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TRASTORNO DEL ESPECTRO AUTISTA

1. PERSPECTIVA HISTÓRICA

Término acuñado por E. Breuler para describir a individuos completamente


absortos en sus propias experiencias interiores con la consiguiente pérdida de
cualquier interés por la realidad externa, las cosas y los otros. El término que
significa “si mismo”, tiene un uso genérico y uno específico referido a los niños,
y diferente de la denominación autismo infantil precoz. En su acepción general
el autismo presenta las características de una clausura de las relaciones
comunicativas con el mundo exterior, con el consiguiente retiro en sí mismo, en
la propia vida interior, autocéntrica y dominada por la subjetividad.

El pensamiento autista se alimenta casi exclusivamente de producciones


endógenas con materiales derivados solo del sujeto, a partir de los sueños con
los ojos abiertos, de las fantasías, de los delirios y de las alucinaciones; si
después la realidad ofrece el material, el sujeto no es consciente, o lo dota
inmediatamente de contenidos subjetivos.

En su aproximación a la vida el sujeto es completamente egoísta en el sentido


literal y no valorativo del término, su yo, que vive excluyendo sistemáticamente
la realidad externa, está en armonía solo con sus ideas y con sus emociones,
incapaz de dirigir sus energías hacia objetos fuera de sí mismo. Es común
diferenciar el autismo infantil precoz, no propiamente clasificable en los síntomas
esquizofrénicos, porque, mientras el esquizofrénico retira su interés del mundo,
el niño autista simplemente no lo instaura. Acerca de las razones de este
síndrome las opiniones son muy diferentes: desde la posición de L. Kanner,
según el cual el autismo infantil es innato y no ocasionado por una educación
equivocada, a la posición de B. Bettelheim, quien afirma que el autismo tiene
raíces psicológicas semejantes a las del narcisismo, pues la libido esta invertida
en el yo, en lugar de en los objetos.

Caracteres del autismo infantil precoz:

El niño autista, esencialmente normal en los primeros seis meses de vida, se


vuelve anafectivo, mostrando escaso interés por cualquier estímulo tanto
auditivo como visual y oponiéndose a toda manifestación de afecto. Un aspecto
común de este cuadro es el retraso en el lenguaje, mientras el desarrollo motor
está generalmente dentro de la norma. La afectación de las relaciones con los
padres implica que el niño no atraviese las fases normales de ansiedad, de
abandono o miedo por las personas extrañas, así como no manifiesta ningún
interés por la compañía de los demás, prefiriendo pasar su tiempo en actitudes
de tipo ritualista y de carácter repetitivo. Resistente a cualquier cambio, por lo
que por ejemplo el destete o el uso del cuchillo en la alimentación pueden
representar serios problemas, el niño autista muestra un deseo obsesivo y
angustiante por mantener el statu quo y ofrece un aspecto inteligente y
pensativo, a pesar de tener una modesta inteligencia y con frecuencia un daño
auditivo.

Kanner ve en el autismo infantil los caracteres del ensimismamiento, la


inaccesibilidad, la soledad, la incapacidad de relacionarse; el cuadro se completa
con los juegos sumamente repetitivos seguidos por reacciones de ira si son
interrumpidos, preferencia por los movimientos rítmicos como rodar y mecerse,
ecolalia, sustitución del pronombre personal “yo” con “el” y el consiguiente
discurso sobre sí mismo en tercera persona. A Kanner también se debe la
diferenciación entre autismo infantil y autismo esquizofrénico: en el primer caso
el trastorno autista está presente desde la primera infancia, mientras que el
esquizofrénico parece normal en los dos primeros años de vida; además, el niño
autista es apático, rígido, desapegado y más aislado que el esquizofrénico, que
en cambio muestra con frecuencia una voluntad motriz excesiva y apego hacia
el cuerpo del adulto.

Interpretaciones del autismo infantil precoz: En su primera publicación sobre el


autismo infantil, Kanner escribe: “Debemos suponer que estos niños vienen al
mundo con una incapacidad innata para establecer el contacto afectivo normal
de naturaleza biológica con las personas, tal como sucede con otros niños que
vienen al mundo con desventajas físicas o intelectuales congénitas. Si nuestra
suposición es correcta, un estudio más profundo de estos niños debería
contribuir a proporcionar criterios concretos a los conceptos todavía vagos de los
componentes constitucionales de las reacciones afectivas. Parece, en efecto,
que nos encontramos frente a ejemplos clásicos de un trastorno autista innato
del contenido afectivo”.
Diametralmente opuesta es la tesis de L. Eisenberg, que inicio sus
investigaciones sobre el autismo en colaboración con Kanner. Según Eisenberg,
la etiología del autismo se debe buscar en la educación, a propósito de la cual
escribe: “Los crían de una manera que puede ser definida como una caricatura
del conductismo watsoniano, según un esquema que ellos encuentran muy
adecuado. Se interesan en el niño solo en la medida en la que él se demuestra
capaz de ejecutar automatismos; de ahí la frecuencia, entre los niños autistas,
de prodigiosas explosiones recitativas de cosas aprendidas de memoria. Se
exige el conformismo, se quiere tener un niño perfecto o, lo que es lo mismo, un
niño que obedece, que ejecuta, que no tiene exigencias propias”. Y: “Se puede
pensar que su potencial intelectual está limitado desde el principio, amén de que
parece inevitable que un niño cuyo contacto con el ambiente esta tan gravemente
limitado sufra un deterioro intelectual irreversible, cuando las ocasiones de
progreso se reducen a cero a causa de la ausencia de una experiencia normal,
concepto revalidado también con los estudios realizados en animales”.

Entre la posición innatista de Kanner y la adquirida de Eisenberg se coloca L.


Bender, que considera el autismo como una reacción defensiva secundaria por
una lesión del sistema nervioso central: “Desde hace mucho considero que el
autismo es un mecanismo de defensa que se encuentra frecuentemente en los
jóvenes esquizofrénicos, en los niños con lesión cerebral, en los sujetos que han
sufrido serios traumas o carencias afectivas graves. Estos niños se retiran del
mundo para protegerse de la desorganización y la angustia vinculadas a esta
patología de base, de su patrimonio genético, de su cerebro, de sus órganos
perceptivos, de sus relaciones sociales”.

De opinión exactamente opuesta es B. Rimlad, para quien “los niños afectados


por ese trastorno primario que es el autismo infantil precoz están genéticamente
predispuestos a esta forma morbosa a causa de una inteligencia superior innata
de la que se defienden con el autismo, que debe interpretarse como una
desviación genética inhibitoria”.

R. A. Spitz intentó por primera vez una interpretación psicoanalítica del autismo,
según la cual la carencia afectiva, junto a la ausencia de estimulaciones
adecuadas, induce en el niño una depresión anaclitica, además de un grave
retraso afectivo e intelectual. En esta línea esta C. E. Goshen, que hizo extensivo
el estudio del autismo a los núcleos familiares, e insistió en el efecto nefasto de
la madre que no es capaz de estimular al niño y de enviarle señales coherentes
durante ciertos periodos críticos de la primera infancia, en especial entre el sexto
y decimoctavo mes. Así el niño puede no llegar a aprender el significado del
lenguaje y, en ciertos casos, caer en una condición de debilidad mental.

Finalmente Bettelheim resuelve la polémica entre causas orgánicas y causas


psíquicas asumiendo esta posición: “Considero que el cuerpo y la psique en la
primera infancia están tan pocos diferenciados que esta discusión acerca de la
hipótesis orgánica o psicógena aparecerá completamente ociosa en una era
científica un poco mas iluminada. En efecto, es necesario que el cerebro del niño
sea estimulado por experiencias sensoafectivas para que las funciones
cognoscitivas y la capacidad de relación se desarrollen plenamente, aunque el
niño haya nacido con un potencial de funcionamiento mental y afectivo por
completo normales”.

Partiendo de esta premisa Bettelheim promueve su interpretación psicoanalítica


en estos términos: “Creo que la causa inicial del retiro autista es la interpretación
correcta, por parte del niño, de la actitud negativa con la que se aproximan las
figuras más significativas de su ambiente. Esto, a su vez, provoca en él accesos
de cólera hasta que comienza a interpretar el mundo a imagen de su propia ira.
Todos nosotros lo hacemos de vez en cuando, y todos los niños lo hacen con
mucha más frecuencia que los adultos. El drama del niño destinado a
transformarse en autista es que su visión fantasmatica del mundo es confirmada
después por su mundo real; y esto en una edad precoz en la que le falta cualquier
otra experiencia más benigna capaz de equilibrarlo. Es este hecho el que lo
conduce a adoptar la posición autista, y no la proyección de su yo agresivo,
aunque tal proyección rápidamente tendrá su parte en el proceso”.

Por su parte, Hans Asperger describió otra serie de casos en 1944 que se
corresponden con lo que llamamos actualmente Síndrome de Asperger
(Asperger, 1944). Este autor pasó más inadvertido que Leo Kanner,
probablemente por escribir en alemán. Desde estas primeras descripciones
clínicas, el tratamiento de este tipo de trastornos está determinado por la
corriente psicoanalista, que localiza el origen de los mismos en causas
ambientales. Estas ideas conllevan una carga de culpabilidad para las familias
de estas personas, ya que sus problemas se deben a un estilo educativo. Uno
de los representantes de esta hipótesis es el psicoanalista Bruno Bettelheim, que
en la década de 1960 afirma que los niños con autismo son inalcanzables.

Se podría decir que en una segunda etapa y, tras ese período, comenzaron a
predominar teorías basadas en la psicología experimental, más concretamente,
en el conductismo. Se desarrollaron estudios de campo que demostraron la falta
de base de las hipótesis psico-dinámicas, especialmente aquellas que
culpabilizaban a la familia de un trastorno tan severo en uno de sus miembros.
Aunque inicialmente en esta etapa también se consideraba al autismo como una
psicosis, fruto de una serie de errores en el uso de premios y castigos en la
educación de los niños, a mediados de la década de los 70, comienza a
desarrollarse la idea del autismo como algo diferente a las psicosis, como un
trastorno en el desarrollo normal del niño.

Una tercera etapa, nombrada como cognitivista-interaccionista, tuvo su punto de


partida en 1985. Como una consecuencia natural de la evolución previa del
concepto de autismo, la percepción de éste como un trastorno del desarrollo
movió a los investigadores a estudiar cuál o cuáles de los procesos mentales
que se desarrollan en la infancia sufría la alteración que tenía como
consecuencia el trastorno autista. Por otro lado, en ese año publicó Simon Baron-
Cohen un artículo que formó parte de su tesis doctoral, titulado "¿Tienen los
niños autistas Teoría de la mente?", y que significó el inicio de esta tercera etapa
en la que actualmente aún nos encontramos. En este artículo, el autor
presentaba una primera hipótesis sobre cuál podría ser dicho proceso mental: el
fracaso en el desarrollo de la capacidad para elaborar teoría de la mente.

En esta tercera etapa, y desde finales de la anterior, las hipótesis acerca de la


causa del trastorno autista se centran en las causas biológicas, frente a las
psicológicas y ambientales de las etapas anteriores. Los numerosos estudios
médicos que se han desarrollado indican una multiplicidad de causas biológicas
(genéticas, metabólicas, infecciosas, entre otras anomalías) que pueden
provocar la alteración del desarrollo mental que se manifiesta en el trastorno
autista. Toda la literatura consultada líneas arriba corresponde a la parte histórica
y como se ha ido conceptualizando el trastorno del espectro autista.
2. DEFINICIÓN

La palabra autismo proviene del griego auto-de autos, “propio, uno mismo”. Se
define a nivel global, como una perturbación del desarrollo, constante y profunda
que afecta a la comunicación, imaginación, programación y reciprocidad
emocional. Sus manifestaciones clínicas estables y duraderas que clásicamente
se reagrupan en la llamada “triada de Wing” son las dificultades en la interacción
social, en la comunicación verbal y no verbal y un patrón restringido de intereses
o comportamientos.

Las personas con autismo suelen poseer esta característica de belleza


cautivadora, o dicho de otro modo, suelen ejercer en su entorno un magnetismo
tal que, en ocasiones se experimenta la sensación de no poder parar de mirarles.
A diferencia de otros trastornos o síndromes, la interacción con estas personas
nos produce en muchas ocasiones la idea de que no podemos alcanzar sus
pensamientos y emociones por la inexistencia de una comunicación bidireccional
adecuada. Además de estas sensaciones que se experimentan cuando se
convive con personas con autismo, también se puede definir como un trastorno
del desarrollo con graves alteraciones neurobiológicas que afectaría
principalmente a tres áreas: interacción social, comunicación y creatividad e
imaginación.

Además, en la definición que nos da el Instituto Nacional de Trastornos


Neurológicos y Accidentes Cerebrovasculares (NINDS), el trastorno del espectro
autista, tal y como se define en las clasificaciones diagnósticas internacionales
vigentes hoy día, es una gama de trastornos complejos del neurodesarrollo que
forma parte de los trastornos generalizados de desarrollo (TGD), en el que se
agrupan varios síndromes clínicos (conjunto de signos y síntomas que
caracterizan un determinado trastorno), en los que se manifiestan, con diferente
grado de intensidad y de gravedad, así como de cronicidad, los trastornos del
funcionamiento autista. Investigaciones realizadas hasta el momento, indican
que no se trata de una enfermedad sino una de las patologías y trastornos más
graves del desarrollo, la comunicación y la conducta. No presenta hasta el
momento curación, sino que permanece durante toda la vida, sin embargo, si es
detectado precozmente y tratado y estimulado correctamente, la persona con
autismo se podrá llegar situar en un espectro más leve del trastorno.
3. CLASIFICACIÓN

Una vez más, según la literatura, cabe recalcar que los trastornos del espectro
autista (TEA), también denominados trastornos generalizados del desarrollo
(TGD), son un conjunto de problemas vinculados al neurodesarrollo, con
manifestaciones preferentemente cognitivas y comportamentales, que
ocasionan notables limitaciones en la autonomía personal y son una importante
causa de estrés en la familia. En los años setenta, el autismo junto a otras
categorías diagnósticas como Trastorno de Rett, Trastorno Desintegrativo de la
infancia, Trastorno de Asperger y Trastorno Generalizado No Especificado,
formaron parte del llamado Trastorno Generalizado del Desarrollo (TGD),
término y clasificación que sigue vigente en los manuales diagnósticos. Su
clasificación se da de la siguiente manera (según el CIE-10):

Trastornos generalizados del desarrollo (F84).

Se trata de un grupo de trastornos caracterizados por alteraciones cualitativas


de la interacción social, de las formas de comunicación y por un repertorio
repetitivo, estereotipado y restrictivo de intereses y actividades. Estas anomalías
cualitativas son una característica generalizada del comportamiento del individuo
en todas las situaciones. Se puede utilizar, si se desea, un código adicional para
identificar cualquier enfermedad médica o retraso mental asociados.

- F84.0 Autismo infantil:

Se trata de un trastorno generalizado del desarrollo definido por:

a) Presencia de un desarrollo alterado o anormal que se manifiesta antes


de los tres años

b) Por un tipo de funcionamiento anormal en las tres áreas de la


psicopatotogía: interacción social, comunicación y comportamiento
restringido, repetitivo y estereotipado. Además de estas características
clínicas específicas, son comunes una variedad de problemas no
específicos, tales como fobias, alteraciones del sueño y de la
alimentación, rabietas y autoagresiones.

CDI-1O
A. Presencia de un desarrollo anormal o alterado desde antes de los tres años
de edad, que se presenta en una de las siguientes áreas:

1. Lenguaje receptivo o expresivo utilizado para la comunicación social.

2. Desarrollo de lazos sociales selectivos o interacción social recíproca.

3. Juego simbólico y funcional.

B. Deben estar presentes al menos seis síntomas de 1, 2 Y 3, incluyendo al


menos dos de 1, uno de 2 y otro de 3:

1. Alteraciones cualitativas en la interacción social que se manifiestan al


menos en dos de las siguientes áreas:

a) Fracaso en la utilización adecuada del contacto visual, la expresión facial, la


postura corporal y los gestos para regular la interacción social.

b) Fracaso en el desarrollo (adecuado a la edad mental y a pesar de tener


ocasiones para ello) de relaciones con personas de su edad que impliquen
compartir intereses, actividades y emociones.

c) Ausencia de reciprocidad socioemocional, puesta de manifiesto por una


respuesta alterada o anormal hacia las emociones de otras personas, o falta de
modulación del comportamiento en respuesta al contexto social o débil
integración de los comportamientos social, emocional y comunicativo.

d) Falta de interés en compartir las alegrías, los intereses o los logros con otros
individuos (p. ej., falta de interés en mostrar, traer hacia sí o señalar a otras
personas objetos de interés para el niño).

2. Alteraciones cualitativas en la comunicación que se manifiestan en al


menos una de las siguientes áreas:

a) Retraso o ausencia del desarrollo del lenguaje hablado, aunque no se


acompaña de intentos de compensación mediante el recurso de la utilización de
gestos alternativos para comunicarse (a menudo precedido por la falta de
balbuceo comunicativo).
b) Fracaso relativo para iniciar o mantener una conversación (cualquiera que sea
el nivel de competencia en la utilización del lenguaje alcanzado), en la que es
necesario el intercambio de respuestas con el interlocutor.

c) Uso estereotipado y repetitivo del lenguaje o uso idiosincrásico de palabras o


frases.

d) Ausencia de juegos de simulación espontáneos (en edades tempranas) o de


juego social imitativo.

3. Patrones de comportamientos, intereses y actividades restringidas,


repetitivas y estereotipadas, que se manifiestan en al menos una de las
siguientes áreas:

a) Preocupación limitada a uno o más comportamientos estereotipados que son


anormales en su contenido. En ocasiones, el comportamiento no es anormal en
sí, pero sí lo es la intensidad y el carácter restrictivo con que se produce.

b) Existe, en apariencia, una adherencia a rutinas o rituales específicos y


carentes de sentido.

c) Manierismos motores estereotipados y repetitivos que pueden consistir en


palmadas o retorcimientos de las manos o dedos, o movimientos complejos de
todo el cuerpo.

d) Preocupaciones por partes de objetos o por elementos carentes de


funcionalidad de los objetos de juego (tales como el olor, la textura de su
superficie, el ruido o la vibración que producen).

C. El cuadro clínico no puede atribuirse a otras variedades del trastorno


generalizado del desarrollo, a un trastorno específico del desarrollo de la
comprensión del lenguaje (F80.2) con problemas socioemocionales secundarios,
a trastorno reactivo de la vinculación de la infancia (F94.1), a trastorno de la
vinculación de la infancia tipo desinhibido (F94.2), a retraso mental(F70-72)
acompañado de trastornos de las emociones y del comportamiento, a
esquizofrenia (F20) de comienzo excepcionalmente precoz, ni a síndrome de
Rett (F84.2).
- F84.1 Autismo atípico:

Se trata de un trastorno generalizado del desarrollo que se diferencia del autismo


infantil en la edad de inicio o en que no se cumplen los criterios requeridos para
el diagnóstico de autismo. Esta subcategoría debería utilizarse cuando el
desarrollo anormal o alterado se presenta después de los tres años, y no hay
alteraciones demostrables en una o dos de las áreas psicopatológicas
requeridas para el diagnóstico de autismo (la interacción social, la comunicación
y el comportamiento restringido, estereotipado y repetitivo), a pesar de que
existen alteraciones en otras áreas. El autismo atípico suele desarrollarse con
mayor frecuencia en individuos con un retraso profundo y en individuos con
trastornos específicos del desarrollo de la comprensión del lenguaje grave.

CDI-1O

A. Desarrollo anormal o alterado que se hace evidente después de los tres años
de edad (el criterio es como el del autismo, a excepción de la edad de comienzo).

B. Existen alteraciones cualitativas en la interacción social o en la comunicación,


o patrones de comportamiento, intereses y actividades restringidas,
estereotipadas y repetitivas (el criterio es como para el autismo, a excepción de
que no es necesario satisfacer los criterios para el número de áreas de
anormalidad).

C. El trastorno no cumple los criterios para el diagnóstico de autismo (F84.0). El


autismo puede ser atípico en la edad de comienzo (F84.0) o en los síntomas
(F84.11). Para propósitos investigadores los dos tipos se diferencian por un
quinto criterio. Los síndromes que son atípicos en las dos características deben
ser codificados como F84.12.

- F84.10 Autismo en la edad de comienzo:

CDI-1O

A. No se cumple el criterio A del autismo (F84.0). Es decir, la anomalía o


alteración del desarrollo sólo es evidente después de los tres años.

B. Se cumplen los criterios B y C del autismo (F84.0).

- F84.11 Atipicidad sintomática:


CDI-1O

A. El trastorno no cumple el criterio A para el autismo (F84.0). Es decir, la


anomalía o alteración del desarrollo sólo es evidente después de los tres años.

B. Existen alteraciones cualitativas en la interacción social o en la comunicación,


o patrones de comportamiento, intereses y actividades repetitivas, restringidas y
estereotipadas (el criterio es como para el autismo, a excepción de que no es
necesario que cumpla los criterios para el número de áreas psicopatológicas).

.C. El trastorno cumple el criterio e del autismo (F84.0).

D. El trastorno no cumple enteramente el criterio B del autismo (F84.0).

- F84.1 Síndrome de Rett:

Se trata de una condición, descrita solamente en niñas, en la cual hay un


desarrollo aparentemente normal, seguido de una pérdida parcial o total del
habla y de las capacidades manuales adquiridas, junto con retraso en el
crecimiento de la cabeza, que se inicia entre los siete y veinticuatro meses de
vida. La pérdida de los movimientos intencionales de las manos, estereotipias
consistentes en retorcerse las manos y la hiperventilación, son características.
El desarrollo social y lúdico se detiene, pero el interés social suele mantenerse.
La ataxia del tronco y la apraxia suelen iniciarse a los cuatro años, seguidos
frecuentemente por movimientos coreoatetósicos. La consecuencia es casi
invariablemente del retraso mental grave.

CDI-1O

A. Existe, aparentemente, normalidad en los períodos prenatal y perinatal, en el


desarrollo en los cinco primeros meses de vida y en el perímetro cefálico en el
momento del parto.

B. Disminución del crecimiento cefálico entre los cinco meses y los cuatro años,
así como pérdida de las habilidades manuales adquiridas entre los cinco y treinta
meses de edad, lo cual va asociado a alteraciones en la comunicación y en las
relaciones sociales, y aparición de marcha inestable y pobremente coordinada
y/o movimientos del tronco.
C. Existe una grave alteración del lenguaje expresivo y receptivo, junto a retraso
psicomotor grave.

D. Movimientos estereotipados de las manos (tales como retorcérselas o hacer


movimientos de lavado) que aparecen al tiempo o son posteriores a la pérdida
de los movimientos intencionales.

- F84.3 Otro trastorno desintegrativo de la infancia:

Es un tipo de trastorno generalizado del desarrollo que se caracteriza por un


período de desarrollo normal antes del inicio del trastorno, el cual se sigue de
pérdida de las capacidades previamente adquiridas en varias áreas del
desarrollo. Todo ello se desarrolla en varios meses. Se acompaña de forma
característica por pérdida de interés por el entorno, manierismos motores
estereotipados y repetitivos, y por anomalías en la interacción social y la
comunicación, similares a las de los autistas. En algunos casos el trastorno
puede estar asociado a encefalopatía, aunque el diagnóstico ha de basarse en
las alteraciones comportamentales.

A. Desarrollo aparentemente normal hasta al menos los dos años de edad. Se


requiere para el diagnóstico la presencia de una capacidad normal para la
comunicación, para las relaciones sociales y el juego, y para los
comportamientos adaptativos hasta al menos los dos años de edad.

B. Al comenzar el trastorno se produce una clara pérdida de capacidades


previamente adquiridas. Se requiere para el diagnóstico una pérdida
clínicamente significativa de capacidades (y no sólo un fracaso puntual en ciertas
situaciones) en al menos dos de las siguientes áreas:

1. Lenguaje expresivo o receptivo.

2. Juego.

3. Habilidades sociales y comportamiento adaptativo.

4. Control de esfínteres.

5. Capacidades motoras.
C. Comportamiento social cualitativamente anormal que se manifiesta en al
menos dos de las siguientes áreas:

1. Alteraciones cualitativas en la interacción social (como las descritas para el


autismo).

2. Alteraciones cualitativas de la comunicación (como las descritas para el


autismo).

3. Patrones de comportamiento, intereses y actividades repetitivas, restringidas


y estereotipadas, incluyendo estereotipias motoras y manierismos.

4. Pérdida global de interés por los objetos y por el entorno.

D. El trastorno no se puede atribuir a otras variedades de trastornos


generalizados del desarrollo, a afasia adquirida con epilepsia (F80.6), mutismo
selectivo (F94.0), síndrome de Rett (F84.2) o esquizofrenia (F20.).

- F84.5 Síndrome de Asperger:

Se trata de un trastorno de validez nosológica dudosa, caracterizado por el


mismo tipo de déficit cualitativo de la interacción social propio del autismo,
además de por la presencia de un repertorio restringido, estereotipado y
repetitivo de actividades e intereses. Difiere del autismo en que no hay déficit o
retrasos del lenguaje o del desarrollo cognoscitivo. Este trastorno se asocia
frecuentemente a torpeza motora marcada. Existen bastantes probabilidades de
que las anormalidades del trastorno persistan en la adolescencia o la edad
adulta. Pueden presentarse episodios psicóticos de forma ocasional al comienzo
de la edad adulta.

CDI-1O

A. Ausencia de retrasos clínicamente significativos del lenguaje o del desarrollo


cognitivo. Para el diagnóstico se requiere que a los dos años haya sido posible
la pronunciación de palabras sueltas y que al menos a los tres años el niño use
frases aptas para la comunicación. Las capacidades que permiten una
autonomía, el comportamiento adaptativo y la curiosidad por el entorno deben
estar al nivel adecuado para un desarrollo intelectual normal. Sin embargo, los
aspectos motores pueden estar de alguna forma retrasados y es frecuente una
torpeza de movimientos (aunque no es necesaria para el diagnóstico). Es
frecuente la presencia de capacidades especiales aisladas, a menudo en
relación con preocupaciones anormales, aunque no se requieren para el
diagnóstico.

B. Alteraciones cualitativas en la interacción social (mismo criterio que para el


autismo).

C. Un interés inusualmente intenso y circunscrito o patrones de comportamiento,


intereses y actividades restringidos, repetitivos y estereotipados (criterio igual
que en el autismo. No obstante, son menos frecuentes en este cuadro los
manierismos y las preocupaciones por aspectos parciales de los objetos o por
partes no funcionales de los objetos de juego).

D. El trastorno no es atribuible a otras variedades de trastorno generalizado del


desarrollo, esquizofrenia simple (F20.6), trastorno esquizotípico (F21), trastorno
obsesivo compulsivo (F42.-), trastorno de personalidad anancástico (F60.5),
trastorno reactivo y desinhibido de la vinculación en la infancia (F94.1 y F94.2,
respectivamente).

4. CARACTERÍSTICAS

Dentro de las características del autismo existen algunas comunes a todos los
autistas y otras variables. Para tratar de ordenar la gravedad de este trastorno
dependiendo de las características que se presenten tenemos el concepto de
“espectro autista” desarrollado por Lorna Wing (1995). Según Lorna, las
personas situadas en el espectro autista son aquellas que presentan trastorno
en las capacidades de reconocimiento social y de comunicación social, patrones
repetitivos de actividad, tendencia a la rutina y dificultades en imaginación social
y esto lo representa en la triada de Wing. Por otro lado y según Ángel Rivière,
con relación a este espectro, se señalan doce dimensiones diferentes que se
encuentran alteradas en personas que presentan autismo. Cada dimensión tiene
cuatro niveles en los que el nivel uno representa a personas con el trastorno más
severo y el nivel cuatro a personas con trastornos menos severos. Las doce
dimensiones se dividen en cuatro grupos dependiendo de si se refieren al mundo
social, a la comunicación y lenguaje, a la anticipación y flexibilidad o a la
simbolización. A continuación se exponen a modo de resumen los principales
síntomas en las personas con TEA:

-Alteración de las interrelaciones (desconexión, ve pero no mira, no hay


motivación en conocer ni explorar el medio, no utiliza las manos ni para dar o
recibir, no existe una sonrisa comunicativa, deambula sin intencionalidad, etc.).

-Apariencia de felicidad, no de frustración.

-Fijación en los movimientos repetitivos o estereotipados, estereotipias.

-Resistencia a los cambios, tendencia a repetir las situaciones, a la invarianza.


Intolerancia frente a lo desconocido o nuevo.

-Alteración en la manipulación de los objetos. No juego simbólico.

-Acciones que externalizan su estado mental: ansiedades.

-Memoria perceptiva o fotográfica.

-Insensibilidad al dolor físico.

-Conductas agresivas y autoagresión.

-Trastornos de la alimentación y el sueño.

-Ausencia de lenguaje o lenguaje muy alterado.

5. BASES NEUROBIOLÓGICAS

Se habla de las anormalidades en los neurotransmisores, específicamente de la


serotonina que se encuentra aumentada en los niños con síndrome autista
(hiperserotoninemia), que altera el funcionamiento cerebral.

Otras investigaciones hablan de alteraciones en el cerebelo, específicamente


cambios en el número y tamaño de las neuronas de los núcleos cerebelosos,
que sugiere un trastorno evolutivo en las relaciones sinápticas de estos núcleos.
Estudios de neuroimágenes han evidenciado alteraciones en el volumen cerebral
(disminuido), en la corteza cerebral y en el sistema límbico. También existen
hallazgos inmunológicos que demuestran niveles de inmunoglobulinas alteradas,
específicamente una inmunoglobulina A baja y una actividad deficiente del
sistema del complemento.
Además, Los estudios de personas autistas han encontrado diferencias en
algunas regiones del cerebro, incluyendo el cerebelo, la amígdala, el hipocampo,
el septo y los cuerpos familiares. En particular, la amígdala e hipocampo parecen
estar densamente poblados de neuronas, las cuales son más pequeñas de lo
normal y tienen fibras nerviosas subdesarrolladas. Estas últimas pueden
interferir con las señales nerviosas. También se ha encontrado, que en el cerebro
de un niño autista es más grande y pesado que el cerebro promedio. Estas
diferencias sugieren que el autismo resulta de un desarrollo atípico del cerebro
durante el desarrollo fetal. Sin embargo, cabe notar que muchos de estos
estudios no se han duplicado y no explican una generalidad de los casos.

Según César Mauricio y otros, el enfoque bioquímico plantea la existencia de


una deficiencia a nivel de neurotransmisores, cuyos niveles extremos parecen
influir en la conducta atencional de los niños autistas. En la actualidad se habla
de la teoría de Neurotransmisión Dopaminérgica, que señala la existencia de una
hiperactividad en la neurotransmisión dopaminérgica en ciertas vías que van al
cerebro medio del sistema límbico, planteando así la posibilidad de una
alteración en la comprensión de los niños con autismo.

El Trastorno de Espectro Autista se entiende como una expresión atípica del


desarrollo humano, sujeta a cambios dinámicos e interactivos, fruto de la
interacción multidireccional entre genética, cerebro, cognición, entorno y
conducta. Es un trastorno del neurodesarrollo que se expresa de manera
conductual de forma variable dentro de un amplio espectro, con mayor o menor
grado de afectación, manifestándose durante los tres primeros años de vida. Aún
no se sabe la causa exacta, sin embargo la base neurobiológica es indudable.
Luego de varios años de investigación, que continúan a la fecha, se han
realizado avances en la identificación de algunos de los mecanismos
patogénicos implicados, pero, para ello, es imprescindible una mirada
interdisciplinaria que permita comprender la interrelación de los genes, la
arquitectura cerebral y el contexto ambiental.

Existen teorías biológicas que relacionan al Autismo con alteraciones en el


funcionamiento del sistema Límbico y el Sistema de Neuronas en espejo,
responsables estas últimas de conductas de imitación en los seres humanos y
que posteriormente se relacionan con teorías cognitivas relacionadas con la
empatía. Las investigaciones con estudios de resonancia magnética funcional
vienen sustentando el sustrato biológico.

6. FACTORES DETERMINANTES Y ETIOLOGÍA; LA TEORÍA COGNITIVA DE


LA MENTE.

-Causas generales: Las causas del autismo se desconocen en una generalidad


de los casos, pero muchos investigadores creen que es el resultado de algún
factor ambiental que interactúa con una susceptibilidad genética. Sin embargo,
existen una serie de posibles causas investigadas hasta la actualidad entre las
cuáles esta:

 Etiología genética: La influencia de los genes como causa de los


trastornos del espectro autista derivan de los estudios en gemelos. Esto
pone en evidencia una alta heredabilidad, indicando que existen factores
genéticos involucrados. El modelo hereditario de este tipo de trastornos
parece explicarse, en la mayoría de los casos, con un modelo poligénico
o multifactorial (con la influencia de determinadas variantes genéticas
unidas a determinadas situaciones ambientales), aunque también se han
detectado en algunas familias alteraciones cromosómicas o
monogénicas, que cursan con las manifestaciones conductuales del
trastorno del espectro autista. Ejemplo de ellos son el Síndrome de X –
Frágil, esclerosis tuberosa, Mutaciones en SHANK3 (gen que se
encuentra en el cromosoma 22), 45X síndrome de Turner, XXY síndrome
de Klinefelter, etc.
 Etiología Neurobiológica: Las bases neurobiológicas ya se explicaron en
el punto 5.
 Factores ambientales: Se reconocen que existen determinados factores
medioambientales que podrían afectar el desarrollo de una persona
genéticamente predispuesta (amplifican una condición preexistente en la
persona) como exposición a productos tóxicos, desde pesticidas y
plaguicidas, a tóxicos ligados a procesos mineros y/o industriales. Una
compleja combinación de moléculas químicas, fármacos, metales
pesados y otros contaminantes interfieren y alteran en los procesos
celulares, disfunción mitocondrial, alteración en los procesos de
metilación y en la expresión de los genes. Todos estos aspectos actúan
de forma combinada, y por tanto están involucrados junto con
determinados tipos de predisposición genética en la patogénesis del
autismo ligada a factores medioambientales.

Además de estas explicaciones biológicas, se han planteado teorías psicológicas


(cognitivas) que tratan de explicar el porqué de la sintomatología del Espectro
Autista. Una de ellas es la TEORÍA DE LA MENTE (Baron – Cohen, Leslie y
Firth, 1985). Este concepto está referido a la habilidad cognitiva compleja que
permite que un individuo atribuya estados mentales a sí mismo y a otros. Es un
sistema de conocimientos que permite inferir creencias, deseos, intenciones y
emociones y, de esta a manera, lograr interpretar los comportamientos propios
y ajenos con el fin de predecirlos y controlarlos. Se incluyen aspectos
metacognitivos, como la interpretación de emociones básicas, la capacidad de
captar el discurso metafórico, las mentiras o la ironía, la posibilidad de interpretar
emociones sociales complejas a través de la mirada o la cognición social y la
empatía. Existe gran consenso en señalar la existencia de un sistema neural
complejo para esta teoría, resaltando la región frontal.

Alrededor de los 4 años, los niños empiezan a entender que las otras personas
tienen pensamientos, creencias, intereses y deseos diferentes a los propios, que
pueden influir en sus conductas. Esta teoría sugiere que las personas con
autismo tienen dificultades para comprender que las otras personas tienen
intereses, pensamientos y sentimientos diferentes a los propios. Para poder
interactuar y empatizar con los demás, es preciso “ponerse en el lugar del otro”.
Esto nos permite comprender las razones que lo han llevado a actuar de
determinada manera.

Según estos investigadores los niños con autismo presentarían una especie de
“ceguera mental” o falta de Teoría de la Mente, que les produce alteraciones
graves en la interacción social, imaginación y simbolización. Tanto la evitación
del contacto social, como el carácter inadecuado de muchas aproximaciones
sociales, pueden explicarse por la carencia de una teoría de la mente; ambas
características se deben a que no comprenden lo que piensan, sienten o desean
las otras personas. La comunicación falla como consecuencia inevitable de esa
deficiencia. Por ello, para las personas con autismo, a causa de un déficit en la
teoría de la mente, el mundo social les parece confuso, caótico e incluso puede
darles miedo. En el extremo de los casos, puede llevarlos a apartarse del mundo
social y a realizar escasos intentos de interacción con otros, tratándolos como si
no tuvieran “mentes”, por tanto, comportándose con ellas de forma similar a
como lo hacen con los objetos inanimados.

Algunas consecuencias derivadas de no tener Teoría de la Mente son:

-Ausencia de guías para predecir e interpretar conductas ajenas.

-Incomprensión de las conductas de los demás.

-Dificultad para desarrollar la comunicación (ausencia de los protodeclarativos).

-Ausencia o retraso en las capacidades declarativas.

-Dificultad para realizar intercambios comunicativos (por ejemplo diálogos) que


contengan reciprocidad emocional.

-Falta de empatía.

-Repertorio restringido de intereses.

7. TRASTORNO DEL ESPECTRO AUTISTA (DSM-V)

CRITERIOS DIAGNÓSTICOS 299.00 (F84.0)

A. Deficiencias persistentes en la comunicación social y en la interacción social


en diversos contextos, manifestado por lo siguiente, actualmente o por los
antecedentes (los ejemplos son ilustrativos pero no exhaustivos):

1. Las deficiencias en la reciprocidad socioemocional, varían, por ejemplo, desde


un acercamiento social anormal y fracaso de la conversación normal en ambos
sentidos pasando por la disminución en intereses, emociones o afectos
compartidos hasta el fracaso en iniciar o responder a interacciones sociales.

2. Las deficiencias en las conductas comunicativas no verbales utilizadas en la


interacción social, varían, por ejemplo, desde una comunicación verbal y no
verbal poco integrada pasando por anomalías del contacto visual y del lenguaje
corporal o deficiencias de la comprensión y el uso de gestos, hasta una falta total
de expresión facial y de comunicación no verbal.
3. Las deficiencias en el desarrollo, mantenimiento y comprensión de las
relaciones, varían, por ejemplo, desde dificultades para ajustar el
comportamiento en diversos contextos sociales pasando por dificultades para
compartir juegos imaginativos o para hacer amigos, hasta la ausencia de interés
por otras personas.

Especificar la gravedad actual:

La gravedad se basa en deterioros de la comunicación social y en patrones


de comportamientos restringidos y repetitivos (véase la Tabla 2).

B. Patrones restrictivos y repetitivos de comportamiento, intereses o actividades,


que se manifiestan en dos o más de los siguientes puntos, actualmente o por los
antecedentes (los ejemplos son ilustrativos pero no exhaustivos):

1. Movimientos, utilización de objetos o habla estereotipados o repetitivos (p. ej.,


estereotipias motoras simples, alineación de los juguetes o cambio de lugar de
los objetos, ecolalia, frases idiosincrásicas).

2. Insistencia en la monotonía, excesiva inflexibilidad de rutinas o patrones


ritualizados de comportamiento verbal o no verbal (p. ej., gran angustia frente a
cambios pequeños, dificultades con las transiciones, patrones de pensamiento
rígidos, rituales de saludo, necesidad de tomar el mismo camino o de comer los
mismos alimentos cada día).

3. Intereses muy restringidos y fijos que son anormales en cuanto a su intensidad


o foco de interés (p. ej., fuerte apego o preocupación por objetos inusuales,
intereses excesivamente circunscritos o perseverantes).

4. Hiper- o hiporeactividad a los estímulos sensoriales o interés inhabitual por


aspectos sensoriales del entorno (p. ej., indiferencia aparente al
dolor/temperatura, respuesta adversa a sonidos o texturas específicos, olfateo o
palpación excesiva de objetos, fascinación visual por las luces o el movimiento).

Especificar la gravedad actual:

La gravedad se basa en deterioros de la comunicación social y en patrones


de comportamientos restringidos y repetitivos
C. Los síntomas han de estar presentes en las primeras fases del período de
desarrollo (pero pueden no manifestarse totalmente hasta que la demanda social
supera las capacidades limitadas, o pueden estar enmascarados por estrategias
aprendidas en fases posteriores de la vida).

D. Los síntomas causan un deterioro clínicamente significativo en lo social,


laboral u otras áreas importantes del funcionamiento habitual.

E. Estas alteraciones no se explican mejor por la discapacidad intelectual


(trastorno del desarrollo intelectual) o por el retraso global del desarrollo. La
discapacidad intelectual y el trastorno del espectro del autismo con frecuencia
coinciden; para hacer diagnósticos de comorbilidades de un trastorno del
espectro del autismo y discapacidad intelectual, la comunicación social ha de
estar por debajo de lo previsto para el nivel general de desarrollo.

Nota: A los pacientes con un diagnóstico bien establecido según el DSM-IV de


trastorno autista, enfermedad de Asperger o trastorno generalizado del
desarrollo no especificado de otro modo, se les aplicará el diagnóstico de
trastorno del espectro del autismo. Los pacientes con deficiencias notables de la
comunicación social, pero cuyos síntomas no cumplen los criterios de trastorno
del espectro del autismo, deben ser evaluados para diagnosticar el trastorno de
la comunicación social (pragmática).

Especificar si:

- Con o sin déficit intelectual acompañante


- Con o sin deterioro del lenguaje acompañante
- Asociado a una afección médica o genética, o a un factor ambiental
conocidos (Nota de codificación: Utilizar un código adicional para
identificar la afección médica o genética asociada.)
- Asociado a otro trastorno del desarrollo neurológico, mental o del
comportamiento (Nota de codificación: Utilizar un código(s) adicional(es)
para identificar el trastorno(s) del desarrollo neurológico, mental o del
comportamiento asociado(s).)
- Con catatonía. (Nota de codificación: Utilizar el código adicional 293.89
[F06.1] catatonía asociada a trastorno del espectro del autismo para
indicar la presencia de la catatonía concurrente).
Características diagnósticas:

Las características principales del trastorno del espectro autista son el


deterioro persistente de la comunicación social recíproca y la interacción
social (Criterio A), y los patrones de conducta, intereses o actividades
restrictivos y repetitivos (Criterio B). Estos síntomas están presentes desde
la primera infancia y limitan o impiden el funcionamiento cotidiano (Criterios
C y D). La etapa en que el deterioro funcional llega a ser obvio variara según
las características del individuo y su entorno. Las características diagnósticas
centrales son evidentes en el periodo de desarrollo, pero la intervención, la
compensación y las ayudas actuales pueden enmascarar las dificultades en,
al menos, algunos contextos. Las manifestaciones del trastorno también
varían mucho según la gravedad de la afección autista, el nivel de desarrollo
y la edad cronológica; de ahí el término espectro. El trastorno del espectro
autista incluye trastornos previamente llamados autismo de la primera
infancia, autismo infantil, autismo de Kanner, autismo de alto funcionamiento,
autismo atípico, trastorno generalizado del desarrollo no especificado,
trastorno desintegrativo de la infancia y trastorno de Asperger.

Los deterioros de la comunicación y la interacción social especificados en el


Criterio A son generalizados y prolongados. Los diagnósticos son más válidos
y fiables cuando se basan en múltiples fuentes de información, como las
observaciones clínicas, la historia del cuidador y, cuando es posible, los
autoinformes. Las deficiencias verbales y no verbales de la comunicación
social tienen diferentes manifestaciones según la edad, el nivel intelectual y
las capacidades lingüísticas del individuo, además de otros factores, como la
historia del tratamiento y las ayudas actuales. Muchos individuos tienen
deficiencias lingüísticas que varían entre la ausencia completa del habla por
retrasos del lenguaje hasta la escasa comprensión del habla de los demás,
la ecolalia o el lenguaje poco natural y demasiado literal. Aun cuando estén
intactas las capacidades formales del lenguaje (p. ej., vocabulario,
gramática), el uso de este en el trastorno del espectro autista estaría
deteriorado para la comunicación social recíproca.

Las deficiencias de la reciprocidad socioemocional (es decir, de la capacidad


para interactuar con otros y compartir sentimientos y pensamientos) son
claramente evidente en los niños pequeños con el trastorno, que pocas veces
o nunca inician la interacción social y no comparten emociones, junto a una
imitación reducida o ausente del comportamiento de otros. El lenguaje que
existe es muchas veces unilateral, carece de reciprocidad social y se utiliza
para pedir o clasificar más que para comentar, compartir sentimientos o
conversar. En los adultos sin discapacidades intelectuales o retrasos de
lenguaje, las deficiencias de la reciprocidad socioemocional pueden ser más
evidentes en la dificultad para procesar y responder a las señales sociales
complejas (p. ej., cuando y como unirse a una conversación, cosas que no
se deberían decir). Los adultos que han desarrollado estrategias de
compensación para algunas dificultades sociales siguen teniendo problemas
en las situaciones nuevas o sin ayuda, y sufren por el esfuerzo y la ansiedad
de tener que calcular conscientemente lo que resulta socialmente intuitivo
para la mayoría de las personas.

Las deficiencias en los comportamientos comunicativos no verbales


utilizados para la interacción social se manifiestan por un contacto ocular
(relativo a las normas culturales), unos gestos y expresiones faciales, una
orientación corporal o una entonación de la voz que están disminuidos o
ausentes, o son atípicos. Una característica temprana del trastorno del
espectro autista es una alteración de la atención compartida que se
manifiesta por incapacidad para señalar con las manos o para mostrar o llevar
objetos cuyo interés pueda compartirse con otros o por incapacidad para
seguir como otro señala con las manos o dirige la mirada. Los individuos
pueden aprender algunos gestos funcionales, pero su repertorio es más
pequeño que el de otras personas y a menudo no utilizan gestos expresivos
espontáneamente en la comunicación. Entre los adultos con un lenguaje
fluido, las dificultades para coordinar la comunicación no verbal con el habla
pueden dar la impresión de un “lenguaje corporal” extraño, rígido o exagerado
durante las interacciones. Las alteraciones pueden ser relativamente sutiles
dentro de los dominios individuales (p. ej., alguien puede mantener contacto
con los ojos relativamente bien mientras habla), pero van a ser más
pronunciadas al integrarse escasamente, en la comunicación social el
contacto ocular, los gestos, la postura corporal, la prosodia y la expresión
facial.

Las deficiencias para desarrollar, mantener y entender las relaciones se


deberían valorar según la normalidad para esa edad, el género y la cultura.
Puede haber un interés social ausente, reducido o atípico, manifestado por el
rechazo a las otras personas, la pasividad o un trato inapropiado que parece
agresivo o destructivo. Estas dificultades son particularmente evidentes en
los niños pequeños, que muchas veces muestran falta de juegos sociales y
de imaginación compartidos (p. e., un juego simbólico flexible y apropiado
para la edad) y después insisten en jugar según unas reglas inflexibles. Los
individuos mas mayores pueden tener problemas para entender que
comportamientos se consideran apropiados en una situación pero no en otra
(p. ej., el comportamiento informal durante una entrevista de trabajo) o las
diferentes maneras en que el lenguaje puede utilizarse para comunicar (p.
ej., ironía, mentiras piadosas). Puede haber una obvia preferencia por las
actividades solitarias o las interacciones con gente mucho más pequeña o
mayor. Frecuentemente existe el deseo de establecer amistades sin una idea
completa o realista de que supone la amistad (p. ej., amistades unilaterales
o amistades basadas únicamente en intereses especiales compartidos).
También es importante tener en cuenta las relaciones con los hermanos, los
compañeros de trabajo y los cuidadores (en términos de reciprocidad).

El trastorno del espectro autista también se define por patrones de


comportamiento, intereses o actividades restringidas y repetitivas (como está
especificado en el Criterio B), que se manifiestan de forma distinta según la
edad y la capacidad, la intervención y ayudas actuales. Entre los
comportamientos estereotipados o repetitivos se incluyen las estereotipias
motoras simples (p. ej., el aleteo de manos, los movimientos rápidos de los
dedos), el uso repetitivo de objetos (p. ej., girar monedas, alinear juguetes) y
el habla repetitiva (p. ej., ecolalia, la repetición retrasada o inmediata de
palabras escuchadas, el uso del “tu” refiriéndose a uno mismo, el uso de
palabras, frases o patrones prosódicos estereotipados). La excesiva
inflexibilidad de las rutinas y patrones de comportamiento restringidos se
pueden manifestar como una resistencia a los cambios (p. ej., angustia con
cambios aparentes pequeños, como en el envoltorio de una comida favorita,
insistir en seguir las reglas, rigidez de pensamiento) o patrones de
comportamiento verbal o no verbal ritualizados (p. ej., preguntas repetitivas,
caminar continuamente por un perímetro).

Los intereses muy restringidos y fijos en el trastorno del espectro autista


tienden a ser anormales en su intensidad o foco (p. ej., un niño pequeño con
un fuerte apego por una sartén, un niño preocupado por las aspiradoras, un
adulto que pasa horas escribiendo horarios). Algunas fascinaciones y rutinas
pueden tener relación con una aparente híper o hiporreactividad a los
estímulos sensoriales, que se manifiesta por respuestas extremas a sonidos
o texturas específicos, oler o tocar objetos excesivamente, fascinación por
las luces o por los objetos que giran y, a veces, una aparente indiferencia al
dolor, el calor o el frio. Son frecuentes las reacciones extremas y los rituales
relacionados con el sabor, el olor, la textura o la apariencia de los alimentos,
y las restricciones alimentarias excesivas, que pueden ser una característica
de la presentación del trastorno del espectro autista.

Muchos adultos con trastorno del espectro autista sin discapacidades


intelectuales o del lenguaje aprender a suprimir el comportamiento repetitivo
en público. Los intereses especiales puede ser una fuente de placer y
motivación, y pueden ofrecer vías para la educación y el empleo en fases
posteriores de la vida. Los criterios diagnósticos se pueden cumplir si los
patrones de comportamiento, los intereses o las actividades restringidas y
repetitivas ya estaban claramente presentes durante la infancia o en algún
momento del pasado, aunque no continúen.

El Criterio D requiere que las características deban causar deficiencias


clínicamente significativas en el funcionamiento social u ocupacional o en
otras áreas del funcionamiento actual. El Criterio E específica que las
deficiencias de la comunicación social, aunque a veces se acompañen de
discapacidad intelectual (trastorno del desarrollo intelectual), no están al
mismo nivel de desarrollo del individuo; las deficiencias superan las
dificultades previstas para el nivel de desarrollo. Existen instrumentos
diagnósticos conductuales estandarizados y con buenas propiedades
psicométricas (como la entrevista con los cuidadores, cuestionarios y
medidas observacionales de los clínicos) que pueden mejorar la fiabilidad del
diagnóstico con el paso del tiempo y entre diferentes clínicos.

Desarrollo y curso:

Los síntomas se reconocen normalmente durante el segundo año de vida


(12-24 meses de edad), pero se pueden observar antes de los 12 meses
si los retrasos del desarrollo son graves, o notar después de los 24 meses
si los síntomas son más sutiles. La descripción del patrón de inicio puede
incluir información acerca de los retrasos tempranos del desarrollo o de
cualquier pérdida de capacidades sociales o de lenguaje. En los casos en
que se han perdido capacidades, los padres o cuidadores pueden explicar
la historia del deterioro gradual o relativamente rápido de los
comportamientos sociales o las capacidades del lenguaje. Normalmente,
esto ocurriría entre los 12 y 24 meses de edad, y se debe plantear la
distinción de los casos raros de regresión del desarrollo que ocurren
después de, por le menos, 2 años de desarrollo normal.

Las características conductuales del trastorno del espectro autista


empiezan a ser evidentes en la primera infancia, presentando algunos
casos falta de interés por la interacción social durante el primer año de
vida. Algunos niños con trastorno del espectro autista presentan una
paralización o una regresión del desarrollo con deterioro gradual o
relativamente rápido de los comportamientos sociales o el uso del
lenguaje durante los primeros 2 años de vida. Estas pérdidas son raras en
otros trastornos y pueden utilizarse como señal de “alerta” para el
trastorno del espectro autista. Mucho más infrecuentes son las pérdidas
de capacidades más allá de la comunicación social (p. ej., las pérdidas del
autocuidado, de la capacidad de ir al lavado, de las capacidades motoras).

Los primeros síntomas del trastorno del espectro autista implican


frecuentemente un retraso en el desarrollo del lenguaje, acompañado a
menudo por falta de interés social o interacciones sociales inusuales (p.
ej., llevar a alguien de la mano sin intentar mirarle), patrones de juego
extraños (p. ej., llevar juguetes de un lado a otro sin jugar con ellos) y
patrones de comunicación inusuales (p. ej., saber el alfabeto pero no
responder a su propio nombre). Puede sospecharse una sordera, pero
normalmente se descarta. Durante el segundo año, los comportamientos
extraños y repetitivos y la ausencia de juegos característica se hacen más
evidentes. Como muchos niños pequeños de desarrollo normal tienen
fuertes preferencias y les gusta la repetición (p. ej., comer los alimentos,
mirar el mismo video varias veces), puede ser difícil distinguir los
comportamientos restringidos y repetitivos típicos del trastorno del
espectro autista en los niños de edad preescolar. La distinción clínica se
basa en el tipo, la frecuencia y la intensidad del comportamiento (p. ej., un
niño que alinea objetos durante horas cada día y presenta mucho malestar
si se le mueve cualquiera de esos objetos).

El trastorno del espectro autista no es un trastorno degenerativo y es


normal que el aprendizaje y la compensación continúen durante toda la
vida. Los síntomas a menudo son muy marcados durante la infancia
temprana y en los primeros años escolares, con mejoría del desarrollo
típico en la infancia mas tardía, al menos en algunas áreas (p. ej., aumento
del interés por la interacción social). Una pequeña proporción de
individuos se deteriora conductualmente durante la adolescencia,
mientras que la mayoría mejora. Solamente una minoría de individuos con
trastorno del espectro autista vive y trabajo independientemente en la
edad adulta; los que lo hacen tienden a tener mayores capacidades
lingüísticas e intelectuales y logran encontrar un área que compaginan sus
especiales intereses y capacidades. En general, los individuos con un
menor nivel de deterioro pueden ser más capaces de funcionar
independientemente. Sin embargo, incluso estos individuos pueden seguir
siendo socialmente ingenuos y vulnerables, pueden tener dificultades
para organizar las exigencias prácticas sin ayuda y pueden tener
tendencia a la ansiedad y a la depresión. Muchos adultos describen que
utilizan estrategias de compensación y afrontamiento para esconder sus
dificultades en público, pero sufren el estrés y el esfuerzo de mantener
una fachada social aceptable. Se sabe muy poco sobre la edad avanzada
en el trastorno del espectro autista.
Algunos individuos consultan para un primer diagnóstico en la edad
adulta, quizás impulsados por el diagnostico de autismo en un niño de la
familia o un empeoramiento de las relaciones en el trabajo o en casa. En
tales casos puede ser difícil obtener una historia detallada del desarrollo
y sería importante tener en cuenta las dificultades descritas por el propio
paciente. Cuando la observación clínica sugiere que actualmente se
cumplen los criterios, se puede diagnosticar el trastorno del espectro
autista siempre que no haya pruebas de una buena capacidad social y de
comunicación durante la infancia. Por ejemplo, la descripción (por los
padres u otro familiar) de que el individuo tenía amistades reciprocas
normales y continuadas, y buenas habilidades para la comunicación no
verbal durante toda la infancia, descartaría el diagnóstico del trastorno del
espectro autista; sin embargo, la ausencia de información en si no sería
motivo para descartar el diagnostico.

Las manifestaciones del deterioro social y de la comunicación, y los


comportamientos restringidos/repetitivos que definen el trastorno del
espectro autista, son claros en el periodo de desarrollo. En etapas
posteriores de la vida, la intervención y la compensación, y también los
apoyos actuales, pueden enmascarar estas dificultades en, al menos,
algunos contextos. Sin embargo, los síntomas son suficientes como para
causar deterioro actual en el funcionamiento social u ocupacional, o en
otras áreas.

8. INTERVENCIÓN PSICOLOGICA

INTERVENCION PRECOZ EN LOS TEA

Las dificultades que presentan las personas con autismo comienzan a aparecer
en una fase temprana del desarrollo, cuando empiezan a desarrollarse algunas
funciones cerebrales superiores, como la capacidad de comprender a los demás
como personas dotadas de mente (teoría de la mente), funciones de
comunicación y lenguaje, comprensión de símbolos y flexibilidad cognitiva. En el
abordaje de un niño con TEA no es sólo importante seleccionar un mí- todo de
intervención adecuado, sino también informar, contener y acompañar a la familia,
mantener un contacto estrecho con los centros de atención temprana y
educativos, y, además, asesorar respecto a las posibilidades de escolarización,
para aprovechar mejor los recursos al alcance de las familias. La atención
temprana se define, según el Libro blanco de la atención temprana, como el
conjunto de intervenciones dirigidas a la población infantil de 0 a 6 años, a la
familia y al entorno, que tienen por objetivo dar pronta respuesta a las
necesidades transitorias o permanentes que presentan los niños con trastornos
en su desarrollo o que tienen el riesgo de padecerlos. Podemos afirmar, pues,
que la atención temprana orienta su intervención en tres esferas: el niño, su
familia y el entorno. En los centros de desarrollo infantil y atención temprana se
trabaja con el niño y su entorno, a través de programas de intervención que se
adecuan a las características individuales de cada paciente y su familia. La
intervención temprana intensiva ha demostrado que puede modificar, al menos
en ciertos casos, el mal pronóstico generalmente asociado a estos niños. Por
tanto, parece justificado iniciar de forma precoz un programa de intervención,
tanto desde el punto de vista social como de la evidencia científica, aunque
queda por dilucidar cuál es su duración e intensidad idóneas. Los programas de
intervención, aunque existen diferentes aproximaciones según su orientación
conceptual, están dirigidos a potenciar las diferentes áreas del desarrollo del
niño, fomentando una mayor independencia en las actividades de la vida diaria

- Intervenciones psicodinámicas

Prácticamente no se usan hoy día; parten de una interpretación obsoleta del


autismo, como daño emocional secundario a la falta de desarrollo de un vínculo
estrecho del niño con los progenitores, especialmente la madre. No existe
evidencia de que el autismo tenga una causa psicológica y los tratamientos
psicoanalíticos no han demostrado evidencia en estudios rigurosos de
investigación

- Intervenciones psicoeducativas

Intervenciones conductuales Se basan en enseñar a los niños nuevos


comportamientos y habilidades, usando técnicas especializadas y estructuradas.
- Intervenciones evolutivas

Ayudan al niño a desarrollar relaciones positivas y significativas con otras


personas. Se centran en enseñar técnicas sociales y de comunicación, en
ambientes estructurados, así como desarrollar habilidades para la vida diaria

INTERVENCION EN EL SINDROME DE ASPERGER

- Intervención psicológica

Los objetivos de la terapia individual van encaminados a tratar las


emociones y sentimientos asociados con el síndrome de Asperger. Las
áreas de intervención son las siguientes:

- Habilidades sociales

1. Entrenamiento en habilidades sociales

Con el entrenamiento en habilidades sociales se busca conseguir que el


niño distinga y comprenda situaciones sociales, así mismo, que reconozca
conductas sociales inadecuadas y ensaye situaciones sociales futuras. Todo
esto se realiza por medio de sesiones de juego y actuaciones en las que el niño
participa activamente.

2. Comunicación no verbal y contacto visual

Se le enseña al niño a reconocer la importancia de la observación y de


una correcta compresión de la comunicación no verbal para entender el
contenido de las conversaciones y de las situaciones sociales. A través de juegos
el niño aprende cuándo y cómo usar el contacto visual.

3. El arte de la conversación

Se busca entrenar al niños en el uso adecuado del lenguaje en contextos


sociales, para ello se les explica sobre las conversaciones habituales de apertura
y despedida, pedir perdón, manejar errores o incertidumbres, superar la
tendencia a realizar comentarios irrelevantes y saber cuándo interrumpir. Se
interviene con actividades de escenificación, dibujos y construcción de
historietas.

- Intervención a nivel de las emociones

1. Emociones

Las dificultades en el área emocional que presentan los niños con


Síndrome de Asperger se abordan por medio de la exploración de las emociones
y su ilustración de las situaciones sociales. Se les enseña a comprender las
expresiones emocionales utilizando recursos lúdicos como actuaciones, juegos,
reconocimiento de imágenes y dibujos.

Así mismo, las dificultades que presentan en la expresión de sus propias


emociones en forma adecuada y socialmente comprendida, se trabajan a través
de actividades en las que se les guía para distinguir sus emociones. Se les
entrenan en la forma adecuada de expresar las emociones, su intensidad de
expresión tanto verbal como no verbal, de manera que socialmente pueda ser
comprendida.

2. Amistad

Se le enseña al niño sobre las características de los amigos, los tipos de


comportamientos que caracterizan a las relaciones de amistad y sobre las
conductas que reflejan ese sentimiento. La realización de dibujos, la
construcción de diálogos e historietas, actuación y juego de títeres, son
actividades que permiten al niño centrarse en este tema y autoreflexionar sobre
su experiencia personal.

- Intervención a nivel de los pensamientos

1. Flexibilidad del pensamiento

Se les enseña a pensar en soluciones alternativas ante determinados


problemas escolares o familiares y a pedir ayuda cuando insisten en usar la
misma solución aunque no le dé resultado.
Modificación de conducta

1. Conductas obsesivas o ritualistas

La terapia individual se usa para ayudar al chico a que desarrolle formas


para controlar las conductas obsesivas o ritualistas.

2. Tolerancia a la frustración en el proceso de enseñanza aprendizaje

Los niños que presentan el Síndrome de Asperger suelen mostrar


niveles bajos de tolerancia a la frustración, unido a las conductas
perfeccionistas pueden llevarlo a enfados y conductas disruptivas cuando no
consiguen el resultado adecuado en una tarea. Para evitar este tipo de
situaciones y favorecer la motivación hacia el aprendizaje se realizan
actividades en las que se ofrecen todas las ayudas necesarias para garantizar
el éxito en la tarea presentada, eliminando poco a poco las ayudas ofrecidas.
Bibliografía

 APA. (2014). Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos


Mentales. Estados Unidos: Editorial Médica Panamericana S.A.

 Baron-Cohen, S. (2012) Autismo y Síndrome de Asperger. Madrid:


Alianza Editorial

 Maseda, M. (2013). El autismo y las emociones. La Teoría de la Mente en


los niños/as autistas. Su afectación dentro del ámbito emocional. Projecte
Final del Postgrau en Educació Emocional i Benestar. Barcelona:
Universitat de Barcelona. Dipòsit Digital:
(http://hdl.handle.net/2445/48217)

 OMS. (1994). Clasificación de los trastorno mentales y del


comportamiento. Ginebra, Suiza: Editorial Médica Panamericana S.A.
ANEXOS

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