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VIOLETA ROJO
REALIDAD Y FICCIÓN
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1 Pier Paolo Pasolini: Discurso sobre el plano secuencia, o el cine como semiología de
la realidad En: Ideología y lenguaje cinematográfico. Madrid. Alberto Corazón Edi-
tor, 1969. pp. 55-56 (Comunicación, 1).
resultaría confiable, ya que no sería la realidad sino de qué manera vimos y
elaboramos nosotros las visiones de realidad de los demás. En este suma
conclusiva influirían también nuestras observaciones, subjetividades, inte-
reses.
Hayden White fue muy claro al respecto. Para él una obra histórica es
«una estructura verbal en forma de discurso de prosa narrativa que dice ser
un modelo, o imagen, de estructuras y procesos pasados con el fin de expli-
car lo que fueron representándolos»2 Creo que no hay que hacer hincapié
en el dice ser o en el término representándolos, que nos insinúan el carác-
ter ficcional de la historia, ya que él mismo, posteriormente, recalca que
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2 Hayden White: Metahistoria. La imaginación histórica en la Europa del siglo XIX.
México. Fondo de Cultura Económica, 1992. p. 14
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«la “invención” también desempeña un papel en las operaciones del histo-
riador»3
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3 Ibídem, p. 18
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Es criollo, es decir blanco. Tiene 5’ 4» de alto, cabello negro, ojos
grises llenos de fuego, ancha frente, nariz perfilada y boca perfecta
que sabe sonreír. Elegante en el vestido, derecho como una espada,
con el pecho saliente, su marcha es decidida y militar. Nervioso, en
perpetuo movimiento, habla en axiomas con imperio y elocuencia.
Posee el don de persuadir, en varias lenguas. Da a sus auditores,
cualesquiera que sean, la impresión de tener conocimientos univer-
sales, sagacidad y sobrehumana energía. Modelo de templanza, ex-
cepto para los que él mismo llama placeres de Venus, come el ran-
cho de la tropa, sólo bebe de ordinario agua azucarada, duerme ape-
nas seis horas, lucha, lee, piensa, escribe sin descanso. Por pasatiem-
po toca flauta (...) Irrítenle el obstáculo y la contradicción. Su cólera
manifiéstase con estrépito y es inexorable su justicia. Su tenacidad
no tiene límites. Hábil y flexible diplomático, es también esencial-
mente probo. El más grave defecto de su carácter es el desmesurado
orgullo que le lleva a escuchar con agrado la lisonja. Gusta sobrema-
nera de discurrir sobre sí mismo y narra con frecuencia los acciden-
tes de su vida, sus acciones y sufrimientos.4
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A pesar de ser contradictorias entre sí estas imágenes de Miranda
permanecerán, y son las que tomarán los novelistas para describirlo. Herrera
Luque en Los amos del valle lo presenta como «un hombre joven, moreno
y muy apuesto» 7. Posteriormente, en un guión de radio, el mismo autor lo
describe a los 37 años como «mango bajito» y ratifica «¡Era
requetebuenmozo el condenado!»8 Por su parte, Denzil Romero en La tra-
gedia del generalísimo,9 lo describe tal cual se ve en Miranda en la Carra-
ca, óleo de Arturo Michelena, quien nunca vio a Miranda y para el que se
usó como modelo a Eduardo Blanco, autor de Venezuela Heroica.
7 Francisco Herrera Luque: Los amos del Valle. Barcelona. Pomaire, 1979. p. 265
8 Francisco Herrera Luque: La historia fabulada. Segunda serie. Barcelona. Pomaire,
1982. p. 358
9
Denzil Romero: La tragedia del generalísimo. Barcelona. Argos Vergara, 1983
10
John Edsall: Memorias de un recluta de la expedición mirandina (Incidentes en la
vida de John Edsall). Caracas. Biblioteca de Autores y Temas Mirandinos, 1979. p. 27
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fisonomía denotaba que no era de nuestro país»11 Si la primera descripción
era desagradable, la segunda no lo es.
Tienes que volcar en palabras todo lo que viviste, todo lo que hicis-
te, lo que pudiste hacer y aun no has hecho, tus sensaciones, tus
emociones, tus frustraciones, tus arrebatos, tus esperanzas, todo, todo
tienes que contarlo, todo tienes que decirlo13
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11 William Spence Robertson: La vida de Miranda. Caracas. Publicaciones del Banco
Industrial de Venezuela, 1982. p. 237
12
Ibídem, p. 122
13 Denzil Romero: Ob. Cit., p. 255
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En realidad, Miranda esconde mucha información, ya sea por miedo a
la Inquisición, por caballerosidad o por simple paranoia de perseguido. Por
otra parte, Miranda no escribía diarios sino únicamente en sus viajes, el
resto de sus archivos está conformado por correspondencia enviada y reci-
bida, tarjetas de visita, documentos, proclamas, etc.
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14 Tzvetan Todorov: Las morales de la historia. Barcelona. Paidós, 1993. p. 99
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Miranda el héroe
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En el caso de Miranda se ha intentado hacer lo mismo, ficcionalizar el
personaje histórico para que calce en el molde de héroe y de prócer inta-
chable que sirva de modelo a las jóvenes generaciones. Sin embargo esto
no es posible por la sencilla razón de que sobre él se escribieron demasia-
dos textos en su época y, además, se tienen sus propios diarios, que mues-
tran un personaje que no está a la altura de las altas dignidades impuestas
por la doxa -«la opinión pública, el espíritu mayoritario, el consenso pe-
queño- burgués, la voz de lo natural, la violencia del prejuicio».17 Es la
doxa la que convierte a Miranda en un personaje ficcional, ya que sus ac-
ciones son inaceptables para lo que se considera que debe ser la moral de
una figura de su significación. Miranda es, efectivamente, un héroe por sus
acciones, pero su comportamiento es muy poco convencional. De él pue-
den exaltarse sus cuarenta años de lucha por la libertad de su país, sus
esfuerzos por todo el mundo para hacer conocer el nombre de Venezuela,
su inteligencia, su preparación e incluso su afán escriturario, ya que impli-
ca la difícil mezcla del hombre de acción con el de pensamiento, sin em-
bargo, sus diarios pasan a ser un problema cuando comenta cosas como
«Entramos en un burdel de putas que hay inmediato; allí por un rublo chapé
una. buena». Un héroe ejemplo de juventudes no va a burdeles, pero, sobre
todo, si va no lo comenta ya que el lugar común dice que un héroe debe ser
un caballero, y los caballeros no tienen memoria ni hablan de las mujeres
Por otra parte, como héroe y prócer debe ser un hombre lleno de idea-
les, que lucha por la libertad sin pensar en recibir nada a cambio, como no
sea la satisfacción de la labor cumplida. Miranda, en cambio, pelea con Pitt
porque no le proporciona la pensión a la que piensa que tiene derecho, es
acusado de ser espía de los ingleses, da información sobre América Latina
a cambio de beneficios económicos y sociales y lo envuelven en varios
juicios acusado de corrupción.
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17 Roland Barthes: Roland Barthes por Roland Barthes. Caracas. Monte Ávila, 1978.
p. 51.
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Ante los ojos de sus contemporáneos latinoamericanos, líderes de la
revolución, el Precursor no fue un par bienvenido, sino un personaje
susceptible de provocar recelos por su calidad de heraldo de un uni-
verso amenazador, de ese mundo que había engullido añejos privile-
gios18
Por si fuera poco, poseía tres cualidades que han significado un anate-
ma en todas las sociedades desde el siglo XVIII hasta ahora: era lector de
libros impíos, ateo y francmasón.
Miranda mítico
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18 Elias Pino Iturrieta: «Prólogo» a Francisco de Miranda: Documentos fundamentales.
Caracas. Biblioteca Ayacucho, 1992. p. VII (Colección Claves de América)
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únicas referencias que podrían damos pistas sobre qué hacía allí están en
abril de 1787. El día cuatro dice:
La emperatriz me habló muy cariñosamente llamándome a su lado, y
Mamonov [también favorito de la Emperatriz] le decía que mañana
tenía que confesarme con él por la mañana, con alusión a una cita
que nos teníamos dada para hablar de mi asunto...
Ese mismo día, por la noche, Catalina le manda a decir «que le pare-
cía muy bien mi modo de pensar, que me daría su Protección Imperial en
todas partes del mundo...»
El 20 de abril va a casa de Mamonov, quien:
Me habló inmediatamente de mis asuntos (...) y que la Emperatriz
me ofrecía enviar las cartas prometidas directamente, para que no
me las encontrasen a mí. Yo le respondí que estaba muy bien, mas
que para mi mayor seguridad y facilitar la conclusión de mi empresa,
una carta de crédito por valor de 10.000 rublos me sería muy acepta-
ble para en caso de necesidad.
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tos de Miranda por dos razones fundamentales: por una parte existía una
rivalidad entre España y Rusia y la independencia de las colonias españo-
las significaba la debilidad del imperio español, lo que favorecía los intere-
ses rusos. Por otra parte, Catalina tenía un viejo proyecto de penetración en
el territorio americano, al que consideraba importante geopolíticamente
para un imperio que quería expandirse.
Después comenta que, cuando sucedió esta historia Catalina era «una
vieja horrenda, de una obesidad orgiástica» y que «La emperatriz de Rusia
fue quizás el más grande esfuerzo que hizo el Generalísimo por la causa de
la libertad»20 Después de este comentario no debe extrañarnos que en el
mismo guión Catalina llame a Miranda: «mi chulín».
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19 Francisco Herrera Luque: La historia fabulada..., p. 360
20 Ibídem, p. 361
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Según esta versión Miranda no sólo es un aprovechador de circuns-
tancias que hace cualquier cosa por sus metas, esto es, el aventurero, sino
también un conquistador.
Robertson, que suele ser parco menciona que entre los ingleses en
Rusia se menciona «en términos escandalosos la intimidad del criollo con
la zarina» y especifica: «Quienes rodeaban a la emperatriz observaron que
Miranda ganaba rápidamente terreno en el favor de la caprichosa sobera-
na» para finalizar comentando «Así pues, el errante venezolano conquistó
el favor de la moderna Mesalina, aunque no se han encontrado pruebas de
que se convirtiera en uno de esos favoritos notorios que ella cubría de dádi-
vas espléndidas.21 Por un aparte, el mencionar los comentarios de los ingle-
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21 William Robertson: La vida de..., pp. 62, 67 y 75
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ses (específicamente los de Stephen Sayre) de cierta manera nos confirma
la historia ya que nos hace pensar que no proviene de una interpretación a
posteriori. Por otra parte, el catalogar a Catalina de Mesalina, unido a la
expresión «conquistó el favor» nos envía un mensaje muy directo de reco-
nocimiento de un hecho. Es de hacer notar que su única prevención como
historiador no es que exista una relación entre los personajes, sino que no
hay pruebas de que Miranda fuera uno de «los favoritos notorios que ella
cubría e dádivas». Esto nos hace pensar que el hecho está comprobado,
pero no se consiguen referencias de que fuera un favorito notorio.
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...los escrupulosos pueden acudir a esos importantes manuscritos,
que sin duda expresan más que la ingenua queja de que «no hay
documentos que prueben las relaciones íntimas de Miranda y Catali-
na» ¿Pueden esperarse «documentos»?25
Miranda trágico
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25 Ibídem, p. 122
26 George Steiner: La muerte de la tragedia. Caracas. Monte Avila, 1991. p. 13
27 Ibídem, p. 10
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la vida de Miranda –su entrega a Monteverde– más que trágica es conve-
nientemente trágica.
Miranda en la ficción
Sin embargo, más que novelas históricas parecen novelas eróticas pro-
tagonizadas por un personaje histórico, si hemos de darle alguna clasifica-
ción. Lo que se podría pensar es que la vida de Miranda fue tan amplia,
llena de acontecimientos, complicada, aventurera y novelesca que al
ficcionalizarla literariamente hay que exagerarla rabelasianamente para
hacer algo distinto.
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28 Seymour Mentón: La nueva novela histórica de la América Latina 1972-1992. Méxi-
co. Fondo de Cultura Económica, 1993
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Lo importante del personaje, para nuestros efectos, es la imposibili-
dad de nuestros historiadores para referirse a él como un personaje históri-
co tradicional, sino como un ente ficticio. En Las morales de la historia
Todorov cita la Apología para la historia u Oficio de historiador de Marc
Bloch, quien escribe «Robespierristas, antirrobespierristas, os suplicamos
gracia: por piedad, decidnos, sencillamente, quién fue Robespierre». Noso-
tros podríamos hacer lo mismo, suplicar que nos digan quien fue Miranda.
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