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Colección Ideas en debate

S erie Historia Antigua-Moderna

DJ irector de serie
osé Emilio Burucúa
CC olección a cargo del
onsejo Editor de la

FU acultad de Filosofía y Letras


niversidad de Buenos Aires

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DR
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nro. 193105

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iana Fernández

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unio de 2005

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uenos Aires,
Argentina
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lustración de cubierta:
San Buenaventura catedrático.
Bergamo, Accademia Carrara.

L
a maquetación de colección,

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iseño de cubierta e interior,
armado y composición
estuvieron a cargo de

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erardo
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A mis maestros y a mis alumnos
de la Universidad de Buenos Aires.
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Facultad de Filofía y Letras
ÍNDICE GENERAL

PRESENTACIÓN ............................................................. 17

LÉXICO ........................................................................ 27

SENTENCIAS ................................................................. 747

ÍNDICE DE TÉRMINOS .................................................... 825

BIBLIOGRAFÍA ............................................................... 847


17

PRESENTACIÓN

“... suscepi opus quidem a multis aliis iam pridem


elaboratum, a me quoque nuper per spatium circiter
decem annorum, prout potui adauctum et accumula-
tum [...] quantum deus donaverit adhuc superadde-
re pertemptabo [...] Qui, si malivoli non fuerint, le-
ni suavissimoque docente magistro, per hanc ac veram
potuerunt provehi sapientiam...”.

Papias (siglo XI)


Elementarium doctrinae erudimentum. Prologus

sta obra, como todo léxico, ha sido concebida como ins-

E
trumento de consulta ocasional. Se ha de advertir ense-
guida que nada añade a lo que la literatura especializada
en cada tema ofrece ni aun, en muchos casos, a lo que
diferentes diccionarios enciclopédicos de filosofía pue-
den registrar. En este sentido se impone la mención especial del Diccio-
nario de Filosofía de Ferrater Mora y, sobre todo, en lo que concierne al
apéndice de sentencias, la de la Enciclopedia Filosofica di Gallarate. Pe-
ro en diccionarios y enciclopedias filosóficas que se suelen utilizar se en-
cuentra incluido en otros contextos y disperso el material exclusivamen-
te medieval que aquí se ofrece. No se pretende de ningún modo hacer
un tratamiento monográfico en las entradas principales: tratándose de
la Edad Media, ello implicaría volúmenes enteros y constituiría otro ti-
po de trabajo, necesariamente colectivo. Quien está preparando, por ej.,
una tesis sobre un autor escolástico determinado termina por dominar
su terminología. Ese lector potencial no sólo no hallará notas novedosas
en este Léxico, sino que aun echará de menos precisiones y matices que
él ya ha captado en el transcurso de su investigación. Pero, en compen-
sación, podrá encontrar resumidas las acepciones que tienen en otros
autores los términos que maneja en su trabajo. Y surgirán así confron-
taciones sugerentes que le permitirán iluminarlo y enriquecerlo. Por es-
ta razón, nos hemos negado a construir este Léxico en torno de un so-
lo autor, tarea que, por lo demás, en muchos casos ya ha sido hecha por
especialistas hace largo tiempo.
LEXICO TÉCNICO DE FILOSOFÍA MEDIEVAL 18

La obra que presentamos se propone, de un lado, brindar una sín-


tesis de las líneas generales según las cuales han sido tratadas las grandes
cuestiones en la Edad Media; de otro, incluir términos técnicos que no
siempre son de fácil acceso. Fue hecha, pues, para traductores, para los
que no son especialistas en el área, sino investigadores de otras conexas
y hayan de imponerse de las acepciones medievales de los términos lati-
nos que la filosofía suele emplear; pero también, y principalmente, co-
mo herramienta inicial para quienes comienzan a adentrarse en ese vas-
to campo de la filosofía medieval. Los primeros podrán encontrar algu-
nas sugerencias de traducción y la aclaración del sentido de ciertas pa-
labras y expresiones que, por poco conocidas, presentan a veces proble-
mas a la hora de verterse al español; a los segundos les allega una sín-
tesis muy apretada de cada tema, evitándoles destinar demasiado tiem-
po en rastreos que los distraen de su especialidad; para quienes se ini-
cian en la filosofía de este período, se propone procurar –y es de esperar
que la pretensión no sea excesiva– un elemento que permita, median-
te sus frecuentes remisiones internas, una impresión general del pensa-
miento medieval.
Es sabido que dicho pensamiento ha sido tejido sobre un bastidor
teológico. Por eso, no se han eludido términos como “gratia” o “prae-
destinatio” para cuya síntesis ha sido imprescindible recurrir a las sec-
ciones históricas en el Dictionnaire de Théologie Catholique. Con todo,
dada la índole de este Léxico, sólo se han incluido aquellas nociones de
Teología que resultaban insoslayables para la comprensión de discusio-
nes filosóficas habidas en la Edad Media. Lo mismo ocurre con voca-
blos que pertenecen, por ejemplo, a la Física de la época, puesto que,
circunstancialmente, pueden intervenir en textos que abordan proble-
mas filosóficos. Otro tanto cabe decir del vocabulario propio de la Gra-
mática. Respecto de esta última, se tratan temáticamente no sólo térmi-
nos como “substantivum”; aun se incluyen preposiciones, especifican-
do en este caso no todas las acepciones de cada una, sino los matices
semánticos que más importan en el discurso medieval y que son a ve-
ces decisivos a la hora de captar el significado exacto de un párrafo fi-
losófico.
19 SILVIA MAGNAVACCA

Por cierto, ésta no es una obra historiográfica; no obstante, implica


el manejo de categorías de ese orden. En tal sentido, cabe advertir que
sólo convencionalmente y con el fin de agilizar la lectura se habla en ella
de “pensamiento medieval” en general. Se hace así a sabiendas de que se
trata de una abstracción, si se quiere, arbitraria; esto es, a sabiendas de
que el período medieval propiamente dicho –cuyo núcleo central está
dado por la Escolástica en sus diversas etapas– no puede remontarse con
legitimidad histórica a los primeros siglos de nuestra era, que asistieron
al florecimiento de la Patrística, es decir, de los Padres de la Iglesia. Sin
embargo, las líneas de continuidad de temas y de esquemas filosóficos y
teológicos no siempre son paralelas a las de la evolución política, social
y económica que manejan historiadores como Le Goff y Duby, a quie-
nes remitimos para ello. En el primer caso, la Patrística no sólo consti-
tuye antecedente imprescindible para la comprensión de algunos pun-
tos centrales del pensamiento en la Edad Media, sino que está de hecho
tan involucrada en él que uno no es comprensible sin la otra. En sín-
tesis, se entiende aquí por “pensamiento medieval” lo que se ha toma-
do como su caracterización más amplia: el que resulta de la confluen-
cia e imbricación de las categorías fundamentales del pensamiento an-
tiguo con las cosmovisiones implícitas en las tres grandes religiones del
Libro: Judaísmo, Cristianismo e Islamismo. Si se ha otorgado atención
mucho mayor al pensamiento en la Cristiandad medieval, ello obede-
ce a la indudable influencia decisiva que éste ha ejercido en la evolución
de Occidente, aunque teniendo en cuenta que en dicha evolución no es
aspecto desdeñable el diálogo con autores judíos y musulmanes. Tal iti-
nerario no concierne únicamente a la Teología; ha modificado esencial-
mente el devenir de la Filosofía misma.
En suma, más allá o más acá de los remanidos problemas de perio-
dización, esto es, cualesquiera sean los límites que se le asignen, la Edad
Media conforma el más largo trecho en la historia del pensamiento oc-
cidental. Es el tramo en el que las nociones fundamentales concebidas
por los antiguos acabaron de fraguarse y nos determinaron en lo que so-
mos; definieron –seamos de ello conscientes o no– el enfoque central
de nuestra visión del mundo y del hombre. Para quien se interesa en
la evolución de la Filosofía en Occidente, el conocimiento del período
LEXICO TÉCNICO DE FILOSOFÍA MEDIEVAL 20

medieval es, pues, imprescindible, no sólo porque, al igual que la Natu-


raleza, la Historia no admite saltos, sino también porque, parafraseando
a Gilson, no nos desharemos del pasado que nos constituye mediante el
fácil trámite de ignorarlo.
Se trata de un pasado vivo, cuya riqueza es todavía hoy, aun para
tantas personas cultas, insospechada. Y lo es, entre otras cosas, por las
dificultades que presenta su acceso. En tal sentido, los textos filosóficos
medievales se asemejan a las castañas de la Europa en la que también
ellos florecieron: son nutritivos, pero muchas veces, aunque no siempre,
ásperos por fuera; por momentos, hirsutos. Es esa dificultad –sobre to-
do, la que proviene de los tecnicismos que son propios de su preciso la-
tín– la que este trabajo quisiera ayudar a superar.
Desde el punto de vista de la autora, su resultado deja un cierto sa-
bor amargo: es consciente –lo reitera– del hecho de que ningún cole-
ga especialista en un tema determinado encontrará satisfactorios los ar-
tículos que más le interesen. El medievalista sabe o, por lo menos, sos-
pecha todo lo que no ha podido transmitir, los matices de los que de-
bió prescindir en pro de la síntesis. Pero particularmente si, como en es-
te caso, ha dedicado gran parte de sus esfuerzos a la docencia, también
sabe que lo esencial de esa función es incitar a ejercer la más humana de
las actividades: la de pensar dialécticamente, con los otros. Mejor aún si
de esos otros nos separan tantos siglos, puesto que la diferencia entre sus
categorías y las que hoy manejamos nos obliga a ampliar nuestro ho-
rizonte mental, a ensayar el esfuerzo de imaginar otra perspectiva. Ese
ejercicio apasionante de libertad y de imaginación se ha de completar
con el rigor de la precisión exigida especialmente por los autores medie-
vales a todo aquel que quiera acompañar su paso. Es posible que quien
lo intente no se sienta seducido al principio por tal disciplina. A cambio
de la seducción inicial que se da de manera tan frecuente y tan justifi-
cada con los filósofos de la Antigüedad, los de la Edad Media proponen
una serena y sólida amistad, de las que se van anudando lentamente.
De lo que se trata, pues, es de comenzar a construirla. Como toda
amistad, sólo puede fundarse en la escucha reiterada y atenta de la pala-
bra del amigo a quien se intenta conocer mejor. Este Léxico quiere ayu-
dar a comprender esa palabra, ese lenguaje; pero en ningún caso se pro-
21 SILVIA MAGNAVACCA

pone reemplazar lo insustituible del diálogo personal con los textos. Por
el contrario, desea convertirse en una puerta entreabierta hacia ellos, al
allegar claves de lectura que después serán afinadas en la insoslayable fre-
cuentación personal de las obras. Respecto de éstas, y dado que se pre-
tende abrir pistas, en muchos artículos sólo se indican unas pocas, por-
que ellas, a su vez, remitirán al lector a lugares paralelos o a otros textos
con los que su autor polemiza. Por eso, se prefirieron escritores como
Agustín de Hipona y Tomás de Aquino, ya que representan los momen-
tos de síntesis de la Patrística y la Escolástica, respectivamente. Se optó
también por aquellos títulos de obras plenas, a su vez, de remisiones, en
las que –como en la Suma Teológica de Tomás– no sólo culmina el trata-
miento de un determinado problema en la plenitud del siglo XIII, sino
que también se resume su evolución histórica. Precisamente por respe-
to a esta última, no pocos artículos comienzan indicando sucintamente
qué rasgos antiguos recupera la Edad Media en la noción de la que cada
uno trata, o terminan sugiriendo cómo ella se modifica en la transición
hacia la Modernidad. De esta manera, se procuró subrayar la especifici-
dad del pensamiento medieval. Por otra parte, quizá se considere que la
lista de entradas excede el ámbito filosófico; en este sentido, se ha de te-
ner en cuenta lo señalado más arriba, y se ha de recordar, además, que la
noción de Filosofía en la Edad Media era mucho más amplia que en la
actualidad y que la comprensión de sus textos exige muchas veces la de
voces ajenas a los tecnicismos que hoy llamamos “filosóficos”. En todos
los casos, aun sacrificando salvedades, se ha buscado la concisión y, a la
vez, una articulación interna lo más clara posible; de ahí que los artícu-
los correspondientes a palabras complejas y fundamentales, como ratio,
sólo registren las acepciones más generales: en primer lugar, abordar to-
dos los matices hubiera redundado en una extensión excesiva; en segun-
do término, al proporcionar al lector los distintos planos semánticos en
los que se manejó el concepto en cuestión, se le da un indicio para de-
terminar el significado exacto que puede adquirir en un pasaje según su
contexto. Con todo, no se ha podido ni querido prescindir de constan-
tes remisiones externas. Se trató así de reflejar la sistematicidad y cohe-
rencia del edificio conceptual del Medioevo. A este objetivo también
obedece la decisión de incluir un apéndice con las sentencias, sobre cu-
LEXICO TÉCNICO DE FILOSOFÍA MEDIEVAL 22

yas características se extiende la correspondiente introducción. Baste se-


ñalar aquí que ellas muestran la vinculación que guardan entre sí los pi-
lares de ese edificio, es decir, los conceptos fundamentales de la filoso-
fía medieval: las sentencias los enlazan diseñando una suerte de plano
de tan colosal construcción. Al introducir las sentencias, nos hemos de-
morado algo más en el estilo del latín medieval. La palabra –conviene
recordarlo una vez más– es el ethos del hombre. Por eso, internarse en
un mundo lingüístico es adentrarse en los vericuetos de esa morada, sa-
biendo, no obstante, que la palabra siempre se detiene en el umbral del
ser; no hace presa de las cosas: remite a ellas.
Desde esa fuente de inspiración que fueron las Etimologías de Isi-
doro de Sevilla, los mismos maestros medievales emprendieron labo-
riosamente la redacción de léxicos, llegados hasta nosotros como testi-
monio apretado y precioso de su visión de la realidad. Como la de Isi-
doro, nuestra época asiste al cierre de un ciclo histórico y a la doloro-
sa apertura de uno nuevo. Es en esos momentos cuando se imponen las
tareas de síntesis, de revisión de lo que ya concluye y de las etapas an-
teriores que llevaron a tal desenlace, con el objeto de capitalizarlas en
una renovada energía intelectual consciente de sí. De ahí las observacio-
nes que, en sus prólogos, expresan los glosarios de Hugutio, Brito, Pa-
pías. El pasaje de este último autor, que se ha elegido como epígrafe pa-
ra esta Presentación, atiende más a las intenciones que animaron su tra-
bajo y a las circunstancias que lo rodearon. A ellas, pues, en las concer-
nientes al nuestro.
Fruto de un esfuerzo que no ha podido ser continuo, este Léxi-
co se ofrece, en suma, como aporte, no a especialistas que ciertamen-
te no desconocen los vocabularios específicos, sino a estudiosos y estu-
diantes. De hecho, en mis años de formación, eché de menos tener a
mano un instrumento sencillo, de estas características, que oficiara de
brújula en la selva de textos aparentemente desalentadores por su com-
plejidad. Quien fuera mi maestro de Escolástica y un profundo cono-
cedor de ella, el Profesor Omar Argerami, de la Universidad de La Pla-
ta, me sugirió entonces redactar una lista de términos clave con las co-
rrespondientes definiciones. Paulatinamente, ellas me fueron abriendo
23 SILVIA MAGNAVACCA

a la “gran claridad” de la Edad Media. Cuando, a lo largo de la activi-


dad docente en esta especialidad, advertí que en los alumnos se reite-
raban mis dificultades de los comienzos, resolví poner a su disposición
esas páginas borroneadas que los años, las lecturas y las permanentes co-
rrecciones habían multiplicado hasta el límite de lo manejable.
Sé que son incontablemente perfectibles. No abandono la esperanza
de nuevas enmiendas, cuyas sugerencias espero lleguen a través del edi-
tor, Pedro Miño, cuyo espíritu de empresa lo hace merecedor de su her-
moso oficio. Pero, citando a Alfonso Reyes, Borges escribió alguna vez
que lo malo de no publicar los trabajos estriba en que se va la vida en
corregirlos. A propósito de libros, quiero mencionar aquí al personal de
la biblioteca humanística de la Università degli Studi di Firenze, en espe-
cial, a Margherita Loconsolo, que me ha allanado el acceso al material
bibliográfico necesario para la revisión de este Léxico.
Mi agradecimiento va también a los alumnos de la Universidad de
Buenos Aires, quienes –en la inmensa mayoría de los casos, sin saber-
lo– me incitaron a hacer esta invitación al pensamiento de la Edad Me-
dia. Pero, sobre todo, quiero expresar mi gratitud a discípulos y colabo-
radores de la cátedra de Filosofía Medieval de la UBA, especialmente, a
Carla Llopis, que lidió con los originales; a Antonio Tursi, que es tam-
bién latinista, y a Julio Castello Dubra: ambos contribuyeron, además,
con algunos artículos, seguramente los más logrados. Por su parte, Dia-
na Fernández se distrajo de su pasión agustiniana para acceder a revisar
este Léxico, corrigiendo con toda paciencia sus numerosas imperfeccio-
nes formales. La mención de Ana Mallea, artesanal traductora, se impo-
ne por sus valiosas sugerencias y su permanente colaboración. Ineludi-
ble es también nombrar a mi colega y amigo, José Emilio Burucúa, un
intelectual que honra a su país, y cuya vasta cultura sólo es comparable
con su generosidad. La última mención es para la que alguna vez fue mi
discípula, de la que ahora aprendo como colega –de hecho, los térmi-
nos relativos al vocabulario cusano son de su autoría– y sin cuyo inteli-
gente apoyo no me hubiera decidido a culminar esta tarea: para Clau-
dia D’Amico.
La memoria de mi padre, de quien espero haber heredado al menos
en parte la capacidad de trabajo, me acompañó y me sostuvo a lo largo
LEXICO TÉCNICO DE FILOSOFÍA MEDIEVAL 24

de estos años. Para María Antonia, mi madre, y para Cecilia, mi herma-


na, junto con mis disculpas por las horas de compañía escamoteadas en
el transcurso de esta obra, mi admiración por la calidad humana de am-
bas, y mi profundo, gozoso afecto.

Silvia Magnavacca
Buenos Aires, otoño de 2005
27

A
A
A. Como primera vocal de la palabra
cuando, dados o supuestos antece-
affirmo, se usó en Lógica para indi-
dentes idénticos, se infieren idénti-
car la proposición universal afirma-
cos consecuentes. Por ej., si X, co-
tiva. Su carácter, como el de la vo-
mo político, tiene el deber de velar
cal E (véase), que señala la univer-
por el bien común, Y y Z, en cuan-
sal negativa, aparece sintetizado en
to que son también políticos, tie-
el verso de Pedro Hispano: “A affir-
nen el mismo deber. En cambio, se
mat, negat E, sed universaliter am-
demuestra a c. cuando, supuestos
bae” (Summ. Log., 1, 21 y 4, 18).
antecedentes contrarios, se infieren
Otra formulación tradicional de lo
consecuentes contrarios. Por ej., si
mismo es “Asserit A, negat E, verum
X, que está en uso de sus faculta-
generaliter ambo”. Recuérdese que
des mentales, es civilmente respon-
en todos estos casos se deben em-
sable, Y y Z, en cuanto dementes,
plear las mayúsculas.
no lo son. Si bien estas clases de de-
a-ab. 1. Preposición de ablativo, a la mostración abundaron en la prác-
que se añade la letra b ante vocal o tica jurídica durante la Edad Me-
consonante líquida. Puede referirse dia, no es infrecuente encontrar-
a: 1. lugar: en este orden, señala, ya las también como formas de argu-
sea en sentido real o figurado 1.1. mentación filosófica.
punto de partida; 1.2. lugar desde
a digniori. Es término equivalente de
donde; y, sobre todo, origen o pro-
a potiori (véase). Algunos autores,
cedencia, como en la expresión ab
como Buenaventura, lo prefieren
alio. También puede indicar la ac-
a este último. Así, señala, por ej.,
ción de 2. apartarse, como en de-
“Denominatio debet fieri a d.; di-
terrere a peccato. 3. tiempo a partir
cendum quod non est verum, nisi in
del cual, como en ab initio; 3. indi-
eo, in quo illud, quod minus dignum
ca la persona de quien se solicita al-
est, conformatur digniori” (In I Sent.
go, como en petimus a magistro; 4.
XIV, q.1, a.1).
con verbo en voz pasiva, introduce
al agente, por ej., a Deo creatum; 5. a fortiori. Esta expresión, que se suele
tampoco es infrecuente que aluda a traducir por “tanto más”, determi-
una causa. Cualquiera de estos dos na una forma de razonamiento. Tal
últimos sentidos, sólo discernibles determinación puede ser genéri-
por el contexto, se encuentra en la ca o específica. En el primer senti-
expresión a Deo creatum. do, una argumentación se denomi-
na a f. cuando uno o varios de sus
a contrario. Esta locución, así como
enunciados refuerzan la verdad de
a pari, designa formas opuestas de
la proposición que se intenta pro-
demostración. Se demuestra a pari
bar; por ej., “si los animales supe-
a pari 28

riores se adaptan a la naturaleza, a ciones clásicas, hechas por género


f. también puede hacerlo el hom- próximo y diferencia específica, lo
bre”. En este uso general, el argu- a p. está dado en esta última. Ejem-
mento a f. no se considera probato- plo típico al respecto es la del hom-
rio en sí mismo, sino que apunta a bre como animal “rationale”. En
la verosimilitud, añadiendo una ra- otros términos, la definición o aun
zón a lo sostenido, con el objeto de la denominación a p. es la que se
neutralizar posibles objeciones. En hace ab illo quod est principalius. To-
su sentido más específico, y de ma- más de Aquino recuerda su origen
yor fuerza demostrativa, indica un aristotélico en S.Th. I-II, q.25, a.2,
razonamiento comparativo y tran- ad 1. Conviene advertir, con todo,
sitivo, del tipo “A es mayor que B; que si bien esta clase de denomina-
B es mayor que C; a f. A es mayor ción o definición se toma del acto
que C”. No se ha de confundir con de la cosa denominada o definida,
a potiori o a digniori (véanse). lo a p. no debe contradecir aquello
que se encuentra en lo denomina-
a pari. Cf. a contrario. do o definido; por ej., el hecho de
a parte ante-a parte post. Locuciones que se indique que el hombre es ra-
muy usadas durante la Escolástica, cional no significa que sea un pu-
aluden, respectivamente, a lo que ro espíritu.
antecede y a lo que sucede a algo. a priori-a posteriori. Las nociones a
Así, por ej., un cuerpo, que ha si- las que aluden estos términos –o
do generado y que es corruptible, sus equivalentes griegos– se origi-
tiene un término a p.a. y a. p.p.; nan en la Antigüedad y, atravesan-
en cambio, el alma humana, que se do la Edad Media, llegan y se afir-
concibe creada pero inmortal, tiene man en el pensamiento moderno y
un límite a p.a. pero no a p.p. contemporáneo, en el que son más
a parte rei-a parte mentis. Expre- frecuentes. Con todo, en cada una
siones escolásticas que caracteri- de estas etapas adquieren matices
zan la consideración que se hace específicos. En el pensamiento an-
teniendo en cuenta la realidad o tiguo, la distinción entre lo prime-
el pensamiento referido a ella, res- ro y lo posterior se refería sobre to-
pectivamente. En Duns Escoto, en do a la naturaleza misma de las co-
particular, a p.r., o, como también sas y, consecuentemente, a la del
se la llama, ex natura rei, refiere a conocimiento. La Edad Media –en
una clase una distinctio (véase dis- particular, durante la Escolástica–
tinctio, in fine). retomó esta relación, haciendo hin-
capié en el aspecto epistemológi-
a perfectiori. Cf. a potiori. co de esta distinción. Así, se pres-
a posteriori. Cf. a priori. tó atención al pasaje aristotélico de
An. Post. I, 2, 72a 1 y ss, donde el
a potiori. Equivalente de a digniori o a Estagirita establece la siguiente di-
perfectiori, esta expresión indica la ferencia: por un lado, señala lo que
definición que se hace consideran- es absolutamente anterior y más
do lo más noble, digno o perfecto cognoscible, en el sentido de más
de la cosa definida. En las defini- digno de ser conocido, aunque su
29 a se

conocimiento sea más arduo en la –y gnoseológica– de este binomio,


medida en que está más alejado de ateniéndose a la originaria acota-
la sensación; por otro, lo que es an- ción del Estagirita sobre el tipo de
terior para nosotros, es decir, aque- conocimiento que no depende de
llo que, por estar más próximo a la la experiencia y el que sí depende
experiencia sensible, viene primero de ella. A partir de esto, a priori-a
en el orden natural de nuestro co- posteriori pasó a aludir a la distin-
nocer. De esta manera, lo universal ción entre tautologías y verdades
corresponde al primer término de empíricas. Para otros aspectos, véa-
la distinción, y lo particular al se- se in signo priori-in signo posteriori.
gundo. Esto es lo que los autores
escolásticos denominaron, en rea- a quo-ad quem. Propias de la termi-
lidad, “nota per se” y “nota quoad nología escolástica, estas dos expre-
nos” (véanse), respectivamente. siones presentan una acepción pun-
Desde Alfarabi en adelante, la fi- tual y significados más amplios. En
losofía medieval árabe aplicó es- sentido estricto, señalan un movi-
ta distinción a los procesos demos- miento local y designan, respec-
trativos, de modo que las presentes tivamente, el punto de origen y
expresiones diferenciaron entre las aquel al que se tiende en dicho mo-
demostraciones que van de la cau- vimiento. En sentido lato, indican
sa al efecto y las que proceden a la aquello en lo que algo se origina,
inversa, habiéndose denominado a como la causa agente o la material
la primera “propter quid”, y a la se- o aun el sustrato, y aquello hacia
gunda “quia” (véanse). lo que se dirige, como la causa for-
Fue Alberto de Sajonia quien re- mal o la final. Así, por ej., Tomás
emplazó los términos recién men- de Aquino escribe que lo que indi-
cionados por los que nos ocupan. ca la perfección de una acción de-
En su comentario al texto de Aris- pende de su terminus ad quem, da-
tóteles, subraya que la demos- do que cuanto más perfecto es és-
tración que va desde las causas al te tanto más perfecta será la acción
efecto se llama “a priori” o “prop- que hace pasar algo de un término
ter quid” y es demostración perfec- a otro. Por eso, la mutación sustan-
ta que hace conocer la razón por la cial es más perfecta que la acciden-
que el efecto es. En cambio, la que tal (cf. S.Th. I, q. 45, a. 1 ad 3).
procede desde los efectos a las cau- a se. Entre los matices de la preposi-
sas se llama “a posteriori” o “quia” y ción latina a-ab (véase, esp., 1.2.
no la considera perfecta (cf. In An. y 5), figuran los de procedencia y
Post. I, q. 9). Ockham confiere un causa. La literatura filosófica me-
particular tratamiento al tema en dieval reservó el término a se única-
Summa Log. III, 2, 12-17. mente para Dios, señalando así que
La significación asignada por Al- –a diferencia de los entes, que son
berto de Sajonia perdura hasta ab alio (véase), es decir, a causa de
el siglo XVII. Desde entonces, el otro– Él no puede proceder o ser
pensamiento moderno, en especial causado por otra cosa más que por
con los empiristas ingleses, se remi- sí mismo. De lo contrario, habría
tió a la significación más genérica una causa igual o superior a Dios
a simultaneo 30

y, entonces, Él ya no sería tal. La mento a s. es el que utiliza Ansel-


imposibilidad de que Dios sea efec- mo d’Aosta para probar la existen-
to de otra cosa se funda en el axio- cia de Dios, en los capítulos inicia-
ma escolástico que dice que la cau- les de su Proslogion. Tal argumento
sa es anterior –siempre en sentido consiste en que, aceptada una cier-
metafísico– al efecto; de ahí que se ta noción de Dios –la que lo en-
haya acuñado aun el vocablo asei- tiende como “aquello mayor que lo
tas para aludir a esa condición ex- cual nada puede ser pensado”– An-
clusiva de lo divino. La necesidad selmo deduce de ella la necesarie-
del neologismo obedece al hecho dad de su existencia real. Pero pa-
de que los escolásticos, al contra- ra ello “Dios” y “aquello mayor que
rio de los modernos, se negaron, en lo cual nada puede ser pensado” se
general, a emplear la expresión cau- han de considerar convertibles, lo
sa sui referida a Dios, puesto que el cual constituye uno de los puntos
mismo nombre de “causa” supone esenciales en los que radica la vali-
un efecto y, así, se estaría dado lu- dez del argumento como probato-
gar a una suerte de desdoblamiento rio de la existencia divina. Precisa-
incompatible con la absoluta sim- mente este argumento es a s. por-
plicidad divina. que la noción de Dios que se ma-
neja en él no se obtiene por deduc-
a simultaneo. Esta expresión provie- ción de alguna causa, ni se toma
ne del adverbio simul (véase), cu- de un hecho de experiencia (véa-
yo sentido general es el de “jun- se a posteriori). Desde el punto de
tamente”, “al mismo tiempo”, “a vista lógico, la prueba a s. tiene lu-
una”. Tales significados, que no son gar cuando el término medio no es
idénticos, hacen que se la haya po- ni anterior ni posterior a la conclu-
dido entender en dos sentidos fun- sión, sino que ambos son simultá-
damentales: 1. como simultanei- neos. La cosa se demuestra por su
dad temporal; así son simultáneas esencia, traducida en su noción, o
dos cosas que se generan al mis- por un predicado que, en rigor, no
mo tiempo, es decir que ninguna es ni causa ni efecto suyo. Los au-
de ellas es anterior ni posterior a la tores modernos han reemplazado,
otra. 2) como simultaneidad de na- en general, la expresión a s. por el
turaleza; en este sentido son simul- término a priori.
táneas a) las cosas que comparten
el mismo género, y b) las que son a vilitate. Este término califica un pro-
convertibles entre sí sin que ningu- cedimiento de interpretación –por
na de ellas sea causa de la otra, co- así decir, prudente– de la Sagra-
mo algo bello y algo bueno: si algo da Escritura. Mediante él se justi-
es bueno, es bello, y a la inversa. fica la lectura alegórica de sus figu-
La simultaneidad también se ha ras, las cuales, por su carácter sim-
usado como principio de argumen- bólico y, por ende, en primera ins-
tación, específicamente, en el se- tancia, hermético, defienden a v.,
gundo significado de los aquí men- es decir, de la comprensión inade-
cionados y, más específicamente cuada, superficial y, en consecuen-
aún, en el b). El caso más conoci- cia, errónea. Así pues, la expresión
do –y el más discutido– de argu- a v. remite a la intención –percepti-
31 abductio

ble en un texto– de proteger el dis- (véase abditum mentis). Con todo,


curso sobre Dios. en la mayor parte de sus vías pa-
ra el conocimiento de Dios, Agus-
ab alio. Indica en el ente su proceden- tín invita a trascender aun la pro-
cia de algo distinto de él. Por en- pia alma –que es creada y, por tan-
de, hace alusión a la dependencia to, inferior a lo divino– para ele-
ontológica del mismo. Toda sus- varse hacia lo ontológicamente su-
tancia adolece de tal dependen- premo, o sea, hacia el Creador mis-
cia de una causa anterior, desde el mo. Así va, precisamente, de lo in-
momento en que no es Dios, único ferior a lo superior. Esta ascensión
del que se puede predicar el carác- traduce, pues, el movimiento de la
ter opuesto de ser a se (véase). Así extensio (véase).
pues, el binomio a se-ab alio alude
a una relación, por así decir, verti- abalietas. Neologismo que indica el
cal, mientras que el binomio in se- carácter o condición de ab alio
in alio (véase) señala una relación (véase) propia de la sustancia.
horizontal.
abditum mentis. En el pensamien-
ab exterioribus ad interiora. Expre- to de Agustín de Hipona, esta ex-
sión que, aunque no es exclusi- presión, que alude al plano más
va de Agustín de Hipona, adquie- profundo del alma, está relaciona-
re un particular relieve en su pen- da con la doctrina de la memoria
samiento. Siguiendo, por una par- Dei. En efecto, el hiponense sos-
te, la inspiración paulina de Rom. I, tiene la trascendencia de Dios en
20 y, por otra, el método ascensio- el alma humana, a la que Él ilu-
nal de Plotino, el hiponense se pro- mina y enseña. Pero el “recordar” a
pone, como primera etapa en el ca- Dios, propio de la memoria Dei, no
mino de acceso a Dios, sustraerse es aprehenderlo como una imagen
a la dispersión del alma en lo que pasada, sino volverse a la luz inex-
es exterior a sí misma (véase disten- tinguible de su presencia perpetua
tio), para concentrase sobre su pro- en el alma. Se trata, pues, de un ca-
pia interioridad (véase intentio). so único de la omnipresencia divi-
Esto significa ir de lo visible a lo in- na en las cosas, ya que es el solo ca-
visible. Sin embargo, la búsqueda so en que la criatura puede hacerse
no termina allí, ya que, en una se- consciente de la presencia del Crea-
gunda instancia, el alma habrá de dor. Esta última toma de concien-
elevarse por sobre ella misma, in- cia tiene lugar justamente en la abs-
ferior a Dios (véase ab inferioribus trusior profunditas nostrae memo-
ad superiora). riae (De Trin. XV, 4, 40), es decir,
in abdito mentis (Ibid. XIV, 7, 9),
ab inferioribus ad superiora. Es és- la dimensión oculta y más honda
ta una expresión particularmente del espíritu.
importante en la doctrina agusti-
niana. Según ella, toda considera- abductio. Con este vocablo se indica
ción sobre el mundo remite al al- un procedimiento de prueba in-
ma que reflexiona (véase intentio), directa, de carácter demostrativo
en cuyo plano más profundo se en- imperfecto. Su antecedente anti-
cuentra la perenne presencia divina guo está en Aristóteles, Top. VIII,
abesse 32

5, 159b 8 y 160a 11 y ss. Se ca- abnegatio. Respondiendo a su origen


racteriza por ser una estructura si- –ab-negatio, negar algo de o desde
logística en la que la premisa ma- una cosa– la palabra a. expresa, en
yor es evidente, pero la menor só- su sentido lato, toda forma de pri-
lo es probable. De todos modos, vación (véase privatio). En su senti-
tal probabilidad es más fácilmen- do estricto, se suele utilizar para in-
te aceptable que la conclusión; por dicar la privación, padecida por un
eso, se trata de un procedimien- ente material, de una forma deter-
to dialéctico que carece de apodic- minada. Así, es frecuente el uso de
ticidad. Un ejemplo es: “El cono- este término en las obras escolásti-
cimiento se puede enseñar; la vir- cas concernientes a la filosofía de la
tud es un conocimiento; luego, la naturaleza y, en particular, los co-
virtud se puede enseñar”. En este mentarios a la aristotélica. Alberto
caso, lo que no es evidente ni está Magno, por ej., emplea la voz que
aún probado es que la virtud sea un nos ocupa con este último signifi-
conocimiento; de ahí que la a. pue- cado en Phys. I, 3, 13.
da generar, a partir del silogismo en
el que aparece, otra cuestión. Este absolute. Este adverbio aparece en dos
sustantivo se emplea también en modalidades: 1. indicando un mo-
su forma verbal: en efecto, se dice do de ser; 2. señalando una pers-
que de la cuestión “an virtus possit pectiva o punto de vista. Para 1.,
disci” abdicitur a la de “an virtus sit la primera modalidad, remitimos
scientia”. al artículo absolutum. 2. En lo que
concierne a la segunda, a. alude a
abesse. En contexto filosófico, este atributos tomados incondicional-
verbo presenta dos acepciones muy mente. Con todo, en este sentido,
diferentes: 1. según una de ellas, asume una variedad de significados
equivale a la expresión “ser negado” según el término al que se lo con-
algo de algo, así como adesse signi- traponga. Las principales distin-
fica el afirmar algo de algo. Ambos ciones que se establecen a propósi-
términos forman parte de la carac- to de esta palabra son las siguien-
terización que Porfirio ofrece del tes: 1. a.-accommodative: un atribu-
accidente: “adesse et a. accipiuntur to pertenece a. a una especie cuan-
pro affirmari et negari” (Exp. Aurea do corresponde indistintamente a
28 d). 2. Otra acepción es la que le todos los miembros que la com-
asigna Nicolás de Cusa, para quien ponen, por ej.: “Todos los hom-
no se yuxtaponen el ser de Dios y bres son vertebrados”; en cambio,
el de la cosa finita; por el contra- si el atributo no pertenece a todos
rio, este último no es un ser dife- los individuos de la especie o perte-
rente del divino, sino el mismo ser nece a ellos sólo en virtud de cier-
divino que existe de manera, por ta relación, se dice que les convie-
así decir, derivada. Esta clase de ser ne accommodative, por ej., “Todos
es precisamente lo que el Cusano son sobrinos de Pedro”. 2. a.-com-
llama a. Para referirse a lo mismo, parative: un atributo pertenece a. o
Eckhart hablaba de exsistentia o de simpliciter a un sujeto cuando con-
exstantia. viene a este último considerado en
sí mismo y sin referencia a ningún
33 absolutum

otro, como el ser algo le pertenece mo o lo que es por sí mismo. Por


a la criatura en cuanto tal; mientras ello traduce el kath’autó griego. De
que puede no convenirle al mismo esta manera, señala en la forma ad-
sujeto comparative; así, el ser algo verbial absolute un modo de ser; en
no le pertenece a la criatura, si se la forma sustantivada que nos ocu-
la compara con Dios, puesto que pa, aquello que es según ese modo,
en ese caso es más bien nada. 3. a.- es decir, lo que tiene la condición
connotative: dos términos difieren de ser absoluto. Esto se asimila a lo
a. cuando significan cosas distin- separado o desligado de cualquier
tas, como hombre-cosa, y se distin- otra cosa (ab alio solutum). Por tan-
guen connotative cuando, aludien- to, se equipara con lo independien-
do a lo mismo, uno de ellos con- te o, mejor aún, lo incondiciona-
tiene una relación de la que el otro do. Obviamente, lo central en ca-
término carece como Dios-Crea- da autor que haya abordado el te-
dor. 4. a.-dependeter: en este caso, ma radica en establecer su natura-
a. señala la completa independen- leza. En este sentido, la evolución
cia de una cosa respecto de otra, del pensamiento medieval, identi-
ya sea en el orden ontológico, éti- ficando lo Absoluto con Dios, pre-
co o lógico, en tanto causa prime- senta tres grandes momentos: el
ra que siempre se ha de entender período patrístico, el escolástico y
como incausada, mientras que de- el tardo-medieval. En la Patrística,
pendeter indica el hecho de que la Agustín de Hipona reafirma el ca-
realidad subordinada no se puede rácter absoluto de Dios, subrayan-
dar sin la subordinante, por ej., al- do su radical trascendencia me-
go en cuanto creado se asume de- diante el análisis de la noción de
pendeter. 5. a.-hic et nunc: la dife- creación en cuanto contrapuesta al
rencia alude a la determinación, emanacionismo (cf. De Gen. contra
o falta de ella, respecto del aquí y Man. I, 2, 4).
ahora; en tal sentido, los principios En el germen de la Escolástica,
lógicos, por ej., valen a., en tanto suele aparecer como adverbio; por
que su vigencia trasciende el condi- ej., Anselmo de Canterbury se re-
cionamiento espacio-temporal; no fiere al ser divino como “simplici-
así, por ej., un criterio propio de la ter et perfecte et absolute esse” (Mon.
moralidad. 6. a.-hypothetice: la dis- 28). En el período central de la Es-
tinción concierne al hecho de afir- colástica, se tiende a vincular el tér-
mar una realidad con independen- mino con la noción de perfección;
cia de que se verifiquen determina- así, por ej., Tomás de Aquino habla
das condiciones para que aquélla se de la “perfectio absoluta” de Dios, ya
dé, o bien al de establecer la nece- que sólo en Él se halla el bien total
sidad anterior de ellas para que eso y esencialmente (cf. S.Th. II-II, q.
tenga lugar. 184, a.2). Durante este período se
prestó particular atención al trata-
absolutum. Compuesto de ab y sol- miento de lo a. En tal sentido, y en
vo, etimológicamente este térmi- general, se coincide en afirmar que,
no significa “libre de lazos”. Abso- si bien, por definición, lo a. es en sí
luto es, pues, lo que no depende de anterior a lo relativo, desde el pun-
otra cosa, lo que se basta a sí mis-
abstractio 34

to de vista del conocer humano es no de Dios mismo en cuanto ab-


posterior. Esto obedece a la vía de soluto; más aún, se insiste en que
abstracción a partir de lo particular únicamente Él posee tal condición.
–que es contingente y, por ello, de- Así, por ej., se lee en Nicolás de
pendiente– propia de la gnoseolo- Cusa: “Solus Deus est absolutus, om-
gía aristotélica que prevalece en di- nia alia contracta” (véase contractio)
cho período. Así, por ej., el mismo (De docta ign.II, 9).
Tomás demuestra la existencia de
Dios como absoluto, por la necesi- abstractio. En cuanto proceso y efecto
dad de explicar lo contingente (cf. del abstrahere (véase), considerare-
S.Th. I, q.2, a.3). En Duns Escoto, mos en este artículo aquello que se
el concepto de lo absoluto está im- abstrae y las distintas clases de abs-
postado en el de la posibilidad de tracción de las que, sobre la base de
algo efectivo simplemente prime- ese criterio, se ha hablado. Desde
ro, posibilidad que significa efec- este punto de vista, en la a. la Esco-
tividad independiente. Estableci- lástica distinguió los siguientes ti-
da ésta, Escoto demostrará luego su pos: 1. a. formalis: es aquella por
existencia en acto (Ordinatio I, d.2, la que se concibe una esencia co-
nn. 43-53-57-58). En las obras no- mo forma determinante de un en-
minalistas, a. no puede sino adqui- te particular, por ej., la belleza que
rir un tratamiento especial, dado el hace ser hermosa a una escultura.
centro que en ellas ocupan los tér- Es a., en la medida en que pres-
minos. De hecho, Guillermo de cinde de la materia; es formalis, en
Ockham sólo aplica esta palabra a cuanto lleva a concebir lo abstracto
los conceptos. Denomina “concep- como la forma de una materia en
tos absolutos” a todos aquellos que un individuo. Este tipo de abstrac-
significan bajo el mismo término ción fue elaborado hasta establecer
y de la misma manera todo lo que en ella tres grados. 1.1.: la a.f. pro-
significan, es decir, que no signifi- pia de la física, en la que se consi-
can algo de manera principal y otra deran los objetos aparte de su ma-
cosa de manera secundaria; por ej., teria signata (véase materia), pero
el concepto de animal no se refiere concibiéndolos todavía en su ma-
a los bueyes de manera principal y teria sensible propia, de modo que
a los hombres de manera secunda- lo que queda descartado es el con-
ria, sino a ambos en el mismo sen- junto de las particularidades indi-
tido e igual medida. El término a., viduales y contingentes, por ej., el
que siempre tiene definición real y mármol de una escultura o el cuer-
no nominal, puede aludir tanto a po humano; 1.2.: la a.f. propia de
sustancias como a cualidades, por la matemática y que constituye un
ej., albedo (cf. Summa Totius Log. I, segundo grado, en tanto que en ella
10). también se prescinde de la materia
En la última Edad Media, y sob- sensible, quedando así resultantes
te todo en su transición a la Moder- como la cantidad o la extensión,
nidad, la forma en masculino pre- las cuales no pueden existir sin ma-
valece sobre la neutra, ya que no se teria, pero se pueden concebir sin
tiende a hablar de “lo absoluto”, si- ella; y 1.3.: la a.f. propia de la me-
tafísica, grado en el que se conside-
35 abstractum

ran los objetos separados de toda abstractum. Lo abstracto es lo que re-


materia y que pueden no sólo con- sulta del proceso de abstrahere (véa-
cebirse sin ella, sino también exis- se) y por eso significa, en general,
tir sin materia, tales como Dios o la separado. Los escolásticos del siglo
bondad. 2. a. totalis: la abstracción XIII lo estudiaron en 1. el plano
total es el proceso intelectivo en el metafísico, y 2. el lógico y grama-
que se concibe una esencia como tical, aunque muchas veces aborda-
naturaleza universal, dada de he- ron el tema en la relación que se da
cho idénticamente en muchos in- entre ambos órdenes. Así, señala-
dividuos particulares, y que puede ron que los nombres concretos, co-
existir en determinados individuos mo “Sócrates”, se aplican a un ser
posibles. Es a., en la medida en que completo y existente, mientras que
descarta cualquier particularidad los nombres abstractos se pueden
del individuo; es totalis porque, aplicar a cualquier cosa que de al-
aun prescindiendo de la individua- guna manera exista, por ej., “hom-
lidad, permite conocer lo esencial bre”. Ciertamente, la concepción
del ente en conjunto. En otras pa- sobre lo a. se encuentra especial-
labras, es aquel proceso en el que mente en aquellos autores medie-
naturalezas cada vez más universa- vales que siguieron una posición
les se van separando sucesivamen- no sólo gnoseológica, sino también
te de sus propiedades. Mediante es- metafísica de corte aristotélico. De
te tipo de abstracción se obtienen, esta manera, es común la aparición
pues, las nociones propias y deter- de este término en los que sostie-
minantes de las entidades conside- nen un realismo o un nominalismo
radas, como cuando se dice de un moderados; de ahí que hayan con-
hombre que es animal rationale. siderado que lo a. mienta la exis-
Con todo, en sentido estricto y se- tencia de algo de algún modo in-
gún Tomás de Aquino, en metafísi- completo, que no tiene existencia
ca no se abstrae, sino que se utiliza plena, es decir, un esse en el senti-
un método propio que el Aquinate do fuerte de la palabra, mientras
denomina separatio. que las sustancias, individuales, se
En general, Guillermo de Oc- componen no sólo de esencia, sino
kham comparte la clasificación es- también de existencia, esto es, son
colástica de los grados de a. pe- plenamente entes reales. Sólo en
ro analiza en términos que le son Dios son lo mismo y se distinguen
propios lo que se ha llamado la a. en Él únicamente por la razón.
formalis de la metafísica. En efec- Pero la mayor elaboración de este
to, elabora toda una doctrina so- tema se da en el plano lógico y gra-
bre la doble abstracción del intelec- matical entre autores nominalistas
to agente para probar, contra Ave- del siglo XIV como Ockham. Pa-
rroes, que, aun en el caso de que ra éste, por ej., el término a. (véase
las esencias de las cosas estuvieran concretum 2.) comparte con el con-
separadas de la materia, igualmen- creto la misma raíz, pero no la mis-
te tendríamos necesidad de un in- ma desinencia, como en “humani-
telecto agente (cf. In II Sent. qq. 14 tas” y “homo”. Los términos abs-
et 15). tractos pueden designar: 2.1. un
abstrahere 36

accidente o una forma realmente rivar de las sensaciones. Así, admi-


inherente en el sujeto concreto, co- tió en el hombre una suerte de luz
mo en el ejemplo ya señalado; 2.2. intelectual destinada a iluminar las
en algunos casos, el todo respec- imágenes, presentes en el alma, de
to de una parte, como “anima” y los entes corpóreos. De esta mane-
“animado” (cf. Quod. V, q. 9). ra, “abstraer” equivale a elevar al
plano intelectivo la acción de las
abstrahere. Este verbo señala el proce- imágenes. Éstas se conciben co-
so mismo de la abstracción. En sen- mo capaces de imprimir el conoci-
tido lato, a. significa poner aparte, miento inteligible de los elementos
tomar algo, dejando a un lado otra universales y necesarios que conlle-
cosa. Es el proceso por el cual el van, elementos que se dan en los
entendimiento separa de una cosa entes corpóreos de manera concre-
un aspecto que, en la realidad, está ta, singularizada y contingente (cf.
unido a muchos otros. En este sen- De an. III, 8).
tido general, el a. también es apli- En la Edad Media, falta un de-
cable al conocimiento sensible: así, sarrollo del a. en muchos auto-
la vista conoce el color de una ro- res, justamente en los que siguen
sa sin conocer su aroma. En cuan- la línea de primera raíz platónica:
to referido específicamente al pro- Agustín, Escoto Erígena, Anselmo
blema del origen de las nociones de Canterbury, Alejandro de Halès,
(véase abstractio, in fine), el térmi- Buenaventura, Eckhart, Nicolás de
no señala un proceso cognoscitivo Cusa, etc. En cambio, quienes re-
que, en general, se contrapone a las toman la doctrina aristotélica de la
teorías de la intuición o del innatis- abstracción, como Tomás de Aqui-
mo de las ideas. Puede querer de- no, aclaran y definen con precisión
cir “generalizar”, cuando se margi- su significado (cf. S.Th. I, q.79,
nan consideraciones o aspectos es- a.3; qq. 85-86). Con ello también
pecíficos, o también “universali- relevan cuestiones nuevas, como,
zar”, cuando se prescinde de los ca- por ej., la distinción entre el a. ope-
racteres individuales. De ahí que lo rado por el intelecto pasivo y el lle-
abstracto se oponga a lo concreto, vado a cabo por el intelecto activo
y como lo existente es –al menos (véase intellectus), así como del res-
en la tradición aristotélica– indivi- pectivo status de ambos y la rela-
dual, singular y, en el caso de los ción que guardan entre sí. En este
entes corpóreos, concreto, se sigue sentido, el intelecto agente abstrae
que “abstracto” pertenece al ámbito de los phantasmata las especies in-
de valor conceptual. Ante la teoría teligibles: por eso podemos enten-
platónica de la reminiscencia, que der la naturaleza de las especies sin
admitía una intuición de las reali- las particularidades individuales.
dades inteligibles, cuyos caracteres Precisamente, una de las tesis to-
eran totalmente opuestos a los del mistas derivadas de la doctrina de
conocimiento sensible, la tradición la abstracción es la que niega el co-
aristotélica no excluye que el cono- nocimiento intelectual directo de
cimiento intelectual dependa de lo lo corpóreo y particular. En cam-
sensible, debiendo explicar enton- bio, Duns Escoto lo defiende (cf.
ces cómo los conceptos pueden de-
37 abyssus

Op. ox. II, 3, 11, 9), aunque admi- a genere, ut homo abundat ab ani-
te la existencia del intelecto activo, mali his differentiis, quae sunt ratio-
cuya función sería la de concebir el nale, mortale” (Summ. Log. 2.11).
universal como aquello que se da
en un número infinito de indivi- abyssus. En líneas muy generales, la
duos posibles (cf. Quodl. 15, 14). palabra “abismo” suele aparecer en
los contextos 1. metafísico, en el
absurdum. Es absurdo aquello que es que es imagen de lo infinito; 2. re-
inadmisible porque no puede darse ligioso, en donde se usa el térmi-
en la realidad, al escapar a o contra- no para mentar la dimensión del
decir las normas que rigen lo real, infierno y la vida de los condena-
como “árbol incorpóreo”; igual- dos; así, por ej., en la Divina Come-
mente inadmisible, pero por razo- dia de Dante, Inf. IV, 8 y ss., Purg.
nes más acotadas, es lo imposible, I, 46; 3. místico, opuesto al ante-
es decir, aquello que supone con- rior y de uso menos frecuente, aquí
tradicción intrínseca, como “círcu- señala la profundidad insondable
lo cuadrado”. de Dios, como aparece en la misma
Los autores medievales se valie- obra, Par.VII, 94, XXI, 94; 4. gno-
ron de la noción de a. para elabo- seológico, en el que indica lo que
rar un procedimiento de demos- excede el alcance de la razón, co-
tración por vía negativa, al que lla- mo en Purg. VI, 121. Los principa-
maron reductio ad absurdum (véa- les usos son los mencionados como
se ad absurdum y reductio 2.3.), pe- 4 y 2 y encuentran su antecedente
ro también ad impossibilem (véase). más importante en Agustín de Hi-
En ella, dadas dos proposiciones pona, En. in Ps. 41, 8. En este tex-
contradictorias, tesis y antítesis, se to, el hiponense subraya la condi-
prueba lo absurdo o imposible de ción insondable del hombre, cali-
la conclusión a la que se llegaría, si ficándolo precisamente de abismo.
se admitiera la antítesis de lo que Si, en su carácter de libre, el hom-
se sostiene. De esta manera, y por bre optara por el mal, entonces ese
el principio de tercero excluido, se abismo que él es invocaría al otro,
considera probada la tesis. El carác- el infernal: “Homo a. est [...] si ma-
ter indirecto de esta demostración le hic vixerint homines, abyssus abys-
hace que Aristóteles prefiera a ella sum invocat [...] de suplicio ad supli-
la que procede por vía directa, de- cium et de ardore cupiditatis in fla-
nominada “ostensiva” (véase). (cf. mmas gehennarum”. 5. exegético.
An. Pr. II, 11-14, 61a y ss.). En este orden, muchas son las in-
terpretaciones que de hecho y muy
abundare. La primera acepción de es- tempranamente se hicieron del
te verbo es la de “desbordar”. Así, “abismo de las tinieblas” que la Es-
en lógica, se usó para indicar aque- critura menciona al comienzo del
llas notas de la diferencia específica Génesis, como el mismo Agustín
que van más allá de las propias de señala en el libro XII de Confesiones
género, como “racional” respecto y entre las que se destaca la que lee
de “animal” en el caso del hombre. en esta expresión una suerte de in-
Por eso, Pedro Hispano escribe: formitas (véase) que sería condición
“Differentia est, qua abundat species de posibilidad de lo creado.
accentus 38

accentus. Noción empleada en la retó- kham en In I Sent. d.17, q.1. El tér-


rica medieval; se entiende por esta mino a. señala, pues, la aceptación
voz la medida de las sílabas. A tra- del pecador, y aun la de las obras de
vés del acento, el sonido de éstas se quien está justificado como com-
extiende, se acorta o se contrae. En pletamente meritorias. Por eso, esta
el primer caso, se tiene el acento noción suele aparecer en el contex-
acutus; en el segundo, el gravis; en to de las de potentia dei, meritum y
el tercero, el circumflexus. Esto dio gratia (véanse).
lugar al sophisma accenti, que es un
sofisma in dictione. Consiste en in- acceptio. Esta noción se da en tres pla-
ducir a error mediante un cambio nos: 1. en el más general; 2. en el
de acento, es decir, modificando la del lenguaje; 3. en el religioso-mo-
cantidad de sílabas en los paróni- ral. En 1. sentido lato, significa ob-
mos y homónimos. Así, por ej., la tención o aceptación, por ej., la a.
voz latina populus puede significar mundi en la creación; en 2. el orden
tanto “álamo”, cuando su prime- lingüístico, la a. es un término que
ra sílaba es larga, como “pueblo”, si se refiere a términos. Cabe subrayar
dicha sílaba es breve. Un sophisma que en la Edad Media la a. aludió
accenti basado sobre este ejemplo tanto al aspecto de la constitución
sería: “Populus amat fluvios; gens ro- de los mismos como a su significa-
mana est populus; ergo gens roma- do. Así, 2.1. desde el punto de vista
na amat fluvios”, donde, en vir- morfológico, se considera, por ej.,
tud de una pronunciación equívo- la cantidad de sílabas que compo-
ca, se puede hacer concluir que el nen una palabra; por eso, por ej., el
pueblo romano ama los ríos por- carácter de bisílaba forma parte de
que el álamo los ama. Guillermo la a. de “domus”. 2.2. desde el pun-
de Ockham propone el ejemplo de to de vista semántico, en los textos
“Bonum est iustos pendere”, donde medievales, es frecuente la distin-
el significado cambia según que se ción entre la palabra 2.2.1. forma-
acentúe o no la sílaba de (cf. Sum- lis o relativa como las preposiciones
ma Totius Log. III, 4, c.9). y los pronombres, y 2.2.2. absoluta,
como los sustantivos y adjetivos.
acceptatio. Vocablo concerniente a A su vez, la a. de los términos ab-
la teología, frecuente, en particu- solutos puede ser 2.2.2.1. propria,
lar, entre los autores nominalistas, como la que entiende “domus”, es
señala un acto divino: aquel por decir, “casa” en cuanto construc-
el cual, libérrima y misericordiosa- ción material para la habitación del
mente, Dios concede al hombre la hombre, o 2.2.2.2. tropica o figu-
posibilidad de la vida eterna, que rata, como la que alude a “domus
no compete por derecho natural Patris”, la Casa del Padre en cuan-
ni a éste ni a ninguna criatura. El to Paraíso.
ser que recibe este don se torna así En el 3. plano religioso, la a. per-
en acceptus Deo, criatura agradable sonarum, la acepción de personas,
a Dios y destinada a la vida eter- es la preferencia mostrada arbitra-
na, como en el caso de los niños re- riamente hacia una o más personas
cién bautizados. Tal es el ejemplo entre las demás. En este sentido, se
propuesto por Guillermo de Oc- considera una falta moral, puesto
39 accidens

que su carácter arbitrario la opone aspectos. Así, por ej., en la carta a


a la justicia distributiva: recuérdese Can Grande della Scala, que la tra-
que la igualdad de ésta consiste en dición atribuye a Dante Alighieri,
dar cosas diversas a diversas perso- se lee efectivamente que seis son las
nas, proporcionalmente a sus res- cosas que hay que indagar al prin-
pectivas dignidades. Los textos teo- cipio de cualquier obra doctrinal:
lógicos medievales, sobre la base de el tema, el autor (agens), la forma,
lo que se lee en San Pablo, Rom. 2, la finalidad, el título y el género fi-
11, suelen negar explícitamente a. losófico (genus philosophiae) (cf.
personarum en Dios. De esta mane- Ep.X, 6).
ra, por una parte, enfatizan la jus-
ticia retributiva divina; por otra, accidens. En el sentido más general,
y complementariamente, advier- “accidente” es todo lo que sobre-
ten contra una confianza exclusiva viene a un subiectum (véase), mo-
y negligente en la misericordia de dificándolo en alguna medida. Aun
Dios, por ej., Gregorio de Rímini. en su etimología, el término sugie-
re lo prescindible, ya que provie-
accessio. Término que es sinónimo de ne de accedo, “añadirse”, pero tam-
accretio (véase), pero menos usado bién “ser accesorio”. El a. no es en
que este último. sí, sino en otro (véase in alio). Ese
otro es la sustancia, por tanto, el es-
accessus. Esta voz concierne al méto- se del accidente es relativo al de la
do de introducción y de abordaje sustancia, su ser consiste en inhe-
a los autores y sus obras, emplea- rir en ella; de ahí que se diga a. esse
do en la Antigüedad tardía y en la est inesse: “el ser del accidente es in-
Edad Media. Por eso, es frecuen- herir”, lo cual significa que el acci-
te encontrarla en la expresión a. ad dente no es ens, sino entis. Por todo
auctores. Cuando se trata de la pri- ello, la definición propia de a. no
mera aproximación, la menciona- es “aquello que está en un sujeto”,
da introducción consideraba, ca- sino “aquello a cuyo ser le compe-
nónicamente, los siguientes pun- te estar en otro”, ya que no todo
tos: vita poetae, titulus operis, quali- lo que le sobreviene a una cosa ya
tas carminis, intentio scribentis, nu- completa es a. Por otra parte, el ac-
merus librorum, ordo librorum, ex- cidente puede obrar en la sustancia
planatio. Cabe subrayar que esto en la que inhiere como causa for-
no sólo se aplicó a obras literarias, mal, pero no como causa eficien-
sino también a las filosóficas. Boe- te. Ningún a. sobrepasa a su suje-
cio, por ej., en su primer comenta- to en cuanto al ser, sino en cuan-
rio a la Isagoge porfiriana, afinando to al obrar.
criterios hermenéuticos, insiste en Si bien se distinguen de la sustan-
la distinción entre operis materia y cia, en su existencia los accidentes
scribentis intentio. están necesariamente unidos a ésta,
Al aproximarse el final de la Edad tal como ya apuntaba Aristóteles
Media, el análisis opta por el es- (cf. Met. Z, 1, 1028a). En el Esta-
quema clásico del llamado sex a., girita se encuentra también la base
es decir, el abordaje al texto –y ya de una distinción fundamental en
no sólo al autor– a través de seis la consideración del accidente, dis-
accidentale 40

tinción que desarrolla la Edad Me- los que sólo la potencia divina pue-
dia y que radica en el discernimien- de despojar al subiectum en el que
to del orden metafísico y lógico. inhieren (cf. Exp. Aurea 29a); 2. un
En el primero, se concibe co- predicable que puede ser afirmado
mo a. praedicamentalis cualquie- o negado de algo de manera con-
ra de los predicamentos o catego- tingente (ibid., 28d).
rías (véase praedicamentum) aparte
de la sustancia, por ej., “sentado”. accidentale. Adjetivo que se refiere, en
En el segundo, se parte del análi- general, a todo aquello que perte-
sis de las relaciones que existen en- nece, constituye o concierne al ac-
tre el sujeto y el predicado de una cidens (véase). En particular, este
proposición, es decir, de los así lla- término aparece en la Edad Me-
mados “predicables” (véase praedi- dia en la expresión forma accidenta-
cabilia). Cuando el predicado es lis, la cual indica la modalidad ac-
algo esencial para el sujeto, se dis- cidental que inhiere en una sustan-
tinguen tres predicables: el géne- cia dada. Para Ockham, a. en sen-
ro, la diferencia específica y la es- tido amplio alude a todo lo que no
pecie. Pero si el predicado se refie- pertenece a la esencia de la cosa (cf.
re a algo ajeno a la esencia del suje- In III Sent. q. 9 c).
to, puede haber dos predicables: el accidentaliter. Cf. essentialiter.
propio, por ej.: “El hombre es ca-
paz de reír”, y el accidente, por ej.: accidere. En general, y sobre todo en
“El hombre puede ser blanco”. En los autores nominalistas, este tér-
este último caso, se tendría, pues, mino significa el ser algo afirmado
un ejemplo de a. praedicabilis. Pero a título de atributo. Por ej., así se
conviene tener presente que la dife- lee en Guillermo de Ockham (Exp.
rencia estriba en los distintos pun- Aurea 27b).
tos de vista desde los cuales se con- accidia. La acidia o acedia consiste en
sidera la noción de accidente. El cierta desazón o disgusto de sí mis-
predicamental señala un modo de mo, debido a la insatisfacción que
ser; el predicable, una relación de se experimenta por los bienes es-
razón (cf. Tomás de Aquino, De en- pirituales recibidos. Por ello, Juan
te et essentia 6). Damasceno caracteriza la a. como
Una particular elaboración del una tristeza molesta que deprime
tema hace Guillermo de Ockham. el ánimo de tal manera a quien la
Los sentidos más comunes que asu- sufre, que nada de lo que hace le
me a. en Ockham son: 1. una rea- agrada (cf. De fide orth. II, 14). Se
lidad que se añade a otra en la que, trata, pues, de una tristeza que ape-
no obstante, puede faltar sin que se sadumbra ante el bien espiritual y
produzca en ésta un cambio sus- desanima para perseguirlo. Precisa-
tancial; en este sentido, Ockahm mente porque su objeto específico
diferencia empero los accidentes son los bienes espirituales, el origen
separables, que pueden faltar natu- de la detección de este vicio es mo-
ralmente de un sujeto sin que és- nástico y, en particular, proviene
te sea destruido, y los inseparables, de los religiosos egipcios y palesti-
que no se pueden negar en él y de nos. Entre ellos, desde la condición
41 accipere

general de actitud espiritualmente actitudes tienen como raíz común


apática, la a. pasó a significar una la inestabilidad anímica propia de
debilidad del alma que, de no ser la a. (cf. S. Th. II-II, q. 35).
combatida, se torna culpable. Gre- Durante el período humanísti-
gorio Magno la llama “tristitia” (cf. co, traspone los muros de los claus-
Moral, XXXI), con lo que inaugu- tros religiosos y toma formas próxi-
ra un problema que los siglos pos- mas a lo que durante el siglo pasa-
teriores deberán resolver: la línea do se llamó “angustia existencial”;
divisoria entre ambas. También la prueba de ello son las páginas au-
tristeza se revela en signos exterio- tobiográficas que Petrarca escribe
res; de ahí que, dado el carácter ina- en el Secretum II, 13. A comien-
sible e insidioso de este pecado, se zos de la Modernidad, con la esti-
los haya estudiado con particular mación moral que cobran enton-
atención, como hace, por ej., Pe- ces la laboriosidad y el espíritu em-
dro Damián (cf. Epist. III, 109). prendedor, tiene lugar la trasmuta-
Proliferan en los textos medievales ción de la a. como pereza, que tan-
las descripciones de los monjes que to en la Patrística como en la Edad
fueron presa de este mal: disgusto Media se llamó “pigritia” (véase) o
por la celda, desprecio por los her- “ignavia”, distinguiéndola bien del
manos, fantasías de traslado, indo- término que nos ocupa. Tampoco
lencia, somnolencia, etc. se confundió la pereza con la indo-
En la Escolástica, la menciona- lentia, que se acerca más a la apa-
da línea divisoria está dada por el tía, en cuanto que alude a una falta
objeto específico de la a. que no de sensibilidad. Con todo, un an-
es tristeza acerca de cualquier co- tecedente remoto de este cambio
sa, sino la que deriva de la incapa- se puede rastrear en el renacimien-
cidad de gozar de los dones otorga- to carolingio, por ej., en Alcuino y
dos por Dios. Por eso, se opone di- Rábano Mauro, pero, sobre todo,
rectamente a la caridad. En cuan- en Jonás de Orléans que escribe “a.
to huída de tales dones, las conse- vel otiositas”, es decir, que conside-
cuencias o “hijas” de la a. son: la ra la a. equivalente a la ociosidad
desesperación de alcanzar justa- (cf. De inst. laicali III, 6).
mente los bienes espirituales; la pu-
silanimidad, respecto de los medios accipere. Tiene el significado general
que conducen a ellos; la indolen- de “tomar de”. Se aplica, 1. en el
cia en el cumplimiento de los pre- plano semántico, por ej., a. aliquid
ceptos, que deriva de lo anterior; el in bonam partem indica el tomar al-
rencor hacia aquellos que sí lo con- go en sentido recto; en este orden,
siguen; y la divagación de la mente se habla de un a. proprie, cuando se
por lo ilícito, por la persecución de interpreta algo estrictamente, esto
bienes exteriores a la que implusa es, con propiedad, o abusive, si se
la tristeza. Ya Isidoro de Sevilla ha- atribuye al término o concepto en
cía emanar de ella el desasosiego, la cuestión una acepción demasiado
verbosidad y la vana curiosidad (cf. extensa. 2. en el plano gnoseológi-
De summo bono II, 37). Tomás de co, el verbo también señala el per-
Aquino muestra que estas últimas cibir por la sensibilidad, de donde,
por ej., el imperativo accipe se tra-
accomodative 42

duce por “oye”. 3. en el plano me- procesamiento de los alimentos in-


tafísico, en el que se dice, por ej., geridos. En el primer caso, se tiene
que el accidente se recibe en la sus- el movimiento de partículas de ma-
tancia. Pero, en la teología trinita- teria de un lugar a otro, en el que
ria, se insiste en la salvedad de que se depositan, sin alterarse estructu-
no todo lo que se toma u obtiene ralmente, produciendo el aumen-
de otro es recibido in aliquo subiec- to de masa del cuerpo que las re-
to, ya que esto atentaría contra lo cibe. Este caso no se ha de confun-
que se sostiene acerca de las proce- dir con el de la rarefactio, término
siones en Dios (cf. Tomás de Aqui- con el que los fisiólogos medievales
no, S.Th. I, q.27, a.2, ad 3). designaron el fenómeno por el cual
tales partículas se separan más unas
accomodative. Cf. absolute. de otras, con lo que el cuerpo pare-
accretio. Voz más frecuente en los tex- ce más grande, pero en realidad no
tos medievales que accessio o auc- ha aumentado su masa. En el se-
tio y más aún que augmentatio, la gundo, aun cuando se dé tal alte-
a. alude al aumento, es decir, señala ración, de todos modos se produ-
la primera dirección dentro del ti- ce un cambio de lugar, como el que
po de cambio o movimiento cuan- se da desde el trigal al cuerpo del
titativo, el constituido por aumen- niño que crece por el pan ingerido
to-disminución. Indica el cambio (cf. augeri).
del cuerpo por medio del cual éste accumulatio. Cf. aggregata.
adquiere una cantidad mayor que
la que tenía. Los escolásticos se re- acies. En su sentido originario esta pa-
mitieron fundamentalmente a las labra alude al filo de una espada o
aseveraciones de Aristóteles acer- la punta de una herramienta; de ahí
ca de este concepto, como se ve en que después haya pasado a signifi-
sus respectivos comentarios a Fís. car penetración intelectual o agu-
IV, 4, 211a. Asumieron que tam- deza de ingenio. El vocablo adquie-
bién la a. –y su contrapartida, la di- re importancia filosófica en la lite-
minutio– se puede reducir, al igual ratura agustiniana. En efecto, en
que el resto de las clases de cam- tiempos de Agustín, se usaba pa-
bio, a la de lugar. En el caso de la ra mentar la mirada que discierne
a., tal movimiento de lugar se da la luz de las tinieblas, como él mis-
de dos maneras: 1. per iuxtapositio- mo señala en En in Ps. XVI, 8. Va-
nem, o sea, por mera suma o yux- liéndose de una analogía, el hipo-
taposición, que se tiene cuando el nense llama a. o a. mentis a la capa-
cuerpo recibe un añadido de ma- cidad intelectual del alma para cir-
teria extrínseca, lo cual ocurre con cunscribir una idea y, en virtud de
los cuerpos inanimados, por ej., el la intentio (véase), fijar la atención
aumento de tamaño de una duna en ella, distinguiéndola de las de-
debido a la recepción de más are- más. En algunos pasajes, por ej., en
na; o 2. per intususceptionem, au- De Trin. VIII, 14, parece conferir-
mento propio de los cuerpos ani- le casi la categoría de una facultad.
mados, que se da cuando éstos cre- Así, en el texto mencionado di-
cen en virtud de la incorporación y ce: “Sensus enim accipit speciem ab
43 actio

eo corpore quod sentimus, et a sen- nuestra experiencia la sustancia en


su memoria, a memoria vero a. cogi- su naturaleza y cualidades operati-
tantis”. El sentido fundamental de vas y en cuanto a sus efectos. La ac-
estas dos últimas palabras se con- ción es, pues, la operación que de-
serva en autores de fuerte influen- riva de la naturaleza propia de una
cia agustiniana, como Guillermo sustancia; de ahí que en la Edad
de Saint-Thierry. Éste confiere al Media se sostuviera “operatio sequi-
término a. cogitantis el significa- tur esse”, la operación sigue al ser,
do puntual de mirada atenta de la porque se actúa según se es y, por
inteligencia que se fija preferente- tanto, como se es. Con todo, aun
mente en una idea y no en otra (cf. cuando cualquier sustancia com-
Ep. Fr. M.D. 101). pleta tiene una naturaleza dada y
las facultades por las que es opera-
acroamaticum. Vocablo empleado en tiva, no por ello está determinada
la Edad Media tardía y, sobre to- al uso o no uso de tales potencia-
do, en el Renacimiento, a. califi- lidades. Sólo cuando actúa de he-
ca, genéricamente, al estudio filo- cho, produciendo un efecto, puede
sófico sólo apto para quienes po- denominársela agens, agente. Añá-
seen una preparación previa; de ahí dase que si el agente es el principio
que se hable de doctrina y aun de quod, el qué de la acción, la natura-
methodus acromatica. En tal senti- leza es el principio quo o por el cual
do, se opone al que se lleva a cabo esa acción se produce. Así, en rigor,
mediante los libris exoticis et popu- la a. es aquella entidad accidental o
laribus. La voz proviene de acroasis categoría metafísica por la cual la
(véase), que indica el examen de la sustancia se constituye intrínseca-
filosofía más ardua bajo la guía de mente como operante, es decir que
un maestro. es formalmente operante. Estricta-
acroasis. Se denomina así la recepción, mente hablando, el hecho de que se
por medio de un maestro, de doc- dé algo que depende de la actividad
trinas y conceptos filosóficos avan- de una sustancia, supone necesaria-
zados, es decir, que suponen en mente en ésta un determinado mo-
quien los adquiere una previa pre- do de ser accidental, modo que no
paración en la materia. El término presentaba cuando aquel algo –o sea,
deriva de la expresión acroases phy- el efecto– no existía aún.
sica empleada por Aristóteles para Ésta es la razón por la que To-
aludir precisamente a su Física. más de Aquino, por ej., define la a.
como el acto de un ente en cuan-
actio (cf. passio). El significado técni- to que ese ente actúa sobre otro. Y
co que asume este término en la li- agrega que una sola cosa son la a. y
teratura filosófica medieval es el de la passio, ya que lo mismo es la ac-
la acción como modo de ser acci- ción del agente y del paciente, sólo
dental de la sustancia, es decir, co- que es producida por el primero y
mo categoría (véase praedicamen- recibida por el segundo (cf. In Phys.
tum 3.3.2), como ya había obser- III, l. 5).
vado Aristóteles (cf. Cat. 4, 1b 27). Ahora bien, aunque técnicamen-
Lo que la diferencia de las restan- te se ha entendido a. en el senti-
tes es que la a. de un ente ofrece a do arriba indicado, esto es, focali-
actualiter 44

zando la atención sobre su condi- mente, se afirma que se mueve a.,


ción de categoría de la sustancia, mientras de aquello que puede mo-
las características que reviste como verse porque posee la capacidad de
tal han llevado a desplazar la consi- hacerlo, se dice que se mueve po-
deración al tema de los efectos de tentialiter; y, de lo que suele mover-
la acción. Por eso, se ha distingui- se, se dice que lo hace habitualiter.
do entre el carácter transitivo o in-
manente de ellos. Sobre esta base, actuare. En general, significa “poner
el uso de los términos hizo que se en acto”, es decir, “realizar” o “lle-
tendiera a reservar el nombre de a. var a cabo efectivamente”, ya que
para las acciones del primer caso, a. es ad actum redigere. Según los
es decir, para aquellas cuyos efectos sentidos que, de acuerdo con el
pasan a otro sujeto (véase transiti- contexto, se deba asignar a la no-
vum), como cortar algo. En cam- ción de actus (véase), de la que de-
bio, se prefirió el término operatio riva este verbo, equivale a perficere,
(véase) para las acciones del segun- finire, terminare, excercere se o aun
do caso, o sea, para aquellas en las formare.
que el efecto del sujeto de la a. fun- actus. Como en todas las nociones pri-
damental y primariamente se que- marias, y ésta lo es, a. no es pasible
da en él, aunque sus consecuencias de definición taxativa. Con todo,
puedan repercutir en otro, por ej., cabe ensayar una aproximación.
reflexionar o querer. Para la nega- Se trata de un concepto de origen
ción escolástica de la posibilidad de aristotélico que alude, en la mayor
la a. in distans o acción a distancia, parte de los casos, a la realización
véase immediatio. de una forma en una materia dada.
Por su parte, los nominalistas in- En ésta existe una cierta predispo-
sisten en que la a. en sí no es al- sición a recibir aquélla, disposición
go real ni implica una relación real; que es llamada potentia (véase). Di-
se trata en verdad del ser mismo cha realización implica en el ente
que actúa. Por eso, Ockham es- una suerte de actividad, de movi-
cribe: “Logice loquendo actio ve- miento activo, denominado enér-
re est agens quia vere et realiter su- geia, por el que la cosa tiende hacia
pponit pro agente” (Quod. VII, q. 3, su fin propio. Al alcanzarlo, llega a
a.4). Lleva a esta conclusión el he- cumplirse cabalmente, a ser acaba-
cho de considerar que, si la a. fuera damente lo que es. En el aristotelis-
una realidad subsistente por sí que mo, pues, a. significa, ante todo, el
se confundiera con el agente, Dios ser de hecho.
no podría actuar sin que una reali- La Edad Media conserva esta
dad nueva se introdujera en Él (In I doctrina del acto como implican-
Sent., d.30, q.2). do siempre lo acabado y perfecto.
actualiter. Se dice de aquello que está Está en acto lo que posee su pro-
en acto. La precisión del significa- pia determinación. Pero reelabora
do y uso de este adverbio se advier- esta tesis y la proyecta más allá del
te a través de sus correlativos po- ámbito de la naturaleza, que cons-
tentialiter y habitualiter. En efecto, tituía la principal preocupación de
de lo que se mueve efectiva o real- Aristóteles. En efecto, los autores
45 actus

escolásticos la aplicaron, sobre to- timus, por ej., es lo que hace que
do, a Dios. En todos los entes se da un hombre exista. 1.2.2. formalis:
la composición de potencia y ac- es aquella perfección que constitu-
to. Pero Dios, en cuanto Suma per- ye a la cosa en un determinado gra-
fección, es Acto puro. De ahí que do de entidad, por ej., lo que ha-
el sentido más general de a. en la ce que un hombre sea un ser ani-
Edad Media sea el de “aquello por mado, sensible, racional, etc. Pero
lo que la cosa adquiere una perfec- el acto formal se puede considerar
ción”. El acto de la potencia pasi- desde dos ángulos, desde la esen-
va es la forma; por ej., la forma “ár- cia o desde el sujeto. 1.2.2.1. Des-
bol” es el acto al que ha de llegar de el ángulo de la esencia, se habla
la semilla alcanzando así su perfec- de a. accidentalis: es aquel acto por
ción. El acto de la potencia activa el que una cosa es perfeccionada
es, en cambio, la operatio; por ej., sin que se produzca cambio algu-
en el hombre, la acción u opera- no en su esencia, por ej., lo que ha-
ción de pensar constituye una per- ce que un hombre sea sabio; o bien
fección. Así, se ve cómo, designan- de a. substantialis, que es aquel por
do primariamente lo que efectiva- el que algo se constituye en un ente
mente es o existe, a. pasa a designar con una esencia determinada, por
después, por extensión, determina- ej., el que hace que este hombre
ciones referidas a aquello que es de sea una sustancia y no un acciden-
hecho. te. A su vez, el acto substancial se
La Escolástica ha establecido di- denomina subsistens cuando no in-
versas distinciones al respecto. En forma a un sujeto ni actúa una po-
términos muy generales, se habló tencia; así, sólo compete a los án-
de a. primus para aludir a la forma, geles como sustancias espirituales,
en sentido predicamental; o al acto separadas. Este acto substancial es
de ser en el orden trascendental; y perfecte subsistens porque se da en
de a. secundus para mentar la acción una naturaleza separada y perfecta;
u operación que deriva de algo. Pe- por el contrario, es incomplete sub-
ro la clasificación más exhaustiva es sistens cuando necesita unirse a al-
aquella que divide entre 1. a. purus, guna potencia para formar una es-
2. a. primus y 3. a. physicus. 1.1. a. pecie completa, como en el caso
purus: indica la perfección que ex- del alma humana, llamada a unir-
cluye toda potencialidad, salvo la se a un cuerpo. El acto incomple-
potencia activa; por eso, en rigor, tamente subsistente se llama infor-
sólo Dios es acto puro. Correlativa- mans cuando constituye la verda-
mente, 1.2. el a. non purus es todo dera forma que actúa a la potencia,
aquel en el que interviene alguna como en el caso mencionado del
potencia; corresponde, pues, a to- alma; y se llama terminans cuando
do ente creado. Ahora bien, el ac- perfecciona a una potencia sin ser
to no puro puede ser 1.2.1 entita- su forma específica, distinción es-
tivus: es el que da a la potencia el ta última más teológica que filosó-
existir formalmente, es decir, el que fica, puesto que alude al acto de la
lo hace ser simplemente; de ahí que gracia divina por el que se perfec-
se lo entienda también como a. ul- ciona el alma humana. En cambio,
actus 46

el acto substancial es non subsistens como la voluntad, en tanto que és-


cuando sólo informa a un sujeto; ta necesita ser informada por el en-
por ej., el acto de ser hombre infor- tendimiento. Por el contrario, el a.
ma a Juan. 1.2.2.2. Desde el pun- secundus es el que supone otro ac-
to de vista del sujeto, el a. forma- to sobre él; así, el acto de compren-
lis puede ser receptus, que es el or- der supone el entendimiento en ac-
denado a una potencia activa de la to. Por ello, también se denomina
que deriva o a una pasiva en la que al acto segundo operatio potentiae
es recibido, por ej., pensar o tallar. activae, siendo operación propia-
Puede ser también irreceptus si ex- mente dicha en cuanto procede del
cluye una potencia previa, en cu- agente, y pasión en cuanto es reci-
yo caso se trata de un a. irreceptus a bido en el paciente.
nulla potentia cuando excluye abso- 3. a. physicus es aquel que se dis-
lutamente una potencia activa que tingue realmente de la potencia en
lo haya producido; por eso, estric- que es recibido, por ej., una idea,
tamente corresponde sólo a Dios; y en tanto que ella es distinta del en-
de irreceptus in potentia ulla cuan- tendimiento. Se opone al a. meta-
do incluye una potencia activa o physicus, que es el que se distingue
subjetiva que lo reciba, por ej., ca- de la potencia sólo por la razón; en
minar. Por último, es irreceptivus el este sentido, el acto de ser de una
acto que no puede recibir en sí nin- esencia es real y metafísico, no físi-
gún otro; por ej., el golpear algo no co.
puede recibir en sí ningún otro ac- Los nominalistas, Ockham en
to. Algunos pasajes medievales sig- particular, entienden por a., en
nificativos sobre el tema son los de sentido amplio, aquello que infor-
Juan Damasceno, De fide orth. I, ma a otra cosa y se le añade, como
9; Tomás de Aquino, De pot. q.1, la forma sustancial a la materia; en
a.1 y q.3, a.1; Duns Escoto, Ord.I, sentido más estricto, el ser en ac-
d.39, qq.1-5; Nicolás de Cusa, De to se define como lo existente en
docta ign. I, 4; II, 4. sí y no en otra cosa de la que se-
2. a. primus, es decir, acto pri- ría parte (cf. Summ. in libros Phys.
mero, se denomina a aquel que, I, cc. 16-17). Entre estos autores ri-
en un orden determinado, supo- ge, además, una clasificación lógica
ne otro debajo de él, pero no so- de los actos, que implica un léxico
bre él, o sea que no implica un ac- distinto sobre el tema. En efecto,
to previo, por ej., el ser hombre; de ellos han hablado de: 1. a. delibe-
ahí que se lo llame también a. es- rativus, que es el que supone un co-
sendi o acto de ser y se lo conside- nocimiento perfecto de su objeto,
re potentia agendi. En este último por oposición al a. subrepticius, que
sentido, el acto primero puede ser no lo posee; 2. a. exercitus, que es el
2.1. proximus, cuando alude a una acto por el que el pensamiento afir-
potencia que tiene todos los requi- ma efectivamente una cosa de otra,
sitos para actuar, por ej., el impul- por ej., “el hombre es animal”, y a.
so; o 2.2. remotus, cuando se refie- signatus, que es acto del pensamien-
re a una potencia que aún no re- to, aquel por el cual los términos se
úne todo lo requerido para actuar, toman en el sentido de la supposi-
47 ad absurdum

tio simplex (véase), por ej., “el gé- lidad, indica no sólo destino o la
nero se predica de la especie” o “ intención del hablante, como en
‘animal’ se predica de ‘hombre’”; ad maiorem gloriam, sino también
3. a. apprehensivus, que es aquel aquello hacia lo que lo que una ar-
por el que el intelecto simplemen- gumentación o el pensamiento
te aprehende un objeto, y a. iudica- mismo se dirige, por ej., ad absur-
tivus, que es aquel acto complejo, dum. En lo que concierne a la 5. re-
en la medida en que comporta un lación, se despliega en los siguien-
juicio de verdadero o falso, por el tes usos: 5.1. de comparación, co-
cual otorgamos o negamos nuestro mo en ab infinito ad finitum nu-
asentimiento a dicho objeto; 4. a. lla est proportio; de oposición, ca-
rectus se denomina a aquel acto di- so en el que se pueden encuadrar
recto que aprehende un objeto ex- las soluciones o respuestas a obje-
terno al alma, y a. reflexus a aquel ciones en una cuestión disputada,
otro por el que se capta el a. rectus. por ej., ad primum respondeo di-
cendum quod; 5.3. de restricción o
ad. Preposición de acusativo que ge- acotación a un aspecto de lo que se
néricamente indica dirección ha- trata, dando lugar en la traducción
cia un fin propuesto. Este sentido castellana a términos como “relati-
general puede asumir distintas sig- vamente a” o “en cuanto a”, como
nificaciones específicas. 1. de lu- en ad aliquid ratione alterius; este
gar. En este orden puede expresar aspecto restrictivo se advierte espe-
la idea de movimiento hacia un ob- cialmente en ad hoc; 5.4. la adecua-
jeto o hacia un lugar propio o fi- ción entre dos cosas, caso en el que
gurado, el acercamiento o llegada a esta preposición se traduce por “se-
los alrededores de un sitio, sin en- gún” o “con arreglo a”; 5.5. el di-
trar en él, o la proximidad respec- rigirse a otra persona de palabra o
to de un lugar excluyendo idea de por escrito, como aparece frecuen-
movimiento. 2. También señala in- temente en cartas de autores me-
tención hostil en contexto bélico, dievales, donde se discuten cuestio-
o bien protección o defensa contra nes que las convierten en textos fi-
un peligro, lo cual, en el plano dia- losóficos de importancia.
léctico, se traduce a veces en expre- Recuérdese por último que, cuan-
siones que señalan argumentos di- do se halla en composición, con-
rigidos contra alguien, como en ad serva la d si la palabra a la que se
hominem, o apuntando a algo, co- encuentra unida comienza con vo-
mo en ad quem. 3. En el plano cro- cal o h, b, d, j, m, v. Se asimila a c, f,
nológico indica el límite temporal g, l, n, p, r, s, t, cambiando en c de-
hacia el que algo o alguien se diri- lante de q.
ge, la acción que transcurre en un
momento preciso, o bien una du- ad absurdum. Tipo de argumenta-
ración limitada. ción, también llamada a veces re-
Pero los empleos más importan- ductio ad impossibilem (véase). En
tes de esta preposición en el discur- la lógica clásica se denomina así la
so filosófico medieval son los vin- demostración indirecta por la que
culados con el sentido de finalidad se establece la verdad de una tesis,
y relación. Respecto de la 4. fina- poniendo de manifiesto las con-
ad aliquid 48

clusiones absurdas que se seguirían ad aliquid secundum rem. Señala lo


de asumir hipotéticamente la tesis que tiene relación con algo según la
contraria. Ejemplos de ella se en- cosa misma, por ej., el hombre y la
cuentran ya en los lógoi de Zenón capacidad de creación artística, en
de Elea contra la posibilidad del tanto que dicha capacidad está ín-
movimiento. Aristóteles determi- sita en la naturaleza humana, aun-
nó luego su valor, afirmando que que no le sea esencial.
esta clase de demostración es nota-
blemente menos válida que la que ad aliquid secundum se. Expresa lo
procede por vía directa y afirmati- que tiene relación con algo, según
va, aun cuando algunas veces pue- el modo de ser esencial de ese algo;
de ser más eficaz, al partir de co- así, el calor está relacionado con el
sas más notorias y anteriores (cf. fuego.
An. Post. I, 26, 87a). De hecho, ad aliud. Término con el que se seña-
fue un procedimiento común en la la que el discurso no se refiere a al-
Escolástica. go en sí mismo, sino considerado
ad aliquid. Locución que indica “re- en relación con otra cosa esencial-
lativamente a”. Se refiere, pues, al mente diferente de él.
modo de ser relativo, con lo cual ad convertentiam. Dos términos se
indica la referencia de una cosa a dicen ad c. cuando cualquiera de
otra, como del doble al tercio, del ellos, por su mismo significado,
exceso al defecto, de lo medido a alude al otro sin siquiera mencio-
la medida, etc. Se usa en varias for- narlo, como, por ej., dominus y ser-
mas, entre las cuales se destacan las vus.
mencionadas en los cuatro artícu-
los que siguen inmediatamente. ad extra. Cf. ad intra.

ad aliquid ratione alterius. Expresa ad hoc. Se llama así una idea, teo-
lo que tiene relación con algo se- ría o argumento que vale sólo pa-
gún otra cosa; por ej., el exceso ra un caso particular, generalmen-
guarda una relación –en este caso te, sin tener en cuenta otros casos
de oposición– con el defecto, se- posibles.
gún el término medio. ad hominem. Se trata de un argumen-
ad aliquid secundum rationem tan- to que supuestamente es válido o
tum. Indica lo que tiene relación termina por serlo solamente para
con algo según el entendimiento; un hombre, o un grupo de hom-
por ej., el predicado de una deter- bres, determinado. Por eso, consis-
minada proposición con su corres- te en un intento de demostración
pondiente sujeto: “Platón es el pa- que se basa en los mismos princi-
dre de la metafísica occidental”. En pios del adversario. Ejemplo típico
este caso, quien formula dicha pro- de esta clase de argumentación es la
posición establece en su entendi- que se suele dirigir contra el escép-
miento una relación analógica de tico. Éste, en efecto, niega la posi-
paternidad entre Platón y la meta- bilidad de concluir algo con abso-
física de Occidente. luta certeza; se le argumenta enton-
ces que, aun admitido el principio
49 ad placitum

escéptico, hay al menos una certe- pues, un matiz de diferencia si se


za que se puede alcanzar: la de que concibe lo imposible como lo in-
se debe dudar de todo. Pero, si bien trínsecamente contradictorio, y lo
vale para refutar, esta argumenta- absurdo como lo que escapa a cier-
ción no es propiamente demostra- tas reglas o normas no sólo lógicas,
tiva, en tanto es indirecta; de ahí sino de cualquier índole, de modo
que sea válida precisamente ad ho- que no puede ser en ningún caso
minem, pero no ad omnes (véase ad objeto de una actualización o rea-
humanitatem). lización.
ad humanitatem. Opuesto al tipo de ad infinitum. Cf. regressus.
argumentación ad hominem, éste se
supone, en cambio, válido para to- ad intra. En general, califica un movi-
dos los hombres sin excepción. Se miento como inmanente, mientras
considera, pues, que tal argumento que ad extra alude a un movimien-
va más allá de todo individuo o ca- to transitivo. Los teólogos medie-
so particular. Esto se da justamen- vales han aplicado estas dos locu-
te porque se basa en la naturaleza ciones –que señalan una diferen-
misma de la cosa considerada. En cia afín a la distinción entre accio-
este sentido, se lo suele identificar nes inmanentes y transitivas (véase
con el argumento ad rem (véase). actio)– al caso de Dios. Así, distin-
guen en Él acciones ad intra, como
ad ignorantiam. En la Escolástica, se amar; y ad extra, es decir, las que
denominó así el modo de argüir producen un efecto diferente de Él,
que se apoya en la ignorancia, su- como crear.
puesta o efectiva, del adversario.
En cambio, al llegar a la Moder- ad iudicium. Señala una argumenta-
nidad, autores como Locke usaron ción que, al contrario de las que
esta expresión con un matiz muy son ad hominem, ad ignorantiam o
distinto: para indicar la argumen- ad verecundiam (véanse), se justifi-
tación que exige que el adversario ca por el argumento mismo, por el
acepte la prueba aducida por su in- juicio que en él se formula. Los au-
terlocutor o aporte otra mejor. tores modernos consideran que és-
ta es la única argumentación váli-
ad impossibilem. Demostración indi- da. Para Locke, por ej., consiste en
recta que se propone probar la ver- emplear las pruebas extraídas de
dad de una proposición por la im- uno de los fundamentos del cono-
posibilidad de aceptar las conse- cimiento o de la probabilidad.
cuencias que se derivan de su con-
tradictoria. Así, es muy próxima a ad personam. Designa la argumenta-
la demostración ad absurdum (véa- ción que se dirige contra una per-
se), tanto que a veces se identifica sona determinada, basándose en
con ella. De hecho, en ambos casos efectivas o supuestas carencias o
se suponen admitidas las premisas debilidades de la misma, tendiendo
y negada la conclusión del silogis- así a disminuir su prestigio.
mo del que se trata. Tal conclusión ad placitum. Indica lo que es fruto de
se niega, en un caso, por absur- una convención. Se usa particular-
da; en el otro, por imposible. Hay,
ad quem 50

mente para señalar la condición de la definitio se ha de indicar no só-


la vox significativa (véanse vox e ins- lo el género próximo, sino la dife-
titutio 1), en cuanto que ella repre- rencia específica que da cuenta pre-
senta algo por voluntad de los que cisamente de la especie. Ésta remite
instituyeron su significación; así, a la esencia misma de lo examina-
por ej., “homo”, “leo”, etc. En es- do, la cual, a su vez, en cuanto tal,
te sentido, se opone a naturaliter no puede ser parcial.
(véase).
adaequatio. Expresa la conformidad
ad quem. Su sentido general es el de entre la naturaleza de la cosa, o sea,
indicar el término hacia el cual al- la esencia de algo, y la idea, es de-
go se dirige. Se puede referir espe- cir, el enunciado mental correlativo
cíficamente a un razonamiento, en a ella. Por eso, se denomina tam-
cuyo caso indica el movimiento ha- bién correspondentia o convenientia
cia la conclusión (véase a quo-ad entre ambos. En general, se pue-
quem). de afirmar que los escolásticos han
usado estos tres términos como
ad valorem. Se denomina así al argu- equivalentes, si bien posteriormen-
mento que se funda en el valor de te algunos autores ya modernos re-
la cosa o cosas consideradas, gene- servaron la palabra que nos ocu-
ralmente, con el propósito de de- pa sólo para el caso del grado su-
fenderlas. perior y último del conocimiento,
ad verecundiam. Recurso que se ba- en el que todos y cada uno de los
sa en la apelación a las opiniones elementos de la noción de un ente
de aquellos cuyo ingenio y doctri- son conocidos distintamente.
na los han consagrado como auto- La a. rei et intellectus es la clási-
ridades. Así, en lo esencial, recurre ca definición escolástica de verdad
al respeto por una auctoritas. En la y como tal aparece, por ej., en To-
Edad Media también se ha utiliza- más (cf. De veritate I, 1; S.Th., I,
do esta expresión cuando se apeló a q. 16, aa. 1-2), con antecedentes
tal procedimiento con el objeto de en Avicena (cf. Met. I, 9) y Alberto
neutralizar el ataque verbal del ad- Magno (cf. De bono I, 1, 8), entre
versario en una polémica, avergon- otros. Por su parte, Guillermo de
zándolo. Auxerre se remite a Platón y Aris-
tóteles en su Summa Aurea I, 10.
adaequate. Proveniente de adaequatio El Aquinate, en el primero de los
(véase), el significado de este adver- textos mencionados, funda esa de-
bio implica dos polos: de un lado, finición sobre la base de una de las
el del cognoscente; de otro, el de la propiedades trascendentales del en-
esencia de la cosa conocida o a co- te. En efecto, todo ente, en cuanto
nocer. Se dice que el primero abor- tal, es verum, lo cual significa que
da la segunda a. cuando la consi- está ontológicamente determinado
dera de manera completa, es decir, y que es inteligible, o sea, que es-
en su totalidad; de ahí que sea sinó- tá hecho para ser conocido por el
nimo de totaliter. Así, la definición intelecto, así como éste está con-
constituye la prueba de que se ha formado para conocer lo que exis-
examinado a. el objeto, ya que en te. De esta manera, el intelecto hu-
51 adiacens

mano debe adaptarse a la realidad tanto lógico como metafísico– del


de las cosas. La verdad, entendida animal, puesto que, en cuanto tal,
lógica o gnoseológicamente y defi- no requiere tener entendimiento ni
nida como a. intellectus et rei o ad tampoco no tenerlo. Esta distin-
rem, radica, pues, en la inteligencia ción deriva en otra de fundamental
del hombre. importancia en el terreno metafísi-
Pero en cuanto que todo ente ha co. En efecto, los escolásticos han
sido creado, esto es, concebido por indicado que, en el primer sentido,
la inteligencia creadora de Dios, la el esse sine additione es el Ser divi-
verdad ontológica de la cosa radi- no; en el segundo, esse sine additio-
ca en la conformidad de ésta con el ne es el esse commune.
intelecto divino que la ha hecho, y
sólo secundariamente con el inte- addiscere. Tiene el significado de apren-
lecto humano que ha de conocer- der, pero en cuanto a añadir a lo
la. En este caso, es decir, en el pla- que ya se sabe. Por eso, es térmi-
no ontológico, la verdad del ente es no importante de la pedagogía me-
a. rei et Intellectus o ad Intellectum. dieval. En este orden, los escolásti-
En la Modernidad, la a. fue en- cos consideraron la intervención de
tendida de diversos modos: por ej., las pasiones en el proceso de a. Así,
se puede dar como verdad lógica, sostuvieron, entre otras cosas, que
en virtud de la previa correspon- el dolor intenso impide tal proce-
dencia de la esencia de la cosa con so, pero el amor al conocimiento y
la “razón universal”, o –como su- el placer que de él se deriva lo pro-
cede en el idealismo moderno– se mueven, así como el a. contribuye
puede dar por la tesis del primado a retener la atención del animus pa-
de lo trascendental sobre lo ontoló- ra no entregarse completamente a
gico, todo lo cual va confiriendo al la tristeza.
término significados distintos del adeptio. Término propio de la tradi-
que propiamente se le asignaba en ción del aristotelismo medieval y
la Edad Media. renacentista, y, especialmente, del
addere. Cf. adiunctum. En los tex- averroísmo, con él se designa una
tos filosóficos de la Edad Media, el “adquisición” suprema del hombre:
añadir se entiende en sentido lógi- la unión con Dios en su sombra
co-metafísico. En este orden, se ha- (véase umbra, in fine), a través de
bla, por ej., de la diferencia especí- la intelección de su universo. Así,
fica que se añade al género. Ahora se ha hablado del intellectus adeptus
bien, se han considerado, en par- como del intelecto humano en su
ticular, los casos en los que no se máxima realización, como se lee,
puede dar adición, ya sea de facto, por ej., en Giordano Bruno.
ya sea de iure. Ellos son: 1. el de los adesse. Cf. abesse.
seres que por su naturaleza la exclu-
yen; por ej., dado un animal irra- adiacens. En una proposición, se lla-
cional, no se le puede añadir el en- ma a. al término constituido por
tendimiento; 2. el de aquellos cu- el verbo esse, empleado en su sen-
ya naturaleza no la exige, por ej., el tido pleno de “ser” o “existir”, o
concepto y el género –en sentido bien utilizado como cópula acom-
adiective 52

pañada por un adjetivo. En el pri- cambio, a. inseparabile es aquel sin


mer caso, se tiene una proposición el cual no se puede dar el mismo
de secundo adiacente, como en ‘lux sujeto, como la blancura natural de
est’, “la luz existe” o “hay luz”; en el la nieve; 5. a. perficiens, que es el
segundo, se tiene una proposición que se sobreañade, perfeccionán-
atributiva de tertio adiacente, como dola, a la esencia de la cosa, como
en ‘lux est bona’, “la luz es buena” la sabiduría en el hombre, al con-
(véase de inesse). trario del a. destruens, como el vi-
cio. También se ha hablado de 6.
adiective. Cf. substantive. a. affirmativum, como todo hábito
adiectivum. Cf. substantivum. que efectivamente agrega una per-
fección al sujeto, o de a. negativum,
adiunctum. Se puede encontrar tam- como toda forma de privación, por
bién con la grafía addiunctum (véa- ej., la ceguera en el hombre.
se addere). Su sentido más gene- Respecto del carácter corrupti-
ral es el de añadido; más específi- ble del a., se consideró que la co-
camente, lo que, siendo extrínse- rrupción de éste puede tener lugar
co a algo, se suma a ese algo. Por 1. por la del sujeto al que se añade;
eso, supone la receptio subiecti, aun- 2. por la desaparición o remoción
que no se identifique con el suje- de su causa eficiente; 3. por la in-
to del que se trate ni forme parte tervención de los contrarios.
de su esencia, como sucede con los
accidentes y aun con el proprium admiratio. Tanto los autores del pe-
(véase). De hecho, la capacidad de ríodo patrístico como los del esco-
reír, que se “añade” a la esencia del lástico designaron con este nombre
hombre como proprium de éste, la reacción de estupor que suscitan
no es el hombre mismo, aunque él las cosas cuyas causas o naturale-
pueda “recibirla”, cosa que no ocu- za se ignoran. En principio, la no-
rre, por ej., con el árbol, a menos ción que nos ocupa se asocia con lo
que se hable metafóricamente. pasmoso, esto es, lo que los griegos
En la última Edad Media, se es- denominaron “deinón”. Por tanto,
tablecieron los siguientes distingos no implica necesariamente un sig-
al respecto: 1. a. proprium, que res- no positivo o negativo: de hecho,
ponde a la definición de este últi- tanto un cuadro excelso como un
mo término; 2. a. commune, que sofisticado instrumento de tortu-
compete a muchos, como la vida ra pueden despertar a., ya que, en
respecto del animal y del hombre; el primer caso, puede no compren-
3. a. necessarium, que es el que de- derse la técnica de la pintura; en el
riva de la esencia del sujeto; por el segundo, no se concibe la voluntad
contrario, el a. contingens es aquel de infligir sufrimientos. En otros
sin el cual la cosa de la que se tra- términos, el asombro propio de la
ta puede subsistir como tal cosa; 4. a. puede derivar en adhesión o re-
a. separabile, que es el que se pue- chazo. Es desde la conciencia de es-
de sustraer al sujeto sin que éste te carácter axiológicamente neu-
se altere no sólo en su esencia, si- tro que se ha de leer el célebre pa-
no tampoco en su particularidad, saje agustiniano de Conf. X, don-
como el manto en el hombre; en de el Hiponense insta a concentrar
53 adoratio

la atención en el tema del alma hu- da con la memoria Dei (véase). En


mana por su profundidad y com- efecto, el anhelo de verdad eterna
plejidad, pero no está haciendo sin y de felicidad infinita que subsiste
más una apología de ella. en toda alma humana es una suer-
El término que nos ocupa cobra te de pauta o invitación que Dios
un nuevo valor en el siglo XII, es- dirige al hombre para que éste va-
pecialmente entre los místicos es- ya a su encuentro, ya que cuando
peculativos y, en particular, en Ri- el hombre busca tal verdad y tal
cardo de San Víctor. En efecto, es- bien, es a Dios mismo a quien bus-
te autor tiene en gran estima el pa- ca, a ese Dios que, en silencio, ha-
pel de la a. en la contemplación, bita en lo profundo de su alma. De
al punto de sostener que la inten- ahí que el Hiponense dijera: “Ad-
sidad de la admiración provoca el monitio autem quaedam, quae no-
excessus mentis (véase excessus). Está biscum agit, ut Deum recordemur, ut
caracterizada por dos notas: la no- eum quaeramus [...] de ipso ad nos
vedad y el carácter inesperado de su fonte veritatis emanat” (De beata vi-
objeto. Ambos despiertan en el al- ta IV, 35).
ma una atención mayor que le per- En cambio, en la Escolástica, en
mitirá acceder a un conocimiento los escritos de Tomás de Aquino,
más pleno; de ahí que Ricardo de la palabra que nos ocupa asume el
San Víctor aúne los términos re- significado de amonestación profe-
velatio y revelationis admiratio (cf., rida de un hombre a otro, con el
por ej., Benj. Maj. I, 4, 67; In IV fin de que este último perfeccione
grad. viol. car., 37). su vida moral (cf., por ej., S. Th. II-
Durante la Escolástica del siglo II, q.. 33, a.7).
XIII, se retomó una perspectiva
más naturalista sobre el tema, su- adoratio. Compuesto de ad-oratio, la
brayándose el hecho de que la a. adoración se entendió como la for-
procede de la noticia de algo que ma de culto sólo debida a Dios. Se
excede la capacidad o el poder hu- opone directamente a la idolatria
manos. Por otra parte, también fue por el objeto de esta última, ya que
frecuente poner en ella el principio en la idolatría se rinde culto no a
de la Filosofía (cf. S.Th. I-II, q.41, Dios, sino a cualquier criatura. Por
a.4). Véase también timor. otra parte, está próxima a la vene-
ratio (véase), pero no se confunde
admissio. La “admisión” es término con ella en virtud de la exclusivi-
muy frecuente en la mística bona- dad que tiene Dios como objeto
venturiana, en la que alude a la gra- de la a. Los teólogos medievales in-
cia que Dios concede al alma, ele- sistieron en la mencionada oposi-
vándola hasta Él. ción; por ej., justifican la a. hebrea
a Dios vuelta hacia Occidente con
admonitio. Voz que se puede tradu- el solo objeto de excluir la idolatría,
cir por las de “anuncio”, “recuer- ya que los gentiles se volvían hacia
do” o “amonestación”. En los dos Oriente para adorar al Sol, según el
primeros sentidos, este término la- testimonio de Ez.8, 16.
tino aparece en Agustín de Hipo-
na, para quien la a. está relaciona-
adseitas 54

adseitas. Esta noción pertenece al or- nense, la adulación queda adscripta


den lógico y señala la condición de a la mentira. Siempre en esta línea,
estar algo ordenado o referido a sí Alain de Lille pone el acento en la
mismo y no a otra cosa. No ha de falsedad hipócrita del adulador que
confundir, pues, con la aseitas (véa- ha separado la lengua de la mente y
se), concepto que concierne al pla- la palabra del alma, celebrando con
no metafísico. alabanzas externas a quien despre-
cia en su corazón (cf. De planctu).
adulatio. En general, los autores me- En la madurez de la Escolástica se
dievales opusieron a la adulación analizaron las especies de la a.: loa
la detractio (véase), al tiempo que del mal, del bien inventado y del
la vincularon con la laudatio o ala- bien exagerado. Por su parte, Ro-
banza. Más aún, se ha notado que dolfo Ardente añade a la alabanza
la a. es un vocablo compuesto por falsa y excesiva estas otras especies
las mismas letras que “laudatio”, mediante las cuales se puede consi-
pero ordenadas de modo perver- derar adulación: 1) la indigna, por
so. De hecho, se consideró la adu- tener por objeto la riqueza, el in-
lación como una forma de alaban- genio, la fuerza, etc.; 2) la nociva,
za errada porque no respeta las le- proferida con el fin de ensoberbe-
yes que le han sido asignadas. La cer al destinatario; 3) la intempes-
primera de ellas, señala Gregorio tiva, que alaba al que apenas se ha
Magno, es la que signa su misma iniciado en el camino de la virtud
condición de pecado de la lengua: y podría contentarse con lo ya he-
toda alabanza es peligrosa, ya que cho; y 4) la vana, que es la gratuita
quien la recibe puede caer en la so- o inmotivada (cf. Spec. univ. XIII,
berbia, y quien la otorga usurpa un 48; De vera laude 172). De este
derecho divino; sólo Dios es legíti- modo, se añade el elemento inten-
mo dador de loas (cf. Mor. XXII, 7- cional del adulador y, a partir de es-
8, 14-19). Sobre esta base, cuyo ri- te enfoque, para que se pueda ha-
gor la hacía aplicable sólo en con- blar de a. será esencial la intención
texto monástico, la a. mundana se non recta de quien la profiere. Se va
entendió como un exceso de ala- diluyendo así, en el análisis moral,
banza que, desde la peligrosidad, el componente de la mentira, para
llega a la ilegitimidad moral. cobrar preeminencia la intención
Muy pronto en la Patrística se de complacer non propter Deum, si-
consideró la adulación como una no por motivos mundanos. Esto se
alabanza falsa, introduciendo así en consagra en Juan de la Rochelle (cf.
primer plano el criterio de verdad Summa de vitiis 111) y se confir-
para distinguir entre una y otra. La ma en Tomás de Aquino (cf. S.Th.
mayor autoridad al respecto es la II-II, q.115, a.1). La a. es reputada
de Agustín de Hipona, quien su- pecado propio del ambiente corte-
braya la intentio fallendi del adu- sano y son penetrantes al respecto
lador. La gravedad de su falta con- las observaciones de Juan de Salis-
cierne, pues, al engaño; la suya es bury (cf. Policr. 1). Pero también se
una lingua dolosa (cf. En. in Ps. 5, la ha considerado frecuente entre
12; 39, 26; 119, 4; 123, 6). A par- intelectuales y prostitutas.
tir de esas afirmaciones del Hipo-
55 aenigma

adversa. Son los términos mutuamen- orden: el de los humores inordina-


te contrarios referidos a un mismo te dispositos.
subiectum o que pueden inherir en
él (véase contraria). aemulatio. La emulación es la imi-
tación que se hace de la conducta o
adversus. Como adverbio, se suele tra- actividad de otra persona, cuya ex-
ducir por “contra”, pudiendo en- celencia se pretende igualar o supe-
contrarse también en la forma ad- rar. Tiene, pues, una connotación
versum, aunque es menos usada. moral y pedagógicamente positiva.
Expresa la idea de oposición o, Aun cuando en la actualidad, vul-
mejor aún, de respuesta o compa- garmente, se la suele confundir con
ración con algo, por ej., una tesis la envidia (véase invidia), los auto-
que no se comparte. Por eso, apa- res medievales subrayaron la distin-
rece en los títulos de obras polémi- ción entre estos dos conceptos.
cas, como ocurre con su casi sinó-
nimo contra (véase). Con todo, este aenigma. Además del significado lato
último, que expresa una oposición de enigma como algo para descifrar
más nítida y frontal, es más usado arduamente, este término presenta
en la Escolástica, mientras que en un sentido filosófico particular en
el Renacimiento se tiende a prefe- el vocabulario de Nicolás de Cusa.
rir a. Ejemplo de ello es el A. As- Este autor resignifica la cita escritu-
trologiam divinatricem de Pico de- raria “per speculum et in aenigmate”
lla Mirandola. Cabe notar que es- a partir de dos elementos. Por una
ta diferencia de matiz concierne a parte, por su concepción de la hu-
las voces mismas a. y contra, inde- mana mens como imagen de Dios,
pendientemente del carácter y con- para el Cusano ella tiene un poder
tenido de las obras en cuyos títulos cognoscitivo capaz de medir en sí,
intervienen. a través de una representación vi-
sible –que es precisamente el ae.–,
aegritudo. Voz que alude tanto a una la invisible infinitud de la verdad.
dolencia del cuerpo como del al- Por otra parte, habla el cardenal de
ma. En el primer caso, significa una verdad siempre inaccesible só-
el sufrimiento corporal propio de lo reflejada en la imagen enigmá-
una enfermedad, razón por la que tica. Así pues, el vocablo que nos
se asimila a morbus (véase). Es en ocupa no tiene en el universo cusa-
el segundo significado como apa- no el sentido de “acertijo”, sino que
rece con más frecuencia en los tex- es más bien una construcción del
tos filosóficos medievales. En es- hombre, en cuanto segundo dios,
te sentido, señala un dolor aními- mediante la cual él puede desvelar
co opuesto tanto a la alegría como la verdad, aunque siempre de ma-
al deseo del animus. Por esta razón, nera negativa. Considera Nicolás
constituye una de las principales y que los enigmas más aptos son las
más frecuentes formas de la tristeza figuras geométricas desvinculadas
(véase); más aún, ae. se utiliza algu- de la cantidad: pensarlas en lo infi-
nas veces como sinónimo de tristi- nito permite volver visible de algún
tia. Así pues, la ae. no es una pura modo lo infinito simpliciter (cf. De
privación, sino que indica un des- docta ign. 33; De Ber. 1 y 53).
aequabilitas 56

aequabilitas. Se designa con esta pa- puede darse, en el plano moral,


labra la constancia y la ecuanimi- como igualdad de equiparación y
dad del alma. Así, muchas veces se de proporción, es decir, ae. quan-
la emplea para traducir la euthymía titatis y ae. proportionis. La prime-
griega. Aunque está relacionado ra se requiere en la justicia conmu-
con aequalitas (véase), no se ha de tativa; la segunda, en la distributi-
confundir con esta última voz. va (véase iustitia). Y aun cabe ha-
blar de ae. en el plano del alma; en
aequale. En sentido propio, el tér- efecto, allí se puede afirmar, por ej.,
mino sólo se refiere a la cantidad. que una potencia es igual a otra en
Cuantitativamente hablando, lo jerarquía, como el intelecto y la vo-
igual es causa de la igualdad (véase luntad, en cuanto que ambas son
aequalitas). Formalmente, en cam- igualmente necesarias para el alma
bio, es al revés: algo es igual a otra racional. Por último, hay ae. en-
cosa por la igualdad. Pero, en senti- tre potencia y objeto: toda poten-
do amplio, también se han utiliza- cia “iguala” a su objeto, en el senti-
do este vocablo y sus derivados pa- do de alcanzarlo y convenir con és-
ra aludir a la semejanza en lo que es te; de lo contrario, se trataría de un
más o menos grande o intenso; así, potencia frustra.
se dice, por ej., de dos personas que Para los nominalistas, la ae. no es
se aman “aequaliter”. El ejemplo es ni un absoluto ni una relación, si-
de Ockham (cf. Exp. Aurea 60b). no la afirmación de algo que se da
aequalitas. La ae. se fundamenta en la en lo concreto.
unidad de cantidad; por eso, es la aequilibrium indifferentiae. Expre-
proporción que se establece entre sión que se relaciona con el tema
aquellas cosas que tienen la misma del libre albedrío y que concierne
cantidad. Toda cantidad, sea ma- específicamente a cierto grado de
temática o física, tiene, por defini- lo que los escolásticos denomina-
ción, el elemento de la relación de ron libertas indifferentiae. La liber-
partes. Ahora bien, cabe hablar de tad basada en el equilibrio de la in-
esta relación únicamente si se acep- diferencia se define como una fuer-
ta una suerte de “término base” za activa por la que la voluntad,
que, en este caso, sólo puede ser la una vez dados todos los requisitos
unidad. Efectivamente, es en rela- para actuar, puede actuar o no, ha-
ción con la unidad que hay ae. en- cer esto o aquello. Por eso, para los
tre dos extremos, cuando uno no autores mencionados, el libre albe-
tiene más ni menos unidades que drío no se funda en un equilibrio
el otro. De esta manera, en el con- de razones o impulsos opuestos tal
cepto de igualdad, es fundamental que haría imposible la opción y de-
el de privación, puesto que, en la cisión, sino en el dominio activo
consideración de dos términos, la del propio acto que, así, no es de-
noción de ae. parte siempre del no terminado por causas extrínsecas ni
tener o no ser uno de ellos más ni intrínsecas (cf. Tomás de Aquino,
menos que el otro. C.G. II, c.47; In II Sent., d.23, q.1,
Pero no solamente hay ae. en a.1). Sin embargo, hacia fines del
cuanto a la extensión. También siglo XIII, Buridán planteó lo que
57 aequitas

se conoce como la imagen del “as- se como “aequiperantia” y “disqui-


no de Buridán”. Dicha imagen se- perantia”.
ñala que un asno, ante dos alimen-
tos igualmente distantes y atracti- aequipollentia. La equipolencia es
vos, moriría de hambre, precisa- una de las propiedades relativas
mente por ser incapaz de optar en- que pueden asumir dos proposicio-
tre términos opuestos y totalmen- nes al ser confrontadas. Consiste
te equilibrados (cf. In Eth. III, qq. en la identidad de significado en-
1-4). tre dos enunciados que, teniendo el
Cabe destacar que, en la Moder- mismo sujeto y predicado, son di-
nidad, los filósofos racionalistas se ferentes en la forma. La ae. se pue-
inclinaron a aceptar el planteo de de dar en los siguientes casos: 1. Al
Buridán en contra de la mayoría de confrontar dos proposiciones con-
los escolásticos, considerando que tradictorias, “Todo S es P” y “Al-
el equilibrio de la indiferencia no gún S no es P”: en este caso, hay
implica más que una insuperable y ae. poniendo la negación delan-
fatal indecisión (cf., por ej., Leib- te del sujeto; así, “No todo S es P”
niz, Teodicea III, 35). De este mo- es “equipolente” a “Algún S no es
do, parecería que muchos raciona- P”. 2. Es posible establecerla tam-
listas hubieran interpretado la in- bién al confrontar dos proposicio-
determinación del ae. i. de los es- nes contrarias, como “Todo S es P”
colásticos no como una de las con- y “Ningún S es P”; hay ae. si se po-
diciones para el ejercicio del libre ne la negación después del sujeto:
albedrío, sino como limitación –y “Todo S no es P” se vuelve equi-
aun como imposibilidad– para que polente a “Ningún S es P”. 3. Se
el mismo se llevara a cabo (véase li- puede establecer en dos proposi-
berum arbitrium). ciones subalternas: “Todo S es P” y
“Algún S es P”; entonces, se produ-
aequiparantia. Indica un tipo de rela- ce ae. poniendo la negación antes
ción: aquella en la que la referencia y después del sujeto: “No todo S
mutua de dos términos tiene para no es P” resulta equipolente a “Al-
ambos el mismo sentido y se ex- gún S es P”. Pero cabe agregar que,
presa con el mismo nombre; así, la en el último caso, es decir, en el de
hermandad entre dos seres huma- la confrontación entre dos propo-
nos, Juan y María, es una relación siciones subalternas, la operación
de ae. Su correlativo opuesto es la de ae. no se puede verificar si am-
disquiparantia, que alude al tipo de bas son particulares. En efecto, nó-
relación en la que la mutua referen- tese que, si la negación se pone an-
cia de dos términos tiene distinto tes del sujeto, una de esas propo-
sentido para cada uno de ellos, y se siciones se convierte en universal y
expresa en forma diferente; por ej., por ello no podrá ser nunca equi-
entre maestro y discípulo hay una polente a la otra, que sigue siendo
relación de disquiparantia (véase re- particular.
latio 3.1). La grafía en estos voca-
blos puede cambiar, sobre todo, en aequitas. Dos son los planos en los
la última Edad Media, y escribir- que se puede encontrar aplicado es-
te término durante la Edad Media:
aequivalens 58

el ético y el jurídico. En el primero, donde se toma una misma palabra


se llama ae. a la voluntad recta de en dos contextos, uno literal y otro
un sujeto moral, por la cual se pro- metafórico; la tercera es el equí-
cura dar a cada uno lo suyo y no voco que proviene del compues-
dañar a nadie. En el segundo, y en to con más de un significado posi-
general, la equidad indica una nor- ble. Ejemplo de este último caso es
ma del derecho y las costumbres. el término immortale, ya que alude
En el Derecho medieval señala una tanto a lo que puede no morir co-
mitigación de la severidad de algu- mo a lo que no puede morir. Así
nas leyes, en virtud de circunstan- se expresa Pedro Hispano (cf. Sum.
cias atenuantes. Log., 7, 10-15). Sobre las huellas de
Boecio, Duns Escoto se refiere a es-
aequivalens. La noción de equivalen- ta noción en Phys. I, q. 7, n. 4. Por
te aparece en el vocabulario de los su parte, Ockham escribe que la ae.
temas relativos a la iustitia (véase), no concierne a los conceptos, sino
puesto que ésta está referida, entre sólo a las palabras habladas o escri-
otras cosas, a la igualdad. Se usó, en tas (cf. In III Sent., q. 9 f ).
especial, para aludir al debitum del
hombre para con Dios y señalar, en aequivocum. Contrario a univocum
este orden, que para con Él no cabe (véase), se denomina “equívoco” el
compensación ae., ya que los hom- término que se afirma de varias co-
bres no pueden darle lo justo en su sas, con un significado distinto en
estricto sentido. Precisamente por cada caso. Los nominalistas lo ex-
esta razón, la ley divina no se llama presan diciendo que, para que un
“ius”, sino “fas” (véase) en cuanto término sea ae., no basta la plu-
lo sagrado. ralidad de significados; se requie-
re que haya unidad de signo y di-
aequivocatio. Sofisma que se apoya versidad de conceptos. Así, en es-
o bien en el diverso significado de pañol, es equívoca la palabra “lla-
los homónimos, o bien –con ma- ma”, en cuanto que, con el mismo
yor frecuencia– en la definición in- signo, puede referirse a un animal,
completa o errada de una palabra. o al fuego, o a la acción de invocar.
Ejemplo del primer caso es: “Todos Agustín, por ej., subraya el carác-
los cabos penetran en el mar”, por ter de términos equívocos que tie-
tanto, “Todos los restos de vela pe- nen los homónimos (cf. Contra Iul.
netran en el mar”. Ejemplo del se- opus imp., 2, 51).
gundo caso es: “Todos los pesca- Los escolásticos distinguen el ae.
dores matan peces”, pero quienes a casu o pure ae. del ae. a consilio
matan son asesinos; luego, “Todos o analogum. El primero, que es el
los pescadores son asesinos”. Pedro equívoco propiamente dicho, seña-
Hispano la divide en tres especies: la el término que se dice de cosas
la primera es el equívoco que pro- diversas sólo por casualidad; el se-
viene ex significatione, que es el más gundo indica el término que se di-
frecuente y algunos de cuyos ejem- ce de cosas que, a pesar de su di-
plos posibles se acaba de proponer; versidad, tienen, no obstante, una
la segunda es el que proviene ex cierta relación “ad aliquid unum”
transumptione (véase transumptio), (véase analogia). Tomás de Aqui-
59 aeternitas

no aborda el tema en S.Th. I, q.13, los que se divide la vida. Los auto-
a.10 ad 4. res medievales las diferenciaron en:
infantia, pueritia, pubertas, adoles-
aestimatio. Antiguamente, en el mun- centia, a. virilis y senectus. Con to-
do jurídico, aestimare significó fijar do, también se ha utilizado para se-
soberanamente el precio de una co- ñalar un período histórico, es de-
sa; e indicó también el determinar cir, un tramo en la vida de la socie-
un castigo o una multa. En el len- dad humana.
guaje filosófico medieval pasó a se-
ñalar un juicio. En efecto, la estima- aeternitas. La noción de eternidad es-
ción es un juicio por el que se pon- tá relacionada con las de duración,
deran dos o más subiecta y se de- tiempo y permanencia. Si se abs-
termina cuál de ellos supera cuan- trae de la idea de duración el aspec-
titativa o cualitativamente al otro u to cualitativo de la dureza y se mar-
otros; de ahí que se exprese en pro- gina el cuantitativo del extender-
posiciones que suelen contener tér- se, se entenderá que la eternidad
minos como potius, maxime, etc. es un tipo de duración total, en la
que la cosa subsiste toda ella en sí
aestimativa. En los seres dotados de misma y, en virtud de su perfecta
vida animal, la ae. es uno de los solidez ontológica, permanece en
sentidos internos. Su función es la la totalidad de sus determinacio-
de registrar las intentiones –de las nes. La permanencia de todas és-
que los sentidos externos no pue- tas indica, a la vez, que en la eterni-
den dar cuenta– según las cuales dad se da una duración simultánea.
algo es captado como beneficioso En cambio, la duración del tiem-
o nocivo para la conservación del po es parcial y sucesiva porque en
propio ser. Se trata, pues, de cier- ella la cosa no subsiste en su inte-
to instinto natural que comparten gridad, sino que va pasando de una
los animales y el hombre, y que es determinación a otra, a la mane-
necesario para la constitución de la ra de un fluir. Por eso, la eternidad
potencia apetitiva. En efecto, para en sentido estricto sólo correspon-
dirigirse a algo en cuanto apeteci- de a Dios, cuya “duración” propia
ble, ese algo ha de ser previamen- está exenta de sucesión; es más, se
te percibido o “estimado” de mo- puede hablar de “duración” en Él
do natural y espontáneo como be- únicamente por analogía. En es-
neficioso en cierto grado y mane- te sentido, cabría decir que, así co-
ra. A ello está ordenada la ae., que, mo Dios conoce intemporalmen-
a su vez, requiere de los datos apor- te la duración temporal, el hombre
tados por los sentidos externos (cf. conoce temporalmente –lo cual no
Tomás de Aquino, S. Th. I, q. 78, significa que la imagine– la dura-
ae. 4 c). Así, en virtud de la ae., la ción intemporal.
oveja elude naturalmente al lobo y, La diferencia entre el tiempo y
con la misma naturalidad, se diri- lo eterno es, en último análisis, ex-
ge a la hierba. También por ella el presión de la heterogeneidad onto-
hombre huye de las fieras. lógica entre lo increado y lo crea-
aetas. Voz con la que se indica cada do; en lo creado, se debe tener par-
uno de los períodos temporales en ticularmente en cuenta, además, la
aeviternitas 60

idea de finitud. Tal heterogeneidad derando ad libitum alguna parte de


impone al hombre, que sólo tie- su continuidad (cf. S.Th. I, q.10).
ne experiencia del tiempo, aludir En otras palabras, aunque el tiem-
a lo eterno en términos puramen- po fuera infinito, seguiría siendo
te analógicos. Así lo hace, por ej., sucesión y, por tanto, al no darse la
Agustín, al referirse a Dios: “Anni simultaneidad en él, no cabría, en-
tui omnes simul stant...” (Conf. XI, tonces, hablar de ae. ni calificarlo
13). de eterno: “tiempo eterno” es una
Descartadas en la noción de eter- contradicción en términos.
nidad las de sucesión y límite, que- Hay que apuntar, por último, que
da como nota saliente de lo eterno la heterogeneidad de las dos dura-
la conjunción de dos atributos: to- ciones se diluye en el pensamien-
talidad y puntualidad. Así, según la to de Ockham, quien está más in-
célebre definición de Boecio, la ae. teresado en la relación misma tiem-
es “interminabilis vitae tota simul et po-eternidad. En primer lugar, Oc-
perfecta possessio” (De cons. philos. V, kham insiste en que la eternidad
prosa VI), es decir, una vida infini- no es una realidad que se encuen-
ta poseída totalmente en un pun- tra en Dios y que oficiaría de medi-
to, en cuanto que no discurre, re- da de su duración, ya que Él es ab-
cogiendo o desarrollando en la su- solutamente inmenso e inconmen-
cesión el ser que le compete, como surable (In II Sent. q.13 g). En se-
sí lo hace, en cambio, el ente crea- gundo término, subraya que Dios
do. coexiste con todos los momentos
Al llegar a Tomás de Aquino, la de la creación por la totalidad de su
teoría de la ae. adquiere una siste- ser; más aún, no puede no coexistir
matización metafísica, en la que con ellos.
convergen los motivos de la espe- Respecto de la polémica escolás-
culación agustiniana con las no- tica sobre la eternidad del mundo,
tas propias de la raíz aristotélica de véase mundus, in fine.
su doctrina. En el Aquinate, que
acepta la ya consignada definición aeviternitas. Con este neologismo se
boeciana, la ae. se infiere de la ac- ha designado la condición de los
tualidad pura de Dios. Por ello, su seres, por eso llamados “aeviter-
carácter esencial es la identidad per- ni”, intermedia entre el tiempo y la
manente y puntual, mientras que la eternidad (véase aevum). Tales se-
diferencia primaria que la distingue res presentan el doble carácter de
del tiempo es la simultaneidad. De no cambiar sustancialmente pero, a
este modo, según el pensamiento la vez, estar sujetos a cambios po-
tomista, la carencia de principio y tenciales o accidentales. Así, la evi-
fin en lo eterno resulta secundaria, ternidad se consideró propia de los
puesto que aun cuando el tiempo cuerpos celestes –concebidos en la
durase desde siempre y para siem- Edad Media con un ser sustancial
pre, interminablemente, se trata- inmutable, pero sometidos a cam-
ría de un fluir sucesivo en el que, bios de lugar– y de los ángeles que
en última instancia, se podrían se- mutan en cuanto a las operaciones
ñalar un principio y un fin, consi- que llevan a cabo.
61 affectio

aevum. Es la duración permanente affabilitas. La afabilidad se funda en


propia de los entes incorruptibles. el carácter naturalmente social del
Se distingue de la eternidad por hombre. Se entiende como el buen
tres notas esenciales: 1) si bien se- orden en las relaciones ordinarias
ñala permanencia en el ser sin co- de los hombres con sus semejan-
rrupción natural, no dice inmuta- tes, lo cual impone observar, tan-
bilidad absoluta; 2) aunque indica to en los hechos como en las pala-
una duración sin término natural, bras, las reglas del decoro. La a. es
supone también un origen o prin- justamente la virtud especial que se
cipio; 3) corresponde únicamente a atiene a ese orden. Se la ha llama-
los entes contingentes, vale decir, a do también amicitia, sobre la base
los que no tienen en sí mismos su de una distinción establecida por
razón de ser y, por consiguiente, la Aristóteles en Eth. Nic. IV, 6, 5.
de su permanencia en él: he ahí por Allí el Estagirita habla de la amis-
qué el evo puede tener fin. tad particular, esto es, la que con-
Así pues, lo eviterno dista del siste principalmente en los afectos
tiempo y de la eternidad como el con los que se ama a otra persona,
medio de los extremos: de él no se pero también se refiere a la amistad
puede afirmar que es equiparable general, que es la que se observa en
a lo eterno, especialmente, por la la cortesía y cordialidad en el trato
primera nota apuntada. Pero tam- con los demás. Entre los hombres,
poco se puede decir que está en añaden los escolásticos, ha de reinar
el tiempo, ya que éste es la medi- naturalmente la a., o sea, una cier-
da del movimiento según lo ante- ta amistad general, como se lee en
rior y posterior, lo que implica su- Ecclo. 13,19: “Todo animal ama a
cesión continua, y en lo eviterno su semejante”. Consideraron, pues,
hay sucesión real, pero no conti- que es propio del hombre virtuoso
nua. En efecto, en las operaciones el ser agradable en la convivencia;
propias de la naturaleza de lo evi- más aún, es un deber exigido por
terno no existe diferencia entre pa- la justicia, como ya había señalado
sado y futuro; de ahí que se diga Macrobio (cf. In Somn. Scip. I, 8).
que es inmutable, pero no absolu-
te, puesto que la eviternidad (véa- affectio. Proviene de “afficio”, cuyo
se aeviternitas) presenta una inmo- significado es el de interesar, te-
vilidad esencial, unida a la movili- ner efecto sobre algo, y, en sentido
dad accidental. Por eso, Tomás de pasivo, el de ser afectado por algo.
Aquino, por ej., escribe que ae. im- Denota el efecto que un ente pue-
plica “quaedam aeternitatis partici- de padecer por parte de un agen-
patio” (S.Th. I, q.10, a.5; cf. tam- te interno o externo a él. Por eso,
bién Quodl.V, q.4, a.1). Cf. coae- la última Escolástica distingue dos
vum. Ockham niega este concep- tipos de affectiones entis: la externa,
to en virtud de haber desdibujado “quae subiecto advenit ob externam
la heterogeneidad entre tiempo y causam”, y la interna, “quae manat
eternidad (véase aeternitas, in fine); a subiecti principiis intimis”. En el
de ahí que llegue a decir “A. nihil plano antropológico, la a. es, pues,
est” (In II Sent. q.13 g). el resultado de la influencia de una
affectus 62

determinada “impresión” sobre el hace referencia a cuatro movimien-


alma o el cuerpo. tos del alma, raíz de los restantes:
En la línea del segundo tipo men- amor, odio, gozo y dolor.
cionado, es frecuente el uso de es- Por su parte, Buenaventura vuel-
te término con el sentido de incli- ve a un planteo más anselmiano
nación natural, dada, espontánea. del tema, advirtiendo sobre el pe-
Con este último significado apare- ligro de las affectiones desordenadas
ce, por ej., en Anselmo d’Aosta. Pa- y torcidas del alma o, para emplear
ra Anselmo, las affectiones intervie- su mismo término, obliquae: esto
nen en la dialéctica del acto libre en tiene lugar cuando el temor no es
cuanto tendencias. Como tales, son santo, el dolor es injusto, la alegría
algo que le acontece a la voluntad. infundada o desporporcionada, la
Ésta tiene dos inclinaciones funda- confianza presuntuosa (cf. affectus,
mentales: la rectitud y la felicidad, in fine).
a la que a veces llama beatitudo, y
otras commodum. Precisamente, el affectus. Se denomina así el movi-
mal moral, para Anselmo, se ha de miento que proviene de la facultad
caracterizar negativamente, ya que apetitiva en el hombre y que acom-
consiste en preferir el commodum paña el acto de perseguir lo que se
de la espontánea inclinación de las percibe como un bien y rehuir lo
affectiones a la rectitudo que la mis- que se aprehende como un mal,
ma voluntad está llamada a conser- pero no a la pura captación sensi-
var; se trata, pues, de una defección ble de ambas cosas en cuanto tales,
de esta última (cf., por ej., De lib. ya que esto pertenece a la aestima-
arb. 5, De casu diab. 8). tiva. Así pues, los afectos pueden
Los místicos especulativos del si- ser concupiscibles o irascibles, res-
glo XII –los victorinos, en particu- pectivamente. Los escolásticos ha-
lar– se encargarán de ligar definiti- blaron de causas posibles de ellos
vamente este término a lo que hoy ya en 1. la cosa misma que suscita
se denomina “vida afectiva”, sin el afecto; ya en 2. los sentidos y en
vincularlo tanto con la vida mo- la conocimiento imaginativo o inte-
ral. Ricardo de San Víctor, por ej., lectivo; dado que, en el hombre, es
opone dialécticamente la a. a la ra- por estas potencias que se juzga al-
tio, y dice: “Ratio, qua discernamus, go como beneficioso o nocivo; ya
a., qua diligamus” (Benj. Min. III, en 3. la misma facultad apetitiva,
3). Más aún, Ricardo encuentra en puesto que ella es la que desea o re-
las figuras escriturarias de Lía y Ra- chaza. Pero cabe insistir en que se
quel los símbolos de la a. y de la trata de una suerte de lo que hoy
ratio, respectivamente, subrayan- denominaríamos “reacción instin-
do que ambas –la llama de la ins- tiva” que no consiste en una deli-
piración divina y la luz de la revela- beración ni deriva de ella. Por esta
ción– se complementan en la vida razón, los afectos son en sí mismos
contemplativa (cf. Benj. Min. IV, moralmente indiferentes: una ac-
4). En cambio, cuando, en la litera- ción vituperable puede estar acom-
tura victorina, este término aparece pañadas por ej., por un a. de ale-
en plural o bajo la forma affectus, gría o de tristeza, y lo mismo suce-
de con una acción virtuosa.
63 agens

Los escolásticos del siglo XIII, diante la cópula o nexo atributivo;


por ej., concentraron su atención, mientras que se denomina negatio
en cambio, en las pasiones (véase a la remoción de un predicado res-
passio). Una de las diferencias más pecto de un sujeto. En sentido es-
importantes entre éstas y los afec- tricto, entonces, a. y negatio se opo-
tos consiste en que, mientras las nen contradictoriamente entre sí.
primeras constituyen, por así decir,
la “materia prima” de vicios y virtu- agens. Indica cualquier ser que ejerce
des, los segundos sólo acompañan una acción sobre otro denominado
accidentaliter la vida moral. patiens (véase), resultando este últi-
Con una significación próxima a mo de alguna manera y en alguna
esta última utiliza el término Bue- medida modificado por dicha ac-
naventura, quien cuenta cuatro a.: ción. Esta transitividad de la misma
el temor (timor), el dolor (dolor), la es lo que distingue al a. del operans,
alegría (laetitia) y la confianza (fi- que es aquel ser cuya acción perma-
ducia). Este autor utiliza la voz que nece dentro de él, ya que es inma-
nos ocupa o bien affectio indistin- nente (véanse actio y operatio). En
tamente (cf. Coll. in Haex. VII, 7 y la Escolástica, fundamentalmente,
ss.). se aplicó el término a. al plano me-
tafísico y al de la teoría del conoci-
affici. Alude al ser movido por haber miento. En el primero, suele acom-
recibido alguna o algunas de las di- pañar a la palabra causa; así, los au-
versas impresiones posibles; de ahí tores medievales denominan, aris-
el sentido general de “ser afectado” totélicamente, causa a. a la eficiente
de alguna manera. A su vez, este en el sentido pleno del término. En
significado explica la necesaria voz el segundo, llaman intellectus a. a la
pasiva en que se ha de expresar es- facultad que, actuando sobre las re-
te verbo. presentaciones de la sensibilidad, es
decir, los phantasmata, vuelve in-
affirmatio. En términos generales, la teligibles en acto, por medio de la
afirmación es todo acto con el que abstracción, las respectivas formas
el pensamiento dice o sostiene al- esenciales percibidas por el intelec-
go. Desde el punto de vista que to posible o paciente (véase intellec-
hoy se denominaría “objetivo”, es- tus) (cf., por ej., Tomás, S.Th. I, q.
te término alude a la cosa o pro- 79, a. 3).
posición afirmada. Desde el “sub- A su vez, el término que nos ocu-
jetivo”, la a. coincide con el iudi- pa se ha acompañado de expresio-
cium (véase), por ende, se conside- nes tales como adiuvans, para in-
ra también afirmación el juicio ne- dicar una causa eficiente conco-
gativo, en cuanto que toda activi- mitante; disponens, para señalar lo
dad del pensamiento es un pronun- que predispone a una acción; prin-
ciarse sobre una cosa determinada cipale o perficiens principaliter, pa-
y, en sentido psicológico y gnoseo- ra aludir al agente principal; perfi-
lógico, un afirmar algo. Pero, en su ciens instrumentaliter, para referirse
significado más riguroso y técnico, al medio o instrumento (véase ba-
en lógica, se llama a. a la atribución livus). Sin embargo, la mayoría de
de un predicado a un sujeto, me- estos términos no incluye con es-
agere 64

tricta propiedad la noción de a. Sí, zación ockhamista de este vocablo


en cambio, lo hace la expresión a. (cf. Summa Totius Log. I, c.57).
voluntarium o liberum, que indi-
ca al agente libre, esto es, al hom- aggeneratio. Voz que indica una dis-
bre en cuanto actúa indeterminada tinción escolástica establecida den-
o libremente, por contraposición al tro del aumento como especie del
a. naturale, que lo hace determina- cambio o movimiento aristotéli-
damente. co (véase motus). Se trata de la pro-
Un uso especial asume esta voz ducción de una mera parte en una
en Buenaventura, quien distingue sustancia inanimada; así, por ejem-
tres causas agentes: la absoluta, es plo, se da una aggeneratio cuando el
decir, tantum a. es Dios; la sola- fuego se acrecienta por la incorpo-
mente “actuada”, esto es, llevada al ración de la madera.
acto por otro, que es toda criatu- aggravatio. En general, señala un au-
ra no racional; y la que a la vez es mento en el peso. El término perte-
a. y acta: éste es el hombre. Tam- nece, pues, primariamente al orden
bién llama a. aeternum, inmóvil e físico. Con todo, en la mayor parte
inmutable, al reino de Dios a cuyo de los casos, se utiliza en sentido fi-
imperio está sujeto este mundo. Lo gurado como a. animi, es decir, co-
hace precisamente porque en dicho mo “pesar” o “sufrimiento aními-
reino están contenidas las razones co”. Tomás de Aquino, por ej., la
causales, esto es, para subrayar la considera effectus doloris (cf. S.Th.
causalidad operante de lo trascen- I-II, q.35, a.8 c y q.37, a.2 c).
dente sobre lo inmanente (cf. De
regno Dei 43, 10 y 11). aggregata. Se denomina así el con-
Por su parte, Guillermo de Oc- junto de entes de la misma especie
kham distingue el a. que produce constituido per aggregationem, es
y conserva del que produce o crea, decir, añadidos unos a otros. Aho-
pero no conserva, y define este úl- ra bien, si tal yuxtaposición guarda
timo como aquel cuya ausencia no un determinado orden, como en el
implica la desaparición del efecto: caso de una flota o un ejército, se
el fuego calienta el agua; una vez dice que sus miembros o elementos
producido este efecto, si el fuego son a.; si, en cambio, se añaden en
cesa, el agua puede seguir caliente desorden, como en una pila de le-
(cf. Quodl. VII, q.3). ños, se los llama accumulata.
El carácter fundamental de esta alchimia. La alquimia es de origen
noción en la metafísica escolástica oscuro y remoto, rastreable en las
ha hecho que el término interven- obras referidas a ella al período ale-
ga en varias sentencias a las que se jandrino de la cultura griega. Con
remite. todo, se supone que se inició en
agere. “Actuar” se ha entendido en la Egipto. Sea de ello lo que fuere, la
Edad Media en los siguientes sen- palabra deriva de los árabes: de he-
tidos: 1. producir o bien destruir cho, al-chimia derivó en al-chemi-
algo; 2. hacer algo en una cosa; 3. ca, lo cual dio lugar a la moderna
en acepción amplia, mover o cam- “química”. Se trata de una activi-
biar. Tal es, al menos, la caracteri- dad, mejor aún, una técnica o una
65 alea

serie de técnicas que apuntaban a ciada por autores como Arnaldo de


un objetivo básico: la obtención de Villanova, Alberto Magno o Roger
la piedra filosofal; éste era el opus Bacon.
magnum o nigrum de la a. Se su-
ponía que esta Gran Obra habría alea. Voz que designa la suerte, en ge-
de procurar la clave para dos cosas: neral; y, en particular, los juegos de
en primer lugar, conseguir el elixir azar. Por ello, no se la ha de con-
de la juventud, que no apuntaba a fundir con ludus (véase). Los es-
la inmortalidad, sino a prolongar colásticos, como por ej. Tomás de
la vida, perfeccionando el cuerpo Aquino, siguen a Aristóteles, cuan-
y el alma del hombre; en segundo do éste incluye entre los iliberales,
término, llevar también a su per- esto es, los que reciben injustamen-
fección las potencialidades natura- te, a quienes lucran con el juego de
les y más puras –las quintaesencias azar. Los reprueba en cuanto que
mentadas por Raimundo Lullio– quieren aprovecharse de los amigos
de los metales viles para lograr su con los que juegan. El Aquinate va
trasmutación en oro y plata. Se in- más allá al sostener que los jugado-
tentaba alcanzar este propósito en res profesionales, es decir, los alea-
laboratorios, por el método de en- tores, son avaros, en cuanto que se
sayo y error y con la guía de anti- puede ser avaro también por las ga-
guos manuscritos que los alquimis- nancias obtenidas a través de me-
tas –o distintas líneas de alquimis- dios torpes o injustos, aunque esa
tas– atesoraban como la más pre- codicia tenga por objeto sumas de
ciosa tradición. dinero poco importantes (cf. S.Th.
Así, la a. se separa de la scientia II-II, q.118, a.8 ad 4). Cabe seña-
por la ausencia de teorización; se lar que, si los tratados de moral en
acerca a algunas artes por su carác- la Edad Media otorgaban cierta
ter de conocimiento práctico y per- importancia a este tema, ello obe-
sonal; pero, sobre todo, está próxi- dece al hecho de que los juegos de
ma a la magia natural (véase), aun- azar constituían un verdadero fla-
que es más pragmática que ésta, gelo social. De este modo, se pro-
por el hecho de basarse sobre las hibió a los soldados, para impedir
fuerzas de la naturaleza e intentar disputas fatales ocasionadas por las
dominarlas mediante sus combi- vicisitudes de las partidas, y hasta a
naciones. Es de subrayar que éstas los socios del arte de los mercade-
excluían los encantamientos, la in- res antes de salir de viaje, para que
vocación de los demonios, etc. Pe- no arriesgaran el patrimonio de la
ro, tal como ocurre con los equí- hacienda. Más aún, lás pérdidas en
vocos que sufrió la magia natu- los juegos de azar podían dar lugar
ral, fue cobrando carácter sospe- a blasfemias, con lo que se prohi-
choso, especialmente por el secre- bió también que se jugaran en los
to que rodeaba la actividad de la a. atrios y escalinatas de las iglesias.
y por la índole fraudulenta de al- El más frecuente en la Edad Me-
gunos de sus cultores. No obstan- dia era el juego de dados denomi-
te, en lo que tiene de antecedente nado zara, que consistía en arro-
de la moderna química, fue apre- jar tres dados sobre cuyas posibles
combinaciones se apostaba. Dante
algorismus 66

lo menciona al comienzo del can- plos, respectivamente, “Platón de-


to VI del Purgatorio en la Divina be leerse en griego”, y “Juan es un
Comedia. asno”. En el primer caso, el suje-
to “Platón” está tomado impropia-
algorismus. Entre los siglos XI y XII, mente por “la obra platónica”; en
sobre bases árabes, se produce un el segundo, el predicado “asno” su-
cambio profundo en la arithmeti- ple figuradamente a Juan para cali-
ca (véase): se consagran las cifras de ficarlo de poco inteligente.
esa procedencia, y se introduce el 2. En el campo de la mística es-
cero. Estos cambios produjeron un peculativa, el término es emplea-
nuevo tipo de cálculo denominado do en especial por Ricardo de San
precisamente a. De hecho, este tér- Víctor. En este autor indica uno de
mino proviene de una variante del los modos, justamente el más ele-
nombre de un autor del siglo IX, vado, de la contemplación. Suce-
Al-Khuwarizmi, cuyas obras arit- de a dos estadios anteriores, la di-
méticas se constituyeron en refe- latatio y la sublevatio (véanse), que
rencia insoslayable para la Cristian- constituyen etapas preparatorias.
dad medieval. Mediante la a. cuya consecución
alicubi. Esta palabra y, más precisa- no depende de los esfuerzos hu-
mente, la expresión a. esse indican manos, el hombre se transporta en
el modo según el cual una cosa es- el raptus. La a. mentis hace, pues,
tá en el espacio. Cabe notar que no que el alma olvide al mundo y aun
alude a la coexistencia espacial de a sí misma para concentrarse sólo
ese algo con otro ente ni tampoco en Dios; de ahí su nombre: es una
a las operaciones de dicha cosa que enajenación, en el sentido de extra-
se llevan a cabo en el espacio, sino ñamiento, de los sentidos corpora-
a la modalidad de su “estar en”. És- les y de las dimensiones inferiores
ta fue dividida en definitive, repleti- del alma (cf. Benj. Maj. V, 5, 174).
ve y circunscriptive (véanse). Así, en Ricardo de San Víctor, este
concepto es más amplio que el uso
alicubietas. Mediante este neologis- que le confiere Agustín (cf. De di-
mo, poco usado y proveniente de versis quaest. II, 1,1).
alicubi (véase), la Escolástica aludió
a la mera presencia de algo en el es- alienum. Cf. extraneum.
pacio, en un ubi determinado. alietas. Abstracto de aliud, este térmi-
alienatio. Término que aparece en la no se identifica con el carácter que
literatura medieval con dos acep- tiene algo de ser meramente distin-
ciones muy diferentes: 1. en con- to o diferente de otro ser. Ahora
texto lógico; 2. en contexto místi- bien, tal diferencia se puede dar en-
co. 1. en lógica, se denomina a. a la tre personas, por ej., entre un hom-
propiedad de un término mediante bre y otro, en cuyo caso el segun-
la cual su valor de suplencia propia do es un alius respecto del primero;
(véase suppositio) se transfiere a un o bien puede indicar diversidad de
valor de suplencia impropia o me- esencia, esto es, diversidad simplici-
tafórica. Esto puede darse en el su- ter, entre un ser y otro, en cuyo ca-
jeto o en el predicado; son ejem- so el segundo es un aliud respecto
67 allegoria

del primero. Tal distinción fue ela- aliud. Es un relativum diversitatis y,


borada a propósito de la teología por tanto, señala algo sustancial o
trinitaria: considerando su carácter esencialmente diverso o diferente
de Persona, el Hijo es alius respec- de otra cosa (véase alietas). En lógi-
to del Padre, pero no aliud, ya que ca, la expresión “aliud ab” –que no
son de la misma sustancia. se ha de confundir con ab alio (véa-
se)– puede indicar una especie su-
aliquid. (Cf. transcendentale). En la fi- perior o inferior. Así, aliud ab ani-
losofía escolástica, a., es decir, “al- mali indica lo superior, que es el
go”, es una propiedad trascenden- hombre; en cambio, aliud ab homi-
tal que expresa “divisionem unius ne señala lo inferior, que es el ani-
ab altero: dicitur enim aliquid qua- mal, como indica Pedro Hispano
si aliud quid; unde sicut ens dicitur (cf. Summ. Log. 8, 12).
unum, in quantum est indivisum
in se, ita dicitur aliquid in quan- allegoria. En general, alegoría es toda
tum est ab aliis divisum” (Tomás, figura retórica con la que se expresa
De ver. I, 1). un concepto o razonamiento me-
Evidentemente, a. implica unum, diante una representación sensible
pero es menester advertir que la o fantástica, algunas veces, de tipo
aclaración de aliud quid puede dar antropomórfico. Se suele utilizar
lugar a una imprecisión: la de en- como recurso para hacer más com-
tender que a. alude primariamen- prensible –y, por tanto, más eficaz–
te a todo ente en la medida en que una noción o enseñanza que se pre-
está separado o diferenciado de los tende transmitir. Lo expresado alle-
demás. Tal significado por sí solo gorice se distingue de lo dicho me-
no justificaría la inclusión de a. en- taphorice (véase). En este último
tre los trascendentales, ya que éstos caso, sólo se da la traducción de
son atributos fundamentales de to- un término por otro que es capaz
do ente en cuanto tal: de conferir a de sustituir al primero en virtud de
a. el significado apuntado, se abor- cierta analogía de significado que
daría cada ente en su relación con guarda con él. En cambio, en la
los demás y no en cuanto ente sim- alegoría, la relación entre lo figura-
pliciter, que es precisamente lo que do y su contenido es más comple-
exige un trascendental. El sentido ta, ya que va de la representación
estricto de a. es, pues, el de distinc- sensible a un valor abstracto.
tum y determinatum; de ahí que es- De este modo, la a. implica ne-
té en relación de oposición sólo a cesariamente una intención peda-
lo que le es completamente extrín- gógica, lo cual no es esencial a la
seco, vale decir, el no ser. Así, a. se- metáfora. En lo alegórico, la for-
ñala la condición de cada ente de ma se considera extrínsecamente
ser un algo determinado. Posee en en cuanto velo pero, a la vez, indi-
sí todo lo que intrínsecamente lo cación de la verdad y del bien que
constituye, excluyendo cualquier atañen a la vida espiritual. Por eso,
dependencia o relatividad con res- ha tenido un lugar preponderante
pecto a los otros entes (ab aliis divi- en la cultura medieval, dado que,
sum). en ella, tanto el arte como la na-
turaleza se vieron, en cierto senti-
allegoricum 68

do, como alegoría de lo divino. Los ya desde la Patrística, a la literal o


principales textos escriturarios so- histórica. Sobre la interpretación
bre los que se basa el desarrollo de alegórica se tejieron la moral, que
este tema son paulinos: I Cor. 10, concierne a la conversión del alma
1-13; Gal. 4, 21-31; Eph. V, 31. en relación con los actos libres, y
la anagógica, relativa a su itinerario
allegoricum. (Cf. allegoria y sensus de ascensión espiritual (véase ana-
1). En lo que concierne específi- gogicum).
camente al campo teológico y filo- Con todo, durante la Edad Me-
sófico, los autores medievales ape- dia, tuvieron lugar interpretaciones
laron con gran frecuencia a lo ale- inclusive fantásticas de la Escritura
górico en sus escritos, puesto que debido a un excesivo énfasis pues-
la trascendencia de la realidad es- to en el sentido alegórico. Por eso,
piritual –que constituía su último Tomás de Aquino hubo de recor-
marco de referencia– fue conside- dar que sólo el sentido literal ofrece
rada accesible al intelecto humano a la Teología una base segura, aun-
por vía analógica y alegórica. Por que sin negar valor a los otros sen-
lo demás, esto contribuyó a legiti- tidos posibles.
mar el lenguaje metafórico y su de-
sarrollo. La misma Escritura, por alteratio. Se denomina “alteración”,
ej. el Cantar de los Cantares, revela en sentido lato, al cambio cualita-
su sentido bajo las formas de alego- tivo, es decir, uno de los cuatro ti-
rías y símbolos que conforman de pos de cambio o movimiento (véa-
por sí una invitación a su descifra- se motus) de los que habla Aristóte-
miento, es decir, a trascender la le- les. En sentido más estricto, alude a
tra para llegar al espíritu que la ani- la modificación que se opera en un
ma. Ello explica que ya desde Fi- ente al adquirir, acrecentar o per-
lón se haya intentado una interpre- der parcial o completamente una
tación “espiritual” de los textos sa- cualidad, especialmente, sensible;
grados. así, por ejemplo, el palidecer es una
De hecho, esta tendencia alego- a. que se verifica en un hombre.
rizante se impuso en la exégesis de Técnicamente, y sobre todo entre
los autores de la Patrística, en espe- los nominalistas, se define como el
cial, los pertenecientes a la escue- cambio sucesivo por el que una co-
la de Alejandría. Orígenes, por ej., sa adquiere o pierde una cualidad
distingue entre el sentido literal, al que le es inherente.
que llama “somático”; el moral, al Los autores medievales hablan de
que denomina “psíquico”; y el ale- 1. a. corruptiva o de 2. a. perfectiva,
górico-místico, al que califica pre- según la alteración signifique una
cisamente de “espiritual” o “pneu- corrupción o bien una perfección
mático”. Agustín, por su parte, tra- en el subiectum en el que tiene lu-
ta el tema de la a. en el De Trin. gar.
XV, 9, 15, subrayando que el dis-
curso alegórico no es de suyo falaz. altitudo. La altitud es la tercera di-
En general, la lectura alegórica de mensión, siendo la primera la lon-
la Escritura, así como más tarde de gitudo o longitud; y la segunda, la
otros textos, se contrapuso, pues, latitudo o latitud. A diferencia de
69 amicitia

éstas, que se mueven, por así decir, tiniana, por ej., la expuesta por el
en un plano horizontal, se ha de Hiponense en En. in Ps. 56 y De
subrayar que la a. hace alusión a la civ. Dei XIX, 26.
dimensión vertical; por eso, señala
tanto la altura cuanto la profundi- ambiguum. Es una especie del térmi-
dad. De esta manera, decir “ducere no aequivocum (véase). En efecto,
in altum” significa conducir la na- es equívoco el vocablo que, sien-
ve hacia donde el mar se hace pro- do el mismo, se afirma de varias co-
fundo, esto es, navegar mar aden- sas con un significado diferente en
tro, precisamente hacia “altamar”. cada caso; a. es el término que es
En los textos filosóficos y teológi- posible aplicar a sólo dos de ellas;
cos medievales, de los tres vocablos así, si no se encuentra en un con-
mencionados, el que nos ocupa es texto que permita el discernimien-
el que aparece más frecuentemen- to del significado preciso, es decir,
te, ya que es el que ofrece mayo- considerando el término aislado y
res posibilidades para el discurso por sí solo, su sentido permanece
alegórico o metafórico. Así, por ej., incierto.
lo señala Agustín en el De quant. ambitio. En la Edad Media, el con-
an. 12, 21. Por su parte, Ansel- cepto de ambición concierne a la
mo d’Aosta, en Proslogion I, decla- vida moral. Se relaciona con la no-
ra no pretender penetrar con su in- ción de honor (véase), esto es, con
teligencia la a. divina. De acuerdo la deferencia y consideración que
con lo dicho, esta última expresión se da a alguien en testimonio de su
se podría traducir tanto como la excelencia en algún campo. Aho-
“altura” –en el sentido de la gran- ra bien, se entendió que aquello en
deza infinita– de Dios, cuanto co- lo que se sobresale es un don divi-
mo la “profundidad”, en cuyo caso, no concedido para que sea útil a
el lector tendería a pensar en el ca- otros. La a. se define como el ape-
rácter abismal del ser divino. Más tito desordenado de honor y cons-
allá de los matices, ambos sentidos tituye una falta moral, puesto que,
confluyen. primero, en ella se anhela el testi-
ambidexter. La palabra “ambidiestro” monio de una excelencia que no es
es usada por Guillermo de Saint- propia, sino que ha sido recibida;
Thierry. La toma del personaje es- segundo, no se atribuye el honor a
criturario de Aod, juez de Israel Dios; tercero, no se atiende a la uti-
que se servía de su mano izquier- lidad a los demás. Los escolásticos
da como si se tratara de la derecha, consideraron la a. aristotélicamen-
según se lee en Jc. III, 15. Con es- te y, en cuanto exceso, la opusieron
ta expresión alude a aquellos que, a la magnanimitas (véase).
dedicados a la contemplación por amicitia. Expresa una clase de afecto
amor a la verdad, no vacilan en sus- entre personas que reviste dos no-
traerse a ella para atender en es- tas esenciales: la reciprocidad y el
te mundo a las exigencias de la ca- desinterés. En la Antigüedad, Ci-
ridad (cf. Ep. Fr. M.D. 12). Con cerón marcó en este concepto, es-
ello, Guillermo de Saint-Thierry pecialmente, una cierta referencia a
sigue una línea claramente agus- un plano que trasciende a los ami-
amitti 70

gos mismos; así, define la a. como y la mera hospitalidad (cf. Ep. Fr.
“omnium divinarum humanarum- M.D. 56).
que rerum cum benevolentia et cari-
tate consensio” (Lael. VI). amitti. Verbo que se aplica a la pér-
En el período patrístico sobre- dida natural que un ente real su-
salen los análisis del tema que ha- fre. En virtud de su nominalismo
ce Agustín de Hipona, quien, alu- o, mejor aún, de su antirrealismo,
diendo a la definición ciceronia- Guillermo de Ockham insiste en
na, subraya que la realización de que a. no se refiere al hecho de que
la amistad plena no sólo compren- algo ha perdido un atributo, sino
de la concordia en el plano huma- a que ese atributo ya no se predi-
no, sino también el divino. Insis- ca de él, aunque esa cosa continúe
te también en la amistad que es po- subsistiendo. Así se expresa, por ej.,
sible anudar con Dios (cf. Conf. en Summa Totius Log. III, c. 18. Cf.
VIII, 6, 15). Por otra parte, desta- también recessus.
ca el ser amigo de la verdad como amor. Mientras que la Antigüedad clá-
condición para ser amigo del hom- sica incluía en su noción de eros la
bre (cf. Ep. 155, 1). En páginas que nota de necesidad o carencia espiri-
se cuentan entre las sobresalientes tual, la aparición del Cristianismo
sobre este tema desde el punto de colocó el concepto de a. en un pla-
vista psicológico, Agustín expresa no metafísico diferente. En efecto,
el sentimiento de la a. como el de la doctrina cristiana sobre el carác-
quienes sienten ser una sola alma ter personal y paterno de Dios lle-
en dos cuerpos (cf. Conf. IV, 6). vó a ver en el amor una positividad
En la Edad Media, se prestó par- y perfección del ser, sobre la ba-
ticular atención a la amistad es- se de afirmaciones como la de San
piritual. Al respecto, son nota- Juan: “Deus charitas est”.
bles los tratados de Pedro de Blo- Tal cambio de perspectiva obe-
is y de Buocompagno de Signa. Es- dece a que la misma vida íntima
te último analiza especialmente la divina es entendida como a.: con
dimensión psicológico-social de esa noción se caracterizan, en efec-
la amistad y advierte sobre varias to, las relaciones entre las personas
clases de falsos amigos: el sophisti- de la Trinidad. Es más, respecto de
cus, que es el que engaña; el vocalis, la relación de Dios con el mundo y
quien sólo hace protestas de amis- el hombre, la Creación y la Reden-
tad; y el versipellis, que es el adula- ción son vistas como actos del a.
dor. Respecto de la amistad gene- divino. Consecuentemente, tam-
ral que se establece entre semejan- bién la ética cristiana elaborada en
tes sólo en cuanto tales, véase affa- la Edad Media se expresa en térmi-
bilitas. nos de a., entendido ya no como
Una nota curiosa concerniente a tendencia puramente natural naci-
este concepto es la que aporta Gui- da de la necesidad, sino como ac-
llermo de Saint Thierry. En efecto, to de voluntad libre e iluminada,
escribe este autor que hay entre el es decir, como fuerza proveniente
estudio y la lectura la misma dis- de un espíritu dotado de libertad,
tancia que la que se da entre la a. fuerza que la Gracia potencia. Por
71 amor

ello, lo eleva al orden sobrenatural re un cierto conocimiento –por lo


y lo convierte en deber de actuar el menos, una aprehensión– del bien
bien. Esta concepción del a. como que se ama. Pero lo esencial en la
operante y como energía de dona- doctrina tomista al respecto es la
ción no sólo lo aleja de algunos as- distinción entre el a. concuspiscen-
pectos del primitivo eros platónico tiae y el a. amicitiae: el primero se
y de la visión que lo entiende co- dirige al bien que uno quiere con
mo mero pathos, sino también de afán de posesión; tal bien es, en-
la pura theoría o contemplación, tonces, deseado o amado con amor
ya que su término es la acción. Es- de concupiscencia. El segundo in-
ta evolución es registrada aun por dica la dirección hacia el sujeto pa-
un cambio terminológico: de eros ra el cual se quiere ese bien; a dicho
se pasa a agape, o sea a la noción de sujeto se lo quiere, pues, con amor
a. como charitas (véase). de amistad. Esta segunda clase es la
Con todo, eros platónico y chari- que se da tanto en el amor a los de-
tas cristiana coinciden en tener un más como en el amor a sí mismo;
sentido espiritual en cuanto que por tanto, se incluye en esta doc-
ambos son movimientos referidos, trina la amistad consigo mismo co-
en un sentido u otro, a una reali- mo una de las formas del a. De és-
dad absoluta, de la que reciben po- te derivan como efectos, según To-
sibilidad y justificación. más, la unión entre los amantes, el
Entre los textos medievales de- éxtasis, la mutua inhesión y los ce-
dicados al tema cabe citar: Agus- los (cf. S.Th. I-II, qq. 26-28).
tín de Hipona, De doct. christ. III, Por su parte, los autores nomi-
10, De civ. Dei XIV, 28; Bernardo nalistas suelen enfatizar el carác-
de Clairevaux, De diligendo Deo, ter instrumental del a. concupis-
passim; Ricardo de San Víctor, De centiae: en éste, su objeto es usado
quattuor gradibus violentae caritatis, (uti) como medio para alcanzar el
passim; Meister Eckhart, Sermo VI, goce (frui) propio, de donde se tra-
1; Dante, Par. I, 109-20, Conv. III, ta de un amor sui ordinatus. Así se
8, 13. En su extenso tratamiento lee, por ej., en Gabriel Biel (cf. In
del amor como pasión, Tomás de II Sent., d.1, q.5, a.1).
Aquino lo define como principio Párrafo aparte merece el caso par-
del movimiento que tiende al fin ticular del amor a Dios. En este
amado, sin que éste se haya elegido sentido, la expresión amor Dei su-
previamente, para lo cual se reser- per omnia propter Deum, el amor a
va el término “dilectio” (véase). Al Dios por sobre todas las cosas pre-
pertenecer a una potencia apetiti- cisamente por o a causa de Él mis-
va, el objeto del a. es la causa de su mo, indica un carácter completa-
movimiento: el bien. Por lo demás, mente incondicional. Autores co-
señala el Aquinate que hay una mo el citado Gabriel Biel conside-
cierta connaturalidad o compla- ran esta clase de amor algo propio
cencia entre el amante y lo amado, de la perfecta contritio (véase) (cf.
y para cada uno es bueno lo que le In II Sent., d.27, q.1, a.3).
es connatural. Coincide con Agus- Durante el Renacimiento, y par-
tín en que el bien amado requie- ticularmente en el Humanismo ita-
amphibologia 72

liano de la segunda mitad del siglo sapientia (véase sapiens, cuya etimo-
XV, se vuelve a perspectivas plató- logía cabe recordar para la vincula-
nicas y neoplatónicas sobre el te- ción con el sentido del gusto). El a.
ma. Prueba de ello son el comenta- antecede a la quies o reposo, en el
rio al Banquete de Platón, de Mar- que culmina la vida espiritual.
silio Ficino, y el Commento alla
canzone d’amore di Benivieni de Pi- ampliatio. La ampliación es una pro-
co della Mirandola. piedad lógica del término que ex-
tiende su valor de suplencia (véa-
amphibologia. Lógicos y gramáti- se suppositio). Si tomamos como
cos medievales han designado así ejemplo el término “hombre”, ten-
el equívoco que se da cuando una dremos en los siguientes ejemplos,
proposición puede dar lugar a va- sucesivamente, mayores grados
rias interpretaciones: “Fallacia am- de ampliación: 1) “Todo hombre
phibologiae accidit ex hoc quod ali- viejo es mortal”, 2) “Todo hom-
qua oratio potest diversimode acci- bre actualmente existente es mor-
pi”, escribe Ockham en Summa tal”, 3) “Todo hombre es mortal”.
Totius Log. III, 4, c.5. La a. puede En la última proposición el térmi-
asumir tres formas: 1. la proposi- no “hombre” está a título esencial,
ción tiene de suyo varias interpre- o sea, abarca toda existencia hu-
taciones posibles; 2. tiene un sen- mana posible; por eso, este tipo de
tido propio o principal y un senti- ampliatio se denomina “ad esse pos-
do impropio o secundario, tomán- sibile”.
dose éste por aquél; 3. la proposi-
ción aislada tiene un único signifi- an sit. Cf. annitas.
cado posible pero, unida a otra, un anagoge. Esta palabra señala, en ge-
segundo sentido. Como se ve, la a. neral, la elevación del espíritu a las
concierne siempre a proposiciones; realidades más altas. Es translite-
no se ha de confundir, pues, con el ración del griego. Su noción apa-
aequivocum (véase) propiamente rece ya en autores como Orígenes
dicho, puesto que éste se basa só- (cf. De Princ. IV, 3, 4; Contra Cel-
lo sobre términos. sum 22, 530), siendo retomada por
amplexus. Término que corresponde a Beda (cf. De Tabern. I, 6). Pero se
la mística medieval y que fue em- prolonga, con el mismo sentido in-
pleado, en especial, por Buenaven- dicado, en la Escolástica, por ej., en
tura. Dicho analógicamente, alu- Buenaventura (cf. Brev. Pr. 4). El
de a una “sensación espiritual”, una significado del término da lugar a
percepción de la mens referida a la una de las cuatro interpretaciones
vida de la Gracia. En efecto, este posibles de la Escritura (véase ana-
autor distingue en esta última es- gogicum).
tados que compara con las sensa- anagogicum. Proviene de anagoge (véa-
ciones de la vida física. El estado se), por lo que indica lo relativo a
espiritual correspondiente al tacto la ascensión espiritual. Pero se usa
se denomina a., es decir, “abrazo”. también como sinónimo de “in-
Designa un grado místico que si- ducción”, en cuyo caso se llama a. a
gue al gustus, el cual procede de la lo que conduce a la causa suprema
73 analogia

por vía filosófica o teológica. De a los elementos del mundo, como


significado más preciso, la expre- el vínculo que éste se da a sí mis-
sión “sentido anagógico” se refiere mo: lo que el fuego es al aire, el ai-
a uno de los cuatro órdenes o pla- re lo es al agua (cf. Timeo 31e). Es-
nos en los que se puede interpretar tos dos últimos elementos son con-
la Sagrada Escritura: justamente, el cebidos así como los medios pro-
más profundo, el referido a la vida porcionales. Pero es en Aristóteles
trascendente. en quien el concepto de a. se con-
En efecto, en la Patrística, se ha- vierte en una noción universal y
bló del sentido literal opuesto al metafísica, instrumento de inda-
sentido espiritual de las Escrituras. gación del ser en cuanto ser. Ad-
Este último se divide en alegórico, vierte el Estagirita que no es nece-
moral y anagógico. Se considera a. sario buscar definición de todo, si-
en tanto que esta lectura eleva el al- no contentarse con comprender in-
ma a las realidades sublimes. tuitivamente ciertas cosas median-
Esto se prolonga en la Escolás- te la analogía: por ej., el acto es a
tica, cuando se restringió este atri- la potencia como quien construye
buto a aquello que concierne al iti- es a quien puede construir (cf. Met.
nerario del alma hacia la vida eter- IX, 6, 1048 a 37). Ello sucede por-
na, distinguiendo el significado a. que se tiene la unidad por analo-
del alegórico que indica las verda- gía cuando dos cosas son entre sí lo
des de fe, y del moral o tropológi- que una tercera es a una cuarta (cf.
co que señala las prácticas a seguir. ibid. V, 6, 1016 b 34). Ahora bien,
Dante, por ej., califica de a. lo que, en Aristóteles, la a. no implica que
aun en un texto literario no sagra- los pares de términos entre los que
do, constituye una suerte de “sobre se establece la relación pertenez-
sentido” en cuanto alude a la gloria can a la misma especie, ni siquiera
eterna (cf. Conv. II, 1, 6-7). al mismo género. De esta manera,
la unidad de analogía constituye la
analogia. En principio, se dice que unidad extrema en tanto que es la
hay analogía entre dos cosas cuan- más abstracta.
do son parcialmente iguales y en En la Escolástica, la noción de a.
parte diferentes. Y se afirma que un se retoma de la fuente aristotélica,
término es analógico cuando no es sobre todo, a través de la media-
ni unívoco ni equívoco. La palabra ción árabe, dada, sobre todo, por
que nos ocupa proviene de ana- , Alfarabi, Avicena y Averroes. Con
una de cuyas acepciones es “sobre” Alberto Magno (cf. S.Th. I, 6, 26),
o “a lo largo de”, y logos, en el senti- Buenaventura (cf. In Sent. I, 5, 1)
do de “razón”. Primariamente, sig- y Roger Bacon (cf. Op. maius, De
nifica la proporción o relación que signis 36-46), además de Tomás
vincula entre sí cuatro términos, de de Aquino, este concepto adquie-
los cuales el primero es al segundo re máxima importancia. Desde el
lo que el tercero es al cuarto. Entre punto de vista lógico, aparece, por
los griegos, el tema fue estudiado ej., en Ockham (cf. In Sent. I, 2, 9;
particularmente por los matemáti- III, 9; Quodl. IV, 12). Pero se em-
cos. Con todo, ya en la cosmogo- plea también y fundamentalmente
nía platónica la a. aparece referida
analogia 74

como principio metafísico y teoló- na que posee y practica el arte de la


gico. Esto último se explica porque navegación y que sería aquí el ana-
el problema más grave que la ana- logado principal, pero también se
logía fue llamada a resolver con- aplica a los uniformes que visten
cierne a la posibilidad de conocer a tales personas, a los instrumentos
Dios, entendido como Ipsum Esse, que usan y a los edificios que ha-
y a la formulación humana de ese bitan, sin que ninguna de estas co-
conocimiento. sas sea poseedora del arte de la na-
Como premisa de la doctrina vegación. Este tipo de analogía de
de la a., se ha de tomar la distin- atribución es 1.2. extrínseca, por-
ción entre los términos equívocos, que la relación que dichas cosas
unívocos y análogos (véanse ae- guardan con los marinos es mera-
quivocum y univocum). En gene- mente externa. Pero la a. a. puede
ral, equívoco es un término único ser también 1.2. intrínseca. Ésta se
que nombra varias realidades con da cuando la forma significada por
significado totalmente diverso, co- el analogum se encuentra realmen-
mo “vino” referido a una bebida y te, aunque de manera desigual, en
al verbo “venir”; unívoco es el que todos los sujetos a los que se aplica,
conserva el mismo sentido cuando es decir, en todos los analogados,
se aplica a realidades diferentes, por hallándose la forma en cuestión de
ej., “aguda” referido a una pluma o modo originario y perfecto en el
a una espada. Análogo o analógico principal, y, en los secundarios, de
es el término que, atribuido a reali- manera derivada e imperfecta. Así,
dades distintas, mantiene el mismo el nombre de “bien” se aplica prin-
sentido, aunque con matices diver- cipalmente al fin, que es bien por sí
sos; de ahí lo señalado al comienzo. mismo ya que por sí mismo se ape-
Por tanto, es el que suscita las ma- tece; secundariamente, se atribuye
yores dificultades y el que dio lugar a los medios, que son bienes deri-
a toda una doctrina de la analogía. vados, dado que se apetecen en or-
En esta última, se suele estable- den al fin.
cer la siguiente división: 1. a. attri- También se puede hablar de una
butionis o analogía de atribución, 2. a. proportionis o analogía de pro-
que es la analogía simple, en la que porcionalidad. Se trata de una ana-
se compara un término con otro, logía compuesta, porque en ella se
una forma con otra; en tal com- establece una semejanza de rela-
paración se establecen ciertas rela- ciones, esto es, se aplica al caso en
ciones entre algunos entes, deno- que dos términos relacionados en-
minados minora analogata o ana- tre sí guardan semejanza con otros
logados secundarios, y otro ente o dos igualmente vinculados entre sí.
forma única, que se llama princeps Este tipo de analogía puede tener
analogatum o analogado principal. dos modalidades: 2.1. propia, que
En virtud de la relación de aqué- se da cuando la relación significa-
llos con éste, reciben todos el mis- da por el nombre análogo se rea-
mo nombre que, por eso, es análo- liza efectiva y formalmente en to-
go. Por ej., el nombre de “marino” dos los los pares de términos invo-
concierne propiamente a la perso- lucrados; por ej., la relación de co-
75 analogia

nocimiento que hay entre los senti- Ahora bien, el concepto analógi-
dos y los objetos sensibles es seme- co por excelencia es el ser en cuan-
jante a la que se da entre el enten- to tal, lo que significa que éste se
dimiento y los objetos inteligibles: predica en sentido propio de toda
en ambos casos, el nombre análogo la realidad, pero que su modo varía
de “conocimiento” se toma en sen- esencialmente de un género a otro.
tido propio. En cambio, la analo- De esta manera, tanto la sustancia
gía de proporcionalidad es 2.2. im- como los accidentes son, pero una
propia, cuando la relación signifi- es en sí y los otros son en ella. De
cada por el nombre análogo se rea- modo semejante, el ser increado es
liza con propiedad solamente en análogo pero no idéntico al creado,
uno de los pares de términos que sino infinitamente distante de él.
se toman, mientras que en el otro Precisamente porque es analó-
u otros se da en sentido traslaticio gico, el ser no se puede conside-
o metafórico, de donde este tipo de rar como género, ni siquiera como
a. se llama también “de proporcio- el máximo género: como se ve en
nalidad metafórica”; por ej., la pa- el ejemplo de “animal”, un género
labra “visión” designa propiamente se predica unívoca y no analógica-
la relación que hay entre el sentido mente de varias especies, mientras
de la vista y un objeto visible, pero que el ser no se puede atribuir uní-
se aplica también metafóricamente vocamente –esto es, en el mismo
para denotar la que se establece en- sentido– a la sustancia y al acciden-
tre el entendimiento y algún objeto te, a Dios y a las creaturas (cf., por
de éste, captado de modo inmedia- ej., Tomás de Aquino, In I Sent.,
to y evidente. d.8, q.4, a.2). Sin embargo, ésta
El tipo de analogía descrito en no es más que una posición asu-
2.1., o sea, la de proporcionali- mida frente a la cuestión. De he-
dad propia, constituye quizás el cho, esa doctrina tomista es refuta-
más debatido filosóficamente. Ello da por Duns Scoto (cf. Opus oxon.
se explica porque en esta clase de I, d.3, qq. 1 y 3; d.8, q.3). Conside-
analogía la denominación no está ra Escoto que, en las demostracio-
simplemente predicada de los ca- nes de la existencia de Dios y de sus
sos analogados con mayor o menor atributos, se caería en una quater-
legitimidad, sino que se capta co- nio terminorum (véase), si el térmi-
mo realizada formalmente en ellos. no medio no conviniera a Dios y
Así, son objeto de una a. proportio- a las creaturas unívocamente. Para
nis propia, en especial, los trascen- él la noción de ser, abstraída de sus
dentales (véase transcendentale), va- especificaciones, es absolutamente
le decir, las propiedades que, perte- única, tanto desde el punto de vista
neciendo al ser en cuanto ser, se en- lógico como ontológico, ya que se
cuentran en forma análoga en to- diferencia actual y formalmente en
das las instancias singulares que el virtud de los distintos grados meta-
ser puede asumir; por ej., “verdade- físicos de los diversos entes. Según
ro” es a “ente” como “Verdad” es a Escoto, a partir de estas especifica-
“Ser”. ciones podemos abstraer el concep-
to de ser, lo cual rechazaban los to-
analogum 76

mistas fundándose en que ello im- la philosophia (véase), es menos fre-


plicaría justamente considerar el cuente en la Edad Media de lo que
ser como género máximo. La disi- habitualmente se cree. En el caso
dencia radica, pues, en la diferente de Tomás de Aquino, por ej., alu-
concepción que se sustente sobre el de al hecho de que la filosofía, que
significado de “género”, pero, sobre es para la teología modelo de pro-
todo, en el distinto enfoque des- cedimiento racional, debe, con to-
de el que se aborda la cuestión de do, seguir a esta última en lo que
la abstracción. A diferencia de To- respecta a los resultados de la bús-
más, Escoto lleva el análisis de la queda. El Aquinate afirma esto, pe-
abstracción del plano psicológico al se a la autonomía formal que con-
plano lógico: así, lógicamente ha- fiere a la Filosofía y a la certeza de
blando, habría para él dos niveles que, si no tienen lugar errores de
de abstracción. En el primero, se razonamiento, las conclusiones fi-
abstrae la esencia de las cosas par- losóficas, aun cuando éstas llegan
ticulares; pero el concepto así ob- más acá que las teológicas, no pue-
tenido es siempre una idea com- den contradecir a estas últimas. Tal
puesta por una noción universal y preeminencia de la theologia (véa-
otra particular o por dos universa- se) no alude al método, ya que en
les, por ej., la esencia de hombre. este sentido la teología es deudora
En el segundo, se obtiene la esencia de la filosofía, sino al hecho de que
de la “esencia de”, con lo que se lle- aquélla tiene por principios los da-
ga a un término puramente metafí- tos de la Revelación, esto es, la au-
sico. En este segundo nivel metafí- toridad divina que, a diferencia de
sico, “ens”, por ej., ya no es un tér- la razón humana, es infalible.
mino análogo, sino unívoco.
Finalmente, muy distinta a las angelus. Este nombre latino proviene
dos posiciones esbozadas es la de del verbo griego angelo, anunciar,
Suárez, quien propone negar la a. por lo cual significa “mensajero”.
p. para salvar la unidad del ser, con- Ya en su sentido primitivo presen-
cebido por él como lo directamen- ta, pues, un cierto carácter de in-
te inteligible (cf. Disp. Met. II, s. II, termediario. De hecho, fue conce-
n. 34). bido en las más antiguas religiones
En suma, son muchas y muy ma- y cosmogonías, por ej., en la mito-
tizadas las respuestas elaboradas du- logía persa, como mediador entre
rante la Edad Media respecto de es- Dios y los hombres. También en el
ta noción, de modo que es impo- judaísmo el ángel se entiende, fun-
sible siquiera sintetizarlas. Lo que damentalmente, como un enviado
se ha de tener presente es la impor- de Dios.
tancia capital que el tema de la ana- En la teología cristiana, el con-
logía adquiere en cualquier gran cepto de a. mantiene la nota men-
sistema metafísico premoderno. cionada, pero se ha discutido su
origen, naturaleza, jerarquía y des-
analogum. Cf. analogia. tino. Respecto de 1) su origen, ob-
viamente, todos los autores cristia-
ancilla theologiae. La expresión de nos señalan por igual a los ángeles
“sierva de la teología”, aplicada a como seres creados por Dios. En
77 angelus

relación con 2) su naturaleza, co- dividuo que agota en sí mismo su


mienzan las diferencias de concep- especie, constituyendo un universo
ción: si bien todos los teólogos in- completo (cf., por ej., S. Th. I, qq.
sisten en la inmaterialidad de los 50-56; C. G. II, 72 y 98).
ángeles, algunos Padres de la Iglesia En lo que concierne a 3) su des-
les atribuyen un cierto “cuerpo es- tino, los autores patrísticos y me-
piritual”, es decir, un tipo de mate- dievales admiten el dato de fe de la
ria etérea y luminosa. Ésta es la po- rebelión originaria de algunos án-
sición a la que se ven llevados, por geles contra Dios, en virtud de la
ej., Orígenes y Agustín de Hipo- cual se convirtieron en demonios.
na, en virtud del hilemorfismo que Pero, mientras teólogos como Orí-
profesaban, es decir, por su imposi- genes afirman que todos los espíri-
bilidad de concebir algo creado ab- tus creados por Dios se convertirán
solutamente simple, en el sentido finalmente a Él en la reversión úl-
de no compuesto por algún grado tima (cf. De princ. II, 9 y III, 5-6),
de materialidad. En efecto, en vir- otros, como Agustín –a quien sigue
tud de esta doctrina, sólo se admi- la ortodoxia en este punto– sostie-
te en lo creado un tipo de compo- nen la condenación eterna de los
sición, la de materia y forma; pues- ángeles rebeldes y la eterna beati-
to que, como la absoluta simplici- tud de los que permanecieron fieles
dad sólo es atribuida a Dios, todo (cf., por ej., De Civ. Dei XI y XII).
lo que no sea Él ha de ser, de algún Con todo, el aspecto quizá más
modo, compuesto. De esta mane- rico de la angelología cristiana es
ra, también el ángel debía presen- el de 4) la jerarquía angélica. Ese
tar cierta materialidad. En cam- aspecto de la cuestión –caro a los
bio, en la Escolástica, Tomás con- neoplatónicos– fue tratado, en es-
cibe, además del mencionado, otro pecial, por Dionisio Areopagita,
tipo de composición, la de essen- cuya obra sobre la jerarquía celeste,
tia y esse. Ésta es, para el Aquina- basada en la Escritura, fue la fuen-
te, la propia de los ángeles, mien- te de la doctrina medieval sobre el
tras que en los hombres y en to- tema. Tal jerarquía está constitui-
dos los entes corpóreos intervienen da por nueve órdenes de ángeles,
no sólo la composición esencia y agrupados en disposiciones terna-
existencia, sino también la de ma- rias. La primera es la de los serafi-
teria y forma. Así, en la visión to- nes, querubines y tronos; la segun-
mista –que aun en su angelología da, la de las dominaciones, virtu-
parte del pensamiento aristotélico– des y potencias; la tercera está com-
los ángeles constituyen formas se- puesta por principados, arcángeles
paradas, sustancias inteligibles, in- y ángeles (cf. De cael. hier., IV-X y
mutables, inmortales e intermedias passim). Esta doctrina es aceptada
entre Dios y los entes corpóreos. por escolásticos como Tomás (cf. S.
Por otra parte, siempre en la mis- Th. I, q.108, a. 2) y adoptada por
ma línea aristotélica, para Tomás, Dante en el Paradiso de la Divina
el principio de individuación radi- Commedia. Pasa a los autores rena-
ca en la materia; como los ángeles centistas, en especial a los que tie-
carecen de ella, cada ángel es un in- nen influencia neoplatónica; por
angustia 78

ej., aparece en el De vita contempla- chas operaciones son las de pensar


tiva et activa de Cristoforo Landi- y querer; de ahí que por a. también
no. se haya entendido aquello que, en
cada uno de nosotros, permite lle-
angustia. Forma extrema de la aggra- var a cabo esas acciones. Cierta-
vatio animi, la angustia se ha con- mente, todas estas acepciones ge-
siderado la derivación más grave de nerales no sólo no son excluyentes,
la pasión de la tristitia. Tiene lu- sino complementarias, pero im-
gar cuando el ánimo apesadumbra- porta notar cómo en cada período
do se percibe como cercado por el y aun en cada autor de la Patrística
mal que lo atormenta, de modo se- y la Edad Media se acentúa uno de
mejante al de quien, físicamente, se estos significados en particular, con
encuentra ante un desfiladero tan la problemática que de él deriva.
estrecho que no parece ofrecer sa- De hecho, las elaboraciones que,
lida. De hecho, el adjetivo sustan- sobre la base de las diferentes co-
tivado “angustum” indica un espa- rrientes del pensamiento antiguo,
cio muy reducido y, en sentido fi- se hicieron a partir de los datos de
gurado, señala un tiempo difícil y la revelación judeo-cristiana, lle-
crítico. varon a ver la salvación en el co-
anima. La etimología de esta palabra, nocimiento de la verdad revelada,
fundamental en la antropología voluntariamente aceptada. Pero esto
medieval, la relaciona con el voca- implica ir más allá del mero carácter
blo griego ánemos, cuyo significa- de ser animado y aun de ser cons-
do es “soplo, aliento de vida”. Y, en ciente, capaz de entender y querer.
efecto, se puede decir que la acep- De hecho, la misma Escritura in-
ción básica de a. en los textos pa- siste en el valor de la persona que
trístico-medievales es la de princi- sobrepasa dichos caracteres: afir-
pio de vida y forma de los seres ani- ma, por ej., que el hombre vive por
mados. De este modo, en la his- un hálito de Yaveh (cf. Gen. II, 7)
toria del concepto que nos ocupa, y es iluminado por la luz del Verbo
se mantuvo una cierta ambivalen- (Jn. I, 9). Surge, entonces, el pro-
cia: la que deriva del doble aspec- blema de determinar qué aspecto
to, material e inmaterial, implíci- del a. vincula a la persona con la vi-
to en la noción de “soplo de vida”. da trascendente. En este sentido, es
Así pues, señala el principio intrín- fundamental la intervención de los
seco de los seres vivientes, en vir- textos paulinos, ya que en ellos se
tud del cual dichos seres viven y habla de a., es decir, psyche, y tam-
llevan a cabo las operaciones vitales bién de nous o pneuma, o sea, spi-
que les son propias según la especie ritus (véase). Algunos han señala-
a la que pertenezca cada uno. En do que con esto Pablo sigue la an-
el caso del hombre, tales operacio- tropología tridimensional –cuerpo,
nes están acompañadas de concien- alma, espíritu– propia de los estoi-
cia. Por esta razón, en muchas oca- cos. Sin embargo, otros sostienen
siones, el significado de “alma” se que no se trata de una tripartición
restringió a principio de concien- de principios, sino que con pneuma
cia. Ahora bien, las más altas de di- el apóstol se refiere al poder espiri-
79 anima

tual del alma, capacidad irreducti- Al llegar al siglo XIII, con el re-
ble a la de su virtud vivificadora. ingreso del aristotelismo, se gene-
Toda esta problemática es reco- ró una polémica en torno del sta-
gida por los Padres de la Iglesia en tus metafísico del alma, conocida
doctrinas cuya primera gran sínte- como la discusión sobre la unici-
sis se alcanza con Agustín de Hi- dad o pluralidad de formas sustan-
pona. En primer lugar, remitién- ciales en el hombre, esto es, si hay
dose al neoplatonismo, y en polé- un solo principio en él que cum-
mica con los maniqueos, el hipo- ple varias funciones, o bien varios
nense despeja definitivamente toda principios, es decir, un alma vege-
posibilidad de concebir el a. como tativa, una animal y otra racional.
dotada de materialidad sensible, La primera tesis es la que resulta
ya que la definide como substan- históricamente vencedora, contra
tia spiritualis (cf. De Tr. X, 10, 15); la segunda, más propia de los se-
en segundo término, sostiene que guidores de Avicebrón. De hecho,
es, a la vez, rationis particeps, regen- Aristóteles había subrayado que el
do corpori accomodata, es decir que hombre responde a un único acto
subsume en ella los principios de de existencia; su cuerpo no consti-
las funciones más elementales y las tuye una actualidad diferente de la
más altas del hombre (cf. De imm. del alma, sino que recibe la de ésta.
an. 15); en tercer lugar, por lo me- Y la actualidad del alma, que es ac-
nos en muchos textos y pese a in- to primero, es principio de las ope-
negables ambigüedades terminoló- raciones activas –o actos segundos–
gicas, Agustín adscribe a los aspec- de la vida en su triple grado: vege-
tos superiores del alma las funcio- tativo, sensitivo y racional. Tomás
nes que antiguamente se asignaban de Aquino hace suyo este esque-
al pneuma, siguiendo así una de las ma general y, otorgando particular
líneas de interpretación de San Pa- atención a las operaciones y facul-
blo. Un problema sobre el que só- tades cognoscitivas del alma, insis-
lo hacia el final de su vida se expi- te, contra los averroístas, en que es
de el Hiponense es el de la eventual cada alma la que elabora su propio
preexistencia del alma, posibilidad conocimiento a través de su pro-
que después ya los autores cristia- pio intelecto agente (cf. C. G. II,
nos abandonarán definitivamente. 69). El principio que anima a ca-
Un notable desarrollo de la no- da hombre es, pues, el que lo hace
ción que nos ocupa se encuentra en pensar y conocer, a partir el apor-
Escoto Erígena. En efecto, el filó- te de los datos de los sentidos cor-
sofo irlandés, que concibe el ser del porales (véanse intellectus y abstrac-
Hombre como Idea en Dios, ad- tio). Más aún, es la misma alma ra-
mite, no obstante, que cada hom- cional la que directamente informa
bre histórico, individual, tiene un al cuerpo orgánico. Pero, al tiem-
alma que refleja el universo, la tota- po que actúa como forma del cuer-
lidad del ser, el plan de la creación, po, el alma se puede considerar en
al que, con todo, percibe desde su sí misma a la manera de “una cier-
propia perspectiva e itinerario per- ta sustancia”, vale decir que puede
sonal (cf. De div. nat. III, 1). susbsistir in se cuando no está uni-
anima mundi 80

da a un cuerpo: con esa expresión, de extrema dificultad que sólo pue-


el Aquinate intenta sentar las bases de operar a manera de hipótesis y
filosóficas sobre las que se hará po- que él se manifiesta incapaz de re-
sible la idea de la inmortalidad del solver, sea por vía de la pura razón
alma. Así, ésta ocupa un lugar in- natural, sea con el apoyo de la Es-
termedio entre las formas o estruc- critura (cf. Retract. I, 5, 3). Sea de
turas naturales y la de los seres pu- ello lo que fuere, dice Agustín que,
ramente inmateriales. en caso de existir un a. m., en pri-
A diferencia de la tomista, la con- mer lugar, ella sería criatura y no el
cepción de Buenaventura ve en el mismo Dios; en segundo término,
a. el principio de limitación de la se la podría considerar el spiritus
materia. Dei nombrado por el Génesis (cf.
Por su parte, Guillermo de Oc- De Gen. ad litt. IV, 17).
kham considera el alma como for- En el siglo XII se produce un
ma de la corporeidad y como prin- equívoco al respecto. Con el resur-
cipio de la vida sensitiva, el cual gimiento del platonismo, se reto-
es distinto de un alma intelectiva. ma la idea de a. m. Así, hay auto-
Concibe esta última como una for- res que enfatizan el paralelismo que
ma inmaterial e incorruptible pre- encuentran entre el estilo figurado
sente íntegramente en todo el cuer- y metafórico de los filósofos anti-
po y en cada una de sus partes, te- guos y el propio de la Escritura, su-
sis que, sin embargo, explícitamen- brayando su sentido alegórico. En
te considera muy difícil de probar esta línea, Abelardo entiende que
(cf. Quodl. I, q.10). el a. m. es pulcherrima involucri fi-
gura (véase involucrum) de la terce-
anima mundi. Esta expresión, y junto ra persona de la Trinidad (cf. Theol.
con el concepto al que remite, fue christ. I, 106). La misma orienta-
heredada de la Antigüedad por los ción siguen tanto Raimundo de
Padres de la Iglesia. En términos Marsella como Guillermo de Con-
generales, se puede decir que alu- ches, quien, además, intenta inser-
de a la forma del universo concebi- tar el tema en el contexto de la teo-
do orgánicamente. Entre los auto- logía cristiana y en el de la nueva fí-
res antiguos, algunos entendían el sica.
a. m. en un sentido o con un sesgo Ahora bien, de hecho, Agustín no
más material, por ej., los estoicos; se había referido al Espíritu Santo,
otros la consideraban la razón cós- sino al Espíritu de Dios, el que “re-
mica misma que preside la armonía volotea sobre las aguas” recién crea-
universal; por último, los neoplató- das. Con el apoyo de su autoridad,
nicos tendieron a entender el alma autores como Guillermo de Saint-
del mundo como una hipóstasis de Thierry atacan a los mencionados,
lo Uno, subordinada pero no con- sosteniendo, en cambio, que el a.
fundida con él. m. es la “divina dispositio” que Dios
En la Patrística, los autores se re- imprime a la naturaleza, es decir, el
miten, en general, a la tradición movimiento, la vida y la armonía
platónica, como lo hace Agustín en del conjunto de lo natural (cf. De
De civ. Dei XIII, 16 y 17. Se trata, septem septenis 214v).
para el Hiponense, de una cuestión
81 animus

animabile. Término poco empleado al animal, prefiriéndose ejemplifi-


que algunos escritores, como por car con el caso del caballo. Esto pa-
ej. Alain de Lille, usan con el signi- só al latín medieval. Dentro de es-
ficado de “animado”. Se aplica, por te último, la forma plural animalia
ende, a todo lo que tiene vida (cf. es más antigua y más frecuente que
Anticl. I, 381). la del singular, ya que los nombres
de animales son, en gran parte, co-
animal. Se denomina así a todo ser lectivos.
corpóreo que, además de contener
en sí el principio de su propio mo- animatum. Esta voz nombra al ser
vimiento, o sea, la elemental ani- corpóreo animado, esto es, dota-
mación que le permite desarro- do de anima en cuanto principio
llarse (véase animatum), está dota- de animación, es decir que se con-
do de otras potencias, precisamen- serva, nutre y genera por un princi-
te las propias del alma o vida ani- pio motor intrínseco, a diferencia
mal. En efecto, todo animatum, de los entes inanimados, los cuales
es decir, toda naturaleza corpórea no sufren cambio alguno, a menos
animada está sujeta al alma que la que intervenga un principio extrín-
anima. En el caso del a., las ope- seco. Así, cualquier planta es ejem-
raciones del alma sensitiva se reali- plo de a. En rigor, también lo son
zan a través de órganos corporales; el animal y el hombre, dotados de
así, para el ejercicio de los sentidos, otros principios, además del de la
no sólo son necesarios el frío, el ca- vida vegetativa. Sin embargo, por
lor, etc., o sea, algo externo, sino el criterio de definir a digniori (véa-
que se requieren fundamentalmen- se), se prefiere reservar el término
te las potencias sensibles que, pre- que nos ocupa exclusivamente para
cisamente, disponen a los órganos el caso de los entes vegetales (véa-
para percibirlos. Esto es lo propio se animal). Las tres potencias del a.
de la vida animal, como señala, so- son la generativa, la de crecimiento
bre la base de lo sostenido por Aris- y la nutritiva.
tóteles (cf. De an. II, 4, 16, 416b
25), Tomás de Aquino (cf. S.Th. I, animus. La distinción entre este voca-
q. 78, a.1 c). En cambio, en el ni- blo latino y anima (véase) está ya
vel superior de los entes animados, en Lucrecio (cf. De rer. nat. III, 94
el del hombre, se superan en grado y 55). Los epicúreos sostenían que
máximo las operaciones propias de entre los elementos que compo-
la naturaleza corpórea: la operación nían el alma, tales como el calor, se
del alma racional ni siquiera se ejer- contaba uno que carecía de nom-
ce mediante un órgano corporal. bre: eso era, para ellos, el a. (cf.
Cabe notar la insistencia propia Diels, Ep. Fr. 514). Además, afir-
del mundo clásico en subrayar en maban que dicho elemento consti-
esta noción no sólo sus notas esen- tuía el núcleo rector de toda la vida
ciales, sino también aquello de lo psicofísica. En líneas generales, los
que el a. carece por confrontación estoicos comparten esta doctrina.
con el hombre. Así, en griego, muy Por su parte, Estobeo testimonia
tempranamente se asimiló tó álo- que así pensaba también Jámblico
gon, el ser desprovisto de razón, (cf. Ed. I. 49). En la Antigüedad,
annihilatio 82

pues, tanto la identidad como la del a. cuya función, hasta él, ha-
función propia del a. se hallan muy bía sido concebida como la de vi-
jerarquizadas, en la medida en que vificar al alma, así como ésta da vi-
el concepto clásico de a. constituye da al cuerpo. La antropología tri-
un intento de explicar la concien- partita no se puede conservar en el
cia y, a la vez, un negarse a reducir Aquinate precisamente por la siste-
la actividad del espíritu autocons- maticidad que caracteriza su pensa-
ciente a leyes fisiológicas. Es funda- miento. En efecto, el hecho de ate-
mental la intervención del estoicis- nerse, aristotélicamente, en el pla-
mo en esta cuestión, precisamente no metafísico, a binomios como
por la distinción que esta corrien- acto y potencia, forma y materia,
te hace entre soma, psyche y pneu- hace que, en el nivel antropológi-
ma, es decir, cuerpo, alma y espí- co, se vea obligado a guardar cohe-
ritu. De esa manera, se constituye rencia con el anterior. De este mo-
una antropología tripartita o, me- do, en el hombre, la forma corres-
jor aún, tridimensional, añadiendo ponde al alma; la materia, al cuer-
a cuerpo y alma la dimensión del a. po. Pero no hay una tercera cate-
como espíritu. Esta distinción re- goría metafísica a la que hacer co-
aparece en San Pablo, en virtud de rresponder la dimensión antropo-
su formación intelectual. A través lógica del a.; de ahí que la subsu-
de él, fundamentalmente, pasa a la ma en el alma. Más aún, Tomás no
primera tradición cristiana, si bien concibe el espíritu como la función
no se mantendrá. superior de ésta, de la manera co-
Entre los autores patrísticos y es- mo ocasionalmente lo había hecho
colásticos hay, en efecto, una gran Agustín, sino que ordena el a. a la
disparidad en los significados atri- vis irascibilis, así como el deseo co-
buidos a la noción que nos ocu- rresponde al aspecto concuspisci-
pa. Más aún, a veces, se encuentra ble del alma. Por ello, señala que
una cierta ambigüedad en el mis- la magnanimidad (véase magnani-
mo autor. Tal es el caso de Agustín mitas) significa magnitudo animis y
de Hipona, quien, en algunos tex- no animae (cf. S. Th. II-II, q.129,
tos, identifica el a. con el alma mis- a.1). Así pues, la acepción contem-
ma, en cuanto principio vital que poránea del término “ánimo”, en
es, al mismo tiempo, una sustan- castellano, queda más vinculada al
cia racional; en otros, por ej., en De concepto tomista de a. que al agus-
civ. Dei. XI, 3, habla de a. asocián- tiniano.
dolo con la mens (véase), es decir,
con el aspecto superior del alma ra- annihilatio. La aniquilación es un
cional que capta lo puramente in- concepto próximo aunque no equi-
teligible. Pero ya se va desdibujan- valente al de la corruptio (véase). És-
do como dimensión distinta de la ta se define como “destructio rei in
del anima. nihilum sui sed non subiecti”, esto
Otra concepción completamente es, la destrucción de aspectos –aun
diferente es la de Tomás de Aqui- esenciales– de la cosa de la que se
no. En sus obras, se pierde prác- trata, pero no de su sustancia. En
ticamente la identidad autónoma cambio, en el caso de la a. se tiene
una “destructio rei in nihilum sui et
83 ante rem-in re-post rem

subiecti”, lo que implica la destruc- anterior– an sit (si es o existe). Am-


ción sustancial del ente, es decir, su bas cuestiones, y el orden sucesivo
“abolitio totalis”. En la corrupción, en el que habían de plantearse, for-
el subiectum permanece, aunque man parte de la metodología apli-
bajo otra forma, como la made- cada por los medievales a los pro-
ra que, por la combustión, se con- blemas metafísicos. Así, la frecuen-
vierte en leño ardiente. En el senti- cia de la formulación de estas dos
do absoluto del término, esto es, en preguntas dio lugar a la creación de
cuanto se opone completamente a los correspondientes neologismos
la creación, la a. no está en poder que las tipifican. De todos modos,
del hombre. En sentido relativo, es mediante ellos ya no se alude direc-
decir, referida a la destrucción de tamente al planteo de las cuestio-
algo en particular, se entiende que nes, sino al carácter de las respecti-
la a. anula ese algo como tal y no lo vas respuestas. Por ej., M. Eckhart
convierte en otra cosa. comenta el ‘Ego sum qui sum’ en su
En la Edad Media, se han plan- Expositio libri Exodi y observa que
teado dos hipótesis sobre la a.: la en Dios esencia y existencia son lo
primera concierne a la eventual mismo, pero que difieren en toda
aniquilación de lo creado por par- creatura, ya que una cosa es pre-
te de Dios, quien la llevaría a ca- guntar por la naturaleza de algo, y
bo suspendiendo su influxum con- otra es preguntar por su existencia.
servativum (véase creatio continua- Precisamente, al referirse a esto úl-
ta). Al respecto, en primer lugar, se timo, escribe “de annitate sive de es-
ha sostenido que la a. así entendi- se rei”.
da no implicaría cambio alguno en
la voluntad divina, ya que, en tal ante. Adverbio y preposición que pre-
caso, con la misma e idéntica vo- senta tres acepciones principales:
luntad Dios habría querido desde 1. la locativa, según la cual signi-
siempre que lo creado tuviera ini- fica “delante”; 2. la temporal, en la
cio y término. En segundo lugar, se que señala anterioridad cronológi-
observó también que nada puede ca, esto es, “antes” o “anteriormen-
ser aniquilado por causa natural, ya te”; y 3. la lógico-metafísica, en
que ningún ente tiene la potencia la que suele señalar una prioridad
de autoanularse. de fundamentación. Como es ob-
Por lo demás, el término que nos vio, es en este último sentido co-
ocupa aparece reiteradas veces en mo más se utiliza en contexto fi-
la discusión teológica acerca de la losófico. Así, por ej., en Conf. XI,
transustanciación, a propósito de la 29, 39, Agustín escribe “ea quae a.
a. del pan en la eucaristía (cf., por sunt” para referirse a lo trascenden-
ej., Guillermo de Ockham, In IV te que funda lo inmanente, o sea, a
Sent. q. 6 k). las cosas divinas.

annitas. Así como la quidditas (véase) ante rem-in re-post rem. (Cf. ante 3).
señala la esencia de algo, al respon- Estas fórmulas señalan respectiva-
der a la pregunta quid est (qué es), mente las tres posiciones principa-
la annitas indica su existencia, al les asumidas durante la Edad Me-
responder a la pregunta –previa a la dia respecto del problema de los
antecedens 84

universales (véase universale). En que B– expresa la condición, mien-


efecto, para el realismo extremo, el tras que el consequens señala lo con-
término universal indica una reali- dicionado. Por último, en 3. el pla-
dad metafísicamente previa a la del no ontológico, el ser a. remite a
particular, precisamente ante rem, una anterioridad cronológica y es
porque se da como causa ejem- habitual que se refiera a condicio-
plar de las cosas creadas, por ej., el nes, ocasiones o circunstancias que
hombre como forma contenida en acompañan la relación entre cau-
el Verbo o Intelecto divino, en la sa y efecto. De esta manera, y muy
concepción agustiniana. En cam- particularmente entre los empiris-
bio, quienes conciben la realidad tas aún medievales, se asoció el a.
mentada por el término universal a la causa.
como in re, es decir, como esen-
cia en lo particular, entienden que antepraedicamenta. Se denomina-
se da en este último o bien formal- ron con este vocablo en la Edad
mente, a la manera de Guillermo Media las consideraciones y nocio-
de Champeaux, o bien como fun- nes que Aristóteles antepuso al tra-
damento, en el caso de los realis- tamiento específico de las catego-
tas moderados. Para aquellos que rías en el tratado del mismo nom-
lo entienden como algo post rem, bre (cf. Cat. 1-4). Los escolásticos
es decir, para los nominalistas, no llamaron a las categorías “praedica-
hay más realidad que la de los in- menta”; de ahí la voz que nos ocu-
dividuos, y así el término univer- pa. Ej. de a. es la serie de considera-
sal agota su sentido ya en un sig- ciones sobre el ente que es denomi-
nificado, como en Abelardo, ya en nans (véase).
un mero sonido, como en Rosceli- antepraedicamentale. Nombre con
no: en ambos casos, el universal si- el que los escolásticos designaron
gue o viene después de los particu- las reglas aristotélicas acerca de los
lares, dado que es la realidad de és- antipraedicamenta (véase). Ejem-
tos la que lo fundamenta. plos de reglas “antipredicamenta-
antecedens. Es palabra utilizada en los les” son: cuando una noción es atri-
planos gramatical, lógico y ontoló- buida a otra como a su sujeto, cual-
gico. En 1. el orden gramatical, se quier cosa que se predique per se
denomina a. al sujeto de una pro- de lo que funciona como atributo,
posición, así como se llama conse- también se ha de afirmar del suje-
quens (véase) al correspondiente to; por ej., si se dice que Sócrates es
predicado. En 2. el orden lógico, hombre, y “animal” es un atributo
suele designarse a. 2.1. a cada una per se de hombre, también hay que
de las premisas de un razonamien- afirmar que Sócrates es animal.
to, siendo la conclusión el c.; 2.2. antequam. Conjunción que indi-
a la primera parte de una proposi- ca anterioridad temporal; por eso,
ción hipotética, en la que la segun- se traduce por “antes de” o “antes
da es el consequens, por ej., “Si A es que”. Con indicativo expresa una
mayor que B, B es menor que A”; simple relación temporal; con sub-
en estos casos, el a. –en el ejemplo juntivo, una subordinación lógica,
mencionado, el que A sea mayor además de la temporal; por ej., an-
85 appellatio

tes que hacer esto, preferirá hacer temente se lo reemplaza por la ex-
aquello otro. La particularidad del presión per antonomasiam.
uso de esta conjunción en la Edad
Media consiste en que, siguiendo anxietas. Como la angustia, la ansie-
lo observado por Jerónimo en su dad se ha considerado uno de los
interpretación de un pasaje evan- efectos de la tristeza. Así, los auto-
gélico (cf. Contra Helvidium I, 19), res medievales casi siempre aluden
los escolásticos adjudicaron al a. el a este concepto en relación con el
carácter de señalar lo que precede de tristitia (véase).
en el pensamiento. Pero no es ne- aphorismus. Es un precepto universal
cesario que se lleve a cabo lo pen- formulado sobre la base de muchos
sado con anterioridad, si se inter- casos singulares. Se usa en las de-
pone algo que lo impide; así, por mostraciones, puesto que alude en
ej., “a. in portu pranderem, naviga- términos de síntesis a las propieda-
vi” no significa que quien pronun- des y causas de las cosas. Sin em-
cia esta proposición haya almorza- bargo, carece de la fuerza argumen-
do efectivamente antes de navegar, tativa de la sententia (véase). Algu-
sino que pensaba comer en el puer- nas obras medievales comienzan
to cuando surgió algo que lo im- con este vocablo en plural, por ej.,
pulsó a hacerse a la mar. Así lo se- los Aphorismi de essentia summae
ñala Tomás de Aquino en S.Th. III, bonitatis, aunque éste no es un tex-
q. 28, a. 3 ad 1). to, sino un título con el que Alain
antiperistasis. Además de equivaler a de Lille cita el célebre Liber de cau-
circumobsistentia, más específica- sis de Proclo.
mente, esta palabra fue empleada apparenter. Adverbio con que se sue-
en la Edad Media para indicar la le indicar que algo se toma en sen-
fuerza motriz que, contrariamente tido metafórico y no propio. Así, se
a lo que creían los antiguos, en el opone a formaliter (véase formaliter
cuerpo que se lanza a distancia, no 1). Por ej., se dice que los prados
pasa al aire, sino al cuerpo mismo “ríen” no formaliter, sino a.
que es lanzado.
appellatio. Su acepción más general es
antiphrasis. Habitualmente, la cons- la de “nombre” y es, por tanto, un
trucción “per antiphrasim” signifi- signo. Los signos appellant, vocablo
ca “por contradicción”. Así se lee, propio de Anselmo d’Aosta, es de-
por ej., en Alain de Lille (cf. Anticl. cir que, como se señala en el artícu-
VII, 427; VIII, 248). lo correspondiente (véase signum),
antiqui. Cf. magister. los signos remiten siempre a algo;
en el caso de la a., a través del he-
antitypa. Cf. repraesentatio 2. cho de nombrar algo. La noción de
a. es particularmente importante
antonomastice. Adverbio muy usado en Pedro Abelardo. En la concep-
en la literatura escolástica para in- ción abelardiana hay dos aspectos
dicar la atribución común de un de la significatio, esto es, dos fun-
nombre a algo o alguien que lo me- ciones significativas del nomen de-
rece por excelencia. Así, por ejem- rivadas de la impositio: la que refie-
plo, Cicerón es a. orador. Frecuen-
appetitio 86

re a las cosas, indicándolas, o signi- determinación o formalidad sig-


ficatio rerum, y la que mienta lo in- nificada por “lector”. No se tra-
teligido de ellas o intellectum. Abe- ta, pues, de que el término “ávido”
lardo siempre concluye por centrar convenga a Luis absolutamente, si-
su atención en el segundo aspec- no sólo bajo la relación a la facul-
to, declarando irrelevante la signi- tad de leer por medio de la deter-
ficatio rei, por lo cual suele reservar minación significada por “lector”.
el término significatio para la fun- Por eso, la a. no debe confundirse
ción que designa un único concep- con la simple atribución de un pre-
to definido. Por eso, prefiere recu- dicado a un sujeto. Para que aqué-
rrir a otro vocablo para señalar el lla se dé, es menester que el sujeto
primer aspecto del nomen, o sea, la sea tomado no solamente como su-
función de indicar las cosas, de lla- jeto, sino que también esté reves-
marlas: eso es precisamente la a. o tido de una cierta delimitación a
nominatio. Así, sólo en el caso de través de la cual recibe el predica-
los nombres propios, que indican do. Es frecuente que sean causa de
cosas o seres singulares, a. y signi- a. términos que significan un ac-
ficatio coinciden. to interior del alma, como “amar”
En otro orden, un desarrollo es- o “conocer”, para sus objetos. En
pecial tuvo la noción de a. en la ló- efecto, éstos suelen decirse “ama-
gica escolástica. En ella, y en prin- dos” o “conocidos”, con un título
cipio, es la propiedad según la cual preciso bajo el cual son alcanzados
un término appellat, es decir que por tal acto; por ej., en “Conozco a
se aplica o es atribuido a otro se- este hombre de vista”, con la a. “de
gún su significado formal; así, por vista” se declara conocerlo en su as-
ej., en “un escritor escribe”. Pedro pecto físico y no por haberlo fre-
Hispano –a quien Ockham segui- cuentado.
rá en este punto– define: “A. est ac- Por último, a. también se utilizó
ceptio termini pro re existente”. La a. en el terreno jurídico con el signifi-
es, pues, en este orden, un caso de cado actual de apelar.
la suppositio (véase). En su sentido
más técnico y en elaboraciones ul- appetitio. Se la puede considerar co-
teriores, se consideró la a. una pro- mo la acción o acto del appetitus
piedad lógica que algunos traducen (véase) en el sentido escolástico y,
por “reimposición”. Reviste al suje- especialmente, tomista de la pala-
to designado de un término de de- bra. Sin embargo, en tanto que en
terminación distinta de la que éste el mismo concepto de apetito está
tiene, o sea, impone a ese término implicado el de su acción propia, la
la formalidad significada por otro. a. no resulta un término frecuen-
Por ej., en la proposición “Luis es te en la Escolástica. Sólo adquirirá
un ávido lector”, el sujeto “Luis” un sentido fundamental y preciso
está tomado bajo la formalidad de en la Modernidad y, más específi-
“lector” y declarado “ávido”. El tér- camente, en Leibniz.
mino “ávido” –que es el terminus appetitus. En cierto modo, esta pa-
appellans–; antes de atribuirse a labra traduce la horexis aristotéli-
“Luis”, apela a él imponiéndole la ca y los escolásticos la usaron con
87 appositio

conciencia de que estaba relaciona- ta clase de apetito es “lo arduo” (cf.


do con ella. Para Aristóteles, apeti- S.Th. I, qq. 80, 81, 82). Así pues,
to y entendimiento parecen las dos cabe subrayar que el a. no se limita
únicas facultades capaces de mover a una dirección centrípeta respec-
el alma. Pero como en realidad el to del sujeto, sino que aun puede
que mueve es el objeto conocido implicar la centrífuga. Con todo,
en cuanto apetecible, resulta que se debe tener en cuenta que la úl-
la única facultad que constituye el tima subdivisión del apetito sensi-
principio de movimiento es la ape- tivo traduce dos inclinaciones co-
titiva (cf. De anima III, 9 y 10). So- rrelativas que se dan en todo ente
bre esta base, los autores medieva- corruptible y no sólo en los dota-
les consideraron que a. es la incli- dos de vida sensitiva. Para retomar
nación o el movimiento propio de un ejemplo ya citado, nótese que el
un ente, la tendencia de éste hacia fuego no sólo tiende a elevarse, si-
su bien y su fin. Al respecto, esta- no también a resistir lo que lo alte-
blecieron las siguientes distincio- ra y destruye.
nes: 1. a. naturalis: el apetito natu- Se ha de advertir que las clasifi-
ral es el que inclina todo ser a su fin caciones establecidas acerca de es-
propio, sin que tal inclinación, que te vocablo también se hicieron si-
toda forma conlleva, sea producida guiendo en cierto sentido la línea
por conciencia alguna acerca de tal sugerida por Aristóteles: de hecho,
fin; así, por ej., por su a. n. el fue- los escolásticos distinguieron los
go tiende a elevarse. 2. a. elicitus es diversos tipos de apetitos o poten-
el apetito por el cual el bien o fin cias apetitivas tanto por las diferen-
atrae en cuanto que es actualmen- cias de sus correspondientes obje-
te, es decir, efectivamente, apre- tos propios como por las diferen-
hendido; pero, desde el momento cias del modo en que éstos son apre-
en que hay diversas clases de apre- hendidos, a saber, por medio del
hensión, el a. e. se subdivide en: entendimiento o de los sentidos.
2.1. a. intellectivus o rationalis, iden- Por último, hay que aclarar que
tificado muchas veces con la volun- Guillermo de Ockham no acepta-
tad misma, en tanto es inclinación ría usar indistintamente, como se
hacia el bien conocido por el inte- ha hecho aquí, los términos “a.” y
lecto, y 2.2. a. sensitivus, que alu- “potentia appetitiva”, dado que él
de a la sensibilidad, esto es, a lo que entiende el a. como una disposi-
tiende al bien aprehendido me- ción y, en ese sentido, la opone a la
diante los sentidos. El apetito sen- mera potencia (cf. III Sententiae q.
sitivo, a su vez, puede ser 2.2.1. a. 3).
concupiscibilis, que inclina hacia el
bien sensible en la medida en que appositio. Término que se utilizó en
éste deleita al sentido, sea conve- los planos gramatical y físico. En
niente o nocivo; y 2.2.2. a. irascibi- el primero, los gramáticos medie-
lis, movimiento por el que se resis- vales llamaron a. a la breve frase
te a lo perjudicial, combatiéndolo; que se añade a un nombre con el
de ahí que Tomás de Aquino sos- objeto de identificarlo mejor o de
tenga que el objeto propio de es- dar de él una sucinta descripción;
por ej., en “Homerus, belli Troia-
apprehensio 88

ni scriptor,...” las tres últimas pala- Cabe destacar que en Ockham se


bras constituyen la a. En el orden puede aprehender una cosa ya sea
de la Física, se denominó con esta en particular (tal cosa blanca), ya
voz una unión imperfecta de partí- sea in universali (concebir la blan-
culas que, se supone, deberían es- cura), como en un concepto sim-
tar mezcladas. ple o complejo. En este último ca-
so, por ej., se puede aprehender el
apprehensio. Se denomina también concepto de Ser primero que sólo
vis apprehensiva. Es un término conviene a Dios. Pero el uso más
que pertenece a la teoría escolás- propio que tiene en Ockham es-
tica del conocimiento e indica la te término no es tanto gnoseoló-
percepción intelectiva que sucede a gico cuanto lógico. En efecto, Gui-
la de los sentidos, pero que es an- llermo define la a. como el acto por
terior al juicio. Por eso, no puede el cual se forma una proposición o
haber verdad o falsedad en la sim- se conoce una proposición ya for-
ple aprehensión; las habrá en una mada (cf. Quodl. V, q. 6; In Sent. I,
operación posterior que es el juz- Pr. 1 y 7).
gar del entendimiento. Mediante Finalmente, también se ha uti-
la a. se capta, pues, un objeto en lizado el término a. con el signifi-
su esencia, en sentido amplio, sin cado psicológico que reviste en la
afirmar ni negar aún nada sobre él. actualidad, como resistencia a algo
La aprehensión de un mueble, por en virtud del temor que provoca.
ej., lo capta como tal, pero no di-
ce si es brillante u opaco; así, en appropinquatio. Esta palabra se pue-
la a. está ausente también la cali- de traducir por “aproximación” y se
ficación axiológica. Desde Avicena aplica en el ámbito metafísico, es-
a Ockham se la considera una vis, pecial pero no exclusivamente, en
precisamente porque gracias a ella el contexto de la teoría platónica de
la percepción misma se adueña del los grados de participación: se dice
objeto en su carácter concreto de que lo que participa en mayor gra-
sustancia sensible, abstrayéndolo do de una esencia tiene mayor a. a
de los sentidos y de la imaginación, ella. En un esquema aristotélico, se
de manera tal que, aun estando au- habla, en cambio, de la aproxima-
sente dicho objeto, se posee su no- ción a un primer principio dentro
ción. Es Tomás de Aquino (cf. Exp. de un género o especie: cuanto ma-
in Boeth. Trin. VI, 2) quien indi- yor sea la a. de algo a él, mayor se-
có justamente, en el acto de la a., rá la perfección de ese algo; por ej.,
una perspectiva del conocimiento la intensidad de lo lúcido se estima
ausente en la Antigüedad: la apre- por su aproximación a la luz, es de-
hensión opera una síntesis simplex cir, a lo máximamente luminoso.
de la multiplicidad sensible y reco-
ge en ésta una primera representa- appropriatio. En la Escolástica se lla-
ción unitaria del objeto. A partir de mó así a aquello por lo cual algo se
ella, se desarrolla la representación atribuye a otra cosa con propiedad.
compleja y reflexiva de sus relacio- Se entendió que la a. se puede dar
nes, es decir, se tienen la reflexio y la 1. per assimilationem, lo que tiene
cogitatio (véanse). lugar cuando la causa “se apropia”
89 arbor porphiriana

de su efecto, es decir que éste se en cuanto hombre, aptus para ver,


atribuye a aquélla; 2. per adaequa- lo que no sucede con una piedra.
tionem, lo cual sucede cuando una De esta manera, la a. forma parte
potencia “se apropia” de su objeto, de la terminología metafísica y no
o sea que a la potencia se le atribu- de la correspondiente a la teoría del
ye el tener tal objeto específico, por conocimiento ni, mucho menos, a
ej., el color respecto de la vista; y 3. la psicología.
per communicationem, cuando la a.
se verifica por simple contacto. No apud. Además de sus usos comu-
se ha de confundir la asignación o nes, que señalan proximidad físi-
mera atribución que constituye la ca o pertenencia a un ámbito, es-
a. con lo que es, estrictamente, el ta preposición de acusativo se usa,
proprium (véase) de algo. en textos filosóficos, como referen-
El concepto de a., en particu- cia, para aludir a las obras de un
lar, en su primera acepción, es cru- autor en cuanto que éstas reflejan
cial en las discusiones teológicas su pensamiento. En tal caso, se sue-
del Cristianismo sobre los atribu- le traducir por “en”; así, por ej., “en
tos que corresponden a cada una Cicerón”. Con todo, el término es
de las Personas divinas. Así, por ej., más utilizado en el contexto anti-
se dice que la verdad ontológica “se guo que en el medieval.
apropriaría” al Hijo, esto es, al Lo- arbitrium. Significa, primariamente,
gos o Verbo en cuanto contenido “juicio”, pero no en sentido lógi-
del mundo eidético; sin embargo, co, sino volitivo: alude a una elec-
no es un proprium de Él (cf. Tomás ción, resolución o decisión. De he-
de Aquino, S.Th. I, q. 39, a. 8). cho, en el mundo antiguo, este tér-
approximatio. Término que pertene- mino formó parte del lenguaje ju-
ce al vocabulario medieval de la rídico en el que arbitrari significó
causalidad y que no tiene que ver “juzgar”, viendo sin ser visto. De
necesariamente con lo local. No in- testigo oculto, arbiter pasó a ser
dica una realidad en sí misma, si- juez privado con poder soberano.
no una condición: significa no só- La distinción entre el juicio como
lo que el agente y el paciente están consideración o resultado de una
efectivamente dados, sino también reflexión y la decisión misma a la
y fundamentalmente que ninguna que alude el a. se encuentra ya cris-
instancia intermedia impide al pri- talizada en la sentencia ciceronia-
mero producir su efecto sobre el se- na: “aliud est iudicium , aliud arbi-
gundo. Así se expresa, por ej., Gui- trium”. De esta manera, en la Edad
llermo de Ockham en Quodl. VII, Media, el término no suele apare-
q. 8. cer solo, sino con el adjetivo “li-
berum” antepuesto, y está referido,
aptitudo. Voz usada frecuentemen- obviamente, al problema antropo-
te en la Edad Media, la a. señala la lógico de la libertad (véase liberum
mera negación de la incompatibili- arbitrium).
dad, es decir, de lo que los escolás-
ticos llamaron “repugnantia”. Así, arbor porphiriana. Se conoció con
por ej., un ciego de nacimiento es, este nombre el esquema que, con
fines especialmente didácticos, ilus-
archetypum 90

tró el capítulo II de la Isagoge de dimiento típicamente aristotélico


Porfirio, es decir, la Introducción que es el inverso: de hecho, el Es-
que éste redactó a las Categorías de tagirita parte de lo particular, des-
Aristóteles. Este esquema, conoci- de el individuo, dotado de máxi-
do como scala praedicamentalis, no ma comprehensio pero de mínima
ofrece innovaciones lógicas ni me- extensio (véanse) y primer dato de
tafísicas, pero constituye una trans- conocimiento en el que se origi-
cripción gráfica que se asemeja a na el proceso de abstracción. Des-
un árbol. En efecto, Porfirio pre- de allí se remonta al género supre-
senta allí la jerarquía de términos mo. Es su condición de neoplató-
genéricos y específicos, partiendo nico lo que pudo haber llevado a
del género generalísimo (véase ge- Porfirio a proceder, deductivamen-
nus) hasta la especie especialísima te, al revés. Avicena aborda la cues-
(véase species), o sea, aquella que, tión en su Log. 8. Por su parte, Pe-
a su vez, no puede ser género que dro Hispano desarrolla el tema co-
subsuma en sí otras especies. Entre mo descriptio y lo hace en referen-
uno y otra se encuentran los térmi- cia al segundo comentario boecia-
nos que son al mismo tiempo gé- no a la Isagoge.
nero y especie, los que están orde-
nados según un criterio de compre- archetypum. En la literatura filosófi-
hensio (véase) creciente. Por eso, el ca medieval, y especialmente tardo-
esquema recuerda el de un árbol medieval, este término no se sue-
que se va ensanchando desde la ci- le usar en referencia histórica a la
ma a la base: Idea platónica, sino a un texto en
su estricta materialidad. En efecto,
sustancia se llamaba sí al original que, ya en-
cuadernado como volumen, cons-
corpórea incorpórea tituía el primer ejemplar de una
obra. (Cf. schedae). Menos aún se
animada inanimada ha de confundir con typus.
sensible insensible architectura. La arquitectura es una
de las artes mecánicas o manuales,
racional irracional inferiores a las liberales en cuan-
Sócrates, Platón... to que dependen del cuerpo (véa-
se ars). Su función primitiva es la
Así pues, las ramificaciones de es- de proveer al hombre en las difi-
te “árbol” constituyen especifica- cultades de su vida material, en
ciones. En su cima está el género la medida en que le procura am-
supremo de la sustancia, ya que se paro. Con todo, la mirada ambi-
trata de una traducción de la meta- valente que el hombre medieval
física propia de Aristóteles en parti- arrojó sobre la a. queda expresada
cular. Con todo, cabe advertir que, en Hugo de San Víctor, quien es-
al describir en Isagoge II este árbol cribe que puede entrar en el ám-
de manera descendente, es decir, bito de la filosofía, si se la observa
desde la sustancia hacia el indivi- en sus principios teóricos (cf. Di-
duo, Porfirio no respeta el proce- dasc. I). En este sentido, ya Agus-
91 argumentum

tín la había relacionado con la arit- del concepto o noción. Lo específi-


mética, subrayando el respeto a la co de la argumentación es que ella
proporción que la a. exige y expre- pone de manifiesto la relación de
sa (cf. De ord. II, 11). Por eso, Boe- consecuencia que va de un enun-
cio se refiere a la intervención de la ciado a otro. Según la forma de tal
razón, más que de la sensibilidad, relación, se tendrá una a. deduc-
ya que ve en las formas arquitectó- tiva o inductiva; según la materia,
nicas algo que trasciende el mun- es decir, la naturaleza de las premi-
do de las imágenes y guía al intelec- sas, se tendrá una a. demostrativa
to desde las percepciones sensibles o apodíctica, si tales premisas son
a la verdad de Dios. Este principio necesarias; dialéctica, si son proba-
de la belleza estructural de un tem- bles; o bien sofística, si son falsas.
plo como anticipación de la celes- Una particular importancia asume
tial es retomado por Siger de Saint el término en el vocabulario de Pe-
Denis, quien en el De consacratio- dro Abelardo, para quien la a., de-
ne escribe que Dios recompensará finida como la formación de las co-
a los devotos constructores de ca- nexiones proposicionales, es el ob-
tedrales, reedificándolos como pie- jetivo último de todos los análisis
dras vivientes de un templo espiri- que giran en torno del significado
tual, puesto que ellos celebraron a del nombre, del verbo y de la pro-
Dios también con la belleza exte- positio misma. Syllogismus y locus
rior. Sin embargo, y aunque apro- son, siguiendo a Aristóteles y Boe-
baron el principio pedagógico de la cio, los instrumentos y modos me-
belleza estuctural, los autores mo- diante los cuales se construye la a.
ralmente más severos, como Ber- Pedro Hispano ofrece al respecto la
nardo de Clairvaux, se mostraron siguiente definición: la a. es –escri-
renuentes a la decoración interior be– “argumenti per orationem ex-
de los templos (véase pictura, in fi- plicatio, id est oratio explicans argu-
ne). Por su parte, Alain de Lille, so- mentum”, Summ. Log. 5, 2.
bre la base de Prov. 8, 27, se refiere
al Creador como un “elegante ar- argumentum. La definición tradicio-
quitecto”. Con Vitrubio, que re- nal de a., de raíz ciceroniana (cf.
toma la vieja tradición boeciana al Top. 2), es: razón que se da de al-
respecto, se llega a un canon en el go en materias dudosas. También
que la ratiocinatio (véase), en cuan- se ha utilizado el término, como
to perspectiva matemática, es supe- lo hace Aristóteles (cf. Pr. Anal. II,
rior a la fabrica (véase fabrica 2) del 29, 10, 70b 2), en el sentido de al-
constructor. guna señal sensible que se da para
manifestar una verdad. Con todo,
argumentatio. Por “argumentación”, y aunque subsisten en cierta me-
los autores medievales entendie- dida estas acepciones, la literatura
ron, en general, el tipo o la cla- medieval suele usar a. en muchos
se a la que pertenece un razona- casos como sinónimo de argumen-
miento dado. En rigor, la a. seña- tatio. Pedro Hispano lo define di-
la la expresión de tal razonamien- ciendo que es “ratio [...] medium
to, así como la proposición es la ex- ostendens quae debet confirmari per
presión del juicio y el término lo es a. (Summ.Log. 5, 2). Los escolásti-
arithmetica 92

cos prefirieron el término que nos tienen los números en cuanto tales,
ocupa para aludir, específicamente, objeto de la a. Ésta estudia, pues, la
al tipo de argumentación sophisti- multitudo per se.
ca (véase argumentatio, in fine). Por En la Edad Media, las cuatro
eso, a. se suele definir como “pro- operaciones se consideraron espe-
babile inventum ad fidem facien- cies de la a.: additio o suma, subs-
dam”; de ahí que no sólo los argu- tractio o resta, multiplicatio o mul-
mentos a fortiori, a contrario, a pa- tiplicación, y divisio o división. El
ri, etc. se designen con este nom- cronista Richer da cuenta de que,
bre, sino también aquellos otros a finales del siglo X, Gerberto de
que implican argucias polémicas Aurillac promueve la utilización
por parte de quienes discuten, por de un ábaco en forma de tabla pro-
ej., los argumentos ad verecundiam, vista de compartimientos. Se divi-
ad ignorantiam, etc. (véanse). día a lo largo en veintisiete partes,
ocupadas por los números de uno
arithmetica. La artimética es una de a nueve. Hizo fabricar otros tan-
las artes liberales del quadrivium tos, móviles, para que, al cambiar-
(véase); por tanto, formó parte de los de cuadro, se indicara la mul-
la formación básica en la Edad Me- tiplicación y división de un núme-
dia. En general, se la definió, des- ro de modo rápido (cf. Hist. III).
de la Antigüedad, como el estudio Ciertamente, esto cambia con la
teórico de las propiedades del nú- introducción del cero, que da lugar
mero, de manera que éste es su su- a un nuevo tipo de cálculo (véase
biectum. Así, deriva en scientia be- algorismus).
ne numerandi. Para Boecio, quien Hacia los siglos finales de la Edad
precisamente con su De arithmeti- Media, se consideró a estas opera-
ca II, 7-9 se constituye en una de ciones propias del uso popular, y se
las principales auctoritates medie- reservó el nombre de a. generalis a
vales respecto de este tema, la a. es aquella que trata de la razón filosó-
una scientia en cuanto que descri- fica del numerus (véase).
be un itinerario particular para al-
canzar el fin común a todas, es de- artes. Lo que todas las lenguas an-
cir, la posesión de la verdad. De he- tiguas subrayan en este término,
cho, desde la perspectiva boeciana, cualquiera sea en cada una de ellas
la representación cuantitativa y nu- su equivalente, es la noción de ar-
mérica de la realidad es el primer ticulación entre las partes de un
acceso a la formalidad de los ejem- todo. El latín sumó a esta noción
plares divinos que encierran en sí la intervención humana, que es la
mismos la originaria verdad de to- que precisamente produce con su
do lo que existe. Desde este ángu- obrar dicha articulación.
lo neopitagórico, las formas se re- En líneas muy generales, el arte
presentan en la mente humana co- es una cierta virtud o habilidad pa-
mo simples entidades cuantitativas ra hacer o producir algo, de cual-
que son de dos tipos: la magnitu- quier tipo, de acuerdo con deter-
do o cantidad continua, y la mul- minados métodos o reglas que, a
titudo o cantidad discreta. Cuando su vez, pueden descubrirse también
estas últimas son tomadas per se, se por medio del arte, o bien de la ex-
93 artes

periencia. Esta polivalencia semán- su nombre: para Adelardo de Ba-


tica no sólo aparece en el vocablo th, por ej., se denominan así por-
latino a., sino que está implicada que liberan al hombre de los con-
en la palabra griega techne. Con es- dicionamientos de la materia. Sea
te término, los autores antiguos in- de ello lo que fuere, naturalmente,
dicaban toda habilidad, obtenida son las artes liberales las que dieron
por medio de una aplicación cons- lugar a mayores diferencias a la ho-
ciente, que confería al hombre un ra de establecer su clasificación in-
cierto dominio sobre las cosas o so- terna. Agustín de Hipona propo-
bre otros hombres. Habiéndose ce- ne la suya, atribuyendo a las artes
ñido primero al orden manual, los un valor propedeútico con respecto
ejemplos aluden muy pronto al al estudio de la verdadera sabidu-
ámbito intelectual. Con todo, co- ría (cf., por ej., De ord. II, De doct.
mo también se consideraban artes christ. IV, y De musica, passim).
otras actividades, el vocablo conti- Pero fue la obra de Marciano Ca-
nuaba presentando una gran ambi- pella la que influyó decisivamente
güedad. Es Aristóteles quien inten- sobre este punto. Seguido después
ta caracterizarlo de modo más es- por Isidoro de Sevilla, en su enci-
tricto. En Met. I, 1, 980b, estable- clopedia Satyricon. De nuptiis Mer-
ce que tanto el arte como la ciencia curii et philologiae, Marciano pre-
proceden de la experiencia y que en senta una notable valorización de
ambos hay juicio sobre algo uni- las artes que divide en gramática,
versal. En Eth. Nic. VI, 3, 1139b, dialéctica y retórica; geometría, arit-
especifica que el arte es un estado mética, astrología y música. Des-
de capacidad para hacer o producir de el siglo IX, y especialmente de-
algo, capacidad que implica el con- bido a la reforma de la enseñanza
curso del razonamiento y del méto- propiciada por Alcuino, las artes
do. se dividieron en dos grupos: el tri-
Quedaba pendiente, sin embar- vium, que abarcaba las tres prime-
go, el problema de la clasificación ras de las arriba mencionadas, y el
de las artes, cuestión en la que se quadrivium, que agrupaba las cua-
empeñará particularmente la Edad tro últimas. Esta división se hallaba
Media desde sus comienzos si bien ya presente en Boecio, pero se pue-
según algunos, hay antecedentes de de decir que sólo en el citado siglo
clasificación de artes en los pitagó- llegó a propagarse.
ricos. Sea de ello lo que fuere, uno Aun cuando los antidialécticos, co-
de los primeros intentos en tal sen- mo Pedro Damián, condenaban
tido aparece ya en Varrón (cf. Disci- las artes, juzgándolas inútiles y su-
plinarum libri IX). La primera gran perfluas, fue prevaleciendo el es-
división es la que se establece entre píritu especulativo. Así, la escue-
las artes manuales o mecánicas y las la de Chartres les dio gran impul-
que dependen directamente del al- so, en especial, a través de Thie-
ma, de la cual, como es libre res- rry de Chartres, quien establece en
pecto del cuerpo, provienen las ar- su Heptatheucon la diferencia prin-
tes liberales. En cambio, en el siglo cipal entre el trivium y el quadri-
XII se da otra fundamentación de vium: el primero comprende las ar-
artes 94

tes del decir o de la palabra, por lo Usos especiales de esta palabra se


cual se llamaron “artes sermocina- encuentran en Buenaventura; ya
les” (de sermo, que significa “expre- que en él a. alude, por una parte,
sión”, “discusión” o, más en gene- a la ratio representativa perfecta de
ral, “lenguaje”); el segundo abarca todas las cosas en el Verbo, sobre la
las artes de lo dicho, o sea, de las cual el Padre crea; por otra, al sim-
cosas de toda índole, y así se deno- ple acto de conocimiento que no
minaron, por oposición, artes rea- está ordenado a la producción o
les. En lo que respecta al segundo factio (véase).
grupo, es decir, el de las artes reales, En cambio, Tomás de Aquino re-
cabe notar que las disciplinas que coge y sistematiza la clasificación
lo componen presentan una nota tradicional de las artes, pero se in-
común: la noción de orden. Y esto, teresa especialmente en su funda-
justamente, en virtud del supues- mentación. Afirma que todas se lla-
to medieval de concebir el univer- man “artes” en cuanto hábitos de
so esencialmente como cosmos, es- algún modo operativos, aun cuan-
to es, de haber supuesto la realidad do se ejerciten en el ámbito de la
como ordenada; de ahí que la mú- especulación: en este sentido, la
sica, por ej., forme parte del qua- construcción de un silogismo, por
drivium: lo hace en la medida en ej., se considera una operación. Pa-
que traduce un orden o armonía ra el Aquinate, la función del arte
reales. Así pues, trivium y quadri- es producir una obra perfecta; la de
vium constituyeron, respectivamen- la prudencia, en cambio, es perfec-
te, los grados literario y científico cionar al agente. También para él,
de la enseñanza medieval. si las siete artes arriba mencionadas
Pero esta división no podía man- reciben el nombre de “liberales”, es
tenerse rígidamente, salvo con fines justamente para distinguirlas de
de mera esquematización pedagó- las ordenadas a operaciones que se
gica. Hacia el final del siglo XII, se efectúan con el cuerpo, es decir, las
advirtió la dificultad de insertar en mechanicae o manuales, que son en
la dialéctica del trivium una bue- cierto modo “serviles”, en la medi-
na parte del corpus lógico aristotéli- da en que el cuerpo está servilmen-
co que había sido ignorada duran- te sometido al alma, y es según ésta
te un largo período en la Edad Me- que el hombre es libre (cf. S.Th. I-
dia: los dos Analíticos, los Tópicos, y II , q. 57, a. 3 ad 3). Por esa razón,
la Refutación de los Sofistas, conjun- los maestros que enseñaban las dis-
to de obras que se llamó ars o logica ciplinas liberales fueron llamados
nova. En cambio, se denominó ars artistae.
o logica vetus el grupo constituido Con todo, este esquema general
por las Categorías y Sobre la inter- resultó cada vez más insuficiente,
pretación, a los que se añadieron la con lo que fueron propuestas nue-
Isagoge de Porfirio, con los comen- vas subdivisiones, como la de Hu-
tarios boecianos y, a partir del siglo go de San Víctor en su Didascalion.
XIII, el De sex principiis atribuido a Con ello, aparecieron nuevas ex-
Gilbert de la Porrée. presiones referidas al tema. Entre
estas últimas, cabe recordar el Ars
95 articulus

magna de Raimundo Lullio que, ticular de una quaestio (véase). Sus


por lo demás, constituye el títu- partes principales son: 1. El enun-
lo abreviado de su Ars compendiosa ciado que, dada la índole de los te-
inveniendi veritatem seu ars magna mas filosóficos y teológicos que tra-
et maior, obra que aspira a presen- ta, comienza con “utrum”: esto se-
tar un sistema de conceptos básicos ñala, a la vez, por un lado, la dubi-
en los que se fundamentarían, me- tatio (véase) que da origen al plan-
diante combinación de los mismos, teo, por lo cual los verbos que si-
las ciencias particulares. Por esta ra- guen al utrum están conjugados en
zón, el a.magna lulliana fue deno- subjuntivo, también en latín modo
minada también “ars combinato- de la posibilidad, no de la realidad;
ria”. por otro, indica que la discusión
Cabe añadir que se denominó “a. del tema se llevará a cabo dialécti-
incertae” o “prohibitae” a las prác- camente, es decir, por la confronta-
ticas mágicas, como lo atestigua el ción de los términos de una alter-
Decretum de Ivo de Chartres. Para nativa. En efecto, la alternativa ex-
la noción de ars coniecturalis, véase cluyente, implicada en cada cues-
coniectura. tión, se revela en la misma acep-
Ya en la transición al Renaci- ción de “utrum”, cuyo significa-
miento, y particularmente en Flo- do indica una posibilidad con ex-
rencia, existía un registro en la así clusión de su contradictoria; por ej.
llamada “Corporación de las Ar- “Utrum Deus sit”: “Si Dios existe
tes”, las cuales se dividían en me- (o no). 2. Sigue la enumeración y
nores y mayores. En estas últimas, enunciación de las razones o argu-
que agremiaban a filósofos, médi- mentos que apoyan la tesis que se-
cos y farmaceúticos, se inscribió rá finalmente rechazada por el au-
precisamente Dante por su condi- tor, por ej., “Videtur quod Deus non
ción de filósofo. sit. 1. Se sintetizan en este momen-
to, las razones aducidas por la antí-
articulus. El artículo es de extrema im- tesis, esto es, por la posición del ad-
portancia en la literatura escolásti- versario: Quia… 2. Praeterea…”,
ca, desde el momento en que no etc. 3. A continuación, se presenta
sólo constituye la célula irreducti- la otra parte de la alternativa abier-
ble de las sumas, sino que además, ta en el utrum, esto es, el “Sed con-
por su misma estructura y movi- tra…” (véase), que también sue-
miento internos, reproduce el mo- le estar acompañado de citas de
dus operandi de la argumentación auctoritates. 4. Después, viene el
de la Escuela, tanto desde el punto cuerpo o corpus del a., es decir, el
de vista de la redacción como des- desarrollo de la solución el autor, su
de el doctrinal. Esquematizado pa- respuesta, por lo que se suele abrir
ra uso de los estudiantes, estable- con las palabras “Respondeo dicen-
ce los términos del tema por dis- dum quod…”; se trata, pues, de la
cutir, hace muchas veces una suerte conclusio; a veces se añade la ilus-
de historia de él o remite a opinio- tración de tal solución mediante al-
nes de auctoritates en la materia, y gunos ejemplos, elemento que, no
lleva a cabo la discusión y solución obstante, puede faltar. 5. A la luz
de la disputa sobre un aspecto par-
artifex 96

de tal respuesta doctrinal, se proce- vés de los sentidos (cf. S.Th. I, 78,
de a la refutación de todos los argu- 4). En el Renacimiento, a. se apli-
mentos adoptados por la tesis que cará metafóricamente a Dios Crea-
se combate, en el orden en que fue- dor, optimus a., como señala Pico
ron expuestos en el punto 2; dicha della Mirandola al comienzo de su
refutación se inicia con las palabras De hominis dignitate.
“Ad primum ergo dicendum… Ad
secundum…”, etc. Ciertamente, la artificialia. Se denominan así las
redacción de los artículos está ma- obras que son producto de las ar-
tizada por distinciones (véase dis- tes, en el sentido medieval del tér-
tingo) y objeciones (véase obiectio), mino (véase ars, in principio). Ha-
que son típicas del procedimiento cia el fin de la Edad Media se esta-
escolástico. bleció al respecto la siguiente dis-
En cuanto al ámbito religioso, los tinción entre: 1. las obras a. que
autores medievales se basaron so- se producen en cooperación entre
bre la etimología que atribuían al la naturaleza y el artesano o artis-
término y que aludía a la delimi- ta, como las de la agricultura y la
tación de las partes de un cuerpo medicina; 2. las que tienen su cau-
que están mutuamente enlazadas. sa exclusiva en la acción de este úl-
Así llamaron a. fidei a un punto o timo, como en el caso de los escul-
aspecto particular concerniente a la tores o los arquitectos, por ej., una
verdad divina y que constituye ma- escultura o una casa. En el primer
teria de fe, dado su carácter de no caso, el agente produce una forma
evidente ni accesible a la sola luz de sustancial o aun accidental, dispo-
la razón natural. niendo las fuerzas naturales para
que ellas actúen sobre un subiectum
artifex. Es palabra que en la Edad Me- determinado, v. g. cuando el escul-
dia se suele reservar para el artesa- tor somete el hierro a la acción del
no o artista, esto es, para pintores, fuego. En el segundo, al menos en
escultores, orfebres, constructores, la concepción de nominalistas co-
etc. Sobre una idea de Plotino, mo Ockham, no se produce una
Agustín afirma que los artifices no realidad nueva sobre los elementos
reproducen sólo lo que ven, sino procurados por la naturaleza: es-
que, en sus obras, se remiten a prin- tos entes a. son el resultado de una
cipios en los que también la natu- adición o separación de partes real-
raleza tiene su origen. Por su parte, mente existentes, como las piedras
Buenaventura dirá mucho más tar- de una catedral que, para que és-
de que el alma del a. compone co- ta tenga lugar, son cambiadas de si-
sas nuevas con elementos que no lo tio. Así, escribe Ockham, el esse de
son y pinta o esculpe en sus obras los a. se reduce a una o varias cosas
exterius lo que piensa e imagina in- naturales (cf. Summ. in libros Phys.
terius. Por eso, Tomás añade que la I, c. 26).
phantasia tiene una función pre-
ponderante en la acción del a., ya artista. Es importante tener presente
que la fantasía, potencia del senti- que este término no señala en el la-
do interior, es como un tesoro de tín medieval lo mismo que en es-
formas que llegan al sujeto a tra- pañol. Para este último significado
97 assensus

se suele emplear artifex (véase). Por de grado en una facultad aními-


el contrario, en la Edad Media alu- ca (cf., por ej., De quant. an. 27,
de al estudiante o profesor que per- 53), y en autores agustinianos co-
tenecía a la Facultad de Artes (véa- mo Buenaventura. Éste escribe que
se ars). Artistae célebres fueron, por a. mentis es gradus potentiarum ani-
ej., Boecio de Dacia y Marsilio de mae. El orden subjetivo de los “as-
Padua. pectos” corresponde al orden obje-
tivo de los seres a los que tales po-
ascensus. Voz que en la Edad Media tencias se refieren. Así, el sensus es-
traduce la anabasis griega, es decir, tá ordenado a lo sensible; la ima-
toda elevación y, en especial, 1) la ginatio, a los phantasmata o repre-
del alma hacia las instancias me- sentaciones de lo sensible; la ratio,
tafísicamente supremas; así, apli- a las razones universales abstractas
cada a la vida espiritual, aparece de la potencia intelectiva; el inte-
en Buenaventura y señala la serie llectus, al alma misma y a las sus-
gradual de actos, desde la nuntia- tancias separadas y espirituales; la
tio (véase) hasta la unión con Dios. intelligentia, a la consideración de
Sin embargo, esta palabra ha sido Dios; finalmente, la scintilla men-
usada con mayor frecuencia 2) en tis, al amor de Él.
sentido estrictamente lógico. En
ese orden, la expresión a. termino- assensus. El asentimiento es el acto
rum indica el pasaje de un térmi- mismo de aceptar una percepción
no singular a uno específico, o de o aprobar una proposición. Para
uno específico a uno genérico. Se los estoicos, en el primer caso, ad-
opone, pues, a la expresión descen- sensio –grafía latina originaria de
sus terminorum, que señala el pasa- este vocablo– sigue inmediatamen-
je en un sentido inverso, por ej., el te a la evidencia de una impresión;
que se da entre los sujetos de las si- más aún, es el acto por el que esa
guientes proposiciones: “Todos los evidencia, ya presente en el alma,
hombres son mortales; este hom- es acogida por ésta como tal. En el
bre es mortal”. segundo caso, se trata del acto de
reconocimiento de una afirmación
asinus. En términos estrictamente teo- como verdadera. A diferencia de
lógicos, el asno refiere al aspec- los escépticos, para quienes obvia-
to inferior, carnal o instintivo del mente era necesario suspender el
hombre en su actual condición. En asentimiento, los estoicos acentua-
el plano moral, es símbolo de la te- ron el carácter activo del a. y has-
nacidad del mal que se comete. Así ta su importancia para completar el
aparece, por ej., en Gabriel Biel (cf. juicio, concediendo así algún espa-
In III Sent. d. 1, q. 2, a. 1). Res- cio a la voluntad en este momen-
pecto del uso de la imagen del asno to intrínseco del conocimiento. De
en el tratamiento que Buridán ha- esa manera, recurrieron a esta no-
ce del libre albedrío, véase aequili- ción para resolver el problema del
brium indifferentiae. error: éste consistiría precisamente
aspectus. Término que adquiere una en el a. precipitado que se otorga a
importancia particular y específi- una percepción todavía confusa, y
ca en Agustín, con el significado en asociarla ilegítimamente al con-
assimilatio 98

tenido de otra. Pero con ello deja- gunos casos, esté acompañado por
ron pendiente la cuestión de la am- la voluntad.
bivalencia del a. como momento Por su parte, Guillermo de Oc-
teórico y a la vez práctico, es decir, kham retoma la teoría agustiniana
como una instancia en la que con- acerca de que la percepción invo-
fluyen entendimiento y voluntad y lucra de alguna manera un juicio.
en la que se ha de determinar cuál Distingue dos clases de a. así como
de ambas facultades tiene el papel había distinguido entre dos tipos
decisivo. de apprehensio (véase): aquel por el
En la Edad Media se dieron di- cual el intelecto afirma que una co-
versas respuestas al problema. Para sa existe o no y que es de tal o cual
Tomás de Aquino, por ej., el asen- manera; y aquel otro por el que el
timiento es esencialmente un ac- intelecto adhiere a una proposición
to del entendimiento, a diferencia que encuentra verdadera (cf. Quo-
del consentimiento (véase consen- dl. V, q. 6; III, q. 8; IV, q.16). A
sus), que es acto de la voluntad. Pe- diferencia del segundo, el primer
ro especifica que el entendimiento asentimiento no es un juicio pro-
asiente de dos maneras: una, cuan- piamente dicho porque no tiene
do es movido por el objeto mismo; por objeto una proposición (cf. In I
en este caso, o bien el objeto se co- Sent. Pr., q.1).
noce en sí mismo –es decir, resulta
algo evidente de suyo, como “A no assimilatio. Cf. species 2., in principio.
puede ser A y no A al mismo tiem- assumere-assumptio. En líneas gene-
po”– o bien cuando conoce el ob- rales, a. significa traer una cosa ha-
jeto por mediaciones, como en el cia sí. Implica, pues, una relación:
caso de las conclusiones científicas, la que se da entre aquello desde lo
a las que el entendimiento asiente cual se trae y aquello hacia lo cual
después de algún género de demos- se trae; además, se ha de conside-
tración. De una segunda mane- rar lo recibido o asumido en sí mis-
ra, el entendimiento se inclina vo- mo. La acepción de este término,
luntariamente, y en virtud de una de relevancia en el campo metafísi-
cierta elección, a uno u otro térmi- co y teológico durante la Edad Me-
no de una alternativa. En este últi- dia, se ha delimitado en compara-
mo caso, si lo hace dubitativamen- ción con los conceptos de unión,
te, se tiene una opinión; si asiente equivalencia, acción-pasión. En re-
con certeza, tiene fe (cf. S.Th. I-II, lación con el primero, cabe decir
q. 1, a. 4). A partir de entonces, el que mientras que la asunción im-
a. se definió, de un modo más es- plica un devenir, la unión expresa
tricto, como la aceptación de una el resultado de tal devenir; respec-
proposición que pertenece al ám- to del segundo, mientras que en los
bito de la fe. De todos modos, lo dos términos equivalentes se da la
central según el punto de vista to- misma referencia, en la assumptio
mista –que la Modernidad rechaza- dicha referencia es distinta en el
rá en este aspecto– es que el asen- agente y en el paciente; por último,
timiento sigue perteneciendo al or- en lo que hace a las nociones de ac-
den intelectual, aun cuando, en al- ción y pasión, en la asunción hay
99 astrologia

acción por parte de quien asume y las partículas de luz –por tanto, de
pasión por parte de la realidad asu- bien– prisioneras en este mundo.
mida. La noción que nos ocupa tu- Lo que hoy se denomina “astro-
vo particular importancia a la ho- nomía” es lo que formó parte del
ra de enunciar la cuestión teológi- quadrivium y va adquiriendo pau-
ca de la unión hipostática. latina sistematización científica.
En este aspecto, se define como la
astra. Se denominan así los cuerpos ciencia que estudia el movimien-
celestes y, en particular, los plane- to de los astros y, a diferencia de la
tas. Los escolásticos los llamaron cosmología, tiene un carácter ma-
“a. errantia”, aclarando, como lo temático. Es ciencia experimental
hace Tomás de Aquino, que tal de- y cuantitativa que, por medio de
nominación no obedece a que su las combinaciones de movimientos
movimiento sea irregular, sino al circulares simples, busca explicar el
hecho de que no siempre conser- movimento de los astros, sin expe-
van la misma posición (cf. In Met. dirse sobre la esencia de éstos. Ya
XII, l. 9, 2564). Agustín había señalado la verdad
astrologia. Usualmente se define la as- contenida en los conocimientos as-
trología como la indagación acerca tronómicos (cf. Conf. V, 3, 4), así
de las supuestas influencias que el como denunciado la falsedad de los
movimiento de los astros tiene so- horóscopos y, sobre todo, había ne-
bre el mundo y, en particular, sobre gado la subordinación de la volun-
la vida de los hombres; de ahí que tad humana a la posición de los as-
resulte en la enunciación de presa- tros (cf. De civ. Dei V, 6-7 y De doc-
gios. Como se ve, difiere de la as- tr. christ. II, 22, 33 y 29, 46). Un
tronomía en cuanto que ésta no hito importante en la valoración de
tiene en consideración el último as- la a. en el quadrivium, es decir, en
pecto mencionado. Sin embargo, cuanto astronomía, es el conforma-
en su origen, no se distinguieron do por Boecio. Para Boecio, la a.
ambas disciplinas, confundiéndo- resulta nada menos que de la con-
se bajo el mismo nombre. sideración de las ideas ejemplares
La actividad de los astrólogos co- en Dios vistas en su formalidad de
bró cierto auge en algunas sectas magnitudines en movimiento (cf.
contemporáneas a los autores del De arith. II, 41-42).
período patrístico y fue combatida En la Edad Media, las traduc-
por éstos. Orígenes, por ej., men- ciones del árabe introdujeron pro-
ciona polémicamente las creencias fundos cambios en la astrono-
astrológicas de la doctrina mitríaca mía y acentuaron el aspecto prác-
y de ciertos sistemas gnósticos co- tico del cálculo de las posiciones de
mo el ofita (cf. Contra Celsum VI, los cuerpos celestes. Las tablas as-
22). Por su parte, el maniqueísmo, tronómicas de Al-Khuwarizmi y,
aunque sostenía el carácter demo- después, las de Toledo permitieron
níaco de los astros, afirmaba la in- prever las disposiciones recíprocas
tervención positiva del Sol y la Lu- de astros y planetas; esta anticipa-
na en el proceso de liberación de ción preparó el terreno para una re-
lación estrecha entre astronomía y
astrologia 100

astrología. Pero en los ámbitos reli- dad, de donde puede preverlos una
giosos sólo se sigue rechazando la a. ciencia como la astronómica; los
cuando no alude a la actividad as- segundos a la contingencia y, por
tronómica, sino que, bajo un nom- tanto, son variables, y es imposible
bre común, insiste sobre la influen- preverlos a través de los movimien-
cia astral en la vida de los hombres. tos celestes. Sólo en el primer senti-
Si este aspecto fue atacado es por- do, esto es, como lo que hoy se de-
que se entendió que con él se pre- nomina astronomía, la a. es acep-
tendía a anular o disminuir la liber- tada por autores como Tomás (cf.
tad y responsabilidad humanas. En S.Th. I, q.115, a. 4), Roger Bacon
efecto, contra ese aspecto en par- y Pedro d’Ailly. Hacia el final de los
ticular apuntan las críticas no só- siglos medievales, y después de to-
lo de Agustín, sino también de ca- da esta larga discusión doctrinal, la
si todos los Padres de la Iglesia. Ca- distinción nominal entre los dos
be señalar, no obstante, que ya Plo- sentidos mencionados, el científico
tino había puesto en tela de juicio y el de la superchería, quedó salva-
que la disposición de los astros en da mediante una acotación: la a. a
el momento del nacimiento de una secas señaló el primero de ambos,
persona determinara toda su vida y mientras que el añadido del adje-
condicionara su alma (cf. Enn. II, tivo divinatrix o iudiciaria indicó
3, passim). el segundo. La elección del último
Los escolásticos advirtieron los término latino obedece al hecho
peligros inherentes a la naturale- de que “iudicium” tenía también el
za equívoca de la a. en su condi- significado de “decreto”; por ende,
ción de superstición disfrazada de con la palabra “iudiciaria” se alu-
ciencia. Ello ocurrió, especialmen- día al determinismo de lo supues-
te, después del siglo XII, cuan- tamente decretado por los astros en
do se difundieron las compilacio- relación con la vida humana (véase
nes astrológicas de Albumasar, que divinatio 8).
por remontarse a fuentes helenísti- Con todo, Buenaventura utili-
cas y orientales ostentaban el pres- za ya el término “astronomia”. En
tigio de la tradición. Hay que su- efecto, según su propia expresión,
brayar que, durante la Edad Me- ésta versa de corporibus regulatis per
dia, la a., en cuanto determinismo motum, atribuyéndole, por tanto,
astral, fue combatida por igual por un objeto más amplio que el co-
cristianos, judíos y musulmanes, mún, puesto que no especifica que
aunque coincidieron también en se trate sólo de los cuerpos celestes.
indicar que el movimiento mismo En cuanto a la a., dice que se ocu-
de los astros obedece a la voluntad pa de la influentia de dichos mo-
de Dios, en la medida en que toda vimientos; ésta es, en su perspecti-
la naturaleza obedece a ella. Pero la va, en parte segura, cuando atiende
providencia divina no ha dispuesto a la influencia en el mundo natu-
las mismas leyes para el movimien- ral, y en parte peligrosa, si pretende
to de los cuerpos celestes y para los que tal influencia abarque el ámbi-
eventos futuros contingentes: los to del gobierno de las cosas huma-
primeros están sujetos a la necesi- nas (cf. Coll. in Hexaem. IV, 15).
101 attributum

En este sentido, Buenaventura es tiones aeternas en el tipo de conoci-


tan taxativo como la mayor parte miento que él llama “certitudinal”
de los autores medievales: “Non er- (véase certitudinalis). Mediante di-
go gubernatio est attribuenda astris”, cho tipo de conocimiento, todo ser
escribe más adelante en IV, 25. racional attingit aeternas rationes;
Como en toda época de pro- pero, dado el carácter finito y me-
funda crisis, la a. floreció en el Re- diato de la capacidad congnosciti-
nacimiento, pero bajo un aspec- va del hombre, éste alcanza tales ra-
to nuevo o, mejor dicho, recobra- zones no en sí mismas, sino sólo en
do desde la Antigüedad: se preten- cuanto ellas se manifiestan con cer-
dió entonces que no sólo los acon- teza y en sus efectos.
tecimientos de la vida personal de
un hombre estaban determinados attractio. Vocablo que aparece con
por los movimientos astrales, sino cierta frecuencia en los escritos de
también los eventos históricos. Es- Ockham, para el cual se puede ha-
ta creencia sufrió el ataque de auto- blar realmente de atracción cuan-
res que reivindican la absoluta au- do lo que atrae se mueve al mismo
tonomía de cada hombre respec- tiempo que lo que es atraído. De lo
to de los astros; un ejemplo es Pico contrario, lo que es atraído se diri-
della Mirandola, quien, a instan- ge por sí mismo hacia lo que atrae
cias de Savonarola, dedica al tema con el fin de perfeccionarse (cf.
sus Disputationes Adversus Astrolo- Exp. super Phys. Arist. 202b).
giam Divinatricem. attributio. La atribución es la imputa-
astronomia. Voz intercambiable con tio lógica de una acción, condición
la de astrologia (véase), pero me- o carácter de algo, aunque, en ri-
nos usada que ésta en la Edad Me- gor, sólo corresponde a un aspec-
dia, salvo excepciones como las de to de ese algo y no a su totalidad.
Agustín y Buenaventura. Así, por ej., la cognición se atribu-
ye a todo el hombre, aun cuando,
attingere. Su significado general es el estrictamente hablando, sólo el al-
de llegar o alcanzar una naturale- ma conoce.
za inferior a una superior. Los esco-
lásticos consideraron que esto se da attributum. Proveniente de attribuo
de dos maneras: o bien por el im- (atribuir), el vocablo significa lo
pulso propio de la naturaleza infe- que se atribuye a un sujeto real o
rior o bien por un movimiento de posible, supuesto como término
atracción de la superior. En el pri- de un discurso. Al ser el efecto de
mer caso, se dice, por ej., que el atribuir o predicar (cathegorein) al-
fuego alcanza el aire; en el segun- go de un sujeto, el a. se confunde,
do, que el hombre alcanza por par- a veces, con la categoría o predi-
ticipación sobrenatural la bondad camento; por eso, para distinguir-
divina. lo del predicado lógico, suele em-
Se trata de un verbo que aparece plearse en sentido metafísico. Indi-
con frecuencia en las obras de Bue- ca un carácter o cualidad de la sus-
naventura. Con él Buenaventura tancia, de significado muy cercano
alude a la acción de alcanzar las ra- al de “propio” (véase proprium): se
refiere, pues, a algo necesariamente
attributum 102

inherente a la sustancia y distinto Él (cf. Tomás de Aquino, S. Th. I,


–aunque no separable– de la mis- q.13, a. 2). Con el objeto de escla-
ma (cf. Met. V, 1025a 30 y ss.). El recer las relaciones entre los atribu-
a. es, así, un “accidente esencial” en tos y la sustancia divina, los esco-
la medida en que, sin pertenecer a lásticos elaboraron, pues, diferentes
la esencia de un sujeto, está funda- doctrinas basadas en la noción de
do en ella; por ej., el hecho de que “distinción” (véase distinctio). En
los ángulos de un triángulo equiva- general, los autores de la primera
len a dos rectos es atributo de to- Escolástica consideraron que bas-
do triángulo. Sin embargo, el tér- taba establecer una distinctio realis
mino a. se prefiere cuando es me- y una distinctio rationis, en orden a
nester designar no solamente algo la solución del problema plantea-
que se deriva necesariamente de la do. Así, entre la esencia y los atri-
esencia del sujeto, como en el ca- butos divinos mediaría una distin-
so mencionado, sino lo que perte- ción de razón, pero no real, es de-
nece intrínsecamente a dicha esen- cir, se diferenciaría entre ellos sólo
cia, o ella misma sin más, en cuan- en cuanto que el pensamiento hu-
to que se manifiesta mental o ver- mano los toma como objeto de su
balmente. consideración, para abordarlos des-
De esta manera, dentro del orden de distintas perspectivas; pero no
metafísico, el a. comienza a defi- están separados en la realidad divi-
nirse, en general, como una pro- na. La Escolástica posterior retomó
piedad necesaria a la esencia de la esa división, pero agregando otra
cosa y, así, se establece una cier- especie: la distinción que la razón
ta equiparación entre la esencia y subjetiva hace por cuenta propia,
el conjunto de los atributos. Aho- sin tener en consideración el fun-
ra bien, dicha equiparación supone damento objetivo (distinctio ratio-
una cierta distinción entre ambos, nis ratiocinantis) y la que respeta la
la cual no puede darse justamente realidad a la que se refiere (distinc-
en el caso de Dios, en virtud de su tio rationis cum fundamento in re);
absoluta simplicidad. Por eso, en la para Tomás, por ej., la que se esta-
Edad Media, la consideración filo- blece entre la esencia y los atributos
sófica del a. se profundiza a propó- de Dios, pertenece al primer tipo
sito del tratamiento de los nom- de estos dos últimos. En cambio,
bres divinos: cuando la mente hu- Duns Scoto cree necesario plan-
mana se esfuerza por emitir jui- tear, entre la sustancia y los atribu-
cios sobre Dios, le atribuye deter- tos divinos, una distinctio formalis
minadas perfecciones como bon- ex natura rei, considerando que la
dad, verdad, etc. Pero de inmedia- diferencia radica en la realidad mis-
to se advierte que éstas están real- ma de Dios, independientemen-
mente identificadas con su esen- te del sujeto que la considera; más
cia. Así pues, no se ha de decir con aún, sostiene que también hay in-
propiedad que Dios es bueno, sino dependencia de las formalidades
que es la Bondad, lo cual significa o atributos entre sí. Para Okham,
que aquello que llamamos “bon- la pluralidad de los atributos divi-
dad” en las creaturas preexiste en nos no es más que una pluralidad
103 audacia

de nombres utilizados para pensar mos significados deriva, a su vez, la


a Dios y referirse a Él en la medida palabra auctoritas (véase).
en que la razón natural puede ha-
cerlo (cf. Quodl. III, q. 2). auctoritas. En sentido amplio, y en
cuanto derivado de auctor (véase),
attritio. Término frecuente en la teo- el término a. alude a la credibilidad
logía tardomedieval, la a. es el arre- de una tesis o afirmación determi-
pentimiento de los pecados que de- nada, validez que emana precisa-
riva del temor al castigo divino, es mente del prestigio de quien es o
decir, del timor servilis. En este sen- ha sido su autor. En sentido estric-
tido, autores nominalistas, como to y técnico, pero correspondiente
Gabriel Biel, suelen alejarse de po- con el que se acaba de señalar, indi-
siciones tomistas y escotistas, preci- ca la proposición, período, pasaje o
samente por su negativa a conside- lugar de una obra que se cita justa-
rar la a. una contrición imperfecta, mente como autoridad en una ma-
y por el énfasis puesto en la impo- teria o tema. De ahí que se regis-
sibilidad de que ella se transforme tren, por ej., ediciones que recogen
en verdadera contritio (véase) (cf. In “auctoritates Aristotelis”, esto es, los
IV Sent., d.16, q.1, a. 3). pasajes aristotélicos a los que se re-
currió más frecuentemente duran-
auctio. Cf. accretio. te un determinado siglo medieval,
auctor. Voz proveniente de augeo, o en tal escuela, por ej., en el ám-
acrecentar; en general, se designa bito de la Física o en el de la Me-
con ella a aquel que hace, promue- tafísica, etc. En la teología cristiana
ve, produce, impulsa o efectúa de es particularmente importante la a.
manera inmediata o mediata algo de los Padres de la Iglesia. Pero ca-
que no existía antes, o bien que lle- be notar que, sobre todo en terre-
va a su culminación algo que esta- no filosófico y especialmente a par-
ba en proceso de desarrollo. Así, el tir de Pedro Abelardo, se fue des-
a. es alguien que de alguna mane- estimando la validez argumentati-
ra confiere crecimiento, vida, dura- va del recurso a la a. Así, finalmen-
ción y valor a una cosa. En el mar- te, el uso de esta palabra quedó res-
co de este sentido general, la acota- tringido en campo teológico a los
ción medieval del término que nos pasajes de la Escritura. En este úl-
ocupa se ciñe al campo intelectual. timo sentido, se habló de la a. Dei,
En él, se llamó a. al promotor, pro- como ya lo había hecho Agustín de
pugnador o defensor de una idea, Hipona reiteradas veces, sobre to-
opinión o doctrina, en cuyo repre- do en los libros XII y XIII de las
sentante se convierte para la poste- Confesiones.
ridad. A partir de este carácter re- audacia. Como la ira (véase), la a. se
presentativo, el significado de a. puede considerar en dos sentidos:
derivó en el de modelo, maestro o el moral y el psicológico. En el pri-
guía y, a partir de esta acepción, la mero, menos trabajado, se la ve
palabra fue cobrando matices más como un vicio que se opone, por
fuertes hasta adquirir la acepción exceso, a la virtud de la fortaleza.
de quien confirma, ratifica y aun Agustín de Hipona, entendiéndo-
sanciona alguna tesis. De estos últi-
audire mentaliter 104

la como aquello que vigoriza la vo- ca, por una parte, el menosprecio
luntad (cf. De quant. an. 22, 38), de la dificultad; por otra, cierta so-
suele referirse a ella en este plano, brevaloración de las propias fuer-
si bien con la salvedad de que só- zas (cf., por ej., Tomás de Aquino,
lo es santa la audacia que se apo- S.Th. I-II, q. 45, aa. 1-4).
ya en Dios (cf. Sermo 76, 8). Du-
rante la Escolástica, desde el pun- audire mentaliter. Término okhamis-
to de vista ético, se prefirió reser- ta que significa “entender”, es de-
var, con ese significado, la palabra cir, ver el pensamiento de otro, así
“temeritas”, temeridad, basada so- como audire vocaliter alude al per-
bre la precipitación. En cambio, la cibir las palabras que ese otro pro-
a. fue contada por los escolásticos fiere (cf. Quodl. I, q. 6).
entre las pasiones. augeri. Verbo que indica el aumentar
Propia del apetito irascible, la au- como uno de los tipos de cambio
dacia es una pasión que se asocia o movimiento mencionados por
con la esperanza, en cuanto que es Aristóteles. Los escolásticos esta-
una aproximación a lo arduo, pe- blecieron, acerca de él, las siguien-
ro, a diferencia de aquélla, tiene tes distinciones: como se advierte
por objeto el mal arduo e inmi- en el artículo accretio, respecto del
nente contra el cual justamente el 1. origen del aumento, se tiene que
hombre se lanza con ánimo victo- 1.1. es el acrecentamiento que se
rioso. Es, pues, contraria al timor da en algo por la adición de nuevas
(véase) y sigue a la esperanza como partes a otras ya existentes, por ej.,
su efecto, puesto que es provocada el aumentar del agua en una cier-
por todo aquello que nos hace es- ta cantidad de la misma por el aña-
timar como posible la consecución dido de un litro de ella; 1.2. auge-
de la victoria. Una de sus principa- ri per virtus susceptionem es el au-
les características consiste en que el mentar que resulta en algo, en vir-
movimiento propio de la a. presen- tud de otra cosa cuya naturaleza es
ta un ímpetu más vigoroso al co- diferente de la de ese algo, por ej.,
mienzo del mismo. Esto sucede el acrecentamiento de la potencia
porque, por la aprehensión sensi- vegetativa por los alimentos que se
ble inmediata sobre la que se basa ingieren. Respecto de la 2. modali-
la audacia, no se pueden conocer dad del aumentar, se distinguió en-
todas las dificultades que presenta tre 2.1. augeri extensiva: es la que se
una determinada situación; de ahí da cuando una cualidad se extien-
que, cuando éstas se experimentan de a varias partes del subiectum en
en el transcurso del tiempo, no se el que se verifica, por ej., cuando
pueda mantener el valor inicial. Lo al beber se aumenta la cantidad de
contrario sucede con quien confía líquido que tiene el organismo; y
menos en la aprehensión inmedia- 2.2. augeri intensiva: es el acrecen-
ta que en la razón, ya que ella ha- tamiento de la intensidad de una
ce ver todas las dificultades por en- cualidad en la misma parte o aspec-
frentar; por eso, suele mostrarse re- to del subiectum en el que tiene lu-
miso al comienzo, pero se sostiene gar, por ej., el aumento que tiene
en el tiempo. Así pues, la a. impli-
105 avaritia

lugar cuando algo blanco se vuelve sentan al respecto: por un lado, las
más blanco. bases bíblicas consagran la sober-
bia como reina de todos los ma-
augmentatio. Cf. accretio y augeri. les; por otro, la envidia como ori-
austeritas. Los escolásticos han con- gen de ellos. Pero, en Eclo. X, 15 se
siderado la a. como virtud secun- afirma que la a. es inicio de todos
daria, parte potencial de la tempe- los pecados. En cambio, San Pablo,
rantia (véase), en cuanto que se re- en I Tim. VI, 10, signa la cupiditas
fiere a la moderación, pero, en este (véase), más genérica, como “radix
caso específico, la referida a los ac- malorum”. Así, además de su jerar-
tos externos. En efecto, la a. consis- quía en materia de gravedad, el se-
te en el decoro y recto orden en las gundo punto a discernir en el tra-
conversaciones. Así pues, el térmi- tamiento de la a. consistió en su es-
no tiene en la Edad Media un sen- pecificidad como deseo inmodera-
tido más restringido que el de “aus- do. Esto aparece ya en Agustín (cf.
teridad” en español. De div. quaest. 33), que la describe
como una disposición del alma que
auxilium. Se entiende por esta voz una adhiere a las cosas temporales para
ayuda dispuesta por la naturaleza o gozarlas como si fueran un fin en
sobreañadida a ella en orden a al- sí mismas, rechazando la participa-
canzar el fin propio de un ser. En ción de los demás en tal goce por
el primer caso, los autores medie- considerar que sólo existen para
vales han visto las garras o el pela- la satisfacción de la concuspiscen-
je en ciertos animales precisamente cia personal. Como pecado del es-
como auxilia naturales, esto es, co- píritu, la avaricia, para el Hiponen-
mo ayuda para la consecución de se, tiene su raíz en el orgullo, pues-
sus fines específicos y particulares. to que el hombre, comprobando su
En cambio, la naturaleza no prove- poder sobre las cosas, experimen-
yó al hombre de tales auxilios, da- ta un gusto tal en esta dominación
do que su intelecto tiene capacidad que sólo las subordina a sí mismo,
para lo universal y para actos infi- con lo que rehúsa remitirlas y remi-
nitos, otorgándole las manos como tirse a Dios, en cuanto fin supre-
organa organorum, al decir de Aris- mo y común. (cf. De Lib. Arb., III,
tóteles (cf. De an. III, 8, 2 431b 17, 18 y, sobre todo, De Gen. ad
28). Así se expresa, por ej., Tomás litt. XI, 115). En la misma línea,
de Aquino (cf. S.Th. I, q. 76, a. 5 Gregorio Magno, por ej., no con-
ad 4). sidera la a. como un pecado espe-
En el orden teológico, se ha ha- cial, dado que extiende su signifi-
blado algunas veces de a. Dei en cado a todo apetito inmoderado de
referencia al auxilio especial y cir- poseer cualquier cosa, no sólo di-
cunstancial otorgado por Dios a un nero, sino también ciencia o gloria
hombre en su itinerario hacia Él. (cf. In Ev. I, 16). En cambio, Isido-
avaritia. Se trata de uno de los vi- ro de Sevilla circunscribe este con-
cios capitales. Los autores medieva- cepto al indicar que el avaro es es-
les han debido resolver un proble- pecíficamente “avidus auri”, es de-
ma que los textos escriturarios pre- cir, ávido de dinero.
aversio 106

La Escolástica retomó ambos pro- ticia. Según su manifestación in-


blemas. Así, respecto del de la je- terna, es también una falta cometi-
rarquización, Pedro Lombardo pro- da contra uno mismo, ya que en la
pone considerar una doble raíz de ausencia de moderación del apeti-
todos los pecados, dada a la vez por to interior, el placer de considerarse
la soberbia y la avaricia (cf. In II dueño de muchas riquezas supone
Sent. d. 42, 8). En relación con el un desorden de los propios afectos;
segundo, el de la especificidad de y en este segundo sentido, como
este vicio, los escolásticos se atuvie- pecado espiritual, es contraria a la
ron, en general, a la etimología isi- liberalidad. Finalmente, es pecado
doriana. Sobre esa base, Tomás de contra Dios, desde el momento en
Aquino considera la a. como un que el preferir los bienes tempora-
pecado especial y señala que en el les implica despreciar el bien eter-
ansia excesiva de dinero están re- no. Las “hijas” de la a. son: la du-
presentados todos los bienes ma- reza de corazón, puesto que no se
teriales exteriores al hombre. Es- socorre a los necesitados por rete-
tos medios son útiles para conse- ner dinero; la inquietud, por el an-
guir un fin y, por ende, dicho de- sia excesiva de adquirirlo; la violen-
seo es legítimo en la medida en que cia y el engaño, que se pueden dar
el hombre busque la riqueza nece- en la apropiación de bienes ajenos;
saria para la propia vida, de acuer- del último pueden derivar la men-
do con su condición. Pero cuando tira, el perjurio, el fraude y la trai-
el ansia de bienes exteriores sobre- ción (cf. S.Th. II-II, q. 118).
pasa tal medida, se llega a un deseo Como sucede con otros vicios,
inmoderado y, por consiguiente, se las modalidades y matices de la a.
cae en el pecado de a. Se trata de cambian según el contexto histó-
un vicio capital porque es principio rico. Así, por ej., Dante, que pre-
del que otros brotan. El motivo de senta a los avaros como el grupo
ello es que el dinero parecería ga- más numeroso de pecadores, trata
rantizar las condiciones requeridas este vicio particularmente en rela-
para ser feliz, fin último del hom- ción con la simonía. No es el úni-
bre: las riquezas prometen, en efec- co en atacar a la curia romana por
to, una suficiencia plena. Ahora su venalidad; otros lo han hecho,
bien, el Aquinate distingue, en es- remitiéndose a San Pablo, con es-
te deseo inmoderado de poseer, dos te acróstico en el que las inicia-
manifestaciones, una externa y otra les componen la palabra “Roma”:
interna. Según la primera, la avari- “Radix Omnium Malorum Avari-
cia es una falta cometida contra los tia” (cf. W. Map, De nugis curia-
demás, en cuanto que el que goza lium II, 17).
excesivamente de bienes exteriores
–que quedan comprendidos bajo el aversio. Es un término que fue em-
nombre de “dinero” y que, por su pleado, principalmente, en dos sen-
finitud, no pueden ser poseídos a la tidos: 1. el religioso, de tratamien-
vez por muchos– ocasiona la penu- to más frecuente en el período pa-
ria de otros hombres. En este senti- trístico; y 2. el antropológico y psi-
do, la avaricia es contraria a la jus- cológico, cuyos análisis se dan fun-
damentalmente en la Escolástica.
107 axioma

1. De acuerdo con el primer signi- axioma. Como su misma etimología


ficado, la a. se opone precisamente lo indica, el a. guarda relación con
a la conversio (véase). Así, Agustín, lo axiológico, esto es, con el valor.
por ej., habla de un amor a Dios De hecho, en este caso, se alude al
y de una a. a Deo, los cuales cons- valor cognoscitivo de la certeza. El
tituyen, respectivamente, la esen- axioma se define, en efecto, como
cia de la ciudad celeste y la de la una proposición cierta, en cuanto
terrena. En este sentido, todo pe- evidente y necesaria. De este mo-
cado es, directa o indirectamente, do, basta enunciarlo para que sea
una a. a Deo. 2. En el segundo pla- reconocida como verdadera. Un
no, la aversión, denominada a ve- ejemplo es: “El todo es mayor que
ces “fuga”, es el opuesto de la di- la parte”. El axioma no requiere,
lectio y, más específicamente, de la pues, prueba alguna para demos-
concupiscentia (véanse). En efecto, trar su verdad; por el contrario,
durante la Escolástica, la a. se sue- puede servir para probar otras pro-
le oponer directamente al deseo in- posiciones. Lo que antecede sinte-
tenso. Con todo, Tomás de Aqui- tiza la noción aristotélica de a., a la
no no trata explícitamente de la que los escolásticos se remitieron.
a. porque considera que, en cierto Según ese concepto, los axioma-
modo, puede ser reducida al odio ta son, como los postulados, prin-
y, en parte, al temor. Sin embargo, cipios inmediatos de demostra-
ésta difiere de ambos en la medida ción, pero, a diferencia de estos úl-
en que es más intensa que el temor timos, son necesarios para empren-
y menos que el odio. der el aprendizaje de cualquier te-
ma; por tal razón, en la Edad Me-
dia fueron definidos como commu-
nes notiones.
108

B
B
baccalaureus. En la organización de s’arma e non parla/ fin che ‘l maestro
la Escuela, se designaba con es- la question propone,/per approvarla,
te nombre, del que proviene “ba- non per terminarla”.
chiller”, a lo que hoy denominaría-
balivus. Es el bailío, es decir, el juez o
mos “asistente de cátedra”. Alrede-
autoridad de ciertos pueblos o pe-
dor del 1230, las Sentencias de Pe-
queñas ciudades. La palabra apare-
dro Lombardo se convirtieron en
ce, aunque raramente, en textos es-
libro oficial de la enseñanza uni-
colásticos como ejemplo de la dis-
versitaria. Así, mientras el magis-
quiparantia en el obrar por otro: se
ter (véase), titular de la cátedra, en-
dice, en efecto, que el b., que tiene
señaba la Escritura, su joven cola-
el dominio de sus actos, obra por el
borador, es decir, el b., tomaba co-
rey; en cambio, no se puede decir
mo base de la propia enseñanza los
que el martillo obra por el carpin-
cuatro libros de las Sentencias, con
tero (cf. S.Th. I, q. 36, a. 3 ad 4).
el objeto de preparar o introducir a
Así pues, se utilizó para explicar la
los estudiantes a la comprensión de
diferencia entre el agente interme-
los textos bíblicos; de ahí el adjeti-
diario y el instrumento: el prime-
vo que suele acompañar a este sus-
ro actúa, ya que, si bien medium, es
tantivo: sententiarius. A partir del
agens; el segundo es actuado o agi.
1254, la figura de bachiller senten-
ciario se incorpora a todos los es- banausia. Cf. consumptio.
tatutos universitarios. Por eso, ca-
da estudiante recibía, junto con barbara. Modo silogístico de la pri-
un ejemplar de la Biblia y otro de mera figura (véase syllogismus) en
la Historia sholastica de Pedro Co- el que las tres proposiciones, dadas
mestor, uno de la citada obra de por las dos premisas y la conclu-
Pedro Lombardo. sión, son universales y afirmativas.
Si bien esto rige para la univer- De hecho, el nombre es una regla
sidad de París en la Edad Media, a mnemotécnica para recordarlo, ya
veces, en otras universidades, el b. que la vocal A indica la universal
era simplemente el respondens, es afirmativa. Así, en “Todo animal
decir, el estudiante de nivel avan- es substancia”, “Todo hombre es
zado que elaboraba una primera animal”, “Luego, todo hombre es
respuesta a los problemas releva- substancia”. El ejemplo es de Pedro
dos por el maestro. A esta función Hispano (cf. Summ. Log. 4, 7).
–y no al título universitario– alude baroco. Palabra de uso mnemotécni-
Dante en Par. XXIV, 46-48, cuan- co que los lógicos medievales usan
do responde a los cuestionamien- para indicar un modo de silogis-
tos de Beatriz: “Sì come il baccialier mo (véase syllogismus). Convencio-
109 beatitudo

nalmente, la vocal A señala la pro- inmediatos de los autores patrísti-


posición universal afirmativa; la O, cos en este tema. Para el primero,
la particular negativa. Así, b. es el la b. es la unión con Dios en tan-
silogismo cuya primera premisa es to bien supremo; para el segundo,
una universal afirmativa, y la se- el alma –como toda otra realidad–
gunda, una particular negativa, al tiende a lo Uno y, a través de lo in-
igual que la conclusión. Por ej., teligible, lo ama, inspirada y atraí-
“Todo hombre es animal”, “Alguna da por él hasta que tiene la fortuna
piedra no es animal”, “Luego, al- de alcanzarlo (Cf. En.. VII, 2).
guna piedra no es hombre”, como Con todo, y como sucede en mu-
escribe Pedro Hispano en Summ. chos pensadores antiguos, la eudai-
Log. 4, 11. monia plotiniana presenta dos ras-
gos típicos: está reservada a poquí-
beatitudo. Interpretada, a veces, en el simos previlegiados y es decidida-
sentido más amplio, como felici- mente intelectualista. Fijada casi
dad, la b. ha sido caracterizada de exclusivamente en la actividad ra-
modo más específico. Entre los fi- cional y contemplativa, esta con-
lósofos griegos fue preocupación cepción de la felicidad exige no
constante la determinación de la sólo la liberación del cuerpo, sino
eudaimonia, equivalente de felici- que además, ignora, por lo general,
tas (véase), más que de beatitudo, y el valor de la vida terrena.
los antiguos la limitaron frecuente- Con el Cristianismo, tal perspec-
mente al goce temporal. El prime- tiva se amplía considerablemente
ro en otorgar a dicha noción un en una visión que tiene en cuen-
significado ético-religioso fue Pla- ta todas facultades del alma an-
tón, quien, recogiendo la inspira- te la posibilidad de la b., es decir,
ción socrática, la considera un es- de la felicidad suprema constituí-
tado de tensión hacia la idea su- da por la unión con Dios. La pri-
prema del Bien, a cuya contempla- mera elaboración conceptual de es-
ción intelectual se aspira (Cf., por te punto de vista fue llevada a cabo
ej., Fedro 115 d; Rep. 519a; 354a). por los Padres Griegos. Así, por ej.,
También para Aristóteles la felici- en Gregorio de Nyssa se encuentra
dad humana consiste principal- un tratamiento de la b. que la con-
mente en la contemplación, pero cibe fundada en la intencionalidad
con él se desvanece esa exaltación del amor y de la vida virtuosa total.
del alma sugerida por Platón, da- Para Agustín de Hipona, la b., fin
do que el Estagirita tiende a iden- de la sabiduría, consiste en la visión
tificar la felicidad con ciertas acti- amorosa de Dios, que es gaudium
vidades de carácter a la vez intelec- de veritate (cf. Conf. X, 22), obje-
tual y moderado, planteándola por to último y verdadero del anhelo
lo demás como algo puramente te- de felicidad que alienta en el alma
rreno, ligado siempre a las ocupa- de cada hombre. Desde el momen-
ciones más nobles (Eth. Nic. I, 8, to en que la beatitud así entendi-
1078b 24-9). da es el fin de toda alma y de toda
La posición platónica se retoma el alma, no puede entenderse úni-
de alguna manera con Filón, el ju- camente como contemplación, si-
dío, y con Plotino, antecedentes
beatus 110

no que involucra la totalidad de los vo no excluye el afectivo, sino que


afectos humanos; así, éstos resultan es complementado por éste, ya que
sublimados en ese estado de com- culmina en el amor y la posesión
pleta felicidad. De este modo, la b. plena del Bien Sumo. Con todo,
agustiniana es pasión de visión in- el Aquinate insiste en el hecho de
telectual y de amor, sin que pueda que la b., que define como “bonum
atribuirse preeminencia a uno solo perfectum intellectualis naturae” (cf.
de ambos términos. ibid.. I, q. 26, a. 1), consiste princi-
Boecio, por su parte, distingue palmente en la vida contemplativa
entre varias clases de felicidad: una (cf. In. I Eth, lectio 10). En cambio,
“bestial” o aparente; una felicidad Duns Escoto afirma que la volun-
eterna, propia de la vida contem- tad es la facultad a la que pertene-
plativa; y una felicidad final, últi- ce el poder beatificante, fundándo-
ma o perfecta, única merecedora se en que a ella corresponde el bien
del nombre de b., y que constituye como objeto propio (cf. In IV Sent.
un bien cuya posesión no permite IV, d. 49, qq. 4 y 5).
desear nada más, ya que es la suma En la Modernidad, y hasta nues-
y reunión de todos los bienes (cf. tros días, la b. fue considerándose
De Cons. Phil. III, prosa 2, 2-4). cada vez más competencia exclusi-
Buenaventura utiliza este térmi- va de la teología y, así, tiende a desa-
no en plural y con significado teo- parecer del lenguaje filosófico.
lógico. En efecto, en este autor, las
beatitudines son las bienaventuran- beatus. A diferencia de lo que sucede
zas, a las que considera dones de la con la palabra beatitudo (véase), és-
gracia divina que habilitan para la ta corresponde al plano exclusiva-
vida sobrenatural. Por lo demás, la mente teológico. En tal contex-
b. así entendida, para Buenaventu- to señala a aquel que ha comple-
ra, trasciende el entendimiento (cf. tado el peregrinaje terreno y se ha-
Coll. in Hexaem. II, 30: In IV Sent. lla ya in patria, esto es, gozando de
d.49, q.4). la vida eterna. Los autores medie-
En cambio, el pensamiento es- vales han atribuido a la condición
colástico de orientación más clara- del b. dos notas principales: el he-
mente aristotélica discutirá, sobre cho de estar libre del fomes pecca-
todo, el problema de la determina- ti y la capacidad de contemplar a
ción de la facultad humana preemi- Dios directamente y no ya “in spe-
nente en la obtención de la b., te- culo et in enygmate”, o sea, el con-
ma que Agustín no había plantea- templar muchos de los que son aún
do formalmente. La corriente to- misterios de la fe para quien toda-
mista afirma la prioridad y esencia- vía no completado el tránsito por
lidad del acto intelectivo: para To- este mundo. De esta manera, el b.
más de Aquino, lo que hace apre- se opone al viator (véase).
hender a Dios como objeto beati- bellum. Tanto los autores pertenecien-
ficante, es un acto de conocimien- tes al período patrístico como los
to al que sigue la voluntad que go- escolásticos se han ocupado funda-
za de él con amor (cf. S.Th. I-II, mentalmente de estudiar los aspec-
q. 3, a. 4). El momento intelecti- tos éticos de la guerra y, en especial,
111 benevolentia

de determinar cuándo una guerra son: 1) que la intención de los com-


es justa y cuándo no lo es. Entre batientes sea recta, es decir que la
los primeros, Agustín de Hipona es guerra sea declarada con la exclu-
quien más se ha dedicado a este te- siva intención de evitar el mal; 2)
ma, particularmente, en el De civi- que la causa sea justa, esto es, que
tate Dei. En esta obra, el hiponen- quienes son atacados merezcan tal
se enfatiza el anhelo natural de los impugnatio por alguna culpa que
hombres por la paz, señalando que les sea imputable; y 3) que la gue-
ésta es lo que se busca aun median- rra se haga por mandato del prínci-
te la guerra, sin que haya nadie que pe, dado que, habiéndosele confia-
busque la guerra con la paz (cf. De do el cuidado de la república, ciu-
civ. Dei. XIX, 12). Así, subraya que dad o reino, le atañe defender el in-
la guerra sólo es justa cuando es es- terés público; en cambio, no co-
trictamente defensiva (cf. ibid. III, rresponde a las personas privadas
10), y que no sólo es injusta, sino declarar la guerra pública, ya que
en sumo grado vituperable cuando ellos pueden reclamar su derecho
se entabla por la pasión de domi- por medio de un juicio (cf. ibid..
nio. En este último sentido, el de- II-II, q. 40, a. 1 c).
vastar y someter a pueblos pacíficos
para conquistarlos con afán impe- beneficium. De benefacere, esta voz in-
rial es un acto calificado por Agus- dica el hecho de hacer el bien. Por
tín de gran latrocinium (cf. ibid. IV eso, sigue al amor. En general, y
in fine). por la finitud y precariedad de las
En la Escolástica, Tomás de Aqui- acciones humanas, los autores me-
no sigue, en líneas generales, la au- dievales consideraron imposible
toridad agustiniana en la materia. que un hombre beneficie a todos
Con todo, su análisis es más de- en particular. Por eso, la charitas
tallado y establece algunos distin- (véase) exige que, aunque no se be-
gos. Así, por ej., señala que la gue- neficie a alguna persona actualiter,
rra puede ser justa en dos modali- se tenga la disposición de ánimo de
dades: una, general, como el librar hacerlo al presentarse la ocasión.
un combate defensivo en un cam- benevolentia. Se define como la vir-
po de batalla; otra, particular, co- tud según la cual una persona está
mo el enfrentar una persona, por dispuesta a amar, buscando el bien
razón de justicia, a un enemigo ar- del amado. Muy próxima a lo que
mado. En efecto, añade el Aqui- los antiguos llamaban “liberalidad”
nate que aun el caso de una lucha y aun “filantropía”, la b. entre los
particular se puede designar con el autores medievales señala el tipo de
nombre de “guerra”: communi no- amor más auténtico en cuanto más
mine bellum dici potest (S.Th.. II-II, desinteresado: el amor de amistad.
q 123, a. 5c). También es más pre- En éste, la búsqueda del bien del
ciso que Agustín –aunque siempre amado confluye y se identifica con
guiándose por los criterios de éste– el mismo deleite procurado por el
en la determinación de las condi- amor; en cambio, en el de concu-
ciones que hacen “una guerra jus- piscentia (véase), se persigue la uti-
ta”. Para Tomás, tales condiciones lidad de quien ama. Así se expre-
benignitas 112

sa, al menos, Tomás de Aquino (cf. llos, etc.; 2. una dualidad real que
S.Th. I-II, qq. 26 y 27). Otros au- permite conocer otra cosa o varias
tores insisten en el aspecto que pre- otras cosas, así, una medida de dos
senta la b. de constituir un requi- pies permite saber cuántas veces és-
sito indispensable de la amicitia tos están contenidos en una tela;
(véase). 3. el acto por el cual el alma cuen-
ta correctamente dos cosas; 4. un
benignitas. Derivada de la benevolen- predicable común a todo número
tia (véase) y muchas veces consi- dos (cf., por ej., Guillermo de Oc-
derada no en sí misma sino como kham, Quaest. in libros Phys. q.110,
efecto de ésta y aun identificada 18-19).
con ella, la b. tiene, sin embargo,
un significado estricto y muy pre- blasphemia. La blasfemia es el más
ciso dado por la nota distintiva del grave de los así llamados “peccata
beneficium: subraya, pues, la acti- oris” o pecados de la lengua. Con-
tud e intención de beneficiar efec- siste en la acción de injuriar a Dios
tivamente a los demás, material y, con palabras o gestos. Los autores
sobre todo, espiritualmente. Así, del período patrístico la han pre-
por ej., se adscriben a la b. tanto los sentado ya como hija de la sober-
gestos de ayuda a otros como los de bia, ya como hija de la ira en cuanto
juzgarlos con indulgencia, en par- pecados capitales. Así lo hacen Ca-
ticular, a alguien socialmente infe- siano y Gregorio, respectivamente.
rior, o de quien se ha recibido algu- A partir del siglo XII reflorecen los
na ofensa. análisis donde se la examina por sí
misma, es decir, no vinculada con
bilinguis. Al contrario de lo que ocu- otras faltas. Respecto de su defini-
rre con la actual palabra española ción y caracterizaciones puntuales,
“bilingüe”, este término señaló en hay dos tradiciones medievales: la
contexto medieval al murmurador primera, formulada por Agustín de
(véase murmur y susurratio), por su Hipona (cf Contra mendacium 19,
doblez moral en el hablar. Sobre la 39) y retomada por Pedro Lom-
base de lo que se lee en Ecclo. 28, bardo (cf. Coll. in Epist. PL 192-
15, se aplicó, en especial, al caso 208), pone el acento en el carác-
del murmurador que se esfuerza en ter de falsedad de la b.: ella consis-
romper una amistad, susurrando a te, sobre todo, en afirmar mentiras
cada uno de los amigos la detrac- sobre Dios, en atribuirle lo que no
ción del otro. le compete o en negarle lo que sólo
bilocatio. Es la determinación local, es propio de Él; de ahí que origina-
físicamente imposible, de una cosa riamente haya aparecido vinculada
que se hallare íntegra en dos sitios con la herejía o la apostasía. La se-
simultáneamente, como la de quien gunda línea, de mayor fortuna his-
pudiera existir al mismo tiempo en tórica, es la que subraya el elemen-
Roma y en París. to de ofensa verbal dirigida a Dios.
Así lo afirman Aimón de Auxerre
binarius. En las obras nominalistas, (cf. Comm. in Is. PL 116, 719) y
este término alude a: 1. cosas con- Peraldo (cf. Summa. De blasphe-
tadas, por ej. dos piedras, dos caba- mia contra dominum). Este último
113 bonitas

autor acota la b. al hecho de nom- animal”, “luego, algún animal no


brar, por ira, miembros del supues- es piedra”, como escribe Pedro His-
to cuerpo divino. pano en Summ. Log. 4. 15.
Los teólogos escolásticos del siglo
XIII han tratado de conciliar am- bonitas. Poco usada en general, la ex-
bas líneas. Buenaventura la inclu- presión bonitas entis alude a la per-
ye en el contexto del segundo man- fección de un ente y, en especial,
damiento y distingue tres especies a su carácter de bonum (véase) en
de b.: maldición, mentira e insulto cuanto trascendental. Con todo,
procaz (cf. De decem praeceptis 2). el término asume una particular
Tomás de Aquino, en cambio, con- importancia en Duns Scoto, quien
sidera la blasfemia en la categoría distingue entre 1. b. naturalis, 2. b.
de infidelitas, o sea, como pecado moralis y 3. b. gratuita. La 1. bon-
directamente opuesto a la confessio dad natural proviene ex operante,
fidei; así, es una derogatio divinae así, el acto de correr de un caballo
bonitatis, es decir, una operación veloz, la calidad de su carrera, pro-
intelectual que consiste en negar viene de su condición de buen ca-
lo que corresponde a Dios o afir- ballo. La 2. bondad moral es aque-
mar de Él lo indebido, operación a lla cuyo grado, mínimo o máximo,
la que se añade un elemento afecti- convierte la acción humana en vi-
vo, un movimiento de la voluntad tuperable o loable respectivamente,
que confirma plenamente el peca- puesto que, en primer lugar, acción
do (cf. S.Th. II-II, q. 13, a.1). humana tiene una causa eficiente
Por último, cabe señalar que mu- libre. Pero, para que se pueda ha-
chos escolásticos han diferenciado blar, en sentido estricto, de bon-
entre la b. cordis y la b. oris, es de- dad moral en una acción, se han
cir entre la blasfemia del corazón o de dar otras condiciones. En efec-
pensada, y la pronunciada. Enten- to, en segundo término, la acción
dieron, sin embargo, que la segun- ha de pertenecer al género bueno,
da sólo añade a la primera y más con lo que se tiene una acción mo-
grave una simple traducción lin- ral de b. materialis; en tercer lugar,
güística. hay que considerar la pluralidad de
elementos que concurren en la ac-
bocardo. Con esta palabra, en la lógi- ción, por ej., las circunstancias, y
ca de la Edad Media, se ha designa- especialmente, el fin que debe ser
do un modo de silogismo (véase sy- finis recte intendatur; en cuarto tér-
llogismus). Se ha de tener presente mino, se habla de b. completa en un
que la vocal A señala la proposición agente cuando sus acciones guar-
universal afirmativa; la O, la parti- dan correspondencia con la recta
cular negativa (véanse). Así pues, el razón bajo cualquier circunstancia.
modo silogístico b. es aquel cuya Respecto de este punto, Tomás de
primera premisa está dada por una Aquino insiste en subrayar que, pa-
proposición particular negativa; la ra que un acto humano sea moral-
segunda, por una universal afirma- mente bueno, es necesario que ab-
tiva; y la conclusión, por una parti- solutamente todos los elementos
cular negativa. Por ej., “algún hom- que lo constituyen, objeto, circuns-
bre no es piedra”, “todo hombre es tancias y fin, se ajusten a la recta
bonum 114

razón (véase malitia). El Aquina- 9, 1; V, 1, 8; 6, 4; VI, 7, 38). De es-


te añade que la b. Dei es el último ta manera, el Bien actúa como libe-
fin apetecido por todos los seres rador, puesto que, quien lo alcanza,
(cf. S.Th. I, q.6, a.1, ad 2). Final- se desvincula de la multiplicidad
mente, y volviendo a Duns, la 3. b. lógica y ontológica, conquistan-
gratuita en acto se da cuando la ca- do una total y libre unidad consigo
ridad inclina hacia un fin sobrena- mismo. Esta perspectiva del Bien,
tural (cf. Rep. II, d.4, nn. 2-3; d.7, que puede dar lugar a una posición
q.3, n.27; Op. ox. I, d.17, q. 3, nn. mística, alimentará, en gran parte,
3 y 12). Autores como Gabriel Biel la corriente de la teología negativa.
distinguen la b. moralis de la b. me- En cambio, muy distinta es la con-
ritoria que implica la aceptación de cepción de Aristóteles quien, reto-
la Gracia (cf. In II Sent., d.27, q.1, mando, en cierto sentido, la posi-
a.1). ción eleática, se inclina al inma-
nentismo y busca el bien en los
bonum. La ambivalencia semántica particulares concretos, en especial,
del término, que se puede tradu- en la actividad misma del hombre.
cir como “bueno” o como “bien”, Aristotélicamente entendido, el b.
indica ya su complejidad. Además, se plantea, pues, fundamentalmen-
en cualquiera de sus dos sentidos, te, como fin de las acciones huma-
la palabra b. puede abordarse des- nas (cf, Et. Nic. I, 6, 1096a-b).
de varios puntos de vista, especial- Con la aparición del Cristianis-
mente, desde el metafísico y desde mo y su doctrina de la creación, se
el ético que, casi siempre, aparecen retoman temas fundamentales del
articulados entre sí. Durante la An- pensamiento antiguo sobre el b.
tigüedad clásica, en el orden meta- bajo una nueva luz. De un lado, se
físico, y en su acepción de “bien”, reivindica el valor ontológico de la
se encuentra la identificación entre creatura, que es un bien en cuanto
ser y b. en el eleatismo de la escuela creada precisamente por Dios, Su-
megárica. Por su parte, Platón llega mo Bien; de otro, se profundiza la
a colocar el bien –o mejor, la idea concepción del bien fundada sobre
de Bien– más allá del ser, como su la analogia entis. Aunque, por una
fuente originaria, y hasta más allá parte, se sigue la concepción teoló-
del pensamiento, al que comunica gica negativa de cuño neoplatónico
la facultad cognoscitiva, así como (cf., por ej. Dionisio, De div. nom.
la inteligibilidad a los objetos (cf. I, 6; M. Eckhart, Serm. IV, 1, 28),
Rep..VI, 508e-509a). La doctrina por otra, se desarrolla la doctrina
plotiniana continúa esta concep- del b. como trascendental.
ción, desarrollándola hasta sus úl- En efecto, sobre esta última base,
timas consecuencias: en efecto, pa- Tomás de Aquino aborda la noción
ra Plotino, el Bien es idéntico a lo de b., en su acepción de “bueno”,
Uno y, como tal, superior al Ser y como uno de los trascendentales
al Pensamiento; así, en su absolu- (véase transcendentale), o sea, como
ta unidad y simplicidad, trasciende una propiedad del ente en cuan-
toda predicabilidad lógica, al pun- to tal y, por ende, intercambiable
to de que no se puede decir de él ni o convertible con él: bonum et ens
siquiera que es (cf., por ej., En. II,
115 bonum

convertuntur. Así, con respecto a fección del ser; con todo, se distin-
Dios, en el que Ser perfecto y Bien guen en nuestro entendimiento: el
perfecto coinciden, se confirma la bien es el ser en cuanto apetecible,
antigua intuición eleática, pero se por lo que incluye el concepto de
salva también la consistencia onto- perfección (cf. S.Th.. I, q.5, a.1).
lógica y la bondad de las cosas múl- Así, aunque ens y b. se identifican
tiples. De tal convertibilidad de b. en la realidad, como sus conceptos
con el ente, se sigue lo que ya ha- son distintos, no significa lo mis-
bía señalado Agustín (cf. Conf. VII, mo decir “ens simpliciter” que “b.
12; De nat. boni 19 y passim): que simpliciter”: esta última expresión
el mal se encuentra necesariamente se aplica a un ser cuando posee to-
–y a manera de carencia o defecto– do lo que debe tener según su na-
en algún bien, esto es, en algún su- turaleza, por eso, equivale a perfec-
biectum que, en la medida en que tum. En este sentido, no basta ser
es, es bueno (cf. S.Th.. I, q. 5, a. 2, un ente para ser bueno, de modo
ad 3). que, de acuerdo con este significa-
Sin embargo, se ha de notar que do, b. no es trascendental o conver-
“bueno” difiere del verdadero tras- tible con el ente. En cuanto agre-
cendental en su sentido más pro- ga al ser una formalidad propia, la
pio, es decir, en su relación con la de ser fin, objeto y término de ten-
voluntad. Ella está conformada pa- dencias, deseos y amor, el b. se di-
ra tener el bien por objeto, lo cual vide en honesto, deleitable y útil,
significa que no puede desear sino distinción que, por lo demás, ha-
lo que se percibe como bueno. En bía sido ya preparada por Aristó-
este orden se inserta la cuestión del teles (cf. Et. Nic. VIII, 2). Efec-
mal sub specie boni, tan importan- tivamente, lo bueno, en tanto ape-
te en la concepción ética medieval. tecible, 1. o lo es por sí mismo co-
Habida cuenta de lo que se aca- mo término último del apetito
ba de decir respecto de voluntad (véase appetitus), o 2. lo es en or-
y bien, y del hecho de que es me- den a otro bien. En el primer ca-
tafísicamente imposible la existen- so, se puede 1.1.considerar el ob-
cia del mal absoluto por la asimila- jeto como bueno según la recta ra-
ción ser-bien, para que el mal pue- zón, y así, se tiene lo honesto (véase
da ser objeto de la voluntad, se ha honestum); 1.2. cuando se lo consi-
de presentar bajo la apariencia de dera en cuanto satisface el apetito,
un bien. Esto significa que la vo- se tiene lo deleitable. En el segun-
luntad ha de percibir en el objeto do caso, 2. el objeto no es querido
algún aspecto positivo que la mue- por sí mismo, es decir, como fin en
va, aun cuando dicho aspecto ocul- sí, sino como medio para alcanzar
te un verdadero mal. Por eso, en los otro fin ulterior, con lo cual se tie-
planos psicológico, ético y espiri- ne lo útil (váse utile).
tual, la doctrina del mal sub specie Es en este sentido en que suele
boni constituye la base metafísica hablarse de “bona”, o sea, de bie-
de las tentaciones. nes, de cosas que son buenas, en la
Tomás afirma que el grado de medida en que son útiles (cf. S.Th.
bondad depende del grado o per- I-II, q. 8, aa. 2 y 3). Cabe adver-
bonum commune 116

tir, por último, que esta división fin el b. c. (cf. S.Th. I-II, q. 90, a.
no implica una oposición entre los 2; q. 95, aa. 1 y 4; q. 96, aa.. 2 y
diversos bona, sino sólo diferentes 3; q. 99, a. 3; De reg. pr. 1). Por su
perspectivas según las que pueden parte, Suárez (cf. De leg. III, 7) en-
considerarse: por ej., el b. honesto fatiza la conexión entre el carácter
es siempre, en cierto sentido, útil y el fin de la sociedad que tiende,
y deleitable, aunque no siempre lo no a la bienaventuranza, es decir, a
deleitable o lo útil es honesto. La la felicidad futura, ni tampoco a la
razón de esto estriba en que tal cla- presente en toda su extensión posi-
sificación no es unívoca, sino aná- ble, sino a la felicidad natural que
loga: el concepto de b. no se atribu- deriva de una sociedad perfecta, o
ye igualmente, y en el mismo sen- sea, al bien de los hombres singula-
tido, a lo honesto, lo deleitable y lo res en cuanto son miembros de una
útil, sino principalmente a lo ho- comunidad.
nesto y, de manera derivada, a lo En la filosofía clásica de inspira-
deleitable y lo útil. ción cristiana, dos son los aspec-
Aun con diversos matices, las te- tos que generalmente se han abor-
sis de Guillermo de Ockham res- dado el tratar esta noción: la rela-
pecto de este tema no varían sus- ción entre b. c. y bien individual, y
tancialmente (cf. In III Sent. q.13). la que se da entre b. c. y bien tem-
poral. Con respecto a la primera,
bonum commune. El bien común es las opiniones son coincidentes, en
el bien de los miembros de la so- primer lugar, en que el bien común
ciedad civil en cuanto tales, y está no equivale a la suma de los bie-
íntimamente ligado con el fin mis- nes singulares, sino que es un bien
mo de la sociedad. Ya Aristóteles específico que está más allá de és-
había caracterizado dicho fin como tos, aunque basado sobre ellos; en
el cuidado del interés público, para segundo término, también hay un
que cada uno, según su condición, cierto consenso en indicar que el
pueda vivir con felicidad. (cf. Pol. estado o reino en que radica dicho
III, 4, 1278b). bien común ha de respetar los fines
Esta idea central se continúa en individuales de sus miembros.
la Edad Media, sobre todo en la En relación con el segundo pun-
Escolástica, y así, Tomás de Aqui- to, también se ha subrayado el par-
no, por ej., frecuentemente alude ticular carácter de temporalidad
a la perfectior multitudinis societas, propio del b. c. Por tener su fun-
o a la perfecta communitas, que de- damento en la condición natural
fine como aquella en la que se en- –es decir, temporal– del hombre,
cuentran todas las cosas necesarias el bien común no puede proveerle
para la vida, omnia necessaria vitae, más que los medios necesarios pa-
insistiendo en la necesidad natural ra el bienestar y la felicidad en este
de la sociedad civil, que tiene por mundo (véase politicus, in fine).
117

C
C
cabala. El término proviene del he- binación de letras del alfabeto he-
breo qabbalah que significa “tradi- breo, que se considera capaz de re-
ción”. De hecho, señala tanto un velar verdades ocultas y aun perte-
conocimiento de Dios y de lo di- necientes al futuro. Contempla tres
vino como una suerte de ilumina- momentos: 1) notarikon, que alude
ción cognoscitiva sobre la realidad a las palabras nacidas de la yuxta-
y aun una revelación oral. Sea de posición de las primeras, segundas,
ello lo que fuere, la c. tiene siem- terceras y últimas letras de cada pa-
pre el carácter de esotérica. Mucho labra de una frase; 2) gematria, que
se ha discutido y se discute toda- se refiere a las palabras que surgen
vía hoy sobre su condición: para de modificar, según ciertas reglas
algunos, se trata de la mística he- concernientes al valor numérico de
brea por excelencia; para otros, de las letras del alfabeto hebreo, las le-
una forma de teosofía; para no po- tras de otras palabras; y 3) temurah,
cos, es una gnosis. De todos mo- palabras que provienen de la com-
dos, abarca un conjunto de doctri- binación de las otras dos técnicas.
nas muy variadas y que han acogi- Hasta el siglo XIII, se funda en
do múltiples influencias externas, una tradición oral que se pretende
por ej., recibe del neoplatonismo la remontar a Moisés; a partir de en-
concepción de los seres intermedia- tonces, se va extendiendo sistemá-
rios entre Dios y el mundo o la mis- ticamente desde el sur de Francia,
ma tesis de la emanación, mientras desde donde pasa a Alemania, Es-
que se cree que adopta de los filó- paña e Italia. Hacia el final de la
sofos árabes la doctrina del intelec- Edad Media, la c. se introdujo en
to agente universal y quizá del ma- los círculos intelectuales cristianos,
niqueísmo proviene su visión acer- algunos de cuyos miembros asu-
ca de la positividad del mal. Así, la mieron desde otra perspectiva re-
misma historia de la c. está lejos de ligiosa la metodología cabalística,
presentar un desarrollo lineal. por ej., Pico della Mirandola, Egi-
Pero lo que atrajo a filósofos tar- dio de Viterbo y otros humanistas
do-medievales y renacentistas fue, florentinos. Esto permite hablar de
especialmente, la metodología de la una “cábala cristiana”, en particu-
cábala que es el punto fundamental lar, durante el Renacimiento. Sin
de la tradición esotérica y oral. En embargo, la particular simbología
esencia, con dicha metodología se implicada en la cábala hizo que se
pretende alcanzar un conocimien- la vinculara cada vez más a la ma-
to superior al racional, por lo me- gia. Con ello, suscitó las sospechas
nos, tradicionalmente entendido. de la Iglesia, que la combatió.
Consiste en una técnica de com-
cadere a suo significato 118

cadere a suo significato. Expresión caelum. En la Antigüedad, Aristóteles


utilizada por Guillermo de Oc- distinguió tres significados de oura-
kham para aludir al hecho de que nós, equivalente griego de la pala-
un término, palabra o concepto ce- bra que nos ocupa: 1. La sustan-
sa de significar lo que sig.nificaba cia de la circunferencia externa del
anteriormente (cf. Quodl. V, q.16). mundo, esto es, de su periferia;
2. el cuerpo más próximo a ella y
caecitas. Significa ceguera. El caso de en el que se hallan el sol, la luna y
la ceguera ha sido usado en la Edad otros astros; 3. el mundo en su to-
Media muy frecuentemente como talidad, es decir, el cuerpo íntegro
ejemplo de privatio (véase). Los es- incluído en la mencionada circun-
colásticos, en particular, han habla- ferencia externa (cf. De Cael. I, 9,
do no sólo de la ceguera corporal 278 b10). En este último significa-
sino también de la c. mentis como do había usado ya el término Pla-
privación de la visión intelectual. tón (cf. Tim. 28c). Pero el punto
Esta última se puede dar por varios que Aristóteles subraya en su doc-
motivos: primero, por pérdida de trina sobre el cielo es el de la inco-
la luz natural de la razón debido a rruptibilidad. Sostiene, en efecto,
alguna enfermedad mental; segun- que la sustancia propia del c. es el
do, por rechazo del don gratuito de éter, cuyo movimiento es sólo cir-
Dios; tercero, por no atender a los cular y no es pasible de generación
principios inteligibles por los cua- ni corrupción.
les el hombre comprende las cosas. La doctrina de la incorruptibili-
Esto último puede tener lugar, par- dad del c. pasa a toda la física an-
ticularmente, como consecuencia tigua y a la de las épocas patrísti-
de algunos vicios como la accidia. ca y medieval, tanto entre los au-
caeleste. En general, “celeste” o “ce- tores aristotélicos como en los que
lestial”, palabras con la que se sue- no siguen esa línea. Con el neo-
le traducir este adjetivo, designan platonismo comienza a elaborar-
frecuentemente lo referido al cae- se la noción de Empíreo, con la
lum (véase), pero exclusivamen- que el pensamiento cristiano lle-
te en su dimensión espiritual. Más vará a su máximo grado de elabo-
en particular, se emplea c. para alu- ración el concepto de c.; en dicha
dir al mundo angélico. Especial re- noción subyacen también elemen-
lieve adquiere el término en Agus- tos mítico-poéticos de Homero, los
tín, quien se vale de él para califi- órficos, los pitagóricos y los gnósti-
car una de las dos grandes socie- cos. Para el neoplatonismo, el cielo
dades –constituidas por ángeles y es, a la vez, lugar y modelo, sin ser
también por hombres– que atra- exclusivamente espiritual ni corpó-
viesan la Historia: precisamente la reo, sino una síntesis de ambos ór-
conformada por aquellos que po- denes y una encarnación del alma
nen su gozo último en Dios (véase del mundo de la que hablaba Pla-
civitas) y usan del mundo. Por eso, tón. Así, al menos, se expresa Ploti-
la ciudad c. es llamada también por no en En. V, 1, 6-7; IV, 3, 9 y 17).
el Hiponense civitas Dei (véase te- El cristianismo se apoya en la Es-
rrenum). critura para su elaboración del te-
119 calculatio

ma. Por ello, alude al c. como tro- estructura general de corte aristoté-
no divino, reino prometido a los lico, y una esencia que sigue siendo
elegidos y “lugar” al que Cristo as- neoplatónica, dado que en ella se
ciende, para habitar junto al Padre. subraya el carácter de incorruptibi-
De este modo, en la Patrística, lidad. Precisamente la doctrina so-
no se encuentran explicaciones fí- bre la incorruptibilidad de los cie-
sico-filosóficas sobre este concep- los fue cuestionada por primera vez
to, limitándose los textos al respec- por Guillermo de Ockham, quien
to a ilustraciones teológicas. Basi- niega la diversidad entre la materia
lio, por ej., concibe el c. como una de los cuerpos celestes y de los su-
suerte de lugar apto para recibir las blunares, admitiendo como única
naturalezas angélicas (cf. Hom. in diferencia entre ambas el hecho de
Hex. I, 5). Marciano Capella se re- que la materia de los primeros no
fiere a él como al paraíso traspasa- puede ser transformada por la ac-
do de luz inteligible (cf. De nuptiis ción de ningún agente creado, co-
Phil. et Merc. II, 50). mo ocurre con la de los segundos,
En la Escolástica, con el reingreso sino sólo por una acción directa de
de Aristóteles en Occidente, cam- Dios (cf. In Sent. II, q. 22b). Más
bia la perspectiva, ya que se replan- tarde, Nicolás de Cusa retoma ese
tea el problema de la real consis- planteo (cf. De docta ign. V, 12).
tencia del c. en relación con su ca-
rácter teológico de “lugar” propio caeteris paribus. Es frase de sentido
de Dios y de los ángeles. Se tiende, en cierto modo restrictivo, pues-
entonces, a considerarlo una esfera to que se intercala en una propo-
corpórea más que espiritual, pero sición, para advertir que lo men-
aún dentro de esta tendencia gene- cionado sólo se pretende hacer va-
ral, hay muchos matices de diferen- ler como verdadero bajo una deter-
cia. Alberto Magno, por ej., señala minada hipótesis. Ésta, por lo de-
que los cuerpos redondos y el mo- más, es la más frecuente. Por ej., en
vimiento circular son propios de la “Los consejos de los ancianos son,
naturaleza del cielo (cf. Phys. I, 1, c.p., más prudentes que los de los
1). Tomás de Aquino, por su parte, jóvenes”, la expresión añadida in-
entiende que los cielos tienen una dica que ello es así por lo común,
materia diferente de la de los cua- esto es, siempre que no se trate de
tro elementos; con todo, esta ma- ancianos carentes de sensatez y sa-
teria no tiene para el Aquinate po- biduría, o de jóvenes que los supe-
tencia de corrupción. Los escolásti- ren excepcionalmente en el cono-
cos de línea aristotélica acentúan el cimiento del tema sobre el que se
aspecto de cuerpo luminoso, mien- aconseja.
tras que los de tradición platónica calculatio. Se conoce con este nom-
lo reducen a una pura luz, reflejo bre el procedimiento de análisis
de la divina que se concentra en el lógico y matemático llevado a ca-
Empíreo. bo en la Edad Media, sobre todo,
Una posición intermedia es la por los mertonenses, es decir, por
que sostiene Dante en su Comme- los maestros de Merton en Oxford,
dia, ya que en allí el c. presenta una llamados por eso mismo calculato-
camestres 120

res. Florecieron a comienzos del si- lico de las tres unidades que ha de
glo XIV y su movimiento estuvo presentar la tragedia. La Edad Me-
encabezado por Tomás Bradwardi- dia conservó ese sentido general; de
ne, autor del Tractatus de proportio- ahí que lleve el nombre de Canon,
nibus. Un ejemplo de c. en este tra- por ej., la obra de Avicena en la que
tado es el que analiza la velocidad éste describe las normas del arte de
de un movimiento vinculándola la Medicina.
con la relación que se da entre sus En Teología, se usa esta palabra
causas, esto es, la fuerza que produ- para indicar aquellos libros de la
ce tal movimiento y la resistencia Sagrada Escritura admitidos ofi-
que se le opone. Esto está precedi- cialmente por la Iglesia como per-
do de una teoría matemática de re- tenecientes a ella y que, por tan-
laciones, o sea, de proportiones en el to, han de ser creídos por los fie-
sentido medieval más amplio de es- les. Por tal razón, los libros canonici
ta última palabra (véase proportio). se oponen a los apocryphi, esto es, a
los apócrifos que sólo se leen para
camestres. Voz de función mnemotéc- edificación de las costumbres y no
nica que se emplea en la lógica me- ad probanda dogmata. En el mun-
dieval para designar un modo de do cristiano, los libros pertenecien-
silogismo (véase syllogismus). Co- tes al Antiguo Testamento se deno-
mo se ve, está conformada por las minan vetus c.
vocales a, e, e, y se ha de recordar
que la vocal A señala la proposición capacitas. Se suele traducir por “ca-
universal afirmativa, mientras que pacidad” e indica la posibilidad
la E indica la universal negativa. de contener algo, especialmente,
Así, c. alude al silogismo cuya pri- una cualidad. En la Edad Media,
mera premisa es una proposición se usó, en particular, para el caso
universal afirmativa; y la segunda, del hombre en referencia a la ope-
una universal negativa, al igual que ratividad de sus potencias natura-
la conclusión. Por ej., “todo hom- les. En el plano teológico, c. alude a
bre es animal”, “ninguna piedra es la posibilidad humana supuesta en
animal”, “luego, ninguna piedra es la Gracia.
hombre”, como escribe Pedro His-
pano en Summ. Log. 4, 11. capitale. Voz que deriva de caput, ca-
beza, su significado tiene el carác-
canon. Término que supuestamente ter de principio y fuerza directriz.
deriva del griego kánon, cuyo sig- El adjetivo fue utilizado, especial-
nificado es “caña”. Al ser usada ésta mente, para calificar algunos vicios
como instrumento de medición e (véase vitium). Se llama vitium c.
hito de referencia, la voz pasó a sig- aquel del que proceden, como de
nificar una regla o conjunto de re- su origen formal y, a la vez, cau-
glas para medir o determinar la va- sa final, otros pecados. Así, no so-
lidez específica de una disciplina. lamente son capitales aquellos que
Por eso, se aplica no sólo al campo constituyen raíz de los demás, co-
filosófico sino también al artístico mo la avaritia, o el que es primer
y literario. Así, entre otros, se ha- principio de otros, la superbia, si-
bló en la Antigüedad del c. aristoté- no también los que son principios
121 caritas

próximos de otros pecados, como cados capitales es el que atiende a


la luxuria o la accidia. Así, los vi- su fuente en el hombre; según él, se
cios capitales operan a modo de dividen en carnales, como la gula
troncos del que derivan ramifica- o la lujuria, y espirituales, como la
ciones del mal moral. Este carác- envidia y la soberbia. Con la Esco-
ter originario se determina aten- lástica, y la consecuente estructura-
diendo a la condición del hombre ción metodológica, proliferaron los
sometido a ellos: se halla dispues- argumentos a favor de la clasifica-
to de tal manera a adherir exagera- ción de los siete enumerados en el
damente a un fin que éste se con- artículo vitium.
vierte en fuente de otros vicios. De
este modo, un vicio nace de otro. caritas. (cf. amor). A veces, se escribe
El hecho de ser incontables las dis- también charitas por su derivación
posiciones particulares de los hom- del griego, lengua en la que signi-
bres derivó en una serie de dificul- fica “gracia”. La c. se corresponde
tades teóricas. con el amor pero, de por sí, éste no
De hecho, la clasificación de los es caridad, ya que en el hombre el
vicios capitales a lo largo de la Pa- amor es una pasión natural y la c.
trística y el período medieval pro- excede el plano de lo meramente
piamente dicho sufrió varias mo- natural.
dificaciones. Textos fundaciona- Para los místicos especulativos
les al respecto son las Institutiones del siglo XII, como Ricardo de San
y las Collationes en las que Casiano Víctor, por ej., la c. tiene la no-
consigna la herencia de la sabiduría ta del renunciamiento a un exage-
monacal egipcia y siria al respecto. rado amor a sí mismo, por lo que
Pero lo decisivo en materia de cla- implica de algún modo un salir de
sificación, ya que pasará a toda la sí mismo. De todas maneras, pre-
cultura medieval cristiana, son los fiere, como muchos otros autores,
Moralia in Job de Gregorio Mag- usar dilectio o amor proximi para el
no que, sobre la base de lo escri- amor a los semejantes, y reservar
to por Casiano, unifica la tristitia el término c. para el amor de Dios
(véase) con la accidia, reemplaza la hacia el hombre y de éste hacia Él
vanagloria (véase) por la superbia y (cf., por ej., De IV grad. viol. car.
añade la invidia. También revisten 2).
gran importancia en este tema los De hecho, se ha empleado es-
escritos monásticos, tratados mora- ta palabra, de vastísima difu-
les, opúsculos ascéticos, etc. que, al sión en el Cristianismo, para de-
profundizar en cada vicio, contri- notar la virtud teologal que con-
buyeron a su inclusión, exclusión siste en la amistad entre Dios y el
o fusión en los sucesivos cuadros hombre. En la caridad, éste ama a
de clasificación. A estas obras de- Dios sobre todo otro ser a causa de
ben añadirse las Summae de Tomás su “amabilidad”, es decir, en tanto
de Chobham, Guillermo Peraldo que Él es el Bien Sumo. Según la
y Tomás de Aquino, entre otros. doctrina de la c., el amor humano
Un criterio predominante respec- por todos los demás seres, en su co-
to de la división interna de los pe- rrespondiente grado jerárquico, de-
riva justamente de ese amor a Dios.
caro 122

Así, pues, se consideró esta noción autores medievales se refirieron al


como la virtud soberana, fuente de azar o la casualidad, cuya existen-
todo mérito sobrenatural. Por otra cia, en general, negaron, al menos,
parte, las demás virtudes teologales en el sentido que habitualmente se
–o sea, fe y esperanza– tienen valor confiere a estas dos palabras.
en el tiempo, es decir, durante el En la Antigüedad, aun admitien-
transcurso de la vida en este mun- do la causalidad y la finalidad en el
do, mientras que la caridad dura comportamiento de los fenómenos
sin término a parte post. En efecto, naturales, Aristóteles afirma el c.:
no sólo se prolonga en la vida bien- en el mundo natural, no todo su-
aventurada sino que aun está po- cede por necesidad, puesto que no
tenciada por la visión de Dios. todo deriva de la naturaleza esen-
cial de los entes; a veces, ocurre al-
caro. Significa “carne”. Pero, a diferen- go que no se verifica ni siempre ni
cia de corpus, la voz que nos ocu- ordinariamente. Así, por ej., si du-
pa, traducción latina del sustanti- rante un par de días en verano ha-
vo griego “sarx”, es usada también ce un frío casi invernal, ello suce-
en un sentido no material: en es- de por accidente. Pero, para Aristó-
te plano alude a todo aquello que teles, el azar es tal sólo en relación
se opone al espíritu. Con este matiz con determinadas causas particula-
despectivo aparece, por ej., en Sé- res, especialmente, con la causa fi-
neca (cf. Ep. 65, 22). Pero es sobre nal del agente (cf. Fis. II, 4-6, 196-
todo San Pablo quien, denostan- 197; Met. V, 30, 1025 y ss.). Otros
do la sarx en sus epístolas transmi- pensadores, en cambio, negaron la
te este último significado a la tradi- realidad del c. y lo imputaron a una
ción patrístico-medieval. En ella, y laguna del conocimiento humano.
dentro de ese marco general, c. asu- Así sucede, en general, entre los es-
me los siguientes sentidos preci- toicos, quienes no podían admitir-
sos: 1) la total naturaleza humana, lo, dado que consideraban el uni-
con particular referencia a su fragi- verso perfectamente organizado
lidad; 2) las dimensiones anímicas por la Razón cósmica.
de lo concupiscible y lo irascible en Los autores cristianos se inclinan
cuanto opuestas a la capaciad inte- por esta segunda perspectiva, por-
lectual, a la racionalidad, es decir, que en un mundo ordenado por
al aspecto superior del alma; 3) los la voluntad de Dios, omnipresen-
vicios y pecados. te en él, no puede haber lugar para
castigatus. Cf. emendatus. el azar. Éste existe sólo, como se di-
ría hoy, subjetivamente, en cuanto
casus. Voz que se aplicó en distintos incapacidad del intelecto humano
órdenes. Así, 1) en gramática, de- que, por su finitud, no puede abar-
signa la variación en las últimas sí- car en sí el plan divino de la Provi-
labas propia de la declinación, co- dencia y el plexo de relaciones cau-
mo el caso genitivo, acusativo, etc.; sales implicado en él. Así lo señala,
2) en retórica, significa “ejemplo”. por ej., Agustín (cf. De div. quaest.,
Pero, es 3) en física y metafísica, en 24).
donde este concepto adquiere ma-
yor relieve. Con este término, los
123 categoricum

Tomás de Aquino va más allá al como equivalente de categoremati-


advertir que todos los seres sin ex- cum (véase categorematica).
cepción, tanto los corruptibles co-
mo los incorruptibles, están suje- categorematica. En la gramática y la
tos a la providencia divina, no só- lógica medievales, se denominan
lo en conjunto, sino también, en así los términos o partes del dis-
particular, esto es, no solamente en curso que son significantes por sí
cuanto a las especies, sino también mismos –o sea, que tienen per se
en cuanto a sus principios indivi- un significatum–, como “caballo”
duales. Así, todo lo que de algún o “escribe”, a diferencia de los syn-
modo participa del ser ha de estar categorematica (véase), que sólo son
necesariamente ordenado a un fin, plenamente significativos cuan-
y la ordenación al fin se extiende do se agregan a los primeros, por
hasta donde se extiende la causali- ej., “no”, “y”, etc. Esta distinción
dad del primer agente, o sea, Dios probablemente deriva de los estoi-
(cf. S. Th. I, q. 22, a 2). De tal ma- cos, quienes hablaban del “discur-
nera que, según la perspectiva to- so perfecto” como aquel de senti-
mista, no existe la casualidad. So- do completo, por ej., “Sócrates ca-
bre huellas más aristotélicas, Gui- mina”; y del “dicurso imperfecto”,
llermo de Ockham define el c. co- uno de cuyos ejemplos sería “con
mo el efecto que una causa natu- respecto a” (cf. Diog. Laercio VII,
ral produce de manera contingen- 63). En la lógica escolástica, la dis-
te por la intervención de un agen- tinción explícita se encuentra por
te libre; así, por ej., el colocar una primera vez en el tratado anóni-
manta próxima al fuego –gesto que mo del siglo XII De generibus et
se lleva a cabo libremente, esto es, speciebus, hasta que se convierte en
no con necesidad, aunque no sea un lugar común durante los siglos
deliberadamente– puede provocar XIII y XIV. Entre los autores que
un c. de incendio (Quodl. I, q.17). más se han dedicado a este tema en
La doctrina sobre el c. se comple- la Edad Media, se cuentan Guiller-
menta con la del fatum y la de la mo Shyreswood, Alberto de Sajo-
fortuna (véanse). No todo lo que se nia y, especialmente, Guillermo de
hace sin intentarlo sucede por ca- Ockham (cf. por ejemplo, Summa
sualidad o por la fortuna, sino sólo Log. I, 4). Casi todos coinciden en
aquello que rara vez ocurre. Alber- considerar sólo el nomen y el ver-
to Magno considera la fortuna una bum como términos c.
especie del c. (cf. Phys. II, 2, 10). categoria. Proviene del griego kathe-
categorema. Los lógicos medievales gorein, cuyo significado es acusar o
designaron así al atributo o predi- afirmar. En la Edad Media, el sen-
cado, o sea, a lo que es afirmado de tido técnico de este término sigue
un sujeto, sobre la base de lo que el que tuvo en la Antigüedad clási-
sostiene Aristóteles en De int. II, 2, ca. Pero los autores medievales pre-
20 b 32. Por eso, desde el punto de firieron casi siempre usar el sinóni-
vista metafísico, c. supremo del ser mo praedicamentum (véase).
es la categoría (véase praedicamen- categoricum. En lógica, se llama “ca-
tum). A veces, este vocablo aparece tegórico” al juicio o proposición
causa 124

que expresa la relación de sustan- ceptos y la clasificación en los cua-


cia y de inherencia. En oposición al tro célebres tipos de causa que des-
juicio hipotético y al disyuntivo, es pués fueron obra, sobre todo, de la
una afirmación que excluye la con- Escolástica.
dición y la alternativa. En su forma Con todo, en el marco del pen-
más simple, afirma o niega la con- samiento cristiano, ya desde la Pa-
veniencia de un atributo a un suje- trística y con Orígenes en particu-
to. “S es P”, “S no es P” son pro- lar, se da, en ese contexto, una pri-
posiciones categóricas, afirmativa y mera aproximación al concepto
negativa, respectivamente. que nos ocupa. Éste fue estudiado
En el orden lógico-metafísico, se en conexión con la noción de Dios
denomina “categórico” al juicio cu- en cuanto creador. De hecho, la
ya afirmación no depende de otro concepción de una creación eterna
juicio. desvinculó la relación causa-efec-
to de lo temporal; a la vez, se plan-
causa. Este término, traducción lati- teó la materia como efecto del mal.
na de la voz griega aitía, es de ori- Tales ideas neoplatónicas llegan a
gen jurídico y significó en dicho te- Agustín de Hipona quien, sin em-
rreno “acusación”. De esta manera, bargo, las modifica sustancialmen-
la noción queda, en sus raíces, vin- te, no sólo negando el carácter ne-
culada con la responsabilidad de gativo de la materia, sino –y sobre
una acción voluntaria que se impu- todo– poniendo las causas forma-
ta a alguien. En general, se entien- les y ejemplares de lo real en las ra-
de por c. lo que después se restrin- tiones aeternae (véase ratio 3.). En
gió a la causa eficiente y aun a la fi- la perspectiva agustiniana, las co-
nal, es decir, una cosa, acción o si- sas creadas que pertenecen al or-
tuación a la que otra, denominada den temporal se desarrollan causal-
“efecto” (véase effectus) responde de mente en virtud de las rationes se-
modo unívoco y necesario. Así, la minales (véase) que Dios ha pues-
existencia del efecto se da o no se- to en ellas desde el principio y co-
gún se dé o no la de la causa. La mo principio del ser de dichas co-
mayoría de las veces, pero no ne- sas. Cabe destacar también que la
cesariamente, ésta antecede crono- positividad adjudicada a la c. efi-
lógicamente a aquél, de modo que ciente por el hiponense, lo lleva a
la prioridad de la causa respecto del imputar a la mala voluntad la cau-
efecto es metafísica y no cronológi- sa deficiente del mal moral (cf., por
ca. Entre una y otro hay, pues, de- ej., De civ. Dei XII, 7). Durante el
pendencia y no mera sucesión. Tal período escolástico, Buenaventura
relación de dependencia, esto es, la atribuirá a las razones seminales la
causalitas (véase) fue estudiada des- causalidad eficiente, contra el pare-
de la Antigüedad, en la que Platón cer del Aquinate.
sostiene la necesidad de que aque- La Escolástica, en especial, la
llo que se genera sea generado por del siglo XIII, retoma con Alberto
una causa (cf. Timeo 28a). Pero la Magno y Tomás de Aquino la doc-
sistematización orgánica de la teo- trina aristotélica de los cuatro tipos
ría de la c. obedece, como se sabe, de causalidad, otorgándoles, ade-
a Aristóteles, quien esboza los con-
125 causa

más, un nombre preciso en térmi- es la que se da entre Dios y lo crea-


nos latinos. Así, Tomás caracteriza, do. Todos los otros entes causan en
en general, la c. como aquello de lo la medida en que participan de la
que se sigue el ser de otra cosa; más acción divina; por eso, son causas
en particular, aquello de lo cual de- segundas, pero Dios es c. prime-
pende algo en su ser o en su hacer- ra. En el orden de la causalidad efi-
se. Siguiendo a Aristóteles, recono- ciente, las causas segundas se vin-
ce la división en cuatro y anota que culan con la instrumental: ésta es
toda c. es o materia o forma o efi- lo que actúa no sólo en virtud de su
ciente –es decir, agente– o final (cf. forma sino porque es movida por
C.G. III, 10). De esta manera, re- el agente principal, como el cincel
chaza la ejemplar en cuanto causa respecto del escultor.
estrictamente hablando y, aristoté- Un tratamiento particular del te-
licamente, de alguna manera con- ma se encuentra en Guillermo de
cede cierta preeminencia a la final. Ockham, por su posición nomina-
Con todo, Tomás subraya la mutua lista; así, por ej., afirma que nin-
relación de las causas: causae ad in- gún universal puede ser causa de
vicem sunt causae. También sobre algo generable y corruptible exter-
las huellas del Estagirita, conside- no al alma. Con esto, la causa for-
ra la c. formalis como aquello que mal queda invalidada, al menos,
otorga a la cosa su esencia o su ser en su sentido tradicional. Ockham
tal cosa, esto es, lo que le confie- también impugna la causa final en
re sus propias determinaciones; la cuanto que ésta mueve al agente,
c. materialis es, en cambio, su sus- porque mover al agente sólo sig-
trato o soporte material; la c. effi- nifica que es amada por él, lo cual
ciens, aquello de lo que proviene el constituye, para Ockham, sólo un
movimiento o cambio en cualquie- modo metafórico de expresión que
ra de sus cuatro clases; por último, no alude a nada real. Por otra par-
opuesta a la eficiente, se cuenta la te, la causa final –añade Ockham
c. finalis que es aquello en vistas de con ironía– tiene de particular el
lo cual el ente actúa o se mueve; de hecho de que puede ser causa... sin
ahí su importancia en la explica- existir: “Hoc est speciale in causa fi-
ción del devenir. En este orden, el nali quod potest causare quando non
Aquinate distingue la acción de las est” (Quodl. IV, q.1) (véase también
causas in fieri, esto es, en el hacerse attractio).
de algo, de la de las causas in esse o En lo que concierne a las distin-
causa essendi. La primera es aquella ciones escolásticas que se llevaron a
que hace que una cosa llegue a ser cabo en relación con la noción de
lo que es, pero sin producir el esse, c., se ha hablado de: 1. c. essendi,
de modo que el efecto puede sub- fiendi (véase supra), cognoscendi, es
sistir en ausencia de su causa, co- decir, de la causa del ser, del hacer o
mo en el caso de un padre y su hi- del conocer; 2. c. universalis que es
jo. La c. essendi da el ser y lo causa- aquella que no está determinada a
do depende totalmente de la causa, un solo efecto, o particularis, la de-
como el sol respecto de la luz natu- terminada a un efecto singular; 3.
ral. Este último tipo de causalidad c. per se, que es la que por su propio
causa sui 126

poder produce un efecto, o per ac- causalitas. (Véase causa) Se entiende


cidens, la que concurre a la produc- por causalidad la relación de la cau-
ción de un efecto; 4. c. prima, que sa al efecto; más específicamente, al
es aquella que inicia la cadena cau- efecto formal y propio de la causa.
sal, o secunda que es la subordinada Dos son los términos referidos al
a la anterior, cualquiera sea el lugar tema: el principio de causalidad y
que ocupe en la mencionada cade- la vía de causalidad. Con respecto
na (véase más arriba); 5. c. proxi- al primero, muy discutido a lo lar-
ma, que es la que da lugar inmedia- go de toda la historia de la filoso-
tamente al efecto, o remota, la que fía, se puede decir en general que es
concurre a la producción del efecto la afirmación universal de la nece-
después de la intervención de otras sidad que vincula todo aquello que
causas; 6. c. univoca, que es la que tiene razón de efecto a una causa
tiene la misma esencia que su efec- determinada. La primera formu-
to, como un padre y su hijo, o ae- lación de este principio se debe a
quivoca, la que es de distinta esen- Aristóteles, quien, con todo, lo cir-
cia que su efecto, como un pintor y cunscribe al devenir: es necesario
el cuadro de su autoría. que todo lo que es movido, si no
tiene en sí el principio de su propio
causa sui. El uso del término causa sui movimiento, sea movido por otra
requiere una aclaración. A diferen- cosa (cf. Phys. VIII, 1, 241b 4-37).
cia de lo que ocurre en la Moder- La Edad Media, y particularmen-
nidad, en la Edad Media, y parti- te la Escolástica, recoge esta afirma-
cularmente entre los escolásticos, ción aristotélica, pero la hace ex-
es muy poco frecuente. En el pla- tensiva a todo el ámbito de lo cau-
no metafísico, en rigor, sólo po- sado y no sólo al devenir. Por otra
dría aplicarse a Dios, desde el mo- parte, la explicita de diversas mane-
mento en que Él es el Ser absoluto, ras y muestra sus aplicaciones par-
principio y causa de la propia exis- ticulares. Así, se encuentran, por ej,
tencia. Pero, para ello, se prefirió en Tomás de Aquino, las siguien-
utilizar el término a se (véase), ya tes formulaciones: “Omne contin-
que “causa”, aun con la acotación gens habet causam” (S. Th. I, q.2,
“de sí mismo”, presupone un efec- a.3); “Omne quod incipit habet cau-
to y, por ende, sugiere una suerte sam”; “Si aliquid invenitur in aliquo
de desdoblamiento en el sujeto del per participationem, necesse est quod
que se predica que es causa sui. Así, causetur in ipso ab eo cui essentialiter
para preservar la absoluta simplici- convenit” (ibid.,I, q.44, a.1), fór-
dad divina, los escolásticos evitaron mula esta última que parece la más
el empleo de esta expresión, con abarcante y que, por otra parte, de-
excepción de Alain de Lille. En ge- nota la preferencia tomista por el
neral, durante el siglo XIII, se insis- enfoque y la terminología aristoté-
tió en que “nihil est causa sui”. Pue- licos respecto de los platónicos. Así
de aparecer, aunque muy raramen- se ve, por ej., en la cuarta vía.
te, en relación con el tema de la li- En los últimos siglos medieva-
bertad humana, justamente para les, con la declinación parcial de
subrayar la autodeterminación de la perspectiva aristotélica, comien-
la voluntad en el acto libre.
127 celarent

za a acentuarse cierto escepticis- se apoya en la convicción de que


mo sobre la validez del principio todo lo que acontece obedece a una
de causalidad. En Ockham, por ej., causa, y que las causas de las cosas
hay una reflexión crítica acerca del no pueden haber dado a sus respec-
mismo, que se corresponde con su tivos efectos perfecciones que ellas
orientación empirista y nominalis- mismas no poseen. De esta mane-
ta. Por eso, rechaza el axioma esco- ra, Tomás de Aquino sostiene que
lástico que sostenía que la c. es tan- todo lo mudable y sensible es efec-
to más eficiente cuanto más uni- to de Dios y puede llevarnos a pos-
versal. Dado que Ockham no con- tular no solamente su existencia, si-
cibe el universal como real, para él, no también lo que necesariamente
ningún universal puede ser causa Él ha de tener en su calidad de cau-
de algo corruptible (cf. Summulae sa primera de todas las cosas, que
in libros Phys. II, 10). Por otra par- sobrepasa a cuanto produce (cf.
te, además de negar explícitamen- S.Th. I, q. 12, a. 12).
te la validez del principio causal
en el orden de la naturaleza, con- causaliter. Cf. occasionaliter.
sidera que no puede ser estableci- causantia. Algunas veces aparece este
do a priori sino que exige el cono- término para indicar las causales o
cimiento empírico, la notitia intui- factores que causan algo. Un ejem-
tiva. El conocimiento de uno de plo de ello se encuentra en Alberto
los dos términos de la relación cau- Magno, Phys. IV, 3, 14.
sal, por sí mismo, no dice nada so-
bre el otro. Más lejos va Nicolás de cautela. Llamada también cautio, la
Autrecourt, quien entiende que la cautela es una parte de la prudentia
relación causal se resuelve en la de (véase) en cuanto preceptiva. Pues-
sucesión, la cual, una vez que ha si- to que se ocupa de acciones con-
do comprobada, vale para el futuro tingentes, en las que se presentan
sólo con carácter de probable (cf. mezclados lo bueno y lo malo, lo
Epist. ad Bernardum). verdadero y lo falso, la prudencia
En cambio, la Escolástica poste- debe valerse de una de sus partes,
rior tiende a reivindicar la visión precisamente la que discierne entre
aristotélica sobre la c.; así, por ej., ambos pares de términos y evita los
Suárez, siguiendo en este punto a negativos: ésta es la c. que algunos
Escoto, afirma: “Quod producitur, entienden, específicamente, como
ab alio realiter a se distincto produci- la que elude los peligros.
tur” (Disp. Met. 29,1, 20). cautio. Cf. cautela.
La aceptación del principio de
causalidad constituye, al mismo cavillatoria. Cf. sophistica y collectio,
tiempo, la base de la así denomi- in fine.
nada via causalitatis (véase via). En
celarent. Con esta palabra se indica,
efecto, entre los caminos de inda-
mnemotécnicamente, un modo si-
gación de la naturaleza divina, que
logístico de la primera figura (véa-
se proponen a partir de la observa-
se syllogismus 2). En efecto, con-
ción de las cosas, llámase “vía de” o
tiene las vocales e, a, e, y se ha de
“vía por” la causalidad aquella que
recordar que E señala la proposi-
cenodoxia 128

ción universal negativa; A, la uni- determinado por la inmutabilidad


versal afirmativa. Así, c. es un mo- del objeto cognoscible y la infalibi-
do de silogismo en el que la prime- lidad del sujeto cognoscente. Am-
ra premisa es universal negativa; la bas propiedades se fundamentan
segunda, universal afirmativa; y la en la doctrina de las rationes aeter-
conclusión, universal negativa. Por nae (véase motivae), que son, preci-
ej., “ningún animal es piedra”, “to- samente, aquellas que se tienen en
do hombre es animal”; “luego, nin- el conocimiento c. como regulado-
gún hombre es piedra”, como es- ras de todo otro conocimiento.
cribe Pedro Hispano en Summ.
Log. 4, 7. El silogismo cesare (véa- certitudo. En general, se caracteriza
se) se puede reducir al c. por con- la certeza como el grado de asen-
versión simple (véase s). timiento (véase assensus) de la con-
ciencia, en el que la verdad se pre-
cenodoxia. De etimología fácilmen- senta como segura posesión del
te deducible, esta palabra forma pensamiento y, por ende, como
parte del discurso ético en la Edad guía de la acción, sin necesidad de
Media, particulamente, en con- nuevas confirmaciones, experien-
texto monacal. En efecto, se llama cias o pruebas. De ahí que se con-
así el pecado del monje que aspi- sidere la certeza como superación
ra, sobre todo, a conquistar la glo- de la duda, en especial, la que versa
ria a los ojos de cuantos lo circun- sobre el alcance del conocimiento
dan, esto es, en su comunidad. Es, humano, cuya validez, obviamen-
pues, una especie de la vanagloria te, fue negada en la línea del escep-
(véase). Tal especificidad está dada ticismo.
por el contexto que agrava la con- Alberto Magno, por ej., no uti-
dición de esta falta. liza este término en sentido estric-
to, y dice que la certidumbre sólo
census. En las antiguas instituciones puede basarse sobre aquellas cosas
romanas, el censor era quien de- que se dan siempre o muy frecuen-
terminaba con autoridad una ver- temente.
dad de hecho. Por eso, especifica- Con todo, la c. fue objeto de va-
ba la situación de cada habitante de rias distinciones precisas durante
Roma y su rango en la sociedad, es la Escolástica; así, se puede hablar
decir, hacía el censo. De ahí el sig- de: 1) la certeza espontánea, que se
nificado filosófico derivado del tér- da en la aprehensión directa de la
mino que nos ocupa, aunque ra- verdad, por ej., la c. sobre los pri-
ra vez aparece en este último con- meros principios; a ella se opone
texto: estimación que jerarquiza las la reflexiva, que se obtiene preci-
condiciones de una cosa o persona. samente mediante la reflexión crí-
Así, el sentido de este sustantivo y tica acerca de los datos aprehendi-
el de los verbos de los que deriva dos en forma directa. 2) la certeza
se aproximan a la estimación (véa- natural, dominio de la mera razón
se aestimatio). y opuesta a la sobrenatural, que se
certitudinalis. Voz propia de la lite- alcanza únicamente por revelación
ratura bonaventuriana. Señala un divina. 3) la certeza absoluta, que
tipo de conocimiento: el que está es de orden metafísico porque se
129 cessare

funda en la esencia de las cosas; a diferencia sobre este tema: Duns


ésta se oponen las de orden físico y Escoto entiende la c. como algo
moral, las cuales son llamadas “pro- propio del intelecto, reservando el
babiles” en tanto que se basan sobre vocablo securitas para la certidum-
un tipo de realidad contingente y bre o seguridad de la voluntad (cf.
relativa, por ej., la certeza de que el In IV Sent., d.49, q.6). Sin embar-
agua hierve a 100° o de que un pa- go, no es seguido en esto por los
dre ama a sus hijos. autores nominalistas.
Es interesante notar que, en cuan- Ya a comienzos de la Moderni-
to al correlato que hoy llamaríamos dad, y desde otra perspectiva, Des-
“objetivo” de la c., los escolásticos cartes identifica lo cierto con lo
tendieron a hacer coincidir lo cier- evidente.
to con lo simple, marginando así lo
empírico. De ahí que hayan visto la cesare. Con esta palabra, de uso mne-
aritmética más cierta que la geome- motécnico, los lógicos medievales
tría, y que hayan concebido, en ge- quisieron recordar un modo silo-
neral, tanto más cierta una ciencia gístico (véase syllogismus). Cabe te-
cuanto menos nociones se requie- ner presente que las vocales que la
ran para considerar su objeto. (cf. componen son e, a, e y que A se-
Alejandro de Halès, In I Met. VIII; ñala convencionalmente la propo-
Tomás de Aquino, In I Met. l. II, sición universal afirmativa, mien-
nn. 39-47). tras que E indica la universal nega-
Cabe insistir que el término c. es tiva. De esta manera, el modo de
ambivalente en cuanto que señala silogismo c. es el conformado por
tanto aquello que es cierto o deter- una primera premisa universal ne-
minado en sí mismo como lo que gativa, una segunda premisa uni-
es cierto, en el sentido de seguro, versal afirmativa, y la conclusión
para nosotros. Ambas cosas pueden universal negativa. Así en “ninguna
no coincidir, como sucede con ar- piedra es animal”, “todo hombre es
tículos de fe. Por eso, Ockham dis- animal”, “luego, ningún hombre es
tingue entre una c. de adhesión y piedra”, a lo que se puede aplicar
una c. de evidencia; considera, en- la conversión pertinente (véase con-
tonces, que la teología posee la pri- versio 5), como escribe Pedro His-
mera, pero no la segunda (Summa pano en Summ. Log. 4, 11.
Totius Log. III, 1, c.1). cessare. En sentido lato, significa ce-
La ambivalencia mencionada se sar, interrumpirse, y también es-
da porque el latín no permite la tar ocioso. Pero, en sentido estricto
distinción entre el aspecto “subje- y en contexto filosófico, suele que-
tivo” o psicológico de la cuestión, rer decir “terminar”, aunque no ne-
para el que el español prefiere el cesariamente por haber llegado al-
término “certidumbre”, y el “obje- go a su perfección, como tampoco
tivo”, al que alude con el vocablo señala el comienzo de un descan-
“certeza”. A propósito de un aspec- so completo. Se puede aplicar tan-
to próximo a este último, cabe des- to al ámbito material como al espi-
tacar que, entre los autores de la úl- ritual; así, los escolásticos han em-
tima Edad Media, se ha dado una pleado este verbo para aludir, por
circuire 130

ej., a la finalización de una obra o dimiento encuentra su anteceden-


a la satisfacción de un deseo. Esta te más remoto en Aristóteles, quien
noción cobra importancia en los había afirmado que para un cono-
textos que conciernen a la exégesis cimiento total del efecto, es necesa-
sobre la Creación: en efecto, se ha rio conocer la causa, pero, a la vez,
sostenido que, en el séptimo día, se parte del efecto para dar con la
Dios cesó de crear –es decir, de po- causa (cf. An. Post. I, 3; II, 10). En
ner en existencia nuevas dimensio- cambio, se llamó 2. c. vitiosus in
nes del ser– pero no de propagar y probando, o específicamente logi-
conservar lo creado. Así se expresa cus, a la argumentación que consis-
Tomás de Aquino en S.Th.I, q.74, te en demostrar una primera afir-
a.2 ad 3. mación por medio de una segun-
da; y ésta, mediante la primera. Por
circuire. Verbo que, como sinónimo ej., el alma humana es intelectiva
de ampliari, se utilizó en la Edad porque es inmaterial, y es inmate-
Media, especialmente en el campo rial porque es intelectiva. Ya en la
de la lógica, para indicar la exten- Antigüedad se había captado la va-
sión significativa de un concepto o cuidad demostrativa de esta argu-
de una voz, es decir, el abarcar una mentación. Algunos autores –aun-
determinada realidad con el pensa- que cabe notar que fueron princi-
miento o con la palabra. Así, por palmente modernos– han identifi-
ej., para señalar que la justicia abar- cado el c. vitiosus con la petición de
ca todas las virtudes, se dice “Iusti- principios, en la medida en que tal
tia circuit omnes virtutes”. procedimiento considera obtenido
circulus. Este término tiene dos acep- desde el principio lo que debería
ciones fundamentales: 1. geométri- demostrar (véase petitio principii).
ca; 2. lógica. Desde el punto de vis- Sin embargo, subsiste una diferen-
ta 1. geométrico, en la Edad Media cia: mientras que en la petición de
se continuó la concepción antigua principio se pretende demostrar
que consideraba la línea circular una proposición con esa misma
como perfecta, en cuanto acabada proposición expresada de diferen-
en sí misma. Así se lee, por ej., en te manera, en el c. vitiosus se inten-
Tomás de Aquino (cf. In Met. V, l. ta demostrar dos proposiciones di-
8, 871). versas deduciendo la segunda de la
Desde el punto de vista 2. lógi- primera, y ésta, de aquélla, bajo el
co, entre los autores medievales, mismo aspecto.
se denominó “círculo” a dos cla- circumobsistentia. Con este término,
ses de operación lógica. Se trata de sinónimo de antiperistasis, la física
un 1. c. materialis o regressus cuan- medieval alude a la resistencia que
do se va de la noción potencial del oponen a un cuerpo otros que lo
todo al conocimiento actual de las rodean.
partes, para llegar finalmente al co-
nocimiento actual de la totalidad, circumscriptio. Se suele usar en su for-
a través del enriquecimiento gno- ma adverbial (véase circumscrip-
seológico que implica haber apre- tive). En su forma sustantiva, esta
hendido lo particular. Este proce- palabra aparece en los escritos de
131 civitas

Guillermo de Ockham, en quien Por otra parte, y atendiendo al acto


cobra una acepción particular: de mismo, a su causa y a su efecto, in-
hecho, la usa en el sentido de dejar dica, respectivamente, las circuns-
a un lado una consideración, de no tancias que pueden rodearlo: tem-
tener algo en cuenta; así, por ej., en pus et locus, que per modum mensu-
In I Sent. d. 43, q.1. rae se refieren al acto humano; mo-
dus agendi, que cualifica al acto cir-
circumscriptive. Adverbio que, en al- cunscribiéndolo ad modum quali-
gunos autores, equivale a commen- tatis; propter quid, que señala su fi-
surative y se refiere a la presencia nalidad; circa quid, que concierne
local (véase locus 2.1.). a lo que aristotélicamente se deno-
circumstantia. De acuerdo con la eti- minaría su causa material; quis, o la
mología de este vocablo, su primer causa eficiente principal; quid, o el
significado señala lo que está alre- efecto; y quibus auxiliis, que indi-
dedor, por ej., el aire o el agua, co- can los medios o instrumentos que
mo en Séneca (cf. Nat. quaest. II, el acto implica.
7). Entre los escritores cristianos, civile. Cf. politicus.
el pasaje desde esta acepción espa-
cial a otra inmaterial se produce ya civitas. Se suele traducir por “ciudad”.
en Tertuliano quien, por ej., habla Con todo, es importante despe-
de “angelorum c.” (cf. De or. III, 3), jar un posible equívoco: el térmi-
pero también confiere al término no alude a una sociedad determi-
un sentido moral (cf. De bapt. 17, nada; c. es, por tanto, una palabra
3). Esta última línea prosperó so- del léxico político y no urbanístico.
bre la base de lo afirmado por Aris- Por eso, no se debe confundir con
tóteles cuando indica lo que ro- la urbe, es decir, con el aspecto edi-
dea a una acción: a través de qué licio de una ciudad (véase urbs).
se cumple, de qué manera, etc. (cf. Originariamente civis poseía una
Et. Nic. III, 2, 1111 a 3-5). Al ana- nota de reciprocidad que hacía
lizar estas observaciones, es Tomás pensar en esta noción más como
de Aquino el autor que eleva la no- “conciudadano” que como “ciuda-
ción de c. a la condición de térmi- dano”. En efecto, comporta un ele-
no filosófico. Así, la define como el mento de camaradería, de hábitat
conjunto de todo aquello que con- compartido y de comunidad de de-
cierne externamente al acto huma- rechos políticos. Todo ello confluye
no sin alterar su esencia: “quaecum- en c. en cuanto concepto colectivo.
que conditiones sunt extra substan- La noción de c. es particularmen-
tiam actus et tamen attingunt ali- te importante en la obra de Agus-
quo modo actum humanum” (S.Th. tín de Hipona, en cuyo pensa-
I-II, q. 7, a.1). De este modo, de miento adquiere el carácter de ca-
un lado, el Aquinate otorga cier- tegoría histórica. En efecto, el hi-
to peso a las c. en la acción moral; ponense divide la humanidad se-
de otro, niega la absoluta depen- cular en dos grandes grupos: uno,
dencia de ésta respecto de aquéllas, el de aquellos que viven según el
con lo que evita el relativismo mo- hombre; otro, el de los que viven
ral que se seguiría si se la afirmara. según Dios. El primero es la c. te-
claritas 132

rrena, a la que denomina también De reg. princ. I, 2) siguiendo a Aris-


Babylonia o c. diaboli; el segundo tóteles (cf. Arist. Pol. I 2, 1252b
es la c. Dei, a la que llama Ierusa- 27-30). Lo mismo indican Juan de
lem o c. caelestis (cf De civ. Dei XV, París, (cf. De pot. reg. et pap. I 1),
1). Ambas sociedades, la de los jus- Dante, (cf. De Mon. I, 5) y Marsi-
tos y la de los injustos, subsisten lio de Padua, (cf. Def. pacis I, 4, 1.
desde la creación del hombre hasta En este sentido, la c. puede ser to-
el fin del mundo, constituyéndose mada a) específicamente en referen-
en dos grandes protagonistas de la cia a una comunidad “menor” a un
Historia. El principio de distinción regnum, según Marsilio de Padua,
entre las dos ciudades se establece Def. pac. I, 2, 2: “secundum quam
de acuerdo con un criterio no sa- accepcionem, non differt regnum
cramental o de pertenencia institu- a civitate in policie specie, sed ma-
cional sino exclusivamente de inte- gis secundum quantitatem”, seguido
rioridad; mejor aún, de intenciona- por Ockham (cf. III Dialogus I, 2,
lidad moral y espiritual: consiste en 5); b) como análogamente consid-
el fin último, en el objeto priorita- erable y, por tanto, finalmente in-
rio de amor de sus miembros. Así tercambiable, con regnum, según
pues, si bien los miembros de una señala Ockham en el texto recién
y otra sociedad están corporal o ex- citado: “... multa que dicnntur de
ternamente entremezclados, sus civitate, porportionaliter intelligen-
voluntades se hallan separadas: to- da sunt de regno et quacunque com-
dos los hombres de cualquier tiem- munitate, que plures complectitur ci-
po que se complacen en el espíritu vitates”; o incluso Tomás de Aqui-
de dominio y buscan su gloria en la no quien, en De reg. princ. I, 2, an-
sujeción de otros hombres se agru- ota “... qui perfectam communita-
pan en la c. terrena, mientras que tem regit, id est civitatem vel provin-
todos los que buscan en primer lu- ciam ...”.
gar la gloria de Dios pertenecen,
por ese solo hecho, a la c. Dei (cf. claritas. Voz que indica nitidez, espe-
De cath. rud. 31). De esa manera, cialmente, respecto de las sensa-
la íntima economía de la Historia ciones visuales y auditivas. Así, se
universal se juega, para el hiponen- puede encontrar aplicada en cuatro
se, en la relación dialéctica que am- planos: el sensible, el intelectual,
bas ciudades establecen a lo largo el moral y el estético. En 1) térmi-
de los siglos. nos de lo sensible, puede referirse
Durante la Escolástica, y debi- tanto a la claridad y luminosidad
do al reingreso del aristotelismo cuanto a la limpidez y sonoridad.
en Occidente, c. fue la traducción A partir de este significado prima-
de la pólis de los griegos; así, seña- rio, señaló, 2) en retórica, la clari-
la la comunidad política, por opo- dad y magnificencia de un discur-
sición a las comunidades primitivas so o de una expresión, la cual re-
–la casa (domus) y la aldea (vicus/ mite al alma del sujeto que la pro-
vicinia)– de las cuales es fin. La c. fiere; por eso, 3) en el orden mo-
existe por causa del bene vivere, co- ral, c. alude a la dignidad y nobleza
mo recuerda Tomás de Aquino (cf. de alguien. De algún modo, todos
estos matices confluyen en el últi-
133 clericus

mo plano mencionado. En efecto, tio y la integritas, costituye lo que es


en 4) el orden estético, es una de pulchrum (cf. S.Th. I, q.39, a.8 c).
las notas que constituyen la belle-
za de las cosas. claudere. En lógica medieval se dice c.
En este último sentido, la c., por aliud in suo intellectu para indicar
la cual lo bello resplandece, es decir el estar incluido un concepto en
que se muestra como tal, es el pun- otro. Así, por ej., la noción de pa-
to en el que se introduce una línea dre no se puede concebir sin la de
de divergencia en la estética medie- hijo y, por tanto, incluye a esta úl-
val. Ya Plotino había advertido que tima. Esto se suele dar en los térmi-
la hermosura de las cosas no depen- nos de cierto tipo de relación, co-
de sólo de la proporción (véase pro- mo en los de la relatio disquiparan-
portio 3): un hombre no demasia- tiae (véase relatio).
do bello pero vivo es más hermo- clementia. Junto con la mansedumbre
so que una estatua de proporciones (mansuetudo), la clemencia guar-
irreprochables (cf. En. VI, 7, 22). da relación de oposición con la ira
La armonía que brilla no nace de lo (véase iracundia), sobre todo, con
sensible sino de lo inteligible, de la la así llamada ira bona, especial-
idea que reconduce a las cosas a su mente, cuando ésta se aplica a los
unidad, precisamente ideal. Es esa castigos. En tal sentido, los escolás-
unidad la que retorna en cada una ticos han considerado que la man-
de sus manifestaciones. En tal uni- suetudo es la virtud que modera la
dad residirá, en última instancia, el ira desproporcionada; la c., la que
fundamento de la c. medieval. Por modera el castigo exterior que pue-
otra parte, en De div. nom. IV, 7, de provenir de ella, aun cuando sea
el Pseudo-Dionisio, acuña una fór- legítima.
mula concisa: la belleza consiste en
proporción y splendor. Este con- clericus. Durante el régimen eclesiás-
cepto llega a Agustín, para quien lo tico de la Edad Media se cono-
bello es el splendor ordinis, y pasa al ció con este término al letrado, a
neoplatonismo que recibe la Esco- la persona que no solamente po-
lástica. Ulrico de Estrasburgo, por día leer y escribir sino que era, ade-
ej., afirma en el De summo bono II, más, instruida en las letras, a dife-
3, 5, que así como el sol, difun- rencia del laicus (véase). La corre-
diendo la luz y los colores, es autor lación con el clero se explica por el
de toda la belleza física, así la ver- hecho de que las escuelas estaban
dadera Luz difunde desde sí misma entonces exclusivamente en manos
toda la luz formal que es la belleza eclesiásticas. Por esta razón, para
que tienen las cosas. Por eso, subra- un estudioso de ese tiempo perder
ya que la luz, que es el principio de la clericatura significaba ver cerra-
la visibilidad y de la c., es la causa do su camino al magisterio, así co-
de la belleza. Todo esto se sinteti- mo la conducta impropia de un c.
za en Tomás, para el cual la c., aun- podía escandalizar a la comunidad
que entendida de manera más sus- que lo veía como un futuro miem-
tancial o física, junto con la propor- bro del clero. Esta circunstancia da
cuenta de algunos aspectos anecdó-
ticos en la Edad Media, por ej., la
coaevum 134

insistencia de Heloísa para que Pe- tingue tres visiones diversas en el


dro Abelardo no quebrantara su ce- ejercicio de la racionalidad. Ex par-
libato, o el escándalo al que algu- te obiecti, esas tres perspectivas son:
nos –que, por su condición de es- 1) la que otorga el oculus carnis; b)
tudiantes universitarios, eran teni- la dada por el oculus rationis; y c) la
dos por clerici– daban lugar en las que confiere el oculus contemplatio-
tabernas. nis. La primera es una mirada diri-
gida a la realidad sensible y, si bien
coaevum. En la Escolástica, se desig- es abarcadora de la misma, se tra-
na así el ser o la clase de seres que ta de la visión más superficial; en
comparte con otro u otras la con- ella se parte necesariamente de la
dición temporal de aevum (véase). sensación –de ahí la expresión con
Según la exégesis más frecuente, que se la designa–, para elevarse a
se supuso que cuatro cosas fueron la abstracción después. Dicha abs-
creadas simultáneamente: el cielo, tracción a partir de lo sensible es
la materia prima, el tiempo y la na- precisamente lo que Hugo de san
turaleza angélica. Víctor llama c. En cambio, en la se-
coartatio. A partir del siglo XIII, seña- gunda visión se reflexiona, mien-
la una modificación en la suppositio tras que en la tercera se contempla,
(véase) del sujeto y del predicado. se intuye profunda y comprensiva-
Se utiliza como equivalente de res- mente (cf. De unione corporis et ani-
trictio (véase). mae, PL CLXXVII, 288). De esta
gradación resulta que la c. constitu-
cogitatio. Durante la Antigüedad clá- ye, al menos en el anhelo de eleva-
sica y la Patrística, c. significó, muy ción propio de la escuela francisca-
en general, “pensamiento”. Só- na, una suerte de escalón inferior,
lo entre los autores escolásticos, como se ve también en Buenaven-
el término fue adquiriendo mati- tura (cf. mystica 1.).
ces cada vez más rigurosos; así, To- El giro de la época moderna tien-
más de Aquino, por ej., habla de la de a conferir mayor dignidad a la
vis cogitativa (véase cogitativa) a la c., insistiendo en su carácter de au-
que responde la c. en cuanto ope- toconsciente y, a la vez, incluyendo
ración mental. Se define como la en ella toda forma de conocimien-
inquisitio veritatis per discursum ex to tanto sensible cuanto inteligible.
multis. Obviamente, esto la ubica Descartes, por ej., va aún más allá
más próxima a la meditación que y aclara: “cogitationis nomine inte-
a la intuición. Algunos autores me- lligo illa omnia, quae nobis conciis,
dievales distinguieron entre c. ema- in nobis sunt, quatenus eorum in no-
nans o recta que es la versa sobre bis conscientia est; atque ita non mo-
la realidad extramental, y la c. re- do intelligere, velle, imaginari, sed
flexa que es aquella en la que el al- etiam sentire idem est hoc quod cogi-
ma piensa en sí misma. tare” (Princ. Phil. I, 1, 9). Esa jerar-
Pero el significado del término quización de la c. alcanza su máxi-
que nos ocupa alcanza su mayor ma expresión en Spinoza, quien la
especificidad quizás en Hugo de considera uno de los atributos de la
san Víctor. Fiel a su filiación pla- divinidad.
tónico-agustiniana, este autor dis-
135 cognitio

cogitativa. En la línea aristotélico-to- toteles dicit quod nequaquam sine


mista, la c. es uno de los sentidos phantasmata intelligit anima et quod
internos (véase sensus), precisamen- nihil intelligit sine intellectu passivo,
te, el más elevado. Esta jerarquía quem vocat ‘virtutem cogitativam’,
obedece al hecho de que se la con- quae est incorruptibilis” (C.G. II, c.
sidera, de las facultades sensibles, 80). Adviértase, de paso, lo que he-
la más próxima a la razón (analo- mos subrayado: la c. fue denomi-
gum rationis), tanto que se ha di- nada también ‘virtus’ o ‘vis cogita-
cho que la c. es racional por parti- tiva’. De este modo, el término, en
cipación. En efecto, mientras que, cualquiera de sus variantes, se halla
mediante su instinto –o mejor aún, íntimamente ligado a la polémica
su aestimativa (véase)–, el animal sobre la unicidad del intelecto (véa-
sólo percibe el individuo particular se intellectus). Al negar a cada al-
en cuanto le es beneficioso o noci- ma humana su propia facultad in-
vo, el hombre lo percibe en cuanto telectiva y postular un único inte-
sujeto de cualquier concepto uni- lecto subsistente y separado de ella,
versal, justamente en virtud de la Averroes necesariamente desvalori-
c. En otras palabras, ella es la que za la vis c., o sea, la función pro-
nos permite aprehender cognosci- pia del intelecto pasivo. De esa po-
tivamente esta piedra singular co- sición provienen sus esfuerzos para
mo ejemplar del universal “piedra”, hallar una continuidad natural de
es decir, como existente bajo una la c. en el intelecto. El Aquinate, en
naturaleza común. Por eso, su ob- su De unitate intellectus contra Ave-
jeto es distinguir o discernir entre rroistas, considera imposible la co-
sí sensiblemente los particulares de nexión propuesta por éstos. En la
cada una de las diversas especies en perspectiva tomista, es precisamen-
tanto miembros de ellas; de ahí que te en virtud de su unión con facul-
Tomás de Aquino, por ej., llame tades superiores como la vis cogita-
a la c. “ratio particularis”. La im- tiva llega a aprehender los indivi-
portancia de la c. en esta corriente duos sensibles bajo formas más al-
del pensamiento medieval está da- tas que las puramente sensibles.
da por la adhesión de esta última a Sea de ello lo que fuere, la pro-
la sentencia “Nihil est in intellectu blemática propia de esta noción
quod prius non fuerit in sensu”, afir- obedece a la zona fronteriza que
mación con la que se aseveraba que ocupa entre sensus e intellectus.
el hombre no puede conocer –en el
sentido fuerte del término– la uni- cognata. Mediante este nombre –por
versalidad de las cosas sensibles sin lo demás, poco usado– se desig-
tener contacto con los particulares nan los términos tomados conjun-
a los que poder atribuirla. De ahí tamente.
que el primer sujeto de cualquier cognitio. Designa tanto el acto como
juicio humano es el objeto sobre el el efecto de conocer y, por ende, la
que versa la c., es decir, el individuo cosa conocida, es decir, la noción
particular y sensible. (véase notio). Con todo, se prefie-
Al comentar a Aristóteles, dice re este término para indicar el acto
Tomás de Aquino: “Unde et Aris- particular de conocimiento. Sue-
cognoscere 136

len distinguirse diversas clases de en el conocimiento. El 1. c. confu-


c., con arreglo a los siguientes cri- se o conocer confusamente tiene en
terios: 1. las facultades que se po- ellos dos sentidos: 1.1. en sentido
nen en juego en el acto cognosci- propio, significa conocer algo sin
tivo; así, éste puede ser 1.1. sensi- conocer todo lo que le es intrínse-
ble o 1.2. intelectual, según se ad- co; 1.2. en sentido amplio, signifi-
quiera sólo mediante los senti- ca conocer algo que ese ente tiene
dos externos e internos, o también en común con otros. El 2. c. dis-
con el uso del intelecto; 2. el mo- tincte o conocer distintamente una
do de conocer; de esta manera, hay cosa es conocer todo lo que le es in-
2.1. c. intuitiva directa o immedia- trínseco, y el 3. c. perfecte es el co-
ta, esto es, un conocimiento intui- nocer perfectamente algo, lo cual
tivo, considerado más perfecto que significa no ignorar nada de lo que
la 2.2. c. abstractiva o mediata que puede ser afirmado sobre eso (cf.,
es el conocimiento que se adquie- por ej., Guillermo de Ockham, In I
re por abstracción; 3. la función o Sent. d.3, q.5; d.22, q.1; Quaest. in
finalidad que el conocimiento per- libros Phys. q.136, 23b).
siga, criterio según el cual se habla Cabe añadir que los autores que
de 3.1. c. speculativa, que el hom- eligen el lenguaje metafórico, esto
bre adquiere por contemplación es, a través de involucra (véase in-
de la verdad –especialmente, de los volucrum), para referirse a lo divi-
principios– y que tiene mayor cer- no se niegan a admitir que se pue-
teza que la 3.2. c. practica, ordena- da hablar estrictamente de un c.
da al bien y a la acción; 4. el grado Deum; antes bien, se trata de un
de perfección con la que represen- suspicere Deum.
te las cosas; en este sentido, hay c.
clara, confusa, oscura, etc. Al mis- cognoscibile. Se denomina así al obje-
mo tiempo, se distinguió también to de la notitia (véase) propiamente
un conocimiento por revelación y dicho. Por eso, en términos medie-
un conocimiento conjetural (véase vales, esta palabra designa no sólo
coniecturalis); cabe agregar una dis- lo que puede ser conocido sino lo
tinción que aparece en las obras de que de hecho lo es.
autores nominalistas tardomedieva- cohaerentia. Voz que designa un tipo
les y que, según 5. la clase de obje- de unión, por lo que muchas veces
to de conocimiento, diferencia en- se emplea como sinónimo de con-
tre 5.1. c. materialis, referida al co- nexio. Cabe notar que, a diferencia
nocimiento de los entes materiales, de lo que sucede actualmente con
compartido por el hombre con el la palabra española que deriva de
ángel y aun con Dios, y 5.2. c. su- este término, la c. en sentido me-
pernaturalis, conocimiento que no dieval no implica necesariamente
puede ser adquirido sino por me- armonía u homogeneidad entre los
dios sobrenaturales. elementos de algún modo conecta-
cognoscere. Verbo que, especialmente, dos; en todo caso, señala sólo cohe-
en los nominalistas aparece acom- sión. Otro tanto sucede en los tex-
pañado de diferentes adverbios que tos lógicos medievales: en ellos, la
señalan distintos grados de nitidez voz que nos ocupa no garantiza ne-
137 collatio

cesariamente una vinculación rigu- lo absoluto sin desvirtuarlo, sobre


rosamente lógica entre anteceden- todo sin “encasillarlo” en las limi-
tes y consecuentes sino sólo co- tativas estructuras de la razón hu-
nexión de argumentos. Por eso se mana y su lenguaje. En el sentido
ha podido hablar de c. vitiosa. en que lo máximo se encuentra por
encima de toda oposición, está so-
coincidentia oppositorum. En el mar- bre toda afirmación, pero también
co de la tradición neoplatónica, el por sobre toda negación; de ahí
antecedente más significativo de que el intento cusano supere aún
esta noción se encuentra en la obra los caminos de la teología negati-
de Dionisio Areopagita (cf. De div. va. Si la comprensión de la c.o. tras-
nom. III, 7; XIII, 2), quien afirma ciende nuestra razón que no pue-
la anticipación de todos los opues- de combinar los contradictorios, es
tos en el Principio divino. Pero la necesario alcanzar una “incompre-
noción de Dios como c.o. inspira hensible-comprensión” a través de
la obra capital de Nicolás de Cusa, la cual vemos que si máximo y mí-
De docta ignorantia. A partir de la nimo –concebidos absolutamente,
concepción medieval de Dios co- es decir, sin estar contraídos por la
mo “id quo nihil maius esse potest”, cantidad– coinciden, entonces, na-
Nicolás concluye que si lo máximo da puede quedar fuera de esta co-
absoluto es aquello mayor que lo incidencia; ella abraza todas las co-
cual nada puede haber, un ser tal sas. Así, afirmar la coincidencia de
debe estar desligado de toda rela- máximo y mínimo en lo infinito es
ción o contracción (véase contrac- afirmar, al mismo tiempo, el hecho
tio), es decir que tal máximo abso- de que Dios es complicatio absolu-
luto debe coincidir necesariamen- ta y que es, en acto, todo posible
te con lo mínimo, entendido tam- ser (véase possest). Si bien a lo lar-
bién en sentido absoluto (De docta go de toda su profusa obra, Nicolás
ign. I, II y passim). La facultad que ofrece distintas perspectivas acerca
tradicionalmente se ha denomina- de la c.o., sea porque la identifica
do ratio resulta, pues, inadecuada con la divinidad en algunos casos,
para alcanzar el conocimiento de la sea porque resulta una suerte de ca-
c.o., ya que ella opera precisamen- mino para “ver” de algún modo un
te conforme al principio aristoté- aspecto de lo absoluto en otros, lo
lico de no-contradicción. De esta cierto es que esta noción resulta la
manera, Nicolás de Cusa rechaza la clave para la comprensión de todo
raíz misma de lo que se llama “theo- el pensamiento del autor.
logia rationalis” en el sentido estric-
to de este último término. Propo- collatio. Originaria y básicamente, la
ne, entonces, declararse ignorante c. presupone la idea de algún tipo
respecto de lo divino y sólo llegar de encuentro o contacto. En sen-
a intuir la coincidencia de máxi- tido físico, Alberto Magno, por ej.,
mo y mínimo en lo infinito a tra- indica que la causa siempre está en
vés del intellectus, al que no repug- el efecto, sin que sea necesaria en
na concebir los opuestos en coinci- la percepción la c. entre ambos (cf.
dencia. Así, la coincidencia apare- Phys. IV, 3, 5). Pero los usos más
ce como una posibilidad de pensar frecuentes de esta voz no se dan en
collectio 138

el plano físico. En efecto, c. pue- nónimo de illatio. Tal acepción en-


de referir 1. a una operación men- cuentra uno de sus antecedentes
tal; 2. a un modo de aprendizaje; más significativos en Agustín. En
3. la entrega de un códice al copis- efecto, en De ord. II, 13, 38, el hi-
ta o al editor. En cuanto 1. opera- ponense define la dialectica dicien-
ción mental, la c. indica, en gene- do que es el ars que permite orde-
ral, aquella acción por la cual va- nar la verdad distinguéndola de la
rias nociones se ordenan a una sola falsedad. Esto lo hace, añade, defi-
o se aplican a ella; más particular- niendo, distribuendo, colligendo. So-
mente, cuando esto se hace según bre esta base, Boecio propone su
un criterio determinado, tal opera- división de las funciones de la Ló-
ción mental recibe nombres espe- gica en definitio, partitio y c. Ésta es
cíficos, como inductio, deductio, re- concebida por él como articulación
ductio (véanse), etc. Pero la excesiva argumentativa del discurso, fun-
generalidad de esta acepción hizo ción que asume tres variantes: de-
que se c. utilizara poco en tal sen- monstratio, que define como la ló-
tido, prefiriéndose los términos es- gica apodíctica que parte de pre-
pecíficos mencionados. misas ciertas; dialectica, que estu-
Como 2. modo de adquisición dia las propiedades de la concate-
de conocimiento –que es quizá la nación silogística en cuanto tales;
acepción más común de esta pala- y sophistica o cavillatoria, discipli-
bra en la literatura filosófica y teo- na de la argumentación falaz (cf. In
lógica medieval– la c. tuvo origen Top. 1).
en contexto monástico y alude pri-
mariamente a una conversación so- collectivum. Se denomina así al sus-
bre temas espirituales; de ahí su ob- tantivo colectivo. En la Escolástica,
jetivo edificante y, a la vez, su ca- se consideró que el nombre c. in-
rácter calmo y pacífico que hace cluye, primero, una pluralidad de
que, por ej., Isidoro de Sevilla la supposita (véase supositum), y, se-
proponga como el exacto contrario gundo, cierta unidad que consiste
de la contentio (véase). Por su par- en alguna clase de orden; así, por
te, Smaragdo desarrolla el tema en ej., civitas incluye una multitud de
su Diadema monachorum, PL 102, hombres vinculados por una cier-
636. Sobre la base de tales conver- ta legalidad.
saciones, se redactaron después las collocutio. Particularmente utilizado
reflexiones sobre el Génesis u otros durante el período patrístico, esta
libros bíblicos, meditaciones o co- voz designa una conversación pri-
mentarios que tuvieron este origen, vada, cuyo tema suele estar dado
por ej., Collationes in Hexaemeron. por una discusión filosófica o teo-
Como 3. término técnico, por así lógica. Agustín de Hipona la men-
decir, editorial, aparece en textos ciona en De doctr. christ. IV, 18, 37
medievales y humanísticos, por ej., y 10, 25, así como en el Sermo 23,
en Salutati (cf. De fato 2, 6). 8.
collectio. En Lógica, se ha utilizado es- combinatoria. Los historiadores del
te término muchas veces, aunque período medieval suelen denomi-
con cierta imprecisión, como si- nar así al método que propone Rai-
139 commune

mundo Lulio en su Ars magna y commodum. El significado general de


que anticipa el que después sosten- este adjetivo califica a algo de con-
drá Leibniz. Después de descom- veniente, ventajoso, agradable o
poner los conceptos complejos en placentero. El término es particu-
nociones simples, consiste, básica- larmente importante en los escritos
mente, en emplear letras y símbo- anselmianos, donde aparece, junto
los para indicar éstas y mecanizar con el de beatitudo, señalando un
por último las posibles combina- conjunto de affectiones (véase affec-
ciones entre las mismas. Todo es- tio), es decir, de inclinaciones. De
to tiende a la construcción de un hecho, Anselmo d’Aosta prefiere
lenguaje artificial e perfecto cuya reservar esta palabra como opuesto
pretensión es, en definitiva, la in- directo a rectitudo (véase). Aunque
dependización respecto de la sub- algunas veces utiliza beatitudo y c.
jetividad humana. Por eso, se la ha indistintamente, lo cierto es que
comparado con la lógica formal. en su literatura filosófica y teológi-
ca, esta voz conserva, a diferencia
commensuratio. Indica la proporción de beatitudo, el matiz de placer y
que se da entre las partes de un to- ventaja que tiene en general. Con-
do, las cuales han de ser, aptas en- lleva, pues, cierta nota de “facilis-
tre sí, en el sentido de guardar una mo”. La voluntad pertenece siem-
unión armoniosa (cf. proportio 3). pre, en cualquiera de sus formas y
commensurative. Cf. circunscriptive. fines, al hombre, pero éste es no só-
lo un ser racional sino también pa-
commentator. A diferencia del me- sional y carnal. Por eso, la volun-
ro compilador y, ciertamente, del tad, orientada originariamente ha-
mero copista (véanse compilator y cia el bien sumo, puede optar even-
scriptor), el c. era en la Edad Me- tualmente por seguir el c., es decir,
dia quien añadía a un texto aque- ceder a la inclinación o tendencia
llas acotaciones precisas para ha- hacia lo que la atrae. Sin embargo,
cerlo inteligible. Con ello, desli- la otra inclinación dada al hombre
zaba ideas propias en lo que escri- es la de la rectitud; en ella consis-
bía y por eso los comentarios fue- te, para Anselmo, la plenitud de la
ron haciéndose siempre más libres; voluntad libre. Por eso, cuando és-
de ahí que se consideren un impor- ta opta por el c. procede por defec-
tante género filosófico en la litera- to en su potestas, al no estar a la al-
tura medieval, que llega a ser fun- tura de su objeto formal y más alto
damental en la Escolástica. Son cé- (cf. De lib. arb. 7 y passim).
lebres, en este sentido, los diversos
comentarios a las Sentencias de Pe- commune. Común es lo que corres-
dro Lombardo o a las obras aristo- ponde a muchos o se da en mu-
télicas (véase in 7. y super) Precisa- chos. Sobre la base de este signifi-
mente, así como Aristóteles fue el cado general, han de hacerse algu-
Philosophus por antonomasia, se nas especificaciones. En primer lu-
llamó Commentator sin otra acota- gar, c. es aquello que se predica de
ción a Averroes, por lo decisivo de varios objetos a la vez, pero no co-
sus comentarios a la obra del Esta- lectiva, sino más bien distributiva-
girita. mente. Se opone, pues, a proprium
communicabilitas 140

que alude sólo a lo individual, aun- Cabe añadir que, para Guillermo
que no en su acepción de predica- de Ockham, c. no se puede aplicar
ble. Así, todo ente tiene un nom- a las cosas sino sólo a términos y
bre c., el que designa su quidditas conceptos. Desde su nominalismo,
(véase), la cual posee precisamen- Ockahm escribe taxativamente:
te en común con otros entes; pe- “Realiter extra animam non est ali-
ro no todo ente tiene un nombre quod commune, sed tantum in ani-
propio, ya que éste señala la unidad ma” (In I Sent. d.25, q.1).
singular del objeto, es decir, la in- De todo lo dicho, es posible in-
dividualiza, destacándola del grupo ferir la relación que guarda el vo-
de sus similares, o sea, de la espe- cablo que nos ocupa con el tema
cie. Por ej., “hombre” es un térmi- de la analogía: un término c. pue-
no c., en tanto se refiere a la quidi- de ser unívoco, análogo o equívo-
dad –en este caso, la humanidad– co (véanse, respectivamente, univo-
que poseen en común todos los cum, analogum y aequivocum).
hombres; pero “Pedro” es un nom- En general, la Escolástica siguió
bre propio, porque señala, entre to- a Aristóteles en la aplicación de es-
dos ellos, a un individuo particu- te concepto al campo epistemoló-
lar. Ahora bien, aparentemente, un gico: el Estagirita llama ta koiná a
nombre propio puede hacerse co- los principios comunes a todas las
mún en la medida en que lo tienen ciencias, y ta idia, a los principios
muchos entes; de hecho, muchos de cada uno de ellos (cf. An. Post. I,
hombres se llaman “Pedro”, pero 10, 76a 37-38).
no por ello el nombre propio pier-
de su intencionalidad individuali- communicabilitas. Se define, en tér-
zadora. En cambio, “mesa” ejem- minos generales, como la aptitud
plifica el caso de los entes que care- que tiene una cosa de dar o trans-
cen de nombre propio. mitir algo de lo suyo a otros entes.
En segundo lugar, se distingue Los filósofos medievales suelen re-
entre lo c. real y lo c. ideal, ya que ferirse a la comunicabilidad en dos
hay dos formas de lo común, la on- planos: el de las esencias y el de la
tológica y la lógica. Según la pri- causalidad. En 1. el orden esencial,
mera, algo es c. per participationem: se habla de c. quidditativa que con-
así, un bien superior es más c. que siste precisamente en el darse mul-
un bien inferior; por ej., la razón es tiplicadamente una esencia univer-
un bien más común que la habili- sal en determinadas sustancias; así,
dad pictórica y, efectivamente, más por ej., se dice que la naturaleza
hombres participan de facultad de universal del hombre se comunica
razonar que de la habilidad de pin- a María, Pedro, y Juan, por lo cual
tar. En sentido lógico, algo puede de ellos se predica legítimamente
llamarse c. per predicationem; ejem- que son hombres. En 2. el orden
plo de este caso sería cualquier ca- causal, se menciona la expresión c.
racterística genérica, que siempre effectiva, que se puede aplicar indis-
es c. con respecto a una específica: tintamente a todos los entes parti-
la animalidad es un predicado más culares, y alude a la transmisión de
común, un tanto más amplio, que una cierta potencia o virtud –o al
la racionalidad. menos de una parte de ella– que la
141 compassio

causa hace al efecto; de este modo, Escoto, en toda c. se requieren tres


por ej., el sol comunica luz y calor elementos: la c. misma, o sea, el he-
al aire. Algunos autores, al referirse cho de comparar; los términos en-
a la comunicabilidad de la virtud o tre los cuales éste se lleva a cabo, en
potencia del agente al paciente o al este ejemplo, la orquídea y la rosa;
efecto, por ej., un escultor y la es- y, finalmente, aquello respecto de
tatua que va produciendo, han ha- lo cual se lleva a cabo la confronta-
blado de c. ut quo. ción, en este caso, la belleza. Al su-
brayar este tercer elemento –en tér-
communicare-communicatio. Es el minos vulgares, la piedra de toque
transmitir las propias notas esen- en la comparación– Escoto sugiere
ciales sin por ello perderlas. De es- que los términos “más” y “menos”
ta manera, los géneros se comuni- implicados en la c. se pueden inver-
can a las especies y éstas a los in- tir. Para retomar el ejemplo men-
dividuos (véase communicabilitas cionado, si se cambiara la belleza
1). Se habla de un c. perfectum o por el aroma, se debería decir “La
eminens, cuando una de las instan- orquídea es menos perfumada que
cias participa de la otra completa- la rosa” (cf., por ej., Op. ox.I, d.8,
mente y sin ninguna diferencia; de q.3. n.12). Ciertamente, como ya
ahí que los teólogos cristianos ha- había señalado Aristóteles, inter-
blen de una comunicatio perfecta viene en este tema la cuestión de
de esencia divina del Padre respec- los términos tomados univoce y ae-
to del Hijo. Algunos autores, como quivoce (véanse). Por su parte, To-
Gabriel Biel, denominan el inter- más de Aquino insiste en la impo-
cambio de propiedades c. proprie- sibilidad de comparar cosas que no
tatum o también idiomatum (cf. In pertenecen al mismo género, admi-
III Sent., d.7, q.1, a.1). Otros, co- tiendo sin embargo la comparación
mo Ockham, entienden que hay c. de cualquier bien con el Bien Su-
de tres maneras posibles: por iden- mo, o sea, con Dios, dado que Él
tidad, por in-formación y por pro- está más allá de todo género (cf. S.
ducción (cf. In I Sent. d.5, q.3). Th. I, q.. 6, a. 2, ad 3).
comparatio. La comparación es la
operación intelectual mediante la comparative. Cf. absolute 2.
que se determinan semejanzas o
diferencias entre dos o más obje- compassio. La compasión es uno de
tos considerados en el mismo ac- los momentos de los que se com-
to mental. Lo dicho apunta al ca- pone la misericordia (véase). En
rácter sintético de esta operación efecto, consiste en un padecer (de
que, de un lado, reúne elementos, donde passio) con alguien, es de-
pero de otro, establece, a la vez, re- cir, compartir su sufrimiento co-
laciones entre ellos. Tales relaciones mo propio. Es, pues término psi-
pueden determinarse entre espe- cológico y no cobra, como en el ca-
cies o, mucho más frecuentemen- so de la misericordia, un significa-
te, entre miembros pertenecien- do ético. En la Escolástica, se con-
tes a la misma especie, como cuan- sideró que la tristeza propia de la c.
do se dice, por ej., “La orquídea es puede tener lugar o bien según una
más bella que la rosa”. Para Duns unión que sobreviene por afecto,
competere 142

de tal manera que se sienten como de distinguir de la 2. c. specialis en


propios los males ajenos, o bien se- la que, algunos autores, como Oc-
gún una unión real, lo que sucede kham, distinguen tres grados: 2.1.
cuando el mal ajeno es tan próxi- una complacencia divina que tiene
mo que nos involucra. De ahí que por objeto todo lo que es y será, y
los más inclinados a la c. sean los que no es necesaria, dado que Dios
más débiles o los más reflexivos, a podría destruir lo que existe y hu-
diferencia de los más afortunados. biera podido no crearlo; 2.2. la que
tiene por objeto lo que más impor-
competere. Este verbo aparece en espe- ta en materia de perfección, por
cial aunque no exclusivamente en ej., la sustancia respecto del acci-
textos tardomedievales. En ellos, dente, puesto que Dios se compla-
se utiliza en dos casos: puede sig- ce más en crearla; 2.3. la compla-
nificar 1. que una cosa se encuentra cencia que tiene por objeto aque-
efectivamente en otra, como una llas naturalezas que, en caso de que
cualidad en una sustancia, la forma ellas mismas no opongan obstácu-
en la materia, o la parte en el todo; los, Dios lleva a su máximo grado
2. que una cosa se puede afirmar de de perfección (cf. In I Sent. d.17,
otra a título de atributo, por ej., el q.1). Por su parte, Gabriel Biel sue-
género y la diferencia “competen” le denominar “specialissima” esta
–o convienen– a la especie. Oc- última especie de c., es decir, la que
kham en particular ha utilizado la indica el amor de Dios por y con
expresión c. per essentiam para in- el que Él guía a los elegidos a la vi-
dicar que dicho atributo o predica- da eterna.
ción le conviene a una cosa per se
o inmediatamente, como la ubicui- completive. Es sinónimo de absolu-
dad conviene a Dios (cf. In I Sent. te (véase), en el sentido de perfec-
d.37, q.1). te. Se trata, pues, de un adverbio
que indica la modalidad de la per-
compilator. Nombre con que en la li- fección específica, es decir, el modo
teratura filosófica medieval se de- o la condición que tiene algo de es-
signa al compilador. A diferen- tar plenamente en acto y de haber
cia del scriptor (véase), que se ate- llegado al término o status que le es
nía a un solo texto para copiarlo, propio según su especie.
el c. añadía otros de diversos au-
tores, pero nunca ideas ni comen- completum. Es lo que no está ordena-
tarios propios. Con todo, muchas do a una ulterior perfección. Por
veces, el criterio que trasunta una eso, denomínase así al ente real que
compilación es por sí mismo signi- alcanzó su actualidad; por ej., un
ficativo. adulto con todas sus facultades en
ejercicio es un ser c. Por la misma
complacentia. Término referido a Dios, razón, también se llama “completa”
la 1. c. generalis alude a la voluntad la sustancia actual, formada por los
divina de querer que todas las co- principios del acto y potencia, la
sas alcancen la perfección que les materia y la forma, la esencia y los
es propia; tiene, pues, por obje- accidentes (véase incompletum).
to toda bondad y toda perfección
real o aun posible en ellas. Se ha
143 complexio

complex. Desde antiguo esta voz con- toda la demostración por medio de
lleva el sentido de “plegar”; así, un solo acto cognoscitivo, lo cual
simplex, por ej., es lo que no ha- es imposible. Tampoco puede ser
ce más que un pliegue; c. es lo ple- la conclusión aislada de dicha de-
gado con, lo que se vincula estre- mostración, porque entonces el co-
chamente con otra cosa. Esto es lo nocimiento adquirido precisamen-
que, de un lado, subsiste en térmi- te por la demostración implicaría
nos como complexio o complexum un acto por el que se aprehende la
(véanse); de otro, lo que determi- conclusión, pero no la fundamen-
nó que en la Cristiandad, que de- tación que llevó a ella. Por otra par-
monizó el concepto, significara “li- te, Gregorio considera inconcebi-
gado a una acción mala”, por tan- ble que el objeto del conocimiento
to, “cómplice”. pueda ser, sin más, la cosa misma:
en tal caso, lo conocido sería única-
complexe significabile. Se trata de una mente una realidad particular y no
expresión utilizada, en especial, por una entidad universal, con lo cual
Gregorio de Rimini. Este autor se desaparecería la universalidad de la
cuenta entre quienes han intenta- ciencia. En síntesis, el c.s. es el sig-
do determinar el objeto de cono- nificado total y adecuado de la pro-
cimiento como algo distinto, tan- positio y tiene como signo natural
to de la cosa misma conocida, co- la proposición mental, y como sig-
mo de su concepto correspondien- no convencional la proposición es-
te y de la expresión que lo tradu- crita u oral.
ce. Gregorio de Rimini trata de es- Lo notable es que, por una par-
tablecer así el status del objeto de te, siendo tenido Gregorio de Ri-
conocimiento. En su In I Sent., d.. mini por nominalista, a fines de la
2, q. 1, a. 1, sostiene que, cuando Edad Media, esta tesis suya sobre
Aristóteles dice que todo cuanto lo que después se llamó el “senti-
cae bajo una afirmación o una ne- do objetivo” es atacada por autores
gación, no es una proposición, si- enrolados en el nominalismo, por
no una cosa (pragma) (cf. Cat. X, ej., Marsilio de Inghen. Por otra,
125, 6-15), el Estagirita no aludía el término se extendió en el siglo
propiamente a una realidad exter- XIV, aun con un sentido mucho
na, sino a la totalidad de lo signi- más general, en autores muy aleja-
ficado por la proposición. Aho- dos y hasta opuestos al nominalis-
ra bien, como la proposición es un mo, como Hugolino de Orvieto.
conjunto o complejo lógico (véase
complexum), todo lo que cae bajo complexio. Además de significar lo que
ella es llamado por Gregorio c. s., es hoy se entiende por “complexión”
decir, lo significable mediante o en en sentido físico, esta palabra tie-
dicho conjunto –o complexum– de ne acepciones lógicas. En efecto,
términos. Esto constituye, para él, en algunos textos medievales lógi-
el objeto propio del conocimiento. cos o dialécticos, este vocablo seña-
En efecto, por una parte, es impo- la 1. la forma de un elemento lógi-
sible que el objeto de conocimiento co, particularmente, del silogismo;
sea la demostración lógica, porque, 2. el juicio como operación men-
si así fuera, se exigiría aprehender tal; 3. la conclusión de una discu-
complexum 144

sión o de una larga argumentación. cambio, la necesidad determinada


Cf. conclusio. o de conexión es la explicatio de las
cosas en un cierto orden que los fí-
complexum. En general, llámase “com- sicos llaman fatum (cf. Lectiones in
plejo” a un conjunto de objetos de- Boethii de Trin. II, 4). Así, una pri-
terminados por caracteres comu- mera acepción del término que nos
nes. En este sentido, un comple- ocupa es implicación o estar sub-
jo equivale a una totalidad o una sumido.
clase. Habitualmente, se atribu- Pero quien más ha desarrollado
ye la palabra a un sistema de rela- esta noción es Nicolás de Cusa. En
ciones internas que constituye di- su pensamiento, la c. tiene un pa-
cho sistema como un todo autóno- pel importante en la relación que el
mo. En la Edad Media, se habló de Cusano plantea entre la simplísima
c. especialmente desde el punto de unidad de Dios y la multiplicidad
vista lógico: se llamó “complejos” a creada. Fundamentalmente, alude
términos constituídos por diversos al “estar implícito”, en oposición al
elementos a los que la expresión so- “estar explícito” o desplegado (ex-
lamente alude; o que se mencionan plicatio). El binomio c.-explicatio
explícitamente, pero a título de ex- hace referencia, pues, a la peculiar
plicación complementaria. Sin em- relación que Nicolás establece en-
bargo, generalmente, quedan im- tre la Unidad simplísima de Dios y
plícitos en el término, de modo la multiplicidad creada. La unidad
que basta la simple enunciación de infinita de Dios es máxima por-
éste para que se sobreentiendan las que a ella nada puede oponérsele.
circunstancias que concurren en él, De esta manera el Cusano justifi-
en virtud de su propia estructura. ca la coincidentia oppositorum (véa-
También una proposición puede se) en lo infinito; por esta misma
ser compleja: lo es en sus términos, razón Dios resulta c. absoluta de to-
o sea, cuando el sujeto o el predica- das las cosas: en Él todo está impli-
do, o bien ambos, están acompaña- cado o co-implicado y, en este sen-
dos por determinaciones comple- tido, las cosas encuentran su verda-
mentarias. dero ser en su ser absoluto en Dios.
complicatio. De antecedentes que se El ser de las cosas en la divinidad es
remontan a Proclo y Boecio, el bi- un ser indiferenciado oponiéndo-
nomio c.-explicatio se presenta en se así a su ser contractus (véase con-
el siglo XII como clave en el pensa- tractio) en la pluralidad, es decir a
miento de Thierry de Chartres. Pa- su ser “esto” o “aquello” en acto. La
ra este autor, la totalidad de lo real multiplicidad creada, por su parte,
se divide en cuatro modos: de un es considerada explicatio Dei, es de-
lado, necesidad absoluta y necesi- cir, la instancia en que Dios se des-
dad determinada o de conexión; pliega o explicita sin diversificarse
de otro, posibilidad absoluta y po- Él mismo. De la misma manera co-
sibilidad determinada. La necesi- mo en la serie numérica se encuen-
dad absoluta es Dios que, en cuan- tra el uno –puesto que ella es des-
to totalidad de lo real, es c. de to- pliegue del uno–, en todo lo que
das las cosas en la simplicidad. En existe no se encuentra sino a Dios,
145 compositio

lo máximo explicitado que no pier- está “puesta” o “planteada” “con” la


de su infinita unidad. El hecho de de Pedro. En cambio, al negar algo
que en lo máximo residan todas las de una cosa, se lo divide o separa
cosas complicadas en cuanto posi- de ella, como cuando se dice “Pe-
bles (véase possest) no significa, co- dro no es músico”: se está disocian-
mo es obvio, que efectivamente ha- do la idea de músico de la de Pe-
yan de actualizarse. Más aún resul- dro. Mucho menos usados, con es-
ta impensable que la infinita posi- te sentido, son los respectivos sus-
bilidad absoluta pueda ser apresa- tantivos compositio y divisio.
da por completo en los límites de
la determinada actualidad. Así, compositio. El concepto de “compo-
afirma Nicolás, que establecida la sición” siempre implica una multi-
c. no por esto ha de darse la cosa plicidad de elementos y, por ende,
explicada; sin embargo, dada la e. se opone al de simplicidad. Según
es necesaria su anterior complica- la naturaleza de dichos elemen-
ción en lo absoluto (cf. De docta tos, la c. puede ser de varios tipos:
ign. II, III). Ahora bien, entre to- 1. lógica: es la que consta de ideas
dos los entes creados sólo uno no es o conceptos diversos, como la que
explicatio dei: la humana mens. En se da en la afirmación (véase com-
efecto, el alma del hombre no es un ponere) o como la de un género y
mero despliegue de la divinidad si- una diferencia específica en la es-
no su viva imago (cf. De mente, V). pecie, o el procedimiento racional
Esta fórmula refiere tanto el hecho que va desde lo universal a lo parti-
de que es imagen de la c. absoluta cular; o el que rastrea la derivación
–esto es que, a su manera, contie- de las causas a los efectos; 2. física:
ne todas las cosas–, como que es- es la que combina elementos cor-
ta imagen es “viva” es decir, recrea porales, como la carne y los huesos;
el mundo realizando una explica- 3. metafísica: es la que aúna un ele-
tio en el modo que le es propio. Así mento determinable y un elemen-
mientras la c. absoluta de Dios al to determinante, como materia y
desplegarse confiere el ser a los en- forma o esencia y existencia (véa-
tes que son su e.; la imago complica- se materia).
tionis, al desplegarse, crea un mun- Párrafo aparte, desarrollado en
do de nociones que “decodifican” los correspondientes artículos, me-
en tanto es posible la unidad oculta rece la tesis tomista de la composi-
de la alteridad (véase coniectura). ción essentia y esse que se da en ta-
les seres. Una mención especial de-
componere. En la lógica medieval, be hacerse de la teoría del hilemor-
“componer” equivale a afirmar al- fismo universal, esto es, de la que
go, así como “dividir” es negar al- sostuvo, incluso hasta los inicios de
go. La razón de estas denomina- la Escolástica, que, salvo Dios, to-
ciones estriba en que, en el pri- do ser es un c. de materia y forma,
mer caso, se com-pone, o sea que aun el ángel cuyo tipo de materia
se afirma o se plantea algo respec- se consideraba sutil. Esto ponía a
to de otra cosa, asociándolo con és- salvo el carácter absoluta y clara-
ta. Así, cuando se dice, por ej., “Pe- mente único de la simplicidad di-
dro es músico”, la idea de músico vina, lo cual garantizaba metafísi-
compositio et divisio 146

camente incorruptibilidad, inmu- puesto” al que expresa una relación


tabilidad, eternidad (véase compo- de juicios, o sea, al que puede re-
situm). Al incorporar la composi- solverse en varios juicios. Podrá ser
ción real de esencia y existencia, To- compuesto en su sujeto como en
más elimina la universalidad del hi- “Juan y Luis trabajan” = “Juan tra-
lemorfismo, proponiendo conside- baja”; “Luis trabaja”; o en su predi-
rar a todos los seres creados –aun cado “Juan trabaja y canta” = “Juan
los puramente espirituales como trabaja”; “Juan canta”. Puesto que
las inteligencias angélicas– dotados expresan una relación, los juicios
de esa composición, a la que, en el compuestos se clasifican según las
caso de los seres materiales, se aña- formas de esa relación, es decir, son
de la de materia y forma. categóricos o hipotéticos. La for-
ma disyuntiva no da lugar al juicio
compositio et divisio. Véase también compuesto, ya que sólo difiere de
sensus compositus et divisus. Con la la categórica por la naturaleza del
expresión c. et d. los lógicos medie- predicado.
vales indicaron un tipo de sofisma En cambio, desde el punto de
de dictione (véase sophisma 1.4.): vista 2. ontológico, se llama c. a lo
aquel que se da cuando una expre- que resulta de un elemento meta-
sión escrita o hablada puede tener físicamente determinante y un ele-
varios sentidos según se la puntúe, mento determinable, como for-
por ej., “Quidquid vivit semper est” ma y materia, respectivamente. En
varía en su significación si se colo- la Escolástica, se han hecho las si-
ca, en forma escrita u oral, una co- guientes consideraciones principa-
ma antes o después de “semper”: les con respecto a este tipo de c.:
“Todo lo que vive, siempre exis- 2.1. todo lo compuesto es ontoló-
te” o bien “Todo lo que vive siem- gicamente posterior a sus elemen-
pre, existe”. El sofisma de c. et d. tos componentes, ya que depende
puede presentar dos formas: aque- de ellos; 2.2. todo lo compuesto
lla en la que, cualquiera sea el sen- tiene causa y es unificado por ésta;
tido que se le atribuya –ya sea en 2.3. en todo lo compuesto hay acto
forma compuesta o en forma divi- y potencia, o bien porque una par-
dida– siempre resulta una proposi- te es acto respecto de la otra, o bien
ción categórica, y aquella otra en la porque cada una de las partes está
que, si se toma la proposición co- como en potencia respecto del to-
mo compuesta, resulta una categó- do; 2.4. todo compuesto es, en su
rica; si se la toma como dividida, es totalidad, distinto de cada uno de
hipotética. los componentes; 2.5. en lo creado,
compositum. “Compuesto” es lo que todo lo compuesto es más perfec-
resulta de varias partes o elemen- to que lo simple por la conjunción
tos. De las respectivas resultantes de la bondad de sus elementos; no
de los tres tipos de compositio (véa- así en Dios, cuya perfección con-
se), los autores medievales han tra- siste justamente en su simplicidad.
bajado especialmente el lógico y el De ella, en efecto, derivan su inco-
ontológico. Desde el punto de vis- rruptibilidad, dado que lo que no
ta 1. lógico, se llama “juicio com- es compuesto no puede des-com-
147 conatus

ponerse, permanece idéntico a sí bién cuando entre el conocimiento


mismo y, por ende, es inmutable de algo y los demás conocimientos
y eterno; 2.6. todos los seres natu- que se tienen se da la misma pro-
rales y materiales son doblemente porción que hay entre esa cosa co-
compuestos: por materia y forma, nocida y las otras también conoci-
y por acto y potencia. das (cf. In I Sent. d. 3, q.7).
compossibilitas. Voz poco usada en la comprehensio. En tanto término lógi-
Edad Media, con ella se señala la co, la c. señala dos direcciones: la
compatibilidad lógica y metafísica del pensamiento y la de la realidad
de dos instancias posibles o reales. pensada. En el primer sentido, es la
Así, por ej., hay c. entre liberum ar- acción y el efecto del abarcar men-
bitrium humano y praescientia di- talmente algo (véase comprehende-
vina (véanse) en el hecho de que re) por parte del sujeto. Por eso, pa-
pueden coexistir sin contradicción ra Averroes, por ej., como para Oc-
y sin que el verificarse de uno de kham, esta palabra es sinónimo de
los términos anule al otro. conocimiento, como se lee en di-
versos pasajes del tercer libro del
comprehendere. Es el acto intelectual De anima. En el segundo, indica la
de captar la totalidad de las notas suma total de las notas del objeto,
comunes que configuran una no- es decir, el contenido del concep-
ción; de ahí que este verbo tenga to y es, por tanto, correlativo de ex-
el sentido de “abarcar conceptual- tensio (véase).
mente”, es decir, de entender y ex-
presar todo lo que una idea englo- comprehensive. Es el modo del com-
ba. Por eso, en la Edad Media se prehendere (véase) lógico.
afirmó que “nullus intellectus crea-
tus comprehendere potest essentiam comprehensor. Vocablo que algunos
Dei”. Pero c. no sólo alude al tener teólogos medievales han usado co-
presente mentalmente el significa- mo equivalente de beatus (véase).
do conceptual estricto de una rea- conatus. Se entiende por esta voz el
lidad, sino también el reconocer la principio del movimiento, por lo
posible inclusión lógica de alguna o cual el c. es a este último lo que el
algunas de sus notas en un concep- punto es a la línea. Por otra parte,
to más amplio. Implica, pues, un comparte con el punto geométri-
alto grado de elaboración intelec- co otra condición: así como la ex-
tual. Para Guillermo de Ockham, tensión de éste es indemostrable,
el significado de este verbo presen- es igualmente indemostrable la du-
ta cinco matices: 1. tener una vi- ración del conato que, así, no tie-
sión distinta y completa de una ne ratio tempore. A medida que se
cosa; 2. tener la visión distinta de acerca el fin de la Edad Media, y
un todo y, sin embargo, poder dis- con las modificaciones de la Físi-
cernir sus partes; 3. tener el cono- ca que tienen lugar al aproximarse
cimiento más perfecto posible de la Modernidad, se va otorgando a
algo determinado; 4. conocer to- este concepto siempre mayor aten-
dos los predicados que convienen a ción: de hecho, adquiere una gran
una cosa; y 5. el c. se verifica tam-
concedere 148

importancia en los sistemas de Lei- to” permite, pues, introducirse en


bniz y Spinoza. la consideración de su significado.
Éste alude al resultado de conce-
concedere. Dos son los matices de es- bir algo mentalmente, separándose
ta palabra en el latín escolástico. El de la inmediatez de las impresiones
primero, y el más obvio, es el sig- sensibles y, por tanto, de las repre-
nificado de “conceder” en cuanto sentaciones particulares. Se llega así
a admitir o finalmente reconocer a una significación universal que
algo. El segundo, es el uso que le se formula mediante una palabra.
otorga particular pero no exclusiva- Mucho se ha discutido sobre dicha
mente Nicolás de Autrecourt, por universalidad, pero, en general, se
ej., en quien c. indica simplemen- puede decir que se la entiende fun-
te afirmar algo; en este sentido, se damentalmente en dos sentidos: 1)
opone a negare. Esto se inserta en ex parte rei o desde lo que hoy lla-
el cuadro de la disputa escolástica maríamos el punto de vista “objeti-
(véase respondens). vo”, el c. es un universal en cuanto
conceptio. Voz perteneciente al léxico nunca se agota en el particular irre-
gnoseológico medieval, este térmi- petible, aunque se dé en él. Así, por
no significa “concepción” y alude, ej., el concepto “hombre” expresa
en general, a un contenido mental. lo que es esencial a todos los seres
Con todo, en la Edad Media, se usó humanos, el conjunto de las no-
en su acepción más estricta. Según tas que les son comunes y median-
ésta, la c. es la noción o idea que te el cual se puede pensar la espe-
se constituye como principio de la cie de los hombres. De ahí que los
producción de un ente, por ej., la conceptos lleven no sólo a la filoso-
c. de una escultura en la mente del fía, sino también a la ciencia, cu-
escultor. Esta acotación semántica yo edificio –en tanto obra del pen-
la distingue de la notio (véase). Tal sar– se construye precisamente por
distinción se radicaliza en Nicolás medio de ellos. Desde el momento
de Cusa, al punto de conformar, en en que el particular es captado me-
su doctrina, una de las notas que diante los sentidos –o representado
dividen lo humano de lo divino. con la imaginación, cuando se ha-
En efecto, para el Cusano, la c. es lla ausente– el concepto se distin-
privativa de Dios, ya que sólo de gue tanto de la sensación como de
Él puede decirse estrictamente que la imagen. 2) desde el punto de vis-
pone el ser; en cambio, notio carac- ta “subjetivo”, se afirma también
teriza el saber humano que, a dife- la universalidad del c. en la medi-
rencia del divino, reproduce y no da en que es una estructura esen-
crea la realidad: “…conceptio divi- cial de la razón común de todos los
nae mentis est rerum productio, con- seres pensantes. Uno de los princi-
ceptio nostrae mentis est rerum notio” pales problemas que este término
(Idiotae de mente III, 3). ha planteado desde la Antigüedad,
concierne a su proceso formativo,
conceptus. Deriva de concipere; por es decir, al modo en que el cono-
eso, significa lo recibido, lo conce- cimiento supera la mutabilidad y
bido, lo comprendido. La misma el devenir, y toma posesión de no-
etimología del vocablo “concep-
149 conceptus

ciones universales. Según el testi- universales” (véase universale), en


monio de Aristóteles, fue Sócrates la cual una de las posiciones plan-
el primero en advertir la necesidad teadas fue denominada justamente
de hallar el universal, si bien no fue “conceptualismo”, si bien con pos-
mucho más allá de la etapa de bús- terioridad al momento mismo de
queda en el doble sentido de la in- la discusión.
ducción y la definición. Sobre el De todos modos, y en general, la
fundamento del universal, Platón doble referencia desde la que la Es-
constituye su metafísica del eidos, o colástica planteó el acto cognosci-
sea, de la forma eterna, inmutable tivo –de un lado, al pensamiento;
y separada de la realidad que devie- de otro, a la realidad– permitió es-
ne. La idea (véase idea) es así, en tablecer algunas distinciones en la
la acepción platónica del término, noción de c. Así, se puede hablar
el universal en sentido metafísico. de 1) c. formalis, en cuanto el con-
Su correlato lógico es precisamen- cepto es el medio, el id quo, por el
te el c., es decir, el pensamiento de que el hombre puede pensar y co-
dicho universal metafísico. Por su nocer, dada su capacidad de abs-
parte, Aristóteles, en su intento de tracción. Pero la lógica se refie-
superación del dualismo platónico, re también al 2) c. obietivus, al id
traslada a la realidad sensible co- quid, o sea, al concepto de los ob-
mo forma o acto, aquel eidos que jetos que la mente conoce como
Platón había colocado en el mun- tales, desde el momento en que el
do inteligible. El Estagirita llega al objeto es la cosa, o mejor aún, la
concepto, partiendo de los parti- esencia de una determinada clase
culares sensibles y por medio de la de cosas que entra representativa-
abstracción (véase abstractio). Así, mente en el dominio del intelecto.
el c. aristotélico es, a la vez, cate- Así pues, el concepto es una susti-
goría, vale decir, forma de la reali- tución de lo conocido y tiene, en
dad, y predicado lógico correspon- el intelecto, un ser intencional; no
diente a tal forma, ya que, según su es lo que se conoce inmediatamen-
punto de vista, el intelecto efectiva- te sino aquello en lo que se cono-
mente se adecua a las formas reales ce la realidad a la que el c. se refiere
de las cosas. (véase verbum mentis 4. in fine).
A partir del siglo III, se intenta De todo esto derivan las caracte-
explicitar las operaciones lógicas rizaciones que se han conferido en
mediante las cuales se deduce tal la Edad Media a la palabra que nos
adecuación. Porfirio y, sobre todo, ocupa: intentio, passio animae, si-
Boecio, traductor de la Isagogé del militudo rei y aun praedicabile. A
primero, fueron los primeros en ellas cabe añadir un uso muy par-
formular dichas operaciones. Pero, ticular que se encuentra ocasional-
con ello, desembocaron en la cues- mente y que asocia el término que
tión del status del universal expre- nos ocupa con el de conceptio (véa-
sado por el c., cuestión que alcan- se): el de c. como idea en el sentido
za su explicitación más prolija só- de proyecto. Así aparece, por ej., en
lo en la Escolástica, en el siglo XII, Alain de Lille (cf. Anticl. I, 211).
con la así llamada “querella de los
conclusio 150

conclusio. De concludere, que significa mente (cf. S. Th. III, q. 76, a. 1;


“terminar” o “cerrar”, la conclusión In V Metaph. VI). Avicena, en su
es, en la típica formulación silogís- Metafisica, había tratado detenida-
tica de la lógica, la proposición que mente el tema en relación con los
señala la consecuencia. Ésta cie- predicables (véase predicabilia): pa-
rra el proceso discursivo, pero no ra este autor, concomitante es lo que
a manera de afirmación dogmática, cualifica necesariamente a la cosa
sino como consecuencia razonada, dada su esencia, en cuanto que lo
ya que, deriva de las premisas (véa- sigue a su esencia y no en cuanto
se praemissae) y de la conexión esta- que es intrínseco a la esencia, co-
blecida entre ellas. En cuanto a la mo es el caso del proprium (véase).
clasificación de las conclusiones, en Por su parte, Duns Escoto presenta
la Escolástica se ha hablado de 1. c. un modo de plantear el problema
inquisitionis, que es precisamente el de la c. que tiene relación con el de
iudicium o sententia; y 2. c. volun- la ciencia. En efecto, conociendo la
tatis, que es la electio (véase), puesto naturaleza específica de una esen-
que en ella culmina el proceso de cia universal mediante las propie-
constitución del acto libre. Un uso dades que la acotan, se puede esta-
particular de esta voz aparece en blecer, en el individuo que respon-
Nicolás de Autrecourt, para quien de a esa esencia, la concomitancia
una c. equivale también a una te- de tales propiedades. Por tanto, de
sis o posición, sin que ello impli- la esencia se llega a la c., pero tam-
que una necesaria relación con pre- bién de ésta podemos remontarnos
misas demostrativas. a la esencia, ya sea metafísica o físi-
ca. De esta manera, es posible esta-
concomitantia. Del latín concomitari, blecer la c. por medio del doble ca-
“acompañar”, la concomitancia , mino de la esencia: análisis y sín-
en general, indica la relación de si- tesis, inducción y deducción. En el
multaneidad o de inmediata suce- caso de la deducción, la naturale-
sión entre dos o más hechos cuan- za de una esencia funda la c. entre
do éstos se manifiestan. La c. puede todas las propiedades esenciales del
ser: 1) contingente, cuando la re- fenómeno individual: dada una na-
lación mencionada es finita, aun- turaleza o esencia en un particular,
que real; y 2) necesaria, cuando di- se encuentran en él, por concomi-
cha relación es de carácter univer- tancia, todas las características de la
sal y constante. En este último ca- naturaleza universal. En el caso de
so, se habla de c. en sentido estric- la inducción, la relación constan-
to, desde el momento en que la re- te entre ciertos fenómenos obser-
lación entre las cosas se basa sobre vados, lleva a postular una c. entre
la esencia de éstas. Así, se puede ca- ellos. Sin embargo, aquí Duns Es-
racterizar la c. necesaria como una coto hace notar que la c. así estable-
relación real basada en la unión de cida no será evidente y, por ende,
dos datos, indisoluble en tanto que no permitirá determinar la esen-
fundada en el ser. Por eso, Tomás cia correspondiente a tales fenóme-
de Aquino dice que sólo median- nos, salvo que se la haya presupues-
te una operación mental los conco- to anteriormente (cf. Superlib. II
mitantes se pueden distinguir rel-
151 concretum

Priorum, q. 8). En otras palabras, se), es reafirmada por el hiponense


el planteo escotista sostendría que, al sostener que la c. es el verdadero
para establecer una c. en los fenó- vínculo del estado y el interés su-
menos observados –por ej., varios premo de una nación (cf. Ep. 138,
cuerpos y su dirigirse hacia la tierra 10 y ss.), mientras que la discordia
en la caída–, es necesario presupo- es la auténtica causa de su ruina.
ner que en todos se verifica una de- Pero, a la vez, advierte sobre la exi-
terminado comportamiento como gencia previa de la purificación es-
propiedad inherente a la naturale- piritual para llegar a la concordia.
za del cuerpo. Ya en la Escolástica, y en esta úl-
Gran parte de las corrientes de tima línea de pensamiento, moral y
pensamiento en la Edad Moderna no política, Tomás de Aquino con-
parecería abonar la tesis de Escoto; sidera la c. causada por la caridad,
no obstante el perfeccionamien- en cuanto que ésta aúna los cora-
to del método inductivo, la c. es- zones de muchos en el bien divi-
tablecida sobre la base de la expe- no y en el del prójimo. Por consi-
riencia, no alcanza nunca la certeza guiente, entiende la discordia co-
metafísica, ya que en su fundamen- mo pecado, pero subrayando que
to se encuentra el presupuesto –no es la desunión de voluntades y no
el conocimiento directo– de una de opiniones (cf. S. Th. II-II, q. 37,
esencia con la que se hallan relacio- a. 1).
nados los fenómenos. De esta ma- Cabe añadir que en algunos au-
nera, en la Modernidad, se va per- tores de influencia neoplatónica,
filando más nítidamente la diferen- el término se utilizó, a veces, en el
cia entre el método analítico-sinté- plano metafísico, en el que equiva-
tico de la metafísica y el puramente le a sympathia (véase).
analítico e inductivo, propio de las
ciencias experimentales. concretio. Voz propia del vocabulario
de Alain de Lille que, en esa varian-
concordia. En general, la con-cordia es te y no la de concretum, este autor
el consenso de los corazones, o sea, usa con el significado de unión en-
de los afectos. Se da cuando las vo- tre el subiectum y la forma (véanse),
luntades –o, dicho metafóricamen- en el Anticl. I, 458. Así pues, el tér-
te, los corazones o cordia– de mu- mino no se reduce necesariamente
chos se aúnan en lo que constituye al caso de los entes materiales.
algo único, un fin común a todos
ellos. En la Patrística, este concepto concretum. Se llama así 1. cualquier
asume especial relieve en el pensa- composición de subiectum y forma
miento político de Agustín de Hi- (véanse), cuya denominación pro-
pona, quien, sobre las huellas de viene de esta última. En efecto, los
Cicerón, define al pueblo diciendo autores escolásticos hablaron de:
que “es coetus multitudinis rationa- 1.1. c. metaphysicum: es aquel en el
lis rerum quas diligit concordi com- que la forma no se distingue real-
munione sociatus” (De civ. Dei XIX, mente del subiectum, como en la
24). Tal definición, que constitu- expresión “Dios omnipotente”, ya
ye una pieza clave en la caracteriza- que en ella la forma –que es la om-
ción agustiniana de la civitas (véa- nipotencia– no es realmente dis-
concupiscentia 152

tinta de Dios. 1.2. c. physicum: es do de este último vocablo al deseo


el aquel en que la forma se distin- de los bienes exteriores y, particu-
gue del subiectum, pero inhiere en larmente, de las riquezas; en cam-
él; así, en una escultura, una cosa bio, libido se limita fundamental-
es la figura misma y otra el cuer- mente al deseo sexual. Así, por últi-
po, en el que, sin embargo, inhie- mo, se puede acotar el alcance sig-
re. 1.3. c. logicum: es aquella com- nificativo del término que nos ocu-
posición en la que la forma no sólo pa: la c. equivale al deseo, pero in-
se distingue del subiectum sino que dica una mayor intensidad y su ob-
tampoco inhiere en él, como, por jeto no está señalado con nitidez.
ej., cuando se dice o se piensa en Más aún, Agustín habla de una c.
una torre contemplada; en tal caso, Dei, es decir, de un deseo de go-
la contemplación o visión es distin- zar de la presencia y la amistad de
ta de la torre y no guarda con és- Dios. Tardíamente, se circunscri-
ta una relación de inherencia. Así bió la c. a lo sensible y desordenado
pues, se ha de tener presente que la (véase sensualitas).
noción que nos ocupa guarda po- En Buenaventura, el término que
ca relación con la acepción estric- nos ocupa también registra cierta
ta que hoy tiene el vocablo español ambivalencia. En efecto, en su re-
“concreto”: recuérdese que éste que flexión sobre el pecado original, es-
no significa “real” sino “corpóreo”. te autor, toma, de un lado, la últi-
Desde el punto de vista 2. grama- ma acepción señalada de esta pala-
tical, c. se opone a abstractum (véa- bra en Agustín; de otro, la opone
se in fine) y señala el término que a la noción anselmiana de rectitu-
connota el sujeto en el que se da lo do. Así, indica en la c. uno de los
significado por el término abstrac- efectos del pecado adánico, en el
to, por ej., “iustus” es un c. en re- que conjuga la ausencia de la recti-
lación con “iustitia” que es el abs- tud debida y el deseo desordenado;
tracto. Así se expresa, al menos, de ahí que haya quedado como ac-
Guillermo de Ockham en Exp. Au- tual inclinación al mal. Según la vi-
rea 46 c). sión bonaventuriana, en el hombre
post-adánico, la c. presenta, funda-
concupiscentia. La concupiscencia es mentalmente, dos direcciones: la
una pasión propia del apetito sen- carnal y la que concierne a la codi-
sitivo (véase appetitus), contraparti- cia (cf. Coll. in Hex. XXI, 9). Pero,
da del apetito irascible o aversión. apela también, en otros textos, al
Muchos son los conceptos relacio- sentido positivo agustiniano de c.
nados con el de c., pero todos ellos como deseo de virtud y gracia pro-
revisten esa misma significación pio del alma en su itinerarium Dei.
fundamental. Al respecto, la Edad Entre los escolásticos más aristo-
Media, y particularmente la Esco- télicos, la c. significa tanto el acto
lástica, estableció, en general, los de desear intensamente lo que de-
siguientes matices: desiderium o de- leita a los sentidos, como el hábi-
seo es la tendencia a cualquier bien, to que conduce a tales actos, sólo
ya sea espiritual o material, externo que en este último caso se prefiere
o interno, presente o futuro, pero el vocablo concupiscibilitas. Tomás
en el hombre se acotó el significa-
153 concursus

de Aquino resume el tratamiento a una dimensión del alma sino pro-


de la c. bajo tres aspectos: 1) su na- piamente al bien sensible que, es-
turaleza: en este sentido, el Aqui- tando ausente, no puede saciar el
nate sigue a Aristóteles (cf. Met. I, deseo y, por ello, lo atrae hacia sí
11, 1370 a 17) al sostener que la c. con particular fuerza. Pero se ha de
es el apetito de lo deleitable, pero tener presente que en la línea aris-
aclara que, al contrario del deseo, totélico-tomista, el objeto c. siem-
en general, se refiere sólo al apeti- pre es un bien que deleita a los sen-
to sensitivo: “Concupiscere [est] ap- tidos. En cambio, en el lenguaje de
petive aliquid sub ratione boni delec- los místicos, lo c. es simplemente
tabilis secundum sensum”; 2) su cla- un objeto que despierta el deseo de
sificación: la establece según que el posesión, de ahí que, en esta otra
deseo esté acompañado por la ra- línea, se defina a Dios como el bien
zón o simplemente obedezca al ins- c. por excelencia (cf. cupiditas).
tinto –conscupiscencia no natural
y natural, respectivamente–, y se- concupiscibilitas. Cf. concupiscentia.
gún la índole del objeto al que se concursus. Voz que designa coopera-
tiende; con arreglo a este último, la ción o concurso, en cuanto a ha-
c. puede caracterizarse como deseo cer actuar a otro ser y que, gene-
exagerado de objetos por sí mismos ralmente, se refiere al concurso di-
lícitos, o como deseo de objetos ilí- vino. Alude a la acción con la cual
citos de suyo; 3) su carácter de fini- Dios hace actuar a las creaturas, así
ta o infinita, tanto porque el obje- como con la creación las hizo existir
to del deseo es finito, como por el y con la conservación las mantiene
hecho de que su aprehensión tam- en el ser. En otras palabras, seña-
bién lo es; en cambio, en el caso de la el hecho de que Dios “concurre”
la c. no natural o supranatural, co- junto con la creatura para que ésta
mo en el caso de la c. scientiae, esto produzca su efecto u obtenga su fin
es, el deseo de conocimiento, hay (véase praemotio). Por eso, debe ad-
infinitud, ya que sigue a la razón a vertirse que el c. divino constituye
la cual compete proceder al infinito un tema específico del pensamien-
(cf. S.Th. I-II, q. 30). to cristiano derivado de la filosofía
concupiscibile. (cf. appetitus y concu- y teología medievales. En efecto,
piscentia) Es el poder receptivo del la Antigüedad no pudo plantear el
apetito sensible y, precisamente en concurso ni la providencia de Dios,
cuanto receptivo, se opone al iras- puesto que no lo ha concebido co-
cibilis (véase). Ya desde la Antigüe- mo Persona, ni como Creador; el
dad clásica, se consideraba que la Acto puro de Aristóteles, por ej.,
parte o la potencia del alma afec- no tiene conocimiento más que de
tada por el apetito concupiscible es sí mismo y, por ende, no socorre a
inferior y está llamada a ser domi- los demás entes que tienden unila-
nada por la racionalidad. Del apeti- teralmente hacia Él.
to c. dependen seis pasiones: amor, En cambio, en el ámbito cris-
odium, desiderium, fuga, delectatio tiano, la noción de c. es conside-
y dolor (véanse). Según Tomás de rada necesaria, porque sin ella ha-
Aquino, no se ha de llamar c. sólo bría que admitir, en última instan-
concursus 154

cia, que las acciones de la creatu- todo, contra los pelagianos, como a
ra surgen de la nada y, por consi- los del Aquinate, quien, con todo,
guiente, que la creatura es creadora trata el tema fragmentariamente a
en sentido estricto. Pero ello plan- lo largo de sus obras (cf. In II Sent.
tea, principalmente, dos proble- d. 37, qq. 1-2 y 2-2; De pot., q. 3,
mas: la autoría del mal, y el grado – a.. 7; C. G. l III, cc. 66-70; S. Th. I,
o bien la exclusividad– de la inter- q.. 105, aa. 3, 4 y 5; I-II, q. 10, a.
vención divina en aquellas acciones 4), (véase liberum arbitrium y liber-
del hombre que lo conducen a su tas).
salvación. Con respecto al primer Las distinciones escolásticas sobre
problema, la respuesta condicio- este punto señalan que el c. pue-
nal de los teólogos indica que, aun- de ser en acto primero, o concur-
que Dios concurre a la acción de la so habitual, equivalente al decreto
creatura, no coopera con su even- eterno de Dios por medio del cual
tual malicia. El acto de la creatu- presta auxilio a la criatura; o bien
ra, por sí mismo, es indiferente; la en acto segundo o concurso actual,
maldad reside en querer libremen- que indica el acto de llevar a ca-
te el mal. En cuanto a la segunda bo tal decreto en los casos puntua-
cuestión, ya desde la Patrística se les. Se habla también de c. media-
abordó el tema del c. divino en or- tus o primario, que es el que otor-
den a la salvación. Agustín de Hi- ga y conserva el poder de operación
pona subraya su necesidad contra en las creaturas, e immediatus o se-
los pelagianianos. Éstos minimiza- cundario, que es el que les permite
ban el papel de la Gracia y soste- actuar en circunstancias determi-
nían la doctrina del c. mediato, o nadas. A su vez, este último puede
sea, de la intervención de Dios sólo ser concebido como anterior o co-
en la existencia y no en las acciones mo simultáneo al acto. Lo primero
de la creatura. Establecer el grado es afirmado por la corriente tomis-
de dicha cooperación divina en el ta; lo segundo, por la molinista.
actuar de la creatura, ha sido, ya en Finalmente, y con respecto a los
la Modernidad, uno de los princi- intentos de demostración de la
pales problemas de la Teología cris- existencia del c. divino, puede de-
tiana y, particularmente, católica, cirse que se plantearon a priori y
puesto que la protestante ha tendi- a posteriori. Las demostraciones a
do a absolutizar, por así decir, el c. priori lo deducen analíticamente de
divino, al poner todo el acento en la definición de Dios creador: en
la doctrina de la gracia; de ese mo- efecto, su naturaleza es la razón o
do, en cuanto a la presente cues- el principio en virtud del cual Él es
tión, las líneas protestantes suelen quien todo lo mueve. La demostra-
encontrarse en el otro extremo de ción a posteriori radica en el proce-
la posición pelagiana. Las principa- so lógico que se inicia con el exa-
les dificultades surgen, pues, en el men de la actividad de las criaturas,
terreno teológico del catolicismo, tal como se la encuentra en la ex-
que apela, para resolverlas, tanto a periencia. Desde allí, la argumen-
los textos agustinianos de la polé- tación se remonta al c. divino co-
mica contra los maniqueos y, sobre mo condición indispensable de po-
155 conditionale

sibilidad y actualidad de tales ope- de las condiciones que establecen


raciones. En esta última dirección, el carácter fenoménico del conoci-
toda demostración del c. divino co- miento, precisamente para mostrar
incide con la demostración de la la imposibilidad de la certeza (cf.
existencia de Dios. Sexto Empírico, Hyp. Pyrr. I. 98).
En la Patrística no se encuentra
condilectus. Es término típicamente bo- un tratamiento sistemático del te-
naventuriano y pertenece a la for- ma. Sólo la lógica escolástica se
mulación del dogma trinitario des- ocupó detenidamente de él, for-
de la reflexión sobre la caritas. En mulando las siguientes distincio-
efecto, para Buenaventura, la ca- nes: 1. c. sufficiens: es aquella cuyo
ridad suma implica un vínculo de primer término implica necesaria-
amor mutuo de amistad que exi- mente al segundo. Esta condición
ge que un tercero quede asociado a suficiente puede ser: 1.1. absoluta,
la unión entre amante y amado: es, cuando un término implica por sí
justamente, el c. en cuanto tercera solo el otro, y 1.2. relativa, cuan-
Persona de la Trinidad. do el primer término implica al se-
conditio. En general, y desde el punto gundo una vez presupuestas otras
de vista lógico, la condición esta- condiciones. Ahora bien, si la de-
blece una relación formal entre dos pendencia entre dos términos es
afirmaciones ligadas entre sí de tal tal que el primero es imprescindi-
modo que, puesta la primera, se si- ble para que se dé el consecuen-
gue la segunda. Desde el punto de te, se tiene la condición necesaria
vista ontológico, es el principio del o 2. c. sine qua non, llamada tam-
que depende extrínsecamente que bién “negativa” y opuesta a la con-
se verifique o no un hecho deter- dición suficiente. En efecto, mien-
minado, mientras que el princi- tras esta última se expresa de modo
pio generador o la causa influyen positivo –B se verifica cada vez que
intrínsecamente sobre lo causa- se verifica A–, la c. sine qua non se
do. Así, de algún modo, la c. limi- formula más eficazmente en for-
ta la actividad originaria de la causa ma negativa –no se verifica B si no
porque precisa o acota las modali- se verifica A–. Así, es sinónimo de
dades de su producción. Por eso, se condición indispensable.
ha señalado que la diferencia entre conditionale. Llámase “condicional” la
causa y c. radica en que la prime- proposición que expresa en el an-
ra tiene un sentido positivo, sien- tecedente la condición (véase con-
do aquello por lo cual algo es o su- ditio) que rige para el consecuen-
cede, mientras que la segunda pre- te. Su sentido es estrictamente ló-
senta un sentido negativo, en cuan- gico y no ontológico. Por eso, To-
to que es aquello sin lo cual algo no más de Aquino, por ej., afirma co-
sería o no sucedería. mo verdadera una proposición c.
Se puede decir que, en la historia cuyos antecedente y consecuente
de la filosofía, la aparición del con- son imposibles: “si el hombre es as-
cepto de c. es bastante tardío: en el no, tiene cuatro patas” (cf. S.Th.. I,
siglo I a C., los escépticos confec- q. 25, a. 3). La primera parte con-
cionan por primera vez una lista tiene lo que después se denominó
confero 156

“hipótesis”, la segunda, lo que pos- mos están dedicados a la considera-


teriormente se llamó “tesis”. Tam- ción filosófica y teológica de Dios,
bién es c. el silogismo que tiene una en comparación con lo mutable, es
o más proposiciones de esta clase, decir, con el mundo y el hombre.
de acuerdo con las figuras del ca- El hiponense establece, además, es-
tegórico (véase syllogismus); por ej., pecialmente en los Sermones 67,
según la primera figura, se tendría: 176 y 183, la diferencia entre la c.
“Si se da A, se da B”; “pero si se da interior, la verbal, y la que se hace
A, también se da C”; “luego, si se también ante otros. Todas ellas in-
da A, se da C”. Con todo, el mo- cluyen, en la admisión del propio
do más propio de este silogismo es pecado, la alabanza y la acción de
el hipotético y consiste en estable- gracias a Dios.
cer entre hipótesis y tesis una re- La Escolástica distinguió tres
lación de principio y consecuen- acepciones del término que nos
cia tal que, afirmando determina- ocupa: un acto exterior de fe, por
das premisas, se siguen determina- ej., confesar a Dios, en el sentido
das consecuencias. de manifestar la propia fe en Él; un
acto de reconocimiento, como la
confero. Con este verbo, “entregar”, acción de gracias; y un acto de pe-
que la mayor parte de las veces apa- nitencia, como la admisión de los
rece en primera persona del plu- propios pecados.
ral, los medievales y los humanis-
tas anunciaban o declaraban estar conformitas. En general, señala la con-
consignando la copia de un texto formidad de algo con otra cosa.
transcrito con el ejemplar del que Pero, en contexto medieval, suele
éste derivaba. También se usó para aparecer en referencia específica al
entregar ejemplares diversos con el caso de la voluntad humana. Así, la
fin de cotejarlos. Aparece en cartas expresión c. voluntatis alude al acto
o en notas al pie o en folio adjun- de adecuar la propia voluntad a la
to. Por ej., se ve en Petrarca, Fam. divina. Ésta es una nota fundamen-
XXII, 2, 8 para el primer caso, y en tal en el ideal místico de los nomi-
Salutati, Ep. I. nalistas, a diferencia de la idea ec-
khartiana de la unión esencial con
confessio. Esta palabra reviste particu- Dios. Más aún, se puede decir que
lar importancia en la doctrina de la c. voluntatis constituye el criterio
Agustín de Hipona y, de hecho, co- básico de la ética nominalista.
mo se sabe, da título a una de sus
obras. Pero se ha de notar que las confusio. Se puede entender este con-
Confessiones son, fundamentalmen- cepto en varios planos: 1. en el me-
te, cantos de alabanza a Dios y só- tafísico, es perturbación del or-
lo por eso pueden ser consideradas, den, noción a la que se opone di-
a la vez, pero de manera derivada, rectamente; así, por ej., hay confu-
un reconocimiento de las propias sión cuando se altera el orden se-
faltas y limitaciones (cf. Conf. X, 1 gún el que, ontológicamente ha-
a 4). De ahí que, aunque los pri- blando, a lo anterior sigue lo poste-
meros libros de esta obra revistan rior o cuando una cosa, que de su-
un carácter autobiográfico, los últi- yo es simultánea con otra, la prece-
157 coniectura

de o la sucede. 2. en el plano físico, más de Aquino, en quien el cono-


se denomina c. a la unión, según el cimiento conjetural se opone a la
modo de lo que es meramente con- certa cognitio, por ej., es conjetu-
tiguo (véase contiguum), especial- ral el conocimiento de la causa de
mente de líquidos, como la que se los futuros contingentes (cf. S.Th.
produce al mezclar el agua y el vi- I, q.14, a.13 c).
no o el aceite con el vinagre. 3. en Las nociones de “c.” y “ars coniec-
el plano gnoseológico, se opone a turalis” cobran un sentido singu-
la distinción ya sea de los términos, lar a partir de la obra de Nicolás de
ya sea de las ideas; de esta mane- Cusa, De coniecturis. La c. cusana
ra, se da una c., por ej., cuando se se define en correspondencia con
asume en sentido real lo que se ex- su docta ignorantia, puesto que en
presa en el metafórico, o cuando se vistas a la inaprehensible verdad,
tiene de una cosa una noción equi- toda aseveración humana es para el
vocada. Cusano, una c.: “…omnem huma-
Pero el plano en que más se tra- nam veri positivam assertionem es-
bajó la noción que nos ocupa es se coniecturam, non enim inexhau-
4. el lógico. En él, a partir del si- ribilis est adauctio apprehensionis ve-
glo XII, forma parte de la doctri- ri…” (De con. I, 2). Con todo, si
na de la suposición (véase supposi- bien el conocimiento conjetural no
tio, in principio y 2.2.2.2.2) o su- es, por definición, el conocimien-
plencia. La c. lógica se da en un tér- to de la verdad absoluta, no es tam-
mino común que vale por muchos poco, en ningún caso, un conoci-
y, en consecuencia, su valor de su- miento falso, sino que se trata del
plencia de las cosas reales a las que modo posible para el hombre de
se refiere no está determinado. Por acceder a la unidad de la verdad en
eso, la suppositio confusa de deno- la alteridad. “Cognoscitur igitur in-
mina también “indeterminata”. attingibilis veritatis unitas alterita-
te coniecturali atque ipsa alteritatis
congratulatio. Es el movimiento aní- coniectura in simplicissima veritatis
mico de alegrarse con y por el bien unitate…” (ib.). Así como el mun-
ajeno. En esa medida, la c. consti- do procede de Dios, la c. procede a
tuye la contrapartida de la invidia mente nostra (De con. I, 1,5).
(véase) y así la han presentado al- El modo propio del conocimien-
gunos autores medievales. to conjetural es el de la propor-
coniectura. Muchas veces el término ción comparativa. El instrumen-
c. es equivalente a opinio (véase); to cognoscitivo de la proporciona-
otras, hace referencia a cierta rama lidad nos ofrece una evidencia de
del saber que se considera un ars la estructura del orden de lo real,
por oposición a la scientia (véanse) pues el hecho de poder realizar una
Así, por ej., Marciano Capella afir- proporción supone que se den dos
ma: “medicina est ars coniecturalis”. condiciones: de un lado, la conve-
En la Escolástica, el término es uti- niencia en algo uno; de otro, la al-
lizado por Buenaventura como lo teridad. Si faltara una de ellas, no
que puede admitir error o duda (cf. podría realizarse comparación al-
In Sent. IV, 50, 2, 1, 2c) y por To- guna. Esto significa que lo real que
coniecturaliter 158

afirmamos conocer, es decir, lo que pues, tanto a términos concretos


es susceptible de ser proporciona- como abstractos.
do, está constituído por una trama
que tiene un elemento que confie- coniunctio. Significa tanto unión co-
re unidad y otro que señala la al- mo conjunción. En el primer senti-
teridad y explicita sus diferencias. do, algunos autores medievales han
Precisamente, porque en Dios no hablado de c. animae et corporis; en
hay alteridad, es decir su ser es pu- el segundo, el término se refiere a
ra identidad, no es posible estable- lo que los gramáticos denominan
cer una proporción, luego no hay “conjunción”, como si o vel.
conocimiento de Él. Por otra par- connexive. Cf. entitative.
te, como la unidad oculta de toda
alteridad es, para el Cusano, el des- connexum. En los órdenes lógico y me-
pliegue o explicatio del mismo Dios tafísico, se denomina con este voca-
(véase complicatio), ella es tam- blo el término de una relación que
bién incognoscible; sólo es posible, no se puede dar si no existe o no
pues, proporcionar o medir las di- se da el otro término. Así, por ej.,
ferentes modalidades en que la uni- son connexa los términos creatura y
dad o verdad inaprehensible se pre- creador, puesto que no puede ha-
senta: éste es el ars coniecturalis. Ni- ber creatura, en cuanto tal, sin que
colás extiende este principio a la di- haya creador. Pero tampoco pue-
versidad de religiones consideradas de existir un creador sin algo crea-
como distintas manifestaciones de do que constituya al primero como
una única fe. Así pues, cada reli- creador.
gión expresa un aspecto de la ver- connotative. Cf. absolute y connotati-
dad por completo inaccesible: és- vum.
ta es la base del ecumenismo pro-
puesto en el De pace fidei. connotativum. Es el nombre connota-
tivo que los escolásticos diferencia-
coniecturaliter. En general, es el mo- ron del absoluto. El término abso-
do de conocer algo de manera me- luto designa exclusivamene una so-
diata, esto es, a través de media- la cosa; en cambio, el primero de-
ciones –las cuales suelen ser sig- signa a la cosa y, a la vez, cualquier
nos– que remiten a él. Así se expre- relación que esa misma cosa tenga
sa Tomás de Aquino en S.Th. I-II, con otra diferente de ella. “Dios”
q.112, a.5 c. Para las modalidades es, pues, un término absoluto;
del conocimiento conjetural más “Creador” es nombre connotativo,
utilizadas en el discurso filosófico, desde el momento en que no sólo
véase coniectura. alude a Dios, sino también indirec-
coniugata. Se denominan así los tér- tamente o connotative, a la relación
minos coordinados, o sea, los que que guarda con respecto a los en-
están unidos a un término común, tes creados por Él. Análogamente,
una de cuyas modalidades presen- es absoluto el término que denota
tan; así, por ej., “acciones bellas” una esencia en sí, por ej., “caballo”;
y “mujer bella” son c. a través del y es connotativo el que designa una
término “belleza”. Los c. remiten, esencia in alio (véase), es decir, uni-
159 conscientia

da a otro como a su sujeto, por ej., das por el propio yo. Más precisa-
“blanco”. De ahí que los sustanti- mente, es la presencia de la mente
vos como tales sean absolutos; los ante sí misma, en el acto de apre-
adjetivos, connotativos. hender y de juzgar, y el consecuen-
Con todo, Ockham introdujo te reconocimiento de la unidad de
una presentación de este tema que lo aprehendido. De ahí que el uso
ha sido muy discutida (cf. Summa de este vocablo presupone la capa-
logicae, I, 10). Para él, los nombres cidad de distinguir entre el conte-
absolutos son aquellos que no sig- nido de lo que se conoce, y el acto
nifican algo de un modo principal, mediante el cual el sujeto aprehen-
y otra cosa de un modo secunda- de lo conocido, de modo global.
rio, sino que lo significan todo del Así pues, la c. no es un recipien-
mismo modo; por ej., “animal” es te, sino un constante referirse a al-
nombre absoluto en cuanto que se go que, de un lado, ella interioriza,
refiere a hombres, caballos, bueyes, pero que, de otro, siempre la tras-
etc., sin aludir a unos primaria y a ciende. Esta permanente referencia
otros secundariamente. Los con- alude a lo que se ha dado en llamar
notativos significan algo en forma “intencionalidad”. El término pre-
principal y algo de manera secun- supone también, por consiguien-
daria; por ej., “blanco”, pues es- te, una cierta reflexividad cognos-
te nombre puede definirse in mo- citiva: saber que se sabe algo. Todas
do recto –como en aliquid informa- estas notas son registradas por los
tum albedine–, o in modo obliquo – autores del período patrístico y del
como en aliquid album–. Lo mis- medieval. Pero no siempre utilizan
mo ocurre con verum, bonum, etc. la palabra que nos ocupa. Ya Ploti-
no, por ej., había preferido llamar
conscientia. En un contexto medie- “vida” y no “conciencia” a esa pre-
val, el vocablo “conciencia” suele sencia del alma en sí misma, moti-
presentar dos aspectos: uno de ín- vo que, junto con el desarrollo pla-
dole cognoscitiva, y el segundo de tónico del tema, es recogido por
naturaleza moral. Es mucho me- Agustín de Hipona.
nos frecuente, en cambio, que en En la Patrística, es este último au-
este período aparezca con significa- tor quien ha trabajado más acaba-
do psicológico, ya que la Edad Me- damente el tema de la c. desde una
dia no estableció la diferencia en- perspectiva tanto metafísica como
tre procesos psíquicos conscientes e gnoseológica, psicológica y moral.
inconscientes, puesto que no cono- En efecto, Agustín elabora un as-
ció estos últimos en el sentido que pecto particular de la c., el de la
hoy les conferimos, salvo intuicio- certeza con la que ella se garanti-
nes como la agustiniana de Conf. za a sí misma su propia existencia;
X, 8, 15. Desde el punto de vis- “vivere se et meminisse et intelligere
ta gnoseológico, el término seña- et velle et cogitare et scire et iudicare,
la, en general, el advertir o perca- quis dubitet? quandoquidem etiam
tarse de algo, ya sea exterior –co- si dubitat, vivit”. (De Tr. X, 10, 14)
mo un objeto, una cualidad o una “Moveri te scis? Nescio. Cogitare te
situación–, ya sea interior –como scis? Scio” (Sol. II, 1, 1). Desde el
las modificaciones experimenta-
consecutio 160

punto de vista psicológico y ético, Descartes, pues en su pensamien-


el hiponense plantea varios ejem- to, la c. constituye el punto de par-
plos del reclamo de la propia con- tida de todo filosofar cierto. En el
ciencia a una admisión de culpabi- aspecto ético, los autores modernos
lidad y, sobre todo, a una reacción se irán inclinando paulatinamente
moral, por ej., en Conf. VIII, 7, 18, a interpretarla como facultad que
donde utiliza explícitamente el tér- juzga la moralidad de las acciones
mino que nos ocupa. humanas.
De hecho, a lo largo de la Edad
Media, el Cristianismo hizo tomar consecutio. Alude, en general, a la su-
un giro al estudio de la c., adscri- cesión y, a la vez, al encadenamien-
biéndola a esta función de testi- to entre dos cosas. En este sentido
monio interior del bien y del mal. amplio, se habla en gramática de la
De esta manera, se arriba al segun- c. temporum, esto es, de la correla-
do sentido fundamental del térmi- ción verbal que exige, por ej., que,
no, es decir, el moral. En esta úl- en una proposición condicional, el
tima significación, se suele hablar modo potencial de la principal su-
precisamente de “conciencia mo- ceda al modo subjuntivo de la su-
ral”, o de “voz de la conciencia”. bordinada: “Si no lloviera tanto,
Algunos autores de la Patrística, y ella saldría”. Otro tanto ocurre en
aún de la Escolástica, la entendie- la gramática latina.
ron como una sindéresis (véase syn- En una acepción más estricta, y
deresis), y la estudiaron tanto bajo en el plano de la lógica, sobre el
el aspecto moral como bajo el psi- cual se funda el gramatical, la c.
cológico. Así, la caracterizaron en mienta la relación de necesariedad
los siguientes términos: “spiritus co- entre antecedente y consecuente
rrector et paedagogus animae socie- en una proposición hipotética. En
tatis”. En Tomás de Aquino el es- este sentido, la c. ha sido estudia-
tablecimiento de los principios de da por muchos lógicos medievales
una teoría al respecto deriva del y, en particular, por Pedro Abelar-
análisis de la c. en el ámbito de las do, para quien constituye la garan-
potencias intelectivas. Habiendo tía de esa clase de silogismos. Pre-
excluído que la c. pertenezca a di- cisamente en virtud de la c. éstos
chas potencias, y descartado que son inferencias perfectas que, para
sea un hábito, el Aquinate conclu- su validez, no requieren referirse a
ye que se trata de un acto, y espe- la habitudo rerum, esto es, al orden
cifica que se dice que tenemos con- real extralógico, a la condición en
ciencia de un acto, en cuanto sabe- que se nos presentan las cosas.
mos que ese acto es perfecto o no consecutive. Señala el hecho de que
lo es. De esta condición se pasa a la una cosa que se da de modo deri-
de imputabilidad moral (cf. De ver. vado, es decir, como consecuencia
q. 17, a. 1; S.Th. I, q. 79, a. 13). de otra cosa, pero sin indicar entre
En la Modernidad, el aspecto gno- ambas un nexo estrictamente cau-
seológico de la conciencia, en su sal. Así, la sentencia escolástica que
carácter de inspectio, alcanzará el afirma que la corrupción de un en-
máximo valor especulativo con te es –o supone– la generación de
161 consensus

otro, no sindica al segundo como no de ellos. Pero se trata de un con-


efecto del primero; sólo está impli- sentimiento todavía indetermina-
cando que, en el mundo natural, la do en relación a los medios que se
materia no puede existir sin la for- están comparando; dicho de otro
ma: es necesario que, si, por ej., se modo, en el c. la voluntad simple-
genera una hoguera, la madera sea mente acepta llegar al fin que se
consumida. La relación se da c. y propone o al bien que ambiciona,
no causaliter. de una manera mediatizada. En lo
que se consiente es, pues, en la me-
consensus. El c. puede interpretarse en diación.
dos sentidos: como un acto indivi- Para Agustín de Hipona, el c. in
dual que se verifica en el interior de delectationem cogitationis pertene-
un hombre; o como acto humano ce a la razón inferior, que es la par-
colectivo. Habitualmente, cuando te racional que incluye también a
se usa en su primer significado, el la voluntad (cf. De Trin. XII, 12).
término se traduce por “consenti- Por su parte, Juan Damasceno dis-
miento”; en cambio, cuando se uti- tingue netamente el c., al que llama
liza en la segunda acepción, se tra- también “sententia”, de la electio
duce por “consenso”. En este últi- (véase), y lo sitúa inmediatamente
mo caso, suele emplearse la aco- antes de ésta en su prolija descrip-
tación c. gentium: “consenso uni- ción de la serie de actos parciales
versal”. En el sentido de “consen- que llevan a la acción humana efec-
timiento”, el c. alude al acto, pro- tiva (cf. De fide orth., II, 22). Reco-
pio de la voluntad, de aceptación o giendo los sentidos anteriores, To-
adhesión a un objeto o acto. Se di- más habla del c. en tres acepciones:
ferencia del assensus (véase) porque 1) en su significado más general, c.
éste es propio del entendimiento y, es todo acto de la voluntad: “appli-
como tal, pertenece al ámbito inte- catio appetitus ad rem cui inhaeret”;
lectual. Se asiente a la verdad o al 2) el c. perfecto, sin embargo, ra-
error; se consiente en el bien o en dica en un acto interior de la vo-
el mal. De ahí que el c. guarde una luntad que resulta de una delibera-
estrecha relación con la vida moral, ción; 3) en su sentido más estricto,
en tanto constituye una de las eta- es definido por el Aquinate como
pas del acto libre. Pero, si bien se la “applicatio per modum compla-
trata de un acto voluntario, la vo- centiae ad ea quae consilio iudican-
luntad consiente en algo que, de al- tur” (cf. S.Th.. I-II, q. 1, a. 5). Es-
guna manera, es propuesto o ilumi- to último implica la adhesión de la
nado por la razón. Por eso, los au- voluntad al fin y a los medios con-
tores medievales hubieron de dis- juntamente y en el sentido ya indi-
cutir el grado de intervención que cado, mientras que la simple voli-
corresponde a cada una de estas fa- ción sólo atañe al fin. Esta posición
cultades en el c.. Según la posición es rechazada por Suárez, quien nie-
de Tomás de Aquino, por ej., an- ga que la voluntad ponga afecto al-
te los resultados del consilium, (véa- guno en los medios (cf. De volunta-
se) que delibera sobre los medios a rio, involuntario et de actibus huma-
emplear para alcanzar el fin, la vo- nis, d. 8, s. 3; n. 2-5).
luntad consiente en recurrir a algu-
consentanea 162

En cuanto al c. gentium, es el jui- llamadas “principios”, “premisas” o


cio concorde de los hombres, por “hipótesis”–, que es imposible ad-
el cual se sostiene la verdad de de- mitir éstas y no aquélla, sin con-
terminadas proposiciones. En es- tradicción. La c. es inmediata, si se
pecial, se aplicó a aquella que afir- deriva directamente de la hipóte-
ma la existencia de Dios. Los ante- sis, en cuyo caso tiene un término
cedentes antiguos acerca del c. gen- en común con ella, por ej., “si un
tium sobre este punto se encuen- triángulo tiene los tres lados igua-
tran principalmente en Platón (cf. les, tiene los tres ángulos iguales”.
De leg. X, 885c-885d), Cicerón (cf. Es mediata, si deriva de hipótesis a
Tusc., I, 13-16) y Plutarco (cf. Mo- través de una o varias instancias in-
ralia, 31). En la Patrística, Agustín termedias. Desde el punto de vista
advierte el valor del c. gentium en formal, la c. será verdadera simple-
la investigación de la verdad (cf. De mente si la relación entre ella y la
vera rel. XXV, 45). La Escolástica, hipótesis se rige por las reglas lógi-
en cambio, mostró una cierta ten- cas. Desde el punto de vista mate-
dencia a minimizar dicho valor. rial, será verdadera si, además de la
condición anterior, se cumple la de
consentanea. Son aquellas proposicio- que las premisas sean verdaderas en
nes o juicios o tesis que son con- sí mismas. La c. formal fue la más
sideradas verdaderas por muchos o estudiada, ya que es la lógicamente
bien por los entendidos en la mate- válida por sí misma.
ria a la que pertenecen tales afirma- Ahora bien, la lógica medieval
ciones, es decir, ab eruditis. En sen- elaboró una teoría llamada precisa-
tido más general, y menos usado, mente “de las consecuencias”, cuyo
c. se llaman las cosas que guardan probable origen es doble: por una
cierta conveniencia entre sí, como parte, puede hallarse en el desarro-
las semejantes y las comparables. llo de algunos pasajes aristotélicos,
consequens. Como término, “conse- en los que el Estagirita establece las
cuente” se opone a “antecedente” así denominadas “reglas tópicas”
(cf. antecedens) y designa, en cual- (An. Post. I y Top. II); por otra, es
quier sistema de dos elementos, a posible también que esta teoría se
aquel que sigue a otro, tanto lógi- haya basado sobre las afirmaciones
ca como cronológicamente. En las de Boecio acerca de los silogismos
proposiciones condicionales (véa- hipotéticos y algunos elementos
se conditionalis), indica aquella cu- de la lógica estoica. Varios fueron
ya verdad depende de la verdad del los autores medievales que se ocu-
antecedente o hipótesis. En térmi- paron de esta doctrina “de las con-
nos de argumentación, se llama c. secuencias”; entre ellos, se puede
a la conclusión a la que llega el ra- mencionar a Pedro Hispano (Sum-
zonamiento. Así, en general, el vo- mulae Logicales), Juan Buridán (De
cablo alude a la coherencia lógica consequentiis), Alberto de Sajonia
(véase consequentia). (Perutilis Logica), Pablo de Venecia
(Logica), Guillermo de Ockham
consequentia. En general, se designa (Summa Totius Log.). Casi todos
con este nombre a la proposición comparten la mencionada caracte-
ligada de tal modo a otra u otras –
163 consignificatio

rización de c. y, sobre esa base, ela- te contexto, es peculiar el enfoque


boraron un prolijo conjunto de las que Guillermo de Ockham hace de
reglas que gobiernan las inferencias la cuestión desde el punto de vista
válidas, y de aquellas por medio de lógico: para este autor, conservar y
las cuales se pueden llevar a cabo crear sólo difieren en las negaciones
tales inferencias. Un ejemplo de re- que connotan: crear connota la ne-
gla consecuencial es “de lo verdade- gación inmediatamente anterior al
ro nunca se sigue lo falso”. Algu- ser; conservar connota la negación
nas veces, las reglas consecuencia- de una interrupción del ser (cf. In
les equivalieron a tautologías de la II Sent. qq. 4, 5, 10).
lógica sentencial. Los escolásticos
prestaron particular atención a la consideratio. La consideración es ac-
clasificación de tipos de consecuen- to del intelecto. Alude, principal-
cias y, en especial, a la ya referida mente, a un punto de vista o en-
distinción entre c. formal y mate- foque intelectual que culmina en
rial. Pero el aspecto más importan- esa aprehensión de lo verdadero.
te de esta teoría radica, tal vez, en Así, por ej., la metafísica escolástica
las consecuencias “modales”, que tuvo en cuenta varias maneras de
derivan de los teoremas aristotéli- considerar un ente: en cuanto en-
cos de la lógica modal; por ej.: ab te, en cuanto uno, en cuanto a su
esse ad posse valet consequentia. En potencia y en su relación con otro
estos casos, la c. se conoce como u otros entes. En ese sentido prin-
illatio. Varios ejemplos se ofrecen cipal, el término es muy usado, en-
en el apéndice de este Léxico dedi- tre otros, por Buenaventura (véase
cado a las Sentencias. mathematica).

conservatio. El término “conservación” consignificatio. Esta palabra, así co-


suele aparecer en relación directa mo el verbo correspondiente, con-
con la idea de creación en el pen- significare, aparecen en Pedro Abe-
samiento judeo-cristiano. En efec- lardo con el valor de “idem signi-
to, se ha discutido si los seres con- ficare”, aludiendo a la posibilidad
tingentes, una vez creados, requie- de que sujeto y predicado designen
ren o no de una acción divina adi- lo mismo. Pero se trata de una ex-
cional para mantenerse en el ser re- cepción, ya que no es ése el senti-
cibido. Quienes afirman tal nece- do técnico de la voz que nos ocupa.
sidad, lo hacen porque radicalizan En efecto, en su acepción más pre-
la contingencia de lo creado. Quie- cisa, se denomina c. la significación
nes la niegan, se apoyan en la im- secundaria, es decir, la que añade
posibilidad de concebir que algo un matiz a la impositio (véase) ori-
pueda ser introducido en la exis- ginaria, por ej., en “Todo cisne es
tencia sin una cierta duración, co- blanco”, “blanco” restringe el suje-
moquiera que ésta fuere entendi- to respecto de su c., que señala el
da. En su formulación más rigu- género masculino, y no respecto de
rosa, el pensamiento cristiano ha- la significación principal que alu-
bla de una creatio continuata (véa- de a una especie animal. Lo mismo
se creatio) en lugar de una acción ocurre en “El hombre será animal”,
de c. distinta de la creadora. En es- donde la c. está dada por el tiem-
consilium 164

po verbal. Los ejemplos son de Pe- En el análisis más puntual del ac-
dro Hispano (cf. Summ. Log. 11, 8 to libre, que hacen los escolásticos
y 14). Como propiedad del verbo del siglo XIII, el c. es la delibera-
la cosignificación fue puesta en re- ción sobre los medios para obtener
lieve ya por Aristóteles (cf. De int. el fin. Consiste en una verdadera
III, 16b 6) y comentada por Boe- indagación o inquisitio o bien deli-
cio. Este autor señala que el verbo beratio, nombres que también se le
consignificat el tiempo, dado que lo asignan. El c. está ordenado, pues,
significa secundariamente: si el ver- a emitir un juicio cierto que dirija
bo significara el tiempo principali- la elección sobre lo que se debe ha-
ter, sería un nombre y no un verbo. cer. Como en el ámbito de lo prác-
De esta manera, “correré” o “ama” tico las acciones versan sobre casos
designan respectivamente un ac- contingentes y, por ende, incier-
to y una pasión y cosignifican el tos, se hace necesario tal examen de
tiempo por la inflexión verbal. Pero la razón sobre los medios más ap-
el verbo no cosignifica solamente tos para alcanzar el fin. Dicho exa-
el tiempo; lo hace también con la men implica, por cierto, una com-
persona y el modo. Así, la c. resul- paración de aquéllos entre sí. Cabe
ta, en lógica, lo que el modus signi- puntualizar, en primer lugar, que el
ficandi en gramática, como observa c. es, esencialmente, un acto inte-
Simón de Faversham al comentar a lectivo; en segundo término, que se
Pedro Hispano. Cabe añadir, por refiere a los medios. Se puede de-
último, que Guillermo de Conches liberar también sobre cualquier fin
homologa las consignificationes ló- particular, pero, entonces, éste pa-
gicas con los syncategoremata (véa- sará a la categoría de medio apete-
se), precisamente en virtud de su cido en virtud del deseo de felici-
amplia caracterización de este tér- dad o fin último. Por último, el c.
mino y de consignificare. viene después de la intentio finis –
por la que la voluntad se determi-
consilium. En general, es aquello que na eficazmente a conseguir un fin–
la razón aconseja. Hay diferen- , culmina en el juicio (véase iudi-
cias en el tratamiento de esta no- cium) y precede a la elección (véase
ción durante los siglos centrales de electio). Tal es, en líneas generales,
la Edad Media. Así, para los mís- el proceso del acto libre que des-
ticos del XII, por ej., el c. aparece criben los escolásticos y, particular-
como deliberación acerca de lo que mente, Tomás de Aquino (cf. In III
corresponde o no corresponde ha- Ethic. Nicom., l. VII-IX).
cer en un caso determinado. En los
autores de última raíz agustiniana, consistentia. En Física medieval, se
el c., en cuanto don de prudencia y llama así a la condición de los cuer-
de sabiduría, que da vida a las ac- pos firmes y sólidos de subsistir sin
ciones humanas, está ligado al cor, fluir, estado que se atribuye a la es-
como se lee, por ej., en Ricardo de trecha conexión entre sus partí-
San Víctor (cf., por ej., De statu int. culas. Esto confiere también a los
hom. I, 7). En términos similares se cuerpos consistentes una cierta re-
expresa Bernardo de Clairvaux (cf. sistencia.
De gratia et lib. arb. IV, 2).
165 consultatio

constantia. Este concepto está asocia- consuetudo. Se designa con esta pala-
do al de perseverantia (véase), pues- bra el hábito, costumbre y, sobre
to que ambos se refieren a la dis- todo, uso o usanza. Esto rige tan-
posición moral de mantenerse fir- to para la vida privada como la pú-
me en la virtud que tiene por ob- blica. Cicerón, por ej., había em-
jeto el bien de difícil consecución. pleado las expresiones “adduce-
Sin embargo, difieren en cuanto a re aliquem in eam consuetudinem”,
la naturaleza del obstáculo que se “habituar a alguien a tal uso”; y “c.
ha de vencer: mientras que la per- vitae”, modo o regla de vida. Si-
severancia hace que el hombre per- guiendo a Aristóteles, los escolás-
manezca firme en el bien, vencien- ticos, como Tomás de Aquino, su-
do la dificultad que implica la du- brayaron que la c. termina por co-
ración del acto virtuoso, la c., lo brar la misma fuerza que la natura-
hace venciendo la dificultad origi- leza en orden a los actos del hom-
nada por cualquier otro obstácu- bre e incluso asignaron importan-
lo externo. Por eso, autores como cia al hábito en la búsqueda de
Tomás de Aquino, han considera- la verdad (cf., por ej., In Met. II,
do la constancia como inferior a l.5, 331-4). Ahora bien, ya Isido-
la perseverancia, entendiendo que ro de Sevilla había atribuído a es-
la dificultad causada por la dura- ta palabra el provenir de communi
ción del acto es mayor que la ori- usu, puesto que es de práctica co-
ginada por los impedimentos ex- mún (cf. Etim. V, 3). Así, el térmi-
ternos (cf. S.Th. II-II, q.137, a.3 no que nos ocupa se fue reservando
c). La Escolástica presenta la ma- cada vez más para la regulación de
yor elaboración acerca de este con- la vida pública, mientras que mos
cepto, ya que los autores pertene- se prefirió para la privada. De es-
cientes al período patrístico, como te modo, c. cobró la acepción espe-
Agustín de Hipona, se habían limi- cífica que tiene en la Edad Media
tado a puntualizar la diferencia en- justamente de “derecho consuetu-
tre la noción de constantia y la de dinario” esto es, derecho adquirido
pertinacia, indicando que si bien por el uso y la costumbre y no im-
en ambas se da una disposición pa- pugnado, por lo cual, a veces, pue-
ra la firmeza, la segunda consiste de también alcanzar la condición
en la obstinación en el mal (cf. De de derecho escrito, es decir, inte-
quant. an., 26, 51). grarse al Derecho positivo.
constitutivum. En la Edad Media, se consultatio. Requisito indispensable en
llamó c. 1. en sentido fundante, to- el ejercicio de la prudencia, la c. se
do lo que es parte de la esencia de define como la búsqueda y discu-
algo, de manera que, si faltara, ese sión –a veces, entre varias perso-
algo no podría existir; 2. en sentido nas, y otras librada en el interior
derivado, es aquello que, precisa- del alma, en cuyo caso se identifi-
mente por formar parte de la esen- ca con el consilium– sobre los me-
cia de una cosa, la distingue de to- dios más útiles, idóneos y eficaces
do lo que no es ella. para alcanzar el fin que se propo-
ne el agente, individual o colectivo.
En primer lugar, no guarda, pues,
consumptio 166

relación alguna con lo súbito o in- más frecuente en la Edad Media.


mediato; en segundo término, exi- En líneas generales, y según la fa-
ge la intervención de la capacidad cultad que intervenga primordial-
discursiva de la razón. mente en ella, la c. puede ser sen-
sible, imaginativa o intelectual,
consumptio. Además de la referen- siendo naturalmente esta última la
cia al orden físico, en el que indi- fundamental en el campo filosófi-
ca la acción y el efecto de consu- co. Pero aun la contemplación in-
mir o agotar, este término ha sido telectual suele ir acompañada del
usado en la Edad Media en el pla- estupor y la admiración, que pue-
no ético. En él, señala el vicio pro- de despertar el carácter sublime y la
pio de quien hace gastos innecesa- grandeza de lo contemplado. Es és-
rios en cuanto que exceden la pro- te un aspecto que los místicos me-
porción racional. Se lo ha llamado dievales, como Ricardo de San Víc-
también banausia, transcripción la- tor, han subrayado (véase admira-
tina de la palabra griega que alude tio). De esta manera, la contempla-
a este hábito y que, a su vez, deri- ción en su más alto grado incluye
va de una voz que significa “hor- siempre un elemento afectivo de
no”: la razón estriba en que en la c. amor hacia el objeto. También son
todo se consume como al fuego del esenciales a la c. la profundidad y la
horno. Su opuesto es la parvificen- tensión temporal.
tia (véase). En cambio, en la Antigüedad,
contactus. En sentido estricto, se de- no se acentuaron estas notas, por-
signa con este nombre el víncu- que se ha enfatizado el intelectua-
lo entre agente y paciente, el cual lismo de la c. Así aparece en Aris-
no implica necesariamente contac- tóteles, que había hecho de ella el
to físico. En efecto, los autores me- medio por el cual el hombre alcan-
dievales distinguieron las siguientes za su máxima perfección. Con to-
clases de c.: 1) c. virtutis es la rela- do, las actitudes que acompañan
ción que se da entre agente y pa- la contemplación resurgieron con
ciente cuando el primero, median- gran fuerza en la concepción ploti-
te alguna de sus potencias o virtu- niana. De hecho, para Plotino, la c.
tes, alcanza al segundo; así el sol lle- tiene un riguroso carácter místico y
ga al aire por medio de la luz. 2) metafísico, ya no sólo gnoseológico
c. suppositi es, en cambio, la rela- y moral.
ción que el agente establece inme- En general, tal rasgo se continúa
diatamente y por su entidad misma en el pensamiento cristiano medie-
con el paciente; tal es el vínculo de val, que distingue netamente entre
Dios respecto de toda cosa creada, la vida activa y la contemplativa y,
en la que actúa. dentro de la última, entre la c. pro-
pia de la mística, y la meditación.
contemplatio. La contemplación es la Mientras que, en la vida contem-
visión de un objeto, con el fin de pativa, la meditación incluye el ra-
gozar de él. El término puede alu- ciocinio, la c. propiamente dicha lo
dir a dicho acto de visión o bien a excluye, ya que se vio esencialmen-
todo el proceso gradual que lleva a te como un acto de visión intelec-
él, siendo esta última acepción la
167 contemplativus

tual, no argumentativo. Por otra do más alto de la vida intelectual


parte, se ha de atender al hecho (véase cogitatio) y la caracteriza co-
de que, en esta línea, la contem- mo una intuición profunda y com-
plación no margina el amor, pues- prensiva, diciendo que, en su espe-
to que procede de él y culmina en cificidad más propia, la contempla-
él. Algunas características del pen- ción está por encima de la razón y
samiento oriental otorgan un lugar hasta fuera de ella, pero bajo la ilu-
preponderante a la teoría, práctica minación divina (cf. De grat. cont.
y técnica de la c. Pero la diferencia I, 6). Asigna, además, tres grados
básica entre su posición y la cristia- en la c.: dilatatio, sublevatio, alie-
na sobre este tema radica en que la natio (véanse). Para Buenaventura,
mística cristiana conduce a la frui- constituye la última y más alta eta-
tio Dei (véase) conservando el yo pa del itinerarium mentis in Deum
individual de quien contempla. (véase mystica 3.)
Uno de los primeros autores cris- Tomás de Aquino, volviendo al
tianos en destacar este tema fue enfoque aristotélico, entiende que
Orígenes, quien lo hace a propósi- la c. pertenece esencialmente al or-
to de su comentario a Lucas X, 38, den intelectual, pero el impulso de
ss. Pero es Agustín el lo elabora en ejercerla es movido por la volun-
la línea del neoplatonismo, aunque tad. Si bien consiste en un único
con diversa orientación. El doc- acto, el hombre lo alcanza progresi-
tor de Hipona afirma que la c. es vamente como culminación de un
la ocupación más noble del alma, ascenso intelectual. Primariamen-
porque la conduce a lo eterno y a la te, la c. tiene por objeto la suprema
sabiduría. Basado sobre la razón su- verdad de Dios; secundariamente,
perior, es más alta que la mera cien- los efectos divinos, en cuanto que
cia, y procura, a la vez, un gozo sin conocerlos impulsa al hombre al
término, por lo cual constituye el conocimiento de Dios. Pero la cap-
fin último de los trabajos humanos tación de la esencia divina no pue-
(cf., especialmente, De Trin. XII y de darse, para el Aquinate, en el es-
XIII, y De vera rel. XXXV y LIII). tado de la vida presente, que nece-
Gregorio Magno subraya que en la sita de imágenes. De todos modos,
c. se busca el principio que es Dios la contemplación produce el delei-
(cf. Moral. VI, 37). te del conocimiento de la verdad,
Naturalmente, son los autores que es una natural operación hu-
de tendencia mística quienes, en la mana (cf. S. Th., II-II, q.180).
Edad Media, se han dedicado par-
ticularmente al tema. Bernardo de contemplativus. Obviamente, el tér-
Clairvaux, por ej., especifica cuatro mino “contemplativo” es utiliza-
grados en la c.: el primero es la ad- do por muchos autores en referen-
miración de la majestad divina; el cia a la contemplatio (véase) y, sobre
segundo, la de los juicios de Dios; todo, a la vita contemplativa (véa-
el tercero, la de sus beneficios; el se vita, in fine). En Buenaventura
cuarto, la de sus promesas (cf. De es particularmente frecuente. Este
consid. I, 9). Por su parte, Ricardo autor sostiene que ningún hombre
de San Victor ubica la c. en el gra- sabio desciende a la acción si no es
contemptus 168

por cierta necesidad (cf., por ej., por la tendencia al litigio que im-
Coll. in Hexaem. XX, 18). plica y aun los actos de blasfemia
en que puede derivar (cf. Sent. PL
contemptus. Voz que, tanto en esta 83, 689). Por su parte, Pedro Can-
forma como en la de contemptio, tor, en su Verbum abbreviatum, no-
significa desprecio, desdén o in- ta en la c. un movimiento de invi-
diferencia; aparece frecuentemen- dia (véase).
te en textos medievales en la ex- Muchos han señalado su depen-
presión c. mundi, precisamente pa- dencia respecto de la ebrietas. Pe-
ra señalar la escasa valoración que ro casi todos coinciden en asignar
el mundo de lo humano, finito y su gravedad a los efectos más que a
contingente puede despertar en la esencia de este peccatum oris. En-
comparación con la dimensión de tre ellos se cuentan: la derrota in-
lo divino, lo infinito y trascenden- terior junto con una efímera vic-
te. Ejemplar es al respecto, durante toria exterior, la obnubilación in-
la Edad Media, la obra de Inocen- telectual, la perversión de la razón,
cio III, De contemptu mundi. Se ha la corrupción de la caridad, la divi-
de insistir en que el desdén no va sión de la unidad, la destrucción de
dirigido a lo creado en sí mismo – la obra buena. Todo esto se acom-
lo cual, desde el punto de vista ju- paña de múltiples exempla en la li-
deo-cristiano no sería legítimo– si- teratura medieval. Dada la obsti-
no en confrontación con el Crea- nación necia mostrada por el suje-
dor. Al ser uno de los tópoi de la to de la c., se vuelve insoslayable su
Cristiandad medieval, el c. mundi vinculación con la herejía. De he-
reaparece en las más variadas ma- cho, los teólogos medievales insis-
nifestaciones de su cultura, subra- ten en que el hereje es contencio-
yándose, especialmente, en algu- so por excelencia, ya que impug-
nas de sus dimensiones; así, por ej., na con obstinación la verdad escri-
la arquitectura cistercense no sólo turaria y defiende con soberbia sus
no añade ninguna decoración a la posiciones irreductibles. Así se ex-
construcción románica ejemplifi- presa, por ej., Guillermo de Auxe-
cada en Cluny sino que, además, la rre (cf. Summa aurea II). Cierta-
recorta y purifica. mente, la acusación de tendencia a
contentio. Bajo este término se entien- la c. ha sido dirigida en especial a
de una guerra verbal, es decir, una los dialécticos. Rábano Mauro los
lucha sostenida con palabras, de condena como los que hicieron de
donde el vocablo “contencioso”. La ella un ars (cf. En. in Ep. Beati Pau-
caracteriza el hecho de que la discu- li PL 112, 689). Con todo, las ad-
sión no está encaminada a la bús- vertencias sobre abstenerse de la c.
queda de la verdad sino a la derrota se acentúan, naturalmente, cuan-
del interlocutor al que se toma co- do están dirigidas al clero, particu-
mo adversario. Por eso, ya Casiano larmente, en su actividad teológi-
y el mismo Gregorio adscriben la ca. Cuando surge la disputatio (véa-
c., en cuanto pecado de la lengua, se) como instrumento cognosciti-
a la vanagloria. Pero, hay quienes, vo y doctrinal, comienza a consi-
como Isidoro, la aproximan a la ira derarse la c. una modalidad perver-
169 contingens

sa de ella. Dice al respecto Rodolfo que la c. está llamada a contrarres-


Ardente (cf. Spec. univ. XIII, 166) tar esta última tendencia, pero de
que se debe discutir ad veritatem y ningún modo a aniquilar el deseo y
no in veritatem, donde la preposi- gozo que acompañan las operacio-
ción de la primera expresión alu- nes naturales del hombre. Cf. tem-
de al fin perseguido, mientras que perantia, in fine.
la preposición de la última es un
quo de hostilidad: se ha de dispu- continere. Es un verbo que señala el
tar buscando la verdad y no contra estar metafísicamente una cosa
ella. contenida en otra que tiene un ser,
por así decir, más general. En este
contiguum. Del latín cum tangere, el sentido, por ej., Porfirio dice que el
contiguum es un tipo de extensión género contiene la especie. Los es-
(véase continuum). Específicamen- colásticos distinguieron tres formas
te, alude a la relación entre dos co- de contención: 1. c. formaliter es el
sas que se tocan con sus extremos, contener algo en sí, por sí y en ac-
sin confundirse, como señala Aris- to; de este modo, el fuego contiene
tóteles en Fís. V, 3, 226b 23. Ta- el calor. En cambio, 2. c. eminen-
les cosas son denominadas precisa- ter significa incluirlo en una forma
mente contigua. Adviértase que el más perfecta, como la capacidad
hecho de que los entes sean c. no humana de abstracción cognosciti-
implica unión entre ellos, sino in- va contiene la sensibilidad; de esa
mediatez espacial, de donde la de- manera, por ej., el hombre contie-
finición escolástica: “Contigua dice- ne de modo eminencial las perfec-
bantur illa, quorum extrema sunt si- ciones del animal. Por último, hay
mul, id est in locis immediatis ”. quienes han hablado de un 3. c. vir-
Sólo por analogía, dos conceptos tualiter que señala el contener una
comprendidos en un sistema orde- capacidad, esto es, el poder causar
nado, se llamaron c., cuando entre un efecto determinado.
ellos no se interponen otros.
contingens. Desde el punto de vista
continentia. Es la virtud por la que se metafísico, es frecuente definir lo
resiste a la cupiditas (véase) en una c. como algo que puede ser y que
de sus formas, la de la concupiscen- puede no ser (véase contingentia).
cia sensible. En sentido general, la Con todo, la definición más co-
continencia es la capacidad de lu- mún es la negativa, que entiende
cha contra el vicio con el fin de que por c. lo que no es ni imposible ni
prevalezca la recta ratio. En sentido necesario. Ésta es la caracterización
estricto, se refiere específicamen- que, atravesando toda la Edad Me-
te a los placeres que acompañan la dia, desde Aristóteles llega a Oc-
ingesta y la actividad sexual. Se ha kham (Exp. Aurea 127b).
de tener presente que, en particu- Desde el punto de vista gnoseo-
lar, en los escolásticos más aristoté- lógico, los entes ontológicamen-
licos, es decir, los que suscriben la te contingentes pueden alcanzarse
ética de la virtud como punto equi- por medio de la experiencia, mien-
distante entre un defecto y el co- tras que lo necesario (véase necessa-
rrespondiente exceso, insisten en rium), se conoce mediante la razón.
contingenter 170

Esto obedece a que a lo contingen- Pero en la Edad Media es el pun-


te corresponde el hecho accidental to de vista metafísico el que pre-
y particular; a lo necesario, en cam- domina. En él, se subraya lo c. co-
bio, corresponde el Ser en su carác- mo el rasgo más propio de los entes
ter de absoluto, o sea, Dios, pero creados, en tanto opuestos a Dios
también aquello que, aún pertene- como Ser necesario. Así, aparece
ciendo al mundo de lo sensible, ga- en Tomás de Aquino, quien insiste
rantiza la estabilidad y racionalidad en el carácter de ser a partir de otro
de su estructura, como, por ej., el (véase ab alio) de todo ens c. Pero
principio de la identidad. Más aún, esta afirmación plantea una serie
en ese orden, hay una vinculación de problemas con respecto a la re-
entre lo contingente y lo necesario. lación entre el Creador y lo creado;
Así, que Juan corra, por ej., es con- por ej., el de establecer el grado de
tingente, ya que puede no correr; contingencia –en lo que ésta impli-
pero no lo es la relación entre co- ca de no ser– propia de la criatu-
rrer y el movimiento, pues es nece- ra. Para aquellos escolásticos que
sario que Juan se mueva si corre. defienden una separación comple-
Todos los pensadores que abor- ta entre Dios y lo creado, la contin-
daron el tema, aun aquellos que gencia del último será radical. En
fundan su especulación en el Ser cambio, para el Aquinate, lo c. tie-
necesario, han admitido una esfe- ne algún tipo de realidad y no es
ra de lo c. en la realidad. Como es enteramente dependiente en su ser
sabido, Aristóteles procuró cons- de otro ente: así, por ej., no puede
truir un sistema en el que cada he- atribuirse una contingencia absolu-
cho debe encontrar su propia razón ta al caso del alma, que no es co-
de ser en las causas del devenir; de rruptible (cf. S.Th., I, q. 86, a. 3).
ahí que haya definido con atención Una elaboración notable del tema
el concepto de c. y formulado una aparece en Duns Scoto, para quien
doctrina sobre él. Para el Estagirita, el acto c. está en la misma voluntad
lo contingente es no sólo aquello creadora de Dios, puesto que Él no
que no es ni imposible ni necesa- se ha visto constreñido por ningu-
rio sino también aquello de lo que na razón de necesidad en la crea-
puede darse tanto la afirmación co- ción. La libertad misma del hom-
mo la negación (cf. An. Pr. I, 32). bre tiene por fundamento la esen-
Así, encontramos, respectivamen- cial libertad divina: la voluntad hu-
te, un primer esbozo del enfoque mana es libre, en el sentido de que
ontológico y lógico del tema. En ella es completamente indetermi-
la Metafísica, y en la Física, agrega nada, y se revela en actos de elec-
que no se puede hallar explicación ción absolutamente contingentes,
racional de algunos hechos que se a tal punto que, si faltara esta con-
dan por accidente. Otros, si bien tingencia, no se podría hablar de
exteriormente obedecen a un fin, responsabilidad moral.
no poseen un principio determi-
nante; aquí, lo c. se debe al azar o contingenter. Adverbio que suele apa-
a la fortuna. recer acompañando los verbos fie-
ri o producere. Cuando está acotan-
do al primero, indica que una cosa
171 continuatio

puede o bien darse, o bien no dar- En el pensamiento medieval, la


se jamás; generalmente, se usa para noción de c. está íntimamente liga-
designar lo que un agente produ- da con la de creación ex nihilo (véa-
ce libremente. Sin embargo, en este se creatio). En efecto, todo lo crea-
último sentido, se prefiere frecuen- do ha sido puesto en el ser, a partir
temente el verbo producere. La ex- del no ser, es decir, de la nada. Tal
presión c. producere señala que una origen le impone el sello de la con-
causa produce su efecto, pudiendo tingencia, dado que el paso inicial
no producirlo, ya que su naturaleza del no ser al ser determina la preca-
no la determina ni a una cosa ni a riedad ontológica de las criaturas:
la otra. Éste es, precisamente, el ca- éstas no son de suyo, no poseen el
so de los agentes libres. ser necesariamente, sino que les ha
sido donado. De ahí que tiendan al
contingentia. La contingencia es un cambio, o sea, a la oscilación entre
especificación de la posibilidad. El el ser y el no ser, y que el hombre
enfoque lógico de la cuestión dio pueda representárselas como exis-
lugar a la concepción que los nomi- tiendo o no, sin caer en contradic-
nalistas en particular tuvieron so- ción.
bre el tema: ellos entendieron la c.
en este plano como lo que connota continuatio. Se trata de un término
que aquello que afirma una propo- que asume acepciones muy dis-
sición puede no ser; así se lee, por tintas según el autor en que se en-
ej., en Guillermo de Ockham (cf. cuentre. Como propio del vocabu-
Quodl, VI, q.30). En el orden me- lario bonaventuriano, la c. intervie-
tafísico, el término indica funda- ne en la explicación de los conoci-
mentalmente la capacidad de exis- mientos ciertos que puede poseer
tir: cuando algo simplemente pue- una inteligencia creada. En efecto,
de existir, es “posible”, en el senti- según Buenaventura, la obtención
do de “no contradictorio”; cuando de tales conocimientos obedece al
algo dado puede no existir, es “po- concurso de dos factores: uno crea-
sible” en el sentido de “contingen- do, constituido por las formas, las
te”. Por eso, la c. se opone directa- especies, los hábitos, etc.; y el otro
mente a la necesidad (véase neces- increado, dado por las razones eter-
sitas). A la vez, una especificación nas o motivae (véase), la luz eterna
de la contingencia es la casualidad, y la verdad eterna. La c. consiste en
es decir, la posibilidad de que algo la acción conjunta de ambos facto-
suceda o no, más allá de la finali- res, desde la elaboración de los co-
dad de un agente. Por otra parte, el nocimientos ciertos hasta la plena
concepto de c. está relacionado con reducción de la inteligencia creada
el de libertad, en cuanto capacidad a las ideas ejemplares divinas (véa-
de elección. Pero, en este sentido, se reductio).
la contingencia no atañe a la liber- En cambio, para Ockham, la c.
tad como tal, sino al acto y al obje- tiene un significado completamen-
to: el acto libre es contingente en la te diferente, relativo a la catego-
medida en que puede darse o no; el ría de cantidad. En este orden, se-
objeto también es contingente, en ñala el carácter de continuum (véa-
cuanto que puede ser elegido o no.
continuum 172

se), opuesto a lo discreto o discon- y a un c. successivum. El primero es


tinuo. el continuo estático, llamado tam-
bién simultáneo, porque sus partes
continuum. En general, se denomina están dadas a la vez (simul existunt),
“continuo” a lo que carece de in- por ej., un leño, o una superficie
terrupción. Pero la noción de c. se geométrica. Una propiedad esen-
relaciona fundamentalmente con cial del c. permanens es su divisibili-
la de cantidad. En efecto, se suelen dad en partes integrantes, o sea, en
distinguir dos aspectos en la no- partes que tienen la misma natura-
ción de cantidad; así, se habla de leza que el todo: un cuerpo sólido
cantidad discreta y cantidad conti- es un continuo, por ende, es divi-
nua. Lo que las distingue es que, a sible en corpúsculos sólidos; una
diferencia de la discreta, en la can- segmento es divisible en segmen-
tidad continua, las partes constitu- tos más breves, etc. Pero cada una
yen un todo único y per se. Pero lo de estas partes son también exten-
específico en esta noción es que la siones, son continua y, por consi-
disposición de dichas partes es tal guiente, divisibles, de manera que
que el término de una es, al mis- la divisibilidad del c. es indefinida.
mo tiempo, el comienzo de la si- El continuo sucesivo es aquel cu-
guiente, es decir que no hay entre yas partes se dan una después de la
ellas ninguna instancia intermedia; otra, es decir, aquella extensión cu-
por lo demás, ambas pertenecen a ya continuidad está dada sólo por
la misma especie, ya que forman una sucesión no interrumpida. Tal
parte de un todo homogéneo. Los es el caso del movimiento y el tiem-
problemas filosóficos relativos al c. po (véanse motus y tempus).
no nacen, como se ve, de una con- Cabe añadir que, para los nomi-
sideración matemática, sino meta- nalistas al menos, las partes del c.
física, ya que se toma el continuo, existen en acto, ya que lo que no
principalmente, en tanto ente ma- existe no puede constituir un ser
terial extenso. real y, según esta posición, lo c. lo
Ahora bien, Aristóteles distin- es. Con todo, en el c., dichas par-
guió tres géneros de extensión: tes no están actualmente separa-
consecutiva, contigua y continua. das (cf., por ej., Guillermo de Oc-
Las extensiones consecutivas son kham, Exp. Aurea, qq. 67-69).
aquellas entre las cuales no hay na-
da del mismo género; las contiguas contra. La idea expresada en este ad-
son aquellas cuyos extremos se to- verbio es la de algo que está enfren-
can; las continuas son aquellas cu- te y opuesto a otra cosa, por eso, se
yos extremos constituyen una cosa puede traducir por “contrariamen-
sola (cf. Fis. VI, 1, 231a 22). Por te”. Con ese sentido general se une
tanto, para que se pueda hablar de a otras palabras para formar sustan-
c. se requiere, además de la ausen- tivos como contradictio.
cia de interrupción, la unidad in- Pero en los textos filosóficos pa-
trínseca que hace que nos hallemos trísticos y medievales, aparece más
frente a una sola sustancia. frecuentemente como preposición
Siguiendo a Aristóteles, la Esco- de acusativo. Prolongando en el
lástica se refirió a un c. permanens uso preposicional la mencionada
173 contradictio

idea de oposición, lo hace, en es- pues, a Nicolás de Cusa resignificar


pecial, en los títulos de obras polé- la antigua sentencia de Anaxágoras
micas, como el agustiniano C. Aca- “Quodlibet in quolibet” (De docta
démicos, donde el hiponense discu- ign. II, 5): “todo está en todo”.
te con el escepticismo, el De unita- Cabe aclarar que estas afirmacio-
te intellectu c. Averroistas de Tomás nes no tienen un carácter panteísta:
de Aquino, en el que éste polemiza el Cusano considera que el mundo
con la idea averroísta del intelecto no es nada aparte de Dios, puesto
único. De matiz algo diferente es el que su relación con Él es la de un
término adversus (véase). espejo con lo reflejado.
contractio. Es el resultado de un actus contradictio. En términos generales,
contrahendi uno de cuyos significa- la contradicción es la simultánea
dos es “volver pequeño a lo gran- afirmación y negación de lo mis-
de”. Agustín de Hipona utiliza el mo. Pertenece, pues, al orden lógi-
término como opuesto a diffusio: co y no al natural, al estar vincu-
“laetitia, animi diffusio est; tristitia lada con un momento del pensa-
autem, c.”. En la Escolástica del si- miento humano: el juicio. Los au-
glo XIV, estas nociones aparecen li- tores escolásticos siguen puntual-
gadas con el problema de los uni- mente en este tema a Aristóteles,
versales; así, para los escotistas, quien establece algunas precisiones
la naturaleza común se conside- importantes sobre él: la c. u opo-
ra “contraída” en lo singular, sien- sición contradictoria es afirmación
do esta “differentia contrahens” una y negación de un mismo predica-
de las tesis más fuertemente critica- do con respecto a un mismo sujeto,
das por Guillermo de Ockham (In en el mismo sentido (cf. De int. VI,
Sent. I, dist. 2, q. VI). 17a, 34-38). Pero añade una dis-
En la obra de Nicolás de Cusa, el tinción entre lo que después se lla-
término “contractus” aparece liga- mó c. formalis o in terminis, c. ma-
do a la multiplicidad: el universo terialis y c. in adiecto. La primera es
es llamado “maximum contractum” la contradicción en términos, la ex-
por oposición al “maximum absolu- plícita afirmación y negación de un
tum”, precisamente por ser la uni- predicado idéntico, ya sea en cuan-
dad de la pluralidad. La contractio to al sentido, ya en cuanto a la ex-
cusana tiene dos notas fundamen- presión verbal. La segunda, o sea,
tales: de un lado, implica deter- la contradicción material, es la que
minación: “Contractio dicit ad ali- se da entre dos juicios con diversos
quid, ut ad essendum hoc vel illud” predicados, de los cuales uno anu-
(De docta ign. II, 2); de otro, impli- la al otro. De estos dos tipos de c.,
ca presencia recíproca entre la uni- la segunda reviste mayor importan-
dad de lo contracto, es decir el uni- cia, dado que mediante su forma,
verso, y cada una de las cosas exis- suelen plantearse diversos dilemas
tentes. Así, el universo todo, uni- filosóficos, mientras que la prime-
dad de la determinación, reside en ra ni siquiera puede admitirse co-
cada cosa contracte y toda cosa en mo pensamiento efectivo, salvo
acto contrahit el universo todo. La por error. La tercera, in adiecto, es
doctrina de la contracción permite, la que se establece entre un sujeto
contradictoria 174

gramatical y su acotación; por ej., particular –positiva o negativa– se


“ser viviente inanimado”. La c. de oponen tanto en la cantidad co-
este último tipo puede dejar de ser mo en la cualidad, no admitiendo
tal, si varía el contenido del sujeto, una tercera proposición enterme-
o bien el de lo que se añade a él; así, dia: “Todo S es P”; “Algun S no es
la expresión “fenómenos psíquicos P”. Se trata, pues, de otra modali-
inconscientes” hubiera constituído dad de exclusión.
una c. in adiecto para los medieva- En sentido absoluto, metafísico,
les, pero no la constituye hoy para hay contradicción en aquellas cosas
la Psicología profunda. lógica y ontológicamente imposi-
bles, puesto que los elementos an-
contradictoria. Se han diferenciado titéticos en sus conceptos las hacen
dos sentidos de este vocablo: uno absurdas; por ej., “círculo cuadra-
que concierne sólo a las proposi- do” o “criatura incausada”.
ciones y otro que concierne a las
cosas. Conviene aclarar, sin embar- contrahere. Es verbo que asume fun-
go, que, en virtud de su posición damentalmente dos sentidos: el ló-
doctrinal, los nominalistas entien- gico y el metafísico, siendo en este
den que c. es aplicable sólo a tér- último propio del pensamiento de
minos y proposiciones. Así, por ej., Nicolás de Cusa (véase contractio).
Ockham define los términos con- En el plano lógico, en general, alu-
tradictorios diciendo que son tales de a dividir el género en especies, o
cuando uno significa afirmativa- la especie en sus miembros indivi-
mente lo que el otro negativamente duales, atribuyendo después un gé-
y sin determinación alguna, vg. los nero a alguna especie o una especie
términos “hombre y no hombre”, a un individuo; así, cuando se di-
y no “hombre y piedra” u “hom- ce “El hombre es animal”, “el hom-
bre y árbol”. En cuanto a las pro- bre” contrae el género de la anima-
posiciones, se llaman c. dos propo- lidad. De modo similar, al decir
siciones que tienen el mismo suje- “Pedro es hombre”, “Pedro” con-
to y el mismo predicado, que una trae la especie de la humanidad. De
afirma y la otra niega, siendo una esta manera, el género animal se
universal y la otra particular o las determina o aplica al hombre, co-
dos singulares. Así, se distingue en- mo la humanidad a Pedro.
tre la contradictoriedad de dos jui-
cios singulares, y la que puede pre- contrapassum. Este término seña-
sentar un juicio universal y uno la lo padecido en reciprocidad o
particular. En el primer caso, dos lo recibido en compensación. Es,
proposiciones singulares son con- pues, una noción próxima a la de
tradictorias en cuanto que una de “la ley del talión”. Aristóteles pare-
ellas niega el mismo predicado que ce negar su legitimidad en Et. Nic.
la otra afirma: “S es P”; “S no es P”. V, 5, 1132b 23. Sobre sus huellas,
Aquí, la exclusión mutua es absolu- Tomás de Aquino se pregunta si lo
ta: si una proposición es verdadera, justo es esencialmente lo mismo
la otra es falsa, y viceversa. En el se- que el c. Para responderse, recuer-
gundo caso, una proposición uni- da las dos clases aristotélicas de jus-
versal –positiva o negativa– y una ticia: la distributiva y la conmuta-
175 contraria

tiva (véase iustitia 2.) y considera gen de la justicia divina sino tipifi-
justo el c. en el plano de la última car poéticamente –en una alegoría
pero no de la primera, ya que en la filosófica y, en particular, ética– ca-
justicia distributiva no se determi- da uno de los vicios.
na la igualdad según la proporción
de cosa a cosa, de lo hecho a lo pa- contraria. En lógica, se denominan
decido, sino según la proporciona- “contrarias” las proposiciones que
lidad de cosas a personas; por eso, guardan una forma particular de
el c. no se puede asimilar a lo justo oposición. Según Aristóteles, son
en el plano de la justicia divina (cf. c. dos proposiciones que afirman
S.Th. II-II, q.61, a.4). y niegan universalmente el mismo
El concepto de c. es fundamen- predicado (cf. De int. VII, 17a, 38
tal en Dante, quien conoce, al me- y ss); por ej., “Todo hombre es ra-
nos parcialmente, la historia de la cional”; “Ningún hombre es racio-
noción. De hecho, constituye una nal”. En virtud de esa mutua opo-
clave importante en la construc- sición, no pueden ser ambas falsas,
ción de la Divina Commedia en su como en el caso siguiente: “Todo
dimensión alegórica. Él mismo ha- hombre es negro”; “Ningún hom-
ce mención explícita del término bre es negro”. En este caso, la pro-
en Inf. XXVIII, 142. En este con- posición verdadera es particular, en
texto, el c. es la forma y circunstan- tanto intermedia entre dos univer-
cias en que el poeta presenta, ale- sales. En eso radica la diferencia
góricamente, las almas humanas en entre las proposiciones c. y las con-
su estado de dolor, purificación o tradictorias (véase contradictoria):
gozo que a cada una compete des- las últimas no admiten, entre ellas,
pués de la muerte. dicha proposición intermedia.
El carácter alegórico del contra- Por analogía con las proposicio-
paso dantesco puede revestir un nes, dos conceptos se consideran
sentido directo o inverso. Así, por contrarios cuando, refiriéndose al
ej., según el primero, imagina a los mismo contenido, género o sujeto,
condenados por lujuria arrastrados expresan sus grados extremos; por
eternamente por un vendaval ince- ej., óptimo-pésimo. Pero los con-
sante, así como en vida se vieron ceptos remiten a las cosas. Así, los
arrastrados por su pasión desorde- autores escolásticos hablaron de co-
nada; con arreglo al segundo tipo sas “contrarias”, para referirse a for-
de c., en cambio, describe atrapa- mas tales que pueden existir sucesi-
dos en sepulcros incandescentes a va pero no simultáneamente en el
aquellos herejes que en este mundo mismo sujeto. Por otra parte, esta-
negaron la inmortalidad del alma y blecieron acerca de las cosas c. la si-
supusieron que todo terminaba en guiente distinción: c. inmediata son
una fría tumba. aquellas cosas entre las que no pue-
Se ha de subrayar que, probable- de darse nada intermedio; mientras
mente teniendo en cuenta la men- que c. mediata son aquellas que sí
cionada distinción tomista, a través lo admiten, como la blancura y la
del c. como trámite literario, Dan- negrura.
te no pretende presentar una ima-
contrarietas 176

contrarietas. En lógica, es la relación Así, no es posible encontrar una so-


de oposición que guardan las pro- la definición unívoca de c. que abra
posiciones o términos contrarios caminos de análisis. Claro está que
(véase contraria). De este modo, se constituye, por excelencia, un pe-
entiende por c., en general, toda re- cado de la lengua. Por sus caracte-
pugnancia entre cosas o conceptos; rísticas, acompaña los cambios cul-
en sentido estricto, es la que se da turales dados particularmente en-
entre términos que no se pueden tre los siglos XI y XIII, ya que el in-
afirmar al mismo tiempo de un sulto se vincula con las diferentes
mismo sujeto. valoraciones sociales. El contenido
En términos antropológicos, se de la c. es siempre un mal, un peca-
refiere a una modalidad que asume do, un delito, algo infamante o aun
la libertad humana (véase libertas, meramente indecoroso. Con arre-
in fine). glo a este criterio, se enumeraron,
aunque sin consenso entre los di-
contritio. En general, es, en la teolo- ferentes autores, las especies de la c.
gía cristiana medieval, el arrepenti- Para Rodolfo Ardente, se convier-
miento de los pecados. Con todo, te en convicium cuando el conteni-
entre los autores que provienen del do del insulto implica una exproba-
campo nominalista, existe la ten- tio peccati (cf. Spec. univ. XIII, 173-
dencia a considerar que la verda- 174). En cambio, Alejandro de
dera c. es la que deriva del amor a Halès considera que el convicium
Dios o timor filialis (véase timor), a tiene por objeto una “casi culpa”
diferencia de la attritio (véase). Cf., (cf. Summa Theol. III). No lejos de
por ej., Gabriel Biel, In IV Sent., él, Tomás de Aquino distingue la c.
d.16, q.1, a.2. que tiene por objeto una culpa, del
controversia. Cf. declamatio 2. convicium que alude a una pena, y
del improperium que señala una si-
contuitio. Este nombre, así como el tuación de minoridad o indigencia
verbo correspondiente contuire, es (cf. S.Th. II-II, q.72, a.1).
usado frecuentemente por Buena- Así, el mal ajeno se convierte en
ventura para aludir a un tema típi- c. en la boca de alguien a través
co de su pensamiento y central en de una denuncia o manifestación
su doctrina. A diferencia de su par, abierta y directa, a diferencia de la
intuitio (véase), la c. señala el cono- detractio (véase) que se profiere sin
cimiento indirecto que el alma ob- que la persona objeto de ella lo se-
tiene de Dios, ya sea mediante la pa. Por otra parte, supone al me-
consideración de los seres creados nos un oyente, a diferencia tam-
en cuanto son signos de Él, ya sea bién de la maledictio o de la blas-
mediante los efectos de la Gracia. phemia (véanse). Todos estos tipos
contumelia. Significa, en general, in- de insulto son, en definitiva, verba
juria o insulto verbal. Dada la va- vituperationis. De este modo, la vi-
riedad de los objetos posibles de c., tuperatio vincula el insulto con la
que originan diferentes especies de intención del sujeto injuriante que
insultos, hay muchos términos re- los autores medievales siempre han
lacionados con el que nos ocupa. adscrito a la ira. Se suele reservar el
177 conversio

término opprobrium para la ofensa Champeaux, considerarían este úl-


recibida, es decir, para la c. desde el timo un ejemplo de la c. realis.
punto de vista de la persona que es La segunda acepción del térmi-
objeto de ella. no que nos ocupa suele aparecer,
En general, la norma moral acon- aunque no siempre, en la cuestión
sejada es la de la no reacción; sin teológica relativa a la potentia Dei
embargo, se han señalado excep- (véase), en cuanto que la noción de
ciones. Alejandro de Halès, por ej., c. se opone, en este plano de aná-
tiene en cuenta la condición social lisis, a la de necesidad. En efecto,
del insultante y del injuriado, y ad- hay escritores medievales que, co-
mite no sólo la legitimidad sino la mo Buenaventura, han puesto el
obligación de reaccionar cuando la acento –antes que en el necesario
c. se dirige a un igual o a un su- orden de lo real captable por la ra-
perior en cuanto al officium (cf. zón– en la libérrima voluntad di-
ibid.). vina, el orden de cuyos designios
puede ser, en cambio, inaccesible a
convenientia. Este término aparece en la razón humana. Así pues, insistie-
la literatura filosófica y teológica de ron, por ej., en que el mundo crea-
la Edad Media con dos acepciones do no es necesario pero sí conve-
fundamentales, de las cuales, una niente, o que hay c. en la encarna-
concierne al plano lógico-metafí- ción del Verbo, aunque ella no era
sico; la otra, al teológico. Según la necesaria ni en sí misma ni en el
primera, c. es la vinculación entre modo en que se dio. Según el pun-
dos cosas o nociones, relación que to de vista de estos autores, en es-
las hace en algún sentido semejan- te último sentido de c., San Pablo
tes. Ahora bien, “convienen” preci- se refiere al momento puntual de la
samente por coincidir en una terce- encarnación mediante la expresión
ra instancia, por ej., la torre y el fa- “la plenitud de los tiempos” (Gal.
ro convienen en la altura; de ahí la 4, 4): convenía que entonces, y só-
sentencia escolástica que reza: quae lo entonces, ella tuviera lugar.
conveniunt in uno tertio, ea conve-
niunt inter se. En este plano, los conversio. Se ha usado el término “con-
medievales distinguieron entre: 1. versión” para aludir a 1. una trans-
c. realis que es la que se da entre las mutación física, 2. una equivalen-
cosas cuando una existe realmen- cia en el orden metafísico, 3. un
te en otra (véase inexistentia); 2. c. proceso espiritual y religioso, 4. un
per attributionem que se da cuan- cambio ede vida, 5. un procedi-
do algo puede servir de atributo a miento lógico. En 1. el primer sen-
un concepto, por ej., animal con- tido, el físico, se habla de c. como
viene a homo. Algunos han habla- de una transición o cambio de una
do de 3. c. rationalis que es aquella cosa en otra: “unius rei in aliam
por la que varias coinciden en un transitio”, por ej., la conversión de
concepto, por ej., homo y equus co- un árbol en leños. En 2. la segun-
inciden en una tercera noción que da acepción, es decir, en el orden
es la de animal. Con todo, aquellos metafísico, la noción de c. se em-
autores inscritos en la línea del rea- plea para referirse al 2.1. carácter
lismo extremo, como Guillermo de de intercambiables que tienen los
conversum-convertens 178

trascendentales (véase trascendenta- le emplearse la expresión c. enun-


le), en tanto que cada uno de ellos tiationum, la cual se define como
es una manera de decir “ente”, de “commutatio extremorum proposi-
referir a él: en este sentido, se di- tionis, servata essentiali qualitate, et
ce, por ej., “ens et bonum convertun- veritate”. Un ejemplo de c. enun-
tur”. También en el plano metafí- tiationum sería: “Ningún hombre
sico, pero con un significado mu- es un león”; “Ningún león es un
cho más específico, la palabra apa- hombre”. Los principales modos
rece, usada técnicamente, en los de conversión lógica, admitidos co-
textos neoplatónicos, aludiendo al mo válidos, son: 5.1. la c. pura o
2.2. movimiento inverso al de pro- simplex, en la que los dos términos
cesión, de que habla Plotino y, con o extremos conservan la misma ex-
él, muchos autores de la corriente tensión o cantidad, como en el ca-
neoplatónica medieval. Según 3. so mencionado; 5.2. la c. cuantita-
la tercera significación, la c. indica, tiva o per accidens –expresión intro-
generalmente, un pasaje de la in- ducida por Boecio– que es aque-
credulidad a la fe, lo que debe im- lla en la que el conversum tiene una
plicar un cambio de dirección en la extensión menor que el convertens;
propia vida, un giro completo del por ej., “Todos los leones son ma-
alma que culmina, las más de las míferos”; “Algunos mamíferos son
veces, en su transformación com- leones”; y 5.3. la c. por contraposi-
pleta. En este orden, c. traduce la ción, en al que varía no sólo la can-
palabra griega metánoia. El ejem- tidad, como en el caso anterior, si-
plo más frecuente de este sentido no también la cualidad lógica del
es la conversión religiosa y, en es- juicio, es decir, su carácter de afir-
pecial, la cristiana, tal como la des- mativo o negativo; por ej.: “Todos
cribe San Pablo. En el sentido de 4. los hombres bondadosos son hom-
cambio de vida, se habla de c. mo- bres sinceros”; “Algunos hombres
rum, es decir, de modificación de sinceros no son hombres bondado-
costumbres, que ha de acompañar sos”.
la conversión religiosa, como extir-
pación de vicios y establecimiento conversum-convertens. Cf. conver-
de virtudes. En tal contexto, la ex- sio 5.
presión mencionada es particular- convertentia. Cf. reciprocatio.
mente frecuente en los escritos de
los Padres y de los místicos especu- convertibile. Denomínase “converti-
lativos. ble” a aquella proposición pasible
En 5. su acepción lógica, c. de- de conversión lógica (véase conver-
signa una operación mediante la sio 5), según las reglas que la rigen
cual de un juicio que se denomi- y que la Edad Media tomó de Aris-
na “convertens”, se obtiene otro lla- tóteles (cf. An. Pr. I y II). Así, por
mado “conversum”. Dicho procedi- ej., una de ellos dice que los juicios
miento consiste en invertir el su- particulares afirmativos son con-
jeto y el predicado de una propo- vertibles, según la conversio sim-
sición dada, sin alterar su verdad. ple o pura (“Algunos músicos son
Por eso, en el plano lógico, sue- hombres altos”; “Algunos hombres
altos son músicos”); en cambio, no
179 copulatio

lo son, según este tipo de conver- tente”. El caso de las primeras pro-
sión, los juicios universales afirma- posiciones de ambos pares de ejem-
tivos (“Todos los elefantes son her- plos es el de enunciados que po-
bívoros”; “Todos los herbívoros son seen un verbo predicado: “razona”,
elefantes”). “existo”. Dichos enunciados se lla-
man de secundo adiacente. En cam-
convicium. Cf. contumelia. bio, las segundas proposiciones de
convictivus. Cf. improbativus. ambos pares, respectivamente, pre-
sentan un verbo llamado propia-
coordinatio. Se denomina c. in causis, mente “cópula” (“es”; “soy”); esos
es decir, coordinación en la línea enunciados se denominan de ter-
causal al orden de las causas entre sí tio adiacente. En virtud de todo es-
por el cual varias de la misma espe- to, se declara al verbo ‘ser’, el ver-
cie o del mismo género confluyen bo copulativo por excelencia: en
en o concurren a un mismo efecto. “Pedro razona”, el verbo ‘ser’ indi-
Respecto de las causas particulares ca su función copulativa sólo indi-
o singulares, cabe destacar que cada rectamente, mientras que en “Pe-
una de éstas confiere al efecto sólo dro es racional” manifiesta tal fun-
una parte de su virtud o potencia, ción directamente o in actu signa-
pero, el concurrir todas en la c., ha- tu. En cuanto a la aparición de es-
ce que muchas veces se encuentre ta palabra, cabe añadir que, si bien
en lo causado más de lo que hay en la fuente de la terminología medie-
ellas si se tomaran singularmente val concerniente a estos problemas
o aun consideradas en su conjun- se encuentra en Boecio, el término
to pero sin coordinación. Plus posse c., sólo adquiere pleno derecho de
esse in causato quam in singulis cau- ciudadanía a través de las Summu-
sarum coordinatarum. Así, cuando lae en lengua latina, y en la literatu-
se trata de una serie causal, la vir- ra escolástica bizantina.
tud eficiente radica en la con-cu-
rrencia. copulatio. Esta voz, que tiene el sen-
tido primario de “unión”, presen-
copula. En general, se llama “cópu- ta significados diversos según se
la” al verbo que liga el sujeto y el encuentre en contexto 1. gramati-
atributo, o que une sujeto y predi- cal, 2. lógico-gramatical, 3. exclusi-
cado. De ahí la frecuente afirma- vamente lógico. En sentido 1. gra-
ción escolástica “Verbum interpo- matical, c. se utiliza con el valor de
situm, praedicatum subiecto copu- impositio (véase); por eso, designa
lat”. Pero, en su significado estric- el acto por el que el intelecto sig-
to, se atribuye este nombre a las in- nifica algo per vocem, o sea, el acto
flexiones del verbo ‘ser’. Así, se ha por el cual se une un significado a
considerado que, en principio, to- una voz, como, sobre las huellas de
do enunciado puede convertirse en Prisciano, señala Martín de Dacia
otro en el que la c. desempeñe el en Modi significandi I.
papel de medio unificador entre el Desde el punto de vista 2. lógi-
sujeto y el predicado; por ej., “Pe- co-gramatical, c. indica el acto de
dro razona”; “Pedro es racional”; o unión implicado por la partícula
“yo existo”; “yo soy un ente exis- et, es decir, la conjunción “y”, por
cor 180

la que se unen ya sea elementos en rico, de la propia identidad. En En.


un enunciado como dos enuncia- in Ps. 134, 11, advierte sobre las
dos, según recuerdan, por ej., Gui- funciones que se realizan en esa in-
llermo de Shyreswood en sus Syn- terioridad consciente: “quaerit cor,
categoremata y Pedro Hispano en inspicit, intus testis est, iudex, appro-
Summ. Log. 7, 29. bator, adiutor, coronator”. Más espe-
Desde el punto de vista 3. exclu- cíficamente aún, un texto del Ser-
sivamente lógico, c. señala, en ge- mo 91, 5, señala el corazón como
neral, una forma de composición la misma conciencia moral: el c. es
(véase complexio): la que está da- aquel “ámbito del ser del hombre
da, precisamente, por la función de “ubi si plantaveris cupiditatem, spi-
la cópula, ya estudiada por Boecio nae procedunt; si plantaveris chari-
(cf. In De Int. II). De hecho, no to- tatem, fructus procedunt”. Así pues,
da complexio constituye una propo- c. en Agustín, indica: 1) la interio-
sición, como en el caso de “Socra- ridad más profunda del hombre, 2)
tes in foro”; pero, si se dice “Socra- la dimensión afectiva del alma, 3)
tes in foro ambulat” se tiene efecti- la conciencia moral, en cuanto es
vamente una proposición, esto es, la sede en y desde la que se elige
un enunciado al que se puede atri- el fin último, esto es, el norte por
buir verdad o falsedad. Esta fun- el que se guía toda vida humana.
ción de la c., la más estudiada en la En este último sentido, al relacio-
Edad Media, es justamente la copu- narse el concepto de corazón con
la (véase). los de amor y voluntad, constituye
también la instancia en la que ca-
cor. En cuanto órgano, los antiguos da hombre se convierte en miem-
consideraron el corazón como sede bro de la ciudad de Dios o de la te-
de las pasiones. El corazón es, ante rrena (véase civitas).
todo, la víscera como tal, pero en- En general, en los escolásticos
seguida se proyectó en él el “lugar” hay una diferencia de matiz, ya que
de algunos afectos y emociones, ellos identificaron el c. con el ape-
como el valor y la cólera, y así apa- tito de la vida afectiva, que se po-
rece en Homero. En sentido figu- dría denominar “activo”, a dife-
rado, pasó después a significar, en rencia del sentimiento que deno-
términos muy generales, la dimen- ta un aspecto más receptivo o pa-
sión anímica del hombre, su inte- sivo. Así, por ej., Tomás de Aqui-
rioridad y, en particular, la volun- no distingue la concordia de la pax
tad y el amor. En lo que concierne (véanse), en cuanto que la prime-
a los autores del período patrísti- ra alude al acuerdo de hecho que se
co, este vocablo, en la última acep- da entre las voluntades de distintos
ción mencionada, fue utilizado es- hombres; en cambio, puede acon-
pecialmente por Agustín de Hipo- tecer que, en el c. de un hombre en
na: para él, el c. alude a la interiori- particular, haya contrariedad entre
dad consciente de todo el hombre. sus sentimientos e impulsos, con lo
Por ej., dice, en Confessiones X, 3, que no se halla en paz. Por eso, és-
4 “cor meum ubi ego sum quicum- ta entraña no sólo la concordia, si-
que sum”, para expresar la “sede in- no la unión de apetitos en el cora-
terior”, siempre en sentido metafó-
181 corpus

zón de un mismo apetente (cf. S. 283a). Los escolásticos distinguie-


Th. II-II, q. 29, a. 1 c). ron, además, entre c. organicum y
c. mathematicum. El primero, ca-
coram. Preposición de ablativo que racterizado por el apetito sensitivo,
se suele traducir con la expresión es aquel cuyas partes obedecen ins-
“en presencia de”. Pero su valor trumentalmente a la virtus sensiti-
más frecuente en contexto medie- va del alma. Fue denominada “or-
val, y en sentido filosófico y teoló- ganismo”, en tanto que la voz grie-
gico, es la de “ante”, “respecto de”; ga “organon” se tradujo por “instru-
de ahí que el término c. Deo signifi- mentum”. El segundo, el matemá-
que “a los ojos de Dios” y sea usado tico, se definió como la cantidad o
en oposición a c. hominibus, es de- magnitud tridimensional.
cir, “a los ojos de los hombres”. Así, Ahora bien, continuando en el
por ej., la humildad de la autoacu- plano físico , mientras que para el
sación puede ser peligrosa c. homi- Estagirita todo cuerpo está infor-
nibus, pero es requerida y aun me- mado y ninguno constituye una
ritoria c. Deo. pura materia o potencialidad, al-
corporale. Voz que designa todo lo re- gunos autores de línea pitagóri-
ferente a un cuerpo en cuanto tal. ca y platónica, tienden a negar al
Por ende, contiene todas las notas c. tal in-formación y juzgan que,
implicadas en esta última noción en principio, no posee forma. Es-
(véase corpus). En acepción más to tiene repercusión en el orden an-
restringida, se utiliza en la expre- tropológico, ya que, en el caso del
sión c. per attributionem, término hombre, y sobre todo en el período
que equivale también a corporea y del humanismo renacentista, se lo
que indica todo aquello que –aun- ha considerado la prisión o aún el
que no es, de suyo, cuerpo– exige sepulcro del alma, dejando a un la-
por su naturaleza adherir intrínse- do la tesis de que ésta se encuentra
camente a un cuerpo; por ej., aque- en el cuerpo como elemento de in-
llas cualidades cuyo único modo formación. En el neoplatonismo, el
posible de existencia es el de inhe- c. es concebido, básicamente, co-
rir (inesse) en la materia, como cú- mo una de las series de la emana-
bico, denso, etc. ción, en franca oposición con algu-
nas tendencias estoicas que consi-
corpus. Pese a la multiplicidad de pun- deran que todo lo que es, es corpó-
tos de vista desde los cuales se ha reo.
abordado el concepto de cuerpo, Con el advenimiento del Cristia-
la nota prevalente es la que seña- nismo, en la Edad Media y ya en
la en él un modo de la extensión. el 2. orden antropológico, se plan-
Se puede hablar de c. 1. en el pla- teó la posibilidad de la espirituali-
no físico, 2. en el plano antropo- zación del cuerpo, sobre la base de
lógico, 3. en el plano literario. En la distinción patrística entre c. y
lo que concierne al primero, según materia. Para algunos Padres de la
Aristóteles, el c. es una realidad li- Iglesia, el cuerpo puede elevar ha-
mitada por una superficie, es de- cia sí la materia que lo constituye,
cir, una sustancia espacial (cf. Fís. de modo tal de posibilitar que esta
IV, 4, 204b; X, 1, 208b; VIII, 2,
corpus aristotelicum 182

última participe del orden y la for- Por oposición, se cree que los lla-
ma, en la medida en que se haga mados escritos “exotéricos”, com-
buen uso de ella. En este contexto puestos por los diálogos y el Protré-
había aparecido ya en San Pablo la ptico, se dirigían al público en ge-
noción de “cuerpo glorioso”, es de- neral. Todo parece indicar que fue-
cir, de un c. no sometido a las leyes ron estos últimos los que tuvieron
generales de la materia. La Escolás- mayor influencia en los lectores de
tica, en cambio, retoma líneas aris- la Antigüedad, desde la muerte de
totélicas de pensamiento al respec- Aristóteles hasta la edición de An-
to y concibe el cuerpo como una drónico de Rodas; entre otras co-
materia formada de suyo, es decir sas, porque el aristotelismo al que
que el c. es por sí mismo unión de se atienen, por ej., Cicerón y Epi-
materia y forma. curo, responde más a los escritos
En el 3. plano textual, el término exotéricos. En cambio, los grandes
indica 1. una serie de escritos; así escolásticos aristotélicos del siglo
3.1.1. es el conjunto de los escritos XIII, manejaron el c. a. como fuen-
que la tradición atribuye a una es- te indiscutible del pensamiento del
cuela o corriente, por ej., el c. her- Estagirita. Sin embargo, las investi-
meticum; 3.1.2. el conjunto de es- gaciones llevadas a cabo durante la
critos atribuidos a un autor deter- primera mitad del siglo XX han se-
minado, por ej., el c. galenicum; ñalado la posibilidad de que Aris-
3.1.3. el conjunto de las obras que tóteles sea autor sólo de un veinte o
se consideran auténticas de un au- treinta por ciento del c. a. debién-
tor y en las que, por exclusión de dose el resto a la redacción de Teo-
otras, se supone que éste ha expre- frasto sobre los materiales dejados
sado lo medular de su pensamien- por su maestro.
to, por ej., el c. aristotelicum. Siem-
pre en este orden, también puede corpus galenicum. Con este término
referirse a 3.2. un texto en particu- se designa al conjunto de escritos
lar, en el que indica 3.2.1. el desa- de Galeno, que tuvieron un peso
rrollo de las tesis planteadas en él, decisivo, sobre todo, en la Medici-
desarrollo que sigue al proemium na medieval. Pero es menester seña-
(véase); 3.2.2. en el caso de un ar- lar que el c. g. no se refiere al cam-
tículo de summa (articulus), se lla- po médico exclusivamente, porque
ma c. a la respuesta propia del au- si bien Galeno muestra una fuerte
tor ante la alternativa planteada en tendencia empirista, buscó siempre
ese artículo, en cuyo caso se lo sue- reglas que se orientaran a la formu-
le abreviar como c. lación de una metodología. Y para
la constitución de esta última, ape-
corpus aristotelicum. Se denomina ló a los filósofos.
bajo este nombre al conjunto de los
tratados esotéricos de Aristóteles, corpus hermeticum. En la Edad Me-
es decir, los que se destinaron a los dia, recibió este nombre un con-
iniciados en su filosofía, y que, a la junto de escritos de muy variada
vez, expresan su tendencia científi- naturaleza, que incluye temas de
ca. Constituyen, pues, el grueso de astrología, medicina, alquimia, fi-
la obra que se atribuye al Filósofo. losofía, física, psicología, etc. Ta-
183 corrigo

les escritos habían sido atribuídos cuerpo de Cristo, ya que Él es su


al dios egipcio Tot, cuyo equivalen- fundador y su cabeza, en la medida
te griego es Hermes, dios de la co- en que la provee de savia vital. Por
municación e inventor de la escri- ello, el dogma sostiene que quie-
tura y la aritmética. Como la dei- nes componen a la Iglesia viven,
dad egipcia era llamada también mediante la Gracia, la vida misma
“el Gran Thoth”, su correspon- de Cristo. La acotación “mysticum”
diente helénico recibió el nombre implica una distinción con el cuer-
de Hermes Trimegisto (“tres veces po físico de Cristo, al par que pone
grande”). En la etapa de retroceso en relieve el carácter que presenta
de la tradición racionalista griega, la Iglesia de constituir un misterio
estos textos se consideraron la su- por la última razón apuntada.
ma del “verdadero conocimiento”.
Si bien contienen observaciones de correlativum. Se llama así cada uno de
índole moral y religiosa, no presen- los términos vinculados por un ti-
tan, por ej., indicaciones para prác- po de relación denominada “mu-
ticas de culto. tua” (véase relatio 3.5.), es decir,
Lo fundamental, desde el pun- la que hay entre dos términos que
to de vista histórico, es que dieron se reclaman recíprocamente, como
origen a las formas fundamentales Creador y criatura, ya que no pue-
del así llamado “hermetismo”: una, de existir uno sin el otro. Siguiendo
más filosófica, aunque bajo el ropa- a Aristóteles, se ha distinguido en-
je de una revelación de Hermes, es tre 1. c. per se, en la que se confron-
de indudable predominio griego y tan dos entes y para los que rige es-
se ejemplifica con los Tratados her- trictamente lo anterior, y 2. c. per
méticos de Asclepio; la otra, de ten- accidens, relación en la que uno de
dencia más oriental, es mágico-as- ambos términos deriva del otro o
trológica y ofrece rasgos primitivis- lo implica como cualidad esencial
tas. Ambas líneas, la mística inte- o como proprium, por ej., conoci-
lectual y la mágica naturalista, se miento y cognoscible.
combinaron en la doctrina de Ju- corrigo. Término paleográfico, me-
lián, el Apóstata. diante él, como mediante su sinó-
corpus mysticum. A partir del siglo nimo, emendo, se advierte en nota
VII, se utilizó este término en la que se está corrigiendo un manus-
Teología cristiana para nombrar a crito. Entre los autores medievales
la Iglesia de Cristo, siguiendo la su- y los humanistas, aparece en los si-
premacía de diversos textos pau- guientes contextos: 1. indicando
linos . En efecto, en sentido figu- que la corrección es del autor, co-
rado, San Pablo llama a la Iglesia mo en Poggio Bracciolini (cf. Ep.
“cuerpo”, en tanto constituye un 3, 36); 2. señalando que es correc-
organismo. De hecho, posee una ción de la copia sobre el modelo,
multiplicidad de miembros que, en cuyo caso aparece en la expre-
con variedad de funciones, con- sión c. ad exemplar, como en Gua-
forman, con todo, una unidad es- rino (cf. Ep. 578, 56); 3. aclarando
piritual. Sin embargo, no se trata que la corrección resulta de la con-
de un cuerpo sólo moral, sino del
corruptio 184

frontación de códices, casos en los to la generación como la corrup-


que se lee c. cum. ción no afectan directamente a la
materia ni a la forma sino al com-
corruptio. En general, es la pérdida puesto mismo de ambas.
de una forma o perfección que su- Por su parte, Ockham escri-
fre un subiectum (véase), debida a be que, en sentido lato, una cosa
la insuficiencia más o menos direc- se corrompe cuando cesa de exis-
ta de fuerzas extrínsecas. Esta no- tir; en sentido estricto, hay c. cuan-
ción está ligada, pues, a la de mu- do una parte de un compuesto está
tatio (véase) sustancial o acciden- realmente separada de la otra. Des-
tal, pero expresa el aspecto exclusi- de el punto de vista lógico, se da
vamente negativo de la mutación, cuando un atributo deja de poder
en cuanto que alude al pasaje que afirmarse rectamente de algo, con
va de la posesión de una forma o la cual la proposición de la que se
perfección a la carencia o privación partió deja de ser verdadera (cf.
de ella. Por eso, Agustín de Hipo- Quaest. in libros Phys. q.109).
na, por ej., insiste en que la c. im-
plica una cierta bondad. En efecto, creatio. En rigor, “creación” significa
lo que se corrompe ha de ser bue- producción del ser a partir de la na-
no, porque no podría perder cierta da. Indica así la acción producto-
perfección, es decir, corromperse, ra por excelencia. Es, pues, un tér-
si no tuviera ninguna, como tam- mino que pertenece al vocabulario
poco podría corromperse si fuera estrictamente judeo-cristiano. En
máximamente bueno, puesto que, efecto, la especificación de c. como
en tal caso, se trataría de algo in- producción “ex nihilo” (véase), ra-
corruptible (cf. Conf. VII, 12, 18). dicaliza del modo más terminante
Así, la noción que nos ocupa remi- el origen de la realidad, haciéndola
te a la idea de la relativa bondad de depender así, por completo, del Ser
lo mutable. Absoluto: en la c. Dios pone lo real
En la Escolástica, se tendió a exa- en lugar de la nada. Hace surgir to-
minar la cuestión bajo otro pun- do lo que existe como algo distinto
to de vista: el de la constitución de sí, sin extraerlo ni de su propia
del subiectum que padece la c.. Se sustancia, ni de un elemento pre-
concluyó que ésta es propia de la existente.
sustancia corpórea, dado que sólo De esta manera, si bien, por una
puede descomponerse, o sea, co- parte, la c. ex nihilo es, de suyo, un
rromperse, lo que está compues- misterio en tanto niega un princi-
to de materia y forma. Cabe adver- pio lógico, al menos uno de los co-
tir que lo que se corrompe no es ni rolarios del principio de razón su-
la una ni la otra per se, sino la uni- ficiente (ex nihilo, nihil), por otra,
dad que constituyen; en todo caso, condice por entero con la concep-
al darse la c., los principios que la ción de un Dios absolutamente
componen se corrompen per acci- omnipotente, típica del Judeo-cris-
dens. (cf., por ej., Tomás de Aqui- tianismo. Como respuesta al pro-
no, In De gen. et corr. VII). De ahí blema del origen del mundo, la c.
que los escolásticos hayan estableci- se opone, entonces, a otras tesis,
do una sentencia que dice que tan- como la de emanatio (véase), que
185 creatio continuata

es generación de una realidad sepa- no del mundo, la dialéctica de lo fi-


rada a partir de la propia sustancia nito con lo infinito en el acto crea-
del emanante; la de processio (véa- dor, etc. La noción que nos ocu-
se), que consiste en la comunica- pa constituye así un gozne sobre el
ción de una naturaleza inmutable a que giran opciones metafísicas de-
otra persona sin división de sustan- finitorias en cada pensador patrís-
cia; o a la de transformatio (véase), tico-medieval que la ha abordado
que es la producción de un cambio (cf. por ej., Orígenes, De principiis,
de estado en el ser por obra de un passim; Agustín de Hipona, Conf.
agente externo. El carácter de ex ni- XII y XIII; Máximo, el Confesor,
hilo hace que el término c. se haya De carit. II, 6; Juan Damasceno,
reservado, en rigor, para este único De fide orthod. I, 7; Pedro Abelar-
caso del origen del universo, apli- do, Introd. ad Theol. III, 5; Alber-
cando los de generatio y, sobre to- to Magno, S. Th.. I, 13; Averroes,
do, factio, para los de la producción D. destruct.; Tomás de Aquino, De
humana. aeternitate mundi; Buenaventura,
En lo que concierne al modo de In IV Sent. II, 1; Siger de Brabante,
la producción, la c. es “productio rei De aeternitate mundi, etc).
ex nihilo sui et subiecti”; en cuanto Por último, puede decirse, en lí-
al efecto, es “productio rei in esse se- neas muy generales, que el pun-
cundum totam suam substantiam”; to crucial del planteo creacionista
en lo que respecta al término o fin, cristiano radica en la introducción
es “productio entis in quantum est de la libertad propia de un Dios
ens”. que es Persona y, por ende, de una
En síntesis, hasta aquí se tie- categoría personal, completamen-
ne que la c. ex nihilo implica fun- te ausente de lo Absoluto griego.
damentalmente tres afirmaciones: El pasaje conceptual que con ello
exclusiva dependencia del mundo se produce es de una enorme tras-
con respecto a Dios, distinción real cendencia, porque así, la causa del
entre el ser del mundo y el ser di- ser está puesta en Dios; mejor aún,
vino, y subsistencia ontológica del en la misma libertad divina, mien-
mundo sobre la nada. Se compren- tras que el origen del mundo reposa
de, entonces, que de la idea de c. en la nada.
derive toda una metafísica, una in- Autores nominalistas como Oc-
terpretación de la realidad que con- kham suelen distinguir entre la c.
lleva una serie de cuestiones de actio que es el mismo acto creador,
gran importancia filosófica. Ta- de la c. passio que es la criatura en
les cuestiones son principalmente, cuanto producida inmediatamente
a parte ante, la de la contingencia por Dios y dependiente inmediata-
(véase contingentia) de lo creado y, mente de Él (cf. In II Sent. qq. 4-
a parte post, la de la relación entre 5).
la perfección de Dios y la contin-
gencia e imperfección de lo creado. creatio continuata. Término que se
Esta última cuestión deriva, a su refiere a la conservación de lo crea-
vez, en otras, como el problema del do, es decir, a su permanencia en el
mal, la polémica de la eternidad o ser. El pensamiento medieval, par-
ticularmente, el escolástico, prefi-
creatura 186

rió usar esta expresión, en lugar de hecho de que la misma noción de


la de conservatio (véase), por haber criatura impide considerarla en tér-
entendido que la radicalidad de la minos absolutos: tanto el concep-
relación de la criatura respecto del to como el nombre que remite a él
Creador, compromete a la prime- la vinculan con un Creador que la
ra por entero. En efecto, dicha rela- arrancó, precisamente, de la nada.
ción de dependencia es tal que no Esta ambivalencia deriva en la co-
atañe sólo a un modo, un lugar, o presencia de ser y nada que hay en
un tiempo de la criatura, sino a to- todo lo creado y, a la vez, explica su
dos los aspectos de su existir. Así, esencial contingencia.
la distinción entre creación (véase Con todo, en términos relati-
creatio) y conservación es solamen- vos, ello no impide la considera-
te extrínseca, desde el momento en ción de lo creado. En este sentido,
que esta última es una creatio con- escolásticos como Tomás de Aqui-
tinuata o, desde la visión tempo- no entienden que pueden estudiar-
ral del hombre, la continuidad de se en toda c. cuatro aspectos en el
la primera (cf., por ej., Tomás de siguiente orden: en cuanto que es
Aquino, De pot. q. 5, a. 1, ad. 2; S. cierto ente, en cuanto que es una,
Th. I, q.. 104, a. 1). en cuanto que causa y obra, y en
cuanto a la relación que tiene con
creatura. Es el ser creado en cuanto tal los efectos causados (cf. S.Th. I,
(véase creatio). Ya desde la Patrísti- q.39, a.8 c).
ca, y en virtud de la doctrina del
vestigium y la similitudo (véanse) en credere. Etimológicamente hablan-
las cosas, se ha sostenido que todas do, en las más antiguas civiliza-
las criaturas contienen una cier- ciones, la raíz cred- hace alusión a
ta semejanza de Dios, aún cuan- cierto poder mágico en un ser del
do no puede haber proporción en- que se espera protección; por con-
tre Él y lo creado. Así lo afirma, por siguiente, “creer” en él significaba
ej., Agustín en De Gen. ad litt.16, proyectar en él dicho poder. En es-
59. Por otra parte, la literatura pa- to consistía la creencia, que poste-
trística y también la medieval pro- riormente fue reemplazada en la-
piamente dicha han insistido tanto tín por el sustantivo abstracto fi-
en la radical mutabilidad de la c. – des (véase). Con el Cristianismo se
en virtud de su doble procedencia, modifica la relación entre c. y fides
de un lado, el ser absoluto de Dios; y el verbo que nos ocupa pasó a sig-
de otro, la nada– como en el hecho nificar, más que creer en el sentido
de que su conservación es obra di- señalado, confesar la propia fe re-
vina (cf., por ej., del mismo Agus- ligiosa, con lo que el sujeto de es-
tín De vera rel. 36, 66 y Sermo 128, ta confesión se encuadraba institu-
2). También se ha subrayado, espe- cionalmente en alguna posición en
cialmente, durante la Escolástica, este campo.
que hasta en la ínfima c. se mani- La reflexión propia de la Patrís-
fiestan la infinita potencia, sabidu- tica sobre el tema del creer culmi-
ría y bondad divinas. Pero, por otra na en Agustín, quien distingue, de
parte, se pone énfasis en que, por sí un lado, la credulidad; de otro, el
sola, la c. nada es. Esto obedece al c. propio de la fe religiosa, según
187 credo quia absurdum

la atención y diligencia con que se to, la Escritura también lo es. Sin


consideran los contenidos propues- embargo, se trata de una distinción
tos. En efecto, para el hiponense, el sólo formal, ya que lo que se pro-
c. señala el asentimiento conscien- pone como materia de fe es en vir-
te, meditado y profundo en aque- tud de la auctoritas Dei. El volverse
llo que no se puede demostrar. La a Él, como discípulo suyo, es con-
fides (véase) se distingue del mero dición para alcanzar precisamente
creer en el hecho de que también la bienaventuranza última que es
puede tener la acepción de fideli- la visio Dei. Por último, cabe aña-
dad a aquello o a Aquel en quien dir que la Edad Media consideró
se cree. Agustín distingue tam- que el acto propio del c. puede ser
bién entre un creer natural, útil pa- meritorio en cuanto que implica el
ra muchas cosas de la vida humana asentimiento, y éste es propio de la
y cercano a lo que hoy se denomi- voluntad libre.
naría “confiabilidad”, y un creer so-
brenatural referido a las cosas que credibilia. Reciben este nombre las
no se ven. A diferencia de lo que proposiciones o tesis que, no sien-
ocurrirá después entre los escolásti- do en sí mismas evidentes, ni cons-
cos, en la perspectiva agustiniana se tando a los sentidos, ni pudien-
subraya la certeza que deriva de un do ser comprobadas racionalmen-
acto de fe. Por otra parte, el creer te, se proponen sólo como objeto
precede al acto de la razón y, de al- de creencia. No obstante, en gene-
gún modo, es condición de la po- ral, se las tiene por verdaderas, no
sibilidad que tiene esta última de por ser manifiestas sino por algún
comprender profundamente la rea- testimonio de verdad que suscita el
lidad (cf.De spir. et litt. 31, 54; De asentimiento (véase assensus, in fi-
mag.11, 37; Ep. 120, 3; De vera rel. ne).
VIII, 14). credo quia absurdum. Expresión que
En la Escolástica, creer se defi- indica que una verdad de fe ha de
ne como un pensar, es decir, un ac- ser creída tanto más firmemen-
to del entendimiento que indaga, te, cuanto menos accesible resulta
acompañado de asentimiento. Im- a la razón. Algunos autores la han
plica, por una parte, adhesión fir- usado, pues, para subrayar la en-
me a aquello en lo que se cree; por trega del asentimiento por parte
otra, conocimiento imperfecto. La del creyente, abandono que se tor-
imperfección de este tipo de cono- na tanto mayor cuanto más se opo-
cimiento radica en que no entraña nen los artículos de fe a los dicta-
una investigación de la razón natu- dos de la razón y de la experiencia.
ral que culmine en demostración, “Creo porque es absurdo” se atri-
sino sólo cierta indagación sobre buye frecuentemente a Tertuliano,
aquello que induce a creer. Los ob- pero, en su estricta literalidad, no
jetos del acto de fe se distinguen en se encuentra en los escritos de es-
creer en Dios (c. Deum), esto es, te autor. Con todo, hay en ellos ex-
en su existencia; y creer a Dios (c. presiones más o menos equivalen-
Deo), es decir, confiar en que su pa- tes, que dieron lugar a dicha atri-
labra es verdadera y que, por tan- bución. Por ej., “Et mortuus est Dei
credo ut intelligam 188

filius: prorsus credibile, est quia inep- prender (cf. De lib. arb. II, 2, 6; De
tum est. Et sepultus resurrexit: certus vera relig. V, 24; De ordine II, 9).
est, quia impossibile est” (De carne Anselmo d’Aosta recoge este
Christi 5). De este modo, se ve que, planteo agustiniano y lo eleva hasta
al menos, el sentido de la sentencia convertirlo en el canon de su me-
está en el espíritu de Tertuliano y, todología teológica bajo la fórmu-
a la vez, es reveladora de la índole la fides quaerens intellectum (véase).
de su pensamiento (cf. fides quae- Este hecho tiene una explicación
res intellectum). De hecho, duran- en las circunstancias de la época en
te el período patrístico, Tertuliano que vive Anselmo. En efecto, hu-
encabezó y representó toda una co- bo de enfrentarse a dos posiciones
rriente que hace la detracción de la que, en su tiempo, se habían vuelto
filosofía, a diferencia de lo que su- extremas: la de los dialécticos, que
cede, por ej., con Justino y otros confiaban sólo a la razón la com-
apologistas. Éstos, en cambio, van prensión de los misterios de la fe;
incorporando las distintas líneas y la de los teólogos antidialécticos,
tradicionales del pensamiento filo- que rechazaban taxativamente to-
sófico que reciben a la fe reciente- da injerencia de la especulación en
mente abrazada para construir una ellos. Aunque contra los primeros
nueva concepción del mundo y del Anselmo sostuvo la prioridad de la
hombre. fe sobre la indagación racional, el
peso de su polémica se dirigió más
credo ut intelligam. Fórmula que in- bien contra los segundos, a quienes
dica el pasaje de la fe a la intelec- intentó mostrar el deber de la ra-
ción de la realidad. El “creo pa- zón de apelar al intelectus fidei, que
ra entender” es expresión acuña- constituye la confirmación de la
da por Agustín de Hipona, si bien certeza de fe (cf. Proslogion I; Cur
en él asume la forma exhortativa Deus Homo I). Con ello, inaugu-
del “crede ut intelligas”, sobre la ba- ró el espíritu que alienta en la Es-
se, además del texto de Isaías VII, colástica: es mérito de Anselmo ha-
9 “Nisi credideretis, non intelligetis”. ber elaborado sobre este principio
Ahora bien, en Agustín, esta sen- la base de un método válido para la
tencia está referida, sobre todo, a la Teología.
función iluminadora y hasta tras- En síntesis, podría decirse qui-
cendente de la fe sobre el intelec- zá, pero a condición de no radica-
to; en tal contexto, la fe constitu- lizar la observación, que, mientras
ye, desde su perspectiva, el ámbi- que Agustín tiende a poner el acen-
to apropiado para la intelección de to en el primer verbo de esta fór-
la más alta verdad. Aunque no se mula, Anselmo subraya el segundo.
pueden considerar como halladas No obstante, tanto en Agustín co-
ciertas verdades –por ej., la existen- mo en Anselmo, la fe constituye el
cia de Dios–, se cree en ellas sin co- supuesto de la razón.
nocerlas. Pero tampoco se está en
las mejores condiciones para en- culpa. Lo primero a señalar respec-
contrarlas, si primero no se cree en to del concepto medieval de cul-
lo que luego se ha de intentar com- pa es su carácter esencialmente éti-
co y no psicológico. Por c. no se en-
189 cupiditas

tiende primariamente en la Edad culpa. De hecho, el hiponense, au-


Media el sentimiento de tal sino toridad a quien los escolásticos si-
un mal moral, una falta cometida guen en este tema, considera que es
con el asentimiento de la voluntad. la misma voluntad humana la cas-
Lo que suele denominarse “remor- tigada con la pena (cf. De lib. arb.
dimiento” entra en la categoría de III, 15, 44; Ep. 102, 27).
poena (véase) que puede ser conse- Por su parte, Pedro Abelardo su-
cuencia de la culpa. braya la relación entre la c. y, por
En tal sentido, los autores me- una parte, el alma misma; por otra,
dievales han distinguido claramen- Dios. En cuanto a la primera, sos-
te entre ambas sobre la base común tiene que la culpa es lo que hace
del mal en cuanto privación del que el alma merezca la condena;
bien como perfección de un ser da- respecto de la segunda, afirma que
do. En efecto, en el caso del ser ra- es lo que confiere al alma el reatus
cional, dotado de voluntad, el mal ante Dios (cf. Eth. II). De esta ma-
se encuentra de un modo eminen- nera, la noción abelardiana de c.
te en ésta, ya que el objeto de la vo- pone un cierto énfasis en la íntima
luntad es precisamente el bien. Así conciencia del demérito por parte
pues, el mal que consiste en la fal- del hombre.
ta de perfección, o sea, de la ope-
ración debida de la voluntad –esto cum hoc ergo propter hoc. La tra-
es, el acto voluntario con arreglo a ducción literal de esta locución es:
la razón– es justamente la c. De es- “Con eso (o, junto con eso), lue-
te modo, es constitutivo de la cul- go, a causa de eso”. Es un tipo de
pa el ser un acto desordenado cu- sofisma (véase sophisma) en el que
yo defecto está directamente en po- se atribuye el carácter de causa a al-
der del sujeto. En cambio, la pena go que no lo es, pero que puede pa-
es la sustracción de la forma o de la recerlo por darse siempre acompa-
integridad del ser –como la cegue- ñando a su supuesto efecto. Es, por
ra ya sea física, mental o espiritual– tanto, una subclase del sofisma lla-
por ej., la privación de la gracia di- mado de la “falsa causa”.
vina. En este sentido, los autores cupiditas. Para algunos sinónimo de
medievales suelen seguir la tradi- deseo, la c. es una especie del amor
ción instaurada por Dionisio cuan- en el más amplio sentido de este
do afirma que el mal de la c. es su- último término. Se la define como
perior al de la pena, puesto que el aquel movimiento del alma huma-
hacerse reo o pasible de castigo es na por el que ella quiere apropiarse
peor que ser castigado (cf. De div. de alguna cosa ausente o que aún
nom. IV, 22). no tiene, pero que ha percibido y
En este orden, ya desde Agustín juzgado como buena y cuya ima-
se insistió en atribuir al hombre gen abraza como si ya la poseyera.
exclusivamente la c., o sea, el mal En la Escolástica, algunos autores
moral cometido, y a Dios, directa distinguieron la c. del desiderium,
o indirectamente, el castigo o la pe- por la nota de futuro que su obje-
na, entendida como restitución del to implica; de la spes, porque no se
orden y corrección del sujeto de la lo considera o percibe como de di-
curiositas 190

fícil adquisición; del amor, por el grados de la soberbia, entre los que
pregustar la posesión de ese obje- la cuenta. La razón de ello estriba
to. Por lo demás, así como el amor en que es central en su pensamien-
es causa de delectación, la c. es cau- to la idea de que todo aquello que
sa de la voluptas (véase cada uno de no concierne a la salvación es vano
estos términos). para el cristiano; de ahí el enfrenta-
miento de Bernardo con los magis-
curiositas. Los autores cristianos, tan- tri de su siglo.
to patrísticos como medievales, en-
tienden la curiosidad como la pa- cursorie. Término propio de la ense-
sión negativa que intenta deleitar- ñanza escolástica, indica un modo
se en un conocimiento vano de las de abordar los textos bíblicos. En
cosas. Por eso, se le considera noci- efecto, cabe recordar que la ense-
va, en cuanto dispersa y contraria ñanza de la teología en la univer-
a la búsqueda de la verdad. Agus- sidad medieval contemplaba tres
tín de Hipona la caracteriza como ciclos: en el primero, se “leía” –lo
la concupiscencia de los ojos, razón cual quiere decir que se enseñaba–
por la que la vana c. fue representa- la Biblia; en el segundo, las Senten-
da por el pez, que no puede cerrar- cias de Pedro Lombardo; el tercero
los. El hiponense subraya que de- estaba dedicado a la exégesis minu-
be ser contenida por la templan- ciosa de algún libro de la Escritu-
za (cf. Conf. X, 35, 54 y De mor. ra. Esta tercera etapa presuponía la
Eccl. I, 21, 38). En la Escolástica, formación adquirida en las anterio-
Tomás de Aquino distingue entre res, ya que la profundización y dis-
la curiosidad intelectual y la sensi- cusión de cualquier pasaje requie-
ble, insistiendo en el carácter fútil re estar en posesión del panorama
de ambas, y señalando que tienen general de la Biblia y, a la vez, de
origen en la accidia (véase) (cf. S. la tradición exegética. El primer ci-
Th.II-II, q. 35, a 4 ad 3 y q. 167, clo era, pues, introductorio y, co-
aa. 1 y 2). No se ha de confundir, mo tal, en él se enseñaba la Sagrada
pues, con el “afán de conocimien- Escritura “de corrido”, en un mo-
to”, ya que lo que caracteriza la no- do llano y sin problematizarla aún.
ción medieval de c. es la vanidad de Esto significa precisamente c., de
su objeto, por lo que se acerca a lo donde quien estaba a cargo de es-
que se denomina, heideggeriana- te curso era llamado no sólo con el
mente, “afán de novedades”. La po- nombre de baccalaureus (véase) bi-
sición más extrema y severa sobre blicus sino también con el de cursor
esta noción en la Edad Media es biblicus. Tomás de Aquino define
quizá la de Bernardo de Clairvaux. su papel en estos términos: “Percu-
De hecho, en el De gradibus humi- rrere est expedite in finem currendo
litatis, Bernardo le dedica la misma devenire [...] sine impedimento du-
extensión que confiere a los demás bitationis” (In Isaiam Exp., Pr.).
191

D
D
darapti. Palabra, de uso mnemotéc- paz de reír es animal”. El ejemplo
nico, empleada por los lógicos me- es propuesto por Pedro Hispano en
dievales para indicar un modo de Summ. Log. 4, 7.
silogismo (véase syllogismus). Para
comprender por qué se la ha elegi- datio. Aparece en textos medievales
do, se debe recordar que, conven- con el significado de entrega o do-
cionalmente, la vocal A designa la nación, muchas veces referida a la
proposición universal afirmativa; de los bienes que Dios confiere al
la I, la particular afirmativa (véan- hombre.
se). Así pues, según la serie de vo- dator formarum. En general, indi-
cales que componen este vocablo, ca aquello que introduce en un ser
con él se alude al modo de silogis- una forma preexistente o lo que
mo cuyas premisas son universa- produce una forma en un ser sin el
les afirmativas, estando constituida cual de todos modos podría produ-
la conclusión por una proposición cirla. Ciertamente, este poder no
particular afirmativa. El ejemplo pertenece a los agentes naturales,
propuesto por Pedro Hispano es: ya que éstos no pueden ni intro-
“todo hombre es substancia”, “todo ducir una forma preexistente en la
hombre es animal”, “luego, algún materia ni crear la forma sin la ma-
animal es substancia” (cf. Summ. teria. Así lo señala, por ej. Ockham
Log. 4, 14). en Summulae in libros Phys. I, 24).
darii. Voz que se usa en lógica para re- Avicena ya había señalado que, en
cordar la composición de un mo- una materia con la dispositio nece-
do del silogismo de la primera figu- saria, Dios, d.f., introduce la forma
ra (véase syllogismus). La regla mne- (cf. Natur. IV, 147v).
motécnica consiste en que la pala- Pero, además de esta acepción me-
bra se forma con las vocales a, i, i, tafísica, el término que nos ocupa
y se debe tener presente que la A tiene un aspecto gnoseológico. En
indica la proposición universal afir- efecto, mediante esta expresión au-
mativa, mientras que la I señala la tores como el mismo Avicena han
particular afirmativa. De esta ma- identificado a Dios con la fuen-
nera, el silogismo d. está conforma- te de la que el alma recibe las for-
do por una primera premisa uni- mas inteligibles (véase intellectus).
versal afirmativa; una segunda, par- En esto sigue la concepción de Al-
ticular afirmativa; y la conclusión, farabi, quien, en el De intellectu et
que ha de ser también particu- intelligibile, sostiene que el intelec-
lar afirmativa. Así, en “todo hom- to activo, único y separado, del que
bre es animal”, “alguien capaz de había hablado Aristóteles según su
reír es hombre”; “luego, alguien ca- lectura, es “creador” en este senti-
de 192

do. De esa manera, para los citados de causis. Con este título, la literatu-
filósofos, Dios interviene en el pro- ra medieval se puede referir a tres
ceso cognoscitivo humano. Más obras: 1. Liber de causis (o Aristote-
aún, es Él quien confiere al hom- lis) de expositione bonitatis purae; o
bre los conceptos propiamente di- bien Liber bonitatis purae; o bien,
chos. Así, d.f. es un término que como lo llama Alain de Lille, De es-
cobra un lugar central en la polé- sentia summae bonitatis. Pero, co-
mica acerca de la unicidad del inte- mo descubre Tomás de Aquino,
lecto y signa la posición a la que se se trata de una compendio hecho
opone, por ej., Tomás de Aquino. sobre la Institutio (o elementatio)
Theologica de Proclo, compilación
de. Preposición de ablativo, con el sen- probablemente atribuíble a Alfara-
tido genérico de “procedencia”, que bi y traducida al latín por Gerardo
se despliega en las siguientes signi- de Cremona. 2. Liber de causis pri-
ficaciones: 1. con sentido local, se mis et secundis et de fluxu qui con-
suele traducir por “desde”, o “de”, sequitur eas, falsamente atribuída a
ya que implica alejamiento; 2. con Avicena (véase de intelligentiis 1.).
sentido temporal, significa “duran- 3. De causis proprietatum elemento-
te” o “después de “; 3. como en mu- rum, atribuída también falsamen-
chos otros casos, puede aparecer en te a Aristóteles y de autor aún no
lugar de ex, indicando la materia de identificado; fue texto traducido
la que algo está hecho, aunque no por el mismo Gerardo y comenta-
es éste un uso muy frecuente. Pero do por Alberto Magno.
en contexto específicamente filosó-
fico, sus acepciones más importan- de condigno-de congruo. Cf. meritum.
tes se relacionan con 4. el origen o
procedencia de algo que puede ser de dictu-de re. Se traducen por “sobre
también una enseñanza, por ej., de lo dicho” o “sobre lo expresado”,
servo tuo, Domine, audivi; 5. la cau- y “sobre la cosa” o “sobre la reali-
sa o causas de un hecho, por lo que dad”, respectivamente. Son locu-
se dice de his causis; 6. el proceso de ciones mediante las que se distin-
transformación, como en de corpo- gue si el discurso se refiere a la ex-
re templum fieri; 7. el tema o mate- presión o a la cosa misma menta-
ria de que se trata, empleo que, ob- da por ella: en el segundo caso, se
viamente, es el más común en la li- tiene el lenguaje; en el primero, el
teratura filosófica medieval, por ej. metalenguaje. Dicho de otra ma-
Liber de causis. nera, mientras que de r. alude a lo
En composición, indica movi- real, esto es, a lo significado, de d.
miento de separación u oposición, alude al signo, más aún, a la ma-
como en dedignatio; o bien direc- terialidad del signo, sea éste escri-
ción descendente, como en decre- to u oral. Para retomar un ejemplo
tio (véanse). Finalmente, esta pre- famoso, si se dijera “tertius equus”,
posición se usa también para for- se estaría indicando el tercer caba-
mar expresiones adverbiales, así en llo en una fila de ellos; entonces, la
de integro, “de nuevo”. expresión sería claramente de r. Pe-
ro, si se dijera, en cambio, “tertius
equi”, que debe traducirse por “el
193 de tertio adiacente

tercero de ‘caballo’”, la expresión es nido de antemano en la definición


de d., ya que se refiere al tercer ca- del sujeto; por ej., “racional” en
rácter o elemento de la palabra, o “hombre”, según el primer ejemplo
sea, del dictum “equus” (“caballo”), dado; o bien el sujeto está conteni-
es decir a la letra u. Actualmente, do de suyo en la definición del pre-
y al menos en lo que concierne al dicado; b) una determinación ac-
lenguaje escrito, la diferenciación cidental y contingente, como “en-
se hace a través de comillas cuando fermo” en “hombre”, según el se-
el discurso es metalinguístico, va- gundo ejemplo mencionado. En
le decir, cuando la expresión es de este último caso, el predicado, de
d. Como la Edad Media carecía de por sí, no está contenido en el su-
comillas, que fueron introducidas jeto. Por ello, el axioma escolásti-
mucho más tarde, se apeló a adver- co “Praedicatum inest subiecto” no
tir sobre el cambio de nivel al me- significa que todo predicado inhiera
talenguaje a través de esa locución. en el sujeto en razón de la esencia
Cf. también ly. de éste, puesto que tal cosa no ocu-
rre en el caso de los predicados que
de facto. Expresión del latín medie- aluden a determinaciones acciden-
val que, genéricamente, se refiere tales.
a lo que es de hecho, es decir, en A diferencia de las proposiciones
la realidad efectiva. En su significa- d. i., las modales son aquellas en las
do más estricto, suele circunscribir- que no sólo se enuncia que un pre-
se al campo de la causalidad: de fac- dicado se encuentra en un sujeto o
to siempre implica estar aludiendo inhiere en él, sino también según
a una cosa o hecho en tanto efec- qué modo le conviene aquél a éste:
to de una causa determinada. Así, si posible, contingente o necesaria-
por ej., la expresión facti species se- mente.
ñala el complejo de elementos ne-
cesarios para la producción de un de intelligentiis. Con esta expresión,
efecto particular, puntual. los autores medievales y los hu-
manistas citan cualquiera de es-
de inesse. Expresión lógica que cali- tos dos textos de índole muy di-
fica determinadas proposiciones: ferente entre sí: el primero se atri-
aquellas que simplemente afirman buyó erróneamente a Avicena, ra-
o niegan que el predicado está en zón por la que figura muchas ve-
el sujeto; por ej., “El hombre es ra- ces como obra del Pseudo-Avicena,
cional” o “Este hombre está enfer- y su título real y completo es 1. Li-
mo”. En otras palabras, se trata de ber de causis primis et secundis et de
las proposiciones atributivas. fluxu qui consequitur eas; el segun-
Debe recordarse que el inesse ló- do, es el 2. Memoriale rerum diffici-
gico se funda en un inesse real, es lium, de autoría incierta, pero que
decir, en la inherencia de la cosa muchos atribuyen a Adán Pulchrae
significada por el predicado en la Mulieris.
cosa significada por el sujeto. Di-
cha inherencia se puede fundar en: de secundo adiacente. Cf. copula.
a) la esencia misma del sujeto, en
cuyo caso el predicado está conte- de tertio adiacente. Cf. copula.
debitum 194

debitum. La Edad Media aplicó esta o prestar otro, ya sea algo mate-
noción a tres órdenes, el 1. físico rial, ya sea algo moral; por ej., el
o natural, el 2. lingüístico, y el 3. hombre tiene el d. morale de amar
moral. En 1. el plano físico o na- a Dios, de auxiliar a sus semejantes,
tural, se entienden los debita como etc.
todas aquellas notas ontológicas
que le corresponden a un ente por deceptio. Se puede traducir por la pa-
su esencia y sin las cuales no podría labra “error”, ya que alude al enga-
seguir perteneciendo al género ni a ño en el que cae la mente cuando
la especie de que forma parte. Así, juzga algo sobre lo real de mane-
por ej., la extensión es un d. physi- ra equivocada. Ahora bien, aunque
cum o naturale del cuerpo, como el con importantes matices de dife-
pensamiento lo es del hombre. De rencia, la mayor parte de los auto-
esta manera, se dice que este ente o res tanto del período patrístico co-
aquel tiene las perfecciones debitas mo del escolástico asumieron que
por su naturaleza. Por eso, la no- la verdad ontológica de las cosas
ción que nos ocupa tuvo también –por ej., lo que hace que una rosa
aplicación en contexto metafísico. sea una verdadera rosa- radica en la
Al respecto, Anselmo d’Aosta trae adecuación entre éstas y sus respec-
a colación un ejemplo dramático: tivas esencias contenidas en el Inte-
la penetración de los clavos en la lecto divino. En cambio, la verdad
carne de Cristo crucificado es un del conocimiento –del que el juicio
d. ontológico, ya que responde a la es parte esencial– se da en sentido
naturaleza de los clavos y de la car- inverso, pues radica en la adecua-
ne (cf. De ver. 8). ción del intelecto humano a la rea-
En 2. el plano lingüístico, el tér- lidad (véase adaequatio). Así pues,
mino que nos ocupa adquiere una la verdad ontológica de las cosas no
particular significación también puede ser causa de la d., desde el
en la obra anselmiana. En efecto, momento en que está garantizada,
en su análisis de la noción de ver- en principio, por el Intelecto divi-
dad, Anselmo se pregunta cuándo no; en todo caso, la imperfección
es verdadera una significación en el de un ente en particular –en cuan-
uso del lenguaje, por ej., cuando se to que participa en mínimo grado
dice “La rosa existe” o “El centau- de su ejemplar– podrá ser ocasión
ro existe”. Concluye que hay recti- de engaño para un hombre que in-
tudo (véase) del lenguaje en el pri- tente conocerlo, pero no causa. És-
mer caso y no en el segundo, pre- ta sólo puede radicar en la misma
cisamente porque sólo en el prime- mente de quien juzga. Pero en es-
ro la significación cumple su fina- to se ha de tener en cuenta que no
lidad, satisfaciendo así su d. esen- es el intelecto en sí mismo la cau-
cial: en la perspectiva anselmiana, sa del error, puesto que está orde-
éste se da cuando el enunciado di- nado a la verdad, predispuesto pa-
ce lo que debe decir (cf. De ver. 9- ra ella; son su finitud y contingen-
11). cia las que posibilitan la falibilidad
Desde 3. el punto de vista mo- de la inteligencia y, por ende, el en-
ral, d. significa obligación de dar gañarse.
195 decus

decisio. Voz que aparece más frecuen- do, para el ejercicio de la abogacía.
temente hacia el final de la Edad Agustín de Hipona da testimonio
Media, indica la acción de decidir de esta práctica, que ciertamente se
en el sentido de juzgar, interpretar, remonta a la Antigüedad, en Conf.
definir o determinar. Como se ve, I, 18, 29; De ord.I, 10, 30 y, sobre
d. pertenece más al vocabulario de todo, Retract. II, 6, 2.
la vida intelectual que al de la vi-
da voluntaria o libre. Algunos au- decretio. Contrario a accretio (véase),
tores medievales emplearon en es- esta palabra designa un tipo de cam-
te sentido la palabra que nos ocu- bio, precisamente, el motus decre-
pa, con el objeto de reservar la voz tionis, cuyo resultado es la dismi-
decretum para los designios o deci- nución de una determinada can-
siones divinas. De hecho, d. equi- tidad. En efecto, consiste en res-
vale al decreto humano, ya que tra- tar de una cosa una porción de la
duce la sententiae latio de los escri- misma, como cuando se quita una
tores antiguos. porción de agua de una cierta can-
tidad de ella.
declamatio. Se designa con este térmi-
no un ejercicio o prueba de retórica decretum. Algunos autores medievales
a la que debía someterse quien as- han denominado así al designio de
piraba a ser orador. Consistía en un Dios por el cual Él ‘decide’ (decer-
verdadero discurso cuyo tema era nit) intervenir en la causalidad na-
propuesto por el maestro, quien re- tural del mundo, o concurrere con
cordaba, además, principios gene- las causas libres. Tal d. se llama: 1)
rales, dando ocasionalmente algu- attemperativum, cuando la inter-
na sugerencia o consejo sobre su vención divina está ordenada a mo-
desarrollo, para después juzgar el derar los efectos de un fenómeno
resultado. Se llevaba a cabo públi- natural o de una acción volunta-
camente, con la presencia de con- ria del hombre; 2) relictivum, cuan-
discípulos, a veces, algunos curio- do se ordena a permitir el libre cur-
sos, y familiares del alumno. Ellos so de dichos efectos, y 3) cummissi-
observaban por particular aten- vum, cuando coadyuva con ellos.
ción los eventuales errores cometi- decus. Su significado originario es el
dos por este último, aunque tam- de ornamento o lustre, y después,
poco escatimaban aprobaciones ca- por extensión, decoro, en sentido
lurosas. La d. era de dos tipos: 1. la moral. Así aparece tantas veces, por
suasoria, en la que se debatía un ca- ej., en Cicerón o Tácito. La Edad
so de conciencia o una decisión ar- Media asume preferentemente la
dua bajo circunstancias estipuladas última acepción que, por lo demás,
previamente; y 2. la controversia, en se torna aún más frecuente durante
la que el tema era jurídico, ya que el período humanístico del Renaci-
consistía en la acusación o defensa miento. Los autores medievales en-
de un proceso ficticio; se discutía, tendieron por d., esencialmente, lo
entonces, la aplicación de una ley honesto (véase honestas) y lo defi-
determinada a ese caso particular. nieron principalmente como todo
Así, el primer tipo preparaba para aquello que es digno de una perso-
la elocuencia deliberativa; el segun- na en cuanto tal. Dos propiedades
dedignatio 196

fueron atribuidas a este concepto: que la ratiocinatio humana, según


la congruitas, por la que se guarda el primer camino, procede desde lo
la armonía en las acciones y la reci- puramente inteligido, esto es, los
procidad entre la misma persona y primeros principios, para encon-
sus semejantes, y la excellentia, por trar lo particular regido por ellos;
la que se rechaza toda vulgaridad. en sentido inverso, examina y juz-
ga lo encontrado mediante el pro-
dedignatio. Cf. despectio. cedimiento de remontarse a los pri-
deductio. En términos muy genera- meros principios (cf. S.Th. I, q.79,
les, designa todo proceso, sea 1. a.8). De este modo, el proceso de
ontológico o 2. lógico, por el cual búsqueda y de demostración tie-
se desciende de lo general a lo par- nen ambos en dichos principios
ticular. En el plano 1. ontológico, sus respectivos fundamentos. Ca-
señala un movimiento ex parte rei, be señalar también que durante el
es decir del ser, un cierto dinamis- Medioevo la d. está explícitamen-
mo de la realidad por el que los se- te vinculada al principio de causa-
res particulares se originan o deri- lidad, precisamente por el supues-
van de los universales; por eso, la d. to medieval acerca de que el cono-
metafísica es el punto de vista que cer sigue al ser. En cambio, al lle-
adoptan muchos autores ultrarrea- gar a la Modernidad, con la puesta
listas en la Edad Media. En el pla- en crisis de tal supuesto, la d. tien-
no 2. lógico, y aun epistemológi- de a resolverse en un proceso lógi-
co, en el que la noción y la palabra co-matemático.
d. es más empleada, alude al movi- defectus. En general, se entiende por
miento mental y cognoscitivo por defecto cierto desorden implicado
el que se pasa de un principio ge- en la carencia de alguna perfección.
neral a una consecuencia particu- Por eso, Agustín de Hipona dice
lar, o también, de una ley a los he- que todo d. es, principalmente, al-
chos que ella rige, de una causa a go contrario a la naturaleza (cf. De
sus efectos, etc. Así pues, constitu- lib. arb. III, 13, 38). La menciona-
ye el opuesto de la inductio (véase). da nota de desorden alude a una
La deducción lógica tiene origen imperfecta delimitación de la enti-
en el silogismo aristotélico, al me- dad en el ser propio del subiectum
nos, Aristóteles mismo la identifi- que lo padece. Ahora bien, ya en
ca con el silogismo científico (cf., la Escolástica, se insistió en el con-
por ej., An. Post. I, 2, 71 b). Al mis- cepto de defecto en cuanto priva-
mo tiempo, el Estagirita indica que ción. En tal sentido, se establecie-
el proceso deductivo se funda en ron los siguientes distingos, en lo
el carácter indemostrable que tie- que concierne al d. ontológicamen-
nen los principios. Este enfoque te hablando. Éste se puede enten-
de la cuestión se transmite a los es- der: 1. privative, si alude a la caren-
colásticos. Así, Tomás de Aquino, cia de algo que, por su esencia y ac-
por ej., plantea en el proceso de la cidentes propios, el subiectum de-
ratio una doble dirección: la de la be tener, por ej., la ceguera de un
via inventionis y la de la via iudi- hombre; 2. negative, si se refiere a
ciis. En efecto, afirma el Aquinate la falta de alguna perfección en ge-
197 definitio

neral, aunque no se cuente entre en cuestión, se denomina 2. d. ver-


las perfecciones propias del subiec- balis; por ej., “ ‘Filosofía’ es amor
tum, por ej., la carencia de vida en a la sabiduría”. Con todo, algunos
los minerales. En este último senti- autores modernos no reconocerán
do, para los escolásticos, como To- distinción entre estos dos tipos me-
más de Aquino, todo ente es defec- dievales de definición. En cambio,
tuoso en la medida en que ninguno la 3. d. realis apunta ya no al nom-
tiene la excelencia que se encuen- bre que remite a la cosa, sino a és-
tra sólo en Dios (cf. S. Th. I, q.12, ta misma, por lo cual se denomi-
a. 4 ad 2). na también d. quid rei. Con pro-
Sin embargo, cabe destacar que el piedad y claridad, expresa sintéti-
primero de los mencionados es el camente la naturaleza o esencia de
significado propio y metafísico de una cosa, traducida en su concep-
d. Tomado, pues, privative, se pue- to. Si alude a principios externos a
de hablar de 1.1. d. physicus, cuan- ella –como su causa eficiente o fi-
do el defecto mienta alguna imper- nal–, la definición real será extrín-
fección en lo natural; 1.2. d. mora- seca; por ej., “ El hombre es un ser
lis, al que se denomina vitium (véa- llamado a la felicidad”. Si, en cam-
se). bio, los principios aludidos inter-
vienen de algún modo en la consti-
definitio. En líneas muy generales, la tución de la cosa, esto es, si son in-
definición es una delimitación (de- herentes al sujeto de la d., la defini-
terminatio, de-fin-itio), o sea, una ción real será intrínseca.
indicación de los límites concep- Ahora bien, en este último ca-
tuales de un ente, mediante la cual so, la d. puede referirse no al mo-
se lo distingue de los demás. Así, la do de ser de la cosa, sino, colate-
d. expresa la esencia de una cosa. ralmente, a los caracteres que de-
Por eso, los autores medievales, por rivan de él, y entonces, se tiene la
ej., Tomás de Aquino, la han llama- 3.1. definitio realis ex accidentibus;
do “oratio significans quod quid est”, por ej., “el hombre es un mamí-
añadiendo que la definición de una fero bípedo”. Sin embargo, la ma-
cosa es la ratio por la que el nombre yoría de los autores medievales no
la significa (cf. In II Post. An., l. II; consideran que estas proposiciones
In Met. IV, l.16, 733). sean definiciones en sentido estric-
Durante la Escolástica, se han es- to, y prefieren reservar para ellas el
tablecido las siguientes distincio- nombre de descriptio. Menos discu-
nes al respecto: 1. la d. nominalis o tible es el caso de aquella proposi-
d. quid nominis es aquella que da ción que alude a notas propias de la
cuenta de la significación del nom- cosa mentada, en cuyo caso, se lla-
bre, por el procedimiento de expli- ma 3.2. d. realis propriis; por ej., “el
carlo con otro vocablo más conoci- hombre es un ser capaz de reir”. Pe-
do. En este sentido, la d. nominalis ro cuando la definición real se re-
muchas veces consiste en una mera fiere al modo de ser exclusivo de la
simplificación; por ej., “ ‘Caridad’ cosa y señala los principios quidi-
es amor”. Cuando la definición no- tativos que la constituyen, se tra-
minal consiste en la aclaración de ta de una 3.3. d. realis essentialis. Si
las raíces etimológicas del nombre
definitive 198

los principios mencionados son de cación, la descripción, la analogía,


orden físico, o sea, partes entitati- etc. Pero, en rigor, no constituyen
vas realmente distintas, se está ante definiciones, ya que los escolásticos
una definición esencial 3.3.1. phy- se atuvieron, en esto, a la exigen-
sica; por ej., “el hombre es una sus- cia estricta de que una d. debía de-
tancia que consta de cuerpo y al- terminar lo que un nombre signifi-
ma”. Por el contrario, si tales prin- ca o lo que un concepto es. De ahí
cipios son partes que se distinguen que también hayan sostenido que
sólo por abstracción intelectiva, la “d. non sit negativa”. En efecto, dis-
d. essentialis es 3.3.2. metaphysica; tinguieron también la d. positiva de
por ej., “el hombre es un animal ra- la d. negativa, caracterizando esta
cional”. última como “qua rei natura temi-
La definición real, esencial y me- nis negativis declaratur”, o sea, co-
tafísica es, pues, la definición filo- mo la definición que dice lo que la
sófica por excelencia y, por ende, la cosa no es; por ej., “el espíritu no
que ha planteado mayores proble- es extensión”. Sin embargo, a veces
mas teóricos. El más importante es es necesario recurrir a ella, precisa-
el que se refiere al modo de deli- mente porque, como se ha señala-
mitación conceptual. En este sen- do, no de todos los seres podemos
tido, se ha considerado que, para decir positivamente qué son, como
circunscribir el objeto, es necesario ocurre con las realidades más sim-
tomar la clase de la que es miem- ples: “Prima et simplicia per nega-
bro y situar esa clase en el “lugar tionem notificantur, sicut dicimus
ontológico” correspondiente. Esta punctum esse cuius pars non est” (S.
determinabilidad resulta, entonces, Th. I, q. 33, a. 4). Por ello, la teolo-
de dos elementos de carácter lógi- gía mística prefiere referirse a Dios
co: el género próximo y la diferen- por d. negativa, porque es infinita-
cia específica; en el ejemplo prece- mente poco lo que de Él se puede
dente, “animal” y “racional”, res- decir positivamente; de ahí que se
pectivamente. Pero hay casos que la llame “teología negativa”. Tam-
escapan a esta sistematización cien- bién tienen definiciones negativas,
tífica de la definición esencial, ya los términos negativos de suyo co-
sea porque se encuentran más allá mo las privaciones, por ej., “la ce-
o más acá de tal catalogación. En guera es el no tener visión”.
otras palabras, hay “géneros supre-
mos” que por su extrema simplici- definitive. Muchos autores medievales
dad trascienden todas las especifi- –que, por lo demás, suelen prefe-
caciones, y hay también individua- rir a veces la grafía diffinitive– utili-
ciones que se encuentran por deba- zan este adverbio como equivalente
jo de todos las especies, siendo más de circunscriptive (véase). Cf. tam-
bien percibidas antes que compren- bién locus.
didas; de ahí la expresión escolásti- definitivus. Se llama de esta mane-
ca “individuum ineffabile”. En am- ra uno de los modi tractandi (véa-
bas situaciones, se abandona to- se modus, in fine): aquel en el que el
da pretensión técnica y se recurre orador o el filósofo apoyan su dis-
a aproximaciones prácticas: la indi- curso en definiciones. Se ha de su-
199 delectatio

brayar que, a diferencia de lo que resulta del ser llevado, como San
sucede con otro modo, el tran- Pablo, al tercer cielo (cf. II Cor. 12,
sumptivus (véase), el término que 2), en donde el alma tomará par-
nos ocupa no se utiliza, con esta te de la felicidad celestial. En estos
acepción, en forma adverbial. autores la d. indica, pues, algo sú-
bito, aunque fruto de un proceso
definitum. Voz frecuente particular- anterior. Según éste, el alma se ha
mente en el léxico nominalista en preparado a ser arrebatada por el
la Edad Media, tiene los siguien- amor de Dios mediante el despre-
tes significados: 1. en lo que toca a cio por la miseria de este mundo.
las realidades individuales, es aque- Así, por ej., se expresan Ricardo de
llo cuyas partes esenciales quedan San Víctor (cf. Ep. ad Sev. 9) y Ber-
expresadas en la definición (véase nardo de Clairvaux (cf. De dil. Deo
definitio); 2. un término converti- X, 28).
ble con la definición, en cuyo ca- La otra vertiente de este concep-
so lo definido es un concepto, esto to, más fiel a sus orígenes, es la pro-
es, la especie. Así lo expresa, por ej., pia del siglo XIV y, especialmen-
Guillermo de Ockham (cf. Quodl. te, del misticismo especulativo de
V, q.20). Meister Eckhart. En ella, se tra-
deformitas. Cf. difformitas. za el camino hacia la d. como un
paulatino despojamiento de toda
deificari-deificatio. Son voces típi- imagen o representación, logrando
cas de la mística medieval. A par- así el estado del alma libre y, por
tir del neoplatonismo post-ploti- lo mismo, idéntica a la naturaleza
niano se entiende por d. o théosis divina: “Dios me engendra en tan-
la perfecta unión con Dios logra- to Él mismo y se engendra en tan-
da por el hombre en cuanto criatu- to que yo mismo [...] Se trata de
ra libre, unión por la cual alcanza, a una sola vida, un solo ser y una so-
través de la virtud y la gracia, aque- la obra” (DW I, 109, 9-11).
llo que Dios posee por naturaleza.
Este planteo de asimilación del al- deitas. La deidad es la condición de
ma humana a lo divino se encuen- Dios y aun Dios mismo. Con to-
tra especialmente en Proclo, quien do, los autores medievales cristia-
lo transmite a la Cristiandad por nos suelen evitar este término por
su influencia sobre el pensamiento el equívoco teológico a que puede
de Dionisio Pseudo Areopagita. A dar lugar. Como indica su forma,
partir de este antecedente, se abren se trata de un sustantivo abstrac-
dos matices en la concepción de la to. Pero no cabe aplicarlo en el ca-
d. durante la Edad Media: una de so de la Trinidad porque no hay en
ellas, alcanza su mayor desarrollo las Personas divinas d. como forma
durante el siglo XII; la otra, hacia abstracta.
finales del Medioevo. delectatio. Los escolásticos considera-
Respecto de la primera, los mís- ron el deleite o la delectación co-
ticos especulativos del siglo XII en- mo una de las pasiones propias del
tienden la deificación como el esta- apetito concupiscible (véase appeti-
do, llamado por algunos “raptus” y tus). Sin embargo, se ha de tener en
por otros “extasis” o “excessus”, que
deliberatio 200

cuenta que no limitaron este con- objeto guarda respecto del sujeto;
cepto a las tendencias específica- la segunda, por la disposición orgá-
mente sensuales. Hay, en efecto, nica del sujeto, en el caso de los de-
una d. espiritual o racional que se leites corporales; y por la admira-
traduce generalmente en gaudium ción o estima que le inspire el ob-
o fruitio (véanse). Ya en la Patrís- jeto, en el caso de los anímicos (cf.
tica, Agustín había hablado de una Tomás de Aquino, In IV Sent., d.
atracción hacia Dios por el amor y 49, q. 3; S. Th. I-II, qq. 31-34).
por el deleite del espíritu (cf. In Io. Respecto de la relación del con-
Ev. XXVI, 4), opuesta precisamen- cepto que nos ocupa con el de
te a la aversio a Deo. amor, se tiende a considerar que la
Los caracteres distintivos de la d. d. indica la pasión del amor cuan-
son: 1) está dada por la obtención do éste ha entrado en posesión de
de un bien conveniente a la natu- su objeto. Con todo, se han dado
ral disposición humana. Al tratarse dos posiciones diferentes respecto
de la posesión de un bien y no de de este tema. Una, ejemplificada
una mera tendencia a él, no cons- por Pedro Oriol, es proclive a asi-
tituye un tránsito, sino un movi- milar ambos conceptos; otra, enca-
miento perfecto, es decir, acaba- bezada por Guillermo de Ockham,
do. En este sentido, se diferencia insiste en su diferencia, sostenien-
del desiderium (véase). 2) al mismo do que d. y amor son realmente
tiempo es, en rigor, un acto instan- distintos, puesto que pueden se-
táneo, pues el movimiento se opo- pararse. Ockham apela aquí a un
ne a la posesión y permanencia del ejemplo teológico: el demonio ama
objeto; así, la d. presupone quie- el pecado humano pero no extrae
tud, aunque, si el bien poseído está deleite de él (cf. In IV Sent. d.14b).
sujeto a algún cambio, la d. tendrá
lugar accidentalmente en el tiem- deliberatio. La deliberación es el pri-
po. 3) siempre ha de ser acompa- mer paso importante del acto li-
ñada por el conocimiento –hoy di- bre, precede a la elección o electio y
ríamos “conciencia”– de dicha po- constituye el requisito indispensa-
sesión: un bien no es deleitable si ble para que ésta se dé formalmen-
no se aprehende como bien y como te. Se define como la reflexión en la
poseído, ya sea mediante los senti- que se ponderan los medios condu-
dos –tal el caso de los deleites cor- centes a un fin y, a la vez, la bon-
porales–, ya sea mediante el alma dad o falta de ella de aquéllos y de
únicamente. Con todo, esto últi- éste. La d. concierne siempre a lo
mo no conforma, en rigor, el gau- contingente, es decir, a medios y fi-
dium, es decir, el deleite espiritual, nes que pueden actualizarse o no,
sino sólo el anímico o afectivo, por aceptarse o rechazarse. Es acto del
ej., constituye una d. hacer el bien juicio. Con todo, se ha de indi-
a los amigos. 4) la causa de la d. ra- car que, para aludir a lo que se ha
dica tanto en el objeto deleitable mencionado, los escolásticos más
cuanto en el sujeto mismo de es- aristotélicos suelen preferir el tér-
ta pasión: la primera se da por la mino consilium (véase).
semejanza o connaturalidad que el En la literatura nominalista, es-
te término presenta dos acepciones
201 demonstratio

muy precisas: 1. la d. es una deci- demonstratio. La demostración es, bá-


sión que se toma, ante una duda, sicamente, una argumentación. Pe-
después de un examen detenido de ro, lo que la especifica respecto de
las razones en pro y en contra de al- la argumentatio en general y más
go; de ahí que no pueda tener lugar aún del argumentum (véanse), es
instantáneamente. La nota peculiar que la demostración es una argu-
al respecto, entre los autores de es- mentación que deduce una con-
ta línea, es que la d. no se requiere clusión cierta, a partir de premi-
para que se pueda hablar de méri- sas ciertas y evidentes; de ahí que,
to moral. 2. por d. se entiende tam- cuando ello se da a través de un si-
bién el resultado de lo anterior, es- logismo (véase), éste se denomina
to es, el conocimiento perfecto de demonstrativus. Boecio, quien, con
una conclusión práctica acompa- su comentario a los Tópicos aris-
ñada de asentimiento. Así lo dice totélicos, es una de las principales
Ockham en Quodl. II, q.6. auctoritas medievales en este pun-
to, llama la d. también “discipli-
deliciae. Es un sustantivo utilizado co- na”, en cuanto que constituye un
mo plurale tantum porque hace alu- verdadero aprendizaje riguroso. De
sión a actos, hechos y objetos pro- hecho, sólo en la forma de la d. la
pios de goces sensuales o aun espi- conclusión que deriva de la conca-
rituales y no a la pasión misma que tenación de proposiciones goza de
lleva a ellos. Para este último ca- los caracteres de infalibilidad y ne-
so, se reservan las palabras delecta- cesariedad.
tio y voluptas (véanse), según el tipo Respecto de las premisas de toda
de goce del que se trate. De hecho, d., ellas son ciertas en tanto causa
proviene de de- y lacio, cuyo signi- de la conclusión. Y evidentes, en la
ficado es atraer con halagos, sedu- medida en que su verdad se apre-
cir, y es frecuentativo de lacto, ama- hende por medio de una simplex
mantar. mentis inspectio. Ahora bien, tal
demeritum. Cf. meritum. evidencia puede ser inmediata, pe-
ro también mediata. Se da este úl-
demonstrabile. La literatura filosófica timo caso, es decir, el de las premi-
de la Edad Media registra dos notas sas mediatamente evidentes, cuan-
complementarias de esta voz, espe- do éstas son demostradas por otras
cialmente, en textos nominalistas. inmediatamente evidentes. La d. es
1. Es demostrable una proposición reductible, pues, al silogismo sim-
que, no siendo per se nota, puede ple. Sus principios son las verda-
constituir objeto de duda. El co- des de las que deriva la fuerza de-
nocimiento de esta proposición se mostrativa, y se dividen en mate-
adquiere a partir del conocimien- riales y formales. Son materiales o
to de otras proposiciones necesa- directos aquellos principios de los
rias y evidentes dispuestas en forma que procede el conocimiento de la
de silogismo. 2. La proposición d. conclusión, o sea, la premisa mayor
es aquella objeto de una demostra- –que es la verdad universal y nece-
ción tanto propter quid como quia saria que contiene virtualmente la
(véase demonstratio 2.1. y 2.2.). conclusión–, y la menor –que, por
demonstratio 202

su conexión con la mayor, muestra bar deduce una conclusión absur-


que en esta última está contenida la da. Con ello se muestra que la con-
conclusión–. En cambio, los prin- tradictoria es falsa, y por ende, la
cipios formales o indirectos de la d. proposición a probar, se revela ver-
son sus fundamentos, es decir, los dadera; por ej., “Si la causa prime-
primeros principios y sus aplicacio- ra no es eterna, tuvo principio; to-
nes inmediatas, como las reglas del do lo que tuvo principio es causado
silogismo. por algo; lo causado por algo no es
Ahora bien, una de las reglas me- causa primera; luego, la causa pri-
todológicas fundamentales del pe- mera no es causa primera si no es
ríodo requiere respetar el orden eterna”. Es necesario aclarar que la
en las preguntas, primero, sobre la d. ad absurdum se diferencia de la
existencia de algo (an sit); después, hipótesis absurda, que es la que se
sobre su esencia (quid est); y final- admite como premisa verdadera de
mente sobre su causa (cur est). En un consecuente válido, pero es falsa
consonancia con este principio me- porque supone algo contradictorio.
todológico, una de las distinciones De ahí la sentencia que afirma “Ex
primarias sobre la d. es la que dife- absurdis sequitur...” (véase). Tam-
rencia entre quod sit y cur ita sit: lo bién debe diferenciarse de la hipó-
que es y por qué es así. tesis de un absurdo. Esta es la que
En la Escolástica se establecie- toma una contradicción no eviden-
ron, además, respecto de la d. una te para concluir una contradicción
serie de distinciones, según se to- evidente, y mostrar así la falsedad
maran como base: 1. la conclusión, de la primera. De este modo, de la
2. el término medio, 3. la canti- falsedad de una conclusión formal-
dad de las premisas y conclusión. mente legítima se sigue la falsedad
Así pues, tenemos que según 1. su del antecedente.
conclusión, la d. puede ser 1.1. di- En último análisis, a la demostra-
recta, llamada también ostensiva o ción indirecta se reducen 1) el “ar-
apodictica: es la que muestra que el gumento negativo”: muestra que
predicado de la conclusión corres- no hay razones en favor de una afir-
ponde –o no corresponde– al suje- mación, pero no prueba con ello su
to, en virtud de determinadas no- falsedad. No es, pues, concluyen-
tas que necesariamente posee uno y te, y por eso, suele afirmarse “Quod
otro; por ej., “La causa primera no gratis affirmatur, gratis negatur”
depende de otro; Dios es causa pri- (véase). 2) la así llamada “instancia
mera; Dios no depende de otro”. contraria”, que muestra la falsedad
Aquí el hecho de ser causa prime- de un universal sólo en virtud de
ra es una nota necesaria del con- una excepción. 3) El argumento ad
cepto de Dios, sujeto de la conclu- hominem (véase), toma una suposi-
sión. Pero, y siempre dentro de es- ción admitida por el adversario pa-
te criterio de distinción, la d. puede ra probar la propia afirmación. Es-
ser también 1.2. indirecta o elenc- ta denominación cabe estrictamen-
tica o ad absurdum: es aquella de- te si la afirmación del oponente es
mostración en la que de la contra- falsa o dudosa; en cambio, si fuera
dictoria de la proposición a pro- verdadera y cierta, la d. recibe, en
203 denominatio

rigor, el nombre ex consenso. 4) Por Un último criterio es el que dis-


inversión: es la demostración que tingue entre las demostraciones
utiliza el término medio usado por por 3. la cantidad de las premisas y
el adversario, con el fin de probar conclusión. Según esto, la d. puede
lo contrario de lo que éste inten- ser 3.1. deductiva: es aquella que,
ta mostrar. 5) Por “torsión” o retor- de premisas más universales, sa-
sio: consiste en obligar al oponen- ca un consecuente menos univer-
te a negar su propio razonamiento, sal. Sólo accidentalmente es posi-
deduciendo de éste algo que aquél ble que revistan el mismo grado de
no acepta. universalidad. Este tipo de demos-
Otra clasificación de los tipos de tración puede ser a priori o a pos-
d. es la que se establece según 2. el teriori. A esta clase de d. se le opo-
término medio. Antes de abordar- ne la 3.2. inductiva: es la que in-
las, es menester recordar que an- fiere, de premisas más particula-
terior en el orden lógico o del co- res, un consecuente más univer-
nocimiento es aquello que, ya co- sal. Es siempre a posteriori. Pue-
nocido, lleva a la aprehensión in- de ser 3.2.1. por inducción comple-
telectual de otra cosa. En cambio, ta, si enunciara todos los particu-
en el orden ontológico o de la rea- lares. Sin embargo, en este caso no
lidad, llámase anterior a aquello de se trata de raciocinio, sino de infe-
lo que depende otra cosa en su ser rencia inmediata por abstracción.
o existir. Con arreglo a este crite- En cambio, es 3.2.2. por inducción
rio, se tienen 2.1. d. a priori (véase) incompleta, si infiere el universal a
o propter quid: es aquella en que la partir de un cierto número de sus
verdad de lo que afirma la conclu- inferiores, siendo 3.2.2.1. perfec-
sión depende, en el plano ontológi- ta, cuando da una conclusión uni-
co, de la verdad de aquello que afir- versal cierta, 3.2.2.2. e imperfecta,
man las premisas; 2.2. a posterio- cuando sólo procura una conclu-
ri (véase) o quia o quod: es aquella sión universal probable.
en que la verdad de lo que se afir-
ma en las premisas depende, siem- denominans. Se califica así al nombre
pre ontológicamente hablando, de del que, tanto según su significa-
la verdad de lo que afirma la con- do como según su estructura ma-
clusión; 2.3. d. regressiva o “circu- terial, deriva otro, como iustitia es
lar legítima”: es la que, partiendo d. de iustus. En cambio, esta última
de algo válidamente demostrado a palabra es denominativum respecto
posteriori, demuestra a priori otras de la primera. Así, d. es el nombre
nociones relativas a ese algo; por abstracto que corresponde a uno
ej., se demuestra la sabiduría divi- concreto.
na por el orden del mundo (a pos- denominatio. En sentido amplio, sig-
teriori); por la sabiduría así demos- nifica atribución. Para los autores
trada, se demuestran caracteres no medievales, las dos fuentes de la pa-
evidentes en el orden del mundo, labra en cuanto denominación son
el cual resulta de un Creador sabio la etimología y el uso. En lo que
(a priori). concierne a la primera, el recurso
a la autoridad de Isidoro de Sevilla
denominative 204

es, sin duda, lo más utilizado en la te del peso. Su opuesto es la rari-


Edad Media. En relación con el se- tas (véase).
gundo, cabe señalar que en este pe-
ríodo se distinguió entre el uso es- dependens. Cf. dependentia.
pontáneo de las palabras y la aten- dependentia. Indica, en general, la
ción deliberada que sobre ellas re- relación que subordina una reali-
quiere el discurso filosófico. Así, dad, llamada dependens, de otra, de
por ej., no es infrecuente encontrar modo tal que la primera no puede
en textos del Medioevo expresiones existir o darse sin la subordinante.
tales como “nomen mentis a mensu- Esto puede tener lugar tanto en el
rando est sumptum”, en los que se plano 1. lógico, como en el 2. on-
trata de vincular la etimología con tológico, o el 3. ético. En el 1. or-
la significación que el uso confie- den lógico, cualquier verdad racio-
re al término. De este modo, la d., nal guarda dependencia respecto
es decir, la asignación de una pala- de los primeros principios. En el 2.
bra a una realidad, acota o precisa orden ontológico, los escolásticos,
la propiedad de la primera, esto es, especialmente, han insistido en
su inteligibilidad verbal. que, por exigencia de racionalidad,
denominative. Este adverbio es sinó- la comprobable contingencia de los
nimo de materialiter según una seres finitos requiere la postulación
acepción particular de este último de un ser necesario del que preci-
(véase materialiter 1.). Se dice que samente dependen. Por último, en
un término se toma d. cuando no el 3. orden ético, la mencionada
se lo asume fundamentalmente en precariedad ontológica hace que el
cuanto tal, sino en sus implicacio- hombre se vuelva hacia ese ser ne-
nes; por ej., en la proposición “El cesario, es decir a Dios, en busca de
filósofo duerme” se entiende el su- un referente absoluto del que de-
jeto d., puesto que no es tomado pende para regir su conducta. Así
en cuanto filósofo, sino en la me- pues, en cualquier plano se lo con-
dida en que ser filósofo implica ser sidere, lo dependens denota siempre
hombre y le es natural al hombre cierta precariedad en cuanto falta
dormir. En cambio, en la proposi- de autonomía y, por eso, es nece-
ción “El filósofo busca la sabidu- sariamente posterior a aquello a lo
ría”, el término “filósofo” se entien- que está subordinado.
de no d., sino reduplicative o for- Los escolásticos han establecido
maliter (véanse), adverbios que son distinciones respecto de este con-
los opuestos correlativos del que cepto, concernientes, en particular,
nos ocupa. a la dependencia ontológica, esto
es, en el plano del ser. Así, han ha-
denominativum. cf. denominans. blado de: d. causalis o effectiva pa-
ra referirse a la subordinación del
densitas. Con esta voz se designa en efecto respecto de la causa, como
la Física medieval la cualidad que en el caso del fuego y lo caliente;
tiene algo de poseer mucha mate- d. subiectiva o accidentalis o inhae-
ria concentrada en poca dimen- siva para señalar la subordinación
sión. Ciertamente, es independien- del accidente respecto de la sustan-
205 descensus

cia en la que inhiere, como la de ma tanto la ira cuanto las promesas


la cantidad en relación con el cuer- de Dios; por último, también incu-
po; d. relativa o fundamentalis para rre en d. el malvado que desprecia
aludir a la subordinación que se da la simplicidad y la pobreza de los
en las relaciones por el mismo fun- demás (cf. Super par. Sal. alleg. Exp.
damento de éstas, como la filiación PL 91, 954).
depende de la generación. Ahora bien, todo esto respon-
de a una actitud fundamentalmen-
dependeter. Cf. absolute. te despectiva que se traduce de di-
depositio. Se entiende por d. un tipo versos modos, también el gestual;
de convención establecida en una de ahí que una de las manifestacio-
disputa escolástica (véase obliga- nes de la d. sea la subsannatio, por
tio 1.4.). la que se entiende el gesto de arru-
gar la nariz, como recuerda Agustín
derisio. Su significado más general es en el lugar citado. Con todo, pau-
el de “burla”. La exégesis patrística latinamente la d. adquiere valor es-
ha equiparado este término con los pecífico de pecado de la lengua. En
de irrisio e illusio. Todos ellos deno- este sentido, Casiodoro la define
tan un conjunto de actitudes, bue- como “voz confusa de alegría que,
nas o malas, según el sujeto, su in- con inmoderada hilaridad, hace
tencionalidad, y el objeto. Así, por público un ultraje” (Exp. in Ps. 43,
ej., Agustín habla de una d. o irri- 14), caracterización retomada por
sio Dei, entendiendo por ello el jus- Pedro Lombardo (cf. Comm. in Ps.
to desprecio de Dios por sus ene- 43, 15). Al llegar a Sto. Tomás, es-
migos: en virtud de su prescien- tá ya consagrada la condición ver-
cia, Él conoce y determina la histo- bal de la d. Para el Aquinate, hay
ria humana, burlándose de los es- un elemento esencial a la burla que
fuerzos de los malvados (cf. En. in guarda relación con la contumelia
Ps. 2, 3). En sentido negativo, Gre- y la detractio (véanse): el hecho de
gorio Magno se refiere a los sabios que quien se mofa busca avergon-
del mundo que se burlan de la sim- zar a la persona objeto de su burla,
plicidad de los justos, a propósito quitándole así honor y fama; si lo
de las vicisitudes de Job (cf. Mor. hace abiertamente, la d. queda vin-
X, 28-29). Más grave es la defini- culada con la primera, y si lo hace
ción de Isidoro de Sevilla ofrece a espaldas de la víctima, con la se-
del irrisor como aquel que se bur- gunda (cf. S.Th. II-II, q. 75, a.1).
la de Dios y aun de sí mismo en Respecto de las penas que han de
cuanto que sigue llevando a cabo sufrir los que cometen esta falta, la
aquello de lo que se arrepiente (cf. tradición y el imaginario medieval
Sent. PL 83, 619). Beda el Venera- insisten en la de volverse objeto de
ble resume estos matices sostenien- la burla que infligieron, especial-
do que el illusor, es decir, el suje- mente, si se trata de una dirigida a
to de la d., es quien, aun conocien- Dios.
do la palabra divina, la desprecia
al no ponerla en práctica, y la co- descensus. Cf. ascensus.
rrompe a través de interpretaciones
y enseñanzas perversas; así, subesti-
descriptio 206

descriptio. Es la proposición o el con- ta clasificación y subraya la relación


junto de proposiciones que signifi- del d. con la dimensión temporal
ca lo que las cosas son por o a tra- de futuro (cf. Tusc. IV, 6). Pero es
vés de sus accidentes (per acciden- en Plotino en quien este concep-
talia) o de sus propria (véase pro- to adquiere particular relieve, asu-
prium). En esto se distingue de la miendo un sentido espiritual: des-
definición, en especial, de la defi- pués de haber afirmado inequívo-
nición real esencial (véase defini- camente la trascendencia y perfec-
tio 3.3.), en la medida en que en ción del fin, es decir, de Dios, el fi-
ésta se da cuenta precisamente de lósofo neoplatónico adjudica al
la esencia. Un ejemplo de d. es “El d. la función de generar el pensa-
hombre es bípedo”, proposición en miento, que se dirige precisamente
la que “bípedo” es lo descriptivo y a tal fin como a su meta última (cf.
“hombre” lo descrito. Todas aque- En. V, 6, 5).
llas sentencias que conciernen a la Este cambio de perspectiva pre-
definición en sentido estricto como para la elaboración que, sobre el
de quocumque praedicatur defini- tema, harán los autores cristianos.
tio et definitum se aplican también En efecto, en tal contexto, aparece
al caso de la descripción. Así, todo la especificación del “deseo natural
lo que se predica de la descripción de Dios” como aspiración propia
también se predica de lo descrito: si de la naturaleza intelectiva -parti-
se predica de los bípedos que cami- cularmente, la humana y no sólo
nan, también se ha de predicar del la angélica- a la visión de la esencia
hombre que camina. Lo dicho vale divina. El problema, si bien parte
para el caso de la d. epidíctica, que de un hecho psicológico, revelador
es la propiamente tal y usada en el de la estructura dinámica de la na-
discurso filosófico; en cambio, la turaleza humana, con todo, no se
poética es aquella en la que se apela resuelve enteramente en ese orden,
a imágenes y metáforas. puesto que implica líneas funda-
mentales de una teología y, por en-
descriptivus. Se denomina así uno de de, de una metafísica medieval. En
los modi tractandi literarios y retó- ese sentido, el d. se desarrolla entre
ricos, aquel en que se recurre a des- dos términos: el del hombre como
cripciones tanto epidícticas como terminus a quo, y el de Dios como
poéticas (véase descriptio, in fine). terminus ad quem (véanse). En es-
desiderium. En general, la palabra “de- ta concepción se parte tanto del ca-
seo” designa toda tendencia, sensi- rácter de creado propio del hombre
ble o racional, a la consecución de como de su absoluta dependencia
un bien de algún modo conocido respecto de Dios. Así se ve, por ej.,
y aún no alcanzado. Los estoicos, en esa suerte de “nostalgia de Dios”
encabezados por Zenón, (cf. Diog. o memoria Dei que plantea Agustín
Laer. VII, 110), lo contaban entre de Hipona (cf. Conf. X, 20-27).
las pasiones primarias de origina- Por su parte, los místicos especu-
ria irracionalidad, junto con el te- lativos del siglo XII, asimilan cla-
mor, el dolor y el placer. De inspi- ramente el d. al mundo afectivo,
ración estoica, Cicerón renueva es- oponiéndolo dialécticamente al ra-
207 despectio

cional, es decir, al iudicium. En Ri- libre. En efecto, en el primer paso,


cardo de San Víctor, por ej., el con- el de la mera aprehensión, la inteli-
cepto que nos ocupa está valoriza- gencia capta un objeto determina-
do en cuanto motor que, consti- do que ella considera un bien de-
tutivamente, conduce al hombre seable y, por ende, digno de ser
a querer siempre bienes mayores; examinado. En la segunda instan-
de ahí que, metafóricamente, Ri- cia, la voluntad, así alertada por el
cardo llame al d. “hambre del al- intelecto, manifiesta cierta inclina-
ma”. Cuando tales bienes son es- ción al objeto en cuestión. En el
pirituales, se convierte en positiva tercer paso, ese inicial interés de la
insaciabilidad y crecimiento espiri- voluntad hace que ésta invite a la
tual; cuando son contingentes, en inteligencia a examinar atentamen-
exasperación y frustración (cf. De te el bien del que se trata y las po-
IV grad. viol. car. 14). sibilidades de alcanzarlo. Es en vir-
Los escolásticos de orientación tud de estas etapas previas que se
aristotélica han insistido en otro constituye el d. en cuanto tal, ya
aspecto del tema, elaborando el que la voluntad responde con un
d. natural de Dios, desde el pun- deseo real y eficaz de llegar al fin
to de vista de la tendencia propia previsto.
del hombre a la consecución de la
felicidad, como posesión del fin úl- desitio. Proviene del verbo desino, que se
timo o sumo Bien. Con todo, en aplica 1. a las palabras mismas, con
Tomás de Aquino se deja sentir la el significado de “terminar”, como
influencia de esa aspiración infini- en quae similiter desinunt, para re-
ta que matiza el concepto cristia- ferirse a voces que tienen una ter-
no de d., al menos, como tenden- minación semejante, de donde el
cia de la dimensión superior del al- término “desinencia”; 2. a cosas o
ma: “Nihil finitum desiderium in- situaciones, por ej., con la acepción
tellectus quietare potest” (C.G. III, de “poner fin voluntariamente a al-
50). Pero se trata –cabe reiterarlo– go”, como en desitum est disputari,
de una tendencia que corresponde “se puso fin a la discusión”. Sobre
a la dimensión exclusivamente in- la base de este último sentido, los
telectual y cuya esperanza de satis- escolásticos traspusieron la acep-
facción es promesa de la fe. ción del término al plano metafísi-
Otros autores, como Okham, no co y, en él, confirieron a la forma d.
enfatizan este aspecto del tema y el significado de la cesación de algo
han preferido subrayar que el deseo en su ser o en su operación. Por tal
como tal ha de tener por objeto lo razón, d. es una voz que suele apa-
posible, ya que si dicho objeto es recer en los textos donde se abor-
imposible se torna desperatio (véa- dan, además de cuestiones de Físi-
se) (cf. In III Sent. q.8). ca, el problema de la temporalidad
En la elaboración escolástica de la y la contingencia.
cuestión, y en lo que toca a su as- despectio. En cuanto opuesto a la exis-
pecto más puntual, el d. es una de timatio o estimación, el desprecio
las etapas del diálogo intelecto-vo- ha sido definido como la admiratio
luntad en la constitución del acto (véase), en el sentido de la reacción
desperatio 208

que suscita aquello que se le apare- su contraria, la desesperanza lo pa-


ce al hombre como un ser vil o de raliza. Durante el período patrísti-
mínimo valor. Esto puede derivar co, el tema fue estudiado, sobre to-
en la ofensa y el vituperio. Cuan- do, en términos teológicos y en re-
do tiene por objeto a los demás, es- lación con lo trascendente, es de-
to es, a otros hombres, se utiliza el cir, considerando objetos de la d.
vocablo que nos ocupa; en cambio, Dios –y, por ende, la salvación– o
si el objeto es una cosa o el mundo la verdad. Agustín de Hipona, por
mismo, suele reemplazarse con el ej., afirma que la causa del escepti-
nombre de contemptio o contemp- cismo es la desesperanza de alcan-
tus, con la excepción mencionada zar la verdad (cf. Contra Ac. II, 3,
más abajo. Dos notas adyacentes a 8). Y advierte que pone en peli-
la noción de d. se han de destacar. gro la salvación, precisamente por
En primer lugar, en los textos me- el desentenderse de ella, y subra-
dievales la d. no se identifica con la ya la inacción del sujeto humano
dedignatio, es decir, el desdén, ya en dicho proceso (cf. In Io. Evang.
que en éste se juzga a los otros in- 33, 8). Por eso, insiste en remitirse
feriores al punto de no hacer osten- al ejemplo de los santos que peca-
sible esa desestimación con la inju- ron gravemente antes de santificar-
ria explícita; por lo demás, a veces, se (cf. De nat. et gr. 35, 40), pero,
la dedignatio ni siquiera es delibe- en especial, insta a confiar en la mi-
rada mientras que el d. siempre lo sericordia divina (cf. Sermo 142, 5)
es. En segundo lugar, cabe mencio- para neutralizar la falta de confian-
nar que la expresión d. sui reempla- za en la propia potencia que carac-
za ocasionalmente a la variante más teriza la d.
frecuente contemptus sui. En ambos Durante la Escolástica, el trata-
casos, se alude al desprecio de sí miento del tema se instala prefe-
mismo, pero no en sentido absolu- rentemente en el plano antropoló-
to, es decir, como desconocimien- gico y psicológico. En él, se lo desa-
to de la propia dignidad, sino rela- rrolla en términos negativos, o sea,
tivo respecto de la grandeza divina negando en la d. todas las notas po-
(cf. contemptio). sitivas que presenta la esperanza.
Así, Tomás de Aquino escribe que
desperatio. La traducción castellana el objeto de la esperanza, que es
más fiel de este término es “deses- el bien de ardua consecución, tie-
peranza”, ya que “desesperación” se ne algo de atractivo, en cuanto se
aproxima más al sentido que tienen considera posible de alcanzar y, por
las voces latinas anxietas y angustia eso, la esperanza se aproxima a él.
(véanse) en sus respectivas acepcio- En cambio, la d. tiene lugar cuan-
nes escolásticas. En general, y co- do dicho bien se considera imposi-
mo contraria a la esperanza (véase ble de conseguir; entonces, se torna
spes), la d. se caracteriza por la com- repulsivo para el sujeto, quien re-
pleta falta de confianza en la po- trocede o se desvía de ese fin. En
sibilidad de acceder a un bien ar- cualquier modalidad, el mal de la
duo; por tanto, así como la espe- d. consiste, pues, en un alejamien-
ranza pone en acción al sujeto pa- to del bien. Pero no por no consi-
ra alcanzar dicho bien, en cuanto
209 determinatio

derarlo tal, sino porque, frecuente- las proposiciones contingentes (cf.


mente, se exagera la distancia que In I Sent. d.38, q.u.).
separa al sujeto de él. De esta ma-
nera, se concluye que la d. no im- determinatio. Voz que, aplicada a di-
plica la sola privación de la espe- versos órdenes, tiene acepciones di-
ranza, sino el alejamiento de la co- versas. 1. en el plano ontológico, la
sa deseada por considerarla impo- determinación alude al hecho de
sible. Así pues, aunque se trata de precisar un ente mediante la pre-
una pasión del apetito irascible, dicación. Así, la Edad Media ha-
presupone el deseo (cf. S.Th. I-II, ce surgir la concepción, ya perfila-
q.40, a.4). da en la Antigüedad, que atribuía
a la ontología formal la misión de
destinatio. A veces, esta palabra se usa ocuparse justamente de las deter-
en la acepción de envío real de al- minaciones más generales que con-
go a algún sitio físico; otras, se em- vienen a los entes. Por medio de di-
plea para aludir a la remisión de al- chas determinaciones, los entes son
go concebido por el entendimiento asignados a distintas regiones del
o por el querer, como cuando se re- ser. En tal sentido, la d. es el esta-
suelve dirigirse a algún lugar o bien blecimiento de las notas esenciales
hacer una cosa. Así pues, en este úl- del concepto que denota el ente. La
timo sentido, indica la intentio o d. implica, pues, una precisión, es-
direccionalidad a un fin ya sea por to es, una delimitación; de ahí que
parte del intelecto como, y más fre- Dios, en tanto Ipsum Esse, sea lo in-
cuentemente, de la voluntad. determinado e indeterminable, ya
que Él mismo es ausencia de to-
determinate. Adverbio que indica 1) do límite.
la determinación específica de al- Siempre en este plano, cabe aco-
go; en este caso, se relaciona siem- tar entre paréntesis que se ha lla-
pre con la forma propia de ese algo, mado 1.1. d. distrahens a aque-
por ej., hoc est d. domus, “esto es, lla que repugna a la cosa en cuan-
ciertamente, una casa”, en el senti- to tal cosa, pero que se refiere algu-
do de que ella posee, en efecto, for- na de sus partes o aspectos; por ej.,
ma de casa. 2) la certeza del obje- se determina que un hombre está
to de una acción; así, hacer algo d. muerto, porque su cuerpo, que es
significa atender, mediante ella, a en realidad parte de él, lo está. No
una cosa dada y no a otra, por ej., se ha de confundir con la 1.2. d. di-
estudiar Medicina y no Leyes. No minuens que expresa directamente
se ha de confundir con el adverbio la parte de un todo, por ej., cuan-
determinative (véase) que se refiere do se dice que un hombre negro es
a un aspecto que hoy denominaría- blanco en cuanto a sus dientes.
mos “subjetivo”. Desde 2. el punto de vista lógi-
Un uso particular de este adver- co, se entiende: 2.1. como especifi-
bio aparece en la expresión ockha- cación de lo genérico. Bajo este as-
mista d. verum que indica que, de pecto, la determinación es un pro-
hecho, algo es verdadero, habiendo cedimiento inverso al de la abstrac-
podido ser falso. Tal es el caso de ción: mientras que en esta última,
se asciende hacia un concepto de
determinative 210

menor comprehensión y mayor ex- nalidad final proyectada sobre un


tensión, en la d. se desciende hacia ente, por ej., una cosa puede ser de-
un concepto de mayor comprehen- terminate, es decir, por su forma,
sión y menor extensión, median- un bastón, pero, si se lo utiliza pa-
te la acotación de notas o carac- ra atacar a alguien, ese mismo ente
teres ulteriores. 2.2. como causa- es d. un arma. 2) En relación con
ción lógica del predicado en el jui- las acciones, se dice que una acción
cio, y de la conclusión en el razona- se produce d. cuando se la determi-
miento. En este último sentido, la na causalmente, por ej., quien pide
d. se insertará como término clave tal libro a alguien, formula su pe-
del racionalismo, que intenta cons- dido determinate, esto es, formal-
truir sobre los conceptos del inte- mente pide ese libro; pero sólo lle-
lecto humano una explicación de- vará a cabo la acción de pedirlo d.
ductiva de la realidad. Así, el prin- si logra mover la voluntad del otro
cipium rationis determinantis será el para que éste le dé tal libro.
principium cognoscendi et essendi de
lo real. Pero con ello se está ya en detractio. Muy tempranamente en la
el horizonte filosófico de la Moder- Edad Media se subrayó el origen
nidad: de hecho, el uso mismo de de este término, “detracción”, pro-
la palabra “determinación” es más vieniente de “detrahere”: quitar. En
frecuente en los tres últimos siglos. efecto, por d. se entendió, en prin-
Desde 3. un punto de vista que se cipio, la palabra o el discurso que
podría llamar metodológico, la d. niega, disminuye o calla el bien de
era el paso final en las disputas es- alguien, convirtiéndolo así en mal.
colásticas que se llevaban a cabo en De manera derivada, pero no me-
la universidad medieval: el maestro nos importante, la sustracción de
exponía el tema de la quaestio (véa- un bien se puede sustituir por la
se in fine). Los estudiantes avanza- imposición de un mal, o sea, de-
dos elaboraban los pro y contra, es cir un mal de alguien exagerando
decir, los argumentos que apoya- sus alcances o aun inventándolo.
ban la tesis y la antítesis respecti- Desde el momento en que se trata
vamente, de modo de formular un de un pecado de la lengua, tal bien
primer esbozo de solución, tarea a suele ser la fama de esa persona. En
cargo de un estudiante que, en tal este aspecto, el exacto contrario de
función, se llamaba respondens y so- la d. es la adulatio en cuanto que
lía ser un baccalaureus (véase). Ge- exagera el bien ajeno o le añade al-
neralmente en una sesión poste- go más allá de la verdad.
rior, reexaminaba dichos argumen- La d. tiene, pues, como caracte-
tos para llegar a la d., esto es, a la rística la intervención de tres suje-
solución definitiva y concluyente. tos humanos: el que habla, el que
escucha y el que es objeto de lo di-
determinative. El infijo –iv– señala cho, con la condición de que este
siempre una dirección “subjetiva”, último ha de estar ausente. De es-
en el sentido contemporáneo de es- ta situación derivan las dos líneas
te último término. Así pues, a dife- de definición del término que nos
rencia de determinate (véase), d. 1) ocupa: la primera ubica en primer
indica de algún modo la intencio- lugar la relación entre el hablante y
211 deus

el objeto de su discurso; la segun- no porque disminuya la verdad si-


da enfatiza la relación entre el ha- no porque intenta disminuir la fa-
blante y el oyente. De este modo, ma (cf. S.Th. II-II, q.73, a.1 ad 3).
las definiciones del primer tipo se La otra distinción importante con-
concentran en el contenido de la cerniente a este tema es la que di-
d., esto es, en las palabras pronun- ferencia entre d. y susurratio. Aun-
ciadas. En las del segundo tipo, se que algunos autores las identifican,
considera la detracción como una otros subrayan que en la última
acción verbal dirigida a suscitar en hay como añadido una intención
quien escucha una actitud negativa de seminatio discordiae que, por de-
respecto de la persona ausente: lo finición, no aparece en la primera.
que importa es lo que el detractor Esta nota también contribuyó a la
intenta provocar, no tanto lo que autonomía de la susurratio respec-
se dice; ni siquiera el tercer perso- to de murmur (véase). Así aparece,
naje en cuestión, ya que de él só- por ej., en Alberto Magno. En con-
lo cuenta su ausencia. Hasta el si- cordancia con él, Tomás de Aquino
glo XIII, la mayor parte de los tra- señala la gravedad de la detracción,
tados intentaron individualizar ese ya que, en la mayor parte de los ca-
objetivo. Así, Pedro Cantor sostie- sos, obedece a una efectiva volun-
ne que éste radica en provocar odio tad de perjudicar más que a la lige-
y desprecio, o bien disminuir la fa- reza (cf. S.Th. II-II, q.73, a.2).
ma (cf. Verbum abbreviatum 205,
56). Con la madurez de la Esco- deus. Dado el carácter omniabarcante
lástica, el objetivo se focaliza en es- de la idea de Dios a lo largo de to-
ta última, de manera que la defi- da la historia del pensamiento pa-
nición tradicional de la d. la signa trístico-medieval, se intentará aquí
como “denigratio alienae famae per una división temática de aspectos
occulta verba”. El detractor quita, muy generales concernientes a esta
pues, a quien lo escucha la buena noción, remitiendo para puntos es-
opinión que éste tiene del prójimo; pecíficos a otros artículos. Tales as-
a su vez, el oyente es pasivo de esa pectos son: 1) los enfoques filosó-
sustracción, aunque a menudo par- ficos sobre Dios; 2) la noción que
ticipa de ella, mientras que el ter- deriva de la Escritura; 3) pruebas
cer personaje es denigrado median- sobre la existencia de Dios; 4) esen-
te palabras que él desconoce (occul- cia y existencia divinas; 5) la rela-
ta verba). ción entre Dios y el mundo.
En el siglo XIII se consagra la 1. Respecto de los enfoques es-
preeminencia de la definición “in- trictamente filosóficos sobre Dios,
tencional” que, no obstante, incor- se puede decir que durante la Edad
pora la del contenido. En este sen- Media se han dado las tres perspec-
tido, se salva la peligrosa proximi- tivas clásicas que también las eda-
dad que existía entre la d. y la de- des sucesivas registran sobre el te-
nuncia del pecado, subrayando en ma. En este sentido, los conceptos
la primera la intención perversa metafísicos acerca de Dios en cuan-
de la difamación. Tomás de Aqui- to absoluto se pueden dividir en: la
no insiste en que el detractor es tal idea de Dios como Todo, la idea de
Dios como Nada, y la idea de Dios
deus 212

como Sumo Ser. En relación con el vértice más alto en la pirámide


la primera, cabe señalar que, da- del ser, es decir, en la constitución
do el supuesto teológico que atra- ontológica de la realidad. Se puede
viesa toda la Edad Media, supues- decir que el tercer punto de vista,
to cuya base escrituraria no da lu- que concibe a Dios en cuanto Su-
gar al panteísmo filosófico, no se mo Ser, Sumo Bien, Suma Verdad,
verifican en su transcurso posicio- etc., es el que ha sido tratado en la
nes rigurosamente panteístas. Sin vía eminencial, esto es, la perspec-
embargo, doctrinas como la de Erí- tiva que, partiendo de las notas on-
gena plantean la idea de un Dios tológicamente positivas de los seres
que, para conocerse, se despliega dados, las potencia al infinito en
en el mundo que, por su parte, es- Dios. Cabe indicar que es la más
tá en Él; de este modo todas las co- frecuente en los autores medieva-
sas son, fundamentalmente, teofa- les.
nías. De manera que, si bien se in- 2. En cuanto a la confluencia de
tenta salvar la trascendencia divi- estos enfoques, en especial del úl-
na, puesto que todo habrá de con- timo, con los datos escriturarios
fluir en la inefable unidad de Dios, elaborados por la teología medie-
se tiene una suerte de pan-en-teís- val, las notas bíblicas que ejercie-
mo. También la idea de Dios como ron mayor influencia en los desa-
Nada aparece en el período medie- rrollos filosóficos son: la identifica-
val. Por cierto, no se trata de una ción de Dios con el ser en el ver-
negación de su existencia sino que, sículo de “Yo soy el que soy” o “el
al contrario, esta vertiente subraya que es” (véase esse), su condición de
en Dios su absoluta alteridad, al in- Padre universal –que, en Agustín,
sistir en su carácter de no-ente, aun por ej., permite concebir el itinera-
cuando éste se entendiera como su- rio de la humanidad como un to-
premo. Por lo demás, este enfoque do y plantear así una teología de la
integra el no ser y el ser en la idea historia– y, sobre todo, su carácter
de Dios, y, aunque también lo hace de Creador a partir de la nada (véa-
en cierta medida el primero que se se creatio). En el caso de la teología
ha mencionado, la concepción de revelada del Cristianismo, cabe su-
Dios como Nada se caracteriza por brayar que el principal tratamien-
enfatizar en Él la anulación de lo to concierne al dogma trinitario, el
óntico y la cancelación de las con- cual, aunque no está explicitado en
tradicciones. Esta segunda perspec- el Nuevo Testamento, obviamente,
tiva, que podría estar representada tiene su base última en él.
por el planteo de Nicolás de Cusa, 3. En lo que concierne a los pro-
comparte con la primera el común cedimientos demostrativos sobre la
origen neoplatónico que se remon- existencia de Dios, la reflexión filo-
ta al Pseudo-Dionisio, con la con- sófica de la Edad Media tomó di-
secuente adhesión a la teología ne- versos elementos necesarios como
gativa (véase theologia). Esto lle- puntos de partida para llevarlos a
va a ambas a un rechazo, también cabo. Tales puntos de partida dan
común, por la tercera perspectiva lugar a pruebas –o, dependiendo
que, grosso modo, ve a Dios como de la fuerza demostrativa de los ar-
213 deus

gumentos, vías de reflexión– acer- da uno, para postular la existencia


ca de la existencia divina. Las prue- de Dios en cuanto fin último y or-
bas son de muy variada índole, va- denador de la realidad. Por cierto,
riación que responde también, co- ésta es el procedimiento que mejor
mo es obvio, a las respectivas tra- responde a la tradición aristotélica;
diciones filosóficas a las que res- 3.6. el tipo de prueba que se apoya
ponden sus autores. En este senti- en el principio de causalidad y que
do, entre las principales, se pueden sostiene la existencia de Dios como
mencionar: 3.1. la vía que, par- último término necesario para ex-
tiendo de la comprobación del de- plicar la de los entes en cuanto cau-
seo de felicidad natural en el hom- sados, la cual quizá sea la más fre-
bre, postula a Dios como objeto úl- cuente, al menos, en la Escolástica.
timo de dicha tendencia, como se En su mayor parte, estos argumen-
da en Agustín de Hipona; 3.2. el tos tradicionales han sido reformu-
procedimiento que parte de una lados en la precisa síntesis que de
definición, supuestamente unívo- ellos ofrece Tomás de Aquino en
ca, de Dios y, con supuestos tanto sus famosas cinco vías (véase via).
linguísticos como ontológicos, de- Con todo, la actitud más típica-
duce de ella la necesidad lógica de mente medieval acerca del tema de
postular su existencia: tal es el caso Dios tiende más a preguntarse qué
del célebre argumento de Anselmo es Él que a interrogarse sobre su
d’Aosta en Prologion II, que consti- existencia, la cual bien puede con-
tuye una prueba a simultaneo (véa- siderarse el gran supuesto del pen-
se). 3.3. la vía que, partiendo de la samiento en la Edad Media. De ahí
constatación de la contingencia de que las demostraciones menciona-
los entes, muestra la exigencia de das sean menos importantes en sí
afirmar la existencia de Dios como mismas que a la hora de inscribir a
ser necesario, como se da, por ej., un autor medieval en una determi-
en el Monologion anselmiano y en nada corriente filosófica.
Tomás de Aquino. 3.4. la reflexión 4. Respecto del problema de la
que se apoya como punto de parti- esencia de Dios, lo primero que se
da en la gradación de las cualida- ha de advertir es que sólo se puede
des positivas en los entes que son hablar de ella por analogía, ya que,
más o menos buenos, verdaderos, en rigor, es incognoscible por parte
bellos, etc. y que conduce a postu- de una mente finita como la huma-
lar la existencia de Dios en cuan- na. Cabe indicar que este tema se
to causa ejemplar, es decir, como ha desarrollado en dos grandes di-
Sumo Bien, Verdad, Belleza, de los recciones: la que deriva en la cues-
que tales seres participan. Este pro- tión de los nombres divinos (véa-
cedimiento, que, naturalmente, es se nomina divina), que dan cuen-
propio de la tradición platónica, ta de las propiedades esenciales de
se encuentra también en Agustín y la divinitas, y la de la identidad de
Anselmo. 3.5. la vía que parte de la essentia y esse en Dios. En relación
comprobación de la finalidad per- con el primer punto, en el que la
seguida por los entes naturales no salvedad hecha respecto del len-
racionales, según la especie de ca- guaje analógico es particularmente
deus 214

importante, hay que decir que las interpreta el “Yo soy el que es” del
propiedades más nobles que se en- libro del Éxodo. Una consideración
cuentran en la criatura, como vida, peculiar al respecto es la ofrecida
pensamiento, amor, etc., se proyec- por Ockham. Para este autor, bajo
tan en Dios como perfectiones sim- el nombre de Dios se puede enten-
pliciter simplices, es decir que se le der o bien un ser superior en no-
atribuyen formaliter, ya que sólo bleza y perfección a todo lo que no
contienen perfección. Pero esto no es Él, o bien un ser tal al que nin-
significa de ninguna manera que la gún otro supera en nobleza y per-
esencia divina esté constituida por fección. De atenerse a la prime-
una suma de propiedades esencia- ra formulación, se puede concluir
les, puesto que, si así fuera, que- que no puede haber más que un
daría cuestionada la absoluta sim- solo Dios. Si se parte de la segunda,
plicidad de Dios que no se pue- se puede probar que Dios existe.
de poner en duda. De hecho, des- Ciertamente, esto no significa que
de los inicios de la Patrística, espe- Ockham adhiera a la demostración
cialmente con Orígenes, se subrayó de Proslogion II, ya que sus supues-
el tema de la simplicidad divina, ya tos son muy diferentes de los an-
que lo que no es simple es lo com- selmianos; por otra parte, no utili-
puesto y lo compuesto se puede za “maius” sino “melius” y “perfec-
descomponer, con lo cual se estaría tius” (cf. Quodl. I, 1; In I Sent. d.2,
atribuyendo a Dios corruptibilidad q.10).
y mutabilidad, lo cual es imposi- 5. Acerca de la cuestión de la re-
ble. Así pues, se consideró que tales lación de Dios con el mundo, lo
propiedades no son el ser divino si- primero a señalar es la importancia
no apenas –para y desde nosotros– que cobra en este punto la doctrina
expresiones muy parciales de su de la creatio ex nihilo. Esta doctrina
esencia. En ella, dichas propiedades contribuyó a consagrar la precisión
confluyen en la actualidad infinita en nociones filosóficas tales como
de Dios. Un esquema argumentati- las de origen y causa. Por otra par-
vo similar es el que aplica Tomás de te, teniendo el primero en la na-
Aquino respecto del segundo pun- da y la segunda en Dios, la criatu-
to de este acápite. En efecto, para ra –y el conjunto de ellas que cons-
el Aquinate todo ente tiene la com- tituye el mundo– queda sellada por
posición real essentia-esse, además una copresencia de ser y no ser:
de la de materia-forma en el caso existe en tanto que Dios le ha con-
de los entes sensibles. Sostener que ferido el ser, pero no es lo que Él
también en Dios se da la composi- es; por eso, como indica Agustín,
ción de esencia y existencia signi- de lo creado se puede decir en cier-
ficaría, desde la perspectiva tomis- to modo que es, y en cierto mo-
ta, atentar de alguna manera con- do que no es, subrayando de esta
tra su simplicidad. Así pues, afir- manera su carácter de contingen-
ma el Aquinate que sólo en térmi- tes. Además, se ha considerar que
nos analógicos se puede decir que el pasaje del no ser al ser implica-
la esencia de Dios consiste en el Ser do en la creación a partir de la na-
mismo que subsiste. De ese modo da implica el primer movimiento o
215 dextrum

cambio que, a su vez, sella el carác- nidad la realización del mismo. En


ter mutable del efecto. Así, la ela- De civ. Dei IV, 23, Agustín de Hi-
boración filosófica de la noción de pona da testimonio de esta segun-
un Dios creador ex nihilo da lugar da acepción entre los paganos que,
a la profundización de las catego- por ej., hacen votos a la diosa Feli-
rías de contingencia y de mutabi- cidad. Con todo, en el marco de la
lidad. Pero el punto central en es- nueva religiosidad propia del Cris-
ta doctrina es Dios en cuanto cau- tianismo, se prefirió el término pie-
sa cuya eficiencia produce una al- tas (véase).
teridad. Todo pensador medieval, No obstante, durante la Patrísti-
de manera más o menos explícita, ca, también se usó d. y se privile-
ha sentido que una explicación ra- gió el primer sentido del término,
cional del mundo exige un término relacionándolo con otros como sa-
absolutamente último en la cade- crificium (véase). En su comenta-
na causal, es decir, una causa prima rio al Evangelio de Lucas, Ambro-
en sí misma que sea para el univer- sio de Milán escribe que Dios ins-
so causa propria. Ésta, o sea, Dios, pira la devoción a los indiferentes
explica el efecto por la sola fuerza con el fin de que éstos, voluntaria-
de su ser, por su identidad consi- mente, se dediquen a Él (cf. Super
go mismo y en cuanto que es Ac- Lc. 9, 53).
to Puro. En términos medievales, Pero fue en la Escolástica cuando
el reconocimiento de esta exigencia esta noción se elaboró más desde el
es el núcleo y el primer momento punto de vista teológico. Tomás de
del conocimiento intelectual natu- Aquino considera la d. un acto es-
ral que el hombre tiene de Dios; de pecial de la religión. Más aún, cita
ahí que se haya sostenido que Él es la Hist. Rom. de Tito Livio, para se-
el principal objeto de la metafísica. ñalar que ya los paganos llamaban
“devotos” a los que se entregaban a
devotio. Se define la devoción como la la muerte para salvar a su ejército.
disposición de prontitud de la vo- Recordando lo dicho por Ambro-
luntad que se ofrece al servicio de sio, el Aquinate pone la causa ex-
Dios. Si bien es, por definición, trínseca de la devoción en la mis-
movimiento interior, también se ma inspiración divina; la intrínse-
traduce externamente. De hecho, ca es, en cambio, humana, y radica
proviene del verbo latino voveo, con en la meditación, ya que de lo con-
sus derivados votum y votivus, cuyo templado procede el acto de la vo-
sentido originario es el de dedicar luntad (cf. S.Th. II-II, q. 82, aa. 1-
o consagrar algo a un dios. Ya des- 3).
de la Antigüedad este sentido pri- Ciertamente, durante el Renaci-
mero cobró, por así decir, una do- miento, los profundos cambios pro-
ble dirección. De un lado, la d. im- ducidos en la religiosidad dieron
plica una promesa al dios, precisa- paso a nuevas formas de devoción
mente la de cumplir un voto cual- conocidas precisamente como d.
quiera, por ej., consagrarle un tem- moderna.
po; de otro, la d. implica también
la expresión de un voto, esto es, de dextrum. En el caso de un hombre,
un deseo, y el obtener de la divi- este adjetivo lo califica de “hábil”;
dialectica 216

en el de una situación, de “propi- taciones indirectas (véase demons-


cia”. Como neutro, significa “dere- tratio); 2.5. proceso de desarrollo y
cha”, así como “sinistrum” señala la pasaje de lo implícito a lo explícito,
izquierda. Los escolásticos subra- ya sea en el orden metafísico, como
yan el carácter de quoad nos (véa- en el lógico.
se) de ambas nociones en las cosas El nombre de d. fue transmitido
inanimadas, es decir que izquierda a los filósofos medievales por Mar-
y derecha no están en las cosas si- ciano Capella, quien tituló De arte
no en el modo como nos relaciona- dialectica el libro III de su De nup-
mos con ellas; en cambio, en noso- tiis Philologiae et Mercurii; y por
tros, se encuentran secundum se (cf. Boecio, que llamó De dialectica al
In Met. V, l. 17, 1027). capítulo III de su obra De artibus
ac disciplinis liberalium litterarum.
dialectica. En el período patrístico, Y precisamente, en la Edad Media,
la palabra “dialéctica” significó, la d. con la gramática y la retóri-
primordialmente, dos cosas: 1. la ca conformó el trivium de las ar-
ciencia del método que aplica pre- tes liberales (véase ars). Como tal,
cisamente el conocimiento científi- era una de las artes sermocinales, o
co; de ahí que se la entienda aún sea que no se refería directamente
como el estudio de las leyes que a la realidad misma, sino al método
regulan el discurrir de la razón, es por el que se la aborda desde el len-
decir, la lógica. 2. también es, co- guaje y el pensamiento.
mo en Aristóteles, la ciencia prác- Pero, a lo largo del período pa-
tica de la discusión. Muy en gene- trístico-medieval, el término pre-
ral se puede decir que la primera senta una enorme variedad de ma-
acepción fue la prevalente duran- tices. En Agustín de Hipona, por
te la Edad Media. Por eso, la d. pa- ej., aparece, según los respectivos
só a señalar la función lógica carac- contextos, en casi todas las acep-
terística de la mente, esto es, la ac- ciones mencionadas. Cabe anotar
tividad de la razón en su momen- la defensa que el hiponense hace de
to discursivo. Como proceso de la d. De hecho, en De ord. II, 13,
razonamiento mediato, se opone 38, la llama “disciplina de las disci-
pues al acto intelectivo que apre- plinas” y dice que ella enseña a en-
hende inmediata o intuitivamen- señar y a aprender. Más aún, sos-
te las relaciones entre los concep- tiene que en la d. la razón se reve-
tos. Con todo, y siempre bajo esta la, demostrando qué es ella misma,
orientación general, se pueden es- qué quiere y qué conoce ella sola.
tablecer las siguientes especificacio- En De doctr. christiana II, 31, 42, la
nes en la acepción de d.: 2.1. ins- presenta como totalmente necesaria
trumento de argumentación sofís- para la comprensión de la Sagrada
tica (véase sophisma); 2.2. discur- Escritura, advirtiendo, sin embar-
so interior del alma, por el que se go, sobre la necesidad de cuidarse
avanza, de la aprehensión de la rea- del placer de debatir y de la osten-
lidad sensible, a la de la realidad in- tación pueril de engañar al adver-
teligible; 2.3. método lógico de de- sario. Una acepción mucho más ri-
finición y división; 2.4. método de gurosa, probablemente por basarse
confrontación mediante argumen-
217 dicere

sobre comentarios a los Tópicos es Bajo esa especificación predomi-


la que asume la voz en Boecio. En nante la entienden los autores es-
efecto, para este autor, la d. es parte colásticos del siglo XIII. Tomás de
de la logica, junto con la demonstra- Aquino, por ej., si bien recoge las
tio y la sophistica (véanse). Sin ofre- objeciones de Aristóteles sobre el
cer ni la infalibilidad de la prime- tema, entendió al mismo tiempo la
ra ni el error de la segunda, la d. dialéctica como una parte justifica-
se limita, en la perspectiva boecia- da de la lógica. De hecho, en los
na, a estudiar las propiedades de la dos últimos siglos de la Edad Me-
concatenación silogística, prescin- dia, se fue convirtiendo en lógica
diendo de la verdad de las premi- simpliciter.
sas. Así, su objeto es el de asegu- A comienzos ya del Renacimien-
rar la corrección del procedimien- to, por una parte, se tiende a con-
to mental y su probabilidad, pero cebir la d. prevalentemente en el
no refleja necesariamente el modo sentido 2.5., como en Nicolás de
de ser de las cosas. Cusa (véase complicatio); por otra,
Para Erígena, la d. es la parte de se va acentuando en algunos auto-
la filosofía que trata de la división res cierta tendencia a interpretarla
de los géneros, del más amplio al como el contenido formal de la ló-
menos abarcativo. Hugo de San gica aristotélica, mientras que otros
Víctor la presenta como un campo suelen usar el término directamen-
de la lógica, aquel que se propone te en sentido peyorativo.
elaborar la demostración probato-
ria. Por su parte, Juan de Salisbury dialogismus. Poco usado en el Medio-
también hace hincapié sobre los evo, este término señala, a diferen-
peligros de una dialéctica vacua. cia de dialogus en sentido estricto,
A medida que se aproxima la ple- el diálogo, más específicamente,
nitud de la Escolástica, la d. se per- la discusión que el hombre sostie-
fila, cada vez con mayor nitidez, co- ne consigo mismo como si se tra-
mo ejercicio racional, en las acep- tara de un interlocutor externo. El
ciones 2.3 y 2.4. Para algunos es- d., pues, una especie de la sermoci-
colásticos, constituye el modo pro- natio (véase).
pio de acceso intelectual a los cre- dialogus. Bajo este nombre, y no obs-
dibilia (véase); para otros, la mane- tante la etimología del término,
ra de disernir lo falso de lo verda- la Edad Media entendió el colo-
dero; para no pocos, una pura lo- quio –en general, pero no necesa-
gomaquia que acabó suscitando la riamente, familiar– que se da en-
reacción violenta de los antidialéc- tre dos o más interlocutores llama-
ticos. Entre estos, y los dialécticos dos soci. Uno de los ejemplos más
extremos, se situó Pedro Abelardo, famosos al respecto es el D. inter
quien la concibió, sobre todo, co- Philosophum, Iudaeum et Christi-
mo método crítico y, sobre las hue- anum de Pedro Abelardo.
llas de Agustín, la consideró aplica-
ble aún –y hasta principalmente– dicere. El concepto de decir tiene en la
al estudio de la Escritura. Edad Media una importancia filo-
sófica que lo vincula especialmente
al campo 1. del Derecho y 2. de la
dici de omni-dici de nullo 218

Teología. Por otra parte, ha estado dictatio. Término frecuente en la lite-


siempre relacionado de algún mo- ratura bonaventuriana, la d. o dic-
do con la noción de autoridad. tamen es un acto jerárquico en el
1. En el primer ámbito, aun eti- itinerarium mentis ad Deum. Con-
mológicamente interviene esta pa- siste en la deliberación sobre el va-
labra en las correspondientes al len- lor moral inherente al objeto apre-
guaje jurídico; de ahí expresiones hendido mediante la sensibilidad.
como iuris-dictio, iu-dicium, iu-di-
care, iu-dex, además de “dicis causa” dictio. Es la palabra, en tanto voz arti-
que significa “según la enunciación culada, que los hombres instituyen
formal”, esto es, “con arreglo a la para expresar su pensamiento. So-
forma”. Esto ocurre porque se con- bre las huellas de estas notas plan-
sideró que es constitutivo del Dere- teadas por Aristóteles (cf., por ej.,
cho el ser promulgado, enunciado, De an. II, 8) los autores medieva-
dicho. Con todo, se ha de obser- les elaboraron la mencionada defi-
var que, si bien el término que nos nición. Así, en primer lugar, se des-
ocupa implica la idea de autoridad, taca la materialidad del flatus vocis
en las expresiones jurídicas verbales (véase vox), o sea, de la pura emi-
o conjugadas, se prefiere aio. Así, sión de un sonido. Pero, en segun-
no se dice “lex dicit” sino “lex ait”. do término, se trata de un sonido
2. Desde el punto de vista teoló- que, a diferencia del que emiten los
gico, d. fue abordado en relación irracionales, es articulado y esto ya
con el dogma trinitario. En es- remite a la racionalidad que está
te sentido, se considera que es so- detrás de la d. como signo. En efec-
lamente el Padre quien dicit, co- to, ella no se agota en su carácter de
mo quien habla –figuradamente, tal sino que es transmisor de nocio-
claro está– mediante la voz. Y es- nes. Con todo, y en tercer lugar, lo
to es porque es precisamente al Pa- fundamental en la d. es que se ins-
dre a quien compete producir el tituye por convención humana. Es-
Verbo (cf., por ej., Tomás de Aqui- to la convierte en un signo no na-
no, S.Th. III, q.39, a.8 ad 2). Véa- tural sino theticum y destinado al
se también verbum. uso social. Importa subrayar esto
último para calibrar la importancia
dici de omni-dici de nullo. Cf. dictum de esta noción en la constitución
de omni-dictum de nullo. misma de la sociedad: de hecho, el
pacto social no podría tener lugar
dictamen. Voz que, traducible por sin la posibilidad de que los hom-
“dictado”, suele aparecer en la ex- bres conozcan los pensamientos de
presión d. rationis. Esto alude a la los demás hombres. Asimismo, el
regla de la voluntad y, a la vez, a hecho de no ser un signo natural
la ley natural que no se desvía de sino instituido convencionalmen-
la eterna, esto es, de la razón divi- te hace que su valor de significa-
na. Por esta última razón, los prin- ción sea relativo, es decir, variable
cipios de la ley natural son inmuta- según el contexto. Particularmente
bles (cf., por ej., Gabriel Biel, Lect. importantes son en la Edad Media
69 a). las consideraciones que, a lo largo
de toda su obra, hace Pedro Abe-
219 differens

lardo sobre este tema. Por su par- que recae sobre la cosa misma, vale
te, Guillermo de Ockham le asig- decir sobre la atribución del predi-
na el significado de todo signo con- cado al sujeto. A ésta se denomina
vencional, hablado, escrito o -agre- d., para distinguirla de la otra aser-
ga- de cualquier otra naturaleza (cf. ción que recae, en cambio, sobre la
Summa Totius Log. III, 4, c.2). manera en que se realiza esa atribu-
ción: el modus.
dictum. En términos generales, alu-
de a lo dicho, en el sentido de lo dictum de omni-dictum de nullo. For-
afirmado, lo propuesto como ver- mulaciones, positiva y negativa,
dad. Pero ello implica una proposi- respectivamente, de un principio
tio, o sea, una expresión significati- fundamental del silogismo, según
va compleja, de estructura autóno- el cual lo que se afirma o se niega
ma, en la que se predica algo de al- de una clase entera de entes, debe
go. Como sostiene, por ej., Pedro ser afirmado o negado de cada en-
Abelardo, la proposición signifi- te particular perteneciente a dicha
ca “lo que propone y dice”, y es- clase. Las condiciones bajo las cua-
to último es, precisamente el d. En les este principio es válido son 1)
la proposición “Juan corre” se afir- que lo que se afirma o se niega es-
ma como verdadero lo dicho, esto té referido a la naturaleza propia de
es, que Juan corre. Así pues, el d. esa clase de entes, y 2) que la perte-
es el único significado que asegu- nencia del ente particular a tal cla-
ra a la proposición su valor de pro- se sea inequívoca. Los anteceden-
puesta de verdad. Si decimos “No tes del principio en cuestión se en-
tengo ningún abrigo” y “Carez- cuentran en textos aristotélicos (cf.
co de abrigo” la realidad nombra- Cat. III, 1b, 10; An. Pr. I, 1, 24b
da en estas dos proposiciones es la 28-30). Los escolásticos lo explici-
misma, pero no su estructura lógi- taron diciendo, como hace, por ej.,
ca. Por eso, el d. formó parte des- el Aquinate: “Quidquid de omnibus
pués de los estudios lógicos en la valet, valet etiam de quibusdam et
Edad Media. En este orden, se lo singulis; quidquid de nullo valet nec
consideró una parte de la proposi- de quibusdam et singulis valet” (cf.
ción modal. Una proposición (véa- In Post. An. I, IX).
se propositio 2.2.) se llama “modal”
cuando enuncia el modus o la ma- differens. Diferente es lo determina-
nera en que la cópula liga el predi- do por una diferencia (véase diffe-
cado con el sujeto. Ahora bien, hay rentia) respecto de otra cosa. Me-
cuatro especies de modos: posibili- rece una especial mención el trata-
dad, imposibilidad, contingencia y miento que hace Guillermo de Oc-
necesidad. Un ejemplo de propo- kham, puesto que este autor abor-
sición modal según la primera es- da el problema desde el pundo de
pecie de modo sería: “Es posible vista de las cosas differentes. Éstas
que Pedro sea un músico”. En este pueden ser tales en sentido numé-
ejemplo, “es posible” indica el mo- rico o bien específico. Dos cosas di-
do; “Pedro es músico” correspon- fieren numéricamente cuando son
de al d.. Así pues, en toda proposi- de la misma naturaleza, pero sin
ción modal hay dos aserciones: una identificarse, por ej., en una sus-
differentia 220

tancia extensa, las diversas partes d. no puede entenderse sin la uni-


de la misma son numéricamente dad numérica de los casos distintos
distintas, como lo son también dos y sin la del género al que pertene-
cosas que, no conformando el mis- cen y del que se diferencian. En el
mo ser, constituyen totalidades. En ejemplo mencionado de los dos pe-
cambio, dos entes difieren específi- rros de distinto pelaje, cada perro
camente cuando pertenecen a sen- es uno; a la vez, hay unidad en el
das especies diversas. Pero lo cen- género animal al que pertenecen y
tral en lo dicho es que conforma del que se distinguen en cuanto ca-
una suerte de introducción para la ninos.
tercera acepción que Ockham aña- Desde el punto de vista lógico,
de: la del differre ratione. Esto se da esta noción fue usada al formular-
cuando la diferencia se aplica sólo a se el modo más general de estable-
los conceptos, en el sentido estricto cer una definición: en efecto, a és-
que le confiere a esta última expre- ta se llega por género próximo y di-
sión (cf. diversa). ferencia específica (véase definitio).
Recortando el género “animal” con
differentia. Genéricamente, la d. es lo la d. “racional”, se tiene la defini-
que distingue una cosa de otra. Los ción de “hombre”. Desde ambas
escolásticos siguieron en este pun- perspectivas a la vez, la ontológica
to la doctrina de Aristóteles, quien y la lógica, Porfirio considera la di-
opone a la identidad tanto la dife- ferencia como uno de los predica-
rencia como la alteridad. Esta últi- bles (véase praedicabilia).
ma no conlleva determinación; por El mencionado autor introdu-
ej., un perro es, simplemente, otro jo además una clasificación de ti-
ser respecto de un caballo o un pi- pos de d. que fue aceptada más tar-
no. En cambio, la diferencia en- de por muchos escolásticos. Éstos
tre dos cosas implica la determina- hablaron de: 1) d. communis, que
ción de aquello en que difieren so- separa accidentalmente una co-
bre una base común; por ej., entre sa de otra, por ej., un caballo pa-
un perro blanco y un perro negro rado se distingue de otro al galo-
hay una diferencia que está deter- pe; 2) d. propria, que también sepa-
minada, en este caso, por el color. ra accidentalmente, pero en virtud
La d. no es, pues, incompatible con de una propiedad inherente a la co-
la alteridad: se pueden dar, por ej., sa, por ej., un cuervo y una gavio-
un caballo blanco y un perro negro ta se distinguen por sus respectivos
(cf. Met. X, 3, 1054b, 15 y ss.). El colores, pero éstos son, a la vez, los
origen de las diferencias es, pues, el propios de sus respectivas especies;
accidente cualidad. 3) d. proprissima, que separa una
Esta noción no sólo juega un pa- cosa de otra esencialmente, en tan-
pel importante en metafísica si- to que la diferencia se funda en una
no también en el campo de la ló- propiedad esencial, por ej., el hom-
gica. Así, en la Edad Media, desde bre se distingue de cualquier otro
el punto de vista metafísico, el pro- animal, en cuanto que es racional.
blema de la diferencia ha sido tra- Fiel a la línea aristotélica, Tomás
tado en estrecha relación con el de de Aquino sigue la distinción en-
la división real (véase divisio). La
221 difformitas

tre diferencia y alteridad –tema es- o potencia de la que depende la ac-


te último que él elabora como “di- ción u operación.
versidad”– e indica (cf. C.G. I, 17)
contra David de Dinant, que lo di- difficultas. La dificultad, esto es, la
ferente se dice siempre en térmi- condición de lo difficile (véase),
nos de relación, pues todo lo que puede obedecer a varias causas, en-
es diferente lo es en virtud de al- tre las que en la Edad Media se enu-
go; para retomar nuestro ejemplo, meraron, en general: 1. la distancia
ambos perros son diferentes en vir- desproporcionada entre la potencia
tud de su color, pero, si lo que ha- y el acto en una virtud ordenada a
ce a su diferencia es el color, lo que producir un determinado efecto; 2.
los vuelve posibles en cuanto dife- la resistencia externa o interna que
rentes y no diversos es la relación obstaculiza la acción; 3. la inclina-
de pertenencia que ambos guardan ción del agente hacia lo opuesto a
respecto de la especie “perro”. En lo que se persigue en la operación.
cambio, lo diverso lo es por el mero En lo que concierne en particular a
hecho de no ser lo mismo que otra la dificultad en el campo del cono-
cosa dada. cimiento, se destacó la que implica
Un planteo peculiar de la cues- la adquisición de las nociones nue-
tión es el que hace Duns Escoto, vas, en las que se presenta una nue-
quien pone énfasis en el aspecto va conexión entre los medios y di-
metafísico del tema: para él, hay di- versos extremos. En cuanto a la di-
fferentiae ultimae o diferencias del ficultad en el campo práctico y par-
ser. Entre ellas se cuentan, por ej., ticularmente moral, los escolásti-
los trascendentales (véase trascen- cos en especial indicaron sus causas
dentale), a los que Duns llama pas- más frecuentes tanto en el acto de
siones entis o passiones convertibiles. elegir, cuanto en la ponderación de
Por su parte, Suárez concibe la di- las circunstancias que rodean la ac-
ferencia también como d. indivi- ción a llevar a cabo y la perseveran-
dualis, esto es, como una d. que, tia (véase) en la virtud.
al contraer la especie, constituye al difforme. Es lo de alguna manera in-
individuo. completo o contrahecho. Se ha de
difficile. Los autores medievales han tener en cuenta que, para la cosmo-
definido como difícil aquello que visión de la Edad Media, es d. cual-
en las operaciones no respon- quier cosa que no se inserte en una
de o no sigue de manera expedita jerarquía de bienes que tiene por
a una potencia. Así, por una par- fin último a Dios y por centro al
te, lo d. se diferencia de lo impossi- hombre. Esto sucede precisamen-
bile porque responde a una poten- te cuando, por alguna imperfec-
cia, mientras que lo imposible, por ción de estructura, lo d. se vuelve
definición, no la sigue; por otra, se en cierto grado inadecuado al fin
opone a lo que es fácil por la aco- que le es propio.
tación señalada, es decir, en cuan- difformitas. Término que, en gene-
to que lo facile responde inmedia- ral, mienta siempre cierta irregu-
tamente y sin obstáculo a la virtud laridad, con lo que, en general, se
opone a uniformitas. A diferencia
difformiter 222

de lo que sucede con la voz “defor- de sólo una cualidad, como la luz;
midad” en español, no alude sólo o bien como la de un movimien-
al plano físico, aunque también en to del cuerpo, como la voz. La pri-
éste indica la cualidad de lo diffor- mera, esto es, la d. qualitatis se da
me. Principalmente, se utiliza en aequaliter o inaequaliter, según que
dos órdenes: 1. el cognoscitivo; 2. una porción o grado igual –o des-
el ético. En 1. el ámbito del cono- igual, respectivamente– de la cua-
cimiento, la d. señala en los textos lidad se distribuya en cada una de
medievales la falta de rectitudo, es las partes del medio en el que se ex-
decir de adaequatio (véase) o, pre- tiende. Cuando esta distancia es la
cisamente, de con-formidad entre misma, la d. se lleva a cabo unifor-
el intelecto y la realidad a conocer. miter; en cambio, cuando los diver-
En tal sentido, cuando la d. consis- sos grados de la cualidad se disper-
te en una mera ausencia de tal ade- san a distancia desigual, la d. tiene
cuación, se la considera negativa y lugar difformiter.
se la denomina ignorantia (véase); La Edad Media aplicó este con-
en cambio, cuando radica en un cepto también a otros planos, si-
adecuación incompleta o no recta guiendo la acepción más general
entre el intelecto y su objeto, se la señalada al comienzo: así se habló
considera positiva y se está ante la de la d. boni, es decir de la difusión
falsitas (véase). del bien, aunque la expresión más
En 2. el plano ético, suele apare- utilizada es la que sostiene que el
cer en las obras de los nominalistas bien es difusivo de suyo, como reza
y, en correspondencia con la acep- la sentencia bonum est diffusivum
ción anterior, también en él alude a sui (véase).
una falta de rectitudo o adaequatio,
es decir, al pecado. Pero éste con- dignitas. Indica la nobleza y excelen-
siste, para autores como Duns Es- cia –a veces, también la poten-
coto, en la falta de rectitud de un cia– que algo tiene de suyo, es de-
acto; en cambio, para otros, como cir, por su mismo ser. Se ha em-
Ockham que prolongan la línea pleado el término en diversos pla-
abelardiana, la d. moral radica en la nos, en cada uno de los cuales pre-
ausencia de rectitudo que la volun- senta una acepción muy diferente.
tad debería tener. Esto significa que En el orden 1. metafísico, la exce-
la voluntad no quiere lo que debe lencia puede ser o bien individual o
querer por un precepto divino (cf. específica. En el primer caso, 1.1.
Quodl. III, q.5). la d. deriva del hecho de que el en-
te al que se le atribuye está perfec-
difformiter. Cf. uniformiter, in fine. tamente en acto según su forma
o, dicho de otra manera, participa
diffusio. Su sentido más lato es el de plenamente de la esencia que le es
propagación. Estrictamente, indi- propia. En el segundo, 1.2. la d. se
ca la extensión de algo en las tres atribuye a una especie por compa-
dimensiones. Así, su primera acep- ración con otras cuyas notas onto-
ción dice relación con lo físico, lógicas son menores o menos ricas;
más precisamente, con lo corpó- por ej., el caballo es dignior, esto es,
reo. Se puede dar como la difusión más noble, que la piedra, en virtud
223 dilatatio

de que, a diferencia de la segunda En sentido más amplio, se en-


especie, la primera está dotada de tiende por d. máximas o supuestos,
vida. En tal sentido, la noción que es decir, proposiciones que no son
nos ocupa se encuentra con fre- enunciadas en la demostración, pe-
cuencia en los textos medievales, ro en virtud de las cuales se cono-
precisamente porque da cuenta de cen las premisas de ésta última, co-
la visión jerárquicamente ordena- mo escribe Ockham en Summa To-
da de la realidad que es uno de los tius Log. II, 4). Así, por ej., consti-
supuestos de la Edad Media. Siem- tuye una d. la proposición “Todo
pre en el plano metafísico, los esco- lo luminoso es capaz de iluminar”,
lásticos en particular establecieron cuyo contenido sólo se aprehende
que hay la misma d. entre las cosas por experiencia y, por tanto, no se
contrarias en sentido positivo –o puede incluir formalmente en una
sea, no en los contrarios privativos, demostración. Pero, es sobre la ba-
como vida y muerte– y en sentido se de lo afirmado por esa proposi-
propio o de aequiparantia (véase); ción que se puede proceder a la si-
así, por ej., entre un color y otro o guiente demostración: “Todo lo lu-
entre un hermano y otro. minoso es capaz de iluminar”, “El
En el orden 2. lógico, se suele sol es luminoso”, luego, “El sol es
utilizar en plural (véase dignitates). capaz de iluminar”.
En el plano 3. astronómico, la
voz d. asume un sentido muy par- dignum. Como es de esperar, la expre-
ticular: indica la zona del cielo por sión digna relatu es frecuente entre
la que un astro extiende su princi- los cronistas medievales para des-
pal radio de acción. tacar la importancia de lo narra-
do. Muchas veces aparece para in-
dignitates. Este término, correspon- troducir añadidos o textos comple-
diente en primer lugar al campo de mentarios a otros ya escritos; así,
la lógica, se utiliza en sentido estric- por ej., Salimbene de Adam justi-
to y en sentido amplio. En el pri- fica la incorporación de datos so-
mero, tiene su antecedente histó- bre Federico II que antes no había
rico en Cicerón y Varrón, quienes recogido “quia sunt digna relatu, et
denominaron dignitates effata a las mihi scribere incumbit” (ed. Hol-
proposiciones indemostrables, co- der-Egger, 205).
mo “El todo es mayor que la par-
te”. Pero, aunque la Edad Media digressivus. Es uno de los modi trac-
conoció y usó esta expresión, pre- tandi, es decir, uno de los diversos
firió otras para referirse a tales pro- modos de abordar un asunto en el
posiciones (véase nota per se-nota discurso retórico o filosófico: aquel
quoad nos). El orden lógico remi- en el que se incluyen digresiones o
te al más fundante de la metafísi- ex cursus para retomar después el
ca, donde el término que nos ocu- hilo conductor del tratamiento.
pa alude muchas veces a los prime- diiudicare. Cf. iudicare.
ros principios; así, Tomás de Aqui-
no, por ej., dice que la metafísica dilatatio. Palabra propia del vocabu-
versa sobre el ser en cuanto ser y las lario de Ricardo de San Víctor, re-
d. (cf. In Met. III, l.5, 391-92). tomada por otros místicos especu-
dilectio 224

lativos. En el mencionado autor, d. que ama a otro; caritativa, que es la


hace referencia a la acción de ex- que tiene dilectus y condilectus. És-
tenderse y profundizarse la agudeza ta última es la más perfecta y la que
o penetración del alma en su cap- se da en Dios (cf. Coll. in Hexaem.
tación de las realidades trascenden- XI, 12).
tes. Con todo, en la d. no se sobre- Elos escolásticos más aristotéli-
pasan las capacidades humanas, co- cos se han ocupado de distinguir
sa que sí ocurre en la alienatio (véa- el concepto que nos ocupa del de
se). Constituye el primer grado de amor. Así, señalaron que d. pro-
la contemplatio en la perspectiva de viene de duo, dos, porque implica
Ricardo. una elección, esto es, una opción.
La dilección indica, pues, un amor
dilectio. En general, significa “dilec- reflexivo, es decir, un amor que ha
ción”. Al referirse exclusivamen- elegido conscientemente su objeto,
te al amor humano, ya Agustín de como señala Tomás de Aquino (cf.
Hipona había notado que la Sa- S.Th. I-II, q.26, a.3 c); de ahí que
grada Escritura utiliza de mane- no se pueda hablar de d. sino de
ra equivalente las palabras “amor” amor (véase) en el caso de los ani-
y “d.” y los términos de ellas deri- males, toda vez que el primer tér-
vados, negando la identificación de mino presupone la intervención
cualquiera de las dos con una di- del entendimiento.
rección o bien recta o bien desviada
del verdadero bien; así –dice– no diminuens. Cf. determinatio 1.2.
se utiliza “amor” para el “amor ma-
lo” y “d.” para el bueno, sino am- diminutio. Se designa con el nombre
bos para ambos objetos indistinta- de “disminución” 1. a la merma co-
mente (cf. De civ. Dei XIV, 7). Lo mo una de las variantes del tipo de
cierto es que d. se constituyó en cambio denominado, precisamen-
una voz particularmente frecuente te, aumento y disminución. Como
en los autores de influencia agusti- se trata de una misma clase de mo-
niana. Ricardo de San Víctor la re- vimiento, tomada en cualquiera de
serva para aludir al amor exclusiva- sus direcciones, para este sentido
mente espiritual; más aún, arries- de d. remitimos los artículos decre-
gando una dudosa etimología, ha- tio y, sobre todo, accretio. Cabe des-
ce derivar el término de Dei lectio o tacar, con todo, que los nominalis-
Dei electio (cf. In Cant. 19). tas no consideran la d. una realidad
En el siglo siguiente, Buenaven- distinta; la entienden como la can-
tura habla de tres clases de d.: gra- tidad que mengua gradualmente
tuita, que es la que se profesa a y de manera continua, por supre-
aquél de quien no se ha recibido sión o compresión de las partes en
nada; debida, que es la que corrs- un todo.
ponde a un don; y mixta, la que El otro sentido medieval de esta
mutuamente se tienen quienes re- voz es lógico y señala 2. la propie-
ciben y donan un amor desinte- dad de un término por la cual su
resado. También distingue entre valor de suplencia (véase suppositio)
d. reflexa, con la que el hombre se es menor, o menos extendido que
ama a sí mismo; connexiva, por la el del término tomado por sí solo.
225 disciplina

Así es en “Todo argumento es bue- “luego, algún animal es substancia”


no en la medida en que es verdade- (cf. Summ. Log. 4, 14).
ro”; el valor propio de la expresión
“todo argumento” está aquí “dis- disciplina. En sentido medieval, y de
minuído” en cuanto limitado a su acuerdo con su etimología, que lo
condición de verdadero. hace derivar de discipulus, este tér-
Finalmente, en el plano jurídico, mino se define, en general, como
alude a 3. la disminución o men- la información y formación inte-
gua de derechos. lectual que se recibe de un maes-
tro. Dado que la definición se fun-
diminutum. Algunos autores medie- da sobre el contenido del proceso
vales interpretaron las afirmaciones de enseñanza-aprendizaje, d. pasó a
aristotélicas del De an. III, 8 en el identificarse con ars (véase), voca-
sentido de que lo que está en el al- blo que, con todo, la Edad Media
ma no son las cosas sino una species prefirió para esta acepción general.
o similitudo de ellas. Sobre esa base, Un uso particular y mucho más
Duns Escoto, por ej., subraya que acotado de esta palabra es el que
las species intelligibiles no son for- ofrece la obra de Boecio, quien uti-
mas sustanciales de las cosas, tan- liza el término que nos ocupa co-
to inmateriales como materiales, si- mo sinónimo de demonstratio (véa-
no que pertenecen a la categoría de se), aludiendo particularmente a
cualidad y poseen un esse d. Con- la demostración la matemática, ya
tra Enrique de Gante, Duns sostie- que, como la demostración parte
ne que no se podría explicar el co- de premisas absolutamente verda-
nocimiento del universal si tales es- deras y llega a una conclusión nece-
pecies no tuvieran ningún ser, aun- saria, conforma un aprendizaje que
que ínfimo o, precisamente, d. tiene el carácter indubitable de las
matemáticas (cf. In Top.1). Así, el
directive. Cf. efficienter. vocablo que nos ocupa es, en Boe-
disamis. Término que, con función cio, equivalente también a la lógica
mnemotécnica, los lógicos medie- apodíctica (véase disciplinaliter).
vales han utilizado para señalar un Otro acepción completamen-
modo de silogismo (véase syllogis- te distinta de d., mucho más cer-
mus). Por convención, las vocales cana a la tradicional, es la que se
I y A (véanse) indican la proposi- lee en Buenaventura. En efecto, es-
ción particular afirmativa y la uni- te autor divide entre d. escolástica
versal afirmativa, respectivamente. y d. de costumbres, en una distin-
De esta manera, el silogismo d. es ción que esboza la actual entre ins-
aquel cuya primera premisa es par- trucción y educación (cf. Coll. in
ticular afirmativa, así como su con- Hexaem. II, 3). Así se va estable-
clusión, siendo la segunda premisa ciendo la vinculación entre d. co-
una proposición universal afirma- mo ars y como sujeción a normas
tiva. El ejemplo que propone Pe- de conducta. Pero sólo excepcio-
dro Hispano sobre este modo silo- nalmente los textos medievales re-
gístico es: “algún hombre es subs- gistran un uso más próximo al con-
tancia”, “todo hombre es animal”, temporáneo en las lenguas roman-
ces, es decir, el que entiende la no-
disciplinalis 226

ción que nos ocupa como un con- d. es un nombre y concepto que só-
junto de normas dirigidas a pro- lo indica que, en las partes discon-
mover cierto orden. No aparece en tinuas, una no es la otra. 2. Ejem-
dichos textos, en cambio, la acep- plos de la aplicación de la d. en el
ción moderna, subjetiva, de la obe- orden gnoseológico, se encuentran
diencia interna a tales normas. en Pedro Abelardo, quien caracteri-
za la dialectica (véase) diciendo que
disciplinalis. Cf. doctrinalis. es la ciencia que asegura la verdad
disciplinaliter. Voz propia del voca- del discurso, precisamente porque
bulario boeciano en el que alude posibilita la d. veritatis aut falsitatis.
al método propio de la matemáti- Tal discernimiento, ateniéndose a
ca y sus demostraciones (véase dis- las reglas que presiden su ejercicio,
ciplina). En efecto, para Boecio, ca- permite la posesión de las humanae
da ámbito del conocimiento impli- et philosophicae rationes. 3. Pero la
ca en un tipo diferente de aborda- d. constituye también un elemen-
je del único objeto de conocimien- to fundamental en la ética medie-
to que es la verdad del ser. Aho- val, ya que es la virtud que impone
ra bien, dicho tipo de abordaje se a las cosas el modus (véase, in prin-
realiza por medio de instrumentos cipio), lo que implica justeza en el
propios y a partir de principios pri- dar y recibir y equilibrio entre las
meros específicos de ese determina- partes que intervienen en una rela-
do campo de investigación. Así, la ción humana.
física procede rationabiliter; la teo- discursus. En su más lato sentido, en
logía, intellectualiter; la matemáti- la acepción física, d. se define como
ca, d. Muy diferente es el sentido el movimiento local que se dirige
que cobra este adverbio, sobre to- rápidamente de un punto a otro, es
do, después de Juan de Salisbury decir, a terminus a quo ad terminus
(véase doctrinalis y doctrinaliter). ad quem (véase a quo-ad quem). Sin
discreta. Se denomina así una especie embargo, la significación primor-
de la cantidad (véase quantitas 1.2): dial –y, obviamente, la más usada–
la de la multitud numérica. Aplica- de d. es la lógica, sentido que se ba-
da esta palabra a las cosas, se apli- sa sobre el físico. En el orden ló-
ca a aquellas que coexisten y que se gico, se caracteriza, en general, co-
consideran de alguna manera rela- mo aquel proceso cognoscitivo que
cionadas. Pero debe subrayarse que el pensamiento efectúa, pasando
las partes discretas no están unidas de un concepto a otro, progresiva-
por ningún vínculo real. mente. En tal sentido, d. traduce la
voz griega diánoia y se opone, por
discretio. Del verbo discerno, la d. se- tanto, al conocimiento inmedia-
ñala la acción y el efecto de sepa- to de la intuición intelectual o nóe-
rar, distinguir, discernir, reconocer; sis. Así, designa fundamentalmen-
de ahí sus múltiples usos en la lite- te el razonamiento. Ahora bien, ca-
ratura filosófica medieval que pue- si ninguno de los principales pen-
den remitir 1. al plano lógico, 2. sadores antiguos y medievales ad-
al plano gnoseológico, 3. al plano mitió la posibilidad de un conoci-
moral. 1. Para Ockham, por ej., la miento enteramente discursivo; al-
227 disparata

gunos escolásticos estimaron viable Históricamente, los momentos


lo que llamaban cognitio sine dis- principales de la evolución de este
cursu, expresión que un autor mo- concepto, podrían enumerarse del
derno como Descartes denominó siguiente modo: para los sofistas,
también simplex mentis inspectio. el d. se refería al arte de la disputa.
En todo caso, el d., escolástica- La búsqueda socrática del concep-
mente entendido, alude al pasa- to, en cambio, lo convirtió en ger-
je o cursus de un término a otro, o men del método inductivo. En Pla-
de una proposición a al otra, en el tón es, fundamentalmente, el diá-
proceso del razonar, de tal modo logo del alma consigo misma que
que se detiene cuando llega a una recorre, bajo el estímulo de eros,
proposición considerada evidente, los cuatro modos de conocimien-
sea en sí misma, sea para nosotros. to, desde las apariencias hasta las
Con frecuencia, tal tipo de razona- Ideas en sí. Para Aristóteles, el d. es,
miento es entendido como paso de en particular, silogismo (cf. An. Pr.
la causa a lo causado: cursus causae I, 1). Siguiendo el espíritu aristo-
in causatum. Más ampliamente, es télico, escolásticos como Tomás de
decir, como razonamiento en ge- Aquino, afirmaron al respecto que
neral, el d. presupone el partir de “intellectus attenditur secundum hoc
un antecedente, que es instrumen- quod unum per aliud cognoscitur”
to indispensable por el cual la ra- (S. Th. I, q.. 58, a. 3), aclarando
zón se mueve a establecer el con- que “ratiocinativa vel discursiva est
secuente. Tal consecuente así cau- nostra consideratio quando ab uno
sado es el término –antes descono- considerato in aliud transimus” (C.
cido y ahora conocido– en el que G. I, 57).
reposa el intelecto. Pero, cuando Con todo, los medievales, espe-
el consecuente viene simplemen- cialmente, los alineados en la lógi-
te después del antecedente –unum ca aristotélico-escolástica, también
post aliud–, se tiene un pasaje de manejaron una noción de d. que lo
una noción a otra, sin dependen- entiende como traducción de lógos.
cia entre ellas, y por mera asocia- En esta última acepción, d. es sinó-
ción de ideas; en este caso se tra- nimo de oratio, por tanto, se anali-
ta de un d. secundum successionem, za en el artículo correspondiente a
también llamado successivus o inor- esta última palabra.
dinatus. En cambio, lo que hace
al raciocinio es que el consecuen- disparata. Esta voz designa las cosas
te viene o deriva del antecedente vinculadas por un tipo de diferen-
–unum ex alio–, entonces, se tiene cia: aquella en la que los términos
el discurso propiamente racional, o difieren tanto entre sí como respec-
sea, el secundum causalitatem o d. to de un tercero; por eso, se deno-
causalis u ordinatus. Este último ti- mina a tal relación oppositio inde-
po es el discurso lógico, en senti- terminata, por ej., son cosas d. el
do estricto, que los medievales de- león respecto del buey pero tam-
finieron como progressus intellectus bién respecto del caballo. En cam-
ex una cognitione in aliam. bio, en la oppositio determinata, dos
términos se oponen entre sí, pe-
ro no lo hacen de modo semejan-
displicentia 228

te con un tercero, por ej., frío-ca- plica. De todas estas acepciones,


lor (véase opposita). Cuando se tra- la primera es la que reviste mayor
ta de entes, éstos han de pertenecer importancia, puesto que ha sido la
a la misma especie; cuando la con- más elaborada.
frontación es entre especies diver- Como cualidad que ordena al su-
sas, es necesario que éstas pertenez- jeto, favorable o desfavorablemen-
can al mismo género. También se te, a un fin, la d. supone en él una
puede hablar de d. respecto de pro- capacidad pasible de diversas deter-
piedades. minaciones. Recuérdese que tal fin
puede ser una forma o una opera-
displicentia. En los textos medievales ción. En el primer caso, en cuanto
suele tener la connotación no só- ordena una potencia pasiva a una
lo de la indiferencia, como sucede forma, el tema de la d. remite al de
con la palabra española “displicen- la causa material; en el segundo, en
cia”, sino que presenta también la cuanto ordena una potencia acti-
nota del desdén. Esta condición en va a una operación, remite al de la
principio despreciativa hace que el causa eficiente. Por otra parte, la d.
término d. intervenga como com- puede ser permanente o inestable.
ponente psicológico en el análisis Si es permanente, se denomina ha-
de la vida moral. Así, por ej., Gui- bitus (véase); si es inestable, se tiene
llermo de Auxerre menciona la “d. la d. proprie o en sentido estricto. La
visionis” al comienzo del proce- diferencia entre ambos casos radica
so de la envidia en cuanto tristeza en la causa de la movilidad propia
motivada por el bien de otro. Indi- de la d.: si tal movilidad deriva de
ca así que hay en ella, antes que un la naturaleza misma de una deter-
mirar con malos ojos el bien ajeno, minación que es, de suyo, inestable
un no querer verlo. Por eso, subra- –por ej., un movimiento afectivo–,
ya, es un acto voluntario y consti- la d. no se transformará en hábito;
tuye una falta (cf. Summa Aurea II, si, en cambio, deriva del hecho de
2, 7, q.1). que la determinación no esté acaba-
dispositio. Voz propia de la Escolásti- da o completa –por ej., una cien-
ca, la “disposición” asume, en este cia imperfecta o conjunto de cono-
campo del pensamiento, varios sig- cimientos incompleto–, la d. puede
nificados. Puede ser: 1) la cualidad transformarse en hábito. Para com-
que inclina al sujeto, bien o mal, prender este último ejemplo en tér-
y lo determina a un fin, que pue- minos medievales, hay que recor-
de estar constituído por una forma dar que se consideraba hábito tam-
o una operación; 2) una delibera- bién a toda ciencia.
ción de intelecto y voluntad; 3) el dispositive. Correlativo de formaliter
orden de las partes en relación con (véase), este adverbio indica que
el lugar, en cuyo caso, traduce la se hace referencia a la disposición
categoría aristotélica situs (véase); de algo, a aquello a lo que ese al-
4) el modo como están ordenadas go tiende o produce, y no a lo que
las partes en una totalidad o con- es esencial o formalmente. Así, por
junto; 5) la composición misma de ej., el fuego se produce d. y no for-
un discurso y el arte que ella im-
229 disputatio

maliter por la sequedad de la ma- En ciertos días, que por lo general


dera. coincidían con festividades religio-
sas, se permitía a los asistentes ele-
disputans. Se denominaba así a quien, gir una o varias cuestiones de cual-
en una disputa escolástica (véase quier orden, para que fueran deba-
disputatio) tenía la función de opo- tidas por los maestros. Y así surgió
nente, es decir a aquel que ataca- muy pronto una suerte de subgé-
ba la tesis o proposición defendida nero, que consiste en la disputatio
por el respondens (véase). Se llama- quodlibet (sobre “lo que se quie-
ba también “arguens”. ra”) o quodlibetal. Para tomar sólo
disputatio. Cabe discernir dos as- un par de ejemplos, pueden recor-
pectos en este término. El prime- darse, respectivamente, las quaes-
ro concierne a la génesis histórica; tiones disputatae de veritate y las do-
el segundo, a la estructura formal ce quodlibeta de Tomás de Aquino.
de su contenido. Respecto del pri- La d. se extendió también a los
mero, y en líneas muy generales, se alumnos, a manera de ejercicio
podría decir que la disputa o dispu- propuesto, y se cristalizó su proce-
tación es la última etapa de la cons- dimiento oral, que guardaba el si-
titución del proceso de la enseñan- guiente esquema: la discusión se
za escolástica, que comienza con la establecía entre un defendens que
lectio (véase lectio 4.). Las dificul- afirmaba una tesis, y un arguens
tades de interpretación de los tex- que la impugnaba. Tal impugna-
tos leídos dieron lugar a aclaracio- ción había de probarse en forma si-
nes, y se formaron así, las expositio- logística. El defensor tomaba en-
nes. Ahora bien, como éstas podían tonces el silogismo propuesto por
versar sobre textos de autores que el impugnador y, o bien concedía
sostenían posiciones diversas res- –diciendo “concedo” o “transeat”–
pecto de algunos puntos, se gestó las premisas que consideraba ver-
sobre esa base la quaestio (véase) o daderas, o bien negaba –advirtien-
cuestión. Finalmente, las cuestio- do “nego”– las que reputaba falsas,
nes dieron lugar un género inde- o bien discernía –aclarando “distin-
pendiente, precisamente el de la d., go”– aquellas que juzgaba anbiguas
ya que eran debatidas en público, o sólo parcialmente aceptables. En
pero después cada uno de los pole- esta última situación, la distinción
mistas redactaba su propia posición podía referirse al término medio,
sobre el tema que había sido discu- al sujeto, o al predicado. En el ca-
tido. Así pues, aquello sobre lo que so de distinguir la premisa mayor,
se discutía, es decir, el tema o moti- se contradistinguía (“contradistin-
vo de la disputa era la cuestión, por go”) la menor, y se negaba la con-
lo que fue llamada quaestio dispu- clusión. Y aun se podía subdistin-
tatata, de tan gran proliferación a guir (“subdistingo”). En el curso de
partir del siglo XIII; en cambio, se la argumentación, solían interca-
reservó el nombre de d. para el ac- larse, por ambas partes, precisiones
to mismo de la discusión, su forma semánticas, peticiones de ejemplos,
y sus características. declaración y refutación de sofis-
mas, negación de supuestos, etc.
disquiparantia 230

Al finalizar ya la Edad Media, de janza con Él según la que fue crea-


un lado, la d. pasó a designar, co- do (véase regio).
mo en Suárez, un modo de presen-
tar y solucionar los grandes dilemas distantia. La distancia es la dimensión
filosóficos y teológicos, mediante de lo lejano o lo cercano. Se toma
una previa exposición y análisis de, en dos sentidos: el primero, que es
al menos, las principales posiciones el originario, local; el segundo, de-
adoptadas sobre la cuestión, antes rivado o por extensión, señala la se-
de manifestar la vera sententia. De mejanza o desproporción metafísi-
otro, tomó también, en algunos ca- ca. En este último sentido, se ha-
sos, la forma de disputaciones liti- bla, por ej., de la d. de la criatura
giosas o contenciosas que, en la de- respecto de Dios.
clinación del Medioevo, degenera- distare. En sentido propio, indica que,
ron finalmente en un puro forma- de dos cosas, una no se encuentra
lismo; de ahí que la reacción de los donde está la otra. Sólo en sentido
humanistas contra este último se impropio se puede hablar de luga-
haya referido con desdén a la “theo- res distantes, al menos, según Oc-
logia disputatrix”. kham (cf. Quodl. I, q. 12).
Para la estructura formal interna
de la d. tal como ha quedado refle- distentio. Este término, particularmen-
jada en los textos medievales, véase te importante en Agustín, provie-
quaestio, in medio. ne del verbo distendo, cuyo signifi-
cado es el de extender o estirar, de
disquiparantia. Cf. aequiparantia. donde puede implicar tanto poner
disserere. Indica la operación intelec- en tensión como distraer. Como
tual por la cual se conoce una co- es obvio, todos estos matices posi-
sa mediante otra que nos es ma- bles hacen que su traducción preci-
nifiesta, procediendo así de lo co- sa dependa del contexto. Así, al re-
nocido a lo desconocido. Se consi- ferirse a la temporalidad –y no al
deran tres modos del d.: la defini- tiempo mismo, como a veces se su-
ción, la distinción –esto es, la divi- pone– Agustín había caracterizado
sión o separación– y la argumenta- –no definido– la d. como d. animi
ción (véanse definitio, divisio, argu- en Conf. XI, 26, 33. En ese contex-
mentatio). to, el término tiene un matiz posi-
tivo o, por lo menos, neutro; por
dissimilitudo. Se alude con esta voz eso, se puede traducir la expresión,
a la desemejanza en cualquier pla- por ej., como “extensión” o “disten-
no y en cualquiera de sus manifes- sión”. No sucede lo mismo unas
taciones. Con todo, en la literatu- páginas más adelante, en Conf. XI,
ra patrística y escolástica, pero es- 29, 39, donde se asume el término
pecialmente en la primera de las que nos ocupa en un sentido clara-
mencionadas, el término d. es éti- mente negativo. En efecto, en cier-
camente negativo. En efecto, sue- ta medida, señala un movimiento
le aludir a la conducta moral per- del animus hacia fuera y, por así de-
versa del hombre que, por ser con- cir, hacia abajo, axiológicamente
traria a Dios, ensombrece la seme- hablando. Por eso, dice de la disper-
sión de la atención profunda –o
231 distinctio

de la energía– que el alma padece de diferencia entre dos o más ca-


cuando se deja atrapar por la atrac- sos (cf. por ej., Agustín de Hipo-
ción de múltiples y diferentes pre- na, Quaest. in Heptat. III, 3). La
ocupaciones o deseos de lo que es función del juicio (véase iudicium)
transitorio. El carácter lábil de lo consiste en distinguir la presencia o
contingente se trasmite a la misma ausencia de un atributo dado res-
alma, en cuanto que constituye en pecto de un sujeto determinado.
esta etapa el contenido de su pen- En términos más amplios, pero
samiento. En realidad, Plotino, en siempre en el campo lógico, la d. se
En. 3, 7, 11, utiliza una expresión relaciona con el concepto de divisio
equivalente a d. vitae. Pero lo dis- (véase), en cuanto que indica la ac-
tintivo de la d. agustiniana en este tividad humana de clasificación in-
último sentido es que en ella resue- telectual: es la operación por la que
na el eco de Eccles. 8, 16: “et appo- se divide, o sea, se parte la unidad
sui cor meum ur scirem sapientiam et de la extensión de un concepto en
intellegerem distentionem quae ver- varias clases que son, a la vez, ex-
satur in terra...”. Esto la convier- tensiones de otros conceptos.
te en un concepto muy fuerte, ya Sólo durante la Escolástica, el te-
que indica que la vida del hombre, ma alcanzó su pleno desarrollo, dis-
inmersa en la temporalidad, cobra cutiéndose formalmente y en deta-
la condición de ésta que, por el ser lle la gran variedad de cuestiones
propio del tiempo, es radicalmente que suscita. Uno de los primeros
extraña a lo eterno. planteos fue el que estableció que
toda d. implica una pluralidad de
distinctio. Primariamente la distinción entes relacionados de alguna mane-
se refiere a la negación de la identi- ra. Precisamente, del modo de rela-
dad. La noción de d. se opone tam- ción que se da entre ellos dependen
bién tanto a la de confusión, como los varios tipos de distinción que la
a la de unidad. En el primer caso, Escolástica fue discriminando, ca-
el concepto de d. se aborda desde da vez con mayor prolijidad. En lo
un punto de vista psicológico y ló- que toca al tratamiento del tema
gico; en el segundo, se entra en el que nos ocupa, pueden establecer-
plano ontológico. En efecto, psico- se, muy en general, tres grandes pe-
lógicamente hablando, “distinguir” ríodos: 1) el de la primera Escolás-
significa especificar, o sea, conferir tica hasta Tomás de Aquino, 2) el
una distinción, convirtiendo lo que del Aquinate y los autores que in-
nos resulta amorfo o confuso en al- mediatamente le sucedieron, y 3)
go cuya forma es claramente preci- desde Duns Escoto en adelante.
sa. En este sentido, la Edad Media Ya durante el primero se sugi-
entendió el opus distintionis como rieron dos tipos de distinción: la
una acción intelectualmente creati- d. formalis o specifica, y la d. ma-
va (véase diversitas). terialis o numerica. El fundamen-
Desde un punto de vista más es- to de esta clasificación es la noción
pecífico, y ya en el orden lógico, de especie; pues, la distinción for-
“distinguir” alude al conocer o re- mal es la que se da entre especies
conocer una distinción, es decir, diversas, mientras que la material
discriminar, formulando un juicio
distinctio 232

o numérica se halla entre los ele- bargo, no todos los autores admi-
mentos –en última instancia, entre ten unánimemente la inclusión de
los individuos– de la misma espe- esta subclase en el género de la dis-
cie. Durante el segundo de los pe- tinción real; algunos se inclinan a
ríodos mencionados, se hizo fre- considerarla perteneciente a la d. de
cuente otra clasificación que pos- razón, lo cual es una prueba más de
teriormente alcanzó gran difusión: la dificultad que implica una divi-
d. realis y d. rationis, también lla- sión neta entre ambas y que, en úl-
mada por algunos “lógica”, aunque tima instancia, remite a la proble-
con dudosa propiedad (cf., por ej., mática de lo real y el pensamiento
S. Th. I, q. 28, a. 3; q. 30, a. 2; De de lo real.
ver. q. 5, a. 2, ad 3; In II De an. 4, Inequívocamente reales, en cam-
251-78; In I Phys. l. 15, 3). La dis- bio, son las distinciones 1.1.3. sim-
tinción real es la que se atribuye a pliciter o entitativa, y 1.1.4. virtua-
las cosas mismas, con independen- lis: la primera es la d. real pura y
cia de las operaciones mentales que simple, en tanto opuesta a la de ra-
disciernen acerca de ellas; por ej., la zón; la segunda es la que se refie-
que se da entre dos individuos. En re a las virtudes, fuerzas o potencias
cambio, la distinción de razón está que tienen su sede en algunas rea-
establecida mediante la sola opera- lidades, por ej., en el alma huma-
ción mental, entre contenidos lógi- na, la virtud intelectiva como dis-
cos, como los conceptos, por ej., la tinta de la sensitiva que el al alma
d. entre animalidad y racionalidad. del hombre comparte con la del
Tal distinción puede coincidir o no animal.
con lo real; de todos modos, esta El mismo carácter real se atri-
última clasificación es quizás la de buye a la 1.1.5. d. adaequata y la
mayor relevancia filosófica, desde 1.1.6. d. inadaequata: la distinción
el momento en que incide en cues- real adecuada es la que se establece
tiones tales como la de establecer entre dos enteros, o bien entre las
qué clase de distinción constituye diversas partes de un mismo ente-
la diferencia entre esencia y existen- ro; la inadecuada es la que diferen-
cia. Fue, pues, una clasificación muy cia entre un todo y cada una de sus
elaborada, lo cual dio lugar –espe- partes.
cialmente durante el tercer perío- En todos estos casos, por tratar-
do– a la formulación de una serie se de una distinción real, se está an-
de matices en uno y otro de los tér- te lo que algunos llaman d. positi-
minos que incluye. va, ya que la negativa, el referirse a
Por su parte, 1. la d. realis pue- la dualidad existente entre una rea-
de ser: 1.1. modalis o 1.2. absolu- lidad y su negación, aludirá más
ta. Se trata de una distinción mo- bien a una distinción de razón. So-
dal cuando se discierne entre una bre las clasificaciones precedentes,
realidad y su modo o modos de ser; ya avanzada la Escolástica, se hicie-
por ej., un cuerpo y su forma o un ron aún nuevos distingos. Así, la
hombre y su estado; por el contra- distinctio realis adaequata fue sub-
rio, la d. real absoluta distingue só- dividida por algunos en 1.1.5.1.
lo entre realidades en sí. Sin em- physica y 1.1.5.2. meyaphysica. La
233 distinctio

distinción física se hace sobre par- quate o 2.2.2. adaequate. Es inade-


ticularidades subsistentes, ya sean cuada cuando varias representacio-
corpóreas o específicas; la metafísi- nes se dan, por su semejanza, co-
ca, sobre los principios constituti- mo definiciones o descripciones di-
vos de lo particular; por ej., acto y versas de la misma realidad Pero si
potencia. Pero no todos aceptan es- tales descripciones o caracterizacio-
to; así, la corriente suareciana con- nes diferentes aluden a una misma
sidera la d. metaphysica propia de la realidad, tomándola en su relación
clase de la distinción de razón, y no con otras realidades, dichas repre-
de la real. sentaciones pueden ser todas ver-
Con respecto a la 2. d. rationis, daderas, y se tiene entonces una
la clasificación básica tradicional es distinctio rationis ratiocinatae ada-
la que discierne entre 2.1. d. ratio- equata; por ejemplo, padre e hijo
nis rationcinantis y 2.2. d. rationis pueden indicar a la misma perso-
ratiocinatae. La primera distinción, na, que es padre de su propio hijo,
de razón raciocinante, también lla- e hijo de su propio padre. Otra di-
mada purae rationis o pure menta- ferenciación es la que se hace entre
lis, es, en general, la establecida por 2.2.3. d. rationis ratiocinatae maior
la mente sin que haya en la reali- y 2.2.4. minor. Si las diferentes rea-
dad fundamento para hacerla; por lidades atribuídas al mismo sujeto
ej., es la que se da cuando se dis- son internas a él, la distinción entre
tingue entre sinónimos. Por eso, se ellos se llama distinctio rationis ra-
dice que es una d. sine fundamento tiocinatae maior o perfecta; por ej.,
in re. De hecho, las diferencias del los caracteres “sensible” y “pensan-
ejemplo mencionado de los sinóni- te” referidos a un solo sujeto “hom-
mos pueden tener relieve en filolo- bre”. En cambio, se denomina mi-
gía, pero no en el campo filosófi- nor o imperfecta cuando el mismo
co. La segunda, la distinción de ra- sujeto se describe respecto de otras
zón raciocinada dio lugar, en cam- realidades que no forman parte de
bio, a una gran cantidad de mati- su constitución ontológica, aun-
ces, en tanto que conlleva una se- que esté relacionado con ellas; por
rie de problemas filosóficos. El pri- ej., en este último sentido, hay una
mer punto a aclarar es el que con- cierta distinción entre “bueno” y
cierne a la misma actividad pen- “verdadero”, aún cuando sean inter-
sante: ésta se extiende entre el po- cambiables (véase transcendenta-
lo de la razón subjetiva, que efectúa le). De algún modo, la d. rationis
la operación de pensar, y el de las ratiocinatae maior establece entre
razones objetivas, que son las ideas los términos que distingue una dis-
o nociones, efectos de dicha opera- tancia mayor que la minor y de ahí
ción. Éstas últimas, llamadas ratio- sus respectivos nombres: evidente-
nes formales constituyen el objeto mente, las razones o representacio-
propio de la distinctio rationis ratio- nes que dan cuenta de las diferen-
cinatae, entendida, pues, como di- tes cualidades formales de una co-
versidad o diferencia de representa- sa implican entre sí una diferencia
ciones.. También la d. rationis ra- mayor que las razones que las des-
tiocinatae puede ser 2.2.1. inadae-
distrahens 234

criben en sus diversas relaciones Con el advenimiento de la época


con lo exterior a ella. moderna, con el consecuente cam-
La finura de matices en la teoría bio de la noción de sustancia, el te-
medieval de la d. alcanzó su culmi- ma de la d. fue retomado, funda-
nación en, como no podía ser de mentalmente, con el objeto de
otra manera por tratarse del doc- aplicarlo a dicha noción. En este
tor subtilis. Pero estas elaboraciones sentido, los autores modernos, por
no se detuvieron en él, puesto que ejemplo, Descartes y Spinoza, sólo
continuaron hasta la Escolástica discriminaron tres clases de distin-
del siglo XVI, especialmente, con ciones: la real, la modal y la de ra-
Luis de Molina. En este tramo de zón.
la última etapa de las tres mencio-
nadas al comienzo de este artículo, distrahens. Cf. determinatio 1.1.
fue muy frecuente hablar de la d. distribuitio. Es la operación por la que
actualis formalis ex natura rei, o sea, se asignan a algo las partes de un
la distinción actual formal por la todo. En ocasiones, cuando se asig-
naturaleza de la cosa, denominada nan a algo diversas causas, discer-
también sólo “formal” o “escotis- niéndolas, el vocablo que nos ocu-
ta”, dado que se debe a Duns, aun- pa se asume como traducción de la
que parece haber sido propuesta voz griega “análisis”.
por Pedro Tomás, en el siglo XIV.
Al contrario de las distinciones has- diuturnitas. Se puede traducir por
ta ahora consignadas, ésta se refie- “permanencia” o “larga duración”
re a una diferencia que, en rigor, ni mejor que por “duración”, habida
se halla en la cosa, ni es tampoco cuenta de la acepción técnica del
resultado de una operación mental. término duratio (véase). En efec-
Es formal, en cuanto distingue, en to, la d. hace alusión al perseverar
una realidad dada, elementos que de las cosas creadas y contingentes
para la d. rationis no son distintos. en su ser, ya sean aquéllas corpóreas
Es actual, en el sentido de real, por- o incorpóreas. En sentido lato, se
que se encuentra en la realidad in- ha empleado también para señalar
dependientemente de las operacio- la presencia permanente o prolon-
nes lógicas. Y es según la naturaleza gada, por ej., de un amigo, en la vi-
de la cosa, porque una formalidad da de alguien.
no incluye la otra. La distinción es- diversa. El tema de lo diverso ha sido
cotista es, pues, intermedia, ya que elaborado por los autores medieva-
admite la posibilidad de incluir, en les, en quienes algunas veces pue-
la definición de un ente completa- de llegar a confundirse con el de lo
mente unitario, notas que, de un diferente (véanse differens y diffe-
lado, parecen idénticas en él, pero rentia). Sobre las cosas diversas, los
que, de otro, no son comparables mencionados autores establecieron
entre sí. El surgimiento de este tipo las siguientes distinciones: Los no-
de distinción en obedece a su par- minalistas llamaron 1. d. primo a:
ticular preocupación por el proble- 1.1. dos entes que no tienen nada
ma de la relación entre atributos y de idéntico, es decir, los individuos;
esencia en la realidad divina. 1.2. dos entes tales que la proposi-
235 divinatio

ción donde se niega a uno respec- que se supone tal y se define como
to del otro es una proposición in- el intento de indagar sobre acon-
mediata, que es el caso no sólo de tecimientos futuros –cuyo cono-
todos los individuos de una misma cimiento está reservado a Dios–
especie sino también el de todas las a través de medios no naturales y
especies de un mismo género: “Só- aun demoníacos. En general, tanto
crates no es Platón” o “El gato no durante el período patrístico como
es el perro” son proposiciones in- en el medieval propiamente dicho,
mediatas. Pero “Sócrates no es un se la consideró parte de la supersti-
asno” no lo es, puesto que se de- ción. Una de las mayores auctorita-
duce de “Ningún hombre es un as- tes en este tema es Isidoro de Sevi-
no”. En este último caso, pues, no lla, particularmente, sus Etim. VIII,
se trata de dos seres solamente di- 9. Según Isidoro, quien señala que
versos; son también diferentes. los adivinos son llamados con es-
En la Escolástica se habló, en ta voz porque simulan estar llenos
cambio, de 2. d. solo numero: son de dioses, los géneros de la adivi-
aquellas cosas que constituyen en- nación son el arte y el furor, por el
tidades distintas, pero que se hallan que se llega a una visión de lo fu-
bajo la misma especie; por ej., Juan turo, al estar fuera de sí. En cuan-
y Pedro; 3. d. specie: son los entes to a los procedimientos o técnicas
que tienen diferentes definiciones del arte adivinatoria, Isidoro men-
esenciales, pero que pertenecen al ciona: 1. nigromancia, por la que
mismo género; por ej., hombre y se invoca e interroga a los muer-
animal; 4. d. genere se dice de las tos sobre sucesos futuros; 2. las for-
cosas que corresponden a distin- mas de adivinación que se valen de
tos géneros; por ej., piedra y virtud los cuatro elementos y que se su-
(véase diversitas). ponían introducidas por los persas:
2.1. la hidromancia, que inspeccio-
diversitas. Los autores medievales han na en el agua la sombra de fantas-
preferido este nombre para referirse mas y demonios; 2.2. la geoman-
a la variedad que se da entre las co- cia; 2.3. la aeromancia; 2.4. la piro-
sas. Reservaron el de distinctio (véa- mancia. Añade 3. el de los aúspices,
se) para la diferencia establecida o es decir, los que estudian las entra-
aun registrada por la razón, ya que, ñas de los animales; 4. el de los au-
aun cuando ésta la atribuya a las gures, que se guían por el vuelo y el
cosas, es ella la que opera la distin- canto de las aves. Más adelante, se
ción. Así, mientras que la distinctio añadieron otras formas de d., como
es a parte mentis, la d. es siempre a la que se da mediante 5. la inter-
parte rei. Por eso, obedece a los va- pretación de los sueños; 6. la quiro-
riados atributos esenciales de los en- mancia, es decir, la que tiene lugar
tes. En virtud de haber subrayado por la lectura de las rayas de la ma-
esto último, Tomás de Aquino en- no; y 7. los sortilegios, cuya deno-
tiende la d. como alteridad. minación proviene de sors o suer-
dividere. Cf. componere. te, y que apelan a la interpretación
de las figuras que forma azarosa-
divinatio. El nombre de la “adivina- mente el plomo derretido cuando
ción” proviene de lo divino o de lo
divinitas 236

se echa en el agua, o al lance de los están enraizadas en lo corpóreo, di-


dados, etc. mensión en la que influye el movi-
Durante la Edad Media se ha re- miento astral. Sin embargo, reitera
servado un lugar especial a la d. que aun las inclinaciones naturales
propia de 8. la astrologia, o sea, a se hallan sometidas a la razón (cf.
la adivinación por los astros. Varios S.Th. II-II, q.95, a. 5 c).
matices registran los términos vin-
culados con esta última forma de divinitas. En general, esta palabra se-
adivinación: así, el arte de los 8.1. ñala tanto la propiedad o condi-
genetlíacos es el que augura las in- ción de lo divino como a Dios mis-
clinaciones y costumbres de una mo, si bien esta última acepción
persona según la ubicación de los es mucho menos frecuente. En la
doce signos del zodíaco en el día de literatura escolástica cristiana tie-
su nacimiento; el de los 8.2. horós- ne el significado preciso de la ab-
copos es el que atiende a la hora del soluta unidad de la sustancia divi-
natalicio; y, finalmente, el más fre- na, en especial, considerada en re-
cuente, el de los 8.3. “matemáti- lación con la trinidad de las Perso-
cos” es el que observa las constela- nas. El término es particularmen-
ciones en el momento de nacer. te importante en Gilbert de la Po-
Precisamente Agustín confiesa la rrée, quien se refiere a la d. como
frecuente consulta que hacía a los a la forma respecto del subiectum
“matemáticos”, o sea a los astrólo- inahesionis (véase). De hecho, este
gos –llamados así porque debían planteo lleva a acentuar la diferen-
apelar a las matemáticas en la ela- ciación entre unidad y trinidad di-
boración de las cartas natales– con- vinas. En efecto, se tendría, de un
fiado entonces en el hecho de que lado, la forma de lo divino o d.; de
éstos no invocaban a los espíritus otro, las tres Personas, lo que le va-
(cf. Conf. IV, 3), práctica que des- lió a Gilbert la acusación, levanta-
pués reprueba. Tanto el recurso a da por Bernardo de Clairvaux, de
los cálculos matemáticos cuanto el afirmar una “cuaternidad”. Por su
mismo objeto de estudio, la dispo- parte, Ekchart, impulsado por la
sición y movimiento de los astros, exigencia neoplatónica de absolu-
aproximaron la astrología a lo que ta unidad, considera que la d. es
hoy se denomina “astronomía”, de- pura essentia, natura innaturata en
biendo seguir esta última discipli- la que ninguna distinción es posi-
na un largo proceso para alejar to- ble. Dios es, en cambio, natura na-
da sospecha sobre su status científi- turata y essentia cum relatione, por
co y su diferente propósito. lo que también puede ser paterni-
Escolásticos como Tomás de Aqui- dad y fecundidad.
no, si bien insisten en que los cuer- divisio. Como tantos otros, el con-
pos celestes no pueden producir di- cepto escolástico de división pue-
rectamente los actos propios del li- de abordarse desde diferentes pers-
bre albedrío, pueden incidir en pectivas. Comenzaremos por el as-
ciertas tendencias naturales –que pecto más externo o formal: el lin-
hoy se denominarían “temperamen- güístico. En este sentido, se habla
tales”– en la medida en que éstas de 1. d. nominis o vocis, que alude
237 docta ignorantia

al discurso en el que se disciernen tivas” o “afirmativas”. Pero las hay


los diferentes significados de algún también “negativas”: éstas son las
nombre ambiguo; por ej., “la pala- que separan per negationem, por ej.,
bra ‘osa’ puede referirse a una cons- la d. que se da entre “hombre y “no
telación o a un animal”. Desde el hombre”. El carácter de tópos que
punto de vista metafísico, se tie- tiene este tema en el pensamiento
ne también la 2. d. rei, referida a la medieval queda probado en la pro-
proposición o discurso mediante el lija clasificación en ocho clases de
que se diferencian las diversas par- divisiones que ya hace Juan Da-
tes de un todo real; por ej., “En el masceno.
hombre hay cuerpo y alma”. En es-
te último caso, no se trata de lo que divisivus. Los autores medievales lla-
hoy llamaríamos un “metalenguaje” maron así uno de los modi tractan-
–como ocurre en el inmediato an- di (véase modus, in fine) de los te-
terior– sino que ya se alude al ser mas filosóficos: el que se da cuan-
de las cosas. do se apela a distinciones -por ej.,
En el 3. lógico, o lógico-metafí- cuando se diferencian especies den-
sico, la d., entendida como distin- tro del mismo género- las que deri-
ción o separación, se practica 3.1. van en clasificaciones.
entre los géneros y las especies, y docta ignorantia. Expresión que alu-
entre las especies y las subespecies, de a la ignorancia sapiente, o me-
con el fin de poder “situar” un en- jor, sabia, varias veces predicada en
te en el campo total de la realidad. la historia de la filosofía. El primer
Así, se hace posible su definición ejemplo de ello, y tal vez el más co-
(véase definitio), concepto con el nocido, es el socrático, cuya más
que el de la d. está vinculado. Esta acabada expresión se encuentra
última acepción, acuñada por Boe- en la Apología platónica. En efec-
cio, es la más utilizada (véase parti- to, con el célebre “sólo sé que na-
tio). Pero también se aplica 3.2. a da sé”, la ironía socrática formu-
los accidentes. En este sentido, se ló una concepción de la sabidu-
habla de 3.2.1. la división que se da ría como d. i. que se prolongó en
entre los accidentes posibles o rea- Occidente y que significó, ante to-
les de un mismo subiectum, por ej., do, un rechazo de los falsos saberes.
entre los conceptos de sano y enfer- Ello implica una suerte de “vacia-
mo respecto de un mismo animal; miento” previo del alma y su con-
3.2.2. la distinción que se hace en- secuente disponibilidad para la ad-
tre los posibles subiecta de un mis- quisición del auténtido saber. Más
mo accidente, por ej., entre hom- que una posesión, la d. i. conlleva,
bre y caballo respecto del acciden- pues, un principio, una actitud de
te “sano”; 3.2.3. la separación que apertura frente al conocimiento.
se opera entre los accidentes de un Este rasgo, muy propio del neopla-
mismo accidente, por ej., entre cá- tonismo, se hará recurrente en los
lido y frío respecto de sano. autores medievales cristianos ali-
Cabe añadir que todas las ante- neados en dicha corriente. De he-
riores divisiones lógicas constituyen cho, según Buenaventura la agno-
las distinciones así llamadas “posi- sía o no-conocimiento del que ha-
doctor 238

blaba Dionisio Areopagita puede misticismo como pura experien-


ser llamada d.i.: “sicut Dionysius di- cia de lo inefable, sino que formu-
cit in libro de Mystica Theologia, et la la posibilidad de la constitución
vocat istam cognitionem doctam ig- de la ignorancia en doctrina, es de-
norantiam”, In sent. lib.II, dist. 23, cir como scientia ignorationis. Pro-
a. 2, q. 3. Pero la expresión latina pone, entonces, un camino de ac-
ya se encontraba en Agustín, para ceso no racional –y, en este sentido,
quien la d. i. consiste en un estado “ignorante”–, para procurar una
del alma que la vuelve apta para re- comprensión de la maximidad uni-
cibir el espíritu de Dios (cf. Epist. trina de Dios del único modo en
130, 15, 28). Con una significa- que es posible, esto es, incompren-
ción parecida, Buenaventura insis- siblemente. Tal camino debe per-
te en la docta ignorancia como una mitir a la doctrina de la ignorancia
disposición del espíritu necesaria “progresar”, pero no en el sentido
para trascender sus propias limita- de sumar saberes sino en la búsque-
ciones: en el ascenso del alma hacia da de los símbolos adecuados para
Dios, Rex sapientissimus, el espíritu prefigurar de alguna manera lo in-
es movido por un desiderium pro- finito. Junto con la constitución de
fundo y se halla envuelto en qua- un lenguaje que supere las teolo-
dam ignorantia docta (cf. Brev., V, gías afirmativa y negativa (De doc-
6 y 7). ta ign. I, 24-26), encuentra la po-
Con todo, esta expresión es co- sibilidad de “figurar” lo “no-figu-
nocida principalmente a través de rable”, en las figuras de la Geome-
Nicolás de Cusa, quien titula con tría, pues, precisamente están suje-
ella una de sus obras fundamenta- tas a la imaginación, a la manera de
les. En la obra cusana, la argumen- “símbolo visible” que puede reflejar
tación parte de dos axiomas: el de- lo invisible, pero sin la corruptibili-
seo natural del hombre por acce- dad propia de los entes materiales.
der a la verdad y el carácter infini- Así, realizando una transumptio ad
to e inalcanzable de la misma. Res- infinitum de la figura geométrica
pecto del primero, como el deseo desvinculada de su aspecto cuan-
en el hombre no puede ser vano, lo titativo, estamos progresando en el
que desea saber es que ignora; será, sentido de la ignorancia y no pen-
en consecuencia, tanto más docto sando a Dios ‘more geometrico”.
cuanto más ignorante se sepa (De El Renacimiento, en lo sucesi-
docta ign., I, 1). En relación con el vo, adopta esta expresión, pero la
segundo, Nicolás define la expre- usa con el afán de subrayar la su-
sión que nos ocupa como una “vi- perioridad del proceso de adquisi-
sio sine comprehesione”, advirtiendo ción del saber sobre su mera trans-
que “supra nostram apprehesionem misión, y de mostrar que la dispo-
in quadam ignorantia nos doctos es- sición al conocimiento es más que
se convenit” (De docta ign., I, 26, y el conocimiento mismo.
II, passim). Lo peculiar de la pro-
puesta cusana es, pues, que la acep- doctor. Por su etimología, esta palabra
tación de la ignorancia no resul- señala al que es apto para enseñar
ta ni en un escepticismo ni en un (docere). En su significado más ri-
guroso, pero derivado del anterior,
239 doctrinalis

indica un grado académico y, por acción de aquel que hace conocer


tanto, su aparición e historia están algo y, de manera derivada que se
estrechamente relacionadas con la convirtió en principal, el conjunto
evolución de la universidad medie- de las enseñanzas, escritas u orales,
val. Habiendo tenido este origen, de un maestro. Así, por ej., se habla
el uso del término se amplió pos- de la d. Christi.
teriormente y pasó a constituir un En la Edad Media, el término se
título honorífico conferido no sólo ha usado 1. en sentido estricto, 2.
a escolásticos, sino también a algu- en sentido amplio. 1. En sentido
nos místicos. Generalmente, se le estricto, se usó para aludir a la en-
añade un adjetivo o un especifica- señanza de la matemática en par-
tivo, mediante el cual se quiere ex- ticular (véase doctrinaliter). 2. En
presar la más destacada caracterís- sentido amplio, se empleó en re-
tica del d. de quien se trate, según lación con el conjunto de tesis de
las notas que sus mismas obras pre- un autor, ya sea en general, ya refe-
sentan, o bien su trayectoria indi- ridas a alguna cuestión en particu-
vidual, o bien los juicios posterio- lar. En este orden, los autores me-
res más frecuentes sobre él. Entre dievales, escolásticos en particular,
los adjetivos más famosos, se pue- consideraron el valor de una doc-
den recordar: d. admirabilis, Juan trina filosófica según su conformi-
Ruysbroeck; d. angelicus o commu- dad con la razón. Respecto del ca-
nis, Tomás de Aquino; d. authenti- rácter manifiesto u oculto de una
cus, Gregorio de Rimini; d. christi- d., justificaron este último por di-
anus: Nicolás de Cusa; d. christia- versas razones, por ej., por la inten-
nissimus, Juan Gerson; d. eximius, ción de quien la enseña, que puede
Francisco Suárez; d. facundus, Pe- ser la de evitar mofa o envidia; por
dro Aureol; d. fundatissimus, Egi- la pretensión de que no se difun-
dio Romano; d. illuminatus, Rai- da al vulgo debido a su excelencia,
mundo Lullio; d. irrefragabilis, Ale- es decir, con el objeto de aventar el
jandro de Halès; d. marianus, An- peligro de mala interpretación; por
selmo de Canterbury; d. melliflus, el modo de expresión metafórica o
Bernardo de Clairvaux; d. mira- alegórica, como ocurre frecuente-
bilis, Roger Bacon; d. seraphicus, mente en la Divina Comedia, por
Buenaventura; d. solemnis, Enrique ej., “mirate la d. che s’asconde/ sotto
de Gante; d. solidus, Ricardo de il velame de li versi oscuri” (Inf. IX,
Mediavilla; d. subtilis, ; d. universa- 62-63).
lis, Pedro Abelardo, Alberto Mag-
no y Alain de Lille; d. venerandus, doctrinalis. En su Tractatus super
Godofredo de Fointaines, etc. Boetii ‘De Trinitate’, Clarembal-
Ya avanzada la Escolástica, se do de Arrás llama la atención so-
concedió retrospectivamente este bre la ambigüedad de este térmi-
título a algunos autores de la Pa- no y de su correlativo disciplinalis.
trística; así, por ej., Agustín de Hi- El caso es que, desde Boecio, este
pona es d. Gratiae. último adjetivo fue usado en refe-
rencia a la matemática y su méto-
doctrina. Proveniente de docere, ense- do propio, para referirse a la rigu-
ñar, esta voz indica, en principio, la rosa formalidad con el que se ma-
doctrinaliter 240

neja (véase disciplinaliter). De he- dogma. Voz de procedencia griega, tie-


cho, para Gilberto de la Porrée la ne variedad de significados: “certe-
palabra disciplinalis no señala otra za, opinión, doctrina, principio”.
cosa que la matemática. A Hugo de Entre los autores antiguos, se en-
San Víctor y Teodorico de Chartres tendió, especialmente, como “doc-
se les atribuye el fundamentar este trina”, en el sentido del conjunto
calificativo boeciano diciendo que, de los principios fundamentales de
aunque a todos los hombres les es una determinada escuela.
concedida la capacidad de razonar, Con la aparición del Cristianis-
la específica facultad de la mathesis mo, este término conservó la men-
solamente se puede alcanzar a tra- cionada acepción, pero aludiendo
vés de un arduo aprendizaje. Pero específicamente a la doctrina que
Clarembaldo, en el capítulo 9 de la se elabora sobre la base de los datos
Introducción a la obra citada, pro- revelados. De este modo, se habla
pone que dicha facultad sea llama- del d. de la Trinidad o del de la En-
da efectivamente disciplinalis cuan- carnación, etc. Así, la palabra pa-
do está referida a quien aprende; y só a significar en seguida el conjun-
d., cuando se refiere a quien la en- to de las proposiciones teóricas que
seña. Sobre esta base, Juan de Salis- constituyen el objeto de la fe. Por
bury asigna a los adverbios corres- eso, la constitución del d. cristiano
pondientes un valor preciso (véase –cuyas primeras determinaciones
doctrinaliter). tuvieron lugar durante la Patrísti-
ca–, implica la intervención de dos
doctrinaliter. A partir de Juan de Sa- factores: la revelación por parte de
lisbury, este adverbio fue usado de Dios, y la definición por parte de
manera ponderativa para indicar la Iglesia. La fuente de la primera
un modo de estudio e investiga- son los textos sagrados, es decir, los
ción intelectual que se atiene a la libros del Antiguo y Nuevo Testa-
precisión de los conceptos y de su mento, y la tradición de los apósto-
concatenación lógica. Así, señala les. Para poder hablar de d. en sen-
un conocimiento elevado y, justa- tido estricto es necesario, pues, que
mente, docto, en el que las estruc- las proposiciones doctrinales se en-
turas de la argumentación silogísti- cuentren también en dichas fuen-
ca se apoyan sobre una verificación tes, ya sea formal, ya sea virtual-
atenta de los mecanismos demos- mente.
trativos y de la verdad de las pre- Como es obvio, el segundo caso
misas. Por oposición, disciplinaliter es el que ofrece mayores dificulta-
alude, en este autor y en quienes se des para la definición. Ésta no es
remiten a él, a un conocimiento y una mera aclaración, sino un ex-
una técnica de argumentación só- pedirse, una decisión de autori-
lo aproximativa y general, funda- dad que la Iglesia asume, en virtud
da sobre evidencias empíricas (cf. de un mandato divino que afirma
Metal. IV, 20). De esta manera, el haber recibido de Cristo como su
sentido con que Boecio había usa- fundador. Tales definiciones pue-
do este último adverbio acaba por den expresarse en forma solem-
invertirse. ne o bien en el ejercicio ordinario
241 dominium

de magisterio, propio de la autori- ce referencia a los sufrimientos cor-


dad eclesiástica. Esta doble vertien- porales (cf. De civ. Dei XIV, 7, 2).
te en la conformación del d. hace A partir de la autoridad del hipo-
que, de un lado, sea inconcebible nense, los autores medievales re-
un cambio esencial en él, en tanto gistraron esta diferencia y avanza-
que éste se presenta como doctrina ron en ella. Tomás de Aquino, por
revelada por Dios; de otro, tal im- ej., aún cuando considera, en senti-
posibilidad de cambio no se aplica do lato, el d. como género próximo
a su formulación, en la medida en de la tristeza, traza un paralelo en-
que ésta está ligada al pensamiento, tre el gaudium como deleite espiri-
al lenguaje y a las capacidades in- tual y la delectatio como deleite bá-
terpretativas del hombre, que son sicamente corporal, por una parte;
cambiantes y susceptibles de pro- y la tristitia y el d., por otra. Así, di-
greso. En este plano, se puede ha- seña la diferencia entre este último
blar de “historia de los dogmas”, en par de pasiones. En efecto, sostie-
el cual ha cumplido una función ne el Aquinate que ella radica en el
importantísima el desarrollo de la carácter de la aprehensión interna
filosofía, especialmente durante la o externa del sujeto. En el primer
Edad Media. La filosofía brinda, en caso, se habla de tristitia; en el se-
efecto, las categorías de pensamien- gundo, propiamente de d. Precisa-
to en las que se formulan los da- mente en virtud de ese carácter ex-
tos revelados. Éste es el sentido úl- terno de la aprehensión que causa
timo de su caracterización medie- el dolor, analiza los cinco sentidos,
val como ancilla theologhiae, es de- es decir, la sensibilidad externa y,
cir, como sierva de la teología, toda avanzando sobre lo dicho por Aris-
vez que en la Edad Media ésta úl- tóteles al respecto, asigna al tacto
tima –en cuyos términos se formu- la mayor capacidad aprehensiva en
lan los dogmas– imperaba por so- relación con el dolor, fundamental-
bre las demás disciplinas. mente porque las cosas sensibles al
tacto son las más desproporciona-
dolor. Es una pasión, es decir, algo das a la potencia aprehensiva: por
padecido por el sujeto. Los auto- ej., el hierro de una espada es más
res escolásticos lo consideraron pa- desproporcionado al tacto que el
sión del apetito concupiscible (véa- olor respecto del olfato (cf. S.Th. I-
se concupiscibilis). Por influencia de II, q.35, a.2).
la tradición que transmitió las con-
cepciones antiguas, estoicas, sobre dominium. Tanto d. como dominus
las pasiones y habló principalmen- derivan de domus, casa. Pero hay
te de amor, deseo, gozo y dolor, que subrayar que este último voca-
durante el período patrístico no se blo no señala tanto la construcción
distinguió este último de la triste- material –para lo que se reserva la
za, salvo en contados autores. Pe- voz aedes– como el ámbito social y
ro uno de ellos es Agustín de Hi- moral de un grupo humano. Sobre
pona, quien, citando precisamen- él, el señor (dominus) ejerce preci-
te a Virgilio, justifica su traducción samente su dominio. Ahora bien,
y propone tristitia (véase) en lugar técnicamente hablando, durante la
de d., por considerar que éste ha- Edad Media, este término, de sig-
donum 242

nificado paralelo al de potestas (véa- donum. De la raíz do-, dar, de donde


se), aparece en los siguientes ámbi- también proviene “dote”, esta pala-
tos: 1. teológico; 2. antropológico; bra alude al don gratuito, esto es, al
3. político. que no exige ni espera nada a cam-
1. En sentido teológico, se habla bio, a diferencia del munus (véase).
de d. para indicar la potestad que Esta salvedad importa por lo que
Dios, en cuanto Señor, tiene res- sigue. En efecto, en la Edad Me-
pecto de sus criaturas; se refiere, dia, el tema cobra importancia en
pues, a una relación y no a algo que la Teología cristiana, ya que d. es el
pertenezca a la misma esencia divi- nombre relacionado con la terce-
na, dado que Dios es anterior a lo ra persona de la Trinidad, el Espí-
creado. ritu Santo. Los siete dones del Es-
2. Antropológicamente hablan- píritu, que son principio de las vir-
do, d. remite a una cuestión fun- tudes intelectuales y morales, son:
damental en la caracterización del sabiduría, entendimiento, consejo,
hombre en cuanto tal; en efecto, se fortaleza, conocimiento, piedad, y
sostiene que únicamente al ser ra- temor de Dios.
cional le compete el dominio de
sus actos, tema obviamente relacio- donum superadditum. Este térmi-
nado con el de la libertad. Por otra no, cuyo concepto se origina en la
parte, desde el punto de vista ju- Edad Media, no aparece textual-
deocristiano se entiende que, antes mente en ella sino en la Moderni-
de la caída, es decir, en estado de dad. Se relaciona con el tema de la
inocencia, el hombre tuvo perfec- gracia divina (véase gratia) y alude
to dominio sobre toda la creación, al conjunto de la integridad mo-
salvo sobre los ángeles. ral y de la inmortalidad entendida
3. En términos de la filosofía po- como exención de la necesidad de
lítica medieval y, en consonancia morir, que fue concedido por Dios
con sus orígenes, d. señala el dere- a Adán, dones perdidos con la falta
cho a gobernar. Constituye, pues, original, es decir con la caída.
uno de los ejes principales que arti- dubitatio. En sentido estricto, la d.
culan la querella de las investiduras, alude, desde el punto de vista psi-
es decir, el debate sobre la preemi- cológico, a una operación inte-
nencia de los derechos imperiales o lectual, a un momento del pensa-
bien de los pontificios en el gobier- miento caracterizado por la inde-
no universal. Así, por ej., quienes cisión entre una afirmación y su
defendían los de papa hacían deri- correspondiente negación, o entre
var su d. de la gracia de Dios y, a la afirmaciones opuestas. Así pues, la
vez, afirmaban que ninguna autori- definición de la d. como “suspensio
dad que no reconozca esta depen- iudicii inter utramque contradictio-
dencia puede ejercer un poder le- nis partem” se refiere a un aspecto
gítimo. El otro eje polémico en el puramente formal. Pero constituye
que se encuentra este término es el también una etapa de búsqueda y
de la querella sobre la pobreza (véa- un camino real al descubrimiento
se paupertas). de la verdad; por ello, la d. es inhe-
rente al pensar filosófico en cuanto
243 dubitatio

crítico y atraviesa, por tanto, toda ble que la duda cumple en ciertos
la historia de la Filosofía. campos del saber humano: “melius
Ya en los primeros diálogos pla- est dubitare de occultis quam litiga-
tónicos (cf. por ej., Menón 13, 79 y re de incertis” (De Gen ad litt. VIII,
ss), aparece el significado construc- 5, 9). Más aún, reconoce la validez
tivo de la duda socrática en cuan- de una duda metódica o ficticia:
to etapa ineludible hacia un cono- “Quamquam haec inconcussa fide
cimiento verdadero y no aparente. teneam, tamen quia cognitione non-
En la metodología aristotélica, la dum teneo, ita quaeramus quasi om-
d. se vuelve a estimar como nece- nia incerta sint” (De lib arb. II, 2,
sario principio de búsqueda, y co- 5).
mo planteo adecuado de los pro- La Escolástica retoma y amplía la
blemas, que pone en camino hacia función de esta d. metódica, pues
la verdad. Sólo los principios lógi- la extiende, en principio, a casi to-
cos están exentos de ser alcanzados das las verdades racionales que son
por la duda (cf. Met. III, 1, 994 a materia de discusión o de procedi-
27 y ss; y An. Post. I, 10, 76 a 13). miento dialéctico: el célebre utrum
Pero, entre los antiguos, la d. llegó con el que encabezan las cuestiones
a su máxima afirmación sistemática es índice de ello. Por otra parte, de
en el escepticismo que lo entendía hecho, Tomás de Aquino reelabora
negativa y universalmente como la el método aporético de Aristóteles;
condición última del pensamiento así, comentando el pasaje ya cita-
humano, incapaz de aprehender el do de la Metafísica, el Aquinate ob-
verdadero ser de las cosas; por ello, serva que la duda, en tanto impedi-
se denominó a los escépticos “du- miento de un pensar positivo, debe
bitativos” (cf. Diog. Laer., IX, 79). discutirse hasta su solución o diso-
En contexto cristiano, esta últi- lución definitiva. Ya que existe una
ma posición es refutada por Agus- ciencia que se propone el problema
tín de Hipona, quien se dirige fun- de la verdad, también le compete a
damentalmente contra los escépti- ella la discusión sobre la d. general
cos académicos, poniendo no obs- en torno de la verdad: “ista scien-
tante en relieve los valores de ver- tia, sicut habet universalem consi-
dad y de certeza que todo dudar derationem de veritate, ita etiam ad
implica, como estado de la mente. eam pertinet universalis dubitatio de
En esta línea, el hiponense plantea veritate” (In III Met. l. I, n. 342).
una superación de la d. en pasajes Pero la universalis d. tomista, de
donde desarrolla su célebre antici- ninguna manera debe entenderse
pación de lo que será el cogito car- al modo escéptico, como una sus-
tesiano: “Si dubitat, dubitare se in- pensión real y universal del assen-
telligit; si dubitat, certus esse vult; sus, ya que hay explícitas afirmacio-
si dubitat, cogitat…” (De Trin. X, nes en contrario, concernientes a la
10, 14): el pensamiento que apa- certeza absoluta sobre los primeros
rece como dubitativo es ya pensa- principios: “In primis principiis na-
miento que se autoafirma en cuan- turaliter cognitis sive sint speculati-
to consciente de sí. Por otra parte, va, sive sint operativa, nullus potest
Agustín admite la función saluda- errare” (Quodl., III, q. 12, a. 26).
dubium 244

La d. designa, además, un tipo En otro plano, completamente


de compromiso asumido por quie- distinto, aparece este término. En
nes protagonizaban una disputa es- efecto, tiene un sentido particu-
colástica (véase obligatio 1.5). Ca- lar en Buenaventura que llama d.
be añadir que, dado que la incerte- al tercer grado del alma en su as-
za y la indecisión remiten la etapa censión a Dios. Consiste en poner
reflexiva del pensamiento, el ver- en acción o llevar a cabo algo cuya
bo latino “dubitare” se usó también necesidad o conveniencia en dicho
algunas veces como sinónimo de ascenso ya se ha determinado.
“pensar” o “ponderar”. Cf. también
dubium. ductivus. Este adjetivo usado, en par-
ticular, por Buenaventura. En este
dubium. En principio, la duda es la autor, d. califica la acción de las ra-
suspensión del asentimiento (véa- zones eternas en la inteligencia hu-
se assensus), o la indecisión del in- mana. Mediante dicha acción, pre-
telecto entre la afirmación y la ne- cisamente en cuanto que ella es
gación de algo. Etimológicamente, motriz o condutora, la inteligencia
proviene de duo que, en la medi- humana puede elaborar un conoci-
da en que significa “doble”, quie- miento cierto.
re decir también “ambiguo” y has-
ta “contrario”. De ahí las acepcio- dulia. La dulía es la reverencia y el ho-
nes derivadas de “incierto” y “vaci- nor debidos a una criatura. Se dis-
lante”, como referidos a un estado tingue claramente de la latria o
mental sea en relación con el inte- adoratio (véase), ya que ésta indi-
lecto, sea respecto de la acción. En ca los debidos a Dios como Crea-
su sentido más estricto, el d. se re- dor. Mediante la d. se tributa obe-
fiere tanto al mencionado estado diencia y servicio a quien tiene un
mental, consecuencia del dubita- poder legítimo sobre los demás, co-
re, como al objeto mismo de la du- mo los reyes. De este modo, cons-
da, por ej., el d. puede versar sobre tituye una especie de la observan-
si Pablo llevó a cabo o no una ac- tia, es decir, de la actitud por la que
ción, o sobre si tal acción fue lle- se honra a cualquier persona cons-
vada a cabo por él o por Juan. No tituida en dignidad. El fundamen-
obstante, se prefiere el término du- to común de ambas es el debitum y
bitatio (véase) para aludir a la ac- lo que diferencia la d. de la latria es
ción de dudar con todo lo que ella la distinta razón de debitum en uno
implica. y otro caso: la obediencia y servi-
cio a Dios y al hombre son diferen-
ductio. En su sentido más lato, signi- tes por el dominio pleno de Dios
fica “conducción”. Pero se ha usa- sobre todas las cosas y el dominio
do técnicamente, en el sentido de limitado y relativo del hombre so-
remitir y aun reducir (véase reduc- bre los demás o sobre otro ser crea-
tio), en el campo de la lógica. En él do. La Cristiandad medieval reser-
se habla de la d. per impossibile pa- vó el nombre de hyperdulia o vene-
ra aludir al argumento también lla- ración (véase veneratio) -y no ado-
mado ad impossibilem (véase). ración- para la Virgen María.
245 duratio

duratio. En el mundo antiguo y me- Agustín sigue la línea plotiniana al


dieval, y en el sentido más amplio, respecto, aunque de manera parti-
el concepto de duración indica la cularísima. Lo que él intenta me-
extensión, límite o medida de la dir, más que el tiempo, es la d. en sí
permanencia de un ente en su exis- misma, pero plantea su medida co-
tir. La definición más usual de d. es mo la de una tensión del alma. En
“la persistencia de una realidad en esta tensión, en ese continuo fluir
el tiempo”. del alma, encuentra Agustín tres
Sin embargo, tal caracterización términos exactamente correspon-
puede prestarse a equívocos, ya que dientes a los tres momentos de la
la noción que nos ocupa fue con- d. –presente, futuro y pasado– que
siderada como género al que co- tradicionalmente se habían distin-
rresponden tres especies, una de las guido: la atención de las cosas pre-
cuales es precisamente el tiempo. sentes, la expectación de cosas fu-
En efecto, la d. de un ente subor- turas, y la memoria de las pasadas
dinado a un tipo de devenir sucesi- (cf. Conf. XI, passim). Con todo,
vo y continuo, se denomina “tiem- semejante cambio de “sede” en el
po”; la de un ser subordinado a una tratamiento de la d., como medida
forma de devenir sucesiva, pero no del tiempo deja sin resolver el du-
continua, se designa como “evo”; y rar cósmico, como el mismo Agus-
la del ser que está fuera del devenir tín admite.
y que existe siempre en su plena to- La Escolástica recoge el problema
talidad, se llama “eternidad” (véan- y, mediante las distinciones men-
se tempus, aevum y aeternitas). Con cionadas al comienzo, considera la
todo, conviene advertir que estas d. desde el punto de vista del ente
distinciones sólo terminan de cris- en cuanto perdura, o sea, en cuan-
talizarse durante la Escolástica, que to resiste a su desaparición. Habida
vinculó el concepto de d. particu- cuenta de algunos usos de per, so-
larmente al de mutabilidad (cf. por bre todo en composición (véase per
ej., Tomás de Aquino, S. Th. I, q. 2.2. y 6.2.), la perduratio subraya,
X, a. 5). pues, ese elemento de resistencia.
Un concepto clave fue elaborán- Por su parte, Ockham añade que
dose históricamente hasta desem- la d. es un concepto que connota
bocar en la noción de permanencia que la cosa coexiste con una suce-
así desglosada: el de continuidad. sión actual o aun posible.
246

E
E
E. Al ser la primera vocal de la palabra ex quo fit ut, “de ello –o de lo cual–
nego, esta letra fue empleada por los resulta que”; también se aplica para
lógicos medievales para señalar la señalar 3.3. el origen etimológico;
proposición universal negativa. Así 4. material, orden en el que puede
aparece en Pedro Hispano (Summ. indicar 4.1. la materia de la que al-
Log., 1, 21 y 4, 18). Su utilización go está hecho; o 4.2. su estado ori-
como signo, en este sentido, parece ginario; 5. referencial, plano en el
remontarse al siglo XII, como ocu- cual se puede traducir por “según”
rre con A, I y O (véanse). o “de acuerdo con”, por ej., ex Aris-
totelis sententia; 6. pasaje de un es-
e-ex. Se utilizan ambas formas ante tado a otro, por ej., ex beato miser,
consonante, pero ex aparece siem- mutar “de feliz en desdichado”.
pre ante vocal. En composición, se Ciertamente, los últimos mati-
convierte en e ante b, d, g, l, m, n, ces, en cualquiera de sus variantes,
r; o en ec o ef ante f, matizando la son los más utilizados en la litera-
significación de la palabra simple, tura filosófica. En ellos, la preposi-
en los siguientes sentidos: 1. pri- ción que nos ocupa parece tener el
vación, como en effrenare; 2. ale- mismo valor que de (véase), pero se
jamiento de sí, como en emitte- ha de hacer una importante salve-
re; 3. transición, como en enerva- dad: ambas indican principio, de-
re, 4. partida, como en exire; 5. ele- notando relación de causa eficien-
vación, como en erigere; y 6. acaba- te y material, pero mientras ex se li-
miento, como en efficere. mita a señalar la procedencia como
Es en realidad preposición de principio o punto de partida, de in-
ablativo que, muy en general, indi- volucra consustancialidad entre di-
ca procedencia, especialmente, des- cho principio y lo que de él se de-
de el interior de algo. Así, puede te- riva. Así pues, sólo quien suscribie-
ner un sentido 1. locativo, y refe- ra la teoría emanacionista podría
rirse al 1.1. lugar de donde o pun- decir, por ej., que la realidad es de
to de partida; o a la 1.2. proceden- Deo con el significado arriba men-
cia como extracción; 2. temporal, cionado; en cambio, los autores ju-
y aludir al 2.1. momento inicial; o deocristianos escriben que lo real es
al 2.2. tiempo anterior del que al- ex nihilo y no de nihilo.
go proviene; 3. causal, indicando Para la expresión ex persona, véase
3.1. la causa, generalmente intrín- persona.
seca, de algo, por ej., qua ex cau-
sa, o 3.2. la consecuencia que de- editio. El concepto de edición o de
riva de algo; en este sentido, da lu- editar, edere, se ha distinguido des-
gar a expresiones muy fuertemente de la Antigüedad de la sola redac-
consecutivas como e quo efficitur o ción de una obra. En términos me-
247 eductio

dievales y renacentistas, para que se vadas desde un estado potencial a


pueda hablar de e., esto es, de di- uno actual (cf. Met. VI, 8, 1033a
vulgación de ese escrito, es necesa- 24; y VII, 3, 1043b 15).
ria la intención del autor o del edi- Al desarrolar esta noción, la Es-
tor de proceder a dicha divulgación. colástica habló de e. formae de po-
Una vez finalizada, la obra redacta- tentia materiae, esto es, del darse de
da o dictada por el autor –se sabe la forma a partir de la potencia de
que Traversari, por ej., solía dictar la materia. El fuego, por ej., se ge-
sus trabajos– era entregada al editor nera a partir de una materia presu-
o, si se trataba de lo que hoy llama- puesta v. g. la madera: ignis de ligno
ríamos una “edición del autor”, al educi. Por ello, en la “educción”, la
copista. Para el proceso de edición, materia es subiectum sustentationis.
véase schedae. Educi de potentia es, pues, llevar al
acto lo que estaba en potencia, lo
educatio. Poco frecuente, esta voz, que cual, además de presuponer la ma-
suele aparecer en textos patrísticos, teria, requiere la intervención de
carece de la riqueza de la palabra un agente natural; así, la forma del
griega “paideia”. Señala fundamen- fuego, mediante un agente v.g. una
talmente la crianza física y moral chispa, se dice que es “educida” a
de un niño en el seno de su familia. partir de la potencia de la madera.
Para la instrucción se reserva el tér- Como se ve, la noción de e. se opo-
mino disciplina (véase). ne a la de creatio (véase), en cuan-
eductio. En líneas generales, “educ- to que en esta última la forma se
ción” puede traducirse por “pro- hace surgir por entero de la nada,
ducción”. Sin embargo, esta tra- lo cual significa que no se presupo-
ducción no es propia, ya que no da ne absolutamente ninguna realidad
cuenta de la precisión filosófica de precedente. Técnicamente formu-
la palabra que nos ocupa. Se trata lada, la diferencia sería “e. productio
de un término técnico de la cosmo- formae ex nihilo sui sed non subiecti
logía aristotélico-escolástica, que est”, mientras que la creación “pro-
indica el modo con que llegan a la ductio formae ex nihilo sui et subiecti
existencia las formas materiales –es est”, como expresa Tomás de Aqui-
decir, todas las formas sustanciales no (S. Th. I, q. 90, a. 2).
o accidentales, salvo la del alma hu- El Aquinate llama también la
mana– en las generaciones o muta- atención sobre un error cuyo ori-
ciones corpóreas. gen atribuye a Anaxágoras y que,
Según Aristóteles, no es la for- en su perspectiva, consiste en con-
ma la que propiamente se genera siderar las formas como “latentes”
o se corrompe, sino el compuesto, en la materia o en la sustancia, se-
o sea, el ente individual, cuya for- gún se trate de formas sustanciales
ma está constituída por las deter- o accidentales: en dicho caso, la e.
minaciones sustanciales o acciden- no sería un pasaje del existir en po-
tales. En el ente generado, las for- tencia al existir en acto, sino una
mas no son generadas, sino “pro- simple extracción de una realidad
ducidas” –más propiamente se de- ya actual pero de algún modo ocul-
bería poder decir “educidas”– o lle- ta. Pero, objeta Tomás, de esa ma-
effective 248

nera, no se tendría la verdadera ge- forma, así, por ej., el efecto formal
neración de un ser no existente an- primario del calor es algo caliente,
tes, que es precisamente lo que la e. y el de la extensión actual es la can-
señala (cf. S. Th. I, q. 45, a. 8). tidad; 3. secundarius o extrinsecus:
La perspectiva ockhamista al res- es el que resulta de la unión de una
pecto es diferente: según Ockham, forma y un subiectum (véase), o sea,
la forma no está en potencia en la aquel que se concibe como conse-
materia porque ésta la contiene, cuencia de la presencia de una for-
por así decir, como en germen, si- ma en un sujeto dado, por ej., la
no porque la materia puede recibir- divisibilidad física con respecto a
la sin ofrecer obstáculo alguno. De un cuerpo extenso.
esta manera, es contradictorio para
él decir que una forma es “educida” efficiens. En general, y ateniéndonos
de la materia: sería como decir que particularmente a su etimología,
la forma es extraída de la potencia la palabra “eficiente” indica la idea
de la materia cuando precisamen- del poder que tiene un ente en rela-
te es introducida en ella (cf. In II ción con el efecto que depende de
Sent. qq. 4-5). él. Según la tradición escolástica, se
llama e. a la causa en acto que, pre-
effective. Cf. efficienter. cisamente por estar en acto, produ-
ce de hecho una acción y el even-
effectus. “Efecto” es el término correla- tual efecto que puede depender de
tivo de causa (véase) y señala el pro- esta última. La validez metafísica
ducto de ésta. Es aquello que, en del concepto de e. se funda no sólo
tanto finito y limitado, no llega a en la experiencia, sino también en
existir por sí mismo, sino por otro el principio de finalidad. Del po-
ente diferente de él. Así, pues, el e. der del agente depende el que és-
se ha de concebir como siendo for- te comunique a un efecto la virtud
malmente diferente de la causa. Las del obrar. Ahora bien, en las co-
precisiones que se atribuyen a es- sas se encuentran potencias opera-
ta palabra dependerán, obviamen- tivas que, si no obrasen, serían va-
te, de las diversas concepciones que nas. Pero sucede que todos los en-
sobre la causalidad se sostenían en tes existen para llevar a cabo sus
los distintos sistemas filosóficos, respectivas operaciones propias, de
como también de los diferentes ti- manera que, si dichos entes no fue-
pos de causas a los que obedezcan. ran efficientes, en cierto modo, se
Sobre esta última base, se han es- autoanularían (cf. Tomás, S. Th. I,
tablecido las siguientes distincio- q. 105; C. G. III, 69). Por esta ra-
nes: 1. e., sin otra especificación, zón, para un concepto como el que
alude a lo que resulta de una cau- nos ocupa, no hay lugar en las co-
sa eficiente, en este único sentido rrientes filosóficas, ciertamente no
lo utiliza Duns Scoto; 2. e. formalis medievales, que declaran ilusoria la
se llama al efecto propio de la cau- noción de causa. (Para el término
sa formal de un ente. El e. formalis, causa efficiens, véase causa).
a la vez, puede ser 2.1. primarius o
intrinsecus: es aquel cuya inteligi- efficienter. Adverbio sinónimo de effec-
bilidad coincide con la de la mera tive y elictive. Se dice que algo con-
249 elementum

curre e. a la producción o al darse mente a conseguir un fin (intentio


de algo cuando lo produce inme- finis), el intelecto delibera sobre lo
diatamente. En cambio, lo hace di- que se ha de hacer para alcanzarlo
rective cuando presenta una regla (véase consilium) hasta llegar a una
conforme a la cual se ha de llevar conclusión al respecto (véase iudi-
a cabo la acción; finaliter, cuando cium). Sobre la base de esta últi-
muestra los fines de dicha acción, ma, tiene lugar la e. o decisión. La
e imperative cuando pone de mani- elección constituye el paso decisi-
fiesto la obligatoriedad de su reali- vo, dado por la voluntad, en el pro-
zación. Así, por ej., los juicios teo- ceso del diálogo entre ésta y el inte-
réticos son producidos por el inte- lecto, diálogo que conforma preci-
lecto e.; según la lógica, directive; samente el acto libre. Consiste pro-
con el objeto de adquirir una cien- piamente en la elección del medio
cia, finaliter; en cambio, los jui- para alcanzar el fin apetecido. En
cios morales son puestos en prácti- ella, la voluntad se conforma al iu-
ca moraliter por una voluntad libre, dicium practicum que le allega la in-
que aplica el intelecto imperative. teligencia. Al respaldarse en el jui-
cio, la e. presenta las siguientes no-
effusio. Es la acción por la cual algo se tas: 1) es propia de los seres racio-
transmite de un subiectum a otro nales; 2) sólo versa sobre cosas po-
sin mengua del primero. Así, se ha- sibles, porque el juicio determina
bla de virtus effusa para referirse a los medios adecuados para alcanzar
la potencia del alma que se difun- el fin, y no puede hablarse de me-
de por todo el cuerpo, o a la consti- dio adecuado si éste es imposible
tuida por el conjunto de potencias (véase velleitas); 3) puesto que ver-
operativas que Dios infunde en las sa sobre cosas posibles, es, por de-
criaturas. finición, libre en cuanto no nece-
elatio. En general, se utiliza con el es- saria; 4) el juicio es propio del en-
pecificativo animi y señala en el al- tendimiento que ilumina la volun-
ma un defectus modestiae, es decir, tad; así, la e. pertenece, de mane-
una desmesura. Ésta puede asumir ra determinada, a esta última facul-
cualquier forma de la inmodestia: tad (cf. Tomás de Aquino, S. Th. I-
la ambición desmedida, la arro- II, q.13). De ahí, la definición más
gancia, la vanidad o la soberbia. completa de este término: la elec-
Más allá de sus especificaciones, y ción es el acto por el cual la volun-
al menos en los textos medievales tad se determina a adherir al medio
que siguen la ética aristotélica, la e. que el intelecto juzga idóneo para
indica una tendencia genérica que la consecución del fin.
atenta contra la virtud alejándose electus. Cf. praescitus.
de ésta hacia el extremo de la hy-
bris, esto es, del exceso. elementum. El significado más anti-
guo de “elemento”, tanto en latín
electio. Puede traducirse por “elección” como en su equivalente griego, es
o “decisión” y configura uno de los “letra del alfabeto”. Por extensión,
momentos del acto libre, tal como pasó a señalar después 1. la parte
la Escolástica lo concibió: cuando más simple de algo y, en especial,
la voluntad se ha inclinado eficaz-
elenchus 250

2. los rudimentos de una ciencia, Uno de los problemas que los es-
como se ve, por ej., en el título de colásticos abordaron con respec-
la obra de Euclides: “Elementos de to a este tema es justamente el de
Geometría”. la subsistencia de los elementa en el
Pero esta palabra abarca también cuerpo compuesto. Para una pre-
una serie de vocablos que usaron sentación de esta polémica, véase
diversos filósofos con el fin de de- mixtum.
signar 3. las entidades últimas que
constituyen la realidad, en particu- elenchus. En general, es toda argu-
lar, la realidad material. Ejemplo mentación con la cual se muestra
de e. en este último sentido es “áto- al adversario que de hecho cae en
mo”. La consideración del número contradicción, o que caería en ella,
y la cualidad de los elementos, con- partiendo precisamente de las pre-
siderados como partes constituti- misas concedidas por él mismo. En
vas de las realidades naturales, va- el primer caso, suele tratarse de una
ría mucho, como se ve claramente argumentación, por así decir, “in-
ya en los presocráticos. trínseca”, en la que se desarticula
Es Aristóteles quien más influ- la tesis del adversario en la discu-
ye en la elaboración que el pensa- sión, mostrando sus contradiccio-
miento medieval y, en especial, la nes fundamentales. En el segundo,
Escolástica, hacen del tema. De he- se está ante otra, “extrínseca”, por
cho, el Estagirita caracteriza física- la que se ofrecen argumentos pro-
mente el e. como lo que constitu- pios contra una determinada afir-
ye, en primera instancia, una rea- mación: si se demuestra que X es
lidad material e intrínseca, o sea, Y, entonces, queda refutada exter-
distinta de la arché, que es princi- namente la tesis que sostiene que X
pio extrínseco de la cosa (cf. Met. no es Y.
V, 5, 10 a 32). En este sentido, los En términos más estrictos, la ca-
elementos o materias constitutivas racterización de e. que da Guiller-
más simples son: agua, aire, tierra y mo de Ockham, precisamente en
fuego. Tales partes constitutivas úl- In Elench. 97ª, es que se trata de
timas –o, por así decir, químicas– un tipo de silogismo que tiene por
de los cuerpos físicos son las mate- objeto probar la proposición con-
rias fundamentales que conforman tradictoria de la tesis sostenida por
el mundo físico. Así, también los el respondens (véase). Pedro Hispa-
escolásticos entendieron los cua- no trata el tema en sus Summ. Log.
tro elementos como constituyen- VII, 49.
tes últimos desde el punto de vista elenctica. Sobre la base del significado
de la filosofía de la naturaleza, pe- de elenchus, se llamó así a una parte
ro no desde el de la metafísica. En especial de la dialectica (véanse am-
efecto, para estos autores, una sus- bos vocablos): la que tiene por ob-
tancia material es, por una parte, jeto refutar la tesis del adversario
un compositum de materia y forma; en la polémica.
por otra, un mixtum de los cuatro
elementa. elevari. Con este verbo se alude a la
acción que algo lleva a cabo en vir-
tud de un especial auxilio divino, y
251 eloquentia

mediante la cual asciende a un or- cimiento y está determinado por la


den superior al que esencialmente naturaleza, como se da en los irra-
le corresponde, o bien se vuelve ca- cionales. Se ha hablado también, y
paz de producir un efecto extrínse- principalmente, de actio elicita vo-
co a su esfera natural; así sucede, luntatis, es decir de la acción vo-
por ej., cuando el intelecto huma- luntaria elícita que se opone a la
no se eleva –o, mejor aún, es eleva- actio imperata. En efecto, la pri-
do– a la visión intuitiva de Dios. mera deriva directa y formalmen-
te de una voluntad libre; la segun-
elicitus. Término usado a partir de la da está determinada por la natura-
Escolástica del siglo XIII, se tradu- leza. Se ha de notar que también en
ce por “elícito” y tiene un signifi- este orden se verifica lo señalado al
cado técnico general que alude al comienzo en la definición del con-
acto por el cual una potencia ac- cepto de e.: nótese que, en rigor, así
tiva da lugar a un efecto inmedia- como no se puede decir que el ca-
to (véase potentia). Técnicamen- lor es producido por el fuego sino
te, su definición reza: aquello por por la calefacción, con el mismo ri-
lo que algo produce formaliter otra gor formal, tampoco se puede decir
cosa. En virtud de la universalidad que el acto elícito proviene del su-
del principio de causalidad, esto se jeto humano sino, formaliter, de su
aplica a los más diversos órdenes, voluntad.
por lo cual la noción que nos ocu-
pa cobra matices distintos en cada elictive. Cf. efficienter.
uno. En el plano físico, por ej., se
dice que el calor es producido in- eloquentia. El marco general en el que
mediatamente –e.– no por el fuego se inscribe el significado de este tér-
sino por la calefacción que de éste mino es el de la expresión literaria.
resulta, ya que el fuego puede es- Por eso, está vinculada con el arte
tar expuesto a ventilación y no ge- del predicador; de hecho, la homi-
nerar calor: lo elícito no se ha de lía ocupa un lugar central en la e.,
confundir, pues, ni con la produc- como ocurre en el cuatro libro del
ción ni con el producto, sino con el De doctrina christiana agustinia-
carácter inmediato del acto de pro- no. Así, se ha de tener permanente-
ducir. En el orden teológico, tam- mente presente que involucra tan-
bién se denomina e. al principio de to la expresión escrita –desde una
la generación del ser, principio que carta breve hasta un tratado– co-
es Dios mismo considerado en su mo la oral. La e. es el arte de ex-
esencia. presarse con propiedad y eficacia.
Pero es en el orden psicológico La primera nota es exclusiva de la
y ético donde este adjetivo apare- noción que nos ocupa; la segunda
ce más frecuentemente califican- hace que se la incluya como parte
do movimientos apetitivos y, sobre de la rhetorica (véase); de ahí algu-
todo, actos de la voluntad. Así, se nas observaciones patrísticas y me-
llama appetitus e. aquel por el cual dievales sobre la elocuencia que, en
nos dirigimos al bien previamente realidad, son atribuíbles a la retó-
conocido, en oposición al appeti- rica misma: por ej., cuando Agus-
tus innatus que no requiere cono- tín de Hipona denuncia los casos
emaculatus 252

en que la e. se convierte en arma de lo perfecto a lo imperfecto. No


de la ambición personal (cf. Conf. se trata, pues, de producción a par-
III, 4, 7) o en un mero juego va- tir de la nada, sino de una suerte
cuo de palabras (cf. ibid. I, 9, 15), de autodespliegue sin pérdida del
se está refiriendo, más que a la e. ser que en dicho desarrollo se ma-
en su aspecto de uso propio de los nifiesta. Por otra parte, lo emana-
términos, a su condición de discur- do tiende a identificarse con el ser
so eficaz. En esta dimensión, esto del cual emana porque, si bien no
es, en cuanto parte de la rhetorica, es idéntico al Principio, está implí-
la e. tiene un signo moral neutro: citamente contenido en él, aunque
su valor depende de la intenciona- es inferior a él. No surge a partir de
lidad ética de aquello que se inten- una voluntad libre, sino como efec-
ta expresar. to necesario de la naturaleza misma
La concepción sobre la e. cambia del Principio. Lo sigue no tempo-
en la Edad Media, sobre todo, con ralmente –puesto que la e. es eter-
Juan de Salisbury, quien traza con na, no se cumple en el tiempo– si-
nitidez su diferencia con la verbo- no ontológicamente. Por ello, lo
sitas (véase). Para ello, apela fun- emanado no puede autosubsistir
damentalmente a la ratio y subra- por sí mismo, depende del Princi-
ya que sólo ésta puede volver eficaz pio. Afirmando la inferioridad de
y concreta la palabra como instru- la realidad emanada, esta doctrina
mento del progreso humano. En intenta insistir en su inmanencia,
este sentido, la lógica ha de respal- pero sin negar la trascendencia del
dar la e. Sobre las huellas de Cice- Principio: Dios no es el universo,
rón, Juan recuerda que la elocuen- es su fuente; de ahí que el universo
cia sin sabiduría es vacía; la sabidu- sólo pueda subsistir en él.
ría sin elocuencia, ciega. También el movimiento opues-
to de retorno de lo emanado a su
emaculatus. Cf. emendatus. Principio, está concebido de un
emanatio. (cf. creatio). La voz “emana- modo “naturalista”: ese retorno no
ción” alude a una de las explicacio- es menos “natural” que la e. misma,
nes metafísicas de la relación entre en la medida en que no se requiere
Dios, entendido como lo Uno, y el ningún don gratuito, ninguna in-
mundo. En cierto sentido, la teoría tervención extranatural, para que
de la producción del mundo por se produzca tal regreso a lo Uno,
e. trata de conciliar las exigencias es decir, a Dios. Todos los eventos
de la inmanencia y de la trascen- en el universo están destinados, por
dencia. Quiere salvar la continui- su misma naturaleza y sin ninguna
dad de lo real, pero manteniendo mediación excepcional, a volver a
las distinciones entre los dos ámbi- la fuente para reconstruir en ella la
tos. En general, es el proceso por el unidad absoluta. Incluso todas las
cual, en virtud de su propia super- almas, también las de los hombres,
abundancia, lo superior produce lo deben reintegrarse necesariamen-
inferior, sin que el primero pierda te a lo Uno; así, la individualidad
nada en tal proceso, en el que, a la de la persona es trascendida y fi-
vez, se da una cierta degradación nalmente anulada en una instancia
253 eminens

absoluta e impersonal. Con ello, se lólogos son la ratio y la auctoritas.


tiene otra diferencia –esta vez des- Generalmente, la primera respon-
de el punto de vista soteriológico– de a las analogías con otros pasa-
con la visión cristiana, que postu- jes, es decir, a los lugares paralelos;
la la conservación de la individuali- la segunda, a la tradición de los es-
dad más allá de la muerte. critores.
Sin embargo, a lo largo de todo
el largo período patrístico-medie- emendatus. Voz que aparece en los có-
val, hay pensadores cristianos en dices tardomedievales y, sobre todo,
los que se torna visible la influen- humanísticos para señalar que un
cia neoplatónica respecto de la e., códice se encuentra sin enmiendas;
especialmente a través de Proclo y en sentido filológico, no corrup-
Dionisio Areopagita, junto con te- to y, por tanto, confiable. Cuando
mas centrales de la especulación tal condición es evidente, los hu-
plotiniana. Así, por ej., Escoto Erí- manistas suelen usar el superlativo.
gena tiende a minimizar la distan- Tal es el caso de Guarino al referir-
cia entre generación y creación. Y se a un códice antiguo, hoy perdi-
muchos siglos después hace lo mis- do, de Plinio el Joven, cuyos per-
mo M. Eckhart, autor que, ade- gaminos “emendatissimae mihi visa
más, afirma nuevamente la circula- sunt”. Equivalentes de este término
ridad del proceso divino. son: emaculatus, castigatus, integer,
fidelis, verus y, menos usado, sin-
emendatio. Dos son los sentidos de es- cerus. Se ha de prestar atención al
te término, según se lo asuma en hecho de que el sustantivo emenda-
contexto 1. patrístico o 2. escolás- tio (véase) puede presentar el senti-
tico. En 1. el primero, forma par- do contrario.
te de la tradición escolar y seña-
la dos ejercicios: 1.1. la crítica tex- eminens. Término que se relaciona
tual, es decir, la fijación y correc- con el concepto de perfección. En
ción del texto, las discusiones sobre efecto, los escolásticos distinguie-
su autenticidad, etc.; y 1.2. la críti- ron tres sentidos de perfección: 1.
ca de estilo, esto es, el juicio sobre la perfectio formalis: es la que está
las cualidades de una obra, el análi- en un sujeto, según su razón espe-
sis de su plan, su originalidad, etc. cífica; por ej., la racionalidad en el
2. Tanto en el latín medieval co- hombre; 2. la perfectio virtualis: es
mo en el humanístico, e. es sobre la que está contenida o implicada
todo un término paleográfico. Pue- en el sujeto, pero sin que se haya
de indicar la acción de corregir un manifestado; por ej., la posibilidad
texto o el resultado de esa correc- de alcanzar la sabiduría en el hom-
ción, ya sea producto de una conje- bre; 3. la perfectio e.: es la que tie-
tura o de la restitución de una lectio ne el sujeto cuando posee esa per-
manuscrita. En este segundo senti- fección del modo más alto y acaba-
do aparece en los títulos de las co- do; por ej., la Sabiduría divina. De
lecciones de enmiendas propuestas ahí que la noción de e. sea aplica-
por humanistas, como las Emenda- da sobre todo a Dios. Por eso, des-
tiones in T. Livium de Lorenzo Va- de el punto de vista ontológico, lo
lla. Los criterios de la e. entre los fi- eminente corresponde siempre a
eminenter 254

la Persona divina, cuando es com- fin. Pero la acepción más frecuen-


parada con las perfecciones que se te del término que nos ocupa es la
manifiestan en las criaturas. que lo entiende como el modo en
En cambio, desde el punto de que algo está o existe más allá de
vista lógico, se recurre a esta no- todo grado o medida. Se ha usado,
ción para poner en relieve que no en particular, respecto de las pro-
hay una adecuación del intelecto piedades positivas que se atribuyen
humano respecto de Dios, como a Dios. De esta manera, se dice que
sí se da respecto de los demás en- en Él se dan –o mejor aún, que Él
tes. No la hay precisamente por la es– e. el bien, la belleza, etc.
inconmensurabilidad que otorga a
Dios como sumo Ser y sumo Bien eminentia. (cf. eminens) La vía por
su carácter de e. la eminencia o vía eminencial es
En la época moderna, el uso de uno de los métodos elaborados en
esta vocablo presenta un matiz de la Edad Media para determinar los
diferencia respecto de su significa- atributos de Dios, es decir, las per-
do medieval. En efecto, fue reela- fecciones divinas. Consiste en atri-
borado, especialmente por Descar- buir a Dios las perfecciones creadas,
tes, quien habla de “existencia emi- pero potenciándolas al infinito.
nente” como la existencia de algo El fundamento de la vía de e. re-
en el principio que le da origen y side, pues, especialmente, en la re-
ser. Así, la existencia eminente es lación de analogía (véase analogia),
el fundamento de toda existencia aunque se apoya también en el
formal y objetiva (cf. Meditaciones principio de causalidad. Sobre es-
III). te último punto, Tomás de Aqui-
no –quien, junto con el Pseudo
eminenter. En primer lugar, se utili- Dionisio, es uno de los autores que
za 1. como sinónimo de formali- más trabajaron el tema– plantea la
ter. En este sentido, se suele em- cuestión en los siguientes términos:
plear en cuatro casos: para señalar afirmar, por ej., “Dios es bueno”
1.1. la manera en que algo está en equivaldría a decir que es causa de
su causa productiva, así, el calor es- la bondad de las criaturas; por tan-
tá e. en el fuego; 1.2. la manera en to, el término “bueno” incluiría en
que algo está contenido en una co- su concepto la bondad de la criatu-
sa superior a ese algo, dándose en- ra (véase effectus proportionatur...),
tre ambos semejanza, por ej., en al- con lo que se predicaría de ella an-
gunos autores patrístico-medieva- tes que de Dios. Sin embargo, ta-
les, las formas de los entes corpó- les nombres no designan solamente
reos están contenidas e. en el in- la causalidad sino también la esen-
telecto divino; 1.3. la manera en cia divina. Por eso, al afirmarlos de
que los efectos de una potencia es- Dios, no sólo se expresa que Él es
tán contenidos en otra potencia su- causa de la bondad o de la sabidu-
perior, así los datos de la sensibili- ría, sino el hecho de que estas co-
dad externa están contenidos e. en sas preexisten en Él del modo más
la interna (véase sensus); 1.4. según elevado (eminentius). Lo que ocu-
la razón de bien y de apetecible, los rre, según el Aquinate, es que, en
medios están contenidos e. en el cuanto a la cosa significada por el
255 ens

nombre, se atribuye a Dios antes enarratio. Elemento esencial del estu-


que a las criaturas, porque la per- dio literario, la e. es la explicación
fección que expresa deriva de Él a y comentario que se hacía de un li-
éstas. Pero, en cuanto a la aplica- bro o pasaje, particularmente, de la
ción del nombre, primero se re- Escritura. Por esta razón, desde el
fiere a las criaturas, porque las co- campo literario, pasó al exegético,
nocemos antes (cf. S. Th. I, q. 13, donde equivale a tractatus de scrip-
q. 6). Así, una vez más, se pone de turis. Un ejemplo famoso en el pe-
manifiesto, también en este tema, ríodo patrístico son las Enarrationes
la concepción escolástica según la in Psalmos de Agustín de Hipona.
cual lo ontológicamente primero El origen del vocablo es antiguo:
es lo gnoseológicamente último, y como testimonia Varrón, era usado
a la inversa. Dicho de otra mane- por los gramáticos al indicar su tra-
ra, hay que distinguir aquí entre las bajo de interpretación de textos. El
perfecciones divinas en sí, y el mo- paso primero y fundamental en la
do de nuestra predicación, que no e. era la explanatio (véase).
alcanza a dar cuenta cabalmente de
aquéllas. Por la vía de la e., la teolo- energia. Voz que Guillermo de Oc-
gía negativa, que parece querer in- kham utiliza como sinónimo de
validar las afirmaciones de la teolo- praxis (véase).
gía positiva, resulta integrada en és- ens. Suele traducir la voz griega on. De
ta; pero, a la vez, la vía eminencial hecho, para Aristóteles, la metafí-
se distingue de la teología negativa, sica estudia el ente en cuanto sim-
característica de los neoplatónicos, plemente tal (cf. Met. IV, 1, 1003 a
por la relación que suele establecer 21); para Tomás de Aquino, el e. es
con lo creado. quod primo intellectus concipit (De
eminentissimum. Es voz propia, sobre ver. q.1, a.1). El ente es lo prime-
todo, del vocabulario ockhamista. ro que el entendimiento aprehen-
Ockham la usa en dos sentidos: en de como lo más conocido y aquello
el primero, lato, para referirse a un en lo que resuelve todas sus con-
ser más noble que cualquier otro; cepciones, en la medida en que sig-
en el segundo, estricto, para aludir nifica cualquier cosa en cuanto que
a Dios como un ser tal que ningún es o existe. De ahí la tradicional de-
otro es superior. En esta segunda finición escolástica: ens est id quod
acepción el término aparece en la est, el ente es lo que tiene ser.
refutación ockhamista a la prueba Una de las doctrinas metafísicas
de la infinitud divina por vía emi- más importantes en la Edad Media
nencial propuesta por Duns Esco- acerca de esta noción es la que la
to. En efecto, para Guillermo de caracteriza como un “trascenden-
Ockham, siguiendo la vía sugerida tal” (véase transcendentale) del que
por Duns, Dios podría ser e. en el dependen los demás trascenden-
segundo sentido y, sin embargo, ser tales: unum, verum, bonum, pul-
finito (cf. Quodl. III, q.1). chrum (véanse). Esto significa prin-
cipalmente que el e. no es un con-
empireum. Cf. orbis, in fine. cepto genérico como, por ej., “ani-
mal”, puesto que “animal” se pue-
ens 256

de distinguir en “racional” o “irra- te y tiene definición pero no esen-


cional”, determinando así las espe- cia. Duns Escoto denominó a es-
cies dentro de él, que contiene en te último e. nominaliter sumptum,
potencia, y no en acto, tales dife- para distinguirlo del e. participiali-
rencias. Como las nociones genéri- ter sumptum, que es el actualmente
cas no contienen en acto las dife- existente. En esta última acepción,
rencias específicas, no van más allá es decir, en el sentido fuerte de la pa-
del género mismo; en cambio, sí lo labra e., el ente se divide –casi se di-
hace el concepto de e. que trascien- ría que “se declina”– según las for-
de todas las nociones genéricas, es- mas de las categorías: el ente real es
pecíficas y aún individuales. Aún blanco o negro, alto o bajo, etc., o
cuando contiene todas las diferen- sea que tiene cualidad, cantidad,
cias en acto, no las expresa de ma- relación, etc.
nera explícita, sino implícita; no se Ahora bien, se decía que el ente
trata, pues, de un concepto abstrac- real es el que tiene esencia y exis-
to. En otros términos, no se llega a tencia. De acuerdo con la distin-
él “ascendiendo” a partir de los en- ción entre essentia y esse, también se
tes individuales, sino que está su- diferenció, teniendo en cuenta lo
puesto en ellos. Los atraviesa a to- segundo, entre e. a se, que es el que
dos sin excepción, de manera, por no requiere de causa alguna para
así decir, “horizontal”. Por eso, e. es ser –y, por ende, sólo correspon-
un trascendental. de en rigor a Dios (véase aseitas)–
Este planteo medieval sobre la y e. ab alio, que es el ente causado.
“trascendentalidad” del ente supo- Considerando, en cambio, la esen-
ne sostener la existencia real de la cia, los entes se dividen en ens per
multiplicidad e individualidad de se, que es el que no existe en otro,
cosas sustancialmente diversas; es sino en sí, y ens in alio, que es el
decir, implica un rechazo del mo- que sólo puede existir en otro, co-
nismo. Así, la filosofía escolásti- mo la blancura; por eso, se lo llama
ca afirmó, en líneas muy generales, también per accidens (véanse a se,
que la unidad de los conceptos ge- ab alio, in se, in alio). Así, el hom-
néricos y específicos es una unidad bre, por ej., es per se animal, y per
unívoca, y la del ente, una unidad accidens, puede ser blanco.
análoga. El concepto de e. es pues En cambio, es e. rationis aquel
análogo, tanto en el sentido de la cuyo ser existe solamente en el en-
analogía de atribución, como en el tendimiento, que lo conoce a mo-
de la analogía de proposicionalidad do de ente, por ej., las privaciones
(véase analogia). que, como la ceguera, no tienen un
Sobre esta base conceptual, la Es- ser en sí mismas, pero son entes
colástica elaboró una serie de dis- respecto de la mente que las consi-
tingos. Así, consideró objeto pro- dera. De esta manera, el ente de ra-
pio de la metafísica al e. communis- zón se opone al e. reale o e. naturae
simum, que comprende tanto a en- que existe extramentalmente ya sea
te real, que connota la existencia y en acto o en potencia.
tiene esencia, como al ente posible, En relación con el concepto me-
que simplemente es pero no exis- dieval de creación, se habla de e.
257 enthymema

creatum para contraponerlo al e. in- creación. En efecto, ésta lleva a po-


creatum, expresión que sólo corres- ner el acento en la existencia. Por
ponde a Dios. También es predica- eso, cuando los escolásticos aristo-
ble sólo de Él el término e. simplex, télicos como Tomás de Aquino rea-
por oposición a e. compositum que sumen este concepto, lo afirman
alude, en la Escolástica, al carácter como el acto de existir en cuanto
de compuesto de esencia y existen- última perfección de la sustancia
cia propio de todo ser creado (véase (cf., por ej., De pot. q.7, a.2; S.Th.
essentia), además de mentar la com- I, q.4, a.1 ad 3 y q.8, a.1). A partir
posición materia y forma en el caso de esto, se considerará el ente tanto
de los entes materiales. Por cierto, desde el punto de vista de su esen-
el término e. simplex no debe con- cia como desde el de su existencia o
fundirse con la expresión e. simpli- actus essendi. Pero éste no se entien-
citer que se reserva para el ente to- de a la manera de Avicena, es decir
mado en sentido absoluto, es decir, como un accidente que se sobrea-
como tal. ñade a la esencia, sino como aque-
En cuanto a los términos e. quod llo que la lleva a su acto. Así, en
y e. quo, aparecen por primera vez sentido escolástico, la e. no es en-
en Boecio, para quien el primero es te en sentido estricto sino co-prin-
id quod est y alude a la cosa, al ente cipio del ente; para decirlo técnica-
real o res; el segundo es id quo est y mente es el ens quo, aquello que ha-
se refiere primariamente a la esen- ce existir al compuesto, es decir a la
cia, o sea, a aquello por lo que ese forma y a la materia de manera in-
ens es ens. Esta distinción se man- separable (cf., espec., In VII Met. 7,
tiene hasta el siglo XII, en que Gil- nn. 1417-23). Con todo, la com-
bert de la Porré sostiene que, por el plejidad metafísica de esta noción y
contrario, el e. quod mienta la esen- las polémicas a las que ha dado lu-
cia y el e. quo, el esse. Este último gar a lo largo de su desarrollo his-
sentido de ambas expresiones es el tórico hicieron que, en algunas len-
que, en el siglo siguiente, asumirá guas romances, el término e. alu-
Tomás de Aquino. diera a una suerte de entidad fan-
tasmal, esto es, todo lo contrario de
entelechia. A través de Cicerón (cf. lo que en la Escolástica significó.
Tusc. I, 10, 22), los autores medie- Es fama que el origen de este equí-
vales asumieron esta palabra que voco proviene de los comentarios a
constituye la transliteración latina Aristóteles del humanista Hermo-
de su equivalente griego empleado lao Barbaro, quien –por lo demás,
por Aristóteles. Éste utiliza el tér- sin suficiente familiaridad con las
mino en relación con la sustancia interpretaciones tomistas– consi-
corpórea, para aludir, respecto de la dera la e. el más oscuro de los con-
sustancia primera, a la forma sus- ceptos aristotélicos.
tancial, y a todo accidente de una
sustancia. La del Estagirita es, pues, enthymema. Lo esencial del e. es con-
una consideración esencialista de la sistir en un razonamiento cuyas
e., punto de vista que cambia con el premisas son meramente probables
advenimiento del Cristianismo y la o sólo constituyen ejemplos (véa-
profundización en la doctrina de la se exemplum). Aristóteles lo había
entitas 258

definido como un silogismo basa- tes que comparten, no algo que los
do en semejanzas o signos. Ahora distingue de los demás entes.
bien, hay varias maneras de inter- El uso moderno, en cambio, ten-
pretar un signo, especialmente, de dió a acentuar la nota de abstrac-
considerarlo como remitiendo in- ción propia de la e,, por lo que en
equívocamente, o no, a una reali- la Modernidad ella pasó a designar
dad determinada (cf. An. Pr. II, 27, un objeto concebido como caren-
70 a 10). De explicitar en qué sen- te de determinaciones, hasta ver, fi-
tido se asume dicho signo, se ten- nalmente, en esta noción un pro-
dría una premisa. Si esa premisa ducto mental sin ninguna referen-
fuera formulada, se tendría un real cia a la realidad.
silogismo y no un e.. De ahí que el
Estagirita diga que se trata de una entitative. Adverbio que señala el mo-
figura de la Retórica, disciplina que do de considerar algo en su pura
considera los medios persuasivos y entidad desnuda. El término co-
lo que aparece digno de crédito, no rrelativo es connexive, que indi-
lo que, en rigor, demuestra. De es- ca, en cambio, el aludir a una co-
te modo, el e. es la más efectiva de sa tomando en cuenta la relación
las maneras de “demostración” pro- que ella guarda con otra u otras.
pias de un orador. En síntesis, el e. Así, por ejemplo, el cuerpo de un
constituye el “silogismo” retórico hombre considerado e. es inerte e
por excelencia. incapaz de sentir; pero, si se lo to-
De hecho, los lógicos medieva- ma connexive, a saber, en razón de
les subrayaron en el e. su carácter su conexión con su alma en cuanto
de silogismo deductivo, una de cu- principio de movimiento, es capaz
yas premisas no se afirma explícita- de moverse, como de sentir.
mente. Así lo hace, por ej., Pedro entitativum. Hacia finales de la Edad
Hispano en sus Summa Log. V, 4). Media, este vocablo se empleó mu-
entitas. La entidad alude al mero ca- chas veces para acompañar el de ac-
rácter de “ente” que cada cosa tie- tus y señalar el existir posible de la
ne. Así, pues, hablar de e. implica cosa, sea ya ésta real o no.
situarse en el nivel más alto de la enuntiatio. La operación mental por
abstracción. Esto no significa que excelencia es el juzgar. La enuncia-
la entidad de algo sea irreal, sino ción designa el término de dicha
solamente que no se da separada operación; en cambio, se suele re-
de ese ente; dicho de otro modo, es servar el vocablo propositio (véase)
real en el sujeto en el que se da. Es para aludir a su forma. Como ad-
real, precisamente, porque los en- vierte Tomás de Aquino, la e. equi-
tes son reales. La e. no se debe con- vale a la propositio sólo cuando es
fundir, como algunas veces sucede, adelantada o pro-puesta como par-
con la quidditas (véase) que desig- te de un raciocinio (cf.In De In-
na la esencia propia de un grupo terpret. I, lectio 7; In An. Post. l. I,
de entes, como la humanidad de cap. 1, lectio 5). Sin embargo, ha-
los hombres. Para retomar el mis- cia la declinación de la Edad Me-
mo ej., la e. señala el carácter de en- dia, esta distinción permaneció en
un plano teórico, y prácticamente,
259 error

ambos términos se consideraron si- fija el dogma, un error. Por eso, es-
nónimos apud sapientes (cf. Juan de pecialmente desde mediados del si-
Santo Tomás, Logica I, q..5, a. 1). glo XIII, proliferan los dictámenes
De modo que, en lo que concier- condenatorios que contienen la ex-
ne al fin del período medieval, va- presión “hunc errorem reprobamus”,
le también para este artículo gran especificando así el contenido y la
parte de lo que se consigna en el de formulación de la afirmación con-
propositio. denada como herética. También
Los escolásticos han examina- son comunes aquellos en los que se
do la e. desde diferentes puntos de limita la condena a cierta interpre-
vista: 1. según su materia, la enun- tación de lo que sostiene el sospe-
ciación aparece compuesta de con- chado como hereje, por ej., “e. nisi
ceptos, unidos o separados, que intelligetur...”.
son el sujeto y el predicado; 2. por Fuera de este marco particular,
su cantidad, es decir, según la ex- esto es, en general, durante el pe-
tensión del sujeto, será universa- ríodo patrístico, se atribuyó la po-
lis, particularis o singularis; 3. por sibilidad del e. a una consecuencia
su sentido, la e. puede ser exponi- del pecado original que, habiendo
bilis, cuando, a causa de la oscu- quebrantado la plenitud de la na-
ridad conceptual de algún térmi- turaleza humana, debilitó el poder
no que contiene, requiere de una y la facilidad que se suponen origi-
o varias enunciaciones explicativas narios de la razón para alcanzar la
que son los exponentes; por último, verdad. Esta debilidad la induce a
4. las enunciaciones aequipollentes tomar lo falso por verdadero por la
son aquellas que presentan identi- semejanza aparente que suele dar-
dad de sentido. se entre ambos. Tal es el parecer de
Agustín de Hipona (cf., por ej., De
error. El error se opone a la veritas y se vera rel. 36-39), quien subraya que
distingue de la falsitas (véanse). A es el hombre el que se equivoca; no
la verdad el e. se opone de manera son las cosas por sí mismas las que
contradictoria y, en términos con- engañan. De manera más o menos
temporáneos, “objetiva”; de la fal- explícita, esta distinción se reitera
sedad se distingue porque en esta en los autores medievales. No po-
última se da el añadido de un asen- día ser de otro modo, dada la re-
timiento o de una intención “sub- lación directa –aunque de oposi-
jetivas” que están ausentes en el e. ción– que se indicó arriba entre el
Con todo, esta observación requie- e. y verum y dada también la am-
re ciertas precisiones: en la false- bivalencia de este último término.
dad, considerada desde el punto de En efecto, se ha de recordar que és-
vista ético, quien la profiere, es de- te mienta tanto el ser real de las co-
cir, el mentiroso, sabe que está afir- sas como el conocimiento recto que
mando algo no verdadero. En cam- de ellas se tiene. Con la menciona-
bio, el hereje afirma lo que, según da distinción acerca del origen del
su convicción más profunda, es error, la Edad Media no hace sino
verdad, aunque eso que cree verda- exculpar a Dios, autor de la verdad
dero constituya, desde el punto de de las cosas, y atribuirlo al hom-
vista institucional de la Iglesia que
eruditio 260

bre, más aún a la culpa origina- hoy se denominaría “cultura cientí-


ria de la humanidad en Adán. De fica”, o sea, durante el período pa-
ahí en más, la Escolástica, de acuer- trístico especialmente, a la relativa
do con su concepción de la verdad a las artes (véase ars).
gnoseológica en cuanto adecuación
del intelecto a la realidad, examinó esse. Debido a su condición omnia-
las posibles falencias de aquél que barcante, el ser o existir no es pa-
pueden dar lugar al e. Así, lo en- sible, estrictamente hablando, de
tendió fundamentalmente com in- definición. Sólo como comienzo,
adecuación a la verdad de las cosas. baste indicar los dos sentidos más
Tomás de Aquino, por ej., consi- generales que presenta: uno, débil,
dera que el error tiene lugar cuan- lo signa como el nexo y la cópula
do el intelecto emite un juicio so- conceptual y predicamental entre
bre aquello que ignora (cf. De ma- dos conceptos; el otro, fuerte, y tra-
lo q.3, a. 7). Pero niega la posibili- ducible en castellano por el verbo
dad del error respecto de los prime- “existir” es el que lo entiende como
ros principios, a menos que entre verbo que afirma la realidad de al-
éstos y nuestra comprensión inter- go, el hecho de que a ese algo se le
venga un discurso inútil (cf. S.Th. asigna la existencia.
I, q.17, a.3; q.85, aa. 5-6). Con to- Durante todo el período patrís-
do, el Aquinate insiste siempre en tico hasta los comienzos de la Es-
el hecho de que el error tiene lugar, colástica inclusive, no se encuentra
en última instancia, porque nues- un tratamiento sistemático del vas-
tra inteligencia es limitada, no por- tísimo tema del ser. La razón radica
que se trate de nuestro intelecto ya en que los autores que forman par-
que el obiectum formale de este últi- te de dicho período están inscritos
mo es la verdad o, dicho en térmi- de alguna manera en la tradición
nos vulgares, nuestro intelecto está de última raíz platónica y neopla-
“hecho para la verdad”. tónica, en cualquiera de sus varian-
No pocos autores han insistido tes y derivados. Y es sabido el ca-
en que la causa inmediata más fre- rácter esencialista de esta tradición,
cuente del e. radica en unir los con- en el sentido de poner el acento en
ceptos que se han de distinguir o la esencia, es decir que, desde esta
separar y separar los que se debe perspectiva, lo real se vertebra en
unir. esencias o según ellas. Así, en Agus-
tín de Hipona se encuentra, to-
eruditio. Del verbo erudire, cuyo signi- do lo más, el e. como primer ele-
ficado es el de formar, plasmar, ins- mento de la tríada que constituye
truir, este término señala, en prin- todo ente: ser o existir, ser tal co-
cipio, 1. la enseñanza y, por eso, se sa, permanecer en la existencia. Pa-
acerca a uno de los sentidos de doc- ra el Hiponense, esta tríada adquie-
trina (véase). Pero, su acepción pa- re en el alma humana la forma de
só también al 2. efecto de dicha en- e., nosse, velle; y, en cualquier caso,
señanza, indicando así, en general, se trate del alma humana o de cual-
cultura, especialmente, la que se quier otro ente, el existir se asocia
incorpora a través de la instrucción en Agustín con la primera Persona
recibida. Con esto, se ciñó a lo que de la Trinidad, o sea, con el Crea-
261 esse

dor en la medida en que, a partir distinción pasa a Avicena, en quien


de la nada, Él “pone” la existencia se añade el tratamiento de la que
de lo creado. Desde una perspecti- media entre el possibile e. y el neces-
va diversa, Boecio estudia no el e. se e., central en su especulación me-
en sí sino tal como se da en las co- tafísica. Avicena sostiene que el e.
sas, y lo divide en el que aparece en puede ser eterno o bien porque por
los intellectibilia, es decir, los entes esencia es incausado, o bien por-
separados de los cuerpos; los inte- que su existencia no ha tenido co-
llegibilia, esto es, los que “descien- mienzo. El primero es el ser nece-
den” en los cuerpos; y los naturalia, sario, aquel que no puede no ser;
objeto de estudio físico. En cam- en cambio, el ser posible es el que
bio, en la línea del Pseudo-Dioni- no tiene necesidad alguna ni de ser
sio –en quien no se halla un trata- ni de no ser, es decir, lo contingen-
miento del e. en general, sino como te, cuya existencia no forma parte
E. inefable divino– está Escoto Erí- de su esencia y se distingue de és-
gena. Pero en Erígena tampoco se ta (cf. Met. Comp. I, tr. 5, a.3; II, 1;
puede rastrear un desarrollo de es- 1 y 10). Esto ya establece lo que se-
ta cuestión, precisamente porque, rá central en el tratamiento del te-
aunque la natura de la que habla ma por parte de los escolásticos: la
podría considerarse el ser en su to- distinción entre essentia y e.
talidad, no la tematiza: en los mo- Tomás desarrolla el tema que nos
mentos en los que se despliega la ocupa, al que no considera una no-
natura, según Escoto, tenemos que ción genérica sino trascendental en
el primero dans e. nec recipiens; el cuanto que trasciende todos los gé-
segundo, recipiens e. et dans; el ter- neros, todas las especies, todos los
cero, recipiens e. nec dans; el cuar- individuos. Es, a la vez, una no-
to, nec recipiens e. nec dans. Con to- ción análoga (véase analogum),
do, no hay en los textos erigenia- puesto que ningún ser es ser de la
nos una explicitación de aquello en misma manera que otro, pero, al
lo que consiste propiamente e., si- mismo tiempo, todos comparten
no más bien una sinfónica descrip- el hecho de que no son una pura
ción de su movimiento. En el ca- nada. Así, se trata de una analogía
so de Anselmo d’Aosta, en el argu- tanto de atribución como de pro-
mento de Proslogion II, se estable- porcionalidad: hay un e. que lo es
ce la necesariedad del pasaje de la de modo principal y otros que lo
esencia divina –al menos, nominal- son de modo secundario en cuanto
mente considerada– a la existencia, que existen por el principal: tal el
es decir, al e. Con ello, se muestra caso de la sustancia y los accidentes
que el Esse necesariamente est, pero y de las criaturas respecto del Crea-
no se dice en qué consiste esto últi- dor. En todos los entes Tomás, re-
mo. cogiendo la tesis aviceniana, afirma
Distinto es el caso de los pensa- la composición de esencia y e., pe-
dores árabes. Por su parte, Alfarabi ro en Dios (véase deus 4), en cuan-
ya había abordado la cuestión, que to ser necesario, se identifican, de
después retomará el Aquinate, de manera que el ser divino consis-
la distinción entre essentia y e. Esta te en un puro e., en un puro exis-
esse in 262

tir (cf., por ej., In I Sent. d.19, q.2, desde un neoplatonismo renovado,
a.2; C.G. II, 52). Con todo, si en como se ve, por ej., en el De ente et
los entes contingentes la esencia es, uno de Pico della Mirandola.
por así decir, la estructura, el plano, Finalmente, a este sentido fuerte
su consistencia radica en el e. Pero de e. como existir, y al sentido débil
tal consistencia es común a todos, de e. como cópula proposicional –
no con una unidad ontológica sino que algunos llaman e. suppositale–
lógica. se ha de añadir una tercera acep-
También Duns Escoto confie- ción que el castellano permite tra-
re una particular atención al te- ducir como “estar” y que se da en
ma. Pero para Duns la noción de e. las expresiones e. in loco, e. ubique,
es unívoca (véase univocum) y ge- o el e. in omnibus rebus creatis pro-
nérica, aunque el ser no constitu- pio de Dios. En otros términos, es-
ye un género (cf. Op. ox.I, 3, 2, 24, ta tercera acepción indica una pre-
y 3, 3, 16). Se funda en el hecho de sencia.
que, en cuanto que niegan ser una Entre las tantas distinciones que
pura nada, tanto Dios como las la Escolástica hizo sobre este tema,
criaturas, tanto las sustancias como merecen mencionarse: 1. e. reale,
los accidentes lo niegan igualmen- es el de la existencia de la cosa ac-
te. Escoto rechaza la distinción real tual; 2. e. intentionale, también lla-
de esencia y existencia en los en- mado obiectivum es el de la imagen
tes creados, distinción que, para él, o especie que de las cosas existe en
puede ser pensada en los entes po- los sentidos y en el intelecto, por lo
sibles pero no en los reales; en és- que algunos lo denominan e. inte-
tos, indivisos y unos, todo es esen- lligibile o cognitum (véase diminu-
cia existente. Similares concepcio- tum); 3. e. volitum, en cambio, es
nes son en este sentido las de Gui- el de la imagen existente en el al-
llermo de Ockham (In I Sent. 2, 9, ma de las cosas ausentes y futuras
10). Por su parte, Suárez recoge te- en cuanto deseadas.
sis de unos y otros: de las tomis-
tas, admite el carácter del e. como esse in. Expresión propia de Guiller-
trascendental, aunque afirma que mo de Ockham y que éste prefie-
tal carácter deriva en una perfecta re a la forma inesse, que no siempre
unidad; de las escotistas, se inclina es equivalente a la que nos ocupa.
por la univocidad del concepto que En Ockham significa: 1. el encon-
nos ocupa, a la vez que niega la dis- trarse una cosa en otra, como un
tinción real entre essentia y e. Para cuerpo en un lugar, o el acciden-
Suárez, la existencia actual de algo te en un subiectum; 2. el ser menos
y la esencia actualmente existente común, como la especie, que es-
no conforman dos realidades dis- tá en el género, es menos común a
tintas (Disp. Met. d.31, s.1, nn. 2- los individuos que el género y, por
13). tanto, inferior a éste; 3. el ser atri-
El Renacimiento asiste, con los buído o predicarse; 4. el ser cono-
humanistas, a otro intento de con- cido o producido; según Ockham,
ciliación entre las tradiciones pla- en este último sentido se dice que
tónica y aristotélica, generalmente, todas las cosas están en Dios (cf.
263 essentia

Exp. Aurea 46a, 18c). Véase tam- aquello que hace cierto un ente en
bién inexistentia. cuanto tal cosa, la determinación
por la que es lo que es: “certitudi-
essentia. Término que deriva de es- nem quo est id quod est”. Se la deno-
se. Respecto de esta noción, sostie- minó también natura, retomando
ne Agustín de Hipona: “ab eo quod el primero de los cuatro significa-
est esse dicta est essentia” (De Trin. V, dos que Boecio atribuye a esta pa-
2, 3). Por su parte, añade Tomás de labra (cf. De duabus naturis I): todo
Aquino: “essentia dicitur secundum aquello que de alguna manera pue-
quod per eam et in ea res habet esse” de ser objeto del entendimiento, ya
(De ente et ess. I). De este modo, la que la cosa sólo es inteligible por su
e. es una primera determinación de esencia expresada en la definición.
la idea generalísima de esse. Pero, Pero natura se identifica con la e.
en rigor, es lo que constituye a un fundamentalmente en cuanto que
ente tal cual es, en su naturaleza, y ésta está ordenada a la operación
lo distingue de otros que tienen na- u operaciones propias del ente del
turalezas diferentes. Significa pues que se trate.
la unidad de los caracteres o notas La Escolástica estudió, entre otros,
fundamentales de un ente, unidad un problema fundamental en rela-
que lo determina como lo que es y ción con este tema: el de la distin-
no otra cosa. Por ej., los caracteres ción de esencia y existencia en los
esenciales del hombre son “animal” entes finitos y en Dios. En los se-
y “racional”, ya que, quitadas am- res finitos, temporales, se distin-
bas notas o una de las dos, ya no se guió entre e. y acto de ser o exis-
tiene hombre, sino a otra clase de tir (véase esse). En ellos, la esencia
ente. De esta manera la e. está liga- es, según se dijo, lo que constituye
da, desde el punto de vista lógico, a a un ser como lo que es por la uni-
las nociones de género y diferencia dad de sus notas fundamentales,
específica. En efecto, damos cuenta mientras que el esse es el acto por
de la esencia en la definición y ésta el cual una e. se realiza en el espacio
se alcanza precisamente mediante y en el tiempo, o en cualquier otra
la referencia al género próximo y la forma de duración. En cambio, en
diferencia específica. Y, como aque- Dios hay identidad entre e. y esse,
llo por lo que una cosa se constitu- ya que su acto de ser está conteni-
ye en su propio género o especie, es do como nota o carácter necesario
lo que se significa mediante la defi- en su esencia. Más aún, la esencia
nición que indica qué (quid) es la de Dios –si de ella puede hablar-
cosa, suele tomarse como sinóni- se– consiste en su mismo acto de
mo de e. el término quidditas. Así ser, por eso se lo define como el Ip-
se llega a una caracterización más sum esse. La tesis de tal identidad o
propia que las mencionadas en pri- coincidencia se encuentra ya en el
mer lugar: la e. es “hoc per quod ali- De hebdomadibus de Boecio, y de
quid habit esse quid”. Siguiendo a él la retoma y la desarrolla, espe-
Avicena (cf. Met. II, 1, 1), la Esco- cialmente, la Escuela de Chartres,
lástica la identificó también con la Buenaventura (cf. Col in Hexaeme-
forma, en cuanto que con este tér- ron, V, 31; In I Sent, d. 8, 1, 1, 2;
mino se denota la “certeza”, o sea,
essentialiter 264

Quaest disp de mysterio Trinitatis, q. nes humanas, es decir, las volun-


1, a. 1, n. 29), Maimónides, en su tarias o libres; su fin próximo es la
comentario al Éxodo III, 14, y, so- formación del hombre en la recta
bre todo, Tomás de Aquino (cf. S. voluntad; su fin último, la felicidad
Th. I, q. 3, aa. 4 y 6; C. G. I, cc. o beatitud como goce del Bien su-
10-11). premo.
Hacia el final del Medioevo se
essentialiter. Término usado, especial- distinguieron tres métodos princi-
mente, en lógica, para indicar la pales en la e. en cuanto disciplina:
necesariedad con que un predica- 1. apodicticus, que versa sobre las
do conviene a su sujeto, de manera definiciones, propiedades y causas
tal que, sin el primero, el segundo de la virtud; 2. gnomologicum, que
no puede existir ni concebirse; así, es el que se apoya en las sentencias,
por ej., la racionalidad conviene al esto es, los preceptos morales de los
hombre. Por eso, se dice del hom- filósofos; 3. paradigmaticus, que es
bre que es racional essentialiter o el que recoge y comenta los ejem-
formaliter. La noción correlativa es plos de virtud a imitar.
accidentaliter, que por oposición,
se dice del predicado sin el cual la etymologia. La etimología es la disci-
cosa puede ser al menos concebida; plina que indaga la raíz de donde
así, por ej., la redondez puede con- proviene la significación de una pa-
cebirse sin la blancura. labra. Al respecto son fundamenta-
les las Etymologiae de Isidoro de Se-
ethica. En general, la Edad Media pre- villa. Aun si no siempre convalida-
firió la versión latina moralis (véa- das por las actuales investigaciones,
se). Esta voz tiene una etimología de hecho, estas etimologías consti-
próxima a la del término que nos tuyen una suerte de enciclopedia
ocupa, refiriéndose ambas al con- que, redactada en el período patrís-
junto de las costumbres, que van tico, ofrece un panorama de lo que
más allá de la vida animal, como la Edad Media entendió haber reci-
ámbito propio de la humana. No bido de la Antigüedad. Pero los es-
obstante, se reservó la palabra e. colásticos distinguieron claramen-
para aludir a los escritos aristotéli- te entre la etimología de un tér-
cos en particular. Más allá de eso, mino y su real significación, atri-
e. se suele tomar en sentido gene- buyendo a la primera un carácter
ral y particular. En el primero, se eminentemente histórico. Así, por
entiende como toda la filosofía o ej., Tomás de Aquino escribe que,
scientia práctica; en el segundo, a diferencia de la e. que “attenditur
mucho más frecuente en la Edad secundum id a quo imponitur no-
Media, como aquella parte de la fi- men ad significandum”, la signifi-
losofía práctica que trata del sumo cación designa la cosa misma a la
bien y de la virtud. Está orientada que se alude, añadiendo que a ve-
a la formación del intelecto prácti- ces las dos no coinciden. Propone
co, las virtudes intelectuales, la vo- los ejemplos de lapis, “piedra”, y fe-
luntad y los apetitos, tanto el iras- rrum, “hierro”: la primera proviene
cible cuanto el concupiscible. Su de laesio pedis, “lesión del pie”; sin
objeto es el conjunto de las accio- embargo, no se refiere a una heri-
265 evidens

da, ya que también el hierro puede no, introdujeron la e. entre las for-
dañar el pie (cf. S.Th. II-II, q.92, mas que asume la modestia. No se
a.1 ad 2). ha de olvidar que, aun etimológica-
mente, el significado de esta última
eubulia. Este término, de origen grie- palabra está relacionado con el mo-
go, es definido por Aristóteles co- dus, esto es, el límite. Sin embargo,
mo la buena deliberación, es decir, el concepto de e. no implica sólo
el recto ejercicio acerca de la corres- un aspecto negativo, en el sentido
pondencia de los medios con el fin. de que no solamente limita el go-
Por ello, el Estagirita la caracteriza zo derivado del juego, la diversión
como propia de los sabios (cf. Et. y sus expresiones, sino que también
Nic. VI, 9 1142 b5). En general, lo propicia conforme a la razón.
los escolásticos subrayan su acuer- Por ello, es una virtud, y al hom-
do con tal caracterización. Pero, so- bre que la posee, o sea, al que tiene
bre el final de la Edad Media, esta la gracia de convertir en motivo de
palabra adquirió un matiz más ce- recreo las palabras y las obras, se le
ñido, pasando a significar el hábi- llama eutrapelus. (cf. S. Th. II-II, q.
to, fundado en la facultad de rec- 168, a. 2 c).
ta deliberación, que consiste en lle-
gar a una decisión prudente respec- evidens. En sentido clásico, esta pa-
to de asuntos especialmente difí- labra se usó, especialmente, como
ciles, ambiguos o desconcertantes. término retórico, para significar
Es, pues, virtud especial que acon- “claridad” o “plena visibilidad” de
seja respecto del bien, como señala lo indicado en el discurso. En el la-
Tomás de Aquino en S.Th. I, q.22, tín escolástico, asume, en cambio,
a.1 ad 1. un significado más técnicamente
gnoseológico y aún metafísico. De-
eustochia. La ética medieval toma es- signa, en efecto, el conocimiento
te término de la tradición antigua, que puede ser engendrado directa o
particularmente, de Andrónico. La indirectamente por el de los térmi-
e., requisito de la prudencia, es una nos de la proposición a él referida,
suerte de combinación de sagaci- o por el conocimiento de los térmi-
dad y vigilancia. Por ella, se conje- nos de una o varias proposiciones.
tura bien sobre toda clase de asun- Esto haría pensar, en primera ins-
tos y se halla rápidamente el medio tancia en el conocimiento científi-
eficaz para enfrentarlos y/o resol- co. Sin embargo, en la concepción
verlos. Así, contribuye a que el su- medieval, lo evidente se puede dar
jeto moral se forme por sí mismo en otros campos, ya que el cono-
una recta opinión sobre aquello cimiento científico se maneja con
acerca de lo cual debe expedirse. verdades necesarias y lo evidente
puede concernir también a verda-
eutrapelia. En la Antigüedad, Aristó- des relativas a lo contingente. Los
teles caracterizó la e. como la mo- nominalistas, en particular, insis-
deración en el gozo que deriva del tieron en que es menester no con-
juego (cf. Et. Nic. II, 7, 13, 1108 a fundir lo e. con nota per se (véase),
24). En la misma línea, los autores cosa frecuente, desde el momento
medievales, como Tomás de Aqui- en que ambos se basan sobre cogni-
ex 266

tis terminis. Pero, mientras que en cia que ocasionalmente puede dis-
la proposición nota per se basta el tinguirla de esta última radica en
conocimiento abstracto de los tér- que en la argumentación ex c. sue-
minos, para la evidentia de las pro- len concederse los principios del
posiciones relativas a lo contingen- adversario con la intención delibe-
te, se requiere el conocimiento in- rada de reducirlo a contradicción.
tuitivo de los términos. Así, cuan- Tal como su equivalente, esta argu-
do se ve actualmente a Sócrates y mentación es indirecta y, por ende,
se percibe su color blanco, se sabe en rigor, no demuestra, sino que
de manera evidente que Sócrates es sólo es válida para refutar.
blanco; pero, si él está ausente, el
conocimiento abstracto que se tie- ex debito iustitiae. Expresión que in-
ne de él y de la blancura no permi- dica los fundamentos sobre la ba-
te saber si Sócrates es blanco o no. se de los cuales se demanda o se es-
El ejemplo es de Guillermo de Oc- pera justicia. En contexto medieval
kham (cf. In I Sent. Pr., q.1 d-e). se usa para mentar el carácter in-
En síntesis, y más en general, e. condicional por el que Dios se atie-
señala la manifestación de lo que ne al orden que Él mismo estable-
verdaderamente es. Dicha manifes- ció en virtud de su potentia ordina-
tación es tal que, de un lado, exclu- ta. De acuerdo con dicho orden,
ye la posibilidad de la duda y del Dios actúa según el pacto sellado
error; de otro, provee un criterio con el hombre, pacto que estable-
decisivo de verdad y de certeza ob- ce la dignitas de un acto, su meri-
jetivamente fundada. tum de condigno (véanse meritum y
Con todo, en la Edad Media, el ex natura rei debita).
tema se elaboró, tradicionalmente, ex hypothesi. Cf. ex suppositione.
en torno de la dialéctica entre ra-
zón y fe, es decir, entre la certeza ex natura rei debita. Término opues-
fundada en la e. racional, también to al de ex debito iustitiae, señala
llamada “intrínseca”, y la que se los fundamentos del valor intrín-
apoya en la autoridad de la Revela- seco de un acto moralmente bue-
ción, a la que cabe denominar “ex- no. La teología medieval entiende
trínseca”. Sobre estas bases, se per- que, aun cuando ese acto se llevara
fila toda una línea de pensamien- a cabo en estado de pecado, es, de
to, para la cual la evidencia racio- todos modos, por su bonitas mora-
nal constituye una suerte de pre- lis, meritorio de congruo. Así se ex-
supuesto de la fe: es menester te- presa, por ej., Gabriel Biel (cf. In II
ner motivos racionalmente eviden- Sent., d.27, q.1, a.1). De esta ma-
tes de credibilidad, para ponerse en nera, se considera el acto huma-
condiciones de creer lo que sobre- no en cuestión de acuerdo con su
pasa la misma e. racional. substancia, es decir, quoad substan-
tiam actus. Con todo, al no contar
ex. Cf. e-ex. para su perfección con la Gracia,
ex concessis. Tipo de argumentación cuya recepción por parte del hom-
que equivale a la llamada ad homi- bre es precisamente querida por
nem (véase). El matiz de diferen- Dios, tal acto bueno no es realiza-
267 ex se

do quoad intentionem legislatoris o opere operato se indica la que ema-


praecipientis. na del acto mismo que se realiza.
Ambas expresiones fueron utili-
ex nihilo. Cf. creatio. zadas por los teólogos medievales,
ex nihilo sui et subiecti-ex nihilo sui especialmente, en lo que concier-
sed non subiecti. Los escolásticos ne a la celebración de los ritos reli-
han usado estas dos expresiones pa- giosos. Así, por ej., mientras que la
ra clarificar los conceptos de crea- primera refiere a la disposición in-
ción y generación, distinguiéndo- terior del celebrante, la segunda se-
los. Para comprenderlas es útil pro- ñala que el rito tiene en sí mismo
ceder al análisis de sus términos. un poder que deriva de su institu-
A diferencia de ab, que se refiere a ción. Ambos aspectos de la eficacia
una causa agente extrínseca, la pre- sacramental concurren en la Gra-
posición ex sugiere derivación de cia. Con todo, se ha de añadir que
una causa intrínseca y, por tanto, particularmente los teólogos nomi-
constitutiva del ente. “Sui” alude nalistas insistieron en que los fru-
al individuo determinado por una tos de los sacramentos se deben,
forma especial, es decir, al indivi- más que a la virtus de los signos sa-
duo en cuanto tal: Pedro en cuan- cramentales, a la acción concomi-
to Pedro. “Subiecti” señala ese ele- tante de Dios. Para mentar esta úl-
mento común que se comunica tima reservaron el término ex insti-
de un individuo a otro, en la suce- tutione divina o ex pacto divino. Así
sión de las formas: por ej., la mate- lo hace, por ej., Gabriel Biel (cf. In
ria que les corresponde. Así, la ge- IV Sent., d.1, q.1, a.1).
neración, en cuanto implica comu- ex opere operato. Cf. ex opere operantis.
nicación de una forma en una de-
terminada materia preexistente, es ex puris naturalibus. Fórmula que
una producción ex nihilo sui sed suele aparecer, en especial en textos
non subiecti: cuando Pedro es ge- tardomedievales, para referirse a lo
nerado, pasa a existir como Pedro, que obedece a las capacidades pu-
mientras que antes no existía; pe- ramente naturales del hombre, con
ro sí existía virtualmente su mate- lo que excluye lo que, en cambio,
ria vivificada por otra alma, a saber: obedece a la Gracia divina. De es-
la de su padre. En cambio, la crea- ta manera, corresponde a otra ex-
ción es el pasaje de la nada absolu- presión, facere quod in se est, es de-
ta de un ente a su ser total; así, es cir, hacer lo que está en uno mis-
una producción de ese ente ex nihi- mo, lo que se encuentra dentro de
lo sui et subiecti, o sea, en este caso, los límites naturales del poder de
es producción tanto de Pedro en cada uno.
cuanto individuo, como de la ma-
teria constitutiva de su cuerpo. ex se. Locución que, de hecho, ha si-
do usada en textos medievales y
ex opere operantis. Expresión que se- tardo-medievales para significar:
ñala, en la realización de algo, la 1. que una nota ontológica deriva
eficacia que deriva de la disposi- de la natural constitución de algo
ción de quien lleva a cabo la ac- y aun de su definición, así, por ej.,
ción. En cambio, con el término ex se dice que ex se la materia es in-
ex suppositione 268

forme; 2. que algo resulta del prin- excellentia. La excelencia se conside-


cipio interno de una sustancia, por ra la eminencia en una escala, es-
ej., se puede decir que un ser ani- to es, en una serie gradual; en otras
mado es móvil ex se, desde el mo- palabras, es la condición que lo que
mento en que tiene el movimiento ocupa el grado supremo en dicha
como uno de sus principios intrín- escala. Cabe notar que en los tex-
secos; 3. el equivalente de quatenus tos medievales suele aparecer en el
(véase), o qua tale, o ratione sui, es plano metafísico, para señalar el ca-
decir con carácter restrictivo, razón rácter ontológico de aquello cuyo
por la que, con este sentido, la ex- ser es nobilius comparado con el
presión que nos ocupa se suele tra- de otros. Esto llega al período re-
ducir por “en cuanto tal”; 4. el he- nacentista, en el que, como es ob-
cho de que una noción o concepto vio, los humanistas aplican esta voz
se considera abstracta, esto es, ex- preferentemente a la condición del
traída de los particulares y predica- hombre: ejemplo de ello es el De
ble de éstos, así, por ej., la natura- excellentia et praestantia hominis de
leza humana ex se se puede predicar Manetti.
de Pedro, María, Pablo, etc.
excessus. Voz muy frecuente en el vo-
ex suppositione. Su significado lite- cabulario místico. Con todo, si no
ral es “bajo el supuesto” o “bajo la el término, por lo menos el con-
condición” y forma parte del dis- cepto de e. aparece con cierta fre-
curso lógico y filosófico sobre lo cuencia ya en Máximo el Confe-
necesario. Se aplica, generalmente, sor (cf. Ambigua 2). En Ricardo de
para distinguir la necesidad hipo- San Víctor, este término es equiva-
tética de la absoluta (véase necessi- lente de alienatio (véase). Así, indi-
tas). La necesidad absoluta de algo ca un estado del alma: aquel en el
es, por así decir, intrínseca, puesto que la belleza de lo que ella con-
que se da en la relación estableci- templa le suscita tal admiración
da entre sus términos: o porque el que la lleva a “salir de sí misma”,
sujeto está implicado en el predica- por lo cual algunos traducen es-
do –y así es necesario de modo ab- te vocablo por “éxtasis”. Esto últi-
soluto que cualquier número sea mo es, en Ricardo de San Víctor,
par o impar–, o porque el predica- la nota esencial del e. mentis. Este
do entra en la definición del suje- autor subraya, además, que es Dios
to –y así es necesario que el hom- quien lleva a cabo tal operación (cf.
bre sea animal–. En cambio, se da Benj. Min. 85-86; Benj. Maj. V,
una necesidad ex suppositione cuan- 16). Con similar significado usa el
do la necesidad es hipotética y no vocablo Bernardo de Clairvaux (cf.
absoluta, o sea, cuando, suponien- De dil. Deo X, 28). En Buenaven-
do que algo se dé, es necesario que tura, en cambio, este término tie-
sea así: por ej., suponiendo que Só- ne un matiz distinto: con él Bue-
crates está caminando, es necesario naventura se refiere, en general, a la
ex suppositione que, mientras lo ha- sobreabundancia de lo divino que,
ga, camine. precisamente, excede las capacida-
des naturales del hombre, tanto las
exactivum. Cf. exigitivum. del entendimiento como las de la
269 exemplum

voluntad. Así sucede en la contem- En su sentido más acotado, y so-


platio caliginosa (véase tenebra), o bre la base de esto último, los auto-
en amor extaticus en el que culmi- res tardo-medievales hablaron de e.
na el ascenso del alma a Dios (véa- como de imagen, en la medida en
se sursum actio). Cf. también mys- que ésta es una instancia interme-
tica, in fine. dia entre el concepto y la cosa ob-
jeto de conocimiento. En efecto, el
exculpatio. Término propio de la Re- e. no es concepto, salvo en la medi-
tórica y el Derecho, más que de la da en que representa el objeto; pero
Ética, en la Edad Media, la excul- tampoco es el ente mismo, ya que
pación consiste en admitir haber sólo hace las veces de tal.
llevado a cabo un acto pecamino-
so o aun delictivo, pero negando exemplariter. Este adverbio es correla-
culpabilidad al respecto. Isidoro de tivo de formaliter (véase), y señala
Sevilla señala que en la e. se puede el modo de ser algo en cuanto mo-
invocar imprudencia, azar o necesi- delo de otra cosa. Así, por ejemplo,
dad (cf. Etym. II, 5). en una escultura concluída se en-
cuentra formaliter la imagen de Cé-
exemplar. En sentido lato, significa sar, que preexistió exemplariter en
tanto “modelo” como “copia”. Pe- la mente del escultor.
ro, filosóficamente, el término fue
usado en la Edad Media sólo con exemplum. El ejemplo se caracteriza,
el primer significado y, en particu- en términos amplios, como un he-
lar, para referirse a la Idea platónica cho al que se remite para ilustrar
en cuanto e. de las realidades sensi- una ley o norma general o para vol-
bles. Así, con este vocablo los au- verla intuible. Los autores medie-
tores del período patrístico y del vales han analizado este concepto
medieval nombran la idea existen- desde diversas perspectivas: 1. des-
te en Dios, en cuanto principio o de el punto de vista lógico, se ba-
ratio de las cosas creadas, no sien- saron sobre la noción aristotéli-
do ella misma creada sino coeter- ca de paradigma. Para el Estagiri-
na con Dios; por ende, incorrup- ta, éste es una inducción aparente
tible e inmutable. Con este signi- o retórica, que parte de un enun-
ficado aparece, por ej., en la cues- ciado particular y pasa a un enun-
tión De ideis del De diversis quaes- ciado general, en el que se gene-
tionibus de Agustín de Hipona, y raliza la primera premisa. Se tra-
en Buenaventura. A diferencia de ta, pues, de una especie de argu-
otros autores, este último conside- mentación, probable y no apodíc-
ra el e. sólo desde el punto de vista tica (véase enthymema), de carácter
metafísico que se acaba de mencio- analógico, en la que lo que se afir-
nar, pero no como principio de co- ma de un caso particular, se afirma
nocimiento. también de un caso semejante a él
Por otra parte, los escolásticos en- (cf. An. Pr. II, 24). Sobre esta base,
tendieron, en general, el e. como los lógicos medievales definieron el
principio de la similitudo (véase), e. como una pluralización inducti-
es decir, como aquello a cuya seme- va que parte de lo particular y ter-
janza algo es o procede.
exercitatio 270

mina en lo particular, omitiendo la do término se le concederá el do-


premisa universal. ble de lo dado al primero. Así, el
2. Desde el punto de vista gno- codicioso, esperando ver duplica-
seológico y psicológico, los esco- da su parte, decide hablar en últi-
lásticos relacionaron el e. con la fa- mo lugar. El envidioso pide que le
cultad de la imaginación. Así, To- sea arrancado un ojo. De esta ma-
más de Aquino, por ej., sostiene la nera, podrá jactarse de su superio-
imposibilidad de que nuestro inte- ridad de tuerto ante la ceguera del
lecto, en el presente estado de vi- avaro. Obviamente, el e. es traído a
da y unido a un cuerpo posible, en- colación para señalar la esterilidad
tienda algo en acto sin recurrir a las y el poder destructor de la envidia.
imágenes de la fantasía. Constitu- Ya entre los predicadores del pe-
ye una experiencia común el he- ríodo escolástico, los exempla cons-
cho de que, cuando se quiere en- tituyeron relatos de visicitudes,
tender algo, se forman ciertas imá- acaecidas a monjes y frailes, so-
genes en las que poder contemplar bre las acciones del demonio. Así
lo que se intenta comprender. Ta- aparece, por ej., en Salimbene de
les imágenes son, precisamente, los Adam (cf. Chron. Fr., ed. Holder-
exempla. Lo mismo ocurre cuando Egger, 570).
se quiere explicar algo a otra per-
sona: se le proponen ejemplos que exercitatio. Con el sentido general de
le permitan formarse imágenes pa- “ejercitación”, esta voz tiene una
ra entenderlo (cf. S. Th. I, q. 84, a. acepción más estricta durante el
7 y C. G. II, 73). período patrístico y más amplia
3. Es desde este último punto de durante el escolástico. En efecto,
vista que el concepto que nos ocu- en el primero, se aplicó, sobre to-
pa fue utilizado en la Patrística, en do, al esfuerzo de la exégesis. Más
relación con las Escrituras. Para au- aún, autores como Agustín de Hi-
tores como Agustín de Hipona, en pona señalan que era menester que
todas las acciones de Cristo narra- la elocuencia de la Escritura se pre-
das en los Evangelios, hay un e., es sentara mezclada con momentos
decir, un modelo de conducta, pa- oscuros, precisamente porque no
ra los cristianos. En el plano mera- es sólo el descubrimiento de la ver-
mente humano de la conducta éti- dad lo que aprovecha al espíritu y
ca, el Hiponense insiste en la ne- lo pule, sino también el ejercicio a
cesidad de confirmar la enseñanza través del cual se llega a dicho des-
con el e. (cf. De ord. II, 9, 27). cubrimiento (cf. De doctr. christ.
En esta última línea, el e. fue de IV, 6, 9).
gran importancia en la predica- En la Escolástica, se llamó así to-
ción. Gregorio Magno, en Mor.V, da repetición de operaciones en or-
45, 79, propone el siguiente so- den a afirmar o conservar algún
bre la invidia (véase): un rey ofre- hábito. Ciertamente, los maestros
ce a dos hombres, uno avaro y el medievales atendieron a la e. in-
otro envidioso, concederles lo que telectual en el aprendizaje. En tal
pidieren. Pero han de saber am- sentido, tuvieron en cuenta las si-
bos que a quien lo haga en segun- guientes consideraciones sobre el
tema: 1. la ratio obiecti, es decir, la
271 existentia

razón y condición de aquello que la una relativa actividad y autonomía


ejercitación pretende afirmar o agi- en cuanto que lo e. tiene la capaci-
lizar, en especial, cuando se trata de dad de mantenerse en el ser recibi-
ejercitarse en la práctica del bien; do. Al respecto, es célebre la carac-
2. la ratio modi, esto es, la conside- terización de Ricardo de San Vic-
ración de la frecuencia y duración tor: “ex aliquo sistere, hoc est subs-
en las operaciones que se reiteran; tantialiter ex aliquo esse” (De Trin.
3. la ratio originis, el hecho de que, IV, 12). En síntesis, e. indica todo
para ser eficaz, la ejercitación de- ente que constituye una substancia
be ser también deliberada; 4. la ra- finita, puesto que su modo de ser
tio continuationis, o sea, la necesi- se da realmente en alguna forma de
dad de no interrumpirla por largos duración, en la que persevera por
períodos; 5. la ratio directionis, en un principio del que recibió su ac-
cuanto que toda e. debe provenir to de ser.
de y confluir en la libertad de la vo-
luntad. existentia. Palabra que, durante la
Edad Media, se utilizó tanto en
exerciter. Cf. signate. sentido plural, señalando el con-
junto o totalidad de las cosas que
exigitivum. Se denomina así lo que existen (véase existens), como en
supera o va más allá de las fuerzas sentido singular, indicando enton-
activas de la naturaleza o de lo que ces el hecho mismo de existir. En el
deriva de ellas. Por eso, el término primer caso, el término aparece so-
ha servido para caracterizar lo so- bre todo en el marco de la especu-
brenatural. lación acerca de la creatio ex nihi-
existens. Indica que una cosa es o exis- lo (véase). En efecto, los entes que
te, o que se da de hecho en la reali- “ex-sisten” son aquellos cuyo acto
dad. En tal sentido, como primera de ser obedece a otro, aún cuando
nota, e. señala todo aquello que est, pueden permanecer en el ser que
tomando este último verbo no co- les fue dado. Este Otro es Dios, en
mo cópula sino en su sentido más tanto Creador, cuya obra es exalta-
fuerte, el que alude a lo real o efec- da en la Edad Media como fruto de
tivo. La segunda nota que caracte- un acto libre de amor que, justa-
riza lo mentado por este término es mente, pone en el ser lo existente.
el modo de ser especificado por el Así, pues, las e. finitas constituyen
e.: el de aquel ente cuyo ser depen- bienes, aun en su minus esse: en la
de radicalmente de otro. Así, un raíz de lo que existe no hay, enton-
hombre, por ej., es un e. pero no ces, una degradación, es decir, una
Dios: de Él solo puede decirse que caída a partir del mundo inteligi-
est. Precisamente, lo e. es aquello ble, sino un acto de donación y un
que puede estar o permanecer (sis- verdadero incremento del ser.
tere) en el ser procediendo de algo En cuanto a su sentido singular
(ex) que lo puso en el ser. El térmi- este concepto fue motivo de una
no, escolásticamente tomado, im- larga polémica escolástica en la que
plica, pues, una fundamental de- se trató su relación con el de esen-
pendencia ontológica y, por ende, cia. Pero se ha de señalar que, en el
relatividad y finitud. Pero también desarrollo de la discusión, sus pro-
existentia 272

tagonistas subrayan en la noción de la esencia, pero se trata de un acto


existencia el actus essendi, esto es, el que se debe a la acción divina. Tal
hecho de existir, en su carácter de posición parte de lo establecido por
dependencia ontológica. Más aún, Avicena, quien definía la existencia
en ese contexto polémico, se prefi- como accidens eveniens quidditati
rió reemplazar la palabra que nos (cf. Logica I, 2; Met. II, 1, 2 y V, 2,
ocupa por el término esse en el sen- 87). Tomás la desarrolla valiéndose
tido de actus essendi. Con esa signi- de las nociones aristotélicas de po-
ficación, la discusión versó sobre el tencia y acto: la esencia, que es o
modo como se relacionan la esen- tiene un acto en el orden de la sus-
cia y el acto de ser (esse) en lo creado. tancia o de los accidentes, es, a su
Por eso, la cuestión se funda en lo vez, potencia con respecto al ulte-
que se suele traducir como “la dis- rior actus essendi, en el orden últi-
tinción entre esencia y existencia”. mo del ser. Con todo, si bien los
Dos corrientes podrían delinear- intérpretes del Aquinate coinciden
se en la discusión: una, cuyo máxi- en considerar que admitió una dis-
mo exponente es Averroes, tiene tinción real entre una esencia me-
como epígono a Siger de Brabante; ramente posible, y la misma esen-
la otra, se anuncia con Avicena y es cia actualmente existente, no todos
desarrollada por Tomás de Aqui- aceptan –aunque sí la mayoría–
no. La primera parece hacer de la que haya concebido también una
e. una apariencia o emergencia de distinción real entre esencia y e. en
la única esencia verdadera, o sea, tanto que esta última implica un
un modo eternamente emanan- ente creado existente en acto. Pero
te del único y verdadero Ser. Ave- hay muchos pasajes en los que evi-
rroes, que considera la doctrina de dentemente entiende la existencia
la creación revelada y para uso del como acto inherente a una forma
vulgo, aborda el tema de la relación o esencia como a su potencia (cf.
entre esencia y existencia, a pro- por ejemplo, De ver. q. 27, q. 1; De
pósito de sus comentarios a Aris- ent et ess. cc. 3 y 6; C.G. II, 54; De
tóteles. Polemizando con Avicena, Pot. q. 7, a. 2; S. Th. I, q. 4, q. 1).
que sostenía la distinción real en- Así pues, en todos los entes creados
tre ambas, afirma Averroes: “subs- hay composición: en las sustancias
tantia cuiuslibet unius, per quam separadas, la composición se da en-
est unum, est suum esse, per quod est tre la esencia o forma y existencia
ens” (In IV Met. c. 3). Por su par- como acto de ser (véase esse); en los
te, Siger, en la Quaestio utrum ens materiales, además de esta compo-
vel esse in rebus causatis pertineat ad sición, está la de materia y forma,
essentiam causatorum vel sit aliquid vinculada también con las nocio-
additm essentia illorum”, concibe la nes de potencia y acto; De esta ma-
e. como la esencia misma en su su- nera, sólo Dios, que consiste en el
prema actualidad. mismo Esse, es absolutamente, y en
A esta doctrina se opone la se- todo sentido, simple.
gunda de las mencionadas, que dis- En cambio, Duns Scoto comba-
tingue realmente entre e. y esen- tió la distinción real entre esencia y
cia, y hace de la primera el acto de e., sosteniendo que la existencia es
273 experientia

la determinación última de la esen- deza, excelencia o aun –a veces– el


cia (cf. Op. Ox. IV, dist. 13, q. 1, carácter insólito que algo presenta.
n. 38). Por su parte, Suárez definió
también la existencia como sim- expectatio. Alude a la expectación o,
ple estado de actualidad de la esen- mejor aún, a la expectativa. Por
cia: después de haber distinguido el eso, señala, en primer lugar, la re-
ente posible del real, sostuvo que, ferencia al futuro; en segundo tér-
en el ente realmente existente, sólo mino, la dimensión que hoy lla-
puede darse una distinción de ra- maríamos “subjetiva” de la espe-
zón entre ambos, ya que “ens in ac- ra. De ahí que no pueda sorpren-
tu idem est quod existens” (Met. disp. der la importancia que esta noción
XXXI, 4, 6). asume en la concepción agustinia-
Un significado particular presenta na sobre el tiempo. En efecto, pa-
este vocablo en la terminología de ra el Hiponense, la e. es el presen-
Eckhart, donde se encuentra con la te de las cosas futuras (cf. Conf. XI,
grafía exsistentia (véase abesse 2.). 20, 26). Con ello, subraya la con-
dición, estado o aun disponibilidad
existimatio. En líneas generales, y si- de la interioridad humana respec-
guiendo el significado originario to del futuro desconocido. La Es-
que se encuentra en Cicerón y Sue- colástica retoma esta caracteriza-
tonio, entre otros, la e. alude a 1. la ción y elabora la distinción entre el
opinión o juicio que algo inspira o concepto que nos ocupa y el de spes
merece, así, se dice, por ej., “com- (véase). Así, los autores medievales
munis e. est” para indicar que cual- suelen definir la e. como un movi-
quiera puede juzgar tal cosa; 2. la miento de esperanza que parte de
observación, o mínima corrección, un conocimiento previo del even-
o crítica que se formula sobre algo, tual auxilio ajeno.
pero también a alguien, de don-
de deriva la tercera acepción de es- experientia. Entre los muchos sen-
ta voz; 3. estima, fama, renombre, tidos que asume la palabra “expe-
y en tal sentido suele estar acom- riencia” en la Edad Media, el fun-
pañada de adjetivos positivos o ne- damental es el que la concibe en
gativos, señalando la buena reputa- cuanto a sensu oritur, es decir, ori-
ción o el descrédito de una perso- ginada en la sensibilidad. En efec-
na. De esta manera, en su signifi- to, siguiendo a Aristóteles, los es-
cado clásico, la e. fue acentuando colásticos la entendieron sobre to-
el efecto de la acción de estimar. En do como punto de partida del co-
cambio, los autores medievales sue- nocimiento del mundo exterior y
len poner el énfasis en esta última concreto. En consecuencia, presen-
y considerar el proceso psicológi- ta dos notas: la de ser conocimien-
co y de valoración que implica; por to de lo singular, y la de ser conoci-
otra parte, entendieron que la esti- miento de lo sensible. Así, dice, por
mación sólo culmina en una valo- ej., Tomás de Aquino: “Est enim in
ración positiva y volvieron a exten- nobis e., dum singularia per sensum
derla, además, a las cosas. Así, con- cogniscimus” (S. Th. I, q. 54, a. 5).
sideraron que la e. es el proceso que Esta primera acepción, la princi-
deriva en admiración por la gran- pal, fue la que continuó predomi-
experimentum 274

nando durante los primeros siglos ca (cf. ibid. I-II, q. 112, a. 5), últi-
modernos. ma acepción, y la menos usada en
Un uso peculiar asume el térmi- la Edad Media, de e.
no en los escritos de Roger Bacon.
En efecto, para él, hay dos medios experimentum. En virtud de la im-
de conocimiento: la razón y la e., portancia que asume la perspectiva
entendida en la acepción ya indica- aristotélica sobre el conocimiento
da de raíz aristotélica, pero sólo el a partir del siglo XIII, este térmi-
segundo hace descansar al espíritu no adquiere particular importancia
en la certeza, confirmación aplica- en los escolásticos. Se ha de adver-
ble aun a las demostraciones mate- tir ante todo, que hay cierto ma-
máticas. En este sentido, más que a tiz de diferencia entre las voces lati-
un medio de conocer, e. se asimila nas experientia (véase) y e. tal como
en Bacon al método experimental, ellas fueron usadas en la Edad Me-
segunda acepción de esta voz. Por dia, al contrario de lo que ocurre
otra parte, Bacon también entien- en castellano con la palabra “expe-
de bajo este término la experien- riencia”. En efecto, la primera in-
cia vital, tercer significado de él: dica la propiedad del conocimiento
habiendo concebido la philosophia de ser contacto con la realidad cor-
(véase) como resultado de la ilumi- pórea; de hecho, la segunda apa-
nación divina, conferida primero a rece utilizada preferentemente pa-
Adán, Set y Noé, sostiene que Dios ra aludir al resultado de tal tipo de
otorgó una larga vida a estos últi- conocimiento. La actividad senso-
mos “ut philosophiam per experien- rial externa que aprehende las reali-
tias completarent”. dades físicas (véase sensus) está suje-
La e. alude, en general, a un ex- ta a una primera elaboración, en la
tenso conocimiento de casos singu- que intervienen memoria y phanta-
lares, que da lugar a ciertas imáge- sia. Esta primera elaboración –que
nes. En el orden de lo operable, no implica una generalización, si bien
sólo es causa de hábito que facilita aún no conceptualizada, de la sen-
las acciones, sino también de scien- sibilidad interna– es precisamen-
tia, como señala Tomás (cf. S.Th. te el e.; de ahí que Tomás de Aqui-
I-II, q. 40, a. 5). Por ello, se dis- no diga “... ex memoria fit e...” (In
tinguió durante el Medioevo entre An. Post. II, n. 454, 100a3-6). Así
una experiencia espontánea, y una pues, el e. se atribuye a la cogitati-
experiencia organizada a la que ca- va (véase) en el carácter que tiene
bría con más propiedad el atribu- esta última de constituir la forma
to de “científica”. Ahora bien, so- más alta de la sensibilidad humana,
bre esta base, y por analogía, se ha- inmediatamente anterior a la ratio
bló también de e. como aprehen- propiamente dicha: “... e. indiget
sión inmediata de procesos psico- aliqua ratiocinatione circa particu-
lógicos. En esta línea se insertan las laria, per quam confertur unum ad
experiencias sobrenaturales, es de- aliud, quod est proprium rationis...”
cir, las captaciones de ciertas evi- (ibid.). Tales generalizaciones se
dencias de la vida de la fe y, en úl- van ordenando y clasificando para
tima instancia, de la vida místi- dar lugar a la experiencia en el sen-
tido habitual y aun vulgar de esta
275 exponere

palabra. Cabe añadir que, cuando critura expresiones difíciles o des-


se acumulan varias experiencias en conocidas. Se trata de obscura sig-
cuanto experimenta en una deter- na que cabe distinguir de las ambi-
minada materia, se llega a adqui- gua signa: las primeras conforman
rir la cualidad de expertus en ella: aquellos pasajes de los que no surge
“... cum aliquis recordatur quod talis ningún sentido satisfactorio para el
herba multotiens sanavit multos a fe- lector; las segundas, aquellos otros
bre, dicitur esse expertum quod talis a los que se les puede atribuir más
sit sanativa febris” (ibid.). de un sentido. Para resolver la pri-
mera dificultad, el exégeta hace la
expers. Significa todo lo contrario de e. apelando a sus conocimientos de
experto: expers no proviene de ex- la Gramática, así como de la lengua
perimentum (véase) sino de ex pars; y sus leyes, al examen del contexto,
así, quiere decir que no tiene par- y al análisis del estilo. De esta ma-
te, que está por completo despro- nera, atrae la atención del lector so-
visto o falto de algo, especialmen- bre los obscura signa e ilumina esos
te, de conocimiento. En cambio, el puntos. Un ejemplo de la e., como
término insolens no señala, como parte de la enarratio (véase), es de-
e., la condición de ignorar com- cir, del comentario propiamente
pletamente algo, sino la de no es- dicho, se encuentra justamente en
tar acostumbrado o familiarizado las Enarrationes in Psalmos, 118, 4,
con un ámbito –por lo demás, per- 3, donde Agustín de Hipona des-
fectamente delimitado– de conoci- peja un posible equívoco –toda-
miento o de actividad. De este mo- vía vigente hoy para muchos lecto-
do, y considerando que el expertus, res de sus Confessiones– acerca del
por definición, no puede serlo sino significado del verbo confitebor, di-
de un determinado campo, la pa- ciendo: “non est peccatorum confes-
labra “inexperto” traduce más ade- sio ista, sed laudis” (véase confessio).
cuadamente insolens que expers. En
lo que se considera la carta-mani- explicatio. No se ha de confundir es-
fiesto del Renacimiento, el De ge- ta voz con explanatio, que signifi-
nere dicendi philosophorum de Pi- ca “explicación”, ya que e. es térmi-
co della Mirandola, se lee: “Non est no de valor fuertemente metafísi-
humanus, qui sit insolens politioris co. Cf. complicatio.
litteraturae. Non est homo, qui sit e.
philosophiae”. explicite. Cf. implicite.

expertus. Cf. experimentum, in fine. exponens. Llámase “exponente” a la


Conviene no confundir esta voz proposición que se añade, a título
con expers (véase). de explicación, a otra que la requie-
re en virtud de alguna oscuridad
explanatio. En la labor de exégesis, es- conceptual que contiene. Esta últi-
to es, de interpretación de la Es- ma se denomina “exponible” (véa-
critura, la e. ocupa el primer lu- se exponibilis).
gar, como indicaban los gramáti-
cos del período patrístico. Consis- exponere. Verbo que señala una acti-
te en el comentario literal del texto. vidad escolástica: la de explicar el
De hecho, se encuentran en la Es- sentido de un texto. En la Edad
exponibilis 276

Media, las opiniones de las aucto- larmente significativas y frecuen-


ritates (véase auctoritas), eran acep- tes en los textos escolásticos, habi-
tadas, particularmente, en el cam- da cuenta de los distingos y las aco-
po de la argumentación teológica. taciones conceptuales que en ellos
Con todo, muchas veces presenta- se encuentran.
ban imprecisiones o bien divergen-
cias entre sí. La exigencia, propia expositio. Cf. lectio 3 y lectura.
de la Teología, de una construcción expressa. Cf. species II.
homogénea, obligaba a interpre-
tar esas opiniones, esto es, a e. La expressio. Voz poco usada en la Edad
cautela que imponía precisamen- Media, la expresión indica, en ge-
te su condición de auctoritates ha- neral, un acto del alma –para algu-
cía que frecuentemente se añadie- nos, específicamente, de la mens–
ra el adverbio reverenter al término por el que ella muestra su capaci-
que nos ocupa. dad de significarse a sí misma o a
alguna otra realidad mediante sig-
exponibilis. Se llama así a la proposi- nos. El concepto de e. presenta dos
ción que, por contener alguna am- momentos importantes en todo
bigüedad u oscuridad en su signi- el período patrístico-medieval. El
ficado, reclama otra proposición primero está dado por la teología
aclaratoria: la exponens. Los escolás- agustiniana sobre la Trinidad, ya
ticos consideraron principalmen- que el Hiponense concibe la reve-
te tres tipos de proposiciones expo- lación del Verbo justamente como
nibles: 1. exclusiva, llamada así por acto por el cual el spiritus se cono-
contener alguna partícula exclusi- ce y se ama. El segundo momento,
va, como tantum, dumtaxat, solum, de características completamente
etc, que es precisamente la que re- diversas, corresponde a la reflexión
quiere aclaración o confirmación; de los gramáticos especulativos,
por ejemplo, “Petrus est tantum lo- quienes se plantearon examinar la
gicus”. La exclusiva se “expone”, en- posibilidad de que la gramática, es-
tonces, mediante una proposición pecialmente en el aspecto sintácti-
copulativa, por ej., “Petrus est logi- co, constituyera la e. de una deter-
cus et nihil aliud”. En tales casos, minada sintaxis intelectual, en el
la primera parte de la copulativa sentido de reflejar esta última.
se denomina praeiacens; la segun- Buenaventura utiliza este térmi-
da parte se llama secunda exponens. no con un sentido muy peculiar:
Otro tipo de proposición exponibi- en él e. designa el acto generador
lis es la 2. exceptiva, en cuyo caso la del conocimiento, esto es, la con-
partícula a exponer es praeter, nisi o cepción cognoscitiva que culmina
similar. Una última clase de propo- en el concepto.
siciones exponibles está dada por la
3. reduplicativa, en la que se han de expressiore. En general, con este voca-
explicar partículas como ut, prout, blo se alude al modo más perfecto
quatenus, etc., esto es, la que con- de reproducir los rasgos de un mo-
tiene expresiones como ”en cuan- delo. En la Edad Media, y especial-
to” (véase propositio). Las propo- mente entre los místicos especula-
siciones de esta clase son particu- tivos, se utilizó en el tema de la se-
277 extensio

mejanza del alma humana respec- tia (véanse existentia, in fine y abes-
to de Dios. Cuando, por elevación se 2.).
de la primera, tal semejanza se pro-
fundiza, es decir que se da e., en- extasis. Voz propia de la mística me-
tonces, más que similitudo, hay una dieval que designa un conocimien-
cierta unificación con Dios, con to experimental de Dios po par-
quien se constituye un solo espíri- te del hombre o, meor aún, de su
tu. Esto sucede no sólo por unidad alma. Presenta, en general, las si-
en el querer sino por virtud; ella guientes notas: 1. implica la sus-
hace que no se pueda querer otra pensión de todo acto natural hu-
cosa que el bien. Así se lee , por ej., mano; 2. trasciende y supera el co-
en Guillermo de Saint-Thierry (cf. nocimiento especulativo de la ver-
Ep. Fr. D.M. 108). dad divina; 3. exige del alma un
previo recogimiento y concentra-
expressum. En su sentido derivado de ción en sí misma; 4. culmina en
expressio (véase), es un adjetivo que una unión afectiva con Dios regu-
califica lo que es claro y bien arti- lada por su luz; 5. su consecución
culado. Por extensión, también de- no depende de la voluntad huma-
signa lo que está completamente na. Con estas características apare-
formado, como en omnibus mem- ce descrita, por ej., en Buenaven-
bris habere expressi. tura (cf. In Sent. III, d.34, p.1, a.2,
q.2). Así pues, en el e. se suspen-
expulsio. Término frecuente en los de todo acto propiamente huma-
comentarios medievales a la Físi- no, también el del conocimiento
ca aristotélica, señala una forma intelectual o especulativo; más aún,
de movimiento violento. En ella, tal suspensión es necesaria para dar
lo que impulsa al proyectil no per- lugar al recogimiento del alma en
manece unido a ese móvil duran- lo más íntimo de sí, siendo, enton-
te todo el lapso que dura el movi- ces, trasfigurada en Dios. Purifica-
miento de este último. Un ejemplo da por la ascesis y entrenada por
de esta definición se encuentra en una meditación apropiada, en el e.
Ockham, Summulae in libros Phys. el alma alcanza, con el concurso de
III, 9. la Gracia, un conocimiento experi-
expungo. Verbo usado por los filólo- mental de lo divino en el que inter-
gos, particularmente en el período viene la dimensión afectiva. Sobre
tardomedieval y humanístico, en la todo en Buenaventura, el e. se dis-
primera personal del singular, pa- tingue del raptus (véase) en cuan-
ra aclarar que han borrado o elimi- to que en el primero –mucho más
nado una determinada lectura del frecuente que el segundo– se expe-
texto para sustituirla por otra. Lo rimenta la presencia divina por el
hacían mediante puntos ubicados gozo del amor, pero sin verla me-
sobre o bajo las letras a eliminar. diante el intelecto.

extantia. Aparece también como exs- extensio. El concepto de “extensión”


tantia, por ej., en Meister Eckhart. se entiende, en el marco del pen-
En ese contexto, significa exsisten- samiento patrístico-medieval, fun-
damentalmente de tres maneras: 1.
extensive 278

como cualidad de lo extenso, es de- trínseca”. Por eso, la lógica escolás-


cir, de lo situado en el espacio. En tica vio entre extensión y compre-
este sentido, la Escolástica tendió hensión una relación inversa: cuan-
a considerar que la e. es una cier- to mayor es la primera, menor es la
ta propiedad del cuerpo que le po- segunda, y a la inversa. Por ej., la
sibilita ocupar un determinado es- comprehensión del concepto “ani-
pacio. Este último es visto como mal” es menor que la del concepto
una suerte de receptáculo en el “hombre”, ya que falta al primero
que se hallan los cuerpos natura- la nota “racional”. De ahí que “ani-
les en cuanto extensos. Pero se ha mal” tiene una e. mayor, es decir
de advertir que esta noción de es- que puede convenir a una mayor
pacio no coincide exactamente con cantidad de objetos de pensamien-
la concepción teórica que sobre él to, en tanto que los “requisitos” pa-
se sustentó en la Escolástica, ni, ra incluirlos en dicho género son
por ende, con su definición técni- menos que los que se exigen para
ca (véase spatium). Sólo se lo asume incluirlos en el término “hombre”.
como receptáculo en relación con Una acepción muy particular y
el problema de la extensión de los restringida asume la voz e. 3. en
cuerpos. Sobre esta base, se habló los escritos agustinianos. En efec-
de e. 1.1. extrinseca, que alude a la to, en el célebre pasaje de Conf. XI,
posición de las partes de un cuerpo 29, 39, el Hiponense describe tres
en el espacio, de la que resulta su momentos o tensiones del alma: la
volumen; 1.2. intrinseca, que seña- distentio, por la que se dispersa en
la la disposición de las partes de un lo externo a ella, la intentio, por la
cuerpo, o sea, la posición que cada que se vuelve hacia lo más íntimo
uno asume en relación con los de- de sí en donde radica la imagen de
más e independientemente del es- Dios, y la e. En ésta, Agustín ins-
pacio en el que dicho cuerpo este ta al alma –que se ha reconocido
situado; y 1.3. virtualis, referida al a sí misma como sujeta al error y
campo espacial comprometido por al cambio– a trascenderse. Es que,
las fuerzas y movimientos de un de no tener lugar este tercer movi-
cuerpo dado. miento, el filosofar agustiniano co-
En muy diferente sentido, en el de rrería, además, el riesgo del solip-
su significación técnicamente lógica, sismo. Este movimiento es precisa-
los escolásticos llamaron e. a 2. la mente el de la e. Ella consiste en el
amplitud de un concepto en rela- impulso con que la mens humana
ción con los individuos que agru- tiende con todo su ser hacia lo su-
pa en su unidad. De este modo, premo y eterno.
el concepto o término “cuadra-
do” tiene menos e. que el concep- extensive. Adverbio correlacionado por
to “cuadrilátero” y éste, a su vez, oposición con el de intensive. En
menos aún que el término “polígo- términos muy generales, ambos alu-
no”. En cambio, la comprehensio es den, respectivamente, a la cantidad
la amplitud de un concepto en re- y a la cualidad. En efecto, e. pue-
lación con las notas que lo caracte- de indicar: 1. la amplitud del con-
rizan. Es, pues, una amplitud “in- cepto en el que se da una cualidad,
por ej., en una superficie mayor, la
279 extremum

blancura es mayor e.; 2. una mayor cuius est principium” (In I Phys. l. II,
duración, por ej., un movimiento 4). Pero este modo de exterioridad
llamado, aunque impropiamente, no se opone o no excluye ese cierto
“eterno”, es infinito e.; 3. el con- modo de interioridad o presencia
junto de varias propiedades exis- de la causa en su efecto y, por ende,
tentes en un sujeto, por ej., en el de Dios en todas las cosas. De ahí
hombre la vida es perfecta e., por- que también afirme el Aquinate:
que en él se da en sus modalidades “Oportet enim omne agens coniungi
de vegetativa, sensitiva e intelecti- ei in quod immediate agit et sua vir-
va. En cambio, intensive puede sig- tute illud contingere” (S. Th. I, q. 8,
nificar un grado más alto de per- a.1).
fección; así, en el fuego, el calor es
pleno i.; o un mayor poder de ope- extraneum. Adjetivo que mienta no
ración en un ente. sólo lo que es totalmente ajeno a
Por último, cabe advertir que la la esencia de algo, sino también lo
oposición extensive-intensive apare- que es contrario a lo propio de ese
ce también algunas veces en 4. sen- algo. De ahí que se oponga a pro-
tido lógico, aludiendo a la exten- prium (véase). Por eso, muchas ve-
sión y comprehensión (véanse ex- ces este término es sinónimo de
tensio y comprehensio) de un con- de “antinatural”; así, por ej., el vo-
cepto. Véase también infinitum 2.1. lar por sus propios medios es e. al
y 2.2. hombre.

exterior. A lo largo de la Edad Media extremum. Muy en general, alude a lo


se utilizaron los términos interior y que es término de algo. Este signi-
e., principalmente, en dos sentidos: ficado lato asume sentidos específi-
1. figuradamente, en el orden mo- cos según el orden en que se apli-
ral y religioso, para aludir al ámbito que el término. 1. En el plano fí-
del alma y su relación con lo eter- sico, indica el límite externo de un
no, y a lo propio del cuerpo y su cuerpo; así, se denominan “cuer-
relación con lo temporal, respecti- pos contiguos” (véase contiguum)
vamente. Así, sobre bases paulinas, a aquellos cuyos extremos están
aparecen en Agustín de Hipona las juntos, como escribe Aristóteles, a
expresiones “homo e.” y “homo inte- quien siguen los escolásticos en es-
rior” (cf. De Trin. XII, 1 y 2). to, en Fis. VI, 1, 231 a22). 2. En
Pero asumieron también, en la el geométrico, señala el punto en
Escolástica, una significación 2. la línea; o la superficie en el volu-
metafísica. En efecto, se llamó e. men. 3. En el aritmético, hace re-
a lo otro o lo distinto de una sus- ferencia a una serie numérica, don-
tancia, e interior a lo pertenecien- de designa el primero y el último
te a ella. Así, es e. todo lo que no de los números que la componen.
es o no pertenece a ese acto por el Ahora bien, sobre esto cabe hacer
que una cosa es en sí subsistente. una importante salvedad subraya-
En este sentido, la causa es exterior da por los autores medievales: los
al efecto, como su principio extrín- elementos de una serie deben pre-
seco. Por ello, dice Tomás de Aqui- sentar cierta homogeneidad, preci-
no: “Aliud est principium et aliud id samente porque de lo contrario no
extrinsecum 280

podrían integrarla; por eso, Dios zación, se asume en dos acepciones


no puede ser considerado e. en la fundamentales. 1. En sentido lógi-
serie causal, ya que ello supondría co, se llaman denominaciones in-
que la Causa absoluta y primera es trinsecae a las que denotan atribu-
del mismo nivel ontológico que las tos o predicados que constituyen a
causas finitas, lo cual es imposible. un sujeto en lo que él es, por ej.,
4. En el orden lógico, se entiende “racional” es denominación intrín-
por extrema los dos términos del si- seca de “hombre”; en cambio, son
logismo, el menor y el mayor, es extrinsecae las denominaciones que
decir, el sujeto y el predicado res- le competen en relación con otro,
pectivamente de la conclusión, to- como “padre”. 2. En sentido onto-
da vez que se relacionan entre sí a lógico, la distinción entre e. e in-
través de término medio (véase ter- trinsecum responde a la diferencia
minus 2). 5. En el plano ético, aun- asignada por Aristóteles a las cua-
que menos usada en tal sentido, tro causas. En efecto, para el Esta-
esta palabra indicó el defecto y la girita, la causa material y la formal
desmesura en cuanto puntos equi- forman parte ambas del compuesto
distantes ambos de la virtud, se- que es la sustancia corpórea, no ad-
gún la concepción aristotélica (véa- vienen –por así decir– desde fuera,
se virtus). por lo cual los escolásticos las lla-
maron “intrinsecae”; en cambio, la
extrinsecum. Señala lo que no entra ni causa eficiente y la final refieren a
en la definición ni en la composi- un principio sustancialmente dis-
ción de algo, así como su opuesto, tinto de lo causado, por lo que se
intrinsecum, indica lo que sí lo ha- las denominó “extrinsecae”.
ce. De acuerdo con esta caracteri-
281

F
F
fabrica. En 1. líneas generales, este tér- tivos y, sobre todo, educativos (cf.
mino refiere a 1.1. cualquier ar- Conf. I, 10, 16 y Sol. II, 11, 19).
te manual o mecánica; así, se alu- La importancia de esta noción ha-
de, por ej., a la aeraria f., esto es, el ce que la voz reaparezca en diver-
arte u oficio de trabajar el bronce; sas expresiones, como aenigma-
1.2. de ahí, pasó a significar cual- ta fabularum o fabulari similitudi-
quier artesanía, aunque no estuvie- ne. De hecho, en los textos medie-
ra reconocida entre las artes pro- vales, fabulariter equivale prácti-
piamente dichas; 1.3. el lugar don- camente a poetice. La f. se usó co-
de tales trabajos se llevaban a cabo, mo integumentum (véase) o involu-
acepción más acotada con la que la crum, es decir como copertura que
palabra pasó a lenguas romances tenía, pedagógicamente, una doble
como el castellano. función: de un lado contiene, ve-
En 2. sentido estricto, alude a la la y esconde verdades muy profun-
architectura (véase), pero, específi- das y fundamentales, para ponerlas
camente, al saber práctico del cons- a salvo de una comprensión imper-
tructor. fecta, inadecuada y vulgar, esto es,
a vilitate.
fabula. Relacionada con la raíz fa, que
En este sentido, cabe recordar que,
hace alusión al hablar, de donde,
tanto durante la Antigüedad como
por ej., facundus como elocuente,
en la Edad Media, el saber teórico
la f. se concibió antiguamente co-
y la discusión pública, eran patri-
mo la puesta en palabras de una ac-
monio de pocos. Así, Guillermo
ción o acciones y, por ende, signi-
de Conches considera la f. no só-
fica esencialmente, relato. Aho-
lo un modo narrativo que, más allá
ra bien, este último aspecto se fue
de lo literal, alcanza verdades ocul-
subrayando paulatinamente en es-
tas, sino un instrumento filosófico.
te vocablo, para designar finalmen-
En efecto, para él, por medio de la
te lo que no es más que palabras.
narratio fabulosa, los hombres do-
De esta manera, se negó en la f. la
tados de una visión intelectual más
transmisión de algo real.
profunda protegen tales verdades
Por eso, tanto en la época patrís-
de los peligros de tergiversación im-
tica como medieval propiamen-
plicados en la divulgación. De otro
te dicha, la fábula se constituyó en
lado, cierta ambigüedad hermene-
término técnico del pensamien-
neútica en los elementos de la fá-
to imaginativo. Agustín de Hipo-
bula insta a desentrañarlos, llegan-
na, por ej., para quien, en general,
do así, quienes están provistos de
esta palabra traduce el mito griego,
una preparación adecuada, esto es,
la utiliza también en el sentido de
los filósofos, a tales verdades. Más
ficción compuesta con fines recrea-
facere 282

aún, a veces, los mismos filósofos más de Aquino (cf. S.Th. I, q. 41,
expresan sus secretos por medio de a.3 c).
la narratio fabulosa.
factum. En principio, traduce la voz
facere. En sentido amplio, f. señala to- griega pragma. Su significado origi-
do tipo de operación (véase opera- nario en latín es “lo que ha sido he-
tio); por eso, aparece en sustantivos cho”, o sea, que alude a una obra
compuestos, por ej., sacrum f., de de algún modo acabada. De ahí
donde sacrificium, es decir, hacer los sentidos derivados de “suceso”
algo sagrado, como una ofrenda. en general, “fenómeno particular y
Pero, en sentido estricto, se utiliza contingente”, “accidente”, o tam-
en el vocabulario escolástico para bién “afección”. Como es obvio, es-
indicar solamente la operación ad tas diversas acepciones adquieren
extra, es decir, aquella que por su mayor relieve y precisión cuando se
propia índole trasciende el sujeto las confronta respectivamente con
de la misma, por ej., escribir, a di- sus opuestos, o cuando se las en-
ferencia de pensar (véase factio). marca en sus correspondientes con-
textos. En su significación de suce-
facti species. Se ha usado en dos senti- so o hecho, f. implica un cierto jui-
dos: uno se señala en el artículo de cio sobre la realidad exterior, fun-
facto; otro, tardío en la Edad Me- dado, en última instancia, en la ex-
dia, constituye este término en ex- periencia o, al menos, en la percep-
presión con la que se subraya que ción inmediata o en la memoria.
no se está hablando en términos ge- En cuanto fenómeno implica una
néricos, sino que se está aludiendo generalización de los datos impíri-
al hecho particular del que se trata. cos. Sin embargo, a veces, se opu-
factio. Es la acción transitiva de pro- so factum y fenómeno. En estos ca-
ducir algo a partir de una materia sos, se le da el primero el significa-
exterior. Así, la acción del carpin- do de una realidad particular efec-
tero que hace un banco de made- tivamente existente, mientras que
ra se denomina propiamente f. De se asigna al segundo la connotación
este modo, se puede traducir por de una mera apariencia a la que no
“producción” o, mejor aún, “fabri- se encuentra razón de ser y que ca-
cación”. Por una parte, se diferen- rece de consistencia propia. F. y co-
cia, pues, de la fabrica (véase), en sa coinciden en esto último, es de-
cuanto que f. alude a una acción y cir en aludir a lo concreto, parti-
no a un arte ni al lugar donde és- cular y contingente, pero se distin-
te se practica. Por otra, se distingue guen en cuanto que el primero in-
de la generatio (véase), en la medida dica el aspecto dinámico de esa rea-
en que en ésta no hay materia ex- lidad contingente; la segunda, el
terior presupuesta, de donde la ge- aspecto estático. Por otra parte, el
neración de un padre respecto de f. está siempre circunscripto en el
su hijo no se puede llamar f., por- espacio y el tiempo; por ello, si se
que lo engendra de sí mismo; tam- acentúa la dimensión temporal, su
poco la creación, dado que la crea- significación se acercará a la de “su-
tio (véase) es, por definición, a par- ceso”.
tir de la nada, como recuerda To-
283 facultas

Ya hacia fines de la Edad Media, este sentido, la línea aristotélico-


y retomando su sentido de “dato tomista entiende que el alma es el
empírico”, opuesto a la apariencia principio o forma sustancial que da
ilusoria, Bacon y posteriormente, al cuerpo viviente no sólo el ser si-
sobre todo, Galileo, intentan deter- no también las capacidades de ope-
minarla con mayor precisión en su rar vitalmente. Como tales capaci-
realidad objetiva. Así, para cons- dades son varias, según consta a la
truir el f. ambos hacen intervenir el experiencia vulgar y a la científica,
cálculo de la razón. Justamente so- es menester admitir en un mismo
bre la valoración crítica de los fac- ser animado diversos principios de
ta se constituye el “experimentalis- tales operaciones, es decir, diversas
mo” de los citados autores. facultades. Para dicha corriente, és-
tas son 1. realidades accidentales o
facultas. En la Escolástica, las facul- propiedades que derivan de la mis-
tades se definieron en general co- ma naturaleza del alma; 2. consti-
mo los principios inmediatos de las tuyen algo realmente distinto del
operaciones vitales, considerándo- alma, aunque son inseparables de
se, en cambio, como principio me- ella; 3. algunas facultades, como
diato y último o radical la natura- las vegetativas y las sensitivas, deri-
leza del agente. Desde el punto de van del alma en cuanto que ella es-
vista filosófico, su estudio comenzó tá unida sustancialmente al cuerpo;
ya en la Antigüedad, al tratarse de otras –las intelectuales y espiritua-
las distintas “partes” del alma o “di- les– solamente del alma en sí mis-
visiones” propuestas especialmen- ma. Pero cabe destacar que la posi-
te por Platón, Aristóteles y los es- ción tomista respecto de esta cues-
toicos. En efecto, recuérdese que el tión resulta de la distinción real que
primero distinguía en el alma lo ra- también se establece en ella entre la
cional, lo concupiscible y lo irasci- sustancia y los accidentes y entre el
ble. El Estagirita, por su parte, ha- acto y la potencia.
blaba de un aspecto vegetativo y Contra estos autores, los de ten-
otro intelectivo –que comprendía dencia nominalista afirman una
la potencia apetitiva y la contem- distinción sólo racional entre el al-
plativa– en toda alma humana. Los ma y sus facultades, como la que
estoicos diferenciaron entre el prin- establece, por ej., Enrique de Gan-
cipio hegemónico de carácter ra- te. Es discutible, en cambio, la po-
cional, los sentidos, el principio es- sición que, al respecto, sostuvie-
permático y el lenguaje. ron Buenaventura y Alejandro de
Durante la Edad Media, y como Halès. Finalmente, para Duns Es-
se desprende ya de la primera ca- coto, se trata de una distinción for-
racterización de este concepto, uno mal ex natura rei (véase distinctio).
de los principales problemas dis- Ahora bien, las facultades no se
cutidos en torno de las facultades distinguen solamente de la esencia
fue el de su distinción real respec- del alma sino también entre ellas
to del alma. Pero se ha de adver- mismas, según las diversas opera-
tir que, cuando se afirma o se niega ciones que cumplen y sus diferen-
tal distinción, se habla de la esencia tes objetos formales (véase obiec-
del alma y la de las facultades. En
fallacia 284

tum). De acuerdo con este crite- ciendi credere de non ente quod sit
rio, los primeros autores escolásti- ens…; vel sic: fallacia est apparen-
cos reconocieron cinco clases de fa- tia sine existentia” (Summ. Log. VII,
cultades: 1. vegetativa, 2. sensitiva, 3). La f. designa, en rigor, la apa-
3. apetitiva, 4. motora, 5. intelec- riencia de verdad, formal y objeti-
tiva. Posteriormente, se establecie- va, de lo que deriva la fuerza ilati-
ron las siguientes subdivisiones in- va del sofistikós élenkos, ya denun-
ternas: según sus funciones, la 1. ciado por Aristóteles (cf. El. Soph.
vida vegetativa, tiene las facultades 4-6). Se distinguieron 1. las f. dic-
1.1. nutritiva, mediante la cual el tionis o in dictione, de raíz verbal,
ser vivo convierte el alimento en la porque obedecen a la multivocidad
propia sustancia corporal; 1.2. au- o ambigüedad de los términos del
mentativa, con la que adquiere un discurso; y 2. las f. extra dictionem
mayor tamaño; y 1.3. generadora, que surgen de las cosas mismas sig-
con la que produce otro ser vivo de nificadas en las palabras. Entre ellas
su misma naturaleza. En la 2. vi- se cuenta la petitio principii (véase).
da sensitiva, se diferenciaron las fa- En el transcurso de la Escolástica,
cultades 2.1. sensible, con todas las se acabó por identificar la f. con el
operaciones concernientes tanto a sophisma (véase).
los sentidos externos como a los in-
ternos (véase sensus), y 2.2. apetiti- falsitas. El concepto de falsedad se
va, en la que dividieron las opera- funda en el de inadaequatio en cual-
ciones propias del apetito concu- quiera de sus formas. En efecto, su-
piscible e irascible (véase appetitus pone el de verdad, dado que es su
2.2.1 y 2.2.2.). Por último, en la 3. opuesto directo (véase veritas), y la
vida intelectiva, distinguieron la fa- verdad es, fundamentalmente, ada-
cultad 3.1. cognoscitiva, de la que equatio. Por consiguiente, como
provienen todos los actos propios en el caso de veritas, se puede ha-
del intelecto, y 3.2. apetitiva, que blar de f. en el orden del conoci-
concierne a las operaciones ya no miento, en el lógico, en el metafí-
de la sensibilidad, sino de la volun- sico o en el moral, es decir que al-
tad, a la que concibieron en rela- go puede ser falsum (véase) en cual-
ción con el intelecto. Cabe añadir quiera de dichos planos. Con todo,
que tanto la facultad de reflexión se ha de subrayar que la Edad Me-
como la memoria intelectual, no dia aplicó la noción que nos ocu-
fueron distinguidas realmente del pa particularmente o eminenter a
intelecto. los dos primeros órdenes, en nin-
Para la particular acepción de es- guno de los cuales interviene la vo-
te término en el plano del lenguaje luntad libre o la intención delibe-
según Anselmo d’Aosta, véase usus. rada de inducir a error a otra perso-
na. Por eso, en los textos medieva-
fallacia. Se denomina “falacias” a los les la falsedad coincide muchas ve-
principios del silogismo sofístico. ces simplemente con el error (véa-
La f. es, pues, un argumento defec- se). Sólo al llegar al final del Me-
tuoso, también llamado “paralogis- dioevo, se comienza a reservar cada
mo”. Al respecto, Pedro Hispano vez más la voz que nos ocupa pa-
escribe: “Fallacia est idoneitas fa- ra aludir principalmente al engaño,
285 fas

retomando así su etimología que la tiene todas las propiedades esencia-


hace derivar de fallo. les que su naturaleza exige o que
Los escolásticos sostuvieron las si- tiene algo contrario a su esencia o
guientes tesis principales acerca de idea, en este sentido, lo f. se asocia
esta noción: consideraron 1. que la a lo deforme; 4. f. morale, que es la
f. ontológica se opone a la veritas de falta moral, en cuanto libre, propia
manera contradictoria sólo cuan- de un sujeto humano cuando éste
do se toma la verdad como trascen- se expresa u obra conscientemente
dental (véase transcendentale). 2. de una manera que no condice con
que la f. del conocimiento se ori- sus juicios. A este género de false-
gina, en última instancia, en el in- dad corresponde la falsitas formalis
telecto, ya que los sentidos por sí (véase falsitas), cuyo acto propio se
mismos no engañan; en cambio, denomina mendacium (véase).
el intelecto puede equivocarse a la
hora de estimar los datos sensibles. falsum testimonium. Cf. mendacium.
3. que la f. es de suyo múltiple, da- fama. De la raíz fa, que alude al ha-
dos los muchos modos de errar y blar, la fama es lo que de alguien se
los innumerables objetos posibles dice. Así, en la Edad Media se en-
del error. 4. que la f. lógica puede tiendió por esta palabra, en general,
darse en las definiciones, las argu- la opinión ajena sobre una perso-
mentaciones, las sentencias y los si- na. En sentido positivo, es el aspec-
logismos. to más externo del honor, es decir,
falsum. Dado que la noción de falso se este mismo en cuanto divulgado y
opone directamente a la de verda- admitido por los demás. Por eso,
dero (véase verum) y, por tanto, de- la importancia social de la f. du-
pende de ella, al aplicarse esta úl- rante los siglos medievales se apre-
tima a diversos planos, lo mismo cia con mayor precisión indirecta-
ocurre con f. Por eso, se ha habla- mente, esto es, mediante la grave-
do de: 1. f. simpliciter para referir- dad atribuida a la denigración, que
se al plano del conocimiento, en el es la detractio (véase). Cabe notar
que es falso un concepto o una de- que, a medida que se aproxima el
finición que no dé cuenta de lo que final de los siglos medievales, la fa-
la cosa es, o bien que la conciba co- ma reemplaza al honor como ma-
mo existente cuando no lo es o a teria de envidia.
la inversa. 2. f. logicum, que califica fas. Antiguamente designó lo que Dios
al juicio que no corresponde recta- dice, o sea, el pronunciamiento di-
mente al contenido que debería ex- vino. Por eso, se relaciona con la
presar, aunque esto no significa que justicia divina y no con el derecho
para que no haya falsedad la corres- humano, para lo cual el latín reser-
pondencia deba ser completa, por vó el sustantivo ius. De modo que,
ej., las afirmaciones sobre la natu- así como el ius est indica lo permi-
raleza divina no expresan sino de tido por la ley humana, la expre-
modo extremadamente imperfec- sión f. est señala lo permitido por
to lo que Dios es, pero eso no bas- la divina.
ta para hacerlas falsas; 3. f. metafi- Mediante este término, general-
sicum, que se da en un ente que no mente antepuesto, se señala aque-
factum 286

llo que es lícito hacer, en cuanto divina las coordina en determina-


que, de hecho, no está prohibido. do orden. (cf. De cons. IV, 6). Esta
De modo similar, nefas (véase) in- acepción fue retomada y elaborada
dica lo ilícito. En el plano religioso, en la Escolástica, particularmente,
f. alude a la ley sagrada. Cabe acla- por Tomás de Aquino, quien de-
rar que, en este último, al pertene- fine el hado como la ordenación
cer al plano de lo fáctico, ninguno de las causas segundas a los efectos
de ambos términos, ni f. ni nefas, previstos por Dios.
anuncia ni “promete” una funda- Ahora bien, habida cuenta de que
mentación de lo lícito o lo prohibi- la historia misma de este concepto
do respectivamente y en cuanto ta- es polémica, en cuanto que, en su
les. transcurso, se opuso la noción pa-
gana de hado a la omnipotencia y
fatum. El término, muy antiguo, por providencia del Dios cristiano, el
cierto, proviene del participio del Aquinate propone una distinción
verbo for cuyo sentido es el de ha- entre f. y providencia divina, adop-
blar y aun vaticinar. Así, significa tando el criterio de diferentes pers-
lo dicho, lo vaticinado. Cuando es- pectivas. Según dicha distinción, el
to se pone en relación con el hom- f. es la ordenación misma que, de
bre, esto es, cuando lo dicho o va- hecho, se da en este mundo entre
ticinado es sobre él, se tiene el des- las causas intermedias a sus efectos.
tino o hado, traducciones frecuen- En cambio, se lo denomina “Provi-
tes de esta voz. dencia”, cuando se considera dicha
Entre los escritores de la Patrísti- ordenación según está predetermi-
ca y de la Edad Media, esta pala- nada en Dios y no dada en las co-
bra reviste ambivalencia. En efecto, sas. Por ello, en cuanto que se fun-
en primer lugar, tiene el significa- da en causas contingentes, el f. es
do que le atribuyeron los antiguos: alterable; por el contrario, en cuan-
se refiere a la posición de los astros to Providencia divina, no lo es, en
en el momento de la concepción el sentido de que si es verdadero
o del nacimiento de alguien, posi- que Dios ha previsto tal cosa, ello
ción que supuestamente determi- sucederá (cf. S. Th. I, q. 116, aa. 1
na el destino individual de ese al- a 4).
guien. Los autores cristianos com-
batieron la noción de tal determi- felapton. Voz que, escrita a veces sin la
nismo astral, en la medida en que consonante final, en la lógica me-
contradecía, especialmente, la libre dieval designa, con función mne-
responsabilidad humana, además motécnica, un modo de silogis-
de cuestionar la omnipotencia di- mo (véase syllogismus). En efecto,
vina. Así, por ej., Agustín ataca esta se ha de recordar que, por conven-
acepción de f. en De civ. Dei, V. 9, ción, las vocales que la componen,
entre otros lugares de su obra. e, a, o (véanse), indican la proposi-
Un segundo significado, es el que ción universal negativa, la universal
plantea Boecio al definir el término afirmativa, y la particular negativa,
que nos ocupa como la disposición respectivamente. Así, el silogismo
inherente a las cosas contingentes o f. es aquel cuyas premisas y conclu-
variables, por la que la Providencia sión están dadas por dichos tipos
287 festino

de proposición, en el orden men- eje mismo de la actividad moral.


cionado. El ejemplo que propone Pero, precisamente por eso, ella ha
Pedro Hispano sobre él es: “ningún de encontrar su justificación en el
hombre es piedra”, “todo hombre bien supremo; de ahí la definición
es animal”, “luego, algún animal agustiniana: es gaudium de veritate
no es piedra”, con la conversión (cf. Conf. XI, 19-23), entendiendo
pertinente (véase conversio 5). Ello por ella la suma Verdad, es decir,
se lee en Summ. Log. 4, 14. Dios. A partir de esta distinción
entre el goce de los bienes transito-
felicitas. En general, se considera la fe- rios y la tensión hacia el gozo de un
licidad la posesión del bien como Bien infinito y eterno, se reservó el
fin último del hombre. El hecho de nombre de f. para el primero; con
estar vinculado este concepto con ello, la voz f. recuperó de alguna
temas filosóficos tan fundamenta- manera su sentido etimológico, ya
les como la consideración acerca que proviene de la raíz fe- que hace
del bien y el destino humano justi- alusión a la fecundidad y prosperi-
fica la diversidad de posiciones que dad. En cambio, los autores medie-
se sostuvieron al respecto. Según vales usaron el nombre de beatitu-
una primera concepción, la felici- do (véase) para el goce del segundo
dad se relaciona tanto con la fortu- bien mencionado, en el que centra-
na como con la satisfacción de los ron su atención. Con todo, este úl-
deseos. Esta noción es muy propia timo, junto con el término corres-
de la Antigüedad. Pero dos grandes pondiente, beatitudo, fue invadien-
corrientes de pensamiento se gene- do el campo semático de la voz que
raron al respecto: la de los estoicos, nos ocupa, de manera que, a me-
que intentaron preservarse de los dida que avanza la Edad Media, es
avatares de la fortuna y cancelar el cada vez menos usada.
deseo, y la que se confirma en Aris- Por su parte, Tomás de Aquino,
tóteles. En efecto, para el Estagiri- siguiendo a Aristóteles, subraya el
ta, la f. consiste en la posesión de carácter intelectual de la felicidad,
aquellos bienes que provienen de la definiéndola como bonum perfec-
fortuna, como la riqueza, la salud, tum intellectualis naturae (cf. S.Th.
la belleza, etc., posesión que redun- I, q. 26, a.1).
da en gozo (cf. Ret. I, 5, 17). No
obstante, es típico del pensamiento festino. Palabra de uso mnemotécni-
aristotélico, poner la felicidad en la co referida a un modo de silogis-
contemplación de la verdad. mo (véase syllogismus). Se ha de re-
Al llegar al período patrístico, Agus- cordar que la serie de vocales que
tín de Hipona, que primero se apro- la componen e, i, o, señalan por
xima a la posición de los estoicos convención la proposición univer-
(cf. De beata vita, passim), termi- sal negativa, la particular afirmati-
na por juzgar que el rechazo de las va, y la particular negativa, respec-
inclinaciones y afecciones violenta tivamente. De esta manera, el silo-
la naturaleza humana (cf. De mor. gismo f. está constituido, en su pri-
Eccl. 24; De doctr.christ. I, 4). Más mera premisa, en la segunda y en la
aún, la felicidad se convierte, en el conclusión, por la serie de proposi-
pensamiento del Hiponense, en el ciones mencionadas, en ese orden.
fictio 288

Ejemplo de silogismo f. es: “ningu- tiva. Dante, en la Epístola a Can


na piedra es animal”, “algún hom- Grande della Scala, que muchas ve-
bre es animal”, “luego, algún hom- ces se le ha atribuido, al dar cuenta
bre no es piedra”, como el propues- del carácter de la Divina Comme-
to por Pedro Hispano en Summ. dia, incluye este término para indi-
Log. 4, 11. car algunos aspectos estilísticos del
Poema. De hecho, por ej., la inclu-
fictio. Originalmente, esta voz presen- sión del personaje de Minós al co-
ta varias acepciones: 1. creación o mienzo del canto V del Inferno for-
composición, por ej., la de una voz ma parte de lo que ella tiene de f.
onomatopéyica; 2. en la misma lí-
nea de la acepción anterior, la f. fictum. Se ha denominado así, en ge-
puede indicar también determina- neral, el efecto de la fictio (véase).
das artes o disciplinas, que no sólo En particular, esta palabra asume
imitan la naturaleza sino que ade- un sentido particular en la gnoseo-
más añaden a ella una creación a logía de Ockham, al referirse éste
la que se denomina precisamente a su concepción de obiectum (véa-
con este término; 3. ficción, como se). De hecho, Ockham llama f. la
cuando se simula no querer lo que representación mental de una cosa
se quiere, 4. suposición o hipótesis, que existe o puede existir, y reser-
ya que en ellas se finge momentá- va la voz figmentum (véase) para la
neamente asumir como verdadero representación mental de una cosa
aquello que no consta que lo sea; imposible, como la quimera (cf. In
5. fraude, mentira o hipocresía. To- I Sent. d.2, q.8).
das estas acepciones se continua-
ron en la Edad Media, en la que se fidelis. Además del obvio sentido de
añadieron los siguientes matices: se señalar como adjetivo a quien guar-
reservó para la voz que nos ocupa da fidelitas (véase), en términos fi-
el significado de la acción y no del lológicos y paleográficos califica el
efecto, para el que se prefirió fictum códice no corrupto (véase emenda-
(véase). Por último, se fue reem- tus).
plazando la quinta acepción de f. fidelitas. El sentido inmediato de la
mencionada al comienzo por men- noción de fidelidad reviste una sig-
dacium (véase). nificación típicamente ética, liga-
fictivus. Este adjetivo calificó en la da a la idea de fe y, sobre todo, a
Edad Media una disciplina o ars la coherencia o continuidad que se
–la poesía, por ej.–, un género y, mantenga respecto de ella. Si bien
a veces, un estilo, en el que se iba este concepto no está determina-
más allá de la imitación o descrip- do con precisión en la terminología
ción de la naturaleza o de la in- estrictamente filosófica, puede de-
dagación racional de la realidad, cirse que la f. consiste en una ad-
creando figuras imaginarias. És- hesión a lo que se considera supre-
tas, como sucede en la fabula (véa- mo o a lo absoluto sin más. En la
se), eran propuestas para remitir a tradición griega antigua encontra-
una verdad que se intentaba postu- mos esta noción relacionada con
lar en otra clave que la demostra- la experiencia ética de la gran poe-
sía trágica; así, Esquilo exige fide-
289 fides

lidad a la justicia (cf. Agam. 450- fides. Esta voz, que se traduce como
60). También en el Sócrates plató- “fe”, compromete tanto al sujeto
nico hay un continuo apelar al va- como al objeto de dicha fe. Vista
lor esencial de la adhesión del al- desde el primero, muy en general,
ma a la verdad. Ésta es la vocación la fe se relaciona con el consenti-
a la que Dios llama y a a que Sócra- miento, el asentimiento, y la adhe-
tes intenta permanecer fiel hasta su sión, ya que la palabra f. está liga-
muerte, según el testimonio de Pla- da tanto a la creencia como, aun-
tón (cf. Apol. 17, 28e-29d). que de manera derivada, a la con-
Pero el concepto de f. adquiere fianza (véase fiducia). De hecho,
mayor relieve en el plano religio- su primer sentido apunta al crédi-
so. Y aquí conviene recordar preci- to o credibilidad que despierta el
samente que es el abstracto de fide- objeto de la f., lo cual señala cier-
lis (fiel) que, a su vez, deriva de fi- ta dependencia por parte de aquel
des (fe). Así, lo que exige fidelidad que deposita o pone su fe, esto es,
es la fe que se ha profesado en el de aquel que f. habet alicui; de ahí
Dios revelado como absoluto y ver- que, en este orden, la noción que
dadero. Por ello, en el Antiguo Tes- nos ocupa esté estrechamente vin-
tamento, los Profetas especialmen- culada con la confianza del crede-
te insisten en la necesidad de man- re (véase).
tener una adhesión permanente a Como se sabe, en Platón, el co-
la palabra divina, es decir, a la re- rrespondiente término griego, pís-
velación, que constituye el funda- tis, ya sea en su forma sustantiva
mento vital y el principio de uni- como en la verbal, se encuentra en
dad del pueblo elegido. el plano gnoseológico e indica el
Con el Cristianismo, este concep- consentimiento dado a la aprehen-
to se precisa aún más, ya que se re- sión de la realidad cambiante pro-
laciona explícitamente con la idea pia de lo sensible. Es, pues, inferior
central de la fides, al punto de re- al verdadero saber que concierne
presentar, en cierto sentido, la prác- a la certeza posterior; así, esta no-
tica misma de la fe, o sea, su hacerse ción conserva su carácter de cono-
activa en un comportamiento cons- cimiento no justificado racional-
tante, continuo y veraz. Con to- mente.
do, no se ha de olvidar que, en es- Con el Cristianismo cambia el
te contexto, la f. queda íntimamen- peso semántico de la f. sobre la ba-
te ligada a la idea de vocación o de se de las fuentes bíblicas. En efecto,
llamada por parte de Dios. en ellas adquiere carácter absolu-
Con la laicización de la época to, en primer lugar, por su objeto,
moderna, si bien permanece la no- es decir, en cuanto implica adhe-
ta fundamental de adhesión a lo sión a un valor supremo; en segun-
supremo desde el punto de vista do término, porque ese valor es, al
ético, se esfuma gradualmente ese mismo tiempo, un fundamento –o
sentido de la vocación sobrenatural sea, Dios– que es tenido por supe-
que la noción de f. reviste durante rior a cualquier otro. Ahora bien,
la Edad Media. especialmente, durante los prime-
ros siglos cristianos, la f. es conside-
fides 290

rada como suprema forma de cer- meramente “subjetivo”, en el senti-


teza en lo que respecta a la visión do contemporáneo de la palabra.
de la vida y del destino humano, y Sobre esta concepción se han he-
por esta razón, ningún pensador de cho dos distinciones principales: 1.
la Patrística, ni tampoco de la Es- la que diferencia entre f. implicita
colástica, se refiere a este concep- y f. explicita. La primera es la fe en
to como a una forma gnoseológi- una verdad que está contenida en
ca imperfecta, sentido que sólo se otra que sí es objeto de la fe explí-
retomará en plena modernidad, es- cita, de tal manera que la creencia
pecialmente con Locke. formal en la segunda verdad im-
Para Buenaventura, la firmeza de plica aceptar la primera. Se trata,
la fe, que consiste en creer lo ar- pues, de una relación de implica-
duo y difícil, descansa sobre cua- ción y no de menor o mayor reali-
tro pilares: la palabra de los pro- dad. Esta última concierne más a la
fetas confirmada por los apóstoles, otra distinción que es 2. la que dis-
la autoridad de la Iglesia, la tradi- cierne entre f. confusa y f. distincta.
ción patrística, el consejo de la ra- La fe confusa es la del simple cre-
zón. Además, entiende la f. no só- yente que vive los contenidos o da-
lo como fundamento de la virtud tos de fe, sin que le sea necesario
sino también de la sabiduría y aun pasar a la formulación intelectual
de la ciencia; es, pues, en este senti- y rigurosa de los mismos. En cam-
do específico que, desde el pnto de bio, la fe distinta es la propia del
vista bonaventuriano, razón y fe no docto, que aspira a un conocimien-
pueden contradecirse (cf. Coll. in to que contribuya a precisar aque-
Hexaem. XIV, 9; IX, 21-26; I, 33). llo en lo que cree. Otra distinción
Por su parte, Tomás de Aquino, frecuente es 3. la que media entre
siguiendo a San Pablo (cf. Hebr. 11, f. infusa y f. acquista. La fe infusa
1), sostiene que la f., en tanto vir- es una disposición natural que in-
tud teologal, es un hábito intelec- clina a creer en los artículos de fe
tual por medio del cual la vida eter- sin que medien ni la experiencia ni
na comienza en nosotros, en tanto la razón; la segunda, en cambio, es
que hace posible que el intelecto dé múltiple y específicamente distinta
su asentimiento a cosas que no son porque corresponde a cada artículo
manifiestas para él. De este modo, de fe; así, se es cristiano por fe infu-
aunque su fuente primera no sea el sa, y se cree, por ej., en la transus-
intelecto sino la revelación, la fe es tanciación por fe acquista.
una forma de evidentia, y se distin- Párrafo aparte merece, dentro de
gue de la opinión o de la sospecha, este tema, un leitmotiv del pensa-
en las que falta precisamente la ad- miento medieval. En efecto, uno
hesión firme del entendimiento. La de los temas capitales de las especu-
voluntad es movida a este asenti- laciones filosóficas en la Edad Me-
miento por el acto intelectual en- dia fue el de 4. la relación entre la f.
gendrado por la fe (cf. S. Th. II-II, y la ratio, que se traduce, en último
q.. 4, aa.1 y 2). Pero, aún cuando término, en la relación entre theo-
sin tal adhesión o asentimiento la logia y philosophia (véanse). Al res-
fe es imposible, no se trata de algo pecto, se podría decir que cada au-
291 fides quaerens intellectum

tor de los períodos patrístico y me- ra entender” (véase credo ut intelli-


dieval presenta una posición pro- gam), percibiendo en él fundamen-
pia. Con todo, y en pro de la sín- talmente la relación fe-razón. El in-
tesis, dichas posiciones podrían es- terés de Anselmo por dicha rela-
quematizarse en cinco grandes gru- ción queda históricamente justifi-
pos: 4.1. el de la posición que, su- cado por el hecho de que él repre-
brayando los posibles conflictos senta el máximo esfuerzo del siglo
entre ambas, opta por dar priori- XI en pro de la conciliación de la fe
dad a la fe y cancelar la razón co- con la dialéctica. De ahí que la ha-
mo uno de los términos de la opo- ya considerado el principio capital
sición, como se da, por ej., Tertu- por el que debe regirse toda espe-
liano; 4.2. el de la que, percibien- culación filosófica. De esta manera,
do igualmente el conflicto, inten- en Anselmo, como en Agustín de
ta diluir la fe en beneficio de la ra- Hipona, la fe se constituye en su-
zón, actitud que se podría ejempli- puesto de la razón. Con todo, pa-
ficar en Berengario de Tours; 4.3. recería que en el caso de Anselmo
el de quienes, como algunos aristo- hubiera, a diferencia de lo que ocu-
télicos extremos de los últimos si- rre con el Hiponense, una cierta
glos medievales, los denominados insistencia en el intellectum, es de-
“averroístas latinos”, se atienen a cir, en la formulación y elaboración
la así llamada “doctrina de la do- intelectual de los datos revelados.
ble verdad”, que consiste en consi- Tal énfasis probablemente obedez-
derar los dos ámbitos como com- ca a razones polémicas, o sea, al en-
partimientos estancos, de manera frentamiento del mencionado au-
que lo que se asume como verdade- tor con la posición irreductible o
ro en uno de ellos puede no consi- negadora de la razón de los anti-
derarse tal en el otro; 4.4. el de los dialécticos de su tiempo. Otra dife-
que consideran la fe como supues- rencia entre ambos, en lo que toca
to de la razón, posición que siguen a sus respectivos principios, radica
–ciertamente con diferencias de en que el credo ut intelligam agusti-
matiz– Agustín de Hipona y An- niano es supuesto de una razón que
selmo d’Aosta (véase credo ut inte- busca comprender la realidad, tan-
lligam y fides quaerens intellectum); to la de las cosas, como la de Dios
4.5. el de quienes distinguen proli- y la del alma; la f. q. i. anselmiana
jamente entre ambos campos y de- busca sobre todo comprender sus
terminan los alcances y economía propios contenidos; de esta mane-
propios de cada uno para detectar ra, en los dos autores, la fe siem-
su compatibilidad, criterio ejem- pre atraviesa el entendimiento, sólo
plificado en Tomás de Aquino. que, en el caso de Agustín, lo hace
de modo transitivo; en el de Ansel-
fides quaerens intellectum. “La fe en mo, de modo reflexivo, en la medi-
busca de la intelección o compren- da en que se vuelve sobre sí misma.
sión” es una expresión acuñada por La f. ha de buscar, pues, constante-
Ansemo d’Aosta, quien la utiliza mente su autocomprensión. Pero,
como subtítulo de su Proslogion (cf. si bien Dios permite a quien la po-
Proemio, in fine). En ella, recoge el see la visión intelectual que condu-
principio agustiniano del “creo pa-
fiducia 292

ce de ella a su conocimiento, no es es frecuente encontrarlo en las si-


menos cierto que para Anselmo só- guientes expresiones: 1. f. contin-
lo por la fe el saber puede conver- genter, darse de manera contingen-
tirse en plena evidencia y verdad. te, se aplica a lo que tuvo lugar pe-
Por eso, confiesa su convicción de ro podía no haberlo tenido; así,
que no comprendería si no creye- por ej., el fuego calienta la madera,
ra: “Neque enim quaero intelligere, puesto que se puede impedir que lo
ut credam, sed credo, ut intelligam. haga; o bien el hombre puede pro-
Nam et hoc credo, quia nisi credide- ducir una acción o puede no pro-
ro, non intelligam”. (Ibid I, in fine). ducirla, aun cuando se den todas
las circunstancias para ello. 2. f. ex
fiducia. La confianza se define como el aliquo, término que señala que al-
crédito otorgado a algo o a alguien go se produce a partir de otra cosa,
que puede ser uno mismo u otra por ej., el compuesto que resulta de
persona, crédito que obedece ya sea materia y forma. 3. f. raro es expre-
a un comportamiento, ya a las pa- sión que se usa para indicar que al-
labras. Se la ha concebido entre los go se da rara vez, pero no porque,
escolásticos en un lugar intermedio de hecho, no se produce con fre-
entre las virtudes teologales de la fe cuencia, sino porque es infrecuente
y la esperanza pero, a la vez, en un que su causa lo produzca; así, por
segundo plano, ya que no consitu- ej., no se puede decir que un eclip-
ye una virtud por sí misma como se f. raro, puesto que, dada la cau-
las mencionadas, sino que, de al- sa, siempre tiene lugar. Por eso, esta
gún modo, deriva de ellas o incide última expresión se vincula con la
en ellas. En efecto, por una parte, noción de fortuna (véase).
el mismo nombre de f. la vincula
con la fe, de la que es propio, preci- figmentum. En general, se llamó así al
samente, creer en algo y/o alguien. ente de razón, es decir, al que no
Por otra, también es confianza la tiene ni existencia real ni funda-
esperanza que se concibe por la mento en la naturaleza, y, sin em-
consideración de algo; más aún, la bargo, responde a ésta en cierto
f. implica cierta firmeza en la espe- modo, por así decir, proporciona-
ranza, con lo que se opone al te- do. Son figmenta, por ej., el cen-
mor. Ahora bien, algunos escolásti- tauro o la sirena. Guillermo de Oc-
cos han considerado que, en cuan- kham da una caracterización más
to que la confianza consiste en la acotada de esta voz (véase fictum).
esperanza robustecida con una opi-
nión firme sobre grandes bienes, figura. Escolásticamente, la palabra “fi-
forma parte de la magnanimidad gura” se ha usado, básicamente,
(véase magnanimitas) y, por eso, de en tres órdenes: 1. el lógico, 2. el
la fortaleza (cf. Tomás de Aquino, geométrico y físico, y 3. el retóri-
S.Th. II-II, q.129, a.6). Véase tam- co, particularmente, en sentido ale-
bién securitas. górico. En 1. el plano lógico, f. es
la ordenación de los tres términos
fieri. Verbo que se suele traducir por de un silogismo, según se ubiquen
“darse” o “producirse”. En la lite- en el sujeto o en el predicado de las
ratura filosófica de la Edad Media, premisas (véase syllogismus 1).
293 figuratio

Por su parte, Guillermo de Oc- ocupa está dado en la Edad Me-


kham se refiere a la f. dictionis co- dia por la alegoría como figura li-
mo una falacia o paralogismo (véa- teraria, especialmente aplicada a
se fallacia 1.) ocasionado no sólo la Escritura. Esto reviste una gran
por la diversidad de términos y la importancia en la exégesis bíblica.
diversidad de las cosas que ellos sig- En tal contexto, f. alude al símbolo
nifican, sino también por la diver- que, en cuanto signo remite a otro
sidad de sus modi significandi (véa- significado que se considera el que
se modisti, in fine) y aun de sus ac- realmente importa captar. Lo mis-
cidentes gramaticales (cf. Summa mo vale para el relato que, en su li-
Totius Log. III, 4, 10). teralidad, habla, no obstante, de
En 2. el plano geométrico y físi- otra cosa. En este sentido, los esco-
co, f. alude a lo que hoy entende- lásticos han subrayado la ambigüe-
mos por tal en ese orden, o sea, los dad de la f. que oculta y, a la vez,
límites de la extensión de un cuer- revela. Por eso, llamaron “figurans”
po, que lo hacen cuadrado, circu- a la primera función, y figuratum al
lar, etc. Con esta acepción la em- significado al que la f. remite. Más
plea, por ej., Alain de Lille en el aún, sostuvieron, como lo hace To-
Anticl. III, 226. Técnicamente, se más, que la primera constituye una
la ha definido como ipsa corporis occultatio útil en la Escritura, mien-
circunscriptio. Aún cuando son in- tras que de lo figuratum se aprehen-
numerables los modos en que pue- de la ratio de la figura alegórica (cf.,
de terminar una extensión corpó- por ej., S.Th. I, q. 1, a. 9, ad 2; I-II,
rea –y, por ende, innumerables q. 102, a. 3 c). Sobre bases agusti-
las figuras posibles–, se ha hecho nianas, Buenaventura, por ej., al re-
la distinción básica en rotundam ferirse a la exégesis, llama a la Escri-
y angulatam. La f. se constituye, tura “tierra”, precisamente porque
pues, en una cualidad de la exten- contiene figuras que germinan en
sión. En cambio, y siempre en este múltiples modos y producen bro-
orden, se entiende por “forma” la tes en el alma, es decir que dan lu-
imagen o species externa del cuerpo gar a diversas interpretaciones, las
que resulta de la disposición de sus cuales edifican espiritualmente (cf.
partes. Justamente, cuando tal dis- Coll. in Hexaem. XIV, 2).
posición es armoniosa, se tiene for-
mositas (véase, in principio) figuraliter. Vinculado con uno de los
Para mostrar la polivalencia del sentidos de figura (véase figura 3.,
término según los diversos órde- in fine), este adverbio suele tradu-
nes en los que esté inserto, remiti- cir el término griego typos. Así, se
remos a la mención que se hace de señala con él un modo discursivo
este término en el ya citado Anti- según el cual algo se esboza previa-
claudianus II, 85. mente, esto es, se presenta a tra-
En 3. el plano de la retórica, indi- vés de una figura o ejemplo, para
ca, en general, un recurso expresivo proceder luego a una explicación o
que puede ser, por ej., una compa- descripción detallada.
ración. En este plano, el valor más figuratio. Sobre la base común de una
importante del vocablo que nos de las acepciones de figura (véase fi-
finaliter 294

gura 3.), significa, en general, “re- vidad del ente y su primer princi-
presentación”; más en particular, pio, en tanto que es lo que mueve a
alude al valor simbólico de un ges- actuar. Por eso, el fin siempre hace
to corporal. Así, por ej., Hugo de referencia al bien ontológicamente
San Víctor, escribe que el gesto es considerado (véase bonum), es de-
una f. que, a través de los miem- cir, al bien propio de ese ente. Co-
bros del cuerpo, señala la modali- rrelativamente, bien es lo que to-
dad de las acciones y de las inten- dos apetecen como fin. El último
ciones (cf. De inst. nov. XII). Como fin es, entonces, el primero de to-
es obvio, la f. pasó a cobrar dimen- dos los objetos deseables y aque-
sión estética –que legitima los estu- llo en lo que el que desea encuen-
dios sobre la gestualidad medieval tra su reposo. En sentido ya no me-
como índice de su cultura– y aún tafísico, sino antropológico y mo-
pedagógica. De hecho, el mismo ral, se llama f. a todo bien cuya ad-
Hugo continúa el texto recién ci- quisición determina la voluntad a
tado diciendo que la f. constituye actuar, aunque muchas veces, sobre
un espectáculo a los ojos de Dios y todo, a fines de la Edad Media, se
puede suscitar en los demás admi- ha optado por la palabra finalizatio
ración y placer, o bien escándalo. para referirse a este caso.
La noción que nos ocupa, junto
finaliter. Cf. efficienter. con la de intentio (véase), ha sido
finalizatio. Los escolásticos denomi- una de las más ricas y fundamenta-
naron así aquella ratio que, por su les en el pensamiento medieval, es-
carácter de fin que se ha de alcan- pecialmente el escolástico, a la vez
zar, mueve a una acción. Así, por que explica el dinamismo y la orga-
ej., la bondad de Dios, en cuanto nicidad que lo caracterizan; de ahí
que el goce de ella constituye la fe- que haya sido muy prolija la elabo-
licidad humana, es f. o razón que ración de este tema, de lo que re-
motiva la realización de acciones sulta una exhaustiva clasificación
justas y buenas, las cuales se llevan de los fines.
a cabo para acceder a dicha felici- Con un propósito meramente di-
dad. Su diferencia con el término dáctico, intentaremos sugerir algu-
finis (véase), radica en que la pala- nos criterios desde los que la clasi-
bra que nos ocupa suele reservarse ficación puede ser mejor asimilada,
para aludir al fin que consciente- aunque tales criterios no hayan sido
mente motiva al hombre en sus ac- explícitamente mencionados por los
ciones, es decir, a la finalidad que lo mismos autores medievales: 1. Se-
guía en ellas. En cambio, la exten- gún la fuerza de atracción teleoló-
sión de finis es mucho más amplia, gica, los fines fueron divididos en
ya que, en cuanto término metafí- 1.1. essentialis, o sea, esencial o pri-
sico, atraviesa a todo ente real. mario: aquel fin al que el agente
tiende principalmente, y 1.2. acci-
finis. El fin es el objeto al que se di- dentalis, esto es, accidental o secun-
rige una acción y, en consecuen- dario: es el fin que meramente in-
cia, el motivo por el que se hace al- vita a actuar, pero que no mueve a
go. De esta manera, se lo conside- la acción por sí solo, sino en cuan-
ró, a la vez, el término de la acti-
295 finis

to vinculado con el primario. 2. Se- dro estudia Fisiología, lo hace pa-


gún los factores que intervienen en ra apobar un examen de Medicina:
la acción, los fines se clasifican en éste es su fin próximo. 4.2. f. remo-
2.1. f. qui: es el bien que se quie- tus: es aquel al que está encaminada
re conseguir, como la salud desea- esa acción con su fin propio, junto
da por el enfermo; también se lo con otras, para obtener algo más le-
denomina “externo” y “objetivo”; jano; para proseguir con el ejemplo
2.2. f. cui: es el sujeto para el que anterior, ejercer la Medicina. Co-
se procura el bien, como, siguien- mo los fines remotos también están
do el ejemplo anterior, el enfermo ordenados entre sí, al más lejano de
en cuanto persona; 2.3. f. quo: es ellos suele denominárselo 4.3. ulti-
la misma consecución actual del mus secundum quid, o sea, último
bien; en el caso mencionado, la cu- relativamente a una serie de fines;
ración efectiva; por eso, se lo ha lla- por ej., el fin último relativo de Pe-
mado “interno” o “formal”. 3. Se- dro sería procurar la salud como
gún el interés que reviste la acción bien propio del médico en cuanto
o que tenga el agente; se ha distin- tal. Pero esta clase de fin debe dis-
guido entre 3.1. f. operis: es el in- tinguirse del llamado 4.4. finis ulti-
herente a la esencia misma del acto mus sin más, o acotando, simplici-
que se cumple, o sea, aquel al que ter o absolute, que es absolutamente
está ordenada la acción o el hábi- último, en cuanto constituye el fin
to por su misma naturaleza; así, el propio de una naturaleza; así, en el
fin de la lógica es la rectitud de las hombre, la obtención de la felici-
operaciones mentales. Esta clase de dad. Este tipo de fin no solamen-
fin se subdivide en 3.1.1.internus te no está subordinado a otros, si-
o 3.1.2. externus, según constituya no que exige que los demás le estén
la perfección interna o externa de subordinados: todas las acciones de
aquello a lo cual se dirige la acción Pedro, aún las llevadas a cabo pa-
por su naturaleza: el fin interno de ra convertirse en médico, las ha-
la Arquitectura es la construcción ce porque, en última instancia, lo
de casas; el externo, es la habita- hará feliz ejercer la Medicina. Pe-
ción de las mismas. 3.2. f. operan- ro hay aún otra instancia, en virtud
tis: es el que se propone deliberada- de la cual se insinúa el último crite-
mente el agente para sí en el ejerci- rio de clasificación, que se relacio-
cio de la acción, como el que se da na con 5. las capacidades operati-
cuando alguien se dispone a apren- vas del agente. En este sentido de
der un oficio en virtud de la utili- habla de: 5.1. f. naturalis: es aquel
dad que le reportará el mismo. 4. que una naturaleza puede conse-
Con arreglo a la ordenación de los guir con sus solas fuerzas, como en
fines entre sí, éstos pueden clasifi- el ejemplo citado; y 5.2. f. superna-
carse en: 4.1. f. proximus: es el fin turalis, que se menciona en el cam-
que se quiere para conseguir, me- po teológico, porque es aquel que
diante él, otros fines; así, general- no puede alcanzar la criatura por
mente, constituye el objetivo inme- sí misma, sino que exige la gracia,
diato y propio de la acción que se por ej., la visión intuitiva de Dios.
está realizando; si, por ejemplo, Pe-
finitum 296

finitum. En el plano lógico, esta voz En el marco del pensamiento


se traduce por “definido”; en el me- cristiano, se desarrolla el concep-
tafísico, por “finito”. 1. En el pri- to de lo f. como criatura de Dios,
mer sentido, alude a los términos aun sin recurrir específicamente al
–sustantivos, adjetivos sustantiva- plano de la fe. En esta línea, que
dos y verbos– tal como ellos apa- va desde Agustín a Tomás, y que se
recen normalmente, sin estar pre- extiende hasta mucho después de
cedidos de “non”. Así, se opone a Pascal, la especulación sobre el te-
lo dicho en infinitum 1 (véase). Al ma gira en torno de la determina-
contrario de lo que ocurre con los ción de la estructura y posición de
términos indefinidos, los definidos lo creado, afirmándose constante-
en cuanto tales no ofrecen proble- mente su pobreza ontológica pero,
mas lógicos. a la vez, su excelencia por ser obra
2. Más se ha trabajado sobre el del Ser mismo.
segundo sentido de f. Por oposi- En esta última línea, el pensa-
ción a lo infinito (véase infinitum miento medieval ha elaborado el
2.), es decir, a lo ilimitado, lo finito tema de los bienes finitos. Así, por
designa, en general, lo que tiene al- ej., para Ockham, un bien f. es un
gún tipo de límite. bien que la voluntad puede amar
Conviene recordar que, en la An- perfectamente, pero sin encontrar
tigüedad, fue muy vivo entre los fi- en él su completo reposo. A la vez,
lósofos griegos el sentido de cuanto la voluntad puede amar a Dios sin
tiene exactitud de medida, forma o estar plenamente satisfecha, dado
límite. Por eso, concebían lo f. co- que puede aún amar lo creado. De
mo algo perfecto y, correlativamen- esta manera, Ockham no considera
te, adjudicaban imperfección a lo posible probar, por este camino de
infinito. Así, para Platón, las ideas causa final, que Dios es infinito (cf.
son límite, considerando cada una Quodl. VII, q. 14).
como “medida respecto de medida”
(cf. Fil. 24-25a). Aristóteles, por su firmamentum. La etimología que tan-
parte, enseña que el límite se predi- to los autores del período patrístico
ca de toda sustancia, porque es lo como del escolástico atribuyeron a
que la determina y la hace definible la palabra “firmamento” la hace de-
(cf. Met. IV, 17, 1022a 4-13). rivar de firmis y esto fue crucial en
La concepción originaria se re- las consideraciones sobre el tema.
vierte en Plotino. En efecto, para En efecto, algunos, como Basilio,
éste, lo f. es aquello que tiene el mí- entienden este último término en
nimo grado de ser (cf. En. VI, 4, el sentido de denso y sólido (cf. In
14; V, 5, 11). Posteriormente, es- Hexaem. 3); así, conciben el f. co-
ta desvalorización se tornó el pun- mo aquella parte del aire en que se
to de partida de un itinerario de re- condensan las nubes. Otros lo de-
torno a lo infinito y, por ende, de finen como el cielo de las estrellas
un camino de salvación. Este cami- fijas –esto es, firmes– y, siguiendo
no, si bien metafísico, asumió una los comentarios del siglo XII al Ti-
formulación religiosa con el adve- meo platónico, creyeron que éstas
nimiento del Cristianismo. estaban constituidas por el elemen-
297 fomes

to fuego. Esta segunda opinión fue sonido. En la Edad Media aparece


la históricamente predominante. en el contexto de la polémica de los
En la exégesis bíblica, el f. sue- universales (véase universale 3.2).
le entenderse como figura de la vi- En general, es una expresión que,
sión de la fe. Así aparece, por ej., precisamente por no hacer referen-
en Agustín de Hipona (Conf. XIII, cia a ningún significado, subraya la
18, 22). Por su parte, Buenaven- vacuidad del puro sonido con in-
tura anota que, entendido literal- dependencia de aquél.
mente, el firmamento es sublime
en cuanto al lugar, estable en cuan- fluxus. Palabra que aparece con cier-
to a la forma, y hermoso en cuanto ta frecuencia en los textos nomi-
a la claridad. Y añade que, paralela- nalistas sobre la Física. No indi-
mente, la fe hace sublime al alma, ca una realidad distinta de la cosa
al hacerle trascender la razón; la ha- que pasa de manera continua del
ce estable, al alejar de ella la vaci- ser al no ser o a la inversa. Signi-
lación; la hace hermosa, al mostrar fica solamente que la cosa que flu-
multiforme (véase) claridad (cf. Co- ye adquiere y pierde algo de modo
ll. in Hexaem. VIII, 2). continuo. Así se expresa Guillermo
En cuanto a la ubicación o jerar- de Ockham en Summulae in libros
quía del f. en la concepción medie- Phys. III, c.7).
val, se ha de tener en cuenta la dis- fomes. En textos escolásticos y, sobre
tinción de los cielos. En efecto, el todo, tardomedievales, este térmi-
primero es el empireum (véase or- no técnico –que no tiene una tra-
bis), puramente luminoso; el se- ducción unívoca y precisa– indica
gundo, el cielo cristalino, total- la concupiscencia del apetito sensi-
mente diáfano; el tercero, el cielo ble, habitualmente desordenada. Al
sidereum o sidéreo que se divide en apartarse de Dios, el primer hom-
ocho esferas: la de las estrellas fijas, bre –y con él la humanidad– que-
es decir, el f., y los siete cielos u ór- dó bajo la influencia de sus impul-
bitas de los planetas (véase sidus). sos, esto es, sujeto a la inclinación
Otro aspecto del tema que ha si- de la sensualidad, que es lo que se
do muy frecuentado en la Edad denomina con el término que nos
Media es el de la creación del f. en ocupa. Por eso, los teólogos medie-
el segundo día según el Génesis, co- vales consideraron que sólo es co-
mo se advierte en los innumerables rregible a través de un don sobre-
comentarios In Hexaemeron. Al natural. Ockham, por ej., mencio-
respecto, se ha discutido si fue obra na dos formas –o, mejor aún, gra-
del segundo día según su sustancia dos– de f.: el estado mórbido de la
o según su forma. En otros térmi- carne que inclina el apetito sensi-
nos, mucho más alegóricos, estos ble del hombre a un acto inmoral,
comentarios se prolongan en el Re- y el estado del cuerpo que inclina al
nacimiento, por ej., en el Heptaplus apetito sensible a un acto más in-
de Pico della Mirandola. tenso de lo que dicta la recta razón
flatus vocis. Significa emisión de la (cf. In III Sent. q.2 b). como si lo
voz. El término alude, pues, a un estuviera de manera innata.
mero hecho sensible, fónico, a un
fons 298

fons. Tres son las acepciones fundamen- forma. Palabra que, durante el perío-
tales con que esta palabra, que sig- do patrístico, se suele usar, por in-
nifica “fuente”, aparece en la Edad fluencia de Séneca y Cicerón, en el
Media: 1. como origen, por así de- sentido del eidos platónico; así apa-
cir, material; en este sentido, se han rece, por ej., en Agustín de Hipo-
considerado fuentes los cuatro ele- na (cf. Quaestio de ideis, passim).
mentos así como la constitución Si bien los escolásticos asumieron
de los cuerpos celestes; 2. desde también este sentido agustiniano
el punto de vista teológico cristia- de “forma” como ratio, es decir co-
no, se ha llamado f. al Verbo, por mo fundamento de algo y, por en-
dos razones: 2.1. porque es el Prin- de, como su principio de inteligibi-
cipio de todas las cosas, y 2.2. ale- lidad, privilegiaron la relación que
góricamente, porque sacia a quie- establece Aristóteles entre f. y sus-
nes tienen sed, como señala Isido- tancia y consideraron la primera el
ro de Sevilla (cf. Etym. VII, 2); 3. acto constitutivo de la segunda. En
principalmente, el término señala efecto, el acto de ser llega a la esen-
la obra, y en consecuencia, el pen- cia precisamente a través de la f. De
samiento de Avicebrón. este modo, ella es uno de los prin-
En efecto, Avicebrón o ibn Gabi- cipios que componen las sustancias
rol, autor judío del siglo XI, escri- corpóreas, siendo el otro la mate-
be la célebre Fons Vitae que, sinte- ria. Se ha de recordar que, en aqué-
tizada primero en hebreo y tradu- llas, la materia no puede existir sin
cida después por Gundisalvo, pasa la f. En cambio, la forma sí pue-
a la Cristiandad medieval ejercien- de darse sin la materia, como ocu-
do gran influencia sobre ella. Aun rre en algunos entes: las sustancias
cuando se sospecha que varios li- inteligibles o espirituales. Volvien-
bros de esta obra se han perdido, do al caso de los entes corpóreos, se
se advierte la intención de plan- llama f. substantialis (véase) al prin-
tear un sistema filosófico-teológico cipio de aquello a lo que informa;
completo. Bajo la forma de diálo- así, en el hombre, el alma es la for-
go entre maestro y discípulo, Avi- ma sustancial del cuerpo, es decir,
cebrón desarrolla allí temas meta- es el mismo principio sustancial
físicos, pero su principal tesis es la en cuanto distinguido de la mate-
de la Voluntad divina precisamen- ria. Dado el acto de ser de una sus-
te como fuente de vida que atravie- tancia, se denomina f. accidentalis a
sa todo el universo. aquella que le adviene al subiectum
(véase), por ej., la blancura, que su-
fontanum. Voz propia de la teoría bo- pone ya una determinada sustan-
naventuriana del conocimiento. En cia en la que darse. Algunos auto-
efecto, el obiectum f. señala la luz res llamaron f. corporeitatis a la me-
divina en cuanto medio para el co- ra organización las partes constitu-
nocimiento, sin ser ella misma co- yentes del cuerpo de un ser anima-
nocida, es decir, sin constituirse en do, la cual lo vuelve apto para re-
objeto cognoscitivo. Así, permane- cibir el alma, o sea, el principio de
ciendo oculto al intelecto huma- animación. Concebían dicha or-
no, el obiectum f. fecunda el pen- ganización como algo distinto del
samiento.
299 forma substantialis

cuerpo mismo. Otros han usado mas accidentales, en la medida en


la expresión f. metaphysica para re- que éstas son activas.
ferirse a la esencia de una realidad Ahora bien, la expresión “forma
sustancial completa; así, por ej., sustancial” es central en uno de los
animal racional es la forma meta- tres grandes debates que caracteri-
física del hombre. En todos los ca- zaron el siglo XIII, especialmen-
sos, y no sólo en el último, la f. se te, en su último tercio, siendo las
vincula siempre con la determina- otras dos polémicas las referidas a
ción ontológica y la actualidad me- la unicidad del intelecto (véase in-
tafísica. Por eso, también se relacio- tellectus) y a la eternidad del mun-
na con la natura (véase) que algo do (véase mundus). La cuestión,
tiene, es decir, con el principio de que concierne a la unicidad o plu-
sus operaciones, ya que, si ese al- ralidad de formas sustanciales y es
go tiene tal f., ello significa que es- particularmente importante en el
tá determinado como tal cosa, ra- caso del alma humana, remite a te-
zón por la que llevará a cabo ciertas mas metafísicos. De hecho, las po-
operaciones y no otras. siciones que quedan delineadas al
Ahora bien, una sustancia se co- respecto dependen de una opción
loca en una especie determinada en previa en el enfoque de lo real: dar
virtud de su forma. Por ello, mu- preeminencia a una explicación na-
chas veces, f. se hizo equivaler a tural de los fenómenos observables
species (véase), pero conviene evi- en el mundo o enfatizar un orden
tar dicha equivalencia, puesto que, jerárquico de perfecciones que re-
en el uso, las connotaciones de este fiera directamente la realidad crea-
último término se han complicado da a Dios; en otros términos, am-
con la cuestión biológica de los gé- bas posiciones dependen de la elec-
neros y su subdivisión. ción por el aristotelismo o por los
Así pues, el término que nos ocu- esquemas de la así llamada “sabi-
pa recogió en la Edad Media las duría cristiana”. Muy en general,
tres acepciones aristotélicas: la de la primera ha convocado a domini-
principio del ser de algo (morfé), cos; la segunda, a franciscanos.
la de principio de inteligibilidad La primera posición, ejemplifica-
(eídos) y la de principio del movi- da por Tomás de Aquino y seguida
miento (fysis). por Egidio Romano precisamen-
Para la acepción vulgar de f. en te en su Tractatus contra gradus et
el plano exclusivamente físico, véa- pluralitate formarum, entiende que
se figura 2. el único esse de una sustancia pro-
viene enteramente de la forma que
forma substantialis. Como se ha di- la actualiza (véase forma dat esse rei)
cho en el artículo forma, la f.s. es y todo lo que es posterior a ella es
el principio que informa al ente accidental para el ente. Por su par-
compuesto. Un punto importante, te, el Aquinate, habiendo sosteni-
compartido por la mayoría de los do que los entes corpóreos tienen
escolásticos es el que sostiene que la una doble composición, la de ma-
f. s. en sí misma no posee directa- teria-forma y la de essentia-esse, sal-
mente la capacidad de actuar, sino va, con la negación en Dios de am-
que lo hace sólo a través de sus for-
formale 300

bas –y no sólo de la primera– la ab- mente, forma; por tanto, sería tam-
soluta y exclusiva simplicidad divi- bién ella mortal. Ante esto, y pa-
na, al tiempo que afirma la segun- ra salvar la inmortalidad del alma,
da en la constitución metafísica de Tomás insiste en que, cuando está
los ángeles y del alma del hombre. unida al cuerpo, constituye la úni-
Distinto es el caso de los francis- ca f.s. de éste; pero sugiere que, ya
canos que, como Buenaventura, separada después de la muerte, ac-
optan por el hilemorfismo univer- túa a manera de sustancia (cf. S.Th.
sal, es decir, de los que admiten só- I, q.76, esp. a.4).
lo la primera composición, quie-
nes, entonces, deben postular que formale. En general, indica todo aque-
en todos los seres –incluidos los án- llo que se relaciona con la forma
geles y las almas humanas– salvo (véase), aristotélicamente entendi-
en Dios, existe algo de la potencia- da. En uno de sus usos más fre-
lidad de la materia. Así, estos últi- cuentes, el término alude al senti-
mos sostienen que esto se da tam- do estrictamente propio de un con-
bién en el alma humana en la que cepto, o sea, al que tiene presente el
ven una suerte de materia espiri- elemento determinante que espe-
tual, inseparable de su forma, y una cifica la esencia de algo. Así, la ra-
materia externa al alma que consti- tio f. de una cosa es lo que la co-
tuye el cuerpo. Para estos autores, loca en su orden específico, distin-
como Mateo de Acquasparta, hay, guiéndola de las que pertenecen a
pues, pluralidad de formas sustan- otro: la razón formal de la sustan-
ciales en el hombre: la del cuer- cia es la inseitas, es decir, el ser en
po, principio de la vida vegetativa sí (véase in se). De la misma ma-
y sensitiva, y la del alma intelecti- nera, obiectum f. (véase obiectum)
va. Por su parte, Guillermo de Oc- señala el aspecto particular bajo el
kham, oponiéndose en este punto que una ciencia considera un obje-
particularmente a Egidio Romano, to dado; veritas f. es la verdad pro-
también adhiere a la tesis de la plu- piamente dicha, en sentido escolás-
ralidad, pero la considera muy difí- tico, o sea, la aedequatio del intelec-
cil de probar, aunque no de refutar to a la realidad.
la contraria. Siempre dentro del marco de la Es-
La opción por la unicidad o plu- colástica, el adjetivo que nos ocupa
ralidad de las formas sustancia- implica la doctrina aristotélica de
les en el caso específico del hom- la forma como perfección; debido
bre plantea, a su vez, otros proble- a ello, f. equivale a veces al comple-
mas derivados de las fundamenta- mento perfectivo de un cierto or-
ciones con las que se las defiende. den, especialmente, en el más uni-
Así, por ej., Pedro Olivi, que afir- versal, en el del actus essendi (véa-
ma la pluralidad de las formas y el se). De ahí que Tomás de Aquino
hilermorfismo universal, objeta a declare: “Esse autem est illud quod
sus adversarios que, si el alma inte- est magis intimum cuilibet et quod
lectiva fuera la única forma sustan- profundius omnibus inest; cum sit
cial en el hombre, resultaría insepa- formale respectu omnium quae in re
rable del cuerpo del que es, justa- sunt” (S. Th. I, q. 8, a.1 c).
301 formaliter

formalitas. En la terminología escolás- león, etc., según se quiera señalar


tica se utiliza este abstracto de for- su poca inteligencia, o su valor, etc.
male (véase) para indicar el pun- 2. Se opone también a materialiter,
to de vista desde el cual se puede ya que este último adverbio alude
considerar una misma realidad, ya a un punto de vista global del en-
sea corpórea o espiritual, a la que te en sí, en cambio, f., es el que lo
se denomina “objeto material”. Ca- examina en su aspecto más especí-
da uno de dichos puntos de vista o fico: el hombre es materialiter obje-
aspectos constituye así un diferente to de estudio tanto de las ciencias
“objeto formal” o f. físicas como de las morales; pero f.
Párrafo aparte merece el senti- es objeto de las primeras en cuanto
do peculiar que asume este térmi- cuerpo, y de las segundas, en cuan-
no en la metafísica de Duns Es- to espíritu. 3. Se asimila a per se o es-
coto, dominada precisamente por sentialiter (véanse), oponiéndose, en
las formalitates. Cabe suponer que consecuencia, a per accidens o ac-
tal peculiaridad obedece a su inte- cidentaliter: el hombre es f., per se
rés por poner en relieve la riqueza o essentialiter un ser racional; sólo
ontológica de los entes particula- per accidens o accidentaliter, puede
res. En efecto, aún cuando subraya no serlo, como ocurre en los casos
la unidad e identidad del ente in- de locura. 4. Se opone a virtuali-
dividual, este autor distingue en él ter, en la medida en que un efec-
varios elementos metafísicos, divi- to está sólo virtualmente en la cau-
diendo así su forma en varias for- sa que tiene la capacidad de produ-
malitates. Éstas no constituyen rea- cirlo; en cambio, f., un efecto es en
lidades distintas “res alia, sed for- sí mismo lo que es. 5. Se distingue
malitates alia, idem tamen identi- de eminenter en el sentido de que
ce”. Cabe recordar que, para Esco- f. indica que una perfección exis-
to, el hecho de que la unidad siga al te en un sujeto tal como la capta-
ser significa que las formalitates, es mos en él, mientras que se da emi-
decir, los aspectos reales de la cosa, nentemente, es decir, de una ma-
no están separados ni son separa- nera superior, aunque no total-
bles –ya que, en ese caso, no cons- mente diferente, en otro sujeto: la
tituirían un solo individuo– aun- libertad se encuentra f. en el hom-
que sí diferenciables. bre y eminenter en Dios, como mu-
chas otras perfecciones. Así, lo que
formaliter. En su sentido más am- se concibe como f. se dice unívoca-
plio, este adverbio escolástico signifi- mente, y lo que se considera emi-
ca “propiamente”. Para discernir la nenter, se predica analógicamen-
amplia variedad de matices con que te. 6. También guarda relación de
fue usado, conviene recurrir a la si- oposición con obiective, ya que es-
nonimia y antonimia que le corres- te último adverbio alude a algo que
ponden. En cada caso, remitimos a se toma como punto de referencia
esos sinónimos y antónimos. 1. Se- de la conciencia, esto es, del ser in-
gún la acepción originaria mencio- tencional; en cambio, f. indica que
nada, se opone a methaforice: así, ese algo es tomado por lo que es en
un hombre es f. hombre, y meta- sí mismo, por ej., aunque un hom-
fóricamente puede ser un asno, un
formalizantes 302

bre pueda ser considerado obiective IV, 430 b). Aristóteles la cuenta en-
instrumento de otro, que lo utiliza, tre las virtudes éticas y la define co-
no deja de ser f. una persona. mo el justo medio entre el temor
y la temeridad (cf. Et. Nic. III, 6,
formalizantes. Término con el que Juan 1115 a 4). Desde su estoicismo,
Gerson califica a quienes, desde su Cicerón le atribuye dos notas prin-
perspectiva, se extralimitaban en la cipales: el desprecio de la muerte y
especulación sobre las formae, co- el desprecio del dolor (cf. Tusc. II,
mo el escotista Juan de Ripa o los 18, 43). Pero también la caracteri-
autores sajones que ahondaban en za diciendo que es la virtud por la
sutilizas sobre cuestiones de física y cual se afrontan los peligros y se so-
de lógica, las cuales tendían a ex- portan las pruebas (cf. Reth. II, 54).
pandirse al ámbito teológico. Así Con este último significado pasa a
pues, a fines de la Edad Media, este la Edad Media.
calificativo se inserta en la polémi- Los autores medievales suelen
ca contra el escolasticismo. considerar la f. en un sentido ge-
formatio. Aunque este término no es neral y en un sentido especial. Se-
extraño en la literatura escolástica gún el primero, el término implica
en particular, se suele preferir en firmeza de ánimo; así, constituye
ella el de informatio (véase). condición necesaria de toda virtud,
puesto que para que ésta se dé en
formositas. Señala la condición de lo cuanto hábito es preciso obrar fir-
formosum, es decir de lo hermoso me y constantemente. Sin embar-
en el sentido de bien formado o go, se ha reservado esta palabra pa-
bien proporcionado. Este término ra aludir, en rigor, a la especial fir-
se aplicó originariamente a la belle- meza con la que se resisten los pe-
za física. Pero pronto se aplicó a la ligros graves y se soportan los más
belleza luminosa y puramente es- arduos trabajos. De este modo, co-
piritual de las formas inteligibles. mo señala Tomás de Aquino, cons-
Agustín de Hipona apela en cier- tituye una virtud especial, en cuan-
to modo a esa ambigüedad en el fa- to que posee materia determinada
moso pasaje de Conf. X, 27, 38. En (cf. S. Th. II-II, q. 123, a. 2 c).
cambio inequívocamente con la úl-
tima acepción aparece, por ej., en fortuna. Proviene del verbo fero, una
el Physica animae de Guillermo de de cuyas acepciones es “compor-
Saint Thierry. En efecto, dice allí el tar”. Así, la fors, la suerte, es la ac-
abad que el alma, al comprender ción de com-portar, o sea, lo que
las cosas con el intelecto, goza de ella lleva consigo, aquello que el
ellas y se deleita con su belleza, pe- destino comporta. La expresión
ro más aún con la f. de la Forma, o Fors F. indica, pues, la suerte divi-
sea, del Principio que a su vez for- nizada.
ma. Contemplándola, el alma res- Esto constituyó, desde la Anti-
plandece cada vez más. güedad, un desafío a la racionali-
dad. Por eso, fue tema recurren-
fortitudo. Indica “fortaleza” y es una te en el análisis filosófico. En él, la
de las virtudes (véase virtus), ya f. se consideró una especie del ca-
enumeradas por Platón (cf. Rep. sus (véase), es decir, del azar. En
303 fructus

efecto, según Aristóteles, a quie- en el casus más que en el término


nes los autores medievales también que nos ocupa. Con todo, éste apa-
han seguido en este punto, la for- rece en Ockham, quien define la f.
tuna se distingue del azar en cuan- como una causa que actúa en vistas
to que la primera tiene lugar en a un fin, pero que, además de es-
las acciones humanas y el segun- te último, obtiene un efecto que se
do atañe también a las cosas. Así, da raramente (véase fieri, in fine).
es por azar que en un templo algu- Así, por ej., un hombre va al mer-
nas piedras formen parte del pavi- cado para llevar a cabo sus negocios
mento y otras del altar (cf. Fís. II, y no para encontrarse con su deu-
6, 197b 1). De este modo, la f. só- dor, quien acude allí raramente: si
lo toca a los hombres, o sea, a los lo encuentra, se dirá que es un efec-
seres que pueden actuar libremen- to de la f. (cf. Quodl. I, q. 17).
te. Se da cuando una causa acci- El tema de la f. reaparece con
dental, no necesaria ni frecuente, mayor frecuencia a medida que se
interviene en hechos que son pro- aproxima el Humanismo renacen-
ducidos con vistas a un fin. Al res- tista. El gozne entre ambos tipos de
pecto, se puede ver el comentario tratamiento, el medieval y el hu-
de Tomás de Aquino a la Metafísi- manístico, está dado por Dante,
ca aristotélica (cf. In Met. XI, l.8, quien, en Inf. VII, 73-96, la con-
1382). Secundariamente, se deno- sidera una delegada de Dios pa-
mina también con el mismo nom- ra la administración de los asuntos
bre al efecto de tal causa. Una de- mundanos, lo que la f. lleva a cabo,
rivación curiosa de la incidencia de además, según criterios que nada
esta noción en el mundo humano tienen que ver con lo que los hom-
es el empleo que Alberto Magno bres consideran justo. En cambio,
hace de ella. En efecto, Alberto no en la plenitud del Humanismo, la
sólo denomina “infortunium” a la fortuna es desafío a la laboriosidad
fortuna adversa a los hombres sino y diligencia humanas –así, por ej.,
que también llama “eufortunium” a en Petrarca (cf. De remediis utrius-
la que les es propicia para diferen- que fortunae, passim) y en Leon
ciarla claramente de la primera (cf. Battista Alberti (De familia II)– o
Phys.II, 2, 16). a la virtud humana, como en Ma-
La f. fue tratada en relación dialé- quiavelo (cf. El Príncipe c. 25). Par-
ctica con el tema de la libertad hu- ticular relieve adquiere la dialéctica
mana. En tal sentido, desde Boe- fortuna-virtù en este último, para
cio hasta Maquiavelo, la cuestión quien la segunda –concebida sobre
filosófica fundamental versó sobre el fundamento del coraje, la inte-
los alcances y límites de aquélla en ligencia y la percepción dei tempi–
orden ya sea a capitalizar la fortu- puede y debe explotar en beneficio
na propicia, ya sea a neutralizar los del poder los vaivenes de la prime-
efectos de la adversa. Por otra par- ra.
te, dado que el nombre y el con-
cepto mismo de f. tienen un ma- fructus. Es un término que cobra par-
tiz más “pagano”, las concepciones ticular importancia en Buenaven-
medievales centraron su atención tura. Sobre la base de su etiomolo-
gía, que lo vincula con el frui y la
frui 304

fruitio (véanse), esto es, con el go- el instinto. Por eso, Agustín de Hi-
zar y el deleite, este autor reserva el pona escribe que sólo los hombres
sustantivo f. para la vida espiritual, gozan, aunque no es absurdo pen-
en cuyo ámbito expresa el gozo es- sar que las bestias también se de-
piritual que acompaña el acto reali- leitan de algún modo (cf. De doc-
zado por la virtud. tr. christ. XX).
Desde la época patrística se enten-
frui. Verbo que significa “gozar”. Su dió el gozar de algo como el adhe-
efecto es la fruitio, en cuanto espe- rir a una cosa por amor a ella mis-
cie de la delectatio (véanse). Los au- ma. Con esa acepción aparece en el
tores medievales han insistido en la Hiponense (cf. ibid. I, 3). Pero se
relación etimológica de estos voca- han de distinguir aquí dos planos:
blos con fructus: el fruto es lo que el de facto y el de iure. Según el pri-
se espera del árbol en último lu- mero, es decir, de hecho, cualquier
gar, precisamente para gustar de él. realidad puede ser amada; pero se-
Por eso, refirieron la fruitio al de- gún el segundo, sólo se ha de amar
leite que se experimenta al obtener aquello que, por sí mismo, consti-
aquello a lo que en última instancia tuye el bien máximo y, por ende,
se aspira, esto es, el bien deseado. es de suyo el fin último del hom-
Su obtención es, pues, la raíz del bre. De acuerdo con este planteo,
deleite; por otra parte, en cuanto lo único que hace éticamente mala
bien es objeto de amor, de manera la vida de un hombre es el mal uso
que la noción de gozar queda vin- y el mal gozo (cf. ibid. I, 4). Gozar
culada con la de amor y, por ende, mal es, pues, amar como fin último
con la de appetitus (véase). Como aquello que, por su jerarquía onto-
el fin o bien son objeto del apetito, lógica, no puede constituir tal fin.
el f. fue considerado acto propio de De ahí que Agustín distinga, como
la potencia apetitiva. Sin embargo, lo hace en el De civ. Dei XV, 7, 1,
tanto en el período patrístico como al miembro de la ciudad terrena del
en el escolástico, se entendió que miembro de la celeste, por los obje-
la acción de disfrutar no pertenece tos de uso y de gozo que cada uno
sólo ni tampoco esencialmente a la de ellos elige (véase usus-uti). De
potencia apetitiva, ya que acotaron hecho, el primero es aquel que pre-
la acepción del término con el re- tende usar a Dios –por ej., median-
quisito de la conciencia, reserván- te el ruego– para gozar del mundo;
dolo así sólo para los seres raciona- el segundo, el que usa del mundo
les. En efecto, en éstos se da la po- como de una escala para gozar de la
tencia intelectiva que conduce ra- presencia divina.
cionalmente –hoy diríamos “cons- Esta concepción pasa a la Esco-
cientemente”– hacia el fin. Ahora lástica, y así se encuentra, por ej.,
bien, el conocimiento del fin pue- que la distinción entre el f. de Dios
de ser perfecto, si se tiene la noción y el uti de las cosas es considerada
universal de finis y de bonum; pe- por Pedro Lombardo tan funda-
ro será imperfecto, si únicamen- mental que la incluye en sus Sen-
te se conoce el bien inmediato, o tentiae como base de importantes
sea, lo que se siente como fin, tal distinciones éticas. Habida cuen-
como ocurre en los animales por
305 fundamentum

ta del carácter crucial de esa obra imperfecta es del fin poseído sólo


para la evolución filosófica y teoló- en la intención, se comprende que
gica posterior, la doctrina del f.-uti la perfecta f. Dei sólo haya de dar-
fue asumida por la mayor parte de se en la vida bienaventurada (cf. S.
los escolásticos cristianos de los si- Th. I-II, q. 11, aa. 1-4). En cam-
glos XIII y XIV. Ejemplo de ello es bio, la f. imperfecta es aquella par-
el hecho de que Guillermo de Oc- cial, puntual, a la cual se llega co-
kham considera el f., en sentido es- mo culminación del acto libre, en
tricto, el acto beatífico último, pri- la que la voluntad descansa en el
vilegio de los bienaventurados (cf. fin conseguido, es decir que consis-
In I Sent. d.1, q.2). te en el goce del bien particular que
se perseguía en ese acto voluntario.
fruitio. Como efecto de la acción de Por su parte, Guillermo de Oc-
gozar, la fruición es el delite o de- kham atiende en especial a la f. per-
lectatio (véase) en el fin o bien po- fecta y considera, contra Durando
seído. A lo señalado en el artículo de San Porciano, que ella tiene por
frui respecto de las nociones con las objeto a Dios mismo y no la visión
que ésta se relaciona, hay que aña- beatífica de Dios (cf. In I Sent. d.1,
dir la distinción escolástica entre el q.4).
sentido estricto y lato de f., distin-
ción que concierne al concepto de frustra. En sentido general, signifi-
fin como elemento de su defini- ca “en vano”. En sentido estricto,
ción. En efecto, los escolásticos de se define f. todo aquello que no si-
orientación más aristotélica afirma- gue el fin que le compete, como se-
ron que, si bien se llama con pro- ñala Tomás de Aquino en In Met.
piedad “objeto de fruición” a lo que II, l.1, 286. Sobre la base concep-
es último absolutamente (véase fi- tual de este término se han acuña-
nis ultimus absolute), también pue- do sentencias como “Deus et natura
de serlo un fin relativamente últi- nihil faciunt frustra” (véase).
mo, cuya posesión produce delei-
te. En esta línea, Tomás de Aquino fuga. Cf. aversio 2.
ha subrayado que, con todo, estric- fundamentum. Originamente, signi-
tamente hablando, la voluntad no ficó la base de un edificio, aque-
reposa con plenitud más que en el llo sobre lo que reposa una cons-
último fin absoluto, pues, mientras trucción. A partir de ahí pasó a la
quede algo que desear dicha facul- terminología filosófica con el sen-
tad sigue en suspenso, aun cuando tido genérico de aquello que cons-
haya conseguido una satisfacción tituye la razón de ser de algo, en
momentánea o parcial. Se distin- cuanto que contiene su justifica-
gue así entre f. perfecta y f. imper- ción o explicación racional últi-
fecta, respectivamente. La insisten- ma. La misma noción de f. se en-
cia en esta idea obedece al relieve cuentra ya en Aristóteles, cuan-
que adquiere entre dichos autores do éste dice que creemos conocer
la noción de f. Dei (véase contem- verdaderamente algo cuando he-
platio). Como la fruición perfecta mos dado con la causa por la que
corresponde únicamente al fin ya ese algo es y no puede ser de otra
poseído realmente, mientras que la manera (cf. An. Post. I, 2, 71b 8).
fundare 306

Ahora bien, el pensamiento patrís- sentido de que aquélla es principio


tico y medieval, al construirse so- de esta última.
bre bases escriturarias, puso el f., es
decir, la causa primera de todo lo futuribilia. Llámase “futuribles” a los
que es en Dios, y asumió esta ope- futuros (véase futurum) contingen-
ración como supuesto, de manera tes condicionados, es decir, a los
que no utilizó este término con fre- hechos futuros que se realizarían si
cuencia, prefiriendo, especialmen- se diera una cierta condición. El te-
te para las cosas contingentes, el de ma dio lugar a una de las más pro-
causa (véase). Con todo, el térmi- longadas discusiones de la última
no que nos ocupa aparece en dos Escolástica. Se trata de saber, espe-
expresiones de extrema importan- cíficamente, qué clase de conoci-
cia en la Escolástica. Ellas son: 1. miento tiene Dios de esta clase de
cum f. in re, por la que se entien- sucesos. La polémica tuvo dos in-
de que aquello de lo que se trata, terlocutores principales: la corrien-
por ej., una elaboración concep- te tomista, que también incluía
tual no es un puro ens rationis, sino a algunos escotistas; y la molinis-
que encuentra en la realidad su úl- ta. Los primeros aceptaban la dis-
tima base de sustentación o justifi- tinción, mantenida durante mu-
cación; así, v.g., el espacio es un sis- cho tiempo, entre sólo dos modos
tema de relaciones como las desig- de “scientia divina”: la ciencia o co-
nadas por las palabras “ante”, “ba- nocimiento de simple inteligencia
jo”, “detrás”, etc., cum fundamento –que es aquel por el que Dios co-
in re. Esto significa que, aunque tal noce lo posible como posible y cu-
sistema de relaciones sea tejido por yo objeto son las esencias, las pro-
la mente humana, si no existieran posiciones necesarias y las verda-
realmente cosas entre las que esta- des eternas–, y la ciencia de visión
blecer dichas relaciones, no se po- –que es aquella por la que Dios co-
dría hablar de espacio. 2. f. in rela- noce los entes y actos actuales en
tione es aquel fundamento en vir- cuanto tales, cuyo objeto es todo lo
tud del cual una cosa, a través de existente.
alguna de sus propiedades o poten- En este marco, los tomistas nega-
cias, se refiere a otra, como, por ej., ron el conocimiento divino de los
la paternidad de Pedro es el funda- futuros contingentes condiciona-
mento de su relación con Luis en dos, salvo cuando se trata de lo me-
cuanto su hijo. Por eso, el funda- ramente posible, esto es, de lo que
mento es lo primero en cuanto sus- está incluído en los decretos lógi-
tentación y conexión. camente posibles. Para los molinis-
tas no basta la citada división, ya
fundare. Tal como ocurre en castella- que deja fuera el caso de los futu-
no con el verbo “fundar”, también ribles por no considerar lo condi-
en el latín escolástico, f. se usó pa- cionado, que es precisamente lo es-
ra significar el hecho de ser funda- pecífico de ellos. Así, introdujeron
mentum (véase) de algo. Así, por una tercera ciencia divina: precisa-
ej., se puede decir que la diversidad mente la de los f., a la que llamaron
de los efectos de una cosa fundat la también “ciencia media”. Según la
diversidad de sus conceptos, en el misma, Dios conoce los futuribles
307 futurum

desde la eternidad, en sí mismos ma concierne al análisis de cier-


y antes de todo decreto determi- tos enunciados futuros o supues-
nante o absoluto, si bien no antes tamente futuros. Los autores esco-
de todo decreto lógicamente posi- lásticos los distinguieron en futuros
ble, pues en tal caso, los f. queda- necesarios y futuros contingentes, a
rían fuera de lo posible. Para Luis los que llamaron también “libres” o
de Molina, tal conocimiento divi- “contingentes libres”. Los primeros
no se da por la comprensión abso- son los que contienen en sí mismos
luta que tiene Dios de lo condicio- su propia determinación real, aun
nado, o sea de todas las circunstan- antes de producirse efectivamente;
cias que pueden intervenir en las de los segundos, en cambio, se su-
acciones libres del hombre; Suárez, pone que no la poseen. Así pues,
en cambio, se apoya en los resulta- toda posición determinista –inclui-
dos de tal libertad, es decir que in- da la forma extrema de la predesti-
cluye el conocimiento divino de los nación– adhiere a la tesis de los fu-
futuribles en la omnisciencia divi- turos necesarios.
na: Dios conoce los f. en su verdad En su análisis del tema, la Esco-
“objetiva”, la cual, como toda otra lástica se basó sobre el tratamiento
realidad, está eternamente presen- que hace Aristóteles de él, en su as-
te para Él. (cf. Tomás de Aquino, S. pecto primordialmente lógico. En
Th. I, q. 14, aa. 5-7; Molina, L. de, efecto, el Estagirita trató el proble-
Concord., disp L II, passim; Suárez, ma de la posibilidad de los futu-
De gratia, Prol. 2, c. 9, n. 8). ros contingentes y de la estructu-
ra y valor de verdad de los enun-
futurum. En tanto dimensión, el futu- ciados sobre ellos. Las referen-
ro es un elemento constitutivo del cias más frecuentes a este respecto
tiempo (véase tempus), concebible son De int. IX, 18-27 y De div. per
sólo por oposición a otras dos di- somn. II, 463b 28-32). En estos pa-
mensiones: pasado y presente. Lo sajes, Aristóteles distingue entre “lo
más importante a subrayar en este que será” y “lo por venir”, “lo in-
concepto es que su realidad y con- determinado”, haciendo notar que
sistencia se basan exclusivamente lo que estaba por venir no siempre
sobre las de los entes que transcu- es lo que ahora está sucediendo. En
rren en el tiempo, o sea, sobre las la primera de las obras menciona-
de los sucesos o acontecimientos. das dice que todas las proposicio-
Así lo señalaba Agustín en su apo- nes son verdaderas o falsas, con ex-
rématica del tiempo tradicional- cepción de las que afirman que al-
mente entendido. Tal serie de apo- go sucederá o no sucederá en el fu-
rías lo conduce al célebre cambio turo, es decir, de las referidas a los
de sede o interiorización del pro- futuros contingentes. Tales propo-
blema, es decir, a medir los tiem- siciones no son verdaderas –por-
pos en el alma. Y ello, a su vez, lo que no ha ocurrido aquello de lo
lleva a pensar el f. como una expec- que se trata– pero tampoco son
tatio actual del alma. (cf. Conf. XI, falsas –porque no afirman que al-
14-30 passim). go no es, o no niegan que algo es–.
En la Edad Media, la principal Sin embargo, la disyunción de una
cuestión planteada sobre este te-
futurum 308

de esas proposiciones, con su nega- cesaria. En la proposición “Si Dios


ción, es necesariamente verdadera. conoce algo, ese algo será”, son ne-
En efecto, para recoger el ejemplo cesarios tanto el consecuente como
del Estagirita, necesariamente se el antecedente.
dará mañana una batalla naval, o En cambio, Duns Escoto sostie-
no se dará: ninguna de ambas co- ne que, al igual que el pasado, el
sas es necesaria; lo necesario es que futuro lo es también desde el punto
haya o no haya mañana una bata- de vista de la eternidad divina, ya
lla naval. El f. necesario está con- que, de lo contrario, no había dis-
tenido en la determinación de la tinción posible entre pasado y fu-
causa como desarrollo implícito en turo. Sin embargo, una vez más,
la misma y, en tanto tal, es actual- esto responde a la mirada huma-
mente cognoscible; el contingente na, adecuada a su realidad que es la
no tiene ninguna realidad determi- sucesión, mientras que de la divina
nada con anterioridad a su actuali- sólo se puede decir que no es suce-
zación o producción, por ende, no siva. Por su parte, Ockham, en el
es cognoscible sino como dato de tratado que dedica al tema, adhie-
hecho, o sea, cuando se produce, re a algunas de las opiniones de Es-
pero, entonces, deja de ser futuro. coto contra las de Tomás, pero di-
Llevando a otro plano este plan- fiere de ambos en varios aspectos.
teo lógico, Tomás de Aquino consi- En el orden teológico, por ej., pa-
dera que el futuro –o mejor dicho, ra Ockham, Dios conoce todos los
lo futuro– como tal no es cognos- futuros contingentes; más aún, co-
cible en sí mismo: o bien es com- noce qué parte de la contradicción
pletamente incognoscible, si se tra- que conlleva toda proposición so-
ta de un f. contingente; o, en el ca- bre estos futuros es verdadera y
so de los futuros necesarios, sólo cuál no lo es. Pero, para el volun-
son deducibles en cuanto se conoce tarismo ockhamista, Dios conoce
su causa. Dios sabe lo que es futuro la parte verdadera porque la quiere
para nosotros, porque para Él es pre- como verdadera, y la falsa, porque
sente y actual (cf. S. Th. I, q.. 14, a. la quiere como no verdadera.
13, ad 2; In I De int. l. XIII, 2). Si- Una de las principales cuestiones
milar opinión había sostenido An- teológicas que se debatieron al final
selmo d’Aosta al escribir que “sum- de la Edad Media relacionadas con
ma essentia non secundum praeteri- este tema gira en torno de los “fu-
tum vel futurum fuit aut erit” (Me- turos condicionados”. Su especifi-
dit. I, 10, 13-24). Según el Aqui- cidad hace que la desarrollemos en
nate, la proposición que afirma el el artículo sobre ellos (véase futuri-
conocimiento divino de un futuro bilia).
contingente es absolutamente ne-
309

G
G
garrulitas. Cf. multiloquium. lo universal. Se ha usado el térmi-
no en dos planos: 1. el lógico y 2. el
gaudium. En líneas generales, tan- ontológico. Desde el punto de vista
tos los autores de la Patrística co- 1. lógico, a su vez, se emplea en dos
mo los de la Escolástica, han orde- sentidos: se habla de 1.1. un con-
nado el g. en la vida estrictamente cepto general cuando éste se aplica
espiritual, reservando para lo que a todos los individuos de una clase
hoy se llamaría “goce carnal”, o sea, dada; no de un grupo, pues en tal
los placeres sensibles, los términos caso tendríamos un concepto colec-
voluptas y deliciae y, más frecuen- tivo. En este terreno, “general” sí es
temente, delectatio (véanse). Han lo universal en tanto que abstracto,
insistido en esta distinción, entre pero no en tanto que distributivo.
otros, Avicena (cf. De an. IV, 5), Además, el concepto general puede
Juan Damasceno (cf. De fide orth. oponerse a uno menos general, pe-
II, 13) y Nemesio (cf. De nat. hom. ro no a uno particular: “hombre”
XVIII). La mayor parte de los pen- es más general que “francés” o “ita-
sadores cristianos consideraron el g. liano”. En segundo lugar, se ha ha-
como uno de los principales efectos blado también de 1.2. juicios gene-
interiores del amor de Dios. Así, el rales: un juicio es general cuando se
gozo es causado precisamente por refiere a un número indefinido de
la presencia de ese Bien que se ama individuos.
y por el hecho de que es participa- Ahora bien, desde el punto de
do por los hombres. Sin embargo, vista medieval, y escolástico en par-
en este sentido, no se puede hablar ticular, el carácter abstractivo del
de un g. total o completo, ya que pensamiento humano está justifi-
en el estado terreno, no se da esa cado y apoyado por la misma es-
quietud que deriva de la satisfac- tructura de lo real. Por eso, desde
ción completa del deseo de Dios; el punto de vista 2. ontológico, g.
ésta se alcanza sólo en la bienaven- hace referencia a la modalidad del
turanza eterna. De tal modo, el g. ser, pero también al actus essendi en
no constituye en sí una virtud si- que radica toda gradación, ya sea
no un efecto de ella, como señala del género o de la especie. Así, lo
Tomás de Aquino (S. Th. II-II, q. más general captado mediante la
28, a. 4 c). abstracción es el hecho de existir.
generale. Término de cierta ambigüe- generalissimum. Se califica así al gé-
dad, lo general indica aquello que nero llamado también supremum
prescinde no sólo de lo particular, (véase genus 2.1.), es decir, aquello
sino también de las diferencias es- que, siendo género, no constituye
pecíficas. Con todo, no se asimila a especie de otro género; también se
generatio 310

lo ha caracterizado como lo que no a. 2 c, cf. también q.27, a.2). Pa-


tiene otro género por encima de él. ra Buenaventura “generare est simile
Ambas definiciones aparecen, por sibi in substantia et natura produce-
ej., en Okham (cf. Exp. Aurea 15c re”, razón por la cual la generación
y Summa Totius Log. I, 21). no puede ser más que una “produc-
tio similis de simili, sive de se ipso”
generatio. En el orden metafísico, y (In I Sent., d. 9, q. 1).
en su sentido más genérico, Aris- Tres son, entonces, las notas ca-
tóteles entendió por “generación” racterísticas del proceso generador,
toda forma de devenir sustan- en sentido estricto: 1. que el en-
cial o accidental. Según el Estagi- te generado sea un ser vivo; 2. que
rita, se genera la ciencia del docto, sea de la misma sustancia del que
la calefacción del agua, una plan- lo genera; y 3. que entre generador
ta, etc. (cf. Fís. V, 1-2). En senti- y generado haya identidad de na-
do propio, en cambio, sólo aplica turaleza, según el principio por el
el término al devenir de un ser vi- cual el que genera lo hace precisa-
vo a partir de otro de la misma es- mente porque produce un ser simi-
pecie (cf. De an. II, 4). Las causas lar a él mismo según la forma.
que concurren para que se dé una Una acepción muy amplia tie-
generación, amplia o estrictamente ne este término en Buenaventura,
hablando, son, siempre según Aris- quien distingue tres tipos de g.: per
tóteles, las cuatro causas. En efecto, diffusionem, como se genera el res-
la g. es la educción (véase eductio) plandor de la luz o el calor del fue-
de una forma de –o desde– la ma- go; per modum expressionis, como
teria, producida por un agente que se genera la palabra del que habla o
mira a un fin. el concepto de la mente; y per mo-
De acuerdo con sus propios in- dum propagationis, como se genera
tereses especulativos, la Escolás- el germen de la semilla (cf. Coll. in
tica insistió en distinguir entre la Hexaem. XI, 14-18).
g., aristotélicamente concebida, y Por su parte, Guillermo de Oc-
la creatio (véase), ya que se impo- kham distinguió entre una g. sim-
nía precisar ambos conceptos con pliciter y una g. secundum quid. La
el objeto de exponer racionalmen- primera consiste en la producción
te el dogma de la creación. Así, ésta de una realidad nueva que antes no
se define como producción de un existía, como cuando se introdu-
ente ex nihilo sui et subiecti (véase), ce en la materia una nueva forma
es decir, como producción total, sustancial. La segunda indica cual-
mientras que la g. es producción quier cambio real que puede sobre-
de un ente ex nihilo sui sed non su- venir a un ente, de tal modo que se
biecti, puesto que antes de que exis- imponga formular una nueva pro-
ta tal ente, existía otro del que este posición sobre él (cf. Exp. Aurea
último deriva por transformación. 107b).
Por ello, Tomás de Aquino define Párrafo aparte requiere el signi-
la g. en el sentido específico ya se- ficado de la noción que nos ocu-
ñalado, como “origo viventis a vi- pa en el campo de la teología dog-
vente principio coniuncto in simili- mática cristiana. En este contexto,
tudinem naturae” (S. Th. I, q. 22,
311 genus

se denomina g. a la procesión del genus. “Género” es una voz provenien-


Verbo. Pero se ha de advertir que el te de la raíz ge- que, por aludir a la
término se tomó, por analogía con generación, da lugar a términos del
el significado de generación bioló- vocabulario de parentesco, como
gica, intentando rescatar de ésta só- gens. Así, se relaciona, como por la-
lo la nota de identidad de natura- zos de parentesco, todo aquello que
leza entre generador y generado. forma parte del mismo género. Pa-
De ninguna manera debe olvidar- ra el pensamiento, ello conforma
se, para no usar impropiamente la una clase, por lo que el g. es estu-
analogía, que la g. del Hijo a par- diado por los lógicos.
tir del Padre es espiritual, siendo Aristóteles, por ej., define el gé-
ambos espirituales. Por otra par- nero como lo que se predica esen-
te, al estar Padre e Hijo fuera del cialmente de muchos que difieren
tiempo, la generación del segundo específicamente (cf. Top. I, 4, 108
a partir del primero no puede ser a 31). Como la lógica aristotélica se
sino un eterno proceder. Así como articula sobre su ontología, al me-
en el plano humano el pensamien- nos según la lectura medieval, esa
to procede del alma pensante, hay predicabilidad del g. encuentra su
en la Trinidad un Dios pensante y fundamentación en el plano del ser
un Dios pensado. Pero la suprema (cf. Met. IV, 28, 1024b 5). De ahí
perfección del pensamiento divino la significación, a la vez lógica y on-
hace que ambos términos sean Per- tológica, del género que proporcio-
sonas que viven una vida idéntica y na Porfirio (cf. Isag. I), al referirse
que comparten una idéntica natu- a la ordenación de la categoría de
raleza. sustancia a los predicables esencia-
les (véase praedicabilia), entre los
gentiles. Aparece también bajo la for- cuales se cuenta el género. En efec-
ma gentes y alude, en cualquier au- to, toda sustancia responde a una
tor, a quienes, considerados desde esencia, cualquiera sea el status que
la fe de este último, son paganos; a ésta se le confiera. Ahora bien, la
así, los miembros del Islam respec- esencia es la unidad de las notas
to de los cristianos. Por esta razón, fundamentales de una cosa, y estas
hay escritos –como es obvio, de ín- notas o elementos son precisamen-
dole teológica– redactados contra te el g. y la differentia (véase). Así
g., como la célebre Summa contra pues, el género no significa toda la
gentiles de Tomás de Aquino. En essentia (véase) sino sólo el aspec-
general, tales obras –en las que se to indeterminado y determinable
polemiza con aquellos que susten- de ella. Por eso, el g. se ha caracte-
tan una cosmovisión distinta en rizado como pars determinabilis es-
tanto proveniente de presupuestos sentia, llamada también pars mate-
religiosos diferentes– son, más allá rialis, en el sentido aristotélico, se-
de su valor intrínseco, muy impor- gún el cual se denomina “materia”
tantes desde el punto de vista his- a lo que es indeterminado respecto
tórico: muestran la situación de respecto de la forma determinada:
una comunidad religiosa frente a “animal” está indeterminado res-
otra en un momento determinado. pecto de la forma, especie o esen-
Tal es el caso del ejemplo citado.
geometria 312

cia “hombre”, ya que hay varias es- cies: ejemplo es el género “animal”,
pecies animales. Para llegar a la es- ya que bajo él únicamente se hallan
pecie, el g. debe determinarse o es- las distintas especies animales.
pecificarse mediante la differentia Siempre desde el punto de vis-
(véase) que constituye la pars de- ta lógico, es decir, en el plano de la
terminans essentia, o la pars forma- predicación, pero desde otro ángu-
lis; en el ejemplo dado, la differen- lo, se consideró género a 3. una cla-
tia que acota el género “animal” es se con mayor extensión y, por con-
“racional”, puesto que, por medio siguiente, menor comprensión que
de esta nota, el hombre se especifi- otra (véase extensio y comprehensio).
ca diferenciándose de toda otra es- De esta manera, la clase de los ani-
pecie animal. De esta manera, to- males es un género respecto de la
da definición –que da cuenta de la de los hombres, la cual es una espe-
esencia o especie– debe hacerse per cie de dicho género. Pero, el géne-
g. proximum et differentiam specifi- ro “animal” es una especie del gé-
cam. nero “viviente”. Debido a esto, los
Durante la Edad Media, se afinó escolásticos llamaron 3.1.g. imme-
el tratamiento de este tema y, con- diatum o proximum a aquel al que
secuentemente, la distinción entre pertenece directamente la especie
el plano metafísico y el lógico del de la que se trata: “animal” es el gé-
g. Así, los escolásticos establecieron nero próximo de la especie “hom-
cuidadosamente la distinción entre bre”. En cambio, 3.2. g. mediatum
el 1. g. naturale o reale y el 2. g. logi- o remotum es aquel al que pertene-
cum. Mediante el primero se alude ce una especie por mediación de
a un universal cuya índole debe de- otro género: “animado” es el géne-
terminarse –lo que se intentó defi- ro mediato o remoto de “hombre”,
nir precisamente en la querella de los ya que entre esta especie y aquel gé-
universales (véase universale)–; con el nero, se interpone el de “animal”.
segundo, se referían a una forma de Por último, cabe aclarar que los
predicación. Especialmente en este autores medievales usaron la expre-
último sentido, distinguieron en- sión 4. g. physicum para aludir a la
tre 2.1. g. supremum, 2.2. g. inter- materia prima, por analogía con el
medium, y 2.3. g. infimum. El gé- género lógico, ya que ambos, aun-
nero supremo es aquel que no tie- que en diferentes sentidos, se en-
ne otro sobre sí, por lo cual abar- cuentran en todos los entes ma-
ca todas las especies; se denomina teriales compuestos. En cuanto al
también “generalísimo”. Algunos término 5. g. subiectum, lo utiliza-
autores postulan como género su- ron para referirse al objeto formal
premo al ente, otros, la sustancia. (véase formale) de una ciencia, así,
El intermedio es el género que tie- por ej., la cantidad es el g. subiec-
ne otros tantos sobre él así como tum de la matemática.
por debajo de él, por ej., el género
de lo “animado” tiene por encima geometria. En el período patrístico-
el de lo corpóreo y, por debajo, el medieval, la geometría es una de las
de lo animal. El ínfimo es aquel ba- disciplinas o artes (véase ars) libera-
jo el cual sólo se encuentran espe- les. Junto con la aritmética, la as-
tronomía y la música, forma par-
313 gloria

te del quadrivium (véase) y consiste Durante el Renacimiento, ade-


en el estudio de las figuras ideales, más de volver a las fuentes mis-
tanto las de la geometría plana co- mas de la Antigüedad, el desarro-
mo las de la geometría del espacio. llo de las artes plásticas hizo que se
Su objeto formal son las demostra- profundizara en nuevos problemas
ciones concernientes a ellas. Pero la geométricos, por ej., los de pers-
definición más frecuente que se ha- pectiva.
ce de la g. es la que dice ars bene
metiendi omnem quantitatem men- gloria. En la Patrística, Agustín de Hi-
surabilem, entendiendo en el senti- pona había caracterizado la gloria
do de “extensa” la “cantidad men- como la noticia, conocimiento o,
surable” mencionada en esta defi- como se diría hoy, conciencia clara
nición. y elogiosa del bien constante de al-
El principal antecedente filosófi- guien (cf. In Io. Ev. 100, 1; 105, 3).
co en la literatura medieval al res- Aunque el Hiponense insiste en la
pecto es el constituido por Boecio. nota de constancia del bien objeto
Para este autor, la g. resulta de la de la gloria, básicamente, sigue en
consideración de las formas o ideas esto a Ambrosio de Milán, quien
ejemplares en Dios, en una de sus define la g. diciendo que es clara
formalidades: la de las magnitu- notitia cum laude. Con mayor pre-
dines. En efecto, cuando éstas se cisión, los escolásticos ciñieron su
abordan en cuanto inmóviles en el significado esencial al conocimien-
espacio, de ello resulta precisamen- to formal de tales bienes –para uti-
te la geometría (cf. De arith.II, 7-9 lizar un término contemporáneo,
y 10-13). “valores”– de los que deriva honor
En líneas generales, se puede de- (véase honor) y alabanza. Por otra
cir que, a partir del período que parte, la Escolástica distinguió en-
media entre los siglos XI y XII, la tre la 1. g. intrinseca, que es la que
Edad Media adoptó el esquema y resulta de la conciencia que los se-
los axiomas de la geometría eucli- res inteligentes tienen sobre su pro-
deana. Más aún, hacia el final del pia excelencia respecto de los irra-
período mencionado, Nicolás de cionales, y que se vincula con la
Amiens se inspira en esta geome- dignitas (véase); y la 2. g. extrinse-
tría para construir, justamente in ca, que consiste en la manifestación
modum artis geometricae, esto es, que se hace a los demás de las pro-
axiomáticamente, la defensa de los pias perfecciones. Cabe indicar que
contenidos de la fe cristiana contra tal manifestación no es por esencia
los musulmanes. En la geometría, voluntaria, es decir que no se con-
Nicolás encontraba, pues, huma- funde con la ostentación, sino que
nae rationes. Más allá de este uso, lo simplemente es manifestación por-
cierto es que a la geometría eucli- que tales perfecciones resplandecen
deana se añadieron las contribucio- por sí mismas. Así, cuando se refie-
nes aportadas por los árabes, espe- re al hombre, la g. es el conjunto de
cialmente, las relativas a problemas las dotes esenciales o accidentales
de trigonometría. que le pertenecen, por ej., el ser ra-
cional o el ser sumamente bello.
glossa 314

Con todo, los autores medievales, tipo de glosa se llamó g. interlinea-


que recogieron esta acepción de los ris; el segundo, g. marginalis. Las
clásicos, reservaron la atribución de glosas fueron la base de la que des-
gloria sólo a Dios. En tal sentido, pués se convirtió en un verdadero
g. expresa su absoluta perfección estilo de literatura filosófica y teo-
y el conocimiento que Dios mis- lógica escolástica: la expositio (véa-
mo tiene de ella. Pero su manifes- se lectio 3.).
tación, toda vez que se abandona
la concepción emanacionista (véa- gnome. Los autores medievales deno-
se emanatio), no es necesaria, sino minaron así al hábito (véase habi-
que Dios la difunde. Y lo hace me- tus) de juzgar en virtud de princi-
diante el mismo acto creativo, por pios más altos que los formalmen-
el que su gloria interna se expande te expresados por la letra de la ley.
en las criaturas. De ahí que se sos- Mediante este hábito, intentaron
tenga que la g. Dei es causa final de obedecer a lo que, sin estar explí-
todo el universo creado. Los irra- citamente formulado en ella, su-
cionales cantan la gloria divina en y puestamente respondía a la inten-
por el solo hecho de que responden ción del legislador o, mejor aún, a
a las leyes de sus respectivas natura- la ley natural.
lezas, como sugiere el sentido últi- gradatio. Es voz propia del vocabula-
mo del Cántico del Sol o de las cria- rio místico en la Edad Media. En
turas de Francisco de Asís. Los se- particular, es usada para aludir a la
res racionales, en cambio, glorifi- serie de pasos o grados que el ama
can a Dios obedeciendo libremen- cumple en su vía ascensional ha-
te sus leyes y admirando en lo crea- cia Dios. Con este sentido la utili-
do la bondad del Creador. Los teó- zan, por ej., Bernardo de Clairvaux
logos medievales han hablado tam- y Ricardo de San Víctor, quien ti-
bién de la g. de los bienaventurados tula una de sus obras precisamen-
en la vida eterna, tema en torno del te De IV gradibus violentae carita-
cual se ha discutido extensamente, tis. En el siglo siguiente, Buenaven-
puesto que remite a disidencias en tura también se sirve de este térmi-
materias como el mérito, la predes- no para aludir a la serie de actos o
tinación, la Gracia, etc. Cf. visio 3. virtudes de que se reviste el alma en
glossa. A medida que la enseñanza es- la ascensión de las criaturas a Dios,
colástica va ampliando sus hori- serie que, en la perspectiva bona-
zontes y actividad, la lectio (véase) venturiana, está en corresponden-
medieval –en principio, un acota- cia con las nueve órdenes de ánge-
do ejercicio de lectura– se amplía les. Puesto que, en su uso de hecho,
con interpretaciones a textos clási- implica la noción de serie ascensio-
cos y de los Padres, con aclaracio- nal, se fue asimilando cada vez más
nes y comentarios que reciben pre- al concepto de jerarquía.
cisamente el nombre de glossae. gradus. En líneas muy generales, es-
Esos comentarios del maestro se ta palabra alude a cada una de las
consignaron después por escrito de distintas instancias de lo que es va-
dos maneras: o entre las líneas del riable, discontinuo y ordenable de
texto, o en sus márgenes. El primer modo creciente y decreciente. Los
315 grammatica

escolásticos distinguieron entre: Durante el período patrístico, la


1. g. mathematicus, que indica ca- enseñanza de la g. comprendía tan-
da una de las 360 partes en las que to el estudio teórico de la lengua
se dividió el círculo; 2. g. physi- y sus leyes como la explicación de
cus, que es la parte de una cualidad los grandes escritores. De este mo-
que, repetida ocho veces, iguala to- do, abarcaba también un aspec-
da su intensidad (véase intentio, in to de lo que hoy se llama “Litera-
fine); 3. g. metaphysicus, que seña- tura”: la crítica literaria. Así se lee,
la cada uno de aquellos predicados por ej., en Agustín de Hipona (cf.
mediante los que se asciende desde Sol. II, 11, 19). Para este autor, la
la ínfima ratio del individuo hasta g. es el saber más elemental, pero,
la suprema ratio del ente; por ej., no obstante ello, está en condicio-
en Pedro –como en cualquier otro nes de revelar un primer indicio del
miembro de la especie humana– orden divino (cf. De ord. II, 1). Lo
se encuentran estos predicados o siguieron en esto Casiodoro, Be-
“grados metafísicos”: hombre, ani- da y Alcuino en la alta Edad Me-
mal, cuerpo, sustancia. dia. Los gramáticos latinos pudie-
Para el significado especial de la ron después confrontar algunas de
expresión g. hierarchicus, véase gra- sus conclusiones con las de los ára-
datio. bes y las de los judíos.
Ya en el siglo XII, Hugo de San
grammatica. Voz que deriva de un es- Víctor observa que aun antes de
crito del mismo título de Dioni- que existiera la g. como ars, los
sio Traces, quien floreció en el si- hombres hablaban y escribían; sin
glo II a.C y publicó ese tratado so- embargo, esta disciplina es necesa-
bre los elementos del discurso en ria porque expone las normas del
griego clásico. De hecho, en la An- modo correcto de hacer ambas co-
tigüedad, de un lado, la filosofía sas, más allá de la simple costum-
y, de otro, la filología se ocuparon bre (cf. Didasc. III, 1). Por su parte,
del lenguaje humano. En tal senti- Pedro de Elía, al comentar a Pris-
do, muy tempranamente se lo ins- ciano, hizo de la g. una introduc-
taló en la reflexión filosófica entre ción a la lógica.
la realidad y el pensamiento. Por su Todo este movimiento culminó
parte, filólogos como el menciona- en lo que quizá se pueda conside-
do Dionisio o Aristarco de Samo- rar el aporte más importante de la
tracia dieron un gram impulso a la Edad Media a esta disciplina, espe-
normativa de esta disciplina, pero cialmente, en lo que concierne a
sin desarrollar la sintaxis. Entre los la relación entre ella y la filosofía:
latinos, el primer gran gramático el de los gramáticos especulativos.
fue Varrón, en cuya época aproxi- Sus principales nombres, tesis e hi-
madamente la g. comienza a inte- pótesis se desarrollan en el artículo
grar el trivium (véase) de las artes modisti (véase), nombre con el que
liberales. A Varrón suceden Dona- también se los conoció, en virtud
to y Prisciano, quienes se dedica- de los ensayos De modi significandi
ron especialmente a la normativa y que proliferaron entre ellos.
contribuyeron incluso al progreso
de la gramática griega.
gratia 316

Aun muy alejado de los gramá- ble y acogido con favor. Así pues,
ticos especulativos, pero teniendo originariamente, esta palabra signi-
presente el De magistro agustinia- fica: 1. la benevolencia que se tiene
no, Buenaventura subraya que la g. respecto de alguien o el favor que
se origina y funda en las cosas, es- se le otorga; 2. la consecuencia o el
to es, en la realidad. Ejemplifica es- efecto de ese don en el beneficiario;
ta afirmación observando que, si es 3. la cualidad de una persona o co-
gramaticalmente necesario que un sa, que la hace amable a los demás;
verbo transitivo rija acusativo y no 4. el reconocimiento por el bien re-
nominativo, ello obedece a que el cibido. Todas estas acepciones con-
acusativo señala el término del acto fluyen en el concepto teológico de
y no, como el nominativo, su prin- g. Así, respecto del primer sentido,
cipio (cf. Coll. in Hexaem. IV, 19). se lee en Lc. II, 40, gratia Dei erat
Durante el Renacimiento, la gra- in illo; al segundo sentido se refie-
mática latina se aleja de la medie- re el texto de II Cor. VI, 1, exhorta-
val, vuelve a la de los modelos clási- mur non in vacuum gratia Dei reci-
cos como Cicerón, César o Tácito, piatis; un ejemplo del tercero está
y atiende, con nombres como los dado por el versículo de Ef. IV, 20,
de Lorenzo Valla, Guarino de Ve- ut det sermo gratiam audientibus; el
rona o Scaligero, a los aspectos for- cuarto está ejemplificado en I Cor.
males de una preceptiva más pre- I, 4, gratias ago Deo meo semper pro
cisa. A la vez, este proceso asiste al vobis. No es casual que todos los
nacimiento de las gramáticas pro- ejemplos aducidos pertenezcan al
pias de lenguas nacionales como la Nuevo Testamento, ya que, en este
italiana y la francesa. plano, designa la condición del jus-
Con una historia que dista de ser to después de la venida de Cristo y
lineal, la g. no es pasible, pues, de la característica esencial de la obra
una definición precisa. En térmi- cumplida por Jesús. Con todo, es
nos muy generales, se la puede ca- el segundo sentido el que más inci-
racterizar como la disciplina que de en el 5. significado estrictamen-
regula la articulación y racionali- te teológico de la noción de g.
dad del lenguaje. Con el correr de En efecto, este nombre, que de-
los siglos, se la distinguió de la or- signa una de las nociones más im-
thografia, que se ocupa de correc- portantes en Teología, se vincu-
to modo de escribir las palabras; de la con lo gratuito. La g. es el don
la ethimologia, que indaga sobre su gratuito de auxilio que Dios hace
origen y evolución; de la orthoepia, al hombre, cuya naturaleza fue de-
que prescribe la correcta pronun- bilitada por el pecado original. En
ciación. Pero, como centro de esta realidad, todo don que Dios ha-
disciplina fue quedando la syntaxis, ce a la criatura es inmerecido por
que atiende a la articulación lógica ella, pero hay una gratuidad espe-
entre las palabras. cial en los beneficios sobrenatura-
les; de ahí la expresión g. gratis da-
gratia. Deriva del adjetivo gratus que ta. En este último término radica,
es ambivalente: expresa tanto a pues, la segunda nota a destacar en
aquel que acoge o recibe algo con el concepto que nos ocupa: su di-
agrado como a aquel que es agrada-
317 gratia

ferencia esencial respecto del pla- gunda, “gracia actual”. Cabe seña-
no de lo meramente natural. Ciri- lar que, de ordinario, el hombre no
lo de Jerusalén, por ej., enseña que es consciente de la recepción de es-
no es por naturaleza que se es hi- tos dones, aunque perciba sus efec-
jo de Dios sino por adopción, y a tos.
ésta Cirilo llama precisamente g. Respecto de la gracia santifican-
(cf. Cat. III). Por su parte, Jeróni- te o habitual, la Escritura habla de
mo habla de la unidad moral de la renacimiento, de nueva creación o
comunidad cristiana, que es resul- de nueva vida, como se lee, por ej.,
tado de su unión con Dios y, por en el Evangelio de Juan III, 5 o en
ende, de la gracia, no de la natura- las cartas de Pablo a los Gálatas VI,
leza (cf. Adv. Jov. II, 29). Es Agus- 15. Pero no se trata de que median-
tín –a quien se ha llamado precisa- te ella el hombre participe de la na-
mente doctor Gratiae– quien insis- turaleza divina en el sentido de vol-
te, contra Pelagio, en la tercera no- verse consustancial con Dios sino
ta, tal vez la más discutida, en es- que lo hace sólo en cuanto esta gra-
ta noción: la de la necesidad que cia le posibilita alcanzar el mismo
el hombre tiene de la g. a partir de objeto del conocimiento y de la vo-
la caída que convirtió la naturaleza luntad divinos. Esta gracia alcan-
humana en natura lapsa. En el 529, za el intelecto humano mediante la
el Concilio de Oranges ha incorpo- fe (véase fides) en esta vida, y a tra-
rado esta doctrina agustiniana a la vés de la visión beatífica (véase visio
enseñanza oficial de la Iglesia. 3) en la vida después de la muer-
En este sentido, Buenaventura te; y toca a la voluntad mediante
–que menciona cuatro clases de g.: la caridad (véase caritas). Tal parti-
la bautismal, la penitencial, la de cipación es real como semejanza o
perseverancia y la sapiencial– insis- unión con Dios –la mayor posible–
te en el tema de la conservación de que Él mismo opera en el alma.
la gracia: se mantiene mediante la Por eso, Tomás de Aquino dice que
fe en Dios como verdad suma, el la g. es “quaedam similitudo divini-
amor a Él en cuanto suma bondad tatis participata in homine” (S.Th.
y la imitación de la virtud o perfec- III, q.2, a.10 ad 1). En virtud de
ción divina (cf. De regno Dei, 19). esta gracia, que incide en el la esen-
En términos bíblicos, y, en parti- cia del alma, tiene lugar, pues, una
cular en los de San Pablo, estudia- transformación sugerida en el locus
dos en primer lugar por Agustín, que dice g. gratum faciens.
la g. es el nuevo orden providen- Durante la Edad Media, esta doc-
cial, la nueva economía de la sal- trina fue expresada en los siguientes
vación dispuesta por Dios (cf., por términos escolásticos: la gracia san-
ej., Rom. V, 20; Gal. I, 6). Los dos tificante pertenece a al accidente de
efectos fundamentales de este don la cualidad, añadido a la sustancia
son el volver al hombre “justo” y el –el alma– pero realmente distin-
otorgarle el impulso eficiente para to de ella; más precisamente, per-
que obre en orden a su salvación tenece a los hábitos en cuanto per-
sobrenatural. Se denomina a la pri- fecciones de las cualidades operati-
mera “gracia santificante”; a la se- vas. Éstas tienden a cumplir opera-
gravitas 318

ciones dirigidas y proporcionadas a lásticos en particular hablaron de


la vida eterna, pero, en la medida g. Dei y g. Christi: la primera es el
en que constituyen hábitos, modi- conjunto de dones sobrenaturales
fican el modo de ser del alma en la concedidos a los ángeles y a Adán
que inhieren. Ciertamente, junto y Eva antes de la caída; la segunda
con esto, la gracia santificante di- es la conquistada para los hombres
vina concede la potencia para lle- por la Redención de Cristo. Al res-
var a cabo esas operaciones, por ej., pecto, contra el parecer de Tomás,
y principalmente, las de creer, espe- Duns Escoto sostiene que, aun-
rar y amar, es decir, las concernien- que no se hubiese producido el pe-
tes a las virtudes teologales (véase cado original, de todas maneras la
virtus 3). En este sentido, la posi- encarnación del Verbo hubiera te-
ción de Ockham sostiene que, ade- nido lugar, aun cuando no hubie-
más de constituir la voluntad gra- ra sido necesaria la Redención (cf.
tuita de Dios que decide acordar In IV Sent. l. III, d.8, q.3).
la bienaventuranza o beatitud al Ahora bien, desde la polémica
hombre, la g. es también una cuali- antipelagiana sostenida por Agus-
dad absoluta que reside en el alma tín (véanse liberum arbitrium, in
y que se identifica con la caridad. medio; y concursus, in fine), quedó
Gracia y caridad son, pues, para planteada para la teología cristia-
Ockham, dos términos connotati- na la discusión sobre la posibilidad
vos que designan una misma rea- de que la gracia anulara o no el li-
lidad. Con todo, y como corolario bre albedrío. Al respecto, se dieron
de su posición respecto de la volu- diversas posiciones acerca del con-
tad divina, también afirma, contra curso, esto es, de la causalidad de
otros autores medievales, que la g. la acción divina respecto de la vo-
no es condición ni necesaria ni su- luntad libre del hombre, entre las
ficiente de la acceptatio (véase), en que cabe mencionar las de Tomás
cuanto que Dios podría, de poten- de Aquino, y, ya en la Modernidad,
tia absoluta, conceder la beatitud Erasmo, Molina, Lutero, Calvino,
a quien no la posee y negársela a etc.
quien la posee (cf. In IV Sent. qq.
8-9). gravitas. En general, la Edad Media
La gracia actual es, en cambio, entendió por “gravedad” la fuer-
un influjo sobrenatural y transito- za, ímpetu o movimiento que lleva
rio que Dios da al alma para que a un cuerpo hacia abajo y hacia el
ésta pueda obrar, siempre en orden centro de la tierra, definiéndola téc-
a la salvación. Tiene lugar median- nicamente como principium effecti-
te una iluminación directa e inme- vum motus ad medium, es decir que
diata del intelecto y una inspira- es aquello por lo cual un cuerpo
ción de la voluntad. Con todo, la deorsum nititur. Así, se vinculó este
doctrina oficial de la Iglesia no se concepto con el de lo pesado, espe-
ha expedido acerca de la naturale- cialmente, en aquellos autores que,
za de la g. actualis. Sí, en cambio, siguiendo lo afirmado por Aristóte-
lo ha hecho respecto del origen de les en el libro cuarto del De caelo,
la gracia. En este sentido, los esco- hicieron depender la noción de pe-
so de la teoría de los lugares natura-
319 gubernatio

les. En cambio, según la tradición fasis a la noción de g. Así, por una


que se remonta a Platón, lo grave parte, se la incorpora a la metafí-
en el sentido de lo pesado depen- sica, uno de cuyos fundamentos es
de de la constitución, más o me- justamente el finalismo; por otra, g.
nos homogénea, de la materia en el se constituye en uno de los concep-
cuerpo del que se trate. En este or- tos capitales de la teología. En tal
den, el opuesto de g. es levitas. sentido, ya Boecio había atribui-
Sólo al llegar a la puertas de la do a Dios mismo el gobierno del
Modernidad, durante el período mundo (cf. De cons. III, 4). Por su
humanístico, se atribuyó a este tér- parte, Tomás de Aquino hace notar
mino significados morales, ya sean que las cosas naturales se dirigen
pertenecientes a la ética individual, hacia su fin, que es su bien, lo cual
ya a la social. En el primer sentido, no sucedería si no estuvieran provi-
g. alude a la trascedencia de una dencialmente dirigidas a él; en es-
falta o pecado, la cual obliga a la se- ta providencial ordenación consiste
veridad en el castigo impuesto o es- precisamente el ser gobernadas, ya
perado; en el segundo, en cambio, que gobernar es llevar conveniente-
se refiere a la actitud de dignidad y mente una cosa al fin que le es de-
de decoro externo con la que una bido. Por lo demás, no es compa-
persona se conduce socialmente. tible con la bondad que se atribu-
ye a Dios el dejar de conducir hacia
gubernatio. Suele traducirse como la perfeción las cosas creadas por Él
“gobierno”. Es un término que los (cf. S. Th. I, q. 103, a. 1 c). Pero
autores medievales han aplicado cabe aclarar que esta g. divina del
preferentemente al plano natural mundo no es, por así decir, “extrín-
para dar cuenta de una concepción seca” a él, sino que opera desde la
de la naturaleza que hoy llamaría- misma esencia o forma de las cosas.
mos “teleológica”. Esta doctrina fi- En otras palabras, en la concepción
nalística tiene su origen en la meta- escolástica de esta línea, la g. mun-
física aristotélica. En efecto, Aristó- di, si bien se atribuye al Dios reve-
teles afirmaba, de un lado, que to- lado, es concebida, en su modali-
do lo que es natural existe por un dad, aristotélicamente, o sea, como
fin e identifica éste con la misma procediendo desde la misma legali-
forma o razón de ser de la cosa; su- dad interna del mundo natural.
brayó también que lo que ocurre Más aún, en sentido inverso, es
en la naturaleza siempre o la ma- decir en el que va desde el conocer
yor parte de las veces no se puede al ser de las cosas, es una constan-
explicar por la casualidad sino que te del pensamiento medieval –tan-
supone la acción ordenada a un fin to del cristiano como del hebreo y
(cf. Met. II, 9, 200 a 5). De otro, del musulmán– el tomar la g. mun-
sostenía que el universo entero es- di como vía para probar la existen-
tá subordinado en su movimiento cia de Dios. La visión metafísica de
a un único fin, que es Dios mismo un mundo ordenado lleva a plan-
o lo divino (cf. ibid. VIII, 4, 1044 a tear, desde el punto de vista teoló-
31 y XII, 7, 1072 b). gico, la existencia de una instancia
En la Escolástica se retoman estas absoluta que ordena o gobierna.
tesis para conferir un particular én-
gula 320

Un ejemplo típico al respecto es el dio del que se vale el mal para pe-
de la célebre quinta vía de Tomás netrar en el alma humana está lejos
de Aquino (cf. ibid. I, q. 2, a. 3 c). de elevarla a categoría de reina, ma-
Con todo, esta concepción tam- dre o raíz de los demás pecados.
bién había aparecido ya, aunque de Con todo, la distinción señalada
manera muy particular, en el pla- no siempre aparece clara durante la
tonismo de la Escuela de Chartres, Patrística. Así, por ej., Ambrosio de
alcanzando después gran difusión Milán sostiene que la gula fue el
en el resto de la Edad Media. primer pecado, porque pone en la
Sin embargo, en la Escolástica transgresión de comer el fruto pro-
tardía, Guillermo de Ockham cir- hibido la causa que expulsó a Adán
cunscribe la finalidad de la g. sólo del Paraíso en el que reinaba (cf. De
al plano sobrenatural de la Revela- Elia et ieiunio 2). Es Agustín de Hi-
ción, sosteniendo que en el ámbi- pona quien se encarga de profundi-
to de la naturaleza no se puede ha- zar en las motivaciones de la acción
blar de finalidad, desde el momen- adánica y determinar como sober-
to en que, según la doctrina ockha- bia ese pecado (cf. De civ. Dei XIV,
mista, la razón no puede ir más allá 12). Sin embargo, toda la cultura
de los meros datos sensibles, limi- medieval quedó signada por una
tándose a organizarlos. Así, en es- suerte de tabú al respecto, confir-
ta concepción, el mundo se mani- mado por los mencionados pasajes
fiesta, si no desordenadamente dis- evangélicos, idea que subsiste toda-
puesto, al menos, exento de finali- vía en el período escolástico.
dad (véase providentia). Para Buenaventura, por ej., aún
cuando se ha de reconocer en el pe-
gula. En cuanto vicio capital, la gula cado original un acto de soberbia,
extrae sus bases escriturarias de va- la gula representa una especie de
rios pasajes, de los que se destacan pecado complementario, una cul-
dos: el referido al tomar la man- pa accesoria que vuelve más grave
zana en el relato bíblico del peca- la desobediencia (cf. In II Sent. d.
do original (cf. Gen. 3, 1-7), y el XXII, q.1, a.1). Son los escolásticos
que concierne a las tentaciones de más claramente aristotélicos, como
Cristo en el desierto, la primera Tomás de Aquino, quienes otor-
de las cuales consiste en transfor- gan a la g. su especificidad en cuan-
mar las piedras en pan para saciar to pecado. Como tal, es un apetito
el hambre (cf. Mt. 4, 1-11 y Lc. 4, desordenado relativo a la comida
1-13). La índole mítica del prime- y la bebida. Este desorden se pue-
ro y, sobre todo, el carácter origina- de entender en el plano de la rela-
rio o inicial de ambos, hicieron que ción entre los medios y el fin; en
se considerara la g. como puerta de este caso, excederse en el comer y
los demás vicios, esto es, como oca- beber, medios en sí mismos necesa-
sión. De hecho, el pensar en la es- rios, puede conducir a absolutizar
trategia diabólica de apoyarse en el el deleite que se deriva de ello y po-
deseo natural de alimento por par- ner en él el fin último que sólo de-
te del hombre llevó a considerar la be ser Dios. No obstante, el Aqui-
gula como vía de tentación por ex- nate atenúa la gravedad de la gu-
celencia. Pero su condición de me-
321 gula

la, cuando se la considera en sí mis- ca de manera particular. En tal sen-


ma y no en sus consecuencias, pri- tido, son famosas las páginas es-
mero, porque los desórdenes más candalizadas que escribe Bernardo
graves son aquellos que se dirigen de Clairvaux contra la gula de los
directamente contra lo divino, lo monjes de Cluny (cf. Apol. ad Gui-
cual no es el caso de este vicio; se- llelmum Abbatem IX), la que sus-
gundo, porque el objeto de la gu- citó irónicas reflexiones al mismo
la es una materia necesaria y es di- abad, Pedro el Venerable; o las se-
fícil distinguir entre satisfacción de veras admoniciones que Hugo de
la necesidad y deleite. En cambio, San Víctor dirige a los novicios (cf.
se torna grave si se tienen en cuen- De inst. novitiorum XIX). Respec-
ta, siguiendo a Gregorio Magno to de clérigos, estudiantes y goliar-
(cf. Mor. XXXIII, 12), las “hijas” dos en general, en cambio, hay una
de la g. en cuanto exceso inequívo- exaltación de la g., especialmente
co. Ellas son: la necia alegría y la en lo que concierne al vino, que se
locuacidad, referidas especialmente vive como transgresión; así lo refle-
al beber vino en demasía; de éstas jan hoy los Carmina Burana.
derivan la bufonería y la suciedad Por el contrario, en el Humanis-
(cf. S.Th. II-II, q.148). mo renacentista no se plantea esta
En la historiografía medieval, es- exaltación con carácter trangresivo
te vicio fue tratado especialmen- sino que se valoriza la cultura gas-
te en contexto monástico, dado tronómica en cuanto aspecto de la
que, al atentar contra el ascetismo civilización.
que proponían sus reglas, se desta-
322

H
H
habere. En la terminología escolásti- sión, por continencia o manera de
ca, este verbo, que se suele tradu- contener, por posesión, por yuxta-
cir como “tener”, aparece con dos posición y por relación. La prime-
significados fundamentales: en pri- ra de las posibilidades menciona-
mer lugar, indica 1. el estar algo o das del h. dio lugar al concepto de
alguien provisto de algo que, en ge- habitus, mientras que la última de-
neral, resulta del arte o la industria; rivó en el de habitudo (véanse).
por ej., estar armado, vestido, etc. Ockham es quizá quien más se
En tal sentido específico, el térmi- remite a la presentación aristotéli-
no corresponde a la décima catego- ca esbozada al comienzo de este ar-
ría aristotélica, según la lista más tículo. Con todo, añade el uso de
extensa de las que el Estagirita ofre- este verbo en expresiones tales co-
ce en Cat. 7, 1b 25 (véase praedi- mo que la especie habet un géne-
camentum 3.3.1). En segundo lu- ro, una diferencia, una definición;
gar, y en sentido más amplio, el el género habet especies y diferen-
presente verbo puede corresponder cias; la causa, efectos, y viceversa;
también al 2. quinto postpredica- la ciencia, un subiectum y un obiec-
mento de los que Aristóteles expo- tum (véanse), etc. (cf. Exp. Aurea
ne en la misma obra, 15, 15b. Dice 86-7).
allí que el tener se toma en diver-
sas acepciones: 2.1. como estado habilitas. Esta voz, cuyo significado
o disposición, en el sentido de po- genérico y originario no remite a
seer una ciencia o una virtud; 2.2. aptitud sino a señal o signo, asume
como cantidad, en cuanto se tiene una particular importancia en la
tal o cual magnitud; 2.3. como lo doctrina de Agustín de Hipona. En
que rodea un cuerpo; 2.4. como lo efecto, para el Hiponense, las cosas
que está en una parte del cuerpo, a son señales divinas, ya que en todas
la manera, por ej., del anillo en la ellas ve el reflejo o vestigio de Dios
mano; 2.5. como una parte misma en cuanto Creador. Así, el hombre
del cuerpo; 2.6. como posesión en puede valerse de las h. para remon-
sentido lato. tarse a Él. Se ha de notar, con to-
Los escolásticos prestaron parti- do, que esta elevación a Dios, con-
cular atención a la segunda acep- templado en la naturaleza, pertene-
ción, y estudiaron el h. bajo la ex- ce a un momento del pensamien-
presión del modus habendi. Ella to agustiniano, pero no constituye
alude a la razón determinada por una prueba propiamente dicha de
medio de la cual una cosa está o la existencia divina. Habiendo ya
inhiere en otra. Así pues, ese mo- encontrado a Dios, el alma lo con-
dus del tener se puede dar por inhe- templa en las cosas que Él ha hecho
(cf., por ej., De lib. arb. II, 16, 43).
323 habitus

Esta doctrina es retomada por Bue- habitus. En contexto escolástico, el h.


naventura, en cuyo pensamiento, puede indicar tanto un modo de
presidido por el Itinerarium men- estar del ente como una cualidad.
tis ad Deum, adquiere un peso aun En su primer sentido, este concep-
mayor. to remite a la categoría aristotélica
del habere (véase), es decir, a la con-
habitualiter. Cf. actualiter. dición de poseer algo o de estar cir-
habitudo. Término latino relaciona- cundado por algo. En cambio, co-
do con los de habere (véase) y ali- mo cualidad indica el modo en que
quo modo se habere. En efecto, uno una característica inhiere en algo o
de los modus habendi se da por la alguien. En este segundo sentido se
relación. En tal sentido, h. señala origina el h. como una de las cua-
justamente una relación, un estar tro especies de cualidad (véase qua-
o ser respecto de, una disposición, litas) de las que habla Aristóteles
una aptitud, o una capacidad para (cf. Cat. VIII passim), siendo las
algo. Sobre esta base, la Escolásti- restantes la facultad, la receptivi-
ca distinguió entre dos sentidos al dad y la forma como configuración
aludir a un ente: quoad entitatem y externa. La noción de hábito como
quoad habitudinem. El primer pun- cualidad fue la más frecuentemente
to de vista se asume cuando se con- tratada por los pensadores medie-
cibe la esencia o quididad de algo vales, quienes distinguieron –como
in re. En cambio, cuando se atien- ya lo había hecho el Estagirita– en-
de a la relación que guarda ese algo tre el h. y la disposición (véase dis-
con otra cosa, o su potencia o ca- positio). La diferencia señalada en-
pacidad, se lo considera quoad ha- tre ambos términos radica en que
bitudinem. Así, el hombre, que por el hábito es una posesión perma-
su ser es animal racional, quoad ha- nente del sujeto; en cambio, la dis-
bitudinem piensa, calcula, razona, posición tiene un carácter acciden-
etc. De esta manera, entre Dios y la tal y transitorio. Por eso, Tomás de
criatura no se da una proportio en- Aquino, por ej., define el h. como
titatis sed habitudinis, ya que el ser una cualidad, por sí misma estable
de Dios y el de la criatura distan in- y difícil de remover, cuyo fin es fa-
finitamente. Pero la criatura pue- cilitar la operación propia de una
de ser referida a Dios por el conoci- facultad (cf. S. Th. I-II, q.. 49, a.
miento y el amor, dándose enton- 2, ad 3). De manera que el hábi-
ces una proportio habitudinis. to es tanto una forma permanen-
Una acepción derivada, y menos te como una cualidad que informa
técnica, de esta noción es la que la a una potencia y un principio del
concibe como un modo formal de que brota un acto. De este modo,
ser, tal como se manifiesta en una o el h., en su acepción más común, es
varias costumbres. Respecto de este una cualidad adquirida –ya sea de
último punto, cabe advertir que no modo deliberado, ya sea de modo
se ha de confundir este significado natural– por medio de la repetida
vulgar del término con las acepcio- ejecución de ciertos actos. Según el
nes técnicas de habitus (véase). Aquinate, el hábito se diferencia de
la potencia en cuanto que, por ésta,
haecceitas 324

simplemente somos capaces de ha- cie, no es ni la forma –porque ella


cer algo, mientras que por el h. nos es lo que hace que el ente sea tal co-
volvemos hábiles para aquello que sa–, ni el compuesto, dado que la
somos capaces de hacer (cf. C.G. composición es compartida por to-
IV, 77). dos los miembros de la especie, ni
Por su parte, Guillermo de Oc- la materia, que también es compar-
kham elaboró la mencionada dis- tida por ellos. Tampoco la materia
tinción en el sentido de la prece- quantitate signata, como proponía
dencia de la potencia respecto del Tomás de Aquino. Para Duns Es-
acto y de la de éste respecto del há- coto lo que individualiza es la “últi-
bito (cf. Quodl. III, q.21). También ma realidad de la cosa”: ultima rea-
él subraya que el hábito no es una litas entis (cf. Op. ox. II, d. 3, q. 6,
relación sino una cualidad absolu- n. 15). A esa última realidad irre-
ta. Como cualidad, el h. es impor- ductible del ente llama Escoto h.
tante para el hombre que lo posee Así, la “haecidad” es “illa forma
ya sea de manera deliberadamente qua totum compositum est hoc ens”
adquirida o natural. En este último (ibid. IV, d. 2, q. 3, n. 46; cf. tam-
sentido, se distingue entre el hábi- bién Rep. Par. II, d. 12, q. 5, nn. 1,
to intelectual o intellectus principio- 8, 13 y 14). Pero cabe aclarar que,
rum, que es el de los principios teo- para el citado autor, entre la natu-
réticos superiores, y h. moralis, que raleza de la entidad de la que se tra-
es el hábito de los principios prácti- ta y la h. no hay una distinción real
cos superiores o synderesis (véase). sino formal (véase distinctio); por
Además de estas clases de hábitos eso, la h. no añade una naturaleza
adquiridos o naturales, los escolás- a la propia de la entidad conside-
ticos hablaron también en Teología rada; antes bien, es la ultima actua-
del h. infusus o sobrenatural: ejem- litas formae, caracterización que es
plos de este último tipo serían los la más precisa para el término que
hábitos de la fe o de la caridad. nos ocupa. Se trata, pues, de una
individuación de y no por la forma.
haecceitas. Término que proviene de Así, la individuación escotista bus-
haec, “esto” o “esta cosa”, de mane- ca la determinación “completa” de
ra que, para su versión españo- lo singular sin recurrir a la existen-
la, habría que recurrir al neologis- cia o al acto de ser; partiendo de las
mo “estidad”. Como vocablo técni- esencias, se erige como la más aca-
co fue utilizado especialmente por bada actualidad de éstas y como la
Duns Escoto para referirse al prin- condición exigida necesariamente
cipio de individuación (véase indi- para toda existencia posible, que es
viduatio). –recuérdese– sólo de individuos.
Para la metafísica de corte aris- Entre los autores medievales que
totélico, en la realidad, se dan só- anticiparon larvadamente esta doctri-
lo entes individuales; entre ellos, na, se puede mencionar a los fran-
los corpóreos, que son compuestos ciscanos de la escuela de Oxford,
de materia y forma. Ahora bien, el entre ellos, Tomás de York, y, por
principio de individuación, es de- otra parte, a John Peckham.
cir, lo que hace que un ente dado
sea ése y no otro de la misma espe-
325 hagiographia

haeresis. Aunque actualmente se le Tomás de Aquino enseña que,


atribuye otra etimología –la de “to- siendo una elección en la doctrina,
mar”–, los autores medievales asig- la herejía se vincula no con el fin
naron a este término el significa- mismo de la fe, es decir, la autori-
do de “elección” que tiene la voz dad divina de Cristo, sino con los
griega en la que se origina, sólo medios. Éstos son las verdades re-
que se aplica a las cosas de fe, se- veladas cuya aceptación somete la
gún recuerda Jerónimo. De hecho, inteligencia del creyente a esa au-
se considera que, al constituirse toridad divina. (cf. S.Th. II-II, qq.
como tal, el hereje elige su propia 10-11). Así pues, la herejía es una
opinión, desechando un dogma en tesis o doctrina que se opone direc-
pro de una doctrina privata a la que ta, inmediatamente a la verdad re-
se atiene con obstinación. Ahora velada por Dios y de la que la Igle-
bien, la fe implica no sólo el adhe- sia se considera depositaria, entran-
rir voluntariamente a la palabra del do así en contradicción con ella.
Dios revelado sino también, y se- En la Edad Media, los herejes fue-
cundariamente, el adherir a los me- ron contados entre los falsificado-
dios que llevan a ella, esto es, a las res, desde el momento en que co-
verdades derivadas que el conjunto rrompen la fe, considerada vida del
de los creyentes acepta como tales. alma. Desde el punto de vista que
El primer tipo de infidelitas (véase) hoy se denominaría “subjetivo”, se
es el de los paganos o gentiles (gen- imputa al hereje, para ser confir-
tes o gentiles), infidelidad negativa, mado como tal, la pertinacia, fruto
por nescientia (véase); el segundo, de la soberbia. Buenaventura, por
el del hereje y el cismático, cuya in- ej., insiste en la esterilidad del h.,
fidelidad es positiva. Cuando cual- precisamente por haberse aparta-
quiera de ellos reúne seguidores, se do de Dios, y observa que, aunque
constituye, precisamente, una sec- los herejes pueden tener el mérito
ta, término que los medievales hi- de morir por lo que creen verda-
cieron derivar de sequendo, según dero, nunca se han registrado mi-
la etimología propuesta por Isido- lagros hechos por ellos (cf. Coll. in
ro de Sevilla (cf. Etim. VIII, 3). Por Hexaem. IX, 17).
otra parte, la diferencia entre la he-
rejía y el cisma (schisma) radica en hagiographia. Etimológicamente, este
que el hereje sostiene una creencia vocablo indica el escribir o el ha-
equivocada (perversum dogma); el blar sobre lo santo. A diferencia de
cismático es el que es separado de la prophetia (véase), la h. no se ex-
la Iglesia por oposición y rebeldía presa en nombre de Dios y se re-
sus autoridades, como se infiere de fiere a cosas que, si bien son divi-
lo dicho por Agustín (cf. De bapt. nas, están al alcance de la razón hu-
contra Donatistas V, 7). Es funda- mana. Con todo, aunque el hagió-
mental en la comprensión de es- grafo habla en nombre propio, los
te concepto tener presente el man- autores medievales suelen conside-
dato de Cristo a sus discípulos so- rar que lo hace asistido por la luz
bre el mantenimiento de la unidad: divina.
“Sean uno”.
hebdomas 326

hebdomas. De origen griego, esta pa- sas sagradas. Se trata de un concep-


labra alude al número siete. Se usó to típicamente neoplatónico, co-
en particular para señalar los sie- mo aparece, por ej., en Plotino (cf.
te días de la semana. Precisamen- En. III, 2, 17). Pero fue introdu-
te en la tradición judeo-cristiana cido en el pensamiento occidental
indica los de la Creación; de ahí con la mencionada acepción por
que muchos comentarios a las pri- el Pseudo-Dionisio, es decir, Dio-
meras páginas del Génesis, donde se nisio Areopagita, especialmente,
la describe, presenten en su título a través de los títulos de sus obras
la voz que nos ocupa. También se principales, cuya influencia, si bien
la ha usado para el séptimo día de irregularmente, se extiende a lo lar-
la semana. En la Medicina medie- go de toda la Edad Media y alcan-
val se la empleaba para aludir, en la za inclusive incluso a los humanis-
evolución de ciertas enfermedades, tas del Renacimiento: De h. caeles-
al séptimo día, que se consideraba tis y De h. ecclesiastica. El primero
crítico para su desenlace. presenta una ordenación de los án-
geles, esto es, de las inteligencias o
hemeoptoton. Figura de la Gramática espíritus angélicos; el segundo ha-
y la Retórica medievales que con- ce corresponder con la primera je-
siste en emplear varias palabras en rarquía la eclesiástica. Cada una se
el mismo caso, por ej., el acusativo. divide en tres órdenes, cada uno de
Isidoro de Sevilla da cuenta de ella los cuales, a su vez, se subdivide en
en Etym. I, 36, 15. otros tres.
heterogenea. Como el mismo nom- hierarchicus. Voz particularmente fre-
bre lo indica, alude en general a las cuente en el vocabulario bonaven-
cosas que son de género diverso; se turiano. Designa el acto por el que
opone, por tanto, a homogenea. Se Dios restaura en el espíritu huma-
puede predicar 1. de una cosa res- no la posibilidad de ascensión has-
pecto de otra u otras, como cuando ta Él, obstaculizada por el peca-
se dice que un felino es h. respecto do original. Por eso, es un término
de un canino, de hecho, Aristóte- que aparece por doquier en el Iti-
les utilizó esta noción en sus escri- nerarium mentis ad Deum. Buena-
tos biológicos (cf., por ej., Hist. an. ventura suele usar también el verbo
VIII, 18, 601a 25); o bien, 2. de las hierarchizari para aludir a los actos
partes que constituyen una cosa, y hábitos por los que el alma hu-
cuando ellas presentan entre sí pro- mana se conforma a Dios en cuan-
piedades diversas, como puede su- to exemplar.
ceder con los elementos que com-
ponen la materia de un cuerpo. historia. En la Antigüedad, h., cuya
acepción primordial es la de des-
hic et nunc. cf. absolute 5. cripción, designó fundamentalmen-
hierarchia. En líneas generales, este te el ordo temporum transactorum y
término –cuya grafía puede asumir consistía en una cronología com-
a veces la forma de hyerarchia– in- parada que tomaba como base las
dica el orden de los bienes supre- olimpíadas, los consulados, etc. Los
mos y, por extensión, el de las co- Padres, como Agustín de Hipo-
327 homo

na, inscribieron en dicha cronolo- “esto, que es un accidente que se da


gía los datos de la historia religio- en el ser..”, sino “la expresión (mis-
sa de la humanidad y los emplea- ma) ‘un accidente que se da en el
ron en las discusiones apologéti- ser..’”. De esta manera, el pronom-
cas (cf., por ej., De doctr. christ. II, bre “hoc” no tiene su valor demos-
28, 42-44). Como historia natural, trativo sino el de un artículo, co-
apunta al conocimiento de luga- mo si se dijera “el (término) ‘un ac-
res y propiedades de animales, ár- cidente que se da en el ser’..”. A di-
boles, plantas y minerales mencio- ferencia del ly, que suele introdu-
nados en la Biblia (cf. ibid. II, 16, cir a una sola palabra, es habitual
24). Pero el campo se extiende aún que las expresiones que nos ocu-
e incluye hasta la mitología, pa- pan introduzcan, como en el ejem-
ra terminar constituyendo, duran- plo mencionado, a frases enteras o
te el período patrístico, el contex- a términos constituidos por más de
to más general de los comentarios una palabra.
a la Escritura.
En la Edad Media propiamente homo. En cuanto opuesta a la idea de
dicha, la acepción de h. se vuelve la deidad, luminosa y celeste, la de
más estricta. En efecto, dos son los ser humano, desde antiguo, hace
sentidos principales en los que de- alusión a lo terrestre. Con todo, el
riva esta voz: 1. el de la narración pensamiento patrístico y medieval
histórica, del que se da noticia en el concibió al hombre no sólo como
artículo narratio. 2. En la doctrina el más complejo de los seres crea-
de los diversos sentidos en los que dos, sino también como el más ri-
se lee la Escritura, la h. representa co, ontológicamente hablando, de
el primer tipo: es el nivel primario los entes corpóreos. En el habitual
del texto, o sea, la inteligencia de método de definición por géne-
los hechos relatados. Esto era reque- ro próximo y diferencia específica,
rido, como hacen notar los victori- la determinación del género al que
nos, por una exégesis rigurosa del pertenece el h. no presenta dificul-
Libro Sagrado. tades, puesto que está ordenado
en el género de los entes dotados
hoc aliquid. Cf. significare 3 y 4. de vida animal, o sea, es animal.
El problema surge cuando se de-
hoc quod est. Esta expresión y la de su be establecer la diferencia específi-
equivalente, id quod dicitur, cum- ca del hombre, ya que, entonces, se
plen la misma función del ly (véa- han de examinar sus notas esencia-
se); más aún, autores como Nico- les. Para el establecimiento de éstas,
lás de Autrecourt las prefieren a es- tanto la Patrística como la Escolás-
te último. Así pues, señalan que el tica tomaron como punto de parti-
término al cual introducen es asu- da, de un lado, las concepciones fi-
mido en el plano del metalenguaje. losóficas de la Antigüedad; de otro,
Para expresarlo en términos con- el dato revelado de Gén. I, 26, que
temporáneos, esto significa ha de presenta al h. como hecho a ima-
ser mentalmente leído como entre- gen y semejanza de Dios. En es-
comillado. Por ej., “hoc quod est ac- te sentido, la cuestión fue estable-
cidens in esse positum..” no significa cer en qué consiste la imagen y en
homo 328

qué radica la semejanza (véase simi- sensibilis, rationalis” (cf. Summa To-
litudo). Sobre esta base, se señala- tius Log. I, 26). En general, los es-
ron las siguientes notas esenciales colásticos tuvieron siempre presen-
en el hombre: 1. la racionalidad; 2. te la advertencia aristotélica acerca
el libre albedrío como capacidad de de que tal racionalidad permite al
elección, propia de la voluntad; 3. hombre percibir lo justo y lo injus-
el carácter social; 4. la condición de to, desde el momento en que es lo
microcosmos. que le confiere la posibilidad de un
Respecto de 1. el estar dotado de lenguaje articulado con referencia
razón, se puede decir que se consi- al bien y al mal (cf. Pol. I, 2, 1253 a
deró la diferencia específica por ex- 9).
celencia del h.. Por eso, su defini- 2. Dicha capacidad no sólo de
ción clásica es la de animal rationa- percibir el bien y el mal sino aún de
le. Esta definición, que tiene su raíz elegir adecuarse a lo uno o lo otro
en Aristóteles (cf. Top. V, 4, 133 a mediante la libre voluntad, tam-
20) y en los estoicos, atraviesa toda bién ha sido subrayada como no-
la Edad Media. Para poner un solo ta esencial del h.. Aun con prescin-
ejemplo, aparece en Alberto Mag- dencia del antecedente aristotélico,
no, en particular, en su De nat. et en algunos pensadores, especial-
orig. animal. I. Con todo, y habi- mente de la Patrística, esta nota es
da cuenta de que esta definición re- elevada al primer rango. Así suce-
corre siglos no sólo anteriores si- de, por ej., en Gregorio de Nyssa,
no aún posteriores a la Edad Me- para quien la similitudo del hombre
dia, es útil hacer una contextualiza- con Dios –más determinante aun
ción típicamente escolástica de su que la imago– radica en la incli-
uso, con el objeto de apreciar su es- nación de la libre voluntad huma-
pecificidad medieval. En ella, hay na hacia el bien (cf. Or. I). En es-
que señalar, en primer lugar, que el ta línea se podría incluir también al
carácter de rationale, esto es, el es- mayor representante de la Patrísti-
tar dotado de razón, se ha de en- ca latina, a Agustín de Hipona (cf.
tender en el sentido gnoseológi- De lib. arb. I, y passim).
co amplio del término ratio (véa- 3. En cuanto al carácter social del
se), sentido que alude a toda la es- h., es decir, a su constitutiva nece-
tructura cognoscitiva humana. En sidad de actualizar su naturaleza en
segundo término, hay que recor- un medio humano, hay que señalar
dar que los autores medievales so- que se circunscribe al pensamien-
lieron acotar la mencionada defini- to aristotélico. El Estagirita indica,
ción con el atributo “mortal”, pa- en efecto, que quien no forma par-
ra subrayar la finitud del hombre. te de una comunidad o el que no
Guillermo de Ockham, por ej., lla- tiene necesidad de nada, es o bien
ma “metaphysica” la definición “h. una bestia o bien un dios (cf. Pol.
est animal rationale, mortale”; y I, 2, 1253 a 27). Como no podía
“naturalis”, la que reza “h. est ani- ser de otra manera, por tratarse de
mal compositum ex corpore et anima una tesis antropológica central en
intellectiva”. Hace la crítica de am- Aristóteles, esta noción reapare-
bas, y prefiere “substantia animata, ce en la Escolástica, por ej., en To-
329 homoteleuton

más de Aquino, quien subraya que ej., en Agustín (cf. De lib. arb. II).
el hombre es naturaliter politicus id La doctrina del hombre como mi-
est socialis (cf. S. Th. I, q. 96, a. 3 c; crocosmos –que se encuentra ya en
II-II, q. 9, a. 4 c y q. 109, a. 3, ad el pensamiento clásico– es rastrea-
1). ble en casi todos los autores de la
A estas notas esenciales se añade Patrística, aunque también en Boe-
el 4. carácter de microcosmos del h. cio y en Tomás de Aquino (cf. S.
(véase microcosmus), o sea, su con- Th. I, q. 91, a. 1 c), y resurgirá con
dición de reunir en sí mismo to- gran fuerza en el Humanismo, por
dos los planos de ser que se dan en ej., en Pico della Mirandola (cf. De
la realidad. Así, en su condición de hom. dig., ed. Garin, 131 r).
corpóreo, el hombre está sometido Cabe señalar, por último que,
a las leyes físicas que rigen el mun- mientras humanitas (véase) indi-
do material, como la de la grave- ca la esencia del hombre, prescin-
dad; en su condición de ser dotado diendo de su individualidad, h. la
de vida vegetativa, crece, se repro- connota, pero en el sentido de que
duce y muere; en su carácter de ser puede aludir a cualquier ser huma-
dotado de vida animal, cuenta con no singular sin determinarlo, que
una sensibilidad compleja, por ej., es lo que, en cambio, se hace al de-
con la aestimativa (véase); al mis- cir, por ej., “Sócrates”.
mo tiempo, tiene, por su alma, una
dimensión espiritual, como la an- homogenea. Al contrario de las cosas
gélica. Con todo, no se ha de con- heterogenea (véase), se dice 1. de
fundir esta doctrina con la que en- las que pertenecen a la misma es-
tiende al h. como methórios, esto es, pecie o género; o 2. de los elemen-
el ser que, por constituir la fronte- tos que componen cada ente mate-
ra entre el mundo inteligible y el rial, cuando son de la misma clase
sensible participa, de algún modo, y propiedades; por eso, dichos ele-
de ambos. En efecto, esta doctri- mentos son llamados “homogenes”
na parte de una perspectiva jerár- o también “similares”.
quica, en cuanto considera al hu- homoteleuton. Es un esquema o figu-
mano como aquel ser que confor- ra de dicción. Consiste en emplear
ma, por la condición que tiene su varios verbos que terminan del
alma de ser encarnada, el ínfimo y mismo modo, por ej., abiit, absces-
más remoto confín del mundo in- sit, etc., como señala Isidoro de Se-
teligible y, a la vez, el supremo del villa (cf. Etym. I, 36, 16). Se trata,
sensible. En cambio, la noción de pues, de un término técnico de la
microcosmos revaloriza este último gramática y de la retórica medieva-
aspecto, desde el momento en que les. Su característica hizo que deri-
acentúa el carácter de síntesis de un vara en un tecnicismo propio de la
ámbito de lo real, representado por paleografía. En efecto, este recurso
el hombre. En general, se ha con- de emplear, por ej., en un par de
siderado que, en dicha síntesis, ca- renglones sucesivos dos verbos que
da uno de los planos supera al an- terminan de manera semejante o
terior, incluyéndolo o integrándo- igual genera en el copista el error
lo. En estos términos aparece, por de confundir ambos renglones. De
honestas 330

este modo, al copiar, retoma la pa- necesariamente todo lo honesto sea


labra que sigue inmediatamente al deleitable, pero no a la inversa.
segundo y no la que sigue al prime-
ro, salteando así un renglón y ge- honestum. Cf. honestas.
nerando una aparente laguna en honor. Los autores medievales han de-
el texto copiado, lo que se conoce finido el honor con la sintética ex-
con el nombre de h. presión testimonium excellentiae. En
honestas. Casi todos los autores me- general, es toda manifestación de
dievales se remiten al sentido gene- consideración y de estima que los
ral que atribuyó a este término Isi- hombres tributan a alguien. Tie-
doro de Sevilla: h. señala un esta- ne, pues, un origen claramente éti-
do de dignidad y decoro, esto es, co. Por extensión y como derivado,
de honor, honoris status, de donde se amplió hasta aludir también a la
parece hacer provenir el término autoridad o cargo del que una per-
(cf. Etym. X, 116). Cicerón ya ha- sona está investida. Tanto la Anti-
bía afirmado que lo honesto es al- güedad como la Edad Media consi-
go que “sua vi nos allicit, et sua dig- deraron el h. uno de los bienes fun-
nitate habit” (Reth. II, 52); así suce- damentales de la vida social, en re-
de con la verdad, el saber y la vir- lación con la cual Aristóteles asigna
tud. A partir de la Antigüedad, se a la magnanimidad (véase magna-
consideró que lo enimentemen- nimitas) el mayor valor. Lo entien-
te honestum es la virtud en cuan- de, además, como una suerte de
to que ella constituye la excelencia premio al conducirse socialmente
del hombre, pero, sobre todo, por- de un modo recto (cf. Et. Nic. II,
que traduce belleza espiritual, que 7 y VIII, 14) y a la virtud, como
es la nota fundamental del concep- lo hará también Cicerón (cf. Bru-
to que nos ocupa. En efecto, di- tus, 81). Este último, además, seña-
ce Agustín de Hipona: “Honesta- la una circunstancia que será reco-
tem voco intelligibilem pulchritudi- gida por los autores medievales: h.
nem, quam spiritualem nos proprie alit artes (Tusc. I, 2), el honor, o la
dicimus”, aunque añade que “sunt búsqueda de él, promueve las dis-
multa pulchra visibilia, quae min- tintas disciplinas, ya que quien se
us proprie honesta appellantur” (De dedica a alguna de ellas ambiciona
div. quaest. VII). En la Escolástica, sobresalir en su ejercicio.
se subrayó el hecho de que la belle- La Edad Media, y especialmen-
za espiritual implicada en la h. se te la Escolástica, concedieron cier-
funda en el esplendor inteligible de ta atención a este concepto por la
su orden racional. Dicho esplendor importancia que cobra en su con-
hace de lo honestum algo amabile, texto histórico la constitución je-
pero en el sentido de amandum, de rárquica de la sociedad. Así, Tomás
lo que debe ser amado, ya que ho- de Aquino, por ej., subraya el com-
nesto es lo que por sí mismo es de- portamiento de esta última respec-
seable para el apetito guiado por to de alguien en particular, a través
una recta razón y no simplemente de signos concretos que implican el
para el apetito sensible. De ahí que reconocimiento del valor de dicha
persona. Por eso, se encarga de dis-
331 humilitas

cernir el h. de la fama y del elogio: advierte Tomás de Aquino, alude


el primero es más amplio, ya que a los principios esenciales de la es-
los mencionados signos concretos pecie, tanto formales como mate-
–han de ser signos, esto es, exter- riales, dejando a un lado los indivi-
nos en cuanto manifestaciones– es- duales (cf. C.G. IV, 87). Para Gui-
tán dados por hechos, cosas y pala- llermo de Ockham, desde su posi-
bras; la fama, en cambio, es el co- ción nominalista, h. hace referen-
nocimiento y reconocimiento só- cia a la natura unam compuesta de
lo interior del valor de alguien; y el cuerpo y alma intelectiva (cf. Sum-
elogio, el que se hace únicamente ma Totius Log. I, 7) en cada hom-
a través de palabras (cf. S.Th., II- bre.
II, q.103, a.1). Por otra parte, tam- Superados los siglos medieva-
bién el Aquinate lo jerarquiza co- les, este término adquiere una sig-
mo bien social, al punto de plan- nificación diferente que constitu-
tear el h. como primer objeto po- ye la clave del Humanismo: indi-
sible de la ambición y de la envidia ca el ideal de la formación cultural
(véanse ambitio e invidia). del hombre que recupera el centro
de la escena filosófica. En tal perío-
humanitas. Este término asume un do, los studia humanitatis se culti-
significado muy preciso en la Edad van porque perfeccionan al ser hu-
Media. Con esta voz los autores mano, o sea, porque forman su h.
medievales designaron lo que es del entendida no tanto como armo-
hombre en cuanto hombre, o sea, niosa cultura literaria cuanto como
lo que constituye como tal su natu- bonitas et virtus. Así lo expresa, por
raleza o esencia específica. En otras lo menos, Leonardo Bruni en sus
palabras, expresa lo que es propia- Dial. I; de ahí que, en esta época,
mente humanus, adjetivo del que proliferen los escritos De dignita-
directamente deriva. Como toda te hominis que se oponen, según la
esencia, la h. se resuelve en una no- nueva revalorización de lo huma-
ta genérica y otra diferencial que, no, a tratados como el De miseria
en este caso, ordenan al hombre en hominis.
la jerarquía de perfecciones ontoló-
gicas propias de los seres creados y humilitas. En general, durante el pe-
explicitadas lógicamente en el ár- ríodo patrístico, se ha considerado
bol de Porfirio. La nota genérica es la humildad como condición para
la animalidad, y la específica, la ra- ciertas cosas, y a la vez como conse-
cionalidad, de acuerdo con la defi- cuencia de otras. En efecto, Agustín
nición tradicional del homo (véase). de Hipona, por ej., señala que la h.,
Se ha de insistir en que esta palabra en cuanto opuesto de la soberbia,
no indica en la Edad Media el con- no sólo es necesaria para entrar en
junto de los seres humanos –como el reino de los cielos, sino también
se entiende hoy la palabra “huma- para internarse en la verdadera fi-
nidad”– sino la esencia que pres- losofía. Pero también observa que
cinde absolutamente de la indivi- toda la humildad del hombre con-
dualidad. Señala, pues, la estruc- siste en conocerse a sí mismo (cf.
tura esencial del hombre en su in- De beata vita I, 13; De an. et eius
tegridad sin singularizarla. Como or. III, 12, 18; In Io. Ev. 25, 16).
hyliatis 332

Por su parte, Isidoro de Sevilla aso- hyliatis. Al desarrollar su teoría sobre


cia la humildad, es decir, la condi- el principio de individuación, Al-
ción del humilde, con la expresión berto Magno habla de una cierta
humo acclinis, inclinado a la tierra h. en las sustancias corpóreas, que
(cf. Etym. X, 115). es transcripción deformada de un
En contexto monacal, se insistió, término que aparece en el Liber de
sobre todo, en las manifestaciones causis: significa universalidad. Así
externas de la h. Así, por ej., la Re- lo testimonia Tomás de Aquino (cf.
gla de San Benito establece doce In lib. de causis, l. 9).
grados en ella que van desde la par-
quedad en el hablar hasta el temor hypallage. Es una figura de la Gra-
de Dios. Paulatinamente se impuso mática que consiste en cambiar la
una perspectiva que apuntaba más construcción de una proposición,
a la interioridad; de ahí, por ej., la lo cual implica a veces modificar el
insistencia en el pronto reconoci- caso en que en latín está construi-
miento de las propias faltas. da una frase.
Los escolásticos, en general, la hypostasis. Voz de origen griego que
han entendido como la virtud que alude una verdadera realidad, con-
impide tender inmoderadamen- trapuesta a las meras apariencias.
te a lo que está más allá de las so- Ya los primeros neoplatónicos y
las fuerzas humanas. De este mo- cristianos operaron cambios im-
do, implica de suyo la relación con portantes en la significación de h..
Dios y el reconocimiento de la ne- Plotino, por ej., llama así a las tres
cesidad que de Él se tiene. Al mis- sustancias inteligibles e inmóvi-
mo tiempo, y de un lado, se advir- les: lo Uno, la Inteligencia y el Al-
tió sobre el riesgo de no incurrir en ma del Mundo (cf., por ej., En. III,
la humildad necia, que consiste en 4, 1). Por su parte, Filón concibió
ignorar la propia dignidad, y en la el Logos como una h. engendrada
hipócrita, que sólo atiende a las por Dios que, en su concepción, es
manifestaciones externas, ya que la la sustancia originaria.
verdadera h. es, sobre todo, un mo- Muchos de los primeros autores
vimiento interno. cristianos tomaron la idea de hi-
Debido al reingreso de la ética póstasis en un sentido que, aparen-
aristotélica y, por consiguiente, a la temente, puede ser próximo al que
importancia conferida a la magna- le confirieron los neoplatónicos y
nimidad como virtud, se tornó tí- que señala “sustrato” o “fundamen-
pica en el tratamiento escolásti- to”. El término terminó por adqui-
co del tema la discusión acerca de rir particular relieve en el campo
la relación entre h. y magnanimi- teológico, en especial, en las con-
tas (véase). Esta última, en contex- troversias trinitarias y cristológicas.
to cristiano medieval, es la virtud De hecho, uno de los más graves
por la que el hombre se considera problemas que debieron enfren-
digno de grandes empresas por don tar dichos autores fue dar con una
de Dios. Así, se ha insistido en que formulación filosófica de los da-
el vicio opuesto a la humildad no tos revelados sobre 1. la Trinidad
es la magnanimidad sino la super- en Dios, y 2. la divinidad de Cris-
bia (véase).
333 hypothesis

to y su distinción respecto del Pa- hypothesis. La etimología de esta pa-


dre. En relación con 1., la formula- labra sugiere lo que está pues-
ción se llevó a cabo mediante la di- to (thesis) debajo o en la base (hy-
ferenciación entre ousía, que se tra- po) de una afirmación o construc-
dujo por “substantia” y a la que se ción conceptual. De ahí que, muy
atribuyó la unidad de la naturaleza en general, señale una explicación
divina, e h. que se tradujo por “per- provisoria cuya confirmación o no
sona” y a la que se atribuyó la Trini- se lleva a cabo mediante demos-
dad divina. Así, durante el período traciones. Ya Platón, en Men. 86e-
de la Patrística, el concilio de Ale- 87b, usa el término en este últi-
jandría, valiéndose en gran medida mo sentido, al referirse al método
de los aportes terminológicos de los de los geómetras. Pero su observa-
Padres griegos, consagra la fórmu- ción fundamental al respecto se ha-
la “una ousía y tres h.”, en la cual lla en Rep. VI, 510b-511a, donde
h. reviste el significado genérico de alude al conocimiento matemático
una realidad distinta con una sub- –primer grado del relativo al mun-
sistencia propia, cuyo contenido, do inteligible– en el que, admiti-
en principio, permaneció indeter- das determinadas h.como si fue-
minado, afirmándose simplemente ran principios, se desciende a con-
el hecho. La especulación escolásti- clusiones con la ayuda de imáge-
ca, en cambio, profundizó sobre lo nes. En cambio, en el segundo gra-
constitutivo de la h., extendiendo do, en la dialéctica, las h. se toman
su aplicación inclusive al orden na- en sentido estricto, esto es, como
tural (véase subsistentia). bases provisorias o puntos de apo-
En cuanto a 2., es decir, al pro- yo, a partir de los cuales se ascien-
blema teológico de la divinidad de de hasta un principio no hipotéti-
Cristo, la cuestión de mayor grave- co. Por su parte, Aristóteles subraya
dad se suscitó respecto de la exis- que, de atenerse sólo a las hipótesis,
tencia de dos naturalezas en Él, o se tienen razonamientos probables,
bien –como sostenía el monofisis- cuya validez se limita a las ciencias
mo– una sola. En este sentido, la particulares. Pero así no se pueden
distinción se efectuó principalmen- establecer los principios verdaderos
te entre h. y fysis o natura. El conci- de ellas (cf. Top. I, 2).
lio de Calcedonia se definió contra Asumiendo estas afirmaciones
esa última posición, proclamando aristotélicas, los escolásticos emple-
en Cristo dos naturalezas unidas en aron las h. como proyectos expli-
una sola persona o hipóstasis. De cativos, sobre todo, de fenómenos
tal manera, la palabra h. adquie- físicos. Pero, el sustraer el concep-
re en Teología su significado de- to que nos ocupa del campo mate-
finitivo de existente particular se- mático y utilizar la h. como supo-
gún una determinada naturaleza, la sición meramente provisoria y no
cual se da como cualificación sus- digna de crédito, hizo que muchas
tancial de un individuo. Este últi- veces se la redujera a la condición
mo se llama h. en cuanto ser com- de conjetura. En cambio, siempre
pleto en sí mismo y existente en sí. en la Edad Media, se aplicó con ri-
gor la noción central que implica
hypothetica 334

la h. al campo de la lógica, donde depende de la verdad de la relación


se habla de proposición hypothetica causal a la que alude.
(véase).
hypothetice. Cf. absolute 6.
hypothetica. Aunque se tiende a en-
tender por este nombre toda afir- hypotyposis. Voz que raramente apa-
mación o enunciado que no pre- rece en la literatura escolástica, sal-
tende una validez absoluta, en vo como referencia histórica, la h.
cuanto que está siempre sujeto a es, en cambio, frecuente en la pa-
confirmación, hay que advertir que trística. En los primeros siglos, este
no es ésta su acepción medieval. En término, transliteración latina del
efecto, la Edad Media tomó el sen- griego, presenta tres significados:
tido más general de hypotesis (véa- 1. el de esbozo, esquema, en cuan-
se, in principio) para aplicarlo con to opuesto a lo detallado, acepción
un uso técnico al campo de la ló- que se remonta a Plotino (cf. En.
gica. En él, se denominó así un ti- VI, 3, 7) y que aparece frecuente-
po de proposición cuyas modali- mente en los Padres con mayor in-
dades y distinciones se desarrollan fluencia neoplatónica, por ej., se
en el artículo correspondiente (véa- cree que Clemente de Alejandría
se propositio 1.2.). Se ha de recor- escribió un compendio de la Escri-
dar que la verdad de este tipo de tura con este título. 2. el de modelo
proposición está condicionada por o ejemplar, sentido que se transmi-
la de las proposiciones categóricas te a los teólogos medievales, ya que
que lo constituyen; de ahí su nom- es usado por San Pablo (cf. I Tim.
bre de “hipotéticas”. A lo dicho en I, 16 y II Tim. I, 13). 3. el de figura
tal artículo al respecto debe añadir- retórica, orden en el que indica una
se el hecho de que se llamó proposi- representación que da la idea visual
tio h. impropria a la causal, por ej., de lo expresado verbalmente, según
“quia ignis est calidus, calefacit”, en la definición propuesta por Quin-
la que el miembro encabezado por tiliano (cf. Inst. IX, 2, 40). Este úl-
la preposición quia o equivalente timo sentido analógico, aunque
enuncia la causa del efecto expli- transfigurado, es el que más pesó
citado en el segundo miembro. La en la Modernidad.
verdad de esta clase de proposición
335

I
I
I. Segunda vocal de la palabra affirmo, De este modo, el jactancioso es
esta letra señala, para los lógicos es- descrito como aquel que simula
colásticos, la proposición particu- glorias inexistentes o mayores que
lar afirmativa, así como la O (véa- las que posee, incurriendo en exce-
se), segunda vocal de la palabra ne- so, es decir, en una de las formas en
go, indica la particular negativa. que, aristotélicamente, se concibió
Por eso, han acuñado la expresión el apartarse de la virtud. Esto hace
“Asserit I, negat O, sed particulariter Tomás de Aquino (cf. S.Th. II-II,
ambo” (cf. Pedro Hispano, Summ. q.112 y q.110, a.2 ad 3) siguiendo
Log. 4, 18). a Alberto Magno (cf. Super Ethica
IV, 15).
iactantia. La jactancia se conside-
ra una actitud general de sober- id quod dicitur. Cf. hoc quod est.
bia, a veces, una forma de ésta; de
idea. La orientación preeminentemen-
ahí que se la asocie frecuentemente
te teológica del pensamiento du-
con términos próximos por su sig-
rante los períodos patrístico y es-
nificado como ostentatio o arrogan-
colástico hizo que se dejara en se-
tia. Paulatinamente, la i. va adqui-
gundo plano el interés gnoseoló-
riendo especificidad de pecado de
gico que esta noción revestía en la
la lengua pero siempre como ma-
Antigüedad. Así, durante la Patrís-
nifestación de la ya señalada sober-
tica, autores como Agustín de Hi-
bia. Así, Agustín de Hipona exami-
pona siguieron a Filón en la elabo-
na la relación de la jactancia con la
ración de la doctrina de las “ideas
laus (cf. De civ. Dei XII, 8) e Isi-
ejemplares” y su relación con el Lo-
doro de Sevilla la define como libi-
gos divino. Para el Hiponense, las
do gloriandi (cf. Differentiae PL 83,
ideas son “principalees formae quae-
44; Sent. 83, 697-699). Casi todos
dam, vel rationes rerum stabiles ab-
los autores han enfatizado el ele-
que incommutabiles, quae ipsae for-
mento de indiscretio con el que la
matae non sunt, ac per hoc aeter-
soberbia se traduce en i. y su con-
nae ac semper eodem modo se ha-
dición de autoalabanza que, al ser
bentes, quae in divina intelligentia
reflexiva, ensucia la boca de quien
continentur” (De div quaest. 46, 1-
la pronuncia. Han encontrado en
2). De esta manera, con el adveni-
la figura bíblica de Nabucodonosor
miento del Cristianismo, las Ideas
el personaje escriturario que la re-
del mundo inteligible platónico,
presenta. Por otra parte, su carácter
que siguen guardando sus princi-
de falsedad aparece ya antes de la
pales notas, se concentran –aun la
Escolástica adscribiendo también
Idea de materia– en la mente de
este pecado al de la mentira.
Dios, es decir, en el Logos o Verbo.
ideatum 336

Pero el Verbo divino es una de las ticipada por las criaturas, o sea, en
Personas del Dios uno y trino. Es- las semejanzas que las propias na-
to hace que, desde el punto de vis- turalezas específicas de éstas guar-
ta cosmológico, el Creador –ya no dan con las respectivas ideas con-
demiurgo– no contemple las Ideas tenidas en esa esencia. En este úl-
ejemplares fuera de Sí para produ- timo sentido, Dios conoce su esen-
cir el mundo, puesto que las con- cia como imitable en determinados
tiene en Él mismo: están conteni- grados, y como ratio o i. propia de
das en una de las Personas divinas. cada creatura. Así, se reitera el mo-
Correlativamente y desde el punto tivo aristotélico de la intellectio in-
de vista gnoseológico, con esta doc- tellectionis de Dios. Por otra parte,
trina Agustín explica al Verbo –en la multiplicidad de las ideas ut in-
cuanto instancia en la que se sub- tellectae no depende de las cosas, si-
sumen las ideas o esencias de todas no del intelecto divino que ve en
las cosas– como lumen que guía a cuántos modos puede reflejarse,
todo hombre hacia la primera ver- por participación, su propia esen-
dad que es Dios mismo. cia en las cosas.
Ahora bien, como se ve, esta ela- En cambio, al rechazar el realis-
boración del dato revelado es de mo, los nominalistas del siglo XIV
cuño claramente platónico. Al lle- tratan la i. en sentido gnoseológi-
gar a la Escolástica cristiana, se pre- co. Consideran que ella no signifi-
senta la dificultad de conciliar esa ca solamente in recto una cosa, sino
formulación con un esquema aris- que también significa o connota in
totélico, y en ese esquema importa obliquo (véase rectum) otra: el obje-
salvar, ante todo, la simplicidad ab- to y el acto de intelección. A par-
soluta de Dios como acto puro. En tir de esta concepción, abordaron
estos términos, el problema susci- la cuestión de las ideas en Dios con
tado fue explicar cómo puede darse otro enfoque: la idea –dice, al me-
una pluralidad de ideas en la esen- nos, Ockham– no refiere a la esen-
cia divina, toda vez que ella es ab- cia divina, puesto que las ideas son
solutamente simple y única. Tomás múltiples; la esencia de Dios, una.
de Aquino identifica precisamen- Tampoco nombra una relación real
te las ideas de Dios con su esen- entre Dios y las criaturas, ya que en
cia. Y sintetiza su propuesta de so- Dios no se da relación real que se
lución en S. Th. I, 15, 2 in fine, di- distinga de Él. Por el contrario, las
ciendo que la unidad de las diver- ideas que Dios tiene de las criaturas
sas ideas es el mismo intelecto divi- son las criaturas mismas conocidas
no, a cuya simplicidad no repugna directa, perfecta e individualmente
esa multiplicidad, en tanto que en por Él en su infinita omnisciencia
él las ideas no son sicut species qua (cf. In I Sent. d.35, q.5).
intelligitur, sino sicut quod intelligi-
tur. Dios conoce perfectamente su ideatum. En términos muy genera-
esencia y, por tanto, la conoce de les, este vocablo alude a lo conce-
cuantos modos es cognoscible. La bido mentalmente. Ahora bien, co-
conoce, pues, no sólo en sí misma, mo en el pensamiento medieval, la
sino también en cuanto que es par- idea (véase) no se refiere tanto a la
noción, cuanto a la esencia platóni-
337 idiomata

camente entendida, i. significa, en denominar “idéntica” la naturaleza


rigor, esa forma o esencia concebi- humana en todos los hombres. Es-
da mentalmente. En este contexto te último ejemplo muestra la im-
significativo y en términos más es- portancia del tema de la i. en el
trictos, se entiende este vocablo en campo metafísico, en el que la no-
tres sentidos: 1. como aquello que ción que nos ocupa se vincula con
está contenido en la idea; 2. como las de unidad, ser y relación.
el término del proceso de ideación. En efecto, en sentido estricto, se
Pero, algunas veces, designa tam- aplica la noción de i. a la unidad
bién 3. el obiectum mentalmente de la sustancia: es idéntico aquello
conformado según una idea pre- que es uno sustancialmente, aun
concebida. Por eso, en el período en la multiplicidad y sucesión de
escolástico señaló, en especial, lo sus determinaciones accidentales,
ideado por el artista. A esto último es decir, aquello que permanece él
apunta el enunciado “ideatum est vi mismo, más allá de sus variaciones
ideae productum”. cuantitativas y cualitativas. En otro
aspecto del problema de la identi-
idem. Alude 1. a lo que no es distinto dad, la concepción que se susten-
de otra cosa; 2. a aquello que tiene ta sobre ella depende también de la
la misma definición que otra cosa, que se tenga sobre el ser: quienes
en este sentido se dice de dos tér- optan por la solución realista en el
minos sinónimos que son idénti- problema de los universales (véase
cos; 3. pero también significa el ser universale), sostienen que hay iden-
afirmado de algo. Así, cuando se tidad real entre los individuos de
dice que en una proposición verda- una misma especie; en cambio, los
dera sujeto y atributo son idénticos que sólo aceptan como única rea-
no se quiere decir que ambos tér- lidad la de los particulares, entien-
minos sean uno solo sino que uno den que la unidad del género y la
se afirma de otro (cf., por ej., Oc- de la especie debe concebirse úni-
kham, In El. 103b). camente como identidad concep-
identificari. Identificar varias cosas es tual, si bien fundada en una seme-
afirmar que constituyen una úni- janza real.
ca y misma realidad, aunque se las En este último caso, es decir, el
considere desde diferentes puntos de los nominalistas, dado que sos-
de vista; de esta manera, por ej., se tienen que sólo son reales los indi-
identifican en Dios su sapientia y viduos, el concepto de i. depende,
su omnipotentia. En tal sentido, la pues, especialmente, de la categoría
identificatio se opone a la distinctio de relación (véase relatio). Guiller-
realis (véase distinctio). mo de Ockam, por ej., considera
la i. una relación real que se da en-
identitas. En sentido lato, la Edad tre dos cosas (cf., por ej., In I Sent.
Media llamó i. a toda convenientia d.31, q.1).
entre dos términos, ya sea de igual-
dad o de similitud. Así, por ej., se idiomata. Con este término, de origen
pueden llamar “idénticas” dos can- griego, se nombran los idiotismos,
tidades iguales, esto es, afirmar su es decir, locuciones peculiares, ex-
identidad, como se puede también presiones que por su sola forma no
idiota 338

tendrían sentido evidente, con lo medieval de este concepto es la que


que se impone una labor de inter- se registra en Nicolás de Cusa. En
pretación. Por eso, los i. son men- contexto cusano, aparece en la con-
cionados en los tratados de exége- frontación entre la ciencia de este
sis bíblica. Por ej., “Deus patientia mundo y la verdadera sabiduría.
mea” no significa “Dios es mi pa- En estos términos, el i. es protago-
ciencia” sino que Él constituye la nista y sujeto de la docta ignoran-
fuente de mi paciencia, como indi- tia (véase) que pretende alcanzar
ca Agustín en De Trin. XV, 17, 27. la sabiduría y acceder a lo absolu-
Por lo demás, el latín del texto es- to trascendiendo no sólo los senti-
criturario contiene muchos i., pre- dos sino, y especialmente, la razón.
cisamente al hacerse eco de lenguas En el Cusano especialmente ella es
como el hebreo y el griego. guía de la ciencia de este mundo y
está regida por los principios lógi-
idiota. Con el fin de evitar equívocos, cos, como el de no contradicción.
se ha de subrayar que sólo a par- De este modo, el i. para Nicolás de
tir del siglo XIX esta voz designó Cusa no es tanto quien invalida los
a quien, por una inteligencia anor- alcances de una razón humana in-
malmente insuficiente, carece de la capaz por sí misma de alcanzar lo
capacidad de aprender. Tanto en el inalcanzable; es quien establece un
período patrístico como en el me- nuevo camino para hacerlo y se di-
dieval señala, en cambio, al que, de rige a concebir en forma paradójica
hecho, es ignorante, lego o no ini- lo inconcebible racionalmente. Por
ciado, especialmente, en el mun- eso, constituye una figura supera-
do intelectual; de ahí que, muchas dora (cf. Idiota. De sapientia, pas-
veces, el significado de este térmi- sim).
no coincida con el de “analfabeto”.
Así, por ej., hablando de la fun- idolatria. Se conoce con este nombre
ción de la pintura en cuanto susti- la forma perversa de adoración que
tuto de la escritura justamente pa- tiene por objeto los falsos dioses o,
ra la edificación moral y religiosa en general, la criatura en lugar del
de los analfabetos, Gregorio Mag- Creador (véase adoratio). Agustín
no escribe: “quod legentibus scrip- de Hipona pone en la adulación
tura, hoc ex idiotis praestat pictura” el principio de toda i., subrayando
(Ep. IX, 9). que carece de virtud santificadora
A partir de este significado pri- (cf. De civ. Dei II, 15; Ep.102, 18).
mario, el término que nos ocupa En toda la Edad Media se la con-
se asoció después –y entonces con signa como gravísimo pecado. To-
sentido positivo– a la simplicidad más de Aquino, por ej., justifica es-
e ingenuidad de quien se relacio- to sobre la base de que se considera
na directamente con las cosas, sin la idolatría una perversión de la re-
mediaciones intelectuales. Por eso, ligio y ésta es una virtud moral que
es frecuente que se utilice, con este forma parte de la justicia en cuan-
último matiz, en la literatura fran- to que por ella se rinde a Dios el
ciscana. honor que le es debido (cf. S.Th.
En una línea no demasiado di- II-II, q.43, a.1 ad 2). Así pues, el
vergente, una última evolución mal de la i. radica en faltar al debi-
339 ignorantia

tum. Por otra parte, los autores me- tido estricto, se refiere a la falta de
dievales suelen distinguir entre un un conocimiento obligatorio por
aspecto interior –adorar en el co- las condiciones u officium de ese
razón a ídolos o falsos dioses que sujeto, como la de algunas nocio-
pueden ser aun la riqueza o la va- nes de fisiología en un médico. En
na ciencia– y un aspecto exterior esto último se distingue de la no-
que consiste en manifestar públi- ción más general de nescientia (véa-
camente una actitud idólatra (véase se). Se diferencia también del error
también adoratio y veneratio). (véase) en que éste es un tipo de
conocimiento, o se supone tal, só-
ignara ratio. Con muy poca frecuen- lo aparente en cuanto que es falso,
cia aparece esta expresión en la li- esto es, en la medida en que consi-
teratura medieval, aun en la tardo- dera verdadero un concepto o jui-
medieval. Señala un sofisma que, cio que no lo es. Así pues, se opone
en general, se funda sobre premisas no sólo al conocimiento, o sea, a la
cuyo contenido intencionalmente scientia sino a las virtudes intelec-
se oscurece. Se suele aplicar cuan- tuales. Algunos autores han aplica-
do se habla de lo infinito o abso- do a la i. las siguientes distinciones:
luto, atribuyéndole implícitamen- han llamado 1. i. simplex o negati-
te –de donde la falta de claridad– va a aquella en la que sólo se des-
lo que se conoce de lo que es fini- conoce lo verdadero sin adherir a
to y relativo. Por sus característi- lo falso, opuesta a la 2. i. prava dis-
cas propias, el pensamiento medie- positione por la que se adhiere a lo
val, y particularmente el escolásti- falso a través de sofismas; siguieron
co, tuvo muy presente el principio en esto a Aristóteles (cf. An. Post. I,
de finito ad infinitum nulla est pro- 16, 79b 23-29). También diferen-
portio; de ahí que el nombre de es- ciaron en Filosofía moral entre 3.
te sofisma sólo aparezca en referen- i. vincibilis, que es aquella que se
cia a los errores al respecto cometi- puede superar, opuesta a la 4. i. in-
dos por los antiguos, sobre algunos vincibilis. Más aún, en el mismo te-
de los cuales, no obstante, Cicerón rreno, se ha hablado de 5. i. ante-
mismo ya había advertido (cf., por cedens, que alude a un desconoci-
ej., De fato 12, 28). miento que precede a la voluntad
ignavia. Noción más psicológica que y causa una acción no recta, y 6. i.
moral, la i. indica la desidia y flo- concomitans, que es aquella que no
jedad que suelen acompañar, como ejerce influjo efectivo sobre la ac-
estado de ánimo, la pigritia (véase). ción.
Para Isidoro de Sevilla, el ignavus, Durante la última Edad Media y
es decir, el indolente, es el que ig- comienzos de la Modernidad, ad-
nora la vía, o sea, el que desconoce quirió particular importancia la ex-
el camino de la razón y la vida (cf. presión docta ignorantia (véase),
Etym. X, 142). cuyos antecedentes son rastreables
tanto en Agustín de Hipona como
ignorantia. En términos muy gene- en Buenaventura, pero que como
rales, indica la ausencia de conoci- noción alcanza su mayor desarrollo
miento en un sujeto que, por natu- en Nicolás de Cusa.
raleza, es capaz de conocer. En sen-
ignoratio elenchi 340

ignoratio elenchi. En sentido amplio, illatum. Expresión perteneciente al


se denomina así –o con la expre- orden lógico, este término no se-
sión ignorantia elenchi– todo pa- ñala un nexo causal estrictamen-
ralogismo, razonamiento o sofis- te hablando, sino que se usa en el
ma (véase sophisma 2.7.) que llega sentido de consecuente, consecuti-
a una conclusión que no resulta de vo o implicado. A una relación de
las premisas. En sentido estricto, consecuencia o implicación se re-
hay quienes consideran que la i. e. fiere también la palabra illatio. Co-
es exclusivamente el error que pro- mo ejemplos del uso de esta últi-
viene de la ausencia de cualquiera ma en el sentido ya señalado, véan-
de estos términos: ad idem, secun- se las sentencias ab oportere ad esse
dum idem, similiter, in eodem tem- valet illatio, a posse ad esse non valet
pore. Por ej., A es el doble de B en illatio, y similares.
longitud; A no es el doble de B en
anchura; luego, A es y no es el do- illuminatio. En los términos más am-
ble de B. Aquí el error obedece a plios, teoría de la iluminación es
que la conclusión no resulta de pre- la que afirma en el hombre la ca-
misas consideradas secundum idem, pacidad de intuir lo inteligible se-
ya que en la mayor se toma un pre- parado, y no solamente la de abs-
dicado y, en la menor, otro. traer la inteligibilidad de lo sensi-
ble. En realidad, esta concepción es
illapsus. No demasiado frecuente, es- típica del platonismo con su teo-
te vocablo es utilizado en la litera- ría de la reminiscencia. De hecho,
tura escolástica teológica para alu- al planteo de la división de la reali-
dir, en general, a lo que influye so- dad en inteligible y sensible se aña-
bre una operación por haber ingre- de, en Platón, la correspondiente
sado de algún modo en una subs- distinción entre dos tipos de cono-
tancia; de ahí que se haya usado a cimiento: la intuición de las Ideas
propósito del tema de la gracia ac- y la aprehensión de lo sensible. La
tual (véase gratia). segunda simplemente despierta en
el hombre el “recuerdo” de la intui-
illatio. Cf. illatum. ción pura de las Ideas por parte del
illative. Tal como connexive, i. se opo- alma, intuición que se dio previa-
ne en cierto sentido a formaliter mente a la encarnación de ésta (cf.
(véase), en la medida en que este por ej., Fedro, 74b-75c, y Menón,
último vocablo alude, entre otras 81 y ss).
cosas, a algo considerado en sí mis- Esto constituye un anteceden-
mo o en su propia entidad. En te de la noción que nos ocupa, ya
cambio, si se lo relaciona con otros que, específicamente, se conoce
entes –conexos con ese algo– cu- con el nombre de i. una doctrina
ya existencia se infiere precisamen- medieval sobre una especial acción
te de él, porque lo acompaña, se lo divina. De hecho, ya en el período
considerará i. o connexive. Así, en patrístico, el mundo platónico de
el humo se conoce el fuego non for- las ideas se subsumió en el Logos
maliter, sed i. o Verbo divino. A su vez, el Logos,
principio de todas las cosas, ilumi-
na a todo hombre que viene a este
341 illuminatio

mundo, según se lee en el Proemio cierne fundamentalmente al cono-


del Evangelio de Juan. Sobre la ba- cimiento de cierto tipo de juicios
se de estos textos, Agustín de Hi- necesarios –como, por ej., el de que
pona elabora su propia doctrina de lo eterno es superior a lo temporal–
la i. Según el Hiponense y los auto- más que a la formación de concep-
res que lo siguen en este punto, la tos.
tesis de la iluminación es necesaria Con todo, al no haberse expedi-
para explicar los caracteres del co- do sobre varios otros puntos de es-
nocimiento intelectual humano. ta doctrina, Agustín dio lugar a que
En efecto, si bien en sus prime- fuera discutida extensamente a lo
ras obras Agustín parece admitir en largo de la Edad Media. Así, Bue-
su terminología la doctrina plató- naventura señala (cf. Quaest. disp.
nica de la reminiscencia (cf. por ej., de scientia Christi. 4) que pueden
Sol. II, 20, 35, y De quant. an. 20, relevarse al menos tres interpreta-
34), corrige después esta posición. ciones sobre esta doctrina agusti-
Dice, entonces, que el conocimien- niana: una es la que hoy llamaría-
to humano de lo inteligible sepa- mos “ontologista”, otra es la pro-
rado se explica admitiendo que la puesta por Tomás de Aquino, y la
luz de la Razón eterna –esto es, el tercera es la que él mismo acepta.
Logos en cuanto Idea de todas las Según esta última, la perfección del
ideas o Forma de todas las formas conocimiento intelectivo y, sobre
(véase idea)– en la que existen y se todo, su infalibilidad y la inmuta-
conocen las verdades inmutables y bilidad de su objeto, postulan en el
necesarias, está presente en todos espíritu humano la presencia, aún
los hombres en cuanto tales (cf. Re- cuando parcial, de una luz eterna.
tract. I, 14, 4). La i. intelectual per- En el Itinerarium, Buenaventura
tenece, pues, en primer lugar, al or- precisa que la ratio aeterna ilumi-
den natural y, por eso, no se debe nadora es la idea del ser, que está
confundir con una intervención es- implícita en cualquier otro concep-
pecial de la Gracia, que correspon- to y que es no abstraída de la ex-
de al plano sobrenatural. En el De periencia, sino un reflejo en noso-
magistro, el doctor de Hipona re- tros del Ser infinito. Esta interpre-
curre al lenguaje metafórico para tación buenaventuriana es la clási-
dar cuenta de esta doctrina. Así, en ca del agustinismo medieval, y fue
ella, se compara la iluminación físi- seguida, entre otros, por Mateo de
ca con la del conocimiento: el ojo, Acquasparta y por John Peckham.
aquello con lo que se ve o con lo Éste último, por ej., insiste en que
que se comprende, es la mens; la los entes múltiples no bastan pa-
luz, en la que se ve, es la verdad, en ra explicar la unidad de la verdad,
la que se conoce realmente; el sol, que debe estar presente en todos
fuente de luz, es el Maestro inte- los hombres en virtud de una única
rior, es decir, el Logos o Verbo divi- luz que es la divina.
no, en cuanto fuente de la verdad; Otra vertiente de esta doctrina
finalmente, la misma visión es el se encuentra en Avicena, quien ex-
conocimiento. En segundo térmi- pone, si bien en términos aristo-
no, se debe advertir que la i. con- télicos, una teoría sobre el cono-
illusio 342

cimiento intelectivo humano que de spirit creaturis. a. 10, ad. 1). De


guarda analogía con la de la i. agus- este modo, mientras que Agustín
tiniana. Según el mencionado au- admite una presencia inmediata de
tor, la experiencia sensible sólo pre- lo inteligible, impreso por Dios en
para al intelecto posible para reci- el intelecto humano, Tomás afirma
bir la species (véase) inteligible; pe- que Dios participa al hombre la ca-
ro ésta, que es el elemento deter- pacidad de abstraer lo inteligible de
minante en la formación de con- lo sensible. Con todo, el Aquinate
ceptos, es irradiada en el intelecto niega (ibid. a. 8) que tal diferencia
posible por el agente, que Avicena tenga un gran relieve.
concibe como una sustancia úni- Ya en la Modernidad, la interpre-
ca y separada para todos los hom- tación más famosa de la i. corres-
bres. Ahora bien, nótese, en primer ponde a la teoría de Malebranche,
término, que, mientras que lo in- según el cual tenemos conocimien-
teligible separado es, para Agustín, to directo de las verdades inteligi-
Dios mismo, para Avicena consiste bles que hace que vemos todas las
en una Inteligencia intermedia en- cosas en Dios, presente en el alma
tre Dios y el mundo sensible. En humana, justamente por la ilumi-
segundo lugar, mientras que la i. nación.
agustiniana explica el conocimien-
to de las verdades necesarias, la avi- illusio. Es ésta una voz que, en con-
ceniana, que consiste en la irradia- texto patrístico y medieval, no tie-
ción del intelecto agente, debe ex- ne el matiz preciso de la actual pa-
plicar la formación de conceptos y labra española “ilusión”. En di-
no de juicios. cho contexto, tres son los planos
Por su parte, Tomás de Aquino, en los que se puede encontrar es-
guiado por su afán de unir la i. con te vocablo: el retórico, el religio-
la abstracción aristotélica, propone so y el moral. En 1. sentido retóri-
la siguiente explicación: el intelecto co, la i. equivale a la figura de iro-
humano finito, mutable, depende nia (véase). En 2. sentido religioso,
de un intelecto infinito que es el di- alude al engaño, particularmente,
vino. Pero éste no opera inmediata- a aquel mediante el cual el demo-
mente en nosotros, dado que, pri- nio tienta a los hombres; de ahí de-
mero, la actividad propia del hom- rivó en 3. el significado moral de
bre es conocer intelectivamente y, burla, esta vez, del hombre dirigi-
segundo, todo subiectum debe con- da hacia otros hombres o aun hacia
tener en sí el principio de la propia Dios. En este último orden, cobró
actividad. Así pues, para el Aquina- matices cada vez más específicos y,
te, Dios ilumina la mente humana, a medida que se avanza en la Edad
en cuanto que le da la facultad de Media, fue sustituido por el térmi-
abstraer el universal de lo sensible, no derisio (véase).
volviendo a éste inteligible, lo cual imaginatio. Es un término que los es-
es prerrogativa del intelecto agente: colásticos han utilizado como sinó-
“…propium est Dei illuminare ho- nimo de phantasia (véase). Con to-
mines imprimendo eis lumen natu- do, esta última equivale a lo que
rale intellectus agentis” (Quaest. disp hoy denominaríamos “imagina-
343 imitatio

ción”; en cambio, i. tiene una ex- su producción o generación, se pa-


tensión y comprehensión mayores. rece a lo que lo produce; así, vg., se
Así, por ej., en el Avicena latino, el dice que el hijo es la imagen de su
término i. alude a lo que en Ave- padre. Esto se lee, por ej., en Oc-
rroes es formatio (véase) o informa- kham (cf. In I Sent. d.3, q.10). 2.
tio en sentido gnoseológico, ya que En el orden del conocimiento, se
indica la primera operación del es- fue abandonando la palabra que
píritu, esto es, la simple aprehen- nos ocupa y se prefirió hablar de
sión. phantasma y phantasia (véanse).
3. En Teología, el término se uti-
imago. En sentido lato es una seme- lizó para aclarar la relación entre el
janza o signo de las cosas, que se Creador y la naturaleza del hom-
puede conservar independiente- bre en cuanto creado. En tal senti-
mente de ellas mismas. Según Aris- do, Buenaventura subraya el doble
tóteles, las imágenes son como las aspecto de la imagen en general: el
mismas cosas sensibles, pero sin de relación y, a la vez, el de depen-
materia (cf. De an. III. 8, 432a 9). dencia (cf. Coll. in Hexaem. X, 7).
Así, la i. es: 1. el producto o efec- En efecto, para él, la i. es represen-
to de las operaciones de la imagina- tación de Dios en los seres espiri-
ción (véase imaginatio). Pero tam- tuales, dotados de conocimiento y
bién se puede entender como 2. amor; por eso, conduce a la Trini-
la sensación o percepción misma dad.
considerada desde el punto de vista Para la discusión sobre la crea-
de quien la recibe. Este último sen- ción del hombre a imagen y seme-
tido prevaleció entre los antiguos, janza de Dios, véase similitudo 2.
particularmente, los estoicos, quie- Cf. también vestigium.
nes llamaron phantasma a la i. en
el primer significado y reservaron imitatio. Dos planos se han de distin-
el nombre de phantasia para el se- guir en la significación de este vo-
gundo significado de este término, cablo: la imitación, analógicamen-
es decir, para la impronta que la co- te hablando, en el sentido de la
sa deja en el alma, cambiándola en metafísica platónica; y la imitación
cierto modo. Por su parte, Dióge- propiamente dicha, como acto hu-
nes Laercio consigna que los epi- mano de creación artística. Básica-
cúreos admitían la verdad de todas mente, los medievales entendieron
las imágenes en cuanto que produ- la i. como una acción por la que
cida por las cosas: lo que no es na- se reproducen algunas caracterís-
da puede producir o a nada puede ticas formales de un modelo, con
dar lugar. elementos diferentes de los de es-
Estas nociones llegaron a la Edad te último, de modo que la imita-
Media y fueron reelaboradas en ción nunca equivale exactamente a
ella, 1. en general; 2. en el plano él. En virtud de lo anterior, en la
gnoseológico; 3. en el teológico. i. se consideran: 1. de un lado, la
Como 1. noción general, la i. –pa- cualidad o forma imitada, es de-
ra cuyos ejemplos siempre se apeló cir, lo que se imita (id in quo est);
a la labor del artesano– fue defini- 2. de otro, los elementos mediante
da como todo lo que, en razón de los que se realiza la imitación (imi-
immanens 344

tantia), o sea, aquello con lo que se los seres vivientes y, en especial, de


imita. los superiores, que son espirituales.
Teniendo siempre en cuenta esta Un caso especial es, obviamente,
ambivalencia, se relacionan con el el de las acciones divinas: al no es-
punto 1. de los mencionados arri- tar Dios sujeto al devenir, su actio
ba, los términos bonitas, exemplar, i. no constituye una perfección que
finis, forma, idea; con el punto 2., adquiere sino que es idéntica a su
analogia, aequalitas, ars, imago, in- esencia, aún teniendo eficacia so-
ductio, participatio, similitudo, ves- bre la realidad externa a la que con-
tigium. fiere el ser. De ahí que los escolás-
ticos sostengan que la creación en
immanens. En la terminología escolás- Dios es formaliter i. y virtualiter
tica, especialmente en la propia del transiens.
siglo XIII, se habla de actio (véase) De manera derivada, el vocablo
i. y actio transiens: la acción inma- se aplicó a la causa, pero esto se
nente es aquella que fundamental dio muy raramente en la Escolás-
y primariamente permanece en el tica. En realidad, la expresión causa
agente perfeccionándolo; por ej., i. se hace frecuente en autores mo-
entender o querer, aunque sus con- dernos como Spinoza.
secuencias pueden afectar a otro.
La acción transitiva es aquella cuyo immanentia. Indica el estado de lo
efecto se dirige a otro ente exterior que permanece dentro, es decir,
al agente; por ej., pintar. de lo que es interior o inherente a
Cabe notar que el vocablo no una cosa. En los filósofos clásicos,
aparece en Tomás de Aquino; en el equivalente griego señala tanto la
cambio, es común en el Aquina- pertenencia del predicado a un su-
te el uso del verbo correspondien- jeto, como la presencia de una ac-
te, en especial, de su participio pre- ción propia en los seres vivientes.
sente, manens, cuyo significado es Así aparece en Aristóteles (cf. Met.
“que permanece”. Así, en C. G. l. VIII, 8, 1050 a 34). Pero es sólo el
II, a. 1, se lee: “Est rei operatio una segundo significado mencionado
quidem, quae in ipso operante manet el que retoma la Escolástica, deno-
et est ipsius perfectio, ut sentire, inte- minándolo i. (véase immanens), ya
lligere et velle; alia vero, quae in ex- que el primero fue elaborado como
teriorem rem transit, quae est perfec- inesse (véase).
tio facti quod per ipsam constituitur,
ut calefacere, secare et aedificare” (cf. immateriale. Se denomina “inmate-
también S. Th. I, q.. 14, a. 2; q.18, rial” a la entidad desprovista de
a.3, ad 1; q.. 23, a. 2, ad 1). Tomás materia. Como es obvio, la elabo-
prefiere reservar la palabra actio pa- ración de este concepto tuvo ori-
ra la operación inmanente, y fac- gen en la aceptación de la posibi-
tio para la transitiva; así pues, agere lidad de existencia de realidades no
y facere indicarían respectivamen- sensibles. Por eso, se considera, en
te la interioridad y la exterioridad general, que una entidad inmate-
del operar. Añádase que la acción i. rial sólo es aprehensible mediante
suele señalar la operación propia de actos cognoscitivos de índole racio-
nal o intelectual.
345 immediatum

En la Escolástica, durante la cual blando, sea el agente, más inmedia-


este concepto aparece con gran fre- tamente actúa immediatione virtu-
cuencia, se distinguió entre varias tis, porque está tanto más íntima-
especies de inmaterialidad: 1. se mente presente en los efectos que
denomina i. a lo abstraído men- produce; así se da, como afirma To-
talmente de una realidad concre- más de Aquino, en el caso de Dios
ta: lo bello, por ej., es inmaterial en (cf. In I Sent. d. 37, q. 1, a. 1).
cuanto abstraído de las cosas bellas; La i. suppositis se refiere a la ac-
2. algo puede ser i. y, a la vez, de- ción del agente entre cuyo suppo-
pender de otra cosa material: tal es situm –o sea, su sustancia indivi-
el caso, por ej., de la species impres- dual– y el efecto no media ningu-
sa (véase species), inmaterial como na otra cosa. Aquí se alude, pues,
imagen pero dependiente de los a la acción debida a la capacidad
sentidos corporales que son mate- existente en la sustancia individual
riales; 3. algo es i. completamente del agente mismo: por ej., el fue-
cuando su independencia de la ma- go calienta con i. virtutis sólo el ai-
teria es intrínseca; así, el alma hu- re que tiene próximo, y es este últi-
mana, que no depende del cuerpo mo el que, a su vez, transmite el ca-
para ser tal, pero que sí depende de lor al más alejado, es decir, que el
él en la operación de conocer, ya fuego agit per media, aunque actúe
que para ello debe apelar a los sen- en virtud de su poder. Todo ello su-
tidos corporales; 4. finalmente, al- pone la imposibilidad de concebir
go es i. simpliciter cuando es intrín- una actio in distans.
seca y extrínsecamente indepen- Cabe advertir que, en lo que con-
diente de la materia: por ej., Dios y cierne al caso especial de Dios,
las inteligencias separadas. Sólo en aunque la acción divina se extien-
los dos últimos sentidos, puede en- de a todo y es la primera causa y el
tenderse lo i. como espiritual (véa- primer agente, ella obra con ambos
se spiritualis). Respecto del status tipos de inmediatez, precisamente
ontológico de lo i., véase incorpo- porque “nihil est distans ab eo” (S.
rea. Th. I, q. 8, a.1, ad 3, cf. también In
I Sent. d. 37, q.1, a.1).
immediatio. Escolásticamente, la in-
mediatez se refiere, en especial, al immediatum. El sentido fundamen-
carácter de la acción sin interme- tal de este vocablo alude a la au-
diario. Dada la imposibilidad de sencia de toda mediación o inter-
una actio in distans, hay que supo- mediario. Por eso, se lo emplea fre-
ner entre la causa y su efecto algún cuentemente sólo por oposición a
tipo de contacto. Al distinguir en- mediatum (véase), no a remotum,
tre estos diversos tipos, los autores dado que el opuesto exacto de es-
medievales hablaron de i. virtutis te último es proximum. Su uso es
y de i. suppositis. La primera seña- muy amplio. En efecto, se lo aplica
la la acción del agente cuyo poder a sustantivos tales como: actio, ac-
se une al efecto, sin que esta unión tus, agens, bonum, finis, forma, or-
provenga o dependa de ninguna do, perceptio, processio, propositio,
otra instancia. De ahí que, cuan- visio, etc., siempre dentro del sen-
to más noble, ontológicamente ha- tido genérico ya señalado. El hecho
immo 346

de que muchas veces i. aluda a ac- fico-pitagóricos, en cuanto al tema


ciones, llevó a preferir la forma ad- de la reencarnación, lo más impor-
verbial immediate. Entre las locu- tante en dicha concepción es que,
ciones más técnicas en las que apa- según ella, hay otra vida después de
rece la palabra que nos ocupa, fi- la muerte, cuando el alma se ha pu-
gura la de cognitio immediata o di- rificado durante el tránsito terre-
recta, que señala una forma especí- no. Por eso, para completar el pro-
fica de conocimiento (véase cogni- ceso de purificación, la reencarna-
tio 2.1.). ción se considera necesaria, pero, a
diferencia de las afirmaciones pita-
immo. En el latín clásico, esta partí- góricas, tiene un término: el que al-
cula se usa para ratificar lo dicho, canza el alma cuando reposa en su
por ej., “vivit? i. etiam in senatum verdadero reino que es el mundo
venit”: “vive? Sí; más aún (me- de las Ideas, completamente desli-
jor aún), ha venido al senado”. En gada de todo vínculo con el cuer-
el latín medieval, en el que puede po y de la necesidad de volver a él.
aparecer con la grafía ymo, no só- Obviamente, este planteo del tema
lo tiene esta función de perfeccio- por parte de Platón, condice con su
nar lo anteriormente dicho, sino visión antropológica. Por otra par-
también la de rechazarlo o, por lo te, de ambos términos, el más in-
menos, corregirlo. En el encabeza- dependiente es el alma, ya que re-
miento de una de las más famosas sulta identificada con la vida: en
cartas de Eloísa a Abelardo se utili- efecto, para Platón, ella es vida.
za con este último matiz. Como se sabe, la concepción aris-
immobile. Es aquello que no se mueve totélica sobre el particular –funda-
o no puede ser movido, en el sen- da en su teoría sobre materia y for-
tido del motus (véase), esto es, del ma– es muy diferente: para el Esta-
cambio aristotélico, a cuyo Motor girita la unidad sustancial de cuer-
Inmóvil como Absoluto, se aplicó po y alma es inescindible (cf. De
eminenter este término. A su vez, lo an. I, in fine); de ahí que sea du-
i. puede mover otras cosas, como doso que haya concebido la inmor-
lo hace el alma. talidad del alma individual, ya que
para esto se requería aceptar la po-
immortale. Concepto próximo al de sibilidad de su subsistencia separa-
lo sempiterno (véase sempiternitas), da del cuerpo.
el carácter de inmortal y el funda- Ambas vertientes son retomadas
mento mismo de la inmortalidad y reelaboradas por el pensamien-
aluden especialmente a la cuestión to medieval cristiano, sobre la ba-
del destino del alma (véase anima) se del dato revelado de la inmor-
después de la muerte. talidad del alma y de la resurrec-
En la Antigüedad, el tema apa- ción de la carne. Así, ya desde los
rece en Platón, en especial, en el comienzos de la Patrística, se acep-
Fedón, donde, particularmente, ta, en líneas generales, la posición
desde 69 a hasta el final, se apor- de Platón, pero contra ella, se sos-
tan argumentos sobre la inmorta- tiene que el alma no posee inmor-
lidad del alma. Si bien la concep- talidad de suyo sino recibida de
ción platónica presenta rasgos ór-
347 immutabile

Dios, es decir que el alma no es vi- terés en combatir toda propuesta,


da, sino que tiene vida, como sos- como la de Averroes, que postula-
tiene, por ej., Justino (cf. Diálo- ra un intelecto único para todos los
go con Tifón, 6, 1). El mismo tema hombres.
fundamentalmente se reiterará des-
pués, aunque con variantes, en to- immotatio. Término con que los es-
dos los pensadores medievales, es- colásticos aludieron a un tipo de
pecialmente en los de raíz platóni- cambio o alteración y, en especial,
co-agustiniana. Por su parte, el Hi- al modo de recepción de una cua-
ponense, en su célebre anticipación lidad por parte de lo que es impre-
del cogito cartesiano, considera una sionado por ella. Así, distinguie-
evidencia la del propio pensamien- ron, como lo hace Tomás de Aqui-
to; pero pensar implica vivir, y vivir no, dos tipos de i.: 1. i. naturalis
supone actuar como una substan- o física que se da cuando la forma
cia precisamente animada, es decir, que causa el cambio es recibida en
dotada de alma. Ésta, a su vez, pro- el ser inmutado –esto es, impresio-
fundizando en sí misma, se descu- nado– según su carácter físico, co-
bre como vida indestructible (cf., mo cuando una mano se vuelve cá-
por ej., De immort. an. XI, 18; XII, lida al contacto de algo cálido; 2. i.
19; y passim). spiritualis que tiene lugar cuando la
Pero a partir del siglo XIII, con el forma de lo que motiva el cambio
reingreso del aristotelismo en Oc- es recibida en el objeto inmutado
cidente, se plantean los problemas según su ser espiritual, como la for-
ya insinuados en la posición aristo- ma del color es recibida en la pupi-
télica: ateniéndose a ella, se hacía la, que no por ello queda colorea-
difícil fundamentar filosóficamente da. De esto se desprende que, para
el dato revelado de la inmortalidad la operación de los sentidos, se re-
del alma separada, desde la muer- quiere una i. del segundo tipo, ya
te hasta su reunión con el cuerpo que sólo así se establece en el órga-
en la resurrección de la carne. To- no correspondiente una re-presen-
más de Aquino lo intenta valién- tación intencional de la forma sen-
dose de un detallado análisis de la sible (cf. S. Th. I, q. 79, a.. 3 c).
noción de alma, sus operaciones y immutabile. Es aquello que, por su
el modo de su unión con el cuerpo misma naturaleza, no está sujeto al
(cf. S. Th. I, q. 75; y C. G. I, 57). cambio (véase mutabilitas). En sen-
Su respuesta apuntará a que hay en tido absoluto sólo se puede predi-
el alma individual, creada para es- car, pues, de Dios. En general, se
tar unida a un cuerpo, un princi- puede decir que los autores medie-
pio intelectual que posee una ope- vales han atribuído tres sentidos o
ración per se, aparte del cuerpo. Di- matices significativos a este térmi-
cho principio, o sea, el intelecto, es no: 1. i. es aquello que no puede
inmaterial y subsistente, por ende, haber sido antes ni ser después; 2.
también inmortal. El Aquinate se es lo que no recibe lo que antes no
apoya, pues, en el principio inte- poseía y que no cesa de tener lo que
lectual para fundar la inmortalidad poseía; 3. en sentido más estricto,
del alma individual; de ahí su in- es aquello cuya esencia subsiste sin
impensae 348

adquirir ni perder ninguna forma. te imperativa, ordena la acción. Es-


Así pues, según la primera acepción te último acto del intelecto es pre-
–y, de manera derivada, de acuer- cisamente el i.
do también con la segunda–, Dios 2. En el orden histórico-político,
es inmutable en cuanto ser necesa- el término que nos ocupa se refie-
rio; según la tercera, en razón de su re especialmente al Imperio roma-
infinitud, no puede recibir ningu- no antiguo, como se lee en Marsi-
na forma que lo perfeccione, dado lio de Padua:: “... Romanum Impe-
que es la perfección misma. rium in una sui significatione quan-
doque significat monarchiam seu re-
impensae. La economía medieval ha galem principatum Romanae Ur-
llamado así a los gastos o erogacio- bis sive civitatis tantummodo, qualis
nes. Los ha dividido en necessaria, fuit ab origine sua” (De transl. impe-
que son aquellos cuya omisión cau- rii 1). De allí, sus significados deri-
sa deterioro; utiles, que son los que vados, referidos 2.1. al Imperio ro-
se hacen para la adquisición de lo mano en cuanto Imperio univer-
que causa beneficio; y voluptuaria, sal. En este orden, el mismo Mar-
aquellos que no dan fruto alguno y silio, en el lugar citado, escribe: “in
de los que se puede prescindir. De alia vero acceptione significat Impe-
ahí que el término aparezca en los rium Romanum universalem sive ge-
tratados de filosofía moral, en espe- neralem totius mundi vel plurium
cial, en el tratamiento de temas co- saltem provinciarum monarchiam,
mo la avaritia (véase). qualis fuit Romae urbis et principa-
imperative. cf. efficienter. tus, in eius processu”. Por su parte,
también en Ockham aparece i. en
imperfectum. cf. incompletum. esta última acepción (cf. Brev. IV,
imperium. En contexto medieval, es- 13); 2.2. puede aludir, además, en
ta noción siempre remite, en úl- particular, al Sacro Imperio Roma-
tima instancia, a alguna forma de no-germánico como continuación
mandato. Dentro de ese sentido jurídica del Imperio romano; así en
general, cabe destacar tres acepcio- Marsilio de Padua, Def. minor 12;
nes puntuales: l. la que concierne De trans. imp. 10-12; Ockham III
al análisis del acto libre, 2. la his- Dialogus II, 1, 29-30;
tórica, 3. la estrictamente política. 3. En el plano estrictamente po-
Respecto de la primera, 1. se con- lítico, en su acepción más usada, i.
sidera el i. uno de los pasos centra- aparece señalando, en general, mo-
les en la dialéctica intelecto-volun- narquía o Estado supremo univer-
tad que conforma el acto propio sal: “Est ergo temporalis Monarchia,
del libre albedrío, es decir, el acto quam dicunt ‘Imperium’, unicus
voluntario. De hecho, la voluntad, principatus et super omnes in tempo-
iluminada por el juicio práctico de re vel in hiis et super hiis que tempo-
la inteligencia, se conforma a él y re mensurantur.” (Dante, De Mon.,
decide elegir un medio para alcan- I, 2).
zar el fin; entonces, la inteligencia impetus. Hasta el siglo XIV, esta no-
confirma la decisión de la voluntad ción careció de significado preciso,
y, mediante una acción justamen- aludiendo, en términos generales, a
349 impetus

un impuso físico o anímico. Se usó decir, el aire, sino el mismo cuerpo


también como sinónimo de nisus proyectado, doctrina que, sin em-
(véase). Sólo hacia el 1330 asume bargo, no encontró eco en sus con-
la acepción técnica, que posterior- temporáneos.
mente mantuvo, de un tipo parti- Otra línea de pensamiento en es-
cular de vis motrix, la que corres- te tema es la representada por Oc-
ponde a un proiectum separatum, kham, quien insiste en que el mo-
como una flecha lanzada, es decir vimiento es una relación, y ésta se
ya separada del arco. El i. es pues, reduce a las sucesivas posiciones del
en principio, y escolásticamente móvil en el espacio. Así, no es me-
considerado, la causa próxima del nester admitir una causa especial
movimiento de inercia, por la que para explicar el movimiento, con lo
ya se había preguntado Aristóteles. cual Ockham aplica también en es-
El correspondiente pasaje aristoté- to su célebre “navaja”.
lico (cf. Fís. IV, 8, 215 a 17) fue Pero la doctrina que más trascen-
aceptado en líneas generales por dió sobre este tema es de la Juan
Simplicio y rechazado por Juan Fi- Buridán, el cual le confiere una for-
lopón, en sendos comentarios a los mulación precisa en su comenta-
tratados físicos del Estagirita. El se- rio a la Física aristotélica. Algunos
gundo de estos autores planteó la han llegado a atribuirle el descu-
hipótesis de una energía cinética, brimiento implícito del principio
impresa en el proyectil y no en el de la inercia en la mecánica clási-
medio en el que éste se mueve. Esa ca. A esta atribución dio pie el he-
energía –a la que, por lo demás, Fi- cho de que Buridán deja entender,
lopón denomina “incorpórea”– ha- aunque no lo menciona explícita-
ce que el proyectil siga moviéndose mente, que acepta una cierta inva-
hasta que la fuerza se agota por la riabilidad en el i., de manera que el
resistencia que le opone el medio. movimeinto provocado por él po-
Una concepción semejante parece dría, en principio, durar eterna-
haber sustentado Avicena. Más tar- mente si no interfirieran oposicio-
de, ya avanzado el siglo XIV, el es- nes externas. Sin embargo, la teoría
cotista franciscano Francisco de la de i. que Buridán postula lo pro-
Marca, trata la cuestión en su co- pone simplemente como una cier-
mentario a las Sentencias de Pedro ta cantidad de energía que el proi-
Lombardo. Allí menciona una vis o ciens comunica al cuerpo lanzado,
virtus derelicta y afirma que el proi- y que se consuma en cuanto causa
ciens deja en el proiectum una par- el movimiento del proiectum sepa-
te de su fuerza, la cual causa des- ratum. Así pues, el movimiento tie-
pués el movimiento sucesivo. Con- ne la misma duración del i., y finali-
cede así parte de razón al Estagiri- zan cuando se acaba la cantidad de
ta, cuando éste sostenía una trans- energía transmitida. El i. es entonces,
misión de la vis motrix en el mo- fundamentalmente, fuerza impre-
vimiento de lanzamiento; pero, sa. La teoría de Buridán –confirma-
contra Aristóteles, Francisco de la da por los pensadores de la Escue-
Marca sostiene que el subiectum de la de París, como Nicolás de Autre-
tal movimiento no es el medio, es corut y Alberto de Sajonia– con-
implicantia 350

tiene importantes conocimientos posición está representada por Pe-


sobre energía cinética que fueron dro Damián, quien la sostiene pre-
aplicados más tarde al problema de cisamente en su De divina omnipo-
la aceleración de la gravedad. Pero, tentia, donde afirma, por ej., que
más que constituir un antecedente Dios puede hacer aun que lo que
de nociones modernas al respecto, ha sido no haya sido. Como es ob-
con ella culmina la larga historia de vio, los teólogos medievales alinea-
las posibles interpretaciones aristo- dos esta posición se apoyan en el
télicas sobre el particular. milagro, en cuanto suspensión de
la racionalidad u orden del mundo
implicantia. Voz que asume en la natural, para defenderla. La segun-
Edad Media una acepción muy da tesis es la sostenida por Nicolás
distinta de la que le confirieron los de Cusa, quien prefiere el término
lógicos modernos y contemporá- complicatio (véase). Con todo, cabe
neos, y que tampoco se debe con- subrayar que, para afirmar la i. en
fundir con implicatio (véase). En Dios, los primeros se han fundado
efecto, los autores medievales uti- en la infinitud de su voluntad; los
lizaron el término que nos ocu- segundos han planteado, en cam-
pa para aludir a la contradicción, bio, una visión diferente de la mis-
es decir, a la atribución por parte ma naturaleza divina.
de nuestro intelecto del ser y no ser
en algo o respecto de algo al mis- implicare. Este verbo connota la idea
mo tiempo: “coniunctio per intellec- de “envolver”; de ahí que en una
tum tò esse et tò non esse” (véase tò). de sus acepciones originarias, ha-
Por tanto, ante la i., imposible de ya aludido justamente a la acción
asumir como verdadera en cuanto de envolver los rollos de pergamino
atenta contra uno de los primeros en que se escribía. Posteriormente
principios, las cuestiones que sur- asume una significación derivada,
gen son: 1) a cuál de los miembros más general, indicando el estar una
contradictorios implicet –de donde cosa contenida en otra. Más tarde,
el nombre– la cosa o cuestión de la se restingió al plano lógico y, hacia
que se trata; 2) si acaso no se trata fines de la Edad Media, se aplicó
de dos cosas o cuestiones diferentes; particularmente a las proposiciones
3) en dónde radica o en qué punto que envuelven contradicción. Así,
ha surgido en nuestro intelecto la la expresión “i. contradictionem”
contradicción, ya que ésta no pue- se refiere a algo que no puede dar-
de estar implicada a parte rei (véa- se, porque de ello seguiría que al-
se). Precisamente este último pun- go es y no es al mismo tiempo y en
to ha suscitado la discusión teológi- el mismo sentido; por ej., implica
ca donde el vocablo que nos ocupa contradicción decir “El rectángulo
fue utilizado con mayor frecuencia es circular” (véase implicantia).
y en donde adquiere su mayor es-
pecificidad: si la omnipotencia di- implicatio. (cf. implicare). Término
vina contiene o no i., es decir, si técnico perteneciente a la lógica es-
Dios está más allá de las contradic- colástica, referido a un tipo de res-
ciones, o si éstas se pueden resolver trictio (véase) que consiste en res-
de algún modo en Él. La primera tringir el valor de suplencia de un
351 impossibile

término mediante un adjetivo, una a los entes, precisamente con el fin


proposición adjetiva, o una oposi- de servirles de signos, y se subdivi-
ción. Así, la restrictio se denomi- den en 1.1. términos de primera
nó, más técnicamente, “per impli- intención y 1.2. de segunda inten-
cationem”: por ej., en “El hombre, ción (véase intentio). Los primeros
que es blanco, corre”, la i. consiste se aplican o imponen directamente
en lo subrayado. Al respecto, di- a aquello de lo que se trata, por ej.,
ce Pedro Hispano: “De restrictione la palabra “homo” al hombre; los se-
facta per implicationem, talis datur gundos son indirectos en la medida
regula: omnis implicatio inmediate en que se imponen a una categoría
adiuncta termino communi restrin- mental, lógica o cognoscitiva, por
git ipsum, sicut et suum adiectivum; ej., el término “species homo” referi-
ut cum dicitur ‘ homo, qui est albus, da al hombre como especie.
currit’ iste terminus ‘homo’ restringi-
tur ad albos per hanc implicationem impossibile. En general, imposible es
‘qui est albus’.” (Sum Log. XI, 9). aquello cuyo ser o existencia no
puede admitirse lógicamente, por-
implicite. Es correlativo de explici- que repugna al entendimiento, al
te. Ambos vocablos aluden a actos estar en contradicción justamente
del intelecto y la voluntad. 1. En el con los principios lógicos; por ej.,
primer caso, equivalen respectiva- que un círculo sea cuadrado debe
mente a confuse y distincte. Así, por declararse imposible, ya que aten-
ej., las notas esenciales del hombre ta contra el principio de no contra-
se conocen i. en el mismo nombre dicción.
de “homo”; en cambio, se conocen En el vocabulario técnico de la
explicite en la definición “animal lógica medieval se denomina reduc-
rationale”. En el segundo caso, esto tio per i. a aquella donde se muestra
es, referidos a los actos de la volun- que, si alguien niega la conclusión
tad, equivalen a indirecte y directe, del silogismo imperfecto conside-
por ej., quien quiere beber vino en rado, concediendo al mismo tiem-
exceso, quiere la ebriedad i.; pero si po las premisas, se contradice a sí
bebe precisamente para embriagar- mismo; luego, ese silogismo es váli-
se, la quiere explicite. do.
Hay autores que distinguieron
impositio. En su acepción más gene- entre una imposibilidad en sí mis-
ral, mienta el sentido primero y ma, como la del ejemplo aducido,
más propio de algo por oposición y una imposibilidad de facto, co-
a la transumptio que alude al sen- mo Guillermo de Ockham, quien
tido metafórico. En una acepción en lo imposible distingue aquello
más restringida, para los escolás- que no puede ser verdadero, y todo
ticos, especialmente los del siglo aquello que es falso (cf. In El. 118;
XIV, la imposición es un modo de Quod. III, q.4).
atribución de signos. De hecho, di- Desde el punto de vista ontoló-
vidieron los signos convenciona- gico y teológico, durante la Edad
les en 1. signos de primera impo- Media, el tema de lo imposible es-
sición, y 2. signos de segunda im- tuvo vinculado con la cuestión de
posición. Los primeros se imponen la omnipotencia divina. En este
impossibilia 352

campo, dos líneas fueron susten- vicaria obiecti, es decir, una seme-
tadas: una floreció en el siglo XI janza o forma vicaria del objeto, en
y es la que defiende, por ej., Pedro tanto que hace actuar a la potencia
Damián, para quien Dios no só- correspondiente para que se dé el
lo no está limitado por un univer- conocimiento de dicho objeto.
so inteligible según cuyos princi-
pios ha sido creado el mundo, sino impressio. Voz usada en varios senti-
que su ilimitación, infinitud y om- dos: 1. en general, indica la recep-
nipotencia, pueden hacer inclusi- ción de una cosa en otra, siendo
ve que lo que existió no haya existi- ambas igualmente materiales, co-
do. Dios está, pues, más allá de to- mo la de la configuración de una
das las imposibilidades, aun la de mano en la cera; 2. en el campo
que una afirmación y su correspon- de la física medieval, señala la pro-
diente negación sean simultánea- ductio impetus, es decir, la impre-
mente verdaderas (cf. De div. om- sión que algo que se impulsa o lan-
nip. I). Contra esto reacciona To- za ejerce sobre el exterior de un en-
más de Aquino, diciendo que una te móvil; 3. en el plano teológico,
posición tal, si bien se puede con- puede aludir a la infusión en el al-
siderar no herética, es falsa (cf. De ma de los dones divinos; 4. en el
aet. mundi, 2 in fine), porque no es del conocimiento, se utiliza la ex-
contraria a la fe, pero sí a la razón. presión i. speciei para significar la
unión más profunda entre la ima-
impossibilia. Los así llamados “impo- gen y el sentido (véase impressa).
sibles” han sido objeto de obras es-
colásticas, por ej., el De impossibi- improbatio. Opuesta a la probatio, la
libus de Siger de Brabante, que a i. indica la refutación fundamenta-
veces se equiparon erróneamen- da de una tesis. No se trata, pues,
te a los insolubilia (véase). Sin em- de una mera desaprobación, ya que
bargo, se debe advertir que, siendo ésta no implica necesariamente la
ambos objetos de la lógica, los i. di- discusión y el aducir razones como
fieren de los insolubles por cuanto sí lo hace la i. El término es de an-
se refieren a cuestiones que involu- tigua data en la dialéctica medie-
cran contradicción intrínseca. val. De hecho, se encuentra en tex-
tos patrísticos. Así, por ej., Agustín
impraescindibiliter. Adverbio que se anota una función teológica de la
refiere a la imposibilidad de lle- i., atendiendo precisamente a la ex-
var a cabo una praecisio (véase) en plicitación de las razones en la re-
un término o en un concepto de la futación. Éstas, dice el hiponense,
realidad a la que remite. ponen en relieve el sentir de la Igle-
sia (cf. Conf. VII, 19, 25).
impressa. (Cf. species). Bajo la expre-
sión “species i.”, los escolásticos se- improbativus. Proviene de improba-
ñalan la semejanza del objeto cau- tio (véase). Es, pues, uno de los mo-
sada por la afección de éste en los di tractandi en el discurso filosófi-
sentidos. En general, corresponde, co medieval: aquel en el que se ob-
pues, a lo que hoy se llamaría “ima- jeta y se refuta una tesis, exponien-
gen sensible”. Así, definen el térmi- do las razones de dicha refutación.
no como una similitudo seu forma Dado que se procura así convencer
353 in

o aun vencer al adversario, se deno- que esta preposición indica el tér-


mina también convictivus. Por eso, mino en dicho proceso de cambio,
se opone al modus probativus, que a diferencia de de (véase) que señala
de por sí atiende mucho más a la el punto de partida en la mutación;
cosa misma, es decir, a las razones 4. división, por ej., in partes quat-
objetivas de algo, que a las aduci- tuor; 4. distribución, con el senti-
das dialécticamente por un ocasio- do de “a cada”; 5. resultado o finali-
nal adversario en la disputa. dad, por ej., in beatitudinem; 6. ob-
jeto de un discurso, ya sea lauda-
improperium. Cf. contumelia. torio o adverso, por ej., in aliquem
impulsio. Movimiento violento en el scribere; 7. un caso particular, de-
que el motor acompaña al móvil rivado del anterior, es aquel donde
durante todo el transcurso de es- i. se traduce por “sobre” y antece-
te último, de tal manera que, si lo de el título de una obra para indi-
abandona, el móvil se detiene. No car que se trata de un comentario,
se ha de confundir, pues, con im- caso frecuentísimo en la Escolásti-
petus. ca, por ej., In Metaphysica suele re-
ferir a un comentario a la Metafí-
imputatio. Inicialmente pertenecien- sica aristotélica. Cuando, como en
te al campo de la filosofía moral en el caso de Avicena, hay dos obras
la Edad Media, este vocablo su em- con el mismo título, una que cons-
pleó para indicar la asignación de tituye un comentario y otra propia,
una culpa a un sujeto libre. Poste- se señala esta última con el añadi-
riormente, pasó a formar parte de do sua, como hace Tomás de Aqui-
la terminología judicial, donde in- no (cf. De ente et ess. I) (véase lec-
dica el significado actual de “impu- tura); 8. modo, manera, uso o es-
tación”. tilo, por ej., in barbarum; 9. rela-
imputative. Término correlativo de ción, caso en el que se suele tradu-
formaliter y opuesto a él. Se consi- cir por la expresión “en cuanto a”,
dera formaliter a algo o alguien to- por ej., in longitudinem.
mado en sí mismo; en cambio, una En los casos en los que rige abla-
cosa o persona, cuya existencia, ac- tivo, aparece indicando: 10. lugar
ción o modalidad se transfiere o como situación, ya sea en sentido
atribuye a otra, se considera i. Así, real o figurado, sin idea de movi-
por ej., quien persuade a otro de miento, por ej., in templo, in angus-
cometer homicidio, no es un ho- tiis; 11. momento preciso del tiem-
micida formaliter, pero sí i. po o lapso determinado; 12. proce-
so, caso en el que suele ir acompa-
in. Preposición que rige acusativo y ñado de gerundio, por ej., in quae-
ablativo. En el primer caso, puede rendis; 13. tema del que se trata, y
aparecer con los siguientes senti- entonces se suele traducir por “a
dos: 1. lugar, indicando 1.1. direc- propósito de”.
ción, “hacia”, o 1.2. penetración; En cuanto a los usos más filosó-
2. tiempo, con el significado de du- ficos de esta preposición, se pue-
ración, por ej., in perpetuum; 3. pa- de decir que, en general, señala la
saje de un estado a otro, caso en el relación del contenido respecto de
in actu exercito-in actu signato 354

lo que contiene. Sobre esta base, pleto que tiene ese algo durante di-
los escolásticos en particular, indi- cho pasaje. En cambio, in facto esse
caron que una cosa puede estar en mienta su carácter de acabado: por
otra como en su subiectum, y así el ej., un cuadro es in fieri mientras el
instinto está en el animal, o el acci- artista lo dibuja y lo pinta, y es in
dente está en la sustancia, es decir, facto cuando ya está terminado. La
in alio; o bien como en su causa, y primera de estas locuciones escolás-
así se dice, por ej., que Dios está en ticas indica, pues, una cosa en fase
todas las cosas en cuanto causa de de cambio hacia un término de su
las mismas, aun cuando, por la per- devenir, o sea, la señala en un esta-
fección de su naturaleza, Dios esté do potencial respecto de su deter-
sobre todas ellas. minación actual. Al alcanzar dicho
término, reposa en la quies propia
in actu exercito-in actu signato. La del factum. Esto último conduce ya
distinción escolástica mentada por a la segunda expresión, por la que
este par de locuciones equivale a 1. se entiende aquello que existe ac-
la que se significa en castellano me- tualmente; más aún, se lo conside-
diante las expresiones “con hechos” ra, abstractamente, sólo en su ac-
- “con palabras”. Es el uso más di- tualidad. El uso de ambas locucio-
fundido. Una enseñanza, por ej., nes se hizo frecuente, en especial,
la del coraje como virtud, se pue- en el siglo XIII, debido a la adop-
de impartir a través de acciones va- ción de esquemas aristotélicos.
lerosas que lo ejemplifican o bien a Ejemplo de ello son los siguientes
través de la explicitación de su con- pasajes tomistas: C.G. II, c. 17, n.
cepto, fundamentos, etc. En el pri- 4; S. Th. I, q. 45, a. 2, ad 3.
mer caso, se enseña en qué consis-
te un acto de coraje in actu exer- in quale. Algo se predica i.q. cuando
cito; en el segundo, in actu signa- responde a una pregunta referida a
to. 2. En un empleo más restringi- la cualidad que posee un ente y que
do, estas expresiones aluden al co- le es extrínseca, por ej., albus res-
nocimiento. En este plano, se dice pecto de Pedro, ya que el hecho de
que se conoce actu exercito o direc- ser blanco no inhiere en su esencia.
te cuando el conocer se dirige a una Esta forma de predicación también
cosa en sí misma; y actu signatu o es llamada pure in quale (véanse in
reflexe, cuando el conocimiento se quale quid e in quid).
tiene por objeto a sí mismo, por
ej., a alguna de las facultades cog- in quale quid. Se dice que un término
noscitivas. Sin embargo, en este úl- se predica in q. q. cuando se afir-
timo orden, los escolásticos suelen ma de un sujeto una cualidad con-
preferir los respectivos sinónimos. cerniente a una de sus partes esen-
ciales, por ej., “rationalis” respecto
in alio. Cf. in se. del hombre. No se ha de confundir
con in quale (véase).
in fieri esse-in facto esse. Con la pri-
mera expresión los autores medie- in quantum. Expresión que pue-
vales aludieron, en general, al pa- de aludir al hecho de que el suje-
saje de la potencia al acto, subra- to y el atributo son convertibles o
yando así la condición de incom- que el primero se infiere del segun-
355 inadaequata

do. También aparece en la explici- nificado de este último es más am-


tación de términos tomados redu- plio y hay un matiz de diferencia
plicative (véase). Con todo, ya en la entre ambos que se explicita tam-
Escolástica, este término se escribió bién en el artículo correspondien-
en una sola palabra, adquiriendo el te a perseitas.
empleo que se explicita en el artí-
culo inquantum (véase). in signo priori-in signo posteriori.
Mediante estas locuciones, la Edad
in quid. Se dice que un término se pre- Media, en particular la Escolástica,
dica i. q. cuando se afirman recta- indicó el carácter anterior o poste-
mente de un sujeto sus predicados rior, respectivamente, con el que
esenciales, pues por éstos se define se considera algo en relación con
qué [quid] es la cosa, sin significar otra cosa. En el caso de la causa y
una parte determinada de su esen- el efecto, la anterioridad de la pri-
cia, por ej., cuando se dice que Só- mera respecto del segundo es on-
crates es hombre; no cuando se di- tológica y no cronológica, pero tal
ce, por ej., que puede reír, porque anterioridad es real por naturaleza.
en tal caso se estaría predicando al- De este modo, por ej., luz, causa
go que no es su esencia; ni ccuando de la iluminación, es anterior con
se dice que es racional, puesto que, prioridad de naturaleza, a esta últi-
entonces, se estaría predicando al- ma, aunque tengan lugar simultá-
go que constituye una parte de su neamente. En el acto libre, de he-
esencia (véase in quale quid). cho, el intelecto es anterior a la vo-
luntad, por lo menos, según la po-
in re. Cf. ante rem y universale. sición tomista. Pero, en el caso de
in se. Es término correlativo de in alio. Dios, dada su absoluta simplici-
A diferencia de las expresiones a se dad, entre el intelecto y la volun-
y ab alio (véanse), que se refieren al tad no hay tal tipo de distinción:
principio o causa de un ente, este ella radica sólo en nuestro modo
otro par de términos alude al modo de pensar uno y otra, lo que lleva
de existir de algo. In se significa que a plantear una prioridad puramen-
algo existe en sí mismo. Con ello se te pensada. Así pues, se dice que,
indica, pues, un ser cuya realidad según el modo de inteligir, el inte-
le es propia, no formando parte de lecto divino es anterior a la volun-
otra cosa ni existiendo en otro, da- tad divina in s. priori; y la voluntad
do que constituye un todo metafí- de Dios es posterior a su intelecto
sicamente autónomo en su existir. in s. posteriori.
En cambio, todo lo que existe en inadaequata. Se denominan así tanto
otra cosa es in alio. Así, el hombre las acepciones de los términos co-
existe in se, pero la blancura existe mo las causas asignadas a una co-
in alio. De esta manera, el ser in se sa o a un hecho cuando son incom-
constituye una nota fundamental pletas, esto es, cuando no respon-
de la substantia, mientras que el ser den a la integridad real de aquello
in alio es nota propia del accidens sobre lo que versan (véase inadae-
(véanse). De hecho, muchas veces quate). En el segundo caso mencio-
se ha asimilado la expresión in se al nado, se denomina i. a la concausa,
término per se (véase), pero el sig-
inadaequate 356

en cuanto que ésta sólo da cuenta ta aptitud de la materia para recibir


parcialmente del efecto. la forma. De este modo, si bien el
devenir se explica en términos aris-
inadaequate. Cf. adaequate. A dife- totélicos, de pasaje de la potenciali-
rencia de la voz española “inade- dad de la materia a la actualidad de
cuadamente”, que no traduce con la forma, no se concibe aquélla co-
precisión el adverbio latino que mo completa privación. En la ma-
nos ocupa, i. no se refiere tanto teria ya se oculta, pues, la forma per
al modo en que algo es considera- essentiam confusa o in potentia. En
do cuanto al hecho de que no lo es el caso del hombre, en su misma
en su totalidad. Por eso, equivale a materia anida la vida vegetativa; y
partialiter (véase). en ésta, la sensitiva. En cambio, se-
inane. En el Medioevo, se denominó gún esta perspectiva, la i. rationa-
así el espacio que no sólo, de he- lis requiere la intervención de Dios
cho, carece de cuerpos, sino que como causa primera.
tampoco es naturalmente apto pa- incipere-incipit. El verbo “comenzar”
ra contenerlos. ha sido definido en la Edad Media
inanimata. Son inanimados los seres como existir inmediatamente des-
que actúan exclusivamente obede- pués de no haber sido. En general,
ciendo a las leyes de la naturaleza se usó, en sentido más estricto, pa-
y que, por sí mismos, no tienden ra indicar que se existe o se hace al-
a ningún fin: “... sunt mere agentia go después de poco tiempo de no
ex necessitate naturae, nihil praeten- haber existido o de no haber he-
dentia”, escribe Guillermo de Oc- cho ese algo (cf., por ej., Ockham,
kham en Summa Totius Log. II, 6). Summa Totius Log. II, 19). La for-
Sin embargo, se ha de añadir que ma conjugada incipit, que signifi-
siempre actúan como si tendieran ca literalmente “comienza”, suele
a algún fin, como lo escribe Tomás encabezar los manuscritos medie-
de Aquino, por ej., en su quinta vía vales, habitualmente, indicando a
(cf. S.Th. I, q.2, a.3). Esto permite continuación el tema que abordan.
postular que, dado que dicha ten- Por eso, es frecuente que indique
dencia no está en los seres inanima- el manuscrito mismo: por ej., “es-
dos, les ha de ser impuesta por al- te incipit se encuentra en la Biblio-
guna instancia en la naturaleza que teca Laurenciana”.
se supone tiene un orden. inclinatio. Con esta voz, que aparece
inchoatio. En general, se refiere al co- especialmente en obras nominalis-
mienzo o esbozo de algo. Técnica- tas de fines de la Edad Media, se
mente, se utiliza, en particular, en señala la condición de un ente que
el contexto de la influencia neo- está en potencia respecto de otra
platónica sobre la base de esque- cosa, sin que haya en él ninguna
mas aristotélicos, típico de la es- tendencia contraria. En este senti-
cuela de Colonia. Así, por ej., apa- do se dice, por ej., que la materia
rece en Alberto Magno la expre- tiene i. por la forma.
sión i. formae para indicar aliquid inclusio. Término que alude a lo que
formae, en el sentido de una cier- se da en la distinctio realis inadae-
357 incomplexum

quata (véase distinctio 1.1.6.), es so de lo i. se refiere a lo accidental,


decir, la que diferencia entre un to- puesto que alude a aquellos agentes
do integral y cada una de sus par- que no pueden ejercer una poten-
tes. Por ello, esta clase de distinción cia que les es propia, entonces, se
se llama también includentis et in- tiene lo i. effectivum; por ej., el de
clusa, según que se considere, res- un escultor al que se le hayan am-
pectivamente, el todo o la parte. putado las manos, mientras que su
arte como virtud sigue en él.
incogitabile. Término que, aunque ra-
ramente, aparece a veces en la lite- incompletum. (cf. completum). En ge-
ratura medieval para calificar lo in- neral, se dice de aquello a lo que
dicado por expresiones o enuncia- le falta algo que, por su misma na-
dos que violan los principios lógi- turaleza, debería tener; por ende,
cos, como el principio de no con- es sinónimo de “imperfectum”. En
tradicción; por ej., “rectángulo cir- 1. el plano lógico, es incompleta
cular” alude a algo i., esto es, a algo una noción sin determinación es-
cuya existencia es impensable por pecífica: por ej., la noción de “ani-
imposible. mal” sin la especificación de ratio-
nale o irrationale. En sentido pro-
incognitum. A diferencia de lo que pio, es incompleta la definición en
ocurre con la palabra española “in- la que falta la diferencia específica.
cógnita”, i. no incluye particular- En 2. el plano metafísico, se llama
mente el matiz de suscitar curio- i. a un ser real cuando está en vías
sidad y perplejidad; se refiere, sin de actualizarse: por ej., el niño es
más, a lo desconocido o no exami- incompleto en cuanto hombre; o
nado todavía (véase cognoscere). bien, cuando carece de alguna par-
incommunicabile. De manera simé- te sustancial o propia; por ej., es in-
trica con el tratamiento que los au- completo un hombre, cuando sólo
tores medievales han conferido al existe su alma separada del cuerpo,
tema de la communicabilitas (véa- o es incompleto un hombre que
se), por oposición, consideraron carece de las habilidades que de-
dos casos en que se puede hablar de bería poseer. Por eso, en la termi-
i., es decir, de lo que no se puede nología escolástica, el alma huma-
compartir o transmitir: el primero na –en cuanto tal, es decir, llamada
es el de lo i. desde el punto de vista a animar un cuerpo– es sustancia
ontológico. En tal sentido, el indi- incompleta, como lo son también
viduo es, por definición, incomu- principios tales como el acto, la po-
nicable, desde el momento en que tencia, la esencia, la existencia, etc.,
no puede compartir su carácter de tomados separadamente.
tal; en cambio, sí lo hace con su incomplexum. Cf. complexum. Sinó-
quidditas, con su determinación es- nimo de “simple” y contrario de
pecífica, o aun con sus propiedades “compuesto”, se denomina 1. tér-
y cualidades, ya que las compar- mino i. a aquel cuyas partes, toma-
te con otros miembros de la mis- das en sí mismas, nada dicen sobre
ma especie. De ahí la sentencia es- el significado de la expresión ente-
colástica que reza: “individuum est ra. Así, si se profiere la sílaba do-,
incommunicabile”. El segundo ca-
incompossibilitas 358

separadamente de la sílaba -mus, ni incorpóreas. El valor que los au-


la primera ni la segunda remite a la tores medievales confieren a los i.
idea de domus (casa). Por tanto, la depende de la corriente metafísica
palabra “domus” es un término in- en la que está inserto cada uno de
complejo, a diferencia, por ej., del ellos. Así, los de filiación platóni-
término individuum, que es com- ca le adjudicaron el máximo valor,
plejo, ya que, tanto in como divid- considerando lo incorpóreo como
poseen un significado. Respecto, lo que se encuentra en la cima de
no ya de los términos, sino de las la escala del ser. En cambio, quie-
proposiciones, se llama 2. i. al suje- nes, como Tomás, siguieron los
to o al predicado, dado que el com- planteos aristotélicos, admiten en
plexum es, en ese caso, la proposi- el plano inmanente un cierto tipo
ción misma. Pero, entre autores de existencia para los i.: la posibili-
nominalistas, como Guillermo de dad de existir, a manera de princi-
Ockham, la palabra que nos ocupa pios, en los entes corpóreos.
indica todo término simple en una
proposición, sea o no por sí mis- incorruptibile. Es lo que no está su-
mo sujeto o predicado, con la úni- jeto a corrupción (véase corruptio).
ca condición de su autonomía se- Esto no significa que no se puede
mántica, es decir que signifique al- aniquilar sino sólo que no se pue-
go en sí. Cabe recordar que se ha de descomponer. En efecto, en su
dicho “término”, voz que, en espa- sentido originario y estricto, la co-
ñol, puede aludir no sólo a una pa- rruptio atañe sólo a los seres com-
labra sino a varias que tengan un puestos de materia y forma, no al
sentido (cf. Exp. Aurea 40b). ser inmaterial pero compuesto sólo
de esencia y existencia: éste es mu-
incompossibilitas. Es la condición de table en cuanto que, por haber re-
incompatibilidad entre dos cosas cibido el ser, puede perderlo (véase
en lo que concierne a algo creado. mutabilitas), pero es i. justamente
Tal incompatibilidad puede ser ab- en cuanto inmaterial.
soluta o relativa. En el primer caso,
hay i. entre dos formas sustancia- indeterminatio. Indica la condición
les en el mismo individuo: éste no de lo que no llega a su fin o térmi-
puede ser, por ej., hombre y árbol a no, es decir, lo que no completa su
la vez. En el segundo, se ha de con- acto propio. La i. puede ser 1. pas-
siderar que también las accidenta- siva si se refiere a la materia, puesto
les pueden ser incompatibles entre que no depende de ella su determi-
sí, ya que, sólo por el hecho de pro- nación sino de la forma; o 2. acti-
ducir una forma accidental en una va, si alude al agente libre, caso que
determinada naturaleza, todo agen- tiene lugar justamente cuando éste,
te natural excluye en ella su contra- permaneciendo indeciso, no deter-
ria. Por ej., ninguna causa creada mina su voluntad a un fin.
puede hacer que dos cuerpos se en- indifferens. En los términos más ge-
cuentren en el mismo lugar. nerales, i. indica tanto 1. lo neu-
incorporea. Con este nombre, se de- tral como 2. lo indeterminado. 1.
signa al grupo de entes o entidades Desde el primer punto de vista, la
noción de i. tiene raíz estoica, tal
359 indifferentia

como Cicerón consigna en De fin. sentidos fundamentales: 1) en sen-


III, 53. En efecto, i. allí alude a lo tido psicológico-ético, y 2) en sen-
moralmente neutral como, por ej., tido lógico-ontológico. 1. El pri-
la misma vida humana. En cam- mero es tratado en los artículos ae-
bio, no lo es el modo de dirigir- quilibrium indifferentiae y liberum
la hacia la virtud o el vicio, según arbitrium (véanse). 2. El segundo
recuerda Diógenes Laercio (D.L. concierne a la querella de los uni-
VII, 103-4). Ambos textos fueron versales, es decir, a la discusión so-
comentados por autores medieva- bre el valor o status de los términos
les. 2. En el segundo sentido, el vo- universales (véase universale), en el
cablo aparece, durante la Escolásti- siglo XII. Durante esta polémica,
ca, en el plano metafísico, indican- Guillermo de Champeaux, que en-
do lo que, en su ser, aún está inde- cabeza la línea del realismo extre-
terminado. En tal sentido, lo i. no mo, había sostenido en sus Senten-
puede dar lugar, de por sí, a nin- tiae, en primera instancia, la teoría
gún ser en acto, siendo necesario de la identitas secundum essentiam
que reciba alguna determinación o de la communitas universalium,
(véase la sentencia ab indifferen- doctrina que, frente a los acciden-
ti...). Por último, y en consonan- tes que dan lugar a lo individual,
cia con lo anterior, algunos escolás- postula el universal como realidad
ticos calificaron con esta palabra 3. esencialmente idéntica existente en
al ser individual, pero prescindien- los diversos individuos. Tal esencia
do precisamente de las determina- idéntica sería pues el sustrato onto-
ciones que lo individualizan, y refi- lógico-físico de dichos individuos.
riéndose sólo a las realidades espe- Pedro Abelardo ataca y ridiculi-
cíficas y genéricas presentes en él: za esta posición de Guillermo, ob-
por ej., en cuanto animales racio- servando que si así fuera, la esen-
nales, dos hombres son indifferentes cia del hombre, por ej., estaría ín-
entre sí (véase indifferentia 2.). tegra y simultáneamente en Pedro
que está en Roma, en Juan que es-
indifferenter. Adverbio que significa tá en París, etc., lo cual es imposi-
indistintamente y que fue utiliza- ble. Ante estas objeciones, Guiller-
do, en especial, por Guillermo de mo revisa su posición y la sustitu-
Champeaux en su teoría de la iden- ye, justamente, con la teoría de la
titas secundum indifferentiam (véase identitas secundum indifferentiam,
indifferentia). Por otra parte, y más tal como el mismo Abelardo atesti-
en general, ya sea desde el punto gua en su Hist. calam. 2. De acuer-
de vista lógico u ontológico, indi- do con esta última tesis ultrarrea-
ca que, potencialmente, algo pue- lista de Guillermo de Champeaux,
de tender hacia una cosa u otra de la misma realidad, es decir, el uni-
modo indistinto. En este sentido, versal, está presente en los indivi-
es una voz que aparece acompaña- duos singulares no esencialmente,
da por el término utrumlibet (véa- sino indifferenter, o sea, de modo
se) o ad utrumlibet. semejante en cuanto no diferente.
indifferentia. En el vocabulario me- Así, la mencionada identidad o se-
dieval, esta palabra aparece en dos mejanza entre los individuos esta-
indignatio 360

ría dada por el mero hecho, expre- por tanto, se opone a “colectivo”.
sado por vía negativa, de que no di- A veces, se utiliza como sinónimo
fieren. De tal manera, las especies de “singular”; pero, en rigor, éste
se definen como la in-diferencia de es el opuesto de “universal”. Espe-
los individuos. cíficamente se llama “concepto in-
dividual” a la representación men-
indignatio. La indignación provie- tal que es exclusiva y propia de un
ne de la ira en su dimensión ética único individuo. En consecuencia,
(véase iracundia, in fine). Por eso, la determinación de la naturaleza y
así como se puede dar una ira mala el status de tal representación con-
y una ira bona, la misma ambiva- cierne al problema de la cognosci-
lencia presenta el término que nos bilidad del individuo, que el pen-
ocupa. En efecto, se habla escolás- samiento griego en general –y, en
ticamente de la i. en cuanto eno- particular, Aristóteles– negó, soste-
jo contra alguien de quien se ha re- niendo que sobre el individuo no
cibido una ofensa que el injuria- puede haber ciencia y, por ende,
do cree, equivocadamente, no me- no puede haber concepto en sen-
recer, es decir que se considera in- tido propio.
dignus de ella. En este caso se trata Durante la Edad Media, Tomás
de la i. en su aspecto negativo. Pe- de Aquino sigue, en líneas genera-
ro la palabra –y las voces con ella les, el pensamiento aristotélico so-
relacionadas– se usa también pa- bre este punto. En cambio, Duns
ra aludir a la tristitia (véase) que Escoto y Guillermo de Ockham se
no es envidia y que señala la reac- inclinan por la posibilidad de un
ción de alguien al contrariarse por concepto i. (véase individuum), al
el bien, generalmente material, re- admitir un tipo de conocimiento
cibido por alguien que no es digno intuitivo.
de él, como indica Tomás de Aqui-
no (cf. S.Th. II-II, q.158, a.7 c y individualitas. A pesar de ser ésta una
q.36, a.2 c). palabra más bien propia de la mo-
dernidad, en la Edad Media se re-
indirectum. Se denomina así a lo gistra en Avicena, como consta, al
que tiende a su término de mane- menos, en la traducción venecia-
ra oblicua o a través de mediacio- na del 1508 de su Metafísica. Avi-
nes. En la Edad Media, este adjeti- cena usa el término i. para referir-
vo se ha aplicado tanto al predica- se 1. a una cierta disposición que
do como al silogismo. En efecto, se sobreviene al alma en el mismo ac-
llama praedicatio indirecta a aque- to en el que ella se une al comple-
lla en la que se predica de un sujeto jo corpóreo propio de cada hom-
algo que es menor que él, como la bre, disposición en virtud de la que
especie del género; y syllogismus in- esa alma resulta precisamente indi-
directus a aquel silogismo cuyo tér- vidual. La utiliza también para alu-
mino menor se predica del mayor dir a 2. lo que, junto con la exis-
(véase syllogismus, in principio) . tencia actual, hace que la sustancia
individuale. En lógica, se califica de primera se distinga de la segunda.
“individual” al concepto o térmi- Por ello, y en general, se puede de-
no que se refiere a un solo sujeto; cir que, para Avicena, la i. resulta
361 individuatio

siempre del conjunto de aspectos Surge, entonces, el problema de


que, aun perteneciendo realmente la individuación en el caso de los
a una cosa, no están comprendidos entes compuestos. Así, se ha plan-
en su definición, ya que esta últi- teado si la individuación de cada
ma concierne a la cosa tomada uni- ente corpóreo radica en su mate-
versalmente. Así pues, la i. es aque- ria, o en su forma, o en ambos. En
llo por lo cual lo singular es tal, o cualquier caso, la distinción habrá
sea, es único en su realidad. Justa- de ser de tipo “numérico”, puesto
mente, el problema del “principio que se busca el principio que per-
de individuación” (véase individua- mite individuar cada miembro sin-
tio), muy discutido también en la gular de una misma especie: se in-
escolástica árabe, consistió en inda- daga, pues, por lo que hace que Pe-
gar sobre el fundamento de la i. dro sea uno, distinto de Pablo, y no
por lo que hace que sea distinto de
individuatio. Se entiende por indi- un cisne o de un árbol.
viduum (véase) lo que es indiviso, Para Tomás, el principium indivi-
uno en sí y distinto de los otros. duationis radica fundamentalmen-
Por ello, se denomina principium te en la materia, puesto que ella
individuationis a aquello que cons- hace que la forma sea limitada y
tituye la i., es decir, la individua- multiplicable dentro de la especie.
ción desde el punto de vista meta- Aristóteles había señalado que son
físico. Cabe subrayar que se ha di- múltiples según el número las co-
cho “metafísico”, y no “gnoseológi- sas que tienen materia (cf. Met. XI,
co”, es decir que, en el caso de la i., 8, passim). Pero, el Aquinate añade
se alude a lo que hace que un in- que, para que la materia sea no só-
dividuo sea tal por sí mismo, no a lo principio de multiplicación, sino
aquello que nos permite a nosotros también de distinción numérica, se
individualizarlo, esto es, distinguir- la debe concebir en relación con la
lo de otros de la misma especie. cantidad o extensión: en una ma-
Es, pues, lo que da razón de la teria extensa es posible distinguir,
unidad y, a la vez, de la incomu- indicar o sellar, vale decir, signare
nicabilidad –o sea, del carácter de diversas partes. De ahí que, según
inintercambiable– de cada ente res- Tomás, el principium individuatio-
pecto de otros con los que com- nis sea la materia signata quantita-
parte la especie. En lo que toca a la te, la materia que, a causa de su ca-
unidad o indivisión, cabe observar rácter cuantitativo, es extensa y con
que ésta puede verificarse de dos partes en sí mismas extendidas, in-
modos: o por la simplicidad intrín- confundibles, determinables y de-
seca del ente, o por el tipo de com- terminadas extrínsecamente (cf.
posición de los principios que lo In De Trin. q.4, a.2 ad 4; S.Th. I,
constituyen. Sólo en el segundo ca- q.85, a.1 ad 4). Con todo, esta po-
so, se puede plantear un principium sición tomista abre un margen de
de individuación, ya que, en el pri- preguntas, lo que dio lugar a que
mero, lo simple es individuado por se suscitaran diversas interpretacio-
sí mismo, al ser indiviso, por defi- nes, entre ellas, la de Cayetano.
nición.
individuum 362

Enrique de Gante, quien trata el del siglo XIII, el i. es el ente indi-


tema en Quodl. V, q.8, tiende a ver viso en sí mismo pero, a la vez, di-
el principio de individuación en vidido o separado de todo otro en-
términos negativos, es decir como te (cf. por ej., Tomás de Aquino,
negación de identidad dentro de la In IV Sent. d. 12, q. 1, a.1). Al su-
misma especie. brayar lo no-dividido en sí, se sig-
Por su parte, Guillermo de Oc- nifica que la “mismidad” del en-
kham no admitió en el ente otra te se destruiría al dividirlo, o sea,
realidad que la de su singularidad se señala el carácter de indivisible
y consideró el individuo corpóreo del i., al par que su incomunicabi-
como individuado por sí mismo lidad e irrepetibilidad. En cambio,
(cf. In I Sent. d. 2, q. 6). Similar con la segunda parte de la defini-
opinión sigue Suárez (cf. Disp. nat. ción, se pone de manifiesto otro as-
d. 5, a. 6, n.1). pecto constitutivo de la individua-
Un tratamiento especial asume el lidad: su independencia en el ser y
tema en Duns Escoto, quien asig- el obrar; se indica que ese ente es
na el principio de individuación a un todo en sí y no parte de otro,
la haecceitas (véase), concebida en o de un vínculo natural o un mix-
el individuo corpóreo como una tum. Con esta otra característica, el
forma que individúa tanto la ma- ente revela que está en condiciones
teria como la forma (cf. Quaest. in de existir, y por tanto, de obrar, sin
Met. Arist. VII, q.13, n.9, 26; Ord. inherir en otro.
II, d.3, q.6, n.9). En cuanto a la cognoscibilidad
del i., la Escolástica árabe y la cris-
individuum. “In-diviso” –equivalente tiana siguen en general a Aristóte-
literal del griego a-tomon– signifi- les, quien lo había relegado al úl-
ca “no dividido” y, por tanto, “uno timo lugar en el orden de la inte-
en sí mismo”. ligibilidad. De ahí que la escuela
En sus comentarios a Porfirio, y tomista sostenga que el individuo
sintetizando gran parte de las lí- es conocido directamente por los
neas de pensamiento griego sobre sentidos, pero sólo indirectamente
el tema, Boecio define i. tanto des- por el intelecto “convertendo se ad
de puntos de vista físicos como ló- phantasmata”. Únicamente lo uni-
gicos. Así, dice: “Individuum plu- versal es objeto de una ciencia váli-
ritas dicitur modis. Dicitur indivi- da; lo singular se conoce sólo en la
duum quod omnino secari non po- medida en que “realiza” el univer-
test, ut unitas vel mens; dicitur in- sal y lo presenta al alma mediante
dividuum quod ob soliditatem divi- los phantasmata (cf. De ver., q. 10,
dit nequit, ut adamas; dicitur indi- a. 5). Por otra parte, esto se expli-
viduum cuius praedicatio ni reliqua ca recordando que, en esta línea, la
similia non convenit, ut Socrates”. El fundamental ininteligibilidad del i.
pensamiento medieval recoge, en radica precisamente en su materia-
principio, estas caracterizaciones. lidad (cf. S. Th. I, q. 86, a. 1, ad
Pero enfoca el problema desde una 3).
perspectiva prevalentemente me- Otra posición sustentan casi to-
tafísica, y no tan naturalista como dos los franciscanos y, en general,
la griega. Así, para los escolásticos
363 inductio

los medievales de raíz agustiniana: cidad cuantitativa. Se distingue así


para éstos, aún con diversos ma- conceptualmente de individuum,
tices en cada autor, el i. es capta- que es lo no dividido de hecho, es
do directa o intuitivamente no sólo decir, lo uno.
por los sentidos, sino también por Desde el punto de vista cuantita-
el intelecto. Por ej., para Duns Es- tivo, o lógico-matemático, los es-
coto, el i. es un ser ontológicamen- colásticos, basándose sobre textos
te más rico que cualquier universal; aristotélicos (cf., por ej., De an. III,
consecuentemente, por su natura- 6), establecieron las siguientes dis-
leza misma es aún más inteligible tinciones: 1. i. secundum quid es lo
que el universal: si el intelecto hu- que carece de cuerpo según una u
mano, al dar cuenta del quid de al- otra dimensión; por ej., la línea y la
go, recurre a predicados universa- superficie; 2. i. simpliciter es lo que
les, es porque es incapaz de agotar carece de él absolutamente o según
con ellos toda la verdad del i. Es- toda dimensión, como el punto; 3.
ta limitación no depende de la co- i., sin acotación, es lo que no pue-
sa conocida, sino del cognoscente, de padecer adición o mengua, sin
de ahí que Duns sostenga que lo una esencial mutación, como el
singular es inexpresable “sub ratio- número.
ne propria individualitatis”. Obvia- Desde el punto de vista de la fi-
mente, este último planteo gnoseo- losofía de la naturaleza, se entiende
lógico es inescindible de lo que pa- por i. el minimum naturale, o sea,
ra dicho autor es, en el plano meta- el átomo, el ente que no es divisible
físico, el principio de la individua- en partes de la misma especie (véa-
ción (véase individuatio y haeccei- se minimum).
tas). Desde el punto de vista metafí-
Para Ockham, independiente- sico, las únicas sustancias indivisi-
mente del hecho de que filósofos bles en cuanto no compuestas son
y teólogos hayan usado esta voz en Dios, las inteligencias separadas y
otros sentidos, la palabra i. señala: el alma intelectiva.
1. lo que es una cosa y no varias; 2.
lo que existe como una cosa y no inductio. La inducción representa el mo-
varias fuera del alma y no consti- do típico de razonamiento opuesto
tuye, además, signo de algo más; 3. al silogismo. Sin embargo, es nece-
un signo propio de un solo ser, co- sario matizar esta afirmación: Aris-
mo los nombres propios y los pro- tóteles considera el silogismo como
nombres demostrativos, por ej., la forma perfecta y suprema de de-
“Sócrates” o “aquél”. Éste es el sen- mostración. Y lo contrapone, pero,
tido que Ockham confiere la afir- a la vez, lo asimila a la inducción.
mación porfiriana “I. est quod prae- El Estagirita concedió particular
dicatur de uno solo” (cf. Summa To- atención a esta contraposición en-
tius Log. I, 19; Exp. Aurea 66). tre ambos, en cuanto que la i. pro-
cede de lo menos a lo más univer-
indivisibile. En sentido lato, se deno- sal, y el silogismo procede a la in-
mina “indivisible” a lo que carece versa. La Escolástica retomó esta
de partes en las que pueda ser di- doble perspectiva aristotélica. Así,
vidido y, por tanto, posee simpli- 1. en cuanto asimilación al silo-
industria 364

gismo, la i. fue considerada a veces mental, se pueden señalar en la i.


por los lógicos medievales como un algunas características fundamen-
razonamiento enumerativo, aun- tales entre las que se destacan las si-
que la forma de éste y la del silo- guientes: en primer lugar, la i. no
gismo no coincidan. La forma pro- consiste en la falacia de pasar de
pia del razonamiento enumerativo los individuos de una colección a
varía: “si a tiene n, b tiene n, c tie- la colección entera, sino de los par-
ne n; y a, b y c son x; entonces todo ticulares a lo universal, en el senti-
x tiene n”. La forma propia de un do de ir no de algunos a todos, si-
silogismo propiamente dicho es “A no de algunos al todo. En segundo
es n, B es n, C es n; A, B y C son x; término, si bien guarda cierta se-
entonces, todo x es n”. Pero nóte- mejanza con la abstracción, no de-
se que a, b y c son casos individua- be identificarse con ella: la i. llega
les; mientras que A, B y C son cla- a un universal objeto de juicio; la
ses. Se podría decir que el primero abstracción, a un universal objeto
de los dos razonamientos expuestos de aprehensión simple. Correspon-
es una inducción imperfecta; el se- den, pues, a dos operaciones men-
gundo, una inducción perfecta. En tales diferentes.
tal caso, cabría añadir que el razo-
namiento inductivo perfecto es un industria. Tiene el sentido general de
caso límite y, en consecuencia, ex- actividad y, sobre todo, de aplica-
cepcional, pero no por ello resul- ción. Atendiendo a esta acepción,
ta imposible o sofístico. En efecto, Buenaventura, entiende el térmi-
la i. perfecta presupone una i. im- no, fundamentalmente, como ejer-
perfecta: hay una inducción de los cicio diligente. Así, por ej., ha-
individuos a la especie, previa a la bla de las industriae “de la especu-
que va de la especie al género. lación” de las que cuenta cinco: la
De todos modos, y a diferencia ciencia, el arte, la prudencia, la sa-
del silogismo, la inducción no par- biduría, la inteligencia (cf. Coll. in
te del aprehender una conexión ra- Hexaem. V, 12).
cional entre los términos, sino de la ineffabile. Etimológicamente, lo in-
conexión “psicológica” que implica efable sugiere aquello de lo que na-
la enumeración de los casos parti- da se puede decir; se refiere pues,
culares. y en general, a todo lo que resul-
2. En cuanto a la i. como opues- ta misterioso para el hombre. Aho-
ta al silogismo, hay que advertir ra bien, en su significado más res-
que la Escolástica tomó dicha opo- tringido, alude al ser inexpresable
sición no materialiter sino formali- en cuanto que ningún predicado
ter. En efecto, no es el contenido puede atribuírsele con propiedad.
del razonamiento lo que diferen- Por eso, se califica de i. al princi-
cia ambas formas de inferir, sino la pio supremo que, precisamente
manera de hacerlo; de ahí que los por su absoluta trascendencia, es-
escolásticos hayan afirmado que la tá más allá de la capacidad huma-
i. procede a partir de lo singular; el na de pensarlo en sentido positivo.
silogismo, a partir de lo universal. De ahí que pertenezca en especial
Además de esta distinción funda- al vocabulario teológico: si Dios no
365 inesse

es la perfección de las cualidades conocimiento negativo mediante


pensables, entonces sólo queda que el recurso al concepto de analogia
sea i. (véase Deus). Esta perspecti- (véase).
va en la consideración sobre lo di- Posteriormente, la teología nega-
vino es la que se dio en llamar “teo- tiva y, por ende, la inefabilidad de
logía negativa”. Dios es reafirmada por un tipo de
Entre los antecedentes antiguos pensamiento de índole mística, co-
del primer principio como inefable mo el de M. Eckhart, para quien
se puede contar a Platón, quien, en Dios es la plenitud del ser que tras-
la primera hipótesis del Parméni- ciende toda categoría y, por ende,
des plantea el hecho de que para lo toda posibilidad de expresión con-
Uno ni siquiera hay nombre, como ceptual; o como Nicolás de Cusa,
tampoco hay definición ni ciencia para el cual, respecto de un Dios
(cf. 141e-142a). Cuando el judaís- “ineffabilis et inexcogitabilis rema-
mo es pensado en términos platóni- nemus in doctissima ignorantia” (De
cos, la inefabilidad de Dios es afir- docta ign. I, 2-3).
mada por Filón, declarándolo más
excelente que todo conocimiento inesse. Verbo compuesto (in-esse), cu-
y que el mismo bien (cf., por ej., yo equivalente griego se encuentra
De op. mundi I, 2). Los gnósticos ya en Aristóteles. En la terminolo-
valentinianos concibieron un Eón gía escolástica indica la presencia
perfecto al que también indicaron o, mejor aún, la inherencia de una
como abismo incomprensible e in- realidad en otra. Ahora bien, se
nombrable, según el testimonio de puede aplicar en 1. el plano meta-
Ireneo (cf. Adv. haer. I, 1, 1). Pero físico; 2. el plano lógico. En 1. sen-
esta línea de pensamiento encuen- tido metafísico, hay tres modos de
tra tal vez su más célebre expresión ser en un sujeto: 1.1. i. naturaliter:
en lo Uno de Plotino, que, carente algo puede estar en otra cosa como
de nombre, está más allá del Nous principio constitutivo de ella, tal es
y de la verdad de las cosas (cf. En. el caso de los elementos del mix-
V, 3, 13 y passim). tum (véase elementum); 1.2. i. per
El pensamiento cristiano adopta se, como sucede con los principios
sólo parcialmente estos conceptos, de la sustancia primera, de esta ma-
puesto que en él la teología negati- nera está o existe o es la forma en
va suele combinarse con a una teo- la materia; 1.3. i. per accidens: algo
logía positiva que, en la mayor par- puede estar en otro, como elemen-
te de los casos, asume una vía emi- to que sobreviene a una sustancia
nencial (cf. eminentia): v.g. Dios es ya constituída; por ej., la blancura
el Bien de manera no sólo eminen- (véase in se-in alio).
te sino inefable. Esto se comprueba Con todo, los autores nominalis-
en toda la obra agustiniana y aún tas entendieron este verbo también
mejor en el Pseudo Dionisio (cf., en 2. el sentido lógico de “ser afir-
por ej., De div. nominibus. I, 5-7). mado”. Así, cuando dicen, por ej.,
Ya en la Escolástica el intento tí- que en una proposición verdadera
pico es el de Tomás de Aquino que el atributo está (incluido) en el su-
trata de resolver el problema del jeto –inest subiecto– se entiende por
ello que es afirmado de este último.
inexistentia 366

Para el aspecto proposicional del da y elaborada por autores moder-


tema, véase de inesse. nos que hablaron de “inexistencia
intencional”.
inexistentia. Contrariamente al signi-
ficado contemporáneo de la pala- infamia. Significa la pérdida en al-
bra “inexistencia”, este vocablo es- gún aspecto de la fama o del buen
colástico señala, en general, el mo- nombre de alguien. Así, hace las
do de ser en otro, ya que, en el caso veces de acusador. Con todo, la
del vocablo que nos ocupa, in- no acusación implícita en la i. puede
tiene un sentido negativo sino lo- ser fundada o no. Aun en el primer
cativo, ya sea que se tome este últi- caso, los textos medievales insisten
mo término literal o figuradamen- en que en la denuncia no se persi-
te. Desde 1. el punto de vista meta- gue el castigo del objeto de la i. si-
físico, indica, por tanto, la presen- no su enmienda.
cia o inherencia de una realidad en infidelitas. Fue entendida en la Edad
otra, en cualquiera a las modalida- Media como negación u oposi-
des metafísicas de la inherencia (véa- ción a la fides (véase) religiosa. Así,
se inesse 1, vocablo que se ha prefe- se considera en dos sentidos: en el
rido al que nos ocupa en este senti- primero, negativo, es la propia del
do metafísico). Un tratamiento es- que es infiel en cuanto que no tie-
pecial del tema aparece en Guiller- ne fe por no haberla conocido. Es
mo de Ockham, quien plantea tres la de los paganos o gentiles (véase).
tipos de i.: 1.1. per continentiam: es Obviamente, no hay culpa perso-
la existencia de una cosa en otra co- nal en esta clase de i. En el segundo
mo contenido, así, el cuerpo en el sentido, positivo, se entiende como
sitio o lugar; 1.2. per praesentiam oposición a la fe religiosa y, enton-
cum carentia cuiuscumque distan- ces, es infiel quien desprecia o di-
tiae, es decir, la presencia con au- rectamente rechaza las proposicio-
sencia de distancia, como la del án- nes de la fides, como el hereje (véa-
gel; 1.3. per praesentiam intimam, o se haeresis). Para Tomás de Aqui-
sea, la presencia íntima acompaña- no, la i. radica en el entendimiento
da de sustancialidad, caso que Oc- más que en la voluntad (cf. S.Th.
kham atribuye, en Teología, a ca- II-II, q.10, aa.1-5).
da una de las Personas divinas en
las otras dos (cf. In I Sent. d.19, q. infinitanter. Adverbio cuyo correlati-
2b). vo, en lógica medieval, es neganter.
Otro tipo especial de i., para el Cada uno de ellos denota un cierto
que sólo se reserva este término, uso de la partícula non atribuída y
es el considerado 2. desde el pun- antepuesta al sujeto de una propo-
to de vista gnoseológico. En este sición. Se puede tomar como ejem-
plano, se habla de la i. o inherencia plo la proposición “Non homo cu-
del objeto conocido que, en cuan- rrit”; en este caso, si el non se en-
to tal, inhiere en la mente de quien tiende como negando toda la pro-
lo conoce: in-existit menti=existit in posición y, en especial, el verbo, es
mente. En este último caso, la no- decir, en el sentido de “Homo non
ción medieval de i. ha sido recogi- currit”, se tiene el non usado negan-
ter. En cambio, si se lo entiende co-
367 infinitum

mo eliminando la circunscripción señalado, especialmente, en su se-


del sujeto, o sea, en el sentido de gundo comentario al mencionado
“Quod non est homo currit”, se tiene pasaje de Aristóteles, por ej., en In
el non usado precisamente i. II De Int. 22-24; 17-21; 5-14; 18-
26; 9-14.
infinitas. La mayor parte de los au- A través de estos autores la acep-
tores medievales ha empleado esta ción indicada de i. llega a lógicos
palabra para aludir a la condición como Pedro Hispano (cf. Summ
de lo infinitum (véase) en cualquie- Log. 1.04 y 1.05), ya que el tema
ra de los usos y acepciones de es- de los términos indefinidos inter-
ta última voz. Otros, en cambio, viene en las discusiones lógicas
la reservaron para señalar, en parti- que tratan la validez de los silogis-
cular, el carácter infinito de la serie mos. En efecto, hay que tener pre-
numérica. Sin embargo, en cual- sente que no hay silogismo válido
quier caso se prefiere infinitum a si las dos premisas son negativas,
esta forma abstracta. ya que una doble relación negati-
infinitum. Dos son las principales va no daría lugar a ninguna sínte-
acepciones y, por ende, traduccio- sis necesaria y esto es lo que el si-
nes posibles de este término: 1. en logismo se propone. Ahora bien,
el plano lógico y aun gramatical, si la proposición negativa “El sen-
alude a cierta modalidad de lo in- tido no aprehende la esencia de la
definido; 2. en el metafísico, a lo cosa”, se transforma, precisamen-
infinito en cualquiera de los mati- te por la intervención de un térmi-
ces semáticos de esta última pala- no indefinido o i., en “El sentido es
bra. no aprehensivo de la esencia de la
1. En sentido gramatical y lógi- cosa”, ya no se tiene formalmente
co, es i. el nombre –sustantivo, o una premisa negativa sino afirmati-
adjetivo sustantivado– o el verbo al va. De esta manera, se puede cons-
que se antepone “non”, por ej. “non truir, por ej., el siguiente silogismo:
homo”, “non currit”. La razón por “El sentido es no aprehensivo de la
la cual los lógicos o dialécticos me- esencia de la cosa”, “Lo que es no
dievales consideraron que estos tér- aprehensivo de la esencia de la co-
minos son indefinidos radica en sa es no aprehensivo de la verdad
que, al decir, por ej., “no hombre”, de la cosa”, luego, “El sentido es no
se descarta la humanidad en un su- aprehensivo de la verdad de la co-
jeto dado, pero dejando en la inde- sa”.
terminación o indefinición qué es 2. En cambio, en términos me-
en realidad dicho sujeto. Esta acep- tafísicos, i. se traduce por “infini-
ción de lo i. aparece ya en la litera- to”, y mienta, en general, aquello
tura postaristotélica referida al De que en sí no tiene medida o lími-
int. 16 a 29 y b 11. Entre los auto- te, que carece de fin o término, ra-
res que constituyen los hitos princi- zón por la cual es inagotable. Des-
pales de ese periplo se puede men- de el punto de vista filosófico, se
cionar a Alejandro de Afrodisia, Fi- han dibujado dos grandes direc-
lopón y Boecio. Este último utili- ciones opuestas en la consideración
za repetidamente i. con el sentido de este tema: por una parte, la con-
infinitum 368

sideración de lo i. como privación tens, o sea, Dios, tiene lo i. como


de forma y, en consecuencia, priva- atributo constitutivo (cf. Comm.
ción de acto en un sujeto: aquí, i. sup. De causis. prop. IV).
tiene el sentido negativo de no fini- Sobre la base de este segundo sig-
to o incompleto, por tanto, imper- nificado, la Escolástica reservó ex-
fecto o informe; a este significado clusivamente para Dios el atribu-
se refiere la posibilidad de un de- to de i., aunque lo admitió de ma-
venir, es decir, de algo que es pre- nera impropia y no absoluta para
cisamente perfectible. Por otra, se realidades no divinas. Distinguió,
tiene la concepción de lo i. como pues, entre la infinitud propiamen-
negación del límite: en este plano, te dicha o divina, y otros tipos de
la noción tiene un sentido positivo, infinitud, como la numérica, para
ya que, por el contrario, indica lo los que muchas veces se prefiere el
totalmente cumplido y, por ende, nombre de infinitas. Así pues, los
lo perfecto; más aún, la suma de escolásticos estudiaron muy afina-
todas las perfecciones posibles; esta damente los diversos modos de ha-
segunda significación se atribuye a blar de i. y de infinitas. Al respecto,
lo infinito que es fin último del de- las distinciones más importantes
venir mencionado más arriba, por también se encuentran en Tomás
lo cual está asociado con lo divino. (cf., por ej., In Phys., III, l. 9 y VIII,
El origen de la elaboración me- l. 2; In De caelo, I, l. 9; In Met. XII,
dieval del problema metafísico de l. 10; Quod. III a. 31 y XII a 17; S.
lo i. se remonta a Proclo: éste había Th. I, q. 42, a. 2, etc.). En la lec-
afirmado que todo verdadero exis- ción décima del comentario al li-
tente consta de finito e de infinito. bro XII de la Metafísica aristotéli-
Los escolásticos objetaron –revir- ca, el Aquinate desarrolla, siguien-
tiendo por primera vez la desvalori- do al texto del Estagirita, la noción
zación griega de lo infinitum (véa- de infinito en los siguientes térmi-
se finitum)– que este atributo com- nos: 2.1. i. intensive: es el infinito
pete sólo a Dios. Pero, de hecho, la en perfección; 2.2. i. extensive: es
doctrina de Proclo pasó a las escue- el propio de una potencia capaz de
las medievales, sobre todo, median- conocer una infinidad de objetos;
te su obra De causis, que Tomás de 2.3. i. privative: es el de una can-
Aquino lee en traducción de Gui- tidad infinita; 2.4. i. negative: es el
llermo de Moerbecke. En su inter- infinito en el que se señala la caren-
pretación, el Aquinate insiste en la cia de todo término; 2.5. i. secun-
diferencia entre el esse subsistens y el dum quid: es el relativo, en el sen-
esse participado. Así, entiende que tido de que se refiere a un determi-
el segundo, esto es, el esse partici- nado orden de la perfección; 2.6. i.
pado, ha de ser necesariamente fi- absolute: alude a todos los órdenes
nito, en cuanto que queda circuns- de la perfección; 2.7. i. actualis o se-
cripto en los límites de una esencia. cundum actum: es el que no tiene
El esse es el acto de todas las for- término en acto; 2.8. i. secundum
mas que, por eso mismo, constitu- potentiam: es el infinito en el sen-
yen potencias respecto de él. De es- tido de indefinido; 2.9. i. intrinse-
te modo, sólo el Ipsum Esse subsis- cum: es el de una cosa misma tan-
369 infirmitas

to según su esencia como según su mista, se encuentra en Gregorio de


existencia; 2.10. i. extrinsecum: es Rimini, quien, en su De aet. mun-
el de algo a lo que, aunque le con- di afirma categóricamente: “Non est
venga una existencia finita, la man- adhuc demonstratum quod Deus non
tiene o conserva por una duración possit facere ut sint infinita actu”.
sin término; 2.11. i. per appositio- Otro tipo de concepción medie-
nem: es el de la magnitud infinita; val en torno del infinito –entre la
2.12. i. per divisionem: es el que se tomista y la dirección platonizan-
refiere a la divisibilidad infinita de te de Gregorio– es la que sustenta
una magnitud dada; 2.13. i. in fie- el Nicolás de Autrecourt, quien re-
ri: que es el que está en proceso. chaza, por ej., que el continuo esté
Por otra parte, fueron utilizadas compuesto de infinitos indivisibles
también las expresiones i. “cate- (cf. Tract. exigit ordo executionis).
goremático” e i. “sincategoremáti- La tradición pitagórico-platóni-
co” para aludir al infinito en acto ca sobre lo i. vuelve en la especu-
o en potencia, respectivamente. El lación de Nicolás de Cusa acerca
infinito en acto equivale al infini- de la complicatio en la coincidentia
to simultáneo; el infinito en poten- oppositorum (véase), la cual, si bien
cia, al sucesivo; de ahí que el infini- no afirma la identidad entre fini-
to en potencia sea, justamente, el to e infinito, sugiere la presencia
que puede comprobarse en la rea- de uno en otro, en cuanto que la
lidad de las cosas. Cabe decir, no realidad de lo finito consiste en ser
obstante, que el pensamiento de “imagen” de lo i.
Tomás revela ciertas inseguridades
sobre este tema. infirmatio. Es voz propia de la Retóri-
Con todo, no es la suya la úni- ca, campo en el que significa “refu-
ca presentación escolástica sobre la tación”. En este sentido, que toma
cuestión. Diferente es, por ej., el de Cicerón, De inv. I, 18, emplea
planteo de Duns Escoto, quien de- el término Alain de Lille (cf. Anti-
muestra la infinitud de Dios desde cl. III, 194).
un punto de vista dinámico, apo- infirmitas. Esta palabra indica, fun-
yándose en la consideración del damentalmente, debilidad, es de-
modo de operación divina: Dios cir, el carácter de no firme que al-
actúa infinitamente per viam effi- go o alguien tiene. Ahora bien, la
cientae, ex parte intellectus y ex par- debilidad puede ser del cuerpo, del
te finis voluntatis actus (cf. Ord. I, d. alma, o de ambos. En este último
2, p. I, q. 2). caso, tanto en la Antigüedad co-
Los averroístas latinos, queriendo mo en la Edad Media, se ha habla-
permanecer fieles a la línea aristoté- do de i. para aludir a la niñez, por
lica, concluyeron que ni el concep- oposición o en comparación con
to de finito ni el de infinito con- los robustiores, esto es, los adultos,
venían a Dios como primer motor en cuanto que éstos son más fuer-
(cf. Juan de Jandún, In IV Phys. q. tes en virtud de haber alcanzado un
22). desarrollo pleno.
Una discusión muy completa, y En el caso de la i. corporal, el
a la vez alejada de la posición to- término se ha usado, naturalmen-
influentia 370

te, en el plano médico. En éste, es En la Edad Media, este concepto


la palabra aegritudo la que mien- remite a veces a la elaboración ára-
ta la enfermedad como tal, o sea, be de temas neoplatónicos, ya que
una patología determinada, reser- se menciona con la doctrina de la
vándose la voz que nos ocupa para causación, como emanación a tra-
señalar tanto la debilidad corporal vés de los diversos grados del ser.
que puede derivar de ella como la Pero su significado más ceñido es
condición o estado no ambulatorio técnico-astrológico: en este orden
de un enfermo que, por eso, es in- se refiere a la acción de los astros
firmis, es decir que no puede tener- sobre el devenir mundano y hu-
se en pie. mano. Así, Alberto Magno (cf. De
Es, obviamente, el caso de la i. somno et vigilia.III, tr. 1, c. 4) asig-
anímica la que aparece con ma- na la causa del sueño a la i. de una
yor frecuencia en los textos filosó- sustancia superior, ya sea corpórea
ficos, particularmente, morales, de o incorpórea, aclarando que tal in-
la Edad Media. Al respecto, sue- fluencia puede provenir de los as-
len vincular la flaqueza moral con tros.
los pecados que derivan de las pa- Ya en el desarrollo de las con-
siones, y casi todos subrayan que la cepciones renacentistas de la cau-
primera no exculpa los segundos. salidad, este témino asumió el sig-
Éstos se dan cuando las facultades nificado de acción de causas ocul-
del alma son afectadas por una pa- tas. Con tal acepción aparece, por
sión ajena al orden racional, pero la ejemplo, en el De Subtilitate de
voluntad es libre de asentir o no a Cardano, quien define la i. o el
lo que la inclinación de las pasio- influxus como un “género de ac-
nes. ción” que procede en, pero no de
un cuerpo sino de una cierta razón
influentia. Voz que proviene de in- oculta.
fluere que significa “fluir dentro”
y, en ese sentido, transmitir la pro- influxus. En términos muy generales,
pia eficacia. En general, es la acción se denominó con este sustantivo
como presencia operativa –es de- toda acción ejercida por lo incor-
cir, según la operación– de un ser póreo sobre lo que es corpóreo. So-
sobre otro. Esta palabra es particu- bre la base de este significado gené-
larmente frecuente en Buenaven- rico, el vocablo que nos ocupa tie-
tura, quien la usa, en especial, en ne en el período medieval y rena-
dos sentidos: para indicar la acción centista, las siguientes acepciones:
de los cuerpos celestes sobre los in- 1. designa la acción supuestamen-
feriores, y para señalar la de Dios te determinante de los astros sobre
sobre el alma, por ej., a través de el destino y las vicisitudes de los
la gracia y la iluminación. Cuando hombres, por lo que aparece fre-
se refiere al conocimiento, Buena- cuentemente en los tratados antias-
ventura emplea el término i. para trológicos de la época mencionada,
aludir también al efecto producido por ej., en el Adversus Astrol. Div.
por dicha acción, esto es, al habitus de Pico della Mirandola. 2. la ac-
del conocimiento. ción de gobierno de Dios sobre el
mundo; en este sentido, Campane-
371 informitas

lla habla de tres grandes clases de i.: Contra esto reacciona el molinis-
la necesidad, el hado y la armonía mo, afirmando que la predetermi-
(cf. Theol. I, 17). 3. la acción del al- nación intrínseca siempre mueve a
ma sobre el cuerpo, acepción de i. la voluntad de modo irresistible, de
menos usada en el Medioevo, pe- manera que el conflicto aludido no
ro que alcanza gran extensión en la queda resuelto en la propuesta to-
Modernidad. mista. Por eso, la solución ofrecida
Para el caso del influjo de la vo- por Luis de Molina sobre la coordi-
luntad divina sobre la humana, lo nación de la causa primera y las se-
cual constituye toda una larga po- gundas, consideradas parcialmen-
lémica, se reservó la expresión i. te, se orienta a la teoría del concur-
physicus (véase). so simultáneo (véase concursus).
influxus physicus. Esta expresión apa- informatio. Es lo que la forma, ya sea
rece en la Edad Media, sobre todo, sustancial o accidental, produce
a propósito del problema acerca en la materia primera o segunda,
de cómo se conjugan omnipoten- cuando se une a la misma. Pero se
cia divina y libre albedrío humano. ha de señalar que tal unión no con-
Una de las propuestas de solución siste en una mera yuxtaposición, si-
es la que se conoce con el nombre no en una modificación real de la
de praemotio physica. Fue elabora- materia; así ocurre, por ej., en la i.
da por el tomismo sobre la base de del alma respecto de la materia a la
su teoría causal, que distingue en- que se une: hace ser a ésta un cuer-
tre causa primera y causas segun- po vivo. A su vez, lo que la mate-
das o intermedias (véase causa). Se- ria produce sobre la forma en el ac-
gún esta doctrina, Dios promueve to es la individuación: en efecto, es
intrínseca y “físicamente” las causas la materia la que hace que, por ej.,
segundas en la acción, sin que por la belleza sea belleza de esta flor y
ello se suprima el libre albedrío, no de otra.
puesto que ellas, en toda la opera-
ción, dependen siempre de la efica- informitas. Es la condición de lo in-
cia de su primera causa. En ese sen- forme, esto es, de lo que carece de
tido, el “previo” i. ph. de Dios se forma. Ya desde la Patrística, se uti-
considera necesario: de ahí el nom- lizó este término, en los comenta-
bre de prae-motio. Pero cabe aclarar, rios al Génesis, para aludir a una
en primer lugar, que el i. ph. no es suerte de materia prima a partir de
una moción que vuelva superflua la la cual Dios habría creado las subs-
acción de la causa segunda; en se- tancias. Pero, como lo que care-
gundo lugar, tampoco requiere la ce de forma no puede existir, quie-
voluntad humana para elegir esto y nes plantean en su exégesis esta i.
no lo otro; en tercer término, no es no suelen pensarla como una “co-
asistencia divina puramente extrín- sa”, sino como condición de posi-
seca. Se trata de una pre-moción en bilidad de la creación de las cosas.
cuanto a su prioridad causal, y no Una segunda característica es que,
cronológica, o sea, una predetermi- en dicho contexto, tal i. es, por de-
nación causal y no formal. finición, aquello capaz de recibir
una forma. Con este sentido apa-
ingenium 372

rece el término, por ej., en Agustín cuente como este último, el verbo
(Conf. XII, 4, 4). inaherere que indica, ontológica-
mente hablando, una dependencia
ingenium. Señala la inteligencia, o denominada “inhaesivam”.
más estrictamente, el talento na-
to para algún arte o disciplina en innitentia. Voz propia del plano me-
particular. Así, suele complementar tafísico, indica el hecho de apoyar-
al usus, entendido como práctica o se en otra cosa. Esto se puede dar
frecuentación. No obstante, en al- ya sea como la parte en el todo, ya
gunos casos el par i.-usus aparece a sea como la forma en el subiectum,
manera de contraposición. En es- ya sea como la materia en el suppo-
te sentido emplea el término Pedro situm. Con todo, no se ha de con-
Abelardo cuando se refiere a la Ló- fundir con la inaherentia (véase), ya
gica. Dice, en efecto, que ella es la que esta última señala el inesse pro-
única disciplina en la que se pro- pio de los accidentes y signa, por
gresa gracias al i., esto es, a la capa- tanto, una dependencia ontológica
cidad mental, siendo vanos sin ésta que de ninguna manera se da en la
los esfuerzos de la práctica y el es- i., como se puede ver en los casos
tudio (cf. Hist. cal., in medio). mencionados.
ingenuus. Debido a los posibles equí- innominatum. Los lógicos y gramáti-
vocos que suscita la semejanza en- cos medievales traducían con esta
tre el latín y las lenguas romances, voz el “tó anónymon” mencionado
hay que tener presente que esta voz por Aristóteles en el De int. 19b 6,
indica, en primer lugar, una condi- es decir, el término que, como “no-
ción social: la del hombre que, en casa”, no es, estrictamente hablan-
el seno de una sociedad determina- do, un nombre. Sin embargo, y si-
da, nace libre. De modo derivado, guiendo en esto también al Estagi-
señala la libertad interior y la con- rita, prefirieron considerarlo nom-
secuente nobleza de sentimientos, bre indefinido y llamarlo así “infi-
lealtad y sinceridad. A su vez, fue nitum”, lo cual también se aplicó a
este último matiz el único que se verbos como “no sana” (véase infi-
conservó, al menos parcialmente, nitum 1).
en el español “ingenuo” para desig-
nar a la persona sin malicia alguna; inopinabile. Se conoce con este nom-
de ahí pasó a aludir ocasionalmen- bre uno de los propósitos del silo-
te al inexperto, siendo que, en la- gismo sofístico. Consiste en arribar
tín medieval, este último sentido se a una conclusión contraria a la opi-
acerca al del término insolens (véa- nión de todos o de la inmensa ma-
se expers). yoría, opinión confirmada por el
intelecto, por ej. “nada crece” (cf.
inhaerentia. Es la condición de lo que Pedro Hispano, Summ. Log. 7, 2).
inest, es decir, de lo que inhiere en
otra cosa. Designa, pues, el mo- inquantum. Partícula propia del léxi-
do de ser propio del accidente, cu- co escolástico, se suele traducir por
yo esse consiste en justamente en “en cuanto”. Indica, en primer lu-
un inesse (véase). De hecho, exis- gar, una relación con lo dicho in-
te también, aunque no es tan fre- mediatamente antes; en segundo
373 insolubilia

término, y esto es lo central en la sas, de “gustar” la realidad, o quien


voz que nos ocupa, acota dicha re- no se aplica a ello. Por eso, i. pre-
lación, determinando un aspecto senta un matiz –sutil pero de cier-
de la misma que es lo que el conse- ta importancia– que diferencia la
cuente toma en consideración, ge- palabra que nos ocupa de “stultus”.
neralmente el aspecto de su razón En efecto, al menos en la literatu-
formal; en tercer lugar, muchas ve- ra filosófica de la Edad Media, es-
ces implica un matiz de nexo cau- ta última parece estar referida más
sal con el antecedente. Así pues, el a lo racional en sí, es decir, a las fa-
sentido más frecuente de i. es el de lencias intelectuales que se vincu-
indicar que algo se da o se afirma lan con cierta incapacidad de razo-
precisamente en virtud de tal as- namiento, antes que con una fal-
pecto determinado de lo sostenido ta de sabiduría. Por ej., Tomás de
anteriormente. Por ej., “in symbolo Aquino indica que es stultum opi-
tanguntur ea de quibus est fides, i. ad nar que dos proposiciones contra-
ea terminatur actus credentis”: “en el dictorias (véase contradictoria) son
símbolo se proponen aquellas cosas verdaderas al mismo tiempo y res-
que conciernen a la fe en cuanto en pecto de lo mismo (cf. In Met. XI,
ellas termina el acto del creyente” l.7, 2229). Ello implica una fal-
(Tomás de Aquino, S.Th.II-II, q.1, ta de racionalidad que consiste en
a.2 ad 2). En este ejemplo se habla desconocer un principio lógico.
del symbolum (véase) como conte- Por la razón apuntada, i. suele
niendo las verdades de fe, pero con aparecer, en cambio, en los textos
el i. el autor enfatiza que se refie- referidos a la falta de sabiduría, es-
re a él como objeto o término del to es, al desconocimiento o a erro-
asentimiento del creyente, no co- res concernientes a las realidades
mo portador de dichas verdades, ni supremas y, en particular, las divi-
como revestido de la autoridad de nas. Ejemplo célebre del uso me-
un concilio, etc. De este modo, i. dieval de este término es su apari-
se aproxima a uno de los usos de ción en la cita latina del salmo 13
quatenus (véase quatenus 3), sien- en el segundo capítulo del Proslo-
do, con todo, el sentido de este úl- gion anselmiano: “Dijo el i. en su
timo más fuerte, preciso y técnico. corazón: ‘Dios no existe’”. Pero
Anselmo introduce este personaje
inscitia. Tiene el mismo significado de imaginario en el texto de su argu-
ignorantia (véase), pero con especial mentación para que cumpla la fun-
referencia a la ignorancia propia de ción de antítesis; de hecho, atribu-
la mens en cuanto razón superior. ye al insensato el entender una pro-
Así aparece, por ej., en Agustín (cf. posición como “Deus est id quo ni-
De quant. an. 27, 53). Por eso, se hil maius cogitari potest” y, a la vez,
suele traducir por “incapacidad” o, negar la existencia de Dios así en-
menor aún, “torpeza”. tendido.
insipiens. Adjetivo denigratorio, signi- insolens. Cf. expers.
fica “insensato” o “necio”. Etimoló-
gicamente, es probable que aluda a insolubilia. Se designa tradicionalmen-
quien no es capaz de sentir las co- te con este nombre ciertos proble-
inspectio 374

mas, en general, de índole lógica, rezca frecuentemente, por ej., en la


tratados por autores medievales co- Ethica abelardiana.
mo Gualterio Burleigh y Guiller- Entre los místicos medievales, en
mo de Shyreswood, en escritos ti- cambio, i. designa, en general, la
tulados precisamente De insolubi- percepción intelectiva y simple de
lia. En realidad, este mismo voca- la realidad divina.
blo constituye una hipérbole, ya
que las cuestiones así llamadas no inspectiva. Es el adjetivo con el que
son en y por sí mismas insolubles, Casiodoro, en sus Institutiones II,
sino muy difíciles de resolver. En 3, califica la philosophia de núcleo
muchos casos, su origen es estoico, metafísico y opuesta a la práctica
como la “paradoja del mentiroso” o actualis. En efecto, mientras es-
para la que Pablo de Venecia pro- ta última se ocupa de ética y políti-
puso una lista de catorce solucio- ca, la filosofía i. (véase inspectio, in
nes. Guillermo de Ockham y Al- principio) abarca la ph. divina, esto
berto de Sajonia, también las abor- es, la Metafísica propiamente dicha
dan pero no sistemática sino mar- y la Teología; la doctrinalis, es decir,
ginalmente en sus tratados lógicos. la matemática; y la naturalis, que
Cabe señalar que los i. no consti- incluía temas de física y filosofía de
tuyen cuestiones sofísticas sino se- la naturaleza. Esta división fue fre-
mánticas; por ello, han dado lugar cuente en la Edad Media, especial-
frecuentemente a especulaciones mente, entre autores franciscanos.
escolásticas soble el metalenguaje. instans. En su sentido originario, la
Una caracterización técnica, da- palabra “instante” significa “inmi-
da por los lógicos del siglo XIV, di- nente”. Es lo que pasa “en un abrir
ce que los sofismas i. se producen y cerrar de ojos”: raptim transiens.
cuando de una proposición contin- Esta noción se presenta, pues, co-
gente se deduce su opuesta en vir- mo relativa al tiempo. En rigor, se
tud de una consecuencia que pare- concibe como lo indivisible tem-
ce regida por reglas necesarias. poral o, más comúnmente, co-
inspectio. En términos muy generales, mo lo indivisible presente. De ahí
la i. alude a un examen, al análisis que muchas veces sea sinónimo de
pormenorizado que se hace de al- nunc (véase). El i. no se plantea co-
go, especialmente, en el nivel con- mo un segmento de duración, por
templativo (véase inspectiva). Con breve que fuere, sino como el indi-
todo, en los textos filosóficos de la visible punto del tiempo, al modo
Edad Media se restringió el uso de como el punto es lo indivisible de
este vocablo prácticamente a un so- la línea. Pero la diferencia entre el
lo caso: el del examen de la propia punto geométrico y el i. radica en
alma. Por eso, el término suele apa- la simultaneidad de las partes de la
recer en la expresión i. sui. Cierta- línea que el punto divide, y la suce-
mente, los beneficios morales e in- sión de pasado y futuro, es decir, de
telectuales de esta última se hicie- las partes de tiempo que divide el i.
ron remontar al nosce te ipsum so- Sin embargo, dado que el tiempo
crático; de ahí que esta noción apa- y espacio son nociones primeras,
no definibles ulteriormente en fun-
375 institutio

ción de otras más simples, la cues- cepción aristotélica del valor y di-
tión se reduce a una mera confron- namismo de la potencia hacia esa
tación. Y en ella se descubre que la entelequia que es su razón de ser.
simultaneidad atribuída a las partes En cuanto a la expresión i. natu-
de la línea sólo significa que éstas rae es propia de Duns Escoto. Es-
no se distinguen por una categoría te autor la emplea para explicar el
temporal, ya que son precisamen- conocimiento que Dios tiene de
te simul. Análogamente, los instan- los futuros contingentes. Dice, en-
tes son partes del tiempo distintas, tonces, que para imaginar una co-
pero simultáneas en el espacio. Es- sa i. naturae, esto es, con una ante-
to indica ya la imposibilidad de es- rioridad de naturaleza, es necesario
tablecer cualquier prioridad lógi- imaginar que se da en un instante
ca entre los conceptos de espacio y en el que la segunda no existe. Por
tiempo y, por ende, de punctum e i. su parte, Ockham se opone a esta
Ahora bien, éste es, en cuanto indi- posición (cf. Exp. Aurea 85a).
visible, el concepto límite del tiem-
po. Por ello, no se lo puede consi- instantia. Tiene dos significados: 1.
derar, en rigor, como una parte del lógico; 2. metodológico. 1. En ló-
tiempo conceptualmente unívoca gica medieval, se llamó así a la pro-
respecto del todo. posición que se opone a otra por
Por lo demás, el i. ha sido con- contradicción, por ej., “El oro no
siderado el presente temporal, en es translúcido” constituye la i. de
virtud justamente de su indivisibi- “El oro es translúcido”. 2. Por ex-
lidad, dado que, si fuera divisible, tensión, también indica la impug-
daría lugar a dos partes de tiempo, nación de la respuesta dada a un ar-
una pasada y otra futura, debido a gumento, por lo que se puede tra-
la esencial sucesión de aquél. Pero ducir, en principio, por “objeción”.
ambas partes resultarían, a la vez, Así, por ej., en In An. Post.I, l.9, n.
simultáneas por ser del mismo i. 51, 73ª 32, Tomás de Aquino escri-
Éste debe concebirse, pues, dialéc- be: “Non enim fertur i. contra pro-
ticamente, es decir, como pertene- positionem universalem nisi quia de-
ciente al tiempo, pero en oposición ficit aliquid eorum quae per eam sig-
a su continuidad sucesiva. Sin em- nificantur”. Cf. obviatio.
bargo, y correlativamente, el i. es lo instar. Término cuyo significado es
indivisible en el que el tiempo exis- “que vale por” o aun “que hace las
te. En efecto, el tiempo existe en el veces de” o “que está en lugar de”.
instante, cuyo valor es el de actua- En textos tempranos de la Edad
lizar un pasado y anticipar un fu- Media, suele aparecer para seña-
turo que, por distintas razones, no lar morfológicamente las clases de
se identifican con él mismo. Así, términos; así, por ej. el sustantivo
constituye un punto de intersec- (véase substantivum) supponit o su-
ción entre el ser y el no ser. En es- ple, es decir, que “está en lugar de”
te sentido, la noción que nos ocu- lo que subsiste por sí: i. per se stan-
pa da razón a la intuición platónica tis.
de la composición de ser y no ser.
Pero también se inserta en la con- institutio. Tiene el sentido general de
imposición, establecimiento o de-
instrumentum 376

terminación de algo; de ahí que según la naturaleza propia, esto es,


muchas veces aluda también a 1. lo específica, del ente del que se tra-
establecido por convención. En es- te. Por eso, en la literatura medie-
te orden, y especialmente en la li- val lo íntegro se identifica muchas
teratura abelardiana, equivale a in- veces con lo perfecto. Pero, de he-
ventio. Otro contexto en el que cho, este término adquiere particu-
aparece la voz que nos ocupa, es lar importancia en el ámbito estéti-
2. el pedagógico. En él, este térmi- co. En efecto, en este orden, la i. es
no, propio de la Antigüedad clási- la presencia en el todo orgánico de
ca, pasó al período patrístico, para las partes que concurren a formar-
designar la primera etapa de la edu- lo; de esta manera, se llama “defor-
cación, es decir, la puerilis i. que me”, por ej., un cuerpo humano
comprendía el ciclo de las artes li- que carece de alguno de sus miem-
berales (véase artes). bros. Según la más conocida esté-
Muy distinto es 3. el significado tica de la Edad Media, que sigue
técnico del término en la metodo- las huellas de Aristóteles, la belle-
logía de la disputa medieval; para za de las cosas particulares obede-
ello, véase obligatio 1.1. ce a tres propiedades que ellas de-
ben presentar, la i., la claridad (véa-
instrumentum. Escolásticamente, se se claritas), y la armonía o propor-
entiende por “instrumento” aque- ción (véase proportio). Esta doctri-
llo que se añade a la causa princi- na, tal como ella se lee, por ej., en
pal en orden a la producción de un Tomás de Aquino, S.Th., I, q.39,
efecto. Según la naturaleza de es- a.8, pone, pues, en primer lugar,
te último, el i. puede ser naturale como requisito de belleza la no-
o supranaturale (véase). Se deno- ción que nos ocupa. Por ella, en-
mina propiamente i. coniunctum tiende el Aquinate no sólo la con-
a aquel que no puede actuar sino dición de lo hecho acabadamente
unido en acto a la causa eficien- sino también la de lo hecho según
te, como el cincel respecto del es- verdad. Esto último prescribe que
cultor. En cambio, i. separatum es el ente natural debe ser conforme
el que posee cierta independencia a la naturaleza asignada por Dios a
que le permite actuar por su propia su especie; para expressarlo en tér-
virtud, aún cuando se dé junto con minos antónimos, la i. se opone di-
el agente principal, como el calor. rectamente a la deformidad. Con
integer. En general, señala lo completo mayor razón aún el artista, so pe-
en el sentido de no carecer de nin- na de no respetar su arte, ha de res-
guna de las partes que le son pro- petar la naturaleza en sus represen-
pias. Respecto de la actividad pa- taciones de la misma (cf. ibid., I-
laeográfica y en sentido técnico, in- II, q.21, a.1 ad3). Así pues, en tér-
dica un códice no corrupto (véase minos medievales que se remontan
emendatus). a Cicerón, la i. se asocia con la co-
rrección. Por eso, la i. en arte remi-
integre. Cf. adaequate. te a la perfección iconográfica.
integritas. En general, la i. siempre alu- integumentum. Típico pero no exclu-
de a cierta forma de completitud, sivo término de los maestros de
377 intellectus

Chartres, i. alude, como involu- mismo por objeto de su intelligere


crum (véase), al velo que escon- (cf. Met. XI, 9, 1074b 15 y ss).
de profundas verdades bajo la su- Siguiendo esta tesis aristotélica,
perficie del lenguaje literal. Desde Avicena afirma que, en Dios –que
una perspectiva de tradición plató- es, per se necesse esse–, se identifican
nica, Guillermo de Conches, por intelligentia, intelligens, intellectum
ej., considera el discurso filosófi- (Comp. met. I, pars II, tr. 3).
co como esencialmente metafóri- Por su parte, Tomás de Aquino,
co, es decir, caracterizado por imá- tras de Aristóteles y de Avicena so-
genes que suscitan ideas más allá de bre este punto, sostiene: “In Deo
las palabras; éstas ocultan signifi- intellectus intelligens, et id quod in-
cados pero, a la vez, incitan a des- telligitur, et species intelligibilis, et
cubrirlos. Se ha utilizado también ipsum intelligere sunt omnino unum
en el plano cosmológico-estético, et idem” (S. Th. I, q. 14, a. 4 c.).
por ej., considerar la naturaleza co-
mo madre de todas las cosas es un intellectualiter. Cf. disciplinaliter.
i. que oculta-remite al carácter que intellectus. En general, se denomi-
tiene aquélla de generar, presidir y na con este vocablo a la facultad
regir la armonía del mundo. de entender. De etimología actual-
intellectio. Esta palabra puede tradu- mente muy discutida, se ha soste-
cirse por el sustantivo “intelección”, nido que intelligere proviene de le-
en tanto que alude a la acción en gere, “recoger”, de manera que su
acto del intelecto. Aristóteles había significado originario sería el de re-
distinguido claramente entre el en- coger seleccionando, retener por la
tender (noein) que es, en general, reflexión, es decir, comprender. Sin
la actividad de conocer intelecti- embargo, los autores medievales le
vamente; la inteligencia (nous) co- atribuían la etimología de intus le-
mo capacidad o perfección; y la in- gere, o sea, leer dentro de las cosas,
telección (noésis), que es la acción captando cuanto ellas tienen de in-
misma del intelecto y del entender. teligible, de revelable por la capaci-
Según el Estagirita, en el hombre, dad cognoscitiva humana.
el entender implica una distinción De acuerdo con esta última acep-
entre inteligencia e intelección: la ción, consideraron el i. como la ca-
segunda es acción en acto, mien- pacidad de comprensión inmediata
tras que la primera es una facultad o intuitiva que, de un lado, está en
que puede existir realmente aún sin la base de la comprensión mediata
tener la acción en acto. En cambio, y discursiva de la razón, y, de otro,
en el Motor Inmóvil, no se da dis- la resume en sí misma. En este sen-
tinción alguna entre ambos térmi- tido, el i. corresponde al nous grie-
nos, porque es Acto Puro y no acto go, así como ratio (véase) corres-
de una potencia; dicho de otra ma- ponde a diánoia.
nera, es una acción que existe co- Las distinciones escolásticas que
mo sustancia y no la acción de una quedaron establecidas respecto de
sustancia. Por lo demás, al no po- este tema son las siguientes: 1. i. ac-
der depender de ninguna otra cosa tualis: es el que actúa sobre sí mis-
más que de sí mismo, se tiene a sí mo, o sea, un ente en acto, la vir-
intellectus 378

tud de la intelección; 2. i. agens: es go que ya esté en acto para que ha-


el que abstrae, elevándolos al pla- ga pasar el i. de la potencia al ac-
no universal, los elementos inteli- to. Pero, en este caso, ese algo es el
gibles recibidos por el intelecto pa- mismo intelecto que actúa sobre sí,
sivo, y elaborados ya en el vértice ya que, desde su perspectiva, ni las
de la sensibilidad por la cogitativa cosas materiales ni las inteligibles
(véase), en orden a la producción pueden actuar sobre él (véase más
del concepto; 3. i. patiens, llamado arriba i. actualis). Así pues, el Es-
también passivus, es el que recibe tagirita distingue entre un intelecto
la imagen o especie impresa sobre pasivo, llamado después “pacien-
la que el agente formará el conoci- te”, y un intelecto activo, al que se
miento, y se la procura para que és- denominó “agente” (cf. De an. III,
te elabore las formas inteligibles en 5, 429b). El primero es un intelec-
acto; 4. i. possibilis: es el que recibe to que puede convertirse en todas
dichas formas del intelecto agente las cosas, en cuanto que es capaz
y, finalmente conoce, expresando de asimilar sus respectivas formas;
ese verbo interior (verbum mentis) el segundo las “realiza” como co-
del concepto. Así, el intelecto po- nocidas, y es un hábito similar a la
sible constituye a función más al- luz: también ésta hace que los colo-
ta del proceso cognoscitivo huma- res en potencia sean colores en ac-
no y no ha de confundirse, pues, to. De hecho, Aristóteles expresa la
con el intelecto pasivo. En otro or- doble función intelectual de elabo-
den, que ya no dice relación con rar las imágenes sensibles y produ-
el proceso mismo del conocer, llá- cir los conceptos, hablando de dos
mase 5. i. speculativus a la facultad intelectos, lo cual se reduce a dos
cognoscitiva dirigida a considerar aspectos de lo mismo. Pero esto dio
la esencia de las cosas, por lo que se lugar a confusiones y, por ende, a
lo denomina también “facultad de encarnizadas discusiones en el tra-
los primeros principios y sus conse- tamiento medieval del tema. Por
cuencias”; en cambio, el 6. i. prac- su manejo anterior de la obra com-
ticus es aquel que aplica el conoci- pleta del Estagirita, los primeros
miento a la acción, por lo cual su en abordarlo durante el Medioevo
fin es doble: el fin proximus (véase fueron los árabes.
finis) es el conocimiento de la obra, La principal discusión sosteni-
y el remotus la actualización de la da en la Edad Media al respecto
misma. Con todo, Tomás de Aqui- es la de la llamada “polémica so-
no advierte en, S. Th. I, q. 79, a. bre la unicidad del intelecto”. Tres
11, c, que no se trata de dos poten- posiciones se perfilaron en ella: 1.
cias distintas. la que sostiene que el intelecto ac-
Como en tantos otros temas, las tivo o agente está separado del al-
doctrinas típicamente medievales ma humana, posición cuyo antece-
sobre el i. tienen su punto de par- dente es la lectura que hizo de Aris-
tida en Aristóteles. Para éste, quien tóteles Alejandro de Afrodisia. És-
también en el análisis de la activi- te identificó el Intelecto agente con
dad intelectual parte de su doctrina Dios, considerando propios del al-
de acto y potencia, ha de haber al- ma humana sólo el intelecto pasivo
379 intellectus

y el adeptus, que es el intelecto ter- su De anima intellectiva, y acepta-


minado, o sea, el pensamiento mis- da en el Renacimiento por muchos
mo. Compara el pasivo o paciente, humanistas. Siger insiste en que el
con alguien que es capaz de apren- intelecto no actúa en el hombre co-
der un arte pero que todavía no lo mo motor sino como mero princi-
posee; y el adeptus, que es el per- pio rector de su actividad: operans
feccionamiento del anterior, con in operando.
el artista consumado. A esta posi- Pero hubo otra lectura antigua
ción adhirieron, ciertamente con del libro III del De anima aristoté-
matices de diferencia, neoplató- lico: la de Temistio. En ella se ins-
nicos árabes como Alkindi, Alfa- piran quienes, en el siglo XIII, en-
rabi y Avicena. Por su parte, tam- cabezaron 3. la posición que niega
bién Avempace y Maimónides la la separación del intelecto activo y
admitieron. El mismo Roger Ba- pasivo respecto del alma humana.
con y, ya en el Renacimiento, Pom- Esta posición fue defendida por Al-
ponazzi, no dejan de estar cerca de berto Magno y por Tomás de Aqui-
ella. Ahora bien, al postular un solo no. Alberto ataca no solamente la
Intelecto agente para todos –que, idea de un intelecto único, como
además, es el único que tiene los en Averroes, sino particularmen-
caracteres de eternidad e inmorta- te la de aquellos que, como Avem-
lidad– y separarlo del alma huma- pace o Maimónides (cf. Guía de
na, esta doctrina negaba inmortali- los descarriados, I, cc. 70-74) soste-
dad a la misma alma individual. nían que, después de la muerte sólo
Tal consecuencia se acentúa en 2. queda de los hombres un único in-
la posición de Averroes, que afir- telecto agente. Para Alberto Mag-
ma la separación del alma huma- no, el i. agente es parte del alma in-
na tanto del Intelecto activo co- dividual y tiene en ella una primor-
mo del pasivo. En el alma del hom- dial función: abstraer lo inteligible
bre, éste último no es más que una pasivo. Lo mismo dirá Tomás en su
simple disposición que le comuni- De unitate intelellectus contra Ave-
ca el Intelecto agente, para llegar a rroistas. Por cierto, ambos admiten
las verdades universales. Justamen- la existencia del Intelecto divino
te tal universalidad y eternidad es- por encima del alma humana, pero
tá garantizada por ese Intelecto di- consideran que el hombre participa
vino, separado y único para todos de él; más aún, entienden –y esto
los seres humanos. De este modo, es decisivo– que el intelecto agente
el pensamiento individual sólo tie- forma parte de cada alma a manera
ne por función proveer las imáge- de luz que enciende en ella el Inte-
nes sensibles en las cuales radica la lecto divino. Con esta doctrina, el
potencial inteligibilidad, que tam- Aquinate, especialmente, se rehúsa
poco es individual y que el I. agen- a aceptar que el intelecto sea una
te o activo, único, hace pasar al ac- substancia separada de la humani-
to. Esta doctrina fue seguida por dad, ya que, en tal caso, sería esa
los averroístas latinos, es decir, los substancia quien comprendería la
aristotélicos extremos en la Edad realidad, y no cada hombre.
Media, como Siger de Brabante en
intelligentia 380

Tomás considera, en términos alma, es necesario que no sea uno


generales, que el origen de nuestro en todos, sino que se multiplique
conocimiento se halla en los sen- como se multiplican las almas (cf.
tidos y que explicarlo es definir la C.G. II, 59).
colaboración que se establece entre En rigor, esta polémica tiene vi-
los entes materiales, los sentidos y gencia, como se ve, en el cuadro
el intelecto. El hombre, compuesto de las interpretaciones aristotéli-
de cuerpo y alma, se encuentra en cas. Cuando el peso del aristote-
un universo de entes materiales, ca- lismo decae en el siglo XIV, cam-
da uno de los cuales tiene una for- bian los términos de la discusión.
ma, que es su elemento universal. Así, Durando de San Porciano, por
Conocer consistirá, pues, en sepa- ej., considera que es tan gratuito
rar de esos entes lo universal conte- postular un intelecto agente como
nido en ellos, es decir que la opera- lo sería hablar de una “sensibilidad
ción fundamental del conocimien- agente” (cf. In I Sent., d.3, q.5, 26).
to es la abstracción (véase species Por su parte, Guillermo de Oc-
impressa). Aunque ya despojadas de kham, inaugurando una posición
materia, dichas especies o imáge- retomada en la Modernidad, tam-
nes conllevan aún ciertos vestigios bién afirma que la abstracción, que
de la materialidad y particulari- los mencionados aristotélicos atri-
dad de los entes de que provienen; buyen al intelecto agente, no lo re-
por ello, no se puede decir, en ri- quiere, puesto que se desarrolla na-
gor, que sean inteligibles. Pero pue- turalmente como efecto de las no-
den hacerse tales, si se las despoja ciones sensibles. El intelecto no
de los últimos rastros de su origen ilumina los phantasmata sino que
sensible, o sea que son inteligibles produce la intelección misma (cf.
en potencia; de ahí que recibirlos In II Sent., qq. 24 y 25).
con todas sus determinaciones par-
ticulares en una suerte de aptitud intelligentia. Varios son los significa-
pasiva, sea la función del i. patiens. dos fundamentales que asume este
En cambio, la misión propia del i. vocablo en la terminología medie-
agens es volverse hacia las especies val. En primer lugar, “inteligencia”
sensibles, concebidas por el intelec- significa propiamente 1. el acto del
to posible, y engendrar en ellas el entendimiento (véase intellectus),
concepto, esto es, abstraer lo que que consiste en entender. Una nota
conservan de universal, actualizan- importante sobre la que se debe in-
do su inteligibilidad. Si el i. agens sistir en relación con este concepto
puede cumplir esa función es por- es que i. e intellectus no constituyen
que él mismo participa de la natu- dos potencias distintas, sino que la
raleza inteligible. Es una forma, y i. es el acto de la potencia consti-
toda forma es naturalmente activa. tuida por el intellectus. En este pla-
De este modo, se revela que el fun- no, Buenaventura, que distingue
damento de la concepción tomista claramente entre ratio e i., conside-
del conocimiento es que el alma es ra que ésta ha sido hecha para apre-
forma del cuerpo y, puesto que el hender a Dios como bien infinito
intelecto agente es una virtud del (cf. De regno Dei, 9).
381 intelligibile

De esta primera significación de- intelligibile. Equivalente griego de


riva la segunda, que alude a 2. la noetós, el vocablo “inteligible” se-
substantia separata, o sea, al ángel. ñala lo que es cognoscible sólo me-
En esta última acepción aparece en diante el intelecto o por medio de
las traducciones latinas de algunos una intentio intelectual, en contra-
textos árabes; por ej., el comenta- posición a lo sensible (véase sensi-
rio de Averroes al libro II del tra- bile), es decir, a lo dado a la cap-
tado aristotélico De anima. Tomás tación de los sentidos. Se distingue
de Aquino sugiere que la homoni- de “intelectual’ en cuanto se refiere
mia se explica puesto que un atri- al objeto del acto de pensamiento,
buto esencial de dicha sustancia –la mientras que el intellectualis –me-
angélica– es el entender siempre en nos usado– alude al acto mismo.
acto (cf. S. Th. I, q. 79, a. 10): de Así pues, se ha de evitar el equívo-
hecho, por su misma definición de co, al que el uso del castellano pue-
substancia incorpórea, el ángel no de inducir, de considerar esta pala-
necesita de los sentidos corporales bra como sinónimo de “cognosci-
para conocer y no está sometido al ble”, en el sentido vulgar que asu-
proceso de abstracción. me esta voz en español. De hecho,
Pero se debe añadir una tercera lo i. es lo menos inmediatamente
significación según la cual i. seña- cognoscible para el hombre, si bien
la 3. el sentido o la interpretación es, en la perspectiva medieval, lo
que se da a algo. Se puede tratar del más digno de ser conocido.
sentido y la aplicación de una pro- Desde el punto de vista metafísi-
posición; así, se dice, por ej., “ea est co, en la tradición platónica, don-
intelligentia horum verborum”: “éste de esta noción adquiere particular
es el sentido de esas palabras”. En relieve, lo i. son las mismas ideas
este mismo orden, puede indicar, que constituyen el verdadero mun-
la exégesis de la Escritura. Por eso, do real frente al de los sentidos y la
Buenaventura habla de intelligen- apariencia. La contraposición inte-
tias diversas en ella, esto es, de las lligibile-sensibile implica, pues, una
posibles diferentes interpretaciones contraposición de grados de per-
a las que su lectura puede dar lugar fección en el ser. En los umbrales
(cf. Coll. in Hexaem. XII, 17). Para del período medieval, dicha con-
la acepción de i. como hábito, véa- frontación se acentúa en la línea
se i. principiorum. neoplatónica. Filón de Alejandría
introduce la expresión kósmos noe-
intelligentia principiorum. Llamada tós, con referencia al mundo ejem-
también escolásticamente habitus plar de las ideas (cf. De op. mundi,
o intellectus principiorum, esta ex- 4). Plotino postula el mundo i. en
presión se define como la virtud o la primera emanación de lo Uno, el
capacidad por la que el intelecto se Nous, que contiene en sí la multi-
inclina a asentir natural y fácilmen- plicidad (cf. En. V, 9, 9 y III, 8, 9).
te a los primeros principios, a causa En el período carolingio, la contra-
de la verdad evidente expresada en posición señalada es retomada por
los mismos términos de éstos. Escoto Erígena en De div. nat. V,
18 y 24.
intensio 382

En cambio, entre los autores es- formas sustanciales mismas, de he-


colásticos, con el predominio de cho, por ej., un hombre no es más
la concepción aristotélica, este sig- “hombre” en un momento de su
nificado metafísico cede ante una vida que en otro; segundo, el de las
acepción prevalentemente gnoseo- diferencias de grado o jerarquía en-
lógica de lo i. (véase intellectus). tre las especies de un mismo géne-
ro, por ej., entre el alma intelecti-
intensio. Voz que hace referencia ex- va y la sensitiva, ya que en este ca-
clusivamente a lo cualitativo, i. in- so se trata de jerarquía, no de in-
dica la adición de un grado en los tensificación; tercero, el de la espe-
de una cualidad que se encuentra cie que con la i. cambia a otra aun-
en un sujeto. Los verbos intendere que manteniéndose en el género,
y remittere, son correlativos con es- por ej., el de un verde que cambia
te sustantivo. Lo que no intenditur en azul pero sigue en el género del
ni remittitur es lo que no se inten- color.
sifica ni disminuye, como es el caso De lo que se trata, entonces, es de
de las privaciones. Un ejemplo es justificar metafísicamente, por ej.,
la ceguera en su sentido estricto, es que lo frío se vuelva más frío, pues-
decir, como falta total de visión. to que, entonces, la especie perma-
El término ocupó cierto lugar de nece inalterada; sólo sufre una i. en
importancia en las polémicas me- sentido propio. La orientación ge-
dievales relativas al problema del neral de la solución ofrecida a este
mixtum (véase), crucial no sólo problema en la Edad Media estriba
en la filosofía de la naturaleza sino en la noción de latitudo (véase lati-
también en la metafísica durante la tudo 2.).
Edad Media. Como es obvio, lo dicho en este
Pero, fundamentalmente, surge artículo vale para remissio en senti-
de una cuestión planteada por Pe- do contrario, o sea, en cuanto dis-
dro Lombardo: “utrum conceden- minución.
dum sit quod Spiritus Sanctus au-
geatur in homine, vel magis vel min- intensive. Cf. extensive.
us habeatur vel detur” (Sent.I, d.17).
Más en general, se puso en discu- intentio. En sentido primario, este tér-
sión el fenómeno mismo del pasa- mino señala 1. toda dirección de
je de un grado más débil a uno más un ser, dotado o no de concien-
fuerte en una misma cualidad. Lo cia; de ahí que la expresión i. finis
que ofrecía dificultades era el prin- se pueda aplicar a un ente no ra-
cipio de invariabilidad de la forma cional, por ej., el fuego. El tema de
(véase forma substantialis, in princi- la i. asume, pues, gran importan-
pio), al que se contraponía el hecho cia en la Edad Media, debido al ca-
de que ciertas formas pueden au- rácter dinámico y esencialmente fi-
mentar permaneciendo en sí mis- nalista de su pensamiento central,
mas, es decir que su especie perma- el escolástico, por ser de raíz aris-
nece inalterada, sin convertirse en totélica.
otras formas. Quedaron, pues, ex- Con todo, lo más frecuente es
cluidos de la atribución de i. los si- que indique la dirección de la vo-
guientes casos: primero, el de las luntad que se mueve a sí misma y
383 intentionale

que mueve a todas las demás po- el pensamiento de Guillermo de


tencias, especialmente las del co- Okham (cf. Summa Totius Log. I,
nocimiento, hacia su objeto. De 12).
tal modo que esta noción compro- Pero lo más corriente es utilizar
mete tanto el plano de la voluntad esta voz en relación con los actos
cuanto el del conocimiento, pre- voluntarios, es decir, con el 3. pla-
dominando en su significado a ve- no de la voluntad. En él, se suele
ces la primera y otras el segundo; al distinguir entre la i. y la voluntas
mismo tiempo, este vocablo pue- o, mejor aún, lo voluntarium (véa-
de estar referido tanto al acto co- se) propiamente dicho: en efecto,
mo al objeto de ambas facultades. a diferencia de este último, la in-
Considerando la preeminencia del tención supone no sólo la concien-
2. plano cognoscitivo, la i. puede cia del fin que se quiere lograr, sino
ser: 2.1. materialis: es el conteni- también la de poder alcanzar lo que
do del pensamiento al cual se apli- se pretende. Con todo, no siempre
ca la facultad, o sea, la cosa misma se tuvo en cuenta este matiz de di-
percibida. 2.2. formalis: es el acto ferencia, de manera que ciertas dis-
mismo de la cognición, es decir, la tinciones escolásticas hechas a pro-
aplicación de la facultad cognosci- pósito de la i. coinciden con las
tiva a un objeto de conocimiento. formuladas sobre lo voluntario.
A su vez, tanto la i. material como Así, la i. puede ser: 3.1. actualis: es
la formal pueden ser primera o se- la que depende directamente de un
gunda; así: 2.1.1. la i. prima mate- solo acto de la voluntad; 3.2. vir-
rialis es la que representa el obje- tualis: es la que depende de la vo-
to tal cual es sí mismo, por ej., el luntad, pero en virtud de un acto
concepto de hombre como hom- que se dio previamente y que con-
bre; 2.1.2. la i. secunda materialis o tinúa influyendo en la acción; 3.3.
intellecta es la que representa el ob- habitualis: es la que, puesta una vez
jeto tal como éste es conocido por o varias por la voluntad, no ha si-
el intelecto, por ej., el concepto de do modificada; 3.4. interpretativa:
hombre considerado como univer- es la que no fue planteada explíci-
sal o como especie. En cuanto a la tamente, pero que se supone que
i. cognoscitiva formal, se conside- se da al reflexionar en la dirección
ra: 2.2.1. i. prima formalis: es el co- presentada por la acción.
nocimiento mismo del objeto se- También se ha utilizado, aunque
gún el primer modo de los men- más raramente, en el plano de lo fí-
cionados inmediatamente antes, y sico, para expresar la intensidad de
la 2.2.2. i. secunda formalis es el co- una cualidad, por ej., la de lo blan-
nocimiento mismo del objeto con- co.
siderado del segundo modo, es- Para el valor específico que asu-
to es, el acto de conocer el univer- me este término en el pensamiento
sal “hombre” en cuanto tal. De ahí de Agustín de Hipona, véase exten-
que se hable, respectivamente, de sio 3.
“términos de primera o de segun-
da intención” (véase impositio), te- intentionale. Se denomina así un mo-
ma particularmente importante en do de ser: el existir sólo como repre-
sentación mental (véase intentio 2).
intentionalitas 384

En efecto, el esse i. indica el ser co- pérdida, como intencionalmente,


nocido de la cosa, es decir, la “con- con intención fraudulenta.
sistencia” que ella tiene en el inte-
lecto del cognoscente. Con mayor interior. Cf. exterior.
especificidad aún, señala el ser de interlinearis. Cf. glossa.
la cosa considerado abstractamente
(véase abstractio), lo que equivale al interpretatio. Esta palabra traduce la
de la especie impresa obiective, que voz griega hermeneia, que signifi-
representa la realidad inteligida. Es ca primariamente la expresión de
expresión utilizada particularmen- un pensamiento y, de manera de-
te por Pedro Auriol, quien usa con rivada, la explicación o interpre-
el mismo significado el término esse tación del mismo. Con el sentido
apparens. Para este autor, el que los de explicación aparece en Platón
árboles a la orilla de un río parez- en Teet. 209 a. Por su parte, Aris-
can moverse desde una embarca- tóteles anota, precisamente en su
ción que navega no es cosa que ra- De int.I, 16ª, 1 y ss., que las pala-
dique ni en los árboles, ni en la na- bras son como signos de las afec-
ve, ni en el aire, como tampoco ra- ciones del alma o nociones, iguales
dica en la visión misma del obser- para todos los hombres, y constitu-
vador. Ese movimiento existe sólo yen imágenes de las cosas, también
de modo i., no real. Así, el esse i. iguales para todos. Por eso, el suje-
o apparens se distingue tanto de la to activo de esta referencia es el al-
realidad extramental como del ac- ma y, particularmente, el intelecto.
to cognoscitivo que, sin embargo, Así, la i. termina ocupándose de los
lo genera (cf. Scriptum I, d.3, s.14, juicios y las proposiciones.
a.1). En general, se puede decir, en-
tonces, que la i. es la operación me-
intentionalitas. Cf. species 2., in fine. diante la cual un sujeto refiere un
intentionaliter. Adverbio de modo, signo a un objeto que es lo designa-
derivado de intentio. Desde el pun- do.
to de vista del conocimiento, esco- Ahora bien, en la Edad Media,
lásticamente se usaron las expresio- parecen delinearse dos corrien-
nes prima i. y secunda i. queriendo tes semánticas respecto de este vo-
aludir con ello al modo de conoci- cablo, basadas sobre distintos co-
miento de las primeras y de las se- mentarios a los textos antiguos:
gundas intentiones, respectivamen- una tendría su antecedente en Por-
te; de ahí que prima i. será sinó- firio, llegando a los nominalistas;
nimo de realiter (véase, particular- la otra, se remitiría a Boecio y cul-
mente, intentio 2.1.1). minaría en los escolásticos del siglo
XIII. Respecto de la primera, y si-
intercisus. Término paleográfico, in- guiendo el De interpretatione porfi-
dica la mutilación de un códice, es- riano, Ockham, por ej., asigna dos
to es, la falta de una de sus partes. acepciones al vocablo i.: la de ex-
Esto puede darse tanto por razones presión de lo que es concebido por
naturales, por ej., el desgaste mate- el intelecto, y la de traducción, esto
rial, el desgarro por descuido o la es, versión de una lengua a otra (cf.
Exp. Aurea 88a).
385 intransitive

Respecto de la segunda línea, En cambio, siempre en esta línea,


más gramatical o “proposicional”, el sentido de la voz peremptio (véa-
por así decir, hay que recordar que se) es de alcance más ampio.
Boecio, en su comentario a la obra
aristotélica mencionada, conside- interrogatio. De significado exclusi-
ra que la i. es una voz significativa vamente referido al plano gramati-
que quiere decir algo por sí misma. cal, la i. es la oración en la que se
La posición boeciana al respecto es pregunta, real o ficticiamente, por
la asumida por la Escolástica, espe- algo. En este último caso, se sue-
cialmente en los siguientes puntos: le dar una interrogación retórica.
en primer lugar, la i. es un acon- Así, por ej., en una suerte de ascen-
tecimiento mental; en segundo tér- so a Dios por la belleza, Agustín di-
mino, el signo –ya sea verbal o es- ce haber preguntado por Dios a la
crito– es diferente del concepto pe- tierra, a los astros, a todos los seres
ro se refiere a él; en tercer lugar, la que rodean las puertas de los senti-
relación entre signo y concepto es dos, respondiéndole ellos “Dios es
arbitraria y convencional, siendo, quien nos ha hecho”; añade el Hi-
en cambio, universal y necesaria la ponense que era mediante su con-
que se da entre el concepto y la rea- templación como él los interroga-
lidad. ba y su respuesta era su belleza (cf.
Ya en plena Escolástica, Tomás Conf. X, 6, 9-10).
de Aquino, también en su propio Cuando no se plantea retórica-
comentario a ese texto aristotélico mente, es decir, cuando constitu-
(cf. In De Int. I, 1, a), indica que el ye un interrogante genuino, pue-
nombre y el verbo de los que tra- de derivar en lo que, en el orden
ta el Estagirita en los capítulos 2 y del pensamiento, es una quaestio, o
3 de su obra son más bien princi- bien una dubitatio (véanse).
pios de interpretación que inter- intranscendentes. Por contraposición
pretaciones. Para el Aquinate, la al significado transcendentale (véa-
i. se refiere a la proposición enun- se), esta palabra alude a aquellos
ciativa, a la que puede atribuirse la términos y propiedades que con-
verdad o la falsedad. Sobre esta ba- vienen sólo a los miembros de cier-
se, los alcances de la i. se amplían. to y determinado género o especie,
Así, se aplica, sobre todo, a la deco- como “animal”, “árbol”, “hom-
dificación de lo designado a través bre”, etc.
del signo y se habla, por ej., de la
interpretación de la cualidad moral intransitive. En principio, la raíz de
de un hombre (cf. S.Th. II-II, q.60, esta palabra alude a lo que no se
a.4 ad 1). transfiere. En rigor, el adverbio
que nos ocupa califica un modo se-
interremptio. A partir de su acepción gún el cual una cosa o propiedad es
originaria, que alude a la ablación realmente distinta de otra. En efec-
real de una parte de una cosa exis- to, algo se dice i. distinctum cuan-
tente fuera del alma, esta voz pasó do alguna nota esencial le convie-
a tener un significado lógico: seña- ne a ese algo en virtud de otra co-
la el hecho de negar alguna de las sa. Así, por ej., el hombre, conside-
consecuencias de un razonamiento. rado en su condición de animal, no
intrinsecum 386

discurre; lo hace en su condición to se opone a la función discursiva


de racional, esto es, sub ratione ra- de la razón.
tionale. Por eso, la diferencia cons- Técnicamente, la Escolástica en-
titutiva proviene de una distinción tendió por i. la “notitia rei praesen-
hecha i. tis”, en oposición a la notitia rei ab-
sentis. La primera alude a la presen-
intrinsecum. Cf. extrinsecum. cia objetiva que se identifica con
intueri. En sentido amplio, significa el percipi; hace referencia, pues, a
adquirir un conocimiento cierto, la coexistencia real de lo conocido
directo y, en la mayor parte de los con el cognoscente.
casos, evidente; en sentido estric- Esta noción tiene una larga his-
to, alude a alcanzar de una cosa un toria cuyo origen podría remontar-
conocimiento que permite afirmar se a la visión platónica de las Ideas
que ese algo existe o que no exis- por parte del alma, tal como es ex-
te. Así aparece, por ej., en Ockham plicitada, por ej., en Fedro 247b-
(cf. In I Sent. d.35, q.5o). c. El aspecto de unión con el ob-
jeto que conlleva este concep-
intuitio. Tecnicismo propio de la filo- to fue puesto en relieve por Ploti-
sofía de Buenaventura, la i. se refie- no en En. VI, 9, 3, 17. En Agustín
re en sus escritos a cierta aprehen- de Hipona, el tratamiento del te-
sión directa de la realidad divina, ma aparece encuadrado en su doc-
aprehensión que tiene a la mens por trina de la iluminación (véase illu-
sujeto, de modo que no intervie- minatio). En efecto, para Agustín,
ne en ella ni la sensibilidad ni tam- la Verdad, que es Dios mismo, ha-
poco la razón. De esta manera, el bita “in interiore hominis” (cf. De
concepto que nos ocupa responde vera rel. 39); su posesión inmedia-
al sentido del verbo del que provie- ta, si bien imperfecta, es justamen-
ne (véase intuitus). te i., lo que permite la búsqueda y
intuitus. Proveniente del verbo intuere la posesión de las verdades particu-
(véase), este término hace alusión a lares. Así, cuando se trata de lo in-
“lo visto” o “la visión”. De allí deri- teligible, contemplado por la mens,
va su acepción más técnica de “per- Agustín habla de aquello que ve-
cepción inmediata”, en el cam- mos en esa luz interior de la ver-
po gnoseológico. Con todo, en la dad, que ilumina al hombre inte-
Edad Media, la palabra mantuvo el rior (cf. De mag. 12, 40). En Conf.
significado metafórico y visual que XIII, 39, 53, afirma que vemos ta-
coexistió con el filosófico o propio. les cosas porque ellas son o existen;
En este último sentido, y en gene- en cambio, Dios las hace ser por-
ral, suele referirse al conocimiento que Él las ve. Se constituye así una
intuitivo, es decir, al conocimien- suerte de contraposición entre un
to en su función de percepción di- i. creativo, propio de la mente infi-
recta del contenido de su objeto, ya nita, y un i. del dato, propio de la
sea éste una esencia, ya sea una de- mente finita.
terminada relación entre esencias o Por su parte, Tomás de Aquino,
aún entre entes particulares. En es- que define i. diciendo que es cier-
ta presencia de lo inteligible en el
387 invidia

intelecto (cf. In I Sent. d. 3, q. 4, a. es B, C no es D. La i. es válida si la


5), se sirve de esta noción para alu- naturaleza de la proposición es uni-
dir al modo como Dios conoce las versal, y si lo expresado en el suje-
cosas, subrayando en él la relación to y el predicado tiene la misma ex-
tiempo-eternidad. En efecto, todo tensión (véase extensio).
lo que existe en el tiempo le es pre-
sente a Dios desde la eternidad, pe- invidia. La base escrituraria de la en-
ro no solamente en el sentido de vidia en cuanto mal no puede ser
que Él tiene presente en sí las ra- más fuerte. En efecto, se atribu-
zones de las cosas, sino porque su i. ye, al comienzo de los tiempos, al
mira todas las cosas realmente pre- diablo que, precisamente envidio-
sentes ante Él desde toda la eterni- so del hecho de que criaturas infe-
dad (cf. S. Th. I, q. 14, a. 13, c). riores a él, como los hombres, go-
zaran del favor divino, los indujo a
inventio. En general, se ha usado es- pecar (cf. Sap. 2, 24). En la Patrís-
ta voz para indicar la acción y el tica proliferaron los comentarios a
efecto de instituir algo. Es espe- este pasaje, pero la i. pasó a estu-
cialmente importante en el pensa- diarse como enfermedad moral hu-
miento abelardiano. En Pedro Abe- mana. Juan Crisóstomo, por ej., la
lardo, la i. es la imposición de un ve como una adhesión al mal gra-
nombre común a un conjunto de tuita y así escribe que el disoluto
cosas individuales que presentan puede aducir la concupiscencia co-
características comunes. Ese estado mo pretexto; el ladrón, la pobreza;
con el que se nos ofrecen es, pues, el homicida, la ira, etc. Pero no hay
la causa común de i. Así, el esque- excusa para el envidioso que sólo se
ma del proceso por el que se insti- nutre de perversidad (cf. In Ep. ad
tuye un nombre, por ej., “la rosa” Rom. Homiliae VII, 6; In Io. Hom.
es: 1) la consideración de la natura- XXXVI, 3). Por su parte, Agustín
leza de la realidad que motiva la i. de Hipona la signa como un mal
del nomen; 2) la generación del sig- difícilmente evitable, del que ni si-
nificado que acompaña la vox. quiera los niños están exentos (cf.
Conf. I, 7, 1). Con todo, la i. no
inversio. La inversión es una de las re- suele figurar en las clasificaciones
glas prácticas que la Lógica medie- patrísticas de los vicios, hasta Gre-
val ha fijado acerca de las operacio- gorio Magno y sus Moralia in Iob.
nes sobre los elementos formales En cambio, los escolásticos la
de la proposición, es decir, sujeto y consideraron un vicio capital y ela-
predicado. Sólo es posible aplicarla boraron el concepto y las conse-
a las proposiciones hipotéticas del cuencias éticas de la envidia a par-
tipo: si A es B, C es D. La opera- tir de su misma etimología; in-vi-
ción de la i. consiste en introducir dere alude efectivamente a la acción
la negación entre el sujeto y el pre- de mirar con malos ojos, en parti-
dicado de la proposición dada. Se cular, si se considera el prefijo “in”
obtiene así una nueva proposición como un quo de hostilidad. Casi
que tiene por hipótesis la negación todos han subrayado el dolor que
de la primera, y por consecuencia, implica para el sujeto envidioso.
la negación de la segunda: si A no De hecho, Tomás de Aquino la ha-
involucrum 388

ce derivar de la tristeza, es decir, del to del poder de disolución de la i.


sufrimiento del alma. Así, la defi- en los ambientes filosóficos, basta
ne como la tristeza causada por el remitir a las quejas que se leen en
bien ajeno en cuanto que éste ex- la Historia calamitatum de Pedro
cede el propio, sobre todo, la glo- Abelardo.
ria o el honor. Esta última acota-
ción tipifica la envidia. No se trata, involucrum. Este término es utiliza-
pues, de desear para sí, aun cuando do frecuentemente en su plural
fuere nostálgica o melancólicamen- “involucra”. Los autores medieva-
te, el bien poseído por los demás, les, pero, en especial, Pedro Abelar-
sino del resentimiento que provo- do, suelen referirse con él a las imá-
ca el que los otros lo disfruten. Co- genes, figuras y metáforas bajo cu-
mo su opuesto, la caridad, la envi- yo velo tanto los filósofos de la An-
dia tiene por objeto el bien ajeno, tigüedad –sobre todo, Platón– co-
sólo que, mientras que aquélla lo mo las Escrituras ocultan su senti-
busca, ésta lo combate. No se debe do más profundo. De este modo,
confundir, entonces, ni con el celo incitan a descubrirlo, pero, a la vez,
(véase zelus) ni con el ansia de jus- defienden el texto a vilitate (véase).
ticia. Desde el momento en que su En sentido religioso, es el caso de
género es la tristeza, la alegría del las parábolas.
mal ajeno no se puede llamar pro- iocosa. Cf. ludus.
piamente “envidia”, aunque derive
de ella. Sus “hijas” son: la murmu- iocularitas. Cf. scurrilitas.
ración, justamente por el deseo de iocunditas. Cf. risus.
disminuir la gloria ajena, que pue-
de llegar a la difamación y al odio ipse dixit. Hacia el final de la Edad
(cf. S.Th. II-II, q. 36). Media y, especialmente con el re-
De lo anterior se desprende que curso a los autores clásicos propio
la i. es un pecado social por exce- de los humanistas, se recupera es-
lencia. En este sentido, es intere- ta expresión de cuño ciceroniano.
sante el hecho de que, por sus ca- En efecto, Cicerón había traducido
racterísticas, los autores medieva- así el “autós éfa”, frase con la que
les la han tratado especialmente los pitagóricos solían responder a
en relación con los ambientes cor- quienes solicitaban aclaraciones o
tesanos e intelectuales. Juan de Sa- justificaciones sobre algunos pun-
lisbury, por ej., asocia indisoluble- tos de su doctrina. Significa: “lo di-
mente la envidia con los mejores jo él”, o sea, Pitágoras, el maestro.
cortesanos y escribe que “precisa- Cicerón convierte esta expresión
mente allí donde los méritos res- en símbolo de la preponderancia
plandecen con mayor fulgor la en- del criterio de autoridad por sobre
vidia corroe con su colmillo enve- la razón (cf. De nat. deor. I, 5, 10);
nenado” (cf. Policr. VII, 24). Nin- de ahí que los humanistas –que su-
gún personaje ha representado esto brayaron la independencia de esta
mejor que el Pier della Vigna que última– de algún modo hayan es-
Dante diseña en la Divina Comme- tigmatizado la presente locución.
dia (cf. Inf. XIII, 64-67). Respec-
389 ira

ipseitas. También con esta voz Duns y el complejo, pudiendo ser ambos
Escoto indica una nota de las que positivos o negativos. Así, la delec-
son típicas de su metafísica: la tatio, en cuanto aproximación a un
“mismidad”, en el sentido de la bien es simple y positivo; la tristi-
singularidad intrasferible de la co- tia, en cuanto aversión a un mal
sa individual. Con todo, suele pre- es simple y negativo. En cambio,
ferir el vocablo haecceitas (véase). el amor amicitiae es movimien-
Tal vez se podría señalar un míni- to complejo y positivo, ya que, en
mo matiz de diferencia entre am- el amor de amistad hay dos obje-
bos términos: este último responde tos: el bien querido y la persona pa-
a una perspectiva que claramente ra quien se lo quiere (véanse). Lo
es ex parte rei; en cambio, parecie- propio de la i. es que constituye un
ra que Duns elige el que nos ocu- movimiento complejo y, a la vez,
pa cuando opta por el enfoque ex mixto. En efecto, por ella el suje-
parte mentis. De todos modos, es- to desea, de la persona por quien
tá claro que la i. es absolutamen- se considera injuriado, venganza
te real: le pertenece intrínsecamen- o reparación. Así, con razón o sin
te a la cosa. ella –se trata de una pasión– per-
cibe dicha reparación como algo
ira. El significado de este término se bueno, y la persona de la que bus-
encuentra en dos planos: 1. el an- ca vengarse, como mala. Por eso, la
tropológico-psicológico, como pa- ira resulta causalmente de la com-
sión; 2. el ético, donde se conside- posición de otras pasiones: la tris-
ra la ira pecado o vicio. Tanto co- teza es causada por el odio de la in-
mo pasión como en cuanto vicio, juria y del injuriante y por la actua-
ha recibido un extenso tratamiento lidad de tal mal; el apetito de ven-
sea en la Patrística, sea en la Esco- ganza o reparación es causado por
lástica. Ello obedece a su comple- el amor al propio honor y por la es-
jidad. Más acá de ésta, en ambos peranza de recuperarlo; al mismo
planos queda asociada con la vin- tiempo, intervienen el placer de la
dicatio (véase) o venganza. Agus- recuperación esperada y la audacia
tín de Hipona, por ej., caracteriza para repeler la ofensa recibida. Pa-
la naturaleza o esencia de la ira di- ra que la ira tenga lugar no basta
ciendo que es el vigor de la justicia con que la injuria recibida –genui-
vindicativa, al tiempo que advierte na o sólo percibida como tal– sea
que sólo analógicamente se predica mínima, dado que, en ese caso, só-
de Dios (cf. De doctr. christ. II, 2, lo suscita desdén. Su gravedad de-
3). Pero los análisis que distinguen be ser capaz de provocar el apetito
más prolijamente entre los dos pla- de venganza. Respecto de los efec-
nos señalados se llevaron a cabo en tos de la i., se han enumerado los
la Escolástica. siguientes: deleite, puesto que im-
1. como pasión, la i. no se iden- plica el regodeo en la venganza; fer-
tifica con la potencia irascible, aun- vor o efervescencia en el corazón y
que le dé su nombre, ya que es una todo lo que ello trae aparejado, co-
pasión del apetito irascible. Aho- mo consecuencias físicas; ostaculi-
ra bien, el acto del apetito presenta zación del uso de la razón, preci-
dos tipos de movimiento: el simple
iracundia 390

samente por la alteración corporal teles (cf. Et. Nic. IV, 5, 1126 a 18),
recién señalada; y taciturnitas (véa- los escolásticos entendieron que el
se), en parte, porque esta última di- desorden se puede dar también res-
ficultad impide la formulación de pecto del origen y de la duración
los juicios (cf., por ej., Tomás de de la i. En cuanto a su origen es
Aquino, S.Th. I-II, qq. 46-48). desordenada en los que se irritan
2. desde el punto de vista moral, por cualquier motivo leve. En lo
en cambio, algunos autores medie- que hace a su duración, lo es cuan-
vales, precisamente para distinguir do perdura exageradamente, co-
la ira como pasión de la ira como mo en la memoria del rencoroso,
vicio capital, prefirieron reservar o cuando se encarniza tenazmente
para esta última el término “ira- como en los implacables. Tomás de
cundia” (véase). Sin embargo, esta Aquino acepta la enumeración que
distinción no se verifica en todos, hace Gregorio de las “hijas” de la i.
de manera que, muchas veces, sólo (cf. Moral. 31). Así, dice que ellas
el contexto permite discernir cuán- son; la riña, la inflamación del espí-
do se habla de la ira como pasión y ritu, la injuria, el clamor o insulto,
cuándo se la aborda como vicio. la indignación y la blasfemia. Co-
mo sucede con el resto de los peca-
iracundia. Hábito que proviene de la dos capitales, cuando los actos de
ira como acto o pasión. Así pues, i. y sus derivados se consolidan en
señala la dispositio del sujeto a lo el hábito, se convierte en vicio ca-
que se ha dicho respecto de la ira pital. Respecto de los remedios an-
(véase). A diferencia de ésta, la i. te el asedio de este pecado, es in-
constituye un vicio –y, por ende, su teresante el énfasis puesto en la re-
estudio pertenece al plano ético– presión de sus manifestaciones más
cuando se aparta de la recta razón. que en neutralizarla interiormen-
En tales casos, lo hace por exceso te. Pedro Damián, por ej., admite
o por defecto; así, un sujeto moral su propia tendencia a los estímulos
puede encolerizarse más de lo con- de la i., relatando con cierto orgu-
veniente o bien no reaccionar aira- llo que, no obstante, no le concede
damente ante una injusticia, una su lengua, sus manos ni sus gestos
ofensa a Dios o ante su propio pe- (cf. Epist. 80).
cado. Así pues, el hecho de enco-
lerizarse y aun de no reprimir es- irascibilis. Los escolásticos, en parti-
te movimiento anímico no confor- cular, aplicaron este término a una
man por sí mismos un mal moral, de las especies del apetito (véase ap-
ya que se puede dar una ira bona: petitus 2.2.). A diferencia del con-
aquella con la que se reacciona an- cupiscible –que se refiere a lo bue-
te alguna forma del mal. Se consti- no o a lo malo en cuanto tales– el
tuye en falta moral sólo cuando se apetito i. tiene por objeto el bien
desoye el orden racional ya sea res- difícil, arduo de obtener, aquel cu-
pecto del objeto, por ej., castigan- ya consecución requiere esfuerzo.
do a alguien odiado, o por la inten- Por eso, las pasiones que de él de-
sidad de la dirección, por ej., exce- rivan son: la esperanza y su contra-
diéndose en el celo con que se de- ria, la desesperanza; el coraje y su
fiende lo justo. Siguiendo a Aristó- contrario, el temor; y la ira. Tomás
391 itinerarium

de Aquino, por ej., desarrolla estos consagra la i. en cuanto pecado de


temas en S.Th. I-II, qq. 40-48). la lengua, aproximándola a la jac-
tancia: en el fondo, no es más que
ironia. La voz “ironía” se ha entendi- la máscara de ésta. Fingirse menos
do en la Edad Media en dos planos de lo que se es constituye la contra-
diferentes aunque vinculados: el re- cara del pronunciar palabras de ala-
tórico y el ético. En 1. el orden re- banza, cuando en realidad se quie-
tórico, se hereda de la Antigüedad re decir lo contrario. Es Tomás de
la concepción de la i. como la téc- Aquino quien, desde una perspec-
nica mediante la cual por una pa- tiva aristotélica, estudia la i. como
labra o una frase se dice lo contra- forma de exceso, a la que además
rio de cuanto se pretende afirmar y añade el aspecto de hipocresía. La
de hecho se está afirmando: consti- búsqueda de la gloria a través de la
tuye, pues, a manera de paradoja, ostentación de la humildad hace
una máscara transparente. que la ironía, advierte el Aquinate,
Esta caracterización pasa al 2. pla- entrañe una doble peligrosidad pa-
no de la consideración ética, donde ra la salud del alma (cf. S.Th. II-II,
se la enumera entre los pecados de q. 113, esp. a.2 ad 2).
la lengua. Mediante la i. se profie-
re una falsa autodisminución. Vin- irradiatio. Cf. radius.
culada originariamente con la irri-
sio (véase), pronto adquiere auto- irrisio. Cf. derisio.
nomía en los análisis patrísticos y item. El significado de este adverbio es
medievales. Una de las definiciones “del mismo modo”, “asimismo”, o
determinantes en el examen de la también “además”. Por eso, cuando
i. es la de Isidoro de Sevilla, quien aparece al comienzo de una propo-
dice que ella es “sententia per pro- sición, se suele traducir por esta úl-
nuntiationem contrarium habens in- tima palabra. Generalmente, en los
tellectum” (Etym. 37, 23). Ya Agus- textos filosóficos, se utiliza para in-
tín de Hipona había notado el ele- troducir la continuación o amplia-
mento de mentira que aparece en ción de un argumento. Así pues,
la excesiva humillación propia de su sentido es “continuando con la
la i. Por eso, afirmar de sí mismo misma línea de argumentación”,
bajezas inexistentes o negar méri- “otro argumento en apoyo del mis-
tos reales es una forma de la false- mo punto de vista”, “de manera se-
dad, aun cuando menos grave que mejante a la ya planteada”, etc.
la de la iactantia (véase), ya que la
raíz de la que deriva la i. es el deseo itinerarium. Esta voz no expresa, en
de huir de la soberbia –mejor aún, los textos medievales y salvo excep-
de su manifestación exterior– y es- cionalmente, un recorrido de cual-
to es menos torpre que el apetito quier tipo, sino un itinerario espiri-
de honor o de lucro del que nace la tual y ascendente. Así, por ej., con
iactantia. la expresión completa i. mentis in
Con todo, el reingreso del aristo- Deum, titula Buenaventura su ma-
telismo en la Edad Media signa un yor obra. Ella se refiere al ascenso
cambio profundo en la considera- del alma humana hasta la unión
ción del concepto que nos ocupa y con Dios. Por eso, en el período es-
iudicare 392

colástico, por lo menos, hasta el si- tuye una de las etapas o pasos cen-
glo XIII, suele reemplazar a mystica trales en el proceso del acto libre:
(véase) o mistica, término que, en de hecho, en el consensus (véase), la
cambio, es más frecuente durante voluntad acepta apelar a algún tipo
la Patrística. de mediación para alcanzar el bien
que persigue, pero es el intelecto el
iudicare. Es el proceso por el que se que determina cuál medio en par-
llega al iudicium (véase). Se ha de ticular se ha de emplear, formulan-
prestar atención al hecho de que en do así lo que se conoce como “jui-
los autores medievales de tradición cio práctico”.
agustiniana, como Buenaventura, En cuanto al 3. plano estricta-
equivale a abstrahere (véase): “ad mente lógico, cabe advertir que,
nostrum intelligere concurrit recipere en rigor, esta palabra no es frecuen-
et iudicare, sive abstrahere et suscipe- te en el vocabulario técnico de la
re” (In Sent. II, d.24, p.1, a.2, q.4). Edad Media, puesto que la Lógica
iudicium. En general, significa “jui- medieval, como así también la re-
cio”. Etimológicamente, proviene nacentista, tendieron a asimilar la
de ius dicere, una de cuyas traduc- forma de aprehesión racional que
ciones posibles es “pronunciar un implica el i., a su expresión en la
veredicto” o, en el sentido más lato, propositio (véase), por lo cual el tér-
“anunciar alguna determinación”. mino “proposición” puede corres-
En la Escolástica, este vocablo se- ponder a lo que, lógicamente, hoy
ñaló, en primer lugar, 1. la recta denominamos “juicio”. Para el tra-
determinación del “justo” en sen- tamiento que, en particular, hace
tido bíblico (véase iustitia). De ma- Ockham de este punto, véase assen-
nera derivada y más amplia, alu- sus, in fine.
dió a 2. toda recta determinación Desde el 4. punto de vista éti-
del alma humana, ya sea de índo- co, el vocablo aparece en los textos
le especulativa, ya de índole prác- tanto patrísticos como medievales.
tica, dado que la segunda se funda Agustín de Hipona, por ej., consi-
en la primera. En su acepción de dera que el i. es una función pro-
2.1. determinación especulativa, pia del espíritu humano, en la que
versa sobre las cosas representadas la sensibilidad no tiene parte algu-
mentalmente, y establece la verdad na; de ahí que a través del juicio, el
o falsedad de los conceptos mismos alma muestre su trascendencia res-
y/o de la relación que se da entre pecto de los demás seres vivientes.
ellos. Así pues, el i. de la mente hu- El Hiponense diferencia entre co-
mana se verifica secundum vim in- nocimiento y juicio diciendo que
tellectualis luminis, y consiste en la conocer es percibir lo que una co-
aprehensión racional de una reali- sa es; juzgar es apreciar lo que debe
dad, tal como ésta es en sí, a partir ser. Para ilustrar esto, Agustín apela
de la adecuada disposición de las al ejemplo del artesano cuando és-
potencias cognoscitiva y apetitiva. te estima el valor de su obra (cf. De
Si la determinación es de natura- vera rel. XXXI, 58). Los escolásti-
leza práctica, se tiene precisamen- cos han relacionado el i. más direc-
te el 2.2 i. practicum, el que consti- tamente con las determinaciones
393 ius

de índole práctica. En este sentido, pona (cf. Sermo 180). No obstan-


tres son los requisitos que señala- te sus apariciones reiteradas en la
ron para que se dé el rectum i.: ius- Escritura, el i. no dejó de ser vis-
titia, auctoritas, y prudentia (véan- to bajo cierto velo de peligrosidad.
se); si falta la primera, se dará un i. Precisamente el Hiponense explica
perversum; si falta la segunda, un i. que la prohibición evangélica se ha
usurpatum; si falta la tercera, ten- de leer como un intento de neutra-
drá lugar un i. temerarium (cf. por lizar un peligro más que de repri-
ej., Tomás de Aquino, S. Th. II-II, mir un abuso; se trata, pues, de la
q. 60, aa. 2, 3 y 6). sugerencia de una precaución. Es-
Finalmente, una quinta acep- to se apoya sobre la infirmitas na-
ción, aunque poco usada, se refie- tural del hombre y el carácter lá-
re 5. al nivel astrológico. En efecto, bil del verbo humano que tiende a
en este plano, i. señala el supues- convertir el acto de jurar en hábi-
to juicio o decreto de los astros en to; de ahí que la Regla de San Beni-
las vidas humanas, por lo cual este to advierta: “Non iurare, ne forte pe-
tipo de astrologia (véase) se deno- riuret”. Sin embargo, a veces, el ju-
minó precisamente iudiciaria. Fue ramento está impuesto por las cir-
combatida en la Edad Media, ya cunstancias. En estos casos, se in-
que la aceptación de tales supues- siste en que debe observarse en el
tos decretos astrales implicaba un marco de una verdadera necessitas.
determinismo incompatible con la Por eso, Alain de Lille, en su Contra
afirmación del libre albedrío y, por haereticos, lo considera moralmen-
ende, de la responsabilidad de los te indiferente y, siguiendo a Pedro
hombres. Lombardo (cf. Sent. III, d.39, q.4,
n.1), asigna al i. tres ámbitos de le-
iuramentum. Un problema exegético gitimidad: el procedimiento judi-
surge de inmediato en los análisis cial, cuando lo requiere la urgencia
patrísticos del tema del juramen- de defenderse de una acusación in-
to: la prohibición evangélica lisa y justa; la necesidad social de estable-
llana de jurar en cualquier forma, cer pactos de paz; y la exigencia re-
no sólo de hacerlo faltando a la ver- tórica de convencer a un auditorio
dad como límite extremo de su ile- de algo que sea beneficioso para és-
gitimidad (cf. Mt. 5, 33; St. 5, 12). te. Más rigurosas, ciertas corrientes
Con todo, el i. cumple una fun- heréticas, como los valdenses, cáta-
ción social irrenunciable, tenien- ros, patarinos y nestorianos recha-
do en cuenta las características de zan radicalmente esa posibilidad,
lo que será después la sociedad me- viendo en el i. un mal en sí mis-
dieval, basada sobre el pacto; de ahí mo, impermeable a cualquier con-
que ya desde la exégesis de los Pa- sideración de oportunidad o nece-
dres se haya atenuado la severidad sidad práctica.
de la prohibición escrituraria, ter-
minando por confinarla al caso del ius. Significa “derecho”. Isidoro de Se-
perjurio (véase periurium). Así lo villa anota que el derecho se llama
hacen, por ej., Ambrosio de Milán así porque es justo, es decir porque
(cf. Exp. Ps. 118, 14), Jerónimo (cf. responde a la iustitia y añade que
In Mt. 1), y hasta Agustín de Hi- todo derecho es un conjunto de le-
iustitia 394

yes, esto es, la ordenación escrita; o riamente, en el juicio natural de la


costumbres, es decir, la práctica o razón humana, puesto que es un
uso cuya antigüedad confiere fuer- conocimiento innato en el hom-
za de ley no escrita aprobada por la bre. Así, el derecho divino no can-
razón (cf. Etim. V, 3-10). Sobre las cela el humano; antes bien, lo fun-
huellas de la tradición de Isidoro, damenta. Diversa es la problemá-
la Edad Media distinguió entre los tica propia del positivo. Respecto
siguientes derechos, siempre en su de él, los escolásticos subrayan en
acepción de conjunto de leyes: 1. cierto sentido su carácter relativo,
i. naturale, llamado así porque es el puesto que varía según las distintas
común a todos los pueblos, ya que condiciones de los pueblos en las
deriva de lo indicado por la natu- diferentes épocas. Así se lee, por ej.,
raleza, como la unión de hombre y en Tomás de Aquino (cf. S.Th. I-II,
mujer o la crianza de los hijos; 2. i. q.91, aa.5-6 y q.96, a.2).
civile es el que cada ciudad o estado
ha decretado para sí, sobre el fun- iustitia. En su sentido más amplio, la
damento de los decretos de Dios o palabra “justicia” señala cualquier
de la naturaleza; 3. i. gentium o de- proporción. Así lo recuerda Tomás
recho de gentes es el que rige en to- de Aquino en S. Th. II-II, q. 57,
dos los pueblos, de él forma parte, a.1, c. Entre los griegos, la i. fue en-
por ej., la inviolabilidad de los em- tendida, en primer término, como
bajadores. A esto se añaden los de- virtud universal, como un princi-
rechos especiales, como el militar o pio de orden y armonía, que ex-
el público que se refiere a los ma- presa solamente la exigencia de que
gistrados y sacerdotes. suceda lo que debe suceder, o sea,
A medida que transcurren los si- que haya una exacta corresponden-
glos medievales se va acentuan- cia entre el hecho y la norma con-
do el pasaje que va desde la con- cerniente a él. Este carácter de uni-
sideración de la justicia implicada versalidad de la justicia se conser-
en el derecho al arte del legislador va en Platón, pero coexiste con
y a la misma sentencia dada por el otro concepto más restringido del
juez. Al mismo tiempo, se profun- tema que lleva a entender la justi-
diza en la fuente del derecho sobre cia como principio exclusivamente
la base de consideraciones como las social. Esta duplicidad de dirección
de Agustín de Hipona, por ej., que puede rastrearse también en la Éti-
no se debe llamar i. la norma de los ca a Nicómaco de Aristóteles, y es
gobernantes cuando ella es injusta retomada durante la Escolástica.
(cf. De civ. Dei XIX, 21). Por otra Desde una perspectiva teológi-
parte, al llegar a la Escolástica, se ca, el término suele aludir, sin más,
entendió que el derecho emanado a la voluntad de Dios y, en gene-
de Dios tiene una doble manifesta- ral, al bien éticamente considerado.
ción: una, natural, coincidente con Por eso, para Anselmo d’Aosta, por
el i. naturale, y otra positiva, que ej., i. significa, básicamente, el bien
se halla en las Escrituras. La prime- moral, la rectitud que se ha de ob-
ra de ellas está contenida, primaria- servar por sí misma, ya que consti-
mente, en la ley eterna, y, secunda- tuye un valor absoluto (cf. De casu
diab. 24).
395 iustitia

En el sentido estrictamente filo- Dios, implicara ésta o no una re-


sófico, esta voz alude al equilibrio lación con otros sujetos humanos,
y correspondencia de las relaciones de modo tal que el “justo” bíblico
humanas, es decir, hominis ad ho- es aquel que cumple tanto con el
minem, como aclara Dante en su deber de adorar a Dios, como con
De Mon. II, 5, 1. La i. es, pues, clá- el de respetar a sus semejantes, me-
sicamente entendida, el principio diante la obediencia a mandamien-
de coordinación entre personas. tos como no robar, o no matar,
Ahora bien, al ser las relaciones etc.
personales de diversas clases, se es- Cabe subrayar preeminencia que
tablecieron las siguientes distincio- se ha concedido a la i. por sobre
nes: 1. En cuanto principio norma- las demás virtudes durante la Edad
tivo de la persona en sus relaciones Media. Aparece particularmente en
con la comunidad, se llama i. gene- la obra de Tomás de Aquino, quien
ralis o legalis, término este último sostiene que la i. “inter omnes vir-
que obedece al hecho de que la ley tutes morales praecellit” (S. Th. II-
es la expresión de dicho principio. II, q. 58, a. 4, c). Tal preeminencia
2. Como principio normativo de se funda en dos motivos: en primer
las relaciones entre personas toma- lugar, porque está más próxima a la
das singularmente, la i. puede ser razón de lo que lo están otras virtu-
2.1. i. distributiva: es la que regu- des como la fortaleza; en segundo
la la relación del todo social respec- término, porque su objeto es más
to de los individuos particulares; y vasto, ya que comprende no sólo
2.2. i. commutativa: es la que regu- las acciones que el hombre cumple
la las relaciones interpersonales, o respecto de sí mismo, sino también
sea, las que se dan entre individuos aquellas que cumple respecto de los
en tanto partes contratantes. Ad- demás hombres.
viértase que, en el primer caso, el Según Buenaventura, tres son las
objeto de la i. es la comunidad hu- partes de la i.: una ordena la rela-
mana, mientras que, en el segundo, ción con los superiores; otra, la que
se mira a los particulares. se da con los inferiores; y otra, la
El tema ha constituído siempre que se da con los iguales (cf. Coll.
una preocupación dominante en el in Hexaem. VI, 18).
pensamiento medieval tanto cris- Un sentido particular cobra la ex-
tiano como hebreo. De hecho, en presión i. originalis. En efecto, ella
la concepción monoteísta judeo- indica algo absoluto que, en el mar-
cristiana, el predicado de justicia co del orden establecido por Dios,
se atribuye sobre todo a Dios, pa- se añade a la naturaleza del hombre
ra denotar la infalible proporción –es decir, que es un superadditum–
y armonía intrínseca de la volun- y que concierne a la vida moral, es-
tad divina. Según la misma con- pecíficamente, a lo que se entien-
cepción, pero ahora en lo que con- de por bien o bueno. En este sen-
cierne a los hombres, la práctica de tido, la polémica medieval giró en
la i., elevada al rango de virtud, se torno de la cuestión acerca de si al-
hizo consistir, primeramente, en go es justo porque Dios así lo quie-
la observancia de la voluntad de re, o bien si Dios lo quiere porque
es justo.
396

L
L
laetitia. Se traduce por “alegría” y se de los místicos especulativos y, en
define como la affectio o commotio particular, de Bernardo de Clair-
del alma por la que ésta se regocija vaux (cf. In Cant. LI, 3) y Ricardo
con el bien presente o representa- de San Víctor. Éste remite al texto
do. Consiste en la posesión espiri- de Isaías I, 5: “La cabeza está enfer-
tual de ese bien. Así pues, muchos ma y el corazón languidece”. Con
la incluyen entre las pasiones, aun- dicha expresión alude al tedio im-
que no lo es estrictamente, ya que paciente del deseo de Dios, has-
su correlato es la delectatio (véanse tío que provoca disgusto por todo
delectatio y passio). Por otra parte, y lo que no es Él. Se manifiesta, ade-
aunque el bien objeto de la l. es co- más, como debilidad duradera que
nocido por el intelecto, se conside- enerva al cuerpo (cf. Ep. Sev. II, 11;
ra ordenada en la voluntad. De statu int. hom. I, 11-12).
laevitas. Indica el carácter de lo terso. latio. Esta voz es sinónimo de transla-
Lo físicos medievales han definido tio; así, alude al motus (véase) latio-
esta propiedad como la del cuerpo nis, es decir, a uno de los tipos de
cuyas partes convienen en su su- movimiento o cambio, el local, que
perficie o acuden homogéneamen- se da precisamente cuando el su-
te a ella. No se ha de confundir con biectum se transfiere o es transferi-
la levitas (véase). do de un lugar a otro.
laicus. Por oposición al clericus (véase), latitatio. Se podría traducir esta pala-
el l. en la Edad Media era quien, bra por “latencia”, ya que hace alu-
por no pertenecer al clero, no te- sión al estado latente de algo. Sue-
nía allanado el acceso al estudio. le aparecer en el contexto del pro-
Así, el término designa al iletrado, blema de la procedencia de las for-
de donde el moderno “lego” que, mas corporales. En efecto, algunos
con mayor particularidad, señala autores sostuvieron que éstas pro-
hoy en español al que es ignoran- ceden, en parte, ab extrinseco, en
te o profano en una disciplina. Por cuanto que son llevadas al acto por
eso, se utilizaban para él, como ve- un agente; y, en parte, ab intrinse-
hículo de información y, sobre to- co, en cuanto que preexisten poten-
do, de edificación moral, las artes cialmente en la materia. En este úl-
visuales, especialmente, la pintura timo sentido, se afirma la 1. l. for-
(véase pictura). marum. También se ha hablado de
una 2. l. scientiarum et virtutum,
languor. Esta palabra, que general- queriendo significar con ello que
mente aparece en la expresión l. toda virtud y toda ciencia preexis-
amoris, es propia del vocabulario ten naturalmente en el alma, co-
397 lectio

mo creen los pensadores enrolados hasta la cima ocupada por la espe-


en la tradición platónica. Quienes cie suprema creada. Ésta contiene
adhieren, en cambio a la posición y subsume una multitud de indivi-
aristotélica al respecto, como To- duos distintos esencialmente.
más de Aquino, entienden la l. de
manera muy relativa: consideran latria. Cf. adoratio y dulia.
que las ciencias y las virtudes están laudabile. Sobre la base de la aucto-
en nosotros únicamente en la me- ritas agustiniana, el pensamiento
dida en que poseemos la capacidad medieval cristiano consideró loa-
de adquirirlas, lo cual no implica ble, en primer lugar, toda natura-
preexistencia alguna de ellas como leza buena, creada y, a fortiori, in-
tales en el alma humana (cf. S. Th. creada; en segundo término, aque-
I-II, q. 63, a. 1 c). llo cuya bondad está ordenada a al-
latitudo. En la literatura medieval, es- gún fin; en tercer lugar, y en senti-
te término presenta dos acepcio- do estricto, l. es todo acto recto que
nes: 1. física; 2. metafísica. En 1. depende de la voluntad libre y que,
su acepción relativa al mundo físi- por ello, engendra mérito y merece
co, alude a la dimensión horizontal recompensa (Cf., por ej., Ockham,
y se define como la medida de esta Quodl. VI, q.2).
dimensión que se extiende en línea laudatio. Cf. adulatio.
recta in latus. También se ha deno-
minado así la superficie que se divi- lectio. Hugo de San Víctor define la
de en derecha e izquierda. lectura en los siguientes términos:
Pero, siendo originariamente un “l. est cum ex his quae scripta sunt,
vocablo propio del orden físico, regulis et praeceptis informamur”
presenta también una transposición (cf. Didasc. III, 8). Ahora bien, hay
al 2. metafísico, acepción que fue una l. privada (lego librum), una l.
muy importante en la Edad Me- que hace el maestro (lego librum
dia. En este orden, l. tiene que ver illi), y una l. que hace el discípulo
con la perfección ontológica. Con (lego librum ab illo). Sea de ello lo
este sentido, la voz que nos ocupa que fuere, lo cierto es que, en tér-
fue retomada por Enrique de Gan- minos medievales, leer es enseñar y,
te –del término griego plátos usado por ende, aprender. Por eso, la l. es
por Simplicio– para significar una la base de toda la pedagogía medie-
cierta indeterminación o ilimita- val. De hecho, cuando se prohibió
ción en la naturaleza de las cualida- la enseñanza de las obras aristoté-
des. Este carácter de ilimitado fun- licas referidas al mundo natural, el
damenta la posibilidad de aumento texto vedaba “nec libri Aristotelis de
y disminución de muchas de esas naturali philosophia nec commenta
cualidades (cf. Quodl. IV, q.15). Es, legantur Parisius publice vel secreto”
pues, lo que hace posible la intensio (cf. Chart. Univ. Paris. I, 70): esto
(véase). Siempre desde el punto de dejaba a un lado también la lectura
vista metafísico, esta palabra alcan- privada de tales obras y la condena-
za un uso extremo en Juan de Ripa, ba a la clandestinidad.
quien habla de la l. entium para re- Desde un punto de vista técnico,
ferirse a la disposición de los entes constituye el primer momento del
lectura 398

proceso que culminará en la crista- exposiciones interpretativas, ya sea


lización del método escolástico. En porque los mismos textos de diver-
efecto, las etapas principales de di- sos autores ofrecían sentencias con-
cho proceso, que fueron añadién- trapuestas. Finalmente, las cuestio-
dose sucesivamente en la evolución nes se convirtieron en un género
histórica de la enseñanza medieval, independiente sobre el que, por úl-
son las siguientes: 1. en primera timo, se fue recortando otro: 5. el
instancia, los maestros medievales de la disputatio (véase).
se ceñían a la l., es decir, a la lectu- Con todo, cabe insistir en el ca-
ra de textos de las auctoritates (véa- rácter originaria y fundamental-
se auctoritas). Generalmente, se mente oral de la l.
trataba de una obra de Aristóteles
para los estudiantes de Artes, y de lectura. Muchos textos escolásticos
la Biblia o las Sentencias de Pedro provienen de los cursos que sus
Lombardo para los de Teología. En respectivos autores ofrecían en las
principio, la lectura debía ser literal universidades, por ej., los comen-
y pretendidamente “neutral”. Pero tarios a textos filosóficos o bíblicos.
no podía obviarse el que se destaca- Frecuentemente, tales comentarios
ran algunos aspectos y se margina- eran después redactados por ellos
ran otros; además, las dificultades mismos y de esa redacción resul-
de algunos pasajes impedían sosla- tan las expositiones, las cuales se dis-
yar aclaraciones laterales que sólo tinguen porque su título comienza
se proponían hacer más accesible el con la preposición in que se ante-
texto. 2. Sobre la base de esta nece- pone al de la obra comentada. Así,
sidad se impuso la meditatio (véa- por ej., In Metaphysicam suele alu-
se), como ampliación de la l. Así, dir a un comentario a la Metafísica
el mismo Hugo de San Victor, (cf. aristotélica; también puede que se
Didascalion, I. 1) cita estas dos eta- encuentre un plural, como In Ethi-
pas como imprescindibles en la ad- corum, referido a los libros éticos de
quisición de la ciencia. Sin embar- Aristóteles. Ahora bien, a diferen-
go, tampoco ellas resultaron sufi- cia de la expositio, la l., cuyo título
cientes; en particular, al ampliarse suele estar compuesto de la misma
el número de los autores incorpo- manera, indica que, si bien su au-
rados a las lectiones. Pronto se vio la tor ha dictado un curso sobre el te-
necesidad de explicar, aún por es- ma con las opiniones que el texto le
crito. 3. Dicha explicación, consig- atribuye, éste no fue redactado di-
nada por los maestros, se denomi- rectamente por él sino por algunos
nó glossa (véase), y dio lugar a la ex- de sus discípulos o colaboradores.
positio. Ésta incluía la l., glosada o Un ejemplo de l. es el comentario
no, la explicación de frases y pasa- que, como magister (véase) in sa-
jes, y la sententia (véase), median- cra pagina, Tomás de Aquino hizo
te la cual se intentaba sintetizar la al Evangelio de Juan. Esta l. se debe
comprensión del texto. 4. Sobre la a Reinaldo de Piperno: “quam reco-
exposición, fue gestándose la quaes- llegit idem frater Raynaldus, sed co-
tio (véase), ya sea porque los pasajes rregit eum frater Thomas”.
más difíciles se prestaban a diversas
399 lex

levitas. La levedad se define por opo- sal como cierta fuerza que mueve la
sición a la gravitas (véase), es decir materia de modo uniforme y cons-
que señala la condición de lo que tante; así lo expresa, por ejemplo,
tiende a alejarse del centro de la tie- Zenón en su De natura. A juzgar
rra. En cuanto categoría contraria a por testimonios, Sócrates había su-
la de gravedad o pesantez, le atañe brayado, en cambio, el aspecto éti-
la discusión que, sobre bases plató- co de la l., viendo en la ley no es-
nico-aristotélicas, se sostuvo al res- crita –cuyo valor es divino y tras-
pecto en la Edad Media. cendente–, el fundamento de la es-
crita.
lex. Muy en general, la “ley” expresa El pensamiento judeo-cristiano
siempre un deber ser, por el cual recoge, en cierto modo, ese plan-
se exige que algo sea y opere según teo atribuido a Sócrates, contrapo-
un orden que, de alguna manera, le niendo la ley literal al espíritu que
es propio. Por otra parte, dicho de- la anima. Pero lo propio de la con-
ber ser suele implicar, además, una cepción judeo-cristiana en lo que
cierta necesidad y validez universal toca a este punto es que conside-
que, precisamente, vuelven inteli- ra el designio divino como ley su-
gible lo que la l. indica. prema y eterna, en la que reside la
La diferencia entre la l. y la regu- razón de ser de todo cuanto con-
la (véase) radica en que esta última cierne no sólo al orden del universo
se presenta frecuentemente como físico, sino también al último fun-
la especificación de una determina- damento de la actividad moral. La
da norma, es decir, de una ley que obligación moral es, entonces, ab-
concierne sólo a la actividad huma- soluta porque liga la voluntad hu-
na; así, se habla, por ej., de “reglas mana a una Voluntad que la tras-
de Gramática”. Según algunos au- ciende en todo sentido y que, en
tores, en la historia del pensamien- tanto ley eterna, manda consevar
to se ha considerado primero la l. el orden natural y prohibe turbar-
en su aspecto ético-político, descu- lo. Así se expresa, por ej., Agustín
briéndose luego la posibilidad de de Hipona (cf. Contra Faust. XXII,
enunciar, por analogía, leyes físi- 27). La ley moral, en cuanto parti-
co-naturales. Así, muy lentamen- cipa de esa ley eterna en la natura-
te se llegó a dar relieve al concep- leza racional del hombre, es una ley
to de l. como necesidad inmanen- natural, fundamento a su vez de la
te a ciertas estructuras de las co- ley escrita. Esta última es promul-
sas, que se vieron como efecto de gada por Dios o por los hombres
una causa trascendente a la natura- mediante signos sensibles. De esta
leza misma. En la Antigüedad, es- manera, se puede expresar y difun-
ta necesidad inmanente fue expre- dir el valor absoluto del Bien, ya
sada, en particular, por Aristóteles, que en él está la causa y, a la vez, el
mediante su concepto de naturale- fin de la ley. Isidoro de Sevilla ob-
za, o primera determinación inte- serva que l. viene “a legendo”, va-
rior, según la cual opera todo agen- le decir de leer, porque está escrita.
te (cf. Fís. II, 1, 192 b 20-23). Por Teniendo presente el derecho anti-
su parte, y con otro espíritu, los es- guo, señala que toda ley o permi-
tocios se refirieron a la ley univer-
lexicon 400

te algo, o lo prohibe, o castiga. (cf. tar que, históricamente hablando,


Etim. V, 3 y 19). la acepción originaria de l. alude a
Sobre este horizonte doctrinal, la un status social: el de quien, a di-
Escolástica formuló algunas preci- ferencia del esclavo, nace libre en
siones: 1. l. aeterna es la ratio de la el seno de una sociedad. La nega-
sabiduría divina, que rige el movi- ción de un vínculo de obediencia
miento de toda la realidad; 2. l. na- implicada en este término fue ha-
turalis es la que rige en el mundo, ciéndose cada vez más interior; así,
participación en sí misma de la ley se utilizó para expresar situaciones
eterna divina, e impresa en la cria- tales como el estar libre de enfer-
tura racional; con todo, ésta accede medad o de preocupaciones. Poste-
a la ley natural mediante la luz de riormente, con la reflexión filosófi-
la mera razón, necesitando en cam- ca a la que da lugar la aparición del
bio de la revelación para acceder a Cristianismo y el tema de la res-
la eterna, según recuerda, por ej., ponsabilidad humana en la salva-
Gabriel Biel en In III Sent., d.37, ción, el sentido de l. pasó a indicar
q.1, a.1; 3; 3. l. divina, es la ley de a quien es moralmente libre, tema
Dios que legisla sobre la relación que se analiza en el artículo liberum
del hombre con Él y, fundamental- arbitrium (véase).
mente, con los demás hombres; 4. Respecto de la segunda acepción,
l. humana, es una ordenación de la la de l. como “libro”, este vocablo
razón al bien común de los hom- –que originariamente aludió a la
bres, como señala Tomás de Aqui- corteza de un árbol– puede men-
no en S. Th. I-II, qq. 90 y ss). Por tar en la Edad Media tanto el li-
su parte, Buenaventura distingue bro en su aspecto material, esto es,
varias acepciones de este término. en cuanto conjunto de pergaminos
Así, se refiere a la ley religiosa, a la unidos por costuras, como el con-
norma para juzgar y a la regulación tenido de lo escrito en ellos, es de-
de la vida moralmente recta (cf. cir, la obra literaria propiamen-
Coll. in Hexaem. XVI, 15). te dicha en su unidad e identidad.
Ciertamente, este último sentido
lexicon. Sobre el final de la Edad Me- es el más frecuente.
dia, se llamo así la clase de libro Buenaventura, por ej., subraya el
que explica el significado de las pa- carácter de mediación propio del
labras. Debido a la mayor ampli- libro. Siguiendo la tradición agus-
tud que entonces tenía el término tiniana, considera al mundo un l.
“grammatica” (véase), y que incluía scriptus forinsecus, esto es, un libro
aspectos semánticos del lenguaje, escrito por fuera, ya que está com-
muchos consideraron el l. una gra- puesto por criaturas que son sólo
mmatica extensa. vestigios de la sabiduría divina; el
li. Cf. ly. que está escrito por dentro es, en
cambio, el conformado por los se-
liber. Voz que tiene dos acepciones: en res espirituales, como el alma. Pero
primer lugar, señala la condición el Libro por excelencia, escrito por
de libre que tiene un sujeto; en se- fuera y por dentro, obviamente, es
gundo término, indica el libro. Res- la Escritura a la que Buenaventura
pecto de la primera, se ha de no-
401 libertas

llama calamus Dei. Desde esta pers- se ejerce dominio, lo cual se cono-
pectiva, el mundo se concibe como ce genéricamente con el nombre de
un libro oscuro que es iluminado pecunia, o sea, “dinero” (cf. De doc-
por la Escritura (cf., por ej., Brev. tr. christ. 6).
2, 11; Itin. mentis ad Deum 3, Coll. Estas ideas agustinianas pasan a la
in Hexaem. XII, 8-12). Esto cons- Escolástica y confluyen con la base
tituye un tópos en la literatura me- aristotélica (cf. Pol. III, 9, 1256 b
dieval, ya que se reitera en Alain de 30) que había ampliado la materia
Lille y en muchos otros autores. de la l. también a las riquezas na-
Respecto de los títulos célebres turales. Para Tomás de Aquino, su
que en las obras citadas en la Edad objeto es el dinero y todo lo que se
Media incluyen explícitamente es- puede estimar en términos mone-
ta palabra, cabe mencionar dos: el tarios. Como virtud, la liberalidad
Liber de causis y el Liber XXIV phi- exige una racional proporción en
losophorum. El primero, atribuí- el dar o distribuir la riqueza que es
do erróneamente a Aristóteles has- propia. Con todo, no es una espe-
ta que Tomás de Aquino despeja el cie de la justicia, porque ser justo es
equívoco, es de Proclo. El segundo dar a otro lo que es suyo; ser libe-
constituye una obra anónima que ral es darle de lo propio. Así pues,
se supone escrita en la transición no se funda en el debitum, como
de los siglos XII y XIII. Se trata de señala el Aquinate (cf. S.Th. II-II,
un texto hermético que se cree ha q.117, a.5).
sido redactado por varios autores.
El número 24 obedece al hecho de libertas. En 1. la dimensión jurídica,
que su breve contenido está con- l. alude a un privilegio o prerroga-
formado por 24 sentencias neo- tiva sancionados por ley; en este or-
platónicas, comenzando por la de den, se habla, por ej., de las liber-
Dios como mónada suprema. En el tates pertenecientes al fuero de la
marco del neoplatonismo, presen- universidad medieval. En 2. el pla-
ta una cosmovisión que oscila entre no antropológico-ético, es un tér-
monismo y panteísmo, pero que, mino que aparece empleado en los
no obstante, intenta salvar la tras- textos patrísticos y escolásticos tan-
cendencia de Dios y su alteridad to en sentido estricto como en sen-
respecto de las cosas. tido lato. 2.1. En el primero, este
concepto está vinculado con el de
liberalitas. Noción opuesta directa- liberum arbitrium (véase) y se en-
mente a la avaricia, la l. indica una tiende a partir de este último. En
virtud que se distingue también particular, se han de tener presen-
de la prodigalidad, como ya seña- tes dos notas propias de la noción
la Agustín de Hipona (cf. Conf. II, de libre albedrío: la central es la
6, 13). Es propio de la virtud usar que lo hace derivar en capacidad de
bien de aquello que podríamos uti- elección; otra es la que lo relacio-
lizar mal (cf. De lib. arb. II, 19). La na con la opción entre bienes su-
liberalidad es virtud precisamente periores, medios e inferiores. Res-
porque consiste en el recto uso de pecto de la primera nota, hay que
las cosas materiales, de todo lo ma- considerar que en la elección siem-
terial que se posee y sobre lo que pre se margina un bien, aunque sea
liberum arbitrium 402

ínfimo, en pro de otro; respecto de libre albedrío. Con todo, esta ex-
la segunda, hay que tener en cuen- presión se ha de entender como
ta que una voluntad perfecta es la condición para el ejercicio perfec-
que se identifica con los bienes su- to del liberum arbitrium y no en el
premos. Así pues, tanto en el caso sentido estricto de aequilibrium in-
del bienaventurado como en el de differentiae (véase), ya que esta úl-
Dios, no se puede hablar estricta- tima locución se usa para nombrar
mente de libre albedrío: en el del una polémica que tiene lugar supo-
bienaventurado, la opción no se niendo una radicalización de la l.
presenta, desde el momento en que indifferentiae. 2.2.. l. contradictio-
ya no hay atracción ejercida sobre nis, que es la libertad de llevar a ca-
su voluntad por los bienes inferio- bo una acción o abstenerse de ella;
res; en el de Dios, porque Él mis- y de 2.3. l. contrarietatis, que es la
mo es el Bien del que participan de hacer esto o aquello.
o en el que se subsumen todos los
bienes relativos. Así pues, el térmi- liberum arbitrium. El tema del libre
no se tradujo por “libertad de libe- albedrío es uno de los que tipifi-
ración” para el primer caso; y “vo- can el pensamiento judeo-cristia-
luntad libérrima”, para el segundo. no, tanto durante el período patrís-
En virtud de este desarrollo, se re- tico como en el medieval, precisa-
visó ya en la Patrística el concep- mente por estar vinculado de mo-
to de libre albedrío, optándose en- do directo con el de la parte de res-
tonces por considerar que su no- ponsabilidad que compete al hom-
ta esencial es la del ser dueño del bre en la salvación. En líneas muy
propio querer, y no la de la capaci- generales, y en términos negativos,
dad de elección, puesto que, en es- se puede caracterizar el l. a. como
te último caso, no se podría llamar ausencia, por una parte, de coac-
“libre” a Dios. Así aparece, por ej., ción; por otra, de necesidad. Pero
Agustín de Hipona (cf. De corr. et su nota esencial es positiva y seña-
gratia 13, 42). Con todo, la Esco- la la posibilidad de elección sobre
lástica, preocupada por otros aspec- la base de dichas ausencias: simpli-
tos en el tema general de la libertad ficando los términos, las primeras
humana, tendió a perder esta dis- indican la “libertad de”; la segun-
tinción entre l. y liberum arbitrium da, la “libertad para”.
y a utilizarlos cada vez más frecuen- En la Antigüedad, fueron los es-
temente como equivalentes. toicos quienes más estudiaron este
En 2.2. sentido amplio, el voca- concepto. Para el estocismo, la li-
blo l. se utiliza muchas veces ya sea bertad humana es, fundamental-
como sinónimo de voluntas (véa- mente, autodeterminación, o sea,
se), ya sea –y más a menudo aún– el tener en sí mismo el principio de
como equivalente de liberum arbi- los propios actos. Tal concepción
trium. Por eso, se habla de: 2.1. l. pasa a la Patrística, de modo que
indifferentiae, para aludir a la au- Orígenes, por ej., va aún más allá
sencia de necesidad interna, es de- y sostiene que la libertad consiste
cir, en los motivos del querer, lo no sólo en tener en sí el principio
cual equivale al grado más alto del de los propios movimientos sino
en ser ese principio. De esta mane-
403 liberum arbitrium

ra, el hombre elige, en cuanto mo- auctoritas del pensamiento cristia-


tor, la causa de sus movimientos, no– es la de determinar los alcances
como árbitro de las circunstancias –o, mejor aún, los límites– del libre
externas (cf. De Princ. III, 5). Par- albedrío en orden a la salvación. Es
ticular importancia cobra el tema aquí donde se inserta, en cambio,
en Agustín, quien lo desarrolla, en su polémica con los pelagianos. En
primer lugar, a propósito de su po- efecto, los seguidores de su contem-
lémica contra el determinismo de poráneo Pelagio sostenían, aun en
los maniqueos. Enfrentado al dua- la actual condición de la naturaleza
lismo de éstos, que sólo veían en el humana, la suficiencia del l. a. pa-
alma humana un escenario donde ra actuar de un modo moralmente
libran sus batallas los Principios del recto y alcanzar la bienaventuran-
Bien y del Mal, el Hiponense rei- za. Contra ellos, Agustín insiste en
vindica, en primer lugar, la con- la necesidad del auxilio de la Gra-
ciencia que asiste al hombre sobre cia (véase gratia) para tal fin: según
la autodeterminación de su volun- la concepción agustiniana, que se
tad (cf., por ej., De div. quaest. 83, incorporará después al dogma, la
8); en segundo término, define tal natura lapsa del hombre, esto es, su
autoderminación en sede interna, naturaleza quebrantada por el pe-
esto es, como el ser dueño del pro- cado original, lo vuelve incapaz de
pio querer, aunque ello no implica alcanzar la salvación sólo mediante
la capacidad de llevar a cabo aque- el uso de su libertad. Especialmen-
llo que realmente se quiere; en ter- te, la Gracia supera –en particular,
cer lugar, el l. a. –o, lo que en tér- la Gracia actual– el hiato que se da
minos agustinianos es lo mismo, entre el querer una acción recta y el
la libre voluntad o la voluntad en efectivizarla realmente, lo cual no
cuanto tal– tiene como manifesta- cancela lo primero (cf., por ej., De
ción o efecto esencial el poder ele- nat. et gratia, y De gratia et lib. arb.,
gir. Pero, dada la concepción de passim). De esta manera, si se leen
mal como ausencia de bien, nun- las obras antimaniqueas del Hipo-
ca se elige el mal, entendido de ma- nense, se tiene el acento puesto en
nera sustantiva, sino que se elige la realidad del l. a.; si se atiende a
siempre entre bienes de distinta je- las antipelagianas, el énfasis se des-
rarquía. De esta manera, cuando se plaza cada vez más hacia la necesi-
opta por un bien mínimo, descar- dad de la Gracia, lo que se agudiza
tando uno superior, se actúa moral- al final de la producción agustinia-
mente mal, en el sentido adverbial na. Esto tendrá una gran relevancia
de esta última palabra (cf., esp., De en la discusión entre Erasmo y Lu-
lib. arb. I y III, passim). tero a propósito de estos temas teo-
Esto lleva a vincular directamen- lógicos: remitiéndose Erasmo, so-
te el tema del libre albedrío con el bre todo, al primer Agustín, y Lu-
de la conducta moral y, por ende, tero al segundo, ambos abren sobre
con el de la salvación. En tal sen- la cuestión libertad-Gracia dos di-
tido, la cuestión crucial que apa- recciones doctrinales que serán las
rece en Agustín –y una de las más seguidas por las corrientes católi-
importantes que lo constituyen en ca y protestante, respectivamente.
liberum arbitrium 404

En efecto, subrayan, una, la exis- yores representantes de la primera


tencia de la libertad y, por ende, la es Tomás de Aquino, para quien el
responsabilidad humana; la otra, el l. a. es potencia apetitiva pero de
auxilio divino. un apetitto intelectivo, sólo que,
Otra de las polémicas desarro- en cuanto capacidad de elección,
llas a lo largo tanto de la Patrísti- se identifica con la voluntad que
ca como en algunos escolásticos es no puede sino estar iluminada por
el de la compatibilidad entre l. a. el juicio de la razón. Por lo demás,
humano y presciencia divina (véa- en cuanto al proceso que confor-
se praescientia). Siempre en mate- ma el acto libre, el Aquinate dise-
ria teológica, se le ha dado atención ña un pormenorizado diálogo en-
también al caso de la libertad divi- tre éste y la voluntad (cf. S.Th. I,
na, para la que se reservó, no obs- q.83; I-II, qq.13-17; De malo, q.6).
tante, el término libertas (véase li- Por su parte, Duns Escoto se inser-
bertas 1.). ta en la línea voluntarista en cuan-
Durante la Escolástica, se aten- to que niega que el asentimiento de
dió especialmente a dos aspectos la voluntad dependa de los motivos
del tema que nos ocupa: la causa- de la razón; así otorga mayor peso a
lidad implicada por el l. a. y la in- la primera. Lo hace acentuando la
tervención de intelecto y volun- indiferencia de la voluntad en re-
tad en la constitución del acto li- lación con sus posibles factores de-
bre. En lo que concierne al primer terminantes: la aptitud de deter-
punto, Alberto Magno llama “li- minarse respecto de actos opuestos
bre” al hombre que es causa de sí expresa la perfecta indiferencia in-
en cuanto hombre y al que el po- terna de la voluntad acerca de to-
der ajeno no puede coaccionar (cf. da motivación posible (cf. Op. ox.
S.Th. II, q.16, a.1). Pero Tomás de I, d.39, q.5, n.16). Tal indiferen-
Aquino puntualiza que eso no sig- cia es afirmada también por Oc-
nifica que el hombre sea la prime- kham, para quien no cabe plantear
ra causa de sí mismo, porque ella es la posibilidad simultánea de actos
Dios en cuanto Creador, sino que opuestos. Por l. a. entiende la ca-
señala la autocausalidad del hom- pacidad por la que se puede asumir
bre en sus acciones, esto es, en el diversas posibilidades, de tal modo
poder de autodeterminarse en su que se puede causar o no el mismo
actuar (cf. S.Th. I, q.83, a.1; C.G. efecto; esas posibilidades están só-
II, 48). Buenaventura anota que se lo en dicho poder. Ockham consi-
dice liberum respecto de la volun- dera indemostrable la libertad de la
tad, porque ésta es libre en el senti- voluntad, que se conoce por expe-
do de ser dueña de su propio que- riencia, desde el momento en que,
rer; y arbitrium respecto del inte- aún cuando la razón le dicte algo,
lecto, ya que discierne entre lo que la voluntad puede quererlo o no
es recto y lo que no lo es. (cf. Quodl. I, q.16). El tratamiento
Respecto del papel de las faculta- medieval de este tema quizá llegue
des en el l. a., se delinearon dos po- a cerrarse con el planteo de Buri-
siciones: la tendencia intelectualis- dán, quien niega que el l. a. consis-
ta y la voluntarista. Uno de los ma- ta en poder no seguir el juicio del
405 lingua

intelecto (véase aequilibrium indi- les; de ahí, por ej., que se haya ha-
fferentiae). blado de glosa interlinearis (véase
glossa).
licentia. De la misma raíz que licitum
(véase), esta palabra indica el per- lingua. En la Edad Media, además de
miso de llevar a cabo alguna activi- la referencia primaria al órgano bu-
dad, por ej., la l. docendi señala que cal, la palabra “lengua” designa: 1.
se recibe de la sociedad, que dele- la expresión oral de un individuo; a
ga en una institución el poder de este sentido alude el dicho l. labi-
otorgarla, la autorización de ense- lis ad peccatum, que advierte justa-
ñar: esto implica que no se será cas- mente acerca de la facilidad con la
tigado por hacerlo. De similar te- que alguien puede incurrir en im-
nor es la expresión l. rethorica: alu- prudencias o faltas éticas al hablar,
de a aquellas figuras retóricas que, es decir, cometer un peccatum oris;
aunque no responden exactamente 2. el modo de expresión de un gru-
a las normas de esta disciplina, los po, estado o prefesión; así, se dice,
oradores están autorizados a em- por ej., l. poetica o l. pauperum; 3.
plear. el sistema expresivo de un pueblo
o nación, por ejemplo, l. graeca o
licitum. En términos medievales, que hebraica.
después pasaron a la Modernidad, Como se vio en la primera acep-
se entiende por lícito todo aque- ción, el vocablo adquiere algún ma-
llo para lo que no se prevé castigo. tiz técnico en teología moral, pero
De ningún modo, pues, se identi- parece no implicar ningún elemen-
fica conceptualmente con lo éti- to de ese carácter en filosofía. Con
co, sino, en todo caso, con lo con- todo, es importante notar que, en
vencional: así, se puede dar un acto las traducciones latinas de Alfara-
que, aun siendo l., sea moralmente bi, el término que nos ocupa apare-
injusto, esto es, carezca intrínseca- ce en la Enumeración de las ciencias
mente de justicia. que este último autor escribe sobre
linea. Aparece usada con dos acep- la base del modelo alejandrino de
ciones: 1. el sentido propio es el la divisio philosophiae. En efecto, en
geométrico; en este contexto, l. se el proemio de este catálogo, Alfa-
refiere a la cantidad, tomada sólo rabi menciona la l., entre las disci-
en la dimensión de la longitud; es- plinas no filosóficas pero que pre-
tá constituída por una sucesión in- paran al estudio de la filosofía, y lo
finita de puntos; con esta acepción hace asignándole una acepción más
emplea el término, por ej., Alain de próxima a lo que hoy conocemos
Lille en Anticl. III, 325, 503. Por por “Lingüística” que a lo que en la
su parte, comentando a Aristóte- Edad Media se denominó “Gramá-
les, Tomás de Aquino define la l. tica”. Ciertamente, la razón de esta
diciendo que es lo divisible según inclusión tiene que ver con la nece-
una sola dimensión (cf. In Met. V, sidad de profundizar en el estudio
l.8, 874). En 2. sentido derivado, de la lengua árabe, estudio insosla-
hace alusión al segmento imagina- yable para la interpretación del Co-
rio sobre el que se escribe un ren- rán.
glón en los manuscritos medieva-
linguositas 406

linguositas. Cf. multiloquium. Particularmente en esa segunda


acepción, l. se opone a sententia,
liquefactio. Palabra frecuente en la li- que implica una elaboración pos-
teratura místico-especulativa, la li- terior de lo literal, y a spiritus, que
quefacción, en contexto místico o, designa un sentido más profundo y
al menos, religioso, alude al pasa- más denso del texto. Por eso, en la
je de un estado del alma a otro. En interpretación de las Escrituras, se
tal transformación, se verifica la re- habla de un sensus litteralis y de un
nuncia a la dureza del propio cora- sensus spiritalis.
zón, la apertura amorosa a los de- En la Edad Media, los comenta-
más, aun hacia enemigos, en sín- rios literales por excelencia están
tesis, la propia purificación. Es- constituídos por la glossa de An-
ta transformación permite confor- selmo de Naón, completada por la
mar los propios deseos a los divi- glossa magna de Pedro Lombardo.
nos. Los deseos de las cosas eternas En sentido más amplio, el com-
–dice Ricardo de San Víctor– son, mentum ad litteram es la forma de
entonces, como una masa de partí- comentario primera y fundamental
culas ígneas que rodean al alma y le que se aplicará a los auctores (véase
transmiten su calor, purificándola auctor y lectio).
y haciéndola pasar a un estado de
claridad mayor. Finalmente, ella se litteratae. Se denominan así las voces,
funde, despojada de sí misma y ab- es decir, los sonidos (véase vox) que
sorbida en el amor de Dios (cf., por pueden tener una traducción escri-
ej., De IV grad. viol. car., 39-40). ta, esto es, que pueden escribirse, a
diferencia de las non litterata, co-
litigiosus. Se denomina también con mo, por ej., un gruñido (cf. Pedro
este adjetivo el tipo de silogismo so- Hispano, Summ. Log. 1, 3).
phisticus (véanse syllogismus, in me-
dio y sophisma). La razón de este ca- locare. De matiz diferente al del verbo
lificativo es la frecuencia con la que ponere (véase), de mayor fortuna en
se lo emplea en las discusiones lle- la literatura filosófica de la Edad
vadas a cabo únicamente con áni- Media, l. indica precisamente la ac-
mo de vencer en la disputa (cf. Pe- ción de colocar o, mejor aún, esta-
dro Hispano, Summ. Log. 7, 1). blecer, en el sentido de hacer que
algo se ubique en su lugar natural,
littera. En su sentido originario, este esto es, en el emplazamiento que le
término se refiere al signo elemen- corresponde por su naturaleza.
tal del alfabeto. Esta acepción pri-
maria derivó luego en otras dos: locata. Llámase así, en al terminología
1. la de expresión en general, pero medieval, a los entes corpóreos que
en su inmediatez, es decir, tal co- se encuentran en un lugar circuns-
mo ella suena; 2. la de texto escri- crito (véase locus); de ahí que To-
to, tomado en su “literalidad”. De más de Aquino diga: “l. sunt in lo-
allí, expresiones tales como “appa- co inquantum replent locum” (S. Th.
ret in l.”; en este último sentido, I, q. 8, a. 2 c).
alude especialmente a la Sagrada
Escritura. locus. El sentido primario de este tér-
mino indica el lugar natural de al-
407 locus

go (véase locare). En la literatura verdadera o falsa; por ej. “La felici-


medieval, filosófica y teológica, hay dad está en la virtud”.
tres usos fundamentales de l.: 1. en 2. en el segundo contexto seña-
los planos lógico y retórico; 2. en lado, la noción de lugar fue elabo-
los físico y metafísico; 3. en el re- rada en la Edad Media sobre la ba-
ligioso. se de las reflexiones aristotélicas, es-
1. En el plano lógico y en sentido pecialmente, tal como éstas apare-
muy técnico, el l. es definido por cen en el libro IV de la Física y en
Boecio como instancia argumen- el XI de la Metafísica. Algunas de
tativa; también Alain de Lille, por las principales tesis, tanto limitati-
ej., emplea el término como “pun- vas como positivas, que el Estagiri-
to en una argumentación” (cf. An- ta presenta allí acerca de este tema
ticl. III, 42-45, 60-62). Partiendo son las siguientes: primero, si bien
de la definición boeciana, Pedro el lugar no se identifica con el cuer-
Abelardo distingue los loci de los si- po, tampoco es algo enteramente
logismos, y dice que, mientras que ajeno a él, sino más bien una afec-
los primeros son argumentaciones ción del cuerpo; segundo, se trata,
que se fundan en la propiedad de con todo, de una propiedad, por-
los términos y en la complexio de su que no inhiere en los cuerpos, no
construcción, los segundos extraen pertenece a su sustancia; tercero,
su fuerza argumental de la natura- tampoco es algo indeterminado,
leza de la realidad. Para que la ne- puesto que no es indiferente para
cesidad de antecedente-consecuen- un cuerpo estar o no en un l. da-
te se mantenga, la imperfección do, por ej., tender hacia abajo no es
de construcción propia del l. que- indiferente para un cuerpo pesado,
da compensada en la constancia puesto que dicha tendencia es pro-
del ámbito significativo de las pala- pia de él, en cuanto tal; cuarto, el
bras, en la costumbre de los térmi- lugar no está determinado para ca-
nos que se apoya sobre la frecuen- da ente, sino para cada especie de
cia de las cosas, o bien en el hecho entes; quinto, el lugar se caracteriza
de que los términos están vincu- como un modo de “estar en”; y, por
lados en una proposición univer- último, es definido por Aristóteles,
sal, maxima propositio, esto es, una más técnicamente, como el límite
proposición evidente por sí misma. del cuerpo continente (op. cit. 4,
Éstos son los 1.1. loci topici o dia- 212 a b).
lectici, que constituyen bases para Durante la Patrística una presen-
la argumentación y se toman, pues, tación especial de este tema es la
como puntos de partida para pro- que hace Agustín, quien se detie-
bar algo, por ej., ex nomine, ex cau- ne, en especial, en el cuarto pun-
sa, etc.; ejemplo de ellos es “El to- to de los arriba mencionados. Ese
do es mayor que la parte”. En cam- punto, relacionado con la doctri-
bio, en el campo retórico, se deno- na de los “lugares naturales” ha-
minan 1.2. loci communes aquellas bía sido tratado por Aristóteles en
afirmaciones que reflejan una opi- el libro IV del De caelo, cuyas te-
nión o sentencia memorable, inde- sis llegan hasta Agustín por media-
pendientemente de su carácter de ción estoica. Sea de ello lo que fue-
locutio 408

re, cada clase de entes tiene, en la calidad de circunscrito, porque sus


concepción agustiniana, un l. (cf. dimensiones se adaptan a las del lu-
Conf. XIII, 9. 10), al que lo con- gar. 2.2.2. definitive: algo puede es-
duce su pondus (véase), determina- tar en otra cosa también delimitati-
do éste justamente por la naturale- vamente; en este sentido, está de tal
za o especie a la que el ente perte- modo en un lugar, que no se puede
nece. Es notable, pues, la impor- encontrar, a la vez, en otro. Así, se
tancia metafísica que adquiere en dice que el alma humana está en el
Agustín esta noción, ya que al al- cuerpo que informa. 2.2.3. Por úl-
canzar el lugar que le es propio, ca- timo, se reserva exclusivamente pa-
da ser encuentra el él su pax, es de- ra el caso de Dios el “estar” ubique
cir, su unidad y armonía ontológi- (véase), o sea, el encontrarse en to-
cas. En efecto, el Hiponense hace dos los lugares a la vez.
una trasposición de los significados Al elaborar el tema del l., sobre
del binomio l.-pondus, utilizándo- todo, en su aspecto físico, los esco-
los, analógicamente, como catego- lásticos distinguieron esta noción
rías metafísicas. cuando se predica de locante, en cu-
La Escolástica, en cambio, vuel- yo caso la definieron habitualmen-
ve a la perspectiva aristotélica y la te como quantitas positionem (cf.
elabora detalladamente, en espe- por ej., Tomás de Aquino, S. Th. I,
cial, en lo que se refiere al l. como q. 52, a. 1 c), y cuando se predica
un “estar en”. Sin embargo, tampo- de locato, en cuyo caso se asimila a
co prescindió completamente de la la categoría ubi.
modificación operada por Agus- 3. En sentido religioso, se utilizó
tín. Consideró que la propiedad de l. para indicar estado o condición
“estar en” puede entenderse de dos espiritual, hablándose así, por ej.,
maneras: 2.1. intentionaliter: así, es del Paraíso como “l. beatorum”, y
decir, intencionalmente, está el ob- de este mundo, como “l. mundanus
jeto conocido en la facultad cog- o viatorum” (véase viator).
noscitiva, no según su entidad física
y real, sino por una representación; locutio. En la Edad Media se ha enten-
2.2. realiter: así, o sea, realmente, dido esta palabra como locución, o
se encuentra una cosa en otra –que sea, el signo fónico que el hombre
es su lugar– con su propia sustan- usa para manifestar su pensamien-
cia real y física. Este segundo mo- to. Es signo en cuanto refiere a una
do, puede, a su vez, ser de tres cla- idea –o bien a una reacción o afec-
ses: 2.2.1. circunscriptive: es el mo- ción anímica conceptualmente for-
do propio y exclusivo de los cuer- muladas– del sujeto que lo emite.
pos. Algo se encuentra circunscrip- Dado que, de un lado, se apoya en
tive en otra cosa por la igualdad de el aparato de fonación y, de otro,
medida y simetría entre las partes remite a un movimiento del alma,
y dimensiones propias del cuerpo la l. no es exclusiva ni de ésta ni
contenido en el lugar y los del lu- del cuerpo, sino que compromete
gar mismo; corresponde aquí el to- a ambos. Pero, precisamente por-
do contenido a todo el continente: que manifiesta el pensamiento, no
el cuerpo está, pues, en un lugar en es asignable a los animales sino sólo
al hombre y, sólo por analogía, en
409 logica

términos metafóricos, a Dios. In- la dialectica (véase cada uno de es-


cluso antes del reingreso de Aristó- tos artículos). La dialectica –o, co-
teles en la Cristiandad, los autores mo hoy se diría, la lógica formal–
medievales han considerado dos as- es así, en la concepción de Boecio,
pectos en la l., como lo hace Ansel- sólo un aspecto de la l., cuyo cam-
mo d’Aosta en De ver. I: como tal, po es mucho más amplio.
es propia del hombre, le es natural Durante el renacimiento carolin-
y, por ende, es universal; en cam- gio, el primer tratado medieval com-
bio, su uso, es decir, el sentido de pleto de lógica –obviamente, de
sus signos o palabras, es convencio- orientación boeciana– fue la Dia-
nal y particular de cada lengua. lectica de Alcuino, probablemen-
te redactada para su utilización
logica. En una primera aproximación, en el trivium (véase), que él resta-
se puede caracterizar la Lógica co- bleció como base de la educación
mo la ciencia del lógos, voz de la cuando fue puesto al frente de la
que deriva. De los múltiples mati- escuela palatina de Carlomagno.
ces que esta última palabra tiene en Con todo, se supone que fue Es-
griego, en el concepto medieval de coto Erígena el primer autor me-
l. subsisten dos: el de ratio y el de dieval que se sirvió de formas silo-
sermo u oratio, pero no en su aspec- gísticas de razonamiento; pero ha-
to externo sino como sermo mental. bría de pasar mucho tiempo has-
Se ha definido la Lógica como ars o ta que dicha práctica se generaliza-
disciplina que regula los procedi- ra. Esto tiene lugar, especialmente,
mientos del razonar humano. Tal a fines del siglo XI y comienzos del
es, al menos, la definición cicero- XII, cuando se da un florecimien-
niana en De off. I, 1: la l. es la disci- to de la Lógica tal que ella se intro-
plina “quae rationem seu intellectum duce aun en el campo de la Teolo-
humanum in suis operationibus diri- gía, hasta el punto de suscitar un
git”; de ahí que se la haya conside- enfrentamiento entre dialécticos o
rado modus sciendi. Ya Agustín de lógicos y teólogos. Ya en pleno si-
Hipona señala que la potencia de glo XII, el auge de las más sutiles
la razón revela la diferencia entre el dicusiones lógicas prepara el cami-
sonido y aquello de lo que éste es no para el planteo del problema de
signo (cf. De ord. II, 14). los universales desde esta perspecti-
Pero el maestro de la Edad Media va (véase universale). Cabe mencio-
en el campo de la lógica fue Boe- nar aquí, especialmente, la Dialec-
cio. Junto con su comentario a la tica de Pedro Abelardo, obra fun-
Isagoge de Porfirio, sus obras lógi- damental en el desarrollo de la ló-
cas suplieron la falta de los Analí- gica y aun de la filosofía escolásti-
ticos y de los Tópicos de Aristóteles, cas. En efecto, Abelardo ve la l. co-
que los medievales desconocieron mo búsqueda de la verdad a tra-
hasta el siglo XIII. El tratamiento vés de la razón: es inquisitio verita-
boeciano distingue en la l. tres par- tis seu falsitatis, insistiendo sobre el
tes, dadas por sus objetos específi- carácter racional del método de es-
cos: la definitio, la partitio, y la co- ta disciplina que es, para él, scien-
llectio. Las funciones de esta última tia scientiarum. Por lo demás, con-
son la demonstratio, la sophistica y
logica 410

tribuye a trazar más nítidamente nuevos elementos: las tratados de


los límites entre la l. y la gramma- syncategorematicis (véase syncatego-
tica (véase): proposiciones gramati- rematica) sobre las constantes ló-
calmente correctas pueden ser ló- gicas; de insolubilia (véase insolu-
gicamentes irrelevantes, en cuanto bilia) sobre las paradojas; de conse-
exentas de orden lógico o racional quentiis, sobre la lógica proposicio-
y, por tanto, ni verdaderas ni falsas. nal; y de obligatione o de arte exer-
A su vez, Gilbert de la Porrée ela- citativa. Cabe acotar que en estas
bora por primera vez un tratamien- obras se encuentran ya anticipacio-
to de la suppositio (véase). Todos es- nes de teorías modernas de la lógi-
tos desarrollos se encuentran sinte- ca matemática. En el Renacimien-
tizados, a mitad del siglo siguiente, to, Petrus Ramus, quien estudia es-
en las Summulae logicales de Pedro pecialmente los juicios, terminará
Hispano, en las que se distingue, por ver en la matemática la expre-
especialmente, el tratado sobre las sión más perfecta de la lógica.
propiedades de los términos. Con- Teniendo en cuenta esta evolu-
temporáneo de Pedro Hispano fue ción histórica, se comprende que
Guillermo de Shyreswood, uno de los últimos siglos medievales hayan
los primeros en desarrollar la teoría llamado “l. vetus o ars vetus” (véa-
de la suppositio formalis. En el apar- se ars), al Corpus lógico constituído
tado relativo a los silogismos de las por las Categoriae y el De Interpre-
Introductiones in Logicam de Gui- tatione de Aristóteles, la Isagoge de
llermo, aparecen también por pri- Porfirio, los comentarios de Boe-
mera vez los versos mnemotécni- cio a estos tres escritos y las pro-
cos sobre la confección del syllogis- pias obras lógicas boecianas. Hacia
mus (véase), tan famosos en la cul- 1200 se añadió el De sex principiis
minación de la Escolástica. Mucho atribuído a Gilbert de la Porrée. Se
menos técnico, el enfoque de Bue- comenzó a hablar de l. nova, o ars
naventura, se limita a señalar co- nova, a partir del siglo XIII, para
mo esencial a la l. el asentimiento aludir al Corpus constituído por los
de la mente, lo cual se hace a través dos Analíticos, los dos Tópicos y la
de sólida argumentación (cf. Co- Refutación de los sofistas de Aristóte-
ll. in Hexaem. IV, 20). Por su par- les, que se habían desconocido has-
te, Tomás de Aquino, en su In Met. ta entonces.
VII, l.17, 1658, subraya que el ló- Lo anterior no debe confundirse
gico considera el modus praedicandi con los nombres de l. antiqua o an-
et non existentiam rei. tiquorum, y l. moderna o moderno-
A la sazón, se había redescubier- rum: la primera se refiere conjun-
to el resto de las obras del Estagiri- tamente al ars vetus y al ars nova; la
ta, lo cual produjo una importan- segunda designa los elementos in-
te renovación en este campo. Con novadores de la lógica medieval, es-
tal bagaje conceptual procede el si- pecialmente, los aportados por au-
glo XIV, con las figuras principales tores nominalistas como Guiller-
de Ockham, Buridán, Burleigh y mo de Ockham.
Alberto de Sajonia, quienes intro- Por último, cabe añadir que se lla-
ducen en la materia los siguientes mó l. maior a la que atendía al mo-
411 ludrica

do de ser de lo pensado en cuanto dievales suelen remitirse a la obser-


pensado, mientras que la l. minor, vación de Aristóteles sobre la lo-
es decir, la formal, estudiaba los di- cuacidad de las personas ancia-
versos modos, tipos o formas espe- nas: según el Estagirita, ésta obe-
cíficas del razonar. dece al hecho de que, menos inte-
Para la decadencia de esta disci- resadas en el futuro –que promete
plina en el período tardomedieval y poco para ellas– que en el pasado,
renacentista, véase loyca. se complacen en evocar este último
hablando en exceso.
logice. Adverbio que los escolásticos
usaron para indicar el ser o el en- loqui mentaliter. Para señalar la dife-
contrarse de algo in mente. Seña- rencia con el hablar verbalmente,
laban con ello el status meramen- esto es, con el proferir palabras de
te lógico y no real. De ahí que el manera audible y comprensible, se
opuesto correlativo de l. sea reali- ha utilizado esta expresión para alu-
ter, que indica lo que es ex parte rei. dir al hablar mentalmente, es decir,
Ahora bien, como lo que existe rea- al pensar realmente actualiter. Así
liter y no l. puede ser tanto inma- lo testimonia, por ej., Guillermo
terial como material, algunos au- de Ockham en Quodl. I, q.6.
tores han reservado realiter para el
primer caso, utilizando el adver- loyca. Con esta grafía suele aparecer
bio physice –que, obviamente, alu- la palabra logica (véase) en textos
de a un modo de ser en el que in- de la Escolástica tardía, por ej., en
terviene la materia– para señalar el el comentario de Simón de Faver-
modo de existir de los entes corpó- sham a las Summulae Logicales de
reos. En su acepción más restringi- Pedro Hispano. De manera deriva-
da equivale a oratio o bien a enun- da, “loycus” señala a quien se ocu-
tiatio (véanse, in principio). pa de esta disciplina. Cabe seña-
lar que en el italiano del Humanis-
longitudo. Voz que en la Edad Media mo, la grafía varió en “loica” y “loi-
se ha aplicado en varios órdenes: el co” respectivamente, nombres que,
gramatical, el geométrico y el as- a diferencia de lo que sucede en
tronómico. Desde el punto de vista la Edad Media, suelen tener cier-
1. gramatical, se considera l. la pro- to matiz despectivo, en el contex-
longación del sonido de las sílabas to de la sátira humanística contra
que, por consiguiente, son cortas el terminismo. Esto se ve, por ej.,
o largas; 2. desde el punto de vis- en el cantar de Geta e Birria, donde
ta geométrico, se llama l. a la can- se lee “Io so bene che loica non vie-
tidad de puntos que conforman la ta..” y aun “Sommo loico son”. Pero
línea; 3. en términos astronómicos tal sátira popular despierta la opo-
(véase astrologia), la l. es la distan- sición de los humanistas más ver-
cia de un cuerpo celeste medida a sados. Así, por ej., Landini escribe
partir de su constelación de origen una obra en hexámetros latinos en
según la serie de los signos. defensa de la dialéctica ockamista:
los Versus in laudem loyce Ocham.
loquacitas. Cf. multiloquium. Respec-
to de este término, los autores me- ludrica. Cf. ludus.
ludus 412

ludus. Su traducción es “juego”, en ten en motivo de recreo. En el caso


el sentido de diversión. Por l. tan- contrario, o sea, cuando se hace del
to los autores del período patrísti- l. el fin último de la vida, se la asu-
co como del medieval propiamen- me como juerga, cayendo entonces
te dicho entendieron el recreo que en la mollities (véase).
no tiene un fin exterior sino inte-
rior al mismo sujeto del juego: pro- lumen. En la Edad Media, se utiliza
cura deleite y/o reporta descan- este vocablo para aludir, en parti-
so intelectual o espiritual del al- cular, a la luz como conocimiento.
ma. Es, pues, remedio contra la fa- Así, puede versar sobre lo humano
tiga anímica. En tal sentido, Casia- o lo divino, aludiendo en este últi-
no atribuye a San Juan Evangelis- mo caso a la iluminación que Dios
ta una anécdota en la que se le re- confiere al alma en todos los aspec-
prochó a este último el estar jugan- tos de su virtud cognoscitiva. To-
do, a lo que él respondió que, así más de Aquino da la razón de es-
como no es posible arrojar flechas te uso, diciendo: “Et similiter dicen-
continuamente porque se rompe- dum est de nomina ‘lucis’. Nam pri-
ría el arco, tampoco puede el al- mo quidem est institutam ad signifi-
ma permanecer siempre en la mis- candum id quod patet manifestatio-
ma tensión (cf. Coll. 24, 21). Aho- nem in sensu visus: postmodum au-
ra bien, se busca el placer del jue- tem extensum est ad significandum
go a través de distracciones propias omne illud quod facit manifestatio-
de la palabra, esto es, en dichos, o nem secundum quamcumque cogni-
bien en hechos, que se denominan tionem” (S. Th. I, q. 67, a.1 c). No
indistintamente “ludrica” o “ioco- ha de sorprender que Tomás utilice
sa”. Hay que advertir que los jue- aquí el vocablo lux (véase), ya que
gos de azar, llamados “alea” (véa- él emplea dicho término y “lumen”
se) no pertenecen a estos últimos, indistintamente en sentido gnoseo-
ya que en la Edad Media se los vin- lógico. En efecto, a continuación
culó más con el afán de lucro que dice el texto citado “si ergo accipia-
con la diversión. tur nomen luminis…”.
También a propósito del fenó- Dentro de este sentido amplio,
meno humano del juego, se gene- los autores medievales formularon
ró una reflexión ética. Según ésta, algunas distinciones. Así, se habló
en el l. se ha de conservar la armo- de: 1. l. angelicum o luz del conoci-
nía del espíritu y evitar, sobre todo, miento especial que poseen las in-
la grosería; por otra parte, el jue- teligencias separadas, es decir, los
go se debe acomodar a la dignidad ángeles; 2. l. fidei o divinae revela-
de la persona y a las circunstancias. tionis, que se refiere a la luz de la
De esta manera, una vez más, es la creencia sobrenatural, esto es, a la
razón la que debe imponer los lí- dada en la revelación divina, llama-
mites a lo lúdico. Mas aún, cuando da también l. infusum; 3. l. intelli-
esto tiene lugar, se genera un buen gibile o intellectuale, que es la luz
hábito de juego, es decir, una vir- suprasensible que posee cualquier
tud, la eutrapelia (véase), por la que naturaleza capaz de conocer, tan-
las palabras y las obras se convier- to humana como angélica, ya que
hombres y ángeles participan del
413 lux

4. l. increatum, o luz increada, es- luz natural de la razón como proce-


to es, la divina, que contiene en sí dente en último término de Dios,
las rationes aeternae; 5. l. naturale, le concede, por así decir, una ma-
naturae o naturalis rationis, es la luz yor autonomía, ya que considera el
natural de la razón específicamen- l. naturale como lo esencial del me-
te humana; 6. plenum l. alude a la canismo de la facultad cognosciti-
fuerza de la plena experiencia que va humana. De ahí que, en la línea
se impone como evidencia. agustiniana, predomine la noción
Desde el punto de vista de la teo- de evidencia directa de las verda-
ría medieval del conocimiento, im- des eternas, evidencia en la que, de
portan particularmente las dos úl- algún modo, Dios interviene tam-
timas distinciones. En efecto, tan- bién directamente. En cambio, se-
to autores de la Patrística como de gún la concepción tomista, lo que
la Escolástica, han considerado, en prevalece en el concepto de l. natu-
general, que el l. naturale de la ra- ralis rationis es la facultad o virtud
zón se fundamenta en el –o deri- de abstraer, a partir de las impresio-
va del– l. increatum divino, que tie- nes sensibles, los universales.
ne su fuente en Dios como lux, es Un tratamiento especial asu-
decir, como causa de toda inteligi- me el tema, desde el punto de vis-
bilidad. Esto no puede sorprender, ta gnoseológico, en la línea agusti-
dado el planteo típicamente realis- niana de Buenaventura quien, en
ta que atraviesa casi toda la gno- su De reductione artium ad theolo-
seología de la Edad Media: al ser giam, 1-6, afirma “omnis illumina-
concebido el conocimiento básica- tio cognitionis interna est” y estable-
mente como adecuación del inte- ce, a continuación, cuatro especies
lecto humano a la realidad, y al ser de l.: 1. l. exterius o artis mechani-
postulado Dios como causa prime- cae, que ilumina la mente respecto
ra de toda la realidad, se compren- de las figuras artificiales que se han
de que, por ello mismo, Él hubie- de producir; 2. l. inferius o cognitio-
ra de ser afirmado como causa pri- nis sensitiva, que ilumina respecto
mera de toda inteligibilidad. Pero, de la aprehensión de formas natu-
dentro de esta concepción general rales; 3. l. interius o cognitionis phi-
del l. increatum como fundamento losophicae, que ilumina para la in-
del l. naturale, dos grandes líneas se vestigación de las verdades inteligi-
han dibujado a la largo del perío- bles; y 4. l. superius o Sacrae Scrip-
do patrístico-medieval: la prime- turae, que ilumina especialmente el
ra, iniciada por Agustín de Hipo- conocimiento de la verdad salvado-
na, considera que la luz natural de ra. Pero se trata siempre del plano
la razón humana es efecto directo cognoscitivo, de manera que el úl-
de la divina que se da por ilumina- timo tipo de luz no debe confun-
ción (véase illuminatio) y que tiene dirse con el l. gratiae que está cons-
lugar al producirse todo tipo de co- tituído por la libre, gratuita y di-
nocimiento, no sólo el que corres- recta ayuda divina en orden a la
ponde a las verdades reveladas. La salvación del alma.
segunda, tipificada en la concep-
ción tomista, si bien entiende la lux. Con un antiguo significado que lo
relaciona con el brillo –al igual que
lux 414

illustrare– el término l., en su apli- maniqueísmo. Pero también apare-


cación medieval, se presenta con ce en autores de la Patrística como
una gran complejidad, ya que se Basilio y Agustín de Hipona, con
superponen en su tratamiento di- el significado de algo situado más
versos planos: el orden teológico, el allá de los límites del mundo visi-
místico, el metafísico, el gnoseoló- ble, hacia donde las almas deben
gico y el físico. Además, casi siem- tender en procura de su eterno re-
pre se distinguió entre esta noción poso. Por lo demás, esto se basa so-
y la de lumen (véase), cuya traduc- bre innumerables pasajes de la Es-
ción al castellano también es “luz”. critura, donde se compara a Dios o
En líneas generales, se puede decir a su Verbo con una infinita e inex-
que hay una tendencia a considerar tinguible fuente luminosa, es de-
el término que nos ocupa como la cir, con un foco de luz identifica-
fuente luminosa, y “lumen” como do con la Verdad y la Vida: por ej.,
la luz producida por dicha fuente. en los primeros versículos del Proe-
Por otra parte, también cabe adver- mio del Evangelio de Juan, se di-
tir que se suele preferir este voca- ce respecto del Verbo divino “In ip-
blo para emplearlo en los sentidos so vita erat et vita erat lux hominum
místico, metafísico y físico; mien- et lux in tenebris lucet”, y “Erat lux
tras que “lumen” aparece con más vera, quae illuminat omnem homi-
frecuencia en sentido gnoseológi- nem veniens in hoc mundum”. Por
co y, a veces, teológico, pero rela- eso, Orígenes escribe que la luz es
cionando el último con el prime- el poder espiritual de Dios, y en es-
ro. Sin embargo, si bien ésta es la te último sentido, fundamental-
tendencia general, no se verifica en mente, se habló, durante la Edad
todos los autores. Buenaventura, Media, de l. gloriae. Ligada íntima-
por ej., llama a la l. eterna exemplar mente con esta concepción, apare-
(véase) de todas las cosas, aun de ce en Orígenes la noción de “luz
las virtudes, remitiendo a Plotino. del alma”, que, no obstante, puede
Esta l. ejemplar las imprime en el cegarse con las tinieblas. En toda la
alma y hace que desciendan a su as- Patrística, la l. es identificada, pues,
pecto cognoscitivo, afectivo y ope- con la fuente del ser, o sea, con el
rativo (cf. Coll. in Hexaem. VI, 6 y acto mismo de “irradiación ontoló-
10). En sentido amplio, Buenaven- gica”. De ahí que muchos Padres y
tura suele denominar l. a todo ob- Doctores de la Iglesia hayan conce-
jeto de conocimiento. bido al Espíritu Santo, por analo-
Hecha la salvedad de que la alu- gía con los rayos solares, como un
dida distinción en el uso no es, ni foco luminoso e inagotable que, al
con mucho, taxativa, el presente modo de la Unidad neoplatónica,
artículo abordará la noción medie- alcanza a todos los seres y purifica
val de luz en los tres primeros pla- a aquellos que se vuelven hacia Él.
nos mencionados: 1. desde el pun- Así, l. intelligibilis, o sea, espiritual,
to de vista místico, la idea de una es analógicamente uno de los nom-
luz identificada con el principio del bres de Dios, tal como aparece ya
bien surge ya en algunas religio- en el Pseudo-Dionisio (cf. De div.
nes y sectas orientales, por ej., en el nom. 701 a). b)
415 luxuria

2. Llegado el siglo XI, es muy fre- que la primera consiste in eo quod


cuente entre los pensadores árabes relucet, mientras que la segunda in
considerar la luz y su difusión co- eo quod lucet, y el tercero in eo quod
mo modelos de producción de la translucet.
realidad; así aparece, por ej., en la
Fons vitae de Avicebrón. Como se luxuria. Como todos los vicios capi-
ve, el enfoque no es ya místico si- tales, el de la lujuria consiste en un
no más bien metafísico. Lo mismo desorden grave que se aparta de la
ocurre a comienzos del siglo XIII, recta razón; su especificidad está
con las concepciones de Grossetes- dada por su objeto, que es el placer
te, quien, en su tratado sobre el te- venéreo. La transgresión del orden
ma de la luz, dice que ésta fue crea- racional por exceso se torna tanto
da por Dios después de la materia más viciosa cuanto más se aplica,
prima y se difundió produciendo el como en este caso, a lo necesario
espacio y las cosas que se encuen- para la vida humana, ya que en este
tran en él, por medio de una multi- orden la razón debe iluminar más.
plicación infinita de sí misma, que Y la sexualidad es sumamente ne-
engendra cantidades finitas. Esto cesaria al bien común para la con-
conduce luego a Grosseteste a otra servación de la especie. Así pues, el
serie de consideraciones de índole caso de la l. se asemeja al de la gu-
ya decididamente física. la (véase) en cuanto que ambas tie-
3. El estudio de la l. desde el pun- nen una base natural. Dicha base
to de vista físico se da, especial- implica, de un lado, una suerte de
mente, durante la Escolástica, mu- gradación en el placer, en la que no
chas veces, a propósito de las dis- es nítida la diferencia entre lo nece-
quisiciones sobre la creación de la sario y lo excesivo; de otro, la fuer-
luz por parte de Dios, como pri- za de los respectivos placeres que
mera obra divina, según el relato atraen el apetito sensible, precisa-
del Génesis. Así, por ej., Tomás de mente por su connaturalidad.
Aquino niega que la luz sea cuerpo Esta problemática fue tratada por
ya que no se comporta como tal ni los autores medievales ya desde la
en lo que respecta al lugar ni en lo Patrística. Así, por ej., Agustín de
que concierne al movimiento. Pa- Hipona escribe que el acto venéreo
ra el Aquinate, la l. consiste en una guarda respecto de la especie hu-
cierta cualidad natural: así como mana la misma relación que el ali-
el calor es una cualidad activa que mento guarda respecto de la salud
se deriva de la forma sustancial del del cuerpo individual (cf. De bo-
fuego, la l. es una cualidad activa no cong. 16). En relación con la es-
que nace de la forma sustancial del pecificidad de la lujuria, añade que
sol o de otro cuerpo a se lucens (cf. entre todos los combates morales
S. Th. I, q. 67, aa. 2 y 3). los más duros son los referentes a
Por último, se ha de observar la castidad, en la que se tiene lu-
que, en cualquiera de sus planos de cha cotidiana y rara victoria (cf. De
significación, ha habido quienes es- agone christ. 293). Por su parte, Isi-
tablecieron una diferencia ulterior doro agrega que la especie huma-
entre lumen, l. y radius, diciendo na está más sometida al diablo por
este vicio que por cualquier otro
ly 416

(cf. De summo bono 2, 39). El pa- ja desviar su curso hacia imágenes


saje escriturario por excelencia so- aun macabras (cf. Epist. 132).
bre el que se apoyan las reflexiones Los escolásticos del XIII distin-
medievales acerca de la l. es el que guen las especies de la l. en fornica-
describe que Adán y Eva, inmedia- ción, estupro, rapto, adulterio, in-
tamente después de haber comido cesto, sacrilegio, y pecado contra
el fruto prohibido, se percataron de natura. Respecto de las consecuen-
su desnudez y, avergonzándose de cias o “hijas” de la lujuria, hay una-
sus órganos genitales, los cubrieron nimidad en señalar en primer tér-
(cf. Gen. III, 7). Agustín lee estos mino –como ya lo hacía Alain de
versículos en el sentido de la humi- Lille (cf. Summa de arte praed. V,
llación o vergüenza que implica el 123)– la obnubilación intelectual.
que, después del pecado, esos órga- A ella le siguen la inconsideración,
nos –que, con todo, formaban par- la precipitación y la inconstancia;
te del plan divino originario– ya no en cambio, por parte de la volun-
respondían al imperio de la razón: tad, cuando ésta es afectada por
a la desobediencia de los hombres a la lujuria, se dan egoísmo, odio a
Dios le siguió la desobediencia de Dios, excesivo amor al presente y
una parte de su cuerpo a ellos mis- horror o desesperanza respecto de
mos (cf. De civ. Dei XIV, 15, 26). la vida futura. Así, al menos, se ex-
Nace así la propensión a la concu- presa Tomás de Aquino (cf. S.Th.
piscencia en este sentido restringi- II-II, qq. 153-154). En cuanto a
do que, como escribe siglos des- los peccata oris derivados de este vi-
pués Pedro Lombardo, es ley de los cio, véanse turpiloquium y stultilo-
miembros corporales y tirana del quium.
cuerpo mismo (cf. Sent. II, d.30, La predicación durante el Hu-
q.8, n.2). manismo renacentista atacó princi-
Sin embargo, a partir de él, es de- palmente la fornicación, insistien-
cir, del siglo XII, comienza un pro- do, a veces con una severidad más
ceso de desvinculación del peca- pronunciada que la medieval, en la
do original respecto del desorden castidad conyugal, como se ve, por
sexual que es estudiado principal- ej., en Bernardino de Siena (cf. De
mente fuera de ese contexto bíbli- pudicitia coniug. 18).
co y en sus fenómenos. En este pla-
no, se discutió si la lujuria es pe- ly. Los autores medievales anteponían
cado exclusivo del cuerpo o del al- este vocablo a alguna palabra o ex-
ma. Los autores medievales no du- presión, para indicar que se la to-
dan en comprometer también a es- maba precisamente en cuanto pala-
ta última, siguiendo el pasaje evan- bra o expresión y no como aludien-
gélico que antepone el adulterio do directamente a la realidad men-
cometido en el corazón al corpo- tada por ella. Así, por ej., en la pro-
ral (cf. Mt. 5, 28). Así, Pedro Da- posición “Homo animal rationale
mián aconseja a un joven monje en est”, ly est –vale decir, el “es”– seña-
lucha contra las tentaciones de la la el verbo, la cópula desde el pun-
carne cuidarse particularmente de to de vista gramatical. De esta ma-
los pensamientos torpes y aconse- nera, se puede encontrar una pro-
posición como la que sigue: “Ly do-
417 ly

mus substantivum bisyllabum est”, se latinizó aún más, adquiriendo la


lo cual significa que se está hacien- forma li, como aparece, por ej., en
do referencia al sustantivo “domus” Nicolás de Cusa. También se latini-
y no a la cosa que él indica. Al care- zó el artículo neutro tó del griego,
cer la lengua latina de artículos, se que, de esta manera, es equivalente
apeló, al parecer, al procedimiento exacto de la voz que nos ocupa. En
de tomar la partícula árabe Yl, pero otros términos, dado que no exis-
leída en sentido inverso, como exi- tían en la Edad Media las comillas
ge dicha lengua para el lector lati- –cuya función de advertir sobre el
no, con el objeto de indicar el cam- pasaje al orden metalinguístico es
bio de registro del discurso desde moderna– los autores de este perío-
el plano del lenguaje al del meta- do se valieron del ly –o, indistinta-
lenguaje. Con el tiempo, la grafía mente, del tó– para reemplazarlas.
418

M
M
M. Indica en Lógica el término medio. casta sacerdotal; entre los caldeos,
Se utiliza frecuentemente para se- eran los sabios de la religión ba-
ñalar que, para reducir un silogis- bilónica. A través de un complejo
mo al modo correspondiente a la proceso, la m. llegó a incluirse en la
primera figura, sus premisas deben especulación neoplatónica, que la
invertirse, es decir, la menor se ha insertó en su sistema de entidades
de convertir en mayor y viceversa. metafísicas. De ahí que sea men-
cionada por Jámblico, Proclo y Ju-
macrocosmus. Este término, por el lián el Apóstata, entre otros. En los
que se entiende el universo, sólo primeros tres siglos de nuestra era
cobra sentido en referencia al de cobra cierto auge, como testimo-
microcosmus (véase), es decir en co- nian sus adversarios, Sexto Empí-
rrespondencia con el hombre en rico y Luciano. En esta época, co-
cuanto que éste compendia todas mienza a asociarse con la adivina-
las perfecciones de aquél. El con- ción o mántica. Ambas dependen
cepto ya está asoma en Aristóteles de las relaciones de sympathia que
(cf. Fís. VIII, 2, 252b 25) y, aun- se supone existen entre los distintos
que menos utilizado durante la reinos de la naturaleza y que le per-
Edad Media, su uso se recuperó a miten al mago provocar con ciertos
partir del siglo XVII. Obviamente, medios –uso de piedras, fórmulas,
por lo ya dicho, además de presu- imágenes, etc.– efectos extraordi-
poner un mundo ordenado –y has- narios. Así refieren, al menos, Jám-
ta jerárquicamente ordenado–, esta blico (cf. De myst. II, 2) y Agustín
noción subraya la analogía entre el de Hipona (De civ. Dei XXI, 6).
individuo humano, en cuanto su- Tales relaciones tienen lugar sobre
jeto singular y la realidad universal la base de dos leyes: la que reza que
en su totalidad orgánica. lo semejante actúa sobre lo seme-
magia. De remotos orígenes orientales, jante, y la que exige en la magia el
la magia se puede definir, en gene- contacto en orden al efecto. En esta
ral, como el arte que pretende do- práctica intervienen las entidades
minar las fuerzas naturales e inma- que los griegos denominaban “dái-
nentes a través de los mismos pro- mones”, mediadores entre los dioses
cedimientos con los que los seres y los hombres. Pero los demonios
animados están sujetos a ellas. Al- se dividen en diversas jerarquías; de
gunos consideran que su supuesto ahí que la magia se haya diferencia-
fundamental es, pues, el animismo; do en blanca y negra. La primera,
para otros, es la sympathia (véase) también llamada “teurgia”, se sirve
universal. Entre los persas, sus cul- de la mediación de los espíritus o
tores, los magos, conformaban una demonios racionales para cumplir
419 magister

acciones útiles; la segunda, deno- mente comparativas, acompañado


minada “goetia”, recurre a demo- por quam por ej., praeterita magis
nios malvados para cometer accio- reprehendi possunt quam corrigi; 3.
nes viles: lo sostienen Proclo (cf. In en formas combinadas de los dos
Remp. II, 337) y el mismo Agustín términos para indicar una propor-
(cf. De civ. Dei X, 9). ción inversa, así en quo magis ... eo
Durante la Edad Media, y aun minus, que se traducen por “cuan-
considerando la distinción men- to más ... tanto menos”; 4. para se-
cionada, la magia circuló clandes- ñalar una progresión, como en eo
tinamente, ya que, respecto de la magis ... et eo magis, “tanto más ...
primera, la pretensión de manipu- y tanto más”.
lar la naturaleza se entendió como
una usurpación de las prerrogativas magister. En la Patrística y en la Esco-
divinas; y, en relación con la segun- lástica cristiana, la noción de maes-
da, los ritos demoníacos fueron re- tro ocupa un lugar importante, de-
primidos y combatidos. bido al magisterio de Cristo. En
Sólo en el Renacimiento, y es- lo concerniente al primer período
pecialmente entre los humanistas, mencionado, se destacan el Peda-
con el retorno a las fuentes anti- gogus de Clemente de Alejandría y,
guas –en particular, las neoplató- sobre todo, el De magistro de Agus-
nicas– se vuelve a los aspectos más tín de Hipona, quien pone el acen-
positivos y naturalistas de la m. De to en la segunda Persona trinitaria
este modo, se la consideró el com- en cuanto Verbo iluminante. Por
plemento de la filosofía natural, o, otra parte, y sobre la base del Evan-
por lo menos, de la parte de ella gelio de San Mateo, el Hiponense
que le permite al hombre actuar insiste en la figura de Cristo como
sobre la naturaleza y dominarla. Tal único maestro. En cambio, Tomás
es la concepción de Pico della Mi- de Aquino, aunque subraya el ca-
randola (cf. De hom. dign. 136v). rácter eminente de la enseñanza di-
Por su parte, Campanella distin- vina, añade la eficacia humana en
guió, además de la m. naturalis y de esta actividad.
la diabolica, una m. divina. Precisamente la Escolástica, y co-
mo no podía ser de otro modo da-
magis et minus. Son términos compa- das sus características, tiende a pres-
rativos en los que lo afirmado res- tar atención a los aspectos particu-
pecto del primero vale, en dirección larmente institucionales del magis-
inversa, decreciente, para el segun- terio. A partir del siglo XII, se de-
do. En los textos filosóficos, suelen nominó m. a quien habiendo reci-
emplearse “más” o “menos” prefe- bido oficialmente una misión canó-
rentemente en los siguientes senti- nica a través de un título de maes-
dos: 1. cualitativo, para indicar un tro o doctor, tenía licencia para en-
grado más o menos alto, también señar. Ésta era precedida de un exa-
forma parte de expresiones co- men que le confería tal derecho. En
mo magis necessarius, cuando, co- dicho examen, el candidato debía
mo en este caso, la palabra no con- resolver la cuestión doctrinal que
siente la terminación en compara- se le planteaba, solución conocida
tivo; 2. en costrucciones explícita- como determinatio. Cuando estas
magnanimitas 420

determinaciones eran compartidas bio, los clásicos la habían concebi-


por varios maestros, se convertían do en el contexto de la ética aris-
precisamente en sententiae o defini- tocrática. Aristóteles, considerando
tiones magistrales, también llamadas la m. parte de la fortaleza, dice que
dicta magistrorum. es la grandeza de ánimo que incli-
Los textos escolásticos suelen re- na al hombre a realizar, con la mo-
gistrar también la mención de ma- deración de la razón, cosas grandes
gistri antiqui o moderni. Los pri- y excelsas que reportan la más al-
meros pueden ser tanto los filóso- ta especie del honor (véase honor).
fos griegos de la Antigüedad, como El Estagirita confiere particular im-
los Padres de la Iglesia, pero lo más portancia a esta virtud, en cuanto
frecuente es que con esa palabra el que acompaña y hace más grandes
autor aluda a otro de dos o tres ge- todas las demás. Así, advierte que
neraciones anteriores. Tomás de quien se considera digno de peque-
Aquino, por ej., llama “antiqui” a ñas cosas será moderado pero no
los maestros de los comienzos de la magnánimo: la m. es inseparable
Universidad de París, que llevaron de la grandeza como la belleza lo es
a cabo la síntesis preparada por la de un cuerpo grande; los pequeños
labor documentaria de Pedro Lom- son graciosos, pero no bellos (cf.
bardo y Abelardo. En todo caso, Et. Nic. IV, 7-9, 1123a-1125a).
son antiqui quienes no estuvieron Tanto durante el período patrís-
en contacto con la nueva filoso- tico como el medieval, se discu-
fía, o sea, con el aristotelismo. Es- tió el problema de la m. en cuan-
tos últimos, como Roberto Grosse- to que parecía acercarse a la sober-
teste, reciben, en cambio, el califi- bia y oponerse a la humildad. La
cativo de moderni. El mismo Oc- solución se basa sobre una distin-
kham cuenta al Aquinate entre és- ción: la que media entre la grande-
tos. A su vez, al aproximarse el fin za que el hombre posee en cuanto
de la Edad Media, se tendió cada don divino y la imperfección que le
vez más a llamar con este nombre a es propia por su carácter de criatu-
quien seguían la via moderna, esto ra. La magnanimidad hace que el
es, la escuela encabezada por Gui- hombre se juzgue digno de gran-
llermo de Ockham. des cosas, en consideración a los
dones que ha recibido de Dios. Por
magnanimitas. La traducción de es- el contrario, la humildad lo condu-
ta voz por “magnanimidad” puede ce a no imputarse todos los méritos
dar pie a equívocos: de hecho, ac- de esas grandes empresas.
tualmente, se la relaciona más con En la misma línea de Aristóteles,
la generosidad. Pero ésta es una Tomás de Aquino añade que, pa-
acepción moderna, acuñada o con- ra el ejercicio de la m. se requieren
sagrada por Descartes, quien carac- la fuerte y consciente confianza en
terizaba la m. como generosidad es- el éxito de lo que la misma magna-
piritual, aquella que nos lleva a for- nimidad nos lleva a proponernos;
mular un juicio parco sobre noso- la seguridad, que aleja el temor, el
tros mismos, según nuestros pro- desánimo y la desesperanza, por lo
pios méritos, y juzgar a los de- que el Aquinate retoma el aspecto
más sin celos ni envidia. En cam-
421 maius

de fortaleza que Aristóteles había ta por Ockham en In I Sent. d.19,


señalado en la m.; y los bienes de la q.1. Pero, en general, los escolásti-
fortuna, que son medios, como la cos entendieron la magnitud como
riqueza, el poder y los amigos. (cf. la cantidad continua (véase quanti-
S.Th. II-II, q.129, a.6). Como to- tas), es decir, aquel quantum cuius
da virtud aristotélicamente aborda- extrema sunt unum. Las partes de
da, a la m. se oponen exceso y de- un ente con m. están unidas, pues,
fecto. El primero puede asumir la de tal manera que forman una uni-
forma de la vanagloria y la presun- dad natural, una sustancia exten-
ción; el segundo, la de la pusilani- sa, que puede tener una, dos o tres
midad. dimensiones. En el primer caso, se
Más próximo todavía al Estagiri- trata de una línea; en el segundo,
ta, Siger de Brabante asigna la m., de una superficie; y en el tercero,
por excelencia, al philosophus; más de un volumen. Cf., por ej., Tomás
aún, llega a preguntarse si la humil- de Aquino, In Met. V, l.15, 978.
dad es una virtud (cf. De quibus-
dam questionibus moralibus, 1). magnum. Voz que significa “grande”
Otra perspectiva es la de Bue- o, mejor aún, “magno”. Provie-
naventura. En efecto, Buenaven- ne del verbo mactare, cuyo senti-
tura dirige explícitamente su crítica do es el de acrecentar, exaltar. Aun-
a Aristóteles, al que remite en tér- que teóricamente lo grande es lo
minos poco precisos, sosteniendo que está dotado de magnitud y, por
que la m. no es el apetito de los ho- consiguiente, sólo debería aplicar-
nores. Para este autor, consiste en se a los entes materiales, lo cierto es
despreciar las cosas viles –aunque que, en la Edad Media, este adjeti-
sean grandes en apariencia– y apre- vo califica también a la realidad in-
ciar las grandes, aun cuando apa- material (véase magnitudo 1.). Más
rezcan como pequeñas. (cf. Coll. in todavía, se ha usado tanto para en-
Hexaem. V, 10). tes como para cualidades y modos
de ser. Así, y sobre todo en el dis-
magnitudo. Término que aparece en curso no técnico de finales del pe-
los textos patrísticos y escolásticos ríodo medieval, se habla, por ej., de
con acepciones más o menos am- la magna scientia del docto.
plias. En 1. el sentido más lato, se
habla de m., esto es, de grandeza en maius. Comparativo de magnus, este
cuanto perfección, tal es el uso que vocablo, que se suele traducir por
le da, por ej., Agustín de Hipona “mayor”, tiene, obviamente, la po-
en De Trin. VI, 1, al referirse al he- livalencia semántica del adjetivo del
cho de que las virtudes contribuyen que deriva. Así, se puede entender,
a la m. del alma; más aún, la vuel- principalmente, en los siguientes
ven más grande que ella misma. En planos: 1. el de la extensión, donde
2. un sentido más restringido, se m. se ha de leer como “más vasto”
define la m. como aquello que con- en cualquier dimensión; 2. el de la
tiene varios elementos de la misma cantidad, en el que significa “más
naturaleza y localmente distintos, voluminoso”, “más pesado”, etc.; 3.
los cuales constituyen un todo; és- el económico, donde alude a “más
ta es, por ej., la definición propues- caro” o “caro” tout court; 4. el tem-
maledictum 422

poral, en el que indica mayor dura- fetas y sacerdotes, aun de Cristo,


ción o una gran duración, de don- una serie de maldiciones. Por otra,
de los maiores son los que han vivi- se considera el m. humano como
do por más tiempo; 5. el cualitati- un pecado de la lengua.
vo, en el que m. se ha de tomar en La resolución de este aparente
relación con el grado de importan- conflicto se encuentra ya en Orí-
cia. Finalmente, como no puede genes para quien las maldiciones
ser de otro modo, asume un gran divinas no tienen ningún valor de
relieve en el lenguaje filosófico un ejemplaridad respecto de las profe-
significado de este término que de- ridas por los hombres, en la medi-
riva del anterior y que se da en 6. el da en que Él juzga desde su infini-
plano metafísico. En éste, “mayor” ta sabiduría (cf. In Num., hom. 15).
o “más alto” o aun “más noble”, co- Sobre esta base, Gregorio Magno
mo se acostumbra a traducir m., se distingue entre la maldición como
ha de asumir como indicando un iudicium iustitiae, que corresponde
género, una especie o un ente on- al primer caso; y como livor vindic-
tológicamente superior a otro o a tae, propia del segundo (cf. Mor. 4,
los demás. 1). Esta última es ilícita en cuanto
Así, la voz que nos ocupa cobra nace del afán de venganza y expre-
una gran importancia a la hora de sa una voluntad de forzar la acción
determinar el significado preciso divina, acompañada de la concien-
en que se ha de entender la céle- cia de la propia impotencia.
bre definición anselmiana de Dios No se trata del peccatum oris más
en Proslogion II: “id quo nihil maius estudiado en la Edad Media. Con
cogitari potest”. Así lo hace notar, todo, cuando, durante los siglos
por ej., Ockham en Quodl. VII, XII y XIII, resurge el interés teó-
q.15. Por el sentido que Anselmo rico por esta clase de faltas, se ana-
le confiere en su contexto, y por el liza la posible filiación del m. Así,
procedimiento que sigue la prueba autores como Alain de Lille hacen
de la existencia de Dios en ese capí- derivar la maldición de la envidia
tulo, el m. no propone una compa- (cf. De virtutibus 3), mientras que
ración entre géneros de los cuales otros, por ej., Tomás de Chobham,
Dios sería el mayor, sino que sugie- siguiendo a Gregorio, la adscriben
re una dirección infinita o indefini- a la ira (cf. Summa conf. XVI). Al
damente ascendente de perfección mismo tiempo, se han discutido
más allá de todo genero pensable. los posibles objetos que hacen del
m. algo legítimo, por ej., por parte
maledictum. El tema de la maldición de profetas. Ciertamente, quedan
ha ofrecido a los autores patrísticos excluidos tanto Dios como cual-
y escolásticos un nudo teórico: por quiera de sus criaturas como tales,
una parte, el hecho de que Dios admitiéndose sólo éstas en cuanto
mismo maldice, como se lee en el pecadoras.
Génesis respecto de la serpiente co-
mo el mal, en la instancia inmedia- malitia. Esta noción, tal como ella
ta anterior a la expulsión de Adán fue elaborada en la Edad Media, se
y Eva del Paraíso. Por lo demás, la puede entender en sentido amplio
Escritura presenta en boca de pro- o estricto. En el primero, la m. es lo
423 malum

contrario de la bondad moral (bo- del problema del mal en la Edad


nitas 2.) y constituye, junto con és- Media está indisolublemente liga-
ta, una de las categorías éticas me- do a la revelación judeo-cristiana,
dievales más importantes. En efec- que subyace como supuesto en el
to, todo acto moral es bueno o ma- pensamiento de este período. Se-
lo, según guarde o no conformidad gún el dato revelado, todo lo que
con la recta razón, en cuanto que es –incluída la materia– es bueno,
ésta es una participación de la ley ya que todo deriva, en última ins-
eterna. Ciertamente, se puede ha- tancia, de un Dios bueno que lo ha
blar in abstracto de actos indiferen- creado en un acto libre y voluntario
tes. Pero, en cuanto se consideran de amor. Obviamente, este planteo
provenientes de un individuo par- condiciona la concepción sobre el
ticular, no lo son en sentido ab- mal, eliminando toda posibilidad
soluto, ya que son cumplidos por de una doctrina dualística al res-
una persona determinada, delibe- pecto, es decir, de una postulación
radamente, bajo ciertas circunstan- del mal como principio subsistente
cias y con fines precisos. Pero, pa- al par del principio del bien. Pero,
ra que el acto sea malo, es decir pa- aunque esto excluye una respuesta,
ra que se pueda hablar de m., bas- la maniquea, no basta para señalar,
ta que lo sea uno solo de estos ele- en cambio, la dirección de las ela-
mentos; de ahí la sentencia “bonum boraciones doctrinales que prevale-
ex integra causa, malum ex quocum- cieron respecto de este tema.
que defectu” (véase). Así lo señala De manera muy rápida y gene-
Tomás de Aquino (cf. S.Th. I-II, ral, se ha de decir que los pensado-
q.18, a.9; qq.19-21; De malo, q.3, res medievales, en última instancia,
aa.12-15). asignaron la presencia del mal en el
En sentido más restringido, se lla- mundo a la voluntad humana; por
ma m. a la perversión de la volun- otra parte, formularon la doctrina
tad cuando ésta, conscientemente, sobre el mal basándose sobre otro
obra mal, o sea, elige un bien ínfi- dato de la revelación: el de la caída.
mo, pudiendo optar por uno ma- En primer lugar, distinguieron en-
yor. Muchos autores medievales tre el mal metafísico, el moral y el
han considerado que la malicia se físico.
torna tanto más grave cuando per- Desde el punto de vista metafí-
siste en la ignorancia para poder sico, y por lo señalado antes sobre
obrar mal con mayor libertad, o la equiparación ser y bien, el m. en
cuando excita la pasión para poder cuanto tal es considerado una pri-
hacerlo más intensamente, o cuan- vación, carencia o defecto, o sea, la
do no combate un mal hábito ya falta de una perfección en algo que,
instaurado. por sus caracteres específicos, debe-
ría poseerla. Así, por ej., la ceguera
malum. En general, la literatura me- en un hombre, o la guerra en una
dieval ha distinguido entre el mal sociedad, constituyen males, por-
como aquello no deleitable, el mal que implican, respectivamente, la
como aquello no querido y el mal ausencia de la visión o del orden
como aquello vituperable. Más allá
de las distinciones, el tratamiento
mansuetudo 424

propio de la paz, que son sendas del eón más bajo. Tardíamente, el
perfecciones ontológicas. gnosticismo admitió la positividad
Consecuentemente, desde el pun- del mal, con lo cual confluyó en el
to de vista moral, el mal –en este maniqueísmo.
caso, el pecado o m. culpae–, obe- Precisamente, a propósito de su
dece a una defección o imperfec- polémica antimaniquea, Agustín
ción de la voluntad humana. Pero elabora, en los términos apunta-
también esta última es, indirecta- dos, las perspectivas sobre la cues-
mente, la causa última del mal fí- tión, especialmente, en Conf. VII,
sico o m. poenae, en cuanto que és- Ench. 23, 2; De civ. Dei XI, 22; De
te constituye el castigo divino de la mal. II, 1, 2, De lib arb. II, 53 y III,
falta original. 4, etc).
Si bien es Agustín de Hipona Posteriormente, pero siempre den-
quien, en su polémica con los ma- tro de este esquema básico, la discu-
niqueos, elabora más detalladamen- sión se centró en la determinación
te y formula de manera más precisa de la facultad humana responsable
esta doctrina sobre el mal, que pa- de la elección de lo m. Para Esco-
sa a la Edad Media, muchos de sus to Erígena, esto deriva del mal uso
elementos se encuentran ya plan- de la razón (cf. De div. nat. IV, 16).
teados o retomados durante todo Más tarde, Alejandro de Halès in-
el período patrístico. Véanse las si- siste en la cualificación del m. co-
guientes afirmaciones: Tertuliano mo privatio boni (cf. S. Th. I, q.
dice que el hombre tiene la volun- 18). Siguiendo a Agustín (cf. De
tad de elegir el bien o el mal (cf. nat. boni 4), Buenaventura lo en-
De anima I, 22); Lactancio añade tiende como privación de bien (cf.
que el mal deriva justamente del De regno Dei 43). En el mismo sen-
abuso que el hombre hace de tal li- tido, Tomás de Aquino llega a una
bertad (cf. Divinae institutiones II, serie de formulaciones más preci-
9); Clemente de Alejandría subra- sas: nada puede ser malo –escri-
ya que no puede derivar de Dios, be– por su misma esencia; el mal
sino sólo del hombre (cf. Stroma- no existe sino en lo bueno como en
ta IV, 13); Orígenes aclara que, en su subiectum. Y, contra todo rastro
cualquier caso, el mal es simple pri- de maniqueísmo, añade que, quie-
vación de bien, (cf. In Ioan. II, 7 nes postularon dos principios, uno
y Contra Celsum VI, 53); Gregorio del bien y otro del mal, considera-
de Nyssa lo caracteriza como mera ron solamente la causa particular
negatividad y falta de luz (cf. Ora- de efectos particulares, y no la pri-
tio cat. 7); Boecio apuntará que, mera causa universal de todo el ser
aun siendo absolutamente ajeno al (cf. S. Th. I, q. 49, a. 3 c). El Ser,
mal, Dios es capaz de extraer de él con el que se identifica el Bien, en
el bien (cf De cons. phil.. IV, 1, 2). su carácter de causa absolutamente
Cabe acotar que de esta admisión primera, sólo puede constituir un
de la negatividad del mal sólo están principio único, ya que dos presu-
excluídos los gnósticos, quienes, en pone uno.
general, y por influencia helénica,
ligan la materia y el mal a la obra mansuetudo. Cf. clementia.
425 materia

marginalia. Por la ubicación precisa- En la doctrina de las cuatro causas,


mente marginal en los manuscri- la m. es ese sustrato. Pero cabe ad-
tos, se denominan así algunas glo- vertir que Aristóteles no la conside-
sas (véase glossa) redactadas durante ra un elemento más, sino principio
la Edad Media. Muchas veces, estas constitutivo de la misma corporei-
anotaciones eran después amplia- dad, principio potencial en cuanto
das hasta convertirse en comenta- capaz de recibir determinaciones.
rios sistemáticos al texto glosado. La m. no es pues, un ente, ni acto,
sino pura potencia. De ahí las ca-
massa. Originariamente, esta voz la- racterizaciones negativas que Aris-
tina significa “montón” y contie- tóteles ofrece al respecto en Met.
ne cierto matiz de multitud, haci- VII, 3, 1029 a. Plotino acepta del
namiento y confusión; de ahí que aristotelismo el concepto de mate-
se haya empleado, en Teología, en ria como sustrato indeterminado y
la expresión m. perditionis. Con radicaliza de alguna manera su ne-
ella se alude a todos los hombres gatividad al afirmarla como no-ser
quienes, después de la caída, con- que limita al ser. (cf. En. II, 4, 14-
forman una multitud que está en 16; VI, 1, 26; I, 8, 3; III, 7, 6).
deuda con la suprema justicia divi- Al llegar a la Patrística, no se en-
na. Algunos serán justificados por cuentran ulteriores precisiones so-
Dios, pero no todos, con lo que es- bre este tema en Agustín de Hi-
te concepto se relaciona con el de pona, cuya posición acerca de es-
praedestinatio (véase). Agustín de te punto parece oscilar entre la aris-
Hipona, por ej., lo trata en De dono totélica –recibida por él a través de
pers. XIV, 35. mediaciones– y la estoica, que con-
materia. Es el equivalente latino del cibe la materia fundamentalmente
griego hyle. Desde un punto de vis- como cuerpo. Sin embargo, debe
ta muy general, puede decirse que señalarse aquí un aspecto muy im-
la m. es el sustrato de los entes cor- portante que Agustín subraya y que
póreos, por ende, constituye uno se prolonga en todo el así llamado
de los principios de los entes que agustinismo medieval: el hilemor-
abarca el campo de la experiencia fismo universal, es decir, la afirma-
sensible. Desde esta perspectiva, el ción de la materia en todas las crea-
concepto de m. fue elaborado par- turas sin excepción, aun en las sus-
ticularmente por Aristóteles. Para tancias espirituales. A éstas se atri-
el Estagirita el principio indetermi- buía una suerte de “materia espi-
nado y el principio determinado de ritual”, en cuanto no captable por
la sustancia corpórea están dados los sentidos. Las razones implícitas
precisamente por el binomio ma- en esta doctrina podrían resumir-
teria-forma, sustrato del devenir. se así: 1. la identificación aristoté-
En efecto, al ser impensable para la lica de los binomios acto-potencia
mentalidad griega un devenir ori- y forma-materia, llevaba a conside-
ginado en la nada, sólo resta admi- rar que sólo Dios, al ser Acto puro
tir un sustrato inmutable en todos y carecer por completo de poten-
los cambios de determinaciones cia, es absolutamente inmaterial; 2.
como pasajes de una forma a otra. el agustinismo entedió que la defi-
materialiter 426

nición –de la que son susceptibles da” (cf. C. G. III, 20). En cuanto
todos los entes– al exigir el géne- principio potencial no tiene un es-
ro próximo y la diferencia específi- se propio; originariamente existe en
ca, requería por ello mismo la pos- función de la creación, pero estruc-
tulación de materia y forma respec- turalmente su ser deriva de la for-
tivamente; 3. al no tener en cuenta ma, por lo cual sin ésta la m. no se
ningún otro tipo de composición puede dar (cf. C. G. IV, 63). Res-
metafísica más que la de materia pecto de la m. en cuanto principio
y forma, y al reconocer solamen- de individuación, que Tomás trata,
te a Dios el atributo de la absoluta por ej., en In Met. VII, l. 11, 1496,
simplicidad no se hallaba otro me- véase individuatio.
dio para distinguirlo de las creatu- Contrario a la posición tomista,
ras que esta concepción hilemórfi- Duns Escoto atribuye un esse pro-
ca en ellas. pio a la m.; por lo demás, se opone
Contra esta concepción agusti- también al Aquinate, en el sentido
niana del hilemorfismo universal de considerar que, en el hombre, la
reacciona Tomás de Aquino, quien materia, es decir, el cuerpo, no es
rechaza la existencia de la materia, informada inmediatamente por el
por “espiritualizada” que ella fue- alma, sino a través de la mediación
re, en las sustancias espirituales. Pa- de una forma corporeitatis.
ra el Aquinate, en todo lo creado, Por su parte, Ockham da preemi-
el binomio potencia-acto se resuel- nencia al significado de m. como
ve no solamente en el de materia- uno de los dos elementos o prin-
forma, sino también en otro, me- cipios de todo ente compuesto (cf.,
tafísicamente más elevado: el de es- por ej., Quodl. III, q.18).
sentia-esse. Así, la exclusiva absolu- Hacia fines de la Edad Media, el
ta simplicidad de Dios queda salva- término aparece también con un
da. En efecto, el Aquinate atribu- uso que la Modernidad retomó: el
ye la composición de esencia y ac- de objeto de una disciplina (véase,
to a toda creatura, aun a las espiri- sin embargo, subiectum 1.3.); así
tuales, las que, sin embargo, care- como, por ej., se dice también que
cen de la composición materia-for- las pasiones son la m. de las virtu-
ma. La esencia es potencia respec- des.
to del ser y, por ende, la limita; só-
lo en Dios ambos términos se iden- materialiter. Desde 1. el punto de vis-
tifican y por eso Él es el Ipsum Esse ta lógico, se dice que un predicado
subsistens. conviene a su sujeto m., cuando le
En cuanto a la realidad natural, corresponde en razón de la materia
Tomás acepta la doctrina aristoté- y no de la forma de este último: así,
lica de la m., pero rechazando, ob- por ej., una brasa es m. pesada; for-
viamente, la tesis de la eternidad de maliter es cálida.
la misma (cf. S. Th. I, q. 3, a. 8). En cambio, desde 2. el punto de
La caracteriza por la potencialidad vista metafísico, este adverbio es si-
(cf. S. Th. I, q. 48, a. 3), por lo cual nónimo de specificative en el senti-
tiene más de no ser que de ser, aún do de aludir a una cosa material a
cuando no se la puede llamar “na- parte rei in seipsa y no considerán-
dola fomalmente en uno de esos
427 maxima

aspectos. Así, pues, si se dice, con aspectos de la realidad, es decir, lo


referencia a Sócrates: “Istud ani- que él llama consideratio. La consi-
mal est rationale”, la proposición deración matemática tiene por ob-
será verdadera m., pero no forma- jeto las proporciones manifiestas de
liter (véase formaliter 2.), ya que es las cantidades y se divide en 1. ari-
imposible sostener: “Istud animal, thmetica, que atiende a los núme-
quatenus animal, est rationale”. ros en su pureza; 2. musica, que es-
tudia los números y proporciones
materializatio. Esta voz aparece algu- en los sonidos; 3. geometria, cuyo
nas veces en textos de la Escolásti- objeto es la cantidad continua y las
ca tardía, en oposición a la de “in- dimensiones en general; 4. perspec-
formatio” (véase). Señala la función tiva, que considera la línea visual-
receptiva de la materia en cuanto mente; 5. astronomia, que estudia
que ésta recibe la forma para cons- la regulación del movimiento de
tituir con ella el cuerpo. los cuerpos; astrologia, que exami-
mathematica. Se conoce con este na la influencia natural de los ce-
nombre la disciplina que tiene por lestes (véanse) (cf. Coll. in Hexaem.
objeto las demostraciones, princi- IV, 15).
pios y propiedades de las cantida- maxima. En sentido amplio, la m. in-
des y de los números. Se divide en dica una breve fórmula que expre-
geometria y arithmetica (véanse): en sa sintéticamente un aserto o una
sentido lato, la primera considera norma general comúnmente acep-
las cantidades unidas en las figuras; tada. En sentido estricto, es un tér-
la segunda, por separado, en los nú- mino correspondiente a la Lógica,
meros. Tanto en el período patrísti- que se encuentra en muchos esco-
co como en el medieval, se prefi- lásticos. Así, según Alberto Magno,
rió atenerse a esta distinción, por lo por ej., la m. es una proposición
que el término m. es menos usual admitida en general, pero subraya
que los últimos mencionados. Pa- su diferencia respecto de la dignitas
ra Tomás de Aquino, el objeto de del axioma, en cuanto que aqué-
las matemáticas es abstracto, según lla no posee la certeza inmediata de
nuestro modo de conocer: es la ra- ésta. Para el mencionado autor, las
zón la que separa los entes mate- maximae conforman la séptima de
máticos de los sensibles, como di- las trece clases en que él divide las
ce en In Met. XI, l.1, 2162. No proposiciones (cf. In An. Post. I, 2).
pueden tener causa eficiente ni fi- Por su parte, Pedro Hispano hace
nal porque esto conviene sólo a un de las máximas una de las subdi-
ser en cuanto que existe y los en- visiones de los “lugares comunes”
tes matemáticos son, para él, entes (véase locus, in fine) y aclara: “Locus
de razón; por eso, en las matemáti- maxima idem est quos ipsa maxima.
cas nada se demuestra por la causa Maxima autem est propositio, quae
agente ni por la final (cf. ibid. III, l. non est auctora prior vel notior, ut
4, 375; S.Th. I, q. 44, a. 1 ad 3). ‘omne totum est maius sua parte’, ‘de
Para Buenaventura, la m. no es quocumque praedicatur species et ge-
tanto una disciplina cuanto un en- nus”. Inmediatamente después es-
foque que atiende a determinados pecifica la función dialéctica de la
maxime 428

m.: ésta “…confest firmitatem argu- cambio, se denomina m. quod non


mento” (Sum. Log. V, 7). a la magnitud que excede inmedia-
tamente a la del maximum quod
maxime. Adverbio que deriva del su- sic, por ej., 2.60 metros. Y se lla-
perlativo de magnus, señala lo que ma minimum quod non a la mag-
es en sumo grado, en el más alto, nitud que antecede inmediatamen-
es decir, máximamente. Por eso, te a la del minimum quod sic, por
muchas veces, aunque no exclusi- ej., 0.50 m.
vamente, aparece en el contexto de
la via eminencial (véanse via y emi- mediatum. Voz que se refiere todo lo
nenter). Así, se suele usar, en la lite- que está en relación con otra co-
ratura filosófica, con los siguientes sa a través de una instancia inter-
significados derivados del ya men- media. Tal como también se indi-
cionado que es el principal: 1. in- có en el artículo de su correlativo
dica algo en especial o particular- immediatum (véase), este término
mente, así, por ej., Tomás de Aqui- no aparece en los textos medievales
no escribe que, aunque versa sobre usado con una gran precisión, pe-
el ente en cuanto tal, la Metafísica ro siempre lo hace en el sentido ge-
trata m. de los inmateriales (cf. In neral aludido. Con todo, dentro de
Met. VI, l.1, 1162-65); 2. algo que dicha significación amplia, puede
supera a todo lo demás en su espe- intentarse la siguiente clasificación:
cie; 3. algo que se asume preferen- 1. en Lógica, se denomina media-
temente; 4. cuando forma parte de ta toda conclusión a la que se arri-
la expresión in hunc maxime mo- ba a través de un término medio en
dum, señala que algo se toma prin- el razonamiento; tal mediación da
cipalmente o la mayoría de las ve- lugar a una evidencia también lla-
ces. En cambio, en lenguaje vulgar, mada “mediata”, a la que se llega
se traduce por “sobre todo”. por evidencias inmediatas; 2. en el
campo gnoseológico, y si bien fue
maximum. Los escolásticos usaron más frecuente en la Modernidad,
esta voz, o bien, la expresión “m. también en los siglos medievales se
quod sic” para aludir a la máxima habló de conocimiento mediato;
magnitud que puede alcanzar el tal es el que se puede tener natu-
miembro de una especie, sin de- ralmente sobre Dios, en la medida
jar de pertenecer a ella. Así, por ej., en que sólo se alcanza dicho cono-
si se toma como unidad de medi- cimiento a través de las criaturas; 3.
da el metro, se considera que dos en Metafísica, a veces se denominó
metros y medio es la altura máxi- ‘mediato’ el efecto producido por
ma que puede tener un ser huma- el efecto de una causa y no directa-
no adulto, y esa cantidad será el m. mente por la causa misma.
quod sic del hombre. Su opuesto es
el minimum quod sic, es decir, la medicina. Voz proveniente de la raíz
mínima cantidad que se puede te- med- que designa nociones muy
ner, conservando con ello la propia diversas, como las de medir, pon-
esencia; por ej., en el caso mencio- derar, regir, cuidar. Hace alusión
nado, y tomando la misma unidad siempre a la moderación requeri-
de medida, sesenta centímetros. En da para conservar o reestablecer el
429 medicina

orden de un cuerpo enfermo, pero tes que una teoría, y hay un cier-
no sólo en él sino también en asun- to consenso en señalar que la siste-
tos humanos graves. Este matiz matización científica del arte médi-
precisa el significado de dicha raíz co en las universidades a partir del
vinculándola estrechamente con la siglo XIV no constituyó un progre-
sabiduría de tomar las medidas que so en su eficacia.
las circunstancias imponen. Dicha práctica contaba con cier-
Ya en el período patrístico, Tertu- ta sistematización heredada del cri-
liano, en su De anima, había con- terio hipocrático que divide la me-
siderado la m. “soror philosophiae”. dicina en diaetetica, pharmaceuti-
Como última derivación, esto con- ca y chirurgica. La primera es regu-
tribuyó a incluir la medicina en el la vitae; la segunda, regula medica-
abanico científico de la Edad Me- minum; la tercera, manuum opera-
dia, precisamente dentro de la phi- tio. La diaetetica se entendía como
losophia naturalis. Isidoro de Sevi- ordo vitalis; de ahí que se conside-
lla la define como lo que preserva o raran en ella, además del régimen
restablece la salud del cuerpo, cuyo y contenido de las comidas, va-
objeto son las enfermedades y he- rios factores esquematizados en el
ridas (cf. Etim. IV, 1). Por su par- corpus hipocraticum: luz y aire, ali-
te, Alcuino, en sus Didascalia, di- mentos y bebidas, trabajo y des-
ce que la m. es la “scientia curatio- canso, sueño y vigilia, excreciones y
num ad temperamentum et salutem secreciones, y afectos del alma. To-
corporis inventa”, con lo que subra- do esto apuntaba a mantener y ha-
ya una doble finalidad: la regula- cer plena la armonía alma-cuerpo,
ción y la salud corporales. Durante por lo que Hugo de San Víctor en-
el período medieval propiamente tiende esta regulación de la dieté-
dicho, Guillermo de Conches co- tica como musicalidad, esto es, co-
menta que la distinción entre el fi- mo armónico equilibrio. Respecto
lósofo de la naturaleza y el médi- de la farmacopea medieval, son no-
co es paralela a la que media en- tables los “códices medicinales” es-
tre el teórico y el práctico: “physi- critos a manera de poemas, entre
cus, qui est naturarum contemplator ellos, el Macer floridus del siglo XI,
et medicus, secundum physicam ope- y las obras de Hildegarda de Bin-
rator”. Con ello retoma, aunque no gen, como Causa et curae; el Liber
explícitamente, el carácter central antidotarius magnus contiene, ade-
que Nemesio de Émesa había atri- más, innumerables recetas. En rela-
buido en las ciencias físicas al estu- ción con la cirujía, fundamentada
dio del hombre en cuanto microcos- en notables estudios anatómicos y
mus (véase). fisiológicos, se ha de subrayar que
Las tres funciones que el Me- no fue en la Edad Media –como
dioevo adscribió a la m. en cuan- después en el Renacimiento, cuan-
to ars práctica respecto de la natu- do estuvo a cargo de barberos– un
raleza son, entonces, la regulación, auxiliar de rango menor. Más aún,
la restauración y la prevención. Así, se reconocen varias escuelas quirúr-
durante casi toda la Edad Media, gicas medievales, como la salernita-
la Medicina fue una práctica an- na, heredera de la árabe. A ella per-
meditatio 430

tenece, por ej., la Practica chirur- la vida intelectual y espiritual. En


gica de Rogerio de Salerno, pero este terreno, el citado autor ubica
también son célebres obras como la la m. entre la cogitatio y la contem-
Chirugia de Rolando de Parma o la platio (véanse), considerando las
Chirugia magna de Bruno de Lon- tres como diversas “visiones”. La m.
goburgo. es una visión en la que ni se abs-
En la práctica tanto de la clíni- trae ni se contempla, sino que se
ca como de la cirujía medievales se reflexiona. Se trata, como se verá,
distinguían tres aspectos: diagnós- de una reflexión que implica el em-
tico y pronóstico, terapeútica e hi- peño de un espíritu que indaga en
giene, poniéndose un particular profundidad y con perseverancia.
cuidado en el trato con el paciente, En efecto, los autores de esta escue-
como testimonian los consejos del la sostienen: “ex imaginatione cogi-
De cautelis medicorum de Arnaldo tatio, ex ratione meditatio, ex inte-
de Vilanova. lligentia contemplatio”. Sin embar-
El fundamento de la importancia go, aún poniendo la raíz formal de
de la Medicina en la Edad Media la m. en la razón, dichos pensado-
radica en la concepción de la vi- res, bajo la influencia agustiniana,
da presente del homo viator como no agotan la meditación en el pu-
oportunidad única de realización ro raciocinio. Involucran en ella el
personal y en la creencia de que to- ejercicio ascético del espíritu que,
do en la naturaleza creada está or- superando la dispersión propia de
denado al bien del hombre. En este la cogitatio, se recoge en sí mismo,
contexto, la enfermedad no es cas- preparándose así para la contempla-
tigo de los pecados individuales si- tio, como indica Ricardo de San
no consecuencia de la falta original Victor (cf. De praeparatione animi
y se consideraba ocasión de purifi- ad contemplationem, 87). Otro tan-
carse, así como la salud era enten- to sucede con la doctrina de Bue-
dida como don divino. El cuerpo naventura al respecto (véase mysti-
debía atenderse, pues, cum mensu- ca 2.). Así, la noción que nos ocupa
ra et ratione. Cf. morbus. implica, en cualquier caso, un ejer-
cicio espiritual. Por eso, en el Hu-
meditatio. Además de la significación manismo renacentista, al volver a
general de “meditación”, esta pa- las fuentes conceptuales, se rescata
labra asume un sentido muy pre- la significación que le atribuye Isi-
ciso entre los autores de la escuela doro de Sevilla en sus Etimologiae
de San Víctor, particularmente en y que subraya precisamente el as-
Hugo de San Victor. Desde el pun- pecto de la ejercitación que conlle-
to de vista meramente escolástico, va la m.
Hugo declara que hay dos cosas Se ha de evitar confundir este
que hacen posible la adquisición de concepto con el de ruminatio, de
la ciencia: una es la lectio (véase), y sentido exclusivamente religioso y
la otra la meditatio, concebida, en de contexto monacal, y, menos aún
las escuelas medievales, como am- con el de meletema (véanse).
plicación de la primera (cf. Didas-
calion I, 1). Pero, la acepción más medium. En su acepción más general,
específica del término, concierne a “medio” señala siempre una instan-
431 medium

cia a través de la que, o en virtud forma por la cual el agente produce


de la cual algo es, adviene o se pro- su efecto, así el calor, que es la for-
duce. Debido a la amplitud de esta ma mediante la cual el fuego actúa
primera significación, la Escolástica en la mano; 5.3. m. in quo es aquel
restringió el significado de esta no- mediante cuyo examen una poten-
ción según los diferentes planos en cia percibe la existencia de otra co-
que aparece. 1. en el orden físico, sa, como en el espejo se discierne
y sin otra acotación, m. puede sig- la cosa reflejada o en una imagen
nificar simplemente “instrumen- lo representado; 5.4. m. sub quo es
to”. 2. en el plano lógico, el medio, aquel que hace actuar a una poten-
llamado también “m. rationale” es cia en general, sin determinarla en
un concepto o proposición que es- orden a ningún ente o cualidad en
tá ordenada a probar otra propo- particular, así la luz es el medio por
sición; específicamente, en el silo- el cual el ojo percibe cualquier co-
gismo, el “término medio” es aquel lor. Siempre ontológicamente ha-
que figura en las dos premisas pero blando, los medios pertenecen al
no aparece en la conclusión (véa- mismo género que los extremos,
se syllogismus); 3. desde el punto de como señala Tomás de Aquino (cf.
vista matemático, el 3.1. m. arith- In Met. X, l.9, 2038), ya que son
meticum es el número que excede términos relativos. Al mismo tiem-
y es excedido respectivamente por po, el m. puede serlo por partici-
otros dos, según la misma canti- pación o por negación de los extre-
dad; así el 7 es el m. arithmeticum mos (cf. ibid. IV, l.16, 722).
de 3 y de 11, ya que excede al pri- Los últimos cuatro distingos que
mero y es excedido por el segundo los escolásticos han efectuado desde
en 4; en cambio, se denomina 3.2. el punto de vista ontológico tienen
m. geometricum al número que ex- su correlato gnoseológico. En efec-
cede a otro en la misma proporción to, 6. en el orden de conocimien-
en que es excedido por un tercero; to, 6.1. m. quod es lo que hoy lla-
así, 6, m. de 12 y de 3, guarda res- maríamos “objeto de conocimien-
pecto de éstos una proporción do- to intermedio”, esto es, un objeto
ble; 4. en el orden ético se llama m. de conocimiento tomado respecto
morale a aquel que un agente asu- de otro ulterior; 6.2 m. quo es la fa-
me para conseguir un fin, por ej., cultad cognoscitiva en cuanto tal,
la perseverancia en el cumplimien- concebida aristotélicamente como
to de ciertos actos; 5. en el plano “tábula rasa”, o sea, como pura po-
ontológico, el 5.1. m. quod o sup- tencialidad indeterminada de co-
positi es aquel que, al mediar en- nocer; 6.3. m. in quo es el conoci-
tre el agente y el paciente, recibe la miento mismo, formado y en acto,
acción del primero que llega al se- es decir, el verbum mentis; 6.4. m.
gundo, de esa manera el aire es me- sub quo alude al objeto formal, es-
dio entre el fuego como agente y to es, a la condición y el carácter de
la mano quemada como paciente, referible que tiene un objeto o bien
por lo que se conoce también con al intelecto en general, o bien a una
la expresión “m. transmitionis cau- forma específica de conocimiento,
sae”; 5.2. m. quo se denomina a la potencia o hábito, por ej., la piedra
meletema 432

dice relación a la vista por el color: (cf. De mem. 1, 450b 17) habían
lo coloreado es el m. sub quo de la hecho. Por su parte, Plotino insis-
vista. De ahí que Tomás de Aquino tió en la persistencia de la conser-
lo caracterice diciendo que es aque- vación implicada en la memoria
llo “sub cuius ratione omnia referun- (cf. En. IV, 3, 29).
tur ad potentiam vel habitum” (S. En el período patrístico, es Agus-
Th. I, q. 1, c. 7 c). tín de Hipona el autor al que se de-
También se ha hablado de m. en ben los análisis más ricos sobre el
7. sentido teológico. En efecto, el tema en el célebre libro X de sus
término es de gran importancia en Confessiones. Esto obedece acaso al
el pensamiento bonaventuriano: hecho de que el Hiponense amplía
eminenter, Buenaventura conside- los alcances de esta potencia o fa-
ra m. al Verbo, desde varios puntos cultad al punto de hacer coincidir
de vista, entre los cuales los fun- sus límites –o falta de ellos– con
damentales son: porque ocupa el los del alma: dice, en efecto, que
medio en la Trinidad; porque, en en la memoria está contenido has-
cuanto que todo ha sido hecho por ta aquello que se ha olvidado. Por
Él, es medio en la creación; y por- otra parte, Agustín distingue entre
que, en la medida en que ilumi- la memoria sensible, que nos per-
na con certeza la inteligencia crea- mite recordar imágenes visuales,
da, es medio de todas las ciencias y sonidos, sensaciones táctiles, olfa-
de las virtudes (cf., por ej., Coll. in tivas, sabores; la intelectual, en la
Hexaem. V, 9-11). que están contenidas las nociones;
y la afectiva, por la que se evocan
meletema. Voz que aparece raramente emociones que, con todo, no se re-
para indicar la meditatio en las doc- producen en el momento de recor-
trinas de las diferentes ciencias. darlas. Después de páginas donde
memoria. Bajo este término se entien- desarrolla toda una suerte de feno-
de ya sea una facultad, ya sea el ac- menología de los procesos de re-
to de la misma, ya sea el hábito de cuerdo y olvido –del que, por lo
dichos actos. En líneas muy gene- demás, también hay una memo-
rales, y como facultad, se puede de- ria–, Agustín plantea dos temas re-
cir que la memoria es la potencia lacionados con ella. En primer lu-
o posibilidad de disponer de afec- gar, el de la m. sui o memoria de
ciones, sensaciones, ideas y cono- sí mismo, que es el hilo de conti-
cimientos adquiridos en el pasa- nuidad y unidad que atraviesa los
do. Tal disponibilidad da lugar a recuerdos de una persona y que le
dos actos o operaciones: cuando posibilita constituir a partir de ellos
dichas imágenes, emociones o no- el principio de la propia identidad;
ciones, vuelven espontáneamen- en otros términos, la m. sui es una
te bajo el foco atencional del alma, conciencia de sí que le permite a
se tiene el recuerdo o la m. propia- cada uno de nosotros decir justa-
mente dicha; cuando se los busca mente “yo”. En segundo término,
sistemáticamente, se tiene la remi- se ha de mencionar la m. dei, te-
niscentia (véase), distinción que ya ma que en Agustín aparece íntima-
Platón (cf. Fil. 34a-c) y Aristóteles mente vinculado con el del anhe-
433 mendacium

lo de felicidad en cuanto tendencia que la línea divisoria no siempre se


natural y, por ende, universal de los muestra clara. Con raras excepcio-
hombres. Se entiende por m. dei el nes, una constante prevalece en el
deseo de gozar de un Bien infinito análisis de esta tríada: el hecho de
y eterno, que no se ha conocido co- que se la hace derivar de la avari-
mo para recordarlo, pero que Dios cia: se consideró que es por codicia
mismo ha sellado en el fondo del de riqueza que se suele mentir, co-
alma humana, a la que este anhelo meter perjurio o levantar falso tes-
sirve de norte en su búsqueda de la timonio. Sea de ello lo que fuere,
felicidad. Pedro Lombardo se destaca en es-
La Escolástica, y con ella Tomás te examen que lleva a cabo a partir
de Aquino, considera la memoria del falsum testimonium, pero mar-
sensible una de las facultades o po- ginándolo después a favor de m.
tencias de la sensibilidad interna y periurium (cf. Sent. III, dd.38 y
(véase sensus). Así, vuelve a las ba- 39). Así, la tríada inicial se convier-
ses aristotélicas que subrayan en es- te en binomio. Otra dificultad que
ta facultad el carácter de retención este tema presenta es el de la plura-
y conservación, sobre todo, de da- lidad de campos en el que intervie-
tos sensibles (cf. S.Th. I, q.29, a.7). ne: el filosófico, el teológico, el de
Con ello, la memoria en cuanto la espiritualidad, el exegético, el ju-
tal pierde parte de su poder acti- rídico, etc. Nos atendremos en par-
vo de búsqueda y recreación. Pero ticular a los dos primeros.
los escolásticos, siguiendo también Respecto del problema de la men-
en esto a Aristóteles, respecto de la tira, una de las mayores autorida-
distinción mencionada al comien- des que lo han tratado es Agus-
zo, pusieron ese poder activo en la tín de Hipona en su Contra men-
reminiscencia, por lo cual la obra dacium. Fundamentalmente, pa-
de Tomás sobre este tema se titula ra el Hiponense, la condición de
precisamente De memoria et remi- mentir es consecuencia de la caí-
niscentia. da original, y su paternidad ha de
ser atribuida al demonio. Algunas
mendacium. Pecado de la lengua, la reflexiones del De Trinitate sobre
mentira es la primera de las faltas la relación verbum-veritas comple-
contra la verdad, seguida por el pe- mentan el tratamiento agustiniano
riurium y el falsum testimonium, del tema. De hecho, desde el pun-
con las que queda indisolublemen- to de vista ético, m. se define como
te ligada. Como es obvio, están culpa moral cuando hay conciencia
unificados por el elemento de false- de la incompatibilidad entre el ver-
dad. Durante el período patrístico, bo interior y el exterior, que tiene
el falso testimonio fue el primero la función de traducirlo.
que se estudió debido a la expresa Pedro Lombardo y Rodolfo Ar-
prohibición que pesa sobre él en el dente seguirán esta línea. Pero el
Decálogo. Así aparece, por ej., en último pondrá el acento sobre las
Tertuliano (cf. Adversus Marcionem repercusiones sociales de la mentira
IV, 9, 6). Con todo, el interés se que no sólo hace al hombre odioso
fue desplazando hacia los otros dos a Dios sino que también lo vuelve
conceptos mencionados, entre los
mens 434

despreciable e inútil para los otros ráneo, tiende a asociarse con la ra-
hombres. Y ello porque destruye zón y no con aquello que los auto-
la credibilidad sobre la que se fun- res medievales llamaron intellectus.
da toda posible comunicación (cf. En Plotino, la perfección del cono-
Spec. univ. XIII, 162-163). Por su cimiento humano estriba en el re-
parte, Alejandro de Halès insis- torno de la m. del hombre al Nous
te –contra la autoridad de Ambro- o Mens divina, superando los gra-
sio que hablaba de “obras mentiro- dos de la percepción sensible y de
sas”– en vincular m. con el lenguaje la aprehensión de las ideas, hasta
oral, toda vez que parte de la rela- la intuición de la verdad absoluta
ción sermo-veritas. Por detrás de to- del Nous, proceso que culmina en
dos estos análisis permanece siem- la identificación de la m. humana
pre como trasfondo la afirmación con lo Uno. Se advierte, entonces,
agustiniana de Enchiridion VII, 22: que la m. corresponde al intellec-
“quien miente habla contra aque- tus y constituye un grado superior
llo que siente en el alma con la in- al de la ratio o diánoia, tal como lo
tención de engañar”. También ha había sugerido ya Platón.
pesado en la elaboración posterior Durante el período patrístico, la
del tema la clasificación de Agus- filosofía de Agustín de Hipona se
tín sobre las especies de la menti- mueve en ese marco. Retomando la
ra, que él propone mediante el en- imagen platónica de Rep. VI, 508 a
trecruzamiento de diferentes crite- y ss., Agustín afirma que, así como
rios: la materia o el objeto, la in- para la percepción visible son ne-
tención, etc. En escala de gravedad cesarios el ojo, el objeto a contem-
decreciente, ellas son: 1) la menti- plar y la luz, algo similar ocurre en
ra que concierne a la doctrina; 2) la el conocimiento intelectual: pa-
que no sirve a nadie y perjudica a ra que éste tenga lugar es menester
alguien; 3) la que perjudica a uno que intervengan la m. humana, lo
para beneficiar a otro; 4) la menti- cognoscible y cierta luz espiritual
ra pura que se pronuncia por el so- que proviene de la M. o Veritas di-
lo placer de engañar; 5) la motiva- vina, es decir, del Verbo, que asiste
da por el deseo de gustar; 6) la que, a la mente del hombre con una es-
no dañando a nadie, beneficia a al- pecial illuminatio (véase). Por ello,
guien ya sea porque salva su vida o se tiene el conocimiento intuitivo
sus bienes. Pedro Lombardo agiliza de las formas ideales contenidas en
esta clasificación proponiendo otra el Verbo, formas que la m. evoca en
que distingue entre m. officiosum, sí misma bajo el influjo de esa ilu-
iocosum y perniciosum (cf. Sent. III, minación divina (cf. De lib. arb. II,
d. 38, q.1). 12). Agustín la caracteriza como la
dimensión superior del alma racio-
mens. Suele tomarse como equivalen- nal (véase animus), puesto que es
te de la palabra griega nous; en todo la que adhiere a los inteligibles y a
caso, m. siempre alude a la facul- Dios. En principio, puede sorpren-
tad intelectiva del alma humana. der que la m., en cuanto que se de-
Se ha de evitar, pues, el equívoco fine también como pensamiento,
de traducirla por “mente”, ya que contenga naturalmente tanto la ra-
esta palabra, en su uso contempo-
435 mens

zón como la inteligencia: “…mens, otra parte, Buenaventura subraya


cui ratio et intelligentia naturaliter dos aspectos en la m.: el carácter
inest…” (De civ. Dei. XI, 2). Pe- intrínseco del que proviene el con-
ro cabe advertir que el Hiponen- cepto, en confrontación con el ex-
se establece, platónicamente, la si- trínseco de la palabra que lo tradu-
guiente diferencia: la ratio es el mo- ce (cf. Coll. in Hexaem. XI, 9).
vimiento por el que la m. pasa de Más allá de las distinciones y aun
uno de sus conocimientos a otro, de las vacilaciones terminológicas,
por asociación o disociación (cf. De en la tradición agustiniana todavía
ord. II, 2, 30); en cambio, el inte- es rastreable una antropología tri-
llectus o la intelligentia es la que re- partita. Ésta desaparece en los es-
sulta directamente iluminada por el critos de Tomás de Aquino, quien
Verbo, y por ende, es superior a la tiende a asimilar en la realidad m.
ratio, aún cuando ambas pertenez- y anima; más aún, subsume la pri-
can a la m. (cf. In Ioan Evang. XV, mera en la segunda.
4, 19). Así pues, en Agustín, ratio En efecto, en el Aquinate, si bien
e intellectus o intelligentia son fun- es muy frecuente el uso de intellec-
ciones propias de la m. y constitu- tus como traducción de nous, el tér-
yen aspectos de ésta. Con todo, ca- mino que nos ocupa aparece con
be advertir que no siempre es pre- dos acepciones semejantes e inte-
ciso e inequívoco en la utilización rrelacionadas, pero que no deben
de este vocablo, dado que, a veces, confundirse: en un sentido, To-
lo emplea como sinónimo de ani- más entiende la m. como facultad
mus y aun de spiritus (véanse). Sea del anima; en otro, la considera la
de ello lo que fuere, en el Hiponen- esencia misma del alma en cuan-
se, la m. conserva cierta entidad de to intelectiva, no otra cosa diferen-
dimensión humana distinta y dis- te de ella. Así, consigna la siguien-
tinguible de las de corpus y anima, te aclaración: “Mens in anima nos-
ya que usa esta última palabra pa- tra dicit illud quod est altissimum in
ra aludir a lo que vivifica o anima virtute ipsius; et sic mens nominat
el cuerpo. De esta manera, mien- potentiam animae et non essentiam;
tras que el anima vincula al hom- vel, si nominat essentiam, hoc non est
bre con lo que le es inferior, la m. o nisi in quantum ab ea fluit talis po-
spiritus lo une a lo supremo. tentia” (De ver. 10, a. 1). Según que
Particulares matices asume es- utilice este vocablo en el primer o
te término en el vocabulario bona- en el segundo sentido, Tomás iden-
venturiano. En efecto, para Buena- tifica o distingue, repectivamen-
ventura la m. no es una dimensión te, m. e intellectus, pero lo más fre-
del hombre sino una facultad o po- cuente es que emplee m. para alu-
testad del alma. Su función es la de dir a la potencia intelectiva del al-
mover el intelecto y la voluntad en ma, con la que se conocen los cosas
la constitución de los actos libres, despojadas de toda materialidad, es
por lo que interviene esencialmen- decir, abstractas.
te en el libre albedrío; m., intellec- En los autores pertenecientes a la
tus y voluntas conforman, por lo transición entre Edad Media y Re-
demás, una imagen trinitaria. Por nacimiento, el concepto de m., en
mensura 436

general, es de manifiesta derivación Pero, aunque estos antecedentes


neoplatónica. En Nicolás de Cusa, siguen vigentes en el período pa-
por ej., (cf. Idiota, III), la m. tiende trístico, es muy distinta la fuente en
a identificarse con el alma y expre- la que sus autores abrevan en la ela-
sa el aspecto por el cual ésta es in- boración de este concepto. En efec-
formada por la verdad divina; pero, to, se basan sobre un texto bíblico
por otra parte, el alma es lo que in- fundamental, el de Sapientia 11,
forma al cuerpo. Para el Cusano, la 22, donde se lee que Dios dispu-
m. es la fuerza que “complica” (véa- so todas las cosas en “medida, nú-
se complicatio) nocionalmente los mero y peso”. Esto dio pie a una in-
ejemplares de todas las cosas. En terpretación metafísica del vocablo
cuanto complicante, la m. humana que nos ocupa. En su lectura, Agus-
es imagen de la divina, pero se dis- tín de Hipona asocia la m. –que en
tingue de ésta en que la concepción el lenguaje cotidiano y vulgar seña-
de la m. divina es producción de las laba entonces, por ej., el jarro con
cosas; la de la humana es sólo no- el que se medían las porciones de
ción de ellas. Nicolás distingue, fi- trigo– con la circunscripción onto-
nalmente, como potencias propias lógica, con aquello por lo que cada
de la m., el intelecto, la razón y aun ente es o existe, y existe como ente;
el sentido. en cambio, vincula al número con
la esencia que determina la especie.
mensura. En líneas generales, la medi- Por esa razón, la m. es llamada por
da ha sido considerada en la Anti- el Hiponense también modus, esto
güedad bajo dos aspectos: en cuan- es, límite.
to relación entre una extensión y la Todos estos antecedentes con-
unidad, y en cuanto criterio o ca- fluyen en la Escolástica, en la que
non de lo que es verdadero o bue- se ha hablado de m. como de 1.
no. Ya Platón, refiriéndose al ar- medida de perfección, por ej., el
te de la medida, la había dividido blanco en relación con los colo-
en dos partes: la que mide el lar- res; 2. medida de lo múltiple, co-
go, la altura, el ancho y la veloci- mo la unidad respecto del núme-
dad respecto de sus contrarios; y la ro; 3. medida de la duración, como
que mide la relación con lo con- el tiempo lo es del movimiento; 4.
veniente, lo oportuno y lo debido medida de extensión, como la vara.
(cf. Pol. 284e). Por su parte, Aris- Sobre las huellas de Aristóteles, To-
tóteles, aceptando esta división, su- más de Aquino define este térmi-
braya, en lo concerniente a la pri- no en su acepción más común, di-
mera, la condición de homogeni- ciendo que es aquello por lo cual se
dad entre lo que se mide y aquello conoce la cantidad de una cosa, de
con lo que se mide (cf. Met. X, 1, ahí que tiene razón de principio, y
1053a 22). Respecto de la segun- que la medida ha de ser homogé-
da, es conocida la doctrina aristo- nea con lo medido (cf. In Met. V,
télica de la medida de la virtud en l.8, 872-875 y X, l.2, 1956).
el medio equidistante entre dos ex-
tremos, considerando además, al mentaliter. Adverbio que señala el mo-
hombre virtuoso la medida de los do de asumir algo formaliter (véa-
actos humanos. se): precisamente, aquel según el
437 metalogicus

cual se consideran y distinguen las En su tratamiento teológico de la


formalitates (véase formalitas) sólo cuestión, Ockham llama merito-
mentalmente. También aparece en rio el acto que puede tener la vida
la expresión loqui m. (véase). eterna por recompensa. Menciona
tres condiciones para que se pueda
mentio. Término que se utiliza en el hablar de m.: la primera es que di-
sentido lato de “mención”, pero no cho acto se lleve a cabo con cono-
suele revestir ningún matiz técnico cimiento de causa; la segunda, que
en filosofía. sea libre, es decir que esté en po-
meritum. En general, indica el de- der del sujeto llevarlo a cabo o no;
recho moral a un reconocimien- la tercera, que mediante ese acto se
to que puede tener la forma de cumpla actual y positivamente con
la aprobación, la recompensa o uno de los mandamientos sin tras-
el premio. Por contraposición, el gredir ninguno de los demás. En
demeritum es el merecimiento de este último sentido, la posición oc-
la desaprobación o aun del casti- khamista se enfrenta con la de Pe-
go. De ahí que se haya definido co- dro Auriol, para quien el acto me-
mo “proprietas actus moraliter boni, ritorio es aquel por el cual se cum-
dicens proportionem ad praemium”. ple toda la ley divina (cf. In I Sent.
Así pues, tanto el m. como el deme- d.17, q.2).
ritum constituyen una propiedad Cabe añadir que también se ha
del acto moral, pero no son intrín- establecido la doctrina teológica
secos a la virtud o a vicio sino que acerca de la acumulación sobre una
derivan de ellos. persona de méritos adquiridos por
Entre otros autores, Buenaven- otras, en virtud, por ej., de la ora-
tura confiere particular atención a ción. Ya en la Patrística, Cipriano
las clases de m. que enumera como: había escrito que los méritos son
1. de congruo, que es el que corres- títulos –meritorum tituli– que se
ponde a las obras preparatorias pa- computarán en la asignación del
ra la justificación; 2. de digno, que premio celestial.
es el propio del justo y se orde- Transcurrida la Edad Media, es-
na ya sea al acrecentamiento de la te tema dividirá aguas en la Refor-
gracia en sí mismo, ya a la justifi- ma, ya que la línea católica insisti-
cación ajena; y 3. de condigno que rá en que, auxiliado por la Gracia,
es el de las mismas obras del justo el hombre recto puede obtener mé-
en relación con la vida eterna. Pa- rito a título de justicia; en cambio,
ra Gabriel Biel, el m. de congruo es la línea protestante tiende a negar
aquel que pone al fiel en condicio- este título y poner el acento en la
nes de recibir la generosidad o libe- Gracia divina.
ralitas de Dios, mientras que el m. metalogicus. Aunque este adjetivo per-
de condigno es el que lo hace digno tenece especialmente al vocabula-
de ser premiado por la justicia di- rio filosófico moderno, se encuen-
vina; de ahí que esta última clase tra un antecedente medieval en
de mérito se funde ex debito iusti- el siglo XII en Juan de Salisbury,
tiae (véase) (cf., por ej., In II Sent., quien se vale de él para titular una
d.27, q.1, a.2, concl. 4). de sus obras más importantes: Me-
metaphorice 438

talogicon. Hace referencia, en ge- guido su vida por medio de la espa-


neral, a la teoría de los principios da…”, donde “extinguir” significa
y de los fundamentos de la lógica, “terminar” y ambos son determina-
considerados en cuanto condicio- das maneras de quitar. Finalmente,
nes del pensamiento mismo y, par- llama “metáfora por analogía” a la
ticularmente en el mencionado au- que se da cuando un segundo tér-
tor, en su carácter puramente ins- mino es al primero, lo que el cuar-
trumental. to al tercero; así, existe la misma re-
lación entre la vejez y una vida hu-
metaphorice. Es otro de los vocablos mana, que la que hay entre el atar-
que los autores medievales utilizan decer y todo un día, lo que justifica
como correlativo y opuesto a for- que el poeta diga metafóricamente:
maliter. En efecto, uno de los sen- “el atardecer de la vida”, para refe-
tidos que asume este último es el rirse a la vejez.
de designar algo vere et proprie, es
decir, en lo que tiene de específica- metaphysica. Proveniente, aunque en
mente propio; así, se puede decir, segunda instancia, del griego metá,
formaliter, por ej., “El hombre ríe”. más allá, y physis, naturaleza, esta
En cambio, se utiliza un término palabra tiene el significado genéri-
m. cuando se lo transpone del con- co de la investigación de lo que está
cepto al que se lo atribuye con pro- más allá de la experiencia. La m. in-
piedad, a otro que guarda alguna tenta, por ende, aprehender el sen-
aparente semejanza de carácter con tido más profundo de la realidad,
el primero. De ahí que un sinóni- buscando sus razones supremas.
mo de esta palabra sea apparenter. Como es sabido, el origen del tér-
De este modo, se dice m., “La pra- mino es casual y se encuentra en la
dera ríe”. ordenación que el editor Andróni-
Este uso medieval del concep- co de Rodas hizo de las obras aris-
to que nos ocupa derivó de las re- totélicas, colocando después de los
flexiones que sobre el tema formula libros de filosofía natural (tá phy-
Aristóteles en su Poética, I, 457 b y siká), aquellos que versaban sobre
ss. El Estagirita señala que la men- el ente en cuanto tal y sobre el ser
cionada transposición puede tener supremos, investigación que Aris-
lugar 1. del género a la especie; 2. tóteles llamó “filosofía primera”.
de la especie al género; 3. de espe- Así, se denominaron metá tá fysiká
cie a especie; 4. por analogía. Ejem- los libros posteriores a los concer-
plo del primer caso sería “Aquí está nientes a la naturaleza. En la Anti-
detenida mi nave” porque el estar güedad tardía, el sentido doctrinal
andando es un modo especial del de la filosofía primera sustituyó el
genérico “estar detenido”. El ejem- significado literal del título, con lo
plo propuesto para el segundo ca- cual metá indicó una trascendencia
so es “Mil gloriosas empresas llevó especulativa y ya no una mera su-
a cabo Odiseo”, donde el término cesión material de escritos.
específico “mil” vale por el genéri- En la Edad Media, y particular-
co “muchos”. En cuanto al tercer mente desde Averroes, la expresión
caso, Aristóteles lo ejemplifica con tá metá tá physiká es entendida en
otra cita poética: “Habiendo extin- singular, pasando a indicar una dis-
439 metaphysica

ciplina, llamada también transphy- En la Escolástica, Alejandro de


sica. Halès y Buenaventura mantienen
La filosofía primera de Aristóte- esta orientación, pero renovándo-
les se presenta a los autores medie- la y sistematizándola al contacto
vales como una disciplina rigurosa- de los principales escritos de Aris-
mente especulativa, en la que cul- tóteles descubiertos a la sazón por
mina todo un sistema filosófico y el mundo cristiano. Así, para Bue-
que supone una teoría del cono- naventura, la m. versa “circa cogni-
cimiento íntimamente integrada a tionem omnium entium, quae redu-
ella y basada sobre la abstracción: cit ad unum parimum principium,
sólo partiendo de un estudio de los a quo exierunt, secundum rationes
entes finitos en sus particularida- ideales, sive ad Deum, inquantum
des concretas, se alcanzará la con- principium, finis et exemplar” (De
sideración del ente en cuanto ente red. artium, 4). Intervienen aquí
y del ser supremo. Por eso, la m. se nociones de la metafísica aristotéli-
resuelve aristotélicamente en cien- ca, pero en el ámbito que no quiere
cia ontológica y teológica, que es- perder de vista el carácter inaliena-
tudia tanto el ser en cuanto ser y ble del alma y de Dios, al que se di-
sus propiedades esenciales, como el rigía la sabiduría agustiniana. Esta
ser separado e inmóvil (cf. Met. IV, actitud lleva a no admitir otra m.
1. 1003 a y VI, 1, 1026 a), es decir, que no sea la sapientia christiana,
lo divino. en la que los principios de la razón
El advenimiento del Cristianis- están compenetrados de las verda-
mo y su concepto de un Dios que des de fe. De hecho, muy particu-
crea y ama, que es providente y li- lar es el uso que Buenaventura da
bre y que se menciona como Per- a este término, en el que combina
sona, conduce a un visión diferen- filosofía y mística. Por ej., al men-
te de la relación entre los entes y el cionar emanación, ejemplaridad,
Ser. Así, durante toda la Edad Me- iluminación por los rayos espiri-
dia, las categorías de creación, per- tuales y reconversión a la suma luz,
sona y libertad, hacen reconsiderar escribe: haec est tota nostra m.: (cf.
la metafísica antigua en una nueva Coll. in Hexaem. I, 17).
dimensión. Obviamente, más consecuen-
Para Agustín de Hipona, enro- te con la posición del Estagirita es
lado en la tradición neoplatónica, Tomás de Aquino, quien, en su co-
la m. equivale a sapientia, y ésta es mentario a la Metafísica aristotéli-
concebida fundamentalmente co- ca, habla de tres niveles en los que
mo el conocimiento que toda el al- se puede aplicar el término que nos
ma humana –y no sólo la razón– ocupa: de ente, de Deo y de primis
tiene de Dios como Ser Supremo, causis (cf. In Met., Pr., in fine) . La
como Verdad absoluta y Bien Su- inclusión de “de Deo” hace que es-
mo, cuya posesión procura al hom- ta voz equivalga en él no sólo a phi-
bre la felicidad plena (cf. por ej., losophia prima sino también a theo-
Sol. I, 2 y 7). Por eso, es la inten- logia (véase), al menos en el senti-
cionalidad moral la que rige la bús- do no doctrinal o dogmático de es-
queda metafísica agustiniana. te último vocablo. Por eso, el Aqui-
methodus 440

nate define la m. como la ciencia diante “problemas” y soluciones


que trata “de ente in commune et de correlativas. Por su parte, Epicuro
ente primo, quod est a materia sepa- reordenó los criterios de la ciencia
ratum” ( In I De gen et corr., Pr.). empírica en la forma del “canon”,
De este modo, coloca la m. en el o sea, de una serie de preceptos me-
ápice de las ciencias especulativas, todológicos. Los estoicos y los neo-
después de la Filosofía natural y la platónicos desarrollaban la indaga-
Matemática, ya que es el resultado ción filosófica con “diatribas” o dis-
de una abstracción fomal que con- cusiones convencionales, constitui-
sidera los entes prescindiendo de su das por cuestiones y respuestas que
materialidad. Siguiendo este pro- iban desde el planteo del problema
ceso, la Metafísica indaga las pri- hasta su dilucidación, lo cual era
meras causas y los principios uni- sugerido por la exposición.
versales, mereciendo así ser consi- De algún modo, todos estos ele-
derada la disciplina supremamen- mentos se reencuentran durante los
te intelectual y, en cuanto tal, sabi- períodos patrístico y medieval. Res-
duría. Respecto del Acto puro co- pecto del primero, en Agustín de
mo plenitud de ser, Tomás no sólo Hipona, por ej., convergen el mé-
lo afirma como Bien Supremo que todo socrático de preguntas y res-
atrae hacia sí todas las cosas en tan- puestas –reelaborado en sus diálo-
to causa final, sino también como gos filosóficos, como el de De Ma-
causa creadora, imprimiendo con gistro– con el de la interrogación a
ello otra dirección a este aspecto de sí mismo, propio de las Confessio-
la m. aristotélica. En el pensamien- nes. Uno y otro continuaron en Al-
to del Aquinate, se añaden a esta cuino y Escoto Erígena, pero fir-
novedad, entre otras, la del fuerte memente prevalece cierta orienta-
relieve que concede a la doctrina de ción del método socrático que, en
la analogía del ente (véase analogia) los siglos XII y siguientes, toma la
y a la relación entre essentia y esse. típica forma de las quaestiones, na-
cidas al margen de la lectio (véase).
methodus. En general, y de acuerdo La quaestio (véase) se constituyó,
con su etimología griega, indica la por último, como un género au-
vía o camino por el que debe pro- tónomo en la forma de la quaestio
ceder el pensamiento en la búsque- disputata.
da de la verdad. Sinónimo de es- La base lógica fundamental sub-
te término, es manuductio, que no yacente en el método escolástico es
suele figurar en los textos filosófi- la división del concepto en sus ele-
cos porque se trata, en realidad, de mentos fundamentales: el análisis
un equivalente literario. dialéctico de cada uno de ellos con-
El que habría de ser el método tí- duce a la postulación de una tesis,
pico del pensamiento escolástico la eliminación final de la antítesis
tiene antecedentes en la Antigüe- prueba dicho concepto y lo confi-
dad. En efecto, luego del conoci- ma como verdad demostrada. Los
do método socrático, ejemplicado argumentos a favor de la tesis o de
en los diálogos platónicos, Aristó- la antítesis que se ponían en discu-
teles y su escuela clasificaron las re- sión provenían tanto de nociones
laciones entre los fenómenos me-
441 microcosmus

propias del bagaje científico y filo- de Sevilla consigna en sus Etimo-


sófico de la época, como de las auc- logías: “Graece mundus cosmos ho-
toritates, es decir, citas de la Biblia, mo autem microcosmos, id est minor
o bien de autores antiguos, de la mundus est appellatus”. Más adelan-
Patrística o de la primera Escolásti- te, autores como Pedro Damián y
ca. Una sentencia probada que ha- Hugo de San Víctor, siguiendo la
llara consenso se reconocía a su vez línea neoplatónica, presentan só-
como auctoritas en el desarrollo su- lo el alma humana como un pe-
cesivo de las investigaciones. queño mundo. También lo men-
cionan grandes escolásticos como
methodus hibernica. Esta expresión, Buenaventura (cf. In Sent III, dist.
junto con su equivalente, sapien- 2). Con todo, Buenaventura suele
tia hibernica, se usó algunas veces, preferir la expresión minor mundus
especialmente en la Alta Edad Me- al término que nos ocupa. Lo fun-
dia, para referirse al conjunto de las damenta diciendo que el hombre
siete artes liberales (véase ars). El consta de los cuatro elementos y
nombre obedece a que, en la épo- de tres fuerzas vitales perfectivas: la
ca mencionada, se distinguieron en vegetativa, la sensible y la racional
la difusión de las mismas, particu- (cf. Brev. II, 3-4; Coll. in Hexaem.
larmente, los monjes irlandeses, es XVI, 7). En sentido similar, ya Hu-
decir, los procedentes de la Hiber- go de San Víctor había hecho notar
nia, hoy tierra de Irlanda. que el número cuaternario corres-
microcosmus. Del griego mikros kos- ponde al cuerpo y el ternario al al-
mos, esta palabra caracteriza al ma (cf. Didasc. II, 5). También To-
hombre como un pequeño mundo, más de Aquino prefiere la expre-
en cuanto que en él se sintetizan sión “minor mundus” a la transcrip-
todos los niveles ontológicos que ción latina del término griego que
se dan en el universo, el cual, por nos ocupa; así, dice: “Homo dicitur
oposición, se denomina “macrocos- minor mundus, quia omnes creatu-
mus”, término menos usado. La ex- rae mundi quodammodo invenimtur
presión, ya anticipada por la Anti- in eo” (S. Th. I, q. 91, a. 1, c). Res-
güedad clásica –aparece, por ej., en pecto de la relación entre esta doc-
Demócrito (cf. D. 68 b)–, pasa a trina y la del hombre como confín
la cultura medieval a través de los entre el mundo sensible y el inteli-
neoplatónicos y de Boecio; pero se gible, véase homo 4.
halla, especialmente, en autores de A manera de síntesis, cabe distin-
la Patrística, tanto griega como la- guir el tratamiento de este tema en
tina. Así, se encuentra, entre otros, cuatro grandes grupos doctrinales:
en Clemente de Alejandría (cf. Pro- 1. el de aquellos textos donde só-
trept, I, 5, 3); en Metodio de Olim- lo aparece una breve mención del
pia (cf. De resurrect. II, 10, 2); en problema, con una referencia gene-
Ambrosio de Milán (cf. Hom. in ral a sus orígenes griegos, aun sin
Hexaemeron VI, 9). Un anteceden- especificar la fuente con precisión,
te más inmediato de estos textos como en Rábano Mauro (cf. De
es Filón (cf. Quis rerum divinarum universo, 14) o Boecio, quien pro-
haeres, 155). Por su parte, Isidoro pone hombre-microcosmos como
minimum 442

ejemplo de la definición por ana- predicar el Evangelio a toda criatu-


logía (cf. De diffinitione 4). 2. el de ra y recuerda precisamente que to-
los textos donde la aplicación del das las criaturas están resumidas en
concepto de m. al hombre se justi- el hombre (cf. Hist. Schol. 192).
fica en términos físicos, porque ad- Con el objeto de iluminar retros-
vierten que en él se da la combina- pectivamente la perspectiva medie-
ción de los cuatro elementos que val, es interesante destacar que, con
componen el cosmos: tierra, agua, el Humanismo, si bien se mantie-
aire y fuego. Así aparece en Beda, ne en muchos textos la doctrina
Escoto Erígena, Honorio Augusto- del m., se invierte el punto de vis-
dense, Guillermo Abad. Beda, por ta: al recuperar el hombre el cen-
ej., remite a los fisiólogos griegos y tro de la escena filosófica durante
recuerda que ellos comparaban el el Renacimiento, es su naturaleza la
fuego con el calor del cuerpo hu- que se proyecta sobre el mundo y
mano, el aire con la respiración, el no al revés, por lo cual el mundo es
agua con los humores, la tierra con visto como “macrohombre”. Así se
los miembros (cf. De ratione tempo- lee, por ej., en Pico della Mirando-
rum, passim). 3. el de las obras en la (cf. Heptaplus, in fine) quien de
las que se tienen en cuenta alma y con esta expresión recupera, reva-
cuerpo para establecer la compa- lorizándola, una idea que ya había
ración hombre-mundo. Entre es- aparecido en Filón.
tos autores, se cuentan Clemente
de Alejandría, Ambrosio de Milán, minimum. En general, se entiende
Metodio de Olimpia, Tomás de por esta voz lo menos compues-
Aquino, Godofredo de San Víctor, to, es decir, lo más simple. En sen-
Inocencio III. Es curioso notar que tido más estricto, y en referencia a
en su obra Microcosmus, verdadera lo múltiple, es lo que es uno y no
enciclopedia medieval, Godofredo muchos, o bien, el número más pe-
de San Víctor se apoya en la noción queño en comparación con uno
que nos ocupa para desarrollar una mayor; en referencia a la magnitud,
concepción de hombre optimista, alude a aquella tal que no puede
mientras que Inocencio III apela a haber otra menor. Ahora bien, co-
lo mismo para dibujar un perfil pe- mo señala Guillermo de Ockham,
simista en su De miseria hominis. 4. tal magnitud no existe, puesto que,
finalmente, un cuarto grupo esta- por definición, una magnitud es
ría compuesto por los textos don- divisible al infinito en partes cada
de se atribuye a este tópos un cier- vez más pequeñas. Así pues, en su
to significado moral para usarlo en perspectiva, cuando Aristóteles ha-
la predicación. Entre quienes usa- bla de m. naturale, se ha de enten-
ron la noción de m. con un senti- der la magnitud requerida para que
do moralmente edificante están Isi- un cuerpo pueda resistir a los agen-
doro de Sevilla, Pedro Comestor y tes naturales sin desaparecer (cf. In
Pedro Damián. Así, por ej., el se- II Sent. q.8g). Para las expresiones
gundo de los nombrados inserta el m. quod sic y m. quod non, véase
tema en el pasaje del Nuevo Tes- maximum.
tamento en el que Cristo invita a
443 misericordia

minimum naturale. Cf. minimum e suceder de tres modos: primero, en


indivisibile, ambos artículos in fi- cuanto a la substancia del hecho
ne. milagroso, por ej., que dos cuer-
pos coexistan simultáneamente en
miraculum. Voz propia de la vida reli- el mismo lugar; segundo, por el su-
giosa, el milagro está vinculado eti- jeto en el que se verifica el milagro,
mológicamente a lo ad-mira-ble. como que un ciego recobre la vis-
En la Antigüedad, se asocia con ta, ya que la naturaleza puede dar
otros como portentum o prodigium. la visión pero no a un ciego; terce-
Pero en contexto cristiano prevale- ro, por el modo y el orden, por ej.,
ce la voz que nos ocupa, cuyo aná- el curarse repentinamente una fie-
lisis se hace sobre la base de los mi- bre sin el uso de remedios naturales
lagros mencionados en las Escritu- (cf. S.Th. I, q.105, aa. 7-8 c).
ras, particularmente, los realizados
por Cristo. misericordia. La misericordia se pue-
Durante el período patrístico, en de considerar desde dos perspecti-
dicho análisis, se destacaron tres vas: la psicológica y la ética. Des-
notas: en primer lugar, el hecho de el punto de vista 1. psicológico,
de que el milagro parece contra- es una forma que asume el amor.
rio a la naturaleza, siendo que no Se tienen en cuenta en su caracteri-
se le opone sino que la excede; en zación dos momentos: uno, pasivo,
segundo término, la invariable pre- está dado por la compasión (véa-
sentación del m. como manifesta- se compassio), es decir por la triste-
ción del poder divino; por último, za que la miseria ajena suscita en el
la insistencia en las limitaciones de corazón, de donde esta noción to-
la razón humana ante las causas del ma su nombre; el segundo es activo
milagro, que la superan. Así lo se- y está dado por el dirigirse inten-
ñala, por ej., Agustín de Hipona en cionalmente a la remoción de esa
De civ. Dei XXI, 5 y esp. 8; y Ep. miseria o desdicha que se compa-
187, 24. dece, momento que se conoce co-
La Escolástica estableció mayo- mo beneficentia. Por eso, en la Edad
res precisiones sobre el tema. To- Media se ha repetido “tristitia est in
más de Aquino subraya que la ad- sensu, m. in voluntate”. Así pues, si
miratio (véase) suscitada por el m. bien el nombre de la m. se toma de
es aquella que surge ante la presen- su primera fase, o sea, de la com-
cia de efectos cuya causa no sólo se pasión, lo esencial de este concepto
desconoce sino que no es posible radica en la segunda. En ella, la m.
conocer; de ahí que ese desconoci- se aproxima a la liberalidad, aun-
miento no sea imputable a la igno- que se distingue de ésta por la espe-
rancia de algunos sino a la imposi- cificidad de actuar en orden a la eli-
bilidad de comprensión de todos. minación de un mal. Por su perfec-
De este modo, define como mila- ción esencial, se le atribuye a Dios
gro aquello que es hecho por Dios en cuanto Bondad infinita.
fuera del orden de las causas cono- Desde el punto de vista 2. ético,
cidas por el hombre. El milagro ex- los escolásticos la han considerado
cede, pues, el poder de la natura- una virtud. Para ello, como senti-
leza. Para el Aquinate, esto puede miento debe regularse según la rec-
mistica-mistice 444

ta razón. Por eso, Tomás de Aqui- diversas: las de 1. Avicena, 2. Ave-


no, por ej., la incluye como parte rroes, 3. Tomás de Aquino. 1. Avi-
potencial de la justicia en cuanto cena (cf. Suffic. I, 10) sugiere la po-
virtud que tiende a proporcionar el sibilidad de que los elementos per-
bien en la medida del derecho o del manezcan inmutables en el m. con
mérito en sentido estricto. Con to- sus formas sustanciales; la modifi-
do, no es infrecuente que la m. y cación de sus cualidades activas y
la iustitia entren en conflicto, siem- pasivas determina la complexio del
pre desde el punto de vista ético, m., doctrina que ha tenido una
caso en el que el Aquinate sostie- gran incidencia en la medicina me-
ne que ha de prevalecer la prime- dieval. 2. Averroes (cf., comenta-
ra, dado que ella es el primer mo- rio al pasaje aristotélico citado y al
vimiento de todas las obras divi- De caelo III, 8, 7, comm. 67) recha-
nas (cf. S.Th.I, q.21, aa.3-4; II-II, za la tesis de la permanencia: des-
q.30, aa.1-4). de la perspectiva averroísta, la for-
ma substantialis (véase) no puede
mistica-mistice. Cf. mystica-mystice. padecer ninguna intensificación ni
mixtum. Se llama así, en general, a lo disminución, por ej., no se es más
que resulta de una composición de o menos hombre. Así, parece creer
elementos diversos (véase elemen- que la forma del m. resulta de las
tum) y, en rigor, al cuerpo com- de los elementa, que son interme-
puesto, esto es, al que se puede re- dias entre las formas sustanciales
solver en otros de diferente espe- y las accidentales. Por su parte, 3.
cie o naturaleza. La principal dis- Tomás de Aquino consideró pro-
cusión sostenida en la Escolásti- bable primero la solución de Avi-
ca respecto de este tema concierne cena (cf. In II Sent. d.. 12, q.1, a.4
a la subsistencia o no de las cuali- y De nat. materiae); después, se in-
dades –cálido, frío, seco, húmedo– clinó por la explicación de Averroes
de los elementos en el m. que és- (cf. In Boethii De Trin., q. 4, a. 3,
tos constituyen: utrum maneant in ad 6). Pero, finalmente, luego de
mixto. Esto se debatió sobre la ba- haber ponderado las implicancias
se del pasaje aristotélico del De gen. de la teoría aristotélica de la mate-
et corr. I, 10, 327ª 30 y ss. El te- ria y de la forma, expresó su opi-
ma, además, se relaciona, de un la- nión definitiva: las formas de los
do, con el de la forma substantia- elementos permanecen en el com-
lis (véase); de otro, con el del cam- puesto, non acto sed virtute, es decir
bio como intensificación o dismi- que subsisten –aunque atenuadas–
nución de la presencia de uno o va- sus cualidades propias, y a través
rios elementos en el m. (véase in- de ellas permanecen virtualmente
tensio). Más aún, hay quienes, co- también las formas de los elemen-
mo Tomás, sugieren que de m. se tos (cf. S.Th.. I, q. 76, a. 4 in fine).
ha de hablar respecto de la materia Similar opinión sostiene Ockham
en su pasaje de la potencia al acto (cf. In libros Phys. q.83; Quodl. III,
(cf. In Met. IX, l.6, 1839). 5).
Al respecto, se perfilaron, más mobile. Se denomina así todo aque-
allá de los matices, tres posiciones llo que está sujeto al movimiento
445 modisti

o cambio. Al comentar a Aristóte- que corresponden a las cosas y sus


les, Tomás de Aquino, por ej., dis- propiedades, deducir de esas for-
tingue tres órdenes en la cadena del mas las partes del discurso y justi-
movimiento o cambio: el de la últi- ficar la particularidad de estas úl-
ma instancia en ella, que es el de lo timas en virtud de su perfecta co-
que sólo es movido pero no mue- rrespondencia con las formas lógi-
ve a su vez a ningún otro; el de la cas. En otras palabras, los m. pro-
instancia intermedia, dada por to- pugnaron la correspondencia entre
do aquello que mueve y es movido; tres órdenes de modalidad: los mo-
y el de la suprema instancia, consti- di essendi (véase modus) objeto de
tuída por lo que mueve pero no es la Metafísica; los modi intelligendi
movido. Respecto del último pun- o sciendi, objeto de la Lógica; y los
to, añade que, si ese primer mo- modi significandi, objeto específico
tor mueve en cuanto primum in- de la Gramática.
tellectum et desideratum, es necesa- Los modi intelligendi incluyen el
rio que el primum mobile se desee y estudio de la definición, la divi-
se entienda a sí mismo (cf. In Met. sión, la argumentación y el méto-
XII, l.6, 2517 y l.8, 2536). Véanse do, cuyas reglas indica la Lógica.
motus, in principio; movere). Así pues, también se dice que és-
ta es el modus sciendi por excelen-
moderni. Cf. magister, in fine. cia, porque mediante su regulación
modificatio. Conviene evitar la ten- se aclara lo que está confuso para el
dencia a traducir esta voz por “mo- pensamiento, descubriéndose así lo
dificación”. En efecto, al prove- que nos era desconocido en la rea-
nir de modus (véase), uno de cuyos lidad, dada la señalada correspon-
sentidos fundamentales es el de lí- dencia que los m. suponían entre
mite, el término m. no alude esen- ésta y aquél.
cialmente al cambio, sino que sig- Respecto de los modi significandi,
nifica la acción y el efecto de po- los m. consideraron que el nombre
ner límites (modificare); de ahí que y el pronombre indican lo que es
se diga, por ej., que la templanza estable y permanente; en cambio,
modificat, como lo hace Buenaven- el verbo y el participio aluden al
tura (cf. Coll. in Hexaem. VI, 13). devenir, mientras que las partes in-
Por eso, en contexto filosófico, mo- declinables no pertenecen a la ver-
dificatum suele querer decir “equi- dadera esencia del lenguaje, sino
librado”. que sirven para expresar el pensa-
miento de manera más articulada:
modisti. Se indica con este nombre, non sunt de esse oratonis, sed de bene
o con el de “modistae”, a los gra- esse.
máticos especulativos de los siglos El objetivo último de los m. era,
XIII y XIV, quienes, en el intento pues, llegar a la constitución de
de justificar la significatio –es de- una suerte de Gramática universal,
cir, la relación entre palabra y pen- que pusiera de manifiesto la estruc-
samiento–, introdujeron en gra- tura lógica común de todas las for-
mática nociones lógicas y metafí- mas y reglas gramaticales de las di-
sicas. Su propósito fue el de estu- ferentes lenguas. Pero cabe acotar
diar las formas del pensamiento
modus 446

que, en el esfuerzo por alcanzar di- aristotélico de las “especies” del ser
cho fin, muchas veces cayeron en en cuanto que éste “dicitur multis
deducciones forzadas. modis”. Así, pasó a entenderse co-
Algunos han sostenido que tanto mo “manera de ser”. De hecho, so-
el origen como el fundamento de bre la base de la metafísica de Aris-
la expresión “modi significandi”, se tóteles, Tomás de Aquino distin-
encuentran ya en la obra de Boe- gue quattuor modos essendi (cf. In
cio, si bien se considera común- Met. IV, l. I, nn. 540-43), que des-
mente a Pedro Elías, profesor de cribe en gradación ascendente: 1.1.
Gramática en París de la mitad del esse in ratione: el existir sólo en la
siglo XII, el iniciador de esta co- mente y no en la realidad, lo cual es
rriente. En efecto, en sus comenta- propio de las negaciones y privacio-
rios a los textos del gramático dó- nes; 1.2. esse in debilitate: el ser en
rico Prisciano, Elías fue el prime- devenir, tal como se da en las gene-
ro en considerar la Gramática co- raciones y corrupciones; 1.3. esse in
mo introducción no al estudio de alio: el ser en otro, que se predica
obras literarias sino a la lógica. La de las cualidades, cantidades y pro-
progresiva afirmación en el mundo piedades de la substancia; 1.4. esse
cristiano de las obras aristotélicas in se et per se existens: el ser en sí que
sobre el lenguaje contribuyó a con- existe por sí, con lo cual se llega a la
firmar dicho punto de vista, y a de- substancia como aquello que exis-
sarrollar así la Gramática especula- te de manera verdadera y propia, o
tiva, cuyos principales nombres, ya sea, el principio respecto del cual se
en el siglo XIII, fueron los de Ro- jerarquizan los diversos modi essen-
ger Bacon, Martín, Juan y Boecio di.
de Dacia, Siger de Courtrai y, sobre En 2. el plano lógico-metafísi-
todo, Tomás de Ehrfurt. En la se- co, se entiende por m. lo que pue-
gunda mitad del siglo XIV comen- de ser afirmado de una proposición
zaron a decaer estos estudios y, an- tomada en su totalidad, o sea, prae-
te el auge de la lógica de Ockham, dicabilis de tota propositione. En tal
paulatinamente la Gramática reto- sentido, se distinguió entre cuatro
mó su status primitivo. modos: 2.1. el de lo necesario; 2.2.
el de lo contingente; 2.3. el de lo
modus. Etimológicamente, procede de posible; 2.4. el de lo imposible. Se
la raíz med- con variante en mod- analizaron, además, las relaciones
que aluden a lo limitado –de don- entre estos modos lógicos o propo-
de moderari y modestus– y también sicionales, por ej., la relación de ex-
lo circunscripto, lo justo y, de ma- clusión que se da entre la necesa-
nera derivada, lo equilibrado. riedad y la imposibilidad, o la de
En la Patrística, el término revis- combinación entre lo afirmativo
te particular importancia en Agus- y lo negativo, como en la contin-
tín de Hipona, en cuya ontología gencia, intermedia entre la afirma-
trinitaria se identifica con la mensu- ción de la posibilidad y la negación
ra (véase). En la Escolástica, el tér- de la necesariedad. Para lo que, en
mino aparece en varios planos u ór- cambio, concierne particularmente
denes. En 1. el orden metafísico,
se tradujo con esta palabra el tema
447 mollities

a los modos del silogismo, véase sy- dus tollens es aquel en el que la pre-
llogismus 2. misa menor niega, es decir, quita o
El término se cristaliza entre la elimina, el consecuente de la ma-
primera y la segunda Escolásti- yor: si A es B, C es D; pero C no es
ca, en 3. el plano teológico, a pro- D; luego, A no es B. Este otro mo-
pósito de la discusión acerca de la do da lugar al silogismo hipotéti-
unión en la persona de las dos na- co disyuntivo. Sobre esta base tam-
turalezas de Cristo. En relación con bién se han planteado modos com-
este último punto, Egidio Romano puestos.
había hablado ya de 3.1. “modos
substanciales” y 3.2. “modos acci- mollities. Esta palabra proviene del
dentales”; discusión que profundi- adjetivo mollis que indica lo blan-
zarán después, en especial, Cayeta- do, suave, flexible, agradable; en
no y Suárez. este sentido, se relaciona con lo
En 4. el campo de la Retórica y que produce placer, o sea, delec-
su relación con la Filosofía, se en- tatio (véase). Pero también califi-
tiende por modi tractandi las diver- ca a la persona tan dada a tales co-
sas maneras de abordar y desarro- sas que su mismo ánimo se ha tor-
llar un mismo asunto. Así, por ej., nado mollis, es decir, muelle, flo-
en su epístola a Can Grande de- jo, sin energía, poco firme. En ge-
lla Scala, Dante enuncia los mo- neral, la voz mollitudo –que a ve-
dos 4.1. literarios y 4.2. filosófi- ces reemplaza a m.– se reservó para
cos de los que se vale en su Comme- la condición de las cosas, mientras
dia. Los primeros son 4.1.1. poeti- que el término que nos ocupa sue-
cus, 4.1.2. fictivus, 4.1.3. descripti- le emplearse para la de las personas
vus, 4.1.4. digressivus, 4.1.5. tran- de dicha característica. Así, esta no-
sumptivus; mientras que los consi- ción formó parte del ámbito antro-
derados filosóficos son 4.2.1. defi- pológico-ético en el vocabulario fi-
nitivus, 4.2.2. divisivus, 4.2.3. pro- losófico medieval. Los escolásticos
bativus- improbativus, 4.2.4. con- consideraron la m. en cuanto flo-
victivus y 4.2.5. exemplorum positi- jedad de espíritu en relación con la
vus (véanse, respectivamente). pertinacia y la perseverantia (véan-
En los últimos siglos de la Es- se) y, aristotélicamente, la enten-
colástica, los así llamados modis- dieron como un defecto respecto
ti (véase) distinguieron de los mo- de esta última, siendo la primera su
di essendi, los modi intelligendi o exceso. En efecto, si la perseveran-
sciendi y los modi significandi, que cia consiste esencialmente en soste-
se tratan en el citado artículo. ner la propia decisión en la medi-
da de lo justo y recto, la m. radi-
modus ponens-modus tollens. Se de- ca en perseverar menos de lo nece-
nominan así dos tipos de syllogis- sario. Así, la molicie se aparta fácil-
mus (véase). El modus ponens es mente del bien por no sostener en
aquel en el que la premisa menor el tiempo las dificultades que im-
afirma el antecedente de la ma- piden su alcance: precisamente, lo
yor: si A es B, C es D; pero A es B; propio de la flojedad es ceder ante
luego, C es D. Da lugar al silogis- la más pequeña presión, como re-
mo hipotético constructivo. El mo-
mollitudo 448

cuerda Tomás de Aquino en S.Th. culaciones tratan tanto los aspectos


II-II, q.138, aa. 1-2). materiales de la cuestión, por ej., la
aleación, sello, denominación, ta-
mollitudo. Cf. mollities. maño y peso; de otro, el valor mis-
moneta. La acuñación de moneda du- mo.
rante la Edad Media, hecha en se- En tal sentido, Nicolás de Ores-
cas habilitadas por los poderes rea- me, en la obra mencionada, des-
les, sufrió altibajos. Pero se incre- cribe el fenómeno de la altera-
mentó según el aumento del co- ción de la moneda: el príncipe al-
mercio a partir del siglo XI. Carlo- tera las monedas de su reino cuan-
magno había realizado una impor- do las acapara, cambia la aleación y
tante reforma en los valores mone- las devuelve a circulación con me-
tarios que, si bien fue abandona- nos valor, pero con el mismo se-
da en Europa continental, perdu- llo, provocando así un caos econó-
ró en Inglaterra durante siglos. Las mico. Si lo hace por lucro personal
especulaciones sobre política mo- es, simplemente, un tirano. En al-
netaria, en cambio, surgen en ple- gunos casos excepcionales, cuando
na Escolástica a partir de las obser- hay una urgente necesidad de una
vaciones que se leen en Aristóteles gran masa de dinero, puede alte-
(cf. Pol. I, 9-11), las cuales se com- rar la moneda. En lo que hace al se-
plementan con algunos pasajes ex- gundo aspecto mencionado, las re-
traídos de las Varias de Casiodo- flexiones escolásticas parten del su-
ro. De esta manera, en un primer puesto de que la m. guarda un va-
momento, se condena el comercio lor en sí, más allá del equivalente
monetario, la acumulación de mo- en el comercio.
nedas –por considerarlas, aristoté- A pesar de que ya desde el siglo
licamente, riquezas artificiales– y, XI los templarios operaban con
naturalmente, la usura. Así se lee, letras de cambio –recibidas por
por ej., en Tomás de Aquino (cf. los cruzados en Europa y cambia-
S.Th. II-II, q.78). das por ellos en Tierra Santa– no
Hacia fines del siglo XIII, Pedro se vio un uso de las mismas análo-
Olivi, en su De usura, aborda el te- go al que se hará en la Modernidad
ma del interés justo sobre el capi- con los billetes. Marco Polo cuenta
tal prestado. A mediados del XIV, asombrado el uso del papel mone-
Nicolás de Oresme, en el De mone- da en el reino del Gran Kan.
ta, habla, en cambio, del cambio, monstrum. La voz “monstruo” provie-
la custodia y el préstamo a interés ne etimológicamente de monstrare,
como actividades tolerables por la mostrar; así, m. indicaría algo que
comunidad, siempre que haya vo- se muestra. Sin embargo, para es-
luntad de partes. te último significado el latín prefie-
La mayor parte de los autores me- re comúnmente otro verbo: osten-
dievales consideran que la comuni- dere. Se reservó, en cambio, mons-
dad es la propietaria de la moneda, trare para “mostrar una conducta a
y ésta, un instrumento que permi- seguir”, “prescribir una vía”, como
te una fácil permutación o comer- aparece, por ej., en Plauto, Baq.
cio de riquezas naturales. Sus espe- 133. De hecho, los latinos hacían
449 morale

derivar m. y monstrare de moneo, ej., logra matar a quien odia, pero


uno de cuyos sentidos es advertir. no consigue alinear su acto en or-
Esto ligó el vocablo que nos ocu- den a la beatitudo (véase).
pa a la vida religiosa, en la que mi-
tológicamente se entendió el m. morale. Vocablo derivado de mos, “cos-
como advertencia dada por los dio- tumbre”, señala inicialmente el con-
ses. Ahora bien, ésta se expresa me- junto de actos humanos que se en-
diante prodigios que confunden el cuentran bajo el dominio de la vo-
entendimiento humano, en la me- luntad; en sentido estricto, los ac-
dida que contradicen el mundo na- tos voluntarios según el juicio na-
tural, como una serpiente con alas. tural de la recta razón. Es, por en-
Pero siempre había alegóricamente, de, una cualificación de las acciones
tras lo monstruoso, una enseñan- específicamente humanas, es decir,
za. intencionales y libres. Se opone,
Este último matiz se va perdien- pues, por una parte, a lo material
do al ingresar en la etapa patrísti- o corpóreo; por otra, a la actividad
ca, con la invalidación religiosa del puramente especulativa.
mundo mitológico en el Cristianis- En la Antigüedad prevalece una
mo. Por eso, en la noción de m., concepción eudemonista de la mo-
sólo perdura el aspecto, por así de- ral: el hombre feliz es el sabio y, por
cir, escandaloso, en cuanto contra- ende, el moralmente recto, o sea,
dictorio de lo que debe ser y aun aquel que practica el bien y, para
repugnante: se suele hablar de m. ello, le basta conocerlo. Prototipo
horrendum. de esta concepción es Sócrates. En
Con el reingreso del aristotelismo Aristóteles, en cambio, si bien sub-
y su énfasis en la perspectiva natu- siste al ideal moral helénico de ar-
ral, en la Escolástica se subrayó este monía y felicidad, se subraya la ne-
último aspecto. En efecto, sobre la cesidad de concebir la moral como
caracterización que Aristóteles hace la disciplina sistemática de las ac-
de la noción de monstruos como ciones, las costumbres y los fines.
de seres engendrados fuera del or- Por otra parte, la felicidad humana
den natural (cf., por ej., Phys. II, 8, más plena como fin último y au-
8, 199b 4), los escolásticos tendie- tosuficiente, consiste en la actua-
ron a trazar un paralelo entre el m. lización de lo natural racional del
y el pecado. Así, Tomás de Aquino hombre, es decir, en el ejercicio de
señala que en el monstruo se ad- la vida intelectiva.
vierte que, si bien hay un producto Esta perspectiva cambia funda-
de la naturaleza, ésta falta a su fin mentalmente con el Cristianismo.
último que es la perfección del ser En efecto, la moral cristiana se pre-
producido por ella. De manera si- senta sobre todo con el carácter de
milar, en el pecado, la voluntad hu- la interioridad y constituye una ex-
mana, aunque alcanza la consecu- hortación a la rectitud de corazón,
ción de un fin próximo, falla en su- puesto que su acto fundamental
bordinar éste al fin último que es es la aceptación de la voluntad de
la bienaventuranza (cf. S.Th. I-II, Dios, concebido como Padre que
q.21, a. 1 ad 1-2). El asesino, por ama gratuitamente a los hombres
y quiere su felicidad. La ejecución
moraliter 450

de la ley moral se compedia en el sentido, es término correlativo de


precepto de la caridad, que prescri- efficienter que indica, en cambio, la
be amor a Dios, al prójimo y a sí inmediatez con la que se ejecuta di-
mismo. Los autores de la Edad Me- cha acción.
dia intentaron conciliar este men-
saje revelado con elementos de la morbus. A diferencia de la aegritudo
filosofía moral clásica. Así, Agus- (véase), con esta voz se indica la en-
tín de Hipona, por ej., caracteri- fermedad considerada en sí misma,
za la ley moral como un principio en sus síntomas, en sus caracterís-
obligatorio que regula el acto hu- ticas y en lo que hoy se denomina
mano respecto de su fin y, por en- su patogénesis. Respecto de esta úl-
de, manda conservar el orden na- tima, es interesante, por su vincu-
tural y prohibe turbarlo (cf. Con- lación con la concepción medie-
tra Faust. XXII, 27), pero entiende val de la salud como bien del cuer-
siempre como fin último del alma po, la perspectiva de Hildegarda
humana la unión con Dios, que es, de Bingen. Siguiendo la tradicio-
a su vez, el legislador de dicho or- nal asimilación metafísica entre ser
den natural y universal. y bien, ella entiende que, en el ca-
Justamente sobre este último so del m., no se puede hablar “gé-
punto los escolásticos llevaron a ca- nesis”, ya que este término indica
bo uno de sus principales desarro- el surgimiento de algo que tiene
llos del tema. Precisaron que, pa- ser, cuando en la enfermedad suce-
ra formular una ética, debía expli- de exactamente lo contrario: de he-
citarse primero la naturaleza del cho, disminuye el bien corporal y,
hombre; de lo que se debía dedu- por tanto, mengua el ser del cuer-
cir, en segundo lugar, el fin al que po. Respecto de la recuperación de
se ha de dirigir su conducta. Ate- la salud a partir del m., cabe ano-
niéndose, en la mayor parte, a este tar la perspectiva medieval que in-
esquema metodológico, los auto- cluye tal proceso en su visión ge-
res del siglo XIII, como Tomás de neral, religiosa, de la vida humana.
Aquino (cf. S.Th. II-II, q.1, a.8), De ahí la sentencia Medicus curat,
coincidieron en que Dios es el fin Deus sanat.
último del hombre, principio del mors. Desde tres perspectivas abordó
que deriva la doctrina sobre la fe- el tema de la muerte el pensamien-
licidad y sobre la virtud. Ante esto, to patrístico y medieval, debido a
Duns Escoto ( cf. Op. ox.III, d.37, su fundamento escriturario: como
q.1) y varios escolásticos del XIV final de un proceso vital, como co-
como Ockham (cf. In II Sent. q.5), mienzo de otro ciclo de vida, y co-
plantearon que las normas morales mo limitación, condena o resulta-
se fundan sobre la simple orden di- do del pecado original. Desde el
vina, excepto precisamente aquella primer punto de vista, la muerte
que impone obedecer a Dios, que consiste en la separación del alma
sería la única “natural”. respecto del cuerpo que ella ani-
moraliter. Se dice de aquello que ilu- ma; con ello llega a su término una
mina, invita o inclina al cumpli- existencia humana. Ésta es la acep-
miento de una acción libre. En este ción más común de la palabra que
451 mos

nos ocupa; por eso, cuando, hacia lo más frecuente es que este voca-
el final de su Cántico de las creatu- blo señale la costumbre, es decir, la
ras, Francisco de Asís menciona la frecuencia de lo que está en poder
“segunda muerte”, entiende por es- del hombre. Así, pasó a significar el
to la separación del espíritu respec- hábito al que se aplica eminenter la
to del alma que aquél está llamado cualificación de bueno o malo. Tal
a animar, es decir, la condenación. cualificación es reforzada por apro-
Pero ésta no es el único fin posible baciones o sanciones sociales, pues-
para el alma humana según la doc- to que las costumbres se conside-
trina cristiana. En efecto, según el ran condiciones indispensables en
segundo punto de vista, se exami- las relaciones humanas.
na el tema de la m. a la luz de la Durante la Escolástica, y sobre la
realidad sobrenatural. En tal senti- línea aristotélica, se afinó la elabo-
do, la vida del cristiano es partici- ración conceptual de las costum-
pación de la de Dios, y la muerte bres como “materia prima” de la fi-
es fin de la prueba que debe atra- losofía moral, y se examinaron sus
vesar en este mundo; de ahí que, elementos constitutivos, de los que
en este contexto, se defina la m. co- depende la bondad o malicia del
mo transitus, o sea, como comien- acto humano, y que se denominan
zo de una eternidad personal cuyas “fuentes o causas de la moralidad”.
puertas abrió la Redención de Cris- Éstas son 1. el objeto, o sea, aque-
to. Según la tercera perspectiva, la llo que, formalmente considera-
muerte es pena impuesta a Adán y do, comunica al acto humano una
Eva –y, en ellos, a toda la humani- bondad específica y le confiere pri-
dad– por su afán de ser como dio- mariamente su moralidad: habien-
ses (Gen. II, 17; Rom. V, 12). En do establecido, por ej., que la justi-
este orden, la m. se entiende co- cia es conforme a la naturaleza ra-
mo castigo, esto es, en cuanto fin cional del hombre, el acto humano
de una vida humana perfecta como dirigido a este objeto, se torna es-
la adánica: ella es la culminación de pecíficamente justo. 2. las circuns-
otras penas corporales, lo que lleva tancias, es decir, las determinacio-
a Tomás de Aquino a decir que la nes que se añaden a la esencia del
enfermedad, las falencias físicas y la acto y pueden modificar la mora-
muerte misma responden a un de- lidad de este último: tal como su-
fecto del sometimiento del cuerpo cede con los accidentes respecto de
al alma: se asimilan así a la rebelión una substancia natural, la plenitud
al espíritu propia del apetito carnal, de la bondad del acto humano, no
rebelión que fue, como las mencio- radica exclusivamente en su espe-
nadas, la pena del pecado original cie, sino también en tales determi-
(cf. S.Th. II-II, q. 164, a.1). naciones. Éstas suelen enumerar-
se con el verso latino: quis, quid,
mos. En su sentido lato, alude a un ubi, quibus, auxiliis, cui, quomodo,
modo, manera o estilo; de ahí que quando. 3. el fin es la tercera fuen-
demostrar algo more geometrico, te de la moralidad, en tanto que
por ej., indique que la demostra- constituye a la vez causa del que-
ción se hace al modo de o según los rer y, por eso, mueve a actuar. Di-
principios de la Geometría. Pero
motivae 452

cho fin es el bien, real o aparente, to imperfecto de lo imperfecto”.


por el que se hace algo; pero nótese Es acto imperfecto, puesto que,
que se trata del fin del que obra, no si bien es más perfecto que la pu-
de la obra misma que coincide con ra potencia, lo es menos que el es-
el objeto formal mencionado más tar en acto, que es el término mis-
arriba. Así, el fin se relaciona ínti- mo del movimiento. Y es acto de lo
mamente con la intentio (véase): es imperfecto, porque es acto del en-
el bien al que se tiende, mientras te en potencia. De ahí que esta ca-
que la intención es el acto volunta- racterización aristotélica del m., re-
rio que busca alcanzarlo. cogida por los autores medievales,
Se ha de advertir que, como ob- sea la que lo concibe como acto del
serva Tomás de Aquino citando al móvil en cuanto que es móvil (cf.
Pseudo-Dionisio (cf. S. Th. I-II, q. por ej., Tomás de Aquino, In III
18, a. 3 ad 3), el bien resulta de la Phys. II, 4). Para el sentido más la-
integridad de sus causas, de manera to de este concepto, los escolásti-
que el mínimo defecto puede gene- cos prefirieron la fórmula “actus en-
rar un mal. En virtud de esta con- tis in potentia prout in potentia”, en
cepción fundamental, la filosofía cuya concepción el elemento clave
moral escolástica se opone al prin- lo constituye el prout: “en cuanto”.
cipio de que el fin justifica los me- Efectivamente, el movimiento es,
dios, propuesto y discutido en la en esencia, acto de movilidad de lo
Modernidad. que está en potencia, pero sólo se
puede mover precisamente porque
motivae. En general, se denominan está en potencia; si estuviera en ac-
así las causas que ponen inmedia- to respecto de aquello hacia lo que
tamente en movimiento algo, es- se mueve, no se daría el movimien-
pecialmente, el alma. A veces, se to; simplemente ya sería.
aproximan o se asimilan a la causa Tomás de Aquino confiere a es-
formal. Un uso particular presen- ta noción una particular importan-
ta esta voz en Buenaventura, quien cia, al sostener que, entre todos los
llama así a las rationes aeternae (véa- actos, el más evidente para noso-
se), en cuanto que actúan en el en- tros es el movimiento. Y lo define
tendimiento humano en orden a la precisamente como el acto del mó-
adquisición de cierto tipo de cer- vil, acto que parte de lo que mue-
teza. Dicho de otro modo, la ratio ve; así, es acto de lo que existe en
m. hace que el hombre perciba las potencia, siendo por ello imperfec-
verdades del más alto orden, lo que to y de lo imperfecto. El Aquinate
entraña infaliblemente el consenti- atiende particularmente, además, a
miento por parte de aquél. la distinción entre el movimiento
motus. Significa, movimiento o cam- natural y el voluntario, es decir, el
bio. La concepción escolástica del que se da según el apetito (cf., por
cambio o movimiento se basa en ej., In Met. IX, l. 3, n. 1805; XI,
las consideraciones aristotélicas so- l.9, 2305 y XII, l.7, 2520).
bre el tema. Aristóteles lo entendió Ahora bien, sobre los cuatro tipos
fundamentalmente como pasaje de de m. indicados por Aristóteles, ge-
la potencia al acto y lo llamó “ac- neración y corrupción, traslación,
453 multiloquium

alteración, aumento o disminu- ro no son movidos por el alma mis-


ción, la Escolástica habló respec- ma. La segunda, suele referirse a la
tivamente de 1. m. generationis, 2. causa primera, en cuanto que indi-
m. lationis., 3. m. alterationis, 4. m. ca el agente que mueve sin ser mo-
accretionis y 5. m. decretionis. Tam- vido a su vez por otro. Ciertamen-
bién distinguió un 6. m. aggenera- te, se ha de tener presente el senti-
tionis que implica la producción de do medieval de motus (véase) como
una nueva parte de la substancia movimiento en cuanto cambio.
inanimada, como el fuego que se
acrecienta por la incorporación de movere. En sentido propio, significa
la madera; y un 7. m. nutritionis, cambiar, pero también puede apa-
que señala el aumento de la sustan- recer en sentido metafórico, en el
cia de los seres vivientes por el ali- que asume la acepción de ser ama-
mento. Asimismo, algunas veces se do o deseado, como cuando se di-
usó esta palabra sin acotación pa- ce que el fin mueve (véase mobi-
ra señalar cualquier clase de acción, le) Este verbo también suele apare-
creación o educción. Sin embargo, ce en la expresión m. organice. Ella
es impropio el uso del término pa- significa que, de un cuerpo, pri-
ra referirse a la creación ex nihilo, mero se mueve una parte; por ella,
ya que, en ello, no hay tránsito de una segunda, y así sucesivamente.
potencia a acto, que es lo esencial En cambio, mover un cuerpo non
del movimiento: la nada no impli- organice es mover cada una de sus
ca ni siquiera potencialidad. partes y moverlo en su totalidad al
mismo tiempo.
movens. Se suele traducir por “motor”,
es decir, lo que produce el movi- multiforme. Término poco usado en
miento o cambio (véase motus). Es, el latín medieval con el significa-
pues, correlativo de motum, esto es, do que tiene actualmente en espa-
lo movido, lo que recibe el efecto ñol. En cambio, cobra un sentido
del cambio. Desde luego, son los muy preciso en los escritos de Bue-
escolásticos más fieles a Aristóteles, naventura, en los que indica una
en quien esta noción es clave, los forma de sabiduría (véase sapientia,
que más han estudiado el tema. To- in medio).
más de Aquino escribe que aquello multiloquium. Se traduce habitualmen-
que se mueve a sí mismo tiene par- te como “verbosidad” y, en cuanto
tes o aspectos, unos en potencia y peccatum oris, es particularmente
otros en acto (cf. In Met. XII, l.7, importante en el mundo monás-
2581; V, l.14, 955). tico. El término está asociado con
movens motum-movens non motum. los de loquacitas, linguositas, garru-
Son expresiones ya cristalizadas en litas y, sobre todo, verbositas (véa-
la Escolástica que sigue más fiel- se), los cuales muchas veces se utili-
mente a Aristóteles. La primera de zan como sus sinónimos.
ellas alude al agente que no mueve Con todo, la especificidad del m.
si no es movido; eso ocurre, por ej., radica en distinguir lo mucho de
con los miembros corporales, que lo superfluo. Así, por ej., Agustín
no mueven a otro cuerpo si prime- de Hipona, sobre el final de su vi-
da, recuerda, con preocupación, la
multiplex 454

advertencia de Proverbios 10, 19, En general, durante el período


acerca de que no faltará el peca- patrístico, se acusó de m. a los fi-
do en el m., pero anota, en su des- lósofos paganos. Pero también en
cargo, que no hay verbosidad don- el siglo XII, Pedro Damián y Pe-
de se dicen cosas necesarias (cf. Re- dro Cantor dirigen este reproche
tract., Proem.). Teóricamente, esto a sus contemporáneos. El primero
hubiera debido bastar para diferen- hace girar en torno del m. o, como
ciar semánticamente el vocablo que lo llama, de la loquacitas su sermón
nos ocupa del de vaniloquium (véa- sobre el vitium linguae por excelen-
se), pero, de hecho, no fue así: to- cia. El segundo usa las voces “lo-
do lo más, se consideró el primero quacitas” y “garrulitas” como alter-
causa del segundo. La primera gran nativas de m. y en oposición a bona
autoridad en la materia es Grego- taciturnitas. Por otra parte, contra-
rio que atiende en particular a los pone los valores de brevitas y mul-
efectos del m. Éste, escribe, provo- titudo para subrayar la palabra de
ca la disipación de la interioridad: Dios, que ha elegido revelarse en
quien habla demasiado se pierde en modo conciso; de ahí precisamente
una múltiple comunicación con el el título de la obra de Cantor Ver-
mundo y pierde la posibilidad de bum abbreviatum (cf., esp. PL 205,
volver al verdadero conocimiento 23).
que es sólo interior. Dos metáforas No obstante, la mayoría de los
de origen bíblico han ilustrado es- autores medievales cuentan la ver-
to: como el agua, la mente huma- bosidad entre los peccata minuta, y
na, cuando no está controlada, se tienen en cuenta la connaturalidad
desliza por riachos, si, en cambio, de la locutio en el hombre para con-
se contiene, se dirige hacia lo alto; cluir que la posibilidad de evitar la
en el primer caso, es también como verbosidad es remota; sólo se alcan-
una ciudad sin muros, expuesta a za en el estado de perfección espiri-
los ataques enemigos. Por otra par- tual.
te, abandonarse a la verbosidad im-
plica el peligro de pasar de las pala- multiplex. En el orden metafísico, es
bras ociosas a las perjudiciales; así múltiple todo aquello que implica
pues, el m. termina por compren- esencialmente una pluralidad. En
derlas a ambas. Para Gregorio, sus el lógico, es aquello que, precisa-
causas más frecuentes se han de mente por abarcar una pluralidad
buscar en el vicio de la gula y de de significados posibles, da lugar a
la soberbia (cf. Mor. VII, 37, 57- error en un paralogismo (véase so-
59; Pastoralis PL 77, 73-74 y 81). phisma).
En cambio, Casiano hace derivar la multitudo. Se define como lo poten-
verbosidad de la acedia y, más que cialmente divisible en partes no
en la disolución de la interioridad, continuas (véase quantitas), co-
insiste en la tontería que provoca. mo señala Tomás de Aquino (cf. In
Retomando una tradición clásica, Met. V, l.15, 978). En este sentido,
opone loquax a eloquens (cf. Conla- se asimila a pluralitas y, por eso, m.
tio V, 16). se opone a lo que es único, aunque
no a lo que se cuenta en pocas uni-
455 mundus

dades: basta que sean dos. Pero hay glo” entendido fundamentalmente
también una división formal, que como “la vanidad de este mundo”
se aplica a diversas formas o esen- pero también como polo de atrac-
cias; ésta da lugar a una multitud ción y tentación para el hombre
que no se restringe a individuos de que, por la inmortalidad de su al-
la misma especie, razón por la cual ma, no debe afincarla en él, según
se denomina multitudo trascenden- la concepción cristiana y, en espe-
talis. Sólo este tipo de multitud se cial, la paulina. Entre los significa-
puede dar en los entes incorpóreos dos 2 y 3 se inserta el rechazo del
(véase angelus). m. correspondiente a la posición ri-
gorista de Inocencio III en su De
mundus. Equivalente latino del grie- contemptu mundi, opuesto en su es-
go kosmos, en la Edad Media, es- píritu a la reivindicación del mun-
ta palabra designa primariamente do natural del Cántico del Sol o de
la totalidad ordenada de las cosas. las creaturas de Francisco de Asís.
Sin embargo, con el tiempo fue ad- En la Escolástica, se utilizó la ex-
quiriendo, entre los autores cristia- presión m. creationis, para los dos
nos, distintos matices que se pue- primeros significados; y m. perver-
den reducir a tres significados bási- sitatis, para el último. Debido a es-
cos: 1. m. como el conjunto de to- tas distinciones, Tomás de Aquino
do lo corpóreo, o la totalidad de la señala que el esse in mundo se pue-
naturaleza que denominamos “uni- de entender ut in loco, ut in toto, ut
verso”. En este sentido, Buenaven- in affectu. Esta polivalencia del tér-
tura asume el concepto de m. en mino que nos ocupa está aclara-
relación con lo divino; así, con- da por el Aquinate en S. Th. II-II,
sidera que el mundo es, a la vez, q.188, a. 2, ad 3.
sombra y vestigio de Dios, cami- Dos observaciones principales se
no hacia Él y libro (véase liber) es- han de hacer respecto del concep-
crito por la mano divina (cf. Coll. to de m. en cuanto creado ex nihi-
in Hexaem. XII, 14). Obviamente, lo. La primera concierne al énfasis
esta significación excluye a los án- puesto en la Edad Media sobre su
geles y las almas humanas separa- dependencia ontológica. Al respec-
das. 2. m. como la suma de las co- to Hipólito, por ej., escribe: “Deus
sas creadas, en esta dirección, alu- [...] coaevum habuit nihil, non chaos
de simplemente a la creación con- infinitum, [...] erat unus, solus pro
siderada como un todo. 3. m. co- se, qui, dum voluit, fecit omnia quae
mo lo opuesto al plan salvífico di- sunt, quae non erant antea, nisi quod
vino; este sentido, traslaticio y ne- voluit ea facere” (Philosoph. IX, 32).
gativo, es eminentemente teológico Más allá de la relación entre Dios
y está tomado literal y directamen- y m., este último es, pues, sólo ex-
te de expresiones evangélicas referi- tra propria principia. Sobre esto, los
das al m. como conjunto de fuerzas autores medievales coinciden. La
y personajes que, por su mismo ca- segunda tiene relación con la im-
rácter y modalidades propios, son portancia que la polémica acerca
opuestos, de hecho, a la obra de la de la eternidad o no del mundo ha
salvación. En este último sentido, tenido. En tal sentido, después de
equivale a saeculum, esto es, al “si-
munus 456

la defensa de la noción de creación que se abre el Génesis no sólo se


que Ireneo lleva a cabo contra los puede entender en sentido tempo-
agnósticos (cf. Adv.haer. II, 1, 1), es ral sino también en el de principio
Agustín de Hipona quien plantea como fundamento de todas las co-
con claridad los términos del pro- sas. Por eso, para el Aquinate, tanto
blema contra los maniqueos, a pro- una tesis como la otra no atentan
pósito de su tratamiento del tema contra lo que se lee en la Escritu-
del tiempo (cf. Conf. XI, 10, 13). ra; así, ésta no puede zanjar la cues-
El Hiponense imbrica este último tión que se le presenta a la Filoso-
con la cuestión de la creación. Así, fía, porque no puede hacerlo la ra-
sostiene que el mundo no fue crea- zón, librada a sus solas fuerzas. Cf.
do en el tiempo sino con el tiem- murmur, in fine.
po; por tanto, no cabe preguntarse,
por ej., por lo que hacía Dios antes munus. En el latín clásico, esta palabra
de crear el mundo, porque no hay guarda relación con el orden social.
“antes” donde no hay tiempo. Sus sentidos originarios son tanto
En la Escolástica se retomó la dis- los de “oficio”, “funciones”, “servi-
cusión debido a la tesis averroísta cio”, como los de “regalo” o “don”.
que sostenía la eternidad del mun- Pero, de hecho, este segundo as-
do. Se puede decir que quedaron pecto se fue perdiendo, pues el m.
perfiladas, al respecto, tres posicio- es el “donum quod officii causa da-
nes: la primera afirma la aeternitas tur”. Así pues, se trata de un don
mundi y es seguida por los averroís- que obliga a un cambio, de don-
tas. La segunda afirma que el mun- de, por ej., “re-mun-eración”. Se
do tuvo un comienzo en el tiem- reservó, entonces, para el término
po y es sostenida por los seguido- donum (véase) el don que no exige
res de Buenaventura, por ej., John compensación alguna.
Peckham. Éstos se oponen a la te- En la Edad Media, se diferenció
sis de la aeternitas mundi, en cual- claramente entre los dos aspectos
quiera de sus sentidos, y la consi- en la voz que nos ocupa, los cua-
deran un error de los filósofos (cf. les, antiguamente, se vincularon
Coll. in Hexaem. I, 16). La terce- por su referencia a lo social e ins-
ra dice que, aunque el mundo no titucional. Durante el Medioevo,
haya tenido comienzo en el tiempo y en particular en el campo filo-
–o sea, aunque haya existido des- sófico, el vocablo fue precisándo-
de siempre– esto no lo hace eter- se hasta adquirir un matiz metafísi-
no, dado que, en tal caso, su infi- co que, con todo, guarda cierta re-
nitud seguiría siendo temporal, es lación con sus significados primi-
decir, sucesiva y no simultánea. Tal tivos. En efecto, en contexto esco-
es la posición de Tomás de Aquino lástico, m. es un concepto que alu-
en su De aeternitate mundi contra de a la potencia o a la fuerza (vis)
murmurantes, en donde, además de propia de un agente en cuanto tal.
reivindicar la dependencia ontoló- Así, se vincula con la función de un
gica del mundo respecto del libé- agente o con el poder operativo de
rrimo acto creador de Dios, subra- la causa eficiente, y señala la rique-
ya que la expresión in principio con za ontológica que dicho poder im-
plica. Por ej., Tomás de Aquino es-
457 musica

cribe en In IV Sent., dist. 25, q. 3, analizadas en especial por Rodolfo


a. 3, ad 4: “…munus linguae du- Ardente (cf. Speculum univ. XIII,
plex est: vel quod in ipso actu linguae 175) quien subraya tres: 1) la mur-
consistit, sicut locus; vel quod ex lin- muración es, ante todo, una oblo-
gua initium surint sicut cum quis ex cutio, es decir, una palabra hostil,
hoc quod precibus alicuius satisfacit, una reprobación o un denuesto di-
proprem expectat”. Sin embargo, el rigido contra alguien; 2) está dicha
latín filosófico y teológico medieval en un nivel intermedio, en el sen-
conservó también simultáneamen- tido de que no se pronuncia abier-
te la segunda acepción de “regalo” tamente pero tampoco se calla por
o “don” que, por lo demás, no só- completo; así, entre la palabra cla-
lo se ha de concebir en términos ra y el silencio, se asemeja más a un
monetarios. Así, para atenernos al zumbido que a la voz plenamente
mismo autor, dice el Aquinate en humana; 3) prevé siempre una di-
otro texto: “simonia commititur rección vertical, una jerarquía que
quod cumque munus accipiatur sive hace que la murmuración se tor-
a lingua, sive a manu, sive ab obse- ne pecado del inferior contra el su-
quio” (De Malo, q. 18, a. 4, 13). perior, sea éste un hombre o Dios
mismo.
murmur. La murmuración es uno de Es históricamente interesante, en
los pecados de la lengua. De base orden a examinar los matices de la
escrituraria, si se considera la mur- polémica acerca de la eternidad del
muración del pueblo de Israel con- mundo en el siglo XIII (véase mun-
tra Moisés en el desierto (cf. Ex. dus), la acotación “contra murmu-
15, 24 y 16, 12), fue particular- rantes” con la que Tomás de Aqui-
mente estudiada en contexto mo- no completa el título de su opús-
nástico. De hecho, el monje la en- culo De aeternitate mundi: se refie-
tendió como pecado de los elegi- re a los que dudaban de su ortodo-
dos, es decir de aquellos que es- xia por haber contemplado la posi-
tán en camino hacia la perfección. bilidad de un mundo que hubiera
La murmuratio –otra de sus grafías existido desde siempre.
y quizá la más extendida– atenta
contra la paz en la vida del claustro; musica. En general, la concepción pa-
de ahí la connotación típicamente trístico-medieval de la música la
social de este pecado. Casiano su- asocia tanto con la comprensión
braya el elemento de insubordina- como con la expresión, intelectual
ción que implica, por lo que la ads- y a la vez sensible, del ordo univer-
cribe a la soberbia (cf. Conlatio V, salis establecido por Dios; de ahí su
16). En cambio, Alcuino sostiene vinculación con la matemática. La
que nace de la accidia (véase) (cf. doctrina de la m. como armonía, y
De virtutibus et vitiis PL 101, 635). de ésta en cuanto orden divino cós-
Sea de ello lo que fuere, el verbum mico, nació con los pitagóricos y
murmuriosum ha de ser excluido pasó a Platón quien, en consecuen-
del claustro. cia, la considera disciplina prope-
Obviamente, el ser examinada deútica (cf. Fed. 61a y Rep. VII,
fuera de él, la murmuración reveló 531a). Plotino subraya la posibili-
notas más universales. Éstas fueron dad que ofrece la música de pasar
musica 458

de los ritmos sensibles a la armonía tres diferentes puntos de vista des-


inteligible y, por tanto, señala que de los cuales se la puede abordar
constituye una de las vías de ascen- en cuanto armonía: la música del
so a Dios (cf. En. I, 3, 1). mundo, que alude a la de los fenó-
Sobre la base de esta concepción, menos celestes; la del hombre, que
en el período patrístico, se la in- se refiere a la que se da o se ha de
cluyó en el quadrivium (véase) de buscar entre el aspecto racional y el
las artes liberales, con lo que con- irracional del alma; y la sensible o
formó de hecho uno de los pila- melódica de los instrumentos. Así,
res de la educación medieval. Un continúa Boecio, se llega a percibir
importante tratamiento del tema que tanto los hombres como todas
es el que presenta Agustín de Hi- las cosas naturales aparecen forma-
pona, al dedicarle toda una obra, dos según la razón de los números
precisamente, el De musica. Para (cf. De arith. I, 2 y II, 10-13).
el Hiponense, es parte importan- Con el antecedente de Casiodo-
te de la belleza, cuyo concepto re- ro, los escolásticos asumieron en
mite fundamentalmente a la armo- general esta concepción, pero insis-
nía del orden, construida sobre nú- tieron en el aspecto sensible y es-
meros. Desde el punto de vista sen- tético de la m. La estética musical
sible, es “scientia bene modulandi”, encuentra destacados representan-
por la que se procede “servatis tem- tes, especialmente, en Remigio de
porum atque intervallorum dimen- Auxerres y en Adelardo de Bath.
sionibus”. Los números o ritmos En el siglo XIII, Grosseteste plan-
allí estudiados van desde los sonan- tea una comparación entre la be-
tes a los iudiciales, ambos produ- lleza sonora y la plástica, mostran-
cen la delectatio. La unidad y pro- do cómo ambas están regidas por
porcionalidad en la percepción de la proporción numérica. En otra
la belleza musical dan por resulta- dirección, Buenaventura refiere la
do la “congruentia vel consonantia música al modelo trascendente de
quam graeci armoniam vocant” (De la actividad creadora de Dios e in-
Tr. IV, 2, 4). Pero también Agustín augura, junto con todo el augusti-
acentúa el hecho de que la músi- nismo franciscano, una verdadera
ca les fue concedida a los hombres teología de la m. que la concibe co-
para conocer analógicamente la ar- mo un medio de oración.
monía del gobierno divino (cf., por Esto último nos lleva al campo,
ej., Ep.166, 5, 13): por ella se llega muy elaborado durante la época es-
a los números inmutables conteni- colástica, de la música que “se ha-
dos en la Verdad inmutable. ce”. En tal sentido, la Edad Me-
Por su parte, Boecio la entendió dia distinguió la m. vocalis, esto es,
como la consideración que la men- el canto, llamada también natura-
te humana hace de la armonía que lis por oposición a la artificialis, o
se da entre las ideas ejemplares di- sea a la música producida por los
vinas, es decir, la de sus proporcio- artefacta o los instrumentos crea-
nalidades o multitudines ad aliquid. dos por el hombre. De hecho, Hu-
Boecio distingue, además, tres es- go de San Víctor divide a los mú-
pecies de m., mejor aún, habla de sicos en compositores, ejecutores y
459 mutatio

críticos musicales (cf. Didasc. II). quilación, se dan todas las demás
A menudo, en los textos de los fi- clases de cambio de las que hablaba
lósofos cristianos, Dios es asimila- Aristóteles y que fueron elaboradas
do a un constructor de instrumen- por la Escolástica. Por lo demás, es-
tos musicales: Honorio de Autun ta noción está en la base de la teo-
dice que Él construyó el universo ría aristotélica del acto y la poten-
como una cítara con diversas cuer- cia (véanse motus, potentia, actus) y
das para producir variedad de soni- del hilemorfismo (véase compositio
dos. Es interesante notar que, pa- y compositum 2.5).
ra Guillermo de Auvergne es en las
notas más altas donde se reconoce mutatio. En 1. el orden metafísico, se
la armonía de las criaturas más su- define como el movimiento (véa-
blimes, las más graves son, para él, se motus) de lo que no permanece
el signo de las sensibles. Cabe aña- como es y llega a ser diferente de
dir que Dante subraya en la noción sí, ya sea accidental como substan-
que nos ocupa el concepto de re- cialmente. En este último sentido,
lación, por el que entiende “armo- la m. se extiende al los conceptos
nía” y, curiosamente, la compa- de generatio y corruptio y, por con-
ra con el planeta Marte: es el que siguiente, a los de creatio y annihi-
guarda la más bella relación con los latio (véanse). En efecto, en el pri-
demás por estar en el centro de los mer caso, por ej., hay una m. de la
demás. (cf. Conv. II, 14). posibilidad a la realidad. Así, los es-
En cuanto a la actividad musical colásticos hablaron de 1.1. m. subs-
misma, hay que recordar que, des- tantialis para referirse al caso men-
de Gregorio Magno, que hizo de la cionado, y de 1.2. m. accidenta-
música la ancilla de la religión, has- lis para aludir a las restantes espe-
ta Guido de Arezzo, se asiste al sur- cies del cambio o movimiento de
gimiento y desarrollo de la polifo- las que habla Aristóteles: aumen-
nía. to y disminución, alteración y tras-
lación o movimiento local (véan-
mutabilitas. Es la condición de lo se accretio, decretio, alteratio, trans-
cambiante, o sea, de lo que está su- latio, respectivamente); así lo ha-
jeto a cambio o movimiento. Aho- ce, por ej., Tomás de Aquino (cf. In
ra bien, como ya había hecho no- Met. XI, l.11, passim).
tar Agustín de Hipona, el cambio Los escolásticos reservaron, para
más radical es el del pasaje del no el primer caso, la expresión m. in
ser al ser, es decir, el de la creación. istanti; para cualquier variante del
Esto sella precisamente la m. de la segundo, m. cum successione. Tam-
criatura: desde el momento en que bién se ha hablado, según el fin al
recibe el ser, no es el Ser sino que que se dirija el cambio, de una m.
lo tiene. Tal precariedad ontológi- perfectiva, como se da en el aumen-
ca, propia de la generación, signa to de conocimientos que implica
al mismo tiempo su corruptibili- un aprendizaje; o bien corruptiva,
dad, ya que lo que se tiene se pue- como la que tiene lugar en las al-
de perder. Como derivado de esta teraciones sufridas por un paciente
condición fundamental, entre ge- durante su enfermedad.
neración y corrupción o aun ani-
mystica 460

En 2. el plano de la física, se dis- modalidad de mística que la carac-


tinguió entre 2.1. m. subita que es teriza.
la instantánea, y la 2.2. m. successi- En el caso del Cristianismo, la m.
va que se da en el tiempo (cf., por siguió las huellas del Pseudo-Dio-
ej., Guillermo de Ockham, Summ. nisio, justamente de su Theologia
in Phys. III, 8). mistica, cuyo esquema se vincula
con los escritos neoplatónicos, so-
mystica. Aunque muchas veces apa- bre todo, los de Plotino y Proclo,
rece con la grafía mistica, esta voz con muchos rastros de creencias
conserva en el período patrístico y orientales. La palabra que nos ocu-
en el medieval, la forma que evo- pa comenzó a ser usada en el senti-
ca su origen griego: proviene de do de la comunicación directa en-
my- que alude a poner el dedo so- tre hombre y Dios precisamente
bre la boca para cerrarla en señal de por Dionisio Areopagita. Este au-
silencio, de donde mýein que sig- tor añade una nota que se incorpo-
nifica cerrar ojos y boca, y de allí rará al concepto que de la m. tu-
myeîn, iniciar en los misterios, o vo la Edad Media: la menciona-
sea, en algo secreto, cerrado, arca- da comunicación ha de culminar
no. De ahí que el término haya pa- en un retorno del hombre a Dios
sado a señalar, primero, ceremonias que le permite unirse a Él en un ac-
y aun doctrinas de carácter religio- to supremo. Tal acto es el éxtasis
so y oculto; después, una particu- que Dionisio considera la deificatio
lar experiencia interior de lo divi- (véase) humana.
no o de lo Absoluto y la discipli- Este esquema se mantuvo aún
na para llegar a ella. Esta discipli- durante la época de la primera Es-
na es, con todo, diversa de la racio- colástica. Más todavía, autores co-
nal e implica, a la vez, una cierta mo Bernardo de Clairvaux plan-
fruición o goce en tal experiencia. tean la vía mística como una alter-
Así pues, la m. alude, fundamental- nativa excluyente de la de la bús-
mente, a una vía suprarracional y queda racional; de ahí que Bernar-
de percepción interior. Es una mo- do, en su defensa de la primera, ha-
dalidad cognoscitiva, pero, a dife- ya polemizado muchas veces contra
rencia de la racional, no se lleva a la Filosofía. Sin embargo, en otros,
cabo a través de imágenes recibidas hay, además de la m., un recono-
del exterior y que después son con- cimiento de la validez de la espe-
ceptualizadas, sino por una percep- culación, como se da en los maes-
ción interior que, en todo caso, re- tros Victorinos. Lo mismo ocurre
dunda en la inteligencia. Por eso, con Buenaventura, quien define
el conocimiento místico no impli- los grados del ascenso del hombre
ca nuevas ideas diferentes y precisas a Dios e ilustra con metáforas el es-
sino un nuevo modo, a veces, oscu- tado de éxtasis.
ro, de acceder a la realidad supra- En efecto, para Buenaventura ta-
sensible. Responde, ciertamente, al les grados son: 1. la cogitatio o el
deseo de comunión con Dios, pro- pensamiento, que tiene por obje-
pio de todas las religiones; por es- to las imágenes que provienen del
ta razón cada una ha elaborado una exterior y que atiende a la hue-
461 mystice

lla de Dios en las cosas; se subdi- de Cusa, quienes retoman la posi-


ve en: 1.1. la consideración de és- ción polémica respecto del uso de
tas en su orden objetivo, y 1.2. en la razón, por lo menos, considera-
la aprehensión que de ellas hace el da particularmente desde el aristo-
alma humana. 2. la meditatio, que telismo escolástico.
es el recogerse en sí del alma para
buscar la imagen de Dios mismo; mystice. La etimología de este adver-
se subdivide en: 2.1. la meditación bio presenta la raíz my- que hace
sobre la imagen de Dios en las po- alusión a lo que está cerrado y, por
tencias naturales, memoria, inte- extensión, de algún modo, envuel-
lecto y voluntad; y 2.2. la que ver- to. Así, se suele traducir por “sim-
sa sobre los poderes que el alma ad- bólicamente”, ya que el símbolo
quiere por las virtudes teologales. encierra en una imagen, palabra o
3. la contemplatio, que contempla a signo un significado diverso de los
Dios en 3.1. su ser, 3.2. en su po- que éstos tienen de ordinario. Un
tencia, que es el bien. Más allá de uso muy conocido de m. es el que
estos seis grados, se alcanza el éx- hace Agustín de Hipona: al dividir
tasis o excessus mentis, que se define a toda la humanidad, desde Abel y
muchas veces como la deificación Caín hasta el fin de los tiempos en
humana y que a veces confluye con dos grandes grupos, mezclados cor-
la docta ignorantia (véase). poralmente, pero separados por sus
Otra vertiente de la mística me- respectivos fines últimos (véase ci-
dieval está dada por la gran co- vitas), el Hiponense dice que m. los
rriente especulativa alemana del denomina “civitates”, esto es, socie-
siglo XIV, como Meister Eckhart dades humanas.
y Tauler, y del XV, como Nicolás
462

N
N
narratio. En la Edad Media la narra- mo de esencia en la medida en que
ción o el relato presenta principal- ésta es el principio de las operacio-
mente dos formas: la n. fabulosa nes de un ente, según la especie a
(véase fabula) que corresponde a lo la que él pertenezca. En una acep-
que hoy es el campo de la literatu- ción derivada, se aplica al conjunto
ra fantástica; la n. historica, sobre de todos los entes, en cuanto que se
cuyas imprecisiones ya había ad- comportan precisamente según su
vertido Agustín de Hipona, al pro- “naturaleza”.
clamarla escasa de verdades (cf. De Dentro de esta significación ge-
ord. II, 12, 37) y al exigir cautela neral, se puede poner el acento en
sobre su confiabilidad (cf. In Io. Ev. 3. el venir al ser de la cosa, o en 4.
90, 2). Esto dio lugar a que la mi- el principio por el cual ella llega a
rada medieval sobre la historiogra- ser. Según el primer significado, n.
fía o –mejor aún– sobre la cróni- mienta las cosas naturales, como
ca histórica la aproximara a la pri- los animales, las plantas, los astros,
mera forma de n., entendida como etc. Si se subraya el segundo sen-
relato de cosas que no sucedieron tido, n. alude a la naturaleza pro-
realmente. pia de un ente y entonces no se lo
identifica con las cosas mismas sino
natura. Voz que proviene de nascor, que, de éstas, se remite al principio
“nacer”, en el sentido de “venir al por el cual son lo que son. En tér-
ser en cuanto generado”. El voca- minos más técnicos, tendríamos,
blo deriva, en realidad, del partici- respectivamente, n. materialiter
pio futuro del verbo mencionado, spectata y n. formaliter spectata, es
y eso confiere a su noción un cierto decir, la naturaleza de algo conside-
matiz de vida y movimiento, que rada desde el punto de vista mate-
impide pensarla como algo estáti- rial y formal, respectivamente. Es-
co: la n. es el conjunto de aquellas ta noción implica, pues, una rela-
cosas que han de nacer. ción de significados, por la que el
Desde el punto de vista filosófi- conjunto de las cosas y el principio
co, se debe distinguir, según el con- inmanente a ellas se reclaman mu-
texto, entre 1. el uso general, que tuamente.
alude a la Naturaleza, y 2. el par- En Aristóteles, la definición de
ticular, referido a la naturaleza de n. deriva del examen del actuar y
una cosa. Este último sentido es el padecer. Así, para el Estagirita, la
más frecuente en los textos medie- naturaleza es el principio intrínseco
vales. En efecto, en ellos, se entien- del movimiento, que puede tomar-
de por n. el primer principio in- se en dos sentidos: según la mate-
manente del modo de obrar pro- ria y según la forma. De un lado,
pio de algo; así, puede ser sinóni-
463 natura

se llama “naturaleza” a la materia no debemos juzgar con la vara de


que compone el sustrato de algo y nuestra propia utilidad, sino con la
constituye el principio de su movi- de la armonía universal (cf. De civ.
miento y cambio; de otro, signifi- Dei XII, 4).
ca la forma y la especie, según la ra- Un significado vastísimo confiere
zón. Es en cuanto forma unida a la al término Escoto Erígena, puesto
materia que se la puede considerar que en él incluye este autor no sólo
también, según se ha dicho, como la realidad de las cosas del mundo,
la totalidad de los entes corpóreos, sino también la misma realidad di-
es decir, físicos (cf. Fís. II, 1 a 8; De vina, como se advierte en su De di-
caelo I, 1). Finalmente, en su Meta- visione naturae. En este caso, la “di-
física V, 4, Aristóteles ofrece otras visión de la naturaleza” recorre todo
caracterizaciones de esta noción: la el cielo neoplatónico en cuatro ins-
señala como la génesis de las cosas tancias que constituyen otras tan-
que tienen su propio crecimiento, tas etapas de la historia de lo real:
y también como lo que es primario n. quae non creatur et creat, que es
en algo, a partir de lo cual ese algo Dios mismo en su eterna perfec-
se desarrolla. ción; n. quae creatur et creat, que
Cabe notar que, en la escue- es mundo de las Ideas ejemplares,
la aristotélica, y después en la es- asumidas en el Logos divino, pero
toica, la consideración de la natu- en cierto modo distintas de Él; n.
raleza se va deslizando hacia el in- quae creatur et non creat, que cons-
manentismo. Este proceso es inte- tituye nuestro universo real, ver-
rrumpido al llegar a la Patrística, dadera teofanía para Escoto; y, fi-
que pensó la n. en relación con su nalmente, la n. quae nec creatur nec
Creador, entendiéndola, además, creat, en la que este autor ve a Dios
por ello, como esencialmente bue- como fin último.
na. Así la considera, por ej., Agus- El uso del palabra que nos ocupa
tín de Hipona, quien, por lo que se para indicar toda realidad creado-
ha indicado en el punto 2., identi- ra o creada, visible o invisible, sen-
fica el término con los de essentia y sible o inteligible, se conserva a lo
substantia (cf. De mor. man. II, 2). largo de todo la Edad Media; así,
Desde el momento en que es, to- por ej., Anselmo d’Aosta llama a
da naturaleza o sustancia no puede Dios “summa n.”. Posteriormente,
ser sino buena y obra de un Dios los escolásticos establecieron el dis-
bueno (cf. De Gen. ad litt. VIII, 23, tingo entre n. naturans, a la que lla-
44). En cuanto a la n. según el sig- man también “creatrix” o “universa-
nificado 1., esto es, como el con- lis”, para referirse a Dios; y n. na-
junto de los seres precisamente na- turata, para aludir al conjunto de
turales, Agustín subraya la nota del todo lo creado. Sin embargo, To-
Ordo universalis (véase ordo). Insis- más de Aquino es poco proclive a
te, pues, en que la Naturaleza no emplear, en relación con la divini-
obra al azar (cf. De ord. I, 3, 11) y dad, la expresión natura naturans,
que Dios ha de ser alabado por ella, que es –según declara– “usada por
aún cuando nos disgusten muchos algunos”. Es probable que se refie-
seres y fenómenos naturales, ya que ra al comentario de Averroes al De
naturale 464

caelo I, 1. El Aquinate, en cambio, mo un gran organismo dotado de


prefiere insistir en la distinción en- un alma cósmica y de instrumen-
tre las causas naturales o segundas, tos corpóreos que actúan, en cierto
y la causa primera. Las causas se- modo, por analogía con los nues-
gundas consituyen una naturaleza, tros. Todo ello implica, de alguna
en cuanto que tienen una actividad manera, un retorno a concepciones
propia, aún cuando dependiente estoicas.
de Dios que las mueve a la mane-
ra de instrumentos (cf. S. Th. I-II, naturale. Asume diversos significados
q. 6, a.1, ad 3). Así concebida, la según aquello a lo que se oponga o
n. está ordenada de modo finalista; con lo que se correlaciona. En efec-
la diferencia entre las naturalezas to, 1. en cuanto correlato de sobre-
racionales y las irracionales radica natural, lo n. es aquello que no es-
en que las primeras se dirigen a un tá más allá de la propia naturaleza
fin, mientras que las segundas son de algo; así, al hombre le es natural
atraídas por él. Secuaz de la más ní- el entender; 2. en tanto opuesto a
tida tradición aristotélica, Tomás lo voluntario libre, n. es lo que algo
reacciona contra la actitud de con- hace según la espontaneidad pro-
siderar negativamente la natura co- pia de su ser, y no de acuerdo con
mo opuesta a la dimensión espiri- la advertencia o bajo el imperio de
tual; por el contrario, le asigna a lo su voluntad; por ej., respirar; 3. si
natural una independencia y dig- se opone a lo fortuito y casual, n.
nidad propias, si bien relativas, al se emplea en el plano de la causali-
punto de salvaguardar la inviolabi- dad e indica la acción debida a cau-
lidad de la naturaleza en relación sas naturales, como la caída de una
con los milagros. Por otra parte, piedra; 4. en sentido similar al an-
considera que lo sobrenatural co- terior, suele oponerse también a lo
rona la perfección misma propia violento, en cuanto que n. es lo que
de lo natural. Así, sintetizando las obedece al principio intrínseco de
acepciones tomistas de este voca- la actividad de un ente, mientras
blo, tendríamos que n. significa: la que lo violento siempre hace refe-
generación de los seres vivientes; el rencia a una acción padecida por
principio de la generación; el prin- esa sustancia y que proviene de un
cipio intrínseco de cualquier movi- principio extrínseco a ella.
miento; la materia, y la esencia en Cabe señalar que, algunas veces,
cuanto generadora de operaciones se utiliza este adjetivo para aludir
(cf. In Met. V, 5, 808-820). especialmente al ente físico o cor-
La novedad aportada por el Re- póreo de materia y forma.
nacimiento respecto de este tema naturaliter. Además de las acepcio-
es el modo cualitativamente distin- nes derivadas del adjetivo naturale
to de abordarlo, mucho más direc- (véase), como adverbio, n. se pre-
to y menos mediatizado por con- fiere para indicar un modo de ser
sideraciones de orden conceptual. impuesto por la naturaleza misma,
En efecto, en general, el natura- sin mediación humana. En tal sen-
lismo renacentista es de carácter tido, se opone tanto a lo que es ar-
animista y suele concebir la n. co- tificial, esto es, a lo que deriva de
465 necessitas

los arte-facta, como a lo que es ad dad asume diversos significados,


placitum (véase). Así, por ej., una según que se atienda 1. a la enti-
carcajada es un sonido significati- dad de la que se la predica o 2. al
vo, porque para todos representa fundamento sobre la base del cual
una explosión de alegría, pero no se la predica. El primer criterio per-
está instituido por convención sino mite distinguir 1.1. una necesidad
que es significativo n. real, que concierne a la existencia
actual; y 1.2. una necesidad ideal
nec. Partícula de negación que puede que atañe al modo de configurarse
anteceder tanto a una forma verbal de ciertos entes, por ej., los mate-
como sólo a una palabra. En el pri- máticos. El segundo criterio da lu-
mer caso, se tienen expresiones co- gar, fundamentalmente, a la distin-
mo “si adgnatus nec escit”, fórmula ción entre 2.1. necesidad absoluta
jurídica que indica el caso en que (n. absoluta), que se da fuera de to-
no hay un sucesor natural, un he- da condición, como la de la exis-
redero, donde n. equivale directa- tencia de un ente supremo y 2.2.
mente a non. En el segundo, es de- necesidad relativa o hipotética (n.
cir, como negación de palabra, sue- ex suppositione), que rige sólo si se
le perder la c, al formar sustantivos verifican ciertas condiciones; de ahí
como negotium o negligens, o bien que Tomás la llame también condi-
adjetivos como nullus (nec ullus). tionata o ex suppositione. Esta últi-
Un caso particular es el de negare ma distinción fue aplicada por au-
(véase negatio, in principio), ya que tores nominalistas en la dialécti-
implica el nec aio. Pero la apari- ca entre las nociones de potentia
ción más frecuente de esta partícu- Dei absoluta y potentia Dei ordina-
la en los textos filosóficos es aque- ta (véase de potentia Dei). En efec-
lla en la que se usa con el significa- to, en los términos de la primera, la
do de “ni”. necesidad absoluta no cabe a Dios;
necessarium. Denomínase “necesa- en cambio, de potentia ordinata sí
rio” a todo lo que presenta algún le es atribuible la necesidad ex su-
tipo de necesidad (véase necessitas, ppositione, ya que, dado el orden
especialmente, in fine). Así, según por Él creado, Dios ha de respetar-
dichas clases, se habla escolástica- lo necesariamente.
mente de n. absolute, n. ex suppo- Desde el punto de vista históri-
sitione o ex hipothesi, n. metaphysi- co, interesa, en especial, la elabora-
ce, n. physicum, n. moraliter, n. lo- ción que la Edad Media hizo de las
gicum, etc. Para Tomás de Aquino, tesis aristotélicas sobre el tema. El
por ej., lo necesario en sentido me- significado más genérico y formal
tafísico está siempre en acto, preci- que el Estagirita atribuye a la no-
samente porque no puede no ser ción de n. es el de no poder ser de
(cf. In Met. IX, l.9, 1873). otro modo. En sentido derivado, la
necesidad, según Aristóteles, puede
necessitas. Es un término que, en ge- predicarse de: 1. aquello sin lo cual
neral, caracteriza lo que no puede no se puede vivir, como condición,
no ser, o no puede ser de otro mo- por ej., respirar; 2. aquello con lo
do que como es. Desde el punto de cual puede darse o producirse un
vista teórico, la noción de necesi-
necessitas 466

bien y evitarse un mal, por ej., to- del medio con el fin (cf. ibid. II-II,
mar una medicina; 3. aquello que, q. 32, a. 6).
de algún modo, es efecto de la vio- La distinción elemental entre ne-
lencia, es decir, de lo que impide o cesidad absoluta e hipotética se co-
va contra la inclinación y el propó- rresponde, por una parte, con la
sito; 4. la demostración, en cuanto distinción entre el orden divino y
que si algo es demostrado absoluta- el creado, la de ente necesario y en-
mente, no puede ser de otra mane- te contingente. Por otra, se correla-
ra. ciona con la diferenciación entre el
Durante el período escolástico, la orden de las esencias y el de los en-
clasificación del tema es vasta y de- tes existentes de hecho.
tallada. Anselmo d’Aosta ya había Desde el punto de vista que
distinguido entre una necesidad atiende a los diversos planos de la
precedente, que es causa de la cosa, realidad, otra gran clasificación es-
y una necesidad consecuente, de la colástica de este concepto es la que
que la cosa es causa (cf. Cur Deus divide entre 1. n. metafísica, 2. n.
homo II, 18). Pero es en la obra de física, 3. n. moral, y 4. n. natural.
Tomás de Aquino donde la clasifi- La primera es la necesidad de or-
cación alcanza una gran prolijidad. den absoluto, que alude a la ínti-
Según los criterios aplicados por el ma esencia de lo real. En este or-
Aquinate, las formas de n. son co- den, un uso peculiar de la noción
rrelativas a las de posibilidad y, así, de n. es el que aparece en Teodori-
distingue primariamente entre 1. co de Chartres (cf. complicatio, in
necesidad absoluta y 2. necesidad principio). En rigor, esta clase de n.
hipotética. La n. absoluta se da 1.1. sólo es propia de Dios, pero perte-
cuando el predicado está contenido nece también a las esencias crea-
en la definición del sujeto, por ej., das, en cuanto que éstas participan
es necesario que el hombre sea ani- de la divina. Sin embargo, mien-
mal; o bien, 1.2. porque el sujeto es tras que en Dios concierne a todo
de ratione (véase) respecto del pre- su ser, por la identidad en Él de es-
dicado, por ej., es necesario que un sentia y esse, en los entes finitos ata-
número sea par o impar. En cam- ñe sólo a la esencia, siendo la exis-
bio, llama también ex suppositione a tencia contingente (véase contin-
la necesidad hipotética, porque re- gens). Se trata, pues, de una necesi-
quiere una condición, por ej., su- dad esencial o intrínseca, que fun-
poniendo que alguien se siente, es da juicios cuya negación implica
necesario que mientras permanezca contradicción. En cambio, la n. fí-
en tal posición, esté sentado (cf. S. sica no se relaciona con la esencia
Th. I, q. 19, a.3). La necesidad hi- de los entes corpóreos, sino con el
potética se divide, a su vez, en 2.1. efectuarse de las leyes que regulan
n. ex agente, que es la del efecto, su- las relaciones de los fenómenos en-
puesta la causa; y 2.2. n. ex fine, tre ellos. Es, pues, una necesidad de
que alude a lo imprescindible de orden relativo o hipotético, ya que
usar un medio para alcanzar un fin es extrínseca y tiene su fundamen-
y que es mucho más elástica, dado to no sólo en la racionalidad mis-
que depende del grado de relación ma de lo real, sino también en la
467 negatio

libre voluntad de Dios. Sobre es- samente la posibilidad de estable-


te tipo de necesidad se funda el va- cer las leyes de una necesidad real
lor de las ciencias experimentales y que, de un fenómeno singular o de
la certeza de los juicios correspon- un grupo de ellos, permitiera infe-
dientes, cuya negación no siempre rir la producción de otros.
implica contradicción. También la
n. moral, que concierne a los ac- nefas. Voz indeclinable, expresa lo ilí-
tos humanos, en cuanto propios de cito. Proviene de la expresión ne fas
un ser libre y finito, es relativa o hi- est, por lo cual, en el vocablo que
potética. En efecto, hay necesidad, nos ocupa, ne es negación de es-
porque, aún siendo libres, tales ac- ta frase y no prefijo. En su senti-
tos, en su conjunto, siguen deter- do más específico, y más usado en
minados comportamientos; así, se la Antigüedad, significa un pecado
llama “necesidad moral” a aquella contra la religión, contra el fas (véa-
con la que, en el plano intencional, se) como pronunciamiento del dios
la ley moral intima a la voluntad li- que ha hablado. En la Edad Media,
bre. En cuanto a la n. natural, fue en cierto sentido, se amplía su ám-
tratada en especial en los textos de bito de significado y refiere clara-
los místicos especulativos –de he- mente al plano ético. En efecto, se-
cho es frecuente en Bernardo de ñala lo ilícito en cuanto injusto. Y
Clairvaux– para referirse a las ne- esto, en la medida en que se opo-
cesidades del cuerpo como la comi- ne a la voluntad de Dios, es decir
da, el vestido, la habitación, etc., y, a la Palabra divina; de ahí que los
de modo derivado, a las artes a que autores medievales hayan entendi-
dan lugar. do que lo n. es aquello que va con-
Desde el punto de vista ya no tra la ley natural y contra el sentido
real sino lógico, se habla también moral, desde el momento en que la
de una n. lógica que concierne a primera expresa de modo origina-
los juicios y razonamientos. 1. en rio la lex aeterna divina.
el juicio, se tiene 1.1. una necesi- neganter. Cf. infinitanter.
dad absoluta, si el predicado se des-
prende analíticamente del sujeto; y negatio. Así como aio significa decir
1.2. una necesidad hipotética, si el sí, negare significa decir no (véase
predicado se une al sujeto en vir- nec). Su abstracto n. indica en fi-
tud de una experiencia. 2. en el ra- losofía, y particularmente, en lógi-
zonamiento, se tiene 2.1. una nece- ca, el acto del pensamiento contra-
sidad categórica si se llega a la con- puesto a la afirmación (véase affir-
clusión mediante juicios absoluta- matio), que vincula dos términos
mente necesarios; y 2.2. una nece- en una relación de exclusión. Así
sidad de consecuencia si la conclu- se expresa Aristóteles en De int. I,
sión se deriva de juicios hipotéti- 5, 17 a). En rigor, la n. se da en el
cos. juicio; pero en lógica se considera
Cuando se anuncia el pasaje de que incluyen también negación los
la Edad Media a la Modernidad y, así llamados “términos negativos”
en especial, con Guillermo de Oc- (véase negativum), que son los con-
kham, se buscó cada vez más inten- ceptos que conllevan, aún en la ex-
negative 468

presión verbal, el signo de la nega- V, 2 y VII, 3) o en Nicolás de Cusa


tividad, como irrationale. (cf. De docta ign. I, 26).
Hay conceptos negativos: 1. por En Metafísica, esta noción se usó
oposición contraria a los corres- tanto durante el período patrístico
pondientes términos positivos: son como en el escolástico, a propósito
los que indican la máxima diver- de los caracteres del ser finito res-
sidad dentro del mismo género; pecto del infinito: en tal confronta-
así, “negro’ es negativo de “blan- ción, como sucede en su aplicación
co”; 2. por oposición de contradic- teológica, se niegan en el primero,
ción: son aquellos que implican la en virtud de su imperfección, las
simple negación del positivo, co- realidades ontológicas positivas: en
mo “no-hombre”; 3. por privación: el ser finito, éstas constituyen ne-
son los que expresan la negación de gaciones, en el sentido de ausencias
una propiedad en algo que debería de la perfección infinita. Tal con-
poseerla, por ej., “ciego”. cepción puede encontrarse teoriza-
En Lógica también se conciben da en Agustín de Hipona (cf. Conf.
las pruebas indirectas como proce- VII, 12), como Tomás de Aquino
dimientos por negación. Éstas son: (cf. S. Th. I, q. 48, a. 1). Este últi-
1. la reducción al absurdo, donde mo autor subraya la distinción en-
la n. de una tesis conduce a lo im- tre la negación absoluta (véase, por
posible y, por ende, a la afirmación ej., non ens) y la que corresponde
de la tesis opuesta (cf. An. Post. I, a determinado género (cf. In Met.
23, 41 a); 2. la división, en la que, IV, l.3, 565).
para definir un ente se divide su gé-
nero en todas las especies, las cuales negative. Cf. positive.
se niegan luego una por una, hasta negativum. Se trata de un adjetivo
que queda la única especie busca- aplicado a un juicio o a un con-
da; es particularmente eficaz cuan- cepto. En este último caso, cali-
do la división es dicotómica. fica a un término que expresa no
En Teología, la n. se emplea en una cosa, sino la ausencia de ella,
orden al conocimiento de Dios, su opuesto o su contrario. En gene-
1. con valor relativo, especialmen- ral, se lo enuncia haciéndolo proce-
te en la via remotionis de Tomás de der de la partícula non o de algún
Aquino (cf. S. Th. I, q.13, aa.1 y 5; otro equivalente, por ejemplo, “in”,
C. G. I, 14): dada la posibilidad de como en impotentia. Los escolásti-
referir analógicamente las perfec- cos hablaron del término 1. n. se-
ciones de las criaturas a Dios, la n. cundum modum significandi, que es
atañe al carácter finito de las mis- negativo en su forma, pero positivo
mas, extendiendo su significado secundum rem significatam; así ocu-
a lo infinito; 2. con valor absolu- rre con innocens o immortalis. Por
to, en particular, en la teología ne- cierto, puede darse también la re-
gativa de línea neoplatónica: aquí, lación inversa; así, se tiene el térmi-
la n. apunta a suspender todo tér- no 2. n. secundum rem significatam,
mino conceptual, para obtener una y positivo, secundum modum signi-
visión directa de Dios, como en el ficandi (véase negatio). Para el tema
Pseudo-Dionisio (cf. De div. nom. de la proposición negativa, véan-
469 nihil

se propositio 1.1.2., y syllogismus 3. neutrum. Esta voz significa “ningu-


6. y 7. no de los dos”. Los lógicos medie-
vales como Pedro Hispano la con-
negotium. Su etimología hace refe- sideran, al igual que omnis o nu-
rencia a la negación del ocio (nec- llus, uno de los signa universalia,
otium) y su significado varía según en cuanto designan universalmen-
el contexto. Significa, 1. en general, te (véase universaliter) un término
“ocupación”, pudiendo aludir tam- común como “hombre” (cf. Summ.
bién 2. a un asunto molesto. En los Log. 1, 8).
textos medievales, cobra el sentido
de ocupación intelectual y, por en- nihil. Voz que se opone a la de ens y
de, de 3. cuestión o problema. Así, que, en general, indica la ausencia
por ej., los escolásticos solían justi- de éste. La noción de nada aparece
ficar la expresión detrás de la que por primera vez explícitamente con
se escuda Porfirio para no expedir- Parménides, para quien la nada
se sobre el carácter real o nocional no es y no se puede pensar ni ex-
de los géneros y las especies (“dicere presar; la señala como lo absoluta-
recusabo”), diciendo que se trata de mente otro del ente. Pero, así como
un profundísimo problema, altissi- Parménides entendió unívocamen-
mum n., como escribe Boecio (cf. te el ser, también entendió unívo-
In Isag. I). Pero también se suele camente la nada o el no ser. Por eso
usar la expresión 4. negotiosum para negó la multiplicidad y el devenir,
señalar el género de vida más fun- ya que éstos implican una nada re-
dado en el cultivo de las virtudes lativa, o sea, una cierta negativi-
morales que en la contemplación dad. Es Platón quien, con su exa-
intelectual (véase vita, in fine). men del no ser, determina el mo-
do típicamente occidental de plan-
nescientia. Aunque muchas veces es tear el tema de la nada. En efecto,
reemplazado por el de ignorantia para el Ateniense hay, además del
(véase), este término guarda, res- no ser absoluto, un no ser relati-
pecto de esta última palabra, un vo del que participa toda realidad
matiz semántico diferente: en ri- limitada, en cuanto que es limita-
gor, consiste en la falta de conoci- da: cada parte de ella, en la medi-
miento de algo que el sujeto, por da en que se contrapone al ser, im-
su condición, no está obligado a sa- plica el no ser. Por lo demás, esto
ber; por ej., la n. de las leyes de la es, según Platón, lo que posibilita
pintura en un médico. Así, a dife- la diversidad (cf. Sof. 256 e, 258 d-
rencia de la ignorantia, la n. indica e). Esta distinción platónica se tor-
algo neutro o fáctico, ya que no es na una conquista definitiva para el
despectivo, no tiene matiz de valo- saber filosófico. A tal punto que só-
ración. Por eso, es preferible tradu- lo sobre esta base, se hacen posibles
cir esta voz por “desconocimiento” los análisis aristotélicos de lo nega-
y reservar “ignorancia” para aque- tivo, o sea, la determinación de los
lla con la que se la suele asimilar conceptos de negación, privación,
(cf. Tomás de Aquino, S.Th. I-II, potencia, oposición, contrariedad,
q.76, a.2) . contradicción.
nisi 470

En líneas generales, se puede de- del verbo esse tanto como cópula
cir que, desde el punto de vista me- como en su sentido fuerte.
tafísico, el pensamiento medieval
recogió la noción de n. como de no nisi. Partícula que se suele traducir por
ser absoluto, es decir, la ausencia de “si”, “a menos que”, “salvo”. Ello
todo ens. Sin embargo, desde la es- obedece al hecho de que sus prin-
peculación teológica, transformó cipales sentidos en filosofía confie-
las bases de la especulación filosó- ren a la proposición o término que
fica sobre este tema, en cuanto que ella introduce un matiz ya condi-
hizo prevalecer el principio ex nihi- cional, ya limitativo, ya indicativo
lo fit ens creatum (véase creatio) al de excepción “n. noluit perire”, “si
de ex nihilo nihil fit. no quiere morir”.
Desde el punto de vista lógico, nisus. Equivale prácticamente a impe-
y en especial entre los nominalis- tus (véase). Pero se prefiere esta úl-
tas, se ha habaldo de n. como de un tima palabra para aplicarla a las co-
término de valor syncategoremati- sas, mientras que n. se suele reser-
cum o bien categorematicum (véan- var para el ímpetu, sobre todo, físi-
se). En el primer caso, se define co- co del hombre.
mo un signo universal negativo
que incluye todo aquello a lo que nitor. Esta voz significa, en general,
él puede asignarse, por ej., cuan- “brillo” o “resplandor”. Proviene
do se dice “n. manet”. En el caso de del ámbito de la física, pero los au-
asumir este término con valor cate- tores medievales, como Tomás de
goremático, se ha de entender por Aquino, la han empleado metafó-
n., en sentido amplio, aquello que ricamente para aludir al orden es-
no tiene ningún ser real; en sentido piritual. Así, afirmaron que el alma
estricto, aquello que no sólo no es humana posee un doble n.: uno es
real sino que tampoco podría serlo, el resplandor de la propia luz natu-
como la quimera. Así se expresa, al ral de la razón, por la que el hom-
menos, Ockham en In I Sent. d.36, bre dirige sus actos; otro, el res-
q1. plandor divino de la gracia y la sa-
Una aporemática excepcional en biduría, que perfeccionan la natu-
la Edad Media del concepto de raleza humana. Ahora bien, así co-
n., es la que presenta Fredegiso de mo en las cosas corporales existe un
Tours, ya que él parece resolver- doble brillo –uno que procede de
la con la afirmación de la realidad la intrínseca disposición armoniosa
de la nada: “Quaestio autem huius- de sus partes y de su color, y otro,
modi est, nihilne aliquid sit, an non. de la claridad exterior de la ilumi-
Si quis responderit –videtur mihi ni- nación–, en el alma existe un doble
hil esse– ipsa eius quam privat nega- n.: uno habitual, que es intrínse-
tio compellit eum fateri aliquid esse co; y otro actual, que es como una
nihil, dum dicit –videtur mihi ni- suerte de claridad externa. De es-
hil esse–. Quod tale est quasi dicat – te modo, por ej., si el hombre que
videtur mihi nihil quiddam esse–”. persigue el hábito de la justicia, co-
(Epist de nihilo. PL CV, 751). Co- mete algún acto injusto, pierde el
mo se ve, intervienen aquí los usos segundo tipo de resplandor, pero
471 noluntas

no el primero (cf. S. Th. I-II, q. 86, nolentia. Cf. noluntas.


a. 1 c. y q. 89 a., 1 c.).
nolitio. Cf. noluntas.
nobile. Primariamente, indica una
condición social. De hecho, mu- noluntas. Proviene del verbo latino
chas sociedades en la Antigüedad nolo, el cual, a su vez, deriva de ne
se dividían en las clases de nobiles, volo, no querer; así pues, es la vo-
ingenuii, liberti y servi. Los prime- luntad de no querer algo. En con-
ros eran los miembros de la noble- texto teológico, puede tener a Dios
za; los segundos, los nacidos libres, por sujeto y significar improbare o
aun cuando no formaran parte de “desaprobar”, e inhibere o “impe-
ella; los terceros, aquellos que, ha- dir”, con ambos sentidos a la vez,
biendo sido siervos, habían alcan- o bien con uno solo de ellos. Por
zado la libertad; los últimos eran ej., atribuído a Dios, puede querer
los esclavos. Así, pues, nobilis in- decir que Él desaprueba los males
dica al hombre que integra la clase morales cometidos por el hombre
social más alta. pero no que los impide.
A partir de este significado, n. se Referido al hombre, este vocablo
aplicó, en contexto filosófico, a las se encuentra ya en Tertuliano bajo
cosas mismas. Por eso, es un adjeti- la forma de nolentia, si bien dicho
vo que los autores tanto del perío- autor no desarrolla su significado.
do patrístico como medieval utili- Éste alude primariamente a una di-
zaron para aludir positivamente a rección tanto negativa como posi-
la jerarquía ontológica de un ente, tiva de la voluntad, que puede asu-
de una especie o de un género. To- mir la modalidad del rechazo o la
más de Aquino, por ej., al diferen- renuncia. Así, hay una n. o nolitio
ciar la sustancia simple de la com- o aun nolentia fundamentalmente
puesta por materia y forma, y de- y materialiter positiva en no que-
clarar que en ambas se encuentra la rer una acción mala, en cuanto que
esencia, dice que la primera es no- se la rehaza o se renuncia a ella. El
bilior respecto de la última (cf. De término no se halla frecuentemente
ente et ess. II). En efecto, la mayor en Agustín de Hipona; sí, en cam-
“nobleza” de las sustancias simples, bio, en Tomás de Aquino. Para el
en el sentido ya apuntado de supe- Aquinate significa la determinación
rior jerarquía ontológica, está dada voluntaria de rehuir el mal; así, és-
por su incorruptibilidad y, por en- te se convierte en objeto de la n.:
de, su mayor permanencia en el ser. “…fuga autem malis dicitur nolun-
El sentido contemporáneo que sue- tas: unde sicut voluntas est boni, ita
le conferirse en castellano común- noluntas est mali.” (S. Th. I-II, q. 8,
mente al vocablo “noble” y que, en a. 1, ad 1). Sólo dos cuestiones an-
general, alude o bien a la calidad de tes, había aclarado Tomás: “… nolo
algo o bien a una cierta cualidad […] non est contradictorium de volo
psicológica y ética de alguien, aco- sed ipsius contrarium” (véanse con-
ta, pues, su significación latina me- tradictio, contrarietas y velleitas).
dieval, de la que, obviamente, deri- Este último matiz se refuerza en
va. la Modernidad, cuyos autores pre-
nomen 472

firieron la forma nolentia y, más pore, cuius nulla pars est significati-
frecuentemente, nolitio. va separata” (Exp. Aurea 92c). Así,
en primer término, se trata de un
nomen. En la acepción común, “nom- sonido articulado, de modo que
bre” es sinónimo de “sustantivo” y sólo en su totalidad puede signi-
suele distinguirse inmediatamen- ficar; en segundo término, consti-
te del verbo: éste indica el tiempo, tuye un signo no natural sino con-
mientras que el n. prescinde de él, vencionalmente instituido; en ter-
como ya había observado Aristóte- cer lugar, su nota fundamental es
les (cf. De int. 2). Posteriormente, la finalidad de transmitir un signi-
su significado se extendió, por de- ficado; en cuarto término, no tiene
rivación, al adjetivo. el tiempo en cuenta. Así, Ockham
Durante la Edad Media, y espe- considera nombre sólo lo que pue-
cialmente a propósito de la que- de ser atributo o sujeto en una pro-
rella sobre los nombres universa- posición; excluyendo no solamente
les tal como ella se da en el siglo el término syncategorematicum sino
XII (véase universale), se circuns- también el verbo.
cribió mejor el sentido de esta pa- Los escolásticos establecieron una
labra, cuya significación es siem- serie de distinciones sobre este tér-
pre intermedia entre la res y la vox mino. De acuerdo con ellas, 1. n.
(véanse). En efecto, el n. se refiere positivum es el que significa algo
a la res significada y la hace presen- realmente existente o que puede
te al espíritu. Éste se la apropia for- existir en la naturaleza de las cosas,
mando el concepto o verbum men- como “piedra” o “virtud”; 2. n. ne-
tis correspondiente, y lo expresa o gativum es, en cambio, el que indi-
comunica mediante signos sensi- ca alguna privación, como “muer-
bles que constituyen la vox o ver- te”; 3. n. trascendens es el que pue-
bum oris. Cabe señalar que la pre- de decirse de todas las cosas que
cedente caracterización es la más realmente son, como “algo”, “ver-
frecuente, pero no la única (véase dadero”, “uno”, “bueno”, etc. (véa-
nominale): aún cuando se desarro- se trascendentales); 4. n. supertras-
lla durante el siglo mencionado – cendens es el que se dice no sólo de
en particular, con Pedro Abelar- lo real, sino aún de lo imaginario,
do– hay ya un notable antecedente como “fingido”; 5. n. primae inten-
de la misma en Agustín de Hipona tionis es el que se impone a la co-
(cf. De mag. 7, 19 y ss). Para Tomás sa significada, en cuanto que és-
de Aquino el hombre impone los ta es aprehendida por un acto di-
nombres a las cosas, según lo que recto, como “hombre”; 6. n. se-
entiende de ellas, ya que nomina cundae intentionis es el que se apli-
sunt intellectuum signa (cf. In Met. ca a lo captado mediante un acto
V, l.5, 824). Otro hito importan- reflejo del intelecto, como “géne-
te en el tratamiento medieval de es- ro” o “sujeto”; mediante esta últi-
te tema está constituido por el pen- ma clase de n., no se alude directa-
samiento de Ockham. En sentido mente a lo real, sino que el intelec-
estricto, éste consagra la definición to se vuelve intentionaliter sobre sí
abelardiana de n.: “est vox significa- para nombrar una categoría mental
tiva, ad placitum instituta, sine tem-
473 nomina divina

de las que él mismo emplea en refe- positivos. El pensamiento cristiano


rencia a la realidad extramental. se propuso subrayar, de un lado, la
trascendencia y unicidad de Dios;
nomina divina. La cuestión de los nom- de otro, la posibilidad de referir-
bres o atributos divinos se encuadra se a Él, mediante múltiples predi-
en el problema más amplio del co- cados analógicos que hacen acce-
nocimiento que se tiene de Dios, y sible su noción, al menos indirec-
en particular, de la determinación tamente. Así, durante el siglo III,
y formulación de su esencia. Im- los Padres Capadocios, siguiendo a
porta destacar, en primer térmi- Clemente y Orígenes, polemizaron
no, que no se trata de un problema con Eunomio, quien sólo conside-
sólo lógico-gramatical o gnoseoló- raba válido un único nombre-atri-
gico, sino fundamentalmente, de buto: “ingenerado”. En el siglo si-
una cuestión metafísica y teológica. guiente, Juan Crisóstomo dedica
En efecto, en su acepción medieval al tema toda una obra titulada pre-
más común, el n. (véase), en gene- cisamente “De la incomprensibili-
ral, se refiere a la realidad significa- dad de Dios”. Entre los autores de
da, realidad que presenta al espíri- la Patrística latina, Agustín de Hi-
tu, el cual, a su vez, se la presen- pona aborda esta cuestión, aunque
ta a sí mismo, formando así el con- de modo no sistemático, a lo largo
cepto o verbum mentis que se desa- de todos sus escritos.
rrolla y se expresa en el verbus oris. Párrafo aparte merece sobre este
Ahora bien, en virtud del primer punto, la doctrina del Pseudo-Dio-
punto señalado, –el de su directa nisio, expuesta precisamente en su
referencia a la realidad– los nomina De divinis nominibus. Allí se insis-
implican valor ontológico. te, sobre todo, en la negación de
El problema de los n. d. es uno de la cognoscibilidad de Dios, tal co-
aquellos en los que se percibe más mo Él es en sí, por parte de toda
significativamente lo característi- mente creada. De ello deriva la im-
co de la visión que el Cristianismo portancia de los nombres negati-
formula sobre la base de anterio- vos atribuidos a Dios, los cuales lle-
res concepciones filosóficas acerca van el prefijo “a-”, excluyendo así
de Dios, al menos, de algunos de toda imperfección y limitación. Pe-
los aspectos de éstas. El primero de ro éstos se asocian siempre con los
ellos es el cariz místico que presen- nombres positivamente glorifica-
ta el pensamiento de Filón de Ale- dores, que llevan el prefijo “hiper-
jandría y algunas variantes del neo- ”, y que reafirman en Dios la per-
platonismo. En ambas posiciones fección –conocida en lo humano–
se tendía a elevar la unidad divina de un modo que se postula como
por encima de toda predicabilidad, infinitamente más elevado, aunque
concebida como deformación de naturalmente ignoto.
tal unidad. En el extremo opues- Tal posición alcanzó gran reper-
to, está el hecho de proyectar cierta cusión en la Edad Media, especial-
antropomorfización en los predica- mente a partir del siglo IX, en vir-
dos atribuídos a Dios, hecho que tud de la famosa traducción del
obedece a la necesidad de una re- Corpus Aeropagiticum o Dionysia-
ferencia a la divinidad en términos
nominale 474

cum, por parte de Escoto Erígena. den, corresponden a las criaturas.


Aún en su propia doctrina, vigo- El Aquinate concluye que sólo “El
rosamente personal, este autor de- que es” constituye el término que
fiende la posición del Pseudo-Dio- conviene máximamente a Dios co-
nisio, sin dejar de subrayar, no obs- mo nombre propio.
tante, la positividad de la vía emi-
nencial (véase via). Ambos aspec- nominale. Es todo aquello que con-
tos aparecen, por ej., en De Prae- cierne al n. (véase). Ahora bien, és-
destinatione y en De divisione natu- te es una instancia intermedia: por
rae. una parte, entre la realidad a la que
En el momento más florecien- remite y su conocimiento concep-
te de la Escolástica, la cuestión de tual; por otra, entre el concepto y
los n. d. fue desarrollada, en espe- su expresión verbal o vox. Este ca-
cial, por Tomás de Aquino, en opo- rácter doblemente intermedio hi-
sición a Maimónides. Este último zo que muchas veces se asimilara n.
sostenía, en términos absolutos, a vox, o que las acepciones de am-
que de Dios sólo se puede decir lo bos términos se acercaran mucho.
que no es, no lo que es. En cambio, En todo caso, n. siempre se opone
en S. Th. II, q. 13 passim, Tomás a reale (véase). En sentido positivo,
afirma que conocemos a Dios me- se atribuyó a lo n. un valor semán-
diante las criaturas y, por eso, po- tico, en cuanto que se funda en el
demos nombrarlo a través de éstas, nomen, entendido como expresión
pero no en el sentido de que nues- o signo convencional. En la histo-
tros nombres expresan la esencia ria del pensamiento, los teóricos
divina tal como ella es en sí mis- del nominalismo confirieron este
ma. Según el Aquinate, nombra- valor n. a los mismos conceptos.
mos a Dios mediante 1. n. relati- En lógica, las nociones de n. y
va, 2. n. negativa, 3. n. positiva. Pe- reale, se utilizaron, sobre todo, pa-
ro insiste en que ni los nombres re- ra caracterizar las dos principales
lativos, como “creador”, ni los ne- especies de definición (véase defi-
gativos, como “infinito” signifi- nitio): la definición nominal es la
can la sustancia divina: los prime- que determina simplemente lo que
ros expresan únicamente una rela- se debe entender por una expre-
ción de las creaturas con Dios; los sión dada; la real, en cambio, se re-
segundos excluyen cualquier defec- fiere a la esencia de lo definido. El
to o delimitación en Él. En cam- ejemplo más problemático de defi-
bio, los nombres positivos, como nición nominal es la que Anselmo
“bueno”, aluden la sustancia divina propone, justamente, para el nom-
tal como imperfectamente las crea- bre de “Dios” en el célebre capítulo
turas la representan. Añade Tomás segundo del Proslogion.
que, en cuanto a su significado, es- nominaliter. Correlativo de participa-
tos últimos nombres conciernen a liter, indica un modo de compren-
Dios con mayor propiedad que a der el significado de un participio
las criaturas, pero en cuanto al mo- presente. En efecto, el sentido de
do de significación se aplican a Él un participio se toma participaliter
impropiamente, ya que, en ese or- cuando se entiende en su acepción
475 nota per se-nota quoad nos

puramente verbal y n. cuando se ción de la existencia de algo que es


entiende como sustantivo. Así, por la visión; 3. la materia, en la medi-
ej., adolescens, tomado participaliter da en que, sin ninguna forma, ella
indica, en general, lo que está cre- no puede existir. Así lo señala, por
ciendo, desarrollándose o yendo en ej., Tomás de Aquino, al comentar
aumento; en cambio, entendido n. a Aristóteles (cf. In Met. XII, l.2,
señala a un ser humano en la pri- 2437).
mera edad que sigue inmediata-
mente a su infancia. non ita. Esta expresión introduce, en
una comparación, la negación de
nominatio. En sentido general, signi- uno de sus términos, negación que
fica “denominación”. Pedro Abe- puede tener sentido absoluto o sen-
lardo usa esta palabra –o, indistin- tido relativo. Por ej., “non ita diu”
tamente, appelatio (véase in princi- que significa “no tan largo tiem-
pio)– para señalar la función con- po”, o “Non ita generis masculini est
notativa por la cual el nombre in- musa, ut poeta”: aquí se comparan
dica una realidad natural. En el ca- dos voces, ambas terminadas en la
so de los particulares –por ej., “Só- vocal a, pero se advierte que la pa-
crates”– hay, pues, coincidencia en- labra latina “musa” no es, por cier-
tre la n. o appelatio y la significatio, to, de género masculino como, en
no así en el caso de los universales cambio, sí lo es la palabra “poeta”.
–por ej. “la rosa”– puesto que sig-
nificar es más que nombrar. non omnis quidam non. Axioma de
la lógica medieval que podría tra-
non. Es partícula de negación. Respec- ducirse por “no todo, [luego] algu-
to de su uso, los escolásticos esta- no no”. Su sentido es: “Si no todo
blecieron la siguiente distinción: individuo de una especie tiene cier-
1. el n. neganter acceptum es el que to atributo, es necesario que haya
implica una negación tomada en en esa especie algún individuo que
toda la extensión de una proposi- carece de dicho atributo”. Así, por
ción dada, de manera que se nie- ej., si es verdad que no todo (non
ga también todo lo que se deriva de omnis) hombre es sabio, será ver-
ella; 2. el n. infinitanter acceptum es dad también que, al menos, algún
el que sólo concierne a un término hombre determinado no (quidam
simple en la proposición, término non) es sabio.
cuya única significación niega, co-
mo cuando se dice: “No hay hom- nota per se-nota quoad nos. El pri-
bre que no sea corpóreo”; en este mer miembro de este binomio es
último caso, el término negado es una expresión escolástica con la
“hombre”: “n. homo” (véase infini- que se califica una proposición co-
tanter). mo “evidente”, aunque tal eviden-
cia no sea necesariamente capta-
non ens. La negación del ser, en el sen- ble de modo inmediato. En efecto,
tido de ente, tiene cualquiera de es- una proposición se llama n. per se
tos tres sentidos: puede significar cuando el predicado está incluído
1. la nada cuando se habla en tér- en la noción del sujeto, ya sea co-
minos absolutos; 2. la privación, mo su elemento esencial, ya como
por ej., la ceguera implica la nega- algo que deriva de su esencia; por
notio 476

ej., “Todo cuerpo es extenso”. En ye a los estoicos (cf. Tóp. VII, 31).
este caso, la extensión está incluí- Así, en los autores medievales, la n.
da en la corporeidad. Ahora bien, se distingue de la idea propiamen-
una proposición puede ser nota per te dicha, en cuanto que esta última
se secundum se, sed non quoad nos, puede aludir –al menos, entre los
es decir, evidente de suyo pero no de filiación platónica– al principio
para nosotros. Esto ocurre cuando de una realidad, lo cual no sucede
la mencionada inclusión no se nos con la “noción” que es un vocablo
aparece inmediatamente, o bien a exclusivamente gnoseológico. Se
causa de nuestro desconocimiento diferencia asimismo de la conceptio
del mismo significado de los térmi- en el sentido de la concepción, en
nos, o bien por un conocimiento la medida en que esta última pue-
imperfecto de la naturaleza o esen- de constituir el principio de pro-
cia del sujeto: la proposición “Dios ducción de una realidad, por ej. la
existe” puede ser de este último ti- concepción de una casa en la men-
po, si ignoramos que la esencia di- te del arquitecto; la n., en cambio,
vina se identifica con su existencia. es simplemente la recepción y el re-
Entonces, se requiere una demos- conocimiento de una idea acerca
tración, aunque la proposición sea de una realidad.
evidente por sí misma. En cambio, Cabe recordar que, cuando las
una proposición n. per se et secun- nociones consideradas son funda-
dum se et quoad nos es aquella evi- mentales o básicas para el ulterior
dente por sí también para nosotros, desarrollo del conocimiento, equi-
con sólo conocer el significado de valen a los principios que se supo-
los términos que la componen. Tal ne son, o deben ser, admitidos por
es el caso de “El todo es mayor que todo sujeto racional. Se denomi-
su parte”, mencionado por Tomás nan, entonces, notiones communes
de Aquino, en quien esta distin- (véase).
ción es de uso muy frecuente (cf.,
por ej., S. Th. I, q. 2, a. 1, c). Un notiones communes. Los estoicos lla-
posible antecedente de ella se en- maron “nociones comunes” a las
cuentra en Aristóteles (cf. Fís. I, 1, derivadas de las percepciones sen-
189 a-b). Véase también evidens. sibles, por una concepción natu-
ral de la mente, debida a la repeti-
notio. En sentido amplio, “noción” ción de sensaciones iguales. Se refe-
señala el contenido de la cognitio rían a una serie de ideas básicas que
(véase). En una acepción un poco la mente reconoce como adecuadas
más estricta, indica el contenido de y fundamentales para cualquier de-
todo conocimiento abstracto, dife- sarrollo ulterior del conocimiento
rente de la percepción sensible. Así (cf. Placita, IV).
pues, llegar a la n. presupone una Algunos escolásticos adoptaron
operación que el espíritu ejerce so- esta tesis –que, con todo, no al-
bre la acción que, a su vez, un ente canzó gran repercusión en la Edad
ha ejercido sobre los sentidos. Media– pero transformándola y sin
La Edad Media recoge la distin- adherir a los supuestos ontológicos
ción entre “pensamiento” e “idea generales del estoicismo. Para es-
en el espíritu” que Cicerón atribu- tos autores, las n. c. fueron princi-
477 notius

pios del conocimiento; para algu- hábito; y 4. el acto de conocimien-


nos, innatos. De hecho, conside- to (cf. Quaest. Disp. VII, 1, 4).
raron que los primeros principios En cambio, Guillermo de Oc-
de la demostración son nociones kham habla de 1. n. complexa, que
o concepciones comunes del alma versa sobre enunciados o demos-
percibidas por el intelecto o conte- traciones; y 2. n. incomplexa, que es
nidas en él. Justamente por haber- la que se tiene de los términos o de
los aplicado a la demostración co- las cosas significadas por ellos. Es
braron carácter de necesarios y, por importante en este autor, así como
ende, se aproximaron a los axioma- en otros que reciben su influen-
ta. cia, el concepto de n. intuitiva. Di-
Este concepto se retoma en la cho concepto alude al conocimien-
Modernidad, a propósito de la dis- to evidente de que algo existe o no,
cusión acerca de si el alma es o no cuando efectivamente se da en la
tabula rasa. Leibniz, por ej., entien- realidad o no (cf. In II Sent. q. 15
de las n. c. como algunos princi- e). Este tipo de n. se diferencia de
pios de conocimiento, que los ob- la n. abstractiva, la cual no permite
jetos externos sólo despertarían, y conocer con evidencia si algo con-
atribuye la expresión como tal a los tingente existe o no existe.
matemáticos (cf. Nouv. Ess. I, 1). Cabe aclarar que precisamente la
principal discusión escolástica rela-
notitia. Voz empleada –sobre todo, cionada con este término giró en
pero no exclusivamente– por au- torno de si hay o no n. directa po-
tores escolásticos, con los senti- sible de cosas existentes. Cuando se
dos de “idea”, “noción”, “ciencia” sostiene, como lo hace Ockham, la
y “conocimiento”, siendo este últi- tesis afirmativa, se defiende la po-
mo el más frecuente. Por otra par- sibilidad del conocimiento direc-
te, y en su significación más especí- to de lo individual. En la posición
fica, n. mienta un modo de cono- contraria, por ej., la de Tomás, se
cimiento que depende fundamen- afirma que el conocimiento de lo
talmente del carácter del objeto co- particular no es directo, sino indi-
nocido. Por eso, Tomás de Aquino recto, en cuyo caso, para explicarlo,
aclara que “non accipitur notitia pro se opta generalmente por la teoría
actu intellectus cognoscentis, nec pro gnoseológica de la abstracción.
aliquo eius habitu; sed pro eo quod
intellectus concipit cognoscendi” (S. notius. Cf. nota per se-nota quoad nos.
Th. I, q. 34, a. 1, ad 2). De ahí Se denomina n. natura, o sea, lo
que pueda hablarse de varios tipos más inteligible por naturaleza, a lo
de n.: realis, sensibilis, experimenta- más simple ontológicamente ha-
lis, principiativa o conocimiento de blando, es decir, lo que contiene
los principios, etc. Sin embargo, el más actualidad y menos –o ningu-
Aquinate admite también otra cla- na– potencialidad, como Dios y las
sificación que parece obedecer a un sustancias espirituales. En cambio,
criterio diferente: es la que distin- n. nobis, esto es, lo más inmediata-
gue los diversos tipos de n. según mente inteligible para nosotros, es
1. la naturaleza; 2. la potencia; 3. el lo sensible, compuesto de materia y
forma. En efecto, ese árbol o aquel
notum 478

caballo, nos es más cognoscible, a novitas. Designa el carácter de lo no-


causa de la condición del intelecto vum, esto es, de lo nuevo en el sen-
humano que requiere la mediación tido de lo que antes no ha sido o
de los sentidos. Así pues, el proble- de lo que empezó a ser o existir.
ma que presenta la traducción de Se aplica a cosas, leyes, tablas, etc.
este vocablo es el sentido que vul- Cuando novum se refiere al hom-
garmente se suele atribuir en espa- bre nuevo, adquiere un sentido re-
ñol a la palabra “inteligible”: ca- ligioso, específicamente paulino,
be recordar que intelligibile (véa- que alude a la renovación espiritual
se) hace referencia tanto a la condi- de quien nace en Cristo, es decir,
ción metafísica de aquello que sólo de quien se convierte a la vida de
es captable por el intelecto, como a la Gracia y asoma a una distinta vi-
eso mismo pero en cuanto objeto sión de la vida y de sí mismo. En
de dicha aprehensión. Teniendo en la forma n., y especialmente apli-
cuenta esta diferencia de matiz, se cada al mundo, o sea, la expresión
advierte que n., en su primer signi- n. mundi, señala la tesis que postu-
ficado, se refiere a lo más inteligible la que éste tuvo un comienzo en el
desde el punto de vista ontológico, tiempo. Así, el término se suele en-
mientras que, en el segundo senti- contrar en los textos concernientes
do, alude a lo más inteligible desde a la polémica sobre la eternidad del
el punto de vista gnoseológico, tal mundo (véase mundus, in fine).
como ya lo sugieren sus respectivas
acotaciones. noxium. Más aplicado al plano físico
y aun al jurídico que al moral, en
notum. Significa primariamente “co- el que aparece raramente, n. es si-
nocido”. Es usado por los escolásti- nónimo de perniciosum. De este
cos con distintas acotaciones, de las modo, en el primero, califica todo
cuales la más frecuente, como en el aquello que perjudica con mayor o
caso de notius, es nota per se (véa- menor gravedad, por ej., el veneno;
se). Pero también se registran las en este sentido, los textos medieva-
expresiones: 1. n. in se o n. natura, les no lo oponen a lo beneficioso si-
que alude a lo evidente en sí mis- no, específicamente, a lo utile (véa-
mo o en su propia naturaleza; 2. n. se). En contexto jurídico, y gene-
per accidens, que es lo que se cono- ralmente bajo el plural noxa, señala
ce a través de sus accidentes; 3. n. toda culpa, dolo, negligencia, etc.
per aliud, que indica lo conocido a que daña a otra persona.
través de otra cosa, así como por el
humo sabemos que hay fuego; 4. n. nugae. Sustantivo plurale tantum, alu-
ratione o secundum rationem, que se de a cosas superficiales, bagatelas,
refiere a lo sabido en virtud de la pamplinas; a veces, también signi-
sola razón, subrayando la exclusión fica también chistes. Puede estar re-
de la experiencia; su opuesto es 5. ferida a lo que se dice, en cuyo caso
n. secundum sensum, es decir, lo co- forma parte del vaniloquium (véa-
nocido por los sentidos, como, por se, in fine) y es uno de los nombres
ej., el color. que recibe la acusación de frivoli-
dad. Así, las n. son particularmen-
te vituperadas en contexto monás-
479 numerus

tico, por ej., en Bernardo de Clair- gar”. Aparece en los textos medie-
vaux quien las menciona citando vales aludiendo a los trashumantes
a Jerónimo (cf. De consid. II, 13). en la expresión n. gentium.
Fueron menos severamente juzga-
das en la madurez de la Escolásti- nullus. Palabra de valor universal y ne-
ca, ya que entonces se sobreenten- gativo que se traduce “ningún” o
dieron como parte de la urbanidad “ninguno”. Así pues, es la contra-
en la vida cotidiana. Pero en con- partida negativa de omnis. Como
texto universitario, la nota de gra- sugiere Pedro Hispano en Summ.
tuidad o futilidad implícita en esta Log. 12, 26, en una proposición,
noción, da lugar al tecnicismo es- el valor negativo universal de n. no
colástico nugatio (véase). sólo rige para el sujeto sino que aún
En el Renacimiento el término se puede extender al predicado. Es-
vuelve a aparecer con signo nega- to significa que, si se dice “Nullus
tivo, en referencia a la frivolidad de homo est asinus”, se concluye que
temas en los que algunos humanis- Sócrates no es asno, Platón no lo
tas se complacían. Así, por ej., Pico es, etc.; pero también que ninguno
della Mirandola en De genere dicen- de ellos es, por ej., Rocinante.
di philosophorum los acusa de de- numerus. Debido a la diversidad de
morarse en “de matre Andromaches significados que este término pre-
[...] de Niobis filiis, atque id genus senta en la historia de la filosofía, se
levibus nugis”, en lugar de empeñar hace necesario seguir las principa-
sus esfuerzos en la búsqueda de la les etapas de su desarrollo.
verdad. Entre los griegos, Tales de Mile-
nugatio. Se denomina así la repetición to, al menos según Jámblico (cf.
inútil de una misma cosa en una In Nic. Arith. Intr. I), había defini-
proposición. Ahora bien, se consi- do el número como un sistema de
dera que no hay n., cuando la re- unidad. Los pitagóricos, de acuer-
petición está justificada, por ej., do con el testimonio de Aristóte-
cuando se exclama “Deus, Deus les (cf. Met. I, 5), entendieron los
meus”, como escribe Pedro His- números como principios de to-
pano en Summ. Log. 7,2. Tampo- das las cosas: habiendo advertido
co cuando, de los dos términos que que las propiedades y las relacio-
designan la misma realidad, uno es nes de las armonías musicales co-
concreto y el otro abstracto, o bien rresponden a relaciones numéricas,
uno designa una parte y el otro el buscaron estas últimas también en
todo, etc. Así lo testimonia, por ej., los fenómenos naturales. Así, con-
Guillermo de Ockham en In III cluyeron que todo el cielo es pro-
Sent. q.9a. porción y armonía y que los nú-
meros son los elementos de todas
nulliforme. Palabra que señala la con- las cosas existentes. Algunos intér-
dición suprema de la sabiduría en pretes consideran que los pitagóri-
el vocabulario místico de Buena- cos entendían el número como un
ventura (cf. sapientia, in medio). agregado de mónadas, y éstas, co-
mo corpúsculos dotados aún de di-
nullubi. Poco usada, esta voz significa mensiones; de tal modo, los núme-
“en ningún lugar” o “de ningún lu-
numerus 480

ros constituían a la vez los elemen- Esta última prevalecerá en los si-
tos de las figuras geométricas y de glos centrales del Medioevo. En
los cuerpos físicos. Siempre según efecto, la definición euclideana de
el testimonio del Estagirita, Platón, n. continúa a través de Boecio, y
por su parte, habría considerado las se reencuentra, por ej., en el Liber
ideas como números y la Unidad abbaci de Leonardo de Pita. Boecio
como el principio de éstos, duran- transmite también la célebre carac-
te la última fase de su pensamiento. terización aristotélica según la cual
En armonía con el punto de vista el número es la multiplicidad me-
platónico del estudio de los núme- dida y la multiplicidad de las me-
ros como elevación del alma, está la didas (cf. Met. XIV, 1, 1008 a 7).
posición de Euclides. Por lo demás, Tras las huellas de Boecio, Alain
en el libro VII de sus Elementos, és- de Lille, como lo hará después Oc-
te define el número como la plura- kham, distingue el número conta-
lidad compuesta por unidades. do y el número por el cual se cuen-
Durante el período patrístico, la ta (cf. por ej., Exp. in Phys. 164b).
concepción filosófica del n. adquie- Esta concepción es compartida por
re notable importancia en Agustín Tomás de Aquino, para quien ca-
de Hipona, en cuya ontología tri- da n. es multitudo mensurata per
nitaria se identifica con la species. unum, añadiendo que el núme-
En efecto, el Hiponense llama pi- ro no es una serie de unidades, si-
tagóricamente n. a la segunda no- no algo compuesto por unidades que
ta constitutiva del ente, aquella por no están en el número en acto si-
la cual éste es algo determinado, es no en potencia (S. Th. I, q. 7, a. 4 c
decir que tiene una esencia que lo e In Met. X, l. 8, 2090 y VII, l.13,
inscribe en una especie (cf. De lib. 1589).
arb. II, 20, 54). Por otra parte, para Atentos, pues, a la función de
Agustín la razón se complace en la contar o medir, propia de la noción
belleza; en ésta encuentra las figu- aristotélica, los escolásticos distin-
ras; en las figuras, las dimensiones; guieron el 1. n. numeratus, que alu-
en ellas, los números (cf. De ord. II, de a la cantidad o multiplicidad
15, 42). Agustinianamente enten- de entes enumerada por el intelec-
dido, el número constituye, pues, to, y considerada como una cier-
una clave del ordo universalis (véase ta unidad –por ejemplo, diez ár-
ordo). boles–, del 2. n. numerans, que es
Ya en los orígenes de esta no- aquel del cual el intelecto se vale pa-
ción y en los antecedentes que de ra numerar, es decir, el que se con-
ella llegan a la Edad Media, se ad- sidera abstractamente, prescindien-
vierten dos maneras de concebir do de lo que mide, y que concier-
el n.: una es la metafísica que, co- ne a la enumeración en sí, por ej.,
mo se vio, desde los pitagóricos lle- diez. Por otra parte, el 3. n. motus
ga a Agustín pasando por Platón; es el de las partes de una cantidad
la otra es la aritmética propiamen- continua, como el de la medida del
te dicha, que relaciona el número tiempo.
fundamentalmente con la medida. Sea de ello lo que fuere, es la an-
tigua caracterización de Euclides la
481 nuntiatio

que sigue imponiéndose y aplicán- esta base, los pensadores medieva-


dose a la función, propia del núme- les se preocuparon, especialmente,
ro, de contar o medir. Ahora bien, por la naturaleza del n. y discutie-
Pedro Hispano define el n. como ron, en particular, el problema de
multitudo ex unitatibus aggregata si es o no parte del tiempo. Tomás
(Summ. Log. 3, 15), o sea como se- de Aquino negó que lo fuera. Pa-
ñalando una multiplicidad confor- ra el Aquinate el n. es una suerte de
mada por la acumulación de uni- tiempo indeterminado, opuesto al
dades. Desde luego, para que dicha “entonces” o tunc (véase) que es un
multiplicidad sea tal, las unidades tiempo determinado, es decir, un
deben ser del mismo género. En es- instans signatum. Así, se habló del
te sentido se ha de entender el tér- 1. n. temporis sive fluctus. Pero tam-
mino “ponere in numero”, o “ponere bién se ha utilizado el n. en una se-
numerum” (véase ponere). gunda acepción: la del instante co-
Por su parte, Duns Escoto pro- mo presente ya no puntual sino co-
puso una clasificación diferente de mo eterno presente. En este caso,
las precedentes: distinguió entre el se emplea la expresión 2. n. aeterni-
1. n. essentialis, obtenido por divi- tatis sive stans: el “ahora” de la eter-
sión de la primera unidad divina, el nidad no fluye y, por eso, es como
2. naturalis o formalis, y el 3. acci- un presente eterno (cf. S. Th. I, q.
dentalis. 10, passim).
Durante el Renacimiento, se pro- Una posición interesante ante las
duce un regreso a la simbología nu- diversas dificultades que plantea el
mérica de carácter pitagórico y se problema del tiempo es la de Gui-
tendió a volver a la idea de una re- llermo de Ockham, quien, en su
presentación matemática de la rea- Exp. Super Phys. Arist. IV, subraya
lidad. que el n. es, en el fondo, un adver-
bio y no un sustantivo. De ahí que
nunc. En su sentido más lato y vulgar no designe, para Ockham, ninguna
este vocablo significa “ahora”. Pero, realidad definida, por lo cual todas
en la literatura escolástica, está re- las cuestiones que pueden plantear-
lacionado con la consideración fi- se respecto de este término, carecen
losófica del tiempo (véase tempus), de sentido. En todo caso, n. tiene
especialmente con la de raíz aristo- la misma función que los términos
télica, y, de manera derivada, con el syncategorematica (véase).
problema del no tiempo. Presenta
así dos acepciones fundamentales: nuntiatio. Es voz frecuente en Bue-
1. la de “instante” o instans (véase), naventura, en quien cobra una sig-
es decir, la de presente puntual; en nificación peculiar. En efecto, si-
este sentido, el término se vincula guiendo a Agustín de Hipona, cu-
con el problema de la mensurabili- ya influencia en este autor es deci-
dad y continuidad del tiempo. Aris- siva, Buenaventura otorga al alma
tóteles lo expone en Fís. IV, 4, 218 el papel determinante en el proce-
a 5 y ss, donde afirma la indivisibi- so cognoscitivo. La n. –que de ma-
lidad del n. y, a la vez, lo propone nera poco precisa se suele tradu-
como medio por el cual el tiempo cir por “anunciación”– es, en este
se divide y se hace continuo. Sobre contexto, la aprehensión de la co-
nutritio 482

sa sensible por los sentidos. Pero, no en el contexto antropomórfico


por lo arriba mencionado sobre el de la mitología: es, por ej., el ges-
protagonismo excluyente del alma to de la cabeza de Zeus que confir-
en el proceso de conocimiento, es ma su deseo. Por eso, en su signi-
ella quien se trasmite a sí misma el ficado más vulgar, también puede
contenido de tal aprehensión. En referirse al gesto, especialmente de
el itinerarium (véase) del alma ha- la cabeza o de los ojos, por el que el
cia Dios, la n., justamente por su hombre muestra su voluntad.
relación con lo sensible, esto es, Técnicamente, en cambio, en la
con lo que metafísicamente es ínfi- literatura medieval aparece con dos
mo, ocupa el grado jerárquicamen- sentidos. En sentido 1. propio, n.
te más bajo. es término de la Física medieval.
En este contexto, se ha llamado así
nutritio. Se designa con este nombre al movimiento por el que, expul-
la facultad propia del alma en su sada una cosa de su lugar natural,
aspecto vegetativo –o, como se ex- tiende a volver a él por la vía recta,
presa algunas veces, la misma ani- es decir, más breve. Se lo ha apli-
ma vegetativa– por la cual ella asu- cado aun al viento. En sentido 2.
me el alimento y lo procesa en or- metafórico o derivado, se habló de
den a la conservación y crecimien- n. como movimiento voluntario o
to corporal del individuo. como voluntad sin más; así; apare-
nutus. Su acepción originaria alude ce en expresiones como “Dei nutu
a una señal de asentimiento divi- omnia gubernari”.
483

O
O
O. Los lógicos escolásticos emplearon o supuesto. Si esto último tiene lu-
esta letra –segunda vocal de la pa- gar, ello sucede, pues, como deri-
labra nego– para señalar la proposi- vado de la acepción original de es-
ción particular negativa. De la mis- te vocablo.
ma manera, la I señala la afirmativa.
Pedro Hispano se vale del siguien- obiective. Escolásticamente se entien-
te verso para recordar el carácter de de el esse o. como un modo de ser
estos signos: “I firmat, negat O, sed relative, es decir, un modo de ser
particulariter ambae” (Summ. Log., “en relación con”. En este caso, o.
1, 21 y 4, 18). Tal regla nmemotéc- indica el ser intencional, en cuan-
nica ha recibido también otra for- to referido al alma humana y, en
mulación (véase I). especial, a una de sus potencias o
hábitos (véase obiectum). Así pues,
ob- Como prefijo y preverbio, indica cuando se habla de esse o. se alude a
lo que está tendido, plantado, arro- un esse rei vicario. Por eso, el térmi-
jado o, de algún modo, puesto de- no que nos ocupa podría traducir-
lante, esto es, ante otra cosa que ge- se por “en cuanto objeto de tal di-
neralmente es el sujeto; así se ad- mensión de la conciencia”. Se opo-
vierte en varios términos filosófi- ne correlativamente al esse formali-
cos medievales, por ej., en obiectio, ter (véase), que alude al ser de una
en o(b)stendere, o aun en officium, cosa tomada en sí misma; Por ej.,
donde la b de esta partícula se asi- se dice de Dios que es la esperanza
mila a la f siguiente propia de la del hombre justo non formaliter sed
raíz fi- que alude al hacer (véanse). o., ya que Dios no es en sí la espe-
ranza humana, sino el fin de dicha
obiectio. Acción y efecto de obiicere, esperanza en el alma humana.
objetar, la o. no tiene, de suyo, en
la Edad Media, y, sobre todo, en el obiectivum. En cuanto adjetivo, o. se
período escolástico, los matices sig- usa de diversos modos, según el ca-
nificativos que presenta para noso- so al que se aplique. Así, se habla
tros hoy el término “objeción”. An- de 1. obiectiva essentia, que alude
tes que aludir al hecho de oponer no a aquella esencia que, pertene-
una tesis a otra contraria, previa- ciendo a la cosa, se da en ella en su
mente establecida, o a un punto en mismo acto de existir, sino a la que
particular de la misma, la o. en su está presente como idea en la men-
estricto sentido escolástico señala el te a manera de exemplar; 2. obiecti-
hecho de inducere rationes, es decir, va potentia, para mentar la cosa en
plantear razones en favor de una u cuanto posible y referida al agente
otra opinión y no necesariamen- que puede llevarla al acto; así, res-
te en contra de alguna afirmación pecto de la Creación, todas las co-
obiectum 484

sas tenían ser in potentia Dei obiec- que las conclusiones conocidas de
tiva; 3. obiectivus conceptus, que es dicha ciencia constituyen su o. ma-
la cosa en cuanto inteligida, di- teriale (cf. op. cit. II-II, q.1, a. 1, c).
verso del conceptus formalis, que es De este modo, todo lo que se ela-
la noción abstracta misma (véase bora cognoscitivamente a partir del
obiectum). o. formale formará parte del o. ma-
teriale de una disciplina. Pero esto
obiectum. El líneas generales, la An- último no debe confundirse con el
tigüedad concibió el objeto como “tema” que dicha ciencia aborda.
aquello que está presente al pensa- De hecho, el conjunto de conoci-
miento, o a lo que hoy llamaríamos mientos abarcados por ella, –es de-
“conciencia”. En cambio, en térmi- cir, su obiectum materiale– se refiere
nos modernos, se entiende el obje- a algo, a algún campo determina-
to como la cosa en sí misma. Entre do, que los escolásticos denomina-
ambos extremos, se ubica la con- ron subiectum (véase). Para prose-
cepción medieval que refiere el o. guir con el ejemplo mencionado, el
específicamente a la potencia. En subiectum de la Geometría son las
efecto, este tema fue tratado por los relaciones espaciales.
escolásticos en el plano gnoseológi- Con todo, subsiste el sentido ge-
co. En su acepción más lata, el o. es neral que tiene este término en la
es el término de referencia de una Edad Media, y que mienta, como
potencia congnoscitiva; así, lo co- se dijo, no lo actualmente presente
loreado es el o. propio de la vista, al alma, sino lo que se le puede pre-
según el ejemplo que propone To- sentar. Sobre esta base y en el últi-
más de Aquino (cf. S. Th. I, q. 1, mo tramo de la Escolástica, se pasó
a. 1 c). a la noción de un objeto “en sí mis-
De hecho, la definición de Oc- mo”, que no se presenta como tal,
kham dice que es o. de una poten- sino a través de sus especies (véase
cia o facultad aquello que constitu- species). Así aparece en Duns Esco-
ye el término de su acto (cf. In I to, para quien el o. no puede estar
Sent. Pr. q.9n). Esto ya sugiere que, presente tal como él es en nuestra
en sentido más estricto, el o. no es alma, por lo que requiere de la es-
en sí lo que está presente a la men- pecie –o, en líneas muy generales,
te de modo actual, sino lo que por la imagen– la cual en el intelecto
sus notas propias, puede presentar- hace las veces de lo que hoy llama-
se a ella, o mejor, a una de sus po- mos “objeto” (cf. Rep. Par. I, d.36,
tencias cognoscitivas. Ahora bien, q. 2, 34). Contra esta suerte de du-
el o. de cualquier hábito cognos- plicación –la cosa en sí y la cosa
citivo presenta dos aspectos: aque- conocida o a conocer– reacciona
llo por lo cual se conoce, que es la Guillermo de Ockham, quien su-
razón formal; y aquello que efecti- braya que el intelecto forma un es-
vamente se conoce, o sea, el obje- se fictum (véase), es decir, que pro-
to material. Esta distinción se ex- duce un concepto, pero éste es “ob-
tendió al plano de las disciplinas o jetivo”. De este modo, aun en Oc-
artes (véase). Así, por ej., el o. for- kham no queda completamente
male de la Geometría son los me- eliminado el realismo gnoseológico
dios de demostración, mientras
485 obligatio

medieval, en el sentido de que to- dudosa (cf. Summa Totius Log. III,
davía hay en él un rastro de la con- 3, 42-44).
vicción acerca de que los conteni- 2. En el plano ético, la o. es un
dos de la conciencia reproducen vínculo de carácter moral, que se
fielmente –aunque ya no universal- impone a la libre voluntad huma-
mente– lo real. na. Así, la obligación jurídica, por
No obstante, la concepción esco- ej., no constituye sino una deter-
lástica tradicional del o. lo entiende minación particular de la o. moral,
como aquello “quod operatio versa- en la que se funda. La o. es además
tur, vel in quod fertur potentia quo- la forma del deber, en cuanto que
cumque modo” (véase obiective). éste se define precisamente como la
obligación moral absoluta de llevar
obligatio. Término que en la Edad a cabo o de omitir alguna acción.
Media presenta dos planos de sig- En lo que respecta a su naturale-
nificación: 1. metodológico; 2. éti- za, los autores medievales han sos-
co. tenido, en general, que es racio-
1. En el plano metodológico, se nal. El fundamento de la obliga-
denomina o. a un acuerdo o con- ción moral se halla en un princi-
vención entre el respondans (véase), pio universal y necesario; es inde-
vale decir, el que sostiene una te- pendiente, por tanto, de las incli-
sis en una discusión, y el arguens, naciones personales. Pero, además,
o sea, quien la niega o ataca. Según se funda, para ellos, en un principio
ella, el primero, a solicitud del se- trascendente: el de la voluntad divi-
gundo, se compromete a admitir, na. Sobre este último punto, se han
en el curso de la discusión, algo en perfilado dos posiciones: la tomis-
lo que antes no se convino. Hay di- ta –que puede calificarse de “tradi-
versas especies de o. en este sentido. cional” en el marco de la ética es-
Ockham, por ej., menciona seis: colástica– sostiene que la o. moral
1.1. institutio, que es la adopción del hombre tiene fundamento en
de un término nuevo en la discu- la voluntad de Dios sólo en cuan-
sión solamente por todo el tiempo to que ésta, por su misma natura-
que ésta dure; 1.2. petitio, que es leza, no puede querer sino lo bue-
el pedido que formula el oponen- no y lo justo en sí. En cambio, la
te al respondens de admitir algo, por posición de Guillermo de Ockham
ej., conceder la primera proposi- –basada sobre su doctrina acerca
ción formulada por aquél; 1.3. po- de la omnipotencia de Dios– ubi-
sitio, que es la obligación de soste- ca el fundamento de la o. en un de-
ner una proposición como verda- creto divino arbitrario, de tal modo
dera; 1.4. depositio, que es la de sos- que, si Dios lo hubiera querido, las
tener una proposición como falsa acciones morales rectas podrían ha-
1.5. dubitatio, que es la de consi- ber sido otras. Dado el orden ins-
derar una proposición como dudo- tituído por Dios, se sigue lógica-
sa; y 1.6. sit verum, que es el com- mente que ciertos actos son bue-
promiso de responder a una propo- nos y otros son malos; pero el or-
sición como lo haría si la tuviera ya den mismo depende de la libérri-
por verdadera, ya por falsa, ya por ma e impenetrable decisión divina.
obliquum 486

Más aún, la misma o. que compele ción de oponer un obstáculo en el


a seguir el dictamen de la concien- camino seguido por una argumen-
cia o la recta razón, para Ockham, tación, mostrando resistencia a ad-
tiene su razón última y suficiente mitir alguno de sus pasos.
en el hecho de que Dios quiere que
se proceda así (cf. III Sent. 13, c). occasio. En general, se entiende por
“ocasión” la circunstancia que fa-
obliquum. Cf. rectum. vorece la producción o el darse de
un hecho determinado. Lo más fre-
oblocutio. Cf. murmur 1. cuente es tomar este término co-
obreptio. Tanto en términos filosófi- mo correlativo de causa y conditio
cos, particularmente en Lógica, co- (véanse). En efecto, los autores me-
mo –y más frecuentemente– retó- dievales insisten en la relación que
ricos, se denomina así a la argu- estos tres conceptos guardan entre
mentación que, del modo más ma- sí, pero, sobre todo, en su distin-
nifiesto y sin falacias implícitas, ción. En este sentido, se entiende
se plantea ante un oponente, por por causa de algo todo aquello que,
oposición a la subreptio (véase): de de alguna manera, produce efec-
hecho, la raíz ob- hace alusión a lo tivamente ese algo; por ej., la vo-
que está puesto delante. luntaria determinación de pescar es
causa de que alguien practique ese
obversio. La o. es un tipo de inferen- deporte. Por conditio se entiende la
cia lógica inmediata que consis- circunstancia externa necesaria para
te en sustituir el predicado por su la producción de un efecto dado, o
contradictorio, pero cambiando la sea, un fenómeno tal que, si no tu-
cualidad de la proposición, con lo viera lugar, no podría darse el efec-
que su sentido permanece inaltera- to; por ej., para pescar, es necesario
do. Por ej., “Todo hombre es libre” disponer de algún aparejo de pes-
= “Ningún hombre no es libre”. Se ca o de un instrumento que lo re-
obtiene así una aequipollentia (véa- emplace. Como se ve, la condición
se) cuyas reglas dieron los lógicos tiene un matiz negativo o limita-
medievales en estos términos: Prae tivo: de no darse la condición, no
contradict. Post contrariat. Prae pos- puede tener lugar el hecho del que
tque subalter, es decir, la negación se trata. En cambio, la o. es pensa-
se antepone al sujeto para obtener da como una circunstancia exter-
el equivalente de la contraria; si se na pero positiva, esto es, como algo
antepone y se pospone se llega al que contribuye a la producción del
equivalente de la subalterna. efecto. Para seguir con el ejemplo
obviatio. Término que forma parte mencionado, se podría decir que el
de la metodología de la discusión encontrarse ya a orillas de un río y
escolástica, de sugnificado muy no tener que dirigirse desde lejos
próximo a lo que hoy se denomina hasta él, es ocasión del acto de pes-
“objeción”. De hecho, está consti- car. Con todo, la o. es susceptible
tuído por el prefijo ob- que siempre de ser sustituída por una circuns-
alude a lo que está delante, y via, tancia diversa. La cuestión que se
es decir, camino. Así, señala la ac- plantea es si se puede tener seguri-
dad acerca de que un hecho igual-
487 officians

mente se hubiera producido de ha- natural– de la misma manera sien-


ber intervenido otra ocasión que la te repugnancia por todo lo que le
que medió en su producción. No es contrario y nocivo, movimiento
obstante, se trata de una cuestión en el que consiste el odio natural.
más propia de los pensadores con- Sólo en la medida en que lo noci-
temporáneos, especialmente, los vo, en cuanto tal, es malo se pue-
dedicados al problema del condi- de decir que el objeto del o. es el
cional histórico, o sea, al sentido mal. Añade que en cierto modo, el
del si en la Historia. Los medieva- odio es efecto del amor, ya que se
les, en particular, los escolásticos, percibe como contrario o nocivo
tendieron a minimizar la interven- aquello que precisamente impide
ción de la o., siempre en beneficio lo que es conveniente para el suje-
de la causa. Así, sobre todo, en el to. Pero, por eso mismo, no puede
análisis del acto libre, enfatizaron ser más fuerte que el amor, puesto
la eficacia causal de la voluntad hu- que es imposible que el efecto sea
mana, con una cierta desvaloriza- más fuerte que su causa. El Aqui-
ción de la o., o sea, de lo que hoy se nate coincide con la tradición –en
consideraría el conjunto de las cir- la cual Agustín está incluido– que
cunstancias que lo rodean. considera imposible para el hom-
bre odiarse a sí mismo, al menos,
occasionaliter. Se predica de las cir- de manera consciente y deliberada.
cunstancias en que un agente actúa En cambio, juzga posible odiar la
e indica con ello la ocasión de su verdad, no absolute sino en particu-
actuar (véase occasio). Es correlati- lar. De hecho, se puede odiar una
vo de causaliter, ya que este último verdad que no quisiéramos que lo
adverbio se refiere a la causa, pro- fuera (cf. S.Th. I-II, q.29). Por su
piamente dicha, de la acción. Así, parte, Duns Escoto concede menos
por ej., un homicidio se produce atención al tema y define el o. co-
causaliter, por la voluntad del ho- mo un modo de no querer: quod-
micida de matar su víctima; pue- dam nolle (cf. Rep.IV, d.10, q.3,
de producirse o. por una discusión n.20).
violenta sostenida con ella. Entre los autores nominalis-
odium. El odio es una pasión derivada tas, especialmente, en las discusio-
del apetito concupiscible y opues- nes teológicas tardomedievales, se
ta directamente al amor (véase). planteó la cuestión de odio Dei, en
Agustín de Hipona, a pesar de di- la que se preguntaban si Dios pue-
ferenciar esencialmente el odio de de ordenar a alguien que lo odie.
la ira, lo entiende como una suer- El propósito de tal planteo era exa-
te de ira acumulada, “envejecida en minar la relación entre la voluntad
el corazón”; de ahí que advierta que divina y la ley natural. Así apare-
se ha de evitar que ésta degenere en ce, por ej., en Gabriel Biel (cf. In I
aquél (cf. De ser. Dom. in monte II, Sent., d.42, q.1, a.3).
19, 63 y I, 10, 26). Tomás de Aqui- officians. Se denomina con este nom-
no considera que así como cada ser bre aquella proposición en la que se
tiene conformidad con lo que le es resuelve la modal (véase propositio),
propio –lo cual constituye el amor de tal manera que el modo propio
officium 488

de esta última queda afirmado en usos de o. radica en que, cuando se


la propositio o. Así, por ej., la pro- asume distributivamente, esta pa-
posición modal necesaria “Deum labra indica que el atributo que la
existire necesse est” puede resolverse acompaña conviene a cada uno de
en la o.: “Propositio ista, Deus exis- los individuos de los que se afirma
tit, est necessaria”. el sujeto; cuando se toma colecti-
vamente, señala que conviene a to-
officium. Los significados esenciales de dos esos individuos pero asumidos
esta palabra, que etimológicamen- a la vez o simultáneamente. Véase
te alude a lo que se pone delante quidquid.
de alguien para que ese alguien res-
ponda con su acción, se refieren al omniforme. Voz propia del vocabula-
servicio, al deber. Sólo en forma rio bonaventuriano, señala en ese
derivada señala el cargo que una contexto una forma de la sabiduría
persona ocupa en el cumplimien- (véase sapientia, in medio).
to de tal obligación. De ahí que los
autores medievales hayan analizado omnipotentia. El tema de la omnipo-
esta noción en relación con la es- tencia divina fue tratado tempra-
pecificidad de las funciones públi- namente y ya en la Patrística so-
cas –incluso la del rey– pero, espe- bre la base de textos escriturarios
cialmente, en lo que concierne a la como Gen. 18, 14; Lc. 18, 27 y 1,
división entre comerciantes, hom- 37, Mc. 10, 27. Agustín alude a él
bres de armas y sacerdotes. Así apa- en Ep. 92,5; 137, 6; Sermo 109;
rece, por ej., en Tomás de Aquino Contra Faustum 26, 5. Por su par-
(cf. S.Th. II-II, q.40, a.2 c). Ya ha- te, Juan Damasceno lo hace en De
cia el Renacimiento, crece la esti- fide orth. II, 29. La importancia de
mación, por ej., por el o. poetae la cuestión de la omnipotencia di-
(véase poesia). vina no sólo desde el punto de vista
teológico sino también desde el de
omne. Este término, “todo”, se emplea la espiritualidad, hace que su apa-
para indicar la totalidad de un con- rición sea constante en los textos
junto, esto es, de los miembros de medievales; baste citar, al respecto,
una pluralidad. Así, se ha de distin- a Gilbert de la Porré (cf. De Trin. 4,
guir de totum que señala la integri- 91) y a Pedro Abelardo (cf. Log. In-
dad de una cosa tomada singular- gr. III, 4). Pero lo más característi-
mente. Ahora bien, o. implica uni- co del tratamiento medieval de este
versalidad tanto collective como dis- concepto aparece en la Escolástica.
tributive. Esto significa que la voz En ella, hay que tener en cuen-
que nos ocupa se aplica para alu- ta que, en la metafísica clásica, el
dir a todos y a cada uno, por ej., término potentia (véase) asume, en
de los hombres: en el primer caso, general, un significado pasivo, de
se usa colectivamente; en el segun- capacidad receptiva; pero puede
do, distributivamente. Así lo seña- presentar, además, un doble signi-
la, por ej., Pedro Hispano en Sum. ficado activo: el de la capacidad de
Log. 12, 4. Por su parte, Guiller- actuar y el de la capacidad de pro-
mo de Ockham se ocupará de pre- ducir, en el sentido de comunicar
cisar que la diferencia entre ambos o participar un ser distinto del ser
489 omnipraesentia

propio. Esta doble significación ac- más próxima a la de Pedro Damián


tiva no tiene gran relieve en el ca- (cf. In I Sent. dd. 42-44). Un abor-
so del hombre, en quien todo ac- daje peculiar del tema aparece en
tuar es un producir, precisamente Guillermo de Ockham quien atri-
por la misma novedad contingente buye al poder de Dios la causa in-
del acto. Pero sí lo tiene en el caso mediata de todas las cosas: sin la
de Dios, cuyo ser es pura actividad causalidad divina nada se produci-
subsistente, con lo cual el atributo ría, aun cuando se dieran todas las
de la potencia adquiere importan- condiciones para ello. Dicho poder
cia sólo positivamente, como po- es ilimitado, en el sentido de que
tencia productiva. Justamente, la Dios puede hacer todo lo que es
presencia en Dios de tal potencia es posible, aun sin que esté presente la
el fundamento del existir de lo fini- causa secundaria; hablar de lo que
to. Pero el hecho de que Dios parti- es íntrínsecamente imposible, pa-
cipe el ser permanece en el ámbito ra Ockham, no tiene sentido. Por
de lo inaccesible para la razón hu- otra parte, considera que la o. divi-
mana, ya que Su absoluta perfec- na no puede ser probada filosófica-
ción excluye toda necesidad de par- mente (cf. In Sent. I, d.17 passim;
ticipar. Ahora bien, la o. expresa es- d. 45, a. 1; d.42, a.1).
pecíficamente el carácter de infini-
ta de esa potencia de Dios, carácter omnipraesentia. Atributo de la natu-
que encuentra su justificación en lo raleza divina formulada por la tra-
absoluto del ser divino: del poder dición judeo-cristiana, cuyo con-
de Dios depende todo lo que en al- cepto es afín al de ubicuidad (véase
guna medida y de algún modo es o ubiquitas). Puede caracterizarse, en
puede ser (véase potentia dei). general, como la presencia de Dios
Respecto de este último punto, se en todos los seres que tienen un
suscitaron, durante la Edad Media, ubi, es decir que están situados en
dos posiciones diferentes: de un la- el espacio. Precisamente, las difi-
do, la de quienes sostenían, como cultades de entender el modo de la
Pedro Damián en el siglo XI, que o. divina provienen de la tendencia
dicho poder incluye hasta lo con- a concebirla de manera semejan-
tradictorio, es decir que Dios po- te a la propia de los entes materia-
dría hacer, si así lo quisiera, que la les –que tienen presencia cuantita-
fundación de Roma, por ej., no ha- tiva, dimensional o local–, aunque
ya existido, (cf. De div. omnipot. se la conciba en grado eminente,
passim); de otro, la posición ejem- o sea, como compenetrante de to-
plificada por Tomás de Aquino, do lo que es. Para despejarlas, se ha
quien afirma que el único límite de de tener en cuenta que la presen-
la omnipotencia divina estaría da- cia local es sólo un modo imperfec-
do solamente por aquello que in- to de presencia, porque consiste en
trínsecamente no puede ser, o sea, un ser o estar en las propias dimen-
por el absurdo (cf., por ej., De aet. siones y un conmensurarse respec-
mundi 2; S. Th. I, q. 2, a. 3; q. 25, to de las dimensiones de otro. En
a.1; C.G. II, 5-10 y 22-27). Buena- cambio, la presencia de Dios radica
ventura se inclina por una posición únicamente en su operación, en el
participar de sí mismo en otro, por
omniscientia 490

lo que Dios viene a estar en todas tir que Él conoce también lo que
las creaturas como lo activo en lo acontecerá en el futuro. Ello signi-
pasivo. Casi todos los autores me- fica que su o., vista desde el hom-
dievales han abordado este tema: bre, incluye el pre-conocimiento;
por ej., Agustín (cf. Conf. I, 2; III, de ahí que se haya abordado el pro-
2; In Io. Ev. 31, 9; De civ. Dei XI, blema que de allí deriva en el artí-
5), Buenaventura (cf. In I Sent. d. culo praescientia.
37), Tomás de Aquino (cf. C.G. I, Textos importantes al respecto
26; III, 68; De ver. q. 8, a. 16, ad. son los de Agustín de Hipona (cf.
12; S. Th. I, q. 8, a. 3). De un mo- De div. quaest. II, 2, 2; De Trin.
do u otro, todos ellos han subra- XV, 13, 22; De civ. Dei. XI, 21; De
yado la diferencia mencionada en- lib. arb. II, 6), Buenaventura (cf. In
tre el modo de presencia de los se- I Sent. d. 36) y Tomás de Aquino
res corpóreos y la o. divina. Tal di- (cf. S. Th. I, q. 14 passim; C.G. I,
ferencia, pero, a la vez, la relación 44-71; In Sent. I, d. 39-41).
que se establece entre ambos térmi-
nos, hacen que omnipraesens pueda ope ingenii. Con esta expresión auto-
considerarse uno de los nombres res y paleógrafos tardomedievales,
de Dios, más precisamente, uno de particularmente, los humanistas
los nomina divina (véase) relativa. indicaban que habían hecho una
corrección al texto, es decir, al có-
omniscientia. Es uno de los atributos dice manejado, por su propia cuen-
de Dios, elaborado y discutido es- ta y sin la ayuda o apoyo de fuen-
pecialmente por el pensamiento tes manuscritas. En general, se uti-
cristiano, sobre base escrituraria, lizaba esta clase de corrección pa-
en particular, el texto de Sap. 7, 27. ra facilitar el trabajo del copista,
La o. expresa, en general, la perfec- a quien, con todo, frecuentemen-
ción propia del pensamiento o co- te se le confiaba también el códi-
nocimiento divino como exhaus- ce antiguo sin la enmienda o.i. pa-
tivamente comprehensivo de todo ra su control.
el ámbito del ser, es decir de todo
lo que es o puede ser en cualquier opera. En general, es el efecto de la
grado. El ser absoluto de Dios im- operatio (véase). Cf. también opus.
plica, entre otras cosas, un pensa- operatio. Si bien aparece ya en la Pa-
miento subsistente, una visión om- trística latina, este vocablo fue usa-
niabarcante. Tal como ocurre en do, en especial, por los escolásti-
el caso de la omnipraesentia (véa- cos medievales, con el sentido ge-
se) divina, el de la o. también pre- neral de acción, pero particular-
senta el problema de determinar el mente, con el de acción inmanen-
modo como Dios es omnisciente. te (véase actio, in fine). El signifi-
Pero, a diferencia de lo que sucede cado de o. se precisa mejor en re-
con el primer caso, el de la o. ofrece lación con “opera”, es decir con el
un particular dificultad, muy dis- efecto de una actividad inteligente
cutida a lo largo del período pa- y, más específicamente, con la ac-
trístico y del medieval. En efecto, ción formaliter immanens virtuali-
el carácter omniabarcante del co- ter transiens. En ésta, el aspecto in-
nocimiento de Dios obliga a admi- manente de la actio es el autoteleo-
491 opinio

lógico o autoperfectivo. En efecto, proposición, aún admitiendo la


esta acción se genera desde su mis- posibilidad de que su contradicto-
mo sujeto y tiene en él su término ria sea verdadera. De este modo la
inmediato: de esta índole son las o. implica admitir la posibilidad de
acciones vitales y espirituales, co- encontrarse materialmente en un
mo querer o pensar, en las cuales, error y, por ello, se opone a la certe-
sin embargo, la acción generada za (véase certitudo).
por el sujeto en sí mismo tiene una Es conocida la visión negativa
virtualidad referente fuera de él, in- que los filósofos griegos sustenta-
formando a otras cosas y haciendo ron sobre la opinión. Baste, a mo-
de ellas precisamente una opera. De do de ejemplo remitir al Teet. 187
ahí que, por ej., sea común en la- a-201 c, de Platón, y a la Met. IV,
tín expresiones tales como forentis 4, 35, 1008, b, de Aristóteles. Una
opera o actividad del foro. Con to- sola excepción notable se ha de su-
do, en el pensamiento medieval se brayar en el período antiguo: co-
subrayó el aspecto inmanente de la mo no podía ser de otra manera,
o., insistiendo, como lo hace Tomás los escépticos académicos revalori-
de Aquino, en que toda cosa tiene zaron la o. como la forma en que se
una inclinación natural a su o. pro- nos aparece el devenir de las cosas:
pia (cf. S. Th. I, q. 14, a. 2; C.G. “rerum pars opinabilis”. Así lo testi-
I, 100; In Met. I, l.1, 3). Por ello, monia Cicerón en Acad. I, 8, 31.
cuando se habla analógicamente de La Patrística siguió, en cambio, la
las “acciones” divinas se prefiere el línea tradicional, viendo en la o. el
término “operaciones”. peligro de un error, en oposición ya
Precisamente atendiendo al ca- sea a la ciencia como a la fe. Tal es,
rácter de interioridad propio del por ej., la posición de Agustín (cf.
término que nos ocupa, y sobre las De ut. cred. 2 y Contra acad. I). El
huellas del De Trinitate agustinia- tratamiento es mucho más sistemá-
no, los escolásticos estudiaron en el tico entre los escolásticos, quienes
hombre la o. intellectus y la o. vo- lo encuadraron en el tema del as-
luntatis, con el objeto de esclarecer, sensus (véase). En efecto, desde el
por analogía, aspectos de la vida di- punto de vista escolástico, el inte-
vina. En este sentido, interesa par- lecto asiente de dos maneras: se-
ticularmente la distinción entre o. gún la primera, el entendimiento
ad intra y o. ad extra (cf. op. cit. I, q. es movido por lo que conoce, es-
27, a. 1 y q. 45, aa. 6-7). to es, por el objeto. En este caso, o
bien es movido por el objeto en sí
opinari. Por lo dicho en el artículo mismo, como sucede con los pri-
opinio (véase), este verbo se suele meros principios, o bien es movido
traducir por “creer”, “suponer” o mediatamente, como ocurre con
“dar por cierto”. En cualquier ca- las conclusiones sobre las que versa
so, su matiz semántico excluye un la ciencia. En cambio, de la segun-
examen atento de la cuestión de la da manera, el intelecto asiente no
que se trata. porque sea movido por el objeto,
opinio. En general, es el estado de la sino porque se inclina voluntaria-
mente que acepta o asiente a una mente a una proposición más que a
oppidum 492

su contradictoria. Ahora bien, si tal hijo”. Cf., por ej., Tomás de Aqui-
inclinación del asentimiento inte- no, In Met. V, l.12, 922).
lectual se hace con certeza y sin te-
mor, se está ante la fe. En cambio, oppositio. Señala la relación de oposi-
si tal asentimiento se da con duda ción como postpraedicamentum, en
y temor se está ante una o. (cf. S. cualquiera de sus cuatro especies
Th.II-II, q. 1, a. 4, c). Así pues, la (véase opposita).
o., aun por oposición, es correlati- opprobrium. Cf. contumelia.
va con la fe; en todo caso, y en vir-
tud de la común referencia al assen- opus. A diferencia de opera (véase), es-
sus, está más próxima a ésta que al ta voz subraya no sólo el carácter
conocimiento. actualiter transitivo de una acción,
Una perspectiva particular es la sino, particularmente, el efecto di-
que asume al respecto Pedro Abe- recto y visible de la misma. Por eso,
lardo. Restringiéndose en esto, so- se aplica a obras de fortificación, a
bre todo, al plano filosófico, este labores de campo, a trabajos servi-
autor opone o. a sententia (véase), les, de donde la expresión “o. ser-
en cuanto que ésta es indudable- vile”, etc. No obstante, en la Edad
mente verdadera por resultar de la Media, también se ha empleado
confrontación de posiciones diver- para señalar obras de arte y litera-
sas; la o., aunque remite casi siem- rias, de manera que no sólo indica
pre a un parecer individual o sub- el efecto de la actividad propia de
jetivo, puede constituir, con todo, las artes manuales sino aun de las
una posición fundada y, por eso, artes liberales (véase ars).
tiene carácter de verosímil. oratio. Tres son los significados funda-
oppidum. Cf. urbs. mentales de este vocablo: 1. en sen-
tido retórico, o. mienta, en térmi-
opposita. Esta palabra mienta los tér- nos generales, la facultad de hablar;
minos opuestos. Ahora bien, la Es- pero especialmente alude a toda ex-
colástica distinguió varios modos posición oral, en particular, la alo-
de relación de oposición. De esta cución. Así, o. habere significa pro-
manera, 1. o. contrarie son dos en- nunciar un discurso. Isidoro de Se-
tes positivos que, distantes en máxi- villa afirma que “orare idem est quod
mo grado dentro del mismo géne- dicere” (Etim X, ad litt. o) y Casio-
ro, se rechazan mutuamente al ser doro anota que o. tiene su etimo-
atribuidos al mismo sujeto, por ej., logía en ore ratio, es decir, la ra-
“frío-calor”. 2. o. contradictorie se zón expresada en palabras (Exp. in
denominan aquellos términos que Psalt. 38, 13).
se oponen entre sí mediante la ne- 2. en el plano lógico-gramatical,
gación simpliciter de uno de ellos, los autores medievales, siguiendo
como sucede en “hombre-no hom- a Aristóteles, han considerado la o.
bre”. 3. o. privative se dice de una una expresión significativa comple-
forma y su correspondiente priva- ja. Ateniéndose a esta posición, Pe-
ción, como “visión-ceguera”. 4. o. dro Abelardo desarrolla, en parti-
relative o ad aliquid se llaman dos cular, dos aspectos: el carácter con-
términos correlativos como “padre- vencional de la oración y su cons-
493 ordinare

trucción en cuanto estructura au- rrae, hasta que el término que nos
tónoma. En este último sentido, ocupa se restringió preferentemen-
para Abelardo, la o. se distingue de te a la tierra. Sobre bases aristoté-
una simple colección de palabras licas, los escolásticos hablaron de
–que no alcanza a constituir una los orbes caelorum como de las par-
propuesta de verdad– y en esto la tes regionis aethereae per se mobi-
o. se acerca a la propositio (véase). les quibus stellae infixae moveantur.
Siempre dentro de este orden, y en De hecho, compararon cada cuer-
la misma línea que Abelardo, Oc- po celeste con el clavo o piñón fijo
kham distingue varios tipos de ora- de una rueda que es movido por el
ciones, según el modo verbal: indi- movimiento de ésta. Partiendo des-
cativas, imperativas, optativas e in- de la tierra, a la que se consideraba
terrogativas. El lógico –dice Oc- fija, el orden o sucesión de los orbes
kham– sólo se ocupa de las prime- caelorum, llamados también “cie-
ras, porque son las únicas suscepti- los” es el siguiente: Luna, que es la
bles de verdad o falsedad (cf. Exp. órbita de los ángeles; Mercurio, la
Aurea, 99 y ss.). de los arcángeles; Venus, la de los
3. en su tercera acepción, más es- principados; Sol, la de las potesta-
pecífica, la o. se refiere a la plega- des; Marte, la de las virtudes; Jú-
ria religiosa. Más aún, es uno de los piter, la de las dominaciones; y Sa-
principales actos de la vida religio- turno, la de los tronos. Más allá de
sa, por el cual el creyente se somete ellos, ubicaban el cielo estrellado,
a Dios y confiesa la necesidad que el de las constelaciones del zodía-
tiene de Él. En su estado perfecto, co, que es el orbe de los querubi-
se concibe como un ascensus men- nes, mientras que las aguas sobre el
tis in Deum (cf. por ej., Tomás de cielo de estrellas fijas, a las que alu-
Aquino, S. Th. II-II, q. 83, a.3 ad den muchos textos medievales, son
1). Cabe añadir que, más allá de su los espíritus de éstos. Sobre el cie-
etimología, y precisamente en vir- lo estrellado está el cristalino, el de
tud de que el sujeto específico de los serafines. Por último, situaban
la o. en esta segunda acepción es la en la cima de esta visión del uni-
mens, es decir, la dimensión espiri- verso, el empireum, ámbito resplan-
tual del hombre, la plegaria no de- deciente y en rigor no representa-
be ser necesariamente oral; puede ble en cuanto que no es físico y está
darse, en efecto, una o. cordis, esto concebido como morada de Dios y
es, una oración “pronunciada” in- de los bienaventurados. Sobre este
teriormente. esquema, Dante diseña el itinerario
recorrido en el Paraíso de su Divi-
orbis. Originalmente, esta palabra ha- na Comedia.
ce alusión al círculo y, de manera
derivada, a la órbita, movimiento y ordinare. Técnicamente hablando, “or-
superficie circular. Por eso, y habi- denar” es, en la Escolástica, la ac-
da cuenta de la concepción ptole- ción por la que se refiere una cosa
maica vigente en la Edad Media, se a otra, o se relaciona con ella, en el
utilizó para designar las órbitas del plano lógico u ontológico. De ahí
sol, de la luna, de la tierra, y aun que la expresión escolástica “in or-
ésta misma. Así, se habló de o. te- dine ad” equivalga a “respectu” o
ordinata 494

“relative”. Asimismo, se denomi- tenderse siempre como o. natura-


nan “ordinatae res” cosas de diverso lis. La noción patrístico-medieval
grado que se disponen en una je- de orden incluye, como elemen-
rarquía, según la dignidad que se to material, una pluralidad; como
atribuya a cada una. La expresión elemento formal, un aspecto uni-
se torna particularmente impor- ficado que confiere a dicha plura-
tante en el caso de la ordenación lidad una determinada conforma-
causal (véase regressus). ción singular.
Cabe distinguir entre las cosas or- En la Antigüedad, Aristóteles pres-
dinatae según la jerarquía estable- tó particular atención a este con-
cida por el mismo orden natural cepto. Para él, el orden constituye
(véase ordo) y las que son ordena- una de las primeras características
das según un determinado criterio de los fenómenos naturales, cuya
que el hombre proyecta sobre ellas. causa es la naturaleza misma (cf.,
En la Edad Media, este verbo pue- por ej., Fís. VIII, 1, 252 a 11; De
de aludir a ambos hechos, si bien es caelo, III, 2, 301 a 4). Por otra par-
más frecuente la referencia al pri- te, el Estagirita juzga que entre or-
mero, es decir, al de las cosas na- den y finalidad hay una relación re-
turalmente ordenadas. Así pues, en cíproca tan evidente que no necesi-
cada caso, se ha de prestar atención ta demostración explícita (cf. Met.
al contexto para discernir con cuál XIII, 3, 1078 a 31-32). Respecto
de los dos matices es empleada es- de la tradición latina, es bien cono-
ta palabra. Muy significativa es al cida la definición ciceroniana de o.:
respcto la sentencia “Sapientis est “Ordinem sic definiunt: compositio-
ordinare” (véase), de gran relevan- nem rerum aptis et accommodatis lo-
cia en la Escolástica del siglo XIII cis” (De off. I, 40). Como se ve, la
y, en particular, en el pensamiento perspectiva de Cicerón sobre el te-
tomista. ma parecería apuntar más al plano
físico y, de otro lado, hace hincapié
ordinata. Cf. potentia 6 y, especial- en la relación entre o. y locus.
mente, potentia dei. En el pensamiento cristiano ad-
ordo. El tema del orden es de capi- quiere relieve la concepción de un
tal importancia en el pensamiento o. universal, fundamentada en la
medieval, ya que la convicción de profundización de la realidad inte-
que la realidad creada tiene un or- ligible. Agustín desarrolla este tema
den que obedece a la lex aeterna di- precisamente en uno de sus más
vina es uno de sus supuestos funda- importantes diálogos filosóficos:
mentales. En su acepción más ge- el De ordine. En una visión poste-
neral y común, el o. expresa la dis- rior, más ceñida, ofrece esta defini-
posición apropiada de las cosas. ción: “Ordo est parium disparium-
Cabe advertir que, al mencionar la que rerum sua ciuque loca distribue-
“disposición apropiada”, se hace re- ns dispositio” (De civ. Dei. XIX, 13).
ferencia a la que emana de la mis- Ahora bien, en el Hiponense, esta
ma naturaleza de las cosas y no a lo disposición apropiada de las cosas,
impuesto externamente a ellas. Así en la que consiste esencialmente el
pues, el o., sin acotación, debe en- orden, no sólo atañe al o. universa-
495 ordo

lis, esto es, al conjunto de lo crea- tr. christ. I, 27, 28). Esto hace que,
do; supone también que cada co- en la perspectiva del Hiponense, la
sa individual tenga su propio orden virtud sea justamente el o. amoris,
interno. Para comprenderlo, es ne- doctrina de extraordinaria influen-
cesario recordar que la perspectiva cia posterior. Pero lo que revela el
agustiniana está regida por un pen- carácter central de su tesis sobre el
samiento triádico, en cuanto que o. es la intervención que le confie-
en toda criatura hay un triple as- re a esta noción en la definición de
pecto, vestigio del Dios trinitario al otros conceptos claves: así, por ej.,
que obedece su creación. Este tri- la paz es la tranquillitas ordinis; la
ple aspecto está dado, en primer lu- belleza, el splendor ordinis, etc.
gar, por la circunscripción ontoló- Un amplio comentario dedica
gica que hace que la cosa exista co- Tomás de Aquino a esta concep-
mo una, y que Agustín llama men- ción, cuando se pregunta “utrum
sura o modus; en segundo térmi- ratio boni consistat in modo, specie
no, por la esencia que le correspon- et ordine” (S. Th. I, q. 5, a. 5) y, al
de, denominada species o numerus fundamentar su respuesta afirma-
(véanse); y, finalmente, por el o., es- tiva, dice: “Ad formam autem con-
to es, por la cohesión intrínseca de sequitur inclinatio ad finem, aut ad
las partes que constituyen ese en- actionem, aut ad aliquid uniusmo-
te. Dicha cohesión asegura su orga- di: quia unumquodque, inquantum
nización interna y, con ello, confir- est actu, agit, et tendit in id quod si-
ma al ente en su permanencia en el bi convenit secundum suam formam.
ser según la especie a la que perte- Et hoc pertinet ad ‘pondus’ et ‘ordi-
nece (cf., por ej., De nat. boni, 3). nem’”. Como se puede advertir, la
Más aún, en virtud de esto último, perspectiva tomista sobre el tema
Agustín relaciona el o. individual recupera el planteo agustiniano,
con el pondus (véase). Por otra par- pero lo reformula en términos aris-
te, también se ha de tener presen- totélicos, mediante la trasposición
te que los seres creados constitu- de categorías, por ej., la de pondus
yen una jerarquía de perfecciones, a la de finis, ya que Aristóteles li-
ya que cada uno es un bien (véa- gaba el concepto de o. al de fina-
se bonum) en virtud de esos tres ca- lidad. En esto insiste el Aquinate
racteres ontológicamente constitu- en De ver. q. 21, a. 6 y en sus co-
tivos que son, además, tres perfec- mentarios a la Física de Aristóteles.
ciones ontológicas; pero no todos En los mencionados pasajes, mues-
lo son en igual grado (cf. De civ. tra el orden en su aspecto estático
Dei, XII, 2). Esta jerarquía implica y dinámico: el primero lo constitu-
la subordinación de lo inferior a lo ye la forma, por la cual cada cosa
superior, doctrina que tiene, obvia- es colocada en su propia especie se-
mente, una amplia aplicación en el gún un determinado modo, y con
campo moral: el hombre virtuoso arreglo a la perfección del ser; el as-
es aquel que, en sus elecciones, op- pecto dinámico consiste en el lado
ta por cosas que constituyen, por sí extrínseco de la perfección formal
mismas, bienes superiores (cf., por de cada ente, es decir, en esa acción
ej., De lib. arb. I, 6, 15 y De doc- que le es connatural y que está diri-
organizatio substantialis 496

gida a la consecución de su fin pro- pleo de los medios. De esta mane-


pio. Por cierto, ambos aspectos son ra, lo primero en el orden de la in-
inescindibles. Con esto el Aquina- tención, es lo último en el de la eje-
te sigue, en lo fundamental, el pen- cución y viceversa (cf. S. Th. I-II, q.
samiento de Agustín respecto del o. 1, a. 4).
de cada ente. Dos notas se requie- Al llegar a la Modernidad, la no-
ren en la noción de o. en la con- ción de o. pierde gradualmente su
cepción tomista: la distinción de nota de trascendencia, para ligarse
los elementos que lo componen y al mecanismo de los procesos natu-
la relación entre ellos (cf. In Met. rales, y a a la función organizadora
XII, l. 12, 937). En lo que atañe de la razón.
al o. unversalis, señala Tomás que
el orden recíproco que liga las par- organizatio substantialis. Algunos au-
tes entre sí –en el plano inmanen- tores antiguos admitían en los cuer-
te–, alcanza un fin parcial, subor- pos de los animales, y aun de todos
dinado al fin del todo. Es por vir- los seres vivientes, una determina-
tud de éste, que las partes trascien- da forma corporeitas (véase forma),
den su disposición recíproca hacia por la cual entendían cierta dispo-
un principio exterior (cf. por ej., sición de las partes del cuerpo, en
In I Phys. l. 4 a; In I Met. l. II, aa. virtud de la que éste se vuelve ap-
41-42). Como se advierte, la con- to para recibir el alma. En la Edad
cepción tomista del orden univer- Media, dicha disposición, que con-
sal concede, a diferencia de la agus- cebían como algo distinto del cuer-
tiniana, un espacio mucho mayor po, fue denominada precisamen-
al plano inmanente de la naturale- te o. s..
za considerada como una totalidad organum. Voz que proviene del griego
orgánica. órganon, cuya acepción originaria
Toda esta doctrina confluye en la es “instrumento”. De gran impor-
lección primera del comentario de tancia en Aristóteles, este término
Tomás a la Ética Nicomaquea don- tiene dos significados fundamen-
de se refiere al orden en los planos tales que se originaron en la mis-
natural, lógico, ético y físico. ma obra aristotélica: el biológico y
Los escolásticos establecieron, el lógico.
además, una distinción respecto Desde 1. el punto de vista bio-
de la ordenación especial que se es- lógico, el o. se puede definir co-
tablece entre los medios y el fin, o mo la parte de un ente corpóreo,
entre un fin próximo y otro remoto viviente, que posee una estructu-
o último (véase finis) en el mundo ra unitaria, propia y diferenciada.
humano. Dicha ordenación consti- Esa estructura lo hace apto para el
tuye el diseño unitario, o sea, la es- cumplimiento de una función es-
tructura básica de una actividad in- pecífica en orden a la vida del to-
tencional compleja. Así, el o. inten- do. Así, pues, se concibe como uni-
tionis comienza con la elección o el dad fisiológica más que anatómica.
establecimiento de un fin y del me- El o. representa un núcleo ordena-
dio adecuado a él; el o. executionis, do a una unidad más alta, ya que la
en cambio, comienza con el em- multiplicidad de los órganos reco-
497 origo

ge en sí la complejidad de la acción vés de la combinación de pocos


vital que se desarrolla en la facul- términos simples.
tad (véase facultas). De esta mane-
ra, el concepto de o. como instru- orientale. Adjetivo con el que algu-
mento, se refiere en este plano, al- nos autores ensalzan la vida espi-
gunas veces, al organismo, es decir, ritual y la esencia misma de la es-
al todo viviente al que el órgano es- piritualidad benedictina, haciendo
tá subordinado; otras, a la facultad remontar sus orígenes a los Padres
específica por la que es informado del desierto, particularmente, a los
y de la que es sede. Ésta es, al me- eremitas de Egipto. Guillermo de
nos, la lectura de Tomás de Aqui- Saint-Thierry, por ej., en su Carta
no (cf., por ej., S. Th. I, q.18, a. 3, a los hermanos de Mont-Dieu, cali-
c). Por ello, la facultad es entendi- fica con esta palabra al antiguo fer-
da, en sentido amplio, como un to- vor religioso egipcio, “modelo de la
do que consta de una virtud ope- vida solitaria e ideal de la sociedad
rativa y del o. informado por ella: celeste” (cf. Ep Fr.M.D. 7).
de ese todo se genera la operación originalia. Se conocen con este nom-
propia de dicha facultad. bre los textos originales de un au-
Desde 2. el punto de vista lógi- tor, o los que se suponía eran ta-
co, el término fue introducido por les. Naturalmente, esto alude a la
los comentaristas del Estagirita co- literalidad de dichos textos y no a
mo título para el conjunto preci- la materialidad de los ejemplares:
samente de sus obras lógicas. Aris- los originales no son, pues, los ma-
tóteles mismo llama “organiká”, o nuscritos sino los textos, no tergi-
sea, “instrumentales”, a estos escri- versados ni resumidos, aunque ha-
tos, en cuanto que tratan de la for- yan llegado a las manos de quien
ma del recto razonar en la adqui- los considera o. a través de gene-
sición de la verdad y son, por en- raciones de copistas. En este sen-
de, instrumentos del pensar y de tido, y pese a las advertencias que
la investigación (cf. Top. VIII, 14. acerca de su importancia había he-
163 b 11; Met. IV, 3, 1005 b 4). cho Pedro Abelardo, se ha de decir
De ahí, el sentido propedeútico de que la Escolástica en particular ter-
la Lógica, que tiende a discernir la minó por tener respecto del origi-
forma recta del pensamiento para nal, o sea, de la versión genuina de
emplearla luego en la misma acti- una obra, una estima menor que la
vidad del pensar y asegurar la vali- que hoy, justamente por una ma-
dez predominantemente formal de yor escrupolosidad filológica, se le
ésta. Afín a este concepto es el de la confiere. De hecho, los comenta-
Lógica como “ars” en la Edad Me- rios, las compilaciones y el traba-
dia. Esta idea instrumental alcanza jo de los bachilleres y maestros sen-
una de sus más altas manifestacio- tenciarios (véanse magister y bacca-
nes en Raimundo Lullio, en el Or- laureus), oscurecieron la lectura de
ganon y, especialmente, en su Ars los o. cuyo producto, sin embargo,
Magna, que es el intento de crear fueron.
el instrumento apto para construir
todo el edificio de la ciencia, a tra- origo. Del verbo orior, “surgir”, esta
palabra indica, según su significa-
ornatus 498

do etimológico, el origen como na- pués pierde la b y que alude a lo que


cimiento de algo. Pero es muy fre- está delante. Así, indica que algo se
cuente encontrarla usada con cier- tiende frente a otra cosa o frente a
ta vaguedad, ya sea como sinónimo alguien, de donde el significado de
de principium (véase), en cuanto ostendere como “mostrar”.
que es aquello de lo que una cosa En sentido filosófico, la o. es la
de algún modo procede, ya como acción y el efecto de mostrar sim-
sinónimo de causa (véase). Sin em- plemente algo en forma concep-
bargo, los autores escolásticos su- tual, manifiesta y directa, lo que se
brayan que lo específico de la no- distingue de la demonstratio (véa-
ción de o., desde el punto de vis- se), en cuanto que ésta requiere en
ta filosófico, es que no alude a algo alguna medida una argumentación
intrínseco a la cosa, sino a la vía de más compleja y, sobre todo, proba-
su procedencia. Así pues, se limita toria. Por eso, los lógicos medieva-
a indicar un unde o un ex y no un les han sostenido que la reductio sy-
a. La formulación de la doctrina de llogismi per ostentionem se opone,
la creacion ex nihilo ha contribui- por ej., a la reducción al absurdo.
do a trazar el límite conceptual en- De esta manera, definieron la o.
tre causa y origen: en efecto, todo como demonstratio legitimae argu-
lo que es tiene a Dios como cau- mentationis per manifestum syllogis-
sa y la nada como origen. Este tér- mum. Llamaron o. circularis al silo-
mino, señala, en síntesis, una direc- gismo afirmativo de primera figu-
ción: la de la procedencia de algo. ra que tiene tres términos converti-
De ahí que escriba Tomás de Aqui- bles (véase ostensiva).
no al respecto: “...ut via quaedam a
re vel ad rem: sicut generatio signifi- ostensiva. Se denomina con este nom-
catur ut via quaedam ad rem geni- bre la reductio (véase) que, en el
tam, et ut progrediens a generante”. proceso demostrativo, señala la re-
(S. Th. I, q. 40, a. 2, c). lación de consecuencia entre cuan-
to se ha demostrado y los princi-
ornatus. Voz que suele aparecer en pios o las premisas de las que par-
los textos morales de la Edad Me- tió la demostración. Establecida ya
dia, significa genéricamente el con- por Aristóteles en los An. Post. II,
junto de los vestidos, joyas, afeites 8 y ss., este procedimiento fue de-
y todo lo concerniente al cuidado sarrollado por la Lógica escolásti-
y adorno del cuerpo. En tal senti- ca. Los silogismos imperfectos –es
do, aparece muchas veces vincula- decir, los que concluyen de manera
do con la vanagloria (véase, in fi- legítima pero no evidente– deben
ne). En la transición Edad Media- poner de manifiesto su validez me-
Renacimiento, parece representar diante alguna forma de reducción.
la forma específica de la vanidad fe- La reductio o. o directa que nos
menina, tema en el que abundan ocupa ahora se lleva a cabo a tra-
las páginas de Savonarola y de Ber- vés de la conversión de una o varias
nardino de Siena. proposiciones (véase conversio) y, a
veces, también mediante la muta-
ostensio. Proviene del verbo tendere, ción o trasposición de la mayor en
tender, y el preverbio obs, que des- la menor. De esta manera, se extrae
499 otium

de un silogismo perfecto la misma monjes que la o. es la sentina de to-


conclusión del silogismo imperfec- das las tentaciones (cf. Ep. Fr. M.D.
to considerado. No es admitida en 40).
sólo dos modos de silogismo (véa- Muy distinto es el matiz de acep-
se): los llamados Baroco y Bocar- ción que presenta el término otio-
do, que únicamente pueden ser de- sum cuando aparece en la expresión
mostrados por la reducción ad im- genus vitae otiosum, ya que allí alu-
possibilem. de a la vida contemplativa en cuan-
to opuesta a la activa (véase vita, in
otiositas. Al contrario de cuanto ocu- fine).
rre con el otium (véase), la ociosi-
dad tiene en la Edad Media una otium. En general, y a diferencia de
connotación claramente negativa. otiositas (véase), este término in-
Tanto los autores del período pa- dica un matiz semántico neutro y
trístico como los del escolástico po- hasta positivo en el ocio. En efec-
nen su última raíz en un vicio, la to, los escolásticos en particular lo
accidia (véase). Así lo hace, por ej., han vinculado con lo deleitable y
Isidoro de Sevilla en Quaest. in Vet. aun con la armonía de la vida hu-
Test., In Dt. 16, ya que define aqué- mana. De hecho, entendieron que
lla diciendo que es un apartarse de las operaciones y los trabajos son
lo laborioso para entregarse a una deleitables sólo en cuanto que son
indebida desazón. Así, la ociosidad proporcionados y connaturales al
es hija de la acedia, porque no im- hombre. Pero, siendo finita la po-
plica el reposo que restituye la ar- tencia de éste, el trabajo le es pro-
monía sino una inútil y desgastante porcionado en determinada medi-
divagación, fruto de la inquietud e da. Cuando la excede, ya no es de-
insatisfacción del alma. Por su par- leitable sino gravoso. Por eso, refie-
te, Tomás de Aquino, siguiendo a rieron al reposo el juego (véase lu-
Gregorio (cf. Moral. 33, 1, 9) ad- dus) y el o., y consideraron éste de-
vierte que la o. deriva en indolen- leitable en cuanto que ahuyenta la
cia en lo tocante a los mandamien- tristeza que resulta del peso del tra-
tos (cf. S.Th. II-II, q.35, a.4 ad 3) bajo. Así se expresa, por ej., Tomás
y propone combatirla a partir de de Aquino en S.Th. I-II, q.32, a.2
la meditación de la Escritura (cf. ad 3.
C.G. III, 135). La nota de inuti- En otro orden, se llamó o. libe-
lidad perniciosa que conlleva este rale al que se dedicaba precisamen-
concepto se traduce también en el te a las artes liberales (véase ars), es-
discurso: el verbum otiosum es una to es, a las que cultivaban los hom-
de las formas que asume el vanilo- bres que, libres del trabajo manual,
quium (véase). se entregaban a su estudio.
En los escritos de los místicos es- Por último, cabe mencionar la
peculativos, particularmente, el expresión pingue o., esto es, ocio
término se reitera en referencia a fructífero, que algunos autores me-
la admonición de San Benito sobre dievales, especialmente los místi-
la vida monástica: o. inimica ani- cos del siglo XII, toman de Séne-
mae. En tal sentido, Guillermo de ca (cf. Ep. ad Luc. 73, 10). En es-
Saint-Thierry, por ej., advierte a los te contexto, la usan para caracteri-
otium 500

zar los beneficios de la contempla- Guillermo de Saint-Thierry, Ep.Fr.


ción en la vida religiosa (cf., por ej., M.D. 10).
501

P
P
P. Los lógicos medievales utilizaron es- vierte en tirano: cuando quien ha
ta letra para indicar el predicado en sido elegido para castigar a los mal-
el juicio o proposición, particular- vados y defender a los justos, y se
mente, la de un silogismo. Tam- vuelve él mismo malvado –escri-
bién se usa para reducir uno de los be Manegoldo de Lautenbach– de-
modos de las otras figuras a uno be resignar su cargo: el populus, que
de los nueve modos de la primera precisamente por el p. le debe leal-
(véase figura). Pedro Hispano lo ex- tad, tiene, entonces, el derecho de
pone en Sum. Log. 4, 6. liberarse de su dominio (cf. Liber
ad Gebehardum, 1).
pactum. En general, alude al modo o
manera; de ahí que alio pacto signi- paradoxa. De origen griego, esta pa-
fique “de otra manera”, y nullo pac- labra significa lo contrario a la opi-
to, “de ningún modo”. En sentido nión común. De hecho, Cicerón
estricto, se refiere a un orden exis- escribe que la p. suele maravillar,
tente y, en sentido derivado, a la ya que propone algo que es increí-
costumbre y/o a la ley. Por eso, en ble que sea como se dice que es (cf.
el vocabulario de la filosofía política De fin. IV, 74). Los lógicos medie-
en la Edad Media, p. es un término vales recogieron de la Antigüedad
que alude a algo de hecho más que ejemplos célebres de paradojas, co-
a una convención contractual. Así, mo la del mentiroso o el cretense.
por ej., en Conf. III, 8, 15, Agustín Según ella, Epiménides, el creten-
advierte que se deben evitar los de- se, afirma que todos los cretenses
litos contra las costumbres huma- mienten. Así, miente si solamente
nas, “con el fin de que el concierto dice la verdad, y dice la verdad sólo
mutuo entre ciudadanos, estableci- si miente. Pese a la transmisión ci-
do por costumbre del pueblo o por ceroniana de esta palabra, la Edad
ley, no se quebrante por el capricho Media prefirió el término insolubi-
de ningún ciudadano o extranje- lia (véase).
ro”, añadiendo después que “es p.
general de la sociedad humana el paralogismus. Los paralogismos per-
obedecer a sus gobernantes”. Sobre tenecen al gran capítulo de las fala-
bases agustinianas, especial impor- cias y derivan de aequivocatio (véa-
tancia reviste, pues, en la Edad Me- se). Se tiene un p. cuando se da
dia el p. que se da entre el pueblo un equívoco ex transumptione, co-
y el príncipe, es decir, el gobernan- mo en “Todo lo que corre tiene
te, concretamente, el rey: ha de ser pies”, “El Tíber corre”, “Ergo, el
honrado por ambos; por eso, cabe Tíber tiene pies”; o bien cuando se
su anulación, si una de las partes lo da un equívoco proveniente de un
quebranta, por ej., si el rey se con- compuesto, como en “Todo lo in-
paranomasia 502

mortal es perpetuo”, “Todo lo que mas” como escribe Virgilio en En.


puede no morir es inmortal”, “Er- I, 295, según recuerda Isidoro en
go, todo lo que puede no morir es sus Etym. I, 36, 14.
perpetuo”. Son ejemplos de Pedro
Hispano (cf. Sum. Log. 7, 14-15). pars. El concepto de parte es correla-
El p. es, pues, un argumento fal- tivo al de totum (véase) al cual se
so en la forma, a diferencia del so- opone en cuanto que el todo se ca-
phisma (véase), que es un argumen- racteriza precisamente como una
to aparente. unidad divisible en partes. Ambos
términos presuponen la noción de
paranomasia. Figura de la gramática unidad, mientras que la relación
y la retórica medievales que con- que se establece entre ellos está da-
siste en emplear palabras de soni- da por el concepto de división o
do semejante y diferente significa- descomposición: se da una p. si hay
do. La pregunta “abire an obire te división de una unidad primitiva.
convenit?”, es decir, “¿te conviene Pero se ha de aclarar que tal divi-
marchar al destierro o morir?” es el sión puede indicar tanto una rela-
ejemplo de p. propuesto por Isido- ción física como una relación me-
ro de Sevilla en Etym. I, 36, 12. tafísica entre el todo y las partes.
Este último punto fue tratado en
parificatio. En general, se traduce por especial por Aristóteles en Met. V,
“asimilación”. Ahora bien, la p. se 25, 1023 b. Allí expone el Estagiri-
define, en sentido amplio, como la ta varios significados de “parte”, los
existencia de algo que conviene a cuales se podrían sintetizar como
dos seres por igual; en sentido es- sigue: 1. en un sentido, se llama p.
tricto, como la existencia en su ser a aquello en lo que se puede dividir
de una realidad semejante o pare- una extensión; 2. en otro sentido,
ja a la que existe en otro ser, con se dicen “partes” sólo a aquellas que
el cual el primero se asimila. En el miden el entero, o sea, los submúl-
primer sentido, pueden asimilar- tiplos; 3. desde el punto de vista
se (parificari) criatura y Dios, aun- del synolon se denomina “partes” a
que aquello en lo que se asimilan aquellas en se divide la forma, pres-
no les es intrínseco, por ej., pueden cindiendo de la cantidad: así, por
parificari en cuanto que a ambos ej., el bronce y la redondez son par-
les es atribuíble el ser. En el segun- tes de una esfera de bronce; 4. son
do sentido, no puede haber p. en- partes los contenidos en el concep-
tre Dios y criatura, porque nada de to que define una cosa; por ej., la
lo que constituye a ésta guarda pa- especie es parte del género. Como
ridad con lo que Dios es. Así se ex- se ve, están insinuados aquí los as-
presa, al menos, Guillermo de Oc- pectos físico, matemático, metafísi-
kham en In I Sent. d.2, q.9. co y lógico.
paromeon. Se denomina así en la retó- Siguiendo este enfoque, la Esco-
rica medieval al empleo de un con- lástica estableció las siguientes dis-
junto de palabras seguidas que co- tinciones: 1. p. homogenea o simila-
mienzan con la misma letra, por ris es aquella que comparte con el
ej., “saeva sedens super arma”, esto todo la misma naturaleza, por ej.,
es, “sentándose sobre las crueles ar- cualquier parte del agua; en contra-
503 participare

posición a la p. heterogenea o dissi- do escolástico, se intentó despe-


milaris, uno de cuyos ejemplos se- jar la ambigüedad originaria de es-
ría un pétalo respecto de la flor. 2. ta noción insistiendo en la distin-
partes integrales son las que se con- ción entre ambos. Así, en primer
sideran en cuanto pertenecientes a lugar, se acercó –y, a veces, hasta se
la integridad de un todo, como los asimiló– el concepto de participa-
miembros de un cuerpo humano. ción al de causalidad, aristotélica-
3. partes subietivae o inferiores se mente entendida. En segundo tér-
llaman a las diversas especies o su- mino, sobre esta base, se equiparó a
biecta de un todo universal; por ej., la causa el ser participatum, es de-
el hombre y los animales irracio- cir, aquel del que otros participan;
nales son partes subiectivae del ani- y al efecto, el ser participans, esto
mal; o, en otro ámbito, la pruden- es, el que toma parte de otro. Pero
cia personal con la que alguien rige es un tomar parte que no mengua
su propia vida y la prudencia polí- la condición del participatum. En
tica con la que el gobernante rige a este sentido se afirma que los entes
una comunidad son partes subiec- no son el Ser en sí sino sólo partici-
tivae de la prudencia en sí, como paciones de él. El par de términos
universal. 4. partes potentiales son que nos ocupan se aplicó así, espe-
las que no tienen toda la potencia cialmente, a la relación entre Dios
de la virtus principalis; por ej., el in- y la criatura como relación de par-
telecto y la voluntad son partes po- ticipación causal. En este orden, se
tentiales del alma. considera a Dios como Ser partici-
patum y la criatura como ser parti-
partialiter. Adverbio que denota la cipans. En cuanto perfección de to-
consideración parcial de una rea- das las perfecciones y actualidad de
lidad, en cuanto sólo se tienen en todos los actos, el primero es infini-
cuenta alguno o algunos de sus as- to de iure, mientras que la segunda
pectos esenciales. De ahí que es- es siempre finita y se halla en con-
te término sea sinónimo de inada- diciones de potencialidad y recep-
equate (véase): cuando, por ej., se tividad respecto del participatum.
dice “Homo est animal”, se lo con- Por lo demás, esto coincide con el
cible p. y, en esa medida, se lo en- carácter de causa primera que se
tiende inadecuadamente, puesto confiere al participatum: como afir-
que no está incluída en tal conside- ma el Aquinate en In De Hebd. l. 2,
ración la racionalidad, que es dife- n. 24, el Ser puede ser participatum
rencia específica –y, por ende, esen- por otras cosas, pero no puede ser
cial– del hombre. él mismo participans. En cambio,
participaliter. Cf. nominaliter. id quod est, es decir, el ente partici-
pa del Esse, como lo concreto parti-
participans-participatum. La noción cipa de lo abstracto.
de participación, es decir, el hecho
de tener parte en o de tomar parte participare. Dos son las acepciones
de (véase participatio), alude gené- medievales de este verbo: 1. meta-
ricamente a una relación; por ende, física; 2. lógica. La primera aparece
implica dos términos. En la Edad con mayor frecuencia entre autores
Media, y, sobre todo, en el perío- realistas; la segunda, entre nomi-
participatio 504

nalistas (véase universale). 1. En el ción de las cosas sensibles con las


primer sentido, participar es, bási- Ideas o esencias. Aristóteles aproxi-
camente, tomar parte (partem cape- ma la noción platónica de partici-
re). En rigor, se dice que algo par- pación a la tesis pitagórica sobre la
ticipa de una cosa cuando ese algo existencia de las cosas: ellas son por
recoge en su particularidad aque- imitación de los números, (cf. Met.
llo que pertenece universalmente a I, 6, 987 b 10 y ss). En realidad,
otro; así, Sócrates participa del ser tanto el concepto de imitación co-
hombre, y todo hombre del ani- mo el de participación se encuen-
mal. Se dice también que el efecto tran en el pensamiento platónico,
participa de su causa, en la medida si bien con un matiz de diferencia:
en que aquél no posee toda la vir- la imitación acentúa la trascenden-
tus de ésta: según el ejemplo pro- cia de la Idea ejemplar de la que la
puesto por Tomás, el aire partici- cosa es sólo una imagen o copia; la
pa de la luz solar, pero no la recibe p., en cambio, pone el énfasis en
con la misma claridad con que di- la presencia de la Idea en la cosa,
cha luz se encuentra en el sol (cf. In que así puede ser pensada a la luz
Boethii De Hebdom, 2). En princi- de aquélla (cf. por ej., Fedro 100
pio, subraya el Aquinate, lo que es c). Aristóteles critica la noción pla-
participado no se predica per se del tónica de participación por su im-
que participa (cf. In Met. VII, l. 3, precisión, diciendo que, a lo sumo,
1328). Para los diversos matices del se trata de una metáfora que no da
participar, véase participatio. cuenta racionalmente del ser de las
2. En sentido lógico, y tal como cosas (cf. Met. I, 9, 991 a 21 y ss).
recuerda Guillermo de Ockham, Para el Estagirita, sólo se puede de-
p. significa funcionar como suje- cir que el particular participa de lo
to, mientras que la forma pasiva universal en sentido lógico, pero
del verbo que nos ocupa, participa- no metafísico, puesto que lo uni-
ri, significa tener la función de atri- versal no tiene subsistencia ontoló-
buto o predicado. Así, para la posi- gica, como sí la tiene la Idea en la
ción nominalista, decir que el indi- perspectiva platónica.
viduo participa de la especie es de- El pensamiento medieval retoma
cir sólo que la especie se puede afir- el concepto de p. guiado por el afán
mar del individuo a título de atri- de fundamentar filosóficamente la
buto (cf. Summa Totius Log. I, 32). nueva cosmovisión aportada por
el judeo-cristianismo. Según dicha
participatio. Etimológicamente, sig- cosmovisión, todo lo que es, es en
nifica el hecho de tomar parte o ser cuanto que un Dios trascenden-
parte de un todo. En sentido deri- te y creador lo hace participar del
vado y más preciso, mienta el tener ser. Ahora bien, en general, se pue-
algo similar a lo que posee un prin- de decir que durante la Patrística,
cipio causante. A este segundo sig- la noción platónica tradicional de
nificado se remiten las concepcio- p. fue incorporada acríticamente.
nes metafísicamente trascendenta- Algo similar ocurre en la Escolásti-
les, comenzando por la platónica. ca, entre los pensadores que siguen
En Platón, pero, sobre todo, en el la corriente agustiniana de raíz pla-
platonismo, la p. designa la rela-
505 particulare

tónica: San Buenaventura, por ej., criaturas sólo por analogía. Con
ve en el mundo el vestigio del Dios esta acotación, p. es, pues, funda-
Trinitario. Tal vestigio se revela co- mentalmente, la participación en el
mo p. cuando la mens redit in seme- ser. En la perspectiva del Aquina-
tipsam, y la luz de la fe se añade a la te, lo que limita el grado que tiene
de la inteligencia. un ente de participación en el ser
En cambio, escolásticos más aris- es su esencia, doctrina continuada
totélicos aceptaron y utilizaron el y desarrollada por sus seguidores.
concepto de participación, con Las cosas no se distinguen unas de
ciertas limitaciones. Esto obede- otras en razón del ser porque éste es
ce al hecho de que esta línea está común a todas, desde el momento
fuertemente influenciada por el re- en que todas participan de él; si di-
chazo aristotélico de la p. en cuan- fieren entre ellas es en virtud de sus
to principio metafísico. Sin embar- respectivas naturalezas o esencias,
go, aun estos autores hubieron de por las cuales participan del ser de
valerse de la noción que nos ocu- maneras diversas (cf. C.G. I, 26).
pa por la razón apuntada. Por lo Así, por ej., una piedra, un pino
demás, la idea de p. revela su valor y un hombre son o existen de di-
funcional en el problema de la re- ferente modo, aunque en todos se
lación entre lo infinito y lo finito. da el esse. Sin embargo, es menester
Combinada con el principio aris- aclarar que, en rigor, no poseen di-
totélico de causalidad, como su- versos “grados de ser” –puesto que
cede en gran parte de la literatu- éste es absoluto e indivisible– si-
ra escolástica, la p. pone en relieve no precisamente diversos grados de
la semejanza entre causa y efecto, participación en el ser.
en cuanto que éste posee la misma
cualidad de aquélla. A la vez, sugie- particulare. Se entiende por “particu-
re también la diferencia entre am- lar” lo que pertenece a algunos in-
bos, desde el momento en que el dividuos. Se opone, pues, a “uni-
efecto sólo puede tener una parte versal” (véase universalis), en cuan-
de la realidad de la causa. Es en es- to que este último término se refie-
te sentido que la doctrina escolásti- re a una totalidad plural de indivi-
ca de la participación queda alinea- duos. Aunque en la época moderna
da en la de la analogia (véase): tam- se tendió a identificar, al menos en
bién ésta subraya simultáneamente uso corriente, “particular” y “singu-
la semejanza y desemejanza. lar”, no ocurrió así durante la Edad
Cabe señalar que, en general, los Media: p. se distingue de singularis
escolásticos emplearon la noción o individualis (véanse), que aluden
de p. para explicar la existencia de a un solo individuo determinado.
lo creado, más que su esencia. Así, En lógica, un concepto p. –por
por ej., Tomás de Aquino, afirma ej., “algún hombre”– es concepto
que todas las cosas reciben de Dios universal cuya extensión se ha re-
la essentia y el esse, pero subraya la ducido a un sujeto individual inde-
participación de ellas en el esse. Al terminado. Esto lleva a la conside-
concebirse a Dios como esse abso- ración de la propositio p., que Pedro
luto, el ser se puede predicar de las Hispano define diciendo que es
aquello ‘in qua subiectur terminus
partitio 506

communis determinatus signo par- ción racional que se debe dar en-
ticulari, ut ‘aliquis homo currit’”, y tre la obra y los dispendios que ella
aclara “signa particularis sunt haec: exige. No se ha de confundir, pues,
‘aliquis’, ‘quidem’, ‘aliquus’ et ‘simi- con la avaritia (véase) en cuanto
lia’ ” (Summ. Log. 10, 9). De he- pecado capital. En la consideración
cho, la contraposición tradicional de este tema, los escolásticos siguie-
entre particular y universal tiene ron a Aristóteles (cf. Eth. Nic. IV,
su punto de partida en la doctrina 2, 10, 1122b 13). Su opuesto es la
aristotélica del juicio (cf. An. Post. consumptio (véase).
I, 1, 24 a 18).
El procedimiento intelectual de passio. El concepto de “pasión” ha si-
la argumentatio conocido como in- do muy usado, especialmente, en la
ductio (véase) consiste precisamen- Escolástica, sobre todo, como ca-
te en remontarse desde varios par- tegoría metafísica (véase praedica-
ticulares al universal, como Pedro mentum 3.3.2). Durante la Anti-
Hispano también registra (cf. op güedad fue elaborado por Aristóte-
cit. 5, 3). les, para quien la p. alude, en pri-
mer lugar, 1. a la recepción del ac-
partitio. Este término es importan- to por parte de la potencia. En este
te en el campo de la lógica, en el sentido, el Estagirita aplica el tér-
que se define como la división del mino equivalente griego, páthos,
todo en partes. En este sentido, es particularmente, en sus descripcio-
correlativo de divisio proprie (véase nes de la sensación y de la intelec-
divisio) que alude a la división del ción (cf. por ej., De an. II, 3, 427 b
género en especies. Desde Boecio y III, 45). De hecho, en el proceso
(cf. In Isag. IX, 18), los lógicos me- cognoscitivo humano, ambas im-
dievales consideraron que la p. co- plican recibir una determinación.
mienza donde termina la divisio, o Pero también llama “páthos” 2. a
sea, con la aparición del individuo. la determinación en cuanto tal, en
Así, la definición se hace sobre la especial, a la característica de una
base de esta última, ya que no la especie, por ej., entre algunos ani-
hay de individuos; en todo caso, la males, el ser hembra (cf. Hist. an.
p. puede dar lugar a una descriptio VII, 17, 600 b 29). En tercer tér-
(véase). mino, esta noción señala en Aris-
tóteles 3. el accidente real correla-
parvificentia. Significa mezquindad tivo a la acción (véase actio), en la
en lo concerniente al dinero, espe- actio que posteriormente se deno-
cialmente, en los gastos menudos, minó “formaliter transiens”, es de-
como señala la partícula parv-. En cir, aquella que se resuelve en pura
la consideración de este vicio, se ha transmisión, como el impulso físi-
de tener en cuenta que lo grande co que un cuerpo da a otro (cf. por
y lo pequeño constituyen términos ej., Fís. III, 3, 202 a 13 y ss).
relativos. En este caso, la relación Estas acepciones fundamentales
se da entre la erogación y la mag- se reencuentran, con mayor preci-
nitud de la obra a realizar con ella. sión, en el pensamiento medieval.
Así pues, el parvificus o mezquino Durante la Escolástica, p. signifi-
es quien atenta contra la propor- có 1. en sentido lato, cualquier ti-
507 patientia

po de recepción, así, por ej., que el dor (cf. Quod. II, q.15; In III Sent.
hecho de ser macho o hembra son q.11r).
passiones propias del animal, co-
mo dice Tomás de Aquino (cf. In passum. Se llama así 1. a la materia en
Met. X, l.11, 2134); 2. en sentido cuanto subiectum sustentationis en
estricto, la recepción de una cuali- la educción (véase eductio), es decir,
dad destructiva, como el exceso de la materia presupuesta en la gene-
calor; 3. en cuanto praedicamen- ración o mutación corpórea de al-
tum (véase), es el acto del pacien- go. En otro sentido, se denomina
te en virtud del cual éste se consti- p. o reagens 2. a aquel cuerpo que
tuye precisamente en patiens por la resiste la acción de otro más poten-
recepción del efecto producido por te, actuando sobre este último: por
el agente; 4. p. appetitus es el movi- ej., el cuerpo A actúa sobre el B y
miento del apetito sensible como el éste reacciona contra el primero; el
amor y el odio; 5. finalmente, indi- cuerpo B recibe, entonces, el califi-
ca la cualidad que causa una altera- cativo de p.. En cambio, el cuerpo
ción pasajera, como el miedo que A se llama agens o repassum.
provoca palidez. Estos dos últimos pati. Este verbo, que literalmente sig-
significados fueron tratados, en es- nifica “padecer”, tiene en filoso-
pecial, por Tomás de Aquino en S. fía el significado de “recibir”, con
Th. I-II, q. 21, a. 1 y q. 22, a. 1. dos acepciones similares aunque de
passionatus. Se aplica, en general, al matices diferentes: 1. recibir algo
hombre en cuanto sujeto de pasio- sin más, como cuando la materia
nes. Con todo, es un término que, recibe la forma; 2. sufrir un cambio
en su acepción más amplia, alude a sin recibir nada en compensación,
aquel que tiene cualesquiera pasio- así se “padece”, por ej., el ser mo-
nes y, en este caso, es traducible por vido localmente. Tomás de Aqui-
“apasionado”; en sentido estric- no, al comentar a Aristóteles, indi-
to, es aquel cuyas pasiones lo incli- ca dos modos de utilizar este ver-
nan a actos contrarios a la recta ra- bo: en sentido impropio, se uti-
zón. En este último caso, se justi- liza p. para señalar que algo reci-
fica traducir la voz que nos ocupa be una perfección; en sentido pro-
por “pasional”, por ej. Interesa no- pio, p. significa que una cosa reci-
tar la acotación que sobre este con- be algo que la transforma respec-
cepto, más frecuente hacia el final to de aquello que le es natural (cf.
de la Edad Media, hace Guillermo In Met. V, l.14, 958). En términos
de Ockham. En efecto, advierte muy generales, alude también a ser
Ockham que no se ha de confun- creado, como testimonia, por ej.,
dir la ausencia de pasión, esto es, Guillermo de Ockham en Summa
la insensibilidad, con la virtud; por Totius Log. I, 58).
el contrario, cuanto más p. sea un patientia. En general, los autores cris-
hombre, mayores posibilidades tie- tianos consideraron la paciencia no
ne de ser virtuoso si gobierna o in- sólo como virtud, sino como raíz y
forma tales pasiones según la rec- custodia de las demás virtudes. Así,
ta razón; si no lo hace, mayores po- por ej., la caracteriza San Gregorio
sibilidades tendrá de ser un peca- en In Evang. II, 35. Tal concepción
patres 508

deriva de considerar que las virtu- quien culmina la Patrística latina;


des se ordenan al bien; mantenien- Juan Damasceno, con el que finali-
do el orden de la razón contra las za la griega, etc. En cambio, Tertu-
pasiones: la p. es precisamente la liano y Orígenes, aunque pertene-
que conserva dicho bien contra la cen al período patrístico, no se co-
tristeza o el desánimo. Durante la nocen como p. sino como escrito-
Patrística, se mantiene este concep- res eclesiásticos precisamente por
to, pero sin entrar en mayores pre- no reunir todos los requisitos men-
cisiones, insistiendo en que al pa- cionados. Por el contrario, la voz
ciente toca sufrir males para no doctor (véase) nombra a los autores
obrar el mal. medievales, esto es, a los del perío-
En la Escolástica, la p. es parte do escolástico.
potencial secundaria de la fortale- Con todo, cabe advertir que, a
za (véase fortitudo), y la asocia a la partir del siglo XIII, el término de-
longanimitas, o sea, a la tendencia signa también a los miembros de
del alma hacia lo lejano. Sto. To- un concilio. Y aun se extiende a los
más, por su parte, funda dicha aso- de una asamblea: prueba de ello es
ciación en el hecho de que la pa- el primer vocativo con el que Pi-
ciencia ayuda a soportar males pre- co della Mirandola abre su Oratio
sentes en pro de un bien más lejano de hominis dignitate, redactada ha-
que éstos; por lo demás, la sola di- cia finales del siglo XV, como alo-
lación del Bien esperado causa tris- cución introductoria a la asamblea,
teza y, por ende, da ocasión al ejer- finalmente frustrada, de doctos y
cicio de la p. (cf. S. Th. II-II, q.136, autoridades de diversas confesio-
aa. 1 a 5). nes religiosas en la que se habrían
de discutir tesis filosóficas y teoló-
patres. Se designa así a los Santos Pa- gicas.
dres quienes, junto con otros escri-
tores eclesiásticos, desde los prime- paupertas. Esta palabra, que significa
ros siglos de nuestra era hasta el oc- pobreza, ha sido tema de conside-
tavo, conforman un período en la raciones éticas y políticas durante
historia del pensamiento denomi- los siglos medievales. En el primer
nado precisamente “Patrística”. Se sentido, Buenaventura, por ej,., es-
divide en Patrística griega y latina, cribe que la pobreza, aun la pobre-
según la lengua en la que hayan es- za absoluta, es término medio, pero
crito. Desde el punto de vista teo- no relativo a las cosas sino al apeti-
lógico, los Padres han de probar to del alma (cf. Coll. in Hexaem. V,
cuatro condiciones ya fijadas en el 4). En el segundo sentido, de pau-
siglo V: ortodoxia, santidad de vi- pertate señala una de las más fa-
da, antigüedad y aprobación de mosas polémicas que se sostuvie-
la Iglesia. De acuerdo con esto, se ron hacia el final de la Edad Media.
consideran Padres: Cipriano, Basi- Sus principales protagonistas son el
lio, Gregorio de Nacianzo, Grego- papa Juan XXII, Miguel de Cese-
rio de Nyssa, Atanasio, Juan Cri- na y Guillermo de Ockham. El pri-
sóstomo, Cirilo de Alejandría, Am- mero había condenado al segundo
brosio de Milán, Agustín de Hipo- en la disputa que sostenía con los
na, Jerónimo, Isidoro de Sevilla, en franciscanos sobre la pobreza evan-
509 pax

gélica. Ockham, entonces, sale en la Santa Sede. Ella es la que posee,


su defensa con el Opus nonginta en última instancia, el usus iuris o
dierum. La tesis de Juan XXII des- dominium utile además de poseer el
conocía la distinción sobre el sim- dominium perfectum.
ple uso fáctico de las cosas tempo- Así, la p. evangélica de los fran-
rales y el derecho a tal uso. ciscanos, para Ockham, admite la
Ockham sostiene, en primer lu- legitimidad del uso, pero –también
gar, que el derecho es un poder le- contra la tesis pontificia– consiste
gítimo (potestas licita) y conforme a en haber renunciado a todo dere-
la recta razón. En segundo término, cho de propiedad tanto individual
distingue entre derechos anteriores como colectiva.
a la convención humana y los de-
rechos o poderes legítimos que de- pax. Tanto durante el período patrís-
penden de ella y cuenta el derecho tico cuanto en el medieval, el con-
a la propiedad entre los primeros, cepto de paz es de gran importan-
es decir, entre los derechos natura- cia, ya que se vincula con uno de
les. En tercer lugar, lo incluye entre sus más fundamentales supuestos:
los que se fundan en la inmutabili- el del orden con que la Creación
dad de los preceptos morales. Pe- fue establecida en su constitución
ro, en cuarto lugar, enumera el de- ontológica (véase ordo). Por eso,
recho de propiedad entre aquellos a es, sobre todo, una noción metafí-
los que se puede renunciar, –a dife- sica, y, al serlo, reaparece en otros
rencia de otros, irrenunciables, co- planos. Así, constituye uno de los
mo el derecho a preservar la propia principios y, a la vez, manifestacio-
vida– bajo la condición de que tal nes de la lex aeterna divina. La re-
renuncia ha de ser plenamente vo- lación que el pensamiento cristia-
luntaria por una causa justa. no patrístico-medieval establece en-
Éste es, desde su perspectiva, el tre la noción que nos ocupa y la de
caso franciscano de renuncia a la Creación instala la categoría de paz
propiedad. Pero ello no implica en un plano mucho más fundan-
que no se puedan usar legítima- te que aquel en el que aparece en-
mente aquellas cosas a cuya propie- tre los antiguos. En éstos, el con-
dad se ha renunciado. Ockham dis- cepto de p. se había tratado o bien
tingue, entonces, entre, de un lado, como opuesto a la guerra, como en
el usus iuris, que es el derecho de Platón, o bien como consecuencia
usar las cosas temporales y que no de la serenidad del ánimo, como en
implica derecho sobre la substan- los estoicos. De hecho, la caracte-
tia de las mismas; de otro, el usus rización patrístico-escolástica más
facti o uso de hecho que es el au- frecuente de p. es tranquillitas ordi-
torizado, esto es, el que emana de nis. Así reza la definición de Agus-
un permiso siempre revocable: los tín, quien insiste en la indefectibili-
franciscanos –sostiene contra Juan dad de la paz universal como ley de
XXII– son usuarii semplices, no tie- la naturaleza. El hecho de que la p.
nen el primero sino sólo el segun- sea la suprema aspiración de todos
do, o sea, el usus nudus de las co- los seres obedece a que cada uno de
sas temporales, uso autorizado por ellos busca la propia perfección se-
gún su especie, es decir que tien-
peccatum 510

de a su plenitud ontológica, con lo braya que, en el cuerpo de la Igle-


que se instala en el lugar que le co- sia, sólo se conserva la paz entre sus
rresponde en el contexto del Ordo diversos miembros por virtud del
universalis y así alcanza su paz que Espíritu Santo (cf. ib. II-II, q.183,
es su quies (véase) (cf. De civ. Dei a.2 ad 3).
XIX, 12-13).
Desde el punto de vista antropo- peccatum. En términos muy generales,
lógico, en la paz está la perfección el pecado es el acto humano por el
del hombre, ya que consiste en la que el hombre, en cuanto creatu-
tranquilidad que deriva de la armo- ra racional, se separa del bien o fin.
nía que la razón impone a las pa- En sentido algo más específico,
siones. Moralmente hablando, la consiste en la violación de una ley
paz propia de la virtus resulta del que se ha comprometido a obser-
hecho de que ésta es el ordo amo- var. En sentido cristiano, y particu-
ris (cf. De Ser. Dom. in Monte I, 9). larmente paulino, la primera carac-
Por cierto, esto se traduce en tér- terización responde a Rom. V, 12,
minos colectivos, esto es, en lo que VII, 7 y VIII, 3; la segunda, a Rom.
concierne a toda comunidad hu- IV, 15, texto que coincide con II
mana: tanto sea en lo que hace a la Pedro II, 16 y I Juan III, 4).
paz doméstica como en lo que to- En las elaboraciones patrístico-
ca a la cívica o política, la p. está en medievales del tema, se ha insistido
el orden y éste en someter lo que en la distinción entre p. como acto
es jerárquicamente inferior a lo que y vitium (véase) como hábito. Des-
es superior (cf. Sermo XI, 12). Con de un enfoque más jurídico de la
todo, según la perspectiva agusti- cuestión, se ha visto el pecado fun-
niana que se convierte en auctori- damentalmente como transgresión
tas, se trata en estos casos de una o violación de la ley eterna. Ésta
paz temporal, cuyo carácter incier- define la relación esencial y consti-
to responde a la contingencia de lo tutiva de las criaturas entre sí y en-
humano. Pero hay también una p. tre la criatura y el Creador que ha
aeterna que es la de la gloria y supe- determinado tal conjunto de rela-
ra todo entendimiento, ya que en- ciones. De ahí que la transgresión
tra en el ámbito del misterio de la implicada por el p. constituya un
bienaventuranza. acto no sólo de desobediencia si-
Sobre estas bases, escolásticos co- no aun un real intento de ofensa a
mo Tomás de Aquino elaboraron el Dios, cuya majestad no puede ser,
concepto de p. no en cuanto fin úl- sin embargo, mermada por dicho
timo del hombre, puesto que dicho intento. Desde un punto de vis-
fin es la beatitudo, sino como ante- ta más metafísico, el pecado con-
cedente y, a la vez, consecuente de forma un acto contrario a la mis-
esta última (cf. S.Th. I-II, q.3, a.4 ma naturaleza del hombre en cuan-
ad 1). En lo que concierne al plano to ser creado, puesto que es, en sí
social, el Aquinate sostiene en que mismo, contradictorio con su ten-
la paz sólo puede derivar de la jus- dencia a la perfección que ontoló-
ticia (cf. ib. II-II, q.180, a.2 ad 2). gicamente le es propia, es decir, la
Y, respecto del plano eclesial, su- felicidad.
511 peccatum

Desde una perspectiva psicológi- Párrafo aparte se debe dedicar


ca, la tradición cristiana ha segui- a la doctrina teológica del pecado
do la impronta de Agustín, quien original, elaborada sobre el rela-
enfatiza la voluntad de oposición to bíblico del cometido por Adán
a la ley eterna (cf., por ej., Contra y Eva (cf. Gen. II, 17 y III, 1-24)
Faust. XXI, 27) y el carácter de ac- y considerado esencialmente co-
to de aversio a Deo y conversión a mo desobediencia a Dios, que re-
las criaturas (cf. De lib. arb. II, 19, sulta de la soberbia. Dado que en
53). Con ello, se desea una natura- Adán y Eva se subsumía toda la hu-
leza inferior y se abandona una su- manidad, la falta originada en ellos
perior (cf. De nat. boni 34). Pero, pasa a esta última. Así, aun cuan-
en un corolario de su oposición al do los descendientes de Adán no
maniqueísmo, el Hiponense insis- hayan querido cometer su misma
te en que el p. no es una sustancia falta, el pecado original es p. natu-
sino el defecto de una sustancia, la rae, según fundamenta la perspec-
humana, puesto que implica la dis- tiva ultrarrealista de autores como
persión y corrupción del alma. Su Escoto Erígena y Anselmo de Can-
causa material es, pues, la libre vo- terbury. Aun autores como Sto. To-
luntad del hombre (cf., por ej., Ep. más recogen esta tesis, incorpora-
166, 5) y sus causas formales, la ig- da al dogma del Cristianismo. El
norancia y la debilidad (cf. De mer. Aquinate escribe que, después de
II, 17, 26). Por tanto, descarta co- Adán, cada hombre peca “in quan-
mo causas esenciales el determinis- tum pertinet ad naturam ipsius,
mo natural, el hado, la fortuna o quae per p. corrupta est” (C.G. IV,
la necesidad. Describe sus etapas 52). Esto ha apartado al hombre de
o momentos psicológicos, suges- la Gracia divina que, desde el pun-
tión, delectación y consentimien- to de vista cristiano, sólo la Reden-
to, en De Tr. XII, 12, 17 y De Ser- ción de Cristo devuelve. Las con-
mo Dom. in Monte I, 12, 34. secuencias que los teólogos medie-
Tomás de Aquino comenta y sus- vales han atribuido al pecado origi-
cribe esta posición agustiniana, so- nal en la naturaleza humana en su
bre todo, en S.Th. II-II, q. 20, su- actual estado son el debilitamiento
braya especialmente el aspecto de de su voluntad libre, que queda vi-
la aversio a Deo que implica el pe- ciada en su capacidad de actuar y
cado: hay una directa oposición requiere el auxilio divino, y la nece-
entre el acto pecaminoso y Dios en sidad de la ascesis gradual tanto pa-
cuanto fin último del hombre, ya ra el intelecto como para la volun-
que el primero expresa amor por tad. De esta manera, con el pecado
un bien finito pese a su incompa- original se perdió la beatitudo natu-
tibilidad con el bien infinito. Así, ralis de que gozaba Adán antes de
conforma de hecho un acto de re- la caída.
pudio a Dios. Por su parte, Buena- Desde el punto de vista teológico,
ventura insiste en la nota de delei- las principales distinciones estable-
tación voluntaria que involucra to- cidas sobre el tema son las siguien-
do pecado (cf. De regno Dei 23). tes: 1. en relación con su causa, el
p. puede ser 1.1. originale o natu-
pecunia 512

rae que es aquel al que se ha he- biable por moneda. Así, es un con-
cho alusión en el párrafo anterior y cepto más amplio que el de mone-
que, por lo dicho, se distingue del ta (véase) que es, además, instru-
1.2. p. personale, esto es, el cometi- mental respecto de p. Antonino de
do por alguien en particular en el Florencia y Nicolás de Oresme se
actual estado postadánico; 2. en re- cuentan entre los autores que más
lación con el mismo acto humano, se han dedicado al examen econó-
se diferencia entre 2.1. p. actuale, o mico y ético de esta noción.
sea, la acción o hecho mismo, in-
terno o externo, contrario a la ley per. Preposición de acusativo, tiene el
de Dios, y 2.2. p. habituale que no sentido genérico de “mediación”,
es el vicio, ya que no consiste en un que se despliega en las siguientes
habitus generado por la repetición especificaciones: 1. en el orden lo-
del mismo tipo de pecado, sino en cal, significa “a través de”; 2. en el
una condición permanente inicia- orden temporal, significa 2.1. “du-
da por él; 3. respecto de su cons- rante”, o bien 2.2. expresa la suce-
titución, se distingue entre 3.1. p. sión propiamente dicha; 3. en el
formale, que es el que se quiere li- plano instrumental, puede aludir a
bremente con conciencia de su na- 3.1. un medio o instrumento, 3.2.
turaleza de tal y 3.2. p. materiale, un intermediario, 3.3 un motivo
que es el acto objetivamente con- accidental, 3.4. una ocasión o cir-
trario a la ley divina, prescindien- cunstancia. Otro de sus usos es 4.
do del hecho de estar acompañado en las súplicas, donde asume el sen-
o no por esa conciencia; 4. respecto tido de “en nombre de”.
de su gravedad, los pecados se clasi- Pero el empleo más frecuente de
fican en 4.1. p. grave o mortale, que esta preposición en textos filosófi-
conforma una violación sustancial cos medievales es aquel mediante
de la ley de Dios y aparta de modo el cual indica 5. causa, en general,
radical al hombre de Él en cuanto como en per accidens (véase). Cabe
fin último, y 4.2. p. veniale, que es notar que, en este orden, se prefie-
una transgresión incompleta de esa re su uso cuando dicha causa es de
ley; 5. en cuanto a la manifestación algún modo inmanente al sujeto o
de los pecados, se suele distinguir cuando se aproxima a algo circuns-
entre el 5.1. p. interior que radica tancial u ocasional, es decir, cuan-
en los malos deseos o pensamientos do no se trata de una causa en el
que no se traducen externamente sentido más fuerte del término.
pero que también manchan el al- Finalmente, cabe destacar que es-
ma, y 5.2. p. exterior que es el de la ta preposición suele emplearse 6.
acción propiamente dicha y el de la con valor intensivo, ya sea 6.1. uni-
palabra que también se denomina da a la conjunción quam, para su-
p. oris. Cf. también difformitas 2. brayar la significación de la palabra
a que se refiere, ya sea 6.2. en com-
pecunia. En general, alude a la riqueza posición con adjetivos, confirién-
material, pues, más que señalar el doles entonces el grado superlativo,
dinero, esta voz indica todo aque- por ej., pergratum.
llo que puede ser estimado a pre-
cio de dinero, es decir, intercam-
513 per se subsistens

per accidens. Se dice de lo que perte- efecto determinado, como el fuego


nece a una cosa no necesaria sino es causa per se del calor. En todos
accidentalmente, o sea, por casuali- los casos, se opone directamente a
dad; así, por ej., un hombre puede per accidens (véase).
ser blanco o alto per a.. También se
designa con esta expresión la causa per se ipsum. El esse per se se afirma,
que produce un efecto en virtud de en general, de todo ente que por su
otra causa, o bien aquello que pro- perfección posee autonomía onto-
duce un efecto praeter intentionem, lógica durante su permanencia en
es decir, no directamente querido. el ser (véase perseitas). Con ello se
señala que, una vez puesto en la
per impossibile. Algunas veces, se usa existencia, no necesita de otra co-
como sinónimo de ad impossibi- sa para seguir existiendo y para se-
lem. Para el significado preciso de guir siendo lo que es. Por eso, el ser
este término, véanse, absurdum y per se constituye nota central de la
reductio. sustancia y se opone al ser per ac-
cidens que necesita inherir en otra
per se. Esta expresión se podría tradu- cosa. En virtud especialmente de
cir como “por sí”. Es frecuente en- esta última contraposición, el es-
contrar su transcripción latina aun se per se indica consistencia meta-
en textos modernos, lo que inten- física. A fortiori, se lo aplica a Dios.
ta reflejar la especificidad medieval Pero, el ser divino, a diferencia del
del término. En la literatura esco- de la sustancia, posee dicha consis-
lástica, y según el contexto, tal es- tencia en términos absolutos. Por
pecificidad se desglosa en las si- eso, únicamente de Él se puede
guientes acepciones: 1. per se es una predicar que no sólo es por sí, sino
nota esencial en la noción de sus- también por sí mismo, en la medi-
tancia, puesto que indica su sufi- da en que, porque es precisamente
ciencia ontológica, en el sentido de el Sumo Ser, Dios no sólo no nece-
que ella no necesita inherir en otra sita de otra cosa para subsistir, sino
cosa para ser y ser lo que es; el acci- que Él mismo es su propia subsis-
dente, en cambio, al ser justamen- tencia. De ahí que sólo El sea, ne-
te per accidens, ha de inherir nece- cesariamente, per se ipsum. Esta ca-
sariamente en una sustancia. 2. se racterización fue elaborada furan-
predica también de lo que convie- te la Escolástica, especialmente por
ne a una cosa formaliter (véase), o San Anselmo (cf. Mon. I, 6) y Sto.
sea, en virtud de su naturaleza pro- Tomás (cf. C.G. I, 13).
pia o de sus principios intrínsecos;
así, al hombre le pertenece per se el per se nota. Término que, como los
ser racional, en cuanto que la racio- de in se, quantum in se y quoad se,
nalidad necesariamente forma par- equivale a nota per se secundum se, y
te de su naturaleza; en este orden, nota per se et secundum se et quoad
la expresión que nos ocupa señala nos (véase nota per se).
la ratio formalis de la sustancia. 3.
en sentido derivado, se denomina per se subsistens. Término escolásti-
causa per se a aquella causa que, por co que se aplica exclusivamente a
virtud propia, está ordenada a un Dios, significando con ello su ab-
soluta autonomía, en el sentido de
perceptio 514

que Él no es en otra cosa sino en Sí mo a la de los internos (véase sen-


mismo y así subsiste. Ahora bien, sus). Por eso, escolásticos como To-
el carácter de per se es propio tam- más caracterizan el concepto de p.
bién de la sustancia. Pero ésta, ade- diciendo que se trata de una “expe-
más de existir en sí misma y no en rimentalem quandam notitiam” (cf.
otra cosa, es, al mismo tiempo, so- S. Th. I, q. 43, a. 5, ad 2).
porte de accidentes. Esto último Debido a su originario carácter
no se puede predicar, en cambio, sensible, la percepción nada afir-
de Dios, ya que los accidentes im- ma o niega sobre el objeto percibi-
plican contingencia y mutabilidad, do: ésta será una operación ulterior
a las que El es absolutamente aje- en el proceso cognoscitivo. Así, la
no. Por eso, subsiste en sí, pero no p. no puede revestir el carácter de
a la manera de una substancia si- verdadera o falsa; la verdad o false-
no como pura subsistentia (véase). dad le corresponde al juicio. La p.
El término que nos ocupa es parti- en cambio, no es pasible de false-
cularmente recurrente en Tomás de dad sino, en todo caso, de obscuri-
Aquino (cf. S. Th. I, q. 4, a. 2, c; I, tas y confusio. En el primer caso, se
q. 29, a. 3 ad 4; In Div. Nom. . I, l. estaría ante una percepción, por así
1 y c. 5, l. 1). decir, incompleta del objeto; en el
segundo, ante una p. deficiente en
perceptio. Este vocablo alude prima- lo que toca a la articulación inter-
riamente a una aprehensión global na del mismo. Por otra parte, cabe
de cualquier tipo de realidad pre- aclarar que dicho objeto puede ser
sente. Implica, fundamentalmen- tanto una sustancia como una ima-
te, “recoger”. El hecho de que la gen de ella. Finalmente, se ha de
p. constituya una aprehensión glo- añadir que, en la Escolástica tardía,
bal la distingue de la sensación, ya se fue desdibujando la línea diviso-
que ésta, en su parcialidad, es más ria señalada entre p. y notio, con lo
puntual. cual se habló de “percepciones sen-
Los autores antiguos, por ej., Ci- sibles”, concepto que, por lo dicho,
cerón, admitieron que la percep- no es típico del período medieval.
ción también podía versar sobre
notas intelectuales, es decir, que perduratio. Cf. duratio, in fine.
su objeto podía ser inmaterial. Así,
hablaron de perceptiones animi re- peremptio. Tiene dos significados: 1.
firiéndose con ello a las nociones en física, se refiere a la destrucción
(véase notio). En cambio, los pen- de una cosa real; 2. en lógica, cam-
sadores medievales, habiendo utili- po en el que este vocablo es más
zado el término “notiones” para los usado, alude a la operación que con-
contenidos de la cognición, reser- siste en concluir una proposición
varon la p. para aludir exclusiva- negativa de otra negativa, como
mente a la notitia que el alma for- cuando de la negación del género
ma a partir de la experiencia sensi- se concluye la de la especie (cf. in-
ble, y sobre ella. Pero hay que te- teremptio).
ner presente que, al referirse a la perfectio. Indica la cualidad o condi-
experiencia sensible, aludían tan- ción de lo perfectum (véase), es de-
to a la de los sentidos externos co- cir, de lo que ha alcanzado su pro-
515 perfectum

pia plenitud. Entre los autores me- por ende, una cierta limitación de
dievales, se habla de p., sobre todo, la potencia. En este orden, es inte-
desde el punto de vista metafísico resante la posición de los seguido-
y desde el punto de vista ético. En res de Avicena que insertaron doc-
sentido metafísico, la p. concierne trinas aristotélicas en un contexto
a un ente en lo que éste es o en lo neoplatónico. A fines del siglo XII,
que hace. En cambio, en sentido Juan Blund, por ej., escribe en su
ético, atañe a la rectitud de la con- Tractatus de anima que el alma no
ducta de vida de una persona. Ob- es forma del cuerpo sino p. de él,
viamente, el primer sentido es el en cuanto principio vivificador.
que reviste mayor importancia fi- Ahora bien, se suele decir que
losófica. En ese orden, y siguiendo todas las perfecciones se encuen-
los significados formales que había tran en Dios eminenter, es decir, en
establecido para este vocablo Aris- máximo grado. Pero las perfectio-
tóteles en el libro V de la Metafí- nes simpliciter simplices se hallan en
sica, los escolásticos distinguieron Él formaliter, mientras que las per-
tres tipos de perfección: 1. la p. de fectiones simplices secundum quid se
la estructura esencial de un ente; dan en Dios virtualiter, en cuanto
así, por ej., la perfección del fuego que Él puede ponerlas en la exis-
consiste precisamente en su deter- tencia en las criaturas. Así, por ej.,
minación ontológica, o sea, en ser la ratiocinatio (véase) no se da en
fuego y no otra cosa. 2. la p. que Dios formalmente, pero sí en Su
consiste en la adición de ciertos ac- capacidad de producir un ens ra-
cidentes o cualidades indispensa- tionale capaz de llevar a cabo dicha
bles para el cumplimiento de las operación, como el hombre.
operaciones propias; en este sen- En cuanto a la perfección moral,
tido, son perfecciones del fuego el la literatura medieval suele con-
ser cálido, ligero, seco, etc. 3. la p. siderarla un grado eminente de la
última de un ente estriba en la con- virtud, por la que el hombre se en-
secución de su fin propio, el que le noblece y alcanza la beatitudo (véa-
corresponde según su especie; en el se). Sólo el hombre es pasible de
ejemplo presente, el elevarse hasta esta clase de p., ya que Dios no es
detenerse en su lugar propio es la perfectible, por definición; por otra
perfección última del fuego. parte, tampoco los animales son
Desde otra perspectiva y respec- perfectibles en este sentido, toda
to de las operaciones en cuanto vez que la virtud es ordo amoris y la
perfecciones del ente, la Escolás- proyección de ese orden a la propia
tica distinguió también entre las conducta implica una racionalidad
perfectiones simpliciter simplices y de la que carecen.
las perfectiones simplices secundum
quid. Las primeras son aquellas que perfectum. Etimológicamente signifi-
en su concepto no implican lími- ca “hecho completamente”, o sea,
tes, como pensar o amar; en cam- acabado, lo cual contiene un ma-
bio, las segundas sí los implican, tiz de completitud o plenitud, una
por ej., razonar, puesto que la ra- alusión a algo a lo que nada fal-
cionalidad conlleva un devenir, y ta. En su origen, este vocablo per-
teneció al ámbito del arte y de la
periurium 516

producción artesanal en general y, de discusión desde los comienzos


por analogía, se aplicó después a lo de la Patrística. La cuestión va más
producido o engendrado también allá al haberse discutido, con crite-
por un artífice trascendente como rios exegéticos, la legitimidad del
el Demiurgo platónico o el Dios iuramentum (véase) mismo. Esta-
creador del judeo-cristianismo. blecidas las condiciones en las que
Especialmente, desde el punto éste se torna lícito, se discutió el ca-
de vista de la perfección metafísi- so del p. como pecado de la lengua
ca (véase perfectio), un ser puede ser y, sobre todo, social.
p. en sentido relativo o bien en sen- Una primera definición aparece
tido absoluto. Un ente es perfecto en Jerónimo, quien analiza el ca-
en sentido relativo si nada le fal- so del perjurio en relación con los
ta de cuanto es exigido por su co- tres elementos que deben formar
rrespondiente esencia. En tal ca- parte del juramento para que éste
so, p. indica la plenitud ontológi- sea legítimo: veritas, iudicium, ius-
ca que un ente posee, precisamen- titia (cf. In Hieremiam I, 69), cuya
te, en relación con su propia natu- ausencia transforma el segundo en
raleza. Tomás de Aquino, por ej., el primero. La tradición retomó es-
recuerda que lo perfecto es lo ter- ta auctoritas, extendiendo la carac-
minatum et absolutum; así, no de- terización no solo al juramento fal-
pende de otro y no presenta nin- so sino también al ilícito y al indis-
guna privación sino que tiene to- creto. Con todo, prevaleció la aco-
do aquello que le compete según su tación de Graciano al primer ca-
especie (cf. In Met. V, l.19, 1044). so, signando el p. como una menti-
Por esto último, ningún ente pue- ra confirmada por el juramento (cf.
de poseer la perfección absoluta, ya Decretum II, 22, 2, 2). A través de
que la esencia limita la riqueza del Hugo de San Víctor (cf. De sacra-
ser: una rosa perfecta, por ej., nun- mentis PL 176, 358) y Pedro Lom-
ca podrá tener la perfección de un bardo (cf. Sent. III, d. 39, q.1) esta
diamante perfecto. El ser absolu- definición sanciona la vinculación
tamente p. sólo compete Dios, ya entre p. y mendacium para los siglos
que, por definición, posee la pleni- posteriores. No obstante, se añade
tud total del ser y no de una esencia al primero una nota que acentúa su
determinada. También se lo deno- gravedad: el poner a Dios por testi-
mina ens perfectissimum, en cuanto go. La mentira lo ofende en la me-
que se le atribuye la totalidad de las dida en que todo pecado lo hace;
perfecciones, entendidas ahora co- el perjurio lo involucra al utilizar-
mo propiedades o atributos. lo, al invocarlo a confirmar lo ilí-
cito o lo falso. Así lo subraya To-
periurium. Cf. mendacium. Ligado más de Aquino (cf. S.Th. II-II, q.
a la mentira como a su género, el 89, a.1).
perjurio, esto es, el jurar en falso, es
un pecado que contamina a quien permanens. Lo permanente es lo que
lo comete, ofende a Dios y al próji- se mantiene en la existencia duran-
mo, perjudica la administración de te un lapso. Esto hace que, de un
la justicia y pone en crisis el orden lado, la noción de p. quede vincu-
social. Así, su gravedad queda fuera lado con el de tiempo; de otro, lle-
517 perseitas

va a establecer sus límites concep- lo p. se distingue no ya de lo eter-


tuales en confrontación con otras no –que no se da en el tiempo– si-
nociones como las de aeternum y no aun de lo que es temporalmen-
sucessivum (véanse). Por otra parte, te infinito, ya que esto último no
el segmento temporal en el que dis- consiste sólo en la permanencia si-
curre lo permanente indujo a co- no en lo que ha existido o pudo
locar la reflexión al respecto en el haber existido desde siempre. Por
contexto de términos como incipit, otra, se diferencia también de lo in-
es decir, “comienza”, y desinit, esto corruptible, puesto que esto es lo
es, “termina”. Considerado prime- que, por naturaleza o derecho on-
ro un problema esencialmente ló- tológico propio, puede no corrom-
gico, entre los siglos XIII y XIV, lo perse, mientras que lo p. es lo que
p. se impostó en el terreno la física de hecho subsiste y aun con algu-
aristotélica y se lo relacionó con el na modificación, como ejemplifica
examen de diversos tipos de reali- Pedro Hispano en Sum Log. 7, 15.
dad: las res permanentes, por ej., un
hombre; y las successivae, por ej., el perseitas. Los escolásticos emplearon
movimiento. La mayor dificultad, esta noción, sobre todo, para acla-
encarada en textos como el De pri- rar el concepto de sustancia, a la
mo et ultimo instanti de Burley, ha que conviene no sólo el carácter de
sido, entonces, la de asignar o no ser en sí (véase in se) sino también
los instantes límites en los que las por sí. El primero indica que la sus-
cosas permanentes comienzan y ter- tancia posee cierta autonomía on-
minan de existir. Para una útima tológica, en cuanto que no forma
distinción, véase perpetuum. parte de una totalidad sino que es
ella misma un todo completo. En
permutatio. Casi nunca aparece en cambio, la p., es decir, la condi-
los textos filosóficos en el sentido ción que tiene la sustancia de ser
de mutatio, puesto que se usó en el per se, señala que, por su consisten-
ámbito del comercio, en el que in- cia y perfección, no tiene necesidad
dica el intercambio de mercancías de inherir en otra cosa, como es el
y, en sentido muy amplio, la com- caso del accidente. La posible asi-
pra y venta de ellas. milación del carácter de in se pro-
pio de la sustancia y de su p., es de-
perpetuum. Se denomina así todo lo cir, del hecho de ser per se, provie-
que se perpetúa en cuanto que per- ne no sólo de la proximidad de am-
manece, lo cual puede ocurrir ma- bos significados, sino también de
terialiter o formaliter. Así, por ej., que los dos términos tienen co-
el vínculo que el mutuo consenti- mo único antónimo in alio. La p.
miento establece en el sacramento es, pues, neologismo que se funda
del matrimonio es p. en el segun- en la primera acepción del término
do sentido, pero no en el primero. per se (véase). Conviene eminenter a
Técnicamente, se llama p. lo que Dios, ya que Su ser es per se ipsum
siempre será, aun cuando no siem- subsistens (véase).
pre haya sido, como señala, por Vale advertir que, en la Moderni-
ej., Tomás de Aquino en C.G. II, dad, este último carácter se fue asi-
84. De este modo, por una parte, milando a la aseitas (véase) divina,
perseverantia 518

la cual, sin embargo, en la Escolás- bién una virtud. Pero dicha dificul-
tica, es un término que alude a la tad puede obedecer a dos motivos:
causalidad: sólo Dios es a se, en la a la naturaleza misma del acto vir-
medida en que tiene en sí la razón tuoso y/o a su duración temporal.
de su existencia y ella no obedece a Ahora bien, el aplicarse a una obra
otro más que a sí mismo. difícil y persistir en ella presenta
una especial dificultad. De ahí que
perseverantia. En la Antigüedad, Ci- el Aquinate considere la p. una vir-
cerón caracteriza la perseverancia tud especial, cuya función es so-
diciendo que es la permanencia es- portar cuanto sea necesario la du-
table y perpetua en aquello que la ración de los actos virtuosos cuan-
razón ha decidido (cf. Ret. II, 54). do éstos han de prolongarse en el
La segunda parte de esta definición tiempo (cf. S. Th. II-II q. 137, a. 1
consagratoria del término, al in- c) (véase constantia).
cluir la deliberación de lo racional,
hace que este concepto se distinga persona. El origen del término es grie-
y hasta se oponga al de la mera obs- go y su significado primario señala
tinación. Esto se reafirma entre los la “máscara teatral”; por tanto, alu-
autores cristianos, quienes asocian de al papel que ha de desempeñar
la p. a las virtudes, tanto a las teo- un actor quien, valiéndose justa-
logales como a las cardinales, jus- mente de ella como de una caja de
tamente porque ellas mantienen el resonancia en donde per-sonat, re-
orden de la razón contra las pasio- cita su per-son-aje. Así lo testimo-
nes. En la Patrística, Agustín insis- nia Boecio que, con todo, se remite
te, especialmente, en la relación de al suppositum, es decir, al sujeto hu-
la p. con la fe; así, e insiste en su ca- mano que está detrás de la máscara.
rácter de don gratuito de Dios que De esta manera, acaba formulando
Él concede a quienes lo piden, bajo una definición de p. que se tornó
la sola condición de la humildad. clásica para toda la Edad Media: “P.
De tal manera, dedica toda una es la sustancia individual de natu-
obra a este tema: el De dono perse- raleza racional” (De duabus nat. 3).
verantiae. Así pues, en el Hiponen- En cierto modo, ambas acepciones,
se se trata fundamentalmente de aunque con prevalencia de la pri-
una gracia (véase gratia). mera, se sintetizan en la expresión
Distinta es la perspectiva de la ex persona que se suele traducir por
Escolástica sobre la p. Con el re- “en boca de”. Así, por ej., el mis-
ingreso de Aristóteles, se puso én- mo Agustín de Hipona señala en
fasis en las concepciones del Filó- sus Conf. IX, 6, 14 que son efec-
sofo acerca de la virtud moral, re- tivamente de su joven hijo Adeo-
cordando, por ej., su observación dato todas las opiniones que puso
acerca de que ella tiene por objeto en su boca al escribir el De magis-
no solamente lo bueno, sino tam- tro: “... illius esse sensa omnia quae
bién lo difícil (cf. Et. Nic. II, 5, inseruntur ibi ex persona collocuto-
10, 1105 a 9). Así, autores como ris mei...”.
Tomás de Aquino, señalaron que En la Edad Media, desde Ricardo
dondequiera que se dé una dificul- de San Víctor a Guillermo de Oc-
tad para el bien, debe darse tam- kham prevalece la impronta boecia-
519 perspectiva

na en la definición del término que nificado del concepto de p. como


nos ocupa. Ockham, por ej., añade relación, aun afirmando, al mismo
algunas precisiones: p. es una natu- tiempo, su sustancialidad in divi-
raleza intelectual completa que no nis: la relación en Dios no es co-
está sustentada por ninguna otra ni mo un accidente que inhiere al su-
llamada a constituir parte de nin- biectum sino la misma esencia divi-
guna otra (cf. In III Sent. q.1b). Así na. Así como la divinidad es Dios,
pues, ni el alma intelectiva conside- la paternidad divina es Dios Padre,
rada en sí misma –puesto que es- que es Persona. De este modo, la
tá destinada a formar parte de un Persona divina señala una relación
ser sustancial–, ni el animal –da- subsistente, o sea, la relación en la
do que no es una naturaleza inte- forma de la sustancia (cf. S. Th. I,
lectual– constituyen una p. A pro- q. 29, a. 4). En lo que concierne a
pósito de esta definición, es necesa- la noción de p. en general, el Aqui-
rio no confundir esta noción con la nate sostiene que, a diferencia del
de suppositum (véase) que constitu- individuo, que de por sí es indis-
ye el género del cual p. es especie. tinto, la p. en una naturaleza cual-
En el transcurso del pensamiento quiera, significa lo que es distinto
medieval cristiano, la noción de p. en tal naturaleza.
fue muy elaborada teológicamente, Al llegar a la Modernidad, y a
a propósito de las relaciones que se partir de Descartes, se debilita el
dan precisamente entre las perso- carácter sustancial de la p., acen-
nas de la Trinidad. Ello dio lugar a tuándose el de relación. Pero, par-
largas polémicas, que culminan en ticularmente, se enfatiza la autore-
el concilio de Nicea, puesto que la lación, esto es, la relación del hom-
acepción originaria griega del tér- bre consigo mismo. En este último
mino que nos ocupa sugería algo sentido, la noción que nos ocupa se
accidentalmente añadido a la sus- identifica con la del yo como con-
tancia; con ello, parecía implicar el ciencia e identidad personal.
carácter aparente o no sustancial de
las personas divinas. Así, para evi- perspectiva. La óptica, también lla-
tar la referencia a la idea de másca- mada p., es una de las cuatro cien-
ra teatral, los Padres griegos adop- cias fundamentales subalternatae
taron el vocablo hypóstasis (véa- (véase subalternatio 2.) de la Geo-
se), que insiste en la sustancialidad metría. En su enciclopedia, Roger
y niega la relación. Lo mismo ha- Bacon la ubica, significativamen-
ce, entre los Padres latinos, Agustín te, junto a la Matemática. Estudia
cuando afirma que p. significa sim- el modo en que se aprecia la posi-
plemente sustancia y que, por ello, ción de una cosa y de sus partes en
el Padre es p. respecto de sí (ad se) el espacio. La p. medieval se funda
y no respecto del Hijo (cf. De Trin. en la tradición de los estudios grie-
VII, 6). Sobre esta base, Boecio ter- gos y árabes sobre la óptica geomé-
minará por acuñar su célebre defi- trica, por ej., los de Alhazen. Los
nición. tratados medievales sobre el tema
Sin embargo, ya en la Escolástica, son de gran importancia para la
Tomás de Aquino reivindica el sig- historia del arte, ya que se utiliza-
rá la perspectiva lineal en el traba-
persuasio 520

jo artístico, especialmente en la re- ta de dar con los fundamentos que


presentación pictórica del siglo XV, la sustentan.
hasta el De prospettiva pingendi de
Piero della Francesca. pertinacia. Se denomina así a la obs-
tinación necia, esto es, a la condi-
persuasio. Tiene dos acepciones: 1. la ción de aquel que, como escribe
de prueba; 2. la del resultado de Isidoro de Sevilla, mantiene des-
un proceso del alma. En 1. el pri- vergonzadamente (impudenter te-
mer sentido, se considera la p. una nens) su juicio o decisión, como te-
prueba no demostrativa que, por lo naz en todo, indiscriminadamen-
demás, no implica necesariamente te (omnia tenax) (cf. Etim. X). Los
la convicción sobre la verdad de lo escolásticos oponen la p. a la perse-
probado. Con todo, en especial los verantia (véase), en cuanto que la
autores tardomedievales no desde- primera es un exceso respecto de la
ñaron esta clase de prueba, aunque segunda: si la perseverancia es elo-
no pueda suscitar una adhesión tan giada por permanecer en el justo
firme y estable como las que culmi- medio, la obstinación es vitupera-
nan en la evidencia. Así lo recuer- da por sobrepasarlo. Así se expresa,
da, por ej., Guillermo de Ockham por ej., Tomás de Aquino (cf. S.Th.
(cf. Summa Totius Log. III, 1,1). II-II, q. 138, a.2).
En 2. la segunda acepción, indica
en general el estado de la mens que pertinere. Indica, en general, el hecho
es inducida a aceptar algo. Su sig- de ser pertinente a algo. Así pues,
nificado se relaciona, pues, con to- señala una relación. Pero ésta pue-
dos los grados del assensus (véase). de ser de varias clases; de ahí que
Pero, la acepción más rigurosa de en la Edad Media se haya hablado
p. se muestra por comparación con de 1. p. antecedenter o praesupposi-
la de certitudo (véase). En efecto, tive, como de un ser pertinente en
en esta última, el acento está pues- cuanto antecedente de algo, en es-
to en el objeto, ya que la certeza se te sentido, por ej., los actos virtuo-
obtiene por la evidencia de los mo- sos son pertinentes a la felicidad; 2.
tivos que la hacen conforme con la p. concomitative o consecutive, co-
verdad. En cambio, la p. subraya mo de un ser pertinente a la mane-
las condiciones de la mens o, me- ra del consecuente, por ej., así lo es
jor aún, de la interioridad humana el deleite respecto de la felicidad; 3.
en su aceptación de algo como ver- p. essentialiter como de un ser per-
dadero. Ello no implica que el con- tinente esencialmente, de este mo-
tenido de la persuasión sea siempre do, por ej., la contemplación de
un error, sino que sólo señala el es- Dios ad beatitudinem pertinet.
tado del alma ante una proposición petitio. Cf. obligatio 1.2.
dada. Ahora bien, tal estado puede
implicar tanto un impulso irracio- petitio principii. Denominación me-
nal como la serenidad que emana dieval de un tipo de sofisma (véa-
del haber examinado claramente la se sophisma 2.) muy frecuente que,
cuestión de que se trata. Con todo, en general, consiste en dar por vá-
se ha de añadir que la p. sólo se tor- lido lo que debe probarse. Esto no
na reflexiva cuando el intelecto tra- siempre es lo que está en cuestión,
521 phantasia

puesto que, entonces, no habría phantasia. Este vocablo es directa


ninguna apariencia de prueba; mu- transcripción latina de la voz grie-
chas veces es algo tan poco conoci- ga fantasía, algunas de cuyas tra-
do como aquello que debe ser pro- ducciones son “aparición”, “espec-
bado. En sentido más estricto, la táculo”, “representación”. Alude,
p.p. es la pretensión de probar una en general, a una actividad de la
proposición sobre la base de premi- mente mediante la cual se produ-
sas que deberían ser probadas me- cen imágenes, llamadas phantasma-
diante esa misma proposición. ta (véase phantasma), por lo cual, a
En los Tópicos VIII, 13, 162 b veces, se la identifica con la imagi-
31 y ss, Aristóteles estudia desde el nación. Entre los pensadores anti-
punto de vista de dialéctico los cin- guos, Aristóteles concedió especial
co casos siguientes de petición de atención al tema. Para él, la ph. ra-
principio, que fueron elaborados dica en el poder de suscitar imáge-
posteriormente por los lógicos es- nes, aún cuando no se hallen inme-
colásticos: 1. el postular lo mismo diatamente presentes los objetos o
que se quiere demostrar; 2. el pos- fuentes de las sensaciones. A dife-
tular universalmente lo que se de- rencia de la opinión, esta actividad
be demostrar particularmente; 3. el no está acompañada por la creen-
postular particularmente lo que se cia o la convicción. Y, a diferencia
quiere demostrar universalmente; de la sensación, que es meramen-
4. el postular un problema luego te sustitutiva del objeto percibido,
de haber postulado su conclusión la ph. es anticipadora o más libre
por partes; por ej., suponiendo que que aquélla. Así, los animales tie-
se hubiera de demostrar que la Me- nen potencia apetitiva porque po-
dicina es el arte que concierne tan- seen fantasía: si pueden dirigir sus
to a la salud como a la enfermedad, movimientos hacia algo deseado, es
quien argumenta caería en una p. porque ese algo ha sido previamen-
p. si exigiera la admisión primero te representado en ellos como apete-
de lo uno y luego de lo otro; 5. el cible (cf. De an. III, 2, 433 b 29).
postular una de dos proposiciones Algunos autores del período pa-
que se implican mutuamente; por trístico tendieron a acercar la ima-
ej., se caería también en una peti- ginatio (véase) a la actividad inte-
ción de principios si, para demos- lectual, reservando para el término
trar que Sócrates es padre de Pla- que nos ocupa el sentido de una vis
tón, se afirmara que Platón es hijo animae más vinculada con la sensi-
de Sócrates. Este último ejemplo es bilidad y, por ende, de carácter in-
el que propone Pedro Hispano en ferior: tal es el caso de Agustín (cf.
su Summ. Log. 7, 54. De gen ad litt. IX, 1 y ss).
Los escolásticos, en cambio, usa-
phaenomenum. Voz que aparece muy ron los términos ph. e imaginatio,
raramente en textos de la escolásti- prácticamente, como sinónimos. To-
ca tardía con el sentido general de más de Aquino, por ej., señala que la
aquello percibido por los sentidos ph. es una facultas sensitiva que, en
corporales (véase species 2. in prin- lugar de ordenarse a la recepción
cipio). de las formas sensibles, como la
phantasma 522

sensación, se ordena a su retención philosophantes. Los escolásticos sue-


y conservación: “Est enim phanta- len reservar esta palabra para in-
sia sive imaginatio quasi thesaurus dicar a los filósofos antiguos, es-
quidam formarum per sensum recep- pecialmente, los presocráticos. Así,
tarum” (S. Th. I, q. 78, a. 4, c). Las por ej., comentando a Aristóteles,
imágenes producidas para conser- Tomás de Aquino señala que aqué-
var las formas sensibles se denomi- llos comienzan a buscar, a mane-
nan precisamente “phantasmata”. ra de niños balbucientes, las causas
Respecto de la relación entre la fan- primeras (cf. In Met.I, l.17, 272).
tasía y la potencia apetitiva, señala-
da por Aristóteles, el Aquinate de- philosophia. Cabe anteponer a cual-
sarolla esa cuestión a propósito del quier consideración sobre este con-
tema de la aestimativa (véase). cepto en la Edad Media el hecho
Una cuestión muy discutida en la de que siempre se ha tenido presen-
Escolástica ha sido la de si la ph. es te la etimología del término ph. co-
meramente receptiva y reproducti- mo “amor a la sabiduría”; más aún,
va, o bien, si es de algún modo pro- muchas veces se ha dado cuenta de
ductiva. Avicena, por ej., conside- ella mediante la expresión “studium
ra que, entre la aestimativa y la ph., sapientiae”. Ahora bien, en lo que
existe otra potencia, cuya función hace a la consideración y valora-
específica sería la de aunar y diso- ción de la filosofía, a partir del ad-
ciar las imágenes recibidas, pro- venimiento del Cristianismo has-
duciendo así otras, como cuando ta el final del Medioevo, lo prime-
a la imagen de oro se le asocia la ro a señalar es que ambas dependen
de monte, formando así la imagen, precisamente de su imbricación en
nunca vista, de un monte de oro. un contexto religioso. Se hubo de
En cambio, Averroes entiende que determinar, pues, el valor y la uti-
esta operación –por lo demás, espe- lidad –o la falta de ellos– de la ph.
cíficamente humana– es justamen- para ese hombre cuya fe le procu-
te la propia de la ph. (cf. De sensu et raba una determinada visión sobre
sensib. 8). la realidad, sobre su propio desti-
no y sobre la muerte. En tal senti-
phantasma. Es la species (véase) o ima- do, se afrontó, de manera explíci-
gen que la phantasia (véase) produ- ta o implícita en los textos, el pro-
ce y retiene sobre el objeto percibi- blema de la relación fe-razón que
do mediante los sentidos externos. conduce a la que se da entre teo-
Los autores escolásticos han insisti- logía y filosofía. Esto último, a su
do sobre tres notas vinculadas con vez, obligó a dar cuenta de una de-
este concepto: 1. el ph. concierne terminada perspectiva general so-
siempre a la realidad particular: es bre la ph., enfoque condicionado
similitudo rei particularis; 2. existe por la problemática indicada (véase
en órganos corporales; 3. sólo so- fides, in fine).
bre los ph. actúa el entendimiento En tal contexto, se pueden men-
agente. De este modo, son el ob- cionar tres grandes momentos: el
jeto directo al que se dirige, en su primero está dado por una modi-
operatividad, el intelecto (véase in- ficación de la perspectiva sobre la
tellectus). filosofía, desde o a partir de una
523 philosophia

determinada conversión religiosa. nica, una concepción de vida fun-


Como es natural, éste es el proble- dada en los datos revelados. Habla-
ma afrontado por los primeros au- ron, pues, de una ph. christiana y
tores cristianos. Entre ellos, se per- aun de una ph. naturaliter christia-
filan dos posiciones con nitidez: na. Así lo hace, por ej., Agustín en
una negativa, de desvalorización De civ. Dei VIII, 10; De ord. II, 5,
o rechazo de la ph. en cuanto sa- 16; De vera rel. VII, 12.
ber racional, como se da, por ej., en La siguiente instancia clave en la
Taciano; otra, de valoración positi- evolución patrístico-medieval de
va, representada por Justino, quien este concepto está dada por Boe-
buscaba en la filosofía un saber na- cio. Para este autor, ph. es el saber
tural que conduzca a Dios y una superior y unitario que deriva de
a Él. Cabe añadir que esta actitud la confluencia de los principios de
positiva respecto de la actividad fi- las scientiae. En la concepción boe-
losófica no excluye una valoración ciana, preocupada por la organiza-
crítica sobre las particulares escue- ción intrínseca del saber, la filoso-
las filosóficas antiguas, como se ve, fía tiene una función unificadora y
por ej., en el mismo Justino al fus- superadora. Ella traduce en un co-
tigar a estoicos y epicúreos y pon- nocimiento riguroso las potenciali-
derar a los platónicos. dades indagadoras de la racionali-
Asumida ya la filosofía en el mun- dad humana, que se orientan hacia
do religioso, se dibujaron dos gran- la sapientia. La ph. recorre las vías a
des direcciones: una, que la con- través de las cuales el principio di-
cibe esencialmente como escuela vino ha ordenado la realidad ab ae-
de vida y aun preparación para la terno y con vínculos inteligibles.
muerte; otra, que la entiende como En el siglo XII, con el desarrollo
un saber rigurosamente racional metodológico al que se asiste en él,
que se atiene a las reglas que pre- se va trazando con mayor nitidez la
siden su ejercicio. Sólo en términos frontera que distingue el campo de
excesivamente generales podría de- la fe, que se basa sobre los datos re-
cirse que los Padres sostuvieron la velados, y el de la razón, que sólo
primera concepción de ph., mien- se atiene a sus propios principios,
tras que los escolásticos, y especial- con un creciente respeto por la eco-
mente aquellos más próximos a la nomía propia de cada ámbito. Más
tradición aristotélica, asumieron la aún, la ph. cobra valor autónomo
segunda. y propio fuera y por encima de las
En este plano, en la evolución artes liberales (véase ars). La reac-
histórica de la cuestión, la litera- ción contra el predominio eclesiás-
tura patrística presenta un segun- tico que parece surgir en ese siglo
do momento de síntesis. Sus auto- contribuye a comenzar el proce-
res, mayoritariamente enrolados en so de independencia de la filosofía
la primera posición, pudieron, pre- respecto de la teología. De hecho,
cisamente por ello, aunar ambas Pedro Abelardo se queja de haber
vertientes, la filosófica y la religio- sido perseguido por Guillermo de
sa, al formular, con categorías filo- Champeaux a causa de la filosofía
sóficas, generalmente de raíz plató- –que se identifica en él con la dia-
philosophia 524

léctica– como otrora lo había sido ma, habida cuenta de la condición


por Anselmo de Laón a causa de la de escolástico de Bacon. En efecto,
teología (cf. Hist. Cal.). Por su par- para él, la ph. no sólo forma parte
te, Gilbert de la Porré, al comen- de la teología sino que se subordina
tar a Boecio, subraya los diferen- a ella, puesto que concibe la prime-
tes puntos de vista desde los que se ra como derivando de una ilumi-
abordan filosofía y teología, dicien- nación divina, específicamente, del
do que esta última se encara inte- Maestro interior. Él es quien vier-
llectualiter, mientras que la primera te en las almas no sólo la scientia si-
se estudia rationabiliter (cf. In De no también la virtus. Pero esta ilu-
Trin. I). minación no consiste solamente en
Durante el siguiente momento, los principios de una y otra, sino
el de la Escolástica del siglo XIII, que constituye una verdadera reve-
el reingreso de Aristóteles permi- lación que hace alcanzar la sabidu-
tió determinar con mayor preci- ría. Históricamente hablando, és-
sión los límites de lo estrictamente ta se olvidó a causa de los pecados
filosófico. También respecto de la de los hombres, con lo que se ha
consideración o valoración del te- de explicar conceptualmente la sa-
ma que nos ocupa, y no sólo de su pientia divina con las categorías de
articulación interna y distinciones, los filósofos antiguos que han cons-
el siglo XIII presenta un panorama truido una ph. conforme a la ley sa-
particular por el reingreso del aris- grada.
totelismo, ya que, muy en gene- Otro problema relacionado con
ral, se tendió a identificar el pensa- el término que nos ocupa es el de
miento aristotélico con la filosofía la divisio philosophiae, entendiendo
misma. Así, tres grandes posiciones por esta expresión la clasificación
se han diseñado en su transcurso: de las disciplinas que conducen a
la primera, representada por Siger la sabiduría. En este sentido, el es-
de Brabante, quien subraya dicha quema alejandrino, de base aristo-
identificación y es indiferente res- télica, distingue entre ph. contem-
pecto de la concordancia o no de plativa vel speculativa y ph. practi-
las tesis filosóficas con los dogmas ca vel activa. En la primera se suele
de fe. La segunda está encabezada incluir los campos metafísico, teo-
por Buenaventura, quien traza una lógico, gnoseológico y de la filoso-
línea de continuidad entre la ph. fía de la naturaleza; en la segunda,
y la sabiduría cristiana. En cuan- la ética y la política. Tal es, por ej.,
to deseo natural de conocimiento el esquema planteado por Boecio.
la primera es, con todo, un aspecto Algo diferente es el criterio de la
de la sapientia misma que el hom- tradición agustiniana seguida por
bre persigue en su itinerario hacia Buenaventura que considera en la
Dios: la luz del conocimiento filo- ph. tres partes: física, lógica y éti-
sófico es interior y busca las causas ca (cf. De civ. Dei XI, 25). Sobre es-
íntimas de las cosas (cf. Red. artium ta base, Buenaventura escribe que
ad theol., 4). Mención aparte me- el objeto de la filosofía es una tri-
rece la noción de ph. en Roger Ba- ple verdad: la de las cosas, que con-
con, por la peculiaridad de la mis- siste en la indivisio entis et esse; la de
525 philosophia prima-philosophia secunda

la adecuación de la palabra al inte- gía; 1.2. como estudio sistemático


lecto, y la de rectitud de vida, que del ser separado e inmóvil, es de-
es la verdad de las costumbres. Ha- cir, el primer motor o Dios, lo cual
ce suya, además, la afirmación de asimila la filosofía primera a la teo-
Agustín acerca de que estas partes logía o a lo que Aristóteles llama fi-
de la ph. no son creación de los fi- losofía “theologiké” (cf. op. cit. VI,
lósofos sino que están ya en el al- 1, 1026 a 19). Por esta razón, con-
ma y ellos las advirtieron (cf. Coll. sideraciones medievales acerca de
in Hexaem. IV, 2). La tercera posi- Dios reciben el nombre de “theolo-
ción, cuyos representantes son Al- gia” (véase), aun cuando su índole
berto Magno y, sobre todo, Tomás sea estrictamente filosófica.
de Aquino, distingue prolijamente En ambos casos, el objeto de la
el ámbito de la teología dogmática ph. prima va más allá de lo físico y
–en cuanto sus principios son los de lo natural, por lo cual la filosofía
de la revelación– del de la ph., aun- primera forma parte de la Metafísi-
que el estudio completo de ésta en- ca. Los escolásticos, probablemen-
camine a un conocimiento natural te siguiendo a Avicena, caracterizan
de Dios (cf. C.G. I, 4). Subraya su la disciplina en cuestión diciendo
legitimidad y valor en S.Th. II-II, que es “post physicam, quia id est de
q.167, a.1. eo, quod est post naturam” (De div.
Para otras subdivisiones internas phil. I). En esto coinciden casi to-
de la filosofía, utilizadas en la Esco- dos los autores medievales. Tomás
lástica, véanse inspectiva y ph. pri- de Aquino retoma más literalmen-
ma-ph. secunda. te las precisiones aristotélicas, re-
cordando que se llama a esta dis-
philosophia prima-philosophia secunda. ciplina ph. prima “in quantum pri-
Sobre las huellas aristotélicas, la Es- mas rerum causas considerat” (S. Th.
colástica distinguió entre 1. ph. pri- I, q. 1, a. 6 c). No se limita, pues, a
ma y 2. ph. secunda. 1. La expre- tratar del ens realissimum, sino que
sión “ph. prima” señala, en el Es- se ocupa del ente in communi et de
tagirita, la ciencia que estudia el ente primo. Cabe advertir que en la
ser en cuanto ser y lo que le corres- Modernidad el significado del tér-
ponde como tal; investiga, pues, mino se vuelve menos preciso.
los primeros principios y las cau- 2. La ph. secunda es, en cambio,
sas primeras, razón por la cual me- un término medieval equivalente al
rece el nombre de “filosofía prime- aristotélico, que señala un ámbito
ra” (cf. Met. II, 1, 1003 20 y ss; y de la filosofía dedicado a un modo
III, 2, 1004 a 1 y ss). Así, tradicio- especial del ser. Según Aristóteles,
nalmente, la ph. prima se ocupa la filosofía tenía tantas partes como
de lo supremo en el orden del ser. clases de sustancias hay; así, por ej.,
Pero la indagación racional de es- la parte que trata de la sustancia
ta instancia suprema se ha enten- natural es la Física. Ésta es conside-
dido históricamente de dos mane- rada, pues, una ph. secunda, porque
ras: 1.1. como estudio sistemático estudia una especial forma particu-
del ser en general y sus determina- lar del ser, y no lo que es en cuanto
ciones y principios, lo que identi-
fica a la ph. prima con la ontolo-
philosophus 526

es, tema que corresponde, en cam- res más fielmente aristotélicos, co-
bio, a la anterior. mo Siger de Brabante y Boecio de
Dacia. Cabe recordar que, en la Es-
philosophus. La caracterización origi- colástica y a partir sobre todo de la
nal del ph. por la que se rigió en influencia de Averroes, se reserva
principio la Edad Media fue la de el nombre de Ph., por antonoma-
Cicerón quien, en su De officiis II, sia, para Aristóteles. Pero también
2, 5, lo define como aquel que tien- los maestros de Artes comenzaron
de con todas sus fuerzas al studium a llamarse a sí mismos “filósofos”.
sapientiae. Esto es acompañado por A la vez, se autodefinieron a la luz
la afirmación de Séneca: el filósofo de la filosofía aristotélica, según la
es el movido por sapientiae amor et cual la realización del hombre se da
affectatio (Ep. ad Luc. 89, 2). mediante lo que le es más propio:
Durante el período escolástico, el pensamiento.
en general, y con excepciones co- Al mismo tiempo, se enfatiza el
mo las de Roger Bacon, en la lite- hecho de que el hombre grande es
ratura medieval se utiliza este nom- aquel capaz de ejercer las más al-
bre para referirse a aquellos pen- tas virtudes –de ahí que le sea esen-
sadores no cristianos entre los que cial al filósofo la magnanimidad– y
se encuentran maestros dignos de éstas son las que competen a la vi-
ser escuchados, aun cuando, debi- da contemplativa: “Nam intellectus
do a que su saber no se apoyaba en a quo est intelligere suprema est vir-
la palabra divina, los teólogos de la tus in homine et propria homini”,
Edad Media no consideren que los subraya Siger (De quibusdam ques-
philosophi aportan la opinión defi- tionibus moralibus, 1). Esto expli-
nitiva, sobre todo, acerca del hom- ca la progresiva estima por la figu-
bre y su destino (véase philosophia). ra del filósofo, ya que vivere sine lit-
Buenventura, por ej., escribe que, teris mors sit et vilis hominis sepultu-
si bien algunos filósofos llegaron a ra (De an., IX, 24). En la misma lí-
conocer a Dios en cuanto principio nea se desarrolla el De summo bono
y fin de todas las cosas, y arribaron sive de vita philosophi de Boecio de
a cierto conocimiento de la natu- Dacia. En esta idealización del ph.
raleza, fueron incapaces, en cam- se insiste también, por consiguien-
bio, de alcanzar la sabiduría perfec- te, en el despojo de todo lo munda-
ta e ignoraron la causa y el remedio no.
de las enfermedades del alma. Por En el siglo XIV, pasado el primer
eso, no se han de estimar demasia- deslumbramiento del reingreso del
do sus opiniones. Con todo, apre- aristotelismo, y especialmente en-
cia, especialmente, a los platónicos tre agustinianos como Hugolino
por haber afirmado las ideas ejem- de Orvieto, se vuelve a una desva-
plares, así como combate a los que lorización muy enérgica de la filo-
se apartaron del realismo en el te- sofía y de la misma figura del filó-
ma de los universales (cf. Coll. in sofo en pro de la contemplación re-
Hexaem. IX, 14; VII, 3, IV, 9). ligiosa y de la disquisición teológi-
Pero la situación cambia a medi- ca.
da que se aproxima el fin del siglo
XIII, especialmente, con los auto-
527 pictura

Esta actitud se revierte en el Hu- nación, los niveles de vida vegetati-


manismo del siglo XV, con auto- va, sensible y racional. En este últi-
res como Pico della Mirandola, pa- mo grado, el físico estudia al hom-
ra quien el filósofo es el más huma- bre como minor mundus (véase mi-
no de los hombres. crocosmus) (cf. Coll. in Hexaem. I,
18-19). Tomás de Aquino, comen-
physica. Voz de origen griego, este tér- tando a Aristóteles, indica que la
mino tiene, en la Edad Media, va- ph. trata solamente de lo que existe
rios significados conexos: 1. indi- en la dimensión de la materia y del
ca la scientia rerum naturalium, es- movimiento; así su objeto es el ens
to es, la disciplina que trata de los mobile, de manera que, si sólo exis-
entes naturales; 2. en una acepción tieran los entes sensibles, esta disci-
más restringida, señala la que estu- plina sería la filosofía primera (cf.,
dia, específicamente, los cuerpos, por ej., In Met. VI, l.1, 1158; III,
por eso, se la ha definido también 6, 398).
como la scientia de corpori naturale
quatenus naturale; 3. se califica con physice. Cf. logice.
este término la esencia de los entes
materiales inanimados. Tales esen- physiologia. Se define como la disci-
cias se dividen en naturalia y artifi- plina teórica que estudia el mun-
cialia, es decir, los hominis arte fac- do corpóreo en general y no sólo
ta, y constan siempre de materia y el animado (véase physica 3): “quae
forma. circa corporea atque eorum scientiam
Pero en la Edad Media el térmi- cognitionemque versatur”, escribe
no tuvo también una acepción más Boecio en In Isag. II, 42. Su obje-
general cuando se lo utilizó como to es describir y poner de manifies-
adjetivo y se lo confrontó con otras to al conocimiento las propiedades
disciplinas, por ej., la lógica. En es- naturales y las afecciones recíprocas
te contexto, suele designar una in- de los cuerpos, de donde deriva su
tentio, esto es, una perspectiva o nombre. Así pues, no se ha de li-
punto de vista: la de la ciencia que mitar el significado de este térmi-
indaga la naturaleza de las cosas en no a lo que hoy se entiende por “fi-
cuanto diversa de la scientia sermo- siología”.
cinalis. Tal es el uso que a veces le pictura. Tiene el significado de repre-
impone a la voz que nos ocupa Pe- sentación pictórica y visual en ge-
dro Abelardo, en cuyos escritos, neral. Su principal relevancia en lo
por ej., la Logica Ingredientibus, la que hace al pensamiento medieval
intentio ph. y la logica se presentan consiste en la función pedagógica y
como muy diferentes: en la impo- de predicación que la pintura ad-
sitio del nombre no se atiende, en quirió en una sociedad en la que la
realidad, a la naturaleza de las cosas cultura no era fundamentalmen-
sino al status (véase status 3.) con el te escrita; de ahí la expresión “p.
que éstas se nos ofrecen. est laicorum scriptura”. En efecto,
En esta línea, para Buenaventura, en las Epistolae IX, 9 de San Gre-
por ej., la física considera la natu- gorio, se lee: “quia in ipsa [p.] ig-
raleza y en ella los cambios, la ge- norantes vident quid sequi debeant,
neración, los elementos y su orde- in ipsa legunt qui litteras nesciunt”.
pietas 528

Con todo, y si bien se reconoce a noción de justicia, entendida como


la pintura la función de ilustrar a la virtud de dar a cada uno lo suyo,
los legos, también ha sido objeto es decir, lo que se le debe. Así, es-
de censura durante la Edad Media, cribe que por la piedad rendimos
en particular, en ámbito religioso y tributo a nuestros padres y a nues-
en ciertas formas severas de espiri- tra patria, mientras que por la reli-
tualidad, por ej., la de Bernardo de gio (véase) lo rendimos a Dios (cf.
Clairvaux. De hecho, durante el si- C.G. III, 119; S.Th. I-II, q.60, a.3
glo XII, la estética pictórica fue li- c). Con todo, el rendir a Dios debi-
mitada en las iglesias y monaste- do tributo de obediencia compro-
rios, porque, admirándolas, el fiel mete también observar la relación
era inducido a descuidar la medi- de caridad y misericordia con los
tación. demás, que Él ha ordenado. Por es-
to, el Aquinate plantea que el ham-
pietas. Son dos las líneas de significa- bre de hacer lo que Dios requiere y
do que se diseñan respecto de es- la misma misericordia pertenecen a
ta palabra: la clásica, que entien- la p., don que perfecciona al hom-
de la p. fundamentalmente como el bre en sus relaciones con los otros
cumplimiento de las obligaciones y (cf. S.Th. I-II, q.69, a.3 ad 3).
el respeto debidos a los ancestros, a
los dioses tutelares y a la patria; y la pigritia. Llamada también ignavia, se
religiosa, particularmente cristiana, suele traducir por “pereza” y así se
que concibe la piedad como el cul- confunde este término con uno
to sincero debido a Dios. Esta úl- de los pecados capitales, la accidia
tima definición prevalece en Agus- (véase). Por eso, es menester aclarar
tín, quien insiste en la progresiva que se trata de dos cosas diferentes:
interioridad que va cobrando la p. la acedia señala una forma de tris-
desde las formas externas y rituales titia, la más grave, en cuanto que
a la adoración celebrada en el cora- proviene de la incapacidad para en-
zón. Es a partir de ésta que las pri- contrar satisfacción en los dones es-
meras adquieren sentido (cf. De Tr. pirituales recibidos. Una de las po-
XIV, 1,1; De civ. Dei X, 1, 3; Ser- sibles, aunque no necesarias, mani-
mo 85, 6 y 91, 3). Por eso, el Hipo- festaciones externas de tal insatis-
nense la caracteriza como el verda- facción es la indolencia que cobra
dero servicio al Dios verdadero (cf. la apariencia de pereza. Sin embar-
Ep. 155, 17) y sostiene que se per- go, en la perspectiva tanto patrísti-
fecciona por la caridad (cf. De vera ca como medieval, la p. tiene otra
rel. 17, 33), añadiendo que la gran raíz: no deriva de la tristeza sino del
fuerza de la p. es la unidad y la paz temor. En efecto, el timor (véase) es
(cf. De ag.christ. 30, 32). la respuesta ante un mal futuro que
Durante la Escolástica se pro- supera el poder del que teme; así, la
longa el punto de vista agustinia- pereza proviene del temor ante un
no. Sin embargo, éste convive con trabajo que se percibe como excesi-
el sentido clásico de piedad que re- vo para la naturaleza del perezoso;
aparece, por ej., en Tomás de Aqui- de ahí que la p. constituya una cla-
no. En efecto, él define el concep- se de t. que retrae a la voluntad de
to que nos ocupa en el marco de la la operación, impidiendo ésta. En
529 plures

tal sentido, la pereza es contraria a gún esta posición al papa, en virtud


otras especies de temor que instan de que deriva de la gracia divina.
a obrar, como la congoja, que im-
pulsa a llevar a cabo acciones diri- plura aeque primo. Cf. significare 2.
gidas a precaverse en lo posible de pluralitas. La pluralidad se puede en-
infortunios futuros. tender desde un punto de vista ló-
Entre los autores que trataron el gico y desde una perspectiva meta-
tema se encuentran Juan Damasce- física. En el primer sentido, 1. se
no, quien se refiere a la p. como seg- da p. en la clase de proposición de-
nities o indolencia (cf. De fide or- nominada plures (véase). En el se-
th. II, 15) y Tomás de Aquino (cf. gundo sentido, 2. la p. se opone a
S.Th. I-II, q. 41, a.4 y, especial- la unidad y señala la presencia de
mente, q. 44, a.4 ad 3). la multiplicidad en un determina-
plenitudo. Las dos principales acepcio- do orden del ser. Cabe añadir que,
nes con las que este término apare- dentro del último orden, 2.1. en el
ce en los textos medievales pertene- plano cuantitativo, la p. es sinóni-
cen: 1. al plano teológico; 2. al or- mo de “número”; en cambio, 2.2.
den político. En 1. el plano teoló- en el cualitativo, se asimila a la “va-
gico, es la traducción latina patrís- riedad”.
tico-medieval del pléroma griego, plures. En lógica escolástica se llama
voz que fue utilizada en el siglo II así a la proposición en la que va-
por el gnóstico Valentín para sig- rios predicados son atribuidos a un
nificar la totalidad de la vida divi- solo sujeto, como “Juan corre y sal-
na en cuanto plena o perfecta. Así ta”; o a aquella en la que el predica-
lo atestigua Ireneo en Adv. Haer. I, do es atribuido a varios sujetos, co-
11, 1. Con este sentido esencial, el mo “Juan y Pedro son hombres”; o
término pasó a los autores cristia- a aquella en la cual varios predica-
nos posteriores, siendo muchas ve- dos se atribuyen indistintamente a
ces empleado en relación con la se- varios sujetos, como “Juan y Pedro
gunda venida de Cristo, justamen- juegan y hablan”. Se opone, pues, a
te en la p. temporum; otras, esta ex- la propositio una, en la que se pre-
presión indicó el momento de la dica una sola cosa de un solo suje-
Encarnación. 2. En el orden políti- to, ya sea éste uno numéricamente
co, se usó en la expresión p. potesta- hablando, como “Sócrates”, o bien
tis, con la que, en la querella de las genéricamente hablando, como “el
investiduras, se alude al fundamen- hombre”. Así lo enseña Pedro His-
to al que recurrían quienes, como pano en sus Summ. Log. VII, 62.
Egidio Romano en su De ecclesias- El término aparece también en
tica potestate, por ej., sostenían la la expresión p. interrogationes ut
supremacía papal y no imperial en unam para indicar un sofisma que
el gobierno universal: en este sen- consiste en tomar como única una
tido p. potestatis indica la comple- pregunta que equivale a varias, se-
titud que aúna la autoridad sacer- gún consigna Guillermo de Oc-
dotal y la real. El dominium (véase) kham (cf. Summa Totius Log. III, 4,
absoluto le corresponde, pues, se- 17).
poena 530

poena. Su origen etimológico muestra ofendido, en el hecho de que el pe-


este vocablo emparentado con el cado ofende a un Dios infinito; por
griego poiné –cuyo significado es la tanto, infinita debe ser la p. corres-
deuda que se debe pagar para repa- pondiente (cf. De regno Dei 47. En
rar un crimen– y relacionado con cambio, con otro criterio, Pico afir-
punire, castigar. ma que no se corresponde un cas-
En términos medievales se con- tigo sin fin con una falta cometida
cibe siempre la pena o castigo co- en la dimensión de lo finito: “pec-
mo efecto de un desorden volunta- cato mortali finiti temporis non de-
rio. Ahora bien, la voluntad ha de betur p. infinita secundum tempus,
estar sometida, en primer lugar, al sed finita tantum”. Es la segunda de
orden de la razón; cuando, libre- las trece tesis suyas que fueron con-
mente, no consiente en hacerlo, se denadas y que él discute en su Apo-
vuelve culpable de haber quebran- logia.
tado ese orden, en lo que consiste
esencialmente el pecado, y se hace, poesia. En general, tanto en la época
pues, digna de p. Pero se considera patrística como la medieval pro-
que es el orden mismo, a través de piamente dicha la estimación de
quien lo rige –ya sea Dios o el prín- la poesía ofrece cierta ambivalen-
cipe en cuanto gobernante– el que, cia. En ambos períodos se la ha
al restituirse, inflige el castigo me- considerado en un ámbito dife-
recido, abatiendo el desorden. rente –y posterior– al de las artes
Los teólogos cristianos han dis- del trivium (véase). Y esto en vir-
tinguido con Agustín y a partir de tud de no haberla entendido co-
él (cf. Retr. I, 9; De lib. arb. III, 18) mo teniendo una función filosófi-
entre la p. colectiva y la personal. ca. Pero, en el siglo XII, Hugo de
La primera es común a todo hom- San Víctor, por ej., escribe que al-
bre como consecuencia del pecado gunas disciplinas, aun tratando te-
original; la segunda deriva de una mas ajenos a la filosofía, abordan
c. individual. Se distingue, además, incidentalmente y de manera vaga
en penas del cuerpo, como la en- asuntos próximos a las artes libera-
fermedad o la amputación de un les. De este modo –continúa– pre-
miembro; del alma, como el do- paran el camino a la filosofía. Entre
lor del arrepentimiento o un due- estas disciplinas propedeúticas, por
lo; del espíritu, como la privación así decir, cuenta la poesía y la na-
de la gracia divina. rración histórica (cf. Didasc. III, 4).
Una cuestión debatida en la Con todo, este carácter correspon-
Edad Media y el Renacimiento so- de exclusivamente ya a la poesía en
bre el particular ha sido la concer- latín de los antiqui, como Virgilio
niente a la eternidad del castigo. u Horacio, ya a la religiosa, didas-
En este sentido, son paradigmáti- cálica y litúrgica. Y aun así, se con-
cas las posiciones encontradas de sideraba esta clase de p. como infi-
Buenaventura y de Pico della Mi- ma doctrina, desde el momento en
randola. El primero sostiene que la que no se refiere a cosas reales, so-
eternidad del castigo se funda, en- bre todo, si se la compara con las
tre otras razones, en la dignidad del palabras de la Escritura, como ad-
vierte, en S.Th. I, q.1, a.9 ad 1, To-
531 politicus

más de Aquino, para quien la p., lo cierto es que quien la ha redac-


a través de imágenes y representa- tado escribe allí, a propósito de la
ciones, busca el deleite antes que la Divina Comedia, que el significa-
verdad. Tanto menos se estimaba la do de esta obra puede decirse poly-
poesía goliárdica. semos, en cuanto se abre a los sen-
Esta posición variará sólo con el tidos literal y alegórico, ya sea és-
advenimiento de los humanistas, te moral o anagógico: “istius operis
entre los cuales la “cuestión” de la non est simplex sensus, immo dici po-
p. dio lugar a una serie de valora- test polysemos, hoc est plurium sen-
ciones diversas. Más allá de tal va- suum” (Ep. X, 7).
riedad, lo cierto es que la poesía va
adquiriendo un peso protagónico, politica. En la Edad Media se entendió,
hasta considerarla el medio más fundamentalmente, como scientia ci-
eficaz para transmitir, con la armo- vilis (cf., por ej., Tomás de Aqui-
nía y la musicalidad del verso, los no, In Pol., Pr.). Así pues, la p. es
contenidos más varios de la inda- un saber práctico subsumido bajo
gación humana. De este modo, los el moral y trata de la civitas (véa-
poetas se convierten en guías espi- se), su principio y sus partes, es de-
rituales y morales. El primer aspec- cir del ordenamiento de los hom-
to de los mencionados es reivindi- bres en cuanto animales precisa-
cado por Mussato; el segundo, por mente políticos (véase politicus, in
Petrarca, cuya coronación ilustra la fine). Como es obvio, el término
idea de que el officium poetae se ho- aludió también a la obra homóni-
mologa a la soberanía en cuanto ma de Aristóteles, objeto de varios
que es capaz de creación. comentarios por parte de los esco-
lásticos.
poeticus. Es uno de los modi tractandi
en retórica y literatura: aquel que politicus. En contexto medieval, este
se sirve de medios como los versos adjetivo suele aparecer en la ver-
y las licencias de dicción, según se- sión latina de la fórmula aristoté-
ñala Dante en su Vita Nova 25. Pa- lica que caracteriza al hombre co-
ra el adverbio poetice, véanse allego- mo politicón zóon: homo animal po-
rice y fabula. liticum. Pero también se encuen-
tran homo animal civile y homo ani-
polisemis. Algunos textos medievales mal sociale. La primera ya aparece
utilizaron ocasionalmente esta pa- en la versión latina de la Ética, rea-
labra para aludir a lo “polisémico”, lizada por Roberto Grosseteste ha-
es decir, lo que ofrece varios sen- cia 1246. Esta versión es la que uti-
tidos o significados. Con esta gra- liza Alberto Magno cuyas lecciones
fía aparece, por ej., en Guillermo sobre el texto aristotélico mencio-
de Conches. En cambio, hay una nado siguió Tomás de Aquino; así,
cierta tendencia a volver a la forma el Aquinate repite el término politi-
transliterada “polysemos” hacia fines cum (cf. In Eth. IX, 1, X, 1891). La
de la Edad Media, como se com- segunda fórmula, homo animal ci-
prueba en la carta a Can Grande vile, está como variante de la pri-
della Scala, atribuida a Dante Alig- mera en el texto mencionado, pe-
hieri. Sea o no ésta de su autoría, ro, además, en la primera versión
polyptoton 532

latina de la Política que sólo cons- III, 85; De reg. I, 1). La razón de
taba de los dos primeros libros, ya ello es que los escolásticos reúnen
sea en la traducción de Moerbec- dos nociones: en primer lugar, la
ke ya en el comentario de Tomás a del hombre como ser naturalmen-
ambas obras aristotélicas. Con to- te social, ya que aislado no puede
do, en este grupo de textos, se ha- llegar a obtener lo necesario para
lla el término politia, transcripción la vida. Pero, y en segundo térmi-
del griego politeia, equiparado a ci- no, como cada uno busca su bien
vitas. La tercera fórmula, homo ani- propio, es necesaria una instancia
mal sociale, aparece también en To- superior a la natural de la sociabi-
más (cf. C.G. III, 65; 117; 128-9, y lidad: justamente, la política que
S.Th. I, q. 96, a.4). implica un componente de direc-
Las tres variantes provienen de la ción de la sociedad, al cual el hom-
tradición clásica. El adjetivo p. apa- bre se ha de subordinar para ser lle-
rece, por ej., en Cicerón (cf. De or. vado al fin propio de la ciudad: el
III, 109); civile es la traducción que bien común.
Agustín propone para “político”, al
referirse a la religión estatal (cf. De polyptoton. Se llama con este nombre
civ. Dei VI, 12); por su parte, Séne- una figura de la gramática y retóri-
ca (cf. De ben. VII, 1, 7) prefiere la ca medievales que tiene lugar cuan-
versión sociale, al igual que Macro- do una idea se expresa con las mis-
bio. Por lo demás, este último au- mas palabras en diversos casos. Así
tor, en un pasaje que se converti- se lee en las Etym. I, 36, 17, de Isi-
rá en lugar común durante el Me- doro de Sevilla, quien propone el
dioevo, habla de las virtudes espe- siguiente ejemplo: “ex nihilo nih-
cíficamente políticas: 1. gobernar ilum, ad nihilum nil posse reverti”,
la república, 2. venerar a los ante- o sea, “de la nada, nada resulta; a la
pasados, 3. amar a los hijos, 4. esti- nada, nada puede volver”.
mar a los parientes y allegados. To- pondus. En términos patrístico-medie-
do ello responde al hecho de que vales, se ha entendido el peso en
es hombre es sociale animal. Séne- dos planos, el físico y el metafísi-
ca y Macrobio coinciden, pues, en co. En el primero, se relaciona con
fundar determinadas capacidades la gravitas (véase) y la levitas. En la
de conducción y vínculo en la so- Antigüedad se perfilaron dos gran-
ciabilidad natural del hombre. Pero des tendencias respecto de este te-
para el primero la instancia políti- ma: una, de tradición platónica, es
ca propiamente dicha atenta contra la que asocia el peso con la materia
la felicidad del sabio tal como él la del cuerpo pesado; de esto deriva
concibe de acuerdo con la filosofía el considerar el p. como rei tanti-
estoica. Esto último no será lo más tas. La otra tradición es la aristoté-
frecuente en la Edad Media. lica y relaciona el peso con la teoría
Además, en la Escolástica se han de los lugares naturales. En efecto,
combinado la primera y la tercera en De caelo IV, 1-4, Aristóteles re-
de las fórmulas mencionadas: homo laciona lo pesado y lo liviano con
animal politicum et (vel) sociale (cf., el movimiento espontáneo de los
por ej., Tomás de Aquino, cf. C.G. sustancia materiales e inanimadas,
533 ponere

siendo la tendencia de lo prime- tud. Así, por ej., por su propio pe-
ro descendente y la de lo segundo so el árbol se dirige al florecimien-
ascendente. El peso es, pues, una to y la fructificación, como en el
suerte de motor que está implíci- animal el p. está dado por el ins-
to en la forma misma de la espe- tinto. Esto se da en todas las espe-
cie. Ahora bien, cada especie tiene, cies y en todos los entes, por lo que
para el Estagirita, un lugar propio la noción de peso opera, en el pen-
que le es natural. Así, el peso es la samiento agustiniano, a modo de
tendencia hacia dicho lugar respec- trascendental. Por tanto, también
to del cual está en potencia. A tra- el alma humana tiene un p. pro-
vés de la mediación de las enseñan- pio. Éste es el amor; de ahí que el
zas estoicas, los Padres recogen esta Hiponense escriba la célebre afir-
teoría y la hacen propia en el plano mación “P. meum amor meus; eo fe-
físico, entre ellos, Agustín de Hi- ror quocumque feror” (Conf. XIII,
pona. Para el Hiponense, siempre 10): “Mi peso es mi amor, por él
en el plano físico, el peso es “im- soy llevado –ya que la capacidad
petus quidam cuiusque rei, velut co- y necesidad de amar es propia del
nantis ad locum suum” (En. in Ps. hombre y constituye su motor–
29, 2, 10). Y también él menciona adondequiera yo me dirija –pues-
las dos direcciones que puede asu- to que, al ser libre, el hombre elige
mir el p. de un ente físico, la ascen- qué amar por encima de otras co-
dente de lo liviano y la descendente sas–. Así pues, una de las notas que
de lo pesado, poniendo como res- fundamentan el carácter excepcio-
pectivos ejemplos el fuego y la pie- nal del alma humana radica en que
dra que, siguiendo sus tendencias la dirección de su p. no está deter-
naturales, “ponderibus suis agun- minada como en el resto de las es-
tur, loca sua petunt” (Conf. XIII, 9, pecies creadas.
10). Pero, valiéndose de su doctri- Duns Escoto enuncia esta afir-
na del Ordo universalis (véase ordo), mación agustiniana bajo la fórmula
que contempla un “lugar” asigna- anima amore fertur quocumque fer-
do por la ley eterna divina para ca- tur (cf. Op.ox. I, d.1, q.5, n.3).
da especie, el Hiponense hace una
trasposición de esta doctrina al pla- ponere. Verbo que, a diferencia de lo-
no metafísico. care (véase), alude a dejar algo en
Apela, entonces, al texto de Sap. un lugar. En la literatura medieval
11, 23 –donde se lee que Dios dis- se utilizó en sentido figurado con
puso todas las cosas en medida, nú- el significado de plantear o expre-
mero y peso– para construir una sar. Con tal sentido, los principa-
ontología trinitaria, según la cual les usos de este verbo se dan en el
cada ente está dotado de estas tres plano lógico. En este contexto, 1.
notas o perfecciones. Respecto de señala el acto de enunciar las pre-
la última, Agustín entiende que la misas de un discurso o las bases de
tendencia al locus de la propia espe- una demostración. Por ello, el p.
cie, dirección implicada en el p., es es principio de deducción y, como
el télos específico, alcanzado el cual tal, no puede ser, a su vez, dedu-
el ente llega a la quies de su pleni- cido. En términos más amplios, 2.
indica también la acción de formu-
pons asinorum 534

lar una oposición o de plantear una La expresión, más precisa, “p. plu-
hipótesis propia que se ofrece a la ralem numerum pro singulari” suele
discusión. De ahí que sea frecuen- aparecer para despejar problemas
te la expresión escolástica “con- de exégesis escrituraria, para signi-
tra hanc positionem dicendum est”, ficar que se usa el plural en vez del
donde “positio” (véase), como deri- singular, como tanto Agustín como
vado del verbo que nos ocupa, está Tomás advierten que suele hacer la
referida a este último sentido. Biblia (cf. S.Th. I-II, q.82, a.2 ad
Un caso especial de los significa- 1; III, q.46, a.11, ad 3).
dos “plantear”, “proponer”, “deter-
minar” del término que nos ocupa pons asinorum. Expresión propia de
lo constituye la expresión p. in nu- la lógica tardomedieval, señala el
mero, de cierta frecuencia en tex- procedimiento seguido para hallar
tos teológicos que advierten sobre el término medio del silogismo,
las dificultades o aun directamen- esto es, la inventio medii. Algunos
te el carácter impropio de expre- asignan el hallazgo de tal procedi-
sarse numéricamente sobre lo divi- miento a Pedro Tartareto; otros, a
no. Así, por ej., Buenaventura indi- Buridán y otros a discípulos de és-
ca que no se puede “p. in numero”, te. Sea de ello lo que fuere, la im-
esto es, no se puede estrictamen- portancia de las reglas del p.a. ra-
te plantear como múltiple –al me- dica en el hecho de que el término
nos, doble– la generación de Cris- medio es el que tiene valor probati-
to, considerando su generación en vo en la argumentación, es decir, el
el Padre y de María, porque ambas que muestra la verdad de la conclu-
generaciones no pertenecen al mis- sión. Supongamos que se quisiera
mo orden (cf., por ej., In III Sent. demostrar la proposición “El hom-
d.8, a. 2, c). Esto ocurre porque p. bre es ser racional”; habría que bus-
in numero suele aludir a determinar car el término medio, es decir, un
numéricamente o establecer en tér- atributo comprendido tanto en el
minos numéricos, en el sentido de sujeto como en el predicado, por
dividir o discriminar algo en varias ej., el actuar proponiéndose fines:
clases (cf., por ej., Tomás de Aqui- en efecto, tal modo de actuar está
no, In An. Post. II, l. 1, 306). La comprendido tanto en el concep-
expresión que nos ocupa no pue- to de hombre como en el de ser ra-
de sino interesar especialmente en cional; de ahí que, mediante el trá-
la cuestión del dogma trinitario; mite de individualizar tal término
de ahí que el Aquinate, por ej., di- medio, se pueda formalizar el silo-
ga que, al afirmar en Dios la tri- gismo: “Todo ser que actúa por fi-
nidad en la unidad, “non ponimus nes es racional”, “Todo hombre ac-
numerum in unitate essentiae”, no túa por fines”, luego, “Todo hom-
planteamos numéricamente la uni- bre es racional”. Los lógicos medie-
dad de esencia, como si ésta fuese vales formularon una tabla o es-
tres veces una, sino que postulamos quema especial del p.a. para hallar
a las tres personas en unidad de na- sistemáticamente el término medio
turaleza (S.Th. I, q.31, a.1, ad 4). en cada tipo de silogismo.
535 posse

populus. Durante el período patrísti- siciones contrarias pueden ser am-


co, y en su acepción restringida, se bas falsas, pero no ambas verdade-
llamó “pueblo” a la asamblea repre- ras”. En este caso, después de expli-
sentativa de una muchedumbre, re- citar el significado de “contrarias”,
unida en conformidad con el dere- “falsas”, “verdaderas”, se requie-
cho y con miras al bien común. Es re aún comprender las implicacio-
ésta una fórmula ciceroniana (cf. nes de las proposiciones contrarias
De rep. I, 1, c. 25) que el Medioevo y las relaciones que pueden guardar
lee a través de Agustín (cf. De civ. entre sí, para que se torne perfecta-
Dei II), y que dan por válida mu- mente inteligible el sentido del ci-
chos escolásticos, por ej., Tomás de tado axioma.
Aquino: “populus est coetus multitu- 2. En lo que respecta a la acep-
diis iuris consensu et utilitatis com- ción de p., se refiere a un tipo de
munione sociatus” (S.Th. I-II, q. compromiso establecido entre los
105, a. 2 c). En su acepción más que llevaban a cabo una disputa es-
amplia, se definió p. a la multitud colástica (véase obligatio 1.3.).
de hombres reunidos bajo algún 3. Esta voz también se ha tomado
orden. El mismo Aquinate escribe como categoría o praedicamentum
“p. est multitudo hominum sub ali- (véase dispositio 3.). En este senti-
quo ordine comprehensorum” (S.Th. do, Duns Escoto distinguió dos
I, q. 31, a.1 ad 2). Este orden está clases de p.: una, que es una espe-
dado por la comunicación entre los cie de la cantidad y que consiste en
hombres, de manera doble : 1) por el orden de las partes en el todo; la
la autoridad de los príncipes y 2) otra es la verdadera categoría y se-
por la voluntad de las personas pri- ñala el orden de las partes en el to-
vadas. Pero se ha de tener en cuen- do y en el lugar. Guillermo de Oc-
ta que, en ambos casos, esta comu- kham rechaza esta distinción esco-
nicación está regida por los precep- tista y considera que ambas clases
tos de la ley. de p. conforman en verdad una so-
En muchos textos medievales, el la a la que define como “partes rei
término aparece acotado como “p. absolutae sic situatas” (Quodl. VII,
christianus” o “p. Dei”, aludiendo, q.7).
entonces, al conjunto de los cre-
yentes. positive. Adverbio que indica el verda-
dero darse una forma en algo que
positio. Voz que presenta tres acepcio- toma de dicha forma su denomina-
nes: 1. lógica; 2. metodológica; 3. ción. Se opone a negative, que seña-
metafísica. la el mero carecer de la forma con-
1. Se denomina así a la proposi- traria. Así, por ej., un hombre es
ción que, aunque es evidente una generoso p. sólo si posee realmen-
vez entendidos los términos que te la virtud de la generosidad; en
la conforman, para ser compren- cambio, se dice generoso negative,
dida cabalmente exige, no obstan- cuando se limita a no ser egoísta.
te, algún tipo de explicación. Es-
tas proposiciones son propias de posse. Verbo que significa “poder”. Su
algunas disciplinas, como la Lógi- misma etimología da cuenta del
ca. Un ejemplo sería: “Las propo- sentido profundo en que se conci-
possessio 536

be este poder. En efecto, p. provie- nombres y, a la vez, a ninguno en


ne de potis y esse, ser o existir. El pri- particular. Dios es el mismo “po-
mer vocablo presenta, a su vez, dos der que es”, y como lo que es de-
acepciones: en primer lugar, alude be ser en acto resulta, pues, el mis-
al amo; en contexto conyugal, al mo poder-ser en acto. Precisamen-
esposo; en el de cualquier conjunto te, para el Cusano en esto consiste
social, al jefe. En segundo término, la omnipotencia divina: ser en acto
en las lenguas indoeuropeas signifi- toda potencia. Todas las cosas están
ca “sí mismo”. Así pues, la conjun- complicadas en Dios (véase compli-
ción de ambas ideas confluye en la catio) de tal manera que encuen-
de un dominio y, por tanto, dispo- tran su ser absoluto allí donde su
nibilidad de sí, por parte tanto de poder ser se encuentra por comple-
una persona como de una cosa. to actualizado. Al mismo tiempo,
esto es lo propio del ser de Dios,
possessio. Voz que indica la condición ser a la vez máximo y mínimo (véa-
de ser dueño de una cosa, de mane- se coincidentia oppositorum), de
ra tal de disponer de ella en cual- modo que se cumpla en Él el “Ego
quier forma (veáse possidere). En sum qui sum”. Si no existiera tal
general, los autores medievales si- “poder ser que es” nada existiría, en
guen a Aristóteles cuando éste afir- él las cosas son lo que son y fue-
ma que la posesión de las cosas ex- ra de él no existirían (“Nam si non
teriores le es natural al hombre (cf. est posse esse: nihil est, et si est: omnia
Pol. I, 5, 6, 1256 b 7). Pero tam- id sunt quod sunt in ipso, et extra ip-
bién establecieron –y entre ellos, sum nihil” – “Pues si no es el po-
Tomás de Aquino– que las cosas der ser, nada es; y si es todas las co-
exteriores se pueden considerar de sas son lo que son en él y fuera de
dos maneras: 1. en cuanto a su na- él no son nada” (De possest,16). De
turaleza misma; en este sentido, las esta manera, se da en la divinidad
cosas exteriores al hombre no están no sólo la coincidencia de máximo
sometidas a la potestad humana si- y mínimo (cf. coincidentia opposito-
no a la divina; 2. en cuanto al uso tum) sino también la perfecta coin-
que de ellas se puede hacer; en este cidencia de potencia y acto. Véase
otro sentido, el hombre tiene el do- también posse.
minio natural sobre dichas cosas,
en la medida en que es más perfec- possibile. Los escolásticos distinguie-
to que ellas, al estar dotado de inte- ron entre lo que es posible lógica-
ligencia y voluntad (cf. S. Th. II-II mente y lo que es posible realmen-
q. 66, a. 1 c). te (véase possibilitas). Así, habla-
ron de 1. lo p. secundum se, llama-
possest. Este neologismo, acuñado por do también intrinsecum absolutum,
Nicolás de Cusa, y que da nombre para referirse a la posibilidad lógi-
a una de sus últimas obras, De pos- ca, o sea, a aquella que se estable-
sest, resulta de la intención del autor ce según la relación que guardan
de encontrar un nombre adecuado entre sí sus términos (ex habitudi-
para Dios, en sí mismo inefable. La ne terminorum), mientras que con
búsqueda cusana se orienta, pues, a la expresión 2. p. in ordine ad po-
un nombre que exprese a todos los tentiam activam se referían a la po-
537 possibilitas

sibilidad relativa o extrínseca. Es- possibilitas. Su origen se remonta a la


ta distinción tuvo gran importan- expresión potis esse: “ser capaz de”,
cia en la cuestión del modo de estar de donde deriva el verbo posse: “po-
las esencias en la mente divina. En der”. En términos muy genera-
efecto, una esencia se considera in- les, la posibilidad alude a lo que se
trínsecamente posible en la medi- puede hacer u obtener o, más am-
da en que sus notas internas no son pliamente, a lo que puede ocurrir.
contradictorias, y extrínsecamen- Así, este concepto ha sido exami-
te posible en cuanto que necesita nado en filosofía en estrecha rela-
una causa que la ponga en la exis- ción con el de realidad.
tencia. El problema de la relación Aristóteles abordó el tema en
de las esencias posibles con Dios Met. IX, 3, 1046 b 28 y ss., don-
dio lugar a dos respuestas de diver- de relaciona la noción de p. con las
sa índole: la ofrecida por Tomás de de potencia y contingencia. Pero
Aquino sostiene que las esencias, allí trata de una posibilidad real, de
en tanto intrínsecamente posibles, la que cabe distinguir la posibilidad
dependen formalmente del intelec- lógica, estudiada especialmente en
to divino. En cambio, la posición Pr. An. I, 9-22. Esta distinción aris-
de Duns Scoto, seguida en la Mo- totélica fue aceptada y elaborada
dernidad por Descartes, las hace por la mayor parte de los escolásti-
depender de la voluntad divina. De cos.
esa manera, su ser les es conferido Para dichos autores, 1. la p. lógica
por Dios “desde fuera” de su inte- señala, en general, lo que no impli-
lecto y, por eso, son entendidas co- ca contradicción en sus términos.
mo extrínsecamente posibles. Más específicamente, pero siem-
Retomando la posición del Aqui- pre en este orden, la posibilidad
nate, se puede decir que, para él, y la imposibilidad son dos modos
las esencias en cuanto possibilia es- de las proposiciones llamadas jus-
tán formaliter en el entendimiento tamente “modales” (véase proposi-
divino de un modo primario y, en tio): por ej., un predicado tal como
los entendimientos creados, de un “enfermo” conviene posiblemen-
modo secundario; desde otro pun- te a Pedro, mientras que no puede
to de vista, se hallan eminenter en convenirle un predicado como “in-
la esencia de Dios, y virtualiter en material”. En cambio, 2. la p. real
la potencia divina capaz de confe- apunta al plano fáctico y equiva-
rirles el esse (véase cada uno de es- le a la potencia, de manera tal que,
tos adverbios). cuando se enuncia, por ej., que hoy
En otros órdenes, los autores me- puede llover, la afirmación va más
dievales utilizaron también las ex- allá de una mera ausencia de con-
presiones 3. p. physicum para indi- tradicción entre el concepto de llu-
car aquello cuya producción no ex- via y el del día de hoy. Las condi-
cede las fuerzas, facultades o poten- ciones respecto de las cuales se afir-
cias de algún ente físico, y 4. p. mo- ma tal posibilidad no son postula-
rale para aludir a lo que sólo se fun- dos que se exige considerar como
damenta en las costumbres y leyes verdaderos, sino condiciones de
humanas. hecho, de las que depende el veri-
possidere 538

ficarse de la circunstancia en cues- para el caso de p. los mismos ma-


tión, según el nexo causa-efecto. tices que presenta cada uno de los
De este modo, la p. real, a diferen- sentidos ante (véase) que señala, en
cia de la lógica, sólo se puede afir- cambio, anterioridad en los tres.
mar en relación con determinadas
condiciones. De ahí su vinculación post hoc ergo propter hoc. Tipo de so-
con lo contingente y también con fisma (véase sophisma) en el que se
lo potencial (véanse contingentia y toma erróneamente como causa lo
potentia). que es mero antecedente. El hecho
En el primer sentido, es decir, en de que B siga a A, no significa ne-
el de 2.1. la p. como contingencia, cesariamente que A sea causa de B.
los autores medievales frecuente- La falacia tiene lugar porque entre
mente definieron lo posible como A y B hay efectivamente una suce-
aquello quod potest esse et non esse. sión, pero es posible que ésta no sea
En el segundo, o sea, en el de 2.2. causal, sino cronológica. Por eso,
la p. como potencia, hablaron de lo esta expresión indica una clase de
posible en cuanto aquello quod non sofisma denominada de “falsa cau-
est et esse potest. Este poder es lla- sa” (véase non causa pro causa).
mado en ocasiones “aptitudo” (véa- post rem. Cf. ante rem y universale.
se).
Un uso peculiar del término apa- postpraedicamentum. Con este térmi-
rece en Thierry de Chartres (véanse no, con el que pasa a la Edad Me-
complicatio, in principio). dia, traduce Boecio la expresión
aristotélica tò metá tas kategorías.
possidere. A diferencia de lo que su- Después de haber tratado las diez
cede ocasionalmente en el uso co- categorías o preaedicamenta, el Es-
mún, en la literatura escolástica, es- tagirita examina algunas propieda-
te verbo se distingue de otros simi- des de las mismas, que son: la opo-
lares como teneo, sostener, o ha- sición, la prioridad o posterioridad,
beo, tener temporalmente. En efec- la simultaneidad, el cambio o mo-
to, significa “poseer” en el sentido vimiento, y el tener. Las distincio-
no sólo de tener una cosa a volun- nes internas –señaladas ya por el
tad sino también de utilizarla y dis- mismo Aristóteles en el capítulo 12
poner de ella libremente, en la me- de las Categorías– son las siguien-
dida en que se es su dueño natu- tes: 1. la oposición (véase oppositio)
ral y legítimo. De hecho, p. provie- se distingue en: 1.1. relativa, 1.2.
ne de pot-sedere que describe al po- contraria, 1.3. privativa, 1.4. con-
seedor como aquel que está esta- tradictoria; 2. la prioridad o pos-
blecido sobre la cosa poseída. Por terioridad presenta cinco modos:
eso, Tomás de Aquino señala que la 2.1. de tiempo, 2.2. de consecuen-
ciencia divina no puede constituir cia, 2.3. de naturaleza, 2.4. de or-
una possessio humana (cf. In Met.I, den, 2.5. de jerarquía; 3. la simul-
l.3, 60). taneidad ofrece las mismas distin-
post. Adverbio que indica posteriori- ciones que las de la prioridad; 4. el
dad ya sea 1. espacial, 2. cronoló- cambio o movimiento se especifica
gica, o 3. lógico-metafísica; rigen en: 4.1. generación y corrupción,
4.2. aumento y disminución, 4.3.
539 potentia

alteración, 4.4. traslación; 5. el te- según su consistencia ontológi-


ner comprende: 5.1. inhesión, 5.2. ca, se distingue en increado o crea-
contención, 5.3. posesión, 5.4. yux- do; en el primer caso se tiene un
taposición. Todos ellos son de sig- acto puro; en el segundo, el ser es-
nificado evidente. tá constituído intrínsecamente por
Los autores medievales que se una perfección que realiza una ca-
ocuparon del tema discutieron par- pacidad denominada p. subiectiva.
ticularmente las dificultades que Así, la potencia objetiva indica una
presenta la interpretación de es- aptitud ideal y una posibilidad in-
tas propiedades. Así, por ej., seña- trínseca de existencia, mientras que
laron que las tres primeras que he- la potencia subjetiva muestra otro
mos mencionado pertenecen a to- aspecto: el del subiectum en cuan-
das las categorías o predicamen- to capaz de una perfección. En me-
tos; en cambio, el cambio o movi- tafísica se trata con mayor frecuen-
miento corresponde a la sustancia, cia la potencia subjetiva, ya que ella
la cantidad, la cualidad y el lugar; y explica la limitación, multiplici-
el tener está ordenado a la sustancia dad, mutabilidad y perfectibilidad
en cuanto que ésta tiene acciden- de los entes, a la vez que su depen-
tes. En cambio, el tener como cate- dencia respecto de la causa eficien-
goría y no como postpraedicamen- te necesaria. La potencia se carac-
tum se limita a los ornamentos. teriza, pues, por su relación con el
acto que la ordena al ser.
potentia. En su sentido más amplio, También se la ha considerado en
significa un poder o capacidad, en 3. el ámbito de la distinción en-
contraposición a la realidad efecti- tre esencia y existencia. Justamen-
va del acto (véase actus), en relación te, si la ordenación de la potencia
con el cual se define. Término muy es a la existencia, la p. es la essentia
usado en la filosofía escolástica, su misma; si es a una forma o entidad
acepción originaria se remonta a corpórea sustancial, la p. es la ma-
Aristóteles (cf. por ej., Met. IX, 1, teria prima aristotélica, es decir, la
1045 b 32; 6, 1048 a 30; 8, 1049 b potencia pura que, a diferencia de
12; Cat. 8, 9 a 14). otras, no tiene absolutamente nin-
En la perspectiva escolástica, y 1. gún acto; por ello, se la denomina
en el ámbito teórico del ser como p. negativa. Si, en cambio, está or-
acto primero, se puede abordar el denada a una forma accidental, se
concepto que nos ocupa según dos trata de la materia segunda y se la
perspectivas: si se considera el esta- denomina p. receptiva.
do de un ente, éste es o actual o po- En 4. el plano de la acción o acto
sible; en el segundo caso, se tiene, segundo, se distingue entre: 4.1. p.
precisamente, un ser en potencia activa, que señala en un ente la fa-
llamada con propiedad p. obiectiva cultad de actuar. Si tal acción (véa-
o metaphysica; también se la deno- se actio) modifica algo extrínseco
mina logica, aunque por implica- al sujeto –o sea, si es transitiva–, se
ción, en cuanto que, si es realmen- tiene una 4.1.1. p. simpliciter acti-
te posible, su mera posibilidad in- va; si es inmanente al sujeto, se tie-
trínseca no presenta contradicción. ne una 4.1.2. p. operativa. Por el
2. en cambio, si se considera el ser
potentia Dei 540

contrario, 4. 2. p. passiva es la que ventura, para quien la distinción


indica la capacidad de recibir la ac- misma es ilegítima, básicamente
ción de otro ente. por rozar la absoluta simplicidad
En 5. el orden de lo creado en divina. En la misma línea que Bue-
cuanto tal, se diferencia en: 5.1. p. naventura se encuentra, sobre este
naturalis, que se da cuando el acto punto, Enrique de Gante.
perfeccionador es una exigencia de La cuestión se torna más comple-
la naturaleza propia del ente, y 5.2. ja con la intervención de Duns Es-
p. oboedientialis, cuando se alude a coto, porque la plantea en térmi-
una aptitud de obediencia a toda nos de iure: en efecto, si bien Duns
intervención del Creador. mantiene la expresión p. Dei ordi-
En 6. el plano de relación entre el nata para indicar el presente orden
Creador y lo creado, la noción que de cosas que Dios conserva desde el
nos ocupa interviene en una discu- momento en que lo ha elegido, uti-
sión teológica que atraviesa los úl- liza la de p. Dei absoluta para alu-
timos siglos medievales y que con- dir al ámbito lógico de la no con-
cierne a la p.Dei ordinata y p. Dei tradictoriedad. Para él, la p. Dei ab-
absoluta. Debido a su complejidad, soluta es una forma de acción divi-
se le dedica un artículo (véase p. na extraordinaria que, no estando
Dei). contra la ley de lo creado, se halla,
con todo, supra et extra legem. Así,
potentia Dei. La cuestión del poder los adjetivos que califican la p. Dei
de Dios se relaciona con el tema señalan en Duns dos formas de ac-
de la omnipotentia (véase) divina, ción divina más que dos tipos de
aunque no coincide exactamente poder, siendo la absoluta comple-
con él. De hecho, en el siglo XIII tamente incondicionada: cualquier
se profundizó la distinción concep- otra ley que Dios estableciera más
tual entre la p. Dei absoluta y la p. allá de las conocidas sería una recta
Dei ordinata. Tomás de Aquino en- lex por el solo hecho de ser querida
tiende por la primera el poder di- por Él.
vino concebido de manera abstrac- Distinto es el punto de vista de
ta como la serie infinita de posibi- uno de los autores que más se han
lidades, la capacidad infinita e ini- ocupado del tema: Guillermo de
cial de Dios; la segunda, como el Ockham. Para él, la p. Dei absoluta
orden efectivamente elegido por Él es, sobre todo, una categoría lógica:
en lo creado, tal como lo conoce- señala, en efecto, el prius lógico an-
mos, aun admitiendo que la lega- tes que real respecto de la creación.
lidad impuesta por Dios al mundo El orden de ésta, incluyendo los
hubiera podido expresarse de otro acontecimientos milagrosos, es de
modo que el actual. Es de destacar potentia ordinata y de facto. Precisa-
que no se trata de dos tipos de po- mente, en los textos medievales es-
der en Dios sino de dos modos que te último término aparece vincula-
tiene el hombre de considerar la p. do con la p. Dei ordinata, así como
Dei. (véase, además, la sentencia las expresiones stante lege y secun-
Deus potest facere quod non inducet dum leges institutas a Deo. A dife-
in contradictionem). A esta posición rencia de Duns y más cerca en esto
del Aquinate es contrario Buena-
541 potestas

de Tomás, para Ockham la distin- que no exactamente equivalente a


ción entre ambas clases de poten- éste, es virtualiter (véase).
cia divina es únicamente humana.
Tal distinción sólo pone en relieve potestas. Dos son las acepciones fun-
el hecho de que de todos los mun- damentales de esta palabra: 1. an-
dos –es decir, órdenes– posibles tropológico-ética y 2. política. En
que de potentia absoluta Dios hu- 1. el plano de las facultades del
biera podido crear, ha elegido éste. hombre, y en particular, de la vo-
De un lado, ello subraya la contin- luntad libre, en su relación dialéc-
gencia de lo creado, dado que, vis- tica con el intelecto, se suele usar
to desde el último tipo de potencia, p. para indicar el dominio que el
el mundo podría haber sido com- hombre tiene sobre algunos de sus
pletamente diferente; de otro, y de actos, precisamente, los libres. En
hecho la elección divina es garantía este sentido, es especialmente rele-
de las leyes naturales y morales. Por vante el uso que de esta voz hace
lo demás, la legitimidad de ellas Anselmo d’Aosta. Este autor consi-
proviene de la misma voluntad de dera que la verdadera libertad con-
Dios: para Ockham algo es legíti- siste en el poder de actuar según la
mo y bueno porque Él lo ha queri- justicia, esto es, rectamente; por
do y no al revés. En la misma línea eso, define el libre albedrío dicien-
de Ockham, Gabriel Biel insiste en do que es la p. de conservar la recti-
que entre los dos tipos de potentia tudo (véase) por ella misma: p. ser-
divina sólo hay una distinctio ratio- vandi rectitudinem voluntatis prop-
nis. ter ipsam rectitudinem (De lib. arb.
3). Desde el punto de vista ansel-
potentialitas. En los textos tardome- miano, la p. es una realidad positi-
dievales se usa esta palabra para se- va y, como tal, no disminuye en el
ñalar la potencialidad o aptitud caso de la mala voluntad.
que tiene la materia para recibir la En 2. su acepción política, quizá
forma. Tal aptitud no es ni algo ab- la más usada, p. es la capacidad de
soluto ni una relación real o de ra- un funcionario de ejecutar lo esta-
zón; significa solamente que la ma- blecido por la autoridad, especial-
teria puede tener una forma que de mente normas vinculantes o legis-
hecho no tiene. lativas. Desde el siglo VI, bajo el
pontífice Gelasio I, se introdujo la
potentialiter. Cf. actualiter. Se dice identificación, de un lado, de la au-
que algo está p. en otra cosa cuan- toridad con la Iglesia; de otro, de
do la naturaleza misma de ese al- la potestad con el poder imperial.
go está contenida de algún modo A partir de esta distinción, el pen-
en dicha cosa. Pero ese modo pue- samiento teológico-político medie-
de ser activo o pasivo. Así, en el sol val funda una teoría hierocrática o
está p., y de manera activa, el prin- jerárquica del poder, según la cual
cipio del calor. En cambio, en un el sucesor de Pedro hereda la potes-
leño antes de ser encendido, el ca- tad absoluta de atar y desatar (p. li-
lor se encuentra p., pero de manera gandi et solvendi), simbolizada tam-
pasiva. Un adverbio análogo, aun- bién con las dos espadas, la espiri-
tual y la temporal. Esta última es
prae- 542

la que cede, reservándose para si el tia que alude a una preeminen-


poder revocatorio. cia. También en sentido figurado,
En el Concilio de Lyon de 1245, p. puede referir no sólo a un estar
el papa Inocencio IV reivindica pa- ante los ojos sino también a la ma-
ra sí el carácter de rey y sacerdote no, como se advierte en el segundo
(rex et sacerdos), poseyendo de esta sentido de praestare (véase).
manera la totalidad del poder (véa-
se plenitudo 2.), es decir, la supre- praeambula fidei. Expresión de ori-
macía en ambos dominios, pudien- gen tomista, los “preámbulos de la
do, por tanto, excomulgar y depo- fe” aluden al conocimiento de al-
ner llegado el caso al emperador. gunas verdades que conciernen
Con la vigencia del Derecho Ro- a Dios –en cuanto causa y fin de
mano y, especialmente, con el re- todas las cosas–, al alma y a la éti-
descubrimiento de la Ética y la Po- ca. Tales verdades son accesibles a
lítica aristotélicas, los antihierocrá- la sola fuerza de la razón humana,
ticos pudieron oponer argumen- antes de que el hombre adhiera a
tos sobre el origen natural de la po- las verdades reveladas y las afirme
testad temporal y su independen- por fe, es decir, “propter auctorita-
cia respecto de la espiritual. De es- tem Dei rivelantis”.
ta manera, el término p. se revela Así como lo sobrenatural supone
como uno de los centrales en la así la naturaleza, la fe está precedida
llamada “querella de las investidu- por esta teología, psicología y éti-
ras” que atraviesa toda la filosofía ca naturales. Tales certezas dispo-
política medieval. nen la mente y la voluntad a una
adhesión a la revelación. Por otra
prae- Es un prefijo y preverbio de va- parte, constituyen para quien ya es
rios matices. Muy en general, su creyente, una justificación racional
equivalente en español es “pre-”. de la fe que, así, ya no es un “motus
Pero se ha de recordar que, tan- animi caecus” sino un “obsequium
to en la versión latina como en la rationi consentaneum” (cf. C.G. I,
de las lenguas romances, la ante- 6-7 y S. Th. II-II, q. 1, a. 4 ad 2).
rioridad implícita en esta partícu-
la apunta a diferentes sentidos: se praeceptum. Dos son los niveles en
puede tratar de un “antes” tempo- que suele aparecer esta palabra: el
ral, como en el equívoco término pedagógico y el religioso. En el pri-
praescientia; o bien de un “ante” es- mero, alude a la directiva de un
pacio-temporal, como en praesens y maestro o tutor que, justamente
en praescribo, cuyo significado ori- por ello, es denominado praecep-
ginario es el de titular, esto es, es- tor. En el segundo ámbito, y con
cribir antes y delante del cuerpo de particular referencia al cristiano, el
un texto; o de un “ante” sólo espa- p. es una orden dada por una auto-
cial, generalmente, en sentido figu- ridad religiosa por un período de-
rado, como en praesideo que signi- terminado a individuos que, even-
fica “presidir”, estar ante otros y, de tualmente, pueden constituir una
modo derivado y eventual, “gober- comunidad, o a una comunidad en
nar”; o bien puede indicar un “an- cuanto tal. Tiene por objeto el bien
te” figurado, como en praestan-
543 praecognitio

privado de esas personas, pero no do se dice que Dios es inmaterial


el público o social. callando el hecho de que también
–y por lo mismo– es incorruptible.
praecise. Adverbio que suele apare- 3. la p. realis, en cambio, convie-
cer con el sentido de simpliciter o ne a la realidad misma sobre la que
aun absolute, generalmente, en ex- versa y se destigue en 3.1. p. realis
presiones negativas “Hoc p. nego”: inconnexionis, llamada así por por-
“Niego esto absolutamente, sin que mediante ella el intelecto sepa-
más”. No se ha de confundir, pues, ra lo que en la cosa misma no está
con praecisive (véase). necesariamente unido o implicado,
praecisio. La primera acepción de es- puesto que no se encuentra conte-
te vocablo alude a “corte” o “sepa- nido en su concepto; por ej., al tra-
ración”. En general, indica, pues, tar la voluntad humana, se prescin-
la propiedad de lo que se manifies- de del amor a la ciencia, ya que la
ta perfectamente determinado en voluntad no se halla necesariamen-
sus notas esenciales y como “recor- te determinada a amar la ciencia.
tado” de cuanto le es extraño, que 3.2. p. non inclusionis es la que in-
es justamente aquello de lo que se dica que una cosa no incluye en sí
prescinde. De ahí que, en la filoso- a otra y es distinta de esa otra, aun-
fía escolástica, el término equivalga que no se pueda concebir sin ésta;
muchas veces a abstractio (véase). por ej., se tiene esa forma de p. en
La p. es, efectivamente, la abstrac- el concepto de hijo, al que es impo-
ción por la cual el intelecto concibe sible concebir sin el de padre, del
respecto de una cosa algunas notas que sin embargo es realmente dis-
prescindiendo de otras. Pero no se tinto.
puede hablar en rigor de una sino- praecisive. Adverbio que alude al he-
nimia entre los dos términos, pues- cho de asumir algo bajo alguna for-
to que existe la tendencia –que no ma de praecisio (véase), es decir,
siempre se verifica– a usar “abstrac- “recortando” uno o más de sus as-
tio” para aludir al proceso mismo pectos. De ahí que este modo ad-
mediante el que el intelecto lleva a verbial se traduzca frecuentemen-
cabo la p. te por la expresión “prescindien-
Sobre ésta los escolásticos formu- do de”.
laron las siguientes distinciones: 1.
la p. excludentis ab excluso es la que praecognitio. Se denomina también
ofrece el concepto genérico, en el praenotio y designa un tipo de co-
que no se incluyen las especies que nocimiento que ha de preceder, a
él contiene con esta clase de p.; así, manera de antecedente, a aquel al
por ej., el concepto general de ente que se arriba en la conclusión. Los
que prescinde de los entes particu- escolásticos varias clases de praecog-
lares. 2. la p. mentis obiectiva o for- nitiones o praenotiones: 1. p. quid
malis es aquella en la que de una nominis, es a través del cual se en-
cosa se recorta un solo predicado o tiende lo significado por la palabra,
atributo, omitiendo otras que están como comprender que philosophia
identificadas con él a parte rei; por quiere decir “amor a la sabiduría”;
ej., tiene lugar este tipo de p. cuan- 2. p. an sit, es el que permite en-
praedestinatio 544

tender el carácter real o al menos una pre-determinación– de los mé-


posible de una cosa; 3. p. quid sit, ritos de cada hombre, sino el cono-
es aquel por el que se comprende cimiento eterno –es decir, sin tiem-
la quididad de la cosa en cuestión, po– que Dios tiene de ellos, así co-
esencia de la que se dará cuenta en mo de los dones que concede a ca-
la definición explícita de la misma; da uno en orden a su salvación
4. p. quid sit principiorum, es aquel (cf. De dono pers. XX, 53). Habla,
por el que se conoce cuáles son las pues, de praescientia, en el sentido
verdaderas premisas o principios indicado de esta voz, de los méri-
de la demostración; 5. en algunos tos, o sea, del fruto subjetivo de ac-
textos se cuenta también entre las tos libres y rectos De acuerdo con
praecognitiones el referido a la pas- ello, introducirá a cada uno en el
sio; por ej., en “Toda virtud per- grado de gloria que le compete, ex-
fecciona al hombre”, “la fortaleza cluyendo de ella a quienes han si-
es una virtud”, luego, “la fortaleza do llamados pero no elegidos, des-
perfecciona al hombre”, el tener la de el momento en que desoyeron
noción de en qué consiste perfec- con sus pecados ese llamado (cf De
cionar al hombre es la p. passionis. corr. et Gratia VII, 14). De esta ma-
nera, la p. divina es una consecuen-
praedestinatio. Ligada, como es ob- cia de la praescientia.
vio, tanto al problema religioso de En el caso de Tomás, se advierte
la salvación o condenación eterna un interés primordial por uno de
como al antropológico de la liber- los aspectos del problema: el de la
tad humana, ambos centrales en conciliación en Dios de una volun-
el pensamiento patrístico y medie- tad salvífica universal y el misterio
val, la p. se entendió con matices mismo de la p. a la gloria sólo para
muy diferentes en cada uno de es- algunos hombres. Como Agustín,
tos períodos. Así, se tomarán cen- el Aquinate se basa también en es-
tralmente las posiciones de Agustín to sobre la autoridad de San Pablo,
de Hipona y Tomás de Aquino co- especialmente, sobre las epístolas a
mo referentes de ambos, respecti- los Efesios y a los Romanos. Trata
vamente, por su autoridad. el tema, en particular, en In I Sent.
En el caso de Agustín, la concep- d. 40-41; C.G. III, 164; De ver.VI;
ción sobre la p. es inescindible de S.Th. I, qq. 19 y 23. La voluntad
aquella que el Hiponense ha ela- divina, en cuanto todopoderosa e
borado sobre la Gracia. Así, la de- infalible, produce todo el bien que
fine como la preparación eterna de quiere y hace posible la salvación
la Gracia que determina a los ele- de todos, ya que el cumplimiento
gidos. Agustín insiste, sobre todo, de sus mandamientos a todos le es
en sus últimas obras, sobre el ca- posible. Con todo, la razón por la
rácter gratuito de la predestinación que, en virtud de una causa supe-
a la gloria. Pero, sin duda, afronta rior sólo a Dios mismo conocida,
el problema esencial relativo a es- algunos hombres no los cumplan
ta noción: su relación con la praes- y se pierdan, pertenece, para To-
cientia (véase). En esta relación, más, al plano del misterio. El tema
Agustín entiende por este último de la p. deviene, en el Aquinate, la
término no la pre-visión –que sería
545 praedicabilitas

cuestión de la predilección: ningún esencial y no convertible es el ac-


ser creado sería mejor que otro si cidente. Sobre las huellas de Aris-
Dios no lo amara más. Así, hay en tóteles, Porfirio distinguió cinco p.:
él una clara distinción entre la vo- genus, species, differentia, proprium,
luntad divina antecedente, princi- accidens, los cuales se tratan en los
pio de la Gracia suficiente; y la vo- respectivos artículos. Para Porfirio,
luntad consecuente, principio de la lo común en todos los predicables
Gracia eficaz. La definición tomista es el ser atribuíbles a una plurali-
de p. es: “ratio transmissionis crea- dad de sujetos, precisamente, en
turae rationalis in finem vitae aeter- virtud de sus caracteres comunes.
nae” (S.Th. q.23, a.1). De lo que se trata es, pues, de es-
Por su parte, Guillermo de Oc- tablecer los caracteres comunes en-
kham considera en la noción de p. tre individuos, clases de individuos
tres elementos: Dios, la vida eter- y notas que presentan. Por ej., gé-
na, y aquél a quien esta última le nero, diferencia y accidentes, se
será concedida, sin expedirse so- afirman tanto de individuos como
bre la relación entre estos elemen- de especies, por ej., “animal”, “ma-
tos. Distingue, además, entre p. ac- mífero”, “marrón” se predican tan-
tiva y passiva: la primera es la con- to de caballos como de asnos; pro-
siderada en Dios; la segunda, en la prium, de la especie y de los indi-
criatura (cf., por ej., In I Sent. d.41, viduos contenidos por ella, “capaz
q.1). de relinchar” se predica de los ca-
En la Modernidad, en cambio, se ballos; especie, de los individuos
tiende, en las corrientes protestan- que contiene, como “hombre” de
tes, a radicalizar la tensión entre la Sócrates y Platón.
p. y la voluntad salvífica universal. Avicena distinguió entre p. con
caracteres constitutivos, que son los
praedicabilia. El concepto de predi- tres que hemos mencionado en pri-
cable es de origen aristotélico (cf. mer lugar, y p. con caracteres deri-
Top. I, 4, 101b 17-25). Esta voz in- vativos: el accidente y lo propio.
dica, en el campo de la lógica, el Muchas veces sobre sus huellas, los
modus praedicandi. Éste alude al escolásticos atribuyeron status on-
carácter de la relación establecida, tológico y no solamente lógico a
a través de la cópula, entre los tér- los predicables, aunque, como es
minos del juicio o proposición, es obvio, esto no rige para los autores
decir, sujeto y predicado; de ahí su enrolados en el nominalismo (véa-
importancia tanto en el campo filo- se quinque voces).
sófico como en el científico, puesto
que hace a la determinación que se praedicabilitas. Es el carácter de lo
afirma de las cosas y a la precisión predicable que, en general, se de-
de dichas afirmaciones. Dos son las fine como la aptitud que tiene un
claves aristotélicas en los predica- término o una cosa de ser predi-
bles: la noción de convertibilidad y cada de otra u otras; en particular,
la de esencialidad. De este modo, como lo que es apto para ser afir-
por ej., la relación sujeto-predicado mado de muchos. Los lógicos me-
esencial y no convertible está dada dievales han distinguido la p. remo-
por el género y la diferencia; la no tissima, remota y proxima según el
praedicabiliter 546

grado de abstracción que implique to de la noción de categoría que


lo predicado. Así, por ej., “corpó- la Edad Media hereda de la Anti-
reo”, “animal” y “hombre” tienen güedad es 1. el status del p.: onto-
p. de Sócrates, es decir que son pre- lógico o lógico. En otras palabras,
dicables de él. ¿cómo entender el ser de tal o cual
manera o el estar allí, etc.?, ¿como
praedicabiliter. Se dice del modo se- algo que “le pasa” a la sustancia, o
gún el cual una cosa conviene a bien como algo que sólo se predi-
otra. Así, por ej., se afirma que la ca –de donde la voz p.– de ella? Ca-
materia está unida a la forma, p., be recordar que, de hecho, la pa-
por accidente. De este modo, p. labra griega categoría significó ini-
explicita el nexo lógico-metafísico cialmente “acusación” y, de mane-
mediante el cual se está predican- ra derivada, el punto de vista se-
do. Por eso, se opone a praedica- gún el cual se juzga. Muy en ge-
mentaliter (véase). neral se puede decir que, sobre la
praedicamentaliter. Se refiere a cual- base inicial de los tratados lógicos
quier atributo tomado según una de Aristóteles, la Edad Media ten-
de las diez categorías, es decir, a lo dió a entender la categoría en el se-
que se predica según ellas (véase gundo sentido, esto es, en el lógi-
praedicamentum). Se opone a prae- co. Así pues, los autores medieva-
dicabiliter (véase), porque este últi- les se mostraron preocupados espe-
mo está referido a los modos y no, cialmente por los praedicamenta en
como p., a los atributos que se pre- cuanto puntos de vista desde y con
dican. También se opone a trascen- los cuales es posible organizar el co-
dentaliter (véase), en cuanto que, nocimiento, ya que procuran dis-
en este último modo de predica- tintas perspectivas de abordaje del
ción, no se tiene en cuenta la cosa o ente real. En tal sentido, recogieron
sujeto que se categoriza sino su ca- la afirmación aristotélica acerca de
rácter generalísimo de ente. Por ej., que ordenar –que es acción propia
se puede decir que el veneno es, p., del sabio– implica distinguir según
malo; transcendentaliter, bueno en diversas determinaciones.
cuanto que existe. El segundo problema que pre-
senta este enfoque es establecer
praedicamentum. Es el término que 2. la lista de dichas determinacio-
los escolásticos prefirieron para re- nes, sobre todo, considerando que
ferirse a la categoría. Dado que he- la obra de Aristóteles, en cuanto la
mos tratado cada categoría en par- mayor autoridad en este tema pa-
ticular, nos referiremos aquí a las ra el Medioevo, presenta variantes
principales cuestiones que ellas al respecto: en Cat.IV, 1b, 25 men-
presentan en general, o sea, con- ciona diez, aunque en An. Post. I,
sideradas en conjunto. El p. o ca- 22, 83ª, 21 alude a ocho. Al cono-
tegoría se define como la determi- cer solamente los tratados lógicos
nación universal, la forma o mo- del Estagirita, los autores del perío-
dalidad según la cual un ente exis- do patrístico se atuvieron a la lis-
te o es objeto de atribución. Esta ta de las diez mencionadas en Ca-
última disyuntiva indica que uno tegoriae. Sin embargo, cuando, des-
de los primeros problemas respec-
547 praedicari

de fines del siglo XII, los escolásti- tado más extensamente son Alber-
cos accedieron al resto de las obras to Magno y Tomás de Aquino. El
aristotélicas especialmente, a Met. primero hace derivar el resto de
V, 7, 1017ª y a Phys. V, 1, 225b las categorías de las que conside-
6, donde Aristóteles sólo mencio- ra fundamentales: sustancia, cuali-
na ocho, los escolásticos siguieron dad y cantidad. El segundo ofrece
asumiendo las diez. Las enumera- una clasificación precisa plantena-
ron de la siguiente manera: subs- do tres modalidades de relación del
tantia, quantitas, qualitas, relatio, predicado respecto del sujeto: 3.1.
actio, passio, ubi, quando, situs, ha- cuando se predica del subiectum
bitus o habere (véanse los respecti- lo que éste es, por ej., “Sócrates es
vos artículos). Esta nomenclatura hombre”, relación en la que el pre-
aparece, por ej., en Boecio –autor dicado alude a la sustancia primera
clave en el tema para la Edad Me- o singular de la que todo lo demás
dia–, Alcuino y Anselmo de Can- se predica. 3.2. cuando el predica-
terbury. Todos ellos, así como Es- do señala lo que inhiere en el suje-
coto Eriúgena y Pedro Abelardo to, ya sea de manera absoluta como
después, insistieron en las catego- en su materia y su forma –de don-
rías no se pueden predicar de Dios, de se tienen la cantidad y la cua-
precisamente porque Él no es sus- lidad–, ya sea de manera no abso-
tancia, ya que ésta implica acciden- luta, de donde se tiene la categoría
tes los cuales no pueden predicar- de relación, 3.3. cuando el predica-
se de Dios y, metafísicamente ha- do indica algo extra subiectum, en
blando, las categorías señalan acci- el sentido de que no inhiere en él,
dentes. La sustancia es, en efecto, la ni en términos absolutos ni en tér-
primera de los diez praedicamenta; minos relativos. Según esta última
más aún, si, tomando como refe- modalidad, el Aquinate conside-
rencia una imagen de la gramática ra el caso del predicado que señala
latina, se dijera, por ej., que el en- 3.3.1. algo completamente extrín-
te se declina en diez categorías, la seco al subiectum, en el se tienen el
sustancia sería precisamente el caso habitus, como “Sócrates está arma-
nominativo. En torno de ella giran do”, el ubi, el situs y el quando; y
las demás. Por eso, las categorías no 3.3.2. el caso del predicado que se-
se han de confundir con los tras- ñala lo que, sin inherir en el sujeto,
cendentales (véase transcendentale), proviene de él o culmina en él co-
ya que éstos son implicaciones rea- mo principio o como término res-
les del ser; en cambio, los praedi- pectivamente, es decir, la actio y la
camenta constituyen determinacio- passio (cf. In Met. V, l.IX, 891-92).
nes internas del ente, como enseña
Tomás de Aquino en el De ver. I, praedicari. Predicar es, esencialmente,
1. atribuir una cosa llamada “predica-
Esto conduce a un tercer proble- do” (véanse praedicatum y praedica-
ma, quizás el más elaborado en la tio) a otra que se denomina “suje-
Escolástica: el de 3. la ordenación to” (véase subiectum). En este senti-
u organización interna del elen- do general de atribución, se inclu-
co categorial. Quienes lo han tra- ye la acepción de alabar, celebrar o
conmemorar que presenta este ver-
praedicatio 548

bo en su uso clásico. Así, en tér- la proposición es un juicio, se uti-


minos generales, se homologa con liza la expresión indicium praedica-
los verbos “enunciar” y aun “anun- tivum. Tomás de Aquino define la
ciar”, también en sentido religioso. p. del siguiente modo: “Quoddam,
Los escolásticos lo usaron predo- quod completur per actionem inte-
minantemente en sentido lógico llectus componentis et dividentis, ha-
y formularon sobre él las siguien- bens tamen fundamentum in re, sci-
tes distinciones: 1. p. per se et in licet ipsam unitatem eorum, quorum
quid es afirmar algo de un sujeto utrum de altero dicitur” (De ente et
que conviene a éste necesariamen- ess. 4). Por otra parte, si dicho acto
te, como la extensión respecto del del intelecto se formula oralmente,
cuerpo; 2. p. in quid es afirmar que se tiene una enuntiatio.
una cosa conviene a otra esencial- Respecto de la p. se han estable-
mente y per modum subsistentis, co- cido varios distingos: 1. p. natura-
mo la virtud respecto de la justicia. lis es aquella predicación en la cual
3. p. in quale quid es enunciar que el intelecto atribuye a una cosa lo
una cosa conviene a otra esencial- que a ésta conviene por su misma
mente pero per modum adiacentis; naturaleza, por ej., “El animal es
de esta manera, “racional” se predi- sensible”. 2. p. directa u ordinata
ca de “hombre”. 4. p. in quale sim- es aquella en que una realidad in-
pliciter es enunciar la conveniencia ferior o de connotación material
sólo accidental de una cosa a otra; se predica de otra superior, por ej.,
así, “blanco” se puede predicar de “El hombre es animal”, a diferen-
“hombre”. cia de la 3. p. indirecta o inordina-
Se ha de tener en cuenta que. pro- ta –no siempre lógicamente correc-
piamente hablando, p. es afirmar o ta– uno de cuyos ejemplos sería “El
negar algo de algo, como cuando se animal es hombre”. La 4. p. iden-
dice “Todo cuerpo es sustancia” o tica constituye una tautología, ya
“El hombre no es una piedra”. Sin que en ella se predica de una co-
embargo, en los textos concernien- sa lo mismo que ésta dice y de la
tes a la doctrina de los universales misma manera, por ej., “Pedro es
(véase universale), se sobreentiende Pedro”. 5. p. essentialis es aquella
que p. es sólo afirmativo, es decir, en la que todo el predicado mien-
que significa vere, directe et in recto ta la esencia del sujeto, por ej., “El
enuntiari (véanse también in quid, hombre es animal racional”. En
in quale quid, in quale). cambio, en la 6. p. accidentalis el
predicado sólo se refiere a un as-
praedicatio. La predicación es el ac- pecto de la esencia del sujeto, por
to del intelecto por el cual éste atri- ej., “El fuego es elemento cálido”.
buye una cosa a otra. Estrictamen- 7. p. comitativa se designa a aque-
te hablando, se trata de la atribu- lla en la que el predicado acompa-
ción del predicado al sujeto, en la ña siempre y necesariamente al su-
proposición. Tal atribución se en- jeto, por ej., “La generación de una
tiende como una afirmación o ne- cosa es la corrupción de otra”. 8. en
gación de un predicado respecto la p. intrinseca el predicado inhiere
del sujeto, de modo que cuando en el sujeto real, ya sea esencial ya
se quiere enfatizar el hecho de que
549 praeiacens

accidentalmente, por ej., “El hom- da proposición encierra, pues, estos


bre es animal”, “El hombre es filó- tres elementos: sujeto, predicado
sofo”. Contrariamente, se llama 9. y cópula; así en “Homo (S) est (C)
p. extrinseca a aquella en la que el philosophus (P)”. La cópula puede
predicado no inhiere realmente en no aparecer de manera evidente,
el sujeto, sino que sólo conviene a por ej., en “Homo (S) currit (P)”,
éste por una denominación extrín- pero es parte de la proposición en
seca, como en “‘Animal’ es un gé- la medida en que al ejemplo men-
nero”. cionado se resuelve en “Homo (S)
Párrafo aparte requiere la vincu- est (C) currens (P)”, tal como lo se-
lación de este tema con la polémica ñala Pedro Hispano en sus Sum.
de los universales (véase universa- Log. I, 1, donde define así el térmi-
le). Abelardo caracteriza esta polé- no que nos ocupa: “Subiectum est
mica como una discusión precisa- de quo aliquid dicitur; praedicatum
mente sobre el problema de la pre- est quod de altero dicitur”. Cf. tam-
dicación que, más allá de la estruc- bién Guillermo de Ockham, Sum-
tura sintáctica, exige una significa- ma Totius Log. I, 31.
ción verdadera o falsa y, en ella, la
verificación está dada por la reali- praeiacens. Voz que presenta dos acep-
dad. Así, como, para él, el universal ciones: 1. metafísica; 2. lógico-gra-
radica, fundamentalmente, en un matical, 1. En el primer sentido,
significado, niega de plano que una aparece en los textos filosóficos y
cosa se predique de otra, opinión teológicos medievales referidos al
que después admitirá, en cambio, tema de la creatio ex nihilo (véa-
Duns Escoto. En la misma línea se creatio). Alude a la materia, ne-
que Abelardo está Ockham, quien gando que en la creación ella haya
también rechaza la p. rei de re, y de- de alguna manera preexistido, ya
clara taxativamente que la proposi- que, de ser así, en primer lugar, no
ción no se compone de cosas sino se podría hablar de creación a par-
de conceptos (cf. Quodl. III, q.12). tir de la nada; en segundo término,
metafísicamente la realidad creada
praedicatum. En general, predicado respondería a do principios, Dios
es lo que se dice de otra cosa. Más y la materia, y no a uno solo. Así
específicamente, es lo que se pue- pues, p. se suele traducir por “pre-
de afirmar de un sujeto en una pro- existente”.
posición verdadera. En el plano ló- 2. En sentido lógico-gramatical,
gico, el p. constituye un término los autores nominalistas, como Ga-
cuyo valor radica en el uso que de briel Biel, llamaron p. en una pro-
él se hace en el razonamiento. En posición hipotética al miembro
efecto, sujeto y predicado intere- simplex e indeterminado que ante-
san principalmente al silogismo y cede al determinado. Por ej., la ver-
se consideran parte de la argumen- dad de la proposición “Si Sócra-
tación. Ambos conforman la mate- tes es hombre, es animal”, se funda
ria de la proposición, mientras que en “El hombre es animal”, llamada
la cópula –que los une (véase copu- precisamente p.
la)– es su forma (cf. Juan de Sto.
Tomás, Log. I, Illustr. q. 5, a. 1). To-
praeiudicium 550

praeiudicium. Se denomina así la opi- entre la intervención de Dios y la


nión que, establecida por autori- del hombre en los actos humanos,
dad, constituye un exemplum se- legó a la Modernidad el problema
guido por varios acríticamente. Da filosófico de determinar la medida
lugar a la expresión argumentum a de una y otra. En líneas generales,
praeiudicio. se consideró que la voluntad siem-
pre conserva el poder de autodeter-
praelectio. Ante los diferentes nive- minarse en tal o cual dirección, pe-
les y circunstancias de lectura –es ro la moción divina mueve la vo-
decir, la privada, la propia del es- lutad aplicándola al acto. En otros
tudiante o del aprendizaje, y la del términos, esa influencia de Dios se
maestro o lector, que equivalía a limita a hacer pasar la voluntad hu-
cierta forma de enseñanza– (véa- mana de la potencia al acto acerca
se lectio, in principio), Juan de Sa- de una acción cuya orientación si-
lisbury propuso llamar esta última gue siendo elegida por el hombre.
con el nombre de p., reservando el La palabra suele estar acompaña-
de lectio para la personal (cf. Me- da del atributo physica, para indi-
talog. I, 24). Toma el término de car que tal influencia se ejerce en-
Quintiliano. De todas formas, co- titativamente sobre el acto huma-
mo se sabe, la propuesta no prospe- no en cuestión.
ró y, de hecho, lectio quedó asocia-
da con la enseñanza, mientras que praenotio. Es sinónimo de praecogni-
lectura (véase) está más vinculada tio (véase).
con el aprendizaje o, por lo menos,
con la lectura privada. praerequisita. En la Escolástica, se co-
noce bajo este nombre, general-
praemissae. Se entiende por “premisa” mente seguido del término ad ope-
aquella proposición que está ad- randum, la serie de condiciones que
mitida en el discurso argumenta- se han de dar, por parte de la cau-
tivo y demostrativo del syllogismus sa, para que algo tenga lugar o pa-
(véase). En el silogismo, las pre- ra que la causa misma sea operati-
misas han de ser dos, justamente va. Las requisita ad operandum son
las propositiones praemissae o “pre- aquellas condiciones que no obe-
puestas”, dadas las cuales, es lógi- decen a la causa, pero sin las cua-
camente necesario que otra cosa se les el efecto no se da. Así, por ej.,
siga de ellas: la conclusio. La prime- el conocimiento propio de la vi-
ra es la p. maior; la segunda, la p. sio Dei: dada la omnisciencia divi-
minor. Cf. Pedro Hispano, Summ. na, no contiene p., pero sí es requi-
Log. 4.2. situm para dicha visión la existen-
cia misma de las cosas que son su
praemotio. Noción que a veces se objeto.
identifica con la de concursus (véa-
se). En la literatura medieval apa- praescientia. Se conoce con la deno-
rece con mayor frecuencia este úl- minación “p. divina” uno de los
timo término. Pero, el tema teoló- problemas más debatidos en la
gico del concurso divino, tal como Teología medieval, aunque, en rea-
fue planteado en la Edad Media, es lidad, se ha prolongado más allá de
decir, como un delicado equilibrio la Edad Media. Brevemente, con-
551 praescriptio

cierne al conocimiento que Dios tos por Dios in sua aeternitate y


tiene de los seres y de los sucesos in ommpraesentialitate (S. Th. I,
que aún no existen pero que se da- q. 14, a. 13 c). Así, el Aquinate si-
rán en el futuro. Dicho conoci- gue en esto las huellas del Hipo-
miento es un datum para la teolo- nense, quien, en su polémica con-
gía judeo-cristiana, puesto que la tra los maniqueos, ya había señala-
Revelación acepta un Dios provi- do que no se puede hablar en rigor
dente y de infalible omnisciencia de prescientia sino de scientia divina
(véase omniscientia). Ahora bien, el (cf. Ad Simpl. II, 2, 2). Más aún, el
problema surge cuando se afirma, libre albedrío humano no sólo no
por otra parte, el libre albedrío de es eliminado por la así llamada p.
la voluntad en las acciones huma- divina, sino que ésta lo confirma,
nas. Puestas así las cosas, la cues- puesto que Dios prevé el acto hu-
tión es si determina Dios, con la mano precisamente en cuanto libre
infalibilidad de su p. una acción (cf. De lib. arb. III, 4, 9 y ss). En
humana futura que, no obstante se última instancia, es legítimo y me-
define en sí misma como no deter- nos equívoco decir que Dios pre-
minada en cuanto libre. Los auto- vé lo que sucederá y no que aquello
res cristianos medievales tienden a que sucederá habrá de suceder por-
resolver el problema mostrando la que Dios lo ha previsto.
falsedad de su planteo. En efecto, Transcurrida la Edad Media, la
la misma formulación implica ya cuestión derivó en el problema del
un error, dado que en la composi- concurso de la voluntad divina y de
ción de la palabra prae-scientia está la humana en la producción de las
indicando, en la primera parte, que acciones libres (véase concursus).
se atribuye a Dios la dimensión de
la anticipación o del futuro, cuan- praescitus. En algunos teólogos, es-
do tal dimensión temporal es pro- pecialmente los nominalistas de la
pia de lo humano. Siendo Dios última Edad Media, se denomi-
eterno, su modo de conocer es- na así al réprobo, es decir, a aquel
tá más allá del tiempo que Él con- de quien Dios sabe que no se ha de
tiene –junto con los mismos acon- salvar por negarse deliberadamente
tecimientos temporales– como en a su Gracia (véase praescientia). El
una única mirada onmiabarcante y término se opone, pues, a electus, el
perenne. Por eso, Agustín, por ej., elegido, es decir, quien ha aceptado
consciente de la dificultad para el el auxilio divino para conducir una
hombre de prescindir de categorías vida recta y alcanzar la salvación.
temporales, propone la compara- praescriptio. Tiene el sentido gene-
ción de la p. divina con la memoria ral de circunscripción, limitación
humana: también esta última “ve” o restricción. En algunos autores,
en el recuerdo los propios actos li- equivale a definitio; en otros, a des-
bres, sin determinarlos, esto es, sin criptio (véanse), en cuyo caso alude
que tal mirada mengüe la libertad a las diferencias accidentales. Pero
con la que se llevaron a cabo. la mayoría de las veces alude, preci-
Con mayor precisión, Tomás samente a la prescripción, es decir,
anota que tales sucesos son vis- al dictamen de la recta razón o de
praesens 552

la ley natural. En términos jurídi- to, una relación, que es un cier-


cos, indica excepción forense, jus- to contacto, mediato o inmedia-
tamente, considerando los límites to, real o metafórico, entre dos en-
trazados por la ley. tes. Así, por ej., se puede dar 1. una
p. mediata en el caso de la presen-
praesens. A diferencia del vocablo cia intencional o secundum simi-
praesentia (véase), éste alude a lo litudinem, en la que el objeto es-
cronológico y se suele traducir por tá presente en el intelecto median-
“presente”. En la Patrística, Agustín te la species. En cambio, se tiene 2.
de Hipona le ha dedicado una par- una p. immediata cuando hay una
ticular atención al tema en su análi- conjunción real –ya sea potencial
sis sobre el tiempo. En una primera o actual– entre dos cosas, a la ma-
instancia, dicho análisis del tiempo nera como la parte está presente en
como algo objetivo culmina en una el todo, la forma en la materia, la
aporía. En efecto, el instante estric- causa inmediata en el efecto, etc.
tamente presente termina por di- Un caso particular es el de 3. la
solverse en un pasado, que ya no llamada p. circumscriptiva en un
es, y un futuro, que todavía no es, cuerpo: es un modo tal de existir
perdiendo de este modo toda con- localmente que las partes del cuer-
sistencia ontológica. Pero Agus- po en cuestión se corresponden
tín cambia la sede de impostación con las del espacio, no estando nin-
del problema y lo examina enton- guna de dichas partes en otro lugar
ces como distensión del alma. Así, ni penetrada por otras.
el pasado y el futuro son reales es La Escolástica también ha aten-
sólo en virtud de su presencia en la dido al modo de estar presentes de
conciencia como recuerdo o expec- los seres incorpóreos. En este sen-
tación, respectivamente. En cuan- tido, se habló de 4. la p. definiti-
to a la consistencia del p. mismo, el va que es la que se da por contacto
Hiponense lo entiende como aten- virtual u operativo, sin que la reali-
ción (cf. Conf. XI, 20). Esto le per- dad de cuya presencia se trata ocu-
mite plantear un presente del pasa- pe un lugar. Este modo de p. es la
do como recuerdo, un presente del del espíritu finito. En cambio, el es-
futuro como expectación y un pre- píritu infinito, es decir, Dios, tiene
sente del presente como atención. una 5. p. repletiva, llamada así por
De este modo, la identidad del pre- que Él no está de ninguna manera
sente, así como la del pasado y el circunscripto en el espacio, pero lo
futuro, es una identidad intencio- “ocupa” por completo, de tal mo-
nal y no ontológica. do que es omnipresente. Así lo in-
En la Escolástica, en cambio, se dica Tomás de Aquino en S. Th. I,
vuelve a la consideración aristoté- q. 52, a. 2 y ss.
lica de la sucesión temporal, por lo
que, para aludir a este concepto, ha praestare. Debido a la frecuencia con
preferido la voz nunc (véase). que aparece este verbo en los textos
filosóficos medievales, conviene in-
praesentia. Abstracto de praesens (véa- dicar aquí su sentido general. Ob-
se), la presencia indica un estar de- via composición de prae, uno de
lante, un prae ens. Señala, por tan- cuyos significados es “ante”, y sta-
553 praeteritum

re, estar o permanecer, p. indica el modum, fuera de medida; o “más


hacer que algo, especialmente, una que” o “además de” . Sus princi-
cualidad, sea ofrecida a la vista; por pales usos en la literatura medie-
lo que se puede traducir por “ma- val son 1. el exceptivus o contracti-
nifestar o manifestarse”, “dar prue- vus, en cuyo caso, se puede tradu-
ba”, “sobresalir”. O bien indica que cir por “salvo”, por ej., “omnis sa-
algo es puesto a disposición de al- cramenta, p. eucharistiae...”; 2. ex-
guien, caso en que significa “pres- tensivus, en cuyo caso, se traduce
tar dinero”, “proporcionar”, pe- por “más allá” como en “persona
ro también “garantizar” “cumplir”. supponitus pro natura intellectuali,
Como impersonal, y siguiendo la et p. illam nihil aliud importat...”, o
primera línea semántica menciona- “sobre” como en la misma palabra
da, la traducción habitual de p. es praeternaturale (véase). Así lo con-
“es preferible”. signa, al menos, Gabriel Biel en In
IV Sent., d.3, q.5). Al llegar a perío-
praesumptio. En los textos medieva- do humanístico, cobró también la
les con este vocablo se suele mentar acepción de extra.
la presunción en cuanto conjetura.
Cabe subrayar que es, pues, un tér- praeteritum. La definición más fre-
mino predominantemente psicoló- cuente de pretérito es la que lo sig-
gico y que sólo tiene que ver con na como la especie de lo anterior
el conocimiento en cuanto que és- en la sucesión temporal. Respecto
te forma parte de los procesos del de este tema, hay dos caracteriza-
alma. No se trata, entonces, de lo ciones sobresalientes en los textos
que hoy se denominaría una “cate- patrístico-medievales: la agustinia-
goría epistemológica”. En la medi- na y la escolástica. Agustín de Hi-
da en que la p. no implica el proce- pona trata la cuestión en el marco
der prolijamente mediante hipóte- de la concepción sobre la medición
sis, es frecuente que se subraye su del tempus (véase) que le es propia
futilidad mediante el añadido del y que concibe el tiempo como ten-
adjetivo vana. Así, por ej., cae en sión del alma. En ese marco, el p.
una vana p. el fiel que, sin ningún es visto como presente en ella de
mérito moral propio, confía en su las cosas pasadas, esto es, como me-
propia salvación (cf. fiducia). moria (cf. Conf. XI, 20, 26-27).
En cambio, en su mayor parte,
praesuppositive. Adverbio que indica los escolásticos vuelven a la visión
la circunstancia de dar por supues- aristotélica del problema. Así, ha-
ta, en el discurso, una cosa ante- biendo insistido también ellos en
rior a la que se está afirmando; así, la distinción entre tiempo y eter-
quien dice, por ej., que el hombre nidad, sobre la base de categorías
es pasible de mérito o demérito lo como lo sucesivo y lo simultáneo
está afirmando p. como libre. respectivamente, en primer lugar,
praeter. En líneas muy generales, in- niegan que haya p. o futuro en la
dica formas de exclusión. Así, co- eternidad. En segundo término, al
mo adverbio, se suele traducir por analizar el p. en la sucesión tempo-
“excepto”; como preposición, por ral, distinguen en esta noción, co-
“más allá” o “fuera de”, por ej., p. mo lo hace Tomás de Aquino, en-
praeternaturale 554

tre el pasado como objeto conoci- frecuente, el término indica exclu-


do y el acto mismo de conocerlo. sivamente dones superiores a la na-
Después de subrayar que el pretéri- turaleza humana en su actual esta-
to en cuanto tal sólo puede tener la do, perdidos por el pecado original
condición de lo particular, el Aqui- y no restituidos por la redención.
nate señala que, a diferencia de lo
que ocurre con los animales, que la praxis. En términos generales, esta voz
nota de pretérito le es accidental al y sus derivadas, como practicum,
objeto del entendimiento. En efec- aluden a la vida activa y su fin pro-
to, dicho objeto es el concepto y a pio, por confrontación con la con-
éste, por ej., al concepto de hom- templativa y con el fin que compe-
bre, que el intelecto entiende en te a esta última. Así, por ej., se ha-
cuanto hombre, le es efectivamen- bla de scientiae practicae como la
te accidental el existir como idea en ética (cf. Tomás de Aquino, In Met.
el presente o el haber existido en el 2, l.2, 290).
pasado. En cambio, el acto mismo primum. Se denomina así a lo prime-
de entender se da en la sucesión ro en cuanto que carece absoluta-
temporal y, por eso, se puede ha- mente de todo término anterior.
blar de haber entendido en el pre- En cambio, se reserva prius (véa-
térito, ya que el intelecto entien- se) para indicar lo que es prime-
de su propio entender (cf. S.Th.I, ro en comparación con algo poste-
q.79, a.6 ad 2). rior. Los escolásticos utilizaron es-
praeternaturale. Término teológi- ta palabra fundamentalmente en
co que señala una especie de lo so- dos planos: el lógico y el cosmoló-
brenatural (véase supernaturale). gico. En el primero de ellos, habla-
Si bien no hay uniformidad en la ron de: 1. p. logicum, expresión con
acepción que le asignan los teólo- la que se indica lo que es prime-
gos, la mayor parte de ellos consi- ro en el aspecto formal del pensa-
dera que lo sobrenatural se distin- miento, es decir, aquello que con-
gue en lo supernaturale quoad subs- fiere garantía de validez a su plan-
tantiam, que es tal por una deifi- teo y articulación. La formulación
cación formal intrínseca –por ej., medieval es: “non est simul affirma-
la gracia–, y lo supernaturale quoad re et negare”; no se puede afirmar
modum, que no encuentra en la na- y negar a la vez una misma cosa.
turaleza una causa proporciona- El p. logicum se diferencia, pues, de
da en su fieri, por ej., el milagro. A lo que es primero ontológicamen-
este segundo tipo de lo sobrenatu- te hablando. Para Aristóteles cons-
ral, llaman precisamente p.. Otros tituye el principio de no contradic-
le confieren un significado más es- ción indemostrable en sí mismo
tricto y consideran la p. como su- pero supuesto en toda demostra-
pernaturale secundum quid, enten- ción (cf. Met. IV, 3, 1005 a-b). Esta
diendo por ello todo lo que está concepción rige para todo el pensa-
más allá de una naturaleza determi- miento escolástico, hasta Descartes
nada, como el razonar para los ani- (cf. Disc. II, 4). En el plano cosmo-
males o la perfección angélica para lógico, en cambio, se empleó este
el hombre. En su uso más común y vocablo en referencia al primer cie-
555 principiare-principiatum

lo. En tal sentido se habló de: 2. p. Las exigencias morales e intelectua-


alterans, término que designa efec- les que aparecen en los textos de la
tivamente el primer cielo, pero en Edad Media al respecto suelen ser,
cuanto que el movimiento propio en relación con las primeras, en
de éste se considera, aristotélica- primer término, el respeto por la
mente, como principio de la altera- ley: que el príncipe está sobre ella,
ción y corrupción de los entes en el porque la encarna, y que, sin em-
mundo sublunar. 3. p. mobile, tam- bargo, debe obedecerla, porque la
bién alude al primer cielo, pero en ley no proviene de él son ideas cen-
tanto su movimiento es comunica- trales en el Policraticus de Juan de
do directamente por el Motor In- Salisbury; en segundo lugar, la dis-
móvil y resulta, por consiguiente, cretio (véase), en tercer término, la
tan simple, ingenerado e incorrup- austeridad y, sobre todo, la ausen-
tible como el de éste (cf. De cael. II, cia de codicia (cf. Pol. VIII, 4); en
6, 288 a 14 y ss). Añádase que, así cuarto lugar, humildad y la pru-
como el Estagirita había compa- dencia. Respecto de las segundas,
rado el primer motor con el bien, se exige el dominio del arte de go-
compara el p. mobile con la facul- bernar, precisamente para estar a la
tad apetitiva del alma, tal como se altura de la dignidad de la corona,
lee en el De an. III, 10, 433 b 14. ante la cual la continuidad de la di-
Este tercer uso del vocablo que nastía era secundaria. Por ello, hay
nos ocupa se prolonga a lo largo de textos medievales en los que el go-
toda la Edad Media. De hecho, en bierno por sucesión, donde prima
la síntesis plástica que de la cosmo- la herencia sobre el conocimiento,
visión medieval hace en su Divina queda descalificado, como aparece,
Commedia, Dante llama al p. mobi- por ej., en Buenaventura (cf. Coll.
le “cielo cristalino”, es decir, diáfa- in Hexaem. V, 19).
no y transparente, más allá del cual El viraje desde las líneas centra-
presenta el Empíreo. (Par. 30, 107, les de la ética medieval hacia cier-
cf. también Conv. II, 4). tas corrientes utilitaristas propias
del Renacimiento abona el terreno
princeps. En general, se traduce por en el que después florecerá, precisa-
“gobernante”, cualquiera sea el sis- mente, El Príncipe de Maquiavelo.
tema de gobierno del estado del
que se trate. En los textos medieva- principale-principiale. Ambos térmi-
les, el término aparece en el marco nos difieren. El primero alude al
de consideraciones no sólo políti- príncipe (véase princeps), a su cargo
cas sino también morales, es decir, o investidura y al arte de su gobier-
que se trata de trazar el perfil del no. El segundo, de mayor relevan-
gobernante ético, ya que esto es lo cia filosófica, está referido al prin-
que lo hace legítimo. En tal senti- cipium (véase) y, así, es lo que con-
do, es frecuente la remisión a Aris- cierne a los principios, ya sean ló-
tóteles, por ej., a Eth. Nic. VIII, gicos como –y, sobre todo– meta-
10, y reiterada, sobre todo, la dis- físicos.
tinción aristotélica entre el p. y el
tyrannus. El primero busca la utili- principiare-principiatum. Así como
dad común; el segundo, la propia. de causa proviene el verbo causare,
principium 556

de manera similar, y especialmente gicos, los metafísicos y los del mo-


en la Escolástica tardía, se hizo de- vimiento. Respecto de los prime-
rivar de principium (véase) el ver- ros, llamó: 1. principia cognoscendi,
bo principiare y su participio. Este a aquellos conceptos o nociones a
último alude, pues, a todo lo que partir de los cuales se procede pa-
proviene de un principio y es tér- ra conocer otros. Éstos se subdivi-
mino que, en general, aparece en den en dos tipos: el de 1.1. princi-
dos órdenes diversos: 1. el metafí- pia communes, expresión con la que
sico, 2. el estrictamente teológico. se alude a los primeros principios
En 1. contexto metafísico, alude o maximae propositiones, que nos
a la causa primera de algo, por lo son evidentes sin necesidad de de-
que incluye todo lo contingente y mostración, y que conciernen a to-
excluye sólo lo que es a se respecto das las ciencias; por ej., el principio
de lo contingente; 2. en el campo de no contradicción. En cambio, el
de la teología trinitaria del Cristia- 1.2. principium proprium o forma-
nismo, se llama principiatus a la Se- le es el propio de una ciencia de-
gunda Persona, es decir, al Hijo en terminada, como la geometría y, si
cuanto que proviene del Padre. bien no se demuestra en el ámbito
de dicha ciencia, puede ser demos-
principium. Término que traduce la trado fuera de él.
voz griega “arché”, significa aque- En sentido ontológico, los 2.
llo de lo que una cosa procede, en principia metaphysica pueden per-
cualquiera de los sentidos de este tenecer o bien a un plano extrín-
último verbo, salvo el material, pa- seco al objeto que se considera, con
ra el que se reserva la palabra “ori- lo que se denomina 2.1. p. extrin-
gen” (véase origo). Así, se entien- secum, como la causa eficiente o fi-
de el p. como el punto de parti- nal; o bien, a un plano intrínseco
da y el fundamento de un proceso y entonces se llama 2.2. p. intrise-
cualquiera. De esta manera, las no- cum. Los principios metafísicos in-
ciones de p. y las de fundamento o trínsecos por excelencia son los ele-
causa se ligan estrechamente en este mentos que componen el ente, ta-
concepto que, según Simplicio (cf. les como la causa material y la for-
Fís. 24, 13) introdujo Anaximan- ma sustancial, el acto y la poten-
dro. Pero fue Aristóteles el primero cia.
en enumerar los significados preci- En lo que respecta al 3. principia
sos que se le atribuían en la Anti- motus o principios del movimiento,
güedad (cf. Met. V, 1, 1012 b 32 y en el sentido aristotélico del térmi-
ss), anotando por último lo que to- no, los escolásticos han distinguido
dos ellos tienen en común: p. es el los 3.1. principia generationis: son
punto de partida ya del ser, ya del aquellos principios a partir de los
devenir, ya del conocer. cuales se producen todas las cosas
La tradición filosófica posterior tal como ellas son, como la mate-
desarrolló el tema, según la men- ria, la forma y la privación (véase
cionada división aristotélica en los privatio). En cambio, en lo que to-
tres planos. El pensamiento esco- ca a las operaciones del ente, se ha
lástico se refirió fundamentalmente hablado de los 3.2. principia opera-
a tres clases de p.: los principios ló-
557 privatio

tionis o principios del actuar, entre se sigue necesariamente otra, pero


los que se cuentan el 3.2.1. p. ope- no viceversa; así, dado un hombre,
rationis quod, que señala el agen- se supone y supera un animal, pe-
te al que se atribuyen las acciones, ro no a la inversa. 3. p. cognitionis
por ej., Pedro; y el 3.2.2. p. opera- es la propia de una cosa desde cuyo
tionis quo, que indica aquello me- conocimiento se procede al conoci-
diante lo cual el agente actúa; si se miento de otra que antes se ignora-
trata de la facultad de la que emana ba; ésta es una forma de la p. ordi-
inmediatamente la acción –por ej., nis. 4. p. generationis indica la con-
el intelecto de Pedro–, se denomi- dición de lo que es primero por ha-
na 3.2.2.1. p. operationis quo proxi- ber sido generado antes, caso más
mum, mientras que si se alude a a frecuente de la p. causalitatis. 5. p.
naturaleza del agente –por ej., la perfectionis alude a lo que es más
condición humana de Pedro– se lo noble en cuanto a su ser, así lo ani-
llama 3.2.2.2. p. operationis quo re- mado tiene p. respecto de lo inani-
motum. mado. 6. p. intentionis se refiere a
Por las polémicas que suscitó du- la prioridad de la intención respec-
rante la Edad Media, merece un to de la ejecución; en este sentido,
tratamiento especial el llamado p. primero es el fin, ya que es a éste
individuationis, es decir, el princi- al que atiende en primer lugar un
pio mediante el cual se individua- agente inteligente.
liza un solo miembro de una espe-
cie, distinguiéndolo así de los de- prius. Adverbio que, en general, sig-
más. Por ello, se lo ha abordado en nifica “antes”. Aunque también se
el artículo individuatio (véase). lo suele traducir por “primero”, no
equivale a primum (véase), ya que
prior-prioritas. Significa prioridad y no implica un punto inicial en tér-
proviene de prius; por consiguien- minos absolutos. Se debe notar que
te, los escolásticos hablaron de: 1. sus matices adquieren cierta im-
la p. temporis es aquella por la que portancia en la literatura filosófica,
una cosa precede a otra en la suce- ya que ese “antes” puede tener tan-
sión temporal. Pero, el sentido más to sentido 1. temporal como el de
usado en filosofía es el de 2. pre- 2. preeminencia. En efecto, 1. en
eminencia o prioridad. En este or- el orden cronológico, significa 1.1.
den, se ha hablado de 2. la p. natu- “antes de”, por ej., prius orto sole;
rae o prioridad de naturaleza, que 1.2. “hasta que”, cuando acompa-
se puede entender 2.1. en sentido ña a quam, por ej., prius quam de
estricto y causal, en cuyo caso se ceteris rebus respondeo; 1.3. “anti-
alude a una prioridad en virtud de guamente”, por ej., otium prius re-
la cual una cosa es de tal índole que ges perdidit. Para el sentido 2. de
otra depende de ella en cuanto a su prioridad o preeminencia, véase
existencia, aunque se den ambas si- prior-prioritas.
multáneamente; así consideraron
los medievales que el sol precede privatio. En general, por “privación”
a la luz solar; 2.2. en sentido am- se entiende la falta o ausencia de al-
plio y metafísico, hay prioridad de go en una cosa. Esta noción apa-
naturaleza cuando, dada una cosa, rece en Aristóteles, quien la define
privatum 558

como la ausencia de un atributo en la p. desde el punto de vista lógi-


un sujeto, y como la negación refe- co, concibiéndola como ausencia
rida a algo que una cosa debiera ser de determinaciones. Pero, precisa-
y de hecho no es. La negatividad de mente, por eso la privación deviene
la p. se refiere, pues, para el Esta- en autores como el Cusano el prin-
girita, a un modo particular de ser cipio que da lugar a la coincidencia
y precisamente por eso implica la de los contrarios (véase coincidentia
subsistencia de una naturaleza res- oppositorum). Al pasar al plano me-
pecto de la cual se advierte la falta tafísico, se advierte entonces que la
de una forma. Ahora bien, puesto p. no es sólo incompatibilidad –o
que para adquirir una nueva deter- sea, un principio meramente nega-
minación se debe carecer de ella, la tivo– sino un tercer principio que,
p. es condición insoslayable de to- por la falta de determinaciones es-
do devenir (cf. Met. XII, 2, 1069 pecíficas opuestas entre sí, las im-
b). Además de estos sentidos prin- plica y concilia todas.
cipales del término que nos ocupa,
Aristóteles anota otros como 1. la privatum. Cf. publicum. En contexto
violenta sustracción de algo; 2. lo político-institucional, alude al sim-
indicado por las palabras negativas ple ciudadano.
que comienzan en griego con alfa pro. Preposición de ablativo cuyo sen-
privativo, es decir, con los prefijos tido más general es “delante”, “a la
“des-” o “in-” en castellano, como vista de”. Tal sentido general asu-
“desigual” o “invisible”; 3. la pe- me los siguientes signficados espe-
queñez de dimensiones; 4. el no ser cíficos: 1. en el orden local, se pue-
fácilmente operable, como lo inse- de traducir por 1.1. “ante”, por ej.,
parable (cf Met. V, 1022 b 22 y ss). pro muro; 1.2. “sobre”, por ej., pro
Siguiendo las posiciones aristo- tectis. 2. en la acepción de benefi-
télicas, el pensamiento escolástico cio, significa “en favor de”, por ej.,
subrayó el significado de la p. co- pro parente. 3. en sentido de susti-
mo oposición excluyente de dos tución, se usa 3.1. con el significa-
cosas que pertenecen al mismo or- do de “en lugar de”, por ej., pro sa-
den, como la ceguera y la vida hu- lutaribus mortifera conscripscrint;
mana; y el sentido de cualificación 3.2. como equivalente a “en cali-
de las cosas a las que, considerando dad de”, por ej., pro consule. 4. en
su naturaleza y desarrollo, les fal- sentido de compensación o precio
ta algo. Así lo señala, por ej., Pedro significa “por”, así en tres minas pro
Hispano en sus Summ. Log. 5-35, istis deobus dedi. 5. señalando una
o Alberto Magno, quien utiliza en relación, se traduce por “propor-
este caso el término abnegatio (cf. cionalmente”, por ej., agere pro vi-
Phys. I, 3, 13). Afinando esta últi- ribus. 6. con sentido causal, indica
ma noción, escolásticos como To- “en virtud de”, por ej., pro tua pru-
más de Aquino observaron que la dentia.
p. forma parte de la remotio (véase) En contexto filosófico, puede
boni. aparecer en expresiones adverbiales
En la transición al Renacimien- que señalan 7. un modo, como en
to, Nicolás de Cusa se interesa por pro explicito [o implicito] con el va-
559 processio

lor de explicite [o implicite], es de- probatio. Se define así la demostra-


cir, secundum rationem expliciti [o ción mediante argumentos de una
impliciti]; 8. un orden de conside- proposición que no es evidente de
ración, en cuyo caso acompaña ad- suyo.
jetivos como “material”, “formal”,
etc., por ej., pro formali. probativus. Es uno de los modi trac-
En composición, denota: 1. an- tandi (véase modus, in fine), es de-
terioridad, por ej., proavus, 2. ac- cir, de las maneras de tratar una
ción de poner de manifiesto, por cuestión filosófica: aquella que se
ej., profero, 3. acción de defender, apoya en los procedimientos pro-
por ej., propugno, 4. inclinación, batorios, esto es, aquella en la que
por ej., propensus, 5. descendencia, se prefieren las argumentaciones
por ej., progenies, 6. aplazamiento, cerradas a otros procedimientos
como en prorogo. como descripciones, digresiones,
etc., para demostrar una tesis. No
proaeresis. Trasliteración latina de la se emplea, en cambio, en los pro-
misma voz griega, p. es término cedimientos de refutación ni en las
propio de la ética aristotélica. Los objeciones (véase improbativus).
escolásticos la entendieron como
el apetito o deseo que delibera so- problema. Cf. quaestio, in principio.
bre las cosas que están en nuestra processio. En términos muy generales,
potestad, precisamente para cons- significa “derivación”. La tradición
tituir el propositum, y que condu- neoplatónica empleó este vocablo
cen a un fin. La p. presupone, en para referirse a la derivación de las
primer lugar, la notitia, por la que, cosas de Dios. Para los autores en-
habiendo conocido algo, el sujeto rolados en dicha línea, tal deriva-
se propone alcanzarlo o no, con lo ción o “procesión” da lugar a rea-
cual excluye las acciones llevadas a lidades de rango inferior que, con
cabo por imprudencia; en segundo todo, se asemejan a aquellas de las
lugar, implica el liberum arbitrium, que provienen. Así lo indica, por
lo que excluye las acciones llevadas ej., Proclo en Ist. Theol. XXIX (cf.
a cabo por coacción. también, Plotino, Enn. IV, 2, 1,
probabile. En general, los escolásti- 44; y, especialmente, Escoto Eríge-
cos siguieron la noción aristotéli- na, De div. nat. III, 17, 19, 25).
ca de p., entendiéndolo como lo Por otra parte, en lo que concier-
que es tenido por cierto por todos, ne a la teología cristiana, el dato de
o por la mayoría o por los más sa- la revelación trinitaria afirma que
bios. En este sentido, su significa- el Hijo procede del Padre y el Es-
do se aproxima a lo verosímil. En píritu Santo procede del Padre y
una acepción más específica, en el el Hijo. Así, se ha hablado de las
plano lógico, es una clase de silo- processiones divinae. Pero tal térmi-
gismo, el topicum, aquel que prue- no, tomado en el mencionado sen-
ba una cuestión. Se distingue tanto tido neoplatónico y aplicado a es-
del sofístico o falso, cuanto del ne- te campo, implicó un problema,
cesario o apodíctico. puesto que si lo que procede de al-
go es imferior a aquello de que pro-
cede, no se podía salvar la igualdad
processus 560

de dignidad en las Personas divi- tum respecto de su principium. A la


nas, también afirmada por el Cris- vez, se quiere afirmar que las tres
tianismo. Esta dificultad, implica- Personas se distinguen entre sí rea-
da por uno de los aspectos de la liter, pero que subsisten sin esa di-
significación de p., dio lugar a la ferencia en el ser absoluto que im-
herejía de Arrio quien, según el tes- plicaría una mera “derivación”.
timonio de Agustín (cf. De haeres.,
49), afirmaba que el Hijo es creatu- processus. Esta palabra indica, en ge-
ra del Padre, procediendo de Él co- neral, un modo de obrar o de ac-
mo el efecto procede de su causa. tuar. En el léxico medieval el térmi-
La solución acaba de clarificarse no está relacionado especialmen-
en la Escolástica del siglo XIII con te con las operaciones intelectua-
Sto. Tomás, al distinguir éste entre les. Así, señala el método que con-
una p. ad extra y una p. ad intra. siste en 1. descender de las causas al
Toda p. supone una acción, pero efecto o 2. remontarse de una cau-
en la primera la acción tiende ha- sa a otra, tal como anota, por ej.,
cia algo exterior y termina en una Tomás de Aquino (cf. S. Th. III, q.
materia exterior. En cambio, en la 14, a. 5). El primer procedimiento
segunda, la acción correspondiente se suele denominar progressus (véa-
permanece en el mismo agente, co- se); y el segundo, regressus (véase).
mo se da en el entendimiento, cu- En ambos casos, se rechaza la va-
yo entender permanece en quien lidez de que dicho procedimiento
entiende: por el solo hecho de en- pueda ser indefinido.
tender, “procedit” algo dentro de él, En el plano más específico de la
que es la concepción de la cosa en- metodología científica, los escolás-
tendida, proveniente de su poder ticos también han hablado de 3. p.
intelectual (cf. S. Th. I, q. 27, a. 1, vel ordo in determinando; y 4. p. vel
c). En este tipo de p. lo procedente ordo in demonstrando. Con la pri-
no es forzosamente inferior a aque- mera expresión se referían al or-
llo de lo que procede. Más aún, den en que se toman los temas de
cuanto mejor se entiende una cosa, una ciencia para obtener el cono-
tanto más perfecta es la unión de cimiento de ella, es decir, al orden
tal intelección con el que entiende. general en el que se investiga o se
De esta manera, y aunque la apli- determinan los tópicos a indagar,
cación de lo dicho a la teología tri- por ej., una de las reglas del p. in
nitaria sólo valga en sentido analó- determinando indica que se debe ir
gico, se obvia la dificultad suscita- siempre de lo que resulta más fá-
da, quedando la expresión p. divi- cil a lo más difícil. La segunda ex-
na como uno de los modos de alu- presión alude al orden especial que
dir a la oppositio relativa (véase) en se ha de guardar cuando, de hecho,
la que radica la distinción entre las se procede en una ciencia determi-
Personas divinas. Se dice pues, que nada; en tal sentido, las normas es-
el Hijo procede del Padre y el Espí- colásticas del p. in demostrando in-
ritu del Padre y del Hijo, casi como dicaban la siguiente dirección: a) ir
en términos de operaciones, exclu- del subiectum (véase subiectum 1.3)
yendo la pasividad de lo principia- de la ciencia en cuestión a la defini-
ción del mismo, b) de la definición
561 proemium

del subiectum a sus propiedades, c) es “delante”, y duco, uno de cuyos


de sus propiedades a sus causas ex- significados es “llevar hacia”, “sa-
trínsecas. De este modo, el p. in de- car”. Cf. factio.
monstrando se manejaba siempre
dentro del mismo tópico, garanti- proemium. La grafía de esta palabra
zando que la definción, propieda- puede aparecer también con una
des y causas lo fueran de ese obje- doble o. Los autores medievales
to y manteniendo siempre el mis- llamaron así a la introducción de
mo grado de universalidad. una obra. Los contenidos más fre-
Otro tipo de distinción respecto cuentes del p. son: 1. la determina-
de este término es 4. el que dife- ción precisa del objeto de un saber
rencia entre el p. compositionis y el y la importancia del conocimien-
p. resolutionis (véanse compositio 1 y to del tema en una disciplina da-
resolutio 1), como indica Tomás de da, por ej., el del opúsculo De ente
Aquino en In Met. II, l.1, 272. et essentia de Tomás de Aquino; 2.
el método o procedimiento segui-
productio. Es la más frecuente traduc- do en ésa y aun en otras obras del
ción latina del griego póiesis. Signi- mismo autor, como es el caso del
fica el acto de poner en la existen- p. en el Proslogion anselmiano; 3. la
cia algo que podría no existir. De estructura de la disciplina o ámbi-
hecho, Platón define la p. como to- to temático del que se trata, con-
da posible causa de generación de formada por la serie de enunciados
cosas que antes no existían (cf. Sof. que lo constituirán, como ocurre
265 b). Aristóteles se ocupa de dis- en muchos comentarios escolás-
tinguir la acción y el saber de la p., ticos a las obras aristotélicas. Ter-
que él ve como la función propia minada esta parte introductoria, se
de la téchne. Dice así que todo ar- accede al cuerpo (véase corpus 2.1.)
te concierne a la generación y bus- del texto.
ca los instrumentos técnicos y teó- Cabe advertir que los proemia que
ricos para hacer existir algo, cuyo presentan introducciones temáticas
principio reside en el agente y no –aquellos en los que se prepara al
en el objeto producido (cf. Et. Nic. lector para la comprensión de lo
VI, 4, 1140 a 10). En la Escolásti- que sigue mediante elementos con-
ca, se retoma el punto de vista aris- ceptuales previos– pueden aparecer
totélico; de esta manera, se tendió a o no con ese título: muchas veces,
concebir la p. como acción que só- éste no figura formalmente y el p.,
lo concierne a aquellas artes (véase en realidad, está constituido por los
ars) cuyo carácter propio y fin ra- capítulos iniciales de la obra; como
dica en los objetos producidos. Se también pueden encontrarse intro-
trata, por tanto, de un tipo de ac- ducciones especiales a partes deter-
tio transiens o transitiva (véase ac- minadas del texto. Así, por ej., en
tio). Esta transitividad, que distin- su comentario a la Ética aristotéli-
gue la p., de un lado, la opone a la ca, Tomás de Aquino remite al p.,
operatio que tiene en sí misma su refiriéndose a lo dicho al comien-
propio fin; de otro, queda subraya- zo del libro primero, por lo me-
da en la misma composición de la nos, hasta la lectio 4. Más adelan-
palabra: pro, uno de cuyos sentidos te también aparece en la obra algún
profanum 562

p. particular, referido sólo a la parte sus autores no siempre utilizan la


determinada que se estudia en ese palabra que nos ocupa –o bien pro-
momento, como sucede, por ej. en fectus– para referirse a dicho con-
VI, l. 1, n. 796; VIII, l. 1, n. 1080; cepto, se encuentran referencias del
X, l. 1, n. 1410. mismo en Duns Scoto (cf. Op. ox.
IV, d. I, 9, 3, n. 8) y en Roger Ba-
profanum. Para comprender el senti- con (cf. Op. maius I, b). En astro-
do de este vocablo es necesario re- logía alude a la traslación de los as-
cordar que la antigua idea de lo sa- tros de un signo zodiacal a otro.
grado (véase sacrum) implica un
dominio separado de lo humano progressio. Tres son los planos en los
y diferenciado precisamente por la que aparece esta palabra: 1. físico,
unión con lo divino. Espacialmen- en el que alude al movimiento de
te, este dominio recibe el nombre los cuerpos animados; 2. astronó-
de fanum, “templo”. Por eso, lo mico, en el que significa la trasla-
profano es lo que queda o se po- ción de los cuerpos celestes; 3. ma-
ne al margen del templo, es decir, temático, en el que alude ya sea a
del recinto consagrado. En térmi- la progresión aritmética como a la
nos humanos, el hombre profanus geométrica. Con todo, para este úl-
es aquel a quien una comunidad timo caso, se suele emplear tam-
religiosa deja fuera de dicho ámbi- bién el término “progressus”.
to. Por eso, Isidoro de Sevilla vin-
cula esta palabra con “porro a fa- progressus. Expresión escolástica que
no”, lejos del templo, “pues –seña- alude a la operación intelectual de
la– no le es lícito asistir a los ritos proceder (véase processus 1) indefi-
sagrados” (Etym. X, 224). nidamente en una cierta línea o se-
rie (véase progressio 3). Aunque no
profectio. Voz que indica, la ma- siempre se respeta en los textos la
yor parte de las veces, metafórica- distinción estricta, en el p. se avan-
mente, un movimiento o progre- za o desciende del fundamento a lo
sión de lo imperfecto a lo perfecto; fundado, de las causas a los efectos.
por eso, involucra los conceptos de En cambio, si, en la serie de causas
terminus a quo y ad quem. Impli- se retrocede, yendo desde los efec-
ca avance, progreso o desarrollo. Es tos a ellas, el término adecuado es,
particularmente usado en el cam- en rigor, regressus (véase).
po de la física. Pero se trata de un En cuanto al significado de lo
término poco frecuente en la lite- que hoy se entiende por “progreso”
ratura filosófica medieval, aunque véase profectio.
es más usado que progressio (véase).
Con todo, sus diferencias respecto proindeque. Es partícula ilativa, muy
del concepto de mera permutatio o común en textos filosóficos escolás-
cambio, fueron fijados por Vicente ticos. Se usa para 1. introducir al-
de Lévins en su Commentarium, P go que resulta –lo que está implíci-
L. L, 667-68). La conciencia de lo to en el “pro”– de lo anteriormente
que actualmente se llama “avance” dicho, expresado en el “inde”, “de
o “progreso” es particularmente vi- ahí”. En este caso, se suele traducir
va en la Escuela de Oxford. Si bien como “así pues”, o aun “por consi-
guiente”, y se diferencia de propte-
563 prophetia

rea en que no tiene la fuerza cau- rrogativos, como quid, quis, utrum,
sal o final de este último término. etc., 5. relativos, como qui, quod;
Puede revestir también un matiz 6. indefinidos, como nemo; 7. nu-
comparativo, empleándose en es- merales, como unum. Pedro Hispa-
te caso para 2. indicar una igualdad no señala que pronombres como
o proporción, con lo que se tradu- ille o idem pertenecen a los térmi-
ce por “igualmente”, “en la misma nos relativorum identitatis, mien-
proporción”, etc. A veces, con o sin tras que los demostrativos como is-
la última sílaba, aparece en correla- te reeemplazan al término singular
ción con quam, situación en la que en la propositio singularis: “Iste ho-
significa “tanto como”. mo currit” están en lugar de “So-
crates currit” (cf. Summ. Log. 8, 3;
prolatio. Esta expresión, que se com- 1, 9).
pleta en la forma de p. verborum,
indica el hecho de proferir o repe- propassio. Cf. subreptio, in fine.
tir palabras. Por eso, 1. en gene-
ral, se utiliza en contraposición a la prophetia. La profecía fue entendida
comprensión de un texto y, por en- en la Edad Media, en primer lugar,
de, como antónimo de intelligen- como un conocimiento que exce-
tia. Así, cuando ni siquiera se com- de el natural. En segundo térmi-
prende lo dicho, se cae en flatus vo- no, se asocia con la visión intelec-
cis, esto es, en una pura emisión de tual. Por eso, Isidoro de Sevilla, en
la voz. El término es recurrente en Etim. VII, 8, anota que los profe-
Pedro Abelardo (cf., por ej., Dialo- tas se llamaban “videntes” porque
gus, ed. Thomas, p. 95). 2. en par- veían cosas envueltas en el miste-
ticular, se aplica a la vida religiosa rio. En tercer lugar, en la p. tales
para señalar la oración meramente cosas se refieren tanto a los acon-
pronunciada opuesta a la que brota tecimientos presentes como –y so-
de la adoración del corazón; en es- bre todo– a los futuros. En cuar-
te último sentido la p. verborum se to término, es propio de la verda-
contrapone a la oratio cordis. dera profecía, aunque infalible, el
no poder ser confirmada por argu-
proloquia. Cf. axioma y dignitas. Otro mentos de la razón humana sino,
de los términos semánticamen- en todo caso, por la operación de
te cercanos a p. es effata. Con to- milagros. En quinto lugar, su fina-
do, este último vocablo no pre- lidad es siempre la edificación mo-
senta la nota de necesariedad lógi- ral y religiosa, por lo que suele in-
ca que ofrecen los mencionados si- volucrar una interpretación o tra-
nónimos. ducción humana de lo visto por el
profeta. No es un hábito, por tanto
pronomen. Los pronombres, es decir, no puede ser scientia, ya que, como
las palabras que designan una cosa indica Gregorio Magno, no se ha-
sin emplear su nombre, común o lla en la mente del profeta a mane-
propio, se clasifican en 1. persona- ra de forma permanente (cf. In Ez.
les, como ego, tu, ipse, nos, vos, ip- I, 1), sino que consiste en un don
si; 2. posesivos, como meus, noster, divino ocasional y gratuito, esto es,
vester, etc.; 3. demostrativos, como no merecido.
hoc, id, iste, ille, idem, ipse; 4. inte-
prophetizare 564

prophetizare. La acción implicada en cuación, se utilizó en el 2. plano me-


este verbo no coincide con todas tafísico, aplicándose a órdenes cua-
las operaciones indicadas en la pro- lesquiera como el de la materia res-
phetia (véase), sino sólo con una de pecto de la forma, el de la potencia
ellas, de algún modo posterior al respecto del acto, el del objeto res-
acto mismo de la profecía: la de in- pecto de su potencia, etc. Más aún,
terpretar la voz divina. De hecho, afirma Tomás de Aquino que, en
la acepción precisa de “profetizar” este segundo sentido amplio de re-
en este sentido fue consagrada por lación cualquiera entre dos realida-
Agustín al sostener que profeta no des, cabe hablar de p. entre la crea-
es aquel que recibe las visiones si- tura y Dios, puesto que aquélla se
no quien sabe desentrañar su sen- relaciona con Él como el efecto con
tido para los hombres (cf., por ej., la causa (cf. S. Th. I, q. 12, a. 2, ad
De Trin. II, 6, 11). Para Pedro Abe- 4). Sin embargo, en otro orden, no
lardo, al menos en el Dialogus, es- se puede hablar de proporción en-
te verbo indica, esencialmente, in- tre ambos: precisamente, en el pla-
terpretar. Por eso, Abelardo aproxi- no ya no extrínseco –que conside-
ma el p. al philosophari. El funda- ra un ser como causa o como efecto
mento de esta asimilación radica de otro– sino intrínseco, donde se
en que ambos son una revelación asume a cada uno como lo que es
de la misma ratio divina. en sí mismo, no puede haber pro-
porción o, en términos vulgares,
proportio. En 1. la primera acepción punto de comparación entre Dios
medieval del término, proporción y la criatura (véase “infiniti ad fini-
es una relación de valor que se re- tum non est proportio”).
gistra o se asigna secundum deter- Particular importancia asume es-
minatam adaequationem entre dos te término en el 3. plano estéti-
cantidades. Como se ve, se trata de co, en el que se registra su tercera
un concepto originariamente ma- acepción. En este orden, la p., que
temático. Así, los escolásticos han se puede traducir como “aritméti-
hablado de 1. p. arithmetica, que ca armonía” , es una de las notas
consiste en la igualdad de núme- esenciales de la belleza (véase pul-
ros secundum excessum et defectum, chrum). De hecho, la realización
por ej., seis está separado de tres y del universo en cuanto orden es la
de nueve en la misma p.. En cam- expresión cósmica y general de la
bio, la 2. p. geometrica radica en la presencia estructurante de la pro-
igualdad de las proporciones mis- porción. Agustín la define como
mas como la que se da entre ocho y aequalitas numerosa y aun como
cuatro y doce y seis. Para este últi- numerositas (cf. De nat. boni 3). Por
mo tipo de p. algunos autores han su parte, Boecio hace suya esta ca-
reservado el término proportionali- racterización y se extiende sobre lo
tas. bello en cuanto proporcionalidad
Esta primera acepción matemáti- entre las partes (cf. Top. Arist. Int.
ca del vocablo, se extendió después III, 1), si bien no utiliza la voz que
–por así decir, cualitativamente– a nos ocupa sino la de commensuratio
otros planos y, sin perder su esen- partium). Toda esta tradición me-
cial significado de relación y ade-
565 propositio

dieval sobre la p. como principio de ser 1.1. simple o categórica, o


estético encuentra su culminación bien 1.2. compuesta o hipotética:
en Roberto de Grosseteste, según es 1.1. categórica, atributiva, predi-
el cual cualquier forma de belle- cativa o simple aquella p. cuyos su-
za consiste en la identidad de pro- jeto y predicado están unidos o se-
porciones, de manera que “pulchri- parados mediante la cópula verbal
tudo est apta partium coniunctio” “es”; por ej., “Juan es alto”.
(Comm. ad De div. nom. 1). Esta Respecto de las proposiciones ca-
última definición hace que la no- tegóricas o simples, en la Edad Me-
ción de p. desde el punto de vista dia, se han establecido las siguien-
estético remita no sólo a la aequali- tes clases, según que la cópula “es”
tas numerosa sino también a la ap- componga o divida. Conforme a
titud o convenientia que las partes este criterio se tiene una compo-
que constituyen el todo que es be- sición 1.1.1. affirmativa, o bien
llo guardan entre sí. En este plano, 1.1.2. negativa. La p. será afirmati-
la p. está vinculada con otros de los va si la cópula une o compone su-
principios de lo bello: la integritas jeto y predicado, y negativa si los
(véase). descompone o separa. Como se ve,
esta división se hace en virtud de
proportionalitas. Término usado es- la significación de una cópula de-
pecialmente por los calculatores terminada, o sea, por la cualidad
(véase calculatio) de Merton du- esencial de la proposición. En cam-
rante el siglo XIV. Si la proporción bio, la p. es 1.2. hipotética o com-
(véase proportio 2.) es, básicamen- puesta cuando no tiene por partes
te, una relación, la p. está concebi- dos conceptos, sino proposiciones
da por los calculatores como la rela- simples, conjugadas por una có-
ción entre relaciones. pula que no es verbo; por ej., “y”.
propositio. (cf. enuntiatio). Es la forma La verdad de este tipo de p. depen-
de operación mental que compone de de las verdades de las proposi-
o divide conceptos que son sujeto y ciones categóricas que lo constitu-
predicado. Constituye un discurso yen; de ahí su nombre. Hay dos
acabado que significa algo verdade- clases de composición en estas pro-
ro o falso. Así, la p. presenta un ob- posiciones: 1.2.1. abierta o formal,
jeto al cual pertenece ser verdade- y 1.2.2. oculta o implícita, según
ro o falso y al que el espíritu pue- que la estructura misma de la p.
de dar o negar su asentimiento, se- manifieste o no que tiene por par-
gún el caso. Las diversas clases de tes dos proposiciones. En el primer
proposiciones pueden determinar- caso, encontramos las proposicio-
se según una división esencial o de nes 1.2.1.1. copulativa; 1.2.1.2. di-
acuerdo con una división acciden- siunctiva; 1.2.1.3. conditionalis. La
tal. Sólo nos ocuparemos del pri- p. copulativa es aquella cuyas dos
mer caso, en que se clasifica la p. en partes están unidas por la cópu-
razón de lo que la constituye como la “y”; en la p. disyuntiva la cópu-
tal, es decir, la forma o cópula. la que conjuga ambos términos es
Así, 1. según las diversas clases “o”; en la condicional, “si”. En el
de cópula, una proposición pue- caso de composición oculta o im-
propositum 566

plícita, la p. hipotética puede ser dichos modos son: 2.2.1. possibi-


1.2.2.1. exclusiva,1.2.2.2. excepti- lis, 2.2.1. impossibilis, 2.2.3. con-
va, y 1.2.2.3. reduplicativa. Es ex- tingens, y 2.2.4. necessarius. Ejem-
clusiva la proposición cuyos térmi- plos son: para el caso de la proposi-
nos están conjugados por la cópu- ción posible, “Juan puede estar en-
la “sólo” o algún equivalente a ella; fermo”; para el de la p. imposible,
por ej., “Sólo un hombre es racio- “Yo no puedo ser un ángel”; para el
nal”; la exceptiva es la que presen- de la contingente, “María está del-
ta la cópula “salvo” o equivalente; gada, pudiendo no estarlo”; y pa-
por ej., “Todos los cuerpos menos ra la necesaria, “Pedro no puede no
el éter se pueden pesar”; la redu- ser hombre”. Nótese que, en últi-
plicativa se distingue por la cópula ma instancia, lo imposible pue-
“en cuanto” (quatenus); por ej., “El de reducirse a lo necesario, mien-
hombre, en cuanto animal, sien- tras que lo posible es reductible a lo
te”. Son ocultamente compuestos contingente, que se refiere a la po-
o hipotéticos porque su composi- sibilidad de que algo no sea.
ción está indicada solamente por En cuanto a la clasificación ac-
una palabra que implica un o va- cidental, los criterios que se utili-
rias proposiciones; así, en el ejem- zan para establecerlo difieren, co-
plo mencionado de p. exceptiva, la mo es obvio, en los diversos auto-
cópula “menos” equivale a “El éter res. Con todo, entre las más fre-
no es ponderable”. También algu- cuentes se cuentan la división de la
nos han llamado, aunque sin rigor, p. por su cantidad, es decir, por la
p. hypothetica impropria a la causal extensión del sujeto; y la que se ha-
(véase hypothetica). ce tomando como base su significa-
Otro criterio de clasificación de ción intrínseca. Como estas notas
las proposiciones, pero sólo de las conciernen, más que a la operación
categóricas, las examina 2. según que conduce a la proposición y a
el modo en que la cópula “es” com- su estructura interna, a su resulta-
ponga o divida. De esta manera, se do formal, o sea, a la enunciación,
tiene un criterio que sigue ya no las proponemos ejemplos de tales divi-
clases de cópula, como en el caso siones en el artículo enuntiatio. Pa-
anterior, sino su significación. De ra las proposiciones per se nota, etc.
acuerdo con él, la p. atributiva se- véanse los artículos correspondien-
rá 2.1. de inesse (véase) o atributiva, tes.
o bien 2.2. modalis. La proposición
atributiva es aquella en la que la có- propositum. En términos generales, p.
pula “es” compone o divide sim- equivale a institutum. El propósito
ple, directamente, afirmando o ne- es 1. la intención de la mens que se
gando que el predicado esté en el instituye en ella y tiene razón de fin
sujeto; por ej., “Juan es médico” o en la proaeresis (véase). En sentido
“María no está triste”. En cambio, amplio también se ha usado para
la p. es modal si enuncia la manera aludir a 2. la finalidad de una dis-
o modo en que la cópula enlaza su- ciplina; así, por ej., se dice que el
jeto y predicado; es decir, con qué p. de la Medicina es la salud. En su
determinación uno afecta al otro; uso más lato, pero poco frecuen-
te, p. indica también 3. el tema de
567 proprium

un discurso de cualquier tipo. En re el carácter de accidentes, ontoló-


la misma línea, el uso más técni- gicamente hablando y en sentido
co y preciso que registra esta pala- estricto (cf. C. G. I, cap. 32). Pero,
bra es el que revela en el latín esco- desde el momento en que constitu-
lástico. En efecto, en ese contexto, yen perfecciones que derivan de lo
señala 4. el punto que está en de- que el alma esencialmente es, tie-
bate; de ahí que una expresión co- nen una jerarquía media. En efec-
mo “in proposito” se pueda tradu- to, Tomás ubica las facultades en
cir por “en la presente discusión”, cuanto proprietates en un grado in-
y un término como “habetur propo- termedio entre la sustancia y el ac-
situm” signifique “he demostrado cidente, toda vez que las potencias
lo que quería demostrar”. Cf. tam- son propiedades naturales del alma
bién thesis. (cf. S. Th. I, q. 77, aa. 1 y 8).
4. Desde la perspectiva de las re-
proprietas. La Edad Media utilizó este flexiones acerca del lenguaje, la p.
término en varios campos 1. lógi- terminorum es la propiedad de los
co, 2. teológico, 3. antropológico, términos, esto es, la acepción pre-
y 4. en el de filosofía del lengua- cisa que se les debe atribuir y con
je. 1. Desde el punto de vista lógi- arreglo de la cual han de ser utili-
co, la p. se refiere a una nota o un zados. En este sentido, teniendo en
conjunto de notas que pertenece a cuenta que los vocablos pueden va-
todos los entes de una clase, carac- riar de significado, Pedro Abelardo,
terizándolos, pero sin formar par- siguiendo a Cicerón y Prisciano y
te de su definición. Es, pues, el abs- aun a Anselmo d’Aosta, anota que,
tracto de proprium (véase), de mo- en la interpretación de una senten-
do que todo lo que concierne a es- tia, es mejor atenerse a lo que es de
te último concepto se puede apli- hecho, es decir, al usus más que a la
car al de p. p.
2. En el ámbito teológico, el au-
tor en quien aparece con más fre- proprium. En 1. sentido lato, se en-
cuencia este abstracto es Tomás, ya tiende por p. el atributo no com-
que él aplica la doctrina de la p. a partido, es decir, perteneciente a
la teología trinitaria. En efecto, To- un solo ente o a una sola especie.
más señala que las Personas divinas Por eso, se opone a commune: cuan-
singulares están caracterizadas por do se afirma, por ej., que, entre los
propiedades relativas, no absolutas, miembros de una familia dada, el
que convienen a una sola de ellas, ser obstinado es propio de Juan, se
como la paternidad y la filiación. intenta indicar precisamente que es
Pero, sobre todo, la p. encuentra una característica suya, que él no
su campo de aplicación 3. en el or- tiene en común con sus familiares.
den antropológico, particularmen- En su 2. acepción vulgar, se opo-
te, en la doctrina tomista de las po- ne también a extraneum, alienum
tencias del alma. Estas proprietates, o praeter naturam: así, se dice, por
pertenecen al ordo perfectionis; son, ej., que es propio del hombre mo-
pues, posteriores a la esencia del al- verse localmente, queriendo signi-
ma, y constituyen cualidades inhe- ficar con ello que dicha propiedad
rentes a la sustancia. Ello les confie- no le es ajena sino connatural, aun-
propter quid 568

que la comparta con otras especies pano (cf. Summ. Log. 2, 13). El te-
animales. ma adquirió un particular desarro-
En cambio, en 3. sentido estric- llo en Tomás de Aquino, ya que,
tamente filosófico, p. es uno de los sobre esta noción de p., el Aquinate
praedicabilia (véase). Este concepto elabora una doctrina de la proprie-
fue tratado, en especial, por Aristó- tas (véase).
teles en sus Tópicos I, 5, 102 a 18,
quien le atribuye el siguiente signi- propter quid. A diferencia del quia
ficado fundamental: p. per se es lo (véase), este término, que se pue-
que pertenece siempre a toda una de traducir por “a causa de”, indica
clase de entes y sólo a ella, aún precisamente la causa de algo. Pue-
cuando no forme parte de su de- de aparecer en contexto 1. metafí-
finición ni, por tanto, de la esencia sico; 2. lógico. 1. En contexto me-
correspondiente a dicha clase. Esto tafísico, esa causa es primera, por-
no impide, sin embargo, que el p. que en tal marco se consideran las
esté estrechamente conectado con cosas en sí mismas; pero, 2. en con-
ella (véase proprietas). De esta ma- texto lógico, es causa última, dado
nera, por ej., la capacidad de reír es que, en este contexto, se atiende al
un p. del hombre. De todos mo- punto de vista del conocimiento
dos, el antecedente más directo de humano: no se ha de olvidar que lo
las consideraciones medievales so- primero en el orden del ser es lo úl-
bre el tema está dado por Porfirio timo en el orden del conocer y vi-
quien lo trata sobre la base de las ceversa. En el plano de las demos-
afirmaciones aristotélicas al respec- traciones, la que recibe el nombre
to. Distingue cuatro tipos de p.; los de p.q. se basa en la causa y pro-
tres primeros se encuadran en los cede partiendo de lo que es por sí
“propios respecto de otro” y son: 1. mismo anterior o primero hacia lo
lo que, perteneciendo a una sola es- que es posterior. Por eso, se ha se-
pecie, no se da en todos sus indi- ñalado que el metafísico, gracias a
viduos, en este sentido, ser filóso- su conocimiento de las causas pri-
fo es propio del hombre; 2. lo que meras, puede ofrecer una demos-
pertenece a todos los individuos de tración p.q., es decir, indicar la cau-
una especie, pero no a ella sola, así, sa efectiva de lo que el físico se li-
el ser bípedo es propio del hombre; mita a describir, como señala To-
3. lo que pertenece potencialmente más de Aquino (cf. Super Boetium
a todos los individuos de una espe- De Trin. 5, 1). Por otra parte, ad-
cie pero no siempre se actualiza en vierte que esto se extiende a todas
ellos, por ej., el encanecer es propio las clases de causa. Así, el p.q. pue-
de los hombres. Finalmente, Porfi- de señalar la causa final última o re-
rio consigna como cuarto tipo lo mota de algo, por ej., cuando algo
que para Aristóteles es el p. per se se desea por sí mismo, propter se, y
(cf. Isag. 12, 12 y ss). no por otra cosa (cf. S.Th.I-II, q.2,
Los cuatro significados de Porfi- a.6 ad 1). (Cf. también demonstra-
rio fueron asumidos casi sin modi- tio 2.1. y 2.2.).
ficaciones por la lógica escolástica, propterea. Cf. proindeque.
como se ve, por ej., en Pedro His-
569 providentia

prorsus. Este adverbio significa, en prin- prototypo. Es la principalis figura (véan-


cipio, directa o enteramente. En con- se typo y figuraliter).
texto filosófico, se lo ha emplea-
do más bien con este último ma- prout. Es una conjunción, muy usada
tiz. Por eso, da la idea de lo com- en los textos medievales, sobre to-
pleto o, mejor aún, de lo adecuado do, escolásticos, que se suele tradu-
y preciso. Así, por ej., p. de ratione cir por “en cuanto”, “en la medida
alicuius esse indica la razón entera- que” o “según que”. Su significado
mente adecuada al ser de una cosa. es próximo al de ut y, más aún, al
de ex ratione. Así, por ej., se dice
prosyllogismus. Se denomina así el ra- que las pasiones son del compues-
zonamiento o la argumentación por to, porque no se originan en la ma-
la cual se demuestra alguna de las teria sino p. [en cuanto] ella es ac-
proposiciones del silogismo princi- tuada por la forma; ni se originan
pal. Más específicamente, algunos en la forma sino prout, ex ratione
lógicos medievales señalan que di- [en razón] de que ésta está unida
cha argumentatio consta de dos si- a la materia.
logismos dispuestos de manera tal
que la conclusión del primero es la providentia. En líneas generales, este
mayor o la menor del segundo. Por concepto teológico está referido al
ej., “Todo ser racional es capaz de gobierno del mundo y a la direc-
reír”, “Todo hombre es ser racio- ción de la humanidad. Toda la Sa-
nal”, luego, “Todo hombre es ca- grada Escritura habla de ello. Ahora
paz de reír”; primer silogismo cu- bien, sobre este tema hay un equí-
ya conclusión constituye la mayor voco que se debe despejar de inme-
del siguiente: “Todo hombre es ca- diato: en realidad, lo que común-
paz de reír”, “Ningún asno es ca- mente se denomina “providencia”
paz de reír”, luego, “Ningún asno en la Edad Media se llamó “guber-
es hombre”. Ejemplo del caso en natio” (véase); p. designa el plan di-
que la conclusión del primero es la vino y eterno cuya ejecución histó-
menor del segundo es el siguiente: rica es, precisamente, la gubernatio,
“Todo animal es ser sensible”, “To- en especial, en lo que toca a la vi-
do hombre es animal” luego, “To- da de los hombres. De esta manera,
do hombre es ser sensible”, en la y aun cuando los términos no sean
que esta conclusión reaparece en el propios, respecto de Dios, la no-
segundo silogismo: “Todo ser sen- ción que nos ocupa sería una con-
sible es mortal”, “Todo hombre es sideración ad intra, mientras el go-
ser sensible”, luego, “Todo hombre bierno sería ad extra de Él, aunque
es mortal”. no del mundo. Con todo, esto no
Algunos autores consideran que significa que la acción providencial
en la construcción del p. se puede y forme parte de la vida íntima de
aun se debe omitir o sobreentender Dios ni, mucho menos, de las pro-
la mayor del segundo silogismo en cesiones divinas, sino sólo que en
pro de la rapidez y comodidad de Dios está la ratio del gobierno.
las operaciones mentales que im- La definición más común de p. es
plica. la de Tomás de Aquino: “ratio or-
dinandorum in finem”. Tal razón
proximum 570

al fin es intencional, por tanto, es sidera. Lo común a todos ellos es


necesario postular que preexiste en que sugiere siempre una cierta in-
Dios, en cuanto causa de las co- mediatez.
sas según su entendimiento (S.Th. En cuanto 1. adjetivo, en el 1.1.
I, q.22, a.1 c). En esta posición, el orden lógico, se habla de género p.
Aquinate sigue el planteo esencial para señalar la clasificación inme-
de Boecio, quien define la p. di- diatamente superior a la especie,
ciendo que es “ipsa divina ratio in según el árbol de Porfirio (véan-
summo omnium principe constituta, se arbor porphiriana y genus); en el
quae cuncta disponit” (De cons. phil. 1.2. orden metafísico, se conside-
IV, 6). También Tomás rescata, en ra una causa como proxima cuando
el artículo siguiente, la nota de vi- entre ésta y su efecto no se encuen-
sión de conjunto que aparece en la tran elementos intermedios (véase
caracterización boeciana: aunque causa); correlativamente el efecto
de distinta manera, todos los se- proximus es aquel que sigue de ma-
res están sujetos a la p. divina, tan- nera inmediata a una causa dada;
to en particular como en conjunto, así, el efecto próximo de una me-
ya que la causalidad de Dios como lodía no es el placer estético sino la
primer agente se extiende a todos, percusión del oído. De modo simi-
también en cuanto a sus princi- lar, el fin proximus de una acción es
pios individuales. Por otra parte, el el fin particular en cuanto subordi-
Aquinate sostiene que la p. no ex- nado a un fin ulterior (véase finis).
cluye de las cosas ni la contingen- Usado como 2. sustantivo, el tér-
cia, ni el casus, ni la fortuna, ni el mino asume un significado especí-
libre albedrío (cf. In Met. VI, l.3, ficamente moral proveniente de los
1217-1222). textos bíblicos y designa a los seres
Cabe subrayar que la afirmación que nos son próximos con arreglo
sobre la universalidad de la provi- a dos criterios, uno natural y otro
dencia, así como la de su infalibi- sobrenatural. Según el primero, to-
lidad y unidad es de raíz agustinia- dos los hombres son próximos en-
na, y figuran en la polémica que el tre sí en cuanto semejantes, es decir
Hiponense sostiene contra los pela- porque participan de la misma na-
gianos. Agustín la funda en la cau- turaleza, estando ligados con con-
salidad divina que se extiende tan- ciencia de tal vínculo. De acuerdo
to al orden del ser como al del bien con el segundo, y en el marco del
y al de la operación (cf., por ej., De Cristianismo, a ese vínculo se so-
civ. Dei XII, 5; V, 9, 10). breañade el determinado por la ca-
Así pues, en síntesis, la p. es a la ridad (véase caritas), fundada en
gubernatio lo que la prudencia es a una fraternidad entre los seres hu-
la acción virtuosa. manos no sólo natural sino tam-
bién sobrenatural. Dicho carácter
proximum. Esta voz ha sido usada en fraterno obedece a la concepción
la literatura filosófica y teológi- de Dios como Padre común de to-
ca medieval como adjetivo o co- dos los hombres.
mo sustantivo, asumiendo muy di-
versos significados según los dife- prudentia. Término que suele traducir
rentes planos en los que se la con- la frónesis griega. En la Antigüedad,
571 prudentia

Aristóteles fue el primero en distin- nal primera, en cuanto que es lla-


guir este concepto del de sofía, es mada a discernir entre el bien y el
decir, sapientia (véase). En efecto, mal (cf. De civ. Dei XIX, 4). La de-
aclara el Estagirita que la p. no tie- fine, pues, como el conocimiento
ne por objeto las cosas superiores y de las cosas que debemos apetecer
divinas, sino que atañe a lo mera- y de las que debemos evitar (cf. De
mente humano: es el hábito prácti- lib. arb. I, 13, 27). Como se ve en
co racional que concierne a lo que esta definición, la prudencia toca,
es bueno o malo para el hombre. por una parte, al aspecto racional
Ahora bien, como éste es un ser del hombre, puesto que es un co-
mutable, también es cambiante lo nocimiento; por otra, su objeto es
determinado por la p. misma, cosa lo appetendum, lo que se ha de de-
que no ocurre con la sapientia, ya sear y concierne, por tanto, al as-
que ella versa sobre lo que es supre- pecto apetitivo.
mo y, por lo mismo, necesario (cf. Por su parte, Buenaventura insis-
Et. Nic. VI, 5, 1140 b 4 y ss). En te en la capacidad de rectificación,
la filosofía post-aristotélica se reva- esencial en la prudencia, a la que
lorizó esta noción; así, para Epicu- le compete la claridad como atri-
ro, la p. es madre de todas las vir- buto fundamental. Se ha de tener
tudes y más preciosa que la Filoso- en cuenta la especificidad del ver-
fía misma. Los estoicos la identifi- bo rectificare (véase) en dicho autor
caron con la vida virtuosa en sí. Pe- (cf. Coll. in Hexaem. VI, 13).
ro cabe recordar que estas doctrinas La percepción del doble matiz,
florecen en un momento histórico intelectual y apetitivo, en el con-
de crisis en el que se exigía a la Filo- cepto que nos ocupa reaparece en
sofía ser maestra de vida antes que la Escolástica, especialmente con
disciplina puramente especulativa Tomás de Aquino. El Aquinate ca-
(cf. por ej., Diog, L. VII, 125-26). racteriza la p. como recta ratio agi-
Tanto los autores del período pa- bilium, la recta norma de las accio-
trístico como los medievales suelen nes humanas. En general, la vir-
seguir a Cicerón en su caracteriza- tud es un hábito que perfecciona
ción de la prudencia, especialmen- al hombre para obrar bien. Por su
te, en el énfasis que el Arpinate po- esencia, la p. es virtud intelectual;
ne, de un lado, en la nota de dis- en cambio, por su materia y ob-
cernimiento propia de esta virtud; jeto, es virtud moral (cf. S. Th. I-
de otro, en su afirmación acerca de II, q. 58, a. 3 ad 1), que perfeccio-
que, en cuanto discernimiento en- na todas las demás virtudes mora-
tre bienes y males, la p. concierne les, en la medida en que el cono-
tanto a lo presente como a lo pasa- cimiento que procura se extiende a
do y a lo futuro. todas ellas (cf. Ibid. II-II, q. 166, a.
En la Patrística, y en particu- 2 ad 1). De este modo, Tomás des-
lar con Agustín de Hipona, se re- cribe la prudencia como la conseje-
valoriza este concepto en un nue- ra de las cosas que conciernen a la
vo marco dado por el Cristianismo vida íntegra del hombre y a su fin
y la doctrina de salvación. La p. es, último (cf. Ibid. I-II, q. 57, a. 4,
para el Hiponense, la virtud cardi- ad 3).
publicum 572

En el mundo moderno se subra- veles (cf., por ej., Ep. 3, 4): el de la


yará el ideal práctico más que inte- proporción o elemento matemáti-
lectual de la p. co, y el de la cualidad sensible que
identifica con la dulzura y suavi-
publicum. Es lo que pertenece, corres- dad de la percepción. Pero Agus-
ponde o compete a a una sociedad tín enfatiza el primero, o sea, la no-
en cuanto tal. Por eso, puede alu- ta de proporción en la belleza; así,
dir tanto a todo el mundo como al dice que ésta no es otra cosa que
Estado del que se trate. Se contra- aequalitas numerosa (De mus. VI,
pone a lo privatum que es lo que 13). Más aún, para el Hiponense,
pertenece, corresponde o compete hasta aquello que, individualmen-
una persona individualmente con- te considerado, aparece como feo,
siderada. contribuye a la belleza del conjun-
pudicitia. Cf. verecundia, in fine. to, como el juego no sólo de luces
sino también de sombras hace a la
pulchritudo. La reflexión filosófica so- hermosura de un cuadro, idea que
bre la belleza comienza en el perío- Juan de Salisbury se encargará de
do patrístico con una obra hoy per- ampliar.
dida de Agustín, el De pulchro et Sobre huellas agustinianas, Bue-
apto, cuyas ideas se han de rastrear naventura sostiene que Dios mis-
en el resto de sus escritos. En el Hi- mo, al obrar por sí, da la medida;
ponense hay una cierta contradic- al obrar para sí, esto es, al ordenar
toriedad entre el “hombre interior” todas las cosas a su fin último, da
y el amor por el mundo sensible, el orden; y, al obrar según Él es, da
uno de cuyos principales atracti- la belleza. De modo consecuente,
vos es justamente la belleza: la de añade que, por ej., el mal moral no
los cuerpos, la gracia de la juven- es sólo privación de medida y or-
tud, el esplendor de la luz, los dul- den sino también de p., en la que,
ces sonidos, el aroma de las flores. en general, acentúa la nota de cla-
Con todo, Agustín advierte no sólo ritas (cf., por ej., De regno Dei 43;
oposición entre estos dos polos de Coll. in Hexaem. VI, 7).
atracción sino también una línea Por su parte, Hildegarda de Bin-
de continuidad, un pasaje, ya que, gen subraya la proporcionalidad de
cuando se ama a Dios, se aman los miembros en el cuerpo huma-
todas las cosas del mundo por Él no, pero insiste particularmente en
creado. Se establece así, a través de dos elementos de su noción de p.:
la p., un parentesco entre lo Uno la luminosidad y la “moralidad”.
y el cosmos, rastreable en los neo- En efecto, un carácter del que deri-
platónicos. Tal parentesco permite va la belleza del mundo es, desde la
al Hiponense construir intelectual- perspectiva antropomófica de Hil-
mente, por la belleza, una vía de re- degarda, su bondad, que ella conci-
flexión sobre la existencia de Dios. be no sólo como virtud humana y
Sea de ello lo que fuere, en lo que perfección ontológica sino también
concierne a la belleza de este mun- cósmica (cf. Scivias I, 2).
do, el enfoque agustiniano, que Con influencia claramente agus-
define la p. como splendor ordinis, tiniana (véase pulchrum), Hugo de
considera en ella dos aspectos o ni-
573 pulchrum

San Víctor compone el primer tra- En lo que toca a la primera, el


tado medieval de estética, a manera mismo Dionisio había afirmado
de una cosmología teológico-estéti- que el nombre de bonum también
ca: el mundo revela las perfeccio- es celebrado como p., refiriéndose a
nes de la Trinidad. En un abordaje Dios, completamente bello, siem-
más particularizado, Hugo analiza pre bello en el mismo grado y mo-
la p. del mundo según cuatro crite- do, en todo lugar y para todos. Se
rios o categorías aplicables también trata, pues, de un p. indefinible, in-
a la belleza artística: in situ, in mo- condicionado que, justamente por
tu, in specie, in qualitate. La prime- serlo, permite la definición de las
ra define la colocación en el espacio cosas bellas y las consagra como ta-
de las varias realidades naturales o les. De modo semejante, para Es-
artificiales, como primera manifes- coto Erígena, las formas visibles no
tación del orden; la segunda atien- son atractivas por sí mismas sino
de a la armonía del movimiento, sólo en la medida en que constituyen
como segunda expresión del ordo; manifestaciones de lo que es p. de
la tercera, alude al esplendor de las manera invisible, esto es, la Verdad.
imágenes; la cuarta, la valoración Sólo que, al afirmar lo inadecuado de
positiva de todas las formas crea- la teología positiva –ya que la imagen
das. Pero siempre se concluye que de la que el hombre se sirve para ha-
la fugaz p. de éstas ha de remitir a blar de Dios es siempre falsamente
la Belleza divina, primera y absolu- semejante a Él– Escoto no sólo su-
ta, idea común prácticamente a to- braya la superioridad de la teología
dos los autores medievales. negativa (véase theologia) sino que
enfatiza la necesidad de usar figuras
pulchrum. En principio, el vocablo completamente desemejantes. De
griego kalón fue traducido como este modo, el símbolo monstruoso,
bonum: así aparece en la versión que presenta lo deforme, es pode-
que en el siglo IX Ilduino hace del rosamente anagógico (véase anago-
De divinis nominibus de Dionisio gicum). Esta perspectiva es retoma-
Areopagita. Sólo más tarde se ver- da en el siglo XII por Hildegarda
tió como p. Esta equiparación no de Bingen.
es de sorprender porque, para mu- En lo que concierne a la segun-
chos autores, “bello”, voz por la da línea mencionada, durante el
que se traduce la que nos ocupa, período patrístico, una de las más
es uno de los trascendentales (véa- elaboradas nociones de p. es la de
se transcendentale). La considera- Agustín de Hipona. El Hiponense
ción de lo bello fue cobrando en la la funda en su concepción trinita-
Edad Media una paulatina autono- ria, según la cual todo lo que exis-
mía. En esta reflexión, parecen per- te presenta medida (mensura o mo-
filarse tres líneas: una es la de quie- dus), especie (species o numerus) y
nes presentan cierta influencia de orden (ordo o pondus). También lo
última raíz neoplatónica; otra, la tí- bello ofrece esas tres notas (cf. De
picamente agustiniana; y otra, la de mus. VI, 12, 38), pero de ellas se
los que prefirieron trabajar la no- destaca la tercera o, si se prefiere,
ción de p. en cuanto trascendental. la relación entre ésta y la segunda.
pulsus 574

En efecto, para Agustín, lo bello es moral con la que la lleva a cabo si-
lo ordenado y armonioso, armonía no sólo la calidad del trabajo en sí.
que resplandece numéricamente,
como numerositas (cf. De nat. bo- pulsus. Es todo movimiento violento.
ni 3). Sus especies son la impulsio y la ex-
Respecto de la tercera línea, se pulsio (véanse).
destaca el nombre de Alberto Mag- punctum. También respecto de este
no, quien establece entre bonum y concepto, el pensamiento medie-
p. una distinción sólo de razón, re- val sigue la doctrina aristotélica pa-
sumiendo los caracteres de lo be- ra la que el p. es un valor matemá-
llo en el esplendor de la forma y las tico y físico, definido como la mí-
proporciones de las partes. Tomás nima cantidad matemática o física
señala (cf. S. Th. I, q. 5, a. 4) que concebible. Tomás de Aquino, por
en un sujeto determinado p. y bo- ej., lo define diciendo que es “om-
num son términos intercambiables, nino indivisibile secundum quan-
en cuanto se fundan en una misma titatem et tamen habet positionem”
realidad: la forma. Sin embargo, di- (In Met.V, l.8, 874). La visión esco-
fieren en sus conceptos, ya que el lástica se separa así tanto de la an-
bien alude al apetito, y por ello, es- tigua interpretación atomista del p.
tá ordenado a la voluntad, mien- material, como de lo que será des-
tras que lo bello refiere a la poten- pués de la visión metafísica de Lei-
cia cognoscitiva. bniz. Sin embargo, algunos autores
Por otra parte, cabe añadir que han hablado de los puncta copulan-
las concepciones típicamente es- tia o continuantia que, siendo ellos
colásticas sobre lo que es p. se ba- mismos indivisibles, unen entre sí
san sobre las consideraciones aris- a las partes de un todo material, de
totélicas al respecto. Para Tomás de modo que constituyen el nexo na-
Aquino, por ej., la belleza de las co- tural de las cosas mismas.
sas obedece, en primer lugar, a la
integridad o perfección; de hecho, purum. Varios son los planos en que
sostiene el Aquinate, cuanto menos aparece esta voz en los textos me-
éstas están presentes, tanto más feas dievales. 1. En el retórico, alude a
son las cosas. En segundo término, la pureza lingüística de un voca-
cuenta la justa proporción o armo- blo no contaminado por influen-
nía y, por último, la luminosidad, cias bárbaras. 2. En el orden lógi-
por la que las cosas que resplande- co, se suele llamar “pura” la pro-
cen son llamadas “bellas” (cf. S.Th. posición opuesta a la modal (véase
I, q.39, a.8 c). Para el desarrollo de propositio 1), como “Homo animal
cada una de estas notas, véanse los rationale est. 3. En el plano teoló-
artículos integritas, proportio 3. y gico, no es infrecuente, sobre to-
claritas. do entre autores de tradición no-
Respecto de lo bello artístico, ca- minalista, que esta palabra aparez-
be anotar que Tomás de Aquino re- ca no con un matiz ético o espiri-
conoce una cierta autonomía a la tual sino para indicar el carácter de
obra de arte al afirmar que no es “mero”. Así, los teólogos tardome-
loable para el artista la intención dievales suelen referirse a la condi-
ción de homo purus, es decir, de ser
575 puta

puramente humano, propia de la cos medievales, quiere decir “calcu-


Virgen María, por contraposición lar” –de donde computo– “juzgar”,
al carácter de deus homo de Cris- “creer” y, sobre todo, “considerar”.
to (cf., por ej., Gabriel Biel, S. III, Con este último sentido suele apa-
25 a; Lect. 32 b). 4. Otro uso teo- recer en su presente de imperativo.
lógico de este concepto es el de su De esta manera, p. significa literal-
forma adverbial, como en la expre- mente “considera (el caso de)”.
sión pure credibilia (véase), referida La forma subsiste en el italiano
a aquellos artículos de fe que ni si- actual en el que, a veces, se añade
quiera los bienaventurados pueden “caso” o “il caso”, pero con un ma-
comprender, entre ellos, el miste- tiz algo diferente del que implica
rio de la Trinidad. De este modo, la expresión latina que nos ocupa,
el adverbio subraya lo que es só- ya que lo que se insta a considerar
lo aceptable por fe y, por ende, el en el italiano “puta il caso” es una
carácter máximamente inaccesible eventualidad más que un ejemplo.
para la razón o aun para el intelec- Guillermo de Ockham en su Sum-
to de tales misterios. ma Log. 51, escribe: “et propterea
tales termini ‘caput’, ‘ala’, ‘manus’ et
puta. Se puede traducir por la expre- huiusmodi non sunt ad aliquid; quo-
sión “por ejemplo”. Proviene del cumque enim horum viso potest sciri
verbo putare que tiene dos varian- quia tale sit, puta ‘caput’, ‘ala’, ‘ma-
tes semánticas: según una de ellas, nus’ quamvis ignoretur cuius sit”. Es,
significa “podar”, de donde ampu- pues, equivalente a verbi gratia.
tare, “podar alrededor”; según la
otra, frecuente en los textos filosófi-
576

Q
Q
qua. Cf. quatenus. consideradas ad aliquid, a la musi-
ca. Las magnitudes tomadas en su
quadrivium. Bajo este nombre la inmovilidad dan lugar a la geome-
Edad Media conoció un grupo de tria; si se las aborda desde su mo-
cuatro disciplinas que junto con el vilidad, a la astronomia. Más acá de
trivium (véase) componía las siete esta fundamentación, la mencio-
artes liberales (véase ars). Las dis- nada agrupación en las cuatro ar-
ciplinas que conforman el quadri- tes había quedado consagrada en la
vium son: la arithmetica, la geome- obra de Marciano Capella De nup-
tria, la astrologia y la musica, a cu- tiis Philologiae et Mercerii et de sep-
yos respectivos artículos se remite. tem artibus liberalibus libri novem,
Constituían, por así decir, la base donde las artes del q. están tratadas
de la formación que hoy llamaría- en los libros seis a nueve.
mos “científica” del hombre me- A medida que avanza la Edad
dieval. Pero lo fundamental en es- Media, la dificultad de introducir
te concepto es el hecho de que, a coherentemente en este esquema
diferencia de lo que acontece con los nuevos descubrimientos, puso
el trivium (véase), el conjunto de en crisis la mencionada división y
disciplinas que abarca el q. concier- se proponen otras, como hace Hu-
nen a lo real; más específicamen- go de San Víctor en su Didascalion,
te, al orden en que la realidad es- puesto que tal esquema ya no era
tá dispuesta por Dios. En tal sen- adecuado al desarrollo de los cono-
tido, es decisivo para la concepción cimientos.
medieval al respecto el antecedente
de la obra boeciana. En efecto, para quaestio. En sentido no técnico, es el
Boecio, como para Agustín, la ver- sustantivo del verbo quaerere, cuyo
dad de lo real radica en el intelec- significado es el de buscar, inten-
to divino, dado que éste que con- tar obtener, de donde el frecuen-
tiene todas las formas con arreglo tativo quaeso, “pedir con insisten-
a las cuales se organiza el mundo. cia”. Cuando esa búsqueda es con-
La mente del hombre se representa ceptual, quaerere significa pregun-
el orden de estas formas puras co- tar y cuestionarse, por lo que el tér-
mo simples entidades cuantitativas: mino que nos ocupa se traduce por
las cantidades discretas o multitu- “cuestión”.
dines y las continuas o magnitudes. Filosóficamente hablando, en la
Ambos tipos a su vez son percibi- Edad Media, una cuestión es una
dos por la mente humana según las proposición presentada de tal mo-
perspectivas desde las que se los en- do que se pueda demostrar en un
foque. Las multitudines considera- sentido o en otro. En ella están im-
das per se dan lugar a la arithmetica; plícitos, pues, distintos modos po-
577 quale

sibles de resolverla. Difiere del pro- nían de los textos sagrados, de


blema en cuanto que éste implica las obras de Boecio o de Aristóte-
un argumento en torno del cual se les, pero, más frecuentemente de
puede desarollar un largo y com- las Sententiae de Pedro Lombar-
plejo tratamiento, con la posibili- do. Por otra parte, se redactaban las
dad de no arribar a una solución. así llamadas quaestiones quodlibeta-
Por consiguiente, la naturaleza de les o quodlibeta o de quodlibet (véa-
la q. es más restringida que la del se). Éstas se basaban sobre los de-
problema. bates sostenidos oralmente acerca
Siguiendo a Aristóteles, la tradi- de una cuestión a elección; de ahí
ción medieval clasificó las cuestio- su nombre “sobre lo que se quiera”.
nes filosóficas posibles en cuatro Generalmente, los maestros y doc-
tipos: 1. la q. an sit, que versa so- tores universitarios celebraban estas
bre la existencia o inexistencia de discusiones dos veces al año: en las
la cosa de la que se trata; 2. la q. proximidades de Navidad y de Pas-
quid sit, que aborda la esencia de cua. Las quaestiones disputatae, en
la cosa; 3. la q. qualis sit, que gira cambio, eran el resultado de las dis-
en torno de sus propiedades; y 4. putationes ordinariae que los profe-
la q. cur sit, que trata sobre el fin de sores de Teología sostenían durante
la realidad discutida. Obviamente, sus cursos.
las dos primeras clases son, por su Este procedimiento era objeto de
misma índole, anteriores a las dos entrenamiento con los estudiantes
últimas. Tomás de Aquino enume- unversitarios (véase determinatio
ra también cuatro, añadiendo a las 3.).
dos primeras mencionadas quia est
y propter quid (cf. In Met.VII, l.17, quale. Sea interrogativo o relativo, q.
1651). sugiere siempre la idea del cómo
En su acepción más estricta, el es algo. Por eso, es voz que se suele
término q. señala el método de tra- emplear en la Edad Media para se-
tamiento filosófico y teológico pro- ñalar las cosas que tienen cualidad.
pio de la Escolástica a partir del si- Así, por ej., se dice que la materia
glo XII, puesto que el primer ejem- prima no es ni quanta, porque ca-
plo de dicho método aparece en el rece de dimensión, ni qualis, pues-
Sic et non de Pedro Abelardo. Es- to que no se puede predicar de ella
ta obra se compone de una colec- ninguna cualidad. La palabra apa-
ción de sententiae de los Padres de rece también en la expresión prae-
la Iglesia, presentadas en forma de dicari plure in quale, que alude a
respuestas afirmativas o negativas a afirmar de algún sujeto predicados
los correspondientes problemas. A no esenciales, que señalan sólo sus
partir de esto, la q. va cristalizando cualidades accidentales, por ej., “El
su estructura hasta alcanzar su for- oro es reluciente”. Entre los autores
ma madura, cuya estructura funda- nominalistas, es frecuente la expre-
mental es la que reproduce el arti- sión q. quid opuesta a hoc aliquid
culus (véase) de las Sumas. (véase significare 3 y 4). Véase tam-
Generalmente los temas que da- bién in quale.
ban lugar a las quaestiones prove-
qualitas 578

qualitas. Dos son los principales pla- res medievales adscribieron las vir-
nos en los que esta palabra se uti- tudes en general; a la segunda per-
lizó, especialmente, durante el pe- tenecen la salud, el calor, etc. Ade-
ríodo escolástico: el lógico y el me- más, frío, calor, humedad y seque-
tafísico. En el 1. orden lógico, la dad se llamaron en la Edad Media
consideración de la q. adquiere re- “qualitates primae”, en tanto que
levancia en la doctrina del juicio y determinaciones tales como la du-
la proposición. La cualidad de una reza o el peso fueron denominadas
proposición es la propiedad formal “secundae”. 2. las capacidades o in-
expresada por la cópula; de ahí que capacidades naturales; en este sen-
la q. dé lugar a una de las más ex- tido se habla, por ej., de la cuali-
tensas y particularizadas clasifica- dad de ser atleta. Los escolásticos
ciones de la propositio (véase). llamaron a esta clase de cualidad,
En el 2. orden metafísico, q. en “q. activa”, porque, mediante ella,
su sentido más lato es cualquier de- actúan los cuerpos. 3. el tercer gé-
terminación intrínseca del ente; de nero de cualidades está constituído
ahí la condición de la q. de consti- por las afecciones y sus consecuen-
tuir una categoría (véase praedica- cias. Ellas son las cualidades sensi-
mentum 3.2.); más aún, es, como bles propiamente dichas, por ej., el
se verá, junto con la de sustancia, ser combustible; en la Edad Media
una categoría fundante de otras. se conoció esta clase como “q. pas-
Ahora bien, al ser una determi- siva”, ya que por ella se recibe al-
nación de cualquier tipo, se distin- go. 4. la cuarta especie de cualidad
gue del proprium (véase) y es más está dada por las determinaciones
amplia que él, ya que éste indica geométricas como la forma y la fi-
la cualidad que caracteriza al en- gura (véase figura 1).
te mismo y que, por ende, es ex- El concepto de q. está vincula-
clusiva de dicho ente o de la clase do tanto con el de cuantidad co-
a la que pertenece. Tan extensa es mo con el de sustancia. Se opone
la noción que nos ocupa que com- y es correlativo con el concepto de
prende a una familia de conceptos quantitas (véase), en la medida en
cuyo único denominador común que la cualidad es una determina-
es que se pueden emplear como ción y una especificación, mien-
respuestas a la pregunta “quale?”. tras que la cantidad no determina
De esta familia, Aristóteles distin- al subiectum sino que hace repeti-
guió cuatro grandes miembros, en ble la sustancia con esa determina-
una clasificación vigente durante ción. En cuanto a la relación de la
toda la Edad Media (cf. Cat. VIII, q. con el subiectum sustancial, hay
8 b y ss. y Met. V, 14, 1020 a 8 y que señalar que la cualidad parti-
ss). El Estagirita, y con él los esco- cipa de la existencia del sujeto: no
lásticos, entendieron por qualita- le confiere el esse simpliciter, pero lo
tes: 1. los hábitos y las disposicio- determina a un esse secundum quid,
nes, los que a su vez se distinguen es decir, no lo determina a ser, si-
entre sí en cuanto que el habitus es no a ser tal. Éste es el sentido de la
más estable que la dispositio (véan- expresión escolástica q. substantia-
se). A la primera categoría los auto- lis, por el que se entiende la forma
579 quantitas

que determina a la materia o al gé- una cosa coexiste, ha coexistido o


nero, por ej., la racionalidad. Ello coexistirá con otra. Y subraya que
hace que no se pueda identificar ello no significa en absoluto aña-
sin más las cualidades con los ac- dir algo real a la cosa temporal (cf.
cidentes o propiedades. Finalmen- Quodl. VII, q.5).
te, cabe destacar que la presencia
de cualidades esenciales no impli- quantitas. En líneas muy generales, la
ca una transformación o enriqueci- cantidad significa la posibilidad de
miento ulterior, sino que obedece la medida. En la Edad Media, se ha
al desplegarse de la natural deter- tratado el tema desde diversas pers-
minación de la sustancia, como ex- pectivas. Desde 1. el punto de vista
plica Tomás de Aquino en S. Th. I, lógico, es uno de los criterios con
q. 77, a. 6, ad 3). los que se establece la clasificación
de las proposiciones, precisamente
qualiter. Derivado de quale, también el de la extensión de un sujeto que,
q. señala cierta cualidad, más espe- así, puede ser universal o particu-
cíficamente, el modo como es al- lar (véase propositio). Pero los prin-
go o en qué sentido se da o se pro- cipales tratamientos del tema con-
duce. Por eso, se suele traducir por ciernen al 2. punto de vista ontoló-
“de qué manera”. De hecho, en la gico; en este sentido y sobre la base
literatura filosófica medieval, q. de la noción de conmensurabilidad
suele encabezar explicaciones en que este concepto implica, ya Pla-
las que se desarrolla ese aspecto de tón había afirmado que la cantidad
una cuestión, por lo que aparece en se encuentra entre lo ilimitado y la
los títulos o subtítulos de capítulos. unidad (cf. Fil. 17 a y ss). Por su
Ejemplo de ello es Phys. II, 2, 16 parte, Aristóteles la caracterizó co-
de Alberto Magno: “Qualiter tem- mo una categoría (véase praedica-
pus est causa corruptio”. mentum 3.2.) relacionada estrecha-
mente con la de calidad, pero muy
quando. Adverbio que los escolásti- distinta de ella (cf. Cat. 4). En efec-
cos suelen utilizar con el sentido de to, el Estagirita define la q. como
un sustantivo. En ese orden, seña- lo que es divisible en partes deter-
la una de las diez categorías (véa- minadas o determinables; así, una
se praedicamentum 3.3.1.). En sus cantidad numerable es una plura-
análisis teóricos de la misma, los lidad divisible en partes discretas;
autores medievales subrayaron el y una cantidad mensurable es una
hecho de que el q. indica una de- extensión divisible en partes conti-
terminación extrínseca de la sus- nuas, de una, dos o tres dimensio-
tancia: su duración, es decir, aque- nes: una longitud finita es una lí-
llo por lo cual una cosa se determi- nea, una extensión finita es un pla-
na en relación con el tiempo (véase no y una profundidad finita es un
duratio). Tomás de Aquino subraya cuerpo (cf. Met. V, 13, 1027 a 7).
en el concepto que nos ocupa es- La Escolástica siguió la concep-
ta relación (cf. In Met. V, l.9, 892 ción aristotélica de la q., pero fue
y l.17, 1005; XI, l.12, 2377). Para más allá en sus elaboraciones. Así,
Guillermo de Ockham, por ej., es- Tomás de Aquino, por ej., afirma
te término simplemente indica que que nos formamos el concepto de
quantum 580

cantidad mediante un proceso de sulta de la división del continuo en


abstracción que prescinde no sólo partes de la misma índole; de esta
de todas las cualidades, sino tam- manera, constituye la pluralidad
bién de la materia sensible, para re- que se puede medir con la unidad,
tener exclusivamente la materia in- o sea, con el numerus numerans,
teligible común (cf. S. Th. I, q. 85, número abstracto cuyas especies
a.1, ad 2). El Aquinate la considera son el 2, el 3, etc (véase numerus, in
un accidente que afecta a la subs- medio). Tal número –que surge de
tancia absolutamente, es decir, no la división del continuo– existe só-
en relación con otra cosa, e intrín- lo en las cosas materiales y se llama
secamente, o sea, no referida a al- numerus praedicamentalis, en tanto
go exterior a la substancia misma, que pertenece a la categoría o prae-
y que ordena las partes en el to- dicamentum de la cantidad. Así, la
do (ordo partium in toto). Así, co- razón de la mensura (véase) se en-
mo todo accidente, la q. sólo se da cuentra, en primer lugar, en la q.
en la substancia, aunque se distin- discreta, y de manera derivada en
gue realmente de ella. Gracias a la otras especies de la cantidad, como
cantidad, la substancia corpórea se las dimensiones y los pesos: lo se-
constituye en una pluralidad de ñala Tomás de Aquino (cf., por ej.,
partes internas que permite su po- In Met. X, l.2, 1939-43).
tencial división, esto es, que la ha- Los escolásticos hablaron tam-
ce divisible. Los efectos de la q. son bién, en sentido muy amplio, de
la mensurabilidad, la extensión y la 2. q. intensiva o virtualis para in-
impenetrabilidad. Ocupa el primer dicar el grado de perfección de las
lugar entre los accidentes, por lo sustancias. Sin embargo, y en rigor,
que se puede considerar a manera con esto ya se está fuera de la cate-
de sujeto de otros accidentes, por goría de cantidad. (Véase, además,
ej., el color. Por su parte, Ockham quantum).
define la q. diciendo que es todo lo
que se divide en varios individuos quantum. Sin acotación, indica aque-
de la misma naturaleza, cada uno llo que tiene el atributo de la can-
de los cuales tiene su posición (cf. tidad. Por eso, en la terminología
In III Sent., q.6). medieval, esta palabra fue usada a
Las distinciones escolásticas esta- veces, en sentido lato, como sinó-
blecidas respecto de este concepto, nimo de quantitas. En cambio, en
considerado in abstracto, son: 1. q. sentido estricto, se habló de 1. q.
extensiva o dimensiva, que es la can- per se para referirse a aquello en cu-
tidad propiamente dicha; ella pue- ya definición entra la cantidad, por
de ser 1.1. continua o 1.2. discre- ej., la línea es un q., puesto que, al
ta. La q. continua es, precisamente, ser una cantidad continua, tiene
la magnitudo. Para el tratamiento una dimensión. Con dicho térmi-
medieval de la cantidad continua, no también se alude a lo que ex-
véanse, pues, continuum y magni- presa una afección propia de la q.,
tudo. por ej., largo. En cambio, 2. q. per
En cuanto a la 1.2. q. discreta, se accidens es lo que afecta accidental-
define como multitudo (véase) y re- mente a la cantidad, como la mate-
ria, y lo que se divide cuantitativa-
581 quaternio terminorum

mente. En este último sentido, el quatenus. Al igual que sus equivalen-


q. per accidens puede ser 2.1. per- tes “secundum”, “qua” y “ut” –al
manens, si todas sus partes pueden menos en una de las acepciones po-
subsistir al mismo tiempo, como sibles de estas últimas partículas–
el citado ejemplo de la materia; o la que nos ocupa se suele traducir
bien 2.2. successivum, si sus partes por “en cuanto”. Es, pues, el tér-
no coexisten simultáneamente, si- mino que por antonomasia indica
no que se suceden o fluyen, como una proposición reduplicativa (véa-
el tiempo. se). Los usos de q. se pueden clasi-
Hacia el final de la Edad Media, ficar en cuatro: 1. formal, caso en
y especialmente entre los autores que q. denota que el predicado está
nominalistas, se empleó este térmi- incluido en el sujeto, es decir que
no para señalar aquello que existe en la proposición se asume éste es-
en sí y no en otra cosa a título de sentialiter (véase), como en “Homo
parte o de accidente. En este senti- q. homo est animal”; 2. abstractivo
do, sólo las sustancias compuestas o praecisivus, caso en que q. advier-
son quanta. te que el sujeto está tomado en sen-
tido abstracto, esto es, sin consi-
quasi. Adverbio que se suele traducir derarlo unido a ningún particular,
por “como si”. Su importancia en por ej., “Homo q. homo est species”;
la literatura escolástica es, en cier- 3. causal, caso en el que q. introdu-
to modo, paradójica. En efecto, es ce la causa por la cual el predicado
harto conocida la extrema precisión le conviene al sujeto, por el “Ho-
técnica que caracteriza sus modos mo q. animal sensitivus est”, ya que
expresivos; de ahí que éstos no sean la causa del ser sensitivo del hom-
dados a las imágenes o las metáfo- bre es su condición de ser dotado
ras. Con la acepción señalada, q. de vida animal; 4. condicional, ca-
contribuye a ampliar y a volver más so en el que q. indica la condición
elásticos límites tan rígidos, per- bajo la cual se cumple para el su-
mitiendo la ventaja de una aproxi- jeto lo afirmado en el predicado,
mación a lo que se pretende decir, por ej., “Ignis q. approximatus com-
aún cuando, en términos teóricos burit”: la proximidad es condición
o abstractos, dicha aproximación para que el fuego queme.
sea sólo eso, vale decir que conten-
ga inexactitudes. Así, por ej., To- quaternio terminorum. El lógica, se
más de Aquino subraya la cohesión llama así a un tipo muy común
que ha de existir en una comuni- de falacia, que consiste en la du-
dad humana, sugieriendo, median- plicidad de significado de uno de
te el q., que, cuando aquélla se da, los términos usados en el razona-
la comunidad actúa como un solo miento. La denominación obedece
hombre: “communitas, q. unus ho- a que se trata de un sophisma (véa-
mo” (cf. S.Th. I-II, q.31, a.1). Por se) de cuatro términos, lo cual con-
cierto, ello no significa que, meta- traviene la regla fundamental del
físicamente, la comunidad humana silogismo, enseñada por Aristóte-
constituya un solo hombre. les: todo silogismo sólo puede te-
ner tres términos, llamados mayor,
menor y medio (cf. An. Pr. I, 25).
quia 582

Se viola dicha regla toda vez que da cuenta de la causa propiamen-


se hace uso ambiguo de las pala- te dicha, como sí lo hace el prop-
bras, como en la aequivocatio (véa- ter quid.
se). El término menor –predicado A diferencia de la demostración
de la conclusión– puede pertenecer propter quid (véase), la demostra-
al mayor –sujeto de aquélla–, sólo ción q. parte del efecto y se apoya
en cuanto está contenido en el me- en lo que es anterior no en sí mis-
dio y éste en el mayor. Aquí radi- mo sino sólo para nosotros. Cuan-
ca toda la fuerza probatoria del si- do el hombre ve con más claridad
logismo. Pero si el medio tiene dos un efecto que su causa, por el co-
sentidos y el menor está conteni- nocimiento del primero puede lle-
do según uno solo de ellos, mien- gar al de la segunda: como el efec-
tras que el medio está contenido en to depende de la causa, si el efec-
el mayor según el otro, el menor to existe, es necesario que su cau-
ya no resulta contenido en el ma- sa lo preceda. Así pues, el q. apunta
yor. Por eso, dicha fuerza probato- a la ratio consequentiae. Pero ésta se
ria desaparece en el siguiente caso, puede inferir de un efecto, de una
que propone Séneca (cf. Ep. 48) y argumentación y aun de la expe-
que fue muy citado en la Edad Me- riencia, por ej., se dice que la noche
dia: “Mus (el ratón) es una sílaba: llega q. el sol se va. Éste es el moti-
el ratón roe el queso; luego, la síla- vo por el que, como se decía y pre-
ba roe el queso”. Cabe añadir que cisamente para no confundir con
el equívoco implícito en este sofis- la fuerza causal del propter quid,
ma q.t. se puede despejar mediante muchas veces conviene no tradu-
el uso de la partícula ly o tò (véase). cir el q. o, mejor aún, reemplazar-
Así, en el ejemplo mencionado, esa lo por dos puntos, como en “la no-
partícula, antepuesta a mus, indica- che llega: el sol se va”. Este recurso
ría que se está tomando este térmi- se impone cuando se trata de ver-
no no en la realidad que señala sino ter al castellano expresiones escolás-
en cuanto palabra, es decir, como ticas frecuentes, del tipo “hoc pro-
signo y no en su significado. batur quia”, cuya versión en espa-
ñol podría ser: “esto se prueba co-
quia. Conjunción que, en primer lu- mo sigue:” (véase demonstratio 2.1.
gar, enuncia un hecho que se cree, y 2.2.).
se dice, se sabe o se indaga; de ahí Esta partícula tiene valor conclu-
que muchas veces, se pueda tra- sivo. En tal sentido, es célebre un
ducir por el relativo “que”, o aun, pasaje de la Divina Comedia don-
y sobre todo, en la enunciación de Dante pone en boca de Virgilio,
de alguna cuestión, por “si” o por símbolo de la razón en el Poema,
los dos puntos que suelen antece- los siguientes versos: “Loco es quien
der dicho enunciado formal. En un espera que la razón pueda/ recorrer
uso más específico, abre las interro- la infinita vía/ de una sustancia en
gaciones en las que se indaga el por tres personas./ Contentaos, huma-
qué de algo. Por este último mo- nos, con el quia” (Purg. III, 34-37).
tivo, en forma sustantivada, indi- Aquí se marcan los límites de la ra-
ca la razón de una cosa. Con todo, zón filosófica respecto de los mis-
hay que tener presente que el q. no
583 quidquid

terios enunciados por la Teología: terminación ontológica es la for-


el q. abre las proposiciones en las ma. En cuanto que es principio de
que se da cuenta de las consecuen- inteligibilidad del ente y, en espe-
cias fácticas de algo, en todo caso, cial, principio de sus operaciones,
de su causa próxima, ya que no es- se denomina “natura”. En cambio,
tá en potestad del hombre desen- se reserva el término q. para aludir
trañar las remotas, esto es, las cau- a la esencia en cuanto expresada o
sas divinas. expresable en la definición de la co-
sa, puesto que dicha definición da
quid. Pronombre que, en la termino- cuenta de la esencia al responder a
logía medieval, se suele encontrar la pregunta quid est (véanse quid y
sustantivado para indicar el qué annitas). Así, por ej., la q. del hom-
de una cosa, es decir, su esencia. bre es su humanitas, es decir, su
Tal sustantivización se perfeccio- condición de animal racional. Por
na en el término derivado quidditas eso, se afirma, por ej., que la q. de
(véase). Debido a su carácter fun- los entes corpóreos involucra mate-
damental en la terminología filosó- ria y forma. De hecho, en el ejem-
fica, la palabra que nos ocupa está plo mencionado, es inconcebible el
incorporada en muchas expresio- ser animal inmaterial. Cabe aña-
nes, entre ellas, son muy frecuen- dir que algunos autores han utili-
tes las que siguen: 1. praedicare in zado esta palabra para referirse es-
quid significa afirmar de algún su- pecíficamente a la sustancia segun-
jeto sus predicados esenciales, con da aristotélica.
lo cual se define precisamente qué
es la cosa: quid sit res. 2. praedica- quidditativus. Se llama así el concep-
re in eo quod quid es afirmar predi- to que expresa exclusivamente la
cados esenciales, pero sólo en tér- quididad de algo. En este sentido,
minos sustantivos, como cuando se la Escolástica ha sido rica en neolo-
dice “El oro es un metal”. En cam- gismos, al referirse, por ej., a la la-
bio, 3. praedicare in quale quid alu- piditas de la piedra.
de al afirmar notas esenciales me-
diante adjetivos, por ej., “El hom- quidquid. Es ésta una voz que presenta
bre es racional”. Todas las anterio- un matiz importante en el discurso
res se oponen a la predicación plure filosófico medieval. Si bien signifi-
in quale (véase quale). ca “cualquiera”, o, mejor aún, “todo
lo que” –y, por tanto, hace alusión a
quidditas. Término usado durante la todos los miembros de una especie,
Escolástica, a partir de las traduc- sin distinción– no equivale exacta-
ciones latinas de obras árabes. La mente a omne (véase), aunque sus
quididad es uno de los sinónimos respectivos significados se aproxi-
de la esencia, ya que expresa res- men mucho. En efecto, omne tie-
pecto de la cosa qué es ella, quid ne carácter genérico y aun distri-
est. Sin embargo, todos los equiva- butivo, pero, en tal universalidad,
lentes de la voz “essentia” (véase) no q., por su parte, enfatiza dos cosas:
fueron usados por los autores es- primero, a atención puesta en cada
colásticos indistintamente: así, la miembro de ella; segundo el hecho
esencia en cuanto principio de de- de que ningún miembro de dicha
quies 584

universalidad presenta excepción orden universal y la plenitud pro-


alguna a lo afirmado en la propo- pia de su especie. Dicha plenitud
sición en la que q. aparece. Así, su se alcanza mediante el “peso” (véa-
sentido preciso, más que “todo lo se pondus 4.), que le es propio a ca-
que”, es “sea lo que sea que”. De- da ser: “pondus omnem rem ad quie-
bido a la mencionada universali- tem ac stabilitatem trahit” (De Gen.
dad, tanto omne como q. intervie- ad litt. IV, 3, 7). Dado este planteo,
nen con muchísima frecuencia en Dios mismo se constituye en lugar
las sentencias. Por ej., se dice in- de la q. para toda criatura, a fortio-
diferentemente tanto “omne quod ri, para el corazón humano que es,
movetur ab alio movetur” como “q. metafóricamente, núcleo del alma:
movetur ab alio movetur” (véanse), “...et inquietum erit cor nostrum do-
dado que el ser movido por otra nec requiescat in Te” (Conf. I, 1,1).
cosa es universal: sucede causal- En la concepción agustiniana, q.,
mente a todos los entes. En cam- equivale, pues, a pax ontológica.
bio, y en razón del matiz señala- De este modo, no se ha de confun-
do, la sentencia “q. recipitur ad mo- dir la noción que nos ocupa con la
dum recipientis recipitur” está enca- de tranquillitas que concierne a la
bezada por el término que nos ocu- serenidad del ánimo en esta vida.
pa, precisamente porque en ella es Diferentes son las posiciones es-
esencial la atención a la particulari- colásticas al respecto, puesto que
dad de cada cosa que recibe algo, a en ellas se vuelve al planteo aristo-
sus limitaciones y modalidades par- télico. Así, Tomás de Aquino, por
ticulares, aunque a todas les ocurra ej., ofrece sobre este concepto una
que reciben según las propias limi- caracterización similar a la de Aris-
taciones y modalidades. tóteles, añadiendo que una y la
misma es la potencia que conduce
quies. En general, esta voz, cuyo sig- al reposo y al movimiento. Respec-
nificado alude a la quietud y al re- to del reposo de la voluntad, sostie-
poso, se define como la privación o ne el Aquinate que los obstáculos
cesación del movimiento. Aristóte- que se le pueden oponer son dos: el
les subraya que solamente se pue- que proviene de no haber alcanza-
de decir que está en reposo aque- do su último fin y el que deriva de
llo que se puede mover y que no lo la imperfección del sujeto, es de-
hace en el momento, forma y lugar cir, de su modo de poseer (cf. S.Th.
en que podría moverse (cf. Fís. VI, I, q.10, a.4 ad 3; q.79, a.8 c; I-II,
3, 324a 31-32). q.11, a.4 ad 2).
Muy diferente es el tratamien-
to del tema en la Patrística y, es- quiescere. Verbo que indica el perma-
pecialmente, en Agustín. En efec- necer en el mismo estado, sin ad-
to, el Hiponense transpone el sen- quirir ni perder nada. Sólo cuan-
tido de este término al plano meta- do se trata del movimiento local,
físico y, de él, al del alma humana significa encontrarse en un lugar y
en particular. Así, define la q. co- no abandonarlo, como señala, por
mo el reposo, quietud o estabilidad ej., Guillermo de Ockham en Quo-
a la que arriba todo ser que llega al dl. IV, 15.
locus (véase) que le compete en el
585 quod

quietans. Es una palabra muy frecuen- de una suerte de análisis químico.


te en Buenaventura, en cuyas obras Mediante éste, se separa el elemen-
designa el término del conocimien- to dominante de los demás, que es-
to sapiencial. Éste pone al intelecto tán mezclados en dicha cosa. Tal
en contacto con las rationes aeter- concepción pasa al Renacimien-
nae en la contuitio (véase). Así, cada to y así, Paracelso, por ej., conside-
una de estas rationes constituye el ra que en la q. e. subyacen los ar-
fin q., porque su plenitud calma la cani, es decir, las fuerzas operantes
sed intelectual del hombre. de un mineral, una piedra preciosa,
una planta, etc., de las que se sirve
quinque voces. Se ha llamado así a los la Medicina para llevar a cabo las
predicables, puesto que son cin- curaciones (cf. De mysteriis natura-
co (véase praedicabilia): género, es- libus I, 4). De esto deriva un ter-
pecie, diferencia específica, acci- cer sentido analógico de la expre-
dente y propio. Desde la perspec- sión, el cual, desde la Edad Media
tiva nominalista, no son reales si- llega a la Modernidad a través del
no que se predican de lo real; son, Renacimiento, y mienta el 3. prin-
precisamente, voces. Sin embargo, cipio activo de una cosa o su par-
no es excepcional el uso de la ex- te más pura.
presión quinque res para referirse
a la caracterización de los predica- quoad intentionem legislatoris-quoad
bles según Porfirio, autor de orien- substantiam actus. Cf. ex natura rei
tación neoplatónica. La razón con- debita.
siste en que, en lo que toca al pro-
blema de los universales, desde una quoad nos-quoad se. Cf. nota.
perspectiva platónica o neoplatóni- quod. Cuando es 1. adverbio, puede
ca, géneros y especies son reales en 1.1. tener matiz causal y, en conse-
la medida en que las voces que los cuencia, se traduce con expresiones
nombran aluden a ideas o arqueti- como “por lo cual”; 1.2. al comien-
pos efectivamente subsistentes. zo de una proposición en contex-
quinta essentia. En la Antigüedad de- to, acota el alcance del discurso y,
signaba 1. la sustancia que seguía en este caso, se lo suele traducir “en
inmediatamente a los cuatro ele- cuanto a esto”. Cuando es 2. con-
mentos terrestres: agua, aire, tierra junción, 2.1. introduce una causal,
y fuego. En este sentido, la q. e. es como en idcirco quod, “precisamen-
el éter. Se consideraba que la q. e. te porque” o “por lo mismo que”;
constituía los cuerpos celestes, ra- 2.2. al principio de oración, signi-
zón por la cual entre éstos y los te- fica “el hecho de que”; 2.3. como
rrestres se daba una diversidad de apositivo, especialmente, después
esencia, traducida en la diferen- de un sustantivo, se traduce por
cia de sus respectivos movimien- “a saber” o por dos puntos, ya que
tos naturales. El segundo significa- tiene carácter explicativo; 2.4. des-
do del término, más frecuente en la pués de una locución adverbial, se
Edad Media, concierne a la alqui- traduce por “que”, como en iamdiu
mia y alude al 2. extracto corpóreo quod: “hace tiempo que”; lo mismo
de una cosa, obtenido por medio sucede cuando introduce una sus-
tantiva: “dico quod”.
quod quid erat esse 586

En Filosofía, esta partícula suele rante la Edad Media, dos veces al


señalar la función sustantiva de al- año, en las que se permitía a los
go y está particularmente vincula- asistentes elegir uno o varios te-
da con la noción de subiectum (véa- mas de cualquier naturaleza. Mu-
se); así, por ej., se denomina subiec- chas veces, los maestros escolásticos
tum quod al subiectum denomina- consignaban después por escrito,
tionis, mientras que el subiectum re- con calma y prolijidad, sus inter-
ceptionis se llama subiectum quo. venciones en tales debates, lo que
se conoce como determinatio ma-
quod quid erat esse. Esta expresión es gistralis. Surge así el q. como géne-
la traducción literal, debida a Gui- ro en la literatura filosófica y teoló-
llermo de Moerbecke, del problemá- gica medieval. Son célebres en es-
tico tò tí én eínai aristotélico. En sus te sentido los de Tomás de Aquino,
comentarios a la Metafísica de Aris- Godofredo de Fontaines y Alejan-
tóteles, los escolásticos –y, en parti- dro de Halès, entre otros. Con to-
cular, Tomás de Aquino– se atuvie- do, las dificultades que se debían
ron al contexto en que ella apare- afrontar al resolver oralmente una
ce, con el objeto de desentrañar su cuestión cuyo tema era imprevisto,
sentido. El Aquinate, al menos, da la presencia de ánimo para hacerlo
una taxativa caraterización de es- y la solvencia y agilidad dialécticas
te concepto: para él, es aquello sig- requeridas hicieron que las quaes-
nificado por la definición; por eso, tiones de q. o quodlibetales no fue-
se dice primero y simpliciter de las ran tan frecuentes en la Edad Me-
sustancias, y sólo después de los ac- dia, con excepción del siglo XIII.
cidentes (cf. In Met. VII, l.4, 1309 Las quodlibeta o quaestiones de
y ss.). La grafía que une las cuatro quodlibet servían también para exa-
palabras que componen esta expre- minar la solidez del que aspiraba a
sión también aparece en la Edad graduarse en Teología, quien de-
Media, así como las variantes quod bía desarrollarlas y responderlas, ci-
quid erat y quod quid est. Con todo, ñiéndose siempre a las líneas gene-
algunos asignaron un matiz signifi- rales de un determinado esquema
cativo diferente a cada uno de es- (véase quaestio).
tos términos, considerando que el
primero designa en Aristóteles la quotitas. Abstracto de la palabra quot,
quidditas y el segundo alude a la esa voz indica un conjunto de uni-
definición esencial (véase deffinitio dades de la misma especie. Se di-
3.3.) como obiectum intellectus. ferencia de la quantitas (véase) en
el siguiente sentido: a la pregunta
quod quid est. Cf. quod quid erat esse. “quot sunt” se responde con un nú-
Ambas expresiones pueden encon- mero; a la pregunta “quanti sunt” se
trarse escritas en una sola palabra. responde con una medida. El se-
quodlibet. Literalmente, significa “so- gundo ejemplo concierne, pues,
bre lo que se quiera”. En rigor, con a la cantidad de lo mensurable,
este término se alude a las cuestio- mientras que el primero respecta a
nes debatidas públicamente, du- la cantidad de lo enumerable.
587

R
R
radicale. Esse r. señala, escolástica- radix. En la Antigüedad, esta palabra
mente, el principio que exige una se usaba en contexto filosófico pa-
cosa –llamada radicatum– a otra ra señalar justamente la raíz, o sea,
de la que ontológicamente proce- el principio, la causa material de la
de como de su raíz o radix. Por ej., que derivan las cosas. Empédocles,
respecto del hombre, se dice que la por ej., utilizó su equivalente grie-
capacidad de reír radica o está ra- go para referirse a los cuatro ele-
dicada en su racionalidad; recípro- mentos originarios.
camente, ésta es el esse r. de tal ca- En términos escolásticos, este con-
pacidad. Se emplea también la for- cepto no tiene necesariamente una
ma adverbial; en tal caso, para re- connotación de materialidad: in-
tomar el ejemplo mencionado, se dica la realidad primera y profun-
diría que la capacidad humana de da, la sustancia o la causa en la que
reír procede radicaliter de la racio- otra realidad está precisamente “ra-
nalidad. dicada”. Así, todo efecto es o existe
radicaliter en su causa, y es o exis-
radicaliter. Cf. radix. te formaliter si se lo considera en sí
radius. Término particularmente im- mismo.
portante en algunos autores místi- raptus. Término de la mística medie-
cos o de tendencia mística. Así, por val, el rapto alude al más alto grado
ej., Buenaventura llama “rayo” a en la vía de ascenso a Dios y corres-
todo conocimiento verdadero, más ponde a la última etapa en el iti-
específicamente, a la ilustración nerario del viator (véase). Por el es-
que le llega al alma del objeto con- tado de r. se goza de la visión bea-
templado; de ahí que sea común en tífica a modo de anticipo. Se tra-
él la expresión r. veritatis que deriva ta, pues, de un estado extraordina-
en la irradiatio intelligentiae. En tal rio del que la tradición afirma han
sentido, se refiere a tres direcciones gozado Moisés y San Pablo. En el
del rayo de la verdad, que iluminan r., el alma, momentáneamente se-
los campos hoy correspondientes parada del cuerpo, es elevada has-
a la Metafísica, la Lógica y la Éti- ta la sede de los bienaventurados,
ca (cf. Coll. in Hexaem. IV, 17-18). donde contempla a Dios y desde
Por su parte, Juan de San Geminia- donde regresa al mundo sin po-
no anota que al triple rayo corres- der expresar lo que ha visto. Di-
ponde un triple amor: divinus, uti- fiere del éxtasis en que durante él
lis, socialis (cf. Summa de exemplis I, no se suspenden los actos natura-
4). Véase lux, in fine. les humanos. Entre los autores me-
dievales, la palabra que nos ocu-
pa es particularmente frecuente en
rarefactio 588

Buenaventura (cf., por ej., Coll. in precisamente se llega a partir de la


Hexaem. III, 30). mencionada facultad. Con el adve-
nimiento del Cristianismo, se vin-
rarefactio. Movimiento que confiere culó con la doctrina de la Creación
a un cuerpo el acrecentamiento de tanto el concepto de r. en cuanto
su volumen. Sin embargo, los esco- capacidad humana de captar el ser
lásticos insisten en que no supone de las cosas, como la racionalidad
la producción de una realidad nue- de éstas. En síntesis, se pueden se-
va ni tampoco la adquisición de ñalar tres sentidos fundamentales
más materia: para que se dé r. en de la voz que nos ocupa: 1. una sig-
un cuerpo sólo es necesario y sufi- nificación amplia y general, como
ciente que las partes de las que está capacidad cognoscitiva; 2. una sig-
compuesto estén menos próximas nificación específica que alude a la
unas de otras. Cf. raritas. particularidades de la r. como una
raritas. Término que en la Edad Me- facultad de conocimiento distinta
dia tiene un significado muy pre- de otras; 3. una significación on-
ciso y diferente al de sus derivados tológica, de algún modo correlati-
en las lenguas romances. Mienta va con las anteriores, referida a la
la cualidad de una cosa que tiene forma inteligible de los entes, obje-
poca materia, poseyendo, en cam- to de la r. humana.
bio, una gran dimensión. De ahí 1. El primer significado de r. es,
que rarefactio, como movimiento pues, de carácter predominantemen-
hacia la r., implique un extender- te antropológico y la indica como
se desproporcionado con respecto capacidad de aprehensión media-
a la materia, que se adquiere en el ta de la realidad, aprehensión que
movimiento de expansión. En es- excede la mera sensibilidad; de ahí
te sentido, se habla, por ej., de la que sea esencial al hombre, más
r. que cobra el agua cuando se ca- aún, que constituya su misma esen-
lienta. cia. En efecto, por una parte, el
hombre es creado animal racional
ratio. Originariamente, este vocablo y libre y, en la primera de las no-
tiene que ver con el acto de contar tas de su diferencia específica –esto
tal como se lo practicaba material- es, en el estar dotado de ratio (véase
mente y por escrito: rationem duce- rationale)– muchos autores medie-
re significa “hacer una cuenta”. Así, vales han querido ver precisamente
el término está desde los comienzos la imagen de Dios en el hombre, a
de su uso estrechamente relaciona- diferencia de otros que la vieron en
do con el orden de la realidad y con su condición de libre.
el intento humano de captarlo. 2. En relación con la acepción es-
De alguna manera, esto subyace pecífica del término, el problema
en el pensamiento filosófico, don- más importante debatido duran-
de, en general, se entiende por “ra- te la Edad Media fue el de la rela-
zón” la facultad del pensamiento ción y distinción de r. e intellectus y
discursivo; correlativamente y ex aun intelligentia (véanse). Durante
parte rei, se entiende también bajo la Patrística, y en general, la r. fue
este nombre el fundamento objeti- considerada la facultad discursiva
vo e inteligible de una cosa, al cual
589 ratio

de entender el universale, mientras ja la distinción escolástica clásica


que el intellectus se concebía como entre razón e intelecto. En efecto,
la actuación de tal facultad; así apa- según el Aquinate, aunque no son
rece, por ej., en Agustín (cf. Sermo potencias diferentes, se distinguen
X L III, 3 y De ord. II, 17, 48). Pa- por la mediatez de la razón y la in-
ra Escoto Erígena –quien retoma mediatez del intelecto, de tal mo-
en este tema la tradición platónica do que entender es aprehender sin
de diánoia y nous– la r. es el pen- más una verdad inteligible; razonar
samiento discursivo; el intelecto, es proceder de una intelección a
el acto de captar inmediatamente otra con el fin de conocer la verdad
lo suprasensible, si bien la primera inteligible (cf. In Met. V, l.13, 947;
supone al segundo como dos mo- S. Th. I, q.72, a. 8 c). Tomás apli-
mentos de un único proceso ideal. ca la r., en especial, a la deducción
En la Escolástica, Guillermo de de conclusiones a partir de princi-
Conches se basa sobre otro criterio pios (cf. In Pr. An. 44). Sobre la ba-
de distinción: para él, la r. es un po- se de esta distinción, el Aquinate
der del alma con el que el hombre niega que la r. sea propia de Dios.
juzga las propiedades de los cuer- En otros términos, Dios es irracio-
pos y sus diferencias; el intelecto, la nal justamente por hallarse infini-
facultad por la cual percibe lo in- tamente por encima de la finitud y
corpóreo (cf. Comm. ad Timaeum, el carácter progresivo de la r. enten-
56). Ricardo de San Víctor propo- dida gnoseológicamente en su sen-
ne el intelecto como algo indepen- tido específico. Pero si, siempre en
diente de otras facultades y habla el mismo plano, se asume el térmi-
de una simple inteligencia que sub- no en su sentido más amplio, se le
siste sin el socorro de la razón (cf. puede atribuir naturaleza “racio-
De Gratia cont. III, 9). Por su par- nal” como sinónimo de “intelec-
te, Buenaventura la distingue de la tiva” en general. Por lo demás, re-
intelligentia sobre la base de la dife- toma la diferencia entre r. superior
rente capacidad de aprehensión de y r. inferior, que ya Agustín había
ambas. Así, dice que la r. aprehen- establecido en el De Trin., XII, 7:
de de lo particular, que existe en un la primera está dirigida a contem-
determinado tiempo y lugar, y abs- plar las verdades eternas, de las que
trae lo universal que existe en todo extrae normas de acción; la segun-
tiempo y lugar. En cambio, la i. tie- da versa sobre las cosas temporales;
ne por objeto lo infinito y, por en- con todo, no son dos potencias dis-
de, a Dios (cf. De regno Dei 9). Para tintas –como tampoco lo son el in-
Alberto Magno, la r. es una virtus telecto especulativo y el práctico–
collectiva mediante la cual la luz di- sino dos aspectos de una misma fa-
vina guía e instruye al hombre res- cultad.
pecto de su vida práctica, o sea, de En el umbral del Renacimien-
lo que debe hacer o crear (cf. Sum. to, se conserva el significado de la
Theol. II, 93, 1). Con Tomás de r. como discursiva; en este sentido,
Aquino –quien insiste en que la r. Pico della Mirandola, por ej., la de-
atiende a lo universal mientras que fine como facultad del pensamien-
el sensus aborda lo singular– se fi- to abstracto. De otro lado, Nicolás
ratiocinatio 590

de Cusa, precisamente por acen- partir de otros juicios. Por eso, el


tuar la mediatez discursiva de la r., silogismo es la estructura formal
la considera incapaz de transire con- lógica en la que se sistematiza la
tradictoria, como sí hace, en cam- r. Ahora bien, así como las ideas o
bio, el intelecto (cf. De coniect. I, nociones son materia del juicio y
11). éste se conforma por la unión o se-
Sobre el significado de r. como paración de aquéllas, de manera si-
3. fundamento inteligible de algo, milar, el juicio constituye la mate-
cabe decir que ya desde la Patrís- ria del razonamiento: la r. se lleva a
tica se consideró que cada especie cabo uniendo o separando los jui-
de entes es creada según la forma, cios, es decir, a través de la composi-
ejemplar o modelo de ella conteni- tio et divisio, como escribe, por ej.,
da en el Logos o Verbo divino que, Tomás de Aquino en S.Th. I, q.85,
así, se denomina, agustinianamen- a.5. Pero se ha de notar que la de-
te, “Forma de todas las formas”. Tal finición consigna como propio de
ejemplar o modelo es, justamen- la r. el pasaje de un juicio no a otro
te, la r. del ente, es decir, la r. on- sino a otros. En efecto, no es po-
tológica que habrá de ser captada sible inferir de un solo juicio otro,
por la r. gnoseológica humana de salvo que se conjugue con un ante-
la que se hablaba. Al respecto, el cedente que es precisamente lo que
pensamiento escolástico estableció ocurre en el silogismo. Los escolás-
las siguientes distinciones: llamó ticos han insistido, como lo hace el
3.1. r. rei a la esencia y propieda- Aquinate, en que no es válido el ra-
des de una cosa; 3.2 r. formalis rei a zonamiento que concluye algo fal-
la que confiere a un ente su forma so, pero que tampoco lo es el que
en cuanto tal cosa, así la cognitio es concluye algo verdadero a partir de
la razón formal del cognoscente en juicios falsos (cf. S.Th.II-II, q.51,
cuanto tal; 3.3. r. proxima y r. remo- a.1 ad 1).
ta designan no la causa sino la oca- Se ha de subrayar, con todo, que
sión próxima y remota, respectiva- hay una cierta tendencia errada a
mente. identificar la r. con la razón (véa-
Se ha de añadir que r. ha sido se ratio 1) sin más. En la Edad Me-
usada también, aunque poco fre- dia esta última es, aun ciñiéndonos
cuentemente como 4. sinónimo de al campo del conocimiento, mu-
propositio (véase), en el sentido am- cho más amplia, especialmente en
plio de esta última palabra. la acepción que da origen al adjeti-
Sobre el problema de la relación vo rationale (véase).
fe-razón en la Edad Media, véa- En el plano de las artes, especial-
se fides. Sobre la expresión recta r., mente en el de la arquitectura, se
véase rectum 3. llamó r. a la perspectiva teórica y
matemática, muy bien diferencia-
ratiocinatio. En líneas muy generales, da y superior a la fabrica (véase),
se puede traducir por “razonamien- es decir, al saber práctico del cons-
to”. Así, se define este término co- tructor. Así aparece, por ej., en el
mo una forma de la cogitatio men- canon de Vitrubio.
tis: aquella por la cual se prueba o
se refuta la verdad de un juicio a rationabiliter. Cf. disciplinaliter.
591 rationes seminales

rationale. Adjetivo que alude a la ratio que no exclusivamente, en autores


(véase) en cuanto facultad o poten- de raíz agustiniana, por ej., Buena-
cia. Pero se puede tomar en sentido ventura. Las razones eternas son las
amplio y, entonces, señala todo ser ideas inmutables y necesarias de
capaz de conocer. En contexto pa- Dios, es decir que constituyen el
trístico-medieval, esta forma adje- contenido del Logos o Verbo divi-
tiva se suele usar para señalar la di- no (cf. De div. quaest. 46). Confor-
ferencia específica del hombre res- man así, metafísicamente, los hitos
pecto del animal. De esta mane- en el plan eterno de Dios y a ellas,
ra, responde a ratio en el primero que son universales y comunes a
de los sentidos indicados en el artí- todos los hombres, deben volver-
culo correspondiente. Agustín, por se éstos, gnoseológica y éticamen-
ej., insiste en el concepto de r. por te, como al mundo eidético que en
oposición a irrationale, y subraya realidad conforman. Precisamente,
en el hombre precisamente la supe- la sabiduría consiste, para el Hipo-
rioridad de tal potencia respecto de nense, en juzgar las cosas a la luz de
otras inferiores de orden sensible. las r. ae., esto es, en función de ellas
Los escolásticos distinguieron r. (véase regulans). Así, al alcanzarlas,
materialiter, que es lo que tiene en se alcanza a Dios mismo en el sen-
sí el principio del raciocinio, como tido de que el hombre se ordena a
el ser humano; y r. formaliter, que Él. Por eso, la sabiduría, en la pers-
es el principio mismo el raciocio- pectiva agustiniana, no es otra co-
nio y la diferencia constitutiva del sa que contemplación, común a to-
hombre, o sea, la rationalitas. dos, y dirigida hacia lo eterno (cf.
De lib. arb. II, 16, 43). De mane-
rationalitas. Cf. rationale, in fine. ra, pues, que las r. ae. están en el es-
rationaliter. Indica el modo de toda píritu del hombre, pero ni son pro-
operación cognoscitiva o de juicio ducidas por él ni provienen de él,
que se funda en la razón. En gene- ya que, por ej., no surgen de la ex-
ral, se utiliza para distinguirlo, en periencia sensible, sino que refle-
el sentido indicado, del modo de jan en los pensamientos humanos
aquellas otras operaciones de co- la verdad eterna de Dios. De es-
nocimiento que se fundan esencial- te modo, constituyen principios a
mente en el intelecto o que, por su priori de la razón. Aunque el signi-
índole, deben culminar en él. En ficado del término que nos ocupa
cambio, sobre la misma base se- guarda cierta relación con el de ra-
mántica del término que nos ocu- tiones seminales (véase), no se ha de
pa, rationabiliter (véase disciplinali- confundirlos, ya que éste último es
ter) tiene una acepción mucho más funcional a la creación y no, como
específica. las razones eternas, al ámbito de la
verdad, concebida tanto en lo que
rationes aeternae. Término particu- concierne al ser de las cosas como
larmente importante en el pensa- al conocimiento de ellas.
miento de Agustín, a través de cu-
ya autoridad pasa a toda la Edad rationes seminales. Expresión que tie-
Media, reencontrándose, como es ne su origen en los estoicos, quie-
obvio, con mayor frecuencia, aun- nes hablaron de lógoi spermatikoi,
reagens 592

para referirse a los principios vitales el acto creador de Dios, otras fue-
de las cosas y gérmenes originarios ron provistas de r. s. o gérmenes la-
del universo entendido como tota- tentes, destinadas a desarollarse en
lidad orgánica. Las r. s. constituían, el tiempo, con ocasión de condi-
entre los mencionados filósofos, las ciones ambientales favorables (cf.
condiciones primeras e inmanen- por ejemplo, De div. quaest. 46, De
tes de la variedad de los individuos. Gen. ad litt. VI, 12-22).
Todas estas “rationes” se concebían Durante la Escolástica, se prefi-
como contenidas en Dios –fuego rió esta segunda interpretación del
primordial y origen de todas las co- pensamiento agustiniano, en el in-
sas– que las producía, para que ani- tento de conciliar cierta forma de
maran el mundo, conforme a un evolucionismo con el dogma de la
orden racional y a un riguroso de- creación, tal como se ve en Tomás
terminismo. de Aquino (cf. In II Sent. d. 12, q.
Esta teoría estoica es recogida por 1, a. 2).
Filón de Alejandría, quien la incor-
pora a su concepción de las poten- reagens. Cf. passum.
cias divinas: de hecho, llama al Lo- reale. Adjetivo que indica 1. lo que se
gos –en su función mediadora en- refiere a la cosa, en cuanto tal (véa-
tre el Bien trascendente y la reali- se res in principio); así, por ej., una
dad sensible– “sustancia espermáti- definición r. es la definición de la
ca de los seres” (cf. por ej., De sa- cosa y no de su nombre. 2. En se-
crif. II, 261; Quaest. in Exod. II, gundo lugar, señala lo que exis-
28). Esto es recurrente en el pen- te subrayando la circunstancia de
samiento neoplatónico, línea filo- que existe de hecho. 3. De manera
sófica en que esta doctrina cobrará complementaria con el punto an-
mayor relieve durante la Edad Me- terior, se suele usar en oposición al
dia. A través de la mediación neo- ser posible y al ente de razón.
platónica justamente, llega a Agus-
tín de Hipona, en quien la teoría realitas. En sentido general, se de-
de las r.s. cobra una gran impor- nomina “realitates” a 1. atributos
tancia, especialmente, en la teo- identificados entre sí, como los de
logía de la creación. Con todo, el Dios; por ej., los de ser incorrupti-
pensamiento agustiniano al respec- ble y eterno. Cabe subrayar que, to-
to ha dado lugar a diversas inter- mada aisladamente, una r. no alude
pretaciones: según algunos auto- a una res, sino a algo de la misma,
res, las r. s. serían, para el Hiponen- y, en el caso de los entes contingen-
se, las fuerzas vitales de generación tes, se la llama también “aliquitas”.
de las que Dios habría dotado a los En su significado más estricto, en
primeros seres vivientes, para que a cambio, fue usada por Duns Es-
través de éstos estuvieran de algún coto y los miembros de su escue-
modo presentes todos los ulterio- la. En este contexto, señala 2. la in-
res. Según otros, Agustín conside- dividualidad: en efecto, ésta consis-
raba que, mientras algunas especies te en la última r. del ente, que de-
animales fueron definitivamente termina la naturaleza común a ser
constituídas desde el principio por hanc rem (cf. Op. ox. II, d. 3, q. 5,
n. 1). Por eso, r. equivale, en senti-
593 recessus

do escolástico y, en particular, esco- de otro es recibido. Es fundamen-


tista, a haecceitas (véase). tal para el sentido de esta palabra la
nota de que el objeto de la r. proce-
reatus. Durante la Edad Media, en el de de algo en cierto modo distinto
plano jurídico, r. es la acusación o o diferenciable de su sujeto. Desde
imputación de un delito. Pero es- el punto de vista filosófico, el con-
te término también tiene relevan- cepto que nos ocupa suele aparecer
cia en el plano ético y teológico. En en el discurso metafísico sobre la
él significa, básicamente, el mere- creación. En tal contexto, da lugar
cimiento moral de un pecado co- a sentencias como “quidquid recipi-
metido. Ha de ser proporcional a la tur ad modum recipientis recipitur”,
gravedad de éste. que señala que aquello en lo que
recapitulatio. Aparece en textos me- algo se recibe, una forma, por ej.,
dievales con el sentido de resumen no puede exceder cualitativamente
o compendio. El término es fre- las determinaciones de lo recipien-
cuente, sobre todo, en los comen- te. Corolario de esto es que aque-
tarios escolásticos a obras de Aris- llo que una naturaleza inferior re-
tóteles, donde se lo aplica, por ej., a cibe de una superior lo tiene según
la síntesis que hace el Estagirita de un modo inferior, por ej., el calor
las opiniones de los filósofos preso- no se encuentra en el agua con la
cráticos. Así, en Tomás de Aquino, misma virtud y perfección que en
In Met. I, l. 17, 272. el fuego. El mismo Aquinate re-
cuerda que la recepción de una for-
recenseo. Los autores medievales y aun ma inteligible en el entendimiento
los de la época patrística han utili- no es la misma clase de recepción
zado este verbo en la primera per- de la materia: ésta recibe la forma
sona del singular para advertir que para ser constituída por ella en un
estaban sometiendo un texto a un ser de determinada especie, por ej.,
examen crítico. En este sentido en una piedra. En cambio, el inte-
aparece, por ej., en Jerónimo. De lecto recibe la forma según la ra-
esta acepción deriva nuestro actual zón misma de ésta; en este caso, la
término “recensión” como rese- lapiditas. Así pues, la r. es siempre
ña bibliográfica. En cambio, entre una passio, pero no destructiva sino
los humanistas tiene el mero signi- perfectiva (cf. S.Th. I, q.27, a.2 ad
ficado de enumerar, hacer una lis- 3; III, q.1, a. 2 ad 2; I, q.50, a.2 c).
ta, como en Guarino (cf. Ep. 861, Entre los nominalistas, la acepción
38). de esta palabra y del verbo corres-
receptio. Su sentido lato es el de re- pondiente cobra un matiz diferen-
cepción. El significado de este vo- te (véase recipere).
cablo, de importancia en la teolo- recessus. En general, este vocablo, po-
gía trinitaria, es próximo al de ac- co usado en la literatura escolástica,
ceptio (véase acceptio 1). Pero, ésta significa separatio a natura. Equiva-
alude a la obtención de algo, mien- le, pues, a la amissio, es decir, a una
tras que la r. se refiere al recibir ese pérdida que se puede referir a la de
algo. Así, por ej., Tomás de Aquino la forma substancial o a un grado
recuerda que no todo lo obtenido de algo en el sujeto del r. En es-
recipere 594

te último sentido se habla, por ej., tido de B respecto de A. Tal rela-


del recedere a natura del agua, en ción se puede dar entre entes reales
cuanto que, en la medida en que y entre acciones. Pero el uso más
se mezcla en un mixto, pierde algu- restringido del vocablo pertenece al
na o algunas de sus cualidades na- ámbito lógico y designa una rela-
turales. ción entre proposiciones o juicios
como entre términos: hay r. entre
recipere. Indica el recibir un subiec- dos proposiciones cuando el pre-
tum (véase) una forma determina- dicado de una puede convertirse
da y, por ende, el llegar a ser esto o (véase convertibile) en el sujeto de
aquello; de ahí que no sea parago- la otra.
nable al hecho de recibir una cosa En cuanto a los términos, tienen
en otra. Así, por ej., una figura es carácter de r. los que constituyen
un triángulo no porque reciba al- una definición, cuya perfección
go, sino porque sus partes se dispo- exige –según los cánones de la Ló-
nen de cierta manera, ejemplo que gica clásica– precisamente ser una
propone Ockham comentando a proposición recíproca; así, por ej.,
Averroes (cf. Exp. Aurea 204), Cf. “El hombre es animal racional” se
receptio. puede convertir en “El animal ra-
reciprocae. Con este adjetivo se califi- cional es hombre”. Los escolásticos
can, en lógica, dos nociones cuan- designaron, pues, con este nombre
do una siempre se puede conver- a una conversión lógica (véase con-
tir en la otra, como educabilis y ra- versio 4.1.) simpliciter, practicada
tionalis. Así pues, las notiones r. no sobre una universal afirmativa de la
son meramente relativae (véase re- que se obtiene otra universal afir-
lativa), porque no es suficiente que mativa.
se dé entre las primeras un orden recognosco. Mediante este verbo, ca-
intercambiable y necesario –como si siempre en primera persona del
entre “padre” e “hijo”–, sino que se singular, los autores y copistas me-
requiere que ambas nociones r. se dievales solían señalar al pie del fo-
encuentren en la misma condición lio copiado que éste había sido re-
respecto de alguna nota que am- visado por ellos. Durante la Edad
bas contienen idénticamente. En Media, sólo en pocos casos llega a
efecto, es este último elemento lo ser sinónimo de corrigo o emendo,
que hace legítimo el pasaje de una como sí ocurre entre los humanis-
a otra. Así, en el ej. citado, “edu- tas.
cable” y “racional” son nociones r.,
porque cada una de ellas contiene recordatio. Voz más frecuente en la
de la misma manera y en la mis- última Edad Media, indica el acto
ma medida el concepto de huma- mismo de recordar, en sentido es-
nidad. tricto, el propio pasado; en senti-
do amplio e impropio, lo aconte-
reciprocatio. Denomínase así a un ti- cido a otros. Así, al menos, la defi-
po de relación particular entre dos ne Guillermo de Ockham en In IV
términos dados, A y B, en la que el Sent. q.12.
sentido de A respecto de B subsiste
al mismo tiempo junto con el sen-
595 rectitudo

recta ratio. Expresión que traduce el rectitudo. En la literatura medieval,


orthós logos de los filósofos griegos. esta palabra aparece en distintos
Ahora bien, entre éstos el término contextos: 1. geométrico, 2. meta-
aparece ya con la significación de físico, 3. gnoseológico, y 4. ético.
recta razón, en el sentido de pru- En el orden 1. de la geometría, r. es
dencia, como en Aristóteles (cf. Et. la condición o carácter de recta que
Nic. VI, 13, 1144 b 23), ya con el tiene una línea. Los autores nomi-
significado de criterio de verdad y nalistas, en especial, han insistido
valoración ética, ya con el de ley en que la r. no constituye una rea-
universal del mundo o logos divi- lidad distinta de la línea sino que
no, como en los estoicos. Tradu- consiste en ésta misma, cuyas par-
cida al latín por Cicerón en el De tes presentan cierto orden deter-
leg. I, 2 y 7, la expresión adquie- minado (cf., por ej., Guillermo de
re el matiz de ley ética interior que Ockham Exp. Aurea 74). Desde el
hace a los hombres semejantes a los punto de vista 2. metafísico, suele
dioses. indicar la plenitud ontológica de
Pero entre los escolásticos el tér- algo, esto es, su conformidad con
mino no conserva ese aspecto pre- la esencia que le es propia según la
valentemente ético, sino que se especie a la que ese algo pertenece.
aplica a los campos epistemológi- En sentido 3. gnoseológico, la r. de
co y teológico. En el primero, r.r. un concepto o noción consiste en
se refiere en particular 1. a la nor- la conformidad o adecuación de és-
mal actividad de la razón que in- te a la realidad, es decir, a la esen-
tuye los primeros principios y que, cia de eso que el concepto tradu-
desde ellos, llega a conclusiones ce; de ahí la relación entre r. y veri-
verdaderas. En 2. el campo teológi- tas en el campo del conocimiento.
co, en cambio, se alude a la r. r. en En el plano 4. ético, en general, se
los documentos eclesiásticos a pro- habla de r. de la voluntad, es decir
pósito de los preambula fidei (véa- de la intención moral, o aun de un
se), donde indica que el uso de la acto moral, cuando se ajustan a lo
razón humana, correctamente apli- que dictan la razón y la propia con-
cada, muestra la legitimidad de los ciencia informada por la ley eterna
fundamentos de la fe: “recta ratio fi- divina. En estos órdenes, la noción
dei fundamenta demonstrat” . que nos ocupa se opone, pues, di-
rectamente a la difformitas (véase).
rectificare. Voz propia del vocabula- En este último sentido, un ma-
rio bonaventuriano, que tiene dos tiz particular cobra esta voz tanto
acepciones: una, estricta, alude a en los escritos anselmianos como
la acción de corregir las faculta- en los de los místicos especulati-
des cuya función ha sido merma- vos. Ellos recuerdan que el hombre
da o desviada por el pecado; otra, ha sido creado indefectiblemente a
más amplia, es la que designa, sin imagen de Dios; su alma no puede,
más, la actividad propia de las vir- pues, dejar de mostrar esa imagen.
tudes (cf., por ej., Coll. in Hexaem. Pero puede dejar de ser recta, es de-
VI, 13). cir que puede perder la semejanza
(véase similitudo). Precisamente al
rectum 596

perder su r. moral, el alma “se cur- decir, la que se lleva a cabo en el


va”, dice, por ej., Bernardo de Clai- término equidistante entre los ex-
vaux, quien usa a menudo la expre- tremos del defecto y el exceso. Por
sión exordinata rectitudine sua. el contrario, la acción moral que se
da en cualquiera de los extremos, se
rectum. En el mundo de los augures se denominó “obliqua”.
llamaba regio al espacio compren-
dido entre líneas rectas trazadas en recurvus. Voz propia de la mística bo-
diferentes sentidos, de modo que se naventuriana, con ella se expresa el
denominaba r. lo que aparece o se estado defectuoso de la mens que,
muestra como esa línea. Así pues, abandonando su itinerarium ad
r. indica lo que de algún modo es Deum, se inclina hacia el amor a las
directo. Sobre ese origen semántico realidades mundanas, es decir, in-
se fueron perfilando tres usos me- feriores.
dievales de este término:
1. La mayoría de las veces esta redargutio. En la lógica medieval se
voz está incluída en el término in conoce con este nombre uno de los
recto, correlativo de in obliquo. La propósitos del silogismo sofístico.
expresión in recto aliquid importari Consiste en la negación de lo que
significa aludir directamente a un ya se ha concedido previamente en
subiectum capaz de recibir predi- la misma discusión en virtud de la
cados y denominaciones. En cam- fuerza argumentativa de ella (cf.
bio, in obliquo aliquid importari se- Pedro Hispano, Summ. Log. 7, 2).
ñala el no aludir directamente a di- reditio. Traducción del griego epistrofé,
cho sujeto sino a algo que le perte- esta voz llega a la Escolástica desde
nece a él o al predicado. Ejemplo el neoplatonismo. Indica el retorno
del primer caso es albus, que signi- del alma a sí misma, en la reflexión
fica in recto una cosa que es blanca; (véase reflexio).
ejemplo del segundo es albedo, que
mienta in obliquo la blancura que reductio. En sentido amplio, la r.indica
se da en ella o que le pertenece. el procedimiento de reconducir a
2. En el campo específico de la otra cosa; si se trata de varias, el de
Gramática, se llama in recto impor- hacerlas confluir en algo más. Así,
tari lo que está en caso nominativo; se ha hablado, por ej., de la r. ar-
e in obliquo lo declinado en cual- tium ad philosophiam en el caso de
quiera de los demás casos. Agustín, en quien se encuentra una
3. Se denomina recta ratio la ra- reiterada exhortación al estudio de
zón que, en cualquier plano, inte- las disciplinas, con el objeto de que
lectual, moral, artístico, etc, se or- ellas constituyan una propedeútica
dena en cada caso al fin debido a la Filosofía (cf., por ej., De ord.
(véase rectitudo). 2,5). En cambio, en plena contro-
4. Menos frecuentemente, en los versia escolástica sobre la relación
textos escolásticos que siguen más fe-razón, que confluye en la de filo-
puntualmente la ética aristotélica, sofía-teología, Buenaventura titula
aparece el adjetivo recta aplicado una de sus obras precisamente Re-
al sustantivo actio. En tales casos, ductio artium ad theologiam.
califica la acción moral virtuosa, es
597 reduplicativa

En sentido técnico, y, sobre todo aeternae o primeros principios que


en la Escolástica, r. es término que la fundan.
pertenece a la Lógica y que desig-
na, 1. en general, la transformación reductive. En la Escolástica, se deno-
o conversión (véase conversio) de minó así un modo de predicación
un enunciado en otro equipolente por el cual se atribuye a sólo una
(véase aequipollentia); y 2. en espe- parte o aspecto del sujeto lo que
cial, la transformación de un enun- conviene a éste en su totalidad, en
ciado en otro que revela la verdad o tal sentido, r. se opone a directe:
falsedad del originario. En este úl- así, “hombre” se predica de Pedro
timo sentido, tres son las operacio- directe, y r. de su cuerpo. En una
nes típicas de la reductio lógica: 2.1. acepción mucho más amplia, pero
la que reduce las figuras del silogis- menos usada, equivale a analogice,
mo (véase syllogismus) a la primera que es el modo de predicación por
figura, única que Aristóteles consi- analogía (véase analogia).
deraba como bien fundada; 2.2. la reduplicatio. Vocablo cuyo equivalen-
ostensiva (véase); 2.3. la llamada re- te griego Aristóteles usa, por ejem-
ducción al absurdo o a lo imposi- plo, en An. Pr. I, 38, 49 a 26. Sig-
ble. Este tercer tipo es el caso más nifica predicación repetida. Es, co-
frecuente de r. Los escolásticos ca- mo señala Ockham en Quodl. VI,
racterizaban la r. per absurdum, lla- q.7, la determinación que hace co-
mada también ad absurdum (véa- nocer la causa o la condición de la
se), como un procedimiento en el pertenencia de un atributo a un su-
que se infiere de un modo perfecto jeto. Por eso, la r. tiene lugar me-
que la conclusión es incompatible diante algunos términos que rela-
con una de las premisas aceptadas. cionan el predicado al sujeto, como
En otras palabras, se suponen co- ut, prout, inquantum y, sobre to-
mo admitidas las premisas y como do, quatenus. La traducción de to-
negada la conclusión del silogismo dos ellos es “en cuanto”; así, por ej.,
del que se trate. 2.4. la r. ad igno- hay r. en “El hombre, en cuanto
rantiam elenchi es el procedimiento hombre, es educable”. Estas expre-
mediante el que se muestra cómo siones restringen el sentido del tér-
una falacia destruye cualquier par- mino, subrayando su aspecto for-
te dada en la definición del elenchus mal o esencial. Entre otros, Duns
(véase), ya sea en el silogismo, ya Escoto ha tratado el tema en In An.
en la contradicción que deriva de Pr. I, 35.
su carácter sofístico. Así lo señala
Pedro Hispano en Summ. Log. VII, reduplicativa. Denomínase así un ti-
65. po de proposición ocultamente
Un significado peculiar asume es- compuesta o exponible (véase ex-
ta voz en Buenaventura. Al igual ponibilis). Al exponerse, alguno de
que resolutio, en este autor alude sus términos es repetido –de donde
al proceso de remitir o recondu- el nombre de esta clase de propo-
cir, paso a paso, una verdad conte- sición– con las fórmulas “en cuan-
nida en un juicio hasta las rationes to” (quatenus), “según” (secundum)
“por sí” o “por sí mismo” (qua),
etc. (Véase reduplicatio). Las pro-
reduplicative 598

posiciones reduplicativas se divi- en los seres finitos. Para los autores


den en especificativas y reduplica- neoplatónicos –de acuerdo con el
tivas propiamente dichas. Las pri- clima de mayor atención a la inte-
meras aluden, precisamente, a una rioridad que predomina en ellos y
especificación que se hace respecto que se continúa en Agustín de Hi-
del término reduplicado, señalan- pona– el punto de vista es el aná-
do una condición, un modo o una lisis de la actividad del espíritu en
parte de él; un ejemplo muy reite- oposición al concepto negativo de
rado en la Edad Media es “El etío- materia. En dichos autores, la epis-
pe, según sus dientes, se dice blan- trojé se concibe como carácter pro-
co”; en cambio, en la r. propiamen- pio del intelecto, pero especial-
te dicha, la expresión reduplican- mente, como signo de su inmate-
te señala la causa o ratio formalis rialidad. Así, se lee, por ej., en Pro-
por la cual el predicado le convie- clo (cf. Elem. Theol, pp. 15 y 43).
ne al sujeto: “El hombre, en cuanto Más aún, para esta posición sólo en
hombre, es racional”. cuanto tiene la facultad de la r., es
un ser en sí. En la concepción noe-
reduplicative. Se dice que un término platónica de este concepto, se ad-
se emplea r. cuando se lo utiliza en vierten los rastros de la doctrina del
su aspecto formal o esencial. Así, ser como pensamiento, en la medi-
por ej., en la proposición “El artis- da en que el valor del ser se expresa
ta crea belleza”, el sujeto se entien- en la realidad del pensamiento y se
de r., puesto que en dicha proposi- halla negado en la materia.
ción el artista es tomado en cuanto En esta última línea, la Escolás-
tal (véase in quantum, in fine), cosa tica estableció la implicación de la
que no ocurre en esta otra: “El ar- inmaterialidad en el intelecto. To-
tista camina”. Sólo cuando se expo- más de Aquino dice, por ej., “im-
ne o se explicita el aspecto formal materialitas alicuius rei est ratio
incluído en el uso del término r., quod sit cognoscitiva” (S. Th. I, q.
se tiene una proposición reduplica- 14, a. 1, c). El intelecto conlleva
tiva (véase). una reditio sobre su propia esencia,
reflexio. Se trata de una palabra que, que le es imposible al cuerpo llevar
inicialmente, fue usada como va- a cabo, ya que ésta es una “res ex-
riante de reditio. Las acepciones de tensa habens unam partem ab aliam
este vocablo latino son, en térmi- distantem” (In liber de causis, 191).
nos muy generales, el estar un ser Ahora bien, como continúa dicien-
activamente presente a sí mismo; do el primer texto citado, en el ar-
y, en sentido más específico y fre- tículo siguiente,”redire ad essentiam
cuente, el simultáneo conocimien- suam nihil aliud est quam rem sub-
to del propio conocer. sistere in se ipsa”. Así, de algún mo-
Este concepto ha sido desarrolla- do, se continúa escolásticamente el
do originariamente por el neopla- concepto de r. como caracteriza-
tonismo, siendo su único posible ción del subsistir en sí.
antecedente la concepción aristo- En sentido exclusivamente gno-
télica de la nóesis noéseos, como ac- seológico, los escolásticos distin-
to más alto de la facultad reflexiva guieron entre: 1. r. incompleta, que
599 regeneratio

forma parte de la sensibilidad y es- Así, por ej., hay r. cuando la pro-
tá constituida por el sensus commu- posición “Non est ex terris mollis ad
nis (véase sensus), mediante el cual astra via” se modifica formalmen-
el sujeto siente que siente y distin- te en “Via ex terris ad astra non est
gue entre las sensaciones. Sin em- mollis”.
bargo, esta clase de r. no es com-
pleta, porque dicho acto no llega refundere. Verbo que, en sentido es-
a ser conocimiento, aunque per- trictamente filosófico, los autores
tenezca al campo de los elementos medievales usan en la expresión r.
por los que se llega a él; por tan- perfectionem in actum, que concier-
to, si bien es “reflexum”, en cuan- ne al plano ético. Señala la acción
to acto no se conoce a sí mismo. En de remitir los actos morales a sus
cambio, en la 2. r. completa –que causas, pero particularmente a la fi-
sólo se puede dar en el espíritu–, el nal, ya que a partir de ella en es-
intelecto no sólo conoce su capaci- pecial es que el acto resulta bueno
dad de aprehender la cosa en sí y o malo.
su propio acto de aprehenderla, si- refutatio. Tiene el significado de refu-
no que además conoce la natura- tación, al igual que confutatio. Am-
leza de tal acto, y por consiguien- bos sustantivos provienen de sen-
te, la del principio activo de éste. dos verbos cuyo sentido básico es el
Con ello, se conoce a sí mismo (cf. de contener, detener o rechazar al
De ver. q. 1, a. 9). El conocimien- enemigo o a quien se presenta co-
to del objeto en cuanto tal implica, mo tal, en términos bélicos. De ahí
pues, el conocimiento de sí mismo ha pasado al plano de la Dialécti-
como sujeto. Esto se da necesaria- ca, donde, no obstante, se prefiere
mente en todo acto cognoscitivo. la palabra elenchus (véase).
En este sentido, y respecto de la r.
completa, la Escolástica llamó 2.1. regeneratio. El de regeneración es un
r. in actu exercito, a la reflexión im- concepto que frecuentemente apa-
plícita en todo ejercicio de cogni- rece en contexto religioso y teológi-
ción autoconsciente. En cambio, la co, en particular. propio del Cris-
2.2. r. in actu signato es aquella en tianismo. En dicho contexto es-
que el sujeto realmente se “temati- tá referido a la nueva vida espiri-
za”, es decir, se pone a sí mismo o a tual que, a través de la gracia, Dios
su propio acto como objeto. concede al hombre que se vuelve a
Él. Por esta razón, el verbo corres-
reformatio. Con esta voz, los lógicos pondiente suele estar en voz pasiva:
y gramáticos medievales señalaron librado a sus solas fuerzas el hom-
la modalidad más simple de la re- bre no puede regenerarse, es decir,
ductio (véase reductio 1.). Alude a generarse nuevamente a sí mismo,
la restitución del orden formal más pero sí puede no ofrecer obstácu-
llano en un enunciado que no lo los para que dicha acción sea lleva-
presenta, sin alterar sustancialmen- da a cabo por la gracia divina en él.
te su significado. Dicho orden re- De este modo se advierte en textos
quiere que en primer lugar se dé medievales específicamente teoló-
el sujeto; en segundo lugar, la có- gicos, por ej., en los concernientes
pula y, por último, el predicado. a los sacramentos, como en Tomás
regimen 600

de Aquino (cf. S.Th.III, q.73, a.3 regio. Esta voz indica, primariamente,
ad 3). Pero también en los que no dirección o línea. De manera deri-
lo son, ya que la idea de la regene- vada, señala un límite y, por tan-
ración queda instalada en la cultura to, una frontera, de donde puede
posterior de base cristiana. Así, por mentar finalmente una región (véa-
ej., en la alocución que, en las pági- se rectum). Todos estos matices se
nas iniciales del De dignitate homi- recuperan en alguna medida en la
nis, Pico della Mirandola pone en acepción que el término r. tiene en
boca de Dios creador al dirigirse a la literatura patrístico-medieval. Es
Adán, se lee esta advertencia: “pote- usado particularmente por Agus-
ris in inferiora quae sunt bruta dege- tín, quien se refiere con frecuencia
nerare; poteris in superiora quae sunt a la r. dissimilitudinis. En realidad,
divina ex tui animi sententia rege- esta última fórmula, que Agustín
nerari”. El ejercicio de la libertad atribuye a Plotino (cf. En. I, 7, 13,
humana basta para que el hombre 16-17), tiene su última raíz en Pla-
degenere, embruteciéndose por sus tón (cf. Pol.273 d) y se reencuen-
elecciones no rectas; pero, para ser tra en Atanasio, Eusebio de Cesá-
regenerado después de ellas, es ne- rea, Proclo y Simplicio. Con todo,
cesario un auxilio adicional en el la gran diferencia entre la concep-
que, no obstante, el mismo hom- ción agustiniana de la r. dissimilitu-
bre deberá consentir. Ello explica la dinis y la de los neoplatónicos con-
expresión ex tui animi sententia que siste en que para éstos, por ej., para
rige para ambos casos. Plotino, el alma cae en la región de
la desemejanza cuando se encarna
regimen. Su acepción más general está y queda prisionera de las realidades
referida al hecho de regir algo, por sensibles que son inferiores a ella.
ej., una nave, de donde alude a la En cambio, en el Hiponense señala
dirección o conducción de algo. En un movimiento, si se quiere, inver-
contexto más específico, pertenece so: cuando el alma se vuelve a Dios
al vocabulario de la filosofía polí- y comienza a entrever el Ser divi-
tica medieval, en la que indica, en no, percibe el abismo de diferencia,
general, gobierno. Por eso, son fre- ontológicamente radical, que la se-
cuentes en la Edad Media los tra- para de él. Es ese abismo lo que lla-
tados De regimine principuum, es- ma “r. dissimilitudinis”. Cuando el
to es, sobre el gobierno de los prín- hombre se instala en ella, por la in-
cipes, en el sentido de gobernan- tencionalidad no recta de su cora-
tes, por ej., la obra homónima de zón, esa región, en la que no ha-
Egidio Romano. Tomás de Aqui- llará la verdadera felicidad, se con-
no recuerda que hay varias clases vierte para él en r. mortis, como se
de régimen gubernativo, descalifi- lee en Conf. IV, 12, 18. En VII, 9,
cando sólo la del gobierno tiráni- 16; VII, 9, 16; Sermo 7, 7. Agus-
co, y sosteniendo que un r. es tan- tín también utiliza la palabra que
to más perfecto cuanto más univer- nos ocupa para referirse a la misma
sal (cf. S.Th. II-II, q.42, a.2 ad 3; condición mortal del hombre en
q.50, a.1 c). este mundo, en donde nace y mue-
re: “nasci et mori [...] plena est his
601 regressus

duobus r. mortalium”, escribe en el 2); 2.4. a su identificación con el


Sermo 279, 8, añadiendo que esto reino de los cielos (cf. De an. et eius
es precisamente lo que tiene en co- or. III, 11, 16).
mún con el animal.
El concepto y la expresión r. dis- regressus. En lógica, se entiende por es-
similitudinis serán largamente uti- ta palabra un proceso (véase proces-
lizados, especialmente, durante el sus 1.) por el cual se va de las con-
siglo XII, por Guillermo de Saint- secuencias a los principios o premi-
Thierry y Bernardo de Clairvaux, sas, pero, sobre todo, de los efec-
siendo, además, muy propia de la tos a las causas. En el caso de un
literatura ascética posterior. r. ad infinitum, surge el siguiente
problema: ¿es posible proceder in-
regnum. Con el significado general de definidamente en esa línea o serie,
“reino”, este sustantivo asume en la de tal modo que un efecto depen-
Edad Media la acepción esencial de da de una serie de causas, a su vez
una sociedad constituida política- causadas, sin que haya una prime-
mente en un estado. El sentido ori- ra incausada? Para resolver la cues-
ginario de este vocablo es, pues, 1. tión hay que distinguir entre causas
político. En este plano, puede alu- ordenadas per accidens y causas or-
dir 1.1. al conjunto de sus miem- denadas per se. Se tiene una serie de
bros; 1.2. menos frecuentemente, causas ordenadas per accidens cuan-
al espacio geográfico habitado por do una no depende de la otra en el
ellos; 1.3. a la autoridad ejercida ejercicio de su causalidad, sino que
por su gobernante; y, sobre todo, hay entre ellas una simple sucesión,
1.4. al estado mismo que confor- como la que se da entre los diversos
ma. En cualquiera de estos senti- pinceles que utiliza un pintor en su
dos, siempre hace referencia al po- cuadro, a medida que los prime-
der de quien lo rige y a su modo ros se vayan deshechando. En cam-
de gobierno. Por eso, se proyectó el bio, en el segundo caso, una causa
empleo de r. al plano 2. religioso y depende de las otras precisamente
se habló del r. Dei. Más aún, sobre en cuanto causa, es decir, cada una
bases agustinianas, se usó la pala- de ellas puede producir un efecto
bra, en este último nivel, con todos si, y sólo si, recibe la influencia de
los matices señalados. Así, la expre- la causa precedente. Por eso, dicha
sión r. Dei se refiere 2.1. al con- influencia se extiende a través de
junto de los fieles, tanto durante el las causas intermedias, hasta el úl-
tránsito terreno, en el que equivale timo efecto.
a la Iglesia, como en la vida eterna Así sucede entre la voluntad de
(cf., por ej. De civ. Dei XX, 9; In Io. un caminante, su mano, su bas-
Ev. 25, 2); 2.2. a la habitación del tón y el efecto último: el cambio
reino de Dios en el interior de ca- de lugar de una piedra. Es el ejem-
da fiel (cf. Sermo 109, 1), cosa en la plo que propone Tomás de Aqui-
que insistirá Tomás de Aquino (cf. no (cf. De ver. q. 2, a. 10). Aho-
S.Th.I-II, q.108, a.1, ad 1); 2.3. a ra bien, cuando se trata de este úl-
la construcción, en esta vida, del r. timo caso, o sea, de causas ordina-
Dei que Cristo, como su príncipe, tae per se, es imposible que el r. pro-
entregará al Padre (cf. In Io. Ev. 68, ceda indefinidamente sin llegar a
regula 602

una primera causa incausada, si se 2. En el orden lógico, se denomi-


quiere explicar el efecto último de na r. de quocumque, una ley por la
la serie. En una serie tal, cada cau- cual lo que se afirma del predicado
sa ejerce su causalidad en virtud de se afirma también, necesariamen-
la precedente, pero si esto ocurrie- te, del sujeto. Esto sólo rige para
ra en todas no habría razón sufi- las predicaciones de subiecto, es de-
ciente de su causalidad, con lo que cir, aquellas en las que el predicado
ninguna podría ejercerla de hecho, se dice del sujeto como de algo su-
y el efecto no tendría lugar. Toda bordinado a él; por ej., “hombre”
vez que se da el efecto, es necesario dicho de “Sócrates”: si se afirma
admitir, pues, que la serie de cau- que el hombre es mortal, en vir-
sas subordinadas comienza en una tud de la r. de quocumque, se lo afir-
que no está a su vez subordinada a ma también de Sócrates (cf. Pedro
ninguna otra. En el caso contrario, Hispano, Summ. Log. 3, 1). Citan-
esto es, si se aceptara un regreso al do a Avicena, Alberto Magno di-
infinito, no sólo quedaría el efecto ce: “Quocumque de eo, quod praedi-
sin explicación sino que tampoco catur, dicuntur recto ordine et subs-
se daría cuenta de toda la serie. To- tantiali, omnia etiam dici de subiec-
do lo anterior no rige para el orden to necesse est” (De praedic. I, 6, 102
causal per accidens, donde no hay a).
ninguna razón que impida proce- 3. En el plano gnoseológico, y
der indefinidamente. gnoseológico-moral, la palabra que
nos ocupa es muy frecuente, por
regula. Voz que se vincula etimológi- ej., en Buenaventura. Para este au-
camente a regio en su sentido ori- tor, las reglas son los modos por los
ginario, es decir, como aquel ám- cuales la mente conoce y juzga lo
bito del cielo o la tierra compren- necesario, esto es, lo que no pue-
dido entre líneas rectas diseñadas de ser de otra manera, v.g., que el
por los augures. Éstos las trazaban sumo bien ha de ser sumamen-
precisamente con la r. que, así, es te amado. De esta manera, el jui-
el instrumento de lo rectum (véase) cio se hace por ellas y no sobre o de
en todos los sentidos de esta últi- ellas. Son inmutables e infalibles e
ma palabra. irradian sobre el alma (véase irra-
Por eso, en los textos filosófi- diatio); radican en la luz eterna y, a
cos medievales y en general, se lla- la vez, conducen a ella (cf. Coll. in
ma así a algo cierto, conocido y fi- Hexaem. II, 10).
jo a lo que se debe conformar una 4. En el orden moral, esto es, en
realidad o acción para que se pue- el de las acciones voluntarias, se lla-
da calificar de recta o buena. Pue- mó 4.1. r. proxima a la misma ra-
de darse en los planos natural, lógi- zón humana, mientras que se con-
co, gnoseológico, moral y teológi- sideró 4.2. r. suprema a la ley eterna
co. En el primero de ellos, es decir, divina.
1. en el orden natural, los autores 5. En el plano teológico, se habla
medievales afirmaban, por ej., que de r. fidei, expresión que tiene dos
el movimiento del cielo es r. de los acepciones: 5.1. objeto de la fe, es
movimientos sublunares. decir, el contenido auténtico de la
603 relatio

revelación. Con tal acepción gene- forma parte de ellas (véase praedi-
ral parece sugerida por Agustín de camentum). Así, el 1. principal pro-
Hipona en Conf. III, 11, 19. Téc- blema filosófico que concierne a la
nicamente, en el pensamiento pa- r. es si ella constituye una entidad
trístico y escolástico, se asumió co- real o una mera categoría lógica.
mo tal regla el Symbolum Apostolo- En líneas muy generales, se puede
rum que comprende los textos bí- clasificar las respuestas que ha re-
blicos y el conjunto de la tradición cibido esa pregunta en la Antigüe-
eclesiástica. En la Modernidad, con dad y la Edad Media de la siguiente
la Reforma, el Protestantismo lo manera: 1.1. la que admite tanto la
restringió al primer elemento. 5.2. objetividad como la realidad de las
La r. fidei también alude al princi- relaciones; 1.2. la que niega ambas;
pio que hace de la fe la regla de la 1.3. la que sostiene su objetividad,
verdad, pero no en sentido positi- pero no su realidad.
vo sino limitativo: lo que se afir- 1.1. Aunque se trata de interpre-
ma contra una proposición de fe es taciones muy discutidas, se podría
en principio refutable, al estar ésta decir, en general, que Aristóteles
asentada en la verdad. En particu- tendió a suscribir la primera posi-
lar, Tomás de Aquino ha elaborado ción. Sea de ello lo que fuere, el Es-
este tema en S. Th. I, q. 1, a. 8 c. tagirita distinguió tres especies de
relaciones: las cuantitativas expre-
regulans. Voz muy empleada por Bue- sadas por palabras como “doble”,
naventura para indicar la condi- “mitad”, etc.; la potencial, que con-
ción que poseen las rationes aeter- siste en una potencia activa o pasi-
nae (véase) de regir el conocimien- va, como causa y causado; y la real,
to humano en cuanto principios de que tiene su término en un ente
estabilidad y certeza del mismo. precisamente real, como la medida
relatio. Como mera aclaración nomi- respecto de lo mensurado o el co-
nal del término, se puede decir que nocer respecto de lo conocido (cf.
“relación” indica el modo de ser Met. V, 15, 1020 b 25). Estas tres
o de comportarse de los entes en- clases de relationes fueron llamadas
tre sí. Pero la complejidad de este rationalis, potentialis y realis respec-
concepto hace imposible definirlo tivamente. La Escolástica cristiana
en general, o sea, fuera de las inter- se interesa en el tema por motivos
pretaciones específicas que los au- teológicos, puesto que debía utili-
tores medievales de distintas épo- zar el concepto de r. para formu-
cas y corrientes le han conferido. lar el dogma trinitario; en este ám-
Al mismo tiempo, dicha compleji- bito, admitió la realidad de las rela-
dad obliga a esquematizar las inter- ciones. Así, Tomás de Aquino, por
pretaciones mencionadas, así co- ej., combate a quienes afirman que
mo las distinciones y clasificacio- la r. es sólo un ente de razón y no
nes que se establecieron a propósi- de naturaleza; declara falsa esta te-
to de esta noción. Tal complejidad sis porque las cosas mismas guar-
reproduce, en parte, la más general dan, una respecto de la otra, un or-
concerniente al problema del status den o una disposición natural (cf.
de las categorías, ya que la relación S. Th. I, q. 13, a. 7). Tomás acep-
relatio 604

ta las distinciones aristotélicas, pe- tes sea similar a otro, como tampo-
ro en el tratamiento de esta noción co hace que sea blanco. La r. es una
privilegia el tercer tipo de r., por intentio (véase), o sea, un concepto
las razones señaladas. Por su par- cuyo fundamento está, con todo,
te, Duns Escoto subraya el carác- en varios entes aislados, a la ma-
ter de respectus o dispositio que tiene nera en que, v.g., un pueblo –que
la relación. Uno de sus argumen- no consiste en un ente real– es va-
tos es que, si no se admite tal dis- rios hombres, pero ningún hombre
positio como algo real, no se pue- en especial (cf. In Sent. I, d. 30, q.
de dar cuenta de la composición de 1). Ockham insiste, pues, en la re-
los entes. En efecto, si la unión de ferencia a lo real para afirmar la ob-
a y b se reduce a los mismos a y b jetividad, ya que no la realidad de
absolutos, el compuesto que ambos la r..
constituyen no difiere en nada de a 2. Independientemente de la in-
y b separados y, por consiguiente, terpretación básica que se atribuya
no se trataría de un compuesto (cf. a este concepto, la Escolástica esta-
Op. ox. II, d. 1, q.4, n. 5). bleció, en general, cerca de él la si-
1.2. La segunda doctrina funda- guiente distinción, además de la ya
mental de la r., que niega su objeti- mencionada de raíz aristotélica (cf.
vidad así como su realidad, fue an- supra): llamaron 2.1. terminus rela-
ticipada en la Edad Media por Avi- tionis a aquello a lo que se refiere
cena, para quien la relación es sólo la relación cuyo sujeto es otra co-
un accidente que no se puede en- sa; así, “hijo” es terminus relationis
tender nunca por sí sino como algo de la paternidad; y 2.2 fundamen-
respecto de algo (cf. Met. III, 10). tum relationis a la causa, existente
Cabe añadir que, en el pensamien- en un subiectum, de su referencia a
to aviceniano, afirmar el carácter otro, por ej., la blancura es funda-
accidental de la relación equiva- mentum relationis de la nieve res-
le a negar su realidad en el sentido pecto de la cera.
fuerte de esta última palabra. En el 3. El otro gran problema concer-
siglo XV, algunos filósofos nomi- niente a este tema, es el de la clasi-
nalistas retomaron esta doctrina, ficación de las relaciones. Los au-
reduciendo la r. a un puro ente de tores escolásticos propusieron la
razón, carente de realidad y de fun- siguiente: 3.1. r. aequiparantiae:
damento, fuera del alma humana, es aquella por la cual se establece
como sostiene, por ejemplo, Enri- una cierta simetría o similitud en-
que de Gante (cf. Quodl. IX, q. 3; tre dos términos, como la relación
V, q. 6), doctrina que, en la Mo- de igualdad; al contrario de lo que
dernidad, reaparecerá con el pensa- sucede en la 3.2. r. disquiparantiae,
miento cartesiano. que es la relación asimétrica que se
1.3. La tercera concepción de las da, por ej., entre padre e hijo, ma-
relaciones, no las considera rea- yor y menor, etc. 3.3. la r. in: es la
les pero sí objetivas. Es la posición que se considera en un solo ente,
asumida por Guillermo de Oc- sin referencia a otro, por ej., la al-
kham, para quien no es el intelec- tura de Pedro; en cambio, 3.4. la r.
to el que hace, por ej., que Sócra- ad es la que se establece entre un
605 religio

ente y otro, por ej., la altura de Pe- relativum. En general, “relativo” mien-
dro respecto de la de Juan. 3.5. r. ta lo que se refiere a otra cosa im-
mutua es la que hay entre dos ex- plicada en su definición (véase rela-
tremos que se reclaman recíproca- tio). Justamente porque alude a la
mente, como creador y creatura, relación, que puede ser concebida
ya que no puede existir un térmi- tanto realmente como a la manera
no sin el otro; cabe advertir que es- de un ente de razón, este adjetivo
ta clase de relación no se da entre se ha empleado, sobre todo, en los
los términos Dios y creatura, pues- ámbitos metafísico y lógico. 1. En
to que puede existir el primero sin términos metafísicos, ens relativum
la segunda. 3.6. r. transcendantalis es aquel que, en cuanto tal cosa, no
indica la relación esencial que una se puede concebir independiente-
cosa mantiene con otra, de tal mo- mente de otro, como un amo, un
do que no se puede definir una sin siervo, un hermano, etc., por opo-
referirse a la otra; así sucede entre sición al ens absolutum, uno de cu-
el conocimiento y su objeto, desde yos ejemplos es “hombre”. Se de-
el momento en que le es esencial al nominan también ens ad aliud y
conocimiento tener un objeto; en ens ad se, respectivamente.
cambio, la 3.7. r. praedicamentalis 2. En lógica, se llama “relativa”
señala una relación accidental en- una proposición que expresa una
tre dos entes, a cuya esencia es ex- proporción o comparación, co-
trínseca; por ej., la relación de pa- mo “La virtud es tanto más precia-
ternidad, dado que ella no es esen- da cuanto más ardua es su adquisi-
cialmente necesaria para definir al ción”. La verdad de estas proposi-
subiectum de dicha relación. Esta ciones está condicionada a la con-
última clase de r. se subdividió en: sistencia de la relación que liga a
3.7.1. la que se funda en la unidad sus dos elementos.
y el número, como la desigualdad;
3.7.2. la que se funda en la acción y relatum. Indica uno de los elementos
la pasión, como la r. que hay entre o instancias vinculadas en una rela-
maestro y discípulo; 3.7.3. la que ción (véase relatio), de cualquier ti-
se funda en la medida y lo men- po que ella sea.
surable, como la relación del inte- religio. Este vocablo es de etimología
lecto respecto de lo inteligible. Si- incierta y muy discutida: algunos,
guiendo a Aristóteles, los escolásti- siguiendo a Cicerón, hacen derivar
cos entendían por mensurable las el término de relegere, que signifi-
potencias y los hábitos; y por medi- ca “reunir” (cf. De nat. deorum II,
da, los objetos de dichas potencias 2, 28). Otros autores, como Plau-
y hábitos. to, asocian el término no sólo con
relative. En metafísica, r., en cuanto el de “diligencia” sino también con
adverbio opuesto a “absolutamen- el de “escrúpulo”. Lactancio y Ter-
te”, puede significar: accomodati- tuliano atribuyen su origen al ver-
ve, comparative, connotative, depen- bo ligare, “vincular” (cf. Div. inst.
denter, hic et nunc, hypothetice (véa- IV, 28). En este sentido, la r. sería
se absolute). lo que enlaza al hombre con la di-
vinidad. Sin refutar explícitamente
reminiscentia 606

la opinión ciceroniana, Agustín de dearon el mencionado período, es-


Hipona, en De civ. Dei X, 3, adhie- pecialmente, en su primera etapa.
re a la opinión de Lactancio, razón Durante la Escolástica, el examen
por la cual dicha etimología –aun- de este concepto se hizo más siste-
que está lejos de haber sido proba- mático y ceñido. Los escolásticos
da– pasó a la tradición cristiana co- consideraron la r. como una virtud
mo la más repetida. moral (véase virtus) que forma par-
En cuanto a su significado ge- te de la justicia en cuanto que por
neral, este concepto se refiere a la ella se rinde a Dios el honor que
consciente relación de dependencia le es debido. Esto se ejercita princi-
del hombre respecto de uno o va- palmente con actos interiores, co-
rios seres superiores, a los que rinde mo la devoción y la oración; y, se-
culto. Dicha relación de dependen- cundariamente, con actos exterio-
cia se fundamenta en la fe (véase fi- res, como los ritos. Tomás de Aqui-
des), que implica un consentimien- no, por ej., trata el tema en S. Th.
to o adhesión prestada a los desig- II-II q. 81, aa. 1 y a. 8.
nios divinos. Cuando tales desig-
nios se expresan en textos sagrados, reminiscentia. Esta palabra fue utili-
se tiene una religión “positiva”o zada por autores medievales pa-
“del libro”, como en el caso del Ju- ra referirse a la conocida doctrina
daísmo, el Cristianismo y el Isla- platónica de la reminiscencia. Pe-
mismo. ro además de este uso histórico, el
En la Edad Media, y con la apa- término tiene una acepción técni-
rición de la fe cristiana, uno de los ca perteneciente a la gnoseología
problemas más tratados en tor- escolástica. Siguiendo a Aristóteles
no de la r. fue el de determinar los –quien, sobre bases platónicas, ha-
motivos de credibilidad de su en- bía diferenciado entre memoria es-
señanza revelada, lo que llevó a la pontánea y provocada (véase me-
confrontación con otras religiones. moria)– los escolásticos suelen refe-
Así, para Justino, por ej., las analo- rir este concepto a la memoria sen-
gías entre el Cristianismo y las de- sitiva. Para ellos, esta facultad tie-
más religiones se explican por una ne una actividad ordinaria y es-
participación de todos los hombres pontánea, que el hombre compar-
en el Verbo, de tal modo que aque- te con los animales, y que denomi-
llos que vivieron según el Logos, nan “memoria” propiamente dicha.
como Sócrates y Heráclito, han si- Pero, además, despliega otra activi-
do en cierto modo precristianos (cf. dad por la cual se busca sistemáti-
Apol. II). En cambio, otros pensa- camente el recuerdo de lo pasado,
dores de la Patrística, como Tertu- según una determinada intención.
liano tienden a afirmar la autono- Esta última actividad voluntaria re-
mía obsoluta de la revelación cris- cibe, precisamente, el nombre de r.
tiana (cf. De praescript. VII). Como Agustín de Hipona parece registrar
se ve, durante la Patrística se subra- esa diferencia de denominación en
yaron los aspectos apologéticos de Conf. X, 9, 16. Pero el más prolijo
la r., lo cual se explica al recordar tratamiento sistemático de la dife-
las circunstancias históricas que ro- rencia entre memoria en general y
r. en particular se encuentra en To-
607 remotio

más de Aquino (cf. S. Th. I, q. 78, remotio. En general, significa tanto 1.


a. 4, c). A tal punto es neta en To- “eliminación” como 2. “negación”.
más la distinción aristotélica entre En el sentido de 1.1. eliminación,
ambas operaciones que la obra que se llama, por ej., removens prohi-
dedica a estos temas se denomina bens a lo que elimina un impedi-
precisamente en De memoria et r. mento: quien quita los grillos que
La especificidad de esta última es, aprisionan los pies de alguien, con-
pues, el despertar los conocimien- curre en cuanto removens prohibens
tos momentáneamente olvidados, a la capacidad ambulatoria de ese
a través de una suerte de proceso de alguien.
raciocinio (quasi syllogistice inqui- En el sentido de 2. negación, este
rendo). En efecto, en su comentario término se ha usado en tres planos.
al tratado aristotélico sobre la me- En el orden 2.1. teológico, se de-
moria, el Aquinate traza la seme- nomina via remotionis o negationis
janza entre la r. y el silogismo di- a un método para determinar los
ciendo que, así como en éste se lle- atributos de Dios. Consiste en ex-
ga a una conclusión a partir de de- cluir de Él todo lo que es incompa-
terminados principios, también en tible con las consecuencias que se
aquélla a partir de un cierto princi- derivan de su definición, en el in-
pio se llega a la conclusión de ha- tento de subrayar la infinita perfec-
ber visto u oído cierta cosa del pa- ción divina. Por eso, la via remo-
sado que se quería recordar (cf. In tionis no concierne sólo a lo que es
De mem. l. 8, n. 399). De esta ma- esencialmente imperfecto, como la
nera, como la cogitativa (véase), la mutación. También excluye de los
r. actúa a manera de puente entre atributos divinos todas las perfec-
el conocimiento sensible y el inte- ciones creadas que conllevan cierta
lectual. imperfección, como el raciocinio;
pero no por lo que ellas significan,
remissio. Voz que, en el vocabulario sino por los límites que tienen en
medieval, tiene tres acepciones: 1. todo lo creado, es decir, tal como
alude a un decrecimiento o dismi- las conocemos (véanse ratio 2. in fi-
nución que se puede dar tanto en ne y via).
entes físicos, por ej., la disminu- En lo que concierne al significa-
ción de calor en un cuerpo (véa- do de “negación” en el plano 2.2.
se mixtum), como en entes inma- lógico, se da r., precisamente, en la
teriales, v.g., la r. de ideas en el al- proposición remotiva. Los juicios
ma, referida al hecho de concebir “remotivos” son copulativos de for-
una idea menos clara o adecuada a ma negativa: unen varios sujetos o
la realidad que otra. 2. En sentido predicados mediante la conjunción
religioso, la r. poenae alude a la re- negativa “ni”. En dichos juicios, la
misión del pecado. 3. Señala tam- r. puede referirse al sujeto, como
bién, en un texto, la invitación que cuando se dice “Ni A, ni B, ni C,
se hace al lector para que recurra a son D”; o bien al predicado, como
otro pasaje del mismo, en el cual, en este otro caso: “A no es B, ni C,
generalmente, se aborda de manera ni D”.
más extensa y detallada el tema que
se está tratando.
remotum 608

Pero también aparece la voz que resume sus lecciones en la Univer-


nos ocupa en el plano 2.3. meta- sidad de París.
físico, en el que significa carencia
o falta. En este orden, se habla de repraesentatio. Indica, muy en ge-
r. boni como ausencia o falta de neral, la reproducción de una co-
bien en dos sentidos: 2.3.1. negati- sa, que guarda similitud con ella.
ve, según el cual no señala un mal, Entre los escolásticos, el uso de es-
así, por ej., hay r. boni negative en te término –que es de origen me-
las cosas que no existen o en aque- dieval– se circunscribió, fundamen-
llas que no tienen los bienes que talmente, 1. al campo gnoseoló-
poseen las demás; 2.3.2. privati- gico. En él, significa “imagen” o
ve, sentido según el cual la r. boni “idea”, en cuanto que, según el con-
constituye un mal, puesto que con- cepto escolástico de conocimiento,
siste en la falta de un bien en aque- éste implica esencialmente una si-
llo que, precisamente por su esen- militud con la cosa conocida. De
cia o forma, debería poseerlo. hecho, la teoría tomista de la r. la
concibe como una similitudo del
remotum. La noción de lo remoto, objeto, dada, en primer lugar, por
aplicada en los planos físico, meta- la species intelligibilis; y, en segundo
físico y aun gnoseológico, concier- término, por la species expressa (véa-
ne a la cuestión de las causas, los se species). Pero la r. propiamen-
efectos, los fines, etc. Es opuesta, te dicha está conformada, en reali-
complementaria y correlativa de la dad, por esta última. No obstante,
de lo próximo. Véase, pues, proxi- una y otra son representaciones, en
mum 1. la medida en que ambas constitu-
yen la similitudo rei intellectae. Ca-
repassum. Cf. passum 2. be subrayar, que la r. no es la cosa
repletive. Adverbio con el que se alude que el intelecto aprehende, sino el
al modo de presencia de Dios en el medio del que se vale para entender
universo (véase ubi 3.). los entes reales, ya sea los presentes
ya los ausentes (cf. C.G. I, 53).
repono. Poco usado en la Edad Media, Con todo, otro empleo del tér-
este verbo es frecuente en los filó- mino aparece 2. en el campo teo-
logos y paleógrafos del Humanis- lógico, particularmente, en la Pa-
mo, quienes lo utilizaron para ad- trística griega, en la evolución de la
vertir que estaban reconstruyendo doctrina que culmina con el dog-
lo que suponían era la versión ori- ma cristiano de la transubstancia-
ginal de un códice, ya sea por con- ción. En efecto, los Padres griegos
jetura debidamente fundada, ya sea han hablado de la r. del cuerpo y
mediante la comparación con otras sangre de Cristo en el pan y el vi-
fuentes. Su equivalente es restituo. no, a los que llamaron “antitypa”
reportata. Se conoce con este nombre de aquéllos.
la obra escolástica en la que un au- La corriente nominalista tendió a
tor sintetiza y da cuenta de cursos enfatizar el significado del término
por él dictados. Tal es el caso de las que nos ocupa como signo y nota
R. Parisiensia de Duns Escoto que simbólica del objeto real conocido.
Ockham, por ej., distinguía en es-
609 republica

te concepto tres acepciones funda- dar que, precisamente en su De re-


mentales: 1. la r. es aquello con lo publica, el Arpinate caracteriza la r.
cual se conoce algo; 2. la r. es un como cosa del pueblo, la empresa
conocimiento mediante el cual se del pueblo, es decir, de una asocia-
adquiere otro; 3. la r. es también la ción de personas unidas por intere-
causa del conocimiento, como lo es ses comunes y por el consenso en
el objeto (cf. Quodl. IV, q. 3). un derecho también común: iuris
En la Modernidad este término consensu. Por eso, cuando este últi-
fue retomado por Descartes, en su mo es ignorado, desaparece la r. co-
noción de la idea como cuadro o mo tal; de esta manera, la justicia
imagen de la cosa (cf. Med. III). como virtud cívica es esencial en la
noción que nos ocupa. Y, a su vez,
repraesentativum. Es lo que, siendo la justicia se entiende, ciceroniana-
conocido, puede evocar, como cau- mente, como un determinado tipo
sa parcial, el recuerdo de una cosa, de relación entre los hombres.
por ej., la imagen o el vestigio. Por En cambio, polemizando con el
esto, los autores nominalistas han Arpinate, Agustín concibe la ius-
tratado este concepto en el cam- titia, fundamentalmente como la
po gnoseológico. Cf., por ej., Oc- recta relación entre el hombre y
kham, In I Sent. d.3, q.9. Dios y la define, sobre todo, co-
reprobatio. Concepto perteneciente al mo el hacer lo que Dios requie-
discurso teológico, origen de la voz re (cf., por ej., De mor. Eccl. I, 15,
española “réprobo”. Se suele tradu- 25). Con todo, aceptando la pri-
cir por “condenación” y está refe- mera caracterización ciceroniana,
rido al castigo eterno, es decir a la el Hiponense también remite en su
ausencia definitiva de Dios en la análisis de r. al concepto de pueblo.
vida trascendente. Especialmente, Pero entiende que éste es un con-
los teólogos de la última Edad Me- junto de seres racionales asociados
dia subrayaron el hecho de que la por la concorde comunidad de ob-
r. no es un acto que se sobrañada a jetos amados. Estas dos modifica-
la esencia divina, sino que es Dios ciones que Agustín lleva a cabo res-
mismo que asigna a una criatura tal pecto de la definición ciceroniana
castigo. no sólo le posibilitan preguntarse si
acaso Roma ha sido alguna vez una
republica. Esta voz aparece con mayor auténtica república, sino que tam-
frecuencia en las épocas que inme- bién le permiten aplicar este presti-
diatamente anteceden y suceden gioso nombre de r. a la civitas Dei
a la medieval propiamente dicha. (cf. De civ. Dei. XIX, 21).
Ello se explica no sólo por la cons- Durante el período medieval se
titución política en época medieval habló, en cambio, de regnum (véa-
sino también por la impronta ci- se). Sólo en el humanístico se vuel-
ceroniana en esta noción: algunos ve a la noción propuesta por Ci-
aspectos del pensamiento de Ci- cerón y se enfatiza el compromiso
cerón fueron particularmente fre- cívico que los miembros de una r.
cuentados durante el período pa- han de tener con ella. Esto tiene lu-
trístico y retomados en el Huma- gar, en especial, en el contexto de
nismo. De hecho, se ha de recor-
repugnantia 610

la polémica sobre la vida activa y la ción que su condición de cosa con-


contemplativa, por ej., en Cristofo- fiere al ente.
ro Landino.
resistentia. Los escolásticos entendie-
repugnantia. En lógica, se dice que ron por “resistencia”, en sentido
hay r. entre dos términos cuando propio, la acción que opone un en-
no pueden ser afirmados al mismo te a otra acción que padece, por ej.,
tiempo respecto de una cosa singu- la que la tierra opone a una piedra
lar, por ej., “circular” y “cuadrado”. que choca contra ella. En la Edad
Media, se delinearon al respec-
requisita. Cf. praerequisita. to dos teorías diferentes: una es la
res. Entre las varias acepciones y usos de Aristóteles, suscrita por Averroes
fundamentales de esta palabra, se y seguida por Egidio Romano; la
destacan dos, íntimamente ligadas otra es la de Avempace, adoptada
entre sí: el significado más gene- por Tomás de Aquino, junto con
ral es aquel según el cual r. se po- algunos autores de la escuela fran-
dría traducir por “realidad”. En es- ciscana. Según la primera, que su-
te sentido, alude a lo real en cuan- braya el carácter temporal de la r.,
to contrapuesto a lo ideal o nocio- ésta es la acción que el móvil en-
nal. 2. La acepción específica de r. cuentra en el medio que atraviesa o
es la que la entiende como “cosa” y, que opone a la fuerza que lo mue-
en este orden, constituye un trans- ve. De acuerdo con la segunda, la r.
cendentale (véase), es decir, un atri- se explica por una falta de potencia
buto o propiedad del ente en cuan- en el agente que produce el movi-
to tal y en sentido fuerte. Para se- miento de alteración. La posición
ñalar la especificidad del ens como de Ockham sintetiza las dos ante-
r. se suele remitir a Avicena. Tomás riores (cf. In Phys. 86-90) y, a través
de Aquino indica que, dentro de la de Bradwardine y Buridan, abrirá
equivalencia connotativa entre am- el camino a nociones de la dinámi-
bas nociones, la primera subraya el ca moderna.
esse que se da en el ente; la segun- resolutio. Noción que 1. en Lógica
da, acentúa su quidditas (véase), ya se denomina r. secundum rationem
que no hay ente sin esta última. e indica la descomposición de un
Prefiere vincular r. con quidditas y todo en sus elementos, por lo que
no con essentia, precisamente por- muchas veces equivale a “análisis”.
que la esencia dice relación más di- Su opuesto es la idea de composi-
recta con el ser (cf. De ente et ess. 1). ción (véase compositio 1.). Lo fun-
Insiste, además, en que, aunque se damental en este vocablo, como
reclaman mutuamente, ens y r. son término técnico de la Escolástica,
nocional y no realmente distintos: es la discursividad; mejor aún, la
“idem sunt, sed ratione distinguun- razón discursiva. Ahora bien, ésta
tur” (De ver. q.1., a.1). Una no- puede proceder de varias formas o
ta curiosa de r. en cuanto trascen- en varios sentidos. Así, es r. 1.1. el
dental es la aportada por Buena- proceder de lo complejo a sus ele-
ventura, que hace derivar el térmi- mentos, esto es, una forma de la di-
no de ratum, es decir, lo fijo e in- visio (véase); 1.2. el movimiento
variable, para marcar la determina-
611 restrictio

opuesto en el razonamiento, es de- ción, esto es, al defensor de la tesis.


cir, el ir desde los efectos a las cau- Véase también determinatio 3.
sas, o desde la conclusión a las pre-
misas; 1.3. en el orden práctico, in- responsio. En los textos escolásticos,
dica el movimiento por el que se va se denomina así la exposición de
a una acción a partir del fin que la argumentos que hace el defensor
inspira o al cual ella se ordena. Es- de una determinada tesis, con los
colásticos como Tomás de Aquino cuales precisamente responde a los
han privilegiado el segundo senti- problemas, dificultades y eventua-
do del término, por ej., en Super les objeciones que ella puede pre-
Boetium De Trin. VI, 1, donde el sentar.
Aquinate describe un movimiento restituo. Cf. repono.
hacia lo alto, es decir, hacia lo que
es en sí mismo más simple. restrictio. Se llama “restricción” a una
En cambio, 2. la r. secundum rem propiedad lógica que limita el va-
se da en el plano teológico-metafí- lor de suplencia (véase suppositio)
sico. En él, esta voz asume un sig- de un término. Obviamente, es
nificado especial en Escoto Eríge- la propiedad opuesta a la amplia-
na; en los escritos erigenianos seña- tio (véase). Se puede tomar como
la la procedencia de los seres parti- ejemplo el término “animal” y ad-
culares de Dios. En este sentido, la vertir su uso en las siguientes pro-
r. se opone a la reversio (véase). posiciones: “Todo animal cuadrú-
pedo es vertebrado” y “Todo ani-
respectus. Indica siempre una relación mal es viviente”. En el primer ca-
y, en algunos contextos, es equi- so, el término en cuestión tiene un
valente a relatio (véase); de hecho, valor de suplencia más restringido,
Guillermo de Ockham, por ej., es decir, con mayor r., que en el se-
suele denominar así la categoría de gundo. En su Logica Ingredientibus,
relación. Se distingue en: 1. r. ab Pedro Abelardo se refiere a la r. co-
que alude a la relación de una cosa mo determinación de un término
con un principio del que proviene, “per adiectivum accidentis”.
como la de la criatura con su Crea- Cuando se trata de proposicio-
dor; 2. r. in es la relación de algo nes afirmativas, para llevar a cabo
con un subiectum en el que existe, una r. lógica (a non restrictio ad res-
como la de la cualidad con la sus- trictum), se han de tener en cuenta
tancia; 3. r. ad señala la relación de las condiciones: 1. que el término
algo con un término al que ese al- más amplio sea universal, y 2. que
go está ordenado, como la acción sea establecida la existencia del tér-
al fin; 4. r. ex refiere a la relación mino restricto. Así, respecto del se-
de una cosa con un sustrato a partir gundo caso, no se puede decir “To-
del cual ésta es producida, como el do hombre es mortal”, “luego, Ha-
mármol y la estatua. mlet es mortal”; en primer lugar,
respondens. En las disputas escolásti- porque Hamlet no es un hombre
cas, especialmente las quodlibeta- real y, en segundo lugar, porque, de
les, se designaba con este nombre a tratarse de un hombre real, se de-
quien debía sostener una proposi- bería decir, eventualmente, “luego,
Hamlet era mortal”.
resumptio 612

resumptio. Se conoce bajo este nom- nable de este término es “revisión”.


bre una forma de la reductio o con- Ejemplo de ello, además del de Be-
versión de la proposición. Median- da el Venerable, es el de las Retrac-
te la r., se reemplaza un término de tationes de Agustín de Hipona, cu-
la proposición por otro más usa- yo prólogo él abre con la intención
do, más conocido o más compren- declarada de revisar la totalidad de
sible. Así, la r. opponit communem su obra: “ut opuscula mea sive in li-
sermonem. Se utiliza de manera fre- bris sive in epistolis sive in tractati-
cuente, pero no exclusiva, cuando bus cum quadam iudiciaria severita-
en la proposición originaria hay al- te recenseam...”.
gún término empleado metafórica-
mente. Por ej., hay r. si se convierte reversio. En líneas muy generales, el
la proposición “Prata rident” en es- uso medieval de este vocablo refie-
ta otra: “Prata sunt amena”. De es- re a todo proceso que, llegado a un
te modo, la r. implica una interpre- cierto término, asume una direc-
tación o una explicitación. ción inversa a la que condujo has-
ta él. Un sentido preciso toma es-
retractatio. Al traducirse por “retrac- ta palabra en Escoto Erígena, pues
tación”, r. puede dar pie a un equí- en este autor indica el retorno de
voco. En efecto, cabe aclarar en los seres a Dios –de quien proce-
principio que este término lati- den– para reingresar en Él y per-
no no implica, salvo eventual y se- derse en la universal esencia divi-
cundariamente, un desdecirse de na (cf. De div. nat. PL CXXII, 633,
lo afirmado, como reza la acepción 644, 866).
de su habitual traducción españo-
la. La voz que nos ocupa provie- revideo. Tecnicismo paleográfico, al
ne de retracto, frecuentativo de re- igual que reviso, indica que se exa-
traho, verbo que significa origina- mina atentamente una obra con el
riamente volverse a ocupar de al- objeto de corregirla antes de entre-
go, insistir en un punto del discur- garla al copista para su edición. En-
so, tratar de nuevo. En otras pala- tre los humanistas, por ej., Salutati
bras, lo fundamental de la r. con- (cf. Ep. IV), aparece frecuentemen-
siste en una revisión. De resultas te acompañado de corrigo y aun re-
de ella, la r. consiste en aclaracio- purgo. Guarino, en cambio, prefie-
nes –aun sobre temas de datación re recurro (cf. Ep. 880, 4).
de obras escritas–, ajustes, enmien- rex. Designa la cabeza política de un
das, adiciones, retoques, correccio- regnum, por debajo del emperador
nes pero también confirmaciones –al menos, en términos de jurisdic-
de tesis sostenidas a lo largo de un ción pero no políticos propiamen-
período de la vida. De esta mane- te dichos– y por encima del popu-
ra, cuando, al tratarse de un escri- lus con el que mantiene un pactum
tor patrístico o medieval, se cuen- (véase). Su poder es, pues, el más
ta con retractationes, éstas se reve- elevado de todos los poderes mun-
lan de extraordinaria utilidad a la danos. En virtud de tal poder, el r.
hora de determinar el pensamien- está obligado a proteger el reino,
to definitivo del autor en cuestión. procurar el bien común y defender
Así pues, la traducción más razo- y administrar la justicia dentro de
613 risus

sus confines. En general, el pensa- lo que hoy se denominaría “subje-


miento político medieval ha consi- tividad”, sino que también se pro-
derado que el rey ha de ejercer el fundizó el análisis de las categorías
poder que no siempre el pueblo de- de una audiencia conformada por
lega en él por sus méritos persona- clases sociales y tipos humanos di-
les. Pero, más allá del meritus, una ferentes. Todo ello culmina, ya en
vez elegido, el r. está obligado a el Renacimiento, en el uso que de
asumir la dignitas de su investidu- la r. hacen predicadores como Ber-
ra (véase officium). Por su parte, el nardino de Siena.
pueblo le debe respeto y lealtad. Respecto de la formación en la r.,
véase declamatio.
rhetorica. En la Edad Media, formó
parte del trivium (véase) de las artes risus. La risa está vinculada con el pro-
liberales. Tal como en la Antigüe- prium del hombre, es decir, con lo
dad, la Retórica se concibió, funda- que inhiere en él por su esencia. En
mentalmente, como el arte de per- efecto, él es capaz de reír porque,
sudir con la palabra. De este modo, al decir de Pedro Hispano, “homo
respecto del destinatario de la mis- dicitur risibile [...] quod aptus na-
ma, se propone involucrar al hom- tus sit ad ridendum” (Summ. Log.
bre todo con su discurso: no sólo 2.13). Esto lo distingue del resto de
convencer su razón sino mover sus los animales, esto es, del género al
emociones y afectos. Por eso, entre que pertenece, porque deriva de su
los fines de esta disciplina, se cuen- diferencia específica, es decir, de su
ta también la delectatio. Pero, por racionalidad. Así pues, porque ha
otra parte, y precisamente en vir- sido creado racional puede reír. Por
tud de esto último, no apunta –co- eso, ya Agustín de Hipona, quien
mo la Lógica– sólo a la verdad, por dedica un penetrante análisis psico-
lo que la r. renuncia a la pureza de lógico a la risa cuando se está a so-
la razón. las, afirma que es natural y propia
Éste es, en síntesis, el punto de del hombre (cf. Conf. II, 9, 17; De
vista crítico con el que la Patrística lib. arb. I, 8, 18). En principio, este
recibe la concepción y la práctica planteo contradice teóricamente el
de la r. de la Antigüedad, como se carácter moralmente negativo que
ve, por ej., en Agustín de Hipona el r. muestra en la literatura medie-
(cf. Conf. IV, 2, 2). Sin embargo, el val, la que suele relacionarlo con el
mismo Agustín (cf. De ord. II, 13, pecado. En este sentido, Peraldo,
38) –y con él la Edad Media poste- por ej., presenta una verdadera ti-
rior– rescata de la r. la función mo- pología del concepto que nos ocu-
ral de atraer al pueblo a la práctica pa. En efecto, distingue entre: 1. r.
del bien. Este contexto de predica- naturalis, entendiendo por éste lo
ción religiosa, y la importancia que que se acaba de decir; 2. r. vitupe-
ella asumió en la cultura medieval, rabilis; y 3. r. commendabilis, esto
confieren a la Retórica su princi- es, el moralmente aconsejable. Con
pal valor y la enriquecen como dis- mucho, el segundo es objeto de los
ciplina. Al ampliarse su horizonte análisis más detallados. Se lo subdi-
no sólo se multiplicaron las técni- vide prolijamente en: 2.1. r. invi-
cas, las motivaciones y el estudio de diae que es el motivado por la en-
ruminatio 614

vidia, en el intento de desvalorizar nalidad. Por su parte, Rodolfo Ar-


o disminuir a aquel cuya excelencia dente habla peyorativamente de un
parece amenazar a la del envidio- sermo risorius que contrapone al lí-
so; 2.2. r. perfidiae que alude a la ri- cito sermo iocundus (cf. Spec. univ.
sa socarrona de quien planea o lle- XIII, 163). Sin embargo, la raíz
va a cabo una acción malvada, co- lingüística del primero sigue con-
mo la de engañar a alguien; 2.3. r. denando la risa, ya que se prefiere
insaniae que es la de la locura; 2.4. el término iocunditas en la valora-
r. vanitatis purae que, habitualmen- ción positiva de la misma. Por es-
te, se vincula con la necedad, razón ta razón, una traducción plausible
por la que se lo incluye en la defini- de este vocablo, cuando aparece en
ción de scurrilitas (véase). Con to- contexto condenatorio, es “risa” o,
do, y dentro del tercer tipo, el de la mejor aún, “carcajada”; en cambio,
risa recomendable, Peraldo elogia cuando interviene en un contex-
particularmente el 3.1. r. affabilis, to positivo, es preferible la versión
la sonrisa de amabilidad con que el “sonrisa”.
sujeto se relaciona socialmente con
los demás; r. prudentiae, propio de ruminatio. Señala una de las primeras
quien advierte la solución de un etapas en la meditatio (véase) mo-
problema, o cómo evitar un peligro nacal de la Escritura. Consiste en
o llevar a cabo cualquier acto rec- el repetir cada uno interiormente y
to e inteligente (cf. De lingua 224). de manera silenciosa, en la memo-
De este modo, relaciona el aspecto ria, las palabras del texto sagrado,
positivo del r. con el naturalis, es- comenzando a considerar así sus
to es, con el que emana de la racio- diversos sentidos posibles.
615

S
S
S. Convencionalmente, con esta le- ternos y rituales se unen a la ple-
tra se señala la reducción de un si- garia y, sobre todo, se cargan de
logismo imperfecto a uno perfec- carácter simbólico, como anota
to, es decir, a un modo directo de Agustín de Hipona en De Mag. I,
la primera figura (véase syllogismus 2 y, especialmente, en la Ep. 102,
1), donde lo que es sujeto en la pri- 17. Para el Hiponense, en quien es-
mera premisa es predicado en la se- ta palabra cobra fundamentalmen-
gunda. Para ello, se recurre a la con- te el significado de “ofrenda”, es s.
versio simplex (véase conversio 5), toda obra hecha para unirse con
como se lee en Pedro Hispano (cf. Dios; más aún, el mayor s. del espí-
Summ. Log. 4, 7 y 11). ritu humano es precisamente con-
fiar en Él es, según se lee en el Ser-
sacra pagina. Expresión con la que en mo 33, 2.
muchos textos medievales se alu- Por su parte, Tomás de Aquino
de a la Biblia, único libro al que subraya el sacrificio u ofrenda ex-
se le adjudicaba valor en sí y que, terior como signo del interior que
por ende, no podía no ser estudia- el alma brinda a Dios (cf., por ej.,
do. Los demás libros, que encerra- S.Th. II-II, q.85, a.2 c).
ban toda la cultura profana, here-
dada de la Antigüedad y enrique- sacrum. Neutro de sacer, de donde sa-
cida por los enciclopedistas del pe- cerdos, lo sagrado es, originaria-
ríodo patrístico y por los escolásti- mente, lo separado para ser dedi-
cos, se consideraban una etapa pro- cado a los dioses. Pero, en la An-
pedeútica para la comprensión de tigüedad, esto implicaba una gran
la s.p. ambivalencia, en el sentido de que
lo s. era tanto lo digno de venera-
sacrificium. El término proviene de sa- ción como lo que suscitaba horror.
crum y facere. Este último verbo ya En cambio, en contexto judeocris-
señala un aspecto operativo, ejecu- tiano, sólo conserva la primera no-
tivo, en el sacrificio en cuanto ins- ta que vincula, si bien no identifi-
tancia en la relación entre el hom- ca, lo sagrado con lo santo (véase
bre y la divinidad. Por otra par- sanctitas).
te, el sacrificio implica también la
mediación, justamente con su ha- saeculum. Cf. mundus 3.
cer ritual, del sacerdos, es decir, del
sacerdote, que es su agente, aquel sanctitas. Antiguamente se conside-
que con-sagra, el que hace que al- ró sanctum todo lo que se había
go sea sagrado. puesto a salvo del alcance de los
En la literatura patrística se enfa- hombres –ya fueran cosas sagra-
tiza el hecho de que los aspectos ex- das o profanas, consagradas o no a
sanctus 616

los dioses– precisamente mediante Los autores del período patrístico


una sanctio, es decir, mediante una insisten en la genuina renovación
sanción, por ej., lo que se prohibía interior, requerida en la s., por ac-
por un castigo y se protegía así de ción del Espíritu Santo. Por lo de-
cualquier agresión. Por eso, se cali- más, en una concepción dinámica
ficaba de sanctae algunas leyes. de la santidad, subrayan los actos
Otra es la noción sobre la que se mismos propios de ella y la prác-
funda en el Cristianismo el con- tica heroica de las virtudes; así, por
cepto de santidad. En efecto, éste ej., en Ireneo (cf. Contra haer. III,
alude, en general, a la pureza mo- 17, 1), en Cipriano (cf. Ad Dona-
ral, a la ausencia de faltas o peca- tum 4) o en Gregorio de Nacianzo
dos. De hecho, el término grie- (cf. Orat. 40, 7). Pero es especial-
go “agios” significa “sin tierra”. Por mente Agustín de Hipona quien
eso, Dios es el santo por excelen- enfatiza en la noción que nos ocu-
cia, como aparece ya en el Antiguo pa la nota de transformación inte-
Testamento, por ej., en Job 6, 10 o rior del alma en su justificación (cf.
en Is. 40, 25. Desde luego, esta no- Ench. 52, 64; Contra Iul. opus imp.
ción es retomada en Nuevo Testa- 2, 164; En. in Ps. 7, 5). Otro tanto
mento, según se lee, por ej., en Ap. se lee en Gregorio Magno (cf. Mo-
4, 8. Así pues, el rechazo por lo im- ral. 28, 22).
puro y contrario al orden moral es En la Escolástica, se ha distingui-
el aspecto negativo de la s., mien- do, como lo hace Tomás de Aqui-
tras que el positivo alude a la per- no, entre la s., en cuanto habitus de
fección absoluta. la Gracia santificante, y la perfec-
Respecto de las personas, éstas ción de la vida espiritual propia-
son santas por analogía, es decir, en mente dicha. Esta última requie-
cuanto pertenecen a Dios o están re el deseo y el gusto de practicar
consagradas a Él, como reza el tex- de una manera perfecta las virtu-
to de Lev. 11, 44-45. Con todo, a des más arduas, plano en el que la
la pureza exterior, implicada en la s. se vincula especialment con la ca-
consagración a Dios y a su culto, ridad. Por otra parte, Tomás subra-
le ha de corresponder una disposi- ya en esta noción la unión del al-
ción interior, moral, que de ordina- ma con Dios, prescindiendo de las
rio se manifiesta en la obediencia a realidades inferiores, aspecto en el
los preceptos divinos. Pero, sobre que la santidad se relaciona con el
todo, son santos los que han muer- concepto de religión (cf. S.Th. II-
to en la práctica de esta obedien- II, q.81, a.8).
cia.
También se habla de la santidad sanctus. En la literatura medieval es-
de las cosas, en una analogía aún te término puede aparecer tanto en
menos fuerte, ya que es su consa- 1. sentido estricto, como en 2. un
gración al culto divino lo que las sentido más amplio. 1. En el pri-
santifica; así, por ej., se califica a Je- mero, señala a quien ha sido ca-
rusalén de “ciudad santa”, como en nonizado en virtud de su sancti-
Mt 25, 15; Mc 13, 14; Lc 21, 20. tas (véase). 2. En el segundo, en
los textos medievales, se denomi-
na con este nombre también a ca-
617 sapientia

da uno de los Padres, cuyo testimo- que ontológicamente es óptimo.


nio tiene valor en materia religio- Por último, dado que la Edad Me-
sa y auctoritas em materia teológi- dia concibió las verdades supremas
ca. Algunas veces, el término theo- como divinas, el s., que pretende
logus sustituye al de s., en el caso de adecuar su vida a ellas, fue identifi-
que el santo del que se trata se ha- cado muchas veces con el santo.
ya dedicado a la formulación y de-
sarrollo de verdades de fe mediante sapientia. Voz que traduce la sofia
categorías filosóficas. griega. Platón ya se refiere a él co-
mo la “investigación de las cosas
sapiens. En términos medievales, y en naturales” (cf. Phaedon, 96 a). Pe-
general, se denomina así el “sabio” ro es Aristóteles quien acuña el sig-
quien, precisamente, es quien pue- nificado con que la noción que nos
de gustar a fondo del sabor de las ocupa pasa a la tradición medieval.
cosas –del verbo sapio–, esto es, el En efecto, él considera la s. como
que puede apreciarlas. Sin embar- la “ciencia de los primeros princi-
go, la ambigüedad de esta palabra pios”, y la identifica con la filoso-
castellana impide considerarla una fía primera (cf. Met. I, 1059 a 18).
traducción exacta de sapiens y exi- Así, para el Estagirita, la sabiduría
ge algunas precisiones: en primer es la unión del intelecto con el co-
lugar, no equivale exactamente al nocimiento riguroso de las prime-
“savant” francés ni al “savio” italia- ras causas y principios (cf. Et. Nic.
no, ya que estos vocablos se prefie- VI, 7, 1141 a 19). De ahí que se re-
ren para aludir a quien domina una fiera a la vida contemplativa, a di-
determinada disciplina o ciencia ferencia de la frónesis (véase pruden-
(véase scientia). En segundo lugar, tia), que alude a la práctica o acti-
tampoco señala al “sage” o “saggio” va. Tal reducción a lo contemplati-
en esas respectivas lenguas (véase vo se matizó durante el período he-
prudentia). En la Edad Media, s. lenistico. No obstante, entre los es-
es quien tiene la sapientia (véase), toicos resurge la concepción teóri-
es decir, quien dirige su búsque- ca de la s., en cuanto que ellos lla-
da intelectual a las verdades supre- man al comportamiento del uni-
mas. Así, el sabio por antonomasia verso “Sabiduría cósmica”, ya que
se identifica con el filósofo. Por en- ésta es razón del cosmos, es decir,
de, sus características propias de- Logos, al que la conducta humana
penden de lo que cada época me- debe adecuarse.
dieval haya entendido por “filoso- Con el advenimiento del Cristia-
fía”. Sin embargo, algunas notas nismo, el concepto se apoya en los
son invariables: por ej., el s. es en sentidos de s. que presenta la Escri-
alguna medida virtuoso, al ser la sa- tura y que se pueden distinguir en:
pientia una virtud; es austero, por- conocimiento de las leyes divinas;
que el dedicarse a la contemplación observancia de las mismas, y ele-
de la más alta dimensión de la rea- mento en la creación del mundo
lidad exige abandonar o descuidar dado por el Espíritu de Dios. So-
en cierto sentido la inmediatez de bre esta base conceptual, los auto-
lo material; es hombre “ordenado”, res medievales, suelen considerar
ya que elige como su bien sumo lo la s. como una suerte de luz supe-
sarcasmus 618

rior, reelaborando el concepto grie- glas del conocimiento humano que


go de sofia en relación con el orden aspira a la inmutabilidad, aun sien-
sobrenatural. Para Agustín de Hi- do esencialmente mutable, impli-
pona, por ej., la s. es un saber supe- can sabiduría uniforme que lo tras-
rior –ya que tiene por objeto las co- ciende (cf. ibid. II, 9 y 10). Lla-
sas supremas y divinas– que se ha- ma s. multiforme a la que aparece
ce posible por la Gracia y al cual es- en la Escritura, cuyos diversos sen-
tán subordinados todos los demás tidos más allá del literal, se relacio-
conocimientos. La verdadera sabi- nan, para Buenaventura, con las
duría versa, pues, sobre el conoci- virtudes teologales: la fe se nutre
miento de lo eterno (cf. De doctr. del sentido alegórico; la esperanza,
christ. II, 2, 3). En cuanto a la Sabi- del anagógico; la caridad, del moral
duría de Dios, Agustín la identifica (véase allegoricum y anagogicum)
con el Verbo (cf. De beata vita, IV, (cf. Brevil., Pr., 4,1,2). La sabiduría
34). se revela omniforme en las obras di-
El siguiente hito principal en el vinas, conteniendo todos los aspec-
tratamiento del tema es el ofrecido tos correspondientes a la diversidad
por Boecio. Este autor hace hinca- de lo creado, con lo cual también
pié en el hecho de que la S. vetero- en Buenaventura el mundo asume,
testamentaria ha sido identificada una vez más, la condición de libro
por los Padres con el Verbum Dei, a descifrar (cf. Coll. in Hex. 2, 20).
principio y causa de la organicidad Por último, el punto culminante
racional del universo y, por tanto, del itinerario hacia la sabiduría es
objeto último de la s. humana (cf. la s. nulliforme, la propia del éxtasis
De cons. I, 3, 6-7). Los medios pa- inefable, ya que en éste se trascien-
ra llegar a ella son las scientiae, en la de todo intelecto (cf. ibid. 2, 29).
medida en que éstas, como partes Por su parte, también Tomás de
de la Filosofía, han de recorrer los Aquino hace suya la afirmación
caminos por los cuales se refleja la del Verbo en cuanto Sabiduría de
legislación que dicho principio di- Dios. Pero su atención gira sobre la
vino impuso a lo real. s. como virtud humana. Sobre és-
Un tratamiento particular del ta hace una elaboración filosófica
término es el que ofrece el pen- diferente que, obviamente, vuelve
samiento de Buenaventura, pa- a las fuentes aristotélicas. El Aqui-
ra quien es necesario poseer cono- nate la considera una virtud pura-
cimiento (oportet scire) para alcan- mente intelectual, cuyo objeto son
zar la sabiduría; es menester, pues, las causas supremas. Mediante la
ejercitar el entendimiento, además investigación de la razón, se ocu-
de frecuentar la Escritura (cf. Coll. pa de los primeros principios, que
in Hexaem. XIX, 5). Por otra par- son los más inteligibles en sí mis-
te, este autor distingue entre s. uni- mos, aunque no para nosotros (cf.
forme, multiforme, omniforme y nu- In Met. I, l.1, 34-35; S. Th. I-II,
lliforme. El contenido de la prime- q.57, a. 2 c).
ra es inmutable y radica en las leyes
divinas que resplandecen en las al- sarcasmus. En los tratados medieva-
mas racionales; hasta las mismas re- les de moral el sarcasmo es vitupe-
rado en cuanto falta de caridad, ya
619 schola

que se define como hostilis irrisio, redigo o edo”. Generalmente, la ta-


es decir, como agresión que se diri- rea estaba a cargo de un copista, li-
ge contra alguien a manera de bur- mitándose el autor a la revisión fi-
la y que intenta roer su alma. Deri- nal de este original llamado arche-
vado del griego, el término signifi- typum.
có originariamente la acción de los
perros al roer los huesos. schisma. Se entiende por cisma la se-
paración, espontánea y conscien-
satietas. Con origen en satis, suficien- te, de la unidad de la Iglesia, des-
te, se utiliza en contexto moral y en echando así el sometimiento a sus
el místico. En el primer sentido, es autoridades y la comunión con sus
fructus iustitiae. Sólo lo que es jus- miembros. Isidoro de Sevilla escri-
to puede procurar por sí mismo sa- be, en sus Etim. VIII, 3, que esta
tisfacción moral, es decir, puede ser palabra proviene de scissura, esto es,
suficiente tanto para el sujeto co- división, aludiendo a la de las al-
mo para el objeto del acto moral. mas. Y añade: “Se produce el cis-
En el segundo sentido, es término ma cuando dicen los hombres ‘Los
muy común, particularmente, en- justos somos nosotros’, ‘nosotros
tre los místicos especulativos y en somos los que santificamos las al-
la escuela franciscana. Señala un es- mas’, y cosas semejantes”. Así pues,
tado espiritual que se nombra co- el s. se diferencia de la herejía (véa-
mo “saciedad” por analogía con al- se haeresis) en cuanto que el cisma
gunas sensaciones corporales. Se no concierne, como ésta, a los dog-
define como aquel estado que ex- mas de fe sino a la potestad espiri-
cluye el deseo de cualquier otro ob- tual de la Iglesia, tanto sacramen-
jeto que no sea aquel que satisface. tal como de jurisdicción. Por eso,
Por eso, la s. excluye toda tristeza y el cismático no puede, por ej., ab-
toda ansiedad; en este sentido, sólo solver o excomulgar.
Dios puede darla.
schola. En la Edad Media, se entiende
scala praedicamentalis. Con esta ex- por “Escuela” la Escolástica, desde
presión, cuyo significado, es el de el momento en que ésta es un tipo
“jerarquía de las categorías”, la de pensamiento cuyas característi-
Edad Media se refirió al famoso ár- cas dependen del hecho de haber-
bol de Porfirio (véase arbor porphi- se desarrollado en un marco insti-
riana). tucional. En efecto, para la Esco-
lástica, la búsqueda intelectual es
schedae. En los siglos tardomedievales un oficio con técnicas profesiona-
y durante el Renacimiento, se lla- les y leyes minuciosamente fijadas.
mó con este nombre las hojas suel- Ello da lugar a una suerte de una
tas, del material menos caro dispo- estructura mental y literaria, que
nible, que contenían la redacción determina los procesos de enseñan-
definitiva de una obra. Se transcri- za y aprendizaje, de investigación y
bían después a fascículos de perga- discusión, de transmisión y redac-
mino que se ataban para formar el ción. Como es obvio, esto impli-
códice o volumen. Precisamente a ca y promueve un estilo tanto in-
este pasaje de las sch. al códice se terior como exterior, orginado en
aludía con la expresión “in volumen
scholasticus 620

la preocupación de la mayor preci- to de que la verdad puede ofrecer


sión en el pensamiento y la argu- diversos caminos para llegar a ella,
mentación; de ahí la estructura del pero que tiene unidad interna; en
razonamiento, las distinciones, las segundo término, una confianza en
divisiones y subdivisiones, los pro- la razón tal que hace muchas veces
cedimientos de demostración, etc. que se fuercen sus límites; en ter-
Todo ello procura un carácter im- cer lugar, todo lo anterior culmina
personal en el estilo, que obedece en una gran capacidad de construc-
a la búsqueda y puesta en práctica ción y sistematización filosófica y
de una técnica universal, tomado teológica, una de cuyas muestras
este último término en dos senti- más significativas son precisamente
dos: en el que dicha técnica es apli- las Summae, escritas con concien-
cable a cualquier contenido, y en el cia no de mera compilación sino
de que es respetada por todos los de renovatio temporis. En síntesis, la
miembros de la Escuela. Eso ex- capacidad de creatividad de la Es-
plica la gran variedad de autores y cuela la constituye en un momento
de generaciones que forman parte decisivo para la historia de la Teo-
de ella. La calidad científica y el ri- logía y, por eso mismo, de la Filo-
gor de las formas exteriores hicie- sofía.
ron que la Escuela prestara particu-
lar atención a dos artes: la Gramáti- scholasticus. En términos medieva-
ca y la Dialéctica. les, escolástico es el miembro de
Con todo, se ha de tener presen- la Escuela (véase schola), por tan-
te que, más allá del universal respe- to, aquel autor que, habiendo en-
to que nutrió por esta última dis- señado efectivamente o no en una
ciplina (véase dialectica), combatió escuela o universidad, de hecho
sus peligros, especialmente, el del muestra en su producción las notas
vaciamiento de su contenido que formales, las técnicas y los procedi-
culminaría en un puro formulis- mientos que caracterizan la schola
mo, en una vana loquacitas. En ge- y que dan lugar a una determina-
neral, la Dialéctica fue aplicada por da forma mentis. Sin embargo, és-
la Escuela a cuestiones teológicas. ta presenta un origen, una evolu-
En este sentido, no puede sorpren- ción y una declinación que tornan
der que haya conferido importan- extremadamente difícil proponer
cia a las auctoritates, especial pero una periodización de la Escolásti-
no exclusivamente, a las escritura- ca y, por ende, la ubicación de un s.
rias y patrísticas. Todo ello redun- determinado en una de esas etapas.
dó en un gran sistema especulati- scholion. Con esta palabra se alude a
vo, uno de cuyos objetivos princi- un texto breve que, a modo de no-
pales era el de hallar el acuerdo en- ta, se añadía como glosa o apéndi-
tre la Filosofía y un dogma religio- ce a otro, y que contenía una inter-
so. Pero éste no sólo fue el cristia- pretación o explicación breve que
no; de hecho, hay una Escolástica lo aclaraba.
judía y una musulmana.
Esto implica, en primer lugar y scibile. Voz que alude tanto al obiec-
salvo casos puntuales, el supues- tum (véase) de una ciencia, como,
en general, a lo que puede ser co-
621 scientia

nocido (véase scire). Para escolás- lidad fenoménica. Tal caracteriza-


ticos como Tomás de Aquino, los ción tiene su raíz en Aristóteles, pa-
géneros de las cosas que se pueden ra quien hay ciencia cuando se co-
saber, es decir, scibilium genera, se noce la causa por la que es una co-
distinguen según el diverso modo sa, cuando se sabe que es causa pre-
de conocer que es el diverso modo cisamente de esa cosa y no de otra,
de definir. De hecho, el Aquinate y cuando se tiene la certeza de que
subraya que, en cuanto término re- no puede ser de otro modo (cf. An.
lativo, lo sc. no refiere a la ciencia, Post. I, 2, 71, b 12). Por eso, el Es-
sino que ésta remite a él (cf. In Met. tagirita reconoce carácter científico
VI, l.1, 1156-1165 y X, l.8, 2068). a la Física, la Matemática y la Filo-
Otros llaman así al objeto de una sofía, que constituyen la triple di-
proposición susceptible de poner- visión del saber teórico (cf. Met. 1,
se en duda y apta para volverse evi- 1025, b 3 - 1026 a 32).
dente por medio de proposiciones En la Patrística, no predominó el
necesarias, dispuestas en forma de interés por la ciencia en cuanto tal,
silogismo. Ockham, por ej., añade sino por la sabiduría (véase sapien-
a esto las siguientes notas: prime- tia), pero se trabajó con preferen-
ro, lo sc. excluye tanto la proposi- cia el problema de la distinción en-
ción contingente como la nota per tre ambas. Agustín de Hipona, por
se; segundo, que es posible que una ej., lo aborda en el De beata vita IV,
proposición que se puede poner en 27.
duda, como que el calor engendra En la Escolástica resurge la aten-
calor, se confirme o se invalide por ción al tema. Buenaventura, que
medio de la experiencia (cf. Sum- insiste en que la s. es inferior a la
ma Totius Log. III, 2, 24). sapientia (véase), sostiene en cuan-
to teólogo que en Cristo se encuen-
scientia. En líneas muy generales, el tran todos los tesoros de una cien-
concepto tradicional de ciencia la cia que ve como septiforme. En
concibe como un saber con univer- efecto, sus objetos son la esencia,
salidad y garantía de validez y, por consideración de la Metafísica; la
ende, como conocimiento con un naturaleza, de la Física; la distan-
grado máximo de certeza. En este cia y el número, de la Matemática;
sentido, se opone a la opinio (véa- la doctrina, de la Lógica; la virtud
se). La definición clásica de este moral, de la Ética; la justicia, de la
concepto dice que sc. es el conoci- Política; la concordia, de la Teolo-
miento de las cosas por sus causas, gía. Esto último puede sorprender,
tanto las extrínsecas cuanto las in- pero se ha de recordar que Buena-
trínsecas. De ahí que, en su sentido ventura entiende al teólogo, funda-
más estricto, la sc. sea la ciencia de- mentalmente, como exégeta. En tal
mostrativa o propter quid, que de- sentido, señala que toda la Escritu-
duce de principios, axiomas, defi- ra es como una cítara, cuya cuerda
niciones y postulados las conclu- inferior no produce armonía por sí
siones lógicas, explicando de es- sola sino con las demás; de la mis-
ta manera las causas y esencias de ma manera, un lugar escriturario
los fenómenos. Así pues, en prin- depende de otro, más aún, a ese pa-
cipio, la sc. tiene por objeto la rea-
scientia 622

saje se refieren muchos otros entre pios y procede por demostración


los que hay armonía de sentido (cf. hacia conclusiones. Desde 2. el
Coll. in Hexaem. I, 11 y XIX, 7). punto de vista del término o fin de
Obviamente –en virtud de la di- las ciencias, éstas se dividen en 2.1.
ferencia de tradiciones filosóficas sc. speculativa, que es aquella que se
en las que se apoya uno y otro– ocupa solamente de la contempla-
muy distinto es el enfoque de To- ción de su objeto y de la verdad del
más de Aquino. El Aquinate define conocimiento, como la Matemáti-
la sc. como una virtud intelectual, ca o la Metafísica; y 2.2. sc. practi-
es decir, una virtud que perfeccio- ca, que es la que refiere su conoci-
na el entendimiento, por la cual se miento a una obra o acción, como
conocen las verdades que son últi- la Moral. Desde 3. el punto de vis-
mas no absolutamente sino en un ta de la ordenación de las ciencias,
determinado género de lo cognos- se usa la expresión 3.1. sc. subalter-
cible. Procede por demostración, nata para señalar una ciencia que,
considerando al mismo tiempo los en sus principios, depende de otra,
principios de dicho género y las denominada 3.2. sc. subalternans,
conclusiones, en las que se explici- de tal modo que los objetos de am-
tan esos principios (véase processus, bas sólo se diferencian accidental-
in fine). Para Tomás, la sc. depende, mente, así la Música depende de
pues, de la sapientia como de algo la Aritmética, puesto que las canti-
supremo, ya que ésta juzga de las dades sonoras deben regirse por las
conclusiones de las ciencias y de los relaciones numéricas (véase subal-
principios sobre los que ellas se ba- ternatio).
san (cf. S. Th. I-II, q. 57, a. 3). En la última Edad Media, se ha
En textos nominalistas, en cam- hablado también de 3.3. sc. de-
bio, se insiste separar más nítida- monstrativa, para referirse a todo
mente el habitus intelectual de la conocimiento de conclusiones de-
sc. de aquel de la sapientia y aun de ducidas, silogísticamente, de prin-
la prudentia, insistiendo en que se cipios conocidos per se o por expe-
trata de dos modos muy diferentes riencia; 3.4. sc. rationalis, para alu-
de conocimiento (cf., por ej., Gui- dir a la lógica, opuesta a la 3.4. rea-
llermo de Ockham, In I Sent. Pr., lis que trata de lo que existe fuera
q.2). del alma, aunque los autores nomi-
En los autores escolásticos, la no- nalistas insisten en que esta última
ción que nos ocupa aparece en los no es de rebus sino de intentionibus
siguientes términos: desde 1. el supponentibus pro rebus; 3.5. sc. na-
punto de vista del rigor expresivo, turalis es la que aborda específica-
se habla de 1.1. sc. lata, para aludir mente las sustancias compuestas de
a cualquier conocimiento verdade- materia y forma; 3.6. sc. moralis es
ro que parte de principios ciertos, la que versa sobre los actos que de-
aunque no proceda por demostra- penden de la voluntad;
ción; en este sentido, también las Una última clasificación atañe
llamadas artes (véase) son ciencias; a un importante problema teoló-
y 1.2. sc. stricta, que es un conoci- gico: el de 4. la ciencia o conoci-
miento cierto, que parte de princi- miento que Dios tiene de todo lo
623 scire

que no es Él mismo. En este senti- a él también con el término “abdi-


do, se habla de 4.1. sc. visionis pa- tum animae”.
ra mentar el conocimiento divi- Mucho antes que él otros pen-
no de lo real, ya sea de lo que real- sadores habían usado expresiones
mente existe, como de lo que exis- equivalentes para indicar lo menta-
tió o existirá, dado que, estos últi- do por la sc.; así, Agustín habla de
mos dos casos caen bajo la mirada la “acies cordis” (cf. In Io. Ev. 38);
omniabarcante y simultánea de un Ricardo de San Victor utiliza “sim-
Dios eterno: la realidad de lo pasa- plex intelligentia” (cf. De praep. ani-
do y de lo futuro se vuelve de algún mi ad cont. 87); Buenaventura se
modo presente en el conocimien- refiere a la “syderesis sc.” y a la “apex
to divino. Pero en Dios hay tam- mentis” (cf. It. ment. in Deum I).
bién una 4.2. sc. simplicis intelligen- Un matiz distinto asume esta
tiae referida no a lo actual, sino a lo palabra en Tomás de Aquino, pa-
potencial que siempre permanecerá ra quien la sc. rationis es la facul-
como tal: se trata del conocimien- tad intelectiva en cuanto inteligen-
to divino de aquello que, pudiendo cia inmediata de los primeros prin-
ser, no existe, ni existió, ni existirá. cipios (cf. In II Sent. d. 39, q. 9, a.
En la Escolástica ya figura esta divi- 1).
sión, como se ve, por ej., en Tomás
de Aquino (cf. S. Th. I, q. 14, a. 9, scire. En general, alude a un conocer
c). Pero un tercer término se añade genérico que se alcanza mediante
en la doctrina molinista. En efec- diversos modos y que resulta ya en
to, en ella se encuentra la expresión la scientia (véase) que tiene por ob-
4.3. sc. media para aludir al cono- jeto el mundo de lo inmanente, ya
cimiento que Dios tiene del “futu- en la sapientia (véase) que se dirige
rible” o actus liber hypothetice fu- a las realidades trascendentes. Aris-
turus, o sea, la determinación me- tóteles examinó dos aspectos fun-
ramente posible que, en caso de ac- damentales del saber: posibilidad
tualizarse, obedece siempre a la li- de un saber “objetivo”, reflexivo o
bre elección humana (véase praes- racional, y el hecho mismo del de-
cientia; y concursus, in fine). seo de saber en cuanto tendencia
natural del hombre (cf. Met. I, 1;
scintilla. Bajo esta voz –que a veces II, 2, 9 y 10).
aparece en las expresiones sc. cons- Esto pasa a los autores medieva-
cientiae o sc. animae–, la literatura les, quienes han acentuado uno u
filosófica y mística medieval alu- otro aspecto, además de retomar
dió no a una facultad especial del los principios socráticos del auto-
alma, sino al fondo mismo de és- conocimiento y de la exigencia crí-
ta que, como Dios, es una e inefa- tica en el saber como tal. Estos úl-
ble. En virtud de esa íntima afini- timos factores aparecen, por ej., en
dad, en tal dimensión, tiene lu- el Scito et ipsum, es decir, la máxi-
gar de improviso la suprema unión ma socrática del conocerse a sí mis-
del alma con la divinidad. El autor mo, con que Pedro Abelardo subti-
que más se ha dedicado a este te- tula su Ethica. Por su parte, Nicolás
ma es M. Eckhart, quien se refiere de Cusa, en el De docta ignorantia,
afirma literalmente que “scire est ig-
scriptor 624

norare”, precisamente por su no- scriptor. Esta voz señala al amanuense,


ción de sabiduría (véanse docta ig- escribiente o, mejor aún, copista,
norantia e idiota). En cambio, du- es decir, a aquel que sólo copiaba
rante la transición entre el período las obras de otros, sin cambiar ab-
patrístico y el mendieval, se conci- solutamente nada de sus textos. En
bió el saber, primordialmente, co- esto se diferencia del commentator
mo la construcción de un sistema y, más todavía, del auctor (véanse).
enciclopédico, uno de cuyos ejem-
plos son las Etimologiae de Isidoro scriptura. Como es obvio, significa,
de Sevilla. en principio, la acción y el efecto
Sin embargo, lo típico de la acti- de escribir (véase pictura). Pero la
tud medieval ante el tema es poner acepción principal que tiene este
en tela de juicio la validez de un sa- término en la Edad Media es el de
ber humano separado del fin últi- Sagrada Escritura, es decir, la Biblia
mo de la vida, y subrayar la necesi- en cuanto conjunto de libros que
dad de la contemplación del sc. di- contiene la revelación divina. En
vino, infinito y omniabarcante. Es- el Cristianismo se considera que el
ta posición se muestra en casi to- autor principal de la S. es el Espí-
dos los grandes autores medievales ritu Santo que la ha dictado a au-
que transitan sobre las huellas; por tores humanos como los profetas o
ej., del De doctr. christ. de Agustín, los apóstoles.
o del De scientia Christi de Buena- Dado su lenguaje, uno de los
ventura. principales problemas relacionados
Los escolásticos más claramente con la Escritura es el de sus diver-
aristotélicos, como Tomás de Aqui- sos sentidos, esto es, las claves en
no, se han ocupado del sc. en cuan- las que debe ser leída (véanse sensus
to proceso. Así, por ej., insisten en y sententia 1). Buenaventura, por
que, quien desea saber algo, ha de ej., distingue en la S. –a la que lla-
dudar primero de lo que sabe e in- ma corazón, boca, lengua y pluma
vestigar después lo que busca (cf. de Dios– un aspecto externo y otro
In Met. III, l.1, 839). interno: el primero enseña historias
No obstante, es diferente la po- y propiedades de las cosas; el se-
sición de los nominalistas de la úl- gundo, escrito por dentro, encierra
tima Edad Media. Así, aunque ad- misterios y diversas interpretacio-
miten que, en sentido amplio, sa- nes posibles (cf. Coll. in Hexaem.
ber puede significar obtener un co- XII, 17).
nocimiento por el testimonio aje- scurrilitas. Se suele traducir genérica-
no; en sentido estricto, definen sc. mente por “chocarrería” o “bufo-
como poseer el conocimiento evi- nada”, dado que su objetivo es el de
dente de una verdad necesaria me- provocar risa. Su significación que-
diante el conocimiento de otras da signada a partir de la imagen ne-
verdades necesarias que, oficiando gativa que la Iglesia tenía de los ju-
de premisas, lo hacen precisamente glares, es decir de los profesionales
evidente (cf. In Phys. III, 21; Sum- de la s., denominados también scu-
ma Totius Log. III, 2, 1). rrae, mimi, ystriones o aun ioculato-
res. Precisamente de esta última voz
625 secundum quid

la iocularitas adquiere su carácter tido, es decir, como escuela o di-


de sinónimo del término que nos rección filosófica la palabra ha si-
ocupa. Este origen, que sella el ma- do usada ya por los escritores lati-
tiz propio de la s., hace que su ele- nos de la Antigüedad; por ej., apa-
mento distintivo sea la intenciona- rece en Cicerón (cf. Brut. 31, 120).
lidad deliberada de suscitar la car- Algunas clasificaciones hechas por
cajada, intención a la que se llega a autores antiguos de las s. en cuan-
través de una atenta reflexión, co- to escuelas filosóficas son las que
mo escribe Jerónimo (cf. In Epist. las agrupan en dogmáticas y escép-
ad Eph. PL 26, 552) y aun median- ticas, y las que las dividen en jóni-
te mucho esfuerzo, según seña- cas e itálicas, como se lee en Dióge-
la Pedro Lombardo (cf. Collect. in nes Laercio (cf. I, 16).
Epist. PL 192, 209). Entre los apologistas, como lo ha-
El carácter pecaminoso de la s. se ce Justino en su Diálogo con Trifón,
basa sobre la imagen negativa que se habló de las “sectas” de los pla-
la risa, mejor aún, la carcajada, tu- tónicos, aristotélicos, estoicos, epi-
vo en general durante la Edad Me- cúreos y escépticos. Pero, al mismo
dia. Con todo, esto se matizó en su tiempo, por la influencia de la apa-
transcurso y, así, junto con una ver- rición del Cristianismo y las cues-
dadera tipología de la risa en sen- tiones internas del Judaísmo, este
tido moralmente negativo (véase término se aplicó preferentemen-
risus) que conforma un sermo ri- te para designar diversas facciones
sorius, se elaboró una doctrina del que se disputaban el primado de su
sermo iocundus. De este modo apa- propia posición teológica, como los
rece, por ej., en el mismo Rodolfo fariseos entre los judíos, o los arria-
Ardente (cf. Spec. univ. XIII, 163). nos entre los cristianos (véase hae-
Se ha de tener en cuenta que la resis).
severidad de los textos medievales Con este último sentido predo-
sobre el tema obedece a que, fun- minante pasa a la Modernidad.
damentalmente, están dirigidos a
monjes, es decir, a quienes han op- secundum. Sus dos significados origi-
tado por una renuncia y una rup- narios son: 1. detrás de; 2. a lo lar-
tura total con el mundo. Tal seve- go de. De ellos derivan los usos fi-
ridad se atenúa cuando el destina- losóficos más frecuentes de esta pa-
tario es quien permanece en él, por labra. 1. del significado de “detrás
ej., el rhetor. En efecto, puede ser de” proviene el adverbio “segun-
útil al orador apelar a la s. para sus- do”, que señala “en segundo lugar”
citar una risa divertida en un audi- en una enumeración, por ej., de ar-
torio distraído o cansado y reco- gumentos, objeciones, etc. 2. Del
brar su atención. sentido de “a lo largo de” deriva el
significado de “según”, “de acuerdo
secta. Voz que proviene del verbo la- con”, “de conformidad con”, es de-
tino sequor, “seguir”. La secta es- cir, “siguiendo tal orden”.
tá constituída, pues, por un grupo
de seguidores y secuaces de una de- secundum quid. Contracción de se-
terminada doctrina filosófica, reli- cundum aliquid; con este término
giosa o política. En el primer sen- se indica que aquello de que se tra-
secundum quid et simpliciter 626

ta ha de ser tomado restrictivamen- cho cuerpo queda librado a sí mis-


te, esto es, que tiene que ser enten- mo, no cuando es impulsado por
dido en cierto aspecto o con rela- alguna fuerza externa, ya que, en
ción a algo, y no absolutamente o ese caso, puede asumir otra direc-
simpliciter (véase). ción.
secundum quid et simpliciter. Se co- sed contra. Término que aparece en
noce con esta expresión un tipo las argumentaciones escolásticas y
de falacia o sofisma (véase sophis- que, por ende, suele formar par-
ma), identificado ya por Aristóte- te de los artículos en las Summae
les (cf. Soph. El. V, 167 a). Consis- (véase articulus 3), en tanto que és-
te en pasar de una premisa, en la tos reproducen el esquema de una
que cierto término se toma en sen- discusión y aun el de una reflexión
tido relativo o secundum quid (véa- del autor. Ahora bien, dado que
se), a una conclusión, en la que ese la misma expresión s.c. puede dar
mismo término se toma en senti- pie a un equívoco, conviene recor-
do absoluto o simpliciter (véase). El dar que el escolástico procede ha-
ejemplo que propone Pedro Hispa- bitualmente argumentando a fa-
no de este sofisma es: “Iste est ho- vor de la opción entre los dos tér-
mo mortuus, ergo est homo” (Summ. minos de una alternativa. Ésta es
Log. 7.47). la que se abre con el utrum (véase),
partícula que la implica por sí mis-
securitas. En la consideración medie- ma. Se presentan primero las razo-
val la seguridad se opone directa- nes que apoyan una de las opcio-
mente al temor, por lo cual se de- nes, de manera que el s.c. abre la
fine como una cesación o al me- presentación de la otra parte de la
nos un descanso en la perturba- alternativa. Así pues, contra lo que
ción causada por éste. Ya Isidoro de se suele decir, la expresión que nos
Sevilla hacía derivar el término de ocupa no introduce por sí misma,
“sine cura”, esto es, “sin cuidado” estrictamente hablando, ni la posi-
(cf. Etym. X, S). Por eso, Tomás de ción del escolástico del cual se tra-
Aquino adscribe la s. a la fortaleza, ta, ni un mero recurso a una aucto-
como condición de la misma, aun- ritas del que el autor se serviría pa-
que añade que formalmente es par- ra sostener la propia posición. Si lo
te de la magnanimidad en la medi- hace, es indirectamente, ya que el
da en que aleja la desesperación (cf. momento en que el escolástico de-
S.Th. II-II, q.129, a.7). Cf. tam- fiende su posición es el de la res-
bién certitudo. puesta. Así, el s.c. anuncia las “ra-
secus si secus. Expresión que se utiliza tiones quae sunt ad oppositum” de la
para señalar que una proposición primera serie de las aducidas, pero
siempre se admite como verdade- no necesaria y directamente contra
ra en un solo sentido, prescindien- ellas sino a favor del segundo tér-
do de otro u otros posibles. Por ej., mino de la opción.
“Un cuerpo terrestre siempre se di- segnitia. Voz que también aparece en
rige al centro de la tierra”. Esto se la forma de segnities, en algunos
entiende secus si secus, en cuanto autores equivale a pigritia (véase).
que sólo es verdadero cuando di-
627 sensibile

Con todo, este último término re- cia como tal. (In De caelo et mun-
viste un matiz moral, mientras el do II, 1, 2). Es, por tanto, técnica-
que nos ocupa se emplea más en el mente impreciso hablar de la “eter-
sentido psicológico de apatía, in- nidad” del mundo, toda vez que
dolencia o calma excesiva, es de- éste existe en la sucesión temporal;
cir, aquella que se da cuando debe- habría que hablar de la posible s.
ría haber acción; de ahí que, meta- del mundo. Si tal sempiternidad se
fóricamente, se pueda hablar de la hubiera dado, sostiene el Aquinate,
“s. maris”, esto es, de la calma anor- sería necesario admitir que genera-
mal o inusitada –y por ello amena- tio moventium seipsa quae sunt gene-
zadora– del mar, y no de la “pigri- rabilia et corruptibilia, sit perpetua
tia maris”. Tanto autores de la Pa- (C.G. I, 13, 25).
trística como de la Escolástica han
considerado la s. una de las especies sensatio. Significa “sensación”. Con
del timor (véase). todo, los textos medievales y, par-
ticularmente, los escolásticos, sue-
sempiternitas. Así como la aeternitas len preferir para referirse a ella los
alude a lo simultáneo, a un presen- términos “sensus” (véase sensus 2),
te perpetuo, y la aeviternitas (véan- mejor todavía, “species sensibilis”, o
se) refiere a la duración permanen- aun notitia (véase species y sensibi-
te de los entes incorrumpitibles, la le). Sólo hacia el final de la Edad
s. es la duración sucesiva sin prin- Media comienza a darse el uso del
cipio ni fin que se da en el tiempo. vocablo s.
El empleo medieval de este vocablo
con la acepción señalada encuen- sensibile. Esta voz, cuya noción co-
tra una de sus principales fuen- rresponde a la gnoseología medie-
tes en Boecio, quien escribe “Nos- val, indica, en primera instancia,
trum nunc quasi currens, tempus fa- lo que puede ser aprehendido me-
cit, et sempiternitatem: divinum ve- diante los sentidos o la sensibilidad
ro nunc permanens, neque movens en general. En otras palabras, seña-
sese, sed constans, aeternitatem fa- la el objeto de la percepción senso-
cit.” (De Trin., 9). Con todo, hay rial.
antecedentes en la literatura anti- Sobre la base de las distinciones
gua, como indica en sus Distinctio- establecidas por Aristóteles en el
nes dictionum theologalium, Alain De An. II, 6, 418 a 13, los escolás-
de Lille, citando a Horacio. De es- ticos hablaron de lo s. 1. per se, o
te modo, las expresiones perpetuum sea, lo sensible en cuanto tal, que
y ad saecula saeculorum se han usa- se distingue en 1.1. s. proprium: lo
do muchas veces en sentido no téc- que puede ser aprehendido exclu-
nico, para aludir a la noción que sivamente por un sentido en par-
nos ocupa. Por su parte, Tomás de ticular; por ej., el color, ya que éste
Aquino subraya el carácter de du- sólo es captable por la vista; 1.2. s.
ración infinita en el tiempo que es commune: es lo que puede aprehen-
propio de lo sempiternum, aclaran- derse por más de un sentido, como
do que la immortalitas se refiere a la la extensión que es aprehendida a
perpetuidad de la vida; en cambio, la vez por la vista y el tacto. Esto
la s. a la perpetuidad en la existen- ya aparece en la Patrística: Agustín,
sensitivum 628

por ej., se refiere a la mencionada tanciales en el hombre. Para este te-


distinción en De lib. arb. II, 7, 15 ma, véase anima, in fine.
y ss. En cambio, 2. s. per accidens se
llama a lo que atañe a los sentidos sensualitas. Voz que en los textos me-
sólo accidentalmente, tal es el ca- dievales puede aludir 1. a la sensi-
so de la substancia material, en cu- bilidad en cuanto tal, aunque rara-
ya definición no entra la referencia mente (véase sensus 2); lo más fre-
a la sensibilidad, aunque de hecho cuente es encontrarla referida 2. a
esta clase de substancias son capta- la sensualidad propiamente dicha.
das por ésta. La razón, como señala Tomás de
Estas distinciones muestran el Aquino en S.Th. I, q.81, a.1, radi-
ámbito de significado de lo s., que ca en que una cosa pertenece a la
va desde la modalidad propia de la s. en un doble sentido: en cuanto
aprehensión por un sentido sin- preparación, ya que, para que ten-
gular, a la realidad misma a la que ga lugar el movimiento sensual, es
pertenece esa modalidad, es decir, necesario que se dé el conocimien-
la cosa o el mundo sensible. En la to sensible o sensitivo; y en cuanto
Escolástica, la aprehensión de lo apetito que este último puede en-
sensible está caracterizada, por una gendrar. El segundo sentido es el
species s. (véase species) contrapuesta esencial en la voz que nos ocupa.
a la intelligibilis. Tomás de Aquino, Por ej., la s. propia del deseo car-
por ej., alude a la primera dicien- nal de un cuerpo hermoso requie-
do: “sensus non est cognoscitivus ni- re el verlo o tocarlo. Así, y en gene-
si singularium, cognoscit eum omnis ral, cuando los autores patrísticos y
sensitiva potentia per species indivi- medievales tratan el deseo como tal
dualis, cum recipiat species rerum in o el deseo de lo que no es sensible,
organis corporalibus” (C.G. II, 66, tienden a usar la voz concupiscentia
2). (véase) y reservan s. cuando se pro-
Respecto del problema de la rea- ponen aludir a la referida vincula-
lidad “objetiva” de lo s., se puede ción del deseo con el conocimien-
decir, muy en general, que ella es to sensible.
afirmada en toda la Edad Media. sensus. Dos son las principales acep-
En cambio, los autores modernos ciones de esta palabra que se sue-
tratan de superar este aspecto del le traducir por “sentido” y también
realismo gnoseológico medieval por “sensibilidad”, según el contex-
haciendo depender el ser de lo sen- to: la 1. hermenéutica, y la 2. an-
sible del acto perceptivo. tropo-gnoseológica. 1. En el pri-
sensitivum. En la Edad Media, se sue- mer orden mencionado, s. alude,
le designar con este adjetivo la fa- 1.1. en general, al sentido en cuan-
cultad y la vida propias de la sen- to significado de un término o pro-
sibilidad, particularmente, la ani- posición; 1.2. en particular, al pla-
mal (véase sensus 2). También se ha no de interpretación o lectura, es-
hablado de anima sensitiva en rela- pecialmente, de la Escritura. Así,
ción con la polémica de la plurali- ya desde la Patrística hasta el final
dad o unicidad de las formas sus- de la Edad Media, se ha hablado de
un sentido 1.2.1. literal o histórico
629 sensus communis

y 1.2.2. un sentido alegórico (véase dría hablar de una suerte de reva-


allegoricum) que, a su vez, se divi- lorización de la sensibilidad como
de en 1.2.2.1. moral y 1.2.2.2. ana- estructura de conocimiento. Al ad-
gógico. Por ej., la salida del pueblo vertir, sobre las huellas aristotélicas,
de Israel de Egipto, desde el primer que en esta vida el alma nada co-
punto de vista, se refiere a un he- noce sin imágenes, se notó al mis-
cho histórico acaecido en tiempos mo tiempo que ella necesita, pa-
de Moisés; desde el punto de vista ra ejercer su acto, de una facultad,
alegórico-moral, se interpreta co- o de una serie de facultades, cuyo
mo la conversión del alma del pe- ejercicio está ligado a los órganos
cado a la Gracia; desde el alegórico- corporales. En el plano del cono-
anagógico, se lee remite a su ascen- cer, la inteligencia humana, unida
sión espiritual desde el actual esta- al cuerpo, tiene por objeto primero
do terreno hacia la libertad de la la naturaleza de las cosas materia-
gloria eterna. les captadas precisamente a través
En cambio, en el plano 2. antro- de ellos. Ahora bien, en virtud de
po-gnoseológico, s. alude, en gene- las funciones disímiles de los diver-
ral, a la sensibilidad como conjun- sos órganos, se profundizó en los
to de órganos, facultades y sensa- diversos aspectos de la sensibilidad
ciones propias de ese aspecto del en cuanto estructura cognosciti-
conocimiento, esto es, de la comu- va. Así, se distinguió el 2.1. s. exte-
nicación del hombre con la reali- rior o la sensibilidad externa, dada
dad circundante y consigo mismo; por los cinco sentidos, 2.1.1.visio,
en particular, se refiere a cada una 2.1.2. auditio, 2.1.3. olfactio, 2.1.4
de las facultades sensibles. Para los gustatio, 2.1.5 tactio; y el 2.2. s. in-
órganos de cada una de ellas, se re- terior o sensibilidad interior. Éste,
serva, en cambio, el término sen- más complejo, está dado por 2.2.1.
sorium. sensus communis, 2.2.2. memoria
Según Agustín de Hipona, la sensibilis, 2.2.3. phantasia, 2.2.4.
sensibilidad es la forma menos ele- aestimativa (véanse los respectivos
vada de la actividad del alma. Para artículos).
él, todo conocimiento de una co-
sa material es engendrado simultá- sensus communis. Además de la acep-
neamente por nuestro conocimien- ción vulgar de opinión general o
to y por la cosa misma conocida; compartida por muchos, esta ex-
no hay ocasionalismo ni innatis- presión tiene un significado preciso
mo en el Hiponense. En la concep- en la gnoseología patrística y me-
ción agustiniana, la sensación es un dieval. En efecto, señala una facul-
caso particular del uso que el alma tad de la sensibilidad interna, cu-
hace del cuerpo. De hecho, llama ya función es la de coordinar los
s. en cuanto sensación a toda pas- datos de la externa. Ya Aristóteles,
sio recibida por el cuerpo, cuando quien trata el tema en De an. III,
ella es registrada por el alma (cf. De 2, 425b 8 – 427a 12, había indi-
quant. an. 23, 41). cado que la sensibilidad externa, es
Durante la Escolástica y después decir, la de los cincos sentidos, só-
del reingreso de Aristóteles se po- lo puede percibir diferencias en-
tre datos correspondientes al mis-
sensus compositus et divisus 630

mo sentido, por ej., la vista perci- ble que quien (habitualmente) be-
be las que se dan entre el rojo y el be cante”. La cuestión ha dado lu-
azul, pero no las diferencias entre gar a un sofisma: el de la compositio
lo rojo y lo dulce. Se ha de postu- et divisio (véase) y fue abordada en
lar, pues, un sentido que distinga y particular por Heytesbury, quien le
aúne las sensaciones y éste es preci- dedica precisamente el Tractatus de
samente lo que la Edad Media lla- sensu composito et diviso.
mó el s.c. La Escolástica –y en par-
ticular Tomás de Aquino, en su in- sententia. Llámase así a un juicio, una
terpretación de los pasajes citados– máxima o una opinión común-
intentó resolver una dificultad que mente aceptada. El término apare-
dejaba abierta la lectura literal de la ce ya en la Antigüedad; así, por ej.,
posición aristotélica sobre la cues- encontramos que Cicerón alude a
tión: la de explicar cómo es posi- las “sententiae” de Epicuro (cf. De
ble que un único sentido reciba dos nat. deor. I, 30, 85).
formas sensibles heterogéneas. Más En la Edad Media, tiene el sen-
allá de los intentos de justificación tido general de “concepción defi-
del mismo Aristóteles, Tomás pro- nida y cierta”. En Pedro Abelardo,
pone una solución que consiste en por ej., significa el juicio que resul-
entender el s.c. no sólo como la fa- ta del examen y discusión de posi-
cultad que registra las modificacio- ciones diversas, y tiene carácter de
nes de los diversos sentidos exter- verdad. En este sentido, se opone a
nos, sino también como aquella opinio (véase) que alude, en gene-
que percibe las mismas operaciones ral, a un parecer personal.
de éstos. De esa manera, lo conci- Pero, en rigor, se utilizó esta pala-
be como el fundamento de la uni- bra con cuatro significados técnicos
dad de la conciencia sensible. Así, relacionados entre sí: 1. s. mienta
el sentido común es aquel por el una definición auténtica sobre un
que percibimos que estamos vivos. pasaje de la Sagrada Escritrua, to-
Con la expresión sensorium com- mado no en su sentido literal (véa-
mune se aludió al órgano físico por se littera), sino en el más profun-
el que opera el s.c. y que algunos do y complejo. 2. por ende, alu-
autores, siguiendo siempre a Aris- de también a la opinión de un Pa-
tóteles, ubicaron en el corazón. dre de la Iglesia o escritos eclesiásti-
cos, sobre alguna cuestión de teolo-
sensus compositus et divisus. La dis- gía, moral, etc. 3. a veces, se usa pa-
tinción entre ambos tipos de sen- ra designar las tesis sostenidas por
tido aparece en las proposiciones autores que se consideraban aucto-
modales que afirman o niegan la ritates ya en Teología como en Fi-
unión de dos formas en un mis- losofía; de ahí que se utilizaran en
mo sujeto. Cuando dicha unión se la enseñanza (véase lectio). 4. Final-
entiende como simultánea, se trata mente, y desde el punto de vista ló-
del s.c., por ej., el que se da en “Es gico, se denomina s. a la expresión,
imposible que quien bebe (está be- en cuanto tal, de una proposición.
biendo) cante”; cuando tal unión
se entiende en tiempos diferentes, sentire. Dos acepciones registra este
se tiene el s.d., por ej., “Es posi- verbo en la literatura medieval. En
631 separatio

sentido amplio, utilizado por Ave- o están separadas de las cosas par-
rroes, significa aprehender algo ya ticulares, y a la vez, yuxtapuestas
sea por medio de los sentidos, ya a ellas. Se trata, al menos, de una
sea mediante el intelecto. En sen- posible interpretación. Pero, por
tido estricto, en el que se lo usó la su parte, el mismo Aristóteles usa
mayoría de las veces, implica cap- la noción de s. aplicándola a la de
tar algo sólo a través de uno de los sustancia, a la que el Estagirita con-
sentidos corporales (Cf., por ej., sidera “separada” en cuanto que es
Ockham, De succ. 104). Con to- algo en sí. Por el contrario, el acci-
do, una posición intermedia es la dente es inseparable de la sustancia
adoptada por Agustín de Hipona: por su necesidad ontológica de in-
en efecto, escribe el Hiponense que herir en ella (cf. Met. VII, 13, 1038
s. non est corporis sed animae per b, 23-24). El concepto concierne
corpus (De Gen. ad litt. liber imp. también al problema gnoseológi-
5, 24). Naturalmente, esto obede- co del carácter de separado o no del
ce a la concepción agustiniana so- intelecto agente, tal como Aristóte-
bre la relación alma-cuerpo (véase les lo plantea en De an. III, 5, 430
sensus 2). a, 10-25.
En el período patrístico, varios
separata. Esta voz nombra a todo lo autores neoplatónicos se ocuparon
que está separado de la materia del problema de la s., en primer lu-
(véase separatio). Los escolásticos gar, en cuanto separación de las
suelen distinguir las cosas separa- Ideas respecto de las cosas; en es-
das 1. secundum esse, y 2. secundum te sentido, la tendencia neoplatóni-
rationem. Las primeras son aquellas ca propuso una serie de instancias
que, por su misma naturaleza, ja- intermedias; en segundo término,
más pueden existir unidas a la ma- y ya en el terreno antropológico,
teria, como Dios y las substancias afirmaron especialmente la separa-
inteligibles; las segundas son las ción de alma y cuerpo, siguiendo,
nociones que resultan del proceso por ej., Plotino (cf. Enn. I, 4, 14)
abstractivo (véase abstractio). Así se y Proclo (cf. Inst. Theol. pp. 16 y
expresa, por ej., Tomás de Aquino 17).
(cf. In Met. Pr., in medio). En la Escolástica, en cambio, es-
separatio. En primera instancia, la se- te concepto se debatió a propósito
paración, filosóficamente conside- del de abstracción (véase abstrac-
rada, alude a la resolución de un tio), discutiéndose si ésta implica
compuesto en sus partes o elemen- un separar del ente lo que en él está
tos. El término griego equivalen- separado, o un mero separar men-
te aparece en Anaxágoras (Diels F. talmente lo que en la cosa siem-
10) y en Empédocles (Id. F.58). En pre permanece uno. De hecho, pa-
la Antigüedad clásica, este concep- ra Tomás de Aquino, que opta por
to intervino en cuestiones ontoló- el primer término de la opción, las
gicas y gnoseológicas; en el primer ciencias sobre objetos formales par-
sentido, Aristóteles lo usa, especial- ticulares, como la Geometría, se
mente, en la crítica a las Ideas pla- basan sobre la abstracción; en cam-
tónicas, ya que éstas son separables bio, la Metafísica trata del concreto
sermo 632

subsistente y de los principios –se- ción, y sólo de manera derivada pa-


parables– que entran en su consti- labra o expresión escrita; en segun-
tución, como acto y potencia, ma- do lugar, tiene una vis significativa
teria y forma, esencia y esse. Por eso, que lo remite a un contenido men-
el Aquinate utiliza el término s. pa- tal. En su posición definitiva res-
ra referirse al método de la Metafí- pecto del problema de los universa-
sica que reconoce como separable les, Pedro Abelardo considera sólo
lo que en la realidad está separado. propia del s. la aptitud de ser pre-
La noción de s. también intervi- dicado, fundamental en el univer-
no, fundamentalmente, en la po- sal, reservando para el término vox
lémica –de raíz aristotélica en su la definición de “materia del nom-
planteo– acerca de la unicidad y se- bre”. Por tanto, el s. es vox significa-
paración del Intelecto (véase inte- tiva, siendo esto último, la signifi-
llectus). Esta tesis es afirmada por cación, lo principal en él.
la corriente averroísta y negada En una segunda acepción, más
por Tomás de Aquino, quien dedi- amplia y muy usada en la Edad
ca a ella un opúsculo, precisamen- Media, la palabra que nos ocupa
te el De unitate intellectus contra puede aludir también al discurso.
averroistas. Por último, el concep-
to de s. importa en el problema es- sermocinale. Cf. artes, in medio.
colástico de la condición de la Me- sermocinatio. Se ha llamado así en la
tafísica en cuanto disciplina: como Edad Media al discurso o razona-
“ciencia del ente en cuanto tal”. En miento expresado oralmente, co-
efecto, se considera que ésta se ha- mo si se lo dirigiera a otras perso-
lla “separada” de las demás ciencias, nas, dialogando con ellas.
la cual la convierte en única y pri-
mera respecto de las demás. si. Es conjunción que rige el antece-
Entre los nominalistas se utilizó dente de una proposición condi-
esta voz para aludir tanto a la sepa- cional. En ese caso, se traduce por
ración real cuanto a la lógica o ne- “si” o “siempre que”, como suce-
gación, sentido que también regis- de en el si fallor sum agustiniano.
tra su antecedente en Aristóteles. Es importante notar que, en el ca-
Ockham, por ej., prefiere esta últi- so de ciertas proposiciones objeti-
ma acepción (cf. In El. 104). vas, frecuentes en el discurso esco-
lástico, no se utiliza esta partícula
sermo. En general, el s. es una voz ar- sino utrum (véase), por las razones
ticulada dotada de sentido. Así, su que se explican en el artículo co-
significado es muy próximo al de rrespondiente. Si también puede
nomen y vox (véanse), siendo algo introducir una explicativa, en cu-
intermedio entre ambos a manera yo caso se traduce por “a saber”;
de síntesis de los dos. En efecto, el una concesiva y, entonces, se tradu-
nomen se halla entre la realidad y ce por “aun cuando”; o tener senti-
la significación; la vox, entre ésta y do restrictivo, caso en el que la tra-
el signo, pero con mayor proximi- ducción frecuente es “si al menos”
dad a la materialidad de este últi- o “si acaso”. Cabe añadir que a me-
mo. De acepción más amplia, el s. nudo la condición que expresa esta
es, en primer lugar, prolatio, men- voz se enfatiza con el sufijo quidem,
633 sidus

formando siquidem: “si es que efec- al amar ese ser propio y ese conoci-
tivamente”, etc. miento, se añade, como tercer ele-
mento, el amor, con lo que Agustín
si fallor sum. “Si me engaño soy”, esboza una de sus típicas tríadas.
porque lo que no existe no puede Como se ve, el “si fallor sum”
engañarse: la expresión pertenece a agustiniano es tanto o más rico in-
Agustín de Hipona y se encuentra, ternamente que el cogito cartesiano.
en esa formulación, en el De civ. Sin embargo –como el mismo Des-
Dei XI, 26. Constituye el así lla- cartes sugiere al responder a la ob-
mado “cogito agustiniano”, ya que jeción de Merseune y Arnauld res-
el Hiponense lo utiliza para afirmar pecto de la autoría de su hallazgo–
la convicción intelectual de la pro- , el si fallor sum no es más que un
pia existencia, y probar de esa ma- momento en la doctrina agustinia-
nera que la razón puede alcanzar, al na, mientras que el cogito constitu-
menos, una certeza. En este punto, ye la piedra fundamental de todo
está presente en Agustín la polémi- el sistema cartesiano (cf. Cartas del
ca que sostiene con el escepticis- 2 de noviembre e 1640 y del 25 de
mo académico, que él conocía bien mayo de 1637).
por su breve pasaje por esta escuela,
previo a su conversión filosófica al sic. Siempre se refiere a la manera o
neoplatonismo. Mucho antes de la modo en que algo se hace o se di-
redacción del De civ. Dei II, 7, en ce, por lo que se suele traducir por
Sol. II, 1, 1, y en el diálogo De lib. “así”, “de tal manera”, “del siguien-
arb. II, 3, 7, aparece esta clase de te modo”, “he aquí como”, etc.
observaciones: “An tu forasse metuis, Cuando está en correlación con ut,
ne si hoc interrogatione fallaris, cum expresa cierta idea de comparación:
utique si non esses, falli omnino non “de tal manera que” o “del mismo
posses?”. Pero el texto en el que se modo que”.
encuentra una elaboración más ex-
tensa de la expresión que nos ocu- sidus. Significa, a la vez, astro, estrella
pa es De Trin. X, 10, 14, donde la y aun planeta. En relación con es-
intuición agustiniana aparece co- te tema, la tradición medieval sue-
mo más próxima al cogito de Des- le seguir a Isidoro de Sevilla, quien
cartes. En efecto, dice allí Agustín establece las siguientes diferencias:
que si un hombre duda, vive y re- las estrellas son singulares, las cons-
cuerda las razones de ese dudar, sa- telaciones están formadas por mu-
be que duda, aspira a la certeza, chas estrellas y los astros se distin-
piensa, es consciente de que no sa- guen de éstas por su magnitud. Las
be, y juzga que no debe otorgar a la estrellas son fijas, mientras que los
ventura su consentimiento. cuerpos celestes que se mueven son
Cabe añadir que en el último tex- los planetas que giran regularmen-
to señalado del De civ. Dei, el Hi- te en diversas órbitas, cada una a
ponense se pregunta cómo po- diferente velocidad. Son las estre-
drá engañarse en creer que existe, llas fijas las que reciben con mayor
cuando precisamente, si se engaña, propiedad el nombre de sidera, esto
existe. Así, conoce verdaderamente es, constelaciones y, precisamente,
su propia existencia; pero, además, con-siderándolas, es decir, ea consi-
sigillatio 634

derando, los navegantes se orientan des; así, quien predica la virtud, la


hacia el destino que pretenden al- enseña a otros s.; quien vive virtuo-
canzar (cf. Etym. III, 59-70). Para samente, lo hace exerciter.
las distinciones medievales al res-
pecto, véase firmamentum. significabile. La cuestión de lo s. –o,
con mayor precisión, del “com-
sigillatio. Este sustantivo, así como el plejo significable”–, atañe al obje-
verbo sigillare, tiene un significa- to inmediato del conocimiento hu-
do técnico en los textos filosóficos mano, y se puede considerar tan-
de la Escolástica. Proviene de sigi- to en el plano lógico-gnoseológico,
llum, cuyo sentido es el de sello o como en el metafísico y en el gra-
impresión. Alude a la unión de una matical. La discusión sobre lo s. se
forma substancial a la materia da- prolonga hasta el siglo XVI y tie-
da en un ente y apta para recibir di- ne su origen en el nominalismo de
cha forma, unión que sella su indi- Ockham. Este autor distinguió el
vidualidad, su ser éste. Así, por ej., conocimiento intuitivo, con el que
se habla de la s. substantialis anima se capta lo particular, del abstracto,
ad hoc corpus. Es, pues, importante constituido por conceptos univer-
en esta noción remitir a la de apti- sales a los que nada corresponde en
tudo (véase). La forma de este león, la realidad pero que conforman los
por ej., ha de ser proporcionada – juicios y razonamientos científicos.
en sentido metafísico– a ese cuer- En este último caso, Ockham pro-
po leonino y no a aquel otro que pone tres tipos de objetos cognos-
es equino. citivos: 1. el inmediato o próximo,
dado por una proposición o com-
signate. 1. En su sentido lato y cuan- plexum; 2. el remoto, constituido
do no está en correlación con otro por términos no complejos; y 3. el
adverbio, alude a un tipo de deter- más remoto y último, que es la co-
minación: la de presentarse algo sa significada por los términos. Pa-
con una marca o sello; así, por ej., ra Guillermo de Ockham, el cono-
se habla de la materia signata quan- cimiento propiamente dicho tiene
titate (véase individuatio). 2. signi- por objeto inmediato una proposi-
fica “expresamente” como correla- ción, es decir, un c. s. con la que
tivo de exerciter –o sea, “práctica- se cierra el razonamiento. El núcleo
mente”– en los siguientes casos: 1. de todo problema gnoseológico es,
s. se refiere a la intención del agen- pues, tratar de definir claramente
te, mientras que exerciter alude al lo s., lo cual llega a cuestionar el va-
afecto de su obrar; por ej., quien lor de los conceptos universales y,
estudia Matemáticas, s. adquie- sobre todo, la significatio y supposi-
re conocimientos verdaderos acer- tio de los términos.
ca de la cantidad; en cambio, exer- Con todo, quien ofreció una res-
citer, es decir, en el mismo ejerci- puesta completa aunque diversa de
cio del estudio, hace su mente más la de Ockham sobre estos proble-
apta para el recto razonamiento. 2. mas, fue Gregorio de Rimini, a tra-
s. también indica lo que se alcan- vés de su doctrina de complexe sig-
za mediante palabras, y exerciter lo nificabile (véase).
que se obtiene por medio de actitu-
635 significatio

significare. Tanto para el sentido ge- este tema. Pero ellos tomaron en
neral de este verbo como para las cuenta en tercer elemento: el real.
acepciones específicas que asume En efecto, distiguieron entre el sig-
en algunos autores, se remite al ar- no, lo significado en cuanto con-
tículo significatio. Aquí se mencio- cepto o noción, y la cosa misma a
narán algunas expresiones técnicas la que, en última instancia, remite
que incluyen esta palabra. 1. s. dis- la significación; así aparece, por ej.,
tincte: se entiende por esto signifi- en Sexto Empírico (cf. Adv. Math.
car una cosa sin connotar otra, por VIII, 12) De esta manera, la s. es,
ej., la voz deitas alude sólo a Dios para ellos, una representación ra-
en cuanto tal, sin que ello implique cional, en la medida en que expone
que se tenga de él un conocimiento discursivamente lo representado.
nítido y cabal. 2. s. plura aeque pri- En la Patrística Agustín de Hi-
mo: alude al hecho de que una pa- pona recoge y elabora esa doctrina
labra significa por igual varias co- estoica. Llama al signo verbum; al
sas. Esto se puede dar o bien por- concepto contenido en él, nomen;
que la designa en virtud de varias y a la realidad a la que ambos refie-
imposiciones, como cuando se lla- ren, res. Más aún, Agustín arriesga
ma “Juan” a diferentes hombres, ya una etimología, según la cual ver-
sea que esto ocurra por casualidad bum deriva de verberare (herir); y
o a consilio, o bien en el caso de los nomen, de noscere (conocer), ya que
términos unívocos. 3. s. hoc aliquid el primero repercute en el oído y el
es un término utilizado en la lite- segundo se dirige a la facultad inte-
ratura nominalista en oposición a lectual del alma (cf. De mag. 5, 12
4. s. quale quid. En efecto, para los in fine). Así pues, la s., en la con-
nominalistas, sólo existen los entes cepción agustiniana, se apoya en el
individuales, radicando la univer- verbum para transmitir un nomen
salidad –por lo menos, a partir de (véase).
Abelardo– en la significación. De En la Escolástica, se trabajó espe-
esta manera, sostienen que los tér- cialmente sobre la distinción entre
minos universales, como “la rosa”, significación o s. y suppositio (véa-
al mentar una pluralidad de indi- se). La primera se da por la impo-
viduos, significan quale quid, es de- sición de una voz que, mediante el
cir, a la manera de un qué único. concepto implícito en ella, remite
En cambio, los términos particula- a una realidad; la segunda indica
res, como “esta rosa”, significan hoc el valor y alcance de esa referencia
aliquid, o sea, ese algo determina- objetiva: la voz “centauro”, por ej.,
do. Así lo dice, por ej., Guillermo tiene una significación dada, pero
de Ockham en Exp. Aurea 51). carece del valor de suplencia real
en cuanto que no remite a un en-
significatio. En líneas muy general, es te real.
la referencia de un signo a su obje- Una especial importancia asume
to. La s. implica, pues, tanto el sig- la s. en Pedro Abelardo. Debido a
num cuanto el significatum (véase). su pecualiaridad, se ha tratado este
Entre los autores antiguos, los es- tema en artículo aparte, en relación
toicos fueron los primeros en ela- con la appellatio (véase). En gene-
borar una doctrina acabada sobre
significative 636

ral, durante la Edad Media, se con- terés por los significata se acentúa
sideró que el significar es propio de en la Escolástica a propósito de los
la voz; la suppositio, propia del no- términos categorematica y syncate-
men, según enseña Pedro Hispa- gorematica (véase), ya que dicha di-
no en sus Summ. Log. VI, 3. Con ferencia radica en el tener o no el
arreglo a criterios distintos, otros término s.
autores, como Guillermo de Oc-
kham (cf. Summa Log, I, 63), Bu- signum. En principio, el signo com-
ridán (cf. Sophism. 2) y Alberto de prende toda posibilidad de referen-
Sajonia (cf. Log. II, 1), considera- cia de una cosa a otra. Ahora bien,
ron que la s. es propia de las pa- dentro de esta acepción, que es la
labras singulares, mientras que se más amplia, cabe distinguir, como
puede hablar de suppositio sólo en hicieron los autores antiguos y me-
las proposiciones, puesto que si se dievales, entre el 1. s. naturale y el
dice “El centauro no existe” el va- 2. s. artificiale (véase impositio). El
lor de suplencia de “centauro” en primero es algo que conduce al co-
esta proposición es verdadero. Por nocimiento de otra cosa, en virtud
su parte, Tomás de Aquino sostiene de alguna similitud o asociación
que la s. y la suppositio coinciden en con ella; así, el humo es signo del
los términos singulares, pero no en fuego, como cualquier efecto pue-
los universales, para los cuales la s. de ser signo de su causa. En el se-
es la esencia (cf. S. Th. I, q. 39, a. 4 gundo caso, se trata de una con-
c). vención que se elige arbitrariamen-
te para referir a otra cosa; por ej., el
significative. Técnicamente, se dice signo “+” que, con todo, se comen-
que un término se toma s. cuan- zó a usar terminada la Edad Media,
do se asume en el sentido de la su- indica suma o adición. Esta distin-
ppositio personalis (véase suppositio, ción se encuentra ya implícitamen-
in principio), por ej., “Sócrates”, o te en los estoicos, quienes veían en
del pronombre demostrativo por el la capacidad del hombre de usar
que se la designa, por ej., “aquél”. signos aritificiales, su diferencia
Este adverbio es frecuente entre fundamental respecto del animal,
nominalistas. tal como aparece, por ejemplo, en
Sexto Empírico (cf. Adv. Math.
significatum. En general, s. mien- VIII, 276).
ta la cosa significada por un tér- En la Patrística, se consideró la
mino. Así, constituye el punto fi- palabra o verbum como s. por an-
nal de referencia de la significatio tonomasia. Se extendió también al
(véase), que es lo que algo signifi- discurso mismo o, mejor aún, a pa-
ca. Sin embargo, hay una excep- sajes del mismo; por eso, ante pro-
ción: la mencionada diferencia se blemas exegéticos, se habló, por ej.,
diluye cuando se subraya la adhe- de obscura o ambigua signa (véase
rencia de la significación al s., con- explanatio); también de signa pro-
siderando aquélla como una suer- pria y signa translata para referirse a
te de propiedad de la cosa significa- lo que hoy se denominaría el senti-
da, como ocurre, por ej., en el ca- do literal y espiritual de la Escritu-
so de “hombre” o “justicia”. El in- ra.
637 simile

En la Escolástica, el problema se y X, 3, 1054 b 3). En el primer tex-


vuelve más complejo, al retomar to, el Estagirita aclara la distinción
las consideraciones de Aristóteles entre las cosas idénticas, similares e
al respecto, en especial, las formu- iguales: cosas idénticas son aque-
ladas en De int. I, 1-3. Allí, el Es- llas cuya sustancia es la misma; co-
tagirita propone no a la palabra si- sas similares, aquellas cuya cuali-
no al concepto somo s. por exce- dad es la misma; y cosas iguales,
lencia, en cuanto que la intencio- aquellas cuya cantidad es la mis-
nalidad de este último lo constitu- ma. Sin embargo, en el segundo
ye como pura manifestación de la texto citado, Aristóteles proporcio-
cosa. Dicha intencionalidad es ex- na una noción más amplia de lo si-
presada en el lenguaje escolástico milar: dice que 1. son similares las
como s. quo cognoscitur, a diferen- cosas que tienen la misma forma,
cia del s. quod cognoscitur. Tal iden- por ej., un cuadrado de tres centí-
tificación del signo con el concep- metros de lado y otro de tres me-
to, hace que los desarrollos teóricos tros de lado; 2. son similares tam-
relativos al primero queden involu- bién las cosas que, teniendo la mis-
crados en el problema de los uni- ma forma, están sujetas a posibles
versales (véase universale). variaciones cuantitativas; 3. son si-
Uno de los autores medievales milares las cosas que tienen en co-
que se han dedicado preferente- mún la misma afección; por ej., el
mente a este tema es Guillermo de ser blancas; 4. por último, también
Ockham, quien estudia el s. espe- son similares las cosas que tienen
cialmente en cuanto término uni- más afecciones en común que afec-
versal y sujeto de las proposiciones ciones diferentes. Como se ve, la si-
científicas. Siendo universales, tér- militud es tomada por Aristóteles
minos tales como “el hombre” o “la sobre la base ya de la cantidad, ya
rosa” no se refieren directamente a de la cualidad.
las cosas –que son, para él, siempre En la Edad Media prevaleció es-
particulares– sino a los conceptos te último criterio. Así, Pedro His-
que, por ello, constituyen simples pano dice: “Item proprium est qua-
signos inmediatos de dichas cosas. litatis secundum eam simile vel dissi-
Las palabras “supponunt pro ipsis mile dici, ut albo albus similis et ius-
rebus significatis” (In I Sent. 2, 4), tus iusto similis et albus nigro dissi-
vale decir que sustituyen más me- milis” (Summ. Log. III, 29). Por su
diatamente a las cosas, hallándose parte, Tomás de Aquino (cf. S. Th.
tan fuera de ellas como lo están los I, q. 4, a. 3 c) insiste en considerar
conceptos mismos que implican el carácter de s. como fundado en
una construcción mental. la forma común. Dice, pues, que
hay muchas maneras de ser seme-
simile. Similar o semejante es aquello jante, debido a los múltiples mo-
que tiene cualquier determinación dos de convenir en una misma for-
en común con otra u otras cosas. El ma: 1. secundum eadem rationem et
pensamiento medieval elaboró las secundum eundem modum, según el
distintas acepciones de este térmi- mismo concepto y del mismo mo-
no sobre la base de lo que Aristóte- do; en este caso, las cosas no sólo
les expone en Met. V, 9, 1021 a 11
similitudo 638

son semejantes sino iguales, por lo una imagen de lo divino, sino con
que se está ante una perfectissima si- lo divino mismo (cf. Enn. I, 2, 13
militudo. 2) secundum eadem ratio- y 35).
nem et non secundum eundem mo- En el pensamiento cristiano me-
dum, o sea, bajo el mismo concep- dieval se examinó el concepto de s.
to aunque no del mismo modo o fundamentalmente desde dos pun-
en el mismo grado; así, son simila- tos de vista: el gnoseológico y el
res lo más blanco y lo menos blan- teológico: 1. en cuanto al aspecto
co, y se tiene entonces una simili- gnoseológico de la noción, la ma-
tudo imperfecta. 3. non secundum yoría de los escolásticos han insisti-
eadem rationem: dos cosas pueden do en que conocemos las cosas por
ser semejantes por participar en la medio de las species (véase) de éstas.
misma forma, pero no bajo el mis- La especie o imagen es una s. rei y
mo concepto. Este caso de lo seme- no cognoscentis. En otras palabras,
jante se subdivide en: 3.1. la co- la semejanza que se da entre el cog-
munidad de especie, por ello, por noscente y lo conocido no es s. en-
ej., son semejantes padre el hijo; y tre la naturaleza de uno y de otro,
3.2. la comunidad de género pero sino, fundamentalmente, la que
no de specie, en virtud de la prime- hay entre el objeto conocido y lo
ra cualquier animal tiene similitud que el acto cognoscitivo aprehende
con el hombre, pero no una seme- de él, es decir, en principio, su ima-
janza específica con la forma de és- gen. Respecto del enfoque abelar-
te, sino sólo el convenir en un gé- diano del tema, véase status.
nero. Finalmente, 4. cabe hablar de 2. Pero el tratamiento medieval
lo s. per analogiam, que es la for- de esta noción alcanza relieve en
ma más imperfecta o lejana de se- el intento de determinar un aspec-
mejanza. Tal es la que se da entre el to de la relación del hombre con
hombre y Dios (véase similitudo). Dios, precisamente el que sugie-
re el texto de Gen. I, 26: “Faciamus
similitudo. En general, indica la re- hominem ad imaginem et similitu-
lación entre dos cosas semejantes. dem nostram”. En tal sentido, se ha
En particular, señala la convenien- tratado de discernir entre el signifi-
cia entre ellas según una forma da- cado de “imagen” y el de “semejan-
da o, más estrictamente, según una za” en este contexto, toda vez que
cualidad. Puesto que dicha conve- el versículo emplea ambos sustanti-
niencia se puede dar en varios sen- vos. Según una tradición patrística,
tidos, hay distintos tipos de s., des- cuyo máximo representante es Gre-
de la implicada en la identidad es- gorio de Nyssa, la imagen divina se
pecífica a la que se tiene en la par- encontraría en la razón humana,
ticipación analógica (véase simile). mientras que la s. se asocia con la
Precisamente, el concepto de s. es- libre voluntad del hombre hacia el
tá implícito en la noción platóni- bien (cf. Oratio I, PG. XLIV, 273).
ca de participación. Un significado Por ende, la imagen concierne al
activo adquiere la noción de seme- conocimiento racional y la seme-
janza en Plotino, para quien el al- janza al plano moral. Así, la imago
ma, en su ascenso purificador, de- se conserva aún en el hombre caído
be realizar en sí misma la s. no con
639 simplex

por el pecado, mientras que la s. ha Ahora bien, en contexto filosófi-


de ser restaurada por la Gracia divi- co, y a diferencia de lo que se en-
na que viene en auxilio de la liber- tiende vulgarmente por “simple”,
tad humana. este término no sólo señala lo que
En la Escolástica, en general, no tiene composición sino también
cambia la perspectiva desde la que lo que no tiene ni variedad de mo-
se examina la cuestión y ya no se dos. Así, es únicamente en el pri-
tiende a buscar en las facultades mer significado que se opone a
humanas la diferencia entre “ima- compositum (véase). El término que
gen” y “semejanza”. Para Tomás de nos ocupa se puede encontrar apli-
Aquino, entre el hombre y su Crea- cado a temas metafísicos o lógicos.
dor sólo hay una s. secundum ana- Desde 1. el punto de vista meta-
logiam, por la cual el hombre es se- físico, y en 1.1. su primera acep-
mejante a Dios pero no a la inver- ción, s. perfecte es lo que existe de
sa. Desde ese punto de vista, afirma un único modo. Ya Aristóteles ha-
que la semejanza en cuanto prin- bía señalado que lo que es simple es
cipium es el exemplar, y en cuan- también necesario, puesto que no
to principiatum es imago; así, se tie- es posible que exista ya de un mo-
ne el modelo y la copia, respectiva- do, ya de otro (cf. Met. V, 5, 1015
mente (cf. S. Th. I, q. 35, a. 1, ad b 12). En este sentido, es s. la Idea
1). La criatura se asemeja a Dios, platónica y el Acto Puro aristotéli-
que actúa per suum intellectum et co, o lo Uno de Plotino, en rela-
voluntatem, como la copia a su mo- ción con todas las demás cosas.
delo. Pero, mientras que la s. entre También lo es el Ens subsistens de
la criatura y la idea divina objeti- Avicena o el Ipsum Esse de Tomás
vamente considerada, es perfecta, de Aquino, en comparación con
la que se da entre la creatura y la los entes compuestos de acto y po-
esencia divina es imperfectísima y tencia. De hecho, el Aquinate in-
sólo analógica (cf. Ibid, I, q. 7, a. tentó probar la absoluta simplici-
7, ad 6). Sin embargo, existe la po- dad de Dios, demostrando que: a)
sibilidad de una tercera semejan- Él no es compuesto de materia y
za que el hombre no puede alcan- forma, sino un acto puro, que no
zar con sus solas fuerzas: la s. sobre- posee género ni diferencia ni ac-
natural, hacia la que es elevado por cidentes; b) que lo compuesto es
Dios mediante la Gracia (cf. ibid. posterior a los elementos simples,
II-II, q. 163, a. 2 c). Precisamente, y Dios es el ser absolutamente pri-
el pecado adánico consistió en un mero y por ende, anterior a todos
desear desordenadamente esta últi- los otros; c) que todo lo compuesto
ma semejanza con el conocer y el tiene una causa, en tanto que Dios
obrar divinos. es incausado; d) que lo compuesto
tiene algo que no es su ser, mien-
simplex. Etimológicamente, -plex, de tras que Dios no puede contener
la misma raíz de (im-)plicare, con- nada extraño a Su propia naturale-
lleva la idea de plegar; así, lo s. es lo za (cf. S. Th. I, q. 3, a. 7 c). En 1.
que no hace más que un pliegue, lo 2. la segunda acepción, se llama s.
duplex es lo que hace dos, etc. imperfecte al elemento de un ente
simplicissimus 640

compuesto, por ej., el punto inex- mo de formaliter, totaliter o abso-


tenso que inicia la línea extensa, o lute; en cambio, se dice secundum
la materia en relación con la forma, quid, si se sobreentiende una preci-
o el alma que anima al cuerpo. sión restrictiva, o sea, si se toma la
En 2. el plano lógico, se denomi- cosa en cuestión modaliter, acciden-
na 2.1. iudicium s. (véase enuntia- taliter o hic et nunc, por ej., Dios es
tio) al que está formado por una so- s. perfecto, mientras que el hombre
la proposición, por ej., “El hombre lo es secundum quid.
es racional”. 2.2. Se llama supposi- 2. Se usa s., para indicar que algo
tio s. (véase suppositio) a aquella en es tal cosa esencialmente o ab in-
la que el término suple a una cier- trinseco; y secundum quid, para se-
ta naturaleza sin pasar a los sujetos ñalar su carácter accidental o ab ex-
individuales que la poseen, por ej., trinseco; por ej., toda cosa es s. en-
“hombre”, a diferencia de “Juan”. te en cuanto se trata de una sustan-
Así, Pedro Hispano la caracteriza, cia, pero es ente secundum quid en
diciendo: “acceptio termini commu- razón de alguna determinación se-
nis pro re universali figurate per ip- cundaria.
sum” (Summ. Log. 5). 2.3. Un sig- 3. También se emplea s. como
nificado especial asume el adjeti- equivalente de proprie o metaphysi-
vo en la expresión terminus s., usa- ce, y secundum quid como sinóni-
da por Guillermo de Ockham (cf. mo de comparative; por ej., los se-
Exp. aurea, 40 b) en quien equiva- res creados son s. algo, pero secun-
le a incomplexum (véase). 2.4. Por dum quid, es decir, comparados
su parte, Roger Bacon habla de la con Dios como Sumo Ser, no son
enumeratio s., a la que llama “res nada.
puerilis”, distinguiéndola de la in- 4. Frecuentemente, se dice s. aque-
ductio (véase), que mienta, en este llo cuyo predicado inhiere según
autor, un complicado proceso de toda su entidad en el sujeto, y se-
abstracción. cundum quid aquello que inhiere
parcialmente o según uno de sus
simplicissimus. La metafísica escolás- aspectos en el sujeto; por ej., el al-
tica prefirió este superlativo para ma humana es s. inmortal; el hom-
calificar 1. a Dios, en cuanto el en- bre lo es secundum quid, o sea, rela-
te supremamente perfecto; y 2. el tivamente a su alma.
punto matemático, que no tiene
ninguna extensión (véase simplex simplificatio. Término técnico con el
1.1. y 1.2.). que la Edad Media se refirió a un
concepto neoplatónico y especial-
simpliciter. En general, equivale a ab- mente plotiniano. En esta corrien-
solute (véase). Su correlativo es se- te, la s. mienta la condición del al-
cundum quid. Ambas expresiones, ma que ha alcanzado su total iden-
muy usadas en la Escolástica, se tificación con Dios, en cuanto que
pueden entender de diversas ma- Él es la simplicidad absoluta. En
neras, según los siguientes casos: 1. efecto, para elevarse a lo Uno, el al-
una cosa se dice s. tal, si es tal co- ma debe despojarse de todo lo que
sa absolutamente y bajo todo pun- es múltiple y material, volviéndose
to de vista, en cuyo caso es sinóni- entonces una pura luz. Así aparece
641 singulare

esta noción en los autores medieva- sincerus. Adjetivo que hace alusión a
les al citar a Plotino (cf. Enn. VI, 9, lo inalterado, puro, incorrupto. En
10 y 11) y a Proclo (cf. Theol. Plat. Retórica indica un estilo llano, sin
I, 24 y ss). afectaciones. En términos psicoló-
gicos y morales, señala una actitud
simul. Adverbio que indica, en ge- franca, de buena fe. En contexto fi-
neral, simultaneidad. Aparece en lológico, alude al códice emendatus
las siguientes expresiones específi- (véase).
cas, que los escolásticos usaron pa-
ra distinguir diferentes maneras de sine hoc ergo propter hoc. Se cono-
ser simultáneo: 1. s. tempore alude a ce con esta expresión un sofisma
la simultaneidad en el tiempo, que de falsa causa, o sea, de la non cau-
es la contemporaneidad; 2. s. conse- sa sicut causa. Se da cuando la cau-
quentia señala la simultaneidad de salidad es atribuida no a un factor
consecuencia, que es la inclusión e meramente ausente, sino al hecho
inferencia recíproca de dos o más mismo de la ausencia de un ele-
cosas, como la que se da entre lo mento considerado indispensable
corpóreo y lo extenso; 3. s. natura para que tenga lugar el efecto. Así,
mienta la simultaneidad de natura- por ej., para algunas actitudes re-
leza, o sea, el condicionamiento re- ligiosas, ciertos sucesos nefastos se
cíproco entre dos o más cosas, sin atribuyen a la falta de observancia
que, sin embargo, haya entre en- de algún precepto ritual.
tre ellas relación de causalidad; 4. s.
cognoscendi indica la simultaneidad singulare. En general, y en cuanto
de conocimiento, que se da cuan- opuesto a lo plural indica, numé-
do varias cosas no son cognoscibles ricamente, un solo ente considera-
sino a la vez, éste es el caso del co- do de manera separada. Asume dis-
nocimiento de dos términos relati- tintos significados según se lo con-
vos en cuanto tales, como “padre” sidere en el plano metafísico o en el
e “hijo”. lógico. 1. En el metafísico, se aso-
cia frecuentemente a los adjetivos
simulatio. Término que designa el ac- individualis y particularis (véase) y,
to de mostrar externamente, con a veces, se emplea como sinónimo
la propia conducta o actitud, que de éstos. Sin embargo, el vocabula-
se está viviendo un estado interno rio escolástico establece matices de
determinado, cuando lo cierto es diferencia: mientras que individua-
que, al mismo tiempo (simul), di- lis connota una unidad, en cuan-
cho estado es inexistente o diverso to indivisión interna, s. alude sobre
del manifestado. Con ello, el sujeto todo a la distinción externa, sobre
provoca necesariamente en los de- todo, respecto de otros miembros
más un falso juicio acerca de sí mis- de la misma especie. Tampoco se
mo. Esta es la s. considerada mate- identifica sin más con particularis
rialiter. Sólo cuando se añade a ella porque este término se refiere a la
la intención deliberada de engañar, parte de un todo contrapuesta a ese
se tiene la s. formaliter que, por en- todo; en cambio, s. mienta un en-
de, es un concepto perteneciente a te contrapuesto a varios otros, es-
la ética medieval. pecialmente de su misma especie.
sinistrum 642

De todo esto resulta que los entes cia corpórea, en cuanto que las par-
singulares son distintos entre sí so- tes de ésta se hallan dispuestas de
lo en número, siendo lo común en cierta manera (véase dispositio). Es
ellos el género y la especie; de ahí un accidente justamente porque el
que escolásticos como Tomás de modo en que está o yace una co-
Aquino subrayen que las cosas sin- sa no modifica su esencia, por ej.,
gulares en cuanto tales no tienen el estar de pie o el yacer supino no
definición: a ésta se llega por géne- modifica el ser hombre. No se de-
ro próximo y diferencia específica be confundir, pues, el s. con el locus
que es, precisamente, lo que las ho- (véase): el primero se refiere al se-
mologa, no lo que las distingue (cf. gundo como el contenido al con-
In Met.VII, l.10, 1492-1497). tinente. Por otra parte, cada uno
El de lo singular es un concepto de ellos puede variar sin que el otro
que ha tenido un papel importan- varíe: por ej., se puede estar de pie
te en la polémica de los universales en diferentes habitaciones, con lo
(véase universale). En efecto, siem- que varía el locus pero no el s.. Un
pre desde el punto de vista meta- caso inverso sería el yacer supino y
físico, los ultrarrealistas conside- ponerse de pie en la misma habi-
ran que es el universal, es decir, la tación. Por eso, Tomás de Aquino
esencia, lo verdaderamente singu- define este praedicamentum dicien-
lar. Los nominalistas, en cambio, do que es “ordo partium in loco” (S.
entienden que lo singular está dado Th. I-II, q. 49, a. 1, ad 3), e insiste
por el ente particular, mientras que en que el s. añade al ubi (véase) sólo
ven s. el universal en cuanto signi- este orden determinado de las par-
ficado, ya que éste es un conteni- tes que es la relación que ellas guar-
do único del alma (cf., por ej., Oc- dan entre sí (cf. In Met. V, l.9, 892;
kham, Exp. Aurea 102-103). l.17, 2005; XI, l.12, 2377).
2. En lógica, al considerar una
proposición, en razón de su canti- sociale. Cf. politicus.
dad –es decir, de la extensión del societas. Es el conjunto de seres ani-
sujeto–, se la denomina s. cuando mados, y particularmente huma-
ese sujeto es uno solo; por ej., “Este nos, en cuanto tal y la relación de
hombre es músico”, y “Sócrates es convivencia que guardan entre sí.
sabio”. Terminus s. es precisamente Así, el tipo de vida en sociedad se
el sujeto de tal clase de proposicio- opone a la solitaria. Ya desde la Pa-
nes. trística, se pondera la dimensión
sinistrum. Cf. dextrum. social del hombre. Agustín de Hi-
pona, por ej., da su más amplia
sit verum. Cf. obligatio 1.6. acogida a la afirmación de que la
vida social es propia del sabio, no
situs. En el Medioevo, se denomi- obstante describir las dificultades
nó así la categoría (véase praedica- que le son propias; discierne, ade-
mentum 3.3.1) de situación o po- más, entre las sociedades constituí-
sición, como Aristóteles la presen- das por domus, urbs y orbis (cf. De
ta en Cat. I, 6 b 3-19. Los escolásti- civ. Dei XIX, 5 y ss.). Hacia finales
cos definieron aristotélicamente el de la Edad Media, los escolásticos,
s. como el accidente de una sustan-
643 solutio

seguidos después por los humanis- quien incluye el s. en los silogismos


tas, hicieron hincapié en la caracte- sofísticos.
rización aristotélica del hombre co-
mo ser eminentemente social, su- solus. Palabra que la literatura medie-
brayando la afirmación del Estagi- val ha usado tanto en sentido cate-
rita en la Et. Eud. I acerca de que goremático, en el que se emplea co-
quien vive fuera de la s. humana es mo adjetivo, por ej., “Este hombre
una bestia o un dios. Los autores está solo”, como en sentido sincate-
medievales trabajaron especialmen- goremático, en el que ha sido más
te la distinción entre la s. domestica, estudiado entre los lógicos. (véan-
o civilis aut publica. Por otra par- se categorematica y sincategoremati-
te, casi todos han insistido, prime- ca). En cuanto término syncategore-
ro, en el carácter natural de la con- maticum, s. se usa en dos sentidos:
dición social del hombre; segundo, exclusive y praecise. En el primero,
en la necesidad de la vida en socie- se asume como señalando una ex-
dad, precisamente, para satisfacer clusión, o sea, significando que el
los requerimientos de la naturale- atributo corresponde real y única-
za; tercero, en el hecho de que la s. mente al sujeto y que debe ser ne-
humana implica un gobierno diri- gado de todo lo que no es él; por
gido al bien común que aúne y es- ej., cuando se dice “Homo s. ra-
tablezca concordia entre los intere- tionalis”, se está afirmando que la
ses individuales; cuarto, en que un racionalidad corresponde única-
individuo, viviendo en sociedad, se mente al hombre y a ningún otro
constituye en una parte o miembro ser. Según el modo praecise, s. in-
de ella, por lo que sus acciones res- dica que el atributo le conviene a
pecto de otro miembro del cuerpo una cosa separada de toda otra; por
social redunda en beneficio o per- ej., cuando se dice “S. Socrates po-
juicio de éste; quinto, en que, pa- test currere”, se está afirmando so-
ra que haya sociedad humana, es lamente que Sócrates tiene la capa-
necesario que se dé cierto grado de cidad de correr, sin añadir ninguna
amistad entre muchos. Así se ex- otra, como la de pilotear una na-
presa, al menos, Tomás de Aquino ve. Ockham nota que esta distin-
(cf. C.G. III, 125; S.Th.I, q.96, a.4 ción importa en el plano teológico,
c; I-II, q.21, a.3). refiriéndose, claro está, a la Teolo-
gía cristiana: si se dice que sólo el
soloecismus. En gramática, se cono- Padre es Dios, se utiliza s. exclusi-
ce con este nombre el vicio que ve, con lo que la proposición resul-
va contra sus reglas en el contex- ta falsa, puesto que también el Hijo
to de las partes de la oración, co- es Dios y el Espíritu lo es (cf. Sum-
mo en “homines currit”, donde no ma Totius Log. II, 17).
hay concordancia entre el verbo en
singular y el sujeto en plural; o en solutio. En general, se entiende por re-
“vir alba”, donde la falta de con- solución de un problema o cues-
cordancia radica en el género de las tión la refutatio obiectionis. Con to-
palabras. Los ejemplos son de Pe- do, se ha de atender al matiz espe-
dro Hispano (cf. Summ. Log. 7,2), cífico que este último término tuvo
en la Escolástica (véase obiectio).
sonus 644

sonus. Término importante de la es- de un término en sí, sino resultante


tética medieval, el sonido se con- de una proposición, por la indeter-
sideró el elemento sensible básico minación del caso en el que se en-
de la musica (véase). Se divide en cuentra un sustantivo en latín o, en
notas, las cuales, a su vez, se clasi- español, por la referencia impreci-
ficaron según su duración en bre- sa de un término al sujeto o al pre-
ves y largas. Pero, hacia el final de dicado, según la ordenación sintác-
la Edad Media, concretamente du- tica de la proposisicón. El ejemplo
rante el primer tercio del siglo XIV, propuesto por Pedro Hispano para
se produjeron importantes modifi- el primer caso es “Quicunque sunt
caciones en la Música que se cons- episcopi sunt homines; isti asini sunt
tituyó así en ars nova. La métrica se episcopi; ergo isti asini sunt homi-
tornó más refinada: por ej., la no- nes”, donde el “episcopi” de la premi-
ta breve se subdividió en semibre- sa menor se ha de tomar en geniti-
ve y mínima; tres mínimas com- vo, y no en nominativo como en la
ponen una semibreve; tres semi- mayor. 1.3. El s. compositionis o de
breves, una breve; tres breves, una la composición es llamado también
larga. Por otra parte, en la compo- “de la falsa conjunción” por con-
sición polifónica, también varía el sistir en la errónea reunión de tér-
motivo principal, denominado s. minos, por ej., “Un hombre puede
ordinatus: se lo repite con voz di- hablar cuando está callado”; la pro-
ferente, dando lugar a formas com- posición verdadera sería “Un hom-
plejas en los que sonidos y pausas bre puede hablar, cuando está ca-
se superponen parcialmente. En el llado”: aquí la coma rompe justa-
plano teórico, este nuevo lenguaje mente la falsa conjunción, indican-
musical fue presentado en los trata- do la capacidad de habla como po-
dos de Juan de Muris. tencia y no una simultaneidad con-
tradictoria. Un caso opuesto al an-
sophisma. Llámase “sofisma” a una terior es el del 1.4. s. divisionis o de
argumentación capciosa o falacia la separación, ya que éste radica en
(véase fallacia). El silogismo sofís- una disyunción falaz, es decir en
tico suele partir de premisas correc- entender la proposición en sentido
tas en apariencia pero no en reali- dividido, cuando ha de ser tomada
dad. La conclusión es, entonces, en sentido compuesto; por ej., sos-
ilusoria o falaz. Según el tipo de fa- tener que “Siete es cuatro y es tres”,
lacia que implican, se dividen en cuando en realidad se ha de enten-
dos grandes clases: 1. s. in dictio- der “Siete es cuatro y tres”. El 1.5. s.
ne o lingüísticos, y 2. s. extra dic- accentus (véase) radica en la errónea
tionem o extralingüísticos. Los pri- acentuación de términos que, se-
meros, que dependen del lengua- gún la constitución de las distintas
je, son de seis tipos: 1.1 s. aequi- lenguas, puede tener mayor o me-
vocationis, basado en la equivoci- nor gravedad, ya que no se debe ol-
dad (véase aequivocatio) o ambi- vidar que estamos aquí en los sofis-
güedad de un término. 1.2. s. am- mas lingüísticos; por ej., “Me caso
phiboliae o de la anfibolía, también con Luis” y “Me casó con Luis” im-
denominada amphibologia (véase), plican distintos sujetos. Finalmen-
que consiste en la ambigüedad no
645 sophisma

te, el 1.6. s. figurae dictionis o por non causa pro causa o de falsa causa,
la figura de la dicción, es aquel que es el que, como su nombre lo indi-
se basa en una falsa forma de expre- ca, aduce como demostración una
sión o uso; así, sucede, por ej., en causa que no es tal. Dentro de este
“cortante” cuando se pretende usar tipo, las formas más comunes son
esta palabra como sustantivo, por las que toman como causa lo que
analogía con “amante” que sí pue- sólo es un antecedente; se deno-
de ser usado como sustantivo. minan específicamente cum hoc er-
Los sofismas 2. extralingüísticos, go proter hoc; y post hoc propter hoc
o sea, los que derivan de la falacia (véanse); en ellos la simple simulta-
extra dictionem, no dependen del neidad o sucesión de dos hechos se
lenguaje empleado sino de la re- asume erróneamente como depen-
lación del plano significativo con dencia causal del segundo respecto
la realidad: son sofismas ex par- del primero. El 2.6. s. plurium inte-
te rerum per verba significatum. És- rrogationem o de la reunión de va-
tos se subdividen en varias clases, rias cuestiones en una sola, consiste
de las que las más frecuentes son: en dar una única respuesta a lo que
2.1. s. accidentis o del accidente: es requiere más de una porque exige
un sofisma que consiste en una fal- distingos; así, este tipo de sofisma
sa ecuación entre el sujeto y el acci- subyace en la pregunta “Son todas
dente, en cuanto que erróneamen- las cosas buenas o malas?”, puesto
te infiere algo como convenien- que las hay buenas y las hay ma-
te a un sujeto, porque le conviene las. El 2.7. s. ignorantia o ignora-
a su accidente. El 2.2. s. secundum tio elenchis obedece al hecho de no
quid es el que obedece al empleo de saber o no entender de modo pre-
una expresión en sentido absoluto ciso la tesis que está en cuestión y,
a partir de un sentido relativo; por más precisamente, las premisas que
ej., si la ceguera es un mal, enton- se manejan. Siguiendo a Aristóte-
ces la ceguera es, cuando en reali- les (cf. El. soph. VI, in fine), los au-
dad no tiene ser sino que consiste tores medievales le han atribuído la
en una privación. El 2.3. s. petitio- mayor importancia, al punto de re-
nis principii (véase) o de la petición mitir a este tipo de sofisma todos
de principio, tiene varias formas de los demás, considerándolo prácti-
las cuales la más común es la cono- camente la única causa de los mis-
cida como “círculo vicioso”, aun- mos.
que, en rigor, entre esta argumenta- De hecho, se agrupan en esta úl-
ción y la llamada “petición de prin- tima clase varios otros sofismas, de
cipio” hay cierta diferencia (véase los que el más frecuente es el s. qua-
circulus); otra modalidad corrien- ternio terminonum o del cuarto tér-
te de este tipo de sofisma consiste mino, que consiste en usar el tér-
en la postulación de lo mismo que mino medio en la premisa mayor
se quiere demostrar. El 2.4. s. conse- de un silogismo con una signifi-
quentis es el que pretende inferir de cación distinta de la que el mismo
la verdad o falsedad del consecuen- término reviste en la menor (véase
te, la verdad o falsedad del antece- quaternio terminorum).
dente (véase consequens). El 2.5. s.
sophistica 646

sophista. En la literatura medieval este miento medieval, que sigue la hue-


término señala, en general, a quien lla de Aristóteles. En efecto, el Es-
quiere parecer sabio más que ser- tagirita define el espacio como el lí-
lo realmente; en particular, al que, mite inmóvil que abraza un cuerpo
con dicho objetivo, apela a fala- (cf. Fís. IV, 4, 212 a 20). Desde es-
cias en las discusiones. Así, al me- ta perspectiva que “relativiza” el es-
nos, lo caracteriza Ockham en cf. pacio, se considera, pues, que éste
In El. 97. no existiría si no existieran los en-
tes materiales. De ahí que, en la lí-
sophistica. Término que, durante el nea aristotélica, se haya negado la
período patrístico latino, ha tradu- existencia del vacío en sí, como lo
cido el griego eristiké. Se denominó hace el mismo Aristóteles (cf. ibid,
también, al menos en Boecio, ca- IV, 8, 214 b 11). Sobre esta base
villatoria. Es la disciplina o apren- conceptual, los autores medieva-
dizaje de las argumentaciones in- les tendieron a ver en el espacio un
tencionalmente incorrectas. Su ob- sistema de relaciones, que se cons-
jeto es engañar al interlocutor, ha- tituye sobre las tres dimensiones
ciendo pasar por verdadero lo que de anchura, longitud y profundi-
es falso. Lo hace mediante aparen- dad; aún en Guillermo de Ockham
tes pero en realidad erróneas apli- puede encontrarse esta perspectiva
caciones de las normas de la dialec- (cf. Summ. physic. IV, 20).
tica (véase). En cambio, ocurre lo contrario
spatium. Para caracterizar la noción en la línea que comienza con De-
de espacio en la Edad Media –so- mócrito, quien constituye el ante-
bre todo, en la Escolástica, cuan- cedente remoto de la 1.2. segun-
do fue más tratado– es convenien- da teoría sobre la naturaleza del es-
te examinar los problemas princi- pacio: según ésta, el espacio sería
pales que se han abordado en rela- el recipiente que contiene los en-
ción con ella: 1. el de la naturaleza tes materiales; en efecto, Leucipo
del espacio; 2. el de la fundamenta- y Demócrito lo consideraron el va-
ción de su realidad. cío en el que se mueven los átomos
La primera cuestión, es decir, 1. que, combinándose de varias ma-
la índole del espacio, atañe a su neras, dan lugar a los fenómenos
verdadero concepto, y se relacio- naturales. Al menos, así lo asegu-
na con el problema de la exterio- ra el testimonio de Aristóteles (cf.
ridad, esto es, de lo que constitu- Met. I, 4, 985 b). De tal modo que
ye la relación extrínseca de los en- en esta teoría se afirma la existencia
tes materiales. En ese sentido, se e infinitud del vacío. El Medioevo
han propuesto dos teorías: 1.1. la tardío confirió, pues, especial aten-
de considerar el s. como cualidad ción a la relación entre las nociones
y relación, atendiendo fundamen- de s. y vacío (véase vacuum, in fine).
talmente a la posición de los en- La doctrina mencionada en último
tes materiales en el mundo; 1.2. término vuelve a asomarse sólo a
la de entenderlo como receptácu- fines de la Edad Media y comien-
lo. Se puede decir que la primera zos del Renacimiento, reafirmando
fue la teoría prevalente en el pensa- en la Modernidad una fortuna de
647 speciale

la que careció durante el Medioe- En consecuencia, se puede seña-


vo. La infinitud del s. también es lar, en la concepción escolástica del
defendida por Giordano Bruno (cf. s. físico, dos únicas notas generales:
De infinito, univ. et mund., I). su carácter de relación y su carác-
En cuanto a 2. la realidad del s., ter real y no sustancial. Por eso, los
están 2.1. la tesis que afirma dicha autores medievales llamaron al es-
realidad; y 2.2. la que la niega. De pacio físico, s. reale, al que caracte-
manera coherente con su concepto rizaban diciendo que es “intercape-
acerca de la naturaleza del s., los es- do positiva quae inter plura corpora
colásticos adhirieron, en general, a vel eiusdem corporis latera aut extre-
la 2.1. primera tesis: considerar el ma referitur”. Lo distinguieron del
espacio como un sistema de rela- s. imaginarium, que es el “ámbito”
ciones entre las cosas –sistema que supraceleste, no representable, en
no existiría si éstas no existieran–, rigor, de manera sensible. Con to-
no implica negar su realidad, sino do, este último tipo de “espacio” se
negar su subtancialidad, ya que se ha imaginado poéticamente en la
afirma que dicho sistema tiene fun- Edad Media como “Empíreo”; así
damento in re. Así pues, según la lo hace, por ej., Dante en el “Paraí-
doctrina escolástica, el espacio no so” de la Divina Comedia.
es algo en sí mismo, sino algo que
les pertenece realmente a los entes speciale. Los autores medievales sue-
materiales, dada la relación que, de len establecer una correlación entre
hecho, ellos guardan entre sí. Cabe la noción de especial y las de lo sin-
añadir que, fuera del pensamien- gular y lo particular: mientras que,
to escolástico y cristiano, la reali- en el plano cuantitativo, singularis
dad del s. también fue afirmada en señala un solo ente, y particularis
el Medioevo por la filosofía judai- hace alusión a la parte de un todo,
co-alejandrina. Pero esta corriente el concepto que nos ocupa concier-
afirma la realidad teológica del es- ne, en cambio, al orden cualitativo.
pacio, puesto que lo considera un Así, indica, en primer término, 1.
atributo de Dios: Él es el “lugar” de una cualidad en el sentido de mo-
todas las cosas. En la Modernidad, dalidad o tratamiento. En segundo
tal teoría fue aceptada, en cierta lugar, y en una acepción más pre-
medida, por Spinoza, quien conci- cisa, se llama s. a 2. lo que dice re-
bió la extensión como atributo di- lación con la species (véase). En tal
vino (cf. Et. I, 15). sentido, cabe señalar que este adje-
La 2.2. tesis sobre la subjetivi- tivo aparece en el árbol de Porfirio
dad del espacio es, en cambio, típi- (véase arbor porhiriana), como tal
camente moderna: la anticipa Ho- y aun con una forma superlativa.
bbes al definirla como la imagen En efecto, allí se denomina species
de la cosa existente, en cuanto no s. a la especie subalterna, es decir,
se considera de ella otro accidente a la que precede a la species specia-
más que su aparecer fuera del su- lissima, la cual indica de esta ma-
jeto que imagina (cf. De corp. VII, nera la última instancia en el senti-
2). do descendente. Ejemplo de espe-
cie singular o subalterna sería “ani-
specialissima 648

mal”, en tanto que precede a la es- Las líneas generales de esta doc-
pecie especialísima “hombre”. trina pasan a la Edad Media, es-
pecialmente a través de Profirio,
specialissima. Cf. speciale. quien define, en general, la s. en
species. Dos son los planos fundamen- cuanto tal o s. specialis (véase) co-
tales en los que cabe examinar la mo lo que está ordenado o situado
noción antigua y, particularmente, inmediatamente bajo el género. En
medieval de especie: 1. el ontológi- cambio, la species specialissima es
co, relacionado con el lógico, 2. el el atributo esencial que se predica
gnoseológico, 3. el estético. de una multiplicidad de términos,
1. Ontológicamente hablando, y que precede inmediatamente al
el concepto clásico de species mien- individuo, por ejemplo, la especie
ta la esencia en una multiplicidad “hombre” (cf. Isag. IV, 10 y ss). La
de individuos. Según la etimología primera definición porfiriana indi-
de su equivalente griego eidos, indi- cada se aplicaba, pues, a cualquier
ca una forma o modelo. Las Ideas especie en la medida en que ésta re-
platónicas, por ej., en cuanto for- sulta del elemento indeterminado
mas o modelos, señalan especies se- –que es el género–, y el determi-
paradas de los entes singulares que nante –que es la diferencia especí-
participan de ellas. En cambio, en fica–. Sin embargo, y según tal de-
Aristóteles, la s. en cuanto forma finición, una s. puede constituir un
está ontológicamente en los entes género bajo ulteriores diferencias,
individuales, de tal modo que sólo como se puede ver en el célebre ár-
el pensamiento puede separarla de bol. De esto se deduce que toda s.,
éstos. De esta manera, para el Esta- cualquiera sea el lugar que en di-
girita, la s. tiene el valor ontológico cho esquema ocupe, es un término
de forma, pero también el valor ló- universal. Y aquí se vuelve al aspec-
gico de un predicable (véase prae- to ontológico del concepto de es-
dicabilia). En efecto, constituye un pecie, puesto que, precisamente de
concepto que se puede predicar de la cuestión planteada por Porfirio,
una pluralidad de individuos; pero, acerca del valor lógico y ontológi-
a diferencia del predicamento o ca- co de las especies deriva la famosa
tegoría –que es lo que se predica– querella medieval de los universa-
la s. implica un modo particular se- les (véase universale). Tal como fue
gún el cual se predica la categoría. elaborada por el pensamiento anti-
El término “animal racional”, por guo y medieval, la s. presenta, pues,
ej., es el praedicabile s. en cuanto una nota fundamental: la de ser el
indica la esencia del hombre, cuyos concepto universal que traduce la
aspectos indeterminado y determi- esencia de un conjunto de entes in-
nante, respectivamente, señala. Así, dividuales y el modo de ser propio
y ahora desde el punto de vista es- de dicho conjunto. Por consiguien-
trictamente lógico, Aristóteles pre- te, designa también a la misma co-
senta la s. como resultante del gé- munidad que participa de esa esen-
nero y de la diferencia (cf. Met. X, cia; de ahí el pasaje que se produ-
7, 1057 b 7 y ss). ce en la Modernidad, del significa-
do lógico-ontológico al biológico.
649 species

Sin embargo, se ha de notar que el la potencia receptiva de todas las


lenguaje moderno utiliza la palabra formas de los entes sensibles (cf. S.
“especie” restringiéndola a los con- Th. I, q. 84, a. 2).
juntos de entes vivientes. Hay que recordar que los esco-
2. Desde el punto de vista gno- lásticos admitían dos órdenes de
seológico, el pensamiento clásico s. según el doble plano del cono-
siguió otro aspecto etimológico del cer: la s. sensibilis y la s. intelligibi-
término que nos ocupa: además de lis. Cada una de ellas, además, pre-
significar “forma” o “modelo”, tam- senta dos grados: ser impressa o ex-
bién alude a “similitud” o “imagen” pressa: la primera está constituida
o “espectro”. En este sentido, Aris- por la similitud como presencia ac-
tóteles considera que el mismo co- tiva y determinante del objeto so-
nocer es de algún modo un páthos, bre la facultad de que se trate; la se-
pero no como absoluta pasividad gunda es el producto mismo de la
del sujeto cognoscente, sino como realidad en la potencia cognosciti-
cierta exigencia de acción por par- va. La s. impressa es, pues, princi-
te del objeto, a la que le correspon- pium cognitionis; mientras que la
de una reacción del sujeto. Ese “pa- species e. es terminus cognitionis.
decer” del cognoscente, se da co- Así, la s. sensibilis impressa consis-
mo una assimilatio, que tiene lugar te sólo en la “impresión” que pade-
justamente gracias a la similitudo o cen los sentidos ante el objeto sen-
imagen o s. del objeto en el sujeto. sible, mediante la cual este último
El conocimiento implica, pues, la se hace presente al sujeto; la s. sensi-
asimilación que es también una in- bilis expressa es el phantasma o ima-
formatio, es decir, el adquirir cong- go (véanse), en cuanto reproduc-
noscitivamente la forma propia del ción representativa del objeto. Por
objeto. En efecto, en el plano gno- su parte, la s. intelligibilis impressa
seológico, la forma que entitativa- es la similitudo inteligible del obje-
mente se encuentra en el objeto, se to, debida a la acción del intelecto
halla representativamente en el su- agente que elabora y eleva al plano
jeto, de tal manera que la s. funcio- de la inteligibilidad todos los datos
na como mediadora entre ambos que contiene la imagen de ente real
(cf. De an. II, 12, 424 a 16). extra animam. Sobre esta última s.,
La gnoseología escolástica sigue el intelecto posible lleva a cabo su
las huellas de Aristóteles. Así, To- función, que consiste en elaborar el
más de Aquino comenta el pasaje concepto, es decir, la s. intelligibilis
en el que el Estagirita dice que “el expressa o verbum mentis.
alma es, en cierto modo, todas las Es evidente, pues, que los auto-
cosas” (cf. ibid. III, 8, 431 b 21), a res medievales concibieron la s. co-
propósito del cual observa que es- mo un medium entre res y anima.
to no significa que en el alma es- Por eso, hablaron de las s. intentio-
té la piedra sino la s. de la piedra, nales, precisamente porque a tra-
es decir, la imagen o forma de ésta. vés de ellas el pensamiento se diri-
Por consiguiente, el intelecto es la ge en una in-tentio a la realidad ex-
potencia receptiva de todas las for- tramental. Esto llevó a discutir, en
mas inteligibles y la sensibilidad es la Edad Media, la validez objetiva
specificative 650

del conocimiento. Respecto de este Summa Term. Metaph. 39) y pasa al


punto, se puede decir que la doc- español.
trina de la s. en cuanto assimilatio
congnoscitivamente válida del ob- specificative. Algunas veces, se usa con
jeto, domina el período clásico de el sentido de materialiter (véase).
las Escolástica. De hecho, la acep- Otras, señala el punto de vista se-
tan no sólo Tomás de Aquino, sino gún el cual se aborda en una cosa el
también, entre otros, Duns Escoto principio interno por el que ella se
(cf. Op. Ox, I, d.. 3, q. 7, n. 2, 3, constituye en una especie determi-
20). Pero entra en crisis en el siglo nada (véase specificativum 2).
XIV, especialmente, con Guillermo specificativum. Señala 1. el atributo
de Ockham. Éste, en nombre del por el cual algo es el objeto de una
principio de economía que rige su potencia dada, o sea, un obiectum
pensamiento, niega sin más la exis- formale (véase obiectum); así, el co-
tencia de la s. y afirma que el obje- lor es s. de la vista en cuanto po-
to de conocimiento es la cosa mis- tencia. En segundo término, se lla-
ma, para reforzar su tesis del cono- ma también s. de algo al 2. atribu-
cimiento intuitivo de los singulares to o conjunto de atributos que dis-
(cf. In Sent. I, d. 9, a. 1 y II, 18). tingue una cosa de las demás, or-
Sobre el final de la Edad Media se denándola a una especie, por ej., la
reemplaza, pues, la noción de s. co- racionalidad es s. hominis.
mo clave gnoseológica, por la de la En este sentido, los escolásticos
intentionalitas del conocer. En vir- distinguieron entre 2.1. s. intrinse-
tud de la intencionalidad, el acto cum y 2.2. s. extrinsecum. El prime-
cognoscitivo es una relación con ro es un principio interno a la cosa
el objeto mismo y no con su ima- misma, por el cual ella se constitu-
gen. Sin embargo, y ya en la Mo- ye en una determinada especie. El
dernidad, la doctrina cartesiana de s. extrínseco es la causa del intrín-
la idea como objeto inmediato de seco, en tanto que le confiere a una
conocimiento se puede considerar cosa el carácter en virtud del cual
una suerte de regreso a la noción ella pertenece a una especie.
escolástica de s.
3. En un último sentido, poco spectaculum. En sentido filosófico, es
usado, y en el plano físico, s. alude término propio del vocabulario bo-
no sólo a la forma sino a la belle- naventuriano. Significa el conjun-
za de algo. Sobre la base de lo afir- to de verdades contempladas por
mado por Agustín de Hipona que el alma en su camino a la sabiduría
identifica la sp., segundo elemento (véase sapientia).
de la tríada constitutiva de cada en- spectatio. En su primera acepción vul-
te, con la forma y el número, Bue- gar esta palabra alude a la acción de
naventura la denomina también mirar, de donde deriva su segundo
“belleza” (véase pulchritudo) (cf. significado de examen. De ahí que,
De regno Dei 43). Esta acepción en sentido filosófico estricto, indi-
se prolonga más allá de los límites que una consideración intelectual,
de la Edad Media: se reencuentra, pero, especialmente, la perspectiva
en efecto, en Giordano Bruno (cf.
651 speculum

o punto de vista desde el que algo su parte, Buenaventura subraya la


se considera. distinción entre la s. que permane-
ce en sí, esto es, la que se agota en
speculatio. En general, y dentro del sí misma, que es la propia del ló-
ámbito de la filosofía medieval, la gico; y la que pasa ya sea al afecto,
especulación indica el acto del es- ya al efecto. Esta segunda clase de
píritu en cuanto pensamiento que s., se vuelve sabiduría, cuando pasa
se dirige a la visión o contempla- al afecto, y se torna ars cuando pa-
ción de la verdad. La raíz latina sa al efecto extrínseco (cf. Coll. in
spec- implica siempre la noción de Hexaem. V, 12-13).
ver o, mejor aún, contemplar; por En cambio, autores enrolados en
ello, el concepto griego de theoría la corriente más aristotélica, como
es el más próximo al de s., y ambos Tomás de Aquino, identifican la s.
se oponen tanto a la acción prácti- con la meditación (véase medita-
ca como a la producción técnica. tio). El Aquinate recuerda la etimo-
Los antiguos entendieron por s. logía asignada a este término por
la actividad cognoscitiva que no es- Agustín de Hipona, quien afirma
tá llamada a servir a un fin deter- que proviene de speculum (“espe-
minado exterior a ella, sino que es jo”) y no de specula (“atalaya”) (cf.
fin en sí misma. Por eso, Aristóteles De Trin. V, 8). Tomás trae a cola-
la considera una virtud que asegu- ción este antecedente para indi-
ra la felicidad humana mejor que car que ver algo a través de un es-
las demás, puesto que hace al hom- pejo significa ver la causa a través
bre libre y autárquico (cf. Et. Nic. del efecto, en el que resplandece
X, 7, 1177 a 12). El objeto de las la imagen de aquélla. La s. huma-
ciencias especulativas –Matemá- na es, para esta línea, conocimiento
tica, Física y Filosofía primera– es discursivo (cf. S. Th. II-II, q. 180,
lo necesario que, en la medida en a. 2, ad 2).
que no puede ser sino como es, li- El matiz común de significación
bera con su contemplación al hom- de la s. en el pensamiento antiguo
bre. Al mismo tiempo, la s. es, pa- y medieval es, por consiguiente, el
ra el Estigirita, el acto de la inteli- de contemplación desinteresada.
gencia divina que, a diferencia de la En cambio, en la Modernidad, se
humana, se tiene por eterno objeto introduce una nueva acepción del
a sí misma (cf. Met. XII, 7, 1172 b término, según la cual s. señala el
24). conocimiento que va más allá de lo
En la Edad Media, s. mantiene empírico.
esa jerarquía que la eleva al rango
de modo fundamental de la Filo- speculum. Es un término propio de la
sofía. Pero, entre los místicos me- obra bonaventuriana. Buenaven-
dievales, la s. se identifica con la tura usa la voz “espejo” en dos sen-
contemplación (véase contempla- tidos, exterior e interior. En el pri-
tio), en el sentido del grado más mero, s. significa el mundo crea-
alto de la ascensión mística, justa- do en cuanto que en él se reflejan
mente aquel que precede al éxtasis; las perfecciones divinas; de ahí que
así aparece, por ej., en Ricardo de entienda al mundo como un espe-
San Victor (cf. De cont. I, 3). Por jo lleno de luces y, a la vez, que el
spes 652

verbo speculare signifique en Bue- tudes teologales, es decir, las orde-


naventura contemplar a Dios en nadas a la bienaventuranza. En es-
las criaturas. En el segundo, s. alu- te sentido, la esperanza es el movi-
de al alma como espejo de virtudes; miento de intención que radica en
así, en la medida en que el alma la voluntad y que tiende al fin so-
sea moralmente pura, podrá lla- brenatural de la bienaventuranza
marse “tersa” (cf., por ej., Coll. in como a un bien futuro, cuya ob-
Hexaem. II, 27). tención se cree posible (cf. ibid. I-
II, q. 62, a. 3 c). Se trata, pues, de
spes. Para el pensamiento clásico, la es- una noción claramente espiritual.
peranza se cuenta entre las pasiones Véase también fiducia.
(véase passio 4). Es un movimiento
propio del apetito, que encuentra sphera. En la cosmología antigua, no
un correlato en la voluntad. Habi- sólo se atribuía a este concepto un
tualmente, se la contrapone al te- significado cuantitativo y geomé-
mor; Cicerón, por ej., la define co- trico, sino también cualitativo. En
mo expectatio boni, mientras que el efecto, los autores antiguos tienden
temor es expectatio mali (cf. Tusc. a considerar la figura esférica como
IV, 37). la más perfecta y aún como ima-
En la Edad Media y, particular- gen misma de la homogeneidad y
mente, en la Escolástica, subsiste perfección. Así sucede, por ej., en-
este concepto básico, al que, con tre los pitagóricos, que se valían de
todo, se añaden otras consideracio- ella para representar la estructura
nes de índole teológica. Así, tam- del cosmos, alrededor de cuyo cen-
bién Tomás de Aquino la conside- tro rotaban velozmente los cuerpos
ra, en primer lugar, una pasión y, celestes, produciendo tonos musi-
recordando que las pasiones se di- cales de armonía sublime e imposi-
ferencian por sus objetos, establece ble de captar por el oído humano.
que el objeto propio de la s. presen- Por su parte, Aristóteles, siguien-
ta cuatro aspectos esenciales: 1. ha do la teoría geocéntrica, concibió
de ser un bien, y en esto difiere del el universo como un sistema de es-
temor; 2. debe ser arduo, en el sen- feras homocéntricas, que se trans-
tido de difícil de obtener, y en es- miten el movimiento por contacto
to se diferencia del deseo; 3. futu- (cf. por ej., Met. XII, 8).
ro, en cuanto no poseído aún, ya En todo la Edad Media, se reto-
que el bien poseído es el objeto del mó, especialmente, la nota de per-
gozo; 4. posible de obtener, puesto fección que sustenta esta noción en
que, de lo contrario, se tiene la des- la Antigüedad, pero extendiéndola
esperación (cf. S. Th. I-II, q. 40, a. más allá de lo puramente geométri-
1 c). Este concepto, que se relacio- co y cosmológico. Por eso, s. signi-
na con el ámbito de los fines natu- ficó, para los escolásticos, un ám-
rales del hombre, asume una acep- bito, particularmene, un campo de
ción teológica cuando se pasa al de actividad. Así, se habló de 1. s. ex-
sus fines sobrenaturales. Desde este trinseca causae, para señalar el espa-
último punto de vista, la s. es una cio dentro de cuyos límites se desa-
virtus (véase) que se cuenta –junto rrolla, en términos naturales, la ac-
con la fe y la caridad– entre las vir- tividad de una causa. 2. s. intrinse-
653 spiritus

ca causae es, en cambio, la potencia de “espirituales”. Así, el término se


o virtud que posee en sí la misma circunscribió hasta designar las sus-
causa y que se extiende a sus efec- tancias simples, completas e inte-
tos, los cuales dan prueba de di- lectivas. Por ende, se lo utilizó co-
cha facultad. 3. s. activitatis se de- mo sinónimo de simplex y de inte-
nomina al término circular que los lligibilis. En este sentido, los esco-
agentes naturales no pueden tras- lásticos, y en especial los de la lí-
cender por su capacidad limitada nea tomista, consideran que sólo
de actuar; por ej., el radio de ilu- se puede hablar, en rigor, de res s.
minación de una llama. 4. s. acti- cuando ésta no guarda ninguna de-
vorum et passivorum es aquella que pendencia intrínseca con lo mate-
circunda el mundo sublunar en el rial. En cambio, se emplea este ad-
que, según los aristotélicos, esta- jetivo de manera relativa, cuando la
ban comprendidos los cuerpos pa- dependencia de la realidad de que
sibles de generación y corrupción. se trata es extrínseca respecto de la
5. s. obiectiva alude al ámbito pro- materia. Por eso, para la mayoría
pio del obiectum (véase) de una po- de los escolásticos, la espiritualidad
tencia. del alma humana no es una espiri-
En el umbral del Renacimiento, tualidad pura.
Nicolás de Cusa vuelve a las espe- Un significado técnico adquie-
culaciones antiguas sobre la perfec- re la expresión s. per attributionem:
ción de la forma circular, que atri- designa los accidentes y modos de
buye al alma misma (cf. De lud glo- ser y operar que, aunque no consti-
bi, I). tuyen por sí mismos realidades es-
pirituales, deben adherir natural-
spiratio. Los teólogos medievales han mente a éstas, como los actos del
insistido en que este término sig- alma o, en el terreno teológico, la
nifica producción del espíritu en el gracia divina.
hombre por parte de Dios. La ra-
zón de este énfasis obedece a la pre- spiritus. Traducción de pneuma, esta
ocupación por descartar que se tra- palabra significa originariamente,
te de una comunicación o emana- al igual que su equivalente griego,
ción, es decir que se entienda que “soplo” o “aliento” y, en tal senti-
la s. implica que el espíritu huma- do, se aproxima a anima. Hasta lle-
no es de la misma sustancia divina, gar a aludir al principio inmaterial
tesis excluída tempranamente en el del pensamiento y de la voluntad,
Cristianismo.Cf., por ej., Tomás de el término que nos ocupa ha reco-
Aquino, S.Th.I, q.90, a.2. rrido una larga historia.
En la Antigüedad, los estoicos
spirituale. El sentido más general de hablaron del pneuma como del al-
este adjetivo es el de “inmaterial”. ma del mundo que, según su doc-
Por eso, en la Edad Media, se en- trina fundamentalmente materia-
tiende lo s. como opuesto a lo ma- lista, concebían como un fuego su-
terial en cuanto tal. Sin embargo, til, aunque de algún modo mate-
hay realidades inmateriales de muy rial, capaz de moverse a sí mismo.
diversas clases, por ej., los núme- El pneuma o espíritu humano –al
ros, a los que no se puede calificar que se unían la psyché o alma y el
spiritus 654

soma o cuerpo– era precisamente el cual rija cada uno de ellos su vi-
una partícula de este espíritu uni- da (cf. De princ.). También Ireneo
versal. de Lyon distingue el s. de las de-
Con el advenimiento del Cristia- más dimensiones humanas, desig-
nismo, este concepto reclamó nue- nándolo precisamente como la se-
va atención. El Antiguo Testamen- de de la inmortalidad. Más aún, se
to –en particular, el libro de la Sa- tendió a considerar que, así como
pientia– se refiere al s. llamándolo el alma da vida al cuerpo, el espíri-
“sabiduría de Dios”, la cual penetra tu vivifica al alma, de manera que
el universo entero a la manera de la “segunda muerte” –mentada en-
un soplo vivificante. En este con- tre otros por Francisco de Asís en
texto, aparece la expresión agíon su Cantico del Sol– alude no a la se-
pneuma, es decir, “espíritu santo”. paración de alma y cuerpo, sino a
En el Nuevo Testamento, dicha ex- la de espíritu y alma, aludiendo así
presión designa a la Tercera Per- a la condenación de ésta.
sona de la sustancia divina, pro- El proceso mediante el que el tér-
cedente de las otras dos y unida a mino se perfila hasta indicar lo que
ellas por una relación de amor. La activa la funciones superiores del
elaboración de este dogma se hizo alma, es muy lento. En Agustín se
especialmente sobre la base de lo encuentra una gran ambigüedad en
anunciado en el Evangelio de Juan, su uso, ya que el Hiponense llama
XV, 26. A partir de esto, s. pasó a s., a veces, a cierta potencia del al-
señalar también el alma humana, ma en la que se imprimen las imá-
en cuanto vivificada por el Espíri- genes de las cosas, inferior a la mens
tu Santo. (cf. De gen. ad litt. XII, 9); otras, a
Ahora bien, en muchos de los lo que coincide con el alma misma
primeros autores cristianos, el s. (cf. De an. IV, 22, 36); y otras, lo
constituye una instancia del hom- identifica con el animus (véase). Lo
bre que tiene entidad y que es real- cierto es que paulatinamente se va
mente distinta de los demás, o sea, diluyendo la antropología triparti-
del alma y del cuerpo. Esto dio lu- ta y, así, prácticamente desaparece
gar a la formulación de una antro- en la Escolástica, en parte debido
pología tripartita –o, mejor aún, al intento de los autores de este pe-
tridimensional– de origen estoi- ríodo de elaborar una antropología
co, constituída fundamentalmen- ya no de raíz estoica sino aristotéli-
te por el pneuma, la psyché y el so- ca. Y como la metafísica aristotéli-
ma. Así, por ej., en una de sus car- ca se apoya en las nociones de for-
tas, San Pablo se despide de los des- ma y materia, la antropología co-
tinatarios, deseando que Dios san- rrespondiente sólo podía concebir
tifique sus espíritus, sus almas y sus dos instancias en el hombre: su for-
cuerpos (cf. I Tes. 5, 23). Tal con- ma, que es el alma, y su materia,
cepción antropológica queda con- que es el cuerpo. De este modo, el
sagrada quizás en Orígenes, quien s. queda, por así decir, subsumido
divide a los hombres en “pneumá- en la primera.
ticos”, “psíquicos” y “somáticos”, Esto ocurre, por ej., en Tomás de
de acuerdo con el principio según Aquino, quien distingue dos usos
655 stare

fundamentales para este vocablo: Agustín de Hipona señala al co-


dice que en sentido estrictamente mentar el texto de Mt.13, 43 sobre
teológico, se denomina “Spiritus” los justos que resplandecerán como
a la Tercera Persona de la Trinidad, el sol en el reino de su Padre (cf. De
porque el vocablo significa origi- civ. Dei XXII, 19, 2).
nalmente, “impulso” o “moción” y
lo propio del amor es mover la vo- spontaneum. En principio, lo espon-
luntad del amante hacia lo amado, táneo es aquello que un sujeto rea-
en lo que consiste precisamente la liza sin intervención de causa ex-
relación recíproca –e hipostasiada– terior a él; más específicamente,
entre el Padre y el Hijo (cf. S. Th. aquello cuyo principio está en el
I, q. 36, a. 1 c). En cambio, en sen- agente. Así, la expresión propter s.
tido general, el s. creado no consti- alude a una voluntad sin coacción
tuye, para el Aquinate, un aspecto externa alguna. Con todo, suele ex-
del hombre, sino que atribuye a es- cluir también la deliberación; de
ta noción cuatro significados histó- ahí que se atribuya a los animales
ricamente empleados: aire, aliento con el sentido de su modo de ac-
humano, alma, y, en general, toda tuar movidos por la sensibilidad, y
sustancia invisible (cf. ibid. I, q. 41, en particular, por la fantasía propia
a. 3 ad 4). De esta última acepción de su especie.
deriva el sentido escolástico del ad- stabilitas. Término 1. de la física me-
jetivo spirituale (véase). dieval, es sinónimo de firmitas, es
splendor. Término que se encuentra decir, solidez, la s. se define como la
en dos contextos: 1. físico, 2. me- firmeza y quietud que resulta de las
tafísico. Desde el primer punto partes que lo componen y que es-
de vista, el s. se ha definido como tán vinculadas entre sí. De acuer-
el efecto de la luz por la reverbe- do con la mayor o menor rigidez
ración de los rayos sobre un cuer- del nexo que las une, puede haber
po luminoso. 2. desde el punto de mayor o menor s., como en el ca-
vista metafísico, el vocablo es parti- so de la piedra o de la madera, res-
cularmente importante en la esté- pectivamente. En sentido figura-
tica medieval. En este orden, for- do, aparece 2. en la literatura de la
ma parte esencial de la definición Edad Media aludiendo a la firme-
de belleza (véase pulchritudo), da- za o solidez de una doctrina u opi-
do que el fenómeno descrito en el nión, así, por ej., se habla de una
primer contexto sufre una traspola- stabilis sententia.
ción: en efecto, en este nivel, la ar- stare. Su sentido general es el de estar,
monía de cada ser y de los seres en permanecer y aun resistir. Su em-
su conjunto se irradia, aparece o se pleo más específico en los textos ló-
muestra hasta ser percibida por el gicos y filosóficos medievales es el
espíritu humano. Se ha de reparar de accipi y, especialmente, supponit,
en el hecho de que tanto este voca- es decir, suple, en el sentido de “es-
blo como su sinónimo fulgor alu- tar en lugar de”, aunque es menos
den no sólo al orden, proporción, usado que éste último verbo (véase
equilibrio o armonía corporales si- suppositio, in principio).
no también a las espirituales, como
status 656

status. En sentido general, esta voz in- do, este vocablo cobra una particu-
dica situación o condición. Pero, lar significación en la doctrina de
en su significación medieval estric- Pedro Abelardo sobre la cuestión
ta y técnica, fue usada en tres sen- de los universales (véase universa-
tidos: 1. en el plano lógico-grama- le 3.3.). En efecto, Abelardo con-
tical, señala un aspecto de la acep- sidera que el término universal en
ción de un término, precisamente, cuanto tal –por ej., “la torre”– es
el determinado por el tiempo ver- una vox significativa, detrás de la
bal en una proposición. Así, si se cual hay un concepto. Así, se ha de
dice, por ej., “El pecado de Adán mostrar cómo éste, por común y
existió”, se ha de entender por el confuso que sea, se construye. Para
sujeto de esta proposición un he- ello, se apoya sobre dos pilares: uno
cho en el que se cree, acaecido en es precisamente la estructura cog-
el pasado: éste es el s. del término noscitiva humana; el otro es el que
“el pecado de Adán”. En cambio, proviene de la realidad. Pero en ella
si se dice “El pecado de Adán exis- no hay esencias sino sólo entes in-
te”, se debe entender en tal sujeto dividuales, cosas. Ahora bien, las
las consecuencias que se cree que cosas se nos presentan conectadas
dicho pecado tuvo para la huma- por cierto conjunto de semejan-
nidad toda, en cuanto que ellas si- zas, por ej., en las torres hay simili-
guen rigiendo para los hombres, o tud en cuanto a su carácter vertical.
sea, los hijos de Adán. De este mo- Este conjunto de semejanzas cons-
do, el s. termini se opone a la de- tituye precisamente su s. común.
nominada ampliatio (véase), que Por eso, la definición abelardiana
señala la acepción del término en de s. lo signa como causa communis
todo sentido, independientemente in rebus. Así pues, el s. en Abelar-
del carácter temporal indicado por do toma el lugar de la esencia entre
el verbo. los ultrarrealistas, otorgando cier-
En cambio, desde 2. el punto de ta validez objetiva a la noción que
vista escatológico, el 2.1. s. termini se obtiene por abstracción. Con to-
indica la situación final de la vida do, esta abstracción no refleja com-
humana en el más allá, lo cual no pleta y nítidamente la condición de
implica una detención sino la ins- las cosas, de manera que, si de un
tancia donde ha de concentrarse el lado, legitima el concepto, de otro,
movimiento hacia la fuente del ser, como no consiste en una mera re-
es decir, Dios. Por ello, el s. termi- producción de lo real, desvincu-
ni es el fin del 2.2. s. viae, expre- la el significado con la realidad: el
sión por la que se entiende la situa- modus intelligendi, justamente por
ción de todos y cada uno de los se- el proceso señalado, no se identifi-
res humanos vivientes, condición ca con el modus subsistendi. Ya no
que, desde la perspectiva del Cris- se habla en Abelardo de modos de
tianismo, se considera un pasaje o ser y subsistir de las cosas sino de la
transición. manera o estado en que ellas se nos
En 3. el plano óntico, por así de- presentan.
cir, señala el estado en el que se nos
presentan las cosas. En tal senti- studere. La acepción originaria de este
verbo indica el dedicarse con afán
657 stultiloquium

a algo. Pero esta acepción fue res- terminó con el s. Es importante te-
tringiéndose a la aplicación a los ner en cuenta que no se trataba de
textos, de donde el actual signifi- un lugar físico sino de una reunión
cado de “estudiar” en castellano; de personas de comunes intereses
así, Isidoro de Sevilla identifica al intelectuales y de cierta celebridad
estudioso como quasi studiis curio- en alguna disciplina. Se distiguían
sus (Etym. 241). Particularmente, en 1. s. particulare que acogía a los
en la Edad Media, se aplicó al exa- estudiantes de una misma provin-
men de la Escritura. En tal senti- cia, en términos de orden religio-
do, Buenaventura, por ej., mencio- sa; 2. s. generale que reunía a los de
na las cuatro condiciones que de- todas las provincias de esa orden; 3.
be reunir su estudio: orden, asiui- s. solemne era aquel famoso y con-
dad, gusto y medida (cf. Coll. in currido aunque no fuera necesaria-
Hexaem. XIX, 6). Por su parte, To- mente general.
más de Aquino, sobre las huellas de
Aristóteles, advierte sobre las tres stultiloquium. Una traducción aproxi-
razones más frecuentes que pueden mada de este vocablo puede ser
separar al hombre de la dedicación “conversación estúpida” o “parlo-
al conocimiento tomado en gene- teo”. Constituye un peccatum oris,
ral, esto es, en cuanto tal, “a studio es decir, un pecado de la lengua de
cognitionis”: la ineptitud, el exceso contornos vagos y fácilmente asi-
de ocupaciones y la pereza (cf. In milable a otros como vaniloquium
Met. I, l.1, 4). y multiloquium. Si algo distingue
el concepto que nos ocupa de los
studium. El originario sentido latino dos últimos es que tiene el poder
de esta palabra alude al empeño o de hacer reír. En cambio, lo que di-
dedicación con la que una cosa es ferencia el s. de la scurrilitas (véa-
abordada por un interés que final- se) es que no lo hace, como ésta, de
mente se identificó con el afán de manera intencional y con empeño.
aprender (véase studere). Más que de una voluntad de pecar
En términos institucionales, en la o de inducir al pecado, el s. es, co-
Edad Media, señala el germen de mo precisa Jerónimo al comentar
la universidad medieval (véase uni- la carta de Pablo a los Efesios 5, 3-
versitas), en la medida en que cons- 4, producto de la ligereza, la falta
tituye el s. una escuela o centro de de raciocinio que deriva en descon-
estudios en el que pueden ser ad- sideración; sobre todo, proviene de
mitidos estudiantes de proceden- una tonta autoexhibición (cf. In
cias distintas. Por lo general, tales Ep. ad Eph. PL 26, 552). Es, pues,
escuelas eran abiertas por las ór- manifestación de levitas animi, una
denes religiosas en lugares estraté- indiscreción de la razón. Así, no
gicos para su expansión, o sea, en desconoce lo decente, la honestas,
ciudades que podían ser importan- como lo hace el turpiloquium (véa-
tes como puntos neurálgicos de cir- se), ni atenta contra la utilitas co-
culación de diferentes nacionalida- mo la scurrilitas; el s. va contra la
des. Muchas veces persistieron en discretio. De esta manera se expre-
urbes que no poseían universidad, sa Rodolfo Ardente (cf. Spec. univ.
es decir que la aparición de ésta no XIII, 164-165).
stultus 658

Tomás de Aquino se encargará de en el que circunscribe una época,


sistematizar teóricamente estos tres por ej., sub Cicerone, “en tiempos
desórdenes morales de la palabra; de Cicerón” o un momento preci-
lo hace en torno de la lujuria (véase so; 3. cuando está en composición,
luxuria). Para él, retomando a Isi- uso particularmente importante en
doro de Sevilla (cf. In Deut. 7, 1, el léxico filosófico, puede aludir a
PL 83, 366), la fuerza de este peca- 3.1. lo que está debajo, en cuanto
do es lo que, en el plano del discur- fundamento, por ej., subicio (véa-
so, determina, en cuanto a la mate- se subiectum); 3.2. lo que viene des-
ria del mismo, el turpiloquium. En pués de algo, por ej., subcedo que
efecto, el lujurioso habla de las tor- hace succedo, de donde successivum
pezas que anidan en su interior; co- (véase); 3.3. lo que es en escasa me-
mo busca el placer, ordena sus pa- dida, por ej., subabsurdus que indi-
labras a ese fin, prorrumpiendo en ca algo extraño; lo que está deba-
expresiones propias de la scurrilitas; jo y, por eso, oculto, como subrep-
y, como la lujuria produce ceguera tio (véase).
de mente, cae en el s. (cf. S.Th. II-
II, q.153, a.5 ad 4). subalterna-subalternans-subalter-
nata. Cf. subalternatio.
stultus. Cf. insipiens.
subalternatio. Voz que se ha utiliza-
suasoria. Cf. declamatio 1. do en la Edad Media en dos sen-
tidos: 1. en su significado estric-
suavitas. Término particularmente im- tamente lógico, s. es la relación de
portante en Buenaventura, la s. co- dependencia que guarda una pro-
bra relieve en el plano del conoci- posición particular, llamada sub-
miento y, en especial, en el orden alternata, respecto de una propo-
de la sensibilidad. Se define como sición universal –que se denomi-
una energía que actúa sobre los na subalternans. Para que la s. ten-
sentidos, obrando de modo pro- ga lugar, ambas proposiciones sub-
porcionado a las capacidades re- alternae deben tener el mismo suje-
ceptivas de éstos. Desde una pers- to, el mismo predicado y la misma
pectiva sugerida por Aristóteles, los cualidad, pero han de diferir en la
escolásticos entendieron que los cantidad: por ej., la propositio sub-
sentidos sufren con sensaciones de- alternata “Algunos hombres son
masiado violentas y en cambio go- animales” depende de la propositio
zan con el justo medio, precisa- subalternans correspondiente que
mente, la s. es “Todos los hombres son anima-
sub. Preposición que rige acusativo, les”. Como se ve, dicha relación de
cuando está implicada una idea de dependencia se capta por inferen-
movimiento; o ablativo, cuando no cia inmediata. Ahora bien, la s. per-
lo está. Presenta los siguientes sig- mite inferir la verdad de la subal-
nificados: 1. local, sentido en el ternata de la verdad de la subalter-
que se traduce por “bajo”, por ej., nans, pero no viceversa; así como se
sub terras ire o sub iugo; por “al pie”, puede inferir la falsedad de la sub-
por ej., sub monte; o por “al alcance alternans de la falsedad de la subal-
de”, por ej., sub oculis; 2. temporal, ternata, pero no viceversa. Cuando
659 subiectari

se lleva a cabo la primera inferen- son universales, mientras que las


cia, es necesario cuidar de no atri- subcontrariae son particulares. Un
buir a la subalternata valor de exis- ejemplo de proposiciones s. sería:
tencia, a menos que tal valor esté “Algunos hombres son sabios”, “Al-
contenido en la subalternans; así gunos hombres no son sabios”.
la proposición subalternada “Al- Ahora bien, al revés de lo que
gunos centauros cabalgan” no tie- ocurre con las contrarias, estas pro-
ne valor existencial porque tampo- posiciones pueden ser ambas verda-
co lo posee la subalternans corres- deras pero no ambas falsas. Sin em-
pondiente: “Todos los centauros bargo, tal afirmación requiere algu-
cabalgan”. Respecto de las propo- nas salvedades, porque no se pue-
siciones subalternas Pedro Hispano de aplicar a todos los casos de sub-
señala: “Subalternae sunt universalis contrarias. En efecto, se ha de tener
affirmativa et particularis affirmati- presente el carácter de necesariedad
va, et universalis negativa et parti- o contingencia de las mismas. Res-
cularis negativa” (cf. Summ. Log. I, pecto de este punto, Pedro Hispa-
13). Impropiamente, la s. se consi- no propone, en las Summ. Log. I,
dera un modo de la oposición; de 87 los siguientes ejemplos de pro-
hecho, algunos autores medieva- positiones s.:
les han usado la expresión opposi- “Socratem currere est possibile- So-
tio subalterna. cratem non currere est possibile
En un segundo sentido, y en 2. el Socratem currere est contingens-
plano que hoy llamaríamos “epis- Socratem non currere est contingens
temológico”, se habla también de Socratem currere est impossibile-
s. para señalar la relación jerárqui- Socratem non currere non est impos-
ca en la que se pueden encontrar sibile
dos ciencias: se denomina scientia Socratem non currere non est neces-
subalternata a la ciencia que acep- se- Socratem currere non est necesse”.
ta como principios propios las con-
clusiones de otra, que es la subalter- subcontrarietas. Relación de oposi-
nans. En tal situación, ambas tie- ción lógica que guardan las propo-
nen el mismo objeto de estudio, siciones subcontrarias (véase sub-
aunque la ciencia subalternata lo contraria).
acota de manera más restringida o subiacere. Verbo que presenta dos acep-
la considera desde una perspectiva ciones en la literatura medieval:
particular: durante la Edad Media, una amplia, según la que quiere de-
tal fue el caso de la Música respecto cir subyacer o encontrarse realmen-
de la Aritmética (véase scientia 3). te en algo; otra estricta, técnica, y,
subcontraria. En la lógica medieval, en cierto modo, derivada de la an-
se denominan así la proposición terior, según la cual significa hacer
particular afirmativa y la particular la función de subiectum (véase) en
negativa que, teniendo en común sentido lógico-gramatical (cf., por
sujeto y predicado, se oponen entre ej., Guillermo de Ockham, Exp.
sí. La diferencia que guardan con Aurea 48).
las proposiciones contrariae (véa- subiectari. Se utiliza, aunque no muy
se contraria) radica en que éstas frecuentemente, en la literatura es-
subiectio 660

colástica para indicar el hecho de mantiene los dos significados fun-


ser recibido en un subiectum (véa- damentales de aquél. Así, un esse
se). Así, por ej., las potencias no su- s. puede señalar: 1. desde el punto
biectantur sino en el compuesto. de vista lógico-gramatical, el ser del
sujeto en una proposición, por ej.,
subiectio. Como su misma composi- el ser de S en la proposición “S es
ción lo indica, este nombre señala P”. 2. ontológicamente hablando,
la acción de poner debajo o delan- y a partir de la Escolástica del siglo
te. Derivada del primer matiz, es XIII, indica el ser de una sustancia,
la noción de sujeción u obedien- por lo que se entendió como sinó-
cia que aparece en los textos polí- nimo de substantialis (véase). Aho-
ticos medievales referida a los go- ra bien, 3. lo más frecuente ha sido
bernados respecto de la potestad de usar la expresión esse s. para mentar
la autoridad civil. En cambio, deri- el ser real, en el sentido fuerte de
vado del segundo matiz, esto es, en la palabra, en contraposición con
el sentido de poner delante, es vo- el ser simplemente representado,
cablo propio de la retórica, contex- al que se llamó esse obiectivum. Así,
to en el que significa la respuesta a Guillermo de Ockham, por ej., de-
una interrogación. fine su posición en la polémica de
subiective. Es adverbio derivado de los universales (véase universale),
subiectum (véase). Asume distin- diciendo que el universal no es al-
tos significados según el término al go real que tenga existencia sustan-
que se oponga: 1. como correlati- cial –es decir que no existe in esse
vo de connotative, s. alude a lo que s.– en el alma o fuera del alma, si-
algo es en sí y no a lo que implica; no que existe en ella con un modo
por ej., el arrepentimiento puede de ser representativo, esto es, in esse
ser s. bueno, pero es malo conno- obiectivo, modo que corresponde a
tative, ya que supone una mala ac- lo que la cosa externa es en su exis-
ción cometida. 2. en cuanto opues- tencia sustancial (cf. In Sent. I, d. 2,
to a obiective, mienta la considera- q. 8). Un uso similar de ambas ex-
ción de algo desde el subiectum que presiones se encuentra en Duns Es-
la hace y no teniendo en cuenta su coto (cf. De an. 17, 14).
contenido, por ej., la idea que el Así pues, no se ha de confundir el
hombre tiene de Dios es s. imper- sentido medieval del término que
fecta, dada la limitación de conoci- nos ocupa con la acepción moder-
miento humano; en cambio, obiec- na de la palabra “subjetivo” que ca-
tive es perfectísima, puesto que no lifica el ser del sujeto psíquico. En
puede existir idea de algo superior. la Edad Media, esto era señala-
3. como correlativo de terminative, do con la expresión quoad nos, co-
señala el subiectum de una acción y mo aparece, por ej., en Escoto Erí-
no su fin; la creación, por ej., es al- gena. El mismo Descartes, donde
go infinito s., o sea, ex parte Dei, hoy se emplearía la palabra “subje-
pero terminative, es decir, ex parte tivo”, utiliza expresiones escolásti-
creaturae, es finita. cas equivalentes como “in sola men-
te”, o “in nostra tantum cogitatione”
subiectivum. Como adjetivo derivado (cf. Princ. I, 57, 67).
de subiectum (véase), este término
661 subiectum

subiectum. De sub-icere, “arrojar de- cuando las cualidades de las que és-
bajo”, este término indica, muy en te es portador no se conciben co-
general, aquello que subyace a de- mo meros predicados sino como
terminadas cualidades o aquello a cualidades reales. En este orden,
lo que éstas se atribuyen; de ahí la el s. se considera como sustancia
frecuencia con la que se emplea la en la que inhieren los accidentes,
expresión s. attributionis. Más espe- es decir, como s. inahesionis. Aho-
cíficamente, la noción de s. se pue- ra bien, el s. portador de cualidades
de considerar desde el punto de conscientes es el sujeto psíquico, o
vista lógico o desde una perspetiva sea, el yo. Precisamente con la pre-
ontológica, puesto que traduce el eminencia otorgada a esta clase de
hypokeimenon griego, soporte tanto s., comienza a efectuarse el paso a la
de predicados cuanto de accidentes metafísica idealista en la Moderni-
o determinaciones ontológicas. dad.
1. Desde el punto de vista lógi- Históricamente hablando, esos
co, s. es 1.1. el sustrato de cuali- dos sentidos fundamentales de s.
dades concebidas como predica- aparecen ya en Aristóteles, coin-
dos que el discurso atribuye a al- cidiendo en el texto de Met. VII,
go; se trata, entonces, del sujeto ló- 3, 1028 b 36, donde dice que s. es
gico o s. praedicationis, es decir, de aquello de lo que se predica todo lo
la cosa de la que se habla, o mejor, demás, sin que él sea predicado de
de aquella noción a la que efecti- nada. Y añade que es la sustancia;
vamente se quiere atribuir el pre- en consecuencia, se debe comenzar
dicado. Pero, hay también un 1.2. por su tratamiento, puesto que la
s. grammaticum, que, en virtud de sustancia parece ser, en primer lu-
las distintas formas posibles de ex- gar, el sujeto de todo lo demás. En
presión, puede no coincidir con el la Edad Media, la acepción de s.
anterior, o sea, con el sujeto lógi- como portador de determinaciones
co. Finalmente, se habla de 1.3. s. lógicas o reales comienza con Boe-
scientiae o scibile que es el tema que cio (cf. Intr. ad cat syllog. VI) aun-
aborda una ciencia particular y que que se podrían señalar algunos an-
hoy, en español, se denomina “ob- tecedentes. La Escolástica concede
jeto”. Esto suele dar pie a un equí- particular atención al tema: Alber-
voco que no tiene lugar en lenguas to Magno, por ej., distingue tres
como el francés o el inglés, pues- sentidos de s.: a) “quod principaliter
to que en ellas los respectivos deri- intenditur”; b) “de quo probantur
vados de s., “sujet” y “subject”, han passiones”; c) “quod ad haec admini-
conservado esta última acepción. culatus” (Sum. Theol. I, 3, 1). To-
De hecho, en este sentido, el s. es más de Aquino se ciñe a los textos
el punto de referencia del obiectum aristotélicos con mayor precisión, y
materiale de una ciencia. Por exten- privilegia el sentido de s. como la
sión, también puede aludir al tema sustancia en cuanto que en ella in-
de un discurso, ya sea éste científi- hieren las cualidades y otras deter-
co o no. minaciones. Llama a esto s. inhae-
2. En cambio, se tiene el signifi- sionis, afirmando, por ej., que el s.
cado ontológico o metafísico de s. de las potencias del alma es o bien
subiicibile 662

ésta sola o bien el compuesto alma- s. al segundo grado o segunda etapa


cuerpo, dado que el cuerpo es en de la contemplatio (véase). En esta
acto en virtud del alma (cf. S. Th. I, etapa, Dios ilumina la inteligencia
q. 77, a. 6). Pero, el Aquinate habla humana y la lleva al límite de sus
también del s. scibile, en el sentido posibilidades, pero sin trasfigurarla
especificado más arriba en 1.3. Por ni hacerle olvidar su condición, co-
su parte, Duns Escoto se refiere al s. mo, en cambio, sucede con la alie-
inhaesionis en Op. ox. II, d. 3, q. 6, natio (véase).
n. 8, y alude al s. scibile, en su signi-
ficado de tema de una ciencia, di- submissae. Vocablo que, en lógica, de-
ciendo por ej., que el ens rationis es signa las proposiciones o partes en
s. de la lógica, mientras que el ente una serie de consecuencias, así co-
en cuanto móvil lo es de la ciencia mo, en una serie de antecedentes,
natural, y el ser en cuanto ser es el se llaman “praemissae” (véase). Por
s. de la metafísica (cf. Quaest. supra ej., en esta argumentación: “Nin-
An. Post. I, 47). guno de los que están de pie, ha-
El giro hacia la concepción mo- bla”, luego, “o no estoy de pie”, “o
derna de s. no se da tanto con Des- no hablo”, las proposiciones s. son
cartes, como se suele creer (véase “no estoy de pie” y “no hablo”.
subiectivum), sino con Guillermo subreptio. Aunque el término no es
de Ockham. En efecto, dice ya es- frecuente en la Edad Media, se uti-
te autor que las sensaciones se en- lizó en Lógica para señalar cierto ti-
cuentran subiective en el alma (cf. po de sofisma o razonamiento erró-
Quodl. 2, q. 10). Así, paulatina- neo. Consiste en el desviarse del
mente, se va considerando s. sólo el pensamiento –y, por ende, del dis-
sujeto psíquico, que en plena Edad curso– hacia una conclusión intrín-
Media, constituía sólo un caso par- secamente errada. La nota esencial
ticular de s., ontológicamente ha- de la s. es que tal desvío pasa inad-
blando (véase subiectivum, in fine). vertido para quien cae en él, en el
subiicibile. Es lo que puede conver- curso de su propio razonamiento,
tirse en sujeto de una proposición, o bien para el interlocutor en una
pero sólo en cuanto pasible de reci- disputa. Se puede deber tanto a la
bir cierto predicado determinado, omisión de un elemento de juicio,
por ej., el agua es s. del predicado como a la inclusión de un factor no
“cálida” o “fría”, o “Pedro” es s. del pertinente. En ambos casos, se de-
predicado “hombre”. cía que el error subrepit, es decir, se
desliza sorpresivamente “velut rep-
subinferre. Significa, primariamente, tilia solent”. En castellano, hay aún
“añadir”. Con este sentido, se em- un derivado del término en el adje-
plea en Aritmética. En textos lógi- tivo “subrepticio”.
cos de la Edad Media, aparece pa- Con el objeto de despejar posi-
ra señalar que la differentia lógica se bles equívocos, cabe advertir sobre
añade al género próximo. el uso ockhamista de un derivado
de este término: Ockham denomi-
sublevatio. Voz del léxico de los místi- na subrepticius al acto que se lleva a
cos especulativos, a partir de Ricar-
do de San Víctor. Este autor llama
663 subsistentia

cabo sin un conocimiento perfec- biectum o suppositum. Sólo en es-


to del objeto. te segundo significado, la substan-
Por último, cabe señalar que tam- cia se asocia a la s., en cuanto que
bién se ha hablado de s. en el cam- la substancia existe por sí “et non in
po psicológico. En efecto, en él, los alio” (S. Th. I, q. 29, a. 2 c). De es-
escolásticos calificaron de subrepti- ta manera, usa la palabra que nos
tius el movimiento que, en el acto ocupa como equivalente a lo que
libre, precede a la voluntad y pre- subsiste (véase subsistere) : “Subsis-
viene el consenso. En este último tentia autem idem est quod res sub-
caso, también se lo ha denominado sistens quod est proprium hypostasis”
“propassio”. (ibid, III, q. 2, a. 3 c). Indica así un
valor específico de la s..
subsannatio. Cf. derisio. Pero desde el siglo XIII, la palabra
subscriptio. Es equivalente a figurali- va perdiendo ese matiz que alude a
ter, pero menos usado. lo efectivamente existente, para ir
afinándose hasta adquirir un senti-
subsistens. Cf. per se subsistens. do filosófico muy técnico: el de la
subsistentia. Este término debe su ela- formalidad que constituye el prin-
boración medieval a la especula- cipio de la existencia en sí, propia y
ción teológica de los escolásticos. distinta. Esto también se encuentra
Desde el punto de vista histórico, s. ya en Tomás (cf. ibid, q. 6, a. 3 c),
significó sucesivamente substancia, y será la acepción comúnmente ad-
persona, res subsistens, principio de mitida en los dos últimos siglos del
existencia en sí. En diversos pasajes pensamiento medieval. En otras
de la Sagrada Escritura –por ej., en palabras, en la madurez de la Es-
Sap. XVI, 21– y en algunos autores colástica la s. se entendió como el
de la Patrística, lo que se consideró constitutivo ontológico del supposi-
el equivalente griego de s., es decir, tum (véase). De tal modo, esta no-
hypóstasis, se había utilizado con el ción es más amplia que la de subs-
significado de realidad objetiva, ser tancia, dado que ésta implica tam-
concreto o, simplemente, substan- bién accidentes; de hecho, el Aqui-
cia. Así, su primera acepción his- nate señala que, si se diera alguna
tórica es la de realidad sustancial realidad que existiera por sí misma
individual. Debido a la preocupa- y no fuese sujeto de ningún acci-
ción por formular el dogma trinita- dente, se llamará con toda propie-
rio, se apeló después a este término dad s., pero no substantia: es el ca-
confiriéndole la significación, más so de Dios, es decir, del Ser mismo
restringida, de “persona’, o sea, de subsistens. Aún en la substancia, la
sustancia completa, existente en sí s. es, para la línea tomista, una per-
y subiectum racional. fección positiva, distinta de la indi-
En Tomás de Aquino se encuen- viduación, y que se añade a la na-
tra una clarificación de las nociones turaleza individual. En cambio, pa-
relacionadas con ésta. Explica el ra Duns Escoto, aunque la consi-
Aquinate que el concepto de subs- dera como constitutivo ontológico
tancia se emplea, en general, en dos del suppositum, es un elemento ne-
sentidos: como esencia, y como su- gativo, en cuanto señala la imposi-
subsistere 664

bilidad de ser asumido por otro (cf. En cambio, los nominalistas en-
Op. Ox. III, d. 1, n. 17 y d. 5, n. tienden, como Ockham, la afirma-
4). ción de Porfirio acerca de que el ac-
cidente est semper in subiecto subsis-
subsistere. Como primera caracteriza- tens en el sentido de que el acciden-
ción, se puede decir que el subsis- te es afirmado del sujeto (cf. Exp.
tir, verbo muy usado en los autores Aurea 29).
realistas, implica siempre un persis-
tir, esto es, un durar en el ser, in- substantia. Considerada desde el pun-
dependientemente del sujeto cog- to de vista lógico-metafísico, la
noscente. Es Boecio quien llama substancia es la primera de las diez
la atención sobre esta voz, que se- categorías (véase praedicamentum).
rá muy discutida en la Escolásti- Desde el punto de vista estricta-
ca: dice, por ej., que los géneros y mente metafísico, tres son las no-
las especies subsistunt únicamente, tas que se registran en el concep-
mientras que los individuos no só- to medieval de s.: su carácter de es-
lo subsisten sino que también subs- tructura necesaria del ente, el senti-
tant (cf. De duabus nat. 3; De Cons. do de subsistencia e independencia
Phil. III, 1). La distinción obede- ontológica que implica, y el hecho
ce a que este último verbo indica, de ser soporte de accidentes. Res-
además del perdurar, yacer bajo los pecto de la primera nota, se puede
accidentes (véase substare). Con es- decir que s. significa lo que es pri-
te sentido el verbo que nos ocupa mariamente constitutivo de algo y,
pasa a las obras medievales, como por tanto, lo que señala su ser pro-
se lee en el comentario al De Trini- pio, a diferencia de lo que le es ac-
tate boeciano de Gilbert de la Po- cesorio; en este sentido, el término
rrée. se asocia con el de essentia (véase).
Por su parte, Tomás de Aquino Por la segunda nota consignada,
señala que lo que constituye el s. cabe indicar que la independen-
es el existir en sí: “Ille enim subsiste- cia ontológica de la substancia es lo
re dicimus, quae non in alio, sed in que se explicita diciendo que ella es
se existunt” (S. Th. I, q. 29, a. 2 c). in se y perdura per se en el ser, esto
Pero subraya que, aunque lo único es, subsiste; en este otro sentido, se
que subsiste es la substancia indivi- asocia, pues, a subsistentia (véase).
dual –o sea, la hypóstasis aristotéli- Pero se ha de advertir desde ahora
ca–, no es lo mismo s. que substa- que esta suficiencia ontológica no
re; e insiste: cuando se aplica el ver- implica que la substancia se deba a
bo s. a una cosa, se quiere decir que sí misma su existencia –ya que eso
ella no es en otro; cuando se le atri- la convertiría en un ente a se (véa-
buye el verbo substare, se significa se), lo cual no es el caso–, sino el
que otras cosas inhieren en ella (cf. hecho de que, una vez puesta en la
De Pot. q. IX, a. 1). Como se ve, el existencia y habida cuanta de su ca-
subsistir constituye, entonces, una rácter finito, no necesita de nada
nota propia de la substantia (véase), para mantenerse en ella. Finalmen-
pero sin agotar toda definición de te –y esto concierne a la tercera no-
ésta. ta– lo que perdura en el ser lo ha-
ce por debajo de los cambios que le
665 substantia

sobrevienen y de los que es sopor- 2-3 y V, 8). Con todo, de estos cua-
te. Este substare (véase) es un con- tro significados, sólo el último es s.
sistir. Tal consistencia es el consti- en sentido eminente. Entre los au-
tutivo mismo del ente. Pero, ade- tores latinos, parece haber sido Sé-
más, el hecho de estar y permane- neca el primero en utilizar la pala-
cer por debajo de la mutabilidad de bra que nos ocupa (cf. Ep. LVIII,
los accidentes, liga la noción de s. a 15 y Nat. Quaest. I, 6, 5 y 15, 5).
la problemática del devenir, típica- El significado originario que se le
mente aristotélica. atribuyó es el de “ente real”, a dife-
En efecto, en la Antigüedad, rencia del “imaginario”, o también
Aristóteles erige la s. en el concepto el de “ser presente”, a diferencia del
central de su metafísica. Para él es, “ausente”.
en primer lugar, lo que no es afir- En la Edad Media, se insistió, en
mado de un sujeto ni se halla en un primer lugar, en el carácter propio
sujeto, sustancia a la que llamó ou- de la s. de estructura necesaria del
sía prote. No podía ser de otra ma- ente. Así aparece, por ej., en Avice-
nera, puesto que para el Estagirita na, quien afirma que todo lo que es
lo primero es el ser único que exis- tiene una s. por la cual es lo que es
te o puede existir de hecho, mien- necesariamente (cf. Log. I). Sin em-
tras que todo lo demás es lo que en bargo, sólo en la Escolástica del si-
él está y lo que de él se puede de- glo XIII se llega a precisiones afina-
cir; así, de Pedro se puede afirmar das. Tomás de Aquino indica que
que es hombre –lo cual constitu- no alcanza para definirla sostener
ye la sustancia segunda–, que está que ella es la quidditas (véase) o la
sentado, que es sabio, etc. En este esencia de algo, o que se reduce al
ejemplo, Pedro, en cuanto substan- subiectum (cf. S. Th. I, q. 29, a. 2
cia primera, es siempre el substra- c), o aun decir que es un ens per se
tum de todo lo demás y, por ende, (cf. ibid, q. 3, a. 5 c y C.G. I, 25).
una substancia por excelencia. Tal Se ha de señalar cuál es su ratio y
excelencia se explica porque el sub- esta razón es justamente el consti-
sistir independientemente de cua- tuir una cosa a la cual compete el
lesquiera calificaciones es algo que ser sin estar en un sujeto, el cons-
le compete a la substancia propia- tituir una esencia a la cual compete
mente dicha y lo que la hace algo el subsistir y el no ser recibida por
individual, irreductible, único, al- otro ser. Para el Aquinate, esto aco-
go que se determina y se basta a sí ta definitivamente la noción de s.,
mismo, en el sentido de poder exis- puesto que –y ahora entramos en
tir aunque no existiera otra cosa. el terreno de las diferencias–, de
Ahora bien, Aristóteles asigna un lado, la distingue de la de essen-
después cuatro significados a lo tia, en cuanto que la substantia es
que luego se llamó “substancia”: la una esencia que posee la caracterís-
esencia de la cosa, expresada en su tica de la independentia in essendo.
definición, el universal en cuanto De otro, la diferencia de la noción
tal, el género supremo, y el sujeto de subsistentia, ya que la substancia
como individuo existente (cf. Met. subsiste como soporte de acciden-
VII, 3, 1028 b 33-36; 13, 1038 b, tes, lo que no hace aquélla.
substantiale 666

Los escolásticos establecieron, po, mientras que no puede hacerlo


además, las siguientes distinciones el anima de una planta. Con todo
acerca de la s.: la primera gran di- cabe advertir que lo contradictorio
visión concierne a la línea divisoria de esta última expresión obedece
1. entre lo trascendente y lo inma- a que en ella se emplea el término
nente. Así, se diferencia entre 1.1. que nos ocupa de una manera im-
s. trascendentalis: es la que se pue- propia. En efecto, resulta así que lo
de predicar de Dios en cuanto que incompleto es, en este sentido, su-
se prescinde, en este caso, de la dis- perior a lo completo. En un inten-
tinción real entre essentia y esse, dis- to de justificar tal expresión, Tomás
tinción que no se da en Él; 1.2. s. de Aquino señala que, si bien for-
praedicamentalis: la compuesta de ma y materia no se incluyen en la
esencia y existencia, necesariamen- categoría de s. como especie, que-
te finita y multiplicable según gé- dan incluídas en ella como princi-
neros y especies diversas, de tal mo- pio (cf. In II Sent. d. 3, q. 1, a. 1,
do que constituye un predicamen- ad. 1). De este modo, el alma hu-
to o género supremo del ente. La mana es sustancia incompleta en lo
substancia predicamental, a su vez, que concierne al hombre, pero, co-
se distingue en 1.2.1. s. prima: es mo principio constitutivo de éste
la individual, es decir, la substan- es más perfecta que el alma de una
cia en sentido propio y más estric- planta, que no puede subsistir sin
to, por ej., Sócrates; 1.2.2. s. secun- la materia correspondiente. De ahí
da: es la substancia universal, o sea, que, por sí misma, el alma huma-
la naturaleza genérica o específica na, separada ya de su cuerpo, actúe
que se predica de la s. primera, por a la manera de una sustancia (véase
ej., “hombre”. substantiale, in fine).
Desde el punto de vista de 2. la Al aproximarse la Edad Moder-
composición substancial, también na, se va desdibujando la diferen-
se ha distinguido entre 2.1. s. sim- cia señalada entre s. y subsistentia,
plex: es aquella cuya esencia es acto lo que permite a autores como G.
puro y, por ende, sólo es atribuible Bruno caracterizar filosóficamente
en sentido riguroso a Dios, aunque a Dios como “s. universalis in essen-
también se calificó así al ángel o do, qua omnia sunt” (Praxis desc. I).
ente espiritual; 2.2. s. composita: es
la compuesta de acto y potencia, de substantiale. En general, se denomi-
forma y materia, por ejemplo, un nó a sí a todo aquello que consti-
cuerpo. tuye a la substantia (véase), o que
Considerando 3. la perfección pertenece o concierne a ella. En es-
sustancial, se habla de 3.1. s. com- te sentido, se contrapone, de un
pleta: es la que conforma el com- lado, a lo accidental; de otro, a lo
puesto mismo, como el caso del supersubstantiale o superessentia-
hombre, 3.2. s. incompleta: ésta es le (véase). Así, se habla, por ej., de
parte de la anterior, o sea, es una un motus substantialis o de una ge-
forma que puede o no subsistir por neratio substantialis. Si, en sentido
sí sin la otra parte, por ej., el alma muy amplio, se toma la noción de
humana puede subsistir sin el cuer- substancia como equivalente de la
de esencia, se tienen expresiones ta-
667 substantialiter

les como perfectio substantialis. Es- dad, en el sentido de que pertenece


te último sentido del término ha si- a la esencia; y 1.5. el hecho de que
do muy poco empleado en la Edad confiere a un ente unidad inescin-
Media. En cambio, la expresión dible. Por ello, el pensamiento es-
más frecuente con que aparece es- colástico definió la f. s. como el ac-
te adjetivo es la de forma substan- tus primus corporis physici, defini-
tialis que, por tanto, merece un tra- ción que deriva de la que Aristó-
tamiento particular. teles da del alma (cf. De an. II, 1,
Es un concepto propio de la Es- 412 b). Y, en efecto, el alma es la
colástica de línea aristotélica, que f. s. en cuanto principio de vida de
surge por la necesidad de explicar un ser corpóreo y viviente.
adecuadamente la naturaleza y los En cuanto a 2. las clases de for-
fenómenos del ente corpóreo. La f. mas substanciales, éstas son: 2.1. la
s. es, fundamentalmente un corre- f. s. materialis, y la 2.2. f. s. spiri-
lato de la materia prima: ésta es un tualis. La primera es la mera deter-
substratum (véase) indiferenciado, minación de la materia y su única
que sólo exige de por sí la determi- función consiste en informarla. Por
nación de la cantidad y que cons- ello, la f. s. materialis no existe ni
tituye el elemento de materialidad puede existir en sí y por sí, separa-
de los entes corpóreos. En éstos, la da de la materia: con ésta se origina
forma debe asumir la determina- y con ella desaparece, como tam-
ción estructural propia de la esen- bién señala el Aquinate (cf. ibid.
cia de cada uno. Pero ambos ele- II, 43 y De pot. q. 3, a. 8). La f.
mentos, materia informada y for- s. spiritualis es una entidad de per-
ma, integran la esencia completa fección superior, justamente la pro-
del ente corpóreo al que compete pia de los entes espirituales o inma-
ser in se y per se. La determinación teriales. Por ende, es subsistente en
constitutiva propia de tales entes se sí misma y, de suyo, no reclama la
denomina precisamente f. s., como materia, pero puede estar ordenada
sostiene Tomás de Aquino (cf. C. a unirse a ella y a asumirla determi-
G. I, 58). nándola. Es el caso del alma huma-
Se pueden señalar, por una parte, na. En cambio, se habla de f. s. spi-
los caracteres principales de toda f. ritualis separata para aludir a esen-
s. en cuanto tal; por otra, las cla- cias puramente espirituales como
ses fundamentales de formas subs- las inteligencias motrices de Aristó-
tanciales. Respecto del primer pun- teles o los ángeles en la Escolásti-
to, cabe indicar que 1. las notas del ca cristiana. Con todo, en este úl-
concepto que nos ocupa son: 1.1. timo caso, el adjetivo substantialis
su ordenación intrínseca a la mate- es usado en sentido muy amplio,
ria, denominada ordinatio trascen- por su falta de referencia a la ma-
dentalis; 1.2. su determinación res- teria. Precisamente, los principales
pecto de la determinabilidad de la problemas que implica el concep-
materia, es decir, su naturaleza de to de forma substancial conciernen
acto en relación con la potenciali- a la unidad del compuesto.
dad de la materia; 1.3. su naturale-
za estructural; 1.4. su substanciali- substantialiter. Se utiliza con el mis-
mo valor que essentialiter (véase) y
substantive 668

se opone a accidentaliter. Así, por tenidas; 3. en términos gnoseoló-


ej., se dice que Dios es uno s. gicos, s. alude al hecho de ser fun-
damento objetivo de algún acto de
substantive. La forma adverbial s. se conocimiento: por ej., cuando se
emplea para indicar el modo de percibe el sol, éste subyace –subs-
entender la propiedad de una co- tat– en dicho conocimiento.
sa, cuando dicha propiedad se to-
ma realmente en cuanto identifica- substratum. Traducción literal del
da con ésta; por ej., la racionalidad hypokeimenon griego, esta voz indi-
del hombre es entendida s. como el ca “lo que está debajo” y, por tan-
hombre mismo. En cambio, adiec- to, lo que constituye el soporte de
tive se usa para señalar que esa pro- algo. Así, el término puede abarcar
piedad se entiende como perfec- tanto el concepto de subiectum co-
ción de la cosa; así, la racionalidad, mo el de substantia y el de supposi-
concebida adiective, denota la per- tum (véanse). Pero, particularmen-
fección del hombre. te, denota las siguientes nociones:
la de substancia en cuanto soporte
substantivum. En cuanto nombre, el de accidentes; la de substancia en
s. se denomina así porque señala la cuanto sujeto de los cambios; la de
forma substancial de algo, significa causa material o potencia subiecti-
una cosa “per modum substantiae”; va pasiva; la de la materia respec-
en otras palabras, indica lo que to de la forma. Muy en especial, se
subsiste por sí. Difiere, pues, del aludió a la materia prima como s.
adiectivum, en tanto que éste desig- Con todo, se ha de advertir que la
na los accidentes de la substancia, aparición formal de esta palabra en
es decir, significa la cosa “per mo- la Edad Media es tardía: la intro-
dum accidentis quod inhaeret subiec- duce Pedro Aureol en la Escolásti-
to”, como indica Tomás de Aquino ca del siglo XIV, empleándola pa-
(S. Th. I, q. 39, a. 3 c). Sólo por ex- ra designar sólo el individuo real;
tensión, los sustantivos pueden de- de hecho, usa la expresión s. singu-
notar también cualidades, pasio- lare (cf. In I Sent. , d. 35, q. 4, a.
nes, relaciones, etc. como existen- 1). Por su parte, Gabriel Biel pre-
tes en sí y posibles de funcionar co- fiere el término substante en lu-
mo sujeto de ulteriores determina- gar del que nos ocupa. Por eso, en
ciones, como cuando se dice, por adelante, y hasta Leibniz, s. seña-
ej., “la blancura inmaculada”. Por ló siempre el soporte de algo sin-
verbum substantivum, la termino- gular. Sin embargo, esta acotación
logía escolástica entiende exclusi- no limita el amplio carácter genéri-
vamente el verbo esse cuando éste co del concepto de s.: no se indica
expresa la existencia misma, a dife- con ella de qué clase de soporte de
rencia de cuando actúa como me- trata; de ahí que se haya preferido
ra cópula. decir, por ej., “substantia rationalis”
substare. Verbo que señala ciertos mo- y no “s. rationalis”.
dos de subyacer, pero, especialmen- successivum. Opuesto a lo simultá-
te, tres: 1. el la substancia respecto neo, lo sucesivo caracteriza una for-
de los accidentes; 2. el del género ma del movimiento y, en especial,
respecto de las especies en él con-
669 summa

el tiempo (véase tempus). Fue defi- cedimiento triádico del pro, contra
nido en la Edad Media como aque- y solución, ofrecido por las obras
llo cuyas partes no se dan al mismo de Pedro Lombardo. Pero los esco-
tiempo sino una después de la otra, lásticos van alejándose muy paula-
sin intervalo. Así se lee, por ej., en tinamente de ese modelo origina-
Ockham, In Phys. III, 6). rio. En este sentido, la Summa quo-
niam homines, compuesta por Alan
sui generis. Expresión que, a diferen- de Lille en 1160, se considera una
cia de lo que ocurre hoy, los esco- anticipación, a la que sigue la S. de
lásticos utilizaban sólo para indicar Sacramentis de Pedro Cantor.
que cada cosa es medida por algo En el siglo XIII, el nuevo am-
que pertenece a su mismo género, biente cultural motivado por el re-
es decir, por algo que es justamen- ingreso de Aristóteles en Occiden-
te propio de su género y no extra- te, produce otro grupo de sumas
ño a él. Así, lo que es largo es medi- diferentes en su organización a las
do por la longitud; el número, por del siglo anterior y representadas,
el número, etc. Sin embargo, tal entre otras, por la atribuida a Este-
principio planteó el siguiente pro- ban de Canterbury pero, sobre to-
blema: dado que Dios es la medi- do, por la S. Aurea de Guillermo de
da de todas las sustancias, ¿perte- Auxerre, que presenta una nueva
nece Él al género de las sustancias? ordenación, en cuanto que está di-
La cuestión se resolvió por la nega- vidida en cuatro libros. Una mayor
tiva y la doctrina escolástica tradi- libertad aún, respecto de la estruc-
cional sobre este punto es que Dios tura de Pedro Lombardo, mues-
no pertenece a ningún género, aún tra la S. de bono de Felipe el Can-
cuando es principio del de las sus- ciller, hasta llegar, en las décadas si-
tancias y de todos géneros. Así, lo guientes a las de los grandes maes-
demuestra, por ej., Tomás de Aqui- tros escolásticos, como Alejandro
no (cf. S. Th. I, q. 3, a. 5 y C.G. de Halès, Alberto Magno o Tomás
I, 25). de Aquino. En estos últimos auto-
summa. A partir del siglo XII, esta pa- res, generalmente, la redacción de
labra comienza a significar un bre- cada artículo de una s. reproduce el
ve tratado sistemático de cierto esquema general de la quaestio (véa-
conjunto de conocimientos. En se), los artículos integran cuestiones
su Introducción a la Teología, Pe- –abordando cada uno de ellos un
dro Abelardo anuncia haber escrito aspecto particular de la cuestión–,
precisamente una s. de sacra erudi- y éstas se agrupan en libros o par-
ción para introducir a las Escritu- tes.
ras. Desde entonces, el término se Como se ve, frecuentemente, las
prefirió al de Sententiae en la titula- Sumas tomaban su título de la ma-
ción de las exposiciones teológicas teria tratada; así, las hay de vitiis et
sistemáticas: hacia el 1200, la obra virtutibus, de articulis fidei; sermo-
de Pedro de Capena muestra ya en norum, etc., ya que constituían la
los manuscritos el título de S. enciclopedia sistemática de una
El criterio básico en la redacción disciplina o tema. Finalmente, el
de las sumas sigue siendo el del pro- término excedió el ámbito de los
summum 670

tratados teológicos y se redactaron fluyen en el uso más frecuente de


sumas grammaticales y logicales, co- s. en la literatura medieval, donde
mo la de Pedro Hispano. Esta obra se encuentra como preposición de
toma el título de Summulae Logica- acusativo. En efecto, tal como su-
les porque está conformada por tra- cede con un uso particular de la
tados lógicos expuestos muy sinté- preposición in (véase in 7.), s. suele
ticamente. aparecer en los títulos de las obras
filosóficas y teológicas que consti-
summum. En los textos medievales, tuyen comentarios a un texto: de
esta palabra suele acompañar a las algún modo, el comentario se da
que se refieren a Dios, por ej., s. bo- sobre o más allá del contenido es-
num. Se ha definido de dos mane- tricto de una obra por ej., aristoté-
ras, según diversos puntos de vista: lica o, más frecuentemente aún, a
1. como aquello que es más noble un libro de la Escritura. Este últi-
que todo lo que no es él; 2. como mo es el caso del S. Isaiam de Al-
aquello más noble que lo cual na- berto Magno.
da hay. De éstas, la segunda es la
que, de hecho, se aplicó a Dios con superaddita. Los teólogos de la línea
mayor frecuencia. Al respecto, ca- escotista calificaron con el nombre
be notar la expresión utilizada por de forma s. el alma sobrenatural e
Ockham, s. cogitabile, lo máximo incorruptible infusa en el hombre
pensable, para aludir, explícita o por Dios. Indica, además, y por lo
implícitamente, a la definición an- mismo, la instancia en la que se da
selmiana de Dios en Prosl. II: “id la aspiración humana hacia lo divi-
quo nihil maius cogitari potest”. En no y trascendente. En la Moderni-
tal sentido, Ockham señala que s. dad es Telesio quien se hace eco de
cogitabile se puede entender de dos esta doctrina (cf. De rer. nat. V, 3) y
maneras: según la primera, s. cogi- distingue una forma s., como sujeto
tabile es lo máximo pensable por de la vida religiosa, junto con el al-
un pensamiento verdadero, positi- ma natural, es decir, la que es prin-
vo, es decir, que nada de lo que se cipio de animación.
pueda pensar es mayor que eso, de
hecho. De acuerdo con una segun- superbia. Se ha considerado la sober-
da manera, s. cogitabile es lo máxi- bia el primero de los pecados capi-
mo pensable sin contradicción, o tales. Como señala Isidoro de Sevi-
sea, un ser tal que no se puede con- lla, su caracterización esencial radi-
cebir otro que, si existiera, lo supe- ca en su mismo nombre: por la s. se
raría (cf. Quodl. VII, 14-15). aspira voluntariamente a algo que
está “sobre” (supra) las propias po-
super. Esta voz se puede encontrar co- sibilidades; de ahí que se llame “so-
mo adverbio de lugar y como pre- berbio” a quien considera sobrepa-
posición tanto de ablativo como de sar lo que en realidad es (cf. Etim.
acusativo. En cualquier caso, siem- X, s). Su condición de pecado obe-
pre sugiere la idea de lo que está dece, pues, a la desviación que im-
además de o más allá de otra co- plica, ya que el pecado es desorden
sa, pero en cuanto encima de ella o y la recta razón ordena que la vo-
sobre ella. Todos estos matices con- luntad se dirija a objetos que le son
671 superbia

proporcionados. Su especificidad escolásticos, siguiendo la tradición


consiste en ser apetito desordenado patrística, coinciden en señalar que
de la propia excelencia. Ésta, a su si bien todos los vicios alejan al
vez, procede de algún bien poseí- hombre de Dios, sólo la soberbia se
do; así, cuando alguien se atribuye opone a Él. Así, no es sólo desvío
mayor bien del que posee, incurre o alejamiento sino, formalmente,
en la s. Pero, al hacerlo, se jacta de aversión y desprecio. En esa medi-
poseer lo que no tiene y, en este as- da, se opone a la humildad, ya que
pecto, la soberbia es, de algún mo- ésta se define como sujeción del
do, falaz. Por lo demás, la exalta- hombre a Dios en cuanto infinita-
ción de la propia excelencia se agra- mente superior a él. También desde
va cuando se cree poseer esos bie- este ángulo de consideración, la s.
nes por derecho propio o por ha- es el primero de los pecados, dado
berlos merecido; entonces, se juz- que la aversio a Deo propia de ellos
gan superiores. Al mismo tiempo, se cumple de modo eminente en la
la autoexaltación conduce al des- soberbia.
precio de los demás (cf., por ej., 3. En cuanto a la soberbia en la
Tomás de Aquino, S.Th. II-II, q. dimensión social, los autores me-
162, a.4). De esta manera, en la dievales la examinaron basándose
ética medieval, la soberbia presen- sobre la mencionada nota de des-
ta tres aspectos a considerar: 1. por precio por los demás que implica
parte del sujeto, pero, además, hay este pecado y mediante la distin-
en ella intrínsecamente una refe- ción entre actitud interior y mani-
rencia directa a 2. la relación con festación de dicho desdén. En es-
Dios y a 3. la relación con la so- te plano, las manifestaciones sue-
ciedad. len vincularse –y de hecho, a ve-
1. En lo que toca al sujeto, los au- ces, confundirse– con la vanidad;
tores medievales han subrayado el en cambio, respecto de lo primero,
poder autodestructivo de la sober- proliferan los ejemplos de soberbia
bia, siguiendo el pasaje bíblico de intelectual cuya denuncia jalona la
Ecclo 10, 15 que dice que es el ini- historia de la Filosofía en la Edad
cio de todos los pecados; de ahí su Media. Paradigmáticas son en este
primado en la genealogía del mal. sentido las descripciones que hace
El fundamento de esta apreciación Bernardo de Clairvaux de la sober-
está en que todo pecado implica bia atribuida Pedro Abelardo. Pe-
despreciar a Dios y toda forma de ro quizá más significativas aun sean
desprecio de Dios es soberbia. Por las afirmaciones contenidas en la
eso, escribe Agustín de Hipona que condenación de París del 1277, co-
ella –y no la carne– es el comienzo mo “en este mundo sólo los filóso-
de todos los males (cf. De civ. Dei fos son sabios” o “no hay condición
XIV, 3, 2). Ésta es, pues, la razón más excelente que la de aquel que
de su gravedad y, a la vez, aquello se ocupa de Filosofía”.
que la diferencia de la mera vana- Particular atención al tema pres-
gloria (véase). ta Bernardo, quien, precisamente
2. En lo que concierne a la s. del en De grad. humilit. et superbia, 10,
hombre en relación con Dios, los distingue doce grados en la s.: cu-
superessentiale 672

riosidad, ligereza de mente, alegría to metafísico. 1. En Lógica, se de-


necia, jactancia, singularidad, arro- nomina s. terminorum a la mayor
gancia, presunción, defensa de los extensión de un término respecto
propios pecados, confesión fingida, de otro: por ej., “ens” es lógicamen-
rebelión, libertinaje, costumbre de te superior a “animal”, en cuanto
pecar. que el primero se puede afirmar de
más sujetos particulares que el se-
superessentiale. Voz que proviene del gundo. 2. En el plano metafísico,
griego hyperousios, usado por Pro- se entiende por s. o bien prioridad
clo (cf. Inst. Theol. 115), siguien- en el orden de la perfección, o bien
do una línea sugerida por Platón, prioridad en el orden de lo ilimita-
al afirmar éste que la Idea de Bien do. Duns Escoto asigna s. a la causa
se encuentra más allá de la esen- más perfecta. Siempre en términos
cia (cf. Rep. VI, 509 b). Algo simi- metafísicos, Ockham objeta que,
lar sostiene Plotino cuando afirma si se entiende la superioridad en el
que lo Uno está más allá del ser (cf. primer sentido, se cae en una peti-
Enn. V, 5, 6). ción de principio; si se la asume en
A través de Dionisio Aereopagita, el segundo sentido, el argumento
quien incluye este concepto en su carece de valor, puesto que la causa
De div. nom. II, la noción de s. pa- más perfecta sería la más ilimitada,
sa a Escoto Erígena (cf. De div. nat. y ésta, capaz de producir un gran
I, 14) y alcanza la tradición místi- número de efectos, es muchas ve-
ca tardo-medieval con M. Eckhart. ces la menos perfecta (cf. Quaest. in
Éste caracteriza a Dios precisamen- libros Phys. 128).
te como una esencia s. y una na-
da s.. Todos estos autores intentan, superius. Desde el punto de vista me-
pues, señalar con el término que tafísico, la nota fundamental de lo
nos ocupa, la absoluta e inefable al- superior es la semejanza que lo in-
teridad y trascendencia divinas. ferior guarda con él, como el fuego
guarda semejanza con el sol. Aun
superficies. Según la clásica concep- en Dios, en cuanto supremo, se ha-
ción escolástica, la superficie es la lla la semejanza de todas las cosas,
continuidad de las partes de un ya que en Dios preexiste como en
cuerpo, que determina su comien- su causa todo lo que en ellas se en-
zo y su fin. De hecho, Tomás de cuentra. Así se expresa, al menos,
Aquino dice que es terminus cor- Tomás de Aquino (cf. S.Th.I, q.57,
poris (cf. In Met. V, l.10, 900). En a.2 ad 2).
cambio, Ockham, para quien la s.
no es ni una realidad distinta del supernaturale. En primer lugar, se lla-
cuerpo, ni un accidente, la defi- ma “sobrenatural” a aquello que
ne en términos negativos: como lo excede la natural capacidad de un
que determina que un cuerpo no ser, de manera que éste se perfec-
se extienda más allá de un cierto lí- ciona más allá de lo que permite su
mite (cf. Quaest. in libros Phys. 64; constitución; así, por ej., el conoci-
Exp. Aurea 56). miento claro de Dios por parte del
hombre es s. En segundo término,
superioritas. Voz que se encuentra en y en contexto religioso, s. es lo que
1. contexto lógico y en 2. contex-
673 suppositio

tiene lugar, de manera extraordina- El tema ha sido muy tratado; así,


ria, con el concurso de la causa pri- aparece, por ej., en Rabano Mau-
mera, comoquiera que sea, por ej., ro (cf. De magicis artibus) o Hugo
la devolución de la vista a un cie- de San Víctor (cf. Didasc. VI, 15).
go. Tomás de Aquino dedica al tema
toda una cuestión en S.Th. II-II,
superstitio. De discutidísima etimolo- q.92. El Aquinate considera la re-
gía, tal como su opuesto y comple- ligio una virtud moral y, de acuer-
mento, religio, la s. tiene como una do con su concepción aristotélica
de sus acepciones el don de viden- de virtud como justo medio, en-
cia que permite conocer el pasado tiende la superstición como lo que
como si se hubiera estado presente: excede ese justo medio, ya sea por
superstes. En el paganismo antiguo el objeto o por las circunstancias.
su práctica no se hallaba, pues, de- Así, señala que la s. propiamente
masiado alejada de la religiosa. dicha es el culto a Dios de una ma-
Sea de ello lo que fuere, la su- nera inadecuada. Tal inadecuación
perstición fue definida en la Edad puede tener lugar cuando se reve-
Media como el acto y el hábito de rencia a una criatura como si fue-
ofrecer un culto a lo divino, pero ra Dios, lo que adquiere el nombre
de un modo ilícito, o directamente de idolatria; o cuando se consulta
a lo que no es divino. Ya en la Pa- a los demonios acerca del provenir,
trística se llamó la atención sobre la lo que se llama divinatio; o cuan-
s. en cuanto deformación de la reli- do se llevan a cabo ciertas prácticas
gio rectamente entendida. Agustín que conforman la s. observationum
de Hipona, por ej., en el De doc- (cf. también De malo, q.16 a.9).
tr. christ. II, 20, señala varias for-
mas de superstición: la que con- supersubstantiale. Se ha denominado
siste en fabricar y honrar ídolos, así a lo que trasciende el universo
la que consulta y pacta con demo- de las sustancias primeras en cuan-
nios, la que se maneja con amule- to tales (cf. substantialis, in prin-
tos. Por su parte, Isidoro de Sevi- cipio). Por eso, y en particular, el
lla recuerda que Cicerón en De nat. uso de este adjetivo es común en el
deor. II, 72 llamaba “superticiosos” contexto de la polémica sobre el In-
a los que ofrecían sacrificios a los telecto único (véase intellectus), se-
dioses para que sus hijos los sobre- parado, justamente de los intelec-
vivieran. Y atribuye al término que tos que corresponden a las formas
nos ocupa posibles etimologías: la sustanciales humanas. También se
de provenir de superflua aut supe- aplicó el término s. a la Idea de to-
rinstituta, ya que es la observancia das las cosas o Forma de todas las
de cosas superfluas; la de obedecer formas, es decir, al contenido del
a multis annis superstites, porque la Verbo. De este modo, se calificó
muy avanzada edad conduce a los con una categoría escolástica, una
ancianos a errar en la forma anti- noción anterior, correspondiente al
gua y tradicional de dar culto. Isi- neoplatonismo patrístico.
doro se inclina por la primera que
parece prevalecer en los siglos pos- suppositale. En algunos textos escolás-
teriores (cf. Etym. X, S yVIII, 3). ticos, se denomina así al ser subs-
suppositio 674

tancial, hipostático, de un indivi- guien a quien se llama (vocatur) así,


duo. a quien conviene este término con
respecto al tiempo pasado signifi-
suppositio. Es la principal propiedad cado por la cópula “fue”; sin em-
del término tomado como parte bargo, la proposición no es verda-
de la proposición (véase propositio). dera. Además, la s. debe distinguir-
Constituye una determinación ló- se de la significatio: esta distinción
gica y, en consecuencia, atañe tan- se hace sobre la base de otra que di-
to al término en su expresión ma- ferencia entre naturalezas y sujetos
terial como al concepto represen- en los que aquéllas se realizan. En
tado en él. No se ha de olvidar que efecto, la significación es s. persona-
un concepto presenta una natura- lis o substitutio repraesentativa pro re
leza o esencia a la mente –presen- y se refiere a las naturalezas que son
tación que se denomina significa- el objeto propio de la primera ope-
tio–, pero además, tomado como ración del espíritu, la de concep-
parte de la proposición, que afirma tualizar; en cambio, la s. es substi-
o niega la existencia de la cosa con tutio applicativa y, en tanto referi-
tal predicado, suple, pone o repro- da a los sujetos que actualizan una
duce en el espíritu el lugar de los naturaleza, atañe a la segunda ope-
sujetos en los cuales se realiza dicha ración del espíritu, o sea, al juzgar,
naturaleza o esencia. En El. Soph., al determinar que esos sujetos exis-
Aristóteles ya había señalado la im- ten o no con tales o cuales predica-
posibilidad para el hombre de traer dos. Por otra parte, es necesario de-
a la discusión las cosas mismas de terminar la relación que tiene la su-
las que se trata y la consecuente ne- plencia con los modos de existen-
cesidad de usar los nombres en lu- cia real o ideal; para no caer en fa-
gar de ellas, a modo de signos de lacias. Si se dice, por ej., “Lo que es
las mismas. animal existe”; “El centauro es ani-
Terminus supponit pro re afirma- mal”, puede llegarse a la conclu-
ban, por tanto, los lógicos anti- sión falsa de que el centauro exis-
guos, o sea, el término suple a la te, precisamente, por no ser con-
cosa. De ahí que una traducción siderada la diferencia de s. que, en
aproximada de s. sea “suplencia”, el primer caso está relacionada con
entendiendo por ella la manera en un tipo de existencia real, y en el
que un término ocupa en el espí- segundo no.
ritu y en el discurso que de él pro- Teniendo en cuenta lo anterior,
viene el locus de un ente. Así, la s. se puede pasar a determinar el va-
es la aceptación de un término en lor de la suplencia. Para ello, to-
lugar de una cosa, por la cual es- maremos el término sujeto de una
ta substitución es legítima con res- proposición. El valor de la s. está
pecto a la cópula. Esto no signifi- dado, entonces, por la significación
ca que dicha substitución dé lugar del predicado. En ese caso, se pue-
a una proposición verdadera. Si se de tener una 1. s. materialis, en la
dice, por ej., “Platón fue un médi- que el término suple por sí mismo,
co”, el término “Platón” supponit, en cuanto signo real o escrito, por
es decir, tiene como término un va- ej., “Hombre es una voz de dos sí-
lor de suplencia, porque existió al-
675 suppositio

labas”. También puede darse una 2. Cuando es determinada, se trata de


s. formalis, pero 2.1. impropria, en la acepción del término común to-
cuanto el término suple una cosa mado indefinidamente “Los hom-
cuyo significado es metafórico; por bres suelen odiar”, o con un signo
ej., “El sol es fuente de la verdad”. particular. En tales casos, puede ser
Distinto es el caso de la 2.2. s. for- determinada 2.2.2.2.1.1. iuncta,
malis propria, en tanto que en ella cuando el término supone algunas
el término suple la cosa en su sig- cosas determinadas entre aquellas a
nificado propio y no derivado; por las que conviene su significación;
ej., “El sol es el centro de nuestro por ej., “Algunos hombres son ne-
sistema planetario”. gros”; 2.2.2.2.1.2. disiuncta, si su-
La s. propria es, obviamente, la ple algunas de las cosas que signifi-
que más importa desde el punto ca, pero las deja sin distinción: “Al-
de vista lógico y gnoseológico. Por gún instrumento es necesario pa-
ello, es la clase de suplencia que re- ra escribir”; 2.2.2.2.1.3. copulata,
cibe más especificaciones. Dentro que es la que se da cuando el tér-
de ella, tenemos dos tipos funda- mino supone las cosas que significa
mentales: la 2.2.1. s. simplex, que es tomadas colectivamente, como en
aquella en la que el término suple “Los romanos eran un pueblo la-
una cierta naturaleza, sin pasar con borioso”.
ello a sustituir a los sujetos indivi- Por el contrario, la s. propiamen-
duales que la sustentan, como su- te confusa –lo cual significa “in-
cede con el término “ el hombre” determinada”–, se denomina tam-
en la proposición “El hombre es un bién “distributa”, en la medida en
animal racional”. Entonces, se di- que se refiere a un término común
ce que el término suple lo que está que, mediante un universal, va-
en primer lugar e inmediatamente le por muchos. Este último tipo
(primo et immediate seu formaliter) se da en las siguientes modalida-
significado por él. Por el contrario, des: 2.2.2.2.2.1. distributa comple-
se tiene una 2.2.2. s. realis o perso- ta, en la que el término suple todas
nalis, cuando el término suple los y cada una de las cosas que significa
sujetos individuales en que se en- (pro omnibus et singulis significatis),
cuentra realizada la naturaleza uni- por ej., “El hombre es mortal”, en
versal. Pero, en este caso, se dan cuyo caso, la extensión del térmi-
múltiples posibilidades de suplen- no referido a la naturaleza univer-
cia. sal “hombre” no sufre ninguna res-
En efecto, la s. real o personal tricción. 2.2.2.2.2.2. distributa in-
puede ser 2.2.2.1. singularis, si está completa, llamada así porque el tér-
referido a un sujeto individual, por mino se extiende sólo a todos los
ej., “Pedro es obrero”; o 2.2.2.2. géneros de sujetos a los que alcan-
communis, si suple por varios o to- za su significación, por ej., “Todo
dos los sujetos de una misma na- animal es sensible” alude a todas las
turaleza, como en “Estos hombres especies animales pero sólo a ellas.
son obreros”. La s. común es la más 2.2.2.2.2.3. exceptiva, es la que su-
compleja. Puede ser 2.2.2.2.1. de- ple un término posible de ser ex-
terminada, o 2.2.2.2.2. confusa. ceptuado en algún caso, de lo que
suppositum 676

afirma el sujeto, por ej., “Todos los las substancias compuestas de ma-
cuerpos son ponderables”, ya que teria y forma, se diferencia de la
el éter no lo es. natura o essentia en cuanto que el
Si bien la s. es la propiedad lógi- s. mienta la sustancia individual,
ca fundamental del término, hay mientras que la esencia o natura-
otras como la ampliatio, la restric- leza comprende lo que entra en la
tio, la alienatio, la diminutio y la definición de la especie y no los ac-
appellatio, las cuales se examinan cidentes individuantes (véase indi-
en los respectivos artículos. viduatio); en cambio, en el caso de
Para la acepción de s. como “con- la sustancia inmaterial, individual
dición” o “supuesto”, véase ex sup- por sí misma, el s. es sólo la for-
positione. ma, y la forma es sinónimo de na-
tura y essentia. De esta manera, así
suppositum. A diferencia de la suppo- como hay sinonimia fundamental
sitio (véase), que es un término ex- entre los términos essentia, forma,
clusivamente lógico, la noción de s. quidditas y natura, cuando se con-
concierne a la Metafísica. Su ante- sidera una esencia desde diferen-
cedente antiguo se podría encon- tes puntos de vista, lo mismo suce-
trar en la hypóstasis aristotélica. Pe- de con los de substantia, hypóstasis y
ro el pensamiento medieval y, par- res naturae: equivalen a s., cuando
ticularmente, la Escolástica cristia- éste es examinado desde diferentes
na, ha elaborado muy afinadamen- perspectivas. Finalmente, cabe dis-
te este concepto. Boecio es quien tinguir la noción que nos ocupa de
fija para toda la Edad Media su sig- la de persona (véase). Ésta constitu-
nificado principal, según el cual el ye, por así decir, un caso particular
s. señala la substancia incomunica- de s.: la persona es el s. de naturale-
ble y, de suyo, perfectamente sub- za inteligente; en el hombre se tra-
sistente; en términos boecianos, ta de un s. rationalis naturae, o sea,
s. indica, pues, la substancia indi- cada hombre es una sustancia indi-
vidual de naturaleza completa (cf. vidual de naturaleza racional.
De duabus naturis I). Es esta última El problema del s. interesa par-
nota lo que fundamenta la senten- ticularmente a la teología trinita-
cia actiones sunt suppositorum: en la ria. Respecto de este misterio de la
perspectiva escolástica, lo que lleva fe, Tomás de Aquino subraya que,
a cabo operaciones no es la esencia aunque las Personas divinas se dis-
sino el s. como substancia en senti- tinguen realmente entre sí, en Dios
do pleno y perfecto, dotada de una la esencia no es una cosa realmen-
determinada naturaleza. te distinta de la Persona. En Dios,
Hay una íntima conexión de es- son, pues, lo mismo la esencia o
te concepto con otras nociones me- naturaleza y el supuesto (cf. S. Th.
tafísicas igualmente fundamen- I, q. 39, a. 1).
tales. En tal sentido, se puede de- Para los nominalistas, s. signifi-
cir que el s. tiene subsistentia y, a la ca, en Lógica, fundamentalmen-
vez, conforma un subiectum, dado te, individuo, ya sea que se trate
que no constituye una pura subsis- de una cosa particular, ya sea que
tencia sino que es también sopor- se trate de un signo singular co-
te de accidentes. Por otra parte, en
677 syllogismus

mo un nombre propio. En cambio, s. voluntatis al acto elícito de la vo-


en el campo teológico y metafísi- luntad, intermedio entre el querer
co, también estos autores entien- y el no querer, aunque algunos nie-
den el s. como un ser completo, no gan la validez de este concepto, di-
comunicable, que no puede inherir ciendo que, en cuanto tal y simpli-
en otro ni ser sustentado por otro. citer, la voluntad siempre quiere o
Así se lee, por ej., en Ockham (cf. no quiere. Pero la acepción más es-
Quodl. IV, q.7). pecífica e importante de esta voz en
la Edad Media es 4. la que le asig-
sursum actio. Es expresión de la mís- nan algunos místicos. En este con-
tica bonaventuriana que se podría texto, la suspensión indica el esta-
traducir por “sobre-elevación” Su do del entendimiento en la con-
composición señala una acción u templación cuando ésta lleva al so-
operación hacia lo alto y alude a la brecogimiento y la admiratio (véa-
elevación pasiva del alma que llega se). En los textos de Buenaventura,
a su unión suprema con Dios. Es por ej., se habla de grados de ilu-
pasiva porque el itinerario de la s.a. minación que implican otras tantas
no depende de la ascesis sino exclu- suspensiones.
sivamente de la acción divina. Sus
pasos principales implican que el susurratio. Cf. detractio.
alma trasciende las cosas visibles y
se trasciende a sí misma, y supera syllogismus. El silogismo consiste en
aun la recepción de las iluminacio- un razonamiento mediato; más
nes divinas. El proceso de la s.a. se aún, es la forma típica de éste. Aris-
lleva a cabo por lo que Buenaven- tóteles lo define diciendo que es
tura llama el “amor extático” (véase un discurrir en el que, establecidas
extasis). Es, pues, uno de los temas ciertas premisas, necesariamente re-
principales del Itinerarium mentis sulta algo distinto de las mismas,
ad Deum. justamente por ser éstas lo que son
(cf. An. Pr. I, 1, 24b). Esto excluye
suspicere magis. Expresión propia del que se requiera un concepto extrín-
vocabulario ockhamista, en el que seco para que se dé tal consecuen-
presenta dos acepciones muy di- cia. Así, en este esquema, el s. cons-
ferentes entre sí: 1. aumentar por ta de dos proposiciones, las premi-
adición de partes; 2. poder ser afec- sas, de las que deriva una tercera
tado de alguna manera por el ad- que es la conclusión. Ambas pre-
verbio “más” (cf., por ej., Exp. Au- misas deben tener un término co-
rea 65). mún, llamado “término medio”;
éste es el que las relaciona, pero sin
suspensio. Cuando la suspensión se aparecer en la conclusión. Ella re-
refiere 1. a las acciones, significa úne, en una síntesis necesaria, los
una dilación de las mismas; si alu- otros dos términos que se denomi-
de 2. al discurso, mienta una abs- nan “extremos”. El ejemplo clásico
tención, así, una suspensa sententia es “Todos los hombres son morta-
es una proposición que nada define les”, “Sócrates es hombre”, luego,
o que pone entre paréntesis aquello “Sócrates es mortal”. Aquí el térmi-
sobre lo que debería expedirse. En no medio –que se suele inidcar con
3. el orden antropológico, se llama
syllogismus 678

la letra M– es “hombre”, mientras gún se ubiquen en el sujeto o en el


que “Sócrates” y “mortal” –que ha- predicado. De tal ordenación deri-
bitualmente se señalan con las le- van tres figuras: en la primera, lo
tras S o P, según se trate del sujeto que es sujeto en la primera premi-
o del predicado de la conclusión– sa es predicado en la otra, como en
constituyen los extremos. Las pre- “Todo animal es sustancia”, “To-
misas se clasifican en mayor y me- do hombre es animal”, “luego, to-
nor según se trate de la premisa en do hombre es sustancia”; en la se-
la que el término medio se vincu- gunda figura, el mismo término es
la con el extremo de mayor exten- predicado en ambas, como en “To-
sión o con el de menor extensión, do hombre es animal”, “Ninguna
respectivamente. De esta caracteri- piedra es animal”; en la tercera, el
zación resulta, en primer lugar, que mismo término es sujeto en ambas,
no puede haber silogismo sin tres como en “Todo hombre es ani-
conceptos, o sea, términos, cosa re- mal”, “Todo hombre es capaz de
querida por la mediación que causa reír”. Los ejemplos son propuestos
la necesariedad consecuencial. En por Pedro Hispano (cf. Sum. Log.
segundo lugar, tampoco hay silo- 4, 4). Cabe añadir que, median-
gismo si las dos premisas son nega- te la conversión de una de las pre-
tivas, ya que una doble relación ne- misas (véase conversio 5), la segun-
gativa no daría lugar a ninguna sín- da y tercera figuras se pueden redu-
tesis necesaria. Por último, no pue- cir a la primera, cambiando la cua-
den ser particulares ambas premi- lidad o cantidad de la conclusión.
sas, porque el término medio sólo Se considera perfecta la primera fi-
es lógicamente eficaz como media- gura (véase s).
ción si se toma al menos una vez en 2. los modos del silogismo deri-
sentido universal. van, precisamente, de la forma en
Los lógicos medievales como Pe- que están dispuestas las proposicio-
dro Hispano dividen los silogismos nes en razón de la cantidad (uni-
en demonstrativus, dialecticus, y so- versal o particular) y cualidad (afir-
phisticus o litigiosus. Los primeros mativa o negativa) (véanse A, E, I,
son válidos y apodícticos; los se- O). Así, por ej., un silogismo cuyas
gundos son aquellos cuyas premi- proposiciones sean todas universa-
sas parten de lo meramente pro- les afirmativas, es de tipo AAA; un
bable; los terceros son los que pa- silogismo en el que la premisa ma-
recen silogismos pero no lo son yor sea universal negativa; la menor
por algún vicio argumentativo (cf. universal afirmativa; y la conclu-
Summ. Log.7, 2). sión universal negativa, es de tipo
Ahora bien, al referirse a los silo- EAE, etc. En la Edad Media, se es-
gismos apodícticos, Aristóteles ha- tablecieron fórmulas mnemotécni-
bía mencionado 1. la figura, y 2. el cas para los modos silogísticos vá-
modo, lo que se transmite a la lógi- lidos, según las vocales de las pala-
ca medieval. bras. Así, la primera figura contie-
1. la figura del silogismo es la ma- ne modos como barbara, celarent,
nera como están dispuestos los tér- darii; la segunda, cesare, camestres,
minos en las premisas, es decir, se- festino, baroco; la tercera, darap-
679 symbolum

ti, felapton, disamis, bocardo (véan- (al menos una vez el término me-
se los respectivos artículos) como dio ha de ser tomado en forma ge-
se lee en los versos de las mismas neral); 3.6. utraque si praemissa ne-
Summ Log. 4, 16 y, especialmente, get, nihil inde sequitur (de dos pre-
17. Otros mencionan ferion, dati- misas negativas nada se sigue); 3.7.
si, ferison, etc. Según algunos auto- ambae affirmantes nequeunt gene-
res, a estos modos se agregan otros rare negantem (de ambas premisas
que derivan de la conversio mencio- negativas no se puede seguir una
nada. conclusión negativa); 3.8. peiorem
Cabe añadir que esta doctrina so- semper sequitur conclusio partem (la
bre el s. se aplica fundamentalmen- conclusión siempre sigue la parte
te al silogismo categórico, pero no más débil, es decir, la premisa in-
se ha de olvidar que Aristóteles ini- ferior). A esto tiene que agregarse
cia el análisis sobre el silogismo hi- el principio dictum de omni, dictum
potético, es decir, aquel en el una de nullo (véase).
de las premisas es condicional; y el
disyuntivo, o sea, aquel cuya pre- symbolum. A diferencia de lo que ocu-
misa mayor es una disyunción. A rre con el sentido vulgar que hoy
través de Boecio, estos desarrollos reviste en español la palabra “sím-
pasaron a la Edad Media. Así, to- bolo”, una de cuyas principales
do este bagaje formó el fundamen- notas es la de remitir a una repre-
to de la logica vetus medieval (véase sentación generalmente visual, en
logica, in fine). la Edad Media, el vocablo s. tiene
3. En la Escolástica, se continuó otro significado. En primer lugar,
en esta línea de investigación, pero, forma parte del vocabulario técni-
especialmente, se perfeccionó con co teológico; en segundo término,
fines didácticos lo que se podría consiste en un enunciado de fe; en
denominar una normativa sobre el tercer lugar, es un institutum, es de-
s. Está conformada por ocho reglas, cir, algo establecido o decretado;
de las cuales las más importan- en cuarto término, implica el con-
tes son las tres primeras. Ellas re- senso tanto de quienes redactan tal
zan como sigue: 3.1. terminus esto enunciado –por ej., concilios– co-
triplex: maior mediusque minorque mo de los que lo aceptan como ver-
(los términos han de ser tres, ma- dadero, esto es, los creyentes: todos
yor, medio y menor); 3.2. nequa- con-vienen, matiz que registra la
quam medium capiat conclusio opor- partícula syn, en admitir la verdad
tet (la conclusión no debe contener del mismo. En quinto lugar, cabe
nunca el término medio); 3.3. ni- subrayar que el s. se refiere tanto a
hil sequitur geminis ex particulari- un enunciado en particular, o sea, a
bus unquam (nada se sigue de dos un determinado artículo de fe, co-
premisas particulares); 3.4. latius mo al conjunto de los que consti-
hos quam praemissae conclusio non tuyen el cuerpo doctrinal; de ahí
vult (ningún término debe poseer que una de las acepciones de s. o
mayor extensión en la conclusión símbolo de los apóstoles sea la de
que en las premisas); 3.5. aut semel Credo. Algunos teólogos, por ej.,
aut iterum medius generaliter esto Tomás de Aquino, subrayan que en
el s. se proponen las verdades de fe
sympathia 680

como objeto y fin del acto del cre- gran ser animado que es el univer-
yente en cuanto tal. Pero dicho ac- so. Famosa es, al respecto, su ima-
to no tiene por objeto la mera pro- gen de la s. como cuerda extendida
posición formal sino la realidad a la que, cuando se pulsa en un extre-
que ella remite (cf. S.Th. II-II, q.1, mo, transmite la vibración al otro
a.3 ad 2; I, q.36, a.2 ad 2). (cf. Enn. IV, 4, 40 y ss). Esta con-
cepción refloreció, sobre todo, al
sympathia. Este término proviene del fin del Medioevo y comienzos del
griego syn, o sea, “con”, y pathos, Renacimiento: se encuenra no só-
que, entre otras cosas, significa lo en Marsilio Ficino, sino también
“afección”. Muy en general, alude en Campanella, especialmente re-
a la acción recíproca de cosas o per- lacionada con la magia (cf. De sen-
sonas, y a su misma capacidad de su rerum IV, 1 y III, 14) y en los
influir mutuamente. Desde la An- aspectos “naturalistas” y neoplató-
tigüedad, esta palabra se ha usa- nicos del pensamiento de Pico de-
do en dos planos: 1. el psicológi- lla Mirandola, quien designa con el
co, y 2. el cosmológico. En el pri- término s. el “universum consensum”
mer sentido, ya Aristóteles señaló (cf. De hominis dignitate, 137, r).
la s. como un estado afectivo cons-
ciente de afinidad con otro u otros symptoma. Algunos místicos medie-
seres humanos (cf. Et. Nic. VIII, 1, vales, como Buenaventura, han lla-
1155 b). En el segundo, los estoi- mado así la secuela que los vicios
cos, en particular, emplearon esta dejan en el alma.
noción para indicar una cierta afi-
nidad objetiva existente entre todas syncategorematica. Los gramáticos y
las cosas. Desde esta perspectiva, la lógicos medievales denominaron
s. universal es la ratio más profunda con esta voz aquellas partes del dis-
que domina el orden del mundo. curso –como las conjunciones, las
En la Edad Media, si bien este preposiciones, ciertos pronombres
concepto no se encuentra con mu- y adverbios– que carecen de sig-
cha frecuencia, reaparece con am- nificatum y sólo lo adquieren en
bos significados. En el psicológico, unión con otras, llamadas catego-
se hace presente, particularmente, rematica (véase). Así, son s. térmi-
en el neoplatonismo que considera nos como “todos” o “no”, que úni-
las almas ligadas por la s. En su sig- camente asumen una referencia
nificado cosmológico, en cambio, definida cuando están en relación
esta noción adquiere en muchos con términos categoremáticos, co-
autores medievales matices peyo- mo “hombre” o “sabio”, por ej., en
rativos, en la medida en que se la la proposición “No todos los hom-
asocia con la magia. En efecto, ya bres son sabios”. Así pues, el aña-
Plotino había puesto en la s. cósmi- dido de términos syncategoremati-
ca el fundamento mismo de la ma- ca a una oración la modifica lógi-
gia, al considerar que, por ella, se camente, al igual que la sustitución
da un acuerdo natural entre las co- de unos términos s. por otros.
sas semejantes y, de este modo, un De antigua raíz estotica, esta dis-
gran número de potencias diver- tinción medieval se encuentra for-
sas colaboran en la unidad de ese mulada en Pedro Hispano, quien
681 synderesis

explica, además, el motivo de la moral. Equivale, pues, en el campo


denominación de esta palabra: “Et práctico, a la intelligentia principio-
sciendum quod dialecticum solum rum del orden teorético. Un ejem-
ponit duas partes orationis, scilicet plo de los principios que la s. cap-
nomen et verbum, alias autem ap- ta es el de que es necesario hacer el
pellat ‘syncategoremata’ et consignifi- bien y evitar el mal.
cantia; et dicitur a ‘syn’ quod est ‘con’ El término ha sido introducido
et categorema, quod est ‘significans’, en la especulación cristiana ya du-
quasi ‘consignificativa’.” (Summ. rante el período patrístico por Je-
Log. I, 5). Tomás de Aquino trata la rónimo (cf. Comm. in Ezech. I, 1),
cuestión en su In De Int. I, y Duns pero fue estudiado particularmen-
Escoto lo hace en In Praedicamen- te por los escolásticos. Sin embar-
ta, 12. go, entre ellos, hay dos doctrinas
Pero el autor que se ha extendido distintas sobre la synderesis: una se
más sobre este tema es Guillermo prodría llamar “voluntarista”, y la
de Ockham, quien compara el tér- otra, “intelectualista”. La prime-
mino s. con el cero en aritmética, ra está representada por Buenaven-
puesto que por sí mismo no signi- tura, quien la considera un don na-
fica nada, pero añadido a otra cifra tural, cuya función es guiar a la vo-
asume significado (cf. Summa To- luntad, dirigiéndola al bien; de es-
tius Log. I, 4). Ockham aplicó tam- ta manera, la entiende como una
bién la distinción entre categorema- suerte de inclinación espiritual a la
ticum y syncategorematicum al tema rectitud del querer. Así, para Bue-
del infinito. El primero designa la naventura, la s. radica en la volun-
cantidad del sujeto al que se atri- tad y consiste en la inclinación de
buye el predicado de infinito; el se- ésta al bien por un pondus natura-
gundo, indica sólo de qué manera le. En cuanto tal, la s. es infalible,
el sujeto se comporta respecto del puesto que los eventuales yerros só-
predicado. En este último sentido, lo se dan en su ejercicio concreto al
infinito syncategorematicum es lo estar obstaculizada por las pasiones
que puede acrecentarse indefinida- y/o por la obstinación.
mente pero que, no obstante, con- Los representantes de la línea in-
tinúa siempre siendo finito de por telectualista son, en cambio, Alber-
sí. Así pues, el infinito sincategore- to Magno y Tomás de Aquino. Fue
mático es el potencial, y se subdi- el primero quien separó la s. de la
vide en infinito additivum o subs- voluntad, llevándola al terreno de
tractivum que es el numérico; suc- la razón práctica sobre la base de las
cessivum, que es el temporal; y di- enseñanzas de Aristóteles. Pero las
visivum, que es el continuo (cf. In mayores elaboraciones sobre el te-
Sent. I, d. 17, q. 8). ma corresponden a la especulación
tomista. En su S. Th. I-II, q. 94, a.
synderesis. Se define como el hábito 1, ad 2, Tomás precisa que “synde-
racional de los principios prácticos, resis dicitur lex intellectus nostri, in-
es decir que es una propiedad natu- quantum est habitus continens prae-
ral del alma humana de conocer in- cepta legis naturalis quae sunt pri-
mediatamente y de manera eviden- ma principia operum humanorum”.
te los primeros principios del orden
synesis 682

Nótese, en primer lugar, la decidi- synesis. Habitualmente traducida por


da inserción de la s. en el terreno “sinexis”, esta palabra, propia de la
del intelecto y no de la voluntad. ética medieval, alude al buen senti-
En segundo término, la s. ya no es, do. No es deliberativa sino iudica-
para Tomás, ni una potencia ni un tiva. En efecto, la prudencia man-
acto, sino un habitus, el de cono- da lo que la eubulia (véase) aconse-
cer los principios morales. En cam- ja y lo que la s. juzga acertado. Se
bio, la conscientia (véase) es el ac- define, pues, como la virtud de juz-
to mismo de conocer la ley natu- gar rectamente sobre las cosas par-
ral, es decir, el principio moral. Así, ticulares que se han de hacer, se-
hay imputabilidad moral, porque gún la ley común. Por esto último,
hay conciencia natural humana. Si se diferencia del gnome (véase) (cf.,
la voluntad yerra, no yerra la con- por ej. Tomás de Aquino. S.Th. II-
ciencia, pero aun si ésta errase, la II, q.48, a.1).
s. es infalible, como toda tendencia
natural (cf. De ver. q. 16, a. 2). So- synonyma. Los sinónimos fueron defi-
bre la base de esta doctrina, la co- nidos en la Edad Media como tér-
rriente tomista se opone implíci- minos que significan simpliciter o
tamente a todo relativismo ético, absolutamente lo mismo y lo sig-
ya que la s. está siempre ligada a la nifican de la misma manera. Oc-
concepción de la naturaleza huma- kham añade que, en rigor, para que
na, caída, pero no quebrantada por se pueda hablar de s., es necesario
el pecado original. que quienes los emplean sean cons-
cientes de tal paridad (cf. Quodl. V,
10; Summa Totius Log. I, 6).
683

T
T
tabula. Sin acotación, este término in- intelecto y la sensibilidad. Aparece
dica, en general, una ordenación ya en las primeras versiones latinas
sintética y sistemática de concep- y comentarios de Aristóteles, quien
tos dispuestos jerárquicamente se- usa el equivalente griego en su De
gún su mayor o menor generali- an. III, 4, 430 a 1. De hecho, Egi-
dad. Así, en cierto sentido, el ár- dio Romano la emplea en sus pro-
bol de Porfirio (véase arbor porphi- pios comentarios. Por su parte, Al-
riana), por ej., se puede considerar berto Magno concibe el intelec-
una t. lógica; pero también es una to pasivo (véase intellectus) como
t. moral el conjunto de las leyes de una “tabula rasa planata et polita”,
Moisés. dispuesta a recibir los caracteres
En cambio, la expresión tabula sin la intervención del movimien-
rasa alude a la tablilla encerada so- to, a diferencia de lo que ocurre
bre la que escribían los antiguos. Se con la tablilla material que da ori-
utilizó después esta imagen para se- gen a la expresión (De an. III). To-
ñalar las posibilidades receptivas de más de Aquino comenta que el in-
los sentidos y, sobre todo, del inte- telecto humano es “sicut tabula ra-
lecto, antes de cualquier experien- sa in qua nihil est scriptum”, para se-
cia. En la Antigüedad, esta noción ñalar que está en potencia respecto
no es exclusiva de los pensadores de los inteligibles (S. Th. I, q. 89,
que se ordenan en una línea gno- a. 2 c). Sin embargo, cabe adver-
seológica, por así decir, “empiris- tir que aun los escolásticos menos
ta”, ya que Platón, por ej., compa- rigurosamente aristotélicos usan el
ra el alma a un bloque de cera so- término, o alguna expresión análo-
bre el que se imprimen las sensa- ga, por ej., Buenaventura (cf. In II
ciones y pensamientos que luego Sent. d. 1, 2, ad. 2, 3).
se “recuerdan” (cf. Teet. 191 d; Fil. Ya en la Modernidad, especial-
390). Una comparación similar se mente con Locke, se consagra el
encuentra en el Filón (Leg. Alleg. I, sentido de t. rasa como pura recep-
32) y en el mismo Boecio (cf. De tividad intelectual, aunque por su
cons. Phil. V, 4). parte, F. Bacon retomó t. sin otra
Pero paulatinamente la imagen acotación para designar los esque-
pasó a ser exclusiva de quienes re- mas representativos que guían la
chazan cualquier forma de innatis- búsqueda de las causas de los fenó-
mo. Los escolásticos usan frecuen- menos (cf. Nov. Org. II).
temente esta expresión que adquie-
re distintos matices, según la con- taciturnitas. El silencio taciturno se
cepción que cada uno de ellos haya ha considerado un peccatum oris,
sustentado sobre la relación entre el un pecado de la lengua. Dada la
neutralidad moral de la palabra y el
talis 684

silencio en sí mismos, éstos adquie- De todos modos, el tema fue más


ren valor en dicho plano cuando se tratado a partir del siglo XII. Pe-
ordenan al bien o al mal, según el dro Cantor, por ej., se detiene en
caso. Según el sentido negativo, al el análisis de las causas de la mala
que se fue restringiendo el término, t. y desarrolla cinco: 1) el miedo, 2)
la t. conforma la contrapartida del la avidez, 3) la pereza, 4) la simpli-
multiloquium (véase): éste disuelve cidad, 5) la ignorancia (cf. Verbum
la propia interioridad; pero aquélla abbreviatum LXII). Por su parte,
la sobrecarga y comprime. Por eso, Rodolfo Ardente, subrayando la
Tomás de Aquino considerará la t. mencionada vinculación esencial
como efecto psicológico posible de de este concepto con el modo y la
la ira (véase). oportunidad, aproxima a la t. el ha-
En principio, Agustín de Hipo- blar brevius, o sea, demasiado con-
na –quien había se había referido cisamente, y el hacerlo tardius, es-
a un gaudium taciturnitatis, un go- to es, demasiado tarde: en el pri-
zo del silencio, oponiéndolo al offi- mer caso, lo dicho resulta ininteli-
cium locutionis, esto es, a la necesi- gible; en el segundo, lo dicho pue-
dad u obligación de hablar– men- de ser poco afable o desconsidera-
ciona además la mala taciturni- do. En ambos casos, no se utiliza
tas como falta moral (cf. En. in Ps. bien el don de la palabra y en ello
139, 15). En efecto, para el Hipo- consiste, esencialmente, el mal de
nense, constituye un pecado el ca- la t. (cf. Spec. univ. XIII, 166). Al-
llar cuando se debe hablar. Así lo berto Magno enfatiza lo que sub-
percibe también Gregorio Magno yace en casi todos los tratamientos
al establecer, además, una dimen- medievales sobre el tema: el peca-
sión individual y otra social de la do de callar sobre Dios (cf. Summa
t. en sentido negativo. En el primer Theol. XXXIII).
nivel, psicológicamente hablando,
el silencio empecinado ocasiona talis. Se utiliza en Lógica para seña-
un sufrimiento mayor en los mo- lar un ente o una cualidad. Para
mentos de dolor, al impedir al su- los lógicos medievales, puede ser
jeto salir de sí mismo; moralmente 1. demonstrativum, 2. redditivum,
hablando, puede obedecer al ocul- o 3. relativum. 1. Es demonstrati-
tamiento culpable de las propias vum cuando indica algo presen-
faltas con el fin de no hacerse pa- te; por ej., cuando, frente al mar,
sible de reproche o condena. En el se dice “T. est mare”. 2. Es reddi-
segundo nivel, el social, constituye tivum cuando remite a un ente o
una grave desobediencia al manda- cualidad no presentes mediante la
miento de la corrección fraterna el demostración de algo presente; por
callar ante la falta ajena, y abstener- ej., cuando ante la pregunta: “Qua-
se de predicar el Evangelio, espe- lis est Socrates?”, se responde “Ta-
cialmente, en el caso de miembros lis”. 3. Es relativum cuando señala
del clero. Para éstos, la t. es sustrac- igualdad en una comparación; por
ción del bien poseído (cf. Mor.VII, ej., “Qualis est Socrates, talis est Pla-
37, 60; Pastoralis PL 77, 71-72; 30 to”, o “Aethiops est niger et talis est
y 96). corvus”. Estos ejemplos son pro-
685 temperantia

puestos por Pedro Hispano en sus macía el calor y la humedad. En es-


Summ. Log. VIII, 20. te sentido, la noción que nos ocupa
se encuentra con frecuencia entre
talitas. Substantivación del adjetivo los pensadores árabes, como Avi-
talis (véase), este término se em- cena y Averroes, y con mayor fre-
pleó en la expresión talitas rei para cuencia aún en los renacentistas
designar en una cosa una cualidad como Paracelso.
determinada.
temperantia. Concepto que concierne
tantitas. Aunque poco frecuente, este a la ética medieval, puesto que es
vocablo, generalmente en la expre- una virtud (véase virtus). Traduce
sión t. rei, es equivalente de pondus lo que, en la Antigüedad, es uno de
(véase), es decir, peso, en su sentido los aspectos de la sofrosyne. Platón
físico. Pero lo específico de esta no- la había caracterizado diciendo que
ción es lo cuantitativo. En efecto, es la amistad entre las partes del al-
se define como la mole del cuerpo ma, acuerdo que tiene lugar cuan-
en relación con la medida. do aquellas que han de obedecer a
temeritas. Cf. audacia. la razón no se le rebelan. Por lo de-
más, el Ateniense considera que es-
temperamentum. Voz que deriva de ta caracterización incluye tanto la
“temperies” –o sea, “equilibrio”– y templanza del individuo como la
que es empleada especialmente en del estado (cf. Rep. IV, 442 b). Pa-
el ámbito de la filosofía de la na- ra Aristóteles, es una de las virtu-
turaleza para indicar la proporción des éticas, que consiste en el justo
de los elementos primarios que co- uso de los placeres corpóreos de-
rresponde a un cuerpo dado. Los rivados del comer, del beber y del
escolásticos distinguieron el 1. t. instinto sexual (cf. Et. Nic. III, q.
uniforme o ad pondus, que es el del 12). En cambio, los estoicos defi-
cuerpo que contiene agua, aire, tie- nieron la t. como la ciencia de lo
rra y fuego, o sus respectivos deri- que hay que desear y de lo que se
vados en el mismo grado; y el 2. t. debe rehuir, tal como aparece, por
difforme, que es el del cuerpo que ej., en Estobeo.
los contiene en el grado determina- Los autores medievales, y par-
do a su especie; así, por ej., el t.d. ticularmente los escolásticos, in-
de una piedra difiere del de un ár- sistieron en el elemento de mode-
bol, en cuanto que el segundo con- ración o equilibrio que conlleva
tiene el elemento húmedo en ma- el término mismo. Así, contaron
yor grado que el primero. 3) t. sim- la t. como última virtud cardinal,
plex es el del ente corpóreo en el en cuanto concierne a un bien só-
que domina sólo uno de los cuatro lo individual, a diferencia de la jus-
elementos; mientras que en el 4. t. ticia, que tiene por objeto el bien
compositum predominan dos. común; o de la prudencia, que ad-
Este término, así entendido, se vierte acerca del bien de todas las
aplicó también al campo de la Me- virtudes. Por otra parte, subraya-
dicina donde, siguiendo la tradi- ron el hecho de que la t. no tien-
ción antigua, se habló, por ej., del de a anular los placeres sino a mo-
t. sanguineum, en el que tienen pri- derar su uso de acuerdo con la recta
temporale 686

razón que señala la finalidad de los ca tienden a desvalorizar lo tempo-


mismos. Así lo indica, por ej., To- ral en relación con lo sobrenatural,
más de Aquino (cf. S. Th. II-II, q. la ética cristiana patrístico-medie-
141, aa. 1-8). Por su parte, Guiller- val, en general, subraya la impor-
mo de Ockham asigna a esta pala- tancia de lo t. como único ámbito
bra un matiz diferente. En efecto, posbile en el que se ha de dar el de-
para él, la t. es el estado de quien sarrollo y progreso de la vida espiri-
no sólo vive según la recta razón, tual humana. En este sentido, es tí-
sino que, además, no conoce las pico del pensamiento agustiniano,
agitaciones violentas de la concu- por ej., insistir en la asignación del
piscencia. Así, entre la t. y la con- justo valor de todo lo temporal, lo
tinentia (véase), hay algo más que cual queda enfatizado en el caso de
una diferencia de grado, puesto Tomás de Aquino.
que la segunda incluye un combate Ligándolo menos al mundo hu-
de la voluntad que la primera, en la mano, los nominalistas definieron
perspectiva ockhamista, no registra este concepto ya como aquello que
(cf. In III Sent. qq. 15b y 11t). simplemente comienza a existir en
el tiempo y, por tanto, está signa-
temporale. En líneas generales, este do por él, ya como aquello que,
término hace alusión a lo que se en razón del tiempo, se puede afir-
desarrolla en el tiempo (véase tem- mar de un sujeto. Tal es la caracte-
pus) y, por ende, queda de algún rización ofrecida, por ej., por Gui-
modo signado por la mutabilidad. llermo de Ockham en In I Sent.
Así, se opone a spirituale (véase) q.15b).
que, en cambio, se asocia a lo in-
mutable. La distinción y oposición tempus. En la Antigüedad se susten-
entre lo temporal y lo espiritual tie- tó una concepción cíclica del tiem-
ne origen en el Nuevo Testamento, po, desarrollada principalmente en
especialmente, en las cartas pauli- la teoría estoica del eterno retorno
nas (cf., por ej., II Cor. IV, 18; He- de los cielos cósmicos. Con el ad-
br. XII, 25; Juan VI, 27). Lo tem- venimiento del Cristianismo, tal
poral es aquello cuyo valor se limita concepción se modifica, ya que,
al tiempo, con particular referencia en principio, el dogma afirma por
al período terreno de la existencia una parte, un punto inicial absolu-
humana, ligado a la materia. Lo es- to, dado en la Creación y, por otra,
piritual, en cambio, tiene también se asigna el punto final a la segun-
la acepción de lo sobrenatural, o da venida de Cristo. De esta mane-
sea, de la vida del espíritu que, por ra, el pensamiento patrístico y me-
don de Dios, es elevado a partici- dieval se basó en una visión del t.
par de lo eterno. Por eso, se enten- como algo lineal, concibiéndolo a
dió por t. todo aquello que, al no la manera de un segmento y no de
pertenecer directamente a la vida círculos en espiral.
del hombre en Dios, posee, de su- Para la elaboración filosófica del
yo, un carácter provisorio, en cuan- tema, tomó como referencia fun-
to finito y corruptible. Cabe seña- damental las consideraciones de
lar que en la Patrística y en la Esco- Aristóteles al respecto. Según éstas,
lástica, si bien la ascesis y la místi- el tiempo es el número del movi-
687 tempus

miento según el antes y el después to a aquello por lo que medimos,


(cf. Fís. IV, 41, 219 b 1). Por ello, sino más bien en cuanto a lo que
el Estagirita debe elaborar su con- resulta medido. Es sobre la base de
cepción del tiempo sobre uno de esta concepción general que Aris-
los sentidos posibles en las nocio- tóteles elabora su noción de tiem-
nes del “anterior” y “posterior”. En po cósmico, valiéndose del movi-
efecto, señala que algunas cosas se miento de los astros. Pero también
denominan “anteriores” y “poste- en el marco de dicha concepción
riores” según su relación con un incluye, entre las diez categorías,
determinado principio, absoluto o la de tiempo. En efecto, metafísi-
relativo. De este modo, algo puede camente consideradas, las catego-
ser anterior por el orden como la rías son modos de ser; existir tem-
penúltima cuerda de la lira respec- poralmente es una de ellas: cuan-
to de la última; o por el movimien- do se dice que Sócrates tiene trein-
to o cambio, como el niño respec- ta años, se afirma que su existencia
to del hombre; o por la potencia, –que es un devenir, un movimien-
como la voluntad de pintar del ar- to sucesivo– tuvo principio en cier-
tista es anterior al cuadro, etc. Y to giro de la tierra alrededor del Sol
añade que otras cosas se dicen, en y que ha durado tantos otros giros
cambio, anteriores por el tiempo; consecutivos. Así, la categoría tem-
unas, porque están más lejos del poral o pote –que no es el tiempo
“ahora” –como la guerra de Troya propiamente dicho, sino el quando
respecto de las Guerras Médicas–; (véase)– indica el encontrarse una
otras, porque están más próximas substancia corpórea contenida en
al “ahora’. De todas maneras, de el movimiento de otra, que deter-
ese “ahora” (véase nunc, pero, so- mina y mide su comienzo y dura-
bre todo, instans) nos servimos co- ción (véase duratio).
mo punto de partida originario (cf En la Patrística, esta concepción
Met. V, 11, 1018 b 15-19). El nunc del tiempo como algo “objetivo” es
se postula, entonces, como referen- cuestionada por Agustín. En el cé-
cia temporal absoluta, es decir, co- lebre libro XI de las Confessiones, el
mo principio según el cual se es- Hiponense rechaza –desde su visión
tablece un antes y un después. Se cristiana de la realidad– la noción
puede hablar de tiempo, en el sen- cíclica del tiempo, pero no lo con-
tido de transcurso, sólo cuando cibe como medida del movimiento
percibimos un lapso, esto es, cuan- de las cosas, sino como tensión del
do distinguimos en el movimien- alma, con cuya vida el tiempo mis-
to o cambio dos “ahora” o instantes mo se identifica: el alma pro-tien-
que, en esta concepción “geomé- de hacia las cosas pasadas o hacia
trica” del tiempo serían los puntos el porvenir, de manera que no hay
extremos que limitan dicho lap- pasado ni presente ni futuro, sino
so o segmento temporal. Así pues, tres modalidades del presente aní-
el tiempo –fuera del cual Aristóte- mico: el presente del pasado, que es
les admite sólo las verdades necesa- la memoria; el presente del presen-
rias y, por ente, eternas– es medida te, que es la atención; y el del futu-
del movimiento, pero no en cuan- ro, que es la expectación (cf. ibid.
tenebra 688

XI, 10, 1). No niega la existencia ron el sistema de relaciones tempo-


de lo pasado, de lo presente o de lo rales en cuanto tal, indagando, es-
futuro, en el sentido de aquello que pecialmente, las connotaciones del
transcurre en el tiempo; sólo que antes y del después, del ahora y del
se interesa en lo que hoy denomi- entonces (véanse nunc y tunc). Asi-
naríamos “temporalidad”. De este mismo, se ocuparon muy extensa-
modo, Agustín cambia la sede de mente de la relación entre el tiem-
impostación en el examen del pro- po y la eternidad; en particular, a
blema, abriendo así una perspecti- propósito de la polémica teológi-
va que será retomada en la Moder- ca acerca de la eternidad del mun-
nidad. do. Tal es el caso de los opúsculos
La Escolástica, en cambio, sigue De aeternitate mundi de Tomás de
puntualmente en esto las huellas Aquino, Buenaventura y John Pec-
de Aristóteles a través de la trans- kham.
misión de Boecio, quien define el t. En los últimos siglos de la Edad
diciendo que es numerus motus se- Media, con la declinación de la
cundum prius et posterius, nota esta metafísica aristotélica, y el retorno
última que vincula el tiempo, par- a ciertas líneas de raíz platónica, al-
ticularmente, con la sucesión (véa- gunos autores intentaron conciliar
se successivum). Esta definición es la visión agustiniana y la aristotéli-
aceptada por la mayor parte de los ca. Duns Escoto, por ej., conside-
autores escolásticos, que entendie- ró que el aspecto externo o “mate-
ron aristotélicamente el t. como el rial” del tiempo se halla en el movi-
aspecto mensurable de la realidad miento mismo, o sea, fuera del al-
móvil o del cambio de las cosas. Tal ma; pero la formal, es decir, la me-
es el caso de Alberto Magno (cf. S. dida de dicho movimiento, viene
Th. I, q. 21, a. 1), Tomás de Aqui- del alma.
no (cf. S. Th. I, q. 10, a. 1) y Gui-
llermo de Ockham ( cf. In II Sent. tenebra. La palabra “tiniebla” es muy
q. 12). Dicha mensurabilidad está frecuente en la mística medieval,
dada por su concepción del tiempo como también la expresión, apa-
–paralela a la del espacio– como un rentemente contradictoria, radius
sistema de relaciones que, si bien es tenebrarum. Se refiere a un esta-
constituída, organizada y represen- dio de la vida del espíritu en el que,
tada por el hombre, tiene su funda- suspendida la actividad racional y
mento último en el carácter cam- aun intelectual (véase suspensio), és-
biante de las cosas. De manera te es iluminado por el resplandor
pues, que, si no existiera las cosas divino. En virtud de su sobreabun-
mutables, o si hubiera una sola, o dancia, dicho resplandor encegue-
si los entes fueran inmóviles y eter- ce la debilidad de los “ojos” del al-
nos, como Dios, no habría absolu- ma, aunque la ilumina de mane-
tamente tiempo. ra extrema. Así, ésta no puede dar
A partir de esta perspectiva, los cuenta conceptualmente de él. Ci-
autores medievales se preocupa- tando a Dionisio Areopagita, Bue-
ron, pues, por estudiar dicha men- naventura, por ej., escribe: “dicitur
surabilidad, es decir que examina- t., quia intellectus non capit; et ta-
men anima summe illustratur” (Co-
689 terminus

ll. in Hexaem. II, 32). También se juicio o discurso de alguna manera


la denomina contemplatio caligino- “termina”, tal como anota Aristóte-
sa. Esta línea llega al Renacimien- les (cf. An. Pr. I, 24 b 16).
to. De hecho, en las primeras pá- En la Edad Media y 1. en el or-
ginas del De hominis dignitate, Pi- den metafísico, se empleó esta voz
co della Mirandola insta al hombre para aludir a: 1.1. el resultado de
a habitar “in solitaria Patris caligi- una operación; así, el t. actionis for-
ne” después de la opción de cons- malis es lo efectuado propia e in-
truirse centrando la propia vida en mediatamente por la acción u ope-
el intelecto. ración, por ej., la estatua respecto
del escultor, el movimiento respec-
terminari. Significa extenderse, en to- to del motor. 1.2. el punto de par-
do sentido, hasta un límite deter- tida o de arribo de un movimiento:
minado sin ir más allá. Los auto- en este sentido se habla de t. a quo
res nominalistas han restringido la y t. ad quem (véanse) respectiva-
aplicación de este verbo a los cuer- mente; en la generación humana,
pos; así, en Ockham, Exp. Aurea el padre sería ejemplo del primer
148. término, y la forma humana gene-
terminative. Adverbio que indica la rada en el hijo, ejemplo del segun-
referencia al terminus que puede do. 1.3. la forma misma del com-
conllevar un concepto dado. Así, puesto en la unión materia-forma;
por ej., la noción de creación im- con este significado, se usó la ex-
plica finitud t., es decir, considera- presión t. intrinsecus unionis. 1.4.
da en su término, que es lo creado. los extremos de una relación, que
constituyen el fundamento de la
terminus. Originariamente, este vo- misma, o sea, los termini relationis
cablo aludió al límite de un terre- (véase relatio), por ej., maestro-dis-
no o extensión, y al signo concreto cípulo. 1.5. la subsistencia, que es
que lo señalaba. Pasó después a sig- t. rei en cuanto se considera el aca-
nificar, en general, el límite de algo bamiento del ente, puesto que lo
y el fin de cualquier movimiento, hace adecuado a todas sus funcio-
hecho, acción o enunciado. De ahí nes y lo constituye en el principio
sus dos acepciones fundamentales mismo de sus operaciones y pro-
en el pensamiento medieval: desde piedades.
el punto de vista metafísico, se re- 2. En el orden lógico, el significa-
fiere a una instancia extrema en la do de esta noción es instrumental;
que una acción, un movimiento o en efecto, t. no es la palabra como
una relación se origina o bien ter- sonido, ni el vocablo en cuanto tal,
mina, completándose y perfeccio- sino un elemento de la expresión
nándose; por eso, Tomás de Aqui- conceptual del discurso; de ahí que
no escribe que t. es todo aquello en un término pueda estar constituí-
lo que algo culmina (cf. In Met. V, do por más de una palabra. En este
l.19, 1044). Esta significación bá- plano, se habla de t. para referirse
sica se halla en cierto modo rela- a: 2.1. los extremos de la proposi-
cionada con la que el vocablo asu- ción –es decir, sujeto y predicado–
me en el plano lógico; en ese orden cada uno de los cuales se denomi-
t. indica un elemento en el que el
terrenum 690

na t. enuntiationis; en tal sentido, cepción agustiniana se da una opo-


afirma Pedro Hispano que “Termi- sición radical entre los dos posibles
nus est id in quem resolvitur propo- fines supremos de la voluntad, ten-
sitio” (Summ. Log. IV, 1, 2). 2.2. sión en la que consiste la dramati-
el sujeto y el predicado, en cuan- cidad de la vida humana: en última
to elementos últimos de una pre- instancia y de hecho ella sólo pue-
misa en el silogismo, se llaman t. de encaminarse o hacia el valor más
syllogistici. 2.3. en sentido lato, to- alto –Dios en cuanto Sumo Bien–,
dos los elementos simples que in- o hacia los relativos, cuyo conjunto
tervienen en las proposiciones, sea es precisamente lo que nombra la
que formen parte del sujeto o del voz que nos ocupa. En este caso, el
predicado o de la cópula, y sean error consiste en absolutizar, consi-
ellos categorematica o syncategore- derando digno de constituir fin úl-
matica (véanse). 2.4. una proposi- timo, lo que en sí mismo es relati-
ción misma, en cuanto forma par- vo. Lo t. que se identifica así con lo
te de otra, por ej., cuando se dice mundano, es, pues, una de las dos
“‘Sócrates es hombre’, es una pro- direcciones posibles que puede asu-
posición afirmativa”, las tres prime- mir el amor humano. Pero, justa-
ras palabras constituyen en su con- mente porque el objeto prioritario
junto un término. Así lo indica, al del amor comunica su condición
menos, Guillermo de Ockham en al sujeto amante, al amar lo terre-
su Summa Totius Log. I, 2 y 3. no como si fuera lo supremo y eter-
no, el hombre se pierde en eso, que
terrenum. En los textos medievales, ya le confiere su condición de perece-
desde la Patrística, lo terreno sólo dero; de ahí que el Hiponense es-
puede comprenderse en contrapo- criba: “Terram diligis? Terra eris” (In
sición con lo celeste (véase caeles- Io. Ep. ad Parthos 2, 14). Por esta
te). Tal contraposición deriva de la misma razón, el concepto de lo te-
de cielo y tierra, entendida, funda- rreno incide en la constitución de
mentalmente, en sentido espiritual, las dos ciudades agustinianas (véase
además de su obvio sentido natu- caeleste y civitas, in principio). En la
ral. Uno de los principales autores Escolástica subsiste este sentido de
en la consagración del valor semán- lo t. sin grandes variantes.
tico ético-espiritual de este vocablo
ha sido, sin duda, Agustín de Hi- theologia. Al derivar de theós, “Dios”;
pona. En efecto, para Agustín, co- y lógos, “discurso racional”, esta pa-
mo para toda la literatura posterior labra asume el significado general
redactada bajo su influencia, lo te- del pensamiento referido a Dios y
rreno hace alusión a lo inmanen- a lo divino. Ahora bien, en la Anti-
te, mutable, perecedero y axiológi- güedad, los filósofos, como Platón
camente relativo; lo celeste está re- y Aristóteles en sus respectivos sis-
ferido, en cambio, a lo trascenden- temas metafísicos, habían llamado
te, inmutable, eterno y axiológica- tó theión, “lo divino”, a las instan-
mente absoluto. Para comprender cias supremas del ser. Así, la Teolo-
la relevancia de este tema, es ne- gía constituyó un aspecto de la Fi-
cesario recordar que, especial aun- losofía; más aún, su ámbito temáti-
que no exclusivamente, en la con- camente supremo. En este sentido
691 theologia

amplio entiende la palabra que nos oposición a místicos como Bernar-


ocupa Varrón, al que sigue Agus- do de Clairvaux, los llamados “dia-
tín, quien dice que la es la razón o lécticos” como Pedro Abelardo,
discurso acerca de la divinidad (cf. Gilbert de la Porrée y Alan de Lille,
De civ. Dei VIII, 1). Tal punto de se ocupan de exponer el dogma re-
vista es coincidente con el enfo- ligioso sistemáticamente, utilizan-
que agustiniano de la realidad: en do en forma metódica y delibera-
el Hiponense –como en la mayo- da las categorías filosóficas. Dentro
ría de los autores de la Patrística– de estos límites y en función de ta-
está ausente la idea de la th. como les intereses, se ha de comprender
la disciplina independiente y siste- la caracterización –muchas veces
mática, es decir que la doctrina so- malentendida– de la Filosofía co-
bre el Sumo Ser es inescindible de mo “ancilla theologiae” (véase). Pe-
la doctrina sobre los demás seres. ro, a pesar de que el siglo XII asiste
Esto obedece a su visión unitaria a la fundación de la teología occi-
del saber, que, además, tampoco se dental como disciplina epistemoló-
puede separar del actuar en el as- gicamente acotada, la delimitación
censo del hombre hacia Dios. Por precisa y expresa entre Filosofía y
ello, la influencia agustiniana en la th. es tardía.
Edad Media no favoreció la consti- Tomás de Aquino es uno de los
tución de la th. como ciencia autó- primeros autores en mostrar una
noma, proceso que tiene lugar muy distinción entre la Teología sin aco-
paulatinamente. tación, llamada también scientia di-
En dicho itinerario, uno de los vina y equivalente a la Filosofía pri-
primeros hitos es el esbozado por mera –es decir, la ciencia que con-
Juan Damasceno, cuya obra teo- sidera la causa primera de las cosas
lógica presenta una primera parte, (cf. In Met., Pr. y XII, l.6, 2508)–,
de índole filosófica, llamada Dia- y la th. revelada o sagrada doctrina,
lectica, a la que sigue una ordenada que toma sus principios de la reve-
exposición del dogma en los cua- lación. El Aquinate afirma además
tro libros del De fide orthodoxa. Ca- que la sagrada doctrina es también
bría encontrar aquí una raíz del uso scientia, porque procede de princi-
de la Filosofía como propedéutica pios conocidos a través de una luz
al examen sistemático de los datos superior o lumen infusum (cf. S.
revelados. Pero tal utilización de Th. I, q. 1, a. 2 c), es decir, de los
la Filosofía supone siempre, y exi- datos de la Revelación. Así, desde
ge, una concepción del filosofar co- el punto de vista del Aquinate, la
mo algo autónomo, en cuanto tra- Teología revelada es una suerte de
tamiento puramente racional de la subalternatio (véase) respecto de es-
realidad. tos últimos. Para Duns Escoto, el
En el comienzo mismo de la Es- primer tipo de conocimiento, el
colásica, esa concepción se revela teológico, constituye una ciencia
en la racionalización propia de la teórica, mientras que el segundo,
actitud de Anselmo de Canterbury, el revelado, es ciencia práctica, en
especialmente, en el Proemio de su cuanto tiene por fin, fundamental-
Proslogion. Un siglo más tarde y en mente, mostrar al hombre el cami-
theologus 692

no de su propia salvación (cf. Op. negativa”. Ésta únicamente admi-


ox. Pr. q. 4, n. 42); por tanto, la th. te una via (véase via) para el tra-
revelada no tendría un puro valor tamiento de lo divino: la que, pro-
cognoscitivo; más aún, si el teólo- cediendo desde lo finito, conside-
go se lanzara a aparentes demostra- ra a Dios más allá de todos los pre-
ciones, cambiaría su condición en dicados o nombres con los que se
la de filósofo, como señala Duns en lo puede designar. Su antecedente
In Sent., Proem. Tampoco Duran- se encuentra, especialmente, en los
do de San Porciano considera la t. escritos neoplatónicos que postulan
ciencia, en primer lugar, porque no a Dios más allá no sólo de todas las
parte de principios racionalmen- determinaciones finitas, sino tam-
te evidentes; en segundo término, bién del Ser mismo. Los tres mo-
porque no se puede suponer en to- mentos principales de la teología
dos la luz sobrenatural que, por lo negativa se pueden ver representa-
demás, no es comunicable; así, co- dos en las obras del Pseudo Dioni-
mo no se tiene de Dios ni cognitio sio (cf. por ej., De myst. Theol. 1;
abstractiva ni intuitiva no se pue- De div. nom. I, 4 y IV, 2), en las de
den fundamentar los principios de Escoto Erígena (cf. De div. nat. II,
las demostraciones. En cierto mo- 30) y en las de los místicos espe-
do, Guillermo de Ockham adhiere culativos alemanes, como M. Ec-
a este perspectiva, en la medida en khart, y particularmente, Nicolás
que no considera la th. revelada co- de Cusa (cf. De docta ign. I, 24, y
mo ciencia sino como un conjunto 26).
de conocimientos teóricos y prácti-
cos, que se apoyan exclusivamente theologus. Cf. sanctus. Para las razones
sobre la auctoritas. De hecho, Oc- de la asimilación entre estos dos
kham llama th. in se aquella que ex- términos, véase theologia, in medio.
trae evidencia de su propio objeto theoria. En la literatura medieval, es-
(cf. In Sent. Pr. q. 12, 1). te término –al igual que sus deriva-
Sólo en la Modernidad se cumple dos, tales como theoricum– alude a
cabalmente la diferenciación men- la vida contemplativa cuyo fin es la
cionada más arriba; así, se llamó consideración de la verdad. Así, se
“Teología natural” al conocimiento habla de las scientiae theoricae o spe-
que se puede obtener de Dios me- culativae que, como señala, por ej.,
diante la luz de la pura razón, de Tomás de Aquino, son la mathema-
la naturaleza y de la contemplación tica, la physica y la theologia (véan-
de las cosas creadas. En cambio, se se), lo cual incluye de manera emi-
denominó “Teología sagrada” a la nente a la metaphysica (cf. In Met.
que se funda en principios directa- II, l.2, 290; VI, l.1, 1166). Esta no-
mente inspirados por Dios. ción es complementaria con la de
No obstante, todo lo anterior es praxis (véase).
aplicable exclusivamente aquellos
autores patrísticos y medievales que thesis. Según su significado técnico an-
no se pueden calificar de “místi- tiguo, una tesis indica, en general,
cos”. Entre estos últimos, en cam- un enunciado o una proposición
bio, sólo cabe hablar de una “th. que se plantea. En este sentido, Aris-
tóteles emplea esta palabra en An.
693 timor

Post. I, 2, 72 a 15, donde estable- interés egoísta y en parte sobre el


ce que ella designa una proposición amor a Dios (cf. In III Sent.,d.35,
asumida como principio propio. q.1, a.1, n.2).
La distingue también del concepto En lo que concierne al 2. aspecto
de axioma, que es una regla gene- psicológico del tema, desde el pe-
ral y formal del procedimiento de- ríodo patrístico tuvo gran influen-
mostrativo. El término deriva del cia el enfoque de Juan Damasceno,
verbo griego correspondiente, cu- quien enumera seis especies del t.:
yo significado es “poner”. Por eso, rubor o pudor, vergüenza, indolen-
los escritores latinos, como Cice- cia, admiración, estupor y congoja
rón, tradujeron th. por propositum, (cf. De fide ort. II, 15).
entendiendo por éste una cuestión Durante el período escolástico,
a debatir. En cambio, entre los au- y siempre bajo el aspecto psicoló-
tores retóricos como Quintiliano, gico, se analizó el t. en cuanto pa-
th. alude a un tema sobre el que se sión del irascible. Como la audacia
ha de persuadir al auditorio (véase (véase), el temor se refiere al mal,
propositum 3 y 4). pero se diferencia de ella en la di-
En los textos filosóficos de la rección de la reacción: el temor
Edad Media, suele reencontrarse constituye movimiento de aleja-
el sentido aristotélico del vocablo. miento y no de aproximación. Se
Así, en el período escolástico, de- define como pasión del apetito
signa una proposición que alguien irascible que se aleja del mal sensi-
enuncia y se propone demostrar. ble y futuro al que es arduo resistir.
Por eso, respecto de la causa del te-
timor. Dos son los sentidos funda- mor, se ha dicho que la principal es
mentales en los que se ha entendi- el amor al bien opuesto al mal que
do el temor en la Edad Media: 1. se teme y la impotencia frente a és-
el religioso y 2. el psicológico. A te. En cuanto al 2.1. objeto del te-
su vez, en el primero, se diferen- mor, aunque éste es genéricamen-
cia entre 1.1. t. servilis, temor ser- te el mal, se dan también objetos
vil, que es aquel que impulsa al su- específicos, los que se dividen en
jeto a abstenerse de una acción vil, 2.1.1. directos y 2.1.2. reflejo. A su
o a manifestar arrepentimiento por vez, los objetos específicos directos
ella, movido sólo por el miedo al del t. pueden ser 2.1.1.1. naturales
castigo divino. 1.2. t. castus, temor o físicos, como terremotos, enfer-
casto, es, en cambio, reverencia a medades, muerte, etc., o 2.1.1.2.
Dios, la delicada escrupulosidad de morales, como el temor a la cul-
quien obedece la palabra divina y pa. Sin embargo, se habla también
gusta de su dulzura: así se expresa de un 2.1.2. temor “reflejo”, ya que
Agustín de Hipona en De civ.Dei puede haber miedo al miedo.
XXI, 24, 5. Esta consideración reli- Acerca de 2.2. las especies del
giosa del temor prevaleció durante t., los escolásticos suelen aceptar
toda la Edad Media y, hacia su fi- la clasificación del Damasceno, si
nal, autores como Gabriel Biel aña- bien justificándola cada uno en sus
dieron a estas dos clases de temor propios términos. Para Tomás de
el t. initialis, intermedio entre am- Aquino, por ej., los criterios a em-
bas porque se basa en parte sobre el
tò 694

plear en ella han de ser 2.2.1. inte- la ratio del todo en cuanto tal y la
riores, concernientes a operaciones forma que le compete.
propias, y 2.2.2. exteriores. Así, se
tiene: 2.2.1.1. la pereza (véanse seg- totaliter. Adverbio que indica la con-
nitia y pigritia), por la que el su- sideración de algo en su integridad,
jeto rehuye el obrar en virtud del teniendo en cuenta el conjunto de
temor a un trabajo que lo exceda; todos sus aspectos esenciales. Por
2.2.1.2. la deshonra (véase turpi- ello, es sinónimo de adaequate. Así,
tudo), por la que se teme el man- por ej., el hombre es considerado t.
cillarse del propio honor; 2.2.1.3. cuando se lo concibe como animal
el rubor o pudor, por el que se te- rationale; en este caso, lo enuncia-
me el llevar a cabo una cierta ac- do se adecua a la totalidad del ser
ción; 2.2.1.4. la vergüenza (véa- del hombre.
se verecundia), por la que se teme totum. Es curiosa la etimología que al-
la opinión ajena debido a un acto gunos especialistas han atribuído a
torpe cometido. En cambio, con este término: lo suponen derivado
arreglo al 2.2.2. criterio que ema- de tomentum, que alude al material
na de las cosas exteriores, se tiene: de relleno de algo, como paja, plu-
2.2.2.1. la admiración (véase admi- mas, etc.
ratio), cuando se contempla algún En cuanto término técnico, co-
gran mal cuyo término no se alcan- mo caracterización general, se pue-
za a conocer; 2.2.2.2. el estupor, de decir que esta voz denota cual-
cuando se ofrece a esa admiración quier conjunto de partes, indepen-
un mal insólito que, por lo mismo, dientemente del orden o disposi-
parece inmenso; 2.2.2.3. la congo- ción de las mismas. En este senti-
ja, que es el temor de los infortu- do, presenta un matiz de diferencia
nios futuros porque no se pueden respecto de la totalitas (véase). En
prevenir (cf. S.Th. I-II, qq. 41-44). la Edad Media, el concepto de t.
tò. Cf. ly. fue elaborado a partir de las consi-
deraciones que hace Aristóteles en
tò tì én eínai. En la literatura filosó- su Met. V, 26, 1023 b 25, y se en-
fica escolástica, algunas veces apa- tendió en correlación con el de pars
rece esta expresión griega así trans- (véase): un todo es, fundamental-
literada. Sin embargo, lo más fre- mente, “quod constat partibus”, se-
cuente es encontrarla en su traduc- gún señala Tomás de Aquino en S.
ción literal latina: quod quid erat es- Th. I, q. 10, a. 1, ad. 3. Entre los
se (véase). autores medievales, no se entendió
el t. de un modo puramente cuan-
totalitas. Se puede considerar equiva- titativo, desde el momento en que
lente a totum (véase), pero lo pro- es inescindible del concepto de for-
pio de este sustantivo es que acen- ma. De hecho, no se lo conside-
túa el carácter de un todo como ró como mera suma de partes, si-
unidad simple, a la que nada es po- no en su propia ratio. Obviamen-
sible añadir sin modificar la natu- te, es una noción que fue aplicada,
raleza de la cosa. Así, en lugar de sobre todo, a los entes corpóreos,
implicar una relación intrínseca de es decir, divisibles. Sin embargo,
las partes con el todo, la t. subraya
695 totum in toto

no es la que se acaba de mencionar po humano, ya que está constituí-


una opinión unánime que se ex- do por corazón, hígado, etc. y ca-
tienda hasta el final de la Edad Me- da uno de estos órganos no posee la
dia: Ockham, por ej., niega, contra misma razón ni denominación que
Burley, que haya una forma del to- el cuerpo. Siempre en el plano físi-
do: “non est aliud a partibus simul co, también se puede hablar, aun-
sumptis, id est iunctis et unitis”, dice que de algún modo impropiamen-
en In Phys. I, 25. te, del 2.3. t. accidentale o per acci-
Sobre la base conceptual que se dens, que es el que consta de par-
acaba de sintetizar, los escolásticos tes unidas no natural ni ordenada-
elaboraron varias distinciones acer- mente sino por accidente, cada una
ca de este concepto: en el 1. plano de las cuales es, además, un ente
metafísico, se examinó, en especial, en acto; por ej., un cúmulo de pie-
los tipos de relación entre el todo y dras.
sus partes. En tal sentido, se habló Desde el 3. punto de vista lógi-
de 1.1. t. universale o essentiale: es co, se reiteran algunas denomi-
aquel que constituye una estructu- naciones del t. metafísico, si bien
ra esencial específica o genérica, ex- con otros matices de significación:
presada en un concepto universal, en este orden, se llama 3.1. t. uni-
como “homo” o “animal” ; 1.2. t. versale a los géneros y las especies;
potentiale: se tiene cuando la forma 3.2. t. integrale a aquel cuyas par-
del todo se encuentra en las partes tes son cuantificables, y que no se
en cuanto esencia, pero no quoad debe confundir con el 3.3. t. in
virtute, como el alma respecto de quantitate, que es lo tomado uni-
sus facultades o potencias operati- versalmente, como “todo hombre”
vas; 1.3. t. integrale: es el que con- o “ningún hombre”; 3.4. t. in qua-
forma la estructura completa de un litate, se denominó a lo que se to-
ente respecto de sus partes, consti- ma sin determinaciones como “el
tuidas en la materia y la forma, co- hombre”; 3.5. t. in loco, es una de-
mo “Sócrates” en cuanto substan- terminación que comprende adver-
cia primera. bialmente el lugar, como “donde-
En cambio, en el 2. plano físi- quiera”; 3.6. t. in tempore, es una
co, se alude precisamente al t. phy- determinación que abarca adver-
sicum, que es el compuesto por la bialmente la totalidad del tiempo,
materia y la forma substancial or- como “siempre” o “nunca”.
denadas y unidas naturalmente. Finalmente, desde el 4. punto
Un todo físico implica, pues, la de vista físico-matemático, se uti-
materia, y en virtud de la constitu- lizan las expresiones; 4.1. t. conti-
ción de ésta, puede ser un 2.1. t. nuum para referirse a una sustancia
homogeneum o similare, si cada una corpórea singular; y 2. t. discretum
de todas sus partes tiene la misma para aludir a un conjunto de co-
ratio y denominación que la tota- sas singulares dispuestas en un so-
lidad; así, por ej., el agua es un to- lo grupo o una sola unidad.
do homogéneo. Su contrario es el
2.2. t. heterogeneum o dissimilare, totum in toto. Esta expresión tiene
uno de cuyos ejemplos es el cuer- su remoto antecedente en Anaxá-
goras. En la Antigüedad fue usa-
totus 696

da por algunos autores para men- el prestigio que fue adquiriendo la


tar la unidad del todo universal, se- t. hizo posible fraguar, en apoyo de
gún la cual en cada cosa están con- una presunta tradición, documen-
tenidos los elementos originarios. tos ficticios a falta de los auténti-
En la Edad Media resurge en au- cos, u otros de falsa atribución co-
tores como Nicolás de Cusa, para mo los de Hermes Trimegisto. Esto
quien cada ente de la naturaleza –y se explica por la exigencia –propia
no sólo el hombre– es t. in t., en la de la concepción antigua y, espe-
medida en que constituye un mi- cialmente, medieval– de interpre-
crocosmos que compendia el ma- tar la Historia como maestra, o co-
crocosmos. mo sistema, en el que importa más
la coherencia interna que la exacti-
totus. Se prefiere esta forma a la de to- tud del dato, exigencia esta última
tum (véase) para indicar que algo típica de la Modernidad.
es perfecto en el sentido de com- En el campo específico de la teo-
puesto integralmente por todas sus logía dogmática cristiana, este tér-
partes. mino adquiere relieve y precisión
tractio. Se denomina así el movimien- significativa. Está estrechamente li-
to violento por el cual un motor gado al hecho de la Revelación que
atrae a lo movido hacia sí o hacia culmina en Cristo y los Apóstoles,
otra cosa (cf., por ej., Ockham, In cuya enseñanza oral es transmiti-
Phys. III, 9); por eso, no se puede da, fundamentalmente, por la t.
traducir por “atracción” en todos Tal transmisión de la verdad revela-
los casos. da se confía así a la Iglesia, que, en
cuanto cuerpo investido de la au-
traditio. Derivado del verbo trado –que toridad del magisterio, la custodia
significa “entregar”, “ceder” o “pa- como patrimonio de fe, común a
sar a otro u otros” y, por ende, tam- todos los creyentes.
bién “narrar”– este nombre mien-
ta, en general, la transmisión de tradux. Voz que, en general, mienta el
un elemento de la historia huma- tránsito de un orden a otro. Sobre
na, especialmente, a través de la pa- esta base conceptual, 1. en retóri-
labra o las costumbres. De hecho, ca, alude a la metonimia; 2. en gra-
tal transmisión puede ser implícita mática, significa hipérbaton. Pero,
o explícita, consciente o no. Pero, 3. en el plano filosófico y teológico
en sentido estrictamente filosófico cobra una acepción muy particular,
suele conllevar el reconocimiento que remite al significado originario
de la verdad de lo trasmitido. Ya en de t. Éste alude a la “rama de un ár-
el pensamiento antiguo hay ante- bol”, en especial, de una vid. En el
cedentes de lo que esta noción im- ámbito filosófico, señala la noción
plica, por ej., en Aristóteles, quien central de una doctrina conocida
suele remitirse a la tradición, aun- hoy con el nombre de “traducionis-
que tomándola con sentido críti- mo” –cuyo antecedente remoto se
co (cf. Met. XII, 8, 1074 b); o en encuentra en los estoicos– según la
Plotino, para quien constituye, en cual el alma de los hijos deriva de la
cambio, una suerte de garantía (cf. de los padres como una rama bro-
Enn. III, 7, 1). Cabe advertir que
697 trascendens

ta del árbol; así aparece, por ej., en larmente importante en Agustín


Temistio (cf. De an. II, 5). de Hipona, a través del cual pasa
De tal modo, el alma humana es a toda la literatura filosófica en la
transmitida del padre al hijo, junto Edad Media. Se vincula con el de
con el cuerpo, y proviene ex tradu- pax (véase); de hecho, la definición
ce o per traducem seminis. A ella se más general de paz que ofrece el
opone el “creacionismo” que afir- Hiponense reza: la paz de todas las
ma, en cambio, la creación inme- cosas es la t. del orden (cf. De civ.
diata del alma por parte de Dios. Dei XIX, 13). Pero, más allá de esta
Si bien esta discusión excede los acepción amplia, en su sentido es-
límites de la Edad Media –de he- tricto, y a diferencia de lo que ocu-
cho, es retomada por autores de la rre con pax y aun quies, el término
Reforma, como Lutero y Calvino, que nos ocupa no se relaciona tan-
y de la Modernidad, como Leib- to con el plano metafísico sino con
niz– dentro de los períodos patrís- el antropológico. En éste ocupa un
tico y escolástico, se pueden seña- lugar importante en los grados de
lar tres momentos fundamentales ascensión a la sabiduría que plantea
en su desarrollo, representados por Agustín en De quant. an. XXXIII,
las posiciones de Tertuliano, Agus- 70-76. En efecto, para llegar a la
tín de Hipona y Tomás de Aquino. sabiduría, el alma debe ejercitarse
Tertuliano fue un abierto defen- en la virtud, dada por el timor Dei,
sor del traducionismo: el alma hu- la pietas y la scientia. Al hacerlo, al-
mana derivaría del semen, o sea, canza precisamente la t., o sea, la
de algo material (cf. De an. 27). tranquilidad de ánimo, que le pro-
Agustín no se expide taxativamen- cura fortitudo. Consolidada ésta, el
te al respecto, pero plantea las po- alma deberá concentrarse en el con-
sibles consecuencias de esta tesis y silium y la purgatio cordis para ac-
de su opuesta, en el ámbito de la ceder a la contemplatio propia de la
Teología dogmática: una posición sabiduría (cf., también, De doctr.
traducionista contribuiría a expli- christ.II, 7, 9-11).
car la transmisión del pecado ori- En cambio, durante la Escolás-
ginal, aunque cuestionaría la espi- tica, esta voz es utilizada para alu-
ritualidad del alma, esto es, su ca- dir a la serenidad de lo material,
rácter inmaterial; por el contrario, hablándose así, por ej., de la t. de
tal carácter queda confirmado en la los elementos o del mar, como ha-
tesis opuesta del creacionismo (cf. ce Tomás de Aquino en In Met. V,
De lib. arb. III, 20-21; De gen. X, l.8, 879. De esta manera, se reservó
11-26, Ep. 116 y 190). Por su par- la palabra quies (véase) para referir-
te, Tomás de Aquino rechaza deci- se a la tranquilidad del alma.
didamente el traducionismo, pa-
ra salvar la inmaterialidad del alma transcendens. Participio del verbo
humana, posición que finalmente transcendo, que significa “ascender”
obtuvo primacía en la Escolástica o “sobrepasar”, este término impli-
(cf. S. Th. I, q. 90, a. 2 c). ca el matiz de lo que supera algo o
está más allá de ese algo. Así, por
tranquillitas. El de tranquilidad o se- ej., Agustín de Hipona, al exhor-
renidad es un concepto particu- tar al alma humana a continuar su
transcendentale 698

camino de indagación para llegar a de vista metafísico (véase praedica-


contemplar a Dios como plenitud mentum).
del ser, dice: “transcende te ipsum” Sobre esta base, el pensamiento
(De vera rel. 39, 72). Sin embargo, medieval elaboró una doctrina so-
el sentido técnico que finalmente bre los trascendentales a la que de-
asumió la palabra en la Edad Me- nominó también “de los modos
dia no concierne al plano espiritual comunes del ente”. Su enumera-
ni al gnoseológico sino al ontoló- ción se encuentra, por ejemplo, en
gico: lo que trasciende ciertas rea- la Summa Theologica de Rolando
lidades es lo que les es común y se de Cremona. El nombre de “tras-
identifica con la esencia de ellas. cendental” asignado a tales modos
Sólo en este sentido, es decir, en obedece a que el significado del en-
el de la superación de lo particu- te como tal no sólo trasciende las
lar, t. se aproxima a transcendenta- notas individuales del ente particu-
le (véase). lar del que se trate, o sujeto del que
se predique, sino que va más allá
transcendentale. En la filosofía esco- de los sectores especiales de entes
lástica, se llaman “trascendenta- y aun de todos ellos en conjunto.
les” a los modos más generales que En otras palabras, “ente” trasciende
asume el mismo concepto de ente, todo lo que es de una manera par-
modos que lo caracterizan en cuan- ticular y específica y, así, indica el
to ente. Ellos son: ens, unum, ali- modo de ser de cualquier realidad.
quid, verum, bonum y a veces se De hecho, según Tomás de Aqui-
incluye también pulchrum (véan- no, lo que el intelecto aprehende
se). Aunque el término t. apare- ante todo es el ente en cuanto tal
ce en las sistematizaciones lógi- (cf. De ver. I, 1). Ahora bien, To-
cas de la escolástica tardía, el con- más hace suya la afirmación aristo-
cepto se encuentra ya en Aristóte- télica sobre los atributos comunes a
les cuando, al combatir el eleatis- todo ens, y presenta tales propieda-
mo platónico, niega que las propie- des o modos del ente, es decir, los
dades peculiares del ente en cuanto trascendentales, siguiendo de algu-
ente constituyan categorías o géne- na manera, el proceso psicológico
ros, por amplios que éstos sean (cf. del conocimiento humano.
Met. III, 3, 998b 22 y ss). Según En efecto, observa el Aquina-
el Estagirita, son más bien atribu- te que, si se lo toma en su aspec-
tos propios del ente cuanto tal, así to absoluto y positivo, ens equiva-
como hay propiedades del número le a ser. Pero tal aspecto positivo in-
en cuanto número, como, por ej., cluye también la negación de la di-
la de ser mensurable (cf. ibid. IV, 2, visión: ens indivisum especifica que
1004b, 10-15). Los trascendentales el ente no está dividido porque, de
pueden considerarse, pues, aristo- lo contrario, se tendría dos, de ca-
télicamente, diversos modos de de- da uno de los cuales puede decirse
cir “ente”, o sea, distintas implica- que es uno; de modo tal que se lle-
ciones o equivalencias al referirse al ga a la segunda equivalencia: la que
ente, y no determinaciones intrín- se da entre ens y unum, Más aún, si
secas de éste, cosa que constituyen se atiende a que este unum no pue-
los praedicamenta desde el punto
699 transiens

de sino ser un ente determinado, una acepción completamente dis-


nos acercamos a la noción de ali- tinta.
quid. Cuando, por último, se pa-
sa a la relación del ente en cuan- transcendentaliter. Adverbio que in-
to tal con el alma y sus facultades, dica el modo de entender un atri-
surgen los dos trascendentales res- buto o una substancia, en cuanto
tantes: en orden al intelecto, todo que trasciende la serie de categorías
ens es verum, en tanto que el pen- y conviene a toda realidad, como
samiento se ha de conformar con bonum, verum, unum, etc. (véase
él, o sea, con su realidad cierta o su transcendentale). En cambio, enten-
determinación ontológica. En or- der algo praedicamentaliter signifi-
den a la voluntad, todo ens equiva- ca concebirlo como ordenado en
le a bonum, en la medida en que la una de dichas categorías o prae-
voluntad aborda el ente en cuanto dicamenta (véase). Así, por ej., un
apetecible y en que el mal es con- hombre perverso es praedicamenta-
cebido –ya desde la Patrística– pre- liter malo, puesto que es cualitati-
cisamente como ausencia o priva- vamente malo, pero t. es bonum, en
ción del ser. Con todo, cabe adver- tanto que es.
tir que, así como hay grados de no- transelementatio. Voz poco usada,
bleza en el ser de los entes según se conoce bajo ella la mutación o
sus respectivas determinaciones cambio de un elemento en otro.
ontológicas y las especies a las que
correspondan, de la misma mane- transformatio. Término acuñado en
ra, y dada justamente la equivalen- la Escolástica que posee dos acep-
cia mencionada, hay diversos gra- ciones fundamentales: la que co-
dos de bondad óntica. rresponde al plano metafísico y la
En tanto constituyen diferentes concerniente al plano lógico. 1.
modos de decir “ente” –o sea, dis- desde el punto de vista metafísi-
tintos puntos de vista desde los que co, se entiende por t. el pasaje o la
se puede considerarlo– los trascen- conversión de una forma a otra en
dentales se entienden, en princi- el mismo subiectum que permane-
pio, convertibles o intercambiables ce. De esto deriva directamente la
entre sí; de ahí sentencias como conformación de la palabra, com-
“Ens et unum (o aliquid, o verum, posición que señala precisamente el
o bonum, o pulchrum) convertun- pasaje trans- de una forma. En este
tur”. (Véanse los artículos corres- caso, esto es, en sentido metafísico,
pondientes a cada trascendental). equivale, pues, a mutatio (véase). 2.
En la Modernidad, quienes con- en el plano lógico, alude a la con-
tinúan el pensamiento escolástico, versión de las proposiciones (véase
como Wolff, suelen insistir en la conversio 4 y convertibile).
prevalencia del bonum y del verum transiens. Alude, en general, a lo que
sobre los demás trascendentales. transita o se traslada, o sea, a lo que
En cambio, quienes se oponen a la pasa a otra cosa, por lo cual, a ve-
metafísica escolástica, como Kant, ces, asume el sentido de lo transi-
asignan al término que nos ocupa tivo. Suele aparecer, además, en la
transitivum 700

expresión raptim t., cuyo significa- cepción de estudios”, esto es, a la


do es el de instans (véase). circulación de textos, ideas, doctri-
nas de un universo cultural a otro y
transitivum. Se llama así a todo lo que de una época a otra.
es transiens, o sea, a todo lo que de
algun modo “transita”, pasa a otro transmutari. Dos son los usos medie-
o repercute en otro. Por eso, el uso vales más frecuentes de este ver-
más frecuente de este adjetivo es su bo. El primero alude a recibir en sí
aplicación al sustantivo actio. En una realidad, como el agua recibe
efecto, hay dos tipos de actio (véa- el calor, volviéndose de este modo
se): una que procede del agente ha- caliente. El segundo indica el ser
cia una cosa exterior, a la que de al- transferido sin adición de ninguna
guna manera modifica, por ej., el realidad nueva, como un cuerpo al
iluminar; otra que no se proyecta que se cambia de lugar. Los ejem-
hacia una cosa exterior, sino que plos son de Guillermo de Ockham
descansa en el mismo agente, como (cf. In Phys. II, 1).
perfección suya, por ej., el lucir. La
primera es la acción t., y es la actio transpositio. Además de su acepción
propiamente dicha; para la segun- común de trasposición como cam-
da –o sea, la actio inmanens (véa- bio de lugar, técnicamente, es-
se)– se reserva, en cambio, el nom- ta voz ha sido usada por los lógi-
bre de operatio. Así, se expresa, por cos medievales para referirse a la
ej., Tomás de Aquino en De ver. q. conversión en las figuras silogísti-
8, a. 6. Sin embargo, cabe seña- cas (véanse syllogismus 1 y conver-
lar que la operatio, es decir, la ac- sio 5). Según este procedimiento,
ción immanens o “inmanente” pue- se invierten sujeto y predicado en
de tener consecuencias que pasen una proposición dada; así, se habla
a otro, pero accidental y no nece- de proceder per transpositionem pre-
sariamente, puesto que lo funda- missarum, como hace Pedro Hispa-
mental en esta clase de acción es no en Summ. Log. 4, 9.
quedarse en el agente para perfec- transumptio. Es la asunción de sig-
cionarlo, como ocurre en la opera- nificado de un término en sentido
ción de querer. metafórico y no propio, lo cual de-
translatio. Tiene tres acepciones: 1. riva en una forma de paralogismus
como sinónimo de latio (véase) se- (véase). En efecto, la aequivocatio
ñala el traslado como movimiento ex transumptione tiene lugar cuan-
o cambio local; 2. bastante tardía- do, en un mismo silogismo, un
mente en la Edad Media, y de ma- vocablo aparece una vez en senti-
nera derivada, tomó la acepción de do propio y otra en sentido meta-
“traducción”, desde el momento en fórico. Así en “Todo lo que ríe tie-
que ésta implica, en sentido figura- ne boca, los prados ríen; luego, los
do, el trasladar un texto de una len- prados tienen boca”, donde el tér-
gua a otra; 3. la t. studiorum, tema mino transumptum en la segun-
de extrema importancia en la his- da aparición es el verbo “reír”. Ob-
toria de la filosofía medieval, alude viamente, se origina en la simili-
a lo que hoy se denominaría la “re- tud dada por la alegría que denotan
tanto la risa como un prado flore-
701 tristitia

ciente. El ejemplo es de Pedro His- tristitia. Pasión contraria al gaudium


pano (cf. Sum.Log. 7, 14). En ge- (véase), la tristeza ha sido muy
neral, el equívoco se resuelve me- tempranamente centro del deba-
diante una forma de conversión ló- te sobre su identificación o no con
gica: la resumptio (véase). el dolor (véase). Los escolásticos es-
tablecieron la diferencia entre am-
transumptivus. En lógica medieval, bos diciendo, en general, que la t.
se procede según el modo t. cuan- es una especie del dolor, en cuan-
do se opera por metalepsia, o sea, to causada por una aprehensión in-
cuando se traslada un elemento de terna, tanto de la sensibilidad inte-
un plano a otro que no le corres- rior –por ej., la memoria o la ima-
ponde, por ej., cuando se dice que ginación– como del entendimien-
parte de la especie es parte de la de- to. Por ser la aprehensión interna
finición, sólo porque en ésta se da más profunda y más amplia que la
cuenta de aquélla. externa, la t. es superior al d. Así, la
A diferencia de lo que sucede en tristeza, como pasión, o sea como
el plano lógico (véase transumptio), movimiento del apetito, es la per-
en el literario, el modo t. no sólo cepción interior de un mal presen-
es perfectamente legítimo sino que te, es decir, de la ausencia o priva-
constituye uno de los modi tractan- ción de un bien añorado. Contra-
di, esto es, de las maneras de abor- ria a la delectatio en virtud de sus
dar literariamente un discurso: respectivos objetos –bien y mal–
aquella en que el autor se sirve de la , no siempre cada instancia de la
alegoría y la metáfora; de ahí que el tristeza es contraria a cada modo
adverbio transumptive muchas ve- de deleite, ya que hay diversas cla-
ces equivalga a metaphorice. ses de bienes y de males. En este or-
tricausale. Algunos escolásticos del den, el deseo de deleite es, en tér-
período tardomedieval utilizan es- minos absolutos, más intenso que
te término para referirse a la rela- la aversión a la t., porque el carác-
ción Dios-mundo y atribuirle al ter ontológicamente positivo del
primero una triple causalidad res- bien es superior a su defecto o au-
pecto del segundo. En efecto, Él es sencia. Sin embargo, accidental-
la última causa final de las cosas y mente, se puede dar el caso inver-
su primera causa eficiente. En re- so: se ama más la conservación del
lación con el tercer aspecto, se tra- cuerpo que el placer de la comida
ta de la causa ejemplar, que algunos y así, por temor al dolor del cuer-
autores reducen a la eficiente. Cabe po, se renuncia a algunos placeres
advertir que Dios no puede ser cau- de la mesa. Esto obedece a que la
sa formal de las cosas creadas, pues- raíz última tanto del deleite como
to que la causa formal es intrínse- de la tristeza es el amor en su senti-
ca y, por tanto, parte de ellas, co- do más amplio.
mo también lo es la materia. Am- En cuanto a 1. las especies de la t.,
bas causas, material y formal, im- se distinguen con arreglo a la pro-
plican imperfección, y Dios es acto cedencia del mal percibido que la
puro y perfectísimo. provoca. De este modo, se diferen-
cia entre: 1.1. la tristeza que obe-
trivium 702

dece a un mal propio; 1.2. la que puesto por la Gramática, la Retó-


responde a un mal ajeno estima- rica y la Dialéctica (véanse los res-
do como propio, en cuyo caso se pectivos artículos). Estas tres disci-
tiene la compasión o misericordia; plinas eran llamadas artes sermoci-
1.3. la que deriva de un bien ajeno nales (véase artes), o artes del decir,
que se percibe como mal propio, y esto es, relativas a la forma del dis-
es la tristeza provocada por la envi- curso mental u oral, por oposición
dia. En relación con 2. sus efectos, a las artes de lo dicho o reales, que
el más característico de ellos es 2.1. componían el quadrivium (véase).
la fuga appetitus o huída del deseo, Recién al llegar al siglo XIII la or-
del apetito; 2.2. la anxietas o ansie- ganización del t. entra en crisis con
dad, en los casos en que tal huída los nuevos descubrimientos o re-
sea impedida por algo extraño; 2.3. descubrimientos; así, se advirtió,
la angustia que se tiene lugar cuan- por ej., que era muy difícil insertar
do el alma se ve tan apesadumbra- en la llamada “Dialéctica”, toda la
da, es decir, presa de la aggravatio logica nova de Aristóteles.
animi, que no vislumbra consue-
lo o salida a su situación. Revisten tunc. Adverbio que, originalmente, sig-
interés 3. los remedios propuestos nifica “entonces”, ya sea en la acep-
para la t., entre ellos: 3.1. el deleite ción lógica, ya en el matiz tempo-
anímico presente, sobre todo, ante ral de esta palabra española. En su
la tristeza de un recuerdo doloro- acepción lógica, alude a una rela-
so; 3.2. el llanto, en cuanto desaho- ción de consecuencia y se puede
go y acción connatural a quien es- traducir por “entonces”, o “en ese
tá triste; 3.3. la compasión de los caso”. También se utiliza después
amigos, porque la alivian la carga de invalidar una hipótesis como
del ánimo implícita en la tristeza; falsa, caso en el que admite la tra-
3.4. la contemplación de la verdad, ducción “no obstante”. En su acep-
ya que en ella consiste el mayor de- ción temporal, señala un momento
leite, o sea, lo contrario a esta pa- alejado del presente, especialmen-
sión; 3.5. el sueño y los baños, por- te, por comparación con éste.
que contribuyen a reestablecer el Ahora bien, el discurso filosófico
equilibrio corporal que la t. daña medieval ha tematizado este adver-
más que el resto de las pasiones. Fi- bio, es decir que lo sustantivó, ha-
nalmente, y desde el punto de vis- ciendo de él, como del nunc (véa-
ta moral, los autores medievales, en se), un tratamiento metalinguísti-
general, han refutado a los estoicos co. En este sentido, los escolásti-
en cuanto que no toda tristeza es cos consideraron que el t. implica
mala; no lo es, por ej., la implíci- una cierta determinación tempo-
ta en el arrepentimiento por el mal ral y, por ende, es un instans signa-
cometido. Así se expresa Tomás de tum. Es correlativo con nunc, que
Aquino (cf. S.Th. I-II, qq. 35-39). indica un tiempo indeterminado
en cuanto constituye una instan-
trivium. Voz que designa el primer cia mediante la cual precisamente
grupo de las siete artes liberales, las se mide el tiempo. Pero, a la vez, se
cuales constituyeron la base de la opone al nunc, porque la determi-
educación medieval. El t. está com- nación temporal e indivisible pro-
703 typus

pia del t. alude siempre a un pre- males, el incesto o la sodomía. La


térito, tanto cercano como remoto palabra –de suyo, moralmente in-
respecto del presente. En cambio, diferente– tiene la posibilidad de
nunc hace referencia a un instante correr un velo de pudor y delica-
muy próximo, ya sea pasado o fu- deza a través del eufemismo y, para
turo, como señala Tomás de Aqui- probarlo, Rodolfo Ardente rastrea
no en In IV Phys. l. XXI, 4, 615 y un elenco de ellos en la Escritura.
ss. Pero, si, socialmente, el eufemis-
mo es recomendable, no lo es en la
turpiloquium. De difícil traducción, confesión ni en el proceso judicial,
dada su proximidad con otros tér- dado que ambos requieren de com-
minos conceptualmente conexos pleta claridad en lo concierne a la
como scurrilitas o stultiloquium torpeza que se ha de reconocer (cf.
(véanse), esta palabra señala, en ge- Spec. univ. XIII, 164).
neral, la grosería. Pero, en especial, Más amplia es la literatura pa-
indica la verbal; así, se describe co- trística y escolástica sobre los efec-
mo la desordenada y sucia acumu- tos del t., que, en general y siguien-
lación de palabras vulgares, obsce- do a Séneca, subraya su peligrosi-
nas, indecorosas, sórdidas e impu- dad basándose sobre la incitación
ras. Esto dice ya de los diferentes que produce a cometer actos ilíci-
grados o matices de gravedad que tos. Isidoro de Sevilla, por ej., in-
puede revestir. Está condenada des- siste en la consonancia entre liben-
de la carta de Pablo a los Efesios (cf. ter audire-facile agire (cf. Synonima,
Eph. 5, 3-4), como formando par- PL 83, 855). En la misma línea,
te de la turpitudo que, más amplia, Santiago de Vitry llama la aten-
incluye gestos y acciones. En con- ción sobre la velocidad del proceso
sonancia con la indicación paulina, mediante el cual desde las groserías
también es execrada por los Padres. pronunciadas o escuchadas se arri-
Sin embargo, durante la Patrística ba a las acciones torpes (cf. Sermo-
no se encuentran muchas elabora- nes in Epist.1), mientras que Egidio
ciones doctrinales sobre el t. Romano reconoce en el t. la fuer-
La descripción más explícita al za psicológica de activar el recuer-
respecto es la de Rodolfo Ardente do de placeres ilícitos y el deseo de
quien, en primer lugar, descarta en repetirlos (cf. De reg. principium II,
el t. toda responsabilidad de la voz, 2, 9).
puesto que ella en sí misma es neu-
tra. El carácter moralmente perver- turpitudo. Cf. turpiloquium y timor
so de la grosería verbal radica, en- 2.2.1.2.
tonces, por completo en los conte-
nidos. Según éstos, Rodolfo le asig- typo. Cf. figuraliter.
na dos grados de gravedad: el t. re- typus. Es, en líneas generales, el dis-
ferido a los actos naturales o previs- curso de lenguaje figurado o me-
tos por la naturaleza, como la de- tafórico, aquel que se formula me-
fecación, el coito heterosexual, los diante imágenes. Por esta razón, es-
períodos femeninos, etc.; y los que pecialmente en la exégesis cristiana
se refieren a actos contra natura, y, en particular, en la del siglo XII,
como el coito entre hombres y ani-
tyrunculus 704

este término remite a la imagen y la vida espiritual. En ellas significa


aun a la prophetia (véase). aquel que combate consigo mismo
con el objeto de alcanzar el Rei-
tyrunculus. Término empleado en la no de los Cielos. Se suele aplicar
Antigüedad por Plinio y Séneca, y a los novicios, como lo hace Gui-
que alude al soldado más joven, al- llermo de Saint-Thierry en Ep.Fr.
gunos autores del siglo XII lo re- M.D. 72.
toman en obras concernientes a
705

U
U
ubi. Primariamente, significa “allí”. En Ahora bien, al entenderse como
primer lugar, es un adverbio que presencia en el lugar, habrá tantas
abre algunas proposiciones inte- “especies” de u. cuantos modos po-
rrogativas directas o relativas, ca- sibles de tal presencia. Por eso, se
sos en los que se traduce por “dón- puede hablar de u. como de un con-
de” o “donde”, respectivamente. cepto trascendental, en cuanto que
Como conjunción puede signifi- puede referirse a todo ente. En efec-
car “cuando”. Ahora bien, siguien- to, es posible hablar –como lo hicie-
do a Aristóteles, entre los escolásti- ron los escolásticos– de un u. de los
cos este último uso fue tematizado cuerpos, de las almas, de las subs-
en la reflexión filosófica; así, u. pa- tancias materiales y de Dios, aun-
só a designar metalínguísticamente que teniendo en cuenta la diversi-
una categoría. dad de sus respectivos modos de
En efecto, traduce el adverbio presencia. En el caso del de los
griego pou, utilizado por Aristóte- cuerpos, se llamó: 1. u. circums-
les para denominar uno de los pre- criptivum a un modo de presen-
dicamentos (véase praedicamentum cia en el lugar, por el cual las par-
3.3.1): la categoría que indica la tes de la superficie que circunscribe
presencia de algo en un lugar. Pe- el lugar corresponden con las par-
ro no se ha de confundir con éste, tes de la superficie circunscripta del
ya que el locus (véase) es el límite o cuerpo, en otras palabras; se tra-
término continente del cuerpo; así ta, entonces, del esse in loco o loca-
pues, el u. es la presencia del cuer- liter, vale decir, de la presencia lo-
po en tal término o centro de dicho cal. En el caso de los entes incor-
límite. Tomás de Aquino, por ej., póreos o espirituales, obviamente
dice que el u. consiste en la rela- no se da una presencia en el lugar
ción de la cosa con el lugar, más es- circunscripta, sino que ella puede
pecificamente en la proportio loca- ser 2. u. definitivum en cuanto li-
ti ad locum (cf. In Met. V, l.9, 892). mitante, porque concierne a un lu-
Menos aún se debe confundir el u. gar determinado y consiste en es-
con el situs (véase), que indica la tar todo el ente en todo ese espa-
posición o postura, o sea, el modo cio y en cualquier parte de él. Su
de yacer o estar situado un cuerpo nota fundamental está dada por el
en un lugar. En todo caso, el u. y el hecho de ser una presencia opera-
situs se refieren ambos al locus, aun- tiva. Tanto el alma humana como
que cada uno en diferente sentido. el ángel o substancia separada tie-
El u. designa la categoría o predica- nen este tipo de u., pero, mientras
mento local, en general, como ac- que en ángel está únicamente defi-
cidente del ente. nitive, el alma está definitive et in-
ubicumque 706

formative, ya que su esencia no só- In I Sent. d. 17, a. 4) y por Grego-


lo tiene una presencia total en todo rio de Rímini (cf. In II Sent. d. 6, q.
el cuerpo y en cada una de sus par- 1, a. 2).
tes, sino que también lo informa.
En cambio, Dios tiene un 3. u. re- ubicumque. Cf. ubi, 3.
pletivum. En efecto, Él no está defi- ubiquitas. Esta voz señala un modo
nitive en su obrar, porque no queda de presencia, un ubi (véase), preci-
limitado por el lugar; por el contra- samente, un modo de estar en to-
rio, se halla ubicumque, o sea, por do lugar. En sentido amplio, indica
doquier, en el sentido de que emer- meramente el ubi no circumscripti-
ge de los límites del espacio y, más vum. En sentido estricto, es un tér-
que estar contenido, en su infini- mino muy próximo al de omni-
tud, replet omnia. Por ello se le atri- praesentia (véase) y ambos aluden
buye el predicado ubicum, esto es, al modo de presencia divina. La di-
se le atribuye ubiquitas (véase). Fi- ferencia de matiz entre esta última
nalmente, y ya en el terreno de la palabra latina y la que nos ocupa
Teología revelada, se habló de 4. u. radica en que la omnipresencia sig-
praeternaturale para aludir al miste- nifica un estar actual en todo ser;
rio de la presencia real del cuerpo mientras que la u. tiene una con-
de Cristo en la Eucaristía. notación más local, en cuanto que
Acerca de las diversas clases de se refiere justamente al estar ope-
u., cabe mencionar, en especial, las rante de Dios ubicumque, o sea, en
elaboraciones de Guillermo de Oc- todo punto localizable y localizado
kham, quien subraya el hecho de del universo de los cuerpos.
que el u. no es una realidad dis-
tinta, sino una categoría que com- ultimari-ultimate. En general, signi-
prende todos los adverbios de lugar fica tanto llevar algo a su extremo,
(cf. In IV Sent. q. 4; Quodl. VII, q. no necesariamente de perfección,
19; De corp. Christi, 6). como alcanzar el extremo de una
Pero también es interesante no- cosa. La forma adverbial ultimate
tar, por su peculiaridad, la posición suele aludir al estado de algo ter-
de Duns Escoto, ya que se aleja de minado; por ej., Nicolás de Autre-
la tradicional doctrina escolástica court, en su examen del criterio de
sobre este tema. Duns Escoto con- evidencia, considera probable que
sidera que u. es la determinación exista todo lo que se nos muestra
cualitativa que un cuerpo móvil proprie et ultimate.
adquiere a cada instante de su mo- ultimum. Último es lo que se encuen-
vimiento. Así, para comprender el tra al cabo de un proceso, o cual-
movimiento local, haría falta pos- quier término final, en cuanto que
tular la existencia de un u. distinto no admite otro ulterior. Los esco-
del móvil y del lugar. Para este au- lásticos distinguieron u. simpliciter,
tor, la ubicación sería semejante al que es lo último absolutamente ha-
calor que es recibido por el cuerpo blando, porque alude a una instan-
que se calienta (cf. Quodl. q. 11, a. cia que no se refiere a ninguna otra
1). Esta concepción fue criticada, posterior; y u. secundum quid, que
entre otros, por Pedro Aureol (cf. es lo último entre muchas cosas, es
707 unicum

decir, u. aliorum. Así se expresa, al se encuentra al final de una suce-


menos, Tomás de Aquino (cf. S. sión cronológica. De esta manera,
Th. I-II, q. 11, a. 3). Ejemplo de las “últimas cosas” –que los medie-
algo último en el primer sentido es vales denominaron novissima– son
la causa incausada como ratio últi- aquellas en o con las que culmina
ma; ejemplo del segundo es el lími- una existencia temporal, ya sea la
te que alcanza una potencia, como de una persona individual o la de
el poder divisar alguien un pájaro a toda la historia humana.
cien metros, pero no más: precisa-
mente ese límite es u. según el me- umbra. Término propio de algunos
traje. místicos, aparece, por ej., en la obra
Por otra parte, este vocablo ad- bonaventuriana. En ella, la expre-
quiere diversos matices según el sión “sombra” indica la representa-
plano en que se habla de algo u. ción, lejana y confusa, de Dios en
De tal modo, en el 1. orden lógico, las criaturas, sólo en la medida en
puede indicar el postulado del que que Él es causa de éstas. Así, se di-
deriva una deducción cuando se re- ferencia de la imago que, en cam-
monta una concatenación de éstas. bio, es próxima y distinta, porque
También se llaman “últimas” a las implica, en los escritores cristianos
especies ínfimas, en la clasificación y de particular influencia agustinia-
por géneros y especies. En el 2. or- na, un rastro trinitario en los seres.
den gnoseológico, se habla, por ej., Una vinculación sólo aparen-
de ratio ultima, para señalar el fun- te con lo anterior reviste la acep-
damento metafísico que la razón ción de esta palabra en todos aque-
alcanza en último término; preci- llos autores que de algún modo es-
samente, la Filosofía es, en cuanto tán bajo la influencia del pensa-
conocimiento, la búsqueda de las miento averroísta como Giordano
razones últimas de todas las cosas. Bruno. En efecto, para el Nolano,
Pero, desde el 3. punto de vista me- la unión con la inteligencia divina
tafísico, dichas razones últimas son ínsita en el universo no es copula-
lo primero: lo que es ratio ultima tio con ella misma sino con la di-
para nosotros constituye, en sí, la vinidad en cuanto expresada en la
causa prima, puesto que lo poste- naturaleza infinita: a esto llama u.
rior en el orden del conocimiento Tal unión con la sombra de Dios es
es lo primero y máximamente cog- la perfección a que puede aspirar el
noscible e inteligible (véase intelli- hombre (cf., De umbris, passim).
gibile) en sí mismo (cf. ibid. I-II, q. unalitas. Con este neologismo los au-
57, a. 2, c). En el 4. orden físico, tores medievales se refirieron a la
u. se denomina tanto la parte del propiedad de lo que es uno numé-
cuerpo continente que toca inme- ricamente hablando (véase unum
diatamente el contenido cuanto la 2.).
parte que toca el cuerpo contenido
y que es posterior a toda otra; tal es unicum. En la Edad Media, se ha to-
la caracterización que da Ockham mado el concepto de único en sen-
en In Phys. I, q.4. Finalmente, en tido relativo, y en sentido absolu-
el 5. sentido temporal, u. es lo que to. En 1. sentido relativo, 1.1. es u.
lo numéricamente uno; 1.2. tam-
uniforme 708

bién se llama u. a un ser, cuando y si a ninguno le faltara perfección,


no existe otro exactamente igual en no habría nada capaz de diferen-
su especie; así, todo hombre es úni- ciarlos (cf. C.G. I, 42).
co; 1.3. por otra parte, se ha deno-
minado u. al solo miembro real o uniforme. Término con que se tra-
posible de una especie; en este últi- duce el griego omoeithes; alude a
mo caso, cada ángel o sustancia es- lo que pertenece a la misma esen-
piritual es única, en cuanto que ella cia o sustancia. Aristóteles lo utili-
sola agota en sí misma su especie, za en su Met. V, 2, 1013 b 31; VII,
puesto que el principio de indivi- 7, 1032 a 24, etc. En la misma di-
duación entre miembros de una es- rección, Tomás de Aquino emplea
pecie se funda en la materia que, en este adjetivo para denotar los entes
este caso, no existe (véase angelus). ordenados en la misma especie, es
En cambio, en 2. sentido abso- decir, los que poseen una naturale-
luto, algo es u. cuando no está en za común (cf. In II Sent. d. 48, q.
ningún género, y cuando no só- 1, a. 1). En Buenaventura, u. califi-
lo no existe ningún otro igual, si- ca una especie de la sabiduría (véa-
no que no puede haberlo por prin- se sapientia, in medio).
cipio. En virtud de esto último, se uniformitas. En cuanto sustantivo abs-
dice que Dios es único. En efecto, tracto de uniforme (véase), la u. se-
por una parte, Él no puede estar ñala, en general, la propiedad que
contenido en ningún género, razón tienen varios entes de poseer una
por la que además es indefinible, ya misma forma. En realidad, tér-
que toda definición se hace por gé- minos de significación aproxima-
nero próximo y diferencia especí- da, como identitas, aequalitas, etc.,
fica. No puede estarlo puesto que fueron más usados en la Edad Me-
es caracterizado, al menos, por To- dia. No obstante, algunos auto-
más de Aquino, como Ipsum Esse, res han atribuido a este vocablo un
y Aristóteles había demostrado que significado especial y muy preciso.
el Ser no es un género ni está con- De hecho, Tomás de Aquino defi-
tenido en ningún género. Por otra ne la u. como “convenientia in for-
parte, y desde otro punto de vista, ma una, et sic idem est quod simili-
se afirma que es único por su abso- tudo quam causat unitas qualitatis”
luta perfección. Este postulado no (In II Sent. d. 48, q. 1, a. 1). Pero,
es exclusivo del pensamiento me- al referirse a un mismo ente, distin-
dieval sino que ya aparece también gue entre la u. quantum ad ipsam
en la filosofía aristotélica: el Estagi- essentiam, de la u. ex parte effectum
rita considera a Dios como lo per- (cf. De ver. q. 5, a. 2 ad. 2). La pri-
feccionante absolutamente imper- mera, es decir, la uniformidad en
fectible (cf. Met. XI, 8 y 10). A par- la esencia, implica perfección por-
tir de aquí, y expresando una idea que conlleva simplicidad e inmu-
común a los pensadores medieva- tabilidad; en cambio, la segunda,
les, Tomás de Aquino afirma la la uniformidad en el efecto, signi-
unicidad de Dios, diciendo que si fica determinación a un solo efec-
hubiera muchos dioses, deberían to y, por tanto, indica limitación e
ser todos absolutamente perfectos; imperfección, en la medida en que
709 unitas

tanto más perfecto es algo cuanto o factores constitutivos de la esen-


mayor cantidad de efectos sea ca- cia de algo. Esta distinción es men-
paz de producir. Este último senti- tada, por ej., por Tomás de Aqui-
do está relacionado con la palabra no (cf. C.G. I, 13). Desde el punto
uniformiter (véase). de vista del tipo de 2. realidad re-
sultante de la unión, es decir, aten-
uniformiter. Adverbio empleado es- diendo a lo que está unido; los es-
pecialmente en la Escolástica para colásticos llamaron 2.1. u. confir-
señalar el modo de operar de una mativa a aquella en la que las par-
causa: se dice que una causa obra tes materiales de una substancia
u. cuando el efecto se da eiusdem corpórea están ligadas de tal mane-
rationis, es decir, de la misma ma- ra que permanecen unidas por un
nera y en el mismo grado en toda nexo natural, tal es la unión de las
su esfera (véase sphera); así, en su partes de un leño; y 2.2. u. infor-
efecto, el sol produce luz y calor u. mativa, a aquella en la que están li-
El opuesto y correlativo de este ad- gadas la forma y la materia, como
verbio es difformiter, que indica, en la que se da entre el alma y el cuer-
cambio, la causación de un efecto po en el hombre.
desigual; por ej., la luz solar ope- Más allá del campo estrictamen-
ra difformiter porque decrece en ra- te filosófico, en la Patrística y en la
zón de la distancia y, a la vez, ilu- Edad Media, se ha usado este voca-
mina mejor los cuerpos lisos que blo para aludir a la unión mística
los ásperos. del hombre con Dios en el éxtasis,
unio. Sustantivo que, en la Edad Me- tal como aparece, por ej., en los au-
dia, señala tanto la relación misma tores insertos en la tradición neo-
que reúne a dos o más elementos o platónica.
términos –de cualquier naturaleza Por otra parte, el término fue em-
que sean– para constituir una uni- pleado particularmente en el cam-
dad, como el estado de lo que re- po teológico cristiano. En ese terre-
sulta de dicha unión. Para los no- no, se habló de u. hypostatica para
minalistas, por ej., la u. no cons- formular el misterio de la Encarna-
tituye algo distinto de lo que está ción. De hecho, la expresión se re-
unido sino las mismas partes liga- fiere al modo propio de ser de Cris-
das entre sí o el término que se em- to en cuanto hombre-Dios. El ad-
plea para designarlas cuando están jetivo obedece a que hypóstasis se
unidas. entendió como “persona’; así pues,
Para indicar el proceso por el que u. hypostatica señala el dogma se-
se conforma la unidad, los autores gún el cual en Cristo la naturale-
medievales y, en especial, los esco- za humana es asumida en la unidad
lásticos, han preferido el término de la única persona del Verbo.
unitio (véase). unitas. Como caracterización gene-
En cuanto 1. relación, la u. pue- ral, se puede decir que u. signifi-
de ser 1.1. accidentalis, que es aque- ca la indivisión e indivisibilidad
lla mediante la cual el accidente se de una cosa, y a la vez, su separa-
liga a la substancia; o 1.2. essentia- ción de otras. Así se opone a divi-
lis, que es la que une los elementos sibilidad y multiplicidad y es pala-
unitas 710

bra análoga a simplicidad y singu- elementos inescindibles, como en


laridad. Sin embargo, no hay en el el caso del hombre, que consta de
primer caso una oposición contra- alma y cuerpo. Se ha de advertir,
dictoria, ni en el segundo una equi- pues, que no hay contradicción en-
valencia exacta. Los matices signifi- tre unidad y composición, ya que
cativos de este término se van pre- siempre que se trate de una u. per
cisando de acuerdo con la clase o se, los componentes costituyen un
el tipo de unidad del que se ha- todo indivisible. Por eso, este tipo
ble. En efecto, respecto de la voz de unidad está comprendido en la
que nos ocupa, los autores medie- clase de la unidad de indivisión.
vales establecieron, las siguientes Pero se puede hablar también de
distinciones: 1. u. logica es la uni- 3. u. individualis o numerica que
dad referida a la especie o el género se refiere a lo singular. Su nombre
en cuanto predicables; se denomi- obedece a que la noción de núme-
na también universalis, ya que ca- ro se basa en la unidad y ésta en el
da género y cada especie constituye considerar, entre varias cosas, cual-
un universale o u. rationis o praecis- quiera de ellas, una e indivisa. Con
sionis. Estas acotaciones que se ex- todo, en ese caso, varias unidades
plican por el hecho de que –al me- de algo –por ej., varios árboles in-
nos, en el caso de los que no adhie- dividuales– pueden constituir una
ren al realismo (véase universale)– multiplicidad, ya que ninguno de
es la razón la que, mediante el pro- ellos es único. Lo contrario ocurre
ceso de abstracción, reúne concep- en el caso de la 4. u. solitudinis: és-
tualmente varios entes individuales ta indica la unicidad, pero los esco-
en una especie, o varias especies en lásticos no han utilizado un sustan-
un género. tivo equivalente a “unicidad”, sino
En cambio, 2. u. indivisionis alu- que se valieron de unitas, para indi-
de al plano real y es la unidad pro- car tanto la unidad cuanto la unici-
piamente dicha: se subdivide en dad, es decir, el carácter de unicum
2.1. u. per accidens, que es la que (véase). Así, por ej., cuando Tomás
resulta de la relación de diferentes de Aquino ataca la tesis averroísta
modos de ser, como la que se da sobre la existencia de un solo y úni-
entre una substancia primera y sus co intelecto para todos los hom-
cualidades; y 2.2. u. per se, que es bres, escribe un opúsculo que se ti-
la unidad en sentido eminente: se- tula justamente “De unitate inte-
ñala la propiedad trascendental del llectus contra Averroistas” que debe-
ente como unum (véase) y, a dife- ría traducirse como “Sobre la uni-
rencia de la anterior, se da intrín- cidad del intelecto contra los ave-
secamente en una misma esencia o rroístas”. En rigor, metafísicamen-
naturaleza. Ahora bien, si esta cla- te hablando, la unicidad o u. soli-
se de unidad se da en una naturale- tudinis corresponde exclusivamen-
za simple, como la divina, se tiene te a Dios. En el plano metafísico,
la 2.2.1. u. simplicitatis; en cambio, en general, los autores que más se
se habla de 2.2.2. u. compositionis, han dedicado a este tema son Pro-
para referirse a la que se da en una clo (cf. Inst. Theol. 21 y ss), el Pseu-
esencia o naturaleza compuesta por do Dionisio (cf. De div. nom. 13, c-
711 universale

d) y Nicolás de Cusa (cf. De docta palabra que designa muchos entes,


ign. I, 5 y De la causa, princ. et uno como “perro”; 1.4. u. in significan-
V). do es el concepto que abarca varios
entes, como “perro”, pero ahora ya
unitio. Voz que algunos escolásticos no en cuanto mero sonido o grafía,
reservaron para mentar la acción sino en cuanto verbum mentis.
propia de la unión (véase unio) en Ahora bien, desde el punto de
las partes unidas, considerando di- vista de los 2. diversos niveles de
cha unión como algo distinto de consideración, el universal se pue-
las partes (véase totalitas y aun re- de entender 2.1. en un plano pu-
latio). ramente lógico o 2.2. en un pla-
universale. Muy en general esta pala- no metafísico. El 2.1. u. logicum o
bra expresa el carácter de algo co- u. in praedicando se puede tomar
mún a una totalidad que compren- aisladamente, como cuando deci-
de ya sea todo ámbito, como el vo- mos “árbol”; entonces, se trata de
cablo y concepto “ente”, ya sea un un 2.1.1. u. incomplexum. Si forma
ámbito particular, como el vocablo parte de una proposición como su-
y concepto “hombre”. Así, es aquel jeto –en cuyo caso se tiene un iudi-
término que, siendo único, se pre- cium u.– se habla de 2.1.2. u. com-
dica de muchos. En la Edad Me- plexum, nombre que también se
dia se concibió el u. en términos de aplica a un principio universal. En
unum versus plura, y consideraron cambio, 2.2. cuando se entiende el
que sus factores constitutivos son la término universal como indican-
unidad, la multiplicidad y la comu- do no algo meramente lógico, si-
nidad. En efecto, si se toma el se- no una realidad, se lo llama 2.2.1.
gundo ejemplo mencionado, se ve- u. in essendo, y se lo concibe co-
rá que, en cuanto vocablo, esencia mo algo que está verdaderamente
o concepto, “hombre” es algo úni- en muchos entes en los que inhie-
co, pero, a su vez, se refiere a una re. Se denomina 2.2.1.1. u. physi-
pluralidad de entes reales que tie- cum, cuando se lo toma como una
nen comunes notas esenciales. Pero naturaleza real que existe en los en-
ésta es sólo una primera aproxima- tes singulares, por ej., la naturale-
ción a este tema tan complejo que, za humana de Pedro; y 2.2.1.2. u.
si bien atraviesa toda la historia de metaphysicum, cuando se lo entien-
la Filosofía, fue especialmente tra- de in statu solitudinis, o sea sin te-
tado por los autores medievales, ner en cuenta las condiciones de
quienes, con independencia de la individuación; por ej., la naturale-
polémica mencionada más abajo, za humana considerada en sí mis-
establecieron las siguientes 1. dis- ma. Como se ve, la complejidad
tinciones generales: 1.1. u. in obli- del término universal ha dado lu-
gando es aquello que, siendo úni- gar a una gran cantidad de distin-
co, obliga a muchos, como una ley; ciones. Éstas implican una diferen-
1.2. u. in causando se llama a aque- cia muy profunda de enfoques, se-
llo que es uno pero da lugar a mu- gún se atribuya al u. un status lin-
chos efectos, como la causa prime- güístico, lógico u ontológico.
ra; 1.3. u. in repraesentando es una
universale 712

La así llamada 3. “polémica de cia humana” en cuanto tal sea real


los universales” en la Edad Media, al modo de los entes corpóreos, si-
consiste precisamente en la discu- no que sostiene la existencia real de
sión de dicho status. Lo que se de- los universales considerados como
bate, pues, es a qué remite el tér- esencias platónicas. De ahí que la
mino universal, en cuanto univer- fórmula que caracteriza esta posi-
sal. Se trata de determinar si tér- ción es u. ante rem, entendiendo
minos como “el hombre” o “la ro- por res el ente individual. Su mayor
sa” se agotan en su pura materia- problema consistió en esclarecer el
lidad de sonidos que señalan cosas modo de participación de los entes
individuales realmente existentes, o en esa esencia o especie real, meta-
si remiten a esencias que implican físicamente anterior a los particula-
un grado de realidad mayor que di- res designados por el término uni-
chas cosas individuales, o si aluden versal; según la teoría de Guillermo
a conceptos o nociones. Esta que- de Champeaux, tales esencias men-
rella se introduce temáticamente tadas por los términos universales
en la Edad Media a través de la ver- se hallan efectiva e íntegramente en
sión y de los comentarios que Boe- las cosas y no de manera separada
cio hace de la Isagoge porfiriana. como en Platón. 3.2. La posición
Allí, dice Porfirio que, por tratarse opuesta a la anterior es la denomi-
de un problema que exige una pro- nada “nominalismo extremo”, cu-
funda investigación, rehusará expe- yo mayor exponente según el testi-
dirse acerca de si los géneros y las monio de Pedro Abelardo fue Ros-
especies –es decir, términos univer- celino de Compiègne. Caracteriza-
sales, como “animal” y “hombre”– da por la fórmula u. post rem, esta
subsisten realmente (subsistant), o doctrina supone que los términos
si sólo están en nuestro intelecto universales no se refieren a ningu-
(in nudis intellectibus); y, en el pri- na esencia real común a todos los
mer caso, si son corpóreos o incor- entes individuales que, para Rosce-
póreos, separados de las cosas sen- lino, constituyen lo único que ver-
sibles, o existentes en ellas (cf. Isag. daderamente existe. Los universales
I, 1, 1-16). La discusión medie- son, simplemente, una pura emi-
val de este problema del status ló- sión de voz, flatus vocis. Conven-
gico y ontológico de los términos cionalmente, se asigna a un gru-
universales, alcanza su mayor de- po de entes un determinado soni-
sarrollo –al menos, en cuanto a su do para nombrarlos; así el término
planteo explícito– en el siglo XII. universal, que se agota en la vox, es
Tres son las posiciones arquetípi- u. post rem. Por eso, en su forma ex-
cas que se sustentaron al respecto: trema, esta posición debería tomar
3.1. la primera, de raíz platónica, el nombre de “vocismo”. En cam-
es el “realismo extremo”, represen- bio, sobre la base semántica se apo-
tado en dicho siglo por Guillermo ya, para elaborar su propia doctrina
de Champeaux. Esta doctrina afir- al respecto, Pedro Abelardo, quien
ma que universalia sunt realia, pe- encarna al máximo representante
ro con ello no se significa que “el del 3.3. “nominalismo moderado”.
hombre” o “la naturaleza o esen- En efecto, al oponerse a las doctri-
713 universaliter

nas precedentes, Abelardo elabora de una naturaleza común que exis-


la propia, según la cual el u. es un te verdaderamente en las cosas, y
sermo praedicabilis que tiene funda- que es distinta no numérica sino
mento en los caracteres comunes formalmente de la individualidad
de las cosas individuales y reales, de las mismas (cf. Op. ox. II, d. 3,
pero que, en cuanto universal, só- q. 6, n. 15). Esto es afirmado por
lo posee status lógico y gnoseológi- Escoto sobre la base del principio
co. Así, para la posición abelardia- de la distinción formal que es cla-
na el universal es u. in re. Se tra- ve en su metafísica (véase distinc-
ta de un nomen, pero no en cuanto tio, in fine). En cambio, en el siglo
mera voz sino como vox significati- XIV, Guillermo de Ockham repre-
va. Como se ve, esta doctrina pre- senta otra forma de nominalismo,
senta resonancias aristotélicas; de en la medida en que reduce el u.
hecho, al verse impelido a explicar exclusivamente a la función lógica
el proceso de constitución del no- de la predicabilidad. Ockham per-
men Abelardo sigue las huellas de la manece indiferente ante la cuestión
gnoseología de Aristóteles, aun sin de si el universal se identifica o no
haber tenido acceso al De anima. con el acto mismo de intelecto que
En el siglo siguiente prevalece esta lo constituye como tal, es decir que
última posición, si bien con mati- no examina si el u. tiene o no exis-
ces que la acercan más al realismo o tencia en el alma. Lo que subraya es
al nominalismo, según las orienta- el carácter fundamental de supposi-
ciones de los distintos autores. Así, tio (véase), o sea, la función de sig-
para Tomás de Aquino, el universal no que el término universal reviste
es un u. in re, en el sentido de que desde su perspectiva (cf. In I Sent.
es un término que expresa la forma d. 2, q. 8 e). Así pues, desde el pun-
o sustancia que sólo puede subsis- to de vista ockhamista, el término
tir en las cosas y no de manera se- universal es un concepto apto pa-
parada de ellas; en cuanto concep- ra ser predicado de muchas cosas,
to del intelecto es, en cambio, al- en una proposición en la que figu-
go post rem, puesto que dicho con- ra como suppositio personalis (véase
cepto se forma por abstracción de suppositio, in principio) (cf. Summa
las notas esenciales, que los distin- Totius Log. I, 14).
tos cunjuntos de entes presentan;
finalmente, el universal mienta al- universaliter. Los escolásticos llama-
go ante rem, cuando se lo conside- ron “universa” a cosas a las que con-
ra como idea que existe ab aeterno vienen los mismos predicados en el
en la mente divina y que constitu- mismo sentido; por ej., el león y el
ye el modelo de un grupo de co- cordero son universa respecto del
sas creadas (cf. In II Sent. d. 3, q. 2, predicado animal. El adverbio u.
a. 2; S. Th. I, q. 85, a. 1). Se pue- se aplica, pues, a este modo de pre-
de calificar de “realismo modera- dicar. Este término indica, pues, lo
do” la solución propuesta después que es válido para todos los miem-
por Duns Escoto, según el cual el bros de un género o de una especie,
u. en sentido estricto, está en el in- en el mismo sentido.
telecto, pero como representación
universitas 714

universitas. La universidad, sus ini- señar, aprender e investigar estaba


cios, su organización y su papel en manos eclesiásticas, esta corpo-
constituyen un elemento clave pa- ración intelectual urbana era tam-
ra la comprensión del pensamiento bién un cuerpo de la Iglesia.
del siglo XIII en adelante. Fundada
sobre la base del studium (véase), y universum. Término que alude siem-
promovida por la consolidación so- pre a algo por entero, o sea, a un
cial y económica de los centros ur- todo. Así, universa vita significa
banos, el aspecto más característico “toda la vida”; in universum, “en
de la universidad medieval es, sin general” o mejor, “completamen-
duda, su estructura asociativa es- te”; universi, sin acotación, quiere
pontánea: es una corporación, for- decir “todos”, en el sentido de “to-
mada para defender los intereses de do el mundo”. Es necesario adver-
maestros y estudiantes, reglamen- tir que u. no se usó en la Edad Me-
tar la enseñanza, controlar su cali- dia como sinónimo de “mundo”,
dad y el número de nuevos maes- ya que dicha acepción es propia de
tros. En los estatuos oficiales de la los autores modernos. Sí, en cam-
Universidad de París, por ej., esta bio, significó el todo de la natura-
institución se refiere a sí misma co- leza física, comoquiera se la entien-
mo “nos, u. magistrorum et schola- da. En esto, el pensamiento medie-
rium Parisiensium”. Con todo, ha- val siguió a Aristóteles (cf. Met. V,
bía universidades, como la de Bo- 26, 1024 a 1) y a los estoicos. Así,
loña, que sólo contemplaba la aso- por ej., Tomás de Aquino habla de
ciación de estudiantes. Como to- la perfectio universi, para referirse a
da otra corporación, la u. medie- la perfección de todo el ámbito de
val se caracterizó por dos elemen- lo natural, es decir, de la naturaleza
tos esenciales: de un lado, la vo- en su conjunto, en su organicidad
luntad común y autonomía inter- (cf. S. Th. I, q. 103, a. 3 c). Para
na de sus miembros; de otro, el re- el sentido actual de universo, véa-
conocimiento de su autonomía por se orbis.
parte de los poderes públicos. Con univocum. Cf. analogia, in medio. So-
ello, tenía el derecho de establecer bre las huellas de Aristóteles, los
estatutos, tener representantes ofi- autores medievales denominaron
ciales, mantener la disciplina in- así a un mismo término que, con
terna y aun empleaba a un cierto igual significado, se predica de co-
número de dependientes, como li- sas distintas, por ej., el término “al-
breros, copistas, bedeles. La mayor to” aplicado a un hombre y a un
parte de las universidades medieva- edificio. Los nominalistas, espe-
les presenta una estructura análoga: cialmente, insistieron en que se lla-
la facultad de Artes, la de Teología, ma u. no sólo el término sino tam-
la de Derecho y, finalmente, la de bién, aunque de manera impropia,
Medicina. No todas ellas abarca- el concepto que éste traduce, co-
ban las cuatro facultades, pero, aun mo lo hace Ockham. Ahora bien,
en tal caso, cada universidad sobre- un concepto o término se puede
salía en alguna. Por cierto, dado el llamar u. cuando es común a se-
hecho de que la actividad de en- res que no son ni completamente
715 unum

semejantes ni completamente dis- IV l.2, 560). Es, pues, u. el ente no


tintos, como el concepto y térmi- dividido, ya que, por definición, las
no “animal” aplicado al hombre y sustancias simples son indivisas; y
al asno. Pero también puede ha- las compuestas no pueden llegar a
ber términos y conceptos unívo- la existencia a menos que se verifi-
cos que se aplican a varias cosas que que la unidad entre la materia y la
no ofrecen semejanza ni en su sus- forma correspondientes a la espe-
tancia ni en sus accidentes. En este cie de ese ente. Así pues, uno y en-
último sentido se plantea la cues- te son convertibles, en el sentido de
tión de la univocidad del ser, apli- que u. implica ens y ens implica u.
cado a Dios y a la criatura. En efec- En este sentido, Ockham, por ej.,
to, el concepto de ser se puede –y advierte que, no obstante esta con-
se debe– afirmar unívocamente de vertibilidad, en u. hay una nota de
ambos. Desde el momento en que negatividad de la que carece ens: en
es imposible conocer a Dios en sí efecto, u. es un ente y no múltiples
mismo, o en su esencia, o median- entes; por eso, significa affirmative
te un concepto que le sea propio, si pero también remotive (cf. Summa
no lo conociéramos en algún con- Totius Log. I, 39).
cepto común a Él y a las criatu- El segundo significado del tér-
ras que nos son cognoscibles, cae- mino que nos ocupa es 2. el ma-
ríamos en el agnosticismo. Pero se temático. En este plano, u. es prin-
trata aquí de una univocidad lógi- cipio del número y guarda respec-
ca, no ontológica, puesto que, si to de lo múltiple la misma relación
dicha univocidad fuera ontológi- que la medida guarda con lo medi-
ca, se cancelaría la distancia entre do, ya que el número es una multi-
la infinitud del ser divino y finitud tud medida por la unidad.
del ser creado. Tal es, al menos, la Advierte Tomás de Aquino (cf. S.
argumentación de Ockham (cf. In Th. I, q. 11, a. 1) que no se han de
III Sent. q.9 r). confundir ambos sentidos. A dife-
La cuestión del u. aparece en re- rencia del primero, el matemático
lación con los términos aequivo- añade al ente algo que corresponde
cum y analogum (véanse). al género de la cantidad. Así, acla-
ra el Aquinate a continuación que
unum. El significado primario de uno un mismo ente puede ser uno en
es el que lo opone a muchos. Se un aspecto, y muchos en otro; esto
puede abordar tanto desde el pun- sucede si se toma, por ej., un árbol
to de vista metafísico como mate- o cualquier ente sustancial: es uno
mático. 1. En el orden metafísico, simpliciter, en razón de su sustan-
u. es un trascendental (véase trans- cia, y múltiple, por sus accidentes.
cendentale), es decir, un atributo del Este doble sentido también se en-
ente en cuanto tal. En este sentido, cuentra en el caso inverso: el de un
el primer significado de u. es el que ente que, de suyo, es múltiple por
atañe al carácter de lo indiviso. Por su esencia, y uno bajo otro aspecto;
eso, Tomás de Aquino señala que, por ej., el ente “hombre” es numé-
en cuanto trascendental, u. sólo ricamente múltiple en la realidad,
añade a la noción de ente la de in-
división (cf. In Met. III, l.12, 501;
urbs 716

pero uno en virtud de la unidad de de una cosa cuando ésta nos delei-
la especie. ta por sí misma sin referirla a otra;
Sobre la base de las precedentes en cambio, usamos de ella si la so-
distinciones se ha establecido una licitamos en vistas a otra. Así pues,
diferencia entre el 1. u. per se y el 2. el binomio uti-frui ha sido emplea-
u. per accidens. El primero denota do agustinianamente como crite-
la unidad necesariamente concreta rio ético: el mal moral consiste en
del ente en cuanto indivisible; por invertir los términos: gozar de bie-
ej., la unidad de materia y forma. nes relativos, como la belleza o la
El segundo, alude o bien a la unión inteligencia, como si fueran abso-
fortuita de varios entes, o bien a la lutos, e intentar usar del Bien ab-
que constituyen la sustancia y los soluto, esto es, Dios, para obtener
accidentes en cada ser. de Él, a través de la oración, bie-
nes relativos como la riqueza o el
urbs. De etimología incierta, se ha poder. Al formar parte esencial de
conjeturado que este término es de la vida moral, el concepto que nos
origen etrusco. Aunque se traduce ocupa involucra a las dos potencias
como “ciudad”, en los textos me- que la protagonizan: la voluntad y
dievales no hace alusión a la civi- la razón. En efecto, usar es –escribe
tas (véase), es decir, al conjunto de Agustín– disponer de una cosa se-
los ciudadanos, sino a la urbe, es- gún el arbitrio de la voluntad ilu-
to es, a la ciudad en su dimensión minada por la razón (cf. De Trin.
geográfica y edilicia. Cuando apa- X, 2 y 6), definición que Ockham
rece sin acotación, refiere a Roma, seguirá casi diez siglos después (cf.
como sucede en el Sermo de urbis In I Sent. d.1, q.1).
excidio de Agustín de Hipona. En Un empleo peculiar de este térmi-
cambio, oppidum señala específica- no es el que hace Anselmo d’Aosta.
mente una ciudad fortificada. En efecto, en el plano del lengua-
usus-uti. Agustín de Hipona es el au- je, distingue, en su De veritate, en-
tor que, durante la época patrística, tre facultas y u.: una cosa es la capa-
más ha trabajado el tema del uso. cidad misma de significar; otra, la
En las obras del Hiponense, la ela- utilización particular que de esa ca-
boración del mismo está ligada a la pacidad se hace. Y subraya que só-
dialéctica de medios y fines, y, por lo la primera es natural y, por en-
ello, a la dimensión ética. En efecto, de, universal. En el plano antro-
para él, se usa siempre de algo con pológico-moral, Anselmo vuele
vistas a un fin. De hecho, dice en a apelar a la noción que nos ocu-
De doctr. christ. I, 3 que los objetos pa, fundamental en su pensamien-
de uso son aquellas cosas que nos to, para rescatar la dignidad del li-
ayudan a alcanzar el bien que nos bre albedrío, negando que cons-
hace felices, y ve, entonces, el usar tituya una fuerza para el mal. En
en los siguientes términos: usar es tal sentido, en la concepción ansel-
referir la cosa utilizada a otra que se miana, los elementos que se dan en
ama por sí misma, si esta última es la estructura del acto libre humano
digna de amarse. Reitera, además, son: el instrumentum que es la vo-
en De civ. Dei. XI, 25 que gozamos luntad en cuanto facultad, el u. que
717 utile

es la volición misma, y las affectio- hace uso de tales medios (cf. S. Th.
nes. Así pues, el u. es el acto propio I-II, q. 16, aa. 1 a 4).
de la voluntad que, en cuanto es, Por último, sobre el fin de la
es siempre bueno, ya que en el más Edad Media y en un campo más
perverso acto moral hay siempre específico, esta noción fue objeto
un bien: la libertad con que se lo de polémica en la célebre disputa
comete. Pero la fuerza de ese bien, sobre la pobreza. En ese contexto,
de esa voluntad libre, se usa (uti- para la distinción entre u. iuris y u.
tur) algunas veces más, otras menos facti, véase paupertas.
(cf. De lib. arb.7). En este último
caso, se está ante la acción moral- ut sic. Dada la equivalencia de ut –al
mente mala. menos según uno de sus usos– y
Ya en la plenitud de la Escolástica, quatenus (véase), esta expresión sig-
Tomás vuelve a la concepción agus- nifica “en cuanto tal”; por eso, es
tiniana, pero estableciendo algu- equivalente a los términos “ut tale”
nas precisiones: afirma que el uso o “quatenus tale”, pero en la Edad
de una cosa implica la aplicación Media fue más usada que éstos. Se-
de la misma a una acción –por ej., ñala la necesidad de asumir el sig-
cabalgar es usar del caballo–, por nificado de un concepto formali-
eso, la acción misma se denomina ter (véase), es decir, según la for-
“usus”. De ahí que el Aquinate sos- malidad precisa representada en ese
tenga que el u. es ultimum quarum- concepto. Por ej., “hombre” ut sic
dam potentiarum, como la visión mienta al hombre en cuanto hom-
respecto de la vista (cf. In Met. IX, bre, y no en cuanto animal, o en
l.8, 1862). Este u. tiene, como mo- cuanto corpóreo, o en cuanto libre,
tor, la voluntad humana; y, como etc. Es condición propia de la in-
facultad rectora, la razón. En este teligencia humana conocer un en-
orden, la expresión u. activus apa- te mediante un pluralidad de no-
rece en la Escolástica para designar ciones referidas a sus distintos as-
la etapa en la que culmina la cons- pectos reales, pero también discer-
titución del acto libre: de acuer- nir entre ellas las que dan cuenta de
do con el mandato de la inteligen- su esencia. Así, cuando se asume el
cia o imperium (véase), la voluntad ente en cuestión de manera com-
pone en ejecución el medio elegi- pleta y esencial, se vuelve necesario
do para alcanzar el fin que se de- subrayar ese hecho, cosa que hace
sea; esta ejecución es lo que se co- precisamente la expresión que nos
noce precisamente como u. activus. ocupa.
Por eso, el Aquinate sostiene que el utile. En la Patrística y en la Edad Me-
uso que hacemos de las cosas es un dia se denominó u., en general, a
acto de la voluntad, que ejerce su todo aquello que es medio o ins-
dominio sobre lo utilizado. De ahí trumento para un fin determina-
que el uti no sea propio del animal; do. Así, lo define, por ej., Alber-
sólo el hombre utiliza: después de to Magno (cf. S. Th. I, q. 8, a. 3).
haber elegido mediante el intelec- En especial, se llamó u. a lo que pa-
to los medios para conseguir el fin, rece apto para satisfacer las necesi-
dades y exigencias vitales del hom-
utpore 718

bre. En este sentido, útiles no son que una cuestión se plantee a ma-
sólo las cosas, es decir, los utensi- nera de disyuntiva entre proposi-
lios, sino también las acciones mis- ciones contradictorias, en la que la
mas que conducen a dicha satisfac- segunda está implícita: por ej., “u.
ción. Con todo, en el marco de la Deus sit”, “si Dios existe (o no)”.
cosmovisión medieval cristiana, lo Esto sucede porque se aborda una
meramente útil se contrapuso mu- cuestión contraponiendo, de un la-
chas veces a lo virtuoso, y particu- do, la tesis, es decir, el término afir-
larmente, al ideal ascético. Pero, en mativo; de otro, la antítesis, o sea,
cuanto puede servir a la vida espi- el término negativo, siendo ambas
ritual –o, al menos, no perturbar- proposiciones mutuamente exclu-
la–, no se lo consideró como al- yentes. Por esta razón, esto es, en
go puramente negativo. La opo- virtud de la opción entre dos implí-
sición mencionada vuelve a surgir cita en el u. se lo utiliza en estos ca-
con gran fuerza en el Renacimien- sos en lugar del si.
to, y se desarrolla en la Moderni-
dad a través de la polémica sobre el utrumlibet. Proviene de utrum (véase)
rigorismo ético. y significa cualquiera de ambos tér-
minos de un par. Se ha de atender
utpote. Es un adverbio muy usado en al hecho de que, por lo dicho en
textos filosóficos medievales, en el el artículo utrum, cuando esta voz
que pote subraya la identidad. Sig- aparece en la expresión ad u., remi-
nifica “en tanto que, precisamen- te indistintamente a cualquiera de
te”. Así, enfatiza la identificación dichos términos, pero con la implí-
del predicado con el sujeto, la ac- cita exclusión del otro. Así aparece,
ción con su autor, el atributo con por ej., en Tomás de Aquino, S.G.
el nombre. I, 82. En efecto, dice allí el Aquina-
te que lo que lo que potencialmen-
utrum. Es el neutro de uter, partícu- te se puede inclinar hacia un térmi-
la que significa “cuál de los dos” no de una opción o hacia el otro,
en una interrogación que puede indistintamente, es decir, lo que es
ser directa o indirecta. Por eso, en indiferente, manteniéndose en esta
los títulos o subtítulos que intro- indiferencia, no tiende más a una
ducen a una cuestión en los textos cosa que a otra, si no es determina-
escolásticos, aparece precisamen- do por otro: “quod est ad u. indiffe-
te como interrogativa indirecta y renter se habens non magis in unum
se suele traducir por “si”. En efec- quam in aliud tendit nisi ab alio de-
to, en la Escolástica, es frecuente terminetur...”.
719

V
V
vacuum. Este término significa “va- respecto (cf. In IV Phys. l. IX-XII).
cío”, noción que Aristóteles definió La más difundida posición escolás-
como un lugar privado de cuerpo tica acerca de este tema es conside-
(cf. Fís. IV, 7, 214 a 16-17). Así rar el v. como un ens rationis cum
pues, el v. implica la posibilidad fundamento in re, en el sentido de
de la presencia de un cuerpo pero, que no se puede concebir sin el su-
a la vez, la negación de su presen- puesto de la existencia real de los
cia actual. En general, los autores entes espaciales y corpóreos. Ello
medievales siguieron la caracteriza- obedece al hecho de que, como se
ción aristotélica de este concepto dijo, el vacío se comprende básica-
que emplearon ya en sentido estric- mente como una privación o una
to, ya en sentido amplio. En senti- negación.
do estricto, los escolásticos distin- Por su parte, Guillermo de Oc-
guieron: el v. coacervatum, que es kham define este concepto como
fácilmente captable a través de los un continuum (véase) de dimensio-
sentidos, como el que se percibe en nes positivas, que tiene partes real-
una habitación vacía; y el v. disse- mente distintas pero separadas de
minatum, compuesto por numero- toda sustancia y de toda cualidad.
sas partículas huecas e impercepti- Sobre la base del v. así entendido,
bles diseminadas en un cuerpo, co- Ockham estudia particularmente
mo el que se da en una materia es- la posibilidad del movimiento en el
ponjosa. vacío (In Phys. 87; Exp. super Phys.
En cambio, en sentido amplio 143d).
–que es la significación filosófica Particular importancia reviste el
más importante del concepto que concepto de Bradwardine sobre el
nos ocupa– el vacío se concibió co- espacio vacío imaginario e infinito,
mo una negación de cuerpos ex- externo al mundo. Este autor ha-
terna y anterior al universo creado ce derivar al respecto los siguientes
corpóreo que, en la Edad Media, corolarios de sus consideraciones
se suponía espacialmente finito; se sobre Dios : a) Dios está necesaria-
trata en este caso del vacío cronoló- mente, essentialiter et praesentiali-
gicamente entendido. También so- ter, no sólo en el mundo y por do-
bre este punto, los autores escolás- quier sino también más allá de él,
ticos siguieron las huellas de Aristó- en el v.; b) es por esta razón que se
teles en cuanto que éste negó exis- puede predicar realmente de Dios
tencia real al v. (véase spatium). No que es inmenso y no circunscrip-
obstante, autores como Tomás de to; c) se puede dar un v. sin cuer-
Aquino señalaron la fragilidad de po, pero de ningún modo un v. sin
algunos argumentos aristotélicos al Dios (cf. De causa Dei I, 5).
vage 720

vage. Cf. vagum. En forma adverbial, túa con el solo fin de adquirir glo-
emplear un término vage signifi- ria respecto de aquel que lo escucha
ca usarlo sin haber precisado pre- o lo mira; en cambio, la superbia
viamente la acepción que se le atri- (véase) presenta como uno de sus
buye. En los casos de posible po- aspectos el querer prevalecer en to-
livalencia semántica en la palabra do. Así pues, en la soberbia impor-
misma, los escolásticos, justamen- ta menos la opinión ajena que es,
te para no caer en la vaguedad, so- en cambio, esencial a la v. Casiano
lían recurrir al adverbio quatenus, dedica a esta última un extenso tra-
“en cuanto”. tado, en el que señala como base de
la vanagloria en el sujeto una esti-
vagum. El adjetivo “vago” indica siem- ma de sí mismo tan alta cuanto in-
pre indeterminación. Así, por ej., justificada, y advierte sobre el pe-
individuum v. es una expresión que ligro que entraña, sobre todo, pa-
señala indeterminadamente uno ra el monje que ha emprendido un
solo, como cuando se dice “algu- camino de perfección (cf. Inst. XI).
no” o “alguien”. En cambio, Juan Clímaco no acier-
valere ad opposita. Expresión propia ta a distinguirla de la soberbia –que
del vocabulario ockhamista, hace sería para él una vanagloria adulta
alusión a la posibilidad de actuar. en cuanto robustecida– y como “el
En efecto, significa poder actuar y caballo” de la primera (cf. Scala co-
poder no hacerlo, con explícita afir- eli XXII). Siglos después, durante
mación de que ninguno de ambos el período escolástico, se la consi-
casos es imposible. Cabe subrayar dera una de las hijas de la superbia,
la importancia que, por confronta- por ej., en Pedro Lombardo. Pero,
ción, este concepto tiene en la con- en el contexto de la sociedad laica,
cepción sobre el libre albedrío hu- cambian, como es obvio, los moti-
mano sustentada por Ockham. És- vos de la v.: no consistirá ya en jac-
te subraya que el liberum arbitrium tarse de la propia perfección espiri-
(véase) sólo es propio del hombre tual, sino del propio conocimien-
e implica lo que hoy llamaríamos to, de la condición social, particu-
conciencia del acto libre, lo cual larmente, de la ascendencia noble,
exige la racionalidad. Por eso, la li- o, en especial, en el caso de las mu-
bertad humana no se limita al v. ad jeres, de la belleza. Ya en las puer-
o., es decir, al poder actuar o no, ya tas del Renacimiento, Bernardino
que también los animales poseen la de Siena fustigará con mucha se-
posibilidad de actuar o no actuar, veridad este último caso (cf., por
por ej., de correr o no correr, co- ej., Quadragesimale, Sermo XLVI).
mer o no comer en un momento Su rigor no tiene en cuenta lo que
dado (cf. Exp. Aurea 125). no escapa a Antonino de Florencia:
la condición femenina en la Edad
vanagloria. Basilio de Cesárea, en sus Media excluía a las mujeres de la
Regulae brevius tractatae, es uno de posibilidad de sobresalir en gran-
los primeros autores en distinguir des empresas: puesto que les esta-
la vanagloria de la soberbia, con la ba vedado el acceso al poder, a las
cual no es inusual confundirla: la formas más altas del conocimiento
v. es el pecado de quien habla o ac-
721 vaniloquium

y de la enseñanza, y de las grandes la intención de una piadosa utili-


fortunas, buscaban la gloria –va- dad. Según este autor, el v. no res-
na en cuanto pasajera– con la os- ponde a las exigencias del cuerpo
tentación de su belleza (cf. Sum- ni a las del alma y, si bien no per-
ma Theol. IV, 5). La v. constituye, judica al primero, puede ser nociva
en síntesis, la actitud en que resulta para la segunda, porque disipa sus
la vanitas (véase), en la medida en frutos espirituales. De este modo,
que es la especificación subjetiva de el recorrido que el alma debe evi-
esta última. tar es multiloquium- verba otiosa-
verba noxia (cf. Mor. VII, 37, 58).
vaniloquium. Se denomina así el dis- Gregorio confirma de esta manera
curso vano, por lo que se cono- lo sostenido por Ambrosio de Mi-
ce también con el nombre de “ver- lán, cuando éste escribe que, al ser
bum otiosum”. De significado muy fuente de peligro, lo que no da fru-
próximo a los de multiloquium y to ha de ser eliminado (cf. Expl. Ps.
verbositas, el matiz de diferencia 38, 5).
entre el v. y los anteriores radica en Así pues, el verbum otiosum es in-
que éstos sólo indican un exceso de utile, inane, vacuum, pero, sobre
palabras, que puede conducir a la todo, es verbum vanum, de donde
dispersión, pero que no garantiza proviene el término que nos ocupa.
de suyo la vacuidad de ellas. Ésta es Siglos más tarde, Rodolfo Arden-
precisamente lo que se subraya en te, en su tratamiento del v. propo-
el v. o palabra ociosa. Está signado ne para éste un género, el del sermo
por una condena evangélica que a inutilis, que contiene cuatro espe-
primera vista parecería despropor- cies: sermo otiosus, iocosus, irrisorius
cionada a la culpa que implica co- y nocivus (cf. Spec. univ. XIII, 163).
mo peccatum oris: la que se lee en Algunos autores han circunscrito el
Mt. 12, 36 acerca de que, en el día mal del v. al grupo de los predica-
del Juicio, los hombres habrán de dores, subrayando que radica en el
dar cuenta de toda palabra ociosa imperdonable desperdicio de la po-
que hayan pronunciado. sibilidad de transmitir la palabra
Tal aparente desproporción ocu- divina en todo su escueto vigor.
pó a muchos autores, especialmen- Con el reingreso del aristotelis-
te, durante el período patrístico, mo, la Escolástica madura hará gi-
con la notable excepción de Orí- rar el análisis del v. en torno de la
genes que considera el verbum otio- cuestión de la finalidad y sobre la
sum moralmente neutro. Dos fue- base de dos supuestos: 1) la palabra
ron las definiciones o caracteriza- está natural e institucionalmente
ciones que prevalecieron en la tra- investida de una finalidad específi-
dición: la de Jerónimo, para el que ca; 2) se define como “vano” no al-
la culpabilidad del verbum otiosum go en general sino lo que no res-
radica en su inutilidad respecto de ponde a su fin específico. Con es-
quien habla y respecto de quien es- te fundamento, Buenaventura, por
cucha (cf. In Mt. 12, 36); y la de ej., distingue las palabras realmente
Gregorio Magno que caracteriza la vanas –que, inequívocamente cul-
palabra ociosa como exenta de la pables, se hacen pasibles de la con-
ratio de una justa necesidad, o de
vanitas 722

denación evangélica– de aquellas vectio. Movimiento violento de un


que, moralmente indiferentes, se cuerpo que adhiere a otro que se
justifican por estar dirigidas a obje- mueve. Tal es, por ej., la definición
tivos más mundanos, como los de de este término propuesta por Oc-
la recreación del espíritu y las cos- kham en Summ. in Phys. III, 9.
tumbres cotidianas propias de la
urbanidad. Por lo demás, estas úl- velleitas. Al derivar del verbo velle
timas contribuyen a alejar la acedia (querer), este término se relacio-
(cf. In II Sent. d.41, q.3, a.1). To- na con los actos voluntarios. La vo-
más de Aquino va más allá, al re- luntad es siempre instancia inter-
conocerles no sólo una legitimidad media entre el entendimiento y la
sino una moralidad específica, en acción, ya que el primero propone
cuanto palabras propias de la con- la acción y la voluntad la lleva a ca-
vivencia civilizada. De esta manera, bo (véase electio). La perfección o
con la asunción de las virtudes aris- completitud de este acto de la vo-
totélicas de la vida política, se sus- luntad requiere que su objeto sea
trae dichas palabras del rigor mo- un bien posible de alcanzar. Sólo
nástico –que las había condenado una voluntad imperfecta tiende a
como nugae (véase)– y se las con- lo imposible: en esto consiste pre-
vierte en virtuosas (cf. In II Sent. cisamente la v., a diferencia de la
d.XL, q.1, a.5, 8). voluntas propiamente dicha. Pero
se distingue también de la nolun-
vanitas. En general, mienta la condi- tas (véase), en cuanto que ésta es
ción de lo superficial, de lo que es un fuerte –y posible– rechazo, po-
pasajero y aun vacuo, en el senti- sitivamente voluntario, del mal. En
do de que no tiene solidez ontoló- cambio, la imperfección propia de
gica. En el plano que hoy denomi- la v. consiste en un querer el obje-
naríamos “objetivo”, esta voz alude to, si éste fuera posible; por eso, no
a la mera apariencia de algo. Justa- puede culminar en una elección,
mente por este aspecto objetivo, se toda vez que la electio designa una
distingue de la vanagloria (véase). voluntad determinada respecto de
Por extensión, indica lo engañoso, lo que no sólo se debe y se quie-
como aparece, por ej., en la expre- re hacer sino que también se pue-
sión v. opinionum que refiere al ca- de hacer. Tomás de Aquino lo ad-
rácter falaz de lo que son simple- vierte en S.Th. I-II, q.13, a.5 ad 1.
mente opiniones, es decir, juicios De esta manera, habría cierta im-
no bastante fundados. En el plano precisión en traducir la voz que nos
“subjetivo”, y específicamente mo- ocupa por “veleidad”, dado que es-
ral, señala la actitud de quien hace ta palabra española apunta a la in-
radicar el fin de sus acciones en al- constancia, la volubilidad, la cuali-
go superficial, cayendo así en la fri- dad de la persona que cambia con
volidad. Moralistas y predicado- facilidad de orientación; en todo
res, como Lotario dei Segni, ejem- caso, la v. indica la causa de tal in-
plifican las costumbres del vanido- constancia: plantearse fines inal-
so, como la del excesivo ornamen- canzables.
to de su vivienda (cf. De mis. hum.
cond. II, 40).
723 verbum

veneratio. Es una forma de la piedad hibición de sí mismo y la incapa-


y consiste en el acto de reverenciar cidad de aceptar críticas que sue-
y mostrar devoción por un hom- le implicar (cf. Summa Theol. III,
bre o por algo que le pertenece o 429).
lo recuerda. Por eso, en la medida
en que se reverencia un ser creado, verbum. Traducción del griego lógos,
la veneración no se ha de confun- v. presenta, como aquél, una plu-
dir con la adoratio que tiene por ex- ralidad de acepciones posibles: dis-
clusivo objeto a Dios. En la Cris- curso, palabra, razón, razonamien-
tiandad medieval se consideraron to, ley, etc. En sentido genérico, v.
objeto de v. los santos y aun las re- es toda palabra. Por eso, cuando se
liquias que les corresponden. Una lo toma, en general, como “térmi-
de las principales autoridades en no” o “vocablo”, se lo suele acom-
este punto es Agustín de Hipona, pañar de adjetivos como essentiale,
quien señala la legitimidad de ofre- relativum, etc. En su especificidad,
cer un tratamiento respetuoso y de- adquiere distintos sentidos según
voto a los restos de los seres queri- se lo examine en los planos moral,
dos, tanto más de los santos (cf. De gramatical, lógico, gnoseológico,
civ. Dei I, 13). Por su parte, Tomás ontológico o teológico. Se proce-
de Aquino anota que los santos son derá así desde la acepción y el uso
miembros del cuerpo de Cristo, ra- más externos hasta los más profun-
zón por la que se ha de venerar dig- dos y decisivos desde el punto de
namente todo aquello que han de- vista doctrinal en el vocablo que
jado, subrayando que el mismo nos ocupa, fundamental en la Edad
Dios honra estas reliquias obran- Media.
do milagros por ellas (cf. S.Th. III, 1. Como instancia de la locutio
q.25, a.6). Véase también dulia. (véase), el término aparece en el or-
den ético, en cuanto que esta últi-
verbi gratia. Expresión más frecuen- ma es una facultad de cuyo uso, co-
te que su equivalente, más clási- mo sucede con todas las potencias,
ca, verbi causa, significa “por ejem- el hombre es responsable. En este
plo”. Con todo, en la Edad Media sentido, se ha hablado de verbum
se prefiere puta (véase). otiosum como peccatum oris o peca-
do de la lengua como otra forma
verbositas. Considerada muchas veces de indicar el vaniloquium y aun el
sinónimo de multiloquium (véa- multiloquium (véanse).
se), en su acepción más precisa, es- 2. En el plano gramatical, los au-
ta voz indica una locuacidad que ya tores medievales siguieron a Aris-
se ha convertido en hábito, esto es, tóteles al considerarlo exclusiva-
en costumbre de hablar de mane- mente como un término que, se-
ra vaga y desordenada, con muchas gún dice Tomás de Aquino, consig-
palabras innecesarias. En tal senti- nificat tempus: en efecto, el verbo,
do, se opone a la eloquentia (véa- gramaticalmente entendido, seña-
se). Algunos autores, como Alejan- la una acción, indicando, además,
dro de Halès, han señalado en este el tiempo en el que ésta se desarro-
hábito una manifestación de la jac- lla; así, por ej., cursus es nomen y no
tancia (véase iactantia), por la ex- v. porque designa una acción en sí;
verbum

verbum 724

en cambio, currit es verdadero ver- composición entre ambos térmi-


bo, ya que alude a una acción con- nos, o sea que también tiene el po-
siderada en el tiempo en que se ve- der de unir sujeto y predicado. En
rifica (cf. In De int. I, l. 5, n. 7). cualquier caso, el v. es el signo de la
Pedro Hispano formula observa- predicación efectiva, como sostiene
ciones aún más precisas, señalan- Aristóteles en su De int. 23.
do que “Verbum est vox significati- 4. Desde el punto de vista gno-
va ad placitum, cum tempore, cuius seológico, el vocablo que nos ocu-
nulla pars extra significat, finita, rec- pa se asume en su sentido origi-
ta”, y aclara que el “finita” distingue nario de “palabra” en general. Pe-
el verbo propiamente dicho de los ro, sobre todo, se lo acompaña de
así llamados verba infinita o inde- la acotación “mentis” o “mentale”
finidos –que son los precedidos de para aludir al concepto, en cuan-
una negación, como “non currit”– to que éste es palabra interior de
mientras que el “recta” lo diferen- la mente, distinta de la palabra en
cia de los denominados verba obli- sentido estricto o verbo oral (véa-
qua –que son todos los no conjuga- se vox). Tal distinción, típicamen-
dos en presente del indicativo (cf. te estoica, fue muy elaborada en el
Summ. Log. I, 5). Desde este án- pensamiento patrístico y medieval.
gulo, el tema fue tratado especial- Para Agustín de Hipona el v. mentis
mente por los gramáticos especula- alude al concepto como palabra in-
tivos, por ej., Tomás de Erfuhrt (cf. terior de la inteligencia y lo distin-
Gram., 25). gue de la palabra exterior, a la que
3. En el orden lógico, estrecha- precede. “Verbum est, quod in cor-
mente relacionado con el anterior, de dicimus, quod nec graecum est,
el v. es lo que confiere unidad al nec latinum” (De Trin. IX, 7, 12;
discurso. En este plano, su esencia cf. también XV, 10, 16-19). Por su
no consiste en significar el concep- parte, Anselmo d’Aosta considera
to que predica, sino en significar la el v. mentis como la custodia que se
predicación en sí misma; por en- tiene en la mente de las cosas, pa-
de, ninguna predicación puede te- sadas o futuras, significadas por las
ner lugar sin el v., porque sólo éste voces. Sobre las huellas de Agustín
indica la composición de sujeto y –quien, como se ve en la cita, plan-
predicado. En las proposiciones de tea el v. mentis como anterior a las
tertio adiacente (véase copula), co- diferentes lenguas– Anselmo aña-
mo “Sócrates es filósofo” el con- de que el contenido de esa custodia
cepto que se predica está represen- es el mismo en todos los hombres
tado por el nombre y adjetivo “filó- (cf. Mon. 10). También Tomás de
sofo”, mientras que la composición Aquino insiste en esta distinción, al
entre éste y “Sócrates” está repre- elaborar el tema de la species (véa-
sentada por la cópula, que es la vis se) en su teoría del conocimiento.
propia del v.. En las proposiciones Allí opone el v. mentis, al que llama
de secundo adiacente, es decir, en las cordis, intellectus, mentale, intelligi-
de predicado verbal, como “Sócra- bile e interius, en cuanto concepto,
tes filosofa”, el v. señala, además del al v. vocis, al que denomina vocale,
concepto mismo que se predica, la vocabile y exterius, en cuanto signo
725 verecundia

exterior y audible del primero. La Idea de las Ideas; por otra, la doc-
expresión v. mentale es particular- trina cristiana sostiene su encarna-
mente importante entre los nomi- ción, es decir, el hecho de que se
nalistas, quienes lo entienden, en hizo hombre en Cristo. En la ela-
sentido amplio, como acto de in- boración de este punto central de
telección y pensamiento actual (ip- su teología, los Padres de la Iglesia
sa cogitatio); en sentido estricto, co- insistieron en dos aspectos: uno, la
mo conocimiento complejo que participación de la especie humana
culmina en un juicio verdadero (cf. en el Verbo mismo en cuanto ra-
por ej., Ockham, Quodl. I, 6). tio, tema frecuente en Justino (cf.,
5. Metafísicamente hablando, el por ej., Apol. I, 46); y 2); y otro,
v. fue considerado logos, en el sen- la perfecta paridad de Dios-Verbo-
tido de causa, principio o ley del Hijo con Dios-Creador-Padre. Es-
mundo. Así aparece ya en la Anti- te último punto fue objeto de nu-
güedad, especialmente en la tradi- merosas controversias, zanjadas en
ción heraclítea continuada por los el concilio de Nicea que define tal
estoicos, quienes vieron en el v. el paridad contra posiciones como la
principio rector del cosmos, que de Orígenes (cf. De Princ. VI, 64),
anima y ordena a su principio pa- quien sostenía una cierta subordi-
sivo, la materia. Para Plotino, es el nación del Verbo respecto de la pri-
mismo Intelecto divino en cuan- mera Persona.
to ordenador del mundo (cf. Enn.
II, 3, 17 y III, 2, 2). Sobre el fin verecundia. Sobre las huellas de Aris-
de la Edad Antigua, Filón prepara tóteles (cf., por ej., Et. Nic. II, 12,
el terreno donde habrá de florecer 1101 b 15), los autores medievales
el pensamiento patrístico sobre es- no incluyeron a la vergüenza entre
ta noción, planteando una doctri- las virtudes. Siguiendo a Juan Da-
na del Logos como hypóstasis divina. masceno (cf. De fide orth. II, 15),
En este autor, constituye una ins- la entendieron, en general, como el
tancia intermedia entre la trascen- temor ante un acto torpe o ante un
dencia de Dios mismo, y el mun- oprobio o vituperio. Pero esto es
do, que no puede relacionarse con evitable mediante la razón; así, la v.
Él, en virtud de su absoluta alteri- puede ejercer sobre el mal una do-
dad. De este modo, el Logos es la ble acción: renunciar a hacer lo ilí-
sombra de Dios, de la que Él se sir- cito por miedo al oprobio y abste-
ve instrumentalmente, como de un nerse de acciones torpes por temor
modelo, para crear el mundo (cf. a que sean vistas por ojos extraños.
Leg. All. III, 31). En cuanto a este último punto, es
6. Sobre esta base, el Cristianis- decir, el de la mirada ajena, conna-
mo elaboró, especialmente duran- tural a la v., se ha considerado, en
te la época patrística, el dogma teo- general, que la provocan más fácil-
lógico sobre el v. en cuanto Palabra mente los más próximos al sujeto,
o Ley divina universal, al que iden- en la medida en que mejor lo co-
tificó con la Segunda Persona de nocen. En cambio, con respecto a
la Trinidad. Así entendido, el Ver- quiénes son los que más se aver-
bum es, por una parte, la platónica güenzan, se han señalado los de
virtud poco arraigada, ya que quie-
verificare 726

nes carecen absolutamente de ella verisimile. Significa “verosímil”. Pe-


no temen al vituperio y los rectos ro los autores medievales no enten-
son los que menos pasibles se ha- dieron por v. lo creíble, sino fun-
cen de él. Por último, cabe advertir damentalmente lo que se presenta
que una derivación de la vergüenza como semejante a lo verdadero, sin
es la pudicitia o pudor. Pero se trata tener la pretensión de serlo. Así, si-
de una derivación externa, desde el guieron a Aristóteles quien, en su
momento en que se refiere a lo cor- Poet. 9, 1451 a 36, aborda el tema
póreo, particularmente, a lo relati- de lo verosímil como aquello que
vo a la genitalidad. no ha sucedido ni sucede pero po-
dría suceder y, por tanto, puede as-
verificare. Este verbo, típico de la li- pirar a la consideración de quien lo
teratura nominalista en la Edad contempla. En la Edad Media, se
Media, y de Ockham en particu- insiste en la necesidad de que lo v.
lar, puede suscitar cierto equívoco, no contradiga las reglas de la posi-
cuando se traduce por “verificar”. bilidad lógica ni las de las posibili-
Al respecto, cabe aclarar que v. no dades reales.
señala primariamente una opera-
ción de control por parte del cog- veritas. Siguiendo la tradición aristo-
noscente; por el contrario, tiene un télica sobre esta noción (cf. Met.
sentido que hoy llamaríamos “ob- VI, 4, 2), la Escolástica la define
jetivo” y que alude al carácter real como “adaequatio rei et intellectus”,
de lo verificatum, o sea, de lo que es decir, como la adecuación entre
se ha vuelto verdadero. Por ej., “Só- la cosa y el intelecto. Varias son las
crates está sentado” es una propo- distinciones que establecieron los
sición que “se verifica” (verificat) autores medievales con respecto al
por el mismo hecho de que Sócra- problema de la verdad. La funda-
tes efectivamente lo está, ya sea que mental es la que discierne entre lo
quien enuncia dicha proposición la que podría llamarse verdad lógica y
constate o no y con independencia verdad ontológica.
de que pueda hacerlo o no. Al menos entre los autores rea-
listas (véase universale), la prime-
verificativum. Se designa con este tér- ra tiene lugar cuando, en el proce-
mino al objeto del acto intelectual so cognoscitivo, la representación
del juicio, en cuanto que, solamen- intelectual corresponde al ser de la
te dado dicho objeto, el juicio que cosa misma de modo esencial, aun-
lo afirma es verdadero. Por ej., lo que no total, porque esto último
v. del juicio “lux est” es la existen- implicaría una comprensión ex-
cia misma de la luz. El término que haustiva. El proceso de adecuación
nos ocupa califica, pues, la relación se cumple como explícito y plena-
entre la proposición en sí misma y mente consciente sólo en el juicio,
la realidad, no la que se da entre és- que es el que enuncia la v. formalis;
ta y quien construye el juicio (véa- en cambio, en la aprehensión (véa-
se verificare). Así pues, importa no se apprehensio), únicamente se po-
en cuanto a la certidumbre del co- see la v. materialis u objetiva de la
nocimiento sino a su fundamen- cosa. Los nominalistas, en cambio,
to in re. consideran la v. en relación con las
727 verum

proposiciones. Consideran que v. y te último sentido, la v. ha de enten-


falsitas no son realidades incluidas derse como veracidad.
en la proposición, como la parte en
un todo o la cualidad en un subiec- versio. Suele utilizarse en dos sentidos:
tum, sino términos connotativos 1. como sinónimo de mutatio (véa-
que significan al mismo tiempo la se) en cuanto pasaje del no ser al ser
proposición y la realidad a la que o a la inversa. Este uso del término
ella nos remite. Así pues, la verdad en esta acepción es particularmen-
de una proposición estriba en que te frecuente en Anselmo d’Aosta y
las cosas que ella significa son efec- en Ockham. 2. también se refiere a
tivamente lo que ella dice (véase ve- la traducción, es decir, al verter un
rificare) (cf. Exp. Aurea 84d). texto de una lengua a otra.
Desde el segundo punto de vis- vertigo. En la Edad Media, se ha de-
ta, en cambio, y retomando la pers- finido este vocablo como el movi-
pectiva realista, se habla de verdad miento violento de un cuerpo que
ontológica cuando se quiere indi- se vuelve sobre sí mismo y que es,
car la correspondencia de la cosa al mismo tiempo, impulsado y re-
particular con su arquetipo o esen- traído. Así se lee, por ej., en Oc-
cia, por ej., cuando se dice “ver- kham, Summ. in Phys. III, 9.
dadero oro”, aludiendo al carác-
ter de genuino oro que tiene, por verum. (cf. veritas) En su significado
ej., un anillo. Ahora bien, des- más amplio, se denomina “verda-
de el momento en que los arque- dero” al carácter propio del acto
tipos o esencias de todas las cosas cognoscitivo en cuanto que, en ca-
se relacionan con el Intelecto divi- da uno de sus momentos, la cosa
no, las cosas serán tanto más verda- se le manifiesta o revela y su rea-
deras cuanto mejor se conformen a lidad es efectivamente captada por
sus respectivas esencias determina- él. Pero, en virtud de la originaria
das en dicho Intelecto. Este aspecto inteligibilidad del ser, es también
del tema fue particularmente trata- un carácter intrínseco del ente mis-
do por Agustín de Hipona (cf. De mo, en la medida en que éste es,
vera relig., 36 ). También en el sen- de suyo, una forma o determina-
tido ontológico, la verdad es, pues, ción ontológica. En este segundo
adecuación, pero entendida como sentido, fundamento del primero,
adaequatio rei ad Intellectum. Sin se habla de v. como trascendental
embargo, lo anterior tiene validez (véase trascendentale), es decir, co-
indirecta para todo intelecto –tam- mo atributo de todo ente en cuan-
bién el humano– en cuanto que la to ente. Tal significación de v. tie-
ratio inmanente de la cosa hace que ne su raíz en Aristóteles, quien afir-
el intelecto del hombre pueda ade- ma que cada cosa tiene verdad en
cuarse a ella (véase verum). la misma proporción en que tiene
Finalmente, en relación con el ser (cf. Met. II, 1, 993 b 30). V. co-
lenguaje, se puede hablar de ver- mo trascendental es, entonces, to-
dad moral como adecuación o co- do ente en cuanto determinado y,
rrespondencia entre el pensamien- por ende, en principio, inteligible.
to individual y su expresión; en es- De este modo, las cosas constitu-
yen medidas para el entendimien-
vestigium 728

to humano, así como el Intelecto material y externo al hombre. Por


divino, es, a su vez, la medida de ello, con la noción que nos ocupa
las cosas, como sugiere Tomás de comienzan todas sus pruebas de la
Aquino en C.G. I, c. 60. existencia de Dios y, al tratar el te-
ma de la imago, se pasa ya del or-
vestigium. Es éste un concepto carac- den externo y sensible al orden in-
terístico del agustinismo; por eso, terno y espiritual del hombre (cf.
reaparece en toda la Edad Media. por ej., Itin. Ment. I y II; Brevil.
En general, indica la huella que II, 12).
Dios en cuanto creador ha dejado Otra es la doctrina tomista al res-
en todas las criaturas –y, más pro- pecto: sobre una misma base con-
fundamente, en el hombre– como ceptual, el Aquinate caracteriza el
sello de su obra. Tal es el sentido v. como la representación del paso
acuñado por Agustín para este tér- de algo, evocación que no permi-
mino. El Hiponense insiste en que te determinar, sin embargo, al su-
el vestigio divino, al ser huella de jeto de dicho pasaje: “v. enim de-
un Dios trinitario, muestra que la monstrat motum alicuius transeun-
constitución ontológica del univer- tis, sed non qualis sit”. La imago es,
so presenta siempre tríadas, por ej., para Tomás, una forma más perfec-
mensura, numerus y ordo (véanse) ta de representación porque se asi-
en cada ente. En el caso del hom- mila a la forma del modelo, o de lo
bre, por ej., se tiene memoria, inte- que ha producido; así, por ej., la es-
llectus y voluntas. De ahí que Agus- tatua de Mercurio representa a és-
tín desarrolle el tema de los vestigia te, y un fuego es la imagen de otro
Dei, sobre todo, en su De Trinitate (cf. S. Th. I, q. 47, a. 7 c).
(cf. De Trin. VI, in fine; IX, 4 y ss; Por su parte, Guillermo de Oc-
XIV in fine). Esta noción se cuen- kham define el concepto que nos
ta también entre las fundamenta- ocupa diciendo que es la impron-
les en el pensamiento de Buena- ta que deja algo y que, subsistiendo
ventura, cuya doctrina se presenta en ausencia de ese algo, nos permi-
explícitamente como un itinerario te evocarlo; de ahí que se pueda ha-
del alma hacia Dios. Así, la filosofía blar, por ej., de v. de la belleza di-
bonaventuriana –que roza la místi- vina en las cosas bellas del mundo.
ca– muestra un universo en el que Además, Ockham encuentra, entre
cada ente habla de Dios, lo repre- imago y v., la siguiente diferencia
senta a su manera e invita al hom- fundamental: el v. siempre es cau-
bre a elevarse a Él. Las etapas prin- sado por aquello de lo que es ves-
cipales de esta ascensión son tres: la tigio, mientras que la imagen no
primera consiste, precisamente, en siempre es causada por lo que ella
encontrar los vestigia divinos en el representa (cf. In I Sent. d.3, q.9).
mundo sensible; la segunda, en ha- La noción de v. recupera su for-
llar la imagen divina en la propia mulación agustiniana en el Rena-
alma (véanse imago y similitudo); la cimiento con Marsilio Ficino. Pe-
tercera, en llegar al conocimiento, ro, en la Modernidad, si bien Lei-
goce y adoración de Dios. De es- bniz utiliza este término para sos-
ta manera, el v. es considerado por tener que los vestigia Dei confor-
Buenaventura en relación con lo
729 via

man el camino para alcanzar la no- gumentativas tradicionales. Tal for-


ción de naturaleza, también lo em- mulación sigue en las cinco el mis-
plea para designar el lugar que al- mo esquema: la existencia y la mo-
go móvil ocupa en algún momento dalidad de existencia de las cosas
(cf. De ipsa nat. 6). consta a la experiencia sensible e
intelectual del hombre, el ser y el
via. Su sentido general es el de cami- obrar de las cosas no se pueden jus-
no. En contexto espiritual, alude al tificar a sí mismos, esta insuficien-
curso de la vida presente, de don- cia obliga a postular otro ser más
de el término viator (véase). Pero allá de nuestra experiencia.
su acepción más importante en la La primera vía parte de la cons-
Edad Media ha sido la que indica tatación sensible del movimien-
un modo de argumentar. to o cambio (véase motus), aristo-
Por eso, se suele denominar “vías”, télicamente entendido: las cosas se
en especial, a las diversas clases de convierten en lo que no eran. Y to-
procedimiento o direcciones en la do lo que cambia, es movido por
reflexión o demostración acerca de otra cosa. Ahora bien, no es posible
la existencia de Dios. En el artículo que una cosa se convierta en aque-
deus hemos tipificado a grandes ras- llo que ya es: si está en movimien-
gos las principales (véase deus 3.). to, esto significa que está en poten-
En éste, más específico, nos dedica- cia respecto de aquello hacia lo que
remos con más detalle a las célebres se dirige, no que está en acto. Pero
cinco vías descritas por Tomás de nada puede darse a sí mismo el ac-
Aquino (cf. S.Th. I, q.2, a.3), aun- to de ser que no tiene. Por tanto,
que, ciertamente, no son las úni- es necesario que lo reciba de otro
cas. La razón de haberlas elegido que tenga el acto al que induce a
radica en la condición de síntesis convertirse a aquello que está mo-
que presentan: son, en efecto, una viéndose o cambiando. A su vez,
revisión histórica que Tomás ofre- en esta segunda instancia de la serie
ce, desde su propia óptica, sobre las del movimiento, se repite la misma
principales demostraciones filosófi- consideración. Y así sucesivamen-
cas acerca de la existencia de Dios. te. Mas, si se siguiera así al infini-
Y la ofrece precisamente con el ob- to (véase regressus), no sólo no que-
jeto de probar el carácter de de- daría justificado el movimiento del
mostrable de dicha existencia. Es- primer ente cuyo cambio se inten-
ta condición de las vías tomistas se tó explicar; es toda la serie del mo-
advierte, entre otras cosas, hacia el vimiento lo que quedaría sin expli-
final de cada una, cuando el Aqui- cación. Más aún, es el movimiento
nate señala que lo que se ha demos- mismo, cuya existencia nos consta,
trado –por ej., la necesaria existen- lo que se negaría. De ahí que sea
cia de un motor inmóvil o de una necesario afirmar la existencia de
causa primera, etc.– es “lo que to- un primer motor, es decir de un
dos llaman ‘Dios’”. No se trata, motor que no sea movido por otro:
pues, como se ha creído tantas ve- lo que filosóficamente se denomina
ces, de argumentos típicamente to- “Dios”.
mistas sino de la formulación –to-
mista, en todo caso– de las vías ar-
via 730

La segunda vía se funda en el La cuarta vía –con mucho, la


concepto de causa eficiente condi- más peculiar– considera los gra-
cionada (véase causa). En el mun- dos del ser (véase gradus). La va-
do vemos que existen efectos de riedad de los entes y de las espe-
causas que, a su vez, son efectos cies que se ofrecen a nuestra ex-
de otras. Porque no es posible que periencia nos muestra que hay en
algo sea causa eficiente de sí mis- ellos más o menos bondad, más o
mo: para ello, debería ser anterior menos ser, es decir, que tienen di-
a sí mismo, en el sentido metafísi- ferentes grados de perfección. Pero
co de la palabra “anterior”, lo cual “más” y “menos” remiten a un lí-
no es posible. Tampoco es posible mite, a un punto de referencia: de
proceder al infinito en la serie cau- éste extraen su sentido proporcio-
sal, puesto que ello implicaría ne- nal respecto de lo que es máximo.
gar que los efectos, y consta a nues- Debe de existir, pues, un maximum
tra experiencia que lo son, son cau- del ser y de la perfección, de la que
sados. Así, se debe postular la exis- dichos grados –que son reales y no
tencia de una causa primera, esto meras distinciones o valoraciones
es, de una causa incausada. Y ésta proyectadas por los hombres– par-
es la que se llama “Dios”. ticipan. Ahora bien, la cuarta vía,
La tercera vía se apoya en la no- la que más claramente responde a
ción de lo contingente (véanse con- una orientación platónica, podría
tingens). Sabemos que existen seres concluir en este punto. Sin em-
contingentes, vale decir, que po- bargo, aunque Tomás esté hacien-
drían no existir. No son, pues, ne- do una revisión histórica, lo cierto
cesarios, o sea, no es lógica y me- es que la formula desde sí mismo y
tafísicamente necesario que exis- en sus propios términos. Esos tér-
tan, desde el momento en que su minos, o sea, sus categorías aristo-
no existencia no es contradicto- télicas, lo llevan a percibir la nece-
ria (véase necessarium). Tales cosas sidad de completar a esta vía con
contingentes no poseen en sí mis- un paso argumentativo que recurre
mas la suficiencia y razón del pro- explícitamente a la causalidad. En
pio ser. Por tanto, tienen que reci- efecto, como si juzgara que la no-
birla de otro. Pero ese otro ser, ha ción de participación es insuficien-
de ser necesario y no contingen- te, acota que ese maximum es causa
te, ya que, de lo contrario, se cae- de los grados de perfección que se
ría una vez más en el regreso al in- encuentran en las cosas. Y esa causa
finito con similares consecuencias a es llamada “Dios”.
las mencionadas en las pruebas an- La quinta y última vía, quizás
teriores: ningún ente tendría la su- aquella de la que el mismo Aquina-
ficiencia del existir ni para sí ni pa- te se encuentra más próximo, parte
ra los otros, con lo que nada exis- de la noción de finalidad. Consta a
tiría, lo cual nos consta que es fal- la experiencia humana que aun los
so. Así pues, hay que afirmar un ser seres no dotados de vida inteligente
necesario que sea razón de la exis- obran por un fin (véase finis). El he-
tencia de los otros seres. Y esto es cho de que todos, según la especie
“Dios”. de cada uno, obren en una direc-
731 vindicatio

ción determinada, constituye, por se halla en camino hacia la vida fu-


lo demás, el orden de lo real (véa- tura y trascendente. Por eso, se vin-
se ordo); de ahí que esta vía se llame cula siempre con el estado natural
“por el gobierno del mundo”. Pe- de la existencia humana. Para Bue-
ro, lo que carece de inteligencia no naventura, por ej., al v., es decir, al
puede tender a un fin sino en cuan- hombre que se halla en tránsito por
to que está dirigido por otro ser in- esta vida, le es imposible alcanzar
teligente. Ha de existir, entonces, la infalibilidad de sus juicios. En lo
un ser inteligente que encamina concerniente a los deseos que apar-
las cosas naturales hacia sus respec- tan de la rectitud, enfrenta cuatro
tivos fines. Ahora bien, la tenden- combates que corresponden al des-
cia determinada al fin se identifica ordenado y excesivo deseo de do-
con la naturaleza de las cosas (véa- minar, de saber, de deleitarse y de
se natura); por eso, no se plantea poseer (cf. De regno Dei 6-8). En
en esta quinta vía una suerte de de- cambio, Guillermo de Ockham su-
miurgo que gobierna el mundo, si- braya el aspecto intelectual en el
no una inteligencia cuyos conteni- peregrinaje del v. Así, dice que el
dos son las mismas naturalezas de “intellectus viatoris” es aquel que
las especies. Tal inteligencia es lo no tiene una “notitia intuitiva” de
que se denomina “Dios”. Dios como, en cambio, sí la posee
De este modo, las viae no hacen el bienaventurado; para el v. dicho
sino mostrar, desde distintos ángu- conocimiento sólo es posible de po-
los, la exigencia racional que deriva tentia dei ordinata (véase) (cf. In
en la postulación de la existencia de I Sent. Pr. q.1). También Gabriel
lo Absoluto. Biel insiste en las dificultades que
En otro sentido, completamen- enfrenta el peregrino, especialmen-
te distinto, en la Edad Media se ha te, la de carecer de un conocimien-
hablado de v. antiqua y v. moder- to directo de Dios y tener que de-
na con una acepción más amplia pender del conocimiento sensible y
que la de “escuela”, la de tendencia de la fe (cf. Prol., q.1).
o dirección. Así, por ej., la v. mo-
dernorum o v. nominalium indica, vindicatio. Usualmente traducido por
en general, la nominalista, opuesta “venganza”, este término en la Edad
a la del realismo tradicional. Media significa, en realidad, repa-
ración del honor. Así pues, la v. es
vialiter. Análogo, aunque no equiva- a la injuria o daño recibido lo que
lente, a efficienter, v. indica aquello la gratitud al beneficio. Por eso, los
que conduce a los efectos de algo; autores medievales, siguiendo a Ci-
por ej., los fármacos son la salud cerón (cf. Rhet. II, 53), la entendie-
del hombre v., es decir, en cuanto ron como parte de la justicia, y la
colaboran como medios para el re- estudiaron en sus aplicaciones pe-
establecimiento de su salud. nales. Desde el punto de vista éti-
co, y en el plano social, sólo es líci-
viator. La condición de v., es decir, de ta cuando se ordena a la represión
viajero o peregrino, señala al que del mal, cuando busca la enmien-
está in via; en contexto cristiano da del culpable y la paz de la co-
alude a la vida presente del fiel que munidad; de ahí que no se pueda
violentum 732

ejercer sobre quienes han cometi- ma propia o estructura esencial de


do un mal moral involuntariamen- algo, v. alude no ya a la forma sino
te. En lo individual, responde a la al modo de ser de la virtus o poten-
inclinación natural a rechazar todo cia activa de ese algo, capaz de pro-
lo que es nocivo, propia del apeti- ducir un efecto dado. Como se ve,
to irascible. Así se expresa, por ej., en este caso, v. concierne estricta-
Tomás de Aquino (cf. S.Th. II-II, mente al orden de la causalidad. 2.
q.108, aa.1-4). Se opone también a actuale (véase):
una potencia actual es una presen-
violentum. La primera acepción me- cia en el ser en sí de algo; en cam-
dieval de lo v. alude a aquello que bio, presencia v. indica el estar de
se opone a lo natural, sobre todo, una cosa en el ser de otra, pero sin
al movimiento opuesto al determi- perder la primera sus virtutes et pro-
nado por el dinamismo de la natu- prietates; tal es, por ej., la perma-
raleza. Así, si bien lo violento pue- nencia de los elementos químicos
de imponerse transitoriamente a lo en un ente corpóreo. Finalmente,
natural, tal imposición no puede 3. se denomina v. la distinción en-
durar; de ahí la sentencia “nihil v. tre los atributos divinos, en cuanto
durabile”. Con todo, la noción de que determina la presencia real en
v. no sólo aparece en la Edad Me- Dios de aquellas perfecciones que,
dia en el plano ontológico sino en el ámbito de lo finito, están di-
aún ético, es decir que lo violento ferenciadas formalmente. De este
no sólo se opone a lo natural sino adjetivo deriva virtualiter (véase).
también a lo recto. El supuesto co-
mún de esta coincidencia radica en virtualiter. Adverbio que se refiere a
la convicción medieval de la ley di- un modo de ser o estar: el virtua-
vina, inmutable y eterna por defi- le (véase). Se dice que el efecto es-
nición, como fundamento de am- tá contenido v. en la causa, cuan-
bos. do ésta puede producirlo, pero sin
Sin embargo, y de hecho, se ha que la naturaleza del efecto se ha-
hablado también de la violencia lle en dicha causa; por ej., el vino
necesaria para alcanzar el reino de contiene v. el calor que produce en
los cielos, combatiendo, por ej., la el hombre al ingerirlo; la escultura
propia codicia. Así se expresa al res- está contenida v. en el artífice, etc.
pecto Buenaventura: “est necessaria Un uso frecuente de este término
v. in refrenatione mundialis avari- es el que designa un tipo de opera-
tiae” (De regno Dei 25). ción: la formaliter immanens v. tra-
siens. Esta expresión califica la ope-
virtuale. Indica lo que pertenece a o ración que, de por sí, se cumple en
está en la virtus (véase) o potencia el principio que la genera, pasan-
activa de un ser, y, en consecuen- do, sin embargo, su eficacia opera-
cia, se halla ordenado a un efecto. tiva a otro subiectum, como el que-
Dentro de este sentido general, v. rer algo.
adquiere distintos matices signifi-
cativos, según el término al que se virtus. En líneas muy generales, este
oponga. Así, 1. en cuanto opuesto vocablo latino alude a una fuerza
a formale (véase), que señala la for- o capacidad peculiar de algún en-
733 virtus

te, lo que implica cualitativamen- ríodo medieval –por ej., aparece en


te una perfección y excelencia en Dante– sino aun transcurrido éste.
él. Por eso, en este sentido básico, 2. El sentido de v. como capaci-
v. equivale a la areté griega. De ahí dad propia del hombre se remon-
que haya asumido en la filosofía ta a Cicerón, quien hace derivar es-
clásica tanto antigua como medie- ta palabra de vir, “varón”, térmi-
val tres significados estrechamente no que a su vez viene de vis, “fuer-
relacionados entre sí: 1. capacidad za”, observando que, en su acep-
o potencia en general; en tal sen- ción primitiva, la virtud era esen-
tido se habla, por ejemplo, de la v. cialmente la fortaleza de ánimo (cf.
animans en una planta, 2. capaci- Tusc. II, 18). En la Patrística y en la
dad o potencia propia del hombre, Edad Media, este segundo sentido
por ej., virtus intellectiva; 3. capaci- se relaciona especialmente con los
dad o potencia humana, de natura- textos bíblicos. En la Escritura es-
leza específicamente moral. Como ta voz designa, a veces, la fuerza y
se ve, hoy, en las lenguas roman- el poder de los hombres (cf. por ej.,
ces, prácticamente se ha restringido Ps. 65, 7; 48, 6; Jdt. 4, 13; 5, 19);
a esta última acepción el significa- aunque otras alude al poder divi-
do de “virtud” que, originalmente, no (cf. Ps. 52, 6); y otras, se refie-
era mucho más amplio y fundante. re particularmente a los milagros,
1. En los términos más genera- en cuanto manifestaciones del po-
les, es decir, como capacidad o po- der de Dios (cf. I Cor. 12, 10. 28;
tencia, ya Aristóteles había señala- Mc. 6, 5 etc). Pero el período en
do que toda v. perfecciona el rec- que fue más celebrada la v. humana
to conducirse del ente al que perte- es el Renacimiento, porque en él
nece, y hace preciosa su operación. se plantea al hombre como centro
Por eso, la v. est ultimum –en el sen- de los valores y se exaltan sus ca-
tido de perfección final– potentiae; pacidades. Aún hoy, en castellano
por ej., la virtud del ojo confiere se utiliza el adjetivo “virtuoso” para
valor a éste y a la visión, justamen- designar a una persona que sobre-
te porque por dicha “virtud” vemos sale en una habilidad, especialmen-
bien (cf. Et. Nic. II, 6 passim). El te, en la técnica de ejecución de
matiz “dinámico” implicado en el instrumentos musicales. Sin em-
concepto que nos ocupa se conti- bargo, este significado no es el más
núa a lo largo de toda la Edad Me- riguroso de v., ni tampoco el más
dia. Sus autores, como Tomás de frecuente entre autores medievales.
Aquino, subrayan el matiz “teleoló- Es más común entre dichos pensa-
gico” que conlleva la noción de v. dores referirise a la v. en su tercera
en este sentido amplio, en cuanto acepción.
que la perfección de una potencia 3. Según esa tercera significación,
se considera principalmente en or- v. mienta una capacidad humana
den a su fin, que es el acto propio de naturaleza moral. Aristóteles ha-
de ella (cf. S. Th. I-II, q. 55, a. 1 c). bía señalado que, si la v. es una cap-
Tal acepción antigua y clásica sigue caidad perfeccionante en cualquier
vigente no sólo hacia el final del pe- ente, la virtud del hombre será un
hábito por el cual éste y la obra que
virtus 734

le es propia se hacen buenos. En fecto, y de lo natural a lo sobrena-


el período escolástico, encontra- tural. Así, dicha clasificación dis-
mos dos orientaciones diferentes tingue las virtudes intelectuales de
sobre el tema; una es la de quienes las morales en el sentido amplio
se atienen a las tradicionales defi- del término; a su vez, se diferen-
niciones filosóficas de v., formula- cia en virtudes cardinales, que son
das sobre la base mencionada. En- las morales propiamente dichas, y
tre ellos, se cuentan Pedro Abelar- teologales (cf. infra). Las 1. virtu-
do (cf. Dial. in fine), y Anselmo tes intellectuales son hábitos especu-
de Laón (cf. Sent. 32). En cambio, lativos que perfeccionan el enten-
Hugo de San Victor y Pedro Lom- dimiento en la consideración de la
bardo (cf. Sent. II, d. 27, a. 5) dan verdad, ya que tal consideración es
una definición teológica de origen el objeto propio del intelecto; ta-
augustiniano: para esta línea, la vir- les virtudes son: 1.1. la sabiduría o
tud es una buena cualidad del al- sapientia, que tiene por objeto las
ma, por la que se vive con rectitud, causas supremas; 1.2. la ciencia o
de la que nadie hace mal uso, y que scientia, que perfecciona el enten-
Dios obra en nosotros sin nosotros. dimiento, juzgando las verdades
En Tomás de Aquino, hay un in- últimas en un determinado ámbito
tento de conciliación entre ambas cognoscitivo; y 1.3. el intellectus o
tradiciones. Así, para el Aquinate, simple inteligencia que es el hábito
la virtud es un habitus (véase) del de captación de los primeros prin-
hombre, que imprime a la poten- cipios.
cia una orientación firme y fija ha- Las 2. virtutes morales son aque-
cia el acto bueno. Por ello, consti- llos hábitos de la facultad apetiti-
tuye una cualidad que, en sí mis- va adquiridos por un largo y pro-
ma, perfecciona al sujeto (cf. S. Th. longado ejercicio en el recto obrar;
I-II, q. 55, aa. 1-4). Duns Escoto especialmente, el hábito de elegir
se aleja de esta concepción, negan- una línea de acción que parta del
do que la virtud esté ordenada en el justo medio de la razón (véase me-
género de los hábitos. Sostiene que dium). Estas virtudes se agrupan
el hábito, substratum material de la en torno de cada una de las cua-
v. no tiene relación con la volun- tro virtutes cardinales. Al respecto,
tad sino que se constituye por su Buenaventura recuerda que se di-
conformidad a la regla moral que cen “cardinales” porque son el qui-
es rationis (cf. In I Sent. d. 17, q. 2). cio o ingreso para adquirir las otras
Sin embargo, la doctrina que se ha (cf. Coll. in Hexaem. VI, 11). Ellas
consagrado como propia de la Es- son: 2.1. prudentia, que determina
colástica sobre la virtud en este ter- la rectitud del acto moral; 2.2. ius-
cer sentido, es la aristotélico-tomis- titia, que es la respuesta de la vo-
ta. luntad a la exigencia del deber mo-
Respecto de la clasificación me- ral; 2.3. temperantia, que es la justa
dieval de las virtudes –en el segun- medida en el cumplimiento de di-
do y tercer sentido señalados– la cho deber; y 2.4. fortitudo, que es
más completa es la que procede de el hábito de superar las dificulta-
lo general a lo más específico y per- des y obstáculos que separan de tal
735 visio

cumplimiento. Como se ve, la dis- embargo, ha quedado como expre-


tinción entre virtudes intelectuales sión ya hecha en la literatura filo-
y morales obedece a la considera- sófica posterior, en la que se ha ex-
ción de que hay sólo dos principios tendido –a veces, abusivamente– a
que rigen las acciones humanas: la otras facultades.
inteligencia y la voluntad.
Muy diferente es el principio de visio. En sentido lato, significa 1. vi-
las 3. virtutes theologicae o teologa- sión, es decir, se refiere al acto pro-
les. En efecto, éstas son “virtudes pio del sentido de la vista. En tér-
infusas”, en el sentido de que su minos cognoscitivos, el sentido ex-
origen no está de suyo, de acuerdo terno de la visión es el más apre-
con la noción aristotélica del acto ciado en la filosofía clásica, como
que genera hábito, en el sujeto que ya aparece en el comienzo mismo
las posee, sino que le son participa- de la Metafísica aristotélica. La ra-
das por Dios. El nombre de “teolo- zón de esta preeminencia estriba
gales” obedece a que estas virtudes no sólo en la inmediatez percepti-
ordenan al hombre a la bienaven- va de la v., sino fundamentalmen-
turanza sobrenatural, que constitu- te en el hecho de que es, como se-
ye un dato de la revelación cristia- ñala el Estagirita, el sentido exte-
na. Por ende, pertenece al campo rior que procura datos más com-
teológico. Se subdividen en: 3.1. fi- pletos y, a la vez, diferenciados. Por
des; 3.2. spes; 3.3. caritas (véanse los lo demás, aunque sólo el color ha-
artículos correspondientes a cada ya sido considerado su objeto pro-
virtud). pio, la visión se adecua mejor que
cualquier otra sensación al ámbito
vis. El sentido originario de esta pala- de la imaginación y, con ello, al co-
bra alude a la fuerza, el vigor, la ca- nocimiento intelectual, al que sirve
pacidad de obrar y, por ende, a la y prepara más que todos los otros
naturaleza de algo, en cuanto que sentidos. De ahí que tanto los au-
ésta es principio de las operaciones tores de la Patrística –aun desco-
de ese algo. De ahí que, en la Edad nociendo ese texto de Aristóteles–
Media, se haya utilizado este voca- como los de la Escolástica le hayan
blo para referirse al poder propio otorgado un cierto privilegio: así
de alguna facultad o potencia. Así lo hace, por ej., Agustín de Hipo-
se habló, por ej., de la v. cogitati- na (cf. Sermo 112, 7). Por su par-
va (véase) pero, especialmente, de te, Tomás de Aquino anota que la
la v. imaginativa. Esta noción asu- v. es “inter ceteros sensus nobilior…”
me un particular relieve en la doc- (C.G. III, 53).
trina de Avicena, que atribuye a la Precisamente, por esta última ra-
vis imaginativa una fuerza capaz zón, v. ha pasado a significar, 2.
de mover la voluntad, con conse- analógicamente, el acto y la fun-
cuencias no solamente para el cuer- ción intelectual. Más aún, en ese
po del agente, sino también sobre ámbito, algunas de las palabras cla-
los cuerpos externos a él y hasta so- ves se refieren originariamente, al
bre los mismos fenómenos natura- hecho de la visión o la implican,
les. Tomás objeta esta atribución de por ej., intuitus y speculatio (véan-
poder en su De ver. q. 14, a. 1. Sin se). Sin embargo, gnoseológica-
vita 736

mente hablando, v. es un término dujeron los vocablos griegos zoé,


más esencial que éstos. En efecto, que alude al principio vital, a la
las voces que expresan la función animación y al movimiento; y bíos,
intelectual se remiten generalmen- que designa la vida humana tan-
te a la naturaleza discursiva de la to en sus aspectos práctico y mo-
misma, mientras que v. mienta su ral, como en los que culminan en
aspecto final, la aprehensión inme- la actividad teórica o especulativa.
diata del ser de una cosa, al “verla” Pero aun en aquellos autores que
con los ojos del alma. Ya Agustín se parecen atenerse al primer concep-
había referido a la unión del inte- to de vida y reducirla a lo orgánico
lecto y el objeto conocido, llmán- y lo viviente (véase vivens), el vivir
dola interna v. (cf. Sol. I, 6, 13). no excluye en absoluto el pensar,
Tomás habla de la negación o pri- en la medida en que implica tam-
vación de la visión intelectual, lla- bién todos los actos en los que el
mándola “caecitas mentis” (cf. S. sujeto hace por sí mismo algo que
Th. II-II, q. 15, a. 1; y III, q. 30, a. revierte sobre él y su propia perfec-
3). Además, el mismo conocer di- ción. Así se lee en Arisóteles, quien
vino se concibe como una pura vi- define primariamente la vida como
sión intelectual subsistente. aquello por lo cual un ser se mue-
Un párrafo aparte merece el te- ve, se nutre, crece por sí mismo y se
ma de la 3. v. beatifica, en tanto reproduce (cf. De an. II, 1, 412 a
que no expresa un concepto filo- 10-20). Tal caracterización ha que-
sófico sino un determinado dato dado como la más clásica de la no-
de la revelación cristiana: la condi- ción que nos ocupa.
ción final de beatitud en el cumpli- Hacia el final de la Antigüedad
miento sobrenatural del fin último y comienzos del período patrísti-
del hombre. Tal beatitud se conci- co, el concepto de v. en cuanto zoé
be en la Edad Media como la po- se jerarquiza haciéndose más inte-
sesión de un bonum perfectum in- rior y espiritual, especialmente en-
tellectualis naturae. La posesión de tre los autores neoplatónicos. Pro-
ese bien consiste, justamente, en clo, por ej., así como Plotino, cali-
la contemplación de la luz, esto es, fican de “vivientes” todas las cosas
de la gloria divina, en un conocer a que participan de la Vida, la cual,
Dios de modo inmediato y exhaus- a su vez, precede a la Inteligencia
tivo para la capacidad humana. El (cf. Inst. Theol. pp. 101-103). Porfi-
aspecto del amor que acompaña la rio y Jámblico siguen en esto a Pro-
v. beatifica ha sido elaborado espe- clo. En Agustín de Hipona la tría-
cialmente por Buenaventura (cf. In da esse-vivere-intelligere se da en el
III Sent. d. 31, a. 3, q. 1 in fine) y hombre como uno de los vestigios
Duns Escoto (cf. In IV Sent. d. 49, del Dios trinitario en él (cf. De lib.
q. 5). arb. II, 3, 10). El Hiponense rei-
tera esa suerte de jerarquización
vita. Este vocablo mienta tanto lo que que ya aparecía en Proclo, según la
hoy llamaríamos “vida biológica” cual cada una de esas tres instan-
como la “vida propiamente huma- cias implica a la anterior y la supe-
na” o “espiritual”. Ello obedece a ra, aunque no al revés. Cabe seña-
que con este único término se tra-
737 vitale

lar que Agustín consagra definitiva- base del reflorecimiento de las tra-
mente la noción de v. como perfec- diciones clásicas, en la tendencia
ción, en cuanto movimiento que se animista del Renacimiento, por ej.,
mueve a sí mismo; por ello, puede en algunas páginas del Heptaplus
invocar a Dios no sólo como el su- de Pico della Mirandola, y en doc-
mo ser sino también como la suma trinas como la de Paracelso.
vida (cf. Conf. I, 6, 10). En cuanto a la noción de v. co-
En la Edad Media se mantiene mo bíos toda la tradición patrísti-
esta valorización en el concepto de ca y medieval retomó la distinción
v., con la única salvedad de que se clásica entre bíos theoretikós y bíos
abandona tanto su sentido hipos- praktikós, interpretando los perso-
tático como el acento que la épo- najes neotestamentarios de María y
ca patrística había puesto en la in- Marta (Lucas X, 38-42) como re-
terioridad de la vida anímica. Así, presentantes de la vida contempla-
Tomás de Aquino señala que v. se tiva y activa, respectivamente, con
refiere, en primer lugar, al esse vi- una clara opción por la primera.
ventium, y, en segundo término, Sobre esta base, Agustín de Hipo-
a la operación vital (cf. In Met. I, na, por ej., se refiere a tres géneros
l.1, 14), de manera que tiene vida de vida: negotiosum, otiosum y com-
aquello que posee en sí el principio positum (cf. De civ. Dei VIII, 4 y
de sus operaciones, es decir, aquello XIX, 2), vinculando la investiga-
que actúa por sí mismo. En cuanto ción de la verdad con la vida con-
término abstracto de vivere, v. re- templativa y las virtudes morales
fiere, pues, a la substancia a la que con la activa. Entre los humanis-
por naturaleza le corresponde mo- tas fue frecuente la polémica acer-
verse espontáneamente o impul- ca del género de vida superior, pe-
sarse a la operación: “substantia sui ro asociando el contemplativo con
convenit secundum suam naturam las actividades intelectuales y el ac-
movere seipsam, vel agere se quocum- tivo con la praxis política. Así apa-
que modo ad operationem” (S. Th. I, rece, paradigmáticamente, en el De
q. 18, a. 2 c). Si la vida se atribuye a vita contemplativa et activa de Cris-
los seres que obran por sí mismos y toforo Landino.
no movidos por otros, cuanto más
perfectamente lleve a cabo esto un vitale. Se denomina con este adjetivo
ser, tanto más perfecta será la v. que el acto inmanente e intrínseco del
hay en él. De ahí que la vida huma- ser viviente, o sea, aquellos actos
na sea superior a la animal y que en que, como el ser, el oír, el entender,
Dios se dé eminenter (cf. Ibid I, q. el querer, etc., resultan de sus pro-
18, a. 3 c). De este modo, recupe- pias potencias (véase virtus). Pero
rando el primer sentido metafísico se ha de insistir en que el acto v. de-
del término, el Aquinate restable- be ser no sólo inmanente al ser vi-
ce un equilibrio entre el matiz de lo vo sino también provenir de él, es-
biológico y el de lo espiritual en es- to es, debe ser in intrinsecum et ab
te concepto. intrinseco. Así, por ej., el caer no es,
Dicho equilibrio también se po- en cuanto movimiento, un acto vi-
ne de manifiesto, aunque sobre la tal. Por otra parte, los autores me-
dievales han insistido en que los ac-
vitium 738

tos vitales en el ser creado provie- para los vitia capitalia con los jefes
nen essentialiter de la virtus creada de un ejército, que están todos a las
por Dios y no directamente de Él. órdenes de una reina. Esta reina es
la soberbia, mencionada también
vitium. En la Edad Media, la concep- como jefe de las huestes de Satanás
ción y definición de “vicio” está in- (cf. Mor. XXXI, 45). Tal concep-
disolublemente ligada a las de su ción patrística y medieval se com-
opuesto virtus (véase virtus 2.). Así prende mejor, si se recuerda la no-
pues, dado que, al menos en sen- ción de absoluta dependencia del
tido ético, se caracteriza la virtud hombre respecto de Dios, que es
humana como el hábito operativo propia de ambos períodos. Justa-
moralmente bueno, el v. es, funda- mente, lo fundamental la soberbia
mentalmente, un hábito de la po- consiste en ignorar tal dependencia
tencia apetitiva al mal. En esa me- (para el tratamiento de cada vicio
dida, el vicio implica una tenden- en particular, véanse los respectivos
cia en pugna con la razón o, lo que artículos: superbia, invidia, ira, ac-
es lo mismo, con la naturaleza ra- cidia, avaritia, gula, luxuria).
cional propia del hombre, que lo
inclina al bien y a la verdad. Este vituperabile. Se califica de “vitupera-
concepto se distingue del de pecca- ble” el acto moralmente malo, es-
tum (véase). El pecado designa el to es, el que, dependiendo de la vo-
acto moralmente malo. Pero una luntad, es digno de condena y cas-
acción es transitoria; en cambio, el tigo. Así se lee, por ej., en Guiller-
vicio, al ser hábito, permanece e in- mo de Ockham (Quodl. VI, q.2).
clina a reiterar ese tipo de acción en
una pluralidad de actos de la mis- vituperium. Cf. contumelia.
ma clase. Ahora bien, así como hay vivens. Viviente es, en términos ge-
virtudes cardinales, cada una de las nerales, todo ser que se mueve a sí
cuales nuclea a otras virtudes afi- mismo, o sea, movens seipsum, con-
nes a ella o fundadas en ella, tam- siderando el movimiento en sen-
bién se ha hablado de vitia capita- tido amplio. La noción de vivens
lia (véase capitale), es decir de vi- fue particularmente estudiada en la
cios que constituyen la estructura Edad Media desde la noción aris-
clave de todo hábito vicioso. Des- totélica de motus (véase). Tomás de
pués de un debate secular sobre la Aquino, por ej., parte para su estu-
clasificación de los vitia, que se re- dio del principio escolástico de que
monta a la Patrística, los autores es- la naturaleza de cualquier ente –y,
colásticos, en su mayoría, han con- por ende, la especie en la que está
siderado siete vicios o pecados ca- ordenado– se conoce por sus ope-
pitales: el orgullo, la ira, la envi- raciones (cf. C.G. II, 73 y De pot.
dia, la acedia, la gula, la lujuria y la q. 10, a. 1). Ahora bien, hay dos
avaricia. Pero cabe señalar que, si- tipos fundamentales de operacio-
guiendo la tradición instaurada por nes o, mejor aún, de acciones: tran-
Gregorio Magno, no han enume- siens e inmanens (véanse). Siguien-
rado entre ellos la soberbia, preci- do a Aristóteles, Tomás opta, pues,
samente por considerarla el princi- por definir el v. como el ser cu-
pio de las mismas. Gregorio com- yas operaciones propias en cuan-
739 volitio

to tal –aunque no exclusivas– son determinado lugar y función en la


las inmanentes, esto es, las que per- sociedad, por ej., la de maestro, la
feccionan al mismo sujeto, puesto de padre, etc. Así suele figurar en
que tienen origen y término en él. los manuales de confesores de la úl-
De ahí que se diga que el vivien- tima Edad Media.
te se mueve a sí mismo. De hecho, Cabe notar otro uso de la palabra
las operaciones vitales fundamenta- –esta vez, excepcional– que apare-
les son la asimilación, el desarrollo ce en los escritos de Ockham. Este
y la generación; todas ellas perfec- autor la emplea, en su Summa To-
cionan al sujeto, ya que, mediante tius Log. III, 4, 2, a propósito del
las dos primeras, éste va adquirien- tema de los términos equívocos,
do funciones que previamente só- en el sentido no sólo de significa-
lo tenía en potencia pero no en ac- ción sino también en el de supposi-
to; mediante la tercera, asegura la tio (véase in principio).
superviviencia de su especie. Preci-
samente, tales operaciones quedan volitio. Estrictamente hablando, la
incluídas en el concepto clásico de v. es el acto de tender a la obten-
vita (véase) como zoé. ción o consumación de la realidad
ya poseída representativamente por
vocatio. En su sentido latino, la voca- la razón. De este modo, el térmi-
ción es el efecto de un vocare, es de- no se reserva para indicar el acto
cir, de un llamar, y el resultado de mismo de la voluntas (véase). De-
una vox. Por tanto, la v. es un lla- bido a esta precisión, se distingue
mado. En la literatura cristiana pa- de conceptos como, por ej., passio
trístico-medieval se utilizó esta pa- (véase).
labra con el sentido fundamen- Un caso particular en el uso de
tal que tiene, especialmente, en los este vocablo es el de la v. divina.
textos de San Pablo. En ellos, se ad- En primer lugar, el querer de Dios
vierte sobre la v. de Dios y la nece- se considera un acto idéntico a Su
sidad de perserverar en la respuesta esencia. En segundo término, se
a ella, en cuanto condición a la que entiende por esta expresión tanto
se ha sido llamado por Él (cf., por el acto por el cual Dios quiere que
ej., Cor. I, 7, 22). Por v. se entiende, la criatura exista como aquel por el
entonces, algo que va más allá de la que quiere recompensarla. Así, la v.
actitud, que es sólo una atracción divina no incluye sólo la voluntad
hacia determinada forma de activi- de Dios; también connota la cria-
dad. La v. es, en síntesis, el llama- tura en su ser real, por lo cual, en
do de Dios al hombre para que éste algunos contextos, equivale a los
vaya a su encuentro a través de de- conceptos de creación y conser-
terminadas vías. Utilizada en espe- vación. Como nota Guillermo de
cial para la cuestión de la vocación Ockham, en In I Sent. d. 35, q.6,
por la vida religiosa, como apare- tal equivalencia obedece al hecho
ce en Agustín de Hipona (cf. De de que siempre está en la potestad
praed. 428) o en Tomás de Aquino divina crear lo contingente y con-
(cf. In Sent. IV, d.17, q.1, a.1), esta servarlo. Cf., además, voluntarium.
palabra se usó también para desig-
nar el llamado divino a ocupar un
voluntarium 740

voluntarium. La clásica caracteriza- na 3.1. perfectum; o 3.2. imperfec-


ción escolástica del acto v. es la que tum, según el grado alcanzado por
dice que es el acto humano pro- dicho conocimiento. Finalmente, te-
cedente de un principio intrínse- niendo en cuenta en lo v. 4. su de-
co, con conocimiento del fin. Di- pendencia directa o no de la volun-
cho principio intrínseco es la facul- tad como potencia que le es pro-
tad apetitiva, y el conocimiento del pia, el acto puede ser 4.1. actua-
fin constituye la fuente misma del le, si se efectúa bajo el influjo ac-
acto voluntario, de manera que tal tual y directo de la voluntad; 4.2.
conocimiento guarda con éste una virtuale, si se lleva a cabo en virtud
relación de causalidad. Los autores de otro acto voluntario precedente,
medievales establecieron algunas que continúa ejerciendo influencia
delimitaciones relativas a este con- real sobre la acción; 4.3. habitua-
cepto. Por ej., lo v. no es lo mis- le, si tiene lugar por otro acto pre-
mo que lo querido –que consiste cedente que en realidad no influye
en el objeto hacia el que la volun- directamente sobre el actuar poste-
tad tiende–; tampoco se identifica rior, pero que no ha sido corregi-
con lo espontáneo –que es lo que do; 4.4. interpretativum, si se hace
meramente procede de un prin- por otro acto que se supone podría
cipio interno pero no implica co- haber existido si el agente hubiera
nocimiento del fin–; ni con el ac- pensado en él.
to libre, que procede de la volun-
tad, pero en cuanto que ésta se au- voluntas. Muy en general, la volun-
todetermina; ni siquiera con la in- tad se caracteriza como una de las
tentio (véase), porque ésta implica potencias fundamentales del alma:
formalmente la conciencia. constituye el principio mismo de
Los escolásticos han formulado sus operaciones, ya que es la facul-
las siguientes distinciones sobre la tad mediante la cual el alma tien-
noción que nos ocupa, de acuerdo de a la realidad para posesionarse
con el punto de vista desde el que de lo que el intelecto o la razón le
se la considere: 1. según el origen muestra como verdadero y bueno.
del acto voluntario, éste puede ser Se define, pues, como el appetitus
1.1. elicitum, si procede inmediata- rationalis (véase) o conforme a la
mente de la voluntad; 1.2. impera- razón, con lo cual se distingue del
tum, si procede de otra facultad su- mero apetito sensible, que es el de-
bordinada a la voluntad. Conside- seo. Esta distinción aparece ya en
rando 2. su objeto, el acto volunta- los pensadores antiguos. En efecto,
rio se divide en 2.1. positivum, que está insinuada en Platón (cf. Gorg.
indica el llevar a cabo efectivamen- 466 a y ss), explícita en Aristóteles
te un acto determinado; y 2.2. ne- (cf. De an. III, 10, 433 a 23), y rei-
gativum, que señala la omisión de- terada en Cicerón (cf. Tusc. IV, 6,
liberada de tal acto, por adverten- 12).
cia de la razón. Desde el punto de La insistencia en esta ilumina-
vista del 3. conocimiento del fin, ción de la voluntad por parte del
de los medios y circunstancias que intelecto ha llevado a algunos in-
rodean al acto v., éste se denomi- térpretes a llamar “intelectualista” a
la doctrina antigua sobre el hom-
741 voluntas

bre y, por oposición, “voluntarista”, da otro aspecto del tema: se inte-


a la concepción medieval. Sin em- resa particularmente por la relación
bargo, tal caracterización es errada. entre intelecto y voluntad. Las po-
Lo cierto es que la elaboración fi- siciones arquetípicas que se susten-
losófico-teológica de la revelación taron al respecto son las de Tomás
judeo-cristiana hizo que se pusie- de Aquino, quien afirma el prima-
ra el acento en la relación del hom- do del intelecto (véase intellectus)
bre con Dios, un Dios que crea vo- sobre la voluntad; y la de Duns Es-
luntariamente y por amor, y con- coto, que sostiene lo contrario. Por
tra quien el hombre peca, también otra parte, el Aquinate concede
voluntariamente. Por lo demás, y que la v. puede tener una relativa
en lo que concierne al Cristianis- superioridad cuando su objeto es el
mo, el asentimiento otorgado por más alto, como en el caso del amor
el creyente a la verdad evangélica a Dios, ya que vale más amarlo que
conlleva un decisivo factor volun- conocerlo. Sin embargo, en senti-
tario, como también lo involucra el do absoluto –o sea, independien-
adecuar la propia vida a la volun- temente del objeto al que cada fa-
tad divina. Esto explica que duran- cultad se puede referir–, el intelec-
te los períodos patrístico y medie- to es más alto y más noble que la
val, el tema de la v. haya adquirido voluntad, en cuanto que el objeto
un particular relieve. Así, Agustín propio de ésta es concretamente el
de Hipona, ve en la v. un elemen- bien, mientras que el propio del in-
to del vestigio de la Trinidad en el telecto es “ipsa ratio boni” y “quan-
alma humana, precisamente, el que to aliquid est simplicius et abstractus,
corresponde a la tercera Persona. tanto secundum se est nobilius et al-
En sí misma, la v. es el principio tius” (S. Th. I, q. 82, a. 3 c). La v.
de la cualificación moral del hom- se mueve hacia el bien, sólo en vir-
bre (cf. De Trin. VIII, 3, 4), ya que tud de la iluminación que recibe
ser libre –y, por ende, responsable– por parte de la razón. Ante la obje-
consiste en ser dueño de la propia ción de que para conocer lo verda-
voluntad (véase liberum arbitrum) dero, es imprescindible querer co-
(cf. De lib. arb. I, 14, 30 y III, 3, nocerlo, Tomás responde que, pa-
8). Con estas afirmaciones, Agus- ra querer entender, también se ha-
tín se opone al determinismo mo- ce necesario entender en qué con-
ral de los maniqueos, afirmando el siste ese querer. Y, aunque reconoce
origen del mal precisamente en la que los actos de ambas facultades
debilidad de la voluntad del hom- humanas ejercen una influencia re-
bre respecto de la efectiva realiza- cíproca, no deja de afirmar que pri-
ción de lo querido. Pero también mum est intellectus.
se enfrenta a los pelegianos, sos- En cambio, Duns Escoto asume
teniendo la necesidad que tiene la la posición opuesta defendiendo el
naturaleza humana caída de la Gra- primado de la v. Con ello, adhie-
cia divina para obrar bien, dada di- re a la línea inaugurada por Agus-
cha debilidad. tín y seguida por Anselmo d’Aosta,
Sin dejar de aceptar estas tesis quien subrayaba el privilegio de la
agustinianas, la Escolástica abor- voluntad en cuanto que ésta sola
voluntas 742

imperat sibi (De conc. virg. V). So- ra lo que está prescrito por la recta
bre esta base, Duns niega, en pri- ratio (véase). De modo que llevar
mer lugar, que la recíproca implica- a cabo un acto conforme a la recta
ción entre las dos facultades lleve a razón es querer lo que está prescri-
sostener una igualdad de jerarquía to por ella, pero no porque lo pres-
, puesto que, mientras que el inte- crito por ella sea bueno –o apete-
lecto es movido de modo natural y cible o útil– sino exclusivamente
necesario por su objeto, es decir, la porque así está prescrito. Más aún,
verdad –a la que no puede dejar de una voluntad creada que sigue una
prestar asentimiento–, la voluntad conciencia errónea –la que deriva,
se mueve libremente a sí misma, por ej., de una equivocada aprecia-
porque ella es la que pone su pro- ción de las normas de la recta ra-
pio objeto (cf. Rep. Par. III, d. 17, tio– es una voluntad recta, porque
q. 2, n. 3; Op. Ox. III, d. 33, q. 1, la v. divina quiere que el hombre
n. 9). En segundo lugar, la voluntas siga su razón cuando esa razón no
supera al intelecto, porque el acto es culpable, aunque esté errada (cf.
de la v. se une a su objeto tal como In III Sent. qq. 12 y 13; IV, q. 14;
él es en sí, mientras que el de la ra- IV, q.14g).
zón se une a su objeto ut est in cog- En cuanto a la concepción me-
noscente. Por último, Duns Escoto dieval de la v. divina, también se
recoge otro tema agustinano: co- pueden marcar dos líneas, cuya
nocer el mal no constituye un pe- oposición coincide con la que se
cado; el pecado es quererlo. Entre plantea en el análisis de la humana.
él y Agustín, hay que considerar la Si bien todos los autores escolásti-
intervención de Abelardo, en cuya cos subrayan la omnipotencia de
ética la v. cobra, como facultad, un la voluntad de Dios y, a la vez, po-
papel preponderante. En efecto, lo nen en Él el fundamento del bien,
que determina el carácter moral de unos, como Tomás, sostienen que
un acto no es el desiderium mismo, Dios quiere sólo lo bueno; otros,
ni la acción, externa, que se lleva a como Duns Escoto y Guillermo de
cabo, sino el consentimiento, in- Ockham, afirman, en cambio, que
terno, puesto que se da en la v. lo bueno es bueno porque Dios lo
Pero la posición medieval más quiere. Por otra parte, autores no-
claramente “voluntarista” ha sido la minalistas como Gabriel Biel han
de Guillermo de Ockham. En efec- utilizado la expresión v. Dei bene-
to, para este autor, la voluntad no placiti para referirse a dos aspec-
es una potencia del alma distinta tos de la voluntad divina respecto
de su esencia; es el alma misma en del hombre, aspectos entre los cua-
tanto que ella es capaz de querer; les no interviene más que una dis-
así, define la v. en cuanto “poten- tinción de razón y no real: el an-
tia rationalis quae valet ad opposita” tecedens y el consequens. La volun-
(véase valere ad opposita). Desde el tad divina del beneplácito es ante-
punto de vista filosófico y no teoló- cedente cuando capacita al fiel para
gico, Ockham sostiene que ningún llevar a cabo algo moralmente bue-
acto es perfectamene virtuoso a no o para cumplir con los mismos
menos que en dicho acto la v. quie- preceptos de Dios. En cambio, se
743 vox

llama “consecuente” a la directa vo- última condición, la v. como pala-


luntad divina que siempre se cum- bra se diferencia del discurso. Las
ple (cf. Lect.68 c-d). voces refieren a afecciones del al-
ma –es decir, a conceptos– que sí
voluptas. Derivado del adverbio vo- son iguales para todos y constitu-
lupte, que significa “agradablemen- yen imágenes de realidades, que
te” y “a gusto”, este término mien- también son las mismas para to-
ta, en general, la complacencia, el dos (cf. De int. I, 1-19). De tal mo-
gozo o el deleite, pero, particular- do, se tienen, en primer lugar, rea-
mente, la satisfacción de los senti- lidades comunes a todos los hom-
dos. En el mundo griego, el con- bres (véase res); en segundo térmi-
cepto comienza a tener relieve en no, afecciones del alma, o imáge-
algunos representantes de la escue- nes de tales realidades, o conceptos
la hedonista, quienes consideran el (véase nomen), comunes a todos; y,
placer sensual como criterio y fin en tercer lugar, voces, o sea, pala-
último de la acción. Pero, lo propio bras escritas o habladas, que mien-
de los períodos tanto patrístico co- tan conceptos y varían de pueblo
mo medieval es subrayar el carác- en pueblo. Así pues, se enfatiza la
ter negativo de la v., en la medida convencionalidad de las voces. Esta
en que sus autores insisten en el fin distinción en tres planos se convir-
último espiritual del hombre, para tió en clásica. Fue particularmente
cuya consecución la voluptuosidad estudiada por los estoicos, a través
constituye, por lo menos, un obs- de los cuales pasa a Agustín de Hi-
táculo. pona que estudia el tema, particu-
En cambio, la valorización del larmente, en el De Magistro.
placer sensible resurge en el Huma- Con todo, se ha de advertir que
nismo, especialmente, en la inter- el uso preciso del término v., pa-
pretación renacentista de la doctri- ra señalar la tercera instancia de
na epicúrea. las mencionadas, es algo tardío en
vox. Término que se traduce como la Edad Media. El hecho de ha-
“voz”, “palabra”, o “vocablo”. Así, alu- ber traducido el “ónoma” aristotéli-
de al signo de un concepto –que, a co por “nomen” dio lugar a algunos
su vez, es signo de lo real–, espe- equívocos (véase universale 3.2.),
cialmente en su aspecto oral y audi- como también provocó cierta am-
tivo, o sea, en cuanto palabra pro- bigüedad el haber usado el término
nunciada. Por eso, tiene la misma “verbum” como sinónimo del que
raíz que vocare, “llamar”. Aristóte- nos ocupa: Agustín, por ej., alude
les la denomina “ónoma”, y la ca- a la palabra oral llamándola “ver-
rateriza como un sonido vocal que bum”, ya que afirma que en cuanto
posee una significación convencio- tal, hiere el oído, razón por la que
nal, que no se refiere al tiempo y hace derivar este último vocablo de
que carece de partes separables sig- verberare, mientras que asocia no-
nificativas; así ocurre, por ej., en la men, como concepto conocido, a
palabra “hombre”, ninguna de cu- noscere (cf. De mag. 7, 19). Sin em-
yas sílabas, tomadas por separado, bargo, el haber optado por la ex-
tiene significado alguno. Por esta presión verbum mentis para desig-
vox 744

nar el concepto (véase verbum I y ral, naturales y necesarias– y, par-


III), hizo que debieran agregarse a ticularmente, por la corresponden-
verbum las acotaciones vocis, vocale cia entre dichos modos con los mo-
y vocabile, para aludir a la palabra dos de articulación de los concep-
hablada, con lo que, finalmente, se tos que, a su vez, corresponden, pa-
prefirió el término v. para denomi- ra estos pensadores, a los de la es-
nar a esta última. tructura de la realidad misma.
Pedro Hispano distingue entre Por su parte, Guillermo de Oc-
las voces litterata, como “homo”, kham prestó particular atención a
y non litterata, como el gemido de la v. como elemento del lenguaje.
un enfermo, independientemente Este autor retoma en profundidad
de que ésta sea tan significativa co- la tesis aristotélica de la convencio-
mo la primera (cf. Summ. Log. 1, nalidad de la v., es decir, del hecho
3). de que se trata de un signo artifi-
Por su parte, Pedro Abelardo pre- cial ad placitum. Es un error, sos-
senta algunas vacilaciones termino- tiene Ockham, suponer que a cada
lógicas en sus primeras obras sobre palabra corresponde una realidad
este tema, ya que, en el comenta- distinta: dicho error, advierte, es el
rio a la Isagogé porfiriana, utiliza de origen de no pocos pseudo-proble-
manera indistinta v., nomen y ser- mas. Sea de ello lo que fuere, Oc-
mo. Pero su posición final es cla- kham define la v. diciendo que es
ra: es por su función apelativa y no un signo instituido arbitrariamen-
por su esencia que la v. se predica te para significar una clase de co-
de muchos. Esta aptitud, clave en sas, y también él la distingue del
el universal, es propia del sermo que concepto (cf. Summ. in Phys. III, 7;
implica significación instituida. Summ. Totius Log. I, 14).
En la Edad Media, fueron los Con todo, hay que tener en cuen-
gramáticos especulativos quienes ta que la diferenciación en la v. en-
se dedicaron en especial a este te- tre la mera emisión fónica y el so-
ma. Siguiendo la línea inaugurada nido significativo fue paulatina, lle-
por los estoicos, se interesaron por gándose finalmente a reservar para
los modos de combinación de las la primera la expresión flatus vocis
voces –que consideraron, en gene- (véase).
745

Z
Z
zelus. El valor positivo asignado al ce- amistad, el z. se da como rechazo a
lo tiene origen escriturario. A pro- aquello que es contrario al bien del
pósito de la expulsión de los mer- amigo: de él, pues, se dice tener ce-
caderes del templo por parte de lo. De esta manera se expresa, por
Cristo, el evangelio de Juan rela- ej., Tomás de Aquino (cf. S.Th., I-
ta que los discípulos, al verlo, re- II, q.28, a.4). Otra cuestión vincu-
cordaron que estaba escrito “El ce- lada con el término que nos ocu-
lo de tu Casa me devorará”. Por pa es la referida a su distinción res-
otra parte, el Pseudo Dionisio es- pecto de la envidia (véase invidia).
cribe que Dios es llamado “celoso” Al respecto, el mismo Tomás seña-
(zelotes) a causa del mucho amor la que el z. se esfuerza en la emula-
que tiene a lo existente. Retoman- ción para obtener un bien; en cam-
do esta línea, pero ya en sus consi- bio, la invidia se empeña en que los
deraciones antropológicas y filosó- demás no lo obtengan (cf. De ma-
ficas, los autores medievales con- lo q.10, a.1).
cibieron el celo como provenien-
te de la intensidad del amor. Aho- zeugma. Entre los gramáticos medie-
ra bien, según una de las caracte- vales, se denomina así una forma
rizaciones agustinianas, el amor es, de enlace. Es una figura de cons-
fundamentalmente, un movimien- trucción gramatical que consiste en
to que se dirige hacia determinado la elipsis en una oración de un tér-
objeto (cf. De div. quaest. 35). Así mino enunciado en otra contigua.
pues, los escolásticos entendieron zodiacus. En la perspectiva medieval,
que cuanto más intensa es la di- se designó z. al último de los orbes
rección de esa potencia, más fuer- concéntricos (véase orbis). Por es-
temente repele todo lo que es con- ta razón, se lo conoció también co-
trario a ella; de ahí que el amor in- mo circulus maximus. Se divide en
tenso trate de excluir o rechazar lo doce partes llamadas dodecatemo-
que se le opone. En tal movimien- ria, de aproximadamente 15° cada
to reactivo consiste precisamente el una. Corresponden a las constela-
z. En el amor concupiscente (véase ciones que se toman como punto
amor), esto se da como repulsa de de referencia para fijar la situación
todo lo que impide la consecución del sol en su curso anual aparente.
o el gozo pacífico del objeto ama- Son: Acuario, Piscis, Aries, Tauro,
do, como el amante respecto de la Géminis, Cáncer, Leo, Virgo, Li-
amada, o como el que ama la glo- bra, Escorpio, Sagitario, Capricor-
ria se opone a quien parece aven- nio. El z. es, pues, la zona celeste en
tajarlo, que es el celo propio de la que está contenida la Ecliptica u or-
envidia. En cambio, en el amor de bita solis.
747

SENTENCIAS

Nota preliminar

A
manera de complemento del Léxico, se añade aquí
una selección de sentencias escolásticas. La decisión
de este agregado obedece a varias razones: en primer
lugar, a un fin didáctico: de hecho, en ellas se ejem-
plifica de modo muy sintético lo que se ha indica-
do en el cuerpo de este volumen como acepción o acepciones de algu-
nos términos; el verlos incorporados en un contexto mínimo, contribu-
ye a esclarecer sus respectivos significados y usos. La segunda razón es
de carácter, por así decir, arquitectónico: como se señaló en la presen-
tación de este volumen, los términos constituyen elementos esenciales,
pero son las sentencias las que, por sí mismas, considerando su conte-
nido, diseñan las columnas centrales de la estructura conceptual con la
que la Edad Media vio la realidad. El tercer motivo es de naturaleza for-
mal, pero no por ello se ha de tener por accesorio o prescindible: es sa-
bido que, en las diversas etapas de la historia de la filosofía, el modo de
expresar un pensamiento dice mucho sobre su contenido y, por tanto,
es inescindible de él, precisamente porque revela en gran medida el mo-
dus operandi intelectual sobre el que dicho pensamiento se apoya.
LEXICO TÉCNICO DE FILOSOFÍA MEDIEVAL 748

Respecto de las cuestiones formales del latín escolástico, es insosla-


yable una famosa referencia histórica. Un lugar tan común cuanto in-
fundado es el que repite que la luminosidad del Humanismo renacen-
tista vino a despejar la supuesta oscuridad de la Edad Media. Corría el
año 1485 y, en un clima de nostalgia platónica, el humanista Ermolao
Barbaro dedicaba sus esfuerzos a traducir las obras aristotélicas en “ele-
gante” forma latina, convencido de que sólo el brillo del estilo confiere
a un autor fama inmortal. En este período dirige a Pico della Mirandola
una carta en la que, tangencialmente, ataca a los escolásticos, calificán-
dolos de rudi, inculti et barbari. La respuesta piquiana no se hace espe-
rar, suscitándose así entre ambos una célebre polémica que, según algu-
nos intérpretes, versa sobre retórica y filosofía.
Sea de ello lo que fuere, la epístola de Pico del 3 de junio de dicho
año constituye una suerte de manifiesto que se conoce como de gene-
re dicendi philosophorum. El mismo Ermolao le proporcionó involunta-
riamente ese título al referirse, al comienzo de su réplica posterior, a la
“litem et controversiam veterem inter nos et illos de genere dicendi philoso-
phorum”. En la respuesta, Pico recoge las acusaciones de su correspon-
sal a los filósofos “bárbaros” y, con abierta ironía, se lamenta de haber
desperdiciado seis de sus mejores años: descuidando el estudio de las be-
llas letras, se ha dedicado, en cambio, a frecuentar la lectura de Alber-
to Magno, Tomás de Aquino, Duns Escoto, Averroes, en fin, todos esos
“bárbaros” que “tenían a Mercurio en su corazón, si no en los labios”.
Con todo –continúa– si alguno de ellos volviera a la vida, siendo como
eran expertos en argumentar, podría defender su caso. De esta manera,
Pico apela al recurso literario de no enfrentarse directamente con Ermo-
lao: pone en boca de un imaginario acusado la defensa de la filosofía es-
colástica y del latín en que ésta se expresa. No obstante, más allá de esta
cortesía, se revela el verdadero pensamiento piquiano al respecto, que se
podría sintetizar como sigue:
En primer lugar, el valor de la filosofía, de la escolástica en particu-
lar, no radica tanto en la forma en que se presenta cuanto en su objeti-
vo mismo que es dilucidar las razones de lo humano y lo divino. Así, la
gloria de los filósofos se adquiere “ubi non de matre Andromaches, non de
Niobis filiis, atque id genus levibus nugis, sed de humanarum divinarum-
que rerum rationibus agitur et disputatur...”.
749 SENTENCIAS

En segundo término, en la investigación de dichas razones, la filo-


sofía “bárbara”, lejos de merecer la acusación de ruda u oscura, ha sido
tan aguda que hasta se la tilda de excesivamente escrupulosa, si es que se
puede serlo demasiado en esta clase de búsqueda; pero los caminos que
conducen a la majestad de lo verdadero son estrechos y carecen del en-
canto de la mollitudo. El encantamiento de esta última constituye el ar-
ma peligrosa con que el rhetor seduce a la multitud, la que experimenta,
en cambio, horror ante la casta exigencia de la filosofía. La misión de la
filosofía consiste en conocer la verdad y demostrarla, sin trampas artifi-
ciosas, a los pocos capaces de mirar algo en profundidad.
En tercer lugar, si se admite que el latín filosófico de los escolásticos
no debe ser elegante, pero que, sin embargo, debe ser latín, la cuestión
radica, entonces, en decidir qué es buen latín y si éste se reduce exclusi-
vamente o no al estilo romano. Así, por ejemplo, en lugar de decir “a so-
le hominem produci”, los filósofos “bárbaros” utilizan la expresión “a so-
le hominem causari” que es recusada por los retóricos en nombre del la-
tín clásico. Sin embargo, esta segunda es correcta en la medida en que se
ajusta mejor a lo que pretenden enunciar: aunque Pico no lo mencione
explícitamente en su respuesta, los escolásticos tendieron a concebir la
productio como acción que sólo concierne a aquellas artes cuyo carácter
propio y fin radica en los objetos producidos, como mencionamos en
el artículo correspondiente. El sol no es agente de un ars que tenga por
objeto “producir” al hombre; sí es causa per accidens y remota en la ge-
neración de éste. Una vez más, añadimos, basta leer lo señalado por To-
más en S.Th. I, q.115, a.3.
En cuarto lugar, Pico anota que, en una lengua, la propiedad de los
términos es determinada o bien convencionalmente por arbitrium, o
bien por la índole misma de las cosas. En el primer caso, no se puede
negar a los escolásticos su derecho de usar las voces latinas con un signi-
ficado preciso en el que todos ellos concuerden. En el segundo, no es el
rhetor sino el philosophus quien ha de erigirse en juez, puesto que es este
último quien contempla y explora la naturaleza de la realidad. De este
modo, contra la perspectiva y el criterio de Ermolao, Pico opta por asu-
mir los que conciernen a la rectitudo y, en ella, la precisión semántica es
más decisiva que los criterios de vuelo y brillo formales.
LEXICO TÉCNICO DE FILOSOFÍA MEDIEVAL 750

En quinto término, de iure, el Mirandolano concede que nada im-


pide que se aúnen ambas cosas en el discurso filosófico. Pero aquí im-
pone a su respuesta un sutil y tal vez subrepticio cambio de registro. En
efecto, a partir de este momento, ya no habla de retórica y filosofía, si-
no de eloquentia y filosofía, lo que, como también se ha anotado en los
artículos correspondientes en este Léxico, no es exactamente lo mismo.
Siempre por boca del hipotético filósofo “bárbaro” que se defiende an-
te el rhetor, Pico apela ahora a un argumento ad hominem: el mismo Ci-
cerón prefiere en el discurso una sagacidad balbuciente a una locuaci-
dad vana, esto es, a la verbositas. Añade que Duns Escoto, por ejemplo,
ha escrito sobre Dios y la naturaleza sin elegancia; en cambio, al abor-
dar los mismos temas, el poeta Lucrecio se ha expresado insensata aun-
que elegantemente: uno demuestra tener os insipidum; el otro, mens in-
sipiens. Concluye con una imagen: no se busca en una moneda la ele-
gancia del relieve sino la materia de la que está hecha; no hay nadie que
no prefiera el oro puro acuñado por teutones al oro falso acuñado por
romanos.
Pico lanza así una verdadera declaración de guerra al sectarismo de
algunos humanistas. Creemos que lo hace precisamente porque es un
humanista más cabal que ellos, lo hace en nombre del Humanismo, en
el que presiente un momento histórico de apertura a horizontes más al-
tos y vastos que los del preciosismo literario. Es esta amplitud de mi-
ras y no sólo su erudición lo que lo llevó a ver en la filosofía escolásti-
ca un pensamiento más sólido y raigal que el que comenzaba a ostentar
por entonces su etapa de decadencia, el escolasticismo. La polémica re-
vela, pues, dos actitudes opuestas: la de quien posee conciencia históri-
ca y la de quien carece de la misma. Es esa conciencia lo que induce a
Pico a defender a los fiósofos “bárbaros” y su latín sentenciario, aunque
también por ella evita erigirlos en únicos portadores de la verdad. Sea de
ello lo que fuere, su manifiesto puede aventar hoy, entre medievalistas y
latinistas, los restos de un mutuo e injustificado desdén.

Con la guía de este principio, volvamos a la selección aquí ofrecida.


Las razones apuntadas al comienzo justifican ciertos criterios en la pre-
sentación de la siguiente antología. Se ha hecho una selección, ya que
hubiera sido inabarcable una lista exhaustiva de las sentencias. Justa-
751 SENTENCIAS

mente porque se pretende ofrecer un panorama de los principios que


rigieron la cosmo-antropovisión medieval, de un lado, se procuró, co-
mo criterio de inclusión, incorporar sentencias pertenecientes a diver-
sos campos: el lógico, el metafísico, el antropológico, el gnoseológico, el
ético, el de la filosofía de la naturaleza, y aun algunas que forman par-
te de la preceptiva metodológica. De otro, y como criterio de exclusión,
no se tuvieron en cuenta, salvo en contados casos, los effata o dichos
de un autor en particular, dado que éstos expresan un enfoque propio
y no siempre compartido. Sólo se incluyeron, pues, aquellas sentencias
que suscriben casi todos los autores escolásticos de primera línea, es de-
cir, los más representativos de esta etapa de la filosofía, cualquiera sea su
orientación doctrinal. Pero, es inevitable que un consenso universal –o,
por lo menos, el mayor consenso– se alcance en lo que es más eviden-
te; por eso, es igualmente inevitable que los enunciados que siguen, en
su gran mayoría, parezcan tan obvios que ni siquiera requieren explica-
ción. Sin embargo, y aun soslayando el hecho de que una de las caracte-
rizaciones de la filosofía la signa como explicitación de lo obvio, exami-
nar la fundamentación puntual que se confirió a esos enunciados mues-
tra la precisión, la economía y el mecanismo interno del pensamiento
filosófico que tipifica la Edad Media.

A su vez, la universalidad mencionada da razón de ciertas notas es-


tilísticas. Las dividiremos en rítmicas o de estructura fónica, y sintác-
ticas.
Un lector contemporáneo –más aún en la época de la informática–
tiende a desdeñar la importancia de las primeras, porque su hábito lo
lleva a incorporar conocimientos a través de medios visuales. No suce-
día lo mismo en la Edad Media, cuando la transmisión del conocimien-
to era frecuentemente oral y, por ende, auditiva, en parte, por la dificul-
tad de acceder a los materiales de escritura. La enseñanza debía atender
a esta circunstancia. Así, y considerando la importancia de principios
fundamentales de las distintas ramas del saber que tienen las sentencias,
los escolásticos procuraron –haya sido de manera consciente o no– fa-
cilitar su fijación en la memoria. Para eso, se hacía aconsejable, como
siempre ha pasado, apoyarse en el ritmo. Y la retórica venía en ayuda de
los maestros, con ciertas técnicas. Entre ellas, las siguientes, que se verán
LEXICO TÉCNICO DE FILOSOFÍA MEDIEVAL 752

ejemplificadas en la presente selección, pero que han sido rastreadas te-


niendo en cuenta también enunciados no incluidos en ella:

• esquemas simétricos bipartitos: se dan en aquellas sentencias cuya


enunciación oral supone un par de miembros con una misma can-
tidad de sílabas, por ej., “causa cessante-cessat effectus”, donde hay
cinco sílabas en cada uno. Este esquema suele aparecer en senten-
cias breves en las que, sintácticamente, se encuentra, como aquí, un
ablativo absoluto. También es frecuente que cada miembro del par
termine con el mismo verbo, por ej., “omne quod movetur-ab alio
movetur”, donde hay seis sílabas en cada uno. Por cierto, esta suerte
de rima también tiene carácter mnemotécnico.
• esquemas simétricos tripartitos: se dan en aquellos casos donde el
enunciado es pronunciable en tres tramos, de los cuales el primero y
el último son simétricos por su cantidad de sílabas, siendo el inter-
medio más largo, por ej., en “natura-determinatur-ad unum”, se tie-
ne un esquema en el que el primer miembro tiene tres sílabas; el se-
gundo, cinco; y el tercero vuelve a presentar tres.
• esquemas asimétricos crecientes: no es infrecuente que éstos presen-
ten una estructura silábica gradual, donde cada palabra tiene una
sola sílaba más que la anterior. Un ejemplo de este caso es “nihil-vio-
lentum-durabile”, donde la primera palabra es bisílaba, la segunda
trisílaba y la tercera tiene cuatro sílabas.
• esquemas asimétricos decrecientes: presentan la estructura de direc-
ción contraria, como en “operari-sequitur-esse”, en que la secuencia
es exactamente la inversa: a una palabra de cuatro sílabas le sigue
una de tres, y a ésta, una de dos.

Aunque, como es obvio, carecemos de registros sensibles, todo esto


debe de haber contribuido al tono categórico, taxativo que podemos su-
poner en la emisión oral de las sentencias durante el acto de enseñar.
Pero, sea de ello lo que fuere, en materia estilística, es en la sintaxis
donde el latín sentenciario ofrece notas más nítidas. Todas ellas obede-
cen, directa o indirectamente, a la función que cumplían las senten-
cias, de un lado, universalizante; de otro, asertiva. En este campo, y sin
el propósito de agotar la lista, mencionaremos como notas salientes las
que siguen:
753 SENTENCIAS

• presentan, generalmente al comienzo del enunciado, pronombres y


adjetivos universalizantes que responden justamente a la extensión
pretendida en la sentencia, como omne, por ej., “omne quod fit ha-
bet causam”. Por cierto, como los lógicos subrayan, también pue-
den ser negativos con igual universalidad; es el caso de nihil, ne-
mo, etc., por ej., “nemo dat quod non habet”. En orden a una com-
prensión más penetrante de las sentencias, conviene reparar en las
que están redactadas con otros términos universalizantes que, co-
mo quidquid, focalizan la atención en cada uno de los miembros de
dicha universalidad: no es exactamente lo mismo decir “cualquie-
ra cosa que” y decir “todo lo que”, aunque tengan la misma exten-
sión. Tal es el caso de “quidquid recipitur ad modum recipientis reci-
pitur”: cualquier cosa que sea recibida, se recibe según el recipiente,
o sea, con arreglo a la capacidad y naturaleza del recipiente, traduc-
ción donde la amplitud del “según” castellano puede contener tanto
el aspecto cualitativo como el limitativo implícito en el “ad modum”
latino. El “quidquid” no deja de indicar universalidad, pero advier-
te que eso, que se da en todos los casos, debe ser ponderado en cada
uno de acuerdo con la modalidad que presente. De paso, y a propó-
sito del último ejemplo, se debe prestar cierta atención a los verbos
latinos en voz pasiva, ya que, según el sentido de cada sentencia en
la que intervienen, convendrá traducirlos al castellano por una voz
media o pasiva.
• es frecuente que se elida el verbo, especialmente “esse”, lo que esti-
lísticamente refuerza la afirmación o la negación, es decir, hace más
enfática la sentencia, por ej., “ignoti nulla cupido”.
• también es usual, en un solo enunciado, la reiteración de términos
con la misma raíz, por ej., “intellectus intelligendo fit omnia”, lo cual
obedece, en muchos casos, como éste, al hecho de que se habla de
una potencia y la operación que le es propia, las que suelen derivar
del mismo verbo. Por lo demás, constituye un apoyo mnemotécnico.
• en muchas ocasiones aparece una perifrástica, ya que, por la misma
índole de su uso, esta clase de construcción sintáctica está llamada
a determinar un juicio o a regir una conducta, y recuérdese que la
sentencia, en su condición de principio, oficia también de directriz,
por ej., “contra principia negantem non est disputandum”.
LEXICO TÉCNICO DE FILOSOFÍA MEDIEVAL 754

• son frecuentes, además, los ablativos absolutos. En general, en cual-


quier traducción del latín a una lengua romance, cuando se presenta
un ablativo absoluto, se ha de decidir, por el contexto, el matiz con
el que traducirlo. Creemos que en la mayoría de los casos en la lite-
ratura sentenciaria, conviene optar por el condicional. Esto obedece
también a que la universalidad de las sentencias está vinculada con
la necesariedad a la que aluden; de esta manera, suelen indicar que,
si se da tal condición, sucede (necesariamente) tal cosa. Así ocurre
en el ejemplo ya mencionado “causa cessante cessat effectus” o en “po-
sito uno relativorum ponitur alterum”.
• proliferan los enunciados que se abren con la preposición “de” ri-
giendo un complemento de tema. De esta manera, por una parte, y
ya desde el comienzo, la sentencia anuncia precisamente sobre qué
ha de versar; por otra, y con ello mismo, acota la extensión de su va-
lidez específica, por ej., “de proportinibus simile est iudicium”.
• se tiende a la simetría también sintácticamente hablando, muchas
veces mediante el uso de coordinadas, cada una de las cuales presen-
ta igual estructura, por ej., “bonum ex integra causa, malum ex quo-
cumque defectu”, donde en ambas hay sujeto, verbo elidido, y un
locus unde de idéntica composición. Habitualmente, se usan, co-
mo en esta sentencia, en el caso de las oposiciones, justamente para
mostrar que lo que se da en uno de los miembros opuestos, mutatis
mutandis, sucede también en el otro.

Cabe aclarar, por último, que se ha optado por el término genérico


de “enunciado”, teniendo en cuenta su sentido más amplio, para aludir
tanto a sentencias como a axiomas. Por lo ya dicho, la voz “sentencia” se
emplea aquí, más que en su significado de opinión de una auctoritas en
particular, en su acepción de “juicio definido y cierto” y, por ende, com-
partible y compartido. Se reseva la palabra “axioma” para indicar aque-
llas proposiciones cuyo carácter de evidentes las eximen de demostra-
ción en sentido estricto. Si también éstas están acompañadas de una mí-
nima explicación, es porque, para tornarlas comprensibles, se ha de co-
nocer el significado de los términos que componen esas proposiciones y
el sentido de su articulación. En cuanto a las reglas silogísticas, se enun-
755 SENTENCIAS

cian en el artículo syllogismus; no figuran en la presente selección, por-


que son precisamente reglas y no sentencias ni axiomas.
Respecto de la tarea de traducción puntual, hay que advertir que no
se apuntó a la exactitud literal sino a una indicación preliminar de lo
sostenido en el enunciado, para desarrollar brevemente después un es-
clarecimiento de su sentido último. Con todo, hemos de aceptar, pri-
mero, que toda traducción es ineluctablemente provisoria; y segundo,
que, como se ha dicho alguna vez, “a los escolásticos hay que leerlos en
su neto, aritmético latín”.

a necessario esse ad esse valet illatio. Cf. ab oportere ad esse...

a particulari ad universalem non valet illatio. Esta sentencia recuer-


da la no-legitimidad lógica del razonamiento por el que se inten-
ta pasar de una proposición particular a una universal: de “Algunos
S son P” no puede inferirse “Todo S es P”. Ahora bien, téngase en
cuenta que la ilación inversa sí es válida (véase ab universali...).

a posse ad esse non valet illatio. Véase ab esse ad posse...

a quocumque removetur definitio et definitum. Cf. quidquid praedi-


catur de definitione...

ab absurdis sequitur quodlibet. Sentencia que recuerda que al iniciar


el proceso deductivo, si el antecedente es absurdo, la consecuencia
derivada del mismo será cualquier cosa. Lo mismo vale para la sen-
tencia que expresa “ab impossibile sequitur quodlibet”. Hay una va-
riante de ambas que está literalmente más próxima a la primera:
“dato uno absurdo caetera accidunt”: dado un absurdo, otros se dan.

ab esse ad oportere non valet illatio. Véase ab oportere...

ab esse ad posse valet illatio. Partiendo del ser puede concluirse el po-
der ser, dado que si algo existe es posible. Ahora bien, no hay legiti-
midad en sostener lo contrario: el mero poder ser no garantiza que
LEXICO TÉCNICO DE FILOSOFÍA MEDIEVAL 756

se trate de algo que efectivamente es; excepto que pudiera pasar de


la potencia al acto. Así, “a posse ad esse non valet illatio”.

ab indifferenti ut indifferenti nihil determinatum oriri potest. Equi-


vale a la afirmación tomasiana “Nihil quod est ad utrumlibet exit in
actum, nisi per aliquid determinetur ad unum”. Las dos senstencias
señalan que lo indiferente en cuanto tal no puede originar algo de-
terminado. Pero la segunda expresión indica que para que algo de-
terminado provenga, o sea, para que de lo indiferente resulte algo en
acto, es menester que la indiferencia ya no sea tal, es decir que debe
intervenir una determinación de la misma, ya sea por parte de algo
extrínseco, sea por algo intrínseco.

ab obiecto et potentia paritur notitia. Gnoseológicamente hablando,


una noción se produce a partir del objeto conocido o a conocer y de
la potencia cognoscitiva. Esta sentencia destaca el carácter de rela-
ción entre los términos cognoscente y conocido, que de suyo consti-
tuyen el conocimiento. La palabra “potentia” usada aquí indica que
se trata de una relación dinámica, que siempre se refiere a la posibi-
lidad del acto, en este caso, el acto de conocer.

ab oportere ad esse valet illatio. Indica la legitimidad lógica de con-


cluir la realidad de la necesidad: si algo es necesario, en sentido me-
tafísico, entonces, se da o existe. Pero no a la inversa: que algo exis-
ta de hecho no significa que deba existir ineluctablemente, este es el
caso de los seres contingentes. Varias demostraciones de la existen-
cia de Dios conllevan este principio, por ej., la tercera vía propuesta
por Tomás de Aquino (cf. S. Th. I, q. 2, a. 3). Otra formulación de
esta sentencia es “a necessario esse ad esse valet illatio”.

ab universali ad particularem valet illatio. Señala la validez lógica


del razonamiento por la que de la proposición universal puede con-
cluirse la particular: de “Todo S es P” puede concluirse legitima-
mente que “Algunos S son P”.

ab uno disce omnes. Usada originariamente para referirse a agrupacio-


nes personales, esta locución se suele emplear en forma más amplia
757 SENTENCIAS

para indicar que a partir de uno pueden conocerse todos los otros
que pertenecen a la misma clase.

absoluta distinguuntur per intrinseca. Se sostiene que las cosas ab-


solutas se diferencian por algo intrínseco, entendiendo el término
“absoluto” como opuesto a “relativo”. Por ejemplo, en el caso de
maestro-alumno hay dos términos relativos, en los que uno remi-
te al otro, de modo que, en la definición de cada uno en cuanto tal,
entra el otro. Es decir que el “maestro” es tal por algo extrínseco a
su sustancia de hombre. En el caso de “hombre” no ocurre lo mis-
mo, puesto que “hombre” es término absoluto se ha de definir por
principios intrínsecos, como la animalidad y la racionalidad. El te-
ma ha sido desarrollado particularmente por Duns Scoto (cf. Quo-
dlib. q.13, n.31).

abstrahentium non est mendacium. Enunciado de raíz aristotélica


que excluye la falsedad de la abstracción, en cuanto ésta, como tal,
no es un juicio. Ello vale no sólo para la abstracción cuyo resulta-
do es el concepto, sino también para la que versa sobre un aspecto
del objeto a tratar, y prescinde de los restantes. En este caso se ha de
tener en cuenta que prescindir u omitir no es negar (cf. Tomás de
Aquino, In I Sent., d. 30, q.1, a.3). Duns Scoto, por su parte, des-
taca que la abstracción nada quita a la realidad misma, aun cuando
extraiga de ella sus notas para recibirlas en el intelecto. La no false-
dad de la abstracción está, pues, fundada en el hecho de que no es
una determinación real sino sólo secundum considerationem (cf. Rep.
I, d.15, q.1, n.3).

accidentis esse est inesse. Sostiene, desde una perspectiva aristotélica,


que el ser o modo propio de existir del accidente es inherir. Su exis-
tencia consiste en estar en otro, en la sustancia. Decimos la mesa es
blanca, o el hombre es blanco: lo blanco está en la mesa e inhiere
como accidente de la misma.

actio agentis non est in potestate patientis. Aunque la acción del agen-
te es recibida en el paciente sin embargo no depende del paciente
ni de su potestad depende recibir la acción. El paciente sólo padece
porque el agente actúa y no determina la modalidad de esa acción,
LEXICO TÉCNICO DE FILOSOFÍA MEDIEVAL 758

la cual depende de la naturaleza del agente. Duns Escoto elabora es-


te tema, en particular, por ej., en Op. Ox. II, d.25, n.2. Ahora bien,
para que quede claro que la acción está en el paciente, se dice que la
acción está precisamente en aquello en lo cual se da el efecto produ-
cido por el agente. Por eso, también suele enunciarse de este modo:
actio non est in agente sed in patiente. Esta sentencia subraya, pues,
que, aunque la acción esté en el paciente, no depende de él.

actio non est in agente sed in patiente. Cf. actio agentis...

actiones sunt suppositorum. Sentencia que establece que las acciones


son del suppositum y no de la naturaleza. La naturaleza de algo –
que es la esencia en cuanto principio de operaciones– constituye a
la substancia individual subsistente e incomunicable como supposi-
tum. Pero es el suppositum el que es y, por tanto, es el que actúa. Así,
una naturaleza no puede actuar en cuanto tal, sino sólo en la medi-
da en que pertenece a una substancia individual completa que es,
precisamente, el verdadero subiectum de las acciones.

actus est prior potentia. Sentencia que sienta la prioridad del acto so-
bre la potencia en distintos órdenes: en el orden del ser y en el orden
del conocer. Tal prioridad –de carácter estrictamente metafísico– se
fundamenta en que lo perfecto tiene prioridad sobre lo imperfec-
to, lo verdadero sobre lo falso; en definitiva, el ser sobre la nada. De
hecho, la nada se piensa en relación con el ser; lo falso como des-
viación de lo verdadero, etc. Este enunciado expresa que lo perfec-
to precede ónticamente a lo imperfecto. En el mundo natural, pue-
de darse la sucesión inversa, pero, para que la potencia pase al acto,
es necesario que haya algo en acto: así, debe postularse precisamen-
te lo que esta sentencia establece: la primacía del acto, que es por sí
y que actualiza a la potencia.

actus et potentia sunt eiusdem generis. Señala que, en su composi-


ción, acto y potencia constituyen una unidad, y ambos pertene-
cen al mismo género, no a géneros diversos. Porque la potencia está
esencialmente ordenada al acto: es el árbol, y no el cisne ni el ángel,
lo que está en potencia en la semilla.
759 SENTENCIAS

aeternum est necessarium. Es decir, lo eterno es necesario, existe nece-


sariamente. Para acercarnos a su comprensión recordemos que, así
como lo temporal se asocia con lo sucesivo, por analogía, lo eterno
se asocia con lo simultáneo. Lo eterno se concibe, pues, como tota-
lidad simple y simultánea en acto, carece de posibilidad de cambio,
esto es, de pasar de la potencia al acto simpliciter; y aún más, care-
ce de la potencia de no ser. De esta manera se expresa, por ej., Duns
Escoto (cf. Op. ox. IV, d.49, q.6, n.16).

affirmatio est prior negatione. Así como el acto es anterior a la poten-


cia y ésta se ordena esencialmente al acto, así la afirmación es ante-
rior a la negación, toda vez que la negación se funda en la afirma-
ción del ser determinado: esto es lo que la negación niega.

amans exit extra se. Propio del amante es “salir de sí mismo”, metafó-
ricamente dicho, como ya sugiere Aristóteles en Pol. II, 3 y VII, 5.
Los escolásticos la interpretaron en el sentido de que el amante se
vuelca hacia el amado, apreciándolo más que a sí mismo y descan-
sando en él. Con este mismo sentido leyeron la célebre expresión
con que Agustín caracteriza la ciudad de Dios: compuesta por todos
los que aman a Dios hasta el desprecio de sí mismos. Duns Escoto
comenta que, en comparación con el ser del amado, el propio ser se
siente disminuido de tal modo que se prefiere destruirlo antes que
ver destruido el del amado (cf. Op. ox. IV, d.49, q.2, n.7).

anima est quodammodo omnia. Cf. intellectus intelligendo...

anima est tamquam tabula rasa. La sentencia asienta al alma como


tabla rasa, y supone su continuación: sobre dicha tabla la experien-
cia sensible escribe sus caracteres. Basada en expresiones aristotéli-
cos del De an. III, 14, esta formulación, se limita a negar que el al-
ma traiga innatamente consigo, por su misma naturaleza, algún co-
nocimiento natural, puesto que todo conocimiento tiene punto de
partida en los sentidos.

appetitus naturalis non est frustra. El apetito natural no es en vano.


Se halla en todos los seres: el sol apetece naturalmente la luz, el en-
tendimiento apetece conocer. Es una aspiración natural de todo ser;
LEXICO TÉCNICO DE FILOSOFÍA MEDIEVAL 760

en los seres cognoscentes, previa a cualquier conocimiento sea in-


telectivo o sensitivo. Cabe señalar, en primer lugar, que el enuncia-
do se refiere a los apetitos naturales propios de una especie; las posi-
bles imperfecciones de los individuos que la componen no hacen a
la cosa. En segundo término, esto se apoya en uno de los principa-
les supuestos medievales: que el universo creado tiene un orden, es
decir, es un cosmos, ie. un orden cósmico. Por eso, esta es una espe-
cificación de la otra sentencia que reza Deus et natura nihil faciunt
frustra (véase).

approbare vera pro falsis est naturae lapsae non institutae. Advier-
te que tomar lo falso por verdadero se debe a la naturaleza humana
en cuanto caída, no en cuanto instituida, es decir, tal como ha sido
creada. Así, la sentencia apunta a una de las consecuencias del pe-
cado original. Desde el momento en que la inteligencia se ordena a
la verdad (véase obiectum), el error adánico consistió en creer bueno
aquello que no lo era o bien creer que se seguiría algo bueno, como
ya había sostenido Agustín en De lib. arb. III, 19, 53, según el co-
mentario de Duns Escoto (cf. Op. ox. II, d.22, n.2).

ars imitatur naturam. Enunciado de origen aristotélico, fue asumido


por los escolásticos con la convicción de que, si, por ej., la natura-
leza proveyera casas o naves, éstas serían como las que hace el arte.
Con ello, una vez más, se advierte el supuesto medieval del orden
que preside el mundo natural, orden que el arte debía respetar, por
eso definían el arte como recta ratio factibilium. Desde el punto de
vista metafísico, la principal diferencia percibida entre la naturaleza
y el arte consiste en que la primera es un agente que procede intrín-
secamente, mientras que el arte lo hace extrínsecamente.

assimilatur effectus causae agenti. La afirmación de que el efecto se


asemeja a la causa se funda en dos notas: la primera obedece al he-
cho de pertenecer ambos a la misma especie, como el hombre en-
gendra al hombre y el fuego al fuego. La segunda proviene del he-
cho de que, en cuanto resultado de la acción de la causa –que só-
lo puede producir lo que posee– el efecto conserva siempre algo de
ella. Ha de notarse que esta expresión se aplica desde a aquellos ca-
sos en que la similitud entre causa y efecto es perfecta o casi perfec-
761 SENTENCIAS

ta, hasta a aquellos otros en que entre ambos se da una conformidad


puramente analógica, como la que existe entre una planta y el po-
der del sol que la engendra (cf. Tomás de Aquino, S. Th. I, q. 105,
a. 1, ad 1).

bonum commune praeponendum particulari. Cuando el bien común


(véase bonum commune) se opone al particular, se ha de considerar
mayor o más alto el primero y, por tanto, más digno de ser amado.
Lo enunciado por esta sentencia se ha estimado como verdad evi-
dente. Así lo hace, por ej., Duns Escoto (cf. Op. ox. IV, d.43, q.2,
n.22).

bonum est diffusivum sui. Este enunciado expresa dos sentidos funda-
mentales. Los autores que adscriben de algún modo a una perspec-
tiva de impronta neoplatónica entienden este bonum como el Bien
que, de suyo, se comunica, siguiendo al Pseudo-Dionisio (cf. De
div. nom. 4). En cambio, entre los escolásticos prima un enfoque di-
ferente, basado sobre el ente y la causalidad. El ens en cuanto bonum
se presenta –aparece o se despliega– como apetecible y, en esa me-
dida, la cosa buena es difusiva de sí a la vez que atrae hacia sí. Por
eso, el carácter autodifusivo del bonum se relaciona más con la cau-
sa final que con la eficiente, como señala Tomás (cf., por ej., De ver.
q.21, a.1 ad 4; S.Th. I, q.5, a.4 ad 2). Por su parte, y en el plano de
una teología cristiana, Duns Escoto sostiene que el bien infinito no
se puede comunicar, salvo en la medida en que la voluntad divina lo
confiera (cf. Op. ox. III, d.26, n.10).

bonum ex integra causa, malum ex quocumque defectu. Esta senten-


cia significa y sostiene que, mientras el mal procede de algún defec-
to o carencia, cualquiera sea, el bien resulta de la integridad de to-
das lsas causas intervinientes. En Dionisio Areopagita se encuen-
tra su antecedente medieval (cf. De div. nom. 4). Si bien el sentido
de este enunciado es fundamentalmente metafísico, tiene también
un significado importante en el orden moral. En este plano, una ac-
ción será buena sólo cuando su objeto, su fin y los medios también
lo sean; en cambio, basta la deficiencia de una sola de las causas para
volver mala a una acción (cf. S.Th. I-II, q.18, a.4, ad 3).
LEXICO TÉCNICO DE FILOSOFÍA MEDIEVAL 762

causa causae est etiam causa causati. La causa de la causa es también


causa de lo causado. Esta sentencia señala que una causa, cuyo efec-
to propio da carácter de eficiente a un agente, es, por eso mismo,
con-causa de los efectos que el agente produce. La afirmación se
usó, con carácter positivo, en referencia al caso de Dios como cau-
sa primera, puesto que, al determinar la operatividad de todas las
cosas, indirectamente está como causa en los efectos de todas ellas.
Con todo, hay que advertir que esta suerte de transitividad causal
no involucra todos los aparentes efectos de las causas subordinadas.
De hecho, el mal, en cuanto ausencia de bien, es el resultado de una
deficiencia, de un defecto, de un no ser del agente próximo o causa
subordinada, y no se puede atribuir a la causa primera.

causa cessante cessat effectus. Si cesa la causa, cesa el efecto. Esta sen-
tencia confirma la dependencia del efecto con respecto a su causa.
Sin embargo, hay algunos casos en los que algo permanece después
de que su causa ha dejado de existir. Por eso, los escolásticos, entre
ellos, Tomás de Aquino, establecieron la distinción entre causa es-
sendi y causa fiendi (cf. S. Th. I, q. 104, a. 1). La primera es causa
del ser de algo, como la luz del sol es causa de la iluminación del es-
pacio; la segunda es causa de algo hecho o producido, como el pa-
dre respecto del hijo. En el primer caso se verifica esta sentencia, da-
do que, desaparecida la luz del sol, el espacio deja de estar ilumina-
do. En el segundo caso, en cambio, no se verifica, ya que el hijo, co-
mo efecto de su padre, puede continuar viviendo después de que
su padre ha muerto. El Aquinate sugiere que la diferencia depen-
de de que el efecto pueda recibir naturalmente o no la forma de la
causa, tal como dicha forma está en ella: tanto el padre como el hi-
jo participan de la forma hombre y el hijo la recibe tal como está en
su padre; en cambio, el aire no recibe la forma luz tal como ésta es-
tá en el sol.

causa est potior (perfectior) (nobilior) causato. Señala la superiori-


dad de la causa con respecto a lo causado. La causa es más noble
que el efecto en cuanto es activa y comunica al efecto sus perfeccio-
nes. Ahora bien, en el caso de la causa meramente instrumental se
podría objetar la validez de este principio, como de hecho lo hace
763 SENTENCIAS

Tomás de Aquino (cf. S.Th. II-II, q. 165, a. 2 ad 1). Por su parte,


Duns Escoto niega la universalidad de esta aserción diciendo, por
ej., que no es válida para la causa material (Theor. XIX, concl.7, n.3).
Con todo, la sentencia siguió rigiendo, aunque ciñéndola implícita-
mente a la causa eficiente.

causa est prior suo effecto. También esta sentencia enuncia la priori-
dad de la causa sobre el efecto. Obviamente, ha de ser entendida en
el orden metafísico y no cronológico. La causa es anterior a su efecto
en la medida en que éste depende entitativamente de aquélla, aun-
que ambos sean simultáneos. Esta sentencia no habla del orden del
tiempo sino del orden del ser. En este plano, como señala Tomás de
Aquino (De Pot. III, a.13 ad 5), nada es incausado, de manera que,
como condición necesaria, la causa debe existir para que exista el
efecto (véase también nihil est causa sui ipsius).

causa in actu est simul cum effectu in actu. Hay relación de simulta-
neidad entre la causa que ejerce su eficacia en acto y el efecto corres-
pondiente, como son simultáneos el sol y la iluminación solar. Con
todo, esto sólo es aplicable en el mundo natural. En lo que respecta
a la causa primera, así como a cualquier causa de naturaleza incor-
pórea, esta sentencia no rige, porque el adverbio simul sólo se refie-
re a la dimensión temporal.

causa naturalis est determinata ad unum. Cf. natura determinatur...

causa universalior perfectior. Cuanto más universal es una causa tan-


to más perfecta es. En el orden causal, cuando hay dos causas subor-
dinadas, ambas tienen efectos; pero la virtud o poder de la superior
es más eficiente, puesto que está menos limitada a uno o a pocos
efectos, y por ende, su virtud se extiende a más. Así se expresa, por
ej., Duns Escoto (cf. Op. ox. I, d.36, n.15 y d.3, q.8, n.2).

cognitio dependet a potentia et ab obiecto. Cf. ab obiecto et potentia...

comparatio omnis est secundum (aliquod) univocum. Esta sentencia


sostiene que toda comparación se ha de establecer con relación a un
término unívoco. Para su comprensión debe recordarse que en ella
se establecen no sólo los términos comparados, sino también un ter-
LEXICO TÉCNICO DE FILOSOFÍA MEDIEVAL 764

cero, respecto del cual los términos son comparados. Por ej. en “Es-
ta tiza es más gruesa que aquel lápiz”, los términos comparados son
tiza y lápiz, mientras que el grosor es el tercer término respecto del
cual se hace la comparación. Esta sentencia, típicamente aristotéli-
ca, establece que ese tercer término debe ser unívoco, o sea que ha
de tener el mismo significado aplicado a cosas diferentes. Según este
enunciado, no sería recta una comparación que rezara, por ej., “Esta
tiza es más gruesa que mi voz”, dado que, en este caso, “gruesa” no
es término univocum sino aequivocum (véanse).

conservatio est continua creatio. Los autores escolásticos, especial-


mente, los de línea agustiniana como Buenaventura, acuñaron es-
ta sentencia sobre la base de lo expuesto por Agustín en De Gen.
ad litt. VIII, 19. Se funda en la dependencia metafísica de lo crea-
do respecto de Dios, dependencia que, precisamente por ser esen-
cial, se da de modo permanente y en la misma medida, a la mane-
ra de continua causación. De este modo, la realidad creada resulta
causada como en la creación originaria; de ahí que algunos autores
no distingan entre creación y conservación. Tomás de Aquino, en
cambio, sólo admite este enunciado con la distinción previa entre
causalidad directa e indirecta. Según el Aquinate, Dios creó inme-
diatamente todas las cosas, pero en la creación misma estableció un
orden entre todas ellas, de manera que unas dependieran de otras.
Así, las segundas se conservan en la existencia gracias a las prime-
ras. Con todo, Tomás reconoce que se necesita siempre la conserva-
ción primera y principal que proviene de Dios mismo (cf. S.Th. I,
q.104, a.2 ad 1).

consuetudo est quaedam (secunda) natura. Según lo enseñado por


Aristóteles en Eth. Nic. II, 1, la costumbre –a diferencia de la me-
ra disposición– genera hábito y éste se afinca en la naturaleza ope-
rando a manera de segunda naturaleza. Así, algunas acciones huma-
nas que parecen naturales, en realidad, provienen de algún hábito.
Es interesante el ejemplo que trae Duns Escoto respecto a la eficacia
del hábito: las leyes y las instituciones han sido creadas por los hom-
bres; según la diversidad de pueblos, algunas de ellas son inútiles e
infundadas pero, al haberse educado los ciudadanos con arreglo a
765 SENTENCIAS

las mismas, esto es, al haberse habituado a tales leyes o instituciones,


las dan por inobjetables (cf. Exp. in Met. Arist. II, c.3, n.22).

contra principia negantem non est disputandum. Advierte que no


debe discutirse contra quien niega los principios, y postula la nece-
sidad de asentir aceptando los primeros principios, ya sean lógicos
o metafísicos, precisamente para hacer posible cualquier discusión.
Por ej., si se entablara una polémica contra quien niega el princi-
pio de identidad, no se podría avanzar, ya que negándolo es imposi-
ble afirmar o negar nada. En efecto, no es posible afirmar o negar lo
idéntico, si previamente no se lo ha reconocido como tal, en virtud
justamente del principio de identidad.

contradictorium non est medium. Nada intermedio puede haber entre


términos contradictorios. Esto obedece al tipo de oposición entre la
contradictio (véase opposita 2) y la contrarietas. En efecto, la prime-
ra se obtiene negando absolutamente uno de los términos opuestos:
por ej., “animal-no animal”. En este par no puede haber nada inter-
medio: pretenderlo implicaría desconocer, justamente, el principio
de no contradicción (véase posito uno dividentium...).

contraria contrariis curantur. Este axioma, cuya base es que los con-
trarios en un mismo sujeto se excluyen o rechazan mutuamente, en-
cuentra aplicación en Física, Psicología y, particularmente, en Me-
dicina. Establece que los contrarios se curan –o resultan compensa-
dos– por los contrarios; así, por ej., debe procurarse líquido a un or-
ganismo deshidratado; la fiebre se alivia aplicando paños fríos, etc.

contraria maxime inter se distant. Cf. contraria sunt...

contraria sunt in eodem genere. Esta sentencia confronta implícita-


mente los términos contrarios (véase opposita 1) con los diversos
(véase diversa). En efecto, los términos diversos no pertenecen ni a
la misma especie ni al mismo género, como “piedra” y “hormiga”.
Como en nada convienen, no puede haber entre ambos relación de
oposición contraria, dado que ésta debe darse en un mismo orden
o plano, por ej., blanco-negro se oponen, pero en un mismo plano:
en relación con el color. Es en dicho orden, es decir, en el género,
LEXICO TÉCNICO DE FILOSOFÍA MEDIEVAL 766

donde los contrarios extreman su oposición; de ahí surge otro enun-


ciado relativo a este tema: contraria maxime inter se distant.

conveniens delectat, disconveniens tristat. Esta sentencia alude a la


relación del hombre con las cosas creadas; específicamente, a cier-
tas modalidades de la passio, esto es, a maneras como recibe en sí ta-
les cosas. Así, lo que en las cosas le resulta al hombre conveniente,
como adecuado a su propio ser, lo deleita; lo que le resulta incon-
veniente o inadecuado, lo entristece o le provoca dolor. Con todo,
lo anterior se ha de entender en sentido relativo y no absoluto, en
cuanto el deleite o el disgusto no están causados por las cosas mis-
mas sino por aspectos de éstas que se abstraen; por ej., el aroma de
la rosa deleita, las espinas disgustan.

correlativorum unum sine altero sciri non potest. Los términos co-
rrelativos per se (véase correlativa) se reclaman mutuamente, es de-
cir no pueden concebirse uno sin el otro. Así, por ej., padre-hijo: no
puede haber padre, en cuanto tal, sin que haya hijo. Como el cono-
cer sigue al ser, en la medida en que el primer término implica el se-
gundo, no se puede saber acerca de uno de los correlativos sin saber
acerca del otro, que es lo sostenido por esta sentencia; de ahí que en
la definición de uno de algún modo entre el otro.

creatura nihil est respectu Dei. El más importante antecedente de la


afirmación de que la creatura nada es respecto de Dios o en com-
paración con él se encuentra en Agustín, al sostener que las cosas ni
son en absoluto ni son absolutamente (cf. Conf. VII, 11, 17). Se su-
braya así la contingencia de lo creado que, si bien tiene ser, no es
el Ser. En la misma línea pero más próximo a la formulación de es-
ta sentencia, está lo dicho al respecto por Anselmo (cf. Mon. c.21).
Por su parte, Duns Escoto niega la legitimidad misma de la compa-
ración y sostiene que toda criatura es aliquid (cf. Rep. II, d.1, q.6,
n.9).

creatura semper a Deo dependens. Este enunciado se fundamenta en


la causalidad metafísicamente considerada: todo lo que es depende
de Dios, en cuanto ninguna criatura puede no depender de alguna
manera de la causa primera. Cf. conservatio est...
767 SENTENCIAS

cuicumque convenit totum in loco et quaelibet eius pars. Esta sen-


tencia no se ha de entender desde el sujeto que ocupa un determi-
nado lugar sino desde el lugar mismo. Así, dice que lo que convie-
ne a la totalidad del lugar, según lo señalan los adverbios ubique y
nusquam, conviene a cualquier sitio. Pedro Hispano propone el si-
guiente ejemplo: “Dios está en todas partes (ubique); luego, Dios es-
tá aquí”. Siendo asimétrica la relación entre parte y todo, no se da
a la inversa, es decir, que alguien esté aquí no implica que esté por
doquier. A esto hay que añadir la correspondiente negativa: quic-
quid removetur a toto in loco et a qualibet eius parte: o sea, lo que se
niega de la totalidad del lugar, se niega de cualquiera de sus partes;
así, si César no está en ninguna parte, tampoco está aquí. Esta úl-
tima afirmación, en cambio, es reversible según el enunciado: cui-
cumque non convenit pars in loco nec eius totum. Para retomar el últi-
mo ejemplo, “César no está aquí; luego César no está en todas par-
tes” (cf. Sum Log. 5.22).

cuicumque non convenit pars in loco nec eius totum. Cf. cuicumque
convenit...

cuius causa efficiens est bona, ipsum est bonum. Cf. cuius effectus est
bonus...

cuius corruptio est bona ipsum est malum. Para la comprensión de


esta sentencia, se ha de recordar en primer lugar, la identificación
entre ser y bien, tan propia del pensamiento medieval; en segun-
do lugar, la caracterización de la corrupción que es, básicamente, el
proceso del ser al no ser. De esta manera, y cruzando los términos,
se tiene lo afirmado: aquello cuya corrupción es buena eso mismo
es malo. Pedro Hispano propone el ejemplo del Anticristo: su des-
aparición es buena porque él mismo es malo (cf. Sum. Log. 5, 29).
Ciertamente, también rige el caso inverso, es decir, cuius corruptio
est mala ipsum est bonum: es malo que desaparezca un hombre o un
delfín, porque es bueno que existan, mejor dicho, porque metafísi-
camente son buenos. Véase también cuius generatio est bona...

cuius corruptio est mala ipsum est bonum. Cf. cuius corruptio est bo-
na...
LEXICO TÉCNICO DE FILOSOFÍA MEDIEVAL 768

cuius effectus est bonus ipsum est bonum. Desde el punto de vista me-
tafísico esta sentencia sostiene que es bueno todo aquello cuyo efec-
to lo es. Su fundamento está en el “effecus assimilatur…” y, especial-
mente, en el “effectus proportionatur…” (véanse). Precisamente por
eso, rige también en sentido inverso, o sea, “cuius causa efficiens est
bona, ipsum est bonum”: aquello cuya causa eficiente es buena, eso
mismo es bueno”.

cuius finis bonus est ipsum quoque bonum est. Sostiene esta sentencia
que, de alguna manera, aquello cuyo fin es bueno eso mismo tam-
bién es bueno, en cuanto la causa final es constitutiva del ente del
que se trate. Así, según el ejemplo propuesto por Pedro Hispano (cf.
Sum. Log. 5.27), la bondad intrínseca de la beatitudo (véase), que es
fin de la virtud, indica que ésta es buena. Por cierto, esto se aplica
también al caso opuesto: cuius finis malus ipsum quoque est malum,
sentencia que recuerda que la perversidad del fin tiñe de malicia to-
do lo que tiende a él: ‘’aquello cuyo fin es malo eso mismo también
lo es’’. Se destaca que estas máximas rigen como tales –i.e. con ca-
rácter universal– en el plano metafísico. En el orden moral, véase
bona ex integra causa...

cuius finis malus ipsum quoque est malum. Cf. cuius finis bonus...

cuius generatio est bona ipsum est bonum. La afirmación supone que
la generación es entendida como pasaje o progressio del no ser al ser
de una sustancia. Por eso, si la generación de una cosa, o sea, su ad-
venimiento en la realidad es considerada algo bueno, la cosa mis-
ma, es decir, lo que llega a ser, constituye algo bueno. Así se expre-
sa Pedro Hispano (Sum. Log. V, 28). En la perspectiva opuesta, esto
es, desde lo generado, conviene tener presente, además, el supuesto
medieval de la convertibilidad entre ens y bonum: todo ente es bue-
no; de ahí que si lo generado es bueno, la generación es también al-
go bueno; por eso, si generatum est bonum et generatio est bona.

cuius usus bonus est ipsum est bonum. Esta sentencia sostiene que
aquello cuyo uso es bueno eso mismo es bueno. Por ej., un bistu-
rí se utiliza para curar, lo cual es bueno; entonces el bisturí mismo
es también bueno. Se ha de considerar aquí, en primer lugar, que
769 SENTENCIAS

se habla en términos esenciales; en segundo lugar, que la causa fi-


nal también constituye al ente: por esencia y por definición, el bis-
turí ha sido hecho para operar, por ende, curar; lo cual es bueno. Si,
eventualmente, es usado para asesinar a alguien en una disputa, ello
ocurrirá accidentaliter. Por el contrario, cuius usus malus est ipsum
quoque malum est: aquello cuyo uso es malo, eso mismo también es
malo; este es el caso de un instrumento de tortura que, de suyo, es
malo porque ha sido hecho para un mal uso.

cuius usus malus est ipsum quoque malum est. Cf. cuius usus bo-
nus est...

dato uno absurdo caetera accidunt. Véase ab absurdis...

de proportionibus simile est iudicium. Indica que entre relaciones


proporcionales hay cierta simetría y que el juicio sobre éstas es simi-
lar. Pedro Hispano propone el siguiente ejemplo de proportionibus:
lo que el piloto es a la nave es el director de la escuela a los estudian-
tes; pero el piloto es elegido por su arte y no arbitrariamente, por
ende, también el director se ha de elegir por su capacidad y no ar-
bitrariamente. En este ejemplo se comparan dos relaciones propor-
cionales, no dos sustancias. Por eso, Pedro Hispano mismo advier-
te que la semejanza entre estas relaciones proporcionales no equiva-
le a la que hay entre las cosas que se comparan por lo que son en sí
mismas y por las propiedades que en ellas inhieren, por ej., la na-
ve y la escuela. (cf. Sum Log. 5.39). Debido a esta distinción, la sen-
tencia que nos ocupa no equivale a la que propone de similibus simi-
le est iudicium (véase).

de quocumque praedicatur pars subiectiva et suum totum. Cf. de


quocumque praedicatur species...

de quocumque praedicatur definitio et definitum. Cf. quidquid prae-


dicatur de definitione...

de quocumque praedicatur species et genus. Esta sentencia recuerda


la que dice quidquid praedicatur de specie et de genere. La que ahora
se plantea suele aplicarse a sujetos individuales. Así, afirma que de
cualquiera (de los individuos) que se predique la especie, se está pre-
LEXICO TÉCNICO DE FILOSOFÍA MEDIEVAL 770

dicando el género correspondiente; por ej., si de Sócrates se predica


que es hombre, se está predicando a la vez que es animal.

de similibus simile est iudicium. Sobre cosas similares el juicio es si-


milar. Generalmente, la aplicación de esta sentencia presenta los co-
rrelativos sicut-ita, ya que se están comparando realidades de algún
modo semejantes; por ej., “Sicut risibile inest homine ita hinnibile
equo”: “Así como la capacidad de reír está en el hombre, así la capa-
cidad de relinchar está en el caballo”. Naturalmente, el enunciado
es válido aun en los casos negativos. Retomando el ejemplo mencio-
nado, éste podría seguir aclarando “sed risibile non est genus hominis,
ergo hinnibile non est genus equi”: “pero la capacidad de reír no per-
tenece al género de hombre, por tanto, tampoco la de relinchar per-
tenece al género de caballo” (véase proprium).

definitio omnis indicat essentiam definiti. Cf. definitiones multas...

definitiones multas eiusdem non sunt. Esta sentencia sólo se refiere a


la definición real, esencial, metafísica (véase definitio 3.3.2). Esta es
la definición que expresa la esencia de lo definido. Y, como de cual-
quier realidad que es hay una sola esencia, de ella solo puede haber
una definición. De esta manera, no hay muchas definiciones de lo
mismo, sino una sola, que es lo sostenido por esta formulación.

demonstrationis principii non est demonstratio. Se refiere a la de-


mostración estrictamente dicha (véase demonstratio), esto es, el ra-
zonamiento que infiere la conclusión a partir de premisas ciertas y
evidentes. Las premisas de la demostración se fundan en principios
de conocimiento (véase principium 1), que precisamente por ser evi-
dentes son indemostrables. Porque si los principios, a su vez, hubie-
ran de demostrarse, se daría un proceso al infinito, con lo cual nada
podría demostrarse, porque nunca podría llegarse a conclusión al-
guna, dado que cada una dependería de otra y ésta a su vez de otra
y así al infinito. Por eso, no puede haber demostración de los prin-
cipios.

destructa causa destruitur effectus. Cf. causa cessante...


771 SENTENCIAS

destructa parte integrali destruitur et quodlibet eius partis totum.


Cf. posito toto integrali...

destructo uno relativorum destruitur alterum. Véase ponitur uno re-


lativorum...

Deus distat in infinitum a creatura. La afirmación de que Dios y la


criatura distan infinitamente se funda en el carácter de infinito pro-
pio de Dios. Así lo establece, por ej., Duns Escoto (cf. Op. ox. 1,
d.17, q.3, n.31). Por cierto, la distancia infinita a la que se alude no
es cuantitativa sino cualitativa, referida a la nobleza del ser; de ahí
que con la presente sentencia sea complementaria esta otra “Deus
est magnus sine quantitate”: la grandeza divina no tiene que ver con
la cantidad.

Deus est sine quantitate magnus. En esta formulación, la sentencia


que dice “Dios es grande sin cantidad” se encuentra ya en Agus-
tín (cf. De Trin. V, 10). Por su parte, Tomás de Aquino escribe que
la magnitudo de Dios no es sino la perfección de su naturaleza (cf.
S.Th. I, q.42, a.4 c). Duns Escoto subraya que no se trata, en efec-
to, de la magnitudo molis sed perfectionis (cf. Quodlib. q.6, n.34). No
puede ser de otro modo, porque la cantidad de alguna manera su-
pone divisibilidad, y ésta de ningún modo puede atribuirse a Dios.
En efecto, divisibilitas est passio quantitatis (véase quantitas).

Deus non est definibilis. En términos escolásticos, Dios no es defini-


ble, dadas las condiciones de la definición real, esencial, metafísica.
En efecto, la definición real se hace por género próximo y diferencia
específica. Dios en cuanto Dios no es un género sino que está más
allá de todo género.

Deus et natura nihil faciunt frustra. Dios y la naturaleza nada hacen


en vano. Con esta sentencia se expresa que las cosas aparentemente
superfluas y hasta perniciosas para alguno, determinadas por crea-
ción divina, o bien por la naturaleza misma, tienen sentido intrínse-
co. Esto significa que cumplen sus fines y conducen a cada realidad
a la plenitud de su especie propia, aún cuando dichos fines sean des-
conocidos y hasta incomprensibles para el hombre. Implícitamente
LEXICO TÉCNICO DE FILOSOFÍA MEDIEVAL 772

constituye, pues, una reafirmación de la creencia en el ordo universa-


lis típica del hombre medieval.

Deus potest facere quod non inducit in contradictione. Dios pue-


de hacer lo que no implica contradicción. Esta convicción, com-
partida por la mayoría de los autores medievales, difiere de lo sos-
tenido por Pedro Damián. En efecto, para este autor, ni las leyes de
la dialéctica ni los principios lógicos de los que ella parte, entre los
que se encuentra el principio de no contradicción, pueden aplicar-
se a Dios. Así pues, Él puede hacer aun lo que implica contradic-
ción. Los principios mencionados no rigen para Dios porque está
fuera de las condiciones del mundo en el que se plantean. Al recha-
zar las leyes del pensamiento lógico –y aun las leyes de la naturale-
za– Pedro Damián sentó las bases de lo que habría de ser más tar-
de la posición de Ockham. Sin embargo, la mayor parte de los es-
colásticos sostiene que Dios puede hacer todo aquello que no impli-
que contradicción intrínseca; porque no la percibían en cuanto li-
mitativa del poder divino, como lo hacía Pedro Damián. Su enfo-
que era distinto: los escolásticos consideraron que los principios ló-
gicos se aplican al ser mismo como tal y no son meramente funcio-
nales a nuestro conocimiento. Así, Tomás de Aquino, por ej., distin-
gue, siguiendo a Aristóteles, entre lo posible con relación a algo, “lo
posible para” y lo posible absolute. Expresa que lo posible, absoluta-
mente hablando, es lo que tiene razón de ser, y es esto y no lo absur-
do lo que está en la potencia divina. Es, pues, con respecto a lo posi-
ble absoluto que se dice que Dios es omnipotente. Ahora bien, nada
se opone a la razón de ser más que el no ser. Lo único que repugna
a lo absolutamente posible –y, por tanto, a aquello que constituye el
poder de Dios– es aquello que entraña ser y no ser en sí mismo y si-
multáneamente, es decir, lo contradictorio en sí mismo. Es, enton-
ces, intrínsecamente imposible que tal cosa exista. Añade el Aqui-
nate que, si algo es imposible en este último sentido, es más exacto
decir “no puede ser hecho” que decir “Dios no puede hacerlo” (cf.
S.Th. I, q.25, a.3, c).

differentiae formales mutant speciem. Esta sentencia sostiene que las


diferencias formales cambian la especie. Las primeras se han de en-
773 SENTENCIAS

tender, en rigor, como las diferencias quiditativas o de forma, se-


gún puntualiza Duns Escoto en (Op. ox. II, d.3, q.7, n.7). El que
las diferencias formales sean lo que varía la especie obedece al hecho
de que la forma esencial de algo es su quidditas y, por ende, no só-
lo el principio de su determinación entitativa sino también –y por
lo mismo– aquello que lo inscribe en una especie dada. Así, por ej.,
cuando el árbol se convierte en leña, abandona la forma árbol pa-
ra adquirir otra y, en consecuencia, deja de pertenecer a la especie
árbol.

divisibilitas est passio quantitatis. Cf. Deus est sine...

effectus assimilatur causae agenti. Se sostiene aquí que el efecto se


asemeja a la causa indicando que en cuanto resultado de la acción
de la causa –que sólo puede producir lo que de hecho posee– el
efecto siempre conserva algo de ella. Se aplica no sólo a aquellos ca-
sos en que la similitud entre causa y efecto es como la que puede
haber entre padre e hijo, sino también a aquellos casos en que en-
tre ambos términos sólo hay una conformidad puramente analógi-
ca, como la que existe entre una planta y la virtud del agua que la
hace crecer.

effectus proportionatur suae causae efficienti. El efecto es propor-


cionado a la causa que lo produce en tanto que siempre retiene al-
go de ella. La proporcionalidad –que no debe entenderse en senti-
do estrictamente cuantitativo– se funda en el hecho de que la virtud
del agente se extiende en el efecto, por ej. la “virtus” o poder de una
chispa es capaz de encender un leño que, así, retiene el fuego que es-
tá en ella. Por eso, cuanto más perfecta sea intrínsecamente una cau-
sa, más perfecto será el efecto por ella producido. Al mismo tiem-
po, también se ha de entender esta locución en el sentido de que un
efecto particular deriva de una causa particular, efectos ordenados
derivan de causas ordenadas, y el efecto universalísimo y fundamen-
tal, es decir, la existencia, tiene que derivar de una causa universalí-
sima y primera, el Ser.

ens et bonum convertuntur. Es ésta la primera sentencia escolástica


que afirma una convertibilidad entre “ente” y otro término, al que
LEXICO TÉCNICO DE FILOSOFÍA MEDIEVAL 774

también se considera una propiedad trascendental (véase transcen-


dentale). Como sucede en todas aquellas sentencias donde apare-
ce el convertuntur, se señala con ello, en primer lugar, que quien di-
ce ens está implicando también esa otra propiedad trascendental; en
segundo término, y como derivado de lo anterior, también se indica
una proporcionalidad: cuanto mayor sea la entidad o jerarquía on-
tológica de una cosa, mayor será el grado de la propiedad aludida en
este tipo de sentencia. Así pues, en el presente caso, se sostiene que
todo ente, o sea, todo lo que es, es “bueno”, en cuanto se entiende el
ser como perfección. Subyace en ello la intrínseca proporción entre
la bondad y, por ende, el carácter de apetecible de una cosa, y el gra-
do de entidad o de ser de la cosa misma. Esto último significa que
cuanto mayor sea la plenitud de ser de algo tanto mejor será ese al-
go, es decir, tanto mayor será su bondad y, por eso, será más digno
de ser apetecido por la voluntad.

ens et pulchrum convertuntur. Es ésta una sentencia de uso muy aco-


tado por ser aceptada por pocos autores. Así pues, para ellos, que es-
tablecen una distinción nocional entre ens y pulchrum, «bello» es un
trascendental y, por tanto, expresa una propiedad del ente en cuan-
to tal. Con ello se está implicando el esplendor del hecho de ser
(véase ens et bonum...).

ens et unum convertuntur. En cuanto trascendental, es decir como


atributo del ente que trasciende toda especificación ulterior, el
unum señala la propiedad que tiene el ente de ser indiviso (véase ens
et bonum...) Así pues, nada añade al significado de ens sino la nega-
ción de su división. Ahora bien, todo ente o es simple o es compues-
to. Si se trata de un ente simple, por ej., el alma humana, es indivi-
so de hecho e indivisible por definición; si es compuesto, no llega a
la existencia mientras sus componentes estén separados, por ej., ma-
teria y forma en una piedra. Sólo cuando esos componentes se unen
se tiene en este caso el compuesto que constituye el ente, término
que, por ende, es intercambiable con el de uno, como recuerda es-
ta sentencia. Cabe advertir que no se ha de confundir este significa-
do de unum (véase) con el uno matemático. A diferencia del unum
como trascendental, que confiere sentido a la presente sentencia, el
775 SENTENCIAS

uno matemático añade al ente una nota que corresponde a la canti-


dad. Así, un mismo ente puede ser uno en un aspecto y muchos en
otro. Una sustancia primera, por ej., Sócrates, es uno en razón de su
sustancia, y múltiple por sus accidentes, como sabio, padre, etc. Si,
en lugar de tomar el caso de las sustancias primeras, se toma el de la
especie, por ej., hombre, estamos ante algo numéricamente múlti-
ple en la realidad, pero uno en virtud de la unidad de la especie. Así
pues, “ente” y “uno” son términos intercambiables sólo si este últi-
mo se entiende entitativamente como indiviso.

ens et verum convertuntur. El hecho de que "ente" y "verdadero" sean


términos intercambiables no implica, como tampoco sucede en el
caso de ens y bonum, que sean sinónimos (véase ens et bonum...) Lo
que afirma esta sentencia es que todo ente tiene, entre otras, la si-
guiente connotación: es verdadero en el sentido de real, como de
lo que es realmente un árbol decimos que es un «verdadero árbol».
Ahora bien, en su relación con el intelecto, es verdadero para éste,
que se con-forma con el ente.

ens necessarium est actualissimum. Esta sentencia identifica el ser ne-


cesario con el acto puro al sostener esto: que es menester que el ser
de lo que por sí es necesario –es decir, de lo que no puede no exis-
tir– sea un ser actualísimo, sin nada potencial. El ser necesario se
opone al ser contingente precisamente porque no recibe el ser de
otro sino que él mismo es el ser. Ahora bien, recibir el ser de otro y
así actualizarse o pasar al acto exige en cualquier ente contingente
estar en potencia, lo cual lo hace apto para tal recepción. En el ser
necesario sucede lo contrario. En esto se funda el presente enuncia-
do. La cuestión es tratada en particular por Duns Escoto (cf. Op. ox.
I, d.2, q.7, n.53).

essentiae rerum consistunt in indivisibili. Las esencias de las cosas


consisten en lo inseparable. Esto significa que ningún predicado se
puede quitar de la definición de algo, sin que por ello mismo quede
desvirtuada la esencia que esta definición precisamente expresa. Así,
del hombre –cuya esencia es la de animal racional, es decir que se
define como tal– no puede ser separada ni la animalidad ni la racio-
nalidad. No sucede lo mismo con la descriptio (véase).
LEXICO TÉCNICO DE FILOSOFÍA MEDIEVAL 776

ex duobus entibus actu nequit fieri unum per se. Sentencia escolásti-
ca que se funda en la intercambiabilidad de ens y unum como tras-
cendentales (véase ens et unum convertuntur). Ahora bien, con el tér-
mino “entes actu” se significan sustancias completas que permane-
cen íntegras y perfectas en su realidad; y por “unum per se” se en-
tiende aquel ente cuya unidad se debe a su misma naturaleza o esen-
cia. Si es un ente compuesto, sus componentes necesariamente de-
ben ser incompletos y guardar entre sí la relación que se da entre po-
tencia y acto. Advertido lo cual, se hace manifiesto lo que afirma la
expresión, i.e., la imposibilidad de que de dos entes en acto, unién-
dose y permaneciendo como tales, resulte algún ente que en acto y
sustancialmente sea uno por sí. Por ej., un leño, al unirse a la forma
mesa, deja de ser leño en acto.

ex falso non potest per se sequi verum. Este axioma sostiene que, en
rigor, de premisa falsa no puede seguirse conclusión verdadera, en
cuanto la falsedad no puede ser causa de verdad. Sin embargo, pue-
de suceder que a lo falso siga lo verdadero, en la medida en que lo
falso contenga alguna parte de verdad, ya que nunca, en una propo-
sición con sentido, puede darse la falsedad completa, es decir, el ca-
so en que tanto el sujeto como la cópula y el predicado sean falsos.
A esto se refiere el “per se” acotado que subraya: lo falso por sí mis-
mo o en cuanto falso.

ex mere negativis et particularibus nihil sequitur. De dos premisas


negativas o bien de dos premisas particulares, no se sigue conclusión
alguna. Ejemplo del primer caso: de las premisas “El hombre no
es animal” y “El animal no es corpóreo”, no se sigue ninguna con-
clusión. En el caso en que ambas premisas sean particulares ocurre
lo mismo; por ej., de “Algunos hombres son rubios” y de “Algunos
hombres son morenos”: no se sigue ninguna conclusión. Se com-
pendian así dos principios fundamentales de la argumentación silo-
gística: 1. utraque si praemissa neget, nihil inde sequitur; 2. nihil se-
quitur geminis ex particularibus umquam: el primero dice que de dos
premisas negativas no puede extraerse ninguna conclusión; el otro
principio sostiene que nada se sigue de dos premisas si ambas son
particulares.
777 SENTENCIAS

ex necessario nonnisi necessarium et ex vero nonnisi verum sequi-


tur. Axioma de carácter lógico que, presuponiendo un procedi-
miento formalmente recto, sostiene que de lo necesario no se sigue
sino lo necesario; y de lo real o verdadero, lo verdadero. Si es verda-
dero que 'todos los hombres son mortales' y que 'Sócrates es hom-
bre', se sigue que la proposición 'Sócrates es mortal' es también ver-
dadera. De modo similar, si todo triángulo tiene tres ángulos; sien-
do el escaleno un triángulo, es necesario que el escaleno tenga tres
ángulos.

ex nihilo fit ens creatum. Este enunciado deriva de interpretar filosó-


ficamente la noción de creación. En efecto, ésta parece oponerse al
ex nihilo nihil fit. Como muchos escolásticos, Tomás de Aquino, si-
guiendo a Aristóteles, acepta el principio que sostiene que de la na-
da, nada se hace. Aristóteles lo había admitido en términos abso-
lutos, pero no si se entiende el ser como privación. En este último
caso, el Estagirita recurre a las nociones de potencia y acto y expli-
ca el devenir del no ser al ser como el pasaje de lo potencial a lo ac-
tual en el ente particular. Sobre esta base, Tomás examina el proble-
ma de la creación ex nihilo, problema que los antiguos no se plan-
tearon. Ellos sólo consideraron la producción de efectos particula-
res por obra de causas particulares, las cuales presuponen necesaria-
mente algo anterior a su acción. Pero esto no es válido en el caso de
la creación, o sea, de la primera producción por obra del principio
universal de todas las cosas (cf. S. Th. I, q. 45, aa. 1 y 2). El Aquina-
te señala que de la nada absoluta nada puede resultar, cuando se tra-
ta de la causa agente creada, pero diferente es el caso precisamente
de la causa del ser total, es decir, del Creador.
Es interesante una observación que Martin Heidegger hizo sobre
este problema, al señalar que, mientras que el principio ex nihilo ni-
hil fit es propio de la metafísica griega, el principio de ex nihilo fit
ens creatum caracteriza la cristiana.

ex nihilo nihil fit. “De la nada, nada se hace”. Modernamente enten-


dida, ésta es una formulación del principio de razón suficiente o,
al menos de uno de sus corolarios. Pero sus antecedentes históricos
son muy lejanos y se remontan a una tesis de la escuela eleática que
LEXICO TÉCNICO DE FILOSOFÍA MEDIEVAL 778

la utilizó para demostrar el carácter contradictorio del devenir y pa-


ra probar el carácter de inmovilidad y eternidad del ser. En efecto,
si el ser se generase, sería necesario que antes de generarse fuera na-
da; pero “nada se genera de la nada”. Recuérdese que la preposición
ex señala, entre otras cosas, la materia de la que se produce algo. En
primera instancia, Aristóteles acepta este principio, pero inmediata-
mente acota que vale sólo cuando se lo refiere al no ser simpliciter y
no a esa modalidad especial de no ser que es la privación (véase pri-
vatio). Por tanto, el Estagirita no considera contradictorio el devenir
como pasaje, provocado por una causa agente (ab aliquo), de (ex) un
ser en potencia a un ser en acto (cf. Fís. I, 8). Dicho de otro modo,
de un no ser en acto a un ser en acto.
Con el advenimiento del Cristianismo, las dos opiniones que an-
teceden fueron retomadas a propósito de la comprensión intelectual
del problema de la creación, que gira en torno de la oposición entre
este principio y el que establece, por el contrario, que ex nihilo fit ens
creatum. Las posiciones respecto de la mencionada oposición, se di-
viden fundamentalmente en dos direcciones: 1. la de aquellos que
afirman la imposibilidad de un tratamiento conceptual de la cues-
tión, ateniéndose al principio que nos ocupa, sin matizarlo. Conse-
cuentemente, frente al problema de la creación, estos autores han
optado por 1.1. relegarla a un artículo de fe, escindiendo fe y razón;
1.2. negarla formalmente por incompatibilidad con el saber racio-
nal y empírico, eliminando la fe en pro de la razón; 1.3 considerar-
la como una cuestión metafísica racionalmente insoluble, pero de la
que el pensamiento no puede desprenderse. Frente a ellos, se ubican
los del segundo grupo, quienes han encarado la resolución del pro-
blema mediante distinciones hechas sobre este principio, que con-
jugan con el mencionado “de la nada resulta el ente creado”. En es-
ta línea se insertan gran parte de los escolásticos, que se basaron so-
bre la ya señalada posición aristotélica. La solución que ofrecieron a
este problema se esboza precisamente en el artículo “ex nihilo fit ens
creatum” (véase).

ex vero numquam sequitur falsum. Locución escolástica que sostie-


ne que de lo verdadero no puede seguirse lo falso. De hecho, sim-
plemente ateniéndose a los principios lógicos, lo verdadero como tal
779 SENTENCIAS

no puede conducir sino a lo verdadero, y sólo desviándose de tales


principios se incurriría en lo falso. Por tanto, si en un silogismo for-
malmente válido, las dos premisas son verdaderas, se seguirá lógica-
mente una conclusión también verdadera (véase ex necessario...).

experientia artem generat. Para comprender que la experiencia genera


el arte, se ha de recordar el tratamiento aristotélico de la cuestión al
comienzo de la Metafísica. Sobre esas bases, los escolásticos tuvieron
en cuenta que, así como de la memoria proviene la experiencia, de
ésta a su vez proviene el arte. De hecho, el arte o técnica (véase ars),
en cuanto conocimiento más universal que la experiencia, se genera
cuando de muchas nociones adquiridas experimentalmente se con-
forma una noción que, en la medida en que es más universalizable,
resulta aplicable a casos similares.

falsum non est scibile. Lo falso en cuanto falso no es objeto de conoci-


miento. Y no lo es por dos razones: la primera es que la facultad de
conocimiento humano por excelencia, que es el intelecto, tiene por
objeto formal propio (véase obiectum) lo verdadero. La segunda es
que el contenido de lo que es en sí mismo falso no se puede demos-
trar, por ej., es imposible demostrar que un triángulo tiene cuatro
ángulos; por eso, esta última proposición no es, estrictamente ha-
blando, algo scibile, es decir, objeto de ciencia. Otra cosa es recono-
cer que puede probarse que tal proposición o juicio es falso, por una
aseveración verdadera.

finis est causa causarum. Si bien esta sentencia concierne específica-


mente al plano de las causalidad libre, es decir al plano del obrar hu-
mano, se aplica también al metafísico debido a la tendencia escolás-
tica a destacar la primacía de la causa final. Por ello el pensamien-
to escolástico tiene precisamente un rasgo fuertemente teleológico.
Metafísicamente, la sentencia destaca que el fin es lo que mueve a
las demás causas operativas a ordenarse a su prosecución. Por eso
decían que el fin, que es lo primero en la intención, es lo último en
la ejecución. Así, por ej., la intención de ir a Roma mueve como fin
para ejecutar las acciones que como medios llevarán a la realización
de lo propuesto: viajar a esa ciudad.
LEXICO TÉCNICO DE FILOSOFÍA MEDIEVAL 780

finis nobilior iis quae sunt ad finem. El fin es más noble que lo que
está ordenado a él, porque todo lo demás se quiere como medio pa-
ra el fin. La afirmación, de validez metafísica, no sólo ética, se funda
en que el fin moviliza a todo lo que conduce a él (véase finis est causa
causarum). Ahora bien, lo más universal, que abarca lo menos uni-
versal, es superior a éste. Con todo, hay autores, como Duns Esco-
to, que sostienen que, al menos en el plano ético, esto sólo rige para
el caso del fin último (cf. Op. ox.II, d.2, q.2, nn. 3 y 18).

finis omnium quedammodum summus. En cierto sentido, somos el


fin de todas las cosas. Este enunciado se ha de acotar a todo lo que
se genera y corrompe, es decir, al mundo natural que es el orden del
ens mobile. En este orden, al que el hombre mismo pertenece, él es
el ser más noble al que toda la naturaleza parece ordenarse y en el
que ella alcanza su máxima perfección. Así lo expresa, por ej., Duns
Escoto (cf. De rer. princ. q.12, n.3). Otra formulación de esta sen-
tencia reza: homo sensibilium omnium finis: el hombre es el fin de to-
das las cosas sensibles.

finis ultimus unicus est. Para sostener que el fin último es único, hay
que partir de la visión que considera la realidad como un cosmos,
i.e. un universo ordenado, tal como lo hacían los medievales. En
virtud de ese orden esencial, sólo puede haber un único fin. Si hu-
biera más de uno, habría varias ordenaciones de los entes a ellos, lo
que significaría ausencia de verdadero orden, porque lo que se diri-
ge a algo como meta última, no puede dirigirse a otra cosa. En otros
términos, de suponer más de un fin último, no habría, precisamen-
te, uni-verso.

finiti ad infinitum nulla proportio. No hay proporción alguna de lo


finito respecto de lo infinito, ni en el plano del ser ni en el del cono-
cer. La proporción alude a la comparación entre dos relaciones que,
a su vez, cada una se basa sobre la distinción entre dos términos,
grados o partes: A es a B como C es a D. Así, la pro-porción implica
cierta mensurabilidad, y ésta requiere la distinción de partes que, en
el caso de lo infinito, es imposible por definición. (cf., por ej., To-
más de Aquino, S.Th. I, q.7, aa. 2 y 3; q.2, a.3).
781 SENTENCIAS

forma dat esse rei. Sentencia que sostiene que la forma es lo que con-
fiere a la cosa su acto de ser, dado que la constituye en una especie
determinada (véase forma), siendo la materia, de suyo, indiferente.
En efecto, la forma y no la madera es la que otorga su ser al lápiz, a
la estatua, al leño.

forma prior materia et composito. Esta sentencia se refiere a las sus-


tancias compuestas de materia y forma, en las que, metafísicamente,
la forma precede tanto a la materia como al compuesto, de acuerdo
con lo enseñado por Aristóteles en Met. II, 2. Estas sustancias tie-
nen dos principios constitutivos: materia y forma. De ellos, la for-
ma es acto y la materia potencia en cuanto receptiva. Por ende, la
forma precede a la materia; así, las formas mesa o lápiz son priorita-
rias respecto de la madera. Ahora bien, para decirlo en los términos
de Duns Escoto, la materia es “principium principiato”. Pero, como
lo que es anterior a lo anterior es anterior a lo posterior, la forma
precede –siempre en sentido metafísico– tanto a la materia como al
compuesto (cf. Exp. in Met. Arist. l. VII, s.2, c.1, n.13).

forma substantialis non suscipit magis et minus. Literalmente, es-


ta sentencia afirma que la forma sustancial no admite el “más” ni el
“menos”. Para su comprensión, se debe advertir que se habla aquí de
las formas llamadas a informar algo, no de lo informado que queda
vinculado con la potencia. Se ha de recordar también que la forma,
sujeto de este enunciado, se asocia con el acto. No se trata, pues, de
algo in fieri sino de lo que lo hace ser tal cosa. Así, por ej., las formas
sustanciales “pino” o “cisne”, en cuanto tales, no admiten grados.

frustra fit per plura quod potest fieri per pauciora. Lo que se pue-
de hacer por medio de poco en vano se hace a través de mucho. De
raíz aristotélica (VII Topica c. 4; Phys. c. 6) este enunciado de eco-
nomía concierne especialmente al plano del conocimiento. En el or-
den cognoscitivo se considera como exigencia metodológica la re-
ducción a un principio o a pocos principios, si ellos son suficien-
tes para explicar la cosa de la que se trate. Por eso, la apelación a va-
rios siempre ha de estar acompañado de la justificación pertinen-
te. De esta manera comenta, por ej., Duns Escoto el planteo aristo-
télico de la cuestión (cf. Exp. in Met. Arist. l.1, s.2, c.1, n.42). Y lo
LEXICO TÉCNICO DE FILOSOFÍA MEDIEVAL 782

usa Buenaventura (cf. Comentario de las sentencias, III, dist. 13, q.


1 sed contra).

generatio et corruptio non afficiunt directe materiam nec formam


sed compositum. Esta sentencia escolástica está fundada en la con-
cepción hylemórfica del mundo, según la cual los entes corrupti-
bles están compuestos necesariamente de dos principios: la forma
sustancial y la materia. Estos componentes no se pueden concebir,
a su vez, como entes compuestos sino como co-principios del ente,
los cuales, por su unión, constituyen la sustancia. Si, para generar la
sustancia, la materia y la forma debieran ser a su vez generadas, de-
berían estar necesariamente compuestas de materia y forma, y así ad
infinitum. Ahora bien, es imposible proceder al infinito, pues en-
tonces nunca se llegaría al comienzo de las generaciones y no habría,
por tanto, una determinada generación, que es el hecho del que se
partió. Así, es necesario admitir que materia y forma no se corrom-
pen ni se generan propiamente, sino que lo que se corrompe o se ge-
nera es la sustancia, es decir, el compuesto. Cuando esto ocurre, ma-
teria y forma se generan o se corrompen, sólo en cuanto sus compo-
nentes, o sea, en sentido impropio.

generatio fit in istanti. Para comprender el carácter instantáneo de la


generación, es menester recordar que, en la Escolástica, se la conce-
bía aristotélicamente como uno de los sentidos del cambio o movi-
miento (véase motus). Pero la generatio se distingue del movimien-
to continuo y sucesivo, propio de los cambios en la cualidad, can-
tidad y lugar, en cuanto la generación se diferencia de la alteración,
del aumento o disminución y de la traslación, porque implica el pa-
saje del no ser al ser de una sustancia. Así, la generación de la sustan-
cia, esto es, del ente que primariamente es, no puede darse por gra-
dos, ya que nada media entre no ser y ser, ni hay continuidad algu-
na entre ambos.

generatio non est violenta. La generación no es violenta, puesto que,


en sentido premoderno, lo violento no es aquello que excede en
fuerza, sino un ímpetu de procedencia extrínseca y contrario al mo-
vimiento natural (véase nihil violentum durabile). Sobre esta base,
no sólo no pueden llamarse “violentas” por definición las operacio-
783 SENTENCIAS

nes propias de un ente natural, sino que tampoco puede ser violen-
to su ingreso en la existencia, su generación, es decir, su comenzar a
ser. En términos más analíticos, Duns Escoto señala que en la gene-
ración, en la que confluyen materia y forma, la materia se inclina in-
trínseca y naturalmente –y, en consecuencia, no con violencia– a la
forma que recibe (cf. Op. ox. II, d.18, n.6).

generatio unius est corruptio alterius et corruptio unius est genera-


tio alterius. En la escolástica este enunciado no tiene carácter cau-
sal, en el sentido de que la generación de uno produzca la corrup-
ción de otro o a la inversa, sino que significa la coincidencia de dos
sucesos: por ej., la corrupción o muerte de un ser vivo constituye, a
la vez, la generación de elementos de los que se compone su cadáver.
Los medievales vieron la necesidad de esta coincidencia en la impo-
sibilidad de la materia de existir ni siquiera por un instante sin una
forma determinada.

generationes et operationes sunt circa singularia. De base aristotéli-


ca, esta sentencia afirma que las generaciones y las operaciones, en
cuanto tales, son de los entes individuales. En efecto, en la genera-
ción de las sustancias compuestas, intervienen, como co-principios
universales, la forma y la materia. Y la sustancia que de esta mane-
ra se genera es ella misma individual. En cuanto a las operaciones, la
naturaleza es el principio de las mismas en esa substancia o ente de-
terminado. Dicho principio sólo determina las operaciones propias
de una substancia que tiene tales características determinadas y que
pertenece a tal especie. Así, tanto la generación como la operación
sólo pueden tener como sujeto el ente individual.

habitus augentur ab actibus. Se debe recordar que el hábito, en el sen-


tido en que aparece en esta máxima, es una cualidad, por sí misma
estable y difícil de remover, que los medievales consideraban como
una segunda naturaleza. Así entendido, facilita la operación propia
de la facultad que tiene ese hábito. Es un hecho, además, que los há-
bitos pueden aumentar, i.e. admiten un más y un menos. La pre-
sente sentencia observa que los hábitos aumentan por los actos, me-
jor aún, por la reiteración de los actos propios de esa facultad deter-
minada. Así pues, esos actos no pueden ser cualesquiera, sino sólo
LEXICO TÉCNICO DE FILOSOFÍA MEDIEVAL 784

aquellos ordenados a facilitar las operaciones de la potencia que, al


estar revestida del hábito, perfecciona su operar. En virtud de esta
acotación se explica otra máxima conexa: habitus potentiam perficit.

habitus potentiam perficit. Cf. habitus augentur...

homo sensibilium omnium finis. Cf. finis omnium quodammodo...

ignoti nulla cupido. Sentencia escolástica que niega la posibilidad de


que haya algún deseo de lo que se desconoce, precisamente porque
se supone que el intelecto ha de informar a la voluntad presentán-
dole a ésta su objeto, es decir, mostrándole un ente como bonum.
En español, tiene más fuerza la traducción literal: ‘’de lo desconoci-
do, ningún deseo’’, elidiendo el verbo, como hace la sentencia lati-
na. Hay una sentencia complementaria de ésta. Su formulación es
“Nihil volitum, quin praecognitum”: “Nada es querido, a menos que
sea previamente conocido”.

imaginationi fatuum est credere. Esta locución advierte sobre la in-


consistencia de dar crédito a la imaginación cuando se pretende un
conocimiento verdadero. En este sentido, los autores medievales se-
ñalan que es raro que el vulgo conciba algo común o universal, a
menos que sea a través de una imagen. Por eso, al ser incapaz de abs-
traer todas las notas individuantes sensibles para formar la noción
universal, suele engañarse siguiendo la imaginación y concibiendo
lo inteligible como si se tratara de algo sensible.

individuum est incomunicabile. Con esta sentencia la Escolástica su-


brayó la incomunicabilidad de la sustancia individual, es decir, se-
ñaló que ésta no es común a ninguna otra cosa: su ser es, pues, in-
transferible. A la vez, la opuso a sus cualificaciones, que son esen-
cialmente universales y, por ello, comunes –al menos, potencialmen-
te– a varios existentes particulares: por ej., este vestido blanco –y
no otro– tiene individualidad e identidad intransferibles; su blan-
cura, en cambio, puede ser compartida por otros vestidos y aun por
otros entes cualesquiera del mismo color. Cabe recordar, no obstan-
te, que, en su actualidad, los accidentes son de la sustancia primera,
que es el sujeto en el que inhieren. En cambio, ésta, como ya soste-
785 SENTENCIAS

nía Aristóteles, no es en ningún sujeto, ni se predica de ningún su-


jeto (cf. Cat. 2).

infiniti ad finitum non est proportio. Los escolásticos tienden a pre-


ferir una sentencia que es paralela y complementaria con ésta: fini-
ti ad infinitum nulla proportio. Esta formulación constituye un axio-
ma en el que insistieron los autores medievales de influencia neopla-
tónica. Establece que, cuando el discurso versa sobre lo infinito, no
son válidas las razones o proporciones tomadas del ámbito de lo fi-
nito, ya que en tal discurso, el concepto se ha de formar y utilizar en
términos absolutos.

infinitum est ignotum. Lo infinito es desconocido. En efecto, en cual-


quiera de sus acepciones (véase infinitum), lo infinito no puede ser
conocido actualiter por una mente finita como la humana. El infini-
to potencial es incognoscible porque algo sólo se puede conocer en
la medida en que está en acto. El infinito actual, quoad nos, también
es incognoscible, porque nuestro conocimiento, por definición, es
limitado, parcial. Ciertamente, la presente sentencia sólo se aplica
al conocer humano y no al divino. Para éste, es perfectamente po-
sible aprehender simultáneamente y sin limitación alguna. Ahora
bien, el hecho de que la mente humana no puede conocer el infini-
to, porque es inabarcable para ella, no significa que no pueda postu-
lar su existencia actual. Véanse quidquid recipitur ad modum..., y fi-
niti ad infinitum...

ingenita facere quae facta sunt non potest Deus. Dios no puede ha-
cer que lo hecho o lo dado no se haya generado o no haya sucedido.
Esta afirmación, compartida por muchos escolásticos, apunta direc-
tamente contra una de las principales tesis sostenidas por Pedro Da-
mián justamente en el De divina omnipotentia. Allí, Pedro Damián
sostiene, por ej., que Dios puede hacer que la fundación de Roma
no haya existido, puesto que, para este autor, Dios está más allá del
principio de no contradicción. Así, lo enunciado en esta máxima
constituye una acotación, en términos negativos, de la que afirma
Deus potest facere quod... Duns Escoto añade una importante acla-
ración, precisando que no se trata del poder respecto del pretérito
–es decir, del poder de haber hecho algo– sino del poder de hacer
LEXICO TÉCNICO DE FILOSOFÍA MEDIEVAL 786

que lo que ha sido no haya sido (cf. Rep. IV, d. 43, q.3, n.11). Por
eso, enfatiza que Dios está privado de tal posibilidad: “Deus hoc solo
privatur: ingenita facere quae facta sunt”. Y ello en virtud de que só-
lo se puede aniquilar lo que es, pero el pasado ya no es (cf. Op. ox.
IV, d.1, q.6, n.5).

intellectui obiectum praesens sit oportet. Es preciso que el objeto –i.e.


el objeto de conocimiento– esté presente en el intelecto. El sentido
interno opera teniendo presente su objeto propio: la memoria sensi-
ble, por ej., recuerda una imagen que está presente en ella. De ma-
nera análoga, el objeto del intelecto opera teniendo presente en él la
imagen que él mismo convertirá en concepto.

intellectus causas cognoscere desiderat. Esta sentencia presupone dos


principios aristotélicos: que todo hombre por naturaleza desea co-
nocer, y que decimos conocer algo cuando conocemos su causa. Pa-
ra los escolásticos, la participación natural del deseo en el proceso
de conocimiento impulsa al cognoscente a descubrir la causa de un
efecto dado, pero, a la vez, el conocer la causa universal impulsa a
descubrirla en los particulares. Así se expresa, por ej., Duns Escoto
(cf. Op. ox. I, d.3, q.3, n.3).

intellectus est omnia intelligibilia. Cf. intellectus intelligendo...

intellectus est tamquam tabula rasa. Cf. nihil est in intellecto...

intellectus est universalium, sensus particularium. Que el intelecto


tiene por objeto los universales, es decir, que conoce lo universal, y
el sentido, lo particular, es considerado en la Escolástica una verdad
evidente por experiencia. En efecto, los sentidos perciben el color,
el olor, etc. no en cuanto tales, sino este matiz de rojo que se da en
esta rosa o el perfume de estas violetas. Sólo al final del proceso de
conocimiento, y justamente por abstracción de las particularidades
sensibles, el intelecto es capaz de aprehender la forma “rosa” que, en
cuanto forma, es universal.

intellectus in actu est intellectum in actu. Cf. sensibile in actu est sen-
sus in actu. Enunciado escolástico de raíz aristotélica que describe la
naturaleza del conocimiento en virtud del concepto de unidad de la
787 SENTENCIAS

forma inteligible. En efecto, según las afirmaciones de Aristóteles en


De An. III, 4, 429 a, 11, el intelecto es tabula rasa, es decir, no tiene
ningún contenido innato de conocimiento, sino que consiste en po-
tencia o capacidad de conocer. Por ello, sus operaciones cognosciti-
vas tienen como determinación específica –es decir, como forma o
acto de la intelección– el contenido del conocimiento, o sea, lo inte-
ligido o la forma inteligible, en cuanto ésta se vuelve un término in-
manente al intelecto. Análogamente, las cosas en sí mismas no son
cognoscibles sino a través de sus formas inteligidas. Ahora bien, la
forma es una e idéntica en el intelecto y en lo inteligido; la cosa co-
mo conocida y el intelecto en acto de conocimiento son ambos ne-
cesarios para constituirlo, siendo su actualidad formalmente idénti-
ca. De ahí que el acto de conocimiento sea no solamente unión, si-
no, en rigor, identidad formal entre el intelecto y lo inteligido en ac-
to. Véase también intellectus (intelligendo) fit omnia.

intellectus (intelligendo) fit omnia. Sentencia escolástica que es con-


secuencia de la que reza intellectus in actu… (véase). Significa que el
intelecto en acto de alguna manera se hace todas las cosas, según la
conocida aserción aristotélica en De an. III, 5, 430 a 12 y ss. En este
pasaje, Aristóteles distingue entre intelecto pasivo e intelecto agen-
te. El primero se puede convertir en todas las cosas en la medida en
que las recibe; el segundo puede asimilar todas las formas al elabo-
rar las nociones. Compara este último caso con la luz que, en cier-
to sentido, hace que los colores en potencia se vuelvan colores en
acto. Para Duns Escoto, quien reformula este principio en los tér-
minos “anima est quodammodo omnia”, añade que lo es non realiter
sed per quamdam similitudinem. Por eso, con mayor precisión, utili-
za la versión “intellectus est omnia intelligibilia” (Op. ox. I, d.3, q.6,
n.13 y 15).

intelligere sequitur esse. Cada cosa es percibida por el intelecto en la


medida en que es; de ahí que también se sostenga “primo in intellec-
tu cadit ens” (véase). Así pues, la cosa, en la medida en que es ente,
es, en principio, inteligible y cognoscible, puesto que el ente contie-
ne en sí su razón de ser, que es lo que el intelecto está llamado a cap-
tar. Por eso, el non ens no puede conocerse, ni de él hay ciencia.
LEXICO TÉCNICO DE FILOSOFÍA MEDIEVAL 788

intentio determinat agens ad agendum. Textualmente quiere decir:


la intención determina al agente a actuar. A través de esta senten-
cia también se advierte la preeminencia que en el período escolásti-
co tuvo el fin como término de las operaciones de un ente. En el ca-
so de las acciones humanas, se trata de la intentio finis que es, preci-
samente, el principio determinante del actuar. La intentio finis cons-
tituye su dirección por el cruce tejido entre las operaciones del inte-
lecto y la voluntad. Ciertamente, el diseño de este tejido es presen-
tado de modo diverso por cada autor, pero todos coinciden en lo se-
ñalado por esta sentencia.

intentio naturae est ad speciem. Significa que la finalidad de la natu-


raleza, en la generación de nuevos individuos, se dirige principal-
mente a la conservación de la especie. Implica además que no termi-
na en la generación de la especie, ya que atiende a otras superiores,
ni concierne directamente al individuo. Siendo los individuos co-
rruptibles, las energías generadoras no están destinadas a mantener-
los como individuos sino a perpetuar la especie. El individuo parti-
cular se genera en cuanto sólo así puede conservarse la especie. Más
aún, cuanto inferior es la perfección de la especie –y, por ende, más
necesaria la existencia de los individuos– tanto mayor es el núme-
ro de los que se generan, justamente para asegurar aquélla. El hecho
de que la multiplicación misma de los individuos dentro de una es-
pecie tenga en vista la conservación de la misma se funda en lo si-
guiente: en los seres corruptibles, tan sólo la especie perdura siem-
pre y continuamente. Así pues, es el bien de la especie –a cuya con-
servación se ordena la generación– aquello a lo que tiende princi-
palmente la naturaleza, como señala Tomás de Aquino (cf. S.Th. I,
q. 98, a. 1 c).

inter ens et non ens non datur medium. Formulación metafísica del
principio de no contradicción en uno de sus corolarios. Pero esta
sentencia, de raíz aristotélica, supone que se está hablando en tér-
minos absolutos. En efecto, como el ser se dice de varias maneras,
se puede hablar también de ser en potencia. Ser en potencia es in-
termedio entre ser en acto y el mero no ser, pero no algo intermedio
entre ser y no ser simpliciter, dado que ser y no ser son contradicto-
789 SENTENCIAS

riamente opuestos. Así, comentando a Aristóteles, escribe Tomás de


Aquino: “Ens enim in potentia est quasi medium inter purum non ens
et ens in actu” (In I Phys. l. IX).

inter substantiam et accidens non datur medium. El medio lo es res-


pecto de los extremos, y puede ser medio o por participación o por
negación de los extremos. Ahora bien, sucede que la substancia y el
accidente, propiamente hablando, no guardan entre sí relación de
extremos, por lo que no puede haber medio entre ambos, como se-
ñala Tomás (cf. In Met. XI, l.6, 2244).

intus existens prohibet extraneum. Enunciado escolástico que, en sen-


tido genérico, afirma que un acto, ya existente en una potencia, ex-
cluye otro acto similar de la potencia. Si una potencia está ya actua-
lizada, no puede ser actualizada por otro acto de la misma especie:
quien ya tiene algo no puede padecer necesidad de ello, porque, de
lo contrario, tendría y no tendría lo mismo al mismo tiempo. Lo
importante en esta sentencia es la aplicación que de ella hizo Tomás
de Aquino para demostrar la espiritualidad del alma. Aristóteles ha-
bía afirmado (cf. De an. III, 4, 429 a 18-22) que, si el intelecto tu-
viera en sí mismo naturaleza corpórea, la tendría siempre presen-
te inteligiblemente y, así, no sería ya una potencia ordenada a po-
seer las formas de todas las otras naturalezas corpóreas. Pero, de he-
cho, el intelecto conoce muchas y, potencialmente, puede conocer-
las todas (cf. Intellectus fit omnia.). Por tanto, no tiene en sí natura-
leza corpórea: es inmaterial o espiritual. El Aquinate lo expresa di-
ciendo: “Quod potest cognoscere aliqua oportet ut nihil eorum habeat
in sua natura, quia illud quod inesset ei naturaliter, impediret cognitio-
nem aliorum” (S. Th. I, q. 75, a. 2). Ahora bien, la inteligencia hu-
mana puede conocer las naturalezas de los distintos cuerpos; por
ende, no tiene en sí naturaleza corpórea, aunque se sirve de un ór-
gano corpóreo; puesto que opera independientemente del cuerpo,
existe también independientemente de él. Así, pues, el alma huma-
na, que tiene inteligencia incorpórea y espiritual, debe ser incorpó-
rea y espiritual.

magis et minus non variant speciem. Sostiene que los términos “más”
y “menos” no se pueden asignar a la esencia y, por ende, tampoco
LEXICO TÉCNICO DE FILOSOFÍA MEDIEVAL 790

a la especie a la que pertenecen. En efecto, con ellos se alude a lo


cuantitativo –es decir, a lo mayor y menor– en los entes particula-
res que pertenecen a dicha esencia o especie, es decir, que tienen la
misma forma. De este modo, el hombre adulto es mayor que el ni-
ño, pero no por ello más humano, puesto que ambos pertenecen
por igual a la especie homo y, por consiguiente, tanto uno como otro
se definen como animale rationale. En este contexto, y prosiguiendo
con el ejemplo dado, se suele decir que una persona más justa o más
sabia que otra es “más humana” que la otra, pero en cuanto a la per-
fección que se ha comparado y no simpliciter (véase).

malum non habet finem. El sentido al que alude este enunciado es que
el mal no tiene causa final. No puede tenerla essentialiter porque, en
principio, el mal no es: consiste en la ausencia de bien. Así, lo que
no es no puede tener causa final. En cambio, el mal puede tener
causa final per accidens, pues nada impide que las negaciones se or-
denen a un bien aparente.

medicus curat deus sanat. Para comprender esta expresión, se ha de te-


ner en cuenta el significado originario de los dos verbos: el prime-
ro alude a cuidar; el segundo, a la restitución de la salud. En la con-
cepción medieval, el medicus es quien, por el dominio de su ars, es-
tá llamado a procurar los cuidados que cada dolencia requiere para
ayudar al paciente a superarla del mejor modo posible; pero, así co-
mo la enfermedad se consideraba una prueba a la que Dios sometía,
por lo mismo, Él era visto como quien daba la dolencia por supera-
da, otorgando la sanación del enfermo.

medio in omni est negatio utriusque extremi. En todo medio está la


negación de uno y otro extremo. Se trata, pues, de los opuestos por
contrariedad (véase contraria) que, sean proposiciones, sean térmi-
nos, admiten lo medium. Esta clase de oposición requiere que los
extremos tengan el mismo tipo de determinación: por ej., “mayor”
y “menor”, en cuanto extremos, tienen ambos la determinación de
la cantidad. El medio, en este caso, lo “igual” resulta de la negación
de aquellos dos: lo igual es ni mayor ni menor.
791 SENTENCIAS

medium est eiusdem generis cum extremis. El medio pertenece al mis-


mo género de los extremos. Esto se funda en algo que está implíci-
to en la sentencia anterior: el medio y los extremos han de tener la
misma determinación. Por ej., esencialmente lo blanco no se torna
dulce; en todo caso, lo hace por accidente. Por este ejemplo se seña-
la que el medio debe ser del género del color, y estar, por ende, en-
tre lo blanco y lo negro como está lo gris.

medium nobilius est extremis. Sentencia válida principalmente en


el ámbito moral. En efecto, la ética escolástica de línea aristotéli-
ca considera la virtud como el medio –en el sentido de equidistan-
te– entre los extremos que son el exceso y el defecto. El medio es lo
más noble respecto de tales extremos: así, la valentía es lo más no-
ble en relación con la temeridad y la cobardía. No siempre se tie-
ne en cuenta que, en una representación mental de tipo geométrico,
si bien dicho punto medio se encuentra a igual distancia de ambos
extremos, no se halla empero en el mismo plano, sino en uno su-
perior. Lo dicho desmiente un malentendido frecuente que tiende
a ver esta orientación ética como una moral de mediocridad (véase
virtus consistit in medio). La sentencia rige también en el orden físi-
co. En este nivel, se ha de entender en el sentido de que lo compues-
to es más perfecto con respecto a los elementos que lo componen,
ya que precisamente su complejidad le confiere mayor riqueza enti-
tativa que la de los componentes.

modus operandi et cognoscendi sequitur modus essendi. Sentencia


que enuncia que el modo de obrar y de conocer del cognoscente
siguen a su modo de ser y, por tanto, se conforman al mismo. La
esencia, como modus essendi, limita las clases de operaciones y mo-
dalidades de conocimiento propias del ente que posee dicha esen-
cia, pero no el objeto de conocimiento. Así, el hombre, que es ser
corpóreo, obra y conoce mediante acciones y especies inteligibles
cuyo punto de partida es el mundo sensible y material. Sin embar-
go, el conocimiento humano puede trascender la cognición de ob-
jetos sensibles y materiales y elevarse hacia la cognición de reali-
dades despojadas de materia, i.e. inmateriales. En cambio, las sus-
tancias incorpóreas, es decir, puramente espirituales, obran por me-
LEXICO TÉCNICO DE FILOSOFÍA MEDIEVAL 792

dio de operaciones puramente inmateriales. Así, conocen sin nece-


sidad de la intervención de la sensibilidad, intuyendo directamente
el mundo espiritual, aunque su conocimiento también puede ver-
sar sobre algo material.

natura agit propter finem. Sentencia fundamental en la concepción


medieval del mundo natural, que, por otra parte, responde a su vi-
sión de la realidad como universo ordenado. Afirma que la natura-
leza actúa en razón de algún fin. Los autores medievales consideran
verdad evidente el hecho de que la esencia –o, justamente, la natu-
ra de cada especie– se dirija siempre a su fin propio, por ej., el no-
gal siempre fructifica en nueces. Es interesante el uso que se ha he-
cho de este principio incorporándolo a una de las vías acerca de la
existencia de Dios. En efecto, los seres que carecen de conocimiento
–por ej., las plantas– no pueden tender a un fin con conocimiento
de éste. Dado que es evidente que efectivamente lo hacen, se ha de
postular que los dirige un ser cognoscente, así como el arquero diri-
ge la flecha. Dicho ser inteligente, que dirige todas las cosas natura-
les a su fin, es lo que se denomina “Dios”. Así lo formula al menos
Tomás de Aquino (cf. S.Th. I, q.2, a.3 c).

natura determinatur ad unum. Para la comprensión de esta sentencia


se ha de tener presente, en primer lugar, que para los escolásticos,
natura es la esencia en cuanto principio de operaciones. En segundo
término, hay que señalar que, en este contexto, lo puramente natu-
ral se opone aquí a lo libre. La naturaleza ordenada a algo determi-
nado se circunscribe a agentes necesarios, no libres, es decir, a agen-
tes naturales. Éstos están determinados solamente a aquellas opera-
ciones que les son exclusivas según su especie. Así, el fuego sólo está
ordenado a quemar, calentar y alumbrar. El hombre en cambio, en
cuanto agente libre, puede ordenarse o dirigirse a operaciones aun
opuestas entre sí. De este modo, la presente sentencia señala la de-
terminación que se da en lo puramente natural. También se encuen-
tra, básicamente con el mismo significado, en la formulación: “cau-
sa naturalis est determinata ad unum (efectum)”.

natura non deficit in necessariis. Que la naturaleza no deja de pro-


veer lo necesario, así como tampoco abunda en lo superfluo, es otra
793 SENTENCIAS

afirmación aristotélica que ha sido suscripta por los escolásticos. Por


su parte, en el comentario a esta sentencia, Duns Escoto focaliza su
análisis en la unidad e integridad del ente natural en relación con la
operatividad que le es propia. Así, por ej., los miembros inferiores
en el hombre son necesarios y suficientes para su modo natural de
desplazamiento, esto es, para la actio debita (cf. De Rer.Princ. q.14,
n.28). Otra versión, aunque menos específica de la presente máxi-
ma es natura semper agit quod melius est.

natura non facit saltus. Advierte que la naturaleza no presenta dis-


continuidad en sus ordenaciones, ni en sus desarrollos. Se considera
que esta afirmación se remonta, por lo menos, a M. Eckhart. De he-
cho, Leibniz se apoya en su autoridad cuando escribe que todo pro-
cede por grados en el mundo natural (cf. Nouveaux essais, IV, 16), lo
cual constituye, para él, la ley metafísica de la continuidad (cf. Mo-
nadología 9, 10).

natura semper agit quod melius est. Cf. natura non deficit...

necessarium ex se non potest non esse. Cf. ab oportere ad esse...

nemo dat quod non habet. Esta sentencia expresa un aspecto de la na-
turaleza propia de la causación que implica participar el ser o un
modo de ser: ''nadie da lo que no tiene''. Por eso, si se hallan efec-
tos aparentemente superiores a la que parecería ser su causa, hay
que suponer que intervino una causalidad más amplia. Esto se apli-
có frecuentemente a la causa essendi. Para los teólogos medievales,
ningún ente finito tiene en sí el ser de modo originario, porque no
es el Ser en sí sino sólo un ente que tiene el ser recibido. Y lo tie-
ne precisamente en virtud de una participación actual del Ser mis-
mo, que es Dios.

nihil agit in distans. Esta breve formulación significa que ningún


agente opera a la distancia. Vale decir que ninguna causa produce
inmediata o directamente su efecto en lugar distante de sí, sino que
debe hacerlo a través de una instancia intermedia; así, por ejemplo,
el sol ilumina a través del aire. Ello obedece a que la virtud o poten-
cia de los agentes creados, en cuanto creados, es limitada.
LEXICO TÉCNICO DE FILOSOFÍA MEDIEVAL 794

nihil agit in seipsum. Este principio, “nada puede actuar sobre sí mis-
mo”, debe entenderse siempre con la acotación “respecto de lo mis-
mo”. De lo contrario, un mismo ente sería a la vez agente y pacien-
te en el mismo sentido, lo cual es imposible. Sin embargo, una par-
te de él puede actuar sobre otra parte o aspecto suyo.

nihil cognoscitur nisi secundum quod est in actu. Enunciado de la fi-


losofía escolástica según el cual sólo puede conocerse aquello que es-
tá en acto. Para la comprensión cabal de esta afirmación, se han de
tener en cuenta dos aspectos: a) el conocimiento actual se da cuan-
do el cognoscente asimila intencionalmente la forma de lo conoci-
do, lo cual supone que lo conocido ya tiene determinada forma, es
decir, actualidad. Tener forma significa ser en acto según dicha for-
ma; aquello que no posee forma no puede, entonces, ser conocido.
b) El conocimiento implica algún objeto, es decir, algún ente que
sea su término. Ahora bien, el ente puede estar en acto o en poten-
cia; pero la potencia no es cognoscible en sí misma, sino que sólo
se la conoce en relación con el acto al que está ordenada; por ej., no
pueden conocerse las capacidades de un ser, si no se percibe en acto
lo que dicho ser hace o recibe. Por consiguiente, la cognoscibilidad
supone siempre actualidad.

nihil est causa sui ipsum. Nada es causa de sí mismo. Efectivamente,


causa es lo que produce un ser que, sin su intervención, no existiría;
por eso, para ser causa es necesario, primero, ser. Así, una hipotéti-
ca causa de sí mismo, por una parte, para poder actuar como causa
primero debería ser; por la otra, no debería ser, para poder ser cau-
sada. Evidentemente, esto es absurdo, si ser y no ser se tocan en re-
lación con el mismo ente y bajo el mismo aspecto. Si, en cambio, se
consideran diferentes perspectivas, la cuestión varía; por ej., el mis-
mo hombre existente que opera libremente, puede ser causa de sí,
pero no de su existencia ni de su operatividad en cuanto tal, sino
sólo desde el punto de vista de las perfecciones que adquiere o ad-
quirió con su actividad. De este modo, un hombre puede ser cau-
sa de sí mismo como médico o como matemático, pero no en cuan-
to hombre.
795 SENTENCIAS

nihil est in intellecto quod prius non fuerit in sensu. Principio es-
colástico que responde a la gnoseología de orientación aristotélica,
según la cual el conocimiento parte de la experiencia sensible. No
obstante, de hecho, se atribuyeron distintas interpretaciones a es-
ta sentencia, según que el acento se pusiera en la sensibilidad co-
mo causa única de las ideas, o que se la considerara meramente co-
mo una causa que coopera con el intelecto. La interpretación pro-
pia de la Escolástica medieval es la segunda. Ésta fue formulada por
la tradición aristotélica que entendía que, a partir de la presencia en
el alma de la imagen de un ente particular, captada por la sensibi-
lidad, se forma el concepto, gracias a la abstracción universalizado-
ra del intelecto (cf. por ej., De an. III, 3; y An. Post. II, 19). Tomás
de Aquino confiere a esta doctrina una exposición más precisa, defi-
niendo especialmente el carácter individual del intelecto agente co-
mo virtus activa, por la que cada uno de nosotros abstrae la espe-
cie inteligible del phantasma (cf. por ej., C.G. II, 66-67 y 73-78; S.
Th. I, qq. 84 y ss). En definitiva, se afirma la experiencia sensible co-
mo punto de partida ineludible del conocimiento, ya que el intelec-
to por sí mismo carece de “material” sobre el que concebir o diseñar
la forma inteligible: es como una tabula rasa o un bastidor en blan-
co hasta que no reciba dicho “material” de la sensibilidad. Esta con-
cepción del conocimiento, la más frecuente en la Escolástica, niega,
pues, la existencia de ideas innatas, aunque no de principios de ope-
ratividad propios del intelecto.

nihil nihilo abit. Cf. ex nihilo nihil fit.

nihil operantur frustra. Cf. Deus et natura nihil faciunt frustra.

nihil potest reduci de potencia in actu, nisi per aliquod ens actu.
Nada puede pasar de la potencia al acto, sino por medio de un ser
en acto. Cf. Omne quod movetur ab alio movetur.

nihil quod est ad utrumlibet exit in actum. Cf. Ab indiferenti ut indif-


ferenti nihil determinatum oriri potest.

nihil violentum durabile. Este enunciado, de base aristotélica, con-


cierne especialmente, aunque no de manera exclusiva, a la filoso-
LEXICO TÉCNICO DE FILOSOFÍA MEDIEVAL 796

fía de la naturaleza. En dicha línea de pensamiento, la natura de


un ente es concebida como el principio intrínseco de su actividad.
Se comprende, pues, que la acción natural sea durable por defini-
ción, ya que responde a principios ónticos, siendo la esencia misma
de una sustancia la que determina su obrar. En cambio, lo “violen-
tum” alude a la acción padecida por una sustancia proveniente de
un principio extrínseco a ella, oponiéndose así, de algún modo, a su
naturaleza y a su movimiento natural (cf. Arist. Et. Eud. III, 1; To-
más de Aquino, S. Th. I-II, q. 6, a. 6, ad 1, y De ver. q. 24, a. 1, c).
Por consiguiente, la determinación violenta es por sí misma episódi-
ca, en cuanto aislada de la naturaleza, su orden y su curso. Este últi-
mo se desarrolla siempre a través de un actuar complejo que elimina
paulatinamente los obstáculos, o bien, en los seres animados, posi-
bilitando el desarrollo del poder de adaptación y redimensión.

nihil volitum quin praecognitum. Cf. ignoti nulla cupido.

non entis non est definitio. La presente sentencia, que afirma que no
hay definición del non ens no ha sido universalmente aceptada en la
Escolástica. Esto se da porque hay dos posiciones acerca del térmi-
no “ens” (véase): la de quienes consideran que sólo es ens aquello en
lo que se da el ser –es decir, aquello que efectivamente existe– y la
de quienes aceptan llamar “ens” también a todo aquello que sea o
pueda ser sujeto de proposiciones con el verbo ser, como los térmi-
nos lógicos, por ej., la afirmación; las privaciones, por ej., la cegue-
ra; o las cosas imaginarias, por ej., el centauro. Los primeros niegan
que estos tres últimos sujetos sean entes; los segundos, lo afirman.
Por eso, los primeros sólo admiten definición para el primer caso,
sosteniendo que no puede haber definición para el segundo, ya que
entienden que en el segundo caso se trata en realidad de no entes.
Pero la posición más extendida en la Escolástica es la que distingue
entre definitio realis (véase definitio), que corresponde al ente en el
primer sentido, el sentido fuerte de ens; y la definitio nominalis, que
compete al segundo caso, el de los entes que no tienen esencia real.
Esta posición sostiene que de ambos tipos de “ente” hay definición,
aunque sólo sea nominal, si bien pero sólo los primeros tienen defi-
nición real porque sólo ellos tienen esencia. Es la línea en la que se
797 SENTENCIAS

inscribe, por ej., Tomás de Aquino (cf. De ente et ess. 1). En cambio,
Duns Escoto opta por atenerse sólo a la “definitio proprie dicta”, en-
tendiendo por ésta la definición real referida al ente real. En conse-
cuencia, suscribe este enunciado, negando que los non entes, por ej.,
las privaciones, tengan definición: “quia non ens non habet quid est”
(cf. Op. ox. IV, d.1, q.2, n.2).

non sunt multiplicanda entia sine necessitate. “No debe multiplicar-


se los entes sin necesidad”. Con esta expresión se indica la así llama-
da “ley de economía o parsimonia”, que concierne tanto al ser co-
mo a los principios que lo explican. Dicha ley siempre constituyó
un criterio, más o menos explícito, del pensamiento filosófico, pe-
ro esta formulación, ya clásica, se atribuye –por lo menos, en su
acepción más radical– a Guillermo de Ockham. Para él, la aprehen-
sión intuitivo-intelectiva de lo singular concreto es el único elemen-
to positivo; el resto puede calificarse de crítica negativa o negación.
Tal negación está regida por dos principios: “Deus potest facere omne
quod non inducit contradictionem” y “Frustra fit per plura quod potest
fieri per panciora” (véanse), siendo este último principio asimilable
al enunciado que nos ocupa. En efecto, la primera sentencia, aun
cuando muy discutida, se limita a establecer la condición de posi-
bilidad de todo ente; la segunda, indica la convicción sobre la in-
utilidad de apelar a varios para hacer lo que puede hacerse por me-
nos. De este modo, se declara inútil toda complejidad óntica que la
inteligencia sostenga para explicar los diversos principios de la rea-
lidad empírica. Ockham prescinde así de “entidades” entre Dios y
lo creado, como prescinde también, congruentemente, de toda en-
tidad entre el terminus conceptus y la realidad a la que éste se refie-
re. De la misma manera, para explicar el hecho del conocimiento, se
niega a recurrir a diversas facultades cognoscitivas internas y exter-
nas, intelecto agente e intelecto posible, etc., considerando que bas-
ta que se dé un cognoscente frente a un objeto. Puesto que el segun-
do principio fue utilizado por dicho autor para zanjar las más in-
trincadas cuestiones, esta sentencia, que lo formula, se conoce his-
tóricamente con el nombre de la “navaja de Ockham”. En la Mo-
dernidad, Galileo expresa lo mismo diciendo: “la natura non opera
LEXICO TÉCNICO DE FILOSOFÍA MEDIEVAL 798

con molte cose quello che può operare con poche”, y lo aplica particular-
mente al principio de inercia.

omne agens agit in quantum est actu. Todo agente actúa en cuanto
está en acto. Para que algo actúe, antes tiene que ser o existir. Más
aún, el mismo existir de la cosa es por sí principio de acción: toda
cosa o sustancia que efectivamente existe, no ouede existir sin tener
una naturaleza dada. Ésta es justamente su esencia en cuanto princi-
pio de las operaciones que le son propias según su especie. La poten-
cia no dice ser sino posibilidad de ser y, por ende, sólo posibilidad de
actuar en una dirección determinada.

omne agens agit propter finem. El enunciado de que todo agente ac-
túa por un fin constituye un modo de formular el principio de fi-
nalidad. Toda operación o acción es siempre de algo –el agente– so-
bre algo y dirigido u ordenado a algo. Por eso, la intrínseca direc-
ción al fin propia del agente es un principio formal, cualitativo de
todo actuar.

omne quod est, ex suppositione quod sit, necesse est esse. Axioma
que expresa el tipo de necesidad hipotética ex suppositione (véase) o
ex hypothesi, es decir, aquella que requiere una condición para que
se dé. Así, por ej., bajo la condición de estar sentado, o suponien-
do que alguien lo está, es necesario que, mientras permanezca en tal
posición, esté sentado (cf. Tomás de Aquino, S. Th. I, q. 19, a. 3 c).

omne quod est per participationem causatur ab eo quod est per es-
sentiam. Todo lo que es por participación, es causado por aquello
que es por esencia. Este principio está basado sobre la noción esco-
lástica del esse per participationem. Esta última expresión se refiere
siempre a un ser que posee determinada perfección de manera limi-
tada o parcial, ya se trate de una perfección de carácter trascenden-
tal, como verdad, bondad o belleza; ya sea de carácter predicamen-
tal, como la cantidad. Tal participación está en el ser derivado o par-
ticipado. Dicho ser o dicha perfección no es subsistente en sí y por
sí –lo que indica omnímoda plenitud–, sino que deriva necesaria-
mente de lo autosubsistente. Así, también este principio expresa un
desarrollo de la noción de causalidad: el aspecto de efecto está indi-
799 SENTENCIAS

cado en la limitación señalada, y el de causa se remonta a la así lla-


mada causa adaequata o causa essendi, es decir, aquella que no inter-
viene sólo como factor de mutación, sino que participa o comuni-
ca su propio ser. Esta causa es el Ipsum Esse subsistens al que se refie-
re repetidas veces Tomás de Aquino (cf. S. Th. I, q. 44, a. 1; q. 84,
a. 4, ad 1; q. 49, a. 3, ad 4; q. 65, a. 4, ad 2). Véase también pri-
mum in unoquoque...

omne quod fit habet causam. He aquí una de las formulaciones esco-


lásticas del principio de causalidad: “quod fit”, lo que existe, lo que
se hace, es algo nuevo, contingente, o bien es efecto. Pero, en sen-
tido amplio, alude siempre a lo que adviene. Y nada adviene, suce-
de o se hace sin causa, como explicita Tomás de Aquino, por ej., en
C. G. I, 28.

omne quod movetur ab alio movetur. Sentencia escolástica, tratada,


por ej., por Tomás de Aquino en C. G. I, 13 y S. Th. I, q. 2, a. 3 y
q. 75, a. 1, que expresa el célebre principio aristotélico que el Es-
tagirita desarrolla en los libros séptimo y octavo de su Física. En lo
que respecta al significado y valor de esta sentencia, es menester no-
tar que su formulación no es tautológica, dado que el verbo del pri-
mer miembro está en voz media, mientras que el del segundo se en-
cuentra en voz pasiva. De ahí que su traducción precisa es: “Todo
lo que se mueve, es movido por otro”. Así, el primer verbo expre-
sa un modo de existir que comienza a ser y que antes no era –el del
móvil– y que, por eso, no es por sí ni desde sí, es decir, no tiene en
sí la razón de ser. El segundo verbo señala, precisamente, la exigen-
cia entitativa del primero, introduciendo otro factor: el del agente.
Cabe subrayar que este principio en su significado y aplicación más
fuerte concierne al cambio o mutación en el significado metafísi-
co de “movimiento”; dicho en términos aristotélicos, el pasaje de la
potencia al acto. En este último sentido, el enunciado asumiría otra
formulación: “siempre se pasa de lo que es en potencia a lo que es en
acto, por otro que ya existe en acto” (Met. VIII, 9, 1049 b 24-25).
En estos últimos términos, la sentencia que nos ocupa concierne al
principio de causalidad. Ese “otro” del que se habla, debe entender-
se como otro aspecto del nuevo modo de ser: así, por ej., la facul-
LEXICO TÉCNICO DE FILOSOFÍA MEDIEVAL 800

tad cognoscitiva es otra, i.e. distinta y distinguible tanto del cog-


noscente como del acto de conocimiento en cuanto tal. Véase qui-
dquid movetur...

omnes homines natura scire desiderant. Esta formulación tiene pun-


to de partida en el célebre comienzo de la Metafísica aristotélica: to-
dos los hombres, por naturaleza, desean saber. Al asumirlo, los auto-
res medievales subrayaron lo afirmado a continuación por el Estagi-
rita: el amor que los hombres muestran por los sentidos, en la medi-
da en que éstos no sólo contribuyen a la preservación de la vida sino
que también son medios de conocimiento, especialmente, la vista.
Según la lectura medieval, la visión, por su inmaterialidad, nos pro-
cura mayor certidumbre que el resto de los sentidos y es, a la vez, la
que nos aporta más datos sobre la realidad sensible. Los medievales
interpretaron que, si naturalmente amamos más el sentido que me-
jor nos permite conocer, ello es prueba de que, por naturaleza, ama-
mos el conocimiento. Así se lee en la mayor parte de los comenta-
rios escolásticos al texto aristotélico.

omnis actio est iuxta proportionem maioris inaequalitatis. Esta sen-


tencia señala que toda acción (véase actio) guarda proporción con la
mayor o menor desigualdad que mantenga con su término, puesto
que lo igual no actúa sobre su igual (véase simile non agit in simile).

omnis virtus perficit hominem. En general, la virtus en sí misma es


una perfección, pero también es una fuerza o potencia que lleva a
obrar rectamente o a hacer rectamente algo; de ahí que se hable, por
ej., de “virtud curativa”. Así pues, puede predicarse de personas o de
cosas. Paulatinamente, el término “virtus” se fue reservando para el
hombre y sus operaciones. Ahora bien, en su acepción más acotada,
la virtus es la disposición propia de una potencia para llevar a cabo
un acto bueno en sí mismo. Como el obrar sigue al ser, el modo de
acción deriva de la disposición del agente, o sea, del hombre. La vir-
tud es principio de actividad, del obrar; por tanto, es necesario que
preexista en el agente la correspondiente disposición a obrar. Cuan-
do esa disposición se traduce en repetidos actos hechos en orden al
bien, se convierte en habitus. La virtud propiamente dicha es, pues,
801 SENTENCIAS

aquel hábito operativo que perfecciona el obrar humano y, por eso,


al hombre mismo, como reza este enunciado.

operari sequitur (ab) esse. El obrar sigue al ser, en cuanto el ente actúa
según su naturaleza, vale decir, según lo que es, porque, antes que
nada y de modo fundante, el ente es. En términos técnicos, se di-
ce que la operación es del sujeto subsistente (principio quod del ac-
tuar), por medio de su naturaleza (principio quo del obrar). Por eso,
escolásticamente se llama acto primero a la naturaleza del sujeto, y
acto segundo, a su operación: el ente obra porque es, no a la inver-
sa. Por lo demás, el acto de ser se da en una naturaleza determinada,
más aún, individuada; de ahí que el modo de obrar refleje el mo-
do de ser. De esta manera, un ente puede obrar según el máximo de
posibilidades de su naturaleza específica y también por debajo de la
misma, pero no por encima de ella: un pájaro y un hombre pueden
actuar ambos por instinto, pero, a diferencia del hombre, el ave no
puede obrar racionalmente porque no es animal rationale.

operationes sunt singularium. En términos escolásticos, todo ente es-


tá constituido de essentia y esse. La naturaleza es la esencia de un en-
te en cuanto principio de operación. Así, no es la esencia del ave la
que vuela sino el ave individual, que posee esencia o naturaleza. De
ahí lo afirmado por esta sentencia: las operaciones son de los indivi-
duos. Cf. actiones sunt...

opinari et existimare non est in nobis. Opinar y estimar no depende


arbitrariamente de nosotros, en cuanto no podemos asentir o disen-
tir a voluntad respecto de aquello que se nos aparece como verdade-
ro o falso con plena evidencia o bajo un motivo plausible: nuestro
juicio está determinado, pues, por la realidad del objeto mismo que
se nos impone. En cambio, sí podemos imaginar algo a voluntad.

opposita simul stare nequent. Los términos opuestos, contrarios o


contradictorios, no pueden encontrarse simultáneamente en lo mis-
mo. Se basa sobre lo explicitado en posito uno contrariorum...

ordine intentionis quae sunt priora posteriora sunt ordine execu-


tionis. Lo primero en el orden de la intención es posterior en el or-
LEXICO TÉCNICO DE FILOSOFÍA MEDIEVAL 802

den de la ejecución. Esta sentencia se refiere a la causa final: prime-


ro queremos el fin y luego los medios cuya ejecución nos llevará a
alcanzarlo; sin embargo, en sentido cronológico, es a la inversa: pri-
mero, ejecutamos los medios para obtener así el fin propuesto. Por
ej. un enfermo antes de recobrar su salud –a la que tiende como fin
último en cuanto enfermo– se ha de procurar las medicinas que re-
pararán su salud deteriorada.

pars alicuius totius non habet esse nisi esse totius. La parte de un to-
do no tiene ser sino el ser del todo. El enunciado sólo se refiere al ca-
so del todo integral, es decir de aquella totalidad en la que no sola-
mente las partes constituyen el todo sino que éste es lo único que les
puede conferir razón de ser; de ahí que sea aplicable fundamental-
mente a los organismos. Diferente es el caso de un todo no integral:
en éste la parte tiene cierta independencia óntica; por ej., la pared
de una casa, ya que no repugna al muro permanecer en su ser sepa-
rado de la casa. No obstante, se ha de tener en cuenta que pars extra
totum est imperfecta. Así se expresa Duns Escoto (cf. Op. ox. II, d.17,
q.1, n. 5). La contrapartida complementaria de esta sentencia es la
que reza posito toto integrali...

parvus error in principio magnus est in finis. Un pequeño error al


principio se hace grande al final. Es este un precepto metodológi-
co que advierte sobre la importancia del manejo preciso de las no-
ciones fundamentales, para evitar que los equívocos e imprecisio-
nes generen distorsiones graves en el edificio racional que se yer-
gue a partir de ellas. Por eso, Tomás de Aquino elige citar este prin-
cipio para abrir su opúsculo De ente et essentia: estas nociones figu-
ran entre las primeras que ha de incorporar con corrección y exacti-
tud quien se inicie en Metafísica. Además, como señala Avicena (cf.
Met. I, 6), son las cosas que primero concibe el entendimiento. La
fuente común es aristotélica y se encuentra en el libro primero del
De caelo et mundo.

peiorem sequitur semper conclusio partem. Con la afirmación de que


la conclusión sigue siempre la “peor parte”, los autores medievales
subrayaron un aspecto de la consecuencia necesaria con que la ín-
dole de la conclusión deriva de las premisas. En efecto, considerada
803 SENTENCIAS

“peor” la negación respecto de la afirmación y la particularidad res-


pecto de la universalidad, señalaban con esta sentencia el hecho de
que una premisa negativa o bien una particular conducirá siempre a
una conclusión del mismo carácter.

posita causa formali ponitur eius effectus. Indica que si se da la cau-


sa formal, se da su correspondiente efecto, así como, desaparecida
la primera, desaparece también el segundo: remota causa formali, re-
movetur eius effectus. Esto se funda, obviamente, en el hecho de que
la forma es lo que confiere a la cosa su ser determinado y la conserva
en él. Por ej., “La blancura existe en algo; luego, existe lo blanco”. A
la vez, es válido el sentido inverso partiendo del efecto. Si se ha da-
do de hecho tal efecto es porque se ha dado primero –obviamente,
en una prioridad metafísica– su causa formal: lo blanco existe por-
que existe la blancura. La correspondiente negación tiene el mismo
fundamento: remoto effectu causa formalis removetur et ipsa. En este
último caso, se ha de recordar que la forma mantiene a la cosa en su
ser determinado, de modo que, desaparecida dicha determinación –
que hace ‘ser lo que es’ a ese ente– desaparece su causa formal.

posito effectu ponitur eius causa formalis. Cf. posita causa formali...

posita causa materiali possibile est ipsius actum esse. La materia


(véase) es aquello de lo cual algo se hace con el concurso de otro u
otros factores; así, el mármol respecto de la estatua que supone la in-
tervención del escultor para que aquello que está en el mármol en
potencia, llegue al acto, i.e. la estatua. La materia está, pues, asocia-
da con la potencia y, por ende, con la posibilidad. Ello explica que,
en la dirección que va de la causa al efecto, se hable en términos de
lo posible. Con todo, la causa material debe suponer la disposición
hacia el efecto: por ej., en el hierro –y no en el papel– está en poten-
cia la espada. De esta manera, se manifiesta lo sostenido por la sen-
tencia: dada la causa material, es posible que su acto mismo sea. Pa-
ra retomar el ejemplo, si hay hierro, es posible que haya espada de
hierro. En cambio, en la dirección inversa, es decir, desde el efecto a
la causa, y teniendo en cuenta las notas de la relación causal, se ha-
bla en términos de lo necesario. Así, se afirma que posito effectu ma-
teria permanens necessse est eius materia esse: dado el efecto, permane-
LEXICO TÉCNICO DE FILOSOFÍA MEDIEVAL 804

ciendo la materia, es necesario que esta materia sea. Si hay espada de


hierro, necesariamente hay hierro. En su literalidad, con verbos en
presente, ambas rigen para los casos de materia permanens. En cam-
bio, en aquellos de materia transiens, como esta última palabra in-
dica, interviene el factor temporal, con lo que el tiempo verbal –o
aun el mismo verbo– queda modificado cuando se va desde el efec-
to a la causa: posito effectu materia transeuntis necesse est eius materia
praefuisse (véase). Pero en sentido negativo o destructive, y desde la
causa al efecto, la sentencia es única y se expresa en términos absolu-
tos: remota causa materiali removetur eius effectus. Cancelada la cau-
sa material, se cancela su efecto; poco importa si dicha causa es ma-
teria permanens o transiens: si no hay hierro no puede haber espada
de hierro; si no hay harina, no puede haber pan, como explica Pedro
Hispano (cf. Sum. Log. 5.25).

posito effectu materia permanens necesse est eius materia esse. Cf.
posita causa materiali...

posito effectu materia transeuntis necesse est eius materia praefuis-


se. Cf. posito effecto ponitur eius…. Locución referida al caso de
los entes materiales, cuya materia es transiens; por ej., el pan hecho
de harina. Se debe decir que, dado el efecto de algo hecho de ma-
teria transiens, alguna vez tuvo que haberse dado previa y necesaria-
mente dicha materia. Retomando el ejemplo propuesto, esta sen-
tencia se aplicaría así: “Existe pan; luego, tuvo que existir harina”;
de ahí, que se emplee el verbo en pasado. Si se tratara de materia
permanens, habría que decir que, dado el efecto, se da la materia co-
rrespondiente a su causa material.

posito effectu ponitur eius materia permanens. Debe recordarse que


se habla de materia (véase) en muchos sentidos. Entre ellos, la mate-
ria puede ser permanens, como la madera en el leño; o también tran-
siens, como la hierba en la oveja. Ahora bien, la presente sentencia
se refiere a los entes materiales y, respecto de ellos, afirma que, da-
do el efecto, como dicho efecto implica también causa material per-
manente, ha de darse necesariamente la materia que le correspon-
de. La locución se aplica, pues, sólo al primer ejemplo menciona-
805 SENTENCIAS

do, porque allí se trata de materia permanente: “Dado un leño, se


da la madera”.

posito uno contrariorum ab eodem removetur reliquum. A diferen-


cia de términos meramente diversos, como “superficie” y “blanco”,
se consideran términos contrarios aquellos que, refiriéndose a un
mismo sujeto, expresan sus grados extremos, por ej., blanco-negro
(véase opposita 1). En tal caso, como indica esta sentencia, dándose
uno de los contrarios está implicada necesariamente la remoción, es
decir, la inexistencia o desaparición del otro en el mismo sujeto y or-
den (véase remoto uno contrariorum...).

posito uno dividentium removetur reliquum. Dado uno de los tér-


minos de la división se cancela o remueve el restante. Para la com-
prensión de esta sentencia conviene aclarar qué se entendía en lógi-
ca medieval por “divisio”. En sentido general, significa separación o
distinción. Ahora bien, la divisio (véase) puede ser de carácter afir-
mativo, por ej., la separación de una mano respecto del cuerpo en
el caso de una amputación, o bien negativo. La división negativa es
de carácter eminentemente lógico y consiste en distinguir per ne-
gationem, por ej., separar hombre de no hombre. Así, Sócrates es o
bien hombre o bien no hombre. Si se da lo primero, queda exclui-
do lo segundo. Aplicada al presente ejemplo, la sentencia sostiene
que, dado uno de los términos distinguidos o separados en este úl-
timo sentido, como Sócrates es hombre, se remueve o descarta que
no lo sea. Esta sentencia implica los principios lógicos de no contra-
dicción y de tercero excluido, como su complementaria: remoto uno
dividentium ponitur alterum. Entre otros, Pedro Hispano trata el ca-
so (cf. Sum. Log. 5.46).

posito toto integrali ponitur quaelibet eius pars. Este axioma estable-
ce que, dado un todo integral, se da cualquiera de sus partes. Hay
que tener en cuenta que la noción de integridad proviene del térmi-
no integer, que en primera acepción significa “intacto”. Así, la com-
pleta, intacta unión de partes compone el todo. El darse de ese to-
tum supone, pues, la existencia de cualquiera de sus partes; por ej.,
existiendo un hombre existe su corazón. Obviamente, la sentencia
solo es válida para el caso de las sustancias compuestas, ya que las
LEXICO TÉCNICO DE FILOSOFÍA MEDIEVAL 806

simples por definición son indivisas e indivisibles. Cf. pars alicuius


totius...

posito uno privative oppositorum ab eodem removetur reliquum.


Puesto que se denomina opposita privative a una forma y su corres-
pondiente privación, como visión-ceguera, se sigue que el darse de
uno de dichos opuestos implica la no existencia del otro. Por eso, la
sentencia sostiene literalmente que, dado uno de los opuestos priva-
tivos, por eso mismo, el otro desaparece.

posito uno relativorum ponitur alternum. Sentencia que se refiere a


aquel tipo de relación cuyos términos son correlativos (véase relatio)
y se implican mutuamente, como padre e hijo. Dada dicha impli-
cancia mutua, la sola existencia de uno de dichos términos supone
necesariamente la del otro. En sentido negativo, la sentencia reza:
destructo uno relativorum destruitur alterum o, más frecuentemente,
remoto uno relativorum removetur alterum: siempre en esta clase de
relación, si desaparece uno de los términos relativos, desaparece el
otro; así, si no hay hijo no puede haber padre y a la inversa.

potentiae specificantur per actus et obiecta. Sentencia escolástica que


indica que la diversidad de potencias o facultades está dada por la
diversidad de objetos a los que ellas están ordenadas por naturale-
za y por el acto propio de cada una de las mismas. Un examen aten-
to de la cuestión es el que presenta Tomás de Aquino, quien aclara
que no cualquier diversidad de objetos diversifica las facultades, si-
no sólo la especificidad de aquello a lo que la potencia está ordena-
da como a su objeto propio. De esta manera, a los colores y a los so-
nidos corresponden diferentes potencias de la sensibilidad como la
potencia de ver y la potencia de oír, mientras a cosas coloreadas, co-
mo rosas o edificios, no corresponden diferentes potencias o facul-
tades, sino una sola: la potencia sensitiva del color, i.e. la vista (cf. S.
Th. I, q. 77, a. 3). Dicho técnicamente: lo que especifica y distin-
gue cada potencia no es el objeto material sino el objeto formal pro-
pio (véase obiectum).

primum in intentione est ultimum in executione. Cf. Ordine inten-


tionis...
807 SENTENCIAS

primum in unoquoque genere est causa caeterorum. Este enuncia-


do, aunque de formulación aristotélica, presenta resonancias plató-
nicas; de ahí que remita también al que reza omne quod est per par-
ticipationem.... En efecto, se entiende aquí por primum aquello que,
en el ámbito de determinado género, no tiene ni puede tener nin-
gún precedente. Tal primum se concibe, pues, como lo que posee
por identidad la perfección de ese genus. Ahora bien, puesto que tal
perfección por identidad sólo puede corresponder a un solo ente, si
existen otros en el género de esa perfección, serán derivados, es de-
cir, participaciones del primero que es causa de los restantes. Así, el
calor del leño o del hierro incandescente es causado por el fuego al
cual conviene el calor esencialmente. La formulación de este prin-
cipio se encuentra también en Aristóteles (cf. Met. I, 193 b 24) y es
frecuente en la Escolástica, especialmente, en Tomás de Aquino (cf.,
por ej., S. Th. I, q. 44, a. 1; C.G. II, 15; De pot. q. 3, a. 5).

principia prima sunt omnibus nota. Los primeros principios son


conocidos por todos. Este enunciado se refiere precisamente a los
principia communes, también llamadas “maximae propositiones”. És-
tos son evidentes para nosotros sin necesidad de demostración, aun-
que constituyen el punto de partida de cualquier demostración; de
ahí que conciernan a todas las ciencias; por ej., el principio de no
contradicción. Por lo demás, si los principios de la demostración
no fuesen evidentes universalmente, las demostraciones deberían re-
montarse al infinito y, entonces, nada podría probarse.

primum in intellectu cadit ens. Esta sentencia escolástica, que sigue la


doctrina aristotélica de la abstracción, asume el ens en su significado
primario, es decir, como aquello que efectivamente es. Por eso, di-
ce Tomás de Aquino que lo primero que aprehende el entendimien-
to es el ens. De hecho, cualquiera sea la cosa que aprehendemos, al
instante concebimos que existe; así, le atribuimos el ser y por consi-
guiente unidad y bondad, en razón de la convertibilidad entre ens,
unum y bonum (cf., por ej., S.Th. I-II, q.55, a.4 ad1).

prius est esse quam operari. Cf. operari sequitur esse.


LEXICO TÉCNICO DE FILOSOFÍA MEDIEVAL 808

propter quod unumquodque tale et illud magis. Sentencia escolásti-


ca, fundamentada en el pasaje de la Metafísica aristotélica (cf. I, 1,
993 b 24), que dice que aquel ser del cual depende que muchos ten-
gan una determinación particular, contiene esa misma determina-
ción y de modo eminente. Así, este principio se identifica con el que
reza “Primum in unoquoque genere…” (véase); por ej., si un leño en-
cendido es cálido a causa del fuego, el fuego mismo debe ser necesa-
riamente cálido y serlo aún más que el leño encendido.

quae conveniunt in uno tertio, ea conveniunt inter se. La convenien-


tia es aquella condición de los entes o de las nociones por la cual di-
chos entes o nociones pueden unirse o vincularse entre sí. Ahora
bien, para algunos autores –en general, aunque no necesariamente,
realistas– ello implica la postulación de una tercera instancia, la de
aquello en lo que convienen o gracias a lo cual lo hacen, de donde
esta sentencia escolástica: “Las cosas que convienen con una tercera
–o coinciden o concuerdan con ella–, convienen a la vez entre sí”.
Por ej., una rosa blanca y la nieve convienen en la blancura.

quantum omne divisibile est. El axioma que establece que todo quan-
tum (véase) es divisible alude a la noción misma de cantidad, cuyo
atributo esencial es justamente la divisibilidad. Por lo demás, pro-
pio de la cantidad es ser mensurable, o sea, de algún modo divisi-
ble en partes.

qui dat formam dat consequentiam ad formam. Lo que da la forma,


da también lo que se sigue de ella, porque, al ser la forma aquello
que constituye a algo como tal, conlleva las consecuentes propieda-
des de ese algo. Por ej., aquello que confiere la forma “fuego”, por
eso mismo, comunica la propiedad de quemar. Así, el presente axio-
ma equivale al que reza: “causa causae est etiam causa causati” (véa-
se), si se entiende la primera de estas palabras en el sentido de cau-
sa formal.

quicquid praedicatur de partibus in quantitate simul sumptis prae-


dicatur de suo toto. Se trata aquí de los miembros de una especie
como partes cuantitativas de una totalidad. Así, dice que lo predica-
do de cada una de ellas, simultáneamente asumidas, esto es, suma-
809 SENTENCIAS

das, se predica de la totalidad. Por ej., Sócrates corre, Platón corre, y


el resto de los hombres corre; luego, el hombre corre. La correspon-
diente proposición destructiva sostiene: quicquid removetur de parti-
bus in quantitate simul sumptis removetur a suo toto, es decir, lo que
se niega de cada parte o miembro, sumados, se niega de la totalidad.
Por ej., Sócrates no vuela, Platón no vuela, y los demás hombres no
vuelan; luego el hombre no vuela.

quicquid praedicatur de toto in quantitate et de qualibet eius parte.


Sentencia que se refiere a proposiciones lógicas: lo que se predica del
todo cuantitativamente hablando, se predica de cualquiera de sus
partes, entendiéndose por lo primero las proposiciones universales;
y por lo segundo, las singulares. Por ej., “Todo hombre corre; lue-
go, Sócrates corre”. Por eso, se asimila al enunciado si universalis ve-
ra quaelibet eius singularis vera: si la proposición universal es verda-
dera, cualquiera de las singulares que ella comprende es verdadera.
Por cierto, también es válida la correspondiente negativa: quicquid
removetur a toto in quantitate et a qualibet eius parte. Ejemplo de la
última es: “Ningún hombre corre; luego, Sócrates no corre”.

quicquid removetur a toto in loco et a qualibet eius parte. Cf. cui-


cumque convenit...

quicquid removetur de partibus in quantitate simul sumptis remo-


vetur a suo toto. Cf. quicquid praedicatur de partibus...

quidquid movetur ab alio movetur. Cf. omne quod movetur ab alio


movetur. Todo lo que que mueve es movido por otro. Al fundar-
se en el concepto de movimiento o cambio, esta sentencia implica
las nociones de acto y potencia: el motor, i.e., aquello que mueve o
que produce el cambio de otra cosa, para poder hacerlo, ha de estar
en acto; lo que es movido, debe estar en potencia respecto de aque-
llo hacia lo que va a cambiar. Por ej., el fuego, que tiene calor en ac-
to, calienta el leño, y éste está caliente sólo en potencia. Es impo-
sible, pues, que una cosa sea respecto de lo mismo y de la misma ma-
nera motor y móvil, ya que, en ese caso, se incurriría en contradic-
ción. Ahora bien, en virtud de la variedad de órdenes en los que,
aristotélicamente, la Escolástica aplicó el concepto motus (véase), es-
LEXICO TÉCNICO DE FILOSOFÍA MEDIEVAL 810

ta sentencia se puede entender en los siguientes sentidos principales:


1. desde el punto de vista metafísico –y más fuerte– hay que consi-
derar que nada, salvo Dios, es a se (véase); por eso, todo lo que “se
mueve” o pasa del no ser al ser, es decir, todo lo que empieza a exis-
tir, lo hace en virtud de otra cosa anterior ya existente; 2. en lo que
hace a la categoría de cualidad, lo mismo rige en el caso del movi-
miento de la alteración; 3. causalmente, todo efecto propiamente
dicho tiene lugar en razón de una causa eficiente.

quidquid praedicatur de definitione et de definito. La definición es


la proposición que significa el ser de la cosa o realidad a la que se
alude, la cual es el sujeto gramatical de dicha proposición, por ej.,
Homo animal rationale est. En rigor, la definición aquí es el predica-
do gramatical y lo definido es homo. La presente sentencia dice que
lo que se predica o afirma de la definición se predica o afirma de lo
definido. Así, por ej., si el animal racional –que es la definición– es
capaz de pensar, el hombre –que es lo definido– es capaz de pensar.
En sentido negativo, tenemos la sentencia quidquid removetur a de-
finitione et a definito, esto es, lo que se rechaza, se remueve o se nie-
ga de la definición también se niega de lo definido. Para retomar
el ejemplo mencionado, el animal racional no vuela, por tanto, el
hombre no vuela. Hay aun otra formulación de esta sentencia: “de
quocumque pradicatur definitio et definitum” y su correspondiente
negativa “a quocumque removetur definitio et definitum”. Pedro His-
pano utiliza ambas expresiones (cf. Sum. Log. 5.10 y 5.11).

quidquid praedicatur de definito et de definitione. Lo que se predica


de lo definido se predica también de la definición. A diferencia de
la inmediata anterior, esta sentencia acentúa la relación de habitudo
(véase) que lo definido guarda con la definición. Así, “hombre”, se
define como “animal racional” y “Sócrates'' se define como ''hom-
bre”. En este caso, “hombre” y “Sócrates” son lo definido y “animal
racional” es la definición. Ejemplo de esta máxima es “El hombre
piensa; luego, el animal racional piensa”; en los casos particulares,
“Sócrates es hombre; luego, Sócrates es animal racional”. Lo mismo
sucede en sentido negativo, ya que quidquid removetur a definito et a
definitione, o sea, lo que se niega o remueve de lo definido también
811 SENTENCIAS

se niega de la definición: “La piedra no es hombre; por tanto, la pie-


dra no es animal racional”.

quidquid praedicatur de descriptione et de descripto. Lo dicho a pro-


pósito de la sentencia inmediata anterior rige también para el caso
de la descriptio (véase), tanto en sentido afirmativo como negativo.

quidquid praedicatur de specie et de genere. Lo más universal es su-


perior respecto de lo menos universal que queda subsumido en lo
primero, como animal respecto de hombre, y hombre respecto de
Sócrates. Esta sentencia sostiene que cualquier nota esencial que se
predique de la especie se predica también del género. Así, si se afir-
ma que el hombre (especie) es animal (género), se afirma también
su corporeidad, ya que ésta le es esencial al ser animal. Desde el mo-
mento en que esta máxima alude a predicados esenciales, se vincu-
la con la que reza: quidquid praedicatur de definito et de definitione
(véase), toda vez que se llega a la definición por género próximo y
diferencia específica. La sentencia que nos ocupa no se ha de con-
fundir con la máxima que dice de quoqumque praedicatur species et
genus (véase), ya que, si bien ambas se fundan en un procedimien-
to lógico similar, ésta tiene mayor extensión que la referida en últi-
mo lugar.

quidquid recipitur ad modum recipientis recipitur. Cualquier co-


sa que se recibe, se recibe según la capacidad y naturaleza del reci-
piente. De dos maneras puede entenderse “ad modum” en esta sen-
tencia: una limitativa y otra cualitativa. Según la primera, una per-
fección o acto es recibido por una potencia receptiva o sujeto, con
arreglo a su capacidad, a la que no puede exceder. Sin embargo, ello
no implica que el acto deba agotar siempre la capacidad receptiva de
la potencia, ya que ésta recibe solamente cuanto le confiere la cau-
sa agente. De acuerdo con el segundo aspecto, la sentencia signifi-
ca que, si los modos de ser de lo recibido y del recipiente son dife-
rentes, lo recibido es acogido por el recipiente según el modo de
ser propio de éste; así, por ej., cuando el intelecto, que es inmate-
rial, conoce las cosas materiales, las recibe en sí no material sino es-
piritualmente, para lo cual las despoja de sus condiciones materiales
mediante la abstracción. Nótese que aquí no se ha usado el térmi-
LEXICO TÉCNICO DE FILOSOFÍA MEDIEVAL 812

no “omne” sino “quidquid”, ya que la sentencia subraya que el he-


cho de recibir algo según la propia limitación y modalidad es algo
que le ocurre a todos, pero exactamente en la medida en que sucede
a cada uno en particular.

quidquid removetur a definito et a definitione. Cf. quidquid praedi-


catur de definito...

quidquid removetur a genere removetur et a specie. Cf. quidquid


praedicatur de specie...

quod convenit alicui sub nomine magis noto et sub nomine minus
noto. Máxima que sostiene que, si lo que conviene o corresponde a
algo se expresa con palabras muy conocidas, eso mismo también es
válido si se lo expresa con términos menos conocidos. Así, se pre-
tende, por ej., que la proposición “Propio de la filosofía es elucidar
las causas de las cosas” valga por “Propio de la filosofía es explicar las
causas de las cosas”. No se trata, pues, de una mera explicitación de
la palabra, como señala Pedro Hispano (cf. Sum Log. 5.41), sino de
validez de lo sostenido.

quod gratis affirmatur gratis negatur. Lo que se afirma gratuitamen-


te, es decir, sin fundamento, se niega también de esa manera. El he-
cho de que no haya o no se ofrezcan razones suficientes para soste-
ner una afirmación, no prueba su falsedad. Se señala, pues, la inefi-
cacia demostrativa en esta clase de casos, a diferencia de lo que ocu-
rre en las demostraciones ad absurdum (véase demonstratio).

quod nimis probat nihil probat. “Lo que prueba demasiado no prue-
ba nada” no significa que toda prueba cuyo valor demostrativo va-
ya más allá del objetivo de la demostración sea necesariamente inefi-
caz. En efecto, se podría tratar de una prueba a fortiori (véase). Sim-
plemente advierte sobre aquellas demostraciones que, para anular la
antítesis, intentan forzar los límites de la tesis, y envilecen con ello la
prueba. Un ejemplo sería argumentar que la sabiduría proviene de
la racionalidad; la racionalidad es común a todos los hombres; lue-
go, todos los hombres son sabios. En esta aserción se exagera el valor
de la racionalidad, porque se la identifica sin más e ilegítimamente
813 SENTENCIAS

con la sabiduría, cuando, en realidad, sólo es una de sus condicio-


nes. De esta manera, el argumento pierde toda su fuerza. Algo simi-
lar ocurre con el procedimiento seguido en las vulgarmente llama-
das “generalizaciones”.

quod potest cognoscere aliqua oportet ut nihil eorum habeat in sua


natura. Aplicada a las facultades de conocimiento y, especialmen-
te al intelecto, esta sentencia señala que es menester que lo que pue-
de conocer algunas cosas no tenga ninguna de ellas en su naturale-
za. En efecto, las que estuvieran naturalmente en ella impedirían el
conocimiento de las demás, así como una lengua impregnada de sa-
bor amargo no puede gustar el sabor de lo dulce. Por eso, es impo-
sible que el principio de la intelección, que capta las formas corpó-
reas, sea a su vez cuerpo. Se fundamenta en los términos en que se
ha explicitado Intus existens prohibet extraneum.

quod uni casui convenit et reliquo. Cf. quod uni coniugatorum...

quod uni coniugatorum inest et reliquo. Lo que inhiere en uno de


los términos coordinados inhiere también en el otro. Se denominan
términos coordinados aquellos que están vinculados por un térmi-
no común; así, por ej., “hechos justos” y “hombre justo” son coordi-
nados de “justicia”. Así, si los hechos justos son buenos, también lo
será el hombre justo, porque la misma justicia es buena. Un tipo de
término coordinado o coniugatum es el casus, el adverbio correspon-
diente. Para retomar el ejemplo mencionado, “justamente” es ca-
sus derivado de “justicia”; de ahí que lo que se hace justamente o de
manera justa se hace bien. Esto se especifica en otra sentencia que
complementa la presente: quod uni casui convenit et reliquo.

regula est prior regulato. Sentencia escolástica que indica que la regla
es anterior a lo regulado por ella; por eso, se ha de conocer y com-
prender antes. Así, por ej., las normas pictóricas deben ser previa-
mente conocidas y comprendidas para poder pintar. Con todo, la
afirmación también se puede entender en sentido metafísico: los
principios que rigen algo son metafísicamente anteriores a ese algo
en la medida en que lo constituyen.
LEXICO TÉCNICO DE FILOSOFÍA MEDIEVAL 814

relata sunt simul natura et cognitione. Los términos vinculados por


una relación de implicación mutua se han de dar a la vez, tanto en
el plano del ser como en el cognoscitivo. Así, este principio afirma
la simultaneidad óntica y lógica de dos términos relativos conside-
rados formalmente como tales. Por ej., en cuanto hombre, el padre
puede existir sin el hijo, pero, en cuanto padre, no puede existir sin
el hijo. De manera similar, en lo que respecta al conocimiento de
los términos relativos, el padre, en cuanto hombre, se puede cono-
cer y definir sin relación al hijo, pero formalmente como padre no
se puede conocer ni definir sino en relación con el hijo. La razón de
esta conexión entre términos relata estriba en que cada uno de ellos
es condición del otro.

remota causa formali removetur eius effectus. Cf. posita causa for-
mali...

remota causa materiali removetur eius effectu. Cf. posita causa ma-
teriali...

remoto effectu causae formalis removetur et ipsa. Cf. posita causa


formali...

remoto genere removetur et species. Esta sentencia recuerda que, des-


aparecido el género, desaparece la especie. Así, por ej., si desapare-
ce el género animal, desaparece la especie dinosaurio. En virtud de
la relación asimétrica de subsumisión de la especie respecto del gé-
nero, no tiene un correlato positivo: la mera afirmación del género
animal no supone afirmar ninguna especie en particular.

remoto uno contrariorum immediatorum ponitur reliquum manen-


te subiecto. A diferencia de lo que ocurre con los contrarios me-
diatos –que son aquellos entre los que se puede dar algo interme-
dio, como el gris respecto del blanco y del negro–, en los inmedia-
tos no admiten medio. Por eso, la inexistencia en un mismo sujeto de
un contrario inmediato supone la presencia de su correlativo en di-
cho sujeto, que es lo afirmado en esta sentencia. Así, por ej., para un
mismo sujeto, no estar enfermo implica estar sano, al menos duran-
te un lapso determinado, lo que explica la acotacion “manente”.
815 SENTENCIAS

remoto uno dividentium ponitur reliquum. Cf. posito uno dividen-


tium...

remoto uno relativorum removetur alterum. Véase posito uno relati-


vorum...

res de re non praedicatur. No se predica algo real, i.e, una cosa, de otra.
Se trata de una máxima de Pedro Abelardo tal como la registra Juan
de Salisbury en su Metalog. II, 17. Hay que tener en cuenta que, se-
gún la concepción abelardiana, el universal (véase universale) no es
ni una cosa ni una emisión de voz, sino un sermo, una vox significa-
tiva. Sólo ésta se puede predicar de varias cosas. En la llamada “po-
lémica de los universales”, el nominalismo moderado de Pedro Abe-
lardo se opone, sobre todo, al realismo extremo de Guillermo de
Champeaux. Éste sostenía precisamente que la esencia real es lo que
se predica de la cosa particular: contra tal posición se plantea esta
sentencia que fue adoptada por los autores medievales enrolados en
el nominalismo para indicar su posición respecto de la cuestión de
los términos universales.

res nulla propria forma privatur. Al decir que ningún ente real está
privado de la forma propia, esta sentencia comprende tanto las sus-
tancias corpóreas o compuestas como las incorpóreas o simples. Así,
por ej., ni el caballo ni el ángel pueden carecer de forma, ya que, si
estuviesen privados de ella, no podrían existir, porque no serían se-
res determinados. Duns Escoto lo formula diciendo que, en tal ca-
so, serían y no serían eso, lo cual es imposible (cf. Exp. in Metaph.
Arist. I, s.1, c.1, n.6).

sapientis est ordinare. Propio del sabio es ordenar. Sentencia que to-
mada del comienzo de la Metafísica de Aristóteles, apunta al cen-
tro mismo del modus operandi intelectual escolástico. En efecto, pa-
ra ordenar, es decir, para ubicar cada categoría en el plano que le co-
rresponde, primero se ha de distinguir entre los varios planos y dis-
cernir la naturaleza propia de cada uno. Del respeto a este princi-
pio, provienen en el fondo, las famosas distinciones escolásticas; de
ahí que sea citado tan frecuentemente. Tomás de Aquino, por ej.,
LEXICO TÉCNICO DE FILOSOFÍA MEDIEVAL 816

lo reitera, entre otros lugares, en In III Sent. d.4, q.1, aa. 1, 2 y 34;
C.G. I, 1, 2.

sensibile in actu est sensus in actu. Literalmente, esta sentencia dice:


lo sensible en acto es el sentido en acto. En efecto, lo sensible, en
cuanto lo que puede ser sentido, es por sí mismo, algo potencial. Só-
lo deja de serlo y se actualiza cuando lo sentido impresiona al senti-
do. De manera similar, el sentido constituye por sí mismo una po-
tencia que llega al acto cuando es impresionada por lo sensible. Por
la percepción, lo sensible se actualiza en cuanto tal, esto es, se hace
presente al sentido, y el sentido capta lo sensible. Este tema fue ela-
borado entre otros, por Tomás de Aquino (cf. S. Th. I, q. 13, a. 2;
q. 17, a. 2 y q. 55, a. 1). Siempre en el plano cognoscitivo, esta fór-
mula es paralela a la que afirma “Intellectus in actu est intellectum in
actu” (véase).

sensus sunt singularium. Sentencia escolástica que indica, en gene-


ral, que los sentidos tienen por objeto las cosas individuales: sólo
ellas pueden ser percibidas de manera actual. Lo que se ve, se oye, se
siente es este ente. Cabe señalar, en primer término, que esto es dato
de experiencia; en segundo lugar, que vale tanto para las potencias
cognoscitivas, como para las apetitivas. En cuanto a las primeras, la
máxima se fundamenta en que los objetos sensibles, o sea, materia-
les, están determinados de tal manera que no pueden existir y pre-
dicarse de muchas cosas, como sí ocurre con el universal que resul-
ta precisamente de la abstracción operada por el intelecto a partir de
las notas individuantes. Los sentidos, en cambio, no pueden pres-
cindir de éstas. La sentencia también comprende al apetito sensible,
en la medida en que se dirige a objetos conocidos por los sentidos,
según el modo como éste los aprehende. Con todo, se debe advertir
que, si bien los sentidos sólo pueden conocer objetos singulares, ello
no impide que estén ordenados a algún objeto universalmente; así,
el objeto de la vista es el color, pero no porque conoce el color en
cuanto tal y en su noción universal, sino porque la vista está deter-
minada a conocer lo coloreado. En otras palabras, únicamente pue-
de ser universal y no singular el objeto formal (véase obiectum) de
cada sentido. Cf. sensus est universalis, sentire...
817 SENTENCIAS

sensus est universalis, sentire singularis. El sentido es universal; el


sentir, singular. Este enunciado completa el anterior o lo formula de
modo más explícito. En efecto, señala que no es exactamente el mis-
mo el objeto de la potencia, es decir, el sentido, y el del acto de sen-
tir. Para retomar el ejemplo dado de la visión, el sentido de la vis-
ta tiene como objeto formal, universal (véase obiectum) el color; es-
tá ordenado a percibir el color. Pero, de hecho, la operación propia,
que es el ver, únicamente percibe el color en una superficie colorea-
da, es decir, cuando se da en la cantidad, es decir, en un ente indivi-
dual, en una sustancia quantitate signata.

si communiter accidentium posterius inest et prius inerit. De los ac-


cidentes comunes (véase communis), algunos se acompañan (véase
concomitantia), o sea, de algún modo se implican, porque uno sigue
al anterior; otros, no. Esta sentencia se refiere a los primeros. Con
esta acotación, si uno de esos accidentes inhiere en un sujeto, tam-
bién lo hace el primero. Así, por ej., “arrepentido” sólo puede inhe-
rir en un sujeto en el que inhiera “pecador”. No es el caso de acci-
dentes como blanco y alto: en cualquier sujeto, se puede dar el uno
sin el otro. En sentido negativo, la sentencia reza: si communiter ac-
cidentium prius non inest, nec posterius inerit.

si generatum est bonum generatio est bona. Cf. cuius generatio est bo-
na...

si generatum est malum generatio est mala. Cf. cuius generatio est bo-
na...

si universalis vera quaelibet eius singularis vera. Si una proposición


universal es verdadera, también lo es cualquiera de las proposicio-
nes singulares que ella contiene. La proposición universal afirmati-
va comienza con omne; la universal negativa, con nullus. Así, por ej.,
al ser verdadera la proposición Omnis homo rationalis est, también es
verdad que Sócrates, por ser hombre, es racional; o bien, para tomar
un caso negativo, puesto que es verdadera la proposición Nullus ho-
mo volat, también es verdadero que Sócrates no vuela.
LEXICO TÉCNICO DE FILOSOFÍA MEDIEVAL 818

si unum contradictorie oppositorum est verum reliquum est falsum.


Para aclarar el sentido de esta sentencia, conviene recordar la di-
ferencia entre términos contradictorios y contrarios. En la oposi-
ción contradictoria interviene la negación, como entre hombre y no
hombre; en la contraria, el tipo de oposición es diferente, como en-
tre blanco y negro. Así, los términos contradictorios, y las proposi-
ciones en las que ellos intervienen como predicados, admiten que
sólo uno de ellos es verdadero, y por eso mismo el otro necesaria-
mente es falso.

si simpliciter sequitur ad simpliciter est magis ad magis. Mediante


este principio se expresa que cuando una cosa proviene de otra en
sentido absoluto, al aumentar ésta, también lo hará la primera. Así,
por ej., si la felicidad proviene absolutamente de la virtud, cuanto
mayor sea la virtud, mayor será la felicidad.

simile cognoscitur per suum simile. Cf. simile simili...

simile non agit in simile. Sentencia que indica que lo igual no actúa
sobre lo igual. En efecto, el agente tiende siempre a asimilar al pa-
ciente. Pero, si ambos términos fueran perfectamente iguales, no
se produciría acción alguna, porque no habría un fin por parte del
agente. De la misma manera, lo que tiene 46 grados no actúa en un
sujeto de la misma temperatura, sino sobre otro que tiene, por ej.,
10 grados.

simile simili cognoscitur. Fórmula escolástica que señala la asimilación


que hay en todo conocimiento. En efecto, la cosa conocida, por ej.,
una rosa, es asumida por el cognoscente, quien la asimila a sí. Pero
este enfoque gnoseológico toca un difícil problema que es el de la
compatibilidad entre el mundo material de los entes sensibles cono-
cidos, y el inmaterial del alma que conoce. Sobre bases aristotélicas,
los escolásticos propusieron una solución fundada en la naturaleza
de lo inmaterial: el sujeto de conocimiento es, en última instancia,
siempre un alma; es decir, un ente espiritual que, precisamente por
serlo, puede trascender la determinación o individualidad de lo ma-
terial. Así se fundamenta la capacidad del alma humana de asimilar
toda forma; por eso decían “anima fit quodammodo omnia”. En otras
819 SENTENCIAS

palabras, siendo espiritual, el alma es forma que puede asimilar en sí


otras formas; más aún, potencialmente, todas. De hecho, lo hace en
el modo que le es propio, o sea, el cognoscitivo: tal asimilación no es
física sino intencional, puesto que el cognoscente, al recibir en sí la
forma o acto de lo conocido, se identifica intencionalmente con él.
De ahí que esta sentencia se complementa con la que reza “Intellec-
tus in actu est intellectum in actu” (véase). Hay aun otra formulación
del enunciado que nos ocupa: simile cognoscitur per suum simile.

singulare solum intelligitur in universali. Lo individual sólo se en-


tiende –y, por tanto, se conoce– en lo universal. Esto responde al
hecho de que la aprehensión cognoscitiva de un ente, que impli-
ca su comprensión, requiere entenderlo como tal cosa. Y eso signifi-
ca aprehender su forma, por la que se ordena en su especie, es decir,
aprehenderlo intelectivamente como miembro de la especie que es,
precisamente, universal. La sentencia se complementa con la que si-
gue inmediatamente. Cf. singularium non est...

singularium non est scientia. No hay ciencia de las cosas individua-


les. El conocimiento es de lo universal (véase singulare solum intelli-
gitur in universali). Así, en esta sentencia, quedan opuestas, aristo-
télicamente, de un lado, ciencia o conocimiento; de otro, experien-
cia, aun cuando puedan ser, de hecho, complementarias. El presen-
te enunciado constituye, pues, una reformulación de lo expuesto
por Aristóteles en el libro primero de la Metafísica.

species sunt sicut numeri. Sentencia que expresa la analogía entre las
especies y los números. Ahora bien, en sentido aristotélico, (cf. Met.
VIII, 3, 1043 b 35 y ss) tal analogía tiene sólo valor indicativo, es-
pecialmente, para dar cuenta de la inmutabilidad propia de las es-
pecies, en cuanto éstas traducen esencias. En efecto, todas las no-
tas estructurales de la especie y sólo ellas, son esenciales, de tal mo-
do que si una nota se añade o se sustrae, se tiene otra estructura, es
decir, otra especie. De la misma manera, si a un número se suma o
se sustrae una unidad, se tiene simplemente otro número. El núme-
ro, que se compone de unidades indivisibles, es único por sí mis-
mo, no es suceptible de aumento o disminución interna, ni de pasa-
je por continuidad a otro número. Análogamente, la especie, que se
LEXICO TÉCNICO DE FILOSOFÍA MEDIEVAL 820

resuelve en el factor diferencial y en el genérico último, es una por


sí misma y no admite ni más ni menos. Sobre la base de tales con-
sideraciones la Escolástica del siglo XIII justificó este principio, de
última raíz pitagórico-platónica. Fueron desarrolladas, por ej., por
Tomás de Aquino (cf. S. Th. I, q. 50, a. 2, ad 1; C.G. II, 44 y 95; In
VIII Met. l. 3, nn. 1722-27).

substantia est propter se. Esta sentencia se limita exclusivamente al ca-


so de las substancias completas (véase substantia 3.1.). Señala que,
en virtud de su característica esencial de independencia ontológi-
ca, ninguna substancia completa debe su subsistencia a otro supposi-
tum dado, sino que se mantiene en el ser, por así decir, en razón de
sí misma.. Con todo, se ha de subrayar que ello rige para el caso de
la subsistencia o permanencia en el ser, no para el caso de la proce-
dencia, o sea, esto se da una vez que la substancia ha sido puesta en
la existencia; por eso, no se debe confundir el propter se propio de la
substancia con el a se que compete a Dios solo. En otros términos,
toda substancia es propter se pero ab alio.

substantiae repugnat inhaerere. Repugna a la substancia el inherir, es


decir, el estar en otro. El ser hombre, por ej., no está en otra cosa,
como sí lo está el ser negro. Esto responde a una de las notas esen-
ciales incluidas en la noción de substancia; más aún, su ratio mis-
ma es justamente constituir una cosa a la que compete ser sin estar
en un sujeto. En efecto, no inherir en otro es esencial a su concep-
to. Por el contrario, inherir en otro es lo propio de los accidentes de
los que la sustancia misma es soporte. Así, decir “la sustancia inhie-
re” constituye una verdadera contradictio in terminis; de ahí que en
esta sentencia el verbo usado sea “repugnat”.

supremum infimi attingit infimum supremi. Axioma que indica que,


en dos series ascendentes y sucesivas –i.e., aquellas en las que una es
inmediatamente superior a la otra– el grado supremo de la inferior
es el más próximo al ínfimo de la serie superior. Así, por ejemplo, el
grado más alto de probabilidad alcanza o es el más próximo al pri-
mer grado de certeza.
821 SENTENCIAS

terminus idem supponit quod significat. El término su-pone o su-


ple lo mismo que significa. Aplicado al caso de la suppositio (véa-
se) simple, este enunciado recuerda que el término funciona como
representación del concepto, es decir que lo “suple”. Éste, a su vez,
re-presenta una naturaleza o esencia a la mente, presentación que
se denomina justamente significatio. De este modo, la sentencia es
analítica, en el sentido de que explicita los pasos por los cuales se ve-
rifica lo afirmado ya en la Antigüedad: terminus supponit pro re. En
efecto, el término suple al concepto como significación, y el con-
cepto suple a la cosa como significado; por tanto, el término supo-
ne o suple no directamente a la cosa misma, sino al contenido sig-
nificativo del concepto.

tertium non datur. Axioma lógico en el que se señala que entre dos
proposiciones opuestas contradictoriamente, no puede haber una
tercera o intermedia que sea verdadera. El principio de contradic-
ción determina que sólo dos juicios pueden ser contradictorios, ya
que uno de ellos niega exactamente lo afirmado por el otro, como
“Sócrates es hombre” y “Sócrates no es hombre”. Ahora bien, al afir-
mar y negar de un mismo sujeto en el mismo sentido esencial, no
pueden ser ambos verdaderos; esta sentencia añade que sólo uno ha
de ser verdadero y el otro falso. Sin indicar, pues, a cuál corresponde
la verdad, se niega la validez de una tercera posibilidad.

totum est maius sua parte. Como todo axioma, el que establece que el
todo es mayor que su parte es verdad evidente, es decir, aquella que
se aprehende con sólo conocer el significado de los términos de la
proposición. Sin embargo, cabe aclarar, como lo hace Duns Escoto,
que no se ha de entender aquí por totum el todo dado en la materia
prima, por ej., en la piedra o en la madera, sino el todo que se abs-
trae de las sustancias (cf. Op. ox. I, d.3, q.4, n.22). Esta acotación se
impone por el solo hecho de que la materia prima no es divisible en
partes (véase materia).

ubi non est totum et pars, aut totum sumitur aut nihil. Sentencia
que sostiene que, donde no se halla un todo integral, o sea, consti-
tuido por partes, o se acepta el todo, o nada. Se refiere así a las natu-
ralezas simples, especialmente, a la de Dios. La existencia de éstas se
LEXICO TÉCNICO DE FILOSOFÍA MEDIEVAL 822

debe aceptar o rechazar en su totalidad, pero no parcialmente, por


carecer de partes. Se ha de subrayar que este principio rige conside-
rando las naturalezas simples en sí mismas. El hombre puede distin-
guir entre diferentes aspectos de una realidad simple; por ej., entre
el intelecto y la voluntad divinos, aun cuando Dios es absolutamen-
te simple. En realidad, esta sentencia suele aparecer en la discusión
acerca de la naturaleza del alma humana, cuando se debate, por ej.,
si sus aspectos intelectual y volitivo son “partes” de ella o no.

unicuique experto in sua scientia credendum. Esta afirmación recla-


ma credibilidad para quien es experto en su propio campo de co-
nocimiento. Así, se relaciona entre los escolásticos con la cuestión y
el sentido de la auctoritas. Recuérdese que una de las acepciones de
este término es precisamente iudicium sapientis in sua scientia. Con
todo, se debe reparar en el “credendum”, es decir, en un término cu-
ya raíz verbal sólo señala el crédito que se le ha de conferir a alguien
en virtud de su saber. No es, pues, una afirmación taxativa, porque
el conocimiento del experto es conocimiento humano y, por ende,
falible. Por eso, un enunciado como éste nunca podría consituir-
se en axioma.

unumquodque est propter suam operationem. Se indica así que la


operación propia de un ente se ordena y es proporcionada a la natu-
raleza o esencia de ese ente, ya que ésta constituye el principio acti-
vo de esas operaciones.

unumquodque necessario est quando est. Cf. omne quod est, ex suppo-
sitione quod sit, necesse est esse.

unumquodque sicut se habet ad esse, ita se habet ad agere. Cf. unu-


mquodque est propter…

unumquodque tantum habet de bono quantum habet de ente.


Enunciado que constituye un corolario del que sostiene la conver-
tibilidad o equivalencia entre ens y bonum (véase ens et bonum con-
vertuntur). Así, señala la proporción intrínseca entre la bondad de
una cosa –por ende, el grado de su carácter de apetecible–, y su ma-
yor o menor jerarquía ontológica.
823 SENTENCIAS

verum non est vero contrarium. Se señala con esto la imposibilidad de


que dos verdades se encuentren en contradicción; o sea, una con-
clusión verdadera, alcanzada a través de determinada vía, no pue-
de hallarse en contradicción con otra, también verdadera, alcanzada
por otras vías. Así, por ej., ninguna verdad teológica puede desmen-
tir una verdad filosófica y a la inversa. Cabe destacar que muy fre-
cuentemente apelaron a esta sentencia autores opuestos al denomi-
nado “averroísmo latino”, al que se atribuyó la así llamada “doctrina
de la doble verdad”, concepción que desconoce este principio. Así,
por ej., Tomás de Aquino emplea este axioma para sostener que es
imposible que una verdad de fe contradiga los principios que la ra-
zón conoce naturalmente (cf. C.G. I, 7).

virtus consistit in medio. Sosteniendo que la virtud estriba en lo in-


termedio entre dos extremos, los escolásticos formulan un princi-
pio fundamental de la ética aristotélica. En efecto, la mesura es, para
Aristóteles, criterio interno del valor moral de la acción que llama-
mos virtuosa. Se trata de la mesótes, es decir, lo que está alejado de
ambos extremos. Esto es la medianía, aunque en el Renacimiento se
fijó la traducción de este concepto con el término “mediocritas”, cu-
ya traducción suele engendrar equívocos. Pero el Estagirita advier-
te claramente que no se trata de medianía de los vicios o en ellos, si-
no de que la virtud, en cuanto punto máximo de perfección, es un
extremo (cf. Et. Nic. II, 6, 1007 a y ss); la liberalidad, por ej., es una
posición equidistante entre el defecto de la avaricia y el exceso de la
prodigalidad, pero no se halla en el mismo plano que éstos; por el
contrario, será tanto más alta –o profunda– cuanto más se aleje de
dichos extremos. De este modo, como virtud, es “extrema” o máxi-
ma en sentido, por así decir, vertical y no horizontal. Sea de ello lo
que fuere, esta imagen del medio no se ha de entender con la preci-
sión de lo geométrico, ya que hay virtudes que, por su misma índo-
le, se acercan más a un extremo que a otro, por ej., la valentía está
más cerca de la temeridad y más alejada de la cobardía. Desde otro
punto de vista, más medieval, y siempre en el terreno de las virtu-
des morales, se puede decir que las virtudes “están en lo medio”, en
cuanto han de conformar su objeto propio –que son las acciones y
las pasiones– a la regla de la razón; y, puesto que lo que se separa de
LEXICO TÉCNICO DE FILOSOFÍA MEDIEVAL 824

razón es o excesivo o escaso, lo que es conforme a la regla se encuen-


tra justo en lo medio, o sea, el medium rationis. Por otra parte, las
virtudes intelectuales están también “en lo medio”, en cuanto por
ellas el intelecto conoce la realidad tal cual es, no captándola ni con
exceso ni con defecto. Muchas han sido las elaboraciones medieva-
les de este principio ético, entre ellas, cabe recordar la de Tomás de
Aquino (cf., por ej., In II Ethic. l. VI-VIII; S. Th. I-II, q. 64; Quaest.
disp. de virt. a. 13; In III Sent. d. 33, q. 1, a. 3).

voluntas in beatitudinem tendit. La voluntad tiende a la felicidad.


Ello es así porque el objeto formal de la voluntad humana es el bien
(véase voluntas solum movetur bonitate), y la felicidad se define co-
mo el máximo bien para el hombre. Esto no significa que el hom-
bre no pueda errar en las vías que conducen a la felicidad; significa
solamente que tiende a ella formaliter, o sea, que la quiere en cuan-
to tal. Precisamente su carácter de natural determina la universali-
dad de esta tendencia. De ahí que, como ya había sostenido Agustín
en fórmula recogida por los escolásticos, tanto quiere la voluntad la
felicidad que “non potest velle miseriam” (cf. Conf. X, 21, 31; Ench.
16, 5; Tomás de Aquino, S.Th. I, q.26, a.1).

voluntas solum movetur bonitate. La voluntad sólo se mueve por la


bondad. Nadie que lleve a cabo una acción mala se propone obrar
en orden al mal, es decir, en cuanto dicha acción es mala; lo hace en
la creencia de alcanzar mediante ella lo que supone un bien. En el
plano de la causalidad libre, esto es, en el obrar humano y, especial-
mente, en el obrar moral, ello significa que, así como el objeto for-
mal de la inteligencia es la verdad (véase obiectum), el objeto formal
de la voluntad es el bien. No importa que se trate de un bien real o
aparente, el hombre lo apetece en cuanto le parece bueno. Incumbe
a la inteligencia descubrir si es efectivamente bueno o no.
825

ÍNDICE DE TÉRMINOS

A abnegatio, 32
absolute, 32
absolutum, 33
abstractio, 34
A, 27 abstractum, 35
a-ab, 27 abstrahere, 36
a contrario, 27 absurdum, 37
a digniori, 27 abundare, 37
a fortiori, 27 abyssus, 37
a pari, 28 accentus, 38
a parte ante-a parte post, 28 acceptatio, 38
a parte rei-a parte mentis, 28 acceptio, 38
a perfectiori, 28 accessio, 39
a posteriori, 28 accessus, 39
a potiori, 28 accidens, 39
a priori, 28 accidentale, 40
a quo-ad quem, 29 accidentaliter, 40
a se, 29 accidere, 40
a simultaneo, 30 accidia, 40
a vilitate, 30 accipere, 41
ab alio, 31 accomodative, 42
ab exterioribus ad interiora, 31 accretio, 42
ab inferioribus ad superiora, 31 accumulatio, 42
abalietas, 31 acies, 42
abditum mentis, 31 acroamaticum, 43
abductio, 31 acroasis, 43
abesse, 32 actio, 43
LEXICO TÉCNICO DE FILOSOFÍA MEDIEVAL 826

actualiter, 44 aequabilitas, 56
actuare, 44 aequale, 56
actus, 44 aequalitas, 56
ad, 47 aequilibrium indifferentiae, 56
ad absurdum, 47 aequiparantia, 57
ad aliquid, 48 aequipollentia, 57
ad aliquid ratione alterius, 48 aequitas, 57
ad aliquid secundum rationem tantum, 48 aequivalens, 58
ad aliquid secundum rem, 48 aequivocatio, 58
ad aliquid secundum se, 48 aequivocum, 58
ad aliud, 48 aestimatio, 59
ad convertentiam, 48 aestimativa, 59
ad extra, 48 aetas, 59
ad hoc, 48 aeternitas, 59
ad hominem, 48 aeviternitas, 60
ad humanitatem, 49 aevum, 61
ad ignorantiam, 49 affabilitas, 61
ad impossibilem, 49 affectio, 61
ad infinitum, 49 affectus, 62
ad intra, 49 affici, 63
ad iudicium, 49 affirmatio, 63
ad personam, 49 agens, 63
ad placitum, 49 agere, 64
ad quem, 50 aggeneratio, 64
ad valorem, 50 aggravatio, 64
ad verecundiam, 50 aggregata, 64
adaequate, 50 alchimia, 64
adaequatio, 50 alea, 65
addere, 51 algoritmus, 66
addiscere, 51 alicubi, 66
adesse, 51 alicubietas, 66
adiacens, 51 alienatio, 66
adiective, 52 alienum, 66
adiectivum, 52 alietas, 66
adiunctum, 52 aliquid, 67
admiratio, 52 aliud, 67
admissio, 53 allegoria, 67
admonitio, 53 allegoricum, 68
adoratio, 53 alteratio, 68
adseitas, 54 altitudo, 68
adulatio, 54 ambidexter, 69
adversa, 55 ambiguum, 69
adversus, 55 ambitio, 69
aegritudo, 55 amicitia, 69
aemulatio, 55 amitti, 70
aenigma, 55 amor, 70
827 ÍNDICE DE TÉRMINOS

amphibologia, 72 architectura, 90
amplexus, 72 argumentatio, 91
ampliatio, 72 argumentum, 91
an sit, 72 arithmetica, 92
anagoge, 72 artes, 92
anagogicum, 72 articulus, 95
analogia, 73 artifex, 96
analogum, 76 artificialia, 96
ancilla theologiae, 76 artista, 96
angelus, 76 ascensus, 96
angustia, 78 asinus, 97
anima, 78 aspectus, 97
anima mundi, 80 assensus, 97
animabile, 81 assimilatio, 98
animal, 81 assumere-assumptio, 98
animatum, 81 astra, 98
animus, 81 astrologia, 99
annihilatio, 82 astronomia, 101
annitas, 83 attingere, 101
ante, 83 attractio, 101
ante rem-in re-post rem, 83 attributio, 101
antecedens, 84 attributum, 101
antepraedicamenta, 84 attritio, 102
antepraedicamentale, 84 auctio, 103
antequam, 84 auctor, 103
antiperistasis, 85 auctoritas, 103
antiphrasis, 85 audacia, 103
antiqui, 85 audire mentaliter, 104
antitypa, 85 augeri, 104
antonomastice, 85 augmentatio, 104
anxietas, 85 austeritas, 104
aphorismus, 85 auxilium, 105
apparenter, 85 avaritia, 105
appellatio, 85 aversio, 106
appetitio, 86 axioma, 107
appetitus, 86
appositio, 87

B
apprehensio, 88
appropinquatio, 88
appropriatio, 88
approximatio, 89
aptitudo, 89 baccalaureus, 108
apud, 89 balivus, 108
arbitrium, 89 banausia, 108
arbor porphiriana, 89 barbara, 108
archetypum, 90 baroco, 108
LEXICO TÉCNICO DE FILOSOFÍA MEDIEVAL 828

beatitudo, 109 celarent, 127


beatus, 110 cenodoxia, 128
bellum, 110 census, 128
beneficium, 111 certitudinalis, 128
benevolentia, 111 certitudo, 128
benignitas, 112 cesare, 129
bilinguis, 112 cessare, 129
bilocatio, 112 circuire, 130
binarius, 112 circulus, 130
blasphemia, 112 circumobsistentia, 130
bocardo, 113 circumscriptio, 130
bonitas, 113 circumscriptive, 131
bonum, 114 circumstantia, 131
bonum commune, 116 civile, 131
civitas, 131
claritas, 132

C
claudere, 133
clementia, 133
clericus, 133
coaevum, 134
cabala, 117 coartatio, 134
cadere a suo significato, 118 cogitatio, 134
caecitas, 118 cogitativa, 135
caeleste, 118 cognata, 135
caelum, 118 cognitio, 135
caeteris paribus, 119 cognoscere, 136
calculatio, 120 cognoscibile, 136
camestres, 120 cohaerentia, 136
canon, 120 coincidentia oppositorum, 137
capacitas, 120 collatio, 137
capitale, 120 collectio, 138
caritas, 121 collectivum, 138
caro, 122 collocutio, 138
castigatus, 122 combinatoria, 138
casus, 122 commensuratio, 139
categorema, 123 commensurative, 139
categorematica, 123 commodum, 139
categoria, 123 commune, 139
categoricum, 123 communicabilitas, 140
causa, 124 communicare, 141
causa sui, 126 communicatio, 141
causalitas, 126 comparatio, 141
causaliter, 127 comparative, 141
cautela, 127 compassio, 141
cautio, 127 competere, 142
cavillatoria, 127 complacentia, 142
829 ÍNDICE DE TÉRMINOS

completive, 142 consecutio, 160


completum, 142 consecutive, 160
complex, 143 consensus, 161
complexe significabile, 143 consentanea, 162
complexio, 143 consequens, 162
complexum, 144 consequentia, 162
complicatio, 144 conservatio, 163
componere, 145 consideratio, 163
compositio, 145 consignificatio, 163
compositio et divisio, 146 consilium, 164
compositum, 146 consistentia, 164
compossibilitas, 147 constantia, 165
comprehendere, 147 constitutivum, 165
comprehensio, 147 consuetudo, 165
comprehensive, 147 consultatio, 165
comprehensor, 147 consumptio, 166
conatus, 147 contactus, 166
concedere, 148 contemplatio, 166
conceptio, 148 contemplativus, 167
conceptus, 148 contemptus, 168
conclusio, 150 contentio, 168
concomitantia, 150 contiguum, 169
concordia, 151 continentia, 169
concretio, 151 continere, 169
concretum, 151 contingens, 169
concupiscentia, 152 contingenter, 170
concupiscibile, 153 contingentia, 171
concupiscibilitas, 153 continuatio, 171
concursus, 153 continuum, 172
condilectus, 155 contra, 172
conditio, 155 contractio, 173
conditionale, 155 contradictio, 173
confero, 156 contradictoria, 174
confessio, 156 contrahere, 174
conformitas, 156 contrapassum, 174
confusio, 156 contraria, 175
congratulatio, 157 contrarietas, 176
coniectura, 157 contritio, 176
coniecturaliter, 158 controversia, 176
coniugata, 158 contuitio, 176
coniunctio, 158 contumelia, 176
connexive, 158 convenientia, 177
connexum, 158 conversio, 177
connotative, 158 conversum-convertens, 178
connotativum, 158 convertentia, 178
conscientia, 159 convertibile, 178
LEXICO TÉCNICO DE FILOSOFÍA MEDIEVAL 830

convicium, 179 de tertio adiacente, 193


convictivus, 179 debitum, 194
coordinatio, 179 deceptio, 194
copula, 179 decisio, 195
copulatio, 179 declamatio, 195
cor, 180 decretio, 195
coram, 181 decretum, 195
corporale, 181 decus, 195
corpus, 181 dedignatio, 196
corpus aristotelicum, 182 deductio, 196
corpus galenicum, 182 defectus, 196
corpus hermeticum, 182 definitio, 197
corpus mysticum, 183 definitive, 198
correlativum, 183 definitivus, 198
corrigo, 183 definitum, 199
corruptio, 184 deformitas, 199
creatio, 184 deificari-deificatio, 199
creatio continuata, 185 deitas, 199
creatura, 186 delectatio, 199
credere, 186 deliberatio, 200
credibilia, 187 deliciae, 201
credo quia absurdum, 187 demeritum, 201
credo ut intelligam, 188 demonstrabile, 201
culpa, 188 demonstratio, 201
cum hoc ergo propter hoc, 189 denominans, 203
cupiditas, 189 denominatio, 203
curiositas, 190 denominative, 204
cursorie, 190 denominativum, 204
densitas, 204
dependens, 204

D
dependentia, 204
dependeter, 205
depositio, 205
derisio, 205
darapti, 191 descensus, 205
darii, 191 descriptio, 206
datio, 191 descriptivus, 206
dator formarum, 191 desiderium, 206
de, 192 desitio, 207
de causis, 192 despectio, 207
de condigno-de congruo, 192 desperatio, 208
de dictu-de re, 192 destinatio, 209
de facto, 193 determinate, 209
de inesse, 193 determinatio, 209
de intelligentiis, 193 determinative, 210
de secundo adiacente, 193 detractio, 210
831 ÍNDICE DE TÉRMINOS

deus, 211 disserere, 230


devotio, 215 dissimilitudo, 230
dextrum, 215 distantia, 230
dialectica, 216 distare, 230
dialogismus, 217 distentio, 230
dialogus, 217 distinctio, 231
dicere, 217 distrahens, 234
dici de omni-dici de nullo, 218 distributio, 234
dictamen, 218 diuturnitas, 234
dictatio, 218 diversa, 234
dictio, 218 diversitas, 235
dictum, 219 dividere, 235
dictum de omni-dictum de nullo, 219 divinatio, 235
differens, 219 divinitas, 236
differentia, 220 divisio, 236
difficile, 221 divisivus, 237
difficultas, 221 docta ignorantia, 237
difforme, 221 doctor, 238
difformitas, 221 doctrina, 239
difformiter, 222 doctrinalis, 239
diffusio, 222 doctrinaliter, 240
dignitas, 222 dogma, 240
dignitates, 223 dolor, 241
dignum, 223 dominium, 241
digressivus, 223 donum, 242
diiudicare, 223 donum superadditum, 242
dilatatio, 223 dubitatio, 242
dilectio, 224 dubium, 244
diminuens, 224 ductio, 244
diminutio, 224 ductivus, 244
diminutum, 225 dulia, 244
directive, 225 duratio, 245
disamis, 225
disciplina, 225

E
disciplinalis, 226
disciplinaliter, 226
discreta, 226
discretio, 226
discursus, 226 E, 246
disparata, 227 e-ex, 246
displicentia, 228 editio, 246
dispositio, 228 educatio, 247
dispositive, 228 eductio, 247
disputans, 229 effective, 248
disputatio, 229 effectus, 248
disquiparantia, 230 efficiens, 248
LEXICO TÉCNICO DE FILOSOFÍA MEDIEVAL 832

efficienter, 248 ex natura rei debita, 266


effusio, 249 ex nihilo, 267
elatio, 249 ex nihilo sui et subiecti, 267
electio, 249 ex opere operantis, 267
electus, 249 ex opere operato, 267
elementum, 249 ex puris naturalibus, 267
elenchus, 250 ex se, 267
elenctica, 250 ex suppositione, 268
elevari, 250 exactivum, 268
elicitus, 251 excellentia, 268
elictive, 251 excessus, 268
eloquentia, 251 exculpatio, 269
emaculatus, 252 exemplar, 269
emanatio, 252 exemplariter, 269
emendatio, 253 exemplum, 269
emendatus, 253 exercitatio, 270
eminens, 253 exerciter, 271
eminenter, 254 exigitivum, 271
eminentia, 254 existens, 271
eminentissimum, 255 existentia, 271
empireum, 255 existimatio, 273
enarratio, 255 expectatio, 273
energia, 255 experientia, 273
ens, 255 experimentum, 274
entelechia, 257 expers, 275
enthymema, 257 expertus, 275
entitas, 258 explanatio, 275
entitative, 258 explicatio, 275
entitativum, 258 explicite, 275
enuntiatio, 258 exponens, 275
error, 259 exponere, 275
eruditio, 260 exponibilis, 276
esse, 260 expositio, 276
esse in, 262 expressa, 276
essentia, 263 expressio, 276
essentialiter, 264 expressiore, 276
ethica, 264 expressum, 277
etymologia, 264 expulsio, 277
eubulia, 265 expungo, 277
eustochia, 265 extantia, 277
eutrapelia, 265 extasis, 277
evidens, 265 extensio, 277
ex, 266 extensive, 278
ex concessis, 266 exterior, 279
ex debito iustitiae, 266 extraneum, 279
ex hypothesi, 266
833 ÍNDICE DE TÉRMINOS

extremum, 279 fons, 298


extrinsecum, 280 fontanum, 298
forma, 298
forma substantialis, 299

F
formale, 300
formalitas, 301
formaliter, 301
formalizantes, 302
fabrica, 281 formatio, 302
fabula, 281 formositas, 302
facere, 282 fortitudo, 302
facti species, 282 fortuna, 302
factio, 282 fructus, 303
factum, 282 frui, 304
facultas, 283 fruitio, 305
fallacia, 284 frustra, 305
falsitas, 284 fuga, 305
falsum, 285 fundamentum, 305
falsum testimonium, 285 fundare, 306
fama, 285 futuribilia, 306
fas, 285 futurum, 307
fatum, 286
felaptio, 286

G
felicitas, 287
festino, 287
fictio, 288
fictivus, 288
fictum, 288 garrulitas, 309
fidelis, 288 gaudium, 309
fidelitas, 288 generale, 309
fides, 289 generalissimum, 309
fides quaerens intellectum, 291 generatio, 310
fiducia, 292 gentiles, 311
fieri, 292 genus, 311
figmentum, 292 geometria, 312
figura, 292 gloria, 313
figuraliter, 293 glossa, 314
figuratio, 293 gnome, 314
finaliter, 294 gradatio, 314
finalizatio, 294 gradus, 314
finis, 294 grammatica, 315
finitum, 296 gratia, 316
firmamentum, 296 gravitas, 318
flatus vocis, 297 gubernatio, 319
fluxus, 297 gula, 320
fomes, 297
LEXICO TÉCNICO DE FILOSOFÍA MEDIEVAL 834

H idem, 337
identificari, 337
identitas, 337
idiomata, 337
habere, 322 idiota, 338
habilitas, 322 idolatria, 338
habitualiter, 323 ignara ratio, 339
habitudo, 323 ignavia, 339
habitus, 323 ignorantia, 339
haecceitas, 324 ignoratio elenchi, 340
haeresis, 325 illapsus, 340
hagiographia, 325 illatio, 340
hebdomas, 326 illative, 340
hemeoptoton, 326 illatum, 340
heterogenea, 326 illuminatio, 340
hic et nunc, 326 illusio, 342
hierarchia, 326 imaginatio, 342
hierarchicus, 326 imago, 343
historia, 326 imitatio, 343
hoc aliquid, 327 immanens, 344
hoc quod est, 327 immanentia, 344
homo, 327 immateriale, 344
homogenea, 329 immediatio, 345
homoteleuton, 329 immediatum, 345
honestas, 330 immo, 346
honestum, 330 immobile, 346
honor, 330 immortale, 346
humanitas, 331 immotatio, 347
humilitas, 331 immutabile, 347
hyliatis, 332 impensae, 348
hypallage, 332 imperative, 348
hypostasis, 332 imperfectum, 348
hypothesis, 333 imperium, 348
hypothetica, 334 impetus, 348
hypothetice, 334 implicantia, 350
hypotyposis, 334 implicare, 350
implicatio, 350
implicite, 351

I
impositio, 351
impossibile, 351
impossibilia, 352
impraescindibiliter, 352
I, 335 impressa, 352
iactantia, 335 impressio, 352
id quod dicitur, 335 improbatio, 352
idea, 335 improbativus, 352
ideatum, 336 improperium, 353
835 ÍNDICE DE TÉRMINOS

impulsio, 353 infidelitas, 366


imputatio, 353 infinitanter, 366
imputative, 353 infinitas, 367
in, 353 infinitum, 367
in actu exercito-in actu signato, 354 infirmatio, 369
in alio, 354 infirmitas, 369
in fieri esse-in facto esse, 354 influentia, 370
in quale, 354 influxus, 370
in quale quid, 354 influxus physicus, 371
in quantum, 354 informatio, 371
in quid, 355 informitas, 371
in re, 355 ingenium, 372
in se, 355 ingenuus, 372
in signo priori-in signo posteriori, 355 inhaerentia, 372
inadaequata, 355 innitentia, 372
inadaequate, 356 innominatum, 372
inane, 356 inopinabile, 372
inanimata, 356 inquantum, 372
inchoatio, 356 inscitia, 373
incipere-incipit, 356 insipiens, 373
inclinatio, 356 insolens, 373
inclusio, 356 insolubilia, 373
incogitabile, 357 inspectio, 374
incognitum, 357 inspectiva, 374
incommunicabile, 357 instans, 374
incompletum, 357 instantia, 375
incomplexum, 357 instar, 375
incompossibilitas, 358 institutio, 375
incorporea, 358 instrumentum, 376
incorruptibile, 358 integer, 376
indeterminatio, 358 integre, 376
indifferens, 358 integritas, 376
indifferenter, 359 integumentum, 376
indifferentia, 359 intellectio, 377
indignatio, 360 intellectualiter, 377
indirectum, 360 intellectus, 377
individuale, 360 intelligentia, 380
individualitas, 360 intelligentia principiorum, 381
individuatio, 361 intelligibile, 381
individuum, 362 intensio, 382
indivisibile, 363 intensive, 382
inductio, 363 intentio, 382
industria, 364 intentionale, 383
ineffabile, 364 intentionalitas, 384
inesse, 365 intentionaliter, 384
inexistentia, 366 intercisus, 384
infamia, 366 interior, 384
LEXICO TÉCNICO DE FILOSOFÍA MEDIEVAL 836

interlinearis, 384 laudabile, 397


interpretatio, 384 laudatio, 397
interremptio, 385 lectio, 397
interrogatio, 385 lectura, 398
intranscendentes, 385 levitas, 399
intransitive, 385 lex, 399
intrinsecum, 386 lexicon, 400
intueri, 386 li, 400
intuitio, 386 liber, 400
intuitus, 386 liberalitas, 401
inventio, 387 libertas, 401
inversio, 387 liberum arbitrium, 402
invidia, 387 licentia, 405
involucrum, 388 licitum, 405
iocosa, 388 linea, 405
iocularitas, 388 lingua, 405
iocunditas, 388 linguositas, 406
ipse dixit, 388 liquefactio, 406
ipseitas, 389 litigiosus, 406
ira, 389 littera, 406
iracundia, 390 litteratae, 406
irascibilis, 390 locare, 406
ironia, 391 locata, 406
irradiatio, 391 locus, 406
irrisio, 391 locutio, 408
item, 391 logica, 409
itinerarium, 391 logice, 411
iudicare, 392 longitudo, 411
iudicium, 392 loquacitas, 411
iuramentum, 393 loqui mentaliter, 411
ius, 393 loyca, 411
iustitia, 394 ludrica, 411
ludus, 412
lumen, 412

L
lux, 413
luxuria, 415
ly, 416

laetitia, 396

M
laevitas, 396
laicus, 396
languor, 396
latio, 396
latitatio, 396 M, 418
latitudo, 397 macrocosmus, 418
latria, 397 magia, 418
837 ÍNDICE DE TÉRMINOS

magis et minus, 419 modus, 446


magister, 419 modus ponens-modus tollens, 447
magnanimitas, 420 mollities, 447
magnitudo, 421 mollitudo, 448
magnum, 421 moneta, 448
maius, 421 monstrum, 448
maledictum, 422 morale, 449
malitia, 422 moraliter, 450
malum, 423 morbus, 450
mansuetudo, 424 mors, 450
marginalia, 425 mos, 451
massa, 425 motivae, 452
materia, 425 motus, 452
materialiter, 426 movens, 453
materializatio, 427 movens motum-movens non motum,
mathematica, 427 453
maxima, 427 movere, 453
maxime, 428 multiforme, 453
maximum, 428 multiloquium, 453
mediatum, 428 multiplex, 454
medicina, 428 multitudo, 454
meditatio, 430 mundus, 455
medium, 430 munus, 456
meletema, 431 murmur, 457
memoria, 431 musica, 457
mendacium, 433 mutabilitas, 459
mens, 434 mutatio, 459
mensura, 436 mystica, 460
mentaliter, 436 mystice, 461
mentio, 437
meritum, 437

N
metalogicus, 437
metaphorice, 438
metaphysica, 438
methodus, 440
methodus hibernica, 441 narratio, 462
microcosmus, 441 natura, 462
minimum, 442 naturale, 464
minimum naturale, 443 naturaliter, 464
miraculum, 443 nec, 465
misericordia, 443 necessarium, 465
mistica-mistice, 444 necessitas, 465
mixtum, 444 nefas, 467
mobile, 444 neganter, 467
moderni, 445 negatio, 467
modificatio, 445 negative, 468
modisti, 445 negativum, 468
LEXICO TÉCNICO DE FILOSOFÍA MEDIEVAL 838

negotium, 469 obiectio, 483


nescientia, 469 obiective, 483
neutrum, 469 obiectivum, 483
nihil, 469 obiectum, 484
nisi, 470 obligatio, 485
nisus, 470 obliquum, 486
nitor, 470 oblocutio, 486
nobile, 471 obreptio, 486
nolentia, 471 obversio, 486
nolitio, 471 obviatio, 486
noluntas, 471 occasio, 486
nomen, 472 occasionaliter, 487
nomina divina, 473 odium, 487
nominale, 474 officians, 487
nominaliter, 474 officium, 488
nominatio, 475 omne, 488
non, 475 omniforme, 488
non ens, 475 omnipotentia, 488
non ita, 475 omnipraesentia, 489
non omnis quidam non, 475 omniscientia, 490
nota per ser-nota quoad nos, 475 ope ingenii, 490
notio, 476 opera, 490
notiones communes, 476 operatio, 490
notitia, 477 opinari, 491
notius, 477 opinio, 491
notum, 478 oppidum, 492
novitas, 478 opposita, 492
noxium, 478 oppositio, 492
nugae, 478 opprobrium, 492
nugatio, 479 opus, 492
nulliforme, 479 oratio, 492
nullubi, 479 orbis, 493
nullus, 479 ordinare, 493
numerus, 479 ordinata, 494
nunc, 481 ordo, 494
nuntiatio, 481 organizatio substantialis, 496
nutritio, 482 organum, 496
nutus, 482 orientale, 497
originalia, 497
origo, 497

O
ornatus, 498
ostensio, 498
ostensiva, 498
otiositas, 499
O, 483 otium, 499
ob-, 483
839 ÍNDICE DE TÉRMINOS

P perseverantia, 518
persona, 518
perspectiva, 519
persuasio, 520
P, 501 pertinacia, 520
pactum, 501 pertinere, 520
paradoxa, 501 petitio, 520
paralogismus, 501 petitio principii, 520
paranomasia, 502 phaenomenum, 521
parificatio, 502 phantasia, 521
paromeon, 502 phantasma, 522
pars, 502 philosophantes, 522
partialiter, 503 philosophia, 522
participaliter, 503 philosophia prima-ph. secunda, 525
participans-participatum, 503 philosophus, 526
participare, 503 physica, 527
participatio, 504 physice, 527
particulare, 505 physiologia, 527
partitio, 506 pictura, 527
parvificentia, 506 pietas, 528
passio, 506 pigritia, 528
passionatus, 507 plenitudo, 529
passum, 507 plura aeque primo, 529
pati, 507 pluralitas, 529
patientia, 507 plures, 529
patres, 508 poena, 530
paupertas, 508 poesia, 530
pax, 509 poeticus, 531
peccatum, 510 polisemis, 531
pecunia, 512 politica, 531
per, 512 politicus, 531
per accidens, 513 polyptoton, 532
per impossibile, 513 pondus, 532
per se, 513 ponere, 533
per se ipsum, 513 pons asinorum, 534
per se nota, 513 populus, 535
per se subsistens, 513 positio, 535
perceptio, 514 positive, 535
perduratio, 514 posse, 535
peremptio, 514 possessio, 536
perfectio, 514 possest, 536
perfectum, 515 possibile, 536
periurium, 516 possibilitas, 537
permanens, 516 possidere, 538
permutatio, 517 post, 538
perpetuum, 517 post hoc ergo propter hoc, 538
perseitas, 517
LEXICO TÉCNICO DE FILOSOFÍA MEDIEVAL 840

post rem, 538 principium, 556


postpraedicamentum, 538 prior-prioritas, 557
potentia, 539 prius, 557
potentia Dei, 540 privatio, 557
potentialitas, 541 privatum, 558
potentialiter, 541 pro, 558
potestas, 541 proaeresis, 559
prae-, 542 probabile, 559
praeambula fidei, 542 probatio, 559
praeceptum, 542 probativus, 559
praecise, 543 problema, 559
praecisio, 543 processio, 559
praecisive, 543 processus, 560
praecognitio, 543 productio, 561
praedestinatio, 544 proemium, 561
praedicabilia, 545 profanum, 562
praedicabilitas, 545 profectio, 562
praedicabiliter, 546 progressio, 562
praedicamentaliter, 546 progressus, 562
praedicamentum, 546 proindeque, 562
praedicari, 547 prolatio, 563
praedicatio, 548 proloquia, 563
praedicatum, 549 pronomen, 563
praeiacens, 549 propassio, 563
praeiudicium, 550 prophetia, 563
praelectio, 550 prophetizare, 564
praemissae, 550 proportio, 564
praemotio, 550 proportionalitas, 565
praenotio, 550 propositio, 565
praerequisita, 550 propositum, 566
praescientia, 550 proprietas, 567
praescitus, 551 proprium, 567
praescriptio, 551 propter quid, 568
praesens, 552 propterea, 568
praesentia, 552 prorsus, 569
praestare, 552 prosyllogismus, 569
praesumptio, 553 prototypo, 569
praesuppositive, 553 prout, 569
praeter, 553 providentia, 569
praeteritum, 553 proximum, 570
praeternaturale, 554 prudentia, 570
praxis, 554 publicum, 572
primum, 554 pudicitia, 572
princeps, 555 pulchritudo, 572
principale-principiale, 555 pulchrum, 573
principiare-principiatum, 555 pulsus, 574
841 ÍNDICE DE TÉRMINOS

punctum, 574 radius, 587


purum, 574 radix, 587
puta, 575 raptus, 587
rarefactio, 588
raritas, 588

Q
ratio, 588
ratiocinatio, 590
rationabiliter, 590
rationale, 591
qua, 576 rationalitas, 591
quadrivium, 576 rationaliter, 591
quaestio, 576 rationes aeternae, 591
quale, 577 rationes seminales, 591
qualitas, 578 reagens, 592
qualiter, 579 reale, 592
quando, 579 realitas, 592
quantitas, 579 reatus, 593
quantum, 580 recapitulatio, 593
quasi, 581 recenseo, 593
quatenus, 581 receptio, 593
quaternio terminorum, 581 recessus, 593
quia, 582 recipere, 594
quid, 583 reciprocae, 594
quidditas, 583 reciprocatio, 594
quidditativus, 583 recognosco, 594
quidquid, 583 recordatio, 594
quies, 584 recta ratio, 595
quiescere, 584 rectificare, 595
quietans, 585 rectitudo, 595
quinque voces, 585 rectum, 596
quinta essentia, 585 recurvus, 596
quoad intentionem legistatoris, 585 redargutio, 596
quoad nos-quoad se, 585 reditio, 596
quod, 585 reductio, 596
quod quid erat esse, 586 reductive, 597
quod quid est, 586 reduplicatio, 597
quodlibet, 586 reduplicativa, 597
quotitas, 586 reduplicative, 598
reflexio, 598
reformatio, 599
refundere, 599

R refutatio, 599
regeneratio, 599
regimen, 600
regio, 600
radicale, 587 regnum, 601
radicaliter, 587
LEXICO TÉCNICO DE FILOSOFÍA MEDIEVAL 842

regressus, 601 sacrificium, 615


regula, 602 sacrum, 615
regulans, 603 saeculum, 615
relatio, 603 sanctitas, 615
relative, 605 sanctus, 616
relativum, 605 sapiens, 617
relatum, 605 sapientia, 617
religio, 605 sarcasmus, 618
reminiscentia, 606 satietas, 619
remissio, 607 scala praedicamentalis, 619
remotio, 607 schedae, 619
remotum, 608 schisma, 619
repassum, 608 schola, 619
repletive, 608 scholasticus, 620
repono, 608 scholion, 620
reportata, 608 scibile, 620
repraesentatio, 608 scientia, 621
repraesentativum, 609 scintilla, 623
reprobatio, 609 scire, 623
republica, 609 scriptor, 624
repugnantia, 610 scriptura, 624
requisita, 610 scurrilitas, 624
res, 610 secta, 625
resistentia, 610 secundum, 625
resolutio, 610 secundum quid, 625
respectus, 611 secundum quid et simpliciter, 626
respondens, 611 securitas, 626
responsio, 611 secus si secus, 626
restituo, 611 sed contra, 626
restrictio, 611 segnitia, 626
resumptio, 612 sempiternitas, 627
retractatio, 612 sensatio, 627
reversio, 612 sensibile, 627
revideo, 612 sensitivum, 628
rex, 612 sensualitas, 628
rhetorica, 613 sensus, 628
risus, 613 sensus communis, 629
ruminatio, 614 sensus compositus et divisus, 630
sententia, 630
sentire, 630

S
separata, 631
separatio, 631
sermo, 632
sermocinale, 632
S, 615 sermocinatio, 632
sacra pagina, 615 si, 632
843 ÍNDICE DE TÉRMINOS

si fallor sum, 633 spiratio, 653


sic, 633 spirituale, 653
sidus, 633 spiritus, 653
sigillatio, 634 splendor, 655
signate, 634 spontaneum, 655
significabile, 634 stabilitas, 655
significare, 635 stare, 655
significatio, 635 status, 656
significative, 636 studere, 656
significatum, 636 studium, 657
signum, 636 stultiloquium, 657
simile, 637 stultus, 658
similitudo, 638 suasoria, 658
simplex, 639 suavitas, 658
simplicissimus, 640 sub, 658
simpliciter, 640 subalterna, 658
simplificatio, 640 subalternatio, 658
simul, 641 subcontraria, 659
simulatio, 641 subcontrarietas, 659
sincerus, 641 subiacere, 659
sine hoc ergo propter hoc, 641 subiectari, 659
singulare, 641 subiectio, 660
sinistrum, 642 subiective, 660
sit verum, 642 subiectivum, 660
situs, 642 subiectum, 661
sociale, 642 subiicibile, 662
societas, 642 subinferre, 662
soloecismus, 643 sublevatio, 662
solus, 643 submissae, 662
solutio, 643 subreptio, 662
sonus, 644 subsannatio, 663
sophisma, 644 subscriptio, 663
sophista, 646 subsistens, 663
sophistica, 646 subsistentia, 663
spatium, 646 subsistere, 664
speciale, 647 substantia, 664
specialissima, 648 substantiale, 666
species, 648 substantialiter, 667
specificative, 650 substantive, 668
specificativum, 650 substantivum, 668
spectaculum, 650 substare, 668
spectatio, 650 substratum, 668
speculatio, 651 successivum, 668
speculum, 651 sui generis, 669
spes, 652 summa, 669
sphera, 652 summum, 670
LEXICO TÉCNICO DE FILOSOFÍA MEDIEVAL 844

superaddita, 670 theologus, 692


superbia, 670 theoria, 692
superessentiale, 672 thesis, 692
superficies, 672 timor, 693
superioritas, 672 tò, 694
superius, 672 tò tí en eínai, 694
supernaturale, 672 totalitas, 694
superstitio, 673 totaliter, 694
supersubstantiale, 673 totum, 694
suppositale, 673 totum in toto, 695
suppositio, 674 totus, 696
suppositum, 676 tractio, 696
sursum actio, 677 traditio, 696
suspensio, 677 tradux, 696
suspicere magis, 677 tranquillitas, 697
susurratio, 677 transcendens, 697
syllogismus, 677 transcendentale, 698
symbolum, 679 transcendentaliter, 699
sympathia, 680 transelementatio, 699
symptoma, 680 transformatio, 699
syncategorematica, 680 transiens, 699
synderesis, 681 transitivum, 700
synesis, 682 translatio, 700
synonima, 682 transmutari, 700
transpositio, 700
transumptio, 700

T
transumptivus, 701
tricausale, 701
tristitia, 701
trivium, 702
tabula, 683 tunc, 702
taciturnitas, 683 turpiloquium, 703
talis, 684 turpitudo, 703
talitas, 685 typo, 703
tantitas, 685 typus, 703
temeritas, 685 tyrunculus, 704
temperamentum, 685
temperantia, 685

U
temporale, 686
tempus, 686
tenebra, 688
terminari, 689
terminative, 689 ubi, 705
terminus, 689 ubicumque, 706
terrenum, 690 ubiquitas, 706
theologia, 690 ultimari-ultimate, 706
845 ÍNDICE DE TÉRMINOS

ultimum, 706 veritas, 726


umbra, 707 versio, 727
unalitas, 707 vertigo, 727
unicum, 707 verum, 727
uniforme, 708 vestigium, 728
uniformitas, 708 via, 729
uniformiter, 709 vialiter, 731
unio, 709 viator, 731
unitas, 709 vindicatio, 731
unitio, 711 violentum, 732
universale, 711 virtuale, 732
universaliter, 713 virtualiter, 732
universitas, 714 virtus, 732
universum, 714 vis, 735
univocum, 714 visio, 735
unum, 715 vita, 736
urbs, 716 vitale, 736
usus-uti, 716 vitium, 738
ut sic, 717 vituperabile, 738
utile, 717 vituperium, 738
utpote, 718 vivens, 738
utrum, 718 vocatio, 739
utrumlibet, 718 volitio, 739
voluntarium, 740
voluntas, 740

V
voluptas, 743
vox, 743

Z
vacuum, 719
vage, 720
vagum, 720
valere ad opposita, 720
vanagloria, 720 zelus, 745
vaniloquium, 721 zeugma, 745
vanitas, 722 zodiacus, 745
vectio, 722
velleitas, 722
veneratio, 723
verbi gratia, 723
verbositas, 723
verbum, 723
verecundia, 725
verificare, 726
verificativum, 726
verisimile, 726
847

BIBLIOGRAFÍA

S ólo se consigna a continuación una serie de títulos a modo mera-


mente indicativo.

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E
ste libro se acabó de imprimir en
junio de 2005 en los talleres de

GL
ráfica
AF s.r.l., ubicados en
Espinosa 2827 (C1416CFI)
Ciudad de Buenos Aires.

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