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PERSPECTIVAS SOBRE EL ARGUMENTO

Joseph W. Wenzel

El principal propósito de este ensayo es explicar tres distintas, pero


interrelacionadas perspectivas para el estudio del argumento. Tomados en conjunto,
constituyen un sistema conceptual que puede proporcionar orden y claridad a un área de
investigación que actualmente está caracterizada por una serie de perspectivas y,
aparentemente, inconmensurables resultados. La noción convencional de argumento, tal
como lo formula la lógica formal, ha sido últimamente cuestionado por nuevas
conceptualizaciones. Uno de los temas de este ensayo es que la exacta pregunta
propuesta en muchos de estos esfuerzos --¿Qué es un argumento?-- lleva a
malentendidos. La investigación reciente en este campo, demuestra que un único
constructo de argumento no puede hacer justicia a los variados y unilaterales puntos de
vistas asumidos por diversos estudiosos. Si se intenta desarrollar algo así como una
"teoría del argumento" o se va a poner el argumento dentro de una tería más amplia, se
requiere de esquemas conceptuales que reconozcan y clarifiquen las relaciones entre los
diferentes clases de preguntas, datos y explicaciones que los investigadores producen.
Siguiendo este planteamiento, este ensayo, propone un conjunto más apropiado de
preguntas: ¿Cuáles son las diversas maneras, por medio de los cuales, los estudiosos
construyen los argumentos? ¿Qué diferentes prespectivas son así creadas? ¿Qué
intereses o propósitos son propios de cada perspectiva? ¿Qué se puede ganar al estudiar
los argumentos en esa forma? Un análisis de les tres principales perspectivas que han
guíado de hecho (aunque, a menudo, inconscientemente) el estudio del argumento
producirán, en efecto, una mejor apreciación de los usos y límites de cada una y puede
facilitar el camino para una eventual síntesis.

Un segundo propósito de este ensayo es aplicar el esquema de las tres


perspectivas a algunos problemas recientes en argumentación. Discutiré que tales temas
controversiales se convierten en seudo problemas cuando son examinados desde el
punto de vista de esta triple perspectiva.

Las distinciones trazadas en este ensayo han permenecido ocultas en el


estudio de la argumentación por algún tiempo, y no reclamo ninguna originalidad en
meramente reconerlas. La tres perpectivas, sin embargo, no han sido nunca analizadas
con el detalle que aquí se hace. Tampoco sus relaciones, como partes de un sistema
conceptual más amplio, han sido bien explicadas.
A modo de orientación preliminar, será útil notar en qué punto este
ensayo establece una relación con algún otro esfuerzo por conceptualizar el argumento.
En un reciente diálogo, Brockriede y O'Keefe hicieron algún progreso en describir los
fenómenos que son que son de interés para los estudiosos de la argumentación.1 Las
observaciones inicales de Brockriede sobre los argumentos como centrados en las
personas, abiertos y de concepto variable son útiles puntos de partida, particularmente
su observación de que un "argumento no es una cosa que la gente busca, sino un
concepto que la gente usa, una perspectiva que ella toma".2 Aunque él ofrece una
definición de argumento basado en seis características, me siento inclinado a descontar
la perspectiva definicional a fin de reinterpretar el propósito de Brockriede como
caracterizado por su título "¿Dónde está el argumento?" Lo que Brockriede ofrece, me
parece, es una descripción de las clases de situaciones donde el estudio del argumento
probará ser útil. Así, encuentro útil reformular su descripción para decir algo como lo
siguiente:

El estudio del argumento, de cualquier modo como uno lo construya, es


generalmente apropiado en situaciones donde uno o más miembros de un grupo social
(o sea, personas que comparten un marco de referencia) responde a problemas o
incertidumbres, proponiendo o justificando demandas a fin de facilitar la
decisión o la elección entre alternativas. Incidentalmente, entre otros rasgos de
interés, está el grado en que tales argumentadores se ponen a sí mismos en riesgo.

El punto de la crítica que O'Keefe hace a Brockriede, no era la de


rechazar la caracterización general de los lugares donde los argumentos pueden ser
encontrado, sino más bien distinguir dos fenómenos diferentes que pueden ser
descubiertos en tales lugares. El argumento1 de O'Keefe refiere a una clase de actos de
habla indexados en la conversación cotidiana por expresiones como "construír un
argumento" y argumento2 refiere a una interacción indexada por expresiones como
"tener un argumento".3 Ahora bien, no se sigue necesariamente que, porque hay
diferentes fenómenos, tienen que haber diferentes constructos de argumento, y, en
verdad, Brockriede argumentó en su defensa que las 6 características de su constructo
holístico de argumento se aplican en su totalidad a los dos fenómenos identificados por
O'Keefe.4 No obstante, a partir del reconocimiento de fenómenos discretos, tal como lo
hace O'Keefe en su ensayo, surge una fuerte sospecha de la necesidad por constructos,
concepciones o perspectivas discretas para el análisis. El propósito de este ensayyo es
empezar la explicación de tres de esos esquemas conceptuales o perspectivas que han
evolucionado para facilitar el estudio de varios fenómenos comprendido por el término
"argumento". No estoy preocupado aquí con el fenómeno per se, sino con maneras de
mirarlos, y mi análisis atraviesa las distinciones de O'Keefe.

Como ya observé anteriormente, este ensayo extiende ciertas líneas de


pensamiento que han sido tocados, o parcialmente desarrollados, en otros trabajos sobre
argumentación. Fisher and Sayles, por ejemplo, desarrolló una distinción entre la
perspectiva lógica y retórica del argumento de una manera generalmente consistente con
lo que sigue.5 Finalmente, algunas ideas avanzadas en mi ensayo --quizás las más
importantes-- fueron expresadas por Maurice Natanson en un ensayo que traza el
movimiento de una ingenua preocupación por argumentos concretos, a una mirada más
reflexiva por los argumentos como tal --a una preocupación filosófica-- por los
argumentos como el medio para arriesgar, y así crear, el yo:

El que se mueve de un argumento a la forma lógica de ese tipo de


argumento, se desvía de un argumento como tal. La argumentación, podemos
sugerir, va un considerable paso más adelante: está el rango total que envuelve a
los argumentos --argumentos como tales-- y los que argumentan, al participar
en tal examen, están sujetos a un orden teórico de escrutinio que busca
llegar a un proyecto de toda la empresa. En estos términos, un argumento es un
ingenuo contenido de la vida cotidiana; el argumento como tal, es el tema para
una disciplinada investigación que debe permanecer fuera de los asuntos del
sentido común; y la teoría de la argumentación es un desarrollo distintivamente
filosófico.6
La discusión de Natanson de este movimiento reconoce los impulsos
retóricos, lógicos y filosóficos que han moldeado nuestros modos de construír
argumentos. Lo que sigue es un esfuerzo por clarificar las perspectivas retórica, lógica y
dialéctica aplicadas al estudio del argumento.

Empezaré por describir las tres perspectivas, primero haciendo un esbozo


amplio y, a continuación, completándolo con detalles más finos. En la mayor parte,
describiré la visión del profesor-analista-crítico sobre los fenómenos relevantes. En
ciertos puntos de la discusión, sin embargo, será útil comentar sobre las perspectivas de
los que argumentan como actores sociales ingenuos. Ciertamente las personas ordinarias
comprenden de una manera general alguna de las distinciones que puede hacer una
disciplinada investigación; es decir, entre un argumento "persuasivo" y un argumento
"correcto". El énfasis, sin embargo, estará puesto en la comprensión de un estudioso. En
la sección final del ensayo sugeriré cómo una comprensión de las tres perspectivas
arroja luz sobre recientes problemas en argumentación.

De las diversas maneras en las cuales los estudiosos usan el término


"argumento" y sus relaciones, tres son de inmediata importancia: argumentos como
procesos, argumentos como procedimientos y argumentos como productos.7 Aunque los
tres sentidos son registrados, a grandes rasgos, en el lenguaje cotidiano (es decir,
"presentar argumentos","estar envuelto en una argumentación", "juzgar un argumento")
es la aplicación de los tres sentidos por parte del investigador, lo que es de principal
interés. Cuando es usado por especialistas, cada sentido del término refiere a una
perspectiva distinta considerada en el examen de los que argumentan y sus conductas, y
las perspectivas son, en términos generales, alineadas con las disciplinas que han estado
históricamente preocupadas con argumentos. Así, los tres sentidos están correlacionados
respectivamente con las perspectivas de la retórica, la dialéctica y la lógica.

Hablamos de argumentos en el sentido de proceso dondequiera que


aplicamos el nombre de argumento o argumentación al fenómeno de uno o más actores
sociales dirigiéndo llamados simbólicos a otros en un esfuerzo por ganar adherentes.1
Cuando decimos por ejemplo, "Clarence Darrow luchaba por la justicia social",
pensamos del hombre como situado en el mundo real de la acción socio-política,
hablando a otras personas, tambien situadas en ese contexto, con le propósito de influír
sus actitudes, creencias y acciones. Concebimos a sus motivos como persuasión y
nuestro propósito al examinar su conducta, sus antecedentes y sus consecuencias es el
de comprender el proceso de persuasión. Para ser más precisos, cuando hablamos de
estudiar un "argumento" desde su perspectiva retórica, queremos decir que buscamos
comprender ciertos elementos empapados por el proceso de persuasión. Así, la
perspectiva retórica construye "la argumentación" como un proceso persuasivo.

Un segundo sentido del término es de un argumento como


procedimiento, y es en este sentido que el argumento está aliado con la dialéctica (y
otras maneras de manejar el discurso tales como el debate y la discusión).8 En el
lenguaje ordinario, a menudo marcamos este sentido por expresiones tales como
"conducir un argumento" o "comprometerse en una argumentación". La perspectiva
dialéctica construye un argumento como un procedimiento o una metodología para
poner el proceso natural de argumentar bajo algún tipo de deliberado control. Los
participantes son comprendidos, no sólo como meros participantes, sino como abogados
auto-conscientes, y sus motivos son concebidos como un único esfuerzo cooperativo
para alcanzar juntos una decisión o entendimiento. El elemento de cooperación se revela
más claramente en su abierto acuerdo sobre reglas de procedimiento. El ingreso en un
método de discusión es presupuesto para alterar la naturaleza de una interacción
argumentativa.

El Argumento en el tercer sentido puede ser pensado como un producto


tanto de ingenuos actores sociales que argumentan, o de conscientes abogados que se
comprometen en una argumentación, pero que debe su existencia a la construcción de
expresiones particulares de alguien como "argumentos". En este, el sentido lógico, un
argumento es un conjunto de proposiciones (premisas y conclusión o evidencia y
pretensión) por medio de las cuales alguien elige representar "significados" abstractos
del proceso en marcha de la comunicación. Tales argumentos-objetos son imparciales e
imperfectas representaciones de las expresiones humanas, pero constituyen esfuerzos
significativos para objetivar aspectos del significado que pueden ser apropiadamente
sujetos a un análisis y una crítica. En el lenguaje cotidiano invocamos la perspectiva
lógica cuando hablamos de "estructurar un argumento" o "examinar un argumento".
No debería sorprender el que haya diferentes sentidos del término
"argumento", o que ellos reflejan perspectivas bastante diferentes, porque la palabra es
usada para referirse a un rango de fenómenos asociados con algunos de nuestros más
complejas y significativas conductas humanas. La contemplación de esa conducta ha
dado lugar a la práctica y a los intereses teóricos que están históricamente asociados
con la retórica, la dialéctica y la lógica: el interés en adaptar en forma efectiva el
discurso a los auditores particulares; el interés en desarrollar y usar métodos de toma de
decisiones colectiva; y el interés en descubrir y emplear estándares para el juicio
racional. Cada disciplina enfoca sus lentes en el mismo rango general de la actividad
humana, pero cada una hace resaltar diferentes fenómenos. Así, si uno pregunta a cada
uno "¿Qué es un argumento?" es probable que difieran drásticamente. "Un argumento",
dice un lógico," es un conjunto de proposiciones que consiste de premisas y conclusión
o apoyo y pretensión". "Argumento", dice el retórico, "es un modo de apelar, un medio
de persuasión, una conducta típica de personas que usan símbolos para comunicarse".
"Argumento", dice el dialéctico, "es un método disciplinado del discurso para someter a
un test crítico las tesis". A cada una de estas proposiciones, uno está inclinado a
responder: "¡Bien! por supuesto, eso es correcto --hasta cierto punto." Pero, tal como el
cuerpo puede ser estudiado anatómicamente, fisiológicamente o químicamente; del
mismo mmodo, el proceso de la argumentación puede ser estudiado retóricamente,
dialécticamente o lógicamente. En cada caso, los diversos estudios se complementan y
se enriquecen mutuamente. Debido a que sus límites son inevitablemente oscuros, no
obstante, una palabra de cautela puede ser necesaria aquí. La categorización de las
perspectivas es necesario para reconocer el punto de partida de la
investigación, las preguntas estratégicas de cada disciplina, y la clase de resultados que
se esperan de cada uno. Pero tenemos que estar preparados para esa nítida forma que se
oscurece justo en esos puntos donde una perspectiva emerge de la otra, donde las
cuestiones de fisiología, por decirlo así, son transformadas en cuestiones de bioquímica,
donde los problemas de lógica se convierten en dialécticos. Una completa comprensión
de los procesos de argumentación consistirá de una eventual síntesis de los resultados
logrados en las tres perspectivas.

En este punto, el amplio esbozo de las tres perpectivas meramente


recapitula lo que ha sido reconocido, hasta cierto punto explícitamente, en recientes
análisis de los argumentos. Sin embargo, algunos avances pueden ser hechos en esos
análisis, si enfocamos más precisamente sobre varios elementos que son comúnmente
invocados en los intentos por conceptualizar argumentos. Específicamente, la noción de
propósito, situación, reglas, estándares y agentes. Los siguientes análisis, más finos de
esos elementos, nos permitirán construír una mejor comprensión de cada perspectiva.
Además, tales análisis nos ayudarán a revelar cómo cada perspectiva es informada por
los intereses prácticos de una persona que actúa dentro de él y por los intereses teóricos
de los críticos-académicos que examinan tal acción.

II

PROPOSITO

Las tres perspectivas se distinguen fundamentalmente en términos de la


concepción de propósito que caracteriza a cada uno. Como observé antes, los modos de
acción y de investigación envueltos en la concepción de la retórica, la dialéctica se
originan en los propósitos prácticos de los que usan el lenguaje. En el caso de cada
perspectiva, por lo tanto, será útil tener en cuenta que los propósitos teóricos de los
estudiosos están condicionados por los efectos prácticos en vista de los cuales las
disciplinas se desarrollan.

El arte de la retórica fue creado para satisfacer las necesidades de las


personas que buscan persuadir a otras. y a pesar de todas las variaciones de definiciones
dadas por los teóricos de la retórica, su concepción medular de los, propósitos de la
conducta retórica permanecen igual. El "descubrimiento de los medios de persuasuión
disponible"9 de Aristóteles, el "adaptar el discurso a su fin"10 de Campbell, el "ajustar
las ideas a la gente y la gente a las ideas"11 de Bryan, y el "ganar adherencia a sus
tesis"12 de Perelman, todos confluyen a la misma tarea básica: señalar los recursos de
representación simbólica (típicamente linguísticos), a fin de expresar nuestra
conprensión de cómo las cosan son y cómo deberían ser, de una manera que las haga
atractivas hacia otras personas. Dentro de la perspectiva retórica, por lo tanto, los
argumentos están construídos como un modo de representación simbólica que tiene
potenciales únicos para influenciar a la gente. Cuando ellos observan a las personas que
hacen argumentos, los teóricos y críticos de la retórica están interesados en el amplio
acto comunicativo (como opuesto a un abstracto silogismo o lo que sea), en las
expresiones en el lenguaje natural (como opuesto a algún lenguaje lógico formal), y en
la relación del acto comunicativo con los interlocutores reales (como opuesto a algún
idealizado ser racional).2 Es el interés en el argumento como persuasión lo que sirve de
base a estos aspectos de la perspectiva retórica y la distinguen de la lógica.

"La Retórica", dice Aristóteles, existe para afectar la realización de la


decisión".13 También lo hace, por supuesto, la dialéctica; pero las dos disciplinas sirven
al proceso de toma de decisión de maneras complementarias. Como arte de la
adaptación, la retórica desarrolla la habilidad para hacer atractivo a los demás los puntos
de vista propios. Como arte del manejo del discurso, la dialéctica proporciona los
medios para hacer nuestras expresiones simples, ya que las oportunidades son
propuestas para preguntar y responder, definición y clarificación, refutación y respuesta.
El propósito último de la dialéctica, como método de argumentación, es promover unn
análisis crítico de las expresiones alternativas de la comprensión de cómo las cosas son
y cómo deberían ser. Aunque otorgó el uso de las habilidades dialécticas para el
desarrollo intelectual y las discusiones casuales, Aristóteles consideró que dialéctica era
principalmente útil en las ciencias filosóficas "porque la habilidad para descubrir
dificultades que deben ser investigados en ambos lados de la investigación, nos hará
detectar más fácilmente la verdad y el error sobre los diversos puntos propuestos."14 A
nivel teórico, la perspectiva dialéctica incluye todos los estudios de formas del discurso
que buscan comprender las condiciones que afectan la toma de decisión crítica.

El propósito de la lógica también es tomar decisiones, pero a un nivel


microscópico, porque la lógica como arte práctico aplica reglas y estándares a
específicos y limitados conjuntos de proposiciones, ofrecidos como expresiones de
legítimos procesos de razonamiento. En la perpectiva lógica, por lo tanto, los
argumentos son constreuídos como cosas o productos que pueden ser abstraídas del
proceso de interacción comunicativa que se produce en la dialéctica o la retórica. Como
estudio teórico, la lógica trata de descubrir o desarrollar cánones de inferencias
correctas que nos capacitan para establecer ciertas expresiones como un conocimiento
confiable.

De esta manera, las tres perspectivas son gobernadas por distintos


propósitos. Los estudiosos del argumento adoptan la perspectiva retórica a fin de
investigar las condiciones de expresión efectiva, la perspectiva dialéctica para
comprender las condiciones de expresiones simples y críticas, y la perspectiva lógica
para investigar las condiciones de validez en la expresión de nuestros pretensiones de
conocer.

SITUACION

La noción de situación está construída de un modo diferente en cada una


de las tres perspectivas. Para empezar, un camino para distinguir la visión de la
perspectiva retórica y dialéctica es decir que la perspectiva retórica es "real" mientras
que la dialéctica es "inventada". Los argumentos llaman la atención en situaciones en
las que, todos estarán de acuerdo, son retóricas. Los argumentos de la vida cotidiana
consisten de expresiones reales producidas por actores sociales reales en situaciones de
exigencias, restricciones y potencialidades que son parte de una realidad social.15
Frente a una exigencia actual, se espera que la expresión produzca una acción en los que
escuchan. Los elementos de la situación retórica son comprendidos por los teóricos o los
críticos como reales, concretos, particulares e inmediatos.

En contraste, la situación dialéctica es caracterizada por una actitud de


"supongamos que...". El mundo natural de la acción social se ha suspendido
(momentáneamente, al menos) en la medida que las personas entran en un ámbito
especial de diálogo. El motivo retórico, destinado a resolver una exigencia a través del
discurso persuasivo, cede el camino al motivo dialéctico, destinado a criticar tesis; y la
real, concreta, particular e inmediata substancia del llamado retórico, cede el camino a
las consideraciones dialécticas de asuntos que son hipotéticos, abstractos,
universalizables y mediatos.

La profunda importancia de esta distinción entre la situación retórica y


dialéctica es presentada por Jurgen Habermas, quien basa su teoría consencual de la
verdad parcialmente en la posibilidad de una genuina dialéctica. La "acción
comunicativa" ordinaria (conducta retórica), él explica, se encuentra en un tácito marco
de consenso que incluye el acuerdo sobre hechos y normas. Cuando estos últimos son
cuestionados, ellos pueden ser rescatados o racionalmente establecidos ingresando en un
"discurso" (o sea, dialéctico):

En las acciones comunicativas, las pretensiones de validez, enraizadas en


los hechos, que forman el sustrato del consenso, son asumidas ingenuamente. El
discurso, por otra parte, sirve de justificación de las pretensiones de validez de las
opiniones y normas. Así, el sistema de acción y experiencia nos refiere de una
manera que nos compele a una forma de comunicación en la cual los participantes
no intercambian información, no dirigen ni desarrollan acciones, tampoco
tienen o comunican experiencias; en su lugar, ellos buscan argumentos u ofrecen
justificaciones. El discurso, por lo tanto, requiere la virtualización de las
restricciones en la acción. Esto es intentado para hacer inoperativos todos los
motivos, excepto solamente los de disposición cooperativa para llegar a una
comprensión, y además requiere que las cuestiones de validez sean separadas de
aquellas de la génesis. El discurso, por lo tanto, hace posible la virtualización de las
pretensiones de validez; esto consiste en nuestro anuncio con respecto a los
objetos de la acción comunicativa (cosas y eventos, personas y expresiones) una
reserva concerniente a la existencia y concebir los hechos tanto como las normas
desde el punto de vista de la existencia possible. Para hablar como Husserl lo
hace, en el discurso ponemos en paréntesis las tesis generales. Así los hechos son
transformados en situaciones que pueden o no pueden ser el caso, y las normas
son transformadas en recomendaciones y advertencias que pueden ser
correctas o apropiadas sino también incorrectas o inapropiadas.

Solamente la estructura de esta peculiarmente irreal forma de


comunicación garantiza la posibilidad de lograr un consenso discursivo, que puede
ganar el reconocimiento de racional.16

Para los propósitos del teorizar dialéctico, por lo tanto, la situación es


construída como una arena para el discurso que es creado para el propósito de facilitar
un proceso creítico. Ambos, el teórico de la retórica y el teórico de la dialéctica podrían
estar interesados en la situación en la cual las interacciones argumentales (argumentos2)
ocurren, pero el centro de su atención podría diferir de un modo notorio.

La perspectiva lógica pone en escena una tercera y bastante diferente


concepción de situación o contexto. Para los propósitos del análisis lógico y la crítica,
Burleson escribe, "La noción de Toulmin de dependencia-de-campo es una
particularmente útil y penetrante manera de conceptualizar el contexto. Si se comprende
propiamente, el diagrama de Toulmin lleva a los críticos y teóricos a considerar lo que
puede ser denominado el contexto sustantivo de un argumento".17 Los lógicos se
centran en un conjunto de proposiciones que son abstraídas del contexto comunicativo,
objetivado y despersonalizado, y contemplado como una construcción de una potencial
importancia epistemológica. Para evaluar esa construcción, sin embargo, se requiere
que sea situado en un "contexto lógico" determinado por el campo de investigación para
el cual reclama significado. Burleson describe tal contexto como:
un ámbito de ideas y relaciones entre ideas compartidas por los miembros de
una comunidad. Una consideración de este contexto obliga a preocuparse de temas
como: ¿Qué constituye datos y apoyos creíbles y relevantes? ¿Qué clase de
pretensiones pueden ser propuestos legítimamente? ¿Qué factores determinan
la extensión en que las pretensiones pueden ser cualificadas? ¿Qué tipos de garantías
son permisibles? Obviamente, esta lista podría ser extendida para comprender
una variedad de temas similares.18

Por supuesto, los campos de argumento pueden ser extremadamente


difusos y poco estructurados o pueden ser compactos y disciplinas altamente
institucionalizadas. No importa cuánto ellos pueden variar en formalidad o precisión,
no obstante, todos los campos de serias discusiones son distinguidas por propósitos
prácticos que dan sentido a sus estándares y reglas de inferencia.19 Ese punto es
ilustrado por el uso de tres perspectivas sobre el estudio del argumento, y la próxima
sección tendrá que ver con el apelar a los estándares, al teorizar y criticar en materias
retóricas, dialécticas y lógicas.

NORMAS Y ESTANDARES

Estos elementos sirven para discriminar las tres perspectivas de una


manera simple, desde el punto de vista del teórico como del práctico. Si el retórico es un
actor social en una situación real, él debe estar limitado fundamentalmente por ciertas
reglas sociales tácitas. Este será el caso si él es un rústico analfabeto hablando en una
taberna local o bien, un hábil parlamentario en el Congreso. Tales reglas forman parte
del contexto consensual que hace posible la comunicación ordinaria. Si se las
cuestionara, por ejemplo, por un decreto para cambiar las reglas del Parlamento, o aún
por una pretensión de que está justificado usar un lenguaje cuestionable; el equilibrio
podría ser restaurado sólo por medio de una suspensión de la acción comunicativa en
proceso y por un recurso a la dialéctica. La tácito, y usualmente no problemática
comprensión de tales reglas es una condición constitutiva de la acción retórica. Es, por
supuesto, una parte importante del "marco de referencia compartido" que Brockriede
enfatizó como la base del argumento.20

Volviendo a la dialéctica, aparece que la consciente articulación de la


reglas es una característica que definen esa perspectiva del argumento. La decisión de
suspender las restricciones de la acción, para entrar en el reino del discurso a fin de
someter a un riguroso examen las tesis, lleva inexorablemente a la realización de una
necesidad por reglas de procedimiento. Ninguna clase de discusión servirá los intereses
de la dialéctica, sino sólo ese método o procedimiento que da el máximo de oportunidad
para la crítica de proposiciones propuestas. Si el criterio fundamental para las reglas de
la retórica es la "eficacia", la de la dialéctica puede ser descrita como la de la
"sencillez". Cada paso en una cadena de razonamiento tiene que ser expresado
totalmente; nada debe ser asumido, ciertamente nada puede ser cancelado. Así, Sócrates
obtiene de Gorgias la promesa de dar respuestas breves, ofrece un cuestionamiento
recíproco, etc.21 Como Perelman y otros han observado en la forma clásica de la
dialéctica, las reglas que limitan el diálogo a breves intercambios, o preguntas y
respuestas, aseguran que cada premisa sea examinada antes de que se le permita formar
parte de una cadena de razonamiento. Ningún efecto de elocuencia será permitido para
desarrollar un punto débil con una audiencia irreflexible: "El razonamiento aquí (en la
dialéctica platónica) avanza paso a paso; cada paso tiene que ser verificado y y debe ser
confirmado por la aprobación del interlocutor".22 Así, la perspectiva dialéctica ve a la
argumentación como un procedimiento gobernado por reglas que están abiertamente
articuladas y aprobadas, en lugar de ser tácitas y no examinadas.

Las reglas características de la perspectiva lógica son, quizás, demasiado


obvias para requerir una extensa discusión, y es igualmente obvio que ellas difieren de
aquellas de las perspectivas retóricas y dialécticas. La crítica lógica está determinada
para establecer el valor de un argumento abstraído del proceso retórico o de los
procedimientos dialécticos, y los teóricos de la lógica están preocupados de formular las
reglas y los estándares que permiten tales juicios. El término clave aquí, paralelo a la
"efectividad" de los retóricos, y a la "sencillez" de los dialécticos, es la noción de
"validez" de los lógicos.

ARGUMENTADORES Y AUDIENCIAS

Las características del que argumenta es un importante elemento sólo al


distinguir la retórica y la dialéctica, y algo se ha dicho ya sobre cómo el que argumenta
es construído en cada una de estas perspectivas. Podemos hablar de un "retórico" como
de un "actor social ingenuo" porque uno no necesita ninguna conciencia particular del
rol para actuar, o ser construído, como un agente persuasivo. Todos somos retóricos.
Nuestra naturaleza humana está tan unida con el lenguaje y la sociabilidad que no
podemos evitar la acción retórica. No ocurre así con la dialéctica, sin embargo.
Enfrentados a la oposición, podemos invocar numerosas estrategias de evasión. Así, la
dialéctica requiere, en primer lugar, el reconocimiento de otra persona que de alguna
manera se enfrenta y se opone a nosotros. La decisión de hablar sobre el conflicto, para
"ventilar las diferencias", en lugar de romper la interacción, lleva el implícito
reconocimiento de roles de abogados, y el desarrollo de una genuina dialéctica implica
una creciente auto-conciencia de los participantes. Por esta razón, podemos hablar de
los que se enfrentan en la dialéctica como abogados auto-conscientes.

Es en su rol de receptores de mensajes que las personas son más


significativamente distinguidos en las tres perspectivas. Los roles relevantes construídos
por los teóricos o críticos son los de audiencia retórica, el de interlocutor dialéctico, y la
crítica lógica, proque estos son los tres que, en varios modos, intercambian juicios o
argumentos. Un útil conjunto de distinciones deriva de la caracterización de Perelman
de las audiencias como particulares o generales.23 La audiencia retórica es comprendida
como una reunión particular de personas, ya sean reales o construídas por el que
argumenta, como personas a las que él se dirige. El acto de la retórica es una adaptación
de las ideas a personas particulares en una situación particular.

En contraste con esto, la perspectiva lógica, ha tradicionalmente


construído el receptor/examinador/crítico como una configuración impersonal de reglas
universales. Esa es, por lo menos, la idealizada concepción de la crítica que se sigue de
una lógica puramente formal. Una poco característica intromisión dentro de ese
formalismo parece ser la causa de la indicación de Perelman y Olbrechts-Tyteca de que
"La argumentación dirigida a una audiencia universal debe convencer al lector de que
las razones aducidas son de un caracter que compele, que son auto-evidentes y poseen
una validez absoluta e intemporal...y...". La máxima eficiencia retórica, en el caso de
una audiencia universal, es la retórica que emplea nada sino pruebas lógicas.24 La
concepción de la crítica lógica que emerge de tal formalista noción de la lógica no es
tanto la de un ser humano ejercitando el juicio, como la de una "máquina lógica" que
aplica algunas invariables reglas de validez. Además, uno se pregunta qué clase de
proposiciones y argumentos (excluyendo las proposiciones matemáticas) podrían
posiblemente ser consideradas "evidentes por sí mismas" y "poseer una validez absoluta
e intemporal". Así, Perelman y Olbrechts-Tyteca parecen caer en ese poco característico
formalismo porque en ese punto ellos se centran en la naturaleza de la apelación como
el último fundamento de la validez y la corrección.

Una lectura alternativa de Perelman y Olbrechts-tyteca enfatizaría las


personas que construyen la audiencia universal como la base para el juicio lógico. En
esta perspectiva, un argumento es válido sólo si podría ganar la aprobación de la
audiencia universal que podría ser definida como conformada por todos los jueces
calificados.25 En esta perspectiva además, la validez lógica ya no es construída
meramente en términos de estructura formal y evidencia por si misma, sino más bien
está basada en cualquier criterio sustantivo que los observadores cualificados invocan.
Ahora bien, esta es una concepción del criticismo lógico mucho más amplia que la
concepción tradicional de la lógica formal. Más importante quizás, es una concepción
de la crítica lógica que es considerable más difícil visualizar en la práctica. Después de
todo, cualquier persona de una ordinaria inteligencia, que pueda aprender las reglas de
un sistema formal, puede aplicarlas y el criticismo llega a ser una tarea relativamente
simple. En contraste, es mucho más arduo concebir una audiencia universal
estableciendo el conocimiento sustantivo relevante total que permita una completa
crítica del conocimiento de la historia del tópico, una familiaridad con todas la
evidencia relevante, el tener en cuenta los casos especiales, y otras consideraciones
similares. ¿Cómo podría, entonces, ser realizado esta suerte de criticismo lógico? La
respuesta histórica ha sido: a través de la dialéctica.

El interlocutor en la dialéctica puede ser comprendido como una


amalgama del auditor retórico y el crítico lógico. Los que discuten son, en efecto,
personas pàrticulares, pero los procedimientos críticos los obliga a representar la
idealizada audiencia universal. El interlocutor dialéctico puede así ser construído como
una persona particular "restringida" por la universalidad. Su particularidad es innegable
y, en verdad, influencia todo su discurso real, pero el rol de interlocutor, en tanto
interlocutor, es justamente esforzarse por representar la audiencia universal de todas las
respuestas cualificadas. Ese rol es intuitivamente comprendido por cualquiera que toma
seriamente el papel de abogado del diablo y trata de levantar legítimas objecciones a
una línea de argumento.

No obstante, el problema de realizar la completa crítica dentro de un


marco dialéctico subsiste, porque ninguna persona o grupo puede realmente envolver las
capacidades de una audiencia universal. Debido a que ese problema es un problema
fundamental para cualquier investigación disciplinada; las soluciones que, de hecho, han
sido diseñadas representan la aplicación de la perspectiva dialéctica. En las sociedades
democráticas, el "libre mercado de las ideas" es una de tales soluciones. En ciencia,
como Toulmin lo ha explicado, la mantención de apropiados lugares de contienda para
el test de conceptos científicos representa una aplicación de la perspectiva dialéctica.26
Ninguno de estos lugares de contienda presupone una audiencia estática universal, cada
audiencia depende, para una completa crítica, sobre la probabilidad de que toda persona
cualificada tendrá una justa oportunidad de proponer tesis y criticarlas. Además, la
certeza de la respuesta crítica en tales lugares de contienda genera un motivo, en todos
los participantes, de intentar satisfacer los estándares de la idealizada audiencia
universal. Es así que la perspectiva dialéctica informa toda la investigación disciplinada
e implica la perspectiva de los participantes o participantes que cumplen un rol crítico.

TABLA I

TRES PERSPECTIVAS RESUMIDAS

Perspectiva Retórica: enfoca el "argumentar" como PROCESO.

Propósito práctico: Persuasión.


Propósito teórico: Comprender las condiciones para un
argumentar efectivo.
Situación: Situaciones retóricas naturales.
Reglas: Reglas sociales tácitas.
Estándares: Efectividad.
Locutor: Actor social ingenuo.
Auditores: Audiencia particular.

Perspectiva Dialéctica: enfoca la "argumentación" como


PROCEDIMIENTO.

Propósito práctico: La crítica.


Propósito teórico: Explicar las condiciones para una
argumentación simple y crítica.
Situación: Lugares de controversia inventados
del discurso.
Reglas: Reglas de procedimiento explícitas.
Estándares: Sencillez
Locutor: Abogado Consciente.
Auditor: Particular restringido por la
universalidad.

Perspectiva Lógica: enfoca el "argumento" como PRODUCTO.


Propósito práctico: El juicio.
Propósito teórico: Establecer estándares para argumentos
correctos.
Situación: Campos de argumentos.
Reglas: Reglas inferenciales explícitas.
Estándares: Corrección.
Locutor: Explicador impersonal.
Auditor: Audiencia universal.

SUMARIO

La Tabla I proporciona un sumario de los elementos examinados en este


esbozo de las tres perspectivas. Al cerrar la sección sería apropiado tomar nota de la
relación instrumental entre las artes prácticas de las cuales se han deaarrollado las tres
perspectivas. En cualquier situación problemática donde la gente debe tomar decisiones,
las habilidades retóricas que permiten a los locutores presentar sus puntos de vista sobre
el mundo de una manera que atrae la atención de otros. Pero el poder retórico, por sí
mismo, garantiza solamente la supremacía de los más elocuentes o los más agudos. Los
procedimientos dialécticos no niegan las funciones de la elocuencia; pero ellas sí
aseguran que las alternativas visiones retóricas puedan ser creadas y consideradas. La
dialéctica requiere, además, una periódica detención en la comunicación de modo que
las premisas y los saltos inferenciales puedan ser examinados. Aquí, la lógica se
preocupa de aplicar los cánones de la inferencia correcta a las estructuras específicas
que los que discuten "emplean" en la discusión pública. Así, el poder creativo de la
retórica es dominado por el poder judicial de la lógica a través de los procedimientos
críticos de la dialéctica. De acuerdo con esta visión, las tres perspectivas forman parte
de una concepción de la argumentación como la exposición de la crítica de la toma de
decisiones.

III

Con esa descripción de las tres perspectivas ante nosotros, es ahora


apropiado decir algo sobre cómo esa formulación podría contribuír al estudio de la
argumentación. Estableceré cuatro puntos sobre la utilidad del sistema y los discutiré
brevemente.

Primero, la taxonomía propuesta por las tres perspectivas puede, por sí


misma, ayudar a clarificar la significación de previos trabajos sobre la argumentación
tanto como las potencialidades de futuras líneas de investigación. La significación de
mucha de la investigación previa se hace más clara cuando es puesta dentro de los
límites de las tres perspectivas. Estudios sobre la evidencia, por ejemplo, se han
enfocado algunas veces directamente sobre los efectos de ciertas clases de material de
apoyo, contribuyendo de esta manera a nuestra comprensión retórica; otras veces estos
estudios han tratado directamente con el valor probabilístico de la evidencia, cuando
ésta ha sido sometida a test por medio de estándares lógicos muy bien articulados. Pero
también han habido estudios sobre la evidencia que confunden la perspectiva lógica y la
perspectiva retórica y, en consecuencia, producen resultados cuestionables. El uso del
modelo de Toulmin proporciona otro ejemplo del problema de la perspectiva. Muchos
estudiantes cuando aprenden por primera vez el modelo lo construyen como una
prescripción retórica; ellos pueden ser fácilmente liberados de esa noción si alguien les
explica que LOS USOS DEL ARGUMENTO constituye un refinamiento de la
perspectiva lógica. Finalmente, con respecto a la investigación futura, una adhesión a
las tres perspectivas como un principio organizador, permite a los estudiosos especificar
claramente la ubicación de sus proyectos en este amplio marco, como también la
relación de sus hipótesis y los resultados con el propósito general de la perspectiva
implicada.

En segundo lugar, el reconocimiento de las tres perspectivas puede ser


especialmente beneficioso para clarificar las diferentes clases de estudios críticos o
evaluativos del argumento. Del mismo modo como el término "argumento" puede ser
construído de maneras diferentes, así también la pregunta: "¿qué es un buen
argumento?" puede ser susceptible de al menos tres posibles respuestas. (En realidad
más de tres, pero deliberadamente voy a evitar el tema del juicio ético por el momento).
Desde el punto de vista de la retórica, un buen argumento es uno efectivo, desde el
punto de vista de la lógica, es uno válido y desde el punto de vista de la dialéctica es un
intercambio simple y crítico. La incapacidad de distinguir estas perspectivas críticas,
fundadas en disciplinas diferentes, ha dado lugar a una serie de problemas en la
literaruta que yo consideraría como "seudo-problemas". Uno de estos fue el debate
sobre la relevancia de la lógica con respecto a la retórica en el que están claramente
involucrados Mortensen y Anderson, por una parte, y Mills y Petrie, por el otro.27 En
artículos y en trabajos presentados en convenciones, los adversarios tomaron posiciones
que ellos, y la mayoría de nosotros creyeron, presumiblemente, que eran inconsistente o
incompatibles. Mortensen y Anderson cuestionaron el punto de vista que prevalecía
argumentando que la lógica tiene muy poco que contribuír al estudio del argumento
cotidiano. Su posición estaba fundada sobre supuestos y observaciones en torno a las
siguientes líneas: el argumento tiene que ser comprendido como un medio de
persuasión; que tal comprensión requiere una completa comprensión del contexto
social, material y linguístico de las expresiones; que las formas y métodos de ambos el
contexto-invariante y el contexto-variante de la lógica impiden tal completa
comprensión; que el análisis lógico necesariamente proporciona una versión
distorsionada del argumento como un fenómeno comunicativo. En consecuencia, su
posición se ubicaba claramente en una perspectiva retórica y estaba condicionada por
ella. Lo que ellos habían establecido era que los métodos lógicos no producían una
comprensión retórica.

Mills y Petrie replicaron con una defensa de la lógica que reconocía su


necesaria interpretación y abstracción de la totalidad del discurso cotidiano. "Así,
admitiendo los problemas de la traducción," ellos concluyeron, "uno puede retener la
exposición lógica tradicional" y también "se hace sensible a muchas facetas de la
argumentación y al contexto general del argumento".28 Las dos posiciones en disputa
no eran, en realidad, incompatibles (en sus rasgos fundamentales al menos) y una justa
apreciación de sus diferentes énfasis y valores podría haber sido obtenido, si se
hubiesen ubicado al interior de las tres perspectivas esbozadas aquí.

Esencialmente la misma disputa fue reabierta por el ataque de Willard al


modelo de Toulmin. Sus dos objeciones iniciales era (1) que hay una confusión acerca
de qué diagramas se suponen que representan y (2) que los argumentos persuasivos son
demasiado complejos para ser adecuadamente representados por medio de diagramas.29
Por "argumentos persuasivos" Willard se refiere a los eventos en el "mundo de los
fenómenos del actor social". El continúa explicando:

Cuando una persona A envía un mensaje a una persona B, debe


considerarse el papel de una miríada de complejas variables para describir
adecuadamente "lo que sucede". La percepción de la fuente de la situación, del
significado de los símbolos, de las otras personas (y sus motivos) y de sus
opciones disponibles par la acción, contribuyen a sus elecciones de ciertas
proposiciones sobre otras. Lo paralinguístico, lo kinésico, y las claves de
manejo/proxémico tendrán un efecto importante sobre la última comprensión de
las proposiciones por parte del receptor.

Ahora, si tales fenómenos pueden ser analizados adecuadamente en su


totalidad, debe ser hecho desde una perspectiva retórica (o quizás, desde una
comunicación interpersonal ampliamente construída), y la cuestión de los diagramas del
argumento está fuera de lugar. Así, la segunda objección de Willard parece dirigida
contra un hombre-de-paja.30

Volviendo al primer punto, sin embargo, uno encuentra un tema más


viable: ¿Pueden los diagramas ser usados sin una confusión conceptual? De nuevo, otra
vez, el simple reconocer las tres perspectivas sobre la argumentación proporciona la
base para una respuesta satisfactoria, porque el modelo de argumento es una directa
aplicación de la perspectiva lógica. Burlerson ha argumentado este punto con bastante
claridad, explicando cómo puede ser empleado, con sensibilidad hacia el contexto de la
comunicación en el cual las demandas son hechas y apoyadas, a fin de resituarlos en el
contexto lógico en el cual ellos pueden ser propiamente evaluados.31 Así, el llamado de
Willard a los teóricos y críticos de la argumentación para "desechar el uso de los
diagramas" puede difícilmente ser garantido a la luz de una apreciación de lo que
diferentes perspectivas pueden ofrecer.

Un segundo seudo-problema, basado en una confusión de perspectivas


aparece en la reciente búsqueda por esa sustancia mágica que trasmuta la base sofística
en preciosa sabiduría, es decir, "validez retórica". Farrel y McKerrow se encaminan, en
ensayos separados, a lograr esta meta.32 Sus recorridos tienen muchos puntos en
común. En primer lugar, cada uno encontró su trayectoria marcada por los guijarros de
las tradiciones de los primeros filósofos que necesitaron de extraños circunloquios.
Farrel, por ejemplo, trata de superar el obstáculo de la necesidad lógica de esta manera:

Hablar de necesidad en un contexto retórico puede parecer un


poco inusual. No obstante, el primer constituyente de la validez retórica podría
reinterpretar "la necesidad formal" como la participación necesaria de una audiencia
en la elaboración de la "forma" retórica.33 (énfasis en el original).
En otros puntos del ensayo "válido" es igualado con "relevante" y con
"verdadero".34

McKerrow abrió su ensayo con una simple confusión de los propósitos


lógicos y retóricos:

El discurso argumentativo es una actividad de dar razones. A excepción


de raras instancias, las razones propuestas no proporcionan una prueba de la
verdad o la corrección implicada por la demanda. A fin de que un abogado pueda
establecer con exactitud la eficacia de su discurso, se requiere de una lógica
compatible con los requisitos de tal actividad no-analítica.
En términos más generales, la teoría de la retórica contemporánea
requiere el funcionamiento de una lógica compatible con las exigencias, restricciones
e incertidumbres que gobiernan las situaciones definidas como retóricas.35

Esto representa, a mi juicio, una confusión de lógica y retórica. No es la


tarea de la lógica "establecer la eficacia del discurso". Mckerrow reconoce el epligro de
confundir perspectivas, pero aún insiste en que una concepción de la validez de la
retórica es necesario "para la determinación de las bases de una creencia justificable".36
De acuerdo, cuando aplicamos la perspectiva lógica, deberíamos emplear modelos que
respetan la naturaleza de los argumentos sustantivos, pero no deberían mezclarse los
propósitos de la investigación retórica con los de la lógica.

No obstante, debe decirse en defensa de Farrell y McKerrow que cada


uno de ellos muestra una cierta desazón con el uso del término "validez retórica".
Farrell hace una explícita mención de lo extraño que resulta tal uso.37 Ciertamente, mi
propósito en estos párrafos no es disparar contra los genuinos y penetrantes
percepciones contenidas en estos dos ensayos, sino sólo sostener que éstos podrían
haber sino mejores y más claros si los autores hubiesen conocido las perspectivas
discretas sobre el argumento. Tales seudo-problemas, que presentan un conflicto entre
los propósitos de la lógica y la retórica por una parte, o la confusión de dichos
propósitos por otra, no deberían distraernos de investigaciones más significativas.

Un tercer punto que podría establecer para las tres perspectivas como un
principio organizador es que ellas exigen un tratamiento más simple y más completo de
todo el campo de la argumentación cubierto por estudiosos y textos de estudio. Hemos
visto que el tratamiento que los textos hacen del tema es oscilante, como un péndulo,
desde las restricciones de un excesivo celo por la forma lógica a un énfasis en la
adaptación a la audiencia (frecuentemente con una concomitante pérdida de rigor). Sin
duda, los autores de textos y los estudiosos están luchando para hacer justicia a los
aspectos lógicos y retóricos de la argumentación y, seguramente, los trabajos futuros
aclararan mejor esta fusión. Uno espera que la perspectiva dialéctica empezará a recibir
una atención más explícita, y que la relación entre las tres se hará aún más clara.

El último punto introduce mi demanda final: que la perspectiva dialéctica


debería ahora ser reconocida, analizada e investigada sobre una base de igualdad con la
perspectiva retórica y la lógica. Es mi impresión que los trabajos dirigidos a la
preocupación de la perspectiva dialéctica no han sido bien integrados en la investigación
y la enseñanza de la argumentación como lo ha sido con las otras dos.3 Aunque no estoy
preparado para desarrollar un argumento aquí, sospecho que la perspectiva dialéctica
puede merecer el lugar central en una conceptualización del argumento, porque es sólo
dentro del marco de un encuentro dialéctico que los recursos de la apelación retórica y
el rigor lógico pueden ser combinados para el test críticos de las tesis.

Para volver a mi punto inicial, estas tres perspectivas han estado girando
por un largo tiempo. La aspiración de este ensayo es ponerlas en un foco más agudo. El
hacer eso nos ayudará a ver mejor qué es lo que hay entre los ricos y variados estudios
de la argumentación.

NOTAS

1 En la medida que los argumentos1 y argumentos2 refieren a actos e interacciones,


ambos refieren a argumentos como proceso. La crítica retórica debería examinar a
ambos como comunicación persuasiva.
2 Fisher and Sayles discuten este punto. (ver nota final Nº5).
3 La única notable excepción parece ser Ehninger and Brockriede, Decision by
Debate.
1.Wayne Brockriede, Where is Argument? Journal of the American Forensic
Association, 11 (Spring 1975),170-182; Daniel J. O'Keefe, "Two Concepts of
Argument", JAFA, 13 (Winter 1977), 121-123; Wayne Brockriede, "Characteristics of
Arguments and Arguing", JAFA, 13 (Winter 1977), 120-132.
2.Brockriede, "Whre is Argument?" p.170.
3.O'Keefe, p. 121.
4.Brockriede, "Characteristics od Arguments and Arguing". pag. 130.
5. Walter R. Fisher and Edward M. Sayles, "The Nature and Functions of Argument", in
Perspectives on Argumentation, eds. Gerald R. Miller and Thomas R. Nilsen (Chicago:
Scott, Foresman, 1966),pp. 2-22.
6.Maurice Natanson, "The Claims of Inmediacy", in Philosophy, Rhetoric, and
Argumentation, eds. Maurice Natanson and Henry W. Johnstone, Jr. (University Park:
Pennsylvania State University Press, 1965), p. 10.
7. Douglas Ehninger and Wayne Brockriede, Decision by Debate, 2nd ed. (New York:
Harper and Row, 1978), pp. 224-225.
8.Douglas Ehninger, "Argument as Method", Speech Monographs, 37 )June 1970), 101-
110; Ehninger and Brockriede, Decision by Debate, pp. 11-19.
9. Aristotle, Rhetoric, 1355b 26.

10. George Campbell, The Philosophy of Rhetoric, ed. Lloyd F. Bitzer (Carbondale:
Souithern Illinois University Press, 1963), p.1.
11. Donald C. Bryant, "Rhetoric: Its functions and Its scope", Quaterly Journal 0f
Speech, 39 (December 1953), 413.

12. Ch. Perelman and L. Olbrechts-Tyteca, The New Rhetoric, translated by John
Wilkinson and Purcell Weaver (Notre Dame: University of Notre Dame Press, 1969),
p.4.
13. Aristotle, Rhetoric, 1377b 21.
14. Aristotle, Topics, 101a 35.
15. Lloyd F. Bitzer, "The Rhetoric Situation", Philosophy and Rhetoric, I (January
1963), 1-14.
16. Jurgen Habermas, Theory and Practice, translated by John Viertel (Boston: Beacon
Press, 1973), pp. 18-19. He discutido la posición de Habermas de un modo más
completo en un articulo presentado a JAFA: "Jurgen Habermas and the dialectical
Perspective on Argumentation". Ver también Brant R. Burleson and Susan L. Kline, "On
the Normative Foundations of Comunication: A critical exposition of
Habermas'Theory", Quaterly Journal of Speech, in press.
17. Brant R. Burleson, "On the Analysis and Criticism of Arguments: Some Theoretical
and Methodological Consideratiosn", JAFA, 15 (Winter 1979), 146.
18. Ibid.
19. Stephen Toulmin, Richard Rieke, and Allan Janik, An Introduction to Reasoning
(New York: Macmillan, 1979) pp. 195-202.
20. Brockriede, "Where is Argument?" p.132.
21. Platón, Gorgias, 449.
22. Chaim Perelman, "The dialectical Method and the Part Played by the Interlocutor in
Dialogue", in the Idea od Justice and the Problem of Argument, translated by John
Petrie (London: Routledge and Kegan Paul, 1963), p. 161.
23. Perelman and Olbrechts-tyteca, The New Rethoric, pp. 17-45.

24. Ibid. p.32.


25. Ibid.
26. Stephen Toulmin, Human Undrestanding, Vol. I (Princeton: Princeton University
Press, 1972).
27. Ray Lynn Anderson and C. David Mortensen, "Logic and Marketplace
Argumentation", Quaterly Journal of Speech, 53 (April 1967), 143-151; Glen E. Mills
and Hugh G. Petrie, "The Role of Logic in Rethoric", QJS, 54 (October 1968), 260-267;
Hugh G. Petrie, "Does Logic Have Any Relevance to Argumentation?" JAFA 6 (Spring
1969), 55-60; C. David Mortensen and Ray Lynn Anderson, "The Limits of Logic",
JAFA, 7 (April 1970), 71-78.
28. Mills and Petrie, p. 267.
29. Charles Arthur Willard, "On the Utility od Descriptive Diagrams for the Analysis
and Criticism of Arguments", Communication Monographs, 43 (November 1976), 300.
30. Willard, p. 313.
31. Burleson, "On the Analysis and Criticism of Arguments".
32. Thomas B. Farrell, "Validity and Rationality: The Rhetorical Constituens of
Argumentative Form", JAFA, 13 (Winter 1977), 142-149; Ray E. McKerrow,
"Rethorical Validity: An Analysis of Three Perspectives on the Justification of
Rethorical Argument", JAFA, 13 (Winter 1977), 1333-141.
33. Farrell, p. 144.
34. Farrell, pp. 146-147.
35. McKerrow, p. 133.
36. McKerrow, p. 135.

37. Farrell, p. 148.


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