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Facultad de Filofía y Letras
ÍNDICE GENERAL
PRESENTACIÓN ............................................................. 17
LÉXICO ........................................................................ 27
PRESENTACIÓN
E
trumento de consulta ocasional. Se ha de advertir ense-
guida que nada añade a lo que la literatura especializada
en cada tema ofrece ni aun, en muchos casos, a lo que
diferentes diccionarios enciclopédicos de filosofía pue-
den registrar. En este sentido se impone la mención especial del Diccio-
nario de Filosofía de Ferrater Mora y, sobre todo, en lo que concierne al
apéndice de sentencias, la de la Enciclopedia Filosofica di Gallarate. Pe-
ro en diccionarios y enciclopedias filosóficas que se suelen utilizar se en-
cuentra incluido en otros contextos y disperso el material exclusivamen-
te medieval que aquí se ofrece. No se pretende de ningún modo hacer
un tratamiento monográfico en las entradas principales: tratándose de
la Edad Media, ello implicaría volúmenes enteros y constituiría otro ti-
po de trabajo, necesariamente colectivo. Quien está preparando, por ej.,
una tesis sobre un autor escolástico determinado termina por dominar
su terminología. Ese lector potencial no sólo no hallará notas novedosas
en este Léxico, sino que aun echará de menos precisiones y matices que
él ya ha captado en el transcurso de su investigación. Pero, en compen-
sación, podrá encontrar resumidas las acepciones que tienen en otros
autores los términos que maneja en su trabajo. Y surgirán así confron-
taciones sugerentes que le permitirán iluminarlo y enriquecerlo. Por es-
ta razón, nos hemos negado a construir este Léxico en torno de un so-
lo autor, tarea que, por lo demás, en muchos casos ya ha sido hecha por
especialistas hace largo tiempo.
LEXICO TÉCNICO DE FILOSOFÍA MEDIEVAL 18
pone reemplazar lo insustituible del diálogo personal con los textos. Por
el contrario, desea convertirse en una puerta entreabierta hacia ellos, al
allegar claves de lectura que después serán afinadas en la insoslayable fre-
cuentación personal de las obras. Respecto de éstas, y dado que se pre-
tende abrir pistas, en muchos artículos sólo se indican unas pocas, por-
que ellas, a su vez, remitirán al lector a lugares paralelos o a otros textos
con los que su autor polemiza. Por eso, se prefirieron escritores como
Agustín de Hipona y Tomás de Aquino, ya que representan los momen-
tos de síntesis de la Patrística y la Escolástica, respectivamente. Se optó
también por aquellos títulos de obras plenas, a su vez, de remisiones, en
las que –como en la Suma Teológica de Tomás– no sólo culmina el trata-
miento de un determinado problema en la plenitud del siglo XIII, sino
que también se resume su evolución histórica. Precisamente por respe-
to a esta última, no pocos artículos comienzan indicando sucintamente
qué rasgos antiguos recupera la Edad Media en la noción de la que cada
uno trata, o terminan sugiriendo cómo ella se modifica en la transición
hacia la Modernidad. De esta manera, se procuró subrayar la especifici-
dad del pensamiento medieval. Por otra parte, quizá se considere que la
lista de entradas excede el ámbito filosófico; en este sentido, se ha de te-
ner en cuenta lo señalado más arriba, y se ha de recordar, además, que la
noción de Filosofía en la Edad Media era mucho más amplia que en la
actualidad y que la comprensión de sus textos exige muchas veces la de
voces ajenas a los tecnicismos que hoy llamamos “filosóficos”. En todos
los casos, aun sacrificando salvedades, se ha buscado la concisión y, a la
vez, una articulación interna lo más clara posible; de ahí que los artícu-
los correspondientes a palabras complejas y fundamentales, como ratio,
sólo registren las acepciones más generales: en primer lugar, abordar to-
dos los matices hubiera redundado en una extensión excesiva; en segun-
do término, al proporcionar al lector los distintos planos semánticos en
los que se manejó el concepto en cuestión, se le da un indicio para de-
terminar el significado exacto que puede adquirir en un pasaje según su
contexto. Con todo, no se ha podido ni querido prescindir de constan-
tes remisiones externas. Se trató así de reflejar la sistematicidad y cohe-
rencia del edificio conceptual del Medioevo. A este objetivo también
obedece la decisión de incluir un apéndice con las sentencias, sobre cu-
LEXICO TÉCNICO DE FILOSOFÍA MEDIEVAL 22
Silvia Magnavacca
Buenos Aires, otoño de 2005
27
A
A
A. Como primera vocal de la palabra
cuando, dados o supuestos antece-
affirmo, se usó en Lógica para indi-
dentes idénticos, se infieren idénti-
car la proposición universal afirma-
cos consecuentes. Por ej., si X, co-
tiva. Su carácter, como el de la vo-
mo político, tiene el deber de velar
cal E (véase), que señala la univer-
por el bien común, Y y Z, en cuan-
sal negativa, aparece sintetizado en
to que son también políticos, tie-
el verso de Pedro Hispano: “A affir-
nen el mismo deber. En cambio, se
mat, negat E, sed universaliter am-
demuestra a c. cuando, supuestos
bae” (Summ. Log., 1, 21 y 4, 18).
antecedentes contrarios, se infieren
Otra formulación tradicional de lo
consecuentes contrarios. Por ej., si
mismo es “Asserit A, negat E, verum
X, que está en uso de sus faculta-
generaliter ambo”. Recuérdese que
des mentales, es civilmente respon-
en todos estos casos se deben em-
sable, Y y Z, en cuanto dementes,
plear las mayúsculas.
no lo son. Si bien estas clases de de-
a-ab. 1. Preposición de ablativo, a la mostración abundaron en la prác-
que se añade la letra b ante vocal o tica jurídica durante la Edad Me-
consonante líquida. Puede referirse dia, no es infrecuente encontrar-
a: 1. lugar: en este orden, señala, ya las también como formas de argu-
sea en sentido real o figurado 1.1. mentación filosófica.
punto de partida; 1.2. lugar desde
a digniori. Es término equivalente de
donde; y, sobre todo, origen o pro-
a potiori (véase). Algunos autores,
cedencia, como en la expresión ab
como Buenaventura, lo prefieren
alio. También puede indicar la ac-
a este último. Así, señala, por ej.,
ción de 2. apartarse, como en de-
“Denominatio debet fieri a d.; di-
terrere a peccato. 3. tiempo a partir
cendum quod non est verum, nisi in
del cual, como en ab initio; 3. indi-
eo, in quo illud, quod minus dignum
ca la persona de quien se solicita al-
est, conformatur digniori” (In I Sent.
go, como en petimus a magistro; 4.
XIV, q.1, a.1).
con verbo en voz pasiva, introduce
al agente, por ej., a Deo creatum; 5. a fortiori. Esta expresión, que se suele
tampoco es infrecuente que aluda a traducir por “tanto más”, determi-
una causa. Cualquiera de estos dos na una forma de razonamiento. Tal
últimos sentidos, sólo discernibles determinación puede ser genéri-
por el contexto, se encuentra en la ca o específica. En el primer senti-
expresión a Deo creatum. do, una argumentación se denomi-
na a f. cuando uno o varios de sus
a contrario. Esta locución, así como
enunciados refuerzan la verdad de
a pari, designa formas opuestas de
la proposición que se intenta pro-
demostración. Se demuestra a pari
bar; por ej., “si los animales supe-
a pari 28
Op. ox. II, 3, 11, 9), aunque admi- a genere, ut homo abundat ab ani-
te la existencia del intelecto activo, mali his differentiis, quae sunt ratio-
cuya función sería la de concebir el nale, mortale” (Summ. Log. 2.11).
universal como aquello que se da
en un número infinito de indivi- abyssus. En líneas muy generales, la
duos posibles (cf. Quodl. 15, 14). palabra “abismo” suele aparecer en
los contextos 1. metafísico, en el
absurdum. Es absurdo aquello que es que es imagen de lo infinito; 2. re-
inadmisible porque no puede darse ligioso, en donde se usa el térmi-
en la realidad, al escapar a o contra- no para mentar la dimensión del
decir las normas que rigen lo real, infierno y la vida de los condena-
como “árbol incorpóreo”; igual- dos; así, por ej., en la Divina Come-
mente inadmisible, pero por razo- dia de Dante, Inf. IV, 8 y ss., Purg.
nes más acotadas, es lo imposible, I, 46; 3. místico, opuesto al ante-
es decir, aquello que supone con- rior y de uso menos frecuente, aquí
tradicción intrínseca, como “círcu- señala la profundidad insondable
lo cuadrado”. de Dios, como aparece en la misma
Los autores medievales se valie- obra, Par.VII, 94, XXI, 94; 4. gno-
ron de la noción de a. para elabo- seológico, en el que indica lo que
rar un procedimiento de demos- excede el alcance de la razón, co-
tración por vía negativa, al que lla- mo en Purg. VI, 121. Los principa-
maron reductio ad absurdum (véa- les usos son los mencionados como
se ad absurdum y reductio 2.3.), pe- 4 y 2 y encuentran su antecedente
ro también ad impossibilem (véase). más importante en Agustín de Hi-
En ella, dadas dos proposiciones pona, En. in Ps. 41, 8. En este tex-
contradictorias, tesis y antítesis, se to, el hiponense subraya la condi-
prueba lo absurdo o imposible de ción insondable del hombre, cali-
la conclusión a la que se llegaría, si ficándolo precisamente de abismo.
se admitiera la antítesis de lo que Si, en su carácter de libre, el hom-
se sostiene. De esta manera, y por bre optara por el mal, entonces ese
el principio de tercero excluido, se abismo que él es invocaría al otro,
considera probada la tesis. El carác- el infernal: “Homo a. est [...] si ma-
ter indirecto de esta demostración le hic vixerint homines, abyssus abys-
hace que Aristóteles prefiera a ella sum invocat [...] de suplicio ad supli-
la que procede por vía directa, de- cium et de ardore cupiditatis in fla-
nominada “ostensiva” (véase). (cf. mmas gehennarum”. 5. exegético.
An. Pr. II, 11-14, 61a y ss.). En este orden, muchas son las in-
terpretaciones que de hecho y muy
abundare. La primera acepción de es- tempranamente se hicieron del
te verbo es la de “desbordar”. Así, “abismo de las tinieblas” que la Es-
en lógica, se usó para indicar aque- critura menciona al comienzo del
llas notas de la diferencia específica Génesis, como el mismo Agustín
que van más allá de las propias de señala en el libro XII de Confesiones
género, como “racional” respecto y entre las que se destaca la que lee
de “animal” en el caso del hombre. en esta expresión una suerte de in-
Por eso, Pedro Hispano escribe: formitas (véase) que sería condición
“Differentia est, qua abundat species de posibilidad de lo creado.
accentus 38
tinción que desarrolla la Edad Me- los que sólo la potencia divina pue-
dia y que radica en el discernimien- de despojar al subiectum en el que
to del orden metafísico y lógico. inhieren (cf. Exp. Aurea 29a); 2. un
En el primero, se concibe co- predicable que puede ser afirmado
mo a. praedicamentalis cualquie- o negado de algo de manera con-
ra de los predicamentos o catego- tingente (ibid., 28d).
rías (véase praedicamentum) aparte
de la sustancia, por ej., “sentado”. accidentale. Adjetivo que se refiere, en
En el segundo, se parte del análi- general, a todo aquello que perte-
sis de las relaciones que existen en- nece, constituye o concierne al ac-
tre el sujeto y el predicado de una cidens (véase). En particular, este
proposición, es decir, de los así lla- término aparece en la Edad Me-
mados “predicables” (véase praedi- dia en la expresión forma accidenta-
cabilia). Cuando el predicado es lis, la cual indica la modalidad ac-
algo esencial para el sujeto, se dis- cidental que inhiere en una sustan-
tinguen tres predicables: el géne- cia dada. Para Ockham, a. en sen-
ro, la diferencia específica y la es- tido amplio alude a todo lo que no
pecie. Pero si el predicado se refie- pertenece a la esencia de la cosa (cf.
re a algo ajeno a la esencia del suje- In III Sent. q. 9 c).
to, puede haber dos predicables: el accidentaliter. Cf. essentialiter.
propio, por ej.: “El hombre es ca-
paz de reír”, y el accidente, por ej.: accidere. En general, y sobre todo en
“El hombre puede ser blanco”. En los autores nominalistas, este tér-
este último caso, se tendría, pues, mino significa el ser algo afirmado
un ejemplo de a. praedicabilis. Pero a título de atributo. Por ej., así se
conviene tener presente que la dife- lee en Guillermo de Ockham (Exp.
rencia estriba en los distintos pun- Aurea 27b).
tos de vista desde los cuales se con- accidia. La acidia o acedia consiste en
sidera la noción de accidente. El cierta desazón o disgusto de sí mis-
predicamental señala un modo de mo, debido a la insatisfacción que
ser; el predicable, una relación de se experimenta por los bienes es-
razón (cf. Tomás de Aquino, De en- pirituales recibidos. Por ello, Juan
te et essentia 6). Damasceno caracteriza la a. como
Una particular elaboración del una tristeza molesta que deprime
tema hace Guillermo de Ockham. el ánimo de tal manera a quien la
Los sentidos más comunes que asu- sufre, que nada de lo que hace le
me a. en Ockham son: 1. una rea- agrada (cf. De fide orth. II, 14). Se
lidad que se añade a otra en la que, trata, pues, de una tristeza que ape-
no obstante, puede faltar sin que se sadumbra ante el bien espiritual y
produzca en ésta un cambio sus- desanima para perseguirlo. Precisa-
tancial; en este sentido, Ockahm mente porque su objeto específico
diferencia empero los accidentes son los bienes espirituales, el origen
separables, que pueden faltar natu- de la detección de este vicio es mo-
ralmente de un sujeto sin que és- nástico y, en particular, proviene
te sea destruido, y los inseparables, de los religiosos egipcios y palesti-
que no se pueden negar en él y de nos. Entre ellos, desde la condición
41 accipere
escolásticos la aplicaron, sobre to- timus, por ej., es lo que hace que
do, a Dios. En todos los entes se da un hombre exista. 1.2.2. formalis:
la composición de potencia y ac- es aquella perfección que constitu-
to. Pero Dios, en cuanto Suma per- ye a la cosa en un determinado gra-
fección, es Acto puro. De ahí que do de entidad, por ej., lo que ha-
el sentido más general de a. en la ce que un hombre sea un ser ani-
Edad Media sea el de “aquello por mado, sensible, racional, etc. Pero
lo que la cosa adquiere una perfec- el acto formal se puede considerar
ción”. El acto de la potencia pasi- desde dos ángulos, desde la esen-
va es la forma; por ej., la forma “ár- cia o desde el sujeto. 1.2.2.1. Des-
bol” es el acto al que ha de llegar de el ángulo de la esencia, se habla
la semilla alcanzando así su perfec- de a. accidentalis: es aquel acto por
ción. El acto de la potencia activa el que una cosa es perfeccionada
es, en cambio, la operatio; por ej., sin que se produzca cambio algu-
en el hombre, la acción u opera- no en su esencia, por ej., lo que ha-
ción de pensar constituye una per- ce que un hombre sea sabio; o bien
fección. Así, se ve cómo, designan- de a. substantialis, que es aquel por
do primariamente lo que efectiva- el que algo se constituye en un ente
mente es o existe, a. pasa a designar con una esencia determinada, por
después, por extensión, determina- ej., el que hace que este hombre
ciones referidas a aquello que es de sea una sustancia y no un acciden-
hecho. te. A su vez, el acto substancial se
La Escolástica ha establecido di- denomina subsistens cuando no in-
versas distinciones al respecto. En forma a un sujeto ni actúa una po-
términos muy generales, se habló tencia; así, sólo compete a los án-
de a. primus para aludir a la forma, geles como sustancias espirituales,
en sentido predicamental; o al acto separadas. Este acto substancial es
de ser en el orden trascendental; y perfecte subsistens porque se da en
de a. secundus para mentar la acción una naturaleza separada y perfecta;
u operación que deriva de algo. Pe- por el contrario, es incomplete sub-
ro la clasificación más exhaustiva es sistens cuando necesita unirse a al-
aquella que divide entre 1. a. purus, guna potencia para formar una es-
2. a. primus y 3. a. physicus. 1.1. a. pecie completa, como en el caso
purus: indica la perfección que ex- del alma humana, llamada a unir-
cluye toda potencialidad, salvo la se a un cuerpo. El acto incomple-
potencia activa; por eso, en rigor, tamente subsistente se llama infor-
sólo Dios es acto puro. Correlativa- mans cuando constituye la verda-
mente, 1.2. el a. non purus es todo dera forma que actúa a la potencia,
aquel en el que interviene alguna como en el caso mencionado del
potencia; corresponde, pues, a to- alma; y se llama terminans cuando
do ente creado. Ahora bien, el ac- perfecciona a una potencia sin ser
to no puro puede ser 1.2.1 entita- su forma específica, distinción es-
tivus: es el que da a la potencia el ta última más teológica que filosó-
existir formalmente, es decir, el que fica, puesto que alude al acto de la
lo hace ser simplemente; de ahí que gracia divina por el que se perfec-
se lo entienda también como a. ul- ciona el alma humana. En cambio,
actus 46
tio simplex (véase), por ej., “el gé- lidad, indica no sólo destino o la
nero se predica de la especie” o “ intención del hablante, como en
‘animal’ se predica de ‘hombre’”; ad maiorem gloriam, sino también
3. a. apprehensivus, que es aquel aquello hacia lo que lo que una ar-
por el que el intelecto simplemen- gumentación o el pensamiento
te aprehende un objeto, y a. iudica- mismo se dirige, por ej., ad absur-
tivus, que es aquel acto complejo, dum. En lo que concierne a la 5. re-
en la medida en que comporta un lación, se despliega en los siguien-
juicio de verdadero o falso, por el tes usos: 5.1. de comparación, co-
cual otorgamos o negamos nuestro mo en ab infinito ad finitum nu-
asentimiento a dicho objeto; 4. a. lla est proportio; de oposición, ca-
rectus se denomina a aquel acto di- so en el que se pueden encuadrar
recto que aprehende un objeto ex- las soluciones o respuestas a obje-
terno al alma, y a. reflexus a aquel ciones en una cuestión disputada,
otro por el que se capta el a. rectus. por ej., ad primum respondeo di-
cendum quod; 5.3. de restricción o
ad. Preposición de acusativo que ge- acotación a un aspecto de lo que se
néricamente indica dirección ha- trata, dando lugar en la traducción
cia un fin propuesto. Este sentido castellana a términos como “relati-
general puede asumir distintas sig- vamente a” o “en cuanto a”, como
nificaciones específicas. 1. de lu- en ad aliquid ratione alterius; este
gar. En este orden puede expresar aspecto restrictivo se advierte espe-
la idea de movimiento hacia un ob- cialmente en ad hoc; 5.4. la adecua-
jeto o hacia un lugar propio o fi- ción entre dos cosas, caso en el que
gurado, el acercamiento o llegada a esta preposición se traduce por “se-
los alrededores de un sitio, sin en- gún” o “con arreglo a”; 5.5. el di-
trar en él, o la proximidad respec- rigirse a otra persona de palabra o
to de un lugar excluyendo idea de por escrito, como aparece frecuen-
movimiento. 2. También señala in- temente en cartas de autores me-
tención hostil en contexto bélico, dievales, donde se discuten cuestio-
o bien protección o defensa contra nes que las convierten en textos fi-
un peligro, lo cual, en el plano dia- losóficos de importancia.
léctico, se traduce a veces en expre- Recuérdese por último que, cuan-
siones que señalan argumentos di- do se halla en composición, con-
rigidos contra alguien, como en ad serva la d si la palabra a la que se
hominem, o apuntando a algo, co- encuentra unida comienza con vo-
mo en ad quem. 3. En el plano cro- cal o h, b, d, j, m, v. Se asimila a c, f,
nológico indica el límite temporal g, l, n, p, r, s, t, cambiando en c de-
hacia el que algo o alguien se diri- lante de q.
ge, la acción que transcurre en un
momento preciso, o bien una du- ad absurdum. Tipo de argumenta-
ración limitada. ción, también llamada a veces re-
Pero los empleos más importan- ductio ad impossibilem (véase). En
tes de esta preposición en el discur- la lógica clásica se denomina así la
so filosófico medieval son los vin- demostración indirecta por la que
culados con el sentido de finalidad se establece la verdad de una tesis,
y relación. Respecto de la 4. fina- poniendo de manifiesto las con-
ad aliquid 48
ad aliquid ratione alterius. Expresa ad hoc. Se llama así una idea, teo-
lo que tiene relación con algo se- ría o argumento que vale sólo pa-
gún otra cosa; por ej., el exceso ra un caso particular, generalmen-
guarda una relación –en este caso te, sin tener en cuenta otros casos
de oposición– con el defecto, se- posibles.
gún el término medio. ad hominem. Se trata de un argumen-
ad aliquid secundum rationem tan- to que supuestamente es válido o
tum. Indica lo que tiene relación termina por serlo solamente para
con algo según el entendimiento; un hombre, o un grupo de hom-
por ej., el predicado de una deter- bres, determinado. Por eso, consis-
minada proposición con su corres- te en un intento de demostración
pondiente sujeto: “Platón es el pa- que se basa en los mismos princi-
dre de la metafísica occidental”. En pios del adversario. Ejemplo típico
este caso, quien formula dicha pro- de esta clase de argumentación es la
posición establece en su entendi- que se suele dirigir contra el escép-
miento una relación analógica de tico. Éste, en efecto, niega la posi-
paternidad entre Platón y la meta- bilidad de concluir algo con abso-
física de Occidente. luta certeza; se le argumenta enton-
ces que, aun admitido el principio
49 ad placitum
no aborda el tema en S.Th. I, q.13, los que se divide la vida. Los auto-
a.10 ad 4. res medievales las diferenciaron en:
infantia, pueritia, pubertas, adoles-
aestimatio. Antiguamente, en el mun- centia, a. virilis y senectus. Con to-
do jurídico, aestimare significó fijar do, también se ha utilizado para se-
soberanamente el precio de una co- ñalar un período histórico, es de-
sa; e indicó también el determinar cir, un tramo en la vida de la socie-
un castigo o una multa. En el len- dad humana.
guaje filosófico medieval pasó a se-
ñalar un juicio. En efecto, la estima- aeternitas. La noción de eternidad es-
ción es un juicio por el que se pon- tá relacionada con las de duración,
deran dos o más subiecta y se de- tiempo y permanencia. Si se abs-
termina cuál de ellos supera cuan- trae de la idea de duración el aspec-
titativa o cualitativamente al otro u to cualitativo de la dureza y se mar-
otros; de ahí que se exprese en pro- gina el cuantitativo del extender-
posiciones que suelen contener tér- se, se entenderá que la eternidad
minos como potius, maxime, etc. es un tipo de duración total, en la
que la cosa subsiste toda ella en sí
aestimativa. En los seres dotados de misma y, en virtud de su perfecta
vida animal, la ae. es uno de los solidez ontológica, permanece en
sentidos internos. Su función es la la totalidad de sus determinacio-
de registrar las intentiones –de las nes. La permanencia de todas és-
que los sentidos externos no pue- tas indica, a la vez, que en la eterni-
den dar cuenta– según las cuales dad se da una duración simultánea.
algo es captado como beneficioso En cambio, la duración del tiem-
o nocivo para la conservación del po es parcial y sucesiva porque en
propio ser. Se trata, pues, de cier- ella la cosa no subsiste en su inte-
to instinto natural que comparten gridad, sino que va pasando de una
los animales y el hombre, y que es determinación a otra, a la mane-
necesario para la constitución de la ra de un fluir. Por eso, la eternidad
potencia apetitiva. En efecto, para en sentido estricto sólo correspon-
dirigirse a algo en cuanto apeteci- de a Dios, cuya “duración” propia
ble, ese algo ha de ser previamen- está exenta de sucesión; es más, se
te percibido o “estimado” de mo- puede hablar de “duración” en Él
do natural y espontáneo como be- únicamente por analogía. En es-
neficioso en cierto grado y mane- te sentido, cabría decir que, así co-
ra. A ello está ordenada la ae., que, mo Dios conoce intemporalmen-
a su vez, requiere de los datos apor- te la duración temporal, el hombre
tados por los sentidos externos (cf. conoce temporalmente –lo cual no
Tomás de Aquino, S. Th. I, q. 78, significa que la imagine– la dura-
ae. 4 c). Así, en virtud de la ae., la ción intemporal.
oveja elude naturalmente al lobo y, La diferencia entre el tiempo y
con la misma naturalidad, se diri- lo eterno es, en último análisis, ex-
ge a la hierba. También por ella el presión de la heterogeneidad onto-
hombre huye de las fieras. lógica entre lo increado y lo crea-
aetas. Voz con la que se indica cada do; en lo creado, se debe tener par-
uno de los períodos temporales en ticularmente en cuenta, además, la
aeviternitas 60
éstas, que se mueven, por así decir, tiniana, por ej., la expuesta por el
en un plano horizontal, se ha de Hiponense en En. in Ps. 56 y De
subrayar que la a. hace alusión a la civ. Dei XIX, 26.
dimensión vertical; por eso, señala
tanto la altura cuanto la profundi- ambiguum. Es una especie del térmi-
dad. De esta manera, decir “ducere no aequivocum (véase). En efecto,
in altum” significa conducir la na- es equívoco el vocablo que, sien-
ve hacia donde el mar se hace pro- do el mismo, se afirma de varias co-
fundo, esto es, navegar mar aden- sas con un significado diferente en
tro, precisamente hacia “altamar”. cada caso; a. es el término que es
En los textos filosóficos y teológi- posible aplicar a sólo dos de ellas;
cos medievales, de los tres vocablos así, si no se encuentra en un con-
mencionados, el que nos ocupa es texto que permita el discernimien-
el que aparece más frecuentemen- to del significado preciso, es decir,
te, ya que es el que ofrece mayo- considerando el término aislado y
res posibilidades para el discurso por sí solo, su sentido permanece
alegórico o metafórico. Así, por ej., incierto.
lo señala Agustín en el De quant. ambitio. En la Edad Media, el con-
an. 12, 21. Por su parte, Ansel- cepto de ambición concierne a la
mo d’Aosta, en Proslogion I, decla- vida moral. Se relaciona con la no-
ra no pretender penetrar con su in- ción de honor (véase), esto es, con
teligencia la a. divina. De acuerdo la deferencia y consideración que
con lo dicho, esta última expresión se da a alguien en testimonio de su
se podría traducir tanto como la excelencia en algún campo. Aho-
“altura” –en el sentido de la gran- ra bien, se entendió que aquello en
deza infinita– de Dios, cuanto co- lo que se sobresale es un don divi-
mo la “profundidad”, en cuyo caso, no concedido para que sea útil a
el lector tendería a pensar en el ca- otros. La a. se define como el ape-
rácter abismal del ser divino. Más tito desordenado de honor y cons-
allá de los matices, ambos sentidos tituye una falta moral, puesto que,
confluyen. primero, en ella se anhela el testi-
ambidexter. La palabra “ambidiestro” monio de una excelencia que no es
es usada por Guillermo de Saint- propia, sino que ha sido recibida;
Thierry. La toma del personaje es- segundo, no se atribuye el honor a
criturario de Aod, juez de Israel Dios; tercero, no se atiende a la uti-
que se servía de su mano izquier- lidad a los demás. Los escolásticos
da como si se tratara de la derecha, consideraron la a. aristotélicamen-
según se lee en Jc. III, 15. Con es- te y, en cuanto exceso, la opusieron
ta expresión alude a aquellos que, a la magnanimitas (véase).
dedicados a la contemplación por amicitia. Expresa una clase de afecto
amor a la verdad, no vacilan en sus- entre personas que reviste dos no-
traerse a ella para atender en es- tas esenciales: la reciprocidad y el
te mundo a las exigencias de la ca- desinterés. En la Antigüedad, Ci-
ridad (cf. Ep. Fr. M.D. 12). Con cerón marcó en este concepto, es-
ello, Guillermo de Saint-Thierry pecialmente, una cierta referencia a
sigue una línea claramente agus- un plano que trasciende a los ami-
amitti 70
gos mismos; así, define la a. como y la mera hospitalidad (cf. Ep. Fr.
“omnium divinarum humanarum- M.D. 56).
que rerum cum benevolentia et cari-
tate consensio” (Lael. VI). amitti. Verbo que se aplica a la pér-
En el período patrístico sobre- dida natural que un ente real su-
salen los análisis del tema que ha- fre. En virtud de su nominalismo
ce Agustín de Hipona, quien, alu- o, mejor aún, de su antirrealismo,
diendo a la definición ciceronia- Guillermo de Ockham insiste en
na, subraya que la realización de que a. no se refiere al hecho de que
la amistad plena no sólo compren- algo ha perdido un atributo, sino
de la concordia en el plano huma- a que ese atributo ya no se predi-
no, sino también el divino. Insis- ca de él, aunque esa cosa continúe
te también en la amistad que es po- subsistiendo. Así se expresa, por ej.,
sible anudar con Dios (cf. Conf. en Summa Totius Log. III, c. 18. Cf.
VIII, 6, 15). Por otra parte, desta- también recessus.
ca el ser amigo de la verdad como amor. Mientras que la Antigüedad clá-
condición para ser amigo del hom- sica incluía en su noción de eros la
bre (cf. Ep. 155, 1). En páginas que nota de necesidad o carencia espiri-
se cuentan entre las sobresalientes tual, la aparición del Cristianismo
sobre este tema desde el punto de colocó el concepto de a. en un pla-
vista psicológico, Agustín expresa no metafísico diferente. En efecto,
el sentimiento de la a. como el de la doctrina cristiana sobre el carác-
quienes sienten ser una sola alma ter personal y paterno de Dios lle-
en dos cuerpos (cf. Conf. IV, 6). vó a ver en el amor una positividad
En la Edad Media, se prestó par- y perfección del ser, sobre la ba-
ticular atención a la amistad es- se de afirmaciones como la de San
piritual. Al respecto, son nota- Juan: “Deus charitas est”.
bles los tratados de Pedro de Blo- Tal cambio de perspectiva obe-
is y de Buocompagno de Signa. Es- dece a que la misma vida íntima
te último analiza especialmente la divina es entendida como a.: con
dimensión psicológico-social de esa noción se caracterizan, en efec-
la amistad y advierte sobre varias to, las relaciones entre las personas
clases de falsos amigos: el sophisti- de la Trinidad. Es más, respecto de
cus, que es el que engaña; el vocalis, la relación de Dios con el mundo y
quien sólo hace protestas de amis- el hombre, la Creación y la Reden-
tad; y el versipellis, que es el adula- ción son vistas como actos del a.
dor. Respecto de la amistad gene- divino. Consecuentemente, tam-
ral que se establece entre semejan- bién la ética cristiana elaborada en
tes sólo en cuanto tales, véase affa- la Edad Media se expresa en térmi-
bilitas. nos de a., entendido ya no como
Una nota curiosa concerniente a tendencia puramente natural naci-
este concepto es la que aporta Gui- da de la necesidad, sino como ac-
llermo de Saint Thierry. En efecto, to de voluntad libre e iluminada,
escribe este autor que hay entre el es decir, como fuerza proveniente
estudio y la lectura la misma dis- de un espíritu dotado de libertad,
tancia que la que se da entre la a. fuerza que la Gracia potencia. Por
71 amor
liano de la segunda mitad del siglo sapientia (véase sapiens, cuya etimo-
XV, se vuelve a perspectivas plató- logía cabe recordar para la vincula-
nicas y neoplatónicas sobre el te- ción con el sentido del gusto). El a.
ma. Prueba de ello son el comenta- antecede a la quies o reposo, en el
rio al Banquete de Platón, de Mar- que culmina la vida espiritual.
silio Ficino, y el Commento alla
canzone d’amore di Benivieni de Pi- ampliatio. La ampliación es una pro-
co della Mirandola. piedad lógica del término que ex-
tiende su valor de suplencia (véa-
amphibologia. Lógicos y gramáti- se suppositio). Si tomamos como
cos medievales han designado así ejemplo el término “hombre”, ten-
el equívoco que se da cuando una dremos en los siguientes ejemplos,
proposición puede dar lugar a va- sucesivamente, mayores grados
rias interpretaciones: “Fallacia am- de ampliación: 1) “Todo hombre
phibologiae accidit ex hoc quod ali- viejo es mortal”, 2) “Todo hom-
qua oratio potest diversimode acci- bre actualmente existente es mor-
pi”, escribe Ockham en Summa tal”, 3) “Todo hombre es mortal”.
Totius Log. III, 4, c.5. La a. puede En la última proposición el térmi-
asumir tres formas: 1. la proposi- no “hombre” está a título esencial,
ción tiene de suyo varias interpre- o sea, abarca toda existencia hu-
taciones posibles; 2. tiene un sen- mana posible; por eso, este tipo de
tido propio o principal y un senti- ampliatio se denomina “ad esse pos-
do impropio o secundario, tomán- sibile”.
dose éste por aquél; 3. la proposi-
ción aislada tiene un único signifi- an sit. Cf. annitas.
cado posible pero, unida a otra, un anagoge. Esta palabra señala, en ge-
segundo sentido. Como se ve, la a. neral, la elevación del espíritu a las
concierne siempre a proposiciones; realidades más altas. Es translite-
no se ha de confundir, pues, con el ración del griego. Su noción apa-
aequivocum (véase) propiamente rece ya en autores como Orígenes
dicho, puesto que éste se basa só- (cf. De Princ. IV, 3, 4; Contra Cel-
lo sobre términos. sum 22, 530), siendo retomada por
amplexus. Término que corresponde a Beda (cf. De Tabern. I, 6). Pero se
la mística medieval y que fue em- prolonga, con el mismo sentido in-
pleado, en especial, por Buenaven- dicado, en la Escolástica, por ej., en
tura. Dicho analógicamente, alu- Buenaventura (cf. Brev. Pr. 4). El
de a una “sensación espiritual”, una significado del término da lugar a
percepción de la mens referida a la una de las cuatro interpretaciones
vida de la Gracia. En efecto, este posibles de la Escritura (véase ana-
autor distingue en esta última es- gogicum).
tados que compara con las sensa- anagogicum. Proviene de anagoge (véa-
ciones de la vida física. El estado se), por lo que indica lo relativo a
espiritual correspondiente al tacto la ascensión espiritual. Pero se usa
se denomina a., es decir, “abrazo”. también como sinónimo de “in-
Designa un grado místico que si- ducción”, en cuyo caso se llama a. a
gue al gustus, el cual procede de la lo que conduce a la causa suprema
73 analogia
nocimiento que hay entre los senti- Ahora bien, el concepto analógi-
dos y los objetos sensibles es seme- co por excelencia es el ser en cuan-
jante a la que se da entre el enten- to tal, lo que significa que éste se
dimiento y los objetos inteligibles: predica en sentido propio de toda
en ambos casos, el nombre análogo la realidad, pero que su modo varía
de “conocimiento” se toma en sen- esencialmente de un género a otro.
tido propio. En cambio, la analo- De esta manera, tanto la sustancia
gía de proporcionalidad es 2.2. im- como los accidentes son, pero una
propia, cuando la relación signifi- es en sí y los otros son en ella. De
cada por el nombre análogo se rea- modo semejante, el ser increado es
liza con propiedad solamente en análogo pero no idéntico al creado,
uno de los pares de términos que sino infinitamente distante de él.
se toman, mientras que en el otro Precisamente porque es analó-
u otros se da en sentido traslaticio gico, el ser no se puede conside-
o metafórico, de donde este tipo de rar como género, ni siquiera como
a. se llama también “de proporcio- el máximo género: como se ve en
nalidad metafórica”; por ej., la pa- el ejemplo de “animal”, un género
labra “visión” designa propiamente se predica unívoca y no analógica-
la relación que hay entre el sentido mente de varias especies, mientras
de la vista y un objeto visible, pero que el ser no se puede atribuir uní-
se aplica también metafóricamente vocamente –esto es, en el mismo
para denotar la que se establece en- sentido– a la sustancia y al acciden-
tre el entendimiento y algún objeto te, a Dios y a las creaturas (cf., por
de éste, captado de modo inmedia- ej., Tomás de Aquino, In I Sent.,
to y evidente. d.8, q.4, a.2). Sin embargo, ésta
El tipo de analogía descrito en no es más que una posición asu-
2.1., o sea, la de proporcionali- mida frente a la cuestión. De he-
dad propia, constituye quizás el cho, esa doctrina tomista es refuta-
más debatido filosóficamente. Ello da por Duns Scoto (cf. Opus oxon.
se explica porque en esta clase de I, d.3, qq. 1 y 3; d.8, q.3). Conside-
analogía la denominación no está ra Escoto que, en las demostracio-
simplemente predicada de los ca- nes de la existencia de Dios y de sus
sos analogados con mayor o menor atributos, se caería en una quater-
legitimidad, sino que se capta co- nio terminorum (véase), si el térmi-
mo realizada formalmente en ellos. no medio no conviniera a Dios y
Así, son objeto de una a. proportio- a las creaturas unívocamente. Para
nis propia, en especial, los trascen- él la noción de ser, abstraída de sus
dentales (véase transcendentale), va- especificaciones, es absolutamente
le decir, las propiedades que, perte- única, tanto desde el punto de vista
neciendo al ser en cuanto ser, se en- lógico como ontológico, ya que se
cuentran en forma análoga en to- diferencia actual y formalmente en
das las instancias singulares que el virtud de los distintos grados meta-
ser puede asumir; por ej., “verdade- físicos de los diversos entes. Según
ro” es a “ente” como “Verdad” es a Escoto, a partir de estas especifica-
“Ser”. ciones podemos abstraer el concep-
to de ser, lo cual rechazaban los to-
analogum 76
tual del alma, capacidad irreducti- Al llegar al siglo XIII, con el re-
ble a la de su virtud vivificadora. ingreso del aristotelismo, se gene-
Toda esta problemática es reco- ró una polémica en torno del sta-
gida por los Padres de la Iglesia en tus metafísico del alma, conocida
doctrinas cuya primera gran sínte- como la discusión sobre la unici-
sis se alcanza con Agustín de Hi- dad o pluralidad de formas sustan-
pona. En primer lugar, remitién- ciales en el hombre, esto es, si hay
dose al neoplatonismo, y en polé- un solo principio en él que cum-
mica con los maniqueos, el hipo- ple varias funciones, o bien varios
nense despeja definitivamente toda principios, es decir, un alma vege-
posibilidad de concebir el a. como tativa, una animal y otra racional.
dotada de materialidad sensible, La primera tesis es la que resulta
ya que la definide como substan- históricamente vencedora, contra
tia spiritualis (cf. De Tr. X, 10, 15); la segunda, más propia de los se-
en segundo término, sostiene que guidores de Avicebrón. De hecho,
es, a la vez, rationis particeps, regen- Aristóteles había subrayado que el
do corpori accomodata, es decir que hombre responde a un único acto
subsume en ella los principios de de existencia; su cuerpo no consti-
las funciones más elementales y las tuye una actualidad diferente de la
más altas del hombre (cf. De imm. del alma, sino que recibe la de ésta.
an. 15); en tercer lugar, por lo me- Y la actualidad del alma, que es ac-
nos en muchos textos y pese a in- to primero, es principio de las ope-
negables ambigüedades terminoló- raciones activas –o actos segundos–
gicas, Agustín adscribe a los aspec- de la vida en su triple grado: vege-
tos superiores del alma las funcio- tativo, sensitivo y racional. Tomás
nes que antiguamente se asignaban de Aquino hace suyo este esque-
al pneuma, siguiendo así una de las ma general y, otorgando particular
líneas de interpretación de San Pa- atención a las operaciones y facul-
blo. Un problema sobre el que só- tades cognoscitivas del alma, insis-
lo hacia el final de su vida se expi- te, contra los averroístas, en que es
de el Hiponense es el de la eventual cada alma la que elabora su propio
preexistencia del alma, posibilidad conocimiento a través de su pro-
que después ya los autores cristia- pio intelecto agente (cf. C. G. II,
nos abandonarán definitivamente. 69). El principio que anima a ca-
Un notable desarrollo de la no- da hombre es, pues, el que lo hace
ción que nos ocupa se encuentra en pensar y conocer, a partir el apor-
Escoto Erígena. En efecto, el filó- te de los datos de los sentidos cor-
sofo irlandés, que concibe el ser del porales (véanse intellectus y abstrac-
Hombre como Idea en Dios, ad- tio). Más aún, es la misma alma ra-
mite, no obstante, que cada hom- cional la que directamente informa
bre histórico, individual, tiene un al cuerpo orgánico. Pero, al tiem-
alma que refleja el universo, la tota- po que actúa como forma del cuer-
lidad del ser, el plan de la creación, po, el alma se puede considerar en
al que, con todo, percibe desde su sí misma a la manera de “una cier-
propia perspectiva e itinerario per- ta sustancia”, vale decir que puede
sonal (cf. De div. nat. III, 1). susbsistir in se cuando no está uni-
anima mundi 80
pues, tanto la identidad como la del a. cuya función, hasta él, ha-
función propia del a. se hallan muy bía sido concebida como la de vi-
jerarquizadas, en la medida en que vificar al alma, así como ésta da vi-
el concepto clásico de a. constituye da al cuerpo. La antropología tri-
un intento de explicar la concien- partita no se puede conservar en el
cia y, a la vez, un negarse a reducir Aquinate precisamente por la siste-
la actividad del espíritu autocons- maticidad que caracteriza su pensa-
ciente a leyes fisiológicas. Es funda- miento. En efecto, el hecho de ate-
mental la intervención del estoicis- nerse, aristotélicamente, en el pla-
mo en esta cuestión, precisamente no metafísico, a binomios como
por la distinción que esta corrien- acto y potencia, forma y materia,
te hace entre soma, psyche y pneu- hace que, en el nivel antropológi-
ma, es decir, cuerpo, alma y espí- co, se vea obligado a guardar cohe-
ritu. De esa manera, se constituye rencia con el anterior. De este mo-
una antropología tripartita o, me- do, en el hombre, la forma corres-
jor aún, tridimensional, añadiendo ponde al alma; la materia, al cuer-
a cuerpo y alma la dimensión del a. po. Pero no hay una tercera cate-
como espíritu. Esta distinción re- goría metafísica a la que hacer co-
aparece en San Pablo, en virtud de rresponder la dimensión antropo-
su formación intelectual. A través lógica del a.; de ahí que la subsu-
de él, fundamentalmente, pasa a la ma en el alma. Más aún, Tomás no
primera tradición cristiana, si bien concibe el espíritu como la función
no se mantendrá. superior de ésta, de la manera co-
Entre los autores patrísticos y es- mo ocasionalmente lo había hecho
colásticos hay, en efecto, una gran Agustín, sino que ordena el a. a la
disparidad en los significados atri- vis irascibilis, así como el deseo co-
buidos a la noción que nos ocu- rresponde al aspecto concuspisci-
pa. Más aún, a veces, se encuentra ble del alma. Por ello, señala que
una cierta ambigüedad en el mis- la magnanimidad (véase magnani-
mo autor. Tal es el caso de Agustín mitas) significa magnitudo animis y
de Hipona, quien, en algunos tex- no animae (cf. S. Th. II-II, q.129,
tos, identifica el a. con el alma mis- a.1). Así pues, la acepción contem-
ma, en cuanto principio vital que poránea del término “ánimo”, en
es, al mismo tiempo, una sustan- castellano, queda más vinculada al
cia racional; en otros, por ej., en De concepto tomista de a. que al agus-
civ. Dei. XI, 3, habla de a. asocián- tiniano.
dolo con la mens (véase), es decir,
con el aspecto superior del alma ra- annihilatio. La aniquilación es un
cional que capta lo puramente in- concepto próximo aunque no equi-
teligible. Pero ya se va desdibujan- valente al de la corruptio (véase). És-
do como dimensión distinta de la ta se define como “destructio rei in
del anima. nihilum sui sed non subiecti”, esto
Otra concepción completamente es, la destrucción de aspectos –aun
diferente es la de Tomás de Aqui- esenciales– de la cosa de la que se
no. En sus obras, se pierde prác- trata, pero no de su sustancia. En
ticamente la identidad autónoma cambio, en el caso de la a. se tiene
una “destructio rei in nihilum sui et
83 ante rem-in re-post rem
annitas. Así como la quidditas (véase) ante rem-in re-post rem. (Cf. ante 3).
señala la esencia de algo, al respon- Estas fórmulas señalan respectiva-
der a la pregunta quid est (qué es), mente las tres posiciones principa-
la annitas indica su existencia, al les asumidas durante la Edad Me-
responder a la pregunta –previa a la dia respecto del problema de los
antecedens 84
tes que hacer esto, preferirá hacer temente se lo reemplaza por la ex-
aquello otro. La particularidad del presión per antonomasiam.
uso de esta conjunción en la Edad
Media consiste en que, siguiendo anxietas. Como la angustia, la ansie-
lo observado por Jerónimo en su dad se ha considerado uno de los
interpretación de un pasaje evan- efectos de la tristeza. Así, los auto-
gélico (cf. Contra Helvidium I, 19), res medievales casi siempre aluden
los escolásticos adjudicaron al a. el a este concepto en relación con el
carácter de señalar lo que precede de tristitia (véase).
en el pensamiento. Pero no es ne- aphorismus. Es un precepto universal
cesario que se lleve a cabo lo pen- formulado sobre la base de muchos
sado con anterioridad, si se inter- casos singulares. Se usa en las de-
pone algo que lo impide; así, por mostraciones, puesto que alude en
ej., “a. in portu pranderem, naviga- términos de síntesis a las propieda-
vi” no significa que quien pronun- des y causas de las cosas. Sin em-
cia esta proposición haya almorza- bargo, carece de la fuerza argumen-
do efectivamente antes de navegar, tativa de la sententia (véase). Algu-
sino que pensaba comer en el puer- nas obras medievales comienzan
to cuando surgió algo que lo im- con este vocablo en plural, por ej.,
pulsó a hacerse a la mar. Así lo se- los Aphorismi de essentia summae
ñala Tomás de Aquino en S.Th. III, bonitatis, aunque éste no es un tex-
q. 28, a. 3 ad 1). to, sino un título con el que Alain
antiperistasis. Además de equivaler a de Lille cita el célebre Liber de cau-
circumobsistentia, más específica- sis de Proclo.
mente, esta palabra fue empleada apparenter. Adverbio con que se sue-
en la Edad Media para indicar la le indicar que algo se toma en sen-
fuerza motriz que, contrariamente tido metafórico y no propio. Así, se
a lo que creían los antiguos, en el opone a formaliter (véase formaliter
cuerpo que se lanza a distancia, no 1). Por ej., se dice que los prados
pasa al aire, sino al cuerpo mismo “ríen” no formaliter, sino a.
que es lanzado.
appellatio. Su acepción más general es
antiphrasis. Habitualmente, la cons- la de “nombre” y es, por tanto, un
trucción “per antiphrasim” signifi- signo. Los signos appellant, vocablo
ca “por contradicción”. Así se lee, propio de Anselmo d’Aosta, es de-
por ej., en Alain de Lille (cf. Anticl. cir que, como se señala en el artícu-
VII, 427; VIII, 248). lo correspondiente (véase signum),
antiqui. Cf. magister. los signos remiten siempre a algo;
en el caso de la a., a través del he-
antitypa. Cf. repraesentatio 2. cho de nombrar algo. La noción de
a. es particularmente importante
antonomastice. Adverbio muy usado en Pedro Abelardo. En la concep-
en la literatura escolástica para in- ción abelardiana hay dos aspectos
dicar la atribución común de un de la significatio, esto es, dos fun-
nombre a algo o alguien que lo me- ciones significativas del nomen de-
rece por excelencia. Así, por ejem- rivadas de la impositio: la que refie-
plo, Cicerón es a. orador. Frecuen-
appetitio 86
cos prefirieron el término que nos tienen los números en cuanto tales,
ocupa para aludir, específicamente, objeto de la a. Ésta estudia, pues, la
al tipo de argumentación sophisti- multitudo per se.
ca (véase argumentatio, in fine). Por En la Edad Media, las cuatro
eso, a. se suele definir como “pro- operaciones se consideraron espe-
babile inventum ad fidem facien- cies de la a.: additio o suma, subs-
dam”; de ahí que no sólo los argu- tractio o resta, multiplicatio o mul-
mentos a fortiori, a contrario, a pa- tiplicación, y divisio o división. El
ri, etc. se designen con este nom- cronista Richer da cuenta de que,
bre, sino también aquellos otros a finales del siglo X, Gerberto de
que implican argucias polémicas Aurillac promueve la utilización
por parte de quienes discuten, por de un ábaco en forma de tabla pro-
ej., los argumentos ad verecundiam, vista de compartimientos. Se divi-
ad ignorantiam, etc. (véanse). día a lo largo en veintisiete partes,
ocupadas por los números de uno
arithmetica. La artimética es una de a nueve. Hizo fabricar otros tan-
las artes liberales del quadrivium tos, móviles, para que, al cambiar-
(véase); por tanto, formó parte de los de cuadro, se indicara la mul-
la formación básica en la Edad Me- tiplicación y división de un núme-
dia. En general, se la definió, des- ro de modo rápido (cf. Hist. III).
de la Antigüedad, como el estudio Ciertamente, esto cambia con la
teórico de las propiedades del nú- introducción del cero, que da lugar
mero, de manera que éste es su su- a un nuevo tipo de cálculo (véase
biectum. Así, deriva en scientia be- algorismus).
ne numerandi. Para Boecio, quien Hacia los siglos finales de la Edad
precisamente con su De arithmeti- Media, se consideró a estas opera-
ca II, 7-9 se constituye en una de ciones propias del uso popular, y se
las principales auctoritates medie- reservó el nombre de a. generalis a
vales respecto de este tema, la a. es aquella que trata de la razón filosó-
una scientia en cuanto que descri- fica del numerus (véase).
be un itinerario particular para al-
canzar el fin común a todas, es de- artes. Lo que todas las lenguas an-
cir, la posesión de la verdad. De he- tiguas subrayan en este término,
cho, desde la perspectiva boeciana, cualquiera sea en cada una de ellas
la representación cuantitativa y nu- su equivalente, es la noción de ar-
mérica de la realidad es el primer ticulación entre las partes de un
acceso a la formalidad de los ejem- todo. El latín sumó a esta noción
plares divinos que encierran en sí la intervención humana, que es la
mismos la originaria verdad de to- que precisamente produce con su
do lo que existe. Desde este ángu- obrar dicha articulación.
lo neopitagórico, las formas se re- En líneas muy generales, el arte
presentan en la mente humana co- es una cierta virtud o habilidad pa-
mo simples entidades cuantitativas ra hacer o producir algo, de cual-
que son de dos tipos: la magnitu- quier tipo, de acuerdo con deter-
do o cantidad continua, y la mul- minados métodos o reglas que, a
titudo o cantidad discreta. Cuando su vez, pueden descubrirse también
estas últimas son tomadas per se, se por medio del arte, o bien de la ex-
93 artes
de tal respuesta doctrinal, se proce- vés de los sentidos (cf. S.Th. I, 78,
de a la refutación de todos los argu- 4). En el Renacimiento, a. se apli-
mentos adoptados por la tesis que cará metafóricamente a Dios Crea-
se combate, en el orden en que fue- dor, optimus a., como señala Pico
ron expuestos en el punto 2; dicha della Mirandola al comienzo de su
refutación se inicia con las palabras De hominis dignitate.
“Ad primum ergo dicendum… Ad
secundum…”, etc. Ciertamente, la artificialia. Se denominan así las
redacción de los artículos está ma- obras que son producto de las ar-
tizada por distinciones (véase dis- tes, en el sentido medieval del tér-
tingo) y objeciones (véase obiectio), mino (véase ars, in principio). Ha-
que son típicas del procedimiento cia el fin de la Edad Media se esta-
escolástico. bleció al respecto la siguiente dis-
En cuanto al ámbito religioso, los tinción entre: 1. las obras a. que
autores medievales se basaron so- se producen en cooperación entre
bre la etimología que atribuían al la naturaleza y el artesano o artis-
término y que aludía a la delimi- ta, como las de la agricultura y la
tación de las partes de un cuerpo medicina; 2. las que tienen su cau-
que están mutuamente enlazadas. sa exclusiva en la acción de este úl-
Así llamaron a. fidei a un punto o timo, como en el caso de los escul-
aspecto particular concerniente a la tores o los arquitectos, por ej., una
verdad divina y que constituye ma- escultura o una casa. En el primer
teria de fe, dado su carácter de no caso, el agente produce una forma
evidente ni accesible a la sola luz de sustancial o aun accidental, dispo-
la razón natural. niendo las fuerzas naturales para
que ellas actúen sobre un subiectum
artifex. Es palabra que en la Edad Me- determinado, v. g. cuando el escul-
dia se suele reservar para el artesa- tor somete el hierro a la acción del
no o artista, esto es, para pintores, fuego. En el segundo, al menos en
escultores, orfebres, constructores, la concepción de nominalistas co-
etc. Sobre una idea de Plotino, mo Ockham, no se produce una
Agustín afirma que los artifices no realidad nueva sobre los elementos
reproducen sólo lo que ven, sino procurados por la naturaleza: es-
que, en sus obras, se remiten a prin- tos entes a. son el resultado de una
cipios en los que también la natu- adición o separación de partes real-
raleza tiene su origen. Por su parte, mente existentes, como las piedras
Buenaventura dirá mucho más tar- de una catedral que, para que és-
de que el alma del a. compone co- ta tenga lugar, son cambiadas de si-
sas nuevas con elementos que no lo tio. Así, escribe Ockham, el esse de
son y pinta o esculpe en sus obras los a. se reduce a una o varias cosas
exterius lo que piensa e imagina in- naturales (cf. Summ. in libros Phys.
terius. Por eso, Tomás añade que la I, c. 26).
phantasia tiene una función pre-
ponderante en la acción del a., ya artista. Es importante tener presente
que la fantasía, potencia del senti- que este término no señala en el la-
do interior, es como un tesoro de tín medieval lo mismo que en es-
formas que llegan al sujeto a tra- pañol. Para este último significado
97 assensus
tenido de otra. Pero con ello deja- gunos casos, esté acompañado por
ron pendiente la cuestión de la am- la voluntad.
bivalencia del a. como momento Por su parte, Guillermo de Oc-
teórico y a la vez práctico, es decir, kham retoma la teoría agustiniana
como una instancia en la que con- acerca de que la percepción invo-
fluyen entendimiento y voluntad y lucra de alguna manera un juicio.
en la que se ha de determinar cuál Distingue dos clases de a. así como
de ambas facultades tiene el papel había distinguido entre dos tipos
decisivo. de apprehensio (véase): aquel por el
En la Edad Media se dieron di- cual el intelecto afirma que una co-
versas respuestas al problema. Para sa existe o no y que es de tal o cual
Tomás de Aquino, por ej., el asen- manera; y aquel otro por el que el
timiento es esencialmente un ac- intelecto adhiere a una proposición
to del entendimiento, a diferencia que encuentra verdadera (cf. Quo-
del consentimiento (véase consen- dl. V, q. 6; III, q. 8; IV, q.16). A
sus), que es acto de la voluntad. Pe- diferencia del segundo, el primer
ro especifica que el entendimiento asentimiento no es un juicio pro-
asiente de dos maneras: una, cuan- piamente dicho porque no tiene
do es movido por el objeto mismo; por objeto una proposición (cf. In I
en este caso, o bien el objeto se co- Sent. Pr., q.1).
noce en sí mismo –es decir, resulta
algo evidente de suyo, como “A no assimilatio. Cf. species 2., in principio.
puede ser A y no A al mismo tiem- assumere-assumptio. En líneas gene-
po”– o bien cuando conoce el ob- rales, a. significa traer una cosa ha-
jeto por mediaciones, como en el cia sí. Implica, pues, una relación:
caso de las conclusiones científicas, la que se da entre aquello desde lo
a las que el entendimiento asiente cual se trae y aquello hacia lo cual
después de algún género de demos- se trae; además, se ha de conside-
tración. De una segunda mane- rar lo recibido o asumido en sí mis-
ra, el entendimiento se inclina vo- mo. La acepción de este término,
luntariamente, y en virtud de una de relevancia en el campo metafísi-
cierta elección, a uno u otro térmi- co y teológico durante la Edad Me-
no de una alternativa. En este últi- dia, se ha delimitado en compara-
mo caso, si lo hace dubitativamen- ción con los conceptos de unión,
te, se tiene una opinión; si asiente equivalencia, acción-pasión. En re-
con certeza, tiene fe (cf. S.Th. I-II, lación con el primero, cabe decir
q. 1, a. 4). A partir de entonces, el que mientras que la asunción im-
a. se definió, de un modo más es- plica un devenir, la unión expresa
tricto, como la aceptación de una el resultado de tal devenir; respec-
proposición que pertenece al ám- to del segundo, mientras que en los
bito de la fe. De todos modos, lo dos términos equivalentes se da la
central según el punto de vista to- misma referencia, en la assumptio
mista –que la Modernidad rechaza- dicha referencia es distinta en el
rá en este aspecto– es que el asen- agente y en el paciente; por último,
timiento sigue perteneciendo al or- en lo que hace a las nociones de ac-
den intelectual, aun cuando, en al- ción y pasión, en la asunción hay
99 astrologia
acción por parte de quien asume y las partículas de luz –por tanto, de
pasión por parte de la realidad asu- bien– prisioneras en este mundo.
mida. La noción que nos ocupa tu- Lo que hoy se denomina “astro-
vo particular importancia a la ho- nomía” es lo que formó parte del
ra de enunciar la cuestión teológi- quadrivium y va adquiriendo pau-
ca de la unión hipostática. latina sistematización científica.
En este aspecto, se define como la
astra. Se denominan así los cuerpos ciencia que estudia el movimien-
celestes y, en particular, los plane- to de los astros y, a diferencia de la
tas. Los escolásticos los llamaron cosmología, tiene un carácter ma-
“a. errantia”, aclarando, como lo temático. Es ciencia experimental
hace Tomás de Aquino, que tal de- y cuantitativa que, por medio de
nominación no obedece a que su las combinaciones de movimientos
movimiento sea irregular, sino al circulares simples, busca explicar el
hecho de que no siempre conser- movimento de los astros, sin expe-
van la misma posición (cf. In Met. dirse sobre la esencia de éstos. Ya
XII, l. 9, 2564). Agustín había señalado la verdad
astrologia. Usualmente se define la as- contenida en los conocimientos as-
trología como la indagación acerca tronómicos (cf. Conf. V, 3, 4), así
de las supuestas influencias que el como denunciado la falsedad de los
movimiento de los astros tiene so- horóscopos y, sobre todo, había ne-
bre el mundo y, en particular, sobre gado la subordinación de la volun-
la vida de los hombres; de ahí que tad humana a la posición de los as-
resulte en la enunciación de presa- tros (cf. De civ. Dei V, 6-7 y De doc-
gios. Como se ve, difiere de la as- tr. christ. II, 22, 33 y 29, 46). Un
tronomía en cuanto que ésta no hito importante en la valoración de
tiene en consideración el último as- la a. en el quadrivium, es decir, en
pecto mencionado. Sin embargo, cuanto astronomía, es el conforma-
en su origen, no se distinguieron do por Boecio. Para Boecio, la a.
ambas disciplinas, confundiéndo- resulta nada menos que de la con-
se bajo el mismo nombre. sideración de las ideas ejemplares
La actividad de los astrólogos co- en Dios vistas en su formalidad de
bró cierto auge en algunas sectas magnitudines en movimiento (cf.
contemporáneas a los autores del De arith. II, 41-42).
período patrístico y fue combatida En la Edad Media, las traduc-
por éstos. Orígenes, por ej., men- ciones del árabe introdujeron pro-
ciona polémicamente las creencias fundos cambios en la astrono-
astrológicas de la doctrina mitríaca mía y acentuaron el aspecto prác-
y de ciertos sistemas gnósticos co- tico del cálculo de las posiciones de
mo el ofita (cf. Contra Celsum VI, los cuerpos celestes. Las tablas as-
22). Por su parte, el maniqueísmo, tronómicas de Al-Khuwarizmi y,
aunque sostenía el carácter demo- después, las de Toledo permitieron
níaco de los astros, afirmaba la in- prever las disposiciones recíprocas
tervención positiva del Sol y la Lu- de astros y planetas; esta anticipa-
na en el proceso de liberación de ción preparó el terreno para una re-
lación estrecha entre astronomía y
astrologia 100
astrología. Pero en los ámbitos reli- dad, de donde puede preverlos una
giosos sólo se sigue rechazando la a. ciencia como la astronómica; los
cuando no alude a la actividad as- segundos a la contingencia y, por
tronómica, sino que, bajo un nom- tanto, son variables, y es imposible
bre común, insiste sobre la influen- preverlos a través de los movimien-
cia astral en la vida de los hombres. tos celestes. Sólo en el primer senti-
Si este aspecto fue atacado es por- do, esto es, como lo que hoy se de-
que se entendió que con él se pre- nomina astronomía, la a. es acep-
tendía a anular o disminuir la liber- tada por autores como Tomás (cf.
tad y responsabilidad humanas. En S.Th. I, q.115, a. 4), Roger Bacon
efecto, contra ese aspecto en par- y Pedro d’Ailly. Hacia el final de los
ticular apuntan las críticas no só- siglos medievales, y después de to-
lo de Agustín, sino también de ca- da esta larga discusión doctrinal, la
si todos los Padres de la Iglesia. Ca- distinción nominal entre los dos
be señalar, no obstante, que ya Plo- sentidos mencionados, el científico
tino había puesto en tela de juicio y el de la superchería, quedó salva-
que la disposición de los astros en da mediante una acotación: la a. a
el momento del nacimiento de una secas señaló el primero de ambos,
persona determinara toda su vida y mientras que el añadido del adje-
condicionara su alma (cf. Enn. II, tivo divinatrix o iudiciaria indicó
3, passim). el segundo. La elección del último
Los escolásticos advirtieron los término latino obedece al hecho
peligros inherentes a la naturale- de que “iudicium” tenía también el
za equívoca de la a. en su condi- significado de “decreto”; por ende,
ción de superstición disfrazada de con la palabra “iudiciaria” se alu-
ciencia. Ello ocurrió, especialmen- día al determinismo de lo supues-
te, después del siglo XII, cuan- tamente decretado por los astros en
do se difundieron las compilacio- relación con la vida humana (véase
nes astrológicas de Albumasar, que divinatio 8).
por remontarse a fuentes helenísti- Con todo, Buenaventura utili-
cas y orientales ostentaban el pres- za ya el término “astronomia”. En
tigio de la tradición. Hay que su- efecto, según su propia expresión,
brayar que, durante la Edad Me- ésta versa de corporibus regulatis per
dia, la a., en cuanto determinismo motum, atribuyéndole, por tanto,
astral, fue combatida por igual por un objeto más amplio que el co-
cristianos, judíos y musulmanes, mún, puesto que no especifica que
aunque coincidieron también en se trate sólo de los cuerpos celestes.
indicar que el movimiento mismo En cuanto a la a., dice que se ocu-
de los astros obedece a la voluntad pa de la influentia de dichos mo-
de Dios, en la medida en que toda vimientos; ésta es, en su perspecti-
la naturaleza obedece a ella. Pero la va, en parte segura, cuando atiende
providencia divina no ha dispuesto a la influencia en el mundo natu-
las mismas leyes para el movimien- ral, y en parte peligrosa, si pretende
to de los cuerpos celestes y para los que tal influencia abarque el ámbi-
eventos futuros contingentes: los to del gobierno de las cosas huma-
primeros están sujetos a la necesi- nas (cf. Coll. in Hexaem. IV, 15).
101 attributum
la como aquello que vigoriza la vo- ca, por una parte, el menosprecio
luntad (cf. De quant. an. 22, 38), de la dificultad; por otra, cierta so-
suele referirse a ella en este plano, brevaloración de las propias fuer-
si bien con la salvedad de que só- zas (cf., por ej., Tomás de Aquino,
lo es santa la audacia que se apo- S.Th. I-II, q. 45, aa. 1-4).
ya en Dios (cf. Sermo 76, 8). Du-
rante la Escolástica, desde el pun- audire mentaliter. Término okhamis-
to de vista ético, se prefirió reser- ta que significa “entender”, es de-
var, con ese significado, la palabra cir, ver el pensamiento de otro, así
“temeritas”, temeridad, basada so- como audire vocaliter alude al per-
bre la precipitación. En cambio, la cibir las palabras que ese otro pro-
a. fue contada por los escolásticos fiere (cf. Quodl. I, q. 6).
entre las pasiones. augeri. Verbo que indica el aumentar
Propia del apetito irascible, la au- como uno de los tipos de cambio
dacia es una pasión que se asocia o movimiento mencionados por
con la esperanza, en cuanto que es Aristóteles. Los escolásticos esta-
una aproximación a lo arduo, pe- blecieron, acerca de él, las siguien-
ro, a diferencia de aquélla, tiene tes distinciones: como se advierte
por objeto el mal arduo e inmi- en el artículo accretio, respecto del
nente contra el cual justamente el 1. origen del aumento, se tiene que
hombre se lanza con ánimo victo- 1.1. es el acrecentamiento que se
rioso. Es, pues, contraria al timor da en algo por la adición de nuevas
(véase) y sigue a la esperanza como partes a otras ya existentes, por ej.,
su efecto, puesto que es provocada el aumentar del agua en una cier-
por todo aquello que nos hace es- ta cantidad de la misma por el aña-
timar como posible la consecución dido de un litro de ella; 1.2. auge-
de la victoria. Una de sus principa- ri per virtus susceptionem es el au-
les características consiste en que el mentar que resulta en algo, en vir-
movimiento propio de la a. presen- tud de otra cosa cuya naturaleza es
ta un ímpetu más vigoroso al co- diferente de la de ese algo, por ej.,
mienzo del mismo. Esto sucede el acrecentamiento de la potencia
porque, por la aprehensión sensi- vegetativa por los alimentos que se
ble inmediata sobre la que se basa ingieren. Respecto de la 2. modali-
la audacia, no se pueden conocer dad del aumentar, se distinguió en-
todas las dificultades que presenta tre 2.1. augeri extensiva: es la que se
una determinada situación; de ahí da cuando una cualidad se extien-
que, cuando éstas se experimentan de a varias partes del subiectum en
en el transcurso del tiempo, no se el que se verifica, por ej., cuando
pueda mantener el valor inicial. Lo al beber se aumenta la cantidad de
contrario sucede con quien confía líquido que tiene el organismo; y
menos en la aprehensión inmedia- 2.2. augeri intensiva: es el acrecen-
ta que en la razón, ya que ella ha- tamiento de la intensidad de una
ce ver todas las dificultades por en- cualidad en la misma parte o aspec-
frentar; por eso, suele mostrarse re- to del subiectum en el que tiene lu-
miso al comienzo, pero se sostiene gar, por ej., el aumento que tiene
en el tiempo. Así pues, la a. impli-
105 avaritia
lugar cuando algo blanco se vuelve sentan al respecto: por un lado, las
más blanco. bases bíblicas consagran la sober-
bia como reina de todos los ma-
augmentatio. Cf. accretio y augeri. les; por otro, la envidia como ori-
austeritas. Los escolásticos han con- gen de ellos. Pero, en Eclo. X, 15 se
siderado la a. como virtud secun- afirma que la a. es inicio de todos
daria, parte potencial de la tempe- los pecados. En cambio, San Pablo,
rantia (véase), en cuanto que se re- en I Tim. VI, 10, signa la cupiditas
fiere a la moderación, pero, en este (véase), más genérica, como “radix
caso específico, la referida a los ac- malorum”. Así, además de su jerar-
tos externos. En efecto, la a. consis- quía en materia de gravedad, el se-
te en el decoro y recto orden en las gundo punto a discernir en el tra-
conversaciones. Así pues, el térmi- tamiento de la a. consistió en su es-
no tiene en la Edad Media un sen- pecificidad como deseo inmodera-
tido más restringido que el de “aus- do. Esto aparece ya en Agustín (cf.
teridad” en español. De div. quaest. 33), que la describe
como una disposición del alma que
auxilium. Se entiende por esta voz una adhiere a las cosas temporales para
ayuda dispuesta por la naturaleza o gozarlas como si fueran un fin en
sobreañadida a ella en orden a al- sí mismas, rechazando la participa-
canzar el fin propio de un ser. En ción de los demás en tal goce por
el primer caso, los autores medie- considerar que sólo existen para
vales han visto las garras o el pela- la satisfacción de la concuspiscen-
je en ciertos animales precisamente cia personal. Como pecado del es-
como auxilia naturales, esto es, co- píritu, la avaricia, para el Hiponen-
mo ayuda para la consecución de se, tiene su raíz en el orgullo, pues-
sus fines específicos y particulares. to que el hombre, comprobando su
En cambio, la naturaleza no prove- poder sobre las cosas, experimen-
yó al hombre de tales auxilios, da- ta un gusto tal en esta dominación
do que su intelecto tiene capacidad que sólo las subordina a sí mismo,
para lo universal y para actos infi- con lo que rehúsa remitirlas y remi-
nitos, otorgándole las manos como tirse a Dios, en cuanto fin supre-
organa organorum, al decir de Aris- mo y común. (cf. De Lib. Arb., III,
tóteles (cf. De an. III, 8, 2 431b 17, 18 y, sobre todo, De Gen. ad
28). Así se expresa, por ej., Tomás litt. XI, 115). En la misma línea,
de Aquino (cf. S.Th. I, q. 76, a. 5 Gregorio Magno, por ej., no con-
ad 4). sidera la a. como un pecado espe-
En el orden teológico, se ha ha- cial, dado que extiende su signifi-
blado algunas veces de a. Dei en cado a todo apetito inmoderado de
referencia al auxilio especial y cir- poseer cualquier cosa, no sólo di-
cunstancial otorgado por Dios a un nero, sino también ciencia o gloria
hombre en su itinerario hacia Él. (cf. In Ev. I, 16). En cambio, Isido-
avaritia. Se trata de uno de los vi- ro de Sevilla circunscribe este con-
cios capitales. Los autores medieva- cepto al indicar que el avaro es es-
les han debido resolver un proble- pecíficamente “avidus auri”, es de-
ma que los textos escriturarios pre- cir, ávido de dinero.
aversio 106
B
B
baccalaureus. En la organización de s’arma e non parla/ fin che ‘l maestro
la Escuela, se designaba con es- la question propone,/per approvarla,
te nombre, del que proviene “ba- non per terminarla”.
chiller”, a lo que hoy denominaría-
balivus. Es el bailío, es decir, el juez o
mos “asistente de cátedra”. Alrede-
autoridad de ciertos pueblos o pe-
dor del 1230, las Sentencias de Pe-
queñas ciudades. La palabra apare-
dro Lombardo se convirtieron en
ce, aunque raramente, en textos es-
libro oficial de la enseñanza uni-
colásticos como ejemplo de la dis-
versitaria. Así, mientras el magis-
quiparantia en el obrar por otro: se
ter (véase), titular de la cátedra, en-
dice, en efecto, que el b., que tiene
señaba la Escritura, su joven cola-
el dominio de sus actos, obra por el
borador, es decir, el b., tomaba co-
rey; en cambio, no se puede decir
mo base de la propia enseñanza los
que el martillo obra por el carpin-
cuatro libros de las Sentencias, con
tero (cf. S.Th. I, q. 36, a. 3 ad 4).
el objeto de preparar o introducir a
Así pues, se utilizó para explicar la
los estudiantes a la comprensión de
diferencia entre el agente interme-
los textos bíblicos; de ahí el adjeti-
diario y el instrumento: el prime-
vo que suele acompañar a este sus-
ro actúa, ya que, si bien medium, es
tantivo: sententiarius. A partir del
agens; el segundo es actuado o agi.
1254, la figura de bachiller senten-
ciario se incorpora a todos los es- banausia. Cf. consumptio.
tatutos universitarios. Por eso, ca-
da estudiante recibía, junto con barbara. Modo silogístico de la pri-
un ejemplar de la Biblia y otro de mera figura (véase syllogismus) en
la Historia sholastica de Pedro Co- el que las tres proposiciones, dadas
mestor, uno de la citada obra de por las dos premisas y la conclu-
Pedro Lombardo. sión, son universales y afirmativas.
Si bien esto rige para la univer- De hecho, el nombre es una regla
sidad de París en la Edad Media, a mnemotécnica para recordarlo, ya
veces, en otras universidades, el b. que la vocal A indica la universal
era simplemente el respondens, es afirmativa. Así, en “Todo animal
decir, el estudiante de nivel avan- es substancia”, “Todo hombre es
zado que elaboraba una primera animal”, “Luego, todo hombre es
respuesta a los problemas releva- substancia”. El ejemplo es de Pedro
dos por el maestro. A esta función Hispano (cf. Summ. Log. 4, 7).
–y no al título universitario– alude baroco. Palabra de uso mnemotécni-
Dante en Par. XXIV, 46-48, cuan- co que los lógicos medievales usan
do responde a los cuestionamien- para indicar un modo de silogis-
tos de Beatriz: “Sì come il baccialier mo (véase syllogismus). Convencio-
109 beatitudo
sa, al menos, Tomás de Aquino (cf. llos, etc.; 2. una dualidad real que
S.Th. I-II, qq. 26 y 27). Otros au- permite conocer otra cosa o varias
tores insisten en el aspecto que pre- otras cosas, así, una medida de dos
senta la b. de constituir un requi- pies permite saber cuántas veces és-
sito indispensable de la amicitia tos están contenidos en una tela;
(véase). 3. el acto por el cual el alma cuen-
ta correctamente dos cosas; 4. un
benignitas. Derivada de la benevolen- predicable común a todo número
tia (véase) y muchas veces consi- dos (cf., por ej., Guillermo de Oc-
derada no en sí misma sino como kham, Quaest. in libros Phys. q.110,
efecto de ésta y aun identificada 18-19).
con ella, la b. tiene, sin embargo,
un significado estricto y muy pre- blasphemia. La blasfemia es el más
ciso dado por la nota distintiva del grave de los así llamados “peccata
beneficium: subraya, pues, la acti- oris” o pecados de la lengua. Con-
tud e intención de beneficiar efec- siste en la acción de injuriar a Dios
tivamente a los demás, material y, con palabras o gestos. Los autores
sobre todo, espiritualmente. Así, del período patrístico la han pre-
por ej., se adscriben a la b. tanto los sentado ya como hija de la sober-
gestos de ayuda a otros como los de bia, ya como hija de la ira en cuanto
juzgarlos con indulgencia, en par- pecados capitales. Así lo hacen Ca-
ticular, a alguien socialmente infe- siano y Gregorio, respectivamente.
rior, o de quien se ha recibido algu- A partir del siglo XII reflorecen los
na ofensa. análisis donde se la examina por sí
misma, es decir, no vinculada con
bilinguis. Al contrario de lo que ocu- otras faltas. Respecto de su defini-
rre con la actual palabra española ción y caracterizaciones puntuales,
“bilingüe”, este término señaló en hay dos tradiciones medievales: la
contexto medieval al murmurador primera, formulada por Agustín de
(véase murmur y susurratio), por su Hipona (cf Contra mendacium 19,
doblez moral en el hablar. Sobre la 39) y retomada por Pedro Lom-
base de lo que se lee en Ecclo. 28, bardo (cf. Coll. in Epist. PL 192-
15, se aplicó, en especial, al caso 208), pone el acento en el carác-
del murmurador que se esfuerza en ter de falsedad de la b.: ella consis-
romper una amistad, susurrando a te, sobre todo, en afirmar mentiras
cada uno de los amigos la detrac- sobre Dios, en atribuirle lo que no
ción del otro. le compete o en negarle lo que sólo
bilocatio. Es la determinación local, es propio de Él; de ahí que origina-
físicamente imposible, de una cosa riamente haya aparecido vinculada
que se hallare íntegra en dos sitios con la herejía o la apostasía. La se-
simultáneamente, como la de quien gunda línea, de mayor fortuna his-
pudiera existir al mismo tiempo en tórica, es la que subraya el elemen-
Roma y en París. to de ofensa verbal dirigida a Dios.
Así lo afirman Aimón de Auxerre
binarius. En las obras nominalistas, (cf. Comm. in Is. PL 116, 719) y
este término alude a: 1. cosas con- Peraldo (cf. Summa. De blasphe-
tadas, por ej. dos piedras, dos caba- mia contra dominum). Este último
113 bonitas
convertuntur. Así, con respecto a fección del ser; con todo, se distin-
Dios, en el que Ser perfecto y Bien guen en nuestro entendimiento: el
perfecto coinciden, se confirma la bien es el ser en cuanto apetecible,
antigua intuición eleática, pero se por lo que incluye el concepto de
salva también la consistencia onto- perfección (cf. S.Th.. I, q.5, a.1).
lógica y la bondad de las cosas múl- Así, aunque ens y b. se identifican
tiples. De tal convertibilidad de b. en la realidad, como sus conceptos
con el ente, se sigue lo que ya ha- son distintos, no significa lo mis-
bía señalado Agustín (cf. Conf. VII, mo decir “ens simpliciter” que “b.
12; De nat. boni 19 y passim): que simpliciter”: esta última expresión
el mal se encuentra necesariamente se aplica a un ser cuando posee to-
–y a manera de carencia o defecto– do lo que debe tener según su na-
en algún bien, esto es, en algún su- turaleza, por eso, equivale a perfec-
biectum que, en la medida en que tum. En este sentido, no basta ser
es, es bueno (cf. S.Th.. I, q. 5, a. 2, un ente para ser bueno, de modo
ad 3). que, de acuerdo con este significa-
Sin embargo, se ha de notar que do, b. no es trascendental o conver-
“bueno” difiere del verdadero tras- tible con el ente. En cuanto agre-
cendental en su sentido más pro- ga al ser una formalidad propia, la
pio, es decir, en su relación con la de ser fin, objeto y término de ten-
voluntad. Ella está conformada pa- dencias, deseos y amor, el b. se di-
ra tener el bien por objeto, lo cual vide en honesto, deleitable y útil,
significa que no puede desear sino distinción que, por lo demás, ha-
lo que se percibe como bueno. En bía sido ya preparada por Aristó-
este orden se inserta la cuestión del teles (cf. Et. Nic. VIII, 2). Efec-
mal sub specie boni, tan importan- tivamente, lo bueno, en tanto ape-
te en la concepción ética medieval. tecible, 1. o lo es por sí mismo co-
Habida cuenta de lo que se aca- mo término último del apetito
ba de decir respecto de voluntad (véase appetitus), o 2. lo es en or-
y bien, y del hecho de que es me- den a otro bien. En el primer ca-
tafísicamente imposible la existen- so, se puede 1.1.considerar el ob-
cia del mal absoluto por la asimila- jeto como bueno según la recta ra-
ción ser-bien, para que el mal pue- zón, y así, se tiene lo honesto (véase
da ser objeto de la voluntad, se ha honestum); 1.2. cuando se lo consi-
de presentar bajo la apariencia de dera en cuanto satisface el apetito,
un bien. Esto significa que la vo- se tiene lo deleitable. En el segun-
luntad ha de percibir en el objeto do caso, 2. el objeto no es querido
algún aspecto positivo que la mue- por sí mismo, es decir, como fin en
va, aun cuando dicho aspecto ocul- sí, sino como medio para alcanzar
te un verdadero mal. Por eso, en los otro fin ulterior, con lo cual se tie-
planos psicológico, ético y espiri- ne lo útil (váse utile).
tual, la doctrina del mal sub specie Es en este sentido en que suele
boni constituye la base metafísica hablarse de “bona”, o sea, de bie-
de las tentaciones. nes, de cosas que son buenas, en la
Tomás afirma que el grado de medida en que son útiles (cf. S.Th.
bondad depende del grado o per- I-II, q. 8, aa. 2 y 3). Cabe adver-
bonum commune 116
tir, por último, que esta división fin el b. c. (cf. S.Th. I-II, q. 90, a.
no implica una oposición entre los 2; q. 95, aa. 1 y 4; q. 96, aa.. 2 y
diversos bona, sino sólo diferentes 3; q. 99, a. 3; De reg. pr. 1). Por su
perspectivas según las que pueden parte, Suárez (cf. De leg. III, 7) en-
considerarse: por ej., el b. honesto fatiza la conexión entre el carácter
es siempre, en cierto sentido, útil y el fin de la sociedad que tiende,
y deleitable, aunque no siempre lo no a la bienaventuranza, es decir, a
deleitable o lo útil es honesto. La la felicidad futura, ni tampoco a la
razón de esto estriba en que tal cla- presente en toda su extensión posi-
sificación no es unívoca, sino aná- ble, sino a la felicidad natural que
loga: el concepto de b. no se atribu- deriva de una sociedad perfecta, o
ye igualmente, y en el mismo sen- sea, al bien de los hombres singula-
tido, a lo honesto, lo deleitable y lo res en cuanto son miembros de una
útil, sino principalmente a lo ho- comunidad.
nesto y, de manera derivada, a lo En la filosofía clásica de inspira-
deleitable y lo útil. ción cristiana, dos son los aspec-
Aun con diversos matices, las te- tos que generalmente se han abor-
sis de Guillermo de Ockham res- dado el tratar esta noción: la rela-
pecto de este tema no varían sus- ción entre b. c. y bien individual, y
tancialmente (cf. In III Sent. q.13). la que se da entre b. c. y bien tem-
poral. Con respecto a la primera,
bonum commune. El bien común es las opiniones son coincidentes, en
el bien de los miembros de la so- primer lugar, en que el bien común
ciedad civil en cuanto tales, y está no equivale a la suma de los bie-
íntimamente ligado con el fin mis- nes singulares, sino que es un bien
mo de la sociedad. Ya Aristóteles específico que está más allá de és-
había caracterizado dicho fin como tos, aunque basado sobre ellos; en
el cuidado del interés público, para segundo término, también hay un
que cada uno, según su condición, cierto consenso en indicar que el
pueda vivir con felicidad. (cf. Pol. estado o reino en que radica dicho
III, 4, 1278b). bien común ha de respetar los fines
Esta idea central se continúa en individuales de sus miembros.
la Edad Media, sobre todo en la En relación con el segundo pun-
Escolástica, y así, Tomás de Aqui- to, también se ha subrayado el par-
no, por ej., frecuentemente alude ticular carácter de temporalidad
a la perfectior multitudinis societas, propio del b. c. Por tener su fun-
o a la perfecta communitas, que de- damento en la condición natural
fine como aquella en la que se en- –es decir, temporal– del hombre,
cuentran todas las cosas necesarias el bien común no puede proveerle
para la vida, omnia necessaria vitae, más que los medios necesarios pa-
insistiendo en la necesidad natural ra el bienestar y la felicidad en este
de la sociedad civil, que tiene por mundo (véase politicus, in fine).
117
C
C
cabala. El término proviene del he- binación de letras del alfabeto he-
breo qabbalah que significa “tradi- breo, que se considera capaz de re-
ción”. De hecho, señala tanto un velar verdades ocultas y aun perte-
conocimiento de Dios y de lo di- necientes al futuro. Contempla tres
vino como una suerte de ilumina- momentos: 1) notarikon, que alude
ción cognoscitiva sobre la realidad a las palabras nacidas de la yuxta-
y aun una revelación oral. Sea de posición de las primeras, segundas,
ello lo que fuere, la c. tiene siem- terceras y últimas letras de cada pa-
pre el carácter de esotérica. Mucho labra de una frase; 2) gematria, que
se ha discutido y se discute toda- se refiere a las palabras que surgen
vía hoy sobre su condición: para de modificar, según ciertas reglas
algunos, se trata de la mística he- concernientes al valor numérico de
brea por excelencia; para otros, de las letras del alfabeto hebreo, las le-
una forma de teosofía; para no po- tras de otras palabras; y 3) temurah,
cos, es una gnosis. De todos mo- palabras que provienen de la com-
dos, abarca un conjunto de doctri- binación de las otras dos técnicas.
nas muy variadas y que han acogi- Hasta el siglo XIII, se funda en
do múltiples influencias externas, una tradición oral que se pretende
por ej., recibe del neoplatonismo la remontar a Moisés; a partir de en-
concepción de los seres intermedia- tonces, se va extendiendo sistemá-
rios entre Dios y el mundo o la mis- ticamente desde el sur de Francia,
ma tesis de la emanación, mientras desde donde pasa a Alemania, Es-
que se cree que adopta de los filó- paña e Italia. Hacia el final de la
sofos árabes la doctrina del intelec- Edad Media, la c. se introdujo en
to agente universal y quizá del ma- los círculos intelectuales cristianos,
niqueísmo proviene su visión acer- algunos de cuyos miembros asu-
ca de la positividad del mal. Así, la mieron desde otra perspectiva re-
misma historia de la c. está lejos de ligiosa la metodología cabalística,
presentar un desarrollo lineal. por ej., Pico della Mirandola, Egi-
Pero lo que atrajo a filósofos tar- dio de Viterbo y otros humanistas
do-medievales y renacentistas fue, florentinos. Esto permite hablar de
especialmente, la metodología de la una “cábala cristiana”, en particu-
cábala que es el punto fundamental lar, durante el Renacimiento. Sin
de la tradición esotérica y oral. En embargo, la particular simbología
esencia, con dicha metodología se implicada en la cábala hizo que se
pretende alcanzar un conocimien- la vinculara cada vez más a la ma-
to superior al racional, por lo me- gia. Con ello, suscitó las sospechas
nos, tradicionalmente entendido. de la Iglesia, que la combatió.
Consiste en una técnica de com-
cadere a suo significato 118
ma. Por ello, alude al c. como tro- estructura general de corte aristoté-
no divino, reino prometido a los lico, y una esencia que sigue siendo
elegidos y “lugar” al que Cristo as- neoplatónica, dado que en ella se
ciende, para habitar junto al Padre. subraya el carácter de incorruptibi-
De este modo, en la Patrística, lidad. Precisamente la doctrina so-
no se encuentran explicaciones fí- bre la incorruptibilidad de los cie-
sico-filosóficas sobre este concep- los fue cuestionada por primera vez
to, limitándose los textos al respec- por Guillermo de Ockham, quien
to a ilustraciones teológicas. Basi- niega la diversidad entre la materia
lio, por ej., concibe el c. como una de los cuerpos celestes y de los su-
suerte de lugar apto para recibir las blunares, admitiendo como única
naturalezas angélicas (cf. Hom. in diferencia entre ambas el hecho de
Hex. I, 5). Marciano Capella se re- que la materia de los primeros no
fiere a él como al paraíso traspasa- puede ser transformada por la ac-
do de luz inteligible (cf. De nuptiis ción de ningún agente creado, co-
Phil. et Merc. II, 50). mo ocurre con la de los segundos,
En la Escolástica, con el reingreso sino sólo por una acción directa de
de Aristóteles en Occidente, cam- Dios (cf. In Sent. II, q. 22b). Más
bia la perspectiva, ya que se replan- tarde, Nicolás de Cusa retoma ese
tea el problema de la real consis- planteo (cf. De docta ign. V, 12).
tencia del c. en relación con su ca-
rácter teológico de “lugar” propio caeteris paribus. Es frase de sentido
de Dios y de los ángeles. Se tiende, en cierto modo restrictivo, pues-
entonces, a considerarlo una esfera to que se intercala en una propo-
corpórea más que espiritual, pero sición, para advertir que lo men-
aún dentro de esta tendencia gene- cionado sólo se pretende hacer va-
ral, hay muchos matices de diferen- ler como verdadero bajo una deter-
cia. Alberto Magno, por ej., señala minada hipótesis. Ésta, por lo de-
que los cuerpos redondos y el mo- más, es la más frecuente. Por ej., en
vimiento circular son propios de la “Los consejos de los ancianos son,
naturaleza del cielo (cf. Phys. I, 1, c.p., más prudentes que los de los
1). Tomás de Aquino, por su parte, jóvenes”, la expresión añadida in-
entiende que los cielos tienen una dica que ello es así por lo común,
materia diferente de la de los cua- esto es, siempre que no se trate de
tro elementos; con todo, esta ma- ancianos carentes de sensatez y sa-
teria no tiene para el Aquinate po- biduría, o de jóvenes que los supe-
tencia de corrupción. Los escolásti- ren excepcionalmente en el cono-
cos de línea aristotélica acentúan el cimiento del tema sobre el que se
aspecto de cuerpo luminoso, mien- aconseja.
tras que los de tradición platónica calculatio. Se conoce con este nom-
lo reducen a una pura luz, reflejo bre el procedimiento de análisis
de la divina que se concentra en el lógico y matemático llevado a ca-
Empíreo. bo en la Edad Media, sobre todo,
Una posición intermedia es la por los mertonenses, es decir, por
que sostiene Dante en su Comme- los maestros de Merton en Oxford,
dia, ya que en allí el c. presenta una llamados por eso mismo calculato-
camestres 120
res. Florecieron a comienzos del si- lico de las tres unidades que ha de
glo XIV y su movimiento estuvo presentar la tragedia. La Edad Me-
encabezado por Tomás Bradwardi- dia conservó ese sentido general; de
ne, autor del Tractatus de proportio- ahí que lleve el nombre de Canon,
nibus. Un ejemplo de c. en este tra- por ej., la obra de Avicena en la que
tado es el que analiza la velocidad éste describe las normas del arte de
de un movimiento vinculándola la Medicina.
con la relación que se da entre sus En Teología, se usa esta palabra
causas, esto es, la fuerza que produ- para indicar aquellos libros de la
ce tal movimiento y la resistencia Sagrada Escritura admitidos ofi-
que se le opone. Esto está precedi- cialmente por la Iglesia como per-
do de una teoría matemática de re- tenecientes a ella y que, por tan-
laciones, o sea, de proportiones en el to, han de ser creídos por los fie-
sentido medieval más amplio de es- les. Por tal razón, los libros canonici
ta última palabra (véase proportio). se oponen a los apocryphi, esto es, a
los apócrifos que sólo se leen para
camestres. Voz de función mnemotéc- edificación de las costumbres y no
nica que se emplea en la lógica me- ad probanda dogmata. En el mun-
dieval para designar un modo de do cristiano, los libros pertenecien-
silogismo (véase syllogismus). Co- tes al Antiguo Testamento se deno-
mo se ve, está conformada por las minan vetus c.
vocales a, e, e, y se ha de recordar
que la vocal A señala la proposición capacitas. Se suele traducir por “ca-
universal afirmativa, mientras que pacidad” e indica la posibilidad
la E indica la universal negativa. de contener algo, especialmente,
Así, c. alude al silogismo cuya pri- una cualidad. En la Edad Media,
mera premisa es una proposición se usó, en particular, para el caso
universal afirmativa; y la segunda, del hombre en referencia a la ope-
una universal negativa, al igual que ratividad de sus potencias natura-
la conclusión. Por ej., “todo hom- les. En el plano teológico, c. alude a
bre es animal”, “ninguna piedra es la posibilidad humana supuesta en
animal”, “luego, ninguna piedra es la Gracia.
hombre”, como escribe Pedro His-
pano en Summ. Log. 4, 11. capitale. Voz que deriva de caput, ca-
beza, su significado tiene el carác-
canon. Término que supuestamente ter de principio y fuerza directriz.
deriva del griego kánon, cuyo sig- El adjetivo fue utilizado, especial-
nificado es “caña”. Al ser usada ésta mente, para calificar algunos vicios
como instrumento de medición e (véase vitium). Se llama vitium c.
hito de referencia, la voz pasó a sig- aquel del que proceden, como de
nificar una regla o conjunto de re- su origen formal y, a la vez, cau-
glas para medir o determinar la va- sa final, otros pecados. Así, no so-
lidez específica de una disciplina. lamente son capitales aquellos que
Por eso, se aplica no sólo al campo constituyen raíz de los demás, co-
filosófico sino también al artístico mo la avaritia, o el que es primer
y literario. Así, entre otros, se ha- principio de otros, la superbia, si-
bló en la Antigüedad del c. aristoté- no también los que son principios
121 caritas
que alude sólo a lo individual, aun- Cabe añadir que, para Guillermo
que no en su acepción de predica- de Ockham, c. no se puede aplicar
ble. Así, todo ente tiene un nom- a las cosas sino sólo a términos y
bre c., el que designa su quidditas conceptos. Desde su nominalismo,
(véase), la cual posee precisamen- Ockahm escribe taxativamente:
te en común con otros entes; pe- “Realiter extra animam non est ali-
ro no todo ente tiene un nombre quod commune, sed tantum in ani-
propio, ya que éste señala la unidad ma” (In I Sent. d.25, q.1).
singular del objeto, es decir, la in- De todo lo dicho, es posible in-
dividualiza, destacándola del grupo ferir la relación que guarda el vo-
de sus similares, o sea, de la espe- cablo que nos ocupa con el tema
cie. Por ej., “hombre” es un térmi- de la analogía: un término c. pue-
no c., en tanto se refiere a la quidi- de ser unívoco, análogo o equívo-
dad –en este caso, la humanidad– co (véanse, respectivamente, univo-
que poseen en común todos los cum, analogum y aequivocum).
hombres; pero “Pedro” es un nom- En general, la Escolástica siguió
bre propio, porque señala, entre to- a Aristóteles en la aplicación de es-
dos ellos, a un individuo particu- te concepto al campo epistemoló-
lar. Ahora bien, aparentemente, un gico: el Estagirita llama ta koiná a
nombre propio puede hacerse co- los principios comunes a todas las
mún en la medida en que lo tienen ciencias, y ta idia, a los principios
muchos entes; de hecho, muchos de cada uno de ellos (cf. An. Post. I,
hombres se llaman “Pedro”, pero 10, 76a 37-38).
no por ello el nombre propio pier-
de su intencionalidad individuali- communicabilitas. Se define, en tér-
zadora. En cambio, “mesa” ejem- minos generales, como la aptitud
plifica el caso de los entes que care- que tiene una cosa de dar o trans-
cen de nombre propio. mitir algo de lo suyo a otros entes.
En segundo lugar, se distingue Los filósofos medievales suelen re-
entre lo c. real y lo c. ideal, ya que ferirse a la comunicabilidad en dos
hay dos formas de lo común, la on- planos: el de las esencias y el de la
tológica y la lógica. Según la pri- causalidad. En 1. el orden esencial,
mera, algo es c. per participationem: se habla de c. quidditativa que con-
así, un bien superior es más c. que siste precisamente en el darse mul-
un bien inferior; por ej., la razón es tiplicadamente una esencia univer-
un bien más común que la habili- sal en determinadas sustancias; así,
dad pictórica y, efectivamente, más por ej., se dice que la naturaleza
hombres participan de facultad de universal del hombre se comunica
razonar que de la habilidad de pin- a María, Pedro, y Juan, por lo cual
tar. En sentido lógico, algo puede de ellos se predica legítimamente
llamarse c. per predicationem; ejem- que son hombres. En 2. el orden
plo de este caso sería cualquier ca- causal, se menciona la expresión c.
racterística genérica, que siempre effectiva, que se puede aplicar indis-
es c. con respecto a una específica: tintamente a todos los entes parti-
la animalidad es un predicado más culares, y alude a la transmisión de
común, un tanto más amplio, que una cierta potencia o virtud –o al
la racionalidad. menos de una parte de ella– que la
141 compassio
complex. Desde antiguo esta voz con- toda la demostración por medio de
lleva el sentido de “plegar”; así, un solo acto cognoscitivo, lo cual
simplex, por ej., es lo que no ha- es imposible. Tampoco puede ser
ce más que un pliegue; c. es lo ple- la conclusión aislada de dicha de-
gado con, lo que se vincula estre- mostración, porque entonces el co-
chamente con otra cosa. Esto es lo nocimiento adquirido precisamen-
que, de un lado, subsiste en térmi- te por la demostración implicaría
nos como complexio o complexum un acto por el que se aprehende la
(véanse); de otro, lo que determi- conclusión, pero no la fundamen-
nó que en la Cristiandad, que de- tación que llevó a ella. Por otra par-
monizó el concepto, significara “li- te, Gregorio considera inconcebi-
gado a una acción mala”, por tan- ble que el objeto del conocimiento
to, “cómplice”. pueda ser, sin más, la cosa misma:
en tal caso, lo conocido sería única-
complexe significabile. Se trata de una mente una realidad particular y no
expresión utilizada, en especial, por una entidad universal, con lo cual
Gregorio de Rimini. Este autor se desaparecería la universalidad de la
cuenta entre quienes han intenta- ciencia. En síntesis, el c.s. es el sig-
do determinar el objeto de cono- nificado total y adecuado de la pro-
cimiento como algo distinto, tan- positio y tiene como signo natural
to de la cosa misma conocida, co- la proposición mental, y como sig-
mo de su concepto correspondien- no convencional la proposición es-
te y de la expresión que lo tradu- crita u oral.
ce. Gregorio de Rimini trata de es- Lo notable es que, por una par-
tablecer así el status del objeto de te, siendo tenido Gregorio de Ri-
conocimiento. En su In I Sent., d.. mini por nominalista, a fines de la
2, q. 1, a. 1, sostiene que, cuando Edad Media, esta tesis suya sobre
Aristóteles dice que todo cuanto lo que después se llamó el “senti-
cae bajo una afirmación o una ne- do objetivo” es atacada por autores
gación, no es una proposición, si- enrolados en el nominalismo, por
no una cosa (pragma) (cf. Cat. X, ej., Marsilio de Inghen. Por otra,
125, 6-15), el Estagirita no aludía el término se extendió en el siglo
propiamente a una realidad exter- XIV, aun con un sentido mucho
na, sino a la totalidad de lo signi- más general, en autores muy aleja-
ficado por la proposición. Aho- dos y hasta opuestos al nominalis-
ra bien, como la proposición es un mo, como Hugolino de Orvieto.
conjunto o complejo lógico (véase
complexum), todo lo que cae bajo complexio. Además de significar lo que
ella es llamado por Gregorio c. s., es hoy se entiende por “complexión”
decir, lo significable mediante o en en sentido físico, esta palabra tie-
dicho conjunto –o complexum– de ne acepciones lógicas. En efecto,
términos. Esto constituye, para él, en algunos textos medievales lógi-
el objeto propio del conocimiento. cos o dialécticos, este vocablo seña-
En efecto, por una parte, es impo- la 1. la forma de un elemento lógi-
sible que el objeto de conocimiento co, particularmente, del silogismo;
sea la demostración lógica, porque, 2. el juicio como operación men-
si así fuera, se exigiría aprehender tal; 3. la conclusión de una discu-
complexum 144
cia, que las acciones de la creatu- todo, contra los pelagianos, como a
ra surgen de la nada y, por consi- los del Aquinate, quien, con todo,
guiente, que la creatura es creadora trata el tema fragmentariamente a
en sentido estricto. Pero ello plan- lo largo de sus obras (cf. In II Sent.
tea, principalmente, dos proble- d. 37, qq. 1-2 y 2-2; De pot., q. 3,
mas: la autoría del mal, y el grado – a.. 7; C. G. l III, cc. 66-70; S. Th. I,
o bien la exclusividad– de la inter- q.. 105, aa. 3, 4 y 5; I-II, q. 10, a.
vención divina en aquellas acciones 4), (véase liberum arbitrium y liber-
del hombre que lo conducen a su tas).
salvación. Con respecto al primer Las distinciones escolásticas sobre
problema, la respuesta condicio- este punto señalan que el c. pue-
nal de los teólogos indica que, aun- de ser en acto primero, o concur-
que Dios concurre a la acción de la so habitual, equivalente al decreto
creatura, no coopera con su even- eterno de Dios por medio del cual
tual malicia. El acto de la creatu- presta auxilio a la criatura; o bien
ra, por sí mismo, es indiferente; la en acto segundo o concurso actual,
maldad reside en querer libremen- que indica el acto de llevar a ca-
te el mal. En cuanto a la segunda bo tal decreto en los casos puntua-
cuestión, ya desde la Patrística se les. Se habla también de c. media-
abordó el tema del c. divino en or- tus o primario, que es el que otor-
den a la salvación. Agustín de Hi- ga y conserva el poder de operación
pona subraya su necesidad contra en las creaturas, e immediatus o se-
los pelagianianos. Éstos minimiza- cundario, que es el que les permite
ban el papel de la Gracia y soste- actuar en circunstancias determi-
nían la doctrina del c. mediato, o nadas. A su vez, este último puede
sea, de la intervención de Dios sólo ser concebido como anterior o co-
en la existencia y no en las acciones mo simultáneo al acto. Lo primero
de la creatura. Establecer el grado es afirmado por la corriente tomis-
de dicha cooperación divina en el ta; lo segundo, por la molinista.
actuar de la creatura, ha sido, ya en Finalmente, y con respecto a los
la Modernidad, uno de los princi- intentos de demostración de la
pales problemas de la Teología cris- existencia del c. divino, puede de-
tiana y, particularmente, católica, cirse que se plantearon a priori y
puesto que la protestante ha tendi- a posteriori. Las demostraciones a
do a absolutizar, por así decir, el c. priori lo deducen analíticamente de
divino, al poner todo el acento en la definición de Dios creador: en
la doctrina de la gracia; de ese mo- efecto, su naturaleza es la razón o
do, en cuanto a la presente cues- el principio en virtud del cual Él es
tión, las líneas protestantes suelen quien todo lo mueve. La demostra-
encontrarse en el otro extremo de ción a posteriori radica en el proce-
la posición pelagiana. Las principa- so lógico que se inicia con el exa-
les dificultades surgen, pues, en el men de la actividad de las criaturas,
terreno teológico del catolicismo, tal como se la encuentra en la ex-
que apela, para resolverlas, tanto a periencia. Desde allí, la argumen-
los textos agustinianos de la polé- tación se remonta al c. divino co-
mica contra los maniqueos y, sobre mo condición indispensable de po-
155 conditionale
da a otro como a su sujeto, por ej., das por el propio yo. Más precisa-
“blanco”. De ahí que los sustanti- mente, es la presencia de la mente
vos como tales sean absolutos; los ante sí misma, en el acto de apre-
adjetivos, connotativos. hender y de juzgar, y el consecuen-
Con todo, Ockham introdujo te reconocimiento de la unidad de
una presentación de este tema que lo aprehendido. De ahí que el uso
ha sido muy discutida (cf. Summa de este vocablo presupone la capa-
logicae, I, 10). Para él, los nombres cidad de distinguir entre el conte-
absolutos son aquellos que no sig- nido de lo que se conoce, y el acto
nifican algo de un modo principal, mediante el cual el sujeto aprehen-
y otra cosa de un modo secunda- de lo conocido, de modo global.
rio, sino que lo significan todo del Así pues, la c. no es un recipien-
mismo modo; por ej., “animal” es te, sino un constante referirse a al-
nombre absoluto en cuanto que se go que, de un lado, ella interioriza,
refiere a hombres, caballos, bueyes, pero que, de otro, siempre la tras-
etc., sin aludir a unos primaria y a ciende. Esta permanente referencia
otros secundariamente. Los con- alude a lo que se ha dado en llamar
notativos significan algo en forma “intencionalidad”. El término pre-
principal y algo de manera secun- supone también, por consiguien-
daria; por ej., “blanco”, pues es- te, una cierta reflexividad cognos-
te nombre puede definirse in mo- citiva: saber que se sabe algo. Todas
do recto –como en aliquid informa- estas notas son registradas por los
tum albedine–, o in modo obliquo – autores del período patrístico y del
como en aliquid album–. Lo mis- medieval. Pero no siempre utilizan
mo ocurre con verum, bonum, etc. la palabra que nos ocupa. Ya Ploti-
no, por ej., había preferido llamar
conscientia. En un contexto medie- “vida” y no “conciencia” a esa pre-
val, el vocablo “conciencia” suele sencia del alma en sí misma, moti-
presentar dos aspectos: uno de ín- vo que, junto con el desarrollo pla-
dole cognoscitiva, y el segundo de tónico del tema, es recogido por
naturaleza moral. Es mucho me- Agustín de Hipona.
nos frecuente, en cambio, que en En la Patrística, es este último au-
este período aparezca con significa- tor quien ha trabajado más acaba-
do psicológico, ya que la Edad Me- damente el tema de la c. desde una
dia no estableció la diferencia en- perspectiva tanto metafísica como
tre procesos psíquicos conscientes e gnoseológica, psicológica y moral.
inconscientes, puesto que no cono- En efecto, Agustín elabora un as-
ció estos últimos en el sentido que pecto particular de la c., el de la
hoy les conferimos, salvo intuicio- certeza con la que ella se garanti-
nes como la agustiniana de Conf. za a sí misma su propia existencia;
X, 8, 15. Desde el punto de vis- “vivere se et meminisse et intelligere
ta gnoseológico, el término seña- et velle et cogitare et scire et iudicare,
la, en general, el advertir o perca- quis dubitet? quandoquidem etiam
tarse de algo, ya sea exterior –co- si dubitat, vivit”. (De Tr. X, 10, 14)
mo un objeto, una cualidad o una “Moveri te scis? Nescio. Cogitare te
situación–, ya sea interior –como scis? Scio” (Sol. II, 1, 1). Desde el
las modificaciones experimenta-
consecutio 160
po verbal. Los ejemplos son de Pe- En el análisis más puntual del ac-
dro Hispano (cf. Summ. Log. 11, 8 to libre, que hacen los escolásticos
y 14). Como propiedad del verbo del siglo XIII, el c. es la delibera-
la cosignificación fue puesta en re- ción sobre los medios para obtener
lieve ya por Aristóteles (cf. De int. el fin. Consiste en una verdadera
III, 16b 6) y comentada por Boe- indagación o inquisitio o bien deli-
cio. Este autor señala que el verbo beratio, nombres que también se le
consignificat el tiempo, dado que lo asignan. El c. está ordenado, pues,
significa secundariamente: si el ver- a emitir un juicio cierto que dirija
bo significara el tiempo principali- la elección sobre lo que se debe ha-
ter, sería un nombre y no un verbo. cer. Como en el ámbito de lo prác-
De esta manera, “correré” o “ama” tico las acciones versan sobre casos
designan respectivamente un ac- contingentes y, por ende, incier-
to y una pasión y cosignifican el tos, se hace necesario tal examen de
tiempo por la inflexión verbal. Pero la razón sobre los medios más ap-
el verbo no cosignifica solamente tos para alcanzar el fin. Dicho exa-
el tiempo; lo hace también con la men implica, por cierto, una com-
persona y el modo. Así, la c. resul- paración de aquéllos entre sí. Cabe
ta, en lógica, lo que el modus signi- puntualizar, en primer lugar, que el
ficandi en gramática, como observa c. es, esencialmente, un acto inte-
Simón de Faversham al comentar a lectivo; en segundo término, que se
Pedro Hispano. Cabe añadir, por refiere a los medios. Se puede de-
último, que Guillermo de Conches liberar también sobre cualquier fin
homologa las consignificationes ló- particular, pero, entonces, éste pa-
gicas con los syncategoremata (véa- sará a la categoría de medio apete-
se), precisamente en virtud de su cido en virtud del deseo de felici-
amplia caracterización de este tér- dad o fin último. Por último, el c.
mino y de consignificare. viene después de la intentio finis –
por la que la voluntad se determi-
consilium. En general, es aquello que na eficazmente a conseguir un fin–
la razón aconseja. Hay diferen- , culmina en el juicio (véase iudi-
cias en el tratamiento de esta no- cium) y precede a la elección (véase
ción durante los siglos centrales de electio). Tal es, en líneas generales,
la Edad Media. Así, para los mís- el proceso del acto libre que des-
ticos del XII, por ej., el c. aparece criben los escolásticos y, particular-
como deliberación acerca de lo que mente, Tomás de Aquino (cf. In III
corresponde o no corresponde ha- Ethic. Nicom., l. VII-IX).
cer en un caso determinado. En los
autores de última raíz agustiniana, consistentia. En Física medieval, se
el c., en cuanto don de prudencia y llama así a la condición de los cuer-
de sabiduría, que da vida a las ac- pos firmes y sólidos de subsistir sin
ciones humanas, está ligado al cor, fluir, estado que se atribuye a la es-
como se lee, por ej., en Ricardo de trecha conexión entre sus partí-
San Víctor (cf., por ej., De statu int. culas. Esto confiere también a los
hom. I, 7). En términos similares se cuerpos consistentes una cierta re-
expresa Bernardo de Clairvaux (cf. sistencia.
De gratia et lib. arb. IV, 2).
165 consultatio
constantia. Este concepto está asocia- consuetudo. Se designa con esta pala-
do al de perseverantia (véase), pues- bra el hábito, costumbre y, sobre
to que ambos se refieren a la dis- todo, uso o usanza. Esto rige tan-
posición moral de mantenerse fir- to para la vida privada como la pú-
me en la virtud que tiene por ob- blica. Cicerón, por ej., había em-
jeto el bien de difícil consecución. pleado las expresiones “adduce-
Sin embargo, difieren en cuanto a re aliquem in eam consuetudinem”,
la naturaleza del obstáculo que se “habituar a alguien a tal uso”; y “c.
ha de vencer: mientras que la per- vitae”, modo o regla de vida. Si-
severancia hace que el hombre per- guiendo a Aristóteles, los escolás-
manezca firme en el bien, vencien- ticos, como Tomás de Aquino, su-
do la dificultad que implica la du- brayaron que la c. termina por co-
ración del acto virtuoso, la c., lo brar la misma fuerza que la natura-
hace venciendo la dificultad origi- leza en orden a los actos del hom-
nada por cualquier otro obstácu- bre e incluso asignaron importan-
lo externo. Por eso, autores como cia al hábito en la búsqueda de
Tomás de Aquino, han considera- la verdad (cf., por ej., In Met. II,
do la constancia como inferior a l.5, 331-4). Ahora bien, ya Isido-
la perseverancia, entendiendo que ro de Sevilla había atribuído a es-
la dificultad causada por la dura- ta palabra el provenir de communi
ción del acto es mayor que la ori- usu, puesto que es de práctica co-
ginada por los impedimentos ex- mún (cf. Etim. V, 3). Así, el térmi-
ternos (cf. S.Th. II-II, q.137, a.3 no que nos ocupa se fue reservando
c). La Escolástica presenta la ma- cada vez más para la regulación de
yor elaboración acerca de este con- la vida pública, mientras que mos
cepto, ya que los autores pertene- se prefirió para la privada. De es-
cientes al período patrístico, como te modo, c. cobró la acepción espe-
Agustín de Hipona, se habían limi- cífica que tiene en la Edad Media
tado a puntualizar la diferencia en- justamente de “derecho consuetu-
tre la noción de constantia y la de dinario” esto es, derecho adquirido
pertinacia, indicando que si bien por el uso y la costumbre y no im-
en ambas se da una disposición pa- pugnado, por lo cual, a veces, pue-
ra la firmeza, la segunda consiste de también alcanzar la condición
en la obstinación en el mal (cf. De de derecho escrito, es decir, inte-
quant. an., 26, 51). grarse al Derecho positivo.
constitutivum. En la Edad Media, se consultatio. Requisito indispensable en
llamó c. 1. en sentido fundante, to- el ejercicio de la prudencia, la c. se
do lo que es parte de la esencia de define como la búsqueda y discu-
algo, de manera que, si faltara, ese sión –a veces, entre varias perso-
algo no podría existir; 2. en sentido nas, y otras librada en el interior
derivado, es aquello que, precisa- del alma, en cuyo caso se identifi-
mente por formar parte de la esen- ca con el consilium– sobre los me-
cia de una cosa, la distingue de to- dios más útiles, idóneos y eficaces
do lo que no es ella. para alcanzar el fin que se propo-
ne el agente, individual o colectivo.
En primer lugar, no guarda, pues,
consumptio 166
por cierta necesidad (cf., por ej., por la tendencia al litigio que im-
Coll. in Hexaem. XX, 18). plica y aun los actos de blasfemia
en que puede derivar (cf. Sent. PL
contemptus. Voz que, tanto en esta 83, 689). Por su parte, Pedro Can-
forma como en la de contemptio, tor, en su Verbum abbreviatum, no-
significa desprecio, desdén o in- ta en la c. un movimiento de invi-
diferencia; aparece frecuentemen- dia (véase).
te en textos medievales en la ex- Muchos han señalado su depen-
presión c. mundi, precisamente pa- dencia respecto de la ebrietas. Pe-
ra señalar la escasa valoración que ro casi todos coinciden en asignar
el mundo de lo humano, finito y su gravedad a los efectos más que a
contingente puede despertar en la esencia de este peccatum oris. En-
comparación con la dimensión de tre ellos se cuentan: la derrota in-
lo divino, lo infinito y trascenden- terior junto con una efímera vic-
te. Ejemplar es al respecto, durante toria exterior, la obnubilación in-
la Edad Media, la obra de Inocen- telectual, la perversión de la razón,
cio III, De contemptu mundi. Se ha la corrupción de la caridad, la divi-
de insistir en que el desdén no va sión de la unidad, la destrucción de
dirigido a lo creado en sí mismo – la obra buena. Todo esto se acom-
lo cual, desde el punto de vista ju- paña de múltiples exempla en la li-
deo-cristiano no sería legítimo– si- teratura medieval. Dada la obsti-
no en confrontación con el Crea- nación necia mostrada por el suje-
dor. Al ser uno de los tópoi de la to de la c., se vuelve insoslayable su
Cristiandad medieval, el c. mundi vinculación con la herejía. De he-
reaparece en las más variadas ma- cho, los teólogos medievales insis-
nifestaciones de su cultura, subra- ten en que el hereje es contencio-
yándose, especialmente, en algu- so por excelencia, ya que impug-
nas de sus dimensiones; así, por ej., na con obstinación la verdad escri-
la arquitectura cistercense no sólo turaria y defiende con soberbia sus
no añade ninguna decoración a la posiciones irreductibles. Así se ex-
construcción románica ejemplifi- presa, por ej., Guillermo de Auxe-
cada en Cluny sino que, además, la rre (cf. Summa aurea II). Cierta-
recorta y purifica. mente, la acusación de tendencia a
contentio. Bajo este término se entien- la c. ha sido dirigida en especial a
de una guerra verbal, es decir, una los dialécticos. Rábano Mauro los
lucha sostenida con palabras, de condena como los que hicieron de
donde el vocablo “contencioso”. La ella un ars (cf. En. in Ep. Beati Pau-
caracteriza el hecho de que la discu- li PL 112, 689). Con todo, las ad-
sión no está encaminada a la bús- vertencias sobre abstenerse de la c.
queda de la verdad sino a la derrota se acentúan, naturalmente, cuan-
del interlocutor al que se toma co- do están dirigidas al clero, particu-
mo adversario. Por eso, ya Casiano larmente, en su actividad teológi-
y el mismo Gregorio adscriben la ca. Cuando surge la disputatio (véa-
c., en cuanto pecado de la lengua, se) como instrumento cognosciti-
a la vanagloria. Pero, hay quienes, vo y doctrinal, comienza a consi-
como Isidoro, la aproximan a la ira derarse la c. una modalidad perver-
169 contingens
tiva (véase iustitia 2.) y considera gen de la justicia divina sino tipifi-
justo el c. en el plano de la última car poéticamente –en una alegoría
pero no de la primera, ya que en la filosófica y, en particular, ética– ca-
justicia distributiva no se determi- da uno de los vicios.
na la igualdad según la proporción
de cosa a cosa, de lo hecho a lo pa- contraria. En lógica, se denominan
decido, sino según la proporciona- “contrarias” las proposiciones que
lidad de cosas a personas; por eso, guardan una forma particular de
el c. no se puede asimilar a lo justo oposición. Según Aristóteles, son
en el plano de la justicia divina (cf. c. dos proposiciones que afirman
S.Th. II-II, q.61, a.4). y niegan universalmente el mismo
El concepto de c. es fundamen- predicado (cf. De int. VII, 17a, 38
tal en Dante, quien conoce, al me- y ss); por ej., “Todo hombre es ra-
nos parcialmente, la historia de la cional”; “Ningún hombre es racio-
noción. De hecho, constituye una nal”. En virtud de esa mutua opo-
clave importante en la construc- sición, no pueden ser ambas falsas,
ción de la Divina Commedia en su como en el caso siguiente: “Todo
dimensión alegórica. Él mismo ha- hombre es negro”; “Ningún hom-
ce mención explícita del término bre es negro”. En este caso, la pro-
en Inf. XXVIII, 142. En este con- posición verdadera es particular, en
texto, el c. es la forma y circunstan- tanto intermedia entre dos univer-
cias en que el poeta presenta, ale- sales. En eso radica la diferencia
góricamente, las almas humanas en entre las proposiciones c. y las con-
su estado de dolor, purificación o tradictorias (véase contradictoria):
gozo que a cada una compete des- las últimas no admiten, entre ellas,
pués de la muerte. dicha proposición intermedia.
El carácter alegórico del contra- Por analogía con las proposicio-
paso dantesco puede revestir un nes, dos conceptos se consideran
sentido directo o inverso. Así, por contrarios cuando, refiriéndose al
ej., según el primero, imagina a los mismo contenido, género o sujeto,
condenados por lujuria arrastrados expresan sus grados extremos; por
eternamente por un vendaval ince- ej., óptimo-pésimo. Pero los con-
sante, así como en vida se vieron ceptos remiten a las cosas. Así, los
arrastrados por su pasión desorde- autores escolásticos hablaron de co-
nada; con arreglo al segundo tipo sas “contrarias”, para referirse a for-
de c., en cambio, describe atrapa- mas tales que pueden existir sucesi-
dos en sepulcros incandescentes a va pero no simultáneamente en el
aquellos herejes que en este mundo mismo sujeto. Por otra parte, esta-
negaron la inmortalidad del alma y blecieron acerca de las cosas c. la si-
supusieron que todo terminaba en guiente distinción: c. inmediata son
una fría tumba. aquellas cosas entre las que no pue-
Se ha de subrayar que, probable- de darse nada intermedio; mientras
mente teniendo en cuenta la men- que c. mediata son aquellas que sí
cionada distinción tomista, a través lo admiten, como la blancura y la
del c. como trámite literario, Dan- negrura.
te no pretende presentar una ima-
contrarietas 176
lo son, según este tipo de conver- tente”. El caso de las primeras pro-
sión, los juicios universales afirma- posiciones de ambos pares de ejem-
tivos (“Todos los elefantes son her- plos es el de enunciados que po-
bívoros”; “Todos los herbívoros son seen un verbo predicado: “razona”,
elefantes”). “existo”. Dichos enunciados se lla-
man de secundo adiacente. En cam-
convicium. Cf. contumelia. bio, las segundas proposiciones de
convictivus. Cf. improbativus. ambos pares, respectivamente, pre-
sentan un verbo llamado propia-
coordinatio. Se denomina c. in causis, mente “cópula” (“es”; “soy”); esos
es decir, coordinación en la línea enunciados se denominan de ter-
causal al orden de las causas entre sí tio adiacente. En virtud de todo es-
por el cual varias de la misma espe- to, se declara al verbo ‘ser’, el ver-
cie o del mismo género confluyen bo copulativo por excelencia: en
en o concurren a un mismo efecto. “Pedro razona”, el verbo ‘ser’ indi-
Respecto de las causas particulares ca su función copulativa sólo indi-
o singulares, cabe destacar que cada rectamente, mientras que en “Pe-
una de éstas confiere al efecto sólo dro es racional” manifiesta tal fun-
una parte de su virtud o potencia, ción directamente o in actu signa-
pero, el concurrir todas en la c., ha- tu. En cuanto a la aparición de es-
ce que muchas veces se encuentre ta palabra, cabe añadir que, si bien
en lo causado más de lo que hay en la fuente de la terminología medie-
ellas si se tomaran singularmente val concerniente a estos problemas
o aun consideradas en su conjun- se encuentra en Boecio, el término
to pero sin coordinación. Plus posse c., sólo adquiere pleno derecho de
esse in causato quam in singulis cau- ciudadanía a través de las Summu-
sarum coordinatarum. Así, cuando lae en lengua latina, y en la literatu-
se trata de una serie causal, la vir- ra escolástica bizantina.
tud eficiente radica en la con-cu-
rrencia. copulatio. Esta voz, que tiene el sen-
tido primario de “unión”, presen-
copula. En general, se llama “cópu- ta significados diversos según se
la” al verbo que liga el sujeto y el encuentre en contexto 1. gramati-
atributo, o que une sujeto y predi- cal, 2. lógico-gramatical, 3. exclusi-
cado. De ahí la frecuente afirma- vamente lógico. En sentido 1. gra-
ción escolástica “Verbum interpo- matical, c. se utiliza con el valor de
situm, praedicatum subiecto copu- impositio (véase); por eso, designa
lat”. Pero, en su significado estric- el acto por el que el intelecto sig-
to, se atribuye este nombre a las in- nifica algo per vocem, o sea, el acto
flexiones del verbo ‘ser’. Así, se ha por el cual se une un significado a
considerado que, en principio, to- una voz, como, sobre las huellas de
do enunciado puede convertirse en Prisciano, señala Martín de Dacia
otro en el que la c. desempeñe el en Modi significandi I.
papel de medio unificador entre el Desde el punto de vista 2. lógi-
sujeto y el predicado; por ej., “Pe- co-gramatical, c. indica el acto de
dro razona”; “Pedro es racional”; o unión implicado por la partícula
“yo existo”; “yo soy un ente exis- et, es decir, la conjunción “y”, por
cor 180
última participe del orden y la for- Por oposición, se cree que los lla-
ma, en la medida en que se haga mados escritos “exotéricos”, com-
buen uso de ella. En este contexto puestos por los diálogos y el Protré-
había aparecido ya en San Pablo la ptico, se dirigían al público en ge-
noción de “cuerpo glorioso”, es de- neral. Todo parece indicar que fue-
cir, de un c. no sometido a las leyes ron estos últimos los que tuvieron
generales de la materia. La Escolás- mayor influencia en los lectores de
tica, en cambio, retoma líneas aris- la Antigüedad, desde la muerte de
totélicas de pensamiento al respec- Aristóteles hasta la edición de An-
to y concibe el cuerpo como una drónico de Rodas; entre otras co-
materia formada de suyo, es decir sas, porque el aristotelismo al que
que el c. es por sí mismo unión de se atienen, por ej., Cicerón y Epi-
materia y forma. curo, responde más a los escritos
En el 3. plano textual, el término exotéricos. En cambio, los grandes
indica 1. una serie de escritos; así escolásticos aristotélicos del siglo
3.1.1. es el conjunto de los escritos XIII, manejaron el c. a. como fuen-
que la tradición atribuye a una es- te indiscutible del pensamiento del
cuela o corriente, por ej., el c. her- Estagirita. Sin embargo, las investi-
meticum; 3.1.2. el conjunto de es- gaciones llevadas a cabo durante la
critos atribuidos a un autor deter- primera mitad del siglo XX han se-
minado, por ej., el c. galenicum; ñalado la posibilidad de que Aris-
3.1.3. el conjunto de las obras que tóteles sea autor sólo de un veinte o
se consideran auténticas de un au- treinta por ciento del c. a. debién-
tor y en las que, por exclusión de dose el resto a la redacción de Teo-
otras, se supone que éste ha expre- frasto sobre los materiales dejados
sado lo medular de su pensamien- por su maestro.
to, por ej., el c. aristotelicum. Siem-
pre en este orden, también puede corpus galenicum. Con este término
referirse a 3.2. un texto en particu- se designa al conjunto de escritos
lar, en el que indica 3.2.1. el desa- de Galeno, que tuvieron un peso
rrollo de las tesis planteadas en él, decisivo, sobre todo, en la Medici-
desarrollo que sigue al proemium na medieval. Pero es menester seña-
(véase); 3.2.2. en el caso de un ar- lar que el c. g. no se refiere al cam-
tículo de summa (articulus), se lla- po médico exclusivamente, porque
ma c. a la respuesta propia del au- si bien Galeno muestra una fuerte
tor ante la alternativa planteada en tendencia empirista, buscó siempre
ese artículo, en cuyo caso se lo sue- reglas que se orientaran a la formu-
le abreviar como c. lación de una metodología. Y para
la constitución de esta última, ape-
corpus aristotelicum. Se denomina ló a los filósofos.
bajo este nombre al conjunto de los
tratados esotéricos de Aristóteles, corpus hermeticum. En la Edad Me-
es decir, los que se destinaron a los dia, recibió este nombre un con-
iniciados en su filosofía, y que, a la junto de escritos de muy variada
vez, expresan su tendencia científi- naturaleza, que incluye temas de
ca. Constituyen, pues, el grueso de astrología, medicina, alquimia, fi-
la obra que se atribuye al Filósofo. losofía, física, psicología, etc. Ta-
183 corrigo
filius: prorsus credibile, est quia inep- prender (cf. De lib. arb. II, 2, 6; De
tum est. Et sepultus resurrexit: certus vera relig. V, 24; De ordine II, 9).
est, quia impossibile est” (De carne Anselmo d’Aosta recoge este
Christi 5). De este modo, se ve que, planteo agustiniano y lo eleva hasta
al menos, el sentido de la sentencia convertirlo en el canon de su me-
está en el espíritu de Tertuliano y, todología teológica bajo la fórmu-
a la vez, es reveladora de la índole la fides quaerens intellectum (véase).
de su pensamiento (cf. fides quae- Este hecho tiene una explicación
res intellectum). De hecho, duran- en las circunstancias de la época en
te el período patrístico, Tertuliano que vive Anselmo. En efecto, hu-
encabezó y representó toda una co- bo de enfrentarse a dos posiciones
rriente que hace la detracción de la que, en su tiempo, se habían vuelto
filosofía, a diferencia de lo que su- extremas: la de los dialécticos, que
cede, por ej., con Justino y otros confiaban sólo a la razón la com-
apologistas. Éstos, en cambio, van prensión de los misterios de la fe;
incorporando las distintas líneas y la de los teólogos antidialécticos,
tradicionales del pensamiento filo- que rechazaban taxativamente to-
sófico que reciben a la fe reciente- da injerencia de la especulación en
mente abrazada para construir una ellos. Aunque contra los primeros
nueva concepción del mundo y del Anselmo sostuvo la prioridad de la
hombre. fe sobre la indagación racional, el
peso de su polémica se dirigió más
credo ut intelligam. Fórmula que in- bien contra los segundos, a quienes
dica el pasaje de la fe a la intelec- intentó mostrar el deber de la ra-
ción de la realidad. El “creo pa- zón de apelar al intelectus fidei, que
ra entender” es expresión acuña- constituye la confirmación de la
da por Agustín de Hipona, si bien certeza de fe (cf. Proslogion I; Cur
en él asume la forma exhortativa Deus Homo I). Con ello, inaugu-
del “crede ut intelligas”, sobre la ba- ró el espíritu que alienta en la Es-
se, además del texto de Isaías VII, colástica: es mérito de Anselmo ha-
9 “Nisi credideretis, non intelligetis”. ber elaborado sobre este principio
Ahora bien, en Agustín, esta sen- la base de un método válido para la
tencia está referida, sobre todo, a la Teología.
función iluminadora y hasta tras- En síntesis, podría decirse qui-
cendente de la fe sobre el intelec- zá, pero a condición de no radica-
to; en tal contexto, la fe constitu- lizar la observación, que, mientras
ye, desde su perspectiva, el ámbi- que Agustín tiende a poner el acen-
to apropiado para la intelección de to en el primer verbo de esta fór-
la más alta verdad. Aunque no se mula, Anselmo subraya el segundo.
pueden considerar como halladas No obstante, tanto en Agustín co-
ciertas verdades –por ej., la existen- mo en Anselmo, la fe constituye el
cia de Dios–, se cree en ellas sin co- supuesto de la razón.
nocerlas. Pero tampoco se está en
las mejores condiciones para en- culpa. Lo primero a señalar respec-
contrarlas, si primero no se cree en to del concepto medieval de cul-
lo que luego se ha de intentar com- pa es su carácter esencialmente éti-
co y no psicológico. Por c. no se en-
189 cupiditas
fícil adquisición; del amor, por el grados de la soberbia, entre los que
pregustar la posesión de ese obje- la cuenta. La razón de ello estriba
to. Por lo demás, así como el amor en que es central en su pensamien-
es causa de delectación, la c. es cau- to la idea de que todo aquello que
sa de la voluptas (véase cada uno de no concierne a la salvación es vano
estos términos). para el cristiano; de ahí el enfrenta-
miento de Bernardo con los magis-
curiositas. Los autores cristianos, tan- tri de su siglo.
to patrísticos como medievales, en-
tienden la curiosidad como la pa- cursorie. Término propio de la ense-
sión negativa que intenta deleitar- ñanza escolástica, indica un modo
se en un conocimiento vano de las de abordar los textos bíblicos. En
cosas. Por eso, se le considera noci- efecto, cabe recordar que la ense-
va, en cuanto dispersa y contraria ñanza de la teología en la univer-
a la búsqueda de la verdad. Agus- sidad medieval contemplaba tres
tín de Hipona la caracteriza como ciclos: en el primero, se “leía” –lo
la concupiscencia de los ojos, razón cual quiere decir que se enseñaba–
por la que la vana c. fue representa- la Biblia; en el segundo, las Senten-
da por el pez, que no puede cerrar- cias de Pedro Lombardo; el tercero
los. El hiponense subraya que de- estaba dedicado a la exégesis minu-
be ser contenida por la templan- ciosa de algún libro de la Escritu-
za (cf. Conf. X, 35, 54 y De mor. ra. Esta tercera etapa presuponía la
Eccl. I, 21, 38). En la Escolástica, formación adquirida en las anterio-
Tomás de Aquino distingue entre res, ya que la profundización y dis-
la curiosidad intelectual y la sensi- cusión de cualquier pasaje requie-
ble, insistiendo en el carácter fútil re estar en posesión del panorama
de ambas, y señalando que tienen general de la Biblia y, a la vez, de
origen en la accidia (véase) (cf. S. la tradición exegética. El primer ci-
Th.II-II, q. 35, a 4 ad 3 y q. 167, clo era, pues, introductorio y, co-
aa. 1 y 2). No se ha de confundir, mo tal, en él se enseñaba la Sagrada
pues, con el “afán de conocimien- Escritura “de corrido”, en un mo-
to”, ya que lo que caracteriza la no- do llano y sin problematizarla aún.
ción medieval de c. es la vanidad de Esto significa precisamente c., de
su objeto, por lo que se acerca a lo donde quien estaba a cargo de es-
que se denomina, heideggeriana- te curso era llamado no sólo con el
mente, “afán de novedades”. La po- nombre de baccalaureus (véase) bi-
sición más extrema y severa sobre blicus sino también con el de cursor
esta noción en la Edad Media es biblicus. Tomás de Aquino define
quizá la de Bernardo de Clairvaux. su papel en estos términos: “Percu-
De hecho, en el De gradibus humi- rrere est expedite in finem currendo
litatis, Bernardo le dedica la misma devenire [...] sine impedimento du-
extensión que confiere a los demás bitationis” (In Isaiam Exp., Pr.).
191
D
D
darapti. Palabra, de uso mnemotéc- paz de reír es animal”. El ejemplo
nico, empleada por los lógicos me- es propuesto por Pedro Hispano en
dievales para indicar un modo de Summ. Log. 4, 7.
silogismo (véase syllogismus). Para
comprender por qué se la ha elegi- datio. Aparece en textos medievales
do, se debe recordar que, conven- con el significado de entrega o do-
cionalmente, la vocal A designa la nación, muchas veces referida a la
proposición universal afirmativa; de los bienes que Dios confiere al
la I, la particular afirmativa (véan- hombre.
se). Así pues, según la serie de vo- dator formarum. En general, indi-
cales que componen este vocablo, ca aquello que introduce en un ser
con él se alude al modo de silogis- una forma preexistente o lo que
mo cuyas premisas son universa- produce una forma en un ser sin el
les afirmativas, estando constituida cual de todos modos podría produ-
la conclusión por una proposición cirla. Ciertamente, este poder no
particular afirmativa. El ejemplo pertenece a los agentes naturales,
propuesto por Pedro Hispano es: ya que éstos no pueden ni intro-
“todo hombre es substancia”, “todo ducir una forma preexistente en la
hombre es animal”, “luego, algún materia ni crear la forma sin la ma-
animal es substancia” (cf. Summ. teria. Así lo señala, por ej. Ockham
Log. 4, 14). en Summulae in libros Phys. I, 24).
darii. Voz que se usa en lógica para re- Avicena ya había señalado que, en
cordar la composición de un mo- una materia con la dispositio nece-
do del silogismo de la primera figu- saria, Dios, d.f., introduce la forma
ra (véase syllogismus). La regla mne- (cf. Natur. IV, 147v).
motécnica consiste en que la pala- Pero, además de esta acepción me-
bra se forma con las vocales a, i, i, tafísica, el término que nos ocupa
y se debe tener presente que la A tiene un aspecto gnoseológico. En
indica la proposición universal afir- efecto, mediante esta expresión au-
mativa, mientras que la I señala la tores como el mismo Avicena han
particular afirmativa. De esta ma- identificado a Dios con la fuen-
nera, el silogismo d. está conforma- te de la que el alma recibe las for-
do por una primera premisa uni- mas inteligibles (véase intellectus).
versal afirmativa; una segunda, par- En esto sigue la concepción de Al-
ticular afirmativa; y la conclusión, farabi, quien, en el De intellectu et
que ha de ser también particu- intelligibile, sostiene que el intelec-
lar afirmativa. Así, en “todo hom- to activo, único y separado, del que
bre es animal”, “alguien capaz de había hablado Aristóteles según su
reír es hombre”; “luego, alguien ca- lectura, es “creador” en este senti-
de 192
do. De esa manera, para los citados de causis. Con este título, la literatu-
filósofos, Dios interviene en el pro- ra medieval se puede referir a tres
ceso cognoscitivo humano. Más obras: 1. Liber de causis (o Aristote-
aún, es Él quien confiere al hom- lis) de expositione bonitatis purae; o
bre los conceptos propiamente di- bien Liber bonitatis purae; o bien,
chos. Así, d.f. es un término que como lo llama Alain de Lille, De es-
cobra un lugar central en la polé- sentia summae bonitatis. Pero, co-
mica acerca de la unicidad del inte- mo descubre Tomás de Aquino,
lecto y signa la posición a la que se se trata de una compendio hecho
opone, por ej., Tomás de Aquino. sobre la Institutio (o elementatio)
Theologica de Proclo, compilación
de. Preposición de ablativo, con el sen- probablemente atribuíble a Alfara-
tido genérico de “procedencia”, que bi y traducida al latín por Gerardo
se despliega en las siguientes signi- de Cremona. 2. Liber de causis pri-
ficaciones: 1. con sentido local, se mis et secundis et de fluxu qui con-
suele traducir por “desde”, o “de”, sequitur eas, falsamente atribuída a
ya que implica alejamiento; 2. con Avicena (véase de intelligentiis 1.).
sentido temporal, significa “duran- 3. De causis proprietatum elemento-
te” o “después de “; 3. como en mu- rum, atribuída también falsamen-
chos otros casos, puede aparecer en te a Aristóteles y de autor aún no
lugar de ex, indicando la materia de identificado; fue texto traducido
la que algo está hecho, aunque no por el mismo Gerardo y comenta-
es éste un uso muy frecuente. Pero do por Alberto Magno.
en contexto específicamente filosó-
fico, sus acepciones más importan- de condigno-de congruo. Cf. meritum.
tes se relacionan con 4. el origen o
procedencia de algo que puede ser de dictu-de re. Se traducen por “sobre
también una enseñanza, por ej., de lo dicho” o “sobre lo expresado”,
servo tuo, Domine, audivi; 5. la cau- y “sobre la cosa” o “sobre la reali-
sa o causas de un hecho, por lo que dad”, respectivamente. Son locu-
se dice de his causis; 6. el proceso de ciones mediante las que se distin-
transformación, como en de corpo- gue si el discurso se refiere a la ex-
re templum fieri; 7. el tema o mate- presión o a la cosa misma menta-
ria de que se trata, empleo que, ob- da por ella: en el segundo caso, se
viamente, es el más común en la li- tiene el lenguaje; en el primero, el
teratura filosófica medieval, por ej. metalenguaje. Dicho de otra ma-
Liber de causis. nera, mientras que de r. alude a lo
En composición, indica movi- real, esto es, a lo significado, de d.
miento de separación u oposición, alude al signo, más aún, a la ma-
como en dedignatio; o bien direc- terialidad del signo, sea éste escri-
ción descendente, como en decre- to u oral. Para retomar un ejemplo
tio (véanse). Finalmente, esta pre- famoso, si se dijera “tertius equus”,
posición se usa también para for- se estaría indicando el tercer caba-
mar expresiones adverbiales, así en llo en una fila de ellos; entonces, la
de integro, “de nuevo”. expresión sería claramente de r. Pe-
ro, si se dijera, en cambio, “tertius
equi”, que debe traducirse por “el
193 de tertio adiacente
debitum. La Edad Media aplicó esta o prestar otro, ya sea algo mate-
noción a tres órdenes, el 1. físico rial, ya sea algo moral; por ej., el
o natural, el 2. lingüístico, y el 3. hombre tiene el d. morale de amar
moral. En 1. el plano físico o na- a Dios, de auxiliar a sus semejantes,
tural, se entienden los debita como etc.
todas aquellas notas ontológicas
que le corresponden a un ente por deceptio. Se puede traducir por la pa-
su esencia y sin las cuales no podría labra “error”, ya que alude al enga-
seguir perteneciendo al género ni a ño en el que cae la mente cuando
la especie de que forma parte. Así, juzga algo sobre lo real de mane-
por ej., la extensión es un d. physi- ra equivocada. Ahora bien, aunque
cum o naturale del cuerpo, como el con importantes matices de dife-
pensamiento lo es del hombre. De rencia, la mayor parte de los auto-
esta manera, se dice que este ente o res tanto del período patrístico co-
aquel tiene las perfecciones debitas mo del escolástico asumieron que
por su naturaleza. Por eso, la no- la verdad ontológica de las cosas
ción que nos ocupa tuvo también –por ej., lo que hace que una rosa
aplicación en contexto metafísico. sea una verdadera rosa- radica en la
Al respecto, Anselmo d’Aosta trae adecuación entre éstas y sus respec-
a colación un ejemplo dramático: tivas esencias contenidas en el Inte-
la penetración de los clavos en la lecto divino. En cambio, la verdad
carne de Cristo crucificado es un del conocimiento –del que el juicio
d. ontológico, ya que responde a la es parte esencial– se da en sentido
naturaleza de los clavos y de la car- inverso, pues radica en la adecua-
ne (cf. De ver. 8). ción del intelecto humano a la rea-
En 2. el plano lingüístico, el tér- lidad (véase adaequatio). Así pues,
mino que nos ocupa adquiere una la verdad ontológica de las cosas no
particular significación también puede ser causa de la d., desde el
en la obra anselmiana. En efecto, momento en que está garantizada,
en su análisis de la noción de ver- en principio, por el Intelecto divi-
dad, Anselmo se pregunta cuándo no; en todo caso, la imperfección
es verdadera una significación en el de un ente en particular –en cuan-
uso del lenguaje, por ej., cuando se to que participa en mínimo grado
dice “La rosa existe” o “El centau- de su ejemplar– podrá ser ocasión
ro existe”. Concluye que hay recti- de engaño para un hombre que in-
tudo (véase) del lenguaje en el pri- tente conocerlo, pero no causa. És-
mer caso y no en el segundo, pre- ta sólo puede radicar en la misma
cisamente porque sólo en el prime- mente de quien juzga. Pero en es-
ro la significación cumple su fina- to se ha de tener en cuenta que no
lidad, satisfaciendo así su d. esen- es el intelecto en sí mismo la cau-
cial: en la perspectiva anselmiana, sa del error, puesto que está orde-
éste se da cuando el enunciado di- nado a la verdad, predispuesto pa-
ce lo que debe decir (cf. De ver. 9- ra ella; son su finitud y contingen-
11). cia las que posibilitan la falibilidad
Desde 3. el punto de vista mo- de la inteligencia y, por ende, el en-
ral, d. significa obligación de dar gañarse.
195 decus
decisio. Voz que aparece más frecuen- do, para el ejercicio de la abogacía.
temente hacia el final de la Edad Agustín de Hipona da testimonio
Media, indica la acción de decidir de esta práctica, que ciertamente se
en el sentido de juzgar, interpretar, remonta a la Antigüedad, en Conf.
definir o determinar. Como se ve, I, 18, 29; De ord.I, 10, 30 y, sobre
d. pertenece más al vocabulario de todo, Retract. II, 6, 2.
la vida intelectual que al de la vi-
da voluntaria o libre. Algunos au- decretio. Contrario a accretio (véase),
tores medievales emplearon en es- esta palabra designa un tipo de cam-
te sentido la palabra que nos ocu- bio, precisamente, el motus decre-
pa, con el objeto de reservar la voz tionis, cuyo resultado es la dismi-
decretum para los designios o deci- nución de una determinada can-
siones divinas. De hecho, d. equi- tidad. En efecto, consiste en res-
vale al decreto humano, ya que tra- tar de una cosa una porción de la
duce la sententiae latio de los escri- misma, como cuando se quita una
tores antiguos. porción de agua de una cierta can-
tidad de ella.
declamatio. Se designa con este térmi-
no un ejercicio o prueba de retórica decretum. Algunos autores medievales
a la que debía someterse quien as- han denominado así al designio de
piraba a ser orador. Consistía en un Dios por el cual Él ‘decide’ (decer-
verdadero discurso cuyo tema era nit) intervenir en la causalidad na-
propuesto por el maestro, quien re- tural del mundo, o concurrere con
cordaba, además, principios gene- las causas libres. Tal d. se llama: 1)
rales, dando ocasionalmente algu- attemperativum, cuando la inter-
na sugerencia o consejo sobre su vención divina está ordenada a mo-
desarrollo, para después juzgar el derar los efectos de un fenómeno
resultado. Se llevaba a cabo públi- natural o de una acción volunta-
camente, con la presencia de con- ria del hombre; 2) relictivum, cuan-
discípulos, a veces, algunos curio- do se ordena a permitir el libre cur-
sos, y familiares del alumno. Ellos so de dichos efectos, y 3) cummissi-
observaban por particular aten- vum, cuando coadyuva con ellos.
ción los eventuales errores cometi- decus. Su significado originario es el
dos por este último, aunque tam- de ornamento o lustre, y después,
poco escatimaban aprobaciones ca- por extensión, decoro, en sentido
lurosas. La d. era de dos tipos: 1. la moral. Así aparece tantas veces, por
suasoria, en la que se debatía un ca- ej., en Cicerón o Tácito. La Edad
so de conciencia o una decisión ar- Media asume preferentemente la
dua bajo circunstancias estipuladas última acepción que, por lo demás,
previamente; y 2. la controversia, en se torna aún más frecuente durante
la que el tema era jurídico, ya que el período humanístico del Renaci-
consistía en la acusación o defensa miento. Los autores medievales en-
de un proceso ficticio; se discutía, tendieron por d., esencialmente, lo
entonces, la aplicación de una ley honesto (véase honestas) y lo defi-
determinada a ese caso particular. nieron principalmente como todo
Así, el primer tipo preparaba para aquello que es digno de una perso-
la elocuencia deliberativa; el segun- na en cuanto tal. Dos propiedades
dedignatio 196
brayar que, a diferencia de lo que resulta del ser llevado, como San
sucede con otro modo, el tran- Pablo, al tercer cielo (cf. II Cor. 12,
sumptivus (véase), el término que 2), en donde el alma tomará par-
nos ocupa no se utiliza, con esta te de la felicidad celestial. En estos
acepción, en forma adverbial. autores la d. indica, pues, algo sú-
bito, aunque fruto de un proceso
definitum. Voz frecuente particular- anterior. Según éste, el alma se ha
mente en el léxico nominalista en preparado a ser arrebatada por el
la Edad Media, tiene los siguien- amor de Dios mediante el despre-
tes significados: 1. en lo que toca a cio por la miseria de este mundo.
las realidades individuales, es aque- Así, por ej., se expresan Ricardo de
llo cuyas partes esenciales quedan San Víctor (cf. Ep. ad Sev. 9) y Ber-
expresadas en la definición (véase nardo de Clairvaux (cf. De dil. Deo
definitio); 2. un término converti- X, 28).
ble con la definición, en cuyo ca- La otra vertiente de este concep-
so lo definido es un concepto, esto to, más fiel a sus orígenes, es la pro-
es, la especie. Así lo expresa, por ej., pia del siglo XIV y, especialmen-
Guillermo de Ockham (cf. Quodl. te, del misticismo especulativo de
V, q.20). Meister Eckhart. En ella, se tra-
deformitas. Cf. difformitas. za el camino hacia la d. como un
paulatino despojamiento de toda
deificari-deificatio. Son voces típi- imagen o representación, logrando
cas de la mística medieval. A par- así el estado del alma libre y, por
tir del neoplatonismo post-ploti- lo mismo, idéntica a la naturaleza
niano se entiende por d. o théosis divina: “Dios me engendra en tan-
la perfecta unión con Dios logra- to Él mismo y se engendra en tan-
da por el hombre en cuanto criatu- to que yo mismo [...] Se trata de
ra libre, unión por la cual alcanza, a una sola vida, un solo ser y una so-
través de la virtud y la gracia, aque- la obra” (DW I, 109, 9-11).
llo que Dios posee por naturaleza.
Este planteo de asimilación del al- deitas. La deidad es la condición de
ma humana a lo divino se encuen- Dios y aun Dios mismo. Con to-
tra especialmente en Proclo, quien do, los autores medievales cristia-
lo transmite a la Cristiandad por nos suelen evitar este término por
su influencia sobre el pensamiento el equívoco teológico a que puede
de Dionisio Pseudo Areopagita. A dar lugar. Como indica su forma,
partir de este antecedente, se abren se trata de un sustantivo abstrac-
dos matices en la concepción de la to. Pero no cabe aplicarlo en el ca-
d. durante la Edad Media: una de so de la Trinidad porque no hay en
ellas, alcanza su mayor desarrollo las Personas divinas d. como forma
durante el siglo XII; la otra, hacia abstracta.
finales del Medioevo. delectatio. Los escolásticos considera-
Respecto de la primera, los mís- ron el deleite o la delectación co-
ticos especulativos del siglo XII en- mo una de las pasiones propias del
tienden la deificación como el esta- apetito concupiscible (véase appeti-
do, llamado por algunos “raptus” y tus). Sin embargo, se ha de tener en
por otros “extasis” o “excessus”, que
deliberatio 200
cuenta que no limitaron este con- objeto guarda respecto del sujeto;
cepto a las tendencias específica- la segunda, por la disposición orgá-
mente sensuales. Hay, en efecto, nica del sujeto, en el caso de los de-
una d. espiritual o racional que se leites corporales; y por la admira-
traduce generalmente en gaudium ción o estima que le inspire el ob-
o fruitio (véanse). Ya en la Patrís- jeto, en el caso de los anímicos (cf.
tica, Agustín había hablado de una Tomás de Aquino, In IV Sent., d.
atracción hacia Dios por el amor y 49, q. 3; S. Th. I-II, qq. 31-34).
por el deleite del espíritu (cf. In Io. Respecto de la relación del con-
Ev. XXVI, 4), opuesta precisamen- cepto que nos ocupa con el de
te a la aversio a Deo. amor, se tiende a considerar que la
Los caracteres distintivos de la d. d. indica la pasión del amor cuan-
son: 1) está dada por la obtención do éste ha entrado en posesión de
de un bien conveniente a la natu- su objeto. Con todo, se han dado
ral disposición humana. Al tratarse dos posiciones diferentes respecto
de la posesión de un bien y no de de este tema. Una, ejemplificada
una mera tendencia a él, no cons- por Pedro Oriol, es proclive a asi-
tituye un tránsito, sino un movi- milar ambos conceptos; otra, enca-
miento perfecto, es decir, acaba- bezada por Guillermo de Ockham,
do. En este sentido, se diferencia insiste en su diferencia, sostenien-
del desiderium (véase). 2) al mismo do que d. y amor son realmente
tiempo es, en rigor, un acto instan- distintos, puesto que pueden se-
táneo, pues el movimiento se opo- pararse. Ockham apela aquí a un
ne a la posesión y permanencia del ejemplo teológico: el demonio ama
objeto; así, la d. presupone quie- el pecado humano pero no extrae
tud, aunque, si el bien poseído está deleite de él (cf. In IV Sent. d.14b).
sujeto a algún cambio, la d. tendrá
lugar accidentalmente en el tiem- deliberatio. La deliberación es el pri-
po. 3) siempre ha de ser acompa- mer paso importante del acto li-
ñada por el conocimiento –hoy di- bre, precede a la elección o electio y
ríamos “conciencia”– de dicha po- constituye el requisito indispensa-
sesión: un bien no es deleitable si ble para que ésta se dé formalmen-
no se aprehende como bien y como te. Se define como la reflexión en la
poseído, ya sea mediante los senti- que se ponderan los medios condu-
dos –tal el caso de los deleites cor- centes a un fin y, a la vez, la bon-
porales–, ya sea mediante el alma dad o falta de ella de aquéllos y de
únicamente. Con todo, esto últi- éste. La d. concierne siempre a lo
mo no conforma, en rigor, el gau- contingente, es decir, a medios y fi-
dium, es decir, el deleite espiritual, nes que pueden actualizarse o no,
sino sólo el anímico o afectivo, por aceptarse o rechazarse. Es acto del
ej., constituye una d. hacer el bien juicio. Con todo, se ha de indi-
a los amigos. 4) la causa de la d. ra- car que, para aludir a lo que se ha
dica tanto en el objeto deleitable mencionado, los escolásticos más
cuanto en el sujeto mismo de es- aristotélicos suelen preferir el tér-
ta pasión: la primera se da por la mino consilium (véase).
semejanza o connaturalidad que el En la literatura nominalista, es-
te término presenta dos acepciones
201 demonstratio
importante, hay que decir que las interpreta el “Yo soy el que es” del
propiedades más nobles que se en- libro del Éxodo. Una consideración
cuentran en la criatura, como vida, peculiar al respecto es la ofrecida
pensamiento, amor, etc., se proyec- por Ockham. Para este autor, bajo
tan en Dios como perfectiones sim- el nombre de Dios se puede enten-
pliciter simplices, es decir que se le der o bien un ser superior en no-
atribuyen formaliter, ya que sólo bleza y perfección a todo lo que no
contienen perfección. Pero esto no es Él, o bien un ser tal al que nin-
significa de ninguna manera que la gún otro supera en nobleza y per-
esencia divina esté constituida por fección. De atenerse a la prime-
una suma de propiedades esencia- ra formulación, se puede concluir
les, puesto que, si así fuera, que- que no puede haber más que un
daría cuestionada la absoluta sim- solo Dios. Si se parte de la segunda,
plicidad de Dios que no se pue- se puede probar que Dios existe.
de poner en duda. De hecho, des- Ciertamente, esto no significa que
de los inicios de la Patrística, espe- Ockham adhiera a la demostración
cialmente con Orígenes, se subrayó de Proslogion II, ya que sus supues-
el tema de la simplicidad divina, ya tos son muy diferentes de los an-
que lo que no es simple es lo com- selmianos; por otra parte, no utili-
puesto y lo compuesto se puede za “maius” sino “melius” y “perfec-
descomponer, con lo cual se estaría tius” (cf. Quodl. I, 1; In I Sent. d.2,
atribuyendo a Dios corruptibilidad q.10).
y mutabilidad, lo cual es imposi- 5. Acerca de la cuestión de la re-
ble. Así pues, se consideró que tales lación de Dios con el mundo, lo
propiedades no son el ser divino si- primero a señalar es la importancia
no apenas –para y desde nosotros– que cobra en este punto la doctrina
expresiones muy parciales de su de la creatio ex nihilo. Esta doctrina
esencia. En ella, dichas propiedades contribuyó a consagrar la precisión
confluyen en la actualidad infinita en nociones filosóficas tales como
de Dios. Un esquema argumentati- las de origen y causa. Por otra par-
vo similar es el que aplica Tomás de te, teniendo el primero en la na-
Aquino respecto del segundo pun- da y la segunda en Dios, la criatu-
to de este acápite. En efecto, para ra –y el conjunto de ellas que cons-
el Aquinate todo ente tiene la com- tituye el mundo– queda sellada por
posición real essentia-esse, además una copresencia de ser y no ser:
de la de materia-forma en el caso existe en tanto que Dios le ha con-
de los entes sensibles. Sostener que ferido el ser, pero no es lo que Él
también en Dios se da la composi- es; por eso, como indica Agustín,
ción de esencia y existencia signi- de lo creado se puede decir en cier-
ficaría, desde la perspectiva tomis- to modo que es, y en cierto mo-
ta, atentar de alguna manera con- do que no es, subrayando de esta
tra su simplicidad. Así pues, afir- manera su carácter de contingen-
ma el Aquinate que sólo en térmi- tes. Además, se ha considerar que
nos analógicos se puede decir que el pasaje del no ser al ser implica-
la esencia de Dios consiste en el Ser do en la creación a partir de la na-
mismo que subsiste. De ese modo da implica el primer movimiento o
215 dextrum
lardo sobre este tema. Por su par- que recae sobre la cosa misma, vale
te, Guillermo de Ockham le asig- decir sobre la atribución del predi-
na el significado de todo signo con- cado al sujeto. A ésta se denomina
vencional, hablado, escrito o -agre- d., para distinguirla de la otra aser-
ga- de cualquier otra naturaleza (cf. ción que recae, en cambio, sobre la
Summa Totius Log. III, 4, c.2). manera en que se realiza esa atribu-
ción: el modus.
dictum. En términos generales, alu-
de a lo dicho, en el sentido de lo dictum de omni-dictum de nullo. For-
afirmado, lo propuesto como ver- mulaciones, positiva y negativa,
dad. Pero ello implica una proposi- respectivamente, de un principio
tio, o sea, una expresión significati- fundamental del silogismo, según
va compleja, de estructura autóno- el cual lo que se afirma o se niega
ma, en la que se predica algo de al- de una clase entera de entes, debe
go. Como sostiene, por ej., Pedro ser afirmado o negado de cada en-
Abelardo, la proposición signifi- te particular perteneciente a dicha
ca “lo que propone y dice”, y es- clase. Las condiciones bajo las cua-
to último es, precisamente el d. En les este principio es válido son 1)
la proposición “Juan corre” se afir- que lo que se afirma o se niega es-
ma como verdadero lo dicho, esto té referido a la naturaleza propia de
es, que Juan corre. Así pues, el d. esa clase de entes, y 2) que la perte-
es el único significado que asegu- nencia del ente particular a tal cla-
ra a la proposición su valor de pro- se sea inequívoca. Los anteceden-
puesta de verdad. Si decimos “No tes del principio en cuestión se en-
tengo ningún abrigo” y “Carez- cuentran en textos aristotélicos (cf.
co de abrigo” la realidad nombra- Cat. III, 1b, 10; An. Pr. I, 1, 24b
da en estas dos proposiciones es la 28-30). Los escolásticos lo explici-
misma, pero no su estructura lógi- taron diciendo, como hace, por ej.,
ca. Por eso, el d. formó parte des- el Aquinate: “Quidquid de omnibus
pués de los estudios lógicos en la valet, valet etiam de quibusdam et
Edad Media. En este orden, se lo singulis; quidquid de nullo valet nec
consideró una parte de la proposi- de quibusdam et singulis valet” (cf.
ción modal. Una proposición (véa- In Post. An. I, IX).
se propositio 2.2.) se llama “modal”
cuando enuncia el modus o la ma- differens. Diferente es lo determina-
nera en que la cópula liga el predi- do por una diferencia (véase diffe-
cado con el sujeto. Ahora bien, hay rentia) respecto de otra cosa. Me-
cuatro especies de modos: posibili- rece una especial mención el trata-
dad, imposibilidad, contingencia y miento que hace Guillermo de Oc-
necesidad. Un ejemplo de propo- kham, puesto que este autor abor-
sición modal según la primera es- da el problema desde el pundo de
pecie de modo sería: “Es posible vista de las cosas differentes. Éstas
que Pedro sea un músico”. En este pueden ser tales en sentido numé-
ejemplo, “es posible” indica el mo- rico o bien específico. Dos cosas di-
do; “Pedro es músico” correspon- fieren numéricamente cuando son
de al d.. Así pues, en toda proposi- de la misma naturaleza, pero sin
ción modal hay dos aserciones: una identificarse, por ej., en una sus-
differentia 220
de lo que sucede con la voz “defor- de sólo una cualidad, como la luz;
midad” en español, no alude sólo o bien como la de un movimien-
al plano físico, aunque también en to del cuerpo, como la voz. La pri-
éste indica la cualidad de lo diffor- mera, esto es, la d. qualitatis se da
me. Principalmente, se utiliza en aequaliter o inaequaliter, según que
dos órdenes: 1. el cognoscitivo; 2. una porción o grado igual –o des-
el ético. En 1. el ámbito del cono- igual, respectivamente– de la cua-
cimiento, la d. señala en los textos lidad se distribuya en cada una de
medievales la falta de rectitudo, es las partes del medio en el que se ex-
decir de adaequatio (véase) o, pre- tiende. Cuando esta distancia es la
cisamente, de con-formidad entre misma, la d. se lleva a cabo unifor-
el intelecto y la realidad a conocer. miter; en cambio, cuando los diver-
En tal sentido, cuando la d. consis- sos grados de la cualidad se disper-
te en una mera ausencia de tal ade- san a distancia desigual, la d. tiene
cuación, se la considera negativa y lugar difformiter.
se la denomina ignorantia (véase); La Edad Media aplicó este con-
en cambio, cuando radica en un cepto también a otros planos, si-
adecuación incompleta o no recta guiendo la acepción más general
entre el intelecto y su objeto, se la señalada al comienzo: así se habló
considera positiva y se está ante la de la d. boni, es decir de la difusión
falsitas (véase). del bien, aunque la expresión más
En 2. el plano ético, suele apare- utilizada es la que sostiene que el
cer en las obras de los nominalistas bien es difusivo de suyo, como reza
y, en correspondencia con la acep- la sentencia bonum est diffusivum
ción anterior, también en él alude a sui (véase).
una falta de rectitudo o adaequatio,
es decir, al pecado. Pero éste con- dignitas. Indica la nobleza y excelen-
siste, para autores como Duns Es- cia –a veces, también la poten-
coto, en la falta de rectitud de un cia– que algo tiene de suyo, es de-
acto; en cambio, para otros, como cir, por su mismo ser. Se ha em-
Ockham que prolongan la línea pleado el término en diversos pla-
abelardiana, la d. moral radica en la nos, en cada uno de los cuales pre-
ausencia de rectitudo que la volun- senta una acepción muy diferente.
tad debería tener. Esto significa que En el orden 1. metafísico, la exce-
la voluntad no quiere lo que debe lencia puede ser o bien individual o
querer por un precepto divino (cf. específica. En el primer caso, 1.1.
Quodl. III, q.5). la d. deriva del hecho de que el en-
te al que se le atribuye está perfec-
difformiter. Cf. uniformiter, in fine. tamente en acto según su forma
o, dicho de otra manera, participa
diffusio. Su sentido más lato es el de plenamente de la esencia que le es
propagación. Estrictamente, indi- propia. En el segundo, 1.2. la d. se
ca la extensión de algo en las tres atribuye a una especie por compa-
dimensiones. Así, su primera acep- ración con otras cuyas notas onto-
ción dice relación con lo físico, lógicas son menores o menos ricas;
más precisamente, con lo corpó- por ej., el caballo es dignior, esto es,
reo. Se puede dar como la difusión más noble, que la piedra, en virtud
223 dilatatio
ción que nos ocupa como un con- d. es un nombre y concepto que só-
junto de normas dirigidas a pro- lo indica que, en las partes discon-
mover cierto orden. No aparece en tinuas, una no es la otra. 2. Ejem-
dichos textos, en cambio, la acep- plos de la aplicación de la d. en el
ción moderna, subjetiva, de la obe- orden gnoseológico, se encuentran
diencia interna a tales normas. en Pedro Abelardo, quien caracteri-
za la dialectica (véase) diciendo que
disciplinalis. Cf. doctrinalis. es la ciencia que asegura la verdad
disciplinaliter. Voz propia del voca- del discurso, precisamente porque
bulario boeciano en el que alude posibilita la d. veritatis aut falsitatis.
al método propio de la matemáti- Tal discernimiento, ateniéndose a
ca y sus demostraciones (véase dis- las reglas que presiden su ejercicio,
ciplina). En efecto, para Boecio, ca- permite la posesión de las humanae
da ámbito del conocimiento impli- et philosophicae rationes. 3. Pero la
ca en un tipo diferente de aborda- d. constituye también un elemen-
je del único objeto de conocimien- to fundamental en la ética medie-
to que es la verdad del ser. Aho- val, ya que es la virtud que impone
ra bien, dicho tipo de abordaje se a las cosas el modus (véase, in prin-
realiza por medio de instrumentos cipio), lo que implica justeza en el
propios y a partir de principios pri- dar y recibir y equilibrio entre las
meros específicos de ese determina- partes que intervienen en una rela-
do campo de investigación. Así, la ción humana.
física procede rationabiliter; la teo- discursus. En su más lato sentido, en
logía, intellectualiter; la matemáti- la acepción física, d. se define como
ca, d. Muy diferente es el sentido el movimiento local que se dirige
que cobra este adverbio, sobre to- rápidamente de un punto a otro, es
do, después de Juan de Salisbury decir, a terminus a quo ad terminus
(véase doctrinalis y doctrinaliter). ad quem (véase a quo-ad quem). Sin
discreta. Se denomina así una especie embargo, la significación primor-
de la cantidad (véase quantitas 1.2): dial –y, obviamente, la más usada–
la de la multitud numérica. Aplica- de d. es la lógica, sentido que se ba-
da esta palabra a las cosas, se apli- sa sobre el físico. En el orden ló-
ca a aquellas que coexisten y que se gico, se caracteriza, en general, co-
consideran de alguna manera rela- mo aquel proceso cognoscitivo que
cionadas. Pero debe subrayarse que el pensamiento efectúa, pasando
las partes discretas no están unidas de un concepto a otro, progresiva-
por ningún vínculo real. mente. En tal sentido, d. traduce la
voz griega diánoia y se opone, por
discretio. Del verbo discerno, la d. se- tanto, al conocimiento inmedia-
ñala la acción y el efecto de sepa- to de la intuición intelectual o nóe-
rar, distinguir, discernir, reconocer; sis. Así, designa fundamentalmen-
de ahí sus múltiples usos en la lite- te el razonamiento. Ahora bien, ca-
ratura filosófica medieval que pue- si ninguno de los principales pen-
den remitir 1. al plano lógico, 2. sadores antiguos y medievales ad-
al plano gnoseológico, 3. al plano mitió la posibilidad de un conoci-
moral. 1. Para Ockham, por ej., la miento enteramente discursivo; al-
227 disparata
o numérica se halla entre los ele- bargo, no todos los autores admi-
mentos –en última instancia, entre ten unánimemente la inclusión de
los individuos– de la misma espe- esta subclase en el género de la dis-
cie. Durante el segundo de los pe- tinción real; algunos se inclinan a
ríodos mencionados, se hizo fre- considerarla perteneciente a la d. de
cuente otra clasificación que pos- razón, lo cual es una prueba más de
teriormente alcanzó gran difusión: la dificultad que implica una divi-
d. realis y d. rationis, también lla- sión neta entre ambas y que, en úl-
mada por algunos “lógica”, aunque tima instancia, remite a la proble-
con dudosa propiedad (cf., por ej., mática de lo real y el pensamiento
S. Th. I, q. 28, a. 3; q. 30, a. 2; De de lo real.
ver. q. 5, a. 2, ad 3; In II De an. 4, Inequívocamente reales, en cam-
251-78; In I Phys. l. 15, 3). La dis- bio, son las distinciones 1.1.3. sim-
tinción real es la que se atribuye a pliciter o entitativa, y 1.1.4. virtua-
las cosas mismas, con independen- lis: la primera es la d. real pura y
cia de las operaciones mentales que simple, en tanto opuesta a la de ra-
disciernen acerca de ellas; por ej., la zón; la segunda es la que se refie-
que se da entre dos individuos. En re a las virtudes, fuerzas o potencias
cambio, la distinción de razón está que tienen su sede en algunas rea-
establecida mediante la sola opera- lidades, por ej., en el alma huma-
ción mental, entre contenidos lógi- na, la virtud intelectiva como dis-
cos, como los conceptos, por ej., la tinta de la sensitiva que el al alma
d. entre animalidad y racionalidad. del hombre comparte con la del
Tal distinción puede coincidir o no animal.
con lo real; de todos modos, esta El mismo carácter real se atri-
última clasificación es quizás la de buye a la 1.1.5. d. adaequata y la
mayor relevancia filosófica, desde 1.1.6. d. inadaequata: la distinción
el momento en que incide en cues- real adecuada es la que se establece
tiones tales como la de establecer entre dos enteros, o bien entre las
qué clase de distinción constituye diversas partes de un mismo ente-
la diferencia entre esencia y existen- ro; la inadecuada es la que diferen-
cia. Fue, pues, una clasificación muy cia entre un todo y cada una de sus
elaborada, lo cual dio lugar –espe- partes.
cialmente durante el tercer perío- En todos estos casos, por tratar-
do– a la formulación de una serie se de una distinción real, se está an-
de matices en uno y otro de los tér- te lo que algunos llaman d. positi-
minos que incluye. va, ya que la negativa, el referirse a
Por su parte, 1. la d. realis pue- la dualidad existente entre una rea-
de ser: 1.1. modalis o 1.2. absolu- lidad y su negación, aludirá más
ta. Se trata de una distinción mo- bien a una distinción de razón. So-
dal cuando se discierne entre una bre las clasificaciones precedentes,
realidad y su modo o modos de ser; ya avanzada la Escolástica, se hicie-
por ej., un cuerpo y su forma o un ron aún nuevos distingos. Así, la
hombre y su estado; por el contra- distinctio realis adaequata fue sub-
rio, la d. real absoluta distingue só- dividida por algunos en 1.1.5.1.
lo entre realidades en sí. Sin em- physica y 1.1.5.2. meyaphysica. La
233 distinctio
ción donde se niega a uno respec- que se supone tal y se define como
to del otro es una proposición in- el intento de indagar sobre acon-
mediata, que es el caso no sólo de tecimientos futuros –cuyo cono-
todos los individuos de una misma cimiento está reservado a Dios–
especie sino también el de todas las a través de medios no naturales y
especies de un mismo género: “Só- aun demoníacos. En general, tanto
crates no es Platón” o “El gato no durante el período patrístico como
es el perro” son proposiciones in- en el medieval propiamente dicho,
mediatas. Pero “Sócrates no es un se la consideró parte de la supersti-
asno” no lo es, puesto que se de- ción. Una de las mayores auctorita-
duce de “Ningún hombre es un as- tes en este tema es Isidoro de Sevi-
no”. En este último caso, pues, no lla, particularmente, sus Etim. VIII,
se trata de dos seres solamente di- 9. Según Isidoro, quien señala que
versos; son también diferentes. los adivinos son llamados con es-
En la Escolástica se habló, en ta voz porque simulan estar llenos
cambio, de 2. d. solo numero: son de dioses, los géneros de la adivi-
aquellas cosas que constituyen en- nación son el arte y el furor, por el
tidades distintas, pero que se hallan que se llega a una visión de lo fu-
bajo la misma especie; por ej., Juan turo, al estar fuera de sí. En cuan-
y Pedro; 3. d. specie: son los entes to a los procedimientos o técnicas
que tienen diferentes definiciones del arte adivinatoria, Isidoro men-
esenciales, pero que pertenecen al ciona: 1. nigromancia, por la que
mismo género; por ej., hombre y se invoca e interroga a los muer-
animal; 4. d. genere se dice de las tos sobre sucesos futuros; 2. las for-
cosas que corresponden a distin- mas de adivinación que se valen de
tos géneros; por ej., piedra y virtud los cuatro elementos y que se su-
(véase diversitas). ponían introducidas por los persas:
2.1. la hidromancia, que inspeccio-
diversitas. Los autores medievales han na en el agua la sombra de fantas-
preferido este nombre para referirse mas y demonios; 2.2. la geoman-
a la variedad que se da entre las co- cia; 2.3. la aeromancia; 2.4. la piro-
sas. Reservaron el de distinctio (véa- mancia. Añade 3. el de los aúspices,
se) para la diferencia establecida o es decir, los que estudian las entra-
aun registrada por la razón, ya que, ñas de los animales; 4. el de los au-
aun cuando ésta la atribuya a las gures, que se guían por el vuelo y el
cosas, es ella la que opera la distin- canto de las aves. Más adelante, se
ción. Así, mientras que la distinctio añadieron otras formas de d., como
es a parte mentis, la d. es siempre a la que se da mediante 5. la inter-
parte rei. Por eso, obedece a los va- pretación de los sueños; 6. la quiro-
riados atributos esenciales de los en- mancia, es decir, la que tiene lugar
tes. En virtud de haber subrayado por la lectura de las rayas de la ma-
esto último, Tomás de Aquino en- no; y 7. los sortilegios, cuya deno-
tiende la d. como alteridad. minación proviene de sors o suer-
dividere. Cf. componere. te, y que apelan a la interpretación
de las figuras que forma azarosa-
divinatio. El nombre de la “adivina- mente el plomo derretido cuando
ción” proviene de lo divino o de lo
divinitas 236
crítico y atraviesa, por tanto, toda ble que la duda cumple en ciertos
la historia de la Filosofía. campos del saber humano: “melius
Ya en los primeros diálogos pla- est dubitare de occultis quam litiga-
tónicos (cf. por ej., Menón 13, 79 y re de incertis” (De Gen ad litt. VIII,
ss), aparece el significado construc- 5, 9). Más aún, reconoce la validez
tivo de la duda socrática en cuan- de una duda metódica o ficticia:
to etapa ineludible hacia un cono- “Quamquam haec inconcussa fide
cimiento verdadero y no aparente. teneam, tamen quia cognitione non-
En la metodología aristotélica, la dum teneo, ita quaeramus quasi om-
d. se vuelve a estimar como nece- nia incerta sint” (De lib arb. II, 2,
sario principio de búsqueda, y co- 5).
mo planteo adecuado de los pro- La Escolástica retoma y amplía la
blemas, que pone en camino hacia función de esta d. metódica, pues
la verdad. Sólo los principios lógi- la extiende, en principio, a casi to-
cos están exentos de ser alcanzados das las verdades racionales que son
por la duda (cf. Met. III, 1, 994 a materia de discusión o de procedi-
27 y ss; y An. Post. I, 10, 76 a 13). miento dialéctico: el célebre utrum
Pero, entre los antiguos, la d. llegó con el que encabezan las cuestiones
a su máxima afirmación sistemática es índice de ello. Por otra parte, de
en el escepticismo que lo entendía hecho, Tomás de Aquino reelabora
negativa y universalmente como la el método aporético de Aristóteles;
condición última del pensamiento así, comentando el pasaje ya cita-
humano, incapaz de aprehender el do de la Metafísica, el Aquinate ob-
verdadero ser de las cosas; por ello, serva que la duda, en tanto impedi-
se denominó a los escépticos “du- miento de un pensar positivo, debe
bitativos” (cf. Diog. Laer., IX, 79). discutirse hasta su solución o diso-
En contexto cristiano, esta últi- lución definitiva. Ya que existe una
ma posición es refutada por Agus- ciencia que se propone el problema
tín de Hipona, quien se dirige fun- de la verdad, también le compete a
damentalmente contra los escépti- ella la discusión sobre la d. general
cos académicos, poniendo no obs- en torno de la verdad: “ista scien-
tante en relieve los valores de ver- tia, sicut habet universalem consi-
dad y de certeza que todo dudar derationem de veritate, ita etiam ad
implica, como estado de la mente. eam pertinet universalis dubitatio de
En esta línea, el hiponense plantea veritate” (In III Met. l. I, n. 342).
una superación de la d. en pasajes Pero la universalis d. tomista, de
donde desarrolla su célebre antici- ninguna manera debe entenderse
pación de lo que será el cogito car- al modo escéptico, como una sus-
tesiano: “Si dubitat, dubitare se in- pensión real y universal del assen-
telligit; si dubitat, certus esse vult; sus, ya que hay explícitas afirmacio-
si dubitat, cogitat…” (De Trin. X, nes en contrario, concernientes a la
10, 14): el pensamiento que apa- certeza absoluta sobre los primeros
rece como dubitativo es ya pensa- principios: “In primis principiis na-
miento que se autoafirma en cuan- turaliter cognitis sive sint speculati-
to consciente de sí. Por otra parte, va, sive sint operativa, nullus potest
Agustín admite la función saluda- errare” (Quodl., III, q. 12, a. 26).
dubium 244
E
E
E. Al ser la primera vocal de la palabra ex quo fit ut, “de ello –o de lo cual–
nego, esta letra fue empleada por los resulta que”; también se aplica para
lógicos medievales para señalar la señalar 3.3. el origen etimológico;
proposición universal negativa. Así 4. material, orden en el que puede
aparece en Pedro Hispano (Summ. indicar 4.1. la materia de la que al-
Log., 1, 21 y 4, 18). Su utilización go está hecho; o 4.2. su estado ori-
como signo, en este sentido, parece ginario; 5. referencial, plano en el
remontarse al siglo XII, como ocu- cual se puede traducir por “según”
rre con A, I y O (véanse). o “de acuerdo con”, por ej., ex Aris-
totelis sententia; 6. pasaje de un es-
e-ex. Se utilizan ambas formas ante tado a otro, por ej., ex beato miser,
consonante, pero ex aparece siem- mutar “de feliz en desdichado”.
pre ante vocal. En composición, se Ciertamente, los últimos mati-
convierte en e ante b, d, g, l, m, n, ces, en cualquiera de sus variantes,
r; o en ec o ef ante f, matizando la son los más utilizados en la litera-
significación de la palabra simple, tura filosófica. En ellos, la preposi-
en los siguientes sentidos: 1. pri- ción que nos ocupa parece tener el
vación, como en effrenare; 2. ale- mismo valor que de (véase), pero se
jamiento de sí, como en emitte- ha de hacer una importante salve-
re; 3. transición, como en enerva- dad: ambas indican principio, de-
re, 4. partida, como en exire; 5. ele- notando relación de causa eficien-
vación, como en erigere; y 6. acaba- te y material, pero mientras ex se li-
miento, como en efficere. mita a señalar la procedencia como
Es en realidad preposición de principio o punto de partida, de in-
ablativo que, muy en general, indi- volucra consustancialidad entre di-
ca procedencia, especialmente, des- cho principio y lo que de él se de-
de el interior de algo. Así, puede te- riva. Así pues, sólo quien suscribie-
ner un sentido 1. locativo, y refe- ra la teoría emanacionista podría
rirse al 1.1. lugar de donde o pun- decir, por ej., que la realidad es de
to de partida; o a la 1.2. proceden- Deo con el significado arriba men-
cia como extracción; 2. temporal, cionado; en cambio, los autores ju-
y aludir al 2.1. momento inicial; o deocristianos escriben que lo real es
al 2.2. tiempo anterior del que al- ex nihilo y no de nihilo.
go proviene; 3. causal, indicando Para la expresión ex persona, véase
3.1. la causa, generalmente intrín- persona.
seca, de algo, por ej., qua ex cau-
sa, o 3.2. la consecuencia que de- editio. El concepto de edición o de
riva de algo; en este sentido, da lu- editar, edere, se ha distinguido des-
gar a expresiones muy fuertemente de la Antigüedad de la sola redac-
consecutivas como e quo efficitur o ción de una obra. En términos me-
247 eductio
nera, no se tendría la verdadera ge- forma, así, por ej., el efecto formal
neración de un ser no existente an- primario del calor es algo caliente,
tes, que es precisamente lo que la e. y el de la extensión actual es la can-
señala (cf. S. Th. I, q. 45, a. 8). tidad; 3. secundarius o extrinsecus:
La perspectiva ockhamista al res- es el que resulta de la unión de una
pecto es diferente: según Ockham, forma y un subiectum (véase), o sea,
la forma no está en potencia en la aquel que se concibe como conse-
materia porque ésta la contiene, cuencia de la presencia de una for-
por así decir, como en germen, si- ma en un sujeto dado, por ej., la
no porque la materia puede recibir- divisibilidad física con respecto a
la sin ofrecer obstáculo alguno. De un cuerpo extenso.
esta manera, es contradictorio para
él decir que una forma es “educida” efficiens. En general, y ateniéndonos
de la materia: sería como decir que particularmente a su etimología,
la forma es extraída de la potencia la palabra “eficiente” indica la idea
de la materia cuando precisamen- del poder que tiene un ente en rela-
te es introducida en ella (cf. In II ción con el efecto que depende de
Sent. qq. 4-5). él. Según la tradición escolástica, se
llama e. a la causa en acto que, pre-
effective. Cf. efficienter. cisamente por estar en acto, produ-
ce de hecho una acción y el even-
effectus. “Efecto” es el término correla- tual efecto que puede depender de
tivo de causa (véase) y señala el pro- esta última. La validez metafísica
ducto de ésta. Es aquello que, en del concepto de e. se funda no sólo
tanto finito y limitado, no llega a en la experiencia, sino también en
existir por sí mismo, sino por otro el principio de finalidad. Del po-
ente diferente de él. Así, pues, el e. der del agente depende el que és-
se ha de concebir como siendo for- te comunique a un efecto la virtud
malmente diferente de la causa. Las del obrar. Ahora bien, en las co-
precisiones que se atribuyen a es- sas se encuentran potencias opera-
ta palabra dependerán, obviamen- tivas que, si no obrasen, serían va-
te, de las diversas concepciones que nas. Pero sucede que todos los en-
sobre la causalidad se sostenían en tes existen para llevar a cabo sus
los distintos sistemas filosóficos, respectivas operaciones propias, de
como también de los diferentes ti- manera que, si dichos entes no fue-
pos de causas a los que obedezcan. ran efficientes, en cierto modo, se
Sobre esta última base, se han es- autoanularían (cf. Tomás, S. Th. I,
tablecido las siguientes distincio- q. 105; C. G. III, 69). Por esta ra-
nes: 1. e., sin otra especificación, zón, para un concepto como el que
alude a lo que resulta de una cau- nos ocupa, no hay lugar en las co-
sa eficiente, en este único sentido rrientes filosóficas, ciertamente no
lo utiliza Duns Scoto; 2. e. formalis medievales, que declaran ilusoria la
se llama al efecto propio de la cau- noción de causa. (Para el término
sa formal de un ente. El e. formalis, causa efficiens, véase causa).
a la vez, puede ser 2.1. primarius o
intrinsecus: es aquel cuya inteligi- efficienter. Adverbio sinónimo de effec-
bilidad coincide con la de la mera tive y elictive. Se dice que algo con-
249 elementum
2. los rudimentos de una ciencia, Uno de los problemas que los es-
como se ve, por ej., en el título de colásticos abordaron con respec-
la obra de Euclides: “Elementos de to a este tema es justamente el de
Geometría”. la subsistencia de los elementa en el
Pero esta palabra abarca también cuerpo compuesto. Para una pre-
una serie de vocablos que usaron sentación de esta polémica, véase
diversos filósofos con el fin de de- mixtum.
signar 3. las entidades últimas que
constituyen la realidad, en particu- elenchus. En general, es toda argu-
lar, la realidad material. Ejemplo mentación con la cual se muestra
de e. en este último sentido es “áto- al adversario que de hecho cae en
mo”. La consideración del número contradicción, o que caería en ella,
y la cualidad de los elementos, con- partiendo precisamente de las pre-
siderados como partes constituti- misas concedidas por él mismo. En
vas de las realidades naturales, va- el primer caso, suele tratarse de una
ría mucho, como se ve claramente argumentación, por así decir, “in-
ya en los presocráticos. trínseca”, en la que se desarticula
Es Aristóteles quien más influ- la tesis del adversario en la discu-
ye en la elaboración que el pensa- sión, mostrando sus contradiccio-
miento medieval y, en especial, la nes fundamentales. En el segundo,
Escolástica, hacen del tema. De he- se está ante otra, “extrínseca”, por
cho, el Estagirita caracteriza física- la que se ofrecen argumentos pro-
mente el e. como lo que constitu- pios contra una determinada afir-
ye, en primera instancia, una rea- mación: si se demuestra que X es
lidad material e intrínseca, o sea, Y, entonces, queda refutada exter-
distinta de la arché, que es princi- namente la tesis que sostiene que X
pio extrínseco de la cosa (cf. Met. no es Y.
V, 5, 10 a 32). En este sentido, los En términos más estrictos, la ca-
elementos o materias constitutivas racterización de e. que da Guiller-
más simples son: agua, aire, tierra y mo de Ockham, precisamente en
fuego. Tales partes constitutivas úl- In Elench. 97ª, es que se trata de
timas –o, por así decir, químicas– un tipo de silogismo que tiene por
de los cuerpos físicos son las mate- objeto probar la proposición con-
rias fundamentales que conforman tradictoria de la tesis sostenida por
el mundo físico. Así, también los el respondens (véase). Pedro Hispa-
escolásticos entendieron los cua- no trata el tema en sus Summ. Log.
tro elementos como constituyen- VII, 49.
tes últimos desde el punto de vista elenctica. Sobre la base del significado
de la filosofía de la naturaleza, pe- de elenchus, se llamó así a una parte
ro no desde el de la metafísica. En especial de la dialectica (véanse am-
efecto, para estos autores, una sus- bos vocablos): la que tiene por ob-
tancia material es, por una parte, jeto refutar la tesis del adversario
un compositum de materia y forma; en la polémica.
por otra, un mixtum de los cuatro
elementa. elevari. Con este verbo se alude a la
acción que algo lleva a cabo en vir-
tud de un especial auxilio divino, y
251 eloquentia
definido como un silogismo basa- tes que comparten, no algo que los
do en semejanzas o signos. Ahora distingue de los demás entes.
bien, hay varias maneras de inter- El uso moderno, en cambio, ten-
pretar un signo, especialmente, de dió a acentuar la nota de abstrac-
considerarlo como remitiendo in- ción propia de la e,, por lo que en
equívocamente, o no, a una reali- la Modernidad ella pasó a designar
dad determinada (cf. An. Pr. II, 27, un objeto concebido como caren-
70 a 10). De explicitar en qué sen- te de determinaciones, hasta ver, fi-
tido se asume dicho signo, se ten- nalmente, en esta noción un pro-
dría una premisa. Si esa premisa ducto mental sin ninguna referen-
fuera formulada, se tendría un real cia a la realidad.
silogismo y no un e.. De ahí que el
Estagirita diga que se trata de una entitative. Adverbio que señala el mo-
figura de la Retórica, disciplina que do de considerar algo en su pura
considera los medios persuasivos y entidad desnuda. El término co-
lo que aparece digno de crédito, no rrelativo es connexive, que indi-
lo que, en rigor, demuestra. De es- ca, en cambio, el aludir a una co-
te modo, el e. es la más efectiva de sa tomando en cuenta la relación
las maneras de “demostración” pro- que ella guarda con otra u otras.
pias de un orador. En síntesis, el e. Así, por ejemplo, el cuerpo de un
constituye el “silogismo” retórico hombre considerado e. es inerte e
por excelencia. incapaz de sentir; pero, si se lo to-
De hecho, los lógicos medieva- ma connexive, a saber, en razón de
les subrayaron en el e. su carácter su conexión con su alma en cuanto
de silogismo deductivo, una de cu- principio de movimiento, es capaz
yas premisas no se afirma explícita- de moverse, como de sentir.
mente. Así lo hace, por ej., Pedro entitativum. Hacia finales de la Edad
Hispano en sus Summa Log. V, 4). Media, este vocablo se empleó mu-
entitas. La entidad alude al mero ca- chas veces para acompañar el de ac-
rácter de “ente” que cada cosa tie- tus y señalar el existir posible de la
ne. Así, pues, hablar de e. implica cosa, sea ya ésta real o no.
situarse en el nivel más alto de la enuntiatio. La operación mental por
abstracción. Esto no significa que excelencia es el juzgar. La enuncia-
la entidad de algo sea irreal, sino ción designa el término de dicha
solamente que no se da separada operación; en cambio, se suele re-
de ese ente; dicho de otro modo, es servar el vocablo propositio (véase)
real en el sujeto en el que se da. Es para aludir a su forma. Como ad-
real, precisamente, porque los en- vierte Tomás de Aquino, la e. equi-
tes son reales. La e. no se debe con- vale a la propositio sólo cuando es
fundir, como algunas veces sucede, adelantada o pro-puesta como par-
con la quidditas (véase) que desig- te de un raciocinio (cf.In De In-
na la esencia propia de un grupo terpret. I, lectio 7; In An. Post. l. I,
de entes, como la humanidad de cap. 1, lectio 5). Sin embargo, ha-
los hombres. Para retomar el mis- cia la declinación de la Edad Me-
mo ej., la e. señala el carácter de en- dia, esta distinción permaneció en
un plano teórico, y prácticamente,
259 error
ambos términos se consideraron si- fija el dogma, un error. Por eso, es-
nónimos apud sapientes (cf. Juan de pecialmente desde mediados del si-
Santo Tomás, Logica I, q..5, a. 1). glo XIII, proliferan los dictámenes
De modo que, en lo que concier- condenatorios que contienen la ex-
ne al fin del período medieval, va- presión “hunc errorem reprobamus”,
le también para este artículo gran especificando así el contenido y la
parte de lo que se consigna en el de formulación de la afirmación con-
propositio. denada como herética. También
Los escolásticos han examina- son comunes aquellos en los que se
do la e. desde diferentes puntos de limita la condena a cierta interpre-
vista: 1. según su materia, la enun- tación de lo que sostiene el sospe-
ciación aparece compuesta de con- chado como hereje, por ej., “e. nisi
ceptos, unidos o separados, que intelligetur...”.
son el sujeto y el predicado; 2. por Fuera de este marco particular,
su cantidad, es decir, según la ex- esto es, en general, durante el pe-
tensión del sujeto, será universa- ríodo patrístico, se atribuyó la po-
lis, particularis o singularis; 3. por sibilidad del e. a una consecuencia
su sentido, la e. puede ser exponi- del pecado original que, habiendo
bilis, cuando, a causa de la oscu- quebrantado la plenitud de la na-
ridad conceptual de algún térmi- turaleza humana, debilitó el poder
no que contiene, requiere de una y la facilidad que se suponen origi-
o varias enunciaciones explicativas narios de la razón para alcanzar la
que son los exponentes; por último, verdad. Esta debilidad la induce a
4. las enunciaciones aequipollentes tomar lo falso por verdadero por la
son aquellas que presentan identi- semejanza aparente que suele dar-
dad de sentido. se entre ambos. Tal es el parecer de
Agustín de Hipona (cf., por ej., De
error. El error se opone a la veritas y se vera rel. 36-39), quien subraya que
distingue de la falsitas (véanse). A es el hombre el que se equivoca; no
la verdad el e. se opone de manera son las cosas por sí mismas las que
contradictoria y, en términos con- engañan. De manera más o menos
temporáneos, “objetiva”; de la fal- explícita, esta distinción se reitera
sedad se distingue porque en esta en los autores medievales. No po-
última se da el añadido de un asen- día ser de otro modo, dada la re-
timiento o de una intención “sub- lación directa –aunque de oposi-
jetivas” que están ausentes en el e. ción– que se indicó arriba entre el
Con todo, esta observación requie- e. y verum y dada también la am-
re ciertas precisiones: en la false- bivalencia de este último término.
dad, considerada desde el punto de En efecto, se ha de recordar que és-
vista ético, quien la profiere, es de- te mienta tanto el ser real de las co-
cir, el mentiroso, sabe que está afir- sas como el conocimiento recto que
mando algo no verdadero. En cam- de ellas se tiene. Con la menciona-
bio, el hereje afirma lo que, según da distinción acerca del origen del
su convicción más profunda, es error, la Edad Media no hace sino
verdad, aunque eso que cree verda- exculpar a Dios, autor de la verdad
dero constituya, desde el punto de de las cosas, y atribuirlo al hom-
vista institucional de la Iglesia que
eruditio 260
tir (cf., por ej., In I Sent. d.19, q.2, desde un neoplatonismo renovado,
a.2; C.G. II, 52). Con todo, si en como se ve, por ej., en el De ente et
los entes contingentes la esencia es, uno de Pico della Mirandola.
por así decir, la estructura, el plano, Finalmente, a este sentido fuerte
su consistencia radica en el e. Pero de e. como existir, y al sentido débil
tal consistencia es común a todos, de e. como cópula proposicional –
no con una unidad ontológica sino que algunos llaman e. suppositale–
lógica. se ha de añadir una tercera acep-
También Duns Escoto confie- ción que el castellano permite tra-
re una particular atención al te- ducir como “estar” y que se da en
ma. Pero para Duns la noción de e. las expresiones e. in loco, e. ubique,
es unívoca (véase univocum) y ge- o el e. in omnibus rebus creatis pro-
nérica, aunque el ser no constitu- pio de Dios. En otros términos, es-
ye un género (cf. Op. ox.I, 3, 2, 24, ta tercera acepción indica una pre-
y 3, 3, 16). Se funda en el hecho de sencia.
que, en cuanto que niegan ser una Entre las tantas distinciones que
pura nada, tanto Dios como las la Escolástica hizo sobre este tema,
criaturas, tanto las sustancias como merecen mencionarse: 1. e. reale,
los accidentes lo niegan igualmen- es el de la existencia de la cosa ac-
te. Escoto rechaza la distinción real tual; 2. e. intentionale, también lla-
de esencia y existencia en los en- mado obiectivum es el de la imagen
tes creados, distinción que, para él, o especie que de las cosas existe en
puede ser pensada en los entes po- los sentidos y en el intelecto, por lo
sibles pero no en los reales; en és- que algunos lo denominan e. inte-
tos, indivisos y unos, todo es esen- lligibile o cognitum (véase diminu-
cia existente. Similares concepcio- tum); 3. e. volitum, en cambio, es
nes son en este sentido las de Gui- el de la imagen existente en el al-
llermo de Ockham (In I Sent. 2, 9, ma de las cosas ausentes y futuras
10). Por su parte, Suárez recoge te- en cuanto deseadas.
sis de unos y otros: de las tomis-
tas, admite el carácter del e. como esse in. Expresión propia de Guiller-
trascendental, aunque afirma que mo de Ockham y que éste prefie-
tal carácter deriva en una perfecta re a la forma inesse, que no siempre
unidad; de las escotistas, se inclina es equivalente a la que nos ocupa.
por la univocidad del concepto que En Ockham significa: 1. el encon-
nos ocupa, a la vez que niega la dis- trarse una cosa en otra, como un
tinción real entre essentia y e. Para cuerpo en un lugar, o el acciden-
Suárez, la existencia actual de algo te en un subiectum; 2. el ser menos
y la esencia actualmente existente común, como la especie, que es-
no conforman dos realidades dis- tá en el género, es menos común a
tintas (Disp. Met. d.31, s.1, nn. 2- los individuos que el género y, por
13). tanto, inferior a éste; 3. el ser atri-
El Renacimiento asiste, con los buído o predicarse; 4. el ser cono-
humanistas, a otro intento de con- cido o producido; según Ockham,
ciliación entre las tradiciones pla- en este último sentido se dice que
tónica y aristotélica, generalmente, todas las cosas están en Dios (cf.
263 essentia
Exp. Aurea 46a, 18c). Véase tam- aquello que hace cierto un ente en
bién inexistentia. cuanto tal cosa, la determinación
por la que es lo que es: “certitudi-
essentia. Término que deriva de es- nem quo est id quod est”. Se la deno-
se. Respecto de esta noción, sostie- minó también natura, retomando
ne Agustín de Hipona: “ab eo quod el primero de los cuatro significa-
est esse dicta est essentia” (De Trin. V, dos que Boecio atribuye a esta pa-
2, 3). Por su parte, añade Tomás de labra (cf. De duabus naturis I): todo
Aquino: “essentia dicitur secundum aquello que de alguna manera pue-
quod per eam et in ea res habet esse” de ser objeto del entendimiento, ya
(De ente et ess. I). De este modo, la que la cosa sólo es inteligible por su
e. es una primera determinación de esencia expresada en la definición.
la idea generalísima de esse. Pero, Pero natura se identifica con la e.
en rigor, es lo que constituye a un fundamentalmente en cuanto que
ente tal cual es, en su naturaleza, y ésta está ordenada a la operación
lo distingue de otros que tienen na- u operaciones propias del ente del
turalezas diferentes. Significa pues que se trate.
la unidad de los caracteres o notas La Escolástica estudió, entre otros,
fundamentales de un ente, unidad un problema fundamental en rela-
que lo determina como lo que es y ción con este tema: el de la distin-
no otra cosa. Por ej., los caracteres ción de esencia y existencia en los
esenciales del hombre son “animal” entes finitos y en Dios. En los se-
y “racional”, ya que, quitadas am- res finitos, temporales, se distin-
bas notas o una de las dos, ya no se guió entre e. y acto de ser o exis-
tiene hombre, sino a otra clase de tir (véase esse). En ellos, la esencia
ente. De esta manera la e. está liga- es, según se dijo, lo que constituye
da, desde el punto de vista lógico, a a un ser como lo que es por la uni-
las nociones de género y diferencia dad de sus notas fundamentales,
específica. En efecto, damos cuenta mientras que el esse es el acto por
de la esencia en la definición y ésta el cual una e. se realiza en el espacio
se alcanza precisamente mediante y en el tiempo, o en cualquier otra
la referencia al género próximo y la forma de duración. En cambio, en
diferencia específica. Y, como aque- Dios hay identidad entre e. y esse,
llo por lo que una cosa se constitu- ya que su acto de ser está conteni-
ye en su propio género o especie, es do como nota o carácter necesario
lo que se significa mediante la defi- en su esencia. Más aún, la esencia
nición que indica qué (quid) es la de Dios –si de ella puede hablar-
cosa, suele tomarse como sinóni- se– consiste en su mismo acto de
mo de e. el término quidditas. Así ser, por eso se lo define como el Ip-
se llega a una caracterización más sum esse. La tesis de tal identidad o
propia que las mencionadas en pri- coincidencia se encuentra ya en el
mer lugar: la e. es “hoc per quod ali- De hebdomadibus de Boecio, y de
quid habit esse quid”. Siguiendo a él la retoma y la desarrolla, espe-
Avicena (cf. Met. II, 1, 1), la Esco- cialmente, la Escuela de Chartres,
lástica la identificó también con la Buenaventura (cf. Col in Hexaeme-
forma, en cuanto que con este tér- ron, V, 31; In I Sent, d. 8, 1, 1, 2;
mino se denota la “certeza”, o sea,
essentialiter 264
da, ya que también el hierro puede no, introdujeron la e. entre las for-
dañar el pie (cf. S.Th. II-II, q.92, mas que asume la modestia. No se
a.1 ad 2). ha de olvidar que, aun etimológica-
mente, el significado de esta última
eubulia. Este término, de origen grie- palabra está relacionado con el mo-
go, es definido por Aristóteles co- dus, esto es, el límite. Sin embargo,
mo la buena deliberación, es decir, el concepto de e. no implica sólo
el recto ejercicio acerca de la corres- un aspecto negativo, en el sentido
pondencia de los medios con el fin. de que no solamente limita el go-
Por ello, el Estagirita la caracteriza zo derivado del juego, la diversión
como propia de los sabios (cf. Et. y sus expresiones, sino que también
Nic. VI, 9 1142 b5). En general, lo propicia conforme a la razón.
los escolásticos subrayan su acuer- Por ello, es una virtud, y al hom-
do con tal caracterización. Pero, so- bre que la posee, o sea, al que tiene
bre el final de la Edad Media, esta la gracia de convertir en motivo de
palabra adquirió un matiz más ce- recreo las palabras y las obras, se le
ñido, pasando a significar el hábi- llama eutrapelus. (cf. S. Th. II-II, q.
to, fundado en la facultad de rec- 168, a. 2 c).
ta deliberación, que consiste en lle-
gar a una decisión prudente respec- evidens. En sentido clásico, esta pa-
to de asuntos especialmente difí- labra se usó, especialmente, como
ciles, ambiguos o desconcertantes. término retórico, para significar
Es, pues, virtud especial que acon- “claridad” o “plena visibilidad” de
seja respecto del bien, como señala lo indicado en el discurso. En el la-
Tomás de Aquino en S.Th. I, q.22, tín escolástico, asume, en cambio,
a.1 ad 1. un significado más técnicamente
gnoseológico y aún metafísico. De-
eustochia. La ética medieval toma es- signa, en efecto, el conocimiento
te término de la tradición antigua, que puede ser engendrado directa o
particularmente, de Andrónico. La indirectamente por el de los térmi-
e., requisito de la prudencia, es una nos de la proposición a él referida,
suerte de combinación de sagaci- o por el conocimiento de los térmi-
dad y vigilancia. Por ella, se conje- nos de una o varias proposiciones.
tura bien sobre toda clase de asun- Esto haría pensar, en primera ins-
tos y se halla rápidamente el medio tancia en el conocimiento científi-
eficaz para enfrentarlos y/o resol- co. Sin embargo, en la concepción
verlos. Así, contribuye a que el su- medieval, lo evidente se puede dar
jeto moral se forme por sí mismo en otros campos, ya que el cono-
una recta opinión sobre aquello cimiento científico se maneja con
acerca de lo cual debe expedirse. verdades necesarias y lo evidente
puede concernir también a verda-
eutrapelia. En la Antigüedad, Aristó- des relativas a lo contingente. Los
teles caracterizó la e. como la mo- nominalistas, en particular, insis-
deración en el gozo que deriva del tieron en que es menester no con-
juego (cf. Et. Nic. II, 7, 13, 1108 a fundir lo e. con nota per se (véase),
24). En la misma línea, los autores cosa frecuente, desde el momento
medievales, como Tomás de Aqui- en que ambos se basan sobre cogni-
ex 266
tis terminis. Pero, mientras que en cia que ocasionalmente puede dis-
la proposición nota per se basta el tinguirla de esta última radica en
conocimiento abstracto de los tér- que en la argumentación ex c. sue-
minos, para la evidentia de las pro- len concederse los principios del
posiciones relativas a lo contingen- adversario con la intención delibe-
te, se requiere el conocimiento in- rada de reducirlo a contradicción.
tuitivo de los términos. Así, cuan- Tal como su equivalente, esta argu-
do se ve actualmente a Sócrates y mentación es indirecta y, por ende,
se percibe su color blanco, se sabe en rigor, no demuestra, sino que
de manera evidente que Sócrates es sólo es válida para refutar.
blanco; pero, si él está ausente, el
conocimiento abstracto que se tie- ex debito iustitiae. Expresión que in-
ne de él y de la blancura no permi- dica los fundamentos sobre la ba-
te saber si Sócrates es blanco o no. se de los cuales se demanda o se es-
El ejemplo es de Guillermo de Oc- pera justicia. En contexto medieval
kham (cf. In I Sent. Pr., q.1 d-e). se usa para mentar el carácter in-
En síntesis, y más en general, e. condicional por el que Dios se atie-
señala la manifestación de lo que ne al orden que Él mismo estable-
verdaderamente es. Dicha manifes- ció en virtud de su potentia ordina-
tación es tal que, de un lado, exclu- ta. De acuerdo con dicho orden,
ye la posibilidad de la duda y del Dios actúa según el pacto sellado
error; de otro, provee un criterio con el hombre, pacto que estable-
decisivo de verdad y de certeza ob- ce la dignitas de un acto, su meri-
jetivamente fundada. tum de condigno (véanse meritum y
Con todo, en la Edad Media, el ex natura rei debita).
tema se elaboró, tradicionalmente, ex hypothesi. Cf. ex suppositione.
en torno de la dialéctica entre ra-
zón y fe, es decir, entre la certeza ex natura rei debita. Término opues-
fundada en la e. racional, también to al de ex debito iustitiae, señala
llamada “intrínseca”, y la que se los fundamentos del valor intrín-
apoya en la autoridad de la Revela- seco de un acto moralmente bue-
ción, a la que cabe denominar “ex- no. La teología medieval entiende
trínseca”. Sobre estas bases, se per- que, aun cuando ese acto se llevara
fila toda una línea de pensamien- a cabo en estado de pecado, es, de
to, para la cual la evidencia racio- todos modos, por su bonitas mora-
nal constituye una suerte de pre- lis, meritorio de congruo. Así se ex-
supuesto de la fe: es menester te- presa, por ej., Gabriel Biel (cf. In II
ner motivos racionalmente eviden- Sent., d.27, q.1, a.1). De esta ma-
tes de credibilidad, para ponerse en nera, se considera el acto huma-
condiciones de creer lo que sobre- no en cuestión de acuerdo con su
pasa la misma e. racional. substancia, es decir, quoad substan-
tiam actus. Con todo, al no contar
ex. Cf. e-ex. para su perfección con la Gracia,
ex concessis. Tipo de argumentación cuya recepción por parte del hom-
que equivale a la llamada ad homi- bre es precisamente querida por
nem (véase). El matiz de diferen- Dios, tal acto bueno no es realiza-
267 ex se
nando durante los primeros siglos ca (cf. ibid. I-II, q. 112, a. 5), últi-
modernos. ma acepción, y la menos usada en
Un uso peculiar asume el térmi- la Edad Media, de e.
no en los escritos de Roger Bacon.
En efecto, para él, hay dos medios experimentum. En virtud de la im-
de conocimiento: la razón y la e., portancia que asume la perspectiva
entendida en la acepción ya indica- aristotélica sobre el conocimiento
da de raíz aristotélica, pero sólo el a partir del siglo XIII, este térmi-
segundo hace descansar al espíritu no adquiere particular importancia
en la certeza, confirmación aplica- en los escolásticos. Se ha de adver-
ble aun a las demostraciones mate- tir ante todo, que hay cierto ma-
máticas. En este sentido, más que a tiz de diferencia entre las voces lati-
un medio de conocer, e. se asimila nas experientia (véase) y e. tal como
en Bacon al método experimental, ellas fueron usadas en la Edad Me-
segunda acepción de esta voz. Por dia, al contrario de lo que ocurre
otra parte, Bacon también entien- en castellano con la palabra “expe-
de bajo este término la experien- riencia”. En efecto, la primera in-
cia vital, tercer significado de él: dica la propiedad del conocimiento
habiendo concebido la philosophia de ser contacto con la realidad cor-
(véase) como resultado de la ilumi- pórea; de hecho, la segunda apa-
nación divina, conferida primero a rece utilizada preferentemente pa-
Adán, Set y Noé, sostiene que Dios ra aludir al resultado de tal tipo de
otorgó una larga vida a estos últi- conocimiento. La actividad senso-
mos “ut philosophiam per experien- rial externa que aprehende las reali-
tias completarent”. dades físicas (véase sensus) está suje-
La e. alude, en general, a un ex- ta a una primera elaboración, en la
tenso conocimiento de casos singu- que intervienen memoria y phanta-
lares, que da lugar a ciertas imáge- sia. Esta primera elaboración –que
nes. En el orden de lo operable, no implica una generalización, si bien
sólo es causa de hábito que facilita aún no conceptualizada, de la sen-
las acciones, sino también de scien- sibilidad interna– es precisamen-
tia, como señala Tomás (cf. S.Th. te el e.; de ahí que Tomás de Aqui-
I-II, q. 40, a. 5). Por ello, se dis- no diga “... ex memoria fit e...” (In
tinguió durante el Medioevo entre An. Post. II, n. 454, 100a3-6). Así
una experiencia espontánea, y una pues, el e. se atribuye a la cogitati-
experiencia organizada a la que ca- va (véase) en el carácter que tiene
bría con más propiedad el atribu- esta última de constituir la forma
to de “científica”. Ahora bien, so- más alta de la sensibilidad humana,
bre esta base, y por analogía, se ha- inmediatamente anterior a la ratio
bló también de e. como aprehen- propiamente dicha: “... e. indiget
sión inmediata de procesos psico- aliqua ratiocinatione circa particu-
lógicos. En esta línea se insertan las laria, per quam confertur unum ad
experiencias sobrenaturales, es de- aliud, quod est proprium rationis...”
cir, las captaciones de ciertas evi- (ibid.). Tales generalizaciones se
dencias de la vida de la fe y, en úl- van ordenando y clasificando para
tima instancia, de la vida místi- dar lugar a la experiencia en el sen-
tido habitual y aun vulgar de esta
275 exponere
mejanza del alma humana respec- tia (véanse existentia, in fine y abes-
to de Dios. Cuando, por elevación se 2.).
de la primera, tal semejanza se pro-
fundiza, es decir que se da e., en- extasis. Voz propia de la mística me-
tonces, más que similitudo, hay una dieval que designa un conocimien-
cierta unificación con Dios, con to experimental de Dios po par-
quien se constituye un solo espíri- te del hombre o, meor aún, de su
tu. Esto sucede no sólo por unidad alma. Presenta, en general, las si-
en el querer sino por virtud; ella guientes notas: 1. implica la sus-
hace que no se pueda querer otra pensión de todo acto natural hu-
cosa que el bien. Así se lee , por ej., mano; 2. trasciende y supera el co-
en Guillermo de Saint-Thierry (cf. nocimiento especulativo de la ver-
Ep. Fr. D.M. 108). dad divina; 3. exige del alma un
previo recogimiento y concentra-
expressum. En su sentido derivado de ción en sí misma; 4. culmina en
expressio (véase), es un adjetivo que una unión afectiva con Dios regu-
califica lo que es claro y bien arti- lada por su luz; 5. su consecución
culado. Por extensión, también de- no depende de la voluntad huma-
signa lo que está completamente na. Con estas características apare-
formado, como en omnibus mem- ce descrita, por ej., en Buenaven-
bris habere expressi. tura (cf. In Sent. III, d.34, p.1, a.2,
q.2). Así pues, en el e. se suspen-
expulsio. Término frecuente en los de todo acto propiamente huma-
comentarios medievales a la Físi- no, también el del conocimiento
ca aristotélica, señala una forma intelectual o especulativo; más aún,
de movimiento violento. En ella, tal suspensión es necesaria para dar
lo que impulsa al proyectil no per- lugar al recogimiento del alma en
manece unido a ese móvil duran- lo más íntimo de sí, siendo, enton-
te todo el lapso que dura el movi- ces, trasfigurada en Dios. Purifica-
miento de este último. Un ejemplo da por la ascesis y entrenada por
de esta definición se encuentra en una meditación apropiada, en el e.
Ockham, Summulae in libros Phys. el alma alcanza, con el concurso de
III, 9. la Gracia, un conocimiento experi-
expungo. Verbo usado por los filólo- mental de lo divino en el que inter-
gos, particularmente en el período viene la dimensión afectiva. Sobre
tardomedieval y humanístico, en la todo en Buenaventura, el e. se dis-
primera personal del singular, pa- tingue del raptus (véase) en cuan-
ra aclarar que han borrado o elimi- to que en el primero –mucho más
nado una determinada lectura del frecuente que el segundo– se expe-
texto para sustituirla por otra. Lo rimenta la presencia divina por el
hacían mediante puntos ubicados gozo del amor, pero sin verla me-
sobre o bajo las letras a eliminar. diante el intelecto.
blancura es mayor e.; 2. una mayor cuius est principium” (In I Phys. l. II,
duración, por ej., un movimiento 4). Pero este modo de exterioridad
llamado, aunque impropiamente, no se opone o no excluye ese cierto
“eterno”, es infinito e.; 3. el con- modo de interioridad o presencia
junto de varias propiedades exis- de la causa en su efecto y, por ende,
tentes en un sujeto, por ej., en el de Dios en todas las cosas. De ahí
hombre la vida es perfecta e., por- que también afirme el Aquinate:
que en él se da en sus modalidades “Oportet enim omne agens coniungi
de vegetativa, sensitiva e intelecti- ei in quod immediate agit et sua vir-
va. En cambio, intensive puede sig- tute illud contingere” (S. Th. I, q. 8,
nificar un grado más alto de per- a.1).
fección; así, en el fuego, el calor es
pleno i.; o un mayor poder de ope- extraneum. Adjetivo que mienta no
ración en un ente. sólo lo que es totalmente ajeno a
Por último, cabe advertir que la la esencia de algo, sino también lo
oposición extensive-intensive apare- que es contrario a lo propio de ese
ce también algunas veces en 4. sen- algo. De ahí que se oponga a pro-
tido lógico, aludiendo a la exten- prium (véase). Por eso, muchas ve-
sión y comprehensión (véanse ex- ces este término es sinónimo de
tensio y comprehensio) de un con- de “antinatural”; así, por ej., el vo-
cepto. Véase también infinitum 2.1. lar por sus propios medios es e. al
y 2.2. hombre.
F
F
fabrica. En 1. líneas generales, este tér- tivos y, sobre todo, educativos (cf.
mino refiere a 1.1. cualquier ar- Conf. I, 10, 16 y Sol. II, 11, 19).
te manual o mecánica; así, se alu- La importancia de esta noción ha-
de, por ej., a la aeraria f., esto es, el ce que la voz reaparezca en diver-
arte u oficio de trabajar el bronce; sas expresiones, como aenigma-
1.2. de ahí, pasó a significar cual- ta fabularum o fabulari similitudi-
quier artesanía, aunque no estuvie- ne. De hecho, en los textos medie-
ra reconocida entre las artes pro- vales, fabulariter equivale prácti-
piamente dichas; 1.3. el lugar don- camente a poetice. La f. se usó co-
de tales trabajos se llevaban a cabo, mo integumentum (véase) o involu-
acepción más acotada con la que la crum, es decir como copertura que
palabra pasó a lenguas romances tenía, pedagógicamente, una doble
como el castellano. función: de un lado contiene, ve-
En 2. sentido estricto, alude a la la y esconde verdades muy profun-
architectura (véase), pero, específi- das y fundamentales, para ponerlas
camente, al saber práctico del cons- a salvo de una comprensión imper-
tructor. fecta, inadecuada y vulgar, esto es,
a vilitate.
fabula. Relacionada con la raíz fa, que
En este sentido, cabe recordar que,
hace alusión al hablar, de donde,
tanto durante la Antigüedad como
por ej., facundus como elocuente,
en la Edad Media, el saber teórico
la f. se concibió antiguamente co-
y la discusión pública, eran patri-
mo la puesta en palabras de una ac-
monio de pocos. Así, Guillermo
ción o acciones y, por ende, signi-
de Conches considera la f. no só-
fica esencialmente, relato. Aho-
lo un modo narrativo que, más allá
ra bien, este último aspecto se fue
de lo literal, alcanza verdades ocul-
subrayando paulatinamente en es-
tas, sino un instrumento filosófico.
te vocablo, para designar finalmen-
En efecto, para él, por medio de la
te lo que no es más que palabras.
narratio fabulosa, los hombres do-
De esta manera, se negó en la f. la
tados de una visión intelectual más
transmisión de algo real.
profunda protegen tales verdades
Por eso, tanto en la época patrís-
de los peligros de tergiversación im-
tica como medieval propiamen-
plicados en la divulgación. De otro
te dicha, la fábula se constituyó en
lado, cierta ambigüedad hermene-
término técnico del pensamien-
neútica en los elementos de la fá-
to imaginativo. Agustín de Hipo-
bula insta a desentrañarlos, llegan-
na, por ej., para quien, en general,
do así, quienes están provistos de
esta palabra traduce el mito griego,
una preparación adecuada, esto es,
la utiliza también en el sentido de
los filósofos, a tales verdades. Más
ficción compuesta con fines recrea-
facere 282
aún, a veces, los mismos filósofos más de Aquino (cf. S.Th. I, q. 41,
expresan sus secretos por medio de a.3 c).
la narratio fabulosa.
factum. En principio, traduce la voz
facere. En sentido amplio, f. señala to- griega pragma. Su significado origi-
do tipo de operación (véase opera- nario en latín es “lo que ha sido he-
tio); por eso, aparece en sustantivos cho”, o sea, que alude a una obra
compuestos, por ej., sacrum f., de de algún modo acabada. De ahí
donde sacrificium, es decir, hacer los sentidos derivados de “suceso”
algo sagrado, como una ofrenda. en general, “fenómeno particular y
Pero, en sentido estricto, se utiliza contingente”, “accidente”, o tam-
en el vocabulario escolástico para bién “afección”. Como es obvio, es-
indicar solamente la operación ad tas diversas acepciones adquieren
extra, es decir, aquella que por su mayor relieve y precisión cuando se
propia índole trasciende el sujeto las confronta respectivamente con
de la misma, por ej., escribir, a di- sus opuestos, o cuando se las en-
ferencia de pensar (véase factio). marca en sus correspondientes con-
textos. En su significación de suce-
facti species. Se ha usado en dos senti- so o hecho, f. implica un cierto jui-
dos: uno se señala en el artículo de cio sobre la realidad exterior, fun-
facto; otro, tardío en la Edad Me- dado, en última instancia, en la ex-
dia, constituye este término en ex- periencia o, al menos, en la percep-
presión con la que se subraya que ción inmediata o en la memoria.
no se está hablando en términos ge- En cuanto fenómeno implica una
néricos, sino que se está aludiendo generalización de los datos impíri-
al hecho particular del que se trata. cos. Sin embargo, a veces, se opu-
factio. Es la acción transitiva de pro- so factum y fenómeno. En estos ca-
ducir algo a partir de una materia sos, se le da el primero el significa-
exterior. Así, la acción del carpin- do de una realidad particular efec-
tero que hace un banco de made- tivamente existente, mientras que
ra se denomina propiamente f. De se asigna al segundo la connotación
este modo, se puede traducir por de una mera apariencia a la que no
“producción” o, mejor aún, “fabri- se encuentra razón de ser y que ca-
cación”. Por una parte, se diferen- rece de consistencia propia. F. y co-
cia, pues, de la fabrica (véase), en sa coinciden en esto último, es de-
cuanto que f. alude a una acción y cir en aludir a lo concreto, parti-
no a un arte ni al lugar donde és- cular y contingente, pero se distin-
te se practica. Por otra, se distingue guen en cuanto que el primero in-
de la generatio (véase), en la medida dica el aspecto dinámico de esa rea-
en que en ésta no hay materia ex- lidad contingente; la segunda, el
terior presupuesta, de donde la ge- aspecto estático. Por otra parte, el
neración de un padre respecto de f. está siempre circunscripto en el
su hijo no se puede llamar f., por- espacio y el tiempo; por ello, si se
que lo engendra de sí mismo; tam- acentúa la dimensión temporal, su
poco la creación, dado que la crea- significación se acercará a la de “su-
tio (véase) es, por definición, a par- ceso”.
tir de la nada, como recuerda To-
283 facultas
tum). De acuerdo con este crite- ciendi credere de non ente quod sit
rio, los primeros autores escolásti- ens…; vel sic: fallacia est apparen-
cos reconocieron cinco clases de fa- tia sine existentia” (Summ. Log. VII,
cultades: 1. vegetativa, 2. sensitiva, 3). La f. designa, en rigor, la apa-
3. apetitiva, 4. motora, 5. intelec- riencia de verdad, formal y objeti-
tiva. Posteriormente, se establecie- va, de lo que deriva la fuerza ilati-
ron las siguientes subdivisiones in- va del sofistikós élenkos, ya denun-
ternas: según sus funciones, la 1. ciado por Aristóteles (cf. El. Soph.
vida vegetativa, tiene las facultades 4-6). Se distinguieron 1. las f. dic-
1.1. nutritiva, mediante la cual el tionis o in dictione, de raíz verbal,
ser vivo convierte el alimento en la porque obedecen a la multivocidad
propia sustancia corporal; 1.2. au- o ambigüedad de los términos del
mentativa, con la que adquiere un discurso; y 2. las f. extra dictionem
mayor tamaño; y 1.3. generadora, que surgen de las cosas mismas sig-
con la que produce otro ser vivo de nificadas en las palabras. Entre ellas
su misma naturaleza. En la 2. vi- se cuenta la petitio principii (véase).
da sensitiva, se diferenciaron las fa- En el transcurso de la Escolástica,
cultades 2.1. sensible, con todas las se acabó por identificar la f. con el
operaciones concernientes tanto a sophisma (véase).
los sentidos externos como a los in-
ternos (véase sensus), y 2.2. apetiti- falsitas. El concepto de falsedad se
va, en la que dividieron las opera- funda en el de inadaequatio en cual-
ciones propias del apetito concu- quiera de sus formas. En efecto, su-
piscible e irascible (véase appetitus pone el de verdad, dado que es su
2.2.1 y 2.2.2.). Por último, en la 3. opuesto directo (véase veritas), y la
vida intelectiva, distinguieron la fa- verdad es, fundamentalmente, ada-
cultad 3.1. cognoscitiva, de la que equatio. Por consiguiente, como
provienen todos los actos propios en el caso de veritas, se puede ha-
del intelecto, y 3.2. apetitiva, que blar de f. en el orden del conoci-
concierne a las operaciones ya no miento, en el lógico, en el metafí-
de la sensibilidad, sino de la volun- sico o en el moral, es decir que al-
tad, a la que concibieron en rela- go puede ser falsum (véase) en cual-
ción con el intelecto. Cabe añadir quiera de dichos planos. Con todo,
que tanto la facultad de reflexión se ha de subrayar que la Edad Me-
como la memoria intelectual, no dia aplicó la noción que nos ocu-
fueron distinguidas realmente del pa particularmente o eminenter a
intelecto. los dos primeros órdenes, en nin-
Para la particular acepción de es- guno de los cuales interviene la vo-
te término en el plano del lenguaje luntad libre o la intención delibe-
según Anselmo d’Aosta, véase usus. rada de inducir a error a otra perso-
na. Por eso, en los textos medieva-
fallacia. Se denomina “falacias” a los les la falsedad coincide muchas ve-
principios del silogismo sofístico. ces simplemente con el error (véa-
La f. es, pues, un argumento defec- se). Sólo al llegar al final del Me-
tuoso, también llamado “paralogis- dioevo, se comienza a reservar cada
mo”. Al respecto, Pedro Hispano vez más la voz que nos ocupa pa-
escribe: “Fallacia est idoneitas fa- ra aludir principalmente al engaño,
285 fas
lidad a la justicia (cf. Agam. 450- fides. Esta voz, que se traduce como
60). También en el Sócrates plató- “fe”, compromete tanto al sujeto
nico hay un continuo apelar al va- como al objeto de dicha fe. Vista
lor esencial de la adhesión del al- desde el primero, muy en general,
ma a la verdad. Ésta es la vocación la fe se relaciona con el consenti-
a la que Dios llama y a a que Sócra- miento, el asentimiento, y la adhe-
tes intenta permanecer fiel hasta su sión, ya que la palabra f. está liga-
muerte, según el testimonio de Pla- da tanto a la creencia como, aun-
tón (cf. Apol. 17, 28e-29d). que de manera derivada, a la con-
Pero el concepto de f. adquiere fianza (véase fiducia). De hecho,
mayor relieve en el plano religio- su primer sentido apunta al crédi-
so. Y aquí conviene recordar preci- to o credibilidad que despierta el
samente que es el abstracto de fide- objeto de la f., lo cual señala cier-
lis (fiel) que, a su vez, deriva de fi- ta dependencia por parte de aquel
des (fe). Así, lo que exige fidelidad que deposita o pone su fe, esto es,
es la fe que se ha profesado en el de aquel que f. habet alicui; de ahí
Dios revelado como absoluto y ver- que, en este orden, la noción que
dadero. Por ello, en el Antiguo Tes- nos ocupa esté estrechamente vin-
tamento, los Profetas especialmen- culada con la confianza del crede-
te insisten en la necesidad de man- re (véase).
tener una adhesión permanente a Como se sabe, en Platón, el co-
la palabra divina, es decir, a la re- rrespondiente término griego, pís-
velación, que constituye el funda- tis, ya sea en su forma sustantiva
mento vital y el principio de uni- como en la verbal, se encuentra en
dad del pueblo elegido. el plano gnoseológico e indica el
Con el Cristianismo, este concep- consentimiento dado a la aprehen-
to se precisa aún más, ya que se re- sión de la realidad cambiante pro-
laciona explícitamente con la idea pia de lo sensible. Es, pues, inferior
central de la fides, al punto de re- al verdadero saber que concierne
presentar, en cierto sentido, la prác- a la certeza posterior; así, esta no-
tica misma de la fe, o sea, su hacerse ción conserva su carácter de cono-
activa en un comportamiento cons- cimiento no justificado racional-
tante, continuo y veraz. Con to- mente.
do, no se ha de olvidar que, en es- Con el Cristianismo cambia el
te contexto, la f. queda íntimamen- peso semántico de la f. sobre la ba-
te ligada a la idea de vocación o de se de las fuentes bíblicas. En efecto,
llamada por parte de Dios. en ellas adquiere carácter absolu-
Con la laicización de la época to, en primer lugar, por su objeto,
moderna, si bien permanece la no- es decir, en cuanto implica adhe-
ta fundamental de adhesión a lo sión a un valor supremo; en segun-
supremo desde el punto de vista do término, porque ese valor es, al
ético, se esfuma gradualmente ese mismo tiempo, un fundamento –o
sentido de la vocación sobrenatural sea, Dios– que es tenido por supe-
que la noción de f. reviste durante rior a cualquier otro. Ahora bien,
la Edad Media. especialmente, durante los prime-
ros siglos cristianos, la f. es conside-
fides 290
gura 3.), significa, en general, “re- vidad del ente y su primer princi-
presentación”; más en particular, pio, en tanto que es lo que mueve a
alude al valor simbólico de un ges- actuar. Por eso, el fin siempre hace
to corporal. Así, por ej., Hugo de referencia al bien ontológicamente
San Víctor, escribe que el gesto es considerado (véase bonum), es de-
una f. que, a través de los miem- cir, al bien propio de ese ente. Co-
bros del cuerpo, señala la modali- rrelativamente, bien es lo que to-
dad de las acciones y de las inten- dos apetecen como fin. El último
ciones (cf. De inst. nov. XII). Como fin es, entonces, el primero de to-
es obvio, la f. pasó a cobrar dimen- dos los objetos deseables y aque-
sión estética –que legitima los estu- llo en lo que el que desea encuen-
dios sobre la gestualidad medieval tra su reposo. En sentido ya no me-
como índice de su cultura– y aún tafísico, sino antropológico y mo-
pedagógica. De hecho, el mismo ral, se llama f. a todo bien cuya ad-
Hugo continúa el texto recién ci- quisición determina la voluntad a
tado diciendo que la f. constituye actuar, aunque muchas veces, sobre
un espectáculo a los ojos de Dios y todo, a fines de la Edad Media, se
puede suscitar en los demás admi- ha optado por la palabra finalizatio
ración y placer, o bien escándalo. para referirse a este caso.
La noción que nos ocupa, junto
finaliter. Cf. efficienter. con la de intentio (véase), ha sido
finalizatio. Los escolásticos denomi- una de las más ricas y fundamenta-
naron así aquella ratio que, por su les en el pensamiento medieval, es-
carácter de fin que se ha de alcan- pecialmente el escolástico, a la vez
zar, mueve a una acción. Así, por que explica el dinamismo y la orga-
ej., la bondad de Dios, en cuanto nicidad que lo caracterizan; de ahí
que el goce de ella constituye la fe- que haya sido muy prolija la elabo-
licidad humana, es f. o razón que ración de este tema, de lo que re-
motiva la realización de acciones sulta una exhaustiva clasificación
justas y buenas, las cuales se llevan de los fines.
a cabo para acceder a dicha felici- Con un propósito meramente di-
dad. Su diferencia con el término dáctico, intentaremos sugerir algu-
finis (véase), radica en que la pala- nos criterios desde los que la clasi-
bra que nos ocupa suele reservarse ficación puede ser mejor asimilada,
para aludir al fin que consciente- aunque tales criterios no hayan sido
mente motiva al hombre en sus ac- explícitamente mencionados por los
ciones, es decir, a la finalidad que lo mismos autores medievales: 1. Se-
guía en ellas. En cambio, la exten- gún la fuerza de atracción teleoló-
sión de finis es mucho más amplia, gica, los fines fueron divididos en
ya que, en cuanto término metafí- 1.1. essentialis, o sea, esencial o pri-
sico, atraviesa a todo ente real. mario: aquel fin al que el agente
tiende principalmente, y 1.2. acci-
finis. El fin es el objeto al que se di- dentalis, esto es, accidental o secun-
rige una acción y, en consecuen- dario: es el fin que meramente in-
cia, el motivo por el que se hace al- vita a actuar, pero que no mueve a
go. De esta manera, se lo conside- la acción por sí solo, sino en cuan-
ró, a la vez, el término de la acti-
295 finis
fons. Tres son las acepciones fundamen- forma. Palabra que, durante el perío-
tales con que esta palabra, que sig- do patrístico, se suele usar, por in-
nifica “fuente”, aparece en la Edad fluencia de Séneca y Cicerón, en el
Media: 1. como origen, por así de- sentido del eidos platónico; así apa-
cir, material; en este sentido, se han rece, por ej., en Agustín de Hipo-
considerado fuentes los cuatro ele- na (cf. Quaestio de ideis, passim).
mentos así como la constitución Si bien los escolásticos asumieron
de los cuerpos celestes; 2. desde también este sentido agustiniano
el punto de vista teológico cristia- de “forma” como ratio, es decir co-
no, se ha llamado f. al Verbo, por mo fundamento de algo y, por en-
dos razones: 2.1. porque es el Prin- de, como su principio de inteligibi-
cipio de todas las cosas, y 2.2. ale- lidad, privilegiaron la relación que
góricamente, porque sacia a quie- establece Aristóteles entre f. y sus-
nes tienen sed, como señala Isido- tancia y consideraron la primera el
ro de Sevilla (cf. Etym. VII, 2); 3. acto constitutivo de la segunda. En
principalmente, el término señala efecto, el acto de ser llega a la esen-
la obra, y en consecuencia, el pen- cia precisamente a través de la f. De
samiento de Avicebrón. este modo, ella es uno de los prin-
En efecto, Avicebrón o ibn Gabi- cipios que componen las sustancias
rol, autor judío del siglo XI, escri- corpóreas, siendo el otro la mate-
be la célebre Fons Vitae que, sinte- ria. Se ha de recordar que, en aqué-
tizada primero en hebreo y tradu- llas, la materia no puede existir sin
cida después por Gundisalvo, pasa la f. En cambio, la forma sí pue-
a la Cristiandad medieval ejercien- de darse sin la materia, como ocu-
do gran influencia sobre ella. Aun rre en algunos entes: las sustancias
cuando se sospecha que varios li- inteligibles o espirituales. Volvien-
bros de esta obra se han perdido, do al caso de los entes corpóreos, se
se advierte la intención de plan- llama f. substantialis (véase) al prin-
tear un sistema filosófico-teológico cipio de aquello a lo que informa;
completo. Bajo la forma de diálo- así, en el hombre, el alma es la for-
go entre maestro y discípulo, Avi- ma sustancial del cuerpo, es decir,
cebrón desarrolla allí temas meta- es el mismo principio sustancial
físicos, pero su principal tesis es la en cuanto distinguido de la mate-
de la Voluntad divina precisamen- ria. Dado el acto de ser de una sus-
te como fuente de vida que atravie- tancia, se denomina f. accidentalis a
sa todo el universo. aquella que le adviene al subiectum
(véase), por ej., la blancura, que su-
fontanum. Voz propia de la teoría bo- pone ya una determinada sustan-
naventuriana del conocimiento. En cia en la que darse. Algunos auto-
efecto, el obiectum f. señala la luz res llamaron f. corporeitatis a la me-
divina en cuanto medio para el co- ra organización las partes constitu-
nocimiento, sin ser ella misma co- yentes del cuerpo de un ser anima-
nocida, es decir, sin constituirse en do, la cual lo vuelve apto para re-
objeto cognoscitivo. Así, permane- cibir el alma, o sea, el principio de
ciendo oculto al intelecto huma- animación. Concebían dicha or-
no, el obiectum f. fecunda el pen- ganización como algo distinto del
samiento.
299 forma substantialis
bas –y no sólo de la primera– la ab- mente, forma; por tanto, sería tam-
soluta y exclusiva simplicidad divi- bién ella mortal. Ante esto, y pa-
na, al tiempo que afirma la segun- ra salvar la inmortalidad del alma,
da en la constitución metafísica de Tomás insiste en que, cuando está
los ángeles y del alma del hombre. unida al cuerpo, constituye la úni-
Distinto es el caso de los francis- ca f.s. de éste; pero sugiere que, ya
canos que, como Buenaventura, separada después de la muerte, ac-
optan por el hilemorfismo univer- túa a manera de sustancia (cf. S.Th.
sal, es decir, de los que admiten só- I, q.76, esp. a.4).
lo la primera composición, quie-
nes, entonces, deben postular que formale. En general, indica todo aque-
en todos los seres –incluidos los án- llo que se relaciona con la forma
geles y las almas humanas– salvo (véase), aristotélicamente entendi-
en Dios, existe algo de la potencia- da. En uno de sus usos más fre-
lidad de la materia. Así, estos últi- cuentes, el término alude al senti-
mos sostienen que esto se da tam- do estrictamente propio de un con-
bién en el alma humana en la que cepto, o sea, al que tiene presente el
ven una suerte de materia espiri- elemento determinante que espe-
tual, inseparable de su forma, y una cifica la esencia de algo. Así, la ra-
materia externa al alma que consti- tio f. de una cosa es lo que la co-
tuye el cuerpo. Para estos autores, loca en su orden específico, distin-
como Mateo de Acquasparta, hay, guiéndola de las que pertenecen a
pues, pluralidad de formas sustan- otro: la razón formal de la sustan-
ciales en el hombre: la del cuer- cia es la inseitas, es decir, el ser en
po, principio de la vida vegetativa sí (véase in se). De la misma ma-
y sensitiva, y la del alma intelecti- nera, obiectum f. (véase obiectum)
va. Por su parte, Guillermo de Oc- señala el aspecto particular bajo el
kham, oponiéndose en este punto que una ciencia considera un obje-
particularmente a Egidio Romano, to dado; veritas f. es la verdad pro-
también adhiere a la tesis de la plu- piamente dicha, en sentido escolás-
ralidad, pero la considera muy difí- tico, o sea, la aedequatio del intelec-
cil de probar, aunque no de refutar to a la realidad.
la contraria. Siempre dentro del marco de la Es-
La opción por la unicidad o plu- colástica, el adjetivo que nos ocupa
ralidad de las formas sustancia- implica la doctrina aristotélica de
les en el caso específico del hom- la forma como perfección; debido
bre plantea, a su vez, otros proble- a ello, f. equivale a veces al comple-
mas derivados de las fundamenta- mento perfectivo de un cierto or-
ciones con las que se las defiende. den, especialmente, en el más uni-
Así, por ej., Pedro Olivi, que afir- versal, en el del actus essendi (véa-
ma la pluralidad de las formas y el se). De ahí que Tomás de Aquino
hilermorfismo universal, objeta a declare: “Esse autem est illud quod
sus adversarios que, si el alma inte- est magis intimum cuilibet et quod
lectiva fuera la única forma sustan- profundius omnibus inest; cum sit
cial en el hombre, resultaría insepa- formale respectu omnium quae in re
rable del cuerpo del que es, justa- sunt” (S. Th. I, q. 8, a.1 c).
301 formaliter
bre pueda ser considerado obiective IV, 430 b). Aristóteles la cuenta en-
instrumento de otro, que lo utiliza, tre las virtudes éticas y la define co-
no deja de ser f. una persona. mo el justo medio entre el temor
y la temeridad (cf. Et. Nic. III, 6,
formalizantes. Término con el que Juan 1115 a 4). Desde su estoicismo,
Gerson califica a quienes, desde su Cicerón le atribuye dos notas prin-
perspectiva, se extralimitaban en la cipales: el desprecio de la muerte y
especulación sobre las formae, co- el desprecio del dolor (cf. Tusc. II,
mo el escotista Juan de Ripa o los 18, 43). Pero también la caracteri-
autores sajones que ahondaban en za diciendo que es la virtud por la
sutilizas sobre cuestiones de física y cual se afrontan los peligros y se so-
de lógica, las cuales tendían a ex- portan las pruebas (cf. Reth. II, 54).
pandirse al ámbito teológico. Así Con este último significado pasa a
pues, a fines de la Edad Media, este la Edad Media.
calificativo se inserta en la polémi- Los autores medievales suelen
ca contra el escolasticismo. considerar la f. en un sentido ge-
formatio. Aunque este término no es neral y en un sentido especial. Se-
extraño en la literatura escolástica gún el primero, el término implica
en particular, se suele preferir en firmeza de ánimo; así, constituye
ella el de informatio (véase). condición necesaria de toda virtud,
puesto que para que ésta se dé en
formositas. Señala la condición de lo cuanto hábito es preciso obrar fir-
formosum, es decir de lo hermoso me y constantemente. Sin embar-
en el sentido de bien formado o go, se ha reservado esta palabra pa-
bien proporcionado. Este término ra aludir, en rigor, a la especial fir-
se aplicó originariamente a la belle- meza con la que se resisten los pe-
za física. Pero pronto se aplicó a la ligros graves y se soportan los más
belleza luminosa y puramente es- arduos trabajos. De este modo, co-
piritual de las formas inteligibles. mo señala Tomás de Aquino, cons-
Agustín de Hipona apela en cier- tituye una virtud especial, en cuan-
to modo a esa ambigüedad en el fa- to que posee materia determinada
moso pasaje de Conf. X, 27, 38. En (cf. S. Th. II-II, q. 123, a. 2 c).
cambio inequívocamente con la úl-
tima acepción aparece, por ej., en fortuna. Proviene del verbo fero, una
el Physica animae de Guillermo de de cuyas acepciones es “compor-
Saint Thierry. En efecto, dice allí el tar”. Así, la fors, la suerte, es la ac-
abad que el alma, al comprender ción de com-portar, o sea, lo que
las cosas con el intelecto, goza de ella lleva consigo, aquello que el
ellas y se deleita con su belleza, pe- destino comporta. La expresión
ro más aún con la f. de la Forma, o Fors F. indica, pues, la suerte divi-
sea, del Principio que a su vez for- nizada.
ma. Contemplándola, el alma res- Esto constituyó, desde la Anti-
plandece cada vez más. güedad, un desafío a la racionali-
dad. Por eso, fue tema recurren-
fortitudo. Indica “fortaleza” y es una te en el análisis filosófico. En él, la
de las virtudes (véase virtus), ya f. se consideró una especie del ca-
enumeradas por Platón (cf. Rep. sus (véase), es decir, del azar. En
303 fructus
fruitio (véanse), esto es, con el go- el instinto. Por eso, Agustín de Hi-
zar y el deleite, este autor reserva el pona escribe que sólo los hombres
sustantivo f. para la vida espiritual, gozan, aunque no es absurdo pen-
en cuyo ámbito expresa el gozo es- sar que las bestias también se de-
piritual que acompaña el acto reali- leitan de algún modo (cf. De doc-
zado por la virtud. tr. christ. XX).
Desde la época patrística se enten-
frui. Verbo que significa “gozar”. Su dió el gozar de algo como el adhe-
efecto es la fruitio, en cuanto espe- rir a una cosa por amor a ella mis-
cie de la delectatio (véanse). Los au- ma. Con esa acepción aparece en el
tores medievales han insistido en la Hiponense (cf. ibid. I, 3). Pero se
relación etimológica de estos voca- han de distinguir aquí dos planos:
blos con fructus: el fruto es lo que el de facto y el de iure. Según el pri-
se espera del árbol en último lu- mero, es decir, de hecho, cualquier
gar, precisamente para gustar de él. realidad puede ser amada; pero se-
Por eso, refirieron la fruitio al de- gún el segundo, sólo se ha de amar
leite que se experimenta al obtener aquello que, por sí mismo, consti-
aquello a lo que en última instancia tuye el bien máximo y, por ende,
se aspira, esto es, el bien deseado. es de suyo el fin último del hom-
Su obtención es, pues, la raíz del bre. De acuerdo con este planteo,
deleite; por otra parte, en cuanto lo único que hace éticamente mala
bien es objeto de amor, de manera la vida de un hombre es el mal uso
que la noción de gozar queda vin- y el mal gozo (cf. ibid. I, 4). Gozar
culada con la de amor y, por ende, mal es, pues, amar como fin último
con la de appetitus (véase). Como aquello que, por su jerarquía onto-
el fin o bien son objeto del apetito, lógica, no puede constituir tal fin.
el f. fue considerado acto propio de De ahí que Agustín distinga, como
la potencia apetitiva. Sin embargo, lo hace en el De civ. Dei XV, 7, 1,
tanto en el período patrístico como al miembro de la ciudad terrena del
en el escolástico, se entendió que miembro de la celeste, por los obje-
la acción de disfrutar no pertenece tos de uso y de gozo que cada uno
sólo ni tampoco esencialmente a la de ellos elige (véase usus-uti). De
potencia apetitiva, ya que acotaron hecho, el primero es aquel que pre-
la acepción del término con el re- tende usar a Dios –por ej., median-
quisito de la conciencia, reserván- te el ruego– para gozar del mundo;
dolo así sólo para los seres raciona- el segundo, el que usa del mundo
les. En efecto, en éstos se da la po- como de una escala para gozar de la
tencia intelectiva que conduce ra- presencia divina.
cionalmente –hoy diríamos “cons- Esta concepción pasa a la Esco-
cientemente”– hacia el fin. Ahora lástica, y así se encuentra, por ej.,
bien, el conocimiento del fin pue- que la distinción entre el f. de Dios
de ser perfecto, si se tiene la noción y el uti de las cosas es considerada
universal de finis y de bonum; pe- por Pedro Lombardo tan funda-
ro será imperfecto, si únicamen- mental que la incluye en sus Sen-
te se conoce el bien inmediato, o tentiae como base de importantes
sea, lo que se siente como fin, tal distinciones éticas. Habida cuen-
como ocurre en los animales por
305 fundamentum
G
G
garrulitas. Cf. multiloquium. lo universal. Se ha usado el térmi-
no en dos planos: 1. el lógico y 2. el
gaudium. En líneas generales, tan- ontológico. Desde el punto de vista
tos los autores de la Patrística co- 1. lógico, a su vez, se emplea en dos
mo los de la Escolástica, han orde- sentidos: se habla de 1.1. un con-
nado el g. en la vida estrictamente cepto general cuando éste se aplica
espiritual, reservando para lo que a todos los individuos de una clase
hoy se llamaría “goce carnal”, o sea, dada; no de un grupo, pues en tal
los placeres sensibles, los términos caso tendríamos un concepto colec-
voluptas y deliciae y, más frecuen- tivo. En este terreno, “general” sí es
temente, delectatio (véanse). Han lo universal en tanto que abstracto,
insistido en esta distinción, entre pero no en tanto que distributivo.
otros, Avicena (cf. De an. IV, 5), Además, el concepto general puede
Juan Damasceno (cf. De fide orth. oponerse a uno menos general, pe-
II, 13) y Nemesio (cf. De nat. hom. ro no a uno particular: “hombre”
XVIII). La mayor parte de los pen- es más general que “francés” o “ita-
sadores cristianos consideraron el g. liano”. En segundo lugar, se ha ha-
como uno de los principales efectos blado también de 1.2. juicios gene-
interiores del amor de Dios. Así, el rales: un juicio es general cuando se
gozo es causado precisamente por refiere a un número indefinido de
la presencia de ese Bien que se ama individuos.
y por el hecho de que es participa- Ahora bien, desde el punto de
do por los hombres. Sin embargo, vista medieval, y escolástico en par-
en este sentido, no se puede hablar ticular, el carácter abstractivo del
de un g. total o completo, ya que pensamiento humano está justifi-
en el estado terreno, no se da esa cado y apoyado por la misma es-
quietud que deriva de la satisfac- tructura de lo real. Por eso, desde
ción completa del deseo de Dios; el punto de vista 2. ontológico, g.
ésta se alcanza sólo en la bienaven- hace referencia a la modalidad del
turanza eterna. De tal modo, el g. ser, pero también al actus essendi en
no constituye en sí una virtud si- que radica toda gradación, ya sea
no un efecto de ella, como señala del género o de la especie. Así, lo
Tomás de Aquino (S. Th. II-II, q. más general captado mediante la
28, a. 4 c). abstracción es el hecho de existir.
generale. Término de cierta ambigüe- generalissimum. Se califica así al gé-
dad, lo general indica aquello que nero llamado también supremum
prescinde no sólo de lo particular, (véase genus 2.1.), es decir, aquello
sino también de las diferencias es- que, siendo género, no constituye
pecíficas. Con todo, no se asimila a especie de otro género; también se
generatio 310
cia “hombre”, ya que hay varias es- cies: ejemplo es el género “animal”,
pecies animales. Para llegar a la es- ya que bajo él únicamente se hallan
pecie, el g. debe determinarse o es- las distintas especies animales.
pecificarse mediante la differentia Siempre desde el punto de vis-
(véase) que constituye la pars de- ta lógico, es decir, en el plano de la
terminans essentia, o la pars forma- predicación, pero desde otro ángu-
lis; en el ejemplo dado, la differen- lo, se consideró género a 3. una cla-
tia que acota el género “animal” es se con mayor extensión y, por con-
“racional”, puesto que, por medio siguiente, menor comprensión que
de esta nota, el hombre se especifi- otra (véase extensio y comprehensio).
ca diferenciándose de toda otra es- De esta manera, la clase de los ani-
pecie animal. De esta manera, to- males es un género respecto de la
da definición –que da cuenta de la de los hombres, la cual es una espe-
esencia o especie– debe hacerse per cie de dicho género. Pero, el géne-
g. proximum et differentiam specifi- ro “animal” es una especie del gé-
cam. nero “viviente”. Debido a esto, los
Durante la Edad Media, se afinó escolásticos llamaron 3.1.g. imme-
el tratamiento de este tema y, con- diatum o proximum a aquel al que
secuentemente, la distinción entre pertenece directamente la especie
el plano metafísico y el lógico del de la que se trata: “animal” es el gé-
g. Así, los escolásticos establecieron nero próximo de la especie “hom-
cuidadosamente la distinción entre bre”. En cambio, 3.2. g. mediatum
el 1. g. naturale o reale y el 2. g. logi- o remotum es aquel al que pertene-
cum. Mediante el primero se alude ce una especie por mediación de
a un universal cuya índole debe de- otro género: “animado” es el géne-
terminarse –lo que se intentó defi- ro mediato o remoto de “hombre”,
nir precisamente en la querella de los ya que entre esta especie y aquel gé-
universales (véase universale)–; con el nero, se interpone el de “animal”.
segundo, se referían a una forma de Por último, cabe aclarar que los
predicación. Especialmente en este autores medievales usaron la expre-
último sentido, distinguieron en- sión 4. g. physicum para aludir a la
tre 2.1. g. supremum, 2.2. g. inter- materia prima, por analogía con el
medium, y 2.3. g. infimum. El gé- género lógico, ya que ambos, aun-
nero supremo es aquel que no tie- que en diferentes sentidos, se en-
ne otro sobre sí, por lo cual abar- cuentran en todos los entes ma-
ca todas las especies; se denomina teriales compuestos. En cuanto al
también “generalísimo”. Algunos término 5. g. subiectum, lo utiliza-
autores postulan como género su- ron para referirse al objeto formal
premo al ente, otros, la sustancia. (véase formale) de una ciencia, así,
El intermedio es el género que tie- por ej., la cantidad es el g. subiec-
ne otros tantos sobre él así como tum de la matemática.
por debajo de él, por ej., el género
de lo “animado” tiene por encima geometria. En el período patrístico-
el de lo corpóreo y, por debajo, el medieval, la geometría es una de las
de lo animal. El ínfimo es aquel ba- disciplinas o artes (véase ars) libera-
jo el cual sólo se encuentran espe- les. Junto con la aritmética, la as-
tronomía y la música, forma par-
313 gloria
Aun muy alejado de los gramá- ble y acogido con favor. Así pues,
ticos especulativos, pero teniendo originariamente, esta palabra signi-
presente el De magistro agustinia- fica: 1. la benevolencia que se tiene
no, Buenaventura subraya que la g. respecto de alguien o el favor que
se origina y funda en las cosas, es- se le otorga; 2. la consecuencia o el
to es, en la realidad. Ejemplifica es- efecto de ese don en el beneficiario;
ta afirmación observando que, si es 3. la cualidad de una persona o co-
gramaticalmente necesario que un sa, que la hace amable a los demás;
verbo transitivo rija acusativo y no 4. el reconocimiento por el bien re-
nominativo, ello obedece a que el cibido. Todas estas acepciones con-
acusativo señala el término del acto fluyen en el concepto teológico de
y no, como el nominativo, su prin- g. Así, respecto del primer sentido,
cipio (cf. Coll. in Hexaem. IV, 19). se lee en Lc. II, 40, gratia Dei erat
Durante el Renacimiento, la gra- in illo; al segundo sentido se refie-
mática latina se aleja de la medie- re el texto de II Cor. VI, 1, exhorta-
val, vuelve a la de los modelos clási- mur non in vacuum gratia Dei reci-
cos como Cicerón, César o Tácito, piatis; un ejemplo del tercero está
y atiende, con nombres como los dado por el versículo de Ef. IV, 20,
de Lorenzo Valla, Guarino de Ve- ut det sermo gratiam audientibus; el
rona o Scaligero, a los aspectos for- cuarto está ejemplificado en I Cor.
males de una preceptiva más pre- I, 4, gratias ago Deo meo semper pro
cisa. A la vez, este proceso asiste al vobis. No es casual que todos los
nacimiento de las gramáticas pro- ejemplos aducidos pertenezcan al
pias de lenguas nacionales como la Nuevo Testamento, ya que, en este
italiana y la francesa. plano, designa la condición del jus-
Con una historia que dista de ser to después de la venida de Cristo y
lineal, la g. no es pasible, pues, de la característica esencial de la obra
una definición precisa. En térmi- cumplida por Jesús. Con todo, es
nos muy generales, se la puede ca- el segundo sentido el que más inci-
racterizar como la disciplina que de en el 5. significado estrictamen-
regula la articulación y racionali- te teológico de la noción de g.
dad del lenguaje. Con el correr de En efecto, este nombre, que de-
los siglos, se la distinguió de la or- signa una de las nociones más im-
thografia, que se ocupa de correc- portantes en Teología, se vincu-
to modo de escribir las palabras; de la con lo gratuito. La g. es el don
la ethimologia, que indaga sobre su gratuito de auxilio que Dios hace
origen y evolución; de la orthoepia, al hombre, cuya naturaleza fue de-
que prescribe la correcta pronun- bilitada por el pecado original. En
ciación. Pero, como centro de esta realidad, todo don que Dios ha-
disciplina fue quedando la syntaxis, ce a la criatura es inmerecido por
que atiende a la articulación lógica ella, pero hay una gratuidad espe-
entre las palabras. cial en los beneficios sobrenatura-
les; de ahí la expresión g. gratis da-
gratia. Deriva del adjetivo gratus que ta. En este último término radica,
es ambivalente: expresa tanto a pues, la segunda nota a destacar en
aquel que acoge o recibe algo con el concepto que nos ocupa: su di-
agrado como a aquel que es agrada-
317 gratia
ferencia esencial respecto del pla- gunda, “gracia actual”. Cabe seña-
no de lo meramente natural. Ciri- lar que, de ordinario, el hombre no
lo de Jerusalén, por ej., enseña que es consciente de la recepción de es-
no es por naturaleza que se es hi- tos dones, aunque perciba sus efec-
jo de Dios sino por adopción, y a tos.
ésta Cirilo llama precisamente g. Respecto de la gracia santifican-
(cf. Cat. III). Por su parte, Jeróni- te o habitual, la Escritura habla de
mo habla de la unidad moral de la renacimiento, de nueva creación o
comunidad cristiana, que es resul- de nueva vida, como se lee, por ej.,
tado de su unión con Dios y, por en el Evangelio de Juan III, 5 o en
ende, de la gracia, no de la natura- las cartas de Pablo a los Gálatas VI,
leza (cf. Adv. Jov. II, 29). Es Agus- 15. Pero no se trata de que median-
tín –a quien se ha llamado precisa- te ella el hombre participe de la na-
mente doctor Gratiae– quien insis- turaleza divina en el sentido de vol-
te, contra Pelagio, en la tercera no- verse consustancial con Dios sino
ta, tal vez la más discutida, en es- que lo hace sólo en cuanto esta gra-
ta noción: la de la necesidad que cia le posibilita alcanzar el mismo
el hombre tiene de la g. a partir de objeto del conocimiento y de la vo-
la caída que convirtió la naturaleza luntad divinos. Esta gracia alcan-
humana en natura lapsa. En el 529, za el intelecto humano mediante la
el Concilio de Oranges ha incorpo- fe (véase fides) en esta vida, y a tra-
rado esta doctrina agustiniana a la vés de la visión beatífica (véase visio
enseñanza oficial de la Iglesia. 3) en la vida después de la muer-
En este sentido, Buenaventura te; y toca a la voluntad mediante
–que menciona cuatro clases de g.: la caridad (véase caritas). Tal parti-
la bautismal, la penitencial, la de cipación es real como semejanza o
perseverancia y la sapiencial– insis- unión con Dios –la mayor posible–
te en el tema de la conservación de que Él mismo opera en el alma.
la gracia: se mantiene mediante la Por eso, Tomás de Aquino dice que
fe en Dios como verdad suma, el la g. es “quaedam similitudo divini-
amor a Él en cuanto suma bondad tatis participata in homine” (S.Th.
y la imitación de la virtud o perfec- III, q.2, a.10 ad 1). En virtud de
ción divina (cf. De regno Dei, 19). esta gracia, que incide en el la esen-
En términos bíblicos, y, en parti- cia del alma, tiene lugar, pues, una
cular en los de San Pablo, estudia- transformación sugerida en el locus
dos en primer lugar por Agustín, que dice g. gratum faciens.
la g. es el nuevo orden providen- Durante la Edad Media, esta doc-
cial, la nueva economía de la sal- trina fue expresada en los siguientes
vación dispuesta por Dios (cf., por términos escolásticos: la gracia san-
ej., Rom. V, 20; Gal. I, 6). Los dos tificante pertenece a al accidente de
efectos fundamentales de este don la cualidad, añadido a la sustancia
son el volver al hombre “justo” y el –el alma– pero realmente distin-
otorgarle el impulso eficiente para to de ella; más precisamente, per-
que obre en orden a su salvación tenece a los hábitos en cuanto per-
sobrenatural. Se denomina a la pri- fecciones de las cualidades operati-
mera “gracia santificante”; a la se- vas. Éstas tienden a cumplir opera-
gravitas 318
Un ejemplo típico al respecto es el dio del que se vale el mal para pe-
de la célebre quinta vía de Tomás netrar en el alma humana está lejos
de Aquino (cf. ibid. I, q. 2, a. 3 c). de elevarla a categoría de reina, ma-
Con todo, esta concepción tam- dre o raíz de los demás pecados.
bién había aparecido ya, aunque de Con todo, la distinción señalada
manera muy particular, en el pla- no siempre aparece clara durante la
tonismo de la Escuela de Chartres, Patrística. Así, por ej., Ambrosio de
alcanzando después gran difusión Milán sostiene que la gula fue el
en el resto de la Edad Media. primer pecado, porque pone en la
Sin embargo, en la Escolástica transgresión de comer el fruto pro-
tardía, Guillermo de Ockham cir- hibido la causa que expulsó a Adán
cunscribe la finalidad de la g. sólo del Paraíso en el que reinaba (cf. De
al plano sobrenatural de la Revela- Elia et ieiunio 2). Es Agustín de Hi-
ción, sosteniendo que en el ámbi- pona quien se encarga de profundi-
to de la naturaleza no se puede ha- zar en las motivaciones de la acción
blar de finalidad, desde el momen- adánica y determinar como sober-
to en que, según la doctrina ockha- bia ese pecado (cf. De civ. Dei XIV,
mista, la razón no puede ir más allá 12). Sin embargo, toda la cultura
de los meros datos sensibles, limi- medieval quedó signada por una
tándose a organizarlos. Así, en es- suerte de tabú al respecto, confir-
ta concepción, el mundo se mani- mado por los mencionados pasajes
fiesta, si no desordenadamente dis- evangélicos, idea que subsiste toda-
puesto, al menos, exento de finali- vía en el período escolástico.
dad (véase providentia). Para Buenaventura, por ej., aún
cuando se ha de reconocer en el pe-
gula. En cuanto vicio capital, la gula cado original un acto de soberbia,
extrae sus bases escriturarias de va- la gula representa una especie de
rios pasajes, de los que se destacan pecado complementario, una cul-
dos: el referido al tomar la man- pa accesoria que vuelve más grave
zana en el relato bíblico del peca- la desobediencia (cf. In II Sent. d.
do original (cf. Gen. 3, 1-7), y el XXII, q.1, a.1). Son los escolásticos
que concierne a las tentaciones de más claramente aristotélicos, como
Cristo en el desierto, la primera Tomás de Aquino, quienes otor-
de las cuales consiste en transfor- gan a la g. su especificidad en cuan-
mar las piedras en pan para saciar to pecado. Como tal, es un apetito
el hambre (cf. Mt. 4, 1-11 y Lc. 4, desordenado relativo a la comida
1-13). La índole mítica del prime- y la bebida. Este desorden se pue-
ro y, sobre todo, el carácter origina- de entender en el plano de la rela-
rio o inicial de ambos, hicieron que ción entre los medios y el fin; en
se considerara la g. como puerta de este caso, excederse en el comer y
los demás vicios, esto es, como oca- beber, medios en sí mismos necesa-
sión. De hecho, el pensar en la es- rios, puede conducir a absolutizar
trategia diabólica de apoyarse en el el deleite que se deriva de ello y po-
deseo natural de alimento por par- ner en él el fin último que sólo de-
te del hombre llevó a considerar la be ser Dios. No obstante, el Aqui-
gula como vía de tentación por ex- nate atenúa la gravedad de la gu-
celencia. Pero su condición de me-
321 gula
H
H
habere. En la terminología escolásti- sión, por continencia o manera de
ca, este verbo, que se suele tradu- contener, por posesión, por yuxta-
cir como “tener”, aparece con dos posición y por relación. La prime-
significados fundamentales: en pri- ra de las posibilidades menciona-
mer lugar, indica 1. el estar algo o das del h. dio lugar al concepto de
alguien provisto de algo que, en ge- habitus, mientras que la última de-
neral, resulta del arte o la industria; rivó en el de habitudo (véanse).
por ej., estar armado, vestido, etc. Ockham es quizá quien más se
En tal sentido específico, el térmi- remite a la presentación aristotéli-
no corresponde a la décima catego- ca esbozada al comienzo de este ar-
ría aristotélica, según la lista más tículo. Con todo, añade el uso de
extensa de las que el Estagirita ofre- este verbo en expresiones tales co-
ce en Cat. 7, 1b 25 (véase praedi- mo que la especie habet un géne-
camentum 3.3.1). En segundo lu- ro, una diferencia, una definición;
gar, y en sentido más amplio, el el género habet especies y diferen-
presente verbo puede corresponder cias; la causa, efectos, y viceversa;
también al 2. quinto postpredica- la ciencia, un subiectum y un obiec-
mento de los que Aristóteles expo- tum (véanse), etc. (cf. Exp. Aurea
ne en la misma obra, 15, 15b. Dice 86-7).
allí que el tener se toma en diver-
sas acepciones: 2.1. como estado habilitas. Esta voz, cuyo significado
o disposición, en el sentido de po- genérico y originario no remite a
seer una ciencia o una virtud; 2.2. aptitud sino a señal o signo, asume
como cantidad, en cuanto se tiene una particular importancia en la
tal o cual magnitud; 2.3. como lo doctrina de Agustín de Hipona. En
que rodea un cuerpo; 2.4. como lo efecto, para el Hiponense, las cosas
que está en una parte del cuerpo, a son señales divinas, ya que en todas
la manera, por ej., del anillo en la ellas ve el reflejo o vestigio de Dios
mano; 2.5. como una parte misma en cuanto Creador. Así, el hombre
del cuerpo; 2.6. como posesión en puede valerse de las h. para remon-
sentido lato. tarse a Él. Se ha de notar, con to-
Los escolásticos prestaron parti- do, que esta elevación a Dios, con-
cular atención a la segunda acep- templado en la naturaleza, pertene-
ción, y estudiaron el h. bajo la ex- ce a un momento del pensamien-
presión del modus habendi. Ella to agustiniano, pero no constituye
alude a la razón determinada por una prueba propiamente dicha de
medio de la cual una cosa está o la existencia divina. Habiendo ya
inhiere en otra. Así pues, ese mo- encontrado a Dios, el alma lo con-
dus del tener se puede dar por inhe- templa en las cosas que Él ha hecho
(cf., por ej., De lib. arb. II, 16, 43).
323 habitus
qué radica la semejanza (véase simi- sensibilis, rationalis” (cf. Summa To-
litudo). Sobre esta base, se señala- tius Log. I, 26). En general, los es-
ron las siguientes notas esenciales colásticos tuvieron siempre presen-
en el hombre: 1. la racionalidad; 2. te la advertencia aristotélica acerca
el libre albedrío como capacidad de de que tal racionalidad permite al
elección, propia de la voluntad; 3. hombre percibir lo justo y lo injus-
el carácter social; 4. la condición de to, desde el momento en que es lo
microcosmos. que le confiere la posibilidad de un
Respecto de 1. el estar dotado de lenguaje articulado con referencia
razón, se puede decir que se consi- al bien y al mal (cf. Pol. I, 2, 1253 a
deró la diferencia específica por ex- 9).
celencia del h.. Por eso, su defini- 2. Dicha capacidad no sólo de
ción clásica es la de animal rationa- percibir el bien y el mal sino aún de
le. Esta definición, que tiene su raíz elegir adecuarse a lo uno o lo otro
en Aristóteles (cf. Top. V, 4, 133 a mediante la libre voluntad, tam-
20) y en los estoicos, atraviesa toda bién ha sido subrayada como no-
la Edad Media. Para poner un solo ta esencial del h.. Aun con prescin-
ejemplo, aparece en Alberto Mag- dencia del antecedente aristotélico,
no, en particular, en su De nat. et en algunos pensadores, especial-
orig. animal. I. Con todo, y habi- mente de la Patrística, esta nota es
da cuenta de que esta definición re- elevada al primer rango. Así suce-
corre siglos no sólo anteriores si- de, por ej., en Gregorio de Nyssa,
no aún posteriores a la Edad Me- para quien la similitudo del hombre
dia, es útil hacer una contextualiza- con Dios –más determinante aun
ción típicamente escolástica de su que la imago– radica en la incli-
uso, con el objeto de apreciar su es- nación de la libre voluntad huma-
pecificidad medieval. En ella, hay na hacia el bien (cf. Or. I). En es-
que señalar, en primer lugar, que el ta línea se podría incluir también al
carácter de rationale, esto es, el es- mayor representante de la Patrísti-
tar dotado de razón, se ha de en- ca latina, a Agustín de Hipona (cf.
tender en el sentido gnoseológi- De lib. arb. I, y passim).
co amplio del término ratio (véa- 3. En cuanto al carácter social del
se), sentido que alude a toda la es- h., es decir, a su constitutiva nece-
tructura cognoscitiva humana. En sidad de actualizar su naturaleza en
segundo término, hay que recor- un medio humano, hay que señalar
dar que los autores medievales so- que se circunscribe al pensamien-
lieron acotar la mencionada defini- to aristotélico. El Estagirita indica,
ción con el atributo “mortal”, pa- en efecto, que quien no forma par-
ra subrayar la finitud del hombre. te de una comunidad o el que no
Guillermo de Ockham, por ej., lla- tiene necesidad de nada, es o bien
ma “metaphysica” la definición “h. una bestia o bien un dios (cf. Pol.
est animal rationale, mortale”; y I, 2, 1253 a 27). Como no podía
“naturalis”, la que reza “h. est ani- ser de otra manera, por tratarse de
mal compositum ex corpore et anima una tesis antropológica central en
intellectiva”. Hace la crítica de am- Aristóteles, esta noción reapare-
bas, y prefiere “substantia animata, ce en la Escolástica, por ej., en To-
329 homoteleuton
más de Aquino, quien subraya que ej., en Agustín (cf. De lib. arb. II).
el hombre es naturaliter politicus id La doctrina del hombre como mi-
est socialis (cf. S. Th. I, q. 96, a. 3 c; crocosmos –que se encuentra ya en
II-II, q. 9, a. 4 c y q. 109, a. 3, ad el pensamiento clásico– es rastrea-
1). ble en casi todos los autores de la
A estas notas esenciales se añade Patrística, aunque también en Boe-
el 4. carácter de microcosmos del h. cio y en Tomás de Aquino (cf. S.
(véase microcosmus), o sea, su con- Th. I, q. 91, a. 1 c), y resurgirá con
dición de reunir en sí mismo to- gran fuerza en el Humanismo, por
dos los planos de ser que se dan en ej., en Pico della Mirandola (cf. De
la realidad. Así, en su condición de hom. dig., ed. Garin, 131 r).
corpóreo, el hombre está sometido Cabe señalar, por último que,
a las leyes físicas que rigen el mun- mientras humanitas (véase) indi-
do material, como la de la grave- ca la esencia del hombre, prescin-
dad; en su condición de ser dotado diendo de su individualidad, h. la
de vida vegetativa, crece, se repro- connota, pero en el sentido de que
duce y muere; en su carácter de ser puede aludir a cualquier ser huma-
dotado de vida animal, cuenta con no singular sin determinarlo, que
una sensibilidad compleja, por ej., es lo que, en cambio, se hace al de-
con la aestimativa (véase); al mis- cir, por ej., “Sócrates”.
mo tiempo, tiene, por su alma, una
dimensión espiritual, como la an- homogenea. Al contrario de las cosas
gélica. Con todo, no se ha de con- heterogenea (véase), se dice 1. de
fundir esta doctrina con la que en- las que pertenecen a la misma es-
tiende al h. como methórios, esto es, pecie o género; o 2. de los elemen-
el ser que, por constituir la fronte- tos que componen cada ente mate-
ra entre el mundo inteligible y el rial, cuando son de la misma clase
sensible participa, de algún modo, y propiedades; por eso, dichos ele-
de ambos. En efecto, esta doctri- mentos son llamados “homogenes”
na parte de una perspectiva jerár- o también “similares”.
quica, en cuanto considera al hu- homoteleuton. Es un esquema o figu-
mano como aquel ser que confor- ra de dicción. Consiste en emplear
ma, por la condición que tiene su varios verbos que terminan del
alma de ser encarnada, el ínfimo y mismo modo, por ej., abiit, absces-
más remoto confín del mundo in- sit, etc., como señala Isidoro de Se-
teligible y, a la vez, el supremo del villa (cf. Etym. I, 36, 16). Se trata,
sensible. En cambio, la noción de pues, de un término técnico de la
microcosmos revaloriza este último gramática y de la retórica medieva-
aspecto, desde el momento en que les. Su característica hizo que deri-
acentúa el carácter de síntesis de un vara en un tecnicismo propio de la
ámbito de lo real, representado por paleografía. En efecto, este recurso
el hombre. En general, se ha con- de emplear, por ej., en un par de
siderado que, en dicha síntesis, ca- renglones sucesivos dos verbos que
da uno de los planos supera al an- terminan de manera semejante o
terior, incluyéndolo o integrándo- igual genera en el copista el error
lo. En estos términos aparece, por de confundir ambos renglones. De
honestas 330
I
I
I. Segunda vocal de la palabra affirmo, De este modo, el jactancioso es
esta letra señala, para los lógicos es- descrito como aquel que simula
colásticos, la proposición particu- glorias inexistentes o mayores que
lar afirmativa, así como la O (véa- las que posee, incurriendo en exce-
se), segunda vocal de la palabra ne- so, es decir, en una de las formas en
go, indica la particular negativa. que, aristotélicamente, se concibió
Por eso, han acuñado la expresión el apartarse de la virtud. Esto hace
“Asserit I, negat O, sed particulariter Tomás de Aquino (cf. S.Th. II-II,
ambo” (cf. Pedro Hispano, Summ. q.112 y q.110, a.2 ad 3) siguiendo
Log. 4, 18). a Alberto Magno (cf. Super Ethica
IV, 15).
iactantia. La jactancia se conside-
ra una actitud general de sober- id quod dicitur. Cf. hoc quod est.
bia, a veces, una forma de ésta; de
idea. La orientación preeminentemen-
ahí que se la asocie frecuentemente
te teológica del pensamiento du-
con términos próximos por su sig-
rante los períodos patrístico y es-
nificado como ostentatio o arrogan-
colástico hizo que se dejara en se-
tia. Paulatinamente, la i. va adqui-
gundo plano el interés gnoseoló-
riendo especificidad de pecado de
gico que esta noción revestía en la
la lengua pero siempre como ma-
Antigüedad. Así, durante la Patrís-
nifestación de la ya señalada sober-
tica, autores como Agustín de Hi-
bia. Así, Agustín de Hipona exami-
pona siguieron a Filón en la elabo-
na la relación de la jactancia con la
ración de la doctrina de las “ideas
laus (cf. De civ. Dei XII, 8) e Isi-
ejemplares” y su relación con el Lo-
doro de Sevilla la define como libi-
gos divino. Para el Hiponense, las
do gloriandi (cf. Differentiae PL 83,
ideas son “principalees formae quae-
44; Sent. 83, 697-699). Casi todos
dam, vel rationes rerum stabiles ab-
los autores han enfatizado el ele-
que incommutabiles, quae ipsae for-
mento de indiscretio con el que la
matae non sunt, ac per hoc aeter-
soberbia se traduce en i. y su con-
nae ac semper eodem modo se ha-
dición de autoalabanza que, al ser
bentes, quae in divina intelligentia
reflexiva, ensucia la boca de quien
continentur” (De div quaest. 46, 1-
la pronuncia. Han encontrado en
2). De esta manera, con el adveni-
la figura bíblica de Nabucodonosor
miento del Cristianismo, las Ideas
el personaje escriturario que la re-
del mundo inteligible platónico,
presenta. Por otra parte, su carácter
que siguen guardando sus princi-
de falsedad aparece ya antes de la
pales notas, se concentran –aun la
Escolástica adscribiendo también
Idea de materia– en la mente de
este pecado al de la mentira.
Dios, es decir, en el Logos o Verbo.
ideatum 336
Pero el Verbo divino es una de las ticipada por las criaturas, o sea, en
Personas del Dios uno y trino. Es- las semejanzas que las propias na-
to hace que, desde el punto de vis- turalezas específicas de éstas guar-
ta cosmológico, el Creador –ya no dan con las respectivas ideas con-
demiurgo– no contemple las Ideas tenidas en esa esencia. En este úl-
ejemplares fuera de Sí para produ- timo sentido, Dios conoce su esen-
cir el mundo, puesto que las con- cia como imitable en determinados
tiene en Él mismo: están conteni- grados, y como ratio o i. propia de
das en una de las Personas divinas. cada creatura. Así, se reitera el mo-
Correlativamente y desde el punto tivo aristotélico de la intellectio in-
de vista gnoseológico, con esta doc- tellectionis de Dios. Por otra parte,
trina Agustín explica al Verbo –en la multiplicidad de las ideas ut in-
cuanto instancia en la que se sub- tellectae no depende de las cosas, si-
sumen las ideas o esencias de todas no del intelecto divino que ve en
las cosas– como lumen que guía a cuántos modos puede reflejarse,
todo hombre hacia la primera ver- por participación, su propia esen-
dad que es Dios mismo. cia en las cosas.
Ahora bien, como se ve, esta ela- En cambio, al rechazar el realis-
boración del dato revelado es de mo, los nominalistas del siglo XIV
cuño claramente platónico. Al lle- tratan la i. en sentido gnoseológi-
gar a la Escolástica cristiana, se pre- co. Consideran que ella no signifi-
senta la dificultad de conciliar esa ca solamente in recto una cosa, sino
formulación con un esquema aris- que también significa o connota in
totélico, y en ese esquema importa obliquo (véase rectum) otra: el obje-
salvar, ante todo, la simplicidad ab- to y el acto de intelección. A par-
soluta de Dios como acto puro. En tir de esta concepción, abordaron
estos términos, el problema susci- la cuestión de las ideas en Dios con
tado fue explicar cómo puede darse otro enfoque: la idea –dice, al me-
una pluralidad de ideas en la esen- nos, Ockham– no refiere a la esen-
cia divina, toda vez que ella es ab- cia divina, puesto que las ideas son
solutamente simple y única. Tomás múltiples; la esencia de Dios, una.
de Aquino identifica precisamen- Tampoco nombra una relación real
te las ideas de Dios con su esen- entre Dios y las criaturas, ya que en
cia. Y sintetiza su propuesta de so- Dios no se da relación real que se
lución en S. Th. I, 15, 2 in fine, di- distinga de Él. Por el contrario, las
ciendo que la unidad de las diver- ideas que Dios tiene de las criaturas
sas ideas es el mismo intelecto divi- son las criaturas mismas conocidas
no, a cuya simplicidad no repugna directa, perfecta e individualmente
esa multiplicidad, en tanto que en por Él en su infinita omnisciencia
él las ideas no son sicut species qua (cf. In I Sent. d.35, q.5).
intelligitur, sino sicut quod intelligi-
tur. Dios conoce perfectamente su ideatum. En términos muy genera-
esencia y, por tanto, la conoce de les, este vocablo alude a lo conce-
cuantos modos es cognoscible. La bido mentalmente. Ahora bien, co-
conoce, pues, no sólo en sí misma, mo en el pensamiento medieval, la
sino también en cuanto que es par- idea (véase) no se refiere tanto a la
noción, cuanto a la esencia platóni-
337 idiomata
tum. Por otra parte, los autores me- tido estricto, se refiere a la falta de
dievales suelen distinguir entre un un conocimiento obligatorio por
aspecto interior –adorar en el co- las condiciones u officium de ese
razón a ídolos o falsos dioses que sujeto, como la de algunas nocio-
pueden ser aun la riqueza o la va- nes de fisiología en un médico. En
na ciencia– y un aspecto exterior esto último se distingue de la no-
que consiste en manifestar públi- ción más general de nescientia (véa-
camente una actitud idólatra (véase se). Se diferencia también del error
también adoratio y veneratio). (véase) en que éste es un tipo de
conocimiento, o se supone tal, só-
ignara ratio. Con muy poca frecuen- lo aparente en cuanto que es falso,
cia aparece esta expresión en la li- esto es, en la medida en que consi-
teratura medieval, aun en la tardo- dera verdadero un concepto o jui-
medieval. Señala un sofisma que, cio que no lo es. Así pues, se opone
en general, se funda sobre premisas no sólo al conocimiento, o sea, a la
cuyo contenido intencionalmente scientia sino a las virtudes intelec-
se oscurece. Se suele aplicar cuan- tuales. Algunos autores han aplica-
do se habla de lo infinito o abso- do a la i. las siguientes distinciones:
luto, atribuyéndole implícitamen- han llamado 1. i. simplex o negati-
te –de donde la falta de claridad– va a aquella en la que sólo se des-
lo que se conoce de lo que es fini- conoce lo verdadero sin adherir a
to y relativo. Por sus característi- lo falso, opuesta a la 2. i. prava dis-
cas propias, el pensamiento medie- positione por la que se adhiere a lo
val, y particularmente el escolásti- falso a través de sofismas; siguieron
co, tuvo muy presente el principio en esto a Aristóteles (cf. An. Post. I,
de finito ad infinitum nulla est pro- 16, 79b 23-29). También diferen-
portio; de ahí que el nombre de es- ciaron en Filosofía moral entre 3.
te sofisma sólo aparezca en referen- i. vincibilis, que es aquella que se
cia a los errores al respecto cometi- puede superar, opuesta a la 4. i. in-
dos por los antiguos, sobre algunos vincibilis. Más aún, en el mismo te-
de los cuales, no obstante, Cicerón rreno, se ha hablado de 5. i. ante-
mismo ya había advertido (cf., por cedens, que alude a un desconoci-
ej., De fato 12, 28). miento que precede a la voluntad
ignavia. Noción más psicológica que y causa una acción no recta, y 6. i.
moral, la i. indica la desidia y flo- concomitans, que es aquella que no
jedad que suelen acompañar, como ejerce influjo efectivo sobre la ac-
estado de ánimo, la pigritia (véase). ción.
Para Isidoro de Sevilla, el ignavus, Durante la última Edad Media y
es decir, el indolente, es el que ig- comienzos de la Modernidad, ad-
nora la vía, o sea, el que desconoce quirió particular importancia la ex-
el camino de la razón y la vida (cf. presión docta ignorantia (véase),
Etym. X, 142). cuyos antecedentes son rastreables
tanto en Agustín de Hipona como
ignorantia. En términos muy gene- en Buenaventura, pero que como
rales, indica la ausencia de conoci- noción alcanza su mayor desarrollo
miento en un sujeto que, por natu- en Nicolás de Cusa.
raleza, es capaz de conocer. En sen-
ignoratio elenchi 340
campo, dos líneas fueron susten- vicaria obiecti, es decir, una seme-
tadas: una floreció en el siglo XI janza o forma vicaria del objeto, en
y es la que defiende, por ej., Pedro tanto que hace actuar a la potencia
Damián, para quien Dios no só- correspondiente para que se dé el
lo no está limitado por un univer- conocimiento de dicho objeto.
so inteligible según cuyos princi-
pios ha sido creado el mundo, sino impressio. Voz usada en varios senti-
que su ilimitación, infinitud y om- dos: 1. en general, indica la recep-
nipotencia, pueden hacer inclusi- ción de una cosa en otra, siendo
ve que lo que existió no haya existi- ambas igualmente materiales, co-
do. Dios está, pues, más allá de to- mo la de la configuración de una
das las imposibilidades, aun la de mano en la cera; 2. en el campo
que una afirmación y su correspon- de la física medieval, señala la pro-
diente negación sean simultánea- ductio impetus, es decir, la impre-
mente verdaderas (cf. De div. om- sión que algo que se impulsa o lan-
nip. I). Contra esto reacciona To- za ejerce sobre el exterior de un en-
más de Aquino, diciendo que una te móvil; 3. en el plano teológico,
posición tal, si bien se puede con- puede aludir a la infusión en el al-
siderar no herética, es falsa (cf. De ma de los dones divinos; 4. en el
aet. mundi, 2 in fine), porque no es del conocimiento, se utiliza la ex-
contraria a la fe, pero sí a la razón. presión i. speciei para significar la
unión más profunda entre la ima-
impossibilia. Los así llamados “impo- gen y el sentido (véase impressa).
sibles” han sido objeto de obras es-
colásticas, por ej., el De impossibi- improbatio. Opuesta a la probatio, la
libus de Siger de Brabante, que a i. indica la refutación fundamenta-
veces se equiparon erróneamen- da de una tesis. No se trata, pues,
te a los insolubilia (véase). Sin em- de una mera desaprobación, ya que
bargo, se debe advertir que, siendo ésta no implica necesariamente la
ambos objetos de la lógica, los i. di- discusión y el aducir razones como
fieren de los insolubles por cuanto sí lo hace la i. El término es de an-
se refieren a cuestiones que involu- tigua data en la dialéctica medie-
cran contradicción intrínseca. val. De hecho, se encuentra en tex-
tos patrísticos. Así, por ej., Agustín
impraescindibiliter. Adverbio que se anota una función teológica de la
refiere a la imposibilidad de lle- i., atendiendo precisamente a la ex-
var a cabo una praecisio (véase) en plicitación de las razones en la re-
un término o en un concepto de la futación. Éstas, dice el hiponense,
realidad a la que remite. ponen en relieve el sentir de la Igle-
sia (cf. Conf. VII, 19, 25).
impressa. (Cf. species). Bajo la expre-
sión “species i.”, los escolásticos se- improbativus. Proviene de improba-
ñalan la semejanza del objeto cau- tio (véase). Es, pues, uno de los mo-
sada por la afección de éste en los di tractandi en el discurso filosófi-
sentidos. En general, corresponde, co medieval: aquel en el que se ob-
pues, a lo que hoy se llamaría “ima- jeta y se refuta una tesis, exponien-
gen sensible”. Así, definen el térmi- do las razones de dicha refutación.
no como una similitudo seu forma Dado que se procura así convencer
353 in
lo que contiene. Sobre esta base, pleto que tiene ese algo durante di-
los escolásticos en particular, indi- cho pasaje. En cambio, in facto esse
caron que una cosa puede estar en mienta su carácter de acabado: por
otra como en su subiectum, y así el ej., un cuadro es in fieri mientras el
instinto está en el animal, o el acci- artista lo dibuja y lo pinta, y es in
dente está en la sustancia, es decir, facto cuando ya está terminado. La
in alio; o bien como en su causa, y primera de estas locuciones escolás-
así se dice, por ej., que Dios está en ticas indica, pues, una cosa en fase
todas las cosas en cuanto causa de de cambio hacia un término de su
las mismas, aun cuando, por la per- devenir, o sea, la señala en un esta-
fección de su naturaleza, Dios esté do potencial respecto de su deter-
sobre todas ellas. minación actual. Al alcanzar dicho
término, reposa en la quies propia
in actu exercito-in actu signato. La del factum. Esto último conduce ya
distinción escolástica mentada por a la segunda expresión, por la que
este par de locuciones equivale a 1. se entiende aquello que existe ac-
la que se significa en castellano me- tualmente; más aún, se lo conside-
diante las expresiones “con hechos” ra, abstractamente, sólo en su ac-
- “con palabras”. Es el uso más di- tualidad. El uso de ambas locucio-
fundido. Una enseñanza, por ej., nes se hizo frecuente, en especial,
la del coraje como virtud, se pue- en el siglo XIII, debido a la adop-
de impartir a través de acciones va- ción de esquemas aristotélicos.
lerosas que lo ejemplifican o bien a Ejemplo de ello son los siguientes
través de la explicitación de su con- pasajes tomistas: C.G. II, c. 17, n.
cepto, fundamentos, etc. En el pri- 4; S. Th. I, q. 45, a. 2, ad 3.
mer caso, se enseña en qué consis-
te un acto de coraje in actu exer- in quale. Algo se predica i.q. cuando
cito; en el segundo, in actu signa- responde a una pregunta referida a
to. 2. En un empleo más restringi- la cualidad que posee un ente y que
do, estas expresiones aluden al co- le es extrínseca, por ej., albus res-
nocimiento. En este plano, se dice pecto de Pedro, ya que el hecho de
que se conoce actu exercito o direc- ser blanco no inhiere en su esencia.
te cuando el conocer se dirige a una Esta forma de predicación también
cosa en sí misma; y actu signatu o es llamada pure in quale (véanse in
reflexe, cuando el conocimiento se quale quid e in quid).
tiene por objeto a sí mismo, por
ej., a alguna de las facultades cog- in quale quid. Se dice que un término
noscitivas. Sin embargo, en este úl- se predica in q. q. cuando se afir-
timo orden, los escolásticos suelen ma de un sujeto una cualidad con-
preferir los respectivos sinónimos. cerniente a una de sus partes esen-
ciales, por ej., “rationalis” respecto
in alio. Cf. in se. del hombre. No se ha de confundir
con in quale (véase).
in fieri esse-in facto esse. Con la pri-
mera expresión los autores medie- in quantum. Expresión que pue-
vales aludieron, en general, al pa- de aludir al hecho de que el suje-
saje de la potencia al acto, subra- to y el atributo son convertibles o
yando así la condición de incom- que el primero se infiere del segun-
355 inadaequata
ría dada por el mero hecho, expre- por tanto, se opone a “colectivo”.
sado por vía negativa, de que no di- A veces, se utiliza como sinónimo
fieren. De tal manera, las especies de “singular”; pero, en rigor, éste
se definen como la in-diferencia de es el opuesto de “universal”. Espe-
los individuos. cíficamente se llama “concepto in-
dividual” a la representación men-
indignatio. La indignación provie- tal que es exclusiva y propia de un
ne de la ira en su dimensión ética único individuo. En consecuencia,
(véase iracundia, in fine). Por eso, la determinación de la naturaleza y
así como se puede dar una ira mala el status de tal representación con-
y una ira bona, la misma ambiva- cierne al problema de la cognosci-
lencia presenta el término que nos bilidad del individuo, que el pen-
ocupa. En efecto, se habla escolás- samiento griego en general –y, en
ticamente de la i. en cuanto eno- particular, Aristóteles– negó, soste-
jo contra alguien de quien se ha re- niendo que sobre el individuo no
cibido una ofensa que el injuria- puede haber ciencia y, por ende,
do cree, equivocadamente, no me- no puede haber concepto en sen-
recer, es decir que se considera in- tido propio.
dignus de ella. En este caso se trata Durante la Edad Media, Tomás
de la i. en su aspecto negativo. Pe- de Aquino sigue, en líneas genera-
ro la palabra –y las voces con ella les, el pensamiento aristotélico so-
relacionadas– se usa también pa- bre este punto. En cambio, Duns
ra aludir a la tristitia (véase) que Escoto y Guillermo de Ockham se
no es envidia y que señala la reac- inclinan por la posibilidad de un
ción de alguien al contrariarse por concepto i. (véase individuum), al
el bien, generalmente material, re- admitir un tipo de conocimiento
cibido por alguien que no es digno intuitivo.
de él, como indica Tomás de Aqui-
no (cf. S.Th. II-II, q.158, a.7 c y individualitas. A pesar de ser ésta una
q.36, a.2 c). palabra más bien propia de la mo-
dernidad, en la Edad Media se re-
indirectum. Se denomina así a lo gistra en Avicena, como consta, al
que tiende a su término de mane- menos, en la traducción venecia-
ra oblicua o a través de mediacio- na del 1508 de su Metafísica. Avi-
nes. En la Edad Media, este adjeti- cena usa el término i. para referir-
vo se ha aplicado tanto al predica- se 1. a una cierta disposición que
do como al silogismo. En efecto, se sobreviene al alma en el mismo ac-
llama praedicatio indirecta a aque- to en el que ella se une al comple-
lla en la que se predica de un sujeto jo corpóreo propio de cada hom-
algo que es menor que él, como la bre, disposición en virtud de la que
especie del género; y syllogismus in- esa alma resulta precisamente indi-
directus a aquel silogismo cuyo tér- vidual. La utiliza también para alu-
mino menor se predica del mayor dir a 2. lo que, junto con la exis-
(véase syllogismus, in principio) . tencia actual, hace que la sustancia
individuale. En lógica, se califica de primera se distinga de la segunda.
“individual” al concepto o térmi- Por ello, y en general, se puede de-
no que se refiere a un solo sujeto; cir que, para Avicena, la i. resulta
361 individuatio
lla habla de tres grandes clases de i.: Contra esto reacciona el molinis-
la necesidad, el hado y la armonía mo, afirmando que la predetermi-
(cf. Theol. I, 17). 3. la acción del al- nación intrínseca siempre mueve a
ma sobre el cuerpo, acepción de i. la voluntad de modo irresistible, de
menos usada en el Medioevo, pe- manera que el conflicto aludido no
ro que alcanza gran extensión en la queda resuelto en la propuesta to-
Modernidad. mista. Por eso, la solución ofrecida
Para el caso del influjo de la vo- por Luis de Molina sobre la coordi-
luntad divina sobre la humana, lo nación de la causa primera y las se-
cual constituye toda una larga po- gundas, consideradas parcialmen-
lémica, se reservó la expresión i. te, se orienta a la teoría del concur-
physicus (véase). so simultáneo (véase concursus).
influxus physicus. Esta expresión apa- informatio. Es lo que la forma, ya sea
rece en la Edad Media, sobre todo, sustancial o accidental, produce
a propósito del problema acerca en la materia primera o segunda,
de cómo se conjugan omnipoten- cuando se une a la misma. Pero se
cia divina y libre albedrío humano. ha de señalar que tal unión no con-
Una de las propuestas de solución siste en una mera yuxtaposición, si-
es la que se conoce con el nombre no en una modificación real de la
de praemotio physica. Fue elabora- materia; así ocurre, por ej., en la i.
da por el tomismo sobre la base de del alma respecto de la materia a la
su teoría causal, que distingue en- que se une: hace ser a ésta un cuer-
tre causa primera y causas segun- po vivo. A su vez, lo que la mate-
das o intermedias (véase causa). Se- ria produce sobre la forma en el ac-
gún esta doctrina, Dios promueve to es la individuación: en efecto, es
intrínseca y “físicamente” las causas la materia la que hace que, por ej.,
segundas en la acción, sin que por la belleza sea belleza de esta flor y
ello se suprima el libre albedrío, no de otra.
puesto que ellas, en toda la opera-
ción, dependen siempre de la efica- informitas. Es la condición de lo in-
cia de su primera causa. En ese sen- forme, esto es, de lo que carece de
tido, el “previo” i. ph. de Dios se forma. Ya desde la Patrística, se uti-
considera necesario: de ahí el nom- lizó este término, en los comenta-
bre de prae-motio. Pero cabe aclarar, rios al Génesis, para aludir a una
en primer lugar, que el i. ph. no es suerte de materia prima a partir de
una moción que vuelva superflua la la cual Dios habría creado las subs-
acción de la causa segunda; en se- tancias. Pero, como lo que care-
gundo lugar, tampoco requiere la ce de forma no puede existir, quie-
voluntad humana para elegir esto y nes plantean en su exégesis esta i.
no lo otro; en tercer término, no es no suelen pensarla como una “co-
asistencia divina puramente extrín- sa”, sino como condición de posi-
seca. Se trata de una pre-moción en bilidad de la creación de las cosas.
cuanto a su prioridad causal, y no Una segunda característica es que,
cronológica, o sea, una predetermi- en dicho contexto, tal i. es, por de-
nación causal y no formal. finición, aquello capaz de recibir
una forma. Con este sentido apa-
ingenium 372
rece el término, por ej., en Agustín cuente como este último, el verbo
(Conf. XII, 4, 4). inaherere que indica, ontológica-
mente hablando, una dependencia
ingenium. Señala la inteligencia, o denominada “inhaesivam”.
más estrictamente, el talento na-
to para algún arte o disciplina en innitentia. Voz propia del plano me-
particular. Así, suele complementar tafísico, indica el hecho de apoyar-
al usus, entendido como práctica o se en otra cosa. Esto se puede dar
frecuentación. No obstante, en al- ya sea como la parte en el todo, ya
gunos casos el par i.-usus aparece a sea como la forma en el subiectum,
manera de contraposición. En es- ya sea como la materia en el suppo-
te sentido emplea el término Pedro situm. Con todo, no se ha de con-
Abelardo cuando se refiere a la Ló- fundir con la inaherentia (véase), ya
gica. Dice, en efecto, que ella es la que esta última señala el inesse pro-
única disciplina en la que se pro- pio de los accidentes y signa, por
gresa gracias al i., esto es, a la capa- tanto, una dependencia ontológica
cidad mental, siendo vanos sin ésta que de ninguna manera se da en la
los esfuerzos de la práctica y el es- i., como se puede ver en los casos
tudio (cf. Hist. cal., in medio). mencionados.
ingenuus. Debido a los posibles equí- innominatum. Los lógicos y gramáti-
vocos que suscita la semejanza en- cos medievales traducían con esta
tre el latín y las lenguas romances, voz el “tó anónymon” mencionado
hay que tener presente que esta voz por Aristóteles en el De int. 19b 6,
indica, en primer lugar, una condi- es decir, el término que, como “no-
ción social: la del hombre que, en casa”, no es, estrictamente hablan-
el seno de una sociedad determina- do, un nombre. Sin embargo, y si-
da, nace libre. De modo derivado, guiendo en esto también al Estagi-
señala la libertad interior y la con- rita, prefirieron considerarlo nom-
secuente nobleza de sentimientos, bre indefinido y llamarlo así “infi-
lealtad y sinceridad. A su vez, fue nitum”, lo cual también se aplicó a
este último matiz el único que se verbos como “no sana” (véase infi-
conservó, al menos parcialmente, nitum 1).
en el español “ingenuo” para desig-
nar a la persona sin malicia alguna; inopinabile. Se conoce con este nom-
de ahí pasó a aludir ocasionalmen- bre uno de los propósitos del silo-
te al inexperto, siendo que, en la- gismo sofístico. Consiste en arribar
tín medieval, este último sentido se a una conclusión contraria a la opi-
acerca al del término insolens (véa- nión de todos o de la inmensa ma-
se expers). yoría, opinión confirmada por el
intelecto, por ej. “nada crece” (cf.
inhaerentia. Es la condición de lo que Pedro Hispano, Summ. Log. 7, 2).
inest, es decir, de lo que inhiere en
otra cosa. Designa, pues, el mo- inquantum. Partícula propia del léxi-
do de ser propio del accidente, cu- co escolástico, se suele traducir por
yo esse consiste en justamente en “en cuanto”. Indica, en primer lu-
un inesse (véase). De hecho, exis- gar, una relación con lo dicho in-
te también, aunque no es tan fre- mediatamente antes; en segundo
373 insolubilia
ción de otras más simples, la cues- cepción aristotélica del valor y di-
tión se reduce a una mera confron- namismo de la potencia hacia esa
tación. Y en ella se descubre que la entelequia que es su razón de ser.
simultaneidad atribuída a las partes En cuanto a la expresión i. natu-
de la línea sólo significa que éstas rae es propia de Duns Escoto. Es-
no se distinguen por una categoría te autor la emplea para explicar el
temporal, ya que son precisamen- conocimiento que Dios tiene de
te simul. Análogamente, los instan- los futuros contingentes. Dice, en-
tes son partes del tiempo distintas, tonces, que para imaginar una co-
pero simultáneas en el espacio. Es- sa i. naturae, esto es, con una ante-
to indica ya la imposibilidad de es- rioridad de naturaleza, es necesario
tablecer cualquier prioridad lógi- imaginar que se da en un instante
ca entre los conceptos de espacio y en el que la segunda no existe. Por
tiempo y, por ende, de punctum e i. su parte, Ockham se opone a esta
Ahora bien, éste es, en cuanto indi- posición (cf. Exp. Aurea 85a).
visible, el concepto límite del tiem-
po. Por ello, no se lo puede consi- instantia. Tiene dos significados: 1.
derar, en rigor, como una parte del lógico; 2. metodológico. 1. En ló-
tiempo conceptualmente unívoca gica medieval, se llamó así a la pro-
respecto del todo. posición que se opone a otra por
Por lo demás, el i. ha sido con- contradicción, por ej., “El oro no
siderado el presente temporal, en es translúcido” constituye la i. de
virtud justamente de su indivisibi- “El oro es translúcido”. 2. Por ex-
lidad, dado que, si fuera divisible, tensión, también indica la impug-
daría lugar a dos partes de tiempo, nación de la respuesta dada a un ar-
una pasada y otra futura, debido a gumento, por lo que se puede tra-
la esencial sucesión de aquél. Pero ducir, en principio, por “objeción”.
ambas partes resultarían, a la vez, Así, por ej., en In An. Post.I, l.9, n.
simultáneas por ser del mismo i. 51, 73ª 32, Tomás de Aquino escri-
Éste debe concebirse, pues, dialéc- be: “Non enim fertur i. contra pro-
ticamente, es decir, como pertene- positionem universalem nisi quia de-
ciente al tiempo, pero en oposición ficit aliquid eorum quae per eam sig-
a su continuidad sucesiva. Sin em- nificantur”. Cf. obviatio.
bargo, y correlativamente, el i. es lo instar. Término cuyo significado es
indivisible en el que el tiempo exis- “que vale por” o aun “que hace las
te. En efecto, el tiempo existe en el veces de” o “que está en lugar de”.
instante, cuyo valor es el de actua- En textos tempranos de la Edad
lizar un pasado y anticipar un fu- Media, suele aparecer para seña-
turo que, por distintas razones, no lar morfológicamente las clases de
se identifican con él mismo. Así, términos; así, por ej. el sustantivo
constituye un punto de intersec- (véase substantivum) supponit o su-
ción entre el ser y el no ser. En es- ple, es decir, que “está en lugar de”
te sentido, la noción que nos ocu- lo que subsiste por sí: i. per se stan-
pa da razón a la intuición platónica tis.
de la composición de ser y no ser.
Pero también se inserta en la con- institutio. Tiene el sentido general de
imposición, establecimiento o de-
instrumentum 376
ipseitas. También con esta voz Duns y el complejo, pudiendo ser ambos
Escoto indica una nota de las que positivos o negativos. Así, la delec-
son típicas de su metafísica: la tatio, en cuanto aproximación a un
“mismidad”, en el sentido de la bien es simple y positivo; la tristi-
singularidad intrasferible de la co- tia, en cuanto aversión a un mal
sa individual. Con todo, suele pre- es simple y negativo. En cambio,
ferir el vocablo haecceitas (véase). el amor amicitiae es movimien-
Tal vez se podría señalar un míni- to complejo y positivo, ya que, en
mo matiz de diferencia entre am- el amor de amistad hay dos obje-
bos términos: este último responde tos: el bien querido y la persona pa-
a una perspectiva que claramente ra quien se lo quiere (véanse). Lo
es ex parte rei; en cambio, parecie- propio de la i. es que constituye un
ra que Duns elige el que nos ocu- movimiento complejo y, a la vez,
pa cuando opta por el enfoque ex mixto. En efecto, por ella el suje-
parte mentis. De todos modos, es- to desea, de la persona por quien
tá claro que la i. es absolutamen- se considera injuriado, venganza
te real: le pertenece intrínsecamen- o reparación. Así, con razón o sin
te a la cosa. ella –se trata de una pasión– per-
cibe dicha reparación como algo
ira. El significado de este término se bueno, y la persona de la que bus-
encuentra en dos planos: 1. el an- ca vengarse, como mala. Por eso, la
tropológico-psicológico, como pa- ira resulta causalmente de la com-
sión; 2. el ético, donde se conside- posición de otras pasiones: la tris-
ra la ira pecado o vicio. Tanto co- teza es causada por el odio de la in-
mo pasión como en cuanto vicio, juria y del injuriante y por la actua-
ha recibido un extenso tratamiento lidad de tal mal; el apetito de ven-
sea en la Patrística, sea en la Esco- ganza o reparación es causado por
lástica. Ello obedece a su comple- el amor al propio honor y por la es-
jidad. Más acá de ésta, en ambos peranza de recuperarlo; al mismo
planos queda asociada con la vin- tiempo, intervienen el placer de la
dicatio (véase) o venganza. Agus- recuperación esperada y la audacia
tín de Hipona, por ej., caracteriza para repeler la ofensa recibida. Pa-
la naturaleza o esencia de la ira di- ra que la ira tenga lugar no basta
ciendo que es el vigor de la justicia con que la injuria recibida –genui-
vindicativa, al tiempo que advierte na o sólo percibida como tal– sea
que sólo analógicamente se predica mínima, dado que, en ese caso, só-
de Dios (cf. De doctr. christ. II, 2, lo suscita desdén. Su gravedad de-
3). Pero los análisis que distinguen be ser capaz de provocar el apetito
más prolijamente entre los dos pla- de venganza. Respecto de los efec-
nos señalados se llevaron a cabo en tos de la i., se han enumerado los
la Escolástica. siguientes: deleite, puesto que im-
1. como pasión, la i. no se iden- plica el regodeo en la venganza; fer-
tifica con la potencia irascible, aun- vor o efervescencia en el corazón y
que le dé su nombre, ya que es una todo lo que ello trae aparejado, co-
pasión del apetito irascible. Aho- mo consecuencias físicas; ostaculi-
ra bien, el acto del apetito presenta zación del uso de la razón, preci-
dos tipos de movimiento: el simple
iracundia 390
samente por la alteración corporal teles (cf. Et. Nic. IV, 5, 1126 a 18),
recién señalada; y taciturnitas (véa- los escolásticos entendieron que el
se), en parte, porque esta última di- desorden se puede dar también res-
ficultad impide la formulación de pecto del origen y de la duración
los juicios (cf., por ej., Tomás de de la i. En cuanto a su origen es
Aquino, S.Th. I-II, qq. 46-48). desordenada en los que se irritan
2. desde el punto de vista moral, por cualquier motivo leve. En lo
en cambio, algunos autores medie- que hace a su duración, lo es cuan-
vales, precisamente para distinguir do perdura exageradamente, co-
la ira como pasión de la ira como mo en la memoria del rencoroso,
vicio capital, prefirieron reservar o cuando se encarniza tenazmente
para esta última el término “ira- como en los implacables. Tomás de
cundia” (véase). Sin embargo, esta Aquino acepta la enumeración que
distinción no se verifica en todos, hace Gregorio de las “hijas” de la i.
de manera que, muchas veces, sólo (cf. Moral. 31). Así, dice que ellas
el contexto permite discernir cuán- son; la riña, la inflamación del espí-
do se habla de la ira como pasión y ritu, la injuria, el clamor o insulto,
cuándo se la aborda como vicio. la indignación y la blasfemia. Co-
mo sucede con el resto de los peca-
iracundia. Hábito que proviene de la dos capitales, cuando los actos de
ira como acto o pasión. Así pues, i. y sus derivados se consolidan en
señala la dispositio del sujeto a lo el hábito, se convierte en vicio ca-
que se ha dicho respecto de la ira pital. Respecto de los remedios an-
(véase). A diferencia de ésta, la i. te el asedio de este pecado, es in-
constituye un vicio –y, por ende, su teresante el énfasis puesto en la re-
estudio pertenece al plano ético– presión de sus manifestaciones más
cuando se aparta de la recta razón. que en neutralizarla interiormen-
En tales casos, lo hace por exceso te. Pedro Damián, por ej., admite
o por defecto; así, un sujeto moral su propia tendencia a los estímulos
puede encolerizarse más de lo con- de la i., relatando con cierto orgu-
veniente o bien no reaccionar aira- llo que, no obstante, no le concede
damente ante una injusticia, una su lengua, sus manos ni sus gestos
ofensa a Dios o ante su propio pe- (cf. Epist. 80).
cado. Así pues, el hecho de enco-
lerizarse y aun de no reprimir es- irascibilis. Los escolásticos, en parti-
te movimiento anímico no confor- cular, aplicaron este término a una
man por sí mismos un mal moral, de las especies del apetito (véase ap-
ya que se puede dar una ira bona: petitus 2.2.). A diferencia del con-
aquella con la que se reacciona an- cupiscible –que se refiere a lo bue-
te alguna forma del mal. Se consti- no o a lo malo en cuanto tales– el
tuye en falta moral sólo cuando se apetito i. tiene por objeto el bien
desoye el orden racional ya sea res- difícil, arduo de obtener, aquel cu-
pecto del objeto, por ej., castigan- ya consecución requiere esfuerzo.
do a alguien odiado, o por la inten- Por eso, las pasiones que de él de-
sidad de la dirección, por ej., exce- rivan son: la esperanza y su contra-
diéndose en el celo con que se de- ria, la desesperanza; el coraje y su
fiende lo justo. Siguiendo a Aristó- contrario, el temor; y la ira. Tomás
391 itinerarium
colástico, por lo menos, hasta el si- tuye una de las etapas o pasos cen-
glo XIII, suele reemplazar a mystica trales en el proceso del acto libre:
(véase) o mistica, término que, en de hecho, en el consensus (véase), la
cambio, es más frecuente durante voluntad acepta apelar a algún tipo
la Patrística. de mediación para alcanzar el bien
que persigue, pero es el intelecto el
iudicare. Es el proceso por el que se que determina cuál medio en par-
llega al iudicium (véase). Se ha de ticular se ha de emplear, formulan-
prestar atención al hecho de que en do así lo que se conoce como “jui-
los autores medievales de tradición cio práctico”.
agustiniana, como Buenaventura, En cuanto al 3. plano estricta-
equivale a abstrahere (véase): “ad mente lógico, cabe advertir que,
nostrum intelligere concurrit recipere en rigor, esta palabra no es frecuen-
et iudicare, sive abstrahere et suscipe- te en el vocabulario técnico de la
re” (In Sent. II, d.24, p.1, a.2, q.4). Edad Media, puesto que la Lógica
iudicium. En general, significa “jui- medieval, como así también la re-
cio”. Etimológicamente, proviene nacentista, tendieron a asimilar la
de ius dicere, una de cuyas traduc- forma de aprehesión racional que
ciones posibles es “pronunciar un implica el i., a su expresión en la
veredicto” o, en el sentido más lato, propositio (véase), por lo cual el tér-
“anunciar alguna determinación”. mino “proposición” puede corres-
En la Escolástica, este vocablo se- ponder a lo que, lógicamente, hoy
ñaló, en primer lugar, 1. la recta denominamos “juicio”. Para el tra-
determinación del “justo” en sen- tamiento que, en particular, hace
tido bíblico (véase iustitia). De ma- Ockham de este punto, véase assen-
nera derivada y más amplia, alu- sus, in fine.
dió a 2. toda recta determinación Desde el 4. punto de vista éti-
del alma humana, ya sea de índo- co, el vocablo aparece en los textos
le especulativa, ya de índole prác- tanto patrísticos como medievales.
tica, dado que la segunda se funda Agustín de Hipona, por ej., consi-
en la primera. En su acepción de dera que el i. es una función pro-
2.1. determinación especulativa, pia del espíritu humano, en la que
versa sobre las cosas representadas la sensibilidad no tiene parte algu-
mentalmente, y establece la verdad na; de ahí que a través del juicio, el
o falsedad de los conceptos mismos alma muestre su trascendencia res-
y/o de la relación que se da entre pecto de los demás seres vivientes.
ellos. Así pues, el i. de la mente hu- El Hiponense diferencia entre co-
mana se verifica secundum vim in- nocimiento y juicio diciendo que
tellectualis luminis, y consiste en la conocer es percibir lo que una co-
aprehensión racional de una reali- sa es; juzgar es apreciar lo que debe
dad, tal como ésta es en sí, a partir ser. Para ilustrar esto, Agustín apela
de la adecuada disposición de las al ejemplo del artesano cuando és-
potencias cognoscitiva y apetitiva. te estima el valor de su obra (cf. De
Si la determinación es de natura- vera rel. XXXI, 58). Los escolásti-
leza práctica, se tiene precisamen- cos han relacionado el i. más direc-
te el 2.2 i. practicum, el que consti- tamente con las determinaciones
393 ius
L
L
laetitia. Se traduce por “alegría” y se de los místicos especulativos y, en
define como la affectio o commotio particular, de Bernardo de Clair-
del alma por la que ésta se regocija vaux (cf. In Cant. LI, 3) y Ricardo
con el bien presente o representa- de San Víctor. Éste remite al texto
do. Consiste en la posesión espiri- de Isaías I, 5: “La cabeza está enfer-
tual de ese bien. Así pues, muchos ma y el corazón languidece”. Con
la incluyen entre las pasiones, aun- dicha expresión alude al tedio im-
que no lo es estrictamente, ya que paciente del deseo de Dios, has-
su correlato es la delectatio (véanse tío que provoca disgusto por todo
delectatio y passio). Por otra parte, y lo que no es Él. Se manifiesta, ade-
aunque el bien objeto de la l. es co- más, como debilidad duradera que
nocido por el intelecto, se conside- enerva al cuerpo (cf. Ep. Sev. II, 11;
ra ordenada en la voluntad. De statu int. hom. I, 11-12).
laevitas. Indica el carácter de lo terso. latio. Esta voz es sinónimo de transla-
Lo físicos medievales han definido tio; así, alude al motus (véase) latio-
esta propiedad como la del cuerpo nis, es decir, a uno de los tipos de
cuyas partes convienen en su su- movimiento o cambio, el local, que
perficie o acuden homogéneamen- se da precisamente cuando el su-
te a ella. No se ha de confundir con biectum se transfiere o es transferi-
la levitas (véase). do de un lugar a otro.
laicus. Por oposición al clericus (véase), latitatio. Se podría traducir esta pala-
el l. en la Edad Media era quien, bra por “latencia”, ya que hace alu-
por no pertenecer al clero, no te- sión al estado latente de algo. Sue-
nía allanado el acceso al estudio. le aparecer en el contexto del pro-
Así, el término designa al iletrado, blema de la procedencia de las for-
de donde el moderno “lego” que, mas corporales. En efecto, algunos
con mayor particularidad, señala autores sostuvieron que éstas pro-
hoy en español al que es ignoran- ceden, en parte, ab extrinseco, en
te o profano en una disciplina. Por cuanto que son llevadas al acto por
eso, se utilizaban para él, como ve- un agente; y, en parte, ab intrinse-
hículo de información y, sobre to- co, en cuanto que preexisten poten-
do, de edificación moral, las artes cialmente en la materia. En este úl-
visuales, especialmente, la pintura timo sentido, se afirma la 1. l. for-
(véase pictura). marum. También se ha hablado de
una 2. l. scientiarum et virtutum,
languor. Esta palabra, que general- queriendo significar con ello que
mente aparece en la expresión l. toda virtud y toda ciencia preexis-
amoris, es propia del vocabulario ten naturalmente en el alma, co-
397 lectio
levitas. La levedad se define por opo- sal como cierta fuerza que mueve la
sición a la gravitas (véase), es decir materia de modo uniforme y cons-
que señala la condición de lo que tante; así lo expresa, por ejemplo,
tiende a alejarse del centro de la tie- Zenón en su De natura. A juzgar
rra. En cuanto categoría contraria a por testimonios, Sócrates había su-
la de gravedad o pesantez, le atañe brayado, en cambio, el aspecto éti-
la discusión que, sobre bases plató- co de la l., viendo en la ley no es-
nico-aristotélicas, se sostuvo al res- crita –cuyo valor es divino y tras-
pecto en la Edad Media. cendente–, el fundamento de la es-
crita.
lex. Muy en general, la “ley” expresa El pensamiento judeo-cristiano
siempre un deber ser, por el cual recoge, en cierto modo, ese plan-
se exige que algo sea y opere según teo atribuido a Sócrates, contrapo-
un orden que, de alguna manera, le niendo la ley literal al espíritu que
es propio. Por otra parte, dicho de- la anima. Pero lo propio de la con-
ber ser suele implicar, además, una cepción judeo-cristiana en lo que
cierta necesidad y validez universal toca a este punto es que conside-
que, precisamente, vuelven inteli- ra el designio divino como ley su-
gible lo que la l. indica. prema y eterna, en la que reside la
La diferencia entre la l. y la regu- razón de ser de todo cuanto con-
la (véase) radica en que esta última cierne no sólo al orden del universo
se presenta frecuentemente como físico, sino también al último fun-
la especificación de una determina- damento de la actividad moral. La
da norma, es decir, de una ley que obligación moral es, entonces, ab-
concierne sólo a la actividad huma- soluta porque liga la voluntad hu-
na; así, se habla, por ej., de “reglas mana a una Voluntad que la tras-
de Gramática”. Según algunos au- ciende en todo sentido y que, en
tores, en la historia del pensamien- tanto ley eterna, manda consevar
to se ha considerado primero la l. el orden natural y prohibe turbar-
en su aspecto ético-político, descu- lo. Así se expresa, por ej., Agustín
briéndose luego la posibilidad de de Hipona (cf. Contra Faust. XXII,
enunciar, por analogía, leyes físi- 27). La ley moral, en cuanto parti-
co-naturales. Así, muy lentamen- cipa de esa ley eterna en la natura-
te se llegó a dar relieve al concep- leza racional del hombre, es una ley
to de l. como necesidad inmanen- natural, fundamento a su vez de la
te a ciertas estructuras de las co- ley escrita. Esta última es promul-
sas, que se vieron como efecto de gada por Dios o por los hombres
una causa trascendente a la natura- mediante signos sensibles. De esta
leza misma. En la Antigüedad, es- manera, se puede expresar y difun-
ta necesidad inmanente fue expre- dir el valor absoluto del Bien, ya
sada, en particular, por Aristóteles, que en él está la causa y, a la vez, el
mediante su concepto de naturale- fin de la ley. Isidoro de Sevilla ob-
za, o primera determinación inte- serva que l. viene “a legendo”, va-
rior, según la cual opera todo agen- le decir de leer, porque está escrita.
te (cf. Fís. II, 1, 192 b 20-23). Por Teniendo presente el derecho anti-
su parte, y con otro espíritu, los es- guo, señala que toda ley o permi-
tocios se refirieron a la ley univer-
lexicon 400
llama calamus Dei. Desde esta pers- se ejerce dominio, lo cual se cono-
pectiva, el mundo se concibe como ce genéricamente con el nombre de
un libro oscuro que es iluminado pecunia, o sea, “dinero” (cf. De doc-
por la Escritura (cf., por ej., Brev. tr. christ. 6).
2, 11; Itin. mentis ad Deum 3, Coll. Estas ideas agustinianas pasan a la
in Hexaem. XII, 8-12). Esto cons- Escolástica y confluyen con la base
tituye un tópos en la literatura me- aristotélica (cf. Pol. III, 9, 1256 b
dieval, ya que se reitera en Alain de 30) que había ampliado la materia
Lille y en muchos otros autores. de la l. también a las riquezas na-
Respecto de los títulos célebres turales. Para Tomás de Aquino, su
que en las obras citadas en la Edad objeto es el dinero y todo lo que se
Media incluyen explícitamente es- puede estimar en términos mone-
ta palabra, cabe mencionar dos: el tarios. Como virtud, la liberalidad
Liber de causis y el Liber XXIV phi- exige una racional proporción en
losophorum. El primero, atribuí- el dar o distribuir la riqueza que es
do erróneamente a Aristóteles has- propia. Con todo, no es una espe-
ta que Tomás de Aquino despeja el cie de la justicia, porque ser justo es
equívoco, es de Proclo. El segundo dar a otro lo que es suyo; ser libe-
constituye una obra anónima que ral es darle de lo propio. Así pues,
se supone escrita en la transición no se funda en el debitum, como
de los siglos XII y XIII. Se trata de señala el Aquinate (cf. S.Th. II-II,
un texto hermético que se cree ha q.117, a.5).
sido redactado por varios autores.
El número 24 obedece al hecho de libertas. En 1. la dimensión jurídica,
que su breve contenido está con- l. alude a un privilegio o prerroga-
formado por 24 sentencias neo- tiva sancionados por ley; en este or-
platónicas, comenzando por la de den, se habla, por ej., de las liber-
Dios como mónada suprema. En el tates pertenecientes al fuero de la
marco del neoplatonismo, presen- universidad medieval. En 2. el pla-
ta una cosmovisión que oscila entre no antropológico-ético, es un tér-
monismo y panteísmo, pero que, mino que aparece empleado en los
no obstante, intenta salvar la tras- textos patrísticos y escolásticos tan-
cendencia de Dios y su alteridad to en sentido estricto como en sen-
respecto de las cosas. tido lato. 2.1. En el primero, este
concepto está vinculado con el de
liberalitas. Noción opuesta directa- liberum arbitrium (véase) y se en-
mente a la avaricia, la l. indica una tiende a partir de este último. En
virtud que se distingue también particular, se han de tener presen-
de la prodigalidad, como ya seña- tes dos notas propias de la noción
la Agustín de Hipona (cf. Conf. II, de libre albedrío: la central es la
6, 13). Es propio de la virtud usar que lo hace derivar en capacidad de
bien de aquello que podríamos uti- elección; otra es la que lo relacio-
lizar mal (cf. De lib. arb. II, 19). La na con la opción entre bienes su-
liberalidad es virtud precisamente periores, medios e inferiores. Res-
porque consiste en el recto uso de pecto de la primera nota, hay que
las cosas materiales, de todo lo ma- considerar que en la elección siem-
terial que se posee y sobre lo que pre se margina un bien, aunque sea
liberum arbitrium 402
ínfimo, en pro de otro; respecto de libre albedrío. Con todo, esta ex-
la segunda, hay que tener en cuen- presión se ha de entender como
ta que una voluntad perfecta es la condición para el ejercicio perfec-
que se identifica con los bienes su- to del liberum arbitrium y no en el
premos. Así pues, tanto en el caso sentido estricto de aequilibrium in-
del bienaventurado como en el de differentiae (véase), ya que esta úl-
Dios, no se puede hablar estricta- tima locución se usa para nombrar
mente de libre albedrío: en el del una polémica que tiene lugar supo-
bienaventurado, la opción no se niendo una radicalización de la l.
presenta, desde el momento en que indifferentiae. 2.2.. l. contradictio-
ya no hay atracción ejercida sobre nis, que es la libertad de llevar a ca-
su voluntad por los bienes inferio- bo una acción o abstenerse de ella;
res; en el de Dios, porque Él mis- y de 2.3. l. contrarietatis, que es la
mo es el Bien del que participan de hacer esto o aquello.
o en el que se subsumen todos los
bienes relativos. Así pues, el térmi- liberum arbitrium. El tema del libre
no se tradujo por “libertad de libe- albedrío es uno de los que tipifi-
ración” para el primer caso; y “vo- can el pensamiento judeo-cristia-
luntad libérrima”, para el segundo. no, tanto durante el período patrís-
En virtud de este desarrollo, se re- tico como en el medieval, precisa-
visó ya en la Patrística el concep- mente por estar vinculado de mo-
to de libre albedrío, optándose en- do directo con el de la parte de res-
tonces por considerar que su no- ponsabilidad que compete al hom-
ta esencial es la del ser dueño del bre en la salvación. En líneas muy
propio querer, y no la de la capaci- generales, y en términos negativos,
dad de elección, puesto que, en es- se puede caracterizar el l. a. como
te último caso, no se podría llamar ausencia, por una parte, de coac-
“libre” a Dios. Así aparece, por ej., ción; por otra, de necesidad. Pero
Agustín de Hipona (cf. De corr. et su nota esencial es positiva y seña-
gratia 13, 42). Con todo, la Esco- la la posibilidad de elección sobre
lástica, preocupada por otros aspec- la base de dichas ausencias: simpli-
tos en el tema general de la libertad ficando los términos, las primeras
humana, tendió a perder esta dis- indican la “libertad de”; la segun-
tinción entre l. y liberum arbitrium da, la “libertad para”.
y a utilizarlos cada vez más frecuen- En la Antigüedad, fueron los es-
temente como equivalentes. toicos quienes más estudiaron este
En 2.2. sentido amplio, el voca- concepto. Para el estocismo, la li-
blo l. se utiliza muchas veces ya sea bertad humana es, fundamental-
como sinónimo de voluntas (véa- mente, autodeterminación, o sea,
se), ya sea –y más a menudo aún– el tener en sí mismo el principio de
como equivalente de liberum arbi- los propios actos. Tal concepción
trium. Por eso, se habla de: 2.1. l. pasa a la Patrística, de modo que
indifferentiae, para aludir a la au- Orígenes, por ej., va aún más allá
sencia de necesidad interna, es de- y sostiene que la libertad consiste
cir, en los motivos del querer, lo no sólo en tener en sí el principio
cual equivale al grado más alto del de los propios movimientos sino
en ser ese principio. De esta mane-
403 liberum arbitrium
intelecto (véase aequilibrium indi- les; de ahí, por ej., que se haya ha-
fferentiae). blado de glosa interlinearis (véase
glossa).
licentia. De la misma raíz que licitum
(véase), esta palabra indica el per- lingua. En la Edad Media, además de
miso de llevar a cabo alguna activi- la referencia primaria al órgano bu-
dad, por ej., la l. docendi señala que cal, la palabra “lengua” designa: 1.
se recibe de la sociedad, que dele- la expresión oral de un individuo; a
ga en una institución el poder de este sentido alude el dicho l. labi-
otorgarla, la autorización de ense- lis ad peccatum, que advierte justa-
ñar: esto implica que no se será cas- mente acerca de la facilidad con la
tigado por hacerlo. De similar te- que alguien puede incurrir en im-
nor es la expresión l. rethorica: alu- prudencias o faltas éticas al hablar,
de a aquellas figuras retóricas que, es decir, cometer un peccatum oris;
aunque no responden exactamente 2. el modo de expresión de un gru-
a las normas de esta disciplina, los po, estado o prefesión; así, se dice,
oradores están autorizados a em- por ej., l. poetica o l. pauperum; 3.
plear. el sistema expresivo de un pueblo
o nación, por ejemplo, l. graeca o
licitum. En términos medievales, que hebraica.
después pasaron a la Modernidad, Como se vio en la primera acep-
se entiende por lícito todo aque- ción, el vocablo adquiere algún ma-
llo para lo que no se prevé castigo. tiz técnico en teología moral, pero
De ningún modo, pues, se identi- parece no implicar ningún elemen-
fica conceptualmente con lo éti- to de ese carácter en filosofía. Con
co, sino, en todo caso, con lo con- todo, es importante notar que, en
vencional: así, se puede dar un acto las traducciones latinas de Alfara-
que, aun siendo l., sea moralmente bi, el término que nos ocupa apare-
injusto, esto es, carezca intrínseca- ce en la Enumeración de las ciencias
mente de justicia. que este último autor escribe sobre
linea. Aparece usada con dos acep- la base del modelo alejandrino de
ciones: 1. el sentido propio es el la divisio philosophiae. En efecto, en
geométrico; en este contexto, l. se el proemio de este catálogo, Alfa-
refiere a la cantidad, tomada sólo rabi menciona la l., entre las disci-
en la dimensión de la longitud; es- plinas no filosóficas pero que pre-
tá constituída por una sucesión in- paran al estudio de la filosofía, y lo
finita de puntos; con esta acepción hace asignándole una acepción más
emplea el término, por ej., Alain de próxima a lo que hoy conocemos
Lille en Anticl. III, 325, 503. Por por “Lingüística” que a lo que en la
su parte, comentando a Aristóte- Edad Media se denominó “Gramá-
les, Tomás de Aquino define la l. tica”. Ciertamente, la razón de esta
diciendo que es lo divisible según inclusión tiene que ver con la nece-
una sola dimensión (cf. In Met. V, sidad de profundizar en el estudio
l.8, 874). En 2. sentido derivado, de la lengua árabe, estudio insosla-
hace alusión al segmento imagina- yable para la interpretación del Co-
rio sobre el que se escribe un ren- rán.
glón en los manuscritos medieva-
linguositas 406
M
M
M. Indica en Lógica el término medio. casta sacerdotal; entre los caldeos,
Se utiliza frecuentemente para se- eran los sabios de la religión ba-
ñalar que, para reducir un silogis- bilónica. A través de un complejo
mo al modo correspondiente a la proceso, la m. llegó a incluirse en la
primera figura, sus premisas deben especulación neoplatónica, que la
invertirse, es decir, la menor se ha insertó en su sistema de entidades
de convertir en mayor y viceversa. metafísicas. De ahí que sea men-
cionada por Jámblico, Proclo y Ju-
macrocosmus. Este término, por el lián el Apóstata, entre otros. En los
que se entiende el universo, sólo primeros tres siglos de nuestra era
cobra sentido en referencia al de cobra cierto auge, como testimo-
microcosmus (véase), es decir en co- nian sus adversarios, Sexto Empí-
rrespondencia con el hombre en rico y Luciano. En esta época, co-
cuanto que éste compendia todas mienza a asociarse con la adivina-
las perfecciones de aquél. El con- ción o mántica. Ambas dependen
cepto ya está asoma en Aristóteles de las relaciones de sympathia que
(cf. Fís. VIII, 2, 252b 25) y, aun- se supone existen entre los distintos
que menos utilizado durante la reinos de la naturaleza y que le per-
Edad Media, su uso se recuperó a miten al mago provocar con ciertos
partir del siglo XVII. Obviamente, medios –uso de piedras, fórmulas,
por lo ya dicho, además de presu- imágenes, etc.– efectos extraordi-
poner un mundo ordenado –y has- narios. Así refieren, al menos, Jám-
ta jerárquicamente ordenado–, esta blico (cf. De myst. II, 2) y Agustín
noción subraya la analogía entre el de Hipona (De civ. Dei XXI, 6).
individuo humano, en cuanto su- Tales relaciones tienen lugar sobre
jeto singular y la realidad universal la base de dos leyes: la que reza que
en su totalidad orgánica. lo semejante actúa sobre lo seme-
magia. De remotos orígenes orientales, jante, y la que exige en la magia el
la magia se puede definir, en gene- contacto en orden al efecto. En esta
ral, como el arte que pretende do- práctica intervienen las entidades
minar las fuerzas naturales e inma- que los griegos denominaban “dái-
nentes a través de los mismos pro- mones”, mediadores entre los dioses
cedimientos con los que los seres y los hombres. Pero los demonios
animados están sujetos a ellas. Al- se dividen en diversas jerarquías; de
gunos consideran que su supuesto ahí que la magia se haya diferencia-
fundamental es, pues, el animismo; do en blanca y negra. La primera,
para otros, es la sympathia (véase) también llamada “teurgia”, se sirve
universal. Entre los persas, sus cul- de la mediación de los espíritus o
tores, los magos, conformaban una demonios racionales para cumplir
419 magister
propio de la paz, que son sendas del eón más bajo. Tardíamente, el
perfecciones ontológicas. gnosticismo admitió la positividad
Consecuentemente, desde el pun- del mal, con lo cual confluyó en el
to de vista moral, el mal –en este maniqueísmo.
caso, el pecado o m. culpae–, obe- Precisamente, a propósito de su
dece a una defección o imperfec- polémica antimaniquea, Agustín
ción de la voluntad humana. Pero elabora, en los términos apunta-
también esta última es, indirecta- dos, las perspectivas sobre la cues-
mente, la causa última del mal fí- tión, especialmente, en Conf. VII,
sico o m. poenae, en cuanto que és- Ench. 23, 2; De civ. Dei XI, 22; De
te constituye el castigo divino de la mal. II, 1, 2, De lib arb. II, 53 y III,
falta original. 4, etc).
Si bien es Agustín de Hipona Posteriormente, pero siempre den-
quien, en su polémica con los ma- tro de este esquema básico, la discu-
niqueos, elabora más detalladamen- sión se centró en la determinación
te y formula de manera más precisa de la facultad humana responsable
esta doctrina sobre el mal, que pa- de la elección de lo m. Para Esco-
sa a la Edad Media, muchos de sus to Erígena, esto deriva del mal uso
elementos se encuentran ya plan- de la razón (cf. De div. nat. IV, 16).
teados o retomados durante todo Más tarde, Alejandro de Halès in-
el período patrístico. Véanse las si- siste en la cualificación del m. co-
guientes afirmaciones: Tertuliano mo privatio boni (cf. S. Th. I, q.
dice que el hombre tiene la volun- 18). Siguiendo a Agustín (cf. De
tad de elegir el bien o el mal (cf. nat. boni 4), Buenaventura lo en-
De anima I, 22); Lactancio añade tiende como privación de bien (cf.
que el mal deriva justamente del De regno Dei 43). En el mismo sen-
abuso que el hombre hace de tal li- tido, Tomás de Aquino llega a una
bertad (cf. Divinae institutiones II, serie de formulaciones más preci-
9); Clemente de Alejandría subra- sas: nada puede ser malo –escri-
ya que no puede derivar de Dios, be– por su misma esencia; el mal
sino sólo del hombre (cf. Stroma- no existe sino en lo bueno como en
ta IV, 13); Orígenes aclara que, en su subiectum. Y, contra todo rastro
cualquier caso, el mal es simple pri- de maniqueísmo, añade que, quie-
vación de bien, (cf. In Ioan. II, 7 nes postularon dos principios, uno
y Contra Celsum VI, 53); Gregorio del bien y otro del mal, considera-
de Nyssa lo caracteriza como mera ron solamente la causa particular
negatividad y falta de luz (cf. Ora- de efectos particulares, y no la pri-
tio cat. 7); Boecio apuntará que, mera causa universal de todo el ser
aun siendo absolutamente ajeno al (cf. S. Th. I, q. 49, a. 3 c). El Ser,
mal, Dios es capaz de extraer de él con el que se identifica el Bien, en
el bien (cf De cons. phil.. IV, 1, 2). su carácter de causa absolutamente
Cabe acotar que de esta admisión primera, sólo puede constituir un
de la negatividad del mal sólo están principio único, ya que dos presu-
excluídos los gnósticos, quienes, en pone uno.
general, y por influencia helénica,
ligan la materia y el mal a la obra mansuetudo. Cf. clementia.
425 materia
nición –de la que son susceptibles da” (cf. C. G. III, 20). En cuanto
todos los entes– al exigir el géne- principio potencial no tiene un es-
ro próximo y la diferencia específi- se propio; originariamente existe en
ca, requería por ello mismo la pos- función de la creación, pero estruc-
tulación de materia y forma respec- turalmente su ser deriva de la for-
tivamente; 3. al no tener en cuenta ma, por lo cual sin ésta la m. no se
ningún otro tipo de composición puede dar (cf. C. G. IV, 63). Res-
metafísica más que la de materia pecto de la m. en cuanto principio
y forma, y al reconocer solamen- de individuación, que Tomás trata,
te a Dios el atributo de la absoluta por ej., en In Met. VII, l. 11, 1496,
simplicidad no se hallaba otro me- véase individuatio.
dio para distinguirlo de las creatu- Contrario a la posición tomista,
ras que esta concepción hilemórfi- Duns Escoto atribuye un esse pro-
ca en ellas. pio a la m.; por lo demás, se opone
Contra esta concepción agusti- también al Aquinate, en el sentido
niana del hilemorfismo universal de considerar que, en el hombre, la
reacciona Tomás de Aquino, quien materia, es decir, el cuerpo, no es
rechaza la existencia de la materia, informada inmediatamente por el
por “espiritualizada” que ella fue- alma, sino a través de la mediación
re, en las sustancias espirituales. Pa- de una forma corporeitatis.
ra el Aquinate, en todo lo creado, Por su parte, Ockham da preemi-
el binomio potencia-acto se resuel- nencia al significado de m. como
ve no solamente en el de materia- uno de los dos elementos o prin-
forma, sino también en otro, me- cipios de todo ente compuesto (cf.,
tafísicamente más elevado: el de es- por ej., Quodl. III, q.18).
sentia-esse. Así, la exclusiva absolu- Hacia fines de la Edad Media, el
ta simplicidad de Dios queda salva- término aparece también con un
da. En efecto, el Aquinate atribu- uso que la Modernidad retomó: el
ye la composición de esencia y ac- de objeto de una disciplina (véase,
to a toda creatura, aun a las espiri- sin embargo, subiectum 1.3.); así
tuales, las que, sin embargo, care- como, por ej., se dice también que
cen de la composición materia-for- las pasiones son la m. de las virtu-
ma. La esencia es potencia respec- des.
to del ser y, por ende, la limita; só-
lo en Dios ambos términos se iden- materialiter. Desde 1. el punto de vis-
tifican y por eso Él es el Ipsum Esse ta lógico, se dice que un predicado
subsistens. conviene a su sujeto m., cuando le
En cuanto a la realidad natural, corresponde en razón de la materia
Tomás acepta la doctrina aristoté- y no de la forma de este último: así,
lica de la m., pero rechazando, ob- por ej., una brasa es m. pesada; for-
viamente, la tesis de la eternidad de maliter es cálida.
la misma (cf. S. Th. I, q. 3, a. 8). En cambio, desde 2. el punto de
La caracteriza por la potencialidad vista metafísico, este adverbio es si-
(cf. S. Th. I, q. 48, a. 3), por lo cual nónimo de specificative en el senti-
tiene más de no ser que de ser, aún do de aludir a una cosa material a
cuando no se la puede llamar “na- parte rei in seipsa y no considerán-
dola fomalmente en uno de esos
427 maxima
orden de un cuerpo enfermo, pero tes que una teoría, y hay un cier-
no sólo en él sino también en asun- to consenso en señalar que la siste-
tos humanos graves. Este matiz matización científica del arte médi-
precisa el significado de dicha raíz co en las universidades a partir del
vinculándola estrechamente con la siglo XIV no constituyó un progre-
sabiduría de tomar las medidas que so en su eficacia.
las circunstancias imponen. Dicha práctica contaba con cier-
Ya en el período patrístico, Tertu- ta sistematización heredada del cri-
liano, en su De anima, había con- terio hipocrático que divide la me-
siderado la m. “soror philosophiae”. dicina en diaetetica, pharmaceuti-
Como última derivación, esto con- ca y chirurgica. La primera es regu-
tribuyó a incluir la medicina en el la vitae; la segunda, regula medica-
abanico científico de la Edad Me- minum; la tercera, manuum opera-
dia, precisamente dentro de la phi- tio. La diaetetica se entendía como
losophia naturalis. Isidoro de Sevi- ordo vitalis; de ahí que se conside-
lla la define como lo que preserva o raran en ella, además del régimen
restablece la salud del cuerpo, cuyo y contenido de las comidas, va-
objeto son las enfermedades y he- rios factores esquematizados en el
ridas (cf. Etim. IV, 1). Por su par- corpus hipocraticum: luz y aire, ali-
te, Alcuino, en sus Didascalia, di- mentos y bebidas, trabajo y des-
ce que la m. es la “scientia curatio- canso, sueño y vigilia, excreciones y
num ad temperamentum et salutem secreciones, y afectos del alma. To-
corporis inventa”, con lo que subra- do esto apuntaba a mantener y ha-
ya una doble finalidad: la regula- cer plena la armonía alma-cuerpo,
ción y la salud corporales. Durante por lo que Hugo de San Víctor en-
el período medieval propiamente tiende esta regulación de la dieté-
dicho, Guillermo de Conches co- tica como musicalidad, esto es, co-
menta que la distinción entre el fi- mo armónico equilibrio. Respecto
lósofo de la naturaleza y el médi- de la farmacopea medieval, son no-
co es paralela a la que media en- tables los “códices medicinales” es-
tre el teórico y el práctico: “physi- critos a manera de poemas, entre
cus, qui est naturarum contemplator ellos, el Macer floridus del siglo XI,
et medicus, secundum physicam ope- y las obras de Hildegarda de Bin-
rator”. Con ello retoma, aunque no gen, como Causa et curae; el Liber
explícitamente, el carácter central antidotarius magnus contiene, ade-
que Nemesio de Émesa había atri- más, innumerables recetas. En rela-
buido en las ciencias físicas al estu- ción con la cirujía, fundamentada
dio del hombre en cuanto microcos- en notables estudios anatómicos y
mus (véase). fisiológicos, se ha de subrayar que
Las tres funciones que el Me- no fue en la Edad Media –como
dioevo adscribió a la m. en cuan- después en el Renacimiento, cuan-
to ars práctica respecto de la natu- do estuvo a cargo de barberos– un
raleza son, entonces, la regulación, auxiliar de rango menor. Más aún,
la restauración y la prevención. Así, se reconocen varias escuelas quirúr-
durante casi toda la Edad Media, gicas medievales, como la salernita-
la Medicina fue una práctica an- na, heredera de la árabe. A ella per-
meditatio 430
dice relación a la vista por el color: (cf. De mem. 1, 450b 17) habían
lo coloreado es el m. sub quo de la hecho. Por su parte, Plotino insis-
vista. De ahí que Tomás de Aquino tió en la persistencia de la conser-
lo caracterice diciendo que es aque- vación implicada en la memoria
llo “sub cuius ratione omnia referun- (cf. En. IV, 3, 29).
tur ad potentiam vel habitum” (S. En el período patrístico, es Agus-
Th. I, q. 1, c. 7 c). tín de Hipona el autor al que se de-
También se ha hablado de m. en ben los análisis más ricos sobre el
7. sentido teológico. En efecto, el tema en el célebre libro X de sus
término es de gran importancia en Confessiones. Esto obedece acaso al
el pensamiento bonaventuriano: hecho de que el Hiponense amplía
eminenter, Buenaventura conside- los alcances de esta potencia o fa-
ra m. al Verbo, desde varios puntos cultad al punto de hacer coincidir
de vista, entre los cuales los fun- sus límites –o falta de ellos– con
damentales son: porque ocupa el los del alma: dice, en efecto, que
medio en la Trinidad; porque, en en la memoria está contenido has-
cuanto que todo ha sido hecho por ta aquello que se ha olvidado. Por
Él, es medio en la creación; y por- otra parte, Agustín distingue entre
que, en la medida en que ilumi- la memoria sensible, que nos per-
na con certeza la inteligencia crea- mite recordar imágenes visuales,
da, es medio de todas las ciencias y sonidos, sensaciones táctiles, olfa-
de las virtudes (cf., por ej., Coll. in tivas, sabores; la intelectual, en la
Hexaem. V, 9-11). que están contenidas las nociones;
y la afectiva, por la que se evocan
meletema. Voz que aparece raramente emociones que, con todo, no se re-
para indicar la meditatio en las doc- producen en el momento de recor-
trinas de las diferentes ciencias. darlas. Después de páginas donde
memoria. Bajo este término se entien- desarrolla toda una suerte de feno-
de ya sea una facultad, ya sea el ac- menología de los procesos de re-
to de la misma, ya sea el hábito de cuerdo y olvido –del que, por lo
dichos actos. En líneas muy gene- demás, también hay una memo-
rales, y como facultad, se puede de- ria–, Agustín plantea dos temas re-
cir que la memoria es la potencia lacionados con ella. En primer lu-
o posibilidad de disponer de afec- gar, el de la m. sui o memoria de
ciones, sensaciones, ideas y cono- sí mismo, que es el hilo de conti-
cimientos adquiridos en el pasa- nuidad y unidad que atraviesa los
do. Tal disponibilidad da lugar a recuerdos de una persona y que le
dos actos o operaciones: cuando posibilita constituir a partir de ellos
dichas imágenes, emociones o no- el principio de la propia identidad;
ciones, vuelven espontáneamen- en otros términos, la m. sui es una
te bajo el foco atencional del alma, conciencia de sí que le permite a
se tiene el recuerdo o la m. propia- cada uno de nosotros decir justa-
mente dicha; cuando se los busca mente “yo”. En segundo término,
sistemáticamente, se tiene la remi- se ha de mencionar la m. dei, te-
niscentia (véase), distinción que ya ma que en Agustín aparece íntima-
Platón (cf. Fil. 34a-c) y Aristóteles mente vinculado con el del anhe-
433 mendacium
despreciable e inútil para los otros ráneo, tiende a asociarse con la ra-
hombres. Y ello porque destruye zón y no con aquello que los auto-
la credibilidad sobre la que se fun- res medievales llamaron intellectus.
da toda posible comunicación (cf. En Plotino, la perfección del cono-
Spec. univ. XIII, 162-163). Por su cimiento humano estriba en el re-
parte, Alejandro de Halès insis- torno de la m. del hombre al Nous
te –contra la autoridad de Ambro- o Mens divina, superando los gra-
sio que hablaba de “obras mentiro- dos de la percepción sensible y de
sas”– en vincular m. con el lenguaje la aprehensión de las ideas, hasta
oral, toda vez que parte de la rela- la intuición de la verdad absoluta
ción sermo-veritas. Por detrás de to- del Nous, proceso que culmina en
dos estos análisis permanece siem- la identificación de la m. humana
pre como trasfondo la afirmación con lo Uno. Se advierte, entonces,
agustiniana de Enchiridion VII, 22: que la m. corresponde al intellec-
“quien miente habla contra aque- tus y constituye un grado superior
llo que siente en el alma con la in- al de la ratio o diánoia, tal como lo
tención de engañar”. También ha había sugerido ya Platón.
pesado en la elaboración posterior Durante el período patrístico, la
del tema la clasificación de Agus- filosofía de Agustín de Hipona se
tín sobre las especies de la menti- mueve en ese marco. Retomando la
ra, que él propone mediante el en- imagen platónica de Rep. VI, 508 a
trecruzamiento de diferentes crite- y ss., Agustín afirma que, así como
rios: la materia o el objeto, la in- para la percepción visible son ne-
tención, etc. En escala de gravedad cesarios el ojo, el objeto a contem-
decreciente, ellas son: 1) la menti- plar y la luz, algo similar ocurre en
ra que concierne a la doctrina; 2) la el conocimiento intelectual: pa-
que no sirve a nadie y perjudica a ra que éste tenga lugar es menester
alguien; 3) la que perjudica a uno que intervengan la m. humana, lo
para beneficiar a otro; 4) la menti- cognoscible y cierta luz espiritual
ra pura que se pronuncia por el so- que proviene de la M. o Veritas di-
lo placer de engañar; 5) la motiva- vina, es decir, del Verbo, que asiste
da por el deseo de gustar; 6) la que, a la mente del hombre con una es-
no dañando a nadie, beneficia a al- pecial illuminatio (véase). Por ello,
guien ya sea porque salva su vida o se tiene el conocimiento intuitivo
sus bienes. Pedro Lombardo agiliza de las formas ideales contenidas en
esta clasificación proponiendo otra el Verbo, formas que la m. evoca en
que distingue entre m. officiosum, sí misma bajo el influjo de esa ilu-
iocosum y perniciosum (cf. Sent. III, minación divina (cf. De lib. arb. II,
d. 38, q.1). 12). Agustín la caracteriza como la
dimensión superior del alma racio-
mens. Suele tomarse como equivalen- nal (véase animus), puesto que es
te de la palabra griega nous; en todo la que adhiere a los inteligibles y a
caso, m. siempre alude a la facul- Dios. En principio, puede sorpren-
tad intelectiva del alma humana. der que la m., en cuanto que se de-
Se ha de evitar, pues, el equívoco fine también como pensamiento,
de traducirla por “mente”, ya que contenga naturalmente tanto la ra-
esta palabra, en su uso contempo-
435 mens
que, en el esfuerzo por alcanzar di- aristotélico de las “especies” del ser
cho fin, muchas veces cayeron en en cuanto que éste “dicitur multis
deducciones forzadas. modis”. Así, pasó a entenderse co-
Algunos han sostenido que tanto mo “manera de ser”. De hecho, so-
el origen como el fundamento de bre la base de la metafísica de Aris-
la expresión “modi significandi”, se tóteles, Tomás de Aquino distin-
encuentran ya en la obra de Boe- gue quattuor modos essendi (cf. In
cio, si bien se considera común- Met. IV, l. I, nn. 540-43), que des-
mente a Pedro Elías, profesor de cribe en gradación ascendente: 1.1.
Gramática en París de la mitad del esse in ratione: el existir sólo en la
siglo XII, el iniciador de esta co- mente y no en la realidad, lo cual es
rriente. En efecto, en sus comenta- propio de las negaciones y privacio-
rios a los textos del gramático dó- nes; 1.2. esse in debilitate: el ser en
rico Prisciano, Elías fue el prime- devenir, tal como se da en las gene-
ro en considerar la Gramática co- raciones y corrupciones; 1.3. esse in
mo introducción no al estudio de alio: el ser en otro, que se predica
obras literarias sino a la lógica. La de las cualidades, cantidades y pro-
progresiva afirmación en el mundo piedades de la substancia; 1.4. esse
cristiano de las obras aristotélicas in se et per se existens: el ser en sí que
sobre el lenguaje contribuyó a con- existe por sí, con lo cual se llega a la
firmar dicho punto de vista, y a de- substancia como aquello que exis-
sarrollar así la Gramática especula- te de manera verdadera y propia, o
tiva, cuyos principales nombres, ya sea, el principio respecto del cual se
en el siglo XIII, fueron los de Ro- jerarquizan los diversos modi essen-
ger Bacon, Martín, Juan y Boecio di.
de Dacia, Siger de Courtrai y, sobre En 2. el plano lógico-metafísi-
todo, Tomás de Ehrfurt. En la se- co, se entiende por m. lo que pue-
gunda mitad del siglo XIV comen- de ser afirmado de una proposición
zaron a decaer estos estudios y, an- tomada en su totalidad, o sea, prae-
te el auge de la lógica de Ockham, dicabilis de tota propositione. En tal
paulatinamente la Gramática reto- sentido, se distinguió entre cuatro
mó su status primitivo. modos: 2.1. el de lo necesario; 2.2.
el de lo contingente; 2.3. el de lo
modus. Etimológicamente, procede de posible; 2.4. el de lo imposible. Se
la raíz med- con variante en mod- analizaron, además, las relaciones
que aluden a lo limitado –de don- entre estos modos lógicos o propo-
de moderari y modestus– y también sicionales, por ej., la relación de ex-
lo circunscripto, lo justo y, de ma- clusión que se da entre la necesa-
nera derivada, lo equilibrado. riedad y la imposibilidad, o la de
En la Patrística, el término revis- combinación entre lo afirmativo
te particular importancia en Agus- y lo negativo, como en la contin-
tín de Hipona, en cuya ontología gencia, intermedia entre la afirma-
trinitaria se identifica con la mensu- ción de la posibilidad y la negación
ra (véase). En la Escolástica, el tér- de la necesariedad. Para lo que, en
mino aparece en varios planos u ór- cambio, concierne particularmente
denes. En 1. el orden metafísico,
se tradujo con esta palabra el tema
447 mollities
a los modos del silogismo, véase sy- dus tollens es aquel en el que la pre-
llogismus 2. misa menor niega, es decir, quita o
El término se cristaliza entre la elimina, el consecuente de la ma-
primera y la segunda Escolásti- yor: si A es B, C es D; pero C no es
ca, en 3. el plano teológico, a pro- D; luego, A no es B. Este otro mo-
pósito de la discusión acerca de la do da lugar al silogismo hipotéti-
unión en la persona de las dos na- co disyuntivo. Sobre esta base tam-
turalezas de Cristo. En relación con bién se han planteado modos com-
este último punto, Egidio Romano puestos.
había hablado ya de 3.1. “modos
substanciales” y 3.2. “modos acci- mollities. Esta palabra proviene del
dentales”; discusión que profundi- adjetivo mollis que indica lo blan-
zarán después, en especial, Cayeta- do, suave, flexible, agradable; en
no y Suárez. este sentido, se relaciona con lo
En 4. el campo de la Retórica y que produce placer, o sea, delec-
su relación con la Filosofía, se en- tatio (véase). Pero también califi-
tiende por modi tractandi las diver- ca a la persona tan dada a tales co-
sas maneras de abordar y desarro- sas que su mismo ánimo se ha tor-
llar un mismo asunto. Así, por ej., nado mollis, es decir, muelle, flo-
en su epístola a Can Grande de- jo, sin energía, poco firme. En ge-
lla Scala, Dante enuncia los mo- neral, la voz mollitudo –que a ve-
dos 4.1. literarios y 4.2. filosófi- ces reemplaza a m.– se reservó para
cos de los que se vale en su Comme- la condición de las cosas, mientras
dia. Los primeros son 4.1.1. poeti- que el término que nos ocupa sue-
cus, 4.1.2. fictivus, 4.1.3. descripti- le emplearse para la de las personas
vus, 4.1.4. digressivus, 4.1.5. tran- de dicha característica. Así, esta no-
sumptivus; mientras que los consi- ción formó parte del ámbito antro-
derados filosóficos son 4.2.1. defi- pológico-ético en el vocabulario fi-
nitivus, 4.2.2. divisivus, 4.2.3. pro- losófico medieval. Los escolásticos
bativus- improbativus, 4.2.4. con- consideraron la m. en cuanto flo-
victivus y 4.2.5. exemplorum positi- jedad de espíritu en relación con la
vus (véanse, respectivamente). pertinacia y la perseverantia (véan-
En los últimos siglos de la Es- se) y, aristotélicamente, la enten-
colástica, los así llamados modis- dieron como un defecto respecto
ti (véase) distinguieron de los mo- de esta última, siendo la primera su
di essendi, los modi intelligendi o exceso. En efecto, si la perseveran-
sciendi y los modi significandi, que cia consiste esencialmente en soste-
se tratan en el citado artículo. ner la propia decisión en la medi-
da de lo justo y recto, la m. radi-
modus ponens-modus tollens. Se de- ca en perseverar menos de lo nece-
nominan así dos tipos de syllogis- sario. Así, la molicie se aparta fácil-
mus (véase). El modus ponens es mente del bien por no sostener en
aquel en el que la premisa menor el tiempo las dificultades que im-
afirma el antecedente de la ma- piden su alcance: precisamente, lo
yor: si A es B, C es D; pero A es B; propio de la flojedad es ceder ante
luego, C es D. Da lugar al silogis- la más pequeña presión, como re-
mo hipotético constructivo. El mo-
mollitudo 448
nos ocupa; por eso, cuando, hacia lo más frecuente es que este voca-
el final de su Cántico de las creatu- blo señale la costumbre, es decir, la
ras, Francisco de Asís menciona la frecuencia de lo que está en poder
“segunda muerte”, entiende por es- del hombre. Así, pasó a significar el
to la separación del espíritu respec- hábito al que se aplica eminenter la
to del alma que aquél está llamado cualificación de bueno o malo. Tal
a animar, es decir, la condenación. cualificación es reforzada por apro-
Pero ésta no es el único fin posible baciones o sanciones sociales, pues-
para el alma humana según la doc- to que las costumbres se conside-
trina cristiana. En efecto, según el ran condiciones indispensables en
segundo punto de vista, se exami- las relaciones humanas.
na el tema de la m. a la luz de la Durante la Escolástica, y sobre la
realidad sobrenatural. En tal senti- línea aristotélica, se afinó la elabo-
do, la vida del cristiano es partici- ración conceptual de las costum-
pación de la de Dios, y la muerte bres como “materia prima” de la fi-
es fin de la prueba que debe atra- losofía moral, y se examinaron sus
vesar en este mundo; de ahí que, elementos constitutivos, de los que
en este contexto, se defina la m. co- depende la bondad o malicia del
mo transitus, o sea, como comien- acto humano, y que se denominan
zo de una eternidad personal cuyas “fuentes o causas de la moralidad”.
puertas abrió la Redención de Cris- Éstas son 1. el objeto, o sea, aque-
to. Según la tercera perspectiva, la llo que, formalmente considera-
muerte es pena impuesta a Adán y do, comunica al acto humano una
Eva –y, en ellos, a toda la humani- bondad específica y le confiere pri-
dad– por su afán de ser como dio- mariamente su moralidad: habien-
ses (Gen. II, 17; Rom. V, 12). En do establecido, por ej., que la justi-
este orden, la m. se entiende co- cia es conforme a la naturaleza ra-
mo castigo, esto es, en cuanto fin cional del hombre, el acto humano
de una vida humana perfecta como dirigido a este objeto, se torna es-
la adánica: ella es la culminación de pecíficamente justo. 2. las circuns-
otras penas corporales, lo que lleva tancias, es decir, las determinacio-
a Tomás de Aquino a decir que la nes que se añaden a la esencia del
enfermedad, las falencias físicas y la acto y pueden modificar la mora-
muerte misma responden a un de- lidad de este último: tal como su-
fecto del sometimiento del cuerpo cede con los accidentes respecto de
al alma: se asimilan así a la rebelión una substancia natural, la plenitud
al espíritu propia del apetito carnal, de la bondad del acto humano, no
rebelión que fue, como las mencio- radica exclusivamente en su espe-
nadas, la pena del pecado original cie, sino también en tales determi-
(cf. S.Th. II-II, q. 164, a.1). naciones. Éstas suelen enumerar-
se con el verso latino: quis, quid,
mos. En su sentido lato, alude a un ubi, quibus, auxiliis, cui, quomodo,
modo, manera o estilo; de ahí que quando. 3. el fin es la tercera fuen-
demostrar algo more geometrico, te de la moralidad, en tanto que
por ej., indique que la demostra- constituye a la vez causa del que-
ción se hace al modo de o según los rer y, por eso, mueve a actuar. Di-
principios de la Geometría. Pero
motivae 452
dades: basta que sean dos. Pero hay glo” entendido fundamentalmente
también una división formal, que como “la vanidad de este mundo”
se aplica a diversas formas o esen- pero también como polo de atrac-
cias; ésta da lugar a una multitud ción y tentación para el hombre
que no se restringe a individuos de que, por la inmortalidad de su al-
la misma especie, razón por la cual ma, no debe afincarla en él, según
se denomina multitudo trascenden- la concepción cristiana y, en espe-
talis. Sólo este tipo de multitud se cial, la paulina. Entre los significa-
puede dar en los entes incorpóreos dos 2 y 3 se inserta el rechazo del
(véase angelus). m. correspondiente a la posición ri-
gorista de Inocencio III en su De
mundus. Equivalente latino del grie- contemptu mundi, opuesto en su es-
go kosmos, en la Edad Media, es- píritu a la reivindicación del mun-
ta palabra designa primariamente do natural del Cántico del Sol o de
la totalidad ordenada de las cosas. las creaturas de Francisco de Asís.
Sin embargo, con el tiempo fue ad- En la Escolástica, se utilizó la ex-
quiriendo, entre los autores cristia- presión m. creationis, para los dos
nos, distintos matices que se pue- primeros significados; y m. perver-
den reducir a tres significados bási- sitatis, para el último. Debido a es-
cos: 1. m. como el conjunto de to- tas distinciones, Tomás de Aquino
do lo corpóreo, o la totalidad de la señala que el esse in mundo se pue-
naturaleza que denominamos “uni- de entender ut in loco, ut in toto, ut
verso”. En este sentido, Buenaven- in affectu. Esta polivalencia del tér-
tura asume el concepto de m. en mino que nos ocupa está aclara-
relación con lo divino; así, con- da por el Aquinate en S. Th. II-II,
sidera que el mundo es, a la vez, q.188, a. 2, ad 3.
sombra y vestigio de Dios, cami- Dos observaciones principales se
no hacia Él y libro (véase liber) es- han de hacer respecto del concep-
crito por la mano divina (cf. Coll. to de m. en cuanto creado ex nihi-
in Hexaem. XII, 14). Obviamente, lo. La primera concierne al énfasis
esta significación excluye a los án- puesto en la Edad Media sobre su
geles y las almas humanas separa- dependencia ontológica. Al respec-
das. 2. m. como la suma de las co- to Hipólito, por ej., escribe: “Deus
sas creadas, en esta dirección, alu- [...] coaevum habuit nihil, non chaos
de simplemente a la creación con- infinitum, [...] erat unus, solus pro
siderada como un todo. 3. m. co- se, qui, dum voluit, fecit omnia quae
mo lo opuesto al plan salvífico di- sunt, quae non erant antea, nisi quod
vino; este sentido, traslaticio y ne- voluit ea facere” (Philosoph. IX, 32).
gativo, es eminentemente teológico Más allá de la relación entre Dios
y está tomado literal y directamen- y m., este último es, pues, sólo ex-
te de expresiones evangélicas referi- tra propria principia. Sobre esto, los
das al m. como conjunto de fuerzas autores medievales coinciden. La
y personajes que, por su mismo ca- segunda tiene relación con la im-
rácter y modalidades propios, son portancia que la polémica acerca
opuestos, de hecho, a la obra de la de la eternidad o no del mundo ha
salvación. En este último sentido, tenido. En tal sentido, después de
equivale a saeculum, esto es, al “si-
munus 456
críticos musicales (cf. Didasc. II). quilación, se dan todas las demás
A menudo, en los textos de los fi- clases de cambio de las que hablaba
lósofos cristianos, Dios es asimila- Aristóteles y que fueron elaboradas
do a un constructor de instrumen- por la Escolástica. Por lo demás, es-
tos musicales: Honorio de Autun ta noción está en la base de la teo-
dice que Él construyó el universo ría aristotélica del acto y la poten-
como una cítara con diversas cuer- cia (véanse motus, potentia, actus) y
das para producir variedad de soni- del hilemorfismo (véase compositio
dos. Es interesante notar que, pa- y compositum 2.5).
ra Guillermo de Auvergne es en las
notas más altas donde se reconoce mutatio. En 1. el orden metafísico, se
la armonía de las criaturas más su- define como el movimiento (véa-
blimes, las más graves son, para él, se motus) de lo que no permanece
el signo de las sensibles. Cabe aña- como es y llega a ser diferente de
dir que Dante subraya en la noción sí, ya sea accidental como substan-
que nos ocupa el concepto de re- cialmente. En este último sentido,
lación, por el que entiende “armo- la m. se extiende al los conceptos
nía” y, curiosamente, la compa- de generatio y corruptio y, por con-
ra con el planeta Marte: es el que siguiente, a los de creatio y annihi-
guarda la más bella relación con los latio (véanse). En efecto, en el pri-
demás por estar en el centro de los mer caso, por ej., hay una m. de la
demás. (cf. Conv. II, 14). posibilidad a la realidad. Así, los es-
En cuanto a la actividad musical colásticos hablaron de 1.1. m. subs-
misma, hay que recordar que, des- tantialis para referirse al caso men-
de Gregorio Magno, que hizo de la cionado, y de 1.2. m. accidenta-
música la ancilla de la religión, has- lis para aludir a las restantes espe-
ta Guido de Arezzo, se asiste al sur- cies del cambio o movimiento de
gimiento y desarrollo de la polifo- las que habla Aristóteles: aumen-
nía. to y disminución, alteración y tras-
lación o movimiento local (véan-
mutabilitas. Es la condición de lo se accretio, decretio, alteratio, trans-
cambiante, o sea, de lo que está su- latio, respectivamente); así lo ha-
jeto a cambio o movimiento. Aho- ce, por ej., Tomás de Aquino (cf. In
ra bien, como ya había hecho no- Met. XI, l.11, passim).
tar Agustín de Hipona, el cambio Los escolásticos reservaron, para
más radical es el del pasaje del no el primer caso, la expresión m. in
ser al ser, es decir, el de la creación. istanti; para cualquier variante del
Esto sella precisamente la m. de la segundo, m. cum successione. Tam-
criatura: desde el momento en que bién se ha hablado, según el fin al
recibe el ser, no es el Ser sino que que se dirija el cambio, de una m.
lo tiene. Tal precariedad ontológi- perfectiva, como se da en el aumen-
ca, propia de la generación, signa to de conocimientos que implica
al mismo tiempo su corruptibili- un aprendizaje; o bien corruptiva,
dad, ya que lo que se tiene se pue- como la que tiene lugar en las al-
de perder. Como derivado de esta teraciones sufridas por un paciente
condición fundamental, entre ge- durante su enfermedad.
neración y corrupción o aun ani-
mystica 460
N
N
narratio. En la Edad Media la narra- mo de esencia en la medida en que
ción o el relato presenta principal- ésta es el principio de las operacio-
mente dos formas: la n. fabulosa nes de un ente, según la especie a
(véase fabula) que corresponde a lo la que él pertenezca. En una acep-
que hoy es el campo de la literatu- ción derivada, se aplica al conjunto
ra fantástica; la n. historica, sobre de todos los entes, en cuanto que se
cuyas imprecisiones ya había ad- comportan precisamente según su
vertido Agustín de Hipona, al pro- “naturaleza”.
clamarla escasa de verdades (cf. De Dentro de esta significación ge-
ord. II, 12, 37) y al exigir cautela neral, se puede poner el acento en
sobre su confiabilidad (cf. In Io. Ev. 3. el venir al ser de la cosa, o en 4.
90, 2). Esto dio lugar a que la mi- el principio por el cual ella llega a
rada medieval sobre la historiogra- ser. Según el primer significado, n.
fía o –mejor aún– sobre la cróni- mienta las cosas naturales, como
ca histórica la aproximara a la pri- los animales, las plantas, los astros,
mera forma de n., entendida como etc. Si se subraya el segundo sen-
relato de cosas que no sucedieron tido, n. alude a la naturaleza pro-
realmente. pia de un ente y entonces no se lo
identifica con las cosas mismas sino
natura. Voz que proviene de nascor, que, de éstas, se remite al principio
“nacer”, en el sentido de “venir al por el cual son lo que son. En tér-
ser en cuanto generado”. El voca- minos más técnicos, tendríamos,
blo deriva, en realidad, del partici- respectivamente, n. materialiter
pio futuro del verbo mencionado, spectata y n. formaliter spectata, es
y eso confiere a su noción un cierto decir, la naturaleza de algo conside-
matiz de vida y movimiento, que rada desde el punto de vista mate-
impide pensarla como algo estáti- rial y formal, respectivamente. Es-
co: la n. es el conjunto de aquellas ta noción implica, pues, una rela-
cosas que han de nacer. ción de significados, por la que el
Desde el punto de vista filosófi- conjunto de las cosas y el principio
co, se debe distinguir, según el con- inmanente a ellas se reclaman mu-
texto, entre 1. el uso general, que tuamente.
alude a la Naturaleza, y 2. el par- En Aristóteles, la definición de
ticular, referido a la naturaleza de n. deriva del examen del actuar y
una cosa. Este último sentido es el padecer. Así, para el Estagirita, la
más frecuente en los textos medie- naturaleza es el principio intrínseco
vales. En efecto, en ellos, se entien- del movimiento, que puede tomar-
de por n. el primer principio in- se en dos sentidos: según la mate-
manente del modo de obrar pro- ria y según la forma. De un lado,
pio de algo; así, puede ser sinóni-
463 natura
bien y evitarse un mal, por ej., to- del medio con el fin (cf. ibid. II-II,
mar una medicina; 3. aquello que, q. 32, a. 6).
de algún modo, es efecto de la vio- La distinción elemental entre ne-
lencia, es decir, de lo que impide o cesidad absoluta e hipotética se co-
va contra la inclinación y el propó- rresponde, por una parte, con la
sito; 4. la demostración, en cuanto distinción entre el orden divino y
que si algo es demostrado absoluta- el creado, la de ente necesario y en-
mente, no puede ser de otra mane- te contingente. Por otra, se correla-
ra. ciona con la diferenciación entre el
Durante el período escolástico, la orden de las esencias y el de los en-
clasificación del tema es vasta y de- tes existentes de hecho.
tallada. Anselmo d’Aosta ya había Desde el punto de vista que
distinguido entre una necesidad atiende a los diversos planos de la
precedente, que es causa de la cosa, realidad, otra gran clasificación es-
y una necesidad consecuente, de la colástica de este concepto es la que
que la cosa es causa (cf. Cur Deus divide entre 1. n. metafísica, 2. n.
homo II, 18). Pero es en la obra de física, 3. n. moral, y 4. n. natural.
Tomás de Aquino donde la clasifi- La primera es la necesidad de or-
cación alcanza una gran prolijidad. den absoluto, que alude a la ínti-
Según los criterios aplicados por el ma esencia de lo real. En este or-
Aquinate, las formas de n. son co- den, un uso peculiar de la noción
rrelativas a las de posibilidad y, así, de n. es el que aparece en Teodori-
distingue primariamente entre 1. co de Chartres (cf. complicatio, in
necesidad absoluta y 2. necesidad principio). En rigor, esta clase de n.
hipotética. La n. absoluta se da 1.1. sólo es propia de Dios, pero perte-
cuando el predicado está contenido nece también a las esencias crea-
en la definición del sujeto, por ej., das, en cuanto que éstas participan
es necesario que el hombre sea ani- de la divina. Sin embargo, mien-
mal; o bien, 1.2. porque el sujeto es tras que en Dios concierne a todo
de ratione (véase) respecto del pre- su ser, por la identidad en Él de es-
dicado, por ej., es necesario que un sentia y esse, en los entes finitos ata-
número sea par o impar. En cam- ñe sólo a la esencia, siendo la exis-
bio, llama también ex suppositione a tencia contingente (véase contin-
la necesidad hipotética, porque re- gens). Se trata, pues, de una necesi-
quiere una condición, por ej., su- dad esencial o intrínseca, que fun-
poniendo que alguien se siente, es da juicios cuya negación implica
necesario que mientras permanezca contradicción. En cambio, la n. fí-
en tal posición, esté sentado (cf. S. sica no se relaciona con la esencia
Th. I, q. 19, a.3). La necesidad hi- de los entes corpóreos, sino con el
potética se divide, a su vez, en 2.1. efectuarse de las leyes que regulan
n. ex agente, que es la del efecto, su- las relaciones de los fenómenos en-
puesta la causa; y 2.2. n. ex fine, tre ellos. Es, pues, una necesidad de
que alude a lo imprescindible de orden relativo o hipotético, ya que
usar un medio para alcanzar un fin es extrínseca y tiene su fundamen-
y que es mucho más elástica, dado to no sólo en la racionalidad mis-
que depende del grado de relación ma de lo real, sino también en la
467 negatio
En líneas generales, se puede de- del verbo esse tanto como cópula
cir que, desde el punto de vista me- como en su sentido fuerte.
tafísico, el pensamiento medieval
recogió la noción de n. como de no nisi. Partícula que se suele traducir por
ser absoluto, es decir, la ausencia de “si”, “a menos que”, “salvo”. Ello
todo ens. Sin embargo, desde la es- obedece al hecho de que sus prin-
peculación teológica, transformó cipales sentidos en filosofía confie-
las bases de la especulación filosó- ren a la proposición o término que
fica sobre este tema, en cuanto que ella introduce un matiz ya condi-
hizo prevalecer el principio ex nihi- cional, ya limitativo, ya indicativo
lo fit ens creatum (véase creatio) al de excepción “n. noluit perire”, “si
de ex nihilo nihil fit. no quiere morir”.
Desde el punto de vista lógico, nisus. Equivale prácticamente a impe-
y en especial entre los nominalis- tus (véase). Pero se prefiere esta úl-
tas, se ha habaldo de n. como de un tima palabra para aplicarla a las co-
término de valor syncategoremati- sas, mientras que n. se suele reser-
cum o bien categorematicum (véan- var para el ímpetu, sobre todo, físi-
se). En el primer caso, se define co- co del hombre.
mo un signo universal negativo
que incluye todo aquello a lo que nitor. Esta voz significa, en general,
él puede asignarse, por ej., cuan- “brillo” o “resplandor”. Proviene
do se dice “n. manet”. En el caso de del ámbito de la física, pero los au-
asumir este término con valor cate- tores medievales, como Tomás de
goremático, se ha de entender por Aquino, la han empleado metafó-
n., en sentido amplio, aquello que ricamente para aludir al orden es-
no tiene ningún ser real; en sentido piritual. Así, afirmaron que el alma
estricto, aquello que no sólo no es humana posee un doble n.: uno es
real sino que tampoco podría serlo, el resplandor de la propia luz natu-
como la quimera. Así se expresa, al ral de la razón, por la que el hom-
menos, Ockham en In I Sent. d.36, bre dirige sus actos; otro, el res-
q1. plandor divino de la gracia y la sa-
Una aporemática excepcional en biduría, que perfeccionan la natu-
la Edad Media del concepto de raleza humana. Ahora bien, así co-
n., es la que presenta Fredegiso de mo en las cosas corporales existe un
Tours, ya que él parece resolver- doble brillo –uno que procede de
la con la afirmación de la realidad la intrínseca disposición armoniosa
de la nada: “Quaestio autem huius- de sus partes y de su color, y otro,
modi est, nihilne aliquid sit, an non. de la claridad exterior de la ilumi-
Si quis responderit –videtur mihi ni- nación–, en el alma existe un doble
hil esse– ipsa eius quam privat nega- n.: uno habitual, que es intrínse-
tio compellit eum fateri aliquid esse co; y otro actual, que es como una
nihil, dum dicit –videtur mihi ni- suerte de claridad externa. De es-
hil esse–. Quod tale est quasi dicat – te modo, por ej., si el hombre que
videtur mihi nihil quiddam esse–”. persigue el hábito de la justicia, co-
(Epist de nihilo. PL CV, 751). Co- mete algún acto injusto, pierde el
mo se ve, intervienen aquí los usos segundo tipo de resplandor, pero
471 noluntas
firieron la forma nolentia y, más pore, cuius nulla pars est significati-
frecuentemente, nolitio. va separata” (Exp. Aurea 92c). Así,
en primer término, se trata de un
nomen. En la acepción común, “nom- sonido articulado, de modo que
bre” es sinónimo de “sustantivo” y sólo en su totalidad puede signi-
suele distinguirse inmediatamen- ficar; en segundo término, consti-
te del verbo: éste indica el tiempo, tuye un signo no natural sino con-
mientras que el n. prescinde de él, vencionalmente instituido; en ter-
como ya había observado Aristóte- cer lugar, su nota fundamental es
les (cf. De int. 2). Posteriormente, la finalidad de transmitir un signi-
su significado se extendió, por de- ficado; en cuarto término, no tiene
rivación, al adjetivo. el tiempo en cuenta. Así, Ockham
Durante la Edad Media, y espe- considera nombre sólo lo que pue-
cialmente a propósito de la que- de ser atributo o sujeto en una pro-
rella sobre los nombres universa- posición; excluyendo no solamente
les tal como ella se da en el siglo el término syncategorematicum sino
XII (véase universale), se circuns- también el verbo.
cribió mejor el sentido de esta pa- Los escolásticos establecieron una
labra, cuya significación es siem- serie de distinciones sobre este tér-
pre intermedia entre la res y la vox mino. De acuerdo con ellas, 1. n.
(véanse). En efecto, el n. se refiere positivum es el que significa algo
a la res significada y la hace presen- realmente existente o que puede
te al espíritu. Éste se la apropia for- existir en la naturaleza de las cosas,
mando el concepto o verbum men- como “piedra” o “virtud”; 2. n. ne-
tis correspondiente, y lo expresa o gativum es, en cambio, el que indi-
comunica mediante signos sensi- ca alguna privación, como “muer-
bles que constituyen la vox o ver- te”; 3. n. trascendens es el que pue-
bum oris. Cabe señalar que la pre- de decirse de todas las cosas que
cedente caracterización es la más realmente son, como “algo”, “ver-
frecuente, pero no la única (véase dadero”, “uno”, “bueno”, etc. (véa-
nominale): aún cuando se desarro- se trascendentales); 4. n. supertras-
lla durante el siglo mencionado – cendens es el que se dice no sólo de
en particular, con Pedro Abelar- lo real, sino aún de lo imaginario,
do– hay ya un notable antecedente como “fingido”; 5. n. primae inten-
de la misma en Agustín de Hipona tionis es el que se impone a la co-
(cf. De mag. 7, 19 y ss). Para Tomás sa significada, en cuanto que és-
de Aquino el hombre impone los ta es aprehendida por un acto di-
nombres a las cosas, según lo que recto, como “hombre”; 6. n. se-
entiende de ellas, ya que nomina cundae intentionis es el que se apli-
sunt intellectuum signa (cf. In Met. ca a lo captado mediante un acto
V, l.5, 824). Otro hito importan- reflejo del intelecto, como “géne-
te en el tratamiento medieval de es- ro” o “sujeto”; mediante esta últi-
te tema está constituido por el pen- ma clase de n., no se alude directa-
samiento de Ockham. En sentido mente a lo real, sino que el intelec-
estricto, éste consagra la definición to se vuelve intentionaliter sobre sí
abelardiana de n.: “est vox significa- para nombrar una categoría mental
tiva, ad placitum instituta, sine tem-
473 nomina divina
ej., “Todo cuerpo es extenso”. En ye a los estoicos (cf. Tóp. VII, 31).
este caso, la extensión está incluí- Así, en los autores medievales, la n.
da en la corporeidad. Ahora bien, se distingue de la idea propiamen-
una proposición puede ser nota per te dicha, en cuanto que esta última
se secundum se, sed non quoad nos, puede aludir –al menos, entre los
es decir, evidente de suyo pero no de filiación platónica– al principio
para nosotros. Esto ocurre cuando de una realidad, lo cual no sucede
la mencionada inclusión no se nos con la “noción” que es un vocablo
aparece inmediatamente, o bien a exclusivamente gnoseológico. Se
causa de nuestro desconocimiento diferencia asimismo de la conceptio
del mismo significado de los térmi- en el sentido de la concepción, en
nos, o bien por un conocimiento la medida en que esta última pue-
imperfecto de la naturaleza o esen- de constituir el principio de pro-
cia del sujeto: la proposición “Dios ducción de una realidad, por ej. la
existe” puede ser de este último ti- concepción de una casa en la men-
po, si ignoramos que la esencia di- te del arquitecto; la n., en cambio,
vina se identifica con su existencia. es simplemente la recepción y el re-
Entonces, se requiere una demos- conocimiento de una idea acerca
tración, aunque la proposición sea de una realidad.
evidente por sí misma. En cambio, Cabe recordar que, cuando las
una proposición n. per se et secun- nociones consideradas son funda-
dum se et quoad nos es aquella evi- mentales o básicas para el ulterior
dente por sí también para nosotros, desarrollo del conocimiento, equi-
con sólo conocer el significado de valen a los principios que se supo-
los términos que la componen. Tal ne son, o deben ser, admitidos por
es el caso de “El todo es mayor que todo sujeto racional. Se denomi-
su parte”, mencionado por Tomás nan, entonces, notiones communes
de Aquino, en quien esta distin- (véase).
ción es de uso muy frecuente (cf.,
por ej., S. Th. I, q. 2, a. 1, c). Un notiones communes. Los estoicos lla-
posible antecedente de ella se en- maron “nociones comunes” a las
cuentra en Aristóteles (cf. Fís. I, 1, derivadas de las percepciones sen-
189 a-b). Véase también evidens. sibles, por una concepción natu-
ral de la mente, debida a la repeti-
notio. En sentido amplio, “noción” ción de sensaciones iguales. Se refe-
señala el contenido de la cognitio rían a una serie de ideas básicas que
(véase). En una acepción un poco la mente reconoce como adecuadas
más estricta, indica el contenido de y fundamentales para cualquier de-
todo conocimiento abstracto, dife- sarrollo ulterior del conocimiento
rente de la percepción sensible. Así (cf. Placita, IV).
pues, llegar a la n. presupone una Algunos escolásticos adoptaron
operación que el espíritu ejerce so- esta tesis –que, con todo, no al-
bre la acción que, a su vez, un ente canzó gran repercusión en la Edad
ha ejercido sobre los sentidos. Media– pero transformándola y sin
La Edad Media recoge la distin- adherir a los supuestos ontológicos
ción entre “pensamiento” e “idea generales del estoicismo. Para es-
en el espíritu” que Cicerón atribu- tos autores, las n. c. fueron princi-
477 notius
tico, por ej., en Bernardo de Clair- gar”. Aparece en los textos medie-
vaux quien las menciona citando vales aludiendo a los trashumantes
a Jerónimo (cf. De consid. II, 13). en la expresión n. gentium.
Fueron menos severamente juzga-
das en la madurez de la Escolásti- nullus. Palabra de valor universal y ne-
ca, ya que entonces se sobreenten- gativo que se traduce “ningún” o
dieron como parte de la urbanidad “ninguno”. Así pues, es la contra-
en la vida cotidiana. Pero en con- partida negativa de omnis. Como
texto universitario, la nota de gra- sugiere Pedro Hispano en Summ.
tuidad o futilidad implícita en esta Log. 12, 26, en una proposición,
noción, da lugar al tecnicismo es- el valor negativo universal de n. no
colástico nugatio (véase). sólo rige para el sujeto sino que aún
En el Renacimiento el término se puede extender al predicado. Es-
vuelve a aparecer con signo nega- to significa que, si se dice “Nullus
tivo, en referencia a la frivolidad de homo est asinus”, se concluye que
temas en los que algunos humanis- Sócrates no es asno, Platón no lo
tas se complacían. Así, por ej., Pico es, etc.; pero también que ninguno
della Mirandola en De genere dicen- de ellos es, por ej., Rocinante.
di philosophorum los acusa de de- numerus. Debido a la diversidad de
morarse en “de matre Andromaches significados que este término pre-
[...] de Niobis filiis, atque id genus senta en la historia de la filosofía, se
levibus nugis”, en lugar de empeñar hace necesario seguir las principa-
sus esfuerzos en la búsqueda de la les etapas de su desarrollo.
verdad. Entre los griegos, Tales de Mile-
nugatio. Se denomina así la repetición to, al menos según Jámblico (cf.
inútil de una misma cosa en una In Nic. Arith. Intr. I), había defini-
proposición. Ahora bien, se consi- do el número como un sistema de
dera que no hay n., cuando la re- unidad. Los pitagóricos, de acuer-
petición está justificada, por ej., do con el testimonio de Aristóte-
cuando se exclama “Deus, Deus les (cf. Met. I, 5), entendieron los
meus”, como escribe Pedro His- números como principios de to-
pano en Summ. Log. 7,2. Tampo- das las cosas: habiendo advertido
co cuando, de los dos términos que que las propiedades y las relacio-
designan la misma realidad, uno es nes de las armonías musicales co-
concreto y el otro abstracto, o bien rresponden a relaciones numéricas,
uno designa una parte y el otro el buscaron estas últimas también en
todo, etc. Así lo testimonia, por ej., los fenómenos naturales. Así, con-
Guillermo de Ockham en In III cluyeron que todo el cielo es pro-
Sent. q.9a. porción y armonía y que los nú-
meros son los elementos de todas
nulliforme. Palabra que señala la con- las cosas existentes. Algunos intér-
dición suprema de la sabiduría en pretes consideran que los pitagóri-
el vocabulario místico de Buena- cos entendían el número como un
ventura (cf. sapientia, in medio). agregado de mónadas, y éstas, co-
mo corpúsculos dotados aún de di-
nullubi. Poco usada, esta voz significa mensiones; de tal modo, los núme-
“en ningún lugar” o “de ningún lu-
numerus 480
ros constituían a la vez los elemen- Esta última prevalecerá en los si-
tos de las figuras geométricas y de glos centrales del Medioevo. En
los cuerpos físicos. Siempre según efecto, la definición euclideana de
el testimonio del Estagirita, Platón, n. continúa a través de Boecio, y
por su parte, habría considerado las se reencuentra, por ej., en el Liber
ideas como números y la Unidad abbaci de Leonardo de Pita. Boecio
como el principio de éstos, duran- transmite también la célebre carac-
te la última fase de su pensamiento. terización aristotélica según la cual
En armonía con el punto de vista el número es la multiplicidad me-
platónico del estudio de los núme- dida y la multiplicidad de las me-
ros como elevación del alma, está la didas (cf. Met. XIV, 1, 1008 a 7).
posición de Euclides. Por lo demás, Tras las huellas de Boecio, Alain
en el libro VII de sus Elementos, és- de Lille, como lo hará después Oc-
te define el número como la plura- kham, distingue el número conta-
lidad compuesta por unidades. do y el número por el cual se cuen-
Durante el período patrístico, la ta (cf. por ej., Exp. in Phys. 164b).
concepción filosófica del n. adquie- Esta concepción es compartida por
re notable importancia en Agustín Tomás de Aquino, para quien ca-
de Hipona, en cuya ontología tri- da n. es multitudo mensurata per
nitaria se identifica con la species. unum, añadiendo que el núme-
En efecto, el Hiponense llama pi- ro no es una serie de unidades, si-
tagóricamente n. a la segunda no- no algo compuesto por unidades que
ta constitutiva del ente, aquella por no están en el número en acto si-
la cual éste es algo determinado, es no en potencia (S. Th. I, q. 7, a. 4 c
decir que tiene una esencia que lo e In Met. X, l. 8, 2090 y VII, l.13,
inscribe en una especie (cf. De lib. 1589).
arb. II, 20, 54). Por otra parte, para Atentos, pues, a la función de
Agustín la razón se complace en la contar o medir, propia de la noción
belleza; en ésta encuentra las figu- aristotélica, los escolásticos distin-
ras; en las figuras, las dimensiones; guieron el 1. n. numeratus, que alu-
en ellas, los números (cf. De ord. II, de a la cantidad o multiplicidad
15, 42). Agustinianamente enten- de entes enumerada por el intelec-
dido, el número constituye, pues, to, y considerada como una cier-
una clave del ordo universalis (véase ta unidad –por ejemplo, diez ár-
ordo). boles–, del 2. n. numerans, que es
Ya en los orígenes de esta no- aquel del cual el intelecto se vale pa-
ción y en los antecedentes que de ra numerar, es decir, el que se con-
ella llegan a la Edad Media, se ad- sidera abstractamente, prescindien-
vierten dos maneras de concebir do de lo que mide, y que concier-
el n.: una es la metafísica que, co- ne a la enumeración en sí, por ej.,
mo se vio, desde los pitagóricos lle- diez. Por otra parte, el 3. n. motus
ga a Agustín pasando por Platón; es el de las partes de una cantidad
la otra es la aritmética propiamen- continua, como el de la medida del
te dicha, que relaciona el número tiempo.
fundamentalmente con la medida. Sea de ello lo que fuere, es la an-
tigua caracterización de Euclides la
481 nuntiatio
O
O
O. Los lógicos escolásticos emplearon o supuesto. Si esto último tiene lu-
esta letra –segunda vocal de la pa- gar, ello sucede, pues, como deri-
labra nego– para señalar la proposi- vado de la acepción original de es-
ción particular negativa. De la mis- te vocablo.
ma manera, la I señala la afirmativa.
Pedro Hispano se vale del siguien- obiective. Escolásticamente se entien-
te verso para recordar el carácter de de el esse o. como un modo de ser
estos signos: “I firmat, negat O, sed relative, es decir, un modo de ser
particulariter ambae” (Summ. Log., “en relación con”. En este caso, o.
1, 21 y 4, 18). Tal regla nmemotéc- indica el ser intencional, en cuan-
nica ha recibido también otra for- to referido al alma humana y, en
mulación (véase I). especial, a una de sus potencias o
hábitos (véase obiectum). Así pues,
ob- Como prefijo y preverbio, indica cuando se habla de esse o. se alude a
lo que está tendido, plantado, arro- un esse rei vicario. Por eso, el térmi-
jado o, de algún modo, puesto de- no que nos ocupa podría traducir-
lante, esto es, ante otra cosa que ge- se por “en cuanto objeto de tal di-
neralmente es el sujeto; así se ad- mensión de la conciencia”. Se opo-
vierte en varios términos filosófi- ne correlativamente al esse formali-
cos medievales, por ej., en obiectio, ter (véase), que alude al ser de una
en o(b)stendere, o aun en officium, cosa tomada en sí misma; Por ej.,
donde la b de esta partícula se asi- se dice de Dios que es la esperanza
mila a la f siguiente propia de la del hombre justo non formaliter sed
raíz fi- que alude al hacer (véanse). o., ya que Dios no es en sí la espe-
ranza humana, sino el fin de dicha
obiectio. Acción y efecto de obiicere, esperanza en el alma humana.
objetar, la o. no tiene, de suyo, en
la Edad Media, y, sobre todo, en el obiectivum. En cuanto adjetivo, o. se
período escolástico, los matices sig- usa de diversos modos, según el ca-
nificativos que presenta para noso- so al que se aplique. Así, se habla
tros hoy el término “objeción”. An- de 1. obiectiva essentia, que alude
tes que aludir al hecho de oponer no a aquella esencia que, pertene-
una tesis a otra contraria, previa- ciendo a la cosa, se da en ella en su
mente establecida, o a un punto en mismo acto de existir, sino a la que
particular de la misma, la o. en su está presente como idea en la men-
estricto sentido escolástico señala el te a manera de exemplar; 2. obiecti-
hecho de inducere rationes, es decir, va potentia, para mentar la cosa en
plantear razones en favor de una u cuanto posible y referida al agente
otra opinión y no necesariamen- que puede llevarla al acto; así, res-
te en contra de alguna afirmación pecto de la Creación, todas las co-
obiectum 484
sas tenían ser in potentia Dei obiec- que las conclusiones conocidas de
tiva; 3. obiectivus conceptus, que es dicha ciencia constituyen su o. ma-
la cosa en cuanto inteligida, di- teriale (cf. op. cit. II-II, q.1, a. 1, c).
verso del conceptus formalis, que es De este modo, todo lo que se ela-
la noción abstracta misma (véase bora cognoscitivamente a partir del
obiectum). o. formale formará parte del o. ma-
teriale de una disciplina. Pero esto
obiectum. El líneas generales, la An- último no debe confundirse con el
tigüedad concibió el objeto como “tema” que dicha ciencia aborda.
aquello que está presente al pensa- De hecho, el conjunto de conoci-
miento, o a lo que hoy llamaríamos mientos abarcados por ella, –es de-
“conciencia”. En cambio, en térmi- cir, su obiectum materiale– se refiere
nos modernos, se entiende el obje- a algo, a algún campo determina-
to como la cosa en sí misma. Entre do, que los escolásticos denomina-
ambos extremos, se ubica la con- ron subiectum (véase). Para prose-
cepción medieval que refiere el o. guir con el ejemplo mencionado, el
específicamente a la potencia. En subiectum de la Geometría son las
efecto, este tema fue tratado por los relaciones espaciales.
escolásticos en el plano gnoseológi- Con todo, subsiste el sentido ge-
co. En su acepción más lata, el o. es neral que tiene este término en la
es el término de referencia de una Edad Media, y que mienta, como
potencia congnoscitiva; así, lo co- se dijo, no lo actualmente presente
loreado es el o. propio de la vista, al alma, sino lo que se le puede pre-
según el ejemplo que propone To- sentar. Sobre esta base y en el últi-
más de Aquino (cf. S. Th. I, q. 1, mo tramo de la Escolástica, se pasó
a. 1 c). a la noción de un objeto “en sí mis-
De hecho, la definición de Oc- mo”, que no se presenta como tal,
kham dice que es o. de una poten- sino a través de sus especies (véase
cia o facultad aquello que constitu- species). Así aparece en Duns Esco-
ye el término de su acto (cf. In I to, para quien el o. no puede estar
Sent. Pr. q.9n). Esto ya sugiere que, presente tal como él es en nuestra
en sentido más estricto, el o. no es alma, por lo que requiere de la es-
en sí lo que está presente a la men- pecie –o, en líneas muy generales,
te de modo actual, sino lo que por la imagen– la cual en el intelecto
sus notas propias, puede presentar- hace las veces de lo que hoy llama-
se a ella, o mejor, a una de sus po- mos “objeto” (cf. Rep. Par. I, d.36,
tencias cognoscitivas. Ahora bien, q. 2, 34). Contra esta suerte de du-
el o. de cualquier hábito cognos- plicación –la cosa en sí y la cosa
citivo presenta dos aspectos: aque- conocida o a conocer– reacciona
llo por lo cual se conoce, que es la Guillermo de Ockham, quien su-
razón formal; y aquello que efecti- braya que el intelecto forma un es-
vamente se conoce, o sea, el obje- se fictum (véase), es decir, que pro-
to material. Esta distinción se ex- duce un concepto, pero éste es “ob-
tendió al plano de las disciplinas o jetivo”. De este modo, aun en Oc-
artes (véase). Así, por ej., el o. for- kham no queda completamente
male de la Geometría son los me- eliminado el realismo gnoseológico
dios de demostración, mientras
485 obligatio
medieval, en el sentido de que to- dudosa (cf. Summa Totius Log. III,
davía hay en él un rastro de la con- 3, 42-44).
vicción acerca de que los conteni- 2. En el plano ético, la o. es un
dos de la conciencia reproducen vínculo de carácter moral, que se
fielmente –aunque ya no universal- impone a la libre voluntad huma-
mente– lo real. na. Así, la obligación jurídica, por
No obstante, la concepción esco- ej., no constituye sino una deter-
lástica tradicional del o. lo entiende minación particular de la o. moral,
como aquello “quod operatio versa- en la que se funda. La o. es además
tur, vel in quod fertur potentia quo- la forma del deber, en cuanto que
cumque modo” (véase obiective). éste se define precisamente como la
obligación moral absoluta de llevar
obligatio. Término que en la Edad a cabo o de omitir alguna acción.
Media presenta dos planos de sig- En lo que respecta a su naturale-
nificación: 1. metodológico; 2. éti- za, los autores medievales han sos-
co. tenido, en general, que es racio-
1. En el plano metodológico, se nal. El fundamento de la obliga-
denomina o. a un acuerdo o con- ción moral se halla en un princi-
vención entre el respondans (véase), pio universal y necesario; es inde-
vale decir, el que sostiene una te- pendiente, por tanto, de las incli-
sis en una discusión, y el arguens, naciones personales. Pero, además,
o sea, quien la niega o ataca. Según se funda, para ellos, en un principio
ella, el primero, a solicitud del se- trascendente: el de la voluntad divi-
gundo, se compromete a admitir, na. Sobre este último punto, se han
en el curso de la discusión, algo en perfilado dos posiciones: la tomis-
lo que antes no se convino. Hay di- ta –que puede calificarse de “tradi-
versas especies de o. en este sentido. cional” en el marco de la ética es-
Ockham, por ej., menciona seis: colástica– sostiene que la o. moral
1.1. institutio, que es la adopción del hombre tiene fundamento en
de un término nuevo en la discu- la voluntad de Dios sólo en cuan-
sión solamente por todo el tiempo to que ésta, por su misma natura-
que ésta dure; 1.2. petitio, que es leza, no puede querer sino lo bue-
el pedido que formula el oponen- no y lo justo en sí. En cambio, la
te al respondens de admitir algo, por posición de Guillermo de Ockham
ej., conceder la primera proposi- –basada sobre su doctrina acerca
ción formulada por aquél; 1.3. po- de la omnipotencia de Dios– ubi-
sitio, que es la obligación de soste- ca el fundamento de la o. en un de-
ner una proposición como verda- creto divino arbitrario, de tal modo
dera; 1.4. depositio, que es la de sos- que, si Dios lo hubiera querido, las
tener una proposición como falsa acciones morales rectas podrían ha-
1.5. dubitatio, que es la de consi- ber sido otras. Dado el orden ins-
derar una proposición como dudo- tituído por Dios, se sigue lógica-
sa; y 1.6. sit verum, que es el com- mente que ciertos actos son bue-
promiso de responder a una propo- nos y otros son malos; pero el or-
sición como lo haría si la tuviera ya den mismo depende de la libérri-
por verdadera, ya por falsa, ya por ma e impenetrable decisión divina.
obliquum 486
lo que Dios viene a estar en todas tir que Él conoce también lo que
las creaturas como lo activo en lo acontecerá en el futuro. Ello signi-
pasivo. Casi todos los autores me- fica que su o., vista desde el hom-
dievales han abordado este tema: bre, incluye el pre-conocimiento;
por ej., Agustín (cf. Conf. I, 2; III, de ahí que se haya abordado el pro-
2; In Io. Ev. 31, 9; De civ. Dei XI, blema que de allí deriva en el artí-
5), Buenaventura (cf. In I Sent. d. culo praescientia.
37), Tomás de Aquino (cf. C.G. I, Textos importantes al respecto
26; III, 68; De ver. q. 8, a. 16, ad. son los de Agustín de Hipona (cf.
12; S. Th. I, q. 8, a. 3). De un mo- De div. quaest. II, 2, 2; De Trin.
do u otro, todos ellos han subra- XV, 13, 22; De civ. Dei. XI, 21; De
yado la diferencia mencionada en- lib. arb. II, 6), Buenaventura (cf. In
tre el modo de presencia de los se- I Sent. d. 36) y Tomás de Aquino
res corpóreos y la o. divina. Tal di- (cf. S. Th. I, q. 14 passim; C.G. I,
ferencia, pero, a la vez, la relación 44-71; In Sent. I, d. 39-41).
que se establece entre ambos térmi-
nos, hacen que omnipraesens pueda ope ingenii. Con esta expresión auto-
considerarse uno de los nombres res y paleógrafos tardomedievales,
de Dios, más precisamente, uno de particularmente, los humanistas
los nomina divina (véase) relativa. indicaban que habían hecho una
corrección al texto, es decir, al có-
omniscientia. Es uno de los atributos dice manejado, por su propia cuen-
de Dios, elaborado y discutido es- ta y sin la ayuda o apoyo de fuen-
pecialmente por el pensamiento tes manuscritas. En general, se uti-
cristiano, sobre base escrituraria, lizaba esta clase de corrección pa-
en particular, el texto de Sap. 7, 27. ra facilitar el trabajo del copista,
La o. expresa, en general, la perfec- a quien, con todo, frecuentemen-
ción propia del pensamiento o co- te se le confiaba también el códi-
nocimiento divino como exhaus- ce antiguo sin la enmienda o.i. pa-
tivamente comprehensivo de todo ra su control.
el ámbito del ser, es decir de todo
lo que es o puede ser en cualquier opera. En general, es el efecto de la
grado. El ser absoluto de Dios im- operatio (véase). Cf. también opus.
plica, entre otras cosas, un pensa- operatio. Si bien aparece ya en la Pa-
miento subsistente, una visión om- trística latina, este vocablo fue usa-
niabarcante. Tal como ocurre en do, en especial, por los escolásti-
el caso de la omnipraesentia (véa- cos medievales, con el sentido ge-
se) divina, el de la o. también pre- neral de acción, pero particular-
senta el problema de determinar el mente, con el de acción inmanen-
modo como Dios es omnisciente. te (véase actio, in fine). El signifi-
Pero, a diferencia de lo que sucede cado de o. se precisa mejor en re-
con el primer caso, el de la o. ofrece lación con “opera”, es decir con el
un particular dificultad, muy dis- efecto de una actividad inteligente
cutida a lo largo del período pa- y, más específicamente, con la ac-
trístico y del medieval. En efecto, ción formaliter immanens virtuali-
el carácter omniabarcante del co- ter transiens. En ésta, el aspecto in-
nocimiento de Dios obliga a admi- manente de la actio es el autoteleo-
491 opinio
su contradictoria. Ahora bien, si tal hijo”. Cf., por ej., Tomás de Aqui-
inclinación del asentimiento inte- no, In Met. V, l.12, 922).
lectual se hace con certeza y sin te-
mor, se está ante la fe. En cambio, oppositio. Señala la relación de oposi-
si tal asentimiento se da con duda ción como postpraedicamentum, en
y temor se está ante una o. (cf. S. cualquiera de sus cuatro especies
Th.II-II, q. 1, a. 4, c). Así pues, la (véase opposita).
o., aun por oposición, es correlati- opprobrium. Cf. contumelia.
va con la fe; en todo caso, y en vir-
tud de la común referencia al assen- opus. A diferencia de opera (véase), es-
sus, está más próxima a ésta que al ta voz subraya no sólo el carácter
conocimiento. actualiter transitivo de una acción,
Una perspectiva particular es la sino, particularmente, el efecto di-
que asume al respecto Pedro Abe- recto y visible de la misma. Por eso,
lardo. Restringiéndose en esto, so- se aplica a obras de fortificación, a
bre todo, al plano filosófico, este labores de campo, a trabajos servi-
autor opone o. a sententia (véase), les, de donde la expresión “o. ser-
en cuanto que ésta es indudable- vile”, etc. No obstante, en la Edad
mente verdadera por resultar de la Media, también se ha empleado
confrontación de posiciones diver- para señalar obras de arte y litera-
sas; la o., aunque remite casi siem- rias, de manera que no sólo indica
pre a un parecer individual o sub- el efecto de la actividad propia de
jetivo, puede constituir, con todo, las artes manuales sino aun de las
una posición fundada y, por eso, artes liberales (véase ars).
tiene carácter de verosímil. oratio. Tres son los significados funda-
oppidum. Cf. urbs. mentales de este vocablo: 1. en sen-
tido retórico, o. mienta, en térmi-
opposita. Esta palabra mienta los tér- nos generales, la facultad de hablar;
minos opuestos. Ahora bien, la Es- pero especialmente alude a toda ex-
colástica distinguió varios modos posición oral, en particular, la alo-
de relación de oposición. De esta cución. Así, o. habere significa pro-
manera, 1. o. contrarie son dos en- nunciar un discurso. Isidoro de Se-
tes positivos que, distantes en máxi- villa afirma que “orare idem est quod
mo grado dentro del mismo géne- dicere” (Etim X, ad litt. o) y Casio-
ro, se rechazan mutuamente al ser doro anota que o. tiene su etimo-
atribuidos al mismo sujeto, por ej., logía en ore ratio, es decir, la ra-
“frío-calor”. 2. o. contradictorie se zón expresada en palabras (Exp. in
denominan aquellos términos que Psalt. 38, 13).
se oponen entre sí mediante la ne- 2. en el plano lógico-gramatical,
gación simpliciter de uno de ellos, los autores medievales, siguiendo
como sucede en “hombre-no hom- a Aristóteles, han considerado la o.
bre”. 3. o. privative se dice de una una expresión significativa comple-
forma y su correspondiente priva- ja. Ateniéndose a esta posición, Pe-
ción, como “visión-ceguera”. 4. o. dro Abelardo desarrolla, en parti-
relative o ad aliquid se llaman dos cular, dos aspectos: el carácter con-
términos correlativos como “padre- vencional de la oración y su cons-
493 ordinare
trucción en cuanto estructura au- rrae, hasta que el término que nos
tónoma. En este último sentido, ocupa se restringió preferentemen-
para Abelardo, la o. se distingue de te a la tierra. Sobre bases aristoté-
una simple colección de palabras licas, los escolásticos hablaron de
–que no alcanza a constituir una los orbes caelorum como de las par-
propuesta de verdad– y en esto la tes regionis aethereae per se mobi-
o. se acerca a la propositio (véase). les quibus stellae infixae moveantur.
Siempre dentro de este orden, y en De hecho, compararon cada cuer-
la misma línea que Abelardo, Oc- po celeste con el clavo o piñón fijo
kham distingue varios tipos de ora- de una rueda que es movido por el
ciones, según el modo verbal: indi- movimiento de ésta. Partiendo des-
cativas, imperativas, optativas e in- de la tierra, a la que se consideraba
terrogativas. El lógico –dice Oc- fija, el orden o sucesión de los orbes
kham– sólo se ocupa de las prime- caelorum, llamados también “cie-
ras, porque son las únicas suscepti- los” es el siguiente: Luna, que es la
bles de verdad o falsedad (cf. Exp. órbita de los ángeles; Mercurio, la
Aurea, 99 y ss.). de los arcángeles; Venus, la de los
3. en su tercera acepción, más es- principados; Sol, la de las potesta-
pecífica, la o. se refiere a la plega- des; Marte, la de las virtudes; Jú-
ria religiosa. Más aún, es uno de los piter, la de las dominaciones; y Sa-
principales actos de la vida religio- turno, la de los tronos. Más allá de
sa, por el cual el creyente se somete ellos, ubicaban el cielo estrellado,
a Dios y confiesa la necesidad que el de las constelaciones del zodía-
tiene de Él. En su estado perfecto, co, que es el orbe de los querubi-
se concibe como un ascensus men- nes, mientras que las aguas sobre el
tis in Deum (cf. por ej., Tomás de cielo de estrellas fijas, a las que alu-
Aquino, S. Th. II-II, q. 83, a.3 ad den muchos textos medievales, son
1). Cabe añadir que, más allá de su los espíritus de éstos. Sobre el cie-
etimología, y precisamente en vir- lo estrellado está el cristalino, el de
tud de que el sujeto específico de los serafines. Por último, situaban
la o. en esta segunda acepción es la en la cima de esta visión del uni-
mens, es decir, la dimensión espiri- verso, el empireum, ámbito resplan-
tual del hombre, la plegaria no de- deciente y en rigor no representa-
be ser necesariamente oral; puede ble en cuanto que no es físico y está
darse, en efecto, una o. cordis, esto concebido como morada de Dios y
es, una oración “pronunciada” in- de los bienaventurados. Sobre este
teriormente. esquema, Dante diseña el itinerario
recorrido en el Paraíso de su Divi-
orbis. Originalmente, esta palabra ha- na Comedia.
ce alusión al círculo y, de manera
derivada, a la órbita, movimiento y ordinare. Técnicamente hablando, “or-
superficie circular. Por eso, y habi- denar” es, en la Escolástica, la ac-
da cuenta de la concepción ptole- ción por la que se refiere una cosa
maica vigente en la Edad Media, se a otra, o se relaciona con ella, en el
utilizó para designar las órbitas del plano lógico u ontológico. De ahí
sol, de la luna, de la tierra, y aun que la expresión escolástica “in or-
ésta misma. Así, se habló de o. te- dine ad” equivalga a “respectu” o
ordinata 494
lis, esto es, al conjunto de lo crea- tr. christ. I, 27, 28). Esto hace que,
do; supone también que cada co- en la perspectiva del Hiponense, la
sa individual tenga su propio orden virtud sea justamente el o. amoris,
interno. Para comprenderlo, es ne- doctrina de extraordinaria influen-
cesario recordar que la perspectiva cia posterior. Pero lo que revela el
agustiniana está regida por un pen- carácter central de su tesis sobre el
samiento triádico, en cuanto que o. es la intervención que le confie-
en toda criatura hay un triple as- re a esta noción en la definición de
pecto, vestigio del Dios trinitario al otros conceptos claves: así, por ej.,
que obedece su creación. Este tri- la paz es la tranquillitas ordinis; la
ple aspecto está dado, en primer lu- belleza, el splendor ordinis, etc.
gar, por la circunscripción ontoló- Un amplio comentario dedica
gica que hace que la cosa exista co- Tomás de Aquino a esta concep-
mo una, y que Agustín llama men- ción, cuando se pregunta “utrum
sura o modus; en segundo térmi- ratio boni consistat in modo, specie
no, por la esencia que le correspon- et ordine” (S. Th. I, q. 5, a. 5) y, al
de, denominada species o numerus fundamentar su respuesta afirma-
(véanse); y, finalmente, por el o., es- tiva, dice: “Ad formam autem con-
to es, por la cohesión intrínseca de sequitur inclinatio ad finem, aut ad
las partes que constituyen ese en- actionem, aut ad aliquid uniusmo-
te. Dicha cohesión asegura su orga- di: quia unumquodque, inquantum
nización interna y, con ello, confir- est actu, agit, et tendit in id quod si-
ma al ente en su permanencia en el bi convenit secundum suam formam.
ser según la especie a la que perte- Et hoc pertinet ad ‘pondus’ et ‘ordi-
nece (cf., por ej., De nat. boni, 3). nem’”. Como se puede advertir, la
Más aún, en virtud de esto último, perspectiva tomista sobre el tema
Agustín relaciona el o. individual recupera el planteo agustiniano,
con el pondus (véase). Por otra par- pero lo reformula en términos aris-
te, también se ha de tener presen- totélicos, mediante la trasposición
te que los seres creados constitu- de categorías, por ej., la de pondus
yen una jerarquía de perfecciones, a la de finis, ya que Aristóteles li-
ya que cada uno es un bien (véa- gaba el concepto de o. al de fina-
se bonum) en virtud de esos tres ca- lidad. En esto insiste el Aquinate
racteres ontológicamente constitu- en De ver. q. 21, a. 6 y en sus co-
tivos que son, además, tres perfec- mentarios a la Física de Aristóteles.
ciones ontológicas; pero no todos En los mencionados pasajes, mues-
lo son en igual grado (cf. De civ. tra el orden en su aspecto estático
Dei, XII, 2). Esta jerarquía implica y dinámico: el primero lo constitu-
la subordinación de lo inferior a lo ye la forma, por la cual cada cosa
superior, doctrina que tiene, obvia- es colocada en su propia especie se-
mente, una amplia aplicación en el gún un determinado modo, y con
campo moral: el hombre virtuoso arreglo a la perfección del ser; el as-
es aquel que, en sus elecciones, op- pecto dinámico consiste en el lado
ta por cosas que constituyen, por sí extrínseco de la perfección formal
mismas, bienes superiores (cf., por de cada ente, es decir, en esa acción
ej., De lib. arb. I, 6, 15 y De doc- que le es connatural y que está diri-
organizatio substantialis 496
P
P
P. Los lógicos medievales utilizaron es- vierte en tirano: cuando quien ha
ta letra para indicar el predicado en sido elegido para castigar a los mal-
el juicio o proposición, particular- vados y defender a los justos, y se
mente, la de un silogismo. Tam- vuelve él mismo malvado –escri-
bién se usa para reducir uno de los be Manegoldo de Lautenbach– de-
modos de las otras figuras a uno be resignar su cargo: el populus, que
de los nueve modos de la primera precisamente por el p. le debe leal-
(véase figura). Pedro Hispano lo ex- tad, tiene, entonces, el derecho de
pone en Sum. Log. 4, 6. liberarse de su dominio (cf. Liber
ad Gebehardum, 1).
pactum. En general, alude al modo o
manera; de ahí que alio pacto signi- paradoxa. De origen griego, esta pa-
fique “de otra manera”, y nullo pac- labra significa lo contrario a la opi-
to, “de ningún modo”. En sentido nión común. De hecho, Cicerón
estricto, se refiere a un orden exis- escribe que la p. suele maravillar,
tente y, en sentido derivado, a la ya que propone algo que es increí-
costumbre y/o a la ley. Por eso, en ble que sea como se dice que es (cf.
el vocabulario de la filosofía política De fin. IV, 74). Los lógicos medie-
en la Edad Media, p. es un término vales recogieron de la Antigüedad
que alude a algo de hecho más que ejemplos célebres de paradojas, co-
a una convención contractual. Así, mo la del mentiroso o el cretense.
por ej., en Conf. III, 8, 15, Agustín Según ella, Epiménides, el creten-
advierte que se deben evitar los de- se, afirma que todos los cretenses
litos contra las costumbres huma- mienten. Así, miente si solamente
nas, “con el fin de que el concierto dice la verdad, y dice la verdad sólo
mutuo entre ciudadanos, estableci- si miente. Pese a la transmisión ci-
do por costumbre del pueblo o por ceroniana de esta palabra, la Edad
ley, no se quebrante por el capricho Media prefirió el término insolubi-
de ningún ciudadano o extranje- lia (véase).
ro”, añadiendo después que “es p.
general de la sociedad humana el paralogismus. Los paralogismos per-
obedecer a sus gobernantes”. Sobre tenecen al gran capítulo de las fala-
bases agustinianas, especial impor- cias y derivan de aequivocatio (véa-
tancia reviste, pues, en la Edad Me- se). Se tiene un p. cuando se da
dia el p. que se da entre el pueblo un equívoco ex transumptione, co-
y el príncipe, es decir, el gobernan- mo en “Todo lo que corre tiene
te, concretamente, el rey: ha de ser pies”, “El Tíber corre”, “Ergo, el
honrado por ambos; por eso, cabe Tíber tiene pies”; o bien cuando se
su anulación, si una de las partes lo da un equívoco proveniente de un
quebranta, por ej., si el rey se con- compuesto, como en “Todo lo in-
paranomasia 502
tónica: San Buenaventura, por ej., criaturas sólo por analogía. Con
ve en el mundo el vestigio del Dios esta acotación, p. es, pues, funda-
Trinitario. Tal vestigio se revela co- mentalmente, la participación en el
mo p. cuando la mens redit in seme- ser. En la perspectiva del Aquina-
tipsam, y la luz de la fe se añade a la te, lo que limita el grado que tiene
de la inteligencia. un ente de participación en el ser
En cambio, escolásticos más aris- es su esencia, doctrina continuada
totélicos aceptaron y utilizaron el y desarrollada por sus seguidores.
concepto de participación, con Las cosas no se distinguen unas de
ciertas limitaciones. Esto obede- otras en razón del ser porque éste es
ce al hecho de que esta línea está común a todas, desde el momento
fuertemente influenciada por el re- en que todas participan de él; si di-
chazo aristotélico de la p. en cuan- fieren entre ellas es en virtud de sus
to principio metafísico. Sin embar- respectivas naturalezas o esencias,
go, aun estos autores hubieron de por las cuales participan del ser de
valerse de la noción que nos ocu- maneras diversas (cf. C.G. I, 26).
pa por la razón apuntada. Por lo Así, por ej., una piedra, un pino
demás, la idea de p. revela su valor y un hombre son o existen de di-
funcional en el problema de la re- ferente modo, aunque en todos se
lación entre lo infinito y lo finito. da el esse. Sin embargo, es menester
Combinada con el principio aris- aclarar que, en rigor, no poseen di-
totélico de causalidad, como su- versos “grados de ser” –puesto que
cede en gran parte de la literatu- éste es absoluto e indivisible– si-
ra escolástica, la p. pone en relieve no precisamente diversos grados de
la semejanza entre causa y efecto, participación en el ser.
en cuanto que éste posee la misma
cualidad de aquélla. A la vez, sugie- particulare. Se entiende por “particu-
re también la diferencia entre am- lar” lo que pertenece a algunos in-
bos, desde el momento en que el dividuos. Se opone, pues, a “uni-
efecto sólo puede tener una parte versal” (véase universalis), en cuan-
de la realidad de la causa. Es en es- to que este último término se refie-
te sentido que la doctrina escolásti- re a una totalidad plural de indivi-
ca de la participación queda alinea- duos. Aunque en la época moderna
da en la de la analogia (véase): tam- se tendió a identificar, al menos en
bién ésta subraya simultáneamente uso corriente, “particular” y “singu-
la semejanza y desemejanza. lar”, no ocurrió así durante la Edad
Cabe señalar que, en general, los Media: p. se distingue de singularis
escolásticos emplearon la noción o individualis (véanse), que aluden
de p. para explicar la existencia de a un solo individuo determinado.
lo creado, más que su esencia. Así, En lógica, un concepto p. –por
por ej., Tomás de Aquino, afirma ej., “algún hombre”– es concepto
que todas las cosas reciben de Dios universal cuya extensión se ha re-
la essentia y el esse, pero subraya la ducido a un sujeto individual inde-
participación de ellas en el esse. Al terminado. Esto lleva a la conside-
concebirse a Dios como esse abso- ración de la propositio p., que Pedro
luto, el ser se puede predicar de las Hispano define diciendo que es
aquello ‘in qua subiectur terminus
partitio 506
communis determinatus signo par- ción racional que se debe dar en-
ticulari, ut ‘aliquis homo currit’”, y tre la obra y los dispendios que ella
aclara “signa particularis sunt haec: exige. No se ha de confundir, pues,
‘aliquis’, ‘quidem’, ‘aliquus’ et ‘simi- con la avaritia (véase) en cuanto
lia’ ” (Summ. Log. 10, 9). De he- pecado capital. En la consideración
cho, la contraposición tradicional de este tema, los escolásticos siguie-
entre particular y universal tiene ron a Aristóteles (cf. Eth. Nic. IV,
su punto de partida en la doctrina 2, 10, 1122b 13). Su opuesto es la
aristotélica del juicio (cf. An. Post. consumptio (véase).
I, 1, 24 a 18).
El procedimiento intelectual de passio. El concepto de “pasión” ha si-
la argumentatio conocido como in- do muy usado, especialmente, en la
ductio (véase) consiste precisamen- Escolástica, sobre todo, como ca-
te en remontarse desde varios par- tegoría metafísica (véase praedica-
ticulares al universal, como Pedro mentum 3.3.2). Durante la Anti-
Hispano también registra (cf. op güedad fue elaborado por Aristóte-
cit. 5, 3). les, para quien la p. alude, en pri-
mer lugar, 1. a la recepción del ac-
partitio. Este término es importan- to por parte de la potencia. En este
te en el campo de la lógica, en el sentido, el Estagirita aplica el tér-
que se define como la división del mino equivalente griego, páthos,
todo en partes. En este sentido, es particularmente, en sus descripcio-
correlativo de divisio proprie (véase nes de la sensación y de la intelec-
divisio) que alude a la división del ción (cf. por ej., De an. II, 3, 427 b
género en especies. Desde Boecio y III, 45). De hecho, en el proceso
(cf. In Isag. IX, 18), los lógicos me- cognoscitivo humano, ambas im-
dievales consideraron que la p. co- plican recibir una determinación.
mienza donde termina la divisio, o Pero también llama “páthos” 2. a
sea, con la aparición del individuo. la determinación en cuanto tal, en
Así, la definición se hace sobre la especial, a la característica de una
base de esta última, ya que no la especie, por ej., entre algunos ani-
hay de individuos; en todo caso, la males, el ser hembra (cf. Hist. an.
p. puede dar lugar a una descriptio VII, 17, 600 b 29). En tercer tér-
(véase). mino, esta noción señala en Aris-
tóteles 3. el accidente real correla-
parvificentia. Significa mezquindad tivo a la acción (véase actio), en la
en lo concerniente al dinero, espe- actio que posteriormente se deno-
cialmente, en los gastos menudos, minó “formaliter transiens”, es de-
como señala la partícula parv-. En cir, aquella que se resuelve en pura
la consideración de este vicio, se ha transmisión, como el impulso físi-
de tener en cuenta que lo grande co que un cuerpo da a otro (cf. por
y lo pequeño constituyen términos ej., Fís. III, 3, 202 a 13 y ss).
relativos. En este caso, la relación Estas acepciones fundamentales
se da entre la erogación y la mag- se reencuentran, con mayor preci-
nitud de la obra a realizar con ella. sión, en el pensamiento medieval.
Así pues, el parvificus o mezquino Durante la Escolástica, p. signifi-
es quien atenta contra la propor- có 1. en sentido lato, cualquier ti-
507 patientia
po de recepción, así, por ej., que el dor (cf. Quod. II, q.15; In III Sent.
hecho de ser macho o hembra son q.11r).
passiones propias del animal, co-
mo dice Tomás de Aquino (cf. In passum. Se llama así 1. a la materia en
Met. X, l.11, 2134); 2. en sentido cuanto subiectum sustentationis en
estricto, la recepción de una cuali- la educción (véase eductio), es decir,
dad destructiva, como el exceso de la materia presupuesta en la gene-
calor; 3. en cuanto praedicamen- ración o mutación corpórea de al-
tum (véase), es el acto del pacien- go. En otro sentido, se denomina
te en virtud del cual éste se consti- p. o reagens 2. a aquel cuerpo que
tuye precisamente en patiens por la resiste la acción de otro más poten-
recepción del efecto producido por te, actuando sobre este último: por
el agente; 4. p. appetitus es el movi- ej., el cuerpo A actúa sobre el B y
miento del apetito sensible como el éste reacciona contra el primero; el
amor y el odio; 5. finalmente, indi- cuerpo B recibe, entonces, el califi-
ca la cualidad que causa una altera- cativo de p.. En cambio, el cuerpo
ción pasajera, como el miedo que A se llama agens o repassum.
provoca palidez. Estos dos últimos pati. Este verbo, que literalmente sig-
significados fueron tratados, en es- nifica “padecer”, tiene en filoso-
pecial, por Tomás de Aquino en S. fía el significado de “recibir”, con
Th. I-II, q. 21, a. 1 y q. 22, a. 1. dos acepciones similares aunque de
passionatus. Se aplica, en general, al matices diferentes: 1. recibir algo
hombre en cuanto sujeto de pasio- sin más, como cuando la materia
nes. Con todo, es un término que, recibe la forma; 2. sufrir un cambio
en su acepción más amplia, alude a sin recibir nada en compensación,
aquel que tiene cualesquiera pasio- así se “padece”, por ej., el ser mo-
nes y, en este caso, es traducible por vido localmente. Tomás de Aqui-
“apasionado”; en sentido estric- no, al comentar a Aristóteles, indi-
to, es aquel cuyas pasiones lo incli- ca dos modos de utilizar este ver-
nan a actos contrarios a la recta ra- bo: en sentido impropio, se uti-
zón. En este último caso, se justi- liza p. para señalar que algo reci-
fica traducir la voz que nos ocupa be una perfección; en sentido pro-
por “pasional”, por ej. Interesa no- pio, p. significa que una cosa reci-
tar la acotación que sobre este con- be algo que la transforma respec-
cepto, más frecuente hacia el final to de aquello que le es natural (cf.
de la Edad Media, hace Guillermo In Met. V, l.14, 958). En términos
de Ockham. En efecto, advierte muy generales, alude también a ser
Ockham que no se ha de confun- creado, como testimonia, por ej.,
dir la ausencia de pasión, esto es, Guillermo de Ockham en Summa
la insensibilidad, con la virtud; por Totius Log. I, 58).
el contrario, cuanto más p. sea un patientia. En general, los autores cris-
hombre, mayores posibilidades tie- tianos consideraron la paciencia no
ne de ser virtuoso si gobierna o in- sólo como virtud, sino como raíz y
forma tales pasiones según la rec- custodia de las demás virtudes. Así,
ta razón; si no lo hace, mayores po- por ej., la caracteriza San Gregorio
sibilidades tendrá de ser un peca- en In Evang. II, 35. Tal concepción
patres 508
rae que es aquel al que se ha he- biable por moneda. Así, es un con-
cho alusión en el párrafo anterior y cepto más amplio que el de mone-
que, por lo dicho, se distingue del ta (véase) que es, además, instru-
1.2. p. personale, esto es, el cometi- mental respecto de p. Antonino de
do por alguien en particular en el Florencia y Nicolás de Oresme se
actual estado postadánico; 2. en re- cuentan entre los autores que más
lación con el mismo acto humano, se han dedicado al examen econó-
se diferencia entre 2.1. p. actuale, o mico y ético de esta noción.
sea, la acción o hecho mismo, in-
terno o externo, contrario a la ley per. Preposición de acusativo, tiene el
de Dios, y 2.2. p. habituale que no sentido genérico de “mediación”,
es el vicio, ya que no consiste en un que se despliega en las siguientes
habitus generado por la repetición especificaciones: 1. en el orden lo-
del mismo tipo de pecado, sino en cal, significa “a través de”; 2. en el
una condición permanente inicia- orden temporal, significa 2.1. “du-
da por él; 3. respecto de su cons- rante”, o bien 2.2. expresa la suce-
titución, se distingue entre 3.1. p. sión propiamente dicha; 3. en el
formale, que es el que se quiere li- plano instrumental, puede aludir a
bremente con conciencia de su na- 3.1. un medio o instrumento, 3.2.
turaleza de tal y 3.2. p. materiale, un intermediario, 3.3 un motivo
que es el acto objetivamente con- accidental, 3.4. una ocasión o cir-
trario a la ley divina, prescindien- cunstancia. Otro de sus usos es 4.
do del hecho de estar acompañado en las súplicas, donde asume el sen-
o no por esa conciencia; 4. respecto tido de “en nombre de”.
de su gravedad, los pecados se clasi- Pero el empleo más frecuente de
fican en 4.1. p. grave o mortale, que esta preposición en textos filosófi-
conforma una violación sustancial cos medievales es aquel mediante
de la ley de Dios y aparta de modo el cual indica 5. causa, en general,
radical al hombre de Él en cuanto como en per accidens (véase). Cabe
fin último, y 4.2. p. veniale, que es notar que, en este orden, se prefie-
una transgresión incompleta de esa re su uso cuando dicha causa es de
ley; 5. en cuanto a la manifestación algún modo inmanente al sujeto o
de los pecados, se suele distinguir cuando se aproxima a algo circuns-
entre el 5.1. p. interior que radica tancial u ocasional, es decir, cuan-
en los malos deseos o pensamientos do no se trata de una causa en el
que no se traducen externamente sentido más fuerte del término.
pero que también manchan el al- Finalmente, cabe destacar que es-
ma, y 5.2. p. exterior que es el de la ta preposición suele emplearse 6.
acción propiamente dicha y el de la con valor intensivo, ya sea 6.1. uni-
palabra que también se denomina da a la conjunción quam, para su-
p. oris. Cf. también difformitas 2. brayar la significación de la palabra
a que se refiere, ya sea 6.2. en com-
pecunia. En general, alude a la riqueza posición con adjetivos, confirién-
material, pues, más que señalar el doles entonces el grado superlativo,
dinero, esta voz indica todo aque- por ej., pergratum.
llo que puede ser estimado a pre-
cio de dinero, es decir, intercam-
513 per se subsistens
pia plenitud. Entre los autores me- por ende, una cierta limitación de
dievales, se habla de p., sobre todo, la potencia. En este orden, es inte-
desde el punto de vista metafísico resante la posición de los seguido-
y desde el punto de vista ético. En res de Avicena que insertaron doc-
sentido metafísico, la p. concierne trinas aristotélicas en un contexto
a un ente en lo que éste es o en lo neoplatónico. A fines del siglo XII,
que hace. En cambio, en sentido Juan Blund, por ej., escribe en su
ético, atañe a la rectitud de la con- Tractatus de anima que el alma no
ducta de vida de una persona. Ob- es forma del cuerpo sino p. de él,
viamente, el primer sentido es el en cuanto principio vivificador.
que reviste mayor importancia fi- Ahora bien, se suele decir que
losófica. En ese orden, y siguiendo todas las perfecciones se encuen-
los significados formales que había tran en Dios eminenter, es decir, en
establecido para este vocablo Aris- máximo grado. Pero las perfectio-
tóteles en el libro V de la Metafí- nes simpliciter simplices se hallan en
sica, los escolásticos distinguieron Él formaliter, mientras que las per-
tres tipos de perfección: 1. la p. de fectiones simplices secundum quid se
la estructura esencial de un ente; dan en Dios virtualiter, en cuanto
así, por ej., la perfección del fuego que Él puede ponerlas en la exis-
consiste precisamente en su deter- tencia en las criaturas. Así, por ej.,
minación ontológica, o sea, en ser la ratiocinatio (véase) no se da en
fuego y no otra cosa. 2. la p. que Dios formalmente, pero sí en Su
consiste en la adición de ciertos ac- capacidad de producir un ens ra-
cidentes o cualidades indispensa- tionale capaz de llevar a cabo dicha
bles para el cumplimiento de las operación, como el hombre.
operaciones propias; en este sen- En cuanto a la perfección moral,
tido, son perfecciones del fuego el la literatura medieval suele con-
ser cálido, ligero, seco, etc. 3. la p. siderarla un grado eminente de la
última de un ente estriba en la con- virtud, por la que el hombre se en-
secución de su fin propio, el que le noblece y alcanza la beatitudo (véa-
corresponde según su especie; en el se). Sólo el hombre es pasible de
ejemplo presente, el elevarse hasta esta clase de p., ya que Dios no es
detenerse en su lugar propio es la perfectible, por definición; por otra
perfección última del fuego. parte, tampoco los animales son
Desde otra perspectiva y respec- perfectibles en este sentido, toda
to de las operaciones en cuanto vez que la virtud es ordo amoris y la
perfecciones del ente, la Escolás- proyección de ese orden a la propia
tica distinguió también entre las conducta implica una racionalidad
perfectiones simpliciter simplices y de la que carecen.
las perfectiones simplices secundum
quid. Las primeras son aquellas que perfectum. Etimológicamente signifi-
en su concepto no implican lími- ca “hecho completamente”, o sea,
tes, como pensar o amar; en cam- acabado, lo cual contiene un ma-
bio, las segundas sí los implican, tiz de completitud o plenitud, una
por ej., razonar, puesto que la ra- alusión a algo a lo que nada fal-
cionalidad conlleva un devenir, y ta. En su origen, este vocablo per-
teneció al ámbito del arte y de la
periurium 516
la cual, sin embargo, en la Escolás- bién una virtud. Pero dicha dificul-
tica, es un término que alude a la tad puede obedecer a dos motivos:
causalidad: sólo Dios es a se, en la a la naturaleza misma del acto vir-
medida en que tiene en sí la razón tuoso y/o a su duración temporal.
de su existencia y ella no obedece a Ahora bien, el aplicarse a una obra
otro más que a sí mismo. difícil y persistir en ella presenta
una especial dificultad. De ahí que
perseverantia. En la Antigüedad, Ci- el Aquinate considere la p. una vir-
cerón caracteriza la perseverancia tud especial, cuya función es so-
diciendo que es la permanencia es- portar cuanto sea necesario la du-
table y perpetua en aquello que la ración de los actos virtuosos cuan-
razón ha decidido (cf. Ret. II, 54). do éstos han de prolongarse en el
La segunda parte de esta definición tiempo (cf. S. Th. II-II q. 137, a. 1
consagratoria del término, al in- c) (véase constantia).
cluir la deliberación de lo racional,
hace que este concepto se distinga persona. El origen del término es grie-
y hasta se oponga al de la mera obs- go y su significado primario señala
tinación. Esto se reafirma entre los la “máscara teatral”; por tanto, alu-
autores cristianos, quienes asocian de al papel que ha de desempeñar
la p. a las virtudes, tanto a las teo- un actor quien, valiéndose justa-
logales como a las cardinales, jus- mente de ella como de una caja de
tamente porque ellas mantienen el resonancia en donde per-sonat, re-
orden de la razón contra las pasio- cita su per-son-aje. Así lo testimo-
nes. En la Patrística, Agustín insis- nia Boecio que, con todo, se remite
te, especialmente, en la relación de al suppositum, es decir, al sujeto hu-
la p. con la fe; así, e insiste en su ca- mano que está detrás de la máscara.
rácter de don gratuito de Dios que De esta manera, acaba formulando
Él concede a quienes lo piden, bajo una definición de p. que se tornó
la sola condición de la humildad. clásica para toda la Edad Media: “P.
De tal manera, dedica toda una es la sustancia individual de natu-
obra a este tema: el De dono perse- raleza racional” (De duabus nat. 3).
verantiae. Así pues, en el Hiponen- En cierto modo, ambas acepciones,
se se trata fundamentalmente de aunque con prevalencia de la pri-
una gracia (véase gratia). mera, se sintetizan en la expresión
Distinta es la perspectiva de la ex persona que se suele traducir por
Escolástica sobre la p. Con el re- “en boca de”. Así, por ej., el mis-
ingreso de Aristóteles, se puso én- mo Agustín de Hipona señala en
fasis en las concepciones del Filó- sus Conf. IX, 6, 14 que son efec-
sofo acerca de la virtud moral, re- tivamente de su joven hijo Adeo-
cordando, por ej., su observación dato todas las opiniones que puso
acerca de que ella tiene por objeto en su boca al escribir el De magis-
no solamente lo bueno, sino tam- tro: “... illius esse sensa omnia quae
bién lo difícil (cf. Et. Nic. II, 5, inseruntur ibi ex persona collocuto-
10, 1105 a 9). Así, autores como ris mei...”.
Tomás de Aquino, señalaron que En la Edad Media, desde Ricardo
dondequiera que se dé una dificul- de San Víctor a Guillermo de Oc-
tad para el bien, debe darse tam- kham prevalece la impronta boecia-
519 perspectiva
es, tema que corresponde, en cam- res más fielmente aristotélicos, co-
bio, a la anterior. mo Siger de Brabante y Boecio de
Dacia. Cabe recordar que, en la Es-
philosophus. La caracterización origi- colástica y a partir sobre todo de la
nal del ph. por la que se rigió en influencia de Averroes, se reserva
principio la Edad Media fue la de el nombre de Ph., por antonoma-
Cicerón quien, en su De officiis II, sia, para Aristóteles. Pero también
2, 5, lo define como aquel que tien- los maestros de Artes comenzaron
de con todas sus fuerzas al studium a llamarse a sí mismos “filósofos”.
sapientiae. Esto es acompañado por A la vez, se autodefinieron a la luz
la afirmación de Séneca: el filósofo de la filosofía aristotélica, según la
es el movido por sapientiae amor et cual la realización del hombre se da
affectatio (Ep. ad Luc. 89, 2). mediante lo que le es más propio:
Durante el período escolástico, el pensamiento.
en general, y con excepciones co- Al mismo tiempo, se enfatiza el
mo las de Roger Bacon, en la lite- hecho de que el hombre grande es
ratura medieval se utiliza este nom- aquel capaz de ejercer las más al-
bre para referirse a aquellos pen- tas virtudes –de ahí que le sea esen-
sadores no cristianos entre los que cial al filósofo la magnanimidad– y
se encuentran maestros dignos de éstas son las que competen a la vi-
ser escuchados, aun cuando, debi- da contemplativa: “Nam intellectus
do a que su saber no se apoyaba en a quo est intelligere suprema est vir-
la palabra divina, los teólogos de la tus in homine et propria homini”,
Edad Media no consideren que los subraya Siger (De quibusdam ques-
philosophi aportan la opinión defi- tionibus moralibus, 1). Esto expli-
nitiva, sobre todo, acerca del hom- ca la progresiva estima por la figu-
bre y su destino (véase philosophia). ra del filósofo, ya que vivere sine lit-
Buenventura, por ej., escribe que, teris mors sit et vilis hominis sepultu-
si bien algunos filósofos llegaron a ra (De an., IX, 24). En la misma lí-
conocer a Dios en cuanto principio nea se desarrolla el De summo bono
y fin de todas las cosas, y arribaron sive de vita philosophi de Boecio de
a cierto conocimiento de la natu- Dacia. En esta idealización del ph.
raleza, fueron incapaces, en cam- se insiste también, por consiguien-
bio, de alcanzar la sabiduría perfec- te, en el despojo de todo lo munda-
ta e ignoraron la causa y el remedio no.
de las enfermedades del alma. Por En el siglo XIV, pasado el primer
eso, no se han de estimar demasia- deslumbramiento del reingreso del
do sus opiniones. Con todo, apre- aristotelismo, y especialmente en-
cia, especialmente, a los platónicos tre agustinianos como Hugolino
por haber afirmado las ideas ejem- de Orvieto, se vuelve a una desva-
plares, así como combate a los que lorización muy enérgica de la filo-
se apartaron del realismo en el te- sofía y de la misma figura del filó-
ma de los universales (cf. Coll. in sofo en pro de la contemplación re-
Hexaem. IX, 14; VII, 3, IV, 9). ligiosa y de la disquisición teológi-
Pero la situación cambia a medi- ca.
da que se aproxima el fin del siglo
XIII, especialmente, con los auto-
527 pictura
latina de la Política que sólo cons- III, 85; De reg. I, 1). La razón de
taba de los dos primeros libros, ya ello es que los escolásticos reúnen
sea en la traducción de Moerbec- dos nociones: en primer lugar, la
ke ya en el comentario de Tomás a del hombre como ser naturalmen-
ambas obras aristotélicas. Con to- te social, ya que aislado no puede
do, en este grupo de textos, se ha- llegar a obtener lo necesario para
lla el término politia, transcripción la vida. Pero, y en segundo térmi-
del griego politeia, equiparado a ci- no, como cada uno busca su bien
vitas. La tercera fórmula, homo ani- propio, es necesaria una instancia
mal sociale, aparece también en To- superior a la natural de la sociabi-
más (cf. C.G. III, 65; 117; 128-9, y lidad: justamente, la política que
S.Th. I, q. 96, a.4). implica un componente de direc-
Las tres variantes provienen de la ción de la sociedad, al cual el hom-
tradición clásica. El adjetivo p. apa- bre se ha de subordinar para ser lle-
rece, por ej., en Cicerón (cf. De or. vado al fin propio de la ciudad: el
III, 109); civile es la traducción que bien común.
Agustín propone para “político”, al
referirse a la religión estatal (cf. De polyptoton. Se llama con este nombre
civ. Dei VI, 12); por su parte, Séne- una figura de la gramática y retóri-
ca (cf. De ben. VII, 1, 7) prefiere la ca medievales que tiene lugar cuan-
versión sociale, al igual que Macro- do una idea se expresa con las mis-
bio. Por lo demás, este último au- mas palabras en diversos casos. Así
tor, en un pasaje que se converti- se lee en las Etym. I, 36, 17, de Isi-
rá en lugar común durante el Me- doro de Sevilla, quien propone el
dioevo, habla de las virtudes espe- siguiente ejemplo: “ex nihilo nih-
cíficamente políticas: 1. gobernar ilum, ad nihilum nil posse reverti”,
la república, 2. venerar a los ante- o sea, “de la nada, nada resulta; a la
pasados, 3. amar a los hijos, 4. esti- nada, nada puede volver”.
mar a los parientes y allegados. To- pondus. En términos patrístico-medie-
do ello responde al hecho de que vales, se ha entendido el peso en
es hombre es sociale animal. Séne- dos planos, el físico y el metafísi-
ca y Macrobio coinciden, pues, en co. En el primero, se relaciona con
fundar determinadas capacidades la gravitas (véase) y la levitas. En la
de conducción y vínculo en la so- Antigüedad se perfilaron dos gran-
ciabilidad natural del hombre. Pero des tendencias respecto de este te-
para el primero la instancia políti- ma: una, de tradición platónica, es
ca propiamente dicha atenta contra la que asocia el peso con la materia
la felicidad del sabio tal como él la del cuerpo pesado; de esto deriva
concibe de acuerdo con la filosofía el considerar el p. como rei tanti-
estoica. Esto último no será lo más tas. La otra tradición es la aristoté-
frecuente en la Edad Media. lica y relaciona el peso con la teoría
Además, en la Escolástica se han de los lugares naturales. En efecto,
combinado la primera y la tercera en De caelo IV, 1-4, Aristóteles re-
de las fórmulas mencionadas: homo laciona lo pesado y lo liviano con
animal politicum et (vel) sociale (cf., el movimiento espontáneo de los
por ej., Tomás de Aquino, cf. C.G. sustancia materiales e inanimadas,
533 ponere
siendo la tendencia de lo prime- tud. Así, por ej., por su propio pe-
ro descendente y la de lo segundo so el árbol se dirige al florecimien-
ascendente. El peso es, pues, una to y la fructificación, como en el
suerte de motor que está implíci- animal el p. está dado por el ins-
to en la forma misma de la espe- tinto. Esto se da en todas las espe-
cie. Ahora bien, cada especie tiene, cies y en todos los entes, por lo que
para el Estagirita, un lugar propio la noción de peso opera, en el pen-
que le es natural. Así, el peso es la samiento agustiniano, a modo de
tendencia hacia dicho lugar respec- trascendental. Por tanto, también
to del cual está en potencia. A tra- el alma humana tiene un p. pro-
vés de la mediación de las enseñan- pio. Éste es el amor; de ahí que el
zas estoicas, los Padres recogen esta Hiponense escriba la célebre afir-
teoría y la hacen propia en el plano mación “P. meum amor meus; eo fe-
físico, entre ellos, Agustín de Hi- ror quocumque feror” (Conf. XIII,
pona. Para el Hiponense, siempre 10): “Mi peso es mi amor, por él
en el plano físico, el peso es “im- soy llevado –ya que la capacidad
petus quidam cuiusque rei, velut co- y necesidad de amar es propia del
nantis ad locum suum” (En. in Ps. hombre y constituye su motor–
29, 2, 10). Y también él menciona adondequiera yo me dirija –pues-
las dos direcciones que puede asu- to que, al ser libre, el hombre elige
mir el p. de un ente físico, la ascen- qué amar por encima de otras co-
dente de lo liviano y la descendente sas–. Así pues, una de las notas que
de lo pesado, poniendo como res- fundamentan el carácter excepcio-
pectivos ejemplos el fuego y la pie- nal del alma humana radica en que
dra que, siguiendo sus tendencias la dirección de su p. no está deter-
naturales, “ponderibus suis agun- minada como en el resto de las es-
tur, loca sua petunt” (Conf. XIII, 9, pecies creadas.
10). Pero, valiéndose de su doctri- Duns Escoto enuncia esta afir-
na del Ordo universalis (véase ordo), mación agustiniana bajo la fórmula
que contempla un “lugar” asigna- anima amore fertur quocumque fer-
do por la ley eterna divina para ca- tur (cf. Op.ox. I, d.1, q.5, n.3).
da especie, el Hiponense hace una
trasposición de esta doctrina al pla- ponere. Verbo que, a diferencia de lo-
no metafísico. care (véase), alude a dejar algo en
Apela, entonces, al texto de Sap. un lugar. En la literatura medieval
11, 23 –donde se lee que Dios dis- se utilizó en sentido figurado con
puso todas las cosas en medida, nú- el significado de plantear o expre-
mero y peso– para construir una sar. Con tal sentido, los principa-
ontología trinitaria, según la cual les usos de este verbo se dan en el
cada ente está dotado de estas tres plano lógico. En este contexto, 1.
notas o perfecciones. Respecto de señala el acto de enunciar las pre-
la última, Agustín entiende que la misas de un discurso o las bases de
tendencia al locus de la propia espe- una demostración. Por ello, el p.
cie, dirección implicada en el p., es es principio de deducción y, como
el télos específico, alcanzado el cual tal, no puede ser, a su vez, dedu-
el ente llega a la quies de su pleni- cido. En términos más amplios, 2.
indica también la acción de formu-
pons asinorum 534
lar una oposición o de plantear una La expresión, más precisa, “p. plu-
hipótesis propia que se ofrece a la ralem numerum pro singulari” suele
discusión. De ahí que sea frecuen- aparecer para despejar problemas
te la expresión escolástica “con- de exégesis escrituraria, para signi-
tra hanc positionem dicendum est”, ficar que se usa el plural en vez del
donde “positio” (véase), como deri- singular, como tanto Agustín como
vado del verbo que nos ocupa, está Tomás advierten que suele hacer la
referida a este último sentido. Biblia (cf. S.Th. I-II, q.82, a.2 ad
Un caso especial de los significa- 1; III, q.46, a.11, ad 3).
dos “plantear”, “proponer”, “deter-
minar” del término que nos ocupa pons asinorum. Expresión propia de
lo constituye la expresión p. in nu- la lógica tardomedieval, señala el
mero, de cierta frecuencia en tex- procedimiento seguido para hallar
tos teológicos que advierten sobre el término medio del silogismo,
las dificultades o aun directamen- esto es, la inventio medii. Algunos
te el carácter impropio de expre- asignan el hallazgo de tal procedi-
sarse numéricamente sobre lo divi- miento a Pedro Tartareto; otros, a
no. Así, por ej., Buenaventura indi- Buridán y otros a discípulos de és-
ca que no se puede “p. in numero”, te. Sea de ello lo que fuere, la im-
esto es, no se puede estrictamen- portancia de las reglas del p.a. ra-
te plantear como múltiple –al me- dica en el hecho de que el término
nos, doble– la generación de Cris- medio es el que tiene valor probati-
to, considerando su generación en vo en la argumentación, es decir, el
el Padre y de María, porque ambas que muestra la verdad de la conclu-
generaciones no pertenecen al mis- sión. Supongamos que se quisiera
mo orden (cf., por ej., In III Sent. demostrar la proposición “El hom-
d.8, a. 2, c). Esto ocurre porque p. bre es ser racional”; habría que bus-
in numero suele aludir a determinar car el término medio, es decir, un
numéricamente o establecer en tér- atributo comprendido tanto en el
minos numéricos, en el sentido de sujeto como en el predicado, por
dividir o discriminar algo en varias ej., el actuar proponiéndose fines:
clases (cf., por ej., Tomás de Aqui- en efecto, tal modo de actuar está
no, In An. Post. II, l. 1, 306). La comprendido tanto en el concep-
expresión que nos ocupa no pue- to de hombre como en el de ser ra-
de sino interesar especialmente en cional; de ahí que, mediante el trá-
la cuestión del dogma trinitario; mite de individualizar tal término
de ahí que el Aquinate, por ej., di- medio, se pueda formalizar el silo-
ga que, al afirmar en Dios la tri- gismo: “Todo ser que actúa por fi-
nidad en la unidad, “non ponimus nes es racional”, “Todo hombre ac-
numerum in unitate essentiae”, no túa por fines”, luego, “Todo hom-
planteamos numéricamente la uni- bre es racional”. Los lógicos medie-
dad de esencia, como si ésta fuese vales formularon una tabla o es-
tres veces una, sino que postulamos quema especial del p.a. para hallar
a las tres personas en unidad de na- sistemáticamente el término medio
turaleza (S.Th. I, q.31, a.1, ad 4). en cada tipo de silogismo.
535 posse
de fines del siglo XII, los escolásti- tado más extensamente son Alber-
cos accedieron al resto de las obras to Magno y Tomás de Aquino. El
aristotélicas especialmente, a Met. primero hace derivar el resto de
V, 7, 1017ª y a Phys. V, 1, 225b las categorías de las que conside-
6, donde Aristóteles sólo mencio- ra fundamentales: sustancia, cuali-
na ocho, los escolásticos siguieron dad y cantidad. El segundo ofrece
asumiendo las diez. Las enumera- una clasificación precisa plantena-
ron de la siguiente manera: subs- do tres modalidades de relación del
tantia, quantitas, qualitas, relatio, predicado respecto del sujeto: 3.1.
actio, passio, ubi, quando, situs, ha- cuando se predica del subiectum
bitus o habere (véanse los respecti- lo que éste es, por ej., “Sócrates es
vos artículos). Esta nomenclatura hombre”, relación en la que el pre-
aparece, por ej., en Boecio –autor dicado alude a la sustancia primera
clave en el tema para la Edad Me- o singular de la que todo lo demás
dia–, Alcuino y Anselmo de Can- se predica. 3.2. cuando el predica-
terbury. Todos ellos, así como Es- do señala lo que inhiere en el suje-
coto Eriúgena y Pedro Abelardo to, ya sea de manera absoluta como
después, insistieron en las catego- en su materia y su forma –de don-
rías no se pueden predicar de Dios, de se tienen la cantidad y la cua-
precisamente porque Él no es sus- lidad–, ya sea de manera no abso-
tancia, ya que ésta implica acciden- luta, de donde se tiene la categoría
tes los cuales no pueden predicar- de relación, 3.3. cuando el predica-
se de Dios y, metafísicamente ha- do indica algo extra subiectum, en
blando, las categorías señalan acci- el sentido de que no inhiere en él,
dentes. La sustancia es, en efecto, la ni en términos absolutos ni en tér-
primera de los diez praedicamenta; minos relativos. Según esta última
más aún, si, tomando como refe- modalidad, el Aquinate conside-
rencia una imagen de la gramática ra el caso del predicado que señala
latina, se dijera, por ej., que el en- 3.3.1. algo completamente extrín-
te se declina en diez categorías, la seco al subiectum, en el se tienen el
sustancia sería precisamente el caso habitus, como “Sócrates está arma-
nominativo. En torno de ella giran do”, el ubi, el situs y el quando; y
las demás. Por eso, las categorías no 3.3.2. el caso del predicado que se-
se han de confundir con los tras- ñala lo que, sin inherir en el sujeto,
cendentales (véase transcendentale), proviene de él o culmina en él co-
ya que éstos son implicaciones rea- mo principio o como término res-
les del ser; en cambio, los praedi- pectivamente, es decir, la actio y la
camenta constituyen determinacio- passio (cf. In Met. V, l.IX, 891-92).
nes internas del ente, como enseña
Tomás de Aquino en el De ver. I, praedicari. Predicar es, esencialmente,
1. atribuir una cosa llamada “predica-
Esto conduce a un tercer proble- do” (véanse praedicatum y praedica-
ma, quizás el más elaborado en la tio) a otra que se denomina “suje-
Escolástica: el de 3. la ordenación to” (véase subiectum). En este senti-
u organización interna del elen- do general de atribución, se inclu-
co categorial. Quienes lo han tra- ye la acepción de alabar, celebrar o
conmemorar que presenta este ver-
praedicatio 548
rea en que no tiene la fuerza cau- rrogativos, como quid, quis, utrum,
sal o final de este último término. etc., 5. relativos, como qui, quod;
Puede revestir también un matiz 6. indefinidos, como nemo; 7. nu-
comparativo, empleándose en es- merales, como unum. Pedro Hispa-
te caso para 2. indicar una igualdad no señala que pronombres como
o proporción, con lo que se tradu- ille o idem pertenecen a los térmi-
ce por “igualmente”, “en la misma nos relativorum identitatis, mien-
proporción”, etc. A veces, con o sin tras que los demostrativos como is-
la última sílaba, aparece en correla- te reeemplazan al término singular
ción con quam, situación en la que en la propositio singularis: “Iste ho-
significa “tanto como”. mo currit” están en lugar de “So-
crates currit” (cf. Summ. Log. 8, 3;
prolatio. Esta expresión, que se com- 1, 9).
pleta en la forma de p. verborum,
indica el hecho de proferir o repe- propassio. Cf. subreptio, in fine.
tir palabras. Por eso, 1. en gene-
ral, se utiliza en contraposición a la prophetia. La profecía fue entendida
comprensión de un texto y, por en- en la Edad Media, en primer lugar,
de, como antónimo de intelligen- como un conocimiento que exce-
tia. Así, cuando ni siquiera se com- de el natural. En segundo térmi-
prende lo dicho, se cae en flatus vo- no, se asocia con la visión intelec-
cis, esto es, en una pura emisión de tual. Por eso, Isidoro de Sevilla, en
la voz. El término es recurrente en Etim. VII, 8, anota que los profe-
Pedro Abelardo (cf., por ej., Dialo- tas se llamaban “videntes” porque
gus, ed. Thomas, p. 95). 2. en par- veían cosas envueltas en el miste-
ticular, se aplica a la vida religiosa rio. En tercer lugar, en la p. tales
para señalar la oración meramente cosas se refieren tanto a los acon-
pronunciada opuesta a la que brota tecimientos presentes como –y so-
de la adoración del corazón; en es- bre todo– a los futuros. En cuar-
te último sentido la p. verborum se to término, es propio de la verda-
contrapone a la oratio cordis. dera profecía, aunque infalible, el
no poder ser confirmada por argu-
proloquia. Cf. axioma y dignitas. Otro mentos de la razón humana sino,
de los términos semánticamen- en todo caso, por la operación de
te cercanos a p. es effata. Con to- milagros. En quinto lugar, su fina-
do, este último vocablo no pre- lidad es siempre la edificación mo-
senta la nota de necesariedad lógi- ral y religiosa, por lo que suele in-
ca que ofrecen los mencionados si- volucrar una interpretación o tra-
nónimos. ducción humana de lo visto por el
profeta. No es un hábito, por tanto
pronomen. Los pronombres, es decir, no puede ser scientia, ya que, como
las palabras que designan una cosa indica Gregorio Magno, no se ha-
sin emplear su nombre, común o lla en la mente del profeta a mane-
propio, se clasifican en 1. persona- ra de forma permanente (cf. In Ez.
les, como ego, tu, ipse, nos, vos, ip- I, 1), sino que consiste en un don
si; 2. posesivos, como meus, noster, divino ocasional y gratuito, esto es,
vester, etc.; 3. demostrativos, como no merecido.
hoc, id, iste, ille, idem, ipse; 4. inte-
prophetizare 564
que la comparta con otras especies pano (cf. Summ. Log. 2, 13). El te-
animales. ma adquirió un particular desarro-
En cambio, en 3. sentido estric- llo en Tomás de Aquino, ya que,
tamente filosófico, p. es uno de los sobre esta noción de p., el Aquinate
praedicabilia (véase). Este concepto elabora una doctrina de la proprie-
fue tratado, en especial, por Aristó- tas (véase).
teles en sus Tópicos I, 5, 102 a 18,
quien le atribuye el siguiente signi- propter quid. A diferencia del quia
ficado fundamental: p. per se es lo (véase), este término, que se pue-
que pertenece siempre a toda una de traducir por “a causa de”, indica
clase de entes y sólo a ella, aún precisamente la causa de algo. Pue-
cuando no forme parte de su de- de aparecer en contexto 1. metafí-
finición ni, por tanto, de la esencia sico; 2. lógico. 1. En contexto me-
correspondiente a dicha clase. Esto tafísico, esa causa es primera, por-
no impide, sin embargo, que el p. que en tal marco se consideran las
esté estrechamente conectado con cosas en sí mismas; pero, 2. en con-
ella (véase proprietas). De esta ma- texto lógico, es causa última, dado
nera, por ej., la capacidad de reír es que, en este contexto, se atiende al
un p. del hombre. De todos mo- punto de vista del conocimiento
dos, el antecedente más directo de humano: no se ha de olvidar que lo
las consideraciones medievales so- primero en el orden del ser es lo úl-
bre el tema está dado por Porfirio timo en el orden del conocer y vi-
quien lo trata sobre la base de las ceversa. En el plano de las demos-
afirmaciones aristotélicas al respec- traciones, la que recibe el nombre
to. Distingue cuatro tipos de p.; los de p.q. se basa en la causa y pro-
tres primeros se encuadran en los cede partiendo de lo que es por sí
“propios respecto de otro” y son: 1. mismo anterior o primero hacia lo
lo que, perteneciendo a una sola es- que es posterior. Por eso, se ha se-
pecie, no se da en todos sus indi- ñalado que el metafísico, gracias a
viduos, en este sentido, ser filóso- su conocimiento de las causas pri-
fo es propio del hombre; 2. lo que meras, puede ofrecer una demos-
pertenece a todos los individuos de tración p.q., es decir, indicar la cau-
una especie, pero no a ella sola, así, sa efectiva de lo que el físico se li-
el ser bípedo es propio del hombre; mita a describir, como señala To-
3. lo que pertenece potencialmente más de Aquino (cf. Super Boetium
a todos los individuos de una espe- De Trin. 5, 1). Por otra parte, ad-
cie pero no siempre se actualiza en vierte que esto se extiende a todas
ellos, por ej., el encanecer es propio las clases de causa. Así, el p.q. pue-
de los hombres. Finalmente, Porfi- de señalar la causa final última o re-
rio consigna como cuarto tipo lo mota de algo, por ej., cuando algo
que para Aristóteles es el p. per se se desea por sí mismo, propter se, y
(cf. Isag. 12, 12 y ss). no por otra cosa (cf. S.Th.I-II, q.2,
Los cuatro significados de Porfi- a.6 ad 1). (Cf. también demonstra-
rio fueron asumidos casi sin modi- tio 2.1. y 2.2.).
ficaciones por la lógica escolástica, propterea. Cf. proindeque.
como se ve, por ej., en Pedro His-
569 providentia
En efecto, para Agustín, lo bello es moral con la que la lleva a cabo si-
lo ordenado y armonioso, armonía no sólo la calidad del trabajo en sí.
que resplandece numéricamente,
como numerositas (cf. De nat. bo- pulsus. Es todo movimiento violento.
ni 3). Sus especies son la impulsio y la ex-
Respecto de la tercera línea, se pulsio (véanse).
destaca el nombre de Alberto Mag- punctum. También respecto de este
no, quien establece entre bonum y concepto, el pensamiento medie-
p. una distinción sólo de razón, re- val sigue la doctrina aristotélica pa-
sumiendo los caracteres de lo be- ra la que el p. es un valor matemá-
llo en el esplendor de la forma y las tico y físico, definido como la mí-
proporciones de las partes. Tomás nima cantidad matemática o física
señala (cf. S. Th. I, q. 5, a. 4) que concebible. Tomás de Aquino, por
en un sujeto determinado p. y bo- ej., lo define diciendo que es “om-
num son términos intercambiables, nino indivisibile secundum quan-
en cuanto se fundan en una misma titatem et tamen habet positionem”
realidad: la forma. Sin embargo, di- (In Met.V, l.8, 874). La visión esco-
fieren en sus conceptos, ya que el lástica se separa así tanto de la an-
bien alude al apetito, y por ello, es- tigua interpretación atomista del p.
tá ordenado a la voluntad, mien- material, como de lo que será des-
tras que lo bello refiere a la poten- pués de la visión metafísica de Lei-
cia cognoscitiva. bniz. Sin embargo, algunos autores
Por otra parte, cabe añadir que han hablado de los puncta copulan-
las concepciones típicamente es- tia o continuantia que, siendo ellos
colásticas sobre lo que es p. se ba- mismos indivisibles, unen entre sí
san sobre las consideraciones aris- a las partes de un todo material, de
totélicas al respecto. Para Tomás de modo que constituyen el nexo na-
Aquino, por ej., la belleza de las co- tural de las cosas mismas.
sas obedece, en primer lugar, a la
integridad o perfección; de hecho, purum. Varios son los planos en que
sostiene el Aquinate, cuanto menos aparece esta voz en los textos me-
éstas están presentes, tanto más feas dievales. 1. En el retórico, alude a
son las cosas. En segundo término, la pureza lingüística de un voca-
cuenta la justa proporción o armo- blo no contaminado por influen-
nía y, por último, la luminosidad, cias bárbaras. 2. En el orden lógi-
por la que las cosas que resplande- co, se suele llamar “pura” la pro-
cen son llamadas “bellas” (cf. S.Th. posición opuesta a la modal (véase
I, q.39, a.8 c). Para el desarrollo de propositio 1), como “Homo animal
cada una de estas notas, véanse los rationale est. 3. En el plano teoló-
artículos integritas, proportio 3. y gico, no es infrecuente, sobre to-
claritas. do entre autores de tradición no-
Respecto de lo bello artístico, ca- minalista, que esta palabra aparez-
be anotar que Tomás de Aquino re- ca no con un matiz ético o espiri-
conoce una cierta autonomía a la tual sino para indicar el carácter de
obra de arte al afirmar que no es “mero”. Así, los teólogos tardome-
loable para el artista la intención dievales suelen referirse a la condi-
ción de homo purus, es decir, de ser
575 puta
Q
Q
qua. Cf. quatenus. consideradas ad aliquid, a la musi-
ca. Las magnitudes tomadas en su
quadrivium. Bajo este nombre la inmovilidad dan lugar a la geome-
Edad Media conoció un grupo de tria; si se las aborda desde su mo-
cuatro disciplinas que junto con el vilidad, a la astronomia. Más acá de
trivium (véase) componía las siete esta fundamentación, la mencio-
artes liberales (véase ars). Las dis- nada agrupación en las cuatro ar-
ciplinas que conforman el quadri- tes había quedado consagrada en la
vium son: la arithmetica, la geome- obra de Marciano Capella De nup-
tria, la astrologia y la musica, a cu- tiis Philologiae et Mercerii et de sep-
yos respectivos artículos se remite. tem artibus liberalibus libri novem,
Constituían, por así decir, la base donde las artes del q. están tratadas
de la formación que hoy llamaría- en los libros seis a nueve.
mos “científica” del hombre me- A medida que avanza la Edad
dieval. Pero lo fundamental en es- Media, la dificultad de introducir
te concepto es el hecho de que, a coherentemente en este esquema
diferencia de lo que acontece con los nuevos descubrimientos, puso
el trivium (véase), el conjunto de en crisis la mencionada división y
disciplinas que abarca el q. concier- se proponen otras, como hace Hu-
nen a lo real; más específicamen- go de San Víctor en su Didascalion,
te, al orden en que la realidad es- puesto que tal esquema ya no era
tá dispuesta por Dios. En tal sen- adecuado al desarrollo de los cono-
tido, es decisivo para la concepción cimientos.
medieval al respecto el antecedente
de la obra boeciana. En efecto, para quaestio. En sentido no técnico, es el
Boecio, como para Agustín, la ver- sustantivo del verbo quaerere, cuyo
dad de lo real radica en el intelec- significado es el de buscar, inten-
to divino, dado que éste que con- tar obtener, de donde el frecuen-
tiene todas las formas con arreglo tativo quaeso, “pedir con insisten-
a las cuales se organiza el mundo. cia”. Cuando esa búsqueda es con-
La mente del hombre se representa ceptual, quaerere significa pregun-
el orden de estas formas puras co- tar y cuestionarse, por lo que el tér-
mo simples entidades cuantitativas: mino que nos ocupa se traduce por
las cantidades discretas o multitu- “cuestión”.
dines y las continuas o magnitudes. Filosóficamente hablando, en la
Ambos tipos a su vez son percibi- Edad Media, una cuestión es una
dos por la mente humana según las proposición presentada de tal mo-
perspectivas desde las que se los en- do que se pueda demostrar en un
foque. Las multitudines considera- sentido o en otro. En ella están im-
das per se dan lugar a la arithmetica; plícitos, pues, distintos modos po-
577 quale
qualitas. Dos son los principales pla- res medievales adscribieron las vir-
nos en los que esta palabra se uti- tudes en general; a la segunda per-
lizó, especialmente, durante el pe- tenecen la salud, el calor, etc. Ade-
ríodo escolástico: el lógico y el me- más, frío, calor, humedad y seque-
tafísico. En el 1. orden lógico, la dad se llamaron en la Edad Media
consideración de la q. adquiere re- “qualitates primae”, en tanto que
levancia en la doctrina del juicio y determinaciones tales como la du-
la proposición. La cualidad de una reza o el peso fueron denominadas
proposición es la propiedad formal “secundae”. 2. las capacidades o in-
expresada por la cópula; de ahí que capacidades naturales; en este sen-
la q. dé lugar a una de las más ex- tido se habla, por ej., de la cuali-
tensas y particularizadas clasifica- dad de ser atleta. Los escolásticos
ciones de la propositio (véase). llamaron a esta clase de cualidad,
En el 2. orden metafísico, q. en “q. activa”, porque, mediante ella,
su sentido más lato es cualquier de- actúan los cuerpos. 3. el tercer gé-
terminación intrínseca del ente; de nero de cualidades está constituído
ahí la condición de la q. de consti- por las afecciones y sus consecuen-
tuir una categoría (véase praedica- cias. Ellas son las cualidades sensi-
mentum 3.2.); más aún, es, como bles propiamente dichas, por ej., el
se verá, junto con la de sustancia, ser combustible; en la Edad Media
una categoría fundante de otras. se conoció esta clase como “q. pas-
Ahora bien, al ser una determi- siva”, ya que por ella se recibe al-
nación de cualquier tipo, se distin- go. 4. la cuarta especie de cualidad
gue del proprium (véase) y es más está dada por las determinaciones
amplia que él, ya que éste indica geométricas como la forma y la fi-
la cualidad que caracteriza al en- gura (véase figura 1).
te mismo y que, por ende, es ex- El concepto de q. está vincula-
clusiva de dicho ente o de la clase do tanto con el de cuantidad co-
a la que pertenece. Tan extensa es mo con el de sustancia. Se opone
la noción que nos ocupa que com- y es correlativo con el concepto de
prende a una familia de conceptos quantitas (véase), en la medida en
cuyo único denominador común que la cualidad es una determina-
es que se pueden emplear como ción y una especificación, mien-
respuestas a la pregunta “quale?”. tras que la cantidad no determina
De esta familia, Aristóteles distin- al subiectum sino que hace repeti-
guió cuatro grandes miembros, en ble la sustancia con esa determina-
una clasificación vigente durante ción. En cuanto a la relación de la
toda la Edad Media (cf. Cat. VIII, q. con el subiectum sustancial, hay
8 b y ss. y Met. V, 14, 1020 a 8 y que señalar que la cualidad parti-
ss). El Estagirita, y con él los esco- cipa de la existencia del sujeto: no
lásticos, entendieron por qualita- le confiere el esse simpliciter, pero lo
tes: 1. los hábitos y las disposicio- determina a un esse secundum quid,
nes, los que a su vez se distinguen es decir, no lo determina a ser, si-
entre sí en cuanto que el habitus es no a ser tal. Éste es el sentido de la
más estable que la dispositio (véan- expresión escolástica q. substantia-
se). A la primera categoría los auto- lis, por el que se entiende la forma
579 quantitas
R
R
radicale. Esse r. señala, escolástica- radix. En la Antigüedad, esta palabra
mente, el principio que exige una se usaba en contexto filosófico pa-
cosa –llamada radicatum– a otra ra señalar justamente la raíz, o sea,
de la que ontológicamente proce- el principio, la causa material de la
de como de su raíz o radix. Por ej., que derivan las cosas. Empédocles,
respecto del hombre, se dice que la por ej., utilizó su equivalente grie-
capacidad de reír radica o está ra- go para referirse a los cuatro ele-
dicada en su racionalidad; recípro- mentos originarios.
camente, ésta es el esse r. de tal ca- En términos escolásticos, este con-
pacidad. Se emplea también la for- cepto no tiene necesariamente una
ma adverbial; en tal caso, para re- connotación de materialidad: in-
tomar el ejemplo mencionado, se dica la realidad primera y profun-
diría que la capacidad humana de da, la sustancia o la causa en la que
reír procede radicaliter de la racio- otra realidad está precisamente “ra-
nalidad. dicada”. Así, todo efecto es o existe
radicaliter en su causa, y es o exis-
radicaliter. Cf. radix. te formaliter si se lo considera en sí
radius. Término particularmente im- mismo.
portante en algunos autores místi- raptus. Término de la mística medie-
cos o de tendencia mística. Así, por val, el rapto alude al más alto grado
ej., Buenaventura llama “rayo” a en la vía de ascenso a Dios y corres-
todo conocimiento verdadero, más ponde a la última etapa en el iti-
específicamente, a la ilustración nerario del viator (véase). Por el es-
que le llega al alma del objeto con- tado de r. se goza de la visión bea-
templado; de ahí que sea común en tífica a modo de anticipo. Se tra-
él la expresión r. veritatis que deriva ta, pues, de un estado extraordina-
en la irradiatio intelligentiae. En tal rio del que la tradición afirma han
sentido, se refiere a tres direcciones gozado Moisés y San Pablo. En el
del rayo de la verdad, que iluminan r., el alma, momentáneamente se-
los campos hoy correspondientes parada del cuerpo, es elevada has-
a la Metafísica, la Lógica y la Éti- ta la sede de los bienaventurados,
ca (cf. Coll. in Hexaem. IV, 17-18). donde contempla a Dios y desde
Por su parte, Juan de San Geminia- donde regresa al mundo sin po-
no anota que al triple rayo corres- der expresar lo que ha visto. Di-
ponde un triple amor: divinus, uti- fiere del éxtasis en que durante él
lis, socialis (cf. Summa de exemplis I, no se suspenden los actos natura-
4). Véase lux, in fine. les humanos. Entre los autores me-
dievales, la palabra que nos ocu-
pa es particularmente frecuente en
rarefactio 588
para referirse a los principios vitales el acto creador de Dios, otras fue-
de las cosas y gérmenes originarios ron provistas de r. s. o gérmenes la-
del universo entendido como tota- tentes, destinadas a desarollarse en
lidad orgánica. Las r. s. constituían, el tiempo, con ocasión de condi-
entre los mencionados filósofos, las ciones ambientales favorables (cf.
condiciones primeras e inmanen- por ejemplo, De div. quaest. 46, De
tes de la variedad de los individuos. Gen. ad litt. VI, 12-22).
Todas estas “rationes” se concebían Durante la Escolástica, se prefi-
como contenidas en Dios –fuego rió esta segunda interpretación del
primordial y origen de todas las co- pensamiento agustiniano, en el in-
sas– que las producía, para que ani- tento de conciliar cierta forma de
maran el mundo, conforme a un evolucionismo con el dogma de la
orden racional y a un riguroso de- creación, tal como se ve en Tomás
terminismo. de Aquino (cf. In II Sent. d. 12, q.
Esta teoría estoica es recogida por 1, a. 2).
Filón de Alejandría, quien la incor-
pora a su concepción de las poten- reagens. Cf. passum.
cias divinas: de hecho, llama al Lo- reale. Adjetivo que indica 1. lo que se
gos –en su función mediadora en- refiere a la cosa, en cuanto tal (véa-
tre el Bien trascendente y la reali- se res in principio); así, por ej., una
dad sensible– “sustancia espermáti- definición r. es la definición de la
ca de los seres” (cf. por ej., De sa- cosa y no de su nombre. 2. En se-
crif. II, 261; Quaest. in Exod. II, gundo lugar, señala lo que exis-
28). Esto es recurrente en el pen- te subrayando la circunstancia de
samiento neoplatónico, línea filo- que existe de hecho. 3. De manera
sófica en que esta doctrina cobrará complementaria con el punto an-
mayor relieve durante la Edad Me- terior, se suele usar en oposición al
dia. A través de la mediación neo- ser posible y al ente de razón.
platónica justamente, llega a Agus-
tín de Hipona, en quien la teoría realitas. En sentido general, se de-
de las r.s. cobra una gran impor- nomina “realitates” a 1. atributos
tancia, especialmente, en la teo- identificados entre sí, como los de
logía de la creación. Con todo, el Dios; por ej., los de ser incorrupti-
pensamiento agustiniano al respec- ble y eterno. Cabe subrayar que, to-
to ha dado lugar a diversas inter- mada aisladamente, una r. no alude
pretaciones: según algunos auto- a una res, sino a algo de la misma,
res, las r. s. serían, para el Hiponen- y, en el caso de los entes contingen-
se, las fuerzas vitales de generación tes, se la llama también “aliquitas”.
de las que Dios habría dotado a los En su significado más estricto, en
primeros seres vivientes, para que a cambio, fue usada por Duns Es-
través de éstos estuvieran de algún coto y los miembros de su escue-
modo presentes todos los ulterio- la. En este contexto, señala 2. la in-
res. Según otros, Agustín conside- dividualidad: en efecto, ésta consis-
raba que, mientras algunas especies te en la última r. del ente, que de-
animales fueron definitivamente termina la naturaleza común a ser
constituídas desde el principio por hanc rem (cf. Op. ox. II, d. 3, q. 5,
n. 1). Por eso, r. equivale, en senti-
593 recessus
forma parte de la sensibilidad y es- Así, por ej., hay r. cuando la pro-
tá constituida por el sensus commu- posición “Non est ex terris mollis ad
nis (véase sensus), mediante el cual astra via” se modifica formalmen-
el sujeto siente que siente y distin- te en “Via ex terris ad astra non est
gue entre las sensaciones. Sin em- mollis”.
bargo, esta clase de r. no es com-
pleta, porque dicho acto no llega refundere. Verbo que, en sentido es-
a ser conocimiento, aunque per- trictamente filosófico, los autores
tenezca al campo de los elementos medievales usan en la expresión r.
por los que se llega a él; por tan- perfectionem in actum, que concier-
to, si bien es “reflexum”, en cuan- ne al plano ético. Señala la acción
to acto no se conoce a sí mismo. En de remitir los actos morales a sus
cambio, en la 2. r. completa –que causas, pero particularmente a la fi-
sólo se puede dar en el espíritu–, el nal, ya que a partir de ella en es-
intelecto no sólo conoce su capaci- pecial es que el acto resulta bueno
dad de aprehender la cosa en sí y o malo.
su propio acto de aprehenderla, si- refutatio. Tiene el significado de refu-
no que además conoce la natura- tación, al igual que confutatio. Am-
leza de tal acto, y por consiguien- bos sustantivos provienen de sen-
te, la del principio activo de éste. dos verbos cuyo sentido básico es el
Con ello, se conoce a sí mismo (cf. de contener, detener o rechazar al
De ver. q. 1, a. 9). El conocimien- enemigo o a quien se presenta co-
to del objeto en cuanto tal implica, mo tal, en términos bélicos. De ahí
pues, el conocimiento de sí mismo ha pasado al plano de la Dialécti-
como sujeto. Esto se da necesaria- ca, donde, no obstante, se prefiere
mente en todo acto cognoscitivo. la palabra elenchus (véase).
En este sentido, y respecto de la r.
completa, la Escolástica llamó 2.1. regeneratio. El de regeneración es un
r. in actu exercito, a la reflexión im- concepto que frecuentemente apa-
plícita en todo ejercicio de cogni- rece en contexto religioso y teológi-
ción autoconsciente. En cambio, la co, en particular. propio del Cris-
2.2. r. in actu signato es aquella en tianismo. En dicho contexto es-
que el sujeto realmente se “temati- tá referido a la nueva vida espiri-
za”, es decir, se pone a sí mismo o a tual que, a través de la gracia, Dios
su propio acto como objeto. concede al hombre que se vuelve a
Él. Por esta razón, el verbo corres-
reformatio. Con esta voz, los lógicos pondiente suele estar en voz pasiva:
y gramáticos medievales señalaron librado a sus solas fuerzas el hom-
la modalidad más simple de la re- bre no puede regenerarse, es decir,
ductio (véase reductio 1.). Alude a generarse nuevamente a sí mismo,
la restitución del orden formal más pero sí puede no ofrecer obstácu-
llano en un enunciado que no lo los para que dicha acción sea lleva-
presenta, sin alterar sustancialmen- da a cabo por la gracia divina en él.
te su significado. Dicho orden re- De este modo se advierte en textos
quiere que en primer lugar se dé medievales específicamente teoló-
el sujeto; en segundo lugar, la có- gicos, por ej., en los concernientes
pula y, por último, el predicado. a los sacramentos, como en Tomás
regimen 600
de Aquino (cf. S.Th.III, q.73, a.3 regio. Esta voz indica, primariamente,
ad 3). Pero también en los que no dirección o línea. De manera deri-
lo son, ya que la idea de la regene- vada, señala un límite y, por tan-
ración queda instalada en la cultura to, una frontera, de donde puede
posterior de base cristiana. Así, por mentar finalmente una región (véa-
ej., en la alocución que, en las pági- se rectum). Todos estos matices se
nas iniciales del De dignitate homi- recuperan en alguna medida en la
nis, Pico della Mirandola pone en acepción que el término r. tiene en
boca de Dios creador al dirigirse a la literatura patrístico-medieval. Es
Adán, se lee esta advertencia: “pote- usado particularmente por Agus-
ris in inferiora quae sunt bruta dege- tín, quien se refiere con frecuencia
nerare; poteris in superiora quae sunt a la r. dissimilitudinis. En realidad,
divina ex tui animi sententia rege- esta última fórmula, que Agustín
nerari”. El ejercicio de la libertad atribuye a Plotino (cf. En. I, 7, 13,
humana basta para que el hombre 16-17), tiene su última raíz en Pla-
degenere, embruteciéndose por sus tón (cf. Pol.273 d) y se reencuen-
elecciones no rectas; pero, para ser tra en Atanasio, Eusebio de Cesá-
regenerado después de ellas, es ne- rea, Proclo y Simplicio. Con todo,
cesario un auxilio adicional en el la gran diferencia entre la concep-
que, no obstante, el mismo hom- ción agustiniana de la r. dissimilitu-
bre deberá consentir. Ello explica la dinis y la de los neoplatónicos con-
expresión ex tui animi sententia que siste en que para éstos, por ej., para
rige para ambos casos. Plotino, el alma cae en la región de
la desemejanza cuando se encarna
regimen. Su acepción más general está y queda prisionera de las realidades
referida al hecho de regir algo, por sensibles que son inferiores a ella.
ej., una nave, de donde alude a la En cambio, en el Hiponense señala
dirección o conducción de algo. En un movimiento, si se quiere, inver-
contexto más específico, pertenece so: cuando el alma se vuelve a Dios
al vocabulario de la filosofía polí- y comienza a entrever el Ser divi-
tica medieval, en la que indica, en no, percibe el abismo de diferencia,
general, gobierno. Por eso, son fre- ontológicamente radical, que la se-
cuentes en la Edad Media los tra- para de él. Es ese abismo lo que lla-
tados De regimine principuum, es- ma “r. dissimilitudinis”. Cuando el
to es, sobre el gobierno de los prín- hombre se instala en ella, por la in-
cipes, en el sentido de gobernan- tencionalidad no recta de su cora-
tes, por ej., la obra homónima de zón, esa región, en la que no ha-
Egidio Romano. Tomás de Aqui- llará la verdadera felicidad, se con-
no recuerda que hay varias clases vierte para él en r. mortis, como se
de régimen gubernativo, descalifi- lee en Conf. IV, 12, 18. En VII, 9,
cando sólo la del gobierno tiráni- 16; VII, 9, 16; Sermo 7, 7. Agus-
co, y sosteniendo que un r. es tan- tín también utiliza la palabra que
to más perfecto cuanto más univer- nos ocupa para referirse a la misma
sal (cf. S.Th. II-II, q.42, a.2 ad 3; condición mortal del hombre en
q.50, a.1 c). este mundo, en donde nace y mue-
re: “nasci et mori [...] plena est his
601 regressus
revelación. Con tal acepción gene- forma parte de ellas (véase praedi-
ral parece sugerida por Agustín de camentum). Así, el 1. principal pro-
Hipona en Conf. III, 11, 19. Téc- blema filosófico que concierne a la
nicamente, en el pensamiento pa- r. es si ella constituye una entidad
trístico y escolástico, se asumió co- real o una mera categoría lógica.
mo tal regla el Symbolum Apostolo- En líneas muy generales, se puede
rum que comprende los textos bí- clasificar las respuestas que ha re-
blicos y el conjunto de la tradición cibido esa pregunta en la Antigüe-
eclesiástica. En la Modernidad, con dad y la Edad Media de la siguiente
la Reforma, el Protestantismo lo manera: 1.1. la que admite tanto la
restringió al primer elemento. 5.2. objetividad como la realidad de las
La r. fidei también alude al princi- relaciones; 1.2. la que niega ambas;
pio que hace de la fe la regla de la 1.3. la que sostiene su objetividad,
verdad, pero no en sentido positi- pero no su realidad.
vo sino limitativo: lo que se afir- 1.1. Aunque se trata de interpre-
ma contra una proposición de fe es taciones muy discutidas, se podría
en principio refutable, al estar ésta decir, en general, que Aristóteles
asentada en la verdad. En particu- tendió a suscribir la primera posi-
lar, Tomás de Aquino ha elaborado ción. Sea de ello lo que fuere, el Es-
este tema en S. Th. I, q. 1, a. 8 c. tagirita distinguió tres especies de
relaciones: las cuantitativas expre-
regulans. Voz muy empleada por Bue- sadas por palabras como “doble”,
naventura para indicar la condi- “mitad”, etc.; la potencial, que con-
ción que poseen las rationes aeter- siste en una potencia activa o pasi-
nae (véase) de regir el conocimien- va, como causa y causado; y la real,
to humano en cuanto principios de que tiene su término en un ente
estabilidad y certeza del mismo. precisamente real, como la medida
relatio. Como mera aclaración nomi- respecto de lo mensurado o el co-
nal del término, se puede decir que nocer respecto de lo conocido (cf.
“relación” indica el modo de ser Met. V, 15, 1020 b 25). Estas tres
o de comportarse de los entes en- clases de relationes fueron llamadas
tre sí. Pero la complejidad de este rationalis, potentialis y realis respec-
concepto hace imposible definirlo tivamente. La Escolástica cristiana
en general, o sea, fuera de las inter- se interesa en el tema por motivos
pretaciones específicas que los au- teológicos, puesto que debía utili-
tores medievales de distintas épo- zar el concepto de r. para formu-
cas y corrientes le han conferido. lar el dogma trinitario; en este ám-
Al mismo tiempo, dicha compleji- bito, admitió la realidad de las rela-
dad obliga a esquematizar las inter- ciones. Así, Tomás de Aquino, por
pretaciones mencionadas, así co- ej., combate a quienes afirman que
mo las distinciones y clasificacio- la r. es sólo un ente de razón y no
nes que se establecieron a propósi- de naturaleza; declara falsa esta te-
to de esta noción. Tal complejidad sis porque las cosas mismas guar-
reproduce, en parte, la más general dan, una respecto de la otra, un or-
concerniente al problema del status den o una disposición natural (cf.
de las categorías, ya que la relación S. Th. I, q. 13, a. 7). Tomás acep-
relatio 604
ta las distinciones aristotélicas, pe- tes sea similar a otro, como tampo-
ro en el tratamiento de esta noción co hace que sea blanco. La r. es una
privilegia el tercer tipo de r., por intentio (véase), o sea, un concepto
las razones señaladas. Por su par- cuyo fundamento está, con todo,
te, Duns Escoto subraya el carác- en varios entes aislados, a la ma-
ter de respectus o dispositio que tiene nera en que, v.g., un pueblo –que
la relación. Uno de sus argumen- no consiste en un ente real– es va-
tos es que, si no se admite tal dis- rios hombres, pero ningún hombre
positio como algo real, no se pue- en especial (cf. In Sent. I, d. 30, q.
de dar cuenta de la composición de 1). Ockham insiste, pues, en la re-
los entes. En efecto, si la unión de ferencia a lo real para afirmar la ob-
a y b se reduce a los mismos a y b jetividad, ya que no la realidad de
absolutos, el compuesto que ambos la r..
constituyen no difiere en nada de a 2. Independientemente de la in-
y b separados y, por consiguiente, terpretación básica que se atribuya
no se trataría de un compuesto (cf. a este concepto, la Escolástica esta-
Op. ox. II, d. 1, q.4, n. 5). bleció, en general, cerca de él la si-
1.2. La segunda doctrina funda- guiente distinción, además de la ya
mental de la r., que niega su objeti- mencionada de raíz aristotélica (cf.
vidad así como su realidad, fue an- supra): llamaron 2.1. terminus rela-
ticipada en la Edad Media por Avi- tionis a aquello a lo que se refiere
cena, para quien la relación es sólo la relación cuyo sujeto es otra co-
un accidente que no se puede en- sa; así, “hijo” es terminus relationis
tender nunca por sí sino como algo de la paternidad; y 2.2 fundamen-
respecto de algo (cf. Met. III, 10). tum relationis a la causa, existente
Cabe añadir que, en el pensamien- en un subiectum, de su referencia a
to aviceniano, afirmar el carácter otro, por ej., la blancura es funda-
accidental de la relación equiva- mentum relationis de la nieve res-
le a negar su realidad en el sentido pecto de la cera.
fuerte de esta última palabra. En el 3. El otro gran problema concer-
siglo XV, algunos filósofos nomi- niente a este tema, es el de la clasi-
nalistas retomaron esta doctrina, ficación de las relaciones. Los au-
reduciendo la r. a un puro ente de tores escolásticos propusieron la
razón, carente de realidad y de fun- siguiente: 3.1. r. aequiparantiae:
damento, fuera del alma humana, es aquella por la cual se establece
como sostiene, por ejemplo, Enri- una cierta simetría o similitud en-
que de Gante (cf. Quodl. IX, q. 3; tre dos términos, como la relación
V, q. 6), doctrina que, en la Mo- de igualdad; al contrario de lo que
dernidad, reaparecerá con el pensa- sucede en la 3.2. r. disquiparantiae,
miento cartesiano. que es la relación asimétrica que se
1.3. La tercera concepción de las da, por ej., entre padre e hijo, ma-
relaciones, no las considera rea- yor y menor, etc. 3.3. la r. in: es la
les pero sí objetivas. Es la posición que se considera en un solo ente,
asumida por Guillermo de Oc- sin referencia a otro, por ej., la al-
kham, para quien no es el intelec- tura de Pedro; en cambio, 3.4. la r.
to el que hace, por ej., que Sócra- ad es la que se establece entre un
605 religio
ente y otro, por ej., la altura de Pe- relativum. En general, “relativo” mien-
dro respecto de la de Juan. 3.5. r. ta lo que se refiere a otra cosa im-
mutua es la que hay entre dos ex- plicada en su definición (véase rela-
tremos que se reclaman recíproca- tio). Justamente porque alude a la
mente, como creador y creatura, relación, que puede ser concebida
ya que no puede existir un térmi- tanto realmente como a la manera
no sin el otro; cabe advertir que es- de un ente de razón, este adjetivo
ta clase de relación no se da entre se ha empleado, sobre todo, en los
los términos Dios y creatura, pues- ámbitos metafísico y lógico. 1. En
to que puede existir el primero sin términos metafísicos, ens relativum
la segunda. 3.6. r. transcendantalis es aquel que, en cuanto tal cosa, no
indica la relación esencial que una se puede concebir independiente-
cosa mantiene con otra, de tal mo- mente de otro, como un amo, un
do que no se puede definir una sin siervo, un hermano, etc., por opo-
referirse a la otra; así sucede entre sición al ens absolutum, uno de cu-
el conocimiento y su objeto, desde yos ejemplos es “hombre”. Se de-
el momento en que le es esencial al nominan también ens ad aliud y
conocimiento tener un objeto; en ens ad se, respectivamente.
cambio, la 3.7. r. praedicamentalis 2. En lógica, se llama “relativa”
señala una relación accidental en- una proposición que expresa una
tre dos entes, a cuya esencia es ex- proporción o comparación, co-
trínseca; por ej., la relación de pa- mo “La virtud es tanto más precia-
ternidad, dado que ella no es esen- da cuanto más ardua es su adquisi-
cialmente necesaria para definir al ción”. La verdad de estas proposi-
subiectum de dicha relación. Esta ciones está condicionada a la con-
última clase de r. se subdividió en: sistencia de la relación que liga a
3.7.1. la que se funda en la unidad sus dos elementos.
y el número, como la desigualdad;
3.7.2. la que se funda en la acción y relatum. Indica uno de los elementos
la pasión, como la r. que hay entre o instancias vinculadas en una rela-
maestro y discípulo; 3.7.3. la que ción (véase relatio), de cualquier ti-
se funda en la medida y lo men- po que ella sea.
surable, como la relación del inte- religio. Este vocablo es de etimología
lecto respecto de lo inteligible. Si- incierta y muy discutida: algunos,
guiendo a Aristóteles, los escolásti- siguiendo a Cicerón, hacen derivar
cos entendían por mensurable las el término de relegere, que signifi-
potencias y los hábitos; y por medi- ca “reunir” (cf. De nat. deorum II,
da, los objetos de dichas potencias 2, 28). Otros autores, como Plau-
y hábitos. to, asocian el término no sólo con
relative. En metafísica, r., en cuanto el de “diligencia” sino también con
adverbio opuesto a “absolutamen- el de “escrúpulo”. Lactancio y Ter-
te”, puede significar: accomodati- tuliano atribuyen su origen al ver-
ve, comparative, connotative, depen- bo ligare, “vincular” (cf. Div. inst.
denter, hic et nunc, hypothetice (véa- IV, 28). En este sentido, la r. sería
se absolute). lo que enlaza al hombre con la di-
vinidad. Sin refutar explícitamente
reminiscentia 606
S
S
S. Convencionalmente, con esta le- ternos y rituales se unen a la ple-
tra se señala la reducción de un si- garia y, sobre todo, se cargan de
logismo imperfecto a uno perfec- carácter simbólico, como anota
to, es decir, a un modo directo de Agustín de Hipona en De Mag. I,
la primera figura (véase syllogismus 2 y, especialmente, en la Ep. 102,
1), donde lo que es sujeto en la pri- 17. Para el Hiponense, en quien es-
mera premisa es predicado en la se- ta palabra cobra fundamentalmen-
gunda. Para ello, se recurre a la con- te el significado de “ofrenda”, es s.
versio simplex (véase conversio 5), toda obra hecha para unirse con
como se lee en Pedro Hispano (cf. Dios; más aún, el mayor s. del espí-
Summ. Log. 4, 7 y 11). ritu humano es precisamente con-
fiar en Él es, según se lee en el Ser-
sacra pagina. Expresión con la que en mo 33, 2.
muchos textos medievales se alu- Por su parte, Tomás de Aquino
de a la Biblia, único libro al que subraya el sacrificio u ofrenda ex-
se le adjudicaba valor en sí y que, terior como signo del interior que
por ende, no podía no ser estudia- el alma brinda a Dios (cf., por ej.,
do. Los demás libros, que encerra- S.Th. II-II, q.85, a.2 c).
ban toda la cultura profana, here-
dada de la Antigüedad y enrique- sacrum. Neutro de sacer, de donde sa-
cida por los enciclopedistas del pe- cerdos, lo sagrado es, originaria-
ríodo patrístico y por los escolásti- mente, lo separado para ser dedi-
cos, se consideraban una etapa pro- cado a los dioses. Pero, en la An-
pedeútica para la comprensión de tigüedad, esto implicaba una gran
la s.p. ambivalencia, en el sentido de que
lo s. era tanto lo digno de venera-
sacrificium. El término proviene de sa- ción como lo que suscitaba horror.
crum y facere. Este último verbo ya En cambio, en contexto judeocris-
señala un aspecto operativo, ejecu- tiano, sólo conserva la primera no-
tivo, en el sacrificio en cuanto ins- ta que vincula, si bien no identifi-
tancia en la relación entre el hom- ca, lo sagrado con lo santo (véase
bre y la divinidad. Por otra par- sanctitas).
te, el sacrificio implica también la
mediación, justamente con su ha- saeculum. Cf. mundus 3.
cer ritual, del sacerdos, es decir, del
sacerdote, que es su agente, aquel sanctitas. Antiguamente se conside-
que con-sagra, el que hace que al- ró sanctum todo lo que se había
go sea sagrado. puesto a salvo del alcance de los
En la literatura patrística se enfa- hombres –ya fueran cosas sagra-
tiza el hecho de que los aspectos ex- das o profanas, consagradas o no a
sanctus 616
Con todo, este último término re- cia como tal. (In De caelo et mun-
viste un matiz moral, mientras el do II, 1, 2). Es, por tanto, técnica-
que nos ocupa se emplea más en el mente impreciso hablar de la “eter-
sentido psicológico de apatía, in- nidad” del mundo, toda vez que
dolencia o calma excesiva, es de- éste existe en la sucesión temporal;
cir, aquella que se da cuando debe- habría que hablar de la posible s.
ría haber acción; de ahí que, meta- del mundo. Si tal sempiternidad se
fóricamente, se pueda hablar de la hubiera dado, sostiene el Aquinate,
“s. maris”, esto es, de la calma anor- sería necesario admitir que genera-
mal o inusitada –y por ello amena- tio moventium seipsa quae sunt gene-
zadora– del mar, y no de la “pigri- rabilia et corruptibilia, sit perpetua
tia maris”. Tanto autores de la Pa- (C.G. I, 13, 25).
trística como de la Escolástica han
considerado la s. una de las especies sensatio. Significa “sensación”. Con
del timor (véase). todo, los textos medievales y, par-
ticularmente, los escolásticos, sue-
sempiternitas. Así como la aeternitas len preferir para referirse a ella los
alude a lo simultáneo, a un presen- términos “sensus” (véase sensus 2),
te perpetuo, y la aeviternitas (véan- mejor todavía, “species sensibilis”, o
se) refiere a la duración permanen- aun notitia (véase species y sensibi-
te de los entes incorrumpitibles, la le). Sólo hacia el final de la Edad
s. es la duración sucesiva sin prin- Media comienza a darse el uso del
cipio ni fin que se da en el tiempo. vocablo s.
El empleo medieval de este vocablo
con la acepción señalada encuen- sensibile. Esta voz, cuya noción co-
tra una de sus principales fuen- rresponde a la gnoseología medie-
tes en Boecio, quien escribe “Nos- val, indica, en primera instancia,
trum nunc quasi currens, tempus fa- lo que puede ser aprehendido me-
cit, et sempiternitatem: divinum ve- diante los sentidos o la sensibilidad
ro nunc permanens, neque movens en general. En otras palabras, seña-
sese, sed constans, aeternitatem fa- la el objeto de la percepción senso-
cit.” (De Trin., 9). Con todo, hay rial.
antecedentes en la literatura anti- Sobre la base de las distinciones
gua, como indica en sus Distinctio- establecidas por Aristóteles en el
nes dictionum theologalium, Alain De An. II, 6, 418 a 13, los escolás-
de Lille, citando a Horacio. De es- ticos hablaron de lo s. 1. per se, o
te modo, las expresiones perpetuum sea, lo sensible en cuanto tal, que
y ad saecula saeculorum se han usa- se distingue en 1.1. s. proprium: lo
do muchas veces en sentido no téc- que puede ser aprehendido exclu-
nico, para aludir a la noción que sivamente por un sentido en par-
nos ocupa. Por su parte, Tomás de ticular; por ej., el color, ya que éste
Aquino subraya el carácter de du- sólo es captable por la vista; 1.2. s.
ración infinita en el tiempo que es commune: es lo que puede aprehen-
propio de lo sempiternum, aclaran- derse por más de un sentido, como
do que la immortalitas se refiere a la la extensión que es aprehendida a
perpetuidad de la vida; en cambio, la vez por la vista y el tacto. Esto
la s. a la perpetuidad en la existen- ya aparece en la Patrística: Agustín,
sensitivum 628
mo sentido, por ej., la vista perci- ble que quien (habitualmente) be-
be las que se dan entre el rojo y el be cante”. La cuestión ha dado lu-
azul, pero no las diferencias entre gar a un sofisma: el de la compositio
lo rojo y lo dulce. Se ha de postu- et divisio (véase) y fue abordada en
lar, pues, un sentido que distinga y particular por Heytesbury, quien le
aúne las sensaciones y éste es preci- dedica precisamente el Tractatus de
samente lo que la Edad Media lla- sensu composito et diviso.
mó el s.c. La Escolástica –y en par-
ticular Tomás de Aquino, en su in- sententia. Llámase así a un juicio, una
terpretación de los pasajes citados– máxima o una opinión común-
intentó resolver una dificultad que mente aceptada. El término apare-
dejaba abierta la lectura literal de la ce ya en la Antigüedad; así, por ej.,
posición aristotélica sobre la cues- encontramos que Cicerón alude a
tión: la de explicar cómo es posi- las “sententiae” de Epicuro (cf. De
ble que un único sentido reciba dos nat. deor. I, 30, 85).
formas sensibles heterogéneas. Más En la Edad Media, tiene el sen-
allá de los intentos de justificación tido general de “concepción defi-
del mismo Aristóteles, Tomás pro- nida y cierta”. En Pedro Abelardo,
pone una solución que consiste en por ej., significa el juicio que resul-
entender el s.c. no sólo como la fa- ta del examen y discusión de posi-
cultad que registra las modificacio- ciones diversas, y tiene carácter de
nes de los diversos sentidos exter- verdad. En este sentido, se opone a
nos, sino también como aquella opinio (véase) que alude, en gene-
que percibe las mismas operaciones ral, a un parecer personal.
de éstos. De esa manera, lo conci- Pero, en rigor, se utilizó esta pala-
be como el fundamento de la uni- bra con cuatro significados técnicos
dad de la conciencia sensible. Así, relacionados entre sí: 1. s. mienta
el sentido común es aquel por el una definición auténtica sobre un
que percibimos que estamos vivos. pasaje de la Sagrada Escritrua, to-
Con la expresión sensorium com- mado no en su sentido literal (véa-
mune se aludió al órgano físico por se littera), sino en el más profun-
el que opera el s.c. y que algunos do y complejo. 2. por ende, alu-
autores, siguiendo siempre a Aris- de también a la opinión de un Pa-
tóteles, ubicaron en el corazón. dre de la Iglesia o escritos eclesiásti-
cos, sobre alguna cuestión de teolo-
sensus compositus et divisus. La dis- gía, moral, etc. 3. a veces, se usa pa-
tinción entre ambos tipos de sen- ra designar las tesis sostenidas por
tido aparece en las proposiciones autores que se consideraban aucto-
modales que afirman o niegan la ritates ya en Teología como en Fi-
unión de dos formas en un mis- losofía; de ahí que se utilizaran en
mo sujeto. Cuando dicha unión se la enseñanza (véase lectio). 4. Final-
entiende como simultánea, se trata mente, y desde el punto de vista ló-
del s.c., por ej., el que se da en “Es gico, se denomina s. a la expresión,
imposible que quien bebe (está be- en cuanto tal, de una proposición.
biendo) cante”; cuando tal unión
se entiende en tiempos diferentes, sentire. Dos acepciones registra este
se tiene el s.d., por ej., “Es posi- verbo en la literatura medieval. En
631 separatio
sentido amplio, utilizado por Ave- o están separadas de las cosas par-
rroes, significa aprehender algo ya ticulares, y a la vez, yuxtapuestas
sea por medio de los sentidos, ya a ellas. Se trata, al menos, de una
sea mediante el intelecto. En sen- posible interpretación. Pero, por
tido estricto, en el que se lo usó la su parte, el mismo Aristóteles usa
mayoría de las veces, implica cap- la noción de s. aplicándola a la de
tar algo sólo a través de uno de los sustancia, a la que el Estagirita con-
sentidos corporales (Cf., por ej., sidera “separada” en cuanto que es
Ockham, De succ. 104). Con to- algo en sí. Por el contrario, el acci-
do, una posición intermedia es la dente es inseparable de la sustancia
adoptada por Agustín de Hipona: por su necesidad ontológica de in-
en efecto, escribe el Hiponense que herir en ella (cf. Met. VII, 13, 1038
s. non est corporis sed animae per b, 23-24). El concepto concierne
corpus (De Gen. ad litt. liber imp. también al problema gnoseológi-
5, 24). Naturalmente, esto obede- co del carácter de separado o no del
ce a la concepción agustiniana so- intelecto agente, tal como Aristóte-
bre la relación alma-cuerpo (véase les lo plantea en De an. III, 5, 430
sensus 2). a, 10-25.
En el período patrístico, varios
separata. Esta voz nombra a todo lo autores neoplatónicos se ocuparon
que está separado de la materia del problema de la s., en primer lu-
(véase separatio). Los escolásticos gar, en cuanto separación de las
suelen distinguir las cosas separa- Ideas respecto de las cosas; en es-
das 1. secundum esse, y 2. secundum te sentido, la tendencia neoplatóni-
rationem. Las primeras son aquellas ca propuso una serie de instancias
que, por su misma naturaleza, ja- intermedias; en segundo término,
más pueden existir unidas a la ma- y ya en el terreno antropológico,
teria, como Dios y las substancias afirmaron especialmente la separa-
inteligibles; las segundas son las ción de alma y cuerpo, siguiendo,
nociones que resultan del proceso por ej., Plotino (cf. Enn. I, 4, 14)
abstractivo (véase abstractio). Así se y Proclo (cf. Inst. Theol. pp. 16 y
expresa, por ej., Tomás de Aquino 17).
(cf. In Met. Pr., in medio). En la Escolástica, en cambio, es-
separatio. En primera instancia, la se- te concepto se debatió a propósito
paración, filosóficamente conside- del de abstracción (véase abstrac-
rada, alude a la resolución de un tio), discutiéndose si ésta implica
compuesto en sus partes o elemen- un separar del ente lo que en él está
tos. El término griego equivalen- separado, o un mero separar men-
te aparece en Anaxágoras (Diels F. talmente lo que en la cosa siem-
10) y en Empédocles (Id. F.58). En pre permanece uno. De hecho, pa-
la Antigüedad clásica, este concep- ra Tomás de Aquino, que opta por
to intervino en cuestiones ontoló- el primer término de la opción, las
gicas y gnoseológicas; en el primer ciencias sobre objetos formales par-
sentido, Aristóteles lo usa, especial- ticulares, como la Geometría, se
mente, en la crítica a las Ideas pla- basan sobre la abstracción; en cam-
tónicas, ya que éstas son separables bio, la Metafísica trata del concreto
sermo 632
formando siquidem: “si es que efec- al amar ese ser propio y ese conoci-
tivamente”, etc. miento, se añade, como tercer ele-
mento, el amor, con lo que Agustín
si fallor sum. “Si me engaño soy”, esboza una de sus típicas tríadas.
porque lo que no existe no puede Como se ve, el “si fallor sum”
engañarse: la expresión pertenece a agustiniano es tanto o más rico in-
Agustín de Hipona y se encuentra, ternamente que el cogito cartesiano.
en esa formulación, en el De civ. Sin embargo –como el mismo Des-
Dei XI, 26. Constituye el así lla- cartes sugiere al responder a la ob-
mado “cogito agustiniano”, ya que jeción de Merseune y Arnauld res-
el Hiponense lo utiliza para afirmar pecto de la autoría de su hallazgo–
la convicción intelectual de la pro- , el si fallor sum no es más que un
pia existencia, y probar de esa ma- momento en la doctrina agustinia-
nera que la razón puede alcanzar, al na, mientras que el cogito constitu-
menos, una certeza. En este punto, ye la piedra fundamental de todo
está presente en Agustín la polémi- el sistema cartesiano (cf. Cartas del
ca que sostiene con el escepticis- 2 de noviembre e 1640 y del 25 de
mo académico, que él conocía bien mayo de 1637).
por su breve pasaje por esta escuela,
previo a su conversión filosófica al sic. Siempre se refiere a la manera o
neoplatonismo. Mucho antes de la modo en que algo se hace o se di-
redacción del De civ. Dei II, 7, en ce, por lo que se suele traducir por
Sol. II, 1, 1, y en el diálogo De lib. “así”, “de tal manera”, “del siguien-
arb. II, 3, 7, aparece esta clase de te modo”, “he aquí como”, etc.
observaciones: “An tu forasse metuis, Cuando está en correlación con ut,
ne si hoc interrogatione fallaris, cum expresa cierta idea de comparación:
utique si non esses, falli omnino non “de tal manera que” o “del mismo
posses?”. Pero el texto en el que se modo que”.
encuentra una elaboración más ex-
tensa de la expresión que nos ocu- sidus. Significa, a la vez, astro, estrella
pa es De Trin. X, 10, 14, donde la y aun planeta. En relación con es-
intuición agustiniana aparece co- te tema, la tradición medieval sue-
mo más próxima al cogito de Des- le seguir a Isidoro de Sevilla, quien
cartes. En efecto, dice allí Agustín establece las siguientes diferencias:
que si un hombre duda, vive y re- las estrellas son singulares, las cons-
cuerda las razones de ese dudar, sa- telaciones están formadas por mu-
be que duda, aspira a la certeza, chas estrellas y los astros se distin-
piensa, es consciente de que no sa- guen de éstas por su magnitud. Las
be, y juzga que no debe otorgar a la estrellas son fijas, mientras que los
ventura su consentimiento. cuerpos celestes que se mueven son
Cabe añadir que en el último tex- los planetas que giran regularmen-
to señalado del De civ. Dei, el Hi- te en diversas órbitas, cada una a
ponense se pregunta cómo po- diferente velocidad. Son las estre-
drá engañarse en creer que existe, llas fijas las que reciben con mayor
cuando precisamente, si se engaña, propiedad el nombre de sidera, esto
existe. Así, conoce verdaderamente es, constelaciones y, precisamente,
su propia existencia; pero, además, con-siderándolas, es decir, ea consi-
sigillatio 634
significare. Tanto para el sentido ge- este tema. Pero ellos tomaron en
neral de este verbo como para las cuenta en tercer elemento: el real.
acepciones específicas que asume En efecto, distiguieron entre el sig-
en algunos autores, se remite al ar- no, lo significado en cuanto con-
tículo significatio. Aquí se mencio- cepto o noción, y la cosa misma a
narán algunas expresiones técnicas la que, en última instancia, remite
que incluyen esta palabra. 1. s. dis- la significación; así aparece, por ej.,
tincte: se entiende por esto signifi- en Sexto Empírico (cf. Adv. Math.
car una cosa sin connotar otra, por VIII, 12) De esta manera, la s. es,
ej., la voz deitas alude sólo a Dios para ellos, una representación ra-
en cuanto tal, sin que ello implique cional, en la medida en que expone
que se tenga de él un conocimiento discursivamente lo representado.
nítido y cabal. 2. s. plura aeque pri- En la Patrística Agustín de Hi-
mo: alude al hecho de que una pa- pona recoge y elabora esa doctrina
labra significa por igual varias co- estoica. Llama al signo verbum; al
sas. Esto se puede dar o bien por- concepto contenido en él, nomen;
que la designa en virtud de varias y a la realidad a la que ambos refie-
imposiciones, como cuando se lla- ren, res. Más aún, Agustín arriesga
ma “Juan” a diferentes hombres, ya una etimología, según la cual ver-
sea que esto ocurra por casualidad bum deriva de verberare (herir); y
o a consilio, o bien en el caso de los nomen, de noscere (conocer), ya que
términos unívocos. 3. s. hoc aliquid el primero repercute en el oído y el
es un término utilizado en la lite- segundo se dirige a la facultad inte-
ratura nominalista en oposición a lectual del alma (cf. De mag. 5, 12
4. s. quale quid. En efecto, para los in fine). Así pues, la s., en la con-
nominalistas, sólo existen los entes cepción agustiniana, se apoya en el
individuales, radicando la univer- verbum para transmitir un nomen
salidad –por lo menos, a partir de (véase).
Abelardo– en la significación. De En la Escolástica, se trabajó espe-
esta manera, sostienen que los tér- cialmente sobre la distinción entre
minos universales, como “la rosa”, significación o s. y suppositio (véa-
al mentar una pluralidad de indi- se). La primera se da por la impo-
viduos, significan quale quid, es de- sición de una voz que, mediante el
cir, a la manera de un qué único. concepto implícito en ella, remite
En cambio, los términos particula- a una realidad; la segunda indica
res, como “esta rosa”, significan hoc el valor y alcance de esa referencia
aliquid, o sea, ese algo determina- objetiva: la voz “centauro”, por ej.,
do. Así lo dice, por ej., Guillermo tiene una significación dada, pero
de Ockham en Exp. Aurea 51). carece del valor de suplencia real
en cuanto que no remite a un en-
significatio. En líneas muy general, es te real.
la referencia de un signo a su obje- Una especial importancia asume
to. La s. implica, pues, tanto el sig- la s. en Pedro Abelardo. Debido a
num cuanto el significatum (véase). su pecualiaridad, se ha tratado este
Entre los autores antiguos, los es- tema en artículo aparte, en relación
toicos fueron los primeros en ela- con la appellatio (véase). En gene-
borar una doctrina acabada sobre
significative 636
ral, durante la Edad Media, se con- terés por los significata se acentúa
sideró que el significar es propio de en la Escolástica a propósito de los
la voz; la suppositio, propia del no- términos categorematica y syncate-
men, según enseña Pedro Hispa- gorematica (véase), ya que dicha di-
no en sus Summ. Log. VI, 3. Con ferencia radica en el tener o no el
arreglo a criterios distintos, otros término s.
autores, como Guillermo de Oc-
kham (cf. Summa Log, I, 63), Bu- signum. En principio, el signo com-
ridán (cf. Sophism. 2) y Alberto de prende toda posibilidad de referen-
Sajonia (cf. Log. II, 1), considera- cia de una cosa a otra. Ahora bien,
ron que la s. es propia de las pa- dentro de esta acepción, que es la
labras singulares, mientras que se más amplia, cabe distinguir, como
puede hablar de suppositio sólo en hicieron los autores antiguos y me-
las proposiciones, puesto que si se dievales, entre el 1. s. naturale y el
dice “El centauro no existe” el va- 2. s. artificiale (véase impositio). El
lor de suplencia de “centauro” en primero es algo que conduce al co-
esta proposición es verdadero. Por nocimiento de otra cosa, en virtud
su parte, Tomás de Aquino sostiene de alguna similitud o asociación
que la s. y la suppositio coinciden en con ella; así, el humo es signo del
los términos singulares, pero no en fuego, como cualquier efecto pue-
los universales, para los cuales la s. de ser signo de su causa. En el se-
es la esencia (cf. S. Th. I, q. 39, a. 4 gundo caso, se trata de una con-
c). vención que se elige arbitrariamen-
te para referir a otra cosa; por ej., el
significative. Técnicamente, se dice signo “+” que, con todo, se comen-
que un término se toma s. cuan- zó a usar terminada la Edad Media,
do se asume en el sentido de la su- indica suma o adición. Esta distin-
ppositio personalis (véase suppositio, ción se encuentra ya implícitamen-
in principio), por ej., “Sócrates”, o te en los estoicos, quienes veían en
del pronombre demostrativo por el la capacidad del hombre de usar
que se la designa, por ej., “aquél”. signos aritificiales, su diferencia
Este adverbio es frecuente entre fundamental respecto del animal,
nominalistas. tal como aparece, por ejemplo, en
Sexto Empírico (cf. Adv. Math.
significatum. En general, s. mien- VIII, 276).
ta la cosa significada por un tér- En la Patrística, se consideró la
mino. Así, constituye el punto fi- palabra o verbum como s. por an-
nal de referencia de la significatio tonomasia. Se extendió también al
(véase), que es lo que algo signifi- discurso mismo o, mejor aún, a pa-
ca. Sin embargo, hay una excep- sajes del mismo; por eso, ante pro-
ción: la mencionada diferencia se blemas exegéticos, se habló, por ej.,
diluye cuando se subraya la adhe- de obscura o ambigua signa (véase
rencia de la significación al s., con- explanatio); también de signa pro-
siderando aquélla como una suer- pria y signa translata para referirse a
te de propiedad de la cosa significa- lo que hoy se denominaría el senti-
da, como ocurre, por ej., en el ca- do literal y espiritual de la Escritu-
so de “hombre” o “justicia”. El in- ra.
637 simile
son semejantes sino iguales, por lo una imagen de lo divino, sino con
que se está ante una perfectissima si- lo divino mismo (cf. Enn. I, 2, 13
militudo. 2) secundum eadem ratio- y 35).
nem et non secundum eundem mo- En el pensamiento cristiano me-
dum, o sea, bajo el mismo concep- dieval se examinó el concepto de s.
to aunque no del mismo modo o fundamentalmente desde dos pun-
en el mismo grado; así, son simila- tos de vista: el gnoseológico y el
res lo más blanco y lo menos blan- teológico: 1. en cuanto al aspecto
co, y se tiene entonces una simili- gnoseológico de la noción, la ma-
tudo imperfecta. 3. non secundum yoría de los escolásticos han insisti-
eadem rationem: dos cosas pueden do en que conocemos las cosas por
ser semejantes por participar en la medio de las species (véase) de éstas.
misma forma, pero no bajo el mis- La especie o imagen es una s. rei y
mo concepto. Este caso de lo seme- no cognoscentis. En otras palabras,
jante se subdivide en: 3.1. la co- la semejanza que se da entre el cog-
munidad de especie, por ello, por noscente y lo conocido no es s. en-
ej., son semejantes padre el hijo; y tre la naturaleza de uno y de otro,
3.2. la comunidad de género pero sino, fundamentalmente, la que
no de specie, en virtud de la prime- hay entre el objeto conocido y lo
ra cualquier animal tiene similitud que el acto cognoscitivo aprehende
con el hombre, pero no una seme- de él, es decir, en principio, su ima-
janza específica con la forma de és- gen. Respecto del enfoque abelar-
te, sino sólo el convenir en un gé- diano del tema, véase status.
nero. Finalmente, 4. cabe hablar de 2. Pero el tratamiento medieval
lo s. per analogiam, que es la for- de esta noción alcanza relieve en
ma más imperfecta o lejana de se- el intento de determinar un aspec-
mejanza. Tal es la que se da entre el to de la relación del hombre con
hombre y Dios (véase similitudo). Dios, precisamente el que sugie-
re el texto de Gen. I, 26: “Faciamus
similitudo. En general, indica la re- hominem ad imaginem et similitu-
lación entre dos cosas semejantes. dem nostram”. En tal sentido, se ha
En particular, señala la convenien- tratado de discernir entre el signifi-
cia entre ellas según una forma da- cado de “imagen” y el de “semejan-
da o, más estrictamente, según una za” en este contexto, toda vez que
cualidad. Puesto que dicha conve- el versículo emplea ambos sustanti-
niencia se puede dar en varios sen- vos. Según una tradición patrística,
tidos, hay distintos tipos de s., des- cuyo máximo representante es Gre-
de la implicada en la identidad es- gorio de Nyssa, la imagen divina se
pecífica a la que se tiene en la par- encontraría en la razón humana,
ticipación analógica (véase simile). mientras que la s. se asocia con la
Precisamente, el concepto de s. es- libre voluntad del hombre hacia el
tá implícito en la noción platóni- bien (cf. Oratio I, PG. XLIV, 273).
ca de participación. Un significado Por ende, la imagen concierne al
activo adquiere la noción de seme- conocimiento racional y la seme-
janza en Plotino, para quien el al- janza al plano moral. Así, la imago
ma, en su ascenso purificador, de- se conserva aún en el hombre caído
be realizar en sí misma la s. no con
639 simplex
esta noción en los autores medieva- sincerus. Adjetivo que hace alusión a
les al citar a Plotino (cf. Enn. VI, 9, lo inalterado, puro, incorrupto. En
10 y 11) y a Proclo (cf. Theol. Plat. Retórica indica un estilo llano, sin
I, 24 y ss). afectaciones. En términos psicoló-
gicos y morales, señala una actitud
simul. Adverbio que indica, en ge- franca, de buena fe. En contexto fi-
neral, simultaneidad. Aparece en lológico, alude al códice emendatus
las siguientes expresiones específi- (véase).
cas, que los escolásticos usaron pa-
ra distinguir diferentes maneras de sine hoc ergo propter hoc. Se cono-
ser simultáneo: 1. s. tempore alude a ce con esta expresión un sofisma
la simultaneidad en el tiempo, que de falsa causa, o sea, de la non cau-
es la contemporaneidad; 2. s. conse- sa sicut causa. Se da cuando la cau-
quentia señala la simultaneidad de salidad es atribuida no a un factor
consecuencia, que es la inclusión e meramente ausente, sino al hecho
inferencia recíproca de dos o más mismo de la ausencia de un ele-
cosas, como la que se da entre lo mento considerado indispensable
corpóreo y lo extenso; 3. s. natura para que tenga lugar el efecto. Así,
mienta la simultaneidad de natura- por ej., para algunas actitudes re-
leza, o sea, el condicionamiento re- ligiosas, ciertos sucesos nefastos se
cíproco entre dos o más cosas, sin atribuyen a la falta de observancia
que, sin embargo, haya entre en- de algún precepto ritual.
tre ellas relación de causalidad; 4. s.
cognoscendi indica la simultaneidad singulare. En general, y en cuanto
de conocimiento, que se da cuan- opuesto a lo plural indica, numé-
do varias cosas no son cognoscibles ricamente, un solo ente considera-
sino a la vez, éste es el caso del co- do de manera separada. Asume dis-
nocimiento de dos términos relati- tintos significados según se lo con-
vos en cuanto tales, como “padre” sidere en el plano metafísico o en el
e “hijo”. lógico. 1. En el metafísico, se aso-
cia frecuentemente a los adjetivos
simulatio. Término que designa el ac- individualis y particularis (véase) y,
to de mostrar externamente, con a veces, se emplea como sinónimo
la propia conducta o actitud, que de éstos. Sin embargo, el vocabula-
se está viviendo un estado interno rio escolástico establece matices de
determinado, cuando lo cierto es diferencia: mientras que individua-
que, al mismo tiempo (simul), di- lis connota una unidad, en cuan-
cho estado es inexistente o diverso to indivisión interna, s. alude sobre
del manifestado. Con ello, el sujeto todo a la distinción externa, sobre
provoca necesariamente en los de- todo, respecto de otros miembros
más un falso juicio acerca de sí mis- de la misma especie. Tampoco se
mo. Esta es la s. considerada mate- identifica sin más con particularis
rialiter. Sólo cuando se añade a ella porque este término se refiere a la
la intención deliberada de engañar, parte de un todo contrapuesta a ese
se tiene la s. formaliter que, por en- todo; en cambio, s. mienta un en-
de, es un concepto perteneciente a te contrapuesto a varios otros, es-
la ética medieval. pecialmente de su misma especie.
sinistrum 642
De todo esto resulta que los entes cia corpórea, en cuanto que las par-
singulares son distintos entre sí so- tes de ésta se hallan dispuestas de
lo en número, siendo lo común en cierta manera (véase dispositio). Es
ellos el género y la especie; de ahí un accidente justamente porque el
que escolásticos como Tomás de modo en que está o yace una co-
Aquino subrayen que las cosas sin- sa no modifica su esencia, por ej.,
gulares en cuanto tales no tienen el estar de pie o el yacer supino no
definición: a ésta se llega por géne- modifica el ser hombre. No se de-
ro próximo y diferencia específica be confundir, pues, el s. con el locus
que es, precisamente, lo que las ho- (véase): el primero se refiere al se-
mologa, no lo que las distingue (cf. gundo como el contenido al con-
In Met.VII, l.10, 1492-1497). tinente. Por otra parte, cada uno
El de lo singular es un concepto de ellos puede variar sin que el otro
que ha tenido un papel importan- varíe: por ej., se puede estar de pie
te en la polémica de los universales en diferentes habitaciones, con lo
(véase universale). En efecto, siem- que varía el locus pero no el s.. Un
pre desde el punto de vista meta- caso inverso sería el yacer supino y
físico, los ultrarrealistas conside- ponerse de pie en la misma habi-
ran que es el universal, es decir, la tación. Por eso, Tomás de Aquino
esencia, lo verdaderamente singu- define este praedicamentum dicien-
lar. Los nominalistas, en cambio, do que es “ordo partium in loco” (S.
entienden que lo singular está dado Th. I-II, q. 49, a. 1, ad 3), e insiste
por el ente particular, mientras que en que el s. añade al ubi (véase) sólo
ven s. el universal en cuanto signi- este orden determinado de las par-
ficado, ya que éste es un conteni- tes que es la relación que ellas guar-
do único del alma (cf., por ej., Oc- dan entre sí (cf. In Met. V, l.9, 892;
kham, Exp. Aurea 102-103). l.17, 2005; XI, l.12, 2377).
2. En lógica, al considerar una
proposición, en razón de su canti- sociale. Cf. politicus.
dad –es decir, de la extensión del societas. Es el conjunto de seres ani-
sujeto–, se la denomina s. cuando mados, y particularmente huma-
ese sujeto es uno solo; por ej., “Este nos, en cuanto tal y la relación de
hombre es músico”, y “Sócrates es convivencia que guardan entre sí.
sabio”. Terminus s. es precisamente Así, el tipo de vida en sociedad se
el sujeto de tal clase de proposicio- opone a la solitaria. Ya desde la Pa-
nes. trística, se pondera la dimensión
sinistrum. Cf. dextrum. social del hombre. Agustín de Hi-
pona, por ej., da su más amplia
sit verum. Cf. obligatio 1.6. acogida a la afirmación de que la
vida social es propia del sabio, no
situs. En el Medioevo, se denomi- obstante describir las dificultades
nó así la categoría (véase praedica- que le son propias; discierne, ade-
mentum 3.3.1) de situación o po- más, entre las sociedades constituí-
sición, como Aristóteles la presen- das por domus, urbs y orbis (cf. De
ta en Cat. I, 6 b 3-19. Los escolásti- civ. Dei XIX, 5 y ss.). Hacia finales
cos definieron aristotélicamente el de la Edad Media, los escolásticos,
s. como el accidente de una sustan-
643 solutio
te, el 1.6. s. figurae dictionis o por non causa pro causa o de falsa causa,
la figura de la dicción, es aquel que es el que, como su nombre lo indi-
se basa en una falsa forma de expre- ca, aduce como demostración una
sión o uso; así, sucede, por ej., en causa que no es tal. Dentro de este
“cortante” cuando se pretende usar tipo, las formas más comunes son
esta palabra como sustantivo, por las que toman como causa lo que
analogía con “amante” que sí pue- sólo es un antecedente; se deno-
de ser usado como sustantivo. minan específicamente cum hoc er-
Los sofismas 2. extralingüísticos, go proter hoc; y post hoc propter hoc
o sea, los que derivan de la falacia (véanse); en ellos la simple simulta-
extra dictionem, no dependen del neidad o sucesión de dos hechos se
lenguaje empleado sino de la re- asume erróneamente como depen-
lación del plano significativo con dencia causal del segundo respecto
la realidad: son sofismas ex par- del primero. El 2.6. s. plurium inte-
te rerum per verba significatum. És- rrogationem o de la reunión de va-
tos se subdividen en varias clases, rias cuestiones en una sola, consiste
de las que las más frecuentes son: en dar una única respuesta a lo que
2.1. s. accidentis o del accidente: es requiere más de una porque exige
un sofisma que consiste en una fal- distingos; así, este tipo de sofisma
sa ecuación entre el sujeto y el acci- subyace en la pregunta “Son todas
dente, en cuanto que erróneamen- las cosas buenas o malas?”, puesto
te infiere algo como convenien- que las hay buenas y las hay ma-
te a un sujeto, porque le conviene las. El 2.7. s. ignorantia o ignora-
a su accidente. El 2.2. s. secundum tio elenchis obedece al hecho de no
quid es el que obedece al empleo de saber o no entender de modo pre-
una expresión en sentido absoluto ciso la tesis que está en cuestión y,
a partir de un sentido relativo; por más precisamente, las premisas que
ej., si la ceguera es un mal, enton- se manejan. Siguiendo a Aristóte-
ces la ceguera es, cuando en reali- les (cf. El. soph. VI, in fine), los au-
dad no tiene ser sino que consiste tores medievales le han atribuído la
en una privación. El 2.3. s. petitio- mayor importancia, al punto de re-
nis principii (véase) o de la petición mitir a este tipo de sofisma todos
de principio, tiene varias formas de los demás, considerándolo prácti-
las cuales la más común es la cono- camente la única causa de los mis-
cida como “círculo vicioso”, aun- mos.
que, en rigor, entre esta argumenta- De hecho, se agrupan en esta úl-
ción y la llamada “petición de prin- tima clase varios otros sofismas, de
cipio” hay cierta diferencia (véase los que el más frecuente es el s. qua-
circulus); otra modalidad corrien- ternio terminonum o del cuarto tér-
te de este tipo de sofisma consiste mino, que consiste en usar el tér-
en la postulación de lo mismo que mino medio en la premisa mayor
se quiere demostrar. El 2.4. s. conse- de un silogismo con una signifi-
quentis es el que pretende inferir de cación distinta de la que el mismo
la verdad o falsedad del consecuen- término reviste en la menor (véase
te, la verdad o falsedad del antece- quaternio terminorum).
dente (véase consequens). El 2.5. s.
sophistica 646
mal”, en tanto que precede a la es- Las líneas generales de esta doc-
pecie especialísima “hombre”. trina pasan a la Edad Media, es-
pecialmente a través de Profirio,
specialissima. Cf. speciale. quien define, en general, la s. en
species. Dos son los planos fundamen- cuanto tal o s. specialis (véase) co-
tales en los que cabe examinar la mo lo que está ordenado o situado
noción antigua y, particularmente, inmediatamente bajo el género. En
medieval de especie: 1. el ontológi- cambio, la species specialissima es
co, relacionado con el lógico, 2. el el atributo esencial que se predica
gnoseológico, 3. el estético. de una multiplicidad de términos,
1. Ontológicamente hablando, y que precede inmediatamente al
el concepto clásico de species mien- individuo, por ejemplo, la especie
ta la esencia en una multiplicidad “hombre” (cf. Isag. IV, 10 y ss). La
de individuos. Según la etimología primera definición porfiriana indi-
de su equivalente griego eidos, indi- cada se aplicaba, pues, a cualquier
ca una forma o modelo. Las Ideas especie en la medida en que ésta re-
platónicas, por ej., en cuanto for- sulta del elemento indeterminado
mas o modelos, señalan especies se- –que es el género–, y el determi-
paradas de los entes singulares que nante –que es la diferencia especí-
participan de ellas. En cambio, en fica–. Sin embargo, y según tal de-
Aristóteles, la s. en cuanto forma finición, una s. puede constituir un
está ontológicamente en los entes género bajo ulteriores diferencias,
individuales, de tal modo que sólo como se puede ver en el célebre ár-
el pensamiento puede separarla de bol. De esto se deduce que toda s.,
éstos. De esta manera, para el Esta- cualquiera sea el lugar que en di-
girita, la s. tiene el valor ontológico cho esquema ocupe, es un término
de forma, pero también el valor ló- universal. Y aquí se vuelve al aspec-
gico de un predicable (véase prae- to ontológico del concepto de es-
dicabilia). En efecto, constituye un pecie, puesto que, precisamente de
concepto que se puede predicar de la cuestión planteada por Porfirio,
una pluralidad de individuos; pero, acerca del valor lógico y ontológi-
a diferencia del predicamento o ca- co de las especies deriva la famosa
tegoría –que es lo que se predica– querella medieval de los universa-
la s. implica un modo particular se- les (véase universale). Tal como fue
gún el cual se predica la categoría. elaborada por el pensamiento anti-
El término “animal racional”, por guo y medieval, la s. presenta, pues,
ej., es el praedicabile s. en cuanto una nota fundamental: la de ser el
indica la esencia del hombre, cuyos concepto universal que traduce la
aspectos indeterminado y determi- esencia de un conjunto de entes in-
nante, respectivamente, señala. Así, dividuales y el modo de ser propio
y ahora desde el punto de vista es- de dicho conjunto. Por consiguien-
trictamente lógico, Aristóteles pre- te, designa también a la misma co-
senta la s. como resultante del gé- munidad que participa de esa esen-
nero y de la diferencia (cf. Met. X, cia; de ahí el pasaje que se produ-
7, 1057 b 7 y ss). ce en la Modernidad, del significa-
do lógico-ontológico al biológico.
649 species
soma o cuerpo– era precisamente el cual rija cada uno de ellos su vi-
una partícula de este espíritu uni- da (cf. De princ.). También Ireneo
versal. de Lyon distingue el s. de las de-
Con el advenimiento del Cristia- más dimensiones humanas, desig-
nismo, este concepto reclamó nue- nándolo precisamente como la se-
va atención. El Antiguo Testamen- de de la inmortalidad. Más aún, se
to –en particular, el libro de la Sa- tendió a considerar que, así como
pientia– se refiere al s. llamándolo el alma da vida al cuerpo, el espíri-
“sabiduría de Dios”, la cual penetra tu vivifica al alma, de manera que
el universo entero a la manera de la “segunda muerte” –mentada en-
un soplo vivificante. En este con- tre otros por Francisco de Asís en
texto, aparece la expresión agíon su Cantico del Sol– alude no a la se-
pneuma, es decir, “espíritu santo”. paración de alma y cuerpo, sino a
En el Nuevo Testamento, dicha ex- la de espíritu y alma, aludiendo así
presión designa a la Tercera Per- a la condenación de ésta.
sona de la sustancia divina, pro- El proceso mediante el que el tér-
cedente de las otras dos y unida a mino se perfila hasta indicar lo que
ellas por una relación de amor. La activa la funciones superiores del
elaboración de este dogma se hizo alma, es muy lento. En Agustín se
especialmente sobre la base de lo encuentra una gran ambigüedad en
anunciado en el Evangelio de Juan, su uso, ya que el Hiponense llama
XV, 26. A partir de esto, s. pasó a s., a veces, a cierta potencia del al-
señalar también el alma humana, ma en la que se imprimen las imá-
en cuanto vivificada por el Espíri- genes de las cosas, inferior a la mens
tu Santo. (cf. De gen. ad litt. XII, 9); otras, a
Ahora bien, en muchos de los lo que coincide con el alma misma
primeros autores cristianos, el s. (cf. De an. IV, 22, 36); y otras, lo
constituye una instancia del hom- identifica con el animus (véase). Lo
bre que tiene entidad y que es real- cierto es que paulatinamente se va
mente distinta de los demás, o sea, diluyendo la antropología triparti-
del alma y del cuerpo. Esto dio lu- ta y, así, prácticamente desaparece
gar a la formulación de una antro- en la Escolástica, en parte debido
pología tripartita –o, mejor aún, al intento de los autores de este pe-
tridimensional– de origen estoi- ríodo de elaborar una antropología
co, constituída fundamentalmen- ya no de raíz estoica sino aristotéli-
te por el pneuma, la psyché y el so- ca. Y como la metafísica aristotéli-
ma. Así, por ej., en una de sus car- ca se apoya en las nociones de for-
tas, San Pablo se despide de los des- ma y materia, la antropología co-
tinatarios, deseando que Dios san- rrespondiente sólo podía concebir
tifique sus espíritus, sus almas y sus dos instancias en el hombre: su for-
cuerpos (cf. I Tes. 5, 23). Tal con- ma, que es el alma, y su materia,
cepción antropológica queda con- que es el cuerpo. De este modo, el
sagrada quizás en Orígenes, quien s. queda, por así decir, subsumido
divide a los hombres en “pneumá- en la primera.
ticos”, “psíquicos” y “somáticos”, Esto ocurre, por ej., en Tomás de
de acuerdo con el principio según Aquino, quien distingue dos usos
655 stare
status. En sentido general, esta voz in- do, este vocablo cobra una particu-
dica situación o condición. Pero, lar significación en la doctrina de
en su significación medieval estric- Pedro Abelardo sobre la cuestión
ta y técnica, fue usada en tres sen- de los universales (véase universa-
tidos: 1. en el plano lógico-grama- le 3.3.). En efecto, Abelardo con-
tical, señala un aspecto de la acep- sidera que el término universal en
ción de un término, precisamente, cuanto tal –por ej., “la torre”– es
el determinado por el tiempo ver- una vox significativa, detrás de la
bal en una proposición. Así, si se cual hay un concepto. Así, se ha de
dice, por ej., “El pecado de Adán mostrar cómo éste, por común y
existió”, se ha de entender por el confuso que sea, se construye. Para
sujeto de esta proposición un he- ello, se apoya sobre dos pilares: uno
cho en el que se cree, acaecido en es precisamente la estructura cog-
el pasado: éste es el s. del término noscitiva humana; el otro es el que
“el pecado de Adán”. En cambio, proviene de la realidad. Pero en ella
si se dice “El pecado de Adán exis- no hay esencias sino sólo entes in-
te”, se debe entender en tal sujeto dividuales, cosas. Ahora bien, las
las consecuencias que se cree que cosas se nos presentan conectadas
dicho pecado tuvo para la huma- por cierto conjunto de semejan-
nidad toda, en cuanto que ellas si- zas, por ej., en las torres hay simili-
guen rigiendo para los hombres, o tud en cuanto a su carácter vertical.
sea, los hijos de Adán. De este mo- Este conjunto de semejanzas cons-
do, el s. termini se opone a la de- tituye precisamente su s. común.
nominada ampliatio (véase), que Por eso, la definición abelardiana
señala la acepción del término en de s. lo signa como causa communis
todo sentido, independientemente in rebus. Así pues, el s. en Abelar-
del carácter temporal indicado por do toma el lugar de la esencia entre
el verbo. los ultrarrealistas, otorgando cier-
En cambio, desde 2. el punto de ta validez objetiva a la noción que
vista escatológico, el 2.1. s. termini se obtiene por abstracción. Con to-
indica la situación final de la vida do, esta abstracción no refleja com-
humana en el más allá, lo cual no pleta y nítidamente la condición de
implica una detención sino la ins- las cosas, de manera que, si de un
tancia donde ha de concentrarse el lado, legitima el concepto, de otro,
movimiento hacia la fuente del ser, como no consiste en una mera re-
es decir, Dios. Por ello, el s. termi- producción de lo real, desvincu-
ni es el fin del 2.2. s. viae, expre- la el significado con la realidad: el
sión por la que se entiende la situa- modus intelligendi, justamente por
ción de todos y cada uno de los se- el proceso señalado, no se identifi-
res humanos vivientes, condición ca con el modus subsistendi. Ya no
que, desde la perspectiva del Cris- se habla en Abelardo de modos de
tianismo, se considera un pasaje o ser y subsistir de las cosas sino de la
transición. manera o estado en que ellas se nos
En 3. el plano óntico, por así de- presentan.
cir, señala el estado en el que se nos
presentan las cosas. En tal senti- studere. La acepción originaria de este
verbo indica el dedicarse con afán
657 stultiloquium
a algo. Pero esta acepción fue res- terminó con el s. Es importante te-
tringiéndose a la aplicación a los ner en cuenta que no se trataba de
textos, de donde el actual signifi- un lugar físico sino de una reunión
cado de “estudiar” en castellano; de personas de comunes intereses
así, Isidoro de Sevilla identifica al intelectuales y de cierta celebridad
estudioso como quasi studiis curio- en alguna disciplina. Se distiguían
sus (Etym. 241). Particularmente, en 1. s. particulare que acogía a los
en la Edad Media, se aplicó al exa- estudiantes de una misma provin-
men de la Escritura. En tal senti- cia, en términos de orden religio-
do, Buenaventura, por ej., mencio- sa; 2. s. generale que reunía a los de
na las cuatro condiciones que de- todas las provincias de esa orden; 3.
be reunir su estudio: orden, asiui- s. solemne era aquel famoso y con-
dad, gusto y medida (cf. Coll. in currido aunque no fuera necesaria-
Hexaem. XIX, 6). Por su parte, To- mente general.
más de Aquino, sobre las huellas de
Aristóteles, advierte sobre las tres stultiloquium. Una traducción aproxi-
razones más frecuentes que pueden mada de este vocablo puede ser
separar al hombre de la dedicación “conversación estúpida” o “parlo-
al conocimiento tomado en gene- teo”. Constituye un peccatum oris,
ral, esto es, en cuanto tal, “a studio es decir, un pecado de la lengua de
cognitionis”: la ineptitud, el exceso contornos vagos y fácilmente asi-
de ocupaciones y la pereza (cf. In milable a otros como vaniloquium
Met. I, l.1, 4). y multiloquium. Si algo distingue
el concepto que nos ocupa de los
studium. El originario sentido latino dos últimos es que tiene el poder
de esta palabra alude al empeño o de hacer reír. En cambio, lo que di-
dedicación con la que una cosa es ferencia el s. de la scurrilitas (véa-
abordada por un interés que final- se) es que no lo hace, como ésta, de
mente se identificó con el afán de manera intencional y con empeño.
aprender (véase studere). Más que de una voluntad de pecar
En términos institucionales, en la o de inducir al pecado, el s. es, co-
Edad Media, señala el germen de mo precisa Jerónimo al comentar
la universidad medieval (véase uni- la carta de Pablo a los Efesios 5, 3-
versitas), en la medida en que cons- 4, producto de la ligereza, la falta
tituye el s. una escuela o centro de de raciocinio que deriva en descon-
estudios en el que pueden ser ad- sideración; sobre todo, proviene de
mitidos estudiantes de proceden- una tonta autoexhibición (cf. In
cias distintas. Por lo general, tales Ep. ad Eph. PL 26, 552). Es, pues,
escuelas eran abiertas por las ór- manifestación de levitas animi, una
denes religiosas en lugares estraté- indiscreción de la razón. Así, no
gicos para su expansión, o sea, en desconoce lo decente, la honestas,
ciudades que podían ser importan- como lo hace el turpiloquium (véa-
tes como puntos neurálgicos de cir- se), ni atenta contra la utilitas co-
culación de diferentes nacionalida- mo la scurrilitas; el s. va contra la
des. Muchas veces persistieron en discretio. De esta manera se expre-
urbes que no poseían universidad, sa Rodolfo Ardente (cf. Spec. univ.
es decir que la aparición de ésta no XIII, 164-165).
stultus 658
subiectum. De sub-icere, “arrojar de- cuando las cualidades de las que és-
bajo”, este término indica, muy en te es portador no se conciben co-
general, aquello que subyace a de- mo meros predicados sino como
terminadas cualidades o aquello a cualidades reales. En este orden,
lo que éstas se atribuyen; de ahí la el s. se considera como sustancia
frecuencia con la que se emplea la en la que inhieren los accidentes,
expresión s. attributionis. Más espe- es decir, como s. inahesionis. Aho-
cíficamente, la noción de s. se pue- ra bien, el s. portador de cualidades
de considerar desde el punto de conscientes es el sujeto psíquico, o
vista lógico o desde una perspetiva sea, el yo. Precisamente con la pre-
ontológica, puesto que traduce el eminencia otorgada a esta clase de
hypokeimenon griego, soporte tanto s., comienza a efectuarse el paso a la
de predicados cuanto de accidentes metafísica idealista en la Moderni-
o determinaciones ontológicas. dad.
1. Desde el punto de vista lógi- Históricamente hablando, esos
co, s. es 1.1. el sustrato de cuali- dos sentidos fundamentales de s.
dades concebidas como predica- aparecen ya en Aristóteles, coin-
dos que el discurso atribuye a al- cidiendo en el texto de Met. VII,
go; se trata, entonces, del sujeto ló- 3, 1028 b 36, donde dice que s. es
gico o s. praedicationis, es decir, de aquello de lo que se predica todo lo
la cosa de la que se habla, o mejor, demás, sin que él sea predicado de
de aquella noción a la que efecti- nada. Y añade que es la sustancia;
vamente se quiere atribuir el pre- en consecuencia, se debe comenzar
dicado. Pero, hay también un 1.2. por su tratamiento, puesto que la
s. grammaticum, que, en virtud de sustancia parece ser, en primer lu-
las distintas formas posibles de ex- gar, el sujeto de todo lo demás. En
presión, puede no coincidir con el la Edad Media, la acepción de s.
anterior, o sea, con el sujeto lógi- como portador de determinaciones
co. Finalmente, se habla de 1.3. s. lógicas o reales comienza con Boe-
scientiae o scibile que es el tema que cio (cf. Intr. ad cat syllog. VI) aun-
aborda una ciencia particular y que que se podrían señalar algunos an-
hoy, en español, se denomina “ob- tecedentes. La Escolástica concede
jeto”. Esto suele dar pie a un equí- particular atención al tema: Alber-
voco que no tiene lugar en lenguas to Magno, por ej., distingue tres
como el francés o el inglés, pues- sentidos de s.: a) “quod principaliter
to que en ellas los respectivos deri- intenditur”; b) “de quo probantur
vados de s., “sujet” y “subject”, han passiones”; c) “quod ad haec admini-
conservado esta última acepción. culatus” (Sum. Theol. I, 3, 1). To-
De hecho, en este sentido, el s. es más de Aquino se ciñe a los textos
el punto de referencia del obiectum aristotélicos con mayor precisión, y
materiale de una ciencia. Por exten- privilegia el sentido de s. como la
sión, también puede aludir al tema sustancia en cuanto que en ella in-
de un discurso, ya sea éste científi- hieren las cualidades y otras deter-
co o no. minaciones. Llama a esto s. inhae-
2. En cambio, se tiene el signifi- sionis, afirmando, por ej., que el s.
cado ontológico o metafísico de s. de las potencias del alma es o bien
subiicibile 662
bilidad de ser asumido por otro (cf. En cambio, los nominalistas en-
Op. Ox. III, d. 1, n. 17 y d. 5, n. tienden, como Ockham, la afirma-
4). ción de Porfirio acerca de que el ac-
cidente est semper in subiecto subsis-
subsistere. Como primera caracteriza- tens en el sentido de que el acciden-
ción, se puede decir que el subsis- te es afirmado del sujeto (cf. Exp.
tir, verbo muy usado en los autores Aurea 29).
realistas, implica siempre un persis-
tir, esto es, un durar en el ser, in- substantia. Considerada desde el pun-
dependientemente del sujeto cog- to de vista lógico-metafísico, la
noscente. Es Boecio quien llama substancia es la primera de las diez
la atención sobre esta voz, que se- categorías (véase praedicamentum).
rá muy discutida en la Escolásti- Desde el punto de vista estricta-
ca: dice, por ej., que los géneros y mente metafísico, tres son las no-
las especies subsistunt únicamente, tas que se registran en el concep-
mientras que los individuos no só- to medieval de s.: su carácter de es-
lo subsisten sino que también subs- tructura necesaria del ente, el senti-
tant (cf. De duabus nat. 3; De Cons. do de subsistencia e independencia
Phil. III, 1). La distinción obede- ontológica que implica, y el hecho
ce a que este último verbo indica, de ser soporte de accidentes. Res-
además del perdurar, yacer bajo los pecto de la primera nota, se puede
accidentes (véase substare). Con es- decir que s. significa lo que es pri-
te sentido el verbo que nos ocupa mariamente constitutivo de algo y,
pasa a las obras medievales, como por tanto, lo que señala su ser pro-
se lee en el comentario al De Trini- pio, a diferencia de lo que le es ac-
tate boeciano de Gilbert de la Po- cesorio; en este sentido, el término
rrée. se asocia con el de essentia (véase).
Por su parte, Tomás de Aquino Por la segunda nota consignada,
señala que lo que constituye el s. cabe indicar que la independen-
es el existir en sí: “Ille enim subsiste- cia ontológica de la substancia es lo
re dicimus, quae non in alio, sed in que se explicita diciendo que ella es
se existunt” (S. Th. I, q. 29, a. 2 c). in se y perdura per se en el ser, esto
Pero subraya que, aunque lo único es, subsiste; en este otro sentido, se
que subsiste es la substancia indivi- asocia, pues, a subsistentia (véase).
dual –o sea, la hypóstasis aristotéli- Pero se ha de advertir desde ahora
ca–, no es lo mismo s. que substa- que esta suficiencia ontológica no
re; e insiste: cuando se aplica el ver- implica que la substancia se deba a
bo s. a una cosa, se quiere decir que sí misma su existencia –ya que eso
ella no es en otro; cuando se le atri- la convertiría en un ente a se (véa-
buye el verbo substare, se significa se), lo cual no es el caso–, sino el
que otras cosas inhieren en ella (cf. hecho de que, una vez puesta en la
De Pot. q. IX, a. 1). Como se ve, el existencia y habida cuanta de su ca-
subsistir constituye, entonces, una rácter finito, no necesita de nada
nota propia de la substantia (véase), para mantenerse en ella. Finalmen-
pero sin agotar toda definición de te –y esto concierne a la tercera no-
ésta. ta– lo que perdura en el ser lo ha-
ce por debajo de los cambios que le
665 substantia
sobrevienen y de los que es sopor- 2-3 y V, 8). Con todo, de estos cua-
te. Este substare (véase) es un con- tro significados, sólo el último es s.
sistir. Tal consistencia es el consti- en sentido eminente. Entre los au-
tutivo mismo del ente. Pero, ade- tores latinos, parece haber sido Sé-
más, el hecho de estar y permane- neca el primero en utilizar la pala-
cer por debajo de la mutabilidad de bra que nos ocupa (cf. Ep. LVIII,
los accidentes, liga la noción de s. a 15 y Nat. Quaest. I, 6, 5 y 15, 5).
la problemática del devenir, típica- El significado originario que se le
mente aristotélica. atribuyó es el de “ente real”, a dife-
En efecto, en la Antigüedad, rencia del “imaginario”, o también
Aristóteles erige la s. en el concepto el de “ser presente”, a diferencia del
central de su metafísica. Para él es, “ausente”.
en primer lugar, lo que no es afir- En la Edad Media, se insistió, en
mado de un sujeto ni se halla en un primer lugar, en el carácter propio
sujeto, sustancia a la que llamó ou- de la s. de estructura necesaria del
sía prote. No podía ser de otra ma- ente. Así aparece, por ej., en Avice-
nera, puesto que para el Estagirita na, quien afirma que todo lo que es
lo primero es el ser único que exis- tiene una s. por la cual es lo que es
te o puede existir de hecho, mien- necesariamente (cf. Log. I). Sin em-
tras que todo lo demás es lo que en bargo, sólo en la Escolástica del si-
él está y lo que de él se puede de- glo XIII se llega a precisiones afina-
cir; así, de Pedro se puede afirmar das. Tomás de Aquino indica que
que es hombre –lo cual constitu- no alcanza para definirla sostener
ye la sustancia segunda–, que está que ella es la quidditas (véase) o la
sentado, que es sabio, etc. En este esencia de algo, o que se reduce al
ejemplo, Pedro, en cuanto substan- subiectum (cf. S. Th. I, q. 29, a. 2
cia primera, es siempre el substra- c), o aun decir que es un ens per se
tum de todo lo demás y, por ende, (cf. ibid, q. 3, a. 5 c y C.G. I, 25).
una substancia por excelencia. Tal Se ha de señalar cuál es su ratio y
excelencia se explica porque el sub- esta razón es justamente el consti-
sistir independientemente de cua- tuir una cosa a la cual compete el
lesquiera calificaciones es algo que ser sin estar en un sujeto, el cons-
le compete a la substancia propia- tituir una esencia a la cual compete
mente dicha y lo que la hace algo el subsistir y el no ser recibida por
individual, irreductible, único, al- otro ser. Para el Aquinate, esto aco-
go que se determina y se basta a sí ta definitivamente la noción de s.,
mismo, en el sentido de poder exis- puesto que –y ahora entramos en
tir aunque no existiera otra cosa. el terreno de las diferencias–, de
Ahora bien, Aristóteles asigna un lado, la distingue de la de essen-
después cuatro significados a lo tia, en cuanto que la substantia es
que luego se llamó “substancia”: la una esencia que posee la caracterís-
esencia de la cosa, expresada en su tica de la independentia in essendo.
definición, el universal en cuanto De otro, la diferencia de la noción
tal, el género supremo, y el sujeto de subsistentia, ya que la substancia
como individuo existente (cf. Met. subsiste como soporte de acciden-
VII, 3, 1028 b 33-36; 13, 1038 b, tes, lo que no hace aquélla.
substantiale 666
el tiempo (véase tempus). Fue defi- cedimiento triádico del pro, contra
nido en la Edad Media como aque- y solución, ofrecido por las obras
llo cuyas partes no se dan al mismo de Pedro Lombardo. Pero los esco-
tiempo sino una después de la otra, lásticos van alejándose muy paula-
sin intervalo. Así se lee, por ej., en tinamente de ese modelo origina-
Ockham, In Phys. III, 6). rio. En este sentido, la Summa quo-
niam homines, compuesta por Alan
sui generis. Expresión que, a diferen- de Lille en 1160, se considera una
cia de lo que ocurre hoy, los esco- anticipación, a la que sigue la S. de
lásticos utilizaban sólo para indicar Sacramentis de Pedro Cantor.
que cada cosa es medida por algo En el siglo XIII, el nuevo am-
que pertenece a su mismo género, biente cultural motivado por el re-
es decir, por algo que es justamen- ingreso de Aristóteles en Occiden-
te propio de su género y no extra- te, produce otro grupo de sumas
ño a él. Así, lo que es largo es medi- diferentes en su organización a las
do por la longitud; el número, por del siglo anterior y representadas,
el número, etc. Sin embargo, tal entre otras, por la atribuida a Este-
principio planteó el siguiente pro- ban de Canterbury pero, sobre to-
blema: dado que Dios es la medi- do, por la S. Aurea de Guillermo de
da de todas las sustancias, ¿perte- Auxerre, que presenta una nueva
nece Él al género de las sustancias? ordenación, en cuanto que está di-
La cuestión se resolvió por la nega- vidida en cuatro libros. Una mayor
tiva y la doctrina escolástica tradi- libertad aún, respecto de la estruc-
cional sobre este punto es que Dios tura de Pedro Lombardo, mues-
no pertenece a ningún género, aún tra la S. de bono de Felipe el Can-
cuando es principio del de las sus- ciller, hasta llegar, en las décadas si-
tancias y de todos géneros. Así, lo guientes a las de los grandes maes-
demuestra, por ej., Tomás de Aqui- tros escolásticos, como Alejandro
no (cf. S. Th. I, q. 3, a. 5 y C.G. de Halès, Alberto Magno o Tomás
I, 25). de Aquino. En estos últimos auto-
summa. A partir del siglo XII, esta pa- res, generalmente, la redacción de
labra comienza a significar un bre- cada artículo de una s. reproduce el
ve tratado sistemático de cierto esquema general de la quaestio (véa-
conjunto de conocimientos. En se), los artículos integran cuestiones
su Introducción a la Teología, Pe- –abordando cada uno de ellos un
dro Abelardo anuncia haber escrito aspecto particular de la cuestión–,
precisamente una s. de sacra erudi- y éstas se agrupan en libros o par-
ción para introducir a las Escritu- tes.
ras. Desde entonces, el término se Como se ve, frecuentemente, las
prefirió al de Sententiae en la titula- Sumas tomaban su título de la ma-
ción de las exposiciones teológicas teria tratada; así, las hay de vitiis et
sistemáticas: hacia el 1200, la obra virtutibus, de articulis fidei; sermo-
de Pedro de Capena muestra ya en norum, etc., ya que constituían la
los manuscritos el título de S. enciclopedia sistemática de una
El criterio básico en la redacción disciplina o tema. Finalmente, el
de las sumas sigue siendo el del pro- término excedió el ámbito de los
summum 670
afirma el sujeto, por ej., “Todos los las substancias compuestas de ma-
cuerpos son ponderables”, ya que teria y forma, se diferencia de la
el éter no lo es. natura o essentia en cuanto que el
Si bien la s. es la propiedad lógi- s. mienta la sustancia individual,
ca fundamental del término, hay mientras que la esencia o natura-
otras como la ampliatio, la restric- leza comprende lo que entra en la
tio, la alienatio, la diminutio y la definición de la especie y no los ac-
appellatio, las cuales se examinan cidentes individuantes (véase indi-
en los respectivos artículos. viduatio); en cambio, en el caso de
Para la acepción de s. como “con- la sustancia inmaterial, individual
dición” o “supuesto”, véase ex sup- por sí misma, el s. es sólo la for-
positione. ma, y la forma es sinónimo de na-
tura y essentia. De esta manera, así
suppositum. A diferencia de la suppo- como hay sinonimia fundamental
sitio (véase), que es un término ex- entre los términos essentia, forma,
clusivamente lógico, la noción de s. quidditas y natura, cuando se con-
concierne a la Metafísica. Su ante- sidera una esencia desde diferen-
cedente antiguo se podría encon- tes puntos de vista, lo mismo suce-
trar en la hypóstasis aristotélica. Pe- de con los de substantia, hypóstasis y
ro el pensamiento medieval y, par- res naturae: equivalen a s., cuando
ticularmente, la Escolástica cristia- éste es examinado desde diferentes
na, ha elaborado muy afinadamen- perspectivas. Finalmente, cabe dis-
te este concepto. Boecio es quien tinguir la noción que nos ocupa de
fija para toda la Edad Media su sig- la de persona (véase). Ésta constitu-
nificado principal, según el cual el ye, por así decir, un caso particular
s. señala la substancia incomunica- de s.: la persona es el s. de naturale-
ble y, de suyo, perfectamente sub- za inteligente; en el hombre se tra-
sistente; en términos boecianos, ta de un s. rationalis naturae, o sea,
s. indica, pues, la substancia indi- cada hombre es una sustancia indi-
vidual de naturaleza completa (cf. vidual de naturaleza racional.
De duabus naturis I). Es esta última El problema del s. interesa par-
nota lo que fundamenta la senten- ticularmente a la teología trinita-
cia actiones sunt suppositorum: en la ria. Respecto de este misterio de la
perspectiva escolástica, lo que lleva fe, Tomás de Aquino subraya que,
a cabo operaciones no es la esencia aunque las Personas divinas se dis-
sino el s. como substancia en senti- tinguen realmente entre sí, en Dios
do pleno y perfecto, dotada de una la esencia no es una cosa realmen-
determinada naturaleza. te distinta de la Persona. En Dios,
Hay una íntima conexión de es- son, pues, lo mismo la esencia o
te concepto con otras nociones me- naturaleza y el supuesto (cf. S. Th.
tafísicas igualmente fundamen- I, q. 39, a. 1).
tales. En tal sentido, se puede de- Para los nominalistas, s. signifi-
cir que el s. tiene subsistentia y, a la ca, en Lógica, fundamentalmen-
vez, conforma un subiectum, dado te, individuo, ya sea que se trate
que no constituye una pura subsis- de una cosa particular, ya sea que
tencia sino que es también sopor- se trate de un signo singular co-
te de accidentes. Por otra parte, en
677 syllogismus
ti, felapton, disamis, bocardo (véan- (al menos una vez el término me-
se los respectivos artículos) como dio ha de ser tomado en forma ge-
se lee en los versos de las mismas neral); 3.6. utraque si praemissa ne-
Summ Log. 4, 16 y, especialmente, get, nihil inde sequitur (de dos pre-
17. Otros mencionan ferion, dati- misas negativas nada se sigue); 3.7.
si, ferison, etc. Según algunos auto- ambae affirmantes nequeunt gene-
res, a estos modos se agregan otros rare negantem (de ambas premisas
que derivan de la conversio mencio- negativas no se puede seguir una
nada. conclusión negativa); 3.8. peiorem
Cabe añadir que esta doctrina so- semper sequitur conclusio partem (la
bre el s. se aplica fundamentalmen- conclusión siempre sigue la parte
te al silogismo categórico, pero no más débil, es decir, la premisa in-
se ha de olvidar que Aristóteles ini- ferior). A esto tiene que agregarse
cia el análisis sobre el silogismo hi- el principio dictum de omni, dictum
potético, es decir, aquel en el una de nullo (véase).
de las premisas es condicional; y el
disyuntivo, o sea, aquel cuya pre- symbolum. A diferencia de lo que ocu-
misa mayor es una disyunción. A rre con el sentido vulgar que hoy
través de Boecio, estos desarrollos reviste en español la palabra “sím-
pasaron a la Edad Media. Así, to- bolo”, una de cuyas principales
do este bagaje formó el fundamen- notas es la de remitir a una repre-
to de la logica vetus medieval (véase sentación generalmente visual, en
logica, in fine). la Edad Media, el vocablo s. tiene
3. En la Escolástica, se continuó otro significado. En primer lugar,
en esta línea de investigación, pero, forma parte del vocabulario técni-
especialmente, se perfeccionó con co teológico; en segundo término,
fines didácticos lo que se podría consiste en un enunciado de fe; en
denominar una normativa sobre el tercer lugar, es un institutum, es de-
s. Está conformada por ocho reglas, cir, algo establecido o decretado;
de las cuales las más importan- en cuarto término, implica el con-
tes son las tres primeras. Ellas re- senso tanto de quienes redactan tal
zan como sigue: 3.1. terminus esto enunciado –por ej., concilios– co-
triplex: maior mediusque minorque mo de los que lo aceptan como ver-
(los términos han de ser tres, ma- dadero, esto es, los creyentes: todos
yor, medio y menor); 3.2. nequa- con-vienen, matiz que registra la
quam medium capiat conclusio opor- partícula syn, en admitir la verdad
tet (la conclusión no debe contener del mismo. En quinto lugar, cabe
nunca el término medio); 3.3. ni- subrayar que el s. se refiere tanto a
hil sequitur geminis ex particulari- un enunciado en particular, o sea, a
bus unquam (nada se sigue de dos un determinado artículo de fe, co-
premisas particulares); 3.4. latius mo al conjunto de los que consti-
hos quam praemissae conclusio non tuyen el cuerpo doctrinal; de ahí
vult (ningún término debe poseer que una de las acepciones de s. o
mayor extensión en la conclusión símbolo de los apóstoles sea la de
que en las premisas); 3.5. aut semel Credo. Algunos teólogos, por ej.,
aut iterum medius generaliter esto Tomás de Aquino, subrayan que en
el s. se proponen las verdades de fe
sympathia 680
como objeto y fin del acto del cre- gran ser animado que es el univer-
yente en cuanto tal. Pero dicho ac- so. Famosa es, al respecto, su ima-
to no tiene por objeto la mera pro- gen de la s. como cuerda extendida
posición formal sino la realidad a la que, cuando se pulsa en un extre-
que ella remite (cf. S.Th. II-II, q.1, mo, transmite la vibración al otro
a.3 ad 2; I, q.36, a.2 ad 2). (cf. Enn. IV, 4, 40 y ss). Esta con-
cepción refloreció, sobre todo, al
sympathia. Este término proviene del fin del Medioevo y comienzos del
griego syn, o sea, “con”, y pathos, Renacimiento: se encuenra no só-
que, entre otras cosas, significa lo en Marsilio Ficino, sino también
“afección”. Muy en general, alude en Campanella, especialmente re-
a la acción recíproca de cosas o per- lacionada con la magia (cf. De sen-
sonas, y a su misma capacidad de su rerum IV, 1 y III, 14) y en los
influir mutuamente. Desde la An- aspectos “naturalistas” y neoplató-
tigüedad, esta palabra se ha usa- nicos del pensamiento de Pico de-
do en dos planos: 1. el psicológi- lla Mirandola, quien designa con el
co, y 2. el cosmológico. En el pri- término s. el “universum consensum”
mer sentido, ya Aristóteles señaló (cf. De hominis dignitate, 137, r).
la s. como un estado afectivo cons-
ciente de afinidad con otro u otros symptoma. Algunos místicos medie-
seres humanos (cf. Et. Nic. VIII, 1, vales, como Buenaventura, han lla-
1155 b). En el segundo, los estoi- mado así la secuela que los vicios
cos, en particular, emplearon esta dejan en el alma.
noción para indicar una cierta afi-
nidad objetiva existente entre todas syncategorematica. Los gramáticos y
las cosas. Desde esta perspectiva, la lógicos medievales denominaron
s. universal es la ratio más profunda con esta voz aquellas partes del dis-
que domina el orden del mundo. curso –como las conjunciones, las
En la Edad Media, si bien este preposiciones, ciertos pronombres
concepto no se encuentra con mu- y adverbios– que carecen de sig-
cha frecuencia, reaparece con am- nificatum y sólo lo adquieren en
bos significados. En el psicológico, unión con otras, llamadas catego-
se hace presente, particularmente, rematica (véase). Así, son s. térmi-
en el neoplatonismo que considera nos como “todos” o “no”, que úni-
las almas ligadas por la s. En su sig- camente asumen una referencia
nificado cosmológico, en cambio, definida cuando están en relación
esta noción adquiere en muchos con términos categoremáticos, co-
autores medievales matices peyo- mo “hombre” o “sabio”, por ej., en
rativos, en la medida en que se la la proposición “No todos los hom-
asocia con la magia. En efecto, ya bres son sabios”. Así pues, el aña-
Plotino había puesto en la s. cósmi- dido de términos syncategoremati-
ca el fundamento mismo de la ma- ca a una oración la modifica lógi-
gia, al considerar que, por ella, se camente, al igual que la sustitución
da un acuerdo natural entre las co- de unos términos s. por otros.
sas semejantes y, de este modo, un De antigua raíz estotica, esta dis-
gran número de potencias diver- tinción medieval se encuentra for-
sas colaboran en la unidad de ese mulada en Pedro Hispano, quien
681 synderesis
T
T
tabula. Sin acotación, este término in- intelecto y la sensibilidad. Aparece
dica, en general, una ordenación ya en las primeras versiones latinas
sintética y sistemática de concep- y comentarios de Aristóteles, quien
tos dispuestos jerárquicamente se- usa el equivalente griego en su De
gún su mayor o menor generali- an. III, 4, 430 a 1. De hecho, Egi-
dad. Así, en cierto sentido, el ár- dio Romano la emplea en sus pro-
bol de Porfirio (véase arbor porphi- pios comentarios. Por su parte, Al-
riana), por ej., se puede considerar berto Magno concibe el intelec-
una t. lógica; pero también es una to pasivo (véase intellectus) como
t. moral el conjunto de las leyes de una “tabula rasa planata et polita”,
Moisés. dispuesta a recibir los caracteres
En cambio, la expresión tabula sin la intervención del movimien-
rasa alude a la tablilla encerada so- to, a diferencia de lo que ocurre
bre la que escribían los antiguos. Se con la tablilla material que da ori-
utilizó después esta imagen para se- gen a la expresión (De an. III). To-
ñalar las posibilidades receptivas de más de Aquino comenta que el in-
los sentidos y, sobre todo, del inte- telecto humano es “sicut tabula ra-
lecto, antes de cualquier experien- sa in qua nihil est scriptum”, para se-
cia. En la Antigüedad, esta noción ñalar que está en potencia respecto
no es exclusiva de los pensadores de los inteligibles (S. Th. I, q. 89,
que se ordenan en una línea gno- a. 2 c). Sin embargo, cabe adver-
seológica, por así decir, “empiris- tir que aun los escolásticos menos
ta”, ya que Platón, por ej., compa- rigurosamente aristotélicos usan el
ra el alma a un bloque de cera so- término, o alguna expresión análo-
bre el que se imprimen las sensa- ga, por ej., Buenaventura (cf. In II
ciones y pensamientos que luego Sent. d. 1, 2, ad. 2, 3).
se “recuerdan” (cf. Teet. 191 d; Fil. Ya en la Modernidad, especial-
390). Una comparación similar se mente con Locke, se consagra el
encuentra en el Filón (Leg. Alleg. I, sentido de t. rasa como pura recep-
32) y en el mismo Boecio (cf. De tividad intelectual, aunque por su
cons. Phil. V, 4). parte, F. Bacon retomó t. sin otra
Pero paulatinamente la imagen acotación para designar los esque-
pasó a ser exclusiva de quienes re- mas representativos que guían la
chazan cualquier forma de innatis- búsqueda de las causas de los fenó-
mo. Los escolásticos usan frecuen- menos (cf. Nov. Org. II).
temente esta expresión que adquie-
re distintos matices, según la con- taciturnitas. El silencio taciturno se
cepción que cada uno de ellos haya ha considerado un peccatum oris,
sustentado sobre la relación entre el un pecado de la lengua. Dada la
neutralidad moral de la palabra y el
talis 684
plear en ella han de ser 2.2.1. inte- la ratio del todo en cuanto tal y la
riores, concernientes a operaciones forma que le compete.
propias, y 2.2.2. exteriores. Así, se
tiene: 2.2.1.1. la pereza (véanse seg- totaliter. Adverbio que indica la con-
nitia y pigritia), por la que el su- sideración de algo en su integridad,
jeto rehuye el obrar en virtud del teniendo en cuenta el conjunto de
temor a un trabajo que lo exceda; todos sus aspectos esenciales. Por
2.2.1.2. la deshonra (véase turpi- ello, es sinónimo de adaequate. Así,
tudo), por la que se teme el man- por ej., el hombre es considerado t.
cillarse del propio honor; 2.2.1.3. cuando se lo concibe como animal
el rubor o pudor, por el que se te- rationale; en este caso, lo enuncia-
me el llevar a cabo una cierta ac- do se adecua a la totalidad del ser
ción; 2.2.1.4. la vergüenza (véa- del hombre.
se verecundia), por la que se teme totum. Es curiosa la etimología que al-
la opinión ajena debido a un acto gunos especialistas han atribuído a
torpe cometido. En cambio, con este término: lo suponen derivado
arreglo al 2.2.2. criterio que ema- de tomentum, que alude al material
na de las cosas exteriores, se tiene: de relleno de algo, como paja, plu-
2.2.2.1. la admiración (véase admi- mas, etc.
ratio), cuando se contempla algún En cuanto término técnico, co-
gran mal cuyo término no se alcan- mo caracterización general, se pue-
za a conocer; 2.2.2.2. el estupor, de decir que esta voz denota cual-
cuando se ofrece a esa admiración quier conjunto de partes, indepen-
un mal insólito que, por lo mismo, dientemente del orden o disposi-
parece inmenso; 2.2.2.3. la congo- ción de las mismas. En este senti-
ja, que es el temor de los infortu- do, presenta un matiz de diferencia
nios futuros porque no se pueden respecto de la totalitas (véase). En
prevenir (cf. S.Th. I-II, qq. 41-44). la Edad Media, el concepto de t.
tò. Cf. ly. fue elaborado a partir de las consi-
deraciones que hace Aristóteles en
tò tì én eínai. En la literatura filosó- su Met. V, 26, 1023 b 25, y se en-
fica escolástica, algunas veces apa- tendió en correlación con el de pars
rece esta expresión griega así trans- (véase): un todo es, fundamental-
literada. Sin embargo, lo más fre- mente, “quod constat partibus”, se-
cuente es encontrarla en su traduc- gún señala Tomás de Aquino en S.
ción literal latina: quod quid erat es- Th. I, q. 10, a. 1, ad. 3. Entre los
se (véase). autores medievales, no se entendió
el t. de un modo puramente cuan-
totalitas. Se puede considerar equiva- titativo, desde el momento en que
lente a totum (véase), pero lo pro- es inescindible del concepto de for-
pio de este sustantivo es que acen- ma. De hecho, no se lo conside-
túa el carácter de un todo como ró como mera suma de partes, si-
unidad simple, a la que nada es po- no en su propia ratio. Obviamen-
sible añadir sin modificar la natu- te, es una noción que fue aplicada,
raleza de la cosa. Así, en lugar de sobre todo, a los entes corpóreos,
implicar una relación intrínseca de es decir, divisibles. Sin embargo,
las partes con el todo, la t. subraya
695 totum in toto
U
U
ubi. Primariamente, significa “allí”. En Ahora bien, al entenderse como
primer lugar, es un adverbio que presencia en el lugar, habrá tantas
abre algunas proposiciones inte- “especies” de u. cuantos modos po-
rrogativas directas o relativas, ca- sibles de tal presencia. Por eso, se
sos en los que se traduce por “dón- puede hablar de u. como de un con-
de” o “donde”, respectivamente. cepto trascendental, en cuanto que
Como conjunción puede signifi- puede referirse a todo ente. En efec-
car “cuando”. Ahora bien, siguien- to, es posible hablar –como lo hicie-
do a Aristóteles, entre los escolásti- ron los escolásticos– de un u. de los
cos este último uso fue tematizado cuerpos, de las almas, de las subs-
en la reflexión filosófica; así, u. pa- tancias materiales y de Dios, aun-
só a designar metalínguísticamente que teniendo en cuenta la diversi-
una categoría. dad de sus respectivos modos de
En efecto, traduce el adverbio presencia. En el caso del de los
griego pou, utilizado por Aristóte- cuerpos, se llamó: 1. u. circums-
les para denominar uno de los pre- criptivum a un modo de presen-
dicamentos (véase praedicamentum cia en el lugar, por el cual las par-
3.3.1): la categoría que indica la tes de la superficie que circunscribe
presencia de algo en un lugar. Pe- el lugar corresponden con las par-
ro no se ha de confundir con éste, tes de la superficie circunscripta del
ya que el locus (véase) es el límite o cuerpo, en otras palabras; se tra-
término continente del cuerpo; así ta, entonces, del esse in loco o loca-
pues, el u. es la presencia del cuer- liter, vale decir, de la presencia lo-
po en tal término o centro de dicho cal. En el caso de los entes incor-
límite. Tomás de Aquino, por ej., póreos o espirituales, obviamente
dice que el u. consiste en la rela- no se da una presencia en el lugar
ción de la cosa con el lugar, más es- circunscripta, sino que ella puede
pecificamente en la proportio loca- ser 2. u. definitivum en cuanto li-
ti ad locum (cf. In Met. V, l.9, 892). mitante, porque concierne a un lu-
Menos aún se debe confundir el u. gar determinado y consiste en es-
con el situs (véase), que indica la tar todo el ente en todo ese espa-
posición o postura, o sea, el modo cio y en cualquier parte de él. Su
de yacer o estar situado un cuerpo nota fundamental está dada por el
en un lugar. En todo caso, el u. y el hecho de ser una presencia opera-
situs se refieren ambos al locus, aun- tiva. Tanto el alma humana como
que cada uno en diferente sentido. el ángel o substancia separada tie-
El u. designa la categoría o predica- nen este tipo de u., pero, mientras
mento local, en general, como ac- que en ángel está únicamente defi-
cidente del ente. nitive, el alma está definitive et in-
ubicumque 706
pero uno en virtud de la unidad de de una cosa cuando ésta nos delei-
la especie. ta por sí misma sin referirla a otra;
Sobre la base de las precedentes en cambio, usamos de ella si la so-
distinciones se ha establecido una licitamos en vistas a otra. Así pues,
diferencia entre el 1. u. per se y el 2. el binomio uti-frui ha sido emplea-
u. per accidens. El primero denota do agustinianamente como crite-
la unidad necesariamente concreta rio ético: el mal moral consiste en
del ente en cuanto indivisible; por invertir los términos: gozar de bie-
ej., la unidad de materia y forma. nes relativos, como la belleza o la
El segundo, alude o bien a la unión inteligencia, como si fueran abso-
fortuita de varios entes, o bien a la lutos, e intentar usar del Bien ab-
que constituyen la sustancia y los soluto, esto es, Dios, para obtener
accidentes en cada ser. de Él, a través de la oración, bie-
nes relativos como la riqueza o el
urbs. De etimología incierta, se ha poder. Al formar parte esencial de
conjeturado que este término es de la vida moral, el concepto que nos
origen etrusco. Aunque se traduce ocupa involucra a las dos potencias
como “ciudad”, en los textos me- que la protagonizan: la voluntad y
dievales no hace alusión a la civi- la razón. En efecto, usar es –escribe
tas (véase), es decir, al conjunto de Agustín– disponer de una cosa se-
los ciudadanos, sino a la urbe, es- gún el arbitrio de la voluntad ilu-
to es, a la ciudad en su dimensión minada por la razón (cf. De Trin.
geográfica y edilicia. Cuando apa- X, 2 y 6), definición que Ockham
rece sin acotación, refiere a Roma, seguirá casi diez siglos después (cf.
como sucede en el Sermo de urbis In I Sent. d.1, q.1).
excidio de Agustín de Hipona. En Un empleo peculiar de este térmi-
cambio, oppidum señala específica- no es el que hace Anselmo d’Aosta.
mente una ciudad fortificada. En efecto, en el plano del lengua-
usus-uti. Agustín de Hipona es el au- je, distingue, en su De veritate, en-
tor que, durante la época patrística, tre facultas y u.: una cosa es la capa-
más ha trabajado el tema del uso. cidad misma de significar; otra, la
En las obras del Hiponense, la ela- utilización particular que de esa ca-
boración del mismo está ligada a la pacidad se hace. Y subraya que só-
dialéctica de medios y fines, y, por lo la primera es natural y, por en-
ello, a la dimensión ética. En efecto, de, universal. En el plano antro-
para él, se usa siempre de algo con pológico-moral, Anselmo vuele
vistas a un fin. De hecho, dice en a apelar a la noción que nos ocu-
De doctr. christ. I, 3 que los objetos pa, fundamental en su pensamien-
de uso son aquellas cosas que nos to, para rescatar la dignidad del li-
ayudan a alcanzar el bien que nos bre albedrío, negando que cons-
hace felices, y ve, entonces, el usar tituya una fuerza para el mal. En
en los siguientes términos: usar es tal sentido, en la concepción ansel-
referir la cosa utilizada a otra que se miana, los elementos que se dan en
ama por sí misma, si esta última es la estructura del acto libre humano
digna de amarse. Reitera, además, son: el instrumentum que es la vo-
en De civ. Dei. XI, 25 que gozamos luntad en cuanto facultad, el u. que
717 utile
es la volición misma, y las affectio- hace uso de tales medios (cf. S. Th.
nes. Así pues, el u. es el acto propio I-II, q. 16, aa. 1 a 4).
de la voluntad que, en cuanto es, Por último, sobre el fin de la
es siempre bueno, ya que en el más Edad Media y en un campo más
perverso acto moral hay siempre específico, esta noción fue objeto
un bien: la libertad con que se lo de polémica en la célebre disputa
comete. Pero la fuerza de ese bien, sobre la pobreza. En ese contexto,
de esa voluntad libre, se usa (uti- para la distinción entre u. iuris y u.
tur) algunas veces más, otras menos facti, véase paupertas.
(cf. De lib. arb.7). En este último
caso, se está ante la acción moral- ut sic. Dada la equivalencia de ut –al
mente mala. menos según uno de sus usos– y
Ya en la plenitud de la Escolástica, quatenus (véase), esta expresión sig-
Tomás vuelve a la concepción agus- nifica “en cuanto tal”; por eso, es
tiniana, pero estableciendo algu- equivalente a los términos “ut tale”
nas precisiones: afirma que el uso o “quatenus tale”, pero en la Edad
de una cosa implica la aplicación Media fue más usada que éstos. Se-
de la misma a una acción –por ej., ñala la necesidad de asumir el sig-
cabalgar es usar del caballo–, por nificado de un concepto formali-
eso, la acción misma se denomina ter (véase), es decir, según la for-
“usus”. De ahí que el Aquinate sos- malidad precisa representada en ese
tenga que el u. es ultimum quarum- concepto. Por ej., “hombre” ut sic
dam potentiarum, como la visión mienta al hombre en cuanto hom-
respecto de la vista (cf. In Met. IX, bre, y no en cuanto animal, o en
l.8, 1862). Este u. tiene, como mo- cuanto corpóreo, o en cuanto libre,
tor, la voluntad humana; y, como etc. Es condición propia de la in-
facultad rectora, la razón. En este teligencia humana conocer un en-
orden, la expresión u. activus apa- te mediante un pluralidad de no-
rece en la Escolástica para designar ciones referidas a sus distintos as-
la etapa en la que culmina la cons- pectos reales, pero también discer-
titución del acto libre: de acuer- nir entre ellas las que dan cuenta de
do con el mandato de la inteligen- su esencia. Así, cuando se asume el
cia o imperium (véase), la voluntad ente en cuestión de manera com-
pone en ejecución el medio elegi- pleta y esencial, se vuelve necesario
do para alcanzar el fin que se de- subrayar ese hecho, cosa que hace
sea; esta ejecución es lo que se co- precisamente la expresión que nos
noce precisamente como u. activus. ocupa.
Por eso, el Aquinate sostiene que el utile. En la Patrística y en la Edad Me-
uso que hacemos de las cosas es un dia se denominó u., en general, a
acto de la voluntad, que ejerce su todo aquello que es medio o ins-
dominio sobre lo utilizado. De ahí trumento para un fin determina-
que el uti no sea propio del animal; do. Así, lo define, por ej., Alber-
sólo el hombre utiliza: después de to Magno (cf. S. Th. I, q. 8, a. 3).
haber elegido mediante el intelec- En especial, se llamó u. a lo que pa-
to los medios para conseguir el fin, rece apto para satisfacer las necesi-
dades y exigencias vitales del hom-
utpore 718
bre. En este sentido, útiles no son que una cuestión se plantee a ma-
sólo las cosas, es decir, los utensi- nera de disyuntiva entre proposi-
lios, sino también las acciones mis- ciones contradictorias, en la que la
mas que conducen a dicha satisfac- segunda está implícita: por ej., “u.
ción. Con todo, en el marco de la Deus sit”, “si Dios existe (o no)”.
cosmovisión medieval cristiana, lo Esto sucede porque se aborda una
meramente útil se contrapuso mu- cuestión contraponiendo, de un la-
chas veces a lo virtuoso, y particu- do, la tesis, es decir, el término afir-
larmente, al ideal ascético. Pero, en mativo; de otro, la antítesis, o sea,
cuanto puede servir a la vida espi- el término negativo, siendo ambas
ritual –o, al menos, no perturbar- proposiciones mutuamente exclu-
la–, no se lo consideró como al- yentes. Por esta razón, esto es, en
go puramente negativo. La opo- virtud de la opción entre dos implí-
sición mencionada vuelve a surgir cita en el u. se lo utiliza en estos ca-
con gran fuerza en el Renacimien- sos en lugar del si.
to, y se desarrolla en la Moderni-
dad a través de la polémica sobre el utrumlibet. Proviene de utrum (véase)
rigorismo ético. y significa cualquiera de ambos tér-
minos de un par. Se ha de atender
utpote. Es un adverbio muy usado en al hecho de que, por lo dicho en
textos filosóficos medievales, en el el artículo utrum, cuando esta voz
que pote subraya la identidad. Sig- aparece en la expresión ad u., remi-
nifica “en tanto que, precisamen- te indistintamente a cualquiera de
te”. Así, enfatiza la identificación dichos términos, pero con la implí-
del predicado con el sujeto, la ac- cita exclusión del otro. Así aparece,
ción con su autor, el atributo con por ej., en Tomás de Aquino, S.G.
el nombre. I, 82. En efecto, dice allí el Aquina-
te que lo que lo que potencialmen-
utrum. Es el neutro de uter, partícu- te se puede inclinar hacia un térmi-
la que significa “cuál de los dos” no de una opción o hacia el otro,
en una interrogación que puede indistintamente, es decir, lo que es
ser directa o indirecta. Por eso, en indiferente, manteniéndose en esta
los títulos o subtítulos que intro- indiferencia, no tiende más a una
ducen a una cuestión en los textos cosa que a otra, si no es determina-
escolásticos, aparece precisamen- do por otro: “quod est ad u. indiffe-
te como interrogativa indirecta y renter se habens non magis in unum
se suele traducir por “si”. En efec- quam in aliud tendit nisi ab alio de-
to, en la Escolástica, es frecuente terminetur...”.
719
V
V
vacuum. Este término significa “va- respecto (cf. In IV Phys. l. IX-XII).
cío”, noción que Aristóteles definió La más difundida posición escolás-
como un lugar privado de cuerpo tica acerca de este tema es conside-
(cf. Fís. IV, 7, 214 a 16-17). Así rar el v. como un ens rationis cum
pues, el v. implica la posibilidad fundamento in re, en el sentido de
de la presencia de un cuerpo pero, que no se puede concebir sin el su-
a la vez, la negación de su presen- puesto de la existencia real de los
cia actual. En general, los autores entes espaciales y corpóreos. Ello
medievales siguieron la caracteriza- obedece al hecho de que, como se
ción aristotélica de este concepto dijo, el vacío se comprende básica-
que emplearon ya en sentido estric- mente como una privación o una
to, ya en sentido amplio. En senti- negación.
do estricto, los escolásticos distin- Por su parte, Guillermo de Oc-
guieron: el v. coacervatum, que es kham define este concepto como
fácilmente captable a través de los un continuum (véase) de dimensio-
sentidos, como el que se percibe en nes positivas, que tiene partes real-
una habitación vacía; y el v. disse- mente distintas pero separadas de
minatum, compuesto por numero- toda sustancia y de toda cualidad.
sas partículas huecas e impercepti- Sobre la base del v. así entendido,
bles diseminadas en un cuerpo, co- Ockham estudia particularmente
mo el que se da en una materia es- la posibilidad del movimiento en el
ponjosa. vacío (In Phys. 87; Exp. super Phys.
En cambio, en sentido amplio 143d).
–que es la significación filosófica Particular importancia reviste el
más importante del concepto que concepto de Bradwardine sobre el
nos ocupa– el vacío se concibió co- espacio vacío imaginario e infinito,
mo una negación de cuerpos ex- externo al mundo. Este autor ha-
terna y anterior al universo creado ce derivar al respecto los siguientes
corpóreo que, en la Edad Media, corolarios de sus consideraciones
se suponía espacialmente finito; se sobre Dios : a) Dios está necesaria-
trata en este caso del vacío cronoló- mente, essentialiter et praesentiali-
gicamente entendido. También so- ter, no sólo en el mundo y por do-
bre este punto, los autores escolás- quier sino también más allá de él,
ticos siguieron las huellas de Aristó- en el v.; b) es por esta razón que se
teles en cuanto que éste negó exis- puede predicar realmente de Dios
tencia real al v. (véase spatium). No que es inmenso y no circunscrip-
obstante, autores como Tomás de to; c) se puede dar un v. sin cuer-
Aquino señalaron la fragilidad de po, pero de ningún modo un v. sin
algunos argumentos aristotélicos al Dios (cf. De causa Dei I, 5).
vage 720
vage. Cf. vagum. En forma adverbial, túa con el solo fin de adquirir glo-
emplear un término vage signifi- ria respecto de aquel que lo escucha
ca usarlo sin haber precisado pre- o lo mira; en cambio, la superbia
viamente la acepción que se le atri- (véase) presenta como uno de sus
buye. En los casos de posible po- aspectos el querer prevalecer en to-
livalencia semántica en la palabra do. Así pues, en la soberbia impor-
misma, los escolásticos, justamen- ta menos la opinión ajena que es,
te para no caer en la vaguedad, so- en cambio, esencial a la v. Casiano
lían recurrir al adverbio quatenus, dedica a esta última un extenso tra-
“en cuanto”. tado, en el que señala como base de
la vanagloria en el sujeto una esti-
vagum. El adjetivo “vago” indica siem- ma de sí mismo tan alta cuanto in-
pre indeterminación. Así, por ej., justificada, y advierte sobre el pe-
individuum v. es una expresión que ligro que entraña, sobre todo, pa-
señala indeterminadamente uno ra el monje que ha emprendido un
solo, como cuando se dice “algu- camino de perfección (cf. Inst. XI).
no” o “alguien”. En cambio, Juan Clímaco no acier-
valere ad opposita. Expresión propia ta a distinguirla de la soberbia –que
del vocabulario ockhamista, hace sería para él una vanagloria adulta
alusión a la posibilidad de actuar. en cuanto robustecida– y como “el
En efecto, significa poder actuar y caballo” de la primera (cf. Scala co-
poder no hacerlo, con explícita afir- eli XXII). Siglos después, durante
mación de que ninguno de ambos el período escolástico, se la consi-
casos es imposible. Cabe subrayar dera una de las hijas de la superbia,
la importancia que, por confronta- por ej., en Pedro Lombardo. Pero,
ción, este concepto tiene en la con- en el contexto de la sociedad laica,
cepción sobre el libre albedrío hu- cambian, como es obvio, los moti-
mano sustentada por Ockham. És- vos de la v.: no consistirá ya en jac-
te subraya que el liberum arbitrium tarse de la propia perfección espiri-
(véase) sólo es propio del hombre tual, sino del propio conocimien-
e implica lo que hoy llamaríamos to, de la condición social, particu-
conciencia del acto libre, lo cual larmente, de la ascendencia noble,
exige la racionalidad. Por eso, la li- o, en especial, en el caso de las mu-
bertad humana no se limita al v. ad jeres, de la belleza. Ya en las puer-
o., es decir, al poder actuar o no, ya tas del Renacimiento, Bernardino
que también los animales poseen la de Siena fustigará con mucha se-
posibilidad de actuar o no actuar, veridad este último caso (cf., por
por ej., de correr o no correr, co- ej., Quadragesimale, Sermo XLVI).
mer o no comer en un momento Su rigor no tiene en cuenta lo que
dado (cf. Exp. Aurea 125). no escapa a Antonino de Florencia:
la condición femenina en la Edad
vanagloria. Basilio de Cesárea, en sus Media excluía a las mujeres de la
Regulae brevius tractatae, es uno de posibilidad de sobresalir en gran-
los primeros autores en distinguir des empresas: puesto que les esta-
la vanagloria de la soberbia, con la ba vedado el acceso al poder, a las
cual no es inusual confundirla: la formas más altas del conocimiento
v. es el pecado de quien habla o ac-
721 vaniloquium
verbum 724
exterior y audible del primero. La Idea de las Ideas; por otra, la doc-
expresión v. mentale es particular- trina cristiana sostiene su encarna-
mente importante entre los nomi- ción, es decir, el hecho de que se
nalistas, quienes lo entienden, en hizo hombre en Cristo. En la ela-
sentido amplio, como acto de in- boración de este punto central de
telección y pensamiento actual (ip- su teología, los Padres de la Iglesia
sa cogitatio); en sentido estricto, co- insistieron en dos aspectos: uno, la
mo conocimiento complejo que participación de la especie humana
culmina en un juicio verdadero (cf. en el Verbo mismo en cuanto ra-
por ej., Ockham, Quodl. I, 6). tio, tema frecuente en Justino (cf.,
5. Metafísicamente hablando, el por ej., Apol. I, 46); y 2); y otro,
v. fue considerado logos, en el sen- la perfecta paridad de Dios-Verbo-
tido de causa, principio o ley del Hijo con Dios-Creador-Padre. Es-
mundo. Así aparece ya en la Anti- te último punto fue objeto de nu-
güedad, especialmente en la tradi- merosas controversias, zanjadas en
ción heraclítea continuada por los el concilio de Nicea que define tal
estoicos, quienes vieron en el v. el paridad contra posiciones como la
principio rector del cosmos, que de Orígenes (cf. De Princ. VI, 64),
anima y ordena a su principio pa- quien sostenía una cierta subordi-
sivo, la materia. Para Plotino, es el nación del Verbo respecto de la pri-
mismo Intelecto divino en cuan- mera Persona.
to ordenador del mundo (cf. Enn.
II, 3, 17 y III, 2, 2). Sobre el fin verecundia. Sobre las huellas de Aris-
de la Edad Antigua, Filón prepara tóteles (cf., por ej., Et. Nic. II, 12,
el terreno donde habrá de florecer 1101 b 15), los autores medievales
el pensamiento patrístico sobre es- no incluyeron a la vergüenza entre
ta noción, planteando una doctri- las virtudes. Siguiendo a Juan Da-
na del Logos como hypóstasis divina. masceno (cf. De fide orth. II, 15),
En este autor, constituye una ins- la entendieron, en general, como el
tancia intermedia entre la trascen- temor ante un acto torpe o ante un
dencia de Dios mismo, y el mun- oprobio o vituperio. Pero esto es
do, que no puede relacionarse con evitable mediante la razón; así, la v.
Él, en virtud de su absoluta alteri- puede ejercer sobre el mal una do-
dad. De este modo, el Logos es la ble acción: renunciar a hacer lo ilí-
sombra de Dios, de la que Él se sir- cito por miedo al oprobio y abste-
ve instrumentalmente, como de un nerse de acciones torpes por temor
modelo, para crear el mundo (cf. a que sean vistas por ojos extraños.
Leg. All. III, 31). En cuanto a este último punto, es
6. Sobre esta base, el Cristianis- decir, el de la mirada ajena, conna-
mo elaboró, especialmente duran- tural a la v., se ha considerado, en
te la época patrística, el dogma teo- general, que la provocan más fácil-
lógico sobre el v. en cuanto Palabra mente los más próximos al sujeto,
o Ley divina universal, al que iden- en la medida en que mejor lo co-
tificó con la Segunda Persona de nocen. En cambio, con respecto a
la Trinidad. Así entendido, el Ver- quiénes son los que más se aver-
bum es, por una parte, la platónica güenzan, se han señalado los de
virtud poco arraigada, ya que quie-
verificare 726
lar que Agustín consagra definitiva- base del reflorecimiento de las tra-
mente la noción de v. como perfec- diciones clásicas, en la tendencia
ción, en cuanto movimiento que se animista del Renacimiento, por ej.,
mueve a sí mismo; por ello, puede en algunas páginas del Heptaplus
invocar a Dios no sólo como el su- de Pico della Mirandola, y en doc-
mo ser sino también como la suma trinas como la de Paracelso.
vida (cf. Conf. I, 6, 10). En cuanto a la noción de v. co-
En la Edad Media se mantiene mo bíos toda la tradición patrísti-
esta valorización en el concepto de ca y medieval retomó la distinción
v., con la única salvedad de que se clásica entre bíos theoretikós y bíos
abandona tanto su sentido hipos- praktikós, interpretando los perso-
tático como el acento que la épo- najes neotestamentarios de María y
ca patrística había puesto en la in- Marta (Lucas X, 38-42) como re-
terioridad de la vida anímica. Así, presentantes de la vida contempla-
Tomás de Aquino señala que v. se tiva y activa, respectivamente, con
refiere, en primer lugar, al esse vi- una clara opción por la primera.
ventium, y, en segundo término, Sobre esta base, Agustín de Hipo-
a la operación vital (cf. In Met. I, na, por ej., se refiere a tres géneros
l.1, 14), de manera que tiene vida de vida: negotiosum, otiosum y com-
aquello que posee en sí el principio positum (cf. De civ. Dei VIII, 4 y
de sus operaciones, es decir, aquello XIX, 2), vinculando la investiga-
que actúa por sí mismo. En cuanto ción de la verdad con la vida con-
término abstracto de vivere, v. re- templativa y las virtudes morales
fiere, pues, a la substancia a la que con la activa. Entre los humanis-
por naturaleza le corresponde mo- tas fue frecuente la polémica acer-
verse espontáneamente o impul- ca del género de vida superior, pe-
sarse a la operación: “substantia sui ro asociando el contemplativo con
convenit secundum suam naturam las actividades intelectuales y el ac-
movere seipsam, vel agere se quocum- tivo con la praxis política. Así apa-
que modo ad operationem” (S. Th. I, rece, paradigmáticamente, en el De
q. 18, a. 2 c). Si la vida se atribuye a vita contemplativa et activa de Cris-
los seres que obran por sí mismos y toforo Landino.
no movidos por otros, cuanto más
perfectamente lleve a cabo esto un vitale. Se denomina con este adjetivo
ser, tanto más perfecta será la v. que el acto inmanente e intrínseco del
hay en él. De ahí que la vida huma- ser viviente, o sea, aquellos actos
na sea superior a la animal y que en que, como el ser, el oír, el entender,
Dios se dé eminenter (cf. Ibid I, q. el querer, etc., resultan de sus pro-
18, a. 3 c). De este modo, recupe- pias potencias (véase virtus). Pero
rando el primer sentido metafísico se ha de insistir en que el acto v. de-
del término, el Aquinate restable- be ser no sólo inmanente al ser vi-
ce un equilibrio entre el matiz de lo vo sino también provenir de él, es-
biológico y el de lo espiritual en es- to es, debe ser in intrinsecum et ab
te concepto. intrinseco. Así, por ej., el caer no es,
Dicho equilibrio también se po- en cuanto movimiento, un acto vi-
ne de manifiesto, aunque sobre la tal. Por otra parte, los autores me-
dievales han insistido en que los ac-
vitium 738
tos vitales en el ser creado provie- para los vitia capitalia con los jefes
nen essentialiter de la virtus creada de un ejército, que están todos a las
por Dios y no directamente de Él. órdenes de una reina. Esta reina es
la soberbia, mencionada también
vitium. En la Edad Media, la concep- como jefe de las huestes de Satanás
ción y definición de “vicio” está in- (cf. Mor. XXXI, 45). Tal concep-
disolublemente ligada a las de su ción patrística y medieval se com-
opuesto virtus (véase virtus 2.). Así prende mejor, si se recuerda la no-
pues, dado que, al menos en sen- ción de absoluta dependencia del
tido ético, se caracteriza la virtud hombre respecto de Dios, que es
humana como el hábito operativo propia de ambos períodos. Justa-
moralmente bueno, el v. es, funda- mente, lo fundamental la soberbia
mentalmente, un hábito de la po- consiste en ignorar tal dependencia
tencia apetitiva al mal. En esa me- (para el tratamiento de cada vicio
dida, el vicio implica una tenden- en particular, véanse los respectivos
cia en pugna con la razón o, lo que artículos: superbia, invidia, ira, ac-
es lo mismo, con la naturaleza ra- cidia, avaritia, gula, luxuria).
cional propia del hombre, que lo
inclina al bien y a la verdad. Este vituperabile. Se califica de “vitupera-
concepto se distingue del de pecca- ble” el acto moralmente malo, es-
tum (véase). El pecado designa el to es, el que, dependiendo de la vo-
acto moralmente malo. Pero una luntad, es digno de condena y cas-
acción es transitoria; en cambio, el tigo. Así se lee, por ej., en Guiller-
vicio, al ser hábito, permanece e in- mo de Ockham (Quodl. VI, q.2).
clina a reiterar ese tipo de acción en
una pluralidad de actos de la mis- vituperium. Cf. contumelia.
ma clase. Ahora bien, así como hay vivens. Viviente es, en términos ge-
virtudes cardinales, cada una de las nerales, todo ser que se mueve a sí
cuales nuclea a otras virtudes afi- mismo, o sea, movens seipsum, con-
nes a ella o fundadas en ella, tam- siderando el movimiento en sen-
bién se ha hablado de vitia capita- tido amplio. La noción de vivens
lia (véase capitale), es decir de vi- fue particularmente estudiada en la
cios que constituyen la estructura Edad Media desde la noción aris-
clave de todo hábito vicioso. Des- totélica de motus (véase). Tomás de
pués de un debate secular sobre la Aquino, por ej., parte para su estu-
clasificación de los vitia, que se re- dio del principio escolástico de que
monta a la Patrística, los autores es- la naturaleza de cualquier ente –y,
colásticos, en su mayoría, han con- por ende, la especie en la que está
siderado siete vicios o pecados ca- ordenado– se conoce por sus ope-
pitales: el orgullo, la ira, la envi- raciones (cf. C.G. II, 73 y De pot.
dia, la acedia, la gula, la lujuria y la q. 10, a. 1). Ahora bien, hay dos
avaricia. Pero cabe señalar que, si- tipos fundamentales de operacio-
guiendo la tradición instaurada por nes o, mejor aún, de acciones: tran-
Gregorio Magno, no han enume- siens e inmanens (véanse). Siguien-
rado entre ellos la soberbia, preci- do a Aristóteles, Tomás opta, pues,
samente por considerarla el princi- por definir el v. como el ser cu-
pio de las mismas. Gregorio com- yas operaciones propias en cuan-
739 volitio
imperat sibi (De conc. virg. V). So- ra lo que está prescrito por la recta
bre esta base, Duns niega, en pri- ratio (véase). De modo que llevar
mer lugar, que la recíproca implica- a cabo un acto conforme a la recta
ción entre las dos facultades lleve a razón es querer lo que está prescri-
sostener una igualdad de jerarquía to por ella, pero no porque lo pres-
, puesto que, mientras que el inte- crito por ella sea bueno –o apete-
lecto es movido de modo natural y cible o útil– sino exclusivamente
necesario por su objeto, es decir, la porque así está prescrito. Más aún,
verdad –a la que no puede dejar de una voluntad creada que sigue una
prestar asentimiento–, la voluntad conciencia errónea –la que deriva,
se mueve libremente a sí misma, por ej., de una equivocada aprecia-
porque ella es la que pone su pro- ción de las normas de la recta ra-
pio objeto (cf. Rep. Par. III, d. 17, tio– es una voluntad recta, porque
q. 2, n. 3; Op. Ox. III, d. 33, q. 1, la v. divina quiere que el hombre
n. 9). En segundo lugar, la voluntas siga su razón cuando esa razón no
supera al intelecto, porque el acto es culpable, aunque esté errada (cf.
de la v. se une a su objeto tal como In III Sent. qq. 12 y 13; IV, q. 14;
él es en sí, mientras que el de la ra- IV, q.14g).
zón se une a su objeto ut est in cog- En cuanto a la concepción me-
noscente. Por último, Duns Escoto dieval de la v. divina, también se
recoge otro tema agustinano: co- pueden marcar dos líneas, cuya
nocer el mal no constituye un pe- oposición coincide con la que se
cado; el pecado es quererlo. Entre plantea en el análisis de la humana.
él y Agustín, hay que considerar la Si bien todos los autores escolásti-
intervención de Abelardo, en cuya cos subrayan la omnipotencia de
ética la v. cobra, como facultad, un la voluntad de Dios y, a la vez, po-
papel preponderante. En efecto, lo nen en Él el fundamento del bien,
que determina el carácter moral de unos, como Tomás, sostienen que
un acto no es el desiderium mismo, Dios quiere sólo lo bueno; otros,
ni la acción, externa, que se lleva a como Duns Escoto y Guillermo de
cabo, sino el consentimiento, in- Ockham, afirman, en cambio, que
terno, puesto que se da en la v. lo bueno es bueno porque Dios lo
Pero la posición medieval más quiere. Por otra parte, autores no-
claramente “voluntarista” ha sido la minalistas como Gabriel Biel han
de Guillermo de Ockham. En efec- utilizado la expresión v. Dei bene-
to, para este autor, la voluntad no placiti para referirse a dos aspec-
es una potencia del alma distinta tos de la voluntad divina respecto
de su esencia; es el alma misma en del hombre, aspectos entre los cua-
tanto que ella es capaz de querer; les no interviene más que una dis-
así, define la v. en cuanto “poten- tinción de razón y no real: el an-
tia rationalis quae valet ad opposita” tecedens y el consequens. La volun-
(véase valere ad opposita). Desde el tad divina del beneplácito es ante-
punto de vista filosófico y no teoló- cedente cuando capacita al fiel para
gico, Ockham sostiene que ningún llevar a cabo algo moralmente bue-
acto es perfectamene virtuoso a no o para cumplir con los mismos
menos que en dicho acto la v. quie- preceptos de Dios. En cambio, se
743 vox
Z
Z
zelus. El valor positivo asignado al ce- amistad, el z. se da como rechazo a
lo tiene origen escriturario. A pro- aquello que es contrario al bien del
pósito de la expulsión de los mer- amigo: de él, pues, se dice tener ce-
caderes del templo por parte de lo. De esta manera se expresa, por
Cristo, el evangelio de Juan rela- ej., Tomás de Aquino (cf. S.Th., I-
ta que los discípulos, al verlo, re- II, q.28, a.4). Otra cuestión vincu-
cordaron que estaba escrito “El ce- lada con el término que nos ocu-
lo de tu Casa me devorará”. Por pa es la referida a su distinción res-
otra parte, el Pseudo Dionisio es- pecto de la envidia (véase invidia).
cribe que Dios es llamado “celoso” Al respecto, el mismo Tomás seña-
(zelotes) a causa del mucho amor la que el z. se esfuerza en la emula-
que tiene a lo existente. Retoman- ción para obtener un bien; en cam-
do esta línea, pero ya en sus consi- bio, la invidia se empeña en que los
deraciones antropológicas y filosó- demás no lo obtengan (cf. De ma-
ficas, los autores medievales con- lo q.10, a.1).
cibieron el celo como provenien-
te de la intensidad del amor. Aho- zeugma. Entre los gramáticos medie-
ra bien, según una de las caracte- vales, se denomina así una forma
rizaciones agustinianas, el amor es, de enlace. Es una figura de cons-
fundamentalmente, un movimien- trucción gramatical que consiste en
to que se dirige hacia determinado la elipsis en una oración de un tér-
objeto (cf. De div. quaest. 35). Así mino enunciado en otra contigua.
pues, los escolásticos entendieron zodiacus. En la perspectiva medieval,
que cuanto más intensa es la di- se designó z. al último de los orbes
rección de esa potencia, más fuer- concéntricos (véase orbis). Por es-
temente repele todo lo que es con- ta razón, se lo conoció también co-
trario a ella; de ahí que el amor in- mo circulus maximus. Se divide en
tenso trate de excluir o rechazar lo doce partes llamadas dodecatemo-
que se le opone. En tal movimien- ria, de aproximadamente 15° cada
to reactivo consiste precisamente el una. Corresponden a las constela-
z. En el amor concupiscente (véase ciones que se toman como punto
amor), esto se da como repulsa de de referencia para fijar la situación
todo lo que impide la consecución del sol en su curso anual aparente.
o el gozo pacífico del objeto ama- Son: Acuario, Piscis, Aries, Tauro,
do, como el amante respecto de la Géminis, Cáncer, Leo, Virgo, Li-
amada, o como el que ama la glo- bra, Escorpio, Sagitario, Capricor-
ria se opone a quien parece aven- nio. El z. es, pues, la zona celeste en
tajarlo, que es el celo propio de la que está contenida la Ecliptica u or-
envidia. En cambio, en el amor de bita solis.
747
SENTENCIAS
Nota preliminar
A
manera de complemento del Léxico, se añade aquí
una selección de sentencias escolásticas. La decisión
de este agregado obedece a varias razones: en primer
lugar, a un fin didáctico: de hecho, en ellas se ejem-
plifica de modo muy sintético lo que se ha indica-
do en el cuerpo de este volumen como acepción o acepciones de algu-
nos términos; el verlos incorporados en un contexto mínimo, contribu-
ye a esclarecer sus respectivos significados y usos. La segunda razón es
de carácter, por así decir, arquitectónico: como se señaló en la presen-
tación de este volumen, los términos constituyen elementos esenciales,
pero son las sentencias las que, por sí mismas, considerando su conte-
nido, diseñan las columnas centrales de la estructura conceptual con la
que la Edad Media vio la realidad. El tercer motivo es de naturaleza for-
mal, pero no por ello se ha de tener por accesorio o prescindible: es sa-
bido que, en las diversas etapas de la historia de la filosofía, el modo de
expresar un pensamiento dice mucho sobre su contenido y, por tanto,
es inescindible de él, precisamente porque revela en gran medida el mo-
dus operandi intelectual sobre el que dicho pensamiento se apoya.
LEXICO TÉCNICO DE FILOSOFÍA MEDIEVAL 748
ab esse ad posse valet illatio. Partiendo del ser puede concluirse el po-
der ser, dado que si algo existe es posible. Ahora bien, no hay legiti-
midad en sostener lo contrario: el mero poder ser no garantiza que
LEXICO TÉCNICO DE FILOSOFÍA MEDIEVAL 756
para indicar que a partir de uno pueden conocerse todos los otros
que pertenecen a la misma clase.
actio agentis non est in potestate patientis. Aunque la acción del agen-
te es recibida en el paciente sin embargo no depende del paciente
ni de su potestad depende recibir la acción. El paciente sólo padece
porque el agente actúa y no determina la modalidad de esa acción,
LEXICO TÉCNICO DE FILOSOFÍA MEDIEVAL 758
actus est prior potentia. Sentencia que sienta la prioridad del acto so-
bre la potencia en distintos órdenes: en el orden del ser y en el orden
del conocer. Tal prioridad –de carácter estrictamente metafísico– se
fundamenta en que lo perfecto tiene prioridad sobre lo imperfec-
to, lo verdadero sobre lo falso; en definitiva, el ser sobre la nada. De
hecho, la nada se piensa en relación con el ser; lo falso como des-
viación de lo verdadero, etc. Este enunciado expresa que lo perfec-
to precede ónticamente a lo imperfecto. En el mundo natural, pue-
de darse la sucesión inversa, pero, para que la potencia pase al acto,
es necesario que haya algo en acto: así, debe postularse precisamen-
te lo que esta sentencia establece: la primacía del acto, que es por sí
y que actualiza a la potencia.
amans exit extra se. Propio del amante es “salir de sí mismo”, metafó-
ricamente dicho, como ya sugiere Aristóteles en Pol. II, 3 y VII, 5.
Los escolásticos la interpretaron en el sentido de que el amante se
vuelca hacia el amado, apreciándolo más que a sí mismo y descan-
sando en él. Con este mismo sentido leyeron la célebre expresión
con que Agustín caracteriza la ciudad de Dios: compuesta por todos
los que aman a Dios hasta el desprecio de sí mismos. Duns Escoto
comenta que, en comparación con el ser del amado, el propio ser se
siente disminuido de tal modo que se prefiere destruirlo antes que
ver destruido el del amado (cf. Op. ox. IV, d.49, q.2, n.7).
approbare vera pro falsis est naturae lapsae non institutae. Advier-
te que tomar lo falso por verdadero se debe a la naturaleza humana
en cuanto caída, no en cuanto instituida, es decir, tal como ha sido
creada. Así, la sentencia apunta a una de las consecuencias del pe-
cado original. Desde el momento en que la inteligencia se ordena a
la verdad (véase obiectum), el error adánico consistió en creer bueno
aquello que no lo era o bien creer que se seguiría algo bueno, como
ya había sostenido Agustín en De lib. arb. III, 19, 53, según el co-
mentario de Duns Escoto (cf. Op. ox. II, d.22, n.2).
bonum est diffusivum sui. Este enunciado expresa dos sentidos funda-
mentales. Los autores que adscriben de algún modo a una perspec-
tiva de impronta neoplatónica entienden este bonum como el Bien
que, de suyo, se comunica, siguiendo al Pseudo-Dionisio (cf. De
div. nom. 4). En cambio, entre los escolásticos prima un enfoque di-
ferente, basado sobre el ente y la causalidad. El ens en cuanto bonum
se presenta –aparece o se despliega– como apetecible y, en esa me-
dida, la cosa buena es difusiva de sí a la vez que atrae hacia sí. Por
eso, el carácter autodifusivo del bonum se relaciona más con la cau-
sa final que con la eficiente, como señala Tomás (cf., por ej., De ver.
q.21, a.1 ad 4; S.Th. I, q.5, a.4 ad 2). Por su parte, y en el plano de
una teología cristiana, Duns Escoto sostiene que el bien infinito no
se puede comunicar, salvo en la medida en que la voluntad divina lo
confiera (cf. Op. ox. III, d.26, n.10).
causa cessante cessat effectus. Si cesa la causa, cesa el efecto. Esta sen-
tencia confirma la dependencia del efecto con respecto a su causa.
Sin embargo, hay algunos casos en los que algo permanece después
de que su causa ha dejado de existir. Por eso, los escolásticos, entre
ellos, Tomás de Aquino, establecieron la distinción entre causa es-
sendi y causa fiendi (cf. S. Th. I, q. 104, a. 1). La primera es causa
del ser de algo, como la luz del sol es causa de la iluminación del es-
pacio; la segunda es causa de algo hecho o producido, como el pa-
dre respecto del hijo. En el primer caso se verifica esta sentencia, da-
do que, desaparecida la luz del sol, el espacio deja de estar ilumina-
do. En el segundo caso, en cambio, no se verifica, ya que el hijo, co-
mo efecto de su padre, puede continuar viviendo después de que
su padre ha muerto. El Aquinate sugiere que la diferencia depen-
de de que el efecto pueda recibir naturalmente o no la forma de la
causa, tal como dicha forma está en ella: tanto el padre como el hi-
jo participan de la forma hombre y el hijo la recibe tal como está en
su padre; en cambio, el aire no recibe la forma luz tal como ésta es-
tá en el sol.
causa est prior suo effecto. También esta sentencia enuncia la priori-
dad de la causa sobre el efecto. Obviamente, ha de ser entendida en
el orden metafísico y no cronológico. La causa es anterior a su efecto
en la medida en que éste depende entitativamente de aquélla, aun-
que ambos sean simultáneos. Esta sentencia no habla del orden del
tiempo sino del orden del ser. En este plano, como señala Tomás de
Aquino (De Pot. III, a.13 ad 5), nada es incausado, de manera que,
como condición necesaria, la causa debe existir para que exista el
efecto (véase también nihil est causa sui ipsius).
causa in actu est simul cum effectu in actu. Hay relación de simulta-
neidad entre la causa que ejerce su eficacia en acto y el efecto corres-
pondiente, como son simultáneos el sol y la iluminación solar. Con
todo, esto sólo es aplicable en el mundo natural. En lo que respecta
a la causa primera, así como a cualquier causa de naturaleza incor-
pórea, esta sentencia no rige, porque el adverbio simul sólo se refie-
re a la dimensión temporal.
cero, respecto del cual los términos son comparados. Por ej. en “Es-
ta tiza es más gruesa que aquel lápiz”, los términos comparados son
tiza y lápiz, mientras que el grosor es el tercer término respecto del
cual se hace la comparación. Esta sentencia, típicamente aristotéli-
ca, establece que ese tercer término debe ser unívoco, o sea que ha
de tener el mismo significado aplicado a cosas diferentes. Según este
enunciado, no sería recta una comparación que rezara, por ej., “Esta
tiza es más gruesa que mi voz”, dado que, en este caso, “gruesa” no
es término univocum sino aequivocum (véanse).
contraria contrariis curantur. Este axioma, cuya base es que los con-
trarios en un mismo sujeto se excluyen o rechazan mutuamente, en-
cuentra aplicación en Física, Psicología y, particularmente, en Me-
dicina. Establece que los contrarios se curan –o resultan compensa-
dos– por los contrarios; así, por ej., debe procurarse líquido a un or-
ganismo deshidratado; la fiebre se alivia aplicando paños fríos, etc.
correlativorum unum sine altero sciri non potest. Los términos co-
rrelativos per se (véase correlativa) se reclaman mutuamente, es de-
cir no pueden concebirse uno sin el otro. Así, por ej., padre-hijo: no
puede haber padre, en cuanto tal, sin que haya hijo. Como el cono-
cer sigue al ser, en la medida en que el primer término implica el se-
gundo, no se puede saber acerca de uno de los correlativos sin saber
acerca del otro, que es lo sostenido por esta sentencia; de ahí que en
la definición de uno de algún modo entre el otro.
cuicumque non convenit pars in loco nec eius totum. Cf. cuicumque
convenit...
cuius causa efficiens est bona, ipsum est bonum. Cf. cuius effectus est
bonus...
cuius corruptio est mala ipsum est bonum. Cf. cuius corruptio est bo-
na...
LEXICO TÉCNICO DE FILOSOFÍA MEDIEVAL 768
cuius effectus est bonus ipsum est bonum. Desde el punto de vista me-
tafísico esta sentencia sostiene que es bueno todo aquello cuyo efec-
to lo es. Su fundamento está en el “effecus assimilatur…” y, especial-
mente, en el “effectus proportionatur…” (véanse). Precisamente por
eso, rige también en sentido inverso, o sea, “cuius causa efficiens est
bona, ipsum est bonum”: aquello cuya causa eficiente es buena, eso
mismo es bueno”.
cuius finis bonus est ipsum quoque bonum est. Sostiene esta sentencia
que, de alguna manera, aquello cuyo fin es bueno eso mismo tam-
bién es bueno, en cuanto la causa final es constitutiva del ente del
que se trate. Así, según el ejemplo propuesto por Pedro Hispano (cf.
Sum. Log. 5.27), la bondad intrínseca de la beatitudo (véase), que es
fin de la virtud, indica que ésta es buena. Por cierto, esto se aplica
también al caso opuesto: cuius finis malus ipsum quoque est malum,
sentencia que recuerda que la perversidad del fin tiñe de malicia to-
do lo que tiende a él: ‘’aquello cuyo fin es malo eso mismo también
lo es’’. Se destaca que estas máximas rigen como tales –i.e. con ca-
rácter universal– en el plano metafísico. En el orden moral, véase
bona ex integra causa...
cuius finis malus ipsum quoque est malum. Cf. cuius finis bonus...
cuius generatio est bona ipsum est bonum. La afirmación supone que
la generación es entendida como pasaje o progressio del no ser al ser
de una sustancia. Por eso, si la generación de una cosa, o sea, su ad-
venimiento en la realidad es considerada algo bueno, la cosa mis-
ma, es decir, lo que llega a ser, constituye algo bueno. Así se expre-
sa Pedro Hispano (Sum. Log. V, 28). En la perspectiva opuesta, esto
es, desde lo generado, conviene tener presente, además, el supuesto
medieval de la convertibilidad entre ens y bonum: todo ente es bue-
no; de ahí que si lo generado es bueno, la generación es también al-
go bueno; por eso, si generatum est bonum et generatio est bona.
cuius usus bonus est ipsum est bonum. Esta sentencia sostiene que
aquello cuyo uso es bueno eso mismo es bueno. Por ej., un bistu-
rí se utiliza para curar, lo cual es bueno; entonces el bisturí mismo
es también bueno. Se ha de considerar aquí, en primer lugar, que
769 SENTENCIAS
cuius usus malus est ipsum quoque malum est. Cf. cuius usus bo-
nus est...
ex duobus entibus actu nequit fieri unum per se. Sentencia escolásti-
ca que se funda en la intercambiabilidad de ens y unum como tras-
cendentales (véase ens et unum convertuntur). Ahora bien, con el tér-
mino “entes actu” se significan sustancias completas que permane-
cen íntegras y perfectas en su realidad; y por “unum per se” se en-
tiende aquel ente cuya unidad se debe a su misma naturaleza o esen-
cia. Si es un ente compuesto, sus componentes necesariamente de-
ben ser incompletos y guardar entre sí la relación que se da entre po-
tencia y acto. Advertido lo cual, se hace manifiesto lo que afirma la
expresión, i.e., la imposibilidad de que de dos entes en acto, unién-
dose y permaneciendo como tales, resulte algún ente que en acto y
sustancialmente sea uno por sí. Por ej., un leño, al unirse a la forma
mesa, deja de ser leño en acto.
ex falso non potest per se sequi verum. Este axioma sostiene que, en
rigor, de premisa falsa no puede seguirse conclusión verdadera, en
cuanto la falsedad no puede ser causa de verdad. Sin embargo, pue-
de suceder que a lo falso siga lo verdadero, en la medida en que lo
falso contenga alguna parte de verdad, ya que nunca, en una propo-
sición con sentido, puede darse la falsedad completa, es decir, el ca-
so en que tanto el sujeto como la cópula y el predicado sean falsos.
A esto se refiere el “per se” acotado que subraya: lo falso por sí mis-
mo o en cuanto falso.
finis nobilior iis quae sunt ad finem. El fin es más noble que lo que
está ordenado a él, porque todo lo demás se quiere como medio pa-
ra el fin. La afirmación, de validez metafísica, no sólo ética, se funda
en que el fin moviliza a todo lo que conduce a él (véase finis est causa
causarum). Ahora bien, lo más universal, que abarca lo menos uni-
versal, es superior a éste. Con todo, hay autores, como Duns Esco-
to, que sostienen que, al menos en el plano ético, esto sólo rige para
el caso del fin último (cf. Op. ox.II, d.2, q.2, nn. 3 y 18).
finis ultimus unicus est. Para sostener que el fin último es único, hay
que partir de la visión que considera la realidad como un cosmos,
i.e. un universo ordenado, tal como lo hacían los medievales. En
virtud de ese orden esencial, sólo puede haber un único fin. Si hu-
biera más de uno, habría varias ordenaciones de los entes a ellos, lo
que significaría ausencia de verdadero orden, porque lo que se diri-
ge a algo como meta última, no puede dirigirse a otra cosa. En otros
términos, de suponer más de un fin último, no habría, precisamen-
te, uni-verso.
forma dat esse rei. Sentencia que sostiene que la forma es lo que con-
fiere a la cosa su acto de ser, dado que la constituye en una especie
determinada (véase forma), siendo la materia, de suyo, indiferente.
En efecto, la forma y no la madera es la que otorga su ser al lápiz, a
la estatua, al leño.
frustra fit per plura quod potest fieri per pauciora. Lo que se pue-
de hacer por medio de poco en vano se hace a través de mucho. De
raíz aristotélica (VII Topica c. 4; Phys. c. 6) este enunciado de eco-
nomía concierne especialmente al plano del conocimiento. En el or-
den cognoscitivo se considera como exigencia metodológica la re-
ducción a un principio o a pocos principios, si ellos son suficien-
tes para explicar la cosa de la que se trate. Por eso, la apelación a va-
rios siempre ha de estar acompañado de la justificación pertinen-
te. De esta manera comenta, por ej., Duns Escoto el planteo aristo-
télico de la cuestión (cf. Exp. in Met. Arist. l.1, s.2, c.1, n.42). Y lo
LEXICO TÉCNICO DE FILOSOFÍA MEDIEVAL 782
nes propias de un ente natural, sino que tampoco puede ser violen-
to su ingreso en la existencia, su generación, es decir, su comenzar a
ser. En términos más analíticos, Duns Escoto señala que en la gene-
ración, en la que confluyen materia y forma, la materia se inclina in-
trínseca y naturalmente –y, en consecuencia, no con violencia– a la
forma que recibe (cf. Op. ox. II, d.18, n.6).
ingenita facere quae facta sunt non potest Deus. Dios no puede ha-
cer que lo hecho o lo dado no se haya generado o no haya sucedido.
Esta afirmación, compartida por muchos escolásticos, apunta direc-
tamente contra una de las principales tesis sostenidas por Pedro Da-
mián justamente en el De divina omnipotentia. Allí, Pedro Damián
sostiene, por ej., que Dios puede hacer que la fundación de Roma
no haya existido, puesto que, para este autor, Dios está más allá del
principio de no contradicción. Así, lo enunciado en esta máxima
constituye una acotación, en términos negativos, de la que afirma
Deus potest facere quod... Duns Escoto añade una importante acla-
ración, precisando que no se trata del poder respecto del pretérito
–es decir, del poder de haber hecho algo– sino del poder de hacer
LEXICO TÉCNICO DE FILOSOFÍA MEDIEVAL 786
que lo que ha sido no haya sido (cf. Rep. IV, d. 43, q.3, n.11). Por
eso, enfatiza que Dios está privado de tal posibilidad: “Deus hoc solo
privatur: ingenita facere quae facta sunt”. Y ello en virtud de que só-
lo se puede aniquilar lo que es, pero el pasado ya no es (cf. Op. ox.
IV, d.1, q.6, n.5).
intellectus in actu est intellectum in actu. Cf. sensibile in actu est sen-
sus in actu. Enunciado escolástico de raíz aristotélica que describe la
naturaleza del conocimiento en virtud del concepto de unidad de la
787 SENTENCIAS
inter ens et non ens non datur medium. Formulación metafísica del
principio de no contradicción en uno de sus corolarios. Pero esta
sentencia, de raíz aristotélica, supone que se está hablando en tér-
minos absolutos. En efecto, como el ser se dice de varias maneras,
se puede hablar también de ser en potencia. Ser en potencia es in-
termedio entre ser en acto y el mero no ser, pero no algo intermedio
entre ser y no ser simpliciter, dado que ser y no ser son contradicto-
789 SENTENCIAS
magis et minus non variant speciem. Sostiene que los términos “más”
y “menos” no se pueden asignar a la esencia y, por ende, tampoco
LEXICO TÉCNICO DE FILOSOFÍA MEDIEVAL 790
malum non habet finem. El sentido al que alude este enunciado es que
el mal no tiene causa final. No puede tenerla essentialiter porque, en
principio, el mal no es: consiste en la ausencia de bien. Así, lo que
no es no puede tener causa final. En cambio, el mal puede tener
causa final per accidens, pues nada impide que las negaciones se or-
denen a un bien aparente.
natura semper agit quod melius est. Cf. natura non deficit...
nemo dat quod non habet. Esta sentencia expresa un aspecto de la na-
turaleza propia de la causación que implica participar el ser o un
modo de ser: ''nadie da lo que no tiene''. Por eso, si se hallan efec-
tos aparentemente superiores a la que parecería ser su causa, hay
que suponer que intervino una causalidad más amplia. Esto se apli-
có frecuentemente a la causa essendi. Para los teólogos medievales,
ningún ente finito tiene en sí el ser de modo originario, porque no
es el Ser en sí sino sólo un ente que tiene el ser recibido. Y lo tie-
ne precisamente en virtud de una participación actual del Ser mis-
mo, que es Dios.
nihil agit in seipsum. Este principio, “nada puede actuar sobre sí mis-
mo”, debe entenderse siempre con la acotación “respecto de lo mis-
mo”. De lo contrario, un mismo ente sería a la vez agente y pacien-
te en el mismo sentido, lo cual es imposible. Sin embargo, una par-
te de él puede actuar sobre otra parte o aspecto suyo.
nihil est in intellecto quod prius non fuerit in sensu. Principio es-
colástico que responde a la gnoseología de orientación aristotélica,
según la cual el conocimiento parte de la experiencia sensible. No
obstante, de hecho, se atribuyeron distintas interpretaciones a es-
ta sentencia, según que el acento se pusiera en la sensibilidad co-
mo causa única de las ideas, o que se la considerara meramente co-
mo una causa que coopera con el intelecto. La interpretación pro-
pia de la Escolástica medieval es la segunda. Ésta fue formulada por
la tradición aristotélica que entendía que, a partir de la presencia en
el alma de la imagen de un ente particular, captada por la sensibi-
lidad, se forma el concepto, gracias a la abstracción universalizado-
ra del intelecto (cf. por ej., De an. III, 3; y An. Post. II, 19). Tomás
de Aquino confiere a esta doctrina una exposición más precisa, defi-
niendo especialmente el carácter individual del intelecto agente co-
mo virtus activa, por la que cada uno de nosotros abstrae la espe-
cie inteligible del phantasma (cf. por ej., C.G. II, 66-67 y 73-78; S.
Th. I, qq. 84 y ss). En definitiva, se afirma la experiencia sensible co-
mo punto de partida ineludible del conocimiento, ya que el intelec-
to por sí mismo carece de “material” sobre el que concebir o diseñar
la forma inteligible: es como una tabula rasa o un bastidor en blan-
co hasta que no reciba dicho “material” de la sensibilidad. Esta con-
cepción del conocimiento, la más frecuente en la Escolástica, niega,
pues, la existencia de ideas innatas, aunque no de principios de ope-
ratividad propios del intelecto.
nihil potest reduci de potencia in actu, nisi per aliquod ens actu.
Nada puede pasar de la potencia al acto, sino por medio de un ser
en acto. Cf. Omne quod movetur ab alio movetur.
non entis non est definitio. La presente sentencia, que afirma que no
hay definición del non ens no ha sido universalmente aceptada en la
Escolástica. Esto se da porque hay dos posiciones acerca del térmi-
no “ens” (véase): la de quienes consideran que sólo es ens aquello en
lo que se da el ser –es decir, aquello que efectivamente existe– y la
de quienes aceptan llamar “ens” también a todo aquello que sea o
pueda ser sujeto de proposiciones con el verbo ser, como los térmi-
nos lógicos, por ej., la afirmación; las privaciones, por ej., la cegue-
ra; o las cosas imaginarias, por ej., el centauro. Los primeros niegan
que estos tres últimos sujetos sean entes; los segundos, lo afirman.
Por eso, los primeros sólo admiten definición para el primer caso,
sosteniendo que no puede haber definición para el segundo, ya que
entienden que en el segundo caso se trata en realidad de no entes.
Pero la posición más extendida en la Escolástica es la que distingue
entre definitio realis (véase definitio), que corresponde al ente en el
primer sentido, el sentido fuerte de ens; y la definitio nominalis, que
compete al segundo caso, el de los entes que no tienen esencia real.
Esta posición sostiene que de ambos tipos de “ente” hay definición,
aunque sólo sea nominal, si bien pero sólo los primeros tienen defi-
nición real porque sólo ellos tienen esencia. Es la línea en la que se
797 SENTENCIAS
inscribe, por ej., Tomás de Aquino (cf. De ente et ess. 1). En cambio,
Duns Escoto opta por atenerse sólo a la “definitio proprie dicta”, en-
tendiendo por ésta la definición real referida al ente real. En conse-
cuencia, suscribe este enunciado, negando que los non entes, por ej.,
las privaciones, tengan definición: “quia non ens non habet quid est”
(cf. Op. ox. IV, d.1, q.2, n.2).
con molte cose quello che può operare con poche”, y lo aplica particular-
mente al principio de inercia.
omne agens agit in quantum est actu. Todo agente actúa en cuanto
está en acto. Para que algo actúe, antes tiene que ser o existir. Más
aún, el mismo existir de la cosa es por sí principio de acción: toda
cosa o sustancia que efectivamente existe, no ouede existir sin tener
una naturaleza dada. Ésta es justamente su esencia en cuanto princi-
pio de las operaciones que le son propias según su especie. La poten-
cia no dice ser sino posibilidad de ser y, por ende, sólo posibilidad de
actuar en una dirección determinada.
omne agens agit propter finem. El enunciado de que todo agente ac-
túa por un fin constituye un modo de formular el principio de fi-
nalidad. Toda operación o acción es siempre de algo –el agente– so-
bre algo y dirigido u ordenado a algo. Por eso, la intrínseca direc-
ción al fin propia del agente es un principio formal, cualitativo de
todo actuar.
omne quod est, ex suppositione quod sit, necesse est esse. Axioma
que expresa el tipo de necesidad hipotética ex suppositione (véase) o
ex hypothesi, es decir, aquella que requiere una condición para que
se dé. Así, por ej., bajo la condición de estar sentado, o suponien-
do que alguien lo está, es necesario que, mientras permanezca en tal
posición, esté sentado (cf. Tomás de Aquino, S. Th. I, q. 19, a. 3 c).
omne quod est per participationem causatur ab eo quod est per es-
sentiam. Todo lo que es por participación, es causado por aquello
que es por esencia. Este principio está basado sobre la noción esco-
lástica del esse per participationem. Esta última expresión se refiere
siempre a un ser que posee determinada perfección de manera limi-
tada o parcial, ya se trate de una perfección de carácter trascenden-
tal, como verdad, bondad o belleza; ya sea de carácter predicamen-
tal, como la cantidad. Tal participación está en el ser derivado o par-
ticipado. Dicho ser o dicha perfección no es subsistente en sí y por
sí –lo que indica omnímoda plenitud–, sino que deriva necesaria-
mente de lo autosubsistente. Así, también este principio expresa un
desarrollo de la noción de causalidad: el aspecto de efecto está indi-
799 SENTENCIAS
operari sequitur (ab) esse. El obrar sigue al ser, en cuanto el ente actúa
según su naturaleza, vale decir, según lo que es, porque, antes que
nada y de modo fundante, el ente es. En términos técnicos, se di-
ce que la operación es del sujeto subsistente (principio quod del ac-
tuar), por medio de su naturaleza (principio quo del obrar). Por eso,
escolásticamente se llama acto primero a la naturaleza del sujeto, y
acto segundo, a su operación: el ente obra porque es, no a la inver-
sa. Por lo demás, el acto de ser se da en una naturaleza determinada,
más aún, individuada; de ahí que el modo de obrar refleje el mo-
do de ser. De esta manera, un ente puede obrar según el máximo de
posibilidades de su naturaleza específica y también por debajo de la
misma, pero no por encima de ella: un pájaro y un hombre pueden
actuar ambos por instinto, pero, a diferencia del hombre, el ave no
puede obrar racionalmente porque no es animal rationale.
pars alicuius totius non habet esse nisi esse totius. La parte de un to-
do no tiene ser sino el ser del todo. El enunciado sólo se refiere al ca-
so del todo integral, es decir de aquella totalidad en la que no sola-
mente las partes constituyen el todo sino que éste es lo único que les
puede conferir razón de ser; de ahí que sea aplicable fundamental-
mente a los organismos. Diferente es el caso de un todo no integral:
en éste la parte tiene cierta independencia óntica; por ej., la pared
de una casa, ya que no repugna al muro permanecer en su ser sepa-
rado de la casa. No obstante, se ha de tener en cuenta que pars extra
totum est imperfecta. Así se expresa Duns Escoto (cf. Op. ox. II, d.17,
q.1, n. 5). La contrapartida complementaria de esta sentencia es la
que reza posito toto integrali...
posito effectu ponitur eius causa formalis. Cf. posita causa formali...
posito effectu materia permanens necesse est eius materia esse. Cf.
posita causa materiali...
posito toto integrali ponitur quaelibet eius pars. Este axioma estable-
ce que, dado un todo integral, se da cualquiera de sus partes. Hay
que tener en cuenta que la noción de integridad proviene del térmi-
no integer, que en primera acepción significa “intacto”. Así, la com-
pleta, intacta unión de partes compone el todo. El darse de ese to-
tum supone, pues, la existencia de cualquiera de sus partes; por ej.,
existiendo un hombre existe su corazón. Obviamente, la sentencia
solo es válida para el caso de las sustancias compuestas, ya que las
LEXICO TÉCNICO DE FILOSOFÍA MEDIEVAL 806
quantum omne divisibile est. El axioma que establece que todo quan-
tum (véase) es divisible alude a la noción misma de cantidad, cuyo
atributo esencial es justamente la divisibilidad. Por lo demás, pro-
pio de la cantidad es ser mensurable, o sea, de algún modo divisi-
ble en partes.
quod convenit alicui sub nomine magis noto et sub nomine minus
noto. Máxima que sostiene que, si lo que conviene o corresponde a
algo se expresa con palabras muy conocidas, eso mismo también es
válido si se lo expresa con términos menos conocidos. Así, se pre-
tende, por ej., que la proposición “Propio de la filosofía es elucidar
las causas de las cosas” valga por “Propio de la filosofía es explicar las
causas de las cosas”. No se trata, pues, de una mera explicitación de
la palabra, como señala Pedro Hispano (cf. Sum Log. 5.41), sino de
validez de lo sostenido.
quod nimis probat nihil probat. “Lo que prueba demasiado no prue-
ba nada” no significa que toda prueba cuyo valor demostrativo va-
ya más allá del objetivo de la demostración sea necesariamente inefi-
caz. En efecto, se podría tratar de una prueba a fortiori (véase). Sim-
plemente advierte sobre aquellas demostraciones que, para anular la
antítesis, intentan forzar los límites de la tesis, y envilecen con ello la
prueba. Un ejemplo sería argumentar que la sabiduría proviene de
la racionalidad; la racionalidad es común a todos los hombres; lue-
go, todos los hombres son sabios. En esta aserción se exagera el valor
de la racionalidad, porque se la identifica sin más e ilegítimamente
813 SENTENCIAS
regula est prior regulato. Sentencia escolástica que indica que la regla
es anterior a lo regulado por ella; por eso, se ha de conocer y com-
prender antes. Así, por ej., las normas pictóricas deben ser previa-
mente conocidas y comprendidas para poder pintar. Con todo, la
afirmación también se puede entender en sentido metafísico: los
principios que rigen algo son metafísicamente anteriores a ese algo
en la medida en que lo constituyen.
LEXICO TÉCNICO DE FILOSOFÍA MEDIEVAL 814
remota causa formali removetur eius effectus. Cf. posita causa for-
mali...
remota causa materiali removetur eius effectu. Cf. posita causa ma-
teriali...
res de re non praedicatur. No se predica algo real, i.e, una cosa, de otra.
Se trata de una máxima de Pedro Abelardo tal como la registra Juan
de Salisbury en su Metalog. II, 17. Hay que tener en cuenta que, se-
gún la concepción abelardiana, el universal (véase universale) no es
ni una cosa ni una emisión de voz, sino un sermo, una vox significa-
tiva. Sólo ésta se puede predicar de varias cosas. En la llamada “po-
lémica de los universales”, el nominalismo moderado de Pedro Abe-
lardo se opone, sobre todo, al realismo extremo de Guillermo de
Champeaux. Éste sostenía precisamente que la esencia real es lo que
se predica de la cosa particular: contra tal posición se plantea esta
sentencia que fue adoptada por los autores medievales enrolados en
el nominalismo para indicar su posición respecto de la cuestión de
los términos universales.
res nulla propria forma privatur. Al decir que ningún ente real está
privado de la forma propia, esta sentencia comprende tanto las sus-
tancias corpóreas o compuestas como las incorpóreas o simples. Así,
por ej., ni el caballo ni el ángel pueden carecer de forma, ya que, si
estuviesen privados de ella, no podrían existir, porque no serían se-
res determinados. Duns Escoto lo formula diciendo que, en tal ca-
so, serían y no serían eso, lo cual es imposible (cf. Exp. in Metaph.
Arist. I, s.1, c.1, n.6).
sapientis est ordinare. Propio del sabio es ordenar. Sentencia que to-
mada del comienzo de la Metafísica de Aristóteles, apunta al cen-
tro mismo del modus operandi intelectual escolástico. En efecto, pa-
ra ordenar, es decir, para ubicar cada categoría en el plano que le co-
rresponde, primero se ha de distinguir entre los varios planos y dis-
cernir la naturaleza propia de cada uno. Del respeto a este princi-
pio, provienen en el fondo, las famosas distinciones escolásticas; de
ahí que sea citado tan frecuentemente. Tomás de Aquino, por ej.,
LEXICO TÉCNICO DE FILOSOFÍA MEDIEVAL 816
lo reitera, entre otros lugares, en In III Sent. d.4, q.1, aa. 1, 2 y 34;
C.G. I, 1, 2.
si generatum est bonum generatio est bona. Cf. cuius generatio est bo-
na...
si generatum est malum generatio est mala. Cf. cuius generatio est bo-
na...
simile non agit in simile. Sentencia que indica que lo igual no actúa
sobre lo igual. En efecto, el agente tiende siempre a asimilar al pa-
ciente. Pero, si ambos términos fueran perfectamente iguales, no
se produciría acción alguna, porque no habría un fin por parte del
agente. De la misma manera, lo que tiene 46 grados no actúa en un
sujeto de la misma temperatura, sino sobre otro que tiene, por ej.,
10 grados.
species sunt sicut numeri. Sentencia que expresa la analogía entre las
especies y los números. Ahora bien, en sentido aristotélico, (cf. Met.
VIII, 3, 1043 b 35 y ss) tal analogía tiene sólo valor indicativo, es-
pecialmente, para dar cuenta de la inmutabilidad propia de las es-
pecies, en cuanto éstas traducen esencias. En efecto, todas las no-
tas estructurales de la especie y sólo ellas, son esenciales, de tal mo-
do que si una nota se añade o se sustrae, se tiene otra estructura, es
decir, otra especie. De la misma manera, si a un número se suma o
se sustrae una unidad, se tiene simplemente otro número. El núme-
ro, que se compone de unidades indivisibles, es único por sí mis-
mo, no es suceptible de aumento o disminución interna, ni de pasa-
je por continuidad a otro número. Análogamente, la especie, que se
LEXICO TÉCNICO DE FILOSOFÍA MEDIEVAL 820
tertium non datur. Axioma lógico en el que se señala que entre dos
proposiciones opuestas contradictoriamente, no puede haber una
tercera o intermedia que sea verdadera. El principio de contradic-
ción determina que sólo dos juicios pueden ser contradictorios, ya
que uno de ellos niega exactamente lo afirmado por el otro, como
“Sócrates es hombre” y “Sócrates no es hombre”. Ahora bien, al afir-
mar y negar de un mismo sujeto en el mismo sentido esencial, no
pueden ser ambos verdaderos; esta sentencia añade que sólo uno ha
de ser verdadero y el otro falso. Sin indicar, pues, a cuál corresponde
la verdad, se niega la validez de una tercera posibilidad.
totum est maius sua parte. Como todo axioma, el que establece que el
todo es mayor que su parte es verdad evidente, es decir, aquella que
se aprehende con sólo conocer el significado de los términos de la
proposición. Sin embargo, cabe aclarar, como lo hace Duns Escoto,
que no se ha de entender aquí por totum el todo dado en la materia
prima, por ej., en la piedra o en la madera, sino el todo que se abs-
trae de las sustancias (cf. Op. ox. I, d.3, q.4, n.22). Esta acotación se
impone por el solo hecho de que la materia prima no es divisible en
partes (véase materia).
ubi non est totum et pars, aut totum sumitur aut nihil. Sentencia
que sostiene que, donde no se halla un todo integral, o sea, consti-
tuido por partes, o se acepta el todo, o nada. Se refiere así a las natu-
ralezas simples, especialmente, a la de Dios. La existencia de éstas se
LEXICO TÉCNICO DE FILOSOFÍA MEDIEVAL 822
unumquodque necessario est quando est. Cf. omne quod est, ex suppo-
sitione quod sit, necesse est esse.
ÍNDICE DE TÉRMINOS
A abnegatio, 32
absolute, 32
absolutum, 33
abstractio, 34
A, 27 abstractum, 35
a-ab, 27 abstrahere, 36
a contrario, 27 absurdum, 37
a digniori, 27 abundare, 37
a fortiori, 27 abyssus, 37
a pari, 28 accentus, 38
a parte ante-a parte post, 28 acceptatio, 38
a parte rei-a parte mentis, 28 acceptio, 38
a perfectiori, 28 accessio, 39
a posteriori, 28 accessus, 39
a potiori, 28 accidens, 39
a priori, 28 accidentale, 40
a quo-ad quem, 29 accidentaliter, 40
a se, 29 accidere, 40
a simultaneo, 30 accidia, 40
a vilitate, 30 accipere, 41
ab alio, 31 accomodative, 42
ab exterioribus ad interiora, 31 accretio, 42
ab inferioribus ad superiora, 31 accumulatio, 42
abalietas, 31 acies, 42
abditum mentis, 31 acroamaticum, 43
abductio, 31 acroasis, 43
abesse, 32 actio, 43
LEXICO TÉCNICO DE FILOSOFÍA MEDIEVAL 826
actualiter, 44 aequabilitas, 56
actuare, 44 aequale, 56
actus, 44 aequalitas, 56
ad, 47 aequilibrium indifferentiae, 56
ad absurdum, 47 aequiparantia, 57
ad aliquid, 48 aequipollentia, 57
ad aliquid ratione alterius, 48 aequitas, 57
ad aliquid secundum rationem tantum, 48 aequivalens, 58
ad aliquid secundum rem, 48 aequivocatio, 58
ad aliquid secundum se, 48 aequivocum, 58
ad aliud, 48 aestimatio, 59
ad convertentiam, 48 aestimativa, 59
ad extra, 48 aetas, 59
ad hoc, 48 aeternitas, 59
ad hominem, 48 aeviternitas, 60
ad humanitatem, 49 aevum, 61
ad ignorantiam, 49 affabilitas, 61
ad impossibilem, 49 affectio, 61
ad infinitum, 49 affectus, 62
ad intra, 49 affici, 63
ad iudicium, 49 affirmatio, 63
ad personam, 49 agens, 63
ad placitum, 49 agere, 64
ad quem, 50 aggeneratio, 64
ad valorem, 50 aggravatio, 64
ad verecundiam, 50 aggregata, 64
adaequate, 50 alchimia, 64
adaequatio, 50 alea, 65
addere, 51 algoritmus, 66
addiscere, 51 alicubi, 66
adesse, 51 alicubietas, 66
adiacens, 51 alienatio, 66
adiective, 52 alienum, 66
adiectivum, 52 alietas, 66
adiunctum, 52 aliquid, 67
admiratio, 52 aliud, 67
admissio, 53 allegoria, 67
admonitio, 53 allegoricum, 68
adoratio, 53 alteratio, 68
adseitas, 54 altitudo, 68
adulatio, 54 ambidexter, 69
adversa, 55 ambiguum, 69
adversus, 55 ambitio, 69
aegritudo, 55 amicitia, 69
aemulatio, 55 amitti, 70
aenigma, 55 amor, 70
827 ÍNDICE DE TÉRMINOS
amphibologia, 72 architectura, 90
amplexus, 72 argumentatio, 91
ampliatio, 72 argumentum, 91
an sit, 72 arithmetica, 92
anagoge, 72 artes, 92
anagogicum, 72 articulus, 95
analogia, 73 artifex, 96
analogum, 76 artificialia, 96
ancilla theologiae, 76 artista, 96
angelus, 76 ascensus, 96
angustia, 78 asinus, 97
anima, 78 aspectus, 97
anima mundi, 80 assensus, 97
animabile, 81 assimilatio, 98
animal, 81 assumere-assumptio, 98
animatum, 81 astra, 98
animus, 81 astrologia, 99
annihilatio, 82 astronomia, 101
annitas, 83 attingere, 101
ante, 83 attractio, 101
ante rem-in re-post rem, 83 attributio, 101
antecedens, 84 attributum, 101
antepraedicamenta, 84 attritio, 102
antepraedicamentale, 84 auctio, 103
antequam, 84 auctor, 103
antiperistasis, 85 auctoritas, 103
antiphrasis, 85 audacia, 103
antiqui, 85 audire mentaliter, 104
antitypa, 85 augeri, 104
antonomastice, 85 augmentatio, 104
anxietas, 85 austeritas, 104
aphorismus, 85 auxilium, 105
apparenter, 85 avaritia, 105
appellatio, 85 aversio, 106
appetitio, 86 axioma, 107
appetitus, 86
appositio, 87
B
apprehensio, 88
appropinquatio, 88
appropriatio, 88
approximatio, 89
aptitudo, 89 baccalaureus, 108
apud, 89 balivus, 108
arbitrium, 89 banausia, 108
arbor porphiriana, 89 barbara, 108
archetypum, 90 baroco, 108
LEXICO TÉCNICO DE FILOSOFÍA MEDIEVAL 828
C
claudere, 133
clementia, 133
clericus, 133
coaevum, 134
cabala, 117 coartatio, 134
cadere a suo significato, 118 cogitatio, 134
caecitas, 118 cogitativa, 135
caeleste, 118 cognata, 135
caelum, 118 cognitio, 135
caeteris paribus, 119 cognoscere, 136
calculatio, 120 cognoscibile, 136
camestres, 120 cohaerentia, 136
canon, 120 coincidentia oppositorum, 137
capacitas, 120 collatio, 137
capitale, 120 collectio, 138
caritas, 121 collectivum, 138
caro, 122 collocutio, 138
castigatus, 122 combinatoria, 138
casus, 122 commensuratio, 139
categorema, 123 commensurative, 139
categorematica, 123 commodum, 139
categoria, 123 commune, 139
categoricum, 123 communicabilitas, 140
causa, 124 communicare, 141
causa sui, 126 communicatio, 141
causalitas, 126 comparatio, 141
causaliter, 127 comparative, 141
cautela, 127 compassio, 141
cautio, 127 competere, 142
cavillatoria, 127 complacentia, 142
829 ÍNDICE DE TÉRMINOS
D
dependentia, 204
dependeter, 205
depositio, 205
derisio, 205
darapti, 191 descensus, 205
darii, 191 descriptio, 206
datio, 191 descriptivus, 206
dator formarum, 191 desiderium, 206
de, 192 desitio, 207
de causis, 192 despectio, 207
de condigno-de congruo, 192 desperatio, 208
de dictu-de re, 192 destinatio, 209
de facto, 193 determinate, 209
de inesse, 193 determinatio, 209
de intelligentiis, 193 determinative, 210
de secundo adiacente, 193 detractio, 210
831 ÍNDICE DE TÉRMINOS
E
disciplinalis, 226
disciplinaliter, 226
discreta, 226
discretio, 226
discursus, 226 E, 246
disparata, 227 e-ex, 246
displicentia, 228 editio, 246
dispositio, 228 educatio, 247
dispositive, 228 eductio, 247
disputans, 229 effective, 248
disputatio, 229 effectus, 248
disquiparantia, 230 efficiens, 248
LEXICO TÉCNICO DE FILOSOFÍA MEDIEVAL 832
F
formale, 300
formalitas, 301
formaliter, 301
formalizantes, 302
fabrica, 281 formatio, 302
fabula, 281 formositas, 302
facere, 282 fortitudo, 302
facti species, 282 fortuna, 302
factio, 282 fructus, 303
factum, 282 frui, 304
facultas, 283 fruitio, 305
fallacia, 284 frustra, 305
falsitas, 284 fuga, 305
falsum, 285 fundamentum, 305
falsum testimonium, 285 fundare, 306
fama, 285 futuribilia, 306
fas, 285 futurum, 307
fatum, 286
felaptio, 286
G
felicitas, 287
festino, 287
fictio, 288
fictivus, 288
fictum, 288 garrulitas, 309
fidelis, 288 gaudium, 309
fidelitas, 288 generale, 309
fides, 289 generalissimum, 309
fides quaerens intellectum, 291 generatio, 310
fiducia, 292 gentiles, 311
fieri, 292 genus, 311
figmentum, 292 geometria, 312
figura, 292 gloria, 313
figuraliter, 293 glossa, 314
figuratio, 293 gnome, 314
finaliter, 294 gradatio, 314
finalizatio, 294 gradus, 314
finis, 294 grammatica, 315
finitum, 296 gratia, 316
firmamentum, 296 gravitas, 318
flatus vocis, 297 gubernatio, 319
fluxus, 297 gula, 320
fomes, 297
LEXICO TÉCNICO DE FILOSOFÍA MEDIEVAL 834
H idem, 337
identificari, 337
identitas, 337
idiomata, 337
habere, 322 idiota, 338
habilitas, 322 idolatria, 338
habitualiter, 323 ignara ratio, 339
habitudo, 323 ignavia, 339
habitus, 323 ignorantia, 339
haecceitas, 324 ignoratio elenchi, 340
haeresis, 325 illapsus, 340
hagiographia, 325 illatio, 340
hebdomas, 326 illative, 340
hemeoptoton, 326 illatum, 340
heterogenea, 326 illuminatio, 340
hic et nunc, 326 illusio, 342
hierarchia, 326 imaginatio, 342
hierarchicus, 326 imago, 343
historia, 326 imitatio, 343
hoc aliquid, 327 immanens, 344
hoc quod est, 327 immanentia, 344
homo, 327 immateriale, 344
homogenea, 329 immediatio, 345
homoteleuton, 329 immediatum, 345
honestas, 330 immo, 346
honestum, 330 immobile, 346
honor, 330 immortale, 346
humanitas, 331 immotatio, 347
humilitas, 331 immutabile, 347
hyliatis, 332 impensae, 348
hypallage, 332 imperative, 348
hypostasis, 332 imperfectum, 348
hypothesis, 333 imperium, 348
hypothetica, 334 impetus, 348
hypothetice, 334 implicantia, 350
hypotyposis, 334 implicare, 350
implicatio, 350
implicite, 351
I
impositio, 351
impossibile, 351
impossibilia, 352
impraescindibiliter, 352
I, 335 impressa, 352
iactantia, 335 impressio, 352
id quod dicitur, 335 improbatio, 352
idea, 335 improbativus, 352
ideatum, 336 improperium, 353
835 ÍNDICE DE TÉRMINOS
L
lux, 413
luxuria, 415
ly, 416
laetitia, 396
M
laevitas, 396
laicus, 396
languor, 396
latio, 396
latitatio, 396 M, 418
latitudo, 397 macrocosmus, 418
latria, 397 magia, 418
837 ÍNDICE DE TÉRMINOS
N
metalogicus, 437
metaphorice, 438
metaphysica, 438
methodus, 440
methodus hibernica, 441 narratio, 462
microcosmus, 441 natura, 462
minimum, 442 naturale, 464
minimum naturale, 443 naturaliter, 464
miraculum, 443 nec, 465
misericordia, 443 necessarium, 465
mistica-mistice, 444 necessitas, 465
mixtum, 444 nefas, 467
mobile, 444 neganter, 467
moderni, 445 negatio, 467
modificatio, 445 negative, 468
modisti, 445 negativum, 468
LEXICO TÉCNICO DE FILOSOFÍA MEDIEVAL 838
O
ornatus, 498
ostensio, 498
ostensiva, 498
otiositas, 499
O, 483 otium, 499
ob-, 483
839 ÍNDICE DE TÉRMINOS
P perseverantia, 518
persona, 518
perspectiva, 519
persuasio, 520
P, 501 pertinacia, 520
pactum, 501 pertinere, 520
paradoxa, 501 petitio, 520
paralogismus, 501 petitio principii, 520
paranomasia, 502 phaenomenum, 521
parificatio, 502 phantasia, 521
paromeon, 502 phantasma, 522
pars, 502 philosophantes, 522
partialiter, 503 philosophia, 522
participaliter, 503 philosophia prima-ph. secunda, 525
participans-participatum, 503 philosophus, 526
participare, 503 physica, 527
participatio, 504 physice, 527
particulare, 505 physiologia, 527
partitio, 506 pictura, 527
parvificentia, 506 pietas, 528
passio, 506 pigritia, 528
passionatus, 507 plenitudo, 529
passum, 507 plura aeque primo, 529
pati, 507 pluralitas, 529
patientia, 507 plures, 529
patres, 508 poena, 530
paupertas, 508 poesia, 530
pax, 509 poeticus, 531
peccatum, 510 polisemis, 531
pecunia, 512 politica, 531
per, 512 politicus, 531
per accidens, 513 polyptoton, 532
per impossibile, 513 pondus, 532
per se, 513 ponere, 533
per se ipsum, 513 pons asinorum, 534
per se nota, 513 populus, 535
per se subsistens, 513 positio, 535
perceptio, 514 positive, 535
perduratio, 514 posse, 535
peremptio, 514 possessio, 536
perfectio, 514 possest, 536
perfectum, 515 possibile, 536
periurium, 516 possibilitas, 537
permanens, 516 possidere, 538
permutatio, 517 post, 538
perpetuum, 517 post hoc ergo propter hoc, 538
perseitas, 517
LEXICO TÉCNICO DE FILOSOFÍA MEDIEVAL 840
Q
ratio, 588
ratiocinatio, 590
rationabiliter, 590
rationale, 591
qua, 576 rationalitas, 591
quadrivium, 576 rationaliter, 591
quaestio, 576 rationes aeternae, 591
quale, 577 rationes seminales, 591
qualitas, 578 reagens, 592
qualiter, 579 reale, 592
quando, 579 realitas, 592
quantitas, 579 reatus, 593
quantum, 580 recapitulatio, 593
quasi, 581 recenseo, 593
quatenus, 581 receptio, 593
quaternio terminorum, 581 recessus, 593
quia, 582 recipere, 594
quid, 583 reciprocae, 594
quidditas, 583 reciprocatio, 594
quidditativus, 583 recognosco, 594
quidquid, 583 recordatio, 594
quies, 584 recta ratio, 595
quiescere, 584 rectificare, 595
quietans, 585 rectitudo, 595
quinque voces, 585 rectum, 596
quinta essentia, 585 recurvus, 596
quoad intentionem legistatoris, 585 redargutio, 596
quoad nos-quoad se, 585 reditio, 596
quod, 585 reductio, 596
quod quid erat esse, 586 reductive, 597
quod quid est, 586 reduplicatio, 597
quodlibet, 586 reduplicativa, 597
quotitas, 586 reduplicative, 598
reflexio, 598
reformatio, 599
refundere, 599
R refutatio, 599
regeneratio, 599
regimen, 600
regio, 600
radicale, 587 regnum, 601
radicaliter, 587
LEXICO TÉCNICO DE FILOSOFÍA MEDIEVAL 842
S
separata, 631
separatio, 631
sermo, 632
sermocinale, 632
S, 615 sermocinatio, 632
sacra pagina, 615 si, 632
843 ÍNDICE DE TÉRMINOS
T
transumptivus, 701
tricausale, 701
tristitia, 701
trivium, 702
tabula, 683 tunc, 702
taciturnitas, 683 turpiloquium, 703
talis, 684 turpitudo, 703
talitas, 685 typo, 703
tantitas, 685 typus, 703
temeritas, 685 tyrunculus, 704
temperamentum, 685
temperantia, 685
U
temporale, 686
tempus, 686
tenebra, 688
terminari, 689
terminative, 689 ubi, 705
terminus, 689 ubicumque, 706
terrenum, 690 ubiquitas, 706
theologia, 690 ultimari-ultimate, 706
845 ÍNDICE DE TÉRMINOS
V
voluptas, 743
vox, 743
Z
vacuum, 719
vage, 720
vagum, 720
valere ad opposita, 720
vanagloria, 720 zelus, 745
vaniloquium, 721 zeugma, 745
vanitas, 722 zodiacus, 745
vectio, 722
velleitas, 722
veneratio, 723
verbi gratia, 723
verbositas, 723
verbum, 723
verecundia, 725
verificare, 726
verificativum, 726
verisimile, 726
847
BIBLIOGRAFÍA
AAVV, Enciclopedia dantesca, Roma, Ist. della Enc. Ital., 1984, 6 vols.
RIBEMOT, B., ‘De natura rerum’: études sur les encyclopedies médievales,
Orleans, Paradigme, 1995.
GL
ráfica
AF s.r.l., ubicados en
Espinosa 2827 (C1416CFI)
Ciudad de Buenos Aires.