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Procesión con el Santísimo

Acto seguido se organiza una procesión con el Santísimo que


recorrerá el pasillo lateral de la iglesia, haciendo cuatro
estaciones en otros tantos lugares preparados al efecto. Sólo
se moverán la cruz procesional y ciriales; el turiferario, la
bandera, el sacerdote oficiante y los ministros, y el consejo o
turno que organiza el acto. El resto de los adoradores se
mantendrán en sus puestos, dando frente a la procesión
cuando ésta se mueva y siempre que estén de pie. Cuando se
sienten, lo harán en la dirección de los bancos de la iglesia.
Antes de que la procesión parta del altar mayor, el monitor
dirigirá a los adoradores esta breve exhortación.

Monición:

La Iglesia a la que todos hemos sido llamados en Cristo Jesús


se define a sí misma con las palabras de san Agustín como
una "Iglesia que va peregrinando entre las persecuciones del
mundo y los consuelos de Dios. Imagen de este peregrinar fue
el paso de los israelitas a través del desierto, durante cuarenta
años, desde Egipto a la Tierra de Promisión. Ahora, como
entonces, incomparablemente mejor ahora que entonces, Dios,
Padre providente, nos acompaña en el viaje con su presencia,
nos dirige, con su Palabra, nos alimenta y conforta con el Pan
enviado del cielo. Al recordar esta noche aquel viaje de
nuestros precursores en la fe, actualizaremos en nosotros la
consoladora realidad de la presencia de Jesús, peregrino con
los hombres; sentiremos el calor de su Palabra; y
experimentaremos la fuerza que para caminar y luchar nos

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proporcionan su Cuerpo y su Sangre recibidos en alimento de
nuestras almas.

Primera estación

La procesión se dirige hacia la primera estación.


Los adoradores cantan.

Cantemos al Amor de los Amores,


cantemos al Señor.
¡Dios está aquí! Venid, adoradores,
adoremos a Cristo Redentor.

Gloria a Cristo, Jesús;


cielos y tierra, bendecid al Señor;
honor y gloria a ti, Rey de la gloria,
amor por siempre a ti,
Dios del Amor (bis).

Llegados al lugar de la primera estación, el lector lee la primera


lectura. Sentados.
LECTURA 1 Re 19, 1-8

Del primer libro de los Reyes

En aquellos tiempos, Ajab contó a Jezabel lo que había hecho


Elías: cómo había pasado a cuchillo a los profetas. Entonces
Jezabel mandó a Elías este recado: "Que los dioses me
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castiguen, si mañana a estas horas no hago contigo lo mismo
que has hecho tú con cualquiera de ellos". Elías tuvo miedo y
huyó para salvar su vida. Caminó Elías por el desierto un día
entero y finalmente se sentó bajo un árbol de retama, sintió
deseos de morir y dijo: "Basta ya, Señor. Quítame la vida, pues
yo no valgo más que mis padres". Después se recostó y se
quedó dormido. Pero un ángel del Señor llegó a despertarlo y
le dijo: "Levántate y come". Elías abrió los ojos y vio a la
cabecera un pan cocido en las brasas y un jarro de agua.
Después de comer y beber, se volvió a recostar y se durmió.
Por segunda vez, el ángel del Señor lo despertó, y le dijo:
"Levántate y come, porque aún te queda un largo camino". Se
levantó Elías. Comió y bebió. y con la fuerza de aquel alimento,
caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta el Horeb, el
monte de Dios. Palabra de Dios.

Todos:
Te alabamos, Señor.

Pausa en silencio. A una señal del monitor, de pie.


Recitado a dos coros:
"Meda lástima esta gente: ya llevan tres días conmigo y no
tienen qué comer. Si los mando a sus casas en ayunas, se van
a desmayar en el camino. Además, algunos han venido de
lejos" (Mc 8,2-3).

"... Tomó pan en sus manos, y pronunciando la acción de


gracias, lo partió y dijo: 'Esto es mi Cuerpo, que se entrega por
ustedes. Hagan esto en memoria mía' " (1 Cor 11, 24). Jesús
dijo a la multitud: ''Yo soy el Pan de la Vida. El que viene a mí

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no tendrá hambre, y el que cree en mí nunca tendrá sed" (Jn 6,
35).

"Tomen y coman, éste es mi Cuerpo... Tomen y beban, ésta es


mi Sangre... Hagan esto en memoria mía" (Mt 26, 26-29; Me
14, 28-24; Lc 22, 19-20; 1 Cor 11, 23-25)

Segunda estación

La procesión se dirige hacia la segunda estación.


Los adoradores cantan.
El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas; me guía por el
sendero justo.

Aunque camine por cañadas oscuras,


nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan.

Preparas una mesa ante mí enfrente


de mis enemigos; me unges la cabeza
con perfume, y mi copa rebosa.

Tu bondad y tu misericordia me acompañan


Todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor por años sin término.

Se dice Gloria al Padre.

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Llegados al lugar de la segunda estación, el lector lee la
monición y la lectura. Sentados.
LECTURA Éx 12, 21-27
Monición:

La noche antes de salir los israelitas de Egipto, Dios exterminó


a los primogénitos de los egipcios, respetando las casas de los
israelitas cuyas puertas habían sido señaladas con la sangre
del cordero, que cada familia había sacrificado por orden
expresa del mismo Dios. Ese cordero era imagen de Cristo,
cuya Sangre derramada en la Cruz nos libra del pecado y de la
muerte.

Del libro del Éxodo

En aquellos días, Moisés llamó a todos los ancianos de Israel y


les dijo: "Que cada familia tome un cordero o un cabrito y lo
sacrifique para celebrar la Pascua. Que tome un manojo de
hisopo, que lo moje en la sangre de la víctima y que unte de
sangre el marco de la puerta. Que ninguno salga de casa hasta
la mañana siguiente.

Pues el Señor va a pasar para castigar a los egipcios, pero


cuando vea la sangre en el marco de la puerta, pasará de largo
y no permitirá que el ángel exterminador entre en las casas de
ustedes y los mate.

Cumplan este mandato del Señor: es una ley perpetua para


ustedes y sus hijos. Y cuando entren en la tierra que el Señor

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les va a dar, según se lo ha prometido, celebrarán también este
rito.

Y cuando sus hijos les pregunten qué significa ese rito, les
responderán: 'Es el sacrificio de la Pascua en honor del Señor,
que pasó de largo por las casas de los israelitas, cuando mató
a los egipcios' ".

Entonces todo el pueblo se postró para adorar al Señor.

Palabra de Dios.

Pausa en silencio. De pie.


Recitado a dos coros:

"Cristo, nuestro cordero pascual, ha sido inmolado”.


"Éste es el Cordero de Dios, el que quita el pecado del
mundo"(Jn1, 29).

"Cristo, nuestro Cordero Pascual, ha sido inmolado".

"Andábamos todos errantes como ovejas, cada uno por su


camino, y el Señor cargó sobre él todas nuestras culpas.
Cuando era maltratado, él se sometía, y no habría su boca;
como cordero llevado al matadero' como oveja ante el
esquilador, enmudecía y no habría su boca" (ls 53, 6-7).

"Cristo, nuestro Cordero Pascual, ha sido inmolado".

"Éste es mi Cuerpo, que será entregado por ustedes...Ésta es


mi Sangre, que por ustedes será derramada".

"Cristo, nuestro Cordero Pascual, ha sido inmolado".

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Tercera estación

La procesión se dirige hacia la tercera estación. Los


adoradores cantan.

Altísimo Señor, que supiste juntar


a un tiempo en el altar, ser Cordero y Pastor,
confieso con dolor que hice mal
en huir de quien por mí quiso morir.

Cordero celestial, pan nacido en Belén,


si no te como bien, me sucederá mal.
Sois todo piedra imán que atrae el corazón,
de quien os rinde adoración.

Llegados al lugar de la tercera estación, el lector lee la


monición y la lectura. Sentados.

LECTURA Éx 16, 1-3. 11-16

Monición:

A lo largo de su peregrinar por el desierto, los israelitas fueron


alimentados prodigiosamente con el maná, que prefiguraba el
alimento eucarístico infinitamente superior.

Del libro del Éxodo

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El día quince del segundo mes, después de salir de Egipto,
toda la comunidad de Israel partió de Elim y llegó al desierto de
Sin, entre Elim y el Sinaí.

Toda la comunidad de los hijos de Israel murmuró contra


Moisés y Aarón en el desierto, diciendo: "Ojalá hubiéramos
muerto a manos del Señor en Egipto, cuando nos sentábamos
junto a las ollas de carne y comíamos pan hasta saciarnos.
Ustedes nos han traído a este desierto para matar de hambre a
toda esta multitud".

El Señor le dijo a Moisés: "He oído las murmuraciones de los


hijos de Israel. Diles departe mía: 'Por la tarde comerán carne y
por la mañana se hartarán de pan, para que sepan que yo soy
el Señor, su Dios' ". Aquella misma tarde, una bandada de
codornices cubrió el campamento. A la mañana siguiente había
entorno a él una capa de rocío que al evaporarse, dejó el suelo
cubierto con una especie de polvo blanco, semejante a la
escarcha. Al ver eso, los israelitas se dijeron unos a otros:
"¿Qué es esto?", pues no sabían lo que era. Moisés les dijo:
"Éste es el pan que el Señor les da por alimento". Esto es lo
que el Señor les ordena: Que cada uno recoja según lo que
necesite para comer, una ración por cada una de las personas
que vivan con él".

Palabra de Dios.

Pausa en silencio. De pie.

Recitado a dos coros:

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"No fue Moisés quien les dio Pan del cielo; es mi Padre quien
les da el verdadero Pan del cielo. Porque el Pan de Dioses
aquel que baja del cielo y da la vida al mundo" (Jn6,32-33).

"Éste es el Pan que ha bajado del cielo; no es como el maná


que comieron sus padres, pues murieron. El que come de este
Pan vivirá para siempre" (Jn 6,58).

''Yo soy el Pan de la vida. Sus padres comieron el maná en el


desierto y sin embargo, murieron. Éste es el Pan que ha bajado
del cielo para que, quien lo coma, no muera. Yo soy el Pan vivo
que ha bajado del cielo; el que coma de este Pan vivirá para
siempre, y el pan que yo les voy a dar es mi Carne para que el
mundo tenga vida" (Jn 6, 48-51). "Éste es el Pan que ha bajado
del cielo; no es como el maná que comieron sus padres, pues
murieron. El que come de este Pan vivirá para siempre".

Cuarta estación

La procesión se dirige hacia el lugar de la cuarta estación. Los


adoradores cantan.

Todos:

R. Tú eres, Señor, el Pan de vida.

Mi Padre es quien les da verdadero Pan del cielo. R.

Quien come de este Pan, vivirá eternamente. R.

Aquel que venga a mí, no padecerá más hambre. R.

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Mi Carne es el manjar, y mi Sangre la bebida. R.

El Pan que yo daré, ha de ser mi propia Carne. R.

Quien come de mi Carne, mora en mí y yo en él. R.

Beban todos de él: es el cáliz de mi Sangre. R.

Yo soy el Pan de vida, que ha bajado del cielo. R.

Si no comen mi Carne, no tendrán vida en ustedes. R.

Si no beben mi Sangre, no tendrán vida en ustedes. R.

Quien bebe de mi Sangre, tiene ya la vida eterna. R.

Reciban mi Cuerpo, entregado por ustedes. R.

Llegados al lugar de la cuarta y última estación, el lector lee la


monición y la lectura. Sentados.

LECTURA Éx 14, 1-7

Monición:

Cuando el sol abrasador de la península del Sinaí, y el aire


reseco del arenal estaban a punto de hacer morir de sed a los
israelitas, Dios mandó que Moisés hiciera brotar de la roca
aguas abundantes. Esta agua era imagen de la abundancia de
gracias que Jesús habría de derramar sobre nosotros a través
de los sacramentos.

De la peña saldrá agua para que beba el pueblo

Del libro del Éxodo

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En aquellos días, toda la comunidad de los israelitas partió del
desierto de Sin, siguiendo las órdenes que el Señor les iba
dando de etapa en etapa, ya camparon en Refidim, donde el
pueblo no encontró agua para beber.

El pueblo fue a reclamarle a Moisés, diciendo:" Danos agua


para beber". Moisés les replicó:"¿Por qué me reclaman? ¿Por
qué tientan al Señor?" Pero el pueblo, torturado por la sed,
siguió protestando contra Moisés, diciéndole: "¿Nos has hecho
salir de Egipto para hacemos morir de sed a nosotros, a
nuestros hijos y a nuestro ganado?"

Moisés clamó al Señor y le dijo: "¿Qué puedo hacer con este


pueblo? Sólo falta que me apedreen", Respondió el Señor a
Moisés: "Preséntate al pueblo, llevando contigo a algunos de
los ancianos de Israel, toma en tu mano el cayado con que
golpeaste el Nilo y vete. Yo estaré ante ti, sobre la peña, en
Horeb. Golpea la peña y saldrá de ella agua para que beba el
pueblo".

Así lo hizo Moisés a la vista de los ancianos de Israel y puso


por nombre a aquel lugar Masá y Meribá, por la rebelión de los
hijos de Israel y porque habían tentado al Señor, diciendo:
"¿Está o no está el Señor en medio de nosotros?".

Palabra de Dios.

Todos:

Te alabamos, Señor.

Pausa en silencio. De pie

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Recitado a dos coros:

"El que bebe de esta agua vuelve a tener sed. Pero el que
beba del agua que yo le daré, nunca más tendrá sed; el agua
que yo le daré se convertirá dentro de él en un manantial capaz
de dar la vida eterna" (Jn 4, 13-14).

"Señor, dame de esa agua para que no vuelva a tener sed" (Jn
4,15).

"El que tenga sed, que venga a mí; y beba, aquel que cree en
mí. Como dice la Escritura: Del corazón del que cree en mí
brotarán ríos de agua viva".(Jn 7, 37-38).

"Señor, dame de esa agua para que no vuelva a tener sed".

La procesión se dirige finalmente al altar mayor, mientras los


asistentes cantan:

De rodillas, Señor, ante el sagrario, que guarda cuanto queda


de amor y de unidad, venimos con las flores de un deseo para
que nos las cambies en frutos de verdad.

Cristo en todas las almas, y en el mundo la paz (bis).

Como estás mi Señor en la custodia igual que la palmera que


alegra el arenal, queremos que en el centro de la vida reine
sobre todas las cosas tu ardiente caridad.

Cristo en todas las almas, y en el mundo la paz (bis).

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Altar mayor

Llegada la procesión al altar mayor el monitor hace la


exhortación final. Sentados.

Si en el Jueves Santo se pone de relieve la estrecha relación


que existe entre la Última Cena y el misterio de la Muerte de
Jesús en la Cruz, hoy, solemnidad del Cuerpo y la Sangre de
Cristo, con la procesión y la adoración común de la Eucaristía
se llama la atención hacia el hecho de que Cristo se inmoló por
la humanidad entera. "Quédate con nosotros, Jesús; entrégate
a nosotros y danos el Pan que nos alimenta para la vida
eterna. Libra a este mundo del veneno del mal, de la violencia
y del odio que contamina las conciencias; purifícalo con el
poder de tu amor misericordioso".

En la procesión del Cuerpo y la Sangre de Cristo,


acompañamos al Resucitado en su camino por el mundo
entero.

Precisamente al hacer esto respondemos también a su


mandato: "Tomen, coman... Beban de ella todos" (Mt 26, 26-
28). No se puede "comer" al Resucitado, presente en la figura
del pan, como un simple pedazo de pan. Comer este Pan es
comulgar, es entrar en comunión con la persona del Señor
vivo. Esta comunión, este acto de "comer", es realmente un
encuentro entre dos personas, es dejarse penetrar por la vida
de aquel que es el Señor, de aquel que es mi Creador y
Redentor.

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La finalidad de esta comunión, de este comer, es la asimilación
de mi vida a la suya, mi transformación y configuración con
aquel que es amor vivo. Por eso, esta comunión implica la
adoración, implica la voluntad de seguir a Cristo, de seguir a
aquel que va delante de nosotros. Por lo tanto, adoración y
procesión forman parte de un único gesto de comunión;
responden a su mandato: tomen y coman.

En la solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo


contemplamos sobre todo el signo del Pan. Nos recuerda
también la peregrinación de Israel durante los 40 años en el
desierto. La Hostia es nuestro maná; con él el Señor nos
alimenta; es verdaderamente el Pan del cielo, con el que él se
entrega así mismo. En la procesión, seguimos este signo y así
lo seguimos a él mismo. Y le pedimos:

Todos:

Guíanos por los caminos de nuestra historia. Sigue mostrando


a la Iglesia y a sus pastores el camino recto. Mira a la
humanidad que sufre, que vaga insegura entre tantos
interrogantes. Mira el hambre física y psíquica que la
atormenta. Da a los hombres el Pan para el cuerpo y para el
alma. Dales trabajo. Dales luz. Dales a ti mismo. Purifícanos y
santifícanos a todos. Haznos comprender que nuestra vida sólo
puede madurar y alcanzar su auténtica realización mediante la
participación en tu Pasión, mediante el "sí" a la Cruz, a la
renuncia, a las purificaciones que tú nos impones.

Reúnenos desde todos los confines de la tierra. Une a tu


Iglesia; une a la humanidad herida. Danos tu salvación.
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Lector:

"Buen pastor, verdadero pan, Señor Jesús, ten piedad de


nosotros. Tú que todo lo sabes y lo puedes, que nos alimentas
en la tierra, lleva a tus hermanos a la mesa del cielo, en la
gloria de tus santos".

Todos:

Concédenos, Señor, que cada uno de nosotros, alimentado de


ti, afronte con una confiada esperanza todas las pruebas de la
vida, hasta el día en que seas viático para el último viaje, hacia
la casa del Padre.

"¡Dulce Jesús! ¡Piadoso Jesús! ¡Jesús, Hijo de María!". Amén.

Lector:

María dio su carne, su sangre a Jesús y se convirtió en tienda


viva del Verbo, dejándose penetrar en el cuerpo y en el espíritu
por su presencia. Pidámosle a ella, nuestra santa Madre, que
nos ayude a abrir cada vez más todo nuestro ser a la presencia
de Cristo; que nos ayude a seguirlo fielmente, día a día, por los
caminos de nuestra vida.

Todos:

Y tú, María, que fuiste mujer "eucarística" durante toda tu vida,


ayúdanos a caminar unidos hacia la meta celestial,
alimentados por el Cuerpo y la Sangre de Cristo, Pan de vida
eterna y medicina de la inmortalidad divina. Amén.

Himno Adoro te deuote

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A dos coros:

Te adoro con devoción, Dios escondido, oculto


verdaderamente bajo estas apariencias. A ti se somete mi
corazón por completo, y se rinde totalmente al contemplarte.

Al juzgar de ti, se equivocan la vista, el tacto, el gusto, pero


basta el oído para creer con firmeza; creo todo lo que ha dicho
el Hijo de Dios: nada es más verdadero que esta Palabra de
verdad.

En la Cruz se escondía sólo la divinidad, pero aquí se esconde


también la humanidad; sin embargo, creo y confieso ambas
cosas, y pido lo que pidió aquel ladrón arrepentido.

No veo las llagas como las vio Tomás pero confieso que eres
mi Dios: haz que yo crea más y más en ti, que en ti espere y
que te ame.

¡Memorial de la muerte del Señor! Pan vivo que das vida al


hombre: concede a mi alma que de ti viva y que siempre
saboree tu dulzura.

Señor Jesús, pelícano bueno, límpiame a mí, inmundo, con tu


Sangre, de la que una sola gota puede liberar de todos los
crímenes al mundo entero.

Jesús, a quien ahora veo oculto, te ruego, que se cumpla lo


que tanto ansío: que, al mirar tu rostro cara a cara, sea yo feliz
viendo tu gloria. Amén.

Bendición y reserva del Santísimo en la forma acostumbrada,


tanto si precede la Misa, como si ésta se celebra acto seguido.
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