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1. PERSPECTIVA HISTÓRICA
R. A. Spitz intentó por primera vez una interpretación psicoanalítica del autismo,
según la cual la carencia afectiva, junto a la ausencia de estimulaciones
adecuadas, induce en el niño una depresión anaclitica, además de un grave
retraso afectivo e intelectual. En esta línea esta C. E. Goshen, que hizo extensivo
el estudio del autismo a los núcleos familiares, e insistió en el efecto nefasto de
la madre que no es capaz de estimular al niño y de enviarle señales coherentes
durante ciertos periodos críticos de la primera infancia, en especial entre el sexto
y decimoctavo mes. Así el niño puede no llegar a aprender el significado del
lenguaje y, en ciertos casos, caer en una condición de debilidad mental.
Por su parte, Hans Asperger describió otra serie de casos en 1944 que se
corresponden con lo que llamamos actualmente Síndrome de Asperger
(Asperger, 1944). Este autor pasó más inadvertido que Leo Kanner,
probablemente por escribir en alemán. Desde estas primeras descripciones
clínicas, el tratamiento de este tipo de trastornos está determinado por la
corriente psicoanalista, que localiza el origen de los mismos en causas
ambientales. Estas ideas conllevan una carga de culpabilidad para las familias
de estas personas, ya que sus problemas se deben a un estilo educativo. Uno
de los representantes de esta hipótesis es el psicoanalista Bruno Bettelheim, que
en la década de 1960 afirma que los niños con autismo son inalcanzables.
Se podría decir que en una segunda etapa y, tras ese período, comenzaron a
predominar teorías basadas en la psicología experimental, más concretamente,
en el conductismo. Se desarrollaron estudios de campo que demostraron la falta
de base de las hipótesis psico-dinámicas, especialmente aquellas que
culpabilizaban a la familia de un trastorno tan severo en uno de sus miembros.
Aunque inicialmente en esta etapa también se consideraba al autismo como una
psicosis, fruto de una serie de errores en el uso de premios y castigos en la
educación de los niños, a mediados de la década de los 70, comienza a
desarrollarse la idea del autismo como algo diferente a las psicosis, como un
trastorno en el desarrollo normal del niño.
La palabra autismo proviene del griego auto-de autos, “propio, uno mismo”. Se
define a nivel global, como una perturbación del desarrollo, constante y profunda
que afecta a la comunicación, imaginación, programación y reciprocidad
emocional. Sus manifestaciones clínicas estables y duraderas que clásicamente
se reagrupan en la llamada “triada de Wing” son las dificultades en la interacción
social, en la comunicación verbal y no verbal y un patrón restringido de intereses
o comportamientos.
Una vez más, según la literatura, cabe recalcar que los trastornos del espectro
autista (TEA), también denominados trastornos generalizados del desarrollo
(TGD), son un conjunto de problemas vinculados al neurodesarrollo, con
manifestaciones preferentemente cognitivas y comportamentales, que
ocasionan notables limitaciones en la autonomía personal y son una importante
causa de estrés en la familia. En los años setenta, el autismo junto a otras
categorías diagnósticas como Trastorno de Rett, Trastorno Desintegrativo de la
infancia, Trastorno de Asperger y Trastorno Generalizado No Especificado,
formaron parte del llamado Trastorno Generalizado del Desarrollo (TGD),
término y clasificación que sigue vigente en los manuales diagnósticos. Su
clasificación se da de la siguiente manera (según el CIE-10):
CDI-1O
A. Presencia de un desarrollo anormal o alterado desde antes de los tres años
de edad, que se presenta en una de las siguientes áreas:
d) Falta de interés en compartir las alegrías, los intereses o los logros con otros
individuos (p. ej., falta de interés en mostrar, traer hacia sí o señalar a otras
personas objetos de interés para el niño).
CDI-1O
A. Desarrollo anormal o alterado que se hace evidente después de los tres años
de edad (el criterio es como el del autismo, a excepción de la edad de comienzo).
CDI-1O
CDI-1O
B. Disminución del crecimiento cefálico entre los cinco meses y los cuatro años,
así como pérdida de las habilidades manuales adquiridas entre los cinco y treinta
meses de edad, lo cual va asociado a alteraciones en la comunicación y en las
relaciones sociales, y aparición de marcha inestable y pobremente coordinada
y/o movimientos del tronco.
C. Existe una grave alteración del lenguaje expresivo y receptivo, junto a retraso
psicomotor grave.
2. Juego.
4. Control de esfínteres.
5. Capacidades motoras.
C. Comportamiento social cualitativamente anormal que se manifiesta en al
menos dos de las siguientes áreas:
CDI-1O
4. CARACTERÍSTICAS
Dentro de las características del autismo existen algunas comunes a todos los
autistas y otras variables. Para tratar de ordenar la gravedad de este trastorno
dependiendo de las características que se presenten tenemos el concepto de
“espectro autista” desarrollado por Lorna Wing (1995). Según Lorna, las
personas situadas en el espectro autista son aquellas que presentan trastorno
en las capacidades de reconocimiento social y de comunicación social, patrones
repetitivos de actividad, tendencia a la rutina y dificultades en imaginación social
y esto lo representa en la triada de Wing. Por otro lado y según Ángel Rivière,
con relación a este espectro, se señalan doce dimensiones diferentes que se
encuentran alteradas en personas que presentan autismo. Cada dimensión tiene
cuatro niveles en los que el nivel uno representa a personas con el trastorno más
severo y el nivel cuatro a personas con trastornos menos severos. Las doce
dimensiones se dividen en cuatro grupos dependiendo de si se refieren al mundo
social, a la comunicación y lenguaje, a la anticipación y flexibilidad o a la
simbolización. A continuación se exponen a modo de resumen los principales
síntomas en las personas con TEA:
5. BASES NEUROBIOLÓGICAS
Alrededor de los 4 años, los niños empiezan a entender que las otras personas
tienen pensamientos, creencias, intereses y deseos diferentes a los propios, que
pueden influir en sus conductas. Esta teoría sugiere que las personas con
autismo tienen dificultades para comprender que las otras personas tienen
intereses, pensamientos y sentimientos diferentes a los propios. Para poder
interactuar y empatizar con los demás, es preciso “ponerse en el lugar del otro”.
Esto nos permite comprender las razones que lo han llevado a actuar de
determinada manera.
Según estos investigadores los niños con autismo presentarían una especie de
“ceguera mental” o falta de Teoría de la Mente, que les produce alteraciones
graves en la interacción social, imaginación y simbolización. Tanto la evitación
del contacto social, como el carácter inadecuado de muchas aproximaciones
sociales, pueden explicarse por la carencia de una teoría de la mente; ambas
características se deben a que no comprenden lo que piensan, sienten o desean
las otras personas. La comunicación falla como consecuencia inevitable de esa
deficiencia. Por ello, para las personas con autismo, a causa de un déficit en la
teoría de la mente, el mundo social les parece confuso, caótico e incluso puede
darles miedo. En el extremo de los casos, puede llevarlos a apartarse del mundo
social y a realizar escasos intentos de interacción con otros, tratándolos como si
no tuvieran “mentes”, por tanto, comportándose con ellas de forma similar a
como lo hacen con los objetos inanimados.
-Falta de empatía.
Especificar si:
Desarrollo y curso:
8. INTERVENCIÓN PSICOLOGICA
Las dificultades que presentan las personas con autismo comienzan a aparecer
en una fase temprana del desarrollo, cuando empiezan a desarrollarse algunas
funciones cerebrales superiores, como la capacidad de comprender a los demás
como personas dotadas de mente (teoría de la mente), funciones de
comunicación y lenguaje, comprensión de símbolos y flexibilidad cognitiva. En el
abordaje de un niño con TEA no es sólo importante seleccionar un mí- todo de
intervención adecuado, sino también informar, contener y acompañar a la familia,
mantener un contacto estrecho con los centros de atención temprana y
educativos, y, además, asesorar respecto a las posibilidades de escolarización,
para aprovechar mejor los recursos al alcance de las familias. La atención
temprana se define, según el Libro blanco de la atención temprana, como el
conjunto de intervenciones dirigidas a la población infantil de 0 a 6 años, a la
familia y al entorno, que tienen por objetivo dar pronta respuesta a las
necesidades transitorias o permanentes que presentan los niños con trastornos
en su desarrollo o que tienen el riesgo de padecerlos. Podemos afirmar, pues,
que la atención temprana orienta su intervención en tres esferas: el niño, su
familia y el entorno. En los centros de desarrollo infantil y atención temprana se
trabaja con el niño y su entorno, a través de programas de intervención que se
adecuan a las características individuales de cada paciente y su familia. La
intervención temprana intensiva ha demostrado que puede modificar, al menos
en ciertos casos, el mal pronóstico generalmente asociado a estos niños. Por
tanto, parece justificado iniciar de forma precoz un programa de intervención,
tanto desde el punto de vista social como de la evidencia científica, aunque
queda por dilucidar cuál es su duración e intensidad idóneas. Los programas de
intervención, aunque existen diferentes aproximaciones según su orientación
conceptual, están dirigidos a potenciar las diferentes áreas del desarrollo del
niño, fomentando una mayor independencia en las actividades de la vida diaria
- Intervenciones psicodinámicas
- Intervenciones psicoeducativas
- Intervención psicológica
- Habilidades sociales
3. El arte de la conversación
1. Emociones
2. Amistad