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SEMINARIO MAYOR SAN AGUSTÍN

SEMINARIO DE ANTROPOLOGIA FILOSÓFICA

JUAN PABLO BELTRÁN HERNANDEZ

Acercamiento a la antropología agustiniana

Dentro de los universales antropológicos propuestos por San Agustín, se encuentra el deseo por

la inmortalidad, este es uno de los tantos deseos expuestos tácitamente por el santo, otros son por

ejemplo el ser amado y amar, la felicidad eterna, el deseo por el bien, el deseo por el

conocimiento propio, sin embargo este trabajo gira en torno al primer universal, expresado

anteriormente: el deseo por la inmortalidad.

De los Soliloquios

Es de resaltar cómo se da una vuelta en el discurso agustiniano escrito en “Los soliloquios”, que

inicia específicamente en su primer libro con una plegaria extensa, muy bien elaborada, sentida y

llena de deseo por el conocimiento de Dios, pero que en su segundo libro sin descartar la calidad,

el sentido y el anhelo pero en cortas líneas expresa el deseo tanto religioso como teológico de

conocimiento de Dios pero envuelto en el conocimiento primero del mismo hombre: “Que yo me

conozca a mí mismo, que yo te conozca Señor”. (San Agustín, S. 1946. p. 1. Libro 2) Este

planteamiento se puede entender no como dos caminos en los cuales el hombre se ve involucrado

para llegar al conocimiento propio y luego el de Dios, sino que debe entenderse como una sola

vía: al conocer el alma del hombre, allí se encontrará a Dios. Este es un ejercicio de

autoconciencia, estimado también en las palabras del Santo de Hipona como “Confesión”, no

como descripción de un estado de sentimientos sino como la intensión de entrar en comunicación

pero en humildad con lo más íntimo del ser humano. En este aspecto el hombre se asemeja a
Dios, en el alma, y se comprende mejor en la figura cristiana católica de la Santísima Trinidad,

en donde tres personas distintas que conforman un solo Dios, el Padre, el Hijo y el Espíritu

Santo, por fe se comprenden como un solo Dios verdadero, los tres han existido y han actuado

siempre. (San Agustín, 1940)

Así como siglos posteriores Descartes planteaba su idea del “Pienso, luego existo” (Descartes.

2008 p. 8), San Agustín lo manifestaba en su “Dudo, luego existo”, aplicándolo un poco a la

existencia del hombre y a su anhelo por la inmortalidad. Unido a su deseo por el conocimiento

para San Agustín el hombre se desbocaba en un mar de lágrimas al encontrarse con un

conocimiento terminado y concluido de lo que es y lo que lo rodea, para el hombre agustiniano,

el mayor gozo que lo invade es el saberse en un camino que no acaba, pero no un camino por sí

mismo, no un amor a la vida por la vida misma, porque eso se considera al hombre como un

amante de su existir, sin embargo va muy impregnado ese amor a la vida con acento en la

sabiduría como eje central, aquí vale la pena recordar el primer universal antropológico

agustiniano, donde subyace el amor y deseo por la verdad, por la sabiduría. (Triviño, 2011. p. 5-

7)

De esta manera se van representando las pequeñas significaciones de lo que es el hombre para

San Agustín.

De Trinitate

Según este icono de las obras agustinianas la reflexión que hace San Agustín sobre el ser humano

se basa en la comprensión cristiana de hombre como imagen de Dios. Como es típico en el Santo

de Hipona no puede haber una exposición de un tema sin la iluminación de la Palabra de Dios,

toma las palabras de la Sagrada Escritura específicamente del libro del Génesis donde se expresa
la relación tan íntima de Dios con el hombre en esta fragmento bíblico; “…hagamos al hombre a

nuestra imagen y semejanza” (Gn 1, 26).

Sin embargo a este planteamiento San Agustín no llega desde el principio de la búsqueda de la

verdad que tanto anhelaba, pues como se sabe estuvo caminando por las sendas del maniqueísmo

en donde no podía hablarse de la imagen y semejanza del hombre con Dios porque no es posible

darle un carácter antropomorfo a la divinidad, aunque en ocasiones esta secta sí concebía a Dios

sin figura humana pero con elementos materiales, el hecho de alimentarse bien y expulsar esas

partículas de alimento para que se expulsaran las partículas lumínicas, era una de sus propuestas.

Entonces para San Agustín era muy difícil encontrar un significado, y aún más una

denominación espiritual antropológica, pues no concebía a Dios como un ser espiritual. Y

aunque se acercaba a las Sagradas Escrituras para poder entender al hombre y a Dios, tenía

miedo de caer en un abismo más grande que en el que se encontraba, hasta el momento en que

pudo direccionar su asimilación de la Palabra de Dios gracias a los discursos de San Ambrosio

quien le ayudó a entender el carácter espiritual y no textual de lo que veía San Agustín en la

Biblia. Entendió que la mente humana no puede ser corpórea, no puede ser material, ya que esta

gobierna y administra el cuerpo; además rechaza el principio dualista adoptado desde el

maniqueísmo que entendía al hombre como un ser donde conviven dos principios: el bueno y el

malo; por consiguiente no es responsabilidad del hombre cuando uno u otro principio se

manifiesta en la acción, eso quedó abolido y San Agustín habla del libre albedrío y la voluntad

que responsabilizan al hombre de sus actuaciones tanto buenas como malas. Solo hay un

principio bueno dentro del hombre y el hombre está en la capacidad de decidir si lo sigue o no.

El constitutivo de ser Imagen de Dios, para el hombre no es una escogencia, no está sometido a

su voluntad, el ser imagen de Dios está en su ser, no es una decisión, por tanto la intensión del
hombre según San Agustín, está en la divinidad, sin embargo el hombre se ha quedado en la

imitación, en la adecuación a las creaturas y no en la proyección a su creador, he ahí el problema

antropológico sobre la incapacidad del hombre para entender y comprender su propia existencia,

y más bajo el imperativo de San Agustín que afirma la no validez de las medias tintas en cuanto

a la configuración del hombre, o adecuado a la divinidad, o adecuado a las creaturas, pero no en

puntos medios. (Triviño, 2011, p. 151).

Al abordar esta interpretación de la concepción antropológica en La Trinidad, según San Agustín

nos queda como conclusión temprana que al hablar del hombre como imagen de Dios no

podemos entender que sólo el alma es imagen, ya que no podemos entender al hombre sin su

cuerpo, pues se habla de una unidad del hombre, en su cuerpo y alma, aunque el cuerpo este

sometido a la realidad terrena, temporal y corruptible.

Antropología tomasina en perspectiva con la agustiniana.

Apoyando la noción antropológica anteriormente manifestada, siglos más adelante nos habla el

discípulo de San Alberto Magno, Santo Tomas de Aquino que al exponer sus Sumas Teológicas

y algunos opúsculos en especial “Ente et essentia” que estudia el carácter esencial del hombre y

ahonda en el problema de la incorruptibilidad del alma pero sin desconocer la importancia y la

existencia del cuerpo. Santo Tomás se basa en el principio Hilemorfista de Aristóteles para

exponer su concepción antropológica, basada en la definición del cuerpo como principio de

individuación, de imperfección, pero que al unirse con el alma se da el bien y se inicia el camino

a la perfección substancial, al conocimiento intelectivo, al modo natural de entender del hombre,


habiendo ya expuesto anteriormente que este conocimiento no se da en la mente como

representación únicamente corpórea sino en la mente como substancia espiritual.

En todo caso hubo un momento donde la perspectiva antropológica de Santo Tomas, se distancia

de la Agustiniana por el hecho de no concebir el cuerpo como un órgano del alma, para el

Aquinate, el alma no es en su totalidad el hombre, es una respuesta confrontante a la tesis

platónica del cuerpo como castigo del alma y la necesidad de escapar de esa cárcel para llegar a

la sabiduría. Por esto se plantea el hilomorfismo en Santo Tomas apoyando la tesis que concibe

al hombre como principio formal-material y donde se concibe necesaria la unión del alma con el

cuerpo para lo que San Agustín también plantea como meta para el hombre, la cual es “alcanzar

la restitución de la imagen de Dios en el hombre”. (Araya, 1991, p. 51)

Es importante observar con lujo de detalle la forma de llegada del hombre a esta meta, porque

difiere en los dos Santos, Doctores de la Iglesia. Aunque ese retorno se realice por medio de la

resurrección del cuerpo y el alma en Santo Tomas, el Obispo y Doctor de la Iglesia San Agustín

sólo habla del retorno del alma inmortal a la casa del Padre, no concibe la Felicidad en la

mortalidad, habla de llegar a la plena felicidad por medio de lo único inmortal que tiene el

hombre, el alma.

Conclusión

El principio agustiniano “imago Dei” apoyado por las Sagrada Escrituras muestra que el hombre

en su interior hospeda un deseo insondable por la eternidad, por las cosas divinas, parafraseando

a San Agustín: el corazón del hombre al haber sido creado por Dios, estará inquieto hasta que

descanse en Él. (San Agustín, 1940, p. 9) Pero no es gratuito el hecho de encontrar este elemento

divino en su interior, puesto que aparece el problema antropológico sobre como conocer a Dios a
través de su mismo ser, y para San Agustín este era un problema de gran magnitud, que intentó

resolver buscando a Dios por fuera del hombre y luego lo encontró dentro de sí mismo. En otras

palabras no es sólo un problema el conocer a Dios sino el conocerse a sí mismo.

Al encontrarse con esta pequeña muestra de lo que significa el hombre en San Agustín y en esto

me uno a algunos conocedores del Santo, en que:

Nadie antes que él había descendido tan profundamente en el secreto del espíritu humano y temo

mucho que hoy aún, después de tantos sistemas y tantas técnicas no sabemos, más de la parte

superior del alma, de aquello que Agustín dijo. (Boyer, 1946, p. 176).
Lista de referencia

 Agustín, Santo Obispo de Hipona. (1946) Soliloquios A. Vega OSA. Trad. Madrid,

España. Biblioteca de Autores Cristianos.

 Agustín, Santo Obispo de Hipona. (1946) Confesiones. Madrid, España. Biblioteca de

Autores Cristianos.

 Araya Vega Eval A. (1991) Esencia de la naturaleza humana según Santo Tomas de

Aquino. Revista Filosofía Universitaria Costa Rica XXIX. Recuperado de:

https://es.scribd.com/doc/296840902/Esencia-de-La-Naturaleza-Humana-Segun-Santo-

Tomas-de-Aquino

 Boyer, C. (1946). Gregorianum, T XXVII, 173-199. Roma, Italia. Pontificiae

Universitatis Gregorianae

 Descartes, René. (2008). Meditaciones acerca de la ciencia primera. España. Ed. Maxtor

 Triviño Cuellar Jonathan, (2011). Inadecuatio e ipseidad “una reflexión sobre

antropología agustiniana”. Universitas Philosophica 56, Año 28, Recuperado de:

http://revistas.javeriana.edu.co/index.php/vniphilosophica/article/view/11036

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