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ELTEATRO CLÁSICO.

EDIPO REY DE SÓFOCLES


1.- El autor
a) Biografía:
Sófocles vivió entre 496 y 406 a.C. y fue un hombre notablemente feliz, integrado de pleno en la polis de
Pericles y el más clásico de los dramaturgos atenienses.
Nace en una familia ateniense acomodada. Su padre, Sófilo, era un fabricante de armas. Recibió en su
juventud una educación esmerada. Sobresalió tanto en la gimnasia como en las restantes artes: sabemos que
intervino públicamente en un coro de danza, así como tocador de cítara. En fin, en lo relativo a su medio
familiar vemos que Sófocles pertenece a un ambiente tradicional, lo que no quiere decir que tengamos que
incluirlo entre el grupo oligarca. Pero lo que es claro es que por su ascendencia familiar Sófocles pertenece a
la clase de ciudadanos que, sin desdeñar los grandes ideales de la naciente democracia, no abandona por
ello su relación y dependencia con otras ideas más tradicionales, en las que predomina un pesimismo ante el
poder omnímodo de los dioses.
Sófocles intervino alguna vez en los asuntos públicos de la ciudad. Al lado de Pericles aparece como
estratego en la campaña contra Samos en 441-440. Dos años antes había sido nombrado helenotamía, es
decir, una especie de inspector de los tesoros aportados por la Liga de ciudades griegas bajo la soberanía de
Atenas. Y esto coincide con la circunstancia de que ese mismo año debió de haber reformas profundas en el
sistema tributario. Ya de edad avanzada, en el año 413, es elegido miembro de la probulé, comisión surgida
tras la derrota ateniense en Siracusa, y que es un intento del partido oligárquico de frenar el poder de la
asamblea popular, dado el cariz que iba tomando la guerra.
Todo esto, unido a las noticias que sobre él nos transmite la Antigüedad, nos dibuja a Sófocles como un
hombre de un gran equilibrio y moderación espirituales. Sus contemporáneos, por ejemplo Aristófanes en su
comedía Las ranas, nos lo describen como una persona de un carácter apacible y feliz, lo que no deja de
estar en agudo contraste con la profundidad trágica de sus personajes, que saben hacer frente decidido y
firme al inexorable destino divino.
Afortunadamente para él, no llegó a conocer, ya que murió en 406, la derrota final de su ciudad, a la que tanto
había amado, al concluir la Guerra del Peloponeso (404).

b) Sófocles como autor teatral.


Sófocles fue un autor de constantes éxitos y cuya carrera literaria es una sucesión de éxitos. La tradición le
hace autor de 130 obras, de las que se conservan siete tragedias y buena parte de un drama satírico.
Desde una perspectiva puramente teatral, Sófocles supone para la tragedia griega un paso adelante de
relevante importancia. La tradición también atribuye a Sófocles una serie de innovaciones que van a agilizar
el desarrollo de la acción dramática:
• De un lado, incorporó el tercer actor, lo que le iba a permitir desarrollar y enriquecer la función que
correspondía a la trama del diálogo de los personajes.
• Incrementó de doce a quince el número de coreutas o miembros del coro. Éste pierde su puesto de centro
de la obra, ya que ahora van a ser los actores los que comiencen a llevar progresivamente el peso de la
obra.
• Abandonó además la práctica esquílea de componer trilogías sobre un mismo núcleo temático. En
consecuencia, sus obras son menos narrativas y portadoras de una mayor acción.

En Sófocles, una tragedia es una obra de teatro de contenido serio en cuyo desarrollo un personaje de
carácter noble y que frecuentemente pertenece a alguna de las grandes sagas heroicas ha de enfrentarse a
una situación crucial a la que responde, y ante la que reacciona, de un modo singularmente dramático.

El teatro de Sófocles como forma literaria


a) Estructura:
Desde el punto de vista formal y sin entrar en el análisis de casos singulares, podemos decir que una tragedia
sofoclea estándar presenta la siguiente estructura: un prólogo, que nos proporciona por medio de una tirada
relativamente corta de versos recitados los precedentes del argumento de la obra; la párodo o momento en
que el coro hace su entrada, bailando y cantando, a la que siguen los diversos episodios recitados a cargo de

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los actores. En el transcurso de los sucesivos episodios los actores hacen progresar la acción dramática.
Intercalados entre un episodio y otro se suceden diversas intervenciones del coro, los estásimos1, en los que
el conjunto del coro ocupa su correspondiente lugar en la orquestra bailando sobre el propio terreno y
cantando. Los intervalos entre episodios y estásimos permiten solucionar de pasada el problema técnico del
cambio de vestuario de los diversos actores. Expuesto así el planteamiento de la obra, ésta se cierra con la
despedida del coro, que abandona también majestuosamente la escena cantando el llamado éxodo. En Edipo
Rey el éxodo se reduce a la despedida del Corifeo, quien, como es frecuente en la tragedia, lo hace diciendo
una frase significativa con un fin de enseñanza.
Esta arquitectura artística se ve lógicamente enriquecida con la existencia de otras subunidades menores que
contribuyen a hacer del conjunto una obra de literario refinamiento. Por medio de ellas el poeta contrapone
ideas, argumentos, caracteres o situaciones de la manera más artística2. Los diálogos se hacen más
frecuentes y vivos. Las grandes tiradas de versos características de los personajes de Esquilo se acortan y se
intercalan partes dialogadas en medio.
En una palabra, con Sófocles la acción dramática gana importancia decisiva. La escena se convierte en el
centro mismo de la obra. Los hechos fundamentales tienen lugar delante del auditorio, que es ahora testigo
directo de los pasos esenciales de la acción de la obra.

b) Lenguaje y estilo:
Menos poético que Esquilo, Sófocles emplea un estilo más claro y más llano, pero siempre hace hablar a sus
personajes con elegante ornamentación y dignísima mesura. La estilística de Sófocles muestra algunos
rasgos muy utilizados por el poeta, tales como anáforas y aliteraciones. Con todo, es en el terreno de las
imágenes donde más atractiva aparece la dicción de Sófocles. Así, por ejemplo, la ciudad es como un
náufrago que sufre el embate de las olas, la ciudad es como una vieja decrépita que se consume, el Hades es
ese hombre ávido de lucro que se enriquece con llantos y gemidos, etc. Es un maestro en los diálogos verso
a verso (esticomitías), en los que consigue gran efectividad.
La ironía trágica: el conflicto entre realidad/apariencia
La ironía es la figura mediante la cual se da a entender lo contrario de lo que se dice. La ironía trágica es un
instrumento o recurso para aumentar la intensidad de la situación dramática y está especialmente presente en
los dramas de la Antigua Grecia. En esta forma de ironía, las palabras y acciones del personaje muestran la
situación real, que el espectador observa y es completamente consciente de lo que sucede. Puede tener
varias formas, el personaje hablando puede darse cuenta de la ironía de sus palabras mientras que el resto
de los personajes puede que no, o él o ella pueden inconscientemente, mientras otros actores comparte el
conocimiento con los espectadores, o los espectadores solos se darían cuenta de la ironía.
En Sófocles, pues, no se trata de una simple ironía retórica, sino de una ironía esencial, existencial. Nuestro
dramaturgo fue un auténtico maestro en el empleo de la ironía trágica, por la que el hombre que parece haber
alcanzado el culmen de su fama se precipita de inmediato en las más míseras desgracias físicas o morales.
Por ejemplo, ¿no es el colmo de lo irónico/paradójico que Edipo, que desde su honestidad intelectual parece
vivir sólo para descubrir la verdad, sea el último que se entere precisamente de la gran verdad que ya todo el
mundo conoce: que es él el asesino de su padre, el amante de su madre, y que es a la vez padre y hermano
de sus hermanos, e hijo y esposo de su madre? Lo sabía el adivino Tiresias, lo sabía el coro, lo sabía su
madre; por saberlo, lo sabían hasta los espectadores; todos menos él, que en otras ocasiones ha sido el
mejor sabueso que haya podido salir a la caza de la verdad. Otro ejemplo estupendo de pasaje irónico es la
escena en la que intervienen Edipo, el mensajero llegado de Corinto y el antiguo pastor a propósito de cómo
verbaliza cada uno de ellos la identidad de quién sea Edipo (vv. 950-1072).
Edipo, que parecía el más feliz de los hombres, se revelará el ser más desgraciado y vil; de rey pasa a ser el
villano.

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Estas partes corales o líricas llamadas estásimos suelen presentar la forma de responsión estrófica, es decir, normalmente se comienza con una
estrofa, a la que sigue su antístrofa o segundo canto (cuyo esquema métrico, número de versos, etc., se corresponde estrictamente con la estrofa)
y ambas unidades suelen cerrarse con un estribillo llamado epodo.
2
Me refiero a conceptos como los de agón o enfrentamiento entre personajes que defienden ya un punto de vista ya su contrario, a diálogos
entrecortados y muy vivos como las esticomitías, en donde a cada personaje corresponde el empleo de un verso alternativo, que a veces se
resuelven en interrupciones verbales (antilabái), la resis o tirada de versos recitados a cargo de un personaje, amebeos (diálogo lírico entre un
acto y un miembro del coro), etc.

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Tragedia y mito:
El teatro de Sófocles recurre al antiguo mito de las sagas heroicas. Parece que en estas sagas mitológicas se
concentran de manera simbólica, mediante traslaciones metafóricas más o menos conscientes, los principales
arquetipos del comportamiento humano. Es probable que en época de Sófocles los núcleos míticos
tradicionales ya hubieran alcanzado un grado notable de complejidad: por ejemplo, en la saga
de Edipo pueden estar entrelazados diversos elementos míticos: el niño que es expuesto en el monte
(trasunto metafórico de la criatura de origen divino); el éxito y la ruina de Edipo (traslación del ciclo del
crecimiento y muerte de la naturaleza); o el conflicto entre Edipo y Layo, que no sería el tema del «conflicto de
generaciones». En cualquier caso se puede llegar a pensar que los antiguos dramaturgos, sobre todo en el
caso de Sófocles, se percataron de que los mitos poseían una fuerza especial que los hacía singularmente
aptos para darles un tratamiento poético y dramático.

Personajes:
Es un tópico entre los estudiosos de la obra de Sófocles afirmar que en buena medida su teatro es un teatro
de caracteres. De hecho, el título de todas las tragedias conservadas (salvo Las Traquinias) corresponde con
el de los protagonistas correspondientes. Sus personajes, aun tomados del mito y la leyenda, ya no tienen
carácter irreal, sino que responden a un ideal de tipo humano. Siguen sujetos al destino, pero este es visto
ahora desde el interior del hombre, así que los personajes se hacen más humanos y como tales pueden
cambiar y reaccionar según las circunstancias.
En el Edipo Rey, la figura de Edipo resulta verdaderamente singular. Encarna el problema de la
autoidentificación, que se plantea en los términos dicotómicos del parecer/ser. Edipo desea conocer la
verdad, cueste lo que cueste, y en su búsqueda de la verdad se topará con tres personajes de su entorno
palaciego: Yocasta, su madre y esposa; Creonte, su cuñado, y el adivino Tiresias. Ante Yocasta, Edipo se
autoproclama con, quizá, la mejor definición que a lo largo del tiempo ha conocido nuestro personaje: «Hijo de
la Fortuna». Ante el adivino, Edipo se nos muestra confiado y autosuficiente, ya que por su propia inteligencia
ha sido capaz de adivinar el enigma de la esfinge, y a continuación promete ante sus súbditos, sin otro
concurso que su misma inteligencia, librar a su ciudad de la peste que la asola. Las relaciones de Edipo y el
ciego adivino Tiresias son al principio de respeto, aunque poco a poco se van cargando de desconfianza y de
mutuo recelo, para concluir en una abierta acusación: a ojos de Edipo el adivino ciego Tiresias ha sido
cómplice del crimen.
Los diversos protagonistas del teatro de Sófocles son seres dolientes, que en ocasiones no tienen la culpa de
lo que les sucede, sino que sufren por el solo hecho de ser humanos; el héroe se enfrenta a su destino, ya
preestablecido, y se ve en la compulsión de tener que actuar. Pero en Sófocles el dolor ennoblece, y sobre
todo enseña. Solo se aprende sufriendo (πάθει μάθος, páthei máthos). Es más, este sufrimiento del
protagonista lo ha de vivir en soledad, es un dolor no compartido, ante el que nada puede valer el consuelo
del amigo ni la comprensión de la familia. Es, en suma, un dolor intransferible; el héroe cae en desgracia
individual (monoúmenos), no colectiva (como es frecuente en Esquilo).
Se ha dicho también que el dolor del héroe sofocleo es un dolor «sin salida». No se trata de un sufrimiento
con expectativas ni esperanzas de liberación. El campo léxico que Sófocles utiliza para expresar este
sentimiento es riquísimo y de múltiples matices. De este dolor sin escapatoria y sin transitividad se deriva ese
otro sentimiento tan del héroe sofocleo como es su soledad. Ayante muere en soledad al hacérsele
insoportable el menoscabo de su honra: en soledad acaba su existencia, en una soledad
paradigmática; Edipo se quedará en la más absoluta soledad en el decisivo momento de reconocer su
identidad; Electra sufre sola días y noches esperando a su hermano; a solas muere Heracles, y solo y
abandonado en una isla desierta malvive su dolor el desdichado y robinsoniano Filoctetes. Finalmente, solo
desaparece Edipo en Edipo en Colono.
El héroe de Sófocles es un ser pasional; monolítico, intransigente, obediente a un deber superior que se ha
creado él mismo para superarse. El amor humano le es extraño. Su actitud es inflexible, pero nunca triunfa
ante la divinidad. Antes bien, su fracaso y posterior reconocimiento del orden del mundo le eleva a la cumbre
de la naturaleza humana. Sófocles propone como norma de vida la sophrosýne, el reconocimiento de las
propias limitaciones ante el poder absoluto de la divinidad.

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Presenta un teatro grandilocuente, cuyos protagonistas suscitan admiración, pero nos hacen difícil la
identificación con ellos yendo siempre al límite de sí mismos. En Sófocles sorprende su pesimismo
existencial, pues destaca la debilidad de la condición humana, al tiempo que subraya la belleza de la lucha
del hombre que se resiste a su destino.
Rasgos del humanismo heroico son: enfrentamiento con el destino, desfallecimiento momentáneo ante la
muerte, participación activa en los acontecimientos por trágicos que sean, soledad ante la familia, actuación
conforme a la naturaleza.

Edipo Rey
Sobre Tebas se abate una mortal peste que cesará si se castiga al asesino del anterior rey Layo. El actual
rey, Edipo, un supuesto extranjero que antes ya salvó a Tebas de otra calamidad (el azote de la Esfinge) y
por esto se le dio por esposa a la viuda del rey Layo, Yocasta, inicia las investigaciones para saber quién fue
el asesino de este. Estas indagaciones ponen de manifiesto que el asesino fue el propio Edipo (que no sabía
a quién mataba) y que él es hijo del mismo Layo y de Yocasta. Esta se suicida y él, horrorizado al saberse
parricida e incestuoso, se arranca los ojos y parte al destierro después de despedirse de sus hijas.

Junto a Antígona, se la considera la obra maestra de Sófocles. El autor se enfrenta al problema de que las
más elementales leyes de la naturaleza han sido infringidas sin conciencia de delito, pero este es tan
monstruoso que debe ser terriblemente castigado, pese a la ignorancia de quien lo cometió. Para Edipo ya
no existe solución humana posible, no existe solución alguna. La fuerza dramática de la tragedia reside en el
contraste, increíble y maravilloso, del buen hombre Edipo, del justo Edipo, al más monstruoso de los
criminales. Edipo, protagonista absoluto de la tragedia, jamás abandona la escena salvo cuando marcha a
arrancar sus ojos que no merecen ya más ver la luz del sol. Pero no sólo Edipo está presente en la escena,
sino que sobresale sobre todos los personajes, por sus increíbles parlamentos y por su enorme fuerza
dramática.

Se nos muestra aquí la antítesis entre el obrar humano y la voluntad inescrutable de los poderes superiores.
Edipo intenta huir de su destino, para caer en él, no ceja en sus averiguaciones a pesar de temer ya la trágica
verdad. Pero en esa oposición es donde el ser humano puede alcanzar su mayor grandeza al oponerse a ese
destino ciego ante el que no se rinde. Esta lucha puede llevar al hombre al sufrimiento y a la muerte, pero
aquí es donde encuentra precisamente su valor moral. En el momento en que conoce la verdad, Edipo, el rey
preocupado por su pueblo, amante de la verdad, cae en desgracia y queda ciego, es desterrado para no
contaminar la ciudad con su delito. Ante la existencia caben dos actitudes: la del conformista, que se rinde
ante las dificultades, y la del héroe, que se rebela y sigue su camino hasta el final.

Edipo es un personaje auténticamente trágico: él trajo la salvación y a ruina a la ciudad; él es inocente y


culpable; él es el paladín y el enemigo de la colectividad; él quiere evitar lo establecido por los dioses y cae
aplastado por ellos; él se propone buscar al culpable y al final se encontrará a sí mismo sin haberlo
sospechado. Y en esto radica el efecto sobrecogedor que infunde en el auditorio, que va asistiendo
irremediablemente a su progresivo derrumbamiento. En este sentido, es preciso aludir a la constante ironía
trágica que atraviesa toda la obra, lo que aumenta la tensión general. Edipo no cesa de hacer alusiones a
que, sea como sea, encontrará al culpable, y que en ese momento su mano no dudará. Y así va a suceder, lo
que pasa es que no sabe aún qué sorpresa le va a deparar su investigación.

EL MITO DE EDIPO
Cuando la obra de Edipo Rey apareció en escena por primera vez en la Atenas del siglo V, los personajes y el
argumento que en ella aparecían debieron resultar casi seguro muy familiares para los espectadores. Eso se
debe a que la historia que aparece contada en escena está tomada del fondo legendario de la Mitología
Griega que a modo de cuentos o narraciones habían venido circulando primero de forma oral, y luego por
escrito, desde tiempos inmemoriales. En muchos de sus elementos estas historias poseían un fondo fabuloso
que los griegos habían oído relatar, ya desde pequeños, de boca de sus madres, quizá como aún hoy se

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puedan contar los cuentos de personajes tradicionales. Esto explicaría que, cuando volvían a escucharlas o
verlas representadas, de inmediato el público reconociera personajes y argumentos y, si estaban bien
contadas, que volvieran a deleitarse con ellas. Sin embargo, desde nuestra posición de lectores o
espectadores modernos, aquellas historias que formaban parte del acervo legendario de la época clásica ya
no nos resultan muy comprensibles, por lo que antes de situar la obra en todo su contexto literario, conviene
investigar un poco sobre estos temas.
Y lo primero que descubre el lector de hoy, por ejemplo cuando se acerca a un Diccionario de Mitología
Grecorromana, como el de Pierre Grimal, es que la estructura argumental de estas historias, convertidas en
piezas dramáticas, y elevadas por el poeta a la categoría de obras de arte, parece bastante más compleja
que el argumento simple de cualquier cuento moderno.
La historia de Edipo, por ejemplo, está dentro de un conjunto de leyendas más extenso; por eso, su
dramatización no encuentra significación plena si no es en un contexto mucho más amplio: el del triste sino
trágico que, a través de varias generaciones, persigue a la familia real de Tebas, a la dinastía de los
Labdácidas. Edipo es hijo de Layo y de Yocasta y, por tanto, nieto de Lábdaco. Su ascendencia se remonta
hasta el propio Cadmo, el héroe que, tras consultar el oráculo de Delfos y recibir la ayuda del dios Apolo en la
búsqueda de su hermana Europa, raptada por Zeus, fundó en la Fócide la ciudad de Tebas. La historia sigue
más o menos así:
Lábdaco había heredado el trono de Cadmo, pero su descendencia pronto perdería el favor divino. A su
muerte, al ser su hijo Layo demasiado joven, el reinado recayó en un héroe descendiente también de Cadmo,
quien fue asesinado por Zeto y Anfión, apoderándose así del poder. Layo huyó entonces hasta las tierras de
Pélope. Allí se enamoró del joven Crisipo, hijo de Pélope, (para muchos comentaristas esta es la razón del
nombre de Layo, que en griego significa "el torcido o cojo", pues pasaría por ser el introductor mitológico de la
homosexualidad). Dominado por la pasión, lo raptó y se unió a él, con lo que atrajo sobre sí y sobre las
generaciones futuras la maldición de Pélope. Cuando los usurpadores desaparecieron a su vez, Layo fue
llamado por los tebanos a ocupar el trono. Pero en adelante todos los intentos de evitar que el oráculo se
cumpla resultarán inútiles. Layo, acudió al oráculo de Delfos a consultar a la pitonisa sobre su destino. La
divinidad le aconsejó entonces que evitara tener hijos, pues si llegaba a tener alguno, éste le mataría a él, su
padre, y se casaría con su esposa, y madre del hijo. Pero Layo y su esposa Yocasta engendraron un niño,
pero tan pronto como nació, lo entregaron a un criado para que lo abandonase a las fieras en el monte
Citerón, después de haberle taladrado un pie con un clavo (de ahí le viene el nombre, pues en griego "Edipo"
significa "pie hinchado", por la marca que le dejó aquella antigua herida). Sin embargo el criado se apiadó del
pequeño y se lo entregó a un pastor que andaba por allí para que se lo llevase lejos. Éste así lo hizo y llevó al
niño a tierras de Corinto, su propio país, donde lo entregó a los reyes Pólibo y Mérope, que, como no tenían
descendencia, lo acogieron como hijo propio. Creció Edipo como un príncipe de noble estirpe, hasta que ya
adolescente, tras oír rumores, fue a consultar el oráculo de Apolo, quien le comunicó que mataría a su padre
y se casaría con su madre. El joven Edipo, aterrorizado, decidió no regresar a Corinto. En la encrucijada de la
montaña, al salir de Delfos, se topó con un coche de caballos; al no querer ceder el paso, se produjo un
altercado en el que perdieron la vida todos menos uno. El dueño del carro resultó ser Layo, el rey de Tebas.
Precisamente a Tebas se dirigió luego Edipo. La ciudad estaba aterrorizada por un terrible monstruo que la
asolaba. La esfinge (monstruo con cabeza de mujer, cuerpo de león y alas) que proponía enigmas y devoraba
a los que eran incapaces de resolverlos; también salió al encuentro de Edipo y le propuso el enigma del
animal que por la mañana camina a cuatro patas, con dos a mediodía y tres en la tarde; Edipo resolvió el
enigma contestando "el hombre"; la esfinge se suicidó y el joven entró en la ciudad como un héroe salvador.
Como reconocimiento a su proeza los tebanos, que se habían quedado recientemente sin rey, lo elevaron al
trono y le dieron en matrimonio a la reina viuda Yocasta (precisamente el nombre de Yocasta significa en
griego "la que sobresale por su hijo"). Ambos tendrán descendencia a la vez que los asuntos de la ciudad
prosperan hasta que un día la ciudad se levanta en medio de una tenaz peste que amenaza con destruir a
todos sus habitantes.
Como se puede apreciar, se trata de una complicada y enrevesada historia que el público debía conocer
sobradamente. Pero Sófocles debió manejar la leyenda tradicional según sus intenciones literarias; los
estudiosos consideran que los aspectos que introdujo como elementos nuevos en el mito fueron:
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-elige el punto culminante de este mito, cuando Edipo, ya siendo rey de Tebas, está a punto de descubrir todo
su triste pasado: el parricidio y el matrimonio con su madre.
-hace que Edipo se castigue a sí mismo, y que Yocasta se suicide al descubrir el incesto.
-como luego veremos, cuenta la historia como una investigación personal del personaje sobre su pasado.
ESTRUCTURA DE Edipo Rey
Llegamos así ante el comienzo de la obra. En adelante me ocuparé del análisis detallado de la estructura
externa para luego pasar a hablar de los diversos aspectos relacionados con el comentario de la misma.
Al plantearse la cuestión de la estructura del drama, después de haber analizado toda la historia mítica en su
conjunto, lo primero que llama la atención es que el autor ha elegido narrar la historia cuando ya
prácticamente se ha cumplido: los hechos a los que se alude constantemente vienen del pasado. (Para el
análisis de la obra sigo el libro de la Ed. Cátedra)
La obra se abre con el Prólogo (pp.27-32). Edipo se dirige a una muchedumbre de ciudadanos, encabezados
por un sacerdote, que se ha congregado para pedir ante el altar de los dioses remedio a los grandes males
que aquejan a la ciudad de Tebas. Por si acaso el propio Edipo ha mandado que se consulte al oráculo para
saber cuál es el origen de la peste que azota la ciudad y el dios contesta que se debe a que no se ha
vengado convenientemente la muerte de Layo, el rey anterior: su sangre derramada amenaza con destruir a
la ciudad hasta que se encuentre y se castigue a los asesinos. Edipo se compromete a aclararlo todo "desde
el principio". Esta simple escena sirve para plantear el "conflicto" que repercutirá en el desarrollo de toda la
obra: sirve para poner en marcha la acción, que consistirá fundamentalmente en las continuas averiguaciones
que haga el rey. Aquí Edipo es presentado como un rey forastero nada tiránico, sino más bien amante de su
pueblo, al que quiere librarle de la peste. Por todo ello es correspondido con la confianza de su pueblo.
Viene luego la Párodo (pp.32-34). Un coro de tebanos ancianos eleva una especie de plegaria a la divinidad
para que les dé fuerza para eliminar el mal. Le hablan al Oráculo, ruegan a la triada de dioses y esperan con
angustia cualquier respuesta. Esta escena representa el inicio del drama propiamente dicho.
Se produce el 1 Episodio (pp.34-42). Edipo espera conseguir que el ruego del coro (es decir, de la
colectividad) se haga realidad. Se deja clara la necesidad de conocer al asesino de Layo y la voluntad con
que el rey se enfrenta al problema. Delante de todos pronuncia un bando solemne en el que conjura a todo el
pueblo tebano a que colabore en el esclarecimiento del crimen, pidiendo el destierro sin compasión del
asesino y el castigo de los dioses para quien se atreviera a ayudarlo. El coro avisa que se ha dicho que
fueron varios los asesinos, pero confía en que el adivino Tiresias lo aclare todo. Se produce un diálogo entre
Edipo y Tiresias que degenera en un enfrentamiento, en el que ambos se intercambian insultos; ante las
palabras oscuras del adivino, en el sentido de que Edipo tiene algo que ver en el asunto Edipo interpreta que
se trata de una conspiración del anciano y de Creonte, el cuñado de Edipo. El adivino se despide con un mal
augurio para el asesino de Layo, que "se marchará tras haber visto".
Tras esto se sucede el Estásimo 1 (pp.42-43). El coro, solo, medita y canta con brevedad y con lirismo su
desconcierto ante las palabras escuchadas: por un lado, quiere remontarse a la causa para descubrir al
culpable que todos buscan; por otro, siente angustia por las imprecaciones, terribles, pero no probadas, del
adivino y, a la vez, por su fidelidad segura a su rey.
Así llegamos al 2 Episodio (pp.43-54). Edipo, Yocasta y Creonte, en presencia del coro, que a veces
interviene, llevan su intervención a una complicación del drama; se revelan datos decisivos que en lugar de
aclarar enredan: se mencionan el oráculo que pesaba sobre la familia de Layo, y, más tarde, el que pesaba
sobre el mismo Edipo; también se habla del motivo del asesinato en un cruce de camino. Esto último levanta
la sospecha de Edipo de que él mismo tenga algo que ver con los hechos: pero hay dos reseñas distintas (la
que habla de varios asaltantes frente a la singularidad de Edipo). Ante ello hay una gradación en la reacción
de cada uno de los personajes: Yocasta sostiene que los oráculos son falibles; Edipo se muestra más respeto
por ellos y, por eso, los sigue temiendo, mientras que el coro es más religioso y consecuente: es posible que
los dos extremos sean compatibles, pero hasta que no se compruebe cuál es la versión correcta hay
esperanzas: se espera que el único testigo que queda del crimen de Layo resuelva la duda.

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Llega el Estásimo 2 (pp.54-55). El coro medita en una lucha interior las terribles palabras de Tiresias frente al
buen concepto en que tiene al soberano. Se preocupa por el oráculo y por el castigo de Layo: las leyes
morales quizá han traído su castigo: Layo sería el culpable, no el actual rey. Los crímenes de Layo deben ser
castigados tal y como muestran los oráculos. Esta es la razón por la que el coro pide a Zeus que se cumplan
las profecías, porque si éstas fallaran se hundiría también la creencia en los dioses.
En el Episodio 3 (pp.55-61) se espera la solución, pero llega un mensajero inesperado que trae nuevas
noticias sobre los supuestos padres de Edipo en el reino de Corinto. Otra vez, las noticias que parecían librar
a Edipo de culpa introducen elementos muy oscuros del pasado: la reina Yocasta ya ha comprendido todo el
profundo misterio y sale huyendo después de intentar en vano que Edipo se detenga en su investigación.
Es entonces cuando se produce el Estásimo 3 tan extraño del coro (p. 61). Según J.V.Donado, en esta
intervención el coro parece ilusionarse ante el posible origen divino de su rey Edipo, quien está a punto de
descubrir su verdadero pasado. Es la calma que precede a la tormenta, aunque el coro sigue dando ánimos a
Edipo, en una especie de ensueño que más bien parece una huida hacia delante.
Llega por fin la verdad en el Episodio 4 (pp.62-64). El criado aparece y revela todo el pasado oculto de ese
niño que fue salvado de la muerte para cumplir el oráculo.
El Estásimo 4 (p.64) es un canto de la desdicha en que se ve sumido el coro al recordar lo que ha sido su rey
y lo que es ahora: la prosperidad de los hombres se ha demostrado por los propios hechos que es un asunto
ilusorio, sólo en manos absolutas de los dioses.
El Éxodo (pp.65-73) cuenta a través de un mensajero de la casa todos los detalles cruentos del suicidio de la
reina y la posterior ceguera de sí mismo de Edipo. Sale a escena y alterna su dolor con el del coro. Las hijas y
su cuñado Creonte rematan la escena de dolor.
Los últimos versos del Corifeo (p. 73)son una especie de conclusión o moraleja sobre la fragilidad del
destino humano hasta el último momento.
COMENTARIO DE Edipo Rey
Hasta aquí el análisis externo de lo que debió ser una obra clásica para el público griego. Pero, ¿y hoy? ¿La
obra de Edipo puede tener algún valor real para el espectador moderno, o su lectura es sólo una actividad
arqueológica o de carácter histórico? Paradójicamente, para responder a estas y otras preguntas de un
supuesto lector "contemporáneo", podemos utilizar los comentarios de Aristóteles que siguen vigentes en la
actualidad:
Lo más llamativo es que al leer por primera vez la obra y, antes de iniciar un proceso de información sobre los
detalles de su estructura, personajes, etc., la trama parecería que posee en sí misma una gran fuerza. Ahora
bien, ¿cómo podríamos definir esa "fuerza" y qué sería lo que propiamente la produce? En su Poética, p.36,
Aristóteles menciona la capacidad de la tragedia de crear un efecto conmovedor, debido a que la tragedia es
"una imitación de hechos capaces de provocar el temor y la compasión". "El reconocimiento y la peripecia"
(p.38), y también "lo patético" (p.39), son los tres elementos que "comportan compasión y temor". Y en página
41, Aristóteles parece estar pensando precisamente en el personaje de Edipo -como se demuestra al citarlo
explícitamente en p.43-, cuando resume con acierto la sensación que un espectador de hoy puede tener al
ver o al leer esta obra: "La compasión tiene por objeto la persona que no merece ser desdichada; el temor, el
que es igual a nosotros" (p.41). Pero ¿por qué sentimos los mismos efectos si en principio esta obra fue
concebida para ser representada?: "La obra debe estar compuesta de tal modo que, aun sin verlos, el que
escucha el relato de los hechos se estremezca y sienta compasión por lo que ocurre, que es la sensación que
experimenta el que escucha el relato del destino de Edipo... "
Pero ¿no es sorprendente que - apartándose del gusto moderno de ciertas películas, por ejemplo, por
exhibir ad nauseam todo lo que tenga que ver con la sangre- en escena, al llegar a los episodios más
terribles, la violencia o las muertes son sustituidas por las palabras de uno que narra lo sucedido? Y sin
embargo, el efecto de impacto está plenamente conseguido: ¿Por qué? Para responder a esta pregunta
conviene que volvamos a Aristóteles: "Es posible que el temor y la compasión resulten por efecto del
espectáculo, pero también pueden resultar del entramado mismo de los hechos, lo cual es sin duda preferible

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y propio de un poeta mejor" (p.43). En cuanto a la forma en que la sensación de temor y compasión se
producen, ocurren "por lo general y con preferencia, cuando los hechos acaecen contra lo que se espera, si
bien derivándose el uno del otro, pues provocan así la sorpresa mejor que si los hechos ocurren
automáticamente y por casualidad, ya que incluso los sucesos casuales son más asombrosos cuando
parecen guardar relación con los precedentes" (p.36) Esta y no otra es la razón interna por la que percibimos
en ocasiones que una película de crímenes o suspense es muy mala -con independencia de que la película
lleve 40 semanas en cartel- cuando al final resulta que el asesino desconocido es un personaje que ni
siquiera había aparecido en escena, o había salido durante unos segundos insignificantes.
Conclusión: "El poeta debe procurar, a través de la imitación, el placer que suscitan el temor y la compasión",
y está claro que "este efecto debe conseguirse por medio de la acción misma" (p.43).
La "acción" de Edipo Rey efectivamente cumple todos esos requisitos. Para comentarlo, vamos a recurrir a
los pasajes en que se muestra la Ironía, uno de los temas que en esta obra más contribuye a marcar el
contraste del personaje: de un rey, al inicio amante de su pueblo y respetado por él, a un héroe con un
destino miserable.
La ironía trágica en Edipo Rey es un elemento que trabaja en favor de lo que Aristóteles, en p.37, llama
"peripecia": "el paso de una situación a su contraria por parte de quienes actúan..., de acuerdo con la
verosimilitud o la necesidad", contribuyendo además a subrayar el efecto de oposición de ambas situaciones.
Aristóteles menciona uno solo de los muchos casos en que se produce la ironía, uno de los más evidentes,
que luego trataré aparte: "llega un personaje para alegrar a Edipo y tranquilizarlo por lo que respecta a su
madre, revelándole su identidad: mas con ello produce, precisamente el efecto contrario." Pero en esta obra
peripecias así constituyen un recurso tan frecuente y constante que prácticamente casi todas las situaciones
o personajes o palabras pueden tener, si se mira bien, un fondo irónico: unas veces con un sentido
premonitorio, otras con una clara intención de ambigüedad... con tantos matices que sería imposible citarlos
aquí todos. Me limitaré a recoger los más llamativos y a hacer un breve comentario de algunos de ellos:
En p.27 comienza el drama: Edipo habla con afecto a los suplicantes y llega a decir "estad seguro de que yo
aceptaría a enfrentarme a todo..." Seguramente el público sí que sabe que tendrá que cumplir sus palabras.
En la p.28 es el sacerdote el que contesta a Edipo y, en un momento dado, para demostrarle que lo considera
capacitado para enfrentarse a cualquier problema, le dice: sin llegar a compararte con los dioses te juzgamos
"el primero de los hombres en las desgracias de la vida..." Y más adelante: "Y que no tengamos que
acordarnos de tu mandato porque nos levantamos derechos y caímos después." Estas palabras, que están
dichas al principio como una simple fórmula de afecto, al final se mostrarán como un resumen nada
exagerado de lo sucedido.
En la misma página, Edipo vuelve a insistir en su condición de infelicidad con unas palabras que, aunque se
adaptan bien a los hechos de la escena en que el dolor de la enfermedad afecta a todos, para el público o
para el lector suenan a una definición del personaje: "...como yo no hay ninguno que ande igual de mal" o
"maldito sería yo de no hacer todo cuanto pudiera indicar la divinidad"
Pero la ironía no sólo puede darse en el plano de los acontecimientos; también puede ser una ironía
semántica o de situación, como la de la página 30, cuando Creonte explica lo que ha dicho el oráculo:
"...dando a entender que la sangre esta de aquí está atormentando a la ciudad" No vemos el gesto de
Creonte, pero ¿a dónde podría señalar mientras decía estas palabras?
En p. 32 vuelve a producirse una ironía que además de apuntar a la contradicción futura de los hechos es
ambigua; termina Edipo la charla con Creonte: "...yo lo aclararé todo desde el principio... en favor de seres
queridos en modo alguno lejanos, sino en favor de mí mismo barreré esta inmundicia lejos de mí...estad
seguros de que yo haré todo" Cuando Edipo menciona el principio de todo, ¿no está refiriéndose a su origen,
comienzo de todos sus males? También, su reconocimiento de la autoría podría hacerse extensible al asunto
que ha provocado la ira del dios.
El bando que a continuación pronuncia Edipo, pp.34-35, es todo él un cuidadoso recurso irónico, lleno de
palabras que el espectador recordará mientras comprueba que se vuelven contra el mismo que las pronunció:

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con ellas se llega al grado máximo de ironía, y el propio personaje las tendrá en mente cuando lamente
haberlas pronunciado anteriormente: "...de todo lo cual yo, (el colmo de la osadía!,..., me privé a mí mismo al
indicar de una forma expresa que todos sin excepción expulsaran a este impío...". De todos modos recojo
algunas palabras irónicas que en este duro comunicado hay: "...al individuo ese, quienquiera que sea, prohíbo
que en este país... lo admita o le dirija la palabra alguien...", "...pido que pase él, (¡miserable!,
desgraciadamente una vida desventurada...y que si llegara compartir mi hogar en mis propias mansiones con
conocimiento mío, sufra...", " y puesto que nos habría surgido comunidad de hijos comunes si no le hubiera
salido a él desventurada la descendencia (pero la realidad es que esa desventura no abatió sobre su
cabeza)...", "...en defensa de él como si de mi propio padre se tratara..." Creo que un personaje no puede
decir más claramente una cosa mientras cree decir otra.
Otras ironías son tan sutiles que sólo el comentario del especialista que traduce el texto y nos llama la
atención con notas a pie de página nos hace caer en ellas (quizá consuele pensar que al público menos
instruido de la época también le pasaran inadvertidas): en la misma página de antes Edipo termina su bando:
"en cambio a vosotros los demás cadmeos, a cuantos estas medidas os son gratas (ojalá que la Justicia y
todos los dioses os asistan..." Comenta la nota que además de irónico es ambiguo, porque el personaje "sin
querer, se excluye de la compañía de la Justicia".
También el coro puede introducir alguna ironía, pues en la intervención de p .36 sus palabras son
premonitorias: "...(mira!, estos conducen al divino vate, en quien, solo entre los hombres, radica la verdad!" o
esta otra de la página 216, que es casi un malentendido lingüístico, en que el coro le indica a un mensajero el
lugar donde puede encontrar la mansión del rey: "La vivienda es esta de aquí, y él está dentro, extranjero. Y
su mujer, la madre... de sus hijos es ésta de aquí
Otras ironías lo son de las apariencias, como la de p.38, en que precisamente Edipo le dice al ciego adivino:
"...eres ciego de oído, de razón y de vista". Sólo en apariencia Edipo "oye", "razona" o "ve"; al final, resulta
que quien carece de todos estos sentidos no es el ciego sino el que le achaca a Tiresias que no ve: el propio
Edipo. Más adelante insiste en el mismo tono, pero esta vez hablando de sí mismo y de su inteligencia
(también comentaré el tema del conocimiento en la trama de la obra): "En cambio, yo, Edipo, el que según tú
no sé nada..." y "...tanto tú como el que tramó esta intriga vais a expulsar al sacrílego con lágrimas".
El personaje, en su desconocimiento profundo de los verdaderos hechos se atreve a negar lo que ya a estas
alturas de la obra sabemos casi todos menos él; p.45: "Pregunta lo que quieras, pues con seguridad no seré
convicto de asesinato" : los propios hechos demuestran al final de la obra que él es precisamente el autor de
la muerte de Layo; y en la página 48 responde al corifeo que ha intentado calmar los ánimos del rey
encendidos en su anterior enfrentamiento con su cuñado Creonte: "...que te conste bien, al pretender eso,
estás pretendiendo mi propia ruina o que sea desterrado de este país".
Por último, la ironía final en boca de Yocasta sobre el destino de Edipo es puesta en evidencia con los
mismos hechos que se desencadenan casi inmediatamente después: "¿Por qué había de temer un hombre
en quien mandan las circunstancias de su destino y cuya previsión no es clara en nada?" Parece dar este
personaje con el tema de todo el drama, el cual, visto así, sería simplemente una respuesta a esta pregunta.
Junto al tema de la ironía, existe otro planteamiento que se repite abundantemente en la obra y que forma
parte de su estructura: es lo que la mayoría de los críticos llaman los "aspectos ideológicos" o "pensamiento
religioso" de Sófocles. Casi todos los autores consultados coinciden en señalar que las preocupaciones
dominantes en el teatro de este autor del s. V a. de C. se refieren al tema de la verdad (apariencia o realidad)
y del conocimiento humanos. Pero, ¿cómo aparecen enfocados concretamente en Edipo? Eso es lo que voy
a analizar a continuación:
Una de las primeras intervenciones que aluden explícitamente a estos temas es la del adivino Tiresias en
p.37, quien, tras ser requerido por el rey para explicar las razones de tantos males, se queja de su condición
de adivino: "¡Ay, ay! ¡El saber qué tremendo es cuando no reporta beneficio al que sabe!" Sin duda, sus
palabras se justifican por sí solas en el contexto de quien todo lo sabe pero no puede hablar; sin embargo, al
final de la tragedia comprobamos que estas mismas palabras podrían aplicarse al desgraciado héroe: por
eso, dichas aquí suenan o ambiguas (¿las dice el adivino por él mismo o por su soberano?) o irónicas. Es

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más, si mantenemos esta frase hasta el final de la obra y las superponemos a la conclusión del coro, parece
que se trata de una frase-resumen de la condición de toda la humanidad, para la que el conocimiento de algo
no la ayudaría a hacerla mejor. Visto así, la enseñanza de esta historia parece algo pesimista. Pero sigamos.
En la misma página (verso 330), Tiresias, en medio de un huracán de preguntas por parte de Edipo, se
defiende como puede: "No seré yo quien te haga sufrir a ti o a mí ¿Por qué me sometes en vano a este
examen? Pues de no ser un tonto, no me harías preguntas" Son palabras ambiguas que necesitan un
comentario: para empezar, Tiresias ve la pretensión del rey de esclarecer el asesinato de Layo, y así librar a
su pueblo de la peste, como un interrogatorio dañino para todos. El mal ya está hecho pero intentar conocerlo
puede llevar a mayor sufrimiento: "si hay algo terrible, es mejor no ser consciente de ello", parece decir el
adivino. Pero si lo que se pretende es conocerlo, basta abrir un poco los ojos, porque "a buen entendedor..."
Ahora bien, ¿por qué llama "tonto" a Edipo? Edipo cree (como todos a simple vista) que el apelativo se debe a
que lo considera un poco torpe para las cuestiones de sabiduría, y así, más adelante, en página 39 (v.390),
responde dolido en su orgullo: "...En cambio, yo, Edipo, el que según tú no sé nada, nada más llegar le puse
freno (al enigma) acertando con mi inteligencia y sin aprenderlo de las aves...". Pero creo que, después de lo
que le sucede al héroe, lo que Tiresias quiere dar a entender es que sólo una persona inteligente sabría eludir
el conocimiento directo de los hechos: en cambio "los tontos" pretenden enterarse de todo, cueste lo que
cueste: otra vez una conclusión algo negativa.
Pero Edipo no se contenta con intentar averiguar lo que no sabe. El personaje además está empeñado en dar
publicidad a lo que descubra: "...no callaré, ¡eso nunca!, nada de lo que intuyo." Se opone una vez más la
conducta de un hombre mortal, por muy rey o héroe que parezca, a la actitud más prudente del adivino que
de alguna manera está en contacto con la voluntad de los dioses: (p.37, v. 327) "En cambio, yo, no hay
cuidado de que declare alguna vez mis desgracias...", "...aun cuando lo oculte yo con mi silencio...", "Ya no
aclararé más...", son expresiones de Tiresias, quien al final acabará cediendo de mala gana a las preguntas
de Edipo, y sólo con palabras bastante enigmáticas para el rey. Por último, el contraste también se produce
cuando se enfrentan dos personajes regios, pues si Edipo está siempre dispuesto a hablar, en cambio su
cuñado le dirá claramente, en p.45, v. 268: "Pues en las cuestiones que no entiendo me gusta callar". Y de
nuevo, lo que bien pudiera ser una frase hecha, se carga de significado teniendo en cuenta el futuro terrible
del personaje que se afana durante toda la obra por conocer el motivo de todo: ¿es una pista de lo que un
hombre no debe hacer?
En la p.41, v. 440 Tiresias se burla irónicamente del limitado conocimiento del Edipo, y sus palabras podrían
aplicarse otra vez a lo que los mismos hechos, si tuvieran voz, le dirían al personaje del rey en medio de la
desgracia última: "¿Es que no eras tú muy sagaz para descubrirlo?".
Frente al ansia de conocimiento de Edipo, Yocasta trata de actuar de freno, aunque, evidentemente,
fracasará en su intento, y cuando en la p.60 Yocasta, intuyendo el desenlace final, intenta apartar a su hijo-
marido del sufrimiento recomendándole que olvide todo lo que ha dicho el mensajero, Edipo se revuelve con
gran irritación: "Eso sí que no acontecería, que no haya de aclarar yo mi linaje luego de haber conseguido
datos de tan alto significado". Pero esos datos a los que alude Edipo vuelven atener un significado
ambiguo: ¿aclararán el linaje que creía descubrir el personaje o, irónicamente, le llevará ante otro origen
inesperado? No es la primera vez que Edipo interpreta erróneamente los pasos de su búsqueda: ya antes
hemos visto cómo erró con las palabras de Tiresias. Sobre este tema volveré más tarde.
La fase última de toda la "investigación" sobre su propio origen, en lo que empezó siendo una búsqueda de
solución al problema de la ciudad, muestra la recompensa que obtiene quien es capaz de vencer todas las
tentaciones de permanecer ignorante de los hechos:
Así, en p.60, v. 1068, Yocasta expresa el deseo de que no logre lo que busca: "¡Oh, desdichado! ¡Ojalá nunca
llegues a enterarte quién eres! A lo que, imperturbable, contesta Edipo: "...yo continuaré en mi deseo de
conocer mi casta por humilde que sea" .Ironía fatal, dicen los comentaristas como Albin Lesky, porque Edipo
acabará siendo hijo de reyes. Pero lo que más llama la atención es que Edipo, una vez más, como parece
sucederle a lo largo de toda la obra en los momentos decisivos, malinterpreta las intenciones o los
acontecimientos: no es su destino humilde lo que preocupa a Yocasta. Casi parece que el personaje que más

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preocupado está por enterarse de todo es el que menos se entera de nada (¿ironía del poeta hacia el
personaje, de los dioses hacia sus criaturas, o de la vida hacia los hombres?).
Por fin, en p.63, v. 1170, llega el momento de la verdad. El personaje no se vuelve atrás: "(Y yo de oírla (la
cuestión terrorífica), pero sin embargo hay que oírla". Es aquí donde uno, como lector de este antiguo drama,
ve la grandeza heroica del personaje: casi suena a voluntad épica, como la de Aquiles en la Ilíada que, ante
la noticia de su madre de que si venga a su amigo él mismo morirá, el héroe responde que prefiere morir
"vengando la muerte de su fiel compañero que permanecer vivo como carga inútil sobre la tierra".
Pero esta búsqueda activa de su verdadero origen le llevará a Edipo, paradójicamente, a su verdadero
destino: el sufrimiento total. Por eso, cuando en p.68, v. 1342, el coro se lamenta por su rey: "¡Pobre de ti
tanto por tu clarividencia como por tu desgracia!", identifica en su lamento la "clarividencia" o conocimiento del
personaje y sus efectos, la "desgracia". Pero es más bien un destino provocado por el propio personaje, quien
en la misma página, hablando de la situación concreta de sus ojos, parece decir al lector que reconoce y
asume su responsabilidad en la torpeza de actuación en toda la obra (otra prueba más de la constante
ambigüedad de muchas de las situaciones y palabras que abunda en la obra): "...las luces de mis ojos no las
hirió con su mano nadie sino este cuitado que soy yo": )ha quedado ciego de los ojos o también de razón?
Parece que todo apunta a que la sabiduría humana o el empeño del hombre por conocer sus límites no traen
nada bueno. Las últimas citas que recojo no dejan lugar a dudas sobre el interés de esta tragedia en extraer
una enseñanza negativa de la experiencia y en representarla con todo lujo de detalles a la vista del público:
canta el coro "...que el pensamiento viva alejado de las calamidades es cosa dulce". Y estas palabras
recuerdan de lejos las de Yocasta en p.57, v.978: "Lo mejor fuera vivir al azar, como se pudiera.
Finalmente, la última mención que hay en Edipo Rey del conocimiento la hace Creonte, frente al deseo de
Edipo de quedarse con algo bueno, como sus hijas: "No pretendas salirte siempre con la tuya, pues también
aquellos hechos en los que lo conseguiste, te siguieron pero no para bien de tu vida". Ya no puede caber
duda: Edipo ha malogrado su vida al salir triunfador de la búsqueda de la verdad, que es precisamente la que
lo ha destruido.
Como acabamos de mostrar con las propias palabras de los personajes, los temas de Edipo Rey también
giran en torno a la verdad y su ambigüedad o en torno al tema de su conocimiento y sus límites, o, por lo
menos, la influencia del conocimiento sobre la acción. Pero aún se puede señalar otra característica de la
obra: y es que presenta al personaje en una continua lucha por adquirir ese conocimiento; así se entiende
que en ella aparezcan sucesivos enfrentamientos, que el adivino Tiresias no duda en calificar como "examen",
o verdaderos careos, como el protagonizado por el mensajero y el criado, en los que los personajes vienen a
decir su parte de verdad para que el investigador vaya reuniendo las piezas del rompecabezas hasta
encontrar la solución. Si esta parece una técnica detectivesca, propia de películas o novelas policíacas, el
sufrimiento añadido que experimenta Edipo malinterpretando continuamente los hechos, le acercan al género
del melodrama, con sus equívocos. Edipo no conoce toda la verdad, sólo los hechos que van apareciendo,
pero se equivoca al analizarlos. Tampoco los personajes conocen el valor de la información que transmiten.
No hay un narrador omnisciente, sino un personaje que al escuchar sucesivas noticias va relacionándolas con
sus conocimientos previos hasta llegar a una visión de conjunto. Ahora bien, ese conocimiento que Edipo casi
obtiene con violencia viene provocado por continuas pistas o sugerencias que dejan caer diversos personajes
a lo largo de la obra. Resumo los que considero más significativos:
Las tres primeras pistas las da el coro en la página 36: 1) "búsqueda del que envió la comisión de Febo, para
que señale quién puede ser el asesino"; 2) "igual que Febo" está Tiresias, que ve tanto como Apolo; y 3)
menciona los "rumores" de que fueron varios asesinos y no uno solo.
La cuarta sugerencia viene a cargo de Tiresias, quien pregunta a Edipo, señalando irónicamente su radical
ignorancia: ". ¿Sabes acaso de quién eres?"
Una quinta pista (la que cité en palabras de Aristóteles al principio) la dará Yocasta sin querer, en p.49, v.
710, al pretender aclarar la cuestión de la falibilidad de los oráculos: "...y te voy a mostrar una prueba...a
saber, llegó una vez un oráculo a Layo..."

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Y la sexta pista, la anterior a la definitiva del criado, la da el mensajero en la página 58, al referirse al temor
infundado, según él, de Edipo por llegar a unirse a su madre: "¿sabes que temes una cosa... sin razón?"
LA IDEOLOGÍA DE SÓFOCLES
Como se puede ver, el análisis detallado de este drama podría hacerse desde muchos puntos de vista. Sólo
he tocado algunos. En cuanto a otros tan importante o más que éstos, como el de la Ideología o Temática en
la obra de Sófocles, puede resumirse lo que dicen algunos autores.
Lesky, en su Historia de la Literatura Griega citada en la Bibliografía, destaca que el problema de la culpa
hereditaria que persigue al personaje de Edipo durante toda la obra no es un ejemplo moral, porque el error
de Edipo no atañe a la moral. Lesky mantiene que Edipo no se nos presenta culpable por lo sucedido en la
encrucijada (puesto que él ignoraba realmente a quién se estaba enfrentando); ni tampoco es culpable por su
pensamiento que yerra continuamente al examinar las noticias que le van dando. Concluye que Edipo Rey no
puede ser interpretado como "el drama del destino", y, lo que es más importante, tampoco se puede analizar
así la Tragedia Griega. La razón es que, en contra de los estereotipos, el héroe es causante directo de su
destino, "él va a su encuentro".
Ahora bien, el personaje de Edipo es una de las figuras más grande de "lo trágico", debido a tres motivos:
- a que va "altivamente, activamente" en busca de su destino, que no es otro que la Verdad.
-a que la búsqueda que realiza es una búsqueda "ansiosa"
-a que posee una "capacidad vehemente de sufrimiento": la frase ya citada en este trabajo de "a mí también
me horroriza el escucharlo; sin embargo, es preciso que lo oiga" muestra su destino y su temple magnánimo.
En cuanto a si Edipo es o no lo que hoy llamamos un auténtico "personaje", desgajado del tema primitivo del
Mito, o si es un trasunto mitológico y psicológico, la crítica moderna observa limitaciones graves como la del
aislamiento del único personaje, el cual sólo ofrecería una "forma estática del pathos, no permitiendo el juego
escénico, y, por lo tanto, el desarrollo de la hondura psicológica". Lesky niega que se trate tan sólo de
caracteres, en el sentido de la psicología moderna; los de Sófocles no son del todo personajes al modo de
hoy, pero sí fue un mérito de Sófocles dotarles de grandes "rasgos esenciales en torno a un núcleo sólido" y
hacerles "libres de lo fortuito y meramente individuales". En Edipo el autor da relieve a un hombre noble, de
voluntad inflexible y le opone en la acción personajes que adaptándose a la vida están dispuestos a evitar el
riesgo y a pactar: Yocasta dice en otra cita ya comentada: "lo mejor es ir viviendo al azar" ",
Pero además de expresar con la máxima pureza lo trágico en la historia de la Literatura, el personaje de
Edipo, según el propio Lesky, expresa muy bien el fenómeno del placer trágico y cita para ello el epigrama de
Hölderlin que dedicó a Sófocles, en el que recoge esta idea: "Más de uno intentó en vano decir lo más alegre
con alegría. / Aquí lo encuentro expresado por fin con el dolor". ¿De dónde provienen estos sentimientos de
sosiego o casi de alegría después de leer la representación de Edipo? Lesky lo achaca a que la obra expresa
un gran orden perdurable más allá del cambio de las cosas y de los sufrimientos. Esta enseñanza ideológica
está recogida en el canto del coro del v.684 sobre las leyes divinas y eternas: los poderes divinos ejercen su
gobierno de manera terrible y de forma inaccesible al pensamiento humano, pero siempre de manera legítima
y digna de veneración: al final no hay nada que no sea de Zeus. Lesky atribuye esta ideología de Sófocles a
su interés por expresar la repulsa que siente hacia la Sofística en sus ataques a todo lo que santificaba la
tradición.
La concepción de Sófocles sobre el mundo es una concepción profundamente religiosa; en su teatro el
hombre está en constante coloquio con la divinidad, por medio de los oráculos y de los adivinos: hay un
contraste inconciliable entre los designios humanos y el gobierno divino: Da el testimonio de un gran orden
del mundo impenetrable para el hombre, que se manifiesta en la destrucción del individuo; pero esto no nos
transmite del todo tristeza por lo que ya ha sido mencionado. En este mundo no hay aún una secularización
de la tragedia vinculada al culto, como más tarde ocurrirá con Eurípides: los dioses están en un primer plano
como gobernantes de los hombres.
Para Lucas de Dios, en su introducción de Alianza, Sófocles se encuentra a medio camino entre la
concepción heroica tradicional, cuyo ideal está lejos de una visión del todo humana, y la postura racionalista
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de la Sofística. Sófocles propugna un nuevo tipo de ideal humano: el héroe es una mezcla de sufrimiento y
error, un tipo de héroe más humanizado, y aunque abandona el esquema tradicional y aristocrático del
hombre, conserva de él algo: la división esencial entre los hombres, pero, eso sí, no ya una división según la
clase, sino según el carácter. Tampoco pretende Sófocles ningún fin moralizador en el sentido de determinar
la posible culpabilidad o inocencia de Edipo: "lo que debate (y esto a niveles de grandiosidad trágica) es el
enfrentamiento entre las leyes divinas y la naturaleza heroica de Edipo: de un lado la voluntad divina ha
puesto proa contra Edipo, y éste a pesar de sus esfuerzos o grandezas por rehuirla, tiene que caer."
En cuanto a su pensamiento político, lo esencial de Sófocles no es el individuo frente al Estado, sino lo
individual, lo religioso y lo familiar. De un lado, comulga con una serie de ideas de la nueva democracia (el
esquema democrático propuesto por Pericles, como la tendencia igualitaria, el mantenimiento de unos
principios morales y respeto a los demás), y, por otro lado, posee un matiz antidemocrático: la ciudad debe
someterse a la ley divina, a lo que está establecido por los dioses: un rechazo a la democracia radical.
Por su parte, Benavente Barreda, en su estudio de Hernando, destaca en la obra de Sófocles lo que él llama
un "pesimismo de la experiencia": el griego ha superado la visión pesimista de la vida gracias a la fuerza
interior del espíritu; así, al resaltar el horror humano no es pesimista sino realista. Sófocles enfrenta la esfera
de lo divino y lo humano, y en Edipo el personaje no es más que un hombre que sufre sin saber por qué.
Todo procede de la mano de Zeus, sí, pero el sentido de este proceder no está claro para el hombre: ahí
reside sobre todo la intuición y madurez de Sófocles. Por último, el héroe sofocleo es de una gran nobleza,
una excelencia que le lleva a oponerse a las cosas: esta es la causa de su dolor y angustia; el héroe es
inflexible en su obrar y no retrocede; pero esto no quiere decir que la acción humana esté en Sófocles
determinada por la voluntad divina, que no exista libertad en los mortales. Lo que ocurre es que la esfera de
los hombres está subordinada a la de los inmortales: los que no acatan las leyes escritas de los dioses
reciben su castigo.

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