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LUIS BARRAGÁN: LA LUZ Y EL COLOR

Fecha de publicación: 14/06/2013

Autor del post: anamunozgonzalez

Categorías similares: Arquitectos, BLOG, Obras Maestras, Vivienda unifamiliar


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Si bien en el primer año de carrera tras dibujar y analizar durante medio año la obra
de Luis Barragán (1902-1988) en la asignatura de Análisis Gráfico Arquitectónico
acabé bastante “saturada”, porque todo en su arquitectura es luz y color, luz natural,
directa o en directa, reflejada o filtrada, porque intentar recrear estos efectos de su
arquitectura en un papel es una tarea complicada, porque es inimitable y porque
quien ha dedicado tantas horas, días y noches a esta asignatura me
entenderá…hoy puedo decir que aquella fue la mejor manera de conocer en
profundidad la increíble trayectoria de uno de los arquitectos más influyentes de la
modernidad mexicana, cuya influencia puede verse todavía en arquitectos actuales.

Aunque es difícil decir algo novedoso acerca del arquitecto y su obra, vamos a hacer
un pequeño recorrido por dos de los elementos claves de su arquitectura: LA LUZ
y EL COLOR.
Luis Barragán llegó a un nivel artístico incuestionable, sobrio con las líneas y planos
y audaz en el repertorio y paleta de colores. El color se convierte en un recurso
gráfico de su arquitectura: “Barragán, un pintor constructor y un paisajista de
vocación…”.Así mismo, la manipulación de la luz es otra característica vital de su
manera de proyectar, y es que, a través de ésta, brinda a sus construcciones un
dinamismo, emoción, intimidad y funcionalidad excepcional, convirtiendo sus obras
en pura escultura. Partidario del uso de la luz natural, muchas de sus obras
demuestran que se puede establecer un estilo arquitectónico entre luz y formas.
Para Barragán la luz es algo que afecta directamente al estado de ánimo de los que
habitan un lugar, de ahí que se convierta en un referente claro de la totalidad de su
obra, pero en especial, de sus proyectos residenciales, de los que nos ha dejado un
importante legado, ligado a un gran número de residencias particulares.

Para manipular la luz dentro de los espacios interiores, Barragán experimentó


mucho con la configuración de los huecos y ventanas. La luz que penetra a través
de las ventanas modifica las tonalidades del conjunto de elementos, por lo que el
arquitecto solía elegir los colores cuando el espacio ya estaba construido, lo había
visitado a diferentes horas del día y había observado la incidencia de la luz en el
lugar. El mismo Barragán comentaba:

“el color es un complemento de la arquitectura, sirve para ensanchar o achicar un


espacio. También es útil para añadir ese toque de magia que necesita un sitio.
Uso el color, pero cuando diseño, no pienso en él. Comúnmente lo defino cuando
el espacio está construido. Entonces visito el lugar constantemente a diferentes
horas del día y comienzo a ¨imaginar color¨, a imaginar colores desde los más
locos e increíbles. Regreso a los libros de pintura, a la obra de los surrealistas, en
particular De Chirico, Balthos, Magrite, Delvaux y la de Chucho Reyes. Reviso las
páginas, miro las imágenes y las pinturas y de repente identifico algún color que
había imaginado y entonces lo selecciono“.
Este juego de luz y color provoca en el visitante, según dicen los que han tenido la
oportunidad de visitar alguna de sus obras, un cambio de sensaciones al pasar de
una habitación a otra. Barragán explora intensamente estas dos líneas para cada
uno de los espacios en función de lo que quiere transmitir en cada uno de ellos,
pero lejos de centrarse sólo en espacios interiores, el arquitecto brinda la misma
importancia a lo espacios exteriores, contexto en el que su obra se completa y
redondea. La obra de Barragán es fundamental para entender la
relación Arquitectura-Paisaje del Movimiento Moderno: “Pocos arquitectos han
ampliado su visión hasta el jardín”.

En su discurso de aceptación del premio Pritzker, el arquitecto habla del jardín como
la naturaleza reducida a la escala humana y como el refugio más eficaz contra la
agresividad del mundo contemporáneo, “en mis jardines, en mis casas, siempre he
procurado que prive el plácido murmullo del silencio, y en mis fuentes canta el
silencio”.

En estos espacios exteriores, los muros son elementos clave. En el Movimiento


Moderno éstos eran planos y puros, pero Barragán les imprime mayor volumen y
escala, convirtiéndolos en elementos expresivos por medio de la textura del estuco,
el color y los efectos de luz y sombras.

Y para explorar de forma práctica y gráfica estas características tan destacables de


su manera de proyectar no hay mejor ejemplo que la propia residencia del arquitecto
en Ciudad de México, la Casa-Estudio de Luis Barragán (1948) que se ha
convertido en una obra maestra dentro del Movimiento Moderno, y que convertida
en museo y conservada con fidelidad tal y como Barragán la dejó, es uno de los
lugares más visitados de México.

En su residencia desarrolló un ambiente exclusivo de su gusto personal, con rasgos


de la arquitectura popular, de los antiguos conventos de México y de la arquitectura
contemporánea. El espacio se concibe como un sistema de rutas a través de
pasajes, conexiones indirectas y obstrucciones. El recorrido es guiado a través del
tamaño de las estancias y la modulación de la luz, por lo que ha zonas muy
luminosas y otras semi-oscuras, grandes y pequeñas…que reflejan el grado de
intimidad de cada una.

Situada en un barrio popular constituido por modestas casas, la fachada de la


vivienda es de expresión austera, casi inacabada, pudiendo pasar inadvertida entre
el resto de no ser por su escala. Además, ésta es puro reflejo de la personalidad del
artista, introspectivo e íntimo, incluso por sus materiales y acabados, humilde y
anónimo.

La entrada a la vivienda, de tamaño reducido,crea un filtro o límite entre fachada e


interior, como el tradicional zaguán de la casa mediterránea, y con una luz teñida
por un vidrio amarillo, prepara los sentidos del visitante para todo lo que aún queda
por ver.

Una segunda puerta separa la penumbra dorada de la entrada de la luz intensa del
vestíbulo. Una fuente de luz incide sobre una superficie dorada y se refleja sobre
los muros rosas, generando una tenue sombra rosada sobre el blanco de la
escalera. Un vez más vemos los matices del juego cromático con los que nos deleita
Barragán.
La fachada poniente de la vivienda, en contraposición con la fachada a la calle, que
podría calificarse de conventual por su cierre hermético hacía ésta, se concibe como
un mecanismo de diálogo de la casa con el jardín. En el gran ventanal del salón
vemos la profundidad con la que el arquitecto estudia los huecos y entradas de luz.
La delicadeza de su tratamiento y su liviana estructura hacen de este una gran
escaparate hacía el jardín, inundando la estancia de una exuberante vegetación.
Es curioso como incluso a través del ventanal se intuye la presencia de
la religión en su arquitectura, tan importante para Barragán, la liviana estructura en
forma de cruz como entrada de una luz tranquilizadora.

“¿Cómo comprender el arte y la gloria de su historia sin la espiritualidad religiosa y


sin el trasfondo mítico que nos lleva hasta las raíces mismas del fenómeno
artístico? Sin lo uno y lo otro no habría pirámides de Egipto y las nuestras
mexicanas; no habría templos griegos ni catedrales góticas ni los asombros que
nos dejó el renacimiento y la edad barroca; no las danzas rituales de los mal
llamados pueblos primitivos ni el inagotable tesoro artístico de la sensibilidad
popular de todas las naciones de la Tierra. Sin el afán de Dios nuestro planeta
sería un yermo de fealdad.”
La célebre escalera de la biblioteca, que se ha convertido en un icono de la
vivienda, se desdobla con ligereza y sinuosidad hacia el taller del arquitecto. La
liviandad de la madera contrasta con la solidez pétrea de la escalera del vestíbulo.
Vemos como el color amarillo está presente en numerosas estancias, también en la
biblioteca, en elementos decorativos como cuadros y también constructivos,como
podemos ver en el suelo. En el taller, el amarillo inunda las vigas y tableros de la
techumbre.
“El amarillo es el color que más cantidad de luz refleja, y por tanto, su
contemplación estimula más las células del aparato visual. El amarillo se usa poco
en la arquitectura ya que podría decirse que es el color que irrita más. Los niños
tienden a llorar más cuando duermen en habitaciones de color amarillo, las
parejas se pelean más en cocinas amarillas, y los artistas interpretan peor en
presencia de este color. Sin embargo es el color más adecuado para las zonas de
paso, como los pasillos, vestíbulos, ascensores y cuartos de servicio”.

En el código de color de Barragán estaba entendido este aspecto por eso usa este
color en zonas de paso como veíamos en la entrada de la vivienda, pero su
profundización en la paleta cromática va más allá, llevándolo a experimentar con el
amarillo incluso en estancias de estar y de trabajo.

En la terraza vemos la característica configuración de muros con los que Barragán


juega en los espacios exteriores. Estos muros se convierten en un laboratorio
cromático con los que proyecta evocadoras luces y sombras. La terraza se cierra
en torno a estos elevados muros negando la vista al jardín, ella es un jardín en si
misma.
Y es aquí, en la terraza, donde concluye el complejo recorrido de la vivienda como
desenlace a la también compleja construcción espacial y poética de la casa.

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