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El concepto de renuncia esta íntimamente ligado a las teorías sobre su objeto.

Así, para unos es un

acto consciente y libre por el que uno se desprende de un derecho adquirido o reconocido a su

favor1. Para los seguidores de la tesis de que el objeto de la renuncia es un derecho subjetivo

material, ésta es una declaración de voluntad del demandante o del demandado por la que se

abandona el derecho alegado como fundamento de la pretensión procesal o de la oposición a la

pretensión procesal2. Para LORCA NAVARRETE3, es un acto jurídico procesal del actor que se

justifica en la existencia de un proceso pendiente de origen dispositivo que corresponde realizar al

actor o demandante. En cambio, CORTÉS DOMINGUEZ4 opina que es la declaración del actor

por la que afirma que su acción es infundada, que no se trata de una declaración negativa sobre los

hechos propios ni afirmativa sobre lo hechos de la contraria, sólo es una declaración negativa sobre

la existencia del derecho a valer en la demanda y conlleva la renuncia a la tutela jurídica. GIMENO

SENDRA5 la conceptualiza en base a la consecuencia inmediata de la renuncia como un acto

unilateral del demandante por el que decide abandonar su derecho subjetivo y por tanto, la

pretensión, provocando la finalización anormal del proceso mediante la emisión de una resolución

jurisdiccional que ha de gozar de todos los efectos de la cosa juzgada.

La jurisprudencia también ha definido la renuncia a la acción o al derecho, en el sentido de que se

trata de un acto unilateral del actor por el que manifiesta que la pretensión ejercitada en el proceso

es infundada, por lo que su consecuencia, de darse los requisitos subjetivos, objetivos y formales,

es dictar una sentencia absolutoria; la renuncia, en tanto que abandono definitivo de la acción

(pretensión) afecta al derecho material6.

II. Distinción entre figuras afines

En primer lugar, conviene diferenciar la renuncia del desistimiento, toda vez que la renuncia a una

acción supone un desistimiento del proceso, pero hay diferencias sustanciales. Así, para RAMOS

MÉNDEZ7, son dos:


La primera de ellas estriba en que la renuncia es unilateral y el desistimiento exige la bilateralidad,

es pues manifestación de voluntad recepticia, exigiendo la conformidad del demandado8.

Y la segunda y más importante, es que con la renuncia se impide el planteamiento del objeto

litigioso en un nuevo proceso al ser recogida en una sentencia con eficacia de cosa juzgada, y en

cambio en el desistimiento se puede plantear nuevamente. Como consecuencia de lo anterior, para

PRIETO CASTRO 9 la renuncia afecta a la acción y al correlativo derecho en cuanto se ha querido

hacer valer en el proceso, mientras que el desistimiento sólo afecta al proceso que está pendiente.

La jurisprudencia ha destacado Ésta como la nota más característica que las diferencia. En este

sentido, La Audiencia Provincial de Málaga10, establece que el desistimiento supone abandono del

procedimiento, lo que permite su posterior reproducción, y la renuncia a la acción impide la

promoción de otro juicio sobre el mismo tema, siendo esta distinción de trascendental importancia

práctica, porque si en la renuncia el interés jurídico del demandado en la continuación del

procedimiento es mínimo (por no decir inexistente), por su naturaleza unilateral, en el desistimiento

ha de apreciarse a partir de cierto momento procesal, su carácter bilateral.

El desistimiento no exige sentencia, solo auto, en palabras de PRIETO CASTRO 11 la excluye,

mientras que la renuncia pide una sentencia.

En la práctica se confunden renuncia y desistimiento y, desde luego, a veces, se usan

incorrectamente los dos conceptos, por ejemplo la sentencia de La Audiencia Provincial de Madrid

de fecha 10 de julio de 2007 12, en el supuesto de autos señala que la actora renuncia a la acción

frente a un codemandado, pero mantiene la misma frente a otro y solicita se dirija la demanda

contra otro nuevo demandado, esta renuncia efectuada no puede conllevar a una sentencia

absolutoria, por cuanto la actora mantiene su acción contra otras personas; pues no puede ser de

recibo que se renuncie a la acción dictándose sentencia absolutoria, y el procedimiento continúe,

por cuanto no pueden coexistir en el mismo procedimiento una sentencia absolutoria, con efectos
de cosa juzgada, y a la vez, otra sentencia, que también tendría los efectos de cosa juzgada, referida

a la misma acción aunque con distintos demandados. La actora lo que ha efectuado es un

desistimiento, es decir, apartándose del procedimiento, respecto de una codemandada, siguiendo

contra el otro codemandado y ampliando hacia un tercer. En la misma, dirección, La Audiencia

Provincial de A Coruña13 establece en un supuesto similar que las demandantes no han renunciado

a la acción o al derecho en que se funda su pretensión, pues siguen ejercitando la misma acción

con base a ese derecho, si bien contra otro codemandado exclusivamente; por lo que no podía

aplicarse el artículo 20.1 de la Ley de Enjuiciamiento Civil. Sólo se desiste de continuar el juicio

contra una demandada concreta, por lo que lo correcto era, conforme a lo dispuesto en el artículo

20.2 del mismo texto legal (ya que esa demandada no había sido citada), dictar un auto (que en el

juicio verbal puede realizarse en el mismo acto de la vista) de desistimiento del juicio contra esa

demandada. En algunas ocasiones tal confusión ha sido resuelta en el trámite de oposición al

desistimiento planteado, debiendo en estos supuestos seguir el cauce procesal de acoger la

oposición al desistimiento y dictar una sentencia de renuncia. Así resolvió La Audiencia Provincial

de La Rioja 14 en una acción de retracto, donde la parte actora no esclareció la ambigüedad o

confusión del término y la parte adversa entendió que era una renuncia, solicitando por tanto un

sentencia de renuncia con carácter de cosa juzgada y no un desistimiento imprejuzgando la acción.

Otro ejemplo de confusión, es la sentencia de La Audiencia Provincial de Barcelona15, en la que

estima que no hubo renuncia sino desistimiento, no pudiéndose en modo alguno entender que se

haya producido esa pretendida renuncia a la acción por parte de los actores: Ciertamente, en sus

manifestaciones el Letrado incurre en ambigüedades o errores de concepto (cosa ciertamente

frecuente dada la íntima relación entre los conceptos de acción/pretensión, acción/derecho y

pretensión/demanda/proceso con la abundante y variada doctrina desarrollada al respecto, es más,

la terminología usada por el letrado que habla de «desistimiento de la acción» refiriéndose


propiamente al «desistimiento» se encuentra incluso en sentencias del Tribunal Supremo). No

obstante, del conjunto de sus manifestaciones vertidas resulta patente su voluntad de finalizar o

abandonar el procedimiento, dejando imprejuzgada la acción y manifestando expresamente su

voluntad de plantear un nuevo proceso variando en cierta medida sus pretensiones. En ningún

momento la actora utiliza el término «renuncia», insistiendo en su voluntad de «desistir», debiendo

entenderse que al desistir de la «acción», el actor esta «desistiendo» del «ejercicio» concreto de la

acción en este procedimiento, no desprendiéndose de sus alegaciones que pretendiera renunciar a

la acción (pretensión/derecho), distando mucho de ser una renuncia «explícita, clara y terminante»

como exige la jurisprudencia.

Cuando el actor formula las dos instituciones, la jurisprudencia16 se decanta por la renuncia, pues

ante la renuncia el desistimiento es supérfluo. Asimismo cuando se efectúa la renuncia en proceso

de modificación de medidas, se equipara al desistimiento, al ser derechos irrenunciables17.

En cuanto a las diferencias entre la renuncia y la transacción, para ORTELLS RAMOS 18, son

similares a las que frente a ésta presenta el allanamiento, es decir, la renuncia es un acto unilateral

que sacrifica sólo los intereses del que la presenta e implica la eliminación de la base del litigio,

pero la transacción es bilateral. La jurisprudencia del Tribunal Supremo19, exige que la renuncia de

derechos sea clara e inequívoca cuando se deduce de actos presuntos del renunciante, atañe sólo a

la renuncia abdicativa, pero no es aplicable a la transacción, porque aquí las renuncias son

recíprocas de ambas partes y se hacen a cambio de reconocimientos parciales de las pretensiones

de cada una de ellas.

Para finalizar, debemos tener encuentra que cuando ejercitamos una acción cambiaria, la renuncia

de la misma equivale al allanamiento a la demanda de oposición cambiario, declarando entre otras

La Audiencia Provincial de Málaga20, toda vez que es un proceso especial, y la oposición según el

artículo 824.2 de la NLEC se hará en forma de demanda, donde el deudor cambiario podrá oponer
al tenedor de los cheques todas las causas y motivos legales, por tanto la renuncia del actor se trata

de un allanamiento total a la demanda de oposición cambiaria.

III. Notas características

Las notas más características son las siguientes:

Personal, clara, terminante, inequívoca e incondicionada, expresa e inequívoca.

La renuncia debe ser personal, por lo que se excluye la posibilidad de la renuncia no formulada por

el propio interesado21 y además debe ser clara, terminante e inequívoca, sin condición alguna ni

límites (excepto las limitaciones vistas en el apartado anterior, y respetadas estas limitaciones la

renuncia no esta sujeta a otro tipo de límites ha se ser plena 22y requiere una declaración de voluntad

del actor que la faculta para disponer del objeto del proceso). El carácter expreso e inequívoco

viene determinado en el artículo 25 cuando habla de las facultades del poder especial. La

jurisprudencia también la ha conceptuado en este sentido.

La renuncia tacita ha sido admitida por la jurisprudencia siempre que sea inequívoca23. En este

supuesto no se contempla como renuncia la conformidad con el estado en que se encuentran los

autos por falta de impulso procesal. Así, sí se apercibe con archivo de las actuaciones y no se insta

lo que a su derecho convenga, apercibimiento clásico en la práctica forense, sobre todo en las

ejecuciones judiciales, la inactividad no puede suponer renuncia, toda vez dicho comportamiento

impide considerar tácitamente renunciado el derecho a obtener la satisfacción del derecho

declarado en una sentencia firme, por el simple hecho de haber consentido las citadas resoluciones,

en las cuales nunca se advertía a la parte sobre la imposibilidad de continuar en el futuro con la

ejecución por ser contrarias al título ejecutivo, en la medida que tienden a restringir su efectividad,

y van contra lo dispuesto en los artículos 563 y 570 LEC24.

El Tribunal Supremo25 ha entendido que aun admitiéndose la renuncia tácita, no es lícito deducirla

de expresiones equívocas o dudosas". En este sentido la Audiencia Provincial de Lugo26 declaro


que no equivale a una renuncia a los alimentos de los hijos la manifestación de reconciliación que

como testigo se hizo en un procedimiento penal.

La renuncia en su configuración como acto de parte, es un acto de carácter esencialmente

unilateral27, y por tanto, no precisa la aceptación del demandado, pues no tiene más efectos que el

abandono voluntariamente de lo realizado.

Tiene un ámbito adjetivo28, pues presupone un proceso que se está tramitando y se renuncia a la

acción ejercitada o al derecho en el que justifique la parte su pretensión.

En lo referente a la naturaleza jurídica de la renuncia, es un acto, de disposición de las partes sobre

el objeto del proceso, que para RAMOS MENDEZ29 es un acto estrictamente procesal y no un

negocio jurídico de derecho privado.

IV. Objeto de la renuncia

El objeto de la renuncia es una de las cuestiones más discutidas y discutibles y que ha generado en

la doctrina más polémica. No obstante vamos a enumerar básicamente las tesis que se han generado

en torno al objeto de la renuncia.

En primer lugar, la renuncia se refiere al derecho subjetivo material alegado como fundamento de

la pretensión. Para GUASP30, la renuncia del derecho es por su naturaleza jurídica una declaración

voluntaria no una participación de voluntad, y para que la renuncia pueda considerarse como un

acto procesal debe afectar a todos o a parte de los derechos hechos valer como fundamento de una

pretensión o de una oposición a la pretensión, requisito de carácter objetivo aplicable por analogía

a la renuncia procesal. De la misma opinión es DOIG DÍAZ31, para quien la renuncia como medio

de finalización del proceso, tiene por objeto solamente la disposición del derecho subjetivo material

que fundamenta la pretensión.


Para ORTELLS RAMOS32 no es correcta esta tesis porque no siempre hay coincidencia entre las

situaciones jurídicas materiales y aquello que se hace objeto del proceso. Para CORTÉS

DOMINGUEZ 33 la renuncia es un acto de disposición de la pretensión, no del derecho material.

En segundo Lugar, con referencia a la pretensión, para PRIETO CASTRO FERRANDIZ34 la

renuncia es una manifestación formulada por el demandante, con la que él quiere argüir que hace

dejación de dicha pretensión, la abandona o se desentiende de ella, en todo o en parte, bien sea

porque esgrime que no existe o porque sea infundada, o por mediar una causa jurídica o moral

cualquiera subyacente. La doctrina35 ha criticado esta postura, porque la mera revocación de la

pretensión interpuesta en un proceso no debería tener más efecto que dejarlo in objeto e impedir el

pronunciamiento de fondo, y entonces estaríamos antes un desistimiento.

En tercer lugar está la renuncia del actor a la acción entendida ésta como un derecho a obtener la

tutela judicial efectiva en el sentido que establece el artículo 24 de al Constitución. A esta tesis se

opone36 que ese derecho es irrenunciable de modo general y absoluto y por otro lado, si se renuncia

al mismo en cuanto a un proceso concreto iniciado, el efecto debería ser que el juez no se pronuncia

y entonces estaríamos ante un desistimiento.

Y finalmente las tesis que determinan que el objeto de la renuncia es el referido a la acción como

derecho a obtener una sentencia de contenido determinado y favorable al que lo ejercita. Según

PÉREZ CRUZ MARTIN37, no sin crítica el legislador se ha decantado por esta última, la recoge

en el artículo 20.1 de la NLEC, la renuncia a la acción ejercitada o al derecho. ORTELLS

RAMOS38, la critica en el sentido de que la acción no puede entenderse como derecho a una tutela

jurisdiccional concreta. Ahora bien, precisamente en esos casos tampoco la renuncia es plenamente

eficaz por un doble motivo, el primero de ellos por que se la considera inatendible por

indisponibilidad del objeto, y se llega, prescindiendo de la misma, al pronunciamiento de fondo

que en derecho proceda .Y en segundo lugar, porque como además del que hubiera renunciado hay
otros legitimados para pedir la actuación del Derecho en ese caso concreto, la interposición o

mantenimiento de la pretensión por parte de estos últimos deja abierta la posibilidad de una

actuación del derecho no condicionada por aquella renuncia.

DOIG DIAZ 39, reduce el núcleo de discusión en el artículo 20.1 en la expresión “renuncia a la

acción”, entre los seguidores de la teoría concreta que explica las relaciones entre el derecho

material y el proceso y supone la existencia de un derecho a obtener, concurriendo determinadas

circunstancias, una sentencia de contenido favorable y por otra parte, los que defienden la teoría

abstracta de la renuncia a la acción desde una concepción del derecho fundamental del artículo 24

de la Constitución.

El citado artículo se refiere a la renuncia con la expresión “renuncia a la acción ejercitada o al

derecho“. Para LORCA NAVARRETE 40, dicha expresión, desde una perspectiva del derecho

procesal, posee un doble significado conceptual, ya que la renuncia se puede hacer al ejercicio de

la acción ejercitada o al derecho en que la parte justifique su pretensión. Así en el primer supuesto,

la renuncia del ejercicio procesal de la acción tal y como ha sido ya conceptuada procesalmente, y

su razón se halla en que la acción, al integrar el derecho constitucionalizado a la tutela judicial

efectiva, es indisponible, y en cambio es disponible la facultad de ejercitar la pretensión (de ámbito

dispositivo) que se integra en el derecho a la tutela judicial constitucionalizado a través del ejercicio

indisponible de la acción, pero según la NLEC no se renuncia sólo a la pretensión integrada en el

derecho a accionar la tutela judicial efectiva, se renuncia también al derecho en que funde la parte

su pretensión.

En el segundo supuesto, la renuncia al derecho en que funda la parte su pretensión implica la

renuncia a la condición de parte procesal legítima. Y en consecuencia, a la no actuación en el

proceso como titular de la relación jurídica u objeto litigioso. En ambos supuestos se trata de una

renuncia caracterizada por ser un acto jurídico eminentemente procesal en razón de lo que se
renuncia. De un lado, renuncia a la pretensión, y de otro, se renuncia a ser parte legítima, no existe

sustantividad alguna en aquello que se renuncia, sino tan sólo una justificación procesal.

V. Requisitos

Requisitos Subjetivos.

En cuanto a los requisitos subjetivos, en el demandante debe concurrir la triple capacidad de ser

parte, la procesal y de postulación. Pero dada cuenta de la entidad de los efectos de la renuncia

(cosa juzgada), en algunos supuestos se exige un mayor rigor de los requisitos subjetivos. De esta

manera, en la renuncia efectuada por un representante legal el Código Civil, en sus artículos 166 y

271 -3 necesita de autorización judicial.

Para ORTELLS RAMOS 41 no es válida la renuncia del sustituto procesal, toda vez que causa

perjuicio a un tercero. Y para que sea valida la renuncia en el supuesto de litisconsorcio necesario

activo, para que surta eficacia, se requiere que la realicen todos los litisconsortes, al igual que en

el cuasinecesario y en caso de intervención litisconsorcial.42. En los supuestos de renuncia, cuando

se trata del representante voluntario, necesita de mandato expreso del representado, según establece

el artículo 1713.II del Código Civil, y si se trata de persona jurídica, necesita manifestación de la

voluntad de renuncia de la misma. Cuando es el Abogado del Estado, necesita autorización expresa

de la Dirección del Servicio Jurídico del Estado, según establece el artículo 7 de la Ley 52/1997

Uno de los requisitos de la renuncia en los procesos donde sea necesaria la preceptiva intervención

de Procurador, de conformidad con el artículo 25.2 es el poder especial para ello, sin perjuicio de

que en la práctica forense, cuando se carece de dicha facultad, se procede a requerir a la parte para

la ratificación de dicha manifestación de voluntad. La NLEC regulaba dos formas de otorgarlo,

ante el Notario43 y ante el Secretario Judicial que conozca el asunto (artículo 24 de la NLEC). Hay

otra modalidad no contemplada en la ley procesal, que es la designación de oficio por parte de la

Comisión Provincial de Asistencia Jurídica gratuita. Asimismo el artículo 25.2 establecía la


obligación de tener poder especial para efectuar los actos de disposición. Por tanto, se planteaba

que era un poder especial. Por un lado algunos tribunales entendían que era un poder otorgado para

ese determinado asunto que debía contener la cláusula de facultar al procurador para renunciar en

un determinado asunto, al igual que la NLEC establecía en el artículo 107.2, para la recusación de

jueces y magistrados, lo que algún autor ha denominado poder especialísimo44. En sentido opuesto

estaban los que consideraban que lo importante del poder a estos efectos era que el texto del mismo

contuviera la facultad expresa para renunciar, transaccionar, desistir o allanarse toda vez que el

artículo 27 de la NLEC establece con carácter supletorio la legislación civil, y el artículo 1713 del

Código Civil dice que para los actos de disposición se necesita mandato expreso, no pudiendo

conducir gramaticalmente a identificar poder especial con poder concreto.45La jurisprudencia

menor siguió este criterio, por ejemplo La Audiencia Provincial de Madrid46 entendió que la ley

no exige que se le tenga que conceder facultades especiales y precisas para poder actuar solo y

exclusivamente en ese proceso, porque el fin perseguido por el legislador es poder poner fin a los

procesos mediante cualquiera de esas formas específicas de terminación del proceso, y evitar que

ello se frustre por no comparecer la parte, pudiendo ser representada por el procurador siempre que

tenga poder para realizar esos actos expresamente referidos en las normas, pero sin que se le exija

un poder "especialísimo" que no especial para tales fines, porque especialísimo que no especial, es

conceder un poder para cada pleito, y concretando que el poder transar, allanarse, etc,.

Una vez resuelta por la jurisprudencia la primera duda sobre la identificación del poder, se

identificó el poder especial no como un poder concreto, sino como el poder en cuyo contenido se

otorgan esas facultades. En este sentido, La Audiencia Provincial de Madrid47admitió que el poder

general puede ir acompañado de apoderamientos especiales sin que hayan de confeccionarse

notarialmente dos instrumentos ni hayan de realizarse dos comparecencias distintas ante el

Secretario Judicial, ni existe razón alguna que fundamente la exigencia de que el poder especial
(para renunciar, transigir o allanarse) sea un poder ad hoc, es decir, que necesariamente especifique

el concreto asunto objeto de renuncia, transacción o allanamiento. Junto a un poder general para

pleitos o separadamente, puede otorgarse a uno o varios procuradores poder especial para allanarse,

renunciar o transigir en toda clase de litigios o en los relativos a ciertas materias o sujetos jurídicos.

No es la rúbrica del poder sino su contenido, el elemento que determina su especialidad o

generalidad en el sentido del artículo 25. De esta manera la Audiencia Provincial de Valladolid,

para quien el poder especial es un poder que debe incluir. como mínimo, una referencia al

apoderamiento de los procuradores que se citan en el poder para cualquier otra facultad no

enumerada anteriormente, de las comprendidas en los artículos 25 y 414.2 de la NLEC, con lo que

obviamente se estaba incluyendo en el poder general un apoderamiento especial para las

actuaciones de renuncia, allanamiento o transacción a que se refiere el indicado artículo 414 de la

Ley de Enjuiciamiento Civil, debiendo entender que esta forma de redacción de la escritura de

poder constituye un apoderamiento especial para esas concretas actuaciones sino una cláusula de

apoderamiento lo suficientemente clara y precisa como para identificar lo que el poderdante quiso

facultar48.

Por tanto, el poder especial para renunciar es el poder otorgado ante Notario, Cónsul o Secretario

Judicial que conoce el asunto, que contenga facultad expresa de renuncia, quedando fuera por tanto

la tercera modalidad, que es la designación por parte de la Comisión de Justicia Gratuita de letrado

y procurador, subsanando dicha facultad mediante el otorgamiento de poder o ratificación por el

actor de la renuncia mediante comparecencia judicial.

Requisitos objetivos.

La renuncia tiene que ser lícita, artículos 19.1 y 20.1 de la NLEC, es decir admisible, no puede

estar prohibida por la ley, pues en este supuesto será rechazada por el órgano o tribunal, mediante

auto, y ordenará continuara con el proceso. Por algún sector de la doctrina49 se ha criticado la
inclusión en el articulado de la ley de la palabra “lícita”, al considerar que la excepcionalidad será

que la ley considere la renuncia como ilícita. La licitud de la renuncia viene recogida en el artículo

19 de la NLEC y en el artículo 6.2 del Código Civil, al establecer los límites que comprende el

respeto al orden público, al interés general y al derecho de terceros. El límite más conflictivo es el

orden público, uno de los conceptos más indeterminados que existen50, y que la jurisprudencia ha

conceptuado como el conjunto de principios jurídicos, públicos y privados, políticos, morales y

económicos, que son absolutamente obligatorios para la conservación del orden social de un pueblo

y en una época determinada51. Para ESTRADA RUIZ52, el interés público no significa identificar

el límite de la renuncia con las normas de Derecho Público, sino también con aquellas normas de

Derecho Privado en que el interés público por ellas protegido impide que prospere la voluntad de

la parte. Estas normas de derecho privado en que predomina el interés público, encuentran cauce

procesal en los denominados procesos inquisitorios.

Asimismo, el objeto debe ser disponible, teniendo en cuenta que en los procesos especiales

regulados en el libro IV, título I de la NLEC, el artículo 751 efectúa limitaciones al poder de

disposición del objeto, limitaciones que no afectan a las materias que pueden disponer las partes,

por ejemplo la renuncia a la pretensión del régimen de visitas de los abuelos con los nietos53.

De actividad.

El artículo 19 de la NLEC, al regular con carácter general el derecho de disposición de los litigantes,

y el artículo 20 del citado texto legal, han sido interpretados por la doctrina y por la Jurisprudencia

en el sentido que se puede renunciar en cualquier momento de la primera instancia, de los

recursos 54 y de la fase de ejecución.

En la primera instancia se puede renunciar desde que se inicia la litispendencia, momento éste que

se recoge en el artículo 410 LEC, hasta la conclusión del plazo para dictar sentencia.
Los problemas pueden venir determinados en la fase de impugnación de la sentencia, pero hay que

distinguir entre quien la impugna y el fallo de la sentencia. Para DOIG DÍAZ55 la renuncia que

pueda interponerse en segunda instancia provocará que el tribunal dicte una nueva sentencia sobre

el fondo dando efectividad a la renuncia. En cambio, si la sentencia es desestimatoria y la efectúa

el actor-apelante, para ORTELLS RAMOS56, la renuncia vale como mero desistimiento del

recurso. Para GARBERÍ LLOBERT57, la renuncia sólo tiene eficacia en la primera instancia, toda

vez que en la fase de impugnación podría renunciarse al recurso pero no al derecho material.

La Audiencia Provincial de Burgos58 entendió que la renuncia del actor a una sentencia absolutoria

no tendría sentido.

En cuanto a la fase de ejecución, con la entrada en vigor de la NLEC, esta fase es un proceso

separado, pues así lo establece el artículo 5 al hablar de clases de tutela jurisdiccional y se plasma

en el artículo 549 al iniciarse mediante demanda ejecutiva, y para ESTRADA RUIZ59, el artículo

19.3 de la NLEC lo que permite en la ejecución, al ser un proceso distinto del declarativo, es la

renuncia al derecho reconocido en la sentencia dictada en el ámbito del artículo 6.2 del CC, pero

no como una renuncia procesal, pues lo resuelto por sentencia firme no puede ser objeto de

disposición en el momento de su ejecución pues la invalidaría. MARTÍNEZ DE SANTOS 60 no

comparte dicha opinión, al entender que la renuncia posible en la ejecución, depende de los

términos en que se formula la demanda ejecutiva y cómo se satisface el título ejecutivo, con lo que

será verdaderamente difícil encontrar algún supuesto que se acomode a las exigencias legales y

solo será susceptible de renuncia el derecho a la satisfacción declarada en una sentencia (o en otro

título ejecutivo), sin que pueda haber otras fórmulas que en la práctica procesal son

habituales 61.Para DOIG DÍAZ 62lo único que el ejecutante podrá hacer es renunciar a seguir

adelante con el proceso ejecutivo pero no a su derecho material declarado en sentencia firme y que

se esta ejecutando 63.


En cuanto a la forma, podrá ser oral o escrita y dependerá del trámite procesal en que se encuentre.

Si es oral y lo efectúa el representante procesal del actor que deberá tener poder especial para ello

pero lo normal es que este presente el actor por que dicha renuncia se efectuará en el juicio, donde

suelen estar presente las partes. Una forma de renuncia está regulada en el artículo 16, último

párrafo, para el caso de fallecimiento del demandante y sus herederos no quisieran comparecer.

Dicho artículo determina que si cuando hayan sido emplazados los sucesores del actor fallecido,

no comparecen, se le tendrá por renunciado a la acción, y se dictará una sentencia absolutoria para

el demandado. Este precepto va contra la norma del artículo 20.1 de la NLEC, que establece que

para la admisión de la renuncia hace falta una manifestación del actor, y en este supuesto se aplica

la renuncia precisamente por todo lo contrario, por su no actividad, debiendo por tanto, en el

emplazamiento que se efectué, apercibírseles de las consecuencias de su no comparecencia y

personación, cuales son la renuncia a la acción entablada por el litigante fallecido, y el efecto de

cosa juzgada cuando sea firme la sentencia ,y la imposición de costas de conformidad con el

artículo 394 NLEC64.

VI. Clases de renuncia

Algunos autores65 distinguen entre renuncia la adbicativa o extintiva y la renuncia traslativa. En la

primera el renunciante se aparta para siempre del derecho adquirido o hace dimisión del que podía

adquirir y la segunda es una cesión implícita a la persona por quien se hace la renuncia. Otra

clasificación, la más habitual es la total o parcial, la cual condiciona la extensión de la resolución

judicial que pone fin al procedimiento, toda vez que el artículo 20 de la NLEC establece que una

vez admitida la renuncia, se dictará sentencia absolviendo al demandado. Y en la parcial, aunque

la ley no dice nada, la doctrina66 y la jurisprudencia la admiten, pero para poder ser admitida la

renuncia parcial debe recaer sobre pretensiones cuya conexión es subjetiva o cuando no exista

conexión objetiva entre ellas y la resolución de alguna no suponga la prejudicialidad de las


restantes67. Para DOIG DIAZ68, cuando se trate de una acumulación eventual de pretensiones, la

renuncia que afecte a una de las pretensiones no supone la finalización del proceso respecto de las

restantes, ello no obstante, cuando sea una acumulación accesoria, la renuncia a la pretensión

principal equivale a una renuncia total, al carecer de sentido pronunciarse sobre las pretensiones

subordinadas. La citada autora ve más problemas en la renuncia parcial de una pretensión única,

entendiendo como única excepción que la pretensión sea cuantificable para que la renuncia parcial

suponga una reducción de la cantidad inicialmente reclamada y una modificación de los términos

de la congruencia en la sentencia definitiva sobre el fondo.

En cuanto a al forma procesal de admitir la renuncia parcial, la jurisprudencia ha optado por dictar

un auto de renuncia parcial y en la misma resolución acordar la continuación del juicio respecto de

las pretensiones no renunciadas69a similitud del allanamiento parcial. Para ORTELLS RAMOS70,

que admite la utilidad de la renuncia parcial para los supuestos de alzamiento parcial de medidas

cautelares, el proceso deberá continuar para la decisión de lo que no ha sido objeto de renuncia,

pero la sentencia deberá para ser congruente y desestimar la demanda en la extensión de la renuncia

parcial. De la opinión contraria es ESTRADA RUIZ71para quien la renuncia parcial dará lugar a

que se dicte un auto que reconociera su existencia y concluso el proceso, se dictaría sentencia que

sería en parte no contradictoria y el resto contradictoria.

Para ORTELLS RAMOS72, en los supuestos de acumulación de pretensiones para distinguir los

tipos de renuncia habrá que tener en cuenta los siguientes:

tratándose de acumulación eventual, la renuncia a una pretensión es renuncia parcial;

en una acumulación accesoria, la renuncia a la pretensión base de las demás, es renuncia total,

porque impide la estimación de las subordinadas, mientras que es parcial la renuncia relativa a

alguna de estas últimas.

VII. Procedimiento
El procedimiento es sencillo, presentado el escrito de renuncia por el actor, el tribunal examinará

que la renuncia efectuada sea legalmente admisible y que no adolezca de defectos insubsanables,

y una vez subsanados los defectos, por ejemplo el poder especial dictará sentencia absolviendo al

demandado. En caso contrario, es decir, cuando no concurran los requisitos de la renuncia o no

hayan sido subsanados los subsanables, se dictará auto mandando seguir el proceso adelante sin

ninguna vinculación de la renuncia en la sentencia que ponga fin al proceso. Por algún sector

doctrinal73 se ha criticado la ausencia de traslado al demandado del escrito de renuncia, ya que en

determinados supuestos sería conveniente conceder audiencia al demandado para verificar si la

renuncia vulnera una prohibición legal o afecta al interés general o tercero. Personalmente creo que

dicho traslado se efectúa en los procesos cuya intervención del procurador es preceptiva, pues el

escrito de renuncia normalmente se presenta una vez personado el demandado, y a partir de ese

momento entra el juego el traslado previo de los escritos entre procuradores(artículo 276 de la

NLEC), y el demandado podrá presentar el escrito alegando dicha prohibición legal, que ilustrará

al juez sobre dicha prohibición antes de dictar sentencia y en todo caso, el juez ante las dudas sobre

la legalidad de la renuncia, dará traslado a la parte demandada. En el juicio verbal, si la alegación

se efectúa en el acto de la comparecencia, podrá el demandado en trámite de contestación efectuar

alegaciones.

VIII. Efectos de la renuncia

Terminación del Proceso.

La característica principal de la renuncia, cuando es total y concurren todos sus requisitos o se

subsanan los subsanables, es la terminación del proceso, y la misma despliega sus efectos tanto en

el ámbito del derecho sustantivo como en el adjetivo produciendo efectos propios de la cosa

juzgada74 por cuanto supone la declaración jurisdiccional de la extinción, tanto del derecho

subjetivo, como de la pretensión, razón por la cual no será posible volver a reproducir el litigio aún
cuando el proceso no se haya desarrollado de forma contradictoria75. Según establece el artículo

20.1 de la NLEC, la renuncia determina la obligación del juez76 para que pronuncie una sentencia

absolviendo al demandado de la acción ejercitada o del derecho en que se haya justificado la

pretensión, terminando por tanto el proceso mediante sentencia con efecto de cosa juzgada. DOIG

DÍAZ77 trata el contenido de la sentencia y destaca que ésta plasmará la manifestación de voluntad

formulada por el actor abandonando su pretensión y el derecho en que la misma se fundamente,

careciendo de importancia las razones o sustentando los motivos que conducen a la renuncia. Para

la citada autora, a pesar que el artículo 209 de la NLEC establece las reglas especiales sobre la

forma y contenido de la sentencia, entiende que no debe hacer referencia a hechos sobre los que

puede o no haber recaído actividad probatoria, toda vez que su decisión no responde al resultado

del debate contradictorio mantenido entre las partes.

Costas del proceso.

En materia de costas, el artículo 20 de la NLEC, dedicado a regular la renuncia no contempla

disposición alguna sobre dicha materia, y al no existir precepto especifico que contemple la

imposición de costas en el supuesto de renuncia, hay que acudir a la aplicación de las normas

generales previstas en el artículo 394 LEC, consagrándose en él el criterio objetivo del

vencimiento78 del artículo 523 de la ALEC79, que para algún autor80 es el criterio de la causalidad

porque el criterio objetivo no encubre sino una presunción general de que el vencido en juicio es

el causante del mismo y quien, por tanto, deberá cargar con el pago de las costas que se generen.

Según dicho precepto se impondrán las costas a la parte que haya visto rechazadas todas sus

pretensiones, salvo que el tribunal aprecie y así lo razone, que el caso presentaba seria dudas de

hecho o de derecho, toda vez que el artículo 20, al regular la renuncia, establece que si es válida se

dictará sentencia absolviendo al demandado, y por tanto se rechazan las pretensiones del actor. Así,

lo ha entendido la mayoría de la jurisprudencia, por ejemplo La Audiencia Provincial de


Barcelona, 81que estableció que en materia de costas, ante la ausencia de norma específica, las

costas procesales se rigen por el principio general del vencimiento, artículo 394 LEC, esto es, se

imponen a la parte cuyas pretensiones fueren rechazadas, así la sentencia absolutoria impuesta por

la renuncia a la acción ejercitada o derecho base de la pretensión implica la desestimación de la

demanda y subsiguiente condena en costas, por lo que procede la desestimación del recurso. En la

misma dirección, La Audiencia Provincial de Navarra82 resolvió que la iniciación y terminación

del proceso recae única y exclusivamente en la iniciativa y voluntad de la parte actora, por lo que

debe pechar con las consecuencias perjudiciales de tal conducta, es decir, la condena en costas

causadas a los demandados absueltos.

Para DOIG DÍAZ83, en el supuesto de renuncia no parece que pueda el Juez apreciar serias dudas

de hecho y de derecho, y entiende que el Juez carece de cualquier margen de maniobra para

pronunciarse sobre la pretensión objeto de renuncia. La jurisprudencia no comparte el criterio de

dicha autora, y así, La Audiencia Provincial de Asturias84 no impuso las costas por haber serias

dudas de hecho o derecho al provenir la acción ejercitada de un pleito tramitado con la antigua ley,

donde la acción declarativa actual no fue "expresamente" ejercitada en la reconvención del anterior

juicio por el hoy actor. En algunas ocasiones al haber renuncia de la acción y de la reconvención,

el tribunal en buena lógica declaró que cada parte deberá satisfacer las causadas a su instancia.85 Y

alguna resolución86ha primado el acuerdo entre las partes antes que la literalidad del artículo a

pesar que la normas que regulan esta materia de "ius cogens", es decir, que no necesita ser solicitado

por la parte.

Para PÉREZ CRUZ MARTÍN87, en materia de costas se estará en función de la clase de renuncia,

y así, cuando sea total, se impondrán al litigante vencido. En el supuesto de renuncia parcial, y

siguiendo a FUENTES SORIANO88 la imposición de costas dependerá en principio de la solución

que se adopte en relación con el resto de las pretensiones que no han sido objeto de renuncia, si
todas las demás son desestimadas, estaremos ante un supuesto de desestimación total de la demanda

y las costas correrán a cargo del actor, pero si alguna de las restantes pretensiones se estima por

aplicación del art 394.2 LEC no habrá expresa imposición de costas. En contra de esta opinión está

el auto de la Audiencia Provincial de Málaga89, que impone el criterio del vencimiento solo eludible

si el Tribunal aprecia serias dudas de hecho o de derecho.

José Manuel Silvosa Tallón.

Secretario Judicial del Juzgado de Primera Instancia e Instrucción de Arzúa La Coruña.

Profesor colaborador desde el año 2002 de la Escuela de Práctica Jurídica de la Universidad de

Santiago de Compostela.

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