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B.

El tipo penal (tipicidad)

Es el supuesto de hecho abstracto (hipotético) previsto y descrito por la ley penal; a través de este se
plasma o concreta el principio de legalidad, esto es, la garantía nullum crimen sine lege, En tal sentido, la principal
función del tipo es concretar el principio de legalidad.

Una acción o comportamiento será típica si encaja exactamente en el supuesto abstracto previsto por la ley
penal; dicha acción será núcleo o verbo rector de dicho tipo. No obstante, esta correspondencia solo acredita que
la acción está contenida en el tipo, pero no determina que nos encontremos ante un tipo penal; para ello es
necesario que, además de la acción, estén presentes todos los demás elementos objetivos y subjetivos previstos
en la norma penal; si faltara alguno de ellos, la acción no será típica y no tendrá relevancia penal alguna

Como se sabe, en la parte objetiva del tipo habrá como mínimo los siguientes elementos: un sujeto activo,
que requiere las condiciones de la autoría, una acción o conducta, positiva u omisiva, e implícitamente un bien
jurídico -con su titular o sujeto pasivo- que se ve lesionado o puesto en peligro por la acción. Luego se podrá
añadir o no otros requisitos, como la causación de un resultado y su imputación objetiva, circunstancias
especiales en los sujetos activo o pasivo o pluralidad de los mismos, concurrencia de ciertas modalidades de
ejecución, circunstancias de lugar, tiempo, modo, etc.”; a lo que en algunos casos puede agregarse ciertas
condiciones o circunstancias del objeto de la acción.

Aun cuando, antaño se consideraba que el tipo era valorativamente neutro, y que recién la valoración se realizaba
a nivel de la antijuricidad, actualmente se consideran dentro del tipo diversos elementos valorativos a los que se
conoce como elementos normativos del tipo-

a) Clases de tipos penales

Conforme al criterio diferenciador o de clasificación que se tenga en cuenta, existen variedad de tipos penales; sin
embargo, a referirnos solo a aquellos que tengan alguna incidencia clara en la resolución de casos concretos.
Así, según la intervención de un solo agente o de varios agentes, los delitos o tipos penales pueden ser:
plurisubjetivos o unisubjetivos; el delito de asociación ilícita, o algunos supuestos agravados de ciertos delitos
(hurto, robo, tráfico ilícito de drogas, etc.) en el primer caso, y todos aquellos que para su consumación sea
suficiente la intervención de un solo sujeto.

Según el número de bienes jurídicos que se afecta, los delitos pueden ser monofensivos o pluriofensivos. Los
primeros afectan a un solo bien jurídico, como el homicidio que afecta únicamente la vida; y los segundos, a más
de uno como el caso del robo que afecta al patrimonio, la libertad personal e incluso la vida o la integridad física.

Según los elementos subjetivos del tipo, los delitos pueden ser dolosos y culposos o imprudentes. Asimismo,
también están los delitos cualificados por el resultado como los llamados preterintencionales, que se estructuran a partir
de una acción dolosa inicial y que por imprudencia se produce un resultado mucho más grave que el que se quiso
causar. También están los que muestran especiales elementos subjetivos adicionales al dolo, estos son los llamados
tipos de tendencia interna trascendente, normalmente estos muestran una intención de lograr determinada finalidad o
propósito, la misma que ordinariamente es un resultado que trasciende el dolo. Estos son los casos del ánimo de
lucro en los delitos contra el patrimonio.

Por la cualificación especial del autor, los delitos pueden ser comunes o especiales. Los comunes pueden ser
cometidos por cualquier persona, sin necesidad de cualificación o condición especial; en cambio los especiales,
exigen en el sujeto activo una especial condición, relación o cualificación. Estos últimos a la vez pueden ser
delitos especiales propios y delitos especiales impropios. Los primeros no cuentan con un figura paralela en los delitos
comunes, siendo la cualidad o condición especial del agente la que normalmente justifica la relevancia penal del
hecho; por ello si no se presenta la cualificación especial, el hecho no tendrá relevancia penal. Los delitos
especiales impropios, por pag.117 falta 118
el contrario, cuentan con un tipo común paralelo; en estos casos Ja
calificación especial, ordinariamente sólo configura una circunstancia que
da mayor gravedad el hecho; ejemplo típico de estos delitos es el delito de
Peculado, en el que para su configuración se requiere de vm funcionario o
servidor público como agente; pero si la conducta de apropiación o
sustracción de los bienes o caudales configurativa del Peculado, las realiza
un particular (sin la calificación de funcionario o servidor público), no
habrá delito de peculado, pero de todos modos el hecho calificará como
Hurto o Apropiación Ilícita; en estos casos se presenta la problemática del
intraneus y el extraneus, la misma que abordaremos al desarrollar la autoría
y participación en los delitos de infracción de deber.

Por el título en que se sustenta la punibilidad, los delitos pueden ser


delitos de autoría normal o de dominio y delitos de infracción de deber. Los
delito de dominio sustentan la punibilidad en la propia acción, esto es,
tienen como núcleo de la imputación en la afectación concreta al bien
jurídico (lesión o puesta en peligro) así como en la infracción del deber
general de no dañar a nadie y comportarse conforme a los mandatos
normativos generales; en este caso, se infringe un deber negativo general.
En cambio, los de infracción de deber suponen un agente portador de
deberes especiales, más allá de los deberes generales correspondientes a
toda persona, y sustentan la punibilidad precisamente en la infracción de
estos deberes; estos deberes configU' ran mandatos especiales de los que
son destinatarios ciertos grupos de personas como funcionarios o
servidores públicos, ciertos familiares respecto de otros, los profesionales,
etc.,*1011 de realizar determinadas conductas positivas a favor de ciertos
bienes jurídicos; en tal sentido* se infringe un deber positivo.
Desde una perspectiva funcional normativa, no se trata de la infracción de un deber
impuesto por el rol general de ciudadano, sino de un rol especial o institucional. El título de
imputación en estos últimos delitos se establece a partir de la infracción del deber, inde-
pendientemente de si el agente actúa o no con dominio del hecho. En otras palabras, la
imputación se sustenta en el incumplimiento de expectativas vinculadas al rol del sujeto en el
marco de una institución (de funcionario público, de padre de familia o de otro deber especial) y
dirigidas, no negativamente a la evitación de la lesión, sino positivamente a la generación de
determinadas situaciones favorables para el bien jurídico. Estos son los llamados, en
terminología de Jakobs, delitos en virtud de una competencia institucional, por contraposición a los
de dominio que son delitos en virtud de una competencia de organización.

Por la acción y el resultado, los tipos penales pueden ser delitos de mera conducta o simple
actividad y delitos de resultado. Los de simple actividad, como su nombre lo señala, se consuman
con la simple realización de la conducta o acción típica, sin necesidad de que se produzca un
resultado ulterior; esta conducta puede ser de peligro o en sí misma configurar una afectación
lesiva para el bien jurídico. Como puede apreciarse, estos delitos no consideran en su
configuración típica resultado alguno (sin embargo, algunos autores sostienen que también
muestran un resultado, solo que este se presenta simultáneamente con la acción). En cambio,
los delitos de resultado, comprenden en su estructura al resultado como elemento del tipo
objetivo. Este resultado puede separarse espacio-temporalmente de la acción, pues,
normalmente se presenta con posterioridad a esta. Para su consumación se requiere del
resultado adicional, normalmente lesivo para el bien jurídico; asimismo, requieren de una
relación causal entre acción y resultado. Si se concretara únicamente la acción típica mas no el
resultado, el delito simplemente quedará en grado de tentativa. No obstante, la conducta puede
ser activa u omisiva.

Un grupo de delitos de resultado que ha generado especial dificultad, son los llamados
delitos cualificados por el resultado, es decir aquellos en los que, a la acción dolosa de determinado
contenido de injusto, se añade un resultado imprudente mucho más grave. En este caso
estamos ante los llamados delitos preterintencionales (estos serán tratados en los tipos penales
conforme a los elementos subjetivos).

Por el grado de afectación al bien jurídico u objeto de protección, se clasifican en delitos de lesión
y delitos de peligro. Los delitos de lesión causan un menoscabo o daño concreto al bien jurídico u
objeto de protección. En cambio los de peligro solo generan un riesgo o peligro para el bien
jurídico u objeto de protección; no requieren para su consumación de lesión alguna. Estos
últimos a su vez se clasifican en delitos de peligro concreto y delitos de peligro abstracto. En los
delitos de peligro concreto, la acción delictiva entra en contacto con el bien jurídico u objeto de
protección de la norma, se trata de un objeto determinado e identificado; inclusive, se dice que
estos delitos son de resultado, no de un resultado lesivo, pero sí de una afectación más o
menos concreta del
objeto de protección. En estos delitos, el resultado lesivo simplemente constituye un paso más en la línea o en
el sentido de la propia acción generadora del riesgo o peligro; por ello mismo, si estamos ante un delito de
peligro concreto, pero luego a partir de este delito, se genera el resultado lesivo (delito de resultado) estaremos
únicamente ante un delito de resultado dejándose de latió el delito de peligro concreto, el que será absorbido
por el delito de resultado; por tanto, los delitos de peligro concreto son subsidiarios de los delitos de lesión. En
cambio, en el caso de los delitos de peligro abstracto, el peligro se toma en cuenta sin relación a objeto de
protección alguno, simplemente se toma en cuenta como un peligro general; esto es, no está determinado ni
identificado el objeto protegido de modo específico; la acción no entra en contacto con el objeto de protección;
por ello, de producirse un delito de resultado a partir del delito de peligro abstracto, estaremos ante un concurso
real de delitos, con todas las consecuencias que ello implica (sobre todo, la sumatoria de penas en nuestro
sistema penal). Caso típico de concurso real se presenta entre los delitos de asociación ilícita para delinquir
(peligro abstracto) y delito de robo (resultado). Los delitos de peligro abstracto se concretan con la mera
realización de la acción, por lo que no se diferencian de los delitos de simple acción; por ello mismo, en estos
casos resulta innecesaria la probanza del peligro en el caso concreto para que sobrevenga la punibilidad.

Como se ha indicado, la afectación al bien jurídico se realiza a través de una lesión o de una puesta en
peligro; sin embargo, existen algunos delitos, a los que comúnmente se les llama delitos de mera desobediencia,
en los cuales realmente no se aprecia la causación de una lesión o un riesgo para el bien jurídico, inclusive ni
siquiera es posible identificar un objeto de protección, más allá de la simple
infracción a la norma que prohíbe la conducta. Estos delitos resultan muy similares a los delitos de
peligro abstracto, tanto que, inclusive dice que estos delitos también son de mera desobediencia; y claro no falta
razón para ello, porque también en los delitos de peligro abstracto no se puede identificar un objeto de
protección penal específico, A partir de estos tipos penales, se niega la validez del principio de exclusiva
protección de bienes jurídicos propio del Derecho penal, y se sostiene que en efecto, existen los delitos de mera
desobediencia, no porque se busque proteger bienes jurídicos específicos, sino simplemente porque la norma
así lo establece, y la norma puede estar orientada a la protección de la paz social en abstracto, sin estar
vinculada a bien jurídico específico alguno (salvo que se considere a la necesidad de protección de la paz
social como un bien jurídico específico, lo cual resulta ampliamente discutible); y desde luego, estos delitos se
concretan con la simple desobediencia de la norma, lo que daría toda razón a las tesis funcionalistas
normativas. No obstante, por nuestra parte creemos que la existencia de los delitos de mera desobediencia no
resulta suficiente para negar el principio de exclusiva protección de bienes jurídicos del Derecho penal, por el
contrario, consideramos que estos delitos solo existen en la medida que con ellos se pretende reforzar la
protección de determinados bienes jurídicos que ya se encuentran protegidos por otras normas penales (tipos
penales) y que por ello ya configuran bienes jurídicos penalmente tutelados. Tal es el caso del delito de omisión
de reporte de operaciones sospechosas en los casos del delito de lavado de activos (sujeto a ley especial) en el
cual el tipo penal se concreta con el simple hecho de la omisión de comunicar a la autoridad correspondiente
sobre la operación sospechosa de la cual ha tenido conocimiento la persona obligada a informa,
independientemente de que finalmente se determine que la operación
no reportada era lícita o ilícita. Sin embargo, a pesar de ello el tipo
penal ya concreta con la simple omisión de reporte, Pero claro,
aún cuando en este tipo penal no resulta claro cuál es el objeto de
protección o bien jurídico, es evidente que este resulta siendo el
mismo que es protegido por el delito de lavado de activos (libre
competencia y administración de justicia)» y con este tipo penal lo
único que se busca reforzar la protección de dicho bien jurídico.
En tal sentido, incluso en estos casos de delitos de mera
desobediencia, el fundamento de la punición es la protección de
un bien jurídico.

Según la posibilidad de admitir o no un autor mediato, pueden


dividirse en delitos de propia mano y delitos que admiten
intermediarios, Los primeros sólo admiten la autoría cuando el
agente realiza por sí mismo la conducta típica, como el caso de la
violación sexual o la conducción de vehículo en estado de
ebriedad, lo cual obviamente no significa que no se pueda
considerar a los demás intervinientes en los hechos, como
cómplices o inductores. En cambio, en los segundos, se admite la
intervención de autores mediatos además de los cómplices o
inductores.

Por la forma como se logran o pretenden los fines delictivos.


Pueden ser delitos de consumación normal y delitos de
consumación anticipada. En los primeros se requiere la obtención
de los fines típicos o producción del resultado final. En cambio en
los de consumación anticipada, esta se produce antes de la
obtención del resultado o fin típico propuesto por el agente;
normalmente se trata de supuestos de tentativa elevados a
delitos consumados, cuya configuración se concreta a través de
la realización de ciertos actos encaminados a determinado fin que
no es necesario que se cumpla para la consumación del delito;
estos son los llamados delitos de emprendimiento. Asimismo,
dentro de estos delitos de consumación anticipada, se
encuentran los conocidos como delitos mutilados por el resultado
y los delitos de resultado cortado. Los delitos mutilados por el
resultado configuran actos completos (inclusive con un resultado),
pero la realización de estos actos tiene como fin realizar otro
acto, es decir, lograr otro resultado;
presentan un elemento subjetivo adicional al dolo constituido por el ánimo encaminado a concretar el
otro acto o lograr el otro resultado. La consumación de estos delitos se concreta con la realización del
primer acto, sin necesidad de que el segundo acto o resultado se lleve a cabo, pero claro, el primer acto
se realiza para lograr la realización del segundo; ejemplo típico de estos delitos es la posesión de
drogas para luego comercializarlas o el delito de rebelión (alzarse en armas para derrocar al gobierno).
En el caso de los delitos de resultado cortado el agente consuma la acción delictiva, pero la realiza con la
finalidad de lograr un resultado ulterior, el mismo que no constituye un elemento adicional del tipo penal,
por lo que no es necesario que este se produzca; ejemplo de estos delitos es el delito de falsificación de
documentos, el mismo l'ttt'l'ftttltttt UfcNllllALIli MRA ML AKÁUMS Dtt LA PAftTfí felPlClAL

que se realiza con la finalidad de lograr un beneficio ulterior o perjudicar a tercero. La diferencia entre
estos delitos es que en el primero se requiere de la realización de otros actos para lograr el propósito
emprendido, puesto que el primer acto no tendría sentido para el autor sin la realización de los demás
actos; en cambio en el segundo, el primer acto por sí mismo ya satisface el ánimo del autor sin
necesidad del resultado ulterior; ello determina que en el delito mutilado por el resultado, si un tercero
participa en el segundo acto, resultará coautor o cómplice del único delito que se comete (posesión de
droga o rebelión); en cambio en los delitos de resultado cortado, si un tercero participa en el segundo
acto (utilizar el documento falso) cometerá un delito independiente (uso del documento). Finalmente, en
todos estos delitos de consumación anticipada, no es posible la tentativa, puesto que no resulta
relevante penalmente intentar un delito que se consuma, precisamente, a través de una “tentativa”.

Según su forma de consumación, los delitos pueden ser clasificados en instantáneos y


permanentes. Los instantáneos son aquellos en que la realización total es inmediata. Permanentes son
aquellos en que el momento consumativo se prolonga en el tiempo por volun
tad delictiva del autor. Cada uno de estos momentos del estado
antijurídico realiza el tipo penal; por esto, la intervención de terceros
durante la permanencia del estado antijurídico configurará coautoría
o complicidad (primaria o secundaria); igualmente, como quiera que
el momento consumativo del delito se prolonga en el tiempo, el
plazo de prescripción de la acción penal recién comenzará a correr
cuando cese el estado de antijuricidad (permanencia). Cercanos a
los delitos permanentes están los llamados delitos de estado, estos
se consuman a través de una acción instantánea o inmediata pero
generan una situación antijurídica posterior que se prolonga en el
tiempo; sin embargo, esta prolongación de la antijuricidad no
continúa realizando el tipo penal, como ocurre en los delitos
permanentes; por ello se consideran únicamente como
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delitos instantáneos. La participación de terceros durante la


permanencia de la antijuricidad es irrelevante penalmente y el plazo
de prescripción se inicia en el momento de la realización
instantánea del hecho. Caso típico de estos delitos de estado, es el
delito de Usurpación por despojo.

Finalmente, por su conexión con otros delitos, pueden ser tipos


básicos o tipos derivados. Los tipos básicos contienen descritos
todos los elementos del tipo en el supuesto normativo; en cambio
los derivados, solo describen algunos elementos atenuantes o
agravantes y los demás elementos son tomados de un tipo básico.
Ejemplo los tipos básicos de hurto y robo, a partir de los cuales se
estructuran los tipos agravados.

b) Elementos del tipo


Como se ha indicado, si bien para efectos pedagógicos en el
análisis del concepto del delito, partimos del análisis de la acción
típica, en realidad la acción es únicamente uno de los elementos
del tipo, por lo que para determinar si estamos o no ante un tipo
penal, debemos constatar la presencia de todos los elementos
típicos (objetivos y sub
jetivos) previstos por la norma penal. Obviamente, en cada tipo no vamos a pretender constatar la
presencia de todos los elementos a los que vamos a hacer referencia, sino únicamente los que la
norma penal los haya previsto para el caso concreto.

Como habíamos dicho antes, el tipo penal, al describir un hecho humano presenta elementos
objetivos y subjetivos, los misinos que pueden ser enfocados desde una perspectiva externa e interna
del sujeto así como también desde una perspectiva social (los elementos objetivos) e individual (los
elementos subjetivos), conforme a los criterios que se maneje de la teoría del delito y de la
organización social de la comunidad en la cual rige la norma.

b). 1. Elementos objetivos


Tal como se acaba de indicar, los elementos objetivos del tipo son aquellos que se encuentran
fuera del ámbito interno del sujeto, que pueden apreciarse a través de los múltiples instrumentos de
percepción u observación, o interpretando la descripción o valoración realizado por la sociedad
respecto a determinados componentes sociales o instituciones jurídicas. Asimismo, también pueden
ser determinados apilando a los criterios sociales respecto a los hechos o instituciones, por
contraposición a los elementos subjetivos que se determinan apelando a los criterios individuales de
los sujetos intervinientes en el delito, sea como agente o como víctima (conforme a la teoría funcional
normativa). Pero ojo, no todos los elementos que vamos a describir aqui tienen que estar presentes
en un tipo penal, simplemente nos referí© a ellos porque van a estar presentes en algún tipo penal.

b), 1.1. Elementos descriptivos

Son aquellos que los podemos apreciar, percibir o delimitar apelando simplemente a nuestros
sentidos, aún cuando en ciertos casos tengamos que servirnos de instrumentos técnicos o científicos
(que ha llevado a algunos a hablar de elementos científicos del delito), al fin de cuentas serán
nuestros sentidos y nuestras apreciaciones lógicas elementales, los que nos darán la información
necesaria respecto a la presencia o «usencia de esto» demento del delito. Dentro de estos están los
siguientes;
b), 1,1,1, Los sujetos del delito

Esto es, las personas naturales o jurídicas que resultan involucradas en la comisión del delito.
Dentro de estos están los sujetos activos o agentes del delito, quienes realizan la acción típica o par-
ticipan a título de autores, Inductores o cómplices y serán pasibles de la responsabilidad penal
correspondiente. Asimismo, los sujetos pasivos o víctimas del delito, es decir, las personas que se ven
afectadas directa o indirectamente por el delito, sea porque sus bienes o derechos han sufrido
directamente un menoscabo o porque sin menoscabarlos o deteriorarlos directamente se ha afectado
la titularidad de dichos sujetos sobre los bienes o derechos (como cuando se sustrae el bien);
igualmente puede tratarse de personas que no eran titulares del bien afectado, sin embargo, tenían
una relación de dependencia o vinculación especial con el titular del bien lesionado por el delito, como
por ejemplo, en el delito de homicidio, en el que resultan agraviados los causahabientes. Puede
tratarse de personas naturales o jurídicas así como también de centros de imputación de derechos y
obligaciones, como las sucesiones (testadas o intestadas); inclusive, puede tratarse del propio
Estado, de la sociedad u otros colectivos titulares de intereses difusos.

b). 1.1.2. La conducta

Es la propia acción o comportamiento al que nos hemos referido al desarrollar la acción típica.
Pues, tal como ya lo hemos indicado, en realidad la acción es un elemento del tipo, que solo para
efectos pedagógicos la separamos y a partir de esta iniciamos el análisis del tipo penal, de modo que
resulte pertinente la definición del delito como acción, típica, antijurídica y culpable. Es más, la acción es
el elemento fundamental del delito, constituyendo su núcleo o verbo rector.
b). 1.1.3. El resultado

Este elemento estará presente en los llamados delitos de resulta es decir, en los que requieren
que la acción haya producido un efecto a través del cual se consuma el delito. Normalmente, este
resultado constituye la concreción de la finalidad propuesta por el agente en los delitos dolosos y
configura la lesión al bien jurídico u objeto de protección; sin embargo, también los delitos de mera
actividad o de simple acción pueden causar una lesión al bien jurídico y sin embargo no estamos ante
un delito de resultado; asimismo, en los delitos de peligro concreto también se habla de un resultado,
el mismo que no es una lesión (de haber lesión ya no se trataría de delito de peligro) sino una
aproximación suficiente del peligro de causación de la lesión. En tal sentido, el resultado no
necesariamente coincide con la lesión al objeto de protección del delito, únicamente es un elemento
adicional que es separable temporal y espacialmente de la acción. El resultado puede ser constatable
materialmente, o también puede ser netamente formal y constatable únicamente a través de criterios
lógicos, intelectuales o jurídico - valorativos.

b). 1.1.4. Relación de causalidad

En el caso de los delitos de resultado (y eventualmente en casos de delitos de peligro concreto)


debe existir un vínculo o nexo causal entre la acción y el resultado, en virtud al cual la acción resulta
ser causa do resultado; o dicho de otro modo, el resultado es efecto de la acción. Normalmente la
relación de causalidad entre acción y resultado es de fácil determinación, sobre todo cuando se trata
de una sola acción. Sin embargo, en ciertos casos (especialmente cuando concurren varias acciones a
la producción del resultado), la determinación del nexo o relación de causalidad presenta dificultades;
por ello, para explicarla y determinarla se han generado diversas teorías. Entre las principales están la
teoría de la equivalencia de condiciones, la teoría de la causa adecuada, la de la relevancia jurídica y finalmente la
imputación objetiva.

Conforme a la teoría de la equivalencia de condiciones o conditio sine qua non, causas del resultado son todas
las condiciones
negativas y positivas que concurren a producir el resultado, de modo tal que suprimiendo alguna de ellas, el
resultado desaparece. Conforme a esta teoría se extiende enormemente las causas de un resultado, con lo
que finalmente no se resuelve el problema, por cuanto considera igualmente causantes a todos los que de
una u otra manera intervinieron en la cadena causal, por remotas que hubiesen sido las posibilidades de
contribuir a la producción real del resultado o de causar este con su sola intervención. Asimismo, resultaba
completamente injusto que quien contribuía mínimamente en los acontecimientos, sea responsable en la
misma medida que el que con su accionar hubiera producido por sí solo el resultado. Por todo ello, esta
teoría no resulta útil por sí sola.

Conforme a la teoría de la causa adecuada o de la adecuación causa es, en sentido jurídico,


únicamente la condición típicamente adecuada”. Esta teoría parte de una observación empírica; se trata de
saber, dentro de la universalidad de causas que encarna cada situación, qué causas normalmente producen
tal resultado. No todas las causas que concurrieron a la producción del resultado pueden ser consideradas
como causas en sentido jurídico; y por tanto, no todas las causas obligan a su autor a asumir el papel de
‘causante’, para ello se requiere que la causa sea adecuada, es decir, que sea idónea para producir el
resultado. Que una causa sea idónea o típicamente adecuada, conforme a esta teoría, significa que esa
causa normalmente es capaz de producir el resultado. Produce normalmente el resultado cuando conforme a
la experiencia cotidiana o el curso normal y ordinario de las cosas, a una acción determinada le corresponde
determinado resultado, y a determinada causa determinado efecto. Si concurrieran diversas causas a la
producción del resultado, la causa jurídicamente relevante será la más adecuada o más idónea, las demás
se consideran únicamente como condiciones o factores concurrentes pero no causas propiamente dichas.

Aun cuando teóricamente esta teoría aparentemente resulta clara, sin embargo, no es sencillo
determinar qué causa produce ‘normalmente’ el resultado; por ello, asumiendo criterios más concretos, se
dice que una condición será adecuada para producir el resultado, cuando una persona normal, colocada en
la misma situación que el agente, hubiera podido prever que en las circunstancias corrientes, tal resultado se
produciría inevitablemente. Pero previsible objetivamente lo es casi todo, por eso la teoría de la causa
adecuada recurre a otro criterio limitador de la causalidad, el de la diligencia debida, en virtud a esta, quien
realiza la acción con la diligencia debida, aunque sea previsible el resultado, se mantiene en el ámbito de lo
permitido jurídicamente. “Previsibilidad objetiva y diligencia debida son, por consiguiente los dos criterios
selectivos que sirven para precisar cuando una acción es adecuada para producir el resultado”. Aun cuando
esta teoría en la ciencia penal tiene prestigiosos partidarios, ha sido complementada y muchas veces
reemplazada por criterios normativos, que han dado origen a la Teoría de la Relevancia Jurídica y también a la
Teoría de la Imputación Objetiva.

La teoría de la relevancia jurídica se ha elaborado a partir de la teoríá de la equivalencia de


condiciones y la teoría de la adecuación,
limitando la relevancia penal únicamente a las causas que pudieran tener cierta idoneidad para
producir el resultado, y considerando además que luego de acreditada la relación de causalidad conforme a
la teoría de la equivalencia de condiciones, se deben tener como resultados de la acción (o como causas del
resultado), únicamente a los que entran dentro del fin de protección de la norma penal. En este sentido se
pronuncia Wessels cuando indica: “Oponiéndose a la teoría de la adecuación, la teoría de la relevancia jurídica
que se le aproxima en cuanto al resultado final (Mezger, Blei), distingue rígidamente entre la cuestión de la
causación y la imputabilidad objetiva del resultado: al comprobar la relación causal, se basa con la opinión
dominante, en la teoría de la condición (teoría de la equivalencia de condiciones). En cambio, con respecto a
la imputación del resultado, remite a la relevancia penal del suceso causal, reconociendo como fundamentadora
de la responsabilidad únicamente (como la teoría de la adecuación) las condiciones típicamente adecuadas
dentro del curso causal, pero sin perder de vista el fin de protección de la norma y las peculiaridades del tipo penal
de que se trata (...). En el aspecto dogmático, la teoría de la relevancia al separar exactamente la causación y
la imputación del resultado, es preferible a la teoría de la adecuación”.

Las dificultades para la determinación de la relación causal y de la propia imputación del resultado,
determinaron la formulación de criterios normativos para tal fin. A partir de estos criterios se ha
desarrollado la teoría de la imputación objetiva la misma como se vera mas adelante en sui versioin mas
moderada, toma en cuenta, además de la relación de causalidad entre la acción y el resultado, especialmenta
la cuestión de si un resultado socialmente perjudicial puede serle imputado al autor como su propia obra,
teniendo a cuenta la posibilidad humana de realización. En estos casos, para la mayoría de autores, luego de
comprobar la relación de causalidad, se imputará el resultado al agente, únicamente si con su actuar creó un
riesgo no permitido para el bien jurídico o aumentó uno ya existente; asimismo, si este riesgo llegó a concretarse en
un resultado (relación de riesgo entre acción y resultado), y si este resultado se produce dentro

del ámbito de protección de la norma infringida. Adicionalmente, se han desarrollado otros criterios de imputación
objetiva, más que para imputar el resultado a determinada acción, fundamentalmente para extraer del ámbito
penal a determinadas conductas, o para determinar la participación en el injusto atribuido (autoría o participación
tales son: el principio de confianza, prohibición de regreso, ámbito ¡h protección de la víctima (el que lleva a la exclusión
de la imputación en casos de autopuesta en peligro o actuación a propio riesgo).

b) . 1.1.5. Objeto del delito o de la infracción


Se entiende por objeto del delito, a todo bien, derecho o interés sobre el cual recae la acción delictiva, es
decir, el bien afectado a través de la lesión o puesta en peligro por la acción u omisión del agente, pudiendo ser la
propia persona (en su integridad psico-física o la vida), cuando se trata de atentados contra la vida, el cuerpo y la
salud. Sobre el bien o cosa objeto del delito, existe una titularidad indiscutida de derechos del agraviado o
víctima, y precisamente tales derechos o titularidad de estos son afectados por el delito. En algunos tipos penales
se considera como objeto del delito a ciertos elementos específicos de la acción, obviamente, estos elementos
deben reunir determinadas características especiales para justificar la punibilidad de la conducta que afecta a
estos elementos, como el feto o concebido en los delitos de aborto, los bienes en los delitos contra al patrimonio,
etc. Estos son distintos del bien jurídico protegido, que en el primer caso, es la vida humana dependiente y el
patrimonio en los segundos. Igualmente se prevé como objetos de la acción a los medios de transporte o las
instalaciones de los servicios públicos, etc.

b) . 1.1.6. Efecto del delito


Es el producto del delito, es decir los objetos producidos mediante la acción delictiva, como por ejemplo los
alimentos adulterados o la moneda o documentos falsificados. En algunos tipos penales, es necesario que se
produzca estos efectos para la consumación del delito. Así por ejemplo, en el delito de falsificación de
documentos será necesario que se haya producido el documento falso como consecuencia de la realización de la
acción típica, de lo contrario no se habrá cumplido con los elementos objetivos del tipo.
b). 1.1.7. Otros

Dada la multiplicidad de tipos penales se pueden considerar otros elementos objetivos específicos,
referidos a los medios como se realiza la acción (homicidio mediante veneno, incendio, etc.), a la forma como ésta
se concreta (pluralidad de agentes, ferocidad, gran crueldad), a las circunstancia de tiempo (durante la noche), a
las circunstancias de lugar (en lugar desolado), otras circunstancias como el estado puerperal en el infanticidio,
etc. En todos estos casos, para considerar que los elementos objetivos descriptivos del tipo están presentes se
deberá constatar su existencia, según lo disponga la norma penal de modo específico, sea para los tipos básicos
o para los calificados.

b) .2. Elementos normativos

En algunos casos los elementos del tipo objetivo a los que nos hemos referido, pueden estar formulados en
base a ciertas valoraciones preexistentes de la sociedad o del sistema jurídico, en estos casos no podemos
apreciarlos o determinar su presencia y alcance apelando a nuestros sentidos; en tales casos, para definirlos,
delimitarlos o constatarlos, debemos recurrir a las referidas valoraciones contenidas normalmente en otras
normas, sean estas de naturaleza penal o extrapenal; es decir, apelaremos a las llamadas normas de remisión,
las mismas que para cumplir con el principio de legalidad, deben ser normas con jerarquía de ley, salvo que estas
remitan a su vez a un reglamento u otra norma de menor jerarquía. No obstante, en ciertos casos también estas
valoraciones pueden ser netamente sociales o culturales, como por ejemplo el elemento “material obsceno”, el mis-
mo que será determinado en base a valoraciones culturales e incluso morales imperantes en la sociedad.

Todos los elementos a los que nos hemos referido al tratar sobre los elementos descriptivos, pueden ser
formulados como elementos normativos, precisamente porque la gran mayoría de conceptos jurídicos se
determinan normativamente. Así, la acción típica puede ser normativa en el caso: “girar” o “endosar” un cheque,
puesto que para entender a que nos referimos con estas acciones tenemos que recurrir a la ley de títulos valores;
el resultado "lesiones graves” en el delito de robo agravado (artículo 189° del CP, última parte), se determina,
recurriendo a la norma penal contenida en el artículo 121º del CP, inclusive en determinados casos el propio
resultado “muerte" es determinado por la norma, en este caso, la Ley General de Salud y la Ley de Donación de
Órganos, establece que para determinar la muerte se requiere del electroencefalograma plano o lineal, y a partir
de este momento ya se puede disponer de sus órganos si se trata de un sujeto “donante”. Igualmente los demás
elementos pueden ser normativos en ciertos tipos penales, como los sujetos activos “funcionarios o servidores
públicos” en la mayoría de los delitos contra la administración pública, en cuyo caso se determinan estos sujetos
recurriendo al artículo 425° del CP; igualmente, el objeto del delito “bienes muebles o inmuebles” se determina
recurriendo a las normas correspondientes del Código Civil; en el mismo sentido, los demás elementos pueden
tener una formulación normativa en determinados tipos penales.

c) Elementos subjetivos
Como ya lo indicamos, el tipo penal, al describir un comportamiento humano, presenta elementos objetivos y
subjetivos; se considera subjetivos a los que se producen o están presentes en el ámbito interno del sujeto, los
que sin embargo, se muestran externamente a través de ciertos indicios o expresiones objetivas. Desde otro punto
de vista (funcional-normativo), los elementos subjetivos son aquellos que están referidos al sujeto individualmente
considerado, por contraposición a los elementos objetivos que se configuran y determinan en base a criterios
sociales.
Por tratarse de elementos del fuero interno del sujeto, se dice que no es posible constatarlos y por tanto
que no pueden configurar verdaderos elementos del delito, sin embargo, como quiera que estos elementos pueden
ser apreciados a partir de datos objetivos, consideramos que no existe mayor problema para su consideración.
El principal elemento subjetivo en los delitos dolosos, que son los que estamos desarrollando, es
precisamente el dolo, aun cuando pueden existir otros elementos subjetivos adicionales al dolo en ciertos tipos
penales. Obviamente, el otro elemento subjetivo es la culpa o imprudencia, sin embargo, a este elemento no
haremos referencia en el presente, toda vez que estos están presentes en los delitos imprudentes, cuyo
tratamiento lo hemos dejado para otra oportunidad.

c) .l. El dolo

Es precisamente el principal elemento subjetivo en los delitos dolosos, supone un mayor desvalor subjetivo
de la acción (en relación a la imprudencia) y ordinariamente una mayor peligrosidad. Entendemos por dolo, al
conocimiento y voluntad del agente respecto al tipo penal, o mejor dicho, respecto de los elementos objetivos del
tipo (los elementos objetivos del tipo deben ser abarcados por el conocimiento configurativo del dolo). Seguimos
utilizando el criterio tradicional y mayoritario todavía, en el sentido de que está configurado por el conocimiento y
la voluntad, aun cuando existen posiciones interesantes y lógicamente coherentes en el sentido de que el único
elemento del dolo es el conocimiento, no interesando mayormente la voluntad o el querer, toda vez que “existen
casos en que sin concurrir propiamente voluntad de realizar un tipo penal, la conducta llevada a cabo parece, sin
embargo, merecedora de la pena asignada a la infracción dolosa… .Ante ello, se sostiene que puede prescindirse
de la voluntad y afirmar el dolo siempre que el sujeto se haya representado como posible o probable que el
resultado podía acaecer, o haya actuado con la conciencia de estar creando un riesgo elevado de realización del
tipo penal.

Cuando hablamos de conocimiento, no nos referimos a uno técnico-jurídico o especializado, sino


únicamente del conocimiento que puede tener cualquier persona con sentido común, actuando con
toda normalidad. El sujeto luego de tener conocimiento de todos los elementos del delito, decide realizar la
acción, quiere la realización del hecho.
El dolo concurrente a la configuración del tipo penal puede ser dolo directo de primer grado, cuando el
agente tiene conocimiento pleno de los elementos objetivos del tipo, y además quiere realizarlos; en estos
casos el elemento volitivo se presenta de modo más intenso y es determinante en la configuración del dolo;
no interesa que el sujeto tenga la seguridad de lograr su propósito propuesto, es suficiente que sea de
posible realización; finalmente, no interesa si el propósito perseguido se logra o no para la configuración de
este tipo de dolo.

Igualmente puede tratarse de dolo directo de segundo grado o de consecuencias necesarias, en este caso el
propósito perseguido por el sujeto no es precisamente la realización del tipo, sino que persigue otro objetivo,
sin embargo, “sabe que la acción encaminada a otro fin va unida necesariamente y con seguridad a la
realización de todos los elementos de un tipo delictivo (con sus diversas circunstancias, y en su caso, su
resultado), cuya producción por tanto, aunque no le guste, también acepta”, cuando el sujeto tiene la
intención de perpetrar el hecho, pero su voluntad no está orientada a lograr determinado resultado, no
obstante, conociendo que el mismo se producirá, lo asume y lo acepta como la consecuencia necesaria de
su accionar.

Asimismo, puede tratarse de un dolo eventual, que se presenta cuando el agente realiza un hecho cuya
consecuencia probable o posible es la realización del tipo, pero lo realiza sin el propósito de conseguí dicha
consecuencia típica, a la vez que no está seguro de que esta se producirá. Sin embargo, pese a ser
consciente de la probable realización del tipo (resultado, en su caso) continúa con la realización de hecho,
con lo que asume como propia la realización del resultado o consecuencia típica.
Otros puntos que se han tratado a este nivel y que se ha discutido si configuran supuestos de dolo o de
culpa (sobre todo, si se refiere a dolo eventual o imprudencia grave) son la ignorancia deliberada y la indiferencia
extrema.

Al respecto, en la doctrina y la jurisprudencia se viene discutiendo si estos casos constituyen supuestos


que exigen el reproche penal correspondiente a las conductas dolosas, aun cuando estemos ante la ausencia del
conocimiento o la representación de los elementos objetivos del tipo. Al respecto, consideramos que el caso de
ignorancia deliberada puede asimilarse sin problema alguno a los casos de dolo eventual; o por lo menos, el
reproche penal debe ser el mismo. En efecto el no querer saber los elementos del tipo objetivo que caracteriza el
dolo, equivale a querer y aceptar todos los elementos que vertebran el tipo delictivo cometido”. Esto es más
evidente cuando el sujeto puede y debe conocer; es decir, está en la posibilidad de acceder a la información
necesaria, a la vez que está en la obligación de hacerlo, pero deliberadamente no lo hace.

Actuará en estado de ignorancia deliberada, tal como refiere RAGUÉS Y VALLÉS, “… todo aquél que
pudiendo y debiendo conocer determinadas circunstancias penalmente relevantes de su conducta, toma
deliberada o conscientemente la decisión de mantenerse en la ignorancia respecto de ellas”. El mismo autor
define las características

De ignorancia deliberada, señalando como tales: a) ausencia de representación suficiente; b) capacidad de obtener
la información ignorada; c) deber de obtener la información ignorada; d) decisión de no conocer. En estos casos, la
doctrina y cierta jurisprudencia del Tribunal Supremo Español así como la jurisprudencia norteamericana,
equiparan el reproche penal para estas conductas al correspondiente a los supuestos dolosos, criterio con el
que coincidimos plenamente.

Sin embargo, en el cuso de la indiferencia extrema, desde una perspectiva de lege lata, no podemos asumirla
como supuestos de dolo eventual o de supuestos con un reproche penal equivalente; puesto que se trata de
ignorancia configurativa de delitos imprudentes. Y aun cuando en estos casos el reproche penal sea mayor al
que corresponde a la simple imprudencia, y por tanto, requiere, sin lugar a dudas, de una pena mayor, estando
al contenido de la norma no podemos equipararlos a los delitos dolosos, puesto que atentaríamos contra el
principio de legalidad y de taxatividad. Más allá que desde una perspectiva de lege ferenda, se pueda tomar
esta opción.
c).2. Otros elementos subjetivos,

Además del elemento subjetivo dolo, en ciertos casos se requiere de un elemento adicional a este
para la configuración de los elementos subjetivos del tipo. Tal es el caso de Ios llamado elementos de
tendencia interna trascendente, constituido por una finalidad o intencionalidad adicional como el ánimo de
lucro en los delitos contra el patrimonio

c) .3. Error de tipo

Como quiera que para la configuración del dolo le requiere el conocimiento, siempre será posible
que (al conocimiento no se configure debidamente, esto es, que exista ignorancia del agente respecto los
elementos objetivos del tipo, o se forme un conocimiento falso o errado respecto de estos; es decir, que
dicho conocimiento no corresponda con la realidad. En tales casos, no habrá conocimiento propiamente
dicho, y por tanto no habrá dolo; por el contrario, estaremos ante el llamado error de tipo. Este error puede
ser vencible o invencible, en el primer caso cuando el agente, pese a haber actuado con diligencia o con la
prudencia debida, no ha podido tomar un verdadero conocimiento o salir del error en que se encontraba, en
cuyo caso no se habrá configurado el tipo penal por ausencia de sus elementos subjetivos. En el segundo
caso, el sujeto no se ha formado el conocimiento debido, o no ha salido del error, por haber actuado
precipitada o negligentemente en cuyo caso podrá imputársele la comisión de un delito culposo, si es que el
hecho hubiese sido previsto como delito doloso y tambien como culposo, como el caso del homicidio y las
lesiones, en los cuales existe lesiones dolosas y culposas y homicidio doloso y culposo De no existir ambos
supuestos (doloso y culposo), al agente tambien quedará exento de responsabilidad penal, al no haberse
configurad0el dolo (elemento subjetivo del tipo penal).

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