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Hegemonía y revolución permanente

APUNTES PARA UNA RELECTURA DE LAS RELACIONES ENTRE LAS TEORÍAS DE TROTSKY Y GRAMSCI
SOBRE LA REVOLUCIÓN EN “OCCIDENTE”

JUAN DAL MASO

Número 26, diciembre 2015.

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Introducción

La reflexión teórica sobre las relaciones entre las teorías de Trotsky y Gramsci [1] permite la
construcción de herramientas teóricas para comprender la realidad actual, identificando las
tendencias de la lucha de clases así como las tareas de los marxistas [2].

En este marco, intentamos explorar el texto gramsciano para comprender su pensamiento por
fuera de las formas de interpretación estereotipadas, contra las lecturas de tipo “eurocomunistas”
y “postmarxistas” [3].

La hegemonía como “mecánica” de la revolución permanente

Las temáticas de la hegemonía y la revolución permanente están relacionadas por un hecho


histórico fundacional que les sirve de referencia: la Revolución francesa de 1789, el bloque de
clases y sectores sociales que en ella se constituye como pueblo; y su posterior desagregación
producto del desarrollo de la sociedad capitalista y la lucha de clases.
Este punto de referencia aparece en la primera formulación de la revolución permanente realizada
por Trotsky en Resultados y perspectivas, en la que plantea las conclusiones de las revoluciones de
1789, 1848 y 1905, destacando el proceso de diferenciación del proletariado respecto del
“pueblo” dentro del cual anteriormente estaba diluido, bajo dirección burguesa [4].

Mientras la Revolución francesa de 1789 ofrece el modelo de “revolución nacional” burguesa, en


las revoluciones de 1848 surge la clase obrera como un actor diferenciado de la burguesía
republicana y la pequeñoburguesía democrática, pero todavía débil para imponer su propio poder.
Finalmente, en la Revolución de 1905 en Rusia, la clase obrera aparece como la combatiente de
vanguardia de la revolución democrático-burguesa, que la lleva al poder, circunstancia que le
plantea la necesidad de avanzar contra la propiedad privada, transformándose la revolución en
socialista –como ocurrirá finalmente en 1917–, lo cual se explica a su vez por las características del
desarrollo histórico ruso (Imperio “atrasado” en su estructura económica pero moldeado por, e
inserto en, la economía mundial).

Mientras en la periferia no logra crear un bloque históricamente progresivo, en “Occidente” la


burguesía busca recomponer el “bloque de 1789” por la vía del republicanismo (composición
pasiva de los conflictos a través del Estado liberal), la socialdemocracia (compromiso entre los
bandos antagónicos) o resolver la imposibilidad de recrear ese bloque mediante el fascismo
(“solución plebeya” que da paso a un régimen de guerra civil contra la clase obrera). Estas formas
de configuración del poder estatal están relacionadas en modos diversos con las temáticas
gramscianas de “revolución pasiva” y “Estado integral”, así como con los análisis de Trotsky sobre
el bonapartismo y la estatización de los sindicatos [5].

Por su parte, la clase obrera lucha por llevar hasta el final la desagregación de ese bloque, para
constituirse como clase independiente y agrupar a los restantes sectores sociales oprimidos para
luchar por el poder.

En este contexto, se presenta un punto de convergencia entre Trotsky y Gramsci, dado que la
mecánica de la revolución permanente en Occidente está estrechamente ligada a la constitución
de la clase obrera como clase hegemónica [6], que es precisamente uno de los ejes de reflexión
del comunista italiano.

Hay, sin embargo, una diferencia fundamental. Mientras en el tratamiento de la guerra civil
Trotsky es especialmente claro en plantear la centralidad del momento insurreccional, Gramsci
destaca como decisivo el momento de relación de fuerzas militares que en C13 §17 [7] ejemplifica
con la guerra de liberación de un pueblo oprimido contra una potencia opresora, y cuyo
equivalente de clase es la guerra civil, pero no se refiere específicamente a la insurrección.

Gramsci y la revolución permanente

En C13 §17 Gramsci reflexiona sobre el período 1789-1870 en Francia y presenta la revolución
permanente como “mediación dialéctica” de las premisas explicativas del materialismo histórico
[8] expuestas por Marx en el prólogo a la Contribución a la crítica de la economía política. De estas
mismas premisas debe deducirse el concepto de revolución pasiva, según señala en C15 §17.

Como hemos señalado en otros trabajos [9], es en la práctica de Lenin y no en la teoría de Trotsky,
donde Gramsci ve una continuidad del viejo grito de guerra de revolución permanente lanzado por
Marx [10] y el marxismo del siglo XX. Desde esta óptica, Gramsci se opone en líneas generales a la
teorización de la revolución permanente en los términos de Trotsky, más allá de que es dudoso
que conociera la versión “madura” en profundidad [11]. Sin embargo, esta suerte de “obstáculo
epistemológico” gramsciano, no impide explorar ciertas afinidades posibles.

En O laboratório de Gramsci, Alvaro Bianchi realiza un trabajo filológico tendiente a identificar la


valoración por Gramsci de la cuestión de la revolución permanente. El desarrollo del libro excede
largamente estas líneas, pero destacamos lo planteado sobre la posición de Gramsci al momento
de redactar el Cuaderno 13. Bianchi compara el texto A (de primera redacción) del C8 §52 en el
que Gramsci identifica directamente la revolución permanente con la guerra de movimiento, con
el texto C (de redacción definitiva) del C13 §7, en el que aparecen emparentadas pero de modo
más complejo a partir de la descripción del proceso histórico de conformación de los Estados
modernos.

Según Bianchi: “A partir de mayo de 1932, Gramsci parece no insistir en la identidad de guerra de
movimiento y revolución permanente, como es posible constatar en la supresión de esta identidad
en el pasaje ya citado del Cuaderno 13” [12].

No obstante esta precisión, aunque en el texto C citado no aparece identificada abiertamente la


“guerra de movimiento” a la revolución permanente, siguen emparentadas en la visión de
Gramsci, como lo están, la guerra de posición y la hegemonía en tanto superación de la revolución
permanente.
Desde el punto de vista teórico, la reflexión no tiene salida en tanto no se pueda demostrar que
Gramsci haya planteado en sus reflexiones carcelarias una relación entre guerra de posición y
guerra de movimiento que supere los términos de una oposición estática. Es decir, que él mismo
haya concebido el pasaje de una forma de lucha a otra como componente de su propia teoría.

La posible respuesta está en el Cuaderno 15, destacado a su vez por el propio Bianchi pero en
razón de otros debates, escrito entre febrero y agosto de 1933, en el que Gramsci profundiza la
cuestión de la revolución pasiva:

El concepto de “revolución pasiva” en el sentido de Vicenzo Cuoco atribuida al primer período del
Risorgimento italiano, ¿puede ser relacionado con el concepto de “guerra de posiciones” en
contraposición a la guerra de maniobras? Esto es, ¿estos conceptos han surgido después de la
Revolución francesa y el binomio Proudhon-Gioberti puede ser justificado por el pánico creado por
el terror de 1793 como el sorelismo por el pánico subsiguiente a los estragos parisienses de 1871?
Es decir, ¿existe una identidad absoluta entre guerra de posiciones y revolución pasiva? ¿O existe
al menos o puede concebirse todo un período histórico en el que los dos conceptos se deban
identificar, hasta el punto en que la guerra de posiciones vuelve a convertirse en guerra de
maniobras? Es un juicio “dinámico” que hay que dar sobre las “restauraciones” que serían una
“astucia de la providencia” en sentido viquiano (Q15 §11).

Una interpretación posible es la siguiente: las revoluciones pasivas (restauraciones), cuyo principal
rol social es la “subalternización” [13] de las “clases peligrosas”, imponen la guerra de posición
como forma de lucha predominante por todo un período, para crear condiciones más favorables
para extender su dominación desde un aparato estatal recompuesto o refortalecido.

El “pánico” por el “Terror de 1793” o “los estragos parisienses de 1871” tiene su propia expresión
en el proletariado por el predominio de una posición subalterna (es decir, de subordinación
política), por ejemplo: Proudhon defensor de una concepción “conciliadora” de la dialéctica o
Sorel, cuyo sindicalismo revolucionario implicaba el abandono de la lucha por el poder después de
la derrota de la Comuna de París.

En la anulación de la guerra de maniobra por la guerra de posición residiría la “astucia de la


providencia viquiana”: las restauraciones se imponen por sobre los intentos revolucionarios que
buscaron forzar ciertas condiciones objetivas aún “inmaduras” y fueron derrotados, dando lugar a
procesos de transformación “molecular” que Gramsci describe en la temática del transformismo.
Sin embargo, así como las restauraciones son limitadas en espacio y tiempo, si la clase trabajadora
quiere consolidar las relaciones de fuerzas que va modificando en su favor hasta estar en
condiciones de la lucha directa por el poder, el propio desarrollo de la lucha requiere de la “guerra
de maniobra”. Aquí la “astucia de la providencia” sufre una metamorfosis: las restauraciones, sin
quererlo, crean las condiciones para nuevas revoluciones.

Algunas conclusiones

Partimos de la idea de que en “Occidente” la dinámica de la revolución permanente consiste en la


desagregación del bloque de 1789 y la lucha por la constitución de la hegemonía proletaria.

Más allá de los pares conceptuales “revolución permanente-guerra de movimiento” y “revolución


pasiva-guerra de posición”, la lucha por una hegemonía “expansiva” o “integral” [14] obliga a
desarrollar una estrategia que trascienda el estadio de oposición entre guerra de posición (lucha
acumulativa) y guerra de maniobra (lucha por el poder), y en ese sentido destacamos lo planteado
por Gramsci en Q15 §11.

Como contracara de la lectura que practicamos más arriba, hay que destacar que para Gramsci la
guerra de posición no se reduce a la lucha en condiciones de subalternidad. En este sentido,
destaca el aspecto de la “guerra de asedio” (C1 §133) como componente “ofensivo” de la guerra
de posición, que requiere una “concentración inaudita de la hegemonía” e indica que “se ha
entrado en una fase culminante de la situación histórico-política”, en la que la guerra de posición,
una vez ganada “es decisiva definitivamente” (C6 §138).

En este contexto, lo señalado en Q15 §11 podría ser una “anomalía” del discurso gramsciano y no
la clave de una nueva generalización acerca de las relaciones entre “guerra de posición” y “guerra
de maniobra”.

Sin embargo, esta “anomalía” tiene otros indicios en el texto de los Cuadernos, en los que la
“guerra de movimiento” reaparece entre los intersticios de la primacía de la “guerra de posición”.
Por ejemplo, en la identificación de la Revolución francesa con la “guerra de movimiento” en C10
§9 y la reivindicación por Gramsci del jacobinismo y su lucha por constituir una “voluntad colectiva
nacional popular” (C13 §1).
Podemos citar también C22 §1, en el que se pregunta por la posibilidad de que el americanismo
constituya “un desarrollo gradual” del tipo de las “revoluciones pasivas” o la “acumulación
molecular de elementos destinados a producir una ‘explosión’, es decir, una subversión de tipo
francés”, es decir un proceso revolucionario de tipo “clásico”.

Por último, se puede relacionar esta reflexión con lo expuesto por Gramsci en C13 §14, sobre la
“doble perspectiva”, característica del “Centauro maquiavélico” como un principio a fijar y
desarrollar para la comprensión de la acción política y la vida estatal. Gramsci menciona
expresamente los pares conceptuales fuerza/consenso, autoridad/hegemonía,
violencia/civilización, individuo/universal, agitación/propaganda, táctica/estrategia, etc. El par
conceptual táctica/estrategia perfectamente podría cruzarse con el par conceptual guerra de
posición/guerra de movimiento, de cuyas relaciones el C15 §11 ofrece una lectura posible [15].

[1] Ver como trabajos de referencia desde el punto de vista estratégico: Albamonte, Emilio y
Romano, Manolo “Trotsky y Gramsci: convergencias y divergencias” y “Revolución Permanente y
guerra de posiciones. La teoría de la revolución en Trotsky y Gramsci” en Estrategia Internacional
19, enero 2003; Albamonte, Emilio y Maiello, Matías, “Trotsky y Gramsci: debates de estrategia
sobre la revolución en ‘occidente’”, Estrategia Internacional 28, 2012.

[2] Ver “Revolución pasiva, revolución permanente y hegemonía” en IdZ 13. Respecto de los países
semicoloniales “occidentalizados” como la Argentina, mantenemos la idea de que sin dejar de ser
un país semicolonial con tareas democrático-burguesas pendientes, reúne ciertas características
asimilables a lo que Gramsci llamaba “Occidente” especialmente en la estructura del Estado, por
lo que la revolución proletaria sería de más fácil realización que en Estados Unidos, pero más difícil
que en la vieja Rusia. Sobre estos debates ver “Posición, maniobra y sovietismo” en
losgalosdeasterix.blogspot.com y “Los Sindicatos y la Estrategia”, escrito con Fernando Rosso, en
IdZ 6.

[3] Ver “Pablo Iglesias y su Gramsci a la carta” en elviolentooficio.blogspot.com. A su vez es


importante destacar que la interpretación de Perry Anderson practicada en Las antinomias de
Antonio Gramsci resulta más adecuada para discutir contra la interpretación togliattiana del
pensamiento del comunista italiano que sobre el texto propiamente dicho de los Cuadernos de la
cárcel. En este sentido, la polémica realizada por Gianni Francioni en la segunda parte de L’officina
gramsciana es especialmente eficaz en mostrar sus debilidades filológicas y ciertos apriorismos de
Anderson, aunque insiste en la idea de una concepción de la revolución permanente opuesta a la
teoría de Trotsky.

[4] Ver Trotsky, León, “Resultados y Perspectivas” en Teoría de la Revolución Permanente


(compilación), Bs. As., CEIP, 2000 (versión electrónica en ceipleontrotsky.org). Sobre las sendas
lecturas de Gramsci y Trotsky sobre el jacobinismo, ver Medici, Rita “Giacobinismo” en Le parole di
Gramsci, a cura di Fabio Frosini e Guido Liguori, Per un lessico dei Quaderni del carcere, Roma,
Carocci Editore, 2004, pp. 112/130 y Broué, Pierre, “Trotsky y la revolución francesa” versión
electrónica en www.ceipleontrotsky.org.

[5] Ver “Trotsky, Gramsci y el Estado en Occidente”, IdZ 11.

[6] Tomamos especialmente en este artículo el aspecto de la conquista de hegemonía antes de la


toma del poder, que no es el único que tiene en los Cuadernos de la cárcel. Al respecto ver
Francioni, Gianni, L’Officina Gramsciana, ipotesi sulla struttura dei “Quaderni del carcere”, Napoli,
Bibliopolis, 1984 y Frosini, Fabio, “Hégémonie: Une approche génétique” en Actuel Marx 57,
primer semestre 2015.

[7] Todas las citas de los Cuadernos de la cárcel, indicando número de cuaderno y parágrafo,
corresponden a Quaderni del carcere. Edizione critica dell’ Istituto Gramsci. A cura di Valentino
Gerratana, Torino, Einaudi, 2001. En los casos en los que se menciona fecha aproximada de
redacción de los pasajes citados, tomamos como referencia el estudio de Gianni Francioni ya
citado.

[8] Que ninguna formación social desparece antes de que se desarrollen todas las fuerzas
productivas que caben dentro de ella, que las nuevas relaciones de producción aparecen cuando
han madurado en el seno de la vieja sociedad, y que la humanidad se pone tareas que puede
resolver, porque estas surgen como objetivo cuando se están gestando o ya se gestaron las
condiciones materiales para su realización.

[9] Ver “Revolución pasiva, revolución permanente y hegemonía”, op. cit. y también “Gramsci y la
revolución permanente” (partes I y II) y “Marx, Gramsci y Trotsky: sobre una ponencia de Fabio
Frosini” en losgalosdeasterix.blogspot.com.

[10] Sobre la revolución permanente en Marx y Engels y su relación con la teoría de Trotsky, ver
Trotsky, León, “El marxismo y la relación entre revolución proletaria y revolución campesina”,
Teoría de la Revolución Permanente, op. cit.

[11] Gramsci mantiene en los Cuadernos su cuestionamiento de la posición de Trotsky respecto


del debate interno en la URSS, sobre el que se había posicionado públicamente en 1926,
condenando los métodos burocráticos de la mayoría, pero defendiendo sus posiciones contra la
Oposición de Izquierda.
[12] Bianchi, Alvaro. O Laboratório de Gramsci. Filosofía, História E Política, Campinas, Alameda
Editorial, 2008, p. 243. No obstante su valor como trabajo filológico y teórico, el libro de Bianchi
exagera un poco las proximidades entre Trotsky y Gramsci, así como reduce erróneamente a una
“repetición de los argumentos de Anderson” algunas de las principales elaboraciones de la
Fracción Trotskista sobre el tema (ver Nota 1) a pesar de los elementos novedosos en el
tratamiento de la cuestión de la revolución pasiva y las relaciones entre guerra de posiciones,
guerra de movimiento y programa de transición planteados en esos trabajos. La falta de una
lectura atenta (no sabemos si por prejuicios “académicos” o sectarios) le jugó una mala pasada.

[13] Modonesi, Massimo “El criterio de la subalternidad. Una lectura del concepto de revolución
pasiva en la obra de Gramsci”, capítulo IV de El principio antagonista. Marxismo y acción política,
en proceso de publicación.

[14] Ver “El Príncipe moderno, Gramsci y el marxismo” en losgalosdeasterix.blogspot.com.

[15] Agradezco especialmente a Massimo Modonesi por sus observaciones y críticas y a Fabio
Frosini por sus aportes críticos y precisiones, que contribuyeron muchísimo a corregir y enriquecer
los argumentos expuestos en este trabajo. Naturalmente, las opiniones vertidas en él son
exclusiva responsabilidad del autor, así como las debilidades o puntos flacos que pudiera tener.

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