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Dentro del concepto de literacidad, Barton y Hamilton (2004) identifican dos nuevos
conceptos. Éstos son, por un lado, las prácticas letradas, y por otro, los eventos letrados.
Las primeras son entendidas como la unidad básica de la teoría de la literacidad y
corresponden a lo que la gente hace con ella, los segundos, corresponden a actividades
donde la literacidad cumple un rol esencial. Tolchinsky (2008) nos entrega algunas luces
en cuanto al potencial epistémico de las practicas letradas, planteando como su función
primigenia, es el formar miembros activos en la comunidad. Enfatiza en que “la meta de la
enseñanza de la lectura y la escritura es la formación de participantes activos en toda la
gama de prácticas”. Este rol activo del estudiante comprende el vivenciar personalmente y
de manera progresiva, ciertas literacidades específicas, áreas del conocimiento que
involucren habilidades lecto-escritoras cada vez más potentes y complejas. Para esto es
importante un enfoque transversal de las habilidades de lectura y escritura, el cual implica
enseñar dichas habilidades desde distintas disciplinas curriculares, y no solo desde la clase
de lenguaje.
Tal parece que sí, como nos indica Cox(2003), la sociedad posee ciertos mecanismos que
impiden el movimiento “sin control” de los estratos sociales, en su intento de mantener el
status quo u “orden social”, restringe condiciones materiales, intelectuales y culturales a
los estratos más favorecidos. Uno de los mecanismos más potentes que tiene, es,
paradójicamente, la educación, aquel antiguo pero efectivo medio por el cual la sociedad
se reproduce a sí misma.
Los poderes facticos que actúan sobre la educación son implacables, el capital cultural que
trae consigo un estudiante marca mucho su aprendizaje… pero, ¿nos quedamos de brazos
cruzados?, como docentes, es nuestro deber el ser conscientes de estas dificultades y
“emparejar la cancha”, aquí algunas preguntas que deberíamos hacernos todos los
profesores:
Ampliando el número de literacidades en las que un individuo pueda ser participe( y entre
mejor valor sociocultural tengan estas, mejor ), mayores serán las probabilidades de
formar individuos capaces de aportar positivamente en su comunidad, generando nuevo
conocimiento, además de nuevas y mejores realidades.
Bibliografía
Barton, D., & Hamilton, M. (2004). La literacidad entendida como práctica social. Escritura
y sociedad. Nuevas perspectivas teóricas y etnográficas, 109-139.
Brunner, J. J. (2010). Lenguaje del hogar, capital cultural y escuela. Revista Pensamiento
Educativo, 46, 47.
Cox, C. (2003). Las políticas educacionales de Chile en las últimas dos décadas del siglo
XX. Políticas educacionales en el cambio de siglo. La reforma del sistema escolar en Chile,
19-113.