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SEMANA 6
El análisis psicológico de las emociones tiene más de 100 años de historia. “La
expresión de las emociones en los animales y en el hombre” de Darwin (1872) y “¿Qué
es una emoción?” de William James (1884), son los primeros estudios de las
emociones que utilizaron metodología científica.
Aristóteles anticipó los elementos clave de las teorías modernas y, además, tuvo
importantes intuiciones que aún están por redescubrirse.
Por otra parte podemos aprender más de los moralistas, los novelistas y los
dramaturgos que de los descubrimientos acumulativos de la psicología científica. Tales
emociones incluyen el remordimiento, el alivio, la esperanza, la decepción, la vergüenza,
la culpa, la arrogancia, el orgullo, la hybris, la envidia, los celos, la malicia, la compasión,
la indignación, la cólera, el odio, el desprecio, la alegría, la pena profunda y el amor
romántico. Por su parte, el estudio científico de las emociones nos puede enseñar
mucho acerca de la ira, el miedo, el asco, el amor paternal o maternal, la sorpresa y el
deseo sexual (si contamos las dos últimas como emociones.)
Existen dos motivos principales por los que el estudio científico de las emociones más
complejas resulta tan difícil. Por una parte, los experimentos con animales no nos
aportan mucho al respecto, ya que se cree que los animales que se utilizan
Por otra parte, las restricciones financieras y éticas limitan el alcance del estudio de las
emociones más complejas, por medio de experimentos en el laboratorio con humanos.
Explorar la vergüenza ofreciendo a personas la oportunidad de robar dinero para que
luego sean descubiertas violaría los principios éticos. Asimismo, la tendencia general en
los experimentos psicológicos a confiar en los relatos de los participantes y no en la
evidencia que ofrece el comportamiento, dificulta la interpretación de muchos
descubrimientos.
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El análisis de las emociones que hace Aristóteles en La Retórica es valioso, tanto por la
luz que arroja sobre el tema de las emociones en general como por lo que dice acerca
del papel de las emociones en la vida política griega.
Aristóteles tiene cosas que decir sobre las emociones que podrían ser muy útiles si se
incorporasen a las explicaciones psicológicas modernas y, asimismo, algunas
cuestiones de las que trata la producción académica sobre Aristóteles podrían verse
iluminadas por la psicología moderna.
1. Excitación corporal.
2. Expresiones fisiológicas.
3. Antecedentes cognitivos.
4. Objetos Intencionales.
5. Valencia (placer-dolor).
6. Tendencias de acción.
Retórica:
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1. Los motivos de los delincuentes (por ejemplo, la ira que causa la venganza).
2. Sus estados mentales (por ejemplo, la creencia que tienen de que pueden evitar
el juicio, o aplazarlo, o corromper a los jueces).
3. Contra quién delinquen
En el libro II, las emociones son tratadas como variables dependientes que han de ser
explicadas en función de tres aspectos de la persona que se halla sujeta a ellas:
“Tomemos, por ejemplo, la emoción de la ira: en este caso hemos de descubrir cuál es
el estado mental de las personas enfadadas, quiénes son las personas con las que se
suelen enfadar y cuál es el motivo por el que se enfadan con ellas” (falta referencia
textual).
Parece deducirse entonces que las emociones tienen para Aristóteles dos conjuntos de
antecedentes:
Aristóteles las define así: “Las emociones son aquellas cosas que hacen que, al
experimentar un cambio, las personas acaben por diferir en sus juicios y que vienen
acompañadas de dolor y placer” (Falta referencia textual). Esta es quizás una definición
demasiado amplia, incompleta y engañosa.
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cognitivos pueden ser los únicos rasgos que aportan una base suficiente para
distinguir las emociones.
4. Objetos intencionales: Aristóteles al caracterizar las emociones incluye la
identificación de la persona con la que nos enfadamos o a la que tememos, o por
la que sentimos envidia. Sin embargo, el objeto de una emoción no tiene por qué
ser una persona.
5. Placer y dolor: Para Aristóteles ciertas emociones conllevan tanto al placer
como al dolor, por ejemplo la ira, que se puede definir como un deseo de
venganza (acompañada de dolor) y se acompaña de un cierto placer por la
expectativa de venganza. Son dos creencias: una ocasiona dolor, la otra, placer.
El miedo y la compasión producen dolor, pero puede haber también un elemento
de placer cuando se piensa en la salvación.
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1. Ira: Se dice que esta emoción viene provocada por un insulto o un menosprecio
inmerecidos y que, a su vez, desencadena un deseo de venganza. La ira sería
más cercana a lo que es la “cólera”. La ira de A viene inducida por lo que percibe
como una frustración malintencionada de sus deseos por parte de B. La ira
puede venir inducida por lo que se percibe como un desprecio de B por un
estado de frustración del deseo independientemente causado.
La insolencia (hybris) es un fenómeno intensamente interactivo. En vez de
frustrar el deseo de la otra persona sin más, representa una humillación
deliberada de la otra persona. De tal manera que existe la hybris cuando
ofendemos simplemente porque encontramos deleite en infligir vergüenza a otra
persona.
Otra conexión entre la ira y la vergüenza es que implican nuestra exposición a
(más o menos) la misma categoría de personas. Sentimos ira cuando se nos
ofende ante nuestros rivales, aquellos a quienes admiramos, quienes deseamos
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Las condiciones en las que sentimos miedo incluyen (creencias acerca de), tanto
los motivos como las oportunidades de aquellas personas a las que tememos.
Las condiciones en las que sentimos compasión y envidia incluyen también la
similitud de nuestra situación con la del hombre compadecido o envidiado.
4. Vergüenza: Funciona a través del sentimiento intermedio de la ignominia y no a
través de ninguna sanción material que pueda acompañarla. En segundo lugar,
entre los jóvenes y los inmaduros, la vergüenza actúa como una pasión útil que
contrarresta otras pasiones. En tercer lugar, la vergüenza puede cumplir la
función de fijar el fin de la acción en vez de determinar el modo en que se llevará
a cabo cada una de las acciones. En cuarto lugar, la vergüenza puede ser una
etapa en el proceso de aprendizaje moral. Por último, cuando el aprendizaje ha
finalizado, la vergüenza no juega ningún otro papel.
5. Desprecio: El desprecio está provocado por la creencia de que una persona es
intrínsecamente mala. Mientras que la maldad de una persona a la que odiamos
está relacionada con su carácter maligno imposible de erradicar, la maldad de la
persona por la que sentimos desprecio se basa en una absoluta falta de mérito,
pero se trata de un rasgo coyuntural.
*Creencias sobre las acciones y las motivaciones que esconden detrás de ellas, ira,
vergüenza, compasión, miedo.
*Posesiones: envidia, indignación, emulación, malicia.
*Acontecimientos: Aquello que ocurre en el mundo no humano.
Se pueden encontrar en el pasado, el presente y el futuro o extenderse en el tiempo.
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Montaigne consideraba que la vida humana ideal a la que aspiraba estaba guiada por la
razón y el placer en partes iguales. Era consciente del papel de las emociones en el
mantenimiento de las normas sociales y, a través de estas, en la potenciación del
engaño y de la hipocresía.
*El deseo de estima (preocupación de la imagen que los demás tienen de nosotros).
Genera engaño. Puede conducir al deseo de que nos elogien y al miedo a la culpa.
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Podría parecer que el amor propio y la arrogancia son parte de un beneficioso diseño
natural.
En el análisis de cómo las personas presentan las emociones a las demás, podemos
distinguir entre velo y máscara, entre esconder una emoción que uno siente y mostrar
una emoción que uno no siente. Esa necesidad de ocultación también se extiende a las
emociones, especialmente al amor.
En teoría, las personas pueden tener una actitud similarmente dual cuando se muestran
a sí mismas sus propias emociones. Pueden intentar persuadirse de que tienen
emociones que no tienen, pero que sienten que deberían tener, o de que no tienen
emociones que tienen, pero que creen que no deberían tener. Una emoción puede
inducir presión para esconder otra emoción ante el público interno, no solo ocultándola
tras un velo, sino revistiéndola también de una máscara de virtud.
Antes de que podamos tener la intención de ocultar una emoción, tenemos que haberla
advertido. Tener una emoción es estar metido en el mundo. Cuando me enfado, me
centro en la persona que me ofende. Subo la voz, gesticulo, profiero palabras violentas
o exteriorizo gestos amenazantes, aunque no soy tan consciente de todas estas cosas
como para darme cuenta que estoy enfadado. Cuando me doy cuenta, la emoción
puede haberse apagado o consolidado; se habrá apagado si ser consciente de ella
induce algún tipo de vergüenza, culpa o prudencia que me lleven a controlar la ira; se
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consolidará si el darme cuenta de que no tengo ningún buen motivo para estar
enfadado me conduce a encontrar otro.
La ira irracional puede inventarse un motivo para sí misma. En otros casos, puede
sustituir un motivo por otro cuando el motivo original demuestra carecer de fundamento.
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