13, El Free Cinema inglés
Igual que el neorrealismo italiano y que ta Nouyelle
Vague francesa, el Free Cinema inglés se originé como una feac-
‘contra las estructuras industriales de su cine contempo-
), pero también como una rebelién contra actitudes morales
conformistas. Sus principales propulsores fueron Lindsay An-
derson, Karel Reisz y Tony Richardson, que habian escrito
‘abundante critica cinematogréfica, sea en Ia revista Sequence
(U4 ediciones, 1947 a 1952), sea en Sight and Sound.
Oficialmente, el Free Cinema nacié en febrero de 1956,
cuando éi National Film Theatre presenté en Londres cuatro
films cortos: Momma Don't Allow (1955, Reisz y Richardson),
‘Thursday's Children (1953, Anderson), O Dreamland (1954, An-
derson) y Together (1954-1955, Lorenza Mazzetti, con montaje
de Anderson). El texto de los programas impresos documentaba
ya en aquella ocasidn el espiritu con que el grupo encaraba su
‘obra cinematogréfica. Poco después, el Free Cinema quedé
unido naturalmente al movimiento de los angry young men,
los ast Hamados «jévenes airados», que expresaron también,
en {a literatura y en el teatro, ideas similares de rebelién e incon-
formismo. En buena medida, el movimiento surgia de ta escuela
documental inglesa, procurando una atencién a las realidades
colectivas y hostilizando Ia idea de que el cine o el teatro pu-
dieran ser sdlo un entretenimiento superficial
‘La filmografia basica de ese nuevo cine inglés se com-
pleta aqui con fragmentos de un largo texto de Lindsay An-
derson, que se integra en cl Manifiesto de los angry young wen
(1957). Por ta extensiOn del original, se han elegido los parrafos
mds elocuentes.young men)”
‘Texto del Manifiesto cofrespondiente a Lindsay Anderson
es
yht, por una sola hora de aquel dia en que se empezaron
yartir palos,
)
(Canci6n escocess
Yo trabajo en el cine, y esto me proporciona un motivo
de més para sentirme deprimido cada ver, que vuelvo a Tngla-
terra. EL ambiente cinematogréfico es, admitémoslo, bastante
‘il en todas partes, pero en ninguna otra parte del mundo es
posible hallar la atmésfera det inglés. Tengo atin presente la
Eetancia en Canines, con dcasién del X Festival Internacional de
‘Arte Cixematogréfico; fueron proyectadas peliculas de treinta
¥ cinco paises diversos; orientales y occidentales, de derechas y
Ue izquierdas. Y debo decir que, después de un invierno en
Londres, tener ante Ios ojos los resultados del trabajo serio
y concienzudo desarrollado en el cine del mundo, extranjero,
constitufa tina sorpresa agradable: el humanismo triunfaba tan-
to ett las peliculas soviéticas como en las norteamericanas, en
Jas de bajo coste de Ceykin como en Jas costosfsimas peliculas
yodadas en Francia, Italia y Japén. Fueron concedidos precios
i Polonia, Suecia, Francia, Unién Soviética, Rumania, Japén,
Yugoslavia; la tinica que no figuré en el elenco de las premiadas
fue Gran Bretafia. Han pasado siete afios desde ta ultima vez
‘que una pelicula inglesa logré un premio en Cannes. ¥ esto no es
i tesultado de una conjura politica 0 econémica; es sélo Ja
Togica consecuencia del hecho de que nuestras peliculas han
+ Texto publicado originariamente por Mac Gibbon & Kee,
Londres, 1958.
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502
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dejado que se 1s excluyera de la compet ,
deuna manera mucho mas inmediata que otras artes, el cima’
~ | yal espirita de tna nacién. Sobre todo ante Jos ‘ojos de quien
x14 en el extranjero y que, por tanto, adquiere una objetividad
{que no Je es posible alcanzar en su patria; Jo que se produce
Gh Gran Bretafia resulta realmente desconsolador.
\25 gQué tipo de cine tenemos nosotros, los ingleses? En
primer lugar es preciso hacer constar que se trata de un cine
Drecisamente inglés (en el sentido de que a Escocia, Inlanda y
Gales no les esta permitido manifestar su opinién): un cine que
ostenta una actitud metropolitana y que es burgués de la cabeza
tos pies. Caracteristicas éstas que, para ser sinceros, también
Confieren algunos aspectos positivos: una cierta tolerancia, un
Gierto tono bondadoso, una falta de ampulosidad, una fluida sol-
tura, Pero el propésito de no dejarse sorprender nunca, tomén-
dlose las cosas demasiado en serio, a la larga, deja de ser una
Virtud para transformarse en un vicio, sobre todo cuando, como
ahora, la nave empieza a hundirse. Y si sobre un platillo de la
Dalanza est esa moderada vena humanistica, sobre el otro
stn el snobismo, la escasez. de inteligencia, las inhibiciones y
tabiies, premeditada ceguera para las realidades y los problemas
de nuestro tiempo, en nombre de un ideal nacional demasiado
caduco y desgastado.
“rodas ellas, actitudes propias de la burguesfa 0, més
exactamente, de la gran burguesfa. Ahora, yo sé muy bien que a
tnucha gente le parecer de mal gusto hablar de «clase», porque,
dicen, nosotros los ingleses estamos ya por encima de seme-
Jantes mezquindades. En realidad, 20 es as{ en absoluto; es
triste, pero es necesario admitirlo: Ja nuestra sigue siendo la
fociead dotada de la mAs fiera conciencia de clase que hay en
f€1 mundo, y no veo qué es lo que ganamos fingiendo que It
Cosas ya no son asf. Porque el tinico modo para comunicar
Cazmente los tunos con los otros, consiste en decimnos la verdad
Scerea de los ambientes de los que procedemos y de los prejui.
Glos que hemos heredado, lo cual, cuidado, no equivale en abso
futo 2 decir que debemos continuar respetdndolos. Por lo que 2
mf respecta, estoy perfectamente calificado para tratar de las
Taracteristicas de Ja gran burguesfa, por el simple motivo de que
Gsta es 1a clase de la que procedo. Mi padre era un oficial del
ejército y mi madre la hija de un negociante de lanas; hice los
Catudios primarios en una pequefia ciudad de a costa meri-
ional y la ensefianza media en un liceo clisico del Oeste
(floruit, floret, floreat). Ahora, si yo, al igual que tantos otros,
243a
Ww
réchazo Ia facilidad con que las izquierdas se liberan de todo
secteniento de patriotismno y lealtad, definiéndolos como cosa de
SSlddiantes de segunda ensefianza, por otra parte sé perfecta-
frente que muchas, demasiadas caracteristicas de nuestro cine
ton la consecuencia directa de los sistemas escoldsticos impues-
tos por Ia gran burguesfa inglesa.
Fn efecto, el snobismo de nuestras peliculas no es de
marca aristocrdtica, En las peliculas inglesas, el personaje del
noble aparece, por lo general, bajo la forma de un simpatico viejo
Fentilhombre un poco chalado, para quien todavia se siente
Rerto respeto, También a los personajes proletarios les corres”
ponden papeles cémicos, cuando no de emalo»: son magnificos
Prados, buenos tenderos, maravillosos soldados que desfilan,
{que estén agachados en las trincheras, tendidos en las literas
Jere barco mereante en espera del desembarco y en cuyos la-
bios florecen divertidas frases en dialecto londinense; durante
fargo tempo stiefian con sus queridas montafias de Gales
mueren como héroes, a menudo susurrando wn 1iltimo mensaje
para la muchacha que dejaron en Old Kent Road; pero ta accion
Principal de la pelicula se desarrolla-en el puente de mando,
Pitre los oficiales que se llevan continuamente los binéculos a
{os ojos, intercambiando concisos monosilabos (el cine inglés ng
ee partado nunca més del cliché de «Capitan D>, de Noel
‘oward),' y de esta manera ganan las batalias. Un joven autor,
tie tenga un deje de acento dialectal, hard bien en sacudlirselo
cuanto antes, porque de lo contrario no conseguiré nunca Henar
dja palones dovados su bocamanga; ¥, en este caso, eeémo queréis,
qque consiga llegar a sex un divo?
Ta mayor parte del publico ignora ingenuamente los
ites que este género de snobisio impone a nuestro cine, al
al que al tealto. Y, segiin ii criterio, esto sucede asi porgue
A snobidno en cuestion es tan «inglés», etéreo, indulgente,
farente de malicia, nunca violento y en muy raras ocasiones
agresivo; quien lo hace suyo, ni siquiers ia que puede
vocar resentimientos, soberanamente convencido de que eb
no refle}a ec} orden natural de tas cosas, En ta constancia de
ine clichés existen, os cierto, incluso elementos de verdad,
pero Jos falseados son mucho més numerosos, Dentro de ciertos
Timites, es legitimo afirmar que los ingleses son, en conjunto,
v niformes por ejemplo que los italianos, pero es simple-
Tmente injurioso sostener que, a fuerza de ser controladas, han
Maeado de existir nuestras reacciones cmotivas. Seguro que ya
Labréis comprendido a lo que me refiero: a Ia sefiora Huggett,
Ja esposa del policfa, alguien le va a decir que su marido ha
muerto en el cumplimiento de su deber; ha sido apufialado
inientras intentaba detener a un feddy-boy que bailaba el rock-
242
and-roll en las aceras del Soho. Una pausa de silencio, que no
Significa absolutamente nada, después 1a sefiora Huggett dice,
perfectamente tranquila y duefia de sf misma: «Perdéneme,
fengo que arreglar estas flores.» Educados aplausos de la critica
‘este enésimo ejemplo de «minimizacién» tipicamente britanica.
Los realizadores ingleses, un Roy Campbell, para citar un nom
bre, saben usar a la perfeccién dogales y frenos, pero ¢dénde
esta el caballo encabritado? (Lo sabemos, se esta quietecito,
quietecito, en su cuadra que da al patio interior de la casa, pero
onde a nosotros, los nifios, no se nos permite poner los pies).
Las peliculas inglesas que intentaron sinceramente na-
rrar una historia ambientada en el pueblo, con personajes prole-
farios, pueden contarse con los dedos de una mano y, en la
posguerra, en lugar de aumentar, se han hecho atin mas raras.
Za pelicula de Carol Reed, The Stars Look Down, que se remonta
al aio 1939, hoy ya nos parece mecdnica y artificiosa y, sin em-
Dargo, parangondndola con A Kid for Two Farthings, rodada
por el mismo director hace tres afios, es una obra maestra de
heorrealismo, Pero la verdadera objecién no afecta tanto ja
falsificacién de las realidades populares, como al hecho de que
éstas sean esmeradamente evitadas. Recientemente, un amigo
thio sometié un argumento a un distribuidor para saber si éste
Consentiria en distribuir la pelicula en caso de que se realizara.
(De paso, diré que son precisamente estos intermediarios los
{que deciden lo que se proyecta en las pantalias inglesas, y no
Jos productores, y mucho menos el piiblico.) La reaccion del
distribuidor fue extraordinariamente significativa, Se trataba de
lun episodio de ambiente proletario; la primera secuencia ten!
jugar en la explanada de un garage, con los obreros que, sen-
tados al sol, la bolsa en las rodillas, almorzaban. Uno de ellos,
un muchacho de unos 16 afios, esta resfriado y hace el gesto de
Sonarse con los dedos. «También podrias usar el pafiuclo», re-
funtuia uno de los otros. La decisin del distribuidor fue fir
sima y no pudo ser expresada con mayor claridad: «Una pelicula
{que parte de cierto nivel social, nunca lograra remontarlo. El pi-
Bice no quiere ver cosas de este género.» Y éste-es el motivo
por el cual, aun cuando existe gente capacitada para hacerlas,
Jnglaterra no se pueden producir peliculas como Marty, The Gra-
pes of Wrath, Due soldi di speranza, Detstvo Gorkovo#
Este virtual repudio de al menos tres cuartas partes de
la poblacién de nuestro pais, representa algo mucho mas grave
que una ridicala depauperacion de la produccién cinematogré-
fica: presupone la evasion de la realidad contempordnea por
parte de una entera categoria sorial, la cual, no debe olvidarse,
tiene una influencia determinante. Y, lo que es peor, gracias al
control por ellos ejercido en el cine, logran imponer plenamente
243
acontectinientos todos éstos que seria Indiapensable t242
semejante visidn distorsionada de la realidad a su vastisimo,
ingenuo pliblico, Segiin el testimonio de nuestros directores
(aunque quienes Jes hace jurar es el Cen : un
pais sin problemas, en el que durante los tiltimos cincuenta afios
ho se ha producido ningéin cambio sustancial y que sigue siendo
fl corazén de tin Imperio en el que el sol no cometeré jamés la
indelicadeza de ponerse. Nada expresa mejor este propésito de
continuar viviendo en el pasado que ta serie de pelfculas de gue-
Fra que los studios ingleses han ido fabricando durante los
filtimos cuatro o cinco afios, y que no da muestras de interrum-
Naturalmente, existen varias formas de hacer pelfeulas de
guerra: se puede hacer Ail Quiet on the Western Front? una
violenta protesta contra esa cosa abominable que es Ia matanza
(aunque ho es, desde luego, ésta Ia categoria a la que pertenecen
imestras peliculas bélicas), 0 bien, como los polacos durante los
tilimos afios, se puede tomar Ia guerra como punto de partida,
porque os obsesiona, ya que Ia misma cristaliza una dialéetica,
tuna aspiracién fundamental del hombre, pues ha evocado fan-
‘mas que atin deben ser exorcitados. Pero cuando los polacos
presentaron en Cannes Kanal, hicieron previamente una adver
encia: «Fsta pelicula —dijeron— no se propone ofrecer un
cespectacnlo excitante. Ha sido hecha para recordar Io que ha
ocurrido y amonestar para que nunca més pueda permitirse que
Cosas de este género se repitan.» Pero nuestras peliculas bélicas
ampoco son ni siquiera de este segundo tipo. Si en Inglaterra
*) se continan preuciendo es, en primer lugar, porque son Fete
bles; en segundo lugar, porque en el ejército y en el milita-
ee a aansaa a eabigughicitea sauceal del pai e
distinciones de clase y los privilegios; y en tercer lugar, porque
Ia evasion a través de la guerra nos permite sustraernos de las
complejas incertidumbres del presente ¢ ignorar el reto lanzado
ppor el fuluio, De este modo, volviendo a darle caza al «Graf von
Specs, en The Battle of the River Plate? o bien siguiendo el
ritmo’ de fas trompelas militares, podemos forjarnos Ia ilusién
de que nuestra situacién no ha cambiado en absoluto, que Ingla-
terta ha vuelto a ser Ja GRAN Bretafia!
v
A menudo se oye decir que, en 1945, también nosotros.
hemos tenido incluso nuestra Revolucién, Y, en efecto, algo
‘in cuando definirla como revolucién me parece algo
excesivo. De todos modos, por lo que respecta al cine inglés, no
ha ocurrido absolutamente nada. La nacionalizacién de las mi-
nas de carbén y de los ferrocarriles, la introduccién de Ia asis- ¢
tencia médica gratuita, 1a obligatoriedad de Ia ensefiatizx media:
24
243
acontecimientos todos éstos que seria indispensable trasladar al
plano de Jas relaciones humanas y que sin embargo no. inspi«
raron ni una pelfcula. Al igual que tampoco las inspiraron Ios
aumnerostsimos problemas que han ofuscado nuestro horizonte
durante Jos tiltimos diez afios: huelgas, teddy-boys, experimentos
nucleares, traiciones perpetradas por los cieniificos, creciente
arrogancia de los burdcratas y similares; Ia presencia de tropas
norteamericanas en suelo inglés pasé del todo inadvertida, y
Jo mismo puede decirse de la multitud de mineros italianos
inmigrados y de los profugos Iningaros. Pero slo a condicién
de poderse xeferir a realidades como éstas, valdria Ia pena
de pronunciar juicios respecto de peliculas inglesas, ya que al
nivel en que se haya hoy nuestro cine, jas discusiones de cardcter
estético no pueden ser mas que un juego vacio. Quiero decir que
el objeto de nuestras consideraciones deberia ser la imagen que el
cine ‘tiende a dar de nosotros; y el probiema es si, como na-
cin, podemos continuar aceptando semejantes imagenes. Ade-
mis, debemos indagar qué sentido tiene y si-es legitimo ¢l uso
que de este potente instrumento exquisitamente democratico
pretenden hacer quienes tienen en sus manos ios mandos polt-
_—Hicos y financieros del pais.
{
EI cine es una industria: afirmacién a ia cual, creo, na-
die tendra nada que objetar; por otra parte, el cine es un arte,
y también acerca de este punto seré ficil encontrar un consen-
timiento mayoritario. Pero el cine también es algo més: un
medio de comunicacién, un medio para implantar unas rela-
ciones. Ahora bien, esto lo hace particularmente abierto a un
Problema que, para nosotros, es de la maxima importancia, y
acerca de esto estén de acuerdo los seguidores de nuestros dos
principales partidos politicos: aludo al problema de la concien-
cia colectiva, de la conciencia de pertenecer todos a la misma
comunidad, de estar preparados para afrontar sacrificios para
el bien piiblico. Son, no es necesario decirlo, los principios que
ofmos invocar por los politicos sélo en tiempos dificiles, cuando
éstos empiezan a gritar: «Todo el mundo a las-manguerass, Pero
es imitil esperar que todos corran al puente para echar una
mano si antes, durante el viaje, no se les ha hecho saber que el
barco les pertenece y que, por tanto, vale la pena salvario, ya
ue, por afiadidura, ellos mismos son parte integrante del barco.
Uno de los medios més validos para que la gente se dé cuenta
de esta verdad, consiste en darle pelfculas. Hubo un tiempo en
que Inglaterra lo comprendié asf, o cuando menos algunos ilega-
ron a comprenderlo. En los afios treinta, la escuela del docu-
mental inglés, capitaneada por John Grierson, consiguié crear
Ia tradicién de una buena produccién filmica con intentos demo-
créticos y sociales. Y cuando estallé la guerra y la GP.O. Unit
a>tuvo que transformarse en la estatal Crown Film Unit, Ia pacibn
Cntera acogié favorablemente la ventaja que se le ofrecia. Lo que
Suvede es que, durante una. guerra, siempre ¢s util apelar a los
sentimientos democraticos de la nacién. «{Vuestro valor, vuiestro
Stfusiasmo, vuestro buen humor, nos Hlevaran a la victorial»,
deci —y este, «nos» revelaba muchas cosas— un manifiesto ave
‘en aquellos afios estaba pegado en todas las paredes. Pero en 1a
posguerra, cuando Ia consigna fue: «Volvamos todos a nuestras
Beupaciones», los sentimientos democréticos empezaron @ pare:
Cer superfitis ¥ los Tamamientos se fueron haciendo menos
SShrinnos. Es cierto que la Crown siguié funcionando todavia
Stuante cierto perfodo, produciendo peliculas sobre Ja higiene,
la instruccién publica y Ja economfa nacional, pero esto ocurria
gn los Hempos del Gobierno laborista. Al volver los conserva
Gores al poder, en 1951, Ja entidad fue disuelta: se habla conver-
fide en un lujo. ¥ hoy, en Inglaterra, resulta précticamente impo-
sible presducit pelfculas de este tipo. La Hacienda Pablica ya no
fiene dinero para estas cosas, Si no es en casos que, mas que
varos, son exeepcionales. Y ademés, peliculas de este tipo serian
Cone. arena en los ojos para quienes controlan los circuitos
Ginematogrdficos: su produccién, que tiene objetivos meramente
especulativos, es algo totalmente distinto. ¥ yo me pregunto:
SOuién es el que sale perdiendo con esta situacién? ¢Los hom-
hres de negocio o Ia colectividad?
alls de vital importancia que expresiones como Deber
y Abuegacién vuelvan a adquirir todo su prestigiox Con estas
Yalabras lord: Hailsham se dirigié al pats con ocasién de una
PMsieute emisién radiofonica. Pero, en el acto, entran ganas de
preguntac: gDeber hacia quién ¥ por qué? » Lox cuatro films son realisias y ocurren en Jas Hamadas
clases haias: Marty, de Delbert Mann (195), The Grapes of Wrath,
Ford (1940), Due soldi di speranza, de Renaio Castellani
fa injancia de Gorki, de Mark Semionovitch Donskoi (1938).
4. Sin novedad en el frente, de Lewis Milestone (1930).
4. Kanal, de Andrze} Wajda (1956).
5. The Battle of ihe River Plate, de Michael Powell y Emeric
Pressburger (1955).
6. Clement Attlee (1883-1967), ‘dirigente laborista y primer
ministro inglés en la posguerra (1945-1951).
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