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Sergio Bermudo Andrés Franquismo Transición y democracia

Juan Sánchez Gutiérrez


LA TRANSICIÓN CONTADA A NUESTROS PADRES; NOCTURNO DE LA
DEMOCRACIA ESPAÑOLA

El presente trabajo tratará sobre el relato histórico de la Transición española a partir del
análisis de la obra titulada; “La transición contada a nuestros padres; Nocturno de la
democracia española”, publicada en el año 2011 y escrita por el doctor en Ciencias
Políticas y co-fundador de Podemos Juan Carlos Monedero, nacido el 12 de enero de
1963 en la ciudad de Madrid. Actualmente es profesor titular en la Facultad de Ciencias
Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid, además de ser uno de
los politólogos más destacados en España gracias a su gran estudio sobre la Transición.

El autor nos quiere plantear en su obra la “cara oculta” de la Transición española frente
al discurso de aquellos otros que, habiendo construido la dictadura, redecoraban sus
biografías hasta autonombrarse padres de la constitución (Monedero, 2011, 16), es decir,
una ruptura y crítica con la crónica oficialista e institucionalizada de la democratización
del Estado Español. El tema central del libro no trata ni cuestiona la problemática de cómo
se “llevó” la Transición, sino plantea el relato de la misma como el mayor problema. Por
consiguiente, a partir de esta cuestión se va a enfocar este trabajo, donde ayudándonos de
la más que excelente obra de Monedero, se va a plantear la problemática del relato
oficialista de la Transición, mediante el análisis de tres puntos primordiales; los
“demócratas” padres de la democracia, la equiparación del “mito” de las dos Españas y
finalmente la ruptura y olvido con el pasado más reciente.

Se conoce como relato histórico a la narración cronológica de acontecimientos reales del


pasado, sin embargo, durante los años de transición se produjo una cierta reconstrucción
del propio pasado, lo que ocasionó la ruptura o el olvido de la memoria, para el
“beneficio” de la misma. Por consiguiente, cuando se habla de la transición también nos
dejamos ciertos aspectos trascendentes en la propia construcción del relato, ocasionado,
en parte, por ese discurso institucionalizado y mediatizado.

En definitiva, el objetivo de este trabajo es el de intentar poner en el tablero todas las


piezas que nos dejamos en la construcción del relato de la transición española y que por
alguna razón se han querido ocultar algunas cuestiones del proceso, igual o incluso más
importantes que lo “narrado” por las instituciones y organizaciones líderes en la
democratización de España.
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Aquellos que “trajeron” la democracia a España…

“España se fue a dormir franquista y sin cambiar de sábanas, se levantó demócrata” una
frase tan conocida y escuchada por la mayoría de los españoles, la cual resume con
claridad uno de los aspectos a destacar de la transición española, sin embargo, no “solo”
fue el Estado español que se levantó demócrata, también algunos de los líderes
encargados de la democratización de este país, siendo España el único Estado donde
podías ser demócrata sin la necesidad de ser antifascista a diferencia de otros países
europeos; el que fuera ministro de Información y Turismo durante la dictadura franquista
en los años sesenta, el que afirmó tras el asesinato del comunista Julián Grimau que ese
“caballerete” merecía morir, redactó, con la misma mano con la que firmó sentencias de
muerte, la Constitución de la democracia. (Monedero, 2011, 16)

Esta conversión y reconstrucción autobiográfica de algunos de los ideólogos de la


transición junto con el “olvido” de la Segunda República y del antifranquismo, hicieron
que aquellos aperturistas o incluso algún que otro inmovilista -conocido también como
el sector del “bunker”- sean considerados o se auto-consideren padres de la democracia
en España, marcando unas pautas, muy bien establecidas, del relato oficialista de la
transición, impulsado por los propios medios de comunicación, que en ocasiones se
olvidaban de las luchas populares.

Por ende, es una falacia afirmar que la democracia en España se iniciase por esa voluntad
democratizadora de los aperturistas del propio régimen, ya que, en primer lugar, si
hubiesen querido se habría iniciado con anterioridad la llamada transición y, en segundo
lugar, fueron las movilizaciones que agruparon una parte importante de la población,
sobre todo de las grandes ciudades, las cuales crearon alguna que otra discrepancia dentro
de los reformistas y el “bunker”. (Monedero, 2011, 123) Citando las palabras del
gobernador civil de Barcelona Salvador Sánchez-Terán en 1976 “La batalla de la
transición se da en la calle”.

Tal y como nos dice Monedero en su obra, la transición la trajeron las luchas populares
obreras en busca de mejoras laborales, las luchas culturales, en busca de aire fresco, las
luchas religiosas, en aras de cumplir los designios del Concilio Vaticano II, las huelgas
de universitarios que habían leído que la democracia traía una libertad que no podían
cumplir bajo los designios del Palacio del Pardo, de ciudadanos conscientes que
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mantuvieron la llama de la República, de la guerra del antifascismo y seguían luchando
por una España más decente. (Monedero, 2011, 45)

Esa voluntad de la sociedad española por querer modernizarse, por quererse acercar más
a los países demócratas europeos y por querer, simplemente libertad y democracia, fue el
principal motor de la transición. Sin estas movilizaciones no se puede entender las
distintas reformas políticas e institucionales -la reforma de la Ley de reunión o la Ley de
asociación política en el año 1976-, las cuales se llevaron a cabo en un intervalo de tiempo
muy escueto, gracias a esa voluntad renovadora y modernizadora de un sector importante
de la población.

Esa ocultación de la importancia del órdago masivo de reivindicación popular, no solo


viene de la derecha franquista “centralizada” durante el periodo de transición, también se
le añadió la voluntad desmovilizadora del PSOE (Partido Socialista Obrero Español) y en
menor medida el PCE (Partido Comunista de España), pese a que la fuerza de la calle era
la única baza real disponible de la oposición.

El Partido Comunista, en los primeros años del post-franquismo sufrió un cambio hacia
posturas más moderadas para intentar crear un bloque de oposición en el cual cupieran
todos los disidentes al régimen, dejando de lado a la acción colectiva de las
movilizaciones populares de muchos adeptos al partido que tenía grandes expectativas de
cambio, en beneficio de la unidad y la aceptación por parte del sector reformista, de las
élites de la transición. (Monedero, 2011, 153)

En cuanto al PSOE, el que fuese el socio perfecto de UCD (Unión de Centro


Democrático) en la transición, numerosos estudios demuestran la voluntad
desmovilizadora de los socialistas ya en sus inicios. Según nos dice Monedero, se trataba
de controlar el proceso institucionalmente, para lo que era menester desactivar las
movilizaciones callejeras, sobre las que, por otro lado, no tenían garantizada la influencia.
Este proceso desmovilizador culminará con el Congreso Extraordinario de 1979, donde
el PSOE confirmó y ratificó ese paso hacia la moderación, en el que se buscaba una
democracia institucionalizada regida y conducida por las élites políticas, reduciendo el
papel de la participación ciudadana. (Monedero, 2011, 154)

Si en los primeros años del post-franquismo los medios impulsaron y afianzaron el relato
de los inicios de la democratización en España robando todo el protagonismo al pueblo
para entregárselo a los sensatos políticos que sacaron el país del franquismo y trajeron la
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democracia que conocemos actualmente, sería el 23-F, el famoso golpe de estado de 1981,
el que consolidara el papel democratizador de la institución monárquica, tras su gran
fracaso estrepitoso, lo que ha generado gran cantidad de dudas del relato oficial de ese
golpe de estado fallido -al no contar con un grueso importante de elementos aún no
desclasificados de ese día-, pero que cada vez más se cree de su éxito.

Ese “asunto interno de España” -citando las palabras del secretario de Estado
norteamericano refiriéndose al golpe del 23-F- se origina en medio de la crisis económica
que agudizaría la fuerte crisis institucional la cual derivaría en la dimisión de la
presidencia del gobierno de Adolfo Suarez, donde se empezaba a poner en duda los
aspectos básicos del consenso constitucional: la continuidad de la institución monárquica,
la defensa del centralismo, el atlantismo, la impunidad del franquismo y la seguridad y
los valores de orden que caracterizan a la derecha.(Monedero, 2011, 134) En mayor o
menor medida, el golpe de Estado fallido, ayudó a frenar las críticas hacia los cimientos
en los que se construyó la democracia en España y a la “reconducción” del proceso
autonómico, junto con la aplicación de mano dura contra el terrorismo de ETA (Seixas,
2017, 172);

La intentona golpista fue sin duda una vacuna contra el malestar. Palabras de
Gregorio Peces-Barba, uno de los padres de la Constitución

La figura del Monarca saldría del 23-F como salvador de la democracia en España,
ayudado por unos medios de comunicación que iban a construir la imagen mítica del rey
como el que detuvo el golpe de Tejero, pero liderado por su amigo y “traidor” el ex
general Alfonso Armada, junto a Milans del Bosch. Nacía así el “juancarlismo” como
soporte de legitimidad popular de la monarquía restaurada; (Seixas, 2017, 172)

La Corona, símbolo de la permanencia y unidad de la patria, no puede tolerar en


forma alguna acciones o actitudes de personas que pretendan interrumpir por la
fuerza el proceso democrático que la Constitución votada por el pueblo español
determinó en su día a través de referéndum. Fragmento del discurso del rey Juan
Carlos I tras el golpe de Estado. (Seixas, 2017, 169)

Asimismo, el 23-F, no solo afianzó la figura de Juan Carlos I como jefe del Estado,
también ayudó a una parte de la derecha española a ganarse el carnet de demócrata
simplemente alejándose de las pretensiones golpistas, se limpiaron una vez más de su
pasado franquista, añadiendo otro capítulo a sus biografías redecoradas y edulcoradas.
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Aquel paseo conciliador por la Castellana

Cuando el 12 de octubre de 2004, invitados por el ministro de Defensa, José Bono,


pasearon por la madrileña Castellana, con igual mérito y rango, un miembro de la
División Azul junto a un soldado de las Brigadas Internacionales, se repetía el mito de las
dos Españas condenadas a enfrentarse (Monedero, 2011, 27), pero resumía lo que fue la
transición, la “conciliación” de estas dos Españas, emparentando a víctimas y verdugos,
pero también la equiparación de culpas entre el bando de los vencedores y los vencidos;

Nosotros hubiéramos preferido evitar esa contienda terrible que ensangrentó


España, enfrentando unos españoles con otros y dejando hondas heridas que se
han cauterizado muy lentamente, y toda nuestra política, desde hace muchos años,
se inspiró en el principio de la reconciliación de los españoles y de evitar, a todo
precio, que aquella tragedia vuelva a reproducirse. Esa ha sido y es nuestra
decidida voluntad. La propia experiencia de los que vivimos aquella situación es
un estímulo y una lección para obrar a fin de que no se repita. Palabras del
secretario general del PCE Santiago Carrillo un año después de la aprobación de
la Ley de Amnistía de 1977 y recordando la política de reconciliación nacional
lanzada en el año 1945. (Monedero, 2011, 73)

El relato oficialista de la Transición, nos ha dado a entender que este proceso


democratizador, en parte, se llevó a cabo, gracias a la unión de las dos Españas, no
obstante, la historia demuestra que nunca ha existido la división “ideológica” entre la
población española, sino que tenemos que hablar de una España numerosa que ha querido
ir con el desarrollo de los tiempos y otra, minoritaria, pero a la vez poderosa, la cual ha
sido capaz de parar el desarrollo de la España mayoritaria, teniendo como ejemplo la
Guerra Civil. Por consiguiente, aceptar y asumir el reparto de culpas no deja de ser una
opción ideológica, cuyos primeros articuladores fueron, precisamente, los franquistas,
quienes querían en la fase final del régimen, como se ha visto en el apartado anterior,
reconvertirse en demócratas y seguir manteniendo posiciones de privilegio. (Monedero,
2011, 34)

La creación de este relato que pone en el mismo escalón los dos bandos de la Guerra Civil
Española, no es más que una reinterpretación del pasado en beneficio de una determinada
orientación del presente, es decir, del llamado consenso político, donde se equiparan los
bandos y no se distinguen los hechos de una Guerra Civil en que hay que recordar que
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fueron los sublevados los que acabaron con la democracia y constitución de la Segunda
República Española;

Cualquiera que sea abierta o secretamente defensor del Frente Popular, debe ser
fusilado (…) Hay que sembrar el terror… hay que dejar sensaciones de dominio
eliminando sin escrúpulos ni vacilación a todos los que no piensan como nosotros.
Palabras del General Emilio Mola en 1936. (Monedero, 2011, 66)

Asimismo, también se puede afirmar que el franquismo estaba lejos de ser un régimen
que velara por los intereses de todos los españoles, simplemente fue una dictadura en
beneficio de los vencedores y de fuertes represiones hacia los vencidos -inclusive cuando
acabara la guerra se cuenta con un total de 114.266 víctimas de la dictadura según el
sumario del juez Garzón-, por lo tanto, no es de buen rigor histórico equiparar una clase
dominante frente a una clase dominada por los medios de la violencia y la opresión.

En definitiva, no podemos dejar en el olvido que los que dieron un golpe de Estado en el
1936 fueron unos y no otros, los que provocaron más de 800.000 muertos fueron unos y
no otros, los que fusilaron a más de 12.000 españoles, encarcelaron a 500.000 y mandaron
al exilio a otro tanto fueron unos y no otros, esa equiparación de las responsabilidades,
básicamente está más que equivocada. (Monedero, 2011, 115)
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La “Amnesia” de los españoles

Todo el mundo es conocedor de la famosa frase, utilizada como eslogan de reclamo


turístico en los años sesenta, del fundador de AP (Alianza Popular), Manuel Fraga
Iribarne; “Spain is different”, sobre todo respecto a la mayoría de países europeos. Esa
falta de memoria del antifascismo -en el caso de España también se le añade el pasado
republicano- y la “falta” de memoria respectos a los crímenes durante la dictadura
franquista, hace que España sea diferente en relación a otros Estados que forman el viejo
continente.

Recuperando la frase de Nelson Mandela en su discurso de despedida; “Los sudafricanos


debemos recordar nuestro terrible pasado para poder enfrentarnos a él, perdonando lo
que haya que perdonar, pero sin olvidar”, retrata y cuestiona a la Transición Española
en cuanto al abandono de una política de la memoria que se enfrentase críticamente con
el pasado dictatorial, en aras de reconciliación. Tras la muerte de Franco parece que nos
decidimos a negar la historia más reciente de este país, en el que se construyó un gran
agujero negro donde no solo cabía el recuerdo de la dictadura, también se encuentra en
él, la memoria republicana y del antifranquismo, siendo la Transición un proceso en el
que solo se miraba a sí mismo. Cuando echó a andar el nuevo régimen, no se miró a la
Segunda República, no se miró a la guerra civil, no se miró al franquismo, y solo se buscó
el reflejo narcisista. (Monedero, 2011, 52)

El no querer remover ese pasado fue uno de los discursos característicos de la Transición,
en parte, condicionado por el miedo a que se vuelva a repetir un enfrentamiento entre los
dos bandos de la guerra, la cual aún estaba muy viva en la memoria de una parte de la
sociedad española. Por ello se buscó un diálogo constructivo y de conciliación entre
ambos sectores que años atrás se habrían enfrentado a muerte, pero que ahora
pertenecerían a un “mismo bando”. Por lo tanto, en parte, no se puede considerar un
elemento de amnesia ni olvido, sino de una renuncia consciente a ajustar cuentas en aras
del futuro, materializada en la aceptación de la Ley de Amnistía de octubre de 1977 (Soro,
2017, 345), que cerraba las disidencias políticas del pasado, pero que, a su vez, también
renunciaba al mismo;

El dolor es una reconstrucción que reclama varios actores. El dolor no es


patrimonio de nadie. Pero los pueblos que lo reconstruyen y lo recuerdan, al
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tiempo lo conjuran. Para no repetirlo. Para construir desde su ejemplo.
(Monedero, 2011, 145)

Muchos de los intelectuales se centraron únicamente en la consolidación de la Transición


que se presentaba como una historia de éxito, pero que, a su vez, según palabras de
Monedero, inmolaron el pasado. Sobre la tablilla donde estaban escritos los sucesos de la
República, la guerra y el franquismo, grabaron una nueva lectura que, liberada de
cualquier herencia, convirtió la memoria en un campo de batalla útil tan solo para
justificación del presente. (Monedero, 2011, 167) Asimismo, el intento de recuperación
de la “memoria histórica” no viene marcado por iniciativa de las élites políticas, las cuales
aún muchas se reniegan a remover nuestro pasado más reciente, sino de una serie de
asociaciones surgidas de la sociedad civil, que emprendieron la exhumación de los restos
mortales de cientos de víctimas de la represión franquista enterradas de forma anónima
en fosas comunes. (Soro, 2017, 347)

En definitiva, gracias a las dinámicas de recuperación de la memoria histórica impulsados


desde “abajo” por familiares de víctimas tanto de Guerra Civil como del franquismo,
atrajeron la atención de los partidos políticos de izquierdas, tanto el PSOE como IU
(Izquierda Unida) que a través del Foro de la Memoria se hizo un mayor hincapié en una
revisión crítica del pasado, incluso el PP (Partido Popular) se adhirió en noviembre de
2002 a una resolución que se comprometía a rehabilitar y reparar la memoria de las
víctimas del franquismo, pero que no fue hasta 2007 cuando Zapatero impulsara la “Ley
de la Memoria Histórica” (Soro, 2017, 349)
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Conclusiones

Para concluir este trabajo es importante volver a reiterar que en el presente ensayo no ha
tratado de criticar el cómo se llevó a cabo el proceso de democratización en el Estado
Español, ni de juzgar, en el ámbito político, a los actores principales y protagonistas del
mismo, únicamente intenta recuperar algunos elementos muy importantes para entender
la transición, pero que, sin embargo, el relato institucionalizado de la misma no los abarca
o simplemente los intenta evadir por el beneficio del propio proceso.

En segundo lugar, tampoco se ha tratado de resumir y simplificar la obra de Monedero


para la realización del trabajo, básicamente, el estudio del autor citado anteriormente, ha
servido como pauta y recordatorio de ciertos aspectos relacionados con el relato de la
propia transición, por tal de abarcar todo lo relacionado con la problemática planteada.

Dicho esto, y aclaradas estas dos cuestiones, creemos que el relato o la “idea” de
Transición que tiene una parte importante de la sociedad española, ocasionado por esa
ocultación institucional de algunos de los hechos y actores principales de este proceso, ha
provocado que también nos dejemos en el…

La construcción del relato institucionalizado, aquel que buenos ojos el de no remover el


pasado, al final se ha convertido en una crónica que ha silenciado el pasado más inmediato
y ha eludido una visión crítica del mismo…

La transición hacia la democracia implicó la necesidad de silenciar el pasado inmediato


y de eludir una revisión crítica del pasado reciente, en particular de la guerra civil y la
dictadura franquista, para favorecer

Conclusión liderada por las élites, pero incomprensible sin las movilizaciones

Se buscaba una democracia institucionalizada, regida por las élites políticas, donde se
reducía el papel de las movilizaciones populares y la participación ciudadana

Con este relato se ha intentado r no remover el pasado se ha convertido en la necesidad


de silenciar el pasado

En definitiva, cuando se revisa y se mira desde otra perspectiva el relato de la propia


transición, también hace que cambie su significado

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