresponde al hecho de que. por una parte,
Freud ufirma que el sueiio reaiízo el deseo de no _:;er responsable de la
enfermt:dad persisteme de Irma, ceseo manifiest:imente precor.sciente, pero
ese estatas prcconsc!t~nte no le impide, pcr otra pr..;íe, extraer del i:.nruisis de
este sueño la certídum bre de su teoría del sueño como realización de un deseo
inconsciente. Los maiíciosos (los desconfiados lo son) C;)ncluyen de ello que
Freu<l no no.s ha dicho todo -ti no !o escoildc por otra pme- y se encuentran
así remitidos a :o irnldínido <le las invescigacíonc::s psico-biog~áficas. Al
hacer esto, deníegan que Freud J¿ este sueño y esta inlerµret<::c:iún como
prueba de su teoría. La úiüca lectura ligurosa es l"ntonces aquella que, sin
presuponer que el discurso t~rírico de F:eud sea del orden de un mct:ilc~1guaj~.
c.dmice que d carac~er proba10rio de este sueño es s~ interpretación.
Ahora bien, esk suer1o :;;e c11racteri<a pvr implicar d<.'S m<)Jn:!n.:os sep;iradcs
por un inst mte Je prisa -"Lbmo r~pídamente al r!octnr :-.f'- que se prod~ice
justo des pué:; de gue d enfrentmniemo dna! con irrmt alcanzara d ¡n~;opor ­
table 1'nunto de arnrnstí~.
..,,
-p.ero iustam::::'!Le, en este cuso. resuha u ~!e fue
& .J J

soportado; no ha habido dc:>perta::- para <:brir luego a otra fose Jonde ya ne


:;e trat:ule c:onfront::ición ím;;:gínaria, donde, con el Jfarnado al congrc:o de les
sabios, "h intromisión de los sujetos" (Lacan) se order.a en tomo de ia
fórrnu !a ;li uc!nada de la trimetilam:na. Sí en tonce.s Fr:: :.id está aucriz:ado para
adm!ti"~: que e.se sueño re:!lizaba una cfcc.;.iva éisuh..tción de su c~ipuoi¡i.J:id,
esto no .!Jued~ emcnder.se ,v no toma su air.:anc~ 11.;;rdad~: o ~ino al :;er referido
a este orden de franqueamiento (hvi;;rso ée aqu¿i por ::l c•!al Jfo n:let lienc
ncc.::so a la <~SCt'H:l p<!tcnlíl), grnc:a~ 21 c:.ial pudo, :::.trnactivamente, :~<lmitir
el hecho de la ílusién hnsta ent.c~m:es manl~niJc. de es!i!r él nüsmo alga
vinculado en un asunto donde no se trntaba más que de :>u soi:;eti¡¡Úento a!
sig11ifican~e ternario de ?a fór;nula de la (Ci~e!l!ainina. aicOteñberg: ''Q,.1.e se
suei!en tcmtas cosas loccs no me asombr,i, lo que me asDmbrri es que se crea
St! r aquel que hac:t y piens!! tod;,s esl;s cosas"!.
F1:e emonces necesario q~e el enfrentamiento mm:isista, en u:i tiem¡:-o
primero, alcanzara ese punto de a¡¡gustia ~n qi;e Frc:.i::i, honoti¿:qcb, mi~a
esas m;;;sas de carne blanquecina en e: fondo de la g~·gan rn de f.rrn:'!. parn r;ue
después, y so!ame;ite después, vinie:a a ia luz. Ja formul a de ¡;i. trimetiimnina.
Ahora bien, una secuencia semcjar:t:: se e:'!Cue:itrn en !a experiencia de l.:!
tran:>fcrcncia. Se puede :;omµroba;:, en efecto, que es una vez franqueado el
~ienjpo en qtlc c1 t.igieren se m:lr.itle$ta C~)I\ ~Jil 1;iá~<irr10 de agt1dc;r.a
(f1ar,quc~mientu qu·~ n(~ es efecti ·.·o n:ás ~1u~ a condició·tt de que e! agi~ren
· ...."n'·u~n;-,. · '~ ~art~
""" ·.., ,,_ -· ._.._.
~... "'"' del ·p·1 ·... '1•''ª¡;,
.::. ·c,..- ·' ..,v_.,.,a.\.•
.J .
"íl •1'e<>no
l ""'n'c
de ._.,. ' 1r·- ,··· ~; ·'•n) :-•pndo e:i un
.1~ _ ..,.",_., --. .........
tiempo segun<lc puede ser publicada una palatlra gm: permaneció hasta
emonces en el estatus, esrimable neuróricamente, de lo inédito. Yo nombro
al primertic;npo decstasccuenciaelponer de relieve de la transferencia. que
dicho er. francés, le monter e1i éping!e du rransfen, connota además lo que
tiene de engarzamiento, como el de una piedra preciosa en un alfiler de
corbata. Es el tiempo de la equivale:icia, en el agieren, de la transferencia y
del acring·out o tamhién, para decirlo de otra manera, una retoma de esta
necesidad muchas vt>:ces destacada por Freud con la afirmaciór: de c¡ue "nadie
puede ser 1ué, macado (que se debe escribir igualmente tu es, tu eres) in
absentia aut in efjigie".
Llamar a esto el engarzamíento de la transferencia designa que está aquí en
acción una intencíón; pero también es, avanzando más, indicar que esta
intención no tiene alcances sino a partir de sus efectos en el :ugar del Otro y,
entonces, que sus consecul!ncias (lo qoe se llama "análisis de la transferen-
cia" donde se separ3n transferencia y acting-our) están bajo la dependencia
de lo que vuelve al sujeto desde ese lugar del Otro. Digo que es esperado aquí
un signo de confinoación del agieren, que está allí la condtcíón para que sea
franqueada al revés la rampa del agieren con la puesta a Ja luz -que sellá ese
franqueamiento· del significante que no cesab;t, en el agieren, de no
escribirse bajo el modo del rememorar freudiano.
Propondré ahora un cifrado susceptible de escribir los diferentes üempos de
ese recorrido subjetivo, o sea, principalmente, de la condic:ón de posibilidad,
del lado del psicoanal~sta, de la operación de disyunción de la transferencia
y dd acting·Oul.
Por haber introducido, ha<.·e poco. el término "intención", p:::rtiré de :;u
opu~sto que es el puro azar. para proponer luego una transliteración del
esquema Len el lenguaje de lo que los Escritos nombrnn la "cadena L",
haciendo la :1put::sta de que poner en correspondencia una es!r::ctura síucní-
nic;imer.te regdi:i.da y una serie sinr.ácticamcnte ordenada podrá producir una
escritura de lo que implica, cel lado del psícoanahsta, el engarzamicnto de la
traosferencia. Que haya aquí además, un::i explicitaC:ón ejemplar del lazo de
lu letra con la tran:>líi~ración m.:rec~rá ser subrayado, cuando llegue el
momento.
L;i cucena Les un di~posit.ivo de registro de jugadas tír::idas estric:afl\l!nte al
az:ir. s; se define la sintaxís c omo el conjunto ¡te la~ regla~ que fijan la:;
condicione;; del registro de los términos, esto no quiere decir que esta síntuxi:;
no ir.tervenga en la <leceni:inación de las jugadas. Estas ~ ugadas, que
poccmos imaginar como de caru o cruz, snn trar1sc=iptas primero ..+" o "-''
según el caso. Nada es ioca!ízablt!, a este nivel, dd efc:cw síndctico. IJ~t
el ··~11g11r:t.:n:ien.ta " de !n :rc.~fere':':cia 23Q

secuencia ele + y d e - , mi c ual, no penr..ite dedr na:.la de la apuesta de la


notación. Tal deja de ser el cas:>, en cambio, si se reagr'.lpa de a tr~ cada uno
de los términos de !a serie que, a p:i.rtir c!d ~crcero, se termina en cada jugada.
Esta se¡;cmda escritura si: present1 como un nuevo aifabcto cuyos ténninos,
si bien :ecubren el conjur.to de las posi bílidad~s de sucesión, no son sin
embargo definil..ios sin arbitraricdnd. Se los escoge en número de tre.~ . y ;;e
r~scribe :

la sirnetrfa de la constancia: o sea + ¡. + y - - - : ( l )

la dísimetrfo: e se« + - -, - + +, - - + y + + -: (2)


Ja simetóa de Ja altt::-nancia: o s.:u + - + y - + - ; (3)
A:10rn bte:i, cor. es~a sintaxis nueva ap:u-ccen unas imposibilid¡¡dcs éc
sucesión: el que s>ga a un (J ) no s::rá en ningún caso un ( l ), el que siga a un
( 1) jamás será un (3). Reproduzco :i.quí l a.r~d de posibilidades e imposibili-
d r.dcs de Su!.:esi6n presentada en los Escritos, página 4 l ~.

No es necesat:o pro:¡eguir :1:6s adc!ar.cc .::01~ ei cifntlo ¡x:ra admi;ir af:ura ~u~
no huy ley de sucesiór: -y por ~o !anto no hay irnposibiiidad !oca!iz.abk- sir.o
cor. io trcmsli:eruciún ,Je ro q11e es trcr1scripru pl imeTO. La escritura ce la ley
e:<ige la <rans.literacióo en otra .:sc:-imra cuy::;s términos e:;tán precisamerue
detir. ídos oor una ccn11ención "lnue es. es" conve:ición m isma, la re11/a
., l ""'
de la
cr!1nslireraci6n. Esu solil'. aridad de ia en:ación -con !a L-ar..>llter¡¡ción- dt !os
sfmt olos como tales y de la escrítur:!. l'.e la !ey es un argurner,to en mi opi nión
decisivo que jt:stific::i l:? paúni::ncia de le di sti nc ión in tn.iJucida aqui de la
tra nscripción y b transliter;:¡;~ i6n .
E.;rn primera tr~rnsliteraclén <lene, sin emb<1rgo, d ir.ccr:ve;1i1:mtc de: ír.mi<:u-
cin .ma chspar.daú e:i la ;:irohabílicad ceaparición. de! los •res :> ítnbo:o~ p uesto~
en j ueg-:i, ya que In ;Jrobabi:id:.id atribuible al (2; es :gua! a Ja de: ( 1) m:ís !;i.
; ~;;,.-¡.¡·~~~::~.~ -n:l:->:~:c~.:J1~l'!n· ;.r:~ •;i.~ne
:-i :i'.r .::•'e 1a(l~.:i:ir ~! ;u:.Jr'.' '( b\t:::i. :-:c . ..')e;: e~._:;:..<.-> Ci;; la
('X':h.::os,\,¡ :,j"l r !'1 a ;:;,:_~jr Je;! {3). Si ~1: ::l'r.111i~.r: ~j ~~) í¡~:~ ~e •er:njna Jesp~>¿.s de •.:.n& ~tr.t .,..
. "=". e l ua: d:.~ ;'.Jeg:. ·.~ se'!~ ;::;.~ :-::1trá Cilt?n~'l:~ ur. i2.), u .b!~~ - y $C ·::n~ci .!nto.ic:..s •.tr! ~; )1
:.t~11.:i t¡.;c c:.scai(.·! ¡~ $t~i~ . .. . ·~e n~ :.q1:i qu.; ::~ ~:vb!c..eo~ pl.'i.!;~~ pan!! ;.!r~bi~:i =e C:St:'\ ~:".tia!
,;;:r;:. ia i!:.i.;rr-.a J!.:·!!"~~u~:o:..
del (3). ¡..hora bien, el efecto sintáctico será tanto :Gtás puramente manifiesto
en la medida en que a cada uno de los térrninos esté ligada la misi:na
prob~bil¡dad de aparición. Para satisfacer a esta exigencia supiementaría, se
introducirá una nueva sjntaxis emplazada por una segunda t ·ansliteración. Se
anotará entonces:
et. la conjunción de una simetría y de una s.imetría. o sea:
(1)- (l), (3)- (3), (3)- (1) y (1). (3)
p lo. conjunclón ce una simetría y una disimetría, o sea:
(1) - (2) y (3)- (2)
¡ la conjunción de una disimetría y de una disimetría, o sea:
(2) - (2)
o la conjunción de una disimetria y de una simetría, o sea:
(2) - (l) y (2) - (3).

La r.ueva sintaxis está completDmentc definida pues pemúte transliterar a


ciegas u nu serie cualquiera de ( 1) (2) (3) to1nando en cuenta en esta serie un
primer y un tercer término, jugando el término siguiente jugará entonces
como tercero para una marca siguiente. Se escribirá, por ejemplo:
+ + + + + + +
(2) (2) (1) ( 1) (1) (2) (3) (2) (2) (3) (3) (2) (1)

o&ª~ª 1 ~º º ~ª
Esta segunda transliteración, como la precedente y por las mismas razones,
permite escribir una ley de la.s exclusiones gue es dada en los Escritos bajo
la forn1a de un "repartitorio". Aquí i.ene1nos otra presentación:
(( o -> pemiten
B·1 o ,v excll1ven
, -> y o
~.
et.
'. '
"( ~ -> pennite11 __:;:y y excluyen-> a f>
i~r .
ti~rnpo ?" .
- tiempo ·3° ,:"mpo
¡;. '-''' Á

El interés de esra. presentación en un repartitorio corresponde al hecho de que


pe:-n1ite leer que la lígnzón así establecida no es reversible (del hecho de
pcner e; o oen posición de terc~r tiempo, no ~e puede extraer la <.:onclusión
de la presencia de O'. 6 ~ en el prírner tiempo, consideracíón que vale
iguahnente para los térn~.inos de l;i 'línea de abajo) siuo retroactiva (si a ó ~
están en posíción tercera, se puede sacar la conclusi6n de la pres~ntación de
ex ó 8 en el primer tiempo).
Si se quiere evalu~r, entonc:;)s, en una secuer.ciu w.n reducida como sea
posibk la. importancia de las exclusiones debid¿¡s soiamente al hecho
~intictíco, será necesario, para hacer jug:ir la ley de bs exclusiones tanto er.
d "ert¿¡,1r7.amie1110" d2 !o 1ror.:;fuencic. 241

eI sentído de Ju seríe como en el sentido retroactivo, tomnr e;i cuenta al menos


cuatro tiempos. Es!a cifra "cuatro" indica ya que nos dirigimos hacia un
"parentesco" 1º entre cadena L y esquema. L.
¿Cómo se ordenan, en cuatro tiempos, las exclusiones? Dado uno cualquiera
de los cuatro ténninos en el ríempo uno, cualquiera de el!os puede aparecer
en el tiempo cuatro. Hay entonces dieciséis posibilidades dentro de las cuales
es fác!l definír, para cac!a una de eilas, !os términos excluidos en los tiempos
dos y tres. Sea por ejemplo a y y respectivamente en los tiempos uno y cuatro,
o. en el tien1po uno excluye y y o en el tres; por otro lado, y esro es un lazo
retroactivo,'{ en el cuatro excluye a y oen el dos. Hay en toces un término
-o-excluido a la vez en los üeznpos dos y tres mientras que a está excluido
en el dos y y en el tres.
Cuando consideramos las 16 posibilidades des:Je el punto de vista de los
términos excluidos, podemos verificar que ellas se agrupun en cuatro veces
cuatro pare:; y cada uno de esos grupos de cuatro pares de términos extremos
da las mismas e.x.ciusiones en los tiempos dos y tres. Asf, par::1 el ejemplo dado
más arriba, nada curnbiaría en cuanto a las exclusiones si se n:e1npla~nse, en
el tíempo ano, o; por So también, en el tiempo cuatr0, ¡por 8. Laco~a aparece
con s.in1plemente consultar el repartítorio. Se pueden así reagrupar las
ex.clusíones en cuatro veces cuatro pares de término~; extr~müs:

1a--;r 1a:
1
p 'Y al 1 !3 rl' J
~·~--o
1
¡
' p a: . ~ p
ͺ y ~ - 1
Ó; (J.
-- :
6 1 l• ª ria (l
13 o 'Y !} '"( aly
1
<>io p
.
& 15i
i 1 (t o: .1
1 13 í3 ! l • y y
1
extr. exel. extr. excl. extr. 1 ex el.
1 extr. exel.
1 1 1 1 1 1

Tabla~ Tabla III T.::bla n 1


Tabla IV
1 1 1
, ...
~· 1
o n o
L 1

exc:.:; ~rrrJnc:~ ex.:!uidos.

Es oportuno comparar estos cuadros eon los cuadros O y Q presentados por


Lacan en ia p<igina 43 de los Escritos. Par::i faciiitar esta comparacióo,
reproduzco ~quí esos dos cu:idros:

111 • ( ., .~···1
J • ..... ...-.a••
('.·, ,.·
c ... Ct.<:, p. 54 \.-:;-..
.... . > C•,.,•,flJ.~.. p.....
•'i) .
a: y "(

Cuadro O

Surgen, de esta comparación, una comprobación y una pregunta. Se nota.


primero, que los cuadros O y Q inscriben el conjunto de las cuatro figuras
posibles de la exclusión. Pero Lacan, por una pane, reagrupa esas cuatro
figuras en dos cuadros y, por otra parte, escoge, en su presentacíón, entre las
cuatro posibilidades que son ofrecídas cada vez para designar el primer y el
cuarto término de cada figi.:ra, no cualquiera, sino muy precisamente, y las
cuatro vece::;s, uquella que corresponde a un redoblamiento de los términos
excluidos en los tiempos segundo y tercero. Este redoblamiento es directo en
el nivel del cuacro n ycruzado en el cuadro O. ¿Por qué razón una elección
tall particular?

La n:spuc~tadepende de la pregunta misma, o sea del término "redoblamienio"


que ella Jes!fü:.n. E~ta presentación, dit:ho de otro modo, señala y subraya a
la vez 11112. pregunta plante:1da a la cadena: ¿Qué responderá ést;i si, en una
secu~1•cia mínima de cu¡¡tro tiempos se le pide hacer de m.:mera de realizar
la citada secu<!ncia de manera que haya redoblamiento de los ténn.inos
r;,xtremos y medios'! Los cuadros escriben Ja respuesta que, aunque no sea
arr.bigua o evasiva, es, sin embargo, "sí' y "no". "Sí": un redoblamiento
cur:-io este puede escribrse cuando ei par de los términos que se redoblan
figura en '.O$ des grupos metonímicamentc representados por el cuadro O
(Cuadros li! y IV de la presentación complc::ra) ya que, en este caso, la
exclusión es c:n.Jzada; y "no", cuando se trara del cuadro Q (cuadros I y II)
donde !a cxdusión e:; <lirc:.:ta. Los cuadros O y .!2 tienen por lo tanto un valor
dísc;riminatorio en cuanto a la posibilidad o la imposibilidad del
redoblamiento. Así, por eje:nplo, a ex O'. a (0 Ill) o y yy y (0 IV) están
pem1ítidos mientras que P~ p J3 (0. Il) y So O ó (Q 1) son imposibles.

Ten.::mos, entonces, que a Ja probabilidad igual de aparición de cada uno de


los cuatro térmínos de la cadena responde, por el sclo hecho de la elección
de u:rn sintaxis para fa tran:;Jireración, una dis;:>aridz.d. una suerte diferente
reservada;; ]es a¡ y a los Po. Se puede hacer notorio esto al destacar que
los o: y los y pueden, cada uno por sefarado, constituir indefinidamente el
o
conj;,rnto de la cadena mientias que la sucesió~ de los~ es más comple.ja.
e! ·•engar:JJmien/o ··de !a traJL!f~r~ncitt 243

Dt::spués de dos¡) que pueden sucederse inmediatamente, está excíuido c;ue


venga un tercer 0 salvo si un O viene a abrir esta posibilidad.
Reclamar el re::!oblam!ento de los términos extremos y medios equivale a
demandar a Ja cadena que realice una primera aproximación con el esquema
L. Se trata de escribir, en los cuatro tiempos encadenados. los acoplamientos
dados con los cuatro ténninos del esquema: el redoblamiento inscribe los
pares S- m y a- A. Sin embargo este parentesco permanece incompleto pues
rechaza, en el lugar de la cadena, el par imagínario a a' . Para escribir este
acop!amicnt.o, sería necesario que :J!la misma letra venga. en la cadena, en
posición dos y tres. ¿Es posible pedírle que satisfaga esta exigencia suple-
mentaria?
Hemos visto ya que .solamente los ocho pares de extremos dados en el cuadro
O autoriz:iban el redoblamiento. Si queremos ahora o:!scribir términos medios
idénticos. esos echo pares se reducen a dos: o:et y Tí· aaaet y Yfff quedan
como los únicos posibles. La razón de ello está dada en el cuadro siguiente,
que es la respuesta de b cadena cuando se le pregunta cómo se comporta ella
cuando los tiempos dos y tres son ocupados por una :nisma letra. Como la
b.ateria de las letras está limitada a cuatro, no hay, entonces, más que cuatro
posibilidades:

Tiempo UNO Tiempo DOS 1 Ti~mpo TRES 1Ticmpo_c._u_A_T_R_O-+--R-e_s_u_11_ad_o_s-.i


Ténninos 1 Escritur.i. del Tfrminos
exduídos por par imaginario a-a· cxclu1dos por el
el tiempo tres tiempo dos
r a a. a a c.
y p imposible
o y y y y y
¡¡ ! o y imposible

La respuesta de.: lacade:iapresenta un aspecto "másciaro.:¡ueel agua", talque


no se ve aquí lo que se podría ganar transliterando de: esta manera el esquema
L en cadena L. No queda, entonces. más que reconsiderar los datos
planteados al comienzo ée esta tentativa par~ ver si un resultado más
productivo puede obtene.rse modificando, incluso haciendo explotar. una de
las exigencias. Sabemos ahora que si queremos transliterar !os cua(ro
témúnos del esquema en cuatro lugares <lados por los cuatro tiempos
escog1dcs como mínimo. obte:ie::mos ó 4 o: ó 4 y, y que estas series dan largas
al asunto. Por eso. ya ;in nn;; xarnos :i l:mitar :i cuatro tiempos; dicho de on·o
modo, a mo.nte:ier la exigencia de la repetición, $Íno cr.ie est;¡ vez la vamos
a poner a actuar ]'J. no a partir de las C(''{, que eran bs únicas posibles (Cuadro
------ -----------··· · --··---·-·----
OJ\ c;1an"o
1 •• • ,.
nos !r:mta.Oa'llos 1 - . d . ' .,.., t:
~ ~
J. m1i1mo e cuatro, s:;w con ;as ¡Si'.;. E:H etecrn.
ei fracaso dei primer in temo no fue tCJt.aimente en v3nG. porque desunió estos
dos pares de letras .;nseñandc c¡>J~ se comportaban cie n:n;K~.:. dife re.me con
respecto ai redoblamiento.
El ¡::aso qne debemos dar ahora corresponde al reinicio de la obra de la cadena
L per La.can en 1966 con <)Casion de la publicación de los Escritos. Este
supíemento -titubdc '"Paréute::;is de Jos paréntesis"-, ur. rrombre del
redoblamiento, no ha síéo casi leído hasta ahora. Debe incluirse, en esa
arestiguación, ese filósofo que presentó una criúca de! Semin;;río de la carta
robada, sin tomar en cuenta la elaboración de Ja cadena L con respecro a la
cual el "seminario", se dice en los Escritos, no tiene sin embargo otro valor
que el de un simple "refinamiento" 11 . Es cieno que, sosteniendo fa tesis según
b cual la le[!'a es infinít:imente fragmentable, hubiera sido clelic,,c!o producir
una demostración de ello a propósito del <X 13 y5. No deja de t·~ner coherer.cia
que la interpretación que resulta del cuento de Poe reduzcas~ akance a un
juego "de identificación ríval y di;pllce de los hermanos" 1=. Por esto
encuentra su cont:nnacíón el argumente dei seminario que indica que no hay
otrr. pos:ble salida del calkjé11 imaginario que tornar en cue:ita la función de
ia. Jer.ra que s:.ifre d.::mora ¡;orqne eib es laque ordenu. !a pos.ició n de 1os sujetos
en !a repe:ición.
De hecho, !a objeción qui! c onc!erG.: al estatus de ia !erra m1 era nueva. Habfa
te:iido su precedente dur;:nte ei ::>cmínario del 20 de rn::u-zo <le 1957, cu<mdo
a.;abaha de pl!biic<Lse, e;i la .-evista L'2 psychanalyse (n". 2), d textc s-Jbre Le.
car:a rob(;.da. T;as hi:berlo conocido, en esta ocasión, ur..o de Jos participll.n-
tes objetó 3. Lao:::i.n que e::;ta demostración <lei fazo esencial de fa memoria y
de ia ley sintáctica cst:?.ua l!lancliada, sí no es que prí vada d.e su valor de
prut:ba, poi Uil vicio ae ~l:.!Ttida que COliS ÍStÍa en la definición, 00 Lin{voca
<le~de el comienzo, de !os térm!ncs que están en juego. Así, !a elaboración
áe la cadt::ml. en l 966 aparece corno ia prolongación d{) ia re5puesia d~da ese
20 de marzo de 1957. respuesta que es oportuno estudi:;r de cerca.
Esta respuesca admite, anee todo, el carácter fundado de Ja vbservnc:ón sobre
la que se apoya la objeción. Basta, en efocto, con escribir con la ayuda de un
grafo •J el conjunto de las po~ibjlidades de sucesión -este gr:rfo es Jo que Ja
teoría de los autómatas designa como "f~rmuhción gráfica ce las in~tt'J~cio­
nes" - para que aparezca la necesidad de escribir en dos lugaes dlforen:e s
cada u;:a. de las letr:is. Así. la Pala que la sucesión de !z1s j ugGd:is ¡;.ccede ya
sea desp1.1és de una o, ya seJ después de una C(, no tie~c el mismo valo r
s intáctico que esa otra~ que só!o puede c:star preceditfa por ur,a p o una y y
o,
seguida por una'( o una a p~s:u- de que las do.> con jug::in ef.:c ti vamente,
según b. <lefiniciór. Jt; panil.b., un:.? simetría y una disime tría. Esta definición
no deja entonces de .ser eq13ívoca y b observación se prolonga, lógi~.:mente,
en !a proposición cie disipar este equívoco Gis<inguiendo, por medio tle un
signe ~Sp1"cíal. dos lipes <le. B: :?.SÍ, escábíriamos ~ y W. Ciert;;!:::ieme,
tendrf::rnos que generniizar esta operación par;:1 cad :i 1rna de lx; otras letras
que !ambién aparecen dos veces en el grafo de las inst.."1Jcciones. Pero
entonces, nada indica que el primo tendría el .:1lismo valor distintivo cu;i.odo
viene a marc~r a, ¡3, y ó o, que no cargaría también él con el peso de este
equf voco que queríamos expulsar de6nitiv1mente. De ahí a prctc:lder po~er
en juego ya no cua'.ro sino ocho le~r<1.s , ;oo hay más c;ue un paso, de! que
podemos preguntarnos, con todo, si cfrctivamemc daría esa un:vocídad de
cada unu de los letr:is que buscamos g<\rnrr.cizar.
Esta. discusión es fundamental pues se refü::rc a lL, que ocurre, en cu~ul!c a l
estatus de la letra, con Ja ¡ransliteracíón. Ahora bier., Ja sintaxis <le las a ~
yo se obtiene, tras una primera transcripción de la serie al az:ir, con dos
trunsl:tew::iones; dado que ur.a sola basta p::.r~ ese, lu discusión ganará
simplicidad una vez que se haya retomado en el ni-:ei <le la primera si11tixis
prodm:ida por unü L<ansli:c::ración, dicho de otro :nol!o, la de los (!) ('2) (1 ).
E l grnfu de las instrucciones que le cor.esponcíe (pag. 239) pem:.ite ve;- que
hay dos <ipos de (2), ce la misma manera c¡ue h:ib:~ tlus tipos de C: el (J.) qu~
!l<lr.laré, pcrcomodidad y sin juego de palab(as, "de c>rriba" (da h.auc: duo),
que só!o puede aparecer en la cadena después de ti?! ( 1) o un (2) "de ahajo",
y que: 1to ::stara, segD;co
. . ptir otra cosa qui:: un ·"))
.. ... " oe
' :::.• . ,. o ua vi
h <:jo· ' - ' y ~.' ('l)
,.
"de abajo", que sólo viene.;;~ la cadena desp.:¿s de un (2) "de ar.iba" o •.m (3}
y s61o estará seguido por un (2) "Je ::i!Tiba" o nn ( l). ¿P or qué ~ntrmces no
usar dos marc::.s diferentes para eliminar el equívcco de es;e (2)'! La pregunta
es tan~o má~ legítima cuanto qut estos e.los (2) "dt arriba" :ien:n, c~cla ur,o,
corrt~Spondie~es defir.idos y, por lo tanto, carr,cterizables en l<t serie <le los
.:. __ El lector verific:u-á que al (2) "de arriba" le corresponden .i.<:·~ ,,,; i:i~ la"
dos diá metrfas que se 1.:scriben + + - o-· +. Las Oüas dos dí:;ímeiri:>.s, es decir,
+ - - o - + +, no son 1.ransliterabks más que con el (2) "de abajo". Este se
ca:u::terit::.i, entonces por el he(;ho de que el témti1!0 repetido (ya s1.:a .;.. a -)
csti-i, en la secte de lo~ tres. en scgund:. y terce:a pns!ción, mient.!'as qi:e es:iri
en primera y segunda posición cuando se trata del (2) "de arriba". E:;1:ribír
!a.~ cuatrodisi:netrfas s implemenie con (2), equivale entonces ar.o tomar en
cuenta esta di ferencta. '
Convie ne not:ir que e! carácter equív()CO de ia letrn no está lig.'.ldo
esnccíficamente con e! (2) y qu:::, con respecto a esto, el grufo es engañoso;
:iav t:i.:.;b\é n, si ~o rr..i.;·amos coa .J.tención, dos tipos áe ( i) v dos ticos de {3).
• ' A

B:i.stará indica· 1:1 cosa o::or: un eje!1.1plo: si una se:-!~ de (2) sigue a un ( ! Jq uc
se ~scribc + + + y contínúa con un (3). e:>te (3) sólo podrá ser e! que
corr~sporide a Ja serie+·-+ cuando el m.ímero de (2) incluidos entre ( 1) y (3)
sea igual a 1 5 9 13 17...etc., míentras que para la otra serie de números
impares (3 7 l 1 15 19...t:!tC.), este (3) _<leber.i escribirse necesariamente - + -.
Esta regfa se invierte si panimos de un (1) escrito - - -.
La caza del equívoco litenll conduce así a reconsiderar las definiciones de
partida, a proponet un nuevo alfabeto compuesto ya no port..res, s íno por ocho
kuas: dos letras para el ( l), dos para el (3) y cuatro !erras para el (2).
Escribiñarnos así:
a:+++
b: - - - }n>
e:+. + (3
} . \)
d: - +-
e:+ - -
f: -++
g: - . + (2)
h: + +-
¿Habremos puesto cor. este un díque al equívoco? El grafo de las instruccio-
nes que escribe las sucesiones posibles de las ah c ...h presenta efectivamence,
es~a vez, una ictra diferente para cada uno de los cruces. He aquf ese grafo:

g
~ r·---·
f __.....,., -

!'
/~--
¡
1

1 " \ J
1

;-- ~ \
a l )b
i _,
I
\ f /
' ....... __ L _ .,,
.(
..-
' -·. /
/ "
h e

o
La l;orno!ogía con el grafo de las et ~y es seguramente llamativa, pero ahí
dnnde teníamos dos veces la inisma letra, tenemos esta vez dos letras
diferentes. Sin embargo, el equívoco de la letra sígue aquí, actuando. y por
d s!rr.ple hecho de que hay, aquí nuevamente, uoa ley de sucesión.
En ~fecto: a una letra dad.a le pueden seguir dos letras (en el caso de las letras
a y b. una de las !etras es ella misma). Aderr. :ís, ia regla <!e la translitera:::ión
que ~e adoptó aquí exige el recubrimiento: si toJa lelra se compone a partir
de tres lugares, será necesario que los+ y-que ocupan los dos últimos lugares
de una letra sean "los mismos" 'i•le los que van a venir a ocupar los do.>
primeros l<Jgm:es de la s iguiente letra. Basta ccn num~rar estos lugares para
darse cuenta de que actúan C!J!E::> ",;i:.gundo" y "tcrce;o" para la letra que
' t ra~ que va11'
. mien,
prcceae, . . .,y,'segund'
c.ra!l ;::ü!flü .pnmero· o' para 1a letra r;;ue
sígue. Este simple cambio d~ lugar hace, con lo íguai, lo diferente. Se hace
aparente entonces que d equívoco que ~z ha querido eva:::wrde la definición
dt: las letras sizue engr.mc}w.ao a los iilgares.
. , ~'] a!11ada "de pos1i.:1on·
,..., orno en ..1a nt1mcr;:;.c1on
.... . . , .,, d ond e e1val or :'!U~enco
, . no
se apoya solamente en Ja cifra, sino que depende igualmente de su lugar (1
en l '.i.3 no tic.ne el mísr:>.0 valor que 1en12), vemos aquí, con l:! transLileración,
que!;~ letra no está definida sirnp!emen~e en ei\a mísrm1. No se compone r.on
"ella m~.sr.1a" más eme tom::i.;1do de ciet:o sitio, en lugar de la otra letra (y para
otorgarle er. "ella misma" otro sitio) una p:tr:.e de la otra letra cor. la cual "ella
misma" se constituye. La translit.era-ción es e! nombre de lo que Lacan
dt:signa como ''la compcsicíór: consigo mismo del símbolo primordial" :4 .
Hace falta por Jo menos una "prímera" 15 graffa para que: la grafía produzca,
por eib misma, una orto-grafía que de t-sta manera no ~.stá ligada más que al
hecho de Ja corriposición ,;onsigo mismo del sim:::iolo.
Esto se confmna ~on una contnipn!eb<!. Basta ccn suprimir<::[ ::eccbrimiento
donde ~e Ice e! ec.¡uívoco liter:i.I para qui! ínmecliut::imc::tc. ya no haya ning1ma
ley de las sucesiones. 1-a~eesc:itur:i<le cua!quier cadena de +-con el alfabeto
a b c ...Ji ~ro<luce entom:es una simple 1eduplicaciú!l de la serie de los·~ -, ta:i
al azar como ella. y será imposible extraer una ley de las sucesiones. Una
traducción como esta tam¡;c"..:o permite ubicar el efecto de hi cumposición
consigo misn1odel símbolo porque lo exduye de su O;Jcración poídefinición.
En cambio. desde la más simple de las trunsliternci un::s _pcnsab\es, ln que
exige yue el recubrimienta cOr:--:!spori'rfo al :ne nos !'obre ~n signo (+ ó -), la
que, '!nConces, se establece cun t:n c;Jfabcto compuesto ror cuacro acopla-
mit:ntos po~ibles de+· (A=+'!'; f.\ = - -; C + -; D = =-
+),aparece una ley
de la.<; sucesiones:

J" ;. l.:1~r'..').. Érri:.s, p.48. (E:ic.ruus. p.~2).


u ld.~.rr..
---·- ---
e

Así. con Ja transliteración, el equívoco literal muestra que esi·A en el


fundamento de !a ley. La tr~nshteracíón - el "trans" de la iteración literal- es
el norr1b.re de esta operación que se funda sobre -y al mismo tiempo vuelve
m~nifiesto- el hecho de que la letra nunca es "elfo. misma" rnás que por d
equívoco dond~ est~ "ella misma" sólo es articulable en una n::lación con otra
lerra.

Esto, me parece, proporciona todo su alcance a la respuesta que dio Lacan a


la objeción formulada. Tras aómitir que había, en efectc, en el grafo de las
instrucciones relativas a las et~ y o, un equívoco sobre cada una de las letras,
Lacan, lejos de extraer de allí la conclusión de que convenía por eso depurar
!as letras multiplicando su número, aprovechó. por el coHtrario, esta objeción
para adelantar Ja siguiente observación: e$ ese equivoco mis1no el qué da su
fundamento a Ja ley. Toda grafía engendra, ccn el equívoco literal, una
ortografía; ésta no tiene otro anclaje más que !;ll la grafía misma y, en
particuliir, no tiene ningún anclaje real, lo que la cadena demuestra :ii reducir
ese real a un puro ::iznr.
Esta polémica habría podido contentarse con tomar argumentos sobre la
transliteración siinple que se ac~ba de mostrar. En 196ó, Lacan escoge
prolor:gar la e!:lboración de un cifrado más complejo en Ja medida en qu~ se
trata de transliterar el esquema L con esta sintaxis de las a~ y ó.
El esquema L escribe !a int~rposición de la relación irriaginaria en la relación
del sujeco con el Orro. La interposición es tensión porque sólo se so~tiene
como inte:-posicióo con aqueilo dentro de to cu~! se ír.terpone_ El esquema
L ·escribe el ¡;arletre, el "hablase:;", como tironeaác. Esto quiere decir que,
en ciertos tiempos breves de apertura, se puede ¿oner en jaque. .a la interpo-
sición: el síntoma, el acto fallido. el lapsus, pt:ro también el chiste cruzan fo.
re\aciór. imaginaria. y, así ~traves3cios, lleg2n al sujeto cerno significantes de
--------------------------------

Otro lugar. Estas focrnaciones del inconsciente se escriben sobre d esquema


L con la !fnea puntenda que, más allá de la línea a-a', prolonga la línea A-S;
b línea punteada cifra ahí d aspecto puntual, local, evanescente de !as
manifesiaciones, en S, de esns. fonnaciones. De esto resulta que el luzo
directo A-S no puede constituir soporte paro. su elaboración. Hac:e falta allf
entonce::s otro circuito -que Freud llamó "transferencia"-, pero donde juegue
entonces el lazo a-a' como interposición. Con estos dos circuitos, ¿acaso hay
otra e]ccc ión que la de caer de Caribdis a Escila? Allí donde el inconsciente
insiste en la pulsación de una apertura, eso no es articulable porque está
articulado, y allí donde seria articulable interviene la interposición.
Tenemos aquí las coordenadas del malentendido propio de las conversacio-
nes llamadas ''habituales" en canto que alirnentan la comprensión. Dirigien-
do al otro una palabra de la que no sé lo que dice, es por el hecho de que
encuentro, en ese lugar, otro Yo, que 1ne in1agino que es efectivamente Yo
quien está en el origen de esta palabra de laque persisto así en seguir sin saber
nada. Esta es la situación habin:al que apunra o. producir una proyección (en
el sentido de la geometria descriptiva) de la pareja S-A scbre la pareja a-r.'.
El síntoma es el o bs tác u to para esta proyección. ;-\l subrayar (recuérdese aquí
lo que se ha dicho scbre la afec tación del síntoroa fóbíco) la línea A-S, él se
opone a la proyección, vudve patente la distinción de los cuatro términos del
esquem<1 L. No hace otr:i cosa que manifestar mejor su dificultad.
¿En qué consiste su tratamiento con un p~icoanalísta? El análisis reclama la
puesta fuer:i. de circuito dd Yo del anal]$ta . Esto puede escr!birse sobre el
esqtH!ma L: en A viene a', In línea S-a· viene así a ¡ecubrir, repitiéndola, la
!ínen t'\-S, v la de la relación imaginar!a se superpone a la de la transferencia.
He aquí, enmnces, este esquema Len el anális;s que escribe la condición
necesaria para que ocurra análisis en ~l análisis .
.8

(Es) S a· (otro)
$,
' '
'' '
./~ ' ' '
('º
"..r(' - -~
/~
"!'~ a. ~el:ición tmnginari~ a'
(yo) a c- - - - + - - ---u A (Otro) yo Transferencia A

Esc¡1u.>mG. L Esqtier~.a L en Id '1niiiis is:


e! ''engarL:.lJt\icr:\o <le !u txansfe~encia"

,
250 la lttm qu• sufr< dwwra

En una conferencia del 22 de junio de :955 titulada "Psychanr.lyse et


cy!u.'. nzétique" (Psicoanáiisis y cibernética), Lacan hada nctar qm~ la puerta
cíbeméúca, al r.o cerr:ir el cerco sino el circuito, voívía., con su cerradn.ra,
posihle el paso: e~o pasa cuando est.á cerrado. De la misma manera, la
experiencia analíúca deja aparecer que el tiempo de la tiansferencía como
puesta en acto, pero también como cerradura del inconsciente (tiempo en que,
por el hecho del lazo transferencia! (m-A), la relación m-a' está engarzada)
permite que pase sobre la línea A-S esa corriente que yo llamaré aquí
metáfora tle un proceso de simbolización.
La condicíón de esta secuencia reside en el hecho de que a venga efectiva-
mente en A, que sea puesta bajo la dependencia de A, con respecto a la cual
ya no hay, a punir de esto, más que una func ió n de forro.
Con todo, esta escrirura del engarzamien to de la :ransferencíacon el esquema
f. presenta el inconveniente de volver indistinta la secuencia temporal (la
serie de las "jugadas") cuya coma en cuenta es lo úníco que puede dar su
<ll:::J.nce al engarzairüenco. Dicho esquema presenta esta secuencia sincróni-
car:iente, no la escribe en tanto que secue ncia. Por eso es oportuno
transliterar el esquema L en cadena L con el fin de poner a prueba la
posibilidad ::le una escritura de la dependencia real de la simboli.:ación a su
condición imaginaria.
Del fracaso de un prímer intento de transliteración a partir de los c uatro
tiempos del cuadro O, se llegó a 1a conclusión de que era necesario pasar por
más de cuatro ticmpo3 y apoyarse, a ia vez, ya no en ia repetición de las r::y,
sino en la de las pó .
De :.ic.uerdo con lo que ya se anotó sobre las con<liciones de aparición de las
~ o en la cadena, va a ser necesario entonces escribir el redobl.amíentó
anotando una prímera sucesión de las p sin interposición de 6, para desem-
bocar en una .situación donde esta sucesión sea susceptible de presentarse
nuevamente en la cadena. Para la escritura de este recorrido, escogemos
inscrib.ir. e:i. c:aca cruce, el trayecto más largo.
La cadena L definida de esta manera es esta:

Es posible v•)l ver aún más manifiestas las condiciones ligada.<: a1 redoblamie:ito
de las p8 traduciendo esw con los paréntesis y los corchetes (los lh:11naremos
igui.!lmcnte "comillas") de la escritura matemática. En matemáticas, el
corchete -lo q1Je Lacan designa como "paréntesis de los par:!nlcsis"- se
c:iractetí za. una vez abierto, por no poder ser cerrado más que ::k spués d.:: que
se ha. cerrado el último p<l!'é1:tesis interior; del mismo modo e n Ja cadena, el
ei ''tngaf":amV.nlO" de Jo 1rons/tr~11cia 25¡

corchete abierto por la~ucesión de dos J3 no podrá en ningún caso ser cerrado
has1a que se presente una serie aJter:iada de p 3 (a la que correspor.áen la
apertura y el <.:ierre de paréntesis interiores), pero pcdráserlo, por el contrario,
o
si se presenta una sucesión de dos sin interposición de j3. Ll cade.r.<l
traducida así es esta:

2: (a. y( yy·¡) 'Y a y a y (y·r y) "(c'.l) a a o: et (a y a y a) a a et


Esta re-escritura hace aparecer, con el redoblamiento de las!) S. una :;erie -
correlativa. por otro lado, de este redoblamiento mismo- de lugare1> diferen-
ciados:

[ :iv! ( N) O ( N) M J P ( Q ) P
M nombra el inle!Íor Jd forro; l'<, el incerior de los paréntesis incluidos en las
comíllas; O, lo que, di::ntr:J de ía:s comillas, esta fuera de estos paréfltesis; P,
lo que es exterior a la vez a los paréntesis y a las comillas, y Q, el interior de
los paréntesis f..1era de 1as e or:üllas.
Así se ve facilitada la ubicación de la co1Tespondencia en que consist~ la
transliteración del esquem1 L en cadena L. He aquí e~ta correspondencia
bajo la forma de ur. cuariro:

der.1ru 1 ~ a!telílam:ia uc: las S : el ~ujelo dividido


de la.~
Es : el .t.l!o freudiano
·1 N: serie de y a a': la relación imaginaria
comilla.<
O: alternancia de las p

fuera
P: serie de la.~ a A : d campo de lo simbolizable

l.~onlill~
de las
Q: :lltema:\cia de las a·¡ El"yo" psicológico
J

Podemos encarar ahora el apoyarnos sobre esta transliteración del esquema


L para escribir el engarzamíento de la transferencia, pero sobre todo para
someter a !a prueba de esta nueva escritura la condición de posibilidad del
pasaje al sín1bólico, de la ínscripcíón, en el lug:!! del Otro. de Jos significantes
que están en juego en el agieren del engarz.amiento. Hemos visto que esta
condición residía, con ei esquema L, l!n el recubrimiento de a' y de A. ¿Qué
quiere decir esto, una vez que este esquema se ha re-escrílo en forma de
cadena?
La cuestión es !a del franqueamiento que pone en relación a S y A; este
fran4uearniento es entonces ·franquearníento de las comillas y r:.o de los
paréntesis interiores o exteriores a !as comillas. Est~ ~ierre de las comillas
exige tres condiciones: l) que hayan si<lo abiertas, 2) que haya habido cierre
del último parén<esis !memo y 3) que el signo de paréntesis que sigue
inmediatamente después de este c:;ierre no sea un signo de apertura de otro
paréntesís interno más.
La primera condición es el hecho inau~ur11l de la transferencia: pasa en el
agieren lo que. :::orr.o forro. está colgado de la di visión dd sujeto por el
significante. La segunda, cíerre del círcuíto ?Ulsional, depende del
auto:rn::.tísmo: el signo de paréntesis que viene después de la apertura de un
paréntesis ~merior necesariamente lo cerrará; así lo exige el funcionamiento
de la cadena. En cambio, hay alternativa para :oque ocurrirá con el ~igno que
'leguini justo después. que, según el caso, abrirá un nuevo paréntesis interior
(pasando por y), o cerrará la.s comillas.
Esca alternativa corresponde al carácter efe:::tivo o no de lo que liama.rnos
habitualmenre "análisis de Ja transferencia". El término no es muy afortuna-
do si sugiere que la transferencia encontraría su ~csolución al $er considerada
como objeto de un discurso. El interés de la sintaxis de lacadenaL es permitir
enfocar las :::osas de otra manera.
¿,De qué depende en esta sintaxis el franque:uniento de las comillas? La
cuestión se reduce a saber !oque se juega en O y :NI -o má~ bien conviene decir
"lo que se hubrú jugado", ya que sólo se sabrá cpres-coup si hubo apertura
de un nuevo paréntesis, •1ue se trat::iba de O, mientras que la cerradura ¿e las
comíilas permite concluir que se trataba de ~1. Ahora bien, l;!Il ü. e
igualmente en ~1, se encuentra la escritura d~ la relación imaginaria; la
:ilrernnnc:i::. de y ex, que escribe esta relación después del paréntesis interno
de y, se concluye ya Sl'.U 1:on lu apenura de :m nuevo parén~esis interno .si el
r.úmcro de ycx es :mpar (caso 0), o bien con la cerradura de las com:llas, si
ese núme~n es par.
Se revela así qtie la transliteración del esquenUl l en cadena l ofrece la
escritura de ia r.ondicié11 nece.mriapara que el significante que está en juego
en P.l erigar:::cimiento de la transferencia se inscriba P.n d lugflr del htro.

Esta condición depe:iée dei psicoanalista, con lo qu~ (n0 digo "con quien"),
posiblemente, el anuliz~nte se entiende bien. Este "con" escrito prim~ro por
ef recubrimiento de a· y de A está retomado aquí en una .secuencia: micr.iras
la pubaciún de C1. siga remitido a y (dicho de otro medo, cuando ei número
de r.:'. -í sea impar), no podrá habt:r más que aperturas de nuevos par~ntesi.s
ir!teriores, y el eng~zamienlo sólo apareced en su funcíún de: obstáculo
some;iéo a la satisfacción pulsiona! a la cual remitirá (son los paréntesb
interiores). El sínto~la permanecerá en~onces cc)mo significante de ur..a
el "engor:,amier.to .. de !a trar..sfer~1tCÍJJ 253

apuesta que debe ser silU ada sobre otra escena, diferente de1Es. Por el hecho
de que, inquieta.do por el síntoma, el sujeto se dirige a un partenaire que
puede autorizarse a dejar vacío el lugar de y y cor.firmar así Jo que se
encuentra engan::iclo en <X, se vol verá posible, en <5, el franqueamiento de las
comillas y, más allá de esta salida. la inscripciór. en el Jugar del Otro, o sea
en a, del rasgo significante que, por insistir en e! eng.arzamicnto, acaba por
ex-sistir como significante en el Otro; dicho de otro modo, llega a tachar al
Otro. por hacer aguje~o en él.

,
Cauítulo diez

la discursividad

Sobre los tres puntíros del ''retorno a... "

La escritura. lacanian:i de los cuatro discursos ha sido, en cierto sentido,


primero considerada, "ingenuamente'', como capaz de ofrecer un cifrado
para. la lectura dei c3mino abierto por Freud de la clínica psicoanalítica (cfr.
capítulos uno y dos). Pero cuando llega al primer plano la cuestión de la
transferencia, de la letra que sufre demora en la transferencia, ya no es posible
limitarse a esta escritura como a un dato. Semejante postura sólo vale, en
efecto, al precio de dejar de lado, si no es que en su~penso o encubierta, la
puesta a la luz de la tr:msferencía r.:omo tal en Freu<l_ ¿Acaso encuentra, en

.
efec:o, la tran~ferencia en el discurso una de sus salidas posibles, o incluso
-
su salida? At;n si adml'l:imos esta solución, no podremos considerar a priori
como seguro el hecho de que ella no eternice, en cada psicoanalista, una
transferencia a Freud que deja a su letra sufriendo demora. Así como hay. en
Kicrkcgaard, un Caballero de la fe, ¿se reduciría la finalidad del dídáctico a
transformar al lnafrz.ance que pasó al analista en uncahallerode la discursividad
analítica?
E;; inevitable la cuestión de saber si la discursividad no es el nombre de la letra
que sufre demora cuando constituye lazo social. ¿Producíría ella -
p(at)er;ersion obliga- como un cortoc~uito sobre lo que podemos esperar
de una efectuación.de la transferencia? El presente capítulo mostrará qu¡;
Lacan, por .su parte, no se atuvo~ una versióu discursiva de su lazo con Freud.
Hay un;.? ~paración -productíva-entr:-: un:i. definición del psicuanálísis como
discurso y su abordaje como "un delirio del que se espera que traiga una

,;
:!6 ¡« !e1ra que sufre uen1flra

ciencia" (Lacan, seminario del 11 de enero de l 977).


Lacan no fue freudiano desde siempre, incluso si a continuacíón siguió
siém..!olo para siempre. Pues hubo un día en que, entonces, como esos
conquistadores del Reíno de: Esp&ña que ilegados a nuevos puertos quema-
ban sus barcos para cortarse toda •oosibílída.d de retorno, él francueó
• el
umbral de una entrada definitiva en el freudismo. El "sin retomo posible"
está entonces tanto más establecido cuanto que se inaugura, en lugar de él,
otro retorno: el 7 de noviembre Je 1955, Lacan instaura el movimiento de su
retomo a Freud.
El ¡)resenre estudio incstrará. cómo este retomo füe objeto de rtes v~rsiones
sucesivas: mítica, discursiva y topológica. Dcstacaní cómo la conferencia de
tv"fichel Foucauli titulada¿ Qtté es un autor?, del 2::! de febrero de 1969, al
ligar <!l movimiento de ua "retomo a ..." con Ja discursividad. presentó una
es~eC:c de interpretación del retorne a Frcud, haciendo que se volcara desde
un prí:ner apoyo tom:ido en el mito a otra elaboración. dada por la doctrina
de los cuatro dis:;ursos. Estu segtln<la versión está reladonada con Ja
confirm~ción, re::üizad:i por Fouc:ault, del carácte~ freudiano del retorno a
Freud (sed. necesario decir antes que r.ada por qué la cosa no es evidente).
Sin embargo, esta segunda versión no podría estár situada (y especialmente
en lo que concierne a sus aporías y a sus límites) más que en ei apres-coup
de lo que apare-::e, en el tn:i.bajo de Lacan, como una tercera versión -
topológica- de su retomo a Freud. Entonces, no postergaremos ya una
presentaci~n de es~ tf!rcera v~rsión,_ ~a única ~ue pue_de pcnnitir que ~e
otorgue su JUSto lugar a esta cor.strucc~on de la d1scurs1v1dad que se produjo
a partir de~oucau\t.

¿Freudiano?
Poco tiempo después de la aparición del Vocab!dario del p.ficoa11álisis
( i967). se atribt:fa 1 un antiguo alumno de Lacan. '!(que, sín ei11bargo, era
profesor), la siguienterespuesta. ¡iJu pr;;:gunta sobre surdacíón con él y sobre
el lugar c¡u<! ocupaba Lacan der,tto del movimiento analítico: '4¿Lacan? Es
el 5 % dei Vccabul::uío" .

.'.'lo es completam~nte un c:-uste; la frase ni siquiera es, hahlaodo con


propiedad, "ir.genios;i,", más bien dirí;u-:1os que es. tontita. S in ~mbargo,
circutó e fectivamente como un chiste. Es que se h:tcfa s!gnific3I' ari io que
-pr::~endía ser un punto de desemboca<lura de una transferencia con La.can y
que, en un asunto "semej ant~" (¡ r.cs lo imagir.ainos como taH). cst3ba
irripl:cado más de tmo.
la disc:.trsivi:i.a.d

El hecho de que haya habido transmisión de la respuesta ohlíga a reconocer


que estaba construida sobre un punto de verdad. ¿Cuál? Hay que hacer notar,
ante todo, que el Vocab;;/ario se debe, al igual que la respuesta, a antiguos
alumnos de Lacan~ e:;ra sínúlitud de posición es un elemento importante en
relación con la respuesta. Además. después de quince años, todos admitirán
-segundo elemento- que ese 5 % no ayudó en nada a la !e:;tura de Lacnn, ni
a la de Freud, ni <arnpoco a la de su vínculo. Por eso, esca nulidac en lo úcil,
ese cost:l<lo sin pies ni cabeza, vuelve tanto más extraño dicho 5 %.
Eliminaremos esta extrañeza haciendo notar que la respuesta misma que la
establece (en el sentido de que!& enuncia), es laque da la veróid de esto. El
conocimiento paranoico de este 5 % ( cf;. la similitud círn.da más arriba) da
en el clavo, vinud que comparte con el chiste, cuando sugiere qu~ el
Vocabulario del psicoanálisis sólo hal:na sido producido con el f:n de
localízar a Lacan, con la malevolencia suplementaria (que afirma el carácter
no efectu::do de la trnnsferencia con La.can) de dar a entender lo poco que eso
sería y de despreciar ei saplemenro. Por no responder a nada útil, ese 5 %
sería la causa de la empresa, su objeto a .minúscula.
Este intento de localizar a Lacan sería así la verdad del \locabularío, !.'.l que
da'ia cuenta<le que, al menos pura cierto público, ella ha si<lo divulgada. Pero
esta locaiizaci6n vale tanto •cor su intención como •oor su manera. Procede
de! emplazamiento de una apariencia: existiría un "voc'1bulurio del psico;:i-
nálisis" en el que, apar..e de Freud, quien se beneficia (¡pero esto, Dios sabe
por qué ~) con la pr ima ocorgada a veces al origen, serían recibidos algunos
autores querealízaron un descubrimiento el cual se rntificaría por Ja admisión
de un término nuevo en el V.;icabulario 1• Comprendernos que esta apariencia
necesite un jurado tipo Acaderrüa Francesa, para admüir o rechaz:ir este o
aguel término. Lo~ autores se pusieron ellos mismos las túnicas de ios
~canémicos. •¿Pero por qué hablar aquí de ap:iriencia" La cosa se h:i.ri notor¡a
con. simpler.<ente dcsarrol!ar las implicaciones de este procedimiento.
El término mismo de "vocabulario" sugiere que se admite que los elementos
de la doctrina estin, entre sí, en ur.a relación semejante a la que liga a las
palabras de una lei~goJa; esto quiere decir en particular q1Je nunca UN
agregado vendrá a trastornar la estructura. que ésta es ampliamente
indcpcrnlíente ce aqué]los, que todo agregado tiene un carácter eminente-
mente facultativo. La. adrnisíón de la palabra ''trnnsistor" (en lugar <le
"resistencia de u-:u1sferenc:a", su traducción). en el voc:ibu!ario oficial del
espafíol no C:lmbia la ~st..11ctura de b lengua espr:.flola. ¿Es esto :o qul:
testimonia Freud cuando se encuentra ir.traducido (ya sea por él o por orra
pluma) un tér:llino nuevo en la docrri:oa? ·

1
~J..iy una ·1:1.cila;ió!! e;i ~ti::into al nomhre de los, cnmpon~ntes clecstt:: voc~bul:uio. vCvpceptcs
o noccone:>~ L3 1r..c:-ociucción no (tSu~lv~ e 1to . .:. Cómo .io ·.¡er. pct otro ladv. que Ja 1..·norme
preeminencia ~uc: sed~ :>.lli ~ Fce\Lct .:se n cft>1.:to. un.1 scc:uef;i, y por esto ~~n ~econo~i rt'.fcnto
;mpiícito del rolomo > fr2od de Locan'
En efecto, si la ecuación que iguala a L~can a un 5 % de agregado a freud no
se sostiene, del:e anotarse que este modo aditivo va]e también para el propio
Freud; ¿qué porcentaje agrega la pulsión de muette ai "prímer Freud"? Esra
pregunta va en la misma dirección de una empresa como la del Vocabulario
del psicoanálisís, ya que trata a Fre:id, a Lacan y a otros de la misma manera:
sopesando (por Jo menos en principio) cada témiino de ello.~ para decidir
excluirlo o adoptarlo.
Este enviscamiento de la lectura de Freud en una problemática del incorpo·
rar I rechazar permite identit-:carla como no freudiana en el sentido de que
este modo de la l:ctura ne es el que Freud indica como capaz de producir una
intcrpret,'\c\ón. En F:cud, leer es descífrar, lo que <la nn estatus dífcrcntc a
cada uno de los té:-n:inos. ya que basta con que uno solo <lt: dios '::~Cape al
de~ciframientu para que éste últimn, y po:;ihlememt: has:a en st:s propios
principios, sea cuestionado r.uevamente (cfr. págs. 14 l/4 del capítulo seis).
'!;na lectura del descifr~iento es una lectura que no tiene otra elección que
prohíbírse elegir. ¿Qué ;;ería un descíframienr.o si comen:z:áramos por
arrogamos d der:::cho de extraer, del texto por lee~. alg-Jnos pasajes escogidos?
Resulta, entonces, que no basracon habertomado algunos témúnos de Freud.
con haber tomado a Freud como objeto de una lectura, para poder llamar
"freudiana" a la elaboración que resulte de ello. Con respecto a esto, De
l'interpre1ari011 (Sobre la interpretación) es tambiéa un caso ejemplar 1 • Si
c:itcndcmos bien el ténnino -incluso en lo que se indica ü.llí de un no hay
e!eccíón- Jiremos que es de la cas:ración de donde p(Ovi::ne una lectUí:a
frcudiana. En lngarde esto. consi<le~:mms, terrible y quizás mon:al enferme-
dad dd p>icoanáíisis ;;ontemporár.eo. lu que llamaré, con Kierkegaard, la
falsa seriedad, de 1a que el Vocabulario del psicoandlisís es tan solo una
tigura ;;:;ilre otras. La faisa sede<Uld es una de las formas más prácticas de
disctt.:ir (co este caso sohrc Frcud, e incluso en ténninos freudiano~) mant~>
nier:do al mismo tiemuo . ese tli.scurso fuera del alca:ice del menor ras11uño.

pr.eg1mta o moditicacif.n qi:c pocrfa venirle de ~u objeto (aquí. de Freud que,
de falsa seriedad, "tiene su dosis"').
La falsa seriedad hace estragos seguramente en otros lugares además de la
ampulcsídad dd campo freudiano y, para indicar en qué consiste y tle quC:
manera la inteligencia es~á a su servicio, elegiré una r.!esv~ntura ocurrida, no
hace tanto tiempo, seg·ln se dice, al filósofo marxista Lucien Seve. Con
ocasión de un viaje a Inglaterra, un periodista local, entre toda. una serie de
asuntos, le pregumó: "¿,cómo explica usted que haya tantos trabajos sobre
Marx y. en cambio, tan poco sobre Spencer?" Sacrific.i:idose anre la ley de
un género que espera c;l!e uno tenga una rt~puesta para todo. L S~ve se lanza
en una gran expEca::ién cuyo tcx:o no tiene. en esta ocasión. ninguna
import<incia, ya que sólo ci.:enla el hecho de que aquella tomó e! lugar de la
carcajada que habría sido la respuesta que se hubiera producido sí. menos
cargado con la falsa seriedad, se hubieraacordadode que e-xisten, en ese ;:>aís,
grandes comercios conocidos por todos bajo el nombre de "Marks and
Spt:ncer", y qui:: la pregunta del per:odista. que tomaba esto como fuente, era
una broma fundad::t sobre t!n juego de pal~bras.
Not<in:mos que, si la lectura de Freud que prnpone el Vocab!dario del
psicoaná!isis es r.o freudiana, eso no pone ninguna objecíón a la empresa; en
efecto. ese voi;abuiario no pretende se.r freudiano sino "del psicoanálísis",
cosa que es nolablemente diferente. Lejos de tener aquí. corno en Lac3n,
"consistencia por los ti:xtcs de rreud" 1 ,el psicoanálisis es cnr:.side;ado como
pudo sedo para la psíquim:ía o !a filosofía (por mro lado. el Diccionario
LalamJr. es pue~tu explícitame:lte coino mod(!lo), es decir, como una
disciplina que vale por encima de cualquier producción de autor. Por eso.
dicho trabajo es ef::cfr•arnente :;na inter;iretación de Freud, lo qlle no
contr;idicc el hecho de que se reconozca, en esta promoción dei psicounáEsis
en tanto separ;ido -aur.que sólo fuera e:i principio- dc: !a doctrina freudiana,
una de las figur:is clásicas del recha7.o francés al camino abierto pnr Freud.
"No f::eudiar.o" ~ornado como objeción sólo vale allí donde uno pretende se<
freud!ano. Reivindicara Freud riene como corolario que nos pongamos bajo
s11 dependef!cia. Así. se puede (no nos hemos privado de ello, por otra parte)
contestar a La.can:''¿ Y el afecto? ¿Dónde deja usted al afeG:o?" contando
coa el hecho de que Lacan (no se priv~ba de dio, por otro ladu) estáobligi:do
a responder. Y su respuesta puede ::onducir!o a modificar .>u imerprctaciün
freudiaua de Fn::id. Pero si. al <líriginne a los actore.s <l~ un Vocubulurio del
psicoanálisis, les solicito que se pronuncien sohre el Umschrift o el
Gedanker1iiberrriig11ng 'en Freud, responderán uan~uílamente que, dadc las
pocas veces qtie esos términos so:i mencior.arlos en :a líter::itur:i an::lírica, no
creyeron que fü~ra ú~1l... pero que, si por cas~alidad ... ahorn ... vaya, gue esto
nu les íntc~esa en Jo rnJs rr.frlimo.

Así. el C:!.SO ce! Vocabulario del psicollmili~ís resulw s~r eje:npbr ~on;ue
presentífíc3, y quiz.is <:Hí donde no !o esperariamos, ::na forma :io frcudi::na
de tr:itac a freud. Basta entor:ces para establecer el hecho úe que e:;tas
diversas fonnas no son todas fre·.1dianas. Tenemos que o.otar, sin embargo,
que :;i rio nos a;:iartamos de! enunc::ido ::¡ue afi:rna que no rodas [as formas
de tratara Freud sonfreudiamis, argumentando, por ejemplo. su trivíaliclad,
eso conduce a plar.tear la pregunt.1 sobre sa'.:cr !o qt;e t::llificacumo freudi~na
a ta! o cual relación con Freud.

; 1. Llc :ln, Pro.~csiciór. de! 9 de oc:!lb."e :Jt! i%7 s:>htt el :).\'Ú.::"JC:::{.J!i:<:a <fe !·u ,.r<.::'''Ü1 .
. S~cJdn J. !a l~z rcc1en~!l"';')::O~c~ :e. , ~C'of .'\\:.C ~ tc : :~c.·:;.,: Cir:1:lt;1·{. J -'A Rl"'.y, l 'rx:t:u:';e. ubjtr ,!~
ui p e •..,Ji"j rt•cdi.f'r.r.t> . P :.} .F. ?:uis. 1983. $.~! leva aHí. t:J.."l 1€jO.'i ca ni.o :\"e pt:edt-. :Jll:.I ieciul"';l d~
Fre~ qi.;e ~~~?O~ª c!'R ras cu~su cr.es prC'JCC:td.:t.'i P"!' ~~$ tc~u.:~~c:iO:'l~S. E .{le" rr.é~ct!.: de :~~;'\J:a
r.I,) 1~s fc:.td;ar.:i .::n :~~ senr1Jo ~ n qtie F~!Jd .iv Je~ sus ~ u efos t;;:ic.ll'cl:> ú~ :r;1J:,1..:~c h)~. Es:n no

qu1~r:;:: J~::r ::_l!e ~Sl:~ ;e:::r.JcJ. ~C· ~ fru~o .... Sln en>b:- !'eo. t~ :lnt,;:,'lt.:JÓR ~~n ~i c:!i: !o 4u~ .)e mc5tró
Df i1l:c10 d~Jil c urio~a1r:erae ~~º·" :rJc~ -en .;:;J ::c111l!~ciér..
¿?cr qcé el completar a Frcud (S. Fromrr. .~e hizo d chantre áe. esco), o el
extraer áe F,.ei-d (Lipl¡¡m:he y Pontalis se consagraron a ello), se rcsister. ;;.
que se: :os :.Jbíquc cerno una empresa fr~udiilna, mientras que, a pesar de todo,
baj<J una fc rmJ. ciertamente ciega. ciertamente casi muúa, cier'.amente no
crítica, la consigna dd retorno a Fr¿ud fue r~cibida (y ratificada tle hecho si
no de derecho) com0 insc-:-ita siguiendo el hilo recto •1d .freudismo?
Po<lemos intuir que esta pregunta pene en juego unos homólog0s diferenles
de los que Lacan mostrabas cuando subrayaba que en el psicoan:ilisis no se
tratn tanto de hablar de Ja palabra <:omo d.e hablar en el hito de le palabra.
Igualmente, ser freudiano no consistiría solamente en hablar de Freud, sino
en habliú en el carn.ino abierto por Fre'.ld . Sin e mbargo. tenemos la sensación
Üe que ::::;Ll! Opi)SÍ::ÍÓn es ue un ma¡¡eja demasia<lt: de!ic;ido, de que e:;ta
referencia a ia palabra no ba~la para perm!tir que s~ <le:;pliegue la cuestión.
De hecho. su elaboración ha tomndo hi;,:tóricarnem.e otros sesgos.
Este no quiere decir que la cuestión fuera a.bordada de frente; pero después
Je la di:,cl 1.1ción de lo que se Hamó Ecoie Freuáienne de Paris, y q¡;e oímos
nombrar tambiúi (;Orno "la escuela de Lac¡¡n" (todo ei problema del presente
estudie csiá ahí, en esta cioble de:1nminadón), parece que esta cuestión ya no
se pu~dc e.vitar por más iiempo. ¿Qué quiere decir ''freudiano" cuando se
plantea (o si se pJ;i.ntea, lo que viene a ser lo mismo, ya que "plantear" una
operación no es n•.solverla, ni siquiera validar la fonna en que se la pl.anlea)
que ese teLmin.o vale come nomenclaturn p:>r ia vía de Luca..1?
No deja de ten'!r 0;01~secuencias el he:cho de no detent:rse dur:mte un tiempo
~~i ~f!ci~nte ~:: ~;stn lc)gi~<t partic~lar S\!gÚ1l la ·.:ual ~'freudia110·' va1e por Laca11.
V;~an.os d:;s casos Je tnibajos reden tes qac sufren las consecuencias de no
haber '.!:>ti!d..íado, en el prcpio L:ican, las diversas ehccrncíones de esta
cuesüón. Ciertamente, no permiten que se ia resuel'ra {ya que se tfaca de
c;:sc s negativos y que, según el dicho freudiano "dass nega;ive Fi:itle n.ichts
beweisen") 6, pero dan testimonio de la urgente necesidad de S'.! abordaje.
F reud e! le dé:sir del' analystee.:. un Ebro cotizado. por lo menos en el sentido
de que cueut:l con d beneficio del impriTn1.lll..:r de la oficina que (según su
prop!o término) "massmedíatiz:i" a wc:1n. Pero, por e::ncima de esta pre-
canción. hace falt.1 un gran descaro para atreverse a escribir, en una tesis, y
además dedic:J<la a Laca.n, una fr.a~~ como ~si.a. que encont:rai-nos ya en la
introducdér.., y que no ~s otra ·::osa que un ~scobaro asestado al tr:ibajo d~
Lac:m sC'brn ft-eud: ''La ?roblemntic:i. ctd d~eo del analistl., sin err,hargo, no
e:<crae su legitü::ü<l;;d de !a operación l<:.cmliana y & los ;orres que Lacan 0

efectuó sobre t~~ t~..:x.to ·frcu·~:ar.:o.r. ¿ A.c~o e! lector se "·erá <:egrtáo sob:e e~
aicu.n!:C Je semejante ,\Scrción, por lo pcre;:~orio d el :ono :mide a les g<iloncs

s i . J.<lC::.11. '..Ls .t~Jf!'fY:Uon.s de r~·ncO•t.)Ci~111, sc~oi::i;i..rio i:J¿f'..il~ ;j~ ! ~. ·le !:IO\d~tbt~ •Je ~ 9S"/.
" 3. F~.: o<!. ! tf~rr.1~ ?Ct~::i ;!~~.. ~:f! t~c1ár. ::J fJ::u~l:'i\ ;>i.~ ...,l . G~::,~c :'f-¡ J -;\t. R.::y ~ l. 'Dcci<~te.
001::! ! 1e ,.., pensée f1~Jltitt7!'1.l'. P. u . F' ., ?::ns:. ! 9 8.~. ;á; ..~y i'~.~. 21 ~ rar~ e: ~O CTit:l~:~o : ¡'.!·:! d.an

univers[ta..-ios? Niega. a prioH, tcdo valor de efecruació.'! dd.. freudismo al
retome a :t:r::ud de Lacan. Tornar este retof::.o .scri<imc~:t:! equi·1ale a decir,
contrariamente, que Lican es fre;!diano porque la proble:nát!ca del deseo del
analista, que él introdujo en d p•>icoa.'lálisis tr~u<liarm, e::xttae S!! kgitimiciad
de su operac:iüo sohre Freud (de s:.i retorno a "Sreud) y, p;)r !0 t<mco. de los
cortes que efectuó sobre el texto de Freud. Por utr~ lsdo, yendo mucho más
lejos, Lac<m :ia vucila en situar su retomo a Frcud come un a legitfmac:ior! Je
Freu.d (rcg¡-csaré sobre ese se:ninario del 8 de enero de i96~ que lo ciice
~xpiícit'.lffientc) y reci be de Foucai;it (del lazo que Fou,:;!ul: f)C::~ a fa Iuzentre
d "retomo a..." y i:: iostaumcíón de 'J!la.discursividad} >J r.n •.:o;ifir?nación d::
su legitimación de F.rr;:ud.
Es curiosc, por eso, comprobar q•~t' una tesis qu~ <l<i i;i esr a:da a esQ se pierde
inmedíatamentc en las arenas mov:!díza.s. En efectc, C'..l''W i.;rwca jastifica-
ción de lo que '-!finna. el autor deciara que se pu~c!e con~id,~rn.r co;no
equivalente al de>;co del anaJjst:i.. !e que él sct'laJ;¡ en Frcu:~ ,:cm:ü ia:; rúbric~:
"la sugestión, los ideales de! analista. la iden del fin del l'!ll.íli:;:is {¡c:)rno ::ii, en
Fre:.id. el fin dd análisis fuera unu ;dea!). ia érica d·~ Frtud" . E.so e:< t<mto
como cec:r que todo está en todo y viceversa. Lo '"ernos: a falta de ¡;¡¡ ~·:m<l~é'
(jorage) corr:::cr.o del lazo Fr::ud / Lacan, la ,Jüm:e:i (j'oiro.g>:?.) rio st hac~
e~pera.r, esto vale quizás como el signo del caráUer ~:\pec:~iim:!'.' '; bien
templado, "remojado", ée este lazo.
i'Yfíchd de Certcau no csqt.Ü't<• el problema de su impl<:!r:t.'.H;ú)n; ;;e ~,-,;::e- a él 7•
Pero :;in tomarse el tiempo suficiente para <lespkg:i: lv que ú.1 c el .:-etorno :!
Freud de Lacan, da inme.Ci;;tumente, p;crnatur=t.:ncnt.::, r:a st·n1idv a ern
.
n:to¡no 1n:erpretan ' do l o como un " rernrr.o 1.e .,... ~u d". E·sr:i i•);:;'lair.
1 .t"; " . Gt)~
. . ver
lo que desígna, si imaginamos una esc:::<a y un peno11;tje que, Cc:)pués <le
haber "estado en la escena" y luego haberse suscrafdo. regresaad1 ~ ci'~ nui! vo:
como cí Zorro, c~yo "retomo" a las panta!Ia.s dei c;r.e;nat6gr=d•:.• ~~;:; :•::u:t-
ciado por una :publicidad, qnc hoy ya pertenece :ll pasadc, o, ~.n ¡¡e-ga:ivu,
Bjorn Borg que se particulariz~ba por r..o lograr hac{~r realidad su reto'i'no. e;;
esta visión del "re:on:o de Freud". Lacan es romaéo como una re:::ncanutción
de Freud. Ésta puede interpretarse de dos :naneri:~ diforer.r::s, y las dos s~
encuentran e~ el trabé:.jo de Michel d!'.:: Cerceau. Pu::de valer, mágicamente,
como un retorno de Fre1!C en ocrn cuerpo,'! ento;ices "I .a..:a:i'' no sería más
q1.:e u;i nornbre J e Freud; o bien, ~ n u::~ perspectiva mis hegeiiana <!e ia
histori:l. Lac::m es acogido como re:iii;:"-ndo u Frecd. como el cristianismo
"re~!i za" :i.J judaísmo. Aquellos a los que el p!lii.:oanáiisis cor:c;erne estarían
ento::ci::s en un<l posic!6n si~ílar a ::i ,fr los •:7!:>t~ n.nos {satemos que los
pri1neros : risti.:l(ios esperaban un rc~orr~o i ~;:-¡ ..;·.:í:.~0 ,Jel ~·,feSÍ;!S ), ~J.I"<l l~s
c ;¡:ile~
.. ~ 11 ~a "
.u ;-r."imc::•a
i. . .. V""nida
._, d ..... I .....~ nvi ............-io del p.,.;.,. .h.....""'s•~
0
~ - "" 'lo4' •.,..,.,.. ti
:--·..:a~ -.. ~....,o a :a
.... v·· ·... ..............
~ '
e.sperani'~l (!~SU retorno. l)e hecho, e{ art!c\JIO de YiiCliC¡ de c~~i·tcJ.U se cicn·a
con esta l!.soera ·.¡.. ..\Jcese.nt::\ ~s1,,u . . . , . 'd 1 --¡·'
. 1J1e~t:tnnb ~ v1rtut: e v~} ,,~, nun ;!:n i<J (~ee ~ ~

::iercos at1a!~stas dicencrt so:díaa ~- ¿El rNornc a Frcud de Lncan se ·~o<:u;;nt¡;¡


entre esros dos polos posibles: un;i. reencarmlcíón mágica o una paro:isfa?
ü;10 de los datos esenciales d;! la cuestión que pla1H!:!a ~s el hecho de que
cierro mímeío üe person:is to admitieron como fremfürn•). Ivfochos ::le d1os
.
se apmarcn d~srn:é~ de e~te su recnn<icimiento sc·10. , S!.': hace .-~ouí o:.ra .
"~Itcdón'', !a dedn.r razón:!eesle re-:;onocimientn. Pero. como füe mudo en
su propio acto (las retirnd;i:; no lo fueron me:10s), como permaneció c::isi sin
ser cuestion::.do (salvo a la manera silvestre de las retirndas :10mbr;idas :uás
arriba), dari'! la rn7..6n exigirá qne sr. prcduzc:>. su rnzón. Este reconocímk:nto
mismo d:i r::zón al "retorno a Frcud" y admite a;,f que la vfa Je c:se retonto es
1 1:on(
aquc1.::\ . 1e se e.a
1 b
,nra ·"1a rnzon
. segun, :-reu
~ d" tuic:m
,. } : r._,e i::sta m:.t.1cr.'.l,
siní~, .:::s~ retorno como el punte bisagra entre liJ que Jo reconoce J lo que él
re:.:onot·e. Er:wnces. interrogando a cst:~ retorno, lograremos quizás mostrnr
la r:izó;; óe este 1econocimi~nto que rnüficabn de fac:<a su _¡:;erter.enci<: ¿¡¡

A µ:inir <!e! instante en que es pronunci:ida la '\:onsigr.u" de 1.rn "rctor!iú a...",


se abre una probiemúica e.'.:pecífica. Primer eiememo: e¡b se i'-'!icia por un
c;3lto. ,\sf, 1cremos cón1'.) Luca11, desde ::;u tesls hastJ 1955, f:Je pr~rn.ero
1

!acaniano y no freudiano (jusr.ifícaré esto de:;¡,:ués de e~:a in:roduccíót1). Si


;J lacaniario ,, tit:rtt! i~11 afc[J.r:cz s21nejc.:1te a ·:freul~·ic.1!ó '» .'tf)lo p.~erie se1· en
t~s!e rie.:np(i an.t$trior rJl C<J~i:p1·rJn1i.stJ tl1: l... o.(.·atr def;t;·tJ del"fr.;:r.,:l!snin. ~/~J::; afLí
:.le es;:e ccmprc>miso, y por d, ~stos dos térmir.0s ces.:m de srzr susceptible~ de
:;e~ ·'.:t'ri fronodos.

Como "freudiano'', Li::.:an renuncia .Y a ia vez deja de t~oer una doctrina


pr::·:;on-ala (personai ic ). c 5:;': !Íitírno término toma aq!.:[ algo del afr:. pQni'
..1:~otar C\.~ J~!o !n paíar,c5a da su 1narr:n a la pt~rsoraa hacié::('l~) ~.'.1 tenc:r un 'r'a!or
co1nu !-"rOl~U\~(0 .. el d~ Uf1ft 0\):-~raciór.. <le '~personac:il)r.'" (L-i1C3íl), re•v·e!ati.:.:, en
vnciado , r•x la despersonalí:wción. ¿Acaso nos sorpn:nderemos dd hecho
de qt?e UN i tcsi.~ sobre La p.~icosis parancici: en s:.s relaciones con ia
personalidc..ti :;e presente cerno ur.a doctr:n;l pe:·son·aia'1 En efecto, era lo
:::~enos 4ue se podía ~spcrnr sí es ci'.:rto que esto tesis fue efocü v::imc::nte
:xirtado~:i. de unü ap;.;esta y. cntor.ces, que su emm-.:i:.icíór. csoí en :::! hilo <le
1 :i,
••....
,-., - ent1~·· -di-"
.. ~.... ,,~ ... ,},.).

,.;.\ . •i co .'1·.:
... ·; ·) r~r:
~-e- - ..se (t un rf!tOr:lo ~l
Freu<.!, Uj~ ret{)í~10 c2:_;e !r~et ~rr101fosc::i 1 ~r1
:(~·reudj~~110' ' ::i 1~u!cn se consagra a é~, l.:ican ~teccti:~ ~'l' sai to. c.umbi:! e~
:·~~-.· ···-ü· ~·), 11 1c~ _,,,: ..·o· \.,.., n,,.. ...1;·· 'T"'"/· t•n ..a 1-i' ll ,.. ·r.: .. -'., ·~ ·•r ...... C'f~ :íl ,t,... .1 ••
4' .. t;.> 1 ~ "" ... ~ ·-·· ,, ,,:i;,,.i\ . ~.. ~... · '-'" • • -.•!·.,.l fl..,,.11 _.:, 1.·{:.. ' ' ' ~·''-· ~.~1~. ' ' · :~ ... 1. s--1. C: e:

So "ºt"~· f'o-"'. ''I • a·,.·r.1·~


.,_ , oJ ~
I' •
" ro;t'•ir•
fJ• } • • t "' • . , rte
<Ú¡n ,;,,,.,·,("'O
.+, """~ '-' r-s•c :-r\J:.w
I
;-t< ¡·-.-·~
._,
"'~ o.-i¡··~ '-"
.... ~ .... '-'"-··.'""""
..... ._ • ..
~··~
'-' >-·or·
l4. ~ 1~nto
~, f

... ;:; ~'Je..:;un p~i<.l1an.íli~~s. :::-;¡;.~c~altr.cru.e el i!t: de ,111 ?'S!CíJ;lt::~li.'i: .~ <:~,i~;Oc;:} ccn r:sre ~¡ t-irJ l~.:
1

~~~=:.~;~1:nhs(~ q1;c: ~·:~·..:p\t::i~n1c. n.:-: ~e :o:'Tl::i V<Jr un J.r:aij~!...:. q~~ no corre~-= pci~gl'O y~ qu~
e~·:::i~: ~:l :~ue (:~ a::~~= st; ::ea ... •:.tC'et, 4C• ~~ :·,)~~, ~!:~ "'º~ 1.::l:¡j,::i ·Je1p¡1.'ie h:J:->;¡i~~ ood:d-rl :: olt:.!~

su prop:o decir) lo que ¡itt: d decir d~ Freud. L:! prcbl~tmi:ica que ~e


introduce a partir O(! este, apart:c~d s~ pror:cmina!iz::m1os simpki-r.~nte esh
propo~;ición. La fr:ise

LACAX YA NO DICE LO QUE DICE L;\CAN. SINO LO QUE DTCE FREUD


~;e !J<ir:sformará en esta otra, más enigmática
LACAN YA NO DICE LO QUE ÉL DiCE SINO LO QCE ÉL DICE
En el lugar que Fre:.id ha llamado "dri:re P.:rson.", el recubrírillemo posible
de estos dos "d" coná~n.sa toda la problem>1ticace! retomo .a... Basta con que
s upongamos la efectividad áe este rec1jJrirn;t nto. de una absorción, :;orr.o lo
implicaba .su interpretación en !a teoría <l<:: la r-:encarnac1ón, para que ia fr~e
se reduzca inrnediat¡¡m;;:nte aún más:
ÉL YA NO DICE LO QUE ÉL Di CE, SíNO LO Qlft: ÉL DICE
Aq·Jí se ve sepultada toda posibilida<l Lh:: deci1. ya r¡1;e ~la vez "él dice.. y "éi
no dice"_ .."lo que él úícc::". Este fuere del decir (horsdire) se encuentra
señalaco. rne parece, en algunos textos '.itern.rlos. Este seti:i. por t:jem¡:iio, el
ak:rnce del se dice er; Duras. Er. sus te.xros más ;;obrecogedcres. no podemos,
d1.irance un tiempo, !ocaiízar quié:l b:!bl:i. E~ta. cuestióíl se le pr~sent<: al
lector; Jo deja, por un jnstantc, sin ;icsibilidad de responder, pero pu;:'dc ·por
ejernpb , releyendo e! rexto· ter:::ii;;ar por saberlo. Es'e breve fracase del
j uicic de <.tríbución designa en tonc:::s t..1nw mejor el f ut:r a <ld d::c¡r (horsdire).
su indecente (orduriere) ef::.-;tivid;:d. cuanto que es1a designaddn ~:e hact
<liscrcm. lati discreta como ua m•X!!Cnto de desvan~c'.mientu. Ocurre lo
mismo con el ·'¿Qué .imporrn. quién h~hla?" de Beck~tt, coh-:>cado por
Foucault en d ír,icio de su CDnfer'!nci.n de lS,69; evoca y opera, a su manera,
u:ia suspensión dei. ~!c:cir, ya que se lo puede leer tr.rr.bi~n como una pregunta
q<Je replicarfJ (retomanc!o lo qce &caca de d~cir:'>~) a dlguíen q~e h3brfa
dechl.nK!o que iir.;:iort<: saber quien hr.bla (pero .:ustamentc. si eso importa. r.:s
qu..: no es cvidcnt~) o, ni contrario. como el bar.amiento de este voto, y la
forma interrogativa ya no seria ahí :¡;;Ís 4!.ie un modo <le \a afirmación.
Al designar as[ e.~e salw pcr el cual Lacan se preserm1 C'.orno freudiano.
estamos m'..!Y cerca no del i:'lconscien rc sino de la ~azón del in,~onscien te
como hipótesis (de su iugar en la doccrm;:;,), !o rnis cerc:i ¡;asible de lo que
pem~i[ir-fa <l:u- cuent~l ~fe qtie L.. ~lcJ~. ·:::ic.~o d i.~. !·t;!.)'ª podic1l1 ~~tri1>l~i:·~·,e el
i'1Co--·~c1·~nt" r.n e•A.-¡,.,
• ''" \.. ;I ~\,;..,.~, la hi
'' " {:, J.. j-' · ""'~ .. .., ·•c·
•·o-t,•s;• -~· ·· ·..,orr'
,.. 1 1·,..,·(·~sr;~1,.•·
. , 1,,, _.I LI ., _ _, .. ~ ••1 "''Ar·~I \.>""
.),..~
..,. ...... l;..w "'··',
decir al p:ohibir ia pUt:Sta C:l eq~Jivaler;ciJ del·•¿] ::.fü;e ]u q•JC fl Jice" COt1 d
'"[ .. 1oq:Je ~'l úi(t
e 11oc.1ce ,. ..,• .1nler<¡·icc1t\r. . , \J ,. nter,(1·u.:·:.::~}
" '1, es<Jf)f)rtt.!nt; CiJ -.!~.:¡r,\,
• 1
et:

264 Je lerra que ,)·u/re detno;a

este caso) que se produce con '.a hípótcsís deque el sujeto "dice algo diferente
de lo que é1 díce". El retomo a Freud, por el lazn que instaura entre Lacan
y Freud, plantea entonces, al decir. una pregunta más fundamental que laque
le ~s dirigida por la hipótesis del inconsciente. .Esta diferencia de nivel es
análoga a la que está en juego cuando, frente a un niño anoréxíco, la Juena
iiitención nulricia propt>íle, cun estúpida malicia: "¿Quien::; zanahorias o
papas'!"; evidentemente, esto supone que ha sido resuelto el problema.
El retorno a Freud se deja entonces arrapar en esta pregunta, que ahora se ha
vuelto inevítable, de saber cuándo :ilguíen está en esa postura de decir lo que
otro dijo ... ¿quién es el que lo dice? ¿Es ese alguien o es el otro?
En un capítulo anterior, llamé enunciación paranoica al modo de enuncia-
cíón no despersonalizado sino despersonalizancc que consiste en ofrecer su
propío decír al testimonio de lo que otro dije -frase que, aunque la escribo,
no la puedo escribir, ya que "su propio" y "otro" son justamente lo que ese
mc<lo de la enunciación cuestiona en su estatus 9 • ¿Acaso no estaba ya
apuntaca Ja enunciación paranoica e:i !a definicí6n restringida de la palabra
producide;. e:i el psicoanállsis con el "eso habla''? La última palabra de Lacan
soure la pulubru consistió en una acentuación del "eso habla" en Ja califica-
ción de !a palabra como "palabra impuesta".
¿Por q•_;é fue Lacan, en vez tle algún otro, e! que se precipitó en un retomo .a
Freud'' ¿Por qué puso él su decir bajo la dependencia del de Frcud?
ComcnzJmo:. aquí a entrever que es porque él, mús que cualquier otro, se
había constituido en e! testigo del paranoico en tr.mo que impune situar la
palabra como aigu que :to es nunca otra cosa que una palabra impuesta.

El giro anterior w propiarnente lacaniano


Si Lacan no fue freucíano dt:sde siempre,¿ cómo situar sus trabajos amenores
a su compromiso er. el frew.!ísmo'? La respuesta es fácil d~ producir: Lacan
comenzó pu<ser lacaniano. Notaremos que estu respuesta presenta aquellos
primeros trabajos como los únícos :::iropiamente cnlificables como
"lacanianos", yu que todo lo que siguió a la instauración del retomo a Freud
no cesó r.U i1Ca de referirse a Freud.

Ht:bo, en un tiempo, i.;na doctrina lac3niana. Es b de b tes is de '. 932, que


se pre$enta como una doctrina person-ala, como Ja doc,rina de un autor, y de
un autor que, en cierto can~po, rei vindi<::a su originali<lud, pretende apo1tar
algo: rn'.l solamente la definición de una nueva entidad nosogrMica (la
paranoia de amo-castigo) sino, con ella, una nueva crmcepción de b parnnoia

'et(. Capírulo ocho. ~;~,. 187 • ! 9'.!.


10
l °<.1"t.:r./·1our ~lro ü.."\ttr.cr. ho1nvfoní~ con ü\'a11:.. ;<>u1 - ;)J")l~ ~»t!o y ((h1 a·:e:iti.Jl'e-a,er.rura).
en corr~lació:i ~or. ,.~t!)ll.f {tc:!orn.::i). "
y. por esto, de la enfermedad mental y, por Jo tanto, de la relación que el
psiquiatra sostiene con elb, y, en cons.:cuencia, de la psiquiatría. Sabemos
que los sunealislas reconocieron inmediatamente eso 11 . Pero la tesis misma
no dice otra cosa; juega con 11-; cartas sobre Ja mesa. Podemos leer, por
ejemplo, una fra.se como esta: ·•sin embargo, hay un punto de la teoría
psicoanalítica que nos parece particul.mnente importante para nuestra
doctrina (el subrayado es mío) y que se integra. a ella inmediatamente."
Leemos también, en el esmdío del caso de las hermanas Papin 12 : "A decir
verdad. aunque hayamos establecido estos acerca@ier.tos teóricos (con
Freud), la observación prolongada ... no:> habfa conducido a considerar la
estructura de las paranoias y de los delirios veciuos corno enteramente
dominada por la suerte de esei complejo fraternal." Lacan sólo puede enfocar
estos "acercarníemos" con Freud (trata con Freud como de potencia a
potencia) porque él eS el que acaba Óe producir una nueva concepción de Ja
paranoia (cfr. "nuestra doctrina"), que no es la de Génil-Pérrin,
constituciona!ista, ni la que, a partir de Clérambault, daría cuenta del delirio
paranoico como una tentativa racíor,al de explicar los fenómenos elementa-
les.
¿,Cuál es, en esta época lacaníana, e! lazo de Lacan con Freud? ¿En qué le
importa entonces Freud a Lacan? Es notable que la µrimera pregunta que le
plantea a Freud sea la del autocastigo. Freud es consultado como aigu!en que
puede proporcionar elementos de respuesta: " ...aunque más no fuese por
contentarnos con ei perchen; del autocastigo ·escribirá Laca;i unos 33 alí0s
más tarde-...desembocábamos en Freud" 13• Pero es todl!vía más notable (al
menos si lo confrontamos con la opir:.íón hoy udmitid:i que pretende que
lacan tomó en cuenta sobre todo el rreud de la primera tópica) que lo que
le ínteresa a Lacan en Freud es su segunda tópica. Sin embargo, como ella
Jepende de Ja teoría del nardsismo y como la doctrina lacaniana des.urro!ia,
sobre la función de la imagen, cierto número de tesis específicas, el apoy0
sobre Freu<l no llegará hasta impedir la formulación de serias objeciones a la
doctrina :reudiana.
"El narcisísmo -leemos en la tesis· se preser.ta en la economía de la docU:na
analítica como un<1 terra incognita" 14• Esta es una afirmación irr.porta'.'lte
porque apunr1 una falta en Freud. hecho que, después del engnnche de Lac~n
e:1 su "rctc rno a Freud", permitirá precisar este retorno a freud como un
retcrno a lo que fo.ita en Freud. Frcud no supo locaJ¡zar la folíciór. de la
imagen e:i. la constitución del Yo. Vemos aquí que la invención de! estadio
d:::! espejo, Ja comunicación de éste en tvf:J.rienbad en 1936, va er. ia mis:na
dirección qm: t:S?. locaJ:zacíón de una fa[t:i en Freud. Pero ya !a tesi:' !:bera

,, K~mHirsc !I artic:.Jlo áe Ccevef que da cuenl:l de ra tesis en te $tJtreulltme '"' sen:ict ¿,la
ri1,1ofl1rior.. no. S.
: .)e lo encu~:ltra c:n la c.C'!icit'.:o de Stt:il. adj:,;r.?o a la ces is.. cfí. p. 396. la c1r:t :.!11t~ri:>r "":Sti en
1

la r.ágina j2~ . (Er. espru~ol. resp<cti•~!'len:~: p;ígs ::;.¡ 5 : ·~94.)


11
T. r~can. Ecrits. np. cit., p 6ó. (En e!ipa:iol: E;cri:qs, ap. cit., p:ig. 60).
11
lo.1c~n. Tesis.. I'· 122. {En e-:>p3ñol. p5g. ~93.)
.... ·~· .. -.. ..¡Jtrt su¡r~ 1:~1nnra

,¡[Yo desuniendo en $u concepto lo que depende del narcisismo (y que está


üotrínsccamente ligado aél; esto será conflnnado por e! "estadio del espejo")
y Jo que con.cierne a la función de percepción I conciencia (que no hay lugar
rarn asociar por más tiempo al Yo)_
Estas consideraciones teóricas tienen. por supuesto, su importancia e:i lo que
se refiere a la fonna como se interpreta la paranoia. Y la crítica lacaniana de
Freud encuentra ahí su prolongací<in con la observación de que el impulso
agresiv<i del pa;;aje al acto no es aclarado por la invocación, ;¡propósito de
él, en Ja doctrina analítica, de una pulsión homosexual (por su tras:ocamíento
en agre.~ivídad), sínoque e~ la funcíón de lél imagen como tal la ql!e da cuenta
del amor homosexual y de su transfonnación, y no a la inversa. (Este lazo
de la agresividad con el narcisismo nunca fue desmentido pcr Lacan, sino at
contrario, aún más solidificado cuando desunió la pubión agresiva de la •
pulsióc. de muerte; la agresividad narcisista confinr.a entonces su anclaje en
el imaginarío, mientra.~ que Ja pulsíón de muerte, por esta desunión. es
susceptib le de ser e n tendida como -e onstituti va del simbólico. Por otro lucio,
Lacan pdcticamenre nn insis:ió -es lo menos que podemos decir- sobre ~a
íncerpre tación de la paranoia por la homosexualidad; esto es por la presenta-
ció n de la dimen5ión del imaginario.)
En la fe sis, vemos que la doctrina lacaniana tr.at:i a la d<;ctrina ;.malítica como
un conjun1odeenunciadosdondchay unos que deben ser tornados y hayo1ros
que deben ser abanéonados (¡Vaya, vaya!); pero más aún, hay un verdadero
des'1fio lanzado al psicoamfüsis: si él prelen::le abordar la paranoia (y fuera
de est~ abordaJe, se !e <licc. está consagrado a la esclerosis), Je será necesarío
aceptar :ransfonnarse él mismo, desplazar su centramiento sobre el incons-
ciente en provec ho de :.ma mejor toma en cuenta del Yo. Lacan da ªGUÍ una
iección al ?sicoanálisis, antes de consagrar);e él mismo a la tarea de responder
a este uesafío que él ianz:!baal psicoanálisis, al !ntroJucir en ésk, cuatro ar.os
más 1ar'l~e ...el est.'.l.dío del espejo". Así Jo vemos en Ju ?ágina 280 de la tesis
(en español, pág. 254): " ... r.os parece que el p~oblema terapéutico de las
psicosis vuelve más necesario un psicoariá!isis del yo (subrayado por él) que
ar. psicoanrilisis del inconsciente". Lac:ln no debe a Freud los primeros
lineamientos de lo que iba a ser una de las tres di:nensioncs del ser hab!ante,
a saber, el imaginario. Incluso es
eso lo que diferencia sr.¡ doctrina de la
paranoia de la que produjo d psicuanálisis, nl'.lcho untes de ser lo que él va
a int::ntar introducir en Freud.
la di.sc•.-sivid,,d 267

iVaves quemc!das

Sof,1f11<P-r.!t hay CJll .•:~cño nuevo, el primer hechn nttevo dt.fiÍP. que el nrticu!t)
ft11tc:'on.a,Jtr.:'r. desdt siempre; ~s uno de t'1is ~scriu.1.s qJJt ~e lútfll4 LA chfJs~
t'.t
fr~ 1.ulie1ttte ( Í.&J
cosa frt:tdiana). donde indiqué }<1 que ruidie lstJb(a dicho n11nca.
S6lo que, :omo está escrito. na~uralme111e, t,iJfede.'i rto lo han oído.

Latan. el l 7 de febrero de 1911

El hecho de que Lacan haya cornem:ado por defender su propia bandera


impone :a ct:estión de saber cuándo dejó de ser lacaniano. 'Propongo la focha
del 7 de novien:bre ée 1955 como la del día er. que que:nó sus naves. Estuvo
ese día en Viena para hablar de la cosafreudiana, título de la conferencia
donde él anuncia por pr:rr.era vez, y ::orno una "consigna" 15, su "retomo a
freud".
Esta p~oposición no implica que digamos que. ante~ de esa fecha, Freud no
contaba para L:i.can. Pero una cosa es afinnar, como él lo hacía en 193ó 16,
que "Freud está en l:i. vanguardia con respecto a todos los otros en fa reulídad
psico!ógica", o ta:11bién, come lo hace en 1950, que la ímportanc;a de ia
"revolución fre1;diana" se confirma con el uso que se da en psícologfa a la
noción de culpabi!ídad, o, como lo reconoce el informe llamado "de Roma"
en 1953, que el psicoanálísís como dísciplina que no debe su v;¡Jor científico
más que a los conceptos <le Freud. da lugar para retornar sobre su historia en
Ja obra de Freu<l para criticarlos mejor y establecer sus equivalentes en el
lenguaje de la mn<lerna antropología 17, y otra cosa es constit>Jirse en "el
anunciador" (esta pal:óra, tcmada de otro vocabulmio que no es el de la
ciencia, lo subraya suficientemente) Je un "retomo a Freud",
Este análisis nos obliga entonces a admítir que e1! el sentido del "retorno a
Fre11rl", Lac:m no era ''freufliano" en el momento del informe de Roma. Es
molesto que esto pueda lastimar a les qt.:e no quieren reconocer en Lacan otra
cosa que ese freudismo. Recurramos :il texto mismo Función y campo de la
palabra y del lenguaje en psicoanálisis: hay ya un espacio entre esre "en
psicoanálisis" y "la cosa freudiana". En el informe de Roma. el retorno a
rreud sólo es <iodo como un desvío-incluso si es obligatorio. sigue siendo un
desvío·. como un medio para dar nuevamente su cientificidad al psicoanáli-
sis. Efectivamente. es pnrque hay un desfasaje dccisi vo entre este !al.o con
Freud y el que instaura la consigna creída de un "retomo a freud". que Lacan
podrá a cor.rinuación d;)r al psicoanálisis otro esrnt.us que n0 sea cic1nífico,
y ante todo reconoce:lo, :::cr. Foucau!t, como un disc urso.

·.1J L.ic""· ir.r:rs. op. Cll.. p 402. :Eo ~spa/lol: C..critl).I. o?P. di.. p5g. 38S).
"l l.at"º· fr1t1s.. op. dr. ~ S8 (f.o • .<poiiol: Escrito.. op. cit.. p~g. 88).
•= Su~rr~g;in la !:~.lg.encio de<.$(~ pu<!:-;t3 ~nequi v:ilenci~ y obreod('jn ia tri:cuto~;~ q~)e suOtic:-lck.
la tmp r.:~ .l di;l 1/,,cobu!•:n·n de nsicounoilisi.1.
.. - -
-~

Sl punto de viraje es ese 7 de noviembre de 1955: ese día, "fr~udiano" toma


un valo1· específico, un alcance que nun{;a le hrtbfa pertenecido hasta
entonces. A quien consideraría "tardía" esta. fectm, le haré notar que en 1953
Lacan está lejos de pensar er. fundar una ''Escuela freudiana", crea, con otros,
una "Sociedaá FrancesadePsicoanálisis", algo, entonces, que no impiica, en
su título, ninguna referencia a Freud. Será necesario esperm- rr.ucho tíempo,
exactan1ente hasta l 964, para que el régimen de la "Sociedad" ceda su lugar
al de una "Escuela" en el tiempo mismo en el que (no sin una ligera
vacilación), "freudiano" aparece en el tímlo en h;gar de la referencia
nacional, y "psicoanálisis" se encuentra a la vez excluida por la localización
-
en Pads áe este freudismo. Es tanto más le!?ítimo subravar , estáS últimas
sustituciones, cuanto que un fo1midable "azar" (!)deja intacta !a si,,gla, como
para marcar, con esta estabilidad acrofónica, que los lugares sori efectiva-
mente "Ios mís:nos".

! 953: Socíété Franitaise de Psychanalysc


1964: É.cok Fnm~aise dePsychanalyse, corregído inn-.edia.tamentepor:
~cole Freudienr.e de Paris

Roma, Viena y más tarde París, el umbral franqueado entre Función y


Campo ... y La cosc freudiar.a se significa tan1bíé!1 en la geografía. En 1964,
la Escuela se reivindicará como "freudiana" localiz<fodose en Pa..""is, renun-
ciando así con un mismo movirrúento a presentar al psicoanálisis como
"natu;-almentc" o "evidentemente" inscrito en !a ciencia, y a continuar
tomando a Freud con las pinzas de la nación francesa, que es la v~rdadera
finalidad d.ei pichonismo. 1964 prepara el terreno donde vendrá a alojarse
la ct!scursividad. Pero este movimiento tiene su verdadero punto de partida
en I 955 con La cosafreudiana y la separación que elia instituye entre Viena
y Roma.
Lo que ocurrió después demostró, al repetir la operación, que:: Rom_a es el
lugar donde viene a proclamarse d dominio, francamente adquirido. !!obre un
poder. En Rema. estamos "en el infonne". Quiere decir que ya no cuenia
tanto el contenido como el reconocimiento concedid0 públicamente por la
institución al m ás valíente de sus guerreros. Es en calidsd de conquistador
que Freud tiene dificultades con Ro:na. La pres:!nciu de Lacan en Viena, en
tierra de Freud, tíene un valor totalmente distinto . Basturá con deterierst: en
esrn un instame para adnlitir que era inconccbiblt: <.;ue la consig na de un
La díscur~ividc:d 2(:9

retomo a Freud pudiera ser lanzada desde otro lugar que no fuero desde !a
tierra de Freud: era lógico estar allí en cuerpo para decir que faltaba acudir
allí, y que entonces sólo podía tratarse de retornar allí.
Viena fue entonces un acontecimiento. L>can se metamorfose:~ allf en
"freudiano" (se trata de: prt:cisar lo que eso quiere decir) al enunciar "la cosa
freudiana" como aquello que no podía constituirse mds que en el movimiento
de un retorno a Freud. Ai hacerse el anunciador de él, Lacan, ese día, en
Viena, se encarama al escenario de este retomo.
¿Qué es lo que volvió posible, y en ese momento preciso, este enganche de
Lacan en el freudísrno, en ese freudismo? La cuestión no puede ne ser
planteada, incluso si es necesario esperar al final de este estudio ¡>Jra
responder a esto; ¿Freud no se disculpaba acaso de: tener que actuar c::m10
esos malos historiadores que, en el curso de sus reconstrucciones. predicen
tanto más fácilmente el futuro cuanto que ya lo conocen? Responderé
entonces ahora, a reserva de dar apoyo m<ÍS adel3nre a esta afirmación. que
es porque tiene en su poder, desde el 8 de julio d~ 1953 18 , el tríptico del
simbólico, del imaginario y del reai; es porque no sclatr:ente dispone de cada
una de estas categorías, sino de estas categorías en tanto que son tres, CJlli!
Lacan puede iniciar la operación de un retomo a Freud, que puede. entonces,
"él mismo" quemar sus naves ahí. A partir de entonces, el problema teórico
que no cesará de trabajar este retorno, que.no cesará de ser trabaj~dc por es:e
retomo, será el de la articulación de Freud co:1 S.LR. :'...a cosasóio será tratad.a
de frente con la tí!tima versión d::: ese retomo; pero ya a partir de su tesis, y
de la manera en que Lacan introdujo otra definición del Yo en el freudismo,
podemos pensar que una áe las soluciones posibles, quizás !a más inmedifl.-
tamente al alcance del retomo a Freud, consiste en experimentar R .S .I. corr:o
lo que le falta a Freud.

·~ F';~c~o.<le Ja ~:rirn~:-a r-!ur.ióo ":!cntifira" de la S. F. P. L.aca.n Jioa~H ~n.:icon!crenciacu:,.~


~mportanci<'.!.. qu(iás se.ria conve!?!enll: admitirlo. es J::> ~u~ impide ~u pubbc:ic:ón.
Retorno 1 - Diana, Acteón.
y el no reconocimiento de los perros

·· Cl Otro cnmo tal sigue siendt) "" probleltJIJ t1J la doc:rifUJ.. ert Ül Jenrta de F1eu.d;
uqui( qu.t 'Jt exprtsó er. Ú> .sjguien1e: 1;qui qui.ere la "1:.J.j~r? .. Ll 1nuier.fe1fo. en eJtt
CIW>. d ~qs.iw!ltntt <Í< la VmJ,ul."

En~cre (!5 de ""lyo ae 1973)

Kierkegaard se dirige a Berlín para probar, al efectuarla. si la repetición es


posible: Lacan se dirige a Víena para comenzar, al anunciarlo, el retomo a
· Freud. Pero la analogía puede ser llevada un paso más lejos (dando quizás
estos dos desplazamientos como dependientes de un solo y mismo gesto): el
texto de La repetición es una carta de amor dirigida a Rt:gína. a la que todavía
no es ''la cti.:::na novia"; apunta a obtener "el reinicio" (como se traduce
también) de Ja<; relaciones con Regina. L.1 cosa Íreudiana est;í, también,
dirigída a una mujer; está dedicada "a Sylvia". Ahora bien, con esta
ubic¡¡ción de cierto lugar (vamos a ver que se trata de una posición clave)
dacio a una mujer (¿sostenido por ella?) en La cosafre11dia11a. se encuentra
situada de ~r.trada )a primera versión de! retorno a Freud.
la cosafreudiana es el único texto de los Escritos que esté dedicado a una
mujer; y, según mi conocimiento al menos, sólo hay un texto más de Lacan
que fue ofrecido a una mujer, pero ofrecido de una manera qiiizás menos
sorprendente, porque es habitual cuando se trata del texto de una prescnta-
ci ón de re sis.
i.V1ichel de Ceneau anota que la tesis está dedicada a :'.vfarc-Franc;ois Lacan.
"3ermano en Ja religión" y ve ahí una confirmación de su i!1terpíetación del
"~eto~o a Freud" como realización cristian:i. del judaísmo de Freud. Pero,
al h:.ic~r esto, ulvida leer la otra dedicatoria, este homenaje. qui:z.:ís más
secreto, más púdico en todo caso, y que sín embargo se deja descifrar
fácilmente ya que su cifrado sólo consí:;te en una traduccíón en griego. La
tesis es ofrecida, entonces, a ~1.:irc-fraa~ais Lacan. pero también a M .·T. B.,
"esa, dice el lcxto gr'.ego. sin cuya p resencia a mi lado, yo no habría :legado
a ser lo que llegué a ser".
¿Llegado a ser qué'! (en ekcto el "Jo que" impide inte:rogar: ¿Quién?).
Entonces no tanco "Jacques-Mark Lacan", el que firma esta tesis. sino
"lac::iniano", en el sentidc en que Marc-Fran9ois preser.tific:a esta refcrenci:i
~omún, fraternal y relig¡osa. En el nivei de la tesis de : 932, Lacar. e:;
·1acania110" en e! ser.tido de !viarc Frani;:ois. Pero las :::osas ao se quedan allí,
y esencialmente a causa é;:: u:ia mujer 19• Es Jo que aparece, en todo caso, en
e! ap res-cm1p, cuando en l 9 5.5 la cosa, que desde ese momento era "freudiana",
es vuelta a poner en las manos de una mujer. De la cosa lacaniana a la
freudiana. tenemos, entonces. desde el punto de vista de una puesta a la luz
de las configuraciones enunciativas, los <lo~ 1riángulos siguientes:

La psicosis paru11oíco. La cn.~a jredí&111


(p11es1a a ~a :uz de su raíz
en el complejo fra1emo)

Freud

.!--------~ M.T.B. -------·----""-


~ Sy lvia
wc:ir. (Jacques)

Vamos a ver cómo, en La cosafreudiana, la primera introducción del retomo


a Freud es homó loga de lo que acabamos de indicar sobre su enunciación.
Una vez más aquí. resu!ta que Lacan cump!e con el principio spínozísta: idea
vera deber cum suo ideutv c:onveníre.
En La cosa freudíana hay dos mitos con los cuales el retorno a Freud se
:ncuen'.ra a Ja vel consuuiúo. pensado y sostenido como proposición. El
primer mito. militar, es el del r.éroe traicionudo; hubo un aclo heroico, el de
Freud al elaborar su obra, después e.~ta obrn fue delegadn a otros. a aquellos
que llamaré con una palabra que se encuentra en el tex:o, a saber "la guardia"
(fo que muere pero no se rínde, al menes según se dice), después. la traición
de la gu;;r<lia que, al mis¡;¡o tiempo, se traiciona a sí misma en tunto que
gu:irdia y, finaimente, su huida lejos del centro de nperac[or:es que es:á (por
aquí el costado de tira cómica del mito pasa a lo migico. al :oc<).r al real) a la
vez allí donde se encuentra Freu.d y allí don.de hace estragos la persecución
política dP.i nazismo conquístfldor. E~re es el espectáculo visw desde París,
de una horda que huye de Viena en un treo "que no debía deci::nersc hasta los
confines de nuestto mundo" :o, espt:ctáculo que hace que Lar.:~n. después de
ve:: desaparecer, en el horizoote del oeste. a la guardia en di:!sbandada. s~
vudvc hacia Fre·Jd. como pregumándole lo qc.:e pudo haber Ji cho o hecho,
verdaderamente, para que las cosas hay:m Hegado a ~:;t:;: extremo.
E$w es la primera elaboración. en el mito. del retorno aFrcud, laque
pone en equivalencia "retorno B. Freud" c0n "'vuclcc del freudismo", ya que

:·' RccerCemos aquí a !a Sra. Ju1~g y s:J ·~!ic;.!Z i1H~!"',~nciG:1 ?at3 ·~u-:: '."< Qt->tt~;:Je Ju~g -~ F:-eud.
IJ ruptur:i po:- la cual ~l ?nm~cc Cl"'Sa de ."ic~ (reudl(IDV ~;,u·::. •.. o~v~:si: jun&,:.i::l.!lo t.:11;:> :rtisn?a
;r.t~cvi:n(:ón. y dos ei~cto.s t:Oi~l(:tri'J.~; por e.~fl. ;i ble:i í~ rn~jor q~e pc.:~e hocer ur. horn~re e.'i
~ere;' i;ic~ut~ de \JJ:~ mujer. no ft:!~dc CJ~~ars~ de •;u~tl<!ulera.
:l J. L.;,1c:!n. É.c,ri<.t. nr1. r.it., p. .:02. (F..u e~paüol: E.-:cri!o:s 11p. .:i1., y.385).
uJ te1111 que sJJfre d1!111orn

el freudismo no es entonces nada más qoe lo que huye de FreucL Lacan


precisa que ese retomo no es un retomo de lo reprimido 21 sino un:i. trJma de
posición antitética.
Se trata efectivamente de un mito, el del héroe traicionado. No solamente
porque encontramos ahí el conjunto de los elementos que componen ese
mito, sino también y sobre todo porque son utilizados con?o mí to, lo que se
revela sí notatnos simplen1ente que Lacan no cuestior:a tai o cual de sus
elementos en ningún lugar de este texto, por ejemplo, el gesto por el cual
Freud confía su obra a una guardia cuesúonamiento que hubiéramos podido
esperar de un análisis político de la situación del psicoanálísis en 1938.
Lacan se encuentra, durante un instante, en posición de tener el asunto en sus
manos (su continuación dependerá del retorno a Freud), porque: ve, desde
París, lo que se está produciendo entre Freud y 5u guardia; posición ésta que
fue Ja de una mujer en el triángulo anterior y que será la de una mujer en el
siguiente:
Freud

Lacan
La Q"Uardia

Pero, a partir deí momento en que se comprometió en el retomo a Frcud,


L!lcan viene a ocupar nuevamente el lugar de la guardia; es ahora el retonio
aFreud d que se ocupa de lagc.arcliade Freud. Aquí hay lugar para proponer
otro mito, para apoyar, est::i vez, ya no el comienzo del retorno a Freud, sino
lo que lo va a sostener al menos por algún tiempo. El lugar dejado vacío por
el hecho del pasaje de Lac<tn a la guardía será ocupado .::n esie caso, una vez
más, por una mujer.
El mito que, desde 1955 hasta 1969 (fecha de la elahoración de los cuatro
díscursos) :Sostuvo el retorno a Freud es dado en La cosafreudiana. Es el de
Acteón, transforn1a<lo en ciervo y iuego devorado por sus perros, por no
hi:.bcrse dado vueita ante la visión de la desnudez de Diana. El segunde mito,
"más grave" -dirá Lacan- '!S ante todo una interpretación del primero: la
~u ida de la guardia es retonwda aquí como la de unos p:::rros que se habrían
negado a devorar a Acteón a pesar de que su encuentro con Diana Jo había
transformado en ciervo. Estos perros no se :':ngniian, pri:servan a Acteón.
Con esto se oponen a la caza, rw1nifies~~n así que 110 ía reconocen como lo

" Id. p. ~03. (F.r. ospañul: Id. p.:\86).


que es, un::i. caza de la Verdad, donde los cazadores e::stán dispuestos a pagar
el precio que la Dama exige. ¿,Pero podemos siquiera sea hablar aquí de un
"precio" cuando, sí recibin1os la muerte de la diusa que no podría dejarse
mirar desnuda (es decir, sin su arco), esta misma muerte vale como un don,
el don (<le amor) de esta desnudez q~e ella no tiene y que un mortal logró,
sin embargo, sustraerle?

~ Qué resulta de esta retirada de los perros? Nada más que una dis¡Jersión
donde cada uno de ellos, por no haber hecho de Actecín su presa y, erüon~""s,
por no poder presentarse con él frente a la díosa, se vuelve "la presa de los
perros de sus pensamientos" n. Releamos esta página 395 de los Escriros
para oir. hoy por fin, el extremismo del cual da pruebas Lacan en esta
introducción del retorno a Freud. Porque. st devorarse a sí mismo es le que
resulta de la r~tirada (pür lo tanto: lo peor), la alternatíva, que es el retorno
a Freud, tiene por boi:izonte algo como una destrucción colectiva (la que no
se produjo en el momento de la primera caza), en una comunión "casi
mística" dende Freud/A.cteón, devor~do ahora po r los perros, le ofrecería
este devorar mismo <l la Diana cton¡ana para recibir de ésta, con la n1ucrt.:! de
todcs, ~na confinnación de que, como la Verdad, f ue efecüvamer.te "toca-
da".
Sólo una visión 1imitada de la locura puede escandalizarse con este extremis-
mo (o simular estar escandalizada); pues ¿c.:ómo opo nerse al extr~mo de la
locura si no es <lt:ntro ck un compromiso igualrnente extrf:rno?
Retomar a Freud, es retomar con él esta caza de la V crdüd; su fin no puede
consistir :.nis que en el geste que se remite a ella, ofreciéndo le 1o que ella ha
rechazado, ya que la posició n dcsarmad;:i en que es sorprendida, en d baño,
es esa misma que vie ne a ocupar frente a ella aquél que pretende convertirla
en su presa. En este punto límite, las categ<x ú1s, !as ctiferencíaciones mísmas
desfallecen: el montero se co n vierte en presa y la presa se vuelve sombra y
el n1ontero falla así, pero de la buena manera, en s u caza de la Verdad.
Tenemos aquí, entonces, esta muerte transfigurada. s ublírne, a nunciada de
entrada, puesta de entrada e n el horizonte deí retorno a Freud. A pe~ar de que
e lla a pele, lateralme nte, a la fo rrnidable rr.e~g ia de~ ITc<lsoquismo (aunque d!a
sea quizás una fo rma de trntario), no est:i de miís usar los encantOs del
aiejandri::o para invítar a nue vos perros a semej<J.nte empres~. Veamos
presentados como tales. lo:; cuatro alejandrinos que se en(.;uentran 31fi ~a! de
In cc nferencía pro r.uncía<la en Vie na:

~ i.a etez-ción Ce de•1cr;:irse ~ s! mi~mo r.nc.:.~ ~·Je :.ejv• ~ic •:::J!d.J: 1Jel Otro 5e vuelve ~a!::::u.:: ~o
!a e~oe:-jto<.::a de un os!coílr.ii:is;s y. 'l!:~vi=c(:i~nle.nte. en ~o:i :;:ASos. d::: µ:-¡tc:osis. f'~=-~ es 1.Jn~ r~g:3.
para ~orii.>.~. qoe ..:uestionarse ~s rn:is !ácit,V~!lrr..t.riJJnen~c ~~o qt.:e se dice. qa:: ~l.h!sdvnar :.il Oero.
:s dt:.c;r. qvic pcncrlo a ia escue ia de su f::tl~.
274 C.. ie1ra que :;11fre d~t"'1ra

Aciéon trop coupable a courre la déesse,


proie ou se prend, veneur, l'ombre que tu deviens,
laésse la meute aller sans q1~e ton pas se presse,
Diarie a ce qu'ils vaudrons reconnattra les chíens...

(Acteón demasiado culpable caza a la diosa,


presa donde se pre:-ide, montero, la son\bra en que te conviertes,
dc::ja que la jauría corra sín apurar tu paso,
Díana, por lo que valdrán, reconocerá a los perros ... )

De acuerdo con el carácter anunciador L!e !a conferencia, el cexto de La cosa


jreudiana termina con tres puntos suspensivos. También sobre tres puntitos
se volcará esta versión del retorno a Freud cuando el retorno pase al discurso.

Retomo JI - La discursividad
Ha habido gente -y cada vez hay más-que se interesó en el "retomo a Freud"
de Lacan, incluso para comprometerse en él, y con frecuencia muy adentro
dei>de un punto de vista personal. Se trataba, en su mayoría, de lo que La¿an
llamaba "caso;; de verdad". Pero esto no impedfa cierta opacidad mantenida
en cada uno de estos compromisos: el acuerdo dado al ..retomo a Freud" era
a la vez efe:: ti vo, confuso y, finalmente, silencioso, salvo este reconocimie:i-
to de que estaba en juego allí una verdad, con toda certeza. la del freudismo
mismo; dicho de otro modo, de cierta relación con la verdad. ¿Tal vez hay
que ver este silencio como la necesaria contrapartida de Ja participación
efectiva de los perros en Ja caza, como el signo de un compromiso demasiado
poderoso? El hecho es que la intervención de ~1ichel Foucault vino de otto
lugar, y que, desde !955 hasta 1982. Lacan no recibió nunca la menor
inrerpretac.ién de su ''retorno u. Freud", salvo en febrero de 191)9, y por obra
de Foucault.
Con su conferencia, titulada"¡, Qué es un autor?", Michcl Foucau!t procede
¡¡ una presenración del "retorno ·a ..... como hecho de díscurso; confirma así

a lacan el carácter freudiano de su retorno a Freud (este tipo de confirmación


es un componente fundamental de la interpretación analítka) .útuando (el
agregado es. también, constitutivo de ese tipo de interpretación) a Freud
como inswurador de un disc'.-lrso. Es porque Freud habrú sido el instaurador
de una discursividad que tuvo lugar un "retorno a Freud". Esto es lo que
Lacan oye ese día de labios J~ Foucault. Se produjo por dio la ccnstn.1cción
!a ciist::Jrsovidad 275

laca.mana de los cuatro discursos.

Veamos ante todo Jos d:tt0s cror.ológicos:

* 22 de febrero de 1969 - Conferencia "¿Qué es un autor?" (La ar-


queología del saber está en prensa).

• l 8 de junio de 1969 - Lacan es echado de la Ecole Normale


Supérieure, dooJe se llevaba a clbo la que
aparecerá apres-coup como el úl!Jmo semi·
n:aio fund:idO sobre Ja topolog.'a de las Sl:·
perlicies: D'un Autre a l'autre.
"'26 de nov. de 1969 • Primera sesión de l 'envers de la
psyclumalyse, primera lección en la Facul-
tad de Derecho, primera mención del "d!s-
curso" en el >entido de la doctrina de Jos
cuat:o dis<.:urscs.

A partir de ese 26 de noviembre de 1969. el término "discurso" no será


simplemente, en Lacan, una palabra del vocabulario corriente (como en el
"Discurso de Roma"), sino el nombre de una noción (como en "discurso del
amo"). Esta diferencia es tanto más marcada cuanto que se inscribe en una
tipología de los discursos.

No por eso Lacan se atendrá, a partír de ese momento, a un uso esoicto del
témúno "discurso"; al hablar igualmente de "discurso capít:ilista" o de
"discurso Je la ciencia", se verá obligado a precisar de qué se trata en su
doctrina de los cuatro discursos, distinguiéndolos como "discursos radica-
les". Tenemos aquí una dificultad taxonómica que, como veremos, no deja
de tener importancia para el pasaje a una {ercera ver;;;ión del retomo a Freud.
La constniccíón de cuatro discursos radicales es esencialmente el productí'.l'
Je una escritura; hny cuatro discursos porque <!Sta escritura proviene de un
"alfabeto" de cuatf\) ler.:-as. por.que cuatro letras nunca pueden ocupar más
que cuatro lugares, y porque sí se mantiene la serie de las cuatro letras como
una serie ordenada, así como la c.lispusición de esos cuatro lu~ares, no quedan
más que cuatro "fra.'\es" posibles !l.
Como he(.;ho de escritura, los cuatro discursos sellan e! nuevo valor dado ai
"discurso": a partir de ~se momemto est;í des1.mido de la palabra, y toma en
e! escrito e! estatus de un "discurso sin palabr:!", mientras que en su acepción
habitual. el discurso permanece ligado a la palabra, incluso sí esm palabra ya
no !o es totalmente por tener que presentarse como una p;i.labra ritual izada.
Esta construcción s~ puede precisar mejor cmm.> la conjunción de dos series

u .~l~·Jnos se pus le ron 1ocne::iia(.¿1mt-:iu: :! : n1cnt:.:r n~od.i ftc:1r el orrl~n rl~ !:t.~ ~el.a~ (u:1a empresa
a la que U:::,l se cpuio tle inroedi~lo) pero. c urios;unente . .:a naóie se le oc:urrjt'i (a.tnbi:i.r la'i
retacíon!:s. con ~o~ :!1g,;1. r~s {que. ~~n e:nbat!;.C'· t:¡a ft)cti Ce pens.:u- ¡;iues10 que e!;.tab1.-1 :'lornbra-
~<>l ).
276 ta le1Ta que 1u¡re demora

escrit<lS y m¡¡ntenidas separadas hasta esta fecha del 26 de noviembre de


1969. La primera serie, la más antigua, es la transctipcíón de la definición
lacaniana del Sujeto corno "lo que es representado por un signi(lcante para
otro significante'', !o que da:

s ~si ~s2
La otra ;;erie, mucho más reciente (vista desde este 26 de noviembre de 1969)
fue construida en la inmediata prolongación del gesto de la admínistracíón·
de la Écoíe Nonnale Supérieure echando I cazando (chassantqujere decir las
dos cosas, ¡qué casualidad!) al se1ninario de sus locales. El día de su última
presentación en la calle t.i!m, Lacan ubica este acontecimiento como un
intento para liquidarlo, del mismo orden que el de 1953. Par¡¡ captar la
lección que él va a extraer de este acontecimiento, es necesario recordar ante
todo que fue en esos locales de la E.N.S. donde Lacan, viéndose con los ojos
que lo veían, los de los "príncipes de la universidad" (como él los· llamaba),
iba a acredítar su decir como algo que era una enseñanza 24. Pero si obtuve
la comprobación de que su enseñanza no era universitaria, eHa víno, esta vez,
de la administración de la E.N.S., ya que eso fue lo que el <lirector adminis-
trativo le dijo en el momento mismo en que lo echaba 2!. Desde ese tnomento,
Lacan concluyó que debe haber varios tipos de enseñanza, una "universita-
ria" y, por lo menos, otta que no lo sería.
Hay aquí en el nivel de la doctrina, una toma en cuenta muy notable de un
acontechniento sobre el que nos equivocmfamos si lo considerásemos como
puru~ente institucional. Lacan, excluido de uno de los lugares destacados
de la universidad, propone inmediatamente una escritura de la posición
uní versitaria. Esta escrirur:i. Ja hace codearse con la posición del amo y de la
histérica, cada una de las cuales responde a una de las tres realizaciones
posibles de la serie
a
cuando J¡~ insertamos en los tres lugares marcados como se muestra:

on ..
La conjunción de estas dos series de escriros, una antigtm, la otra
nluy reciente, da la serie de las cuatro letras que van a escribir los cuatro

discursos:

:i ''..;qui e:~ dnnüe se ad,·?:-ta~ q~'! lo que yo de:::!a e~:l ;,in~ ~nseci;anz~... ) Lac~1:1, .$cminwio éc !
26 de ~ovie~ore de : 969.
!5 .'\!!rs:=iar.!o ~n la tomtenta det z~or.recim.icnro. l...o:i:::in Jl~sar tl a 11:llnat a su ~nseñanza
·•:i.n~un:t.;r.r:.i~'1ri;\''. E.->te Lipo cie desJiZ2.m.iento es lo q1:e prohibirá la utilii.ación ée Jo.s cuatro
cliscu:~os. Pero :il hien eso io prohite. no :o ;cnpide, como c:l po;-;t.. Wc:in lo oste~tó
desgrac;:i.d=enre.
la discursividad 277

Pero el hecho de que la doctrina de los cuatro díscursos sea e1 resultado de


una operación de escritura no da cuenta del hecho de que lo que se llamaba
"posícíón del amo", "posición histérica o "posición universitaria", sea
llamado discurso en el momento mismo en que, de Ia calle Ulm (sede de la
E.N.S.) a Ja plaza del Panteón (sede de la facultad de Derecho, donde
continuará con su seminario), de D'un Autre a l'autre a L'envers de la
psychanalyse, eso se reescribe.
¿Por qué la toma en cuenta de la posicíón universitaria (que se volvfa
especialmente urgente con ia exclusíón del seminario) es realizada como
discurso? ¿Diremos que, al proponer que se distingan cuatro discursos unos
meses después de La arqueología del saber (que se ofrece como una
descripción de estos tipos particulares de regularidades que Foucault llama
"discursos"), Lacan experín,entó la influencia de Foucault? Pero justamen-
te, al introducir, entre palatras y cosas, esre nivet del discurso, Foucault
forcluye ese tipo "de explicación" con que se alimentaba "la historia de l:is
ideas". Más bien -lo mostraremos- hay que ligar la adopción <lela discursí vidad
a la conferencia del 22 de febr:::ro de 1969 26 en tanto que ella produjo una
interpretación del retorno a Freud.
Uno de !os elementos que penniten afirn1ar si ~na intervención tu;o un
alcance interpretativo es su efecto de corte; leemos apres-coup que esta
intervención habrijugado como corte. Ahora bien, ese fue precisamente el
caso. me parece, con esta conferencia.
Consideraremos, para mostrarlo, la serie de los seminarios. D 'un Aucre a
i 'autre se deja aprehender con10 el último que toma un apoyo decisivo sobre
la clásíca topología de las superficies (la clasificación de éstas últimas es
adquirida en el siglo XIX); el paso que efectúa, con respecto a L'acte
psychantJly:ique(que Jo precede) es laarticubción, gracias al ple.no proyectivo,
dei "en forma de a minúscula del A mayúscula". Ahora bien. en los
seminarios siguientes, ya no se tratará de estos objetos topológicos, ya no se
tratará <l<:: e.ste "e:i fonna": estos seminarios estarán casi excl11sí vamente
centrados alrededor de la escritura de los cuatro discursos (diferente, en su

:~En Li!:oral, oº. 9. Ed. ErC:'i. Tf:'u~ousc.JU!liO 1983.


l 1d [n l tJ."d q11~ .~u/re de1nora

modo, de :a escritura topológica) y sus secuelas "semánticas". Esto seguirá


siendo cierto hasta la introducción de una nueva topología y, con ella, de una
nueva y tercera versión del retorno a Freud.
Entonces, hilv efocrivarnente un ccrte notable, en noviembre de 1969, en Ja
perforación de Lacan. Es, por otro lado, visible en sus oyentes; así como la
escrituro topológica los dejaba perplejos. reservados, sí no es qce aburridos,
incluso molestos por perderse, en todo caso sin voz (¿qué ecos hubo de D 'un
¡\utre á l'aurre? Ninguno), la doctrina de los cuatro discursos provocó
inmediatamente numerosos trabajos de alumnos (lo <::ual no quiere decirq'Je
todos fueron afortunados).
Quizás se admitirá que hay allí efectivamente una ruptura en ia continuidad
de los seminarios aunque rechacemos que Fo ucuult hi~.ya ten id o algo que ver.
La di:>cursivídad habría estado "en el aíre", en Francía, en los años 1970, y
tanto Lacan como Foucault se habrían agarrado de eso. A de~ir verdad, esta
CX!'!icación, al igual que una que se apoyara en la influencía, no presenta el
rná-; mínimo interés. Pero, como salimos ganando sí precisamos la.s cosas
todo lo posible, lo har6 aquí antes que nad:i.d~sde un punto de vista semántico
y después desde un abordaje literal.
SE~tANTTCO: Este ¡¡unto exige un recuento (rápido puesto que el texto es
accesible) de los puntos desarrollados por la conferencia"¿ Qué es un autor?"
Foucault, como primer pa.~o. hace del autor una función. Pero, una vez
enunciado, el desfasaje individuo I función no puede más que prolongarse
con la observación de q ue esL'.l función-autor no interviene de la misma
manera sobre todo. Hay cierto tipo de autores (Foucault los llama
"instaurador~s de una discursividad") que han producido más que una obra
pcrson-all'.l: la posibilidad y la regla de fom1ación de otros enunciados. Estos
últimos pueden, en su contenido, diferir notablemente de los te;<. tos fundado-
res: aun así. esos textos fundadores los hicieron posihles y pertenecen
entonces a eso mismo (que nombramos, por esta razón. "discurso") que los
prime1os textos han fundado. Apoyándose en ~sta di.scursív idad, la confe-
rencia di~lingue de una manera notablemente esclarecedora fas posturas
enunci:itivas, los tipos de producción. los estatus respectivos de los eres
modos principales del autor: el Hterario, el científico y el fundador de una
discursi vídad.
A propósito de este último. Foucaull desarrolla un análisis que presenta al
.;retorno a ..." como í:i.t:insecamentc ligado con toda formación discursiva.
Este es el pun•.o d.ecisivo, ei puntodondeLacan vaa aL:eptarel desafío. Como
oyente de la cor.ferencia, es el punto cuya ¡:;enincncia extrae de entrada. Pero
lo que sólo aparece en el apres-coup de laconstrucclón de la doctrina de los
la éisco•sividad 279

cuatro discursos. en el acontecimiento de esta construcción, e:i esta construc-


ción como acontecí miento. es el punto delicado en que el ar.álísis semántico
ce Foucault es innovador, y que Lacan recibirá como una solicitud de
apoyarse en la discursividad. Este:: punto es d siguiente: Foucault pre::.se::nta
el "retorno a ..." como un "retomo de .. .'·, puesto que e! fundador de una
discursividad, hncia quíen el retorno.:.retorna, es el mismo que, en tanto que
fundador de una discursividad. produjo ese retomo como lo que no dejar.a
de ocurrir.
As(, por primera vez desde 1955, el "rerorno a Freud" era presentado como
un "reromo de Freud'', es decir, como freudiano. No es necesario que
evoquemos aquí una reencarnación de Frc:.id, un Freud que regresaría; pero
este retorno es efectivamente "de Freud" en e! sentido en que, en tanto que
instaurador de una disct:rsividad, freud había diseñado el lugar de esto y,
hablando con propiedad, lo convocó a ese lugar (desmm-cado con respecto al
freudismo) _?ara ser esa operación que no puede no producirse en el orden de
la discursividad.
EntendemosqueLacan hay a resultado a:ümado por un vivo :i.rdor. ql!c !acosa
no haya llegado a oídos sordos. y que se haya proéuc:do tras esto toda una
retoma lacaniana de lo que Foucault había introducido. Ciertamente. esta
construcción d~ Lacan tii:::;¡:: sus propias exigencias, retoma por .m cuenta y
por lo tanto a Iu manera la cuestí6n de la <l:scursívidad; y r.o h;iy luzar para
supor.e:: que se trnte, e:: L::.can y Foucault de "la misma" discursividad.
Afhmo ir. ~s símplemente, pero también con más precisión. el acontecimien-
to de una interpretación cuyos efectos se prolongan en el detalle de ulgunas
formulaciones Jacania.r1as posteriores. Todo ocurre en cierto nivel (aquél
donde tacan señala la pertínencia del análisís de Foucault) como si él
realizara el programa que aquel día Fouca.ult.,había propuesto. Veamos;
pm:stns .::n un cuadro, los diferentes puntos que podemos aislar, en el análisis
de la discursividad tal como lo produce Foucault, que .~irvíeron como apoyo
par:i la doctrina de los cuatro discursos:

1) Texto: " ... regre~amos ai texto mismo ... "


" ... el privilegio dado a !a lerra de Freud... " (Escri;os, p. 350)

2) Campo: "Ellos ahr;eron el espacio para otra cn~a que no era dlos mismos,
y que sir. embargo pertenece a lo que ellos fundaron."
"... el campo del que Freud hizo la experiencia sobrepasaba las avenidas que
él se e.'lcargó de preparamos... " (Escritos, p. 387)
3) Enunciación: " ...Casi no oiríamos d sonido Je una indiferenci:-.: "Qué
280 Ja let:a que sufre demoru

"El sujeto del discurso no se sabe a sí 1nismo en zar.to que sujeto que sostiene
el discurso; que él no sepa lo que dice, ... vaya y pase, siernpre se lo ha
suplido. Pero lo que Freud dice es que éi no sab·e quién lo dice" (10 de
febrero de l 970)
4) Relaciones socia.tes: .... Ja manera como ellos (los discursos) se articulan
sobre reiacíones sociales... "
" ... esta noc!.ón de discurso debe torr.a•rse como !azo socíal... " (19 de
dicic:-r1bre de I 972)
" ' ,j;.gar
~) ' A[
... "C'
¿ orno, segun
.
e su1eto: , que, coiit:1c1ones
J'. :iJO que'fionnas, rugo
y b. 1

com<J un sujeto puede aparecer en el orden de los discursos? ¿ Qué lugar


f!Ut:de ccupnr en cada tipo de discurso?"
Una ~a ra.c:-:::-í.:.:~ica de los cuatro "discursos radicr:.les" aislados por La.can
es et l!~ga.r q •t~ ocupa ali( el sujeto, un lugar que es dife rente en cada caso
y que e.; JUin•&rado de manera diferente.
6) Tipalog.'Q.. "1Jn análisis corno éste, si fuera desan·oliadu, pemütiríaquizás
int:.-od.ucir una tipología de los discursos."
Al distinguir, a partir de! 26 de noviembre de j969, el discurso del Amo.
Histirico, Universitario y Analítico, l,czcan produce u:ta tipología cof1stítui-
da por·¿seos cuatro discursos radicales.
7) Instauración: "Hablo de Marx o de Freud como instauradores <le
dicursividad ..."
El reconocin?iento de l7 reud co1no instaurador de discursividad es fo que el
"retorno a f'reud ., admitía sin saberlo. Esc~'ibir !a f6nnula de un "discurso
psícoanalfEíco", cieno día (el 26 de noviembre de 1969), explicitaría este
reconocimie1110: entonces. e.re discurso cesa de n.o escrihirse.
8) Retorno ·a... : "Un movimiento que tiene su propia e.specificiáad y que
caracteriza justamente a los instauradores de discursividad.." '
"Retomo a Freud" - la consigna es proferido. en Viena el 7 de noviembre de
1955, al mi.s1no tiempo que es reconocida "ta cosa freudiana ". Corte: Lacan
cesa de ssr lacaniano .>eltando su lazo con Freud. en el "retomo a.'rreud".
~

,9) Susperis ión: " ...a difeP~ncia de la fundación de una ciencia. la instauración
discursiva no fer.na parte de sus transformaciones posrerior~s. permanece

necesa.ria;nentc re~irada o sus;::iendida
•'
sobre ;;Il¡i::;. La con.secuencia de esto
es que defínin1r,.s líl validez teórica de una proposición con rc!ación a la obra

,
la di.sc!l.rsivfrJ,;J 28 ¡

de estos instauradores ."


"Freud me regarde" (Freud me mira I Freud me concierne) (Lacan el 8 de
enero de 19ó9), que debe entenderse en los dos sen;idos de "yo me ocupo de
e'l" y.de " e'l rrte v1g1
. .,a " .

10) Olvido: " ... es necesario que primero haya habldo olvido, no olvido
accidental, no recubrimiento por algunaincorr1prensión, sino olvido esencial
y constitutivo."

"Frelld obtuvo lo que quísu: una conservación puramente fom:al de su


n1ensaje... esto volvía inevitable la represión que se produjo de la verdad
cuyo vehículo ellos (sus conceµtos) eran." (Escritos, p. 458)
11) Falta: " ... regresamos a un <:íerto vacfo que el olvido esquiv() o en masca-
, "
ro.
Que haya une. f alta en. la teoría analítica es lo que me parece ver surgir en
cada if¡slante. { 16 de enero de l 9 57)

LI1'ERAL: Cefíirn1ás d.:! cerca-dic.bo de otro tnodo, en su literz.lidad- lo que


fue la interpretación del retomo a Freud que produjo Foucault en ese
. .
momento oermitirá nrecisar lo que es "Freud" en la exoresión "retorno a
~

Frell.d". Se plantea, en. efecto, la pregunta (puesto que Freud está tomado aquí
r.! La ve.:: coG10 autor de una obra v como instaurador <le un discurso) de saber
~

córno interviene el "retorno a Freud" con respecto a esta dobie deterrnina-


cíón. Foucau!t, y:.i desde al anuncio de su conferencia,. interrogaba: "¿Que
puede significar ".::l retomo a ..." con10 1no1nento decisivo en Ja transforma-
ción de un e.ampo Je dis~ur:;o?'' t:s la .pre<zunla rnís1na del returno a Freud.
~ ~

p;irtic.:uilli :r~~n te de lo que opera sobre f' reud u partir del momento er. que
sabemos que es el de Freud en el sentido que se precisó mú.s arriba.
He aqufla lectura yue hizo LacJ.n <le esta fra!le del anuncio; no solamente aísla
y por lo tanto Ia distingue, sino que la dice, como !o voy a mostrar, de cierta
manera: subraya et lugar de "Freud" en "retomo a Freud" como un lugar
posiblemente Y:lcÍo (son los tres puntitos) y sitúa de o.Hí lo que quíere decir
que Freud sea puesto en ese sitio:
"En el anuncio que hizo de su proyecto de J3 ínterrogación "¿Qué es un
autor"?, la función del "retomo a" -puso tres puntitos después- se encontraba
a! fí nal, y debo decir que -por ese solo hecho- me consideré convocado allí."
(La transcripci61i es mia y, por io tar1!0, tarnbiérz la p untuación. La frase está
extraída d~l semine.rio que si3itié inrr:edia:cmenie a le. conferencia.)
• •

282 w lttra que ,.,¡,. demora

¡"Convocado"! Lac:in no dice que tuvo ganas de ir a oír a Foucauil, o que


consideró que ~ra un deber hacerlo. Este "convocado" no es del registro de
la estétic:i en el sentido en que Kierkegaard Ja fija a Ja categoría de !o
interesante, no es tampoco del registro de una obligación moral que el Sujeto
se impone a sí mismo, el "convocado" sitiín en el Otro la decisión del
encuentro, indicando al mismo tiempo que no hay ningún medio (salvo
cayendo en lo peor)desustraerse a ello. ¿Acaso no se dice en francés gue uno
se rend, "se rince" (¡Abajo las manos!) o "se dirige", "acude" a una
convocatoria?
a
En ese r.lismo seminario D'wi Autre l'autre enconcramos. poco antes. una
réplica de Lacan que se refiere a su lazo con Freud, pero que, sobre todo,
confirma que h.:iy lugar para desplegar, efectivamente, como :o hago aquí, tan
lejos como se pueda, Ja.:; resonancias de este "convocado". El asunto -eso es
lo que es- merece titularse "Freud lata de sardinas". Su pL!nto de pa.rticla es
una ?Ubiicación que un lingüista conocido consagraba a Quelques e:xtraits du
st'¡le de J. Lacan 21 • ..O bien saboreemos -se puede leer en c~e texto- la
majestad ~anquilamente bretoniana con la cual Lacan dice: Freud y yo (p.
868 )". - Ní ngu na e om petencia "cien tífica" alcanza a justificar esta" majestad
trunquílamente bretoniana". pero un poco de competencia hab1ía debido
prohibir al autor la invención de ese "Freud y yo" que buscaremos en vano
en la página indicada de los Ecrits (En español: Escríros, páginas 846-847).
Aunque este artículo huya tenido alguna responsahilíd;id en la exclusión de
la E. N.S. (motivada por la necesidad de hacerle un lugar a una enseñanza
de b li ngü:stica), tiene importancia por la respuesta que Je dio Lacan.
Descaro por descaro, íntimídación por intimidación, Lac;:n (desconociendo
que el "Freud y yo" es, en este caso, una invención del profesor) responde
primero destacando su trabajo sobre Freud: "¿Por qué, .;:iara este autor, que
confiesa no tener la m;Ís mínim<l idea de lo que Freu<l aportó, hay algo
escandaloso, por pane de aiguieri que ha pasado toda su vida ocupándose
de él (el subrayado es mío). en decir "Freud y yo"? Pero, más allá de este
argumento, a 1:1 vez [egítimo y falaz (¡supone que el trabajo da dere:.:hos!),
Lacan produce en esa ocasión la úllima interpretación de su lazo con Freud
antes de Ja introducción de la discursividad
.. .
Esta incerpretación se engancha er. el perchero de una historieta que ya se
utilizó cu:::ndo se trot:iba de mostrar cómo Ja pulsíón escoptofílica puede ser
afectada por la cns<racíón =s_ Según esta historieta, Petit-Louis y Lacan están
en un barco, p:;r:i. una partida de pesca. V na lata de sardinas que flotaba cerc:i
tle la embarc:icién fue ~1 pretexto, en boca de Perít-Louis, de la ingeniosa
observación siguiente: ''A esa lata, tú la ves porque la miras (tu la regardes).
¡Bien, pues ella no necesita verte para mírme (te regarder) !" En su "Freud

"' G. Mounin. Q•elques r1:1rai1s du sl)Ü de j, w c""· N.R.f-. na. l 93 , 1 de "'e'" í 969.
" fü1a ~:islt~ción ocurre cuando <1 sujr.(() reconoce $UimPQsibilidod ~e dom;nar el punto en el
Otro Jes<le donde io que él da para ver se fl'Jra *
la tiisc~r.•ivid.ad 283

me rega1·de (me mira I me concierne)", que constituyó su respuesta al


lingüista, Lacan ide:1üfic::. entonces a Freud con esa lata de s:irdinas que :!o
tít:ne m:cesidad de verle para mírado (le regarder). Este ''Freud me regarde"
está sobredeferminado. ya que dice tamo '"Freud posa su mirada scbre mi"'
como "es asunto mio". Pero esta de~construcción en dos enunciados no debe
hacer que escape el hecho mísmo de la sobredeterminación que, como tal.
tiene un v:1loi signifi.::ante; la sobredeterminaciún indica que este :isunto -
quí;::ás- no es el mío más que porque tengo que vénnelas ccn esa mirada en
el Ocr::i. esta manch01 (tache) cuya insistencia comQ mirada no me <leja otra
elección más que ''mancharme" en la tarea (t!lche) de ocuparme de eso: si lo
hago ex-sistir, su misma insistencia se verá aligerada. Así, "toda una vida"
se encuentra "convocada".
¿Qué es lo que, en el Otro, puec.Ie tener semejante impacto') Responderemos
regresando al texco que refiere esta convocatoria: "por ese solo hecho me
consideré cor.vacado allf'. Pero ¿qué hecho? Hay aquí una dificultad de
lectura y, por lo tanto, un interesante problema de transcripción del semina-
rio. Potlemos, en efecto, de acuerdo cor. lo que parece que Lac.:in quiso decir.
admitir primero que este hecho consiste en que Foucault puso la función del
"retorno a" al término de su anuncio; pero debemos considerar también 'lUe
r.acan profiere el texto del anuncio (que es un texto c:;crito. un texto que tiene
frente a sus ojos), y que se encuentra entonces obligado, para oralizar este
es::rito, a precisar 'lue Fouc;¡\,tlt puso .. tíes puntitos despuc::s" de retomo a.
Ahora bien, otro hecho víeae :.i. ser dicho con ocasión de esta obligación: ya
no es simplemente que Foucault haya puesto "retorno a." al término de su
anuncio, sino que haya puesto estos tres puntitos justo después de "retomo
a". No es poco, ya 1~uc estos tres puntitos esián en lugar de "Freud" en Ja
expresión "retorno a Freud". Como se acostumbra en la puntuación de!
francés (y de! español), -fos tres puntitos, en Lacan, io:i Ja marca de un lugar
vacío i 9 . Yo o¡:: to, a partir de ahí, por la segunda lec(ura de la frase, afirmando
que son estos tres punci:os, tomados como algo que n:urca un bgar vacío, los
que fueron "ese solo hecho" que está en d origen dd "convocado".
Pero aquí está la prueba de que efectivamente cstcs !r~s puntit0s, puestos en
ese lug:::r. con ese valor, son '.os que tuv¡eron un ak:unce de interpretac;ón. Si
nos rerr.itimos a b frase de Laca:i, veremos que él sittla allí como jímc:ión el
- .
'&retorno ~ .. +··-· ,v sugiere inclt:so que es Fo11c~tl..;t a:Jien. en su :li1uncio, habfa
escrito "la función de! retorno :i". Ahorn bie:i, r:.o es así. En níngún iugardei
anuncio, ni tampoco en !J. conferencia. Fou<:ault habló de la fun ción del
"rerorno a ..."; Fouci:ult introduce '"la :·unción fWtor". esc~ibe "retorno a .. .'',
pero nunca hah!a de ia función del retorno u. LJL!t: res ulta ser en'.onces u:ia
creac:ón de Lac~::. un a gregado que é! le desli:z:1s11 hre¡:;t:ci amc~ie afouc.:iult.

~ E; ..
t.·.,da del se~nario . . o._. p:ri! ~ ncl•Jyc i.::;l·:ls l:C:::~ pur.dLos. al ·:;O'!';".er.:J.i.o. ..:on c~~to n {..e '
; la p(~r..G:a ~e.:;i~:: (S c!I:! 1~i...::~::~O~<: -~~ 197~. t.;~::il'! ~Jrc~:::o;;l que .~:f'\'er. F:ua ··rnarca! U-:J h;g:U
Yacio ". :.: n ,l!~::t •1:tc;r, ~e r.hr '2St.i ::s ~:n !u~~.Jr n~ ;n;lcc:li.~O. La 1.::r:-.J...;a J.c ia fobia da tes Or.-:uchU
dt! ~Stf:.
¿Qi:.é quiere decir esto? Al funcionalizar el "retomo a ...", Lacan confinna el
alcance reconocido aquí de estos tres puntitos, ya que uaa función es algo que
le hace un lugar a una variable y, entonces, este Jugar marcado con tres
puntitos está ranto m;ís asentado como lugar virtualmente vacío cuanto que
es el lugar mismo donde viene a inscribirse una variable. En efecto, si hay,
como lo dice ese día Lacan, una función "retomo a ...", podemos,igualmente
escribir esto:
RETOR.'\fO A ...

o esto: [ (x)
Así respondemos entonces a la pregunta que se planteó sobre saber lo que era
"Freud" en Ja expresión "retorno a Freud". Si este retomo es una función,
entonces Freud es lo que la iógíca de las funciones predicatívas llama un
argumento, un término definido y susceptible de venir a ocupar ei lugar de
una variable en una función lógica. Freud es el argumento del retomo a
Freud. Pero, al mismo tiempo, damos cuenta del "convocado", pues si esos
tres puntitos tuvieron ese efecto, aparece ahora que es porque estaba fa.era
de cuestión, para l.acan, poner w-i.a variable en el lugar de este argumento.
Quiere decir también que en la expresión "retorno a Freud", "Freud" es
tomado no como cualquiera.. Pero, si no se reduce a esto en el momento del
retomQ, ¿es porque su nombre de "Freud" no se puede reducir al significan ti:;
cualquiera }C? Esta última pregunta es homóloga de Jaque planteabaFoucault
• en el anuncio de su conferencia:"¿Qué puede significar et "retorno a ..." como
momento decísi vo de la transformación de un c;arr,po de discurso?" En e:>ta
formulación, Foucauit revela una gran prudencia, ya que se contenta con
hacerle 1.rn lugar aquí, sin decirla como tal, a la eventualidad <le que esta
"tr:msformacíón", que él califica, con todo, como "decisivu", no sea otra cosa
que una destrucción de la discursividad. Si el ''recomo a ..." es una operación
efectiva, ¿qué resulta de esto para la discursividad? ¿Es acaso esta destruc-
ción un pasaje a otro discurso o una salida -¿pero hacia dónde?- de la
discursividad?

Aporías y límites de la discursividad


Podemos concebír que es {en particular) porque la discursividad desarrolla
en ella misma cic::to núrr:e;o de aporías -s! no es que de paradojas- que fue
é onstrJida una tercera versión (ya no discursiva .:;íno topológica) del retomo
a Freud. Una de las c.porfas, quizás la rnás sobrecuged,J:-a, concierne al
tr:it.)rniento ¡nfli sddo a "Freud" cuando...nor el retorno a Freud, se encuentra
~

,
la discurJiviJad 285

corno argumemo de una función cuya necesidad él mismo había inst.iurado.


El '"retorno a..." re ve la el acto instaurador de una díscursi vidad como un acto
complejo: si no puede "en su esencia núsma" (Foucault) no ser olvidado, es
porque es constituyente tanto de este olvido como del retomo que lo va a
levantar. El olvido de "Freud" es tan freudíano conw el retorno a Freud.
Además, el carácter reductible de este olvido exige que admitamos que el
acto instaurador ha inrroducido igualmente ios elementos para la localiza-
ciór.. del olvido. Este acto instaurador, con un solo y mismo movimiento, a
la vez
* crea una obra,
* funda un discurso,
*se deja (¿:;e presta para?) ser olviéado como ac:o,

*provee los elementos que pernriten la localización de este olvido,


* d;; su levanta.11ier1tn como posible.
Ahora bi~n. si la fonda1.:ión de un discurso crea ta pos:bil.ir.lad de que otrcs
enunciados, aparte de los del fundador, vengan a inscribirse en "su" discurso.
si tiene una fun<.:ión de reunión, !ns 1n:s últimos puntos me:!cionados más
arriba&stínguc::n, en un movimíento opuesto, sus propios textos. El "retorno
ii.. .'', a! reanud;;tr ccn el neto, al levantar e; el vid.o p1ima..-io,cs también aquello
por lo cual el fundador de un discarso ya no es tomado más que como at:tor
<le sus propíos textos. e más biea n:o sería ya tomado rná:i que como tal
salvo... justamer.te.. .la operación misma del retorno. El fundador de un
discurso sólo es reconocido en su acto alií donde se !o considera el autor de
s~s propios textos. Es.re es el punte por el cual "r:tomo a Freud" equivale a
"retomo al texto de Freud"; es también el punto donde el fundador de un
discurso resulta dcpe:ider del "retorno a", ya que :':ste "retorno a" es lu única
cosa que Je ha:;e existir como lo gue fue además de! autcr Je una obra: el
fundador de un discur::;o. Prcud d~pendc de Lac::m de una manera ím:ompa-
rablemente más esttecha que Duras del Iv1.L.r. (l'vlovimient0 de Liberación
de la Mujer), o Gíde de Delay. Es que d discurso a:ialítico, instaurado por
Freud, es también ''de Lac:i.n", pero no es de la misma manera ni por las
mismas razont=$ a la. vez "de Freud" 'v "de Lacan".
Fi retomo a Freud. al leer a Frcud. di vide ¡i Freud en dos figuras: la del
fundador de unu discursividad de la qu:!, en el límite, sólo da testimonio la
existencia mü;ma de este retomo, y !2 de -an autof cuya lectura es lo único que
puede penni•ir 1-eco01oct.r por qu:;: füe d~ ese tipo de autcr que prod1.ijo más
que una obra, un d¡scurso. U !1 esquema reunfr:i l;i, ma.yoría de l•)S e!err.t:ntos

;
286 /11 l<rm '1"" sufre demora

A liTOR de una TEXTO (sobr::) ..,____ LECTURA +~----~


obra

más retomo como


vuelco

li'>"STAURADOR ACTO___. (ulvído)_ DISCURSO__. RETORNO A ...


de un discurso ,

Aquí, <le una manera quizás más ineludible que en otros lugares, e! autor
aparece, en la d<.:pendencia en la que él está de lo que lo lee (el retomo), como
un "autor mediato". como una "función autor'', como producido por la
lectura. ¿Est<irno.s midiendo la fonnídable potem:ia 4ue Je re:::onuceinos aquí
a la lectura? Es exactamente igual a Ja energía puesta a actuar en el olvido
~sencial que excluía toda posibilidad de una lectura inmediata.

¿Por qué fue necesario este olvido? ¿Por qué la lectura, el reconocimiento
del acto instaurador, no fue posible de entrada? Esta última pregunca se une
a otra, de la cual no es más gue la contrapartida: ¿qué ocurre con un discurso
cuanuo se vuelve efectivo el reconocínúento de 1o que fue para él su acto de
instauración? Ahora bien, no enconrramos ní en Fouc:ault ni en Lacan una
respuesta ::i estas dos ¡;reguntas que vaya en la dirección de esta problemática
de la disc:.i rs i vid:.<d. La razón para esto e5 quizás que las respuestas no están
al ;i.lcance de la discursividad, que exígen ser tomadas por otro sesgo.
En todo caso, esto es lo que atestigua la existencia núsma. en Lacan, de una
tercera versión de su retomo a Freud; este nuevo abordaje, topológico, vuelve
aniculable una resµ uesta a es.as preguntas. aunque al precio, es cierto, de
refom1u! arla~.

Pero yo veo otra razón pura la existencia de una tercera versión del retomo
af-reud. t.ma r az.ón que no viene de la probiemálicageneral de ladiscursividac,
:;ino de su ímplan'.acíón propiamer.te lacaniana, esto quiere decir que es
interna a la escriwrl; de los cuatro discursos.
Esta escritura, como toda escritura 4ue se respete, puede escribir ciertas cosas
y no olras. y entonces obliga. en algún momento, a optar por otro modo de
lo escrito. Aunque trivial. un hecho como este no es por ello desdeñable. Al
distinguir el lugar llamado del agente y el de la producción, la escritura de
los cuau·o discursos no puede mostrar cómo. en la operación de un psicoaná-
la discursiwdtul 2ll"l

Jísfa, el psicoanalista pnede encentrarse producido, como objeto, en este


lugar del agente. En cambio, Ja figura topológica del plano proyectivo
pennite, puestO que es posible inscribír en ella cierto corte (el que Lacan
llama "ocho interior"), escribir esta separación de a minúscula y de A
mayúscula, escribir a minúscula, como agente-producto, y al mismo tiempo.
la operación que, al tachar a A, Jo transforma en un "campo abandonado del
goce". Ahora bien, como Ja doclrina de los cuatro discursos fue introducida
crJn el fin de deletrear cuatro formas según las cuales "el saber es el goce del
Otro", es molesto que la escritura ile estos cuatro discurso.~ sea groseramente
inepta paradarcue:ita de la operación de vaciamiento del goce en el Otro (cfr.
seminario del 26 de novíembrc de 1969).
La escritura de los cuatro discursos es una escritura de esta<lus, no de lo que
los produce o los transforma; no logra a.sir estas transformaciones más que
interpretándolas como cambios de discurso. Pero sería necesario que la
distinción de cuatro discursos radicales recubriera la to talidad del campo de
la experiencia para poder suponer que no hay mis cambios que los que están
dados por estos pasajes n:guh1dos de un discurso al otro. Vimos que tal
forzamiento de la experiencia nunca estuvo contemplado, al menos por
Laca.ri.

Re romo Ill - Si lo que le falta a Freud...


Podemos poner como fecha el 14 de enero de 1975, en la segunda sesión del
seminario títul:ico R.S.l., p:!ra;a invencíón del cifrado nodo lógico del retorno
a Freud. ¿,Hay aca..so un verd<ldero cierre de esta tercera y últi:na versión con
la entrada misma de este retorno que, como lo hemos notado. es inmediata-
mente pos:erior a la presentación de ese :ríptico? ~Habrán sido n~cesarios
t..-'éinta años p~a reuni~ d ~de juiio de 1953 (fecha de la conferencia científica
que presentó a S.l.R. por primera vez) con el 7 de noviembre de 1955
(conferencia de Vi~na, e nrr:ida a Ja oper:ición de un :erorno a "la co,;a
freudiana")? ¿Treir:.ta años para que se planteara, de frente, el problema de
la micu:ación de FreuJ con R.S.I.? Este tipo de co~a.:;. lo sabemos, avanza
lentamente. ¿,Es esta, como decía Pie;i-e Scury, "b buena lenritud" Je la
efectuación Jel remrno a Frcud?
Esta sesión ée! l ..i de e:iero de 1975 es especialmente importante: por primera
vei, Lacan imroduc~ comn ta:. con lo que puede tener de específico, el nudo
borromeo con cuatro aniiios de c~erdil ~ 1 •
Ahora bien, en cs:a rr.isma sesíón. encontramos tamb¡én:

u Se co1:~u.tat:í ~otre ~sio$ ~t.:~1~0~ :os avbajos de P. Soury {en ü~rnrcl ncs. 5 y ó. y <.i..ur.!>ién
su '>p~s:l!io ... ~~ciiJo por l:t ;::.;;::~;e!;> d.:! la C::Jcs:i). 1'\i cGr::.r;. YI . \'iltard. "Une ~·n!scn1.o.lion de
:.icouµure: ~e ~oe·~d borr·J~n ~.:r.Cralísc·· .er. L ;11or'.J( 11" l . &í. F.:es. Touloo.s~.1ruiyo de J 9~ 1.
(E:1 ;::..?aiio\: "1;r.~t pn::$o'!:l~!éa ~e! ~O!'te: e.1 :u:do bof":"orneo g~ncr~Hz:i.do" li~tnral !l:>. :!. Ed.
La t~ r:e "ocli,Ja. c ,,rf.o ho . .>.1~r.111;,,a. í987 )
28~ ~" !elr!l qu~ :rufr~ liemora

*·una e 1a ve de escritura para u na lectura híswrizada del conjunto <ld


trabajo de Lacan. Esta clave coincíée con n la puntuncíór: que introduzco
aquí síguiendo e! hilo del "rc:orno a Freud": Lacan hace notar qu<; primero
.p1.1so el acento sobre el imaginario (este es el Lacan lacaniano de la tesis. del
estadio del espejo y del conjunto de trabajos que preceden a la cosa
fre'.l.diana, luego sobre lo simbólico (este e$ el Lacan freudiano, comprome-
tido en la oper1ción de un rer.orno a Fremi. soportado primero por un mito y
luego pensado, a partir de Foucault, como acontecimiento de <.fo;¡;ur.;o). y
finalmente sobre el real que, a pesar de h:ibersido nombrado ya en 1953, sólo
encuentra su estar·Js can e! nudo borromeo y, por lo tanto, ese:icia!mente, el
dfo en que, al introducir el nudo de cuatro, se vuelve pensable abordar la
cuestión dd borromco gcn~ralízado como la cuestión de:! pro pi o
borrom1:anísmo. En efecto, el borromeo gent:ralizado es este notable nutio Je
tres que puede obtenerse por unu puesw eJJ. continuidad de cierta presenta-
ción dd nudo Je cua¡ro. A esta terce¡a acentuación le corresponde emonces
*una nueva versión del retorno a Freud cifrada ahora con e5ta
presentación del nudo de cuatro.
As í, el mismo día en que introduce ese nudo, L<~c:J.n da 'Jna nueva señaliza-
ción de su propio trabajo y una nueva versiün de su retomo a Freud.
Antes de esta fe::ha del 14 de enero de 1975, T.acan había puesto en
correspondencia Ja escri!Urn del nudo borromeo y la serie Je los enterns
naturales, y había sugerido con esto q•1e cierro :ludo borrornco podía escribir
el cuatro. Cier:amer.te. esta numeración escrita no es muy cómoda para
rer,liz:lr las oper<lcio ne:> de aritmética dcmc.:-:i.taL pero como numeración
~scrirn ofr~:::c el hechn not<?bte de que co míerizu en el tres. Con esrn
presentación del nudo borromeo, el cinco será esc;rit<: como sigue:

Ve ~os qi;e e:; cnm::ebibk cs:.:ribír ::ualqu}er entero naturnl a µmir del tres, ;
po r lo canto, e:ure ellos. el númeH• cu;J.tn1. Pero el nudo de cuatro introduciéo
por !,acar. el i4 de er.cro d:: !975 es tomado por mro sesgo: ya 110 es

·~ ~e:.;:lr. e.\ta c::>inc ider.ci;:i, Ja !'l''=c~n:1:e1:cia :.1t:1 .:ni.l.~in~rio ,.~(dría desde ~ 932 :ia~tn ~ 955r In
del si:r.JOJtco L.!e.~de 1955 h~ia l 975. v Ja érJ .re-Gl ,tc;;puC:s tJe i 975 .

simplen1c nte oLra presentación, sfao una torna en cuemade una especificidad
del cuatro borromeo, quizás alcanz4l<la gracias a esta otra presentación.
Hela aquí. Está tanto más justificado que !Ievemcs allí las diversas identi-
ficaciones de las consistencias a las que procedíó Li'.laln etrauro que, de
inmediato, él mísmo interpretó de esta manera su la.ro con Frettd.

realidad psíquica

La lectura del retorno a Freud con este r:udo de cuatro descansa sobre cierto
número de decisiones que pueden ser cxp!icít:tdas como sigue:
I) Hay, en Freud, elementos susceptibles de acoger el imaginario, el
sirnbólico y el reai; son corr.o puntos favorables a un injerto, más particular-
mente,. a estos injer.os.
2) Hay, en Freud, la exigencia de una efectuación de un anudamiento
borror.1eo.
3) Pero este anudamiento, por el hecbo de la no puesta a !a luz de las tres
consistencias. responde aalgunac; exigencia<; específicas: particularmeme, la
designación hecha por Freud de una "realidad psíquica" que no tendría así
otra función que la de ser esta c.:uarta ccnsistencia que viene a asegurar el
anudamiento borromco.
¿Cuáles son, en Freud. los elementos susceptibles de aceptar este injerto del
real, del s:mbólico y dd imagínario? ¿Qué es '.o que. en Freud', vendría a
~:onfirmar que estos tres nombres que se le· udeslizarian bajo los pies"
(Lac:i.n), lejos de venii-como cuerpos extraños ala doctrina freudiai::a, por d
comrZlrio la revelaría11 a ellu misma? Comu en este. estudio no se trata de
pfantearle estas preguntas a Freud, me contentaré con mencionar cómo
~w kl il!It'd que s:.¡rt dtmr1ra

Lacan las respcndió en aquel momenlo.


* El simbólico, a primera vísta, aparece como lo que presen ta menos
dificultades. Corresponde a lo que Lacan subrayó mis abiertamente en
Freud: las formaciones del inconsciente, a partir de la cuales el freudismo se
e:-icuentra centrado nuevamente por la función de la palabra y por el campo
del lenguaje.
*Para ubicar en Freud lo que correspondería al imaginario, Lac:in
regresa a sus primeras consideraciones sobre Freud. Unos cincuenta anos
más tarde, esta reconsideración es tanto más notable cuanto que se presenta
como una rcintcrprctación de los primeros juicios. Lacan, como lo mencio-
né, encontraba en ese entonces que la teoría analbca del narcisismo era
ir.suficiente; después, F:l P.Stadio dP.l espP.jo prolongó positivamente esta
observación fijando el narcisismo a la imagen, negando así ai Yo de la
segunda tópica toda función perceptiva. Ahora Lacan. simaáo de otra
manera en su relacíón con Freud, revierte esta primera argumentación: el
hecho de que Freud atribuya al Yo un papel en la percepción vale como un
recor.ocimiento, por parte de Freud, del imaginario, reconocimiento que de
alguna manera viene "de rebote", puesto que la percepción es io que viene a
tapar el agujero del imaginario. Si Freud liga ese tapón con el Yo, admite
implícitamente que el Yo encuentra su estatus por el imaginario n.
*Para la articulación de lo que respondería. en Freud, a la categoría
del real, hay que remontarse hasta el seminario anterior a R.S.I.; Lacan
designa ahí un nombre del real en Freud: lo oculto J-1. Nos atrevemus hoy, por
fin, a comenzar el abordaje de la cuestión de lo oculto en Freud.
Si admitimos la validez de esras correspondencias (cada una merecería ser
discutida), se desprende de dio que se vuelve pensable la operación a ta que
se consagra Lacan de ..deslizar bajo los pies" de freud R.S.f.
Freud no dísr.inguió R.S .L; por lo tanto. t::lmpoco pensó en anudilrlos. En e:ste
sentido, "conrrariamente a un número prodigioso de personas, desde Platon
hasta Tolstoi. Freud no era lacaniano". Esra afirmadón es importan re pues
(salvo en el caso en que logr::irfamos reducirla) se presenta como un escollo
a todo intento de interpretar el retorno a Freud como un retomo de Freud en
el sent:do de ia r~~ncarnación. Si Lacan es una reencarnación de freud,
entonces Jo que es "de Lacan" es también "de Frcud" y Freud es necesaria-
menle lacaniano.
P~ro a pesar de no haber per.sado en anudar a R.S.I., Freud no escapa por ello
dd anudamiento. En efecto, este anudamiento no puede no producirse, pues
se sitúa en el nivel del principio. En Lac:rn, hay solidaridad entre este

" J. Llc:in. Sanl.oatio <kl 17 ~ dicienobre d<! 1974.


H ) , (.;J.C:,n.., S~rr.inaric &J 1) d~ ~c1embr<C de 1913 .
la discursividad 191

principío de un anudamie:nm burromeo de las tres dünensicnes habitadas por


el ser habfante y es(as tres dimensiones mismas que, si son efectivamente Jo
que se dice, a saber dimensiones, no podrían ser d:ístinguidns um1deotra por
ef sentido; entonces, es nec~ario homoge;-¡eizarfas para darles su estatus de
dimensión, para poner a prueba la cuestión de saber si se mantienen juntas,
como "tres dímensíones", índependíentemente de lo que cada una pueda
recibir de sentiooaf ser nombrada de tal o cual manera... Esto.es lo que está
en juego e'.'l el b0rromco: si hay un nudo bor.omeo cor. tres círculos de hilo,
entonces J:r invención <le R.S.L s~ confirmará com.o la de tres dimensiones
susce!Jtibles de tomar d lugar, basta enlonces.sóli<lamente protegido de las
coordenadas cartesi:i..i.as.
Este punto donde freud.. como todos. como cualquiera 3s, está somelido al
anudamíen10, es tamb!én el punto ugujexo donde tanto "freudiano" como
"lacania:Jo" se-encuenrran reduciiliis en.su alcance calificador. Este punto no
se puede convenir en índice por ningún nombre propio; ésto~ e!;t:in timto más
radicalmente excluídos de ahícuanto que d lugar está ocupado por "bcrromeo",
qne es el nombre de la cuesüén de la dí:nensión.
En cambio, los nombres propios tienen justificada su función designadora
cuando se trata de la "'realidad psíquica" en Fre11d (esta cuana cuerda que él
hiivana e:i.rre otras tres -R.S.I.- sjmplemente apifodas, con el fin ce cor.stituir.
a pesar de todo, el anudamiento). consistencia "que hay que referir a la
función llamada del padre", o cuando se trata de su reducción en Lacan, con
el pasaje del r.udo de cuatro al m.:do de tres.
Llegado a este punto de la elaboración de su lazo con Fre:.ic, Lacan, desde el
13 de t~nero hasta el 11 de febrero de 1975, franquea el umbrai <il enunciar,
en el curso de esta última scsjón, que hay en Freud ''elisión de mi reducción
al imaginario al simbólico y al real como !os tres anudados". Leímos bien:
EL1SlON.
Una elisión es una falta Jocaliatda como tal: por ejemplo, hay en "t'élision"
una elisíór., la. t!e una a minúscula cuya elisión está canto más asegurnda
cirnnto que en su 1uga: vícne e! após '..Tofe que te l:n pi de reapare:::;!r en ese lugar
y señala su elísíón. Por o:ro Jaco. la retórica, al clasificar a la elisión como
un mct;ipl.:ismo por supresión, subraya ella misma esa falta como localizada.
Así, Lac;rn no se contenta aquí, entonces. con producir una implicación,
como lo hacía un mi!:;. antes; no dice simplemente que si uno desliza bajo
Freud R.S.L y :;í uno lo consídera como sometido ai anudamiento, entonces
su ··rea!iáad psíquica" debe tomar$e co.rr.o esta cuarta cuerda que viene a
an ud:u- a las otras tres. Ahora L<lcan va mu(;ho más lejos, y;: que. al hablar
de una elisión en Freud. oei'íala una fa:ta en Freuc. p:::n> también una falta "de
292 111 letra qrie suf'~ demnra

f'reud" en el sentido de que es Freud el que la produce, er. que es el texto de


Freud el que es portador de esta elisión, el que la desig11a como e! apóstrofe
desigr.a la elisión de "a" en ''l' élision".
La "realidad psíquica" es este apóstrofe que elide (:io elude), pero que
también señala la elisión en Freud de la reducción posible de Ja p(at)er-
versión. Con su cifrado dentro de una escritura nodal, el re:orno a Freud
resulta ser, para terminar, un retorno a lo que le falta a Freud: le falta a Freud
la falta de la versión del padre.

¿Re-agujero (retrou) a Freud?

"' Hubo una doctrina lacaniana anterior


a la operación dd rc:torno (re:our)
aFreud. ~---··--1
Jetorno a Freud
"' Hubo, en Viena, el anuncio de un
retorno a Freu<l con u-es puntitos
1
al final. 1 retorno a Freud...

'" Hubo ta.-nhién esta reelaboración del


retorno a Freud :i. partir de su
introducción, por Fcucault, como
hecho de discurso. 1 retomo a ... Frcud

* Finalmente. provocado por la


inestabilidad de estos tres
puntitos, este desplazamiento de ''r"'. . . a f ·reuct?.
¿re...agu;ero
4
(re... trou)

En Caracas, eP. una <le sus últimas intervt::iciones públicas, Lacan decía:
"Vengo squí ;;nt;::s de lan= mi Ca.usafreudil}Jla. Ustedes pueden ver que
me atengo a este adjetivo. Ser Jacanianos les corrcsp(:nde,si ustedes quieren.
Yo soy freudi¿nc."
A partir del prcser.te estudio de las~ elaboraciones sucesivas del retomo
a Freud. ¿cómo responder a esta solicil/\cióil, si es cierto que la hay? Hago
no~ar an:es que nada que r:ingi.mo de los re.'.lgrul'iunientos que invocan a
Lacan se presenta (junio de 1983) .::orno una "escuela !acaciana de psicoaná-
lisis". Con toda razón, ya qllf: el retomo a Freud volvió e&<l!.!co definiúva-
rr:en~e todo apoyo sobre Lle.a.-¡ en. ta.'lto que calificador. Quetla Freud. Pero
como nos :i.bs",.enemos de precisar lo que quiere decir~freudl:mo~ con lacan,


la discurlivi®d 293

esta referencia a Freud está hoy retirada ha1.;ia arrás con n:~pecto a la
problemática del retorno a Freud.
Sí nos mantene:nos en el reconocimiento del cMácter freudiano del retorno
a Freud. si nos atenemos a este freudismo, ¿cómo responder? Si hubiera
resultado que R.S.I. es lo que le falta a Freud. entonces el retomo a Frcud
habría operado una perforación efectiva en Freud. Y no vemos por qué nos
prohibiríamos, a par:ir de esto, nombrar como seria cor.·1er:iente a una
institución para el psicounálisis, o sea: escuela borromeade psicoanálisís. El
psicoanálisis se reinscribírfa enconces más netamente en la ciencia (el
problema de( anudamiento borromeo es matemático, Lacan pretendía tratar-
lo "matemáticamente"; él trabajaba en este trutamien!o de una manera
privilegiada con el r.1atemático Pierre Soury), y la existencia de una "tercera"
versión de¡ retorno a Freud manifestaría que la transformacíón decisiva de
una discursividad, realizada por la operación de un "retorno a ...", es una
dcstrucc:ón de la discursividad, una salida a Ja cícncia de la discursividad (no
la instauración de un discurso díferente o el pasaje a un discurso diferente).
Semejante paso se encuentra en la extrema avanzada del retomo a Freud;
supone la soiución de cierto número de problemas hoy apenas abordados. He
aquí, sin ufán de e;d1austívidad, algunos de estos problemas:
"¿Confirmará una leccura de Freud a R.S.I. como falta en Freud?
¿Qué t.:tilizac:ón, qw~ reorganización óe !os conceptos de Freud resulta de la
localízacíóo de esta falta?
*¿Cuál es el estarns matemático de la topología lacaníana? Pero
también y recíprocamente: ¿En qué cuestionaría dicha topología (como lo
atestiguaba el trabajo de P. Soury) lo que seria el primado del aígebrísmo en
macemátic:lS? ¿Encuentra ac:.so el trípüco de R.S.I., en el nudo borromeo
generaEzaco (úe donde se enge~dra un campo que ya no es el de un~
geometría de \a sierra) el r.iatema capaz de producir estos tres registros como
tres dimen~iones?
• ¿Qué modificaciones son aportadas a la práctica analítica con la
puesta a !a luz de estas tres dimensior.es? ¿,Tí ene su anud:;.,:;iento en cada
análisis la misma ap uesta real que la perforación h:.-caniana de Freud: una
recucción de la verslón del padre edípico?
Conclusión

el estatus psicoanalítico
de lo sexual
Yn e1tur.cil. ponífndolo t r. pr~.re"re. que "º hay rekicidn u;r:ia /. E.ue es el
furzdamefllo del psicoand!iii.t.

l.ai;an. scrrjnaf.o del 11 de :ioril de ¡ 973

* ¿Huy acaso, para un sujeto, un modo no psicótico y s in einbargo


desubjeüvante de acogida de ia letra, un modo que sea capaz de tolerar lo que
ella vehicu liza como persecución? Esta pregunta se plantea tanto más
agudamente, cuanto mejor captamos el hecho de que sólo hay desligamíento
del significante por el sc:sgo de que la !e~ra se hace cargo de él. Lo translitera!
es lo que sitúa y non1bra la operación de este hacerse cargo, de este viraje de
lo "litoral" a lo "Iíteral" 1 por el c ual la letra que él instaura encuentra su lugar
e n e l Otro, apartando del significan te el goce que colindaba con él. ¿De qué
orden es la desubjetivación que res ulta de esto? ¿Acaso tenen1os que
lamentar, como mt::estr:i. sorprent~ido Lacan, que Freud no haya introducido
con10 ;nstancia el "él" 2?

* ¿Será necesario e l mantenimiento. en su opací<lad de al menos un


,;ign ificanre -1!amado significante del .Nombre-del-Padre- para que se sosten-
ga otro modo de ligazón del sujeto con el Otro'? Pero si Ja neurosis: implica
la rnctáfora paterna hasta el punto, a veces, de estabkcerla para constituir.oe
(fobía), ¿ lo haría sin interrogar su fu nción? Diferenciar la transcripción, la
traducción y la transliteración nos hit:o <lur un paso hac ía la fonnul::lción de
la ;:espuesca a esta pregunta al ofn:c.:erel resul tado (cfr. pág. 241 /2 del capítulo

' J. L.ica:i . .. Liruraterre·. in li11ér111ure, l' •c"ÍS, oc'.llbr~ de 1 ~; 1, Lamusse td.


'1. L..can. S~mi:>.ui:i de1 I9 de abril de '. 977. "El hecoo de que e! aclilisis $ñlo hab:e del Yo
y del Pilo, nunca ~I Él. ~s baStum.e 11.1nrehroso. "Él"', sin embargo, :s un término que se
impond:ü1, y si !;reu<l dc5~cr.a tc:iet:o en c~entJ. es ;.;f~tiva.rn1.:ntc ·hay ~ue ~cir!o· pc•rc¡ue ~;
es cg~céo!I'.cD. ,e ::x:~u.\o !".upet:)!c::é,~?1:~0 ~·· Cir. J. .A.!louch...Une ~crrutLC ad~ Jr. t:Ure'' ("U:ia
, mll¡er :'.ehió c~llar~::>"; hornofonfa con "uo~ femmc ~d~it;ore", "unai:mjer ad•Jli~r.i").~n U uoral.
nci.· J 1!I '.:. Toe:.1u.1e. fobrero) de l )84. (t::n e.~paño:. Ére~. Liltoral 9. L.a tcrr: aboli:la. Cónfoba.
1990)
296 el eJtatUJ pJÜ:oan.alíJJ'co d~ lo sexw;.l

nueve ) de una ubic::ición de !a bifidcz del significante del Nombre-del-Padre:


este conjuga un determinativo y un nombre de funcíón, pero de una función
d::.vada, por este detemtlnatívo, a la <lignidad de un nombre propio. Esto -
ubicado a partir del "campo paranoíco de las psicosis"- no deja de tener
consecuencias en el análisis del neurótico. ¿Sí es efectivo, conduce acaso
este análisis a desunir estos dos componentes con el efecto de reducir la
función paterna a una p(at)er-versión?
* Pero la efectuación de la transferencia no deja de tropezar con la íetra que
sufre demora. ¿De qué depende el carácter a veces no sobrepasado de este
"que sufre demora"? ¿Qué goce se satisface con esto?
Esta última pregunta confluye con la del estatus de lo sexual en psicoanálisis.
Parn concluir provísoriamentc este reconído clínico, mostraremos cómo !o
sexual permanece señalado allí como un defecto de escritura, excepción yue
confirma a la clínica analítíca como una clínica del escrito.
''No hay relación sexual". Este enunciado es una de las fómrnlas decisivas
que fueron producídas por la reconsideración lacuniana del camino abieno
por Freud. ¿Basta acaso con verla así esccila como una frase formada
correctamente en español. para que se haga un hueco, para que llegue a su
lector, para que éste locdice lo que est:í. :;:n juego en ella? Varaos a mostrar
que ese no es el caso, que ella pennanece, a pesar de Ja aparente transparencia
de su sentido, ínaccesib~e a la h mediatez.
El témiim> mismo úe "rdadón" -Lac:m lo precisó :nuchas veces- de.signa
algo que sólo se sostiene por ei escrito. Si hubíerd una relllción sexual, un
conector (lógico, o topológico) enla;:aría un conjunto "hombre" y un conjun-
to "mujer". La ideoiogfa del marxismo, por ejemplo, sug!ere la existencia de
esra relación al proclamar que la mujer es igual al hombre; pero esto no ocurre
sin que el obrero le ponga objeción al Ht mar a su mujer "Ja patrona", es decir.
al rcintrod ucir, den t:o de la pareja pro lctaria, la causa ::Je la pi usvalía. Un Otto
Weiningcr ) lleva un paso más !cjos la apariencia de Jo sexual: al diferenciar
la oposició;1 hombre I mujer de Ja oposición rr.asculino I femenino. llegará a
escribir ia rdación sexua! no como igualcfo.cf, sino comocomplementariec..la<l;
¡un individuo que fuera 3/4 hombre y 114 mujer, encontraría por esto su
"mejor cu1i;plernerito" en ese otro, c¡i¡acte.rízado como 1/4 hon1bre y 3/4
r.rnjer! Frente a semejante resbalón, que encuentra su salida oblígada en el
:mtisemítísmo. el enur;c¡ado de que ne hay relució n sexual (así c omo el de
.Freud que, aunque les desagrade a sus "partidarics", se f:'lantenía firme sobre
la esencia macho de la libido) pone, de a:guna manera. un mínimo de orden.
La ex?eriencia psiconnalrtic::i pro hibe la reducción de lo sex:.ia! a semejank
"ky" ('\Veir.inger). Su recopilación de lo sexual esr:í condensada en el

' Ottc \Ve1n111 ger, SeYe ~t ~a.t~t:tir~. fd. L 'A ge ó'ho1r.rr.c. Laus\11\;i, 197.5. ~H3c~ fal:a, ~<::aso.
reccrd~ el cr.onne éx.ho de :SC;) obr~ que, ~Dil'.o ·o h::ice not~ R. !a.cc:uci en su pr<:f=><::io• .'ie
cnconrr.:ibo. ~n ~u c ?o::.1t:1 ~edición 'J':l año Ct::$¡)'vés <t.e su Jp~ión ( ! ~)?
(Onclu.sión 297

en une iado mismo que anota que entre hombre y mujer, ::io hay relación. Pero
esta transcripción de un defecto, de una falla, permanece semantizada;
traduce bien una de !as principales puestas a ia luz. que se le deban al análísis,
sin estar en posición, con todo. de escribir este "no hay" como imposibilidad;
no escrito, (es decir, no transliterado por un escrito; es decir, no leído con esa
manera de leer que este libro intentó situar) conserva, hasta que se demuestre
lo contrario, el estatus de un hecho ciertarr..ente decisivo pero. sin embargo,
contigente.
¿Con restaríamos, acaso, que las sábanas dentro de las chozas están lllT'Jgadas
u veces a causa de otras cosas que sueños agitados'! Eso no seria una objeción
ya que. incluso si aceptamos e! a priori de una rcdución de lo sexual a lo
genital, sobre Jo cual la objecíón se funda, seguiría siendo cierto que, si
tomamos la cosa por su lado bueno, el de sus avatares (el poder no poder hajo
las dos formas de '.a impotencia o la frigíde:r.). resulta que estos últímos
panícipan mucho más de la imagínarízacíón de una relación sexual que el
coito ~egul:ldo desde el comienzo hasta el final. e incluso en sus más mínimos
detalles, por el significante. Que no haya relación sexual anota. ante todo,
que en el acto sexual cada •Jno de los par:icípante.s no se enfrenta num:a con
otra cosa que no sea el objeto de su fantasía, porque una simbolización de este
objeto. delos ;;igníficentes que están en juego en ia gramática de esta fantasía.
pennite que esta última intervenga en su función que consiste en volver al
deseo apto para el pince;.
Pode~os ver que el enunciado "no hay relación sexual" no podr{ade ninguna
manera ser concebido como una verdad primera. Esta verdad tampoco es
primera con respecto a s;.1 formulación por Lac:.m. No será inútil un breve
recorrido por su aparición, con ei fin de íntroducir su desciframiento y de
precisar. a pruiir de ahí, el este.tus de lo sexual en psicoanálisis.
Esta emergencia oc~rrió en tres tiempos.
Tiempo uno: d acto sexual es un acto 4 • El acto no es la :tc::ión,
mnchc mer.os el rrwv!miento; el ?Sicoanálisis lo hace mani tiesto, y esto lo
vuelve diferente de cualquier sexolog:a, con la observacíón de que el ac!O
seX'Jal es irreductibk a una gimnasia. La acción sólo tiene valor de .'.lcto en
tar.io el sujeto depende ahí del significante, pero de cierra manera. Con la
distinción del acling out y del pasaje al acto (cfr. capítulo nueve) hemos
estudiado otras dvs ce esll.S :naneras. Diremos, con Lacan, que hay acto
cuando la acción que está en j·.iego se encuentra sometída a la instancia de la
letra de w.I manera que el significnnte, del que ella se hace cargo, opera ahí
por eso, y él mismo, como corte. El acto inaugura y por eso nunca va sín
ir.scripción. C::.1: respecto a loqueé( repíte, se caracteriza por ter;e~ un efecto
298 el ,:)·1v;Uo$ pJÍcfJan.a::1ico <...'~to .sexual

resolutivo; el precio será que el sujeto se preste ahí para soportar sus
consecaencías, a pesar de que las ignora durante el tiempo de su efectuación.
Así, el acto no tiene retomo. Estas indicacíones demasiado breves sobre el
acto no se dan aquí más que para recordar la problemática que da su alcance
a un hecho que, por lo que sé, no ha sido advertido; a saber, que el momento
mismo en que Lacan imroduce en la doctrina analítica esta noción del acto
es también el momento en que señala lo sexual de ese ténnino.
El acceso a una relación genital tiene estatus de acto porque no es posible más
que en un sujeto que se encuentre en esta depe:idencia del significante que
el psicoanálisis llamó "castración".
Tiempo t:lo.s: no hay acto sexual 5 • Síguíer.do de cerca, en Ja serie
de los semínarios, ei señalamiento de Jo sexual como acto, vemos que csco
no es la ancítesis -en e! sentido lie la dialéctica hegeliana- de la pr:mcra
aserción. ~lás bien es un hecho ex¡erior, suplementario y, en suma, no
necesario que, tomado en cuenta en el interior de la problemática del acto
scxunl, van introducir la negación que diferencia a este segundo enunciado.
Esta intervención e:; la de lo psicoanalítico <le:;ígnado ahora, también, como
acto. En el momento mismo en que inrroduce por primera vez el término de
acto analítico, Lacan produce su corolario con la afirmación de que no hay
ar:to se;-:ual. En vez de intentar formular lo que '«~so" quíe:e decir, seguire-
mos el hilo de esta consecución.
Tiempo tres: no h:iy relación sexual 6• El término de "re!ación"
sustituye ahora al de acto. Esta sustitución es de orde:i metonímico ya que
la ln!>cripc!ón que acompañaba al acto es ahora lo único que se tou:a en cuenta
con este término de "relación''. El acento se desplaza así de una inscripción
notarial a una escritura lógica: oo hay conector que pueda ligur lo que sería
un signo "hombre" y un signo "mujer... .,
Esta metonimia no deja de tener consecuencias, en part:culur sobre la lectura
de lo que propone el espuñol con el sintagma "el octo sexual". Sígue sin haber
acto -y por eso el acto es requerido allí, esa es la verdad de la afirmación del
tiempo uno, leída apres·coup desde el tiempo tres- que pueda fundar lo
sexual como relación. A partir de este tiempo tres, también, podemos
sostener corno U:la verdad, como un semi-dccír. que no hay acto sexual. Las
afir.nacíones de los tiempos uno y dos no se ven contradichas ní superadas
(Aujhebang), ni tampoco sobrepasadas ni "destacadas" en el tiempo tres; son
situadas. E! acto sexual es efectivamente ur. acto, pero un acto al que se apela
a fa!ta de la relación, un acto cuyo alcance serfo. fond;ir c:sta relación pero que
no legra rn:.is que oc:.:par el lugar de ésta. Por eso, no hay acto sexual allí
dende no hay reladón sexual.

"J. L:,c:)r.. ,S,t;mjnario iil(t!ilo del 121.le ;ibril d~ 1?67.


~J. Lat<!n. S~rrJuari o Sr.édho ~el 4 de junio tJe 1969
'
Cl>11Cl1'tit>1t 299

Vemos .:¡ue este abordaje de lo sexual, en el tiempo tres, con la sustitución


del "acto" por la "relación", pone el acento sobre el escrito y lo desune así del
actu; y el desplazamiento de ur.a escritura tomada como regísrro, como
transcripción en una escritura macemática. no deja de traer consigo una
transformación de la problemática del acto. El actO no es la acción cuyo
agente sería el suje:o, sino lo que se produce como dcsubjetivación cuando
se llega a escribir una relación. Estamos aquí mucho más cerca de la forma
con que Michel Foucault sitúa lo que sería "el autor" (una función, cfr.
capítulo nueve), que de la problemática gídeana del acto. a la cual, general-
mente, ha sido reducido este camino abierto por Lacan.

Se necesita el acto, ya que lo sexual no cesa, .•. de no escribirse, por no


escribirse, entonces. Subrayamos aqd la ::orna al rcdoblarla con tres puntos
suspensivos. ya que es determinante para el sentido de la frase. Ella da su
alcance a la definición Jacaniana de la imposibilidad: lo que. de no escribirse,
no cesa. Este es el modo de la relación sexual.
Al formular que no hay relacíón sexual, Lacan retoma de una manera lo más
apretada posible (pero no más. pero no demasiado) lo que yalo había hecho
detenerse en ese poverbio árabe que presenta al hombre como no dejando
huella en la mujer, al igual q:.ie el paso de la gacela sobre la roca. ¿Cómo, con
este no haber huellas obtendríamos el "no-hay-huella" que es el significante
literalizado cuando la huella de pasos (trace de pas) se transforma -esta es la
incidencia de la letra-en "no-hay-huella" (pas de trace) (cfr. pág.218J20del
capítulo ucho)? Hace falta la huella para la escritura, es decir, para lo que
efectúa su borramiento.

Así, la imposibilidad señalada simplemente por Ja transcripción de que no


hay relación sexual permanece precaria (cfr. pág. 240del capítulo nueve). Y
a pesar de GUe la expcrier.ci::i analítica ?arecería confirmar, en cada caso, este
decir que no hay, su invocación seria insuficiente para fundar la imposibi-
1id ad que ella garantiza. Evoquemos por un instante el teorema de incompletud
de Uodel como figura ejemplar de una ímposibilídad que tuvo acceso a su
::crtídumbrc. La ¿cmostracíón asegurada por un juego regulado de letras
minúsculas, está fumfada sobre el escrico; sólo una demostración de este tipo
aportaría el fragmento de. real qu..: es indicado, pero de lejos. de demasiado
lejos, por el :::nur.ciado que desmiente que lo sexual constituye relación.
i., Cómo saber si ne se rrata. en este enunciado, de una sugestión de Ja histeric;i.
que el psícoan;ilista, sin saberlo, se habría tragado? Recordemos a Frel.ld
obligado a desprenderse de la teoría traumática de la histeria, que era unil
teorfo prodccida por la histeria. "No hay otra salida. para decidir en este tipo
de debates. qcc Ja de p<isar por Ju puesta en pr:ictíca del escrito.

,
JOO el c-.t:atut ps4~00lftJlc'tica de la .sexual

Pero, en esta problemática, nodejaráde manifestarse una dificultad que hast:i


ahora r:o se había notado. y que incluso aparecerá, en una primera observa-
cién, como una paradoja. Si el escrito debe venir, en efectu, a validar la
conjetura de la no reíación sexual, será absolutamente necesario que esto
ocurra <le tal manera que la relación sexual siga sin escribirse.. Si no hay
escrito que dé lo sexual como relación, ¿cómo obtener, de un escrito, su
imposibilidad?
A falta de una demostración directa posible de la inexistencia de la relación
sexual (que implicaría la escritura de eso mismo q_ue ella demostraría que no
.se escribe), podemos entender que se necesite, para esta demostración, un
paso h&cia el costado. Esre podría consistir en la escritura de lo que
constituye allí un obstáculo, incluso un tapón. ¿Hay acaso un esctito que sea
una metáfora pertinente de este obstáculo? Esia es una de las apuestas de la
introducción del anudamiento del real, del imaginario y del simbólico en la
enseñanza de Lacan, y. con esto, la íntrodul:ción. también, de la cuestión de
una pcsihle esc~iturn. del borromeanismo.
¿En qué medida esta escritura sería susceptible de anotar correctamente, d~
transiicerar como irreductible. lo que constituye obstáculo a la relación
~exual? Dada la manera como se ha tratado de situar el escríto, es legítimo
no pretender precisar más cuál es el obstáculo del qne se trata, ya que
solamente como escrito podría sernos pre.sentado, y en el momento mismo
en que se escribiría la imposibilidad de Ja relación sexual.
~o nos internaremos más dentro de esta cuestión que arrí!e, a su vez muchas
otras: ¿En qué medida la topología lacaniana es una escritura? ¿Es correcto
identificar "escrítura" y "aplanamiento"? ¿Existe sólo un r.udo borromeo
(estatus "generador" del borromeq gener.aliz.ar.lo )? ¿Cómo situar la
irreductibilidad i!el ternario R.S.I.? ... etc. Cada una exige numerosas
investigaciones particulares y los textos mismos no están, hoy en día
(septiembre <le 1934) estable:::idos de manera critica.
Sin embargo, incluso sí dejamo!'>, por un tiempc, las respuestas en suspenso.
no deja de ser cierto que el simple hecho de reconocer la pertinencia de ~stas
cuestiones, de admitir que se piaÓtear. efectivamence, no carece de efectos.
ya. sobre Ja maneía que tiene el psícoanaiíst.u paru abordar su práctica y
dabnrar b clínica que requiere. En ef~cto, hay allí una meta científic::i, un
horizonte de cientificidad, sin los cuales :J'J h<:brfa existido, pura y simple-
. mente, el psicoanálisi:;.

Por no haber P•)dido ubicar la función del escrito en el anáiisis, se ha tratado


u Freud, no sin grosería, de "cienti:ficista", desconociendo con esto ío que el
camino que él abrió le dehfa -nccesariamer.te- a este ho r¡zonte. Del :nísmo
c"n.clusiór. 301

modo. ha habido un endurecimiento en la posrnra hegeliana del alma bella


c:.iando La.can, cortando de golpe una vez más con el lac;inísmo establecido,
declaró, con ocasión de uno de sus últimos seminarios, que é~ pretendía
resolver "matemátic:imente"7 el problema del borromeo. Es ci~rto que
hubiera sido necesario realizar, en los dos casos, un peqi.:eño esfuerzo para
re vis~ la idea que se tiene de la razón en la ciencia, para colocarse a tono con
un Fouríer, que supo identificar inmediatamente el descíframien:o de los
jeroglíñcos como algo que tenía que ver con la geo::netría. ¿Se sabe. acaso,
que en 1983 hay todavía gente que escribe libros para decir que el trabajo de
Champollion, como algunos afirmaban en aquella époc::, fue solamente el
fruto de su fértil ímag~nación?
El análisis no tiene elección. Alejarse de este horizon~e de cientificidad
nunc:nesulta neutro; es, por sí mis:no, un intento de respuesta a la no relación
sexual, esforzándose por mantenerla como un techo contingente. El amor,
el amor de transferencia, es ese intento dispuesto a pagúr el alto precio de
análisis indefinidos. Si el amado (el eromenos) !o es en función de estos
signos que marcan para el amante (erasiés) su exilio de la relación sexual.
e:1tonces el umor, por querer paliarlo, es lu que viene a sostener que no está
ra<licnlme nte excluido q:ie la relación sexual cese, de no escribirse 8 • Así, el
amor cortés se las arregla muy bien sín relació n sex.ual (el Jnálisis confirma.
repít:éndola, la experie::cia de los trovaóorcs), mientras que las relaciones
sexuales i;itervienen siempre, en le que se !lama la pareja, con el efecto de
poner un bem·;.il sobre los destrozos que surgen por la enfermedad de amor.

Eí aire qm: el!a tiene al sonreír


no se priede expresar ni retener en la memoria,
tan mievo y resp{andccit:nte es !!se miíagro.

Dante.
El ::r.canto de Bea(riz n<J es dcspr::ci~bic. Romper un en::;rnto sigue síc:ido
sin embargo, co mo ya ha sido dicho'', la apuesta de cada psicoanálisi:;. Y
co mo est<: "desencontnm iento" da la medid¡¡ de sus efec:os sobr:: l¡is
in ve~tié ur<.:s E;.;idin:iles Jel sujeto. no está cxduü.lo que k escr:tllra de la :io
relación ten!!a '··
c onsecuencias sobre nuestra erótic2 nüsma.
El !etrapor ietr('. es le mtc se encuer.tr:l (co:no lo testi:n.::mi;1 el Ou!ivo ') mós
' ' '
alejado de toca o molog.í:l: b ;ta to maría al ser como supre:no al llamarlo
arnac!o.

: J. L.Jc:~íl ..\.:~ir.ar~:i del ~O :J~ fi:::=-:eru Je ]579.


"1 L;:,c::.:-i . .'Et:cure. St!i~~J n:~1i o .~e : ~ 6 :i~ Junjo de i ~·: }.
'Uc ~:tire, Rr;rnpr~ les chc? r~r:,~s. iote.r-F.di~ or.s. P;,ris. l~JHI .
-ot1LI PO: /, cro1'ouia -de "()uvrcü: :lt! ~ .. 11érar;. 1 rc.: Poc::nlle~I ~". ~r.iµo ql.!c nu:-~c::::iba a Ra~·n-.ond
() ot oGau. <Ji.:orgi::~ Perec y utros.
L'lDICE TER.i'11NOLÓGICO
Y DE NOMBRES PROPIOS
No se han enumerado las ocasiones -demasiado numerosas- en que aparecen los
nombres propios de Frer.ui y de í.Acan. El guión entre dos números señala que el
ténnino citado aparece de la página x a página y.

ABD ALU.S lBN TAHIR 79 Analo;fa 35, 55


ABRAHAl\.i J72 ANDERSON 50
Abre:icción 232 y 233 Angustia 85-86, 92, 102, 179, 237
Abreagiren 232 Ai'lNA O. (ca.so) 12, 44, 46, 55
Acontecimic::n<o 234 Anore)(ia 264
Acrofonfa l 8 Antologfa 301
ACTEON 272 Aoudamieoto 290
Acting-out 227-232. 235, 297 Aparicocia 14-0, 157. 296
Acto 231-236, 262, 271. 28.5, ~6, 297. 298 Apresuramiento 237
Acto fallido 6T, 248 Apris-coup 16, 39, 72, 84. 187, 210. 228, 231.
ADORNO- 9, 21 252,256. 278
Afecto 53, !02, 145. 259 ARCHAMBAULT .189-191
Agente 27, 39. 43, 86. 287 ARCHEMBRANDT 31
Agente provoc:idor 55, 59-60 ARCSTOTELES l47
Agieren 228, 232-233. 235-239, 15 ! Aritmética 2!!8
Agresividad 226 Asoc1ación de ideas 34
Agujero 1l5,21 7, 223, 253 Asociación libre 196, 232
AL\fEE 172 Asonancia 75. !B, 122, 201-205
AKERBLAD 132. 142 Autismo l 83, 224
AKHEi"lATON 38 Autocastigo l 72, 265
ALCESTE 178 Autor 39, 48, 236-264. 274-282, 285-286
Alfabesrismo 125. 154, I 5.5, 163 AAiom;ítico 97, 236, 238, 247, 251-252, 273, '178,
Alfo~to 13. 69, 74, 77, 82, 90, 95-96, 98. 102, Z82,287. 295
119, 122. 127.132-134, 14-0-141, 199. '208, Az.nr 238-239, 245, 268
239. 246-248, 27 5
A!geb ra 98.-99, 102 BACON7
Alien:ición 1 ~11 BALZAC 72
ALLETON 196 Barra 101-102
ALLOUCH 12.122 SEAULIEU 196
Alma be!l:i 93. l i8. 18 1 BECKETI263
Al!eridad 11-12 BELLA Y (du) 93
AL11-l USSER 180 Bc!leza IOl
Alucinación 100 BEN1LEY 29
Amado 231 . 301 BENYENISTE 173
Amante 231. .301 BER.i"<ARD 57
Am:ir 22S BERNFELD 30, 31-33
Amo (Maestro) 14, 27 . .u. 45. 48. 5..t, 62, 276 BERNHEJM 232
At..10N 38 Bi!derschrift 72. 125
Amo<~5. 107, l 13. 230-232, 266. 270. 272. 301 Bi!.d~rw~n 39
A n:ilidad 93 Borde 39
An:iü za!He: cf p~icoanal.i .z.ante Bo~e1110-eff:i11ons '.:6. 165, 21 1. 218-2 t 9. '299
trufice temiiJU>légica y de 1t0mbrt:.s prapiD:s

BQrromeo (ver Nado Borromco)


BOJ 1ERO155 DACIER lJ3-lJ4, 143
BóR,G 261 DANTE30l
BREUER 23. 63 DAR1091
BRIQUET 49, 52 DA VID 74, 125
BRODIE59 Debilidad 72
BROUSSOVS 63 Decir 69, 82, 99, 263, 265, 263, 299
BYCK 28, 31 Defensa 92
DEGERINE4&
Cadena L 238-244. 251, 2.52 DELA Y 15. l 06 y sig. 28.S
Caldero agujereado 234 Delincuencia 232
(3Jigrama 161 Delirio 10, 21, 33, 85, !70, 177, 200. 255. 265
Camino abierto por (frayage} 6, 12, 21, 233 Demanda 80, 229-232. 235
CARRIERE 80 Denoti'.!Cíón 208-21 l
C:iso 13-15, 25, 50, 58, 72. 80-82. 98, 233. 260 Dependencia 286
Castri'.lción l 6, 19, 71. 76, 84, 96-98, 258. 282. DERRIDA 155. 244
298 Desc<'.lfga 232
Causa 25, 53, 59-60. 296 DESCARTES 82 ··
CERTEA U (De) 261, 270 Desciframiento 17. 20. 43, 7 l. 76-78. 83. l l 9.
Certidumbre 50, 229, 237, 299 123. 186, 192, 205-208, 211-212. 228, 258.
CHADEFAUD !SO 2(/7,301
CHA...\1POLLION 16-17, 21. 72. 74, 77, 144-144, Desconoc1miento 26, 34. 1O1
l59, 204,208,213. 228.301 Desenmasc:irar 112
CHARCOT 10-13, 23, '.29, 37, 41. 67 Deseo 62, 35, 97, 100, 105, JOR. 11{ 177, 237,
Chiste 15, 52. 67, 69, 71. 72. 74, 75, 153, 158, 261, 297
236,248,256, 2.57 Desligazón 295
Ciencia 26, 32, :n. 35, 45, 77. 197, 21l.255. 267, D.:.spersonaliz.ación 262
2.75, 293, 301 Despertar 237
Cifrn 78, 33, 38, 91 , 102, 123 Desplazamiento 12-l 3, 270
Cifrado 13. 17. :?.O. 39, 71. 88, 94. 98. 102, 119, Determinativo 1J2, 137, 195-202. 208, 214, 221,
l 40, 155. 194. 201. 225. 239. 249, 287 296
CLAUDIUS 23l-232 Diagnó~tico 56, 59-60
Cleopo:lra 129- l 3 l. 207 DIA.NA 272
CLEREMBAULT 265 Dibujo 75. 88. 91. 101, 150
Clínica 9, 11-16. 20-22, 23. 28, 48-49. 56-59, 60- Dicho-m;:i:nsión 166

62. 67-68. 85, 98. 166-179, 225. 255.296 Dimensión 291
Cogiw 82 Dios 12. 223
COHEN71 Dirección 71
COLON 9() Discordancia 17 l. 176. 181
Combinatona 94 Discurso 10, 22, 23-29. 43. 46. 54. 57, 63, 225,
C~róante de arena 63 • 252,2.55-294
Comillas 214-215. 250-253 Discurso analítico 147
Comprensión 57. 79-80, 249 Discurso del amo (ver Amo)
Concepto 20. 83. 87, 92, 98, 293 Discurso hist~rico (ver Histeria)
Conocimiento parnnoico 257 Discurso univc~sitario (ver Universi~ario)
Consi:;tencia 56, :!59, 289 Dislexia 155
Consonante 148 l)i;;c lución 13. 260
Contradicción 94 Dispositivo 229, 232
Concrol 174 Dittre Person 263
Corte 82. 260. 277, 297 Docuina 14, 172. 223. 257. 259. 265. 278
Cosa 15. 19. 236, 270 Don 36, '27J
Código 74. 94 DOULCIN 93
Cótr.ico 53 Droga 12
Creencia 10. 31 , 92, 236 DR0?-.-1ARD 170
, CREVEL 265 DROVSTI 144
Criptografía 78 Duelo 230
Crisis histérica 42 DURAS 127. 174. 212. 285
C•.!adro 44. .is. 49, 50-52. 55, 56. 53-61 , 62 Durcharbeil!':rt í82, 233
Culpubilidad 237-267
!r.di.ce tenninowgico y de :wmbres propíoJ 305

EC'riO 106 FOL"CAt:LT 150, 161-163. 1.56, 26l, 263, 267,


EDIJ'O 96, 217 274,276,283-288,299
Efecruru::ión lO. 231. 255, 289, 298 POüRIER 143, 301
Egivtologfa. L6, 100, 159 Frase 75, 76. 275
ÉI i 73. :2.64, 295 FREGE 206. 208-210, 214
Ello 251 FREUD (Anna) 182
~nccgía 35-39 Frigidez 297
Enfermedad menL'.11265 FROMM260
Engaño (tromperie) l l l Fru~tracíó o 84-85
Engarr;imientn 227, 238. 249-250. 251-253 Fundamemo 207
Er.igma 75, 196
EoSéiíanz.a 44, 45. 8J. 91. 276 GELB 159-160
Enunciación 262-263, 271. 279-280 General 80
Enunciado !78 GENIL-PERRIN 170. 265
Equívoco 76. 94. 245-249 Genit;tlídad 12, 94, 296-2'!7
ERMAN YRANKE 138, 212 GEORGES73
&253 GlDE (Ma<leieine} ll4
Escena 261, 269 GIDE 15, 76. 105-123, 285
~ . . . 6 y s1g
Escnto-escntura .. .• 76 ,._ 7?~. 7, 4 , 7, 7- 82 ,
_ , 01, GINZBURG 211
88-92, 98, 101, 124. 145. 147, 227, 235, 238 Goce 57. 86, 96. 287, 295. 296
Escritura figurativa 123. 143, 267. 2.75-278. 286, GODARD236
296-300 GO.ETHE232
Escuela Freud.iana 260. 268 GOODY 8~89
E.<:pecie 56 GüRCE 150
Esqu~m.a L ll~ 111 . li::S. 238, 241, 243. 248-252 GÓDEL299
ESQU1ROL34 GRAF (Herbert) 14, 81
Esquizotrenia 171 GRAF (J\1ax) 8 l
E:mldio del espejo 172, 175. 181. 265-266. 290 Grafo 1.5. 245-247
Estética 282 GRAJ.'IOFF 275
Estigma 60 GRASSET27
Estik, 114 GRIBOUTLLE 103
t::sr1·ucrura 2l, 145, l 48. 238. 257 GUILLAL"l' 62
E~h1por 37 GUIRAUD 187-192
Eúca 33
Etiología 51. 59 Ha...::::- caso omiso !65
Evidencia 79 HAl\.fLET 2:29 y !iig.
Excitacióa 55 HANS ( ver Graf He.rbert)
Existencia 12, 55, 89. :?JJ-234 HEBRARD 1.52
Experiencia 11-14. 22, 31, 35-39. 68, 250, 287 Hecho poli:mico 35-36
HEGEL 175. 177, 178, 261. 298
FAIRBAIRN 135 H~ráldic:i 87. 88
Falo 35, 86, 94 HERODOTO 91
Falta 22 . . ....·'J , ..........o, -'~'
H1pnos1s ~, )·7, 6? - . ·235
- 1_, 2-:i3
...... 13 ·
Fan tasJa ~~ 94, Qo
' 63,. g~¿_, '.Jv, .. ~C6 • 2~­
.;.i. - '/ / Hípocondria J 7
Ft:tii.::ie-feticlúsmo l 3. 15, 3: , ! 1O Hisceria 13. 23. 25, 27. 2S-40, ~3-64. 67. 171.
FEVRJER 79, 9l. 149 212. 232. 234, 276, 299
Fí gurarivirfad 125 ,· ·10
H .1S[0,1a .;... , u. , 'l61l 7~7
- ,. , - ' ,
Filología I 7 Homosex•Jalidad 266
Fi loscffa 259 Homófono-homofonía 72-Ti. -36. 87, 9J, 12!.
Fisio!ogfa 57 :27. 139. 148. 157, í62, 138, 192, 195, 205,
FLEiSCHL29 '"'O "J 1,
1.. ~' .... -:.~ "'0
.:.. ....

FLTF~t;S 23 Homógrafo-hurnugrafía 73, 86. 93


'r'O ~11a
• L.. f "' - i (¡J.
:>" •1;), "?
~ IP,
11
Q
3 1 v • u)
V6 7 • t>7 "4 u-· o-
":,I ..... ., 7 , 7). 7 J. HORACIO 7.29
]()/}. 102. 103,229, 195 Hc::ila 14. SJ, 82. 156, 200, 218, 228. 299
..::-on ~-,·i~ o' 8. ,,,,_,
.. l~"'i
j_ - ·u~7 Humor 38
Forclu~ión 2 ! , 205, 114. 217 . 221
formación t!d inconsciente 69. 77, 2'27, 2+8. 290 Ideal 60. 62
Furm;.di1;ición ~H . 39. 90, 04- liXl Jdentificación 68, 70. 1.:12, ! 48, 173. 24~
......... ,...._. LF '5' 1 •·
•C(Jl'.iv•L'.N l nL • l ~. ) ) kle:itiiicación :e::;oluriva 180. 184


306 índice tenhinuliígico y dt 11ombrts propios

Ideograma 73. 74. 100. 101, 126, 196 LJpsus 77, J 93, 248
Ignorancia 227 LASEGUE27
Ilusión 236, 237 LAURENS 109
Imagen-i mllgen n:ircisist:i 52-53. 72·75. 91, JOI, LAUTRÉAMONT 145
102. 188.265,266 LECLAfRE 301
Imaginario 17. 32, 53, 68, 83-!!5, 94.103, 151, ~crura 14-1 7, 20. 27, 31 , 44, 78, 81-83. 85, 90.
237, 249 y sig., 266, 2 69, 288, 290, 300 92.93, 94,97-99, 141, 154,225.228, 234.
Impedi mento 23 1 236. 2.55.258. 283. 285, 298
Im posible- imposibiUd~d l 8, 60, 79. 87, 94, 99. Leer 67 . 2Z7
22 1, 239, 242, 247. 2íJ!. 299 Legitimidad 49, 61. 86, 96, 260
lmpo~m:ia 8!!, 23 J, 297 LEfBNITT 124
ltr.prirrwlur 260 Lengua 75, 123. 257
Incauto 15, 23. 63. &O. 90. 273 Lenguaje l ~, 76, 77.94, 145. 1-16. 149, 290
Inconsciente 17. 21, 76, 78, 99, 145, 148. 1.56, Lenguaje obje to 146, 147
165. 166. 175.204. 223. 227, 249. 250. 263. Lesión 27-29. 32-34, 37. 38, 39. 43. 48. 50-55, 58.
265 60
[nde::idibie ! .54. 155 Letra 11-22, 52, 67, 69, 77, 81. 92. 101, 105, J 10,
(ndice 60. 197 ! 15, 140. 1-l2, 203. 204, 213. 213, 238, 243,
ln!luer.cía 4 . 2"i7 2+l.. 245.246, 143,270. 275,279, 295, 297,
Inhibición 86, 227. 231, 235 299
Iniciació n 33 Letra-c:ir..a que sufre de:nora '244 , 296
Inmediato 14, 81 LEvl-SíRAUSS 93-95, l l I
Insistencia 22. 283 Ley!14.239.2.t.i,247,248
Insuficiencia 85 Libido 296
lnt~ligencia72, 258 LICHTENBERG 7, 6 1. 125, 237
íntención 23 8 Lig¡¡zón ~. '240
lnterpretnción-inrerpretación delirante 13. 16, 17. Lingüístic:i 18, 282
20, 21. 69. 71, 72, 75, 77, 30, 82, 186. 188, Lisca 87-90. 94, 139
190. !92. 193, 198, 2l5. 216, 220, 229, 235, Lltt:ml 1 l 5. 141
236. 256. 253. 259, 272,274.277-279,282. Litoral 92. iOl, 295
283 L!a"i: 73
Intrc-rrjsión (de los suj::::os) 237 Locur:J 10, l2. J3, 34. l 70. 176, ! 85, 273
ln r:-Jición-imuición de!irance l 1. 79, 80, l 92. 193. Loc:!ra .~ imul cánea 177 . 183
195, 198, 199, 214-216 Lógica 21, 55-.56. 94 , 99, 260, 284. 296
Lugar 247, 261
JAKOBSON 203
JANc"T 18, 46, 47 M . (ca~o) iB7-192
)¡\y 9 ~fagfa
30, 32. J3. 26 1
Jerogliñco 16. 21. 119. 123 -124, !27- 144 MAGRITTE 1.50, !5 1, 154-155. !60-161
JONES 31. 33, 44 Molemc nd.i.:!o 7J. !O L 249
f
JOUY 80 MALLA.RMÉ 165
JOYCE 105. 29! M:inia 33
JUNG 271 MAJ\/TE G A 7_.$, 32
_iuss;Eu 29 Marcil !iJ l , ::?.45
~ARCELLUS 2Z9
K;\THARINA (c3So) 54 ~1A!UE 62
r:~ V "=GA ....
K•l~·'"'~ .1 ,., "" 73 ; <; J,
"\!...' l _ _- "58
¿ • "'"'º "'8"
- ¡ • ,:. ""' l'r111RIBA P~.PPENHEI?vl 29. 30, 31
KIRCHER J 23. T~l. 104 MARTJJ'.i 114
KLETN 178 • MARX 2J7, 2:58. 280, 296
KNAP29 M;;iscqu i~mc 273
KOJEVE 177 Masturbación 34
KOLLER 30 M:ite!lU '.!93
KOYRE 19. 146 Macemitic-.i '250, 29'..I, 299
KRAEPELIN 169. 173 M:ísc:i.ra ! 03
MdancoliH T7
L1\1'-fARCK ~9 Memoria 13. 233. 244
~~·cerc:i 122. 202, : C4 Metalenguajl:": 103. l "6. 1~7. 237
L.'\?LANCHE Y PO.NTAL1S 260 Metáfora 55, 33, 85. 37, 95-98, 100, 103, i46,
LAPO!NTE 198, 203 218,250. 300
intJi<:e lt:rmvw{ógiCQ y de Mmbrt:S propios X)/

Met:í.fora pacana 295 Ombligo de! sueño 71


M~~ de pata 39 Oralidad 12
'AclOlli:mia 21. 85-86. t 46, 7.42. 298 Orga.~mo &3, 85
Métr.M:lo ca:tirtico 54. 60. 63 Oriogmffa 98, 247, 248
MICI-fAUX 155 0.SfRIS 138
Mkdo 86, 91, 92, 99, 102 Otro {,gra.nde) 33. 71. 85-86. 101-102, 153, 156,
Míl..LER.203 161. 165.173-175, 178, 185, 197, 201. 221.
Mirada 43, 56-59, 63. 230, 232, 182. 283 224,230
~ú.stic.ismo Tl3 Otro (pequei'io) 10-11. 27. 44. ~. 86, 249
Mico 93-94, 95, 271, 272, 2&S
Modalidad 21. T1 P (al) erversión 255, 292
Modelo 31, 94 Padre 12. 34, 80, 31, 84-87. 95-97, 99, 224, 229-
Momento fecundo l 79 232, 261' 291
MOREAU DE TOURS 26. 31, 33-34, 37 Padre edípico 293
Mostn\ción 58, 79, 100. 140 Padre idel 23 l
1'.tounin 120, 282 Pnla.Ord 11.16-17, 21, 54, 63,69. 81, 39, 147-148,
Muerte 217, 273 228. 230, 236, 238, 249, 260, 263-269, 274.
Mujer l 14 29{)
l'vfundo 84, 9.5 PA.NKEErY (caso) 12
PAPIN 265
Narcisismo 228, 237, 265. 290 Puadoja 284, 300
NARCISO 106 P:.rancia 13, 15, 21, 85, 97, 156, 169-173, 180,
NASSIF 154 182, 183, 224,262,263-266,296
Natural 53, 54 Pn.ranofa dirigida 180, 182, 183
Nece.~ario21, 109 P;iranoia exitosa 173-175, 131
Neg;ición 92, 2 l 9 Parálisis histirica 45, 52, 53
NeurnstetÚa 37 Paréntesis .SO, 96, 250-253
Neurología34. 44, 45 Pas-de-barre 92. 97, 100, 103
Neurosis 12, 22, 27. 28, i11. 212, 233, 236, 295 Pasaje al acto 179, 180. 227. 231. 232, 266, 297
Neurosis narcisista 178, 183 Pasar a orra cosa 9-11, 21. 181, 228
NIDA 120 PASCAL 10
NIETZOIB 257 Pase l S. 89, 92. 174, 222
No !lay... 14ó. 296 y sig. Pasión 4'>
Nodal 2ú6 PAULHAN 162
Nombre 73, fl/, 89, 102. 284, 289, 295 Pedo:filia 108
Nombre propio 73. 88, 95. 128. 137. 138. 204- Pene 76. 85
208, 21 t-214, 216, 221.222; 291, 296 Pensamiento 32, 233 '
Nomore-del-p::i<lre 87, 166. ~17, 213, 221-223. PERALDI 16
225,295,296 Percepción 200
Nominación 14. 15.16. 17, 71, 39, 97. 165, 115, Percepción/Conciencia 266
222,236 Pecforrnativo 86
Norma.1166. 225 Persecución 17, 156. 172, 174, 17?, 189, l 90.
Nosología 56 193, ! 97-199,200.2~4.271.295
NOTHNAGEL 29 Personalidad 170. 177
Nudo Borromeo 165. 225, 287, 288, 289, 29!, Perversión 108
293,300,301 Pesadilla 109
Numeración 247. :!38 Petit-Louis 282
Número l2 Petile Dame 105
PrCHON 133
Objetividad 177 Piccograma- Pictografía 79, 91, 1Ol. 139, 154,
Objeto 12. 16, 18. 21, 25. 28. 29. 31. 35. 36. 33, 188. 19!
62,. 72-74. 86. 87. 88, 89. 90. 91. 96-97. 99 PlC~tALION 114
101, 149.21 1, 21 6. 252,258,277 PlN (caso) 12. 50-Sl, 53
Objeto a 210. 227. 257, 287 PfNEL 10
Objeto fóbico Sl. 85 Pi nrura 71'
Objetomeconimico J9. !53. !57 PfRSIG 130
Objeto (l'l!:rilido 154 Placer 297
Obsesión 234 PLA TON 148. 290
PI us-Je. gozar 2í
Sun.1.ario

Introducción parn. una clíníca psícoaoalítica del escrito ..................... 9

Primera parte
acerca del camino abie!"to por Freud

Capítulo uno Frcud coqucro...............................................................25


. , . .1
Capítulo dos 1a h1slenca en suma......................................................<+.

Segun.da parre
los sesgos de lo literal

Capíf',,¡fo tres traducción, ttanscripdón, trans!íceración..................... 67


Capítulo cuc;tro e 1..pas-de-oarre
. " ro
"'b'1co....................................... ........-9
1
Capítulo cinco donde el deseo bribón vale naéa ................................ 105

Tercera parte
doctrina de la letra

Capítulo seis le~tura de un descifrarrúento...................................... 119


Capítulo siete Ja "conjetura de Lac3Ii'' sobre el origen de la escritura...... l 45

Cuanaparte
función persecutoria de la letra

Capítulo ocho del discordío parancicu.............................................. 169

Quinta parte
l:i letra que sufre demora

.. d 1 ..7
Capitulo nueve e.1 ..engarzam1en10·

e a tr:rns t'ercncta . .......................,--
Capítulo die-:, .. . .. d ...................................................... ,. ...,--
l¡¡ c1scurs1v1oa _))
Conclusión el estatus _psicoanalícico de lo sexual.. .......................295

Indice T~rminológico y de Nombres Propios........................................ .303

Vous aimerez peut-être aussi