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de la
Loba
Novela
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Si las puertas de la percepción estuvieran limpias,
todo aparecería ante el hombre como es... infinito.
William Blake.
Así lo dije... y por Dios que me alcanza la pasión para sostener lo que
hablo y para trágame lo que callo. Si a Rosendo le importaba tanto
sentirse hombre, en cualquier pueblo existen hamacas o cualquier cosa
donde se puedan cumplir las necesidades del cuerpo, que en mi caso,
también son del alma, pues sé que mi cuerpo es uno de los tantos latidos
del Universo.
¡No soy modesta! Lloro de pie y con la cara al viento. Si les parece, bien,
si no, aquí párenle a la lectura. Esta historia es como yo digo, no como a
ustedes les guste. De una vez les informo que me encanta el sexo. Vivirlo,
sentirlo, desearlo, negarlo y darlo.
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En la pasión me siento libre y soberana. Así como dice el píe de página
de un documento oficial. Yo soy más que una frase hueca. No sé por qué,
pero en mí nace una electricidad que se siente en los canales del alma.
¡Mi cuerpo lo vivo, no lo sufro!
A la mejor por eso tuve que amar y odiar a tantos y de tantas formas.
¡Llévame contigo, Rosendo! ¡Llévame! No vas a arrepentirte ¡Si quieres te
lo juro..! Te lo suplico mientras dejo que me beses ahí donde te gusta. Si
con eso no te basta, te lo grito mientras me penetras. Tú sabes que
después de lamerme los pezones no puedo resistir ni un minuto sin que
tú estés dentro de mí. Si no aceptas mi propuesta, me la callo para
siempre. Sólo una cosa te digo: tú también te vas a arrepentir siempre.
Me desabroché los botones del vestido. Mis senos fueron mis palabras.
No la veía, pero la curva de mis nalgas se acentuaba. El cuerpo es más
cuerpo cuando se carga de electricidad.
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Cuando Rosendo me dijo, ¡no!, y después argumentó lo de mi edad y lo
de su futuro en la compañía, mi pasión se hizo plomo, hoja de lata. El
miedo de los hombres es mucho más fuerte que su pasión. Es por eso
que sólo se dejan llevar por sus pinches caprichos. La pasión es un pastel
muy grande para sus boquitas asustadas. Nacieron para hablar y hablar,
no para besar. Rosendo... háblame al oído. De lo demás yo me encargo.
Rosendo no quiso llevarme con él; de todos modos me iría conmigo, con
mi destino. Los mandatos de mi cuerpo los cumplo, aunque sea en
soledad. Arreglé un poco de ropa, después lloré...
Uno de los pasajeros de la troca era Chirino, el brujo rarámuri que día y
noche recorría la sierra visitando espíritus y enfermos, reconociendo el
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destino de los recién nacidos. Muchos nunca lo han visto en persona, lo
consideraban una aparición. Los blancos piensan que el tal Chirino sólo
es parte de la mitología rarámuri.
Rió, rió, rió. Algo me decía que sus palabras repiten una Ley Eterna.
Nunca nadie me había dicho mujer. Ni siquiera Rosendo. ¡Ni siquiera yo!
Había sido una niña. Una escuincla chabochi entre rarámuris que al
crecer era más niña. Chirino con una de sus palabras me descubrió otro
mundo. Los ojos del indio me conectaban con una fuerza que jamás
había sentido. Con eso que él llama Cuarta Dimensión.
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Ahora mi vida es otra. Soy una señora. No muy decente, pero señora al
fin. Vivo entre el lujo. ¡Ya no quiero más pasado! En algún momento de
mi vida pensé en probar la cocaína, pero me aterra la dependencia.
Mi padre fue un violinista que prometía y que con el correr de los años la
promesa se le transformó en tortura. Quiso que la gente al escucharle
tocar se rindiera a sus pies. El alcohol comenzó a ser su inspiración y
“talento”.
El tiempo le dijo a mamá que mi padre era una alucinación. Una bella
alucinación, sólo eso. Fue cuando la ansiedad la hizo llamar a su tío rico,
socio de varios aserraderos en Chihuahua y pedirle que la ayudara a
“cargar” con su marido “artista”.
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... si mañana o pasado te abandonara, para ser dichosa,
¿me lo reprocharías?
Carlos González Peña.
Aprendí a usar los cubiertos mejor que una institutriz inglesa. Me inculcó
la buena lectura. Supuestamente él era amigo de todos los escritores que
leíamos, aún de los muertos. Era “pertinente” que yo los conociera, ya
que sin duda algún día a eso de las cinco de la tarde vendrían a la casa a
tomar el té con nosotros. Recuerdo que en aquel entonces me enamoré
de López Velarde.
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Lo importante es ser capaz,
en cualquier momento,
de sacrificar lo que somos
por aquello en lo que podríamos convertirnos.
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Charles Dubois.
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no tenía previsto a dónde ir. Los Chequer venían rumbo a la ciudad de
México, ese también fue mi destino.
Durante las primeras horas del viaje les conté a mis “benefactores” la
historia de mi vida. Me harté de paisaje. Las mentiras me fluían solas.
Chequer me miraba tratando de ser “paternal”, aunque transmitía lujuria.
Así descubrí el recato seductor.
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cuando caminábamos por el tren y los ojos de los hombres se posaban
en mí. Ella no era vieja, aunque por su soledad, se sentía anciana.
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- Para mí significa la presencia de mi padre. Usted confórmese con saber
que es de oro de dieciocho. Alcanza perfectamente para cubrir mis gastos.
Hotel Nikko. Habitación 1786. Nada mejor para los nervios que toronja
con nuez y el periódico Reforma. Que grata sorpresa: Por la noche el
Presidente de la República y su séquito de lambiscones inaugurará una
exposición de Arte Precolombino en el Museo del Templo Mayor.
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Me tiré al piso sonriendo. Las coincidencias son milagros en los que Dios
permanece incógnito. Me metí a la ducha. Acto seguido, me vestí y
después tomé rumbo a las boutiques de Polanco.
Falda Chanel azabache, blusa Armani malva y una capa de vellón negro.
En Scappino me hice de una corbata de seda con diferentes intensidades
de olivo. Mi moda es andrógina... Unas zapatillas negras de ante,
contrapunto de mi cabello suelto...
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¡Vaya que la tendría! Me di otro regaderazo. Si por mí fuera viviría abajo
de la regadera. Ya relajada me puse la ropa interior. Al final me disfrute
frente al espejo. Bragas color champagne. ¿Sostén? ¡No! ¡Hoy no!
Terminé de vestirme. Todo irá bien, Tirana. No planees. Todo irá bien.
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La energía que surge de mis pies, sube hasta mis ojos y de ahí viaja
hasta la sensibilidad de la gente. Es un “reglamento” de mi instinto. Quien
quiera conservarse vivo, ¡que descubra sus partes vivas!
Eran justo las siete y media de la noche. Por un extraño capricho del cielo,
había luna nueva y brillante, cargada con esa redondez a la que no se le
puede nombrar de otro modo que no sea maravilla. Estacioné mi auto,
tomé aire. Relajación. Adquiriendo energía me dirigí al evento con una
sensualidad propia de quien va en busca del amor.
Salí del Museo con la idea de relajar un poco mis nervios, aunque
conociendo mis exigencias, un poco siempre es mucho y a veces, ¡hasta
más! ¡Nada de plan tranquilo! Ya entrados en calor me metí por las calles
del “Centro Histórico” y sintiéndome triunfadora fui a dar hasta un nada
legendario cabaretucho en las calles de Tacuba.
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Tirana, eres espejo y por eso todos se quieren mirar en ti. ¡Más jugo de
piña que este espejo se está empañando!
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Y ya las cuatro primeras horas del día
habían quedado atrás,
y la quinta estaba al timón del carro del Sol...
Dante
Parafernalia, ostentación y... ¡qué me importa! Cada cual sus ritos, mitos,
mitotes y ridículos. Si me detengo a criticar, me quedo en la amargura y
ella tiene ya demasiados afiliados.
Cada vez me gustaba más mi look de Arreola. Claro que me compré una
nueva capa, una falda Chanel y blusa nueva, pues la otra quedó pa’l
arrastre. Capa azul marino y blusa celeste, que la corbata ahora sea en
tonos guindas. No vaya a pensar el señor Presidente que nomás tengo un
cambio pa’salir y decida regalarme ropa.
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Aunque sueñan,
no saben lo que están haciendo.
Chuang-tse
- ¿Qué te crees, niña? - Me dijo con una voz chillona, y sin más, la niña,
al igual que José Alfredo Jiménez, se dio la media vuelta. El pobre
Director perdió su oportunidad de encamarme, porque el tipo me medio
gustaba, aunque ante su falta de imaginación, preferí irme sola a mi
“benigna” casa de huéspedes.
Como era de esperarse, al otro día Paty me regañó, porque según ella,
yo era una soberbia. ¡No soy, estoy soberbia! Soy soberbia, pero no del
carácter, lo soy del alma. Déjate de frasecitas, Tirana. Se veía que el tipo
estaba derretido por ti. ¿Y qué se debe hacer en esos casos, Paty?
Pues... ¿Soltar la nalga, Paty? No tanto como eso, pero por lo menos ser
más “atenta”, uno nunca sabe.
Por lo visto en el show business no existe otra forma de ligar. Como era
de esperarse, yo le dije que me valía madre el futuro, que vivía en el
presente. El Director medio agarró la onda y para ser original, me invitó a
cenar a un restaurante de San Ángel donde la especialidad son las
crepas y los comensales de cuello estirado y alma apachurrada. Fingí
sorpresa, halago y poca hambre.
Durante seis meses, así me la llevé: “virgen”. Hasta que mis nervios ya no
soportaron tanta súplica del directorcete y muy concisa lo mandé al carajo,
sin importarme lo romántico de las crepas del primer encuentro ni el
postizo glamour de la gente de San Ángel.
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Hubo descontrol, aunque después de terminarse su “Vampiro”, aceptó el
reto con un miedo que pretendía ser mundo y por lo tanto gritaba
silencios. En el camino me dejé manosear para “quemar” los dos
“desarmadores” que me había tomado. Su tacto no me resultó nada
“interesante”. Si el pobre “omnipotente” hubiera sabido de mis retos, se
habría largado a su casa llorando su impotencia. A mí el sexo sin otra
cosa, no me produce ni calambres.
Por fin llegamos hasta la alberca. Mi junior no contaba con que minutos
antes, un gringo cincuentón me tiró la onda. Fingí un berrinche, mandé al
carajo al junior y me fui a fornicar con el horrible cincuentón. Un recuerdo
se borra con un trago de asco. Ya era mucho conservar la concha y
nunca está por demás practicar la indiferencia; los pobres rucos la
confunden con candor, aunque muchas terminan cayendo en la
“emboscada” y sacralizando su frigidez.
Por fortuna yo no soy de esas. Mi cuerpo está vivo, es por eso que para
mí el sexo no pasa de ser un juego y es ahí donde mis sentidos
encuentran su gozo y realización.
El gringo pensó que yo era una golfita de buen ver, pero se llevó un gran
chasco el muy pensante. Le dije que no me diera ni un dólar, pero que si
quería conservarme me paseara por todo México.
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Dicho y hecho. Durante un mes anduvimos errando por todo el país. Mi
apartamento de Villa Coapa y mis cosas se quedaron esperándome. Un
año después, en una fiesta me encontré con el Director. Me dijo: “Eres
una cabrona, Tirana”. Yo le contesté que sí. Él, muy “lindo” me contestó:
“Tengo tus cosas en una bodega, si quieres recogerlas...” Regálaselas a
tu gata, darling, yo ya vuelo más alto. Por supuesto que antes de darme
la media vuelta le dije: yo ya no te veo futuro, así que ni te preocupes por
echarle ganas.
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Donde hay bueno, debe haber malo.
Lu Wang
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Como era de esperarse, sobrevino otro cachetadón, este con un poco
más de estilo, aunque con igual número de estrellas. ¿Qué pretendes,
Tirana? Porque así te llamas ¿verdad? ¿Lo leíste en mi licencia o en mi
credencial de elector? Otro cachetadón y admito que ya no me di cuenta
sin con el suficiente estilo. Para que no haya duda, digamos que fue
rutinario.
Era una forma muy estúpida de dejarme madrear, pero ni modo de que
me hincara ante el gato. ¿Qué no sabes dar otra cosa aparte de
cachetadas, Bermúdez? Esta vez se dio la vuelta y se fue. Al parecer
estaban de moda los ciento ochenta grados. ¿Qué puede dar quien nada
merece?
- ¡Señor Presidente! Sepa de una vez que existen mujeres que saben
llegar a la vida de un hombre en el momento justo y que cuando eso
ocurre, el destino no sabe dar marcha atrás. ¡Yo soy de esas! ¡Tirana es
de esas! Por favor nunca lo olvide. Le hará falta el dato cuando trate de
entender su existencia.
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envidioso con la posibilidad de jugar con el poder, un poquito de miedo y
otro tanto de risa…
El lugar estaba rodeado con una gran barda de piedra y más arriba con
alambre electrificado. Por todos lados se divisaban vigilantes. Una mujer
sesentona con uniforme de sirvienta salió corriendo a recibirme. Pase, la
estaba esperando; me dijo a manera de mayordomo de película de terror.
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- Mire señora, no sé quién es usted, ni porqué estoy aquí, ¿no se le hace
demasiada pendejada que nos pongamos a hablar trivialidades?
En ese momento supe que Poder, es sentir que todo lo que te rodea te
observa. Es estar en medio, al centro. También supe que el Poder se
busca para ser el observador del universo y que terminas siendo un vació
al que apuntan esas escopetas que nacen de todas las cosas.
La vieja ni se inmutó y me dijo: Claro que sabe porqué esta aquí, tenga
paciencia. Por lo pronto le recomiendo que se relaje y no trate de irse, los
guardias se lo impedirían. La casa es suya, disfrútela. Puede hacer lo que
se le dé la gana.
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En todas partes
encuentro hombres hablando de sus recuerdos
en vez de hablar de su entendimiento.
Emerson.
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lo de menos. ¡Soy yo, y mi atrevimiento!, ese no reconoce al tiempo
pasado. Sólo es presente y alcanza a ver muy lejos.
Corrí un rato por mi playa y cuando ya no pude pedirle más fuerza a mis
piernas, respirando hondo me fui a mi prisión a darme un loco baño en el
jacuzzi. Hasta ese momento me di cuenta que no había comido.
Por fortuna, “mi” refrigerador estaba bien provisto y los víveres eran de
primera. Sé apreciar lo bueno más allá de las marcas y los precios. Un
poco de melón, dos nueces y san se acabó. Me tiré a dormir con más
languidez que un gato persa...
Así pasaron quince días. Una tarde sonó el teléfono. Una voz impersonal
me dijo que no me preocupara ni por mi auto ni por mi casa. El auto
estaba guardado en un estacionamiento y “cargaba” con tres infracciones
de tránsito que ya estaban pagadas. Mi casa ya se había vendido y el
dinero estaba depositado en una cuenta corriente a mi nombre. Que pena
que mi cuenta haya sido corriente, pero...
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Por la noche volvió a sonar el teléfono. ¡Era él! Nada menos que el señor
Presidente al habla. ¿Cómo estás, Tirana? Bronceada y durísima de las
nalgas, señor Presidente. Aquí o se hace ejercicio, se traga, se asolea o
se discute con la servidumbre. ¡No hay de otra!, soy una fodonga. ¿Cómo
supieron que me gusta la poesía? Muy fácil. En tu cuarto del hotel
encontraron un libro y en tu tarjeta de crédito varias compras en “Un
Lugar de la Mancha” y si no me equivoco, ahí es librería...
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al bungalow y desde afuera me dijo: Hola, sonriendo diplomáticamente.
¿Qué tal las vacaciones?
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A partir de ese día me da mucha flojera la música del Maestro. Ojalá
algún día pueda superar el trauma.
En este medio todo cuesta, Tirana. Si algo quieres, es que algo das a
cambio, así es la política. Que interesante, señor. ¿Aquí me voy a quedar
toda la vida? Estás a prueba, Tirana. Descolgando el teléfono,
mágicamente pidió que pasaran por él. Diez minutos después llegaba el
helicóptero. Suerte no dejaba de llorar. Pobre cachorrito, pero así es la
política.
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No soy una señora menopáusica que lee poesía después de descubrir su
incapacidad ante el sexo y el macramé.
A jalones me sacaron del agua; confieso que por culpa mía, pues ellos
trataron de ser amables. Me subieron a la lancha y más tarde al yate. Ahí,
por hacer algo tuve que actuar pataleta y cansancio.
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Cuando me dejaron en la playa, quise tirarme en la arena y dejar que por
un rato los sentidos se me destorlongaran de risa, pero me acordé que
Suerte estaba encerrado en el baño.
¿Será que todos los hijos de puta, tratan que cualquier mujer sea su
madre? La captura ni siquiera fue con regalos o habilidad, fue con una
pregunta: ¿Has sufrido mucho, ¿verdad, Tirana? Sin que me diera cuenta,
se me descosió la boca y por primera vez en mi vida entendí que antes
de cualquier cosa existió el sufrimiento, y ese, no es muy glamoroso que
digamos. En mí concurren placeres a los que debo conocer
profundamente, pues sólo una vez es válido sentirlos, ¡más destruyen!
Se dio la media vuelta, pero esta vez no se fue con el sol y sí con la cola
entre las… culpas. Nunca se imaginó que por la noche la invitaría a
emborracharse y terminaríamos siendo comadres.
- ¿Cómo te llamas?
- Benemérita Niebla y soy de Acaxochitlán Hidalgo, señorita.
- Bonito nombre y supongo que bello pueblo.
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Pon lo natural en el fondo de tu alma.
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Todo lo demás te vendrá por añadidura,
aunque tú le llames como se te dé la gana.
Tirana
Lo único que rompía con lo monótono de las paredes era una pequeña
puerta metálica color negro con una diminuta ventanilla en la base que
retaba al patetismo. El mobiliario constaba de: una “placentera” plancha
de piedra, me imagino que para dormir. En el rincón, un diminuto retrete
de cemento sin agua, en el techo una lámpara para que todo se iluminase
con bella luz cenital y… párale de contar.
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Unas horas de encierro logran que las entrañas revivan su instinto de
libertad y que uno sea la alegoría de todas las generaciones. Unas horas
de encierro nos hacen animales instintivos o nos reducen al estado
mineral. Nos dan reencarnación... cuando en mi pensamiento lo desollaba,
invariablemente sentía deseos de beberme su sangre y después ver
como su cuerpo se pudría esperando a los buitres.
Jamás pensé en rendirme. Me dejaba conducir por mi ser interno. Por ese
que me retumbaba en las confidencias de la piel. Mi instinto es mi mejor
rector y cuando él se extinga, es que para mí ya no existe nada.
Por fortuna aún hay, aún estoy, ¡y el hijo de puta que me humilló sigue
vivo, y en su decadencia, al encerrarme, me ha mostrado lo que es la
muerte!
Durante horas inventé oraciones. ¿Será que los perritos al morir terminan
siendo las mascotas de Dios? Estaba en cuclillas. Los huesos de las
costillas se recargaban en mis muslos. De mis senos surgía electricidad,
una vibración sacrosanta.
Una hora después llegaron hasta mi encierro con un pedazo de pan duro.
La ventanilla se abrió de golpe y una mano imprecisa me arrojaba el
“alimento”. Ni siquiera pude ver a mi “benefactor”. En ese momento supe
que “alimento” es una esperanza lejana que aún así nutre y da vida.
Tragué el pan lentamente, muy lentamente; así como había hecho con el
agua. Seguí practicando los estiramientos. Seguí siendo arco y flecha,
blanco y tirador. Puedo decir que yo en ese momento era una larva
tratando de nacer. La pestilencia de Suerte fue una ayuda para menguar
el hambre. ¡Gracias Suerte! Aún siendo cadáver continúas dándome
sobrevivencia, vida… ¡amor!
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Apenas había comido medio pan cuando gracias a una patada se abrió la
puerta produciendo un estruendo bruto, la antítesis de la música de
Brahms. Tratando de enmarcarse con el orificio de la Libertad, apareció
Bermúdez. No lo miré. Quise hacerme transparente y aunque no lo logré,
sí lo sentí. Lo digo así, pues ese fue mi pensamiento.
!Adiós Suerte! ¡Tú sabes que se dice adiós cuando se percibe que más
allá de nosotros… encontraremos el reencuentro!
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El tiburón no era un accidente.
Había surgido de la profundidad
cuando la nube oscura de la sangre
se había formado y dispersado en el mar...
Ernest Heminway
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De una viga del techo colgaron una cuerda. Me amarraron a ella y
después me izaron como si fuese la bandera de mi existencia. No me
opuse, pues tenía bien claro que mi repulsa sería interna.
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El sólo contacto de la lengua del chambelán fue más doloroso que la
penetración de la macana. El ver mi rapto y mi sonrisa lo enfureció. ¡Lo
enfureció, lo enfureció, lo enfureció...! La macana se estrellaba en mis
costillas y espalda haciendo de mí un gran eco. De pronto mi vista se
blanqueó. Me imaginé vestida de novia, con una gran velo que volaba
entre los azules del viento. Comencé a gritar y girar siendo un tornillo que
así penetraba en la espiral de sí mismo. Sin querer, Bermúdez me
desposaba con el vacío. Tal vez el matrimonio sea una metáfora del
encierro o… una alegoría de la Nada.
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Como en la sacra soledad del templo,
sin ver a Dios, se siente su presencia.
Así en el mundo presentí yo tu existencia
y como a Dios, ¡sin verte te adoré!
Manuel M. Flores
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El letargo de mis ojos me hizo volver a mis dieciséis años, a ese antes
que me obligó a entregarme a Rosendo. La vida es una espiral, a veces
excéntrica, en caprichos concéntrica, que cuando cambia de sentido nos
muestra las otras caras de la Naturaleza. Nos dice que también nosotros
somos Naturaleza y por lo tanto en el centro de nuestro ser, llevamos el
germen, el gen del esplendor.
Que difícil es aceptar lo que no debe aceptarse. Nunca había sentido las
miradas de la lástima. Me acordé de mi padre, de Antonia, de Chequer,
de Paty. De todos aquellos a los que yo miré con lástima. Por fin entendí
a esa otra parte del mundo que suplica, pues no sabe exigir.
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Me supliqué resignación. ¡Tampoco pude dármela! Fue cuando supe que
la Vida es como Es, y lo único que hay que exigirle, es que siga siendo,
que nos siga dando vida. ¡A la Vida, sólo debes pedirle vida, Tirana¡ ¡Allá
ellos, si le piden otra cosa!
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Todo lo que vive,
no vive a solas
ni tampoco por sí mismo.
William Blake.
¿Acaso el escribir mis memorias, sea una súplica para que ese dios
primordial que crea los rayos, ya no los lance sobre mi cabeza?
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El ex presidente puede caminar, pero su parálisis la pasea en una silla de
ruedas que se llama olvido. Su poder se ha terminado. La impotencia la
convierte en recuerdo y grito histérico. Yo lo escucho evocar sus días de
gloria, sin darse cuenta que los míos consistían en caminar. El Poder
cuando está, ciega; al terminar, ¡estupidiza! Nunca mata, pues le gusta
jugar a la longevidad insoportable, al temor de la muerte, al ansia de
suicidio; al menester de compañía y a la introspección por lo cobarde. ¡Le
gusta jugar al: ¡Qué!
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así sea. No merece esa oportunidad de reflexión que proporciona el
encierro.
¡Yo soy loba! El Presidente como un bastardo, sin fundar ninguna Roma,
bebe la leche de mi grandeza mientras me pasea en mi silla por el
bosque que circunda la cabaña que me construí muy cerca del
aserradero. El terreno provino de la venta de mis pieles, los cimientos con
el dinero que un usurero me dio por mis esmeraldas. No sé para qué,
pero me gusta guardar mis diamantes. Con la venta de mi casa y auto
construí estas paredes, una gran chimenea y un precioso jardín donde
transcurrirá el resto de mi vida.
Los muertos sólo reviven en la imaginación. Mis piernas son dos muertos
a los que velo en el novenario de mi existencia. Un día el muy… político
me propuso visitar a su brujo. Cada vez que me ve, me ofrece autos,
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casas, viajes, sueños, mentiras y hasta matrimonio. Yo le ofrezco mi
indiferencia y lo martirizo escuchándolo.
Mayo de 93.
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