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VERDADES Y FICCIONES EN LA HISTORIOGRAFIA DE

DON FRANCISCO DE MIRANDA

VIOLETA ROJO

UNIVERSIDAD SIMÓN BOLÍVAR


CARACAS-VENEZUELA

REALIDAD Y FICCIÓN

Pier Paolo Pasolini en su «Discurso sobre el plano secuencia, o el cine


como semiología de la realidad» plantea la necesidad de ver la realidad
desde diferentes puntos de vista, lo que permitiría al espectador captar «la
relatividad del otro, su inautenticidad, su imprecisión, su ambigüedad» y
observar que «cada uno de esos modos en que se ha presentado la realidad
es extremadamente pobre, aleatorio, casi digno de compasión, si pensamos
que se trata de uno sólo, mientras quedan tantos y tantos entre los demás».1

Los distintos modos de ver la realidad no son necesariamente falsos


sino simplemente subjetivos, por tanto diferentes. Nuestra visión sobre lo
que nos rodea está signada por nuestros conocimientos, antecedentes, vi-
vencias, crianza, carácter, nuestra capacidad de observación, de interpreta-
ción y de abstracción. Por tanto, es muy difícil que dos personas diferentes
vean un mismo hecho de la misma manera. Cada una de estas maneras son
personales y por tanto incompletas, ya que de acuerdo a nuestras opiniones
e intereses privilegiamos algunos aspectos y otros no. Necesitaríamos te-
ner conocimiento de una gran cantidad de puntos de vista distintos para
hacemos una idea de lo que es la realidad. Pero incluso teniéndolos no

__________
1 Pier Paolo Pasolini: Discurso sobre el plano secuencia, o el cine como semiología de
la realidad En: Ideología y lenguaje cinematográfico. Madrid. Alberto Corazón Edi-
tor, 1969. pp. 55-56 (Comunicación, 1).
resultaría confiable, ya que no sería la realidad sino de qué manera vimos y
elaboramos nosotros las visiones de realidad de los demás. En este suma
conclusiva influirían también nuestras observaciones, subjetividades, inte-
reses.

Si tenemos dificultades en percibir la realidad, más dificultades aún


tendremos para reproducirla. Como decía El Supremo de la novela de Roa
Bastos, la escritura es tramposa. Aquí, además de las diferentes maneras de
percepción de un hecho tenemos que la escritura (sea o no literaria) tiene
sus exigencias: de expresión, de ritmo, de presentación, que también influ-
yen en cómo reproducimos el hecho. Entre la realidad y nuestra percepción
hay una mediatización; entre nuestra percepción y cómo la escribimos hay
otra y entre cómo la escribimos y cómo la interpreta un lector hay otra más.

LA HISTORIA Y LOS PERSONAJES HISTÓRICOS

La historia es un caso patente de lo anteriormente explicado. Por una


parte sucede un hecho que alguien recoge, preferiblemente por escrito. El
documentados por llamarlo de algún modo, observa el hecho y lo interpre-
ta. Cuando lo escribe, más que narrar lo que sucedió narra su interpretación
de lo ocurrido, adecuando (consciente o inconscientemente) el recuerdo
del hecho a su discurso y no al revés. Posteriormente el historiador toma
este «documento» y lo interpreta -esto es, lo describe de acuerdo a su opi-
nión- y lo plasma nuevamente por escrito, pero descontextualizándolo (prác-
tica, por otro lado, absolutamente válida e, incluso necesaria). El lector,
por su parte, lee el texto del historiador y realiza una nueva interpretación.
Es muy posible que si hubiera visto el hecho tendría un punto de vista
distinto al que tiene leyendo el texto histórico y distinto también al que
tendría si leyera el documento original.

Hayden White fue muy claro al respecto. Para él una obra histórica es
«una estructura verbal en forma de discurso de prosa narrativa que dice ser
un modelo, o imagen, de estructuras y procesos pasados con el fin de expli-
car lo que fueron representándolos»2 Creo que no hay que hacer hincapié
en el dice ser o en el término representándolos, que nos insinúan el carác-
ter ficcional de la historia, ya que él mismo, posteriormente, recalca que

______________
2 Hayden White: Metahistoria. La imaginación histórica en la Europa del siglo XIX.
México. Fondo de Cultura Económica, 1992. p. 14

216
«la “invención” también desempeña un papel en las operaciones del histo-
riador»3

Cuando nos referimos a un personaje histórico, además del proceso


de interpretación y representación se une la circunstancia de que al ser un
personaje de otro siglo, otro momento y otra realidad tampoco podemos
conocer cabalmente los códigos de comportamiento y acción, ni, por tanto,
comprender la semiología vital del personaje.

MIRANDA PERSONAJE HISTÓRICO

Francisco de Miranda (1750-1816) es un personaje histórico particu-


larmente atractivo por la cantidad de material que se posee sobre él. En
primer lugar atesoró un archivo en el que guardaba los papeles de su vida,
entre otros, detallados diarios en los que relataba sus viajes, las personas
que conocía y sus opiniones sobre lo que observaba. Estos textos propor-
cionan una importante información de primera mano a la hora de analizar
el personaje. Además en sus múltiples viajes trabó relación con gente que,
a favor o en contra, dejaron por escrito su opinión sobre él, ya sea en sus
cartas, sus diarios o sus memorias. También están los documentos por los
procesos que se le siguieron y las defensas a éstos. A estas informaciones
de su época se unen los libros de historia, las biografías y los textos litera-
rios sobre el personaje. Estos textos conforman un gran mosaico de datos
que deberían damos una cercana visión a lo que realmente fue Miranda.
Sin embargo esto no es así, justamente esta cantidad de testimonios logran
complicar nuestra apreciación del personaje ya que éste, aún hoy, provoca
los más enconados odios y las más rendidas admiraciones. Los
mirandonianos pueden encontrar material suficiente para hacer panegíri-
cos, mientras que los enemigos de su figura pueden citar, en gran cantidad,
testimonios que ratifiquen su animadversión.

Por ejemplo, conocer el aspecto físico de Miranda es una tarea casi


imposible a pesar de los testimonios de época e, incluso, de la iconografía.
Hay cantidad de versiones, casi todas contradictorias.

En la Historia de la Primera República de Venezuela de Caracciolo


Parra Pérez se ofrece la siguiente descripción:

____________
3 Ibídem, p. 18

217
Es criollo, es decir blanco. Tiene 5’ 4» de alto, cabello negro, ojos
grises llenos de fuego, ancha frente, nariz perfilada y boca perfecta
que sabe sonreír. Elegante en el vestido, derecho como una espada,
con el pecho saliente, su marcha es decidida y militar. Nervioso, en
perpetuo movimiento, habla en axiomas con imperio y elocuencia.
Posee el don de persuadir, en varias lenguas. Da a sus auditores,
cualesquiera que sean, la impresión de tener conocimientos univer-
sales, sagacidad y sobrehumana energía. Modelo de templanza, ex-
cepto para los que él mismo llama placeres de Venus, come el ran-
cho de la tropa, sólo bebe de ordinario agua azucarada, duerme ape-
nas seis horas, lucha, lee, piensa, escribe sin descanso. Por pasatiem-
po toca flauta (...) Irrítenle el obstáculo y la contradicción. Su cólera
manifiéstase con estrépito y es inexorable su justicia. Su tenacidad
no tiene límites. Hábil y flexible diplomático, es también esencial-
mente probo. El más grave defecto de su carácter es el desmesurado
orgullo que le lleva a escuchar con agrado la lisonja. Gusta sobrema-
nera de discurrir sobre sí mismo y narra con frecuencia los acciden-
tes de su vida, sus acciones y sufrimientos.4

No hay manera de saber dónde obtuvo estas informaciones. Con res-


pecto al aspecto físico las hace verosímiles y creíbles citando una carta de
Madame Petión a Miranda el 23 de abril de 1802:
...se desenterró en los escombros de Chantilly un Escipión en már-
mol de Paros, que dicen de una muy antigua belleza (...) Leroux (...)
le preguntó: ¿a quien hallas que esto se parece? Y el otro respondió:
¡Pero es el general Miranda!, y aún lo encontré, verdaderamente,
muy parecido.5

En realidad, el fragmento de esta carta no ratifica nada, ya que desco-


nocemos la efigie, pero cumple la misión de hacemos verosímil la descrip-
ción primera.

Carlos Pueyrredón en su biografía lo describe de esta manera:


De aspecto atrayente, alto, como de dos varas, ágil, fuerte, corpulento,
erguido, salud de hierro, ojos grises, penetrantes y movedizos, con mi-
rada de fuego; frente alta, cara redonda, tez algo morena, bella y bien
cuidada dentadura, nariz grande y labios finos que sabían sonreír.6
____________________________

4 Caracciolo Parra Pérez: Historia de la Primera República de Venezuela. Caracas. Bi-


blioteca Ayacucho, 1992. p. 13
5 Idem
6 Carlos Pueyrredón: El General Miranda. Buenos Aires. Emecé Editores, 1943.

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A pesar de ser contradictorias entre sí estas imágenes de Miranda
permanecerán, y son las que tomarán los novelistas para describirlo. Herrera
Luque en Los amos del valle lo presenta como «un hombre joven, moreno
y muy apuesto» 7. Posteriormente, en un guión de radio, el mismo autor lo
describe a los 37 años como «mango bajito» y ratifica «¡Era
requetebuenmozo el condenado!»8 Por su parte, Denzil Romero en La tra-
gedia del generalísimo,9 lo describe tal cual se ve en Miranda en la Carra-
ca, óleo de Arturo Michelena, quien nunca vio a Miranda y para el que se
usó como modelo a Eduardo Blanco, autor de Venezuela Heroica.

Como podemos observar, a partir de una descripción posiblemente no


demasiado apegada a la realidad o quizás correspondiente a un período de
su vida solamente, se crea no sólo la iconografía de un personaje sino tam-
bién la descripción de éste cuando pasa a ser personaje ficcional. Veamos
ahora cómo describen a Miranda sus contemporáneos:

John Edsall, un recluta de la expedición mirandina de 1806 lo descri-


be así en sus memorias:

El primer objeto extraño que vi fue un hombre de seis pies de estatu-


ra metido en una bata roja de mañana y en zapatillas (...) Ese hombre
hubiera ser calificado de robusto si no fuera por su palidez extrate-
rrestre. Su cabello tenía la blancura de la plata y era notable en él la
gran cantidad de pelos del interior de sus orejas. Atado hacia atrás y
empolvado el cabello, así y todo no era un hombre cuya apariencia
me fuese atractiva. El ha sido la persona más inquieta que yo haya
conocido y al hablar movía contantemente las manos y los pies.10

Esta descripción difiere totalmente de las anteriores, pero ya que pro-


viene de un observador, debería ser más creíble. Sin embargo tenemos otra
descripción de Miranda, también de primera mano, en la misma época y
hecha por alguien que venía de un medio parecido al de Edsall, que tenía
parecida edad y que había nacido en el mismo país. Moses Smith, de la
misma expedición, lo retrata someramente diciendo que «su aire de autori-
dad lo distinguía» y hace notar que «Llevaba una bata roja y zapatillas y su
__________________

7 Francisco Herrera Luque: Los amos del Valle. Barcelona. Pomaire, 1979. p. 265
8 Francisco Herrera Luque: La historia fabulada. Segunda serie. Barcelona. Pomaire,
1982. p. 358
9
Denzil Romero: La tragedia del generalísimo. Barcelona. Argos Vergara, 1983
10
John Edsall: Memorias de un recluta de la expedición mirandina (Incidentes en la
vida de John Edsall). Caracas. Biblioteca de Autores y Temas Mirandinos, 1979. p. 27

219
fisonomía denotaba que no era de nuestro país»11 Si la primera descripción
era desagradable, la segunda no lo es.

Otra descripción de un observador es la que se atribuye a Napoleón


Bonaparte, que lo ve aunque de una manera distinta a las anteriores:

Miranda era de facciones y figura poco comunes, más bien por su


originalidad que por su belleza: tenía el ojo de fuego de los españo-
les, la piel bronceada y labios finos y espirituales, aun en el silencio;
su rostro se iluminaba en cuanto empezaba a hablar «cosa que hacía
con inconcebible rapidez. En las profundidades de su alma debe ani-
dar la llamada de un fuego sagrado. 12

Todas estas descripciones son contradictorias. Lo único que nos que-


da claro es que Miranda era alto, pero mientras los observadores nos mues-
tran a un hombre físicamente impresionante, aunque no apuesto, los histo-
riadores nos presentan a un ser físicamente notable. Esto nos hace pensar
que los historiadores inventaron una fisonomía del personaje, partiendo en
algunos casos de datos verídicos que completaban hasta llegar a la imagen
arquetípica de un héroe de la independencia. No describen a Miranda, sino
cómo debería ser de acuerdo a su lugar en la historia. Miranda es converti-
do en un personaje de ficción por los historiadores pero él también pone su
parte en el proceso.

MIRANDA PERSONAJE FICCIONAL

Miranda por él mismo

Denzil Romero, en La tragedia del generalísimo utiliza a un narrador


que habla a Miranda en segunda persona y le cuenta al propio general lo
que ha sido su vida y le dice:

Tienes que volcar en palabras todo lo que viviste, todo lo que hicis-
te, lo que pudiste hacer y aun no has hecho, tus sensaciones, tus
emociones, tus frustraciones, tus arrebatos, tus esperanzas, todo, todo
tienes que contarlo, todo tienes que decirlo13

_____________
11 William Spence Robertson: La vida de Miranda. Caracas. Publicaciones del Banco
Industrial de Venezuela, 1982. p. 237
12
Ibídem, p. 122
13 Denzil Romero: Ob. Cit., p. 255

220
En realidad, Miranda esconde mucha información, ya sea por miedo a
la Inquisición, por caballerosidad o por simple paranoia de perseguido. Por
otra parte, Miranda no escribía diarios sino únicamente en sus viajes, el
resto de sus archivos está conformado por correspondencia enviada y reci-
bida, tarjetas de visita, documentos, proclamas, etc.

Es curioso, sin embargo que Miranda no consigne todas las informa-


ciones en su diario, ya que la función de éste no debería ser otra que llevar
una documentada relación de eventos vividos día tras día para uso particu-
lar (por eso se llaman diarios íntimos), y por tanto, no debería sufrir ni los
olvidos conscientes e inconscientes, ni tampoco la selecta jerarquización
en el registro de los recuerdos más convenientes que se ve en las autobio-
grafías. Es posible, sin embargo, que la falta de interioridad se deba a que
son diarios de viaje.

Para Todorov 14el relato de viaje está en el límite entre la ciencia y la


autobiografía. La ciencia esta allí porque es importante que el relato de
viaje implique la idea de descubrimiento de otras realidades distintas a las
habituales. Justamente así son los diarios de Miranda: detalladas descrip-
ciones de lugares, edificios, costumbres, experiencias no vividas anterior-
mente, distancias recorridas, maneras de estar en sociedad, opiniones de
los otros y de él mismo unidas a comentarios sobre lo cotidiano: lo que
hizo el criado bribón, las dificultades de viajar sin conocer el idioma, las
mujeres con las que tiene relaciones...

Sin embargo, a pesar de lo minucioso que es en sus anotaciones todos


los comentarios son externos. Muy rara vez conocemos al personaje pro-
fundo, es como si todas sus vivencias fueran exteriores. No sabemos de sus
sentimientos, nunca se refiere a su familia, no hace mención de si alguna
vez se sintió solo y perdido, si se enamoró o fue feliz. Ni siquiera explica si
las razones verdaderas de sus viajes eran conseguir apoyo económico, po-
lítico y militar para la independencia o, simplemente, diletantismo de via-
jero curioso e ilustrado.

Al no dar información, da pie a que los espacios en blanco sean relle-


nados a gusto del intérprete por los historiadores.

____________
14 Tzvetan Todorov: Las morales de la historia. Barcelona. Paidós, 1993. p. 99

221
Miranda el héroe

En las reglas del juego histórico está la ficción, si nos atenemos a


Hayden White o, para ir más lejos a Rousseau, que decía que la historia es
una mentira convenida. Para los historiadores y biógrafos Miranda se con-
vierte en coto de fabulaciones, pero no por las posibilidades literarias del
personaje, sino para utilizarlo con objetivos precisos. Lo desdeñable de
cómo se efectúa la ficcionalización del personaje histórico es, como dice
Mariano Picón Salas, «esa falsa subordinación del hombre al ambiente; ese
relleno de historia y color local con que se escamotea el auténtico drama»15

La historiografía venezolana es particularmente poco apegada a la


verdad histórica. Según Francisco Herrera Luque esto se debe a que:

Si en Venezuela no había imprenta* (...) no es difícil imaginar que


los sucesos del pasado se mantenían vivos a través de la tradición
oral, dando pie a fabulaciones y tergiversación, con lo que nuestra
historia antes de la Independencia tiene mucho de mito (...) Lo que
ha permitido a los historiadores que vinieron luego hacer con la his-
toria, en cierta forma inédita, lo que les viniese en ganas.16

Esto no es patrimonio exclusivo de nuestra historia antes de la Inde-


pendencia, por otras razones esta situación se mantiene, e incluso se agudiza
en la historia posterior.

En general, la historia tiene dos grandes tendencias: una que viene de


Herodoto y otra de Tucídides. Este último concebía a la historia como un
instrumento político mientras que para Herodoto la historia debe propor-
cionar modelos de comportamiento, lo que se logra mediante la exaltación
de los valores y las enseñanzas morales implícitas en las vidas y hazañas de
los grandes hombres.

Que nuestra historia es herodotiana es evidente. Basta con examinar


la figura de Antonio José de Sucre, por no detenemos en la de Simón Bolí-
var. Sucre, según nuestra historia, fue un dechado de virtudes, que nunca
cometió un error. Esto tiene su importancia en la formación del concepto
de nación y de patria fundada por prohombres.
_____________
15 Mariano Picón Salas: Miranda. Caracas. Monte Avila, 1972. p. 10
* La primera imprenta la trajo Miranda en la expedición de 1806.
16 Francisco Herrera Luque: La Historia fabulada. Tercera serie. Barcelona. Pomaire,
1983. p. 185

222
En el caso de Miranda se ha intentado hacer lo mismo, ficcionalizar el
personaje histórico para que calce en el molde de héroe y de prócer inta-
chable que sirva de modelo a las jóvenes generaciones. Sin embargo esto
no es posible por la sencilla razón de que sobre él se escribieron demasia-
dos textos en su época y, además, se tienen sus propios diarios, que mues-
tran un personaje que no está a la altura de las altas dignidades impuestas
por la doxa -«la opinión pública, el espíritu mayoritario, el consenso pe-
queño- burgués, la voz de lo natural, la violencia del prejuicio».17 Es la
doxa la que convierte a Miranda en un personaje ficcional, ya que sus ac-
ciones son inaceptables para lo que se considera que debe ser la moral de
una figura de su significación. Miranda es, efectivamente, un héroe por sus
acciones, pero su comportamiento es muy poco convencional. De él pue-
den exaltarse sus cuarenta años de lucha por la libertad de su país, sus
esfuerzos por todo el mundo para hacer conocer el nombre de Venezuela,
su inteligencia, su preparación e incluso su afán escriturario, ya que impli-
ca la difícil mezcla del hombre de acción con el de pensamiento, sin em-
bargo, sus diarios pasan a ser un problema cuando comenta cosas como
«Entramos en un burdel de putas que hay inmediato; allí por un rublo chapé
una. buena». Un héroe ejemplo de juventudes no va a burdeles, pero, sobre
todo, si va no lo comenta ya que el lugar común dice que un héroe debe ser
un caballero, y los caballeros no tienen memoria ni hablan de las mujeres

Por otra parte, como héroe y prócer debe ser un hombre lleno de idea-
les, que lucha por la libertad sin pensar en recibir nada a cambio, como no
sea la satisfacción de la labor cumplida. Miranda, en cambio, pelea con Pitt
porque no le proporciona la pensión a la que piensa que tiene derecho, es
acusado de ser espía de los ingleses, da información sobre América Latina
a cambio de beneficios económicos y sociales y lo envuelven en varios
juicios acusado de corrupción.

Por supuesto, los historiadores aclaran y explican, pero siempre que-


da la duda. Mientras que las vidas de otros héroes se adecuan a los requeri-
mientos heroicos sin tantas complicaciones, la de Miranda, que escribe
diarios y a quien dedican panfletos es un problema.

Además, Miranda no fue bien mirado por sus contemporáneos y esta


visión ha perneado hasta ahora. Según Elías Pino Iturrieta:

______________
17 Roland Barthes: Roland Barthes por Roland Barthes. Caracas. Monte Ávila, 1978.
p. 51.

223
Ante los ojos de sus contemporáneos latinoamericanos, líderes de la
revolución, el Precursor no fue un par bienvenido, sino un personaje
susceptible de provocar recelos por su calidad de heraldo de un uni-
verso amenazador, de ese mundo que había engullido añejos privile-
gios18

Los mantuanos eran gatopardianos, querían que todo cambiara para


que todo se mantuviera igual y Miranda era no sólo un representante de la
modernidad, sino además era, para ellos, un recién vestido (no hay que
olvidar que el intento de su padre de emparejarse a los mantuanos tuvo
como consecuencia, además de la humillación del viejo, el voluntario des-
tierro del hijo y la pérdida del patrimonio familiar), un recién llegado que
estuvo cuarenta años por el mundo y al que ahora se veían obligados a
llamar porque lo necesitaban y que llegaba, con sus demasiado liberales
ideas a convertirse en el Generalísimo y en el dictador de Venezuela.

Por si fuera poco, poseía tres cualidades que han significado un anate-
ma en todas las sociedades desde el siglo XVIII hasta ahora: era lector de
libros impíos, ateo y francmasón.

Miranda, que es un héroe por su importancia en el proceso


independentista venezolano no es, sin embargo, modélico por su heterodo-
xia. Al no poder hacerlo calzar exactamente en el esquema de héroe de una
sola pieza, se generan otros procesos ficcionales que tratan de hacerlo en-
trar en moldes: como no puede ser un héroe tradicional pasa a ser, por una
parte una figura mítica y por otra una figura trágica.

Miranda mítico

Analicemos estas figuras ficcionales relacionándolas con un evento


en la vida de Miranda: su viaje a Rusia y su relación con Catalina II. Miran-
da, en su diario de este viaje se muestra parco con respecto a las razones
por las que llega hasta un país tan lejano. Obviamente no es un turista
accidental, llega a Rusia con intenciones precisas: logra que lo presenten al
Príncipe Potemkin, favorito de la Emperatriz, se gana su confianza y éste
se lo presenta a Catalina la Grande. En este diario Miranda cuenta lo que
vio, las costumbres, las personas de importancia a las que conoció. Las

______________
18 Elias Pino Iturrieta: «Prólogo» a Francisco de Miranda: Documentos fundamentales.
Caracas. Biblioteca Ayacucho, 1992. p. VII (Colección Claves de América)

224
únicas referencias que podrían damos pistas sobre qué hacía allí están en
abril de 1787. El día cuatro dice:
La emperatriz me habló muy cariñosamente llamándome a su lado, y
Mamonov [también favorito de la Emperatriz] le decía que mañana
tenía que confesarme con él por la mañana, con alusión a una cita
que nos teníamos dada para hablar de mi asunto...

¿Cuál es ese asunto? No lo dice, pero a partir de las anotaciones de


días posteriores podemos deducirlo. El 8 de abril cena con Potemkin y
después de una larga conversación sobre Inglaterra, Miranda comenta que
los negativos comentarios del príncipe sobre Inglaterra lo hacen inferir que
«tiraba a desanimarme de mi empresa e ida a Inglaterra». El 12 de abril se
encuentra con Mamonov:
Hablamos con sigilo de nuestro asunto y le di las razones por qué no
aceptaba por ahora la oferta que me hacía Su Majestad de quedarme
a su servicio, etc. Me oyó con sumo gusto y me ofreció respuesta
para por la noche, a la cena, significándome que yo hacía mal, sin
embargo, de no admitir la oferta de la Emperatriz, y repitiéndome la
expresión de que la nación inglesa, después de la última guerra, esta-
ba como adormecida.

Ese mismo día, por la noche, Catalina le manda a decir «que le pare-
cía muy bien mi modo de pensar, que me daría su Protección Imperial en
todas partes del mundo...»
El 20 de abril va a casa de Mamonov, quien:
Me habló inmediatamente de mis asuntos (...) y que la Emperatriz
me ofrecía enviar las cartas prometidas directamente, para que no
me las encontrasen a mí. Yo le respondí que estaba muy bien, mas
que para mi mayor seguridad y facilitar la conclusión de mi empresa,
una carta de crédito por valor de 10.000 rublos me sería muy acepta-
ble para en caso de necesidad.

Podemos pensar, a partir de estos textos, que Miranda fue a Rusia


buscando el apoyo político y financiero de Catalina II y su intermediación
para convencer a los ingleses de la factibilidad de la empresa. Por tanto,
Miranda fue a Rusia con objetivos precisos que logró. No estaba en viaje
de turismo por el mundo sino que tenía un plan estratégico para conseguir
dinero y apoyo a su proyecto.
Dos historiadores rusos, Miroshevski y Lavretski, analizan la situa-
ción desde este punto de vista. Según ellos Catalina apoya los requerimien-

225
tos de Miranda por dos razones fundamentales: por una parte existía una
rivalidad entre España y Rusia y la independencia de las colonias españo-
las significaba la debilidad del imperio español, lo que favorecía los intere-
ses rusos. Por otra parte, Catalina tenía un viejo proyecto de penetración en
el territorio americano, al que consideraba importante geopolíticamente
para un imperio que quería expandirse.

Curiosamente, la historiografía venezolana no toma en cuenta ningu-


no de estos asuntos. Las implicaciones económicas, políticas, geográficas
y culturales del asunto son pasadas por alto. Lo que es un juego estratégico
en Miranda y parte de un proyecto político en Catalina se convierte, sim-
plemente, en una seducción en la que participan un don Juan y una Mesali-
na. Según esta versión, Miranda se convierte en amante de Catalina para
conseguir apoyo a su proyecto independentista, y ella, mujer al fin, le con-
cede sus deseos a su enamorado.

El héroe, obviamente, no puede aparecer aquí ya que los héroes son


hombres de acción, no estrategas. Aparece entonces el Miranda mítico en
sus dos vertientes: el don Juan y el aventurero. No es un héroe tradicional,
sino alguien para quien el fin justifica los medios, por tanto hace cualquier
cosa por la libertad de su patria. ¿Cómo se comporta el aventurero? Así lo
muestran los historiadores:
Francisco Herrera Luque, en uno de los guiones radiofónicos de La
Historia Fabulada narra así el evento:

Narrador. La Emperatriz, sin duda alguna, se sintió flechada desde


el primer momento y Miranda que era, ¿cómo les digo yo?...

Mujer 1 (Apuntándole): Un tigre para el tango.

Narrador: Bueno, ustedes me entienden... pasó a ser el preferido de


aquella corte donde los guardias de corps se elegían por el tama-
ño...19

Después comenta que, cuando sucedió esta historia Catalina era «una
vieja horrenda, de una obesidad orgiástica» y que «La emperatriz de Rusia
fue quizás el más grande esfuerzo que hizo el Generalísimo por la causa de
la libertad»20 Después de este comentario no debe extrañarnos que en el
mismo guión Catalina llame a Miranda: «mi chulín».
_______________
19 Francisco Herrera Luque: La historia fabulada..., p. 360
20 Ibídem, p. 361

226
Según esta versión Miranda no sólo es un aprovechador de circuns-
tancias que hace cualquier cosa por sus metas, esto es, el aventurero, sino
también un conquistador.

En el Canto a Venezuela, Arreaza Calatrava recoge la figura mítica de


Miranda:
Paladín de patricia figura
Cuyo casco emplumó la Aventura
Con su errante penacho galán;
Que dio un lauro a la Francia gloriosa
Y a las nieves de Rusia una rosa...
¡Don Quijote injertado en Don Juan!

El mito del Miranda Don Juan es el que más ha permanecido en el


imaginario. Este mito implica dos cosas: su superioridad viril, (era tan se-
ductor que llegaba hasta a las emperatrices) pero también su falta de escrú-
pulos. La historia de Miranda con Catalina II es contada por todos los his-
toriadores en un discurso en el que se entremezclan la pacatería, el orgullo
por los éxitos de un venezolano en todos los terrenos y un discurso indirec-
to y lleno de eufemismos, en el que se insinúa de una manera más boba que
elegante una historia que, de haberse dado, no es en realidad, material
historiográfico.

Veamos cómo han recogido los historiadores y biógrafos esta historia


José Nucete Sardi habla de «simpatía amorosa» y de «flirt intelectual» pero
desecha otras intimidades, aunque después se refiere a unos celos del prín-
cipe Potemkin (incomprobables a partir de los documentos) que nos ratifi-
can lo que antes ha negado.

Robertson, que suele ser parco menciona que entre los ingleses en
Rusia se menciona «en términos escandalosos la intimidad del criollo con
la zarina» y especifica: «Quienes rodeaban a la emperatriz observaron que
Miranda ganaba rápidamente terreno en el favor de la caprichosa sobera-
na» para finalizar comentando «Así pues, el errante venezolano conquistó
el favor de la moderna Mesalina, aunque no se han encontrado pruebas de
que se convirtiera en uno de esos favoritos notorios que ella cubría de dádi-
vas espléndidas.21 Por un aparte, el mencionar los comentarios de los ingle-
_____________
21 William Robertson: La vida de..., pp. 62, 67 y 75

227
ses (específicamente los de Stephen Sayre) de cierta manera nos confirma
la historia ya que nos hace pensar que no proviene de una interpretación a
posteriori. Por otra parte, el catalogar a Catalina de Mesalina, unido a la
expresión «conquistó el favor» nos envía un mensaje muy directo de reco-
nocimiento de un hecho. Es de hacer notar que su única prevención como
historiador no es que exista una relación entre los personajes, sino que no
hay pruebas de que Miranda fuera uno de «los favoritos notorios que ella
cubría e dádivas». Esto nos hace pensar que el hecho está comprobado,
pero no se consiguen referencias de que fuera un favorito notorio.

Mariano Picón Salas, para no entrar en honduras, se limita a decir


«No nos consta hasta que punto estimó a Miranda...»22. Con este comenta-
rio, sale elegantemente del paso sin dejar de mencionar que conoce los
rumores.

Lautico García es el historiador que hace uso más constante de la


indirecta, esto es no habla de algo que le debe parecer moralmente inacep-
table en la práctica e inelegante en el comentario, pero no deja de mencio-
narlo usando tapujos. Así, por ejemplo, en fases sueltas menciona: «con el
afecto de Catalina hacia Miranda aún ardiente» o el «flirteo político o amo-
roso» entre ambos 23

Alfonso Rumazo González emplea otro método: al comenzar a refe-


rirse al asunto transcribe una cita de Decaux sobre Catalina:

¿Qué un hombre le gustaba? Necesariamente tenía que ser suyo ¿Qué


dejaba de gustarle? Lo despedía inmediatamente. A los que había
elegido los cubría de dinero, títulos y honores.24

Para, posteriormente, comentar las atenciones que tenía Catalina con


Miranda, el dinero que le da, etc. Sin este epígrafe, parecería que la empe-
ratriz, simplemente, le tenía aprecio a Miranda, con el epígrafe, el sentido
cambia completamente y se confirma el mito. Si bien en su texto Rumazo
prefiere la alusión y el rodeo, en una nota a pie de página es directo. Al
comentar la referencia que hace Robertson a los comentarios de Sayre co-
menta:
____________________

22 Mariano Picón Salas: Miranda..., p. 28


23 Lautico García: Francisco de Miranda y el antiguo régimen español. Caracas. Acade-
mia Nacional de la Historia, 1961. pp. 281-282
24 Alfonso Rumazo González: Miranda Protolíder de la Independencia americana. Los
Teques. Biblioteca de Autores y Temas Mirandinos, 1985. p. 114

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...los escrupulosos pueden acudir a esos importantes manuscritos,
que sin duda expresan más que la ingenua queja de que «no hay
documentos que prueben las relaciones íntimas de Miranda y Catali-
na» ¿Pueden esperarse «documentos»?25

La relación de Miranda con Catalina la Grande no es el único de los


episodios de su vida que ha llegado a tener carácter mítico, aunque es par-
ticularmente interesante debido a su carácter erótico, lo que ocasiona un
discurso particular. Con otra de sus figuras Acciónales: la vida trágica, los
mecanismos son distintos.

Miranda trágico

Denzil Romero llama a su primer libro La Tragedia del Generalísimo.


José Nucete Sardi a su biografía, Aventura y tragedia de don Francisco de
Miranda. Diego Córdova a la suya Miranda soldado del infortunio. Es
común que los biógrafos al hablar de Miranda se refieran a la tragedia de su
vida. Según Steiner:

El punto de partida de la concepción de la tragedia está en la catás-


trofe. Las tragedias terminan mal. El personaje trágico es destruido
por fuerzas que no pueden ser entendidas del todo ni derrotadas por
la prudencia racional. Cuando las causas del desastre son tempora-
les, cuando el conflicto puede ser resuelto por medios técnicos o
sociales, entonces tenemos drama. La tragedia es irreparable.26

Según este concepto, la tragedia es incomprensible y, sobre todo, ine-


vitable. Para el mismo autor, el sentido de lo trágico se expresa en «la
brevedad de la vida heroica, el sometimiento del hombre a la ferocidad y el
capricho de lo inhumano y la caída».27 Estas características pueden ser per-
fectamente aplicables a Miranda: su vida como héroe fue breve y sus caí-
das tienen que ver, aparentemente, con determinismos ineludibles.

¿Por qué una de las ficcionalizaciones sobre Miranda es la tragedia?


Posiblemente porque la fortuna de Miranda correspondía cabalmente al
«semper crescis et decrescis» del Carmina Burana, su vida es una sucesión
de grandes éxitos grandes fracasos. Sin embargo, el penúltimo episodio de

______________
25 Ibídem, p. 122
26 George Steiner: La muerte de la tragedia. Caracas. Monte Avila, 1991. p. 13
27 Ibídem, p. 10

229
la vida de Miranda –su entrega a Monteverde– más que trágica es conve-
nientemente trágica.

Simón Bolívar es nuestro héroe por excelencia: modélico, inatacable


e intachable. Entre los errores que cometió posiblemente uno de los más
lamentables fue entregar a Miranda al enemigo. Por lo general los historia-
dores venezolanos se enredan al referirse a este tema, ya que la acción de
Bolívar fue deplorable. Ahora bien, la única manera de disminuir su error
es convirtiendo la vida de Miranda en trágica. Así, la acción de Bolívar no
es vergonzosa sino simplemente un hecho ineluctable, un capricho de los
dioses. Bolívar sigue siendo perfecto porque se convierte de victimario en
víctima: fue la mano ejecutoria de un destino inexorable. Bolívar no tuvo
la culpa, sino el fatum de Miranda.

Miranda en la ficción

Como hemos visto, el personaje de Miranda ha pasado a convertirse


en una serie de representaciones ficcionales en el discurso histórico. En el
discurso ficcional Miranda sólo aparece retratado por dos autores: Herrera
Luque, que en Los amos del valle introduce un episodio mirandino que,
más que novelado, es la recreación de un hecho histórico. En sus guiones
radiofónicos hace lo mismo, aunque con mayor desenfado.

El otro autor es Denzil Romero, que dedicará cinco novelas a la figura


de Francisco de Miranda. En las dos publicadas hasta ahora: La tragedia
del generalísimo y Grand Tour, pueden encontrarse las características que
atribuye Seymour Mentón a la nueva novela histórica: las omisiones, exa-
geraciones y anacronismos, la ficcionalización extrema de los personajes
históricos, la intertextualidad, la carnavalización y la parodia, la multipli-
cidad de discursos y el erotismo exuberante28

Sin embargo, más que novelas históricas parecen novelas eróticas pro-
tagonizadas por un personaje histórico, si hemos de darle alguna clasifica-
ción. Lo que se podría pensar es que la vida de Miranda fue tan amplia,
llena de acontecimientos, complicada, aventurera y novelesca que al
ficcionalizarla literariamente hay que exagerarla rabelasianamente para
hacer algo distinto.
_______________
28 Seymour Mentón: La nueva novela histórica de la América Latina 1972-1992. Méxi-
co. Fondo de Cultura Económica, 1993

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Lo importante del personaje, para nuestros efectos, es la imposibili-
dad de nuestros historiadores para referirse a él como un personaje históri-
co tradicional, sino como un ente ficticio. En Las morales de la historia
Todorov cita la Apología para la historia u Oficio de historiador de Marc
Bloch, quien escribe «Robespierristas, antirrobespierristas, os suplicamos
gracia: por piedad, decidnos, sencillamente, quién fue Robespierre». Noso-
tros podríamos hacer lo mismo, suplicar que nos digan quien fue Miranda.

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