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Michael A. Stackpole
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Vol’jin: Sombras de la Horda
Michael A. Stackpole
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Michael A. Stackpole
AGRADECIMIENTO
El más sincero agradecimiento a Leandro por todo el esfuerzo,
dedicación y tiempo que nos brinda a todos los fans de Blizzard, es
gracias a su ayuda que podemos hacerles llegar estas maravillosas
obras.
Con aprecio.
Su equipo de Lim-Books.
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Vol’jin: Sombras de la Horda
(Sobre todo a aquellos que, sin que ellos lo supieran y por puro
azar, me han salvado más de una vez)
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PRÓLOGO
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Vol’jin: Sombras de la Horda
—Soy Vol’jin.
¿Quién soy?
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Vol’jin: Sombras de la Horda
CAPÍTULO UNO
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caído mal las hermanas Chiang. Sin embargo, él les había cogido
un cierto cariño. Chen, además de haber montado la Cervecería
Cerveza de Trueno, donde elaboraba unos brebajes fantásticos,
había vagado por Pandaria para aprender más sobre ese lugar que
había decidido que iba a ser su hogar. Entonces, se había
encontrado con esas dos hermanas solteronas, que intentaban
cultivar como buenamente podían un pequeño huerto, que había
permanecido desatendido durante el asedio yaungol, y se había
ofrecido a ayudarlas.
Chen fue consciente de que, en realidad, eso era una orden, así que
la cumplió con sumo tacto y cuidado. Se acercó al mar y los tres
primeros peces que pescó fueron, precisamente, tres guramis. El
último lo reservó para las hermanas y el más grande se lo dio a una
refugiada, a la mujer de un pescador que tenía cinco cachorros y
cuyo marido seguía desaparecido como muchos otros.
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Vol’jin: Sombras de la Horda
Sí, esa no sería una mala vida. Qué va. En ese instante, Chen apiló
la leña de las hermanas Chiang con sumo cuidado. Pero ¿sería
suficiente?
Esa última frase la dijo en voz más alta para que la oyeran las
hermanas, pues ellas serían las primeras beneficiadas de que esa
turba incontrolable se disciplinase.
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—Aún lo soy.
—No podría estar más orgulloso.
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A Li Li se le iluminó la cara.
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— ¡Vol’jin!
Chen agarró a Vol’jin de los brazos y lo sacó del río, lo cual no fue
nada fácil. De repente, oyó unas pisadas que procedían de la par-te
superior de la orilla y, al instante, Li Li agarró a Vol’jin del hombro
izquierdo, para ayudar a su tío.
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CAPÍTULO DOS
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Entonces, oyó una voz, fuerte y grave, que procedía del otro lado,
de su izquierda.
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El futuro que había soñado para la tribu Lanza Negra tal vez no
emocionara a Bwonsamdi, pero era un sueño de vida y esperanza
para su pueblo. La Azeroth que habían conocido los Zandalari
había cambiado totalmente para siempre. Se habían abierto nuevos
portales y estos habían sido atravesados por pueblos nuevos. La
tierra se había hecho añicos, las razas habían mutado y se había
desatado más poder del que los Zandalari siquiera sabían que
existiera. Las diversas razas (los elfos, humanos, trols, orcos e
incluso los goblins, entre otros) se habían unido para derrotar a
Alamuerte, creando una estructura de poder que repugnaba y
ofendía a los Zandalari, pues estos ansiaban restablecer su dominio
sobre un mundo que había cambiado tanto que sus sueños nunca
podrían hacerse realidad.
Los Lanza Negra abandonarían esa isla como una avalancha que
arrasaría con todo a su paso, simplemente, porque él deseaba que
eso ocurriera.
Vol’jin se despertó por fin. Supo que no era un sueño porque notó
que abría los ojos. Una tenue luz, filtrada por una gasa, los recibió.
Deseaba ver algo, pero eso requeriría que se quitara esas vendas. Y
eso, a su vez, requeriría que levantara una mano. Una tarea que le
resultó imposible. Su vínculo con su propio cuerpo era tan débil
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Aún.
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Vol’jin abrió los ojos de nuevo y se adentró aún más en esas cuevas
a través de un antiguo pasaje. Siempre que llegaban a alguna
bifurcación, los orcos tomaban posiciones para protegerse en
ambas direcciones. Mientras avanzaba con la mano derecha
abierta, el trol ni siquiera tuvo que rasgar el aire para hallar pistas.
Lo que había sido una tela de araña al principio se había ido
convirtiendo en una fibra y luego en un hilo, y amenazaba con
convertirse en un cordón y una cuerda. Además, todos y cada uno
de sus fragmentos contaban con pequeñas agujas. Aunque no
volvió a sentir dolor, la marca que le dejaba esa cosa en la mano
fue ensanchándose.
Vol’jin alzó una mano para indicar a los demás que pararan. Había
un grajero en el mismo corazón del que surgía esa magia antes de
que Vol’jin tuviera la oportunidad de ser consciente de la
importancia del descubrimiento, el saurok se percató de su
presencia y lo ataco. El trol y sus aliados resistieron valientemente.
El saurok atacó con fiereza y, aunque al final el trol y los suyos
prevalecieron, todos resultaron heridos y acabaron ensangrentados.
Mientras cada uno de sus compañeros cuidaba de sus propias
heridas, Vol’jin se sintió obligado a investigar
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Y no era la única.
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Vol’jin, que había vuelto a abrir los ojos, se dio cuenta de repente
de que Rak’gor se encontraba ante él junto al resto de
supervivientes del grupo.
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CAPÍTULO TRES
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Yalia alzó la mirada y habló con una voz tan suave como los
primeros pétalos de las flores de un cerezo.
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—Muy bien, hermana. Así que afirmas que el agua es el tushui (por
emplear el término comúnmente utilizado en el Shen-zin Su), la
base, ergo la meditación y la contemplación. Tal y como señalas,
sin el agua, el barco no tiene ninguna razón de ser.
—Sí, señor.
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—Sí y no. —Taran Zhu cerró los ojos por un momento—. Maestro
Cerveza de Trueno, imagínese que a mi puerto han llegado dos de
tus barcos que han anclado ahí, pero no caben más.
En ese instante, Chen apenas tuvo que pensar cuál iba a ser su
respuesta.
de las sombras, sin duda se inclina más por el tushui. El otro, ese
humano que todos los días asciende la montaña un poco más solo
para regresar después, es más del huojin. Uno pertenece a la Horda;
el otro, a la Alianza. Por su propia naturaleza, acabarán
enfrentándose; no obstante, es ese mismo enfrentamiento lo que les
une y da sentido.
—No creo que Tyrathan sea capaz de hacer algo así y Vol’jin,
bueno, sé que…, —Vaciló por un momento, mientras los recuerdos
se agitaban en su mente—. Tendré que hablar con Vol’jin,
¿verdad? Tendré que explicarle que no debe asesinarlo, ¿eh?
Taran Zhu se rió entre dientes, casi en silencio, esbozando solo una
sonrisa casi invisible y unas risas sin eco.
CAPÍTULO CUATRO
Esa suave cama y esas almohadas aún más suaves no eran lujos
propios de un trol. Una fina estera colocada sobre un suelo de
madera le habría bastado para dormir, pues eso era el colmo de la
opulencia en las Islas del Eco. Muchos trols dormían al raso,
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—Habría venido a verte antes, pero lord Taran Zhu no creyó que
fuera lo más sabio.
—Amigo. Chen.
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Chen sonrió.
—Sé que hay muchas cosas que quieres saber. ¿Quieres que
empiece por el principio o el final? El medio no sería un buen sitio,
pero podría empezar por ahí. Pero entonces el medio sería el
principio, ¿no?
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—Horda.
—Por eso te traje aquí. Tampoco había muchos otros lugares donde
pudieran cuidarte, por no hablar de mantenerte a salvo... —El
maestro cervecero se inclinó hacia delante y bajó su tono de voz—
. Garrosh lidera la Horda ahora que Thrall se ha marchado, ¿no?
Está eliminando a sus rivales, ¿eh?
— ¿Y tú? ¿Nunca?
—Yo no, nunca. La gente como yo, como Rexxar, te hemos visto
batallar con fiereza y de un modo terrible, pero también te hemos
visto llorar la muerte de tu padre. Has sido leal a Thrall, a la Horda
y la tribu Lanza Negra. La cuestión es que todo aquel que es
incapaz de ser leal cree que los demás también son unos traidores.
Yo confío en ti. Sin embargo, alguien como Garrosh cree que tu
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— ¿Cuánto?
—Lo suficiente como para confeccionar una cerveza de primavera
y tener a medias unas claras para finales de primavera. Los
pandaren nos tomamos las cosas con calma y los que proceden de
la misma Pandaria aún más si cabe. Ha pasado un mes desde que
te encontramos y llevas dos semanas y media aquí. Los curanderos
te obligaron a beber un brebaje que te hizo dormir. —Chen alzó la
voz para que pudieran escucharlo aquellos que se estaban
acercando—. Les dije que podía prepararte un té negro caliente con
algas marinas y bayas que te habrían despertado en un santiamén,
pero como no creían que un maestro cervecero supiera suficiente
sobre curaciones o sobre ti, no me hicieron caso. Aun así, te han
alimentado bien, así que aún hay esperanza.
Vol’jin tuvo que hacer un gran esfuerzo para lamerse los labios;
incluso ese leve gesto pareció dejarlo exhausto. Llevo dos semanas
y media aquí y me he curado muy poco. Bwonsamdi me dejó
marchar, pero no estoy sanándome como debería.
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—Indefenso.
—... y dado que todavía te estás curando, no te vendría mal que nos
hicieras caso. —Chen asintió, a la vez que sostenía una zarpa con
la palma hacia fuera para pedirle calma—. Lord Taran Zhu desea
que aprendas de nosotros. Bueno, no de nosotros, realmente. La
mayoría de los pandaren de aquí nos consideran unos «perros
salvajes» a los pandaren que provenimos de Shen-zin. Aunque nos
parecemos a ellos, hablamos como ellos y olemos como ellos, lo
cierto es que somos distintos. Ellos no están seguros de qué somos.
Al principio, eso me desconcertaba, hasta que me di cuenta de que
muchos de los demás trols piensan lo mismo sobre los Lanza
Negra.
—No. Te. Equivocas. —Vol’jin cerró los ojos por un momento. Si
Taran Zhu desea que aprenda de los pandaren y que conozca su
filosofía, entonces eso significa que me van a estudiar. Bueno, pues
yo haré lo mismo con ellos.
—Cree que eres más de la corriente tushui; reflexivo y estable. Le
he hablado mucho sobre ti y opino lo mismo. El tushui no es un
rasgo de personalidad que se suela ver en la Horda. Quiere saber
por qué eres diferente. Pero eso significa que quiere que aprendas
la filosofía pandaren, así como algunas de nuestras palabras,
algunas de nuestras costumbres. Pero no quiere que seas como uno
de esos trols que van a Cima del Trueno y se convierten en un
tauren azul, sino que quiere que nos entiendas.
— ¿Qué?
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El trol se dio cuenta de que, si bien Taran Zhu podría haber tenido
acceso a la historia común de ambas razas, esos relatos le habrían
llegado tamizados por la idiosincrasia de cada uno de los
narradores. Sin embargo, al obligar a interactuar a un trol y un
humano, podría observarlos directamente y hacer sus propias
valoraciones.
— ¿Lo... apruebas?
— ¿Nombre?
—Se llama Tyrathan Khort. No le conoces. No ha ascendido tanto
en el escalafón de la Alianza como tú en el de la Horda. Pero era
importante. Era uno de los líderes de las fuerzas de la Alianza
destinadas aquí. Y sus heridas no se las infligieron los asesinos del
rey. Solo sé que resultó herido en una batalla que benefició mucho
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CAPÍTULO CINCO
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Por todo esto, Vol'jin pasaba gran parte del tiempo observando,
para determinar qué estaba dispuesto a revelarles o no sobre sí
mismo. Aunque se le estaba curando la garganta, el tejido
cicatrizado hacia que hablar le resultara muy difícil y doloroso.
Pese a que a los pandaren no les habría parecido así, el idioma trol
era melodioso y fluido; sin embargo, las cicatrices le impedían
hablar así. Si la capacidad de comunicarse es un síntoma de vida,
entonces tal vez, después de todo, esos asesinos han tenido éxito y
han logrado matarme. No obstante, esperaba que los loa (que
habían permanecido callados y distantes mientras se recuperaba)
todavía reconocieran su voz.
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Sin embargo, Vol’jin se fijó en dos cosas que indicaban que ese
hombre era peligroso. Muchos habrían tomado como prueba de eso
mismo lo que ya había visto; los callos y el hecho de que hubiera
logrado sobrevivir sin sufrir muchas cicatrices. Pero para Vol’jin,
los sagaces ojos verdes de aquel hombre, la forma en que volvía la
cabeza al oír algo y el modo en que se paraba a pensar por solo una
fracción de segundo antes de responder, aunque se tratara de una
pregunta muy sencilla, indicaba que se trataba de un humano
tremendamente observador. Lo cual era un rasgo habitual en los
que se dedicaban a cazar, pero que destacaba únicamente en los
más avezados en ello.
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—Esta cara.
—Acento. De Tuercespina.
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—No.
—Quita. Esa. Mano.
ficha del bote, e incluso aunque cayera por el mejor lado, no podría
evitar la derrota. Si reforzaba la derecha, el humano reanudaría su
asalto por la izquierda. Si reforzaba la izquierda, la derecha caería.
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—Soy Vol’jin.
¿Quién soy?
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CAPÍTULO SEIS
Vol’jin tal vez no hubiera dejado muy claro quién era, pero, sin
lugar a dudas, tenía muy claro quién no era. Se obligó a salir de la
cama poco a poco. Apartó la colcha y la dobló con sumo cuidado
deliberadamente, a pesar de que le habría gustado quitársela
violentamente de encima del todo y de una sola vez. Acto seguido,
colocó los pies al borde de la cama.
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pulgar más allá de cierta veta que se distinguía en una piedra del
suelo. Al día siguiente, tardó ese mismo tiempo en andar de un
extremo de la cama a otro y volver. Para finales de esa semana, ya
era capaz de acercarse a la ventana y contemplar el patio desde ahí.
Eso significaba que Taran Zhu no solo podía saber qué había estado
haciendo, sino que había podido prever en qué momento exacto
llegaría a asomarse por esa ventana. Vol’jin estaba seguro de que
si le preguntaba a Chen cuándo solía barrer la nieve Taran Zhu,
descubriría que solo lo había hecho justo ese día y precisamente en
ese momento. El trol miró hacia un lado y divisó a una serie de
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—Me alegro de verte levantado, amigo mío. Hacía días que quería
traerte esto, pero lord Taran Zhu me lo había prohibido, pues
pensaba que sería muy fuerte para ti, pero yo le dije que se
necesitaría algo mucho más potente para matarte. Quiero decir
que... por algo sigues en este mundo, ¿no? Así que pruébalo.
Bueno, yo también lo he probado. —Chen sonrió—. Tenía que
cerciorarme de que, después de todo, no iba a matarte realmente.
—Qué amable.
Vol’jin alzó el cuenco y lo olisqueó. Ese brebaje que olía tan fuerte
le hizo pensar en un bosque. Le dio un sorbo y descubrió que no
sabía ni dulce ni amargo, sino que era muy sabroso y apetitoso. Su
sabor le recordaba a cómo olía la jungla después de llover, cuando
el vaho se eleva entre la vegetación y el mundo parece reconciliarse
consigo mismo. Le recordó a las Islas del Eco y, al percatarse de
ello sintió un terrible nudo a la garganta.
—Muy bueno.
—Gracias. —Chen miró al suelo—. El día que te trajimos aquí, no
tenías muy buena pinta. Además, el viaje hasta aquí había sido muy
duro. Nos dijeron que, cuando murieras, deberíamos enterrarte en
la montaña. Pero te susurré al oído (a la oreja buena, no a la que Li
Li me ayudó a coser) que, si sobrevivías, tendría algo especial para
ti esperándote. Entonces, rebusqué en un morral donde tenía
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Los monjes le enseñaron muy bien. Había visto cómo los monjes
eran capaces de hacer añicos una decena de tablas de madera con
un solo puñetazo. Vol’jin ansiaba intentarlo porque sabía que era
capaz de hacerlo. Sin embargo, cuando le tocó realizar ese
ejercicio, lord Taran Zhu intervino. En vez de tablas de madera,
habían colocado una losa de piedra de dos centímetros y medio de
grosor.
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No fue hasta más tarde esa misma noche, mientras estaba sentado
a solas en su celda, con la espalda apoyada sobre la fría piedra,
cuando Vol’jin logró entender, al menos en parte, algo de lo que
había aprendido. Si bien no se le había hinchado la mano ni sufría
ninguna rigidez por culpa del golpe, todavía podía notar cómo su
puño había machacado a la duda. Flexionó la mano, observó sus
movimientos y se sintió contento de haber recuperado totalmente
su vínculo con ella.
Creo que ocurrirá lo mismo con Garrosh. Este orco había sido
encumbrado por ser hijo de quien era, pero rara vez era
reverenciado por ser quién realmente era o por sus proezas; no
obstante, era temido por muchos, pues había aprendido que el
miedo era un látigo muy efectivo con el que podía mantener a sus
subordinados a raya, aunque no todos se acobardaban al oír el
restallido de su fusta.
Yo no.
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CAPÍTULO SIETE
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Y lo que era aún más importante, y esa era la flecha que más habla
dado en la diana. Taran Zhu habla acertado de pleno sobre por qué
Vol’jin deseaba formar parte de la partida de rescate. No era tanto
porque le preocupara el bienestar de Tyrathan Khort, sino su propia
reputación. No le gustaba quedarse al margen cuando había un
peligro que exigía actuar, ya que eso era una señal de debilidad y
no quería transmitir esa sensación. Además, si era capaz de rescatar
a Tyrathan, lograría hallarse moralmente por encima de ese
humano. Aquel hombre había sido testigo de su momento de mayor
flaqueza, lo cual era exasperante.
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—Por supuesto.
—Aunque debo advertirte una cosa, trol. Debes entender que lo que
vas a ver y experimentar no es real, sino el recuerdo de algo que
ocurrió. Asimismo, has de tener en cuenta que, si hablaras con
todos los supervivientes de una batalla, ninguno te contaría la
misma historia. No te esfuerces por intentar entender sus recuerdos.
Halla la duda y acaba con ella.
—Sabré qué hacer.
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El líder de guerra le indicó que podía irse con otro saludo marcial.
Tyrathan se fue corriendo y Vol’jin analizó todas esas nuevas
sensaciones. Mientras descendía por un sendero rocoso de la
colina, el trol se percató de que el humano no saltaba cuando, según
él, debería hacerlo. Buscó las dudas que alimentaban esas
decisiones, pero solo halló confianza. Tyrathan conocía muy bien
sus limitaciones y, si hubiera dado esos saltos, se habría roto una
pierna o torcido un tobillo, pues no era un trol.
Entonces, una mujer cayó. Su pelo moreno era tan brillante y liso
como el del gato que la acompañaba. Tyrathan gritó y corrió hacia
ella. Disparó a gran velocidad varias flechas contra el Sha que la
atacaba. Mató a uno y luego a otro, pero entonces pisó una piedra
suelta. No alcanzó al tercero.
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CAPÍTULO OCHO
A Chen le sentó bien salir del monasterio, pues así saciaba su sed
de viajes. Estaba seguro de que la mayoría de los monjes no
querrían marchar más allá de esa montaña, lo cual era lógico si
teníamos en cuenta su visión del mundo y su idea de que aquellos
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—Pienso que cada vez que avanzo, dejo espacio para que otro ser
descanse y disfrute por un rato.
—Nunca me lo he planteado.
—La leyenda dice que algunos cachorros no están destinados a
pasar por la Prueba de las Flores Rojas. Su destino se decide de un
modo muy distinto.
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Y tener que ser una juez tan severa entra en conflicto con tu
verdadera naturaleza. Chen se agachó y arrancó un puñado de
flores amarillas salpicadas de motitas rojas. Separó las flores de sus
tallos y las frotó con ambas manos, de modo que liberaron un
aroma maravilloso. Entonces, extendió las zarpas hacia ella.
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Yalia aceptó esa invitación a oler las flores machacadas que yacían
en las manos ahuecadas de Chen e inhaló hondo.
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—Era una joven bastante bonita, para ser una perra salvaje.
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Chen sonrió.
—Me conoces bastante bien como para saber que eso está fuera de
toda duda.
—Pero los has asustado.
Chen abrió los brazos para señalar la maravillosa vista que tenían
delante; un valle estrecho cuyos laterales estaban conformados por
montañas escarpadas. Allá bajo, serpenteaba un arroyo, azul allá
donde el sol no podía tocarlo y plateado allá donde sí lo hacía.
Divisaron un verdor muy frondoso así como unos cultivos de un
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marrón intenso que, sin lugar a dudas, eran muy fértiles. Incluso la
manera en que esos edificios habían sido levantados en medio de
ese paisaje, aportando cosas a él en vez de explotarlo, parecía la
más adecuada posible.
*******
Chen agarró a Li Li, la abrazó y dio vueltas con ella, tal y como
solía hacer cuando su sobrina era una cachorrilla. Li Li gritó, pero
esta vez para protestar por ese atentado contra su dignidad. La dejó
en el suelo y luego hizo una honda y respetuosa reverencia. Ese
gesto acalló los murmullos, aunque en cuanto esta devolvió el gesto
e hizo una reverencia aún más profunda, pues fue un segundo más
larga que la de su tío, los cuchicheos volvieron a arreciar.
—Seguro que ha sido un largo viaje. ¿Cómo has logrado evitar que
no se metiera a beber cerveza en cualquier taberna por el camino?
Yalia sonrió.
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CAPÍTULO NUEVE
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Vol’jin resopló.
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—Conozco a los trols bastante bien como para saber que eso es
cierto.
— ¿Ah, sí?
— ¿Te acuerdas de que hiciste un comentario acerca de mi acento
cuando hablo el idioma trol? Afirmaste que era de Tuercespina.
—Pero preferiste ignorarlo.
—No, opté por no responder. —Tyrathan cogió el cilindro que le
ofrecía, sacó las fichas negras de su interior y las dispuso en grupos
de seis— ¿Quieres saber cómo lo aprendí?
—No te temo.
—Lo sé. También he matado a otros humanos, al igual que tú. —
Tyrathan colocó el cilindro sobre la mesa—. Ese trol, que afirmaba
llamarse Keren’dal, solía rezar. Al menos, eso era lo que yo creía
que hacía. Pero cuando le pregunté al respecto, él me respondió
que, simplemente, hablaba con los espíritus, aunque he olvidado
cómo los llamaba.
Tyrathan se rió.
—Sé por qué todos me han abandonado. Por la misma razón que a
ti.
facilidad podía entrar en comunión con los loa. Aun así, en una
tempestad, todo rastro se desvanece y los turbulentos vientos se
llevan consigo las palabras.
—El hecho de que yo sea tan frágil te recordó lo cerca que estás de
la muerte. Ahí estaba yo, con la pierna rota, atrapado, incapaz de
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Vol’jin gruñó.
—Pero tú sí lo estás.
— ¿De quién soy yo? ^Tyrathan volvió a reírse, pero el timbre de
sus carcajadas varió. Estaban teñidas tanto de melancolía como de
un poco de locura—. Viste lo que viste. ¿Quieres saber el resto?
¿Lo que no viste?
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Había perdido algo, sí, pero había obtenido una nueva perspectiva
que ampliaba su visión de las cosas. Vol’jin no era solo un trol. Era
un cazador de las sombras. Era el líder de los Lanza Negra. Era un
líder de la Horda. Y el trol había estado a punto de morir. ¿Acaso
la distancia que mantenían los loa con él era una señal de que el
cazador de las sombras había perecido? ¿Acaso su muerte
significaba que los Lanza Negra y la Horda también iban a morir?
El hombre habló entonces con una voz que era poco más que un
susurro.
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*******
Para Vol’jin, era lógico que pudiera contactar con los loa
únicamente porque ser un cazador de las sombras había sido una
parte muy importante de su antigua identidad. A pesar de que no
podía ver nada en ese vacío, era consciente de que solo un cazador
de las sombras podría haberlo atravesado. Todo cuanto había
aprendido, todo cuanto había sufrido, seguramente era lo que lo
había mantenido vivo el tiempo suficiente como para poder escapar
de esa cueva.
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Esos eran los Amani, los trols del bosque, que acababan de concluir
su guerra con los aqir. Vol’jin conocía bien esa historia, pero
sospechaba que Hir’eek quería recordarle los días de gloria del
imperio Amani.
Y eso fue justo lo que esa visión logró. Los trols obligaban a los
aqir a subir unas escaleras de piedra a punta de lanza, donde los
aguardaban unos sacerdotes. Los acólitos subían a los aqir a unos
altares de piedra empapados de fluidos y tripas; entonces, el
oficiante alzaba un cuchillo. Tanto la hoja como la empuñadura
estaban grabadas con símbolos, que representaban cada uno a un
loa. Su percepción sonora le proporcionó una imagen de la
empuñadura, donde pudo ver el rostro de Hir’eek, una fracción de
segundo antes de que le clavara la hoja al objeto del sacrificio y le
desgarrara la carne.
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CAPÍTULO DIEZ
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—Todo está hecho, solo nos resta subir la última carga, mi señora.
En cuanto comience la bajamar, partiremos hacia el sur.
Khal’ak bajó la mirada hacia esa negra flota que se mecía sobre
esas aguas oscuras. Sus tropas, incluidas su propia legión de élite,
ya habían embarcado ordenadamente. Esa fuerza de asalto estaba
compuesta principalmente por tropas Zandalari y unos cuantos
exploradores mogu. Ahí no había ningún miembro de una raza trol
inferior, ni de ninguna de las otras razas menores; aunque no le
habría importado contar con artillería goblin o un puñado de sus
máquinas de guerra.
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Khal’ak bajó las escaleras, alternando el pie con el que pisaba cada
escalón, que eran diecisiete en total. No entendía qué significado
tenía eso para los mogu, pero tampoco tenía por qué entenderlo. Su
misión consistía en llevar a cabo las órdenes de su amo, quien, a su
vez, pretendía complacer a su aliado, el Rey del Trueno. De ese
modo, su poder se retroalimentaría hasta que ambos acumularan el
suficiente como para poder recuperar su antigua gloria y poner
orden de nuevo en el mundo.
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Gyran’zul intervino.
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Khal’ak asintió.
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Lejos de ahí, al sur, esa misma noche, una visión perturbó el sueño
de Vol’jin, lo cual lo sorprendió. Tras la visita de Hir’eek, los loa
lo habían ignorado y él también se había mostrado más que
dispuesto a ignorarlos. Se había dado cuenta de que si intentaba
contactar con ellos antes de saber quién era ahora realmente, solo
estaría haciendo un patético intento de imitar a la persona que había
sido. Al igual que la mascota de Tyrathan no iba a responder a los
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No pudo identificar cuál era el loa que le enviaba esa visión. Como
estaba surcando el aire prácticamente sin esfuerzo, dedujo que
podía tratarse de Akil’darah. Aun así, volaba de noche y las águilas
no hacían eso. Entonces, se percató de que en realidad estaba
flotando y viendo el mundo a través de muchos ojos. En ese
instante, concluyó que Elortha no Shadra, la Danzarina de la Seda,
debía de haberlo transformado en uno de sus niños. Flotaba en lo
alto, suspendido en unos hilos de telaraña arrastrados por el viento.
La araña cayó.
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Michael A. Stackpole
CAPÍTULO ONCE
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Vol’jin: Sombras de la Horda
— ¿O...?
—Eres lo bastante sabio como para saber cuándo hay que hacer el
payaso en las ocasiones en que hace falta. Así, resulta más fácil
aceptar tus ideas. Y discernir la verdad que encierran.
137
Michael A. Stackpole
—No, yaya.
—En tu próxima visita, será mejor que me la traigas, nieta. La he
echado mucho de menos.
Chen frunció el ceño al ver que Yalia se detenía ante una curva de
un sendero en zigzag.
*******
Yalia tuvo que convencer a Taran Zhu de que diera permiso a Chen
para compartir su nuevo elixir con un grupo selecto de monjes del
monasterio; entre los que no se encontraba la propia Yalia, ya que
Taran Zhu había escogido a cinco de los más ancianos. Chen no
estaba seguro si el maestro de los monjes creía que las cosas
podrían desmadrarse y acabar en una tremenda borrachera, o si
simplemente pensaba que esos monjes en concreto sabrían apreciar
141
Michael A. Stackpole
143
Michael A. Stackpole
Chen asintió.
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Michael A. Stackpole
CAPÍTULO DOCE
No les había mentido cuando había compartido con los demás esas
emociones y esos recuerdos que había despertado en él la bebida
de Chen; no obstante, se daba cuenta de que sus palabras habían
sido muy duras y justo lo contrario a lo que el maestro cervecero
pandaren esperaba oír. Pero eran los recuerdos de un trol y no por
ello menos válidos que los de un pandaren. Cualquier trol habría
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Vol’jin: Sombras de la Horda
El trol pensó en los tauren de Cima del Trueno. Vivían ahí, aislados
del resto del mundo, en relativa paz. Aunque muchos de ellos se
habían unido a la Horda y habían luchado por ella, no parecían estar
excesivamente motivados en ese sentido. Se habían unido a ella
porque ayudar a sus camaradas a luchar contra la Alianza era lo
más correcto y lo más honorable, no porque se lo exigieran unas
tradiciones milenarias.
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Michael A. Stackpole
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Vol’jin: Sombras de la Horda
por la cabeza la idea de que los loa podían ser la marea f las olas
que impulsaran al barco.
149
Michael A. Stackpole
—Cuando afirmé que tenías miedo, lo hice solo para herirte. Sigo
notándote en mi mente. Esa sensación todavía me asola. Cada vez
menos, es verdad, pero sigues ahí. Pensé que podría sacarte de mi
cabeza si te alejaba de mí, si te ofendía. —Tyrathan clavó la mirada
en el suelo y frunció el ceño—. Eso es impropio del hombre que
fui y espero que no forme parte del hombre en que espero
convertirme.
—Sé bien quién no quiero ser, pero aún ignoro quién quiero ser.
¿Sabes por qué me detuve aquí el día de la tempestad? ¿Sabes por
qué me sentía tan perdido que no la vi venir? Tú, por encima de
todos los demás, deberías saber que una tormenta así jamás habría
podido sorprenderme.
—Porque tu cuerpo estaba aquí, pero tu mente no.
—Así es. —Tyrathan, medio girado, señaló con un amplio gesto de
su mano a los distantes y verdes valles—. Cuando acepté la misión
que se me encomendó en Ventormenta de venir aquí, juré que no
moriría sin volver a ver los verdes valles de mi hogar una vez más.
Fue una promesa que le hice a mi... familia. Y como yo siempre he
mantenido mi palabra, sabían que volvería. Pero la persona que era,
la persona que hizo esa promesa, ya no existe, así que ¿sigo atado
a ella?
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Vol’jin: Sombras de la Horda
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Vol’jin asintió.
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Vol’jin: Sombras de la Horda
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Vol’jin: Sombras de la Horda
— ¿Qué ocurre?
—Necesitamos mapas. ¿Tienes alguno?
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— ¿Qué isla?
Vol’jin se enderezó.
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CAPÍTULO TRECE
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Vol’jin: Sombras de la Horda
—En tus islas, Vol’jin, ¿con qué recursos contabas para resistir una
ventisca como la que hemos tenido aquí hace poco?
—Con ninguno. En las Islas del Eco no hay ventiscas. —Se le
encogió el estómago ante esa sensación de desastre inminente—.
Pero el mal tiempo no es lo mismo que una invasión.
El trol resopló.
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Michael A. Stackpole
—Les daría más si pudiera. —El líder Shadopan abrió sus pezuñas
vacías—. Ay, únicamente su escuadrón de veintiún miembros
podrá alcanzar Zouchin a tiempo para poder ser de alguna ayuda.
*******
Entonces, se echó a reír. Era muy alto para llevar una armadura
pandaren, pero demasiado bajo para una Zandalari. Ya se había
enfrentado a esos seres en otras ocasiones. Le solían sacar una
cabeza cuando menos y, si uno pudiera medir la arrogancia, le
sacaban dos cabezas en ese aspecto. Aunque le repugnaba que
consideraran a todos los demás trols como seres inferiores, no
podía negar que sus esbeltos cuerpos y nobles rasgos les conferían
un aspecto muy agradable a la vista. Una vez, oyó a un humano
referirse a ellos como los «elfos de los trols». Los Zandalari se lo
tomaron como un gran insulto y su enojo le hizo mucha gracia a
Vol’jin.
Vol’jin asintió.
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Michael A. Stackpole
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Michael A. Stackpole
En cuanto el maestro de vuelo (el único monje que iba a volar solo)
hizo una seña, las serpientes nubosas reptaron hasta el borde de la
montaña y se arrojaron al vacío desde esa altura. Al instante, esas
bestias cayeron en picado hacia el suelo. Vol’jin, que no llevaba
casco alguno porque ninguno de los que había en el monasterio le
quedaba bien, notó el azote del aire en su pelo rojo y aulló pletórico.
166
Vol’jin: Sombras de la Horda
*******
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Vol’jin: Sombras de la Horda
CAPÍTULO CATORCE
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Michael A. Stackpole
— ¿Por qué?
—Porque Bwonsamdi tiene hambre.
A pesar de que esa criatura gruñó, ya tenía los ojos vidriosos antes
de derrumbarse y caer dando tumbos entre la maleza.
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Vol’jin: Sombras de la Horda
—Vamos. Te necesitamos.
— ¿Ha escapado alguno?
—No lo sé.
Vol’jin se soltó del brazo del humano y corrió lo más rápido posible
tras él. Descendieron por la colina hacia el camino y se toparon ahí
con Chen, quien estaba hablando con una joven pandaren que
encabezaba un grupo de refugiados.
—Estos son los primeros, tío Chen. Aún hay muchos más que
recoger. Al parecer, los trols los han atacado en el pasado, así que
están desesperados por largarse de aquí.
El humano asintió.
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Vol’jin: Sombras de la Horda
—Vol’jin, lo que hay que hacer aquí es una guerra para la que yo
estoy especialmente preparado. Hay que entretenerlos.
Demorarlos. Provocarlos. Lastimarlos. Te haremos ganar tiempo
para que puedas llevar a toda esta gente a un lugar seguro. —
Tyrathan dio entonces una palmadita a un carcaj repleto de flechas
Zandalari—. Mi intención es devolverles estos objetos perdidos,
estas flechas se les han caído a unos cuantos soldados de esa
avanzadilla.
—Qué generoso. —Vol’jin sonrió—. Pero insisto, me quedo a
ayudarte.
— ¿Qué?
—Contamos con muchas flechas y los refugiados confiarán en
cualquiera que no sea yo. Cubriremos juntos su huida. —Vol’jin
hizo un gesto de asentimiento a los dos escuadrones de monjes—.
Reúnan a la gente y todas las flechas y arcos que encuentren. Nos
vamos a retirar al sudeste. Vamos a rechazar su invasión.
Tyrathan sonrió.
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Por un momento, Vol’jin pensó que era muy extraño que estuviera
descendiendo por un camino empedrado acompañado de unos
monjes, desplegados ante él en abanico a ambos lados, y de un
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Vol’jin: Sombras de la Horda
El humano sonrió.
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Vol’jin: Sombras de la Horda
CAPÍTULO QUINCE
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Alzó la vista.
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Y me ha fallado.
—Sí, mi señora.
—También quiero saber adónde han ido los lugareños.
188
Vol’jin: Sombras de la Horda
*******
Le dolía todo el cuerpo, sobre todo los muslos. Aún podía notar los
puntos que tenía en el costado y seguían teniendo la garganta en
carne viva. Si bien todas sus heridas se habían cerrado, iba a
necesitar más tiempo para que se curaran de manera permanente.
Esos dolores constantes le fastidiaban, no por el sufrimiento que
conllevaban, sino porque le recordaban lo cerca que sus enemigos
habían estado de matarlo.
mismo que había conocido a otra gente con esa gran puntería, pero
nunca en una situación de combate donde las dianas
contraatacaban.
193
Michael A. Stackpole
Taran Zhu los llevó hasta una pequeña habitación, donde habían
sido desplegados una serie de mapas, que conformaban un mosaico
detallado de Pandaria, sobre los que se habían colocado
estratégicamente unas piezas de jihui. Vol’jin esperaba, contra todo
pronóstico, que esas figuras no reflejaran fielmente la realidad, ya
que, de ser así, Pandaria estaba perdida.
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Michael A. Stackpole
CAPÍTULO DIECISÉIS
Y sonrió.
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Vol’jin: Sombras de la Horda
—Has tenido una gran idea al sugerir que llevemos a esta gente a
la Cervecería Cerveza de Trueno del Valle de los Cuatro Vientos.
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Michael A. Stackpole
Chen sonrió.
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Vol’jin: Sombras de la Horda
—Li Li, vas a salvar vidas; unas vidas muy importantes no solo
para mí, o para la hermana Yalia, sino para toda Pandaria. A este
lugar ha llegado el tiempo de los grandes cambios. De unos
cambios violentos y horrendos. Los Flor Sabia y los Rastrillapiedra
y los demás serán la prueba de que se puede sobrevivir a ese
cambio.
—Lo sé, tío Chen. —Lo apretó con tanta fuerza que le hizo
gruñir—. En cuanto los dejemos en la cervecería, la hermana Yalia
y yo podremos...
—No.
— ¿No crees que...?
—Con Vol’jin sí, porque muchas de ellas también las viví von él
Pero son historias terribles, Li Li, que no tienen nada de divertidas
y donde no hay nada de qué reírse. La gente de Zouchin también
tiene historias muy tristes que contar, pero como han sobrevivido a
todas ellas, merece la pena contarlas. En lo que hemos visto y en lo
que Tyrathan, Vol’jin y Yalia van a ver, ninguna sonrisa va a haber.
Li Li asintió lentamente.
*******
Casi una hora después, Tyrathan ordenó otra parada; esta vez, en
una cuenca cubierta de hierba situada a casi un kilómetro al este
del camino. El Kun-Lai se encontraba envuelto en nubes al oeste.
Vol’jin y Taran Zhu regresaban a esa montaña con los monjes a los
que, al contrario que Yalia, no les habían asignado la misión de
defender la caravana de refugiados. Una vez ahí, los Shadopan se
dedicarían a preparar todas las defensas posibles y luego las
desplegarían según dictaran las necesidades en base a los informes
de los exploradores.
—Por lo que yo sé, siguen vivos. Aunque otra cuestión muy distinta
es que los haya perdido, Chen. Hagas lo que hagas, procura no
perder jamás a Yalia.
— ¿Cómo podría perderla?
—El mero hecho de que hagas esa pregunta significa que,
probablemente, nunca la perderás por ser como eres. —Tyrathan se
tumbó en el suelo boca abajo y examinó el camino—. Daría mi
brazo derecho por tener uno de esos catalejos gnomo. O el
equivalente goblin. O, aún mejor, una batería de cañones goblin o
gnomo. Eso, precisamente, era lo más raro de esos barcos
Zandalari: que no tenían cañones; además, solo vi trols a bordo.
—Vol’jin seguro que sabría por qué. —Chen asintió mientras se
dejaba caer junto al humano y observaba el camino—. Quería estar
aquí, con nosotros, pero tú tenías razón. Taran Zhu lo necesita
mucho más que nosotros.
—Como le dije a él, yo estoy hecho para este tipo de guerra. —
Tyrathan reptó y se colocó bajo el borde de la cuenca—. Soy un
hombre de acción, no un estratega. Antes, Vol’jin elaboraba planes
tácticos para la Horda. Aunque él también podría estar haciendo
esto, ni tú ni yo sabemos de estrategia. Gracias a sus planes.
Pandaria se salvará.
*******
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Vol’jin: Sombras de la Horda
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Vol’jin: Sombras de la Horda
— ¿Un traguito?
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CAPÍTULO DIECISIETE
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Vol’jin: Sombras de la Horda
Taran Zhu se encontraba a unos seis metros de él, tan fresco como
si hubiera salido a dar un mero paseo.
Vol’jin concluyó que eso se debía a que ese monje estaba en mucho
mejor forma que casi todo el mundo, en vez de pensar que era él
quien se encontraba en un estado lamentable.
Vol’jin asintió.
—Sigue.
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Michael A. Stackpole
—Más o menos.
tribu Lanza Negra porque habría estado seguro de que eso era una
trampa.
El trol se estremeció.
Esa es la clave. Como creía que ningún trol podría haber caído en
una trampa como en la que había caído él, Vol’jin había renunciado
en su mente a ser un trol. Si bien era cierto que había luchado muy
duro, como cualquier trol habría hecho de haber podido, solo lo
había hecho para demostrar que era un verdadero trol a los
pandaren y los Zandalari. Y al humano. ¿No he ido demasiado
lejos?
Se rió para sí. Sí, lo bastante sabio como para ser consciente de lo
necio que he sido.
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Vol’jin: Sombras de la Horda
—Unos orcos seguro que no. —El guardián de los muertos se rió
detrás de esa máscara—. ¿Quién es este ser que se presenta ante
mí? Dime, ¿quién eres?
—Soy un trol. Y con eso bastará por ahora. —Vol’jin extendió un
brazo hacia él—. Necesito que me devuelvas algo.
— ¿Qué es lo que crees que tengo?
—Mi convencimiento de que soy un trol.
213
Michael A. Stackpole
Si bien su nueva voz le resultaba extraña, podía vivir con ello. Tal
y como le había señalado a Bwonsamdi, ahora era un trol. No
necesitaba ser nada más. Para cuando sepa quién soy, ya estaré
familiarizado con la voz de quien seré.
Debía elegir entre el cráneo, casco o... ¿acaso había algo más? La
mayoría de los monjes que se enfrentaban a esa disyuntiva se
recogían en sí mismos y se quedaban encerrados en el monasterio
como el cangrejo dentro del cráneo. Aunque había algunos (entre
los que Vol’jin podía imaginarse a Yalia Murmullo Sabio) capaces
de ir más allá del monasterio, de ser capaces de evolucionar hasta
llegar a ser quienquiera que tuvieran que ser. En Pandaria no había
apenas necesidad de buscar otra opción más; además, si querían
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Michael A. Stackpole
Sabía que las decisiones que iba a tener que tomar no eran nada
sencillas y lo aceptaba. Se había dado cuenta de que, muy menudo,
otros habían tomado decisiones importantes por él, lo cual podía
parecer muy malévolo, pero no lo era. Las expectativas de su padre
y otra mucha gente lo habían animado a convertirse en un cazador
de sombras; esa decisión había sido muy fácil. Tampoco es que le
hubiera costado mucho llegar a serlo ni que lo hubiera lamentado,
pero lo cierto era que nunca había contemplado alguna otra
alternativa.
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Vol’jin: Sombras de la Horda
Lo cual provocó que tuviera que defenderse con todas sus fuerzas.
No cabía duda de que, entre los monjes, había cangrejos de cráneo
y cangrejos de casco. Pero eso, en cierto sentido, no molestó a
Vol’jin. Además, por cada guerrero que engrosaba las filas de un
ejército, había cinco personas en retaguardia que se ocupaban de su
alimentación, de que su equipo estuviera en buen estado y de
satisfacer otras necesidades. Muchos de los Shadopan, sobre todo
los monjes más ancianos, se contentaban con asumir esas funciones
de apoyo; sin embargo, los monjes más jóvenes estaban más
dispuestos a aprender a luchar contra los trols.
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Michael A. Stackpole
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Vol’jin: Sombras de la Horda
CAPÍTULO DIECIOCHO
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Vol’jin: Sombras de la Horda
Colocó las flechas una al lado de otra, emparejando una de dos filos
con otra de cuatro; la de dos hacia arriba y la de cuatro hacia abajo.
Cogió unas vendas, que cortó en pequeños trozos con un cuchillo
para desollar, y, acto seguido, ató con ellas esas flechas de dos en
dos, logrando así que tuvieran dos puntas.
A pesar de que la escasa luz hacía que fuera muy difícil distinguir
su expresión, el semblante de Tyrathan parecía mostrar una
siniestra determinación. Mientras unía las flechas, alzaba los ojos
hacia el bajo techo del sótano de vez en cuando. Observaba,
escuchaba y asentía para sí.
221
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Michael A. Stackpole
—Sí, lo estaba.
*******
Chen clavó sus ojos en su cuenco de té, pero ese líquido humeante
no le dio ninguna respuesta.
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Vol’jin: Sombras de la Horda
Chen asintió en silencio porque no tenía nada que decir que pudiera
conmover el corazón de ese humano. Se dio cuenta de que, a los
ojos de la mayoría de los pandaren, ese humano estaba renunciando
al huojin. Dejarse llevar por la impulsividad significa dar muy poco
valor a las cosas y a los demás. Un enemigo sin rostro, en la lejanía,
es más fácil de matar que a alguien que solo está a una espada de
distancia. El huojin, llevado al extremo, quitaba el valor a toda vida
y era, simplemente, el heraldo del mal.
*******
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Vol’jin: Sombras de la Horda
CAPÍTULO DICINUEVE
—No, no va a mejorar más. Por ahora. Con todo respeto, lord Taran
Zhu, tenemos que saber más sobre ese lugar.
—No juzgues tan severamente a los pandaren, Vol’jin. Sin duda
alguna, hallarás muchos defectos en la forma en que hemos hecho
las cosas. Crees que el hecho de que carezcamos de un ejército
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Michael A. Stackpole
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Michael A. Stackpole
—... y ahora vienen a por los señores de la guerra del Rey del
Trueno, ¿no?
—En efecto, porque así potenciarán los poderes de este, así como
su voluntad.
Vol’jin asintió.
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Vol’jin: Sombras de la Horda
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Vol’jin: Sombras de la Horda
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CAPÍTULO VEINTE
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Vol’jin: Sombras de la Horda
Pandaria era el nombre vulgar que recibía ese sitio. Los mogu
guardaban en secreto su verdadero nombre y, a pesar de que él era
un invitado privilegiado, no lo iban a compartir con él.
244
Vol’jin: Sombras de la Horda
Eran tal y como debían ser, y los loa se compadecían de los mogu
que no lograban entender por qué las cosas tenían que ser así.
—Ella lo entenderá.
—Chen tiene a su sobrina y a Yalia. Francamente, tiene un corazón
demasiado grande como para ser testigo de lo que vamos a hacer.
— ¿Qué fue exactamente lo que ocurrió en esa granja?
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Vol’jin: Sombras de la Horda
Chen era de esos a los que siempre les había encantado mitificar
las batallas, sobre todo porque siempre había estado alejado de
ellas, lo cual no quiere decir que no se hubiera tenido que
enfrentarse más de una vez a alguna amenaza y lo cierto era que se
las había arreglado muy bien. Sin embargo, cualquier combatiente
que se permitía el lujo de regodearse en el propio peligro que corría
era alguien que corría el riesgo de volverse loco o de arrojarse
contra el enemigo para poner punto final a su locura.
Hasta ahora, Chen siempre había luchado por sus amigos, para
apoyarlos en sus batallas. Pero aquí, iba a luchar por un lugar al
que consideraba su hogar. En el mundo exterior, había sido el único
pandaren. Allá, ninguno de esos muertos se había parecido a él. Ni
a su sobrina ni a su amiga especial.
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Vol’jin: Sombras de la Horda
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Vol’jin asintió.
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Vol’jin: Sombras de la Horda
CAPÍTULO VENTIUNO
Asaltar el Valle de la Flor Eterna no iba ser nada fácil. Ese lugar,
que estaba envuelto en sombras y custodiado por unas montañas
impasibles, era una fortaleza que había permanecido inexplorada
durante miles de años. El único consuelo que podía obtener de las
dificultades que brindaba el mero hecho de entrar en ese sitio era
que los Zandalari tendrían muchos más problemas para acceder a
él, pues sus fuerzas eran mucho más numerosas.
O eso espero.
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—No vas a afilarla más por muchos golpes que le des. Ahora
mismo, es capaz de partir la noche del día.
El trol sonrió.
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Vol’jin: Sombras de la Horda
*******
Vol’jin observó al grupo y sonrió. Por cada uno de ellos, había dos
grúmels que portaban armas, raciones y otros suministros. El grupo
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Vol’jin: Sombras de la Horda
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Vol’jin durmió profundamente justo hasta antes del alba, tras haber
hecho el primer tumo de vigilancia después de la cena. No había
tenido ninguna visión ni ningún sueño; al menos, ninguno que
pudiera recordar. Por una fracción de segundo, se preguntó si los
loa lo habían vuelto a abandonar. Al final, concluyó que debía de
ser más bien al contrario, que Bwonsamdi había mantenido a los
demás loa alejados de Vol’jin para que este pudiera estar
descansado y pudiera enviarle más trols a su reino.
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Tyrathan asintió.
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Vol’jin: Sombras de la Horda
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CAPÍTULO VEINTIDÓS
Sin embargo, sabía que no era por eso. No había soñado mientras
dormía en el Valle de la Flor Eterna, pero eso era debido a que no
necesitaba más sueños. Caminar por ese valle era como caminar
por una visión en el mundo de la vigilia. Ese lugar hacía que algo
se agitase en su fuero interno; una cierta sensación de arrogancia
acorde, en parte, con su legado trol. Era capaz de percibir
levemente la magia mogu que todavía flotaba en el ambiente; sí, el
espectro del imperio mogu acariciaba su alma.
264
Vol’jin: Sombras de la Horda
Todo esto lo tenía muy claro y eso era lo que lo distinguía de esos
jóvenes príncipes mogu que contemplaban antaño esos dominios.
Como entendía el verdadero origen del temor que infundía, podía
usarlo como era debido. E incluso podía notar cómo esa sensación
fluctuaba. Sin embargo, los mogu estaban por encima de eso, veían
solo lo que querían ver, escuchaban solo lo que querían escuchar,
por lo que nunca habían necesitado ascender a ciertas alturas para
contemplar el mundo tal y como era realmente.
Una noche, cuando ya habían cruzado la mitad del valle y tras haber
montado el campamento, Tyrathan clavó sus ojos en él.
Vol’jin asintió.
— ¿El qué?
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Michael A. Stackpole
El humano sonrió.
Vol’jin logró que Chen y los demás monjes se explayaran sobre las
sensaciones que les transmitía ese lugar, aunque lo cierto es que no
hizo falta que insistiera demasiado. Se explayaron a gusto y sus
impresiones proporcionaron una cierta alegría a Vol’jin. Sin
embargo, después de que el sol se ocultara, un frío manto de
oscuridad se extendió por el este. Los monjes se sumieron en el
silencio y Tyrathan, que se hallaba vigilando en esos momentos en
la cumbre la colina bajo la cual habían acampado, señaló en esa
dirección.
—Están aquí.
266
Vol’jin: Sombras de la Horda
Vol’jin pasó otra noche durmiendo sin soñar, pero esta no fue del
todo reparadora. Aunque se planteó la posibilidad de intentar
contactar con los loa, era consciente de que estos pueden llegar a
ser muy caprichosos, como sucede con todos los dioses. Además,
si se aburrían o se enfadaban, podrían hacer correr la voz y alertar
a sus enemigos de su presencia ahí. Tal y como le había comentado
a Tyrathan, debían dar por sentado que sus enemigos sabían que
estaban ahí. El hecho de que los Zandalari no pudieran precisar con
exactitud dónde se hallaban era una ventaja. Y dada la naturaleza
de su misión, debían alegrarse de toda ventaja con la que contaran.
Lo que más escamaba a Vol’jin era que no hubiera ni rastro por ahí
de ningún explorador Zandalari. Si él hubiera comandado esas
fuerzas, habría enviado a unas cuantas tropas ligeras como
avanzadilla, incluso hacia la pared occidental que se levantaba
entre el valle y el hogar de esas criaturas llamadas mántides. Se
contaban ciertas historias sobre ellas que habrían sido capaces de
aterrar a unos niños por muy revoltosos que fueran; Vol’jin
pensaba en crías de trol, no en meros cachorros pandaren. No haber
asegurado esa frontera era un tremendo error, sobre todo cuando
los Zandalari sabían que iban a toparse con resistencia.
Habían pasado dos días sin que el sol hiciera acto de presencia
cuando hallaron el primer rastro de los Zandalari. El hermano Shan
que encabezaba el grupo, se detuvo en un collado situado entre dos
altas colinas, cuando la tarde llegaba a su fin. Habían llegado a la
pared sur de esas montañas y se dirigían al este a través de esas
faldas. El monje señaló hacia algo. Vol’jin y Tyrathan se
aproximaron y Shan se retiró hacia donde se encontraba el resto del
grupo.
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Vol’jin: Sombras de la Horda
271
Michael A. Stackpole
—Ese plan, amigo mío, es más estúpido incluso que el mero hecho
de que estemos aquí. Esto solo puede salir bien de una forma. Me
acercaré sin ser visto hasta ese grupo de rocas. Tú y los pandaren
bajarán hasta esa arboleda cercana a la entrada. Cuando las flechas
arrecien, todos los Zandalari morirán.
—Pero será mejor que sea yo quien dispare esas flechas. Esos
humanos cautivos seguirán a otro humano en su huida, no a un trol.
—Ese hombre está colgado ahí porque creen que yo estoy muerto
y es mejor que lo sigan creyendo. Rúgeles, ordénales que salgan
corriendo. Ordena a la hermana Quan-li que sea su guía y los lleve
de vuelta con la Alianza. —Tyrathan suspiró—. Será lo mejor.
—De acuerdo.
273
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El otro trol que estaba de cuclillas cayó hacia atrás y gruñó mientras
miraba fijamente la flecha azul y roja que temblaba clavada en su
pecho.
ese espejismo duró solo dos golpes más. Entonces, Dao hizo un
movimiento en círculo. El mango de la lanza se hizo añicos al
impactar contra la rodilla del trol, que quedó reventada. Después,
le golpeó en la sien. Ese último golpe probablemente lo mató, o al
menos lo dejó inconsciente, ahorrándose así la humillación de ser
testigo de cómo lo clavaba al suelo al atravesarlo con la punta de la
lanza.
pecho al trol, quedando atrapada entre sus costillas de tal modo que,
cuando cayó, se la arrancó a Vol’jin de las manos.
—Quizá en este momento esté viendo las estrellas por culpa del
golpe, pero sé perfectamente quién es capaz de disparar así. Sé a
quién pertenece la mano que ha pintado y emplumado esas flechas.
¿Dónde está?
El trol gruñó.
El humano palideció.
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CAPÍTULO VEINTITRÉS
279
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—Tus aliados.
—Los mogu. Los gobernantes de Pandaria. —La trol sonrió
indulgentemente—. Sabías que esto era una trampa, ¿verdad?
Aunque no era para ti, sino para tu arquero. Por haberme enojado.
No fue difícil tenderle esta trampa.
—Supongo que esperabas que, si lo capturabas, también me
capturarías a mí, ¿verdad?
—Así es.
Su captora lo señaló.
283
Michael A. Stackpole
*******
todos los trols, este había llamado a Vol’jin para que representara
a los Lanza Negra. Y tampoco debían olvidar que el cazador de las
sombras se había negado a unirse a las demás tribus, pues la Horda
era ahora su familia; no obstante, esa oferta nunca se había retirado.
—No, elige y sirve tú. Esto es todo un honor para mí, así que voy
a confiar en ti.
Khal’ak sonrió.
—Hay algún que otro lunático que piensa así e incluso algún
chamán excéntrico que afirma que has ascendido y te has
convertido en uno de los loa. Unos pocos te rezan y algunos se han
tatuado una lanza negra; normalmente, en un costado o en la parte
interior del bíceps, ya que a los orcos no les gustan ese tipo de
exhibicionismos.
287
Michael A. Stackpole
»Pero volvamos a los mogu. A ellos les ha hecho mucha gracia que
un trol y un humano nos hayan causado tantos problemas. Además,
están impresionados contigo, pues creen que para ser tan esquivo
hay que poseer un gran poder. Esperaba poder cazarte con la
trampa que había preparado esta noche, con la cual los mogu han
disfrutado mucho, aunque he de reconocer que se han inquietado al
ver que te acompañaban unos subalternos pandaren. Si no te cazaba
288
Vol’jin: Sombras de la Horda
—Será un gran honor, pues es una oferta que solo un necio podría
rechazar.
290
Vol’jin: Sombras de la Horda
CAPÍTULO
VEINTICUATRO
291
Michael A. Stackpole
—Dices que «viste» que se iba a producir una invasión. Así que
supongo que la Danzarina de la Seda también te envió alguna de
sus visiones.
Vol’jin asintió.
292
Vol’jin: Sombras de la Horda
—Si soy una solución tan buena y provechosa, ¿no temes que tu
amo pueda eliminarte para que yo ocupe tu lugar?
—No. Él te teme. No tiene las mismas agallas que tú, como
demostraste al rechazar la petición del rey. Querrá contar contigo
para poder mantenerte bajo control. —Sonrió tímidamente—. No
temo que vayas a traicionarme, porque voy a utilizar a tus amigos
para mantenerte a raya. Sé que Chen Cerveza de Trueno es tu
amigo. El humano no sé quién es, pero es evidente que le tienes
mucha estima.
—Si al final vas a coaccionarme, no sé para qué me has pedido que
confíe en ti.
—No, solo deseo que no te extralimites hasta que hayas tenido la
oportunidad de reflexionar a fondo sobre mi oferta. He de tener en
cuenta que rechazaste unirte a nosotros en el pasado y que te
negaste a cumplir los dictados de Garrosh. Tienes principios, lo
cual es un rasgo de personalidad maravilloso, que yo sí sé apreciar.
—Apartó su cáliz a un lado y permaneció arrodillada ahí con las
manos abiertas sobre su regazo—. Si te unes a nosotros, si nos
brindas toda tu ayuda, liberaré a tus compañeros.
—Ya, y luego enviarás a algunos cazadores tras ellos como hiciste
con los demás, ¿no?
—Si hubiéramos negociado al respecto, ahora nadie los estaría
persiguiendo. —Alzó una mano—. Pero he de insistir de nuevo en
que no debes tomar esta decisión ahora mismo. Tus compañeros
estarán bien atendidos; aunque no disfrutarán de los lujos que te
ofrezco, estarán cómodos. —Khal’ak sonrió—. Mañana
comprobarás de primera mano qué aportan los mogu a nuestra
alianza. En cuanto eso te haya abierto los ojos, vas a entender por
qué mi oferta es muy generosa y merece la pena que la tengas muy
en cuenta.
*******
bajo que has caído y temer que nunca seas capaz de alcanzar las
altas cotas del pasado es algo que a uno le debe reconcomen por
dentro.
captores los habían llevado hasta esa posición sin tener que
empujarlos ni coaccionarlos. Los monjes mantenían su dignidad en
silencio, mientras parecían dar totalmente la espalda a lo que
debían de saber que iba a suceder a continuación. Los humanos,
por otro lado, como carecían del equilibrio espiritual de los monjes,
o porque eran terriblemente conscientes de su mortalidad,
lloriquearon mientras los arrastraban por la fuerza hasta su sitio.
Uno de ellos ni siquiera fue capaz de mantenerse en pie, por lo cual
dos Zandalari tuvieron que sostenerlo. El otro balbuceó y se orinó
encima.
Vol’jin asintió.
Esa pulpa que hasta hace poco había sido el hermano Dao fluyó por
el tentáculo. Solo cuando el espanto dejó de apoderarse de él,
Vol’jin se percató de que los otros tres también se habían
desvanecido. La estatua volvió a refulgir con más intensidad que
antes si cabe. La energía palpitó y su potencia se intensificó. Dos
manchas ardieron donde habían estado los ojos de la estatua.
300
Vol’jin: Sombras de la Horda
viaje. Pero esos dos son intocables, pues Vol’jin ha prometido que
serán un regalo.
—Bien jugado.
—Lo mismo digo. Previste lo que iba a hacer. —Vol’jin negó con
la cabeza—. Que iba a exigir el sacrificio de las vidas de Chen y
Cuo como venganza.
—Sí, me lo imaginaba, aunque es muy probable que tenga que
acabar entregándole al monje. Los mogu odian a los Shadopan
301
Michael A. Stackpole
hasta lo más hondo de sus tenebrosas almas. Pero voy a buscar otro
para que sustituya a Chen. Para los mogu, todos son iguales.
—Si descubre el engaño, te matará.
—Al igual que a ti, a Chen y a tu humano. —Khal’ak sonrió—. Te
guste o no, Vol’jin Lanza Negra, nuestros destinos ahora están
inevitablemente unidos.
302
Vol’jin: Sombras de la Horda
CAPÍTULO VEINTICINCO
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Michael A. Stackpole
—Dame tu daga.
Vol’jin sonrió.
La trol daba por supuesto que los Zandalari defenderían las tierras
reconquistadas por los mogu hasta que hubieran podido
organizarse debidamente. Después, atacarían a la Alianza o la
Horda, la eliminarían y, luego, aplastarían a la otra facción que aún
quedara en pie. Los mántides del oeste, que siempre habían sido un
problema, serían los últimos en caer. Entonces, el imperio mogu
podría utilizar su magia para apoyar a los Zandalari en su
reconquista primero de Kalimdor y después de la otra mitad de ese
continente dividido.
305
Michael A. Stackpole
El humano asintió.
—Pregunta.
— ¿Te ha contado Chen lo que le dije al humano que liberamos?
— ¿Lo de que estaba muerto? ¿Lo de que me habías matado? Sí.
—Tyrathan esbozó una media sonrisa—. Me alegra saber que ha
sido necesaria la intervención de un miembro de la élite de la Horda
para matarme. Pero esa no era la pregunta que realmente quieres
que conteste, ¿verdad?
—No. —Vol’jin frunció el ceño—. Ese humano quería saber dónde
estabas. Te temía, pero al mismo tiempo, esperaba tu ayuda. Quería
que siguieras respirando para que pudieras salvarlo, pero al mismo
tiempo, temía que siguieras vivo. ¿Por qué?
306
Vol’jin: Sombras de la Horda
—Tengo una hija de solo cuatro años. La última vez que estuve en
mi hogar quiso contarme un cuento cuando se fue la cama. Me
habló de una pastora que tuvo que enfrentarse a un cazador
malvado, a la que ayudó un generoso lobo. Enseguida supe cuál era
ese cuento y achaqué que los papeles de los personajes estuvieran
cambiados a la influencia de algunos refugiados gilneanos que se
habían asentado en nuestro pueblo. Pero en cuanto el Sha me tocó,
vi la verdad.
»Mi esposa era, en realidad, esa pastora tan amable y generosa, tan
inocente y encantadora. Lo más curioso de todo es que la conocí
cuando me presenté para acabar con una manada de lobos que solía
atacar su rebaño. No estoy seguro de qué vio en mí. Para mí, ella
era la perfección encamada. La cortejé y me gané su corazón. Es el
mayor trofeo que he ganado en mi vida.
—La verdad es que ella tenía razón, amigos míos. Durante mis
ausencias, mientras cumplía con mis obligaciones, mi mujer y
Morelan intimaron. La esposa de este había fallecido al dar a luz
hace años. Su hijo es amigo de los míos. Mi mujer ha sido su
cuidadora. No sospeché nada, o quizá no quise ver nada porque, si
lo veía, me daría cuenta de que él sería mejor padre para mis hijos
que yo, así como un marido mucho mejor para mi mujer. —
Tyrathan se mordisqueó el labio inferior por un momento—. En
cuanto lo he visto, he sabido que, tras haberse enterado de mi
muerte, ha creído necesario demostrar su valor. Por eso ha venido
a Pandaria. Pero su tío lo ha utilizado como a cualquiera otra de sus
piezas en este juego. Con su fuga, demostrará todo lo que necesita
demostrar. Será un héroe. Podrá ir a casa y regresar con su familia.
—Pero si no es la suya sino la tuya. —Vol’jin escrutó el rostro del
humano—. ¿Todavía los quieres?
—Con toda mi alma. —El humano se pasó ambas manos por la
cara—. El mero hecho de pensar que nunca volveré a verlos me
está matando poco a poco.
—Y, aun así, ¿piensas renunciar a tu felicidad por la suya?
—Siempre he hecho todo lo posible para que pudieran tener una
buena vida. ^-En ese instante, alzó la mirada—. Quizá esto sea lo
mejor. Ya me has visto. Ya viste cómo disparé esa noche. Una parte
de mí disparó mejor que nunca solo para que Morelan supiera que
era yo. Lo mío es matar, Vol’jin, y es algo que hago muy bien. Tan
bien que incluso sería capaz de matar a mi familia.
—Has tomado una decisión muy difícil.
—Me la replanteo todos los días, pero no voy a dar marcha atrás.
—Tyrathan entornó sus ojos verdes-—. ¿Por qué me interrogas al
respecto?
—Porque yo también tengo que tomar una decisión muy difícil,
similar a la tuya, pero de una magnitud un tanto mayor. —El trol
profirió un hondo suspiro—. Da igual qué decisión tome, las
naciones se inundarán de sangre y la gente morirá.
309
Michael A. Stackpole
Del mismo modo, a ellos tres los subían a cubierta para tomar aire
fresco al mediodía, mientras que a él lo llevaban a la proa antes del
alba y hacían que el barco virara para que las olas que rompían
contra el casco lo empaparan. Vol’jin soportaba mojarse y esos
duros y fríos vientos sin quejarse, pues en su fuero interno se
alegraba de que el tiempo que había invertido en el monasterio para
acostumbrarse al frío le hubiera resultado al final tan útil.
*******
Quizá eso fuera una mera treta de los Zandalari, quizá habían
colocado todas esas tiendas a lo largo de su ruta para engañarlos,
pero Vol’jin lo dudaba. No se le ocurría ninguna razón que
justificara tal engaño. Además, jamás se les habría pasado por la
311
Michael A. Stackpole
cabeza que un enemigo que hubiera llegado tan lejos sería capaz de
escapar de ahí con esos datos falsos, pues no creían que existiera
un adversario capaz de rivalizar con ellos. Bajo esos parámetros,
recurrir al engaño era, simplemente, una forma deshonrosa de
perder el tiempo.
Antes de que Vol’jin fuera arrojado dentro de ella con sus tres
camaradas, llegó un carruaje que lo llevó con suma celeridad por
un camino que serpenteaba hacia arriba por el pantano. Un soldado
conducía y otro estaba de pie en la parte trasera, en el lugar donde
normalmente solía colocarse el mozo de caballeriza. Rápidamente,
312
Vol’jin: Sombras de la Horda
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Vol’jin: Sombras de la Horda
CAPÍTULO VEINTISÉIS
Vilnak’dor lo miró fijamente, con los ojos tan abiertos que parecía
que le estuviera mirando a través de unas gafas de gnomo hurtadas.
— ¿Ah, no?
—Claro que no, ya que así apaciguaría al Señor de la Guerra Kao.
—Vol’jin abrió las manos—. Por tu vestido, por tu peinado, puedo
ver claramente que tu mayor preocupación es tener contentos a los
mogu. Matarme te sería de gran ayuda en ese aspecto. —El Lanza
Negra dejó que el grito ahogado de incredulidad del Zandalari
pendiera en el aire por un instante y, acto seguido, prosiguió—.
Aunque también sería un craso error, ya que te costaría la victoria.
— ¿Ah, sí?
—Por supuesto —respondió Vol’jin con una voz tan baja y áspera
como la que había tenido mientras se recuperaba—. La Horda cree
que estoy muerto, que lograron asesinarme, pero cierta gente sabe
que he sobrevivido. Si me matas y afirmas haber sido el autor de
mi asesinato, los Lanza Negra nunca se unirán a ti y el sueño de tu
rey de un imperio trol unido estará acabado. Además, la Horda se
volverá contra ti y lograrás que esas disensiones internas que tanto
preocupan a Garrosh terminen. Mientras yo siga vivo, él temerá
que Pueda contar la verdad de lo que ha ocurrido. Khal’ak sabe la
315
Michael A. Stackpole
—Así que quieres que les presente a los Lanza Negra como
ejemplo. ¿Ese es el precio a pagar?
—No es demasiado. Así conseguirás que los Lanza Negra se sumen
a sus fuerzas, lo cual su rey nunca ha logrado.
Khal’ak asintió.
fuerzas. Lo sabía incluso antes de ver a los mogu. Por otro lado, los
pandaren eran fuertes en el pasado, pero ¿ahora...? No, necesitarían
mi ayuda y la del humano para hacerles frente.
—Dime, ¿qué es lo que quieres sacar en limpio para ti de todo esto,
Vol’jin? —Vilnak’dor extendió ambos brazos—. ¿Quieres
sustituirme? ¿Quieres ascender para mandar sobre los Zandalari?
—Si deseara tanto poder, ocuparía el trono de Orgrimmar después
de haberlo bañado de sangre orea. Pero ese deseo, ese sendero ya
no es mi destino. —Vol’jin le dio unas palmaditas a la daga que
llevaba atada al brazo izquierdo—. Tú eres el heredero del legado
Zandalari. Las tradiciones Zandalari han moldeado tu carácter y
definen tu destino. Yo, sin embargo, soy el heredero de una
tradición mucho más antigua. Soy un cazador de las sombras.
Cuando los Zandalari daban sus primeros pasos, mi legado ya era
muy antiguo.
»Los loa marcan mis decisiones y los loa quieren lo mejor para su
pueblo. Si Elortha no Shadra me hubiera dicho que tu muerte sería
lo mejor para los trols, ya te habría clavado esta pequeña daga en
el ojo con tanta fuerza que te habría llegado hasta el interior del
cráneo.
317
Michael A. Stackpole
Vol’jin hizo una reverencia del modo que solían hacer los pandaren
y, acto seguido, se retiró y siguió a Khal’ak. Caminaron por unos
pasillos a oscuras, donde sus pisadas eran meros susurros que
reverberaban por unas bóvedas envueltas en sombras.
Permanecieron en silencio hasta que llegaron a las escaleras, donde
se encontraron entre los quilen de piedra.
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Vol’jin: Sombras de la Horda
Vol’jin asintió.
319
Michael A. Stackpole
El mogu resopló.
—Te conozco bien, trol. Sé cómo son los de tu raza. Les ciega el
poder. Deberías aprender a temer el poder de mi amo.
Kao se volvió a reír. Los quilen, como si fueran unos sabuesos que
respondieran a la llamada de un cazador, se giraron sobre sus
pedestales y se sentaron a ambos lados de él.
320
Vol’jin: Sombras de la Horda
*******
—Tú decidiste seguir muerto porque, por mucho que te doliera, era
lo mejor para tu familia, ¿no?
—Así es.
321
Michael A. Stackpole
Tyrathan asintió.
—No lo entiendo.
—Pues deberías entenderlo, amigo mío, ya que lo has visto con tus
propios ojos. Conoces a los Lanza Negra. Has estado con nosotros.
Conoces nuestros sentimientos. Los Zandalari, los Gurubashi y los
Amani nos desprecian. Creen que no hemos hecho nada mientras
ellos se dedicaban a levantar imperios y perderlos. Incluso los
Gurubashi llegaron a creer que podrían exterminamos y fracasaron,
porque se negaron a ver la verdad.
323
Michael A. Stackpole
Cuando Zul, el agente del rey Rastakhan, había intentado unir a los
trols, Vol’jin había rechazado su propuesta y le había respondido:
«La Horda es mi familia». Sin embargo, el hecho de que Garrosh
hubiera intentado matarle parecía reducir esa contestación a una
burda mentira. Pero entonces, Vol’jin se dio cuenta de que esa
orden no había sido dada en beneficio de los fines de la Horda. Ese
asesinato había sido ordenado en beneficio de Garrosh y de sus
objetivos. Ese intento de asesinato marcaba el punto en que los
deseos de ese orco y los intereses de la Horda divergían.
324
Vol’jin: Sombras de la Horda
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Michael A. Stackpole
CAPÍTULO VEINTISIETE
326
Vol’jin: Sombras de la Horda
Chen se estiró.
Vol’jin posó ambas manos sobre sus propios muslos. Acto seguido,
se puso en pie y les hizo una reverencia a sus compañeros.
327
Michael A. Stackpole
Vol’jin asintió.
*******
Sin embargo, los vigilantes con los que se toparon estaban muy
distraídos. Vol’jin podía entenderlo hasta cierto punto. Ninguno de
los seres a los que los Zandalari consideraban sus enemigos sabía
dónde se encontraba la Isla del Rey del Trueno ni tampoco poseía
un ejército capaz de tomar la isla. Además, si la Horda o la Alianza
los hubieran atacado, la batalla que se habría desencadenado en el
puerto habría demorado tanto su avance que las tropas Zandalari
habrían podido reorganizarse y contraatacar, empujando así a los
atacantes hacia los pantanos, donde los trols tendrían ventaja
tácticamente, aunque solo fuera porque conocían bien el terreno.
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Vol’jin: Sombras de la Horda
—Considéralo hecho,
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Vol’jin: Sombras de la Horda
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Michael A. Stackpole
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Vol’jin: Sombras de la Horda
Una ola se estrelló contra la proa y la popa del barco que se hundía
lentamente, empujando así también al pequeño bote de Vol’jin y
compañía hacia el océano. Chen se aferró con ambas zarpas al
timón e hizo virar al bote lejos de esos escombros ardientes,
mientras Tyrathan y Vol’jin intentaban izar una vela en el mástil.
—Buen tiro.
—Con una sola flecha, hemos acabado con un barco y destrozado
Un puerto. —El humano hizo un gesto de negación de la cabeza—
338
Vol’jin: Sombras de la Horda
. Lo cual es tan cierto como que Tyrathan Khort está muerto. Una
proeza tan increíble que nadie se la creerá, da igual quién la cuente.
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CAPÍTULO VEINTIOCHO
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Vol’jin: Sombras de la Horda
—Me dijo que me hacía esto era para que nadie olvidara a los
Lanza Negra.
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Michael A. Stackpole
Vilnak’dor sonrió.
— ¿Vas a enviarla a ella? ¿A esta trol que ha dejado que ese Lanza
Negra huyera y desatara el caos? ¿Acaso los Zandalari se han
vuelto seniles con el paso de los siglos?
—Deberías preguntarte, amigo mío, por qué confié en su momento
en ella para que trajera a Vol’jin aquí. Te haremos una
demostración, si no te importa.
—Levanta.
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Michael A. Stackpole
— ¿Ah, sí?
—Que a mi amo le agradaría que murieran de una manera mucho
más cruel que esta.
*******
345
Michael A. Stackpole
Sin embargo, el mogu no era el único que iba a ser víctima de ese
tipo de trucos. Khal’ak intuía que iba a necesitar eso y mucho más
para destruir a los Shadopan. Al fin y al cabo, Vol’jin los había
dejado en la estacada tanto a ella como a los Zandalari al haber
unido su destino al de los pandaren. Daba por sentado que el
cazador de las sombras sabía algo que ella ignoraba y que ese
conocimiento solo podría obtenerlo con sangre.
*******
El pandaren asintió.
347
Michael A. Stackpole
*******
con dos o tres círculos concéntricos de tropas. Así evitarían que los
monjes pudieran descender de ahí para ayudar en la defensa de
Pandaria. Si, además, contaban con una compañía de jinetes de
pterrordáctilo que pudiera contrarrestar a las serpientes nubosas de
los monjes, el Shadopan no podría hacer nada para evitar que los
Zandalari y los mogu ocuparan el Valle de la Flor Eterna, el Bosque
de Jade y las Estepas de Tong Long. En cuanto hubieran
consolidado sus posiciones en esas zonas, podrían conquistar el
monasterio cuando quisieran.
Asimismo, las tropas trol ya sabían que ese cazador de las sombras
y ese humano eran sumamente letales, tal y como habían
demostrado en la isla. Teniendo en cuenta la velocidad a la que los
rumores suelen correr de un campamento militar a otro, no cabía
duda de que iban a considerar que Vol’jin era un cazador de las
sombras al que los monjes habían adiestrado con sus propios
métodos, o al revés: que el cazador de las sombras había adiestrado
a esos monjes de un modo especial. De un modo u otro, de repente,
Pandaria contaba con una nueva fuerza amenazadora capaz de
desplazarse entre campamentos sin ser detectada, lo cual implicaba
que todos y cada uno de esos soldados eran extremadamente
vulnerables. Eso no podía ser bueno para la moral.
—Así que, en tu opinión, los Zandalari nos atacarán con sus tropas
de elite, ¿no? Pues solo así lograrán subir la moral de sus tropas y
apaciguar a los mogu.
Vol’jin asintió.
—Lo que yo haría si fuera ellos sería hacer eso mismo a la vez que
avanzo sin miramientos por el sur desde Zouchin. Una parte de mis
ejércitos avanzarían directamente desde el sur y luego otra parte
por el oeste, cortándoos el acceso al Bosque de Jade y a las Estepas
Tong Long. Así, si sus tropas de élite no lograran acabar con
ustedes, no podrían batirse en retirada.
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Vol’jin: Sombras de la Horda
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Vol’jin se estremeció.
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Vol’jin: Sombras de la Horda
CAPÍTULO VEINTINUEVE
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Michael A. Stackpole
Vol’jin miró y vio sin siquiera abrir los ojos. Su padre estaba ahí,
un poco más encorvado por el peso de los años de lo que a Vol’jin
le gustaba recordar, aunque aún con un brillo irresistible en su
mirada. Su progenitor vestía con una pesada capa que contaba con
una capucha confeccionada con lana azul, la cual llevaba echada
hacia atrás, sobre los hombros. Daba la impresión de que su padre
estaba sonriendo.
—Tal vez esto no sea lo que esperaba de ti, Vol’jin, sino lo que los
loa esperan de los cazadores de las sombras. Si bien no esperaba
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Vol’jin: Sombras de la Horda
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Michael A. Stackpole
Hasta que los Zandalari se fueron alejando del resto, lo cual tenía
sentido, la verdad, ya que los trols progresaron y erigieron
ciudades. Dejaron de vagabundear, obtuvieron riquezas y
levantaron templos y santuarios. Entonces, una especie de
sustitutos de los cazadores de las sombras aparecieron para ofrecer
sacrificios a los loa e interpretar sus mensajes. Por otro lado, el
hecho de que se asentaran en poblaciones enormes tuvo como
consecuencia que los trols ya no desempeñaran ciertas ocupaciones
que los habían mantenido fieles a su esencia y a los loa; los viejos
preceptos tuvieron que ser revisados y reinterpretados para una
nueva época y una nueva civilización. Los Zandalari se centraron
de lleno en esa tarea, por lo cual tuvieron que justificar la necesidad
de ese nuevo papel que habían asumido, ya que si no, su casta no
habría tenido ninguna razón de existir.
358
Vol’jin: Sombras de la Horda
—Ser un trol no tiene nada que ver con el cuerpo que uno posee o
la estirpe de la que proviene.
—Esas cosas no se pueden obviar del todo, hijo mío, pero sí es
cierto que el espíritu que nos creó a los trols, que nos hizo dignos
de ganamos la atención de los loa, existía antes de estos cuerpos
que ahora portamos. —Su padre sonrió aún más ampliamente—.
Tal y como has podido ver, el cazador de las sombras siempre se
aleja de los senderos que nos apartan de ese espíritu. Y como ese
espíritu nos define, descubrir que el mismo anida en otros es causa
de alegría y regocijo.
Vol’jin se rió.
—Vas a hacer que crea que la Horda es más trol que los Zandalari.
—Quizá haya algo de verdad en eso. —Su padre sonrió—. ¿Sabes
qué nombre utilizábamos antes de llamamos trols?
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Michael A. Stackpole
—El futuro que yo buscaba para los trols era muy sencillo: que
volviéramos a ser un pueblo que siguiera a los cazadores de las
sombras. Sin embargo, esa meta requería de algo muy especial: de
un cazador de las sombras capaz de liderar. Muchos cazadores de
las sombras se conformarían con negarse a seguir un sendero que
llevara al desastre. Sin embargo, tú, hijo mío, eres el cazador de las
sombras que puede evitar el desastre. Si esto implica que nos lleves
hasta un lugar donde lo que importe sea el corazón de la gente y no
su raza, donde los actos importen más que las intenciones,
entonces, que así sea, pues será ahí donde por fin prosperaremos.
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CAPÍTULO TREINTA
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Vol’jin: Sombras de la Horda
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Yalia miró al suelo con suma timidez, pero solo por un momento.
364
Vol’jin: Sombras de la Horda
Chen alzó una mano y secó una lágrima que se asomaba a los ojos
de la pandaren antes de que pudiera mojar su sedoso pelaje.
*******
—Por mucho que los mogu buscaran eternamente esas flechas que
has escondido, nunca serían capaces de encontrarlas. —Vol’jin se
cruzó de brazos mientras el humano se erguía—. Al parecer, tienes
una para cada soldado que se halla en esta isla.
—Y dos para cada uno de los oficiales. —Tyrathan se encogió de
hombros—. No solo he escondido carcajes, sino también cuchillos,
espadas, palos y arcos. Fuera, he ocultado unos arcos más grandes
y pesados, idóneos para lanzar unas flechas capaces de alcanzar
objetivos a larga distancia. Aquí dentro, he escondido unos arcos
más pequeños y unas flechas más cortas, que son más fáciles de
utilizar en un combate a corta distancia.
para confeccionar una guja más que adecuada para combatir a los
Zandalari.
—Sí, eso dijo, como si combatir no fuera lo mismo que matar.
Vol’jin asintió.
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CAPÍTULO TREINTA Y
UNO
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Vol’jin: Sombras de la Horda
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Pese a que esto resultaba muy frustrante, había algo peor: pasadas
unas horas, los escaladores, que tenían los dedos repletos de
arañazos y rasponazos y tierra bajo las uñas, empezaban a sentir de
repente un cosquilleo en los dedos, tanto de las manos como de los
pies, y se les acababan hinchando. Al parecer, los asideros habían
sido impregnados de toxinas que, si bien no habían matado a nadie,
los incapacitaban al provocarles unas alucinaciones espantosas. A
partir de entonces, titubeaban cada vez que veían alguna superficie
mojada o algún residuo oleaginoso y se centraban más en intentar
dilucidar si habían sido envenenados o no que en otra cosa, lo cual
les distraía de su verdadero propósito.
La teoría que a ella más le gustaba afirmaba que todo defensor del
monasterio había jurado matar a treinta y tres enemigos antes de
morir, lo cual quería decir que sus fuerzas se enfrentaban a menos
de dieciocho adversarios. Si bien tales juramentos encajaban muy
bien en las baladas de los juglares, no tenían cabida en la realidad;
no obstante, eso hizo que se mostrara más cautelosa. ¿Acaso
pretendes que yo sea una de los treinta y tres enemigos a los que
darás muerte, Vol’jin?
— ¿Y?
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Se llevó un dedo a los labios, sobre los que se dio unos golpecitos,
y, acto seguido, asintió.
*******
Como los Zandalari habían parado a hacer noche justo donde los
defensores del monasterio habían previsto (a excepción hecha de
los batallones de los flancos que habían acampado en unos lugares
más pequeños y elevados), Taran Zhu había convocado a los
Treinta y Tres, quienes, ahora, en realidad, solo eran treinta y uno,
ya que el hermano Cuo y Tyrathan habían accedido a encargarse
377
Michael A. Stackpole
—La historia no dice qué fue de ese siervo, pero sí señala que el
emperador, dolido y furioso, hizo saber a todo el mundo que
consideraba que esa parte de la montaña había sido mancillada, por
tanto, ningún mogu podría visitarla a partir de entonces. A partir de
entonces, nosotros pudimos reunimos para entrenamos y planear su
derrocamiento en este lugar, lejos de miradas hostiles, ya que nunca
se les ocurrió buscamos aquí.
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Chen, que estaba acompañado por Yalia, acercó a Vol’jin una jarra
rebosante de espumosa cerveza.
—Me recuerda a la primera noche que dormí en las Islas del Eco,
después de que las reconquistáramos. Era una noche cálida en la
que soplaba una ligera brisa que arrastraba la fragancia del océano.
No tenía ningún miedo, pues ese era el lugar donde debía estar.
Gracias, Chen.
—Soy yo quien debe darte las gracias.
— ¿Por qué?
—Porque me acabas de decir que mi mejor obra ha logrado su
objetivo.
—Entonces, debes de ser el más grande de todos nosotros, ya que
nos has insuflado valor. En este lugar, todos hemos hallado nuestro
hogar. Aquí no reina el temor. —Vol’jin asintió y bebió de nuevo—
. Al menos, hasta que lleguen los Zandalari profiriendo aullidos de
espanto. Entonces, les vamos a dar más razones para tener aún más
miedo.
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CAPÍTULO TREINTA Y
DOS
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Michael A. Stackpole
Alzó la guja con ambas manos por encima de su cabeza y gritó Por
encima del viento cada vez más fuerte.
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Vol’jin: Sombras de la Horda
El mogu, que era unos treinta centímetros más alto que Vol’jin y
quince centímetros más ancho, portaba una armadura de mallas y
placas y no aminoró el paso al hollar la islita. Se encaminó
directamente hacia el Lanza Negra con sorprendente velocidad.
Aunque esa armadura era, sin lugar a dudas, muy pesada, no
parecía entorpecer sus movimientos.
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389
Michael A. Stackpole
En ese instante, uno de los loa (ya que solo un loa sería capaz de
hacer algo así) detuvo la tormenta por una fracción de segundo. Los
vientos amainaron y el aire se despejó. Todo se mantuvo en silencio
y diáfano durante el tiempo que la cabeza del mogu tardó en
deslizarse lentamente hacia delante, inclinarse y rebotar sobre su
coraza. Después, rodó por el suelo hasta detenerse en un montón
de nieve, desde el cual, con unos ojos que ya no eran capaces de
ver, contempló su cuerpo decapitado con la misma mirada con la
que un amante despechado miraría a una esposa infiel.
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CAPÍTULO TREINTA Y
TRES
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— ¡Deprisa!
— ¡Retírense de inmediato!
Los Treinta y Tres eran ya solo catorce. Todos, salvo Taran Zhu,
mostraban alguna secuela u otra de la pelea. Muchos tenían la
túnica manchada de sangre. Otros la tenían quemada por culpa de
los hechizos mágicos. Dos de los supervivientes, al menos, tenían
la nariz rota. Vol’jin sospechaba que los demás también ocultaban
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otras heridas. Sin duda alguna, Yalia tenía algunas costillas rotas y
la sangre que goteaba de la zarpa derecha de Chen caía con
demasiada fluidez como para no ser suya.
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Vol’jin: Sombras de la Horda
Chen se rió.
El pandaren asintió.
—Será un placer.
—Hermano Cuo, ocúpate de la puerta más alejada. —Vol’jin se
acercó al lugar donde Tyrathan había escondido un carcaj y un
pequeño arco, al que colocó una cuerda que luego estiró para
comprobar la tensión—. Yo me voy a situar aquí, en el medio, a
ver qué puedo hacer.
Taran Zhu asintió. Acto seguido, subió por las escaleras y se sentó
en el centro del ala que se hallaba justo en frente de la puerta que
Chen iba a defender. Se concentró y preparó. Era la antítesis de los
otros trece, pues hacía gala de una gran serenidad y su ropa estaba
inmaculada. Vol’jin iba a decir algo a modo de protesta, pero al ver
la aparente paz y falta de preocupación de la que hacía gala Taran
Zhu, el trol se animó. Si él no está preocupado, ¿por qué debería
preocuparme yo?
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Las lanzas y las espadas buscaban con ansia a los monjes, que, uno
a uno, fueron cayendo. El hermano Cuo fue uno de los últimos en
caer. Se giró con la cara partida por la mitad y murió. Los demás
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— ¡Vol’jin, cuidado!
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CAPÍTULO TREINTA Y
CUATRO
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Rápidamente.
Y sin remordimientos.
Pero no lo logró.
Taran Zhu dio un paso atrás y agitó una zarpa en el aire con suma
delicadeza.
Como si ese permiso que les acababa de dar fuera una orden, los
últimos Zandalari se esfumaron de ese lugar. Unos pocos se
llevaron a rastras de ahí a los heridos, dejando el ala más alejada
repleta de sangre y cadáveres. Acto seguido, Chen y Yalia se
aproximaron renqueantes, si apartar la vista del enemigo en ningún
momento, a la vez que Taran Zhu y Vol’jin se acercaban a
Tyrathan.
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Vol’jin: Sombras de la Horda
Una sangre brillante moteaba los labios del humano, que sonrió
levemente.
—Tal vez quería decir que no debes llevarte aún a este humano.
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Vol’jin: Sombras de la Horda
—Así es, pues aún hay juramentos que cumplir y obligaciones que
atender.
—Si con eso bastara para detenerme, mi reino estaría vacío y nadie
moriría jamás.
—El juramento de un cazador de las sombras quizá sea suficiente
para hacerte cambiar de opinión —replicó Vol’jin alzando el
mentón.
*******
—En estos últimos días, tú has sido un gran apoyo para mí, Chen
Cerveza de Trueno —Yalia miró al suelo con suma timidez—.
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Vol’jin: Sombras de la Horda
La Shadopan asintió.
— ¿Acaso soy una egoísta por desear que todo esto ya hubiera
acabado?
—Desear la paz nunca es algo egoísta, o eso creo. —Chen sonrió—
. Al menos, espero que no lo sea. Yo también deseo la paz. La deseo
porque eso significaría que el miedo ya no rige en mi hogar y que
ya no tendré que hallarme lejos de ti.
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*******
Tyrathan asintió.
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Vol’jin: Sombras de la Horda
Vol’jin asintió.
Tyrathan sonrió.
*******
El pandaren sonrió.
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—Tu familia está aquí, lord Taran Zhu, y en este lugar vas a cuidar
de ella. Lo mismo puede decirse de Chen. Y Tyrathan va a regresar
con su familia. —Vol’jin entornó los ojos—. La Horda es mi
familia. Al igual que Tyrathan no puede permitir que su familia
siga creyendo que está muerto, yo tampoco puedo permitir que la
Horda crea que he fallecido, pues esta también se merece la paz. Si
acepto esta paz que aquí me ofreces le estaría negando la suya a la
Horda.
— ¿Y eso es algo que puede lograr un cazador de las sombras?
—Da igual que sea capaz de lograrlo o no. Da igual que sea un
cazador de las sombras o un trol. —Entonces, hizo un gesto de
negación con la cabeza lentamente—. Vol’jin Lanza Negra no lo
va a hacer, pues ya no soy él. Llegará el momento en que les
recuerde a mis enemigos esa verdad y les haga pagar todo el mal
que han causado.
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Vol’jin: Sombras de la Horda
AGRADECIMIENTOS
Al autor le gustaría agradecer a las siguientes personas su ayuda a
la hora de realizar esta obra. Sin ellos, este libro nunca podría
haberse escrito. A Paul Arena, por sugerir que yo escribiera una
novela de WarCraft; a Scott Gaeta de Cryptozoic, por hacer las
pertinentes presentaciones; a Micky Neilson, Dave Kosak,
Cameron Dayton, Joshua Horst, Justin Parker y Cate Gary de
Blizzard, por haberse esforzado tanto para que no me saliera de las
líneas trazadas; a Ed Schlesinger, mi editor, por ser más paciente
que un santo; a Howard Morhaim, mi agente, por lograr que este
trabajo saliera adelante; y a mis amigos Kat Klayboume, Paul
Garabedian y Jami Kupperman, que se confabularon para
mantenerme cuerdo a lo largo del proceso de escritura de esta
novela. (El cual tampoco fue tan malo. Después de todo, cuando
necesitaba un descanso, podía dejarme caer por Azeroth y
considerar eso como parte de mi trabajo de investigación.)
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NOTA
La historia que acaba de leer está basada en parte en personajes,
situaciones y escenarios del juego de ordenador World of
WarCraft, un juego de rol on-line basado en el universo
galardonado con múltiples premios de WarCraft. En World of
WarCraft, los jugadores pueden crear sus propios héroes y
explorar, aventurarse y adentrarse en un vasto mundo que
comparten con otros miles de jugadores. Este juego en constante
expansión permite a los jugadores interactuar y luchar contra (o
junto a) muchos de los poderosos y fascinantes personajes que
aparecen en esta novela.
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OTRAS LECTURAS
Si quieres leer más historias sobre los personajes, las situaciones y
los lugares que aparecen en esta novela, puedes hallar más
información al respecto en las siguientes fuentes.
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Vol’jin: Sombras de la Horda
LA BATALLA PROSIGUE
Sombras de la Horda nos permite vislumbrar de un modo
escalofriante las despiadadas medidas que el Jefe de Guerra
Garrosh Grito Infernal está adoptando para silenciar a sus
detractores. No obstante, sus crueles tácticas solo han logrado
avivar las llamas del descontento entre esta orgullosa facción
disidente, lo que ha provocado que muchos de sus miembros hayan
decidido rebelarse abiertamente.
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