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Fecha 1780-1782
Beligerantes
Imperio español
Rebeldes aymaras yquechuas
(más blancos, mestizos y negros
alzados)
Comandantes
Agustín de Jáuregui Túpac Amaru II
Juan José de Vértiz y Salcedo
Pedro Vilca Apaza
José del Valle
Diego Cristóbal Túpac
José Antonio de Areche
Amaru (P.D.G.)
Antonio Arriaga †
Andrés Túpac Amaru (P.D.G.)
Tiburcio Landa
José de Roseguín Túpac Catari
José Sebastián de Segurola Tomás Catari
Bartolina Sisa
Gregoria Apaza
Fuerzas en combate
15.0001 -17.5002 hombres 100.000 hombres2 3
40.000-60.000 asediando Cusco
(2-9 de enero de 1781)4
10.000-40.000 asediando La Paz
(14 de marzo de 1781)4
La Rebelión de Túpac Amaru II fue importante el levantamiento acontecido entre 1780 y 1782 en
el virreinato del Perú, en la región del Cuzco, en reacción a la imposición de las Reformas
borbónicas que se extendió luego a todo el sur peruano y elAlto Perú, perteneciente al virreinato del
Río de la Plata. Fue iniciada por el curaca José Gabriel Condorcanqui o Túpac Amaru II, quien tuvo
como antecedente la rebelión del curaca Tomás Catari, y tras su ajusticiamiento fue secundado
porDiego Cristóbal Túpac Amaru, Andrés Túpac Amaru y Julián Apaza o Túpac Catari.
Antecedentes[editar]
La Secretaría de Estado de España, en un esfuerzo de reforzar la administración de sus colonias, ha
de introducir una serie de cambios sistemáticos, conocidos como las Reformas borbónicas. Como
parte de estas reformas, se creó el virreinato del Río de la Plata (1776) escindiendo del virreinato del
Perú los territorios de la Real Audiencia de Charcas, que en aquel entonces atravesaba una
importante ruta comercial terrestre, uniendo las ciudades de Cuzco, Arequipa, Puno, La Paz y el
resto del Altiplano hasta Potosí. La separación administrativa supuso también la transferencia de los
beneficios económicos hacia Buenos Aires en detrimento de Lima, ocasionada por la
despenalización del contrabando a través del puerto atlántico.
Poco después de la sangrienta rebelión en el poblado altoperuano de Pocoata, encabezada por los
hermanos Tomás, Dámaso y Nicolás Catari contra el Corregidor Joaquín de Alós, juzgó Túpac
Amaru II que había llegado el momento de actuar.
La actividad política y reivindicativa de José Gabriel Túpac Amaru se caracterizó por una exposición
gradual de sus propósitos, respondiendo siempre a circunstancias concretas. Al principio interesó a
varios prelados y funcionarios en la situación penosa de los indios, entre ellos a los Obispos
del Cuzco, Agustín Gorrichátegui y Juan Manuel Moscoso y Peralta, y al Obispo de La
Paz, Francisco Gregorio de Campos.
Premeditó un golpe contra Antonio Arriaga, corregidor de Canas y Canchis (Tinta), que atemorizase
a los españoles y diera impulso a su movimiento anticolonial. Apresó a Arriaga tras una emboscada,
haciéndole firmar una carta falsa a través de la que le fueron remitidos 22.000 pesos, barras de oro,
mosquetes y mulas, gracias a los cuales comenzó a dar sustento económico a su alzamiento, aunque
conseguiría más abastecimientos al confiscar productos y propiedades de otros corregidores; luego
hizo ahorcar públicamente al corregidor el 10 de noviembre de 1780 en la plaza de Tungasuca,
arengando a sus tropas sobre los objetivos de su movimiento: abolir las mitas y el reparto de
efectos y exterminar a los malos corregidores, estimulándolos para que prestasen ayuda y
perseverasen en una empresa destinada a su propia liberación. Desde entonces, asumió el nombre de
Túpac Amaru Inca.
Siguiendo las tradiciones culturales incaicas su rebelión estuvo sustentada en una auténtica red de
parentesco, pues fue capaz de movilizar en primer término a su propia gente, a sus familiares y
allegados de la provincia de Tinta. Por ello, Quispicanchis después de Canas y Canchis (Tinta), fue
la provincia más susceptible de ser movilizada, debido a que una rama de la familia Túpac Amaru
residía allí.
A los lazos del parentesco habría que sumar actividades económicas afines, por cuanto varios
parientes del líder ejercían como él actividades comerciales de arrieraje. Sus manifiestos parecen
haber sido distribuidos por el Alto y Bajo Perú por el gremio de arrieros en sus rutas normales,
cumpliendo ese gremio un rol muy importante en la organización del movimiento. Existió también la
solidaridad de numerosos caciques que suministraron hombres y provisiones. Vale decir que ciertos
patrones de comportamiento social andino, como la reciprocidad simétrica tanto como la mita y el
tributo como vínculos comunales, y la solidaridad entre caciques, fueron utilizados por Túpac
Amaru en la organización de su rebelión.
A medida que se propagaba fuera de la provincia bajoperuana de Tinta la rebelión fue disminuyendo
en su fuerza, puesto que en provincias como Calca, Lares, Cotabamba, Abancay se produjo una
resistencia importante a Túpac Amaru. Una de las causas fue la resistencia étnica, al ser considerado
como un advenedizo e impostor por ser mestizo, razón por la que no había obtenido el decisivo
apoyo de los doce ayllus reales (o panacas) del Cuzco.
Otra cuestión es la de que la rebelión tupamarista provocó el recrudecimiento de antiguas rivalidades
étnicas, dividiendo a los caciques en leales y rebeldes, lo que también contribuyó a la desintegración
y derrota del movimiento. Igualmente, muchos caciques se vieron en la necesidad de defender los
notorios privilegios y propiedades que habían alcanzado con los españoles, todo aquello que les
significaba riqueza, prestigio y poder.
El ejército tupamarista poseyó una composición social mixta, alentando de manera especial la
participación de sectores criollos y mestizos en la rebelión. Los cargos más elevados fueron
ocupados por caciques, mestizos y algunos criollos. Los indígenas de las comunidades no fueron
puestos al mando de tropas salvo excepcionalmente, desempeñando generalmente el rol de simples
soldados rasos y tropa. Ello se habría debido a la habilidad política y a la amplitud de miras de
Túpac Amaru, quien determinó que para el logro de sus objetivos necesitaba especialmente el apoyo
de los criollos, al ser quienes poseían manejo de las armas de fuego, cultura e importantes
conexiones.
De ahí sus permanentes llamamientos a la concordia y la unión entre criollos, mestizos e indígenas,
como cuando manifestara:
...Sólo siento de los paisanos criollos, a quienes ha sido mi ánimo no se les siga algún perjuicio, sino que
vivamos como hermanos, y congregados en un cuerpo, destruyendo a los europeos. Todo lo cual, mirando con
el más maduro acuerdo, y que esta pretensión no se opone en lo más leve a nuestra sagrada religión católica,
sino sólo a suprimir tanto desorden, después de haber tomado por acá aquellas medidas que han sido
conducentes para el amparo, protección y conservación de los españoles criollos, de los mestizos, zambos e
indios, y su tranquilidad, por ser todos paisanos y compatriotas, como nacidos en nuestras tierras, y de un
mismo origen de los naturales, y de haber padecido todos igualmente dichas opresiones y tiranías de los
europeos.7
Por eso, fueron considerables los privilegios otorgados a los criollos comprometidos con el
movimiento tupamarista, debido a lo cual oficiaron muchas veces de amanuenses y secretarios del
caudillo inca, convirtiéndose en sus consejeros y actuando a nivel de la toma de decisiones. De
cualquier modo, el grupo criollo no fue el más encumbrado y prominente, tratándose generalmente
de pequeños comerciantes, artesanos, o de oficiales provincianos, más cercanos a la condición e
intereses de los mestizos. Con los europeos hubo algunas excepciones, como la de los españoles
Figueroa y Cisneros, quienes tomaron parte de la rebelión por estar casados con criollas acaudaladas;
participando también los hermanos Jacinto y Juan de Dios Rodríguez de Herrera, prominentes
criollos mineros y hacendados de Oruro, quienes acaudillaron en nombre de Túpac Amaru II la
rebelión de la villa; igualmente, según Micaela Bastidas, su esposo habría estado en contacto con los
criollos limeños Mariano Barrera y Miguel Montiel, y con el criollo potosino Lucas Aparicio.
Sobre la existencia de un núcleo criollo aliado a Túpac Amaru II en el Cuzco, sólo se sabe
que Felipe Miguel Bermúdez integró el gobierno revolucionario del inca. También habrían
participado en el movimiento Francisco Molina, hacendado criollo del Collao, quien fue responsable
de pagar los salarios a los soldados, reclutar hombres y escribir cartas de convocatorias; Francisco
Cisneros, escribano español que redactó cartas y programas, y los escribanos criollos Esteban
Escarcela y Mariano Banda.
Por otra parte, Túpac Amaru parece haber tenido sumo cuidado en convocar para conseguir su apoyo
no sólo a los criollos, sino igualmente a los caciques y curas. De cualquier modo, estos últimos se
demostraron tan ambivalentes como los criollos y los caciques, respecto a la rebelión. Los curas que
apoyaron su movimiento estaban vinculados por lazos de compadrazgo con los rebeldes, o se
mantenían en estrecho contacto con ellos al ser párrocos de las comunidades rebeladas. El mayor
apoyo fue dado por el bajoclero vinculado a las parroquias provinciales, con mayoría de integrantes
que hablaban quechua o aymara, lo cual les proporcionaba un mayor acercamiento cultural con la
masa indígena.
El Visitador José Antonio de Areche y Benito de la Mata Linares remarcaron la poderosa influencia
local alcanzada por el clero en relación a la rebelión tupamarista, hecho notable y demostrable por
cuanto las proclamas del líder incaico estaban llenas de citas bíblicas que sólo podían manejar los
curas. Por eso, cuando el respaldo de los caciques confluyó con el del clero, se propagó más
rápidamente la rebelión. Con todo, la posición de muchos curas fue tan oportunista y de
conveniencia como la de muchos criollos, quienes estimularon el estallido de la rebelión, agitando a
la masa indígena e impulsándola a luchar contra los corregidores, aduaneros y funcionarios reales
españoles, aunque retirando luego apresuradamente su apoyo al comprender que la rebelión
fracasaría, fingiendo entonces lealtad a la corona o colaborando efectivamente en la represión.8
Después de reprimir la sublevación tupamarista de 1780, se comenzó a evidenciar contra
los criollos mala voluntad de parte de la Corona Española, especialmente por la Causa de Oruro, y
también por la demanda entablada contra el Dr. Juan José Segovia, nacido en Tacna y el
Coronel Ignacio Flores, nacido en Quito, quien había ejercido como Presidente de la Real Audiencia
de Charcas y había sido Gobernador Intendente de La Plata (Chuquisaca o Charcas, actual Sucre).
Intento de descuartizamiento de Tùpac Amaru II en la Plaza de Armas del Cuzco. Cuadro en el Museo Casa del
Inca Garcilazo de la Vega.
El visitador español José Antonio de Areche actuó en respuesta al levantamiento de Túpac Amaru
moviendo tropas desde Lima y desde lugares tan lejanos como Cartagena de Indias en la
actual Colombia, logrando reunir unos 17.000 hombres, muchos de ellos indios auxiliares más tropas
regulares y veteranas.9 Las tropas de Lima fueron el instrumento de ayuda para repeler los intentos
de Túpac Amaru con 10.000 rebeldes10 de capturar el Cuzco en diciembre y en enero. También
tuvieron éxito los realistas en defender La Paz por 12.000 alzados gracias a la valerosa resistencia
de José Sebastián de Segurola.11 Luego de esos fracasos la coalición que seguía a Túpac Amaru
comenzó a desintegrarse, empezando por los criollos que lo abandonaron y se unieron a las fuerzas
gubernamentales.
El 27 de febrero de 1781, los rebeldes en venganza por la ejecución de Tomás Catari masacraron a
uno o dos millares de personas en Chuquisaca, asesinando a hombres, mujeres, niños y religiosos por
igual.12
A finales de febrero de 1781 las autoridades españolas comenzaron a operar con ventaja y Túpac
Amaru y su familia fueron capturados el 6 de abril. El 15 de mayo fue sentenciado a muerte, y el 18
de mayo fue forzado a presenciar la ejecución de su esposa y sus dos hijos. Más tarde se le intentó
descuartizar vivo atando cada una de sus extremidades a sendos caballos, de manera infructuosa.
Finalmente sus verdugos optaron por decapitarlo y posteriormente despedazarlo. Más tarde, el virrey
mandó a repartir las partes de Túpac Amaru en los pueblos que apoyaban la rebelión, para intimidar
a la población.
El decreto de Areche que siguió a la ejecución de Túpac Amaru II incluyó la prohibición de
la lengua quechua, el uso de ropas indígenas, y virtualmente cualquier mención o conmemoración de
la cultura incaica y de su historia.
Muchos indios y mestizos se sublevaron al estar endeudados con los comerciantes españoles, a los
que asesinaron donde les encontraban, por ejemplo, así sucedió cuando los mineros recibieron a los
mensajeros del Sapa Inca y su «teniente» Dámaso Katari.13
Rebelión en el sur[editar]
La prédica de Túpac Amaru se esparció más al sur del Cuzco en la región cercana al lago Titicaca en
el Alto Perú, entonces perteneciente al virreinato de Buenos Aires. Allí se produjo otro alzamiento
en diciembre de 1780, liderado por Túpac Katari, que fue ayudado por un primo de Túpac Amaru
llamado Diego Cristóbal Túpac Amaru. Esta rebelión se benefició con la incorporación de las
fuerzas remanentes que habían sobrevivido a la captura de Túpac Amaru. Katari sitió La Paz durante
seis meses en 1781 con sus pobremente organizadas fuerzas que alcanzaban el número de
40.000,2 3 en su mayoría aymaras,6 falleciendo 15.000 a 20.000 personas,14 pero fue capturado y
ejecutado en noviembre de 1781. Diego Cristóbal Túpac Amaru continuó hasta marzo de 1782,
cuando también fue capturado y ejecutado.
En el lejano Chaco jujeño, el cacique mestizo José Quiroga levantó a los indios tobas en nombre del
Inca, requiriéndose en envío de milicianos tucumanos para sublevar su movimiento.13
Rebelion de Tupac Amaru II
La rebelión de Tupac amaru II: El siglo XVIII fue un ciclo de crisis, dificultades, perdida de la
hegemonía y rebeliones para la colonia del Perú. Para este proceso histórico influyeron la lenta pero
perceptible recuperación de la población india y mestiza, la desmembración del Virreinato del Perú, que
dio origen a otros virreinatos como el Virreinato de Nueva Granada y el Virreinato del Rió de la Plata, el
Potosí que cayó al 30 % respecto al siglo XVI y una nueva atmósfera intelectual, resultado de la influencia
El establecimiento del libre comercio limitado, mermo la importancia de Lima y el Callao, la supresión de
las encomiendas empobreció a la nobleza virreinal, y el Estado colonial se militarizo, dando preferencia en
el gobierno del Virreinato del Perú a los militares de carrera que pudieran enfrentar los nuevos “tiempos
revueltos” que se aproximaban. La rebelión de Tupac amaru II se inscribe dentro de este proceso de
José Gabriel condorcanqui, conocido como Tupac Amaru II, fue un curaca indígena: Cacique de
Pampamarca, Surimana y Tungasuca, descendiente del inca Felipe Tupac Amaru, y nacido en
Tupac Amaru II fue educado en el Colegio de Caciques de San Francisco de Borja en la ciudad de Cusco y
se dedico al negocio de la arriería además de gobernar su cacicazgo. Se caso con Micaela Bastidas,
El curaca mestizo, Tupac Amaru II, comprobó la terrible opresión que padecían los súbditos de su
cacicazgo, sometidos a la mita de potosí, los repartos obligatorios de mercaderías por parte de los
corregidores, el peso del tributo y de las aduanas terrestres, todo lo cual inspiro en el el animo secreto de
liberarlos. Poreso, hacia 1770, inicio gestiones a favor de los indios, al mismo tiempo que pleiteaba con la
familia Betancurt para ser declarado legalmente descendiente de Los Incas y con derecho al marquesado
de Oropesa. Sus reclamos y pretensiones fueron infructuosos en la ciudad de Lima, en donde se puso en
contacto con algunos criollos, por lo que quedo convencido que el camino legal quedaba vedado para los
Entonces es que concibió la idea de la insurrección, para lo cual, aprovechando su condición de arriero,
tejió los hilos de una vasta conspiración en el Sur Andino y el altiplano altoperuano (boliviano).
Tupac Amaru II, ante las terribles exacciones del Corregidor de Tinta, Antonio de Arriaga, que
pretendía utilizarlo para explotar aun mas a los indios, se resistió a colaborar con el español y este lo
amenazo de muerte y con el destierro a España, por lo que decidió precipitar los acontecimientos.
Yanaoca, por ser cumpleaños del Rey, y donde estaban reunidos el corregidor Antonio de Arriaga y Tupac
Amaru II, después del armuerzo, y cuando el corregidor retornaba a Tinta, Tupac Amaru II lo embosco y
apreso en el abra o paso de Hilaywa, en el lugar denominado Wanqoraqay, camino de tinta. Luego el
caudillo rebelde convoco a los indios de Canas y canchis, juzgo al corregidor, lo condeno a muerte, y lo
hizo ahorcar en la Plaza de Tungasuca el 10 de noviembre de 1780. Luego proclamo el fin de los repartos
Como el estallido de un volcán, los indios del Sur Andino se alzaron al mando de su líder. Cuando la noticia
de la revolución llego al cusco, se envió una milicia de 1,200 hombres, que marcho a Canas para derrotar
a los rebeldes. El 16 de noviembre de 1780, Tupac Amaru II proclamo la liberación de los esclavos, y dos
días después el 18 de noviembre de 1780 venció a la expedición punitiva en la batalla de Sangarara con la
Los modernos estudios tupacamaristas han descubierto que la revolución tuvo dos fases: una cusqueña y
quechua, en el territorio del obispado del Cusco, entre noviembre de 1780 y mayo de 1781. Una puneña,
quechua y aymara, entre 1781 y 1782, en el territorio del virreinato del Rió de la Plata, al cual pertenecía
el altiplano peruano-boliviano.
1780.
1781, pero después de 10 días de infructuosos ataques para tomar la ciudad, e incursiones de sus
lugartenientes sobre el Valle Sagrado de los Incas y el valle del rió Paucartambo o Mapacho, tuvo que
retirarse hacia el corregimiento de Tinta. En el fracaso del sitio del cusco jugaron un papel primordial los
mariscal José del Valle y con ella ataco a Tupac Amaru II en Tinta, derrotándolo en la batalla de
Checacupe o Tinta, el 6 de abril de 1781. Tupac Amaru II, en compañía de su familia huyo a Langui, pero
allí fue traicionado por Ventura Landaeta, apresado y entregado a los españoles.
Llevado al Cusco, fue juzgado, junto con sus principales lugartenientes, por el Oidor Benito de la Matta
El 18 de mayo de 1781, en la Plaza de Armas del Cusco fue ejecutado mediante la pena barbara de
descuartizamiento, que en Europa solo se aplicaba a los regicidas (asesinos de reyes), pero antes tuvo
que presenciar la ejecución de su esposa Micaela Bastidas, su hijo Hipolito y sus colaboracionistas: Andres
Muerte el caudillo rebelde la revolución no termino, pues inmediatamente comenzó la segunda fase de la
misma, en el Altiplano, peruano-boliviano, bajo el liderazgo de Diego Cristobal Tupac Amaru, Pedro
Vilcapasa y Tupac Catari, que establecieron su cuartel general en Azangaro. Los rebeldes sitiaron Puno,
luego la Paz, en dos oportunidades Diferentes, Sorata, etc., y todo el Collao fue un territorio liberado del
yugo español, durante casi dos años. El mariscal José del Valle, marcho con sus 17,000 soldados a
derrotarlos y, los indios rebeldes libraron las batallas de Condorcuyo, Pukinakankari, y una intensa guerra
de guerrilas, que redujo el ejercito español a la octava parte. Puno tuvo que ser evacuado y los españoles
se retiraron con su ejercito del Altiplano hacia el Cusco, sin haber podido vencer a los rebeldes. Mientras
esto sucedía , Andres Tupac Amaru sitiaba Sorata y tupac Catari, asolaba la región de Chucuito, en
territorio aimara.
Ante la imposibilidad de vencer militarmente a los rebeldes, los españoles acudieron a los medios
diplomáticos, dictando un Decreto de Perdon y Amnistia, el 12 de setiembre del 1781. Diego Cristobal
Tupac amaru después de muchas dudas, y contra los consejos de Pedro Vilcapasa, se acogio a la amnistía
y firmo el armisticio de Sicuani el 26 de enero de 1782. Vilcapasa continuo luchando, pero fue vencido y
ejecutado por los españoles el 8 de abril de 1782. Diego Cristobal disfruto poco tiempo de la paz, pues en
1783, los españoles, por motivos fútiles lo apresaron, juzgaron y luego ejecutaron, en la Plaza del Regocijo
en el Cusco, el 19 de julio de 1783.
La gran revolución iniciada por Tupac Amaru II fue el extraordinario esfuerzo que la República de los
Indios, realizo, para terminar con el dominio injusto de los españoles. Fue el movimiento iniciador de
influyo en la rebelión de los comuneros en el virreinato de la Nueva Granada y también en los incidentes
Demostro asimismo que el prestigio de los incas cusqueños, renacía como una esperanza de
liberación, frente a la opresión peninsular, lo que es tangible en el mito de Inkarri. Igualmente José
Gaberiel Condorcanqui “Tupac Amaru II” fue acogido como un Inca libertador, porque las masas indias
La gran revolución indígena fracasada costo 100,000 muertos entre las filas rebeldes y destruyo la
economía del Collao, especialmente el capital pecuario. Fue la gran sacudida social y política que
4 de noviembre de 1780
Es muy conocida como vivían los aborígenes en tiempos de la Colonia. Durante la Conquista vieron perder sus tierras
y morir a muchos de sus seres queridos. Obligados a trabajar para los españoles a cambio de que se les “enseñe” la
verdadera religión sumado a pequeños salarios, más allá de esto eran tratados más como esclavos que otra cosa. Parte
de este trabajo era la Mita, un régimen del imperio incaico retomado por los españoles, en el cual los aborígenes
debían trabajar en las minas varios meses a cambio de un mísero salario.
Potosí, Oruro o Huancavelica era una casi condena a muerte, eran las principales minas en las que por obligación o
necesidad debían trabajar los aborígenes. Pequeños túneles que se derrumbaban, jornadas extenuantes, accidentes e
incluso el contacto con elementos altamente tóxicos como el mercurio (para extraer la plata o en la mina de
Huancavelica).
Impuestos, discriminación, peligro de muerte, los aborígenes vivían en completa marginalidad y pobreza, excepto los
Curacas que se aliaban con los españoles para garantizar este sistema.
Túpac Amaru era un Curaca, que había tenido educación, conocía la obra del Inca Garcilaso y añoraba el pasado
glorioso de su pueblo, el Tahuantinsuyu, el imperio Inca. Su educación le sirvió para acercarse a sectores criollos
descontentos y su posición para acercarse a los aborígenes.
El estallido
Túpac Amaru llama a la rebelión, cansado de los altos impuestos, la Mita y la pobreza. Si bien recibió el apoyo de su
pueblo, los criollos tomaron posiciones ambiguas con él: algunos apoyaron pero con reparos y otros prefirieron unirse
a los españoles. El pueblo aborigen no dudo en apoyarlo, y tomó las armas para restaurar la gloria Inca y terminar con
los odiados españoles, culpables de la Mita, los altos impuestos y la miseria. Aunque otros se sumaron a los ejércitos
realistas para aplastar al ejército de Túpac Amaru.
La furia de los indígenas se centró en la burocracia española encargada de cobrar los odiados impuestos. La primera
medida de Túpac Amaru fue apresar al corregidor (encargado de cobrar los impuestos) de Tinta, al cual obligó a
entregar armas y dinero, para luego ser ejecutado. Elevó una carta al virrey pidiendo el fin de la Mita y el
repartimiento. Luego continuo cerrando los pocos obrajes (pequeños talleres donde se hacían textiles con mano de
obra indígena) de la zona.
Rápidamente la rebelión se extendía por la zona, y el virrey envió más de 600 soldados para sofocar el
levantamiento[1]. Fueron derrotados, debido al apoyo popular con que contaban los rebeldes.
Mal armados, pero decididos y siendo mayoría, se hicieron fuerte en el Altiplano peruano. Sitiaron Cuzco en enero de
1781, pero Túpac Amaru decidió retirarse luego de varias derrotas antes que enfrentarse a los criollos. El sitio llevaba
mucho tiempo, y la población comenzaba a enojarse con los rebeldes. Un grave error.
En el sitió de Cuzco la rebelión campesina de Túpac Amaru llegó a su fin. Los españoles lograron armar un ejército
de 117 000 solados[2], entre ellos muchos aborígenes, que desarmó y desbandó al ejercito de Túpac Amaru. Fue la
última batalla, los campesinos huyeron o se rindieron, y Túpac Amaru cayó prisionero en su huída.
La historia de su muerte es bien conocida, y muestra lo que los españoles consideraban civilización. Túpac Amaru y
su familia, niños incluidos, fueron ejecutados en mayo de 1781. Él fue descuartizado por caballos y sus partes
llevadas a distintos puntos del virreinato como muestra de lo que les podía pasar a aquellos que desafiaran el poder
español.
La rebelión continuó a pesar de la ausencia de su líder, la lucha la continuaron parientes de Túpac Amaru y otro líder
que se autodenomino Túpac Catari. Hubo grandes luchas como el sitio a La Paz, pero estos también fueron
derrotados. Los indígenas mal armados y sin conseguir el apoyo de los criollos fracasaron.
Como consecuencia de la base campesina y aborigen que apoyo a Túpac Amaru, el planteo más fuerte era derrotar a
los españoles pero para establecer el poder de los Incas. Esto nos lleva a dos consideraciones. Primero, Si bien la
lucha contra los españoles era positiva, su idea de volver al pasado (más allá de algunas ideas de Túpac Amaru) no lo
era. El imperio Inca o Tahuantinsuyu era tan despiadado como los españoles: guerras, pueblos sometidos, sacrificios
humanos, etc. Aunque eso se asemejaba más a su idea del mundo que tenía el pueblo del Altiplano. Segundo, los
criollos no apoyaron masivamente la pelea de los aborígenes, ante los planteos radicales de las bases campesinas
indígenas y a pesar de algunos planteos de Túpac Amaru, el miedo a perder los privilegios que se tenían
prevalecieron. Los criollos ya mostraban su carácter conservador 30 años antes de las revoluciones de independencia.
Más allá de estas consideraciones, el levantamiento de Túpac Amaru es uno de los principales antecedentes de la
lucha contra la colonia. Si bien fue derrotado, Túpac dejó un legado bastante contradictorio. Sabemos que gracias a la
derrota, el Virreinato del Perú se mantuvo como un foco conservador durante las batallas de independencia, y Perú
solo se independizó gracias a la invasión de los ejércitos de Bolivar y San Martín. Esta mitad de las consecuencias
llevó a algunos a decir que está mal tomar como antecedente de la lucha de la independencia a este hecho[3].
Es verdad que el aplastamiento dejó un “miedo” en los sectores blancos a que los aborígenes tomaran venganza o
terminaran con sus privilegios, lo cual dificultó mucho la expansión de ideas de cambio (aunque sean más
conservadoras), es verdad que desde el Perú se organizaron los ejércitos que lucharon contra la revolución del Rio de
la Plata y los levantamientos de La Paz y Chuquisaca en el Alto Perú. Pero el ejemplo de Túpac Amaru influyó en
una minoría de blancos radicalizados fuera del Perú, en especial a aquellos que pasaban por las aulas de la
universidad de Chuquisaca. Entendieron que si querían terminar con los privilegios (los más radicales y la minoría de
la minoría) o terminar con la colonia, había que tomar las armas.
Su legado fue contradictorio, sin duda, pero su influencia llegó más allá de Perú y el Alto Perú (donde la lucha de
Túpac Amaru fue retomada por Tupac Catari). Un intento de los campesinos aborígenes de terminar con la opresión
española, que marcara el pensamiento de una minoría blanca que luego de 1810 será el ala radical de las revoluciones
de independencia
Cuenta la leyenda que este caudillo indio logró tener bajo su dominio
todo el valle del río Perené y combatió en los territorios de la selva
central y la serranía peruana. Nunca fue ni capturado, ni abatido.
Simplemente desapareció con el tiempo dejando en la mente de
muchos la idea que volvería, para ser millones.
De algún modo puede asegurarse que José Gabriel Condorcanqui -
quien tomó el nombre legendario de Túpac Amaru en su memoria-
recogió esta herencia de lucha y la convirtió en un poderoso acicate
movilizador que entusiasmo a decenas de miles de pobladores del sur
andino.
En los años del proceso político peruano liderado por Juan Velasco
Alvarado, la figura de Túpac Amaru creció en el escenario nacional
hasta situarse en el centro de la conciencia de multitudes. Sirvió como
fuente de inspiración para la reforma agraria, pero también para la
organización campesina. Además, inspiró una práctica de lucha ligada
directamente a la defensa irrestricta de las poblaciones secularmente
marginadas en nuestro país.
Bien puede decirse que la obra principal de ese gobierno –su política
emancipadora- estuvo incentivada por la imagen de Túpac Amaru, que
creció en el tiempo y perfiló escenarios de lucha y objetivos de victoria.
Tupac Amaru II se levantó en armas contra una sociedad cuyas clases sociales y castas dominantes, a lo
largo de dos siglos y medio habían cometido atrocidades en todos los ámbitos de la existencia humana. El
exterminio de más de diez millones de pobladores aborígenes da cuenta que la invasión hispana fue una
inhumana sobreexplotación a través del sistema de encomiendas, el acto más repudiable de cinismo y
crimen “gubernamental”.
Con la llegada de los españoles, los nativos devinieron en esclavos o vasallos, y bajo el nombre de
Virreinato se organizó una sociedad esclavista y feudal. En efecto, esclavista fue el sistema de
explotación en las mitas y los obrajes, y feudal fue el sistema de explotación y dominación en las
haciendas. La particularidad de estas dos formas de relaciones de producción estuvo en el hecho que se
dieron en una sociedad colonial, es decir, dependiente de un poder imperial foráneo.
La hegemonía de los españoles abarcó todas las formas de vida. Además de una dominación económica
hubo también una dominación social, cultural, ideológica, étnica, que tuvo una inmediata consecuencia: la
acentuada estratificación o segmentación de la sociedad, que a la larga llevarían a la polarización, al
extremo que existió lo que “se les llamó Repúblicas de Indios, en franca subordinación a la República de
Españoles, división que imperó desde mediados del siglo XVI hasta la segunda mitad del XIX (2). Por
cierto, la llamada República de Indios no era más que un conglomerado con cierta base jurídica que
acentuaba la estratificación de la sociedad colonial.
Los segmentos estaban bien definidos. En uno de sus extremos, los españoles y sus descendientes con
un exceso de privilegios; en el otro, los nativos y poblaciones originarias. Y entre ambos, un
conglomerado de gente criolla, mestiza y de raza negra que dependía de la República de Españoles. En
consecuencia, la polarización extrema fue la característica más saltante de esta sociedad.
Las encomiendas eran conglomerados o reservas de la población nativa, que con el paso del tempo
dieron origen a los poblados y caseríos, e incluso, pueblos. Los gobernantes españoles para poder
controlar y administrar a los aborígenes, que por obra de la invasión habían pasado a ser de su
propiedad, los concentraban en espacios físicos definidos. Podemos decir que los primeros
asentamientos humanos que existieron en el Perú fueron propiciados por las “políticas gubernamentales”
del poder hispano.
En el campo, el sistema feudal se impuso en toda su extensión, pero no pudo liquidar totalmente el
sistema comunitario y colectivista. Las tierras que ancestralmente pertenecieron al Estado quechua
pasaron a pertenecer al Monarca español. Y la servidumbre se manifestó de manera abierta y coercitiva.
Los que más sufrieron fueron los sectores aborígenes, que por un equívoco histórico se les denominó
indígenas.
En esa escala social, de por sí ya bastante fragmentada, había un sector que se consideraba
descendiente de la nobleza inca y que no dejaron de gestionar ante la corte real que se les reconociera
sus derechos. Sin embargo, no fueron escuchados, y cuando lo fueron, carecieron de poder. En la
mayoría de los casos, la restitución de sus fueros no pasó de ser una simple formalidad.
Hubo, por cierto, formas de propiedad pequeña y mediana, así como también un sistema de tenencia de
tierras comunales, que deja entrever no tanto el sentido de justicia de la clase social dominante española
sino la capacidad de maniobra para dividir y mantener, en la población nativa o aborigen, niveles de
fraccionamiento que les resultaba beneficioso para mantenerse en el poder. Es más, todo el sistema de
trabajo comunitario que existió en la sociedad inca, los españoles lo mantuvo y lo ahondó en pos de su
propio beneficio. Este fue, por ejemplo, el caso de la mita.
“La mita minera fue uno de los trabajos más odiados. Los informes contemporáneos constatan que era
un cuadro muy doloroso ver una romería de indígenas en camino a los asientos mineros. Eran caravanas
de centenares de familias procedentes de todos los pueblos afectados rumbo a Potosí y Huancavelica,
fundamentalmente, cuyos mitayos sumados ascendían a miles. Cada familia conducía de ocho a diez
llamas y otros hasta treinta o cuarenta; también llevaban chuño, maíz y mantas para dormir. Hubo mitayos
que demoraban dos meses en llegar, atravesando punas y cerros inmensos, padeciendo fríos
penetrantes, bebiendo aguas malas y encharcadas. A Potosí arribaban extenuados, no obstante lo cual
eran sometidos a agobiantes trabajos. De los 7,000 que regularmente llegaban a Potosí, apenas
retornaban 2,000 a sus reducciones; de los 5,000 restantes unos fallecían, otros se radicaban en las
rancherías de Charcas y otros se afincaban definitivamente en las haciendas y quebradas de los
contornos de Potosí para trabajar libremente. Así procedían porque regresar significaba caer de nuevo en
el siguiente turno de la mita.” (3)
Como puede verse, las condiciones de vida de las masas aborígenes eran extremadamente duras. Pero,
si las condiciones materiales de dominación eran aberrantes, falta decir que su dominación ideológica y
espiritual, por no hablar ya de las condiciones tributarias, eran en extremo perversas, propias de gente
con personalidad deformada y torcida.
Los españoles eran voraces “empresarios mineros”, esa fue la actividad económica que priorizaron. La
agricultura, que había logrado un extraordinario desarrollo, fue dejada de lado. ¿Qué hicieron con los
campesinos?, pues, los vieron como un instrumento, como medio o fuerza de trabajo, que les permitiera
obtener riquezas que no tenían límites. Los campesinos, además, tuvieron que pagar impuestos en
especie agrícolas y animales comestibles. De manera que la mesa de los españoles siempre estuvo
desbordada de una alimentación que los colonialistas nunca produjeron.
Además, destruyeron, y esto es otro de “sus aportes” el mundo anímico y espiritual de la sociedad
prehispánica. Se saquearon físicamente los templos pero además se saqueó el mundo subjetivo, el credo
y la cosmovisión del andino. Su religiosidad fue duramente golpeada. Se les hizo creer que no tenían
alma, que al haber estado desconectados de la religiosidad y el Dios católico, eran seres endemoniados.
La famosa palabra de Dios que el inca Atahualpa no escuchó, fue el inicio de una campaña llamada de
evangelización pero que en realidad fue una avanzada de adoctrinamiento, con el objetivo de liquidar la
resistencia del mundo andino. Campeones de esta estafa fueron los ministros de la fe.
En suma, la sociedad colonial estaba cargada de contradicciones y era inevitable de manera acelerada su
polarización. Esa es una lección de la historia. Y en efecto, la sociedad colonial fue cuestionada y
rechazada desde los inicios por las poblaciones indígenas.
En el proceso de lucha por la dignidad de los pueblos aborígenes no siempre se optó por el camino de la
violencia. Hubo otro, el de gestiones y reclamos legales, que fracasaron, bien porque los gestores eran
asesinados y sus demandas no llegaban a su destino. Este fue el caso de los curacas Chimo Capac;
también el de Blas Tupac Amaru, quien fuera familiar muy cercano de Tupac Amaru II (4) En otras
ocasiones, las demandas llegaron a su destino pero eran desoídas y quedó demostrado, como diría
alguna vez el abogado y poeta piurano Rufo Cárcamo Ladines, “la justicia no se conquista con papeles”
(5)
La otra vía, la más expeditiva, la que los núcleos rebeldes pusieron en el centro de sus preocupaciones,
fue el de la insurrección, que sería ejercida por un pueblo sojuzgado; que ante el fracaso de las gestiones
para acabar con la ignominia, recurrió a la violencia de los de abajo, como un último recurso para acabar
con la violencia de los de arriba.
La rebelión de Tupac Amaru II hay que ubicarla en esa lógica y en ese contexto. La sociedad estaba
preñada de contradicciones, no solo económicas sino sociales, étnicas y culturales. No fue en modo
alguno una asonada impronta y voluntariosa, sino resultado de un proceso que tiene muy en cuenta las
condiciones objetivas y subjetivas.
Las primeras se refieren a la vida de las masas populares y de los sectores sociales excluidos. Las
segundas, al grado de conciencia de la necesidad del cambio. También fue resultado de un proceso que
tuvo sus antecedentes en las rebeliones que se manifestaron desde un inicio, cuando los invasores
aparecieron por el norte. Y si bien hubo sumisión de una parte de los tallanes, Felipillo y Martinillo son dos
nombres asociados al colaboracionismo, esto también tiene su explicación. No olvidemos que la sociedad
quechua, en proceso se expansión, agredió a muchas culturas ancestrales. De manera que cuando
aparecen los españoles, muchos caciques y jefes de las culturas sometidas se aliaron a los invasores en
la creencia que eran un contingente que les ayudarían a liberarse del poder inca.
Las investigaciones últimas que se han hecho sobre la sociedad inca arrojan luces que nos ponen en
tapete algo que la idílica forma de ver el mundo andino habían ocultado. Hoy se sabe que los cusqueños
fueron una cultura dominante que lesionó y creó resentimientos en las culturas a las que sometía y esa
fue una de las causas por la que muchas culturas y pueblos que los españoles encontraron a su paso
devinieron en colaboracionistas. (6).
Sin embargo, esa no fue la única tendencia, hubo también resistencia. En el ámbito del señorío tallán, por
ejemplo, nombre de caciques como Cutivalú, Amotaxe, Lac chira, son la antítesis de los Felipillo y
Martinillo, mientras éstos fueron, en efecto, avanzada del invasor; aquéllos fueron tenaces rebeldes que
enfrentaron a los hispanos, cuando fueron derrotados terminaron quemados vivos. Y de esto nada dice la
historia oficial. (7)
En los diversos estudios que existen o que se vienen haciendo, la historia de la invasión (llamada
eufemísticamente conquista) da cuenta que las rebeliones se dieron en diversos periodos. Aquí una
escueta relación de las más conocidas:
La rebelión de Manco Inca que tuvo en jaque a los invasores colonialistas desde 1536 hacia 1945.
Los movimientos rebeldes en Azángaro, Cotabambas y Castrovirreina, que cegaron la vida a los odiosos
corregidores (periodo de “gobierno” del virrey Castelfuerte, 1724-1736).
La rebelión del curaca Cacma Condori, ferozmente reprimida por los colonizadores, en 1737 (en el
Cusco).
El gran movimiento que sacude el espinazo del poder colonial lo protagonizó, en 1742, en el centro de la
Amazonía peruana, Juan Santos Atahualpa, quien pasó a la historia con el nombre de El Guerrillero del
Gran Pajonal. Los cronistas dan cuenta que su fortaleza residía en: uno, haber definido como zona de
repliegue una extensión vasta de la selva que le era agreste, desconocida e inhóspita a los colonizadores;
dos, en su relación con las comunidades nativas, que le permitió tener bases de apoyo; tres, en su táctica
de movimientos y ataques sorpresivos. Como se sabe, Juan Santos no fue derrotado en el campo de
batalla y muere en 1761 (8)
Veamos las condiciones de la sociedad colonial al momento de la gesta de Tupac Amaru II. La rebelión
era consecuencia de una polarización en la que las contradicciones entre el poder económico, la casta
blanca, la alta curia católica, el poder político y militar, agredían ferozmente a las poblaciones nativas,
marginaban los rezagos de la nobleza quechua. En menos intensidad pero igualmente imponía su poder a
los mestizos, los sectores criollos, las poblaciones negras.
La representación de ese poder inhumano era la figura de los corregidores. Se entiende entonces por qué
Tupac Amau II, antes de la rebelión llamado José Gabriel Condorcanqui, cacique de Tungasuca,
Surimana y Papamarca, al momento de levantarse, de inmediato, procedió a la captura y ejecución del
corregidor Arriaga.
Este hecho fue el punto de partida de una revolución que removió los muros del orden colonial español,
se extendió por toda el continente y tuvo una influencia decisiva en los movimientos libertarios que
vendrían posteriormente.
Ninguna revolución social, digna de ese nombre, surge en medio de la bonanza; al contrario, se
manifiesta y extiende como resultado de una profunda crisis. España, su casta dominante, la autoridad
real, bollaba en la abundancia pero se había convertido en una casta parasitaria.
No es propósito de este trabajo pero no podemos dejar de referir que en la larga época del orden colonial
España no desarrolló sus fuerzas productivas y devino en una de las sociedades más atrasadas del
llamado viejo mundo. El dominio que impuso en lo que hoy es América del Sur no significó una avance
en el ambiente de la industria o de la técnica, sino todo lo contrario. El agravante fue que su agricultura
terminó descuidada y arruinada.
Victorio Montero, un acucioso observador criollo del siglo XVIII, sostuvo: “ El Perú es un país donde todo
respira esclavitud y se hace tiranía de las leyes” y el título de su libro que escribió no puede ser más
expresivo: Estado político del Reino del Perú, gobierno sin leyes, ministros relajados, tesoros con
pobreza, fertilidad sin cultivo, sabiduría desestimada, milicia sin honor, ciudades sin amor patricio, la
justicia sin templo, hurtos por comercio, integridad tenida por locura” (9)
Tupac Amaru II se rebeló contra un Perú “libertino y vicioso”. Y para colmo, las castas gobernantes
atolladas de corrupción no fueron capaces de hacer una lectura de lo que su voracidad y parasitismo
habían causado. La administración central del Virreinato en los años previos a la rebelión de Túpac
Amaru adolecía de una crisis generalizada.
El virreinato era conducido por Amat y Juliet, un hombre de vida alegre, gobernó de 1761 1776.
Posteriormente, le sucedió Manuel Guirior (1776 – 1780) quien fue opuesto a todo propósito de reforma
que buscara detener la voracidad de los colonialistas quienes en su afán desmedido de atesorar, estaban
exterminando a las poblaciones nativas. (10)
Por donde se le mire, la sociedad colonial hacía agua. No hubo verdaderos colonizadores sino una casta
guerrera dominante, que marcó y configuró el drama de una sociedad que fue contagiada por la
ociosidad, carente de amor por el trabajo. “La situación general del virreinato era crítica. El panorama, en
su conjunto, no presentaba ningún signo positivo de estabilidad. Todos los síntomas eran de postración y
decadencia.” (11)
Por eso es que los sectores informados de los descendientes de la etnia quechua, van tomando
conciencia de la necesidad de articular las fuerzas interesadas en darle una salida a la crisis desde una
visión caciquil, es decir, no era propiamente un movimiento que sería dirigido por las masas marginales y
“plebeyas”, sino por sectores ilustrados de las élite quechua.
Se ha reconocido que “Otros factores propicios para un alzamiento fueron la presencia de nuevas ideas
iluministas entre algunos círculos; la revalidación del incario en el seno de los grupos de la clase caciquil,
merced a la lectura de Garcilaso; el renacimiento de varias tradiciones incaístas; el apogeo virreinal en las
artes y las letras; el aumento de la delincuencia; el libertinaje y la frivolidad en los grupos limeños; alguna
vida de salón con proclividad intelectual”. (12)
La habilidad de Tupac Amaru II y su estado mayor estuvo en su capacidad para hacer una correcta
lectura y un análisis objetivo de las condiciones existentes. El movimiento no fue un simple alzamiento,
una asonada desatada por el instinto. No estuvo, por cierto, excepta de ira popular, de desprecio contra
un poder que los había sojuzgado a lo largo de más de dos siglos, pero no era en modo alguno un motín
espontáneo.
Hubo, a pesar de todo, una visión de reforma y de revolución. Se puso en juego un programa mínimo y de
programa máximo hegemonizados por los quechuas, descendientes directos de los incas. Pero sería un
error deducir que la rebelión fue solamente protagonizada por la nobleza incásica.
La visión de frente único, la intuición que tuvo Tupac Amaru para darse cuenta que se movía dentro de
una sociedad diversa étnica y culturalmente, fue extraordinaria. No se formó un frente exclusivamente
popular, sino nacional. En ese sentido, el movimiento de Amaru II es precursor a los movimientos
nacionalistas, que surgirían posteriormente en todo el mundo, incluyendo Europa. Acaso lo más
representativo de este movimiento insurreccional fue la visión y el carácter continental que asumió.
Sobre esas condiciones estructurales e históricas se articuló una tendencia ideológica libertaria, que
comprendía el pensamiento andinista y las tendencias humanistas libertarias. Pocas veces se hace
referencia al hecho que una las obras clásicas que aportó al desarrollo de una conciencia libertaria, fue la
obra del cronista inca Garcilaso de la Vega, particularmente Los Comentarios Reales. Su lectura fomentó
y consolidó un sentimiento de “orgullo nacional” por el pasado glorioso de una cultura que fue satanizada
cuando aún estaban frescas las huellas de su grandeza.
Toda reforma que decretaba el estado mayor de la rebelión devenía en una propuesta revolucionaria. Fue
lo que aconteció, por ejemplo, con la libertad de los negros, con la abolición de tributos. La rebelión fue
también una abierta manifestación de “la cólera del pueblo” como diría César Vallejo.
Ese era el panorama que existía al momento del alzamiento revolucionario. Lo que vino después ya es
conocido. La rebelión sacudió toda América del Sur. Durante cerca de dos años, el rebelde de Tungasuca
jaqueó el poder hispano.
Algunos ven su derrota como el fracaso de un proyecto, otros como un revés. Para los pueblos fue una
experiencia que no pasa desapercibida. Tengamos en cuenta que los proyectos de revolución que se
dieron después, desde los sectores criollos, no pudieron reivindicar ni dar protagonismo a las poblaciones
nativas.
Los frutos de la emancipación del proyecto independentista que se coronó victorioso años después, no ha
podido aún reivindicar a la inmensa población aborigen y mestiza, que sigue siendo mayoritaria en
nuestro continente.
El reto que tienen que enfrentar los proyectos libertarios contemporáneos es hacer a las masas
protagonistas de su lucha libertaria. En ese sentido, Tupac Amaru II es un ejemplo. Y como dice el poema
de Alejandro Romualdo: “Querrán matarlo, y no podrán matarlo…