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HISTORIA DE LA ALTA EDAD MODERNA

CURSO 2014/2015

TEMA 5
“LOS ORÍGENES DE LA POLÍTICA INTERNACIONAL EN LA EDAD MODERNA:
EXPANSIÓN TURCA Y GUERRAS DE ITALIA (1494-1516)”

1. LA SITUACIÓN INTERNACIONAL A MEDIADOS DEL SIGLO XV

La política exterior constituyó en el siglo XVI la principal ocupación de los soberanos. Los estados
consistían en un agregado de territorios que la Corona intentaba incrementar, sobre la base de
pretensiones más o menos jurídicas, con el fin de superar a los rivales. En una Europa construida
por una intrincada red de obligaciones feudales y de reclamaciones surgidas por la práctica secular
de los matrimonios dinásticos, el status quo podía ser alterado por un fallecimiento afortunado o
por la exhumación de un antiguo derecho. Las fronteras no eran rígidas. Además, los dominios de
muchos príncipes solían estar dispersos.

Durante el Medievo, las relaciones en los pueblos se habían limitado o poco menos, que a
relaciones de vecindad pero, gracias a los nuevos descubrimientos geográficos se ponen en
contacto con territorios apenas conocidos o no explorados (América, África Ecuatorial y
Meridional, y extremo Oriente). Sin embargo, aunque se extienden poderosamente las redes de
relaciones internacionales, siguen contando antes que nada, los espacios conocidos, y el occidente
europeo constituye aun en centro de las relaciones entre las monarquías más poderosas:

- Tres monarquías se mueven en relación con el juego de la política internacional: la


francesa, la española y, en menor medida, la inglesa.

- El Imperio y el Papado pierden su protagonismo (pérdida acentuada por la Reforma)


aunque todavía tengan una preeminencia, más honorífica que real.

- Alemania, aunque sólo sea como un conjunto de territorios autónomos unidos por un lazo
federativo bastante débil mientras que Italia no pasa de ser una expresión geográfica donde no
hay unidad.

- En el norte de Europa, la ruptura de la unión escandinava, el provechoso control de los


estrechos del Sund y los esfuerzos de los hanseáticos por conservar su posición comercial
actuarán como fermento de conflictos.

- En el extremo oriental del continente, el Gran Ducado de Moscú, tras la unificación rusa de
Iván III, se extiende con Iván IV el Terrible por el Volga y Siberia, proclamándose valedor de la
ortodoxia oriental.

El ritmo de las relaciones internacionales entre los grandes príncipes de Occidente obligará a
transformar los instrumentos de guerra y diplomacia para poder cumplir su cometido.

En La Italia renacentista donde se encuentra el origen de las embajadas permanentes, La Paz de


Lodi (1454) que estableció un relativo equilibrio entre os principales territorios italianos, sirvió
también de estímulo para que los príncipes se decidieran a mantener un agente con carácter
estable en las demás cortes con el fin de vigilar su política. Los venecianos ganarán pronto fama de
maestros en el arte de la diplomacia. Entre los grandes monarcas, Fernando de Aragón fue el
primero en imitar a los grandes estados italianos. Desde 1480 tuvo representación diplomática en
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Roma, y años más tarde, en Venecia e Inglaterra. Francia siguió esta tendencia en tiempos de Luis
XII, pero la mayoría de los príncipes prefirieron enviar representantes temporales, ya que los
gastos eran mucho menores.
Los embajadores generaron desconfianza en muchos casos por lo que a menudo eran acusados de
espionaje o de tejer conspiraciones. La Reforma no hizo más que agudizar esta desconfianza. La
disparidad de credos generaba conflictos protocolarios, lo que motivó a la larga la reducción de las
redes diplomáticas, y los monarcas católicos, a excepción del francés, dejaron de enviar
representantes a los países protestantes.

A finales del s. XV las coronas de Castilla y Aragón se habían unido y ambas habían luchado
mancomunadamente entre 1482 y 1492 para incorporar el reino nazarí de Granada a Castilla.

En Francia, tras la muerte de Luis XI en 1483, ascendió al trono Carlos VIII de Valois. Pocos
territorios quedaban entonces para ser integrados a la monarquía francesa y el nuevo soberano
quiso protagonizar pronto una expansión hacia la península Italiana. Ahí colisionaron Francia y
España.

A finales del s. XV y principios del s. XVI, las relaciones internacionales en Europa se explican por
tres denominadores comunes: el antagonismo hispano-francés, la defensa de la Europa central
frente a la expansión turca en el ámbito danubiano y de sus aliados norteafricanos en el
Mediterráneo y las pugnas entre católicos y protestantes en Alemania.

Otros dos factores influyen en el desarrollo de los acontecimientos son una nueva diplomacia
renacentista y el uso de nuevas armas, principalmente de fuego y la artillería.

- Fruto de la negociación diplomática, aparecen varias ligas internacionales, que se hacen y


deshacen con cierta facilidad, se agrupan diversas potencias para hacer frente a otra mas fuerte,
en una zona determinada, que en esta época es la península Italiana. En un principio las ligas son
para frenar la expansión de francesa, luego serán en torno a Francia para disminuir el poder
español. La monarquía Francesa, a pesar de haber recibido el titulo de Rey Cristianísimo, no tuvo
dificultades en aliarse con los Turcos o con los protestantes, es decir, con los enemigos de su
enemigo, la Casa de Austria, con tal de menoscabar el poder de su adversario.

- Se asiste a cambios importantes en el arte de la guerra, se fue popularizando el uso de


armas de fuego (cañones), se adaptaron las murallas a estas armas, progreso la técnica de las
minas. Las armas tradicionales, las armas blancas y las de carácter defensivo siguieron siendo
abundantemente usadas y la caballería tampoco sufrió una crisis repentina.

2. ITALIA A COMIENZOS DE LOS TIEMPOS MODERNOS

Italia contaba con una próspera agricultura, una industria pañera y sedera que competía en toda
Europa y un poderoso comercio. Los banqueros genoveses representaban el capital internacional
del siglo XVI. Su riqueza estaba adornada por un apoyo incondicional de las artes. La Paz de Lodi
(1454) sirvió para comenzar un periodo de relativa calma con lo que Italia conoció una etapa de
prosperidad y florecimiento artístico.

Sin embargo, este mundo próspero y culto carecía de la más mínima unidad política. Podía haber
unos 20 estados y se agrupaban en repúblicas (Florencia, Siena...), ducados (Saboya...) y
marquesados (Messa...). Sólo Milán, Venecia, Florencia, los Estados Pontificios y Nápoles tenían
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una verdadera entidad territorial y política. Salvo Venecia, los demás estaban dominados por el
príncipe, con frecuencia descendiente de un CONDOTTIERI, que se había servido de las guerras
entre territorios vecinos o entre familias para imponer su autoridad (los Sforza en Milán). Esta
situación de división hizo que la monarquía francesa (Francisco I) y la monarquía universal católica
(Carlos V) intentaran conquistar Italia por su debilidad.

Nos encontramos con grandes estados. Hablaremos primero de LOS ESTADOS VATICANOS.
Se extendían a ambos lados de los Apeninos centrales, aunque el poder del papa no era tan sólido
ni uniforme como se le podría presuponer. En casi todas las ciudades se habían establecido los
CONDOTTIERI. El Lacio se hallaba más directamente sometido al poder del Pontífice, pero aquí las
familias de los COLONNA y los ORSINI tenían una enorme independencia. El papa era uno de los
soberanos italianos más débiles. La Curia se ocupaba del gobierno secular. Los negocios exteriores
corrían a cargo de un cardenal secretario y la hacienda, del camarlengo. Los cargos más
importantes fueron encomendados a miembros de la familia del Santo Padre. El Papado se esforzó
por imponer su autoridad sobre sus dominios con poco éxito. Además, la condición de jefe de la
Cristiandad y de soberano temporal le dio un especial protagonismo en la Europa del momento,
convulsionada por la reforma, el asedio de los turcos, rivalidades entre monarquía francesa y la
universal católica...El papa se decantó por uno de los contendientes y le apoyó con su prestigio y
recursos.

VENECIA fue la república aristocrática más poderosa. Había llegado a construir un


vasto imperio colonial que iba más allá del mar Adriático y también por las islas del mar Jónico y
Egeo. Contaba con una institución que fijaba los derechos de sus naturales y unas instituciones
prestigiosas. El DUX o DOGO era el jefe del estado. Sin embargo, el gobierno lo desempeñaba el
GRAN CONSEJO, con unos 2.000 miembros y que legislaba y nombraba cargos. Elegía el SENADO,
con unos 300 miembros, que se ocupaban de la política exterior y recibía de sus embajadores las
famosas relaciones (documento histórico de gran interés).

También disponía de un buen ejército y flota de galeras. Su imperio chocó frontalmente con el
turco, forzándole a mantener un equilibrio en el que combinó con acierto las treguas con alianzas
en su contra. A pesar de todos sus esfuerzos, no pudo evitar la pérdida de sus colonias a manos de
los otomanos. Más grave para su economía fue la aparición en el horizonte económico de las
Indias Orientales y el control del mercado especiero por parte de los portugueses primero, y más
tarde de los holandeses.

MILÁN fue un ducado y la pieza más disputada en las guerras de Italia. En 1535 fue ocupado
por Carlos V que más tarde lo cedió a su hijo Felipe II pero ya entonces, Milán había perdido
importantes partes de su territorio a manos de los suizos y del Papado. Estos cambios no alteraron
sus instituciones creadas en tiempo de los Sforza. Durante el periodo de dominación francesa, Luis
XII creó un SENADO con 15 miembros con funciones judiciales semejantes al Parlamento de París.
En 1541, Carlos V otorgó una nueva constitución, en la que destacan: un gobernador, que
representaba al soberano, y el ARCHICANCILLER, que presidía el CONSEJO SECRETO. En 1543, las
protestas de las ciudades por un nuevo tributo dieron origen a la CONGREGATIONI DI STATO,
asamblea que limitó los poderes del gobernador.

En FLORENCIA, los MÉDICI acabaron con la endémica inestabilidad social. Además, sus
reformas dotaron al gobierno de la fuerza y continuidad suficientes para hacer de Florencia una
república poderosa. Modificaron algunos puntos de la constitución. La elección por sorteo fue
sustituida por una junta previamente seleccionada, que permitía que la SIGNORIA, magistratura
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suprema, estuviera siempre dominada por los amigos de los Médici. En 1480, fue instituido el
CONSEJO DE LOS 70, de donde se elegía una junta encargada de la hacienda y de los asuntos
exteriores. La mayoría de los ciudadanos aceptaron sin reparos este gobierno. Los Médici
incrementaron notablemente su poder. Durante su gobierno, Florencia conoció una época de
prosperidad económica, pero también artística, debido al mecenazgo que desempeñó la familia. El
potencial económico de los Médici y su sabiduría a la hora de la política dio a Florencia una
presencia importante en los asuntos de Italia.

El ducado de los SABOYA (oeste de los Alpes y entre Francia e Italia) difícilmente se puede
considerar un estado italiano ya que en el mismo territorio, los marquesados de los Saluzzos y de
Monferrato eran independientes. Durante el mandato del duque Carlos III sufrió una dura crisis. La
expansión de la Reforma provocó un periodo de cierta inestabilidad y pérdida de algunos
territorios, que fueron ocupados por Berna. La situación fue utilizada por Francisco I para hacerse
con los territorios situados al oeste de los Alpes menos Niza y con la parte norte del Piamonte. La
ocupación francesa se prolongó hasta la firma del TRATADO DE CATEAU-CAMBRÉSIS, punto de
partida del ducado de Saboya. El duque Manuel Filiberto recuperó la mayor parte del territorio
que había caído en manos de los franceses y suizos y gobernó como soberano absoluto.

El reino de NÁPOLES era español desde 1504 pero su conquista no modificó sus instituciones.
El soberano se hizo representar por un alter ego, un virrey, que contaba con el asesoramiento de
un consejo. La administración provincial estaba en manos de los gobernadores y de tribunales
(Audiencias). La nobleza tenía un fuerte peso dentro de la sociedad napolitana hallándose un
feudalismo semejante al que se puede encontrar en otras zonas de Europa.

3.FACTORES DETERMINANTES DE LAS GUERRAS DE ITALIA


Italia había llegado a un cantonalismo extremo, con una gran fragmentación durante el siglo XIV.
Durante la centuria siguiente se produce la reducción de las infinitas soberanías italianas a unos
cuantos Estados. Éstos, con ligeras modificaciones, compondrán el panorama territorial de la
Península en la Edad Moderna.
En el norte de la península o Italia ístmica, los principales Estados son: el ducado de Saboya,
que se extiende desde el Ródano al mar, englobando Saboya, Piamonte y Niza; la república de
Génova, con Córcega como dependencia; el ducado de Milán; constituido por los Visconti y
mantenido por los Sforza, a pesar de la pérdida de los territorios al sur del Poy la república de
Venecia, con sus posesiones.
Los ducados de Módena, Mantua y Ferrara constituyen la transición a la Italia central. En la Italia
central resaltan las repúblicas de Florencia y Siena y los Estados Pontificios. Florencia se
desarrolla bajo los Médicis, amenazando la independencia de Siena. En cuanto al Pontificado, su
poder había sufrido serias mermas por el desarrollo del feudalismo pero en el último decenio del
siglo XV y primero del siglo XVI, la labor de Alejandro VI y Julio II impuso la unidad en los Estados
papales.
En el sur de la Península hay un gran cambio. El reino de Nápoles pasa a una dinastía de la
casa de Aragón. Así se dispone, con los dominios aragoneses en Sicilia y Cerdeña, el centro de
gravedad político que prepara la hegemonía de España en Italia.
Entre 1494 y 1516 Italia va a ser el gran escenario de los principales conflictos del continente: su
fragmentación política convierte a la Península Italiana en un campo abonado para la rivalidades
entre los grandes príncipes, en un botín tentador que anima a su conquista. La costumbre
contraída por los príncipes italianos de buscar la ayuda francesa, el rápido desarrollo de los reinos

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españoles como potencia mediterránea o la soberanía imperial sobre la Italia del centro y norte
constituyen el caldo de cultivo ideal pera las intervenciones extranjeras.

Francia, que manifiesta tendencias expansionistas tanto hacia Italia como hacia los Países Bajos,
regiones industrializadas y donde concurren las principales rutas comarcales europeas que ponen
en comunicación el mediterráneo y el mar del Norte, llevará durante años la iniciativa bélica. Pero
sus pretensiones chocarán, por un lado, con la Casa de Aragón y, por otro, con el Imperio, que
desea mantener un cierto protectorado en el norte italiano.

La debilidad política y militar de los distintos estados Italianos les llevó con frecuencia a demandar
la intervención de potencias extranjeras que no dudaron demasiado en hacerlo. Carlos VIII de
Francia, convencido de disponer derechos sobre el ducado de Milán, tras la batalla de Novara
(1500) arrebato Milán a sus poseedores los Sforza.

La lucha por la hegemonía en la península Italiana se centró en dos ámbitos: el Milanesado y


Nápoles. En 1500, Luis XII , dueño ya de Milán, firmó con Fernando el Católico el pacto secreto de
Granada en el que ambas potencias acordaron conquistar y repartirse Nápoles, pero las
discrepancias sobre la relimitación de las respectivas zonas motivo que los aliados rompieran
pronto su acuerdo inicial. A mediados de 1502 estallo un nuevo conflicto hispanofrancés.

4. PROTAGONISTAS Y FASES DE LA PUGNA POR ITALIA

Carlos VIII comenzó a pensar seriamente en conquistar el Reino de Nápoles en 1492, ya que
como heredero de los viejos derechos dinásticos de los Anjou, podría reclamar su herencia,
animado por los barones napolitanos emigrados, descontentos con la Casa de Aragón. Nápoles
constituía un puesto avanzado en dirección a Tierra Santa y Carlos abrigaba la esperanza de liderar
la Cruzada contra el Turco convocada por Inocencio VIII. El mismo pontífice le había animado
alguna vez a intervenir, exasperado por sus malas relaciones con el rey Ferrante de Nápoles.

Carlos firma con sus opositores una serie de tratados que intentan liquidar los viejos conflictos y
tener las manos libres en Italia: Tratado de Etapies, 1493 con Eduardo VII; Tratado de Barcelona en
1493 para devolver el Rosellón y la Cerdeña a Fernando de Aragón y el Tratado de Senlis (1493) con
Maximiliano de Habsburgo.

Tras la muerte del rey Ferrante en 1494, Carlos reclama oficialmente el Reino de Nápoles y pone en
marcha la expedición, que se convierte en un paseo militar. Llega a Nápoles en febrero de 1495 sin
apenas haber hecho uso de la fuerza y Carlos VIII se hace coronar rey de Nápoles y emperador de
Bizancio

Pero la presencia francesa en Italia alarma a los estados italianos. Venecia y la Santa Sede se
tienden la mano para oponerse a los franceses. Maximiliano de Habsburgo y Fernando de Aragón
prometen colaborar. Carlos VIII, alarmado, consigue retirar hacia el norte el grueso de su ejército,.
Mientras, los españoles, bajo en mando de Gonzalo Fernández de Córdoba, se encargan de
desalojar Nápoles. La aventura napolitana concluye. El nuevo soberano, Luis XII reanudará la
política italiana reclamando para sí el ducado de Milán, en posesión ahora de los Sforza. Antes de
alzarse contra el ducado, Luis pactará un reparto favorable con los venecianos e intentará asegurar
las retaguardias mediante acuerdos con Inglaterra, con Felipe el Hermoso (soberano de los Países
Bajos) y con los cantones suizos. Entre 1499 y abril de 1500 el Milanesado es conquistado por
Francia, desalojado y vuelto a recuperar.
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Tras este éxito indiscutible, Luis XII retoma el proyecto de la Cruzada y conquista a Alejandro VI.
Una vez obtenido el permiso papal, establece negociaciones con Fernando de Aragón para llevar a
cabo una conquista conjunta (Tratado de Granada, 1500). En verano de 1501 un ejército
francés y uno español ocupan el Reino de Nápoles, pero aparecen incidentes y conflictos y los
antiguos aliados se encuentran en guerra desde 1502. Las victorias de Gonzalo Fernández de
Córdoba y la muerte del Papa Alejandro VI decidirán la suerte de Nápoles a favor de los españoles.
Mientras los franceses, replegados hacia el norte, han de retirarse definitivamente a comienzos de
1504. Desde aquella época, el sur de Italia quedará incorporado a la Monarquía Católica por
espacio de dos siglos. En 1504 el sur de Italia era español, mientras que el norte, era francés.

Fernando el Católico firmo el tratado de Blois de 1505 con Francia, en el que se estipulo el cese de
las hostilidades entre ambas potencias y como testimonio de amistad se acordó su matrimonio con
una princesa francesa (en caso de no tener descendencia Nápoles se incorporaría a la monarquía
francesa). Francia y España participaron en 1508 en la liga de Cambrai, articulada por el Papa Julio
II, junto al Imperio, contra Venecia, que habían sido excomulgada (1502). Las tropas francesas
ocuparon el resto de Lombardía, rodeando de esta manera sus posesiones en el norte de Italia,
mientras Fernando el Católico aprovecho la oportunidad para conquistar las bases ocupadas por
Venecia en Apulia, en Nápoles. La derrota de los venecianos en Aguadel (1509) arroja a los
representantes de la república a ceder a las pretensiones territoriales de los Estados Pontificios
(Ravena, Rímimi, Faenza).

Tres años más tarde, en 1511, Julio II considera provechoso expulsar a los franceses de Italia con lo
que los desaloja del Milanesado y restaura allí a los Sforza. Julio II cuenta además con el apoyo de
los cantones suizos, Venecia, los Sforza y Fernando de Aragón. A la Liga se adhieren el Emperador y
e Inglaterra. Desde la primavera de 1512 la situación es crítica para los franceses: se suceden la
sublevación de Génova, la evacuación de Lombardía (donde se vuelven a instalar los Sforza), la
victoria suiza en Novara y el cerco de Dijon, el desembarco inglés en Picardía y la ocupación del
Reino de Navarra-donde hay comprometida desde hace años una lucha de influencias entre
españoles y franceses-por Fernando de Aragón.

En 1513 hubo otro intento de recuperar Milán por los franceses ayudados por Venecia, pero
fracasaron. En 1515 accedió al trono Francisco I y lo primero que hizo fue ocupar de nuevo Milán
tras derrotar a los suizos. Por tercera vez hicieron los franceses una entrada triunfal en Milán. Es
entonces cuando el sucesor de Julio II, León X, decide salir al encuentro del vencedor y entenderse
con él. La entrevista en Bolonia (diciembre de 1515), pone fin a la guerra en Italia, que quedará
dividida en dos esferas de influencia, la española al sur y la francesa al norte. Se vuelve a hablar
de Cruzada y se firma un Concordato entre el Papado y Francia para poner fin a las relaciones entre
Iglesias, endientes de paz hacia generaciones. El equilibrio Italiano, mediante la hegemonía francés
en el norte y la española en el sur, no se prolongo mas de una década, hasta la batalla de Pavía,
que dio la supremacía definitiva en Italia a la monarquía española durante casi dos siglos.

A la muerte de Fernando el Católico, Carlos de Habsburgo quiso firmar con Francisco I


el Tratado de Noyon (18 agosto 1516) para enterrar todas las viejas disputas. Será sólo una
tregua. Maximiliano y Enrique VIII terminan con sus litigios con Francia (Tratados de Cambrai, 1517
y Londres, 1518 respectivamente).

A la muerte de Maximiliano en enero de 1519, el 28 de junio era elegido para el trono imperial el
rey de España, que se convirtió en Carlos V, contra la candidatura del soberano francés. Venecia
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estrechó sus lazos con Francia ante el aumento del poder imperial. Francisco I reabrió las
hostilidades con apoyo de los cantones suizos, pero en 1521 el emperador volvió a poner a
Francisco María, heredero de los Sforza, en el ducado de Milán, cuya posesión se convirtió
indispensable para ambos competidores.

Entre finales del siglo XV y principios del XVI, Francia había demostrado ser, a pesar de
la pérdida del reino napolitano, la potencia más emprendedora en la península italiana.
Controlaba buena parte del Piamonte, dominaba el ducado de Milán y, desde 1507, ocupaba
también Génova. La política de Julio II le había permitido consolidar su preponderante presencia.
Su fuerza militar, tenía luces y sombras, disponía de un aguerrido grupo de artillería y de una
caballería pesada formada por la flor de su numerosa nobleza, pero le faltaba infantería moderna,
disponía sólo de grupos de infantes compuestos de cadetes indisciplinados. Se orientaba hacia los
suizos y alemanes de donde reclutaba como mercenarios a millares de hombres para cualquier
campaña, gracias a los notables recursos financieros de que disponía. Por otro lado, en la
infantería helvética, los cuadros de piqueros suizos, nobles, caballeros, artesanos y campesinos se
encontraban eficazmente unidos que unido a su rígida disciplina había constituido el secreto de
sus victorias frente a Carlos el Temerario y luego en Italia.

Otros países relativamente pobres habían formado infanterías similares. Por ejemplo, los
lansquenetes, que provenían de los estados hereditarios austriacos y de las zonas vecinas de
Alemania meridional, donde los pequeños señores feudales o los cadetes nobles reclutaban a los
campesinos formando una tropa excelente. Constatada la inferioridad de la infantería española
frente a la suiza, que militaba para los franceses, Gonzalo de Córdoba había tomado a esta última
como modelo desde su primera campaña calabresa de 1495-1496 y la pequeña nobleza española
no dudó en abastecer cada vez con sus miembros a las filas de esa infantería, que se convertiría en
una de las mejores de Europa.

5. El imperio turco. Organización y fases de expansión

ORGANIZACIÓN

El Imperio Otomano era una forma de despotismo oriental que estaba cimentada sobre la
autoridad del sultán que había ido aumentando su poder lentamente, enriqueciendo sus títulos
hasta convertirse en la suprema autoridad religiosa y civil. Los turcos dejaron practicar su religión a
los vencidos y de ellos se sirvieron para el ejército y la administración. El gran visir era el jefe de la
jerarquía imperial y no solía ser musulmán.

La vida política descansaba en el poder absoluto del sultán, que era además el emir o jefe religioso
de la comunidad musulmana sunní y que pronto fue el emperador (tras la conquista de
Constantinopla) y (tras la ocupación de Egipto) el califa o legítimo sucesor de Mahoma, además de
simbólico restaurador del califato abbasí.

· El sultán dirige la vida política con el asesoramiento de un CONSEJO (en turco, divan)
instalado en el propio palacio imperial y al que asisten los visires o ministros, más
determinados jefes militares, civiles y religiosos. Desde el siglo XV empieza a cobrar
importancia la figura del GRAN VISIR (algo así como un primer ministro), institución que
permite separar la lealtad política debida al sultán del ejercicio de la autoridad central y
dotar de mayor eficiencia a la acción gubernamental, sobre todo cuando el cargo recae en
personajes de verdadera capacidad.
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· En cuanto a la administración territorial, el imperio fue dividido en circunscripciones


llamadas sanjaks (30 en Europa y 63 en Asia en tiempos de Solimán el Magnífico),
agrupadas en provincias y finalmente en ocho grandes gobiernos. Estaban gobernadas por
BEYS que eran los encargados de mantener el orden, presidían los tribunales, convocaban
los tropas y cobraban los impuestos. Algunas de estas circunscripciones eran administradas
por los PACHÁS, y las más pequeñas por los BEGLERBEY. También había un BEGLERBEY del
mar.

· El ejército se constituyó en torno al núcleo de los JENÍZAROS (creados en el siglo XIV), un


cuerpo selecto de soldados procedentes en su mayor parte de la recluta forzosa de niños
cristianos educados en la religión islámica, sometidos a una estricta disciplina y
consagrados a la milicia (y, por tanto, al celibato), que reciben su equipo, su armamento, su
alimento y su soldada diaria. En tiempos de guerra, el sultán contaba con mercenarios y
movilizaba los contingentes proporcionados por los titulares de los TIMARS: tierras y rentas
a cambio de soldados. Según la renta percibida, cada titular debía proporcionar un número
de caballeros.

La administración de justicia otomana se rigió por un sistema dual, religioso y civil.

o La justicia coránica (shariah) se aplicaba en el ámbito privado y servía de regla


suprema para todos los demás casos.

o La ley civil (kanun), subsidiaria de la coránica, con la que no podía entrar en


conflicto, se aplicaba en todas las cuestiones no previstas claramente por el Corán.
Esto permitió tanto la adaptación de las normas a las necesidades de los tiempos,
como una incesante producción legislativa y una relativa secularización del derecho
que contribuyó sin duda a la estabilidad y supervivencia de la sociedad y el estado
otomanos.

Por otra parte, la hacienda se nutre del diezmo pagado por los musulmanes, la capitación (JYZIAH)
de los infieles, los derechos de aduana y otros tributos de diversa procedencia. El sistema se
completa con la asignación a particulares de una porción de los ingresos debidos al sultán en una
determinada circunscripción territorial.

Cabe destacar que Solimán el Magnífico promulgó el código KANUMANE, que constituye una
recopilación hecha con la ayuda de grandes juristas. Incrementó el número de funcionarios que se
preparaban desde pequeños. Estos funcionarios se surtían de niños menores de cinco años
raptados de los hogares cristianos de los Balcanes. Embelleció y modernizó Estambul.

Los mecanismos de asimilación de los pueblos incluidos en el Imperio fueron varios.

· El más importante fue la constitución de unidades autónomas de base étnico-religiosa


llamadas millet. La comunidad mantenía su propia lengua, religión, ley y organización
interna tradicional, mientras su jefe natural, normalmente un jefe religioso, asumía la
dirección de los asuntos concernientes a la familia, la sanidad, la educación, la justicia y el

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orden interno, al tiempo que garantizaba frente al sultán la lealtad de la comunidad, el
pago de los impuestos y las restantes prestaciones exigidas por la administración central.

· Del mismo modo actuó la institución del devshirme, o reclutamiento, que permitió la
incorporación de los jóvenes al ejército y la administración.

El siglo XVI es también la edad de oro de la cultura otomana en todas sus manifestaciones,
alcanzando sus creaciones todos los rincones del imperio. El siglo XVI fue también la edad de oro
de la cerámica turca. La cerámica de Iznik se hace famosa por su material blando y arenoso, sus
colores (turquesa, verde salvia, verde oliva, púrpura y negro) y su decoración floral (tulipanes,
claveles, rosas, amapolas y jacintos), que se ofrecen en platos, jarros, tazones.

FASES DE EXPANSIÓN
El Imperio de los turcos otomanos llegó a ocupar una gran franja de territorio desde su nacimiento
en el noroeste de Asia Menor para posteriormente crear un gran bloque en el Mediterráneo,
Próximo Oriente, Balcanes, países danubianos y mar Negro. Nos encontramos con varias etapas de
expansión:
- Los sultanes otomanos se aseguraron un núcleo central en Asia Menor, con sede en Bursa y
una cabeza de puente en Europa con Gallipoli (punto 1).
- La segunda etapa, correspondiente a la segunda mitad del siglo XIV, se caracteriza por el
dominio de Tesalia, Macedonia, Bulgaria, meseta de Anatolia y litoral occidental de Asia Menor
(punto 2).
- Después de un estancamiento, la conquista otomana adquiere gran vuelo con Mohamed II,
quien toma Constatinopla, sujeta Morea, conquista Serbia, Albania y Bosnia y se adueña de otros
territorios (punto 3). Los soberanos de la primera mitad del siglo XVI son grandes conquistadores.
- Bajo Selim I los turcos se
adueñan del Próximo Oriente y
Egipto (punto 4) pero el gran
creador del Imperio es Solimán
el Magnífico, cuyas conquistas
(punto 5) comprenden
Hungría, Transilvania,
Moldavia, Besarabia y el
Jedisán, en Europa; Armenia y
Mesopotamia, en Asia; y Cirenaica y
Tripolitania, en África. Aquí recibe,
además el vasallaje de Argel.
- Después de Solimán I, las
ampliaciones del poder turco son
pocas (punto 6).
- Finalmente con Murat III el
Imperio Otomano se extiende hacia
el Alto Eufrates y Tabriz, llevando la
frontera hasta Hamadan.

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Cuadro: Sucesivas ampliaciones del Imperio turco

Los turcos, que procedían de Asia Central (islamizados en parte desde el siglo XI) ya habían
fundado un primer imperio en Anatolia (con capital en Konya), el de los selyúcidas, destruido por
Gengis Khan. Una de las pequeñas dinastías formadas tras el colapso de los selyúcidas, la de los
otomanos, se convirtió en dirigente de los luchadores de la fe contra el imperio bizantino, donde
irrumpieron en el siglo XIV, apoderándose de buena parte de Asia Menor y los Balcanes, así como
de Tracia, con capital en Adrianópolis.

Sus conquistas se sucedieron durante el siglo XVI (gran siglo de la expansión turca) y en 1453
asaltaban Constantinopla, considerado como el punto de partida de la Edad Moderna. Esta
conquista dio al Imperio Otomano una capital en la confluencia de sus territorios europeos y
asiáticos, en el estrecho que comunica el mar Negro con el Mediterráneo. Constantinopla había
sido también sede del emperador romano. El prestigio imperial y geográfico de la ciudad
acrecentaba el estatus de conquistador de Mohamed (o Mehmet) II, tanto en el mundo musulmán
como en el cristiano.

El Imperio Otomano siguió avanzando hacia el oeste ocuparon seguidamente Grecia, Albania,
Bosnia y Herzegovina, alcanzando la costa del Adriático en 1501. Tras el paréntesis estabilizador y
pacífico de Bayaceto II prosigue el avance otomano. En dirección opuesta sometieron Crimea,
Armenia, Siria, Palestina y Egipto, mientras se preparaba su alianza con Argel. Hacia 1530, tras las
conquistas de Solimán el Magnífico (Belgrado, Rodas, la mayor parte de Hungría, Irak), el Imperio
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otomano ha conseguido su máxima expansión territorial durante el siglo, detenida a este y oeste
respectivamente por la Persia de los safawíes y el Imperio de Carlos V. La conquista turca de
Constantinopla sumó nuevos factores a la expansión turca:

- Tenían acceso a vastos bosques del Mar Negro y por tanto a madera y a muelles
abandonados.

- Gracias a ello este imperio se convirtió en una gran potencia marítima y comenzó a
amenazar las rutas del comercio occidental en el Mediterráneo oriental.

Los turcos, no satisfechos con sus conquistas territoriales, iniciaron una expansión marítima por el
Egeo, el Jónico y el Mediterráneo oriental, donde chocaron pronto con Venecia. En 1480,
traspasaron el Adriático y pusieron pie en la península Italiana. Cundió la alarma en la Europa
Cristiana y se formó una Liga entre el Papado, Francia, Venecia, España y Hungría, cuyas fuerzas les
obligaron a desalojar Italia y a retirarse a sus bases orientales.

En 1516 los piratas turcos se establecieron sobre Argel. Se empiezan a construir flotas y se
convierten en una potencia en el Mediterráneo y en una amenaza para los cristianos, como
consecuencia de la inseguridad en el Mediterráneo occidental. Francia escandaliza a la cristiandad
al firmar una alianza con el imperio turco. Mientras tanto, para atacar a España, los turcos
necesitaban una base a pesar de los apoyos de los piratas del norte de África (berberiscos). La
conquista de Túnez por Barbarroja, aliado de Solimán II, en 1534, motivó la correspondiente
réplica. Una gran expedición zarpo de Génova, a la que se unió desde Barcelona Carlos V y en 1535
habían conquistado Túnez. Éxito que contribuyó a aumentar la consideración que se tenía de
Carlos V en Europa.

Por otra parte, en cuanto a los monarcas turcos, se puede decir que, con la llegada al trono de
Mehemet II (1451), la expansión por Europa continuó. Incluso los tártaros se declararon vasallos. A
su muerte, se plantea el problema de la sucesión. Mehemet II había elevado a rango de ley la
costumbre otomana de que el sultán debía eliminar a sus rivales mediante la ejecución de sus
hermanos e hijos pero no la cumplió. Tras su muerte, se enfrentan sus hijos BAYACETO y JEM y
vence el primero que alcanza el trono en 1481 y Jem escapa. Más tarde, Bayaceto conquista
Venecia.

Se plantea de nuevo el problema de la sucesión. Los hijos de Bayaceto: CORCUOL, AHMED y SELIM
se enfrentan por su herencia. Vence Selim que incluso destrona a su padre. Su primera
preocupación fue acabar con sus hermanos e hijos. El 26 de enero de 1517 se incorpora el dominio
de los mamelucos a la Corona. Selim también fue protector del saber y de la literatura.

Su hijo, SOLIMÁN fue un continuador suyo y culminó el proceso de expansión. En 1526 consiguió la
victoria de MOHACS, en la que la artillería otomana destrozó la caballería húngara y mató al rey
Luis II. En 1529, Viena es sitiada pero no todo fue estabilidad ya que las grandes zonas de bosques
de Los Cárpatos y Transilvania no estaban verdaderamente sometidas. El poder turco solo fue
estable en las grandes llanuras de Hungría a partir de 1541. Los turcos realizan un último esfuerzo
expansivo en 1566 pero muere SOLIMÁN y vuelven los problemas de la sucesión. Durante el
reinado de Solimán, el Imperio conoció su máxima expansión y prestigio pero, finalmente, el
imperio turco no logró sobrepasar el año 1566.

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6. LAS TRANSFORMACIONES MILITARES EN LOS COMIENZOS DE LA
MODERNIDAD

Durante la mayor parte del XVI fueron pocos los soberanos que contaron con ejércitos
permanentes y preparados. Los monarcas tenían su guardia personal, las fortalezas claves y ciertos
servicios, como el de pagaduría y artillería eran fijos, pero en el caso de guerra había que recurrir a
las levas feudales o a la contratación de mercenarios. Los ejércitos de los grandes príncipes eran
muy heterogéneos y limitados a los contingentes feudales en muchos casos.

La OBLIGACIÓN FEUDAL persistía en estos casos y el noble aún era educado para la guerra, aunque
el papel de la caballería había disminuido y el principal problema lo daba el encontrar una buena
infantería.

Las MILICIAS POPULARES eran más baratas y planteaban menos problemas que los soldados
mercenarios, pero carecían de la profesionalidad y el temple de aquellos.

Las de los mercenarios a sueldo constituían la fuerza más importante, sobre todo si eran
veteranos, destacando la de Alemania, Suiza y Valonia. Pero a cambio eran díscolas y exigentes, por
que eran dadas al amotinamiento si no eran pagadas puntualmente.

Los años que transcurren desde las primeras guerras de Italia hasta las de los Países Bajos fueron
más decisivos en la evolución de la artes de la guerra que en los sucesivos hasta el siglo XVIII.
Época de cambios importantes – se habla incluso de “revolución militar”- pero también época
de transición: distintas armas y distintas técnicas, viejas y nuevas.

Ya en las primeras Guerras de Italia, los ejércitos españoles comenzaron a ganar fama en Europa. El
contingente más esencial, la infantería, estaba compuesta de arcabuceros y mosqueteros (que
desplazaban a arqueros y ballesteros). La infantería era apoyada por dos tipos de caballería,
pesada y ligera. La artillería ligera, capaz de seguir con facilidad la marcha de los ejércitos, fue
haciéndose cada vez más importante, con eficacia demostrada en el sitio de plazas, lo que obligó a
un reforzamiento de las fortificaciones. Sólo la falta de unificación de los tipos y calibres podía
dificultar el aprovisionamiento de munición.

Continuó predominando la guerra de desgaste. Las grandes batallas, de resultado incierto, eran
rehuídas. La guerra se hizo más lenta y consiguientemente más cara. Nuevas armas, mayores
efectivos y problemas de avituallamiento hicieron subir progresivamente el coste de las campañas,
por lo que sólo los príncipes con un fuerte respaldo hacendísticos podían permitirse conflictos
prolongados.

Respecto a la marina, todavía en el siglo XVI la guerra en el mar solía ser una contienda no entre
estados, sino entre súbditos, no entre marinas reales, sino entre corsarios y mercantes armados. La
guerra en el mar seguía vinculada estrechamente al comercio, y existía una práctica
indiferenciación entre buques mercantes y buques armados, sobre todo en el Atlántico. Los navíos
reales significaban una pequeña proporción de los ejércitos en tiempos de guerra (al igual que en
tierra). Sólo dos potencias, en Imperio Otomano y Venecia, disponían de una poderosa flota de
guerra permanente.

España, volcada tanto al Mediterráneo como al Atlántico, se constituyó a primeros de siglo como
una poderosísima potencia naval, estimulando la construcción de grandes navíos e combate
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susceptibles de armarse o incluso llegando a la requisa de barcos. En la segunda mitad del XVI,
Felipe II se vio obligado a gastar una gran suma en el mantenimiento de una poderosa flota de
galeras en el Mediterráneo y el fracaso de la Armada Invencible hizo que se incrementase el
número de buques reales para hacer frente a los conflictos del Atlántico.

Como en el ámbito terrestre, la táctica y la estrategia navales sufrieron modificaciones a lo largo


del siglo.

· En el Mediterráneo se utilizaban preferentemente las galeras, cuya autonomía propulsora


las hacía ideales para surcar sus tranquilas aguas. En el combate, la artillería jugaba un
papel secundario y el abordaje era el factor decisivo, razón por la cual se embarcaban
grandes contingentes de tropas.

· En el Atlántico, en cambio, se utilizaba el galeón, navío “redondo” de alto bordo y más y


mejor artillado a la vez.

· La artillería se convirtió en el elemento más caro de la guerra naval. La sustitución del


hierro forjado por el bronce en la fabricación de piezas artilleras permitió la obtención de
artillería de hierro colado abundante y a precios razonables. El combate entre la Armada
Invencible y la flota inglesa en aguas del canal de la Mancha puso en evidencia la
importancia que iba a tener en adelante el fuego artillero como elemento primordial del
combate en la guerra naval.

El peso de la opinión pública fue siempre pequeño, pero no por eso los príncipes no renunciaban a
presentar sus conflictos armados como “guerras justas”. Únicamente hubo algunos pequeños
avances jurídicos del derecho internacional y pocos fueron los avances humanitarios para detener
el derramamiento de sangre; tierra quemada, pillaje, rescates, hambre, enfermedades. Y aunque la
práctica de la “buena guerra” fue defendida por algunos, los avances solían ir seguido de
retrocesos, como incurrió en las Guerras de religión, cuya fuerte carga emocional las hizo aún más
crueles y violentas.

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