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MARCO TEÓRICO

NUEVA CIUDADANÍA Y DEMOCRACIA

Que es un ciudadano

Según la Constitución Política de la Republica de Guatemala (1993) en el Artículo


147 son ciudadanos los guatemaltecos mayores de dieciocho años de edad. Los
ciudadanos no tendrán más limitaciones, que las que establecen esta Constitución
y la ley.

Nueva ciudadanía y vieja política

Según Marroquín M, (2018) nueva ciudadanía, ninguna persona nace ciudadana,


llegar a serlo es una construcción social que está condicionada por el entorno
cultural, social, económico y político de la sociedad donde se vive.
De hecho, en Guatemala, muchas personas mueren sin haber experimentado la
condición de ciudadanos otorgada por el disfrute real de los derechos y obligaciones
consagradas en nuestra Constitución Política.

Si hay una tarea que es esencial y estratégica para que el país se libere de sus
ataduras al subdesarrollo esa es la construcción de ciudadanos.
La manera lógica y ordenada de formar ciudadanía, es cuando el poder del Estado
y sus instituciones son ejercidos responsablemente asegurando que los preceptos
establecidos en la Constitución se cumplan hasta que una mayoría o mejor aún,
todos sus habitantes alcancen a gozar de los derechos económicos, sociales,
culturales y políticos.
Estos a su vez, responden apropiándose de obligaciones como pagar impuestos,
denunciar los abusos de poder, ir a votar, participar en partidos políticos, etcétera.

Otra forma de hacer ciudadanía es mediante gestas, movimientos sociales y


demostraciones masivas que surgen cuando el poder constituido traiciona el
mandato popular y es ejercido para fines delictivos o desviados como el
enriquecimiento ilícito, favorecer estructuras criminales y/o asegurar impunidad de
dichos actos de poder.
En una sola gesta de este tipo se puede llegar a graduar a miles y millones de
ciudadanos que, al constituirse como soberano, experimentan en carne propia la
diferencia de ser un simple habitante a un ciudadano.

En Guatemala hay mucha más ciudadanía hoy que antes de ese 25 de abril recién
pasado, cuando por primera vez en muchas décadas, hubo una reacción ciudadana
que se mantuvo por varios meses, hasta conseguir que los representantes políticos
de un gobierno mafioso, fueran forzados a renunciar y a comparecer ante la ley por
sus actos ilícitos.
Podemos afirmar que antes de esa fecha, la mayoría eran más bien súbditos del
régimen político criminal que ha gobernado el país desde hace dos décadas.
Las elecciones del 6 de septiembre de 2015 dejaron sentado que esa expresión de
nueva ciudadanía colisionó de frente con las organizaciones políticas más
representativas de ese sistema político criminal.
De esa cuenta, lo que antes era indiferencia mutua, ha pasado a ser una relación
tensa y de reclamo de parte de los gobernados hacia quienes pretenden gobernar
bajo las mismas reglas imperantes antes de abril.

Aunque sigan legalmente vigentes, la mayoría de partidos existentes son herederos


y practicantes de esa que repentinamente pasó a ser vieja política, la del
clientelismo, el acarreo, el transfuguismo, nepotismo y un largo etcétera. Hoy los
ciudadanos han expresado que exigen un nuevo estándar de partidos y dirigentes
políticos.

El tiempo que tome construir nuevas organizaciones políticas denominadas así por
sus prácticas diferenciadoras más apegadas a los valores y principios democráticos
y alejadas de intereses pecuniarios espurios, y no solo por la fecha en su acta de
nacimiento, provocando la jubilación forzada de la clase política aun dominante,
estará marcado por un zig zageo permanente que para unos será leído como signo
de inestabilidad y desorden, pero en realidad es el anuncio de una etapa de
transición inacabada a nuevos y mejores derroteros para el país.

Ciudadanía pacífica, causas y consecuencias

Según Gómez J (2017), vamos mal pero no lo aceptamos. Peor aún, no hacemos
nada para ser diferentes en las próximas décadas.
Pero en cada espacio hablamos de forma angustiada de la maldad, la
deshumanización, de la transgresión a las normas cívicas, el vandalismo, el
raterismo y la forma tan salvaje con que se le quita la vida a alguien por un celular,
unos tenis, un par de pesos, un rose automovilístico, por una pequeña diferencia
familiar o de pareja, alguien se encarga de silenciar la vida.
Ante todo esto, seguimos sobreviviendo autoengañados de percibirnos como los
nuevos ciudadanos, los hombres y mujeres de la posmodernidad; pero sabemos y
practicamos los comportamientos incívicos en todos los lugares, que dañamos la
educación de los hijos, que practicamos los malos ejemplos, que dañamos el
urbanismo, las buenas costumbres, y socializamos conductas no éticas; casi el 20
al 30% de la población practica conductas antisociales de forma tan habitual que
parecemos una sociedad de cerebros dañados.

Es difícil construir una ciudadanía ética, responsable y comprometida, hacedora de


lo correcto, bajo los indicadores en que nos encontramos: homicidios, feminicidios,
delincuencia, corrupción, evasión, fraude, complicidad, raterismo, violencia social e
inseguridad.
Si estudiamos los comportamientos ciudadanos a través de las cámaras de video
vigilancia donde a diario queda registrado todo tipo de delitos: tirar papeles, orinar
donde nos parezca, comer donde sea, pagar para violentar derechos, poner en
peligro a los demás, despreciar a embarazadas, envejecientes, discapacitados, y
niños y niñas en condición vulnerable. De seguro que hemos perdido la capacidad
de asombro, la honestidad, la reciprocidad, el altruismo, la solidaridad y el respecto
por los derechos de los otros.
Sin embargo, algo nos dice como hemos llegado a los comportamientos incívicos,
a transgresión y ha estilos de vida incorrectos.
Me preocupa la patología social, la cultura de la violencia y la desmoralización
social, con causas recurrentes, sin sistema de consecuencias.
La construcción de esa ciudadanía deteriorada, de percepción desesperanzada, de
hábitos tóxicos y de vida casi miserable, cuando se habla de calidad y calidez de
vida, de dignidad y felicidad para ser derramada con humanismo.
Esa construcción tiene que ver con el sistema de creencias distorsionado y limitante
que culturalmente refuerza el pensamiento de que: “a los dominicanos les gusta lo
incorrecto” “nadie arregla esto” “somos tramposos” “cuando decimos que no, es que
si” “hablar mentira para quedar bien, no es mentira, etc.
Vivimos aceptando que ni la educación, ni las leyes, ni la espiritualidad, ni los
padres, ni las nuevas generaciones podrán cambiar el comportamiento social del
ciudadano dominicano.

La otra parte causal es, visibilizar y contextualizar la parte epi genética de nuestra
identidad y de nuestro ADN, que ha cambiado y modificado nuestra forma de pensar
y de comportarnos, demostrando dificultad para poder organizarnos, ser diferentes,
buscar lo correcto, practicar la bondad, la justicia, la equidad, la honestidad, el
derecho por los demás, y la garantía de la construcción de un nuevo ser social
llamada: la nueva ciudadanía, comprometida y responsable, democrática,
humanista, con derechos, de palabras, de acciones y de compromiso para las
nuevas generaciones.

El tener que observar lo dañado que se encuentran el tejido social, la práctica de la


maldad, la recurrencia de los delitos, los homicidios sin piedad, el salvajismo y el
bandolerismo, la falta de resaca moral y de sistema de no consecuencias; ante todo
eso, libre de pesimismo, de crisis política, de ausencia de una clase gobernante, de
la disfunción familiar y de la debilidad institucional y cultural de la identidad
dominicana.
Pienso y reclamo, que se debe trabajar en diferentes direcciones para una sociedad
pacífica, armónica, justa, equilibrada, de cultura de paz, de no me dañes, no te daño,
de reciprocidad, de altruismo y de solidaridad; pero también de vivencia con
derechos y deberes, de compromiso, de equidad y de humanismo.
Esa nueva ciudadanía hay que construirla en el presente y para el futuro hasta
cambiar el sistema de creencias, las actitudes emocionales negativas, la cultura y
la espiritualidad del nuevo ser social dominicano, para parir una ciudadanía pacífica
y de la cultura del trátame bien.
El perfil, la identidad y la ciudadanía dominicana, para ser pacífica, de
corresponsabilidad, hay que construirla a través de una nueva cultura que forje el
carácter del dominicano hacia la tolerancia, la diversidad, el autocuidado,
consensuar, ceder, negociar y reflexionar, para ser pacifista y de paz.
La democracia en Guatemala

Según el blog Significados.com (2018), la democracia es una forma de gobierno del


Estado donde el poder es ejercido por el pueblo, mediante mecanismos legítimos
de participación en la toma de decisiones políticas.
El mecanismo fundamental de participación de la ciudadanía es el sufragio
universal, libre, igual, directo y secreto, a través del cual elige a sus dirigentes o
representantes para un período determinado.
Las elecciones se llevan a cabo por los sistemas de mayoría o representación
proporcional, o combinación de ambos.
El máximo representante de los ciudadanos en una democracia es quien ejerce el
poder ejecutivo, es decir, el presidente del gobierno.
No obstante, otros cargos ejecutivos de rango regional o local, lo mismo que cargos
legislativos, son también atribuidos democráticamente mediante el voto.
En este sentido, la democracia es también el gobierno de las mayorías, pero sin
dejar de lado los derechos de los individuos ni desatender a las minorías.
La democracia, como sistema de gobierno, puede existir tanto en un sistema
republicano como en uno de carácter monárquico de tipo parlamentario, donde en
lugar de la figura de presidente existe la de primer ministro, con atribuciones muy
semejantes.

La democracia en Guatemala

Según el blog Republicnew (2015) la democracia en Guatemala va ligada


necesariamente a la idea de igualdad de las personas.
Una democracia es honesta sólo cuando no hay distinción de clases fundada en
ley, sin privilegios para los pocos y sin barreras para los muchos.
Necesita que todas las personas, sea cual sea su religión y raza, tengan la misma
oportunidad de acceder a cargos públicos y de elegir a sus representantes.
Esta descripción parece obvia en nuestros días, pero la democracia universal ha
sido la excepción en la historia, no la regla.
Ni siquiera ha sido una constante en los países desarrollados con instituciones
funcionales.
Una mirada a sus antecedentes basta para descubrir que antes sólo podían votar
las personas que poseyeran tierras o que el voto no era un derecho para las mujeres
ni las personas de color.
Pero como sucede con cualquier institución humana, la democracia universal
también ha producido efectos negativos, siendo la hiperinflación de la
administración pública uno de los más latentes. Bobbio nos dice: “Desde el
momento en que el voto fue ampliado a los analfabetos era inevitable que éstos
pidiesen al Estado la creación de escuelas gratuitas y, por tanto, asumir un gasto
que era desconocido para el Estado de las oligarquías tradicionales y de la primera
oligarquía burguesa.
Cuando el derecho de votar también fue ampliado a los no propietarios, a los
desposeídos, a aquellos que no tenían otra propiedad más que su fuerza de trabajo,
ello trajo como consecuencia que estos pidiesen al Estado la protección contra la
desocupación y, progresivamente, seguridad social contras las enfermedades,
contra la vejez, previsión a favor de la maternidad, vivienda barata, etc. De esta
manera ha sucedido que el Estado benefactor, el Estado social, ha sido, guste o no,
la respuesta a una demanda proveniente de abajo, a una petición, en el sentido
pleno de la palabra, democrática”.

Entendida la democracia en estos dos sentidos, como procedimiento para la toma


de decisiones y como participación política de todas las personas, cabe hacer un
diagnóstico a la democracia guatemalteca, sobre todo porque estamos en año
electoral.
Tenemos una democracia golpeada, pero también hemos logrado aciertos.
Desde que entró en vigencia la actual Constitución ha habido varias transiciones
pacíficas y legítimas del poder ¿para qué sirve la democracia en última instancia si
no es para evitar el cambio violento? - con excepción del Serranazo.
Las elecciones son rigurosamente fiscalizadas y los fraudes se han evitado. En
momentos críticos nuestro sistema ha dado signos de vida, como sucedió con la
sociedad y la Corte de Constitucionalidad en el autogolpe del 93 o en el intento de
Ríos Montt de ser candidato presidencial a inicios de los 90, intento que luego
replicó Sandra Torres con el mismo resultado fallido.

Democracia en Guatemala:
Según logrosycontinuidad (2017) en nuestra Constitución política, se asienta en el
Artículo 140.- Estado de Guatemala, que Guatemala es un Estado libre,
independiente y soberano, organizado para garantizar a sus habitantes el goce de
sus derechos y de sus libertades, y que su sistema de Gobierno es republicano,
democrático y representativo.
Actualmente se entiende como democracia, un sistema de organización política, en
el que el poder no radica en una sola persona, sino está distribuido entre todos los
ciudadanos, y las decisiones se toman según la opinión de la mayoría, lo que recoge
nuestro texto fundamental en el Artículo 141 Soberanía: La soberanía radica en el
pueblo quien la delega, para su ejercicio, en los Organismos Legislativo, Ejecutivo
y Judicial.
La subordinación entre los mismos, es prohibida; de tal forma que debemos siempre
aspirar a construirla colectivamente y defenderla.
manifestación para exigir la renuncia del presidente Jimmy Morales frente en la plaza central Guatemala, el 26 de agosto
Créditos: Johan Ordoñez

El legado de la democracia representativa en Guatemala


Según Itzamná (2015) en países donde los pueblos diversos no lograron transitar
de ser un archipiélago de pueblos hacia la conformación de sociedades o
comunidades políticas imaginadas (naciones), se hace muy difícil
analizar/comprender el avance de sus procesos democráticos internos.
La democracia, en cualquiera de sus formas, necesariamente presupone la
existencia de una sociedad, y ésta, la coexistencia de ciudadanos/as con los
mismos derechos/obligaciones y oportunidades.
Obviamente, la necesaria presencia activa de un Estado de Derecho hegemónico.
En el caso de Guatemala, un mínimo porcentaje decreciente de su población
disfruta de la cualidad de ciudadanía plena.
Por tanto, las grandes mayorías del país subsisten sin Estado, sin nación, sin
derechos, ni oportunidades, aceitando, cada cuatro años, con sus votos, el sistema
democrático representativo que los excluye y empobrece.
Desde su primera Constitución Política (1825), Guatemala reconoció y “practicó” la
democracia representativa como su única forma de gobierno (Arts. 39-41). Esta
democracia consistió y consiste en “acarrear” (trasladar) electores/as a las urnas,
cada cuatro años, para que voten por uno de los pocos ricos (civiles o militares) de
turno que los empobrecerá aún más.
A este perverso ritual periódico se denominó y se denomina “fiesta democrática”.
¿Cuál es el legado de la democracia representativa en Guatemala?
Esta democracia formal, sin contenidos, fue un mecanismo casi perfecto para
enriquecer a la cúpula de ricos y empobrecer aún más a las grandes mayorías.
En los 194 años de República, incluyendo las tres últimas décadas continuas del
ritual democrático, los ricos de Guatemala acumularon el Producto Interno Bruto
(PIB) más alto de la región (53 mil millones de dólares), pero los empobrecidos
suman cerca de las dos terceras partes del total de la población del país.
Todo esto, gracias a la democracia formal que no permite la ampliación del
cumplimiento de derechos, mucho menos participación o control ciudadana alguna
sobre sus gobernantes.
La democracia representativa excluyente impidió la fecundación de una ciudadanía
ampliada en el país.
El o la ciudadana de la clase media fue convertida en consumidor compulsivo,
indiferente con el destino del país.
Diluyó e inmovilizó a la poca ciudadanía existente. Las grandes mayorías de “no
ciudadanos” y empobrecidos del país fueron convertidos en pordioseros electoreros
que van detrás del amo candidato a cambio de un plato de comida, sin ninguna
conciencia política, ni responsabilidad con el presente y destino del país.
Esta democracia pervertida imposibilitó también el surgiendo o establecimiento de
partidos políticos sólidos y serios.
En Guatemala, los partidos políticos, lejos de forjar actores políticos con conciencia
nacional e ideológica claras, infestaron al país de mitómanos oportunistas que
buscan un espacio en el aparente Estado para saquearla.
Las organizaciones políticas no pasaron de ser potenciales “bolsas de empleo” de
algún caudillo. Y, en los últimos tiempos, verdaderas empresas comerciales que
venden ilusiones al pobrerío creyente que espera desesperado la llegada/anuncio
de cualquier mesías político a la vuelta de la esquina.
Imposibilitó la consolidación del Estado como garante de derechos y proveedor de
sentido político. Los “tecnócratas” rudos, sin control, ni sanción alguna, diluyeron las
fronteras entre lo legal y lo ilegal.
Establecieron la corrupción y el despojo como el método de gobierno. Al límite que
en Guatemala se hace difícil diferenciar entre la estructura y la institucionalidad del
poder estatal y los aparatos criminales.
Esta perversa democracia diluyó y diluye los pocos derechos y al propio Estado.
Esta democracia neoliberal disolvió lo poco o mucho de la acumulación de la fuerza
histórica de luchas sociales. Cooptó a las principales organizaciones sindicales,
convirtió a los movimientos indígenas y campesinas en ONGs funcionales al
sistema.
Desvaneció las fronteras y diferencias ideológicas y conductuales entre la derecha
y la izquierda política, al límite de convertir a las insignificantes organizaciones
políticas de izquierda en electoreros agentes neoliberales.
El mayor legado de la democracia representativa excluyente en Guatemala es y
será el haber establecido en las estructuras psicológicas de las personas la
colonialidad política.
El haber instalado en el alma de las y los empobrecidos, incluso en nichos sociales
de la clase media profesional, un amor apasionado y casi existencial por los colores
y los rostros photoshop de sus caciques y amos políticos. Verdaderos modelos de
vida a imitar.
En la retórica cotidiana se detesta a todo Diputado por ser sinónimo de ladrón, pero,
en los hechos, casi todos los empobrecidos con ascenso social sueñan con ser
diputados.
Eso explica el por qué indígenas con cierto ascenso social, cultural, económico, etc.,
sueñan con coronar su vida con “una diputación”.
¡Cuánto más corrupto o sospechoso son los candidatos políticos por su pasado o
intenciones, más idolatrados y preferidos son por sus potenciales víctimas! Esto
explica el por qué el voto duro de los partidos políticos más déspotas, racistas o
corruptos, se encuentra justamente en regiones más empobrecidas del país.
Un pueblo que idolatra a un potencial delincuente o corrupto, es un pueblo enfermo.
Casi ningún candidato de elección popular a cargo público se presenta con la
honesta intención de hacer el bien al país. Todos/as van buscando la apetecida
“inmunidad” para los cuatro años, porque aquí, como en otros lares, la inmunidad
es sinónimo de impunidad ante la Ley.
En estas perversas condiciones, Guatemala, una vez más, está “obligada” a votar,
el próximo 6 de septiembre, por su presidente y vicepresidente, sus 158 diputados
nacionales, “sus” 338 gobiernos municipales y “sus” diputados al Parlamento Centro
Americano, de los 24 partidos políticos que compiten a nivel nacional. Uno de los
rituales electorales más repudiados por las y los indignados en la historia nacional,
donde se pronostica que el vencedor seguro será el abstencionismo y el voto nulo.
Desde meses atrás, el electorado urbano venía exigiendo reformas a la Ley
Electoral y de Partidos Políticos, no para transitar hacia una democracia
participativa, sino para rescatar la democracia representativa viciada. Pero, ni eso
les conceden los 158 “soberanos” e “inmunes” Padre de la Patria.

Derecho esencial para la democracia

Según Prensa Libre 2018, El gobierno de Jimmy Morales y quienes detrás de él


mueven los hilos del poder se están convirtiendo en la mayor amenaza para la
democracia, con el manipuleo de manifestaciones de supuesto apoyo, las cuales
aprovecha el mandatario para darse baños de multitudes y lanzar ataques contra
quienes exigen el cumplimiento de la ley o disienten del criterio gubernamental.
En la marcha del miércoles pasado, en la que fueron movilizados vendedores de La
Terminal, el presidente lanzó duras críticas al Ministerio Público, la Contraloría
General de Cuentas, el procurador de Derechos Humanos y los medios de
comunicación independientes, a los que señala de “estar perdiendo la realidad”, en
uno de los más hepáticos ataques provenientes del gobernante.
La virulenta diatriba provocó la inmediata reacción del embajador de Estados
Unidos, Luis Arreaga, quien, a propósito de la conmemoración, el jueves, del Día
Mundial de la Libertad de Prensa, emitió un pronunciamiento para afirmar que
“cualquier limitación a las libertades de prensa es una amenaza a la voz de la
sociedad guatemalteca y actualmente está sucediendo”.
Esta es una de las más inequívocas respuestas del diplomático sobre el giro que el
presidente Morales le está imprimiendo a su gobierno, cada vez más desafiante, en
la medida en que pierde más compinches y enfrenta un creciente llamado a actuar
según lo manda la Constitución, como representante de la unidad nacional.
Resulta obvio que quien más debe meditar sobre la realidad guatemalteca es el
presidente, porque los hechos son irrefutables: él y muchos políticos enfrentan
señalamientos de corrupción por financiamiento electoral ilícito, y sus parientes más
cercanos por operaciones fraudulentas en la prestación de servicios al Registro de
la Propiedad. Uno de los máximos dirigentes del partido oficial, Édgar Ovalle, está
prófugo tras haberse emitido una orden de captura en su contra.

La Fiscalía de Delitos Electorales también planteó la solicitud formal para que el


Tribunal Supremo Electoral cancele al partido FCN-Nación, que lo llevó al poder, y
un grupo de diputados tránsfugas que lo respalda buscan modificar leyes para
garantizarse impunidad y que también cambiarse de partido deje de ser un
obstáculo para buscar, con argumentos ridículos, continuar parasitando en el
Estado.
Es un panorama complicado para el mandatario y para algunos de sus más
cercanos manipuladores, que lo conducen a un escenario extremo que le puede
complicar más el futuro inmediato, porque hasta ahora en Guatemala la
institucionalidad se ha encargado de poner orden ante los exabruptos de los
políticos, como lo puede atestiguar el aprendiz de dictador Jorge Serrano Elías,
refugiado desde hace años en Panamá.
Al clamor por el respeto a la labor periodística se sumaron oficinas de Naciones
Unidas y otros sectores que demandaron un “entorno seguro” para el ejercicio de
un periodismo independiente, ante una realidad que el mandatario se rehúsa a ver
y que al serle cada vez más adversa lo hace más vulnerable al entorno que lo
manipula y lo encarrila en un peligroso rumbo que solo complicará más el resto de
su administración y su futuro inmediato.

Manifestación en contra de Cicig por los abusos en contra del sistema de justicia en Guatemala (2018)
Guatemala: transición democrática inconclusa
Según Zeissig (2018) la participación ciudadana en la consulta popular celebrada el
pasado domingo, en torno al 25% del padrón electoral, revela el poco interés que
despierta en los guatemaltecos la discusión de un tema importante para la
gobernabilidad, el orden y la paz del país, de Belice y de Centroamérica.
No es de extrañar la apatía ciudadana, pues los problemas que aquejan a la
mayoría, esos de los que se platica en cada reunión familiar inseguridad y violencia,
desempleo, impunidad y corrupción, entre otros, no están siendo tratados por
quienes toman decisiones al administrar lo público.
Si efectivamente la consulta popular costó Q300 millones, esto representa tres
veces el presupuesto que el Estado destinará a la educación diversificada en 2018,
un nivel educativo que solo llega a cubrir a uno de cada cuatro adolescentes con
edad para cursarlo. ¿Quién decidió por qué es más importante invertir en una
consulta popular que utilizar los recursos para ampliar la cobertura educativa,
reestructurar el enfermo subsistema de salud pública o atender los problemas de
violencia e inseguridad?
No se trata de estar en contra de este proceso político. Más bien, ahora que ya
pasó, el mismo permite comprender la poca madurez política, no de los ciudadanos,
sino de quienes toman decisiones, y abre la puerta para reconocer que la transición
democrática en Guatemala es algo inconcluso.
Antes de proponerle a la ciudadanía responder sobre temas que le son tan
abstractos y lejanos (quizá no lo sean tanto para quienes viven en la frontera con
Belice), el Estado debe procurar que la participación ciudadana, como el voto, se
haga con el estómago y la cabeza llenos, el primero de alimento, el segundo de
conocimientos sobre historia, cultura, derechos y democracia.
Democracia no significa únicamente que los ciudadanos sean convocados a las
urnas periódicamente.
La democracia, la que pone al centro al ciudadano para decidir el rumbo de la
organización social, política y económica se sustenta, además de en el voto, en la
persecución de la igualdad y el bienestar de todos, mediante el trabajo, el ingreso
mínimo de cada persona para subsistir, la protección social y la universalización de
bienes públicos tales como la educación, la salud y la justicia.
Para concluir la transición hacia la democracia en Guatemala se deben cortar
instituciones que hoy marcan la vida del país para dar paso a nuevas: el racismo y
la discriminación deben cambiarse por la solidaridad y la igualdad; la persuasión,
mediante la fuerza y el poder económico y mediático un ejemplo actual es la
campaña a favor de la minería, por el consenso y la persuasión democrática; del
estado de bienestar residual actual que permite miseria, ignorancia y migración
forzada, hacia un sistema de protección social que se fundamente en la igualdad y
aumente la eficiencia económica; de un modelo de negocios corporativista, que
beneficia principalmente a corruptos, a un modelo que asegure, mediante el
mercado y el Estado la satisfacción de las necesidades de la población, cuide su
ambiente natural y, mediante el control social, ceda al mercado la asignación de
recursos, pero garantizando los derechos de las personas y comunidades.
Finalmente, una democracia más integral requiere de un sector público efectivo,
bien financiado, transparente y blindado ante cualquier intento de captura. Solo así
podrá cumplir las funciones que promueven identidad nacional, legitimidad política
y certidumbre, mediante políticas de crecimiento económico, política fiscal,
protección social y gobernabilidad democrática.

Parque Central más de 100 mil personas se concentraron para exigir la Renuncia de Otto Pérez Molina
FUENTES DE INFORMACIÓN

Constitución política de la republica de Guatemala Articulo 147.


Marroquín, M. (2015). Nueva ciudadanía y vieja política. Guatemala.
Gómez J. (2018). Ciudadanía pacífica, causas y consecuencias.
Democracia (2018). Recuperado de https://www.significados.com/democracia/
Democracia en Guatemala (2015). Recuperado de
http://republica.gt/2015/01/23/la-democracia-en-guatemala/
Democracia en Guatemala (2015). Recuperado de
http://logrosycontinuidad.blogspot.es/1499450016/ciudadania-y-democracia-en-
guatemala/
Ollantay I, (2015) El legado de la democracia representativa en Guatemala

Derecho esencial para la democracia (2018) Recuperado de


http://www.prensalibre.com/opinion/opinion/derecho-esencial-para-la-democracia
Zeissig J. (2018) Guatemala, transición democrática inconclusa

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