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Roger Chartier: El mundo como representación.

Historia cultural: entre práctica y


representación (1992)

Esta publicación supuso un cambio radical en el paradigma de la Historia cultural al igual que
en el concepto y método de la ciencia histórica.

En la primera parte, “debates e interpretaciones” Cartier plantea su concepto de historia


cultural y metodología adecuada para su estudio, haciendo un balance y revisión de la
historiografía cultural francesa desarrollada por Annales desde sus inicios.

Roger abandera el giro crítico que revisa los planteamientos de la tercera generación de
Annales. El autor repasa la tradición historiográfica cultural de Annales.

En el prólogo el autor explicitando el tema a tratar ya establece críticas a análisis y modelos de


Annales.

Diversidad de enfoques, diversidad de temas.

Análisis de textos: su estructura, motivos y objetivos.

Estudio de objetos impresos: su distribución y fabricación

Historia de las prácticas de significación.

El mundo como representación. Alguno de los cambios más relevantes por los que ha pasado
el estudio de la historia

Concepto de representación sintetizado en el libro. A través de la circulación de lo impreso y


de las prácticas d lectura logra establecer una definición renovada de lo que conocemos como
historia cultural

Diálogo intenso y sistemático con los planteamientos de la ciencia histórica y sus diversos
representantes, Febvre y Bloch, antropología y sociología.

Se enfoca en el estudio de las representaciones y las prácticas de lectura, principalmente en el


ámbito de la Francia del Antiguo Régimen, y que llevaron al autor a establecer precisiones
teórico-metodológicas en torno a los mecanismos y modalidades de circulación e
interpretación de los textos impresos. Por un lado intentar definiciones o acercamientos y por
otro esbozar procedimientos.

La historia cultural de Chartier es la de la construcción de la significación, de las formas y


mecanismos por los cuales las comunidades perciben y comprenden su sociedad y su historia.

El concepto de representación se vuelve central en la formulación de sus propuestas, su eje en


la definición de historia cultural.

Es una crítica textual, un estudio de la historia del libro e incluye a la sociología por lo cual es
un estudio multidisciplinar, estudio el cual, según Chartier posibilita la definición de una
historia cultural.

Habla específicamente de las sociedades del Antiguo Régimen, término polémico, en cuanto a
cómo en estas sociedades lo escrito comenzó a cobrar mayor importancia, crecieron las tasas
de alfabetización y cómo la masificación de lo impreso transformó toda la cultura europea.
Los textos, en sus diversos formatos pueden verse como controladores, como trasmisores de
ideales de lo bello, de lo urbano, enseñan y transmiten las reglas y prescripciones. Fueron
utilizados como herramienta tanto del joven Estado como de las instituciones eclesiásticas, con
sus censuras y trasmisión de valores.

Recordemos que en el siglo XVIII se conforma una nueva cultura política, impulsada por
reuniones en cafés, salones, con sus lecturas orales, etc.

Al lado de las censuras institucionalizadas, de Iglesia o Estado, estos dispositivos traducen la


permanente inquietud de los que tienen autoridad sobre los textos frente a su posible
corrupción, desviación.

Se quiere controlar esa recepción por medio de coacciones implícitas o explícitas. Lo cual
devela un problema intrínseco ya que paradójicamente el texto y detrás de él su autor
dependen de este tercero que lo interprete, es dependiente de esta interpretación.

Los textos lejos de reflejar la mentalidad pre-existente de los lectores y todo ese conjunto de
individuos pertenecientes más o menos a la misma sociedad, la literatura de divulgación servía
como instrumento de inculcación de gestos y pensamientos nuevos, por lo cual hay que ser
muy cauteloso en este sentido.

Chartier, como perteneciente al giro crítico, choca con el “lunguistic turn” y lo hace explícito en
el texto. La propuesta de las realidades sociales como un ente constituido por el lenguaje
independientemente de toda referencia objetiva y entre otras afirmaciones radicales, Chartier
sin embargo opina que no se puede reducir el mundo social al discurso y firmemente considera
que hay una gran separación entre literatura e historia. Los textos en sí deben ser usados con
cautela, claramente.

En su definición de historia cultural Chartier incluye al sociólogo Norbert Elias com apoyo a su
perspectiva, una en la que establece que una obra no tiene un carácter estable, fijo, por el
contrario, son plurales y móviles. Existiendo una proposición por parte del autor y una
recepción por parte del resto que dependerá de su propia manera de ver el mundo y sus
valores. Por ello en estas obras se aspira a fijar el sentido, por ello el escrito está bajo una gran
coacción por parte de los editores, mecenas, o cualquier otro intermediador, el propio escritor
y la manera en la que puede transmitir sus ideas, a través del lenguaje.

La historia intelectual como forma de pensamiento plantea problemas ya desde el vocabulario


en sí. Dado su característica nacionalista, no es fácil su traducción a otras lenguas y mucho
menos aclimatarlas a otro entorno. El problema está en Estados Unidos, también en Francia
con su histoire des mentalité la cual contiene un alto grado de especificad. A lo que Chartier
continúa y se pregunta si detrás de las palabras que difieren, puede identificarse cosas que
permanezcan, si el objeto de esta historia es único y homogéneo. Por supuesto, el autor se
inclina por el no, la imposibilidad de establecer universalizaciones.

El autor, planteando su clara postura personal, como integrante de los Annales repasa y sigue
ciertos debates en torno a Annales desde 1930 hasta el momento, estos planteos acerca de la
historia intelectual planteados por Febvre quien tuvo la voluntad de romper con todo lo
anterior escrito sobre la historia intelectual clásica. Contra ideas marxistas, estructuralistas y
su principal concepto: utillaje mental. Por otro lado, plantea las diferencias con el alemán
Ponofsky y su categoría habito. Su principal diferencia es que el utillaje mental eran ciertas
herramientas al servicio del pensamiento mientras que el habitus se refería a algo más
inconsciente, interiorizado como los mecanismos que en las escuelas se pueden introducir.
También se habla de Bloch quien se acerca más a Ponofsky pero al igual que Febvre no habla
de cómo ciertas categorías de pensamiento se convierten en esquemas interiorizados
inconscientemente.

La historia de las mentalidades a la francesa cuyo objeto no son las ideas ni los fundamentos
socioeconómicos de las sociedades. “La mentalidad de un individuo, aunque se trate de un
gran hombre, es justamente aquello que tiene en común con otros hombres de su época”.

Condicionamientos no conocidos e interiorizados que hacen que un grupo o una sociedad


comparta, sin necesidad de que sea explícito, un sistema de representaciones y de valores.

Qué es la persona y en qué difiere de la actual

Un mismo grupo comparte un mismo sistema de representaciones y valores.

La historia de las mentalidades considerada como parte de la historia social cultural y teniendo
por objeto lo colectivo puede y debe reducirse en número a través de la serialización. Se
cuestiona al documento en sí mismo y en relación con los demás. En esta historia se aplican los
métodos utilizados por la historia económica.

Los problemas que plantea la herencia de la historia cultural corresponden al momento del
análisis en tiempos largos y la forma de concebir las relaciones entre los grupos sociales y los
niveles culturales, y es aquí donde el autor difiere más claramente

las divisiones llevadas a cabo para clasificar los hechos relativos a la mentalidad son siempre
aquellas que resultan de un análisis social que jerarquiza los niveles de fortuna, distingue los
tipos de ingresos, clasifica profesionales, se obliga a las divisiones intelectuales o culturales a
adecuarse a las sociales.

Primacía de lo social que define de antemano las diferencias culturales, dependencia de lo


cultural con respecto a lo social que marca la historiografía francesa de posguerra. No en
Febvre o Bloch

Sobre estos fundamentos se desarrolló la historia de las mentalidades en la historiografía


francesa de años atrás.

Sin embargo, el autor habla de nuevas tomas de conciencia de los historiadores franceses

-Nuevo equilibrio entre la historia y las ciencias sociales como la sociología y la antropología.
Con ello la atención hacia nuevos objetivos como la idea de vida, muerte, creencias rituales.

-Las diferencias sociales no pueden ser pensadas sólo en términos de fortuna o dignidad, se
habla de que son producidas por distancias culturales representadas en el acceso a libros y las
capacidades culturales, leer, escribir y la desigual repartición de aquellos.

-No bastan para abordar estos campos nuevos las metodologías clásicas. Tenemos en análisis
serial de documentos como los testamentos, por ejemplo.

Toda esta reformulación pasa también al campo de la historia intelectual.

Nueva manera de pensar las relaciones entre obras y la sociedad

El desglose material.
Más allá de los métodos de análisis o de las definiciones disciplinarias las posturas
fundamentales de los debates actuales conciernen las divisiones escenciales que hasta el
momento eran admitidas por todos.

Distinciones primordiales expresadas la mayoría de las veces en parejas de oposiciones.

Reevaluación crítica de las distinciones tendidas como evidentes y que de hecho son aquellas
que hay que cuestionar

1- Primera partición tradicional: la que opone lo culto y lo popular, división planteada como
evidente.

Oposición entre la cultura de la mayoría por un lado, que pediría un enfoque externo, colectivo
y cuantitativo y por el otro, la intelectualidad de los pensamientos cumbres, sólo susceptible
de un análisis interno, individualizando la irreductible originalidad de las ideas.

Base de los historiadores de la cultura popular.

No es simple identificar un nivel cultural o intelectual, como sería el de lo popular a partir de


un conjunto de objetos y prácticas. La cultura de la elite está constituida en gran parte, por un
trabajo operado sobre materiales que no le son propios. Es un mismo juego sutil de
apropiación, reemplazo, de intercambios.

La relación entre la cultura de elite y la que no lo es concierne tanto a las formas como a los
contenidos: los códigos de expresión, como los sistemas de representaciones, es decir, todo el
conjunto del campo propio de la historia intelectual. Hace temblar las estructuras mismas de
las historias! No hace más que demostrar lo débil que son todas estas propuestas de análisis
en tanto la cultura

Estos entrelazamientos no deben ser entendidos como relaciones de exterioridad entre dos
conjuntos dados de antemano y yuxtapuestos (uno erudito y otro popular) sino como
productores de mezclas culturales o intelectuales cuyos elementos se incorporan de forma
sólida.

Tornar problemática la división popular/erudito es al mismo tiempo anular las diferencias


metodológicas postuladas como necesarias para el tratamiento constatado de uno y otro
campo.

Lo popular no esta consagrado por naturaleza al análisis cuantitativo y externo, al contrario, se


pueden aplicar los criterios de los intelectuales a cualquier persona.

2- Segunda petición: oposición entre producción y consumo, entre producción y recepción.


Considerando fundamentales por los historiadores de las ideas o mentalidades.

Consumo cultural como opuesto a creación intelectual en aquella se inscriben estas.

Separación radical entre producción y consumo nos conduce a postular que las ideas o las
formas poseen un sentido intrínseco, totalmente independiente de su apropiación por un
sujeto o un grupo de sujetos.

Hacer como si los textos o las imágenes tuvieran significaciones dadas nos hablan más del
historiador, de sus propias representaciones que del objeto de estudio.
Anular la ruptura entre producir y consumir es afirmar que la obra no adquiere sentido más
que a través de las estrategias de interpretación que construyen sus deficientes significados. El
autor es uno entre los demás, no encierra la verdad en su obra.

Leer mirar o escuchar son, en efecto actitudes intelectuales que, lejos de someter al
consumidor a la omnipotencia del mensaje ideológico y lo estético que se considera que
moldea, autorizan la reapropiación, el desvío, la desconfianza o la resistencia.

Esta consideración debe llevarnos a repensar totalmente la relación entre un público


designado como popular y los productos históricamente diversos para su consumo.

Perspectiva que ofrece un contrapeso frente a aquella que pone el acento sobre los
dispositivos discursivos o institucionales, que en una sociedad tienden a dividir el tiempo y los
lugares, a disciplinar los cuerpos y las prácticas, a moldear conductas y pensamientos.

Lejos de poseer absoluta eficacia aculturante se deja lugar necesariamente al distanciamiento,


desvío, reinterpretación. Justo ahí, en huecos, en donde quepa la libre interpretación, toque
con Gizburg

¿Qué es leer? ¿Cómo restituir las lecturas del pasado?

3- La oposición entre realidad y representación queda planteada como primordial, para


distinguir tipos de historia y al mismo tiempo, discriminar los tipos de textos.

A los textos documentales que sometidos a una crítica justa rebelan lo que era la realidad
antigua, se opondrían los textos literarios cuyo estatuto es el de la ficción no realidad. Esta
división fundamental no ha sido alterada. Duro enfrentamiento con los representantes del giro
lingüista, quienes difuminan los límites entre historia y literatura.

Estas son las divisiones demasiado simples que hoy se cuestionan los historiadores.

Aun así es obvio que el texto nunca tiene una relación transparente con la realidad que capta.
Nunca un texto deja de ser un texto, un sistema construido según categorías, esquemas de
percepción y apreciación.

Para una aproximación a una definición de historia cultural o intelectual el autor deja de lado
metodologías particulares o conceptos.

Debemos construir una nueva articulación entre estructura cultural y social, sin espejos ni
engranajes.

El mundo como representación. El objeto de estudio de la historia cultural sigue siendo la


representación, pero el giro de Chartier es que esa representación tiene una doble concepción.
No sólo la simbólica sino también la real, el conjunto de prácticas relacionales (acciones y
discursos) que establecen los individuos con los objetos culturales y sus representaciones
dentro de un espacio social.

Doble dimensión de la cultura simbólica (representación) y real (práctica).

Amplía lo cultural

Rompe con la dicotomía individuo-sociedad


“El mundo como representación”.

En el capítulo “El mundo como representación” de Roger Chartier, se mencionan algunos de


los cambios más relevantes por los que a atravesado el estudio de la historia así como los
medios de los que ésta última se ha valido para sustentar esas modificaciones. El capítulo para
su mejor comprensión se divide de la siguiente manera: un diagnóstico en duda, tres
desplazamientos en forma de renuncia, el mundo del texto y el mundo del lector: la
construcción del sentido, de la historia social de la cultura a una historia cultural de lo social,
representaciones colectivas e identidades sociales, el sentido de las formas, y por último
figuras del poder y prácticas culturales.

Uno de los primeros temas que se abordan en el capítulo El mundo como representación, es el
de las percepciones que se tienen de la historia así como de la relación que ésta tiene con
otras ciencias. Además el autor señala una crisis general en las ciencias sociales; en el caso de
la historia la prioridad en cuanto a temas, análisis, y explicaciones va cambiando situación que
genera modificaciones en la disciplina misma. Como el hecho de que se desarrollaran nuevas
perspectivas de estudio en este caso, la historia cultural fundamentada en nuevos temas,
construcciones, representaciones, entre otras (Roger Chartier, 46-47). Chartier menciona que
existían en la historiografía tres principios inteligibles que habían dominado la disciplina por
años: el proyecto de una historia global, la definición territorial de los objetos de investigación
y por último la importancia dada a la organización social (Ibíd., 49) situación que se modifica,
en cierta medida, con los estudios culturales.

Otra de las formas de concebir el estudio de la historia para el autor, es a través de las
construcciones narrativas expresadas en la lectura. Para Chartier la lectura es una pieza
fundamental de las nuevas explicaciones, ya que a través de esta el individuo puede crear sus
propias percepciones de los diversos procesos históricos. Por otro lado, el autor pone a
discusión el tema de la historia cultural; primero al hablar del cambio de historia social a
historia culturales esta nueva acepción de cultura entran las formas nuevas en que se marcan
las diferencias sociales y prácticas culturales; y en segundo termino lo que significan las
representaciones e identidades dentro de la historia cultural.

Para Chartier “las acepciones de la palabra “representación” muestran dos familias de sentidos
aparentemente contradictorios: por una lado, la representación muestra una ausencia, lo que
supone una neta distinción entre lo que representa y lo que es representado; por el otro, la
representación es la misma exhibición de una presencia, la representación pública de una cosa
o una persona (Ibíd., 57). Para Chartier la representación es concebida dentro de las
explicaciones, puede tener un significado particular o simplemente concebirse de una idea
vaga. A su vez la representación se puede entender como una imagen que podría en un
momento determinado, ejemplificarse a través de un objeto, un instrumento o canalizarse
como algo real. Claro esta que la discusión que se hace de las representaciones, las formas o
las prácticas culturales se centra en el hecho de los “nuevos” aportes que hace la historia
cultural a la disciplina en sí.
El capítulo nos menciona aspectos interesantes, que de alguna forma, construyen a la historia
cultural; que propicia cambios en las forma de interpretar, descifrar y explicar las
problemáticas históricas.

Annales en 1988, se plantea la preocupación lo cual da a la reflexión de ciertos temas y quedan


planteados dos temas: la crisis de las ciencias sociales producto del abandono de los sitemas
globales de interpretación, de los paradigmas dominantes y se constata también que la
historia sin embargo no está pasando por una crisis total, ya que si bien por un lado la
disciplina cara con una serie de incertidumbres, de indecisiones, posee una vitalidad
destacable.

Un diagnóstico en duda.

En cuanto a lo anterior, Chartier es crítico a estos planteos, los cuales responden a un intento
de preservación de la disciplina en una coyuntura de derrumbes, derrumbes de teorías,
modelos, avances y conocimientos.

En este contexto disciplinas como la lingüística, la sociología y la etnología llegan para realizar
planteamientos que la historia había dejado de lado por el momento. Priorizando el estudio de
las coyunturas o estructuras y dejando de lado la teoría y el método, las ciencias sociales
avanzaron en temas que la historia había dejado de lado.

La respuesta a esta situación por parte de los historiadores fue doble, la captación de campos
abiertos por otras disciplinas donde aparecieron nuevos objetos y cuestionamientos, como
nuevos objetos de estudio surgieron las actitudes frente a la vida y la muerte, formas de
sociabilidad, funcionamientos escolares, parentescos, etc. Construyeron nuevos territorios.

Por otro lado, se retornó y profundizó en el estudio de los utillajes mentales.

Historia de las mentalidades

La renovada historia de las mentalidades se nutrió de modos de tratamiento sacados de la


lingüística y de la semántica, herramientas de la sociología y modelos de la antropología.

Continúa con la crítica al diagnóstico de los Annales, cuestionando el establecimiento de la


crisis de las ciencias sociales, agregando que el hecho de repetir lo que ya se ha dicho no
establece dicha crisis.

Las causas que se enuncian como las hacedoras de esta situación crítica, en realidad no son
tales, al menos Chartier habla de que el abandono de modelos como el marxista o
estructuralista no significa en sí la crisis ya que las investigaciones en el campo francés más
profundas escaparon de aquellos modelos, y recuerda, que estas suposiciones negarían las
capacidades inventivas de los agentes frente a determinaciones, el mismo comentario vale
para la historia pues pocos han tomado dichos modelos.

Tres desplazamientos en forma de renuncia

El autor sugiere que las verdaderas mutaciones no se dieron por una “crisis general de las
ciencias sociales”, o por un “cambio de paradigma”. Sino que están dadas por los cambios en
las prácticas de investigación misma en relación con los anteriores principios gobernantes, los
cuales tenían tres esencias:

Proyecto de una historia gobal


Definición territorial de los objetos de investigación

La importancia acordada a la división social considerada como apta para organizar la


comprensión de las diferenciaciones culturales.

Estas formaron parte de un conjunto de certezas que se fueron desquebrajando, dejando


campo libre a la pluralidad de enfoques y comprensiones.

Al renunciar a la descripción de la totalidad social, modelo braudeliano, los historiadores han


tratado de pensar en los funcionamientos sociales fuera de una partición rígida (económica,
política, social) y sin una primacía de una esfera sobre la otra.

Es un intento de descifrar de otra manera a las sociedades.

Se renuncia a considerar diferenciaciones territoriales, se prefiere el establecimiento de leyes


generales en lugar de la descripción de singularidades regionales, las regularidades
sustituyeron a las particularidades. ¿El tratar de establecer generalidades responde a esta
posmodernidad repleta de particularidades, individualidades? Por supuesto, con este planteo
realizamos una contraposición entre lo antiguo y plural y lo posmoderno individual.

Los métodos para acceder a lo generar sin caer en lo individual para llegar a aquel son varios,
como la estadística y ejemplaridad.

Renunciar a la tiranía del desglose social para dar cuenta de las diferencias culturales.

El mundo del texto y el mundo del lector: la construcción del sentido

Proposiciones desde la experiencia personal de Chartier, desde sus investigaciones. Su espacio


personal en

-El estudio crítico de los textos

-Historia de los libros y de todos los objetos que llevan la comunicación de lo escrito.

-Análisis de las prácticas que se apoderan de los bienes simbólicos, produciendo así usos y
significaciones diferenciadas.

>Comprender cómo en las sociedades del Antiguo Régimen, entre los siglos xvi y xviii, la
circulación multiplicada de lo escrito impreso transformó las relaciones con el poder

>Ideas que atraviesan el texto

Aquí se encuentra el mundo del texto y el mundo del lector. El texto que parece estable es en
realidad en su significación variable, siempre insegura, móvil, en permanente movimiento,
siempre que entre en contacto con un lector que le da significancia.

Todos aquellos que pueden leer los textos no los leen de la misma manera, por ejemplo, e
inicialmente tenemos a lectores letrados y los lectores menos hábiles, acercándonos a los
planteamientos de Febvre del inicio, al utillaje mental y quién dispone de más herramientas
para sus pensamientos.

Los textos pueden leerse de tantas formas diferentes como cuantas formas hallan de
interpretarlos y esta interpretación depende de muchas variantes como las esperanzas e
intereses del lector, de esta forma el mismo de apropia del texto, es suyo en el sentido de que
es su propia interpretación y de nadie más.
De la historia social de la cultura a una historia cultural de lo social

El autor se distancia de la historia social de la cultura clásica, postula que las divergencias
culturales están organizadas necesariamente según una división social construida de
antemano.

Chartier rechaza esta dependencia, entre elite y pueblo, o dentro de grupos sociales
jerarquizados por niveles de fortuna, y las actitudes profesionales.

Las divisiones culturales no se ordenan obligatoriamente a las diferencias sociales

El estudio para chartier debe partir del objeto, formas y códigos y no desde los grupos sociales.
Desvinculado así las dos esferas y evitando coartar el estudio.

Al privilegiar lo socio profesional en los estudios no se ven las pertenecías sexuales o


generacionales, grupos de religión, educación o costumbres y territorios.

Operaciones reductoras como los textos de difusión sólo van hacia la cultura popular, en estas
unidireccionalidades de ignora el proceso de apropiación y de recepción.

Lo importante es entonces comprender como los mismos textos pueden ser captados,
manejados y comprendidos.

Textos que solo circulan en cirulos letrados se ponen al alcance de una gran clientela, por
ejemplo.

Los lectores populares y aquellos que no lo son se apropian de los mismos libros.

Se debe reconstruir las formas particulares de leer de cada comunidad de lectores.

No puede limitarse a nuestras formas de leer, en silencio y con los ojos. Participa el oído, la
voz, la vista.

La tarea es reconstruir los gestos olvidados, las costumbres desaparecidas.

Recordar que los autores no escriben libros: no, escriben textos que otros transforman en
objetos impresos. Editor, talleres, etc.

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