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SÓCRATES: El modo de hacer filosofía de Sócrates era a partir del diálogo.

A diferencia de los sofistas,


o de aquellos que se consideraban sabios, Sócrates aseguraba ser un ignorante. Allí residía su sabiduría:
“Sólo sé que no sé nada”.

Sócrates creía necesario que las personas reconocieran su ignorancia, solo así podían conocer. Su
método consistía en dialogar con los sabios de Atenas, éstos aseguraban saber sobre diferentes temas
hasta que Sócrates empezaba con sus preguntas.

Los diálogos de Platón (sobre todo los de su juventud) representaban éstos diálogos en los que
Sócrates dejaba a los sabios sin respuestas.

Esta característica de la filosofía resulta molesta para muchos y es por esto que pensar o cuestionar
puede ser peligroso. La figura de Sócrates es un ejemplo ya que fue llevado a juicio y condenado a
beber cicuta.

PLATÓN: representa en la Alegoría de la caverna el proceso de educación del hombre. Este consiste
en el abandono de una vida de “sombras”. La salida del prisionero es dolorosa porque las personas
que estaban acostumbras a la oscuridad (ignorancia) no quieren admitir con su ignorancia. El
prisionero se libera de las cadenas, sale y logra ver la luz del sol. La misión del filósofo, así como
Sócrates lo hacía, es volver a la caverna y liberar al resto de sus compañeros. Éstos se resistían porque
no estaban dispuestos a cuestionar sus creencias.

Platón dividía la realidad en dos mundos. Uno original, primero: el de las ideas, y otro que es una copia
o representación: el mundo sensible. Según Platón, las ideas son únicas, perfectas e inmutables, por lo
tanto sólo en ese mundo es posible el verdadero conocimiento, accesible a la razón.

Del mundo sensible sólo podemos tener opinión, conocimiento que adquirimos de la experiencia.
Los orígenes de la filosofía. Karl Jaspers.

1. El asombro. Nuestros ojos nos hacen ver el maravilloso espectáculo del universo del cual somos
parte. Nuestra admiración por lo que nos rodea y por lo que nos resulta extraño nos lleva a querer
conocer. En la admiración advertimos todo lo que no sabemos, descubrimos nuestra ignorancia: ¿Qué
es todo esto que nos rodea? ¿De dónde viene? Nos preguntamos por aquello que ocasiona nuestro
asombro, nuestra sorpresa.

2. La duda. Tratamos de dar respuesta a las preguntas suscitadas por nuestro asombro. Pero ni bien
creemos satisfacernos con estas respuestas, surge en nosotros la duda. Advertimos que todo
conocimiento humano es falible y desconfiamos de nuestro imperfecto saber. Lo que nos parecía obvio
resulta luego ser falso. La duda aparece, entonces, cuando tomamos conciencia de la seguridad e
incerteza del conocimiento humano. Por eso ante cada aparente solución surge un nuevo problema y
la posibilidad siempre latente del error.

3. Las situaciones límites. Siempre estamos inmersos en alguna situación: tenemos que estudiar para
un examen o estamos por salir con nuestros amigos o se nos presenta la oportunidad de realizar un
viaje. Las situaciones son cambiantes y nos exigen respuestas variadas. Pero hay situaciones
permanentes, que no cambian. Son situaciones fundamentales, definitivas, que revelan nuestros
límites: no podemos no morir, no podemos no sufrir, no podemos no sentir angustia. Por lo general
somos conscientes de estar en una situación límite cuando vivimos momentos difíciles: la muerte de
un ser querido, la enfermedad de alguien cercano, el amor no correspondido, el fracaso de un
proyecto. La conciencia de nuestros límites nos lleva a filosofar porque surge necesariamente en
nosotros la pregunta por el sentido y el valor de la existencia humana.

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