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Deontología Forense
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ÉTICA PROCESAL
Contenido
Introducción ....................................................................................................................................... 3
ÉTICA PROCESAL ............................................................................................................................ 4
Positivismo jurídico ......................................................................................................................... 4
Corriente moralizadora del proceso. Buena fe procesal ......................................................................... 4
Zona fronteriza con el abuso procesal ................................................................................................. 5
La parte y su abogado....................................................................................................................... 6
El Código de Ética del Abogado ........................................................................................................ 7
Patrocinio debido ......................................................................................................................... 7
Sanciones .................................................................................................................................... 8
Conclusión ......................................................................................................................................... 9
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ÉTICA PROCESAL
Introducción
La abogacía como profesión liberal, cumple una función social al servicio del Derecho y la Justicia,
siendo su objetivo esencial la convivencia social de los hombres como fuente fecunda de paz, libertad,
progreso y bienestar general y cuya acción no se limita al solo éxito de la causa que patrocina o de la
función que cumple en el órgano jurisdiccional o en una entidad pública o privada, sino que busca
conseguir que la convivencia social sea fuente fecunda de paz, libertad, progreso y bienestar general,
lo que implica cumplir deberes con la comunidad, con los colegas y consigo mismo, que si bien
interesan a la propia dignidad, pero influyen de manera indirecta en el prestigio de esta noble profesión.
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ÉTICA PROCESAL
ÉTICA PROCESAL
El término ética proviene de la palabra griega ethos, que originariamente significaba “morada”, “lugar
donde se vive” y que terminó por señalar el “carácter” o el “modo de ser” peculiar. Decimos entonces
que la Ética es el conjunto de normas que vienen del interior de la persona y que rigen su conducta.
Positivismo jurídico
En el derecho romanista, y sobre todo en el canónico, la ética procesal era un verdadero pilar en la
solución de conflictos. Esa característica del derecho primitivo desaparece con el surgimiento del
positivismo jurídico, el cual nace como una reacción del pueblo contra las monarquías absolutas. Este
movimiento tiene como escenario las políticas liberales e individualistas de la época. De esa manera,
“la justicia se vio reducida a una mera ‘legalidad de formas’, estableciéndose una tajante división entre
Moral y Derecho. Desde entonces, se distingue entre la naturaleza de las normas jurídicas y las reglas
de carácter moral.
Al quedar la moralidad fuera del derecho, ese fenómeno produjo la consolidación del principio
dispositivo, entendido como la supremacía de los litigantes respecto a las diversas etapas del proceso.
De esa manera, lamentablemente, perdió posición el principio de autoridad de los juzgadores. El
positivismo jurídico, indica Peyrano, “convertía al juez en un mero espectador respecto de la contienda
procesal, desinteresado por un análisis finalista de los actos procesales que transcurrían ante sus
estrados y debiendo ceñirse estrictamente a aquello de ser tanto sólo boca de ley”.
Así lo presenta con toda claridad el conocido autor uruguayo Véscovi: “Desde que dejó de concebirse
el proceso como un duelo privado en el cual el juez era solo el árbitro y las partes podían utilizar todas
las artimañas, argucias y armas contra el adversario para confundirlo, y se proclamó la finalidad pública
del propio proceso civil, comienza a reclamarse de los litigantes una conducta adecuada a ese fin y a
atribuir al juzgador mayores facultades para imponer el fair play”. La teoría del abuso del derecho es
producto de ese nuevo impulso por superar el individualismo y fomentar el interés colectivo o fin
público del proceso, e introducir los principios tendentes a exigir de los sujetos procesales un
comportamiento adecuado a la moral y a su incumplimiento.
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En materia del abuso procesal, poco ha preocupado la doctrina del comportamiento del letrado. La
discrecionalidad técnica le permite al abogado vulnerar el fin del proceso, recomen - dando un trámite
o guiando una asesoría al margen del derecho. La parte puede aceptar como válida la conducta del
letrado por provenir de una persona con conocimientos especializados, pero ese accionar resulta
indebido dado el carácter auxiliar que tiene frente a la justicia. Respecto de los escritos de las partes,
el abogado no se debe limitar a autenticar la firma del cliente. Debe estar consciente del contenido y
alcances de lo ahí manifestado. Lo propio ocurre cuando se propone crear un incidente, en cuyo caso
debe razonar su viabilidad. Menospreciar u omitir esa doble tarea: veracidad de los hechos y viabilidad
del incidente lo hace transitar en el campo de la conducta abusiva. Es preciso aclarar que el abogado,
como regla de principio, no es responsable de las manifestaciones efectuadas por su cliente, salvo que
la consistencia de los hechos sea fácilmente cuestionable, dada la naturaleza del punto debatido.
En otro orden de ideas, la agresividad y la férrea defensa de sus convicciones y de los intereses de su
cliente no conllevan de pleno derecho una sanción, excepto que con ese actuar se incurra en excesos.
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Dentro de la línea divisoria se ubica el vínculo que debe mantener el letrado con las respectivas
autoridades. El deber ético le impide avanzar más allá de una relación acorde con su función, por
respeto a la labor de los otros sujetos procesales. Desde ese razonamiento, “el abogado no debe ejercer
influencia de ninguna clase sobre jueces y autoridades, ni utilizar vinculaciones políticas, de amistad
o de otra índole, en su beneficio, en el de su cliente o en el de terceros. En la defensa de los asuntos
que se le encomienden no debe recurrir a otros medios que los establecidos en las normas procesales
pertinentes”.
La parte y su abogado
A los litigantes se les suele llamar los sujetos naturales del abuso procesal, pero los verdaderos
protagonistas siguen siendo sus abogados. Los letrados, en consecuencia, son sujetos pasibles de la
sanción porque su deber es asesorar debidamente a sus patrocinados. Por ese motivo, toda defensa
orientada a dilatar el proceso y a aplazar la resolución del conflicto jurídico equivale a una conducta
procesal indebida de su parte y del abogado. Se califica como abuso aquella conducta que obstruya o
lesione el buen orden, la ética, el decoro y la normalidad del procedimiento. La doctrina argentina,
siguiendo las orientaciones de la jurisprudencia, ha destacado cuatro conductas típicas que puede
asumir el profesional en derecho en perjuicio del proceso mismo:
• Negligente: existe negligencia siempre que alguna de las partes haya ocasionado, con una conducta
remisa, una demora que perjudique el normal desarrollo del proceso dilatándolo injustificadamente.
• Temeraria: conducta de la parte que deduce pretensiones o defensas, cuya injusticia o falta de
fundamento no puede ignorar de acuerdo con una mínima parte de razonabilidad.
• Maliciosa: se configura por el empleo arbitrario del proceso en su conjunto, o de actos procesales
particulares que utilizan las facultades que la ley otorga a las partes, en contraposición a los fines de la
jurisdicción, para obstruir o desplazar el curso del proceso, violando los deberes de lealtad, probidad
y buena fe, con el objeto de tratar de obtener una sentencia que no es la que correspondía o demorar
indebidamente su pronunciamiento o cumplimiento.
• Antifuncional. Sucede cuando existe un mero objetivo dila - torio por parte del demandado y su
conducta –notoriamente antifuncional- no puede encuadrarse en el ejercicio del derecho de defensa.
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El Código de Ética del abogado es un instrumento único a nivel nacional creado con el firme propósito
de ser una norma eficaz para el mejor ejercicio profesional de los abogados del país, teniendo en cuenta
lo que debe ser correcto.
Patrocinio debido
Podrá pagar los gastos de traslado y viáticos del testigo, siempre que se lo comunique a la autoridad
con antelación a la declaración, pudiendo solicitar que sean considerados como costos del proceso.
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No debe declarar con falsedad. Incurre en grave responsabilidad, el abogado que induzca a error a
la autoridad utilizando artificios que oculten la verdad de los hechos o expongan una falsa
aplicación del derecho.
Sanciones
En el Capítulo V del Código de Ética del abogado titulado “Sanciones y efectos” de la Sección
Novena: Proceso Disciplinario, se encuentran los siguientes artículos:
a) Amonestación escrita, la cual quedará registrada en los archivos por un periodo de tres (03)
meses.
b) Amonestación con multa, la que quedará registrada en los archivos por un periodo de seis (06)
meses. La multa no podrá exceder de 10 Unidades de Referencia Procesal.1
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Estas sanciones rigen en todo el territorio nacional y son de observancia obligatoria para todos los
Colegios de Abogados del Perú.
El monto correspondiente a las multas, debe destinarse para fines de difusión de temas relativos a
la ética y responsabilidad profesional del abogado.
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Conclusión
En el derecho moderno, se ha consolidado la corriente ética de introducir los principios tendentes a
exigir de los sujetos procesales un comportamiento ajustado a la moral, que no es exclusivo de los
litigantes ni de sus abogados, porque se extiende a los juzgadores y a cualquier otro sujeto que
intervenga en el proceso. Es conveniente establecer los parámetros indispensables para identificar los
comportamientos indebidos y sancionar su incumplimiento. Sin ese rasgo obligatorio, el avance de la
ciencia en este campo no tendría sentido.
En el campo procesal, la destreza en el uso de los procedimientos es de vital importancia. Sin embargo,
las conductas desleales y deshonestas no se pue den justificar en razón de esas virtudes. Entre ellas,
ubicamos la conducta negligente, dilatoria, irrespetuosa, temeraria y maliciosa. De lado del juzgador,
su cargo debe desempeñarlo con mística y total dedicación. El juez puede establecer una sanción de
daños y perjuicios al abogado como responsable solidario por una conducta fraudulenta dentro del
proceso.
En definitiva, todos los sujetos procesales deben actuar al amparo de la buena fe, la cual comunica el
derecho con la moral.
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