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Palabras del Director General del Colegio Balmoral Marcelo Rodiño

Buenos días a todos y gracias por acompañarnos en este evento tan importante que hoy nos une.
La conmemoración de los 50 años de nuestro querido colegio se constituye en el momento oportuno para
dejar testimonio de cuanto han realizado tantos hombres y mujeres que dejaron aquí su impronta y su huella.
Muchos de ellos se encuentran presentes en este lugar y han vivido el sueño de fundar y desarrollar nuestra
institución educativa. Nuestro respeto y reconocimiento a todos aquellos directivos, docentes, padres y alumnos
– hoy ex alumnos - que han sido y son parte de las páginas de balmoral a lo largo de estos años.
En esta celebración, sin duda, todos hacemos una mirada retrospectiva. Por eso, es una ocasión propicia
para observar con sabiduría su historia y reconocer en nuestro colegio lo que es perdurable y debe conservarse
con esmero. Pero al mismo tiempo, es la oportunidad de ver más allá y proyectar su perspectiva hacia el
devenir.
Desde esta mirada, se descubren hitos que han jugado un rol clave en su desarrollo, y por lo mismo están
llamados a constituirse en los ejes de nuestra historia institucional.
En la hora de la fundación de balmoral, y como en toda hora fundacional, podemos reconocer el ardor, el
entusiasmo, con que se gestan los sueños y las aventuras. La institución alcanza solidez con el correr de los
años y con el compromiso constante de la comunidad que la vio nacer y crecer. Y es aquí donde esta comunidad
hace suyas, de modo cabal y explícito, las características esenciales de su ser y su lema inconfundible: labor
omnia vincit – el trabajo todo lo puede
Desde mi misión de director general quiero invitarlos a reconocernos en este pasado: sólo así podremos
proyectarnos hacia el futuro. Nosotros ya formamos parte de ese futuro.
El siglo XXI es el siglo del saber. El saber cambia el mundo, y nuestro mundo está cambiando a la velocidad
de los nuevos descubrimientos.
Hablamos de la sociedad del conocimiento, hablamos de posmodernidad y de crisis de la educación. Es
entonces cuando nos encontramos con una realidad incontrastable: la brecha que existe entre el profesional del
siglo XXI – que son nuestros alumnos - y la escuela de hoy.

Esta disyuntiva amerita que, como educadores, nos replanteemos objetivos, metas, pedagogías y sus
didácticas para poder formar no solo al profesional de cualquier disciplina, sino al profesional competitivo que
marcha de la mano de la vanguardia tecnológica. De allí que sea necesario desarrollar el pensamiento crítico y
estimular la actitud científica desde el primer ingreso a la escuela y a lo largo de toda la vida educativa.
Comenio, padre de la didáctica, ya en el siglo 16 definía la educación “como el arte de hacer germinar las
semillas interiores que se desarrollan no por incubación sino cuando se estimulan con oportunas experiencias,
suficientemente variadas y ricas y sentidas siempre como nuevas, incluso por quién las enseña.”
Es responsabilidad nuestra, colegas, hacer emerger el deseo de aprender. Es preciso crear situaciones que
favorezcan el despertar y florecimiento de este deseo. Debemos crear situaciones diversificadas, variadas y
estimulantes que ubiquen a nuestros alumnos en la necesidad de actuar, de saber hacer y no simplemente de
recibir. Y es obligación y competencia de la escuela reflexionar sobre esta responsabilidad.
Es responsabilidad de las familias, acompañar a la institución en la difícil tarea de formar hombres y mujeres
para un mañana competitivo, donde deberán hacer frente a nuevos desafíos en forma autónoma y profesional.
A uds., chicos, les compete asumir el compromiso, la dedicación y el esfuerzo frente a las nuevas
competencias a desarrollar. Sabemos que son capaces de ello.
Como verán, el prestigio de la educación, de la enseñanza, es una tarea de todos: a todos nos compete y a
todos nos afecta. Y es una tarea lenta, silenciosa, cargada de sacrificios cuyos frutos se conocen con el tiempo.
Como nunca antes en su historia institucional, balmoral se encuentra en una coyuntura que habilita la
posibilidad de crecimiento, de maduración y de proyecciones insospechadas. Sin embargo, este propósito será
realizable en la medida en que cada miembro de la comunidad - directores, docentes, padres y alumnos- asuma
el rol que se requiere para estar entre los mejores.
Como colegio aceptamos los nuevos desafíos y tendencias, conscientes de que contamos con recursos
insustituibles: un capital intelectual valioso, una sólida administración y gestión, recursos humanos orgullosos de
pertenecer a una organización en búsqueda de la excelencia, una comunidad muy comprometida con el proyecto
educativo, soportes tecnológicos y de vanguardia y una infraestructura y equipamiento que se renuevan año
tras año.
Estos primeros 50 años nos marcan como colegio. Invito a nuestra comunidad y a las autoridades de las
instituciones presentes a comenzar a replantearnos y repensar algunas ideas para nuestros alumnos del siglo
XXI, a saber:
La necesidad de formar en valores y no solo en utilidades.
El compromiso de reactualizar la herencia de nuestra cultura y nuestras tradiciones.
La revalorización del papel de la familia, sobre todo en los primeros estadios de socialización.
La determinación de formar ciudadanos y no consumidores
La convicción de apostar por la formación del carácter ya que es imprescindible recuperar el valor de la voluntad,
del esfuerzo y del sacrificio para alcanzar las metas propuestas.
Por último, pero no por ello menos importante, debemos recuperar la autoridad y el prestigio social del
profesor, del educador. Esa autoridad que confiere no sólo el saber sino también el saber enseñar, el despertar
vocaciones y provocar el cambio.
Como dijo el pedagogo francés Philipe Meirieu: “si la educación tiene sentido es porque encierra unas metas,
es decir, porque no queremos que los alumnos sean como son, porque creemos que si incorporan otras
competencias serán mejores compañeros, alumnos y ciudadanos. Más allá de todas las incertidumbres y
relativismos de la sociedad postmoderna, si educamos es porque creemos que hay conocimientos, valores y, en
suma, unas competencias más deseables que otras. Por tanto, queremos que nuestro alumnado sea más
competente y más capaz, un peaje probablemente necesario para conseguir que sean también más felices”.

Muchas gracias

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