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Los documentos clasificados de Estados Unidos son una fuente inagotable de sorpresas y
muchos constatan que las teorías de la conspiración no eran sólo un invento de vaqueros
chiflados que habitan en caravanas: en ocasiones constituían el día a día de detectives y
servicios de inteligencia que se las tomaban muy en serio.
Parce que los americanos no se fiaban de la versión oficial sobre el fin de Hitler, esa que
narró magistralmente la película 'El Hundimiento' y según la cual el dictador se suicidó el
30 de abril de 1945 junto a su mujer, Eva Braun, con la que se había casado el día anterior.
Supuestamente, cuando los soviéticos llegaron al bunker del führer encontraron los
cadáveres incinerados en un estado terrible, pero no compartieron ninguna información con
los aliados. Los rusos no confirmaron oficialmente la muerte de Hitler hasta 1955, y ni
siquiera entonces se mostraron evidencias sustanciales sobre la identificación de los
cuerpos, lo que, claro está, alimentó todo tipo de teorías.
El informante decía haber sido uno de los cuatro hombres que se encontró con Hitler en una
playa argentina, sólo dos semanas después de la toma de Berlín por el Ejercito Rojo. El
führer llegó al país andino acompañado de 50 nazis, que se alojaron en casas de familias
alemanas en los pueblos de San Antonio, Videma, Neuquén, Muster, Carmena y Rason.
Según el confidente, su salud era precaria, y muchos de ellos tenían asma y úlceras. El
führer además se había afeitado el bigote para pasar desapercibido, lo que revelaba una
berruga en su labio superior (quizás la razón por la que siempre llevo su icónico mostacho).
El chivato argentino llegó a escribir una carta al mismísimo J. Edgar Hoover, el director del
FBI, especificando la ubicación exacta del refugio de Hitler: una residencia bajo tierra
situada a 1086 kilómetros al oeste de Florianópolis y 692 kilómetros al noroeste de Buenos
Aires. El dictador vivía junto a dos dobles en un área secreta tras una pared fotosensible
que se deslizaba para revelar la entrada del bunker.
El führer y el resto de nazis huidos contaban con una cuenta de banco cedida por una tal
“Mrs. Eichorn”, una vieja conocida de Hitler, que regentaba un Hotel en La Falda, y en la
que había más de 30.000 marcos (unos 2 millones de dólares al cambio actual).
Los agentes del FBI consideraban que la historia era creíble pero no tenían suficiente
información para hacer una investigación completa, por lo que el caso quedo en punto
muerto. Un memorándum posterior del FBI confirmaba que el agente en cargo de la
investigación creía de verás que Hitler y Braun habían sobrevivido a la toma de Berlín, pero
no estaba seguro de que se hubiera escondido en Argentina y creía más probable que el
dictador se encontrara en Suiza.
A día de hoy la ubicación de los restos de Hitler sigue siendo un misterio. En los años 90
los soviéticos aseguraron que el NKVD –el Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos–
también especuló con la posibilidad de que Hitler hubiera huido pero, tras una intensa
busqueda, lograrón hallar los restos irreconocibles del füherer, su mujer, y la familia
Goebbels, y estos fueron transportados a un cuartel militar que luego pasaría a ser territorio
de la República Democrática Alemana.
Hasta la fecha nadie sabe donde está el cráneo de Hitler, si es que realmente se econtró.
Supuestamente, el único fragmento de su cadáver que se conserva, un hueso parietal de su
caja craneana, está en un museo soviético, pero en 2009, el arqueólogo Nick Bellantoni
realizó un análisis de ADN en los restos y determinó que no pertenecían al dictador. El
misterio sigue sin solución.