Académique Documents
Professionnel Documents
Culture Documents
Entre los derechos de los consumidores destaca el derecho a que nuestros legítimos intereses
sociales y económicos sean respetados en los términos establecidos en la legislación
comunitaria, estatal y autonómica aplicable.
Es decir, el derecho a que nuestros intereses no se vean defraudados por terceros por falta de
información, por una publicidad engañosa, por un exceso de información o presión a la hora de
elegir.
La relación entre los derechos personales del consumidor y la actitud agresiva del empresario,
encuentra su más delicada manifestación cuando el interés afectado resulta ser la salud o
seguridad del damnificado, situación que ya hemos examinado.
Sin embargo, el aprovechamiento de los consumidores por la empresa, del cual deriva la
desigualdad en las relaciones creditorias, entraña de ordinario peligro de naturaleza económica.
En efecto, la frustración del fin del contrato, o el daño aquiliano, expanden sus efecto, entre los
bienes del consumidor, primordialmente sobre su patrimonio.
Las legislaciones en, en cuanto se mantienen informadas por concepciones de una época dotada
de matices sociales diferentes de los actuales, no brindan respuestas adecuadas y entonces
requieren una ineludible readaptación. Tal es el motivo del impulso de los órganos comunitarios,
para el reconocimiento del derecho de los consumidores a la protección de sus intereses
económicos.
El enfoque de la problemática se centra sobre los dos aspectos esenciales, que merecen la
programación de lineamientos defensivos del público: de un lado, los efectos ahora
económicamente nocivos derivados del producto defectuoso y la publicidad incorrecta; por otra
parte, la situación de desequilibrio patrimonial que padece el consumidor, como como
consecuencia del desarrollo de mecanismos de presión ejecutados por la empresa, para asumir
un papel preponderante en el choque de fuerzas negociales.
Corresponde entonces pasar al análisis de las singulares regulaciones comunitarias, sobre ciertas
situaciones negociales que comprometen muy particularmente los intereses patrimoniales del
público.
Las garantías clásicas que rodean la celebración del contrato, en cuanto sustentadas en
principios rígidamente individualistas, carecen actualmente de eficacia para la tutela del
consumidor, atento al modo de institucionalización de las relaciones negociales con la empresa,
que opera en el mercado difundiendo prestaciones en masa. En la práctica, una contratación
seriada mediante el empleo de formularios o modelos, permite a la empresa afirmar su poder
absoluto en la determinación del contenido del negocio.
Tal es la razón que justifica el impulso comunitario, hacia el control de las condiciones generales
del contrato, como medida tuitiva de los intereses económicos del consumidor, generalmente
carente de información y conocimientos específicos en materia comercial, y por eso mismo
propenso a aceptar cláusulas que le con netamente desfavorables. De este modo, queda el
público normativamente cubierto frente a su privación de fuerza negocial, frente a su privación
de fuerza negocial, frente a la ignorancia de sus propios derechos y de las consecuencias de los
deberes asumidos con la suscripción del contrato standard; en definitiva, respecto de todas la
circunstancias que lo excluyen de la libre posibilidad de tomar parte en la creación de la relación
jurídica.
Sucede que las normas de la competencia atienden exclusivamente a los intereses de los
productores y ningún derecho otorga, en cambio, a los cliente, solamente considerados como
objeto de dominio y coordinación para la salvaguardia de los derechos de la empresa.
A los fines de la determinación de los mecanismos más idóneos para el control de las cláusulas
abusivas, amabas normativas vienen procedidas del análisis de los diversos criterios ensayados
en las experiencia de los ordenamientos nacionales (Suecia, Alemania, Inglaterra, Francia, etc.).
Las alternativas, sintéticamente, consisten en la aprobación administrativa previa, la inhibición
judicial del empleo de modelos o formularios lesivos de los intereses del público, la
determinación paritaria dela condiciones negociales (solución que supone el fomento de las
organizaciones). Etc. se ha optado en ambos casos, por la creación de modelos integrados de
control, de naturaleza cautelar, o bien ya en fase sancionatoria.
El Consejo de Europa instituye un control de naturaleza judicial, accionable por iniciativa de los
consumidores o su organizaciones, respecto de la clausulas negociales que contratarían los
intereses del público. La calificación sobre la deslealtad debe considerarse sobre la base del
balanceamiento de los intereses en juego, mediante la interpretación del acuerdo negocial
integro, confiada a la discrecionalidad del juez.
En los términos reseñados, el sistema del control judicial aparece recomendado en un primer
nivel por ambas regulaciones uniformes. La condición de su eficacia radica según se expresa en
la relación de los respectivos proyectos en la agilización del funcionamiento de la justicia
ordinaria, mediante el otorgamiento de una facilidad de acceso a los consumidores y sus
agrupaciones y la materialización de procedimientos aptos para la defensa de sus derechos y,
entonces, necesariamente simplificados en trámites y costos.
29. ahora bien, el marco novedoso que brindan las directivas atañe más bien a otras formas de
control. El Consejo de Europa auspicia la institución de organismos que accionen un nuevo modo
de control preventivo, sobre los formularios empleados por las empresas. La Comunidad
Económica Europea adopta un criterio más amplio, expandiendo los mecanismos alternativos
de tutela del consumidor. A esos fines, impulsa la creación de dos tipos de organismos,
emplazados en sucesivos momentos cronológicos del control de las condiciones generales de la
contratación.
En caso de declararse la nulidad del pacto cuestionado, los defectos de la resolución se difunden
a todos los supuestos en que l empresa haga uso de otros similares al juzgado (art.10, inc.1). En
cambio, la decisión que confirma la legitimidad de determinada cláusula, no se expande
automáticamente para calificar a todas las del mismo tenor, sino que debe apreciarse sobre la
base de una valoración individualizada, su eventual contrariedad con los interese de los
consumidores, según las particulares circunstancias inherentes a la conclusión del acuerdo
singular. Se trata de un solución adecuada al empleo de un técnica como la de la “class action”,
que lleva en si la previsión de un extensión de los efectos del juicio, a todos los miembros de la
categoría representada, que no participan, pero pueden valerse de la resoluciones que les sean
favorables.
El mecanismo consiste al cliente alejado de los locales comerciales, aprovechando una falta de
preparación que disminuye su capacidad para discernir, frente “al arte del engaño oral”
firmemente ejecutado por el vendedor, y que implica una presión tal, que lleva a menudo
aunque las no sea para hacerla cesar a la elección del fácil pero oneroso camino de la compra.
Así se debilita la posición del consumidor, en la medida en que por otra parte se ve
imposibilitado de conocer anticipadamente los precios del ramos, la calidad de los bienes y su
eficacia, como asimismo de compararlos frente a los otros análogos ofrecidos por los
competidores, se los priva, en definitiva, del ejercicio del derecho de reflexión que le compete
entre la elección y la adquisición del producto.
Al acuerdo debe celebrase por escrito, conteniendo las indicaciones relativas al nombre y
domicilio de la partes, designación del objeto del contrato, su precio y modalidades de pago, y
la información, claramente expresada en el texto de la convención, sobre el derecho de receso
que cabe al consumidor y el domicilio en que él puede comunicar su decisión en tal sentido.
A los fines de facilitar al consumidor el ejercicio del derecho de receso, la Comunidad Económica
Europea estandariza un modelo, que ha de ser base de los formularios a utilizarse para este tipo
de operaciones en los estados miembros. Asimismo, se prohíbe exigir al adquiriente, a aceptar
de él, cualquier pago de dinero, prestación de garantía o suscripción de efectos comerciales, y
por otra parte se declara la nulidad de los pactos de indemnización relacionados con el ejercicio
del derecho de receso.
La normativa ha previsto que le computo del plazo de reflexión, y entonces la oportunidad para
desistir del negocio, pueden ser obstaculizados por una inexacta consignación de la fecha en que
se ha estipulado. Por ella, se recomienda la regulación en los ordenamientos nacionales de
medidas en prevención de dicha circunstancia, aconsejándose sea la exigencia de expresarse la
fecha del contrato, de puño y letra por el consumidor, o bien la imposición de una oficina
registradora que lleve el control cronológico de este tipo operaciones.
Finalmente, se faculta a los países destinarios para vedar o limitar, respecto a los determinados
bienes y servicios, a la negociación fuera de los locales comerciales, o cuanto menos, para exigir
la sujeción de los contratos respectivos a un sistema de autorización preventiva.
La confluencia del muto con la venta de bienes de consumo puede derivar directamente del
otorgamiento de un crédito por el mismo vendedor en el supuesto de la llamada venta a plazos.
O bien en forma indirecta, mediante la intervención de una financista concediendo la
comerciante o al adquirente el préstamo de una suma igual al precio de venta del producto.
Ahora bien, en cuanto los métodos informativos pueden resultar por si solos insuficientes para
asegurar una tutela absoluta frente al riesgo de la contratación del crédito, la normativa faculta
al consumidor para rescindir el negocio dentro de los diete día siguiente a sui celebración, sin
quedar sujeto, por le ejercicio de tal opción, a obligación alguna frente a la contraparte. Se trata
de un “plazo de reflexión”, que permite al comprador un más profundos análisis sobre la mediad
de la obligación, con relación a sus posibilidades económicas, y, en su caso, materializar sin
consecuencia desfavorables su “derecho de arrepentimiento”.
En la misma línea se tiende a la atenuación del riesgo patrimonial del adquirente, prohibiendo
la utilización de títulos de redito como medio de asegurar el cumplimiento de la obligación del
consumidor en las ventas a crédito. Ello permite mantener visibles las circunstancias de la
relación obligatoria fundamental y reaccionar contra las eventuales irregularidades en la
conducta empresarial, violatorias del deber negocial de información.
38. De todos modos, parece obvio que le contenido del negocio del crédito este conformado por
cláusulas abusivas, tales de eludir las reglas de precaución disciplinarias, desequilibrando el
perjuicio del consumidor la fuerza de los intereses contrapuestos. La lesión económica de esta
forma resultante a la parte débil, es atendida por la normativa comunitaria, que confiere al juez
una amplitud de poderes de control sobre las condiciones generales del crédito.
Se trata de dos ordene de limitaciones a la libertad contractual del empresario que llevan a la
reconducción de los derechos y obligaciones de la partes a niveles justos y equitativos. En primer
lugar, se prevé la declaración de ineficacia de la cláusula en cuestión o del acuerdo integro. En
segundo término. La facultar de modificar el contenido del convenio, ya sea disponiendo que el
produzca efectos diversos de los previstos, o bien procediendo a la reducción de la suma debida
por el consumidor, en proporción al daño que ha sufrido, como consecuencia del
incumplimiento de los deberes de información por parte del empresario.
Por último, en relación a la hipótesis de coligamiento funcional entre los contratos de mutuo y
venta, y a los fines de coordinar la reacción jurídica en defensa del consumidor, se establece la
responsabilidad solidaria del comerciante y el prestamista, para la devolución de los pagos
estipulados, en saco de incumplimiento. Consiguientemente, se concede al adquirente el
derecho de oponer al mutuante las excepciones que le competen respecto al vendedor del
producto comercializado.
Jurisprudencia:
El INDECOPI por Resolución 387-2004 TDC/INDECOPI sancionó con una multa de 2 UITs al Banco
de Crédito del Perú por utilizar un mecanismo que penalizaba a sus clientes por pagar deudas
por adelantado, ordenándole como medida correctiva la devolución de lo indebidamente
cobrado por desconocer el derecho al prepago que tiene todo consumidor en sus operaciones
de crédito con la correspondiente reducción de los intereses inicialmente programados, lo que
no puede ser vulnerado con mecanismos alternos que so pretexto de cobrar portes, gastos
administrativos o comisiones tiendan a enmascarar un cobro indebido que atenta contra los
derechos de los consumidores y afectando la confianza del sistema financiero.
Consistente con el rol que le compete, la Sala de Defensa de la Competencia del Tribunal del
INDECOPI, ha establecido un precedente por el cual se establece que los cobros que efectúan
los bancos por concepto de penalidad al momento de realizar el prepago de un crédito,
constituye una violación del derecho del consumidor, dado que se está atentando contra su
derecho a la protección de sus intereses económicos.
La pluralidad racial y étnica que hay en el Perú, le dan una connotación heterogénea desde el
punto de vista social, económico y cultural, lo que ha creado un equivocado concepto de
prevalencia de razas y etnias y ha generado desde siempre problemas de discriminación. Este
hecho no solo se presenta en nuestro país, sino también en otras latitudes, en mayor o menor
grado. Sin embargo hoy a la luz de los modernos postulados de la economía, la cultura de la
libertad, la globalización económica, la apertura de mercados, la promoción de la competencia,
etc; la No Discriminación no solo es un derecho ciudadano inspirado incluso en la Declaración
de Derechos Humanos y en la doctrina del constitucionalismo social, sino también una garantía
de un mercado eficiente, transparente, competitivo, sin restricciones de ninguna clase.
En efecto el artículo 2 de nuestra constitución señala que «nadie debe ser discriminado por
motivos de origen, raza, sexo, idioma, religión, condición económica, etc» y la violación de este
derecho de carácter constitucional, constituye también una infracción a los derechos del
consumidor contemplados en el artículo 5 inciso c) del T.U.O Decreto Legislativo 716 que
expresa que todos tenemos derecho a acceder a una variedad de productos y servicios
valorativamente competitivos, que nos permiten libremente acudir al mercado y elegir lo que
deseemos.
Si un establecimiento abierto al público nos niega el acceso por razones de raza o color,
discapacidad, nacionalidad, religión, sexo, etc. nos está privando de un elemental derecho a
consumir, además de constituir obviamente una grave ofensa a nuestra dignidad personal, pues
recordemos que no hace mucho tiempo (1998) se venía produciendo en nuestro país una
situación por demás irregular y abusiva, que fue incluso calificada por la prensa como racismo
al puro estilo nazi. Conocidas discotecas de Lima, bajo la excusa de reservarse el derecho de
admisión, impedían el ingreso a jóvenes que no eran blancos, altos y rubios, con alegaciones por
demás conocidas como «usted no tiene reserva», «el local está lleno», «usted no tiene tarjeta
de invitación» o «esta es una fiesta privada», se les negaba el acceso a miles de jóvenes que no
tenían los rasgos físicos predeterminados por la casa.
Todo mercado que se precie de ser excelente en la asignación de recursos, debe respetar este
derecho para que exista transparencia y equidad en las transacciones y fundamentalmente para
no restringir el acceso a consumir, la libertad de elegir y decidir aquello que puedo adquirir, caso
contrario estará frente a la negación de la competencia. Por su parte la libertad de contratación,
si bien es cierto, es un derecho constitucionalmente amparado, tiene sus restricciones y una de
ellas es el respeto al orden público.
Al respecto cabe precisar que toda persona es libre de permitir o no el acceso a su residencia y
proteger su intimidad y en ese orden de ideas un club privado puede también restringir el acceso
únicamente a sus socios. Sin embargo el problema surge cuando se trata de locales abiertos al
público y que operan en un mercado que se supone es libre.
Consideramos que en el fondo, evitar los actos discriminatorios de todo tipo, significa a su vez
evitar que se afecte el correcto desenvolvimiento del mercado y proteger por ende los derechos
del ciudadano consumidor, consagrados en la Constitución Política, por lo tanto cada vez que
se presente una situación de esta naturaleza deberá hacerse un adecuado ejercicio de
integración jurídica para hacer respetar este derecho y promover conductas responsables en
los operadores del mercado, solo así éste será eficiente competitivo y transparente. Aunque el
INDECOPI siga poniendo multas, el tema de la no discriminación es una cuestión cultural, que
pasa por modificar una serie de conductas colectivas de intolerancia, que crean cismas en una
sociedad pluricultural y heterogénea como la nuestra, que no respeta la diversidad, y que es en
esencia un atentado contra la dignidad de las personas que frente a los mismos bienes y
servicios ofertados al público, cada vez que intentan hacer alguna transacción sienten que su
dinero vale menos que el de otras personas, porque no se les permite el acceso sea por el color
de su piel, su sexo, su nacionalidad, su condición física, etc.
Jurisprudencia:
Caso del 29 de Mayo de 1998 cuando la Asociación Peruana de Consumidores y Usuarios (ASPEC)
denunció ante el INDECOPI a cuatro discotecas capitalinas, las cuales presuntamente realizaban
actos de discriminación, negándoles a determinados consumidores el acceso a sus instalaciones.
Posteriormente producto de las constantes denuncias, y luego de hacerse un seguimiento, la
lista de discotecas denunciadas se incrementó a ocho, por las acciones de oficio iniciadas por el
propio INDECOPI. Luego de visto el proceso la Comisión de Protección del Consumidor del
INDECOPI, primera instancia administrativa, falla sancionando a cinco discotecas. Esta
resolución es apelada y se deriva al tribunal del INDECOPI, segunda instancia administrativa.
Vía Judicial: La primera instancia judicial, Juzgado de Derecho Público, declaró infundado el
amparo, concediéndole la razón al INDECOPI. Sin embargo, el fallo de la Sala Transitoria
Corporativa de Derecho Público, segunda instancia judicial, amparó la pretensión de las
discotecas otorgando preferencia a la libertad de contratación frente al elemental derecho de
igualdad de trato y no-discriminación a favor de toda persona. Este hecho suscitó encontradas
opiniones en los ámbitos académicos, políticos, comerciales, etc. Jaime Delgado Zegarra,
Presidente de la Asociación Peruana de Consumidores y Usuarios (ASPEC), mostró su
disconformidad por considerar que es indispensable respetar el derecho fundamental de todo
ciudadano a la igualdad de trato.
Descartamos que la controversia generada por la Sala de Derecho Público involucre un conflicto
entre dos derechos constitucionales. Creemos que no fue correcto invocar la libertad de
contratación en la fundamentación del referido fallo. No compartimos dicho criterio, porque la
referida libertad posee algunas restricciones, sobre todo cuando éstas afectan el derecho de
terceros. Es más, de ser válida la interpretación de la Sala, es decir que el derecho a contratar
es irrestricto, se impediría cualquier forma de intervención estatal en la economía, así por
ejemplo los organismos reguladores de servicios no podrían cumplir su papel supervisor de las
entidades privadas, o tampoco sería válida la interposición de derechos antidumping o derechos
compensatorios reservados para el caso de importaciones cuyos precios predatorios afectan la
producción nacional.
Probablemente los vocales de la sala han interpretado que las discotecas son asociaciones y
como tales tienen derecho a limitar el acceso, al existir libertad de asociación
constitucionalmente amparada. Algunas veces el tema discriminatorio se ha tratado de camuflar
haciéndolo figurar como una asociación. No obstante se trata de locales abiertos al público a
los que pueden acceder cualquier persona. Además no se había agotado la vía administrativa y
entidades como la Defensoría del Pueblo, y las asociaciones de consumidores también se
preocuparon por el respeto a la cultura de consumo.
Debemos precisar que cuando se habla del Derecho a la Igualdad de trato o a la no
discriminación, no sólo nos referimos a la situación del racismo, sino también a toda
circunstancia que implique discriminar por cualquier motivo a una persona en la materialización
de sus actos de consumo. Lo sucedido con las discotecas es solo anecdótico, pero podría suceder
lo mismo si se niega el acceso a los extranjeros, a los no católicos, a los comunistas, ateos,
discapacitados, provincianos, etc, eso es inadmisible en una cultura de mercado que debe ser lo
más transparente, eficiente y competitiva posible.
El artículo 2º, inciso 2 de la Constitución Política del Perú prohíbe la discriminación por motivos
de origen, raza, sexo, idioma, religión, opinión, condición económica o de cualquier otra índole.
Ese tipo de conductas deben ser rechazadas por todos los ciudadanos y no pueden ser admitidas
en las operaciones de consumo, bajo pretextos o argumentos elaborados que dificulten su
detección o hagan difícil su sanción.
El artículo 62º de la Constitución Política del Perú garantiza la libertad de contratación al señalar
que las partes pueden pactar válidamente según las normas vigentes al tiempo del contrato, lo
cual supone la adecuación del ejercicio del derecho de contratación a las normas de orden
público, es decir, aquellas inspiradas en el establecimiento y preservación del bien común y el
bienestar social. Las normas constitucionales referidas no se encuentran en conflicto pues se
entiende que la libertad contractual no puede ser sustento para poner en riesgo el principio de
la no discriminación, presupuesto fundamental en la construcción del Estado democrático de
Derecho.