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os gustaba la casa porque aparte de espaciosa y antigua (hoy que las casas
antiguas sucumben a la más ventajosa liquidación de sus materiales) guardaba
los recuerdos de nuestros bisabuelos, el abuelo paterno, nuestros padres y toda
la infancia. Nos habituamos Nicole y yo a persistir solos en ella, lo que era
una locura pues en esa casa podían vivir ocho personas sin estorbarse.

Hacíamos la limpieza por la mañana, levantándonos a las siete, y a eso de las once yo -
le dejaba a Nicole las últimas habitaciones por repasar y me iba a la cocina.
Almorzábamos a mediodía, siempre puntuales; ya no quedaba nada por hacer fuera de
unos pocos platos sucios. Nos resultaba grato almorzar pensando en la casa profunda y
silenciosa y cómo nos bastábamos para mantenerla limpia.

Entramos en los cuarenta años con la inexpresiva idea de que el nuestro, simple y
silencioso matrimonio de hermanos, era necesaria clausura de la genealogía asentada
por los bisabuelos en nuestra casa. Nos moriríamos allí algún día, vagos y esquivos
primos se quedarían con la casa y la echarían al suelo para enriquecerse con el terreno y
los ladrillos; o mejor, nosotros mismos la voltearíamos justicieramente antes de que
fuese demasiado tarde. Nicole era una chica nacida para no molestar a nadie. Aparte de
su actividad matinal se pasaba el resto del día tejiendo en el sofá de su dormitorio.

No sé por qué tejía tanto, yo creo que las mujeres tejen cuando han encontrado en esa
labor el gran pretexto para no hacer nada. Nicole no era así, tejía cosas siempre
necesarias, tricotas para el invierno, medias para mí, mañanitas y chalecos para ella. A
veces tejía un chaleco y después lo destejía en un momento porque algo no le agradaba;
era gracioso y me encantaba ver en la canastilla el montón de lana encrespada
resistiéndose a perder su forma de algunas horas y ver su cara fruncida de lo enojada
que estaba. Los sábados iba yo al centro a comprarle lana; Nicole tenía fe en mi gusto,
se complacía con los colores y nunca tuve que devolver madejas, le gustaba mucho el
color blanco y los colores suaves. Yo aprovechaba esas salidas para dar una vuelta por
las librerías y preguntar vanamente si había novedades en literatura francesa. Desde
1939 no llegaba nada valioso a mi país. Pero es de la casa que me interesa hablar, de la
casa y de Nicole, porque yo no tengo importancia. Me pregunto qué hubiera hecho
Nicole sin el tejido.

Uno puede releer un libro, pero cuando un pulóver está terminado no se puede repetirlo
sin escándalo. Un día encontré el cajón de abajo de la cómoda de alcanfor lleno de
pañoletas blancas, verdes, lila, Estaban con naftalina, apiladas como en una mercería; no
tuve valor de preguntarle a Nicole qué pensaba hacer con ellas. No necesitábamos
ganarnos la vida, todos los meses llegaba la plata de los campos y el dinero aumentaba.
Pero a Irene solamente la entretenía el tejido, mostraba una destreza maravillosa y a mí

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se me iban las horas viéndole las manos como erizos plateados, agujas yendo y viniendo
y una o dos canastillas en el suelo donde se agitaban constantemente los ovillos. Era
hermoso.

Cómo no acordarme de la distribución de la casa. El comedor, una sala con gobelinos,


la biblioteca y tres dormitorios grandes quedaban en la parte más retirada, la que mira
hacia Peñaherrera . Solamente un pasillo con su maciza puerta de roble aislaba esa parte
del ala delantera donde había un baño, la cocina, nuestros dormitorios y el living
central, al cual comunicaban los dormitorios y el pasillo. Se entraba a la casa por un
zaguán con mayólica, y la puerta cancel daba al living. De manera que uno entraba por
el zaguán, abría la cancel y pasaba al living; tenía a los lados las puertas de nuestros
dormitorios, y al frente el pasillo que conducía a la parte más retirada; avanzando por el
pasillo se franqueaba la puerta de roble y más allá empezaba el otro lado de la casa, o
bien se podía girar a la izquierda justamente antes de la puerta y seguir por un pasillo
más estrecho que llevaba a la cocina y al baño. Casi todas las cortinas permanecían
cerradas y con mucho polvo, y eran de un color café como la madera, a mí en lo general
me gustaba mantenerlas abiertas.

Cuando la puerta estaba abierta advertía uno que la casa era muy grande; si no, daba la
impresión de un departamento de los que se edifican ahora, apenas para moverse;
Nicole y yo vivíamos siempre en esta parte de la casa, casi nunca íbamos más allá de la
puerta de roble, salvo para hacer la limpieza, pues es increíble cómo se junta tierra en
los muebles. Belfast! una ciudad limpia, pero eso lo debe a sus habitantes y no a otra
cosa. Hay demasiada tierra en el aire, apenas sopla una ráfaga se palpa el polvo en los
mármoles de las consolas y entre los rombo! de las carpetas de macramé; da trabajo
sacarlo bien con plumero vuela y se suspende en el aire, un momento después se
deposita de nuevo en los muebles y los pianos. Lo recordaré siempre con claridad
porque fue simple y sin circunstancias inútiles. Nicole estaba tejiendo en su dormitorio,
eran las ocho de la noche y de repente se me ocurrió poner al fuego la pavita del mate.

Durante la tarde de ayer fui por el pasillo, hacia la puerta y note que podía escuchar un
sonido casi como mormullos, también creo que escuche un caudal de un rio. Pensé que
estaba loco talvez fue otra cosa no la que yo pensaba. No podía quedarme con la intriga,
la curiosidad se apoderaba de mis entrañas pero el hecho era que no sabía dónde se
encontraban las llaves de aquella gran puerta que dividía nuestra casa, busque en mucho
lugares mi manos estaban cubiertas de mugre de tanto buscar hasta que encontré una
llave dentro de la biblioteca en un cajón sobre la mesa, lucia diferente a las demás, esta
era de cobre y muy grande. Lo siguiente que hice fue caminar silenciosamente para que
no escuchase Nicole, fui por el pasillo hasta enfrentar la entornada puerta de roble,
introduje las llaves en cerradura, creo que la adrenalina se empoderaba de mí. Al abrir la

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puerta se escuchaba el caudal del rio y pude escuchar como un sonido de una
campanilla, pero lo que era raro que estaba en obscuridad absoluta no podía ver mis
manos, intentaba hallar el candelabro pero logre tropezar, luego de un tiempo se
encendió una luz de color azul era como ver una fogata sobre el aire, sentía que se
acercaba , pude apreciar que lucía como una fogata de color azul pero de menores
dimensiones, calculo que del tamaño de mi mano, mientras se acercaba intente tocarlo,
pero esta se marchaba hacia delate como insinuando que la siga.

No sé lo que hacía, solo confiando en una fogata, no sabía cómo sentirme solo mi mente
me decía que siga la fogata, llego hasta un lugar la fogata yo alcance a tocarla pero se
desvaneció entre mi mano pero rápidamente apareció otra fogata del mismo color,
llegue donde estaba pero esta también se desvaneció, rápidamente recupere la noción de
mi mente trate de moverme, sentía mareos, sentí que toque algo con mi mano era una
linterna de esas que funcionaban con aceite de ballena, la encendí y trataba de dirigirme
por el lugar pero cada movimiento que hacia escuchaba más ruidos, alcance a escuchar
una clase de sonido de un animal, creo que de un caballo me dirigí hacia donde venía el
eco del sonido y vi enfrente mío que era el mismo lugar donde estaba, pues allí era
donde encontré la linterna, frente mío había un armario.

Abrí las puerta del armario y efectivamente era de dónde venían los ecos, siempre a las
misma, pero rápidamente sentí una ráfaga de viento y un olor a rosas quede hipnotizado
trate de dar un paso hacia adelante, pase toda la ropa que estaba en el armario. Nunca
creería ¡ lo que están viendo mis ojos ¡ lo dije mentalmente pues no podía hablar, era
una sensación de éxtasis. Empiezo por contarles que había un rio detrás de la entrada,
este era el más cristalino que habían visto mis ojos pude notar que en el fondo yacían
cristales, toque el agua, intente beberla, pero me vi interrumpido por una voz,

-hey tu quien te dio permiso de tocar el agua?

Quien podría ser me pregunte al mirar hacia arriba, me encontré con un centauro, esos
que encontrabas en cuentos de fantasía, era de torso hacia arriba humano, y de la cintura
hacia abajo era mitad caballo, su cabellera era negra, su piel era canela y llevaba un
símbolo colgando de su cuello. Pero me apuntaba con su arco.

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-Eres humano?-pregunto.

-Si-respondí.

- No es seguro donde estas parado, tampoco donde yo lo estoy es mejor marchar de aquí
lo más rápido posible-dijo el centauro.

de pronto el hizo un puente de metal pero muy hermoso, lo cruce y pude ver más de
cerca aquel centauro era más alto, me sentía intimidado.

-Me llamo Elías- aquel centauro digo, haciendo una reverencia.

-yo me llamo John-dije, con un poco de temor.

-tienes miedo? Lo puedo notar-dijo Elías.

-pues un poco, en que problema me he metido-dije.

-aquel castillos que esta adelante, es del reino de este mundo-dijo Elías.

Puede divisar que frente se encontraba un castillo.

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- ese castillo es del rey de este mundo, tengo que presentarlo para que lo acepten como
uno de los nuestros. Llegamos a la entrada de la ciudad pequeña pero muy colorida,
aquellas casa de piedra y madera habitaban unos seres mágicos, se percibía el olor a
verduras frescas eran como humanos tradicionalmente. Llegamos a la puerta de aquel
castillo era muy grande era de piedra de un color plomo tenía una cúpula dorada, y una
gran puerta de metal.

Sus gendarmes era una especie de cuerpo humano con armadura. Al entrar al castillo,
lucia todo de color blanco, se extendía una gran alfombra que llevaba al trono del rey,
subí aquellas escalinatas hasta quedar frente a frente, el rey lucia como un humano, la
reina incluso tenia rasgos de europea.

-quien eres y que vienes?-exclamo el rey.

-soy un humano y vengo en paz-respondí.

-yo lo encontré rey en rio de la frontera, y supuse que usted sabría qué hacer con el- dijo
Elías.

– humano! alias llévalo fuera de aquí sabes que no puede ingresar un humano- dijo el
rey silenciosamente.

De regreso pregunte.

-porque es peligroso estar aquí Elías? -a lo que respondió.

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-eres un humano y los humanos no son bienvenidos en este lugar, tendremos que
apresurarnos Acantha podría escucharnos!

-quien es Acantha? –Respondí.

-Ella es la maldad de este mundo, cubierto de oscuridad, egoísmo y guerras, su reino


está muy cerca de este lugar de atrás de aquellas montañas, a ella no le gusta ver
humanos porque piensan que pueden ser más astutos que ella, ha ganado muchas
guerras pero seguimos de pie- dijo Elias en voz baja.

Finalmente llegue a la entrada.

–Elías podre regresar?- le dije, a lo que respondió no es seguro que regresas, talvez ella
ya sabe que llegaste,

- porque lo dices?- dije,

- ella escucha atravesó de los arboles animales y atravesó de sus discípulos. Me retire
pensado en lo que dijo. Cuando salí el cuarto estaba iluminado entraba luz solar y había
un reloj en la pared que marcaba la misma hora en la que entre, cerré aquella puerta de
roble, mientras iba por el pasillo, sentía que los ojos de aquellos cuadros pintados
seguían mi silueta. Nicole aún seguía teniendo. No sabía si córtale aquella experiencia
simplemente porque no me creería, o contarle para ver su reacción. Me anime a
contárselo

-Nicole tengo que contarte algo sobre la casa- dije

-que es lo que tienes que decirme?-respondió.

Le dije todo con detalles dejó caer el tejido y me miró con sus graves ojos cansados.

-¿Estás seguro? -Asentí.

-Entonces -dijo recogiendo las agujas- tendremos que vivir en este lado. Me acuerdo
que tejía un chaleco gris; a mí me gustaba ese chaleco.

Por qué tendríamos que hacerlo-dije sorprendido.

- yo entre hace una semana atrás, cruce aquel rio cristalino, caminado por el alrededor
me encontré con uno de los discípulos de Acantha y fue cuando finalmente conocí a
Acantha, solo sé que no le gusto que entremos a su mundo y que tomara represarías en
contra nuestro-respondió.

-Tendremos que solucionarlo de uno u otra forma tendremos que volver.

-tendremos que hacerlo ahora- Nicole dijo.

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Nos cogimos de la mano caminamos atreves de aquel pasillo de cuadros siguiéndonos
con sus miradas, pero ahora parecían moverse, abrí aquella puerta. Se repetía la misma
historia aquellas mini fogatas de color azul nos guiaban hasta el armario, pero aún
seguía oscuro el lugar y un poco frio, al entran el puente de aquella vez aún estaba de
pie, empezamos nuestro recorrido llegamos hasta el pueblo notaba algo raro, todas
aquellos seres mágicos nos miraban.

Entramos en el castillo

-Vaya! Los estaba esperando, no sabéis en el lio que están- dijo el rey de manera
irónica.

-han despertado el mal del corazón de Acantha, ella ya viene en camino a conocerte ti-
dijo la reina.

-en cuanto a ti supongo que ya la conocéis ya me dijeron que te vieron conversando con
uno de sus discípulos- dijo el rey en tono exaltado.

-como supo que visite este lugar?-dijo Nicole.

-te estas confesando!-dijo el rey.

Acantha entro por la puerta principal, con una sonrisa de lado a lado, era imposible que
no te gusta. Acantha aquella mujer, que era un angel pero diferente, tenía unas largas
que podían cambiar de color, que las arrestaban al caminar, rasgos muy fuertes, ojos
negros, cabello largo lacio de color café, de su cuello colgaba un collar con un diamante
en forma de corazón, vestía con un gran vestido negro que le descubría los hombros de
una manera sexy, podía matar a alguien con solo mirarlos o tocarlo, pero no lo podía
hacerlo con los humanos.e su sonrisa.

-vaya! Veo que los has reunido a los humanos, después de todo no eres tan imbécil,
pero eso no quiere decir que me puedes ganar del todo-dijo Acantha en tono irónico,
seguida de una carcajada y paseándose por el trono dando vueltas.

-al parecer sigues siendo la misma basura de siempre, espero que eso te ayude a tener
fuerzas cuando te derrote sabes que los tengo a mi favor-exclamo el rey tímido.

-estas seguro de los que dices!-respondio Acantha.

En ese momento Acantha, mando un beso volado hacia Nicole, pero en este caso era
lleno de maldad, el rostro de Nicole se tornó gris y reseco, y cayó en el suelo. Acantha
se fue en cuanto logro dormir a Nicole.

-cobarde- grito el rey.

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-tenéis que seguirla, y arrancar una flor de su patio, no cualquiera tiene que ser de color
azul.

-pero no puedo ir a pie, tendré que hacerlo en algo.-dije.

-tranquilo, te prestare uno de mis caballos, Elías te acompañara en tu travesía.

Salimos lo más rápido posible del castillo pasamos del bosque al paramo y luego a la
nieve, atrás de unas montañas yacía un castillo de cristal y a su alrededor, las casas de
los plebeyos. Teníamos que hacerlo sin que se den cuenta de que somos de otro reino.

-Elías, rapto a dos plebeyos y tomo sus armaduras y nos la colocamos esperamos hasta
horas de la mañana cuando todos estén durmiendo.

Logramos entrar al castillo, ahora deseábamos encontrar aquel jardín de flores de


Acantha, aquel jardín yacía tras de una puerta, de aquel jardín solo había una flor que
era azul, era obvio que era esa. Salimos rápidamente y silenciosamente.

Pero al pasar por el pueblo, era medio día, era imposible no pasar desapercibido, con
toda la acción de los plebeyos. Recuerdo que uno de ellos nos miró hasta descifrar que
no éramos de ahí. Grito con voz fuerte.

-hey! Guardias aquellos son del reino del bosque.

Se armó un desastre casi todos no veían, la única opción era correr lo más rápido
posible. Lo hicimos pero en cuanto lo hacíamos regresamos a ver atrás y no seguían al
llegar al bosque teníamos la opción de despistarlos nos metimos por un sendero, hasta
llegar a la reino.

Al llegar al palacio le dije al rey que el ejército de Acantha nos seguía.

-tendríamos que mandar nuestras tropas hacia las montañas a pelear, porque es más que
posible que sus tropas regresaron al ver que desaparecieron.

Alrededor de 500 hombres salieron del reino con armaduras, a pelear contra las tropas
de Acantha.

Acantha usaba astutas estrategias, esta vez no esperaba en la cima de una montaña, para
tener a su favor la gravedad. Acantha termino ganándonos.

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Aquella mujer esta vez estaba vestida con una armadura de bronce, recogida el cabello.

Tuvimos que darle a oler aquella flor, su olor era de carne podrida. Pero finalmente
funciono y Nicole despertó.

Nicole en vos baja me dijo- la casa está distribuida según este mundo la mitad de la
casa, la iluminada pertenecía al rey, la parte oscura pertenece al reino de Acantha, ella
puede vernos a través de espejos y retratos de la casa.

Yo quedé asombrado – porque los humanos no podremos entrar a este reino?- pregunte
en voz alta.

–hace años Acantha era una joven se enamoró de un humano que entro a este mundo,
pero lo que Acantha no sabía era que él tenía una pretendiente, esta intento asesinarla le
provoco una cicatriz en el brazo por el metal que le quema la piel al hacer contacto, por
eso lleva un vestido que le cubre casi todo el brazo- respondió el rey.

–parece como si fueses mi diario, desde luego no puedo confiar en un humano por eso
los desterrare de este mundo- ¡dijo Acantha.

Su cabello cambio de color a rojo y se elevó, sus ojos cambiaron de colora rojo,
causando terror al rey y la reina ellos se cubrían los ojos con recelo e intimidación.
Acnatha soltó una especie de ondas de viento color amarillo, su discípulo intento
opacarla pero al tocarla se desvaneció el rey saco su espada intento darle.

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Pero ella lo expulso con sus poderes junto con su esposas hasta incluso salía arenisca de
la edificación vibraba, el arma callo cerca de mis pies.

- hazlo tú!- grito Nicole, agarre la espada en intente darle pero era imposible no sé
porque, me llene de coraje eleve la espada tanto como pude, me dije a mi mismo es
ahora o nunca, la espada atravesó su piel en el pecho y ella me miro con una mirada
profunda y una pequeña sonrisa, nunca había sentido tanto miedo como aquel momento
sentí que mis pies no soportaban mis pies me desvanecí sentía como mi cuerpo no
reaccionaba.

De pronto vi a Nicole llamarme la podía ver pero no podía responderle, hasta que ella
me beso volví lentamente a estar consiente vi a Acantha que yacía en el piso muerta,
pero sus alas de angel.

El rey dijo – tenéis que irse lo más rápido posible, los discípulos de Acantha están por
venir, al llegar a cas quemen los cuadro y rompan los vidrio y lo más importante nuca
regreséis.

-nunca regresaremos- Nicole y yo exclamamos al mismo tiempo.

- lo que hiciste con la espada, es de valientes la espada solo puede ser manipulada por
almas que no le temen y están seguras de dar el siguiente paso, por eso yo no podía
manejarla y matar a Acantha-dijo el rey.

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Nos marchamos de ahí lo más rápido que pudimos con la compañía de Elías.

- hay que darnos prisa sus tropas están por llegar- dijo Elías.

-vais a luchar- dije.

-si eso se requiere para recuperar la paz lo haremos será más fácil sin Acantha- dijo

-suerte en lo que hace- dije discretamente llegamos a la entrada.

El cuarto se veía nublado pero no oscuro, en la pasillo otra pesadilla los cuadro se
movían prácticamente nos tocaban y nos mantenía en el mismo lugar me arme de coraje
y salí corriendo le dije a Nicole.

-ire sacando cada cuadro y lo pondré en la chimenea para que se quemen termine de
sacarlos de la pared y ponerlos en el fuego.

Nicole estaba en estado de shock. No nos miramos siquiera. Apreté el brazo de Nicole y
la abrase fuerte y la bese la hice correr conmigo hasta la puerta, sin volvernos hacia
atrás. Empezamos a romper todos los espejos. Al quemar aquellos cuadros emitían
ruidos fuertes de gemidos de dolor no podíamos dormir Nicole y yo dormimos fuera de
la casa. Luego de eso amaneció ya habían desvanecido los sonidos de quejidos,
entramos a la casa se veía tal y como estaba pero yo decidí entrar a ala parte de la casa
que era oscura, al abrir la puerta esta estaba calara como toda la casa.

Sin embrago nunca regresaría a aquella casa. Antes de alejarnos tuve lástima, cerré bien
la puerta de entrada y tiré la llave a la alcantarilla. No fuese que a algún pobre diablo se
le ocurriera robar y se metiera en la casa, a esa hora y con la casa tomada.

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