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Sin embargo, la contaminación derivada de las actividades del ser humano, llamada
contaminación antropogénica, es la que representa el riesgo más grave para la estabilidad de la
biosfera en general.
Esta contaminación es provocada por diversas causas, pero el mayor índice se debe a las
actividades industriales, comerciales, domésticas, agropecuarias y a los motores de los vehículos,
por el impacto que tienen las sustancias que arrojan a la atmósfera. Los vehículos motorizados, por
ejemplo, contaminan con monóxido de carbono, dióxido de azufre, ozono y partículas suspendidas
de plomo.
El Panel Internacional para los Cambios Climáticos (IPCC), organismo científico establecido
para coordinar y evaluar las investigaciones climáticas, ha señalado que la acumulación de gases por
el efecto invernadero ya ha producido un cambio en el clima actual. La concentración de dióxido de
carbono se ha incrementado en 6,25 millardos de toneladas y la temperatura aumentó 0,6ºC en el
siglo XX. Además, el calentamiento empieza a notarse por el aumento e intensidad de fenómenos
extremos como incendios, inundaciones y huracanes.
Dado que los gases del efecto invernadero permanecen en el aire durante largos períodos y
los océanos almacenan una gran cantidad de calor, el calentamiento del planeta continuará y
permanecerá irreversible durante siglos, aun después de que se detenga la acumulación.
El término contaminación acústica hace referencia al ruido (entendido como sonido excesivo y
molesto), provocado por las actividades humanas (tráfico, industrias, locales de ocio, aviones, etc.),
que produce efectos negativos sobre la salud auditiva, física y mental de las personas.
Las principales causas de la contaminación acústica ó sónica, son aquellas relacionadas con las
actividades humanas como el transporte, la construcción de edificios y obras públicas, las industrias,
entre otras.
Se ha dicho por organismos internacionales, que se corre el riesgo de una disminución importante
en la capacidad auditiva, así como la posibilidad de trastornos que van desde lo psicológico
(paranoia, perversión) hasta lo fisiológico, por la excesiva exposición a la contaminación sónica.
Un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS), considera los 50 dB (a), como el límite
superior deseable.
La velocidad de propagación del sonido en el aire a 0 ºC es de 331 metros por segundo y varía
aproximadamente a razón de 0.65 metros por segundo por cada ºC de cambio en la temperatura.