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GERVASIO VELO Y NIETO.

Nació en
Perales del Puerto (Sierra de Gata), el 19
de junio de 1900.
Inició sus primeros estudios en el Semi­
nario Conciliar de Coria, y una vez en Ma­
drid, aprobó el bachillerato universitario en
una sola convocatoria. Ingresado, por opo­
sición, con uno de los diez primeros núme­
ros, en el Cuerpo General de Policía, del
que llegó a ser comisario Principal, cursó
con posterioridad la carrera de Medicina,
especializándose en Odontología.
Comenzó sus actividades literarias en el
seminario, siendo todavía adolescente; las
continuó durante el servicio militar, época
en que obtuvo su primer premio literario.
Posteriormente colaboré en los periódicos
regionales, principalmente en «Extremadu­
ra»; figurando entre las revistas que se be­
neficiaron de su pluma: «Policía Españo­
la», «Hidalguía», «E l Monasterio de Gua­
dalupe», «Alcántara», «Boletín de la Aso­
ciación Española de Amigos de los Casti­
llos», «Revista de Estudios Extremeños»,
y otras.
En 1947 publicó su primer libro, titulado
Coria. Bosquejo histórico de esta ciudad y
su, comarca. Entre los que le siguieron a
continuación merecen citarse: La Orden de
Caballeros de Monfrag, D. Ñuño P érez de
Monroy, Coria. Reconquista de la Alta E x ­
tremadura, E l Arco de la. Estrella, etc., y
así, hasta más de treinta títulos, entre
obras de investigación histórica, monogra­
fías, opúsculos, etc., lo que, en tan relati­
vamente corto espacio de tiempo, constitu­
ye una prueba de actividad que le acredi­
ta como uno de nuestros más fecundos co­
nocedores de la historia medieval de E x­
tremadura.
Esta labor de investigación histórica le
sirvió para ser elegido Académico Corres­
pondiente de la Real de la Historia, por la
provincia de Cáceres, en el mes de abril
de 1955.
Ingresó en la Asociación Española de
Amigos de los Castillos, colaborando con
tanto entusiasmo en dicha Institución que
mereció verse honrado con sucesivos e im­
portantes cargos en la junta directiva, ha­
biendo contribuido esta feliz circunstancia
a que centrase sus investigaciones de los
últimos años en el tema de los castillos,
destacando entre estos trabajos E l Castillo
de Guadamur, E l Castillo de Jarandilla,
etcétera; pero su obra culminante es la ti­
tulada Castillos de la Alta Extremadura,
constituida por un estudio exhaustivo sobre
las vicisitudes históricas de los castillos de
la provincia de Cáceres.
Su desinteresada labor de cooperación
con la Asociación Española de Amigos de
los Castillos, le valió el reconocimiento de
tan prestigiosa entidad que, como homena­
je postumo, le brindó, el 22 de abril del
año 1966, la medalla de plata de la A so­
ciación .

PORTADA:
Castillo de Trujillo.
CASTILLOS DE EXTREMADURA
(TIERRA DE CONQ UISTADORES)

CACERES
por el
Lic. Gervasio V elo y N ie t o

(El Alcaide de Trevejo)

Miembro fundador de la Asociación Española de Historia de la


Medicina. Idem, ídem, de la Historia de la Farmacia. Idem, ídem,
del Instituto Internacional de Genealogía y Heráldica. Correspon­
diente de la Real Academia de la Historia y de la de Bellas Artes
y Ciencias Históricas. Miembro directivo y fundador de la Asociación
Española de Amigos de los Castillos, y de la Comisión de Monumen­
tos de la provincia de Cáceres.

Madrid, 1968
Ese gran
estas frases a
¡Gervasio
bien, por ¡o i
hiera aprendí
el libro trunst
el autor me h
Todo este
Edición de 500 ejemplares patroci­ sigue pracnt
nada por las Cajas de Ahorros y Mon­ variante de i
hablara sobre
tes de Piedad de Cáceres y Plasencia. setros.
Me hable
ra. Aparte d
que lo escril
las, su autén
lo que, por st
recido autor,

En mi set
publiqué lo q
*Ha sido
ritu, para qu
uno de mis
Velo y Xieto.
Antes me
paralizaba m
he tardado e
cia íntima, fi
reas empreñe
Velo era
Depósito legal: M. 808.— 1968
(1) En C<
1947, páe. 8.
Escuelas Profesionales «Sagrado Corazón de Jesús»
Juan Bravo, 3.— MADRID
PROLOGO

Ese gran pensador extremeño que se llama Pedro Caba escribió


estas frases al frente del primer libro publicado por Velo y Nieto:
«Gervasio Velo es extn ~ ' 7-
bien, por lo menos, como
biera aprendido. Y lo sabría, no sólo por el amor a Extremadura que
el libro transmina, sino también por el pudor y la modestia con que
el autor me ha hablado de él» (1).
Todo esto puedo hoy repetirlo yo —en estas nuevas páginas
■mtplam patroci- sigue presente el extremeño enamorado de su tierra—, con la única
variante de un doloroso pretérito definitivo en lo que el autor me
flfcfflini y Mori­
hablara sobre este otro libro, porque Gervasio Velo ya no está con no­
era y Plasencia. sotros.
Me habló mucho, muchísimo de sus Castillos de Extremadu­
ra. Aparte de lo que me iba diciendo a lo largo de los años en
que lo escribiera, este libro fue su último tema en nuestras char­
las, su auténtica obsesión ilusionada, que yo hice mía, publicando
lo que, por ser realmente un reflejo histórico ligado a nuestro desapa­
recido autor, quiero reproducir aquí.

En mi sección de Recuerdos y con el título ¡Un gran amigo!, yo


publiqué lo que sigue:
«Ha sido preciso que pase algún tiempo, que se serene mi espí­
ritu, para que cumpla lo que en mí es un deber ineludible: dedicar
uno de mis Recuerdos a aquel gran amigo que se llamó Gervasio
Velo y Nieto.
Antes me ha sido imposible hacerlo, porque la emoción dolorosa
paralizaba mi pluma. Su muerte fue para mí un golpe duro, del que
he tardado en recuperarme. Han sido muchos los años de conviven­
cia íntima, fraternal; muchos los afanes compartidos; muchas las ta­
reas emprendidas en común...
Velo era un carácter abierto y noble, que iba por el mundo con
(1) En Coria. Bosquejo histórico de esta ciudad y su comarca. Madrid,
1947, pág. 8.

7
la verdad en los labios y el corazón rebosante de cordialidad. Era su historia, s
amigo verdadero de sus amigos e intransigente con los tortuosos y idea central: i
desleales. Cuando su temperamento fogoso se desbordaba ante las Velo era
injusticias o la falacia, yo veía reencarnar en él la escena de Cristo grinó a lo lai
arrojando del templo a los mercaderes. Pero en lo más hondo estaba nocidos. Tral
siempre latente, con ímpetu también, el perdón bondadoso de la de/ Amipos
O o
caridad cristiana. postumo su i
Extremeño de nacimiento y de corazón, todo lo que había en él ritos.
de vocacional y erudito lo consagró a Extremadura. Fue historiador Ese amor
y literato por y para nuestra tierra. Sus libros y trabajos estuvieron vasio Velo se
fundamentalmente consagrados a temas extremeños. densarse en
Después de tantos años de íntima convivencia y de compenetra­ vincia de Cá
ción absoluta, Velo no era para mí un simple amigo, sino el gran de su vida, i
amigo, casi el hermano. En el dolor de su ausencia tengo el consuelo De esta o
de haber sido yo quien le hizo vivir, en sus últimos días, ratos agra­ Deseaba vii-j
dables de olvido de preocupaciones y enfermedad. los extremem
Todo sucedió rápida e inesperadamente. Cuando vine de Madrid último dese:,
a Cáceres a mediados de diciembre de 1965, dejé a Gervasio Velo que se dio
haciendo su vida normal, sin que nada hiciese suponer que su salud homenaje á-
estuviera en grave riesgo. Al volver en los finales de enero a la ca­ ilusiones. A l
pital de España, tuve la primera dolorosa sorpresa, al encontrarlo eruditos, a k
postrado en su lecho, después de haber sufrido una operación qui­ yo desde aho
rúrgica. Fue él quien me dijo, con absoluto convencimiento, la misma Gervasio 1
versión que piadosamente le habían dado: aquello era una cosa sin cristianóme nt
importancia, de la que pronto estaría repuesto. Sin embargo, a través 1 9 66. H e m i
de su versión, por una serie de detalles, me di cuenta en seguida mérito. Yo, i
de que se trataba de algo muy grave. Lo comenté así con mi fa­ valía y de in
milia y con algunos amigos. Uno de éstos, Pepe Aguilar Alvarez, alar­
mado por mi pesimismo, se puso al habla con el doctor Lozano, tam­ A la tisis
bién amigo nuestro, el cual, desgraciadamente, confirmó mis temores: aclarar que t
aquéllo no tenía más solución que el fatal desenlace de la muerte. líos de Exti-ri
Convencido de esta terrible verdad y fingiendo todo lo contra­ tan sólo veo
rio, le acompañé durante muchos ratos. bió Gervasio
No recibía visitas; pero yo fui la excepción, porque nuestra inti­ que se publi
midad y las comunes aficiones creaban un clima gratísimo, animado rosamente ur
por una charla en la que ponía todo su interés. No olvidaré nunca sagrara muc)
aquellas horas, para él totalmente felices, pues hasta perdía la no­ fotografías, <¡
ción de encontrarse enfermo. Yo también procuraba ignorar esto, miento de la
para vivir en toda su grata plenitud aquellos ratos, que eran los No pudo
últimos que iba a estar junto al gran amigo. recoger toda
Al llegar, solía encontrarlo desanimado y decaído; pero a los sucesivos tol
pocos momentos era el mismo de siempre, con todo su entusiasmo y durez produt
todo su vigor. Si alguna vez se sentía fatigado, se limitaba a cam­ Extremadura
biar de postura en el lecho, sin consentir que yo me marchara, para das en 1947.
dejarlo descansar.
El tema de nuestras charlas fue siempre el mismo: Extremadura, (2) En el
cordialidad. Era su historia, sus gentes, sus pueblos... Y en medio de todo ello una
R los tortuosos y idea central: los castillos.
bordaba ante las Velo era un enamorado de esos viejos reductos. Por ellos pere­
escena de Cristo grinó a lo largo y a lo ancho de España. Muy pocos le eran desco­
más hondo estaba nocidos. Trabajó infatigablemente como directivo en la Asociación
bo ndadoso de la de Amigos de los Castillos, la cual le ha concedido como honor
postumo su Medalla de Plata, en reconocimiento de su valía y mé­
i que había en él ritos.
¡. Fue historiador Ese amor a las fortalezas, símbolos de toda una historia, en Ger­
abajos estuvieron vasio Velo se había ido cerrando en círculos concéntricos, para con­
E. densarse en donde siempre: en Extremadura, más aún: en la pro­
f de compenetra­ vincia de Cáceres. Su último libro, en el que puso la mayor ilusión
igo, smo el gran de su vida, está consagrada a los castillos cacereños.
temgo el consuelo De esta obra inédita hablamos muchas veces en nuestras charlas.
i d in , ratos agra- Deseaba vivamente verla publicada. No lo consiguió; pero nosotros,
los extremeños todos, estamos obligados a hacer que se cumpla ese
~ vine de Madrid último deseo. Es una deuda con aquel gran hombre y gran amigo,
m Gervasio Velo que se dio por entero a Extremadura 1/ que bien merece el postumo
me,r que su salud homenaje de la edición del libro en el que puso mayor cariño y más
le enero a la ca- ilusiones. A los compañeros de su doble actividad profesional, a los
*. t i encontrarlo eruditos, a los amigos, a todos, en fin, brindo esta idea, en la que
m operación qui- yo desde ahora me ofrezco para trabajar.
imiento, la misma Gervasio Velo y Nieto, católico de honda raigambre, se nos murió
cosa sin cristianamente en Madrid, en el invierno del año de gracia de
mtmrgo, a través 1966. Hemos perdido un erudito, un historiador, un extremeño de
■ ote en seguida mérito. Yo, además de todo eso, he perdido algo de inestimable
i mú con mi fa- valía y de imposible sustitución: ¡un gran amigo!» (2).
tmr AJcarez. alar-
tor Lozano, tam- A la vista de todo esto que yo había dicho, creo que no necesito
nmó mis temores: aclarar que es imposible que enfoque objetivamente el libro Casti­
ce de la muerte. llos de Extremadura (Cáceres). Me siento incapaz de hacerlo, porque
> todo lo contra- tan sólo veo en sus páginas la ilusión y el cariño con que las escri­
bió Gervasio Velo, junto al afán que yo he puesto para conseguir
tfue nuestra inti- que se publicaran. Soy el testamentario espiritual que cumple amo­
gtítimo. animado rosamente un postumo deseo. Aquí está el libro al que el autor con­
9 olvidaré nunca sagrara muchos viajes, trabajos y estudios, ilustrado con sus propias
<tu perdía la no- fotografías, que, sin duda alguna, supone una aportación al conoci­
im ignorar esto, miento de los castillos extremeños.
[**. que eran los No pudo Gervasio Velo completar su primitivo plan ambicioso de
recoger todas las fortalezas extremeñas, cosa que habría hecho en
tído: pero a los sucesivos volúmenes si la muerte no hubiera truncado en plena ma­
su entusiasmo y ■4- durez productiva sus tareas investigadoras y viajeras. Castillos de
limitaba a cam- Extremadura cierra la lista de sus publicaciones históricas, inicia­
e marchara, para das en 1947.

»c-. Extremadura, (2) En el diario Extremadura, de Cáceres, número de 22 de abril de 1966.


Fue Velo 11 Nieto un caso de vocación tardía. Los estudios de Me­ En 194S, t
dicina, la doble actividad profesional, en el Cuerpo de Policía y en 1950. Mor
como odontólogo, no le dejaron tiempo libre en un largo período de Pérez de Mo
su vida. Pero un día despertó en él con furia arrolladora la vocación la independa
histórica, latente desde niño en su amor a las viejas cosas extre­ en 1953, los t
meñas. Galarza 14 :
Se lo dijo en estas frases Pedro Coba: «No se puede ser extreme­ ro (16 y el i
ño impunemente y así como así... El amor es un tesoro difícil de es­ sarón (1S); et
conder» (3). ñez (20 y G
Surgió entonces con pujanza desbordada la pasión histórica, con jo (23 : en li
esa fuerza incontenible característica de las vocaciones tardías. Para cacereño Aro
Gervasio Velo no hubo ya nada comparable a la ilusión de investigar Alcántara 2
y escribir sobre el pasado de nuestra tierra. Descubrió, incluso, igno­ lia (31); en JS
radas dotes literarias, que le permitieron narrar historias en prosa y Así llegai
leyendas en verso, en viejo romance con tonos de gesta. Velo dejó en
Así pasaron veinte años, los últimos de su vida, desde 1946, en Dios, a la su
que se inicia su consagración a lo histórico, hasta 1966, en que deja
de existir. (4) Sanie :
(5) Coria i
(6l Le On
Había nacido Velo Nieto en ese rincón abrupto y pintoresco del (7) Fundm
noroeste extremeño que se llama Sierra de Gata, en Perales del Puer­ c e re s. 1950.
(8) Dom S
to, el 19 de junio de 1900. Bromeaba con su nombre, que no le pa­ (9) El Por
recía bonito: <10' E xm
—No era posible que me librase del llamarme Gervasio —solía la indepemdem
comentar— . Nací el día del Santo, en el que también había nacido 1952.
mi padre, al que pusieron el mismo nombre. (11) Fray
tara. Badajoz. 1
Tras de los años de actividades profesionales y estudios alejados (12) CaU
de lo histórico, vino la aludida consagración vocacional, dando co­ Madrid. 1953.
mienzo las tareas investigadoras y publicitarias. Fundó la Colección (13) Halo
Sierra de Gata, de pequeños volúmenes; intervino activamente en (14) I Do*
(15) Torrt
las Asambleas de Estudios Extremeños, celebradas en Badajoz y (161 M ari
Cáceres, en 1948 y 1949, respectivamente, y colaboró en las revistas (17) ScU>
Alcántara, Hidalguía, El Monasterio de Guadalupe, Boletín de la (18) Sema
Asociación Española de Amigos de los Castillos y Revista de Estu­ 1956.
(19) Con
dios Extremeños. ( 20' El C
La citada Asociación de los Castillos, como ya dije, concedióle (21) El C
la Medalla de Plata en 1966, a título de honor postumo. La Real drid. 19o,.
22) Cad
Academia de la Historia le había elegido Académico Correspondien­
(23 El C
te por Cáceres, en 1955. (241 H en
¡oz, 1958
Como he anotado, en 1947 apareció el primer libro de Velo, Jo C írf
•26’ El A
relativo a Coria, iniciando con él una serie ininterrumpida de volú­ Elfa¡
menes y trabajos. 28 El C
29 La 1
.30 BWr
(3) En Coria, cit., pág. 10. «31) E1 C
52 E1 C
10
t estudios de Me- En 1948, el tema fue Guadalupe (4); en 1949, otra vez Coria (5);
£ » de Policía y en 1950, Monfrag (6) y el Convento de San Francisco (7); en 1951,
rzo período de Pérez de Monroy (8), el Castillo de Portezuelo (9) y las luchas de
dora la vocación la independencia portuguesa (10); en 1952, Alonso de Valencia (11);
r e - c vos extre- en 1953, los clérigos alcantarinos (12), la Transierra (13) y el Obispo
Galarza (14); en 1954, torres cacereñas (15), la Duquesa de Avei-
wde ser extreme- ro (16) y el solar de los Manrique (17); en 1955, el Señorío de Pa­
aro difícil de es- saron (18); en 1956, otra vez Coria (19) y los Castillos de Santiba-
ñez (20) i/ Guadamur (21); en 1957, los de Peñafiel (22) y Treve-
oa histórica, con jo (23); en 1958, Hernán Centeno (24) y Salvaleón (25); en 1960, el
mes tardías. Para cacereño Arco de la Estrella (26) y el Castillo de Eljas (27); en 1963,
ím din vestigar Alcántara (28); en 1964, Montalbán (29), Belvis (30) y Jarandi­
rió. mciuso. igno- na (31); en 1965, Alconétar (32).
torias en prosa y Así llegamos al año 1966, al 5 de marzo, día en que Gervasio
ta. Velo dejó en abandono sus cuartillas, para acudir a la llamada de
. desde 1&46, en Dios, a la suprema cita, en la que podía comparecer tranquilo, con
S66. en que deja
(4) Santa María de Guadalupe y Polonia la Mártir. Cáceres, 1948.
(5) Coria y los templarios. Badajoz, 1949.
(6) La Orden de Caballeros de Monfrag. Madrid, 1950.
jf pintoresco del (7) Fundación del Convento de San Francisco en la ciudad de Coria. Cá­
F eries del Puer- ceres, 1950.
re. qme no le pa- (8) Don Ñuño Pérez de Monroy, Abad de Santander. Madrid, 1951.
(9) El Portezuelo. Madrid, 1951.
(10) Escaramuzas en la frontera caeereña con ocasión de las guerras por
Cerxmño —solía la independencia de Portugal. Badajoz, 1951. Una segunda edición: Madrid,
ién había nacido 1952-
(11) Fray Alonso de Valencia y Bravo, del Orden y Caballería de Alcán­
tara. Badajoz, 1952.
f r i a á n alejados (12) Caballeros clérigos extremeños del Orden y caballería de Alcántara.
•icmcl. dando co­ Madrid, 1953.
ndo le Colección (13) Historias, romances y leyendas de la Transierra. Cáceres, 1953.
i adre ámente en (14) Don Pedro García de Galarza, Obispo de Coria. Madrid, 1953.
(15) Torres de hidalgos cacereños. Madrid, 1954.
■ en Badajoz y (16) María Guadalupe de Alencastre, Duquesa de Aveiro. Madrid, 1954.
tó en las revistas (17) Solar de los Manrique de Lara en la villa de Pasaron. Madrid, 1954.
<e. Boletín de la (18) Señores de Pasarán. Madrid, 1955. Una segunda edición: Madrid,
I c iñ U de Estu- 1956.
(19) Coria. Reconquista de la Alta Extremadura. Cáceres, 1956.
(20) El Castillo de Santibáñez el Alto. Madrid, 1956.
i dife. concedióle (21) El Castillo de Guadamur. Primera parte, Madrid, 1956; segunda, Ma­
éatmmo. La Real drid, 1957.
o Correspondien- (22) Castillo de Peñafiel. Madrid, 1957.
(23) El Castillo de Trevejo. Badajoz, 1957.
(24) Hernán Centeno, el Travieso, Señor del Castillo de Bapapelos. Bada­
joz, 1958.
r libro de Velo, (25) Castillo de Salvaleón. Madrid, 1958.
(26) El Arco de la Estrella (Cáceres, siglo XVIII). Cáceres, 1960.
mmpida de volú- (27) Eljas. Primera parte, Badajoz, 1960; segunda, Badajoz, 1962.
(28) El Castillo y Plaza fuerte de Alcántara. Madrid, 1963.
(29) La Villa y Castillo de Montalbán. Toledo, 1964.
(30) Belvis de Monroy. Madrid, 1964.
(31) El Castillo de Jarandilla. Madrid, 1964.
(32) El Castillo de Alconétar. Madrid, 1965.
todo el bagaje de su fe, de su conciencia honrada, de su hombría
de bien...
Se llevó al partir la única pena de no ver impresas las páginas
de sus Castillos de Extremadura. Aquí está hecho realidad su úl­
timo deseo, para perpetuo testimonio de su amor y de sus afanes.
En este libro, que prologo y que, como he dicho, me considero
incapaz de juzgar, alientan heroicos jirones históricos de esa glo­
riosa Extremadura, a la que amó con todo su corazón Gervasio Velo
y Nieto.
M igu el M uñoz de san P edro
C onde de C a n ill e r o s

EL CAS

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MOXfMEVTa

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Otros autoi
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12
. de su hombría

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* realidad su úl-
y de sus afanes.
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icos de esa glo-
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EL CASTILLO Y PLAZA FUERTE DE ALCANTARA

Sit u a c ió n de la v il l a de A lcán tara y l ig e r a d e sc r ip c ió n de sus


MONUMENTOS ROMANOS.

Resulta un tanto paradójico que al dar comienzo al presente tra­


bajo, que ha de versar única y exclusivamente sobre los muchos casti­
llos que jalonan en la actualidad la provincia cacereña, tratemos, en
primer lugar, del de la villa de Alcántara, uno de los presidios de
Extremadura mejor fortificados en las pasadas centurias, pero carente
en absoluto de todo poder defensivo en nuestro tiempo.
Otros autores que nos han precedido incurrieron en igual ano­
malía y atrevimiento; es más, pusieron manos a la obra y dieron fin a
ella sin describir ni aportar dato alguno referente al castillo alcanta-
rino (1); que existió, desde luego, fue pujante y tuvo muy com-
(1) Federico Sainz de Robles, Angel Dotor, Publio Hartado, Mélida y otros
escritores se ocupan, en sus respectivas obras, al tratar de la arquitectura mi­
litar de la provincia de Cáceres, del castillo y cerca murada de la plaza de
Alcántara, sin aportar más datos que los que figuran en la Crónica de la Orden
de Alcántara, de Frey A l o n s o d e T o r r e s y T a p i a .
Algunos de los mencionados autores no citan la procedencia, y uno nos habla
de la fortaleza alcantarina como si existiera íntegra y retadora, desafiando el
paso de los tiempos.

13
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pletas sus defensas; pero de ellas restan tan escasos vestigios, que
apenas podemos precisar hoy el lugar exacto de su emplazamiento.
Los referidos escritores, al abordar dicho tema, se limitaron casi
siempre a relatar, con más o menos fortuna y habilidad, ciertos hechos
históricos de los muchos que tuvieron por escenario la casi legenda­
ria y memorable villa que conserva todavía una de las obras más
colosales que produjo el ingenio de los hijos de Roma; el célebre
y celebrado Puente de Alcántara.
Pero queremos hacer constar que nos decide a tratar de Alcán­
tara, en primer lugar, y pese a la ruina de su fortaleza y de cuanto
dejamos consignado, la extraordinaria importancia de la sin par urbe,
llamada por El Edrisi la maravilla del mundo (2), debido, probable­
mente, a que, durante la dominación sarracena, era, por su posición
estratégica, los fuertes muros que la circundan y la enorme extensión
de dehesas y otras tierras cultivadas que caían bajo su jurisdicción,
de las más codiciadas.
En segundo lugar, nos obliga a darle preferencia, el indispen­
sable orden alfabético que, en la exposición, con todo rigor quere­
mos respetar.
Y, finalmente, lo hacemos con la pretensión de querer bosquejar,
aunque quizá no con sus auténticos rasgos, la fábrica del castillo y
determinar, en lo posible, la amplitud y dirección de las cercas que
envolvían y protegían el viejo recinto, al ser arrebatado a los moros
por los reyes de León cuando se inició la reconquista de la Tran-
sierra.
* # *

En la provincia de Cáceres, en su parte occidental y no lejos de


la frontera portuguesa, se alza la villa de Alcántara, sobre mon­
tículo que acentúa su prominencia observado desde el lado noroeste,
por el que desciende abrupta y quebrada ladera hasta alcanzar la
margen izquierda del padre Tajo, que discurre por aquella parte,
donde se abre hondo y angosto cauce entre riscos y peñascos.
También las vertientes, que respectivamente miran a norte y su­
reste de la referida eminencia, descienden, formando escarpes natu­
rales, hasta otras tantas hondonadas, lechos de arroyuelos; y contri­
buye tan privilegiada posición del terreno a que sólo por el nacien­
te ofrezca Alcántara vulnerabilidad ante un posible ataque ene­
migo.
Es errónea la creencia de que dicha villa fue colonia o aldea
habitada durante la dominación de la Lusitania por las legiones de
Roma. Su importancia en aquel tiempo se debió exclusivamente a la
(2) A b u A b d a l l a M o h a m e d « e l E d r i s i » , en Descripción de España. Vid.,
asimismo, Historia del reino de Badajoz, por M a t í a s R a m ó n M a r t í n e z y M a r ­
t í n e z , p á g . 322 (Badajoz, 1 9 0 4 ) .

15
existencia de su magnífico puente, cuya construcción fue motivada
por la imperiosa necesidad de dar paso al ramal de calzada que los centrales arranca ¿
partía desde la Vía de la Plata, en el lugar preciso que ocupaba pilares tienen forma c
Norba Caesarina (Cáceres), y se dirigía hasta el noroeste, penetrando el lado opuesto.
en Portugal, posiblemente hasta Beja, según refiere Hübner (3), A pesar de haber
a través del puente de Segura trazado sobre el Eljas, río que sirve tado éstas a lo esencii
de frontera con el país vecino. tan perfecta como sinté
Pero no sólo en Alcántara es única e interesante la gran fábrica Según la inscripciói
de su puente, ya que a la entrada del mismo, por su lado izquier­ terminado en el año 1(
do, existe un curioso templo dedicado al divino César. Trajanc, por el artífice C
Trátase de un edificio pequeño, en buen estado de conservación, Alzase el tantas vece
fabricado a base de piedra granítica, incluso su techumbre, que según costumbre de aqi
vierte a dos aguas. Su planta es rectangular y pertenece al sencillo sencillo, y sus dos mach<
tipo de templo in antis. No tiene más adorno el edificio que las sobre los extremos del gi
dos columnas toscanas de la puerta y las molduras de cornisa y fábrica sillería almohadi
frontón. El monumento es de sillería labrada, almohadillada, y fue hueco, el que a plena cii
discretamente restaurado, cerrando su puerta, verja de bronce. Opina moldura por capitel. Do;
Mélida que el interior lo constituye una capilla o celia, con huella de el ático, donde, por cada
haber estado dividido en dos departamentos, como naos y pronaos. inscripciones. Se ven otra
Mide el conjunto 5,86 metros de largo, 4,10 de ancho y 6,61 de machones, a la altura de lo
alto; y no recibe más luz que la que penetra por la puerta. Forman Son varias las inscripc
la cubierta seis piezas por cada lado.
En cuanto al famoso puente, añadiremos que es de sillería graní­ f
mente, siendo de lament;
a dedicación de la obra i
tica almohadillada, sujeta con hormigón, o sea, mezcla de guijarros municipios que contribuvei
y mortero de cal. Lo integran seis arcos, los cinco pilares en que monumental obra, evidenc
aquéllos apoyan y los malecones que por ambos lados, y en las dos cum populi rornani, y sí
orillas, le refuerzan, más el arco triunfal. Tiene de longitud 149 me­ comarca (4).
tros; la anchura, que es la de la calzada, 6,70, más 1,30 metros que
suman los antepechos; y por la base del pilar central, con su ta­
jamar, da una anchura de 25 metros. La altura total es de 71 me­
tros, contada desde el fondo del agua hasta la parte alta del arco
de triunfo. Resulta, por tanto, imponente, pues excede a todas las El c a s t il l o y m u r a l l a s de
obras romanas que de esta clase existen. Los arcos son casi igua­
les dos a dos; los dos centrales, los dos que les siguen y los dos ex­ Cuando, en los primeros
teriores. Todos son de medio punto, o sea, a plena cintra, que en al Cerro de las Vigas, al freí
pió desde allí los muros de ¿
(3) Corpues inscriptionum Latinarum, vol. II: Inscriptiones Hispaniae La- acompañado de lucido corteje
tinae consilio et autoritate Academiae Litterarum Regiae Borusicae edit. Aemi- pitanes, se quedó asombrado i
l i u s H ü b n e r (Berolini, 1869), p á g s . 89 y 96. cía la bella medina que se pr
Inscriptionum Hispaniae Latinarum Supplementum edit. A e m i l i u s H ü b n e r
(1892), pág. 826. (4 ) M é l i d a , obr. cit., t. I, págs.
La Arqueología Esvañola, por e l doctor don E m i l i o H ü b n e r (Barcelona, (5) V e l o y N ieto, G .: CORIA,
1 8 8 8 ). ceres, 1956). En la pág. 218, apénd
De estas obras citadas del erudito Hübner, y del Catálogo monumental de de la reconquista de Alcántara por t
España. Provincia de Cáceres, t. I , del académico don J o s é R a m ó n M é l i d a en su libro intitulado Antigüedades y
(1914-16), hemos tomado algunos datos que dan ligera idea de los monumen­ También describe aquella empresa b
tos romanos de Alcántara; debiendo añadir que fueron confirmados y completa­ magnífica Crónica d e la Orden d e Ai
dos por nuestra cuenta en tres de nuestras recientes visitas a dicha villa. mismo modo, Pedro B arrantes M a
conquista con buen número de detall»
16
■uctión fue motivada los centrales arranca de los pilares y en los demás son peraltados. Los
mal de calzada que pilares tienen forma de tajamar aguas arriba, siendo cuadrados por
preciso que ocupaba el lado opuesto.
noroeste, penetrando A pesar de haber recibido diversas restauraciones, no han afec­
refiere Hübner (3), tado éstas a lo esencial, que es la traza primitiva del monumento,
I Elijas. río que sirve tan perfecta como sintética.
Según la inscripción del arco central, este coloso de piedra fue
sante la gran fábrica terminado en el año 106 de la era de Cristo, bajo la protección de
por su lado izquier- Trajanc, por el artífice Cayo Julio Lácer.
o Cesar. Alzase el tantas veces citado arco del triunfo al medio del puente,
lado de conservación, según costumbre de aquel tiempo en todas las obras semejantes. Es
» su techumbre, que sencillo, y sus dos machones montan sobre pretiles y cargan bastante
pertenece al sencillo sobre los extremos del gran estribo central. También se utilizó en su
o el edificio que las fábrica sillería almohadillada, incluso para las dovelas de su único
« > ' d J . c cornisa v hueco, el que a plena cintra arranca de pilastras áticas con sencilla
almohadillada, y fue moldura por capitel. Dos molduras iguales determinan un friso en
« j a de bronce. Opina el ático, donde, por cada lado, hay sendos tableros de mármol con
0 celia. con huella de inscripciones. Se ven otras lápidas en el puente de cada lado de los
com o ••. > v pronaos. machones, a la altura de los arranques del arco.
de ancho y 6,61 de Son varias las inscripciones que de forma singular avaloran al
por la puerta. Forman puente, siendo de lamentar no se conserven más. Una de ellas es
la dedicación de la obra a Trajano; y en otras los nombres de los
ae es de sillería graní- municipios que contribuyeron con su estipendio a la erección de la
a. mezcla de guijarros monumental obra, evidenciando que el puente no fue opus publi-
c a c o pilares en que cum populi romani, y sí obra comunal de ciertos pueblos de la
nb lados, y en las dos comarca (4).
e de longitud 149 me-
L más 1.30 metros que
br central, con su ta­ II
ra total es de 71 me-
la parte alta del arco El c a s t il l o y murallas de A l c á n t a r a . So m e r o e st u d io .
excede a todas las
6 artos son casi igua- Cuando, en los primeros días del mes de enero de 1213, llegó
es siguen y los dos ex- al Cerro de las Vigas, al frente de un poderoso ejército, y contem­
t plena cintra, que en pló desde allí los muros de Alcántara, el rey Alfonso IX de León,
acompañado de lucido cortejo integrado por sus más valientes ca­
pitanes, se quedó asombrado ante el espléndido panorama que ofre­
m cn pt» ’.cs Hispaniae La-
•gw Boruácae cdit. A e m i -
cía la bella medina que se proponía liberar del yugo sarraceno (5).

■ ed¡t At:\iii-ius Hübner (4) M é l i d a , obr. cit., t. I, págs. 123 y siguientes.


(5) V e l o y N i e t o , G .: CORIA.— Reconquista de la Alta Extremadura (Cá­
Lm u o H lbver (Barcelona, ceres, 1956). En la pág. 218, apéndice XXI, recogemos la referencia que hace
de la reconquista de Alcántara por el rey Alfonso IX, A r i a s d e Q u i n t a d u e ñ a s ,
1 Catalogo monumental de en su libro intitulado Antigüedades y santos de la muy noble villa de Alcántara.
doa J o sé R am ón M é l id a
También describe aquella empresa bélica F r e y d o n A l o n s o d e T o r r e s , en su
jera idea de los monumen- magnífica Crónica de la Orden de Alcántara, t. I, págs. 142 y siguientes. Y del
m confirmados y completa- mismo modo, P e d r o B a r r a n t e s M a l d o n a d o , erudito alcantarino, narra dicha
\-rstis a dicha villa.
conquista con buen número de detalles en un manuscrito que se conserva en la

17
■2
Situada la legendaria urbe alcantarina sobre alto y enriscado
cerro, cuyas vertientes pagan tributo al Tajo, la empresa de recon­
quistarla se le antojó llena de peligros y dificultades.
Extendíase la mayor parte de la población por la gran ladera que
mira hacia poniente, y el terreno que le servía de asiento era estre­
cho y áspero, razón por la que también eran así sus calles y plazas.
Distribución y ventajas sabiamente aprovechadas por sus habitantes
en caso de alteración o guerra, tan frecuentes en aquellos tiempos.
Pero en la cúspide del montículo, por el lado del naciente, avan­
zaba un gran arrabal por terreno menos ingrato y quebrado, cuya
circunstancia permitió que se ensanchara el caserío, años más tarde,
en esa dirección, donde surgieron nuevos y magníficos edificios, tan
útiles y adecuados, que se fue agrupando en su rededor el más
importante y escogido núcleo de población.
La interesante villa, cuya superficie auténtica, cuando la poseían
los moros, abarcaba desde la ornamentada puerta que restauró el
maestre don Gutierre de Sotomayor, y que aún se conserva, hasta
las proximidades del mencionado templete romano, sito a la entrada
del puente, estaba cercada «por valiente muro de piedra, terraple­
nado», reforzado con resistentes torres esparcidas a trechos pruden­
ciales para aumentar y completar las defensas del terreno. Aún en
estos tiempos, 1763 — escribe el mejor de los cronistas de la Orden
de Alcántara— (6), se ven grandes trozos de muralla, harto fuertes
para ser batidos con las armas empleadas por los ejércitos comba­
tientes en el siglo xm.
La otra parte anexa a este principal recinto, la llamada el Arrabal,
también estaba cercada de muro, «pero de menos fortaleza»; es decir,
debía de ser algo así como una a modo de barbacana, muy útil y
bien dispuesta, que «daba el rostro» (7) para distraer posibles acome­
tidas por aquel lado; el más vulnerable, sin duda, dada la natural
disposición y lo poco accidentado de aquella parte.
Las murallas de Alcántara y su grande y suntuoso castillo árabe,
de cuya fábrica y distribución apenas poseemos datos, se mantenían
intactos hasta mediados del siglo xvn, por lo menos, pues en la
guerra de Sucesión de Portugal aún permanecía completo el recinto;
pero los desperfectos que sufrió entonces y en los sucesivos cercos
a que fue sometida la villa, con ocasión de las guerras de Secesión
e Independencia de España, terminaron arruinando totalmente las
defensas de la histórica plaza.
La cerca de Alcántara tenía más de un kilómetro de longitud y se

Biblioteca Nacional — Papeles de Gayangos— , y al cual corresponde la sig.


17996.
(6 ) Lic. Frey don A l o n s o d e T o r e e s y T a p i a , Prior del sacro convento y
Capellán de Honor del Rey Felipe IV, en la pág. 146, t. I, de su ref. Crónica
(Madrid, 1763).
(7) Ibid.

18
■bre alto y enriscado
la - mpresa de recon-
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por la gran ladera que
i de ¿siento era estre-
K-: sus calles y plazas.
ia> p -r sus habitantes
- en aquellos tiempos,
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rato v quebrado, cuya
k&eno. años más tarde,
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tica, cuando la poseían


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a trechos pradeñ­
as del terreno. Aún en
i cronistas de la Orden
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9l la llamada el Arrabal,
¡nos fortaleza»; es decir,
barbacana, muy útil y
distraer posibles acome-
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jarte.
suntuoso castillo árabe,
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lómetro de longitud y se

al cual corresponde la s ig .

l . Pnor del sacro convento y


146. t. I. de su ref. Crónica
iba a dar a la ti
hacía alarde de sus muchas torres intercaladas, aunque su número allí a la torre d<
exacto no se ha podido precisar, ni tampoco el nombre que se asig­ sale por San Jul
naba a cada una de ellas. la puente no es
Son muy pocos los testimonios antiguos de que disponemos para a ponerse sobre
dilucidar este asunto, y escasísimos los autores que hayan hecho hasta dar al río.
referencia al mismo en sus publicaciones; mas en nuestro buen deseo ira; y sobre las p
de poder aclararlo todo, en cuanto nos sea posible, transcribimos a »Y tomando
continuación la referencia que nos legó el más erudito de los hijos hasta San Pedro
de Alcántara, P. Barrantes Maldonado, hermano de Fray Pedro, taba en la fortal
portento franciscano. hasta la primera
El autor de las Ilustraciones de la casa de Niebla, escribió a este ba junto al mure
respecto: «La fuerza antigua del convento (es decir, la muralla de él hombres y be
Alcántara que contemplaba las defensas del viejo castillo destinado de la villa al mu
a convento de los freires) era ésta: Desde la torre de la Harina torre se llama d
hasta la torre del Espolón; y desde allí hasta la torre de Mataca­ calera, ésta está
bras; y desde allí a la torre Blanca, que hizo el maestre don Gutie­ decía de los Bal
rre de Sotomayor; y de allí a la torre de las Armas, que está junto villa al muro; \
con ellas; y desde aquella torre a la del Homenaje, que reparó el está sobre San J
maestre don Gómez de Solís y la alzó; y de la del Homenaje a la de almenas» (9).
torre del Horno, que hizo el maestre don Juan de Estúñiga, que De cuanto an
está junto con el Homenaje, incorporada con él; y desde allí vuelve doce o catorce lo
por el otro lienzo del adarve que cae sobre la villa a dar en la por lo menos, el
torre de la Harina» (8). de los baluartes
Del párrafo que antecede se desprende que eran seis las torres enumerados en e
primitivas del recinto árabe alcantarino, toda vez que la torre Blanca riarse la nomenel
se construyó durante el mandato de don Gutierre, y la del Horno timos, el número
por indicación de don Gómez, Maestres ambos de la Orden; pero longitud de toda !
en su obra manuscrita sigue Barrantes ocupándose a continuación Al ser arrebat
de las dichas torres existentes en la muralla y, lejos de precisar y que tres las puei
aclarar estos extremos, lo complica todo y el resultado es un autén­ siempre de la Vi
tico «mare magnum». Veamos: restauraciones po
«Las torres de la villa de Alcántara y los nombres antiguos son: a ella se alzaba 1
Desde la torre del Horno, que arriba dijimos, yendo hacia la puerta del muro hacia si
de Xartín, está una torre llamada Guker (?), y luego otra que se dice vaba nombre ára
del Alcázar (?), y la torre de Santiago, que está sobre la puerta de niente, al final di
Xartín; y la puerta de Xartín estaba este año (1564) terminada a pie­ había otra pequei
dra y barro, y no se mandaban sino que por la puerta principal de cristianos el nona
la villa y por la puerta de la Puente, de lo que estaban muy agra­ mano de que va
decidos los vecinos de Alcántara, y se salían a vivir a los arrabales. al entregarle la i
Desde la torre de Santiago iban a dar en la torre del Espolón, que consagraron el te
ésta con todo el lienzo de atrás mandaron derribar las Justicias y santo.
Regimiento de Alcántara por hacer camino llano por la puerta; y En la parte n
desde la torre del Espolón se volvía la cerca a mano izquierda, e
(9) Ibid.
(1 0 ) T orres y T
(8) En el ya mencionado manuscrito de B abeantes M aldonado, núm. 17996,
que se guarda en la Biblioteca Nacional.
iba a dar a la torre Horadada, y de allí a la torre de García; y de
allí a la torre de los Cántaros; y de allí a la puerta de la villa que
' aunque su numero
sale por San Julián a la puente, y desde la torre del Espolón hasta
I nombre que se asig-
la puente no es todo terraplenado. Y desde la puerta sale una torre
a ponerse sobre la boca de la mina que va hecha por peña tajada
que disponemos para
hasta dar al río, para proveerse de agua, la villa en tiempo de gue­
íes que hayan hecho
rra; y sobre las puertas están dos torres.
an nuestro buen deseo
»Y tornando por la otra parte del muro, yendo desde la puerta
«sibfc-. transcribimos a
hasta San Pedro, y desde allí hasta la torre de la Harina, que es­
s erudito de los hijos
taba en la fortaleza, hay ocho torres. Desde la torre de la Harina
■ ■ o de Frav Pedro.
hasta la primera torre que llaman de Hernán Botello, porque mora­
ba junto al muro; y por allí hay un portillo que entran y salen por
\:vp'... c'Lriliio a este-
él hombres y bestias; y antes había una escalera por donde subían
i decir, la muralla de
de la villa al muro; y allí estaba otra torre que se cayó; y la tercera
jejo castillo destinado
torre se llama de la Puerta Nueva; y la cuarta, la torre de la Es­
¿ : -rre de la Harina
calera, ésta está cabe la iglesia de San Pedro; y la quinta torre se
i la torre de Mataca-
decía de los Ballesteros; aquí había otra escalera para subir de la
d maestre don Gutie-
villa al muro; y de allí van a la torre de los Cañas Doradas, que
\nnas. que está junto
está sobre San Julián; y por fuera de este lienzo está una carrera
■maje, que reparó el
de almenas» (9).
la dél Homenaje a la
De cuanto antecede sacamos la consecuencia de que eran diez,
wm de Estúñiga, que
doce o catorce los cubos o torreones que integraban, en el siglo xvi,
i v desde allí vuelve
por lo menos, el recinto murado de Alcántara; pues aunque algunos
la villa a dar en la
de los baluartes citados en el último párrafo sea el mismo de los
enumerados en el primero con nombre diferente, ya que debió va­
■e eran seis las torres
riarse la nomenclatura en las distintas épocas, a pesar de ello, repe­
t z que la torre Blanca
timos, el número de las torres debía ser mayor de diez, dada la gran
: t —- v la del Horno
longitud de toda la muralla circundante.
os de la Orden; pero
Al ser arrebatada a los moros la villa de Alcántara, no eran más
índose a continuación
que tres las puertas del recinto; la primera, que después se llamó
k)c« de precisar y
siempre de la Villa y que todavía subsiste, aunque reformada por
resultado es un autén-
restauraciones posteriores, se abre en la parte del naciente, y junto
aocnbres antiguos son: a ella se alzaba la gran torre del Homenaje. Siguiendo la dirección
yendo hacia la puerta del muro hacia sureste se encontraba la renombrada, única que lle­
lnego otra que se dice vaba nombre árabe, puerta de Xartín J10). Y en el lado del po­
niente, al final de la ladera, muy próxima a la entrada del puente,
tfá sobre la puerta de
había otra pequeña; mejor, un auténtico postigo al que asignaron los
1564 terminada a pie-
la puerta principal de cristianos el nombre de San Julián, porque abocaba al templo ro­
mano de que ya hemos dicho, y el cual recibió tal nombre porque,
pie estaban muy agra-
al entregarle la villa a los freires de San Julián del Perero, éstos
a vivir a los arrabales,
consagraron el templete y lo pusieron bajo la advocación de dicho
torre del Espolón, que
lerribar las Justicias y santo.
En la parte más empinada de la población, orientado hacia la
laño por la puerta; y
i a mano izquierda, e
(9) Ibid.
(10) T o r r e s y T a p ia , Crónica..., t. I, págs. 146-7.
s M ujxjxado. núm. 17996,
21
salida del sol, destacaba el castillo, prometiendo impedir las posi­
bles arremetidas enemigas por aquel lado, que estaba casi exento Maestre decidió t
de defensas naturales. Refiriéndose a él, el cronista de la Orden de de pizarra, y maix
Alcántara escribe: «... era grande, fuerte con su barbacana y barre­ sillar, en la que col
ras, aljibes, pozos y todos los demás pertrechos necesarios para su Procuró hermo:
mejor defensa, con una cueva encubierta para bajar al río y valer­ y otros edificios di
se de sus aguas cuando en aquéllos faltasen» (11). minada una valiei
Y no da más detalles. Nosotros agregaremos únicamente que, Blanca,’ J y un cuar
según referencias, la plaza fuerte de Alcántara, con sus defensas Maestres que fuera
completas en tiempos de la dominación sarracena, era inexpugnable, Reformó, asimií
y solamente podía ser reconquistada con estrecho y persistente cerco la villa y sus corres
que obligara a sus defensores a entregarla o perecer por hambre; tura de la plaza q
también en el caso de que fuera nula o escasa la guarnición, cual que abarcaba partí
sucedió, como veremos más adelante, cuando la liberó el rey de de Matacabras.
León. Durante el tiem¡
En el castillo se instalaron los caballeros cruzados de la Orden lleros y clérigos qu
de San Julián del Perero al abandonar la ribera del Coa, en tierras fortaleza asistían, c
que hoy pertenecen a Portugal, y al trasladar su casa matriz a la vento, a los actos p
villa alcantarina, tomó entonces el instituto el nombre de Orden ventual de Santa M
militar y de caballería de Alcántara. Allí quedaron, recogidos en que se iniciaron las«
clausura, los freires, y rezaban sus horas en una pequeña iglesia de los Hitos; y ya n
que habían edificado dentro del fuerte; pero los aposentos resultaban Pero el lugar ek
insuficientes e inadecuados al correr de los años, estando al frente Orden, bajo la advoi
de los destinos de la Orden los sucesivos Maestres, Garci Sánchez, mino de la ermita de
Arias Pérez y Pedro Yáñez; hasta que, por fin, cuando ostentaba la un cuarto de legua
jefatura del maestrazgo Garci Fernández, reconociendo que eran reformador a Frev I
muy angostas y escasas las dependencias existentes en la fortaleza, el prior Frey Martin
ordenó Tas indispensables reformas y la construcción de la iglesia que lo exentó el M í
Mayor de Santa María de Almocóbar, que en lengua árabe quiere maestrazgo de Alean
decir María de la Plaza, porque los moros, cuando poseían la ciudad, íiendo todos los incc
disponían allí de una regular plaza destinada a mercado. •mentó extramuros,
El resultado de las obras que realizó Frey Garci Fernández fue miaron asistiendo a s
dejar acondicionadas en parte las dependencias del convento - forta­ la plaza.
leza, que sirvieron, a partir de entonces, para residencia fija del El mencionado ere
Prior y de otros jerarcas del instituto, en tanto que al resto de los de los edificios y defei
caballeros-clérigos, en grupos de a cuatro, se les asignaron distin­ te: «Delante del casti
tas casas del pueblo para que morasen en ellas, con la obligación de edificio de provecho i
asistir a los actos religiosos propios de la comunidad en dicha iglesia quedado hoy día (17<x
de Santa María; y en determinadas fechas y fiestas religiosas tenían como el convento que
obligación de acudir a la vieja y reducida iglesia del convento para Julián del Perero se m
asistir a la misa mayor y rezar las horas canónicas. ocasiones de guerra le
Así estuvieron durante muchos años los caballeros-monjes alcan- una torre, y el cuerpo
tarinos desenvolviéndose y viviendo un poco al margen de las reglas cubierta» (13).
de su instituto, hasta los tiempos de don Gutierre de Sotomayor, cuyo Los restos de la to

(11) lbid., pág. 146 y notas. ín i n ñ r 1 1 P;iK- 61!


(13) lbid. Nota Y de la
22
do impedir las posi- Maestre decidió derribar la primitiva iglesia del fuerte, pequeña y
e estaba casi exento de pizarra, y mandó construir una más amplia y resistente, de piedra
nista de la Orden de sillar, en la que colocó su escudo de armas.
u barbacana y barré­ Procuró hermosear, o adecentar por lo menos, el castillo-convento
is necesarios para su y otros edificios de Alcántara; pero únicamente pudo lograr ver ter­
t ajar al río y valer­ minada una valiente torre de piedra berroqueña, llamada la torre
Blanca, y un cuarto bien acondicionado para que lo ocuparan los
nos únicamente que, Maestres que fueran sucediéndose.
ra. con sus defensas Reformó, asimismo, con piedra de sillería la puerta principal de
n i era inexpugnable, la villa y sus correspondientes y adecuadas garitas; y dada la angos­
ho v persistente cerco tura de la plaza que había entonces, determinó hacer otra mayor,
perecer por hambre; que abarcaba parte del solar de la derruida v casi legendaria torre
«a la guarnición, cual de Matacabras.
» la liberó el rey de Durante el tiempo que duraron las obras, el Prior y demás caba­
lleros y clérigos que ocupaban las habitaciones del convento de la
iruzados de la Orden fortaleza asistían, con sus compañeros que vivían fuera del con­
ra del Coa, en tierras vento, a los actos preceptivos de su congregación en la iglesia con­
r su casa matriz a la ventual de Santa María de Almocóbar, donde permanecieron hasta
el nombre de Orden que se iniciaron las obras de un nuevo edificio (12) cabe Santa María
cia ron , recogidos en de los Hitos; y ya nunca volvieron a residir en la fortaleza.
i una pequeña iglesia Pero el lugar elegido para edificar la nueva casa matriz de la
ts> rentos resultaban Orden, bajo la advocación de San Benito y San Bernardo, en el ca­
ños. estando al frente mino de la ermita de la Virgen de los Hitos, resultaba muy apartado,
ic-stres. Garci Sánchez, un cuarto de legua de la villa de Alcántara; y aunque nombraron
^ indo ostentaba la reformador a Frey Pedro de Escobar, natural de Aracena, y vivía
BCODOCíendo que eran el prior Frey Martín de Quirós «el cual estaba exento de la Orden,
Arales en la fortaleza, que lo exentó el Maestre don Juan de Estúñiga, cuando trocó el
strucción de la iglesia maestrazgo de Alcántara por el arzobispado de Sevilla», compren­
n lengua árabe quiere diendo todos los inconvenientes que surgían por construir el nuevo
n d o poseían la ciudad, convento extramuros, desistieron del proyecto, y los freires conti­
a mercado, nuaron asistiendo a sus horas y rezos en la mencionada iglesia de
t Garci Fernández fue la plaza.
as del convento - forta- El mencionado cronista de la Orden, lamentando la desaparición
ara residencia fija del de los edificios y defensas de la villa de Alcántara, escribe lo siguien­
it jue al resto de los te: «Delante del castillo hay una grande cava. Nada hay ya en el
.e les asignaron distin- edificio de provecho de lo antiguo, todo está arrumado, sin haber
«s. con la obligación de quedado hoy día (1763) más que algunos trozos de las paredes, que
Hadad en dicha iglesia como el convento que tuvo aquí su primer asiento, desde que de San
fiestas religiosas tenían Julián del Perero se mudó a Alcántara, le desamparó, con las pocas
Pesia del convento para ocasiones de guerra le han dejado caer. Lo que hoy está en pie es
iónicas. una torre, y el cuerpo de una iglesia de sillería... Una y otra sin
;a'r olleros-monjes alcan- cubierta» (13).
al margen de las reglas Los restos de la torre a que se refiere el mencionado cronista,
ene de Sotomavor, cuyo
(12) Ibid., t. I, pág. 619.
y cuyos cimientos todavía se aprecian en abandonado solar, corres­
ponden seguramente a la magna torre Blanca, que se alzó por ini­
ciativa del Maestre don Gutierre, uno de los más esclarecidos y pres­
tigiosos de la Orden.
En tiempos de los Reyes Católicos, cuando pasó el maestrazgo a
poder de don Fernando «quitó éste la tenencia de la fortaleza del
convento de Alcántara» a Diego de Guzmán, que la tenía por el
Maestre don Juan de Estúñiga, e hizo donación de ella a Hernán
Duque de Estrada, vecino de Talavera de la Reina, quien nombró
subteniente, para que estuviera al frente de la misma, a Pedro de
Herrera.
# # #

De cuanto antecede se desprende que, al finalizar el siglo xv, se


conservaban en perfecto estado los muros de la cerca alcantarina,
por haber sido reconstruidos buena parte de los primitivos lienzos
que eran obra de moros y por haber aumentado sus torres y otras
defensas.
A mediados del siglo x v ii , durante la guerra de Secesión de Por­
tugal, aún estaba completa y resultaba muy útil la muralla circun­
dante de la villa de Alcántara, si bien es cierto que habían desapa­
recido ya algunos de sus antiguos y tradicionales ingenios defen­
sivos; pero, en cambio, a partir del reinado de los Reyes Católicos,
se abrieron nuevas puertas en el recinto y se edificaron otras torres
fuertes, cubos, torrejones y, en una palabra, varios e interesantes
baluartes; en tanto, que algunos de los primitivos se conocían ya
con nombres diferentes.
Trasladamos a continuación parte del contenido de cierto ma­
nuscrito relativo al cerco de Alcántara por los portugueses en el
año 1664, de cuyo documento se desprende era bastante bueno en­
tonces el estado de las murallas de dicha plaza; que su fábrica se
mantenía en pie e íntegra, y que contaba con las puertas indis­
pensables y las defensas precisas para resistir si estaba bien guarne­
cida la villa en el momento del asedio. He aquí la transcripción:
«DIARIO DE LA DEFENSA DE LA PLAZA DE ALCANTARA,
SITIADA DE LA ARMADA DEL EJERCITO REBELDE, A 13 DE
JUNIO DE 1664 AÑOS:
»En tomando la marcha el enemigo de Alburquerque para esta
plaza, se repartió la gente en los puestos de esta forma (14):
»E1 capitán don José Ferrán Cernardell, el castillo con su com­
pañía; el señor maestre de campo, don Pedro Fonseca, guarnece la
puerta de San Francisco con 50 hombres de su tercio; un capitán,
(14) Manuscrito 2391, págs. 15 y siguientes, Biblioteca Nacional. Esta re­
ferencia fue incluida en nuestro libro Escaramuzas en la frontera cacereña,
publicado en Madrid, año 1952.
indonado solar, corres-
l que se alzó por ini-
iás esclarecidos y pres-

• pasó el maestrazgo a
cia de la fortaleza del
l que la tenía por el
ci de ella a Hernán
i Reina. quien nombró
la misma, a Pedro de

im-ilizar el siglo xv, se


itr la cerca alcantarilla,
r los primitivos lienzos
itado sus torres y otras

tTa de Secesión de Por-


util la muralla circun-
rto que habían desapa-
iocules ingenios defen-
áe los Reves Católicos,
r edificaron otras torres
l varios e interesantes
nutivos se conocían ya

onteDido de cierto ma-


is portugueses en el
era tostante bueno en­
gaza: que su fábrica se
con las puertas indis-
r si c-taba bien guarne-
e a';!!! la transcripción:
AZ\ DE ALCANTARA,
<0 REBELDE, A 13 DE

Alburquerque para esta


e~rta forma (14):
el castillo con su eom-
r • Fonseca. guarnece la
re su tercio; un capitán,
iibiicteva Nacional. Esta re­
al em la frontera cacereña,

Alcántara.— Restos de la muralla que descendía desde el castillo hacia


la ermita de San Julián
también de dicho tercio, guarnece la media luna de las monjas con »En la barba
otros 50 hombres; otro capitán guarnece el fuerte de San Martín al sitio de la fue
con otros 50 hombres; y otro capitán y su sargento mayor para estas don Juan de la C
guardias. más de 50 vecinos
»Tiene don Pedro Fonseca 90 hombres efectivos de su tercio; hán- La plaza de A
sele de dar de paisanos 160 hombres; con toda esta gente ha de marqués de Marü
estar de guardia de día y de noche. Esta gente de este tercio tra­ obligados los ale
bajó en meter en defensa el dicho fuerte de San Martín con su
comunicación que venía a la puerta de San Francisco. f ués, superior en
recha en la mur.
»Y habiendo llegado el enemigo sobre la plaza, y puesta la ba­ brían asaltado aq
tería a la Cruz, se reconoció que quería atacar por aquella parte, entre la poblaciá
que era la puerta de Santiago, donde acudió el maestre de campo nición útil y disj
don Fabricio de Rosi, y vinieron de parecer de formar dicho puesto luchando al ser ür
con los 160 hombres de la villa que acudían al puesto del maestre de Se desprende »
campo, don Pedro Fonseca. estaban bastante
»E1 maestre de campo, don Juan de la Carrera, guarnece con su tiempo de moros
tercio, que consta de 600 hombres, la puerta de Juan Durán. Al
baluarte de la Magdalena está la guardia de esta forma: En el cam­
po de las monjas, dentro de la primera muralla, 50 hombres con su
capitán, y en el mismo puesto ha de estar la compañía de caballos
de don Pedro de Gamboa; ha de ocupar también el torrejón de San En el referido
Pedro con 15 hombres y con un capitán reformado. En este torrejón cántara durante n
se advierte hay también de guardia dos clérigos de esta plaza con frir mucho su recii
sus escopetas, con que está bastante guarnecido. También guarne­ los gobernantes es
cen el baluarte nuevo de la Magdalena con 150 hombres, que antes es algo evidente y
estaban en la dicha guardia de día y de noche. de reconstruir las
»Este tercio puso en defensa el dicho baluarte de la Magdalena, demás acontecimie
que se hallaba sin ningún terraplén ni parapeto; y ha abierto una tillos y plazas fue
brecha de 15 pasos, trabajando de día y de noche, siempre con la tado calamitoso y
asistencia del maestre de campo y su sargento mayor, hasta que la arquitectónicos o rt
puso en defensa; y después se aplicó esta gente en traer faxina Casi inservibles
y hacer las cortaduras dentro de las casas al puesto de don Fabri­ sido en otro tiemp
cio Rosi, con cuatro mangas y sus capitanes a la brecha. villosa y estratégic
»E1 tercio de Rosi tiene 50 hombres y guarnece la puerta de de las reales obras
Santiago; dásele de ayuda por la cortedad de su tercio las dos com­ sión de nuestra gut
pañías naturales de don Baltasar de Medinilla, las de don Bartolomé de las mismas por
de Cuéllar y don Martín de Vargas, también de naturales, y de don Su informe sintetiza
Alfonso Chamucero, que harán por todo 150 hombres, sin los 50 de «Principiando p
su tercio con que guarnece la puerta y otros tres centinelas. Este izquierda de la pu«
tercio con esta gente llegada hizo la espalda y cortadura de la puerta Juan, consta de cinc
de Santiago para cubrir toda aquella plaza de armas con terraplén fábrica por haber
al recinto, donde el enemigo había de meter su batería trabajando de con un revestimienl
día y de noche; acudiendo el dicho maestre de campo con sus ca­ parapeto es de la m
pitanes y sargento mayor y capitanes nombrados de la villa y ve­ tándole el declive
cinos, siempre asistentes a la brecha, con todo el valor, mientras duró medio; y el espese»
el sitio. so banqueta, es de

26
la de las monjas con »En la barbacana donde el enemigo había puesto una batería,
je r t e de San Martín al sitio de la fuente de los Cantos, acudió un capitán del tercio de
uto mavor para estas don Juan de la Carrera con el alférez Gabriel del Hoyo, agregando
más de 50 vecinos de la villa.»
in» de su tercio; hán- La plaza de Alcántara, en aquella ocasión, terminó rindiéndose al
d a esta gente ha de marqués de Marialva, que mandaba las fuerzas enemigas; y se vieron
te de este tercio tra- obligados los alcantarinos a proceder así porque el ejército portu-
San Martín con su
c is c o .
f ués, superior en número y armamento, había conseguido abrir una
recha en la muralla y, de no haberse entregado los extremeños, ha­
liaza, v puesta la ba- brían asaltado aquéllos la villa y producido toda clase de estragos
ar por aquella parte, entre la población civil, carente de armas y con insuficiente guar­
e l maestre de campo nición útil y disponible, como hemos visto, para resistir y seguir
t r -rmar dicho puesto luchando al ser invadidos sus hogares.
p u e s t o del maestre de Se desprende de cuanto antecede que, a mediados del siglo xvn,
estaban bastante completas las defensas de la que había sido en
Ttra. guarnece con su tiempo de moros pujante v casi inexpugnable fortaleza.
i de Juan Durán. Al
sta forma: En el cam- S # #
La_ 30 hombres con su
c o m p a ñ ía de caballos
■ e n e l torrejón de San En el referido asedio, y otros análogos a que fue sometida Al­
■ a d o . En este torrejón cántara durante nuestras varias guerras con Portugal, debió de su­
eos d e esta plaza con frir mucho su recinto defensivo; y como, por otra parte, la incuria de
i d o . También guarne- los gobernantes españoles en el transcurso de las últimas centurias
50 hombres, que antes es algo evidente y fuera de toda duda, ya que jamás se preocuparon
de reconstruir las fortificaciones maltrechas por las invasiones y
la it e de la Magdalena, demás acontecimientos bélicos, no es de extrañar que nuestros cas­
»eto; v ha abierto una tillos y plazas fuertes se hallen casi totalmente arruinados, en es­
n o c h e , siempre con la tado calamitoso y deplorable, sin la menor utilidad como elementos
: • m a v o r , hasta que la arquitectónicos o reductos militares.
j te en traer faxina Casi inservibles y medio deshechas se hallaban las que habían
I p u e s t o de don Fabri- sido en otro tiempo resistentes y magníficas murallas de la mara­
a b rech a. villosa y estratégica Alcántara, cuando, en 1808, el maestro mayor
~.:ar-~:cCc la puerta de de las reales obras de fortificación, don Cipriano Miranda, con oca­
■su te r c io las dos com- sión de nuestra guerra de la Independencia, efectuó reconocimiento
l la s de don Bartolomé
de las mismas por encargo de la Suprema Junta de Extremadura.
d e naturales, y de don Su informe sintetizado dice así:
h o m b r e s , sin los 50 de «Principiando por la línea de cortina de ángulo saliente de la
» tr e s centinelas. Este izquierda de la puerta de San Juan hasta el baluarte del dicho San
^ •rtadura de la puerta Juan, consta de cincuenta y nueve varas de longitud; ésta es de buena
d e armas con terraplén fábrica por haber sido revestido por el exterior el muro antiguo
m b atería trabajando de con un revestimiento de mampostería ordinaria de piedra y cal. Su
de campo con sus ca­ parapeto es de la misma mampostería, con altura de cuatro pies, fal­
rados de la villa y ve- tándole el declive en su final de altura hasta los cuatro pies y
> c! valor, mientras duró medio; y el espesor o grueso de este muro, medida por el paso de
su banqueta, es de nueve pies, que con el grueso del parapeto, que
es un pie y nueve pulgadas, es el todo del espesor diez pies y nueve
pulgadas.
»El baluarte de San Juan es un saliente que consta de tres lados,
dos flancos y una cara, teniendo su recinto cuarenta y seis varas
de buena fábrica, revestido como la anterior. Su parapeto se halla
levantado a la altura de una vara y el grueso de un pie y nueve
pulgadas, con la demostración de tres cañoneras; faltándole a dicho
parapeto los gruesos para, en su caso, colocar artillería.
»La cortina que sale de este anterior hasta el baluarte de los
clérigos tiene cien varas de longitud, también de buena fábrica.
Su parapeto levantado de cuatro pies, y el grueso de este muro,
por el piso de la banqueta con inclusión de su parapeto, once pies.
»Baluarte de los Clérigos.—Consta de dos flancos y dos caras; la
longitud de su recinto es de sesenta y cuatro varas. Su parapeto ex­
terior, bien fabricado, se halla levantado cuatro pies y dos de grueso,
con cinco cañoneras, pues para la colocación de artillería necesita el
mayor espesor su parapeto.
»La cortina que sigue desde el anterior baluarte hasta el ángulo
oblicuo que forma en su extremo el segundo flanco del baluarte de
Paniagua, avanzado fuera de aquélla, consta de ciento veintiocho
varas de longitud, de buena fábrica también, revestida como las an­
teriores. Su parapeto es de cuatro pies de altura, con el grueso de
dos pies y el ancho de todo el muro, con la inclusión de dicho pa­
rapeto, de diez pies.
Baluarte de Paniagua.— Se halla avanzado fuera de la línea de la
anterior cortina; su figura es de cuatro lados, dos flancos y dos caras;
la longitud de su recinto es de ciento setenta varas, habiendo sido
revestido el muro por su parte exterior de buena mampostería ordi­
naria, quedó por concluirse, hallándose dicha fábrica hasta la altura
del asiento del cordón. Y la entrada de este baluarte se comunica
por el interior del recinto por entrada encubierta que está debajo
de la anterior cortina.
»Viene después la línea de cortina que corre desde el ángulo
oblicuo, que forma en el entrante del flanco del anterior baluarte de
Paniagua, y sigue hasta el entrante del baluarte de la Cruz; tiene de
longitud ciento sesenta y nueve varas, y el grueso medio del muro
siete pies con la inclusión del parapeto que se halla levantado a otros
cuatro. Dicho muro es también de buena fábrica como los anterio­
res; advirtiendo que se halla desacompañado por la parte interior
del terraplén.
»Baluarte de la Cruz.—Es una baluarte de tres lados, con dos
flancos y una cara. Consta su recinto de sesenta y dos varas, con
siete cañoneras y levantado su parapeto con el grueso de cinco pies.
La cortina que sigue del baluarte de la Cruz hasta el inmediato de
la puerta del Postigo tiene de longitud ciento noventa y dos varas.
»Baluarte de la puerta del Postigo.—Este es un saliente de tres

28
lados, dos flancos y una cara. Consta su recinto de cuarenta y nueve
varas. Se halla levantado su parapeto en las dos líneas del flanco que
da a la puerta, y el de la cara de seis pies de grueso; en éstos, cuatro
cañoneras; y en la línea del flanco opuesto, por no haber sido con­
cluida esta obra, se halla su parapeto levantado solamente a la altura
de pie y medio, y sus cañoneras muy altas, siendo necesario para el
uso de artillería levantar su piso.
»La cortina que sigue del anterior baluarte hasta el del Rollo,
tiene ciento sesenta y dos varas de larga. Su parapeto levantado de
cuatro pies, y grueso del muro, once pies y medio, con la inclusión
del parapeto. Todo de buena fábrica, revestidos como los anteriores.
»El baluarte del Rollo.—Es de figura irregular, de cuatro lados.
Consta su recinto de doscientas cuatro varas de longitud, con diez
y nueve cañoneras en sus parapetos, que se halla levantado y tiene
el grueso de seis pies, a excepción de un flanco que sólo tiene cinco
y medio, a causa de no haberse terminado esta obra; por cuya razón
se hace preciso, para colocación de la artillería, levantar su piso
por hallarse elevado el asiento de cañoneras sobre el que hoy tiene,
cuatro pies.
»La línea de cortina que sigue del anterior baluarte del Rollo
hasta el de San Antonio, es de ciento cincuenta varas de largo, fá­
brica moderna de manipostería ordinaria de piedra y cal, y el para­
peto levantado con cuatro pies y medio.
»Baluarte de San Antonio.— De figura regular, de dos flancos y
dos caras. En el flanco y cara que da frente a la puerta de la Con­
cepción, en la línea de la cara por la puerta de Portugal, se tapó
un portillo de veintitrés varas de longitud y seis de altura, a piedra
seca, cuya obra se halla resistente, faltando ser levantada hasta la al­
tura del parapeto. En la de su flanco se halla arruinado un trozo
de quince varas de longitud, y en toda su altura, hasta el final del
parapeto, otro de ocho varas; siendo el grueso de dicho parapeto
de quince pies; pero se halla demolido y aportillado por varias partes.
Consta el recinto del expresado baluarte de doscientas quince varas,
y su fábrica es de mampostería de piedra y barro.
»La línea de cortina que sigue del anterior baluarte hasta el de
la Concepción, es de fábrica de mampostería de piedra y barro, es­
tando demolido la mayor parte de su parapeto y algunos trozos hasta
la banqueta. Su longitud, ciento cuarenta y nueve varas.
«Igualmente en el saliente que forma la avanzada de la puerta de
la Concepción, que está en la línea de la cortina anterior, tiene un
portillo de once varas de largo y cinco de alto; grueso de muro, dos
varas, faltándole las puertas en su portada.
»El baluarte de la Concepción.—Se trata de un saliente de tres
lados, dos flancos y una cara; longitud de su recinto, cuarenta y seis
varas. Su parapeto está destruido en gran parte, con la demostración
de tres cañoneras. El grueso del mismo es de ocho pies.
»La cortina que parte del anterior baluarte hasta el del Diablo,
consta de cien varas de longitud y está fabricada de manipostería de
piedra y barro. Su parapeto, hasta la banqueta, demolido en varios
trechos.
»Baluarte del Diablo.—Es un pequeño saliente de cuatro lados y
consta su recinto de cincuenta varas de longitud. En la cara del flanco
menor tiene un portillo por donde entran y salen las caballerías car­
gadas con toda libertad; el largo de cuatro varas, la altura de cinco
con la inclusión de su parapeto, y tiene tres cañoneras. El parapeto
está demolido en su mayor parte; el grueso de éste, cuatro pies, y
su fábrica de tierra y barro como los anteriores.
»La cortina que parte del anterior baluarte hasta el de la Mag­
dalena, tiene sesenta varas de longitud, y su fábrica también de tierra
y barro, su grueso por la banqueta, cuatro pies, y con la inclusión
de dos que tiene su parapeto, es el todo de este muro seis pies.
La altura del parapeto es de cuatro pies; pero esta línea se halla
desacompañada de terraplén por su pa’rte interior.
»El baluarte de la Magdalena.— Su figura es de tres lados, dos
flancos y una cara, componiendo su recinto diez y seis varas. Está
demolido su parapeto en gran parte, con la demostración de cuatro
cañoneras, y es su fábrica de piedra y barro.
»La cortina que sigue desde el anterior baluarte hasta el de los
Estudiantes, fabricada, asimismo, de piedra y barro, consta de ciento
sesenta y tres varas. Su parapeto levantado como a cuatro pies, y
es el grueso de este muro, por su banqueta con la inclusión del pa­
rapeto, de seis pies. Está desacompañada la línea de cortina, por la
parte interior, de terraplén.
»Baluarte de los Estudiantes.—Es un pequeño saliente de cuatro
lados, dos caras y dos flancos. Mide veintiséis veras su recinto, se
halla destruido su parapeto y es de piedra y barro su construcción.
»E1 trozo de cortina que sigue desde este baluarte hasta unir con
la cerca del convento de San Benito tiene veintiséis varas de lon­
gitud. No hay en dicho muro terraplén por su parte interior, y el
grueso, por su banqueta, es de cinco pies con la inclusión del para­
peto, levantando éste a cuatro pies. Su fábrica, como las anteriores.
»La línea del trozo de cortina que continúa desde la cerca del
dicho convento de San Benito, es obra muy sólida de manipostería
de piedra y cal; de ochenta y cuatro varas de longitud, tiene levan­
tado su parapeto, de tres pies de grueso. De dicha cortina arranca
un saliente de dos lados, siendo la longitud del recinto de cincuenta
y ocho varas, arruinado en trozo de diez y seis varas, y en estado
ruinoso otro trozo de quince. La altura de este muro es de siete
varas, sin parapeto, y su fábrica de piedra y barro.
»La cortina de este saliente hasta otro inmediato a la puerta de
la Cañada, tiene longitud de ochenta y cuatro varas. Esta línea se
hallaba con un muro levantado de dos pies y medio de espesor y

30
hasta el del Diablo, altura de seis varas, habiéndose arruinado, en su mitad, hace años,
a de mampostería de un trozo de veintiséis varas. Hoy vemos que por su interior fue re­
. demolido en varios forzado con otro muro de nueve pies de espesor y altura de cinco
varas, pero sin parapeto. También se arruinó en dicha línea otro trozo
ite de cuatro lados y de trece varas de longitud, y ha sido tapiado para impedir la entra­
En la cara del flanco da y salida con caballerías, aunque con carácter provisional y por
■n las caballerías car­ el lado de la plaza a tres varas de altura. Su fábrica es de mampos­
as. la altura de cinco tería de piedra y barro.
: -r.L' El parapeto »E1 saliente de junto a la puerta de la Cañada tiene figura de
r cuatro pies, y tres lados en cuadrilongo; su recinto es de treinta varas, sin para­
peto, y su fábrica de piedra y barro también. Y siguiendo la línea
hasta el de la Mag­ de la muralla de este anterior hasta el muro antiguo, que se extiende
rea también de tierra hasta donde está cerrada la comunicación con la línea de la batería
v con la inclusión de las monjas, existe una longitud de ciento sesenta y cinco varas,
este muro seis pies. hallándose la mayor parte sin parapeto; y otro trozo de diez y ocho
0 esta línea se halla varas de largo, que fue tapado hasta alcanzar la altura de cuatro
r. varas, faltándole dos varas hasta lo alto de su banqueta. Es, asimis­
es de tres lados, dos mo, de mampostería de piedra y barro.
iez v seis varas. Está «Siguiendo a lo largo del recinto, desde el extremo del anterior
■mostración de cuatro trozo de muro, hay un saliente de tres lados, con recinto de sesenta y
cinco varas, demostración de tres cañoneras, su parapeto demolido en
¡uarte hasta el de los gran parte y el grueso del muro de cinco pies y medio.
arro. consta de ciento »Y siguiendo desde el muro anterior, la línea de la batería de las
orno a cuatro pies, y monjas hasta el ángulo saliente, tiene de longitud ciento veintidós
n la inclusión del pa­ varas; el grueso del muro cinco pies, y es su fábrica de mampostería
lea de cortina, por la de piedra y barro. Está demolido buena parte de su parapeto, hasta
la superficie del piso, por lo que no se aprecian en toda la línea
?ño saliente de cuatro más que el sitio de seis cañoneras.
s veras su recinto, se »Desde el ángulo anterior, extremo de la batería, sigue un trozo
t*arro su construcción, de diez y seis varas de largo hasta unir con un saliente de tres lados,
aluarte hasta unir con cuyo recinto es de treinta y una varas; el espesor de su parapeto es
iritiséis varas de lon- de nueve pies, tiene demostración de una cañonera y está fabricado
ni parte interior, y el de mampostería a base de piedra y barro.
la inclusión del para- »Batería de la fortaleza.—Es un muro de cincuenta y dos varas
l. como las anteriores. de largo y el parapeto correspondiente con ocho y medio pies de
desde la cerca del longitud y seis cañoneras. De buena fábrica, por haber sido reves­
olida de mampostería tido el muro por la parte exterior, y ser de mampostería ordinaria de
longitud, tiene levan- piedra y mezcla de cal; pero al extremo de esta batería se halla
dicha cortina arranca un saliente que forma un cuadrilongo, constando su recinto de cin­
1 recinto de cincuenta cuenta varas; se halla arruinado un trozo de una cara y amenaza
eis varas, y en estado ruina el resto de lo existente y la cara del lado puesto. Tiene su pa­
>ste muro es de siete rapeto levantado y su fábrica de piedra y barro.
>arro. »Desde el punto anterior, sigue un trozo de muralla antigua hasta
íediato a la puerta de confinar con el Hospital Real; dicha muralla se halla en muy mal
o varas. Esta línea se estado.
v medio de espesor y «Siguiendo la línea, por la parte exterior, de la antedicha cor-

31
tina que acompaña al Hospital mencionado, sigue el muro hasta
el punto del antiguo saliente de la puerta de San Juan, donde se dio
comienzo a la medida del recinto, tiene de longitud ciento cuarenta y
ocho varas; a las setenta y tres varas comienza la línea con una
avanzada de dos caras; el muro consta de ocho pies de grueso y
nueve de alto; su parapeto levanta dos a tres pies, con el mismo
grueso. Asimismo, desde el extremo de dicha avanzada hay un trozo
de cortina de mampostería de piedra y barro, de dieciocho varas de
largo, con su parapeto levantado y el resto hasta el expresado ángu­
lo, que mide cincuenta y siete varas, es de buena fábrica de mam­
postería ordinaria de piedra y cal, con su parapeto que alcanza la
altura de cuatro pies.
»Habiendo reconocido, igualmente, los muros del célebre puente,
y empezando por el extremo de allá, por la línea donde está situada
la puerta de Camino Real, resulta que tienen de longitud veintiocho
varas, la mitad con parapeto y la otra sin él, por no haber concluido
dicha obra; el espesor del muro, medido por su banqueta, es de
cinco pies y medio, que con los dos gruesos del parapeto hacen siete
pies y medio. La fábrica es de mampostería ordinaria de piedra
y cal.
»A la parte opuesta se halla situada otra puerta de igual exten­
sión a la anterior, de diez y seis varas de longitud y grueso de cinco
pies. Tiene cinco varas de altura, sin parapeto, por no haber sido
terminada la obra, y la mitad de su fábrica de mampostería de
y cal, en tanto que el resto es obra antigua de mampostería
de piedra y barro.
»A1 extremo del lado de acá, a la entrada del puente, se alza un
trozo de su manguardia con el parapeto demolido. En dicha man­
guardia se halla otra puerta que comunica y lleva a la puerta de
San Juan. Los machones y arcos de esta puerta son de mamposte­
ría ordinaria, y el resto, obra antigua de mampostería de piedra y
barro en estado ruinoso.
»En dicha entrada del puente, y junto a la ermita de San Julián,
hay otro portado que corre por lo ancho del mencionado puente y
tiene de longitud nueve varas y de grueso tres, formando en lo alto
banqueta y parapeto, levantado a cuatro pies y medio; es de mam­
postería ordinaria de piedra y cal.
»En atención al tránsito del Camino Real, que partiendo de la
plaza va hasta el referido puente, a través de la puerta de la fortaleza,
formando dos vueltas, en la primera de ellas, que sale del puente,
había en su guardalado un muro que servía de camino cubierto,
con sus aspilleras para la defensa en las estaciones de guerra y la
acción de bajar y subir las tropas sin ser vistas del enemigo; se halla
dicho muro con varios trozos demolidos hasta el sitio de las caño­
neras; otros lo están hasta su piso, pues constando su longitud
de doscientas ochenta y cinco varas, sólo existe un trozo de sesen-

32
<*. sigue el muro hasta
>an Juan, donde se dio
í ¿itud ciento cuarenta y
lienza la línea con una
•xho pies de grueso y
tres pies, con el mismo
i ¿\ anzada hay un trozo
o. de dieciocho varas de
íista el expresado ángu-
buena fábrica de mam-
parapeto que alcanza la

•iro- del célebre puente,


linca donde está situada
i de longitud veintiocho
p -r no haber concluido
> t su banqueta, es de
de! parapeto hacen siete

Alcántara.— Trozo de muro


na ordinaria de piedra

i puerta de igual exten-


gitud y grueso de cinco
>eto. por no haber sido
ica de mampostería de
intigua de mampostería

i del puente, se alza un


molido. En dicha man-
y lleva a la puerta de
lerta son de mamposte-
ampostería de piedra y

a ermita de San Julián,


. -riencionado puente y
es. tormando en lo alto
- y medio: es de mam-

d. 'jue partiendo de la
a puerta de la fortaleza,
s. ¡ue sale del puente,
la de camino cubierto,
aciones de guerra y la
i' del enemigo; se halla
ta el sitio de las caño-
constando su longitud
i'te un trozo de sesen-
ta y cinco varas en buen estado; y en la segunda de las vueltas
dichas, falta todo el camino cubierto y sólo tiene pared a piedra Al tener noti
de exclamar: «1
seca de corta altura, sirviendo para el acompañamiento y guarda
de dicho tránsito de camino. grandes preocup
«Nota.—Asimismo, fuera del recinto de muralla, a distancia de Y, efectivame
unas ciento cuarenta varas, se halla un muro, especie de rebellín, Fehrí se dispuse
en tan mal estado que sus dos caras aparecen arruinadas en su mayor Cazorla, abrigo <
derramán, donde
parte; igualmente, y en lugar más avanzado, está otro llamado ba­
luarte de San Pedro, con figura pentagonal, su fábrica se halla en acaudilló él misi
buen estado, aunque demolidas muchas partes de sus parapetos y hermano Cassín \
banquetas, sin puertas en su entrada ni puente levadizo, que tam­ Sin pérdida d
bién tenía, y sin cuerpo de guardia. Este muro y el anterior se hallan sa hueste, se ene
bajo los fuegos de los baluartes de la Cruz y del Rollo, y su fábri­ castillado los reb<
ca de mampostería de piedra y barro. se sucedían cada
»Los puntos que predominan sobre la plaza para poder atacarla años, Asuad y los
son fronteros a la línea del recinto que corre desde el baluarte de cilla se vio precL
la Cruz hasta el de la Magdalena; y por el lado opuesto, por la a su causa, llevar
gedia en que hab
parte del Tajo allá, una montaña que sale del mismo puente y se
llama el Cerro de las Vigas» (15). Vagando por í
garbe y allí fue pe
de Beja y Badajoz
III fanáticos partidari<
de dificultades, lie
rente del walí o g<
P inceladas s o b re su h is t o r ia bajo e l d o m in io m u su l m á n .
f as sierras circunda
Las primeras noticias que tenemos de la existencia de Alcántara guió al fin penetrar
durante la dominación sarracena se remonta al año 781, fecha en que Una vez más st
se vio tremolar la bandera de la rebelión en el mismo seno de Anda­ bañada por el Tajo
lucía, cuando Abul Asuad, hijo de Yussut el Fehrí, consiguió escapar los muslines, el bra
de una fortaleza de Córdoba, donde lo tenía encerrado el emir Ab- histórico y suntuosa
derramán I, después de los muchos sobresaltos y preocupaciones que ridas sangrantes, bi
a éste habían proporcionado los miembros de las familias Abassidas a raíz del trascendí
y Fehríes, guerrilleros indomables, valientes, osados e incansables, funesto para la Crist
que no perdonaban al usurpador Beni-Omeya. Años más tarde,
Asuad había conseguido huir de la prisión valiéndose de una cu­ Abdalla Mohamed,
riosa estratagema; y fue el caso que cierto día, sacado de un oscuro España, nos da noti
calabozo para que paseara en los patios, tuvo la feliz inspiración y tara cuando escribe:
ocurrencia de quejarse y lamentar, vociferando, que en aquel preci­ castillo, donde se ew
so momento se había quedado ciego por los efectos fulminantes de v son también allí E'
los rayos solares. Y fingió la terrible desgracia con tal habilidad cántara) y Coria». Y
y maestría, que los guardianes de la cárcel le permitieron en lo dos jornadas. Cantal
sucesivo mayor libertad; y esta situación de privilegio facilitó al re­ Es una fortaleza coi
ferido príncipe escalar las tapias del fuerte y reunirse con sus par­
tidarios. 16) L a f u e n t e , M o
18871.
(17) Vid., Anales Tot
(15) Extremadura en la guerra de la Independencia Española, por R. Gó­ pottelanos, y en la Crón
mez págs. 121-6, 2.a parte (Badajoz, 1908).
V il l a f r a n c a ,
amiento y detalle de esta

34
- .Tunda de las vueltas Al tener noticia Abderramán de la fuga del hijo de Yussut, hubo
o tiene pared a piedra de exclamar: «Temo que la fuga de este ciego nos haya de causar
mpañamiento y guarda grandes preocupaciones y derramamientos de sangre».
Y, efectivamente, el intrépido descendiente de la dinastía de los
muralla, a distancia de Fehrí se dispuso a empuñar las armas y pasó a las montañas de
iro. especie de rebellín, Cazorla, abrigo de sus parciales y de todos los descontentos de Ab­
arruinadas en su mayor derramán, donde pronto reunió un ejército de 6.000 hombres, que
>_ está otro llamado ba- acaudilló él mismo, auxiliado por otros dos expertos capitanes: su
su fábrica se halla en hermano Cassín y el bandido-guerrillero Hafila.
rte> de sus parapetos y Sin pérdida de tiempo, el emir en persona, al frente de numero­
ente levadizo, que tam- sa hueste, se encaminó a la sierra, en cuyas breñas se habían en­
■•v el anterior se hallan castillado los rebeldes; los atacó con ímpetu, y aunque los combates
v del Rollo, y su fábri- se sucedían cada día y las guerrillas se sostuvieron durante tres
años, Asuad y los suyos sufrieron tan duro quebranto que el cabe­
aza para poder atacarla cilla se vio precisado a huir acompañado de un puñado de fieles
re desde el baluarte de a su causa, llevando el pavor en su semblante por la horrible tra­
el ..ido opuesto, por la gedia en que habían sucumbido 4.000 de sus parciales.
de! mismo puente y se Vagando por Sierra Morena durante algún tiempo, pasó al Al-
garbe y allí fue perseguido sin tregua por los walíes de las ciudades
de Beja y Badajoz, hasta el extremo de tener que abandonar a sus
fanáticos partidarios; y caminando de noche, venciendo todo género
de dificultades, llegó a tierras de Extremadura. Perseguido por la
gente del walí o gobernador de Alcántara, pudo escapar a través de
MUSULMAN. las sierras circundantes; y al amanecer de un día del año 784, consi­
guió al fin penetrar y hallar seguro refugio en la ciudad de Coria (16).
existencia de Alcántara Una vez más se hace referencia a la interesante villa fronteriza
¿1 año 781. fecha en que bañada por el Tajo, en 1086, cuando, siendo todavía patrimonio de
el mismo seno de Anda- los muslines, el bravo, decidido y confiado rey Alfonso VI, cruzó su
Fehrí. consiguió escapar histórico y suntuoso puente, acongojado y maltrecho, con sus he­
a encerrado el emir Ab- ridas sangrantes, buscando refugio en Coria por ser lugar seguro,
:•? v preocupaciones que a raíz del trascendental y lamentable desastre de Zalaca (17), tan
le las familias Abassidas funesto para la Cristiandad.
s. i ~ados e incansables, Años más tarde, el gran geógrafo e historiador musulmán Abu
!>'a- Abdalla Mohamed, El Edrisi, en su libro intitulado Descripción de
m valiéndose de una cu- España, nos da noticias de la estratégica y bien fortificada Alcán­
lía. sacado de un oscuro tara cuando escribe: «Con esta provincia (la del Garb) limita la del
ivo ’a feliz inspiración y castillo, donde se encuentra el castillo a que da nombre Abu Danés,
ido. que en aquel preci- y son también allí Evora, Badajoz, Jerez, Mérida, Cantara-as-saif (Al­
s efectos fulminantes de cántara) y Coria». Y después agrega: «De Mérida a Cantara-as-saif,
gracia con tal habilidad dos jornadas. Cantara-as-saif es una de las maravillas del mundo.
:el le permitieron en lo Es una fortaleza construida sobre un puente. La población habita
privilegio facilitó al re-
v reunirse con sus par- (16) L a f u e n t e , M o d e s t o : Historia de España, t. II, p á g . 183 ( M a d r i d ,
1887).
(17) Vid., Anales Toledanos, Crónica Burgense, Anales Complutenses y Com-
iencia Española, por R. Gó- postelanos, y en la Crónica Lusitana, que es la que se ocupa con más dete­
»&). nimiento y detalle de esta batalla.
en esta fortaleza, donde está al abrigo de todo peligro, porque sólo
se le puede atacar por el lado de la puerta» (18).
Algún tiempo después, concretamente en 1142, Alfonso VII, el Em­
perador, cuando se había apoderado ya de la romana Cauria, según
opinión de los historiadores liberó del yugo musulmán la mayor
parte de las ciudades, villas y lugares asentados junto a las márge­
nes del Tajo, entre ellos la sin par Alcántara; pero no retuvo sus
conquistas, pues se limitó en la referida campaña a irrumpir con
éxito en la comarca comprendida entre Tajo y Guadiana, talar los
campos, aniquilar parte de las guarniciones de las principales plazas
fuertes y atemorizar a sus habitantes; porque, no siéndole posible
conservar el fruto de sus expediciones por no disponer de tropas
suficientes para completar las indispensables guarniciones, decidió
abandonarlo todo y regresar victorioso y con elevada moral a su punto
de partida: las tierras que en aquel tiempo recibían, respectivamen­
te, los nombres de Transierra y Extremadura leonesa.
En 1166, Fernando II de León concentró sus mesnadas en Ciudad
Rodrigo y se dispuso a liberar del dominio sarraceno toda la parte
transerrana, conforme a lo concertado con su hermano Sancho en el de- Alcántara se h¡
tratado de Sahagún. Con tal objetivo, avanzó hasta Perosín y, des­ fa ttn x residencia
colgándose a través de la sierra, cayó con sus ejércitos sobre Coria, a voáír atendería n
la que sujetó fuertemente. B u u u t se les cci
Gran estratega, el monarca leonés aprovechó la euforia de sus corriendo
tropas como consecuencia natural de los recientes triunfos obtenidos Las lEreáes de
y prosiguió la campaña, consiguiendo apoderarse de varias fortalezas
de extraordinaria importancia, como los castillos del Portezuelo y
Alconétar, y la plaza de Alcántara, que era a la sazón uno de los
mejores presidios de la región (19).
En su triunfal correría se vio auxiliado muy eficazmente por don
Armengol, conde de Urgel, el cual, al frente de varios y muy pres­
tigiosos caballeros catalanes, se distinguió notablemente en la his­
tórica y trascendental empresa. Fue, asimismo, positiva y conve­
niente la ayuda prestada por el obispo de Coria, don Suero, quien
capitaneó personalmente las milicias integradas por los representan­
tes de los varios concejos de su diócesis, según refieren las crónicas.
Y en recompensa a los servicios prestados por estos esclarecidos
personajes, el rey de León hizo donación a don Armengol de la
jurisdicción civil, y de la eclesiástica, al prelado cauriense.
En la brillante incursión que llevó a efecto algún tiempo después
el almohade Jusut Abu Jacob, puso en grave aprieto a la urbe alcan-
tarina, hasta que, finalmente, consiguió apoderarse de ella por en­
contrarla poco guarnecida; pero en la feliz y fructífera campaña
iniciada en 1213 por el batallador don Alfonso IX de León —que
(18) Vid., la ya cit. obr. de M a r t í n e z y M a r t í n e z , pág. 120.
(19) En nuestra obra, CORIA.— Reconquista de la Alta Extremadura,
pág. 78, y en la ref. Crónica, de T o r r e s y T a p i a , t. I, págs. 65 y siguientes.

36

\
lo peligro, porque sólo
18 ).
siguió la ruta utilizada por su padre—, bajó a la ciudad de Coria,
42. Alfonso VII, el Em- desde donde avanzó hacia los arrabales de Alcántara y la sometió a
romana Cauria, según estrecho cerco.
> musulmán la m a y o r Resistieron tenazmente sus habitantes los embates del leonés;
pero viéndose en inminente peligro, pidieron ayuda a sus hermanos
i js j u n t o a la s m á r g e -
los moros de Cáceres, Montánchez, Medellín, Valencia de Alcán­
o. p ero no re tu v o su s
tara y Badajoz, quienes les enviaron todos los refuerzos de que
mpaña a i r r u m p i r c o n
podían disponer; mas a pesar de estos socorros, al transcurrir once
y Guadiana, talar los
i las principales plazas
meses de sitio, y aunque procuraron aumentar las defensas cortando
el famoso puente, sucumbieron al fin ante la persistente arremetida
ie, no siéndole posible
d o disponer de tropas
de los cristianos, y se vieron precisados a entregar la plaza, que
i guarniciones, decidió fue dada por el rey Alfonso a la Orden de Calatrava, en pago a su
evada moral a su punto positiva colaboración en todas las operaciones guerreras en que
xibian. respectivamen- habían tomado parte.
1 leonesa.
Pasado algún tiempo, surgieron algunas diferencias entre los ca-
is mesnadas en Ciudad latravos y sus congéneres, los milites de San Julián del Perero, por
arraceno toda la parte razones de límites especialmente; y como, por otra parte, la plaza
hermano Sancho en el de Alcántara se halla situada a mucha distancia de la villa de Ca­
> hasta Perosín y, des­ latrava, residencia matriz de los caballeros de esta Orden, por no
ejércitos sobre Coria, a poder atenderla ni defenderla, se llegó a un acuerdo con los del
Perero y se les cedió la fortaleza alcantarina, en determinadas con­
xho la euforia de sus diciones, corriendo el año 1218.
□tes triunfos obtenidos Los freires de San Julián trasladaron a ella su convento al año
rse de varias fortalezas siguiente; y desde entonces se llamó al instituto o hermandad que
illos del Portezuelo y tuvo su origen en 1156, junto a la ribera del Coa, Orden militar y de
a la sazón uno de los caballería de Alcántara.
A partir de esta época no tuvo que temer ya la mencionada
v eficazmente por don plaza fuerte a la morisma, porque las huestes de Alfonso IX y Fernan­
de varios y muy pres- do III la acosaron constantemente en diversas ocasiones, y obligaron
rfablemente en la his- a los muslines a retirarse más allá del Guadiana, quedando por ello
x k », positiva y conve-
libres para siempre del dominio de los hijos del Islam todos los te­
nria. don Suero, quien rritorios de la Alta Extremadura.
is por los representan- No pudo, sin embargo, la insigne villa, tanto por ser fronteriza
n refieren las crónicas, como por radicar en ella la casa central de la Orden militar men­
por estos esclarecidos cionada, disfrutar una paz duradera. Las guerras de España con
don Armengol de la Portugal y otras naciones aliadas suyas, y las intrigas, querellas y cis­
lo cauriense. mas que dividían con frecuencia en bandos a los freires y altos dig­
algún tiempo después natarios de la Orden, se lo impedían.
prieto a la urbe alcan- # #
erarse de ella por en-
y fructífera campaña
'■> IX de León — que Se acusa la necesidad, en nuestros días, de un trabajo histórico,
voluminoso y apretado de contenido, donde se narren con deteni­
ez . pág. 120. miento las vicisitudes de la legendaria villa de Alcántara; pero esta
ie le Alta Extremadura, monografía sobre los castillos cacereños, por su específica índole,
. I. págs. 65 y siguientes. no es lugar apropiado para empresa tan interesante y principal.

37
+

E L CASTILLO DE ALCONETAR

S it u a c ió n de un c a stro ro m a n o y de la tercera m a n s ió n , l l a m a d a
T ú rm u lu s, d el I t in e r a r io de A n t o n in o .

Es, posiblemente, el gran Sertorio, nacido en Nursia, del país de


los sabinos, no lejos del Tíber, la figura más atrayente de cuantas
surgieron en Lusitania y no dieron tregua ni descanso a las legiones
de Roma con su persistente y encarnizado modo de batallar.
A pesar de su origen, que le permitió practicar el arte de la guerra
al lado de Quinto Servilio Cipión, Mario, Tito Didio y otros gene­
rales, acogió, estando en Mauritania, la embajada que le enviaron
los valientes e indomables lusitanos y accedió gustoso pasar a Iberia
para capitanear los restos de las partidas de Viriato y otras que
habían surgido pujantes, llenas de fe inquebrantable, influidas por el
ejemplo del inmortal caudillo, manteniéndose en pie de guerra, en
permanente guerra de guerrillas, sin merma de su coraje por el
trascendental desastre numantino y otros mil acontecimientos ad­
versos.
El año 80 antes de Jesucristo empezó Sertorio su lucha memora­
ble contra los dominadores romanos, derrotando a Tufidio, enviado
de Sila y pretor de la España Ulterior.
Cruza después la Lusitania y avanza al país de los vetones que

39
a s f t j j —ü en las n
sin TOacer las gr
11- : ' sierra<
derosas v laberínt
su grave dificultac
existencia en dicha
de unos 200 ldlóme
hasta I as picachos c
Un año despué
cuidado: Quinto C
rior, encargado poi
Desde Medellír
Metelo Pío hasta C
romanas enclavada
rn sus expedicione
estos dichos g(
*e nasta quedar trí
i» Península, tiemj:
E año 95 anter:
i- Publio I

"• ~ irso de !
Esta \ia militar
llegar por el septen
var), doade se bifui
naba en Astúrica Ai
noroeste, b meseta
alcanzar C añar Aho
En sa trayecto, c
tes mangones, toda
rario de Antoníno 1
(Casas de don Antón
lus (Af a n a r 1. RUst
tas de Caparra) y C
Es a la tercera c
dedicaremos especial
castro enclavado en ;
cuya base bañan, p
Almonte. en el preci
de los mencionados
otros lados, p a r e l e
da la cuenca c-t .r. ai

(1) Historia it i ■
romana», pág. 214 V¿ -
A lcon etar .— Planta de la cerca y torres
asentaban en las márgenes del Tajo —circum Tagum vetonem —, no
sin vencer las grandes dificultades encontradas a su paso hasta
llegar a las sierras de Gata y Credos, donde se alzan las más po­
derosas y laberínticas montañas graníticas de toda la región; pero
su grave dificultad, la movilización, estaba en parte resuelta por la
existencia en dicha comarca de una vía utilizable y muy a propósito,
de unos 200 kilómetros de extensión, que conducía desde el Guadiana
hasta los picachos de la Carpetovetónica.
Un año después, el 79, le salió a Sertorio un enemigo de mucho
cuidado: Quinto Cecilio Metelo Pío, procónsul de la España Ulte­
rior, encargado por Sila para hacerle frente y destruirlo.
Desde Medellín, pueblo que lleva su nombre, hacía incursiones
Metelo Pío hasta Castra Cecilia, Capera, Rusticiana y otras colonias
romanas enclavadas en las tierras ocupadas por Sertorio, utilizando
en sus expediciones la mencionada vía calzada, que fue reparada
por estos dichos generales y ampliada y acondicionada debidamen­
te hasta quedar transformada en una de las principales arterias de
la Península, tiempo después, por el emperador Trajano.
El año 95 anterior a la venida de Cristo, el pretor romano en la
Lusitania, Publio Licinio Craso, había dispuesto el trazado de la
mencionada vía, que al ser convertida en calzada amplia y firme
en el trascurso de los años, tomó el nombre de Camino de la Plata.
Esta vía militar arrancaba de Em érita Augusta (Mérida) para
llegar por el septentrión hasta Vicus Coecilius (Baños de Montema-
yor), donde se bifurcaba. Una rama seguía dirección norte y termi­
naba en Astúrica Augusta (Astorga); y la otra cruzaba, en dirección
noroeste, la meseta celtibérica y buscaba el valle del Ebro hasta
alcanzar Caesar Augusta (Zaragoza).
En su trayecto, desde Mérida a Montemayor, existían las siguien­
tes mansiones, todas de extraordinaria importancia, según el Itine­
rario de Antonino Augusto; Em érita Augusta (Mérida), Acl Sorores
(Casas de don Antonio), Castra Coecilia (junto a Cáceres), Ad Túrmu-
lus (Alconétar), Rusticiana (entre Galisteo y Riolobos), Capera (Ven­
tas de Cáparra) y Coecilio Vicus (Baños de Montemayor) (1).
Es a la tercera de las estaciones señaladas, Túrmulus, a la que
dedicaremos especial atención, después de ocuparnos del imponente
castro enclavado en sus proximidades sobre la cima de un montículo,
cuya base bañan, por sus costados norte y oeste, los ríos Tajo y
Almonte, en el preciso punto de su confluencia; ya que el segundo
de los mencionados es afluente muy calificado del anterior. Por los
otros lados, por el este y sur, circundan la prominencia menciona­
da la cuenca de un arroyuelo y una profunda hondanada donde debió

(1) Historia d e España, dirigida por R. Menéndez Pidal, t. II, «España


romana», pág. 214 (Madrid, 1935),

41
excavarse ancho v
por arrastres de tiei
Todavía en nut
ros y soterrados ci
lizada por las legú
‘ • " 1 por tierras de Yetoi
Son más percep
al primer recinto,
roeste; y sobre elle
o quizá algún tien
muro que aún se i
vación.
Coincide nuestr
que hace un histori
pués Alconetar, cua
utilizadas en Españ
tégicos. Dice así: «.
tenecer la recia fábi
cía del Almonte coi
de Alconetar» (2).
Resulta, pues, e
importante reducto
nencia rocosa que 1
muv cerca del lugar
a partir de Mérida,
en el Rinerario de Ai
Al momento de *
el referido castro se
de barcazas, llamada
porte de personas, g;
al frente de los dest
español, se creyó ot
posible, cuantas emj
h itantes de las provin
Reformó y mejor
tara más útil, dispus
arrancaba desde los
raba el anchuroso T
orilla del otro lado.
Encargó la gigant
maestro Lucio Vivió,
¡aortalizó su nombre
■•portantes de aquel
C'Andiosidad.

Ibid., pág. 589.


excavarse ancho y defensivo foso que aparece hoy medio cegado
por arrastres de tierra y cascotes.
Todavía en nuestros días pueden apreciarse restos de bajos mu­
ros y soterrados cimientos pertenecientes a la vieja fortificación uti­
lizada por las legiones de Roma durante su dominación y andanzas
por tierras de Vetonia.
Son más perceptibles los vestigios, correspondientes posiblemente
al primer recinto, del antiquísimo castro romano, en el ángulo no­
roeste; y sobre ellos se construyó, a finales de la Baja Edad Media,
o quizá algún tiempo después, un resistente y bien acondicionado
muro que aún se mantiene fuerte y en perfecto estado de conser­
Q vación.
Ó Coincide nuestra apreciación a este respecto con la referencia
que hace un historiador refiriéndose al puente romano llamado des­
pués Alconetar, cuando trata sobre los castillos y otras fortificaciones
utilizadas en España por los romanos para defensa de puntos estra­
tégicos. Dice así: «A una fortaleza de más consideración puede per­
tenecer la recia fábrica de sillería existente en el punto de confluen­
V'
**¿s cia del Almonte con el Tajo, en el arranque del mencionado puente
de Alconetar» (2).
Resulta, pues, evidente e indiscutible la existencia de un muy
importante reducto fuerte, de traza romana, en el vértice de la emi­
nencia rocosa que forma el río Almonte al desembocar en el Tajo,
muy cerca del lugar exacto que ocupara Túrmulus, tercera mansión,
a partir de Mérida, de la Calzada o Camino d e la Plata, que figura
en el Itinerario de Antonino.
Al momento de ser inaugurada la famosa vía mencionada, desde
el referido castro se pasaba el río hasta la orilla opuesta por medio
de barcazas, llamadas lurias, hábilmente acondicionadas para el trans­
porte de personas, ganados y enseres de todas clases; pero al ponerse
al frente de los destinos de Roma el emperador Trajano, de origen
español, se creyó obligado y se sintió dispuesto a favorecer, en lo
posible, cuantas empresas pudieran ser útiles a sus paisanos, los ha­
bitantes de las provincias hispanas.
Reformó y mejoró el Camino de la Plata y, a fin de que resul­
~< tara más útil, dispuso la construcción de un magnífico puente que
arrancaba desde los muros ciclópeos de la aludida fortaleza y cru­
zaba el anchuroso Tajo, facilitando el enlace de la calzada hasta la
orilla del otro lado.
Encargó la gigantesca empresa a uno de sus mejores artífices, al
maestro Lucio Vivió, contemporáneo de Cayo Julio Lacer, quien in­
mortalizó su nombre con la erección de uno de los monumentos más
importantes de aquel tiempo; el puente de Alcántara, de insuperable
grandiosidad.

(2) Ibid., pág. 589.

43
De todas maneras, el puente romano del arquitecto L. Vivió es
una pieza ejemplar, merecedora de elogio. Mide de longitud 250 me­
tros, o acaso más, pues no pueden determinarse hoy con toda exac­
titud sus precisos puntos de arranque y terminación. Tenía 13 arcos
(aunque determinado tratadista admite 18) y eran de medio punto,
trazados al estilo romano y sostenidos por pilastras de 6,60 metros
de largo y 4,20 de espesor, en forma de tajamar por el lado de
aguas arriba y redondas por el opuesto.
Los arcos son desiguales, cual sucede en el puente de Alcántara,
en el de Barco de Avila y en otros similares.
Los restos que aún se conservan muestran haber sido obra de
mucha consideración, a causa de la anchura del Tajo en aquel
punto. Muéstranse todavía al visitante los resquebrajados pilares que
emergen de entre las aguas, y cuatro arcos enteros, dos rehechos y
escarzanos. Se ha supuesto que serían todos escarzanos, pero resul­
ta más cierto que sólo fueron de este estilo los volteados entre las
dos líneas oblicuas confluentes del declive del terreno y el del puente
en favor de la vertiente del agua.
Toda la fábrica es de sillería granítica almohadillada, sujeta con
mortero de cal y cantos rodados. Aparecen moldurados los arran­
ques de los bellos arcos y la indispensable cornisa que corre a todo
lo largo de la base del pretil del puente.
Algunos autores admiten que en el centro del puente debió al­
zarse un arco de triunfo en honor de Trajano, al modo del que aún
luce su esbelta silueta sobre el puente de Alcántara; pero carecemos
de testimonios que justifiquen tal suposición.
Sobre el río Almonte, y muy próximo al lugar donde vierte sus
aguas en el Tajo, existió otro puente de menor importancia; tan
poca debió ser que no han llegado hasta nuestros días más que un
par de pilastrones enclavados en sus respectivas orillas. Su exis­
tencia resulta indudable y es fácil suponer que con él aumentó la
utilidad y valor estratégico de aquellos lugares, tan acertadamente
fortificados por los romanos (3).
Hasta el siglo xvm se conservaban en todo el largo trayecto de
la Vía d e la Plata numerosas piedras miliarias de diversas épocas,
desde Augusto a Caracalla; pero hoy no restan más que algunos
fragmentos dispersos.
# # #

Pero... ¿y Túrmulus?... ; Dónde estuvo situada la tercera mansión


de la C alzada d e la Plata, llamada Túrmulus, a que hacen referen­
cia los Itinerarios?...
He aquí una pregunta difícil de contestar, pues aunque la ma­

(3) Ibid., págs. 575-6.


yoría de los escritores, como Ponz, Viu, Madoz, Hurtado y Mélida,
ótecto L. Vivió es entre otros, afirman taxativamente que la estación de referencia
e j <r z:tiid 250 me­ reemplazó al mencionado castro; es decir, ocupó el mismo realce
a r can toda exac- donde reconstruyeron, años más tarde, árabes y cristianos el cas­
- Tenia 13 arcos tillo llamado de Alconetar y Rochafrida, en la desembocadura del
■ de medio punto, Almonte en el Tajo, los eruditos extremeños Paredes Guillén y San­
-ü de 6.60 metros guino Michel (4), que se ocuparon detenidamente de este asunto
m por el lado de durante la primera decena de la actual centuria, discrepan del pa­
recer de los anteriores.
nr.'.r de Alcántara, Nosotros estamos de acuerdo a este respecto con la opinión de
Sanguino y nos decidimos a admitir con él que el solar de la vieja
aher - io obra de Túrmulus es un pequeño cerro situado junto a la margen derecha del
kti Tajo en aquel Tajo, entre el puente del ferrocarril y el sitio donde empiezan las
— pilares que ruinas del de Alconetar, llamado también Mantible; unos metros
as. dos rehechos y más cerca quizá de este último.
■ZJM&. pero resul- Levántase el terreno, entre los dos puntos indicados, en suave
ktJteados entre las declive formando un montículo que llaman Cerro de la Magdalena,
mn v el del puente y en la mitad aproximadamente de su ladera se efectuaron excavacio­
nes a principios de siglo, que dieron por resultado la aparición de
idAada. >ujeta con diversos restos, suficientes para justificar que existió allí una regu­
dandos los arran- lar población, cuyos vestigios han permanecido soterrados por es­
b que corre a todo
pesa capa de aluvión durante muchísimos años.
Los sondeos y excavaciones superficiales efectuados en dicho
i puente debió al- lugar, bajo la experta dirección de Sanguino, permitieron descubrir
míodo del que aún y examinar grandes sillares cuya cifra rebasó el número de 40, al­
ñero carecemos gunos de dimensiones colosales; varios trozos de columnas de gra­
nito que, por superposición, formarían el fuste completo; un pedazo
ir «Vni*» vierte sus de mármol que tenía de longitud y diámetro, 60, 21 y 24 centímetros;
r ¡ i « l un ¡i tan una gran basa de orden toscano de granito con plinto; sepulturas
6 días más que un orientadas de norte a sur, cuyos fondos y paredes estaban enlucidos
k orikrs. Su eris- por mortero de cal; algunas inscripciones romanas y varias monedas;
«*«■ él aumentó la tres grandes bloques que servían de base a fuertes muros; otros va­
tan ¿curtidamente rios paredones hechos con pizarra y mortero; varios paramentos de
color rojizo; y, finalmente, fueron hallados diversos objetos, entre
i largo travecto de ellos un compás de hierro de 165 milímetros de largo. Todo ello
de diversas épocas, en un área de terreno relativamente pequeña.
i .jue algunos Cuanto dejamos consignado evidencia sobradamente que allí
hubo construcciones de indudable importancia; y la idea de lugar
poblado es preciso admitirla al considerar la proximidad de la cal­
zada y la topografía del terreno, harto más accesible que el asiento
del castillo de Alconétar.
t la ta c n a mansión Argumenta Paredes Guillén, para justificar su opinión, el hecho
am e hacen referen- cierto de que en lugar próximo a todas y cada una ae las mansiones
axmque la ma­
(4) Sanguino M ic h e l, Revista de Extremadura, t. V III, págs. 374 y si­
guientes.

45
que cubrían el trayecto de la gran calzada existían otros tantos cas-
tros; lugares fortificados donde se refugiaban y parapetaban los ha­
bitantes de las aludidas poblaciones en caso de guerra o de otros pe­
ligros inminentes.
Deducimos, por tanto, que existió Túrmulus en la orilla derecha
del Tajo; el castro, que después fue castillo, en la eminencia cuyos
pies baña también el confluente Almonte; y que mansión y forta­
leza quedaban unidos por el gran puente que edificara L. Vivió, po­
niendo en comunicación el referido lugar fortificado con la orilla
izquierda del Almonte por otro puente, cuya s estribaciones de una
y otra orilla aún subsisten.
Agrega Paredes que cerca del Cerro de la Horca hay un túmulo,
y en la Vega de Garrote, formada por el Guadancil, varios túmulos o
sepulturas de la edad de piedra, y a ellos, indudablemente, alude
el nombre de la mansión.
El Cerro de la Magdalena se llama así por la ermita de este
nombre que hubo junto a su pie y a la cabeza del puente; ermita
que fue antes templete o sácelo romano, análogo al de San Julián, por
fortuna conservado, a la entrada del puente de Alcántara.
Cuanto dejamos consignado confirma nuestro parecer respecto
a la exacta situación de la tercera mansión de la Calzada d e la Plata,
en oposición al criterio seguido por los historiadores mencionados,
quienes, a nuestro modo de entender, han admitido como buenas
las referencias de la tradición, sin detenerse a meditar sobre el
asunto; aunque, en verdad, la última palabra no puede decirse ni
admitirse como artículo de fe hasta que se efectúen las excavaciones
indispensables para conocer con detalle y fundamento toda la zona
que circunda el referido puente romano y los antañones muros en
que destaca, gallarda y retadora, la romancesca torre de Floripes.

II

E l c a s t i l l o á r a b e d e A l c o n e t a r y l a le y e n d a d e F lo r ip e s .

Al irrumpir, el año 711, en la Península Ibérica la gran avalancha


de mahometanos, integrada por gentes de diversas razas y tribus, ca­
pitaneados por Tarik, y alcanzar en sus avances la extensa comarca
que llamaron después territorio d el Garb, fueron los berberiscos los
que se apoderaron de la parte noroeste de la actual provincia ca-
cereña.
Eran tales elementos guerrilleros inquietos e indomables por na­
turaleza; y dado su temperamento belicoso, eligieron los lugares
más estratégicos, los más prominentes y con mejores condiciones de­
fensivas, para fijar su residencia.
Sobre la mayor parte de los múltiples campamentos y puntos for-

46
r. stros tantos cas-
mpetaban los ha-
erra o de otros pe-

n la xilla derecha
r eminencia cuyos
n ansí n y forta-
kara L. Vivió. po-
a d o coa la orilla
- r . - r . r ' de una

n bav un túmulo,
I, varios túmulos o
dablemente, alude

la ermita de este
dei p-:ente; ermita
de San Julián, por
tcantara.
> rvirec-er respecto
: la Plata,
lores mencionados,
tbdo como buenas
meditar sobre el
►puede decirse ni
m las excavaciones
■ a to toda la zona
muros en
torre de Floripes.

FLom s

1 1> gran avalancha


i m a v tribus, ca­
la comarca
los berberiscos los
rCnl provincia ca-

■nobles por na-


¡gierou los lugares
cr; de-

ratos v puntos for-


r

tificados que acondicionaron y utilizaron los primeros pueblos in­


tenor, cuadrado
vasores y dominadores de nuestro suelo a todo lo largo del cauce cias, a juzgar pe
del Tajo, aprovechando sus firmes cimientos o paredones semiderrui-
aún afloran en el
dos, construyeron de nueva planta o reedificaron los nuevos señores, la principal y fu
los jerifaltes islámicos, sus amplias alcazabas y sus morunas medinas
llamaríamos ’hov
y aldeas, protegiéndolas con muros y otros ingenios adecuados para sadas en el lien;
la defensa. dieiones naturale
Dada la posición ventajosa del antiquísimo campamento romano dos ríos, la tajan
a que venimos refiriéndonos, se dieron pronto cuenta de que era hasta el cauce d
nudo vital de importantes comunicaciones y sitio muy indicado para, por el lado merid
fortificado el cerro, poder disponer y asegurar el dominio de una Al ser liberad
extensa y estratégica comarca; porque poseer aquel lugar suponía
lo entregaron, co
tanto como tener en sus manos la llave que cerraba el paso a los
estos caballeros o
ejércitos cristianos en sus posibles y pretendidas arremetidas e in­ yendo de nueva
cursiones desde la meseta castellano-leonesa. la actualidad ton
jante, luciendo su
Esta torre, úni
za musulmana y
Sabido es que, a raíz del desastre de Guadalete, se refugió en mirando hacia el
Mérida un considerable contingente de hispano-visigodos, que aflu­ su puerta principa
yeron a dicha plaza maltrechos y dispersos, pretendiendo hacerse tana y se alza a c
fuertes entre sus murallas; pero al caer en poder de Muza, la bella sable la escalera i
capital de la Lusitania, el día 30 de junio del año 713, huyeron pre­ sucede con las d<
surosas las diezmadas huestes del rey Rudorico y se parapetaron de labra muy paj
en las sierras de Gata y Francia (5), con ánimo de rehacerse entre Le sirve de ba
las escabrosidades de aquel intrincado laberinto montañoso. por el lado más ex
El caudillo árabe descansó durante un mes en la emeritense ciu­ sus costados, 13,05.
dad; y llamando después a su lugarteniente Tarik, que se le incor­
Está construida
poró en Almaraz, avanzó con su ejército y cruzó el Tajo por Al- do los alh existente
conétar, cuya posición quedó desde entonces en su poder, aunque
Tiene varias ve
el lugar no tuviera, por el momento, más importancia que la de sobre una serie con
poseer un puente utilizable. matacán.
Creemos sinceramente que apenas arribaron los berberiscos a Pasando a travi
Alconétar, en el año últimamente indicado, procedieron a recons­ hendiduras para al
truir el fuerte, dotándolo de resistentes muros que cercaban un am­ rantizaba la segurii
plio cudrilátero conforme a la traza que todavía se puede apreciar, tenía acceso escalei
aunque de manera imprecisa, pues de la primitiva y auténtica for­ pasaba a una anchi
taleza sarracena no restan más que pequeños lienzos de muralla sin En las paredes <
solución de continuidad, confundidas y revueltas entre la maleza, lo que indica clara
los arrastres de tierras y los enormes bloques resquebrajados, cuyas
corresponde la bóve
ruinas invaden todo el recinto, anegándolos aljibes y subterráneos, En el suelo de
cuya existencia se presiente al pisar el moruno solar. Resulta, por socavón hecho por 1
tanto, difícil, casi imposible, determinar exactamente el trazado de la tido de su empresa,
fortaleza; y por ello nos limitaremos a consignar que el recinto in- tender formar galer
exterior. El primero
(5) E . E s c o b a r , Revista d e Extremadura, t. V III, págs. 241 y siguientes. punto de arranque d
48
primeros pueblos in- terior, cuadrado y muy amplio, debió alojar las principales dependen­
lo lo largo del cauce cias, a juzgar por los socavones, restos de edificios y cimientos que
paredones semiderrui- aún afloran en el terreno formando depresiones y barrancadas; y que
Jn los nuevos señores, la principal y fuerte muralla de este recinto, que constituía lo que
sus morunas medinas llamaríamos hoy plaza de armas o del ejercicio, tenía torres ado­
;enios adecuados para sadas en el lienzo que mira a naciente, dadas las magníficas con­
diciones naturales de defensa de la propia fortaleza, circundada por
campamento romano dos ríos, la tajante escarpa del lado de dichas torres que descendía
[> cuenta de que era hasta el cauce de un arroyo y el profundo foso que hacía fracasar
muy indicado para, por el lado meridional las posibles arremetidas del adversario.
r el dominio de una Al ser liberado este castillo por los reyes de León, en el siglo xn,
aquel lugar suponía lo entregaron, como veremos después, a los milites del Templo; y
cerraba el paso a los estos caballeros cruzados mejoraron su fábrica reformando o constru­
las arremetidas e in- yendo de nueva planta la torre principal del fuerte, la llamada en
la actualidad torre d e Floripes, que aún permanece erguida y pu­
jante, luciendo su artística silueta.
Esta torre, único elemento casi completo de la interesante fortale­
za musulmana y medieval, es de forma pentagonal, con el espolón
daJete, se refugió en mirando hacia el arroyo mencionado; y en el lado opuesto se abre
>-visigodos, que aflu- su puerta principal, que se confunde fácilmente con una regular ven­
pretendiendo hacerse tana y se alza a cinco metros del suelo; siendo, por tanto, indispen­
er de Muza, la bella sable la escalera de mano para poder penetrar en su interior, cual
ño 713. huyeron pre- sucede con las de Almenara, Montfragüe y Peñafiel de la Zarza,
c© y se parapetaron de labra muy parecida, como podremos ver en páginas sucesivas.
o de rehacerse entre Le sirve de base un pronunciado talud que mide exteriormente,
o montañoso, por el lado más corto, 6,60 metros de altura, y por el opuesto y por
en la emeritense ciu- sus costados, 13,05.
in L que se le incor- Está construida con bien labrados sillares romanos, aprovechan­
uzó el Tajo por Al­ do los allí existentes.
ai su poder, aunque Tiene varias ventanas pequeñas y muy altas, y por coronación,
portancia que la de sobre una serie continua de canes, un antepecho y, en cada frente, un
matacán.
<n los berberiscos a Pasando a través de la puerta se ven los consabidos quicios y
roc-edieron a recons- hendiduras para alojamiento de la correspondiente tranca que ga­
[ue cercaban un am- rantizaba la seguridad; y una vez salvado estrecho espacio en que
¿ vr puede apreciar, tenía acceso escalera angosta y empinada de muy altos peldaños, se
Uva y auténtica for- pasaba a una ancha habitación que tiene 10,35 X 4,35 metros.
enzos de muralla sin En las paredes de esta sala hay mechinales de un piso que falta,
tas entre la maleza, lo que indica claramente que había otra cámara superior a la que
esquebrajados, cuyas corresponde la bóveda de cañón existente.
pbes y subterráneos, En el suelo de la torre, lleno de tierra, existe un pronunciado
» solar. Resulta, por socavón hecho por los buscadores de oro, quienes, de no haber desis­
ente el trazado de la tido de su empresa, hubieran puesto en peligro los cimientos, al pre­
ir que el recinto in- tender formar galería con otras excavaciones realizadas en la parte
exterior. El primero de estos agujeros es el que se ha creído sea el
paes- 241 y siguientes. punto de arranque de un subterráneo.
Debió haber chimenea en el ángulo correspondiente al espolón,
pues desde el andén o terraza de almenas derruidas es visible su
boca.
Estando en dicha terraza se disfruta un panorama encantador, y
debió estar recubierta de grandes y gruesas baldosas de barro, arran­
cadas y destrozadas ya en gran parte.
Sanguino supone que el orificio que se abre en el andén o pla­
taforma superior no es la salida de humos, y sí un boquete, cuyo
fondo no se percibe, correspondiente al hueco de estrecha escalera
para abrasar desde allí a los osados que a ella llegasen.
Puertas estrechísimas, escaleras de revueltas que deben subirse
de costado, pues hay puntos en los que la anchura no excede de
medio punto; asechanzas a cada paso... ¡bien podría media docena
de hombres contener a seiscientos!...
La prueba más concluyente de que la torre llamada de Floripes
fue construida por los Templarios es la existencia de dos cruces
grabadas en relieve sobre otras tantas ménsulas del matacán que
proteje la referida puerta de entrada.
Del recinto exterior sólo se conservan algunas hiladas de piedra
de dos lienzos murales que forman ángulo, bañados por los ríos
enunciados en su punto de confluencia. Dentro de estos murallones
existe todavía la llamada Casa Blanca, destechada, que, según refe­
rencias, se edificó cuando se pretendió reconstruir el puente en el
siglo x v i i i (6).
9 9 ©

En tiempos de Carlomagno, rey de los franceses, poseían ya los


muslines el castillo y puente de Alconétar, toda vez que el llamado
Emperador de Occidente, coronado por el Papa el año 800, gobernó
a sus súbditos desde el año 742 al 844.
De su expedición a España contra los árabes surgió una de las
más curiosas y atrayentes leyendas de todos los tiempos, cuyo esce­
nario fue la torre d e Floripes, junto a la puente de Mantible, edifi­
cada sobre el Tajo, según la tradición y diversas referencias y alu­
siones de Calderón de la Barca, Morales, Ponz, Laborde, Hurtado
y otros escritores modernos.
La pintoresca leyenda, que recuerda gesta sin par de la andan­
te caballería, dice así:
En tiempos de Carlomagno era rey de Alejandría el gigante
Fierabrás, esforzado caudillo que, al frente de sus ejércitos, paseó
triunfante las Galias y llegó a orillas del Tajo, donde uno de sus
valientes capitanes, llamado Mantible, al asalto y después de rudo

(6) V éase el trabajo que publica S anguino en el mencionado tomo de la


dicha revista.

50
jondiente al espolón,
TTuidas es visible su

. -rama encantador, y
losas de barro, arran-

ír en el andén o pla-
sí un boquete, cuyo
de estrecha escalera
gasen.
> que deben subirse
»chura no excede de
podna media docena

]!¿mada de Floripes
encía de dos cruces
del matacán que

as hiladas de piedra
tañados por los ríos
de estos murallones
ida. que, según refe-
ruir el puente en el

ceses, poseían ya los


i vez que el llamado
el año 800, gobernó

es surgió una de las


i tiempos, euvo esce-
e de Mantibíe, edifi-
as referencias y alu-
í. Laborde. Hurtado

iin par de la andan-

Jejandría el gigante
sus ejércitos, paseó
■- donde uno de sus
►y después de rudo

■ an o n ad o tomo de la
combate, se apoderó del castillo y puente de Alconetar, que se llamó
desde entonces Puente de Mantible.
El brazo derecho del célebre y celebrado Fierabrás era su gentil
hermana Floripes, prototipo de mujer agarena por su donaire y her­
mosura, y posiblemente el más valeroso de los capitanes de su
guardia.,
Fierabrás llevaba siempre en compañía a su hermana, de la que
estaba perdidamente enamorado; pero la linda princesa había en­
tregado años antes su corazón a un caballero francés, llamado Guido
de Borgoña, pariente del rey y señor de Occidente, uno de los pa­
ladines más distinguidos de su corte y, posiblemente, el más exper­
to estratega, a quien aquella beldad había admirado en batallas y
torneos en multitud de ocasiones.
Floripes despreciaba con arrogancia el amor incestuoso de su
hermano y se sentía feliz al ser correspondida en su acendrado cari­
ño por el noble y distinguido borgoñón.
Pero se dio la circunstancia fatal de que, en una acción bélica de
graves consecuencias para los cristianos, cayó Guido herido y fue
hecho prisionero juntamente con otros varios compañeros de armas;
y todos ellos, fuertemente custodiados, quedaron a disposición del
feroz musulmán.
Aprovecha Floripes la proximidad del amado y, de los naturales
coloquios y galanteos, surge la natural intimidad como lógica con­
secuencia de su gran pasión, hasta que el celoso hermano descubre
las relaciones y ordena, fulminante y colérico, que el cortesano Guido
de Borgoña y los demás prisioneros sean trasladados al castillo de la
Puente de Mantible y arrojados en el más oscuro de sus calabozos,
donde deberán permanecer hasta el final de su existencia.
Presiente la tragedia la enamorada Floripes y no se resigna a los
acontecimientos. Acompañada de dos de sus azafatas, las más de­
cididas y voluntariosas, y sobre briosos alazanes, galopan veloces
hacia las riberas del Tajo, dispuestas a todo sacrificio. Durante la
noche y por riscos y zarzales que retienen jirones de sus vestidos,
alumbrándose con teas que ellas mismas empuñan, llegan al pie de
la fortaleza, y la gentil amazona, con voz arrogante, exclama:
— ¡Ah de la torre!
Era a la sazón alcaide del castillo un morazo de terrible aspecto,
llamado Brutamonte, sumiso y fiel al coloso Fierabrás, quien, al sen­
tir la llegada de gentes extrañas, se acercó receloso a la poterna;
pero al descubrir que la persona que llegaba era la hermana de su
amo y señor, no podía negarle hospitalidad y le franqueó la puerta.
Entonces la princesa saltó, rápida como un felino, sobre el car­
celero, y le hundió su daga en el corazón, ocasionándole la muerte.
Sin perder un solo instante se apodera de las llaves del recinto,
abre las puertas, descorre cerrojos y penetra en la inmunda mazmorra,
donde yacen resignados y medio exhaustos el intrépido Oliveros, el
infante Guarinos, Ricarte de Normandía y Guido de Borgoña, flor
de los Pares de Francia, a quienes la intrépida Floripes invita a
tomar armas y caballos, temerosa de que pueda llegar su hermano
y los inmole.
Y, efectivamente, antes de haber abandonado el castillo los pri­
sioneros, aparece Fierabrás ante sus muros con el semblante descom­
puesto de rabia y coráje; y al encontrar cerrada la puerta de entra­
da a la fortaleza y el cuerpo inerte de Brutamonte caído sobre el
tapial, se da cuenta en seguida de que su hermano es la autora de la
muerte, al examinar el puñal que desgarra las entrañas del más ser­
vicial de sus subordinados.
Se hace cargo rápidamente de la gravedad de cuanto sucede por­
que conoce el valor y entereza de Floripes y teme que, al ser dueña
del fuerte amurallado y permanecer todavía en su interior los caba­
lleros franceses, no será empresa fácil poder reducirlos, dada la inex-
pugnabilidad del castillo; pero ello no obstante, jura tomar ven­
ganza y pone cerco a la fortaleza, dispuesto a rendirla por hambre.
La brutal determinación de Fierabrás trae como consecuencia el
casi total agotamiento de los sitiados, que, viéndose desfallecer por
la carencia de alimentos, convienen salir de aquel calamitoso estado,
aunque para conseguirla hayan de arriesgar sus propias vidas.
Sortean entre todos para ver quién será el emisario que lleve
la noticia al Emperador, y corresponde a Guido salvar el campa­
mento musulmán.
Entre tanto, el corazón de la hurí sufre la más terrible de las
incertidumbres por los muchos peligros que amenazan a su prome­
tido en la arriesgada aventura; pero todo se resuelve felizmente, el
éxito corona la empresa y el batallador emperador de Occidente llega
con numerosa hueste, vence a la morisma y apresa mal herido al
rey de Alejandría. Rescata seguidamente a sus sitiados vasallos, a las
doncellas Irene y Arminda y a la gentil Floripes, que, poco después,
entrega su mano al apuesto Guido.
Inmediatamente, el victorioso Carlomagno dispuso la destrucción
del famoso puente, de cuyo hecho histórico dan fe las siguientes
estrofas del poeta:
Pues cobré mis caballeros,
asegurando la gloria,
aquesta fábrica altiva
que el paso al Africa estorba,
en cenizas se resuelva,
para que de todas formas
hoy la puente de Mantible
tenga fin con tal victoria.

Se cuenta que Fierabrás murió desesperado a consecuencia de


este fracaso. Y cuentan también las gentes de la comarca que al­
gunas noches han visto luces misteriosas en los desmoronados to­
rreones del castillo de Alconetar, y oído gritos y lamentos desga­
rradores que salían de entre aquellas peñas, procedentes de los sub­
terráneos del fuerte. Y creen de buena fe que tales quejas las pro­
fieren Fierabrás y Brutamonte, cuyas almas vagan errantes por el
contorno, pidiendo venganza de sus desventuras.
De igual modo, no falta quien afirme que, al salir el sol el día
de San Juan, pueden verse flotando sobre las aguas del gran remanso
de Rocafría, o Rochafrida, los barriles que el rey de Alejandría tiró
al río al ser vencido, para evitar cayera en poder de sus enemigos,
porque en ellos guardaba el célebre bálsam o de Fierabrás, que lo
sanaba todo, según la referencia de Cervantes.
o s e

El mismo silencio que guardan los cronistas en lo referente a


Túrmulus, al castro enclavado en sus cercanías y al celebrado puen­
te durante la permanencia de los visigodos en la que fue región de
los vetones, se observa durante los primeros años del dominio mu­
sulmán. Sabemos únicamente que los africanos le dieron el nombre
de Al-conetera (y de aquí el de Alcontra y el de Alconétar, con que
viene siendo conocido). Al-conetera significa segundo puente, y se
le llamó así para distinguirlo de Al-cántara, que equivale a el puente.
Y dada la situación e importancia de este último monumento, obra
de G. J. Lacer, justo es reconocer a Al-eáruara como prim er puente,
y a Al-conetera, como segundo. Otros autores son del mismo parecer
en lo relativo al prim ero y segundo puentes; pero hallan la relación
entre los de Al-conetera y Ál-monte.
o * #

Resulta indudable que todas las tierras lusitanas bañadas por el


Tajo debían depender de Mérida desde el principio de la invasión
agarena, pues allí fijaron su residencia los gobernadores cordobeses,
entre otros, Abdalah, hijo de Albderramán I, y Rafah; pero al ser des­
armada y desmantelada dicha capital, en el año 868, por el emir
Muhamad I, debieron acogerse al gobierno y protección de Aben
Merwan, reyezuelo de Badajoz, llamado el Gallego, todos o casi
todos los habitantes de entre Tajo y Guadiana; aunque ya en aquel
tiempo la mayoría de las tribus berberiscas se habían declarado in­
dependientes para ventilar sus mutuas disidencias y contiendas y
no respetaban la autoridad de Córdoba nada más que cuando ésta
le enviaba grandes contingentes de tropas para someterlos o cobrar­
les tributo.
Tenemos noticia de la utilidad del puente de Alconétar cuando,
el año 881, el rey Alfonso III organizó una atrevida incursión que
cruzó el Tajo por dicho puente y, después de saquear y depredar

54
s y lamentos desga-
icedentes de los sub­
íales quejas las pro-
agan errantes por el

al salir el sol el día


del ?ran remanso

romano
ey de Alejandría tiró
ler de sus enemigos,
de Fierabrás, que lo

puente
del derruido
is en lo referente a
v ¿1 celebrado puen-
ía que fue región de
ios del dominio mu­

a través de un arco
lé dieron el nombre
e Alconetar, con que
’gundo puente, y se
equivale a el puente.
no monumento, obra
como prim er puente,
n del mismo parecer
ro hallan la relación

de Alconetar visto

anas bañadas por el


cipio de la invasión
madores cordobeses,
Alconetar.— El castillo

ifah: pero al ser des-


do 86S. por el emir
protección de Aben
a llez o . todos o casi
aunque ya en aquel
liabían declarado in-
cia> v contiendas y
iás que cuando ésta
someterlos o cobrar-

e Alconetar cuando,
e\ida incursión que
saquear y depredar
los castillos de la tribu berberisca de Nafza, que ocupaban las zonas
comprendidas entre Trujillo, Logrosán y Medellín, rebasó el Gua­
diana y llegó hasta la cordillera Mariánica, llevándolo todo a sangre
y fuego. Contribuyendo aquella campaña a que al morir Muhamad I,
en el año 886, casi todo el país estuviera en completa insurrección y
rebeldía contra el gobierno.
Muerto Merwan, el gran muladí, en el año 912, le sucedió uno
de sus hijos, que siguió siendo amigo de los reyes de León, como
su padre, y no obstaculizó la expedición que llevó a cabo en dicho
año el rey Ordoño II, quien utilizó también el puente de Alconétar
y recorrió toda la comarca, devastando cuanto encontraba a su paso
y apoderándose del castillo de Alange, que luego abandonó al regre­
sar a su reino.

III

A lco n eta r y lo s T e m p l a r io s .

Después de haber reconquistado, en 1167, Fernando II de León


la plaza fuerte de Alcántara, que entregó al conde Armengol, se
apoderó del castillo y puente de Alconétar; y avanzando desde allí
con sus tropas victoriosas, consiguió hacerse dueño de Montánchez
y de otras varias fortalezas situadas en la parte meridional de la
Transierra. A las pocas fechas, cargado de abundante botín, regresó
a tierras de León, cruzando nuevamente el mencionado puente; y
en el mes de noviembre de dicho año se encontraba ya en As-
torga (7).
En sus triunfales correrías le habían ayudado muy eficazmente los
freires del Temple; por cuya razón, y pareciéndole poca recom­
pensa la donación de San Juan de Mascoras (Santibáñez el Alto)
con que los había premiado su padre don Alfonso, el Em perador,
les hizo entrega de varios castillos que había arrebatado a la mo­
risma, y que se alzaban en otros tantos puntos estratégicos y vita­
les de la comarca transerrana. Fueron éstos: Milana (la famosa To-
rremilanera de junto a Moraleja), Santa María de Sequeros y Peñas
Rubias (en la dehesa de Benavente), Portezuelo y Esparragal (cer­
canos a las orillas del Tajo), y la legendaria fortaleza de Alconétar,
con su monumental e histórico puente.
Dada su situación privilegiada y las extensas y fructíferas tierras
que caían bajo su jurisdicción, los Templarios la hicieron cabeza de
(7) «Yo pienso que en esta ocasión ganó también el rey don Fernando las
villas y fortalezas del Portezuelo y Alconétar, y las dio a los Templarios», dice
T o r r e s y T ap ia en las págs. 67 y 68 de su Crónica alcantarilla; y coinciden con
su parecer E . Escobar, el P. Coria y la mayor parte de los historiadores de
Extremadura.

56
cupaban las zonas encom ienda; una de las más pujantes y prósperas de las que poseyó
n, rebasó el Gua­ aquella milicia en las riberas del río Tajo, pues rivalizaba en im­
ld o todo a sangre portancia con la de Montalbán, y fue muy útil para la defensa de
morir Muhamad I, los intereses de la corona.
leta insurrección y Reconocidos los Templarios a las mercedes del rey, se sacrificaron
una y cien veces en defensa de este castillo, posición clave que
12, le sucedió uno defendieron siempre y conservaron hasta la extinción de la Orden,
s de León, como salvo breves períodos de tiempo en que lo perdieron, o hubieron
i a cabo en dicho de abandonarlo, por vaivenes de la guerra.
ente de Alconétar El obispo de Coria, don Suero, cooperó con los ejércitos reales en
nafraba a su paso la reconquista de Alcántara y demás plazas fuertes mencionadas, y
ibandonó al regre- no debió dar cuenta al Santo Padre de la toma de Alconetar, por­
que se omite su nombre en la bula de Alejandro III, que lleva fecha
7 de agosto de 1168; pero, sin embargo, se cita ya en las de los papas
Lucio III y Urbano III, promulgadas en los años 1184 y 1185, res­
pectivamente.
Parece ser que el castillo de Alconétar, el puente romano, sus ale­
daños fortificados, las diversas villas y lugares y los extensísimos
territorios que integraban la encom ienda de su nombre, pertenecían
□ando II de León a los Templarios solamente en lo temporal, y que en lo espiritual
ide .Armengol, se dependían de la mitra de Coria. Tal suposición se desprende del
nzando desde allí hecho siguiente: En 25 de marzo de 1184, estando en su real junto
o de Montánchez a Cáceres, que se hallaba sometida a estrecho cerco, Fernando II
meridional de la confirmó al obispo cauriense las donaciones que «antes le había
nte botín, regresó hecho en Alconetar» (8).
iooado puente; y A pesar de haberse perdido Alcántara en 1172, Alconétar continuó
'.traba va en As- en poder de los Templarios, pues en 1182 figuraba don Suerino al
frente de la encom ienda de su nombre; pero poco más tarde irrumpe
iv eficazmente los Abu Yacob en Extremadura, recorre en triunfo toda la región situada
fole poca recom- al norte de la orilla derecha del Tajo y lleva la frontera musulmana
ntíbáñez el Alto) hasta tierras de Salamanca, pasando, por consiguiente, en aquella
■o. el Em perador, ocasión el castillo de Alconetar a manos de los muslines.
ebatado a la mo- Confirma este nuestro parecer la concordia celebrada en 24 de
¡tratégicos v vita­ junio de 1185 entre el prelado de Coria y el maestre del Temple,
ra la famosa To- relativa a los diezmos de los pueblos que tenían dichos milites den­
Sequeros v Peñas tro del referido obispado, pues entre los que se citaban no figu­
Esparragal (cer­ raba Alconetar (9).
eza de Alconétar, Los últimos años del siglo xn fueron funestos para la Extremadura
cristiana. Las desavenencias y continuas rencillas entre nuestros
fructíferas tierras reyes permitieron repetidas victorias de los sarracenos, quienes se
icieron cabeza de enseñorearon de toda la región y paralizaron los movimientos de los
ejércitos y la ansiada Reconquista, a pesar del acreditado valor y
py don Femando las
os Templarios», dice (8) «Alconetar perteneció a los Tem plarios en lo temporal, y al obispo (de
imm; v coinciden con Coria) en lo espiritual», según anota E s c o b a r en el t, V III de la R evista d e
los historiadores de E xtrem adura.
(9) Ibid.

57
dotes excepcionales de nuestra gente de guerra. Pero al alborear
el siglo xiii , se dibujaban en el horizonte mejores perpectivas, ha­
lagüeñas y prometedoras esperanzas para el triunfo de las armas
castellano-leonesas. Y, efectivamente, concertadas paces en Vallado-
lid en 1212, los reyes de Castilla y León, Alfonso V III y Alfonso IX,
aparejaron sus respectivas mesnadas y entraron animosos en tierra de
moros dispuestos a resarcirse del tiempo perdido, y a vengar las
ofensas y los muchos daños de que habían sido víctimas. El cas­
tellano se dirigió hacia la parte de Andalucía, y el rey leonés, de­
seando reconquistar la plaza de Alcántara y todo cuanto se había
perdido en tiempos de su padre, avanzó desde Ciudad Rodrigo
y coronó felizmente su empresa, con la ayuda de 600 caballeros, ca­
pitaneados por Diego López de Haro y Lope Díaz, que puso a su
disposición el monarca castellano. Veamos cómo se consiguió el
objetivo:
Al ver los moros de Alcántara que no podían resistir el embate de
los cristianos ni soportar el estrecho sitio a que los tenían sometidos,
rompieron el último arco del puente, por la parte occidental, quitaron
las barcas que venían utilizando para cruzar el río Tajo, a fin de
impedir o dificultar el paso a sus enemigos, y avisaron a sus her­
manos, residentes en Alconétar, para que procedieran igual que ellos;
y más todavía, por estimar insuficiente esta ayuda, apremiaron fuer­
temente a sus compatriotas de los lugares circundantes a fin de que
acudieran con fuerzas de socorro; pero todo fue en vano, pues el
17 de enero de 1213, Alfonso IX de León arrolló las defensas de la
plaza y penetró en ella al frente de sus milicias, al propio tiempo
que el gobernador musulmán de turno, abatido por la desbandada
de su gente, presenciaba, desde un montículo próximo a la villa,
la entrada triunfal de los cristianos. En aquella ocasión, y cual hi­
ciera siglos más tarde el pequeño Boabdil en trance semejante, el
jerifalte alcantarino, mirando a la maravillosa plaza, hubo de ex­
clamar:

Alcántara, mi sultana,
¡qué harán de ti los cristianos!

A los pocos días el leonés reconquistó, asimismo, el castillo de


Alconétar y lo devolvió a los Templarios, quienes habían tomado
parte muy principal en aquella memorable expedición.
Un testimonio de que Alconetar era de cristianos en 1217 lo en­
contramos en el documento de donación de la villa de Alcántara a
la Orden de Calatrava, expedido en Toro aquel mismo año.
Bien entrado ya el año 1225, desde Zamora bajó don Alfonso a la
ciudad de Coria con numeroso y escogido ejército, y se encaminó
después, acompañado por el maestre de la Orden de Alcántara, hasta
el castillo del Portezuelo, cuya guarnición no resistió su acometida.
. Pero al alborear Sujetó fuertemente la plaza y, cruzando el Tajo por el puente de
es perpectivas, ha- Alconétar, corrió los campos de Cáceres, talando y destruyendo
nnfo de las armas cuanto surgía a su paso; y después de atemorizar y producir toda
paces en Vallado- clase de estragos a la morisma, regresó por el mismo camino a su
Y III v Alfonso IX, punto de partida.
írnosos en tierra de Aunque en 1227 se le ocurrió al animoso y mencionado monarca
o. y a vengar las preparar una expedición guerrera contra los mahometanos de Ba­
►victimas. El cas- dajoz, no pudo llevarla a cabo; pero, en cambio, se instala en Al­
eí rev leonés, de- cántara, y estando allí prepara la atrevida campaña que dio por
o cuanto se había resultado la feliz y definitiva conquista de Cáceres, y años después
r Ciudad Rodrigo la de Mérida, Montánehez y Badajoz. Aunque entonces no pasó el
600 caballeros, ca- rey por Alconétar, tenemos, como prueba de que era de cristianos, el
iaz. que puso a su hecho terminante de que en el fuero dado por el rey a Cáceres en
0 se consiguió el 1229, exime a sus vecinos de ir a las Juntas con los otros Concejos
«si no es al puente de Alconeta», hasta que se cobren los castillos de
asistir el embate de Trujillo, San Cruz, Medellín y otros (10).
5 tenían sometidos, En 28 de marzo de 1252 se celebró una concordia entre el concejo
c ;:dental, quitaron de Cáceres v los Templarios para que cesasen los robos y muertes,
no Tajo, a fin de tan frecuentes entre ambas partes cerca del mencionado puente ro­
[visaron a sus her­ mano. Intervinieron, en representación del Concejo cacereño, Pedro
ían igual que ellos; Xavier y Simón Sánchez, caballeros vecinos de Cáceres; y a instan­
1 apremiaron fuer- cia del maestre y milites de la Orden, don Lope Pérez, comendador
antes a fin de que de Capilla, y don Miguel Navarro, que lo era de Alconetar, freires
■en vano, pues el ambos. Fueron testigos por las partes interesadas, don Gil, hijo de
las defensas de la don Polo, v don Domingo, hijo de Cerralvo, los dos vecinos de Tru­
, al propio tiempo jillo (11).
por la desbandada En el privilegio expedido por Alfonso X, en Alcalá de Henares,
■r ximo a la villa, fecha 4 julio 1268, consta que Alburquerque, Galisteo, Granadilla y
ocasión, y cual Ju­ Alconétar (nombrada allí Alcontra de los Templarios) fueron donados
anee semejante, el al infante don Fernando de la Cerda; pero el contenido de este
laza, hubo de ex- aludido documento está en abierta contradicción con el hecho de
que, el 7 de noviembre de 1290, Sancho IV confirma a los Tem­
plarios el derecho de portazgo «que la Orden ha de aver en algunos
de sus lugares, asicomo en Alconetera e en Benavente de Seque­
ros» (12).
La confirmación del rey don Sancho se refuerza por una senten­
smo. el castillo de cia dada por el mismo el 2 de mayo de 1292, estando en Ciudad
íes habían tomado Rodrigo, sobre división de límites entre Plaseneia y Alconetar, en la
lición.
nos en 1217 lo en­
tila de Alcántara a (10) Ibid.
lismo año. (11) Manuscrito 430 de la Biblioteca Nacional intitulado Privilegios d e la
jó don, Alfonso a la ciudad d e Cáceres. Véase la «Avenencia y composición que hacen el Maestre y
rto. y se encaminó freyles del Temple con el Concejo de Cáceres, para que cesen los robos y muer­
tes” que habían entre ambas partes». Fecha en Cáceres, a 28 de marzo, era de
de Alcántara, hasta 1290 (año de 1252).
istió su acometida. (12) E s c o b a r , t. V III de la Revista d e Extremadura.
que, entre otras cosas, dice: «sepan quantos esta carta vieren como
Nos don Sancho, Rey de Castilla, etc., sobre contienda que es entre el
Concejo de Plasencia de una parte, e la Orden del Temple e los Co­
mendadores que están en la Puente de Alconetar, de otra...» (13).
Transcurre un siglo sin que apenas encontremos alusiones al
mencionado puente, y las referencias al castillo de Alconetar son
escasas; pero en 1386, al confederarse el duque de Alencastre y el
maestre de Avís contra Juan I de Castilla, una de las capitulaciones
consistía en ceder al segundo «la ciudad de Plasencia y su derechura
hasta Grimaldo y Cañaveral, Alconetar, Cáceres, Alcuéscar, etc.» (.14).
En esta época es cuando encontramos la primera alusión a las
barcas de Alconétar. Las crónicas de aquel tiempo detallan las co­
rrerías del condestable portugués Ñuño Alvarez Pereira por tierras
de Garrovillas hasta dichas barcas; cuyo hecho evidencia que ya
entonces debía estar arruinado e inservible el tan celebrado y regio
puente romano (15).
Es una prueba más de que no se utilizaba ya dicho puente
en el siglo xv la referencia que nos da la crónica de Juan II, donde
consta que cuando este rey cruzó el Tajo por Alconetar, para ir a
Alburquerque dispuesto a castigar a los infantes de Aragón, se
hundió una barca y perecieron 40 personas, entre ellas Pedro de
Sandoval, sobrino de Pedro de Castro, Adelantado de Castilla.
No es cierto, por consiguiente, que los moros destruyeran el
puente en 1228, como afirman Viu y Sande Calderón, ni que tu­
viera lugar su ruina en el remado de Enrique IV, según Ulloa y
Golfín.
Aparte de la acción del tiempo, hay que atribuir el lamentable
estado actual del castillo de Alconetar, y del maravilloso puente
que se extiende junto a él, al descuido de los sucesores de los Tem­
plarios encargados de su conservación y custodia, a las luchas en­
carnizadas que sostuvimos con los portugueses en la segunda mitad
del siglo xiv y, muy especialmente, a los quince años que precedie­
ron a las correrías de 1397. Desgraciadamente, nadie procuró emular
el comportamiento de los Templarios, que se esforzaron por supe­
rarse en cuidados y atenciones hacia la histórica fortaleza en todo
lo relativo a la encom ienda de Alconetar.
Por albalá de Juan II, que lleva fecha de 16 de enero de 1434,
se hizo donación a Enrique de Guzmán, conde de Niebla, de Garro-

(13) Ibid.
(14) Ibid.
(15) Véase el capítulo relativo a Brozas en páginas sucesivas de la presen­
te obra.
villas y Alconetar, «con el paso de barcas y derechos del castillo de
uta vieren como Rochafrida (16), que está sobre las barcas».
a que es entre el He aquí el nombre de romance con que se conocía en el siglo xv
Temple e los Co- el célebre castillo que sirvió de escenario a la atrayente leyenda de
o tra...» (13). la bella Floripes.
nos alusiones al
le Alconetar son
■Alencastre y el
as capitulaciones
a v su derechura
nácar, etc.» (14).
?ra alusión a las
detallan las co-
a d u por tierras
videncia que ya
c U ia d o y regio

ra dicho puente
e Juan IL donde
ooetar. para ir a
; de Aragón, se
r ellas Pedro de
de Castilla,
s destruveran el
erón. ni que tu-
se-jún Ulloa y

■ir el lamentable
iravilloso puente
ares de los Tem-
a las luchas en-
b segunda mitad
ios que preeedie-
e procuró emular
izaron por supe-
fortaleza en todo

le enero de 1434,
Niebla, de Garro-

(16) Castillo de Rochafrida (Rochafría o Rocafría) lo llama Hurtado, tomán­


dolo posiblemente de las Ilustraciones de la Casa d e Niebla, de Barrantes Mal-
donado, donde el insigne alcantarino aplica dos o tres veces tan evocador y poé­
*sivas de la presen- tico nombre al legendario castillo de Alconetar.
LOS CASTILLOS DE LAS ARGUIJUELAS

R e f e r e n c ia del p r e d io cacereñ o donde t ie n e n a s ie n t o dos fo rta ­


lezas QUE LLEVAN DICHO NOMBRE.

Son dos, y magníficos, los castillos de las Arguijuelas: el de Arri­


ba y el de Abajo.
Están situados en la orilla izquierda de la carretera que conduce
desde Cáceres a la Aldea del Cano, a distancia aproximada de unos
cuatro kilómetros de dicho lugar, y a un tiro de arcabuz uno del
otro.
De factura gótica, fueron construidos ambos en el medievo.
Aparece el llamado Arguijuela de Arriba sobre una pequeña
loma; y en el reducido valle que se extiende junto al arranque de
su base, por la parte del septentrión, está enclavado el que termi­
nó llamándose Arguijuela de Abajo, para poder precisar y distin­
guirlo del otro.
Los dos son auténticos castillos-palacios, como diremos en pá­
ginas sucesivas; pero sin fosos y bien torreados.
El de Arriba es bastante más antiguo que el que asienta en la
hondonada; y a este último se le unió un recinto exterior murado
y almenado en el pasado siglo. Se conservan uno y otro en buen
estado, merced a repetidas y acertadas reparaciones que han permi­
tido su habitabilidad en todos los tiempos; aunque esta circunstan­
cia no sea cierta nada más que en parte, porque en la actualidad, si
bien el de Arriba está perfectamente restaurado y acondicionado
para poder residir en él, el de Abajo, por el contrario, nos ofrece
sus paredes desnudas, sus departamentos vacíos, carentes de mue­
bles y demás enseres y útiles indispensables para poder habitarlo.
Unicamente la planta baja de la señorial fortaleza está ocupada por
la servidumbre encargada de la vigilancia y explotaciones agrícolas
de las tierras correspondientes a la productiva dehesa que se ex­
tiende a su alrededor y constituyó, en pretéritos siglos, uno de los
vínculos cacereños más saneados.
Recibieron nombre estas soberbias mansiones señoriales del que
llevó siempre la dehesa en que están emplazados: L a Arguijuela,
cuyas fecundas tierras, dedicadas a la siembra de cereales y cu­
biertas en grandes trechos por robustas y centenarias encinas, las
cruza, en dirección de norte a sur, la célebre Calzada de la Plata,
llamada así desde su construcción en tiempos del emperador Augus­
to. A tan útilísima e importante vía de comunicación, cuyos restos
—grandes y firmes trozos empedrados—, aún pueden examinarse en
distintos puntos de su trayecto, se le asignó, siglos después, a
partir de la Reconquista, el extraño nombre de Calzada de la
Guinea (1).
En la dicha finca, y próximo a esta calzada, hay vestigios que
evidencian la existencia de uno de los muchos vicus romanos que
tanto abundan en toda la comarca. En su contorno se localizan tam­
bién multitud de sepulturas excavadas en piedras de granito; son
los clásicos y ya populares túmulos que aparecen por doquier en las
márgenes del Tajo, en las del Salor (2), Sever, Almonte y en las de
casi todos sus afluentes.
El aludido vico, pequeño caserío, fue perdiendo poco a poco
su vecindario, hasta ser escaso el que sobrevivió a la reconquista de
aquellas exuberantes tierras, todas las cuales, juntamente con sus
circundantes en extensión considerable, pasaron a pertenecer a la
jurisdicción de Cáceres, a raíz de la expulsión de los moros.
Durante el reinado de Alfonso X, el Sabio, el común de vecinos
cacereños solicitó de dicho monarca la cesión de aquellos predios
para poder disponer de pastos donde apacentar sus ganados y de
tierras de labrantío donde sembrar sus cosechas. Accedió gustoso a la
petición el rey don Alfonso, y libró a tal efecto la oportuna real

(1) Alfonso IX, por T. González, pág. 291 (Madrid, 1944). Instituto Jerónimo
de Zurita del C. S. de I. C.
(2) Junto a la ermita de Nuestra Señora del Salor, entre Torremocha y
Torrequemada, se encuentran excavados en las piedras de granito multitud de
estos túmulos; algunos de traza muy curiosa y original.
uno y otro en buen carta a nombre de García Rodríguez de Ciudad Rodrigo y Fernán
kmes que han permi- Gómez de Soria, quienes procedieron el 30 de junio de 1278,
oque esta circunstan- acompañados de algunos de sus convecinos, a efectuar la parcelación
le en la actualidad, si y al establecimiento de sus linderos en la siguiente forma:
¿do v acondicionado «Este es el mojón primero: como parte con don Gongalo, y sus
contrario, nos ofrece heredamientos, e dende a Mojón Cubierto a la cubre (cumbre) que
os. carentes de mue- parte con la Cafra. que es dehesa del Concejo, e dende, a Mojón
para poder habitarlo, Cubierto, como parte con los de Aldea de Pedro Cervero; e dende a
eza está ocupada por la Aleada, como va a la Alfada a yuso fasta en Salor, e dende a
iplotaciones agrícolas Mojón Cubierto fasta el primero, e las aguas, e las cañadas afora­
a dehesa que se ex- das, salvo los montes, por do suelen entrar e salir los ganados de
tos siglos, uno de los fuera» (3).
Después de estas operaciones de demarcación, y efectuada la
es señoriales del que oportuna división de parcelas y adjudicación de las mismas, acon­
ados: La Arguijuela, teció lo que fatal e irremisiblemente pasa siempre en estos casos:
ra de cereales y cu- que los propietarios modestos, los faltos de recursos principalmente,
Mtenarias encinas, las por carecer de ganados o de los indispensables útiles para la la­
Calzada de la Plata, branza, fueron cediendo sus posesiones, por venta o cambio, a los
leí emperador Augus- más ricos o acomodados. Y algunos años más tarde, al mediar el
íicacion. cuvos restos siglo xv, la mayoría de la esplendida dehesa de la Arguijuela era
«ueden examinarse en ya de la ilustre familia de los Blázquez de Cáceres, y en el resto
ó. siglos después, a tenían participación las casas más adineradas y linajudas residentes
r de Calzada de la en la villa eacereña, entre otras las de los AÍfón, Ulloas, Aldanas,
Holguines y Paredes. Motivando tal estado de cosas podamos ad­
la. hav vestigios que mitir como hecho cierto que, en la indicada fecha, estaba ya toda la
s cicus romanos que finca en manos de la nobleza.
jtdo se localizan tam-
La familia de los Blázquez era dueña y señora en la sazón de otro
■dras de granito; son conjunto de hermosas y extensas heredades rústicas casi colindan­
?n por doquier en las tes con la Arguijuela, por su parte meridional, como veremos más
AlmoDte y en las de adelante al ocuparnos del Castillo de Blasco Muñoz; resultando, por
tanto, que una inmensa hacienda de tierras de pasto, labor y mon­
diendo poco a poco tanera, que ocupaba varios kilómetros de extensión y la cruza en
ó a la reconquista de nuestros días la carretera de Cáceres a Mérida, constituía, durante la
juntamente con sus decimocuarta centuria, el pingüe y codiciado patrimonio de los
n a pertenecer a la descendientes de Juan Blázquez, uno de los paladines abulenses que
de los moros. más se distinguió en la reconquista de la capital de la Alta Extre­
<r’. común de vecinos madura.
de aquellos predios Estas onduladas tierras, con escasos accidentes orográficos, fueron
ar sus ganados y de escenario de victoriosas y comentadas cabalgadas de los habitantes
. Accedió gustoso a la de la vieja Cazires, después de haber obligado, con ímpetu arrolla­
x to la oportuna real dor, a los sarracenos a refugiarse entre las escabrosidades de la Sie­
rra de San Pedro, en determinados reductos fortificados y en pa­
I-*44 . Instituto Jerónimo
rajes más o menos inaccesibles.
lor, entre Torremocha y
i de granito multitud de (3) H u rta d o , P u b lio : Castillos, torres y casas fuertes, pág. 256 (Cáceres,
1927),
Determinado cronista, que se ha ocupado con acierto de la pe­
queña historia regional extremeña, nos da una versión verídica y
amena de una de aquellas correrías, de aquellas tan celebradas y efi­
caces cabalgadas que organizaban las huestes liberadoras del solar
hispano, y que siempre suponían un triunfo resonante para los cris­
tianos y un serio descalabro para los hijos de Agar.
He aquí la referencia de un hecho histórico que nos ha legado
el mencionado escritor, y cuya cita nos parece acertadísima en
este lugar:

LA CABALGADA

«Los pobladores de Cáceres se despertaron un amanecer del


año 1234 a los fuertes y prolongados toques de los cuernos de guerra
y los gritos de los atalayeros que desde las torres, almenas de la
muralla y minaretes de las destruidas mezquitas, daban la voz del
apellido. El apellido se oía gritar por doquier por las estrechas calles
moriscas del recinto amurallado, mientras los mayordomos daban
fuertes golpes en las puertas de las casas despertando a los mo­
radores.
»Durante la noche se habían visto sin cesar grandes hogueras en
las sierras de San Pedro, anunciando un peligro: una racia de los
moros. Los campesinos venían huyendo de los campos, abandonando
las atalayas y los bhois, llevando delante sus ganados, que metían
en los alcáceres que rodean el castillo, allá en el ejido de la ciu­
dad, y en las cercanías de los jardines del Alcázar. Unos decían que
los moros del castillo de Santa Cruz habían salido de su fortaleza;
otros que los de Magacela, y que cruzando la sierra habían tomado
la calzada romana, y sin preocuparse de que los caballeros de la
Orden de Santiago, desde su castillo de Montánchez o desde Méri-
da, les cortaran el paso, avanzaban arrollándolo todo para caer sobre
su Cazzires de sorpresa y reconquistarlo.
»E1 apellido llamamiento para la guerra de defensa lo acababa
de ordenar el Concejo reunido bajo el porche de la iglesia de Santa
María, que estaba empezando a construirse. La enseña, el pendón
del rey Alfonso IX de León, se había sacado y los vecinos acudían
a su alrededor. Venían los yunteros con sus bueyes cargándolos con
las talegas de los peones, las potestades e infanzones se aprestaban
con sus armas; unos vestían loriga, que era una malla de gran lige­
reza, de doble o triple tejido; los que la tenían doble usaban un peto
largo de cuero con varias aberturas de arriba abajo para poder mon­
tar a caballo, y el belmez asomaba a los pies. Otros llevaban lorigón
y capiello de hierro que protegía la cabeza, y debajo se ponía una
cofia de lino para que el hierro no lastimara, que llegaba hasta el
codo, y algunos loriga con almófar, que era una capucha pequeña
también de malla. Los brazos cubiertos por brufoneras, que eran
i acierto de la pe- bandas o fajas; los más pobres, con medias armaduras que les pro­
versión verídica y tegían sólo el pecho y las piernas, con un camisote que llegaba hasta
n celebradas y efi- las manos.
•eradoras del solar «Venían muchos en sus caballos con su ataharre. Las sillas eran
ante para los cris- jinetas de altos borrenes con estribos cortos, y pendiente las de estilo
■r. morisco, calzando acicates de larga punta y tope circular. Los po­
pie nos ha legado bladores de origen gallego no llevaban acicate y los borrenes eran
e acertadísima en más bajos, en donde apoyaban la lanza azulada, de madera de fresno,
con punta y regatón de hierro. Los caballos estaban protegidos tam­
bién por loriga. Las armas eran espadas tajantes de doble filo, sin
punta para golpear las lorigas y con un canal por donde escurría la
sangre. Los peones llevaban porras y cuchillos, que cuelgan del
un amanecer del cuello y les golpean el pecho al cabalgar. Se protegen con camisas
cneinos de guerra de cuero con algunas hojas de hierro, y capiello en la cabeza. El
nes. almenas de la escudo es de madera, protegido con cuero, y con adornos geométricos
daban la voz del hechos con clavos, y un umbo metálico en el centro; otros son de
las estrechas calles hierro y de forma triangular.
lavordomos daban »Los ballesteros llegan armados de ballestas y una bancuerda
otando a los mo­ (carjaj) con setenta saetas.
»Los adalides agrupan a los peones y ballesteros para formar la
n d e s hogueras en mesnada; los caballeros se reúnen todos, y entre ellos van algunas
: ima racia de los potestades que quedaron en la Villa después de la conquista. Se
■pos. abandonando unen a ellos los infanzones y los que sin serlo tienen ya caballo
nados, que metían de guerra, ataharre, que no les escusa del apellido; pero no llevan
el ejido de la ciu- divisas, mientras que los primeros lucen sus escudos y colores: Ulloas,
r. Unos decían que Blázquez, Espaderos, Valverdes, Yáñez, Figueroa...
lo de su fortaleza; »Suenan las trompas y la cabalgada se pone en marcha. Van
n a habían tomado primero los caballeros, que a poco se distancian de los peones; y
s caballeros de la detrás los labradores, escusados y aportellados con las tiendas y
hez o desde Méri- los bagajes, no mucho, pues sólo se propone el adalid que manda
do para caer sobre la cabalgada llegar hasta el Guadiana, limpiando de moros el cami­
no leal, la antigua calzada y sus alrededores. Algunos caballeros
lefensa lo acababa llevan sus halcones que han cazado en la Sierra de San Pedro, muy
Li iglesia de Santa abundante en estas aves de presa, y las han domesticado. Al mismo
enseña, el pendón tiempo que van de arrancada, quieren cazar con sus aves y con los
os vecinos acudían perros y ballestas algún jabalí o ciervo si se cruza en su camino,
es cargándolos con con lo que tendrán carne fresca para asarla en el fuego por la noche,
oríes se aprestaban delante de la tienda.
«alia de gran lige- »Siguen la calzada durante el día, hasta llegar a la torre de Juan
ble usaban un peto Blázquez, gran procer de la conquista, que dejó sus tierras de Ávila
¡o para poder mon­ y que ya tiene levantado su castillo fuertemente defendido con sus
os llevaban lorigón poternas para aislarse, y su patio de armas en el interior.
?bajo se ponía una »En los alrededores acampa la hueste. Se coloca en un pequeño
:e llesjaba hasta el cerrete que domina el campo e instalan las tiendas redondas, sujetas
i capucha pequeña con veinte cuerdas a los palos clavados en el suelo. Cada tienda
iifoneras, que eran lleva dos escusados y ocho peones. Los que visten loriga llevan tam-
Arguijuela d e Arriba.— Bella perspectiva del castillo-palacio de su nombre
bien dos escusados y los que llevan brufoneras, sólo uno. Eran como
pajes u hombres de armas de los caballeros, que comían el mismo
pan y dormían en la misma tienda.
»Han agrupado las tiendas alrededor de la del adalid, mirando
sus entradas a la de éste. Dejan una ancha calle entre ellas, y co­
locan a los atalayeros en los puntos más estratégicos y cercanos al
campamento, no sin advertirles que el que durmiera estando en vela,
sería trasquilado por alevoso, si no probaba lo contrario con dos
hombres que juraran por él; pero que, si por su culpa en la escucha
o atalaya, tuviera algún daño la cabalgada y lo hallaran durmiendo,
sería quemado vivo.
»Ya habían dicho al salir de Cáceres los adalides que el que
produjera revuelta o hiriere a algún compañero con espada, lanza,
piedra o porra, le cortarían la mano; como aquel que se fuera al
monte sin permiso y aunque fuera herido, no tendría herecha (?).
»Por la noche, un grupo de caballeros se internó en el monte muy
poblado, pues han tenido noticia por los espías y escuchas que los
moros acampan por la parte de Albalá, y pretenden caer de impro­
viso sobre ellos cortándoles la retirada a sus castillos, mientras que
la cabalgada — dividida en dos—, la envuelve por el otro lado. El
encuentro tuvo lugar entre Zarza y Montánchez, y el botín fue cuan­
tioso en armas y esclavos.
»A1 día siguiente de la arrancada, tiene lugar el pago según el
Fuero de las Cabalgadas de Cáceres. Se separa primero la ración de
Dios, otra para los cautivos cristianos y el quinto para la villa;
después se procede por el adalid a pagar a los heridos; por la pér­
dida de un ojo, mano, pie y nariz, se entregaran veinte marevedís;
por heridas que atravesaban brazo, pierna, mano y pecho, seis ma­
ravedís; y lo mismo por las de cabeza. A los pies del adalid se van
arrojando las cabezas de los moros, que se pagan a diez maravedís.
A continuación se empezaron a pagar los derechos de los caballeros
y peones; a los primeros, una ración; y a los ballesteros, media; pero
como se había llegado a ver la orilla del Guadiana, tres más a los
caballeros y media más a los ballesteros; y por cada caballo muerto
se pagaron treinta maravedís.
»Los caballos fueron distribuidos como botín, dando uno a los
que vestían loriga, por lorigón medio caballo y por brufoneras un
quinto de su valor. Acusado un peón de haber hurtado en la arran­
cada, y encontrada la prueba en su talega, fue condenado a pagar
cien maravedís a la cabalgada, mesándole la barba y trasquilándole.
»Así entró triunfante en Cáceres, cargada de botín y de escla­
vos, la cabalgada que salió de la villa en un día de primavera del
año 1372 (?) de la era hispana, teniendo todavía, al llegar, que
celebrar sus alcaldes, en el corral, un juicio contra dos pobladores que
no habían acudido al apellido, siendo condenados a pagar diez ma-
ravedís. y a su
millación y verg

D e s c r ip c ió n ' d e i

Sorprende gr
a Mérida la apj
(Qá

próximos a la r
tillos que lucen
aquellas feraces
DEAiRlRílM

Herguijuela de
otro, la Arguijuj
mero por la parí
He aquí alguj
AIRGÜIJUELA

Explicación d el i

1.—Puerta p
2.—Zaguán i
3.—Patio.
IDE JLA

4.—Pozo.
5.—Galería 1
6.—Torrecill
mina en
7.—Ventana*
J M I I M ^ A L A C I®

8.—Puerta b;
9.—Muro de
10.—Comienz
abajo.
11.—Barrera c
12.—Muro de
alto.
A, B y C.—Sí
plano.

El interior de
recientemente pa:
(4) Páginas 16
t/ XVI al XVIII, de
tación de Cáceres (G
ravedís, y a sus caballos les cortaron el rabo como signo de hu­
millación y vergüenza para sus dueños» (4).

II

D e s c r ip c i ó n d e l o s c a s t i l l o s - p a l a c io s d e l a s A r g u iju e l a s .

Sorprende gratamente a quien circula por la carretera de Cáceres


a Mérida la aparición —en el lado izquierdo de dicha vía y muy
próximos a la misma— de dos señoriales y bien conservados cas­
tillos que lucen sus recortadas siluetas y asientan majestuosos en
aquellas feraces tierras. Uno de ellos, el llamado de la Arguijuela o
Herguijuela de Arriba, se alza sobre un pequeño altozano, y el
otro, la Arguijuela de Abajo, en el valle que discurre junto al pri­
mero por la parte del septentrión, según ya se hizo constar.
He aquí algunos datos relativos a sus respectivas fábricas:

LA ARGUIJUELA DE ARRIBA

Explicación del plano:

1.—Puerta principal del castillo o palacio fortaleza.


2.—Zaguán del mismo.
3.—Patio.
4.—Pozo.
5.—Galería baja de arcos y columnas.
6.—Torrecilla que se alza por encima de todo el edificio y ter­
mina en otra moderna a modo de observatorio.
7.—Ventanas de la planta baja.
8.—Puerta baja, tapiada y con reja.
9.—Muro de separación del castillo con el resto de la finca.
10.—Comienzo de un suave declive que desciende hasta muy
abajo.
11.—Barrera o cierre de madera.
12.— Muro de contención, porque el suelo del castillo está más
alto.
A, B y C.—Saeteras bajas que se representan gráficamente en el
plano.

El interior del palacio fuerte ha sido reparado y acondicionado


recientemente para poder habitarlo, y sus muebles y demás enseres
(4) Páginas 16 y siguientes del libro L a vida en C áceres en los siglos X III
y XVI al XVIII, de M ig u e l A. O r t i B e lm o n te . Servicios culturales de la Dipu­
tación de Cáceres (Cáceres, 1949).

71
C A S T I M .O - P * U e r O t¡;: M « W S B * DE A B A JO J c f e t / » ! ' .

•sSs.t.

Arguijuela d e A bajo.— Plano del castillo-palacio


son modernos, de artesanía, e imitando a los que debieron alojar sus
paredes en los pasados tiempos.

LA ARGUIJUELA DE ABAJO

El castillo de la Arguijuela de Abajo, aunque fue construido al­


gunos años más tarde que el otro del altozano, conserva casi intacta
su fábrica primitiva, sin apenas revocos ni aditamentos en sus lienzos
exteriores, y ofrece un conjunto recio y atrayente, cuya belleza
resalta por sus torres de diversa traza y sus amplios muros, que lucen
escudos señoriales, curiosas ventanas, garitas, matacanes y originales
saeteras.

Explicación del plano:

Ante su fachada principal se extiende un primer recinto alargado,


una especie de avenida [1], cuya cerca, obra del siglo xix, se abre
junto a la carretera por clásica puerta con torreones almenados, cola­
terales, a modo de barbacanas; estando coronado, asimismo, con
almenas el lienzo que cierra el conjunto por el lado de la iz­
quierda.
Integran y embellecen la fachada la puerta principal, en arco
de medio punto [2], un torreón circular [3] y la garita alta [4], que
destaca y adorna la esquina de la derecha del edificio.
La puerta principal y los aditamentos artísticos situados sobre
ella constituyen un todo armónico y perfecto. Surmontándola des­
tacan una franja o loseta de mármol con dos escudos labrados, una
magnífica ventana, de buena traza, con otros dos blasones situados
a sus lados y cobijados bajo un alfiz de tramos cortos; y, finalmente,
el conjunto descrito aparece coronado por un lindo matacán de
tambor, almenado y con tres aspilleras labradas con ingenio, que
resulta muy útil para la defensa de la entrada principal.
A través de la referida puerta se alcanza el zaguán [5], y desde
allí, por airoso arco, se pasa al patio del edificio [6]; patio clásico
y acogedor, formado por cuatro crujías con arquerías y columnas, en
cuyo centro se labró anchuroso pozo [7], que no tiene hoy más
finalidad que completar el adorno de tan interesante recinto.
La pieza más importante, que sorprende por su enclave en el
mencionado patio, es la torre redonda [8], que ocupa parte de su
ángulo noroeste. Es recia y con escalera interior de caracol; y llama
la atención su emplazamiento por estar dentro del perímetro del
castillo-palacio y disponer de saeteras desde las que nada puede ba­
tirse, dado que la rodean muros y dependencias que imposibilitan
su utilidad.
Comunica la dicha torre redonda interior con otra rectangular,
cuyo ingenio y los dos departamentos señalados en el plano con una

73
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V.TtARIO ESTVIH

A principio
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X, y situados a sus lados, deben constituir una ampliación posterior
del primitivo edificio, ya que este extremo justifica que la torre re­
donda referida, hoy inservible, estuviera en otros tiempos libre de
estorbos, y resultaría así muy conveniente para la defensa, al po­
derse batir desde ella toda la gran extensión circundante.
Desde el ángulo sureste del patio, donde se cobija un pozo cuya
agua sirve para determinados servicios, se pasa a otra torre [11]
más ancha y consistente, también redonda, cuya planta baja se des­
tina en la actualidad a cuarto de aseo. Dispone esta torre de una
de la finca

interesante saetera que aboca a una cámara de la segunda planta.


Según puede observarse en el plano, además de la puerta prin­
cipal reseñada existe otra para pasar a los corrales y demás depen­
dencias auxiliares extramuros [12]; otra más falsa y tapiada [13], y,
jardín

finalmente, otra, tapiada también [14], y que, como la principal


ya citada, debieron ser las primitivas de la fortaleza.
Ofrece el mayor interés, por su silueta y consistencia, la llamada
desde el interesante

torre del Homenaje [15], que acopla en uno de sus ángulos un to-
rreoncito [16] circular y con escalera de caracol, que comunica con
ella y la sobrepasa en altura. La del Homenaje, cuadrada y con tres
plantas, es sencillamente magnífica.
En los distintos lados de la torre del Homenaje, como, asimismo,
en otros varios muros del castillo, aparecen incrustados con las armas
de los Ovando-Mogollón, consistentes en la cruz de Alcántara con
cuatro veneras en los ángulos y dos osos pasantes.
de A rriba— Otra vista del castillo

Son muchas, y de muy diversa forma, las ventanas que se abren


en las torres y lienzos del castillo, protegidas algunas con típicas
rejas y disponiendo las más de armazones de madera y cristal, que
cierran herméticamente y preservan del frío y otras inclemencias.
La segunda planta y demás departamentos altos del castillo-
)alacio están perfectamente restaurados, pero no tienen muebles ni
Íos útiles indispensables para ser habitados. Unicamente el ala nor­
oeste de la parte baja está ocupada por la servidumbre que tiene a
su cargo la conservación del inmueble, la explotación agrícola de la
dehesa donde asienta y el cuidado de la ganadería.
Se señala en el plano con la letra A una de las saeteras del edi­
ficio, y con la B la puerta tapiada de junto a la torre del Home­
naje.
Arguijuela

III

SU M ARIO ESTUDIO DE LO S SEÑ ORÍO S DE LAS A r GUIJUELAS.

A principios del siglo xv figuraba entre la mejor sociedad cace-


reña un noble y hacendado caballero llamado Fernán Alfón de Ovan­
do, que tenía dos hijos varones y una hembra, a saber: Fernán de

75
Ovando, Vasallo del rey Enrique IV, quien premió sus servicios ha­
ciéndole merced de las Tercias Reales de los pueblos de Torreor-
gaz y Torrequemada, en 1474; Juan de Ovando, Capitán Mayor de
Cáceres, que auxilió con su hueste de extremeños, en 1431, a don
Juan II en la guerra de Granada; y Leonor Alfón de Ovando, casada
con Hernán Blázquez, procer cacereño de los más linajudos y es­
clarecidos de entonces.
Como ya se ha hecho constar, en tiempos de este Hernán Bláz­
quez, o acaso en vida de su padre y, por tanto, a finales del siglo xiv,
se alzó el castillo de la Arguijuela de Arriba, según nuestro parecer,
pues el hecho cierto es que carecemos de testimonios precisos sobre
este extremo. Y se realizó tan magnífica obra a expensas del re­
ferido Hernán o de su padre, porque consiguieron reunir ya en una
sola finca las múltiples y pequeñas posesiones o parcelas en que
había sido dividida la dehesa cuando se hallaba al frente de los
destinos de León y Castilla el hijo del rey Fernando III.
Cuanto dejamos consignado aclara y confirma suficientemente el
paso de los bienes de la Arguijuela, patrimonio de los Blázquez, a
los Ovando, por el enlace de Hernán Blázquez con Leonor Alfón
de Ovando; y, a partir de entonces, todos sus descendientes ante­
pusieron el apellido de la madre en sucesivas generaciones, por razón
del mayor prestigio de su linaje o la mucha hacienda que aportó al
nuevo hogar dicha señora.
Fue hijo primogénito del matrimonio Diego de Cáceres y Ovan­
do (5), cuyo primer apellido lo tomó para sí y sus descendientes
porque, al nombrarlo, el rey y algunos palaciegos decían «el de Cá­
ceres», aludiendo al lugar de su naturaleza.
Emulo de su padre, sobresalió este caballero por su valor y dotes
personales nada comunes; y reconociendo los Reyes Católicos sus
excepcionales méritos y servicios, lo nombraron capitán de caballos
y gente de guerra de Cáceres, Badajoz, Trujillo, Coria y de todas
las villas de las Ordenes militares de Santiago y Alcántara en Ex­
tremadura, por cédula real, fecha 12 de mayo de 1475.
Uno de los más señalados favores que le otorgaron los reyes fue
autorizarle a construir su casa sobre parte del solar que ocupó an­
tiguamente el alcázar moro (6), permitiéndole al propio tiempo le­
vantar en ella torre almenada y al descubierto, a pesar de lo dis-

(5) Diego de Cáceres era hijo de Hernán Blázquez Mogollón y de Leonor


Alfón de Ovando; nieto de Hernán Blázquez y Juana González; biznieto de
Hernán Blázquez y María Gil Mogollón; tercer nieto de Juan Blázquez, el G ordo;
cuarto, de Ñuño Blázquez y María Sánchez; quinto, de Blasco Muñoz y Pas­
cuala Pérez; sexto, de Juan Blázquez, el Conquistador, y de Teresa Alfón, según
J osé de Rújula y Antonio d e l Solar en L os prim eros m arqueses d e Cama-
rena la Real: L os Ovando, pág. 28 (Lisboa, 1932). Vid., asimismo, E l capitán
D iego d e C áceres y Ovando, paladín extremeño d e los Reyes Católicos, obra de
Miguel Muñoz de San Pedro (Badajoz, 1952).
(6) Ibid., pág. 109.

76
■mió sus servicios ha-
pueblos de Torreor-
u. Capitán Mayor de
■ños. en 1431, a don
n de Ovando, casada
más linajudos y es-

le este Hernán Bláz-


finales del siglo xiv,
gun nuestro parecer,
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a expensas del re-
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le Cáceres y Ovan-
r sus descendientes
! decían «el de Cá-

wr su valor y dotes
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capitán de caballos
Coria y de todas
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t 1475.
i-iron los reyes fue
5ar que ocupó an-
propio tiempo le-
a pesar de lo dis-

y de Leonor
jO nzJez: biznieto de
n BLzquez, el Gordo;
Blasco Muñoz y Pas-
f Teresa Alfón, según
marqueses d e Cama-
■rÉnijiito, E l capitán
w» Católicos, obra de

Arguijuela d e A bajo.— Fachada principal del castillo


puesto por Femando e Isabel en su real cédula de 12 de mayo de
1478, en la que, para atajar las sangrientas discordias de los bandos
de la localidad, mandaron derribar todas las torres de las casonas
y palacios particulares; y por cierto que eran muchísimas las exis­
tentes en la moruna villa cacereña.
El gran adalid Diego de Cáceres y Ovando fundó mayoraz­
go (7), vinculando en él su casa-palacio, que se alza majestuosa
y pujante en el barrio de San Mateo, su castillo de la Arguijuela y
otras muchas propiedades rústicas y urbanas; y fue de hecho el
I señor d e la Arguijuela.
Hermano de este insigne capitán, e hijo, por consiguiente, de
Hernán Blázquez y de Leonor Alfón de Ovando, era Francisco de
Ovando, llamado el Viejo para distinguirlo de su primogénito, que
llevó el mismo nombre y apellido.
Dicho caballero sirvió a la corona con su padre y hermano en
las guerras con Portugal, durante el último tercio del siglo xv; y
si su padre o abuelo erigieron el castillo del altozano, él, por perte­
necer ya vinculado a su casa todo el predio arguijuelense, construyó
el del valle, denominándose en lo sucesivo la referida finca, en vez
de la Arguijuela, las Arguijuelas; y por tal circunstancia y desde en­
tonces, comprendía dicho nombre a las dos fortalezas, que fueron
dótales de otros tantos vínculos, a cuyo fin se dividió en dos la
dehesa, resultando así que él fue por derecho propio 7 señor d e la
aldea y castillo d e la Arguijuela d e Abajo, que amayoralgó, como es
consiguiente.
Heredó su casa y bienes pertenecientes a la misma, su hijo
Francisco de Ovando y Rivera, 11 señor d e la Arguijuela de Abajo,
gran paladín en la lucha de los comuneros de Castilla, pues se
batió con gran coraje y denuedo en pro de la causa de don Carlos,
el ínclito Emperador.
En 1551, Diego de Cáceres y Ovando, hijo de Diego de Ovando
y nieto del célebre capitán, era III señor d e la Arguijuela d e Arriba;
y hallándose enfermo y estando en su castillo, hizo testamento e
inventario de sus bienes en la indicada fecha (8).
Dicho señor estaba casado con Teresa Rol, hija de Pedro Rol de
la Cerda, y vivía parte del año «en su heredamiento y castillo de la
Arguijuela» para poder atender así, de manera más directa y próxima,
la explotación de las tierras, pues se había consagrado de tal manera
al cuidado de su hacienda que consiguió acrecentar su mayorazgo

(7) Ibid ., pág. 133.


(8) Tom ándolo del trabajo que el Bachiller d e Trevejo, D a n ie l B e rja n o ,
publicó en 1909 en la Revista d e Extremadura, bajo el título «Cómo vivían nues­
tros antepasados, un hogar n oble d e antaño », se ocu pa O r t i B e lm o n te , en su
obra L a vida en C áceres..., págs. 25 y siguientes, de la escritura e inventarios
hechos por Diego de C áceres y O vando, el M ayoralgo, en la Arguijuela, en 1551.

78
a de 12 de mayo de
ordias de los bandos
orres de las casonas
muchísimas las exis-

ido fundó mayoraz-


se alza majestuosa
o de la Arguijuela y
y fue de hecho el

por consiguiente, de
lo. era Francisco de
su primogénito, que

padre y hermano en
rcio del siglo xv; y
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uijuelense. construyó
eferida finca, en vez
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e dividió en dos la
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ímayoralgó, como es

la misma, su hijo
Arguijuela de Abajo,
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ausa de don Carlos,

le Diego de Ovando
iradjvela de Arriba;
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- : to y castillo de la
ás directa y próxima,
“rado de tal manera
entar su mayorazgo

Arguijuela d e A bajo.— Angulo suroeste de la fortaleza


FW70, D an iel Berjano,
tnk «Cómo vivían nues-
O n n Belmovte, en su
_ •. e inventarios
: Arguijuela, en 1551.
y llegó a ser uno de los labradores y ganaderos más importantes de
la provincia.
Por si eran pocos sus desvelos y atenciones para mejorar y au­
mentar la hacienda, su esposa incorporó a la casa, en 1506, los bienes
que heredara del comendador Fray Martínez Rol, y muy considera­
ble dote, toda vez que, además de una cadena de oro que pesaba
doscientos ducados, aportó en donas un collar de oro que pesaba
sesenta y cuatro castellanos, veinticuatro manillas de oro que pe­
saron cincuenta ducados, una gargantilla de oro de treinta castella­
nos, unos cabos de cinta de oro que valían cien ducados, veinti­
cuatro cabos de oro que pesaban diez castellanos, un cofre con ani­
llos de oro, otras cosas que tenían valor de treinta mil maravedíes
y gran cantidad de prendas de terciopelo, damasco y raso.
El blasón de esta linajuda dama campea empotrado en la entrada
del castillo y en él figuran: «cinco tórtolas en campo amarillo y
una banda colorada en campo verde, rodeada de ocho eslabones».
El referido Diego de Ovando y Cáceres, poseedor del mayorazgo
que fundara su abuela, el renombrado capitán, con la anuencia
y entusiasmo de Teresa Rol, su primera esposa, edificó, cercana a la
fortaleza de la Arguijuela Alta, una interesante ermita, bajo la ad­
vocación de la Sagrada Familia; y en el interior del castillo acondi­
cionó para capilla una de las dependencias, con un valioso retablo
cuyo importe ascendió a mil ducados. Contribuyó a la erección y le
ayudó con su dinero el gran don Nicolás de Ovando, gobernador de
las Indias; y tomó parte directa en la obra el divino Morales.
El soberbio retablo permaneció intacto hasta la muerte del úl­
timo marqués del Reino, fecha en la cual, fragmentado, se distribu­
yeron las tablas entre sus herederos.
Resulta interesante poder saber en nuestros días que para el culto
de la referida capilla, a la que concurría no sólo la servidumbre del
castillo, sino también la de los alrededores, vinculó el fundador una
casulla «e un frontal de altibajo con su alba, manípulo y estola, un
cáliz de plata que pesó dos marcos y medio y dos reales, una cruz
de plata que pesó marco y medio y dos onzas, dos candeleras de
plata que pesaron marco y medio y una onza, un incensario de
plata que pesó dos marcos y medio y dos onzas y tres reales, dos
vinageras de plata que pesaron un marco menos dos reales, una
naveta de plata que pesó marco y medio y un real, un portapaz de
plata que pesó un marco y dos onzas... y toda la plata y ornamentos
dichos dejó anexada e le incluya en el mayorazgo que hizo e ins­
tituyó el capitán Diego de Cáceres mi señor agüelo, que es en
gloria...» (9).
De cuanto dejamos consignado se desprende que el señorío y
castillo de la Arguijuela de Abajo pertenecía a los descendientes de

(9) Página 2 8 de la ref. obr. de O r t i B e lm o n te .

80
«s más importantes de Francisco de Ovando; y que, por el contrario, poseían la fortaleza
de Arriba y el vínculo correspondiente a la misma los herederos de
■s para mejorar y au- su hermano, el valiente capitán Diego de Cáceres; pero, en opinión
sa. en 1506, los bienes de Hurtado (10), ambos mayorazgos debieron pasar pronto a ser
Sol, y muy considéra­ patrimonio de una sola persona, pues no duda en afirmar que «du­
la de oro que pesaba rante mucho tiempo —cerca de tres siglos—, el señorío de ambas
r de oro que pesaba fortalezas radicó en la misma persona del linaje de los Ovando».
illas de oro que pe­ Y agrega «que en la segunda mitad del siglo xvm (1776) se separa­
ro de treinta castella- ron»; y explica este hecho transcendental de la manera siguiente:
eien ducados, veinti- «Era poseedor de los castillos y los mayorazgos mencionados don
>05. un cofre con ani- Vicente Francisco de Ovando y Rol de la Cerda, marqués de Ca-
wnta mil maravedíes marena la Vieja, capitán general de Castilla la Vieja y dignatario
co y raso. muy querido del monarca don Carlos III. Había establado pleito
potrado en la entrada contra él, reclamando título y mayorazgos, otro Ovando, primo suyo,
■n campo amarillo y a quien los tribunales estimaron con mejor derecho a poseerlos, y se
de ocho eslabones», los adjudicaron:
-eedor del mayorazgo «Fue a visitar cierto día el general a su amigo el monarca, y al
¿n. con la anuencia penetrar en la cámara real éste le dijo, en tono familiar:
edificó* cercana a la — ¡Hola, Camarena!
i ermita, bajo la ad- — Señor... — advirtióle éste, inclinándose—, ya no puedo respon­
r del castillo acondi- der por ese título.
0 un valioso retablo —¿Cómo así?...
• ’ a la erección y le —Porque he perdido el pleito, y es a mi primo a quien pertenece
ando, gobernador de ya el marquesado.
r^ino Morales. —Pues para mí seguirás siendo Camarena. Si los tribunales te
a la muerte del úl- han prohibido titularte Camarena la Vieja, yo te hago Camarena
- ntado, se distribu­ la Real» (11).
De este modo resultaron dos marquesados de Camarena, y se
ías que para el culto separaron los vínculos que hasta entonces habían estado unidos,
►la servidumbre del siguiendo uno de éstos y el castillo de Arriba adheridos al marque­
uló el fundador una sado de Camarena la Vieja, que hoy poseen los sucesores de doña
anipulo y estola, un Adela de Carvajal; y el de Abajo, con el otro mayorazgo, la actual
los reales, una cruz vizcondesa de Roda y sus hermanos, señores Jordán de Urríes y
■ dos candeleros de Ulloa, sucesores de doña Ramona de Ulloa y Calderón de la Barca;
1 un incensario de bienes todos ya desvinculados por supuesto.
ls y tres reales, dos De Diego de Ovando y Cáceres, nieto primogénito del insigne
k*s dos reales, una capitán del mismo apellido, proceden los marqueses del Reino, tí­
e¿L un portapaz de tulo que fue concedido el 6 de diciembre de 1736 a don Alonso de
plata y ornamentos Ovando y Solís, brigadier de los Reales Ejércitos (12).
’go que hizo e ins- Y Francisco de Ovando, hermano segundo del tantas veces ci-
agüelo. que es en

? que el señorío y (10) Castillos, torres..., págs. 257 y siguiente.


K descendientes de (11) Ibid.
(12) M arqués d el Reino, título de las Dos Sicilias, reconocido en España,
y concedido a don Alonso de Ovando y Solís, en 6 de diciembre de 1736.
Véase 'Nobiliario Español, de J. A tie n z a , pág. 939, ed. Aguilar (Madrid, 1954).
tado paladín de los Reyes Católicos, fue progenitor de los marque­
ses de Camarena la Vieja y de Camarena la Real.
El primer Ovando que se tituló marqués de Camarena la Vieja
fue Pedro de Ovando, Alférez Mayor de Cáceres, donde residió a
finales del siglo xvin. Dicho caballero, III marqués, lo poseía por su
esposa Micaela de Carvajal, que lo había heredado de su tío don
José, y éste, a su vez, de don Diego de Castejón, obispo de Lugo y
Tarazona, gobernador del arzobispado de Toledo y años más tarde
del Consejo Supremo de Castilla, a quien le había otorgado la mer­
ced, en el año 1642, S. M. el rey.
Y en cuanto a Camarena la Real, ya hemos visto la pintoresca
razón en que fundamentó Carlos III la concesión de tal honor a don
Vicente Francisco de Ovando y Castejón, uno de sus más dilectos
y prestigiosos cortesanos.
* # «*

Terminamos haciendo constar que la segunda mitad del siglo xix


fue una etapa laboriosa y fecunda para el castillo de la cumbre y las
extensas tierras que poseía en aquellas latitudes don García de Arce
y Aponte, marqués del Reino, su propietario. El ilustre procer esta­
bleció en la Arguijuela de Arriba la explotación agrícola más impor­
tante de Extremadura, agregando a ella varios cortijos, dehesas y
otras fincas de su cuantiosa fortuna, en cuyas faenas de laboreo in­
tervenían casi un centenar de pares de muías, cincuenta de parejas
de bueyes, y los consiguientes yunteros, mayorales, aperadores, ca­
rreteros, pastores, careas y, en fin, un sinnúmero de obreros especia­
lizados que, al salir el sol, abandonaban el caserío para dedicarse a
las ocupaciones peculiares de cada uno, y regresaban al castillo cuan­
do ya declinaba el crepúsculo de la tarde para recogerse junto al
amor de la lumbre, comentar las incidencias de la jornada y reponer
fuerzas mediante el oportuno descanso.
Y si bien es verdad que disminuyó mucho todo el artificio y el
extraordinario incremento logrado en la explotación de aquella ha­
cienda, al fallecer en 1879 don García de Arce, prototipo del señor
extremeño, laborioso y previsor, no es menos cierto que sus herede­
ros siguen todavía cultivando la dehesa bajo la norma de su ejem-
plaridad y enseñanzas.
Los propietarios actuales de la Arguijuela de Arriba han trans­
formado parte de dicha heredad en un lugar de ensueño; un pa­
raje encantador cuya contemplación sorprende gratamente al visi­
tante, pues junto a los muros de la vieja fortaleza —hoy restaurada
y en condiciones de habitabilidad, con reposteros, aves disecadas,
cerámicas, puertas, cofres, arcones y otros utensilios de factura mo­
derna imitando muebles y menaje de tiempos pasados—, se cobija
el magnífico caserío donde se aloja la servidumbre de la casa. No

82
jt de los marque-
il.
lamarena la Vieja
. donde residió a
s lo poseía por su

junto a sus muros


do de su tío don
obispo de Lugo y
y años más tarde
otorgado la mer-

isto la pintoresca
e tal honor a don

abierta
sus más dilectos

en la charca
lita d d e l s ig lo XIX
e la c u m b r e y las
n García de Arce

se refleja
nstre p r o c e r e s t a ­
n c ó l a más im p o r -
> rtijo 5. d e h e s a s y
as de l a b o r e o in -

del edificio
ruenta d e p a r e j a s
>. aperadores, ca-
* o b re ro s e s p e c ia -
para d e d ica rse a
d al c a s t i l l o c u a n -
silueta

ecogerse j u n to al
omada v r e p o n e r
bella

) el artificio y el
d de aquella ha-
A bajo.— La

ototipo del señor


' que sus herede-
rma de su ejem-

Iniba han trans­


de

ensueño; un pa-
Arguijuela

itamente al visi-
—hoy restaurada
aves disecadas,
s de factura mo-
idos— . se cobija
r de la casa. No
faltan, asimismo, los indispensables corrales, cercados, cuadras y
demás dependencias auxiliares para encerrar el ganado, almacenar
el grano, recoger los frutos y verduras, y poder atender todas las
necesidades subsiguientes a una racional y provechosa explotación
de aquellas privilegiadas tierras.
Pero la novedad, la nota simpática e inesperada para el que
arriba a esta Arguijuela, surge al contemplar un pequeño y bien
cuidado jardín surcado de arrayanes, arbustos, plantas trepadoras
y flores diversas, que halagan los sentidos con su fragancia y colo­
rido; un auténtico parterre con arcadas, fuentes y columnas de gra­
nito, muros de piedra y otros detalles mil, que completan el ro­
mántico y acogedor rinconcito. Y en su alrededor, una laguna de
regulares dimensiones, un curioso remanso circundado por acciden­
tes naturales del terreno, cuyas aguas surcan constantemente ban­
dadas de patos y otras ánades y volátiles diversos, produciendo alga­
rabía con sus graznidos y revoloteos.
Y hay más todavía: las tierras de este bello lugar se ensanchan y
extienden hasta la lejanía, sin muros ni traba alguna, formando mon­
tículos y declives por los que trepan y galopan multitud de ciervos
que, en manadas algunas veces, dispersos las más y seguidos de sus
crías en ocasiones, cruzan el espacio veloces como relámpagos, asoman
sus cabezas con desconfianza a través de las peñas o los arbustos,
y acuden recelosos cuando el peculiar ronquido del cuerno y del
caracol, manejado con maestría por un mayoral, los invita al sabroso
yantar en una de las corraledas, donde se les ha preparado de ante­
mano la comida sabrosa y abundante que ellos prefieren.
Es un espectáculo atrayente y muy singular ver aparecer por
entre las encinas o junto a un retamar —protegiéndose y confundién­
dose con troncos, canchales y arbustos—, a estos ágiles animalitos de
arrogante planta, que avanzan lentamente luciendo su esbelta y
arrogante silueta, con su cabeza erguida, olfateando y escudriñando
el horizonte, parándose a cada momento, pero que acuden al fin,
atraídos por el habitual sonido de la caracola, prometedor de ape­
titosa pitanza.
« # #

Es tal la novedad e interés de los alrededores de ambas Argui-


juelas, que recientemente fueron elegidos aquellos lugares por una
casa productora para rodar determinadas escenas de la película ti­
tulada La fierecilla dom ada, una de las de mayor éxito del cine es­
pañol en todos los tiempos.
creados, cuadras y
ganado, almacenar
r atender todas las
vechosa explotación

•erada para el que


:n pequeño y bien
plantas trepadoras
>. fragancia y colo-
y columnas de gra-
e completan el ro­
to r una laguna de
ndado por acciden-
>nstantemente ban-
. produciendo alga-

igar se ensanchan y
ina. formando mon-
multitud de ciervos
s y seguidos de sus /4Imaraz Monroy
relámpagos, asoman
¿as o los arbustos,
►del cuerno y del
E L CASTILLO DE BELVIS DE MONROY
os ¡m ita al sabroso
preparado de ante-
refieren. I
■ ver aparecer por
D el Se ñ o r ío y C asa fu er te de B e l v ís .
idose y confundién-
igiles animalitos de
Después de la fundación de Plasencia por el rey Alfonso V III de
endo su esbelta y
Castilla, al ser delimitado el término, quedaron dentro de su juris­
ido y escudriñando
que acuden al fin, dicción multitud de villas, lugares y aldeas cuyos núcleos de pobla­
ción aumentaron o disminuyeron en años sucesivos, transformándose
cometedor de ape-
al fin y definitivamente en cuarenta y dos aldeas y quince villas, una
de las cuales era Belvís, y de ella dependían los pueblecitos de Mesas
de Ibor, Valdecañas, Valdehúncar, Campillo, Casas de Belvís y algún
otro.
s de ambas Argui- Tiempo más tarde donó Belvís a Plasencia el rey Fernando III,
x lugares por una para recompensar así los buenos servicios que le habían prestado
¡ de la película ti- los caballeros placentinos en la toma de Baeza en 1237, en la con­
r éxito del cine es- quista de Sevilla en 1248 y en otras diversas empresas bélicas.
Una de las familias más destacadas, en la Plasencia de entonces,
era la de los Bote, que se habían avecindado en dicha ciudad a
partir de la Reconquista.
Parece seguro que el fundador de este linaje en tierras de Ex­
tremadura fue el caballero Julián Pérez del Bote, a quien sucedió

S5
su hijo primogénito, el notable paladín Fernán Pérez del Bote, que
desempeñó, entre otros cargos, el de Personero de Plasencia, y co­
operó de manera muy eficaz en las célebres campañas que realizó
por Andalucía en los años 1255, 1261 y 1262 el monarca castellano,
consiguiendo liberar del dominio musulmán, definitivamente, Jerez
de la Frontera, Medina Sidonia y Sanlúcar, merced a la positiva
ayuda de los hidalgos extremeños.
Y fue entonces cuando Alfonso X, el Sabio, reconocido a los pla-
centinos, les concedió el privilegio de que pudiesen los vecinos de
dicha ciudad guardar sus fronteras sin que tuvieran que hacerlo
las fuerzas del rey. Hace mención de esta señalada merced Fernan­
do IV, y la confirma en las Cortes que reunió en Valladolid, en
1307, diciendo:
«Sepan todos cuantos esta carta vieren, cómo yo, don Fernan­
do, por la gracia de Dios rey de Castilla, etc. Porque Fernán Pérez
del Bote y Fernán Pérez de Monroy, personeros del Concejo de
Plasencia, que vinieron a estas Cortes, que yo agora hice aquí en
Valladolid, me mostraron, cómo la guarda de los puertos de sus
términos, que la hubieron ellos en tiempo del rey don Alonso, mi
agüelo, y del rey don Sancho, mi padre, que Dios perdone, amén;
pidieron merced por el dicho Concejo, que yo le diere y se le otor­
gare, etc.» (1).
Al dicho Fernán Pérez del Bote, procurador en Cortes como
hemos visto y uno de los más destacados personajes de Plasencia,
hizo entrega el rey Sancho IV del cortijo de Belvís, con privilegio
expreso para que poblase con treinta familias y alzara en él casa
fu erte con que defenderse de las rapiñas y correrías de los Golfi­
nes (2), que infestaban las tierras y lugares de la comarca.
De lo que se desprende que fue Fernán Pérez del Bote el procer
que mandó construir el castillo de Belvís, en su flamante señorío,
obtenido por merced real como recompensa a lo mucho y bien que

(1) F r a y A lo n so F e rn á n d e z , Historia y Anales de la ciudad y obispado de


Plasencia, pág. 91, cap. XV del libro I, ed. de Cáceres.
(2) L os Golfines. Respecto a esta inquieta familia, escribe M a tía s G il en
L as siete centurias de la ciudad d e Plasencia: «En este mismo año (1307), el
mismo rey don Fernando IV, y en las Cortes de Valladolid, a instancia de los
Procuradores de Plasencia, Fernán Pérez del Bote y Fernán Pérez de Monroy,
despachó un privilegio y provisión real por el que otorga que el Concejo de
Plasencia guarde, como ya venía guardando por sí, los puertos de sus térmi­
nos para impedir el daño y robo que pudieran hacer a los que por ellos pasaren,
los famosos Golfines. Estos Golfines, oriundos de Francia, se apoderaron de
varios castillos en las tierras de Cáceres, y desde allí salían a robar las cabañas
trashumantes, cuando pasaban de extremo a extremo. Tuvieron luego sus casas
en Cáceres y adquisieron títulos de Nobleza». Véase M emorial d e don Alonso
d e Ulloa, de don P e d ro de U l l o a y G o lf ín ; la Historia d e Toledo, de M a rtín
G am ero; el Nobiliario d e los Reinos y Señoríos d e España, de P i f e r r e r , y Cró­
nicas o Conquistas d e Cataluña, de B e rn a rd o D e s e lo t .

86
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Toledo, de M artín
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sirvió a don Fernando, el Em plazado, en las diferentes empresas que
tuvo.
Justo es reconocer, por tanto, como I señor d e Belvís al referido
caballero placentino, quien contrajo matrimonio con doña Teresa
Alonso Paniagua, y fueron padres de Esteban Fernández del Bote y
abuelos de Alonso y Urraca Fernández.
Este Alonso Fernández del Bote, II I señor d e Belvís, fundó, el
22 de agosto de 1329, el mayorazgo de Belvís, Fresnedeso, Deleitosa,
Casas de Ibor y la Peraleda; y por no tener hijos varones legó su
casa, títulos y preeminencias a su hija Teresa, que estaba casada con
Juan Alfonso de Almaraz, señor d e Almaraz.
A partir de entonces, se fundieron en una sola familia las ramas
primogénitas de Botes y Almaraces, y pasaron a pertenecer a la
misma persona, Juan Alfonso de Almaraz, los dos señoríos, motivan­
do que en lo sucesivo se titulara señor de Belvís, Almaraz y D elei­
tosa,
Aunque el predio de Belvís fue concedido por Sancho IV al ilus­
tre Fernán Pérez del Bote, la población del mismo se confirmó a su
hijo Esteban.
Los Bote, primeros señores de Belvís, residían habitualmente en
Plasencia; y el representante de la cuarta generación, el llamado
Alonso, se mandó enterrar en el convento de franciscanos de dicha
ciudad en el año 1329, en la capilla de Santa Catalina. He aquí la
referencia: «En la capilla, que yo mandé hacer para mí y para mis
herederos, que viniesen de mi linaje, y que porque hí el altar de
San Francisco, asicomo está dispuesto y ordenado por los frailes de
este monasterio, y que hagan hí una sepultura ante el altar, en que
me entierren, y mando que canten los frailes por mi alma, etc.» (3).

II

L am en table esta d o actual del c a s t il l o de B e l v ís de M onroy.

Como ya se hizo constar en páginas precedentes, fue Fernán Pé­


rez del Bote, I señor d e Belvís, el que ordenó la edificación de lo
que se llamó entonces casa fuerte de Belvís, ampliada y recons­
truida siglos más tarde hasta quedar convertida en auténtico cas­
tillo, una de las más seguras e interesantes fortalezas de la Alta
Extremadura, cuyos muros desafían aún al tiempo y sus incle­
mencias.
Según tendremos ocasión de ver, sirvió de escenario a las en­
conadas luchas que sostuvieron Almaraces y Monroyes, miembros
(3) «... se mandó enterrar en la iglesia de Santa Catalina, en la casa de los
frailes descalzos de San Francisco de Plasencia», dice A lo n so F e rn á n d e z en
la pág. 102 de su cit. obr.
•s empresas que de dos ilustres familias extremeñas, cuyas andanzas llenaron toda
una época y asombraron a sus contemporáneos con sus proezas y
?Icís al referido continuo batallar.
n doña Teresa El estado actual de la referida fortaleza es lamentable en extre­
idez del Bote y mo; derruidas sus estancias, agrietados sus muros y lleno de casco­
tes y hojarasca su interesante patio, produce congoja contemplarlo;
e l vis, fundó, el y más al considerar que aquellas históricas ruinas fueron cuna del
deso. Deleitosa, más valiente y esforzado de los prohombres cacereños en la decimo­
arones legó su quinta centuria; el ínclito, el sin par don Alonso de Monroy, clavero
aba casada con y maestre de Alcántara, que ocupa lugar destacado en los anales de
la Historia de Extremadura.
milia las ramas En su recinto, en sus departamentos y en su foso, se batieron,
>ertenecer a la como veremos después, con gran denudo, los partidarios de ambas
iortos, motivan- aludidas familias; pero la incuria de los hombres ha permitido que
maraz y D elei- en la hora presente se confundan ya parte de los altivos y fuertes
muros del soberbio castillo con la tierra de su solar. He aquí, no
ícho IV al ilus- obstante, una somera descripción de la parte que aún se conserva
“ confirmó a su de la histórica fortaleza, algunas de cuyas torres y lienzos de mu­
ralla todavía se mantienen enhiestos y retadores, testimoniando su
bitualmente en pretérita grandiosidad.
on. el llamado Sobre los peñascos de una eminencia que domina amplia exten­
canos de dicha sión de terreno, no lejos de la margen derecha del Tajo, asienta el
na. He aquí la mencionado castillo de Belvís, fundado, según dijimos, en el siglo xm.
mi y para mis Su planta es irregular y su construcción varia no responde a un
hí el altar de sistema uniforme, porque la primitiva fábrica fue ampliada y res­
k los frailes de taurada varias veces, transformando así la auténtica fortaleza de los
íl altar, en que Bote en mera residencia señorial, cual sucedió con la mayoría de los
alma, etc.» (3). castillos de entonces. Y en éste, quizá como en ningún otro, se apre­
cian y determinan exactamente las distintas construcciones y estilos,
siendo la característica más acusada el fin defensivo a que se le
destinó desde un principio por fuerza de las circunstancias y la inse­
guridad y anarquía imperantes.
DE MOVROY. Es una excelente obra de arquitectura militar considerada en con­
junto, que consta de dos recintos, sobresaliendo en el segundo su
fue Fernán Pé- magnífica torre de Homenaje y otras varias que asientan y destacan
lificación de lo por la parte de occidente.
iada y recons- La planta del primer recinto es un polígono de nueve lados, que
auténtico cas­ podría sumarse en un pentágono; y el alzado lo constituyen lienzos
ias de la Alta de muralla y torres semicilíndricas que sobrepujan a las cortinas.
> y sus incle- Resulta indudable que ésta debió ser la primera obra defensiva
realizada en el siglo xm; el armazón de la casa fuerte de los Bote,
lario a las en- cuya parte noroeste desapareció y fue reconstruida y modificada con
>yes. miembros posterioridad; pero todavía conserva su primitiva puerta flanqueada
en la casa de los
por airosas torres.
¡o F ernández en Sobre este primer recinto destaca el segundo, que se alza y sobre­
sale luciendo majestuosa silueta, «cuyo lado mayor y más occidental

89
es un fuerte de forma regular cuadrada, menos por el lado norte,
que avanza en sentido oblicuo enlazando con otro cuerpo de la for­
taleza que cae al noroeste» (4).
El valor defensivo de este mencionado cuerpo occidental cua­
drado se pone de manifiesto principalmente por la existencia de des­
tacadas torres cilindricas en los ángulos y en las partes medias de
los lienzos de cada lado, cuyo detalle se da y aprecia también en el
lado oblicuo correspondiente al noroeste.
La torre intercalada en la parte media de occidente es distinta
de las demás por su gran tamaño y curioso trazado; es ancha, de
forma casi triangular, con ángulos sustituidos por semicilindros y el
vértice hacia dentro. Sobrepuja a todo el fuerte por su gran ele­
vación.
Por lienzos y torres del edificio corre cornisa de canecillos que
completan el bello conjunto de tan magna obra defensiva central
que se erigiría cien años después, debiéndose fijar su data en el
siglo XIV.
En la parte oriental de este importante núcleo de fortificaciones
y en la misma línea de la muralla, se alza arrogante la regia torre
del Homenaje, enormemente grande, cuadrada, y con su altura im­
ponente domina a todas las demás.
Esta dicha torre del Homenaje tiene frente por frente, hacia el
oeste, la ya citada torre triangular, y se halla protegida y reforzada
por la parte del naciente por dos magníficas torres del segundo re­
cinto que abre su puerta en el lienzo occidental, muy próxima a la
torre del ángulo noroeste. Aparece defendida por un matacán y si­
tuada a la izquierda del primer recinto.
En el siglo xvi se adosó en el segundo recinto una espléndida y
suntuosa casa-palacio señorial, con su correspondiente puerta en arco
de medio punto, hoy ya resquebrajado, cuya ruina nos advierte, antes
de pasar bajo el dintel, el lastimoso estado de la que fue acogedora
mansión y parte muy principal del histórico castillo. Surmontan dicho
arco dos expresivos escudos heráldicos; «el primero partido de cas­
tillo y fajas bretesadas (5), y el segundo con dos calderas».
En el interior del castillo surgen e impresionan los restos de un
curioso patio que tuvo arcadas de medio punto y columnas de orden
compuesto, todo de cantería; pero es tal la aglomeración de cascotes,
tal la desolación y la ruina, que es difícil determinar exactamente
su distribución, su interesante y primitiva traza.
Otra puerta, también de arco apuntado, protegida por el indis­
pensable matacán y que debe datar, según Mélida (6 ), del siglo xiv,
facilita la comunicación con la parte oriental de la fortaleza, a la

(4) M élida, Catálogo m onum ental..., t. I, pág. 302.


(5) E l escudo del linaje Monroy, según A tie n z a , en su men. obr., pág. 546.
(6) En el Catálogo y pág. cit. de M élid a.

90
>or el lado norte, que no es posible el acceso y recorrido por la abundancia de es­
cuerpo de la for- combros y la desaparición de sus escaleras y muros.
En uno de los lienzos del edificio se ve todavía ventana geminada
o occidental cua- con arco de herradura; y en alguna otra parte se repite el motivo
existencia de des­ heráldico ya mencionado.
cartes medias de La fábrica del castillo es de manipostería y abundante piedra
cía también en el sillar en las puertas, ventanas, cornisas y matacanes.
# * #
idente es distinta
ido: es ancha, de
senúcilindros y el La descripción precedente es resultado de nuestra visita al viejo
por su gran ele- solar de los Bote en la primavera de 1959, y ha sido completada con
algunas notas que nos facilita Mélida; pero con posterioridad, el
de canecillos que gran maestro en arquitectura castrense, Uustrísimo Sr. D. Federico
defensiva central Bordejé y Garcés, nuestro querido amigo, nos facilitó un plano le­
ar su data en el vantado por él sobre las ruinas de la referida fortaleza; y por es­
timarlo obra de gran mérito lo publicamos con el presente trabajo y
de fortificaciones pasamos a explicar los componentes del trazado, según el modo de
ote la regia torre ver y de interpretar los restos existentes por el mencionado espe­
con su altura im- cialista.
Dice Bordejé a este propósito:
r frente, hacia el El plano refleja bastante bien la planta del castillo en cuanto a
egida y reforzada su trazado y composición exterior; pero lo interior no pudo ser en­
s del segundo re- trevisto siquiera, porque aquello es un montón de ruinas confusas, de
nny próxima a la cimientos, muros, piedras y escombros, que solamente con tiempo
un matacán y si- y quietud podrían estudiarse. Todo el imponente aspecto que el cas­
tillo guarda aún por fuera, se convierte por dentro en desolación, y
una espléndida y obra generosa sería limpiar algo aquellas ruinas, que darían ciertas
ile puerta en arco soluciones sobre la vida y evolución de la fortaleza del mayor de los
ios advierte, antes Monroyes, personaje bastante desdibujado que de tal modo contrasta
pe fue acogedora con su hermano el genial y turbulento Clavero, y con su primo, el
Surmontan dicho otro Hernando de Monroy, figuras ambas mucho más nobles y des­
0 partido de cas- tacadas.
ideias». Em plazam iento.—El castillo se emplaza sobre una cima rocosa
1 los restos de un alargada, alzada y separada del pueblo, al que domina totalmente,
•’umnas de orden situado al sur y a los mismos pies de la fortaleza. Mas por el na­
ación de cascotes, ciente, y sobre todo por el septentrión, el castillo se eleva extraordi­
linar exactamente nariamente sobre el terreno circundante que, por formar allí una
inmensa depresión o dilatada llanura, hace destacarse al castillo
pda por el indis- desde muy lejos, haciéndolo, además, por esa parte inexpugnable
1 6 '. del siglo xiv, por el rápido descenso de sus laderas. Al poniente, las grandes peñas
la fortaleza, a la se continúan algo más, contribuyendo a embellecer la noble estam­
pa del edificio. Las rocas en que descansa parecen haber sido ex­
presamente cortadas o peinadas, aunque la natural erosión del tiem-
)o haya limado ya bastante esos cortes, hechos para dar mayor
men. obr., pág. 546.
Íuerza a la obra.
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Com posición.—Por lo que se ve, es fábrica cristiana sin género de
dudas, posterior, por tanto, a la reconquista de la comarca en el
siglo xm. Mas el castillo fue después largamente modificado y al­
terado, distinguiéndose en la actualidad las siguientes partes o di­
visiones, dentro del conjunto de la fortaleza:
A) Barrera o recinto exterior que, como se ve, circunda comple­
tamente al castillo. Se asienta sobre un suelo de rocas o peñas y todo
parece demostrar que es obra de la primitiva fortaleza del siglo xm,
tanto por el trazado de sus torreones como por el modo de su mate­
rial y construcción. Como los frentes más accesibles y vulnerables
eran los del mediodía y del naciente, la barrera desarrolla allí su
mayor fuerza con una serie de torreones acumulados que por el norte
no necesitaba.
B) Cuerpo principal del monumento, reconstruido en el siglo xv
para darle la presencia o prestancia señorial de que antes debía ca­
recer. Es ahora la parte más noble e imponente del castillo, preci­
samente por esas líneas que quisieron darle, las cuales respondían
a los usos constructivos y distinguidos de la época. Los tres altos y
esbeltos cubos que la adornan, con los expresivos matacanes que
corren y coronan a esos cubos y a los lienzos de este cuerpo, respon­
den casi exclusivamente a esa idea, ya que esos cubos son macizos
v obran más bien como elementos de contención de la alta masa
del edificio que como defensas, pues para este fin apenas si tenían
condiciones. Basta ver el mismo aparejo constructivo de esta parte,
por contraste con el resto, para apreciar que, realmente, este cuerpo
es una obra nueva respecto a lo demás. Si los torreones hubieran te­
nido que cumplir una misión efectiva, serían mucho más desarrolla­
dos, como se ve en la barrera, mucho más antigua, y es seguro que
no serían macizos ni tan estrechos ni altos para aprovechar sus
cuerpos en la defensa. Incluso, en los torreones ya internos, junto al
Homenaje, se ve que sus cabeceras llevan un simple resalte o línea,
cosa muy propia del siglo xv ya bastante avanzado, al que pertenece,
repetimos, toda esta obra.
C) Por fuera, la parte oriental está constituida aún por el cas­
tillo primitivo, según puede apreciarse en sus torres cuadradas y
hasta en su ejecución material. Pero por dentro y en la facha­
da que da al norte, fue asimismo seriamente reconstruido para
incrustarle un palacio, acaso bastante suntuoso, que por los arcos
que Mélida nos da aún a conocer en su Catálogo Monumental, hoy
va totalmente desaparecidos, y por las ménsulas, arranques de las
arquerías y otros restos, se ve era un palacio del siglo xvi, induda­
blemente reformado algo después según se aprecia en la fachada de
ladrillo interior que el mismo Mélida nos enseña.
El descuaje del palacio ha sido completo y, por lo que se dice,
intencionado, para aprovechar sus columnas y otras buenas piezas
labradas, siendo ya imposible conocer su estructura interna, de no

93
limpiar aquella inmensa escombrera de muros rotos y confusos y
suelos realzados irregularmente, en los que seguramente se entierran
muchos detalles valiosos de la obra palaciana.
En la fachada del norte de esta parte existe la misma ruina o
descomposición, pero ayuda allí el dato de unas troneras o cañone­
ras rectangulares, propias del siglo xvi.
D) Esta letra señala la torre del Homenaje, la cual, por su
planta cuadrada, realmente reducida ante el conjunto del edificio,
su colocación e inclusión dentro del recinto formado en el siglo xv
(que, como se ve en el plano, constituyó por sí solo un cuerpo ais­
lado del resto), y la posesión todavía de una defensa de cadalsos en
su última planta (de los que aún conserva la puerta de salida a los
mismos y los canes o garfios de piedra destinados a sostener la ar­
madura de madera de aquellos elementos), puede tenerse por se­
guro que la dicha torre es, asimismo, la de la primitiva fortaleza,
cuyo plan o trazado ignoramos.
Las obras del siglo xv quitaron mucha fuerza a esta torre, in­
utilizaron esas altas defensas de los cadalsos, que entonces no tenían
ya razón de ser, aunque en las torres vascas y cantábricas aún las
emplearan a veces; y como remate convirtieron sus almenas en co­
rridos ventanales que, por la altura en que están, podían emplearse
en otras cosas, si era necesario recurrir a esos extremos de la defen­
sa. Basta ver su colocación en el plano para apreciar cuanto de­
cimos.
E) Mélida describe confusamente a esta torre, presentándola
como de planta triangular. Es muy posible que perteneciera tam­
bién, de origen, al castillo primitivo, porque, como aún se ve ahora,
la puerta principal de la fortaleza estaba situada a su amparo y,
dada la distancia a que está enclavada la del Homenaje, esa puerta
exigía una torre mayor.
Su planta responde al trazado del muro en este costado que, al
estar desviado o inclinado, la obliga a formar por dentro esa forma
singular a que alude Mélida. Tuvo tres pisos, pero por fuera fue
incluida y revestida en la reconstrucción general, que debió limarle
o redondearle sus primitivas aristas para encajarla en el tono o pre­
sencia que se dio a este cuerpo señorial del castillo.
En la parte baja parece que poseyó una gran tronera (que hoy
está desfigurada en su contorno), y fue, asimismo, dotada de es­
beltos matacanes, a juego con los que coronan a los otros lienzos
y cubillos.

Explicación d e las partes que indican los números en el plano.

1. Boquete donde debió abrirse la puerta de la barrera, que


acaso no fue única, pues en el ángulo noroeste hay un entrante
donde pudo colocarse otra, a modo de poterna, para salir al campo

94
rotos y confusos y
ámente se entierran

í la misma ruina o
troneras o cañone-

je, la cual, por su


njunto del edificio,
lado en el siglo xv
solo un cuerpo ais-
?nsa de cadalsos en
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* a sostener la ar­
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primitiva fortaleza,

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ireciar cuanto de-

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perteneciera tam-
►aún se ve ahora, torre
i a su amparo y,
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e costado que, al
dentro esa forma
to por fuera fue
]ue debió limarle
en el tono o pre-

tronera (que hoy


a. dotada de es­
Belvís

tos otros lienzos

m el plano.

la barrera, que
bar un entrante
a salir al campo
exterior sin que el pueblo lo advirtiera. No quedan restos precisos que
indiquen con fijeza la existencia de la puerta; pero todo parece
indicar que allí la hubo.
1 bis. Pudo ser, y ello parece casi seguro, la otra salida exterior
o poterna a que nos referimos, pues era usual, y hasta necesario,
contar siempre con dos salidas diversas en los frentes ya internos
respecto a la población, o externos o de directa comunicación con
el exterior.
2. Torreón de la barrera de amplias dimensiones, propias del
lugar en que se coloca, en la conjunción de los dos frentes y en la
puerta o espolón más destacado del recinto.
3. Punta o rediente triangular que constituye uno de los datos
más originales y valiosos del castillo. Forma, según se ve, el centro
defensivo del frente, al que atiende y recoge con sus dos caras, ju­
gando con el torreón número 1 para defenderlo. Por ello es también
amplio y está magníficamente situado. De estos redientes existen muy
pocos ejemplares en España, tales como los de Játiva, la Roca del
Vallés y pocos más; y es una derivación de las torres pentagonales
en su forma más abreviada.
4. Muro de la barrera liso o sin torrear. Posee actualmente una
altura de ocho o diez metros sobre el suelo exterior, posiblemente
realzado. La situación del castillo sobre este frente, realmente inex­
pugnable, justifica esa ausencia o economía de elementos flanquean­
tes o torres.
5. Puerta principal del castillo, hoy ya completamente desfigu­
rada. Posee en lo alto unos pies de buhera o matacán de forma
extraña o acaso reformada, exclusivo para defenderla.
6. Mélida reproduce también una fotografía de esta puerta in­
terior, que lleva sobre ella otro matacán de forma extraña o acaso
reformada en lo alto en época posterior. Debajo de esta puerta hay
otra ya casi enterrada, que da acceso a la cámara número 7.
7. Cámara alargada que parece fue la capilla del castillo. Lleva
una alta bóveda que comprende dos plantas, y es de trazado redondo
o de medio punto. Al fondo se abre sobre otra pequeña cámara,
hoy convertida en cuadra, cuya salida se hace por unos boquetes
abiertos junto a la torre E. Parece tuvo también comunicación directa
con el palacio.
8. Entrante existente en el norte con una puerta ya en ruinas,
que parece haber sido reformada también posteriormente. Junto a
esta puerta se abre la tronera rectangular número 13.
9. Boquete muy amplio en el muro, donde parece debió existir
la entrada o acceso directo al patio del palacio. Toda esta parte o
frente exterior está muy arruinada, pues en tanto que por el oeste,
este y sur, el castillo conserva aún casi enteras sus fachadas, esta
del norte, como la más fácil, ha sido completamente destruida para
sacar las piedras y materiales desmoronados o arrancados del edi­
dan restos precisos que ficio, que por los otros lados no podían, o les costaba más, sacarlos
Tta; pero todo parece deslizándolos por la mucha altura y escarpados existentes.
10. Ruinas del patio del palacio del siglo xvi. Hoy solamente
, la otra salida exterior puede conocerse su estructura por la aludida fotografía dada por
nal, y hasta necesario,
Mélida, pues no quedan ya ningún arco ni columna en pie, las
los frentes ya internos
cuales parece fueron llevadas a una finca algo lejana. Por esos destro­
?cta comunicación con zos, el suelo y los muros del patio están totalmente llenos de escom­
bros de todas clases, pudiendo apreciarse únicamente las ménsulas
nensiones, propias del del arranque de los arcos iniciales de las arquerías y algunos otros
los dos frentes y en la
detalles artísticos labrados.
11. Conjunto de ruinas en las que no se pudo penetrar por falta
tuve uno de los datos
de tiempo.
según se ve, el centro
12. Otro cuerpo de grandes y confusas ruinas, tampoco vistas por
con sus dos caras, ju­ el interior.
lo. Por ello es también
13. Tronera rectangular alzada a unos tres metros del suelo de
•redientes existen muy
la barrera. Hay dos iguales, la una casi encima de la otra. Servían
ie Játiva, la Roca del
para flanquear la contigua puerta número 8 y están bellamente for­
as torres pentagonales
madas por dos solas y grandes piedras, finamente labradas en liso y
encuadradas por una moldura o resalte. Corresponden al siglo xvx,
Posee actualmente una
pues si su ranura es estrecha, tienen un buen campo de deriva y
exterior, posiblemente
pronunciado derrame.
Erente, realmente inex-
14. Puerta que comunica lo que fue palacio con el cuerpo
■elementos flanquean-
cerrado del castillo del siglo xv. Es una puerta pequeña y angosta,
que serviría para comunicar los dos patios interiores que debió
-"ipletamente desfigu-
haber.
o matacán de forma
15. Cuerpo de dos antiguas torres cuadradas, unidas arriba para
■nderla.
constituir una solana o mirador, con puerta abierta en su fondo. Posee
fia de esta puerta in-
aún restos de decoración. La solana o galería lleva una bóveda re­
orma extraña o acaso
donda y se ve fue hecha para ver desde el palacio la gran extensión
¡o de esta puerta hay
que abarca el horizonte. Obra también del siglo xvi.
nara número 7.
16. Boquete o perforación abierto en la roca que sustenta a la
illa del castillo. Lleva
barrera. No se pudo ver bien, pero recordamos que en el sitio puesto
e s de trazado redondo
al castillo para recobrarlo, don Hernando, el Bezudo, mandó hacer
-tra pequeña cámara,
una mina, y como el único lugar en que podía hacerse era en este
:e por unos boquetes
frente, pensamos si este horadamiento puede ser el testimonio de
comunicación directa
aquel intento y ataque.
puerta ya en ruinas,
sterionnente. Junto a
?ro 13.
Según cálculos aproximados, el edificio posee una longitud total
? parece debió existir
de 63 metros en su eje transversal, incluyendo la barrera, por unos
io. Toda esta parte o
32 metros de anchura total.
nto que por el oeste,
La fachada principal del monumento por el sur tiene 46 metros
as sus fachadas, esta
por unos 24 de fondo, y el espesor general de los muros es variable
mente destruida para
y alcanza de uno a dos metros, según las partes del castillo.
> arrancados del edi­
Todos los pequeños cubos que rodean a este cuerpo principal son

97
muy delgados y macizos y forman el elemento principal, que da em­ al
paque y belleza al edificio.
La descripción del castillo de Belvís de Monroy, hecha por Mé­
lida, que alcanzó a verle, aun con partes ya desaparecidas, es bas­ ancua
tante confusa y contiene algunos errores que, visitándolo, pueden f c * ¿ pro v í
comprobarse a simple vista. d «dio marta]
Valdría la pena tratar de que el interior fuera limpiado de la h i cx fa n ad o s
enorme masa de escombros que lo inunda, para restablecer sus suelos 1de J
y dar a luz algunos miembros importantes que deben estar ocultos.
La belleza e importancia de estas ruinas y el pasado histórico de la „ — de !
fortaleza lo justifican. i M i n i de M
espo»
fue im i
III y athactxo Die
d ynu i Morirá
N o t ic ia s h is t ó r ic a s r e l a t iv a s a d ic h o c a s t il l o y a la fa m il ia de » afceela lleva
lo s M o n ro yes. energict
deroostra
En tiempos de Juan I de Castilla, uno de los proceres extremeños r e o H curio
de más reconocido valor y prestigio era don Juan Gómez de Almaraz, de conocer
Señor de las villas de Belvís, Almaraz y Deleitosa, enemigo irrecon­ el señor
ciliable del linaje de los Monroyes, pues como ambas familias (Mon­ del si
royes y Almaraces) residían habitualmente en Plasencia, se esforza­ consijj
ban unos y otros por mantener la supremacía y surgían con harta con
frecuencia serias discrepancias, reyertas y auténticas peleas entre los y tr¡
partidarios de las indicadas casas rivales. I se oh id
La actual villa de Valverde de la Vera pertenecía al mayorazgo * a*«J<ad entre ¡
de Hernán Pérez de Monroy; y cierto día, Juan Gómez de Alma­ El enlace de
raz, señor de Belvís, se propuso someterla a estrecho cerco; pero el * recavera en
bravo Monroy salió a su encuentro y, después de castigar duramente i-'1* de Morir
al osado que se había permitido penetrar en tierras de su feudo, i tu doña Este
consiguió derrotarlo y hacer huir a su gente, que dejó el campo sem­ — jr Dele:
brado de cadáveres, y entre ellos el del pretencioso Almaraz, «que DH «esperad
quiso ser más muerto que vencido». Alonso v
Diego de Almaraz, su hijo, le sucedió en el señorío de Belvís, El nuvor dé
Almaraz y Deleitosa; y se propuso este caballero, al llegar a edad , Deleitosa. \|
adulta, vengar la muerte de su padre, de quien había heredado tam­ s pero com
bién odio irreconciliable a todos los miembros de la familia Mon­ 1AKaro. qu<
roy, sus eternos rivales. i este prei
Y, efectivamente, pronto consiguió su propósito, pues en ocasión c o t cedi
en que regresaba a su casa de Plasencia, procedente de la Corte, el Alonso,
ya muy anciano Hernán Pérez de Monroy, a quien el de Almaraz vistt
creía responsable del fin trágico de su padre, le salió al encuentro ? Aaia IsabeL
con sus mejores criados y otra gente pagada, y, sin respetar sus de Yfc
canas ni reparar en la vileza que suponía para un hidalgo tamaña y al pnm
traición, consiguió aniquilar al pequeño grupo de acompañantes y por su e

98
rineipal, que da em- dar muerte al valeroso Monroy, permitiendo que la soldadesca se
ensañara después con su cadáver.
iroy, hecha por Mé- Aquel lamentable episodio, merecedor de severas críticas por las
saparecidas, es bas- alevosas circunstancias concurrentes, llenó de indignación a los hom­
visitándolo, pueden bres de pro y a las mejores familias de toda la comarca, acentuando
el odio mortal que anidaba ya desde siempre en los corazones de
lera limpiado de la los esclarecidos Monroyes, que deseaban ocasión propicia para poder
establecer sus suelos vengarse de aquella afrenta.
deben estar ocultos, Transcurridos algunos años, y hallándose en la Corte Hernán
íádo histórico de la Rodríguez de Monroy, hijo de Juan Rodríguez de las Varillas y
de María de Monroy, en casa del mariscal don Garci González de
Herrera, esposo de doña Estefanía de Monroy, hermana de su
madre, fue invitado a almorzar, por su tío, el ya por entonces viejo
y achacoso Diego de Almaraz; y al ir a tomar asiento en la mesa
el joven Monroy y darse cuenta que el huésped era el asesino de
Y A LA FAMILIA DE su abuelo, llevado de su estimación personal, entereza y coraje, se
levantó enérgico, pero correcto, y abandonó el domicilio de su fa­
milia, demostrando con aquel gesto su desprecio e indignación.
proceres extremeños Pero el curioso incidente terminó en boda, según tendremos oca­
Gómez de Almaraz, sión de conocer con más detalle al tratar del castillo de Valverde;
¡a. enemigo irrecon- porque el señor de Belvís supo apreciar en su justo valor la noble
nbas familias (Mon- arrogancia del simpático jovenzuelo, y, merced a la intervención del
lasencia, se esforza- mariscal, consiguió que, transcurrido algún tiempo, se uniera en
r surgían con harta matrimonio con su única hija, Isabel de Almaraz; motivando este
¡cas peleas entre los inesperado y trascendental acontecimiento que terminaran las dis­
cordias, se olvidara el pasado y surgiera, por consiguiente, la unión
necia al mayorazgo y amistad entre ambas familias: Almaraces y Monroyes.
n Gómez de Alma- E l enlace de los primogénitos de aquellas casas motivó también
echo cerco; pero el que recayera en la misma persona, Hernán Rodríguez de Monroy, el
castigar duramente señorío de Monroy y las Quebradas, aportado por él al heredarlo de
ierras de su feudo, su tía doña Estefanía, que murió sin descendencia; y el de Belvís,
dejó el campo sem- Almaraz y Deleitosa, que incorporó al matrimonio su esposa Isabel.
ioso Almaraz, «que Del inesperado y comentado enlace nacieron cuatro hijos: Diego,
Alvaro, Alonso y Rodrigo de Monroy y Almaraz.
señorío de Belvís, El mayor de estos caballeros, Diego, fue Señor de Belvís, Alma­
o. al llegar a edad raz, Deleitosa, Monroy y las Quebradas, por sucesión directa de sus
abía heredado tarn- padres; pero como murió joven, pasaron dichos mayorazgos a su her­
de la familia Mon­ mano Alvaro, que se había dedicado al servicio de la iglesia; y como
estimara este prebendado que tenía suficientes rentas por sus cargos
to, pues en ocasión eclesiásticos, cedió el señorío de Belvís, Almaraz y Deleitosa a su
?nte de la Corte, el hermano Alonso, y el de Monroy y las Quebradas a Rodrigo, quien,
lien el de Almaraz como hemos visto, era el menor de los cuatro hijos de don Hernán
' salió al encuentro y doña Isabel.
y, sin respetar sus Alonso de Monroy, señor de Belvís, tuvo dos hijos, Hernán y
un hidalgo tamaña Alonso; y al primero de éstos, Hernán de Monroy, se le llamaba el
le acompañantes y Gigante, por su extraordinaria talla y la fortaleza de sus miembros.
Dada su constitución y arrogancia, infundía pánico a sus enemigos,
y resultó siempre victorioso por sus hechos heroicos en las diversas
empresas bélicas en que tomó parte. Mas, a pesar de sus extraordi­
narias dotes personales, fue superior a él en valor, resistencia y
osadía su otro hermano, llamado también, como su padre, Alonso
de Monroy.
Este último, que fue clavero y maestre de la Orden de Alcán­
tara, asombró a sus contemporáneos con sus proezas, que en nues­
tros tiempos parecen inverosímiles aun para leyenda; pero de cuya
autenticidad no se puede dudar.
El señorío de Monroy, perteneciente a Rodrigo de Monroy, her­
mano del señor de Belvís, pasó por herencia a su hijo Hernando,
el Bezudo, primo hermano, por consiguiente, de Hernán, señor de
Belvís, y de Alonso, clavero de Alcántara.
Surgieron pronto diferencias y disputas y acudían frecuentemen­
te a las armas el Bezudo y su primo Hernán, porque uno y otro
alegaban pertenecerles los referidos señoríos, y, por consiguiente, los
respectivos mayorazgos.
Sabido es que en los últimos lustros de la Edad Media no existía
más razón que la fuerza y el empleo de las armas; el que más podía
se imponía al resto de la comunidad y hacía valer lo que él llama­
ba su mejor derecho. Tan peregrina teoría la sustentan y practican
con tesón Monroyes, Almaraces y otros personajes de las más des­
tacadas familias; y sus querellas, reyertas, choques y reencuentros
bélicos ensangrientan en más de una ocasión las tierras extremeñas,
al punto de que los hechos enconados que se sucedían entre los
representantes y partidarios de las casas mencionadas y los de otras
varias de la región, también preponderantes y prestigiosas, imprimie­
ron carácter a uno de los períodos más interesantes de la Historia de
Extremadura; la segunda mitad del agitado y trascendental siglo xv,
tan pródigo en convulsiones y acontecimientos de índole diversa,
que después influyeron poderosamente en los destinos de España.
A pesar de llevar en sus venas la misma sangre, se acrecentaba
cada día la enemistad entre los miembros representantes de ambas
familias, y el señor de Belvís, Hernán, deseoso de destruir a su
primo Hernando, el Bezudo, hizo llamamiento para que acudieran
sus vasallos armados a su castillo de Belvís, consiguiendo reunir un
regular ejército suficientemente pertrechado; y con el auxilio de
otros dos contingentes de fuerzas combatientes que se le agregaron,
capitaneadas por su tío don Gutierre de Sotomayor, maestre de Al­
cántara, y por su hermano don Alonso, salió contra la aldea y cas­
tillo de Monroy, cabeza del señorío de su pariente el Bezudo, y, des­
pués de atacarle furiosamente y de producirle toda clase de daños,
acabó rindiendo la fortaleza y apoderándose del bizarro señor y de­
fensor de la misma, el genial Hernando de Monroy, que terminó
agotado, por haber realizado las mayores heroicidades.
x> a sus enemigos, Después, el maestre don Gutierre se llevó preso a el Bezudo a
xw en las diversas Belalcázar; pero se vio precisado a ponerlo pronto en libertad por
r de sus extraordj- presión del rey Enrique IV. Motivó aquella determinación regia la
alor, resistencia y consiguiente preocupación en el ánimo de los hermanos Hernán
su padre, Alonso y Alonso, quienes supusieron, lógicamente, que, al verse libre su
primo, procuraría tomar la revancha por los males y daños que le
Orden de Alcán- habían ocasionado; y para evitar, u obtaculizar, al menos, las pre­
?zas, que en nues- tensiones de el Bezudo, reforzaron con todos los medios a su alcance
ída; pero de cuya la guarnición del castillo de Belvís y mejoraron sus defensas. En­
tonces el ofendido y audaz Hernando, hábil caudillo y excelente es­
^ de Monroy, her- tratega, juntó a los partidarios, amigos y simpatizantes de su causa,
su hijo Hernando, y se puso en movimiento, aparentando dirigirse a Monroy para re­
Hernán, señor de cuperar su feudo; pero a la jornada siguiente varió de rumbo y dio
con los suyos sobre Belvís, con buen acierto, pues quiso la fortuna
lían frecuentemen- que, por ser noche de Navidad, sorprendiera a sus enemigos, los
orque uno y otro hermanos Hernán y Alonso, en el preciso momento en que se en­
•r consiguiente, los contraban en la iglesia oyendo maitines; coincidencia que permitió
al señor de Monroy, el ínclito, tenaz y esforzado Bezudo, apoderarse
i Media no existía del fuerte de Belvís sin el menor impedimento. Y aunque, después
el que más podía del inesperado trance, don Alonso, que ya era a la sazón clavero de
r lo que él llama- Alcántara, y su hermano se esforzaron para castigar la osadía de su
tentan y practican pariente y recuperar la fortaleza, de momento fracasaron en su in­
s de las más des­ tento.
es y reencuentros A los pocos días, y habiendo dejado a buen recaudo el castillo
ierras extremeñas, de Belvís, partió de él el Bezudo al tener noticia de que la gente
«cedían entre los de guerra mandada por Arias de Ulloa —capitán nombrado por
das y los de otras Hernán para la defensa y retención de Monroy— venía hacia Belvís
tigiosas, imprimie- dispuesto a someterlo a cerco y a recuperarlo nuevamente; y como
; de la Historia de conocía también las intenciones y movimientos de su adversario,
endental siglo xv, aprovechó la ocasión, y por sorpresa, en una noche propicia, da sobre
íe índole diversa, Monroy, asalta sus murallas, sacrifica a buena parte de la escasa
stinos de España, guarnición que lo defendía y, con relativa facilidad, se hace dueño
re. se acrecentaba de la que él llamaba su casa, el solar de su legítimo e indiscutible
utantes de ambas señorío.
de destruir a su No estaba satisfecho aún el Bezudo con sus recientes triunfos, y
ira que acudieran decidió atacar otra vez a sus enemigos en el castillo de Belvís, que
juiendo reunir un habían recobrado recientemente sus propietarios mientras él mar­
xm el auxilio de chaba sobre Monroy. Y, efectivamente, dispuesto Hernando a tomar
e se le agregaron, la revancha, a resarcirse de los agravios, vengarse de las ofensas y
)r, maestre de Aí­ ocasionar a sus parientes toda clase de daños, reunió cuanta gente
ra la aldea y cas- pudo y atacó por segunda vez reciamente a Belvís; pero convencido
el Bezudo, y, des- pronto de la poca utilidad de su esfuerzo, dadas las magníficas con­
la clase de daños, diciones defensivas de la fortaleza, en su calenturienta mente de es­
izarro señor y de- tratega concibió algo excepcional, algo que parecía irrealizable de
iroy. que terminó momento, y era nada menos que labrar una mina a través de la
ides. enorme roca que sirve de asiento al castillo, para poder llevar a
feliz término la realización de su plan. Y fue tanto su empeño y
tesón en la obra, que consiguieron, al fin, después de extraordinario
esfuerzo, socavar y hacer una galería que abocó al interior del re­
cinto amurallado (7).
Los partidarios de ambas parcialidades se batieron bravamente
a todo lo largo del pasadizo en tres o cuatro ocasiones; y aunque el
valiente señor de Monroy peleó con brío y maravilló con sus actos
heroicos a amigos y criados, el hambre y otras privaciones le obli-
aron a desistir y hubo de regresar a su villa de Monroy, jubiloso
f e haber infligido duro castigo a sus adversarios, y con el ánimo dis­
puesto a continuar la guerra contra sus primos hasta el último día
de su existencia, obsesionado por la idea de su mejor derecho al
mayorazgo de sus abuelos, y el tesonero empeño de demostrar a
sus parientes que era mejor capitán, más esforzado y valiente caba­
llero que ellos.

Sería interesante poder ocuparnos con detenimiento de los más


notables y destacados personajes del linaje de los Monroyes, que
fueron señores de Belvís al correr de los años; mas como el limitado
espacio del presente trabajo imposibilita nuestra pretensión, pasamos
a hacer constar solamente que entre los recios y viejos muros del
castillo de Belvís —cuya silueta, aunque llena de graves heridas,
sorprende y causa la admiración del viajero o turista que acierta a
pasar por la carretera en dirección a Trujillo— , nació, entre los muros,
repetimos, de aquella imponente fortaleza, un ser extraordinario, el
extremeño más representativo de los caballeros de su tiempo: D on
A l o n s o d e M o n r o y , clavero y maestre de la Orden de Alcántara.
Y a reseñar, muy sintetizadas, las proezas de este coloso de la guerra
vamos a dedicar algunas líneas, si bien con perjuicio de otros miem­
bros de la misma familia, con méritos suficientes, y merecedores,
por tanto, de que se les preste singular atención.

(7) Aún se aprecia la existencia de un túnel que penetra hasta el interior


de la fortaleza.
La boca de entrada está frente al ángulo suroeste de la primera cerca; y no
se puede precisar su profundidad porque dicha galería subterránea se dedica
actualmente a bodega o cochinera, y aparece cerrada con puerta de madera
y circundada por pequeño corral.
En otros varios puntos del contorno rocoso sobre el cual asienta el castillo,
se observan también socavones de más o menos profundidad.
ito su empeño y IV
de extraordinario
1 interior del re- D atos b io g r á f i c o s y s o m e b a r e l a c ió n d e l a s p r o e z a s d e do n A lo n so
de M onroy.

eron bravamente
oes; y aunque el El clavero y maestre de Alcántara, don Alonso de Monroy, fue
lió con sus actos el hijo segundo de Alonso de Monroy y de Juana de Sotomayor, se­
vaciones le obli- ñores de Belvís, Almaraz y Deleitosa.
Monroy, jubiloso Según el cronista Maldonado, «fue alto de cuerpo, muy mem­
:on el ánimo dis- brudo y de grandes fuerzas. Tenía buen rostro y agraciado; los ojos
►ta el último día muy grandes y garzos. Era corto de vista y decían algunos que
nejor derecho al veía más de noche que de día. Animaba tanto a los que consigo
de demostrar a llevaba, que las cosas grandes se les hacían livianas, y mucha gente
v valiente caba- no osaba esperar a la suya, aunque fuere poca, sabiendo que él iba
allí. Fue siempre el primero en acometer y el postrero que salía de
la batalla. Su cuerpo no se cansaba de ningún trabajo, ni el ánimo
era vencido. En el comer y beber era moderado» (8).
Eran tan pesadas las armas que llevaba siempre, que sus golpes
no podían sufrirlos los contrarios; y aunque tenía la costumbre de ir
fuertemente armado, dormía en el suelo con su espada y lanza como
si tal cosa. El regatón de su lanza era hierro de otra, y jamás se
ento de los más
mantuvo sobre la silla de la cabalgadura el jinete que encontraba
Monroyes, que
con aquélla cuando la llevaba sujeta debajo del brazo.
como el limitado
Debido a lo mucho que pesaba su armamento y arreos, se veía
tensión, pasamos
precisado a cambiar con frecuencia de cabalgadura, pues se ago­
nejos muros del
taban los caballos que montaba, a los que llevaba siempre con dos
graves heridas,
ta que acierta a o tres cinchas.
Atribuían a fortuna sus éxitos en la guerra; pero el hecho real es
entre los muros,
que fue siempre auténtico maestro y consumado paladín en lides
‘xtraordinario, el
su tiempo: Don bélicas.
La mayoría de las veces se enfrentó y peleó con fuerzas supe­
t i de Alcántara,
riores a las suyas; y se halló constantemente en batallas, reencuentros,
taso de la guerra
asaltos y graves peligros, de los que salía victorioso por su capaci­
>de otros miem-
dad y dotes personales en empresas castrenses.
y merecedores,
Durante cuarenta años sostuvo guerras en León y Extremadura,
y en parte de Portugal, donde penetró combatiendo, en más de una
ocasión, y causando graves daños en las comarcas fronterizas del país
vecino.
Al faltarle su padre, y siendo todavía un mozalbete de trece años,
pasó al lado de su tío don Gutierre de Sotomayor, maestre de la
ra hasta el interior Orden de Alcántara, quien se holgó mucho de tenerlo junto a él,
irimera cerca; y no
porque encontró en el joven sobrino gran disposición para las armas,
terránea se dedica
puerta de madera
(8) A lo n so M ald o n ad o , H echos d el Maestre d e Alcántara don Alonso de
asienta el castillo, Monroy, con un estudio preliminar de don A n to n io R. M oñino, en Revista de
O ccidente, pág. 23 y siguientes (Madrid, 1933).
y porque representaba, por su desarrollo, tener más de dieciocho
años. Lo adiestró suficientemente, y con tan eficaz resultado que
en todos los ejercicios aventajaba a los demás caballeros.
Debido a la positiva labor realizada por el maestre al ser nom­
brado, por Juan II de Castilla, gobernador de Cáceres, Trujillo y
su tierra, consiguió del soberano que concediera a su sobrino la
Clavería de la Orden y la encom ienda de Ceclavín, que se hallaban
vacantes por fallecimiento de Diego de Añaya. Y, seguidamente, le
encomendó habérselas con los distintos bandos y disidencias, soste­
niendo fuertes combates y reencuentros con los cabecillas detenta­
dores de castillos y plazas fuertes, mostrándose tan hábil y valiente
que asombraba a los suyos por sus aciertos, a pesar de tener tan
poca edad.
En esta su primera e importante campaña consiguió pacificar los
ánimos, y le sirvió de noviciado para lo mucho que después fue, pues
seguidamente ayudó a su tío y a su hermano Hernán de Monroy,
señor de Belvís, en el cerco de la villa y castillo de Monroy, cabeza
del mayorazgo de su primo hermano Hernando de Monroy, el B e­
zudo, como tendremos ocasión de ver.
Al fallecer su tío en 1457, le sucedió en el Maestrazgo de Al­
cántara don Gómez de Cáceres y Solís, y sostuvo con él, durante los
primeros tiempos, cordial y sincera amistad. Mas al ser depuesto
—en Avila y por los nobles, en el mes de junio de 1467—, el rey don
Enrique IV, el maestre don Gómez, partidario del infante don Alonso,
levantó a sus freires y a otras gentes, con título de capitán general,
contra las ciudades y villas de Extremadura que seguían la voz del
rey, consiguiendo apoderarse por las armas de Cáceres y Badajoz,
cuyas poblaciones retuvo, en nombre del infante, durante algún
tiempo.
Con ocasión de celebrarse en Cáceres las bodas de una hermana
del Maestre, llamada Leonor de Solís, con el trujillano Francisco de
Hinojosa, se hicieron fiestas, juegos y torneos en dicha villa, a la
que acudió lo más escogido de la nobleza de Extremadura.
Los caballeros de entonces eran muy aficionados a los juegos de
cañas y el Maestre autorizó éste y toda clase de festejos.
El clavero era excelente luchador y siempre lo hacía con una
sola mano, llevando la izquierda atada a la espalda; y aun así no
halló jamás quien lo derribase.
Todos deseaban verlo lancear, dada su mucha fama, mas nadie
se atrevió a retarlo, hasta que por fin lo hizo el novio, que pre­
sumía de ser mejor jinete y más hábil paladín. Y como don Alonso
no prestara atención al desafío de Francisco de Hinojosa, se levantó
don Gómez y rogó al clavero que luchase con su cuñado. Accedió, al
fin, pero puso por condición que lo haría según su costumbre, con
su mano izquierda atada. Jactancia aparente que molestó mucho a su
adversario.
lás de dieciocho
iz resultado que
leros.
sstre al ser nom-
iceres, Trujillo y
a su sobrino la
que se hallaban
seguidamente, le
lisidencias, soste-
ibecillas detenta-
i hábil y valiente
sar de tener tan

2uió pacificar los


lespués fue, pues
mán de Monroy,
■Monroy, cabeza
? Monroy, el Be-

aestrazgo de Al-
xi éL durante los
al ser depuesto
467—, el rey don
t inte don Alonso,
capitán general,
?guían la voz del
reres y Badajoz,
■- durante algún

de una hermana
ano Francisco de
dicha villa, a la
emadura.
s a los juegos de
ejos.
o hacía con una
la: v aun así no

fama, mas nadie


novio, que pre-
xwao don Alonso
>ojosa. se levantó
nado. Accedió, al
i costúmbre, con
tiesto mucho a su

Belvís d e Monroy.— Una perspectiva del grandioso castillo de Belvís


Al siguiente día salieron a jugar cañas, y habían colocado unos
tablados muy altos para que los caballeros tirasen varas sobre ellos;
y después que todos lo hubieron hecho, el clavero tomó una lanza
jineta, en lugar de vara, y, poniendo piernas sobre el caballo, la
arrojó por encima de los tablados. Causó gran espanto este hecho
entre los concurrentes a la fiesta que llenaban los asientos de la
plaza, y creció asimismo la enemistad y envidia de los hermanos del
maestre y del novio; y este majadero, dispuesto a poner en ridículo a
don Alonso, le tiró tres o cuatro cañas, cara a cara, y con tan mar­
cada y mala intención, que faltó poco para que le saltara un ojo.
Rápidamente el clavero, convencido del ruin propósito de Hino-
josa, salió tras él y le arrojó fuertemente un caña que dio en el casco
que llevaba, y abollándolo, penetró en la cabeza y le causó una he­
rida. El golpe fue tan seco y recio que derribó al trujillano del ca­
ballo, y se produjo, como consecuencia, tal alboroto en la plaza,
que acudieron los cuñados del accidentado y otros muchos de sus
parciales dispuestos a matar a don Alonso, quien se defendió brava­
mente contra todos, hasta que el maestre bajó del estrado y lo hizo
prender.
Enviáronle bien custodiado al convento de Alcántara, en cuyos
calabozos lo tuvieron encerrado hasta que con sus propias manos
rompió las fuertes cadenas que le habían puesto, y desquiciando las
puertas se salió de la prisión. Al verse en libertad, marchó presuroso
a su villa de Robledillo, y desde allí se dirigió al castillo de Trevejo,
que escaló y tomó, procediendo seguidamente a reunir a sus deudos
y amigos, hasta un número de 80 caballos y algunos peones, con
cuya gente empezó a hacer la guerra al maestre y a sus partidarios,
en venganza de su inicuo comportamiento, consiguiendo al fin apo­
derarse, por fuerza de armas, de las fortalezas de Azagala y Ma-
gacela.
Al tener noticia de estos hechos el rey Enrique, escribió al cla­
vero evidenciando su contento y animándole y exhortándole a que
no diera sosiego al de Solís, prometiéndole, en recompensa, darle en
propiedad el Maestrazgo de la Orden. Y tan en serio tomó las su­
gerencias del soberano el bravo Monroy, que con la ayuda del señor
de Belvís y de otros familiares y amigos suyos, juntó hasta 200 ji­
netes y 300 hombres de a pie, y marchó contra la plaza murada de
Coria, que la había ganado el maestre en nombre del infante don
Alonso, y la tenía su hermano, Gutierre de Solís; y una mañana,
antes de amanecer, se apoderó de dicha ciudad.
Acudió presuroso el maestre con un numeroso ejército integrado
por su gente, la de su hermano Hernán de Solís, señor de Badajoz,
v la del conde de Plasencia, y puso cerco a Coria; y no cesó de
combatirla día y noche, haciéndolo de la manera siguiente:
Durante el día, el maestre mandaba tocar trompetas y luego se
juntaban con él los comendadores y caballeros que tenía consigo,

106
n colocado unos quienes arrimaban escalas a la muralla y combatían a los sitiados
¿ras sobre ellos; hasta el mediodía, dirigiendo la operación el mismo maestre, que pa­
tomó una lanza seaba constantemente entre los suyos montado a caballo y luciendo
e el caballo, la su bastón de mando, esforzándose por animar a todos. Desde el me­
anto este hecho diodía hasta el anochecer las operaciones corrían a cargo del señor
■ asientos de la de Badajoz; y durante la noche atacaba Pedro de Hontiveros con
os hermanos del las tropas de la duquesa de Arévalo y con otros refuerzos que se le
jer en ridículo a habían incorporado.
y con tan mar- Los del clavero, aunque vinieran muy apretados y en constante
; saltara un ojo. apuro, porque no eran más de 500, como fueran soldados diestros y
ipósito de Hino- experimentados, nada les espantaba; y no solamente resistían las
•dio en el casco arremetidas de sus contrarios, sino que salían con frecuencia de la
e causó una he- ciudad, escaramuceaban y daban fuertes golpes de mano en las es­
rujillano del ca­ tancias de los del maestre.
to en la plaza, Durante aquel cerco de la ciudad cauriense se peleó con mucha
muchos de sus dureza, y los prisioneros que hacía el de Solís eran ahorcados sin
defendió brava- remisión; pero, por el contrario, el clavero retenía y honraba a los
strado y lo hizo caballeros que apresaba, cual hizo con don Lorenzo de Ulloa, mag­
nate cacereño, a quien sentó a su mesa y le guardó las considera­
intara. en cuyos ciones propias de su rango y linaje; motivando tal comportamiento
; propias manos que, cuando fue puesto en libertad Lorenzo de Ulloa a cambio de
Jesquiciando las un criado de Hernán de Monroy, señor de Belvís, llamado Juan de
tarchó presuroso Belvís, regresó a Cáceres con otros 50 servidores y amigos suyos,
tillo de Trevejo, abandonando las filas de la gente del maestre debido a su inhumano
lir a sus deudos e intolerable comportamiento con los prisioneros.
nos peones, con En una de esas salidas por sorpresa, tan características del cla­
. sus partidarios, vero, acometió con sus mejores hombres a los contrarios, cayendo
rodo al fin apo- cierta noche sobre ellos; y fue tan certero y eficaz el golpe, que hizo
Azagala y Ma- huir del real a sus enemigos; y los hubiera destruido totalmente a no
ser la oportuna intervención de su primo Hernando de Monroy, el
escribió al cla- Bezudo, que militaba en las filas del maestre para resarcirse de los
ortándole a que daños y muertes que le habían causado el clavero y su hermano el
ipensa. darle en de Belvís, cuando lo tuvieron sitiado en su castillo de Monroy.
rio tomó las su­ Duró el asedio de Coria nueve meses, y el coloso Monroy hizo
m ada del señor tantas proezas y se batió con tanta bravura que resultaría prolijo
itó hasta 200 ji- detallar sus heroicidades. Diezmada al fin su gente de armas, faltos
fara murada de de mantenimientos —ya que en verdad los últimos meses sólo se
del infante don alimentaban de lo que conseguían arrebatar a sus enemigos—, y visto
v una mañana, que el rey no podía socorrerlos, se acordó el cese de las hostilidades
y se convinieron ciertas condiciones antes de darse a partido, siendo
ército integrado la principal que el maestre se quedase con la ciudad de Coria y
ñor de Badajoz, que en recompensa le diese al clavero las encom iendas de Piedra-
i; v no cesó de buena y Mayorga con sus castillos. Convenido así, y firmado el
puente: oportuno acuerdo en 1466, Gómez de Cáceres y Solís regresó a Cá­
letas y luego se ceres, y don Alonso se encaminó a la fortaleza de Azagala.
t tenía consigo, Poco después el clavero se apoderó de Cáceres y Brozas, en la
forma que se detalla en los capítulos respectivos y referentes a la
capital y villa mencionadas.
Más tarde, el gran desfacedor de entuertos don Alonso, sabiendo
que el duque don Beltrán de la Cueva había perdido el castillo de
Alburquerque al usurpárselo un alcaide suyo, juntó 600 hombres de
a pie y de a caballo, asaltó por sorpresa aquella plaza, se apoderó
de ella y puso cerco a la fortaleza. Desde dicho lugar, y sólo con 200
combatientes, salió al encuentro de un respetable contingente in­
tegrado por gente de don Alonso de Cárdenas, comendador mayor
de León y del maestre don Gómez, logrando desbaratarlos, causán­
doles más de 300 muertos y apresando a un centenar. Entregó se­
guidamente Alburquerque al duque, y éste acudió presuroso a ha­
cerse cargo de dicha villa, celebrando el acontecimiento y la suerte
de haber podido conocer personalmente a don Alonso de Monroy,
cuyo valor y méritos superaban a su fama.
Después de este episodio, decidió hacerse dueño primeramente
del partido de la Serena, porque rentaba más que el de Alcántara;
y resuelto a ello, marchó con su gente a Zalamea, cuya villa atacó,
consiguiendo entrar en ella por fuerza de armas; sometió a estrecho
cerco a la fortaleza, combatiéndola con tal decisión v brío durante
diez días, que terminó rindiéndola a discrección. La dejó bien guar­
necida para que sirviera de base a futuras operaciones, y después
con sus fieles y esforzados milites se encaminó hacia la plaza fuerte
de Alcántara, dispuesto a reconquistar el castillo y el convento, y
hacerse elegir allí maestre.
Disponía don Alonso, y llevó a esta empresa, 300 hombres de a
caballo y 500 peones, con los que se apoderó fácilmente de la villa
alcantarina, por la parte del naciente, que ha sido siempre la más
asequible; e inmediatamente, y con soldados de su confianza, bloqueó
el famoso puente romano para evitar la entrada de bastimentos y
pertrechos destinados al convento y castillo, refugio de sus defen­
sores.
Enterado de cuanto sucedía, el maestre don Gómez, habiendo
recuperado Zalamea, marchó a Coria para entrevistarse con su her­
mano el conde don Gutierre y pedirle refuerzos, que por cierto le
fueron facilitados sin excusa, como asimismo los que solicitó del
conde de Alba, don Fernando Alvarez de Toledo, y del arzobispo
de Toledo, don Alonso de Carrillo; juntando con todos un ejér­
cito superior a los 4.000 hombres.
También el clavero reforzó sus huestes con las milicias que ca­
pitaneaba personalmente su hermano Hernán de Monroy, el Gi­
gante, señor de Belvís, y su primo Hernando de Monroy, el Bezudo,
señor de Monroy; y con los que le enviaron el duque de Arévalo y
conde de Plasencia, y el gran trujillano Luis de Claves; figurando
entre los caballeros placentinos que se le incorporaron, Luis de Car­
ectivos y referentes a la
vajal, Alonso de Trejo, Rodrigo de Yanguas, Francisco del Bote y
otros varios de los más destacados por su linaje.
tos don Alonso, sabiendo El inspirado don Alonso, buen estratega, al conocer el elevado nú­
ía perdido el castillo de mero de combatientes que marchaban a su encuentro, discurrió un
o, juntó 600 hombres de curioso y original ardid que hubo de facilitarle la victoria; y fue el
fuella plaza, se apoderó caso que mandó abrir hoyos en el paso obligado que habían de
;ho lugar, y sólo con 200 seguir sus enemigos, cubriéndolos con ramas de árboles, disimuladas
rpetable contingente in- con hierbas; y apostó en lugar próximo, y a propósito, un grupo
nas, comendador mayor escogido de sus hombres, dispuestos a intervenir en el momento pre­
0 desbaratarlos, causán- ciso.
n centenar. Entregó se- Los soldados del clavero conocían, en cambio, el sitio seguro y
acudió presuroso a ha- sin peligros por donde podían avanzar al encuentro de los contrarios,
mtecimiento y la suerte y por donde regresar, a su vez, a la villa, cuando el momento y re­
Ion Alonso de Monroy, sultado de la batalla lo requirieran.
Dispuesto y ordenado todo de la manera dicha, salieron al paso
e dueño primeramente de sus enemigos, y con artimañas consiguieron atraerlos hacia el lugar
is que el de Alcántara; donde habían hecho los socavones, consiguiendo de esta forma in­
amea, cuya villa atacó, fligirles duro quebranto, pues entre muertos y heridos quedaron sobre
aas; sometió a estrecho el terreno más de 600 hombres.
lecisión v brío durante En dicha batalla todos pelearon bien, pero el campo quedó por
ón. La dejó bien guar- el clavero al ser vencido el maestre y herido de alguna consideración
jperaciones, y después en el rostro, viéndose precisado a huir a uña de caballo para evitar
1 hacia la plaza fuerte que lo cogieran prisionero.
tillo y el convento, y Tuvo lugar aquel encuentro un sábado por la mañana, correspon­
diente al día 6 de febrero de 1470; y el resonante triunfo, conseguido
*sa. 300 hombres de a con sólo 900 hombres fue celebrado públicamente con coplas y ro­
fácilmente de la villa mances alusivos al ingenio y valor personal del invencible clavero.
i sido siempre la más Después, el aguerrido Monroy apretó cuanto pudo el cerco del
su confianza, bloqueó castillo y convento, que duró tres meses, defendido por partidarios
ida de bastimentos y de don Gómez, quienes resistieron tenaces y confiados, porque se
refugio de sus defen- hallaban muy bien abastecidos.
Volvieron nuevamente el maestre y su hermano, el conde de
Coria, con sus milicias y las que les facilitó don Fernando Alvarez
on Gómez, habiendo
de Toledo, sobre Alcántara; y viendo el clavero y los comendadores
revistarse con su her-
de su parcialidad —quienes tenían cercada la puente, el convento y
os, que por cierto le
la fortaleza—, que venía mucha gente para obligarles a levantar el
los que solicitó del
asedio, ordenó cortar los puentes existentes sobre los ríos Alagón y
edo, y del arzobispo
Tajo por donde se suponía que los enemigos podrían pasar; quemar,
con todos un ejér-
asimismo, todas las barcas y colocar guardas en los vados y otros
sitios que pudieran facilitar el paso.
las milicias que ca­
Como consecuencia de estas medidas, la gente del maestre y los
de Monroy, el Gi-
que pretendían auxiliarle, al no poder acercarse a Alcántara, se
Monroy, e l Bezudo,
vieron obligados a regresar a Coria.
duque de Arévalo y
Al poco tiempo, doña Leonor de Pimentel, que pretendía el Maes­
le Claves; figurando
trazgo de Alcántara para su hijo, niño aún, Juan de Zúñiga, envió
jraron. Luis de Car­
1.600 hombres contra el clavero, el cual, por tener bastante mer­
madas sus tropas como consecuencia de los recientes encuentros, se
concertó con la duquesa y acordaron que el castillo de Alcántara
quedara en depósito; y como aquella dama, decidida y varonil en
extremo, se acercara a dicha villa para entrevistarse con don Alonso,
se suspendieron las guerras y se inició un período de paz aparente;
y nada más aparente, pues a los pocos días el clavero, con cuatro
criados suyos, muy curtidos y voluntariosos, entró en el castillo, se
apoderó de él y expulsó del recinto a los que tenían en depósito.
Inmediatamente reunió en el convento, que en realidad radicaba
en la misma fortaleza, a los religiosos y caballeros cruzados de su
parcialidad, y allí, con pocas palabras y ninguna ceremonia, dictaron
sentencia declarando privado del Maestrazgo a don Gómez de Cá­
ceres y Solís, y eligiendo para sustituirlo al ínclito clavero don Alonso
de Monroy. Y el nuevo y flamante maestre, codicioso y anhelante, se
apoderó en breve tiempo de todas las fortalezas de la Orden, excep­
to Magacela, que tenía Francisco de Solís, sobrino del desposeído
don Gómez, y de Benquerencia, cuya tenencia ostentaba Diego de
Cáceres.
En aquel tiempo fue invitado a ir a Sevilla con su hermano el
señor de Belvís y su primo el señor de Monroy, en ayuda del duque
de Medinasidonia, de cuyo viaje nos ocupamos con detenimiento al
tratar del castillo de Monroy y de la biografía de su señor, el gran
don Hernando, el Bezudo.
Desposeído de su cargo, y estando en Magacela, murió el maestre
don Gómez en 1473; y al tener noticia de ello don Alonso, quiso
que lo ratificaran en el cargo con nueva elección; y, en efecto, fue
nuevamente elegido por gran parte de los caballeros y clérigos de la
Orden en la iglesia mayor de Alcántara, siendo aprobado el acuerdo
por el rey don Enrique y confirmado por el pontífice Sixto IV.
Hallándose el ambiente enrarecido por las continuas guerras, y
muy en auge la personalidad del nuevo maestre alcantarino, Fran­
cisco de Solís, hermano de Pedro de Pantoja y sobrino del fallecido
don Gómez, quien, según se ha dicho, tenía por atención de su
tío la fortaleza de Magacela, la ofreció a don Alonso, a condición
de que le diera por esposa a su hija bastarda y 300.000 maravedíes
de juro; y que, asimismo, hiciera donación de la encom ienda y casti­
llo de Piedrabuena a su hermano Pedro de Pantoja.
El maestre aceptó la propuesta y acudió confiado a la cita de su
futuro yerno, el falso e intrigante Francisco de Solís, a pesar de las
advertencias y reparos de sus amigos, que se resistían y se esforza­
ban por hacer ver a don Alonso que todo era una estratagema
para apoderarse de su persona. El que con más energía se opuso
a la entrevista fue el célebre Bezudo; y más al saber que sólo podían
acompañarle tres de sus hombres. Pero firme en su empeño, el Maes­
tre fue a Magacela y penetró en el castillo, donde lo recibieron Solís

110
es encuentros, se y sus amigos con el mayor agrado y entusiasmo, esforzándose en
lio de Alcántara disimular sus intenciones.
ida y varonil en Llegada la hora de la cena, al sentarse a la mesa don Alonso, el
con don Alonso, primer plato que le sirvieron fue «unos muy fuertes grillos de hierro»,
de paz aparente; entre hermosa vajilla de plata. Seguidamente, cayó sobre él el am­
vero, con cuatro bicioso Solís seguido de fuerte escolta y lo prendieron y amarraron.
en el castillo, se Y al verse traicionado el maestre, le dijo:
dan en depósito, —¿Qué es esto, hijo mío? ¿Es este hecho de hijodalgo, como
calidad radicaba vos sois?
cruzados de su Y respondióle:
•emonia, dictaron —Podréis ser vos padre del diablo, que mío no lo seréis.
i Gómez de Cá- Rápidamente lo arrojaron a un oscuro calabozo y lo cargaron de
ivero don Alonso grillos y cadenas; y sin perder un instante, reunió a algunos comen­
o y anhelante, se dadores y freires, sus parientes y amigos, y se hizo elegir maestre
la Orden, excep- en la misma fortaleza de Magacela, a pesar de hallarse desposado.
> del desposeído Desde aquel momento quiso ser reconocido con el sobrenombre de
retaba Diego de el Electo.
Durante la prisión del bravo Monroy, consiguió la intrigante y
□ su hermano el resuelta duquesa de Arévalo, con favor del rey Enrique, las opor­
¿vuda del duque tunas bulas del papa reinante para que su hijo don Juan de Zúñiga
detenimiento al fuese elegido maestre.
su señor, el gran Cuando ya habían transcurrido siete meses de su encierro en
Magacela, el animoso don Alonso, que continuaba bien dispuesto y
no se arredraba por las adversidades, consiguió en su prisión, cierto
murió el maestre
día, «una cuerda de ballesta fuerte en las manos y deshízola y tomó
xi Alonso, quiso
todas las cadenas que tenía a cuestas, que seis hombres no las al­
v. en efecto, fue
zaran, y se subió a la torre de Magacela, y dando a la cuerda las
; v clérigos de la
dobleces que le pareció bastar, la envió la torre abajo, quedándola
>bado el acuerdo
arriba muy bien atada, y calzóse en las manos los zapatos y atóse
e Sixto IV.
dos ladrillos a los pies para dar con ellos junto. Hecho esto, echó
ínuas guerras, y
las cadenas de la torre, y él asióse fuertemente a la cuerda con los
kantarino, Fran-
zapatos que llevaba en sus manos; pero todo no valió nada, porque
ino del fallecido
con el peso que llevaba delante, dio muy gran caída con el peso de
atención de su
su cuerpo, que hubiera pocos hombres que no desmayaran viéndose
eso. a condición
tan mal parados, porque a él le pareció haberse quebrado todos los
3.000 maravedíes
huesos; y así fue que las piernas ambas se le desconcertaron de ma­
■om ienda y casti-
nera que no se pudo levantar y las manos tenía todas cortadas hasta
el hueso, de la cuerda, que le pasó los zapatos; la altura era mucha.
o a la cita de su »Pues viéndose el Maestre en tan mala fortuna, fuese a gatas
s. a pesar de las llevando arrastrando las cadenas hasta un adarve por donde se
ian v se esforza- había de volver a echar. El, con su gran corazón y con el agonía de
una estratagema verse libre de su enemigo, echóse del adarve abajo, que aunque no
mergía se opuso fue tan gran caída —pero por ser tan fresca la otra grande—, en
que sólo podían gran manera fue quebrantado.
■mpeño, el Maes- »Pues salido al campo, las cadenas eran imposibles poderse que­
:>recibieron Solís brar. Vio mucho llano a un cabo y al otro monte, y pensó en sí
que si se iba al monte, que allí le habían de buscar, y no quiso; mas
fuese poco a poco (porque amanecía ya) por lo llano y metióse en
una mata en mitad del llano, porque no podía andar paso ninguno,
por el peso de las cadenas y por el quebrantamiento de sus piernas
y cuerpo, si no iba a gatas y como podía».
Al tener conocimiento el E lecto de la fuga de don Alonso y ver
la cuerda colgando y manchada de sangre, reunió a 150 jinetes y
cabalgaron todos hacia la espesura de los montes cercanos, buscan­
do por todas partes sin lograr localizar al herido. Cansados y de mal
humor, estuvieron todo el día escudriñando entre la maleza sin dejar
de registrar un solo recoveco, una hondonada, la margen de un arro-
yuelo o cualquiera otro accidente del terreno; y cuando desconfia­
ban de hallar al evadido y empezaba a anochecer, quiso la mala
fortuna que un caballero llamado Mosén de Soto localizara al mal­
trecho fugitivo cuando intentaba esconderse entre unas matas del
llano.
Ebrio de gozo, el E lecto mandó traer una carreta para trans­
portar al herido, y entre tanto, poniendo la lanza sobre el pecho del
indefenso Monroy, le afeó su conducta por la traición que suponía
haber intentado escapar. A lo que respondió el maestre con ente­
reza:
—Yo no hice mal en quererme ir, pues soy preso con la mayor
traición que nunca hombre lo fue, y esto vos lo sabéis mejor que yo.
Tal contestación predispuso al de Solís a quitarle la vida sin más
miramientos; pero Mosén de Soto procuró impedirlo, diciendo que
lo dejara confesarse, porque al fin era cristiano; agregando el Electo
que quería matarle como a un perro, «pues había de ir con el
diablo».
Echaron después al maestre en el carro, e iba tan mal parado
por los fuertes golpes de las caídas y la mucha sangre que había
perdido por las cortaduras de sus manos, que daba compasión verlo;
pero el soberbio y déspota Solís, sin que le afectara lo más mínimo
el lamentable estado del más valiente, temerario y arrojado caballero
de aquel tiempo, lo mandó encerrar en la mazmorra más oscura de
la fortaleza, sin permitirle disponer siquiera de una vela de sebo
para alumbrarse.
Diez meses más tarde, el E lecto se dispuso a recorrer el Maes­
trazgo, que estaba ya en poder de la duquesa de Arévalo; y aunque
suponía que no podría recuperarlo todo, confiaba que la Pimentel
le concedería «algún buen partido», a cambio de las fortalezas que
él hubiera ocupado; y más aún si le ofrecía la vida de don Alonso
de Monroy, de quien estaba dispuesto a deshacerse ya definitiva­
mente.
Pero, aunque parezca un contrasentido, el E lecto sacó de la
prisión a don Alonso y le pidió parecer sobre lo que pensaba hacer,

112
porque sabía que dicho caballero era el mejor y el más entendido
ir, y no quiso; mas
de los capitanes de entonces.
llano y metióse en
Sonriente y complacido en parte el tantas veces vejado prisionero,
adar paso ninguno,
le indicó la parte más vulnerable de todas y cada una de las fortale­
>nto de sus piernas
zas del Maestrazgo, precisándole el lugar por donde debían ser
escaladas de noche, asegurándole que así las ganaría; y le animó
* don Alonso y ver
luego a que partiese cuanto antes, porque las cosas de la guerra
dó a 150 jinetes y
exigen presteza si el momento es oportuno.
5 cercanos, buscan-
Así lo hizo el de Solís; salió sin perder tiempo con su gente y
Cansados y de mal
dejó confiada la guarda de Magacela y del preso a Mosén de Soto,
la maleza sin dejar
quien por cierto se hacía llamar clavero de la Orden.
nargen de un arro-
Poco después, estando Francisco de Solís peleando en Portugal
cuando desconfia-
por la parcialidad de los Reyes Católicos, aunque la fortuna se le
cer, quiso la mala
mostró propicia en un principio, se tornó adversa al fin, y en uno
> localizara al mal-
de los encuentros los portugueses desbarataron su ejército; y al ano­
re unas matas del
checer le dieron un escopetazo en un muslo, con tan mala suerte
que cayó con su cabalgadura junto a un barranco, quedando aprisio­
carreta para trans­ nada una de sus piernas por el cuerpo del cuadrúpedo.
sobre el pecho del
Acertó a pasar por allí uno de sus peones, a quien demandó ayu­
aición que suponía
da para salir de aquel atolladero; y al reconocerlo Golondro —que
maestre con ente- así se llamaba el soldado, y era natural de Descargamaría, lugar per­
teneciente a un señorío de los Monroyes—, recordando agradecido
jreso con la mayor que había sido criado por don Alonso de Monroy, a quien todo lo
ibéis mejor que yo. debía, se acercó al E lecto y, viéndolo tan apurado, desenvainó la
irle la vida sin más espada y de un solo tajo «en el pescuezo le echó la cabeza fuera del
dirlo, diciendo que cuerpo, diciéndole:
igregando el Electo — ¡Así pagarás la traición que hiciste a mi amo!».
labia de ir con el Cuando se enteró el prisionero de Magacela, que llevaba ya dos
años en tal estado y había casi perdido la noción del tiempo, del
ba tan mal parado desastre final de su mortal enemigo, se alegró sobremanera y se puso
i sangre que había en relación con su guardián, Mosén de Soto, para obtener la liber­
»a compasión verlo; tad. Y como era muy poco o nada lo que a Soto podía ofrecer, porque
todo lo había perdido durante su encierro, convinieron al fin en que
ara lo más mínimo
sería libre si ae antemano le entregaban la fortaleza de Mayorga,
arrojado caballero
orra más oscura de que tenía su primo el Bezudo, porque la duquesa no había conse­
guido arrebatársela.
una vela de sebo
Puesto en relación el maestre con su pariente Hernando de Mon­
roy, rogó a éste le cediera Mayorga para poder conseguir su rescate,
i recorrer el Maes-
ofreciéndole, en cambio, doble de cuanto le pedía, si al obtener la
Arévalo; y aunque
libertad podía recuperar su patrimonio y las pertenencias del Maes­
ja que la Pimentel
trazgo. Accedió complacido el Bezudo y fue entregada la dicha for­
? las fortalezas que
taleza a Mosén de Soto, que era alcaide de Magacela, y a su hijo.
ida de don Alonso
Conseguida al fin la libertad por el maestre en 1476, se encaminó
;erse ya definitiva-
a Montánchez, donde acudieron a verle sus deudos, amigos y otra
gente mercenaria, la mayoría de vida dudosa, con quienes juntó un
E lecto sacó de la
cuerpo de ejército de 200 lanzas y 400 peones; y deseando reeupe-
que pensaba hacer,
113
rar cuanto antes algunas de las muchas fortalezas de que se había
apoderado la Pimentel con ayuda de su hermano Hernán, señor de
Belvís, Almara y Deleitosa, fue contra ellos, ansiando vengarse de
tantas calamidades y vejaciones sufridas, y dispuesto a resarcirse
de cuanto le habían arrebatado durante su encierro.
Preocupó seriamente a la duquesa la firme decisión de don Alon­
so, que no descansaba un instante, y recorría incesantemente las tie­
rras de su señorío y las del Maestrazgo, robando y arrasándolo todo,
sin dar cuartel a los enemigos. Y después de haber causado a los
capitanes de dicha señora y a sus intereses toda clase de males, se
dirigió cierta noche a Deleitosa, villa importante del mayorazgo de
su hermano Hernán, y apenas llegó a los arrabales comenzó a com­
batir la fortaleza.
El señor de Belvís, presintiendo que tendría que habérselas con
don Alonso, había guarnecido de antemano sus plazas fuertes con los
mejores de sus escuderos, permitiendo este hecho que las fuerzas
atacantes sufrieran serios quebrantos al dar comienzo las hostilidades.
En aquel primer encuentro resultó gravemente herido el alférez
más valiente y estimado por el maestre, a quien dieron tan fuerte
golpe en la cabeza con un trozo de viga que cayó rodando desde la
escala a bajo; y el estandarte que enarbolada fue también al suelo al
perder el sentido el bravo soldado.
«Visto esto por el maestre, y que le habían muerto y herido mu­
chos de los suyos, paróse como un león bravo y apeóse de su caballo,
jurando de jamás se ir de allí hasta haber rendido a aquéllos y
tomar la fortaleza. Y luego se apearon con el maestre los más princi­
pales guerreros y esforzados de su gente, y arrimaron muchas
escalas, y comenzaron a subir por ellas duramente.»
Fue rabiosa, sorprendente, la reacción del maestre al ver su en­
seña por tierra y malherido el mejor de sus capitanes; y si bien los
soldados de su hermano eran expertos y valientes, porque habién­
dosele agotado las saetas y pólvora que tenían, peleaban en lo alto
de los muros haciendo un supremo esfuerzo, ello no obstante, don
Alonso, animando a los suyos y tras vencer serias dificultades, con­
siguió alcanzar la cima de la muralla, seguido de sus más fieles y
fanáticos guerrilleros; y arremetiendo a diestro y siniestro, exhor­
taba a grandes voces a su gente para que no dejaran con vida a
ninguno de los contrarios.
Pero aquel excelso caudillo, cuando se batía con el mayor entu­
siasmo, cuando se sentía embriagdo por el humo de la pólvora y gri­
terío de los contendientes, y se erguía incansable y retador ante sus
valientes como un ángel exterminador, auténtico héroe de aquella
histórica jornada, depuso su gallarda actitud de manera radical y ter­
minante; y fue la causa darse de cara, cuando saltaba sobre el para­
peto con su espada desenvainada, con un viejo soldado a quien hu­
biera despachado de un solo golpe tajante de no haber tenido tiem­
po para reconocerlo: se trataba de un ayo suyo, que lo había criado
ts de que se había
en Belvís cuando era niño, y por el cual sentía singular afecto. El
> Hernán, señor de
viejo criado, cuando iba a herirle su señor, se postró de rodillas y de­
riando vengarse de
mandó misericordia, con lágrimas en los ojos, para él y demás de­
puesto a resarcirse
fensores de la fortaleza.
>.
Fuertemente impresionado por lo patético de la escena y por los
cisión de don Alon-
gratos recuerdos de su infancia y juventud, ordenó que fueran presos
"santemente las tie-
todos los defensores del fuerte y puestos en libertad pocas horas
v arrasándolo todo, después.
iber causado a los
Tomó en seguida posesión de Deleitosa y nombró alcaide de la
clase de males, se
fortaleza a un caballero llamado Arias de Balboa, con la suficiente
del mayorazgo de
gente para guarnecerla.
es comenzó a com-
A partir del año 1476, y hasta su muerte, acaecida en 1511, don
Alonso de Monroy peleó en Portugal en favor de la causa de los
que habérselas con
Reyes Católicos, y derrotó en Trujilío a los partidarios de la duque­
azas fuertes con los
sa de Plasencia, que se había apoderado de dicha ciudad. Y fueron
t»o que las fuerzas
tantas y tan sobresalientes sus proezas, que lamentamos no poder re­
izo las hostilidades.
señar sus hazañas con detenimiento en trabajo de tan limitado espa­
:e herido el alférez
cio como es el presente.
i dieron tan fuerte
Diremos, finalmente, que este personaje, el más vivo y auténtico
ó rodando desde la
ejemplar del ambiente de su época, contribuyó con su esfuerzo per­
también al suelo al
sonal muy eficazmente a la unidad hispana conseguida en nuestra
patria por los Reyes Católicos (9).
uerto y herido mu-
>eóse ae su caballo,
idido a aquéllos y
stre los más princi-
arrimaron muchas
te.»
lestre al ver su en-
tanes; y si bien los
es, porque habién-
leleaban en lo alto
y no obstante, don
s dificultades, con-
le sus más fieles y
v siniestro, exhor-
lejaran con vida a

con el mayor entu-


ie la pólvora y gri-
y retador ante sus
►héroe de aquella
añera radical y ter- (9) Los datos relativos a la egregia figura de don Alonso de Monroy han
taba sobre el para- sido tomados de la ya citada obra de A. Maldonado, y del t. II, de la Crónica
i>ldado a quien hu- d e Alcántara, de T o r r e s y T ap ia, que abundan en pormenores sobre el más
haber tenido tiem­ coloso extremeño de los del siglo xv.

115
Mayo ra l^ o

E L CASTILLO DE BLASCO MUÑOZ O TORRE


D E MAYORALGO

I
N o t ic ia s p r e v ia s .

La fábrica de este castillo responde exactamente a la traza predo­


minante en la mayoría de los que construyó la nobleza durante los
siglos xii y xm, ya que eran elementos constitutivos de las primeras
fortalezas alzadas al iniciarse la reconquista de la Transierra caste­
llano-leonesa; un primer recinto amurallado, siguiendo los contornos
del terreno, que cercaba un espacio de mayor o menor amplitud des­
tinado a esparcimiento de la tropa, o de las huestes del Señor en su
caso; dentro, el verdadero castillo, compuesto de otro recinto de
lienzos murales (cortinas) de unos 10 metros, aproximadamente, de
altos, y sus correspondientes torres flanqueantes; un acceso, siem­
pre tortuoso, entre los muros que lo defendían, y una torre principal
debidamente acondicionada para vivienda del jefe.
En el espacio protegido por el segundo recinto mencionado, que
forma la consabida plaza de armas o del ejercicio, en uno de sus
lados se levantaban departamentos auxiliares para alojamiento de la

117
guarnición y de la servidumbre, o bien se destinaban estas habita­
ciones a hornos, fraguas, graneros, almacenes, etc.; existiendo también
casi siempre un reducido hueco para oratorio o capilla, la que, en
opinión de Lampérez, era indispensable —por lo menos a partir del
siglo x la tenían todos—, alcanzando en algunos casos categoría de
iglesia y edificio espléndido, como en Turégano (1), Cardona y otros
reductos.
Pero este tipo de castillo que, como decimos, correspondía a los
¡rimeros tiempos de la liberación de las tierras hispanas ocupadas por
f a morisma, se transforma y completa a partir de los siglos xn y xm,
época de la erección del de Mayoralgo; y entonces la modesta y redu­
cida capacidad de la torre principal se ve aumentada con el trazado
y acondicionamiento en su interior de varios pisos; una cámara en la
parte central y más noble del edificio para vivienda de los señores,
otros aposentos auxiliares, entre ellos la capilla, y una sala baja para
los servidores.
La cámara alta destinada al jefe o señor de la fortaleza solía
ocupar toda la anchura de la torre y servía indistintamente de estan­
cia, comedor y hasta de tribunal, si era preciso; y se transformaba
en diversos aposentos, con grandes telas o cortinas colgadas.
Los indispensables servicios eran simplicísimos; las cocinas esca­
seaban y, si existían, carecían de chimeneas y, por consiguiente, de
salida de humos; y en cuanto al retrete, hemos observado que se
resolvía el problema haciendo un hueco en uno de los muros conti­
guo a la sala o dependencia principal, con su correspondiente desa­
güe, que solía ser casi siempre un tubo cerámico. Aún se aprecia
la existencia de esta clase de letrinas en algún viejo y derruido cas­
tillo, como el de Trevejo, y también en otros más modernos, como el
de Villaviciosa de Odón.
Resultaba indispensable, asimismo, la adaptación de una sala
para habitación de los servidores, y la consabida y útil cisterna.
Al llegar el siglo xiv, evoluciona notablemente la torre y castillo,
que, según hemos visto, era casi exclusivamente elemento defensivo
hasta aquella fecha. La parte destinada a residencia señorial adquie­
re enorme importancia, sin detrimento de cuanto concernía a las de­
fensas y seguridad de la fortaleza, y surge el castillo-palacio, que
alcanza en seguida gran auge y apogeo. La razón de este cambio se
debió principalmente a que, por haber quedado ya la mayoría de las
tierras de España libres del peligro musulmán, estimaron que, en lo
sucesivo, sería de menor provecho y utilidad la conservación de los
castillos de los primeros tiempos; pero lamentable equivocación, por­
que precisamente aquella centuria y la siguiente fueron pródigas en

(1) Véase Turégano y su castillo en la iglesia d e San Miguel, por P lá c id o


C e n te n o R o ld á n (Segovia, 1957). Publicaciones históricas de la Excma. Dipu­
tación Provincial.

118
ban estas habita-
xistiendo también
apilla. la que, en
jenos a partir del
asos categoría de
. Cardona y otros

orrespondía a los
mas ocupadas por
s siglos x i i y x i i i ,
i modesta y redu­
da con el trazado
una cámara en la
la de los señores,

Blasco M uñoz.— Lado oriental del castillo de Blasco Muñoz


na sala baja para

la fortaleza solía
ámente de estan-
se transformaba
5 colgadas,
las cocinas esca-
consiguiente, de
>bservado que se
los muros conti-
fspondiente desa-
Aún se aprecia
o y derruido cas-
jodemos, como el

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«■ útil cisterna,
la torre y castillo,
emento defensivo
a señorial adquie-
oncemía a las de-
stillo-palacio, que
de este cambio se
la mayoría de las
imaron que, en lo
ínservación de los
equivocación, por-
ueron pródigas en

M iguel, por P lá c id o
de la E xcm a. D ipu-
.m n *
luchas por el predominio de la nobleza, engrandecida por las mer­
cedes enriqueñas; y como se sucedían rivalidades y revueltas cons­
tantes y enconadas entre los representantes de las distintas casas se­
ñoriales, de apellido Mendoza, Pacheco, Ayala, Alburquerque, Cardo­
na y tantos otros, los poseedores de estos linajes, temiendo por su se­
guridad personal y la de sus intereses, se dieron cuenta de la indis­
pensable necesidad de reformar, cuidar y conservar sus torres fuertes
y castillos y los restauraron y acomodaron con todo interés y cuidado
para poder competir con las suntuosas residencias de los monarcas
de Castilla y Aragón, especialmente, cuyas cortes brillaban ya en
aquel tiempo con gran lujo y esplendor.

El monarca leonés que más escaramuceó por la Transierra leo­


nesa fue Fernando II, hijo de Alfonso VII, llamado el Em perador,
que se cubrió de laureles en la reconquista de Coria.
El rey Fernando vivaqueó y dio jaque en varias ocasiones a los
moros que ocupaban los reductos, castillos y plazas fortificadas de la
comarca indicada; aunque todo el fruto de sus campañas volvió a
poder de los muslines al no serle posible guarnecer y retener en sus
manos las enormes extensiones de terreno que les arrebatara en sus
frecuentes y triunfales correrías.
Su hijo y sucesor Alfonso IX, rey de León, a comienzos del
siglo xm examinó concienzuda y detenidamente la política guerrera
de su padre y se dispuso a utilizar las mismas rutas seguidas por él
en las expediciones que proyectaba, decidido a desalojar a los moros
de sus fuertes recintos transerranos y a arrojarles hasta más allá de
las márgenes del Guadiana.
Firme en su propósito, recabó el auxilio de sus mejores y diestros
capitanes, quienes se concentraron en tierras de Salamanca; y con la
importantísima ayuda también de los caballeros pertenecientes a las
familias más representativas de la nobleza de sus estados de Galicia,
Asturias y León, que acudieron presurosos al frente de sus milicias y
vasallos de sus respectivas casas, completó numeroso ejército, y,
cruzando la Sierra de Gata, irrumpió en la parte septentrional de ía
actual provincia cacereña, consiguiendo someter a su obediencia
—previos los oportunos tanteos, saqueos y golpes de mano, más o
menos afortunados—, toda la amplia y estratégica zona que venía
siendo tierra de nadie, y estaba limitada por la cordillera Carpeto-
vetónica, la calzada de la Vía de la Plata (que recibió entonces el
nombre de la Dalmacia), la margen derecha del Tajo y la actual
frontera portuguesa.
Pero era otro y más principal el objetivo que se proponía alcanzar
el batallador y voluntarioso rey de León: someter a estrecho cerco
las villas de Alcántara y Cáceres, y apoderarse definitivamente de

120
da por las mer- estas importantes y bien situadas plazas, que eran las mejor fortifica­
• revueltas cons- das de todas las de la región, y cuyo dominio suponía tanto como
istintas casas se- poder tener a raya, en lo sucesivo, a las avanzadillas de los reye­
querque, Cardo- zuelos de Badajoz, quienes vieron en peligro su bienestar y segu­
iendo por su se- ridad desde que don Alfonso consiguió con éxito rotundo el final de
?nta de la indis- sus campañas.
rus torres fuertes Liberar la antigua Norba Caesariana, la Alcazires sarracena sem­
□terés y cuidado brada de bellas torres y suntuoso y espléndido alcázar que asentaba
de los monarcas sobre la cúspide de un altozano, era la meta que se proponía con­
brillaban ya en seguir el insigne don Alfonso; y por cierto que realizó felizmente su
propósito después de varias y tenaces tentativas que hubo de reali­
zar echando mano de todos los recursos disponibles, porque la casi
inexpugnabilidad de la plaza y el valor y coraje de sus defensores
dificultaron extraordinariamente la empresa.
Transierra leo- Cayó al fin la histórica villa de Cáceres en poder de don Alfonso,
> e l Em perador, y este valiente cruzado entró victorioso en el viejo recinto amuralla­
do con escogida corte de prelados, capitanes, freires de las distintas
ocasiones a los Ordenes militares y caballeros de la mejor nobleza de sus reinos.
ortificadas de la Recorrió triunfante las calles de la codiciada urbe, fijó su resi­
npañas volvió a dencia en el regio alcázar que con tanta ilusión erigiera el legendario
y retener en sus Abu-Al-Mumin, y procedió seguidamente a dictar normas proceden­
rrebatara en sus tes e indispensables para el buen gobierno y administración de sus
nuevos súbditos e intereses.
i comienzos del Habían acompañado al rey de León en aquella provechosa jor­
política guerrera nada, según ya se ha hecho constar, buen número de paladines, ca­
seguidas por él balleros de pro pertenecientes a las más linajudas familias astur-
lojar a los moros galaico-lonesas; e impulsados éstos por su espíritu patriótico, afán de
ista más allá de revancha y gran fe arraigada en sus corazones, cooperaron muy efi­
cazmente al magnífico resultado de la campaña.
iejores y diestros A ellos, a los varios prelados y a los valientes y casi fanáticos
manca; y con la milites de las Ordenes, que tanto habían contribuido a la contunden­
tenecientes a las te victoria con el apoyo de su brazo y la directa intervención de sus
ados de Galicia, mesnadas, premió el rey espléndidamente, según costumbre de la
ie sus milicias y época. Además de títulos, cargos, honores y otras mercedes de di­
roso ejercito, y, versa índole, les hizo donación de extensas y pingües propiedades,
)tentrional de la procediendo al repartimiento entre ellos de buena parte de las enor­
i su obediencia mes parcelas de terreno que habían arrebatado a los moros.
le mano, más o Uno de los doce caballeros nobles que más se distinguieron en
zona que venía el cerco y reconquista de Cáceres fue Juan Bázquez (2), y se le
dillera Carpeto- asignó, en el reparto de tierras que hiciera el rey leonés, un amplio
ibió entonces el y productivo lote, un magnífico conjunto de dehesas situadas en
'ajo y la actual
(2) P. H u r ta d o en su obra intitulada Ayuntamiento y fam ilias cacereñas,
roponía alcanzar ed. en Cáceres en el año 1915, se ocupa con bastante detenimiento, en las pá­
ginas 71 y siguientes, de la esclarecida familia de los Blázquez y de los des­
i estrecho cerco cendientes de Juan Blázquez, uno de los más valientes capitanes que contribuye­
initivamente de ron a la definitiva liberación de la capital de la hoy Alta Extremadura.
torno al actu
entonces con i
negas de —u-
Santiago de
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M t f de su vi

Blasco Muñoz.— Angulo de la muralla donde se abre la puerta principal del


castillo, y que aparece cubierta por un arbusto
torno al actual pueblo de Aldea del Cano, conocidas a partir de
entonces con el nombre de fincas de Maijoralgo, de más de 10.000 fa­
negas de cabida. A este bloque hay que agregar otras tierras sitas en
Santiago de Bencaliz, las del Heredamiento de Seguras y Mogollo­
nes, y las del lugar de Malpartida, además de otros pequeños predios,
viñas, huertas y molinos, pudiendo calcularse el total de estas pose­
siones rústicas en una cabida superior a las 15.000 fanegas de marco
provincial, porque a las enumeradas hay que sumar el Dehesijo y las
varias fincas que integran el Mayoralguillo.
Por la calidad y abundancia de la hacienda enumerada podemos
deducir cuán importante y decisiva debió ser la cooperación del ca­
pitán Blázquez en la liberación de la villa cacereña; aunque nos
queda la duda de si la prodigalidad del monarca leonés en este caso
fue debida a móviles de parentesco, a la índole del linaje del caba­
llero favorecido, o a la concurrencia de otros imponderables; porque...
¿quién era este personaje llamado Juan Blázquez?...
s e 9

El insigne Juan Blázquez, que se parangoneaba con los más es­


clarecidos de la villa de Cáceres por los merecimientos de sus pro­
genitores, como veremos a continuación, descendía de Blasco Xi-
meno, natural de Salas de Asturias, lugar de su residencia el año
1020. Era pariente del ilustre conde Ñuño Rasura, y por esta razón
tuvo siempre buena acogida en la corte del monarca don Fernando I,
que sentía manifiesta predilección por el referido don Ñuño.
El rey Alfonso VI, al recuperar las tierras situadas al norte de la
Sirera de Gredos, dio la encomienda de repoblar la ciudad de
Avila a un hijo del referido don Blasco, llamado Ximeno Blázquez,
que contrajo matrimonio con Menga Muñoz.
Era Ximeno Blázquez muy esforzado paladín y dedicó buena
parte de su vida a guerrear contra la morisma, laborando insistente­
mente por su total expulsión de la Península, ayudado por sus her­
manos Fernán y Fortún, quienes pasaron años más tarde a la refe­
rida capital; como, asimismo, su única hermana, llamada Ximena
Blázquez.
El más célebre de los hijos de Ximeno y Menga fue el gran Nal-
villos Blázquez, que casó con la mora Axa Galiana, sobrina de Al-
mamún, rey de Toledo, y sucedió a su padre en el gobierno de Avila
y jefatura militar, sembrando el camino de su vida de provechosas
hazañas llevadas a cabo contra los infieles.
De tan linajuda estirpe descienden algunas de las casas aristocrá­
ticas de España y el esforzado y rico infanzón Juan Blázquez, que,
siguiendo las huellas de sus mayores, tomó parte en la conquista de
Cáceres en 1227, incorporado a las huestes que envió el rey Fernan­
do III de Castilla en auxilio de su padre Alfonso IX de León.

123
Por su brillante y decidida participación en la jornada cacereña
añadió a su apellido el de dicha capital, y se llamó Juan Blázquez
de Cáceres, como igualmente y en lo sucesivo, todos sus descen­
dientes.
Se unió en matrimonio con Teresa Alfón, biznieta del mencionado
Alfonso IX y de su manceba Teresa Gil de Soverosa; y esta circuns­
tancia es la que nos obliga a suponer que, por razón de su enlace,
sus preeminencias y prerrogativas en la musulmana Cazires (3), donde
afincó, fueron grandes.
Estando en Fuenteguinaldo su nieto Blasco Muñoz, en compañía
de otros nobles cacereños, al servicio de la reina doña María de Mo­
lina, tutora de su nieto Alfonso XI, le concedió el soberano autoriza­
ción para poder fundar mayorazgo; y como lo realizó con fecha 18
de junio de 1320, resulta indudable que fue este vínculo el primero
de los de esta clase instituido en la capital de la Alta Extremadura (4).
Entre los bienes del mismo figuraban la torre y casa-fuerte de su
propiedad (que a partir de entonces se llamó Torre d e Blasco Muñoz,
después Torre de M ayoralgo y, en la actualidad, Castillo d e Gara­
bato), estableciendo que el que la heredase «antes que le entreguen
la dicha torre, faga omenaje, e juramento en santos avangelios, deje
tal recabdo, ante que fine, que entreguen la torre con todo lo al que
le perteneciere al mayoralgo, asi como la rescibiere, al que lo oviere
de aver» (5).
El fundador no dejó sucesión y sus sobrinos se disputaron judi­
cialmente la vinculación, resolviéndose la contienda en favor de Diego
García Blázquez, a quien llamaron a partir de entonces Diego el
del Mayoralgo; y quedó así y continuó utilizándose este apellido,
como si fuera propio, por sus descendientes.

II

D e s c r ip c i ó n d e l c a s t i l l o .

Blasco Muñoz de Cáceres, el fundador del célebre mayorazgo de


su nombre, y a quien llamaremos Blasco Muñoz II para distinguirlo
de su padre, que llevó el mismo nombre y apellido, incluyó en el
vínculo que fundara la fortaleza a que venimos refiriéndonos, y lo
hizo con las siguientes palabras: «E otrossi, la torre que yo he que
dizen de blasco muñoz, que es en el término de Casceres, cerca de
Caffra deffesa del concejo de Casceres, e cerca del aldea del cano,
(3) Empleamos indistintamente las palabras Cazires, Alcazires o Cancies,
porque así aparece en las crónicas y demás documentos de la época.
(4) H u rta d o , A yuntamiento..., pág. 175.
(5) «Fundación d el mayorazgo d e Blasco Muñoz», publicado por M. M uñoz
de San P e d ro en la Rev. d e E. E., pág. 275 del t. IV, año 1948.

124
imada cacereña
Juan Blázquez
ios sus descen-

del mencionado
; y esta circuns-
n de su enlace,
izires (3), donde

>z. en compañía
i María de Mo-
?erano autoriza­
do con fecha 18
iculo el primero

Blasco Muñoz.— Plano del castillo roquero de su nombre


Extremadura (4).
isa-fuerte de su
Blasco Muñoz,
2-stillo d e Gara-
ue le entreguen
avangelios, deje
i todo lo al que
il que lo oviere

lisputaron judi-
favor de Diego
onces Diego el
3 este apellido,

; mayorazgo de
ara distinguirlo
!, incluyó en el
riéndonos, y lo
que yo he que
;eeres, cerca de
aldea del cano,
azires o Cancies,
época.

do por M . M uñoz
48.
con todas las casas, corrales e heredamientos e pastos e viñas e
huertas que yo he» (6).
El contenido de este párrafo resuelve, a nuestro juicio, de manera
terminante, dos extremos que hasta el momento presente no lo han
sido satisfactoriamente. Uno de ellos, precisar la fecha aproximada
de la fábrica de la torre y el artífice de la misma; y el otro, admitir,
como hecho cierto, que el referido fuerte era una simple torre en un
principio, y por esta razón se la llamaba así.
En cuanto a lo primero, si observamos que Blasco Muñoz II,
en una de las cláusulas del vínculo aludido, dice taxativamente que
incluye entre las propiedades que lo integran «... la torre que yo
he, que dizen de blasco muñoz...», sacamos inevitablemente la con­
secuencia de que, al crear el mayorazgo, existía ya la dicha torre, y
que debió ser erigida por su padre Blasco Muñoz I, porque, de no
ser así, hubiera hecho constar en el correspondiente documento ins­
titucional que incluía en la vinculación «la torre que yo fize, que
lleva mi nombre», o cosa parecida. Deducimos, pues, que la referida
fortaleza fue construida por y en tiempos de Blasco Muñoz I, hijo de
Juan Blázquez de Cáceres, llamado el Conquistador por su inter­
vención directa en el apoderamiento de dicha ciudad; y como te­
nemos certeza que este personaje ayudó a Sancho IV en la rebelión
contra su padre Alfonso X, el Sabio, quien se acercó a la capital
extremeña para testimoniar a don Blasco su gratitud en 1287, resulta
lógico admitir que la erección de la mencionada torre data de finales
del siglo xm, o de primeros de la siguiente centuria.
Y el segundo extremo que, repetimos, queda suficientemente acla­
rado, es el hecho indudable de que al principio, en la época indicada,
el actual castillo de Garabato se reducía exclusivamente a un solo
cuerpo, una airosa y gallarda torre, mejor o peor acondicionada en
su interior para ser utilizada como refugio o residencia provisional,
toda vez que el documento de fundación y todos los de aquel tiempo
aluden únicamente «a la torre que yo he», sin referirse, ni menos
precisar, a la existencia de otras dependencias, baluartes o murallas
anejos a la misma, que le dieran categoría de auténtica e importan­
te fortaleza.
He aquí una breve referencia sobre dicho castillo y sus anexos:
«Después de haber caminado algunos kilómetros por la carretera
de Cáceres a Mérida, y muy cerca ya de Aldea del Cano, surge ante
el viajero, en el lado izquierdo de la carretera y muy próxima a la
misma, una vieja y desdentada, pero arrogante y empinada torre,
bastante bien conservada, que luce su bella traza sobre un montícu­
lo peñascoso. Un amontonamiento de rocas redondeadas [11], a
modo de tronco de una gran pirámide, sirve de asiento a la ingente
torre aludida, cuyas defensas se vieron aumentadas por preciosos y

(6) Ibid., pág. 274.

126
stos e viñas e

icio, de manera
ente no lo han
ha aproximada
■1 otro, admitir,
pie torre en un

seo Muñoz II,


itivamente que
i torre que yo
emente la con-
i dicha torre, y
porque, de no
documento ins­
te yo fize, que
que la referida
[uñoz I, hijo de
r por su infer­
id; y como te- ID
-O
en la rebelión
có a la capital
?n 1287, resulta
data de finales r:
G

íntemente acia-
época indicada,
ente a un solo
O

ondicionada en 5
cia provisional,
le aquel tiempo
rirse, ni menos
rtes o murallas CQ
ica e importan-

►y sus anexos:
x>r la carretera
ano, surge ante
y próxima a la
mpinada torre,
re un montícu-
leadas [11], a
ito a la ingente
por preciosos y
consistentes muros enclavados entre peñas, que circundan la plata­
forma cimera; especialmente por el lado del noroeste, como puede
apreciarse en el plano.
Integran la fortaleza de Blasco Muñoz dos pequeños recintos, apenas s
que ocupan alturas diferentes. El principal [14] corona el altozano r qwe evidem
y se adapta a la topografía del terreno, mira hacia el naciente y en ife m e d ia n .
su parte central se eleva la llamada hoy torre del Homenaje [15],
auténtica torre de Blasco Muñoz; pieza maltrecha ya e inservible, no
nos ofrece otra nota de interés que curiosa y artística puerta de en­
trada a la planta baja [5], formada por tres piedras bien labradas,
DE L » 1
como puede apreciarse en el segundo de los planos que se pu­
blican. X I E ST R O S DIAS

Tenía dicha torre un segundo piso, arruinado ya, sobre cuya te­
chumbre descansaba la terraza o andén, protegido con almenas cua­ L— Fue I teñ
dradas; y todavía conserva sus varias ventanas que facilitaban el ( L a tu vas ei
paso de la luz a la cámara de la segunda planta. Perez v muri
El acceso a este principal y alto recinto se efectuaba por una tos al rev
puerta situada al sureste [16], cuyo quebrado boquete ha sido tapia­ de tres hij
do en época reciente, para evitar el paso a los curiosos posiblemente llamado t.
cuando dejó de habitarse el castillo. IL—El // ter
No se aprecian ya en dicho primer recinto más detalles de interés dacfao. Blasco NI
en torno a la torre que la boca de un aljibe profundo y medio ce­ Fetvjoero de Ca
gado [8], un agujero hecho sobre su bóveda [9] y un segundo ori­ ■arcas que rigiei
ficio [10], especie de tubo que desciende por el muro y sale al ex­ Femando IV, et
terior por la parte baja. ■til a la reina di
El otro recinto [3], situado en plano muy inferior, debió ser agre­ *e la menor edad
gado en época posterior para reforzar las defensas y poder disponer siempre de los i
de dependencias auxiliares [13], Monrov. abad de
Lo más interesante de él es una angosta poterna [7] muy acer­ III.—García
tada e intencionadamente situada, y la rampa de subida [1] a la es­ el señorío por fal
tratégica puerta principal [2], cubierta en la actualidad por un fron­ de edad.
doso árbol, y abierta en lugar tan a propósito que resulta fácil su de­ Este III seño
fensa al ser batida desde el adarve de sus muros colaterales, impo­ d e T orre Y elasco
sibilitando así grandemente las intenciones del enemigo que pre­ Vivió dicho c
tendiera apoderarse del castillo. ron tres hijos: E
La parte señalada con el número 12 indica la existencia de muros quedando, por a
bajos correspondientes a otra gran torre de traza irregular, ya des­ rama, v hubo de
aparecida en gran parte, pues sólo restan de ella estrechos y altos que se hallaba c
trozos de sus lienzos, que presumen todavía con algunas de sus al­ trimonio naciera
menas. Dicho baluarte, cuyo contorno lo integran seis ángulos salien­ YeLaseo. Y aunq
tes y uno entrante, debió ser un magnífico ejemplar; y desde su mos como cu arte
andén y ventanas se batía todo el recinto bajo y se defendía la po­ IV.—Diego (
terna. ifc ralgo. consigui
La escalera [4] que facilita la ascensión desde el recinto bajo al de injusto y niíd<
alto está ya destrozada y sólo puede utilizarse con grave peligro de Empezó a di
la integridad de quien se atreve a subir por ella. dido el oportuno

128
circundan la plata- De todas formas, observada desde distancia la torre de Blasco
foeste, como puede Muñoz y sus aledaños constructivos, se nos presenta como un todo
arquitectónico armónico y lleno de majestad y belleza. Desde la ca­
pequeños recintos, rretera apenas se aprecian sus muchas y graves heridas sin resta­
corona el altozano ñar, que evidencian su pronta y total ruina, si Dios y los hombres
:ia el naciente y en no lo remedian.
del Homenaje [15],
i ya e inservible, no
ística puerta de en- III
■dras bien labradas,
planos que se pu- Señ ores de la T o r r e d e M a y o r a l g o , d esd e su c o n s t r u c c ió n h asta
N UESTROS DÍAS.
» ya, sobre cuya te-
0 con almenas cua­ I.— Fue I señor d e la Torre d e M ayoralgo el preclaro Blasco Mu­
que facilitaban el ñoz I, a cuyas expensas se edificó. Contrajo matrimonio con Pascua­
a. la Pérez y murió de edad avanzada, habiendo prestado excelentes
efectuaba por una servicios al rey Sancho IV y a su esposa doña María de Molina.
píete ha sido tapía­ Padre de tres hijos, Blasco, Ñuño y García, heredó su casa el primo­
nosos posiblemente génito, llamado también Blasco Muñoz.
II.—El II señor d e la Torre d e Mayoralgo se llamó, como hemos
; detalles de interés dicho, Blasco Muñoz II, fundador del mayorazgo de su nombre.
•fundo y medio ce- Personero de Cáceres y gran cortesano, sirvió lealmente a los mo­
y un segundo ori- narcas que rigieron los destinos de Castilla en su tiempo: Sancho IV,
muro y sale al ex- Fernando IV, el Em plazado, y Alfonso XI, el d el Salado. Fue muy
útil a la reina doña María de Molina, gobernadora del reino duran­
ior, debió ser agre- te la menor edad de su hijo Fernando, aunque esta soberana se valió
s y poder disponer siempre de los consejos del ilustre placentino don Ñuño Pérez de
Monroy, abad de Santander.
ma [7] muy acer- III.-—García Blázquez, hermano segundo del anterior, consiguió
subida [1] a la es- el señorío por fallecimiento de su otro hermano, Ñuño, que era mayor
ilidad por un fron- de edad.
resulta fácil su de­ Este III señor d e la Torre d e M ayoralgo titulóse realmente señor
colaterales, impo- d e Torre Velasco.
enemigo que pre- Vivió dicho caballero amancebado con Marina Pérez, y engendra­
ron tres hijos: Elvira, Pascuala y Juan. El varón murió siendo niño,
xistencia de muros quedando, por consiguiente, extinguida la sucesión masculina de esta
irregular, ya des- rama, y hubo de heredar la primogenitura paterna Elvira Blázquez,
t estrechos y altos que se hallaba casada con Fernán Martínez de Velasco, de cuyo ma­
algunas de sus al­ trimonio nacieron Luis, Pascuala y Diego Blázquez y Martínez de
iéis ángulos salien- Velasco. Y aunque la referida Elvira poseyó el señorío, considera­
oplar; y desde su mos como cuarto poseedor del mismo a su hijo Diego.
se defendía la po- IV.—Diego García de Mayoralgo, IV señor de la Torre d e Ma­
yoralgo, consiguió el vínculo que fundara Blasco Muñoz II después
el recinto bajo al de injusto y ruidoso litigio.
1 grave peligro de Empezó a disfrutar tan pingüe beneficio en 1304, habiendo ren­
dido el oportuno pleito-homenaje, según lo dispuesto por el fundador.
Unido en matrimonio con Juana Pérez de Ulloa, de las más ilus­
tres familias cacereñas, procrearon a Juana Diez, a Leonor y a
Luis García de Mayoralgo, que heredó la casa.
En su testamento se hace llamar Diego García de Mayoralgo, y
al mencionar en el mismo la vieja torre de Blasco Muñoz, escribe
(da torre que dicen de Mayoralgo». Fue uno de los prohombres de
su tiempo entre la nobleza de Cáceres.
V.— Su hijo, Luis García de Mayoralgo, fue V señor d e la torre
d e Mai/oralgo. Disfrutó el señorío en unión de su esposa, Marta Mar­
tínez de Orellana, hija de uno de los más fieles servidores de don
Pedro, el Cruel. Este matrimonio contribuyó con su peculio y desve­
los a las obras realizadas durante el siglo xv en la iglesia parroquial
de Santa María, donde mandaron construir los enterramientos de la
Casa de Mayoralgo.
Fueron sus hijos: María, que murió sin descendencia, y Diego
García, segundo de este nombre, que sigue.
VI.—Diego García de Mayoralgo, VI señor d e la torre d e M ayo­
ralgo, contrajo matrimonio en 1443 con Ximena Gómez de Orellana,
hija del señor de Orellana la Vieja, y fueron padres de Cristóbal de
Mayoralgo —que sucedió en la casa— , de María Mayoralgo y de
Juan de Orellana.
El referido don Diego fue regidor de Cáceres y capitán de las
huestes del Clavero don Alonso de Monroy en las luchas de éste
contra su primo Hernando de Monroy, el Bezudo.
VII.—Era Cristóbal de Mayoralgo, V II señor d e la torre d e Ma­
yoralgo, personaje de gran relieve y leal servidor de los Reyes Ca­
tólicos; entre otras cosas, recabó de los caballeros cacereños de su
tiempo que alzasen pendones por la egregia doña Isabel.
A su iniciativa y entusiasmo se debe que la villa se pronunciara
en favor de la reina, poniendo en el asunto tanto fervor como el que
había demostrado en el servicio de Enrique IV, quien lo autorizó,
por privilegio especial, para poder enajenar bienes de su mayorazgo
sustituyéndolos por otros.
Su espléndida situación económica le permitió adquirir determi­
nadas casas, huertos y tierras que fueron agregadas al vínculo de
Blasco Muñoz. Y por su actuación en el Concejo, reunido el Consis­
torio cacereño le hizo donación de un magnífico edificio junto a la
torre de la Hierba, el 14 de enero de 1502.
Este procer extremeño casó tres veces; pero fue de su tercer ma­
trimonio, con doña Catalina Enríquez, de la Casa condal de Alba de
Liste, de quien tuvo, entre otros, un hijo llamado Pablo, heredero
de su casa y mayorazgo. Y a partir de esta generación del último
matrimonio de don Cristóbal, los descendientes alternaron el ape­
llido de la esposa con el del varón, llamándose en lo sucesivo unas
veces Enríquez de Mayoralgo y otras Mayoralgo Enríquez, teniendo
Iloa, de las más ilus- en cuenta que doña Catalina pertenecía a la familia de doña Juana
)iez, a Leonor y a Enríquez, madre del rey católico don Fernando.
Antes de morir dejó dispuesto lo enterraran en la iglesia de Santa
cía de Mayoralgo, y María, en el poyo donde yacía su padre «Señor de Torre Velasco,
isco Muñoz, escribe que dicen torre de mayoralgo».
í los prohombres de V III.—Don Pablo Enríquez de Mayoralgo, V III señor d e la Torre
d e Mayoralgo, casó con Francisca de Andrada y fueron padres de
V señor de la torre Cristóbal, primogénito, muerto en vida de su padre, de Francisco de
esposa, Marta Mar- Mayoralgo, que sigue, de Juan de Mayoralgo, de Gonzalo de Andra­
5 servidores de don da, de Diego Enríquez y de Catalina, Isabel y Leonor.
su peculio y desve­ Don Pablo Enríquez fue excelente caballero, figuró entre lo más
la iglesia parroquial destacado de la sociedad cacereña e incrementó considerablemente
nterramientos de la su fortuna. Su devoción a la Corona lo llevó a ser leal y fiel servidor
del rey; y cuando el corregidor de la villa tuvo un grave incidente
tendencia, y Diego con Francisco de Ulloa, en 1543, acudió a este ilustre procer y en­
contró en él debido apoyo, así como entre los criados de su Casa.
( la torre d e Mayo- IX.—Don Francisco de Mayoralgo y Andrada, IX señor de la
iómez de Orellana, Torre d e Mayoralgo, entró en posesión de la casa y heredamientos de
res de Cristóbal de su padre contando con la enemiga de doña Catalina, hija de su
a Mayoralgo y de hermano primogénito don Cristóbal, y de toda la parentela de su
esposo, entre los que se contaba la poderosa familia de los Chaves,
s y capitán de las de la ciudad de Trujillo, que le disputaban la posesión del mayo­
las luchas de éste razgo y se disponían a defender sus derechos con las armas.
A este respecto, escribe el autor (7) del artículo sobre El m ayo­
ie la torre d e Mu­ razgo de Blasco Muñoz que Gonzalo de Mendoza, Juan de Orellana,
d e los Reyes Ca- Alonso de Sotomayor y Juan de Chávez salieron de Trujillo al frente
de una hueste de 120 hombres, entre ellos 60 jinetes, encaminándose
s cacereños de su
en son de guerra hacia las fincas de Blasco Muñoz. En Casas de don
Isabel.
Antonio, pueblo de la jurisdicción de Montánchez, próximo a las
Ha se pronunciara dichas propiedades, establecieron los belicosos trujillanos su cuartel
ervor como el que general y «armados de muchas armas cercaron el castillo de Blas­
quien lo autorizó, co Muñoz y corrieron los campos, robando y dando muerte a los ga­
de su mayorazgo nados de don Francisco de Mayoralgo».
Ya antes de esta incursión de los trujillanos, doña Catalina de
adquirir determi- Mendoza, viuda de don Cristóbal, había destacado 20 hombres de
las al vínculo de su casa a las dehesas de Mayoralgo; pero el corregidor de Cáceres,
eunido el Consis- haciéndose cargo de los graves daños que podrían seguir de esta
dificio junto a la lucha familiar, ordenó a don Francisco que se constituyera preso,
y a su disposición, en su propio domicilio. No se resignó este caba­
de su tercer ma- llero ante el peligro que amenazaba a su hacienda y una noche
Midal de Alba de
Pablo, heredero (7) En el ref. trabajo de M uñoz de San P e d ro , que se publicó en dicho
ación del último año 1 9 4 8 ; y en la ya cit. obr. de P. H u rta d o , Ayuntamiento y fam ilias cá ce­
temaron el ape­ tenos, hemos encontrado m aterial abundante para com pletar la lista de todos
y cada uno de los caballeros cacereños que detentaron el señorío, que han sido
lo sucesivo unas propietarios hasta el momento actual de la m agnífica e interesantísima Torre de
iríquez, teniendo Blasco Muñoz.
se fugó y marchó sigiloso a Aldea del Cano, dispuesto a reclutar
a sus hombres y emprender desde allí la ofensiva. Afortunadamente,
la energía de las autoridades de Cáceres hicieron entrar en razón a
los partidarios de uno y otro bando; y, finalmente, una Real Cédula
del emperador Carlos, fechada en Aranda de Duero el 15 de diciem­
bre de 1546, dio el golpe de gracia al candente estado de cosas al
ordenar a la Justicia de Cáceres que cortara de raíz aquellos des­
manes.
A partir de entonces se inició el oportuno pleito por vía legal y
fueron reintegradas sus posesiones a don Francisco de Mayoralgo.
Casó este caballero con doña Ana de Montalvo y, además de
dos hijas, nació un varón, llamado Pablo Antonio, niño aún al fa­
llecer su padre, que quedó bajo la tutela de su madre, y heredó la
jefatura, bienes y preeminencias de la casa.
X.— Don Pablo Antonio de Mayoralgo, X señor de la Torre de
Mayoralgo, sucedió a su padre siendo aún menor de edad, según
se ha dicho, y su madre hubo de luchar con algunos familiares de
sú difunto esposo, que pretendían arrebatarle la hacienda y demás
pertenencias. Fue el más molesto y ambicioso litigante un hermano
de don Francisco, llamado Antonio de Mayoralgo, inquieto aventu­
rero que guerreó en Italia y en otras naciones bajo las órdenes del
conde de Ayamonte.
El pleito sostenido por este personaje fue largo y laborioso;
pero se resolvió, finalmente, a favor del joven Pablo Antonio, y se
expidió la correspondiente Real Ejecutoria a su favor en Granada,
con fecha 12 de enero de 1582.
Este caballero era hijo político del célebre don Alvaro de Sande,
marqués de Piovera, pues se hallaba casado con su hija doña El­
vira y fueron padres de Francisco de Mayoralgo y Sande, que
sigue.
XI.—Don Francisco de Mayoralgo y Sande, XI señor de la T on e
d e Mayoralgo, excelente militar, un poco calavera, amigo de aven­
turas y exageradamente dadivoso, no se alarmó al ver que su eco­
nomía se resistía notablemente.
Casado con Bernardina de Carvajal, de la que no tuvo descenden­
cia, menudearon los disgustos entre ambos cónyuges.
En la carrera de las armas fue digno émulo de su abuelo, el fa­
moso general don Alvaro de Sande. Prestó servicios eomo soldado
de infantería en Milán, en 1607, y habiendo regresado a la patria
se le hizo merced del hábito de Calatrava el año 1623.
Es, años más tarde, capitán de la gente de guerra en Montánchez
y Ubeda, hasta que se incorpora nuevamente a Milán. Sirve en
Lombardía y pasa a Flandes en 1629. Poco tiempo después, en
1640, se le nombra capitán de caballos corazas. Actúa en Cataluña
y en el Rosellón, y, al volver a Extremadura, consigue el grado de
ispuesto a reclutar Maestre de Campo, y es nombrado gobernador de la plaza fuerte
Afortunadamente, de Alburquerque, por el marqués de Leganés, en 1645.
entrar en razón a Como murió sin sucesión, en 1647, en plena guerra con Portu­
una Real Cédula gal, heredó el mayorazgo de Blasco Muñoz su hermano de padre
ro el 15 de diciem- don José de Mayoralgo.
estado de cosas al X II.—Don José de Mayoralgo, XII señor de la Torre de Matjo-
raíz aquellos des- ralgo, era hijo de don Pablo Antonio de Mayoralgo y de su tercera
esposa doña Ximena de Ovando. Casó con doña María de Ovando
¡to por vía legal v y Saavedra y residió casi siempre en Aldea del Cano, lugar perte­
i de Mayoralgo. neciente a su señorío.
Jvo y, además de Y, además de dos hijas, Ximena y Francisca, procrearon también
o, niño aún al fa- a un hijo varón, Pablo José, que sucedió en la casa.
nadre, y heredó la X III.—Don Pablo José de Mayoralgo Enríquez, XIII señor de la
Torre de Mayoralgo, caballero de la Orden de Alcántara y esposo de
or d e la Torre de la trujillana doña Juana Josefa de Chaves Villarroel y Orozco, suce­
>r de edad, según dió en el mayorazgo de Blasco Muñoz.
unos familiares de Fueron padres de diez hijos, y, alegando la existencia de tan po­
hacienda y demás derosa prole, solicitó y obtuvo del rey que lo hiciera gobernador
gante un hermano de Villanueva de la Serena y capitán de guerra de las milicias de
>, inquieto aventu­ dicha localidad, tomando posesión de estos cargos el 17 de octubre
ro las órdenes del de 1698.
Hizo varias donaciones a iglesias, conventos y hospitales. Coope­
largo y laborioso; ró en la guerra con Portugal, y entregó su alma a Dios el 25 de
iblo Antonio, y se julio de 1719. Le sucedió su hijo don Joaquín, que sigue.
favor en Granada, XIV.— Don José Joaquín de Mayoralgo, XIV señor de la Torre
de Mayoralgo, uno de los más eminentes proceres cacereños de todos
i Alv aro de Sande, los tiempos, sirvió en la guerra de Sucesión, fue muy caritativo y
su hija doña El- ostentó cargos de representación en las esferas local y nacional.
go y Sande que De su matrimonio con doña Beatriz María Perero y Carvajal
nacieron los siguientes hijos: Miguel Pablo, heredero de la casa;
señor de la T on e Pablo de Mayoralgo, predicador de S. M. y prior del convento de
a. amigo de aven- Valvanera; frey Pablo (8), sacristán mayor de la Orden de Alcánta­
il ver que su eco- ra; frey Manuel, prior del Campo y Santibáñez; José Eustaquio,
clérigo de menores; Ignacio, teniente de los batallones de la Real
Armada y gobernador de varios lugares en tierras del Cuzco (Perú);
K) tuvo descenden- Javier, Francisca Hipólita y Rosa María.
es.
Fue excelente ciudadano y padre ejemplar.
e su abuelo, el fa- XV.— Don Micael Pablo Enríquez y Perero, XV señor de la Torre
:ios como soldado de Mayoralgo, desempeñó interesante papel en el gobierno y admi­
resado a la patria nistración de los intereses de la villa, pues como era regidor perpetuo,
1623. dado su linaje, intervenía en numerosos pleitos y otros asuntos rela­
rra en Montánchez tivos al común de los cacereños, por cuyos servicios el Concejo lo
i Milán. Sirve en
?mpo después, en
Vctúa en Cataluña (8) Véase nuestro folleto Caballeros clérigos extremeños del Orden y caba­
isigue el grado de llería d e Alcántara, págs. 37 v siguientes (Madrid, 1953).

133
premió concediei
anexa a la mural
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majestuosa paln*
conjunto.
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mavor. qi
Se le concedí
varios del
ocupamos
premió concediéndole la propiedad de la Torre de los Púlpitos (9),
anexa a la muralla, a la que se pasaba por un arco que todavía apa­
rece tendido sobre la calle y apoyado en el adarve, dando ambiente
oriental a dicho lugar por su curiosa traza, que realza la esbelta y
majestuosa palmera centenaria que surge al fondo, embelleciendo el
conjunto.
Casó don Micael con doña Catalina Golfín y Solís, y de sus tres
hijos, José María, Joaquín y Beatriz, le sucedió en el señorío el pri­
mogénito de los citados.
XVI.— Don José María de Mayoralgo Enríquez y Golfín, XVI se­
ñor d e la Torre de Mayoralgo, obtuvo Real Despacho de fecha 10
de marzo de 1701, por el que se le hacía merced del título de conde
de la Torre de Mayoralgo, convirtiéndose así el viejo Señorío en
título del reino.
Poco amigo de intervenir en las funciones del Municipio, consi­
guió Real Cédula que lo eximía de la obligación de asistir a las reu­
niones del Concejo, cosa que debía hacer en calidad de regidor per­
petuo, por derecho de familia.
Todos los hijos de su primer matrimonio fallecieron antes que él,
y contrajo matrimonio nuevamente en 1784 con doña Isabel de Ovan­
do y Vera. De este enlace nacieron el sucesor de la casa, don José
Bibiano, y su hermana doña Micaela.
XVII.— Don José Bibiano de Mayoralgo y Ovando, XVII señor de
la Torre d e Mayoralgo, fue esposo de doña María de la Asunción
Vera y Carvajal, natural de Mérida y heredera de los condes de los
Acebedos.
En este caballero recayeron los mayorazgos de la familia de su
madre; pero, a pesar de ello, su situación económica no fue muy
próspera, porque se dedicó a la política y, partidario de la causa
liberal, se sacrificó mucho por ella y se vio precisado a alejarse de
Cáceres.
Siendo ya viudo y estando en Brozas, falleció el 14 de mavo de
1838.
XV III.—Don Miguel de Mayoralgo v Vera, XVIII y último señor
de la Torre de Mayorazgo, III conde de este título y también III con­
de de los Acebedos, nació en Cáceres y contrajo matrimonio con doña
María de los Dolores Ovando Ribera y Porres.
La crítica situación de la economía de la casa desde los tiempos
de su padre se acentuó después, tanto por las luchas civiles como
por su poca capacidad y la ineptitud de todos sus hijos varones;
pero se salvó todo v se robusteció la hacienda gracias al acierto de
su hija mayor, que se unió en matrimonio a uno de los hombres
(9) Se le concedió tal merced el 7 de marzo de 1765, y de tan curioso gesto
y de otros varios detalles relacionados con la casa de Micael Pablo de Mayo­
ralgo, nos ocupamos detenidamente en nuestra obra sobre El arco de la Estre­
lla, de Cáceres.

135
más activos, enérgicos e inteligentes, el cual salvó a toda la familia
del naufragio y pudieron seguir figurando entre las primeras casas
de la región.
Este señor fue el último propietario del mayorazgo íntegro de
Blasco Muñoz, del que había tomado posesión sobre las ruinas del
castillo, haciendo pleito homenaje en 1838, y cumpliendo todos los
ritos ordenados por la tradición y disposiciones del tiempo de la fun­
dación.
Mas las leyes desvinculadoras disgregaron el bloque de bienes,
que pasó dividido a los hijos habidos en su matrimonio; y ya desde
entonces no quedó otro símbolo que nos recuerde el antañón ma­
yorazgo de los Mayoralgo que la quebrada torre y los aportillados
muros que construyera Blasco Muñoz; es decir, el típico y popular
castillo de Garabato, que aún se alza erguido y retador, recordando
al viajero o al turista que aquellas piedras hacinadas y carcomidas
son el hito que nos recuerda la existencia de uno de los linajes más
antiguos y representativos de Extremadura, detentador de todas
aquellas tierras pródigas y dilatadas, que integraban uno de los más
codiciados señoríos.

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a toda la familia
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EL CASTILLO DE LAS BROZAS

E p is o d io s b é l ic o s a q u e s ir v ie r o n d e e s c e n a r io l a v i l l a y c a s t il l o

de B rozas.

El primero de que tenemos noticia es la incursión realizada, a


finales del 1397, por el condestable portugués Ñuño Alvarez Pereira.
quien, al frente de un crecido número de gente de armas, recorrió,
excesivamente confiado, las tierras comprendidas entre los ríos Tajo
y Salor, después de su rotundo fracaso ante las fuertes defensas de
la villa de Cáceres, que pretendió conquistar. He aquí una sintética
referencia de aquella memorable correría:
En el indicado año, el maestre de la Orden de Alcántara don
Fernando Rodríguez de Villalobos, y el que a la sazón lo era de la
de Santiago, don Lorenzo Suárez de Figueroa, penetraron en terri­
torio portugués y vivaquearon por Beja, Moura, Serpa y Campo de
Urique, hasta cerca de Alcázar do Sal, saqueando, prendiendo, ma­
tando y produciendo toda clase de estragos. Ante la realidad de los
hechos y visiblemente conmovido por las muertes y daños ocasiona­
dos a sus súbditos, el monarca de Portugal, Juan I, deseoso de ven­
gar tantos agravios, ordenó a su condestable Ñuño Alvarez entrase
en Castilla sin pérdida de tiempo. Juntó rápidamente don Ñuño 600
lanzas, v con alguna infantería partió desde Yelbes, capitaneando él

137

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que se les venía

(1) Vid. Hepasa


el diario «Extremadu
mismo la vanguardia y conduciendo la retaguardia el maestre de
Avís.
Dispuesta y ordenada su hueste en la forma señalada, avanzó
hasta los alrededores de Alburquerque y sorprendió a los habitantes
de Arroyo del Puerco, cuya plaza se rindió con mucha facilidad, por
tratarse de lugar abierto.
Al siguiente día se encaminó con su gente dispuesto a atacar Cá­
ceres; y aunque así lo hizo y luchó con gran coraje y tenacidad, no
consiguió su propósito y hubo de retirarse ante lo inútil del esfuerzo,
no sin antes haber arrasado y prendido fuego a sus arrabales, pro­
duciendo los mayores daños que se pueden concebir (1).
Mohíno y encorajinado, decidió regresar al Arroyo, donde había
asentado su real, cargado de despojos de todas clases y satisfecho,
en parte, por la crecida presa y la alta moral de sus vasallos.
Había instalado su campamento en un alto cerro cercano al lugar,
y estando allí dispuso que algunos grupos volantes hicieran incur­
siones por los pueblos de las cercanías, Aliseda, Herreruela, Navas y
Brozas, llegando más allá de Garrovillas y filtrándose hasta las barcas
de Alconetar, que utilizaban los naturales de la región para cruzar
el Tajo, junto al arruinado puente romano que lleva dicho nombre.
De los mencionados pueblos sólo se apoderaron de Aliseda, siendo
lógico suponer que los vecinos de las Brozas se refugiarían en el
castillo —situado en la parte más prominente—, y frustrarían así la
belicosa acometida de sus enemigos, que habían de limitarse, por
tanto, a escaramucear y a robar cuanto de provecho hallaran en su
término jurisdiccional.
La presa conseguida por los portugueses en aquella ocasión fue
en extremo cuantiosa, pues se apoderaron de muchas cabezas de
ganado, piensos, comestibles y otros productos, que se llevaron hasta
la ermita de la Virgen de Áltagracia, patrona de Garrovillas, a la
sombra de cuyos muros se dispusieron a descansar y pasar la noche,
no sin antes haber saqueado las casas existentes junto al santuario.
Cuando se hallaban los portugueses durmiendo tranquilamente,
fueron sorprendidos por la llegada del maestre de Alcántara y sus
compañeros, quienes aumentaron en seguida sus efectivos con la
gente que traía el Concejo de Garrovillas y el Concejo de Cáceres,
cuyos munícipes, ansiando vengar los daños y las sensibles pérdidas
que les habían infligido los lusos dos fechas antes, prepararon una
columna de voluntarios y salieron en persecución de aquéllos, dis­
puestos a atacarlos donde fueren habidos y a obligarlos a repasar la
frontera de su país.
La tropa de don Ñuño despertó sobresaltada ante la avalancha
que se les venía encima y huyeron a la desbandada, abandonando

(1) Vid. R epasando nuestra historia: Ñ uño M ad ru ga, artículo publicado en


el diario «Extremadura», en mayo de 1950.

139
sus caballos, ropa y ganado, y dispersos por el campo, se dirigieron
buena parte de ellos al lugar del Arroyo para informar al condesta­
ble del desagradable contratiempo.
Al darse cuenta el caudillo portugués del peligro que le amena­
zaba, mandó poner en libertad a las mujeres que tenía en rehenes,
se desembarazó de todo el menaje y utensilios y, libre de cuantos im­
pedimentos pudieran entorpecer su marcha, huyó precipitadamente
con sus hombres, cansados y maltrechos, dirigiéndose a Valencia de
Alcántara; pero ante el temor de ser alcanzado por el maestre de
Alcántara y los suyos, se internó en Portugal por Arameña y Marvao.
desde donde partió para Villaviciosa, por estar su madre y su hija en
dicha localidad.
Un cronista portugués nos ha legado referencia de un curioso epi­
sodio sucedido en Arroyo al condestable Alvarez Pereira, durante la.»
horas que el mencionado personaje permaneció en dicho lugar. Helo
aquí en traducción directa del idioma de Camoens:
El condestable «se encaminó después a Arroyo del Puerco y se
dispuso a pasar la noche en unas tiendas improvisadas; y al anoche­
cer, entre lobo y can, vieron que pasaban junto al campamento dos
escuderos castellanos, que parecían hombres de bien y deseaban
hablar con el condestable. Este los recibió con agrado y les pregun­
tó quiénes eran, y le respondieron que eran del reino castellano.
Volvió a preguntarles cómo eran tan osados de venir a su real sin
seguro de clase alguna, y le respondieron que se atrevían a tanto
fiados de su gran bondad y de las muchas virtudes con que Dios lo
había dotado.
Nuevamente les preguntó el condestable qué deseaban de él.
y le insistieron en que únicamente verlo, como ya lo habían visto.
Dispuso Pereira que les dieran de comer, pero no quisieron aceptar
y, después de despedirse, partieron» (2).
« # <*

En otra de las correrías del condestable portugués por tierras de


Extremadura fue la villa de Brozas la que sufrió las naturales y la­
mentables consecuencias por la visita de tan poco grato caballero.
Corría a la sazón el año de gracia de 1399, ceñía la corona de
Portugal Juan I y la de Castilla Enrique III, cuando el prestigioso
Ñuño Alvarez, acompañado de escogido plantel de caballeros de
su país y otra mucha gente de armas, entre los que figuraba Martín
Alonso de Meló, señor entonces de la localidad se encaminó a la
fortaleza de Montánchez (3). Recorrió después varios lugares de aque-
(2) Crónica do condestavel d e Portugal, D. Nuno Alvares Pereira, por autor
anónimo, adaptacao de Jaime C o r t e c a o , pág. 207 (Lisboa, 1937).
(3) F e r n a o L ó p e z : Crónica d e D. ]oao 1, págs. 404 y siguientes, II, edi-
cáo preparada por M. Lopes de Almeida e A. de Magalháes Basto (Porto, 1949).

140
■ligro que le amena-
ue tenía en rehenes,
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vó precipitadamente
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Arameña y Marvao,
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a de un curioso epi-
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ares Pereira, por autor
1937).
I y siguientes, II, edi-
es Basto (Porto, 1949).
Brozas.— Cubo, lienzo de la muralla y garita
lia comarca y lo dispuso todo para dirigirse a Alcántara, donde lo es­
peraba el rey de Portugal; pero entre tanto, mandó que los más
avezados y voluntariosos vivaquearan por los pueblos circundantes,
haciendo algara, sorprendiendo a los residentes — quienes no espe­
raban que los enemigos penetraran tanto en sus dominios-—, y cau­
sando toda clase de daños y estragos a los extremeños, a fin de re­
bajar su moral con miras a expediciones ulteriores.
Don Ñuño y los suyos asentaron más tarde en la ribera de Bo­
tija, comarca fértil y bien provista, donde instalaron el campamento
general, y el jefe portugués dividió su tropa en dos columnas para
que en otras tantas direccciones, y capitaneados por Martín Alonso
y Lorenzo Estévez, corrieran las villas y pueblos de la amplia co­
marca, en tanto que él permanecía en su real, próximo a la mencio­
nada ribera, trazando el plan a seguir en su inmediata campaña.
A los dos días, y en el preciso momento de sentarse a la mesa
el inquieto y batallador conde, le comunicaron que, al regresar Es­
tévez con abundante botín, iba tras él, dispuesto a atacarlo y a arre­
batarle la presa Juan de Velasco, que llevaba consigo 400 lanzas.
Y como si hubiera sido impulsado por un resorte, se levantó rápido,
mandó tocar alarma, y, una vez concentradas todas las fuerzas
frente a su tienda, dispuso que parte de ellas permanecieran allí; y
poniéndose él al frente de las restantes, que eran las más decididas
y valerosas, salió en auxilio de Estévez y de su gente; pero a poco de
haberse puesto en camino, le hicieron saber que Velasco no se había
movido y permanecía a la espectativa de los movimientos de los
portugueses, sin pretender otra cosa que averiguar las intenciones y
planes del condestable y conocer el número de tropas de que dis­
ponía, para lo cual había comisionado a determinados caballeros muy
versados y con gran disposición de ánimo para estos menesteres.
Tranquilos ya por las noticias recibidas, Ñuño Alvarez y Lorenzo
Estévez regresaron juntos a su cuartel general.
Mas no había sido tan afortunado en aquella ocasión el capitán
Alonso de Meló, pues al pretender acercarse a la villa de Cáceres
le salió al paso, cuando no lo esperaba, el comendador mayor de
León, que se dirigía a dicha población con 150 lanzas, y hubo de
pelear con él. El choque, entre los componentes de uno y otro bando,
fue duro en extremo, y tanto portugueses como castellanos sufrieron
sensible quebranto.
Reunidos, al fin, con el condestable, Lorenzo Estévez y Martín
Alonso de Meló levantaron el campo y se encaminaron con sus mi­
licias a la plaza de Alcántara, donde los esperaba el rey portugués,
pretendiendo someterla a estrecho cerco; y como resultaba inútil
su empeño por la carencia de medios disponibles, Juan I reclamaba
con insistencia la ayuda de sus mejores capitanes con todas las fuer­
zas combativas disponibles, para no verse precisado a desistir de
empresa que tanta gloria había de proporcionarles.
antara, donde lo es­ Ante tan apremiante llamada, don Ñuño y sus tropas caminaron
cando que Jos más con tal diligencia durante el primer día que, al atardecer, dieron
leblos circundantes vista a la plaza fuerte de Brozas, a pesar de la considerable dis­
—quienes no espe- tancia que hay desde Botija hasta la expresada villa; y una vez
dom inios-, y c£u_ allí, aposentaron y se dispusieron a descansar.
men°s, a fin de re- No refieren las crónicas si en aquella ocasión los lusitanos mero­
dearon por los alrededores, ni si robaron ganados e hicieron prisio­
n ,a ribera de Bo- neros. Es lógico suponer que, ante la llegada del enemigo, los bro-
el campamento censes se refugiaran en el castillo, y que los portugueses no tuvie­
dos columnas para ran tiempo de escaramucear, porque la misma noche de su llegada,
P°F Martin Alonso estando cenando, llegó Rodrigo Alonso con un mensaje del rey, quien,
> cíe la amplia co- desde Alcántara, les insistía que acudieran presto para sumarse a
>ximo a la mencio- otros caballeros, cuya llegada esperaba también, a fin de poder com­
uata campaña, batir y reforzar el cerco de Alcántara.
untarse a la mesa Mas como los socorros solicitados por don Juan no acababan de
Je> regresar E s­ llegar y con las fuerzas disponibles no se podía sostener un asedio
atacarlo y a arre- estrecho y eficaz, los amigos y capitanes del rey aconsejaron a éste
wsigo 400 lanzas, desistiera de la empresa, ante el hecho real de que los alcantarinos
se levantó rápido, salían y entraban con facilidad en la plaza, y no les era posible
todas las fuerzas a ellos —por disponer de poca gente— abrir boquetes en la mura­
canecieran allí; y lla ni inutilizar y derribar sus magníficas torres defensivas. Y, efec­
1as más decididas tivamente, al tener noticia de que se aproximaban varios contin­
f ’ Pero a poco de gentes de tropas castellanas que iban en socorro de Alcántara, man­
Masco no se había dados por el condestable de Castilla, don Ruy López Dávalos, el
> vimíen tos de los monarca don Juan, su condestable y demás caballeros, levantaron
as intenciones y el campo y se retiraron a Portugal, perseguidos de cerca por una
opas de que dis- compañía de López Dávalos, que se adentró en territorio de-! país
caballeros muy vecino y se apoderó del castillo de Peñamacor (4), situado junto a
rnenesteres. la frontera.
harez y Lorenzo

casión el capitán
'illa de Cáceres Fue, asimismo, la villa de Brozas escenario de otro acontecimien­
dador mayor de to bélico de extraordinaria resonancia en tiempos del rey Juan II de
nzas, y hubo de Castilla. Veamos cómo se desarrollaron los hechos:
"o y otro bando, Conocidas son las andanzas de los infantes de Aragón, don Enri­
el lanos sufrieron que y don Pedro, por tierras extremeñas. Dichos dos caballeros, acon­
sejados y animados por sus hermanos los reyes de Aragón y Nava-
stévez y Martín
■ron con sus mi- (4) Cuatro kilómetros al nordeste de Monsanto y muy cerca del Torto, arro­
1 rey portugués, yo portugués, se alza Peñamacor, sobre roca viva y empinada. De origen árabe,
resultaba inútil o romano tal vez, don Gualdín de Paes, maestre de los Templarios, reedificó el
castillo, ampliando sus fuertes muros y construyendo su torre del Homenaje.
Jan I reclamaba Años más tarde hizo también importantes reformas el rey Sancho II; y el ve­
1 todas las fuer- leidoso don Dioniz, en 1300, completó y aumentó las defensas de los muros
lo a desistir de con torres y barbacanas. Tiene por blasón una espada y una llave. Véase nues­
tra obra Escaramuzas en la frontera cacereñ a..., pág. 16 (Madrid, msgf).

143
rra, hacían el mayor daño posible a su primo el monarca castellano
y procuraron atraer a su causa al maestre de la Orden de Alcántara.
Una vez conseguido su propósito, fueron sobre la villa de dicho
nombre, en junio de 1431, saquearon su arrabal, la entraron y se
apoderaron de la fortaleza y su convento, que era la casa matriz
de la referida Orden; y agrega Zurita a este respecto que, seguida­
mente, «prendieron al doctor Diego González de Toledo, llamado
el doctor Franco, y al clavero de Alcántara, que allí estaban por
mandato del rey y los llevaron a la villa de Alburquerque. Que de
allí a dos días el infante don Pedro fue al lugar de Brozas, que
está cerca de Alcántara, y puso a saco el lugar y derribó el castillo
y fortaleza del. Después de esto el infante don Enrique con su
gente de armas y de a pie fue sobre Valencia de Alcántara y se
apoderó de ella, y llevó 300 vacas, etc.» (5).
Era por entonces comendador mayor de Brozas frey Gutierre de
Sotomayor, sobrino del maestre don Juan de Sotomayor y comenda­
dor de Valencia de Alcántara, frey Gutierre de Raudona, familiar
también del referido maestre.
Dice Torres y Tapia que la fortaleza que el infante don Pedro
mandó derribar fue, según el parecer de algunos, la torre de Belvís,
situada a dos leguas de Alcántara, en el camino de Brozas; pero en
su opinión era la casa fuerte del Cortijo, que se alzaba a media legua
del camino que se dirige a la villa de la Mata; y agrega que «ambas
se ven en este tiempo caídas y de sus ruinas se conoce haber sido
fuertes».
Mientras tuvo lugar esta rabiosa determinación del infante ara­
gonés, el doctor Franco, desde su prisión en el convento del castillo
de Alcántara, consiguió hablar con don Gutierre, Comendador mayor
de las Brozas, le afeó la conducta de su tío y le hizo ver la grave
mancha que había caído sobre el linaje de los Sotomayor por su com­
portamiento con el rey y la parcialidad con los funestos y desacre­
ditados infantes. Insistió con sus consejos y procuró disuadirles y
apartarlo de aquel camino, esforzándose por convencerlo para que
interviniese con el maestre y así poder arreglarlo todo, ofreciéndole
como recompensa la jefatura del maestrazgo, que estaba seguro con­
seguir dada su influencia con el rey de Castilla. Surtieron efectos
las advertencias, consejos y filípicas del doctor Franco, y a partir de
aquel momento se precipitaron y complicaron los acontecimientos,
según se hace constar en la crónica de la Orden (6).

En tiempos de Enrique IV se sucedían con harta frecuencia las


guerras en Extremadura entre el maestre de la Orden de Alcántara,
(5) Libr. 14, cap. V II, Anales.
(6) T o r r e s y T ap ia, C rónica..., t. II, págs. 282-3.

144 Brac
monarca castellano
•rden de Alcántara.
la villa de dicho
1, la entraron y se
era la casa matriz
jecto que, seguida-
le Toledo, llamado
le allí estaban por
urquerque. Que de
;ar de Brozas, que
, derribó el castillo
>n Enrique con su
de Alcántara y se

as frey Gutierre de
xnavor y comenda-
Raudona, familiar

infante don Pedro


, la torre de Belvís,
de Brozas; pero en
Izaba a media legua
agrega que «ambas
conoce haber sido

ión del infante ara-


convento del castillo
Comendador mayor
e hizo ver la grave
omavor por su com-
funestos y desacre-
•ocuró disuadirles y
«vencerlo para que
o todo, ofreciéndole
s estaba seguro con-
la. Surtieron efectos
'raneo, y a partir de
los acontecimientos,
i).

harta frecuencia las


Orden de Alcántara,

Brozas.— Torre del Homenaje y muros circundantes


10
don Gómez de Cáceres y Solís y los partidarios del clavero y política
del mencionado monarca.
Con ocasión de hallarse el clavero y sus seguidores reunidos en
el castillo de Azagala, celebrando con espléndido banquete los re­
cientes triunfos obtenidos sobre sus enemigos —que habían motivado
la retirada de los mismos del fuerte de Mayorga—, les llegó noticia,
por mediación de un enviado especial, de que los caballeros de Cá­
ceres don Lorenzo de Ulloa y don Juan de Carvajal, representantes
de dos de las más linajudas familias de la región, habían conseguido
sembrar el descontento entre los vecinos cacereños y empezaban ya
a manifestarse en abierta hostilidad contra el maestre y sus partida­
rios; y que para sacar el debido provecho de la situación, se lo hacían
saber, interesando su favor y consentimiento, por ser el momento
propicio para conseguir su propósito con indudable éxito.
Sin pérdida de tiempo, y por estimar deber suyo ineludible hacer
que volviera la villa al servicio del rey, dispuso don Alonso aparejar
sus milicias y que al siguiente día partieran acaudilladas por él,
y a las inmediatas órdenes de sus capitanes, Luis de Chaves, mayo­
razgo de Trujillo; Pedro de Villasayas, comendador de Santibáñez;
Raudona, comendador mayor de Alcántara, y otros caballeros, deu­
dos y amigos.
Salió de Azagala una entusiasta y compacta hueste integrada por
300 lanzas y 400 peones, y, al apuntar el sol del día siguiente, cayeron
sobre los barrios de Cáceres; ocuparon las primeras casas y enton­
ces tuvieron conocimiento exacto de lo crítico del momento, pues les
hicieron saber que el descontento imperante había denegerado en
alboroto, reyertas y escaramuzas frecuentes en el interior de la villa,
y que los amigos del maestre, dueños, al fin, de la situación, obliga­
ban a los pradales del clavero, a los revoltosos en este caso, a re­
fugiarse en las callejuelas extremas en un rincón de la muralla, donde
los tenían cercados y los acosaban constantemente.
Al saber de la llegada de don Alonso, algunos de sus seguidores,
que andaban dispersos o se habían refugiado para librarse de la
persecución de los contrarios, salieron a recibirlo y le mostraron el
acceso más asequible y conveniente para penetrar en el interior de
la población, que resultó ser, precisamente, la llamada puerta de
Coria o del Socorro, por estar menos guardada y ser sus defensas
más vulnerables. Conocida esta feliz circunstancia, con entusiasmo
y brío arremetieron contra dicha puerta, y, después de dar muerte a
su guardián, el caballero Gonzalo de Cáceres (7), arrollando cuanto
hallaron al paso, irrumpieron en la villa. Si bien es justo reconocer
que no fue grande ni tenaz la resistencia que les opusieron.
Al enterarse el maestre de que el Clavero había puesto el pie en

(7) A lonso M aldonado , H ech os..., pág. 60.


*1 clavero y política
Cáceres, salió huyendo por otra de las puertas del recinto, seguido
íidores reunidos en de sus partidarios más significados.
0 banquete los re- El triunfo de don Alonso de Monroy fue tan resonante que la
íe habían motivado mayoría de los vecinos de Cáceres se pasaron a sus filas, y pudo así
—, les llegó noticia, hacerse dueño rápidamente de la situación. Circunstancia que le
5 caballeros de Cá-
permitió «poner a la villa al servicio del rey».
ajal, representantes Normalizada la situación, el ínclito Monroy, batallador e inquieto
habían conseguido como siempre, regresó a su castillo de Azagala para desde allí so­
>s y empezaban ya meter a jaque constante al maestre, su mortal enemigo.
?stre y sus partida- Luis de Chaves, Pedro de Villasayas y otros caballeros de los más
aación, se lo hacían adictos al clavero regresaron a sus casas y sólo continuaron por en­
>r ser el momento tonces a su lado treinta de los más fieles y voluntariosos, todos jó­
ble éxito. venes incansables y deseosos de pelea constante, entre los que figu­
yo ineludible hacer raba Ñuño de Chaves, hermano del mayorazgo don Luis.
ion Alonso aparejar Estando ya en Azagala don Alonso aparejó sus huestes, y una
caudilladas por él, vez avitualladas se propuso hacer algo de provecho en obsequio de
de Chaves, mayo- uno de sus esforzados capitanes, Raudona, Comendador mayor,
dor de Santibáñez; que habían perdido sus estados por seguir la bandera del clavero; y
os caballeros, deu- a tales efectos, Monroy y Raudona, a los seis días, amanecieron sobre
la villa de Brozas, cabeza de la Encom ienda mayor de Alcántara,
jeste integrada por con 250 lanzas y otros tantos peones que habían llevado a las ancas
1 siguiente, cayeron de los caballos para coger desprevenidos y por sorpresa a los habi­
?ras casas y enton- tantes de Brozas. Y apenas llegaron a las cercanías de dicha villa,
momento, pues les se apearon e iniciaron el ataque con gran decisión y furia. Mas como
bía denegerado en estaban dentro de la población 500 hombres escogidos, casi toJos los
interior de la villa, vecinos de la misma eran partidarios del maestre, y las defensas
a situación, obliga- fuertes y bien acondicionadas, sostuvieron con entereza la arremetida
en este caso, a re- de los asaltantes sin recibir daño alguno.
e la muralla, donde El ataque a la plaza fuerte de Brozas, en esta ocasión, debió ser
e. posiblemente el más importante, el más duro y feroz de cuantos
de sus seguidores, sufrió dicha plaza en el transcurso de las centurias, porque, conocido
>ara librarse de la el valor y estimación personal del insigne Monroy, capitán de aquella
i y le mostraron el empresa, resulta lógico suponer que debió volcarse materialmente
ir en el interior de para conseguir su intento; pero visto que «la villa estaba fuerte y
llamada puerta de bien reparada» (8), determinó, al fin, aunque profundamente con­
v ser sus defensas trariado, desistir del combate y sí someterla a estrecho cerco. Medi­
ia, con entusiasmo da que, por cierto, resultó muy eficaz, porque formó con su gente
és de dar muerte a de a caballo unos grupos volantes que vigilaban y recorrían el campo
. arrollando cuanto de los alrededores, y el brócense que cometía la imprudencia de
es justo reconocer salir del recinto era rápidamente apresado, y aun muerto en el acto,
opusieron, en la mayoría de las ocasiones.
ía puesto el pie en Enterado el maestre de la crítica situación de los vecinos de Bro­
zas, determinó dirigirse a dicho lugar con la gente que pudo reunir;
y como no consiguió disponer, por el momento, de más de 500 peones

(8) Ihid., págs. 61 y siguientes.

147
y reducido número de jinetes, decidió quedarse en Garrovillas para
desde allí tantear el terreno y proceder en consecuencia, en armonía
con sus disponibilidades.
Residía en aquel tiempo en Garrovillas su buen amigo el conde
de Alba de Liste, quien le hizo un gran recibimiento y alojó a la
tropa en sitio adecuado. Desde allí mandó el maestre a algunos de
sus criados para que fuesen a ver al clavero y le dijeran de su parte
que, si levantaba el cerco a la villa de Brozas y devolvía a sus ha­
bitantes cuanto les había robado, que él no avanzaría más y regre­
saría a Coria; pero, en realidad, lo que pretendía don Gómez con la
visita de sus emisarios era que éstos hicieran labor de espionaje
y procuraran averiguar el número de combatientes de que disponía
don Alonso, para deducir si le sería o no posible continuar ase­
diando la plaza.
Mas el clavero «asaz avisado y diestro en la guerra», dice la cró­
nica, como si adivinara la manera de pensar de su adversario y para
no ser sorprendido, tenía colocadas guardas y escuchas en todos los
cerros altos más cercanos a su real; y cuando los centinelas divisaron
a un grupo de jinetes que se dirigía hacia Brozas, se lo comunicaron;
y con la velocidad del rayo ordenó a 30 de sus hombres que salie­
ran montando sus mejores caballos, prendieran a los que llegaban
y los trajeran a su presencia, en tanto que indicaba a otro de sus
capitanes, llamado Luis de Herrera, se ocultase con 200 lanzas tras
un montículo próximo, procurando no ser vistos, y que permanecie­
ra allí alerta y bien escondido para engañar a los que llegaban; que
por cierto, conforme a sus presentimientos, eran espías y no mensa­
jeros de paz y concordia, enviados por sus enemigos.
Llegados al campamento, llevaron a los prisioneros a la tienda
del clavero; éste los recibió bien y, una vez enterado de la misión
que traían, los despidió enhorabuena, advirtiéndoles que enviaría la
oportuna respuesta a don Gómez con uno de sus criados.
Los emisarios insistieron antes de partir en que el maestre dis­
ponía en Garrovillas de 1.500 caballeros y un elevadísimo número
de peones; a cuya estupidez, como es lógico suponer, no dieron el
menor crédito.
Seguidamente don Alonso escribió varios pliegos de su propia
mano, haciendo constar en uno de ellos que Brozas se reintegra­
ría a su legítimo dueño, el comendador mayor; y que lo que tenía
que hacer el maestre era devolver a don Enrique cuanto le había to­
mado y era de su indiscutible pertenencia. Le hacía, además, otras
advertencias de este o parecido tenor, y terminaba diciéndole que,
si lo cumplía así, se haría posible la anhelada concordia.
Se encargó de llevar la respuesta Alonso Maldonado, autor pre­
cisamente de la crónica que nos refiere aquellos hechos; y el ilustre
escritor, escoltado por otros cinco caballeros distinguidos, partió para
Garrovillas, donde llegó aquella misma tarde y entregó el consabido
Garrovillas para mensaje a don Gómez, agregando de palabra que procurase cumplir
‘ncia, en armonía cuanto se interesaba en aquel escrito, porque, de no hacerlo, y si no
volvía seguidamente con la contestación para su jefe, había prome­
i amigo el conde tido éste acercarse a Garrovillas para exigirlo, y que, por consiguien­
?nto y alojó a la te, podían esperarlo a la hora de la cena, pues era bien seguro que
itre a algunos de acudiría en el momento preciso para poder sentarse con ellos a la
jeran de su parte mesa.
evolvía a sus ha- A su llegada, Maldonado halló al maestre, a su hermano el conde
tría más y regre- de Coria, a otros comendadores, jerarcas de la Orden y capitanes,
on Gómez con la haciendo comentarios, regocijándose y frotándose las manos ante la
bor de espionaje halagüeña perspectiva que les ofrecía la feliz circunstancia de dis­
de que disponía poner el de Monroy de tan reducida tropa, según le habían infor­
le continuar ase- mado los ingenuos y despistados enlaces que pocos momentos antes
acababan de regresar de Brozas, alegres y confiados, sin sospechar
'rra», dice la cró- remotamente que eran víctimas de las artimañas del clavero.
idversario y para Tal era el estado de ánimo de don Gómez por las noticias recibi­
i-has en todos los das, tan eufórico y dueño de la situación se creía en aquel instante,
Qtinelas divisaron que, al pasar a su presencia Maldonado con sus compañeros de
■lo comunicaron; misión y entregarle la carta, una vez que la hubo leído montó en
mibres que salie- cólera y, con arrogancia y altanería, después de pronunciar algunas
los que llegaban frases despectivas e improcedentes, se dirigió a los embajadores v
aa a otro de sus les dijo así:
a 200 lanzas tras —Decid a ese gran ladrón que yo estoy determinado de no parar
que permanecie- hasta destruirle por los muchos enojos que me ha hecho (9).
ue llegaban; que Entonces, Maldonado, sin perder la calma, recordó a los presen­
pías y no mensa- tes no olvidaran que un distinguido invitado los acompañaría a la
s. hora de la cena. Y produjeron tal efecto entre los presentes estas
leros a la tienda intencionadas palabras, que el colérico maestre perdió totalmente
ido de la misión los estribos y empezó a proferir disparates, aplaudido y coreado por
s que enviaría la sus amigos, quienes halagaban al señor, no por su indiscutible valía,
criados. sino impulsados por la envidia ante la prosperidad e incomparables
? el maestre dis- hazañas del ínclito e indomable Monroy, cuya buena estrella brilla­
.adísimo número ba ya en todos los confines de Extremadura.
íer, no dieron el Regresó inmediatamente Maldonado acompañado de su escolta,
y en la mitad del camino que separa a Brozas de Garrovillas encon­
os de su propia tró a don Alonso, que se dirigía a este último lugar capitaneando sus
zas se reintegra- valerosas y curtidas milicias, ansiando habérselas con su eterno
jue lo que tenía rival y dispuesto a darle, otra vez más, un serio escarmiento.
anto le había to­ Entre tanto, en Garrovillas, por ser tan buenas las nuevas recibi­
ta. además, otras das relativas a la situación de Brozas, hicieron grandes fiestas y se
i diciéndole que, dispusieron a celebrarlo con un banquete extraordinario que ofreció
relia. el conde de Alba en obsequio de sus huéspedes; y huelga decir que
nado, autor pre- durante el bullicioso ágape las indirectas y frases malsonantes eran
chos; y el ilustre
tidos, partió para
egó el consabido (9) Ib id ., pág. 64.
auténticos y certeros impactos dirigidos al de Monroy y a los caba­ é c B raas. cuya
lleros más notables de su parcialidad. f* 5¿ de don Ge
Al terminar la cena, se retiraron todos a descansar, procurando El conde le
dormir tranquilamente, sin el menor temor por la vecindad de su ar b is de lo ir»
enemigo, ante la seguridad de que nada podría hacer en serio dadas t ü t se rindió
las escasas fuerzas de que disponía para atreverse a una nueva aven­ ■ ir o r
tura, conforme al juramento de los espías que lo habían visitado en Finalmente,
su campamento pocas horas antes. a . pero anhela:
Mas he aquí que, entre tanto, don Alonso y su gente galopaba, sin ásspoesto a proe
haber cenado, a través de los campos y la oscuridad, gozoso de poder mo rival y eons
sorprender a los confiados enemigos. sacias 1101.
Llegaron a Garrovillas a las tres de la madrugada, y los más ani­
mosos de sus hombres, agrupados bajo su enseña, se encaminaron al
palacio del conde de Alba, donde esperaban sorprender a los capi-
tostes más destacados, ya que en dicho lugar no existía castillo ni
casa fuerte alguna que fuera lugar seguro para sus personas. Y, al E stado d e u p
propio tiempo, Luis de Herrera, con el resto de la tropa, penetró
por otro lado y avanzó jubiloso, produciendo la consiguiente alarma Conforme y
entre los vasallos del conde, que corrían y procuraban esconderse pre la villa de
llenos de pavor, mientras que Herrera y sus peones se esforzaban Orden de Akái
por tranquilizarlos diciéndoles a grandes voces que se calmaran, ra que en su
que los tenían por amigos y que sólo querían saciar su saña en los prebenda.
secuaces del maestre fantasmón. En el año 1
Fueron contra sus enemigos tan recio y con tanto ímpetu que reformador gen
«rompieron las guardas» y, al poco tiempo, dieron con todo al traste, señor de las vi
al extremo de que no se veían por las calles más que hombres en i rfi ini r hizc
camisa, que huían aterrados y en confusión. austro el consa
Sin pérdida de tiempo, don Gómez y su hermano don Gutierre, A » Cristóbal
también en paños menores, saltaron sobre dos de los mejores caba­ Consejo de Esl
llos de que disponían y escaparon veloces para refugiarse entre los n o comendack
fuertes muros de Alcántara. Eira a la sa
Permanecieron dos días en Garrovillas el clavero y sus valientes, Maído, alcaide
celebrando su triunfo, saqueando todas las casas y apoderándose de em eom ienda do
cuanto hallaban de algún valor o utilidad; hasta el punto de que no ’idad por la da
quedó un solo peón que no dispusiera del indispensable caballo y El estado <
la correspondiente coraza, parte principal del abundante botín que en la indicada
habían abandonado los aterrorizados fugitivos. don Felipe de ’
Pretendió el conde de Alba organizar fiestas en honor del clavero, «PrimerarrM
de idéntica manera a como lo había hecho en obsequio del maestre; pueblo, hacia
pero aquél rehusó, alegando que no podía perder el tiempo en baga­ de Santa Man
telas, aue no le interesaban las comilonas, jolgorios y agasajos, porque diente.
el mucho beber y comer embarazaba el ánimo y entorpecía los mo­ •Item, enti
vimientos de quien debía entregarse por entero a la guerra; y que
lo mejor que podía hacer en obsequio suyo era disponer que car­ 10> Mucho'
gasen todas las bestias que existían en la villa con vituallas y pien­ n las roe
sos, porque le era forzoso regresar, apremiar y terminar los asuntos t Tapó.
( 11 ) A. H
150
'ov y a los caba-
de Brozas, cuya fortaleza se entregaría pronto al conocer la cobarde
□sar, procurando fuga de don Gómez y la total desbandada de sus adictos.
vecindad de su El conde le entregó toda clase de mantenimientos y, sin detener­
?r en serio dadas se más de lo indispensable, el de Monroy regresó a las Brozas, cuya
una nueva aven- villa se rindió en seguida, y él la cedió a Raudona, comendador
ibían visitado en mayor.
Finalmente, satisfecho por el buen resultado de aquella empre­
ate galopaba, sin sa, pero anhelando nuevos triunfos, regresó a su castillo de Azagala
gozoso ae poder dispuesto a proseguir la lucha hasta reducir a la impotencia a su eter­
no rival y conseguir la victoria total sobre sus impertérritos adver­
a, y los más ani- sarios (10).
encaminaron al
nder a los capi-
xistía castillo ni II
personas. Y, al
E st a d o d e l a f o r t a l e z a d e l a s B r o z a s a f i n a l e s d e l s ig l o x v i .
t tropa, penetró
siguiente alarma
iban esconderse Conforme ya se ha hecho constar repetidamente, fue desde siem­
s se esforzaban pre la villa de las Brozas cabeza de la Encom ienda mayor de la
te se calmaran, Orden de Alcántara y residencia habitual del comendador de tumo,
' su saña en los ya que en su término radicaban las propiedades de tan codiciada
prebenda.
ato ímpetu que En el año 1608, frey don Felipe de Trejo y Carvajal, visitador y
n todo al traste, reformador general de la referida Orden, caballero profeso de ella y
[ue hombres en señor de las villas de Grimaldo, las Corchuelas y el castillo de Al-
mofragüe, hizo la visita reglamentaria, por mandato de S. M., y
o don Gutierre, mostró el consabido título de ser propietario de la misma, desde 1589,
s mejores caba- don Cristóbal de Mora, virrey y capitán general de Portugal, del
giarse entre los Consejo de Estado y Guerra, que había sucedido en el cargo al últi­
mo comendador, ya fallecido, don Fadrique Enríquez de Guzmán.
y sus valientes, Era a la sazón, cuando efectuó la citada visita el señor de Gri­
poderándose de maldo, alcaide de la fortaleza de las Brozas y mayordomo de la
unto de que no encom ienda don Juan Muñoz de Montemayor, regidor de dicha loca­
sable caballo y lidad por la clase noble allí residente (11).
ante botín que El estado del castillo o, mejor, del palacio, fortaleza brócense,
en la indicada fecha, era el descrito en la referencia que nos legó
ñor del clavero, don Felipe de Trejo y que dice así:
io del maestre; «Primeramente, ía dicha casa y fortaleza está a una parte del
iempo en baga- pueblo, hacia mediodía-poniente, en un cerro alto junto a la iglesia
gasajos, porque de Santa María. La puerta principal de ella está a la parte de po­
>rpecía los mo- niente.
guerra; y que »Item, entrando por la puerta principa] de la dicha casa, a la
poner que car- (10) Muchos y minuciosos datos relativos a estos episodios se hallan conte­
ituallas y pien- nidos en las mencionadas crónicas de Alonso Maldonado y Alonso de Torres
nar los asuntos y Tapia.
(11) A. H. N., Orden de Alcántara: Encomiendas, leg. 4455, pág. 7.

151
mano izquierda está una portada cerrada con arco de cantería apun­
tado, con siete piezas, con sus pies derechos, escarzano, todo de can­
tería labrada. Esta dicha portada tiene sus puertas de madera de
pino de la tierra, con clavazón de cabeza redonda, con su cerrojo,
cerradura y llave.
«Entrando, asimismo, por esta puerta, y también a la mano iz­
quierda, hay dos cerradas y un cañón en medio, todo de cantería, en
forma de medio punto, que parece servía de pasadizo, y no tiene
puertas.
»Más adelante de este pasadizo, sobre la mano derecha, está
una portada de cantería con sus pies derechos y toza, escarzano
por dentro, con sus puertas de madera de castaño, cerradura y llave.
Esta portada tiene cinco pies de ancho y ocho de alto.
»Item, por esta portada se entra a una caballeriza que cae arrima­
da a la muralla de la dicha casa.
»Esta caballeriza tiene de largo 35 pies; ancho, 15, con sus pe­
sebreras metidas en el grueso de la pared, con vueltas de ladrillo
y cal y los parafustes de ellas son de cantería con sus argollas. Esta
mencionada caballeriza está cerrada con un cañón de ladrillo tosco
por encalar, y tiene para las partes del poniente, en la muralla, tres
luces angostas por el lado de afuera y rasgadas por dentro. Estas
luces son de mampostería, y el suelo de esta caballeriza está empe­
drado con sus corrientes y desaguadero.
»Item, entrando por esta segunda puerta arriba dicha, a la mano
derecha, está una escalera de cantería por donde se sube a lo alto de
esta caballeriza, la cual tiene 30 pasos hasta una reja que está sobre
la muralla, y de allí sube cuatro pasos hasta lo alto de la muralla,
de donde se entra sobre la caballeriza por otra portada de cantería
de tres y medio pies de ancho y siete de alto, con unas puertas
de madera viejas, que tienen cerradura y llave. El suelo que cae
sobre la dicha caballeriza es de cal, y la cubierta de ella de madera
tosca y teja vana, con sus luces al oriente, revocadas las paredes por
dentro, con un ala de pizarra por fuera y sus cordones y bocas de
canales.
«Entrando por la segunda puerta ya dicha, a la mano derecha,
está una pieza que sirve de bodega, abierta a teja vana, con un
maderamiento en el tejado, mal reparado y arruinado por muchas
partes el tejado de esta referida puerta, la cual tiene de ancho 15
pies y de largo 40.
»Esta puerta últimamente citada tiene una ventana a la parte del
norte, con una reja de hierro embebida en el suelo de la cantería de
ella, la cual tiene de ancho tres pies y de largo siete, con su ante­
pecho y pies derechos, toza, y todo de cantería con su escarzán por
dentro. Tiene puertas dicha ventana.
»Item, para entrar en dicha bodega hay una portada de cante­
ría con sus pies derechos, toza y escarzán por dentro, también de
de cantería apun- cantería. Tiene la dicha portada de ancho cinco pies y siete de alto,
zano, todo de can­ con sus puertas viejas rotas, y con cerradura y llave. La dicha pieza
as de madera de está revocada por la parte de adentro y su suelo empedrado.
a, con su cerrojo, »Item, entrando por esta segunda puerta, frontero de ella está
otra pieza que también sirve de bodega, la que tiene de ancho 12
ién a la mano iz- pies; de largo, 43, revocada, encalada por dentro. Esta dicha pieza
do de cantería, en está maderada de madera de castaño, con sus vigas, cartones y tabla
adizo, y no tiene junta, y con su suelo de ladrillo arriba.
»Para entrar en dicha bodega, se entra por una portada de can­
ino derecha, está tería cerrada de un arco de medio punto, y aquélla tiene seis por
y toza, escarzano ocho y medio pies, con su escarzán por dentro, todo de cantería.
cerradura y llave, Tiene esta portada unas puertas de castaño buenas, con clavos de
alto. cabeza redonda, cerradura, llave y candado con sus argollas. Sobre
a que cae arrima- esta puerta, metidos en la pared, tres órdenes de cantería labrada
y tres canes, en la dicha orden, que parece fueron de algún pana­
15, con sus pe- dero.
ueltas de ladrillo »Entrando por la puerta principal y dirigiéndose hacia mediodía,
sus argollas. Esta está el cuarto viejo de la casa, al que se entra por una portada que
de ladrillo tosco está debajo de los corredores; es de cantería, con sus jambas, toza y
n la muralla, tres escarzán, por donde tiene esta portada seis y medio por siete pies.
sor dentro. Estas Tiene sus puertas de madera de pino de Arenas, con el clavazón de
leriza está empe- cabeza redonda, con su postigo, con cerradura y llave por fuera y
aldaba por dentro. Por esta portada se entra en una sala grande
dicha, a la mano que tiene 44 por 21 pies, maderada la sala de pino de Arenas, con sus
sube a lo alto de vigas de a tercia y cuarta, con sus cuartones. Esta dicha casa está
ja que está sobre de por medio con un tabique de ladrillo que lleva una portada de
to de la muralla, marco de madera, con puerta, cerradura y llave de loba. El tabi­
•tada de cantería que está encalado y lucido de blanco. Enlosado de ladrillo el suelo.
■on unas puertas »En dicha sala hay una chimenea de cantería, con sus pies dere­
II suelo que cae chos, toza, respaldo y soleras, todo de cantería. Tiene la chimenea de
e ella de madera ancho ocho pies y de hondo en la pared tres, con un cañón todo de
s las paredes por ladrillo que sube hasta el tejado de la casa.
ones y bocas de »Tiene la sala una ventana al mediodía y oriente, de cantería,
con antepecho, cambras y toza, todo de cantería, con escarzán de
i mano derecha, ladrillo; por dentro tiene tres y medio por cinco del antepecho arri­
ja vana, con un ba, con sus asientos. Tiene una puerta de pino de Arenas, a medio
ado por muchas servicio, con sus encerados y bastidor y su aldaba por dentro.
■ne ae ancho 15 »Desde esta sala se pasa a los corrales por una puerta de can­
tería labrada, con jambas, toza y escarzán por dentro, de ladrillo;
na a la parte del mide cinco por ocho pies.
ie la cantería de »De la sala se pasa a otra habitación interior, de 22 por 22, suelo
•te, con su ante- de pino de Arenas, vigas de tercia y cuarta de grueso, cuartones en­
su escarzán por cima asentados en pie unos de otros y sobre ellos una guarnición
de pino de Arenas. En esta habitación hay una ventana rasgada hacia
>rtada de cante- abajo, de cantería labrada, con antepecho, jambas, toza y escarzán
¡tro, también de de ladrillo, tres y medio por siete y medio por dentro, con su media
reja volada una cuarta fuera, hecha en cuadrados y llana, puertas
de madera de castaño entrepañadas, con postigos y aldabas.
»Desde esta última pieza, volviendo a mano derecha, al norte,
hay otra pieza de 22 por 22, de madera de pino el suelo, y sus vigas
y cuartones; hay una ventana hacia mediodía rasgada hasta abajo,
de tres y medio por siete y medio, de cantería, con reja volada, etc.
»De esta dicha pieza parte el cuarto nuevo, que está al norte,
con su portada de cantería, etc.
«Arrimado a este cuarto, a la parte norte, está hecho un trance del
corredor del patio, que es de cantería labrada. Este corredor tiene
en lo bajo, cerrados, cuatro arcos de cantería con sus molduras por
la parte de afuera y, por dentro, llanos, los que están fundados sobre
columnas de cantería y un pilar cantón con sus medias muestras de
columnas que hacen correspondencia a las columnas enteras, las
cuales son tres, dos en el trozo y una en la revuelta. Estas colum­
nas tienen de grueso dos pies, de alto diez y medio, con basa y
capitel, disminuidas del medio arriba, todo el orden toscano.
»En el corredor, a la mano derecha, está la escalera principal de la
casa, de siete pies de ancha, con una mesa en medio que tiene 15 pies
de largo y siete de ancho. La escalera es de dos trozos, el primero
tiene 12 pasos y 12 también el segundo; es toda de cantería,
de pasos enteros. Esta escalera sube a los corredores altos, que
tienen su antepecho con sus columnas y balaustres y pedestales. En
el trance mayor tiene cinco columnas con sus pedestales, entre los
pedestales sus balaustres con sus capiteles arriba y de una columna
a otra sus sinciles (?) entresobados por la parte de afuera, con
sus cornijas arriba, con su moldura que anda por todo, y en la
sobre escalera está hecha una nave por el mismo orden dicho, y
lo mismo está en el trozo que corresponde a la parte del norte.
»Es lo alto del corredor de madera de castaño «de ochava y resma
de ancho y grueso, asentados un pie uno de otro y sobre ellos
su guarnición».
«Entrando en la primera habitación del cuarto bajo arriba dicho,
a mano izquierda, está una escalerilla de cantería por la que se sube
a una pieza que tiene 16 por 16 pies. Dicha pieza está cerrada de
bóveda de ladrillo en forma de caño apuntado, encalado y lucido
de blanco. Esta pieza cae en lo bajo de la torre del Homenaje, y
en medio está una cisterna de agua que tiene de hueco lo que tiene
la dicha torre, cerrada con sus bóvedas de ladrillo en forma de
cañón apuntado, todo encalado y bruñido. Esta cisterna tiene un
brocal de dos pies de hueco en redondo, hecho de cantería con su
alcagión (?) de madera y su candado y llave.
«Tiene esta pieza una ventana de cantería con su antepecho, jam­
bas, toza y escarzán dentro. Cae dicha ventana sobre la escalera
principal, tiene de hueco cuatro por cuatro pies, lleva reja de hierro
embebida en el hueco de la cantería; tiene puertas de madera de
y llana, puertas castaño de sobre escalera a medio servicio, con clavazón de cabeza
aldabas. redonda y aldaba por dentro.
T e c h a , a l norte,
«Entrando por la escalera principal, al principio de ella y a mano
íelo, y sus vigas izquierda, está la cocina, con 15 por 18 pies, chimenea a la parte del
da hasta abajo, medio, con sus pies derechos de cantería, sus escarzanes, y su res­
reja volada, etc. paldo también de cantería de tres hiladas, y de ahí arriba cerrada
e está al norte, con su cañón de ladrillo encalado por la pared de dentro. Tiene una
ventana al norte, de tres pies de ancho y cinco del antepecho arriba,
bo un trance del con su reja de hierro volando de la pared afuera, puerta de madera
í corredor tiene de castaño y aldaba por dentro.
ís molduras por »Se pasa de la escalera a la cocina por una portada de tres y
fundados sobre medio por siete pies, con jambas, toza y escarzán, puertas de ma­
lias muestras de dera de castaño, cerradura, llave y aldaba. La cocina está revocada,
ías enteras, las y el moderamiento de pino «a tabla junta», con suelo de sal encima.
a. Estas colum- »Desde la mesa de esta escalera, a la izquierda, hay una escale­
lio, con basa y rilla de cuatro pasos para llegar a un aposentillo que está encima
toscano. de la cocina, maderado de pino, hacia el norte, arrimado al cuarto
i principal de la viejo donde acaba la escalera principal, y allí hay una portada de
[ue tiene 15 pies cantería por la que se sube a la primera sala del cuarto alto, de 44 por
>zos, el primero 22 pies, de madera de pino de Arenas. Tiene ventana a oriente y me­
la de cantería, diodía, de cantería, rasgadas hasta abajo, sus medias rejas, cuadra­
ores altos, que das y llanas, voladas una cuarta de la pared.
pedestales. En »En el tabique de separación de esta sala de la pieza de la iz­
rtales, entre los quierda, hay una chimenea de ocho pies de ancho y tres de hueco,
le una columna con sus pies derechos de cantería, sus canes encima y su toza de
de afuera, con cantería, y con comisa arriba y respaldo de dos hiladas.
todo, y en la »En medio de dicha sala hay un tabique de ladrillo que la di­
orden dicho, y vide en dos y cae a plomo con el que está debajo, y por un marco,
del norte, con sus puertas, se pasa de una pieza a otra. Está solada de ladrillo
ochava y resma y tiene una portada para pasar a otra sala que hay más adelante. Hay
►V sobre ellos una ventana a mediodía y poniente. De esta pieza se pasa a otra que
hay hacia el norte.
jo arriba dicho, «Entrando por la puerta principal de la sala, a la mano izquierda,
la que se sube hay una escalerilla de tres pasos por donde se sube a una pieza
?stá cerrada de que cae dentro de la torre del Homenaje, de 17 por 17 pies, ce­
alado y lucido rrada de bóveda en lo alto, con una luz a la parte del mediodía y
?1 Homenaje, y poniente. La portada por donde se entra es de cantería labrada,
eo lo que tiene con sus jambas despejadas, su troza arriba y su escarzán por dentro.
) en forma de
»Más adelante de esta pieza hay otra, 18 por 23, y en el vano de
tem a tiene un
ella están cerrados dos arcos de cantería labrada y de uno a otro
cantería con su
maderado de cuartón de castaño. Tiene una ventana al mediodía.
mtepecho, jam- »A1 entrar a esta pieza, a la izquierda, hay una escalera de cara­
bre la escalera col por donde se sube a la torre del Homenaje. Es angosta y sólo
i reja de hierro puede subir por ella una persona; sus pasos de cantería v metida
de madera de en un cubo redondo.
»La escalen
mate arriba de
•Saliendo d
Homenaje, que
parte del orien
de piedra v cal
»Sobre la p
a las caballeril
íados y las del
parte de medí
la torre del Ho¡
»Los tejad<
y los tejados d
■• con sus tijeras
„• .DESCRIP
i - - ESTA F l \D.J
ANSI DEL F
»La puerta
labrada hecha
v una imposta
escarzán por c
«Esta port
sobre escalera
de veneras, c
arriba y abajo
»Los lados
nes redondos,
m as. pared afuera <
recogimiento ;
redondo, hecl
22 pies, con si
naranja de la
con una mole!
una pirámide.
«Estos cul
redes, v en e
naranja que i
adentro abierl
la muralla lo
»En estos
dos de armas
armas del coi
v sobre la po

(12) A. H.
Encomienda Mi
«La escalera tiene al final una bovedilla de ladrillo, y con un re­
mate arriba de ladrillo saliendo de ella.
«Saliendo de esta escalera, en lo alto, se entra sobre la torre del
Homenaje, que tiene el suelo de argamasa puesto en corriente a la
parte del oriente, con un parapeto de tres pies de alto, todo hecho
de piedra y cal.
«Sobre la pared de dicha torre, arrimado al cuarto viejo que cae
a las caballerizas, está un caño a donde acuden las aguas de los te­
jados y las del suelo de dicha torre, las cuales, con todas las de la
parte de mediodía, van a parar a la cisterna puesta en lo bajo de
la torre del Homenaje.
«Los tejados del cuarto viejo, que está a poniente y mediodía,
v los tejados del cuarto junto a caballerizas, son de madera de pino
con sus tijeras y tirantes (12)
«DESCRIPCION DE LA OBRA Y ED IFIC IO QUE DE NUEVO
ESTA FUNDADO EN LA CASA DE LA ENCOMIENDA MAYOR,
ANSI D EL FU ERTE COMO DE ENCASAMIENTO.
«La puerta principal de dicha casa y fortaleza es de cantería
labrada hecha en arco cerrado a medio punto, con 13 bolsores (?)
v una imposta que le sirve de capitel. Tiene 10 por 16 pies con su
escarzán por dentro, hecho de cantería labrada capialzado.
«Esta portada tiene puertas de madera de pino de Arenas, de
sobre escalera, clavadas con clavazón cortada y limitada a manera
de veneras, cuatro en cada clavo, con sus abrazaderas de hierro
arriba y abajo, con su llamador y su tranca por la parte de adentro.
«Los lados de esta puerta están formados por dos cubos, torreo­
nes redondos, de cada parte el suyo. Estos dichos cubos salen de la
pared afuera cinco pies, así vuelven a tener 10 pies de grueso con su
recogimiento a seis pies de alto, y de ahí arriba, llanos, labrados en
35 redondo1, hechos en manipostería y cal. Estos cubos tienen de alto
22 pies, con su cornisa de cantería en lo alto y por remate una media
naranja de ladrillo con pedestal de cantería y un artesón al medio
con una moldura abajo y arriba una bola espetada en la punta de
una pirámide.
«Estos cubos, en el interior, están hechos a cordel con las pa­
redes, y en el bajo de ellas están cerradas unas bóvedas de media
naranja que vienen al paso y nivel de la muralla, y por la parte de
adentro abiertas sus portadas para servicio de ellas; y en lo alto sobre
la muralla lo mismo. No tienen puertas estas portadas.
«En estos cubos, por la parte de afuera, están puestos sobre-escu-
dos de armas; en uno de ellos las armas de la Orden y en otro las
armas del comendador Mayor, que ahora es don Cristóbal de Mora;
v sobre la portada principal un escudo con las armas reales.

(12) A. H. N., Libros manuscritos de la Orden de Alcántara: Visitas (1608).


Encomienda Mayor d e Alcántara, sig. 505-C.

157
»En el lienzo de la muralla, entrando por puerta a la mano iz­
quierda, hay otros dos cubos; el uno está en medio de lienzo y el
otro en la misma esquina. Estos cubos están formados en redondo
como los demás, y son hechos de mampostería con sus corregimien­
tos, de cinco pies de alto, arriba una cornisa de cantería labrada, por
remate una bovedilla de media naranja, con un remate arriba de un
pedestal con un artesón, con su moldura arriba y abajo y una bola
despejada en una pirámide. Estos cubos tienen sus puertas arriba
sobre la muralla para servicio de las bóvedas altas, y el cubo de la
esquina es macizo hasta el alto de la muralla. El otro cubo del medio
del lienzo es vacío todo y en su bajo tiene cerrada otra bovedilla
con su portada de cantería para servicio de ella. Tienen puertas de
madera y los cubos están revocados por fuera.
«Volviendo sobre la mano derecha, en el lienzo de la muralla
del mediodía, otra portada, que es la puerta falsa de la casa, está
hecha de cantería labrada, cerrada a medio punto, con 11 bolsores (?)
con su escarzán por dentro, hecho de cantería con sus gradas que
suben al suelo holladero del corral. Puertas de madera de pino de
Arenas, clavos redondos limados, con tranca por dentro.
»A los lados de esta puerta otros dos cubos hechos de mamposte­
ría con sus recogimientos, redondos, macizos hasta lo alto de la mu­
ralla, y en lo demás, análogos a los anteriores.
«Prosiguiendo por la muralla adelante a dar a la esquina del me­
diodía y poniente, en la dicha esquina hay otro cubo de mampos­
tería, redondo, revocado por dentro, con su recogimiento a cinco pies
de alto, macizo hasta la muralla, y en lo demás igual que los otros.
«Continuando por la muralla, a la parte del mediodía y norte,
hay otros dos cubos; uno está en el ochavo que hace la muralla y otro
en la esquina; macizos, redondos, etc. Tienen de alto 22 pies, con
su comisa. Estos cubos tienen sus portadas sobre el suelo de la
muralla por la que se entra al vano de los cubos.
«Y siguiendo, a la parte del norte, hay otros dos cubos; uno está
en medio de dicha muralla y otro en la esquina, con recogimiento a
cinco pies, y de alto 25, etc. Tenían bóvedas en lo alto y en lo bajo,
y las puertas de abajo por dentro.
«La muralla que de nuevo está fundada, donde los dichos cubos
están embutidos, es de piedra y cal con su mampostería, y los cubos
revocados por dentro y por fuera.
«La cerca mural tiene siete pies de grueso y 13 de alto por al­
gunas partes, y dos escaleras de cantería por donde se sube a ella.
«Comienza la muralla en el cubo de la esquina de caballerizas
nuevas dando vuelta a toda la casa hasta terminar en la puerta prin­
cipal de la misma, porque la muralla que hay desde dicha puerta
hasta el dicho cubo es vieja, donde están las caballerizas armiñadas.
«En la muralla hay tres ventanas de cantería, dos al norte y la
otra a oriente. Tienen cinco por nueve pies, con sus antepechos y
rta a la mano iz- jambas despejadas, y sus tozas arriba con sus escarzanes por dentro,
io de lienzo y el los salmeres (?) de cantería y el medio de ladrillo. No tienen puer­
lados en redondo tas» (13).
sus corregimien- Se desprende de la descripción precedente que, cuando visitó la
tería labrada, por fortaleza de Brozas el caballero frey don Felipe de Trejo y Carva­
nate arriba de un jal, a principios del siglo xvn, estaba todo el edificio poco más o me­
abajo y una bola nos que en la actualidad, pues su detalladísima referencia señala la
us puertas arriba existencia de varios cubos, de la torre del Homenaje y de recia y bien
, y el cubo de la conservada muralla «que de nuevo está fundada», con grosor de
0 cubo del medio siete pies y trece de altura en algunos de sus lienzos; y nos aclara,
Ja otra bovedilla además, que la nueva muralla, la recientemente construida, se ex­
'ienen puertas de tiende «desde el cubo de la esquina de caballerizas nuevas, dando
la vuelta a toda la casa hasta terminar en la puerta principal de la
10 de la muralla
misma»; porque «la muralla que hay desde la dicha puerta hasta el
de la casa, está dicho cubo es vieja, donde están las caballerizas arruinadas».
on 11 bolsores (?) Esta terminante y clara referencia nos autoriza a afirmar que en­
1 sus gradas que tonces no había más restos que un pequeño trozo de la fortificación
idera de pino de medieval de Brozas, y que los imponentes muros, surcados de cubos,
íntro. que circundan y protegen la casa fuerte residencia de los respectivos
ios de mamposte- y sucesivos comendadores de dicha villa, fueron construidos a finales
lo alto de la mu- del siglo x v i i i , durante las guerras de Sucesión, según creencia muy
extendida entre los broeenses.
t esquina del me- Por otra parte, la existencia de viejos muros medievales y de
ubo de mampos- pujante torre del Homenaje en tiempos del visitador Trejo nos pre­
iento a cinco pies dispone a suponer: 1.°, que no debieron desaparecer totalmente las
íal que los otros, fortificaciones primitivas de Brozas cuando la feroz arremetida del
lediodía y norte, infante don Pedro; 2°, que se libraron de las ruinas algunos lienzos
la muralla y otro de la primitiva muralla y, con toda seguridad, la llamada torre del
alto 22 pies, con Homenaje, quizá por su consistente fábrica, y alzada seguramente
? el suelo de la durante la dominación sarracena; 3.°, que junto a la base de la men­
cionada torre se edificó, en el transcurso de las centurias, el soberbio
; cubos; uno está palacio-fortaleza —fuerte por su construcción, torres, cubos y mura­
0 recogimiento a llas que lo defendían—, que fue morada y lugar seguro de los varios
alto y en lo bajo, comendadores mayores de la Orden de Alcántara, que residían en
dicha villa; o en su caso, de los respectivos alcaides; 4.°, que al fi­
los dichos cubos nalizar el siglo xvi, fue reemplazada la vieja cerca por los consistentes
tería, y los cubos muros que aún se mantienen en pie, a excepción de un pequeño
lienzo de la antigua fortificación, que todavía se conservaba seguro
5 de alto por al- en aquel tiempo; 5.° y último, que el interior del palacio, o casa
e se sube a ella. fuerte, de Brozas ha sufrido las naturales y consiguientes recons­
1 de caballerizas trucciones y reformas indispensables para ir acondicionando su ha­
n la puerta prin- bitabilidad en consonancia con las necesidades surgidas en el trans­
>de dicha puerta curso de tres siglos y medio.
?rizas arruinadas,
los al norte y la
;us antepechos y (13) Ibid., pág. 1960.
CACERES

E L CASTILLO Y PLAZA FU ERTE DE CACERES


I

N o t ic ia s p r e v i a s r e l a t iv a s a l a f o r t a l e z a d e s u n o m b r e .

Hemos creído siempre que de todos los pueblos de la Vetonia


—región comprendida dentro, y en la parte occidental de la an­
tigua Lusitania—, fue la ciudad de Coria la más importante (1).
Y como prueba evidente de esta apreciación nuestra, además de al­
gunas otras que pudiéramos alegar, está la preferente atención que
le dispensaron los romanos fortificándola fuertemente. En tanto que
Alcántara, Trujillo, Cáceres y algún viejo poblado de la dicha co­
marca, no adquirieron rango de villas o ciudades, de auténticas
medinas (2), hasta la dominación sarracena.
(1) Las fuertes y bien conservadas murallas de Coria, que no tienen igual
en la Península Ibérica, y de las cuales nos ocuparemos más adelante, confir­
man nuestra apreciación.
(2) «Bajo la dependencia de los em ires se hallaban los walíes o goberna­
dores de ciudades, circunscripciones o provincias. Posiblemente, su autoridad
se extendió a una cora o provincia, residiendo en la m edina o cafaba, nombre
que se daba a la capital», escribe B a llester o s en su Historia Universal, t. II
(Barcelona, 1920).

161
11
Reliriéndon
que no tuvo ve
primera mitad
reconstruir y a
indudable de 1
da vía existente:
Se esforzare
der disponer a
del valle del 1
este río hasta
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Sorprenden
madura, incluv
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a considerar a
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razones fácilmi
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sueltas, los he
nar v complet
sible.

Mucho se
de la palabra
tro tiempo, qu
C áceres .— Plano de la cerca almohade
(3) Entre o)
torres de Bujaco
Refiriéndonos concretamente a Cáceres, interesa hacer constar
que no tuvo verdadero interés militar, como plaza fronteriza, hasta la
primera mitad del siglo xn, época en que los islamitas procedieron a
reconstruir y ampliar las defensas de sus primitivas murallas, obra
indudable de los hijos del Lacio, según testimonian los vestigios to­
davía existentes (3).
Se esforzaron los muslines en mejorar la cerca cacereña para po­
der disponer así de una eficaz atalaya que facilitara la vigilancia
del valle del Tajo e impidiera el paso de las tropas leonesas desde
este río hasta el Guadiana y las ya entonces populosas urbes de
Mérida y Badajoz.
a a «

Sorprenderá que, al ocuparnos de los castillos de la Alta Extre­


madura, incluyamos el de la capital sin tener en cuenta que Cáceres
jamás tuvo castillo propiamente dicho; pero creemos sinceramente
que la existencia en tiempos remotos de su egregio alcázar —hoy
ya desaparecido—, de sus múltiples torres, de sus casi inexpugnables
y resistentes murallas y el indudable carácter castrense de los restos
que aún se conservan relativos a su conjunto defensivo, nos autorizan
a considerar a la que fue llamada por algunos historiadores Ciudad
de los alcáceres como una fortaleza de primer orden, merecedora
de atención por su enclave estratégico y su peculiar arquitectura
de evidente utilidad guerrera en el medievo, que sirvió, en más de
una ocasión, de residencia oficial permanente al walí, gobernador o
reyezuelo que regía los destinos de la zona comarcal que constituyó,
en determinados momentos, uno de los llamados, con más o menos
acierto y con indudable o dudosa autenticidad, reino de taifas.
La índole de esta monografía, que no puede ser exhaustiva por
razones fácilmente comprensibles, no permite que nos ocupemos con
el debido detenimiento de cuanto hace relación a la historia y demás
vicisitudes de la mencionada capital extremeña; y, por esta razón,
hemos de limitarnos a reseñar, en forma concisa y con pinceladas
sueltas, los hechos más fundamentales e indispensables para hilva­
nar y completar la narración con el menor número de lagunas po­
sible.
« * O

Mucho se ha escrito y comentado sobre el origen y etimología


de la palabra Cáceres, siendo la opinión más generalizada, en nues­
tro tiempo, que la voz Cáceres es arábiga, según unos, y, según los

(3) Entre otros, la llamada puerta del Arco d el Cristo, y las bases de las
torres de Bujaco y Espaderos.

163
más, corrupción de «alcáceres», en opinión del sabio alemán Hüb-
ner (4).
Recientemente, el señor Torres Balbás, académico, ha escrito a
este respecto que «da derivación del nombre de la ciudad de la
palabra árabe «los alcáceres» —Ál-qusur— es poco corriente»; y
que, por el contrario, es «mayor su semejanza con el singular de la
misma —Al-qasr— », el alcázar, el castillo. Sin embargo, a pesar de
expresarse así, Torres Balbás agrega que le parece más lógico admi­
tir que el nombre Cáceres procede de la última palabra con el que
le conocían los romanos: C a e s a r in a (5).
Sabido es que, en 1794, se encontró en Cáceres, en el corral de
una casa de la puerta de Mérida, al deshacer una parte de la mu­
ralla antigua, un fragmento de piedra, de una vara de ancho y tres
cuartos de alto, que tenía escritas, en grandes letras, las siguientes
palabras: C o l . N o r b . C a e s a r i n . . . (Colonia Norba Cesarina), siendo
muy probable que estuviera empotrada sobre una de las puertas de
la vieja ciudad al ocuparla los sarracenos; y que debió permanecer
allí hasta la mitad del siglo x i i , en cuya época se reparó y modificó
buena parte de las fortificaciones primitivas. No teniendo nada de
extraño, por consiguiente, que los invasores siguieran llamándola con
su mismo nombre anterior deformado.
Según Plinio, cuyo testimonio nos ofrece toda clase de garantías,
la Colonia Norba Caesarina cognomine era una de las cinco de la
provincia de Lusitania, militares todas.
A pesar de las opiniones de escritores de tanta solvencia como el
erudito alemán y el académico español mencionados, nuestro mo­
desto y sincero parecer es que la palabra Cáceres deriva de la voz
arábiga Al-qasr, que aparece escrita unas veces Al-kassar y otras
Al-kasr, el alcázar, y mejor aún, y más exactamente en este caso, el
castillo. Y fundamentamos nuestro parecer en la referencia facilitada
por A. Herculano, que se expresa así: «Los territorios del Garb esta­
ban formados por tres provincias, a saber: 1.a, la de Al-faghai o de
Chenchir, en la que se hallaban situadas las ciudades y castillos de
Santa María, Mirtolah, Chelb, Orosnoba, Javira y otros; 2.a, la de
Al-kasr, el alcázar, y mejor aún, y más exactamente en este caso, el
Iaborah, Marida, Cantarf-al-seilf, Medina Cauria, Beloh, Bajah,
Al-kassar y otros muchos castillos y poblaciones, como Jolmanyah y
Sheberina, y 3.a, la de Bekatha, cuyos principales lugares eran, Chan-

(4) «Cáceres, según toda probabilidad, no es otra palabra que la muy


conocida arábiga de los alcázares, sin el artículo antepuesto al y con cambio
del acento en la pronunciación, causado tal vez por la misma omisión del ar­
tículo». E. H übn eh : «Cáceres en tiempos de los romanos», apud. Revista de
Extremadura, t. I, págs. 149-51. Mélida y Floriano admiten el parecer del sabio
alemán, fallecido recientemente.
(5) Crónica arqueológica de la España musulmana: C áceres y su cerca
alm ohade, por L. T orres B a lbá s , pág. 446 y siguientes, publicada en el «Al-An-
dalus».

164
ibio alemán Hüb-

nico, ha escrito a
la ciudad de la
oco corriente»; y
el singular de la
bargo, a pesar de
más lógico admi-
alabra con el que

s, en el corral de
i parte de la mu-
i de ancho y tres
ras, las siguientes
Cesarina), siendo
de las puertas de
debió permanecer
reparó y modificó
teniendo nada de
in llamándola con

lase de garantías,
e las cinco de la

solvencia como el
dos, nuestro mo-
deriva de la voz
Al-kassar y otras
e en este caso, el
herencia facilitada
ios del Garb esta-
ie Al-faghai o de
des y castillos de
otros; 2.a, la de
e en este caso, el
a. Beloh, Bajah,
m í o Jolmanyah y
gares eran, Chan-

alabra que la muy


to al y con cambio
ana omisión del ar-
■, apud. Revista de
el parecer del sabio

C á ceres y su cerca
licada en el «Al-An-

Cáceres. — Torre de la Casa Quemada


tarim o Chantareym, Lixbona o Achbuna y el castillo roquero de
Chintia o Zintiras» (6).
El citado escritor portugués cree firmemente que Al-kassar es la
villa de Alcacer do Sal; pero nosotros nos decidimos a admitir que
Al-kasr el Felhad, el castillo de la entrada o de la abertura existente
en la provincia del Castillo de los hijos de Abu Danés, era la ciudad
de Cáceres, y que de dicha voz arábiga derivaron, por consiguiente,
los diversos nombres que se le asignaron en el medievo: Cázzeres,
Cázeris, Cázzires, Cázires, Cancies, Cánceres, y el actual y definitivo
Cáceres (7).
* * *

Faltan noticias de la capital de la Alta Extremadura durante la


dominación visigoda, aunque algunos historiadores suponen «que en
ella tuvieron su corte los reyes bárbaros Alace, Rechila y Rechiario,
durante las primeras cuatro décadas del siglo v» (8), y que «hacia
el año 582, Leovigildo, en su campaña de Lusitania, atacó a Mérida
y dos veces a Cáceres, logrando apoderarse de ambas ciudades que
seguían el partido de Hermenegildo»; pero quienes tal afirman no
aportan, en opinión nuestra, testimonios suficientes e irrefutables.
Pasaron varios años hasta que el nombre de Cáceres, sin duda
por su poca o relativa importancia, se mencione por los escritores
árabes cuyas obras han llegado a nuestros días. Citaremos como
más importante la alusión que hace El Edrisi, diciendo que está situa­
da a dos jornadas de Trujillo, y que era una fortaleza en la que se
reunían los inquietos y aguerridos berberiscos para ir a recorrer,
saquear y devastar el territorio de los cristianos.
Es admisible que el rey moro de Coria, el popular y victorioso
Zeth, atacara la plaza cacereña (9) y la sitiara por hambre en el año
863; y que después de hecho tan señalado y trascendental se preo­
cupara de acondicionar debidamente sus defensas. Ningún reye­
zuelo de la comarca adquirió tanto renombre y fama como el de
Coria. Por ello no resulta disparatado atribuir a este egregio perso­
naje la realización de tan importante obra.
Zeth ordenó la construcción del alcázar en la capital cauriense.
que era la de sus Estados, aunque es muy posible no llegara a
verlo terminado. Cuando lo dejó en libertad el rey de Galicia y
León, que lo había hecho prisionero, peleó con los emires de Bada­
joz y se apoderó de Cáceres y de varias villas y lugares del eontor-

(6) A. H erculano : Historia d e Portugal, II, pág. 170. Impreso na impren­


ta Portugal-Brasil (Lisboa).
(7) Insistimos en que nuestra suposición no pasa de ser una más sobre
el particular.
(8) M é l id a : C rónica..., t. I, pág. 217.
(9) Así lo afirma M élid a , ibid., pág. 230.
istillo roquero de no, no siendo de extrañar, por tanto, que en algún tiempo se titu­
lara rey de Coria y Cáceres, y se esforzara por ampliar y completar
ue Al-kassar es la las defensas de esta última ciudad.
ios a admitir que Nada se vuelve a saber de las vicisitudes por que atravesó la ca­
abertura existente pital cacereña hasta el año 1142, en cuya fecha Alfonso VII, el Em ­
nés, era la ciudad perador, después de la conquista de Coria, regresó a tierras de
por consiguiente, Castilla y León para poner en orden sus asuntos de Estado; pero
edievo: Cázzeres, su espíritu decidido y tenaz empeño por aumentar sus dominios mo­
tctual y definitivo tivó que, en la primavera de 1143, desde Toledo, volviera a la Tran-
sierra con escogido y numeroso ejército; y añade el P. Coria «que
se le dieron a partido Trujillo, Cáceres, Montánchez y Alcántara,
con todas las villas y lugares del contorno» (10).
Tal incursión guerrera debió motivarla solamente el deseo de don
adura durante la Alfonso de realizar toda clase de experiencias y tanteos con miras
suponen «que en a futuros hechos de armas, porque poco tiempo después hubo de
i-hila y Rechiario, abandonar las poblaciones reconquistadas; en parte, por no poder
8), y que «hacia guarnecerlas y conservarlas, y también porque se rebelaron contra
l, atacó a Mérida su poder. Hecho real que confirma, entre otros historiadores, el
bas ciudades que mencionado religioso, cuando escribe: «Que como estas villas toda­
s tal afirman no vía quedaban en poder de moros, se le volvieron pronto a rebe-
?s e irrefutables. lar» (11).
Sáceres, sin duda El más autorizado de los cronistas que se han ocupado de las
Dor los escritores cosas de Extremadura admite sin reparos la existencia del rey moro
Citaremos como Ablhá-el-Gami, en Cáceres, a mediados del siglo xii; y agrega que
lo que está situa- dicho personaje fue un excelente caudillo que sostuvo frecuentes es­
eza en la que se caramuzas y batallas importantes con los reyes cristianos, destro­
ra ir a recorrer, zando sus ejércitos en Alcántara, Montánchez y Valencia de Al­
cántara.
iular y victorioso Desde 1159, el referido reyezuelo fijó su residencia en Cáceres, y
tambre en el año se hizo llamar rey de Cazires, Medina Cauria y Alcántara-el-seif,
■ndental se preo- en cuya empresa le ayudaron Abdelazí, rey de Huelva, y el cabecilla
s. Ningún reye- Ibn Casi (Abencasi), que gobernaba en Silves.
ima como el de No existe conformidad de criterio respecto a la duración del
:e egregio perso- reinado de Ablhá-el-Gami; pero, en 1151, se le considera ya como
señor de Cáceres, y se supone fue vencido y destronado por los Fra-
■apital cauriense, tres de Cáceres, antes del año 1170; aunque determinado historia­
>le no llegara a dor, que por cierto no nos merece mucho crédito (12), sostiene que
ev de Galicia y cuando Fernando II de León se propuso la conquista de Cáceres en
emires de Bada- 1184 «era esta ciudad cabeza de reino y ocupaba el trono el mencio­
jares del contor- nado Gami».
Si el dicho caudillo moro estuvo el frente de los destinos cace-
mpreso na impren- reños durante treinta o treinta y cinco años, nada tiene de particular
ser una más sobre (10) Manuscrito del P. C oria , existente en la biblioteca del real monaste-
rio-basílica de Guadalupe.
(11) Ibid,
(12) D íaz y P é r e z , N., en su obra Extremadura, págs. 6 8 4 y siguientes.

167
fuera él quien mandara alzar, o al menos reconstruir o ampliar, sus
imponentes murallas, edificar su bello alcázar y excavar y acondi­
cionar su magnífico y útil aljibe, pues resulta indudable que, al ser
reconquistada la ciudad años más tarde por los reyes de León, la lla­
maron los cronistas oppidinn fortíssimum barbarorum ; evidenciando
así que las defensas de la romana urbe eran de mucha consideración
en aquel tiempo.
No debió ser, sin embargo, muy próspero y tranquilo el reinado
de Ablhá-el-Gami, toda vez que en el año 1165 le arrebató la capi­
tal de su pequeño reino el aventurero Giraldo Simpavor; en 1167 la
atacó y desmanteló don Fernando de León, y en 1169-70, la recon­
quistó este último rey, conservándola en su poder hasta que, en
1173, cayeron sobre ella las feroces huestes de Abu Jacob (13).
El mencionado Giraldo cognominato sine pavore, era un audaz
miliciano portugués, de dudosa hombría de bien, que guerreaba por
cuenta de don Alfonso Enriques, señor de Coimbra. Este aventu­
rero, a quien con harta exageración se ha llamado el Cid portugués,
tenía atemorizadas a las ciudades musulmanas fronterizas, pues capi­
taneando una tropa, mitad guerrilleros y mitad íoragidos, en las
noches más tenebrosas por el azote de la nieve, la lluvia v el viento,
las asaltaba. Después de haber arrimado a los muros las escalas,
Giraldo (14) era el primero en subir por ellas, sorprendiendo al vigi­
lante dormido, y despertándolo lo obligaba a dar el grito acostum­
brado de normalidad. Subían entonces tras él todos sus secuaces, y
dando grandes voces penetraban en el interior del recinto, asesinan­
do a cuantos moradores encontraban. Así, desde 1164 a 1168, se apo­
deró de Trujillo, Evora, Cáceres, Montánchez, Serpa, Jurumenha,
Santa Cruz y Montfragüe.
Aprovechándose de la confusión reinante por las hazañas y turbu­
lencias del intrépido portugués y de las revueltas y guerra civil que
(13) Hemos hecho constar aquí el parecer sostenido por Mélida y por
Díaz v Pérez de que Adlhá-el-Gami fue señor o reyezuelo de Cáceres, porque
— a pesar del escepticismo de Hurtado a este respecto— , la mayoría de los
historiadores han venido admitiendo la existencia de este personaje como algo
cierto e indiscutible; pero el señor Torres Balbás, en su documentado trabajo
sobre Cáceres i/ su cerca almohacle, no alude a dicho jerifalte, y atribuye la
erección de las murallas cacereñas a los alarifes de Abu Jacob (1163-1184), por
suponerlas contemporáneas de las de Badajoz, que se deben a iniciativa de
dicho monarca, según el cronista Ibn Sahib Salat. Mas el profesor Floriano
no parece estar de acuerdo con el arquitecto Torres Balbás, y en su reciente
y bien documentada publicación que lleva por título Estudios de Historia de
Cáceres, afirma, en la pág. 98, que el califa almohade Abu al-Mumin pasó el
Estrecho, se apoderó de Badajoz en 1148, y procedió seguidamente a fortificar
Santarem, Trujillo y Montánchez, y a rehacer sobre las viejas ruinas romanas
de Cáceres la soberbia cerca, el reducto que dio a la villa auténtica categoría
de plaza fuerte, a la que se llamó, a partir de entonces, el Alcázar, el Castillo,
la Ciudad fortificada.
(14) Estudiamos con más detenimiento a este personaje casi legendario al
ocuparnos del castillo de Montfragüe.

168
ruir o ampliar, sus
excavar y acondi-
udable que, al ser
es de León, la lia­
ram; evidenciando
icha consideración

anquilo el reinado
; arrebató la capi-
ípavor; en 1167 la
1169-70, la recon-
ler hasta que, en
u Jacob (13).
~>re, era un audaz
ju e guerreaba por
bra. Este aventu-
el Cid portugués,
terizas, pues capi-
foragidos, en las
llu\'ia y el viento,
nuros las escalas,
Tendiendo al vigi-
el grito acostum-
>s sus secuaces, y
recinto, asesinan-
34 a 1168, se apo-
erpa, Jurumenha,

hazañas y turbu-
• guerra civil que
por Mélida y por
de Cáceres, porque
la mayoría de los
jersonaje como algo
locumentado trabajo
ifalte, v atribuye la
ob (1163-1184), por
ben a iniciativa de
■1 profesor Floriano
s, y en su reciente
dio s d e Historia de
i al-Mumin pasó el
iamente a fortificar
ejas ruinas romanas
auténtica categoría
Alcázar, el Castillo,

■ casi legendario al

C áceres .— Torre del Postigo


dividía a los musulmanes de la Península, en enero de 1167, Fer­
nando II se adueñó de la estratégica villa de Alcántara, cuya pose­
sión supuso una considerable ventaja para el rey de León por tra­
tarse de fortaleza sita junto al Tajo, que hasta entonces había sido
foso protector de Cáceres contra las incursiones de los ejércitos que
procedían del norte.
Al caer Cáceres en poder de Giraldo, la dicha plaza fuerte, casi
fronteriza, amenazada desde Alcántara y con Badajoz más al sur en
poder temporal de los portugueses, se supone que en aquella fecha
sería una especie de enclave guarnecido por monjes-soldados consa­
grados a la guerra santa contra los cristianos.
En el año 1170 Fernando II ocupó Cáceres, aunque es probable
que pasase a manos del de León más bien por pacto que por con­
quista, lo cual explicaría la falta de referencias documentales respecto
a hecho de tal importancia, que sólo lo conocemos por la fundación
de la Congregación de Fratres d e Cáceres, el día 1.° de agosto de
dicho año, y la cesión que a ésta hizo la ciudad, sin duda para que
la defendiera. Refuerza la creencia de que la donación de Cáceres
a la naciente Orden no se debió a la ocupación de aquélla por
conquista, la circunstancia indudable de que el rey leonés prestara
ayuda a los almohades de Badajoz poco tiempo después, lo que
evidencia las buenas relaciones existentes entre moros y cristianos.
En una de las iglesias de Cáceres (la actual parroquia de San­
tiago), mezquita antes o templo mozárabe, estableció su sede la
nueva milicia religiosa, creada tal vez para contrarrestar a los grupos
fanáticos de monjes-soldados islámicos, a quienes era preciso oponer
guerreros impulsados por fuerte y combativa fe religiosa y sometidos
a estrecha disciplina militar.
La paz entre don Fernando y los almohades duró hasta el 1.° de
agosto de 1172, en cuya fecha el primero de los citados rompió el
pacto. En 1173 se había hecho muy crítica la situación de Badajoz
y se sucedían las expediciones de socorro a dicha plaza. En este año,
Abu Jacob y Abu Mohamed Abdallah salieron de Sevilla con 400
jinetes entre almohades, yundíes, españoles y árabes, protegiendo
un comboy de 300 mulos cargados de trigo, harina, aceite, sal, uten­
silio y víveres destinados a los habitantes de Badajoz, donde llega­
ron y lo entregaron al jeque Abu Galib, el que distribuyó esas can­
tidades en almacenes, según las órdenes recibidas. Luego esas fuer­
zas hicieron una algarada contra los leoneses y castellanos devas­
tando las márgenes del Tajo hasta las puertas de Toledo y haciendo
lo propio en ambas Transierras, reconquistando Cáceres, Alcántara,
Coria, la ciudad de Nadus (que no ha podido ser identificada) y Ciu­
dad Rodrigo, en cuyas proximidades fueron los moros batidos en la
batalla de Camates.
Esta expedición, rápida y provechosa para los sarracenos hasta
las orillas del Agueda, privó a don Fernando de las plazas y cas-

170
ero de 1167, Fer-
ántara, cuya pose-
de León por tra-
ítonces había sido
e los ejércitos que

plaza fuerte, casi


ijoz más al sur en
■en aquella fecha
es-soldados consa-

inque es probable
icto que por con­
tinentales respecto
por la fundación
1.° de agosto de
in duda para que
lación de Cáceres
i de aquélla por
;y leonés prestara
después, lo que
loros y cristianos,
larroquia de San-
>leció su sede la
estar a los grupos
ra preciso oponer
giosa y sometidos

ró hasta el 1.° de
litados rompió el
ación de Badajoz
laza. En este año,
■ Sevilla con 400
ibes, protegiendo
aceite, sal, uten-
joz, donde llega-
tribuyó esas can-
Luego esas fuer-
astellanos devas-
oledo y haciendo
tceres, Alcántara,
mtificada) y Ciu-
ros batidos en la

sarracenos hasta
las plazas y cas-
C áceres .— Torre del Postigo
en la corte leoni
sometieron a es
tillo que había conseguido con mucho sacrificio, resultando casi cerca de Na vida
nulos los frutos de las victorias alcanzadas en los diez últimos años. garon a interrun
Antes de que la villa de Cáceres cayera definitivamente en poder Creemos que
de los almohades en aquella ocasión, ofrecieron heroica resistencia tas (16), cuando
los Fratres de Cáceres en una de las torres de la plaza, que lleva quistar las ciudí
desde entonces el nombre de Bujaco, contracción de Abu Jacob, irimera, confian»
caudillo de los moros asaltantes. Todos los caballeros santiaguistas f rontera del Alg
murieron defendiendo la torre, y en el santoral español de las Or­ sobre el campo
denes militares figura el 10 de mayo de dicho año como la fiesta petu, que lo roí
de los mártires de la Orden, de los milites inmolados por los mu­ atroz matanza.
sulmanes. Teniendo de»
A raíz de estos sucesos, el monarca leonés pactó tregua con los Alcántara, decidí
moros; pero al caducar ésta en 1183, se dispuso don Fernando a pre­ vamente la recoj
parar e iniciar la reconquista de Cáceres. Así, el 19 de enero y el se publicara una
23 de febrero de 1184, firma el rey cristiano varios documentos re­ todo el reino, es]
ferentes a la flamante Orden de Santiago, apu d Cáceres, y otros da­ tentes. Así las «
tados en 12 de marzo, apud C áceres quando obsidebat a rege, en 27 Corona, el 23 de
del mismo mes, apud Cazeres quando erat obsesa, y en mayo, in de León, e inm<
obsidione Cazzeris, lo que demuestra que el asedio se prolongaba. derribaron algún
La campaña debió terminar seguidamente, porque a primeros de apoderarse de la
junio el monarca se encontraba ya en Ciudad Rodrigo, recompensan­ rruecos, muy hál
do los servicios que le habían prestado en la reciente expedición Alfonso para qu<
contra los moros. respetable suma
Continuó Cáceres en poder de los islamitas, pero Alconétar y vía la totalidad i
Coria volvieron a sus manos. Don Fernando, en unión de su hijo, nunca más le fu«
en octubre de 1184, dio a la iglesia de Oviedo, y a su obispo, varios venida (17).
castillos pro multo et bono servitio qu od mihi fecistis in C áceres et El proceder c
presentim per septuigentis aureis quos mihi dedistis. ticado, aunque p
Cuando declinó el poder almohade después de la derrota de las tación de un ma
Navas de Tolosa (1212), Alfonso IX de León, hijo del rey Fernando, número de bajas
se puso de acuerdo con el monarca de Castilla y emprendió activas ejércitos.
y repetidas campañas que llevaron la frontera de su reino hasta el En 1223 repil
Guadiana, suprimiendo la cuña del territorio musulmán que su po­ rior, según se de
lítica anterior y la de su padre habían hecho quedase entre el te­ consta que don I
rritorio portugués, muy avanzado hacia el sur, y los dominios menos enterrasen en el i
meridionales de los castellanos. fecha de 1223, ci
Tras las paces y convenios hechos en 1213 entre los reyes de León sobre Cáceres.
y Castilla y el taxativo acuerdo de que fuese «cada uno en hueste Asimismo, en
sobre moros por su frontera», los leoneses, reforzados con 600 caba­ pero se limitó a e
lleros castellanos, cruzaron la Sierra de Gata por el puerto de Pe­
rales y atacaron y recuperaron la plaza de Alcántara, perdida en (15) Anales Ta
el reinado anterior; pero le resultó fallida entonces la pretensión de t. X X III, pág. 400.
apoderarse de la fortaleza cacereña. (16) J osé Axtc
En 1218, organizaron las Ordenes militares, con ayuda de los España, 3.a parte, ca
(17) Anales Tol
reyes de Castilla y León y asistencia de tropas gasconas, a cuya
frente figuraba Savaric de Mallen —poeta que pasó algún tiempo

172
en la corte leonesa—, otra cruzada contra la plaza de Cáceres, que
icio, resultando casi sometieron a estrecho cerco desde mediados de noviembre hasta
)s diez últimos años, cerca de Navidad; pero en dicha fecha las grandes lluvias les obli­
litivamente en poder garon a interrumpir la empresa y levantaron el asedio (15).
i heroica resistencia Creemos que se refiere a esta campaña uno de nuestros arabis­
la plaza, que lleva tas (16), cuando escribe que en 1219 intentaron los cristianos con­
ión de Abu Jacob, quistar las ciudades de Cazires y Torgiela, y vinieron a cercar la
alleros santiaguistas primera, confiando mucho que la entrarían; pero la caballería de la
español de las Or- frontera del Algarbe, que estaba sedienta de venganza, vino a dar
año como la fiesta sobre el campo de los cristianos una alborada, con tan terrible ím­
lolados por los mu- petu, que lo rompieron y atropellaron, haciendo en los cristianos
atroz matanza.
actó tregua con los Teniendo don Alfonso su frontera en Alburquerque y Valencia de
Ion Fernando a pre- Alcántara, decidió, a principios de verano de 1222, emprender nue­
‘1 19 de enero y el vamente la reconquista de Cáceres, y a tal fin había dispuesto que
rios documentos re- se publicara una a modo de cruzada para que acudieran milicias de
Záceres, y otros da- todo el reino, especialmente de las varias Ordenes militares ya exis­
debat a rege, en 27 tentes. Así las cosas, y para dar cumplimiento a lo dispuesto por la
?sa, y en mayo, in Corona, el 23 de junio se encontraban apud C ánceres los ejércitos del
•dio se prolongaba. de León, e inmediatamente atacaron la plaza con sus máquinas y
ue a primeros de derribaron algunas torres y otras defensas. Estaban ya a punto de
I rigo, recompensan- apoderarse de la ciudad, cuando unos mensajeros del rey de Ma­
reciente expedición rruecos, muy hábiles y diplomáticos, consiguieron convencer a don
Alfonso para que levantara el cerco a cambio de la entrega de una
pero Alconétar y respetable suma de dinero. Accedió el rey, sin haber recibido toda­
unión de su hijo, vía la totalidad de los maravedíes ofrecidos, a retirar sus tropas, y
a su obispo, varios nunca más le fue abonada por los almohades la cantidad total con­
cistis in C áceres et venida (17).
tis. El proceder del monarca leonés en aquella ocasión fue muy cri­
e la derrota de las ticado, aunque parece indudable que procedió como lo hizo en evi­
del rey Fernando, tación de un mal mayor: las muchas calamidades y el incalculable
emprendió activas número de bajas que diezmaba cada día sus ya maltrechos y agotados
* su reino hasta el ejércitos.
xilmán que su po- En 1223 repitieron los leoneses los pasos dados en el año ante­
ledase entre el te- rior, según se desprende de un documento de la época en el cual
>s dominios menos consta que don Enrique Fernández dispuso en su testamento que lo
enterrasen en el monasterio de Sobrado, si moría en la guerra. Lleva
los reyes de León fecha de 1223, cuando Nuestro Señor el Rey iba con su expedición
da uno en hueste sobre Cáceres.
dos con 600 caba- Asimismo, en 1225, exploró y recorrió los campos de Cáceres:
el puerto de Pe- pero se limitó a eso, a una correría, arrasándolo y destruyéndolo todo.
ntara, perdida en
s la pretensión de (15) Anales Toledanos I, en «España Sagrada», del P. E nrique F ló r ez ,
t. X X III, pág. 400.
(16) J osé A ntonio C onde : Historia d e la dominación d e los árabes en
x>n ayuda de los España, 3.a parte, cap. LVI, pág. 255 (Madrid, 1874).
gasconas, a cuya (17) Anales Toledanos II, pág. 406.
asó algún tiempo
173
Organizó nuevamente otra campaña por tierras de moros en
1226 y, dejando a Cáceres a un lado, avanzó hacia el sur, hacia
las proximidades de Badajoz. A su regreso estuvo en Sabugal, donde
tramitó varios asuntos; y desde allí se acercó a Ciudad Rodrigo,
dispuesto a iniciar nuevamente los preparativos para la conquista
definitiva de Cáceres (18).
Hallándose en dicha ciudad salmantina, el 8 de enero de 1227,
fijó los términos de Santibáñez, fortaleza que había entregado a los
freires de la Orden de Alcántara, y en dicho acto estaban presentes
algunos prelados y caballeros que tomaron parte después en las ope­
raciones contra la mencionada capital, entre ellos don Santiago,
obispo de León; don Juan, obispo de Oviedo; don Ñuño, obispo de
Astorga; don Martín, obispo de Zamora; don Pelayo, obispo de
Salamanca; don Miguel, obispe de Ciudad Rodrigo, y don Pedro,
que lo era de Coria; y los prohombres y capitanes, infante don Pedro,
mayordomo del rey; Domingo Fernández de Veldome, alférez real;
Rodrigo Gómez, teniente de Montenegro, Monteroso y Trastamara;
Pedro Pérez, maestro de las escuelas caurienses, canónigo de Com-
postela y canciller del rey; y algunos más.
Después, don Alfonso se dedicó a recaudar fondos para la guerra,
recorriendo las ciudades más importantes del reino.
Y, finalmente, con la ayuda de algunos castellanos, principalmen­
te caballeros de Calatrava, con sus soldados leoneses y los milites
de Santiago y Alcántara, arremetió fuertemente sobre Cáceres en
abril de dicho año de 1227 y se hizo dueño definitivamente de ía
estratégica y codiciada medina, tan tenazmente defendida por los
sarracenos y que tanto dinero, sangre y preocupaciones había cos­
tado a la corona de León, desde el reinado de su abuelo (19).

II

S o m e r o e s t u d io d e l a c e r c a a l m o h a d e c a c e r e ñ a .

La recoleta y señorial capital de la Alta Extremadura ocupa te­


rreno quebrado en lo alto de una colina enlazada con pequeños
cerros de la cordillera que se dirige de oriente a poniente, en la
orilla izquierda y a poco más de veinte kilómetros del río Tajo. La
cota más alta del solar cercado, asiento de la ciudad vieja, corres­
ponde a la reducida meseta donde está emplazada la iglesia de
San Mateo, y alcanza una altura de 450 metros sobre el nivel del

(18) f. G o n zá lez : Alfonso IX, págs. 195 y 199.


(19) Vid, T udensis : Chronicón Mundi, en Hispania lllustrata, IV , pág. 113.
M anuel R isco : Historia d e la ciudad y corte d e L eón y d e sus reyes, I, pág. 378
(Madrid, 1792). G. V e l o y N ie t o : Coria. Reconquista d e la Alta Extremadura,
2.a parte, pág. 157 (Cáceres, 1956).
tierras de moros en
> hacia el sur, hacia
•o en Sabugal, donde
> a Ciudad Rodrigo,
i» para la conquista

8 de enero de 1227,
abía entregado a los
'to estaban presentes
■después en las ope-
ellos don Santiago,
Ion Ñuño, obispo de
i Pelayo, obispo de
drigo, y don Pedro,
s, infante don Pedro,
eldome, alférez real;
eroso y Trastamara;
. canónigo de Com-

ndos para la guerra,


ino.
lanos, principalmen-
oneses y los milites
i sobre Cáceres en
ífinitivamente de ía
defendida por los
paciones había cos-
í abuelo (19).

emadura ocupa te-


ada con pequeños
a poniente, en la
>s del río Tajo. La
udad vieja, corres-
zada la iglesia de
sobre el nivel del

fustrata, IV, pág. 113.


sus reyes, I, pág. 378
la Alta Extremadura,

C áceres .— Torre de la Hierba


mar, siendo relativamente suaves las pendientes que la circundan.
Por la parte de occidente protegía el recinto una barrancada, no
muy honda, tras la que asciende una altiplanicie que llega a alcan­
zar más de los 500 metros. Pero es mayor el desnivel en el lado
opuesto, en el oriental, vaguada de un arroyuelo de tan escaso caudal
que llega a faltar el agua casi totalmente en algunas épocas del año.
En realidad, la posición de esta ciudad no es tan inaccesible ni
enriscada como la de otras varias localidades de la región extreme­
ña; y ello se debe a que el lugar no fue elegido por los musulmanes,
quienes se limitaron a ocupar lo que antes había sido reducto ro­
mano, y entonces urbe visigoda.
Las murallas que la rodean dibujan un cuadrilátero casi rectangu­
lar con el eje mayor, norte-sur, de 383 metros, y otro menor, este-
oeste, de 187.
El perímetro de la cerca islámica — que, sin duda, fue levanta­
da, en gran parte, sobre la romana, como lo demuestran los restos
aún existentes y parece comprobar su forma aproximadamente rec­
tangular y la puerta que se abría en cada uno de los cuatro lados— ,
mide 1.145 metros y encierra una superficie de 7,74 hectáreas, ocu­
pada durante el lapso de tiempo que va desde el siglo xi al xiii
por unas 421 casas y un número que se aproximaba a los 2.500 ha­
bitantes.

Debemos tener presente que durante la dominación sarracena las


ciudades extremeñas —situadas en una zona de luchas continuas, y
fronterizas con tres reinos cristianos (León, Castilla y Portugal)—,
merecieron especial atención por parte de los monarcas almohades,
quienes se esforzaban en fortificarlas y acondicionarlas debidamente
para la defensa, dado que, además, Extremadura éra la comarca
más septentrional y avanzada de sus dominios en la Península, te­
rreno propicio y puerta obligada, y casi única, para el paso de los
ejércitos cristianos desde la meseta a los valles del Guadiana, y aun
a los del Guadalquivir.
Tal hecho real explica suficientemente que los restos más im­
portantes de fortificaciones alzadas en este período se encuentran,
además de en Sevilla, capital de la Andalucía almohade, y en Ba­
dajoz, sede de los reyes moros de la dinastía de los Aftasíes, en
las villas de Alcántara, Cáceres, Trujillo, Reina y Montemolín.
De todas ellas, Cáceres es la situada más al norte, la más expues­
ta a continuos ataques y saqueos; y se imponía, por tanto, la necesi­
dad de atenderla con especial cuidado y acondicionarla con resis­
tentes y eficaces fortificaciones, a fin de que su potente fábrica
supliera la carencia de defensas naturales, cuya falta se hacía
sentir de manera especial por el lado del poniente, donde, repe-

176

12
que la circundan,
una barrancada, no
que llega a alcan-
lesnivel en el lado
e tan escaso caudal
aas épocas del año.
; tan inaccesible ni
la región extreme-
or los musulmanes,
ía sido reducto ro-

átero casi rectangu-


r otro menor, este-

duda, fue levanta-


muestran los restos
oximadamente rec­
ios cuatro lados— ,
'.74 hectáreas, ocu-
el siglo xi al xm
iba a los 2.500 ha-

lación sarracena las


luchas continuas, y
tilla y Portugal)— ,
onarcas almohades,
narlas debidamente
ra era la comarca
n la Península, te­
lara el paso de los
el Guadiana, y aun

los restos más im-


odo se encuentran,
lmohade, y en Ba-
de los Aftasíes, en
Montemolín.
>rte, la más expues-
•or tanto, la necesi-
icionarla con resis-
su potente fábrica Plano de A M archena.

va falta se hacía i
ente, donde, repe-

12
timos, existía un débil foso, una vaguada poco profunda que se escasas dimensi(
prolonga por el otro lado opuesto al que limita con las murallas, y creemos debi<
formando un montículo de mayor altura. de la XV eentiu
La fortificación medieval, según ya se dijo, descansa, en parte, al mismo Puert<
sobre los cimientos e hiladas de la muralla romana, de sillares gra­ trucción. Esta (
níticos perfectamente visibles en algunos sitios, como en el lienzo rribó en 1727, \
interior del lado suroeste, en el ángulo noroeste y en la puerta o res don Bernar
Arco del Cristo, que se abre hacia naciente, frontero al arroyuelo rada, fue reemj
mencionado, en el trozo de muro más largo de todo el recinto. que es en la a
La fábrica de las murallas y torres medievales es claramente representativos
distinta de la romana, porque los sarracenos construyeron a base de tectónico. Su ca
tapias de argamasa y mampostería, de color bermejo, y sus caras y arco en esviaje (
lienzos aparecen surcados por unos mechinales que dejaron los palos El número t
de los andamios utilizados en la obra. Existen, asimismo, torres con cinto medieval <
las esquinas de sillería y los paños intermedios de tapial y mam­ estaban cómplei
puesto. elevado; pero a
La cerca almohade cacereña se mantiene casi completa por sus de ellas.
lados este y oeste, habiendo desaparecido la mayor parte en el De cada u im
sur; y conservándose todavía algunos trozos de sus lienzos y torreo­ ca un muro qu<
nes en el norte. De todas formas, si se hicieran desaparecer los hasta terminar
muchos aditamentos que la ocultan y aprisionan, como paredes ado­ muy destacada
sadas o superpuestas, casas, corrales, azoteas, etc., aún surgiría un dante. Son mac
conjunto de mucho interés y de no escaso valor arquitectónico. llamada D esmo
La anchura de los muros varía de 2,10 a 2,80 metros; pero su terroso y comp
adarve no puede ser utilizado ya nada más que en pequeños y con­ sus habitaciones
tados sitios, por impedirlo edificaciones posteriores, la ausencia casi y es un poco r
total de almenaje y el desmoronamiento y poca firmeza de los mate­ Desde el ad
riales que coronan la histórica e interesante muralla. da por una pu<
Existió, desde siempre, el número de puertas suficientes para fa­ su interior, en
cilitar el acceso al recinto por los cuatro puntos cardinales; y eran forma de cruz
éstas la de Coria o del Socorro, al norte, y la de Mérida, al sur, ambas los muros exteri
ya desaparecidas; la del Arco de Santa Ana, hoy completamente re­ El conjunto
formada, que mira a poniente; y la más genuina y representativa, cuadrado el de
de factura romana, bien conservada todavía, llamada puerta del Arco trapecio los cu¡
d el Cristo, y abierta en el gran lienzo que protege la ciudad por su bóvedas vaídas
lado oriental (20). En el muro del oeste, y para no dar un rodeo consen a la esa
hasta la puerta de Coria o la de Santa Ana, se abrió otra puerta de los tramos seña
La parte od
(20) Los cronistas que se han ocupado de la historia de Cáceres, al tratar
del recinto amurallado, admiten la existencia de cuátro puertas; la del Arco y la Redonda,
del Cristo, la de Coria o del Socorro, la del Arco de Santa Ana y la de Mé­ efectúa en los
rida; pero algunos creen que solamente fueron tres, la del Arco del Cristo, la La Redonda
de Coria y la de Mérida, y agregan que la del Arco de Santa Ana fue siem­
pre un Postigo. E l profesor Floriano, en cambio, no duda en hacer constar que,
además de estas tres puertas últimamente señaladas, existieron otras dos; una
entre las torres del Horno y la Hierba, y otras donde se abrió en el siglo xiv o en (21) En núes
el xv la llamada puerta Nueva, que fue reemplazada a principios del siglo xvm incidentes, del cu
por el actual Arco de la Estrella. cereño, con motive
profunda que se escasas dimensiones, un auténtico postigo, seguramente en el siglo xiv;
x>n las murallas, y creemos debió realizarse la obra en dicha fecha, porque a finales
de la XV centuria, cuando visitó Cáceres la reina Isabel, se llamaba
scansa, en parte, al mismo Puerta Nueva, nombre que evidenciaba su reciente cons­
i. de sillares gra- trucción. Esta dicha puerta, precisamente por su angostura, se de­
>mo en el lienzo rribó en 1727, y a expensas del procer cacereño y clérigo de meno­
ir en la puerta o res don Bernardino de Carvajal, conde de la Quinta de la Enja-
tero al arrovuelo rada, fue reemplazada por el amplio y original Arco de la Estrella,
lo el recinto, que es en la actualidad uno de los monumentos más populares y
es es claramente representativos de la capital, aunque no sea mucho su mérito arqui­
uyeron a base de tectónico. Su característica más acusada es haber sido trazado dicho
‘jo, y sus caras y arco en esviaje (21).
dejaron los palos El número de torres albarranas, y aun de torres adosadas al re­
nismo, torres con cinto medieval cacereño en los tiempos de su mayor pujanza, cuando
¡e tapial y mam- estaban completas las defensas de la importante plaza fuerte, era muy
elevado; pero en la actualidad se observa la desaparición de muchas
completa por sus de ellas.
ivor parte en el De cada uno de los ángulos suroeste y sureste de la cerca arraii
lienzos y torreo- ca un muro que sale y avanza en un trayecto de diez u once metros
i desaparecer los hasta terminar en dos respectivas torres albarranas, octogonales, y
m o paredes ado- muy destacadas, por consiguiente, del cinturón o muralla circun­
. aún surgiría un dante. Son macizas en su parte baja; y en tanto que una de ellas,
uitectónico. llamada D esm ochada, aparece ya casi derruida, formando un todo
^ metros; pero su terroso y compacto; la otra, la situada hacia el noroeste, conserva
pequeños y con- sus habitaciones a la altura del adarve, recibe el nombre de R edonda,
. la ausencia casi y es un poco menor que la anteriormente aludida.
neza de los mate-
Desde el adarve se pasa a los departamentos de la torre Redon­
a.
da por una puerta de arco de medio punto, como son todos los de
ific-ientes para fa-
su interior, en el que existen dos pilares; uno de planta T, v en
íardinales; y eran forma de cruz el otro, de los que arrancan arcos que descansan en
ida. al sur, ambas los muros exteriores por su otro extremo.
©mpletamente re- El conjunto interior de la torre queda así dividido en seis huecos,
y representativa, cuadrado el de ingreso y el que se continúa con él, y en forma de
a puerta del Arco trapecio los cuatro restantes. Los dos primeros están cubiertos con
la ciudad por su
bóvedas vaídas y con medios cañones los otros. Y, finalmente, se
no dar un rodeo conserva la escalera para subir al andén o terraza, que ocupó dos de
•ió otra puerta de los tramos señalados; precisamente los del lado sureste.
La parte octogonal de ambas torres mencionadas, la Desmochada
de Cáceres, al tratar
>uertas; la del Arco y la Redonda, descansan sobre base cuadrada, y la transición se
ta Ana y la de Mé- efectúa en los ángulos por medio de taludes triangulares.
. Arco del Cristo, la La Redonda aún aparece coronada con almenas cuadradas, y se
Santa Ana fue siem-
n hacer constar que,
ieron otras dos; una
> en el siglo xiv o en (21) En nuestra obra El Arco d e la Estrella, nos ocupamos de los cómicos
icipios del siglo xvm incidentes, del curioso pleito surgido entre la mitra cauriense y el Concejo ca­
cereño, con motivo de su construcción.
precisan en sus muros «restos de un fingido despiezo hecho con faja
de mortero como si fueran sillares de la altura de las tapias» (22).
Ya hemos indicado que el muro occidental de la cerca es el
mejor conservado, y todavía se alzan ante o junto a él un pequeño
cubo, la llamada torre de los Pulpitos y otras cinco albarranas, que
reciben, partiendo de norte a sur, los siguientes nombres; de Bujaco,
del Horno, de la Hierba, de Santa Ana y del Postigo. Creemos, sin­
ceramente, que esta última denominación es impropia, pues donde
está la torre del Postigo no existió jamás brecha alguna en la mu­
ralla, y si toma el nombre de su vecina puerta de Santa Ana, no
debemos olvidar que siempre fue postigo o puerta esta abertura. Ade­
más, junto a ella, en su preciso emplazamiento, se levanta altiva y
pujante la empinada torre que nosotros no hemos dudado en llamar
torre de Santa Ana. El pequeño cubo a que hicimos referencia
está junto, y un poco hacia el norte, de la soberbia y airosa torre del
Postigo.
Siguiendo la trayectoria de la muralla, observamos que ésta ha
desaparecido totalmente en la parte sur, y no quedan más vestigios
de baluarte en dicho lado que las dos torres octógonas mencionadas.
Debió haber, asimismo, en este lienzo otras dos torres cuadradas
que flanqueaban la desaparecida puerta de Mérida, cuyo exacto
enclave se señala con bastante aproximación.
En el gran lienzo que, mirando al naciente, se dirige desde la
torre Desmochada hasta el Arco del Cristo, se ven todavía varias
torres albarranas y otras pequeñas unidas a la muralla que refuer­
zan extraordinariamente la hermosa cerca por aquel lado, y com­
pletan y embellecen el atrayente conjunto que ofrece la medieval
ciudad contemplada desde la Montaña, recubierta de olivares, que
se alza frente a ella.
Estos dichos bastiones —algunos de ellos cubos ingentes y es­
tratégicamente situados, que avanzan un gran trecho desde la mu­
ralla, aunque permanecen unidos a ella, como la torre de los
Pozos— reciben nombres vulgares, cuyo origen se desconoce, como
la torre del Gitano o de los Pozos (23), de la Coraja, etc.; y han ser-
(22) T orres B a lb Ás, obr. cit., pág. 464.
(23) El baluarte más importante del muro oriental es, sin género de dudas,
la torre del Gitano, llamada también torre de los Pozos, que es cuadrada, al-
barrana y destaca sobre la roca que desde sus cimientos desciende hacia el
valle, formando recio escarpe.
Parece ser que esta torre conserva en su exterior esgrafiados árabes o
mudéjares poligonales.
Se trata de una sólida y bien trazada construcción rectangular, cuyas di­
mensiones son de cerca de 30 metros de frente por 20 de profundidad, cons­
tituyendo una amplia plataforma recia y con almenas, en una de cuyas esquinas
se alza la dicha torre esgrafiada.
Al tratar de esta torre, dice Floriano que «el rectángulo forma así una
gran terraza desde la que se domina, no solamente el valle, sino que, además,
se adarvan todas las montañas del frente y las llanuras, al norte, hasta el
iezo hecho con faja
las tapias» (22).
de la cerca es el
:o a él un pequeño
ico albarranas, que
ombres; de Bujaco,
ítigo. Creemos, sin-
iropia, pues donde
alguna en la mu­
de Santa Ana, no
esta abertura. Ade-
se levanta altiva y
dudado en llamar
hicimos referencia
i y airosa torre del

'amos que ésta ha


?dan más vestigios
;onas mencionadas.
; torres cuadradas
•rida, cuyo exacto

se dirige desde la
•en todavía varias
uralla que refuer-
juel lado, y com-
>frece la medieval
i de olivares, que

>os ingentes y es-


cho desde la mu-
la torre de los
desconoce, como
a, etc.; y han ser-

sin género de dudas,


jue es cuadrada, al-
desciende hacia el

sgrafiados árabes o

etangular, cuyas di-


i proñindidad, cons-
a de cuyas esquinas
?uIo forma así una
sino que, además,
al norte, hasta el

C áceres .— Torre Redonda


.cuyos restos aro
vido de escenario, en el transcurso de las centurias, a curiosas y
cion del magnífi
sugestivas leyendas.
Casa d e las V elei
La puerta romana llamada Arco d el Cristo, si se examina desde
E l regio alca
el exterior del recinto, se precisa en ella la existencia de dos torres
prendía la iglesi
flanqueantes; rebajada y confundida con el muro la de la parte de
la de las Veleta
la izquierda, y desaparecida casi en su totalidad la que defendía
tendiéndose hasl
dicho acceso por el lado de la derecha. Y recorriendo, a partir de
la torre albarrar
dicho arco, el trazado natural de la histórica cerca hasta su ángulo
a la fuente del
noreste, apenas si podemos precisar trozos de lienzos pertenecien­
miento de agua
tes a la misma, maltrechos, derruidos, empotrados u ocultos por edi­
ción porque todi
ficaciones anexas, que han venido a reemplazar este gran trecho de
las alcazabas, n
la muralla, desaparecido ya casi en su totalidad, según se indica.
bañas, sino ados
Entre los ángulos noreste y noroeste, si existe algún lienzo de
sin pasar por a<
fábrica almohade o visigoda, no se puede apreciar ni determinar
Los cronistas
su emplazamiento porque, cuando no derruidos, fueron utilizados
Cáceres en 13€T
como fachadas paredes maestras o tabiques divisorios de las casas
y otros edificios construidos siglos más tarde en aquel trayecto mural
(24) Según re
circundante. Unicamente se localizan todavía los dos cubos cuadra­ su libro E piscopoí
dos que flanqueaban la desaparecida puerta de Coria o del Soco­ en 1959, se conocí
rro, en la plaza de este nombre; y su existencia pasa desapercibida moro cacereño — o
para el turista o el visitante, porque se han acoplado inmuebles y de la muralla.
Existió en su
su altura no rebasa la rasante de los tejados correspondientes a los después, en rampa
edificios que los ocultan o disimulan. ladrillo de medio
Creemos, por otra parte, que en los dos extremos de la franja cambiado de nivel,
norte de la cerca cacereña debieron existir otras tantas torres octo­ -al menos en algui
vento de las Trini
gonales, análogas a las descritas en el lado sur, destinadas las cuatro •es más, una mujer
al flanqueo y defensa de las respectivas esquinas, pues en la del Termina el so
noroeste se ven todavía restos de un torreón circular, de reducido de medio punto
diámetro. a cuyo hueco ten
en cuadra y la cub
Parece ser que se rodeó la cerca de un muro de barbacana como Tanto la clásic
en Sevilla y Badajoz; pero el hecho cierto es que no subsisten restos la Burraca y otra;
de él. eran baluartes def
No se conoce la fecha exacta en que se levantaron las fortifica­ contorno no puede
todo el terreno de
ciones de Cáceres, según ya se hizo constar. Cigüeñas, la plaz;
edificios que se e
a la Compañía de
Por ocupar, c<
Varios documentos del siglo xv han venido a confirmar el hecho recinto amuralladc
cavar una galería
cierto, conocido por la tradición, de que en Cáceres hubo un al­ godos en el muro
cázar musulmán situado en la parte más prominente del recinto, los reyes y, por c<
temente de las o
tancia militar de la
Rivero y al sur hasta las Sierras. La torre, de sólidos muros macizos, consta E l alcázar del
de aposentos para el guardia, cubierto por bóveda vaída y plataforma almena­ jardines, y Orti c
da. Este reducto estaba en comunicación directa con el alcázar, del cual llamada Huerta d
formaba parte, viniendo a ser a manera de alcazaba para su defensa. Muy mes dimensiones,
deteriorado a causa del enlucido de obras posteriores y por el desmoche de las llena de agua. La l
almenas de la torre, aún conserva mucho de su primitiva grandeza».
¡as, a curiosas y Olivos restos arquitectónicos han desaparecido totalmente, a excep­
ción del magnífico aljibe que ocupa hoy el subsuelo de la llamada
Casa de las Veletas, y antes de los Aljibes.
e examina desde
El regio alcázar ocupaba un extenso solar del recinto, que com­
:ia de dos torres
prendía la iglesia de San Pablo, la iglesia y plaza de San Mateo,
a de la parte de
la de las Veletas, la casa de este nombre y la de las Cigüeñas, ex­
la que defendía
tendiéndose hasta la muralla oriental de la ciudad por donde está
ndo, a partir de
la torre albarrana de los Pozos, avanzada sobre el arroyuelo, frente
hasta su ángulo
a la fuente del Concejo, cuyo objeto sería facilitar el aprovisiona­
izos pertenecien-
miento de agua en caso de asedio. Y es lógico y natural su situa­
ocultos por edi-
ción porque todos los aleáceres hispano-musulmanes, como asimismo
s gran trecho de
según se indica, las alcazabas, no estaban jamás dentro de las aglomeraciones ur­
banas, sino adosados a la cerca exterior, para poder salir libremente
algún lienzo de
sin pasar por aquéllas (24).
ir ni determinar
Los cronistas locales afirman que don Pedro I, cuando estuvo en
ueron utilizados
Cáceres en 1367, hizo arrasar el alcázar v mandó decapitar a los
rios de las casas
?1 trayecto mural
(24) Según referencia de Orti Belmonte, consignada en la página 31 de
>s cubos cuadra- su libro Episcopologio cauriense, ed. por la Diputación provincial de Cáceres
oria o del Soco- en 1959, se conoce la entrada a una galería que va desde el solar del alcázar
sa desapercibida moro cacereño — ocupado hoy por la casa de las Veletas— , a la parte oriental
ido inmuebles y de la muralla.
Existió en su punto de arranque una escalera de caracol para bajar, y
pondientes a los después, en rampa muy pronunciada, avanzaba la dicha galería con bóveda de
ladrillo de medio cañón hasta abocar a la calle. E l suelo que la cubría ha
nos de la franja cambiado de nivel, pero ello no obstante la vía subterránea continúa existiendo,
ntas torres octo- al menos en algunas partes de su trayecto, pues cuando se construyó el con­
vento de las Trinitarias a principios del siglo actual quedó al descubierto; y
inadas las cuatro es más, una mujer de la barriada sufrió un accidente en el aparecido socavón.
pues en la del Termina el soterrado conducto en un boquete que tiene forma de arco
lar. de reducido de medio punto y que se abre en la muralla junto a la torre del Gitano,
cuyo hueco terminal llama la gente la Cueva d e la Mora. Está convertida
en cuadra y la cubre una casa edificada recientemente.
barbacana como Tanto la clásica torre árabe del Gitano, como las llamadas de la Coraja,
' subsisten restos la Burraca y otras que jalonan la muralla por el lado de frente a la Ribera
eran baluartes defensivos del regio alcázar, que ocupaba amplísimo solar cuyo
ron las fortifica- contorno no puede precisarse, aunque se ha llegado a suponer que comprendía
todo el terreno donde se alzan hoy el convento de San Pablo, la casa de las
Cigüeñas, la plaza, la iglesia de San Mateo, e incluso parte del bloque de
edificios que se extienden hasta cerca de la casona y anejos que pertenecían
a la Compañía de Jesús.
Por ocupar, como se sabe, el alcázar moro la parte más prominente del
ifirmar el hecho recinto amurallado, dominaba por completo sus alrededores; y el hecho de so­
cavar una galería que terminaba en ancha abertura abierta por romanos o visi­
res hubo un al- godos en el muro exterior, permitiendo así la comunicación con el palacio de
nte del recinto, los reyes y, por consiguiente, con el interior de la villa fortificada independien­
temente de las otras puertas de la cerca, aumentaba las defensas e impor­
tancia militar de la plaza.
os macizos, consta
E l alcázar debió tener, como todos los palacios reales, sus correspondientes
plataforma almena-
jardines, y Orti cree que bien pudieran estar en el lugar que ocupa hov la
alcázar, del cual
llamada Huerta del Conde, donde existe la entrada de otra galería «de enor­
su defensa. Muy
mes dimensiones, con bóveda y un pilar de sustentación en el centro, pero
el desmoche de las
llena de agua. La tradición hace llegar esta galería hasta las Veletas».
Giles, nobles caballeros por cuyas venas corría sangre de reyes, tío regio edificio a
y sobrino que detentaban la fortaleza con título de alcaide y teniente aljibe, construid
de alcaide; pero creemos sinceramente que la destrucción no debió el terreno descie
ser total, porque si bien es verdad que el viejo edificio estaba rui­ La planta e
noso a mediados del siglo xv, no es menos cierto que buena parte de mente, y de 13,4
él permanecía en pie en dicho tiempo, pues en la parte septentrio­ Los muros s<
nal se conservaba un amplio salón, rodeado acaso de otras depen­ Lo forman c
dencias de menor importancia, constituyendo un núcleo habitable tud, cubiertas p
llamado El Palacio, que desapareció poco más tarde. cuatro series de
En 1466, el infante don Alfonso, hermano de Isabel la Católica, gruesas columna
concedió al maestre de Alcántara, don Gómez de Solís —que había nolíticas, con ui
derrotado en las calles de Cáceres a los partidarios de Enrique IV. semejan capiteli
acaudillados por el clavero Alonso de Monroy, y acabado de des­ y desde él hasta
truir el alcázar—, el llamado Palacio de los Reyes, cuyos límites das, algunas de
eran «de la una parte, el cimenterio de la iglesia de Sant Mateo, graníticas del j
e de la otra parte la iglesia de la madalena, e de las otras partes los altura es de cinc
dichos solares del Alcázar» (25). Adosada a m
Pocos meses después, según una carta del dicho infante don Al­ un barandal de
fonso «D. Gome de Solís hizo gracia e donación pura e perfecta, interior del sin ]
e non revocable a ... Diego de Cáceres, del palacio que se dice de los merced a una o
Reyes, que está situado en los alcázares del alcázar viejo». Este existe abertura a
palacio debió estar situado en el lugar que hoy ocupa la casa y torre No es fácil j
de las Cigüeñas, porque ésta fue la construcción erigida más tarde y fuerte, despro
por Diego de Cáceres en dicho sitio y sobre buena parte del solar realzan su belle
del alcázar, utilizando parte del material de derribo de la fortaleza existen en Espai
mora para terminar su nueva residencia. traño que, dada
Casi al mismo tiempo el monarca cedió a Diego Gómez de To­ y acondicionarai
rres el resto del solar y los aljibes del alcázar viejo, que abarcaban, murallas, en la s<
aproximadamente, la mitad oriental. Sancionaron esta donación en Otros aljibes
1476 los Reyes Católicos, autorizando a Gómez de Torres para cons­ cia, existen en
truir su casa; pero sin que pudiera fortificarla, e imponiéndole ser­ aunque medio d(
vidumbre sobre las aguas del aljibe para que fueran aprovechadas
por el común de los vecinos.
En el referido documento de concesión, dado por don Fernando
y doña Isabel, se especifica que el terreno cedido a don Diego Gó­ Por lo que lie
mez era «el ladrillo e los aljibes del dicho alcázar, fasta dar a la almohade de Cá
madalena, e fasta casa de carvajal, e del otro lado fasta dar en el pie durante más
muro»; lo que evidencia que el total de los solares de la imponente yoría de sus pue
residencia de los reyezuelos o gobernadores moros, en la medina das, albarranas y
cacereña, abarcaban toda la extensión que al principio hemos se­ en el medievo a
ñalado (26). más ingentes, úl
Lo único que se ha conservado hasta nuestros días del soberbio y fensas como por
Estas evident
(25) Archivo de López Montenegro, según cita de F loriano C umbreño . menor reparo, a
en su Guía histérico-artística d e Cáceres, págs. 80-82 (Cáceres, 1929). Véase
también la ref. crón. arqueológica de T orres B a lbá s , pág. 467. castillos extreme
(26) Ibid. ceres, la oppidur¡

184
regio edificio a que venimos haciendo referencia es el interesante
aljibe, construido en el subsuelo, menos por el lado oriental, donde
el terreno desciende en rápido declive.
La planta es rectangular, de 15,40 metros por 13,20 exterior-
mente, y de 13,40 por 9,90 en el interior.
Los muros son de manipostería, y de ladrillo arcos y bóvedas.
Lo forman cinco naves de 2,20 metros de ancho y 9,90 de longi­
tud, cubiertas por bóveda de medio cañón y separadas entre sí por
cuatro series de otros tantos arcos de herradura (16 en total) sobre
gruesas columnas de granito, en número de 12, de cabeza tosca, mo­
nolíticas, con un anillo de resalto en cada extremo del fuste, y que
semejan capiteles visigóticos. El pavimento está solado de ladrillo,
y desde él hasta la clave de las bóvedas —con perforaciones cuadra­
das, algunas de las cuales se acusan en el pavimento de las losas
graníticas del patio, por los que penetra el agua de lluvia—, la
altura es de cinco metros.
Adosada a uno de los muros existe una escalinata para bajar hasta
un barandal de madera desde donde se contempla toda la fábrica
interior del sin par monumento reflejándose en las tranquilas aguas,
merced a una oportuna y hábil instalación de luz eléctrica, pues no
existe abertura alguna que permita el paso a la luz del día.
No es fácil precisar la fecha de construcción de esta obra, tosca
y fuerte, desprovista de elementos decorativos que, en cierto modo,
realzan su belleza. La mayor parte de los aljibes semejantes que
existen en España son de los siglos xm y xiv, y nada tendría de ex­
traño que, dada su traza rudimentaria, éste de Cáceres lo excavaran
y acondicionaran los almohades al mismo tiempo que levantaron las
murallas, en la segunda mitad del siglo xn.
Otros aljibes parecidos, pero más pequeños y de menor importan­
cia, existen en los castillos extremeños de Trujillo y Montánchez,
aunque medio derruidos ya y llenos de cascotes.
# # *

Por lo que llevamos dicho, resulta indudable que la cerca romano-


almohade de Cáceres, cuya primitiva fábrica permanece todavía en
pie durante más de dos terceras partes de su trayecto, con la ma­
yoría de sus puertas en perfecto estado y sus múltiples torres adosa­
das, albarranas y flanqueantes, dio categoría de auténtica plaza fuerte
en el medievo a la vieja Norba, y resultó así una de las fortalezas
más ingentes, útiles y codiciadas, tanto por sus completísimas de­
fensas como por su acertada posición estratégica.
Estas evidentes circunstancias señaladas nos han decidido, sin el
menor reparo, a incluir en este libro, destinado al estudio de los
castillos extremeños, una ligera referencia de la fortaleza de Cá­
ceres, la oppidum fortisimum barharonim a que hacen referencia los
cronistas que se ocuparon de reseñar las vicisitudes bélicas subsi­
guientes a la reconquista y liberación d« las tierras del reino de
León y la zona de la Trañsierra, la estratégica parte septentrional
de la provincia del Garb musulmán.

E L CAS

C a u r ia y SU CERCi

Sobre empina
parte sur, bordea
ya su abundante
tiendo beneficios
vieja ciudad fun
milicia preferida
las más lucidas
siempre logrado,
combativo e indc
Arrago y demás
nado.
Por los lados
roñada por la ciu
acentúan su prr
juicio, lugar indii

186
les bélicas subsi-
Tas del reino de
irte septentrional

COCIA

E L CASTILLO Y PLAZA FU ERTE DE CORIA.

C a u r ia y su c e r c a r o m a n a .

Sobre empinada meseta, cuyo talud más pronunciado, por la


parte sur, bordea la margen derecha del inquieto Alagón —cuando
ya su abundante caudal se ha tornado tranquilo y discurre, prome­
tiendo beneficios, por anchurosa y plácida vega— , se halla una
vieja ciudad fundada por los vetones: C a u r i a , cuna de aguerrida
milicia preferida por los romanos para integrar cohortes y formar
las más lucidas y valerosas legiones de su Imperio; propósito no
siempre logrado, dado el amor a la independencia y el espíritu
combativo e indomable de las tribus que ocupaban las riberas del
Arrago y demás afluentes del histórico e interesante río mencio-
nado.
Por los lados del este y el oeste de la señalada prominencia co­
ronada por la ciudad de Coria, otros tantos cauces de dos arroyuelos
acentúan su privilegiada posición estratégica, que es, a nuestro
juicio, lugar indicado para asiento de uno de aquellos útiles y so-

187
corridos castros <
nos ocurre pregi
primitiva fortificí
de T. Martín Gil
88íp»i5&:^
C 0 H I A . Sxiáieaoiíai
—m safí los corianos de t
PX;_no ’d V T a c á F & í róasan a de al afirmar lo sigi
C o r i a , ü s c o > i- df. ua ¿üiüi.. ¿'.'.úSí-íiC!ia. lo dice, a mi juic
- «ui-.i.jiO , ¿ s i d o o - r r e ; id o 2 .-C * ¡c Ci .-i'—i —'.'Ai'í-.o u lié-
en ;i a r t s ; o r •. V e lo . í* jí o . rid a . trazando una lír
3 .-Q u .a 'ii ll o , 'v ; Pedro y de la G
•, :¡o llo .
5 .- de l a 3 u i& .
tros. Las dos pu<
o . - . a ro i-tix io . El mencionad
7 ,-B is it * a s i ¿ o l o á & i Car- inferior había ví
iie il.
3,-itíe- í.. a; íe¡ir«,; cree que la aut<
y'.-Pua<,te r 0;;,íiO0. pero se queda a
1 0 . -C au ce , ' r i .ix iv o d e l r i o la E dad del c o l
A li- jín .
- io . «... existen dos
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1U9 f u i d e l Du-
t- A lba. blanca; la según
.o s e l Cuto h a c i a e l mil. Existe, junt
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debió estar fortif

Dejando a ui
dudable es la i
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S‘-yin M~lidí»« pacificación, de:
peradores de orí;
La existencia
paño, en tiempc
Plinio y Tito Li
en nuestro país
tos se conservan
C oria.— Plantas de la muralla que envuelve la ciudad, y del castillo. Esta pueda reputarse
última, según Mélida punto de confli
(1) T omás M
mana», art. publicí
(2) Ibid.
corridos castros que tanto abundaron en toda la comarca. Pero se
nos ocurre preguntar: ¿cuál fue el recinto del viejo castro de la
primitiva fortificación de Coria, construido por los celtas, en opinión
de T. Martín Gil? El mismo historiador, el más ilustre y erudito de
los corianos de todos los tiempos, responde a nuestra interrogación
al afirmar lo siguiente: «Un paseo por los alrededores de Coria nos
lo dice, a mi juicio. Arrabal del Carmen y parte de la ciudad actual,
trazando una línea más o menos curva entre las puertas de San
Pedro y de la Guía. Esta parte forma la meseta clásica de los cas-
tros. Las dos puertas, entradas que respetan los romanos» (1).
El mencionado escritor se inclina a admitir que en el Paleolítico
inferior había ya habitantes en las orillas del caudaloso Alagón, y
cree que la auténtica fortificación cauriense se debe a los celtas;
pero se queda con la duda de que existiera ya recinto defensivo en
la E dad del cobre. He aquí cuanto escribió sobre este particular:
«... existen dos razones de peso para creerlo así. La primera el
nombre, que aseguran los filólogos ser celta y significa fortaleza
blanca; la segunda es una conjetura mía y la creo bastante verosí­
mil. Existe, junto a Coria, un castro céltico indudable, que yo he
visitado, cuyas casas tienen planta circular. Sin embargo, Coria
debió estar fortificada en la Edad del cobre» (2).
* « #

Dejando a un lado las consignadas conjeturas, lo que resulta in­


dudable es la mucha importancia que adquirió Coria durante la
dominación de nuestra patria por los romanos. Veamos:
En un período de dos siglos realiza Roma conquistas de todo gé­
nero en tierras de la Península Ibérica; y aunque durante las dife­
rentes fases guerreras no fuera la situación muy propicia para el
desarrollo de las artes, es indudable que en aquel tiempo los roma­
nos dejaron huellas bien patentes, hermosas e indestructibles obras
construidas en la época del Imperio, durante el que España se vio
notablemente favorecida, primero por Augusto, de quien data su
pacificación, desarrollo y engrandecimiento, y después por los em­
peradores de origen español.
La existencia de castillos y murallas defensivas en el solar his­
pano, en tiempos de la dominación romana, es un hecho innegable.
Plinio y Tito Livio trataron de los castillos construidos y utilizados
on nuestro país para defensa de puntos estratégicos; pero pocos res­
tos se conservan de esta clase de fortificaciones, entre las que acaso
pueda reputarse como tal la recia fábrica de sillería existente en el
punto de confluencia de los ríos Almonte y Tajo, no lejos de Cá-
(1) T omás M artín G i l : •Rinconcillos d e nuestra historia. Coria anterro-
m an a», art. publicado en el diario Extremadura, el sábado 8-2-1947.
(2) Ibid.

189
ceres, como ya se hizo constar al ocuparnos del castillo de Alco­ eionado se halló
nétar (3). templos y otros
Mejor puede juzgarse de las murallas defensivas por los restos Hübner, en si
existentes en algunas ciudades españolas: Lugo, Car mona, Barcelona, los epígrafes de
Tarragona, Muro de Agreda, Cáceres, Mérida y Coria, por no citar que envuelve a
más que algunas de las más importantes. P. Fita, Santos (
De todos los cinturones murales levantados por los romanos, es Se acercan a
el de Coria el mejor conservado; y no sólo en territorio español, sino trados, interpreta
que también en todo el continente europeo. Si bien es verdad que que han ido apa
esta maravillosa obra de arte está bastante desfigurada con pegotes^ particulares, mur
amasijos y construcciones posteriores adosadas a su fábrica primi­ sobre todo, com<
tiva; pero, a pesar de ello, las murallas de Coria son de una belleza donde aún pued
impresionante y podrían fácilmente restaurarse conforme al patrón y a distancia van
de los primeros tiempos, consiguiendo con ello un ejemplar único. mente, la mayori
Además, la forma de exágono irregular de la cerca de la ciudad De las cuatrc
cauriense justifica sobradamente el casco urbano conforme a los todavía dos ente
preceptos fundamentales que aquellos conquistadores tenían presen­ profanada muy r
te para la fundación de sus poblados. de estilo deplora
Se debió pretender que el trazado y cerco de Coria fuera cua­ perfecto estado. ]
drado o rectangular; pero por exigencias topográficas, especialmente Francisco o del ]
en el lado sur, donde existe y debió existir siempre el enorme terra­ deterioros y mixti
plén que mira al Alagón, surgieron complicaciones en su demar­ La puerta de
cación. riza a imaginar t
la funesta refon
paños exteriores
torres sobresalen
Las murallas que cercan a Coria tienen un espesor de más de
seis de anchura,
cuatro metros, y su altura oscila entre los 10 y los 14 por algunos
centímetros; y la
lados. Como si poco tiempo ha hubieran sido edificadas, se conservan
arcos separados j
muy bien y son bastante sencillas. Y resultan bellas precisamente por
gitud, enfilan el
su sencillez, aunque, como hemos indicado, múltiples construcciones
por la parte inte
pegadizas las desfiguran y quitan vistosidad. Asimismo, las estropean
mando todo ello \
considerablemente los balconcillos, ventanas y terrazas que en los
La puerta de
últimos tiempos han improvisado sobre la parte alta de las mismas,
nuina e interesal
con perjuicio, o la desaparición total en muchos casos, de sus típi­
descrita. Sobre í
cas almenas. colocado una im
Tienen todavía hermosos lienzos en buen estado; y en toda su
Guía, a que deb
longitud, en el trayecto de sus muros, se alzan torres cuadradas
tímetros más esl
separadas por distancias que oscilan entre los 20, 25 ó 30 metros. Al­
Pedro; pero la 1
gunas, pocas, almenas dan fe del coronamiento del viejo recinto.
Es digno de notar gran cantidad de piedras de sillería con ins­
cripciones, embutidas en la muralla, lo cual induce a suponer que (4) Las inseríp<
297, 298, 299, 300
la ciudad no fue cercada en un principio; y que, más tarde, al rea­ meros 53 y 46.
lizarse la fortificación, se empleó cuanto material labrado y acondi- Con ocasión de
conocer una lápida
(3) Véase cuanto hemos dicho en páginas precedentes relativo al castillo junto al muro de 1
de Alcántara. rebasar, hacia el inte

190
castillo de Aleo- cionado se halló a mano, procedente, en su mayoría, de túmulos,
templos y otros edificios arruinados ya y abandonados.
ras por los restos Hübner, en su obra Corpus scriptorum H ispaniae Latinae, inserta
rmona, Barcelona, los epígrafes de varias piedras acopladas en varias partes del muro
oria, por no citar que envuelve a Coria; como, asimismo, Viu, Ceán Bermúdez. el
P. Fita, Santos Calderón de la Barca y algún otro autor (4).
r los romanos, es Se acercan al medio millar los epígrafes que han sido regis­
orio español, sino trados, interpretados y publicados por diferentes autores; epígrafes
?n es verdad que que han ido apareciendo en el transcurso de los años en las casas
rada con pegotes, particulares, muros del castillo, excavaciones, aceras de las calles y,
su fábrica primi- sobre todo, como ya se ha indicado, en los lienzos de la muralla,
m de una belleza donde aún pueden verse en cantidad, empotrados a diversa altura
nforme al patrón y a distancia variable y caprichosa unos de otros; pero, desgraciada­
i ejemplar único. mente, la mayoría borrados e imposibles de descifrar (5).
?rca de la ciudad De las cuatro puertas que tuvo siempre la vetusta Cauria, hay
conforme a los todavía dos enteramente romanas: la de San Pedro, que ha sido
es tenían presen- profanada muy recientemente al acondicionar sobre ella un tinglado
de estilo deplorable, y la de la Guía, bastante restaurada, pero en
Coria fuera cua- perfecto estado. Las otras dos, la del Sol o del Carmen, y la de San
as, especialmente Francisco o del Rollo, especialmente esta última, han sufrido serios
el enorme terra- deterioros y mixtificaciones en su traza primitiva.
es en su demar- La puerta de San Pedro es magnífica, y su contemplación auto­
riza a imaginar el primitivo estado del recinto murado, a pesar de
la funesta reforma indicada y de las ventanas perforadas en los
paños exteriores de las torres cuadradas que la flanquean. Estas
torres sobresalen tres metros del arco de entrada y tienen cada uno
f>esor de más de
seis de anchura. Las separa una distancia de cuatro metros treinta
5 14 por algunos
centímetros; y la luz o diámetro del arco de entrada es de 3,70. Dos
das, se conservan
arcos separados por un tramo abovedado, de cuatro metros de lon­
precisamente por
gitud, enfilan el paso que se prolonga entre las dos torres que,
es construcciones
no. las estropean por la parte interior del recinto, flanquean en parte la puerta, for­
•azas que en los mando todo ello un callejón de más de 12 metros.
La puerta de la Estrella o de la Guía es, asimismo, muy ge-
a de las mismas,
nuina e interesante por su disposición parecida a la anteriormente
isos, de sus típi-
descrita. Sobre el arco exterior tiene una hornacina donde se ha
o; y en toda su colocado una imagen bajo la advocación de Nuestra Señora de la
torres cuadradas Guía, a que debe su nombre. Las torres colaterales son unos cen­
tímetros más estrechas en relación con las de la puerta de San
ó 30 metros. Al-
Pedro; pero la longitud del paso entre los dos arcos, el callejón
viejo recinto,
sillería con ins-
í a suponer que (4) Las inscripciones romanas de Mélida señaladas con los números 296,
lás tarde, al rea- 297, 298, 299, 300 y 301, fueron publicadas en el B. d e la R. A. d e la II., nú­
meros 53 y 46.
ibrado y acondi- Con ocasión de nuestra visita a Coria en 18 de abril de 1960, pudimos
conocer una lápida sepulcral romana, con inscripción, empotrada en la calle
relativo al castillo junto al muro de la segunda casa que se encuentra en el lado izquierdo, al
rebasar, hacia el interior de la ciudad, la puerta de la Guía.
en total, es algo más largo. Siempre ha estado empotrada encima
del arco una piedra con un epígrafe que no ha podido ser inter­
pretado total y fielmente, por aparecer las letras medio borradas.
El texto que se conoce es el siguiente:

V E N I C ..........................
A. P I S N T ......................
I. A N. I X ..........................
F. C .........................................

En dicha piedra, que es una lápida sepulcral, además de este ge-


roglífico, existían dos cabezas talladas, sin apenas relieve por la
acción del tiempo; y sólo ha podido colegirse que perteneció la
misma a una niña de nueve años.
La puerta del Sol o del Carmen resulta también un notable ejem­
plar, aunque carece de sus detalles característicos: las torres flan­
queantes. Los arcos de ella están enfilados en una distancia de cinco
metros, y la anchura es de 3,5. A uno y otro lados, y a partir de
ocho metros, por lo menos, se suceden a todo lo largo de la mura­
lla las consabidas torres cuadradas, a veces formando ángulo.
La cuarta puerta, la mejor orientada y vistosa, es la del Rollo,
que se llamó en otros tiempos de San Francisco, por ser paso obli­
gado hacia el convento de los Descalzos, situado por aquel lado y
extramuros de la ciudad. Conserva esta puerta la característica de
sus torres laterales; pero desfiguradas, así como su arco; y le quitan
todo el sabor los blasones del siglo xvi que le han parapetado.
Lo más interesante, al par que curioso, de las puertas de Coria,
son las ranuras o canales del rastrillo, que aún pueden verse en cada
uno de los lados, para, desde lo alto del muro colocado encima del
arco, dejar deslizar la compuerta que cerraba la entrada e impedir
el paso al interior de la plaza.
Las condiciones de defensa de la ciudad de Coria eran completas
y muy interesantes, pues a lo dicho debe agregarse la formidable y
estratégica situación de sus plazuelas, que se encuentran al rebasar
las puertas (6); en ellas, y parapetados los defensores en los muros
que las circundan, era empresa fácil contener y machacar al enemi­
go, aunque hubiera penetrado hasta bastante allá de las puertas.
Se supone, en buena lógica, que además de los recursos defen­
sivos que hemos señalado, debían existir fosos por las partes altas y
llanas que rodean la ciudad, correspondientes al norte, este y oeste,
especialmente, pues en el sur hubo siempre el pronunciado desni-

(6) Dice C eán B ermúdez (J uan A gustín) en su Sumario d e las antigüe­


dades romanas qu e hay en España, pág. 409 (Madrid, 1832), que «en la Real
Academia de la Historia está el diseño de una de ellas (de las puertas de
Coria), que deben ver y estudiar nuestros arquitectos».

192
empotrada encima
i podido ser inter-
is medio borradas.

idemás de este ge-


ías relieve por la
que perteneció la

i un notable ejem-
s: las torres flan-
distancia de cinco
los, y a partir de
largo de la mura­
ndo ángulo,
u es la del Rollo,
por ser paso obli-
por aquel lado y
característica de
arco; y le quitan
parapetado.
mertas de Coria,
f en verse en cada
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■ntrada e impedir

ia eran completas
s la formidable y
entran al rebasar
>res en los muros
ichacar al enemi-
e las puertas,
s recursos defen-
las partes altas y
«te, este y oeste,
onunciado desni-

trio d e las antigüe -


2), que «en la Real
(de las puertas de

Coria.— El castillo
1.3
vel que cae hacia la vega y en cuya cresta se empinan actualmente,
gallardos y en línea, los tres edificios más suntuosos y represen­
tativos de la población: el Palacio que fue de los Alvarez de Toledo,
la Catedral y el Seminario.
Debemos hacer constar que, además de las cuatro puertas que
hemos descrito, existió, desde tiempo inmemorial, un postigo abierto
en el lienzo sur, frente al viejo puente romano, y que debió ser ta­
piado no hace mucho tiempo, pues figura en todos los planos an­
tiguos que hemos consultado, y aun en el que se guarda, fechado
en el siglo xvm, en la Sección de Manuscritos de la Biblioteca Na­
cional.
# # #

E x p l ic a c ió n de las partes in t e g r a n t e s del plan o de la pu erta

de San P ed r o .

A.—Arco moderno de sustentación de la fachada de la casa o ha­


bitación B.
B.—Casa moderna, construida entre los salientes de las torres
flanqueantes, sobre el paso de la entrada.
C.—Arco primitivo de entrada.
D.—Arco igual que el anterior para encuadrar la ranura del ras­
trillo.
F.—Arco de paso al interior de la población.
G.—Casa moderna alzada detrás de la puerta, cuyo suelo vuela en
línea recta sobre el vacío o desembocadura de aquélla, apoyado en
las casas inmediatas. Los arcos originales de la puerta tienen una
altura aproximada de cinco metros.
N ota.—Las medidas tomadas por Bordejé, que difieren un tanto,
se dan a base de las de Mélida, salvo cuando las facilitadas por
este académico no son aceptables. El espesor de la muralla o muros
adyacentes, hoy invisibles, es también el señalado por dicho autor en
su Crónica de la provincia de Cáceres.
Mélida se olvidó anotar o indicar la existencia del rastrillo con
su ranura y el segundo arco, a pesar de ser elemento esencialísimo
de la defensa de la puerta.
Las torres interiores, que dicho autor admite como prolongación
de la puerta, no existen, ni es posible que hayan existido; y lo mismo
sucede con el largo pasadizo de 16,30 metros de que habla, el cual
se reduce, en realidad, a 12 metros, incluyendo las dos casas mo­
dernas alzadas antes y después del paso real de la puerta (de A a F).
No es posible ver y examinar ya las murallas o lienzos antiguos
encerrados entre casas; pero es muy posible que Mélida tomara como
torres el resalte que, como en muchos otros casos, formaba por den-

194
}inan actualmente,
uosos y represen-
Vl\arez de Toledo,

uatro puertas que


un postigo abierto
que debió ser ta-
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■difieren un tanto,
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por dicho autor en

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xistido; y lo mismo
que habla, el cual
las dos casas mo-
puerta (de A a F).
o lienzos antiguos
lélida tomara como
. formaba por den-

Coria .— Muralla enjalbegada y solana sobre los restos de una vieja torre
tro la puerta, por ser más largo el pasadizo abovedado de ésta que ción de fuera ¡
el espesor de esos lienzos adyacentes. Esos resaltes internos suceden
que ocupa la pa
muchas veces por esa razón; pero no pueden tomarse como torres lo
N ota.—Esta
que, en realidad, es la alzada interna de la puerta. (Véase el plano.)
cerca romana c
En este caso concreto de la puerta de San Pedro, de Coria, el
Aunque algo a\
paso auténtico de la misma es el que va desde el arco C al F, que primitiva y cor
era más largo que el espesor de las murallas; y por eso la parte pos­
su grandiosa fac
terior de la puerta tenía que resultar o sobresalir algo por dentro
Como todas
en relación con las murallas. deberían ser mí
Dado el estado actual de la puerta y de las casas contiguas, nada
y vaciada, con i
puede apreciarse de esas torres ni de ese largo pasadizo interior;
ramento de sill
y como la puerta está totalmente desfigurada en relación con su
homogéneos qu
primitiva traza y aspecto, no hay forma de cerciorarse de que tales
pondan tambiéi
torres interiores existieran.
balcón debe peí
Por desgracia, y por esas lamentables superposiciones de casas
sobre el mismo
modernas, en todos los tiempos, la puerta ha quedado totalmente
Como es co
anulada, desvirtuada en cuanto a su forma y perspectiva.
adosadas por d<
De otra parte, las torres flanqueantes que, seguramente, y como
puede verse ai
de costumbre en las obras romanas de esas dimensiones, fueron ma­
sus partes altas
cizas, han sido rebajadas en su primitiva altura, y perforadas y va­
unas calles que
ciadas hasta convertirlas en habitaciones; y las puertas y ventanas
Para trazar
abiertas en sus muros disminuyen también grandemente su belleza
didas que faci
original, ya que, salvo los paramentos de sillares del frente externo
realidad que b
de las torres —muy diversos en dimensiones y, a veces, en su labra—,
Pero dicho autc
toda la estructura ha quedado reducida al paso abierto entre las
trillo, a pesar
casas C y F, donde la puerta manifiesta su auténtica filiación y
mismo modo q
procedencia.
clásica y menc
puerta aboca p<
P l a n t a d e l a p u e r t a d e N u e s t r a S e ñ o r a d e l a G u ía .

P lan ta de l a <
Explicación:
C arm en.

A.—Arco o bóveda originales de la fachada de la puerta, com­


Explicación:
puesto con sillares, pero arreglado o reconstruido, más tarde, con la­
drillos. La bóveda arranca de unas impostas laterales de las torres
A.—Puerta ]
flanqueantes. La altura aproximada es de 10 metros.
B.—Torre <
B.—Arco dovelado de entrada, cuyas jambas tienen ya muy co­
balcón.
rroídos o gastados sus sillares. Altura aproximada, cinco metros. Sobre
el alto tímpano o muro de este arco hasta la bóveda exterior, está C.—Muros i
D.—Muro ;
una imagen tallada de Nuestra Señora de la Guía.
sillares.
C.—Banura y barco del rastrillo. Este arco es dovelado como
E.—Torre y
el anterior, pero de menos espesor.
existentes.
D.—Bóveda rebajada, de ladrillos.
E.—Arco interior dovelado; pero no tiene más de cuatro metros F.—Lienzo
edificios princi
de altura, porque el paso de la puerta asciende en rampa en direc­
tedral y Palaci
196
ado de ésta que ción de fuera a dentro. Sobre este arco se ve una casa moderna
internos suceden que ocupa la parte o cara interior de la puerta.
e como torres lo N ota.—Esta puerta de Nuestra Señora de la Guía es de las de la
;Véase el plano.) cerca romana de Coria, la que mejor muestra su aspecto original.
Iro, de Coria, el Aunque algo averiadas, existen las torres flanqueantes con su altura
reo C al F, que primitiva y con su elevada bóveda o arco exterior, que constituía
eso la parte pos­
su grandiosa fachada.
algo por dentro Como todas las romanas de esta traza y dimensiones, las torres
deberían ser macizas, pero la de la izquierda está también perforada
contiguas, nada y vaciada, con un balcón que rompe su frente externo y el bello pa­
asadizo interior; ramento de sillares, que en esta puerta son mucho más regulares y
relación con su homogéneos que en la de San Pedro, aunque por su tamaño corres­
rse de que tales pondan también a un gran aparejo auténticamente romano. Dicho
balcón debe pertenecer a la casa o habitación construida, por detrás,
iciones de casas
sobre el mismo paso de la puerta.
dado totalmente Como es corriente en Coria, la puerta está flanqueada de casas,
«ctiva. adosadas por dentro y por fuera; pero por tratarse de edificios bajos,
•ámente, y como
puede verse aún todo el conjunto de su fachada, sobre todo en
[>nes, fueron ma- sus partes altas. Se abre la puerta en un rincón, al que se llega por
perforadas y va- unas calles que ascienden en rampa hacia el interior.
ertas y ventanas Para trazar esta planta se han tenido en cuenta las escuetas me­
nente su belleza
didas que facilita Mélida, que por cierto se aproximan más a la
el frente externo
realidad que las que señala referentes a la puerta de San Pedro.
?s, en su labra— , Pero dicho autor se olvidó aquí, igualmente, de la existencia del ras­
ibierto entre las
trillo, a pesar de la importancia de tal elemento defensivo; y del
ntica filiación y
mismo modo que en la otra puerta aludida, ya no existe aquí la
clásica y mencionada por algunos autores plaza interior, pues la
puerta aboca por dentro en una calle de la ciudad.

P la n ta de la que se lla m a in d is t in t a m e n t e pu er ta del So l o del


C arm en .

la puerta, com-
Explicación:
lás tarde, con la-
les de las torres
A.—Puerta propiame dicha.
ros.
B.—Torre del recinto general, hueca en su parte alta, con un
■nen ya muy co­
balcón.
ico metros. Sobre
C.—Muros o lienzos de sillares romanos, sin alterar.
da exterior, está
D.—Muro agrietado y descarnado de su antiguo paramento de
sillares.
dovelado como
E.—Torre ya desaparecida, y de cuya existencia dan fe los restos
existentes.
F.— Lienzo del frente sur, que se continúa y protege a los tres
Je cuatro metros
edificios principales de la ciudad, situados en línea. Seminario, Ca­
rampa en direc-
tedral y Palacio. Este muro ha sido recompuesto y alterado en su
primitiva constru
han desapareció
día y figuran en
el cual se señalan
G.—Acceso ei
H.—Camino (
(¿ P C o M a d ita . Q tt u t r t jx d a t S e t .
I.—Camino, e
(e*u¿k+r). J.—Pretil alte
Alagón.
K.—Calle ant
las casas a ellas a
Nota.—Esta ]
dos de cinco mel
Las dimensio
para esta puerta
las comprobadas
primero de dich
tiene torres flan»
pues, Bordejé no
basta ver el esph
es una d e las pa
para apreciar q
| *»saziw
fe estructura, y d e
£%&C¿*ú
& ‘tommrde. Gkia (C*0tm), i tilh
ti*.,*<
«• bieran notado su
Ú%k4¿a,Se&CfétfitudiS'S^dl& va qu e esos mun
De completo
X"------ trense, creemos
Mélida jamás es
/
A el altozano, deb
1 1 poterna tal vez
p? <*; !. * 5 otra puerta más
15, rior de la plaza,
J r~ dovelados, que •
tentes de sus rep
No existió, p
...» ' de la llamada 1
1 derecha, que pe
Aprovechami
tm(tuur de
Cc¿4**S#i.Chía ciones y otros es
§*tb %■ fcáedjtyfák.%Xa~dt&Jíteua dos por \lado2
como buena pa
lid a.
C o ria - -Plano de tres de las puertas del recinto romano: la del Sol o del La referida 1
Carmen, la de San Pedro y la de la Guía a ocho metros i
debió ser maciz
y su aparejo pa
primitiva construcción en algunas partes, hasta el extremo de que
han desaparecido totalmente las tres torres que miraban al medio­
día y figuran en el viejo plano de la ciudad que publicamos, y en
el cual se señalan con puntos.
G.—Acceso en pequeñísima rampa a la puerta del Sol.
H.—Camino que sube hacia y ante la puerta.
I.—Camino, en gran parte, que asciende desde el puente romano.
J.—Pretil alto sobre las perspectivas del antiguo cauce del río
Alagón.
K.—Calle ancha que sigue al recinto de las murallas, cubierto pol­
las casas a ellas adosadas.
Nota.—Esta puerta está formada por dos amplios arcos aboveda­
dos de cinco metros de altura, con una bóveda intermedia.
Las dimensiones dadas por Mélida en su Catálogo monumental
para esta puerta casi coinciden, o, mejor, se aproximan bastante a
las comprobadas y facilitadas por Bordejé; pero a pesar de que el
primero de dichos historiadores asegura que la referida puerta no
tiene torres flanqueantes, aunque pudo tenerlas y desaparecer des­
pués, Bordejé no admite este supuesto, y escribe a este respecto que
basta ver el espléndido muro o Uenzo en que la puerta se abre —que
es una d e las partes más visibles y m ejor conservadas del recinto—,
para apreciar que su muro perm anece auténtico y original en su
estructura, y d e existir antes las referidas torres flanqueantes se hu­
bieran notado sus huellas, alterando la maravillosa unidad constructi­
va qu e esos muros presentan.
De completo acuerdo con este especialista en arquitectura cas­
trense, creemos también que esas torres flanqueantes a que alude
Mélida jamás existieron, y que dicho acceso, por su situación sobre
el altozano, debió ser siempre una puerta secundaria, o mejor, una
poterna tal vez en su origen, que fue reemplazada más tarde por
otra puerta más amplia para facilitar la comunicación con el inte­
rior de la plaza. Justifica este nuestro parecer la traza de los arcos
dovelados, que son relativamente modernos, y las claras huellas exis­
tentes de sus reparaciones.
No existió, por tanto, en todos los tiempos más torre de flanqueo
de la llamada hoy puerta del Carmen que la cercana torre de la
derecha, que pertenece ya al recinto general.
Aprovechamos este momento para hacer constar que las orienta­
ciones y otros extremos sobre las puertas de la cerca cauriense señala­
dos por Madoz en su Diccionario están, asimismo, equivocados,
como buena parte de los datos que aporta el cronista señor Mé­
lida.
La referida torre mural, y en parte flanqueante, a pesar de estar
a ocho metros y medio de distancia de la puerta, que, como todas,
debió ser maciza, está intacta hasta los seis o siete metros de altura,
y su aparejo parece algo anterior al de los lienzos contiguos. Ahora

199
lleva encima un cuerpo habitable, moderno, con tejado y un balcón.
Tanto la torre a que venimos refiriéndonos como el muro que
sigue circundante, aparecen desmochados, rebajados de su primitiva
altura; aunque han procurado repararlos en su parte más elevada con
un mampuesto de lajas pizarrosas y toscas, divididas o contenidas
por cajas compuestas de cintas de ladrillos y sillares colocados verti­
calmente. Procedimiento, desde luego, muy curioso y singular.
Sobre las dichas reparaciones se aprecian aún otros muros, en
algunos sitios, que deben haber de pertenecido a algún otro edificio
alzado sobre ellos en el interior.
La altura aproximada de los lienzos de la muralla junto a la
puerta a que venimos refiriéndonos es de unos 12 metros en total,
comprendida la faja superior de mampuesto con lajas, que tendrá
alrededor de tres metros de alto.
Al pie del muro de la izquierda de la puerta del Sol corre hoy un
pequeño múrete de cemento hecho poco tiempo ha, que aparece
afirmado, a modo de cimiento o recalzo, por otra tanda de las mismas
lajas pizarrosas. Ello se debe a una reciente reparación, pues por
haberse rebajado el suelo en el ángulo que forma la muralla en
aquella parte, se desprendían algunos sillares; y ello es lamentable,
porque la no completa y adecuada reparación del muro en aquel sitio,
conforme a los cánones arquitectónicos, motiva una impresión de­
primente y reduce el valor y mérito de la gran muralla romana que
circunda Coria, por no conservarse en su totalidad.
Al final de la esquina se ve que, por haberse quitado, o haberse
caído, el paramento de sillares, el muro queda al descubierto, pre­
sentando su núcleo constructivo interior de hormigón con piedras.
En dicho ángulo, el muro revuelve ya para prolongarse hasta la
esquina suroeste del recinto, corriendo paralelo al río. Este frente
de murallas sólo tuvo torres en su primer trozo y debió carecer
de ellas en el resto del trayecto. Es casi seguro que nunca las tu­
viere por asentar sobre pronunciada escarpa natural que hacía inex­
pugnable la plaza cauriense por aquel lado. De todas formas, como
se aprecian señales inequívocas de haber sido reparado el muro en
algunas partes y no conserva, por tanto, su fábrica de origen, las
mezclas e inclusiones que se ven en él, de sillares, piedras y ladri­
llos, pudieran ser testimonio de que existieron en tiempos pasados
algunos cubos o baluartes análogos, como el que figura en la parte
suroeste del plano de la cerca, junto a la torre redonda del palacio
que fue del doctor Camisón.
Partiendo desde la puerta del Carmen en dirección al río, apenas
rebasada la esquina se alzaba una torre, según evidencian los silla­
res y otros restos todavía allí abandonados, aunque en el muro no
se perciben señales claras de ello; pero es lógico, natural y hasta
preciso, que la aludida torre existiera en lugar tan estratégico. Apa­
rece también en el plano señalada con puntos,

200
¡ado y un balcón,
mo el muro que
s de su primitiva
más elevada con
das o contenidas
s colocados verti-
y singular,
otros muros, en
Igún otro edificio

iralla junto a la
metros en total,
lajas, que tendrá

Coria.— Puerta del Sol, de Carmen o del Cubo


Sol corre hoy un
ha, que aparece
da de las mismas
ración, pues por
a la muralla en
lo es lamentable,
iro en aquel sitio,
la impresión de-
■alla romana que

litado, o haberse
descubierto, pre­
gón con piedras,
ongarse hasta la
río. Este frente
y debió carecer
íe nunca las tu­
que hacía inex-
as formas, como
rado el muro en
a de origen, las
piedras y ladri-
tiempos pasados
511ra en la parte
>nda del palacio

>n al río, apenas


lencian los silla-
en el muro no
natural y hasta
“stratégico. Apa- w ¡ - ' -""H-
Puerta del Rollo o de San Francisco en perfecto estadc
musulmana a que
No detallamos las partes integrantes de esta puerta porque, según patentiza que es
ya se hizo constar, ha sido tan reconstruida y modificada, que no cadentes de los últ
conserva detalle alguno de su primitiva factura romana. La primera reí
interesantísimo ej<
El Postigo o Portillo Conde, cuando da
Omar-ben-Alaftas.
En la parte media, aproximadamente, del gran lienzo meridional Taxín, reclamandc
de la muralla de Coria, ha existido desde siempre una abertura o hermosa perla del
paso conocido con el nombre de el Postigo. Figura en cuantos pla­ el rey Alfonso VI
nos antiguos hemos examinado de la cauriense ciudad, y hoy apa­ guíente tenor: «E
rece tapiado y transformado en una alcantarilla, por la que vierten fortaleza, tal que
determinados residuos. centro de la ciud
Nos inclinamos a admitir que desde tiempo inmemorial existió en las partes dé la ci
aquel sitio una puerta de escape, quizá una poterna o un portillo ac­ dedor; así, a los i
cesible, para bajar al río. distantes; de man
un viento fuerte
taban; pero se ap
y si no te das mu
En las afueras de Coria, por su parte norte, aparecen vestigios caballo, no tardan
del que fue acueducto romano, obra de escaso mérito a juzgar por Del contenido
su poca consistencia, ya que ha sucumbido casi totalmente ante el importancia de la
paso de los tiempos y el azote de los elementos. rracena, porque, <
Se extendía por arcos desde la urbe a los manantiales, situados por su ideal posic
éstos relativamente cerca del convento de San Francisco, cuyas rui­ tensas. Confirma <
nas aún levantan al cielo sus muñones carcomidos, a pocos metros de refiriéndose a di<
los arrabales que han surgido sobre los viejos solares de las eras. fuertes murallas \
De la época romana no queda ya más, referente al acueducto, que y una bonita pó
algún cimiento enterrado de sus pilastras, pues cuando lo vio Ponz (7), produce frutos ei
en 1784, según hace constar, no pudo apreciar otra cosa que escom­ El geógrafo <
bros esparcidos, detalles de algunas de las más recientes reparaciones Herculano, escril
y pequeños restos que daban fe de su fábrica primitiva. Kasr de los hijos
entrada o de la ah
Pero nada no«
n aun precisarse pu
más incomprensil
S it u a c ió n y d e s c r ip c ió n d e l c a s t i l l o . faciliten dato algi
pecto al formida
Las defensas de la vieja Cauria se ven aumentadas con la existen­ del Algarbe. Uni
cia de un castillo medieval adosado a su cerca romana; pero resulta
indudable que esta fortaleza, reducida en realidad a una elevada
(8) J osé A vton
y gallarda torre pentagonal, cuyos lienzos exteriores se conservan paña. 3.a parte, cap.
(9 ) M a r t ín e z i
(7) Además de Ponz, hace referencia a este ingenio romano el académico P¿?- 322 (Badajoz,
de honor de la R. A. de B. A. de San Femando, C eá n B eem úd ez , en la pági­ don de España. en r
na y obra citadas. (10) Véase el t

202
en perfecto estado, no es el primitivo castillo de la Medina Cauria
musulmana a que hacen referencia las crónicas, porque su fábrica
ta porque, según patentiza que es obra de la baja Edad Media, de los tiempos de­
lificada, que no cadentes de los últimos Trastamaras.
>a. La primera referencia que tenemos del castillo árabe de Coria,
interesantísimo ejemplar en su clase, nos la facilita el historiador
Conde, cuando da traslado a la tan curiosa como expresiva carta que
Omar-ben-Alaftas, rey del Algarbe, dirigió al famoso Jussef-ben-
ienzo meridional Taxín, reclamando auxilio para liberar de manos de los cristianos la
una abertura o hermosa perla del Alagón, que había reconquistado en el año 1077
en cuantos pla- el rey Alfonso VI. El contenido de uno de sus párrafos es del si­
dad, y hoy apa- guiente tenor: «En medio de la ciudad hay un castillo de mucha
>r la que vierten fortaleza, tal que excede a los más fuertes castillos; éste es como el
centro de la ciudad, y como el centro es un círculo, señorea todas
morial existió en las partes de la ciudad, y da vista y atalaya a toda la tierra de alre­
o un portillo ac­ dedor; así, a los que están cerca como a los que están apartados y
distantes; de manera que no era otra cosa esta fortaleza que como
un viento fuerte y tempetuoso en las salidas de los que dentro es­
taban; pero se apoderó de él un traidor enemigo, un soberbio infiel,
y si no te das mucha prisa en venir con tus huestes de a pie y de a
larecen vestigios caballo, no tardará en estar todo lo nuestro en desolación y ruina» (8 ).
rito a juzgar por Del contenido de esta misiva de Ornar se desprende la enorme
talmente ante el importancia de la plaza fuerte de Coria durante la dominación sa­
rracena, porque, como veremos, superaba a todas las de la comarca
antiales, situados por su ideal posición estratégica y lo bien acondicionado de sus de-
icisco, cuyas rui- tensas. Confirma esta apreciación el cronista El Edrisi, cuando escribe
pocos metros de refiriéndose a dicha ciudad: «La villa de Coria está rodeada de
■s de las eras. fuertes murallas y es antigua y espaciosa. Es una excelente fortaleza
d acueducto, que y una bonita población. Su territorio es extremadamente fértil y
lo lo vio Ponz (7), produce frutos en abundancia, sobre todo uvas e higos» (9).
cosa que escom- El geógrafo e historiador Madoz, tomándolo posiblemente de
ntes reparaciones Herculano, escribe: «...q u e era Coria parte de lo que llamaban
>a. Kasr de los hijos de Abú Danés, o Kasr el Felhal, el castillo de la
entrada o de la abertura» (10 ).
Pero nada nos queda ya de tan útil e importante fortaleza; v ni
aun precisarse puede el lugar de su emplazamiento. Todavía resulta
más incomprensible que las crónicas latinas de la Reconquista no
faciliten dato alguno relativo a la misma; silencio y más silencio res­
pecto al formidable castillo coriano tan elogiado por el reyezuelo
as con la existen- del Algarbe. Unicamente hemos podido encontrar una ligera refe-
ana; pero resulta
d a una elevada
(8) J osé A ntonio C onde : Historia d e la dominación d e los árabes en E s­
res se conservan paña, 3.a parte, cap. XVI, pág. 179 (Madrid, 1874).
(9) M artínez y M artínez (M. R.), en su Historia d el reino d e Badajoz,
imano el académico pág. 322 (Badajoz, 1904), da traslado de cuanto dice El Edrisi en su D escrip­
rmúdez, en la pági- ción d e España, en relación con Coria.
(10) Véase el t. II de la va cit. obr. de Herculano.
rencia, no al fuerte propiamente dicho y sí a una de sus destacadas
torres, en la carta que señalaba las donaciones hechas a la Santa
Iglesia de Coria por Alfonso VII, el Em perador, a poco de arreba­
tar la ciudad a los moros. Uno de los párrafos de la aludida dice así:
«Dono preterea E cclesie B. Marie, et prenom inato epíscopo eis suc-
cessoribus illam turrim qu e fuit d e Alchaetto maurorum, et solare
qu od est ante ipsam turrim in quo siti Domos constituat». Concedo
al obispo y a su iglesia de Santa María la torre que fue de Alchaeto
y el solar que se encuentra ante dicha torre, en cuyo lugar pueda
construir casas (1 1 ).
Debió ser, sin duda, esta aludida torre del moro Alchaeto de las
más pujantes y destacadas, ya que mereció significada y especial men­
ción en uno de los pocos documentos que se conservan de aquella
época. También en uno de los dibujos de Laborde (Alejandro) sobre
esta histórica ciudad aparece detrás del actual castillo, y a la al­
tura de la llamada Puerta del Sol, otro torreón que sobresale de la
muralla por aquel lado; su presencia nos inclina a suponer se trate
de algunos de los baluartes árabes, dada su excesiva elevación, que
está en desacuerdo con los demás cubos romanos, porque éstos
no rebasan ni rebasaron jamás el límite superior de la muralla.
¿Sería ésta la torre de Alchaeto?...
a #

En opinión de algunos escritores, el actual castillo de Coria, que


se alza soberbio y majestuoso sobre el caserío de la ciudad, fue
construido por don Gutierre de Solís, I conde de Coria y hermano
del maestre de la Orden de Alcántara, don Gómez, durante el tiem­
po que éste ostentó tan prestigioso cargo; pero es nuestro parecer
que debió ser construido algún tiempo antes; acaso cuando eran
señores de Coria los caballeros tem plarios (12), residentes en Al­
conétar, por ser dicho lugar cabeza de una de sus extensas y flo­
recientes encom iendas. Nos induce a creerlo así la relativa seme­
janza existente entre el castillo cauriense y la torre de Floripes, cuya
silueta, según ya se hizo constar, destaca sobre el viejo solar circun­
dado por los ríos Tajo y Almonte. Uno y otra fueron edificados con
bloques de granito, tienen contorno pentagonal y la quilla, o artista
sobresaliente, mira hacia el sureste en el de Alconétar, y hacia
el noroeste en el de Coria.
El castillo de Coria, concretamente, tiene forma semejante al ta­
jamar de un puente. Su planta pentagonal es un auténtico cuadra-

(11) G. V e l o y N i e t o : Coria. Reconquista d e la Alta Extremedura, pá­


ginas 42, 43, 44,,y apéndice III.
(12) E l rey Fernando II de León hizo donación a los Templarios, en 1168,
del señorío de Coria. Vid. «Coria com postelana i/ tem plaría», en el B. d e la R. A.
d e la H„ t. LXII, pág. 346, año 1912.

oru ■ Coria.— Puerta de


na de sus destacadas
s hechas a la Santa
r, a poco de arreba-
e la aludida dice así:
ato epíscopo eis suc-
maurorum, et solare
constituat». Concedo
que fue de Alchaeto
n cuyo lugar pueda

aoro Alchaeto de las


cada y especial men-
onservan de aquella
de (Alejandro) sobre
I castillo, y a la al-
que sobresale de la
a a suponer se trate
esiva elevación, que
lanos, porque éstos
rior de la muralla.

astillo de Coria, que


» de la ciudad, fue
le Coria y hermano
ez, durante el tiem-
•es nuestro parecer
acaso cuando eran
I, residentes en Al-
sus extensas y fio-
sí la relativa seme-
re de Floripes, cuya
■1 viejo solar circun-
eron edificados con
/ la quilla, o artista
Alconétar, y hacia

ma semejante al ta-
q auténtico cuadra-

Alta Extremedura, pá-

s Templarios, en 1168,
i», en el B. d e la R. A.

Coria.— Puerta de San Pedro, con sus cubos romanos cuadrados flanqueantes
do, con la adición, por uno de sus lados, de un triángulo, cuyo dalos y alanos a
vértice sobresale del recinto de las murallas. acontecimiento, p
Está situado al norte de la población, en el sitio más prominen­ la alianza y ocupa
te que le permite sobresalir y enseñorearse de toda la comarca. meses llegaran a
La fábrica es de sillería de granito y uno de sus ángulos rectos se Lusitania.
nos ofrece achaflanado, para poder alojar mejor su escalera interior, A fin de pod<
junto a la cual hay una puerta antigua que está cegada desde hace narca suevo, Re<
mucho tiempo. que facilitaba su
En la mitad de cada uno de los cinco lienzos, y en la parte alta amplios dominios
de los mismos, destaca una garita o torreoncillo de magnífica labra; Los habitante
y por ellos y por las paredes corre una cornisa de arquillos sobre perseguidos por
canes con bolas muy oportunamente dispuestas. el que se levante
Conserva sus almenas en derredor de su andén o terraza; pero las demás región
han sido repetidamente restauradas. y le sucedió en e
La entrada actual del castillo da a una cámara baja que se y continuó con si
comunica con otro departamento medio derruido, desde el que se Durante el re
ascendía al salón alto o principal cubierto con sólida bóveda gótica ticas de la relig:
de crucería, que todavía conserva una hermosa y grande chime­ cristiano, no dejí
nea y mechinales para galería corrida, en estado lamentable. Desde bárbaro. Hasta <
este último piso se pasa a la amplia terraza que corona la bella el año 456, el hi
torre (13). recorrió en triur
así toda la regió

III

N o t ic ia s h i s t ó r i c a s r e l a t iv a s a la c a p it a l d e l o h is p a d o c a u r ie n s e . No hay const
cualquier otra í
Ya en la época romana el cristianismo había salido de las ciu­ Extremadura, ju
dades para difundirse por los vicos y villas; y durante la dominación transcurrido de;
visigoda continuó este proceso. hasta el año 58Í
Afirma algún historiador extremeño (14) que, desde el siglo 11, torizó la celebra
la vieja Norba (Cáceres) y toda la extensa comarca que la circunda lados de toda 1
profesaba la religión del Crucificado. bonense que e
A los seis o siete años de la irrupción de los bárbaros en España, Coria, quien fin
el rey godo Walia, con el auxilio de los romanos, derrotó a los ván- cauriensis suscri¡
A este prela
(13) Durante nuestra última visita a Coria hemos encontrado en bastante cuya existencia
buen estado el interior del castillo, sus escaleras han sido reconstruidas, aun­ haber acudido í
que con ladrillo, y permiten el fácil acceso hasta la terraza, a pesar de la el rey Gundema
angostura de las mismas. Por estar rodeado de edificaciones no se aprecia la taginense, y oti
enorme altura de esta gigante torre pentagonal, cuya fábrica exterior se man­
tiene sin una sola brecha. Es extraordinaria su gallardía, la belleza de su
Sisenando, c
regia silueta, que pasa desapercibida para el visitante por los edificios que año 633 el IV (
rodean y ocultan gran parte del grandioso monumento. de Elias en el
Desde la esquina del lado noroeste, y casi a la mitad de la altura del cas­ sente en el VI <
tillo, arranca un muro, formando ángulo, que termina en un torreón, con andén
almenado, y que completa las defensas.
A la muerte
(14) H u r ta d o : Castillos..., pág. 68. Coria, Juan, qu

206
n triángulo, cuyo dalos y alanos arrojándolos de Iberia; y al poco tiempo de este
acontecimiento, pactó con los suevos, quienes quebrantaron pronto
áo más prominen- la alianza y ocuparon Mérida y Sevilla; lo que permitió que en pocos
a la comarca. meses llegaran a reunir bajo sus dominios la Galicia, la Bética y la
; ángulos rectos se Lusitania.
i escalera interior, A fin de poder controlar y regir sus extensos territorios, el mo­
egada desde hace narca suevo, Rechila, fijó su corte en Cáceres, punto estratégico
que facilitaba sus movimientos por ser el centro geográfico de sus
y en la parte alta amplios dominios, que se extendían desde Galicia a Andalucía.
í magnífica labra; Los habitantes de las riberas de los ríos Tajo y Alagón se vieron
le arquillos sobre perseguidos por Rechila, monarca pagano e intransigente, contra
el que se levantó el clero cristiano de Galicia, secundado por el de
•n o terraza; pero las demás regiones; pero, poco después, murió, estando en Mérida,
y le sucedió en el trono su hijo Reehiario, que abrazó la fe de Cristo
aara baja que se y continuó con su corte en la mencionada capital extremeña.
desde el que se Durante el reinado de Reehiario se fomentó el culto y las prác­
ida bóveda gótica ticas de la religión católica; aunque el rey suevo, a pesar de ser
y grande chime- cristiano, no dejaba en ocasiones de conducirse como un auténtico
amentable. Desde bárbaro. Hasta que, derrotado, finalmente, junto al río Orbigo, en
e corona la bella el año 456, el hijo de Rechila por el monarca godo Teodorico, éste
recorrió en triunfo la Lusitania y se apoderó de Mérida; pasando
así toda la región extremeña a poder de los nuevos conquistadores.

SISEADO CAUEEENSE. No hay constancia de los acontecimientos bélicos, religiosos o de


cualquier otra índole en las tierras de la que se llama hoy Alta
salido de las ciu- Extremadura, jurisdicción del obispado de Coria, en todo el tiempo
nte la dominación transcurrido desde la muerte de Reehiario, finales del siglo vi,
hasta el año 589 exactamente, en cuya fecha el gran Recaredo au­
desde el siglo n, torizó la celebración del III Concilio de Toledo; y entre los 71 pre­
a que la circunda lados de toda la España goda, de la Galicia y de la Galia nar-
bonense que estuvieron presentes, figuraba Jaquinto, obispo de
rbaros en España, Coria, quien firma así el acta correspondiente; Jaquintus, episcopus
derrotó a los ván- cauriensis suscripsit.
A este prelado sucedió en la silla apostólica de Coria Elias, de
rontraejo en bastante cuya existencia y dignidad se conservan documentos irrefutables; el
> reconstruidas, aun- haber acudido a Toledo, en el 610, para firmar el decreto dado por
Taza, a pesar de la el rey Gundemaro a favor de la única metrópoli de la provincia car­
aes no se aprecia la taginense, y otro pro confirm atione de la santa iglesia de Toledo.
ica exterior se man-
a, la belleza de su Sisenando, que se hizo proclamar rey en Zaragoza, convocó el
or los edificios que año 633 el IV Concilio de Toledo y a él asistió Bonifacio I, sucesor
de Elias en el obispado cauriense. Bonifacio estuvo también pre­
de la altura del cas- sente en el VI Concilio de la expresada ciudad durante el 638.
□ torreón, con andén
A la muerte de este purpurado fue elegido titular de la silla de
Coria, Juan, quien asistió y confirmó los documentos relativos a los
Concilios VI y VIII, celebrados también en Toledo en los años
643 y 653; y le sucedió en el cargo Donato, que estuvo presente
en el concilio provincial celebrado en Mérida.
El continuador de la dignidad episcopal en Coria fue Atala, a
quien algún tratadista llama Atula; pero en los testimonios de los
concilios a que asistió, el X II y el X III de Toledo, figuró con el
primer nombre indicado.
Bonifa cauriensis aparece en las actas del XVI concilio toledano
celebrado en el año 693. Y a dicho prelado le sucedió Pedro, que
regía los destinos de la tantas veces citada diócesis cuando la Pen­
ínsula fue invadida por las huestes sarracenas (15).

Durante el dominio de España por los hijos de Agar, perteneció


Coria a los territorios del Garb, que comprendían las vastas exten­
siones de terreno en que se dividen las provincias portuguesas del
Alemtejo y el Algarbe, juntamente con una gran parte de las Ex-
tremaduras española y portuguesa, y alguna porción de la provin­
cia de Sevilla. Toda esta superficie constituía los estados de los
Benialaftas o emires de Badajoz, que se hacían llamar emires del
Garb.
El hundirse el reino visigodo español, el walí Muza, celoso de
los triunfos de su lugarteniente Tarik, pasó a España y se apoderó
de Mérida el día 11 de julio del año 713. Y tal acontecimiento,
que sobrecogió de espanto a los habitantes de la vieja Lusitania,
motivó el éxodo de grandes avalanchas de cristianos, obispos, sacer­
dotes, labradores, artesanos, mujeres y niños hacia las rocosas e
inaccesibles montañas de Asturias.
Entre los prelados que huyendo de los moros se refugiaron en la
mencionada región, figura el que entonces lo era de Coria. De tal
hecho hay conocimiento por las obras de don Pelayo, obispo de
Oviedo, en las que incluyó un documento antiguo, una escritura,
según afirma, uno de cuyos párrafos dice así: «Ecce scripturas quae
d ocet qualiter cum consilio Regis dii Adefonsi, et ejus uxoris Xe-
m enae Reginae, et totius regni potestatum , Dominus Ermenegildus
ecclesiae Sedis dedit ut ussent ad suplementum illorum, cum statuo
tem pore ad celebrandum Concilio in M etrópolis ovetensis Sedem
venissent, a d manducandum et bibendum , nihil eis deficeret. Scilicet,
ad Legionensem episcopum Ecclesiam Sancti Juliani sicus flumem
Niloni... ad C olum biensem episcopum ecclesiam Sanctae Mariae de
Neva, quae est in litore maris Oceani, ad Salmanticum episcopum
et ad Cauriensem episcopum ecclesiam Sancti Juliani, qua est in
suburbio O vetn (16).
Coria.— I
(15) Vid. nuestra obra Coria. B osquejo histórico d e esta ciudad y su co­
marca, págs. 59 y siguientes, y las notas 4, 5, 6, 7, 8, 9.
(16) Ibid., pág. 74.

208
14
>ledo en los años
ie estuvo presente

"oria fue Atala, a


testimonios de los
xlo, figuró con el

1 concilio toledano
i! í ' ■ .. : .. . ' . ' : :
icedió Pedro, que
ris cuando la Pen-

2 Agar, perteneció
i las vastas exten-
is portuguesas del
parte de las Ex-
■ión de la provin-
[>s estados de los
llamar emires del

Muza, celoso de
laña y se apoderó
al acontecimiento,
a vieja Lusitania,
os, obispos, sacer-
cia las rocosas e

e refugiaron en la
de Coria. De tal
Pelayo, obispo de
110, una escritura,
ze scripturas quae
’t ejus uxoris Xe-
nus Ermenegildus
¿] >rum, cum statuo
ovetensis Sedem
deficéret. Scilicet,
iani sicus flum em
anctae Mariae de
iiticum episcopum
iliani, qua est in

Coria.— Perspectiva del castillo desde el interior de la ciudad


’sta ciudad y su co-

14
Se supone fueron varios los obispos de Coria que residieron en cerraron las puei
Oviedo durante el tiempo que duró en España la dominación mu­ comprendiendo c
sulmana; pero sólo queda memoria, por las crónicas de Sampiro, el ción. Algunos de
tríense y Ximénez de Rada, de otro llamado Jacobo, quien en el par; pero fue he
año 876, reinando Alfonso III, el Magno, asistió a la consagra­ los principales jer
ción de la iglesia de Santiago; y en el concilio que poco después Sucedió el ref<
¡e celebró en la capital del pequeño reino asturiano se encontró Poco tiempo «
también Jacobu s cauriensis. Debió vivir muchos años porque per­ miada, hijo seguí
dura su nombre en la escritura de Sandoval sobre el monasterio de Tajo, acampó jui
Sahagún, que lleva fecha del año 905. Creemos, pues, que la pre­ pero se le dio a
lacia de Jacobo duró más de treinta años; y ello nada tiene de ex­ deó sobre las ah
traño, ya que pontificales de aquella época dan fe de que algunos del Profeta.
obispos fueron consagrados a los cuarenta y cinco años. Años más tar<
A poco de la invasión islámica, los hispano-visigodos, unidos a los el trono en el S6 (
berberiscos de Galicia, Astorga, Coria, Mérida y Tala vera, se su­ dominios hacia el
blevaron y, formando un considerable ejército, cruzaron el Tajo y Albedensi: «Efrn
chocaron en Guazalete, cerca de Toledo, con las huestes que man­ Urbes qu oqu e Bi
daban Katan y Omeya, hijos de Abd-el-Melic-ben-al-Katan. sensis, atque Lar,
El año X III de la Reconquista, 747 de la Era Cristiana, fueron riensis, Egitaniei
vencidos los árabes de Galicia, Astorga y Salamanca, viéndose pre­ consumptas, usqi
cisados a atrincherarse detrás de las gargantas de la cordillera Car- truxit. Parvoque /
petovetónica, hacia Coria y Mérida, en el año 36, 753 del nacimiento En el 963 aúi
de Jesucristo. cristianos, y cua:
Cuando en el 755 desembarcó Abderramán, descendiente de Zaragoza, Attagil
los Beni-Omeyas, en Almuñécar, Jusset el Fehrí, emir de Córdoba, blón, rey de Nav
allegó gente donde pudo y puso en plan de campaña las tribus concertado con ,
amigas de Coria, Mérida y otras ciudades, que pagaron cara su precisado el nav
ayuda al ya desacreditado jefecillo cordobés. Años más tarde, con de Castilla, a refu
ocasión de haberse levantado contra la autoridad de Abderramán, En julio del £
Xofian o Xokia-ben-Abd-el-Wehid, más conocido por el sobrenom­ de los musulmán
bre del Fatimí, en tierras de la diócesis de Coria, fue saqueada, in­ cuando el célebre
cendiada y destruida toda la comarca. de Santiago de C<
En el año 784, Abul Asuad, hijo del destronado Jusset, perse­ En una de laí
guido por las aguerridas huestes del ya citado descendiente de los nuevamente del ]
Beni-Omeyas, se refugió en Coria, entre cuyas murallas permaneció da la noticia: «£
oculto durante algún tiempo, viéndose precisado a huir a los montes Curiam Civitaten,
de Toledo. Terminó su existencia medio ciego, andrajoso y olvidado, A partir de <
en el pueblo de Alarcón, perteneciente a dicha provincia. tendía desde Ati
La ola de terror por los malos tratos y persecuciones de que eran pital a la frontera
objeto los hispano-visigodos durante el reinado de Abderramán II Rodrigo.
y de su hijo Mohamed I, motivó el general descontento y surgieron Hemos visto <
por doquier protestas y rebeliones de todas clases, siendo la ciudad ejércitos de Alfor
de Mérida la primera que decidió sublevarse; a tal fin pidió au­ día en Badajoz,
xilio a Ordoño I, y el rey asturiano, después de vencer al walí Mozror, almorávides de .
que gobernaba en Salamanca, cruzó la sierra de Gata y cayó en en socorro de Or
aluvión sobre Coria, cuyos habitantes, sorprendidos y desconcertados, le unieron proce<
que residieron en cerraron las puertas de la ciudad y se dispusieron a resistir; pero
i dominación mu- comprendiendo que era inútil, terminaron por rendirse a discrec-
as de Sampiro, el ción. Algunos de los elementos más significados consiguieron esca­
:obo, quien en el par; pero fue hecho presionero el reyezuelo Zeth, juntamente con
ó a la consagra- los principales jerarcas de la ciudad.
jue poco después Sucedió el referido episodio bélico en el año 860.
riano se encontró Poco tiempo después de los sucesos referidos, Almondhir el On-
años porque per- miada, hijo segundo de Mohamed, dejando atrás el Guadiana y el
el monasterio de Tajo, acampó junto a los arrabales de Coria con ánimo de sitiarla;
pues, que la pre­ pero se le dio a partido sin apenas resistencia y nuevamente hon­
ñada tiene de ex- deó sobre las almenas de la ciudad cauriense el estandarte verde
e de que algunos del Profeta.
años. Años más tarde, el rey de Asturias, Alfonso III, que sucedió en
odos, unidos a los el trono en el 866 , se apoderó de la ciudad de Coria y extendió sus
Talavera, se su- dominios hacia el sur. He aquí lo que dice a este respeto el cronicón
uzaron el Tajo y Albedensi: «Ejus tem pore crescit Ecclesia et Regnum ampliatur.
huestes que man- Urbes qu oqu e Bracharensis, Portucalensis, Aucensis, Eminensis, Ve-
n-al-Katan. sensis, atque Lam acensis a Cristianis populatur. lstius victoria Cau­
Cristiana, fueron riensis, Egitaniensis, et ceteras Lusitaniae limites, gladio et jem e
ca, viéndose pre- consumptas, usque Emeritam, atque freta maris, cremavit et des-
la cordillera Car- truxit. Parvoque procedente tem pore».
53 del nacimiento En el 963 aún continuaba Coria y su territorio en poder de los
cristianos, y cuando el emir Alaken hizo alianza con el emir de
descendiente de Zaragoza, Attagibi, y este último, so pretexto de que García el Tem ­
■mir de Córdoba, blón, rey de Navarra, había infringido las estipulaciones del tratado
mpaña las tribus concertado con Alaken, volvió contra él y lo hizo huir; viéndose
pagaron cara su precisado el navarro, juntamente con el conde Vela, que lo era
s más tarde, con de Castilla, a refugiarse en la ciudad de Coria.
de Abderramán, En julio del año 997, pasó la dicha ciudad nuevamente a poder
por el sobrenom- de los musulmanes al ser conquistada por las huestes de Almanzor,
fue saqueada, in­ cuando el célebre caudillo se dirigía con sus ejércitos a la conquista
de Santiago de Compostela.
do Jusset, perse- En una de las fructíferas incursiones del rey Alfonso VI, la libró
;cendiente de los nuevamente del yugo sarraceno en el 1077. E l cronicón lusitano nos
alias permaneció da la noticia: «Era 1115 m ense Septem bre cepit idem R ez Alfonsus
luir a los montes Curiam Civitatem».
ajoso y olvidado, A partir de entonces la frontera sur del reino cristiano se ex­
icia. tendía desde Atienza y Medinaceli hasta Toledo; y desde esta ca­
>nes de que eran pital a la frontera portuguesa pasando por Plasencia, Coria y Ciudad
■ Abderramán II Rodrigo.
:ento y surgieron Hemos visto que con ocasión de la reconquista de Coria por los
siendo la ciudad ejércitos de Alfonso VI, Omar-ben-Alaftas, rey del Algarbe, que resi­
:al fin pidió au- día en Badajoz, pidió auxilio a Jusset-ben-Taxin, príncipe de los
r al walí Mozror, almorávides de Africa. El aguerrido Jusset se apresuró a acudir
Gata y cayó en en socorro de Omar y, con las fuerzas que acaudillaba y las que se
r desconcertados, le unieron procedentes de Badajoz, Sevilla, Granada, Málaga y Al­

211
mería, se dirigió a Toledo, dispuesto a apoderarse de dicha ciudad; cediera a consaj
pero le salió al encuentro el rey cristiano y consiguió alcanzarlo en Santa María (19)
un paraje llamado Zalaca o Sagalias, donde lo acometió con cora­ Poco despu<
je; mas la suerte resultó adversa para don Alfonso, que se vio pre­ obispado de Ce
cisado a huir, herido de una lanzada, y a refugiarse en la ciudad de tólica y se eligí
Coria. rara virtud, cua
La reconquista de Coria por los cristianos no fue duradera en relación con est
aquella ocasión, pues en 1110, cuando Syr, hijo de Abuquer, se apo­ Civitas reddita
deró de Badajoz, cundió el desastre por toda la frontera, y por ricae gentis... e
traición de algunos habitantes de la dicha ciudad volvió a caer mine Navarront
ésta en poder de los sarracenos (17). Confirma, a:
Ciñendo sobre sus sienes la corona de Castilla y León, Alfon­ que ocupó el so
so VII, el Em perador, se dispuso a recuperar la codiciada Medina la histórica ciu
Cauria; y a tal efecto, en julio de 1138, cercóla con numerosos ejér­ Im perator cum
citos; pero la resistencia de sus habitantes y la desgraciada pérdida tanea dono jur
del mejor de sus capitanes, don Rodrigo Osorio, conde de León, Santae Mariae
que murió al intentar el asalto a la fortaleza, afectó sobremanera al ordinato episco\
rey castellano-leonés y decidió levantar el cerco y aplazar la cam­ Pertenecen
paña proyectada para liberar las tierras de las márgenes del Tajo. por Alfonso VI
Corría el año 1142, y el emperador se propuso marchar sobre fecha 30 de a
Andalucía; pero como todavía pesaba en su corazón la pérdida del de la estratégic
conde Osorio y su fracaso ante los muros de Coria, resolvió apo­ A partir de
derarse de ella antes de iniciar su campaña hacia las tierras del sur. e iglesia de C<
Al frente de un numeroso y lucido ejército se presentó ante los 1227 —fecha ■
arrabales e instaló su real junto a la orilla del Alagon; la cercó fuer­ la villa de Cá<
temente y, con auxilio de una torre portátil de madera y otros útiles cesis cauriense
improvisados para la guerra, la sometió a duros y constantes ataques, menos cierto q
con lo que consiguió desmoralizar la los defensores sitiados, que Restableció
terminaron entregando la plaza sin condiciones (18). pado, no se al
El glorioso emperador, con su escogida comitiva de caballeros de doña Sane
y prelados, al frente de sus milicias, con multitud de estandartes, al morir su pac
banderas y la enseña de la Santa Cruz en alto, penetró en el re­ Fue cercad
cinto de la murada villa. Su primer cuidado fue disponer se co­ copal, por el i
locaran los estandartes reales y la Cruz en las torres más altas y varez Pereira.
en los puntos estratégicos de la muralla; disponiendo seguidamente por tierras d e !
que la mezquita mayor fuera limpiada de inmundicias y se pro- En el siglo
de Alcántara,
tre de dicho
mero se hizo
(17) En nuestras ya citadas obras, Coria. Bosquejo histórico... y Coria. También <
R econquista..., insertamos más amplios y minuciosos datos relativos a este pe­
ríodo de la historia cauriense.
(18) Entre los diversos episodios acaecidos al emperador con ocasión, y
después, de la conquista de Coria, he aquí uno de los más curiosos que refiere (19) Chron
Luis de M ármol en su D escripción d e Africa, fol. 165 (Granada, 1576): «El rey (Valencia, 1913)
don Alonso, en el año 1142, cercó la ciudad de Coria, y la tomó a partido, (20) Vid. n
y la fortaleció y puso allí su frontera, y andando un día a caza le hirió un ja­ (21) La m
balí en una pierna y de esta causa se retiró aquel año a Toledo para curarse». muralla de Cori

212
: de dicha ciudad; cediera a consagrarla a Dios y a su bendita madre Nuestra Señora
guió alcanzarlo en Santa María (19).
cometió con cora- Poco después, teniendo en cuenta la mucha antigüedad del
o, que se vio pre­ obispado de Coria, se procedió a la restauración de su Silla Apos­
se en la ciudad de tólica y se eligió para representarla y regirla un insigne varón, de
rara virtud, cual para primera piedra fundamental se requería. En
> fue duradera en relación con este acontecimiento dice la crónica: «Postquam autem
■Abuquer, se apo- Civitas reddita est Im peratori, mudata est ab inmunditis barba-
la frontera, y por ricae gentis... et ordenaverunt ibi Episcopum virum religiosum no­
lad volvió a caer mine Navarronem, sicut antiquitus fuerat Sedis Episcopalis».
Confirma, asimismo, el hecho de ser Navarrón el primer obispo
la y León, Alfon- que ocupó el solio cauriense, después de ser arrebatada a la morisma
codiciada Medina la histórica ciudad, el siguiente párrafo: «Aldephonsus H ispaniae
>n numerosos ejér- Im perator cum uxore sua Berengaria grato animo, volúntate espon­
?sgraciada pérdida tanea dono jure hereditario eidem Cauriensi E cclesiae sub honore
v conde de León, Santae Mariae fundates, D om inoque Navarroni eidem ecclesiae novo
tó sobremanera al ordinato episcopo».
V aplazar la cam- Pertenecen estas líneas a la carta privilegio de donaciones hechas
lárgenes del Tajo, por Alfonso VII a la iglesia de Coria y a su obispo Navarrón, con
iso marchar sobre fecha 30 de agosto de 1142, pocos días después de la conquista
:ón la pérdida del de la estratégica urbe (20 ).
»ria, resolvió apo- A partir de 1143 continúa en poder de los cristianos la ciudad
las tierras del sur. e iglesia de Coria, pues si bien es verdad que desde entonces hasta
presentó ante los 1227 —fecha en que fue liberada definitivamente por Alfonso IX
*on; la cercó fuer- la villa de Cáceres y todos los territorios que pertenecían a la dió­
dera y otros útiles cesis cauriense— la ocuparon una o dos veces los sarracenos, no es
ronstantes ataques, menos cierto que su dominio fue transitorio y sin consecuencias.
ores sitiados, que Restablecida la calma en las ciudades, villas y lugares del obis­
18). pado, no se alteró nuevamente hasta que Coria se declaró en favor
üva de caballeros de doña Sancha, partido opuesto a los intereses de Fernando III,
id de estandartes, al morir su padre Alfonso IX.
penetró en el re- Fue cercada, sin consecuencias, la mencionada villa y sede epis­
e disponer se co- copal, por el rey Juan I de Portugal y su condestable don Ñuño Al­
orres más altas y varez Pereira, durante la feliz campaña que realizó el dicho rey luso
ndo seguidamente por tierras de Salamanca y Ciudad Rodrigo.
ndicias y se pro- En el siglo XV, y durante las luchas entre el clavero de la Orden
de Alcántara, don Alonso de Monroy, y don Gómez de Solís, maes­
tre de dicho instituto, sufrió Coria duro quebranto, porque el pri­
mero se hizo fuerte en su recinto y ofreció tenaz resistencia (2 1 ).
histórico... y Coria.
i relativos a este pe- También experimentó sensibles pérdidas durante las guerras de

ador con ocasión, y


> curiosos que refiere (19) Chron. A def. Imperatoris, trad. A. Huici, págs. 327, 353 y siguientes
nada, 1576): «El rey (Valencia, 1913).
f la tomó a partido, (20) Vid. nuestra cit. obr. Coria. R econquista..., apéndice III.
caza le hirió un ja- (21) La mayoría de las brechas, ya reconstruidas, que se observan en la
foledo para curarse». muralla de Coria datan de aquella época.
Secesión de Portugal, Sucesión a la Corona de España e Indepen­
dencia; singularmente, durante esta última en que fue asesinado por
los franceses su ilustre y virtuoso prelado, don Juan Alvarez de
Castro (22).

N o t ic ia s h is t ó f

Durante el
la vasta extensii
sierra leonesa, 1
y poderío. La p
Gata, les ofreei
las condiciones
franqueable; ci
libremente a la
y de modo esp
muy accidenta<
valles y cañada
yuelos; tanto, <
rrago (1 ) fuera
y celebrados po
(22) Fue asesinado por los sicarios de Napoleón en la actual casona de
la familia Moreno, en el lugar de H o y o s , residencia en aquel tiempo de don (1) «E o con
Juan de Valencia, casado con una sobrina carnal del infortunado y anciano ao valle de Arras
prelado, donde éste se había refugiado y donde solía pasar temporadas de ve­ ceres.» Tal es la
rano, dado lo apacible del clima de dicho lugar, circundado de frondosos Pereira, ya c it, p
montes de castaños, y surcado de arroyuelos. temente el pantaá
rué asesinado por
Juan Alvarez de

E L CASTILLO DE LAS ELJAS

N o t ic ia s h is t ó r ic a s y s it u a c ió n d e l a v i l l a .

Durante el siglo ix, los seguidores del Profeta que dominaban


la vasta extensión montañosa y laberíntica llamada, más tarde, Tran-
sierra leonesa, habían alcanzado el momento cumbre de su bienestar
y poderío. La parte más septentrional de aquélla, la actual Sierra de
Gata, les ofrecía refugio seguro, porque toda la comarca, debido a
las condiciones naturales del terreno, constituía un baluarte in­
franqueable; circunstancia que permitía a sus habitantes dedicarse
libremente a la explotación de las minas, a los cultivos del campo,
y de modo especial al fomento de la ganadería en aquellos parajes,
muy accidentados, pero con abundantes y sabrosos pastos en sus
valles y cañadas y, desde luego, en las márgenes de sus ríos y arro-
yuelos; tanto, que los forrajes y las hierbas de la zona de Valdá-
rrago (1 ) fueron en todo tiempo preferidos a los de otras regiones
y celebrados por su calidad.
a actual casona de
|uel tiempo de don (1) «E o condestavel mandou urna parte de sua gente a buscar forragem
jrtunado y anciano ao valle de Arrago, térra mui famosa e de muitos vinhos, na comarca de Cá­
temporadas de ve­ ceres.» Tal es la referencia de la Crónica d el condestavel don Nano Alvares
dado de frondosos Pereira, ya cit., pág. 187. En este valle de Valdárrago se ha construido recien­
temente el pantano de E l Borbollón.
Era Coria a la sazón residencia oficial y obligada del walí o tantes de dicha i
gobernador, que ejercía jurisdicción en dicha comarca; y toda la y los hogares qu<
planicie que circunda a esta capital —donde la orografía no es en aquel rincón a
muy acentuada, pues sólo destacan las sierras del Portezuelo, Bena- dadera patria—,
vente y algunas otras de escasa elevación—, era un vergel cultivado construcciones m
por la morisma con arte y destreza tal que aún en nuestros días que desde tierra;
pueden apreciarse los bancales que ellos hicieron y restos de las fecha más o meno
acequias y conducciones de agua que utilizaron, siguiendo en mu­ El año 860, di
chos casos la pauta de los primeros pobladores, los romanos, de Salamántica, baj(
quienes sin duda aprovecharon cuanto creían conveniente y acer­ según ya se dijo,
tado para su desenvolvimiento y prosperidad; llegando a valerse hubo de soltar la
en ocasiones para sus obras de fortificación y riego de los mismos íropas para guar
materiales de construcción que los últimamente citados habían fa­ vitales de gobier
bricado y utilizado. toda la comarca,
Quienes conocen la parte norte de la provincia cacereña se re­ tiempo perdido,
sistirán a creer que en tiempo alguno fuera escenario adecuado para levantando castil]
que un pueblo o tribu pudiera prosperar, dado lo escabroso de sus defensas. Fue ei
montañas intrincadas y las asperezas y peñascos que abundan por viejos castros las
doquier; pero que fue en época de moros pródiga en cosechas del Zarza la Mayor
campo y que los naturales del país disfrutaban de cómodo bienes­ cia. De buena paj
tar, es algo fuera de toda duda, si hemos de dar crédito a las cró­ derruidos; pero
nicas y documentos de entonces (2 ), y si, con el ánimo dispuesto, torres y trozos dí
ajenos a toda parcialidad, examinamos con sano juicio cuanto ha jante y esplendí
llegado a nuestros días como cimientos, paredones y restos de al­ Bernardo, Benavi
cáceres, mezquitas, residencias particulares, ciudades muradas y de­ vejo, Almenara, !
fendidas con fuertes torres, almazaras, presas de contención, cister­ Atalaya (llamada
nas y otros muchos detalles y vestigios que evidencian el paso de
una civilización. Siendo un hecho cierto que los sarracenos explo­
taron dicho suelo de una manera racional y lógica, fomentando
el desarrollo de la ganadería sobre todo por ser terreno adecuado Es creencia ;
para ello y dándonos lecciones de horticultura especialmente, que testimonios que
no han sido aprovechadas por las generaciones posteriores. construida por nn
No abundan, en verdad, tanto como era de desear testimonios que importante torre
evidencien el período de auge y poderío que disfrutaron los moros al correr de los
durante su dominación en Sierra de Gata; pero los que nos legaron Laseljes y Eljas,
permiten apreciar en su justo valor cuán cómoda y segura se desen­ waliato de Cori;
volvía su vida en aquellos tiempos; y como prueba de que era siempre alerta e
así, aunque las sierras de Jálama y Gata, que separaban la Ex­ de los cristianos ]
tremadura de entonces de la llamada Transierra, constituían ex­ Un historiad
celente baluarte natural que cubría todo riesgo ante posibles aco­
metidas de los cristianos que asentaban en la meseta, los habi- (3) En las eró
grada del P. F l o r e
(2) Véase el ms. de Martín Santibáñez, a que va hemos hecho referencia, ejus Mezeror ibi c
que se guarda en la biblioteca del monasterio-basílica de Guadalupe. E l con­ donius Rex proelia:
tenido del mismo evidencia que en esta comarca, y aun en la de las Jurdes, Zeth»^
era extraordinaria la vegetación y muv abundantes los bosques en aquellos (4) P aredes i
tiempos. págs. 43 y 64 (Piase
'ada del walí o tantes de dicha región, temiendo perder algún día sus privilegios
larca; y toda la y los hogares que habían formado o heredado de sus antepasados
orografía no es en aquel rincón acogedor — que era ya por los siglos x y xi su ver­
’ortezuelo, Bena- dadera patria—, decidieron mejorar sus fortificaciones o levantar
vergel cultivado construcciones más fuertes y capaces de contener la avalancha
?n nuestros días que desde tierras de León inevitablemente caería sobre ellos en
y restos de las fecha más o menos lejana.
guiendo en mu­ El año 860, después de haberse apoderado Ordoño I de la vieja
los romanos, de Salamántica, bajó hasta Medina Cauria, la perla del Alagón, y,
reniente y acer­ según ya se dijo, hizo prisionero al reyezuelo Zeth (3). Y aunque
cando a valerse hubo de soltar la presa y dejar libre la ciudad por no disponer de
> de los mismos ¿ropas para guarnecerla y por tener que atender otros problemas
:ados habían fa- vitales de gobierno, su afortunada y triunfal expedición alarmó a
toda la comarca, y sus habitantes se dispusieron a recuperar el
cacereña se re­ tiempo perdido, cercando de murallas las plazas más importantes,
tí adecuado para levantando castillos y torreones, y acondicionando y mejorando las
escabroso de sus defensas. Fue entonces cuando se alzaron y reconstruyeron sobre
ue abundan por viejos castros las plazas fuertes, castillos y atalayas que van desde
en cosechas del Zarza la Mavor hasta Cadalso, formando un arco de circunferen­
cómodo bienes- cia. De buena parte de ellos no quedan ya más que paredones medio
rédito a las eró- derruidos; pero en otros se mantienen aún enhiestos y retadores
inimo dispuesto, torres y trozos de muralla que son mudos testigos de un pasado pu­
uicio cuanto ha jante y esplendoroso; por ejemplo, en Racha Rachel (Peñafiel),
y restos de al- Bernardo, Benavente, Salvaleón, Eljas, San Martín de Trevejo, Tre-
s muradas y de- vejo, Almenara, San Juan de Mascoras (Santibáñez el Alto), Milana,
atención, cister- Atalaya (llamada de Pelayo Vellido) y Xerit.
cian el paso de
arracenos explo-
ica. fomentando
’rreno adecuado Es creencia general, aunque no disponemos de documentos o
•ecialmente, que testimonios que lo justifiquen, que el año 890 de nuestra Era fue
riores. construida por mahometanos, concretamente por los berberiscos, una
testimonios que importante torre sobre el antiquísimo castro de Eljas, que recibió,
itaron los moros al correr de los años, los nombres de Elxas, Heljas, Herjas, Herjes,
que nos legaron Laseljes y Eljas, y que era uno de los vigías más destacados del
¡egura se desen- waliato de Coria, una muy útil atalaya, por su excelente posición,
'ba de que era siempre alerta en prevención de un posible ataque o infiltración
paraban la Ex­ de los cristianos por la parte de la sierra.
constituían ex­ Un historiador extremeño (4) admite que la palabra Lasaljes
te posibles aco-
eseta, los habi- (3) En las crónicas A lbedense y Sebastiani, publicadas en la Historia Sa­
grada del P. F ló r ez , se dice a este respecto: «Talamancam proelio cepit: Regem
> hecho referencia, ejus Mezeror ibi captum...»; y «Multas et alias civitates jam saepedictus Or-
Guadalupe. E l con- donius Rex proeliando cepit, id est, Civitatem Cauriam cum Rege sue nomine
la de las Jurdes, Zeth».|
sques en aquellos (4) P aredes y G u ill en , V ic e n t e : Origen d el nom bre d e Extremadura,
págs. 43 y 64 (Plasencia, 1886),
viene de Ergastulum, que significa mazmorra, cárcel de siervos en
el campo; dando a entender con ello que en los primeros tiempos
aquel fuerte, o el castro sobre el cual se edificó, fue mazmorra o
prisión de esclavos.
El pueblo que circunda, en parte, el emplazamiento de dicha
torre y demás fortificaciones, surgió a su alrededor en siglos suce­
sivos; y la posición estratégica de uno y otras fue siempre de ex­
traordinario valor en las guerras entre moros y cristianos, con oca­
sión de las discordias y rivalidades de las Ordenes militares y en
nuestras escaramuzas con el país vecino, ya que se encuentra situado
a pocos kilómetros de la frontera con Portugal.
Fortaleza y pueblo están anclados sobre una colina que des­
ciende por sus lados norte y sur; pero por el naciente los domina
una montaña sumamente escarpada y llena de peñascos, combatida
en ocasiones fuertemente por el viento. Es un pueblo original y pin­
toresco. formado por casas edificadas, en su mayoría, sobre enormes
bloques de granito que originan calles pendientes, estrechas, esca­
brosas, v una plaza muy desigual.
Cuando, el año 1166, el rev Fernando II de León partió de
Ciudad Rodrigo al frente de sus ejércitos, decidido a apoderarse
de la villa de Alcántara (5), al rebasar Perosín (Pedrosín) v el Pavo
para lanzarse a la Transierra, debió de hacerlo por dos caminos di­
ferentes a la vez: por la Calzada de la Dalmacia (el llamado Puerto
de Gata), y por el Puerto de Santa Clara, ya que, según refieren
las crónicas, se apoderó de cuantos castillos v plazas fuertes iba
encontrando a su paso, situadas tanto al naciente como en el centro
o poniente de la región. Así cayeron en poder del monarca cristiano,
entre otras fortalezas, las de San Juan de Maseoras, Almenara, Tre-
vejo, Benavente y Bernardo, que fueron entregadas a los Templarios
por su valiosa y decidida cooperación en la empresa. Y si ello fue
así, es natural y lógico que don Fernando arrebatara también a la
morisma la ataiava de Eljas y la plaza de Salvaleón, por no dejar
en su retaguardia núcleos poderosos y aislados en manos de in­
fieles.
Así, por consiguiente, debemos admitir que, en el expresado año,
los cristianos conquistaron por primera vez la importante y estraté­
gica plaza de Eljas.
El cronista de la Orden militar y de caballería de Alcántara
dice que fue dicho instituto el que «fabricó el dicho castillo» de
Eljas; pero hemos de entender que lo que hicieron los alcantarinos
fue acondicionar y ampliar las defensas del primitivo y curioso ba­
luarte, que se arrebató a los infieles definitivamente en 1 2 1 2 por
Alfonso IX de León, cuando marchaba sobre Alcántara y demás

(5) Expedición guerrera a la cual nos hemos referido al tratar del castillo
)■ plaza fuerte de Alcántara.

218
rcel de siervos en
primeros tiempos
, fue mazmorra o

amiento de dicha
or en siglos suce-
íe siempre de ex-
ristianos, con oca­
les militares y en
encuentra situado

i colina que des-


ciente los domina
fiascos, combatida
alo original y pin-
ía, sobre enormes
s, estrechas, esca-

■ León partió de
ido a apoderarse
drosín) y el Payo
r dos caminos di-
?1 llamado Puerto
e, según refieren
•lazas fuertes iba
■orno en el centro
nonarca cristiano,
s, Almenara, Tre-
a los Templarios
esa. Y si ello fue
ara también a la
ón, por no dejar
?n manos de in-

el expresado año,
ortante y estraté-

ría de Alcántara
icho castillo» de
i los alcantarinos 1>
vo y curioso ba- , % M . '
nte en 1 2 1 2 por r, i* - • ■. „ .
íántara y demás

J tratar del castillo


■f ' + *
f e " & !
Eljas .— Torre cuadrada
interesantes posiciones de la ribera del Tajo. Hacen resaltar los his­
toriadores que en aquella ocasión fue recuperada también por dicho
rey la fortaleza de Salvaleón, destruida e incendiada por los sa­
rracenos antes de abandonarla.
Después de la triunfal correría del mencionado monarca leonés,
tanto él como su hijo Fernando III y su nieto Alfonso X dieron a
la ciudad de Coria varios pueblos y aldeas, entre los que figuraba
Eljas; y bajo el control de aquélla se acrecentó su población y se
procuró su auge y desenvolvimiento económico, llegando a cons­
tituir un saneado señorío, que fue motivo de apetencias, interesando
su posesión a los caballeros de la Orden alcantarina, quienes, por
haber ayudado en sus conquistas a los reyes de León y a los de
León y Castilla, se vieron recompensados espléndidamente en dife­
rentes ocasiones, y fue una de las más provechosas donaciones que
recibieron «la aldea de Elxas con su castillo», hecha por el rey Sabio
el año 1259; aunque en verdad dicha merced no se hizo efectiva hasta
el 13 de noviembre de 1302, fecha en que Fernando IV, el Em pla­
zado, confirmó el oportuno privilegio, estando en Valladolid (6 ).
En 1303, el maestre don Gonzalo Pérez, desde su villa de Alcán­
tara, pasó a Coria, presentó el correspondiente privilegio y requirió
a la Justicia y Corregimiento de la ciudad para dar cumplimiento
a lo dispuesto por el rey. Anduvo muy cortés el Concejo en esta
ocasión y le dio una carta de presentación para el de Eljas, orde­
nando que recibieran por su señor al maestre don Gonzalo. Los
vecinos así lo hicieron de buen grado, vistas las credenciales que
traía de Coria; y desde aquel momento se consideraron vasallos
suyos (7).
Constaban estos hechos en el oportuno documento público que
se extendió con tal motivo y que se conservaba en el archivo del
convento de Alcántara. Había sido fechado en Eljas el día 1.° de
enero de 1304, y firmaron como testigos varios vecinos de Coria,
Badajoz, Salvaleón, Perosín y Acebo, ante el notario de Coria Mar­
tín Martínez.
En meses sucesivos se dedicó don Gonzalo a organizar los asun­
tos en su nuevo feudo; concedió diversas mercedes y favores a sus
vasallos, renovó el Concejo y dispuso lo preciso para la buena
marcha del gobierno y administración local, ya que la aldea de
Eljas debía proporcionar bastantes beneficios a la Orden.
Marchó desde allí el maestre a Burgos, para entrevistarse con el
rey y darle cuenta de que había tomado posesión de Eljas y cum­
plido todos los trámites, de perfecto acuerdo con lo previsto, gracias
a la buena disposición de los corianos que facilitaron su gestión.
Significó al propio tiempo al rey que había concedido señalados fa-

(6) T o rres y T a p ia : C rón ica..., pág. 465 del t. I.


(7) Ibid., págs. 481-482.
q resaltar los his- vores a los aldeanos y que interesaba para ellos la exención de toda
imbién por dicho clase de pechos, la confirmación de la carta de libertades y cuantas
liada por los sa- mercedes habían recibido, con anterioridad, de don Sancho, su
padre, y de los otros reyes sus progenitores.
> monarca leonés, Satisfizo mucho a don Fernando cuanto le comunicó el maestre
fonso X dieron a y accedió de buen grado a sus pretensiones. Marchó luego don
los que figuraba Gonzalo para atender los asuntos de la Orden, y cuando ya había
u población y se resuelto el grave problema que tenía pendiente con los Templarios,
llegando a cons­ volvió a Burgos para besar la mano al rey y darle cuenta de todo.
acias, interesando Fue recibido, como siempre, por los buenos servicios prestados por
ina, quienes, por él y sus caballeros, con visibles muestras de cordialidad, y se le
León y a los de concedieron nuevos favores, siendo el más importante, a nuestro
damente en dife- propósito, la confirmación de la donación de Eljas, otorgando para
s donaciones que ello el correspondiente documento, que fue firmado en la capital
i por el rey Sabio burgalesa por el rey, juntamente con los infantes y caballeros más
izo efectiva hasta notables de la Corte, el 16 de octubre de 1308.
do IV, el Empla- También en esta ocasión concedió el rey otra merced a don Gon­
^alladolid (6 ). zalo, pues le confirió la tenencia de Coria con todos sus derechos
u villa de Alcán- y servicios para que la goce «mientras no le paga doscientos mil
.ilegio y requirió maravedíes y dos mil doblas de oro que le había prestado» (8 ). No­
lar cumplimiento ticia que nos da a conocer la buena disposición de el Em plazado, y
Concejo en esta el hecho real de que seguía con las arcas vacías, como en los tiem­
1 de Eljas, orde- pos difíciles de su minoría de edad.
on Gonzalo. Los Después de haber recibido tan señalados favores, el maestre
credenciales que volvió a Coria para poner al corriente de todo a los corianos, reque­
ideraron vasallos rir de la Justicia y Recaudadores el pago de las tercias, e interesar
del Concejo que de nuevo diese su consentimiento y aprobase la
?nto público que donación de Eljas, mediante la oportuna y correspondiente carta,
n el archivo del que aquéllos no tuvieron inconveniente otorgar.
jas el día 1 .° de Transcurre bastante tiempo sin que tengamos noticias de hechos
ecinos de Coria, relacionados con Eljas y su castillo hasta la muerte de Pedro I de
o de Coria Mar- Castilla, en cuyo momento surgieron nuevos problemas, porque,
lejos de aquietarse los espíritus, no faltaron complicaciones graves
ganizar los asun- al fratricida de Montiel en orden a la sucesión a la corona, siendo
; y favores a sus uno de los pretendientes al trono de Castilla, por considerarse el
’ para la buena deudo más cercano de don Pedro, y con derecho a sucederle, el
que la aldea de rey Fernando de Portugal (9). De todo lo relativo al castillo de
3rden. Eljas en dicho período nos ocuparemos al tratar del fuerte de Pe-
trevistarse con el ñafiel de la Zarza.
de Eljas y cum-
previsto, gracias
aron su gestión,
ido señalados fa­

(8) Ibid.
(9) Ibid., pág. 127 del t. II.
D e s c r ip c ió n d e la

Como hemos ú
asientan sobre la
dicha villa, cuyas <
Con mejor vo!
PIANO PE LOS RESTOS BEL CASTILLO PE BLJAS fc&eres) precisar el conton
en la actuahdad
¿osíin eoi cootmua¿ representan ks restas exijtentes
derruidas, escasos
p í i c o c idn
¿ "V
tos, cubiertos de e
Constaba la 1
1 Turre redondo
rior, con muros
2 Torre cucrofrado d ei nares/e
cuadrada que se
3 Torre citadroda desaparecida
cuarenta hueras i
4 Torre ael Homenaje desaparead}
la altura de diez
$ Tirreeá desapa rea d a
Albergaba di
6 PmrtaprtncipatcfctafédoUzocpve
pisos de madera.
tuvo supuente tevodizo
sobre firme bóv
I Puentes ' tancia nos predi
8 Ventana de ta torre cuadrada reconstruida y \
9 Troneras Fernando II de
W V en ta n a y em in od a meros balbuceo-
II C istern a bóveda de refer
■\l G a rita atta de /a to rre redonda de arco ligeran
■ttA i/iíe suelo; debiendo
¡4 L a y a r yue ocuparon varias de correspondiente
pendencias a vxitia res de Peñafiel y en
15 Fosos reformadas y ac
% £ n fra d a p rin cip a !. por los reyes de
E l segundo
todos los vientí
seguramente, g
abría la puerta
En este pat
sobre los lados
ron dependenci
llerizas, almacé
Tocaban en
interior, o cas ti
vergentes por 1
al segundo re
torres intercal;
de sus ángulo;
mediodía, han
D e s c r ip c ió n d e l a f o r t a l e z a .

Como hemos indicado, el castillo y demás fortificaciones de Eljas


asientan sobre la cúspide de un altozano en la parte occidental de
dicha villa, cuyas casas y corrales los circundan, en parte.
Con mejor voluntad que medios disponibles, hemos conseguido
B~ (Cace re &
precisar el contorno de la fortaleza y sus medios de defensa, ya que
•*os erij/ m / es
en la actualidad sólo afloran en el histórico solar dos torres medio
*p lie a c ió n derruidas, escasos trozos de murallas y alguna parte de los cimien­
tos, cubiertos de escombros y apenas perceptibles.
'ed end a
Constaba la fortaleza de dos recintos; el primero y más inte­
adrada de/ nores/e rior, con muros dispuestos en forma de cuadrilátero, y una torre
cadrado desaparecida cuadrada que se alzaba 'en el centro del mismo, constituida por
f, Homenaje, desaparecida cuarenta hileras de piedra berroqueña, bien labrada, hasta alcanzar
' desaparecido la altura de diez y seis varas aproximadamente.
p rin cip a /dg fa fo r /a /e z a tfv e Albergaba dicha torre tres departamentos separados por dos
¿i;*>n/e /evadizo pisos de madera, y se coronaba con andén o terraza que descansaba
'S sobre firme bóveda con nervaduras rudimentarias; cuya circuns­
O de /a to rre cu a d ra d a tancia nos predispone a admitir que la primitiva atalaya mora fue
as reconstruida y transformada al ser liberadas aquellas tierras por
*oyem/noc/a Fernando II de León en 1166, pues su fábrica daba fe de los pri­
><7 meros balbuceos del arte ojival, de lo que era buena prueba la
a»'/a d e /a /orre red ond a bóveda de referencia y la puerta principal de dicha torre, estrecha,
de arco ligeramente apuntado y abierta a dos o tres varas del
Que ocu p a ron v a ria s de suelo; debiendo efectuarse el acceso a la misma por medio de la
' as a u xi/ia res correspondiente escalera de mano, cual sucede en la del Homenaje
de Peñafiel y en su contemporánea la Almenara, ya que una y otras,
'o p rin c / p a / reformadas y acondicionadas en los primeros años de la Reconquista
por los reyes de León, era y son de indudable traza morisca.
El segundo piso de la torre tenía cuatro ventanas orientadas a
todos los vientos; el tercero, una sola, mirando hacia poniente, y,
seguramente, geminada, como la de Peñafiel; y en el primero se
abría la puerta principal a que hemos hecho referencia.
En este patio o recinto interior hubo el indispensable aljibe; y
sobre los lados del poniente y mediodía de sus murallas se edifica­
ron dependencias auxiliares, destinadas a cuerpo de guardia, caba­
llerizas, almacén y demás menesteres indispensables.
Tocaban en los lados que miran al naciente y sur de este recinto
interior, o castillo propiamente dicho, dos muros que avanzaban di­
vergentes por la parte oriental, formando un triángulo y dando lugar
al segundo recinto o barbacana, con puertas a norte y sur, tres
torres intercaladas en su trayecto, más un torreón macizo en uno
de sus ángulos. El torreón y una de las torres, situados ambos al
mediodía, han desaparecido ya totalmente; pero se conservan una
redonda y otra cuadrada, enclavadas en las respectivas esquinas de foso, que rodeab
la muralla, que lleva dirección norte-sur. a su vez, por ui
Una de estas torres ofrece singular interés: es redonda, de bella de indudable val
factura, y todavía se halla en buen estado de conservación, debido mientos, poco peí
a su mucha consistencia, conseguida a base de bloques de granito,
cuadrados o alargados, tallados hábilmente. La integran dos cuerpos
o depratamentos superpuestos; al primero, el bajo, da acceso una Coincide tota
puerta de cantería, cuadrada y un tanto alzada del suelo, al extremo cripción hecha <
de que para llegar a ella en la actualidad se utilizan cuatro esca­ su nombre a def
lones de piedra fuertemente adosados. La entrada al más alto de «En la villa t
los departamentos ofrece una característica muy singular; en sus Alcántara Barrar
lados norte y oeste se abren dos pasos; el del norte es una puerta la Real de Sevill
estrecha, cuadrada, que corresponde a una ya maltrecha garita que ciudad de Alcár
miraba hacia la sierra, y el del oeste, una estrecha puerta en forma Frey M. Carrillo
de arco, pero tan angosta que no permite el paso más que de una convento de ella
sola persona cada vez. Y como de la base de estos dos huecos hasta villa; de D. Fra
el suelo aparecen piedras entrantes y salientes, evidenciando de ma­ la Real jurisdicc
nera inequívoca que en los referidos lados de la dicha torre termi­ gidores de la vi
naban y se adosaban las murallas de la barbacana, es lógico admi­ albañil; de Fran
tir que el paso al departamento alto y principal se efectuaba di­ peritos nombradc
rectamente desde el adarve que discurría por muros del naciente paso a efectuar
y mediodía, cerrando el segundo recinto, y a través de los dos hue­ situado en el ext
cos indicados. se hizo de la man
Aparece hoy esta torre coronada por un dispositivo especial; un »E1 dicho ca
tinglado metálico a modo de espadaña, del cual pende una peque­ vara de distanci;
ña campana o esquilón, que convoca a los fieles y reemplaza a los corral de esta ú
clásicos e indispensables campanarios. se ha hecho despi
La otra torre, la cuadrada, es de solidez positiva; construida con »Se entra poi
buena piedra labrada de granito, se mantiene erguida, fuerte y cuyo portado es
desafiando al tiempo y sus inclemencias; pero desmoronada en v tres de alto, v
parte y privada de su terraza y almenas. Son sus notas más carac­ »Dicho foso,
terísticas la linda ventana geminada con airoso mainel surcado de cal y del cual só
estrías, abierta en la esquina que mira al norte, y con señales evi­ que mira al med
dentes de haber tenido adosada una reja de hierro; y las enormes del poniente y i
rocas ciclópeas que le sirven de cimientos, cuya base firme ha per­ dose ocasionado
mitido su mejor conservación y su bella silueta por aquel lado. In­ otra desde la últ
teriormente se nos ofrece vacía, inútil y falta de encantos, ya que a escondidas y a
éstos y los secretos de su historia y vicisitudes fueron sepultados »Desde dich<
entre escombros. castillo y por el
También se llegaba al más alto de sus departamentos directamen­ por su portada i
te por el adarve ae la muralla, y la entrada al cuerpo bajo se efec­ mismo, de dos v
tuaba por una estrechísima puerta en forma de arco que aparece haber tenido pu
escondida y pegada al muro, a regular altura. parte superior d»
Dispone, asimismo, de una bien orientada y fuerte tronera, que »E1 ancho de
debió ser muy útil en momentos de asedio. que se halla ap
Ambos recintos aumentaban sus defensas con amplio y seguro morial por alguni
tivas esquinas de foso, que rodeaba toda la fortaleza y que debió estar circundado,
a su vez, por un muro exterior más bajo que los anteriores, pero
•edonda, de bella de indudable valor estratégico. Así parecen confirmarlo escasos ci­
servación, debido mientos, poco perceptibles, que todavía pueden localizarse.
X j i i e s de granito,
gran dos cuerpos
>, da acceso una Coincide totalmente con cuanto dejamos dicho la siguiente des­
suelo, al extremo cripción hecha en 1816, con ocasión de pasar la encom ienda de
izan cuatro esca- su nombre a depender del Sacro convento de Calatrava. Veámosla:
i al más alto de «En la villa de Eljas, a 28 de junio de 1816, el Sr. D. Pedro de
singular; en sus Alcántara Barrantes Manuel de Aragón, Caballero Maestrante de
te es una puerta la Real de Sevilla, Regidor Perpetuo de N. E. Ayuntamiento de la
trecha garita que ciudad de Alcántara y Juez de esta Comisión, con asistencia de
puerta en forma Frey M. Carrillo, de la Orden de Calatrava y Apoderado del Sacro
más que de una convento de ella; de Cayetano Calvo, Prior Síndico general de esta
dos huecos hasta villa; de D. Francisco Tamayo Hernández, escribano. Regente de
lenciando de ma- la Real jurisdicción ordinaria por ausencia de los Alcaldes y Re­
licha torre termi- gidores de la villa, según manifiesto; de Angel Asensio, maestro
, es lógico admi­ albañil; de Francisco Vega, que lo es en su carpintería y ambos
se efectuaba di- peritos nombrados en esta diligencia; y de mí el presente escribano,
íros del naciente paso a efectuar la descripción de la fortaleza o castillo que está
s de los dos hue- situado en el extremo de este pueblo, mirando al poniente, lo que
se hizo de la manera siguiente:
itivo especial; un »E1 dicho castillo o fortaleza está inmediato, y a cosa de una
ende una peque- vara de distancia de una casa, y de dos de otra, y pegado a un
reemplaza a los corral de esta última, que según han expresado los concurrentes,
se ha hecho después de la última descripción.
a; construida con »Se entra por la puerta de su foso, que cae mirando al levante,
Tguida, fuerte y cuyo portado es un arco de cantería labrada, de dos varas de ancho
desmoronada en v tres de alto, y el grueso de la pared de una vara escasa.
notas más carac- »Dicho foso, de este grueso, es de mampostería de cantería y
ainel surcado de cal y del cual sólo permanece, aunque aportillado, el lienzo o parte
con señales evi- que mira al mediodía y naciente; y por lo que se refiere a los lados
o; y las enormes del poniente y norte, sólo hay vestigios de los cimientos, habién­
ise firme ha per- dose ocasionado estas ruinas de inmemorial tiempo en parte, y en
t aquel lado. In- otra desde la última descripción acá, porque los vecinos del pueblo,
encantos, ya que a escondidas y a deshoras de la noche, han sacado algunas piedras.
ueron sepultados »Desde dicho foso, que rodea la muralla principal de todo el
castillo y por el lado del mediodía, se entra en el patio del castillo
?ntos directamen- por su portada de cantería labrada con su arco y escarzano de lo
rpo bajo se efec- mismo, de dos varas de ancho y dos y media de alto, conociéndose
irco que aparece haber tenido puente levadizo por la luz o nueco que hay en la
parte superior de dicha portada entre su arco y el escarzano.
erte tronera, que »EI ancho de toda la pared de esta muralla es de dos varas, la
que se halla aportillada hasta su mediación, desde tiempo inme­
amplio y seguro morial por algunas partes.
»Toda ella es de cantería labrada, y por el lado que mira al norte »Se conoce (
tiene otro portado para entrar desde ef foso al patio, de seis cuar­ meras, que las t
tos y medio de ancho y tres varas de alto. ten ni han cono»
»En el referido patio no se conoce que haya habido edificación cubría una bóve
alguna por estar todo lleno de escombros. a cuatro cachor
»La muralla contiene por la parte que mira al naciente dos to­ también enteran
rres a fábrica de arquitectura, o de cantera labrada, con sus bóve­ y sin almenas ni
das de lo mismo, pero ni almenas ni aun escaleras para subir a la »No se concx
parte superior de ellas, las que con moderamiento, que ya no existe, tenía dicha torr
formaban dos tramos o habitaciones. ción; pero sugic
»Una de dichas torres es redonda y la otra cuadrada; esta úl­ entrada a la re
tima con una ventana que mira al norte. En la parte mirando al me­ las cuatro venta
diodía se conoce haber habido otra torre o baluarte cuadrado, pero ción por todos
en el día se halla arruinado y en el esquinazo que mira entre me­ que daba luz a 1«
diodía y poniente existe una garita hasta más de la mitad, cuya »Por último,
construcción, como toda la antedicha muralla, es de cantería labra­ ruina en su foso
da; su forma redonda a manera de cubo y por dentro macizada de deramientos de
cal y canto, sin hueco alguno, por lo que supone el maestro albañil cisternas que no
que habrá sido garita.
»Toda esta muralla, según se deja ver por la parte que no ha
sido arrumada, sería de alto de seis varas y media a siete, de can­
tería labrada como va dicho y macizada de cal y canto. C o n q u is t a s de l
»Por la parte de naciente y mediodía, y un poco a la del norte,
forma con otra muralla, que está interiormente y de que se hará
Dada la índ
después expresión, el patio que queda referido; y por la de poniente cuantos datos co
y la mayor que mira al norte sirve también de muralla el otro tillos cacereños,
cuerpo o fortaleza interior. Desde dicho patio se entra por un por­ sodios bélicos q
tado que se halla en otra muralla más interior, el que es de una
que aconteció ci
vara de ancho y siete cuartos, al parecer, de alto, pues no se puede do alcanzó este
apreciar bien por estar sus cimientos llenos de escombros. Durante la c
»E1 grueso de esta muralla es de dos varas muy escasas, y el Trevejo, Eljas y
centro macizado de cal y canto. paña y Portugal
»Por dicho portado se entra en el interior del castillo, en cuyo de la villa de A
ámbito se conoce ha habido habitaciones o cuadras para la tropa, ganado, y regre:
porque así lo muestran los cimientos y los agujeros de los muros gueses se pusier¡
en donde estaban embutidas las vigas; de cuyos edificios, aunque Era a la saz<
medio derruido, se encuentra en el día uno pequeño a la izquierda cia de la Beira '
conforme se entra por dicho portado, el que se halla descubierto, neral Francisco
sin vigas ni maderamientos, y arruinada su esquina, que mira entre sión de los extr
poniente y norte. Mascareñas, gob
»En el centro de este castillo se halla una torre de cantería cua­
formara del resu
drada con cuarenta hiladas, las que forman su elevación en el día zado en tiempos
de diez y seis varas poco más o menos. a conocer el est£
»La parte de esta torre que mira al mediodía se halla parte de
ella arruinada, toda la parte superior y amenazando ruina otras (10) A. H. X .:
canterías. legs. 4449 y 4746.

226
ue mira al norte »Se conoce que dicha torre tenia tres habitaciones; las dos pri­
io, de seis cuar- meras, que las dividían o formaban maderamientos que ya no exis­
ten ni han conocido los maestros albañil y carpintero, y la última la
bido edificación cubría una bóveda de losa con arcos de cal y ladrillos, que salían
a cuatro cachorros o pilastras de cantería, cuya bóveda se halla
naciente dos to- también enteramente arruinada, por lo que está la torre descubierta
i, con sus bóve- y sin almenas ni vestigios de haberlas tenido.
para subir a la »No se conoce, por estar ciegos los cimientos por dos partes, si
[ue ya no existe, tenía dicha torre algún portado para entrar en la primera habita­
ción; pero sugiere el maestro albañil que no lo tendría y que la
adrada; esta úl- entrada a la referida torre la harían por escalera de mano por
mirando al me- las cuatro ventanas que tiene y que dan luz a la segunda habita­
■ cuadrado, pero ción por todos cuatro costados; teniendo otra ventana a ponientf
mira entre me- que daba luz a la tercera 'o última habitación.
la mitad, cuya »Por último, y como esta fortaleza está mutilada por ser mucha
e cantería labra- ruina en su foso, murallas, torres y garitas, puertas, ventanas y ma­
tro macizada de deramientos de los que ya no existe un solo palo; encenagadas las
maestro albañil cisternas que no dejaría de tener, no se puede valorar» (10).

Darte que no ha III


a siete, de ean-
0. C o n q u is t a s de la v il l a y c a s t il l o de E ljas po r los po rtu g u eses.
0 a la del norte,
de que se hará Dada la índole del presente trabajo, que nos impide aportar
>r la de poniente cuantos datos conocemos relativos a cada uno de los diferentes cas­
muralla el otro tillos cacereños, nos limitamos a reseñar solamente uno de los epi­
ntra por un por- sodios bélicos que tuvieron por escenario la fortaleza de Eljas, y
1 que e s de una que aconteció con ocasión de nuestras guerras con Portugal, cuan­
lú e s no s e puede do alcanzó este vecino país su definitiva independencia. Helo aquí:
ombros. Durante la cuaresma de 1642, los habitantes de San Martín de
iuy escasas, y el Trevejo, Eljas y Valverde del Fresno cruzaron la frontera entre Es­
paña y Portugal y penetraron en este país hasta legua y media
castillo, en cuyo de la villa de Alfayates. Recorrieron amplia zona, apoderándose de
is para la tropa, ganado, y regresaron al punto de partida antes de que los portu­
os de los muros gueses se pusieran sobre aviso e intentaran cortarles la retirada.
edificios, aunque Era a la sazón jefe supremo de todas las fuerzas en la provin­
10 a la izquierda cia de la Beira y franja fronteriza con Salamanca y Cáceres el ge­
lalla descubierto, neral Francisco Téllez de Meneses; y al tener noticias de la incur­
1, que mira entre sión de los extremeños, mandó llamar al capitán Braz García de
Mascareñas, gobernador de la plaza de Alfayates. para que lo in­
de cantería cua- formara del resultado de las gestiones y pesquisas que había reali­
■vación en el día zado en tiempos de su antecesor, Alvaro de Abrantes, conducentes
a conocer el estado de las defensas de nuestras villas v lugares en-
>e halla parte de
indo ruina otras (10) A. H. N.: Ordenes militares: Encom iendas d e la Orden d e Alcántara,
legs. 4449 y 4746.
clavados junto a la frontera por aquella parte, y de los recursos de
que podíamos disponer en caso de ataque.
El ínclito Braz García puso a su general al corriente de todo
cuanto podía interesar a sus futuros planes, ya que, valiéndose de
enlaces y espías pagados, recibía todas las mañanas las novedades
del campo enemigo y conocía al detalle las fuerzas combatientes,
las reservas, municiones y pertrechos de que disponíamos. Hasta
los planos de nuestras plazas fortificadas, como el del castillo de
Eljas, llegaron a su poder.
Mascareñas era un esclarecido espadachín que, al regresar del
extranjero, donde pasó la mayor parte de su vida aventurera, había
ofrecido su brazo y su espada al rey de Portugal, Juan IV.
Una vez informado el general Téllez del estado de cosas de la
comarca y de cuanto interesaba a sus propósitos, ordenó que el
referido gobernador regresara a Alfayates; y a los pocos días, deci­
dido a emplear las armas, le mandó recado diciendo que «hia fazer
noíte na quella sua plaga», y que procediera a prepararlo todo con­
forme a las instrucciones que le enviaba.
E l gobernador Braz, en cumplimiento de las órdenes recibidas,
procedió con toda celeridad, y con los recursos disponibles, a le­
vantar atalayas y a acondicionar otros puntos de apoyo en toda
la frontera. Realizó este cometido con tal sigilo y habilidad que no
se apercibieron los nuestros de lo que tramaban y hacían, a pesar
de que durante unos días no dejaron de afluir a la plaza de Al­
fayates gentes de armas procedentes de las villas y poblados portu­
gueses del contorno.
En la fecha prevista acudió también a la mencionada plaza, que
habían elegido como residencia del cuartel general, el propio Téllez
de Meneses; y, entre tanto, el maestre de campo Sancho Manuel,
con su compañía —mandada por un alférez— , y las de Manuel
Teseira de Macedo y Ñuño de Cunha de Ataide, reforzadas con
gente de otras unidades, se concentraron en el lugar de La Nave,
donde se incorporaron, asimismo, Antonio de Saldanha y Damián
Botello, con hasta 300 infantes, entre los que figuraban, en calidad
de aventureros, el sargento mayor Pedro da Vide y los oficiales
Juan de Meló, Manuel Feo de Meló, Bernardo Ferreira de Sousa
v Juan Correa de Sousa.
Una vez reunidos todos, el general organizó en Alfayates un res­
petable ejército integrado por la mayor parte de la infantería dis­
ponible y 150 jinetes, poniendo al frente a un teniente general. Fi­
guraban también en el mismo Lorenzo de Sousa, capitán de la guar­
dia de S. M., que hacía siempre lo posible para tomar parte en
todas las empresas, dando pruebas de valor; Alfonso Hurtado de
Mendoza, alcalde mayor de Covillán, y otras personas de relieve
y calidad, naturales, la mayor parte, de dicha provincia de la Beira.
La caballería estaba formada por las compañías del teniente general
■ Elias.— Torre redond
228
corriente de todo
ue, valiéndose de
las las novedades
zas combatientes,
¡poníamos. Hasta
del castillo de

>, al regresar del


aventurera, había
Juan IV.
o de cosas de la
ordenó que el
pocos días, deci-
lo que «hia fazer
pararlo todo con-

rdenes recibidas,
lisponibles, a le-
■ apoyo en toda
habilidad que no
hacían, a pesar
la plaza de Al-
poblados portu-

>nada plaza, que


el propio Téllez
Sancho Manuel,
las de Manuel
. reforzadas con
;ar de La Nave,
ianha y Damián
iban, en calidad
? V los oficiales
?rreira de Sousa

Vlfayates un res-
a infantería dis-
?nte general. Fi-
)itán de la guar-
tomar parte en
aso Hurtado de
¡onas de relieve
icia de la Beira.
teniente general
Eljas .— Torre redonda, utilizada como campanario, con espadaña metálica y esquilón
y menos frecuen
Juan de Saldanha de Sousa, Cristóbal de Sao de Mendoza, Diego mientras el gene
de Tovar y por el regimiento francés del coronel Mahe. habitantes a la <
Estando ya todo dispuesto y preparado en la forma que se in­ guirlo, dividió 1¡
dica, al siguiente día, que era la tercera feira de Semana Santa, bajo el mando di
partió el maestre de campo, Sancho Manuel, para Alfayates a reci­ Hurtado de Men
bir órdenes del general y saber en concreto qué era lo que se debía Lorenzo da Cos
hacer. danha, al frente
Llamóse a consejo para trazar el plan de la campaña, y se reu­ Hurtado; y a n
nieron en el despacho de Téllez el maestre de campo dicho, el te­ Guiado por t
niente general, el coronel francés y el gobernador de Alfayates, neral a Valverdí
siendo en principio el parecer de la mayoría que debían dividirse dispuso que lo i
en tres grupos las fuerzas disponibles y efectuar otras tantas en­ daba Lobato, c
tradas por tierras de Castilla, marchando una fracción del ejército
ejército.
sobre Eljas, y, al mismo tiempo, las otras dos sobre El Payo y Rápidamente
Alberguería, ya que estos lugares y sus fortalezas estaban muy en tanto que el
descuidados y con escasa guarnición. Mas no llegaron a ponerse de al monarca lusit
acuerdo y se propuso entonces que el general fuera a San Martín daño alguno; p
de Trevejo, utilizando el puerto de Santa Clara, mientras Sancho tos del enemig<
Manuel se aventuraba hasta el castillo de Trevejo, y el esforzado artefactos de 2
Mascareñas caía sobre Eljas. Como no era partidario de este plan el lieron a rechaz.
maestre don Sancho, pidió autorización para intentar con sus hom­ nuedo; mas su
bres el asalto a la villa y castillo de Eljas, a cuya propuesta acce­ mente, ante la
dió el general en armonía con el criterio de Mahe que se esfor­
contrarios, quia
zaba por impedir la división de las tropas. Los portugu
Ya hemos visto que la fortaleza de Eljas está en las estribaciones yeron en parte,
de la sierra de Jálama, ocupando lugar estratégico que dista tres dos tam indón
leguas de Alfayates y otras tres, aproximadamente, de Peñamacor, en suas casas se
resultando de la unión de estos puntos un triángulo casi perfecto; todo «ricos lie
que el recinto es de forma casi cuadrada y su fábrica al m odo de tocino, aceite \
las antiguas construcciones; que asienta sobre una eminencia frago­
el Pósito; asee
sa, a cuyo pie la villa con 200 moradores; y finalmente, que es lugar aproximadamei
bien abastecido y vecino de pueblos de regular importancia, como
enviaron la rea
Valverde del Fresno y San Martín de Trevejo, formando con ellos Rendidos a
una comarca fértil, amena y bastante pródiga en productos del
de Valverde, s
campo, lo mismo que el resto de la pintoresca y estratégica Sierra género, a firr
de Gata; si bien es justo reconocer que el término de la villa de extendido por
Eljas es el más áspero, inaccesible e improductivo, y no resulta fácil
tado Juan de
ni cómodo el arribo partiendo de Portugal; por lo que hubo de ha­ cuantos símbo
cerse la acometida merced a un rodeo, como veremos en las
banderas y va
páginas siguientes. noble señor Ji
Entre tanto regresaron a Alfayates los espías y prácticos que
estrepitosa a e
marcharan días antes para reconocer el terreno enemigo, y dijeron
tentar el pres
que «en Eljas no había más que cuatro hombres y algún rebaño
tinuación, ya
de cabras», por lo que interesaba no perder el tiempo y aprovechar
Sancho.
lo propicio de las circunstancias. Y a tal propósito se acordó que
Después S;
el maestre Sancho Manuel con su gente tomase el camino más corto

230
lendoza, Diego y menos frecuentado, un atajo penoso por lo áspero y accidentado,
ihe. mientras el general se encaminaba a Valverde para someter a sus
rma que se in- habitantes a la obediencia del rey portugués; y dispuesto a conse­
Semana Santa, guirlo, dividió las fuerzas en tres grupos, poniendo uno de ellos
lfayates a reci­ bajo el mando de Melchor Lobato da Costa, otro a cargo de Alfonso
ta que se debía Hurtado de Mendoza y el tercero bajo las órdenes del sargento mayor,
Lorenzo da Costa Mimoso. Marchaba en vanguardia Juan de Sal-
paña, y se reu- danha, al frente de 150 jinetes, seguido de los hombres de Lobato y
x> dicho, el te- Hurtado; y a retaguardia el referido sargento Da Costa.
• de Alfayates, Guiado por el capitán Diego de Fonseca Coutinho, llegó el ge­
lebían dividirse neral a Valverde, que contaba a la sazón 400 vecinos; y en seguida
tras tantas en- dispuso que lo cercara la infantería y caballos del grupo que man­
ión del ejército daba Lobato, completándose el cerco con el resto del cuerpo de
are El Payo y ejército.
> estaban muy Rápidamente los vecinos del lugar se aprestaron a la defensa,
n a ponerse de en tanto que el caudillo portugués los invitaba a darse en vasallaje
i a San Martín al monarca lusitano, asegurándoles que si lo hacían así no recibirían
dentras Sancho daño alguno; pero lejos de atender las advertencias y requerimien­
y el esforzado tos del enemigo, los valverdeños, armados de arcabuces y cuantos
de este plan el artefactos de alguna utilidad para la lucha encontraron a mano, sa­
r con sus hom- lieron a rechazar a los invasores, batiéndose con gran coraje y de­
Dropuesta acce- nuedo; mas su esfuerzo resultó inútil y hubieron de sucumbir, final­
que se esfor- mente, ante la superioridad numérica y calidad de armas de los
contrarios, quienes los arrollaron materialmente.
is estribaciones Los portugueses penetraron en el lugar y lo saquearon y destru­
que dista tres yeron en parte, sin dar cuartel a sus moradores, pues «ouve solda­
de Peñamacor, dos tam indómitos que entraráo e mataráo perssoas que achaváo
> casi perfecto; en suas casas sem defensáo». Se llevaron cuanto de valor había, sobre
ca al m odo de todo «ricos lienzos, ropas de todas clases y víveres abundantes;
ninencia frago- tocino, aceite y vino, más 300 fanegas de trigo que encontraron en
e. que es lugar el Pósito; ascendiendo el producto de la rapiña a 1.600 ducados,
ortancia, como aproximadamente. Cargaron todo este botín en varias caballerías y
ando con ellos enviaron la recua a Portugal».
productos del Rendidos al fin y sometidos al yugo del rebelde los habitantes
xatégica Sierra de Valverde, se les obligó, con buenas palabras y promesas de todo
de la villa de género, a firmar un documento de entrega del lugar, que fue
no resulta fácil extendido por un escribano de la localidad; y acto seguido, el exal­
le hubo de ha- tado Juan de Saldanha, con gesto oseo y fantasioso, mandó abolir
?remos en las cuantos símbolos de nuestra monarquía fueron habidos y «levantó
banderas y varas de justicia por el nuevo rey de Portugal», el muy
prácticos que noble señor Juan IV, de la casa de Braganza. Se aclamó de manera
nigo, y dijeron estrepitosa a este soberano y se comprometieron los vencidos «a sus­
algún rebaño tentar el presidio del castillo de Eljas» que, como veremos a con­
> y aprovechar tinuación, ya había sido rendido por el maestre de campo don
se acordó que Sancho.
nino más corto Después Saldanha mandó demoler las fortificaciones y trincheras,
como si la conquista del lugar fuera definitiva, alardeando de cau­ buceros escogidos
dillo experto y previsor, sin reparar en que el semblante amable y ri­ ayuda a los que m
sueño de los vecinos de Valverde era la máscara que ocultaba sus A continuació
verdaderos sentimientos: la ira y coraje contenidos a duras penas escuadrón, y el c
en sus corazones. centro de todas 1:
A pesar de la cordialidad y conformidad aparente por el estado Avanzaron de
de cosas, el general portugués, más perspicaz y positivista, por si zaron Nave Mol]
los lugareños no cumplían lo preceptuado en el contrato, dispuso de Jálama, muy
quedaran en calidad de rehenes 30 personas de las más prestigiosas través de la esp
y principales de la localidad. el contacto y ped
los soldados, cog
Mientras se desarrollaban estos acontecimientos en Valverde, el
comarca, ya qu<
experto y batallador Sancho Manuel, que quedara en Nave de Sa­
objetivo.
bugal cuando partió de Alfavates el general, había conseguido llegar
Vencidas todi
antes al castillo de Eljas que el otro al referido pueblo.
zado a amanece
Comenzó a marchar a las cinco de la mañana, después de haber preciso momento
intervenido la mayor parte de la cuarta feira en repartir municio­ de vanguardia y i
nes a su gente y en reconocer personalmente las armas para cercio­ Pasó algún ti
rarse de si podían ser empleadas con provecho en los combates, des de retaguan
viendo si las balas ajustaban perfectamente en las bocas de los rinto montañoso,
mosquetes —detalle que si de antemano 110 se tenía en cuenta los guías, quien
podría acarrear una calamidad—, y preparando todo lo necesario y pugnaban entre
conveniente para la empresa que le había sido encomendada. grueso de la expe
Procedió seguidamente a dirigirles la palabra, y con frases ve­ Concentrada,
ladas por la emoción y saturadas de amor patriótico, los exhortó minar, Sancho N
y predispuso para el combate, haciéndoles ver la importancia de la que utilizaron d
operación bélica que iban a emprender en pro de la justa y sagra­ olivar cercano a
da causa a que debían darse por entero, sin regatear sacrificios. cían el fuerte y v
Teniéndolo ya todo preparado se puso en movimiento el cuerpo Acto seguido
de ejército, marchando en vanguardia un escuadrón guiado por el reros, hombres i
espía y práctico Manuel Teseira de Maeedo. alférez del maestre de encomendó ech
campo, que portaba una colosal barra de hierro para forzar puer­ frente a un alféi
tas y vencer otras obstáculos, y con la orden expresa de que si proceder por la
eran sentidos al llegar a Eljas nc desistieran de sus propósitos, sino abriesen, insta»
que, por el contrario, se acercaran a los muros de la villa y, a voces, una magnífica p
dieran a entender a los de dentro que eran castellanos que habían Al llegar los
merodeado por el contorno dedicados al pillaje v que portaban un perro de gai
magnífico botín. res; pero éstos,
Acompañaban también a este grupo de vanguardia Francisco Ri- estuvieron quiei
beiro, soldado práctico, natural de Brasil,' sargento ayudante de dosis de miedo.
Sancho Manuel, Alfonso de Lucena, alférez de la unidad que man­ Penetraron 1
daba Damián Botello; un alférez de la compañía de Manuel de estaba sin guan
Avalar Sarmiento, v el capitán del tercio, gente toda decidida y va­ saron al maestr
liente con orden expresa de que «arrobaran! as postas do cas- de tropa y a al¡
telo». cercaran la villí
Seguíale; de cerca el capitán Antonio Saldanha, con 25 arca­ en tanto se proe
deando de cau- buceros escogidos, entrenados y con el ánimo dispuesto para prestar
nte amable y ri- ayuda a los que marchaban en primera línea.
[ue ocultaba sus A continuación iban los demás oficiales de infantería con su
i a duras penas escuadrón, y el capitán Manuel Feo de Meló, que marchaba en el
centro de todas las fuerzas, al mando de varios jinetes.
te por el estado Avanzaron de noche con el mayor orden y sigilo posibles. Cru­
ositivista, por si zaron Nave Molhada, altiplanicie de las estribaciones de la sierra
ontrato, dispuso de Jálama, muy áspera y accidentada, caminando entre tinieblas a
más prestigiosas través de la espesura, con tales dificultades que, para no perder
el contacto y poder cumplir su propósito, hubieron de formar cadena
en Valverde, el los soldados, cogidos de la mano y guiados por los prácticos de la
en Nave de Sa- comarca, ya que de otra manera no les era posible alcanzar su
anseguido llegar objetivo.
eblo. Vencidas todas las dificultades, y cuando aún no había empe­
zado a amanecer, llegaron a los alrededores de Eljas; y en aquel
?spués de haber
preciso momento el maestre de campo se hizo cargo de las fuerzas
?partir municio­
de vanguardia y mandó hacer alto.
nas para cercio-
Pasó algún tiempo sin que acabaran de incorporarse las unida­
3 los combates,
des de retaguardia que habían quedado dispersas por aquel labe­
s bocas de los
rinto montañoso, teniendo necesidad de salir en su busca uno de
enía en cuenta
los guías, quien consiguió al fin localizar a los que, desorientados,
> lo necesario v
pugnaban entre la maleza para conseguir abrirse paso y unirse al
mendada.
grueso de la expedición.
con frases ve- Concentrada, finalmente, toda la tropa después de trabajoso ca­
ico, los exhortó minar, Sancho Manuel, que ya había ordenado apagar las mechas
iportancia de la que utilizaron durante el trayecto, mandó «cuerpo a tierra» en un
a justa y sagra- olivar cercano a la villa, para no ser sentidos por los que guarne­
sacrificios, cían el fuerte y vigilaban desde sus almenas.
liento el cuerpo Acto seguido dispuso que saliera un grupo escogido de aventu­
i guiado por el reros, hombres todos avezados y duchos en estas lides, a quienes
del maestre de encomendó echar por tierra las puertas del castillo, llevando al
ira forzar puer- frente a un alférez que hablaba nuestra lengua, para que, antes de
resa de que si proceder por la fuerza, pidiese a los que defendían la plaza que les
propósitos, sino abriesen, instando hacerles creer que eran castellanos y portaban
villa y, a voces, una magnífica presa desde tierras de Portugal.
nos que habían Al llegar los lusos a las primeras casas del lugar empezó a ladrar
que portaban un perro de ganado y el escándalo que formó despertó a los pasto­
res; pero éstos, al darse cuenta de lo que se les venía encima, se
a Francisco Ri- estuvieron quietos y permanecieron callados, con la consiguiente
o avudante de dosis de miedo.
lidad que man­ Penetraron los portugueses por la puerta de la barbacana, que
de Manuel de estaba sin guarnición ni vigilancia, y al comprobar este detalle avi­
decidida y va- saron al maestre Sancho Manuel, quien se apresuró a enviar gente
postas do cas- de tropa y a algunos de sus oficiales con órdenes precisas para que
cercaran la villa y el fuerte, a fin de impedir la llegada de socorro,
- con 25 arca­ en tanto se procedía al asalto.

233
Hallóse la puerta principal de la plaza fuerte en las mejores con­ gidos por otra p
diciones de seguridad, recubierta de fuerte chapa de hierro que Mato y otros vai
hacía imposible derribarla; pero a pesar de este inconveniente, Al­ portalón princip
fonso de Lucena, ayudado por uno de sus hombres, consiguió meter camino libre pai
la punta de la palanqueta en una hendidura de la puerta, y hacien­ Ante lo críti
do presión logró saltar una bisagra; mas no pudo quebrar las otras fortaleza —que i
y su empeño quedó frustrado, porque lo impedía, además, una viga retiraron a la tor
de regular tamaño, la clásica tranca, que sujetaba por detrás. del rumbo que l
Este contratiempo enfureció a los portugueses y les hizo perder que, al tener »
el control de sus nervios, procediendo ya sin reparo a golpear la acudieran con fi
puerta, decididos a romperla y a hacer saltar el travesaño; pero con dieron parlamen
sus golpes no consiguieron más que alborotar y poner sobre aviso sas y algunas co
a los defensores de la fortaleza, quienes al instante dieron el toque tros rindiéndose ]
de alarma y pusieron en movimiento a todo el vecindario. Animó el Justo es recoc
maestre portugués a los suyos para que continuaran forcejeando, ya su general, se al
que la situación se complicaba y se veían precisados a repeler con otra clase de da
descargas de mosquetería la agresión de los defensores de Eljas, siones a que los
quienes, al darse cuenta del peligro, desde las ventanas del castillo rey de Portugal.
arrojaban piedras y toda clase de artefactos sobre los que pugnaban En seguida V.
por penetrar en el recinto amurallado. porque el cura d
Mientras tanto, un pequeño número de soldados lusos empezó a de rendir vasallí
recorrer toda la muralla dando vueltas a su alrededor; y la fortuna presentarse al gt
les fue propicia, porque descubrieron una de las entradas que, por al alférez Manu
carecer de puerta, habían intentado tapiar con piedras sin argamasa, la rendición de
pero que todavía no habían logrado cerrar. Por el portillo que que­ supo que va se
daba abierto pasaron Cristóbal de Matos, Pedro de Fonseca y Juan cara de Alfavates
Monteiro Barriga, soldados de la compañía de Botello, el espía Juan Faltó tiempo
Duque y el alférez Antonio da Vide, los que, ayudados por algunos cuando aún se h
arcabuceros, echaron al suelo gran parte de las piedras y dejaron temor de una sen
libre el paso. a enviar un grup
Pedro de Fonseca y Cristóbal de Matos eran hijos de Gaspar Puesto al cor
Sarabia de Matos, natural de Villacorva, junto a Meijaofrío. Con ante los muros <
ellos estaban en la misma compañía otros dos hermanos, y en al­ caldes y persone
guna ocasión estuvo su mismo padre, sirviendo todos a la causa del bre del resto de
Braganza con gran entusiasmo; y resultaba, pues, que el tal Sarabia de Portugal, Ju¿j
y sus hijos, como estaban todos en la misma compañía, completaban sucesores en el
una fila en las formaciones. eljanos, quiso el
Dando ejemplo de valor e intrepidez subió Cristóbal a la mura­ soldados, númen
lla, donde pudo morir por disparo de sus mismos compañeros al tecimientos y es
confundirlo con un enemigo; y, al mismo tiempo, su hermano Pedro bordinados que
y otro soldado consiguieron levantar la tranca de la puerta, permi­ de esperar que 1
tiendo así que pasara el grupo de portugueses que venían forcejeando que aparente, m
para irrumpir en el recinto. Entre el revoltijo, que se precipitó arro­ dose que faltaría
llador, iba Alfonso de Lucena, portando una bandera que desplegó sentara, dada la
seguidamente, y, enarbolándola, la colocó sobre la almena más alta. belicoso. Y por
Los defensores del fuerte se refugiaron más al interior, prote­ valor estratégico

234
las mejores con- gidos por otra puerta chapeada; y entre tanto los cuatro hermanos
i de hierro que Mato y otros varios de sus compañeros golpearon tan fuertemente el
iconveniente, Al- portalón principal que hicieron saltar los remaches y quedó así el
consiguió meter camino libre para que pudiera pasar toda la infantería.
>uerta, y hacien- Ante lo crítico de la situación, los valerosos guardianes de la
juebrar las otras fortaleza —que eran ocho en total, siete soldados y un alférez— , se
demás, una viga retiraron a la torre del Homenaje y se dispusieron a resistir en espera
» r detrás. del rumbo que tomaran los acontecimientos y con la esperanza de
les hizo perder que, al tener noticias de lo que sucedía, los pueblos comarcanos
jo a golpear la acudieran con fuerzas de socorro; pero viendo que no llegaban, pi­
■esaño; pero con dieron parlamentar con el enemigo, y, después de muchas prome­
>ner sobre aviso sas y algunas concesiones, que nunca llegaron, terminaron los nues­
dieron el toque tros rindiéndose y entregando la plaza.
idario. Animó el Justo es reconocer que los rebeldes, ateniéndose a lo ordenado por
forcejeando, ya su general, se abstuvieron de desmantelar el castillo y de producir
w a repeler con otra clase de daños o agravios, limitando, de momento, sus preten­
isores de Eljas, siones a que los vecinos de Eljas se redujeran a la obediencia del
mas del castillo rey de Portugal.
s que pugnaban En seguida llegó a Valverde la noticia de lo que pasaba en Eljas,
porque el cura de esta villa, acompañado de varios vecinos, después
lusos empezó a de rendir vasallaje a Sancho Manuel, se acercó a aquel lugar para
or; y la fortuna presentarse al general. A continuación el maestre de campo ordenó
tradas que, por al alférez Manuel Andrade de Macedo que comunicara a su jefe
is sin argamasa, la rendición de Eljas; pero al emprender la marcha dicho oficial
ortillo que que- supo que ya se acercaba Téllez con el cuerpo de ejército que sa­
Fonseca y Juan cara de Alfayates.
o, el espía Juan Faltó tiempo al maestre para salir a su encuentro, a pie y solo,
los por algunos cuando aún se hallaba aquél a media legua de la villa; pero ante el
“dras y dejaron temor de una sorpresa, el sargento mayor Pedro da Vide se apresuró
a enviar un grupo de 50 mosqueteros para que le dieran escolta.
ijos de Gaspar Puesto al corriente Téllez de Meneses de todo lo ocurrido, llegó
kíeijaofrío. Con ante los muros del castillo y allí recibió homenaje del alcaide, al­
nanos, y en al- caldes y personas principales, quienes se comprometieron, en nom­
a la causa del bre del resto del vecindario, a reconocer por rey al que ya lo era
e el tal Sarabia de Portugal, Juan IV, rindiendo vasallaje a perpetuidad a él y a sus
a, completaban sucesores en el trono. Entonces, vista la buena disposición de los
eljanos, quiso el general dejar allí de guarnición a un capitán y 200
íbal a la mura- soldados, número suficiente según su modo de interpretar los acon­
compañeros al tecimientos y estado de cosas. Más pronto le hicieron ver sus su­
hermano Pedro bordinados que tal solución podría resultar peligrosa, porque era
puerta, permi- de esperar que la sumisión de los habitantes de Eljas no fuera más
ían forcejeando que aparente, motivada por el miedo y las circunstancias, suponién­
precipitó arro- dose que faltarían a su palabra en la primera ocasión que se les pre­
i que desplegó sentara, dada la psicología de aquella gente y su temperamento
mena más alta, belicoso. Y por tratarse, además, de una posición de reconocido
interior, prote­ valor estratégico perteneciente a una comarca de fanáticos y vale­
rosos guerrilleros que se sublevarían, sin género de dudas, apenas
vislumbraran la primera posibilidad de recibir refuerzos.
Comprendiólo así el caudillo portugués y llegó a la conclusión
de que conservar la villa y castillo de Eljas, lugar abierto estratégi­
camente situado y con gente levantisca, resultaba una penosa carga
y sólo gastos y trastornos podría proporcionar; y pensó que lo más
conveniente sería levantar fortificaciones en Valverde y mantener
esta plaza con escogido grupo de valientes gastadores, procediendo,
en cambio, al saqueo y destrucción de Eljas en justo castigo a las
correrías y daños que habían causado en tierras de Portugal. Pero
aunque discurría así, no se decidió a abandonar dichar posición y dejó
en ella al maestre de campo, ya que tal era su deseo, con 300 hombres
y muchos mantenimientos: 100 carneros, 100 cabritos y otras vitua­
llas; 400 fanegas de trigo y 150 de cebada, que sacaron de la Casa-
Pósito. E improvisaron inmediatamente en el interior de la fortaleza
dos molinos de mano para conseguir harina y dos hornos para poder
cocer pan, encargando de estos menesteres a cuatro mujeres que
habían hecho prisioneras en Valverde, trayéndolas consigo.
En el mismo día, cuarta feira de Semana Santa, regresó Téllez
a Peñamacor con el grueso de las tropas. Y, por cierto, que resultó
penosa e inolvidable la jornada, porque era de noche y caía una
lluvia torrencial, viéndose precisado a hacer alto en un lugar in­
hospitalario y desierto donde él, sentado sobre la caja de tambor, y
sus soldados, recibieron sobre las espaldas el terrible aguacero, agra­
vando su situación un frío intentísimo que los acobardaba y hacía
desfallecer (11).
(11) Durante el 1950 tuvimos la suerte de localizar, en la sección de ma­
nuscritos de la B. N. — Vario^—, gran cantidad de cartas, partes de guerra,
papeles recogidos a enlaces y espías, relaciones de episodios bélicos y otros
diversos documentos inéditos, con cuyo material preparamos nuestra publica­
ción, que vio la luz en 1952, y que lleva por título Escaramuzas en la frontera
portuguesa con ocasión d e las guerras por la independencia d e Portugal. En
este trabajo histórico narramos, con bastante detalle, la ocupación de la villa
y castillo de Eljas por el ejército portugués, durante la llamada guerra de
Secesión del país vecino; pero con posterioridad a la indicada fecha, la fortuna
continuó siéndonos propicia y pudimos traducir y consultar un curioso librito
publicado en Lisboa en 1644, del que es autor el Dr. J. Salgado de A raujo ,
abad de Pera, institulado Sucessos das armas portuguesas en ñas fronteiras
despois da Real acclam acao contra Castela, cuyo contenido se nos antojó de
tan singular interés, que decidimos preparar una más amplia y detallada re­
ferencia de la ocupación de Eljas por las trppas portuguesas que la que ha­
bíamos publicado en nuestras ya mentadas Escaramuzas; porque, efectiva­
mente, la narración de hechos bélicos acaecidos en aquel tiempo, de los que
fue testigo el mencionado abad de Pera, nos ha resultado útilísima por la
abundancia de datos, y porque precisa, exactamente, cuántos y quiénes fueron
los jefes y oficiales portugueses que tomaron parte activa y directa en aquellos
acontecimientos.
De la obra del abad y de nuestro libro Escaramuzas hemos tomado los datos
para completar lo relativo al castillo de Eljas, lamentando no poder extendernos
más, dado que disponemos de material abundante.

236
e dudas, apenas
erzos.
a la conclusión
abierto estratégi-
ina penosa carga
ensó que lo más
?rde y mantener
res. procediendo,
isto castigo a las
le Portugal. Pero
ar posición y dejó
con 300 hombres
:os y otras vitua-
■aron de la Casa-
jr de la fortaleza
omos para poder
itro mujeres que
consigo.
a, regresó Téllez
ierto, que resultó
ioche y caía una
en un lugar in-
?aja de tambor, y
Nannqie de Lara
e aguacero, agra-
jbardaba y hacía
E L CASTILLO Y PLAZA FU ERTE DE GALISTEO
n la sección de raa-
s, partes de guerra, I
dios bélicos y otros
nos nuestra publicá­
rnosos en la frontera N o t ic ia s h is t ó r ic a s .

cia d e Portugal. En
cupación de la villa Mucho se ha escrito sobre el origen de Galisteo, especialmente
llam ada guerra de por autores contemporáneos; pero la verdad es que aún no se ha po­
ida fecha, la fortuna
ir un curioso librito dido precisar exactamente en qué tiempo ni quién ordenó la funda­
S a lg a d o de A ra u jo , ción del primitivo poblado que llevó dicho nombre.
js en ñas fronteiras Algunos historiadores admiten como hecho cierto que la Medi­
\o se nos antojó de na Ghalisyah a que hacen referencia las crónicas (1), es decir, la
iplia V detallada re-
esas que la que ha- importante e histórica villa en que descansó Almanzor en el año 997,
s; porque, efectiva- cuando se dirigía a Galicia, al frente de sus victoriosos ejércitos,
tiempo, de los que es la estratégica población que se alza y luce todavía su grandiosa
ido Utilísima por la cerca murada en la margen izquierda del Jerte; mas los que así opi­
tos y quiénes fueron
v directa en aquellos
nan no aportan testimonios suficientes que sirvan de base indiscu­
tible para justificar su parecer.
nos tomado los datos Se ha esforzado muy reiteradamente el erudito don Eugenio
no poder extendernos
(1) Véase lo que dice a este respecto P. H urtado en su ref. obr., pág. 146.
Escobar, arcediano de Coria y deán de Plasencia, por demostrar
que la fundación de Galisteo fue obra posterior a la liberación de
todo el territorio circum Alagum, a poco de iniciarse la reconquista
de ambas Transierras; y fundamenta su creencia en que no se nombra
a dicha villa en documento público alguno hasta el 28 de marzo
de 1217, fecha del privilegio que mandó expedir el rey Alfonso IX
de León, haciendo donación de Alcántara y su fortaleza a la Orden
de Calatrava; y al señalar en el mismo su término municipal, cita
a Galisteo (2), además de otras muchas aldeas, lugares y villas en­
clavadas en la correspondiente demarcación.
Pero que existía Galisteo cuando empezó la Reconquista está
fuera de toda duda; y es prueba evidente de este nuestro aserto,
además de otras muchas que podríamos alegar, la traza y fábrica
de su muralla, que debemos admitir como obra de artífices almoha­
des, caso de que no fuera edificada en tiempos anteriores a la es­
tancia y dominio de estos invasores.
Se desconoce si fue escenario de luchas trascendentales, y se
ignoran también las vicisitudes en torno a Galisteo durante la do­
minación de los berberiscos o de otras tribus islámicas; pero que
debió crecer mucho su población y adquirir pronto gran im­
portancia, lo demuestra el hecho indudable de que sus fuertes
muros sirvieron de punto de partida a las diversas expediciones que
allí se organizaron para vivaquear por toda la comarca circundante,
perteneciente hoy a la Alta Extremadura.
Debido al auge adquirido, a lo seguro de sus murallas y a lo
estratégico de su emplazamiento, en su ingente y suntuoso alcázar
—a juzgar por el amplio solar del mismo, que todavía podemos ad­
mirar rodeado de firmes y fuertes muros, y sirviendo de techumbre
a laberínticas galerías y pasadizos abiertos en el subsuelo—, en su
alcázar, repetimos, firmó el mencionado rey leonés, en 1229, un
convenio con los jerarcas de la Orden de Santiago, en virtud del
cual donaba a éstos las villas de Castrotoraf y Villafáfila, a cambio
de la reconquistada capital cacereña, que pertenecía a dichos lími­
tes desde el año 1170, por haber contribuido muy eficazmente a su
liberación del grupo sarraceno en la indicada fecha (3).
$ * #

Resulta indudable que si Alfonso X, el Sabio, hubiera heredado


las dotes guerreras y la habilidad de su padre, San Fernando, se
habría adelantado en algunos años la empresa de la Reconquista.
Mas dicho monarca, muy docto e ilustrado, desde luego, y con un
privilegiado ingenio, desempeñó de manera equivocada la goberna-
(2) E n la pág. 366 de la obr. de M. R. M artín ez, que lleva por título
Historia del reino ae Badajoz.
(3) Bullarium Ord. mil. S. Jacobi, págs. 150-151.

238
, por demostrar
la liberación de
e la reconquista
ne no se nombra
el 28 de marzo
rey Alfonso IX
leza a la Orden
municipal, cita
ires y villas en-

leconquista está
nuestro aserto,
traza y fábrica
irtífices almoha-
teriores a la es-

ndentales, y se
durante la do-
nicas; pero que
•onto gran im-
jue sus fuertes
spediciones que
rea circundante,

nurallas y a lo
untuoso alcázar
ía podemos ad-
> de techumbre
bsuelo— , en su
s, en 1229, un
, en virtud del
Fáfila, a cambio
i a dichos lími-
Ficazmente a su
(3).

ibiera heredado
a Fernando, se
la Reconquista,
uego, y con un
ida la goberna-
e lleva' por título
ción del país por falta de carácter y de constancia en los negocios
tulaba señor (
públicos (aunque en ocasiones resultó ser excesivamente enérgico
mayor, Grana»
y acaso cruel), y se dedicó a hacer leyes, retrasando con ello la ex­
castillos de la r
pulsión de los mahometanos.
Por estos a
El mencionado rey de Castilla tuvo la desgracia de perder pronto
Sancho v don
a su primogénito y heredero de la Corona, el infante don Fernando,
contra su padn
llamado de la Cerda; su hijo bien amado, por quien sentía es­
ensanchar los i
pecial predilección. Ello no quiere decir que no tuviera también
cionadas v otr
en mucha estima a sus otros hijos, los demás infantes, que tantos
armas: Salama
sinsabores le proporcionaron; sobre todo don Sancho, de sobrenom­
los pueblos v 1
bre el Bravo, que se rebeló contra su padre, arrebatándole muchas
aspiraciones.
de sus atribuciones y la estimación de buena parte de sus súbditos;
Para conseg
circunstancias que amargaron la existencia del insigne monarca du­
rante los últimos años de su vida. a don Fernand
el mayor núme
La muerte prematura de don Fernando, acaecida el año 1275,
de guerra toda;
motivó las muchas discordias que surgieron entre don Sancho y su
debían ser incc
padre, por haber dispuesto éste que fueran declarados herederos
de la corona de Castilla sus nietos, los infantes de la Cerda, hijos en Galisteo su i
hombres dispue
del fallecido don Fernando, y no don Sancho, que era el segundo
de los hijos del rey. hueste, excesiva
de Gata y Cori;
Ya en vida del primogénito don Fernando, el rey don Alfonso,
contraba a su p
su padre, le había hecho donación de un espléndido señorío inte­
gada por los rí<
grado por las villas de Galisteo, Granada (hoy Granadilla), Albur-
su mayoría a la (
querque, Alconetar y Montemayor, de cuyo hecho tenemos conoci­
miento por un privilegio otorgado en Alcalá de Henares el día 4 Esta inesper
de julio de 1268 (4). Roa dio a don C
al rey, motivo s<
Dicho señorío era en extremo importante y codiciado por los
freires y salir al
muchos beneficios que reportaba a su poseedor, pues, además de las
positivas riquezas que le proporcionaban sus tierras, pródigas en pas­ les dio alcance
obligó a huir y
tos y maderas de diversas especies, la situación estratégica de las pla­
zas fuertes que integraban el mismo le daban un valor inestimable. les hubo arrebal
Orden (6).
En buena lógica estos Estados, enclavados la mayoría en la co­
marca de la Transierra, debieron pasar a manos de los hermanos Los milites i
don Alonso y don Fernando de la Cerda, al morir su padre; pero obligado a refugi
darios de poner
de tal hecho no hemos podido encontrar comprobante alguno; y
sí, por el contrario, sabemos que dos años después, o sea en 1277, sistió de tal emj
los mencionados nietos del rey Sabio estaban ya presos en el cas­ cosas del reino, t
tillo de Játiva; cuya circunstancia, y la carencia de datos referentes existentes entre el
a quién pudiera ser señor de Galisteo y demás villas mencionadas a Alcántara, satisfe»
partir de la muerte de don Fernando, hijo del rey y su primer po­ Según hemos
seedor, nos induce a suponer que volvieron aquéllas a depender de nes de don Pedn
la Corona hasta que el soberano las legó a su tercer hijo, don Pedro,
cuando éste contrajo matrimonio con doña Margarita, hija del viz­ (5) «Estando el
en la tierra de su C
conde de Narbona, en 1281; ya que, desde 1282, don Pedro se ti­ Casa del Infante do
Miranda del Castaña
(4) M é l id a : C atálogo..., t. II, pág. 109. del Coa», dice la C rá
(6) Ibid., págs. 4
240
16
cia en los negocios tulaba señor de Galisteo, Ledesma, Miranda del Castañar, Monte-
sivamente enérgico mayor, Granada, Sabugal, Castel-Rodrigo y otros varios pueblos y
ndo con ello la ex- castillos de la ribera del Coa (5).
Por estos años se habían acentuado las discrepancias entre don
ia de perder pronto Sancho y don Alfonso, y el infante estaba ya en abierta rebelión
inte don Fernando, contra su padre; circunstancia que quiso aprovechar don Pedro para
r quien sentía es- ensanchar los límites de sus dominios a base de las ciudades men­
10 tuviera también cionadas y otras que se propuso conquistar por la fuerza de las
rifantes, que tantos armas: Salamanca, Ciudad Rodrigo y Coria, juntamente con todos
icho, de sobrenom- los pueblos y fortalezas de la Sierra de Gata, eran la meta de sus
ebatándole muchas aspiraciones.
■te de sus súbditos; Para conseguirlo, encomendó a un ilustre caballero de su Casa,
isigne monarca du- a don Fernando Gómez de Roa, que con toda diligencia aparejara
el mayor número posible de gente de armas y recorriera en plan
ecida el año 1275, de guerra todas las tierras de junto a la frontera de Portugal, que
e don Sancho y su debían ser incorporadas a sus dominios. Gómez de Roa estableció
■clarados herederos en Galisteo su cuartel general y pronto consiguió reunir hasta 3.000
de la Cerda, hijos hombres dispuestos a batirse por el infante; y con tan menguada
|ue era el segundo hueste, excesivamente confiado, se metió con ímpetu por la parte
de Gata y Coria, molestando, saqueando y destruyendo cuanto en­
1 rey don Alfonso, contraba a su paso en todos los pueblos de la extensa comarca re­
idido señorío inte- gada por los ríos Arrago y Alagón, que por cierto pertenecían en
Granadilla), Albur­ su mayoría a la Orden de Alcántara.
io tenemos conoci- Esta inesperada y absurda incursión del atrevido Gómez de
Henares el día 4 Roa dio a don Garci Fernández, maestre de Alcántara y muy adicto
al rey, motivo sobrado para, con la premura del caso, reunir a sus
codiciado por los freires y salir al encuentro de los partidarios de don Pedro; pronto
ues, además de las les dio alcance y, después de fustigarlos por ambos flancos, les
is, pródigas en pas- obligó a huir y a refugiarse en la fortaleza de Galisteo, cuando ya
ratégica de las pla- les hubo arrebatado todo lo que habían robado en tierras de la
valor inestimable, Orden (6).
mayoría en la co- Los milites alcantarinos no querían conformarse con haberles
> de los hermanos obligado a refugiarse en aquel murado recinto, y los más eran parti­
rir su padre; pero darios de poner cerco a la plaza de Galisteo; pero don Garci de­
robante alguno; y sistió de tal empeño por no complicar más, por el momento, las
és, o sea en 1277, cosas del reino, harto delicadas ya a consecuencia de los problemas
presos en el cas- existentes entre el rey y el infante don Sancho; y desde allí regresó a
le datos referentes Alcántara, satisfecho del feliz resultado de su expedición.
lias mencionadas a Según hemos hecho constar, no se vieron colmadas las aspiracio­
y y su primer po­ nes de don Pedro por la oportuna y eficaz réplica que dio a sus
las a depender de
er hijo, don Pedro,
(5) «Estando el Maestre en Alcántara, le llegó nueva de la entrada que
arita, hija del viz- en la tierra de su Orden había hecho Fernán Gómez de Roa, caballero de la
. don Pedro se ti­ Casa del Infante don Pedro, señor de Ledesma, Castel-Rodrigo, Montemayor
Miranda del Castañar, Granadilla, Galisteo, Sabugal y otras villas de la Ribera
del Coa», dice la Crónica d e Alcántara, en la pág. 407 del t. I.
(6) Ibid., págs. 407-408.

241
16
Extrañó muchc
mesnadas del maestre de Alcántara; pero no se desanimó por ello, de su hermano do
ya que el panorama interior del reino se ofrecía propicio para que lidad e intereses,
tuvieran éxito sus pretensiones; su padre, el rey, abandonado por la to de habérselas
mayoría de sus vasallos y en descrédito por sus desaciertos; su her­ maestre entonces
mano don Sancho, campeando por todo el territorio nacional como las milicias corre*
si ya fuera rey de hecho, contando en ocasiones con el apoyo de los transerranos, irrur
nobles, abandonado por éstos a veces, y en otras aliándose hasta con garita en nombre
sus enemigos seculares; su hermano don Juan, arrimándose al árbol tillos.
que le daba mejor sombra; y, finalmente, sus sobrinos, los infantes de Fue empresa f
la Cerda, aunque recluidos en un castillo, no dejaban de tener par­ infantes y 1.000 ji
tidarios que propagaban y defendían sus derechos a la Corona. Sierra de Gata pe
Este estado de cosas había creado una atmósfera de inseguridad eficacia toda la re
y desconfianza tal, que don Pedro decidió, una vez más, aprove­ taban entrenadas
charse de las especialísimas circunstancias. Así lo vemos a los pocos deró de Sabugal,
meses recorriendo Extremadura y alborotándolo todo; y en esta oca­ que disponía de j
sión, aunque decía defender los intereses del rey su padre, porque La noticia dai
le había prometido la corona del reino de Murcia, hemos de sos­ damente del uno
pechar que los fines que perseguía eran de horizontes más dilata­ Margarita; y esta
dos; tantear el terreno y procurarse apoyos personales a fin de poder ña Corte, determ
incorporar a sus dominios, en el momento propicio, las villas y for­ nada (hoy Grana<
talezas que se alzaban en la zona comprendida entre Alburquerque sus enemigos. Así
y Salamanca. vez más crítica v
De tal resonancia fueron estas andanzas de don Pedro, que su breve no acudían
hermano don Sancho, alarmado y temeroso de ulteriores complica­ tugal.
ciones, desde Cáceres subió a Ledesma para entrevistarse con él Mas como el «
e interesar cesara en sus actividades, cosa que consiguió a cambio la de Narbona t<
del señorío de Tordesillas y del cargo de canciller mayor cuando salvo en su bien
heredara la corona de Castilla; no llegando a feliz realización estos ofreció, una vez
proyectos porque don Pedro falleció en 1283, dejando Galisteo, Gra­ sus caballeros, a
nada y demás villas y plazas de su pertenencia al infante don San­ en sus ataques coi
cho, su hijo, que a la sazón contaba poco más de un año de edad Debió ser ésti
y quedaba bajo la tutela de su madre, Margarita de Narbona. de escenario la i
Pero no fue, ciertamente, doña Margarita más hábil y afortunada las centurias, poi
que su esposo en el gobierno de las tierras que heredara su hijo y de fuerte y sun
el niño don Sancho, pues, mujer al fin y mal aconsejada, puso en Mas, al fin, <
peligro el patrimonio del infante en distintas ocasiones. fuerzo, huyó cier
Es muy posible que dicha señora estuviera dotada de tan irre­ ra (la vieja Palui
sistible temperamento belicoso que la impulsara a intervenir más de cuyos restos apai
lo debido en los cismas y problemas que sostenía el rey su suegro cerca del Casar
con los infantes sus cuñados y los ricos hombres de Castilla. Y así de su hijo.
debía ser, toda vez que, cuando se quedó viuda, hizo alianza con En este empi
su hermano político don Juan, con don Lope Díaz de Haro, suegro poder pulsar des
de dicho infante, y con don Dioniz de Portugal. Liga que se había el curso de ésta
formado para defender los derechos de los infantes de la Cerda a la vio precisada a <
corona de San Fernando, que por entonces había pasado ya a las sejeros y nobles
sienes de Sancho IV.

242
Extrañó mucho al rey la conducta de la Naborna, y sobre todo la
sanimó por ello, de su hermano don Juan, que siempre había sido afecto a su parcia­
•opicio para que lidad e intereses. Y dejando para ocasión más propicia el momen­
andonado por la to de habérselas con el portugués, ordenó a don Fernando Páez,
iaeiertos; su her- maestre entonces de Alcántara, que con los freires de su Orden v
0 nacional como las milicias correspondientes de Coria, Plasencia y demás pueblos
1 el apoyo de los transerranos, irrumpiera en los territorios que gobernaba doña Mar­
indose hasta con garita en nombre de su hijo, y se apoderara de sus plazas y cas­
nándose al árbol tillos.
s, los infantes de Fue empresa fácil para el maestre organizar un ejército de 3.000
an de tener par­ infantes y 1.000 jinetes; y como la mayor parte de los pueblos de la
la Corona. Sierra de Gata pertenecían a su Maestrazgo, recorrió con rapidez y
a de inseguridad eficacia toda la región réforzando sus huestes; y cuando ya éstas es­
ez más, aprove- taban entrenadas y bien pertrechadas, cruzó la cordillera y se apo­
?mos a los pocos deró de Sabugal, villa por aquel tiempo de gran importancia, pero
o; y en esta oca- que disponía de poca gente apta para su defensa.
iu padre, porque La noticia dando cuenta de la pérdida de Sabugal corrió rápi­
i, hemos de sos- damente del uno al otro confín en los dominios que regentaba doña
>ntes más dilata­ Margarita; y esta señora, aconsejada por los caballeros de su peque­
os a fin de poder ña Corte, determinó refugiarse en su bien fortificada villa de Gra­
. las villas y for- nada (hoy Granadilla), para resistir en dicha plaza y hacer frente a
xe Alburquerque sus enemigos. Así lo hizo, en efecto, pero su situación se hacía cada
vez más crítica y era de temer la pérdida de sus feudos si en plazo
n Pedro, que su breve no acudían en su auxilio el infante don Juan o el rey de Por­
eriores complica- tugal.
revistarse con él Mas como el socorro de sus amigos y aliados no acaba de llegar,
nsiguió a cambio la de Narbona terminó abandonando Granadilla y logró ponerse a
?r mayor cuando salvo en su bien fortificada villa de Galisteo, tras de cuyos muros
realización estos ofreció, una vez más, tenaz resistencia al maestre de Alcántara y a
do Galisteo, Gra- sus caballeros, a pesar de que éstos apretaron el cerco y arreciaron
infante don San- en sus ataques con toda dureza.
un año de edad Debió ser éste el episodio bélico más importante a que sirviera
e Narbona. de escenario la morisca fortaleza de Galisteo en el transcurso de
ábil y afortunada las centurias, porque, cual hoy, disponía de altas y recias murallas
heredara su hijo y de fuerte y suntuoso alcázar, muy estratégicamente emplazado.
msejada, puso en Mas, al fin, convencida doña Margarita de lo inútil de su es­
>nes. fuerzo, huyó cierta noche y buscó asilo en su castillo de la Palome­
tada de tan irre- ra (la vieja Palumbaria, llamada años después castillo de Altamira,
intervenir más de cuyos restos aparecen esparcidos en una gran eminencia montañosa
el rey su suegro cerca del Casar de Palomero), que también pertenecía al señorío
de Castilla. Y así de su hijo.
hizo alianza con En este empinado y seguro refugio permaneció varios días para
: de Haro, suegro poder pulsar desde cerca el desarrollo de los acontecimientos; pero
jg a que se había el curso de éstos no debió ser muy favorable para su causa, y se
i de la Cerda a la vio precisada a escapar nuevamente, acompañada de contados con­
pasado ya a las sejeros v nobles adictos a su Casa, consiguiendo, finalmente, llegar
a la villa de Ledesma (la romana Bletisa), donde concentró un cre­ podamos facer, e
cido número de partidarios para, con la entereza de siempre, seguir de venir del día <
guerreando, muy esperanzada en que algún día no lejano llegarían et prometemos a
los auxilios que sus aliados le habían prometido (7). sobredicho, que i
El tesón de esta dama, persistiendo en su actitud, induce a supo­ nin recabdar nin
ner que lo hacía porque los infantes de la Cerda habían sido libe­ vuestros mandam
rados del castillo de Játiva, y era de esperar prevaleciera su justa montazgos, deret
causa. villas et en los luí
Pasado algún tiempo, se calmó al fin esta belicosa señora; y aun­ lugar de vuestro c
que su conducta, por las intrigas en que había tomado parte, la na fe sin más eng
hicieran merecedora de un ejemplar castigo, Sancho IV de Castilla vilegios et vuestrs
fue indulgente con ella y bondadoso con su sobrino, disponiendo le tra persona como
fueran devueltas todas las tierras que integraban el patrimonio del vos faser más bie
niño infante. rar, ayudar, porqi
Años más tarde, en 1301, aún gobernaba doña Margarita, junta­ derechos, assi ec
mente con su hijo don Sancho, las villas y lugares que les legara su e que nos vos fa
difunto esposo, y que con tan poco acierto había sabido admi­ dejedes de usar <
nistrar. Sancta Iglesia m;
En la sección de manuscritos de la Biblioteca Nacional existe dubda mandaren
copia de una escritura, de cuyo contenido se deduce que era la sellos colgados en
hija del vizconde de Narbona, señora de Galisteo, Granadilla y
otros lugares en el año que se indica. El texto de dicho documento,
y de un párrafo al comienzo del mismo, es del siguiente tenoz:
«Zamora, 12 de agosto de 1301.—Escritura que otorga doña Mar­ Durante el reú
garita, mujer que fue del infante don Pedro, y don Sancho su hijo, de Galisteo, Grar
en Zamora a 12 de agosto del año sobredicho, en que se obligaron Catalina, hermans
conjuntamente a desembargar y restituir a don Alfonso, obispo bicioso don Enrk
de Coria, los heredamientos, diezmos, primicias, montazgos y otro¡f rras de Extrema
derechos que le habían tomado y embargado en la villa de Mon­ varias partes de ei
temayor y su término y en las de Granada, Galisteo, la Figalera y La conducta (
sus términos, y ofrecen guardarle todos sus privilegios, franquicias bres infantes ara<
y libertades y ayudarle y defenderle. llano se vio preci-
»Scritura.— Sepan cuantas esta carta vieron, cómo yo doña Mar­ bienes que entreg
garita, mujer que fui del noble infante don Pedro et yo don Sancho, sos capitanes de
su hijo, fasemos tal avenencia et tal composición con don Alfonso, cazmente a exter
por la gracia de Dios obispo de Coria, por las querellas et demandas hijos de don Ferr
que aviades contra nos por razón de los heredamientos, et diezmos, en peligro las in
et primicias et montazgos et los otros derechos que aviades et de- período de nuestn
viades a ver en la villa de Montemayor et en su término, et en la Sometidos los
villa de Granada et en su término, et en la villa de Galisteo et en rey don Juan hiz
su término, et en la Figalera et en su término, que vos nos tomemos, de 1429, a don G
et en larguemos que sepades la verdat de todo lo que vos nos tañeda y señor d«
tomemos et en larguemos del tiempo pasado, que vos lo demos, et
vos lo entreguemos bien, et cumplidamente, assi como lo nos mejor
(8) Ms. de don
sección correspondiet
(7) Ibid., pág. 242. (9) G. V elo y '

244
■oncentró un cre- podamos facer, et más a nuestra voluntad, et por el tiempo que es
e siempre, seguir de venir del dia de hoy adelant que esta causa es fecha. Otorgamos
> lejano llegarían et prometemos a Dios et a Santa María et a vos don Alfonso obispo
sobredicho, que non tenemos nin recabdemos, nin mandemos tomar
d, induce a supo- nin recabdar nin embargar por nos nin por otra ninguna cosa de los
habían sido libe- vuestros mandamientos, nin de los diezmos, et primicias, rentas et
aleciera su justa montazgos, derechos que non habiedes et debiedes de haber en las
villas et en los lugares sobredichos, et en sus términos et en todo otro
sa señora; y aun- lugar de vuestro obispado. Mas otorgamos, et prometemos vos de bue­
tomado parte, la na fe sin más engaño de vos guardar, cumplir todos los vuestros pri­
10 IV de Castilla
vilegios et vuestras libertades, assi las que avedes por razón de vues­
o. disponiendo le tra persona como las que. avedes por razón de vuestra iglesia. Et pol­
?1 patrimonio de] vos faser más bien et más ayuda, otorgamos de vos defender, ampa­
rar, ayudar, porque vos ayudes bien, e cumplidamente todos vuestros
Margarita, junta- derechos, assi como vuestros privilegios, et vuestras cartas dicen
que les legara su e que nos vos fagamos embargo por nos, nin por otro, porque vos
ía sabido admi- dejedes de usar de vuestra jurisdicción, assi con el derecho que la
Sancta Iglesia manda. Et porque esto sea firme, et non venga en
Nacional existe dubda mandaremos nos endedar esta carta sellada con nuestros
duce que era la sellos colgados en testimonio de verdat» (8).
?o, Granadilla y
licho documento,
siguiente tenoz:
torga doña Mar- Durante el reinado de Juan II, era titular y propietaria del señorío
i Sancho su hijo, de Galisteo, Granada y demás villas mencionadas, la infanta doña
que se obligaron Catalina, hermana de dicho soberano y esposa del turbulento y am­
Alfonso, obispo bicioso don Enrique, infante de Aragón, de cuyas andanzas en tie­
ontazgos y otro:) rras de Extremadura nos ocupamos con algún detenimiento en
la villa de Mon­ varias partes de esta obra.
eo, la Figalera y La conducta de don Enrique y de sus otros hermanos, los céle­
?gios, franquicias bres infantes aragoneses, dejaba mucho que desear, y el rey caste­
llano se vio precisado a confiscar los bienes de su revoltoso cuñado;
10 yo doña Mar- bienes que entregó seguidamente a determinados nobles y prestigio­
t vo don Sancho, sos capitanes de su parcialidad, que habían contribuido muy efi­
x>n don Alfonso, cazmente a exterminar a los seguidores y amigos de los belicosos
lias et demandas hijos de don Fernando, el d e Antequera, cuyas actividades pusieron
ntos, et diezmos, en peligro las instituciones y dieron marcado carácter a todo un
e aviades et de- período de nuestra historia.
érmino, et en la Sometidos los infantes aragoneses y dispersos sus partidarios, el
le Galisteo et en rey don Juan hizo merced del señorío de Galisteo, en 4 de marzo
os nos tomemos, de 1429, a don Garci Fernández Manrique de Lara, conde de Cas­
lo que vos nos tañeda y señor de Aguilar (9), noble caballero a quien quiso honrar
vos lo demos, et
mo lo nos mejor
(8) Ms. de don Andrés Santos Calderón de la Barea, que se conserva en la
sección correspondiente de la B. N.
(9) G. V el o y N ie t o : Señores d e Pasarán, págs. 13 y 14 (Madrid, 1956).
el monarca p
Gabriel Maní
título de eond
bien por sus
fue el nieto d
Galisteo, III i
verdadero fun
taneia y de si
pués.

E xplicació n ;
la plaza n

1.—Puerta
emplazada en
2.—Puerta
das por el ad
piedra que fs
campanario.
3.—Puerta
muralla, y aps
blasón del si;'
4.—Viejos
Garci Fernánc
solar del alcáz;
5.—Torre <
serva bastante
en el centro »
al que corona
sarón de la >
Ambas torres,
de aquellas ti
bidamente p¿
aspilleras el rm
6.—Garita
Picotín.
7.—Trozo i

(10) «Quien
de la vuestra vi
Manrique, Daqn
llecimiento, e v
siempre jama? .
de Haro en su í
(Madrid, 1622
el monarca por sus positivos servicios; y al segundo de sus hijos,
Gabriel Manrique, comendador mayor de Castilla, le concedió el
título de conde Osorio, y en 1451 el de duque de Galisteo (10), tam­
bién por sus servicios, que fueron muchos y muy calificados; pero
fue el nieto de este procer, Garci Fernández Manrique, IV señor de
Galisteo, III duque del mismo nombre, y III conde de Osorno, el
verdadero fundador del Estado d e Galisteo, de cuya mucha impor­
tancia y de sus varios y legítimos poseedores nos ocuparemos des­
pués.

II

E x p l ic a c ió n de la s pa rtes p r in c ip a l e s que in t e g r a n el plan o de


LA PLAZA FUERTE DE GALISTEO.

1.—Puerta llamada de La Villa. Muy estratégica por haber sido


emplazada en ángulo.
2.—Puerta de Santa María, cuyas defensas se vieron aumenta­
das por el adosamiento, en el muro interior, de la doble escalera de
piedra que facilita el acceso a la espadaña que se utiliza como
campanario.
3.—Puerta del Rey, que se abre en un amplísimo lienzo de la
muralla, v aparece surmontado por un curioso y apenas perceptible
blasón del siglo xvi.
4.—Viejos muros del castillo-palacio que mandara construir don
Garci Fernández Manrique de Lara, III conde de Osorno, sobre el
solar del alcázar sarraceno.
5.—Torre del Homenaje del dicho palacio-fortaleza, que se con­
serva bastante bien y ofrece la singular característica de presentar
en el centro de su andén o terraza un original pináculo, idéntico
al que corona el curioso campanil o torre extraria de la villa de Pa­
saron de la Vera, perteneciente al señorío o Estado de Galisteo.
Ambas torres, construidas por los cristianos a raíz de la liberación
de aquellas tierras del yugo musulmán, fueron acondicionadas de­
bidamente para la defensa, restaurando sus almenas, ventanas y
aspilleras el mencionado conde.
6.—Garita o torreón que llaman los habitantes de la villa El
Picotín.
7.—Trozo derruido de la primitiva cerca almohade que circunda

(10) «Quiero que de aquí adelante para en toda vuestra vida seades Duque
de la vuestra villa de Galisteo, e seades llamado, e vos llamades don Gabriel
Manrique, Duque de Galisteo, e Conde de Osorno, e después de vuestro fa­
llecimiento, e vuestra Casa e mayorazgo ovieren de aver, e hereden para
siempre jam ás...», dice la correspondiente provisión real que publica L ópez
de H a r o en su Nobiliario genealógico d e los reyes y títulos d e España, pág. 3 2 0
(Madrid, 1622).

247
y protege la casi legendaria capital del Estado de Galisteo. Ha sido
reconstruido con tan poca habilidad y pericia, que desentona so­
bremanera, y es auténtico pegote en los lienzos de tan interesan­
tísima muralla.
8.— Otro boquete, rehecho, asimismo, de manera tosca e inad­
misible, que ofende a la vista y desprecia la importancia arquitec­
tónica de la más bella y completa muralla de las plazas fuertes de
Extremadura.
9.— Sección de la puerta de Santa María, donde se aprecian al­
gunos de sus muchos e interesantes detalles.
10.— Sección de la puerta del Rey.
11.—Sección de la puerta de La Villa.
12.—Puerta de entrada al castillo-palacio de los Manrique de
Lara, convertido hoy, según se dijo, en inmenso corralón, por haber
desaparecido todos los elementos constructivos de la espléndida,
recia y suntuosa residencia de los que fueron señores, condes y du­
ques de Galisteo. Galerías y cámaras subterráneas, con sus accesos
obstruidos, son el único testimonio de la grandeza del edificio.
13.—Iglesia parroquial, con capillas de estilos y épocas diferen­
tes. Es amplia y poco armónica, destacando al exterior el ábside
de su presbiterio, obra mudéjar cuya fábrica sorprende e interesa
sobremanera al visitante. En uno de sus altares colaterales se ve­
nera artística imagen de la Virgen de la Fuensanta, titular del
santuario de dominicos de aquel nombre, y trasladada a la villa
para salvarla de los sicarios de Napoleón, quienes destruyeron e in­
cendiaron la mencionada casa de oración, surcada de enterramientos,
donde reposan todavía las cenizas de algunos de los más esclarecidos
y prestigiosos miembros del linaje de los señores de Galisteo.
14.—Poste de un crucero, que bien pudo ser rollo o picota, ya
que en el primero de los casos ha desaparecido la cruz.

III

E st a d o d e G a l is t e o .

Garci Fernández Manrique de Lara y Toledo, III conde de


Osorno y señor de Galisteo, era biznieto de otro Garci Fernández
Manrique, casado con Aldonza de Castilla, I conde de Castañeda
y señores de Aguilar, quienes al morir dejaron dos hijos varones
y una hembra.
El primero de éstos, llamado Juan Manrique de Lara, fue II conde
de Castañeda, señor de Aguilar, Izar, Villanueva, Santillana, etc., y
capitán general de la frontera de Cádiz.
El segundo, Gabriel Manrique de Lara, I conde de Osorno,
comendador mayor de Castilla, trece de la Orden de Santiago, señor

248
disteo. Ha sido
desentona so­
tan interesan-

tosca e inad-
ancia arquitec-
Lzas fuertes de

>e aprecian al-

Manrique de

G alisteo.— Almenas de bella traza que coronan el recinto morisco


lón, por haber
la espléndida,
condes y du-
»n sus accesos
edificio,
pocas diferen-
rior el ábside
ide e interesa
terales se ve-
a, titular del
ida a la villa
truyeron e in-
nterramientos,
is esclarecidos
alisteo.
' o picota, ya

I I conde de
ci Fernández
le Castañeda
hijos varones

fue II conde
illana, etc., v

de Osorno,
ntiago, señor
de Maderuelo, Villasirga, San Martín del Monte, Valle de Gama,
Población y Albalá, heredó de su padre el mayorazgo de las villas Galisteo la su
de Galisteo y Fuenteguinaldo, que fundara para el segundo de sus nuestros dias.
hijos, como hacía constar en su testamento expedido en Alcalá el habitual, so r
17 de mayo de 1436, una de cuyas cláusulas decía así. «Otro sí, ostentaban los
mando al Comendador, mi hijo, las villas de Galisteo y Fuente­ de otros mucl
guinaldo con sus tierras y términos, e Prados e Pastos, e Montes e bién de preben
ríos, con la juridicción alta y baja, civil y criminal, e mero mixto He aquí al
imperio, e con dichos e derechos a ellas pertenecientes, lo cual mando Manrique de
por mayorazgo para que lo haya y hereden después de sus días Galisteo y sew
sus hijos y nietos...» (11)., Martín del Me
El comendador don Gabriel casó dos veces; la primera con María rón y Tórreme
Dávalos, hija del condestable Ruy López Dávalos, señor de Osorno. Rivera y Moni
Aunque por razones de consanguinidad hubo de separarse de su Indias, asisten*
esposa, como era de la primera nobleza española y del Consejo armas de las G
de S. M., con tacto y diplomacia consiguió que el rey Juan II le Casó tres %
hiciera merced del Condado de Osorno; y aún hubo más, pues es­ tres y prestigie
tando el soberano en Ocaña, en 1451, le concedió también el tí­ con Juana En
tulo de duque de Galisteo, cuyo mayorazgo, como hemos visto, Bañoz, Graner
poseía por voluntad de su padre. la segunda co
Su segundo enlace fue con Aldonza de Vivero, hija de Alonso la tercera, esta
Pérez de Vivero, contador mayor de Castilla, y procrearon los si­ de Luna, hija
guientes hijos: Pedro, Juan y Beatriz Manrique de Lara. pero mayor d»
Sucedió en la Casa don Pedro, el hijo primogénito, II conde de fijosdalgo de C
Osorno y II duque de Galisteo, ricohombre de Castilla, uno de los de Santiago, y
magnates que firmaban los privilegios reales. Era tan diestro y va­ hermana de 1¿
leroso en las armas, que siendo muy joven acompañó a su padre siguientes hija
en la tala de la Vega de Granada. Caballero de la Orden de San­ Catalina.
tiago, fue también comendador mayor de ella. Casó con Teresa de Fue fervier
Toledo, prima hermana del rey Católico, e hija de Garci Alvarez mismo nombre
de Toledo, I duque de Alba. recibió el hábit
Heredó su Casa y mayorazgos, por ser el hijo mayor, el mencio­ Hallábase e
nado don Garci Fernández Manrique de Lara y Toledo, III conde Felipe I, el H
de Osorno, verdadero señor y fundador del Estado de Galisteo, ya tomaron aquel
que, si bien es verdad que existía este señorío desde los tiempos reino.
de Alfonso X, el Sabio, quien en 1268 lo donó a su hijo don Fer­
nando de la Cerda, y pasó años más tarde a poder del turbulento in­ el lugar de Hoh
fante don Enrique de Aragón, para recaer, finalmente, en el referido Señores de Monr
de Mari García
Garci Manrique de Lara, I conde de Castañeda, no es menos siones, mejoró y i
cierto que fue el III conde de Osor-no quien acrecentó con nuevas Historia geneah _
adquisiciones los mayorazgos (12), cultivó las tierras y levantó en (13) La peqi
encom ienda ael
de bulas que le «
(11) A. H. N.: P leitos..., leg. 34672, ejec. 1456, pág. 35. jenar 4.000 duca
(12) «Compró el Conde de diversas personas mucha renta de yerva, here­
dicha milicia la i
dades y posesiones cerca de sus villas, para dejarlas en el mayorazgo con este mos, vasallos, reí
beneficio. Aldonza de Monroy, viuda de Juan de Cabrera, Comendador de la posesión de ella,
Oliva y vecino de Trujillo, íe vendió las tierras de pan llevar que tenía en
na. Ibid., y en b
guientes.
250
s, Valle de Gama,
>razgo de las villas Galisteo la suntuosa casa-palacio, cuyas ruinas han llegado hasta
el segundo de sus nuestros días. Fue dicha morada, a partir de entonces, residencia
?dido en Alcalá el habitual, solar auténtico de la rama de los Manrique de Lara, que
ecía así: «Otro sí, ostentaban los títulos de conde de Osorno y duque de Galisteo; y
Galisteo y Fuente- de otros muchos miembros de la misma familia poseedores tam­
Pastos, e Montes e bién de prebendas y dignidades.
inal, e mero mixto He aquí algunos datos biográficos del insigne Garci Fernández
ntes, lo cual mando Manrique de Lara y Toledo, III conde de Osorno, III duque de
?spués de sus días Galisteo y señor de esta villa y de las de Villasirga, Villavieco, San
Martín del Monte, Arguillo (13), Bañoz, Vegas de Ruy Pone, Pasa­
primera con María ron y Torremenga, trece de la Orden de Santiago, comendador de
>, señor de Osorno, Rivera y Monreal, presidente del Consejo de dicha Orden y del de
le separarse de su Indias, asistente y capitán general de Sevilla, capitán de hombres de
ola y del Consejo armas de las Guardas y del Consejo de Estado.
el rey Juan II le Casó tres veces este esclarecido personaje, uno de los más ilus­
iu bo más, pues es- tres y prestigiosos, sin duda, de la familia de los Laras; la primera
•dió también el tí- con Juana Enríquez, su tía, señora de las villas de Ruy Ponce,
como hemos visto, Bañoz, Graneras y de las Casas de Hitos, Gigondo y Quintanilla;
la segunda con Juana Cabrera, hija del I marqués de Moya; y
■ro, hija de Alonso la tercera, estando sin sucesión de sus primeras esposas, con María
procrearon los si- de Luna, hija de don Alvaro de Luna, señor de Fuentidueñas, co-
e Lara. pero mayor del rey, alcalde de Loja, capitán de los Ciencontinos
rénito, II conde de fijosdalgo de Castilla, comendador mayor de Montalván en la Orden
bastilla, uno de los de Santiago, y de Isabel de Bobadilla, dama de la reina Católica y
a tan diestro y va- hermana de la marquesa de Moya. De dicho enlace nacieron los
mpañó a su padre siguientes hijos: Pedro, Alonso, Juan, María Magdalena, Isabel y
■ la Orden de San- Catalina.
^asó con Teresa de Fue ferviente admirador del duque de Alba, su abuelo, cuyo
i de Garci Alvarez mismo nombre llevaba; y siguiendo la tradición familiar, en 1497
recibió el hábito de la Orden de Santiago.
» mayor, el mencio- Hallábase en Burgos en 1506 cuando, el 24 de septiembre, murió
Toledo, III conde Felipe I, el Hermoso, siendo uno de los testigos del acuerdo que
ido de Galisteo, ya tomaron aquel mismo día los grandes sobre la gobernación del
desde los tiempos remo.
a su hijo don Fer-
r del turbulento in- el lugar de Holguera; y Antonio de Monroy y María de Vargas, su mujer,
Señores de Monroy, le vendieron, en 1534, yerva en la dehesa de las Cabezas
lente, en el referido de Mari García; y de este modo fue mucho lo que en censos, yervas y pose­
eda, no es menos siones, mejoró y aumentó los bienes de su mayorazgo». Vid, S alazar y C astro :
recentó con nuevas Historia genealógica d e la casa d e Lara, t. I, pág. 631 (Madrid, 1696).
ierras v levantó en (13) La pequeña villa del Arco, llamada comúnmente El Arguillo, era de la
encom ienda del Portezuelo, en la Orden de Alcántara; y Carlos I, en virtud
de bulas que le concedieron los pontífices Julio III y Clemente V III para ena­
jenar 4.000 ducados de las Mesas maestrales y encom iendas, desmembró de
i renta de yerva, here- dicha milicia la mencionada villa y la vendió a Garci Manrique, con sus diez­
el mayorazgo con este, mos, vasallos, rentas, pechos y derechos; y en 10 de mayo de 1542, tomó
Ta, Comendador de la posesión de ella, en nombre del III conde de Osorno, don Bernardino Guadia­
n llevar que tenía en na. Ibid., y en la R. de E. E., de Badajoz, t. V III, año 1934, págs. 335 y si­
guientes.
En 1511 era comendador de Rivera; y al año siguiente acompa­
ñó a don Fadrique de Toledo, duque de Alba, su pariente, en las
guerras de Navarra, donde fue capitán de gente de armas. Estuvo
sitiado en Pamplona cuando el rey Juan de Albret, auxiliado por
los franceses, puso cerco, sin resultado positivo, a dicha capital.
Sucedió a su padre en la Casa de Osorno en 1515, fecha en que
lo nombró Fernando, el Católico, gobernador de la Orden de San­
tiago en la provincia de León, la cual comprendía, entre otras, las
ciudades de Mérida, Llerena, Jerez y cuantas villas y tierras tenía
la expresada milicia en Extremadura y Andalucía. El referido cargo
estaba en relación con su elevado rango de procer esclarecido y pres­
tigioso.
Los Reyes Católicos le dieron también la administración de la
mencionada Orden; y en 1517, estando en Bruselas, el emperador
prometió darle el hábito de Santiago para el mayor de sus hijos,
en el primer capítulo que se celebrara.
Intervino muy directamente en todos los graves problemas de
las Comunidades, tanto en Medina de Rioseco como en Valladolid,
donde entró después del desastre de Villalar vestido de «librea
verde con la caballería de sus gentes de armas, y vestidas de la
misma librea».
Fue este conde don Garci uno de los gobernadores de provincia
que acudieron a Logroño con las milicias de su Casa, en 1521, cuan­
do los franceses pretendieron apoderarse de dicha capital después
de la toma de Pamplona, Estella y otras plazas de Navarra; y tan
satisfecho quedó el emperador de su cooperación, que lo nombró
asistente y capitán general de Sevilla y su tierra, empleo de los más
codiciados por la nobleza de aquel tiempo.
Sus positivos y relevantes servicios a la Corona contribuyeron
a que poco tiempo más tarde, en 1523, exactamente, se le hiciera
merced de la dignidad de trece de la Orden de Santiago; decidién­
dose, seguidamente, a hacer renuncia en manos de S. M., de la
encom ienda de Rivera, a fin de que recayera dicha prebenda en su
hijo mayor Pedro Manrique, llamado a ser IV conde de Osorno.
Y, efectivamente, a últimos del expresado año, estando en Granada
el emperador, firmó el nombramiento y dio, a su vez, al señor de
Galisteo, la Presidencia del Consejo de la Orden de Santiago; lo
que no impidió, a pesar de las muchas exigencias de este cargo,
que el referido conde pasara a Italia acompañando a don Carlos
cuando acudió a Bolonia para recibir de manos del pontífice la
corona del Imperio Romano. Al tratar de este asunto, dice Sando-
val, que el señor de Galisteo y Osorno era de los magníficos ca­
balleros castellanos que con gran boato y ostentación de sus dig­
nidades y prerrogativas integraban la comitiva del soberano.
Su viaje a Italia contribuyó a que se aficionara por el Renaci­
miento italiano, tan en boga en aquel tiempo; y al regresar a la

252
uiente acompa-
>ariente, en las
armas. Estuvo
auxiliado por
cha capital,
i, fecha en que
Orden de San-
entre otras, las
y tierras tenía
referido cargo
arecido y pres-

istración de la
el emperador
r de sus hijos,

problemas de
en Valladolid,

G alisteo.— Puerta de Santa María


do de «librea
vestidas de la

■s de provincia
en 1521, cuan-
apital después
Navarra; y tan
|ue lo nombró
leo de los más

contribuyeron
, se le hiciera
iago; decidién-
S. \1., de la
rebenda en su
le de Osorno.
lo en Granada
z. al señor de
e Santiago; lo
ie este cargo,
a don Carlos
‘1 pontífice la
>, dice Sando-
nagníficos ca-
n de sus dig-
tberano.
x>r el Renaci-
regresar a la
patria aquel mismo año decidió dar comienzo a tres colosales obras
que rivalizan en belleza y suntuosidad. Eran éstas: el palacio- medio punto» (I
fortaleza de los condes de Osorno en Galisteo, el monasterio de miento que osten
Nuestra Señora de la Fuensanta o Fuente Santa extremuros de Desde ella se dív
dicha villa, y la casa-palacio de Pasaron, residencia preferida por Mucho intere
descendientes de su hijo don Alonso, señor de Graneras, progenitor e importante obi
de la segunda rama de los Fernández Manrique de Lara que se de Osorno en la
perpetuó por varonía hasta mediados del siglo xvm. mencionado mon
La casa-fuerte o palacio-fortaleza, mandada construir por el in­ teón del fundad*
signe don Garci Fernández Manrique, III conde de Osorno y señor Se alzó este
de Galisteo en la villa cabeza de su señorío era de trazos monu­ villa, a poco mi
mentales, digna de los señores que la habitaron. He aquí algunos taba a las norma
detalles de su arquitectura recogidos y anotados por el viajero sistía en dos arci
Ponz (14) a finales del siglo xvm, cuando ya había perdido, sin duda, al pórtico; v bu<
parte de su fisonomía por aditamentos y revocos posteriores, que dallas y estatuas
transformarían, al menos en parte, la primitiva fábrica. El interior d
Opina Mélida que, adosado a las murallas de Galisteo, levanta­ construida, fue
ron los árabes un soberbio alcázar que se transformó en castillo du­ posteriores; perc
rante o a partir de la Reconquista; y que sobre sus cimientos erigió nada corriente,
el mencionado conde de Osorno su gran palacio fuerte, que resul­ muy pequeños,
taba difícil conquistar por estar circundado de murallas y situado presentando ur,¿
sobre una eminencia junto al río Jerte. bricado con bal
obra de mano m¡
El patio de tan regia morada estaba adornado con columnas que
Al subir la
sostenían las galerías alta y baja. Eran de piedra berroqueña, muy
Miguel, hecha c
altas, y de una sola pieza cada una. Tanto en el interior como en
alta, y algunos
el exterior de las dichas galerías, y a lo largo de todo el piso, apa­
mejor gusto y* d
recían medallones con cabezas esculpidas; precioso ornato que
irocedencia v t
contribuía a admitir, sin duda alguna, que se trataba de una obra
del siglo xvi; suposición corroborada por la existencia de capiteles
f ama de la loza 1
E l monaster
compuestos.
Predicadores, y
La escalera principal del edificio, formada por tramos de una tantas veces cité
sola pieza, era grandiosa en extremo; disponiendo también el con­
fortable y majestuoso palacio de una puerta con arco escarzano para
comunicar con la villa, y que todavía luce su bello trazado. (15) M é l i d a :
Las columnas de la galería, 30 entre las dos, sólo ocupaban tres (16) He aquí.
lienzos del patio, pues el cuarto correspondía a un lado de la ori­ «Don Alonso
ginal torre que aún se conserva perteneciente al viejo castillo, obra cláusula de su tes
ser enterrado «en
de los tiempos en que tuvieron lugar las luchas de los infantes de listeo, e donde e
Aragón y los maestres de Alcántara. A dicha torre —que es de si­ Lara y María de L
llería, rectangular, con pequeñas y curiosas ventanas, aspilleras y Don Pedro F e
cuatro matacanes derruidos, uno a cada lado, en lo alto— , «le y casado con Lee
en dicha villa el
falta el almenaje y de en medio de ella se alza un capitel octógono, la Santísima Trii
piramidal, de argamasa, sobre un cuerpo de ladrillos con arcos de caballero del hábi
y pie de monte
(14) A ntonio P onz : Viaje d e España, ecl. Aguilar, t. V III, carta 1.a, pá­ Plasencia... mand
gina 683 (Madrid, 1949). Señora de la Fu»
teo...». A. H. X .:
254
colosales obras
is: el palacio- medio punto» (15); es dominante y fuerte, y el peregrino corona­
monasterio de miento que ostenta denota haber sido construida durante el siglo xiv.
extremuros de Desde ella se divisa y protege el paso del puente sobre el Jerte.
preferida por Mucho interés ofrece también a nuestro propósito otra acogedora
Tas, progenitor e importante obra que mandara edificar y patrocinara el III conde
e Lara que se de Osorno en la expresada villa de Galisteo. Nos referimos al ya
mencionado monasterio de la Fuensanta, erigido con destino a pan­
truir por el in- teón del fundador y sus descendientes (16).
Osomo y señor Se alzó este refugio de religiosos dominicos extramuros de la
; trazos monu- villa, a poco más de una legua; y aunque su fachada no se suje­
e aquí algunos taba a las normas del gótico puro, no estaba exenta de mérito. Con­
por el viajero sistía en dos arcos con cabezas de serafines, que permitían el acceso
dido, sin duda, al pórtico; y buena parte de la fachada aparecía adornada con me­
osteriores, que dallas y estatuas labradas en mármol de muy regular factura.
ca. El interior de la iglesia, del más depurado estilo gótico al ser
ilisteo, levanta- construida, fue retocado y desfigurado con añadiduras en épocas
en castillo du- posteriores; pero lo que ofrecía nota muy singular, y característica
•imientos erigió nada corriente, era el empedrado del claustro, de guijarros negros
?rte, que resul- muy pequeños, recogidos en las márgenes del Jerte y del Alagón,
allas y situado presentando una superficie tan igual y lisa como si hubiera sido fa­
bricado con baldosas; tenía, además, algunos dibujos intercalados,
i columnas que obra de mano maestra.
■rroqueña, muy Al subir la escalera había un altarcito con la imagen de San
terior como en Miguel, hecha de loza de Talavera y de poco más de una vara de
lo el piso, apa- alta, y algunos ángeles y otras figuras de la misma cerámica, del
so ornato que mejor gusto y dibujo, las cuales, con otros muchos detalles de igual
irocedencia y fabricados por artífices expertos, contribuyeron a la
>a de una obra f ama de la loza talaverana en otros tiempos.
■ia de capiteles
El monasterio de la Fuensanta fue entregado a la Orden de
Predicadores, y se fundó conforme a lo convenido entre el conde,
tramos de una
tantas veces citado, su esposa doña María de Luna y fray Bartolomé
ambién el con-
escarzano para
trazado, (15) MÉlida : C atálogo..., t. II, pág. 111.
ocupaban tres (16) He aquí, entre otros, algunos testimonios de este aserto:
lado de la ori- «Don Alonso Fernández Manrique de Lara, esposo de Inés de Solís, en
o castillo, obra cláusula de su testamento, fechado el 13 de febrero de 1577, dice que desea
ser enterrado «en la bóveda del convento de la Fuensanta, que está junto a Ga­
los infantes de listeo, e donde están enterrados sus padres, Garci Fernández Manrique de
—que es de si- Lara y María de Luna».
as, aspilleras y Don Pedro Fernández Manrique de Lara, Luna y Solís, nacido en Galisteo
lo alto—, «le y casado con Leonor de las Infantas, dejó dicho en su testamento, extendido
en dicha villa el 22 de noviembre de 1608, lo siguiente: «En el nombre de
ipitel octógono, la Santísima Trinidad... Sepan..., cómo yo don Pedro Manrique de Solís,
6 con arcos de caballero del hábito de Santiago, Maestre de Campo del Tercio de Lombardía
y pie de monte del Consejo del rey nuestro señor, vecino de la ciudad ae
[II, carta 1.a, pá- Plasencia... mando que mi cuerpo sea enterrado en la Capilla de Nuestra
Señora de la Fuensanta, convento de Santo Domingo, en la villa de Galis­
teo...». A. H. N.: Orden d e Santiago, leg. 4835, pág. 36 v.°
de Saavedra, provincial de aquella religión, con residencia en Va­
lladolid, el día 1 de julio de 1529.
Poco tiempo después, el 25 de febrero de 1530, el conde, estando
en Galisteo, entregó a fray Fernando de Lucio, vicario de la Fuen­
santa, imágenes, joyas, libros, ornamentos y cuantos elementos fueron
precisos para completar el ornato de varios retablos. Le hizo tam­
bién donación de dos privilegios de juro; uno sobre los lugares de
la merindad de Carrión, despachado por renuncia suya a nombre
del prior y frailes de la Fuensanta; y otro a favor del monasterio,
cuyas rentas se sacarían de las alcabalas de Gata.
Les dio, asimismo, varias escrituras renunciando, a su favor, la
propiedad de las viñas, huertas y olivar que poseía junto al río Jerte,
termino de Galisteo; y les hizo merced a perpetuidad de 200 fanegas
de trigo y 25 de cebada por cada un año, situadas sobre los con­
cejos de Galisteo, Montenermoso y Aldeahuela; y de 18 arrobas
de aceite por año.
Les entregó otras dos escrituras referentes, la primera a las
tierras que Fernando de Trejo dio a la Fuensanta; y la segunda, de
cuanto debía pagarle cada año la cofradía del Santísimo Sacramen­
to de Galisteo. Con lo cual, y las múltiples atenciones que tuvieron
con aquella Santa Casa durante toda su vida tanto él como su espo­
sa, quedó la misma suficientemente dotada.
Fueron tantos los beneficios recibidos por los dominicos que, en
1533, fray Juan de Fenario, general de la Orden de Predicadores,
concedió a don Garci Manrique, a la condesa María de Luna, su
mujer, a sus hermanos, hijos y nietos, participación de los sufragios,
privilegios y buenas obras de aquella religión; y el mencionado padre
general, al hacer referencia a caballero tan benemérito, lo llama
Ilustrísimo Domino Garsiae Manrique Comiti d e Osorno Praesidi
Consilii Indiarum, ac O rdinum..., tratamiento que se aplicaba, rara
vez, en aquel tiempo, y que evidenciaba la categoría social de dicho
conde, a quien había hecho también merced el emperador de la
presidencia del Consejo de Indias, empleo de los más destacados y
apetecidos, lo que permitió ser considerado por sus contemporáneos
como uno de los privados y favoritos de Carlos I de Gante, según se
desprende del contenido de documentos de la época.
Sus preocupaciones y desvelos por el mejoramiento de su Es­
tado de Galisteo, no impidieron que' atendiera debidamente sus
intereses en la villa de Osorno.
Otra de las obras que ha hecho inolvidable a tan insigne bene­
factor es el magnífico puente de piedra que cruza el Jerte, junto a
la villa de Galisteo, capital de Estado de su nombre. Tiene siete ojos
y sus servicios han resultado muy útiles a todos los habitantes de
la comarca. En la parte central del mismo se alza una especie de
paredón con la inscripción siguiente:

256
i residencia en Va-

0, el conde, estando
vicario de la Fuen-
os elementos fueron
iblos. Le hizo tam-
abre los lugares de
cia suya a nombre
iOT del monasterio,

ido, a su favor, la
a junto al río Jerte,
dad de 200 fanegas
das sobre los con-
v de 18 arrobas

la primera a las
^ y la segunda, de
ntísimo Sacramen-
¡ones que tuvieron
) él como su espo-

dominicos que, en
i de Predicadores,
[aria de Luna, su
a de los sufragios,
mencionado padre
emérito, lo llama
■ Osorno Praesidi
se aplicaba, rara
ía social de dicho
emperador de la
más destacados y
s contemporáneos
? Gante, según se
.
V
*

liento de su Es-
debidamente sus

an insigne bene-
el Jerte, junto a
. Tiene siete ojos
os habitantes de
una especie de

G alisteo .— Torre llamada E l Castillo

17
D. GARCIA FERNANDEZ MANRIQUE, Al morir, sin si
COMES OSORNI, HUJUS, AC CASTRI prima hermana
DOMINVS CVM DOMINA MARIA DE Mor ata y Nava
LUENA EIU S CONIUGE, ANNO A NATI- V III condesa de
VITATE CH RISTI DOMINICI MDXLVI, don Alonso Mí
GRATIAE REDDANTUR DOMINO. Q. O. Osorno, falleeidi
F. S. 1546. en Madrid el di
lonia los títulos
Encima aparece un escudo, labrado en piedra, con las armas del ferido don .Alón
señor que sufragó la fábrica, coronado todo por una ornacina con tera, con las tiei
la estatua de dicho caballero, el referido don Garci Fernández Man­ VI señor d el
rique de Lara y Toledo, III conde de Osorno, duque y señor de Ga­ Infantas, IX sei
listeo, que consagró parte de su vida a mejorar sus mayorazgos y menga, nieto de
a favorecer a sus colonos y protegidos. las Graneras v
Santiago, herma]
* * #
de de Osorno. 1
tas, nació en P
II señor d el Estado de Galisteo.—Don Pedro Fernández Manri­ su padre. Herec
que de Lara y Luna, IV conde Osorno, IV duque y señor de Ga­ que fundare® s
listeo y de Villasirga, Valle de Gama, San Martin, Villalba, el Ar­ rremenga. Baño
quillo, Villavieco, Pasaron y Torremenga, trece de la Orden de San­ tierras y lugares
tiago y comendador de las de Rivera y Monreal. Desde 1546 a 1569. deobispo, H ol;
Casó por primera vez con Elvira Enríquez de Córdoba y por se­ tuna, con las de
gunda con María de Velasco; reunió de ambos matrimonios dieci­ gos; el patronal
siete hijos, y dejó dispuesto que al morir fuera enterrado en la de Osomo poseí
Fuensanta. de Solís.
III señor del Estado d e Galisteo.— Don Garci Fernández Man­ V II señor de.
rique de Lara, V conde de Osorno, V duque y señor de Galisteo, rique de Lara S
Valle de Gama, Pasaron y Torremenga, Villasirga, Villavieco, San Fuensaldaña. vi
Martín y Bañoz, Caballero de Santiago. Murió de una coz de ca­ Torremenga v E
ballo estando en Madrid y fue enterrado en el monasterio de la Campilluela. He
Trinidad de Burgos. Había casado con Teresa Enríquez, hermana Aldonza de Vive
del IV conde de Alba de Liste, y tuvieron siete hijos. pensar a los M
IV señor d el Estado de Galisteo.—Don Pedro Fernández Manri­ Osomo, hizo m
que de Lara, VI conde de Osorno, VI duque y señor de Galisteo, hermoso, une dt
de Arquillo, Bañoz, Pasaron y Torremenga, etc. Heredó sus Esta­ ya caballero de
dos en 1584, cuando ya tenía treinta años. Murió en Galisteo el Carvajal v Luní
1.° de abril de 1589 y fue enterrado en la Fuensanta. Estuvo casa­ siendo entenado
do con Catalina Zapata, dama de las infantas doña Isabel Clara y Debía hered
doña Catalina Micaela, hijas de Felipe II. Al morir dejó dos hijos. hermano Pedro,
V señor del Estado de Galisteo.—Don Garci Fernández Manrique pero como habí
de Lara y Zapata, V II conde de Osorno, VII duque y señor de Ga­
listeo, de Pasaron y Torremenga y de los demás señoríos de su
padre. Fue alguacil mayor de la Real Chancillería de Valladolid y (17) E l día 8 i
y Vivero, V coodt
guarda mayor de la Inquisición en dicha ciudad. Es de los pocos Montehermoso:
condes de Osorno que emplearon el título de duque de Galisteo. su nieto, Francisco
E, Al morir, sin sucesión, en 1635, pretendió heredar sus Estados su
tu prima hermana doña Ana Polonia Manrique de Luna, condesa de
>E Morata y Navalmoral, marquesa de Malpica, que se hizo llamar
1- V III condesa de Osorno y duquesa de Galisteo; pero le puso pleito
1, don Alonso Manrique y de las Infantas, tio del V II conde de
O. Osorno, fallecido, y, por sentencia de tribunal competente, dictada
en Madrid el día 4 de noviembre de 1642, pasaron a doña Ana Po­
lonia los títulos de conde de Osorno y duque de Galisteo; y al re­
on las armas del ferido don Alonso Manrique, los señoríos de Galisteo, Pasaron, etcé­
na ornaeina con tera, con las tierras que integraban los correspondientes mayorazgos.
Fernández Man- VI señor del Estado d e Galisteo.—Don Alonso Manrique y de las
; y señor de Ga- Infantas, IX señor de Galisteo, Bañoz, Arquillo, Pasaron y Torre-
is mayorazgos y menga, nieto de don Alonso Fernández Manrique de Lara, señor de
las Graneras y comendador de Aceuchal y Rivera en la Orden de
Santiago, hermano segundo de don Pedro Manrique de Lara, IV con­
de de Osorno. El IX señor de Galisteo y de la Casa de las Infan­
tas, nació en Plasencia, y sólo tenía cuatro años cuando falleció
ímández Manri- su padre. Heredó de su sobrino los bienes del segundo mayorazgo
y señor de Ga- que fundaron sus bisabuelos, es decir, las villas de Pasaron, To-
Villalba, el Ar- rremenga, Bañoz, el Arquillo y el Estado de Galisteo, con sus
t Orden de San­ tierras y lugares, a saber: Montehermoso, el Guijo, Malpartida, Val-
íde 1546 a 1569. deobispo, Holguera, Carcaboso, Aldehuela, Pozuelo, Riolobos y Acei­
doba y por se- tuna, con las dehesas del Rincón, Navasmojadas, Casillas y Portaz­
itrimonios dieci- gos; el patronato de la Fuensanta y los demás que los IÍI condes
ínterrado en la de Osorno poseían en Galisteo y su comarca. Casó con María Manuel
de Solís.
remández Man- V II señor del Estado d e G alisteo.— Don Alonso Fernández Man­
ior de Galisteo, rique de Lara Solís y Vivero, I conde de Montehermoso (17), V de
Villavieco, San Fuensaldaña, vizconde de Altamira, señor de Galisteo, de Pasaron,
una coz de cá- Torremenga y Bañoz, poseedor de los mayorazgos de Segrejas y la
onasterio de la Campilluela. Heredó el Condado de Fuensaldaña por descender de
íquez, hermana Aldonza de Vivero, de quien era quinto nieto. Felipe IV, para com­
os. pensar a los Manrique de Lara por la pérdida del Condado de
mández Manri- Osorno, hizo merced a este don Alonso del Condado de Monte-
ior de Galisteo, hermoso, uno de los lugares de su Estado de Galisteo. En 1626 era
;redó sus Esta- ya caballero de la Orden de Santiago. Casó con María Enríquez de
en Galisteo el Carvajal y Luna, dama de la reina; y murió sin sucesión en 1683,
a. Estuvo casa- siendo enterrado en la Fuensanta.
Isabel Clara y Debía heredar a este caballero, por no tener descendencia, su
dejó dos hijos, hermano Pedro, señor del Arquillo, casado con Antonia de Silva;
indez Manrique pero como había fallecido antes que don Alonso, recayeron los tí-
y señor de Ga-
señoríos de su
le Valladolid y (17) E l día 8 de julio de 1658 se concedió a don Alonso Manrique de Solís
y Vivero, V conde de Fuensaldaña y caballero de Santiago, el Condado de
s de los pocos Montehermoso; y el real despacho fue expedido en 7-12-1770, a nombre de
íe de Galisteo. su nieto, Francisco Lasso de la Vega. Vid, leg. 11716 de Consejos (A. H. N.).
Miranda de An
tulos y mayorazgos de la Casa en su sobrino Marcos, hijo de don Santiago y del R<
Pedro y sobrino de don Alonso, I conde de Montehermoso. con ejercicio, y s
V III señor d el Estado d e Galisteo.—Don Marcos Fernández Man­ don Tomás Lass
rique de Lara Solís y Vivero, II conde de Montehermoso, VI de dama de la rein
Fuensaldaña, X vizconde de Altamira, señor de Galisteo, Pasaron, X señores de Gal
Torremenga, Baños, el Arquillo, Barcial de Lomas, Sagrejas, Mal- Casó este nol
partida, la Campilluela, San Miguel de Negredas, feligresías de fue señor de tod
Paldo, Juanses, Estebos, el Valle y otras de Galicia «que no sólo XII señor de
fue el pariente mayor de las tres Casas de Solís, Vivero e Infantas», Vega y Sarmiem
sino también que tuvo el honor de ser en su tiempo, en España, el de Monhermoso
primer varón legítimo de toda la esclarecida familia de los Laras. y Estado de GaL
Casó en 1685 con Mariana de Carvajal y Vivero, hija de Juan de la población de
Carvajal y de Sande, I conde de la Quinta de la Enjarada, de Cá­ síndico de la cii
ceres, y de María de Vivero y Moctezuma, sexta nieta del empera­ España, caballer
dor de Méjico. Fueron padres de Juan Fernández Manrique de Lara. de Cámara de S
IX señor del Estado d e Galisteo.—Don Juan Fernández Manri­ anterior.
que de Lara y Carvajal Solís Vivero Silva y de Sande, III conde de X III señor di
Montehermoso, VII de Fuensaldaña, señor de Galisteo, Pasaron (18), la Vega, IV duq
Torremenga y el Arquillo; y propietario de todos los títulos, señoríos tehermoso, marc
y mayorazgos de las Casas de Solís, Vivero y las Infantas. Murió sarón y Torren
sin descendencia y le sucedió su tío don Alonso, hermano de su Alejo de Solís v
padre. adelantado mavi
X señor d el Estado d e Galisteo.—Don Alonso Fernández Manri­ mont, marqués (
que de Lara Silva Solís Luna Vivero Infantas Toledo y Mendoza, duque de Areml
caballero del Toisón de Oro, del hábito de Santiago y de la Orden perio, etc.
de Santi Spíritus, comendador de la de Valencia del Ventoso, duque XIV señor di
de Arco, señor de la villa y Estado de Galisteo, IV conde de Mon­ y Vignancourt, <
tehermoso, de Montenuevo, de la Puebla del Maestre y de Fuen­ tiérrez de los B
saldaña, marqués de Vacares, vizconde de Altamira, señor de Pa­ duques del Arct
saron, Torremenga, Lobón, Barcial de Lomas, Valdesandinos, Gérgal, Montehermoso, i
Belifique y Febey, y de las merindades de Galdo, Villajuán y Ri­ de Anta, Castil
veras del Sol; caballerizo, montero, cazador y ballestero mayor y castillos de A
de S. M., gentilhombre de Cámara y alcaide de los reales sitios del teo y sus tierras.
Pardo, la Zarzuela y Torre de la Parada, etc., quien estaba casado XV señor del
con María Ana Enríquez y Cárdenas, y murió sin sucesión. Heredó rrez de los Ríos
sus Estados y títulos su sobrino Luis Lasso de la Vega, hijo de su ñez, con grande
hermana María Fernández Manrique de Lara, nacida en Pasaron. cayo, condesa c
XI señor d el Estado d e Galisteo.—Don Luis Lasso de la Vega Alameda y señe
Córdoba Lasso de la Vega y Solís, señor de la Casa de Solís, II duque sarón y Torreni
del Arco, V conde de Montehermoso, de Puertollano, y marqués de lipe María Osoí
caballero Gran
(18) La bien conservada cárcel de Pasaron de la Vera es obra del X II señor e hijo del conde
del Estado de Galisteo, don Juan Fernández Manrique de Lara y Carvajal.
Lo testimonia la siguiente inscripción, que aparece sobre el dintel de su única XVI señor i
puerta: «Hízose esta carzel a horden del Excmo. señor do Juan Frnz Manrique reto y Osorio y
de Lara, señr d esta villa, execvtola D. Fmco. cav. al de hordinario della, y Fernannúñez
en este año de 1720».

260
Miranda de Anta, grande de España, caballero de la Orden de
reos, hijo de don Santiago y del Real de San Genaro, gentilhombre de Cámara de S. M.,
hermoso. con ejercicio, y su montero mayor; era hijo del conde de Puertollano
Fernández Man- don Tomás Lasso de la Vega, y de doña María Manrique de Lara,
ehermoso, VI de dama de la reina y hermana de don Marco y don Alonso, V III y
Galisteo, Pasaron, X señores de Galisteo, respectivamente.
s, Sagrejas, Mal- Casó este noble caballero con doña María Francisca Sarmiento, y
is, feligresías de fue señor de todas las villas y lugares del Estado de Galisteo.
cia «que no sólo X II señor del Estado d e Galisteo.—Don Francisco Lasso de la
¡vero e Infantas», Vega y Sarmiento, III duque del Arco, conde de Puertollano y VI
50, en España, el
de Monhermoso, marqués de Miranda de Anta, señor de la villa
lia de los Laras. y Estado de Galisteo, de Pasaron y Torremenga, vizconde y señor de
hija de Juan de la población de Colmenar de Málaga, alguacil mayor y procurador
Enjarada, de Cá- síndico de la ciudad de Badajoz y su arrabal de Telena, grande de
íieta del empera- España, caballero Gran Cruz de la Orden de Carlos III, gentilhombre
[anrique de Lara. de Cámara de S. M. y su montero mayor, etc.; hijo primogénito del
Fernández Manri- anterior.
íde, III conde de X III señor d el Estado d e Galisteo.—Doña María Andrea Lasso de
teo, Pasaron (18), la Vega, IV duquesa del Arco, condesa de Puertollano, VI de Mon­
s títulos, señoríos
tehermoso, marquesa de Miranda de Anta, señora de Galisteo, Pa­
Infantas. Murió saron y Torremenga, quien contrajo matrimonio con don Alonso
hermano de su Alejo de Solís y Viznacourt, Frolh de Córdoba, duque de Montellano,
adelantado mayor de Yucatán, conde de Saldueña, Frigiliana, Egre-
remández Manri- mont, marqués de Castilnovo, Pons y Plandogan, vizconde de Dawe,
ledo y Mendoza,
duque de Aremberg, príncipe de Barbazón y del Sacro Romano Im­
;o y de la Orden perio, etc.
1 Ventoso, duque
XIV señor d el Estado d e Galisteo.—Doña María Vicenta de Solís
J conde de Mon-
y Vignancourt, quien contrajo matrimonio con don Carlos José Gu­
?stre y de Fuen-
tiérrez de los Ríos y Fernández de Córdoba. Fueron estos señores
ra, señor de Pa-
duques del Arco, Montellano y Fernannúñez, condes de Puertollano,
“sandinos, Gérgal, Montehermoso, Barajas, Saldueña y Frigiliana, marqueses de Miranda
, Villajuán y Ri-
de Anta, Castilnovo, Pons y de la Alameda, señores de las villas
ballestero mayor
y castillos de Abecaliz, la Morena e Hijas, y del Estado de Galis­
s reales sitios del teo y sus tierras.
en estaba casado
XV señor d el Estado d e Galisteo.—Doña Francisca de Asís Gutié­
sucesión. Heredó
rrez de los Ríos y Solís, duquesa del Arco, Montellano y Fernannú­
Vega, hijo de su
ñez, con grandeza de España de primera clase, marquesa de Mon-
cida en Pasaron, cayo, condesa de Molina de Herrera, de Barajas, marquesa de la
.asso de la Vega
Alameda y señora de Galisteo, de la Higuera de Vargas y de Pa­
le Solís, II duque saron y Torremenga, etc., quien contrajo matrimonio con don Fe­
10, y marqués de
lipe María Osorio de Castelví y de la Cueva, conde de Cervellón,
caballero Gran Cruz de la Orden de Carlos III, natural de Madrid
s obra del X II señor e hijo del conde de Cervellón y marqués de Nules.
e Lara y Carvajal.
dintel de su única XVÍ señor del Estado d e Galisteo.—Doña María del Pilar Lo-
luán Frnz Manrique reto y Osorio y Gutiérrez de los Ríos, duquesa del Arco, Montellano
le hordinario della, y Fernannúñez, condesa de Saldueña, Frigiliana, Montehermoso,
Puertollano, Molina de Herrera, Barajas, Anua, Cervellón, Elda, Pe-
zuela de las Torres, Siruela, marquesa de Pons Castilnovo, Miranda
de Anta, Castelmoneayo, de la Alameda, Mina, Nules y Villatorts,
señora del Estado de Galisteo, de la Higuera de Vargas, de Pasaron
y Torremenga.
# # *

Vivía esta última señora del Estado de Galisteo (19), y era menor
de edad, a mediados del siglo xix, en cuya fecha enajenaron el pa­
lacio y algunas tierras de Pasaron; y a partir de entonces, sus des­
cendientes de las Casas nobles de Montellano y Fernannúñez, al
extinguirse los señoríos, vendieron a particulares la suntuosa casa-
fuerte que con tanta ilusión alzaron en Galisteo los III condes de
Osorno, y ello motivó el lamentable y total estado de ruina en que
hoy se encuentra el regio edificio.

tí.

F u n d a c ió n y sr

No satisfec
repoblado los
Bletisa (Ledesi
penetrar sobre
una pequeña >
viera de muro
infieles, que a
las Transierras
El sitio ele;
de la actual p
(1) «Locum
multa mala» (Cri
trematura Civitat
(19) Vid, Títulos del reino y Grandezas d e España (A. H. N.), legs. 8982,
su R egesta d e Fei
8985, números 143 v 284.

262
rvellón, Elda, Pe-
stilnovo, Miranda
ules y Villatorts,
irgas, de Pasaron

(19), y era menor


?najenaron el pa-
ntonces, sus des-
Femannúñez, al
a suntuosa casa-
>s III condes de
de ruina en que

ylluaiít cU

E L CASTILLO Y LA PLAZA FU ERTE


DE GRANADILLA

F u n d a c ió n y s it u a c ió n d e l a v i l l a d e e s t e n o m b r e .

No satisfecho todavía el rey de León, Fernando II, con haber


repoblado los viejos municipios de Miróbriga (Ciudad Rodrigo) y
Rletisa (Ledesma) (1), en 1161, para adelantar sus fronteras y poder
penetrar sobre seguro en tierra de moros, decidió fundar y fortificar
una pequeña villa en escogido y estratégico lugar, a fin de que sir­
viera de muro de contención y evitar así posibles avances de los
infieles, que asentaban y dominaban toda la parte meridional de
las Transierras leonesa y castellana.
El sitio elegido para edificar la nueva población fue el noroeste
de la actual provincia de Cáceres, junto a la histórica Calzada de
(1) «Locum optimum qui dicitur Civitas Rode
multa mala» (Crónica de Jiménez Rada, cap. XIX). «Populavit siquidem in Ex-
ET. X.), legs. 8982, trematura Civitatem et Letesmam» (Tudensis, IV, 106), según J. G on zález en
su Regesta d e Fernando II, pág. 45.
la Plata que, según ya se ha hecho constar, recibió el nombre de cera; y que el ca<
Vía, Calzada o Camino de la Guinea en el medievo, al iniciarse la trucción de un a
reconquista de la extensa comarca limitada por los picachos de la falleció la linda c
Carpetovetónica y la margen derecha del Tajo. Dice el narrad
En 1170, don Fernando llevó a efecto la fundación de la villa tes en un trayecto
de Granada (2), cuyo nombre conservó hasta que los Reyes Católicos y que todavía se
arrebataron a la morisma su homónima, la capital del legendario Martín San tibí
reino granadino. A partir de entonces, y para evitar confusiones, se cuenta que Gran;
llamó Granadilla a la población extremeña que mandara erigir el que lo tiene bien
mencionado rey de León. truirse para el Ca
Existe disparidad de criterio entre los historiadores respecto a la Dejando a un
fundación de Granadilla, pues mientras unos afirman que fue man­ auténtica base his
dada construir, desde sus cimientos, por el rey leonés don Fernando, sarracenos fundan
otros admiten la existencia de una aldea en el mismo lugar desde factura árabe las
bastantes años antes; y remontan su origen al siglo ix, antes que población.
Alfonso VII, el Em perador, diera comienzo a la liberación de los E l argumento
territorios transerranos. como prueba histc
Don Romualdo Martín Santibáñez, que fue notario del Casar de edificada Granadi
Palomero al finalizar la anterior centuria, y un discreto historiador señalada, y dos ¡
de la comarca jurdana, nos ha legado curiosa leyenda que viene a en 1172, según C
confirmar la creencia sostenida de que el origen de Granada data, plazas enclavadas
por lo menos, del siglo xi, cuando regía los destinos de Castilla y Toledo, pasara Gi
León el rey Femando I. rallaran y fortifica
Por si este ra
En aquel tiempo, y más concretamente en el año 1050, viva­
constar que, adei
queó dicho soberano por la región de las Jurdes y sus cercanías,
cuando se apodei
cuando iba en pos de Coimbra; y con posterioridad a estas fechas
cruenta y devasta
es cuando tuvo lugar el interesante episodio recogido por el ilustre
Abu Jacob Almai
notario citado, cuyo contenido es del siguiente tenor:
llegó con sus iní
En las Casas de Palomero (próximas al castillo de romance que
crónicas sólo enu
coronaba la sierra de Altamira, y que se llamó desde siempre de
pasaron a su pod
las Palomas o de la Palomera), residía el cadí de la comarca jur­
Montánchez, Mir¡
dana, que era muy rica y productiva, pues el dicho lugar constituía
las villas, lugares
un verdadero vergel. La villa de Granada, que era plaza fuerte de
el estandarte ven
los cristianos, estaba al mando de un gobernador, padre de una her­
Granadilla fue, ]
mosa joven de la que se hallaba locamente enamorado el cadí del
de su fundación;
Casar, pues como había paces entre moros y cristianos, se comu­
dan apreciar en
nicaban unos con otros y había muy buena relación entre ambas
fortificaciones ára
poblaciones.
que permaneció e
Cuenta Santibáñez que el padre de la bella accedió a otorgar al
su recinto y acond
cadí la mano de su hija, siempre que éste abasteciese a Granada
con las aguas de la fuente de la Helechosa y del chorro de la Mean-
(3) Vid. la ref.
(2) En el cap. CLXXXIV, de la cit. crón. de J. de R ada, traducida por d el reino d e B adajo
el obispo de Burgos don Gonzalo de Mendoza, puede leerse lo siguiente: (4) El marqués
«... E otrosy, en tierra de Salamanca (el rey Fernando II) pobló otro lugar que inéditos para la h is
dicen Ledesma, e pobló otro lugar que dicen Granada en tierra de Coria, e se hace constar que
pobló Benavente, e a Mamilla, e a Mayorga...». castillo de la Palomei

264
el nombre de cera; y que el cadí, aceptando la condición, puso por obra la cons­
al iniciarse la trucción de un acueducto, que no se terminó porque entre tanto
picachos de la falleció la linda cristiana que fue causa de tantos afanes.
Dice el narrador que las señales del acueducto están aún paten­
ón de la villa tes en un trayecto de más de tres leguas, con algunas interrupciones,
leyes Católicos y que todavía se ven puentecillos, unos caídos y otros enhiestos.
del legendario Martín Santibáñez, prescindiendo de los amores y teniendo en
confusiones, se cuenta que Granada podía abastecerse con las aguas del Alagón,
idara erigir el que lo tiene bien cerca, presume que este acueducto debió cons­
truirse para el Casar, y es lógico pensar que así fuera (3).
s respecto a la Dejando a un lado estas narraciones fantásticas, por carecer de
que fue man­ auténtica base histórica, los que opinan que Granadilla fue obra de
dón Fernando, sarracenos fundamentan su creencia en el hecho cierto de presentar
(O lugar desde factura árabe las murallas que integran el recinto de la expresada
rx, antes que población.
eración de los El argumento es poderoso; pero no lo suficiente para admitirlo
como prueba histórica irrefutable, porque lo más lógico es que fuera
} del Casar de edificada Granadilla por mandato del rey don Fernando en la fecha
eto historiador señalada, y dos años más tarde, al caer en manos mahometanas,
a que viene a en 1172, según Conde, las villas de Alcántara y gran parte de las
Granada data, plazas enclavadas en toda la extensa zona comarcal hasta cerca de
de Castilla y Toledo, pasara Granadilla a poder de los muslines y éstos la amu­
rallaran y fortificaran convenientemente.
Por si este razonamiento no fuera suficiente, hemos de hacer
qo 1050, v iv a -
constar que, además de la correría llevada a cabo por Abu Jacob
sus cercanías,
cuando se apoderó de Cáceres, tuvo lugar, poco después, la más
a estas fechas
cruenta y devastadora incursión de aquellos tiempos: la que realizó
►por el ilustre
Abu Jacob Almanzor en 1196, a raíz de la rota de Alarcos. Jusuf
llegó con sus insaciables huestes hasta Salamanca; y aunque las
: romance que
crónicas sólo enumeran los pueblos y fortalezas importantes que
de siempre de
pasaron a su poder, como Cáceres, Alcántara, Trujillo, Santa Cruz,
l comarca jur-
Montánchez, Mirabel, Al-mofrag y Plasencia, es indudable que en
ugar constituía
las villas, lugares y castillos de toda la región transerrana hondeó
•laza fuerte de
el estandarte verde del Profeta durante cerca de treinta años (4).
re de una her-
Granadilla fue, por tanto, mora casi todo ese tiempo, a partir
do el cadí del
de su fundación; y no es de extrañar, por consiguiente, que se pue­
mos, se cornu-
dan apreciar en dicha villa evidentes y considerables vestigios de
i entre ambas
fortificaciones árabes fabricadas por éstos al recuperar la plaza, ya
que permaneció en su poder el tiempo preciso para poder construir
ió a otorgar al
su recinto y acondicionar debidamente sus defensas.
?se a Granada
ro de la Mean-
(3) Vid. la ref. obr. de M a rtín e z y M a rtín e z (M. R.), intitulada Historia
>A, traducida por del reino d e Badajoz, págs. 447-448, apéndice XVLIV (Badajoz, 1904).
rse lo siguiente: (4) E l m arqués de l a F u e n s a n ta d e l V a l l e : C olección d e documentos
ló otro lugar que inéditos para la historia d e España, t. 105 (Madrid, 1893), pág. 457, donde
erra de Coria, e se hace constar que en aquella ocasión estuvo el rey moro en Palomero (en el
castillo de la Palomera o Palumbaria), junto a Granadilla.
No obstante
que Granadilla
a una aldea in
de S. S. Lucio
pado de Coria i
menciona los lu¡
de Pelayo Velli
año siguiente, e
en ella figura v

Som ero e s t u d io

l a ¿ la n a d a * u e r - j
t i de l a V i l l a o' Destaca Gra
pizarra, inacces
t
P u e r ta l e * l a b a rb a ­
cana, fa c ilita el
de B a ja r .
otros, y que o
donde úrúcame
a c c e s o p.?u-= pe<s®r i í » y que domina a
4 in te r io r d el el río Alagón y
c a s tillo . que encierra dk
Rodea eomp
P i r i t a <to 1& c e r c a s a r r a c e n a ción árabe, fom
ae a r t o ó i d l l la y d * I c a s t i l l o 4 e por tongadas dt
á ic fc a v i l l a , tarnuM a s l a p l s v i s ­ unos siete metr
ta s in t w a r .iecu .ia . 3 por G. V elu la cerca es un ’
j Hítxo.
de lienzos o co
servan tienen i :■
El recinto, q
guiar, con xm ni
gulos entrantes
total de la cire
Desapareció
aunque se volv
y los dos punt(
otro por la par
L a USLafeda f 'w r t .» rante la guerra <
de Corla. La auténtica
corresponde al s
Toda la mi
máxima altura,
das, la más útil
dirección norte;
(5) Bula de 1
Granadilla.— Plano del castillo y la muralla de la plaza fuerte B. d e la R. A. d e l
No obstante las reflexiones que anteceden, es opinión nuestra
que Granadilla existía ya en el siglo xi, por lo menos; pero reducida
a una aldea insignificante. Tan pequeña debía ser, que la bula
de S. S. Lucio III, promulgada en 1184 para reorganizar el obis­
pado de Coria y señalar sus límites, no hace referencia a ella, y sí
menciona los lugares de su demarcación; Caparra, Palomero, Atalaya
de Pelayo Vellido, Santa Cruz y Sotofermoso, entre otros; pero al
año siguiente, en 1185, Urbano III da otra bula con idéntico fin y
en ella figura ya la nova poblatione, qua Granata dictur (5).

II

S om ero es t u d io del c a s t il l o y la s m u ra lla s.

Destaca Granadilla sobre la cúspide de una roca de durísima


pizarra, inaccesible por uno de sus costados, de difícil subida por
otros, y que ofrece sólo suave paso por el lado del norte, por
donde únicamente se halla enlazada con el terreno que la rodea
y que domina a larga distancia, debido a su mayor elevación, entre
el río Alagón y el arroyo Aldovara, que corren formando un ángulo
que encierra dicha roca por tres de sus lados.
Rodea completamente el caserío una fuerte muralla de construc­
ción árabe, formada por argamasones de pizarra, cantos, tierra y cal,
por tongadas de 1,50 a 1,40 metros de ancho, dando por altura total
unos siete metros y con un espesor de tres. El paramento exterior de
la cerca es un ligero talud. No tiene torres y se compone solamente
de lienzos o cortinas seguidas. Las pocas almenas que aún se con­
servan tienen forma cuadrada.
El recinto, que todavía está completo, tiene figura poligonal y re­
gular, con un número difícil de precisar de lados mistilíneos, tres án­
gulos entrantes y once salientes, muy poco pronunciados, siendo el
total de la circunferencia de cerca de mil metros.
Desaparecieron sus parapetos durante la extinción del feudalismo,
aunque se volvieron a reedificar algunos trozos sobre sus entradas
y los dos puntos que llaman miradores, uno situado al naciente y
otro por la parte de occidente, para facilitar su mejor defensa du­
rante la guerra de la Independencia.
La auténtica cúspide de la roca sobre la que asienta Granadilla
corresponde al solar de la plaza Mayor.
Toda la muralla está terraplenada, por el interior, hasta su
máxima altura, excepto en sus dos únicas entradas, que están situa­
das, la más útil y principal, llamada puerta de la Villa o de Béjar, en
dirección norte; en tanto que la otra, que recibe el nombre de puer-
(5) Bula de Urbano III, publicada por E. Escobar en el núm. L X II del
B. d e la R. A. d e la H.

267
ta de Coria, mira hacia el sur. Ambas han sido reconstruidas con
pilares de cantería, con sillares, al parecer romanos, aprovechados.
El primero de los citados accesos o puertas de la villa está
flanqueado, en su lado izquierdo, por uno de los ángulos salientes
de la misma muralla, que hace las veces de baluarte, y en el lado
de la derecha, por recio y pujante castillo, construido de sillería gra­
nítica, con paredes de tres metros de espesor.
Esta soberbia obra defensiva últimamente citada comprende dos
partes o recintos: el exterior, medio derruido, que aislaba y cir­
cundaba al fuerte principal. Desde sus paredes, a derecha e izquier­
da, parten las cortinas de la muralla, y en él se abre, hacia el inte­
rior de la villa, una puerta de cantería en forma de medio punto.
El recinto interior, o castillo propiamente dicho, es el más inte­
resante por su magnífica traza regular y buena construcción, que
permite sea considerado como un verdadero modelo en su clase (6).
Es una hermosa torre cuadrada que tiene adicionadas cuatro
torres semicilíndricas iguales, una en cada frente. Barbacana sobre
canes y arquillos bilobulados corre por los semicírculos y los ángu­
los, sustentando el antepecho, del que faltan casi todas las al­
menas.
Las ventanas, pequeñas y en arco escarzano, se reparten dos en
cada torre semicilíndrica, acusando otros tantos pisos.
Tiene este recinto interior o castillo su entrada, defendida con
doble puerta y rastrillo, por una de estas torres situada del lado
de la población, y el acceso está cubierto con bóveda de casquete
esférico. De otra de las dichas torres arranca la escalera para subir
a la terraza o parte más alta del edificio.
En el cuerpo central se ve una cámara inferior subterránea y
encima la principal, con bóveda de cañón. La puerta tiene por
dentro de su cerco quicialeras de hierro; y debajo de uno de los
arcos, de unos 12 metros, correspondiente a la base de una de las
torres semicilíndrica mencionada, se abre un aljibe de agua po­
table.

III

B r e v e r e s e ñ a h is t ó r ic a .

Granadilla fue durante muchísimos años cabeza de una comu­


nidad de pueblos que comprendía a Abadía, Ahigal, Alberca, Aldea-
nueva del Camino, Caminomorisco, Cerezo, Granja, Guijo, Mohe­
das, Nuñomoral, Pinofranqueado, Pesga, Rivera Oveja, Santibáñez

(6) Véanse los signos que aparecen en los sillares de este castillo y que
publica Mélida en el t. II, pág. 117, de su ref. Catálogo.

268
(construidas con
i, aprovechados, BS ( M |
le la villa está
mgulos salientes
te, y en el lado
> de sillería gra-

comprende dos
; aislaba y cir-
recha e izquier-
e. hacia el inte-

Granadilla.— Castillo de Granadilla. Vista tomada desde el interior de la villa


nedio punto,
es el más inte-
■nstrucción, que
en su clase (6).
donadas cuatro
larbacana sobre
Jos y los ángu-
i todas las al-

reparten dos en

defendida con
tuada del lado
da de casquete
Jera para subir

subterránea y
lerta tiene por
de uno de los
de una de las
? de agua po­

de una comu-
\lberea, Aldea-
Guijo, Mohe-
?ja, Santibáñez

te castillo y que
el Bajo, Sotoserrano y Zarza de Granadilla, excelente patrimonio se­
ñorial, por lo que no es de extrañar que en aquellos tiempos fuera
tan codiciado y disputado.
Arrancada del poder mahometano por Fernando II en 1170, se­
gún se hizo constar, dióla su hijo Alfonso IX a la Orden de Santiago
en 31 de agosto de 1191.
En el capítulo general que celebró dicha Orden en Montánchez,
en 1259, el maestre Pelay Pérez Correa hizo donación del castillo
y aldea de Granadilla a Martín Alonso Gil, señor de Alburquerque,
y a su esposa doña María Méndez de Sousa.
En 1274, en otro capítulo celebrado en Mérida, se aprobó la
agregación de las fortalezas de Granadilla y Atalaya al convento de
Santi Spíritu de Salamanca, del que era comendadora la referida
doña María Méndez, viuda ya.
Al poco tiempo volvió Granadilla a la corona, porque en 1282
la poseía el infante don Pedro por donación de su padre, el rey
Alfonso X, el Sabio.
Al morir don Pedro la heredó su hijo, el infante don Sancho,
como tendremos ocasión de ver con detalle en páginas sucesivas.
En 1287 la reconquistó el rey Sancho IV, el Bravo.
En tiempos de su hijo Fernando IV, el Em plazado, termina la
guerra que venía sosteniéndose con los portugueses y se acuerda la
devolución de los pueblos conquistados por ambos beligerantes;
y como algunas plazas y castillos de los lusitanos estaban en poder
de doña Margarita de Narbona, madre y tutora del mencionado in­
fante don Sancho, a fin de que esta señora los entregara a su le­
gítimo dueño, el monarca portugués; en compensación, le dio Gra­
nadilla don Fernando en 28 de agosto de 1297.
Pertenece nuevamente a la corona en 1310, y adquiere tan re­
levante importancia en dicha fecha que tiene ya voto en Cortes;
y en representación de esta villa acude a las celebradas en Burgos,
en 1315, su procurador Gil Gómez.
Parece ser que, al salir Alfonso XI de su minoría de edad, por
consejo de su confesor dio el señorío de Granadilla a Sancho de Car­
vajal, hijo de Pedro Alonso de Carvajal, uno de los despeñados en
Martos, como recompensa de los bienes de que había sido despo­
jado su padre por el rey Fernando IV.
El mismo monarca donó sucesivamente, hasta tres veces, el señorío
de Granadilla a otros tantos de sus hijos habidos con doña Leonor
de Guzmán; pero quedó en poder de Enrique II, así que subió al
trono, y lo heredó después su hija Leonor de Castilla, condesa de
Alburquerque, esposa de Fernando, el d e Antequera, luego rey de
Aragón.
Hijos de este matrimonio fueron los célebres infantes de Aragón,
que tanto ruido metieron en la primera mitad del siglo xv y tanto

270
? patrimonio se-
s tiempos fuera

II en 1170, se-
len de Santiago

en Montánchez,
ión del castillo
■Alburquerque,

Granadilla.— Viejos lienzos de la muralla almohade y la llamada puerta de Coria


l, se aprobó la
al convento de
lora la referida

jorque en 1282
i padre, el rey

te don Sancho,
as sucesivas.

ido, termina la
y se acuerda la
>s beligerantes;
taban en poder
mencionado in-
regara a su le­
ón, le dio Gra-

iquiere tan re-


oto en Cortes;
das en Burgos,

i de edad, por
Sancho de Car-
despeñados en
)ía sido despo-

eces, el señorío
n doña Leonor
¡í que subió al
lia, condesa de
, luego rey de

ites de Aragón,
iglo xv y tanto
preocuparon y molestaron a su primo Juan II por su constante re­ Resultó empre
beldía, ambición y desafueros. derable hueste in
Fue dueño y señor de Granadilla el más revoltoso de los infan­ blos de Sierra de 1
tes aragoneses, don Enrique, a quien por su deslealtad confiscó y cuando ya teñí
sus bienes el rey don Juan, y en el reparto que de ellos hizo, entre su proyectada coi
sus fieles y adictos vasallos, adjudicó la dicha plaza fuerte al doctor villa de gran im]
Periáñez, el cual la disfrutó poco tiempo, pues en 1444 el propio gente de armas pa
soberano hizo merced de todo el señorío al conde de Alba, don Fer­ La pérdida ae
nando Alvarez de Toledo (7). moralizó a los hal
Se admite como hecho indudable que los descendientes de la garita; y ante el
casa ducal de Alba mandaron edificar el actual castillo de Grana­ caballeros de su
dilla sobre el mismo solar que debió ocupar el viejo alcázar o algún villa de Granad:!
otro baluarte moro de análoga traza; pero no se ha podido precisar tanto acudían en
cuál fuera el duque autor de tan magnífica obra, que acusa carac­ tugal.
terísticas de inequívoca influencia italiana. Mientras lleg¿
La plaza de Granadilla tuvo su correspondiente Corregidor y, de porte majestU'
más tarde, Juzgado de 1.a Instancia, que fue trasladado a Hervás tereza, velaba e'.
a mediados del pasado siglo, en cuyo tiempo los duques de Alba cázar; y, en oc-asi
vendieron al castillo a un señor particular, apellidado Chamorro. ba con angustia
mando posicionc-
Granada, y apreii
IV Confió la de
dicional; pero en
C u r io s a leyen d a de que fu er o n p r o t a g o n is t a s doña M a r g a r it a cisaba un capita
de N arbona y e l e x t r e m e ñ o don A lvar. frente de los de
con su ejemplo j
Como hemos hecho constar en páginas precedentes relativas al seguir resistjer.d':
castillo de Galisteo, al morir en 1283 el infante don Pedro —herma­ tuno.
no del rey Sancho IV—, legó el señorío de Granadilla, Galisteo y De indudab.-
otras villas y lugares a su hijo don Sancho, niño de poco más de un cisión para resoh
año de edad, que quedaba bajo la tutela de su madre doña Marga­ bona revisaba L--
rita de Narbona. a los suyos a r
Hemos dicho también que esta señora cometió el desacierto de beneficios para <
aliarse con su cuñado el infante don Juan, con don Lope Díaz de con el auxilio de
Haro, suegro de dicho infante y con don .Dioniz de Portugal. Liga Confiaba don
que se había formado para apoyar y defender los derechos de los Juan y atacan¿
infantes de la Cerda a la corona de San Fernando, que ya por en­ tanto, para hace
tonces había pasado a las sienes del rey Sancho IV, el Bravo. don Alvar Niiñe
Sorprendido al principio e indignado después por la conducta ocasiones, se ha
de su cuñada, el rey de León y Castilla ordenó al maestre de la con gran coraic-
Orden de Alcántara, don Fernando Páez, que con los caballeros de destreza, tanto t
su instituto y las milicias concejiles de Coria, Plasencia y demás escaramuzas y to
villas y lugares de la comarca, organizara un regular ejército e Acudió presu
irrumpiera en las tierras que gobernaba doña Margarita en nom­ da a la egregia
bre de su hijo y se apoderara ae sus plazas y castillos. dos extreme»-?
de la lucha, e.
(7) M é l id a : Ibid.

272
18
or su constante re- Resultó empresa fácil para el maestre alcantarino reunir consi­
derable hueste integrada en su mayor parte por gente de los pue­
oltoso de los infan- blos de Sierra de Gata que caían bajo la jurisdicción del Maestrazgo;
deslealtad confiscó y cuando ya tenía a sus hombres entrenados y pertrechados para
de ellos hizo, entre su proyectada correría, cruzó la cordillera y se apoderó de Sabugal;
iza fuerte al doctor villa de gran importancia, pero que a la sazón disponía de poca
en 1444 el propio gente de armas para la defensa.
: de Alba, don Fer- La pérdida de la plaza de Sabugal cayó como una bomba y des­
moralizó a los habitantes de los territorios que regentaba doña Mar­
lescendientes de la garita; y ante el cariz de los acontecimientos, aconsejada por los
castillo de Grana- caballeros de su parcialidad, decidió refugiarse en su fortificada
iejo alcázar o algún villa de Granadilla, para resistir y hacer frente a sus enemigos, en
ha podido precisar tanto acudían en auxilio suyo el infante don Juan o el rey de Por­
i, que acusa carac- tugal.
Mientras llegaban los socorros ofrecidos, la ilustre dama, mujer
ente Corregidor y, de porte majestuoso y belleza singular, no exenta de bravura y en­
■asladado a Hervás tereza, velaba el sueño de su pequeño hijo en la cámara de su al­
>s duques de Alba cázar; y, en ocasiones, desde las ventanas de su residencia observa­
ellidado Chamorro. ba con angustia la forma en que el maestre de Alcántara iba to­
mando posiciones con sus guardias en las cercanías de su querida
Granada, y apretando el cerco de la villa.
Confió la defensa al alcaide Men Rodríguez, servidor incon­
dicional; pero era el tal caballero de edad muy avanzada, y se pre­
5 doña M a rg a rita
cisaba un capitán joven, valiente y prestigioso que se pusiera el
frente de los desalentados defensores de su señorío y consiguiera,
con su ejemplo y capacidad, animar y preparar a los sitiados para
;dentes relativas al seguir resistiendo y poder pasar a la ofensiva en el momento opor­
on Pedro —herma-
tuno.
tnadilla, Galisteo y De indudable hermosura, pero de modales resueltos y gran de­
de poco más de un cisión para resolver los graves problemas de sus Estados, la de Nar­
nadre doña Marga- bona revisaba las defensas acompañadas del fiel alcaide y exhortaba
a los suyos a resistir, prometiéndoles, como recompensa, grandes
ió el desacierto de beneficios para después de la victoria, que no dudaba conseguirían
don Lope Díaz de con el auxilio de los demás príncipes confederados.
: de Portugal. Liga Confiaba doña Margarita en que pronto acudiría el infante don
os derechos de los Juan y atacaría por retaguardia a los ejércitos del maestre. Y entre
io, que ya por en- tanto, para hacer más eficaz la resistencia, hizo llamar al extremeño
tV, él Bravo. don Alvar Núñez de Castro, esclarecido capitán que, en diferentes
ís por la conducta
ocasiones, se había batido al lado del difunto esposo de la dama
3 al maestre de la con gran coraje y denuedo, sobresaliendo siempre por su valentía y
n los caballeros de destreza, tanto en lides de guerra de alguna importancia como en
Plasencia y demás escaramuzas y torneos.
regular ejército e Acudió presuroso el caballero don Alvar, dispuesto a prestar ayu­
Margarita en nom- da a la egregia señora, al frente de un crecido número de aguerri­
istillos. dos extremeños; y una noche tenebrosa, mientras arreciaba el fragor
de la lucha, el prestigioso capitán y sus veteranas milicias consi­
guieron penetrar en la fortaleza, no sin haber experimentado sensi­
bles pérdidas.
El insigne don Alvar era en extremo gentil, apuesto y galante con
las damas; y como sus dotes de soldado eran, asimismo, excep­
cionales, unas y otras cualidades le proporcionaron bien cimentada
fama.
En sus años mozos había sido el de Castro paje en la Corte, y
desde entonces sentía tal veneración por doña Margarita, que llegó
a creer no tenía razón de ser su existencia si no era correspondido
por la hermosa dama. Estaba siempre pendiente de sus deseos, se
esforzaba por atenderla y complacerla con todo respeto y diligencia,
y soñaba, ilusionado, con acaparar títulos y méritos para hacerse
digno de su cariño.
Transcurrían los años, y en tanto que el extremeño se transforma­
ba de paje adolescente, simpático y servicial, en caballero apuesto
y de seguro porvenir, la de Narbona, que brillaba con luz propia
por su belleza y dotes personales, era solicitada por los más linaju­
dos personajes de la Corte.
Siempre esperanzado don Alvar y luchando con la pasión que
abrasaba su corazón y atenazaba su cerebro, ocultaba resignado sus
sentimientos en espera de ocasión propicia en que sería correspon­
dido su cariño y lograría liberarse de aquel tormento. Hasta que un
día los encantos de la bella subyugaron al infante don Pedro, su
señor, y se unió en matrimonio con ella, causando la desesperación
de don Alvar, que tantos años la venía sufriendo y conteniendo sus
impulsos amorosos. Tan fuertemente impresionó el ánimo del ex­
tremeño aquel acontecimiento, que huyó de la Corte; y deseando
morir como único remedio a sus desventuras, se ofrecía para las
más arduas empresas y se le veía siempre en vanguardia y en los
sitios de mayor peligro en cuantos episodios bélicos tomaba parte.
Se acrecentó extraordinariamente la fama del paladín extremeño,
y algún tiempo más tarde, al fallecer el infante don Pedro, creyó
llegado el momento de dar satisfacción plena al impulso amoroso
de toda su vida; y cuando tuvo conocimiento de que había sido
cercada la villa de Granada en ocasión de encontrarse dentro doña
Margarita, acudió presuroso en auxilio suyo, dispuesto a no separarse
de ella, a ofrecerle su brazo vigoroso y a sacrificar su propia vida.
Una vez don Alvar dentro de la plaza, sujetando con las manos
los latidos de su corazón, se apresuró a buscar a doña Margarita.
La escena que se desarrolló entre ambos personajes y los aconteci­
mientos que se sucedieron constituyen una interesante y amena le­
yenda de fondo histórico, que ha llegado hasta nuestros días a través
de la tradición y las crónicas. Un hábil historiador ha narrado este
brillante episodio, y como no podemos mejorar su pericia en la

274
esto y galante con
asimismo, excep-
n bien cimentada

ije en la Corte, y
irgarita, que llegó
era correspondido
de sus deseos, se
¡peto y diligencia,
itos para hacerse

Granadilla.— Panorámica del castillo y del recinto murado


?ño se transforma-
caballero apuesto
ta con luz propia
or los más linaju-

on la pasión que
aba resignado sus
e sería correspon­
do. Hasta que un
te don Pedro, su
> la desesperación
y conteniendo sus
el ánimo del ex­
horte; y deseando
ofrecía para las
iguardia y en los
x>s tomaba parte,
aladín extremeño,
don Pedro, creyó
impulso amoroso
í que había sido
rarse dentro doña
sto a no separarse
ir su propia vida.
do con las manos
doña Margarita,
es y los acontecí­
ante y amena le-
stros días a través
r ha narrado este
su pericia en la
forma de exponer, a continuación damos traslado de algunos párra­ desde allí intem.
fos de la notable narración (8): preparando este ]
«Gozoso Alvar estaba al lado de doña Margarita, su más caro »No le hubiei
ideal. Sin descansar de la fatiga de la batalla en el campo de Mem- Margarita y su 1
brillores, se hizo anunciar a la Narbona. Esta lo recibió con el mayor rarse de ella? ¿I
contento. Su fama de diestro y arrojado eran una garantía para la ción? No. Antes 1
atribulada dama, que contaba con escasas fuerzas para contrarrestar »Aquella pas;
el asedio. petuosamente, a
»Como Alvar no la veía hacía algún tiempo, quedó maravillado de »Una noche,
su hermosura, pues las tocas de viuda, la palidez por tantas preocu­ tillo, penetró en
paciones, la hacían parecer más bella. todo por el todo.
»—Cuánto os agradezco, Alvar, vuestra venida. Bien hizo mi es­ »— ¡Señora! -
poso en confiar en vuestra lealtad y valor —dijo doña Margarita— . es cada día más
»— ¡Señora!... Por socorreros he arriesgado mi vida, y cien vidas en poneros a s;
que tuviera. con buenos eaba
»E hincó una rodilla en tierra y besó la mano que le tendiera. y desde allí, es<
»—Lo sé, Alvar, y por eso acudí a vos en demanda de socorro. giaros en Portugí
»—Cumplo sólo mi deber. »—Pero ¿eón
»—Retiraos a descansar, que bien lo necesitáis. »—Ese es m
»—Ya para mí no hay descanso hasta ver el modo de salvaros. haceros una reve
»—Es imposible, por la superioridad de enemigos. Si fuera yo »—Hablad, q
sola, podría huir; pero, ¿y mi hijo?... »Entonces AJ
»—Ya veremos. Con su permiso, voy a requisar las defensas. alma; describió s
»— Sí, id presto y poneos de acuerdo con Men Rodríguez, buen historia de aqut
servidor, leal, y que os servirá mucho. Yo, mientras pediré a Dios acrecentada con
que me conceda la victoria. Margarita, le dij<
»Men Rodríguez, anciano hijodalgo, alcaide de Granada y su
»—Señora, d
castillo desde hacía muchos años. Muy fiel, jefe militar de la plaza
mil veces. Por <
hasta que llegó Alvar, a quien resignó el mando y se dispuso a
incluso a conde
obedecer.
hizo de mí un h
»Juntos recorrieron la villa, y de acuerdo organizaron las defen­
sas, encargándose Men Rodríguez de la puerta de Coria, que está al »Sorprendida
las cuales produ
sur, y Alvar de la de Béjar y el castillo.
»Los signos de asedio eran cada día mayores; por dos veces ha­ »Con las ma
bían intentado el asalto los del maestre por el sur, pero ambas despidiendo sus
fueron rechazados valientemente por Men. »—Mal caba
»Alvar, cada día más enamorado, no pensaba más que en prepa­ dama? ¡Sois un
rar la huida; sabía que la villa sucumbiría, pues el maestre, resuelto puede atreverse
a tomarla, lo conseguiría. Ellos no podían recibir refuerzos, pues don ¡Cuando me ha
Dionís, partidario de los de la Cerda, a quien habían avisado, se hijo peligran; p
hallaba peleando en la ribera del Coa contra las tropas reales y no que acceder a v
podía acudir. E l castillo tenía una salida subterránea que desembo­ da; marchad, id
caba cerca del río; vadeando éste y con buenas monturas, no les fuerzas para lucí
sería difícil llegar en poco tiempo a la fortaleza de la Palomera, y »—Saldré de (
en mi poder y i
(8) Revista d e Extremadura, pág. 415 del tomo correspondiente al año 1908. me seguiréis. —

276
de algunos párra- desde allí internarse en Portugal. Desde que llegó a Granada estaba
preparando este plan.
irita, su más caro »No le hubiera sido difícil poner en salvo por este camino a doña
1 campo de Mem- Margarita y su hijo, antes que el peligro arreciara; pero ¿cómo sepa­
:ibió con el mayor rarse de ella? ¿Después de tan larga ausencia consentir una separa­
i garantía para la ción? No. Antes la muerte.
para contrarrestar »Aquella pasión, por tanto tiempo contenida, se desbordó intem-
petuosamente, como agua depositada cuyo dique se rompe.
dó maravillado de »Una noche, al sonar el toque de queda en la campana del cas­
x>r tantas preocu- tillo, penetró en la cámara de doña Margarita resuelto a jugar el
todo por el todo.
Bien hizo mi es- »— ¡Señora! —le dijo— . Los defensores mermados, la resistencia
ioña Margarita— . es cada día más difícil; el enemigo, tenaz; es necesario que penséis
rida, y cien vidas en poneros a salvo; nuestra fortaleza de Palomera está próxima;
con buenos caballos, en poco más de una hora podéis llegar a ella,
» que le tendiera, y desde allí, escoltada por nuestra gente, no os sería difícil refu­
íanda de socorro. giaros en Portugal.
»—Pero ¿cómo romper el cerco? —dijo doña Margarita.
»—Ese es mi secreto —contestó Alvar— ; pero antes tengo que
nodo de salvaros, haceros una revelación. ¿Me lo permitís?
igos. Si fuera yo »—Hablad, que atenta os escucho.
»Entonces Alvar pintó con los colores más vivos el estado de su
sar las defensas. alma; describió sus ansias y afanes por tanto tiempo reprimidos; hizo
Rodríguez, buen historia de aquella pasión nacida en los albores de su juventud y
is pediré a Dios acrecentada con la ausencia; y, cayendo de rodillas a los pies de doña
Margarita, le dijo:
e Granada y su
ilitar de la plaza »—Señora, devorando esta pasión en silencio arrostré la muerte
mil veces. Por conseguir vuestro amor me hallo dispuesto a todo,
y se dispuso a
incluso a condenarme eternamente. La pasión que me inspirasteis
hizo de mí un héroe; no consintáis que me convierta en un réprobo.
izaron las defen-
'oria, que está al »Sorprendida escuchó la de Narbona las manifestaciones de Alvar,
las cuales produjeron en su alma profunda indignación.
or dos veces ha- »Con las manos fuertemente apretadas, el entrecejo fruncido y
¡ur, pero ambas despidiendo sus pupilas metálicos reflejos, le dijo con voz sibilante:
»—Mal caballero. ¿No os merece más respeto el dolor de una
ís que en prepa- dama? ¡Sois un cobarde! Unicamente un ser adyecto y despreciable
tnaestre, resuelto puede atreverse a hablarme como vos lo hacéis. ¡Y en qué ocasión!
uerzos, pues don ¡Cuando me hallo cercada por mis enemigos! Mi vida y la de mi
bían avisado, se hijo peligran; pero no importa. Ambas las sacrificaré gustosa antes
spas reales y no que acceder a vuestras villanas pretensiones. Salid pronto de Grana­
a que desembo- da; marchad, id presto a uniros con mis contrarios; Dios me dará
nonturas, no les fuerzas para luchar contra todo.
■ la Palomera, y »—Saldré de Granada —dijo Alvar—, pero no será sin vos. Os tengo
en mi poder y no quiero volver a perderos; de grado o por fuerza
diente al año 1908.
me seguiréis. —Y le rodeó fuertemente el talle con su brazo robusto.
»— ¡Socorro!... ¡A mí! ¡Favor!... ¡Socorro!... —gritó doña Marga­ Alvar, penetran
rita, hasta quedar desvanecida en los brazos de Alvar. Sancho IV!», gi
»Estos gritos fueron apagados por el ruido estruendoso del com­ mezclaban con
bate que comenzaba a entablarse en las murallas, las voces de alar­ güenza! ¡Y todc
ma de los centinelas y los ayes de los moribundos. »Por fin ta
»Preocupado Alvar con sus amores, tenía descuidada la vigilan­ dama, la cogió
cia de las defensas a él encomendadas. Todos los asaltos se habían to, volvió de su
dirigido hasta entonces hacia la parte sur, siendo rechazados con la daga que Al
denuedo por la gente de Men Rodríguez. Aquella noche los sitiado­ el cuello, al pri
res asaltaron la villa por dos puntos a la vez; pero los de la puerta sur a grandes voces
fueron rechazados nuevamente. La escasa vigilancia favoreció los »Núñez de
planes de los asaltantes de la parte norte; éstos sorprendieron a un desprendió de
centinela dormido y no se apercibió del escalo que se verificó en un cámara. Al vei
punto próximo; protegidos por las sombras de la noche subieron a la fensores del ca:
muralla buen golpe de la gente del maestre, dando muerte al cen­ contiguas, se p
tinela en el momento en que Alvar declaraba su pasión a doña Mar­ terráneo, no si
garita; la campana del castillo empezó a tocar alarma y Men Ro­ y arrastrándosí
dríguez acudió con el fin de proteger a su señora, penetrando en la bailo; a duras
cámara en ocasión que Alvar, sosteniéndola en sus brazos, trataba ridad de la n o
de ganar el subterráneo que conducía a las márgenes del río, donde lograba llegar
tenía dispuesto su caballo para la fuga, llegando a sus oídos las donde pensaba
voces, pidiendo socorro, de la dama. Men Rodríguez creyó al pronto »E1 noble 1
que los enemigos habían penetrado en la fortaleza, mas al conocer a tenía fuerzas p
Alvar se lanzó contra él y, cortándole el paso, le dijo: de Abadía ene
»—¿De este modo defiendes la villa? ¿Así cumples la misión que de los Angeles
te encomendaron? Atrás, mal caballero; defiéndete si no quieres convento) (9) a
morir como un perro. braba la imagei
»—Dejadme pasar, buen anciano, no me obliguéis a tener que »Amanecía
mataros, del santuario,
»—O te defiendes o te atravieso con mi espada. Presto, que por caballo golpeó
tu culpa entró el enemigo en la villa y hago falta en otra parte. pertó y, abrien<
»—Puesto que lo quieres, sea — dijo Alvar— . Y dejando a la »—¿Quién 1
Narbona con cuidado sobre el lecho, desenvainó su acero, ponién­ »Abrid, her
dose en guardia. asilo y confesió
»La lucha fue rápida. Alvar, más fuerte, más joven, más ágil, atra­ »E1 cenobit
vesó el pecho del alcaide con su espada a poco de comenzar el en­ de su alma, se
cuentro. Este abrió los brazos y cayó pausadamente sobre el pa­ lo colocó en s
vimento; pero, aunque débilmente, pronunció las siguientes palabras, mucha sangre
que llegaron como un eco fúnebre a los oídos de Alvar: miento con los
»— Que Dios castigue su culpa como se merece. «—¿Quién:
»Perplejo quedó en medio de la estancia, sin saber qué partido
tomar, mirando alternativamente el cadáver del fiel servidor y el (9) En el m
cuerpo inanimado de doña Margarita; parecía como si una fuerza Nuestra Señora c
1609, el conven)
sobrenatural hubiera clavado sus pies en el suelo. Entre tanto, en Bienparada, va o
las calles continuaba el rumor del combate, cada vez más intenso y del folleto Diiisi
ensordecedor; los gritos de la soldadesca llegaban a los oídos de blicado en 1959 j

278
—gritó doña Marga- Alvar, penetrando por los abiertos ventanales. «¡Granada por el rey
,ar. Sancho IV!», gritaban los invasores. Y los lamentos de los heridos se
truendoso del com- mezclaban con las voces de triunfo de los vencedores. «¡Qué ver­
l, las voces de alar-
güenza! ¡Y todo por mi causa!», decía Alvar.
»Por fin tomó una resolución y, dirigiéndose donde estaba la
cuidada la vigilan- dama, la cogió suavemente entre sus brazos. Esta, en aquel momen­
s asaltos se habían to, volvió de su desmayo y, dándose cuenta de la situación, arrancó
do rechazados con la daga que Alvar llevaba al cinto y, rápidamente, se la hundió en
i noche los sitiado- el cuello, al propio tiempo que empezó a pedir socorro nuevamente
ios de la puerta sur a grandes voces.
meia favoreció los »Núñez de Castro vaciló al sentirse herido; doña Margarita se
sorprendieron a un desprendió de sus brazos y, con veloz carrera, ganó la salida de la
e se verificó en un cámara. Al verse herido, y temeroso de caer en poder de los de­
loche subieron a la fensores del castillo, cuyos pasos se percibían ya en las habitaciones
ido muerte al cen- contiguas, se precipitó por la puerta secreta que conducía al sub­
lasión a doña Mar- terráneo, no sin antes dejarla cerrada para evitar la persecución;
darma y Men Ro- y arrastrándose con gran trabajo, llegó hasta donde estaba su ca­
, penetrando en la ballo; a duras penas pudo subir al arzón y, favorecido por la oscu­
rus brazos, trataba ridad de la noche, se dirigió hacia la parte del naciente por ver si
■nes del río, donde lograba llegar a la fortaleza que los templarios tenían en Abadía,
o a sus oídos las donde pensaba refugiarse.
ez creyó al pronto »E1 noble bruto caminó guiado por su instinto, pues Alvar no
, mas al conocer a tenía fuerzas para hacerlo, en la dirección indicada; y al llegar cerca
>: de Abadía encaminó sus pasos hacia la ermita de Nuestra Señora
pies la misión que de los Angeles (que existía en el mismo lugar que hoy ocupa el
ete si no quieres convento) (9) atraído, sin duda, por la luz de la lámpara que alum­
braba la imagen.
ruéis a tener que »Amanecía el día cuando caballero y caballo llegaron al portalón
del santuario, a cuyo servicio se hallaba un anciano anacoreta. El
i. Presto, que por caballo golpeó con sus férreos cascos la puerta; el ermitaño se des­
n otra parte. pertó y, abriendo un ventanillo, preguntó:
Y dejando a la »—¿Quién llama a estas horas?...
su acero, ponién- »Abrid, hermano; soy un caballero gravemente herido que pide
asilo y confesión —dijo Alvar, con angustia.
en, más ágil, atra- »É1 cenobita, en cuyo venerable semblante se retrataba la bondad
; comenzar el en- de su alma, se apresuró a salir, y ayudando al herido a desmontarse,
•nte sobre el pa- lo colocó en su camastro. Este quedó desvanecido a causa de la
ruientes palabras, mucha sangre que había perdido. Una vez que recobró el conoci­
Alvar: miento con los auxilios del monje, éste le preguntó:
«—¿Quién sois?...
aber qué partido
iel servidor y el (9) En el mismo lugar donde existió, desde tiempos remotos, la ermita de
Nuestra Señora de los Angeles (cerca de la Abadía o Sotofermoso), se alzó en
no si una fuerza 1609, el convento de P. P. Franciscanos llamado de Nuestra Señora de la
Entre tanto, en Bienparada, ya convertido en ruinas. Véase a este respecto la nota 4, pág. 333,
ez más intenso y del folleto División bipartita d e la Provincia Franciscana d e San Miguel, pu­
i a los oídos de blicado en 1959 por el P. Arcángel B arrado, O. F. M.
»—Soy un pobre pecador que, arrepentido de sus culpas, os pide
que lo absolváis de sus pecados. Estoy gravemente herido, he perdido
mucha sangre y me siento desfallecer; no quisiera morir sin antes
haber confesado mis culpas. Tan enormes son, que temo que Dios
me niegue su perdón.
»—No desmayéis, confiad en la misericordia divina.
»Alvar hizo al monje confesión de sus pecados refiriéndole la de­
tallada historia que antecede, y le rogó que a su fallecimiento, que
lo presentía próximo, su cuerpo fuera enterrado junto al ara de la
ermita, para que el sacerdote oficiante pisara sobre su cuerpo.
»—Otro ruego tengo que haceros —continuó Alvar.
»—Ya os escucho —contestó el anciano.
»— Si curo de mi herida, quiero acabar mis días retirado del
mundo, consagrando a Dios el resto de mi vida, por ver si consigo
su perdón; para ello dedicaré todos mis bienes a la fundación de un
monasterio en este mismo lugar. Pero como temo que Dios no me
conceda la vida necesaria para llevar a término mi obra, en este
caso dejaré escrita esta mi última voluntad, de cuyo cumplimiento
quedaréis vos encargado. Deseo que esta pobre ermita se convierta
en un templo suntuoso, y que una comunidad de religiosos se encar­
gue del culto. Cuando ocurra mi muerte, hallaréis en mi escarcela
una cajita de madera la cual os ruego depositéis en mi tumba. Con­
tiene una reliquia que heredé de mi madre, y no quiero separarme
de ella.
»—Seréis complacido —dijo el ermitaño—. Y ahora, vamos a re­
conocer esa herida para poder apreciar su gravedad. En mi juven­
tud fui soldado como vos, y me acostumbré a estos menesteres. N o t ic ia s p r e v ia s

»Por la herida no cesaba de fluir sangre en regular cantidad. Exa­


minó con un dedo la profundidad y no pudo ocultar un gesto de La antigua i
disgusto. Aplicó un tópico astringente, comprimiendo fuertemente la Jarandilla fue, si
región y administró al paciente un cordial, recomendándole el mayor tierra de María
reposo. relativas a la mi
»En este estado permaneció Alvar por espacio de algunos días, término jurisdict
durante los cuales escribió su última voluntad. La hemorragia cesó no—, de varias
por completo, pero la herida empezó a supurar y la fiebre, que se Cielos, bajo ad\
inició a los pocos días, fue en aumento. la región de la 1
»Por fin, después de un mes de grandes sufrimientos, exhaló el Blanca, del R osj
último aliento una tarde de los postreros días del mes de octubre; En cuanto a
una de esas tardes melancólicas del tibio otoño extremeño, en que están de acuerd<
los rayos del sol poniente adquieren tintes amarillentos, tan seme­ fueron los
jantes a los reflejos del oro, que parece como si el disco luminoso conviene en ac
se hallara formado por ese precioso metal». minación román;
riachuelos Jaran
(1) G a b r ie l A
creos d e la Proviru
ceres, 1951).
■rido, he perdido
morir sin antes
temo que Dios

i.
firiéndole la de-
Uecimiento, que
ito al ara de la
cuerpo.

ías retirado del


•r ver si consigo
Hindación de un
[ue Dios no me
d obra, en este
0 cumplimiento
lita se convierta
igiosos se encar­
en mi escarcela -Aívárez de Toledo
mi tumba. Con-
uiero separarme

>ra, vamos a re- E L CASTILLO DE JARANDILLA


1. En mi juven-
nesteres. N o t ic ia s p r e v ia s .

r cantidad. Exa-
ar un gesto de La antigua y en otros tiempos populosa y floreciente villa de
1 fuertemente la Jarandilla fue, sin género de dudas, y es en la actualidad, auténtica
índole el mayor tierra de María Santísima, pues examinando algunas publicaciones
relativas a la misma, hemos podido comprobar la existencia —en el
le algunos días, término jurisdiccional, extramuros o bien dentro de su casco urba­
íemorragia cesó no—> de varias ermitas y templos consagrados a la Reina de los
i fiebre, que se Cielos, bajo advocaciones que alcanzaron gran celebridad en toda
la región de la Vera de Plasencia; entre otras, Nuestra Señora de la
?ntos, exhaló el Blanca, del Rosario, de la Berrocosa, del Cincho y de Sopetrán (1).
íes de octubre; En cuanto al origen del primer poblado llamado Jarandilla no
emeño, en que están de acuerdo los historiadores, pues mientras alguno admite que
titos, tan seme- fueron los griegos procedentes del Epiro los fundadores, la mayoría
disco luminoso conviene en admitir como hecho cierto que en tiempos de la do­
minación romana existía, en la confluencia de las gargantas de los
riachuelos Jaranda y Jarandilleja, un pequeño lugar, municipio, tal
(1) G a b r ie l A zedo de B errueza y P orras : Amenidades, Florestas y R e­
creos d e la Provincia d e la Vera Alta y Baja, en la Extremadura, pág. 40 (Cá­
ceres, 1951).
vez, que debió ser arrasado durante la irrupción de los bárbaros;
y que los supervivientes de aquel catastrófico acontecimiento le­
vantaron después, en el sitio que hoy ocupa, la que en el transcurso
de las centurias, y sobre todo a partir de la Reconquista, llegó a
ser pujante y codiciada villa por su estratégica situación, abundan­
cia de aguas, prodigalidad de sus tierras y excelente clima.
Nos parece más lógico creer que serían los romanos los fundado­
res de la primitiva aldea o municipio a que hemos hecho referencia,
dado que en toda la comarca verata se encuentran todavía abundan­
tes vestigios que evidencian el paso y permanencia de aquellas le­
giones invasoras, procedentes de la ribera del Tíber, que se enseño­
rearon de Iberia. Una de las pruebas que aducen los naturales de
tales latitudes es que la antiquísima ermita donde se venera Nuestra
Señora de la Berrocosa, sita en el camino que conduce a Losar, fue
un clásico templo erigido y dedicado a la diosa Palas; alegando tam­
bién que en sus tierras circundantes existen algunos sepulcros ta­
llados en piedra que testimonian sobradamente su data de tiempo
de los gentiles, de años muy remotos desde luego.
Se desconocen las vicisitudes por qué atravesó Jarandilla duran­
te el dominio de visigodos y sarracenos; pero resulta indudable que
el nombre Jarandiella con que aparece en algunas crónicas y refe­
rencias medievales es de auténtica factura árabe, como Jaraíz, Jerte
y otros varios de la comarca.
Llegado el momento de la liberación de aquellos territorios del
yugo musulmán, Jarandilla fue aldea de Plasencia (2) desde el mo­
mento en que el rey Alfonso VIII, llamado el N oble, fundó y señaló
término jurisdiccional a esta importante y floreciente ciudad.
El dicho monarca castellano debió entregar la aldea de Jarandilla
a los milites del Temple, quienes construyeron en ella una casa mo­
nacal fortificada para defenderse y defender las tierras de la comar­
ca de posibles enemigos.
Del primitivo edificio de los freires templarios sólo permanece en
pie una especie de torre o castillo muy fuerte, que tiene la cabeza de |
la iglesia parroquial, llamada por esta razón de Santa María de la
Torre. Dicho castillo o torre fue aprovechado en época posterior para
construir, alojándolo entre sus muros, un vulgar templo que está
destinado al culto en la actualidad; y resulta todo el conjunto del
edificio en extremo curioso.
La torre en cuestión, a la cual corresponde el ábside, es «semi-
cilíndrica, de mampostería y sillería, con torreoncillos cuadrados,
destacados, con dos ventanas gemelas, muy rasgadas, con sus mai­
neles, una a cada lado, como a la mitad de altura. Esta torre, pro­
/S
longada por muros paralelos, se destaca de un cuerpo mayor de la

(2) F ray Alonso F ernández : Historia y Anales d e la ciudad y obispado


d e Plasencia, libr. I, cap. IV (Madrid, 1627).

282
ie los bárbaros;
ontecimiento le­
en el transcurso
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e clima.
nos los fundado-
lecho referencia,
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. que se enseñó­
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lillos cuadrados,
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Esta torre, pro-
rpo mayor de la

ciudad y obispado
fortificación de planta trapecial, correspondiendo la base del tra­ Orden y recibió
pecio a lo que hoy son los pies de la iglesia» (3), donde, en el medio díes, más las vil
y dentro, está la torre propiamente dicha de la iglesia, o sea, el señorío de Valde
campanario, que supera en altura a la anterior; es cuadrada y ori­ tiempo; pasando
ginariamente debía ser la del Homenaje de la fortaleza de los ca­ de Jarandilla, si
balleros templarios. I I señor d e )
Tanto la torre-campanario, como el referido baluarte semicilíndri- disfrutó de los b
co señalado, conservan sus almenas cuadradas, sobre las que descan­ tablementeT en
sa la cubierta de la iglesia (4). Loaysa; y al falle
Tiene el edificio dos buenas portadas, laterales, góticas y con nando Alvarez de
archivoltas, posteriores a la primitiva fábrica de tan original forta­ Este ilustre p
leza, que debe datar del siglo xm o xiv, y se alza sobre una eminen­ fue digno suceso
cia peñascosa en la que aparece labrada a pico una escalinata, que otros méritos, pt
facilita y permite el acceso al templo. tervino, en 1377,
En 1311, al ser disuelta la Orden del Temple, aldea y castillo, de Portugal, qui
dentro de la jurisdicción placentina, revertieron a la Corona, reinando relativas a los ca<
Fernando IV, el Em plazado; mas en el siglo xiv, durante las ban­ con derecho a 1
derías fratricidas de sus nietos Pedro I de Castilla y Enrique II de Montiel.
Trastamara, este último rey, llamado el d e las M ercedes, que tanto Por sus cargt
desmembró el patrimonio real para ganar adeptos, creó el Señorío de parte, asimismo, i
Jarandilla y lo entregó al maestre ae Santiago, don García Alvarez tugués, con Juan 1
de Toledo, a cambio de su renuncia a la jefatura de dicha Orden, Contrajo matr
como veremos a continuación. de Ayala, hija d
Villalba (5), Dieg
padres de Garcú
II Diego López dé
Suárez de Toledc
D a t a d e l s e ñ o r ío d e J a r a n d il l a y p r i m e r o s s e ñ o r e s d e d ic h a v i l l a . rez de Toledo, ma
III señor d e Ji
En el año 1359 fue elegido maestre de la Orden de Santiago don bañas, Tornavaca
García Alvarez de Toledo, caballero de muchos méritos y gran segundo de este i
destreza en el arte de la guerra, que había llegado a captarse la que III, según se
voluntad del rey Pedro I; y en premio a sus personales merecimien­ cuyas cláusulas se
tos, el soberano le nombró también mayordomo mayor de su hijo soberano confirn»
el infante don Alfonso, nacido de doña María de Padilla. entonces, empezó
I señor d e Jarandilla.—Al morir don Pedro, su hermano y suce­ Sirvió siempre
sor Enrique II interesó de don García que renunciara al Maestrazgo viniendo en los g
en favor de don Gonzalo Mejía, que era uno de sus más adictos y nobleza de su cas
fíeles vasallos; y, efectivamente, en 1366, cedió la jefatura de dicha la general estimac
Se unió en mal
(3) M élid a : C atálogo..., t. II, pág. 239, núm. 931.
(4) Según el ms. núm. 20263 que se conserva en la sección correspondiente (5) J erónimo Lc
de la B. N., después de la liberación de las tierras de la Vera por los cristiano^ Catálogo menumentc
existían cuatro castillos en la villa de Jarandilla, a saber: la iglesia parroquial ledo, 1959).
que fue fortaleza de Templarios; el de los Toledo, señores de la villa; el de (6) Fue de los |
Pamomira (?), que se alzaba en el cerro de este nombre; y el llamado e l Cas­ lavera — donde lo re
tillete, que se encontraba a la puerta de la población. de Aragón— , hasta q

284
la base del tra- Orden y recibió en recompensa por juro de heredad 50.000 marave­
nde, en el medio díes, más las villas de Oropesa y Jarandilla, entre otras, y el gran
iglesia, o sea, el señorío de Valdecorneja, que era uno de los más codiciados de aquel
cuadrada y ori- tiempo; pasando a ser, por tanto, el mencionado caballero I señor
íaleza de los ca- de Jarandilla, si bien usó siempre el título de I señor de Oropesa.
II señor d e Jarandilla.—A partir de entonces, el flamante señor
arte semicilíndri- disfrutó de los beneficios de sus extensos dominios y los mejoró no­
: las que descan- tablemente, en perfecta armonía con su esposa doña María de
Loaysa; y al fallecer, heredó sus feudos su hijo primogénito, don Fer­
s, góticas y con nando Alvarez de Toledo.
.n original forta- Este ilustre personaje, II señor de Jarandilla, Oropesa y su tierra,
>bre una eminen- fue digno sucesor de su padre, a quien igualó en valor, grandeza y
a escalinata, que otros méritos, pues por ser de los más distinguidos cortesanos in­
tervino, en 1377, en la firma del tratado de paz con el rey Fernando
aldea y castillo, de Portugal, quien, como podemos ver en las partes de esta obra
Corona, reinando relativas a los castillos de Eljas, Peñafiel y Salvaleón, se consideraba
durante las ban- con derecho a la Corona de Castilla clespués del fratricidio de
y Enrique II de Montiel.
cedes, que tanto Por sus cargos y personalidad, el II señor de Jarandilla tomó
•eó el Señorío d e parte, asimismo, en el casamiento de doña Beatriz, hija del rey por­
i García Alvarez tugués, con Juan I de Castilla.
de dicha Orden, Contrajo matrimonio don Fernando Alvarez de Toledo con Elvira
de Ayala, hija de los señores de la villa de Cebolla y castillo de
Villalba (5), Diego López de Ayala y Teresa de Guzmán, y fueron
padres de García Alvarez de Toledo, que sucedió en la Casa; de
Diego López de Ayala, que llegó a ser señor de Cebolla; de Pedro
Suárez de Toledo, señor de la villa de Pinto, y de Fernando Alva­
; DE DICHA VILLA. rez de Toledo, maestrescuela del cabildo de Toledo.
III señor d e Jarandilla.—El III señor de Jarandilla, Oropesa, Ca­
de Santiago don bañas, Tornavacas y Horcajo, fue don García Alvarez de Toledo,
méritos y gran segundo de este nombre, que se crió y creció en la cámara de Enri­
lo a captarse la que III, según se colige del contenido de su testamento, en una de
des merecimien- cuyas cláusulas se le asigna la cantidad de 15.000 maravedíes. Dicho
ayor de su hijo soberano confirmó sus señoríos y fue el primero que, a partir de
dilla. entonces, empezó a utilizar el título de señor de Jarandilla.
íermano y suce- Sirvió siempre con gran diligencia y lealtad al rey Juan II, inter­
a al Maestrazgo viniendo en los grandes negocios del reino (6), por cuya razón —la
is más adictos y nobleza de su casa y otros méritos y virtudes personales— gozó de
'fatura de dicha la general estimación de los cortesanos y demás nobles de su tiempo.
Se unió en matrimonio con Juana de Herrera, hija de García Gon-

ión correspondiente (5) J erónimo L ópez de Ayala y Alvarez de T oledo , conde de C e d il l o :


i por los cristiano^ Catálogo menumental d e la provincia d e T oledo, notas de la pág. 56 (To­
i iglesia parroquial ledo, 1959).
de la' villa; el de (6) Fue de los grandes que acompañó a Juan II en su huida desde Ta-
el llamado el Cas- lavera — donde lo retenía contra su voluntad su primo el infante don Enrique
de Aragón— , hasta que pudo refugiarse en el castillo de Montalbán. Ibid.
zález de Herrera y de María de Guzmán, preclaros señores de Pe-
draza; y fueron sus hijos Fernando Alvarez de Toledo, primogénito
y heredero, y Pedro Suárez de Toledo, que llegó a ser señor de
Gálvez,
IV señor de Jarandilla.—Don Fernando Alvarez de Toledo, IV
señor de Jarandilla, Oropesa, Cabañas, Tornavacas y Horcajo, fue
gran señor y muy fiel servidor del rey Enrique IV, como lo de­
muestra el haber tomado parte en todas las ocasiones en cuantos
hechos de guerra y de paz se sucedieron en su tiempo, por cuyos
servicios y los de sus mayores, que fueron muchos y extraordinarios,
le honró el rey, de su liberal mano, con el título de conde de Oro-
pesa (7).
Contrajo nupcias dos veces: la primera con doña Mayor Carrillo
de Toledo, hija de Fernando Alvarez de Toledo, I conde de Alba
de Liste, señor de Pasaron y Garganta de Olla (8), con otras tierras
y vasallos, de quien tuvo tres hijos: García Alvarez, que murió
joven; Francisca, esposa de don Gutierre de Solís, conde de Coria, y
Elvira, que casó con Pedro Dávila, II conde del Risco y señor de
las Navas y Villafranca, En segundo matrimonio se unió con Leo­
nor de Zúñiga, hija de Pedro de Zúñiga, conde de Ledesma y
Plasencia, y de su mujer, Isabel de Guzmán, que estaba a la sazón
viuda de Juan de Luna, conde de Santisteban, hijo del condestable
de Castilla y maestre de Santiago don Alvaro de Luna. Tuvo de
esta su segunda esposa otros tres hijos: Fernando Alvarez de To­
ledo, que Ye suncedió; Catalina, que contrajo nupcias con Juan de
Silva, II conde de Cifuentes, y María, que casó con Alfonso de Fon-
seca, señor de Coca y Alaejos.
V señor d e Jarandilla.—Fernando Alvarez de Toledo, V señor de
Jarandilla, Cabañas y otras tierras, II conde de Oropesa, hijo postumo
y sucesor de su padre, sirvió a los Reyes Católicos con toda lealtad
en cuantas ocasiones se presentaron. Contrajo matrimonio dos veces:
la primera, con María de Mendoza, hija del conde de La Coruña, de
quien no tuvo sucesión, y la segunda, con María Pacheco, hija de
Juan Pacheco, marqués de Villena y maestre de Santiago, y de la
marquesa doña María Portocarrero, señora propietaria del Estado
de Maqueda, y fueron sus hijos: Francisco Alvarez de Toledo, que
sucedió en la casa; Luis Toledo Pacheco, Cristóbal de Toledo, Diego
de Toledo, Juana de Toledo, que casó con el conde de Orgaz, y

(7) Instituto Internacional de Genealogía y Heráldica: In dice Nobiliario


Español, ed. en 1955, pág. 138: «OROPESA (Conde de).— 1475, por don En­
rique IV de Castilla, a don Fernando Alvarez de Toledo, IV señor de Oropesa
y Jarandilla. Grandeza de España, en 1689, al V II conde, don Duarte Fer­
nando Alvarez de Toledo y Portugal, conde de Deleitosa y Alcaudete, marqués
de Jarandilla y de Frechilla y Villarramiel».
(8) Véase nuestro artículo publicado en el núm. 10 (mayo-junio, 1955),
de la revista Hidalguía.

286
s señores de Pe-
edo, primogénito
a ser señor de

i de Toledo, IV
; y Horcajo, fue
[V, como lo de-
ones en cuantos
empo, por cuyos
f extraordinarios,
e conde de Oro-

a Mayor Carrillo
[ conde de Alba
con otras tierras

Jarandilla.— Panorámica total del palacio-fortaleza


arez, que murió
onde de Coria, y
\isco y señor de
e unió con Leo-
de Ledesma y
■staba a la sazón
i del condestable
Luna. Tuvo de
Alvarez de To­
nas con Juan de
Alfonso de Fon-

ledo, V señor de
esa, hijo postumo
con toda lealtad
monio dos veces:
le La Coruña, de
Pacheco, hija de
¡antiago, y de la
taria del Estado
: de Toledo, que
Je Toledo, Diego
ide de Orgaz, y

: Indice Nobiliario
-1475, por don En-
V señor de Oropesa
■, don Duarte Fer-
Alcaudete, marqués

(mayo-junio, 1955),
María de Toledo, que fue, con otras tres hermanas, monja en el
convento de la Concepción de Oropesa.
E s t a n c ia d e C ap
V i señor d e Jarandilla.—Francisco Alvarez de Toledo, VI señor
de Jarandilla, Cabañas y otras villas, y III conde de Oropesa, tomó
En el último
por esposa a María Manuel de Figueroa, hija de Gómez Suárez de
Carlos de Gante
Figueroa, II conde de Feria y de la condesa, su mujer, María de
de las jomadas
Toledo, y fueron padres de Fernando Alvarez de Toledo, sucesor
asomó, acompaii
en todas las preeminencias y mayorazgo de la casa, Juan de Figue­
desde cuya eim;
roa, comendador de Santiago, embajador en Roma y castellano de
y anchuroso valí
Milán; el gran don Francisco de Toledo, virrey del Perú (9), y fi­
lejos, se alza, ai
nalmente, María de Figueroa, mujer de Francisco Payo de Rivera,
la segunda, por
señor de San Martín, Valdepusa y otros lugares, de quien descen­
tiempo por firro
dieron los marqueses de Malpica.
roñada por su ini
V II señor d e Jarandilla.—El muy insigne caballero don Fernando
En aquel pn
Alvarez de Toledo y Figueroa, V ÍI señor de Jarandilla, Cabañas,
tigiosos y repres
Tornavacas y otros vasallos, IV conde de Oropesa, casó con Beatriz
Avila y Zúñiga.
de Monroy y Ayala, condesa de Deleitosa, señora de las villas de
do, conde de Oí
Belvís, Almaraz, Cebolla, Cerbera, Mejorada, Segurilla y del castillo
soberano, y, des
de Villalba, que se alza junto al río Tajo próximo a Malpica. Esta
en su presencia,
señora era hija de Francisco de Monroy, conde de Deleitosa, señor
de Belvís y Almaraz, y de su esposa la condesa doña Sancha de sus fuertes pala
Ayala, señora propietaria del Estado de Cebolla. Fueron sus hijos: Jarandilla, para
Francisco, primogénito, que falleció sin heredar la casa; Juan Alvarez de construir v <
de Toledo y Monroy, que le sucedió; Juana, que casó con Francisco monasterio jerón
Pacheco, duque de Escalona, marqués de Villena y conde de San- to de aquellos si
pero la menor d
tisteban; Ana de Toledo, que fue mujer de Gómez Dávila, marqués
de Velada, y Juliana, que profesó como religiosa en el mencionado cana a Yuste, me
el de Oropesa en
convento de la Concepción de Oropesa.
Este Fernando Alvarez de Toledo, IV conde de Oropesa, era Después de j
señor de Jarandilla cuando Carlos de Gante decidió alojarse en el rico año de 1556
castillo-palacio que poseía dicho caballero en la mencionada villa, y Oropesa desde ]
quien desempeñó un importante papel junto al emperador, tanto du­ antepasado Garci
rante el tiempo que permaneció en su casa como cuando residía en cortejo imperial
Yuste, pues fue de las contadas personas que estaban al lado del so­ litera y a ratos e
berano a la hora de su muerte. vacas y el Guijo
recién abierto, r
arbustos y male
Vamos a ocuparnos con algún detenimiento de la estancia de partir de entonce
don Carlos en el palacio del conde de Oropesa, en dicha villa, por del Emperador. .
estimar fue el episodio más trascendental y merecedor de figurar extasiado el gigai
en los anales de su historia, pues, en verdad, todas las demás vi­ región de la Vers
cisitudes y acontecimientos relativos a dicha localidad resultan pá­ graban, allá, a lo
lidos al lado de lo que significa, aun en nuestros tiempos, aquella anexas, medio oc
regia visita. «No pasaré ya o
es mucho que tie
(9) Biografía de Don Fernando d e Toledo, Supremo organizador (Virrey) de alcanzar».
del Perú, por R oberto S e v il l ie r (1515-1582), ed. E spasa-Calpe (Madrid, 1936).
III
mas, monja en el
E s t a n c ia d e C arlo s I en J a r a n d il l a .
Toledo, VI señor
de Oropesa, tomó
En el último viaje que realizó en su vida, en dirección a Yuste,
Gómez Suárez de
Carlos de Gante, el gran rey y emperador, hallándose ya casi al final
mujer, María de
de las jornadas y después de abandonar la provincia de Avila, se
e Toledo, sucesor
asomó, acompañado de su cortejo, al imponente y grandioso puerto
a, Juan de Figue-
desde cuya cima se descubre el lugar de Tornavacas y el alargado
1a y castellano de
y anchuroso valle del Jerte, en cuya margen derecha, allá abajo, a lo
leí Perú (9), y fi-
lejos, se alza, arrogante y majestuosa, la regia y señorial Plasencia,
> Payo de Rivera,
la segunda, por su importancia, urbe cacereña, rodeada en aquel
de quien descen­
tiempo por firme y segura muralla con recios cubos adosados y co­
ronada por su ingente y suntuoso alcázar.
tro don Fernando
En aquel preciso instante, dos insignes caballeros, los más pres­
randilla, Cabañas,
tigiosos y representativos señores de la tierra de Plasencia, Luis de
, casó con Beatriz
Avila y Zúñiga, marqués de Mirabel, y Fernando Alvarez de Tole­
i de las villas de
do, conde de Oropesa y señor de Jarandilla, comparecieron ante el
xilla y del castillo
soberano, y, después de haber besado su mano, todavía de hinojos
d a Malpica. Esta
en su presencia, uno y otro le ofrecieron sus viejas casonas solares,
e Deleitosa, señor
sus fuertes palacios situados, respectivamente, en Plasencia y en
doña Sancha de
Jarandilla, para que el césar residiera en ellos en tanto se acababa
Fueron sus hijos:
de construir y acondicionar su palacete, adosado a los muros del
:asa; Juan Alvarez
monasterio jerónimo de Yuste. El desinteresado y sincero ofrecimien­
asó con Francisco
to de aquellos sus fieles vasallos y amigos hace dudar a don Carlos;
y conde de San-
pero la menor distancia que los separa desde allí a Jarandilla, cer­
; Dávila, marqués
cana a Yuste, motiva su preferencia por el castillo-palacio que posee
en el mencionado
el de Oropesa en la expresada villa.
de Oropesa, era Después de pasar la noche del 10 de noviembre de aquel histó­
rico año de 1556 en Tornavacas, que era también señorío del conde de
dió alojarse en el
Oropesa desde 1407, en cuya fecha fue donado dicho lugar a su
encionada villa, y
perador, tanto du- antepasado García Alvarez de Toledo, a la mañana siguiente inició el
cuando residía en cortejo imperial la marcha, llevando a don Carlos unas veces en
ian al lado del so­ litera y a ratos en silla de mano, que portaban labriegos de Torna-
vacas y el Guijo, a través de un camino, mejor aún, de un puerto
recién abierto, rodeado de vericuetos, barrancadas y espesura de
arbustos y maleza, para que pasara el regio peregrino, y que, a
lé la estancia de partir de entonces, se ha conocido siempre con el nombre de Puerto
n dicha villa, por del Emperador. Al llegar a la cumbre, el ilustre viajero contempló
;cedor de figurar extasiado el gigante pico de Almanzor y las espléndidas tierras de la
las las demás vi- región de la Vera; y al fijar su mirada en el pardo caserío que inte­
idad resultan pá- graban, allá, a lo lejos, el legendario monasterio y sus dependencias
tiempos, aquella anexas, medio oculto por exuberante vegetación, hubo de exclamar:
«No pasaré ya otro puerto en mi vida sino el de la muerte. Y no
es mucho que tierra tan buena y sana como la de Yuste cueste cara
organizador (Virrey) de alcanzar».
'alpe (Madrid, 1936).
289
Costaba gran esfuerzo a los hombres del Guijo sostener y llevar
la silla en que conducían al emperador por aquellos pedregosos
y empinados caminos, y en más de una ocasión han de sobrepo­
nerse a las dificultades para no despeñarse por los precipicios; pero,
al fin, después de un fatigoso caminar, tanto el noble señor como
sus criados y vasallos, maltrechos, desasogados y con fuerte emo­
ción en sus ánimos, arriban a Jarandilla, donde son recibidos por el
vecindario con grandes muestras de alegría y marcado acatamiento
a la egregia persona del emperador. Todos los habitantes de la villa,
acompañados de multitud de forasteros que han acudido para pre­
senciar y tomar parte en el feliz acontecimiento, salen al encuentro
de la real comitiva, con el conde Fernando al frente; y expresando
su contento con gritos y aclamaciones, dan la bievenida al ilustre
y fatigado visitante, que se esfuerza, sonriente, en demostrar su sa­
tisfacción y agradecimiento por aquellas espontáneas e inequívocas
muestras de cariño y regocijo.
Seguidamente, don Femando, señor de Jarandilla, dispone que
don Carlos sea llevado a su palacio, y una vez allí le ofrece el mejor
de sus aposentos, amueblado con todo lo indispensable para hacerle
grata la estancia, y con la suntuosidad que le permite su saneada ha­
cienda, que es mucha y próspera para poder sostener su prestigio
y el que habían logrado los fundadores de su casa.
Desde el primer instante quedó gratamente impresionado el césar
de la campiña que rodeaba su residencia, y de la distribución, mue­
blaje, adornos y otros utensilios de su cámara y demás dependen­
cias del castillo. Contempló complacido cuanto le rodeaba, e ima­
ginó en su fuero interno que sería muy de su agrado permanecer
allí en tanto se terminaban las obras de la que había de ser su
definitiva morada, junto a los muros de la iglesia monacal de
Yuste.
Efectivamente, una vez recuperadas con el descanso sus fuerzas
decaídas por el largo y fatigoso viaje, notó un indudable y positivo
alivio de sus achaques y se le despertó su proverbial apetito, según
testimonio del fiel don Luis de Quijada, que escribió a este res­
pecto: «Estaba de buen color y comía y dormía perfectamente».
La primera noche que estuvo el monarca en Jarandilla cenó unas
exquisitas truchas que le había mandado su hija doña Juana desde
Valladolid; y tuvo en ello gran placer, pues conocido es de todos
que la mayor debilidad de aquel genio de la guerra era una mesa
servida con buenos manjares; y en verdad que durante los últimos
años de su vida, tanto en Jarandilla como en Yuste, no le faltaron
las más sabrosas viandas y vinos selectos, que le enviaban con mucha
frecuencia sus familiares, cortesanos, los monjes de Guadalupe,
los freires de Alcántara y los nobles y plebeyos de las villas del
contorno.
El conde don Fernando Alvarez de Toledo permaneció durante

290
) sostener y llevar
[uellos pedregosos
han de sobrepo-
precipicios; pero,
noble señor como
con fuerte emo-
n recibidos por el
reado acatamiento
itantes de la villa,
acudido para pre-
¡alen al encuentro
nte; y expresando
evenida al ilustre
i demostrar su sa-
eas e inequívocas

lilla, dispone que


le ofrece el mejor
¡able para hacerle
ite su saneada ha-
tener su prestigio

resionado el césar
distribución, mué-
demás dependen-
■ rodeaba, e ima­
nado permanecer
había de ser su
lesia monacal de

canso sus fuerzas


udable y positivo
iial apetito, según
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-*** - ^ * • V * V -,
Fectamente».
andilla cenó unas
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icido es de todos « i— «T
rra era una mesa i y
p .., ; - ...
irante los últimos
te, no le faltaron
daban con mucha
; de Guadalupe,
de las villas del

rmaneeió durante
Jarandilla.— Una vista parcial del castillo
los primeros días junto al emperador en Jarandilla, tratándole como
a un huésped; pero al considerar que la estancia del regio perso­ »Así como s<
naje se prolongaría por algún tiempo, decidió regresar a su cas­ vamos tratando,
tillo de Oropesa para seguir atendiendo los asuntos de su casa, y pañada de altos
permitir así que don Carlos y su servidumbre se desenvolvieran con y unos hermosos
más holgura, pues el edificio resultaba pequeño y no podían, ni »Tiene mueh,
pudieron alojarse en él, en lo sucesivo, todos los que lo acompaña­ parte septentrior
ban; y tan era así, que algunos criados, los nobles y otras personas mucha pesca qu
que acudían a visitarlo, se veían precisados a buscar acomodo en Juan Alvarez de
las casas de los hidalgos, en las posadas y en determinados hospe­ ba y favorecía a
dajes de la localidad. mosnero.
El más auténtico cronista de Jarandilla nos describe, en el «También po
siglo xvn, la traza y estado del castillo de dicha villa, que servía de cisco y se admir
residencia, por temporadas, al señor de la misma; y creemos since­ Jaranda, poblada
ramente que cuando escribió Acedo debía conservarse en muy pare­ boles que, desde
cida forma a como se encontraba cuando lo habitó don Carlos. de un matizado
Y lo creemos así, porque aún en nuestros días, a pesar de haber >Y volviendo
transcurrido varios siglos, el dicho castillo-palacio se mantiene casi castillo, se descu
igual en sus elementos constructivos principales; permanece en pie río Tiétar; y en
la mayor parte de su primitiva fábrica, como veremos después, y dar vista al afai
únicamente se han modificado sus cámaras y departamentos interio­ Casas del Puertc
res, ha desaparecido casi totalmente su cerca exterior, como asi­ puente de Alba!
mismo sus preciosos jardines, huertas y otros anejos a la finca, que alcanza ver la vil!
habían convertido a las tierras circundantes en auténtico vergel. Tiene el mar
He aquí la descripción que inserta en su ya mencionada obra geo- diñes y grandios;
gráfico-histórica el mencionado cronista local: llevan regalados
«Está sito este famoso castillo en lo más eminente de la villa, algo muchos y divers
apartado, aunque poco distante de ella, pues sólo la media, aunque versidad de cua
con subida levantada, un espacio llano que tiene con dos ordenadas verdes murtas, ol
carreras de frondosos castaños, que le hacen calle y hermosean. y odoríficas hier
«Entrase en el castillo por su puente levadiza, que tiene sobre madas con las di
una profunda cava, con sus dos puertas de hierro que le cierran que las riegan.
y al arrimo de cada quicio un fuerte cubo de argamasa cantería, »En medio d
con sus troneras que tiene para tiros. Y subiendo a la puerta prin­ cenador en medi
cipal, está una placeta con su barbacana repechada, que, coronada se entretienen su
de tiros, es defensa incontrastable. y allí pescan y i
»Lo hermoso de su fachada es más para visto que para alabado, calles que le cir
pues dejando aparte su mucha fortaleza y hermosura, la acompañan frondosos árbole?
y costean dos almenadas torres, que abrazan por una y otra parte; el apetitoso ceotí
y son tan altas, que descubren, sin embarazo ninguno, todo lo que mosos claveles, 1
la vista se puede extender. De torre a torre, que es lo que coge toda peonía, el alhelí,
la fachada del castillo, adonde está la puerta principal, hay un pa­ rosas. Tienen for
sadizo almenado, que hace cara, como también las torres, con la hay en ellos, mi
villa y con el famoso y antiguo castillo de Santa María de la Torre, unos meten hom
que hoy es la principal parroquia de la villa, desde donde el uno y al arrimo de la tí
el otro hermanablemente se correspondían y ayudaban. que ella misma, !
y a no conocer q
292
la, tratándole como
ia del regio perso- »Así como se entra en la puerta principal del castillo de quien
regresar a su cas- vamos tratando, se descubre una hermosa y espaciosa plaza, acom­
ntos de su casa, y pañada de altos y famosos cuartos de casa, con buen pozo que tiene
desenvolvieran con y unos hermosos naranjos que le adornan.
o y no podían, ni »Tiene mucha vivienda y famosos terrados, desde donde, por la
que lo acompaña- parte septentrional, se descubre un grande y famoso estanque, con
es y otras personas mucha pesca que tiene de anguilas y tencas, que hizo el señor don
mscar acomodo en Juan Alvarez de Toledo, de eterna memoria, por lo mucho que ama­
eterminados hospe- ba y favorecía a sus vasallos, siendo para los pobres un perpetuo li­
mosnero.
>s describe, en el »También por esta parte se descubre el convento de San Fran­
villa, que servía de cisco y se admiran aquellas altas y hermosas sierras de la canal de
i; y creemos since­ Jaranda, pobladas todas de una grande frondosidad de crecidos ár­
rarse en muy pare- boles que, desde su falda hasta lo empinado de su altura, a modo
íabitó don Carlos, de un matizado y hermoso ramillete, suben empinados a la cumbre.
a pesar de haber »Y volviendo por la parte meridional hacia la puerta principal del
3 se mantiene casi castillo, se descubren los prados de Val-Caliente, hasta dar vista al
permanece en pie río Tiétar; y en su consecución, todo el Campo de Arañuelo, hasta
eremos después, y dar vista al afamado pico de Miravete, que está por cima de las
artamentos interio- Casas del Puerto y dos leguas y media más adelante de la famosa
‘xterior, como asi- puente de Albalá, que el emperador Carlos V hizo; y también se
jos a la finca, que alcanza ver la villa de Oropesa.
téntico vergel, Tiene el marqués dentro de su castillo y palacio hermosos jar­
ncionada obra geo- dines y grandiosas huertas con mucha diversidad de arboledas, que
llevan regalados frutos. Son los jardines muy entretenidos por los
íte d e la v illa , a l g o muchos y diversos surtidores que tienen de burlescas aguas y di­
la m e d i a , a u n q u e versidad de cuadros enlazados y entretejidos unos con otros de
con d os o rd e n a d a s verdes murtas, olorosos arrayanes y de otras muchas y diversas flores
e y h e rm o se a n , y odoríficas hierbas, que la generalidad de la tierra produce, ani­
i, q u e t ie n e s o b r e madas con las dulces y regaladas aguas de las alabastrinas fuentes
to q u e le c i e r r a n que las riegan.
irg a m a s a c a n te ría , »En medio de estos jardines está el referido estanque, con su
* a la puerta prin- cenador en medio de las aguas, adonde los señores muchas tardes
da, que, coronada se entretienen surcando las aguas de una parte a otra con su barco,
y allí pescan y meriendan. Sus márgenes, por defuera, son cuatro
que para alabado, calles que le circundan y todas pobladas y adornadas de muchos
ira, la acompañan frondosos árboles. Allí se topa el oloroso limón, la hermosa cidra,
una y otra parte; el apetitoso ceotí, las dulces limas y hermosas toronjas. Allí los her­
juno, todo lo que mosos claveles, las castas azucenas, las minutisas, los tulipanes, la
; lo que coge toda peonía, el alhelí, con otras muchas diversidades de plantas, flores y
icipal, hay un pa­ rosas. Tienen formados en sus calles, de la murta y arrayanes que
las torres, con la hay en ellos, muchos mostruos y animales que, a la primera faz,
.laría de la Torre, unos meten horror y otros causan mucha alegría. Está una sierpe,
le donde el uno y al arrimo de la testera del dicho estanque, como mirando sus aguas,
>an. que ella misma, si se mirara, tuviera miedo de sí misma, si se viera;
y a no conocer que era aborto de una rama, cualquiera la temiera;
tal es su fingimiento y ferocidad. Está puesta en carrera y a los
alcances de un oso que, amedrentado, huye al sagrado de su cueva,
y a cualquiera engaña» (10).
# # #

Desde su mansión en Oropesa, don Fernando, con los mejores


tiradores de sus tierras, se dedicaba a la caza para que no faltaran
aves frescas al emperador; y en varias ocasiones, cuando lucía el sol
y la temperatura se ofrecía propicia, don Carlos, armado de arca­
a
buz, acompañaba al conde y tiraban a algunas piezas con más o
menos fortuna.
El señor de Jarandilla se esforzaba cuanto le era posible por
atender y honrar a su huésped, a quien visitaba, desplazándose desde
Oropesa, con mucha frecuencia, unas veces solo y otras acompa­
ñado de sus hermanos; y siempre veía complacido que el preclaro
señor se hallaba satisfecho y se había acomodado a su gusto eli­
giendo una confortable habitación, en la parte baja y lado izquierdo
del palacio, a partir de la puerta principal, que da a un lado del
jardín y dispone de útil y bien emplazado mirador que le permitía
admirar la bella lejanía; y en esta cámara, donde permanecía más
tiempo, para mitigar el frío y la destemplanza del ambiente, mandó
construir una confortable chimenea. Y desde aquel grato refugio,
desde aquella solanera oteaba el horizonte, y allí se entregaba a sus
soliloquios y meditaciones (11).
En los días plácidos, suaves y de buena temperatura, paseaba
solo por los amenos jardines o salía del palacio y caminaba pensa­
tivo a través de los floridos campos del alrededor, saturados del
aroma de las plantas, árboles y arbustos que se prodigaban por
doquier, o se entraba silencioso por las callejuelas de la villa y,
según su estado de ánimo, iniciaba a no conversación con los hidal­
gos de Jarandilla y con los villanos que salían de sus casas, o cruza­
ban a su lado, dedicados a sus menesteres.
Insistimos en que durante la permanencia del césar en Jarandilla,
en los días de invierno, permanecía en la solana de su aposento,
bien abrigado con la bata que le hicieron con la colcha que le
mandó su hija, y teniendo sus delicadas manos —hinchadas casi
constantemente por la gota que padecía—, cubiertas con unos con­
fortables guantes que le enviara la duquesa de Frías. En aquel
apartado recinto recibía casi a diario las noticias, favorables o ad­
versas, que llegaban en las carteras o zurrones de los emisarios; las
nuevas que le llegaban embargaron su ánimo en más de una ocasión,

(10) A zedo de B er r u e z a : A m enidades..., cap. XV.


(11) Todavía, en nuestro tiempo, se conserva en el castillo-palacio de Ja­
randilla el aposento que prefirió don Carlos, y su acogedor y artístico mirador.
Jarandilla.— Parte
en carrera y a los
tgrado de su cueva,

lo. con los mejores


ira que no faltaran
cuando lucía el sol
s, armado de arca-
piezas con más o

le era posible por


esplazándose desde
> y otras acompa­
ño que el preclaro
do a su gusto eli­
ja y lado izquierdo
da a un lado del
or que le permitía
e permanecía más
I ambiente, mandó
|uel grato refugio,
se entregaba a sus

iperatura, paseaba
■ caminaba pensa-
lor. saturados del
e prodigaban por
las de la villa y,
non con los hidal-
¡us casas, o cruza-

ésar en Jarandilla,
i de su aposento,
la colcha que le
—hinchadas casi
tas con unos con-
Frías. En aquel
favorables o ad­
iós emisarios; las
ís de una ocasión,

istillo-palacio de Ja-
v artístico mirador.

Jarandilla.— Parte del patio, galería, terraza y torre del castillo-palacio de los
Condes de Oropesa
lo entristecían grandemente y le quitaban el sosiego y la tranqui­ ron con él varis
lidad. religiosos que 1
A poco de su llegada a Jarandilla hacía un sol espléndido, diá­ un definitivo ac
fano, y sus criados, los soldados de su escolta, los nobles de su cor­ pectivas residen<
tejo, y sobre todo los flamencos que lo habían acompañado desde Estando en
Bruselas y que permanecían a su lado hasta que se recluyera en día 25 de novie
Yuste, estaban maravillados por la bonanza del tiempo, la pureza se hallaba de gr
del sol y los distintos tonos de verdor que cubrían, a modo de tapiz, ques, y disfruta
de diversos coloridos, la vecina serranía, las gargantas de los arro- Jarandilla y se «
yuelos, las huertas y los prados. Resultaban sorprendentes para ellos nidad y operari<
las bellezas mil con que Dios dotaba a aquellos campos, aquella pri­ En seguida pase
vilegiada Naturaleza. Y si a esto añadimos los excelentes vinos, los debía residir v
sabrosos jamones y embutidos, y los aromáticos y deliciosos frutos Salió en extremo
de aquella tierra, comprenderemos fácilmente que los vasallos y detenimiento, pi
criados de don Carlos se hallaban satisfechísimos y bendecían la cuenta exacta d<
abundancia de dones con que el Creador premió a los habitantes de en su ánimo el f
la Vera. los últimos años c
Mas pasó la bonanza, llegaron días fríos y lluviosos con tristes Dispuso que
atardeceres, interminables noches, y los inconvenientes consiguien­ afectaban al tra2
tes a la estación invernal; y como, por otra parte, se prolongaba la Jarandilla conter,
estancia del soberano y era muy crecido el volumen de vituallas ción; y los que a
que consumía diariamente la servidumbre y acompañantes, nació quedaron defrauc
la desconfianza y el temor entre los vecinos de Jarandilla, y a partir visto y se consic
de entonces surgió el descontento y miraban con recelo a los foras­ cenobio, tan prop
teros, temiendo se avecinaran momentos de escasez, porque ya la total a las cosas d
había, aunque no muy grande, de víveres, alojamientos, papel, ves­ Mucha parte t
tidos, dinero y otras muchas cosas indispensables y precisas para el satisfecho y dab
normal sostenimiento y convivencia social de los vecinos de Jaran­ importancia a las
dilla. y pensaba más i
De todas maneras, el emperador nunca tuvo conocimiento de este gado a sus devo<
estado de cosas, y si bien tenía siempre graves preocupaciones por quilidad de su co
las noticias que llegaban de diversas partes del reino y de la marcha y socorriendo a
de los negocios en determinados países incluidos en sus dominios, ces decidió firmi
disfrutaba, sin embargo, en Jarandilla de excelente salud; y en más tiempo posit
vista de ello decidió acercarse a Yuste para conocer la fábrica del sabiamente sus pn
alojamiento que se le preparaba, el estado de las obras, y poder En aquel tiem
determinar con tiempo si era preciso alguna variación en los planos, Trejo, el P. Franc
ampliando o reformando la traza del edificio. había alcanzado ¡
Halló gran oposición, como le había pasado siempre, a su de­ acierto los cargos
cidido empeño de recluirse en Yuste; pero no pudieron hacerle de­ tero de la empera
sistir de su propósito, como evidencian las lamentaciones de Quijada, y marqués de Loe
cuando escribe que «su majestad determinado estaba de no hacer además, por su p
mudanza de ello, aunque se juntara el cielo con la tierra». ducho en el arte c
Antes de acercarse a Yuste, don Carlos hizo ir a Jarandilla al por su excelente ti
general de los Jerónimos, P. Tofiño y al P. Ortega, encargado de
las obras que se estaban realizando en el monasterio, que sostuvie­ (1 2 ) P. SlGÜEVZA

296
;o y la tranqui- ron con él varias entrevistas sobre quiénes y cuántos debían ser los
religiosos que le acompañarían en su retiro. Y habiendo llegado a
espléndido, diá- un definitivo acuerdo, los monjes mencionados regresaron a sus res­
obles de su cor- pectivas residencias.
nnpañado desde Estando en tal estado las cosas, amaneció diáfano y soleado el
se recluyera en día 25 de noviembre de aquel año de 1556; y como el emperador
>mpo, la pureza se hallaba de gran talante sin que le molestaran sus continuos acha­
modo de tapiz, ques, y disfrutaba de buen humor, montó en su litera, abandonó
itas de los arro- Jarandilla y se encaminó a Yuste, donde fue recibido por la Comu­
lentes para ellos nidad y operarios con grandes muestras de regocijo y acatamiento.
pos, aquella pri- En seguida pasó a visitar el monasterio, la iglesia, el palacio donde
lentes vinos, los debía residir y los departamentos destinados a su servidumbre.
deliciosos frutos Salió en extremo complacido de cuanto había visto y examinado con
■ los vasallos y detenimiento, pues sus observaciones fueron minuciosas y se dio
y bendecían la cuenta exacta de todo, motivando este hecho que se afianzara más
os habitantes de en su ánimo el firme propósito de pasar en aquella casa de oración
los últimos años de su vida (12).
iosos con tristes Dispuso que se efectuaran algunas rectificaciones que apenas
ntes consiguien- afectaban al trazado general de las obras, y por la tarde regresó a
;e prolongaba la Jarandilla contentísimo y satisfecho de su viaje y visita de inspec­
len de vituallas ción; y los que aún confiaban en que desistiría de residir en Yuste,
ipañantes, nació quedaron defraudados al ver que don Carlos elogiaba cuanto había
idilla, y a partir visto y se consideraba feliz con poder recluirse en aquel recoleto
celo a los foras- cenobio, tan propicio para su descanso, sus meditaciones y su entrega
z, porque ya la total a las cosas del espíritu.
□tos, papel, ves- Mucha parte del tiempo que el césar pasó en Jarandilla se sentía
precisas para el satisfecho y daba constantes muestras de ello. Procuraba no dar
?cinos de Jaran- importancia a las noticias desagradables que le llegaban desde fuera
y pensaba más en sí mismo, en la salvación de su alma, entre­
cimiento de este gado a sus devociones, a ejercicios piadosos y a procurar la tran­
ocupaciones por quilidad de su conciencia, visitando las iglesias y ermitas de la villa
>y de la marcha y socorriendo a los necesitados en hospitales y conventos. Enton­
n sus dominios, ces decidió firmemente elegir un confesor, que permaneciera el
ite salud; y en más tiempo posible a su lado para orientar su espíritu y encauzar
■r la fábrica del sabiamente sus problemas.
obras, y poder En aquel tiempo se hallaba en Plasencia, en casa de la familia
»n en los planos, Trejo, el P. Francisco de Borja, personaje que antes de ser religioso
había alcanzado gran relieve en la Corte, donde desempeñara con
?mpre, a su de- acierto los cargos palaciegos de caballerizo del emperador y mon­
eron hacerle de- tero de la emperatriz. Duque de Gandía por herencia de su padre
Mies de Quijada, y marqués de Lombay por merced real, había conseguido sobresalir,
ba de no hacer además, por su prestancia personal y su galantería; caballero muy
ierra». ducho en el arte de las armas y de la política, se distinguía también
a Jarandilla al por su excelente trato y su amor a las ciencias y a las letras, que cul-
i, encargado de
io, que sostuvie­ (12) P. Sigüenza : Historia d e la Orden d e San Jerónim o, parte 3.a, cap. 38.
tivaba con éxito. Había acudido a Plasencia a ruego del obispo
Gutierre de Carvajal, su buen amigo, con el propósito de fundar
en dicha ciudad una casa convento para la Compañía de Jesús,
a la cual pertenecía (13).
Cierto día del mes de diciembre llegó a Plasencia, procedente de
Jarandilla, el duque de Medinaceli, llevando una carta de don Fer­
nando Alvarez de Toledo, conde de Oropesa, para el P. Francisco;
en ella le decía el señor de tantas tierras de la Vera Alta y del
Valle, que don Carlos tenía verdaderos deseos de entrevistarse con
él; y ante esta indicación se apresuró el jesuíta a trasladarse a dicha
villa, e hizo el viaje a pie, acompañado de los PP. Bustamante y
Herrero, y del H. Marcos. Al conocer su llegada «S. M. se holgó
mucho», y ordenó a don Luis de Quijada, su mayordomo, que lo
aposentara en el palacio, señalándole él mismo las habitaciones que
debía ocupar y el modo de amueblarlas y hacerlas confortables.
Algún tiempo antes, la princesa doña Juana había dicho al duque
que su padre estaba admirado y sorprendido porque él hubiera pre­
ferido la Compañía de Jesús a otras Ordenes religiosas más antiguas
y probadas; y que tenía pensado aconsejarle, la primera vez que lo
viera, que dejara el hábito e ingresara en la de San Jerónimo «o en
otra religión digna de quien él era», «porque la Compañía no tenía
el crédito que la gente de Dios merecía y estaba dudoso de que el
P. Borja viviese acertado».
Llegó el fraile a besarle la mano puesto de rodillas y el emperador
no se la quiso dar. Mandóle levantar y sentar; pero el jesuíta le
rogó le permitiera permanecer así. Nuevamente don Carlos insistió
en que se levantara, y entonces el virtuoso religioso hubo de
contestar:
—Suplico a V. M. humildemente me deje estar de rodillas, porque
estando delante de su acatamiento me parece estoy ante el de Dios;
y si V. M. me da licencia, deseo tratar de mi persona, mudanza de
vida y religión y hablar con V. M. como si hablara con Dios Nuestro
Señor, que sabe diré verdad en todo.
Díjole el emperador:
—Pues vos lo queréis, sea así. Yo me holgaré mucho de todo
lo que acerca de esto dijéredes.
—Yo, señor —dijo el padre—, fui gran pecador, pues desde mi
niñez di mal ejemplo al mundo con mis actos y con mi conversación.
De algo de esto tiene conocimiento V. M., por cuanto hice en el
tiempo que estuve en vuestra imperial Corte y servicio. Plugo a la
Divina Bondad abrir mis ojos, permitiéndome conocer algunas de
mis culpas, y entonces decidí, con la gracia del Señor, corregir
mis pecados y hacer enmienda de la vida pasada, entrando en al­
guna religión donde con más eficacia pudiera conseguir mi intento.

(13) Vid, H.a ij A nales..., de A. F ernández , libr. II, cap. 26.

298 Jarandilla.— M irad


ruego del obispo
opósito de fundar
«npañía de Jesús,

cia, procedente de
carta de don Fer-
a el P. Francisco;
Vera Alta y del
■ entrevistarse con
rasladarse a dicha
PP. Bustamante y
i «S. M. se holgó
ayordomo, que lo
i habitaciones que
is confortables.
áa dicho al duque
ae él hubiera pre-
osas más antiguas
rimera vez que lo
n Jerónimo «o en
ompañía no tenía
dudoso de que el

as y el emperador
pero el jesuíta le
on Carlos insistió
?ligioso hubo de

e rodillas, porque
■ante el de Dios;
ona, mudanza de
con Dios Nuestro

■ mucho de todo

r, pues desde mi
mi conversación,
uanto hice en el
vicio. Plugo a la
íocer algunas de
l Señor, corregir
entrando en al-
eguir mi intento.

Jarandilla.— Mirador de las habitaciones que ocupó Carlos de Gante durante


su estancia en Jarandilla
El emperad'
Supliqué a Nuestro Señor me encaminara a la religión que fuere con alegre semb
más de su agrado, y puse de mi parte, para conseguirlo, todos los —Mucho m
medios que estaban a mi alcance, ofreciéndole singularmente el me habéis dicb
fruto de las muchas misas que se dijeron a mi intención; y en tanto negar que me c
que la Divina Providencia me señalaba el camino que debía seguir, ción, cuando m
yo sentía inclinación por el hábito de San Francisco de Asís, tanto recía que una j
por su antigüedad y prestigio universal como por la devoción de religiones antig
mis padres hacia dicha regla; pero cada vez que me proponía decidir curso de los ai
en este sentido sentía en mi corazón una sequedad y desconsuelo y de la que se
tan grande, que me causaba admiración, porque no acababa de —Sacra M aj
entender cómo deseando toda mi alma una cosa tan santa, y que tan aprobada qu
a mi ver me estaba muy bien, la misma alma hallaba dentro de sí Es más, la expei
tantos desvíos y embarazos en la determinación y ejecución de ella, aun del mismo 1
que la hacían no querer lo que quería, ni poner por obra lo que más fervorosos
deseaba. Estos mismos efectos, y aun con más fuerza y claridad, sen­ ción y santidad
tía cuando meditaba sobre la posibilidad de entrar en las demás indiferencia y n
Ordenes religiosas, tanto monacales como mendicantes; y por el cosas falsas e ii
contrario, cuando mi pensamiento volaba hacia la Compañía de crédito a los qu
Jesús, cuando conversaba con algunos de los que hoy son mis de lejos y murni
hermanos, regalaba Dios mi espíritu con tal bienestar y dulzura, si yo supiera d<
que me sentía feliz y vencía la primera y extraña sensación a que fecta religión, m
he hecho referencia. Y como esto me ha sucedido durante un largo hecho lo supien
período de tiempo, he meditado mucho y atentamente sobre el hubiese dejado i
asunto, sacando la conclusión de que la indudable voluntad del Altí­ todo de buena <
simo era señalarme el camino de mi nueva vida; y no porque yo tro Señor no fuer
entendiera que la Compañía era más santa y perfecta que las demás —Yo lo cret
religiones, sino porque el Señor estimaba que lo serviría mejor en siempre hallé e
ella que en las otras. Con su misericordia y ardiente deseo, Dios lo que se dice <
me indicaba el modo más conveniente para huir de la honra y no se ven canas e
gloria del siglo, de buscar y abrazarme con el menosprecio y la —Señor —dij
bajeza. Yo temía que si entraba en alguna otra Orden religiosa sean viejos los hij
sería tenido en algo, porque casi seguro que hallaría en ella pre­ Lo que preg
cisamente aquello de lo cual iba huyendo, y sería honrado, como entonces tenía y
lo han sido otros, sin querer serlo, en el siglo. Esto, sin embargo, acompañaban oti
no podría tenerlo ingresando en la Compañía, por ser su fundación Buenaventura de
muy reciente y no conocida ni estimada; y más todavía, criticada y ingresado de nov
aborrecida de muchos, como sabe V. M. A pesar de que las ra­ allí, lo mandó lia
zones alegadas y otras parecidas me forzaron a mi determinación, con él negocios c
no quise fiarme de mí mismo en asunto tan grave hasta consultar­ terminada comisi
lo una y muchas veces con diferentes varones doctos y prudentes, Más de dos h
como prestigiosos padres de la Iglesia, auténticos siervos de Dios, najes, a la que c
quienes, enterados de mis alegatos e íntimas razones, aplaudían y mucho de haber
aprobaban mi entrada en la Compañía. Y puedo afirmar a V. M. que ser así, y que au
siempre me ha hecho el Señor mucha misericordia en ella, que me de la Compañía ¡
ha tenido y me tiene muy contento y consolado, obligándome a darle su testimonio fu»
infinitas gracias y alabanzas, y mil vidas que tuviera por su amor.

300
El emperador escuchó atento los razonamientos del P. Borja, y
religión que fuere con alegre semblante respondió:
iseguirlo, todos los —Mucho me he holgado de saber de vos mismo todo lo que
singularmente el me habéis dicho de vuestra persona y estado, porque no os quiero
:encion; y en tanto negar que me causó admiración y sorpresa saber vuestra determina­
•que debía seguir, ción, cuando me escribisteis desde Roma a Augusta, ya que me pa­
isco de Asís, tanto recía que una persona como vos en la elección debía anteponer las
or la devoción de religiones antiguas, que están ya aprobadas con la experiencia y
ie proponía decidir curso de los años, a una religión nueva que carece de prestigio
lad y desconsuelo y de la que se habla con desconsideración y diferentemente.
ie no acababa de — Sacra Majestad —dijo el duque—, ninguna hay tan antigua ni
tan santa, y que tan aprobada que en algún tiempo no haya sido nueva y no conocida.
liaba dentro de sí Es más, la experiencia nos enseña que los principios de las religiones,
ejecución de ella, aun del mismo Evangelio y Ley de gracia, han sido los más floridos,
r por obra lo que más fervorosos y más abundantes de varones ejemplares en devo­
•za y claridad, sen- ción y santidad. Bien sé que muchos hablan de la Compañía con
trar en las demás indiferencia y menosprecio y que (por alguna pasión) nos achacan
licantes; y por el cosas falsas e impertinentes; pero estimo que se debía de dar más
la Compañía de crédito a los que vivimos en ella que a los de fuera, que la miran
que hoy son mis de lejos y murmuran lo que no saben. De mí, aseguro a V. M. que
mestar y dulzura, si yo supiera de la Compañía cosa mala, indigna de santa y per­
a sensación a que fecta religión, nunca pusiera los pies en ella; y si ahora que lo tengo
■durante un largo hecho lo supiera, luego me saldría; porque no fuera justo que yo
itamente sobre el hubiese dejado esta miseria que dije y el mundo (pudiendo poseer
voluntad del Altí- todo de buena conciencia) por entrar en una religión donde Nues­
; y no porque yo tro Señor no fuera bien servido y glorificado.
cta que las demás —Yo lo creo por cierto —respondió el emperador—, porque
serviría mejor en siempre hallé en vuestra boca verdad. Mas ¿qué responderás a
liente deseo, Dios lo que se dice que todos sois mozos en vuestra Compañía y que
ir de la honra y no se ven canas en ella?...
menosprecio y la — Señor —dijo—■, si la madre es moza, ¿cómo quiere V. M. que
a Orden religiosa sean viejos los hijos?
laría en ella pre- Lo que preguntó don Carlos no era exactamente cierto, pues
ía honrado, como entonces tema ya el duque cuarenta años, y en aquella ocasión le
]sto, sin embargo, acompañaban otros sacerdotes de bastante edad, entre ellos el Padre
• ser su fundación Buenaventura de Bustamante, hombre docto y virtuoso, que había
xlavía, criticada y ingresado de novicio; y al enterarse el emperador que se encontraba
ir de que las ra- allí, lo mandó llamar y, al reconocerle, le recordó que había tratado
mi determinación, con él negocios de importancia en Nápoles, cuando fue allí con de­
e hasta consultar­ terminada comisión del cardenal don Juan de Tavera, su amo.
l o s y prudentes, Más de dos horas se prolongó la charla de ambos ilustres perso­
; siervos de Dios, najes, a la que dio fin el emperador diciendo «que había holgado
»nes, aplaudían y mucho de haber oído de él todo lo que había dicho, que él creía
irmar a V. M. que ser así, y que aunque estaba dudoso y con alguna sorpresa acerca
i en ella, que me de la Compañía por lo que había oído hablar de ella, que ahora con
ligándome a darle su testimonio fundado quedaba muy satisfecho de la virtud y verdad
iera por su amor.
301
que en la misma había, y que de allí en adelante la favorecería, tanto soberano que p;
por servir al Señor como por pertenecer a ella tan preclaro caballero. sacerdotes y reli
A continuación, agregó el César. podría resolver «
—¿Acordáisos que os dije el año 1542, en Monzón, que había le presentaran p
de retirarme y hacer lo que he hecho? ración.
-—Bien me acuerdo, señor —respondió el P. Borja. —Haced lo q
■—Sabed cierto —repuso el emperador— que no lo dije más que que sois vos qu
a vos y a otra persona. píritu.
Y el P. Francisco le respondió: —Veo tan dil
—Bien entendí el favor que V. M. me hacía en decirme lo que miendo a la volu
entonces me dijo. Por eso guardé el secreto. retirarme con vu
Preguntado después sobre sus oraciones y penitencias, al enterar­ videncia dispone
se don Carlos que el jesuíta dormía vestido, se lamentaba de no sona.
poder él hacerlo así; y a esta manifestación contestó animoso el in­ De hinojos ar
signe Borja: inclinándose, sali<
—Señor, las muchas noches que V. M. veló armado ha sido causa característica y su
de que ahora no pueda dormir vestido; y como empleó su tiempo Repuesto de s
defendiendo la fe de Cristo, es mayor su mérito que el de muchos «Decididamente,
religiosos que cuentan las horas en su celda rodeados de cilicios. este mundo».
Terminado el coloquio, permaneció todavía al lado de don Car­ E l resultado de
los el P. Francisco. Pidióle después licencia para irse, y el empe­ podía continuar, i
rador accedió gustoso a su ruego, encomendando a don Luis de casen un director <
Quijada que le entregara 200 ducados de limosna sin admitir ex­ Se pensó en fr
cusa alguna para no tomarlos (14). dilla y se pusiera
Es muy posible que en esta ocasión pidiera el César al de Gan­ imaginó de qué s
día que se encargara de la dirección de su conciencia; y en caso de medad y otras raz
que así fuera, el P. Francisco eludió el compromiso con tal tacto Entonces sus supe
y diplomacia que al despedirse siguieron siendo buenos amigos, más remedio que
como lo demuestra el hecho real de que el santo jesuíta visitó más Al declinar el
tarde al Solitario de Yuste en otras dos ocasiones por lo menos. la personalidad d
Habían llegado a oídos del emperador, durante su permanencia y fray Juan de Reg
en Jarandilla, referencias muy halagüeñas relativas a la persona y lo grave y delicadi
virtudes de un pobrecito fraile franciscano, llamado Pedro Garabito, de la misión que 1
que años más tarde fue elevado a los altares, hoy lo venera toda por los jerarcas de
Extremadura y muy especialmente los cacereños de la diócesis de recibir de la Coron;
Coria, de la que es patrón bajo la advocación de San Pedro de Al­ Ya tiene confes<
cántara, por haber nacido en la villa de este nombre. En aqus.¡ allí en Jarandilla, •<
tiempo se hallaba también en Plasencia el P. Pedro; y en una visita a las de su alma.
que hizo a Jarandilla el marqués de Mirabel, don Luis de Avila Se aproxima el
y Zúñiga, hizo tales elogios del franciscano alcantarino al empera­ por su mayordomo
dor, que lo llamó a su lado; y absorto ante su figura de penitente, criados, en amigab
su docta palabra y la aureola de santidad que sublimaba su perso­ que ha de conviví]
na, le rogó fuera su confesor. Pero el humilde fraile respondió al que deben regresai
sos ya los compon»
(14) E l p erfecto desengaño, por el M arqués de V alparaíso , ms. 1161 de su servidumbre.
de la B. N. Pasa don Cario*
302
favorecería, tanto soberano que para asunto tan importante y delicado había otros
>reclaro caballero. sacerdotes y religiosos más dignos y preparados que él, y que no
podría resolver con acierto y eficacia los graves problemas que se
jnzón, que había le presentaran por ser escasas sus fuerzas y por su poca prepa­
ración.
i. —Haced lo que os digo — agregó el césar—, pues sé muy bien
0 lo dije más que que sois vos quien me conviene para orientar y consolar mi es­
píritu.
—Veo tan difícil el problema, que no puedo decidir y lo enco­
n decirme lo que miendo a la voluntad de Dios; si El lo dispone así, hágase. Voy a
retirarme con vuestra venia, y si no vuelvo, en que la Divina Pro­
encías, al enterar- videncia dispone que no conviene y no quiere valerse de mi per­
lamentaba de no sona.
stó animoso el in- De hinojos ante don Carlos, besó su mano, y puesto en pie e
inclinándose, salió silenciosamente de la estancia, con su humildad
lado ha sido causa característica y sus brazos cruzados sobre el pecho.
empleó su tiempo Repuesto de su sorpresa, el césar se hizo la siguiente reflexión:
que el de muchos «Decididamente, este religioso, siempre absorto, no es persona de
leados de cilicios, este mundo».
lado de don Car- El resultado de la entrevista fue seguir sin confesor; y como así no
1 irse, y el empe­ podía continuar, recurrió a los jerónimos de Yuste para que le bus­
lo a don Luis de casen un director de conciencia idóneo.
na sin admitir ex- Se pensó en fray Juan de Regla, y se le indicó acudiera a Jaran­
dilla y se pusiera a disposición del soberano; pero como el P. Juan
. César al de Gan- imaginó de qué se trataba, se hizo el remolón, y alegando enfer­
ncia; y en caso de medad y otras razones inconsistentes, se negó a visitar a don Carlos.
m ís o con tal tacto Entonces sus superiores se lo ordenaron y, por obediencia, no tuvo
lo buenos amigos, más remedio que aceptar la delicada e importante encomienda.
> jesuíta visitó mas Al declinar el desempeño de cargo de tanta honra, se agiganta
nes por lo menos, la personalidad de Francisco de Borja, fray Pedro de Alcántara
ite su permanencia y fray Juan de Regla, humildes y virtuosos frailecillos que anteponían
as a la persona y lo grave y delicado del asunto a las vanidades del mundo, al honor
do Pedro Garabito, de la misión que le confiaban; misión considerada en aquel tiempo
loy lo venera toda por los jerarcas de la Iglesia como la mayor distinción que podían
de la diócesis de recibir de la Corona.
: San Pedro de Al- Ya tiene confesor don Carlos, y sin excesivas finezas ni protocolos,
nombre. En aqut-i allí en Jarandilla, además de a la salud de su cuerpo, podía atender
Iro; y en una visita a las de su alma.
don Luis de Avila Se aproxima el día de su marcha definitiva a Yuste, y ayudado
intarino al empera- por su mayordomo Luis de Quijada, el más fiel y querido de sus
igura de penitente, criados, en amigable charla van completando la lista del personal
ublimaba su perso- que ha de convivir con ellos en el monasterio, y eliminando a los
fraile respondió al que deben regresar a sus casas, pues en Yuste no se le serán preci­
sos ya los componentes de la escolta, ciertos nobles y buena parte
V a l p a r a ís o , m s. 1161 de su servidumbre.
Pasa don Carlos en Jarandilla las fiestas navideñas y dispone se

303
celebren todas las ceremonias y ritos tradicionales, tanto eclesiásticos y aposentamien
como profanos; y seguramente por haber abusado aquellos días de partir, y gr;
de los manjares fuertes, caza, salazones, frituras y dulces, el 27 de di­ día de San Bla
ciembre le aquejó un fuerte ataque de gota, que lo retuvo ocho del castillo-pala
días postrado en cama, con agudos dolores en las articulaciones de sus alabarderos,
sus miembros, que se extendían a modo de reflejos y se acentuaban ante la confortal
en la espalda. A consecuencia de aquellos achaques quedó el pro­ llena de gente. 1
verbial comilón hecho una lástima, hasta que llegó un célebre ga­ gia figura del e
leno, llamado Giovanni Andrea Mola, que procedía de Milán y se lleros, todos los
había acercado a Extremadura para ocuparse exclusivamente del es­ nos lloriqueaban
tado de salud de don Carlos; empresa nada fácil, dado que ordenó de los que no 1
se suprimiera la cerveza al enfermo y se redujera la ración de co­ traciones de am
mida, a lo que replicó el interesado que aquella medida era exce­ entereza, subió i
siva, como todas las exigencias del famoso médico italiano; motivan­ y la rigidez proj
do esta apreciación que fracasaran todos los tratamientos, porque era, última vez en J
además, evidente la rebeldía del paciente y su poca fe en los me­ y cuando salió
dicamentos que le prescribían. compungidos aqi
Independientemente de sus corrientes y ya crónicas dolencias lias que habían s
y de los esporádicos ataques de gota que sufría el ilustre enfermo Jamás olvidó
de cuando en cuando, su estancia en el castillo de Jarandilla le re­ que el coloso d
sultaba en extremo grata, aunque amargaban en parte su existencia más grande sob
los correos que llegaban unas veces ae Portugal; de Valladolid, vieja villa, y co
otras, con noticias sobre las intrigas y cabildeos relativas a su her­ diestra al esclare
mana doña Leonor, viuda de dos reyes, Manuel de Portugal y Fran­ Toledo, se encai
cisco I de Francia, a su hijo don Felipe, a su sobrina la princesa muros con los n
portuguesa doña María, y a Juan III de Portugal, a través del em­ la vida eterna.
bajador del reino vecino en Valladolid, Duarte de Almeida, y del
español en Lisboa, Juan de Mendoza.
Estando en Jarandilla don Carlos, envió a Portugal a don Sancho
de Córdoba, como emisario para negociar y aclarar ciertos enredos;
pero ni éste, ni Lorenzo Pires, embajador de Portugal, que llegó a
Jarandilla el 14 de enero de 1557, y era muy celebrado por su tacto
y diplomacia, pudieron conseguir nada en concreto.
Todos estos líos de familia complicaban seriamente la tranquili­
dad del emperador y amargaron su existencia, motivando la exacer­
bación de sus dolencias y que se apoderara de su ánimo cierto ma­
lestar, que se agravó notablemente al conocer la tregua pactada entre
el duque de Alba y el pontífice, confabulado con sus mortales ene­
migos el turco y el francés. Tan hondamente le afectó la dicha de­
terminación del general de sus ejércitos, que a partir de entonces
determinó dedicarse más de lleno a los asuntos políticos y militares
de los reinos.
Aquel mes de enero de 1557 que pasó el césar en Jarandilla,
le llegó desde Sevilla la pensión anual que se había reservado, 26.000
ducados en total, para el mantenimiento de su casa y obras de ca­
ridad y beneficencia. Con parte de este dinero pagó las soldadas

304
20
les, tanto eclesiásticos y aposentamiento de sus servidores, indemnizó a los que habían
msado aquellos días de partir, y gratificó a los que debían continuar a su lado. Y el
V dulces, el 27 de di­ día de San Blas, 3 de febrero, ya estaba ante la puerta principal
que lo retuvo ocho del castillo-palacio de Jarandilla una cómoda litera, custodiada por
las articulaciones de sus alabarderos. Eran las tres de la tarde, y toda la ancha plaza sita
lejos y se acentuaban ante la confortable y recia mansión del conde de Oropesa se hallaba
taques quedó el pro- llena de gente. Al instante apareció ante la entrada principal la agre-
llegó un célebre ga- gia figura del emperador, rodeado de sus criados y algunos caba­
■cedía de Milán y se lleros, todos los cuales revelaban tristeza en sus semblantes, y algu­
xclusivamente del es- nos lloriqueaban o gemían con desconsuelo. Don Carlos se despidió
cil, dado que ordenó de los que no le seguirían a Yuste con buenas palabras y demos­
jera la ración de co­ traciones de amor; y, seguidamente, con porte majestuoso y grave
lla medida era exce- entereza, subió a la litera, al tiempo que la escolta, con aire marcial
ico italiano; motivan- y la rigidez propia de la milicia de entonces, le rindió honores, por
amientos, porque era, última vez en Jarandilla. Cruzó el carruaje entre los alarbarderos,
i poca fe en los me- y cuando salió de las filas, tiraron las armas al suelo, agregando
compungidos aquellos fieles servidores que nunca usarían más aque­
a crónicas dolencias llas que habían sido empleadas en servicio de tal señor.
ía el ilustre enfermo Jamás olvidó Jarandilla aquel día memorable, aquella fecha en
) de Jarandilla le re- que el coloso de la guerra, el incomparable Carlos de Gante, el
n parte su existencia más grande soberano de la tierra en aquel tiempo, abandonó la
ngal; de Valladolid, vieja villa, y con el corazón henchido de gozo, y llevando a su
>s relativas a su her- diestra al esclarecido conde de Oropesa, don Fernando Alvarez de
de Portugal y Fran- Toledo, se encaminó hacia Yuste, dispuesto a recogerse entre sus
i sobrina la princesa muros con los monjes jerónimos y a prepararse para el tránsito a
gal, a través del em- la vida eterna.
e de Almeida, y del

jrtugal a don Sancho


larar ciertos enredos;
5ortugal, que llegó a
ílebrado por su tacto
to.
iamente la tranquili-
motivando la exacer-
su ánimo cierto ma-
tregua pactada entre
on sus mortales ene-
? afectó la dicha de-
a partir de entonces
políticos y militares

césar en Jarandilla,
bía reservado, 26.000
casa y obras de ca-
•o pagó las soldadas

305
20
V --------
Mogollen

LOS CASTILLOS DE LAS SEGURAS


Y LOS MOGOLLONES

D iv a g a c io n e s e n t o r n o a s u o r ig e n y d e n o m in a c ió n .

Conforme se desprende del enunciado, son dos los castillos


—mejor aún, un castillo y una torre—, de que vamos a ocuparnos
en esta parte de la presente obra; e incluimos a ambos en el mismo
epígrafe porque las grandes, por su mucha extensión y arbolado,
dehesas en que están enclavadas dichas fortalezas se han conocido
siempre con el nombre de H eredam iento de las Seguras y M ogo­
llones, constituyendo un todo, una sola propiedad integrada por
varias y distintas fincas rústicas, con sus correspondientes e indis­
pensables caseríos.
Extraña sobremanera el nombre de Las Seguras — así, en plural—,
aplicado a uno de los más importantes predios que forman dicho
heredamiento; y hemos de confesar que el conocimiento exacto de
su etimología y origen escapa a nuestra perspicacia. No nos sa­
tisface, ni mucho menos, la explicación facilitada por el cronista
local Hurtado (1), y creemos sinceramente que sus argumentos ca-
(1) H urtado : Castillo, torres..., pág. 306.

307
recen de verdadera consistencia. Por esta razón, nos decidimos a
admitir como hecho más probable que el útil y frecuente empleo
de el segurón y la segure ja para derribar y podar las robustas y
viejas encinas que pueblan aquellas campos, pudieran motivar el
origen y aceptación del referido nombre, pues sabido es que en
algunas zonas de la provincia cacereña recibe el nombre de se-
lirón la popular herramienta llamada hacha, que emplean los leña-
f ores en sus faenas de corta de leña; y el de segureja, cuando es
pequeño dicho artefacto y de más fácil manejo.
También pudiera haber motivado el referido nombre el hecho
cierto de que en la dehesa llamada Las Seguras existían ciertos
iuntos, determinadas zonas estratégicamente situadas, debidamente
Í ortificadas, y, por tanto, más seguras y propicias para la defensa.
Pues si bien es verdad que la mayor parte de aquellas tierras son
llanas y abiertas, no es menos cierto que culminan algunos montícu­
los, algunas prominencias escarpadas y recubiertas de peñas y ma­
leza, donde se aprecian todavía ligeros indicios de pretéritas y ru­
dimentarias fortificaciones, cuya importancia no puede determinarse
exactamente, pero que evidencian haber existido allí, desde tiempos
prehistóricos, como tendremos ocasión de ver, algún reducto o pa­
redón seguro y apto para la defensa.
Antes de ocuparnos con detenimiento de la descripción de dichas
fortalezas y de los contados episodios bélicos e históricos acaecidos
en torno a las mismas, queremos dejar constancia de las curiosas
observaciones llevadas a cabo en todas aquellas latitudes por el eru­
dito cacereño don Juan Sanguino, quien recorrió y examinó dete­
nidamente la extensión que fue, según pudo demostrar, solar y es­
cenario de las primeras tribus que acamparon allí y se enseñorearon
de la amplia comarca que circunda a Cáceres por sus partes sur y
oeste.
Deambulando por dichos lugares localizó y precisó Sanguino la
existencia de una enorme peña ligeramente inclinada y situada a
flor de tierra, recubierta de ligerísima capa de césped, auténticos li­
qúenes que disimulaban las cavidades y canales trazados en la
misma; y sospechando que pudiera tratarse de un altar de sacrifi­
cios, precedió a la limpieza del musgo y comprobó cuanto había
supuesto; esto es, allí se habían sacrificado animales, o acaso seres
humanos, ofrendados a alguna divinidad pagana. El hecho resultaba
indiscutible dada la traza y demás características de aquel gran
bloque granítico, en derredor del cual se podía determinar todavía
una hilera de piedras que limitaba el recinto sagrado (2).
Gratamente sorprendidos por el referido hallazgo que evidencia­
ba la antigüedad de poblados en ruinas, trascendió la noticia, y los

(2) J uan Sanguino: Piedras d e sacrificios y antigüedades d el MayoralguiUo


d e Vargas, en el t. LXX, pág. 312, del B. d e la R. A. d e la II., año 1917.

308
in, nos decidimos a
y frecuente empleo estudiosos que se interesaban entonces por estos problemas —en un
•odar las robustas y período en que se incrementó el acervo cultural cacereño, momento
pudieran motivar el floreciente que adquirió gran auge durante los primeros treinta años
s sabido es que en del siglo actual—, decidieron apurar el conocimiento de tales lugares
? el nombre de se­ y puntualizar en lo posible cuantos detalles pudieran aportar los más
je emplean los leña- entendidos o los especializados.
segureja, cuando es Para el indicado fin, se encomendó la tarea a otro erudito de
Cáceres, propietario a la sazón de la mayor parte de aquellas inmen­
lo nombre el hecho sas dehesas, el cual, previos los reconocimientos indispensables en
uras existían ciertos tales casos, se apresuró a emitir informe de cuanto había visto y
tuadas, debidamente examinado; y el contenido del mismo decía así:
rías para la defensa, «Es indudable la existencia en aquellos lugares de dos impor­
aquellas tierras son tantes núcleos de población que se remontan, por los restos hasta
an algunos montícu- ahora estudiados, al plenoneolítico, y que estuvieron emplazados:
rtas de peñas y ma- el uno, en el cerro donde hoy se encuentra la casa de labor de la
; de pretéritas y ru- dehesa Mayoralguillo; y el otro, como a un kilómetro de distancia
puede determinarse en dirección al oeste, frente a la actual casa de la dehesa Casa del
> allí, desde tiempos Aire.
algún reducto o pa- «Estos pueblos tuvieron una vida no interrumpida desde el pe­
ríodo mencionado hasta la dominación romana, en cuyos días edi­
lescripción de dichas ficóse un nuevo pueblo inmediato al oeste del segundo; cuyos restos
históricos acaecidos ocupan el cerro llamado de San Salvador, en tierra de la dehesa La
acia de las curiosas Segura.
latitudes por el era­ »Todos los vestigios de esas civilizaciones, que abarcan vastísimo
rio y examinó dete- número de siglos, están situados a la izquierda de la carretera que
ímostrar, solar y es- va de Cáceres a La Roca, sin que nada se descubra de ellos a la
lí v se enseñorearon derecha de dicha carretera; pero la constitución geológica y topo­
por sus partes sur y gráfica de la Mogollona, dehesa situada en dicha parte con sus gran­
des rocas, formando cuevas, oquedades y abrigos, hace pensar en
precisó Sanguino la un probable solar paleolítico o protoneolítico de aquellos habitan­
clinada y situada a tes primitivos, que bien pudieron después avanzar en dirección del
résped, auténticos li­ naciente, siguiendo, aguas arriba, el curso del río Salor, y en sus
des trazados en la inmediaciones acampar en cabañas de palo y ramaje para construir
un altar de sacrifi- después aquellos pueblos de cuyos restos nos ocupamos.
probó cuanto había »De estos importantes monumentos sólo habían sido estudiados,
oíales, o acaso seres como dijimos, un altar de sacrificios y varios sepulcros tallados en
. El hecho resultaba roca. Yo he descubierto otro altar más, de igual forma que aquél,
icas de aquel gran aunque más imperfecto, acusando mayor antigüedad.
determinar todavía »En cuanto a los sepulcros en roca, los señores Mélida y San­
Errado (2). guino aseguran haber visto ocho y cinco, respectivamente, en Ma­
azgo que evidencia- yoralguillo, y algunos en Las Seguras; yo puedo afirmar que he con­
idio la noticia, y los tado en aquellos parajes más de cuarenta, pero sin formar una
agrupación en plan de necrópolis, por lo cual creo inadecuado el
iad es d el Mayoralguillo nombre de cementerio con (pie se ha designado la reunión de unos
t la H ., año 1917. cuantos, pues su área de dispersión es, según mis cálculos, de unos
tres kilómetros cuadrados.

309
»Estos sepulcros (que los hay de muchos tamaños, incluso de
niños muy pequeños) son de dos tipos; uno de forma trapezoidal o de
ataúd, con los ángulos redondeados; y otro más perfecto, que, dentro
de las líneas del anterior, marca el perfil de la cabeza y los hom­
bros. La época de su construcción es, sin género de dudas, la
edad de los metales, seguramente la del bronce; estando, a mi juicio,
reservados para las personas de cierto relieve social. Hipótesis que
apoyan, de una parte, su corto número con relación al núcleo social
y al lapso de tiempo, y de otra, el descubrimiento hecho hace unos
años por unos gañanes, que, al labrar aquellos campos, encontraron
sepulcros en la tierra, con pequeñas piedras, de aquella misma
época, a juzgar por lo en ellos encontrado.
«Estudiando los restos de los dos poblados prehistóricos a que
nos referimos, o sea los de Mayoralguillo y Casa del Aire, hago
constar que son los mayores y mejor conservados, siendo causa de
esto el que los últimos constructores aprovecharían los materiales de
los primeros, destruyendo sus toscas piedras labradas.
»Descúbrese muy bien en ambos poblados la planta de las casas;
son éstas de pequeñas dimensiones y de forma rectangular, forman­
do algunas un rectángulo perfectísimo; sus paredes están hechas
con grandes piedras graníticas y estuvieron, indudablemente, cu­
biertas de palos y ramaje. Dentro de estas viviendas vense pilas
y rebajes labrados en las piedras que fueron destinadas por sus mo­
radores a usos domésticos.
»Los restos de las casas se agrupan obedeciendo perfectamente
a la idea de un poblado, distinguiéndose en el de Mayoralguillo el
muro que limitaba el recinto de la ciudad.
»Inmediato a este muro, está por el naciente el primitivo recinto
sagrado y altar de sacrificios; y muy próximo a la dicha muralla,
se encuentra en el lado opuesto, al oeste, el otro altar por mí des­
cubierto.
»Estos altares fueron labrados aprovechando las superficies incli­
nadas de dos rocas en las que hicieron un rebaje circular, con
canal en el centro para salida de la sangre de las víctimas, y un
resalte en la parte opuesta, sin duda para colocarse el sacrificador.
Como dice el señor Mélida, no hay que dudar del empleo de estos
monumentos dedicados a sacrificios cruentos, tan corrientes en
nuestros remotos antepasados, según puede verse en el dibujo la­
brado en el abrigo del valle de Valzovira, y en las descripciones de
Estrabón y otros antiguos historiadores.
»Otro monumento, hasta hoy no descubierto ni estudiado, es
una interesantísima roca, que se encuentra a nivel del suelo, próxi­
ma a la entrada de la cerca de la Casa del Aire. Es de gran tamaño
y en su superficie superior, completamente horizontal, tiene un
pequeño resalte, que la bordea en toda su extensión; el centro está

310
maños, incluso de
na trapezoidal o de
■rfecto, que, dentro
cabeza y los hom-
lero de dudas, la
stando, a mi juicio,
cial. Hipótesis que
ón al núcleo social
0 hecho hace unos
impos, encontraron
de aquella misma

Las Seguras.— Vista, desde el poniente, del palacio fortificado de Las Seguras
Drehistóricos a que
isa del Aire, hago
s, siendo causa de
n los materiales de
as.
planta de las casas;
?ctangular, forman-
•edes están hechas
dudablemente, a t­
iendas vense pilas
inadas por sus mo-

?ndo perfectamente
le Mayoralguillo el

el primitivo recinto
1 la dicha muralla,
j altar por mí des-

las superficies incli-


ebaje Qircular, con
las víctimas, y un
arse el sacrificador.
leí empleo de estos
tan corrientes en
se en el dibujo la-
as descripciones de

o ni estudiado, es
reí del suelo, próxi-
Es de gran tamaño
orizontal, tiene un
isión; el centro está
rebajado y pulimentado. Sin un estudio más detenido no me atrevo leonesas a la reo
a opinar sobre el empleo a que fue destinada. y positiva ayuda
»Por último, he recogido en aquellos lugares hachas de piedra, musulmán, el re)
molinos de mano, puntas de lanza y otros utensilios, todos intere­ ciéndoles entrega
santes para fijar edades y hacer estudios comparativos de tan im­ la morisma, segur
portantes restos» (3). sabido es que, al
He aquí una ligera idea de lo que fueron Las Seguras y Los licas, los respecti
Mogollones en los primitivos tiempos, cuyos caseríos y fortificaciones parto de los territ
destruyeron los bárbaros d el norte, aquellas tribus salvajes e impe­ de sus mesnadas
tuosas que, en el siglo v de la Era de Cristo, penetraron en Iberia, cedentes de sus <
y, al trasponer la Carpetovetónica y descender por las calzadas ro­ cazmente en la en
manas a la que más tarde se llamó Transierra, arrasaron cuantos Muy importan
poblados encontraron en su camino, como Trasgas, Cáparra, Túr- pitán, o varios. d<
mulus, la Arguijuela, Ad Sorores, la inmortal Sansueña (4) cantada reña el día 23 dt
por el más insigne de nuestros vates, y otros muchos municipios de la tradición o
enclavados en la actual provincia cacereña. fue el primer Me
Desolada y casi desértica quedó esta amplia región, y se man­ conquista,' uno dí
tuvo con escasos núcleos poblados durante varios siglos; si bien la localidad; y es
hemos de admitir que algunos de los existentes resistieron la em­ torizaron enlazar
bestida de los bárbaros y fueron más tarde reconstruidos, o edi­ más nobles y pud
ficados de nueva planta, durante las sucesivas invasiones de visigo­ fue el infante den
dos y sarracenos; sobre todo durante el dominio de los últimos, que so IX y de su ilus
se esforzaron por acondicionar debidamente determinadas medinas, E l primer Mo{
plazas fuertes, lugares y aldeas, consiguiendo que resultaran útiles y tablecido en Cáct
adecuadas para la defensa de sus propiedades y demás intereses. do precisar con ea
Pero liberadas al fin ambas Transierras del yugo agareno, que­ ramente, que éste
daron Las Seguras, Los Mogollones y otras tierras del contorno com­ ración de la villa
prendidos en el extenso perímetro señalado por el rey conquistador Gil, hija del menc
Alfonso IX de León. Pedro anteponía <
aquél de estirpe re
Por cuanto ant
II en 1320 cuando ap
En vida de es
O r ig e n del l in a je ca cereñ o de a p e l l id o M og o lló n . Señ o r es del llones en la finca i
h e r e d a m ie n t o d e L as Seg u ra s y Los M o g o llo n es. ricos según ya se <
tas, Espaderos, P.
El solar originario de los caballeros cacereños que llevaron este Blázquez y otras ili
apellido estaba en un lugar del Ayuntamiento de Oya, perteneciente Los Mogólleme
al partido judicial de Tuy, llamado Mogollón. se les enterraba e
Algunos miembros de esta familia contribuyeron con las huestes Evangelio; mas la
ser también lugar
(3) Trabajo publicado por M uñoz d e San P edro en los números 7289 y porque aún en nu<
7291 del periódico cacereño E l Noticiero, correspondiente al mes de julio granito con blasón
de 1917.
(4) Véase el art. publicado por J osé M aría de C ossío en el diario A B C ,
relativo a Sansueña, en 1959, y en el cual hace referencia a una monografía (5) Según notas i
de los eruditos Jiménez Navarro y Fernández Oxea. archivo.

312
üdo no me atrevo leonesas a la reconquista definitiva de Cáceres; y por su destacada
y positiva ayuda en la liberación de las tierras transerranas del yugo
hachas de piedra, musulmán, el rey Alfonso IX los recompensó espléndidamente, ha­
lios, todos intere- ciéndoles entrega de grandes parcelas de las tierras arrebatadas a
ativos de tan im- la morisma, según costumbre ya tradicional en aquellos tiempos, pues
sabido es que, al finalizar las grandes y fructíferas expediciones bé­
is Seguras y Los licas, los respectivos reyes cristianos de León y Castilla hacían re­
* y fortificaciones parto de los territorios conquistados entre los caballeros que, al frente
; salvajes e impe- de sus mesnadas —integradas por familiares, amigos y criados pro­
etraron en Iberia, cedentes de sus Concejos y señoríos—, habían cooperado más efi­
r las calzadas ro- cazmente en la empresa.
irrasaron cuantos Muy importante y señalada debió ser la participación de un ca­
is, Cáparra, Túr- pitán, o varios, de apellido Mogollón en la toma de la capital cace-
;ueña (4) cantada reña el día 23 de abril de 1127, y territorios anejos, pues, además
uchos municipios de la tradición oral, existen testimonios suficientes que evidencian
fue el primer Mogollón que afincó en Cáceres, después de la re­
egión, y se man- conquista, uno de los personajes más hacendados y prestigiosos de
« siglos; si bien la localidad; y estas circunstancias personales le permitieron y au­
esistieron la em- torizaron enlazar en seguida con la familia de los Gil, una de las
nstruidos, o edi- más nobles y pudientes de entonces, porque el tronco de la misma
isiones de visigo- fue el infante don Gil Alfón, nieto del propio conquistador Alfon­
los últimos, que so IX y de su ilustre manceba Teresa Gil de Saverosa (5).
ninadas medinas, El primer Mogollón de quien se tiene noticia que se hallaba es­
esultaran útiles y tablecido en Cáceres es Pedro Gil Mogollón; pero no se ha logra­
demás intereses. do precisar con exactitud si lo hizo en 1260 ó 1320. Creemos, since­
50 agareno, que- ramente, que éste era hijo del capitán que tomó parte en la libe­
el contorno com- ración de la villa mencionada, quien contrajo matrimonio con una
rey conquistador Gil, hija del mencionado Gil Alfón, nieto del rey; y que el llamado
Pedro anteponía el apellido de su madre al de Mogollón, por ser
aquél de estirpe regia.
Por cuanto antecede se puede admitir como más seguro que fue
en 1320 cuando aparece avecindado en Cáceres Pedro Gil Mogollón.
En vida de este personaje existía ya el castillo de Los Mogo­
jn . Se ñ o r es d el llones en la finca que debió tomar nombre de sus propietarios, muy
ricos según ya se dijo, y que emparentaron pronto con Ulloas, Acos-
tas, Espaderos, Pizarros, Cáceres, Orellanas, Figueroas, Ovandos,
ue llevaron este Blázquez y otras ilustres familias cacereñas.
a. perteneciente Los Mogollones eran feligreses de la parroquia de San Mateo, y
se les enterraba en la primera capilla que allí existe al lado del
con las huestes Evangelio; mas la parte exterior de la iglesia, junto al muro, debió
ser también lugar de enterramiento para los miembros de esta casa,
s números 7289 y porque aún en nuestros días, y en plena calle, existe una lápida de
al mes de julio granito con blasón correspondiente a persona que llevó aquel ape-
•n el diario A B C ,
a una monografía (5) Según notas facilitadas por el conde de Canilleros, procedentes de su
archivo.
llido. Esta losa sepulcral está partida y empotrada en el suelo cerca
de la pared del templo que corresponde a la capillita interior donde
reposan los restos de los fundadores del linaje (6 ).
Su primitiva residencia, o casa solar en Cáceres, debió ser gran­
dísima, de proporciones poco corrientes, pues asentaba en el gran
perímetro que ocupan hoy los edificios existentes en la plazuela de
Santa Ana, frente a la puerta de la muralla llamada El Postigo; y
muy próximo a ella, adarve abajo, hay otra enorme casona, tam­
bién de los Mogollones, que es suntuosa y auténtica fortaleza, con
vieja torre rebajada, garitón de tambor aspillerado, curiosa barba­
cana, que se utilizó como plaza de armas y de festejos, y blasones
nobiliarios; todo lo cual evidencia su mucha antigüedad, a pesar de
que parte de la fábrica del primitivo edificio fue reedificada en el
siglo xv. Es, posiblemente, una de las más antañonas moradas de la
hidalguía cacereña (7).
La rama de los Mogollones que habitaba en este inmenso edifi­
cio enlazó con el linaje de los Ovando, y uno de sus descendientes,
Francisco de Ovando y Mogollón, hermano del notable y prestigio­
so capitán Diego de Cáceres y Ovando, el de la Torre de las Ci­
güeñas, reformó la referida casa fuerte en la época señalada.
Otra fusión de los Mogollones fue con una de las más principales
familias de la localidad, los Figueroas; surgiendo así un nuevo blasón
con las armas de ambos linajes, que están representadas en el dete­
riorado escudo que aparece incrustado bajo una ventana en ruinas
de la que fue mansión de los Figueroas-Mogollón, sita en la Cuesta
del Marqués, junto a la Puerta del Cristo, y cuyo inmueble pasó
a engrosar hace muchos años el patrimonio de los Golfines.
Los Figueroa-Mogollón vivían y sobresalieron durante el siglo xm;
dato que evidencia sobradamente la mucha antigüedad de su re­
sidencia, siendo, por tanto, el enlace de ambas familias uno de los
primeros que efectuaron los Mogollones.
El ya citado Pedro Gil Mogollón, representante principal de la
casa en 1320, contrajo matrimonio con una dama llamada María
Ximeno, y debió alcanzar los reinados de Alfonso X, Sancho IV y
Fernando IV. Fueron padres de Pedro Gil Mogollón II y de María
Gil Mogollón, esposa de Juan Alfón de la Cámara, señor de Orellana
la Vieja, que perteneció a la servidumbre del rey Alfonso XI.
En el siglo xv fueron varios los caballeros, miembros de esta fa­
milia, que desempeñaron en Cáceres cargos relevantes, entre otros,
Alfón Mogollón, escribano en 1424; Alfón Gil Mogollón, regidor que
se halló presente en la entrega que hizo el rey de la villa al prín-

(6) A los visitantes de la ciudad, y a los turistas, sorprende la existencia


de esta lápida sepulcral de granito, con el escudo del linaje de los Mogollones,
en plena calle.
(7) Es la llamada actualmente Casa d e la Generala.

314
■n el suelo cerca
a interior donde

debió ser gran-


taba en el gran
n la plazuela de
la El Postigo; y
ne casona, tam-
:a fortaleza, con
>, curiosa barba-
tejos, y blasones
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Las Seguras.— La primitiva y recia torre con sus edificaciones anexas


eedificada en el
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I'orre de las Ci-
señalada.
i más principales
un nuevo blasón
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-ante el siglo xm;
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nilias uno de los

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i llamada María
X, Sancho IV y
in II y de María
eñor de Orellana
dfonso XI.
obros de esta fa-
ntes, entre otros,
ilion, regidor que
la villa al prín-

prendte la existencia
■ de los Mogollones,
es dueño del cí
cipe don Enrique en 1445; Juan García Mogollón, regidor también de este matrimo
en 1447; Fernán Gil Mogollón, y su hijo Diego Fernández Mogo­
llón, que era poseedor de una inmensa fortuna, pues integraban su
patrimonio los castillos y heredades de las Arguijuelas, Seguras, Mo­
gollones, Hijada de Vaca, el Parrón, Mayoralguillo, Jaquesones y Pa­ Al enlazar la
a la rama que j
lacio Galindo, según consta en su testamento, otorgado en 1492;
y dehesa de Los
Diego Gil Mogollón, y Juan y Lorenzo Mogollón (1477), todos per­
sonas pudientes. Estos Torres
Castilla, Alfón c
Estos dos últimos hidalgos fueron sorteados para la formación
dor de Valverde
del Ayuntamiento que puso en el citado año la Reina Católica, y
fue, asimismo, <
excomulgados luego por el Santo Padre por no reconocer como maes­
Diego Gome
tre de Alcántara al placentino don Juan de Zúñiga y Pimentel, hijo de
nieto de Alfón
la varonil e intrigante duquesa de Arévalo y Plasencia, doña Leonor.
reyes y señor de
Destacaron también el bachiller don Hernando Mogollón, que
bastante joven,
fue quien, el 30 de junio de 1477, y bajo la Puerta Nueva, requirió
su hermano Pet
a la reina doña Isabel para que jurase, como lo hizo, guardar y re­
batalla de la veg
vocar los fueros, privilegios, libertades, franquicias, buenos usos y
A este insig
costumbres de la villa.
que IV para qu
Y también en 1583, entre la comisión de hidalgos que acudieron
del viejo aleázai
a recibir a Felipe II, cuando regresaba de Portugal y descansó en el
te las contienda
Palacio de la Quinta de la Enjarada, figura un caballero cacereño
llamado Sancho Mogollón. infante don Aloi
Surgió así «
En el siglo xvi se había verificado ya el reparto del heredamien­ propiedad partit
to, cuyas fincas hemos mencionado y que poseía algunos años antes del aljibe labrac
Diego Fernández Mogollón. Aquel considerable patrimonio fue di­ los reyezuelos y
vidido, por herencia, en cuatro partes principales, correspondiendo Hijo del refí
una a los Ovando, otras a los Torre y a los Ulloa, y una cuarta a y virtuoso cabaü
una línea menor, que conservó el apellido Mogollón y continuó hizo fraile franc
poseyendo el castillo de Las Seguras y la dehesa el Galindo. mejores mavora
Esta última rama avecindóse en Malpartida de Cáceres y de ella cienda que lo in
era jefe, a comienzos del siglo xix, don Fernando Mogollón Plano, a los Cáceres, i
empadronado como noble y regidor de aquel municipio, el cual se­ guíente, a la de ]
guía siendo dueño del castillo-palacio y dehesa citados. A estos sus
Contrajo matrimonio este caballero con doña Isabel Flórez, y Los Mogollones
una hija suya, heredera de las indicadas fincas, casó con don Juan Higuero Cobrin:
Higuero y Chaves. castillos, Las Se
Hijo y sucesor de este matrimonio y, por consiguiente, señor del triz y don Marc
castillo de Las Seguras, fue don Miguel Higuero Mogollón, marido La dicha doña B
de doña Teresa de Jesús Yáñez de Alcántara y Javato Sanguino,
cuyo heredero, don Eusebio Higuero, contrajo nupcias con doña (8) Doña Frai
Trinidad Cotrina y Ortiz; y fue, por esta razón, doña Beatriz Hi­ Joaquina, Ana, Br.
guero y Cotrina, condesa viuda de Canilleros, hija de dichos seño­ Montellano v Fer
Castelví, de la C »
res, propietaria del castillo de Las Seguras. La dicha doña Beatriz quien, a partir d«
estuvo casada con don García Muñoz de San Pedro y Torres-Cabrera, duque de Femamii
IX conde de Canilleros, fallecido hace pocos años. En la actualidad,
es dueño del castillo el conde de Canilleros y de San Miguel, hijo
de este matrimonio.
in, regidor también
Fernández Mogo-
pues integraban su
uelas, Seguras, Mo­
lí, Jaquesones y Pa- Al enlazar la familia Mogollón con la de los Torres, correspondió,
otorgado en 1492; a la rama que representaba la unión de ambos apellidos, el castillo
i (1477), todos per- y dehesa de Los Mogollones.
Estos Torres cacereños eran descendientes de los mariscales de
para la formación Castilla, Alfón de Torres, teniente del alcázar de Cáceres y comenda­
Reina Católica, y dor de Valverde en la Orden de Santiago, y Francisco de Torres, que
onocer como maes- fue, asimismo, comendador de la expresada Orden.
y Pimentel, hijo de Diego Gómez de Torres, hijo de Alfón de Torres, el mariscal, y
•ncia, doña Leonor, nieto de Alfón de Torres, el doncel de Juan I, fue vasallo de los
ido Mogollón, que reyes y señor de la dehesa y castillo de Los Mogollones; y siendo aún
•ta Nueva, requirió bastante joven, tomó parte muy activa y principal, acompañado de
hizo, guardar y re­ su hermano Pedro, en la guerra contra los moros, en la victoriosa
batalla de la vega de Granada.
ías, buenos usos y
A este insigne caballero fue a quien dio facultad el rey Enri­
Igos que acudieron que IV para que pudiera edificar casa fuerte sobre las ruinas y solar
del viejo alcázar, que había sido destruido poco tiempo antes, duran­
u y descansó en el
te las contiendas entre dicho monarca y su malogrado hermano el
caballero cacereño
infante don Alonso.
Surgió así con el tiempo la hoy llamada Casa de las Veletas, de
to del heredamien- propiedad particular, pero reservándose el vecindario el uso del agua
algunos años antes del aljibe labrado en el subsuelo de la regia mansión que habitaron
patrimonio fue di- los reyezuelos y gobernadores moros cacereños.
s. correspondiendo Hijo del referido don Diego fue Alfón de Torres III, esclarecido
>a, y una cuarta a y virtuoso caballero, que, después de haber perdido a sus hijos, se
gollón y continuó hizo fraile franciscano, y fundo con sus bienes, en 1517, uno de los
el Galindo. mejores mayorazgos de esta familia; pasando por entonces la ha­
Cáceres y de ella cienda que lo integraba a los Porcallos, después a los Ulloa, de éstos
0 Mogollón Plano, a los Cáceres, y, finalmente, a la casa de Cervellón, y, por consi­
nicipio, el cual se- guiente, a la de Fernán Núñez (8 ).
itados. A estos sus últimos propietarios compró el castillo y dehesa de
1 Isabel Flórez, y Los Mogollones, en el presente siglo, su dueño actual don Marcial
asó con don Juan Higuero Cotrina; resultando, por tanto, que pertenecen uno y otro
castillos, Las Seguras y Los Mogollones, a los hermanos doña Bea­
iguiente, señor del triz y don Marcial Higuero Cotrina, hijos de don Eusebio Higuero.
Mogollón, marido La dicha doña Beatriz ha fallecido recientemente.
Javato Sanguino,
nupcias con doña (8) Doña Francisca de Asís, María del Rosario, Carlota, Vicenta, Josita,
doña Beatriz Hi- Joaquina, Ana, Bruna y Caela Gutiérrez de los Ríos y Solís, duquesa del Arco,
a de dichos seño- Montellano y Femannúñez, contrajo matrimonio con don Felipe María de
Castelví, de la Cueva, conde de Cervellón, caballero Gran Cruz de Carlos III,
icha doña Beatriz quien, a partir de entonces y por derecho de consorte, ostentó el título de
V Torres-Cabrera, duque de Femannúñez. Vid. A. H. N., exp. 196 de la Orden de Carlos III.
En la actualidad.
317
III sorprendente, qu
zara el ilustre F:
E p is o d io s b é l ic o s a que s ir v ie r o n de es c e n a r io lo s c a s t il l o s m en ­ estrella de prim
c io n a d o s . paró la revancha
ros de la zona
Vamos a ocuparnos a continuación de las varias ocasiones en que campaña que se
sirvieron de escenario a otros tantos episodios de guerra las forta­ Eligió Villavi
lezas a que venimos refiriéndonos; y lo haremos sin poder precisar aquel histórico v
exactamente los hechos que en los mismos, o en su contorno, tu­ y algunos volunt
vieron lugar en las fechas que se señalan. por un lucido p
Ocupó lugar preferente en los anales de la historia regional ca- las más linajudas
cereña la incursión llevada a cabo, en el año 1397, por el condes­ Reunió un sel
table de Portugal Ñuño Alvarez Pereira (9), quien, al frente de sus ponentes de bati
milicias, penetró en la fecha señalada por las tierras extremeñas patriótica y pro
comprendidas entre Tajo y Guadiana, y vivaqueó por ellas, consi­ equipados como
guiendo alcanzar los arrabales de Cáceres y poner cerco a dicha trompeta, les hizi
murada ciudad. después de víspe
Aquella fracasada incursión portuguesa interesó hace algún tiem­ para pasar la n<
po nuestra atención y decidimos narrarla en un artículo periodístico, ciudad de Elvas.
que vio la luz pública en el diario Extremadura (10). El contenido sus fuerzas de c
del mismo, sintetizado, es del siguiente tenor: acción sería el s
El noble y fiel cortesano Alvarez Pereira, el gran don Ñuño, Avís en retagua]
ínclito condestable de Portugal, cuyas heroicas hazañas han ser­ buen número de
vido de tema a trovadores y romanceros del país vecino, tenía aún dos grupos, se ck
clavada la espina de su fracaso ante los muros de la romana Cauria, las villas, lugares,
cuando se vio precisado a abandonar su retiro en la ciudad de se extiende desd<
Evora para replicar a las huestes de Castilla, que se movían frente de Cáceres, arra
a la frontera, llegando a penetrar en los dominios de Juan I de podían, y apresan
Portugal, sin que pudiera oponérseles seria resistencia por no contar paso. En esta fui
más que con 250 lanzas el fronterizo Martín Alonso de Meló, de­ 1397, causaron lo
cidido capitán, fiel guardián de las tierras situadas al sur del Tajo de Las Seguras v
por designación del condestable. primitivas construí
Contrarió mucho a don Ñuño aquella fructífera correría de los En lugar proxi
castellanos que actuaron a las órdenes del maestre de Santiago, ble después ae b
don Lorenzo Suárez de Figueroa, personaje batallador y tornadizo, repusieran; mas si
el cual, aprovechando la ausencia del caudillo portugués, estimó cha hacia la capil
la ocasión propicia para estragar los campos, efectuar leva de en el camino que
ganados y obtener buen número de prisioneros. murallas de la refe
Mas no era de esperar que quedara sin réplica aquella riza Entre tanto, le
canias, alarmados
(9) M élid a , en su folleto intitulado Tesoro d e Aliseda (Madrid, 1921), es­ rosos de ser apn
cribe a este respecto en la pág. 8 que, situadas las tierras noroeste de Cáceres formando numero
cerca de la frontera portuguesa, fueron siempre blanco de las acometidas ene­ en avalancha, a i
migas, siendo las que más estragos causaron las guerras sostenidas por don
Juan I de Portugal en 1386 y 1397.
estar seguros; aun
(10) E l dicho artículo se tituló «Ñuño M adruga», y fue publicado el 30 avanzadillas del p
de mayo de 1950, en el diario cacereño mencionado. La indefensiót

318
sorprendente, que con tanta habilidad y positivos resultados reali­
zara el ilustre Figueroa; y a tales efectos, el prohombre portugués,
LOS CASTILLOS MEN- estrella de primerísima magnitud en el firmamento lusitano, pre­
paró la revancha llamando a su lado a cuantos caballeros y escude­
ros de la zona fronteriza pudieran cooperar al buen éxito de la
is ocasiones en que campaña que se proponía emprender sin pérdida de tiempo.
e guerra las íorta- Eligió Villaviciosa para concentrar sus tropas; y estando en
sin poder precisar aquel histórico y pintoresco lugar, se le incorporó, con sus milites
n su contorno, tu- y algunos voluntarios, el maestre de Avís, quien acudió escoltado
por un lucido plantel de caballeros y capitanes pertenecientes a
istoria regional ca- las más linajudas familias de Portugal.
597, por el condes- Reunió un selecto y considerable ejército y dotó a todos sus com­
n, al frente de sus ponentes de bacinete, lanza y caballo; y después de una perorata
tierras extremeñas patriótica y prometedora dirigida a sus soldados, dispuestos y
?ó por ellas, consi- equipados como si fueran a conquistar un reino, previo toque de
rner cerco a dicha trompeta, les hizo saber el objetivo que perseguían; y cierta tarde,
después de vísperas, abandonaron Villaviciosa y fueron a acampar,
¡ó hace algún tiem- para pasar la noche, en las proximidades de la bien fortificada
rtículo periodístico, ciudad de Elvas. Allí, junto a la frontera, reorganizó don Ñuño
(10). El contenido sus fuerzas de combate, disponiendo que el orden de marcha y
acción sería el siguiente: él iría en vanguardia y el maestre de

1 gran don Ñuño, Avís en retaguardia, pero independientemente de estos cuerpos
hazañas han ser- buen número de caballeros, con criados a sus órdenes y formando
s vecino, tenía aún dos grupos, se dedicarían a recorrer y a producir alarma en todas
■la romana Cauria, las villas, lugares, aldeas y castillos existentes en la gran área que
» en la ciudad de se extiende desde la ribera del Tajo hasta los muros de la plaza
e se movían frente de Cáceres, arrasándolo todo, saqueando y destruyendo cuanto
qíos de Juan I de podían, y apresando a la gente y al ganado que encontraban a su
>ncia por no contar paso. En esta funesta incursión, efectuada en el mencionado año
onso de Meló, de- 1397, causaron los portugueses toda clase de daños en los castillos
las al sur del Tajo de Las Seguras y Los Mogollones, arruinando la mayor parte de sus
primitivas construcciones.
era correría de los En lugar próximo a dichas fortalezas instaló su real el condesta­
lestre de Santiago, ble después de tres días de marcha, a fin de que los soldados se
llador y tornadizo, repusieran; mas sin permitirles el descanso preciso, dispuso la mar­
portugués, estimó cha hacia la capital cacereña, la vieja Norba, y ordenó acamparan
efectuar leva de en el camino que conduce a Arroyo del Puerco, dando vista a las
murallas de la referida ciudad.
éplica aquella riza Entre tanto, los pacíficos habitantes de los pueblos de las cer­
canías, alarmados por las correrías funestas de los lusitanos, teme­
ia (Madrid, 1921), es- rosos de ser apresados, abandonaban sus hogares y ganados, y,
is noroeste de Cáceres formando numerosos y compactos grupos, se dirigían presurosos,
le las acometidas ene- en avalancha, a refugiarse tras la cerca almohade cacereña para
is sostenidas por don estar seguros; aunque la mayoría eran hechos prisioneros por las
/ fue publicado el 30 avanzadillas del portugués antes de conseguir su propósito.
La indefensión y mal trato que recibían los lugareños que
acudían a la c
ceres, quienes
Hado el rumbo
con odio v coi
plaza y atacabi
apretaban el ce
Visto lo inúi
destruido y que
rededores de L
Ñuño, llevando
trado su intent
Marvao y Portu
y despectiva frs
júbilo los cacei
■cateo nada voso
Según Hurta
la sucesión de P
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Juan IV de Bra
fortalezas; alguri
de diciembre de
y con ánimo re
rindió la atalayi
pocos meses an
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en buena
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1Iones y otras f(
plazas de Valen
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dos últimos casi
cidas a sus respe

E st a d o a c t u a l di

Una simple o
cierto que el ad
meros tiempos a
p irtamentos par
los propietarios <
ridad que ofreció
La primitiva 1
acudían a la capital enardeció los ánimos de los vecinos de Cá­
ceres, quienes presenciaban desde las torres del recinto amura­
llado el rumbo de los acontecimientos; y en más de una ocasión,
con odio y coraje mal contenidos, abandonaban el interior de la
plaza y atacaban a los portugueses en los arrabales, desde donde
apretaban el cerco, ocasionándoles graves y sensibles pérdidas.
Visto lo inútil de sus pretensiones, y después de haber robado,
destruido y quemado cuanto de alguna utilidad hallaron en los al­
rededores de la inexpugnable plaza extremeña, el arrogante don
Ñuño, llevando consigo muchos rehenes de toda la comarca, frus­
trado su intento, se internó en Portugal, pasando por Arameña,
Marvao y Portugalete, en tanto que martilleaba sus oídos la jocosa
y despectiva frase que desde el adarve de la muralla repetían con
júbilo los cacereños, recordándole su evidente fracaso: Nam vos
vafeo nada voso madrugar, Nuno Madruga.
Según Hurtado, también en 1648, con ocasión de las guerras por
la sucesión de Portugal, merodearon por las tierras pertenecientes al
heredamiento de Las Seguras y Los Mogollones los ejércitos de
Juan IV de Braganza, causando grandes estragos y ruinas en estas
fortalezas; algunos años más tarde, exactamente en los días 13 y 14
de diciembre de 1653, una patrulla de portugueses, bien equipados
y con ánimo resuelto, cruzó el Tajo por la parte de Alcántara y
rindió la atalaya llamada Ballesteros, que había sido reconstruida
pocos meses antes; demolieron el referido fortín y recorrieron y
estragaron parte de la comarca regada por el Salor, suponiéndose,
en buena lógica, que en aquella ocasión, y en otras varias que
se sucedieron antes de firmarse la paz, causaron numerosos daños
en las Arguijuelas, Torre de Mayoralgo, Las Seguras, Los Mogo­
llones y otras fortalezas y casas de labor comprendidas entre las
plazas de Valencia de Alcántara y Cáceres; resultando de tantas y
tan frecuentes incursiones del enemigo la ruina casi total de los
dos últimos castillos mencionados, cuyas fábricas quedaron redu­
cidas a sus respectivas torres del Homenaje, o poco más.

IV

E s t a d o a c t u a l d e l c a s t i l l o -p a l a c i o .

Una simple ojeada al edificio nos autoriza a admitir como hecho


cierto que el actual castillo de Las Seguras se reducía en los pri­
meros tiempos a fuerte y hermosa torre, con los indispensables de­
partamentos para habitarla temporalmente y servir de refugio a
los propietarios de la finca en momento de peligro, dada la segu­
ridad que ofreció siempre su consistente fábrica.
La primitiva torre, aún en pie arrogante y suntuosa, ha sido res-

321
21
taurada reciente
que semeja muí
ras. Todavía es
una de sus esqi
Baonian la existe
En época pe
que fue erigida
el hermoso edifi
traza sorprende
cruza ante sus i
Transformad
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dencia. He aqui
demás dependa

PLANT

1. Puerta prin
% Gabinete.
2 bis. Desp
& Cuarto de e
4. Dormitorio
dumbre.
5. Grupo ele<
luz al cast
6. Dormitorio
dumbre.
7. Dormitorio
dumbre.
8. Dormitorio
dumbre.
9. Zaguán en
ció.
10. Bodega.
11. Bodega.
12. Cocina de

13. Descanso
pal.
14. Zaguán en

En tomo al
ra con cubos e
taurada recientemente y coronada con recio almenaje aspillerado,
que semeja muro continuo, en torno al andén, con escasas abertu­
ras. Todavía este famoso baluarte conserva en la parte alta de
una de sus esquinas tres ménsulas en dos de sus caras, que testi­
monian la existencia de un viejo matacán y su mucha antigüedad.
En época posterior —que no puede precisarse— , a aquella en
que fué erigida la referida torre, se procedió a erigir junto a ella
el hermoso edificio, el magnífico palacio cuya grandiosidad y bella
traza sorprende gratamente a quienes transitan por la carretera que
cruza ante sus muros en dirección a Badajoz.
Transformado hoy ya todo el conjunto en auténtico palacio for­
tificado que se alza majestuoso sobre la llanura, sus actuales pro­
pietarios han restañado sus heridas y lo han amueblado conve­
nientemente para pasar temporadas en tan cómoda y señorial resi­
dencia. He aquí la acertada distribución de las cámaras, salones y
demás dependencias que albergan el histórico y torreado edificio:

PLANTA BAJA PLANTA ALTA

1. Puerta principal. 1. Ventana con parteluz.


2. Gabinete. 2. Gabinete d e l dormitorio
2 bis. Despacho. número 14.
3. Cuarto de estar. 3. Dormitorio.
4. Dormitorio de le servi- 4. Dormitorio.
dumbre.
5. Grupo electrógeno p a r a 5. Salón.
luz al castillo.
6 . Dormitorio de la servi- 6. Descanso escalera princi­
dumbre. pal.
7. Dormitorio de la servi- 7. Cuarto de baño.
dumbre.
8 . Dormitorio de la servi- 8. Comedor.
dumbre.
9. Zaguán entrada del servi- 9. Dormitorio.
ció.
1 0 . Bodega. 10 . Dormitorio.
1 1 . Bodega. 11. Dormitorio.
12 . Cocina de campo. 12. Cocina.
12 bis. Despensa.
13. Descanso escalera princi- 13. Sala.
pal.
14. Zaguan entrada principal. 14. Dormitorio.

En torno al castillo-palacio se ha levantado una primera barre­


ra con cubos en tres de sus esquinas y amplia puerta de medio
punto, que permite el paso de carruajes, completando así las
defensas y embellecimiento de todo el conjunto, que resulta en
verdad armónico y perfecto en esta clase de monumentos, como
puede apreciarse por los planos y fotografías que publicamos.

P eq u eñ a h is t o r i

La calzada r(
cia de Cáceres
término jurisdicx
rios, hay un pa
supone fue abre
durante su domi
En una altur
las Brujas, se pi
ticiana, mansión
metro y medio,
aparece hoy con
La dicha vía
hesa boval de F

(1) P aredes y
324 pág. 28 (Plasencia, ]
npletando así las
o, que resulta en
nonumentos, como
lie publicamos.

Z uñ í^ a

EL CASTILLO DE MIRABEL

P eq u eñ a h is t o r ia d e M ir a b e l d e s d e t ie m p o s r e m o t o s .

La calzada romana llamada Vía de la Plata, que cruza la provin­


cia de Cáceres de norte a sur, pasa cerca de Galisteo; y en el
término jurisdiccional de esta villa, al límite de la heredad de La-
rios, hay un pantano que lleva el nombre de Trampal, y que se
supone fue abrevadero construido por gentes procedentes del Lacio
durante su dominio y permanencia en tierras de Iberia.
En una altura inmediata, conocida con el nombre de Cerro de
las Brujas, se pueden apreciar todavía vestigios de la antigua Rus-
ticiana, mansión de la legendaria calzada, y que asienta a kiló­
metro y medio, por el lado oriental del empinado montículo que
aparece hoy coronado por la villa de Galisteo (1).
La dicha vía romana se dirige al sur formando linde de la de­
hesa boval de Riolobos, y deja a su izquierda, y no a mucha dis-

(1) Paredes y G u ille n , V ic e n te : Origen del nombre d e Extremadura,


pág. 28 (Plasencia, 1886).
tancia, los pueblos de Mirabel y Grimaldo, y a la derecha los de
Holguera y Cañaveral; encaminándose después hacia las riberas
del Tajo, cuyo río cruza a través del puente de Alconétar.
Dado su emplazamiento en las proximidades del camino de la
Plata, cabe admitir como hecho cierto que en las cúspides de los
prominentes cerros en que se alzan hoy la villa murada de Galisteo
y el castillo de Mirabel existieron en tiempos de la dominación
romana, o acaso antes, otros tantos castros recios e inaccesibles,
que se enseñoreaban de todo el contorno; y en las laderas de los
elevados pináculos montañosos que les servían de asiento, junto
a su pie o en las altiplanicies de los mismos, surgieron otras tantas
aldeas, municipios tal vez, fundadas por los romanos al amparo
de los referidos recintos fortificados.
No puede, pues, ponerse en duda el origen de Galisteo y Mi­
rabel; y que es obra de romanos esta última villa y los cimientos
o fortificaciones que sirvieron de base a la fortaleza mirabeleña
—que aún se mantiene enhiesta con pretensiones de querer alcan­
zar el cielo su quebrada torre y los muñones carcomidos de sus
muros—, lo confirma una lápida hallada en dicho lugar, cuyo texto
latino fue leído, interpretado y traducido así (2):

D. M. S.
VIBIA. FELICITAS
SATURIO
BASILIO. CONIV
GI. CVM. QVO. VI
XIT. ANNIS. XI. B. M. F.

D (is) M(anibus) s(acrum). Vibia Felicitas Saturio Basilio coniugi,


cum quo vixit annis XI, b(ene) m(erentis) f(ecit).

«Consagrado a los dioses Manes. Vibia Felicitas hizo este mo­


numento a su benemérito esposo Saturio Basilio, con el cual vivió
once años.»
La inmensa altura de la escarpada montaña que discurre casi
paralela a la vía del ferrocarril, por la parte del naciente, durante
varios kilómetros antes de alcanzar la estación de Mirabel, partiendo
de Plasencia-Empalme, culmina en su último tramo en elevadísimo
promontorio cónico, cuya cima gallardea y presume al estar co­
ronada por el castillo de Mirabel, que se agiganta observado desde
distancia, pues se nos presenta suntuoso y lleno de majestad, sin
que desde lejos puedan apreciarse las graves heridas de su impo­
nente fábrica, que motivan su actual estado lastimero.

(2) M é l id a : C atálogo..., t. II, pág. 182. C eán B ermtjdez : Sum ario...,


pág. 414. Viú, A ntigüedades..., pág. 179.

326
la derecha los de Sorprenden al viajero, apenas se vislumbran allá en lotananza,
hacia las riberas las azuladas rocas enclavadas en la cresta, en la espina dorsal de
Alconétar. aquella ingente cordillera que se dirige al sur de la provincia, y
del camino de la que, después de quebrarse y dar paso a la carretera de Serradilla,
as cúspides de los reaparece nuevamente constituyendo una gran mole providencial­
mirada de Galisteo mente situada; tanto que, aun a falta de testimonios y hasta de in­
de la dominación dicios, podríamos afirmar, sin temor a equivocarnos, que el es­
ios e inaccesibles, tratégico y sin par lugar tuvo que servir de asiento a un muy útil
las laderas de los v acogedor castro, o a cualquiera otra fortificación primitiva, que,
de asiento, junto en caso de invasión, guerras u otras perturbaciones, sirviera de re­
gieron otras tantas fugio, de lugar seguro, a los miembros de las tribus residentes en
>manos al amparo aquellas cercanías.
No escapó a la perspicacia de los berberiscos que acompañaron a
de Galisteo y Mi­ Tarik y ocuparon aquellas tierras la ventajosa posición del rudi­
lla y los cimientos mentario pero seguro recinto edificado por alguno de los primeros
rtaleza mirabeleña invasores de Hispania que afincaron en aquella comarca; y aun­
> de querer alcan- que apenas existen pruebas de que aprovecharon sus cimientos y
carcomidos de sus piedras los mahometanos, nos decidimos a admitir como hecho
> lugar, cuyo texto muy probable que éstos construyeron sobre aquel privilegiado
solar alguna atalaya o cualquiera otro ingenio, cuyos medios defen­
sivos acondicionaron y aumentaron con muros resistentes o sim-
Í>Ies cercas de piedras secas, consiguiendo así una positiva forta-
eza cuyo valor estratégico lo completaban los inaccesibles escar­
pes naturales que la circundan, sobre todo por el lado que mira ha­
cia la salida del sol, donde una canchalera cortada a pico la hacía
inexpugnable.
Algún historiador, de los pocos que se han ocupado del castillo de
Mirabel aportando escasísimas noticias, afirma sin vacilar que el
io Basilio coniugi, aludido fuerte es obra de los primeros reyes de Castilla, a raíz de
) f(ecit). haber sido liberadas aquellas tierras del yugo musulmán, aunque
admite que existen algunos indicios de su factura mudéjar; pero
¡tas hizo este mo- no ha habido quien se atreva a negar que los hijos del Islám edi­
con el cual vivió ficaron y dispusieron de un recinto fortificado, enclavado en tan
ventajoso sitio, que culminaba y oteaba un amplísimo horizonte (3).
que discurre casi No hemos conseguido noticias ciertas relativas al castillo de
naciente, durante Mirabel durante el tiempo que permaneció bajo el caudillllaje
Mirabel, partiendo sarraceno; solamente tenemos conocimiento de cierta leyenda, ba­
no en elevadísimo sada sin duda en un hecho real que desfiguró la fantasía popular,
¡ume al estar co- y ha sido transmitido de generación en generación. Es un episodio
i observado desde histórico con visos novelescos, que tuvo por escenario la fortaleza
de majestad, sin
ridas de su impo- (3) «Desde el castillo de Mirabel se ve otro al poniente, a cuatro leguas
sobre la sierra de la villa del Portezuelo. Otro se descubre al oriente, a distan­
mero. cia de tres leguas sobre otro peñón a un ribazo del Tajo, cerca de Serradilla,
que se llama el castillo de Montfragüe. Y también desde Mirabel se avista otro
bmÚdez: Sum ario..., castillo en la misma sierra, a cuatro leguas hacia el naciente, y se llama el
castillo de Miravete». Véase el ms. 20241 en la B. N.

327
mirabeleña cuando los moros se enseñoreaban de ella. He aquí
su narración:
El origen de la leyenda se remonta a los tiempos de la Recon­
quista.
Hallándose la famosa fortaleza en poder de los cristianos, fue
atacada con gran ahínco y coraje por los moros; pero fracasó la
arremetida de los infieles al estrellarse sobre los recios muros, dado
lo inexpugnable del emplazamiento, pues resultaba dificilísimo de
escalar el viejo baluarte, que presumía de fiero y seguro, anclado
entre rocas, en lugar prominentísimo y circundado de escarpas na­
turales que dificultaban e imposibilitaban el acceso hacia aquel co­
loso de piedra.
Ante la imposibilidad de vencer tan serias dificultades, decidió
la morisma someter al castillo a tenaz y estrecho cerco, al tiempo
que hacía saber a los sitiados su firme propósito de continuar el
asedio hasta que se rindieran y entregaran sin condiciones, ase­
gurándoles, además, que no influiría en su firme decisión ni el
tiempo preciso para lograr su intento, ni las adversidades que pu­
dieran surgir.
Efectivamente, pasaban los días, y la situación de los cercados,
de aquel grupo de valientes parapetados entre los muros de la in­
gente fortaleza, se hacía insoportable por su larga duración y ca­
rencia casi total de medios para continuar resistiendo, pues como
llegaran a agotarse las vituallas, se racionaron hasta el límite los
escasos víveres de que disponían, y empezaron a sentir los efectos
del hambre, agravando este hecho sus otros padecimeintos por no
disponer de medios precisos, aunque fueran elementales, para aten­
der a los heridos y enfermos y facilitar a los más débiles, ancianos
y niños principalmente, lo indispensable para sobrevivir en aquel
ambiente de tragedia y desesperación.
Llegó un momento en que los sitiados no disponían ya más que
de trece panes, único alimento que debía repartirse entre todos;
y al conocer la triste realidad, los que hasta aquel preciso momento
se habían comportado entre sí como hermanos, como auténticos hé­
roes dispuestos a toda clase de sacrificios, a sucumbir inclusive
antes de entregar el fuerte a sus enemigos, se amotinaron, y, aco­
bardados por el fantasma del hambre, con sus nervios deshechos,
llegaron a las manos y se acometieron encarnizadamente por la
posesión de aquellos trece únicos panecillos que se hallaban en
poder del jefe de la guarnición. Entonces, viendo el giro que to­
maban los acontecimientos, y considerándose impotente para reducir
a los hambrientos, el gran adalid, alcaide o capitán de la fortaleza,
inspirado sin duda por la Providencia, en el preciso momento en que
llegaban ante su cámara los revoltosos en actitud tumultuosa y
amenazadora, demandando la entrega de los panecillos, los tomo
en sus manos y, sin que pudieran evitarlo, los lanzó al campo donde

328
ella. He aquí


s de la Recon-

cristianos, fue
pero fracasó la
os muros, dado
dificilísimo de
seguro, anclado
le escarpas na-
hacia aquel co-

dtades, decidió
erco, al tiempo
le continuar el
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decisión ni el
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M irabel.— Muro interior del castillo


le los cercados,
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dos deshechos,
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■1 giro que to­
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Je la fortaleza,
omento en que
tumultuosa y
¡líos, los tomó
I campo donde
se alzaban las tiendas del enemigo a través de una ventana de su eficaz y curiosí
aposento, quedando asombrados y estupefactos cuantos presencia­ de la esclarecid
ron aquel gesto decisivo y trascendental. Aun en nue
También se sorprendieron fuertemente los moros al ver la lluvia han percibido
de panes que caía sobre ellos; y, como es consiguiente, aquel cu­ Casa marquesa]
rioso e inesperado alarde de los cristianos motivó comentarios e in­ tada, pues hube
terpretaciones diversas, y sacaron la conclusión de que el hecho de viudas, huérfan
haberles arrojado parte de sus reservas alimenticias era prueba evi­ bir un memoria
dente de que en el interior del castillo disponían de víveres para sidades. El doc
resistir cuanto tiempo fuera preciso, hasta que llegaran los re­ cales, que por <
fuerzos cristianos que desde días ha estaban esperando. cía el menesterc
Y es indudable que los moros debieron creerlo así, pues cundió el pan diario pai
el desaliento entre ellos y algunas horas después levantaron sus Corrientemei
tiendas y desistieron de su empeño, temerosos de que acaso un día, gentes, alguno i
no muy lejano, llegaran los socorros solicitados y los atacaran por pan de excelente
retaguardia. Los criados )
Al ver que de improviso la morisma abandonaba el campo, los y cuando ya n<
sitiados no sabían a qué atribuir la determinación de sus enemigos, generosa del no
que se alejaron a marcha forzada y desaparecieron en la lejanía. días un kilo de
Seguidamente los defensores del reducto de Mirabel salieron jubilo­ sión en metálico
sos, entonando cánticos y dando gracias al Altísimo por la feliz vida de los alin
e inesperada solución que había tenido la tragedia que se cernía aparecido tan he
sobre sus cabezas, pues en verdad que ninguno de ellos esperaba Las gentes di
escapar con vida de aquel apurado trance. plendidez de los
Más tarde, y como es tradicional en estos casos, el alcaide o tiempos; y para
jefe de los defensores del castillo de Mirabel fue premiado con los panes, señal
toda clase de honores por la Corona y respetado y aplaudido por clave de las do\
sus vasallos; y algún tiempo después, don Alvaro de Zúñiga y Guz- de una casona. <
mán, descendiente de aquel esclarecido y valiente capitán, fue procuran que el
honrado con el título de conde de Plasencia, con los fueros que el en él figuran tre
feudalismo otorgaba a los detentadores de tales prebendas. Tenien­ ver e interpretar
do en cuenta sus muchos y relevantes servicios, los Reyes Católicos gonan la tradick
le concedieron, en 1476, el de duque de aquella ciudad; y a uno de queses de socorr
sus hijos, llamado Francisco de Zúñiga y Sotomayor, dichos reyes -señorío de Mirab
le hicieron merced del señorío de Mirabel, que se transformó en
Marquesado en tiempos de don Fadrique de Zúñiga, II señor y
I marqués de Mirabel, primogénito de don Francisco.
En memoria del célebre episodio de los panes, y en el transcurso Un historiade
de las centurias, los marqueses de Mirabel han venido concediendo en manos de AHI
a trece pobres de la villa cabeza de su señorío, en el aniversario de derramó su ejercí
aquel inolvidable hecho, trece panes y otros recursos para cubrir reconquistó los c í
siquiera parte de sus necesidades. dades del Tajo, i
Desde mucho tiempo ha, los marqueses crearon, con carácter
permanente, la Institución del Pan, siendo diario y vitalio el socorro
de dos libras de pan a cada indigente, tal y como se practicaba (4) Revista d e ¡
(5) N a ra n jo Ai
hasta el primer decenio del siglo actual, en que desapareció tan hijos y monumentos.

330
na ventana de su eficaz y curiosa obra de caridad, que honraba a los descendientes
mantos presencia­ <Je la esclarecida estirpe de los Zúñiga.
Aun en nuestros días viven en Mirabel algunos ancianos que
os al ver la lluvia han percibido el socorro distribuido por la administración de la
juiente, aquel cu- Casa marquesal, cuya munificencia llegó, en ocasiones, a ser ilimi­
comentarios e in- tada, pues hubo tiempos en que, para obtener ayuda económica las
: que el hecho de viudas, huérfanos y menesterosos, no se precisaba más que escri­
is era prueba evi- bir un memorial y dirigirlo a los marqueses, exponiendo sus nece­
i de víveres para sidades. El documento precisaba el informe de las autoridades lo­
llegaran los re- cales, que por cierto siempre se sentían benévolas e inclinadas ha­
rando. cia el menesteroso, y sin más trabas y con facilidad se les concedía
> así, pues cundió el pan diario para su sustento.
és levantaron sus Corrientemente disfrutaban el dicho beneficio unos treinta indi­
que acaso un día, gentes, alguno más o menos, quienes con tal motivo podían comer
los atacaran por pan de excelente calidad.
Los criados y dependientes de la casa, al llegar a edad avanzada
iba el campo, los y cuando ya no podían trabajar, contaban también con la mano
de sus enemigos, generosa del noble marqués, que, además de facilitarles todos los
-on en la lejanía. días un kilo de pan, les asignaba vitaliciamente una pequeña pen­
>el salieron jubilo- sión en metálico; la suficiente para que no carecieran el resto de su
simo por la feliz vida de los alimentos indispensables. ¡Qué lástima que haya des­
ha que se cernía aparecido tan hermosa, humanitaria y cristiana institución!
de ellos esperaba Las gentes del pueblo bendecían la memoria y exageraban la es­
plendidez de los marqueses que fueron sus señores en los pasados
isos, el alcaide o tiempos; y para dar fe y confirmar la existencia de la Institución de
ue premiado con los panes, señala el blasón que todavía parece esculpido en la
y aplaudido por clave de las dovelas que componen el arco de la puerta principal
Je Zúñiga y Guz- de una casona, que fue el Palacio de los marqueses de Mirabel; y
>nte capitán, fue procuran que el turista o viajero repare en dicho escudo, porque
los fueros que el en él figuran trece róeles, las armas de los Dávila, y a su modo de
rebendas. Tenien- ver e interpretar las cosas, son los auténticos trece panes que pre­
s Reyes Católicos gonan la tradicional e indiscutible costumbre de los señores mar­
udad; y a uno de queses de socorrer a sus criados y vasallos, desde la fundación del
ivor, dichos reyes señorío de Mirabel (4).
se transformó en
miga, II señor y # # ft
seo.
v en el transcurso Un historiador trujillano (5) ha escrito que, después de caer
nido concediendo en manos de Alfonso V III de Castilla el lugar y torre de Ambroz,
el aniversario de derramó su ejército por tierras circundantes a la actual Plasencia y
ursos para cubrir reconquistó los castillos que los mahometanos tenían en las proximi­
dades del Tajo, como Albalat, junto al puente de Almaraz; Mont-
ron, con carácter
vitalio el socorro
(4) Revista d e Extremadura, t. VII, págs. 580-582, año 1905.
mo se practicaba (5) N aranjo A lonso , C lodoaldo : Solar d e conquistadores, Trujillo, sus
desapareció tan hijos y monumentos, págs 59 y 60 de la 2.a ed. (Serradilla, 1929).
fragüe, que aunque cayó diez años antes, con Cáceres, en poder del
rey Fernando II de León, había vuelto a manos de los infieles, y
Mirabel, cuyo fuerte fue edificado con los restos de la villa de Mig-
neza, que tuvo mucha celebridad en los siglos anteriores.
El cronista A. Sánchez Rodrigo afirma que Migneza tuvo su
emplazamiento en las dehesas llamadas Herrera y Perdiguera, donde
fuertes y grandes sillares, inscripciones y sepulcros denotan la pre­
existencia de una antigua, grande e importante población.
En el indicado sitio se perciben los detalles observados y men­
cionados por el ilustre académico don Eduardo Saavedra y por el
escritor árabe El Edrisi, cuya obra estudió tan admirablemente don
A. Blázquez. He aquí la referencia del sitio y la comprobación de
los datos facilitados por el placentino Sánchez Rodrigo.
Continuando la ladera del ancho cerro en que está situado el
pueblo de Mirabel, en dirección oeste, hasta penetrar escasamente
un kilómetro en la dehesa Perdiguera, término de Malpartida de
Plasencia, se encuentran los primeros villares que, sin interrupción,
continúan la ladera de la sierra prolongándose hacia el llano en
algunos sitios, hasta llegar al puerto de la Cañadilla, en la dehesa
de este nombre (término de Serradilla), y en una extensión aproxi­
mada de cuatro kilómetros de uno a otro puntos.
Y no es que se crea que toda la extensión estuvo ocupada por un
abigarrado núcleo de población; lo que sí debió suceder es que,
en parte de aquel territorio, asentó una importante ciudad, y en
sus proximidades, en distintas direcciones, surgieron barrios que
fueron habitados «según las ventajas de las comunicaciones y las
condiciones étnicas y sociales de los residentes en relación con la
dominación política de la nación o la región.
»En los villares, que aún están vírgenes de técnicas exploracio­
nes, se han encontrado por casualidad inscripciones, sepulturas, ar­
mas y monedas, godas y árabes. Estos vestigios demuestran que, al
menos desde los romanos, fueron habitados aquellos sitios. Algunos
son de importancia, como una lápida romana que conservo (ya
descrita en esta revista), y un zócalo del que se ocupó el inolvidable
don Juan Sanguino en la Comisión de Monumentos de Cáceres» (6).
Comprobada la existencia de la gran medina, que llevó el nom­
bre de Migneza durante la dominación sarracena, en el mencionado
lugar tan próximo a la actual Mirabel, nada tiene de extraño que,
al ser reconquistadas aquellas tierras por los cristianos a finales del
siglo x i i , se utilizaran los sillares y demás materiales de la vieja
urbe para reedificar el castillo a que venimos refiriéndonos; pero
no para hacerlo de nueva planta, sino para reconstruirlo, restañando

(6) Véanse los artículos publicados por don Agustín Sánchez Rodrigo en
los números 10, 160 y 262 de E l Cronista, que llevan fecha de 20 de mayo de
1916, 20 de agosto de 1922 y 20 de septiembre de 1922.

332
sus graves heridas, pues, de completo acuerdo con el parecer de
C. Naranjo, resulta indudable que, al ser liberado Mirabel, disponían
“res, en poder del los moros de un reducto, más o menos fuerte e importante, anclado
de los infieles, y en la cúspide del elevado montículo que domina y protege dicha
e la villa de Mig- villa, y desde cuyas almenas se oteaba una amplísima extensión de
riores. terreno y buena parte de la escarpada y próxima sierra.
Migneza tuvo su Sin embargo, creemos que la actual fábrica de la fortaleza de
Perdiguera, donde Mirabel es de época posterior; y por ello y por cuanto hemos indi­
s denotan la pre- cado sobre el particular, su proceso y vicisitudes constructivas po­
oblación. demos sintetizarlas así: Durante la permanencia de los romanos en
bservados y men- Lusitania, estos invasores edificaron allí uno de sus muchos castros,
¡aavedra y por el y sobre el mismo alzaron siglos más tarde los agarenos un fuerte
mirablemente don que debió ser ya más recio y seguro. Al reconquistar la comarca
comprobación de los ejércitos del rey de Castilla, se apresuraron a consolidar, recons­
Irigo. truir y modificar en parte la fortaleza mora con materiales proceden­
te está situado el tes de Migneza, realizándose las obras durante los reinados de Al­
etrar escasamente fonso V III y Fernando III; pero durante los siglos xv y xvi, los pri­
Je Malpartida de meros señores de Mirabel rehicieron casi totalmente el castillo, si
, sin interrupción, bien aprovecharon cimientos, algunos muros, sótanos, aljibe y sub­
hacia el llano en terráneos —que no han podido ser explorados por hallarse en ruinas
lilla, en la dehesa y llenos de cascotes—, de la primitiva traza que tuvo el edificio.
extensión aproxi- El castillo de Mirabel fue escenario de contados, casi nulos, epi­
sodios bélicos, pues sólo se tiene noticia de que en tiempos del
o ocupada por un noble y conquistador Alfonso V III de Castilla, después del desastre
» suceder es que, de Alarcos, en la correría que efectuó el emir Jacob Almanzor, al­
inte ciudad, y en canzó la actual provincia cacereña y tomó y arrasó Mirabel, como
ieron barrios que hizo con Trujillo, Plasencia y otros lugares y fortalezas.
íunicaciones y las No tardó mucho tiempo en ser recuperado y reedificado el gigan­
■n relación con la tesco castillo por el rey Femando III; y desde entonces quedó co­
mo aldea perteneciente a la jurisdicción de Plasencia.
únicas exploracio- Junto a Mirabel se libró la única batalla que mereció el título
les, sepulturas, ar- de tal de las acaecidas en la provincia de Cáceres, entre los Comu­
lemuestran que, al neros y los ejércitos imperiales, saliendo éstos victoriosos del en­
los sitios. Algunos cuentro; y ello aconteció cuando eran ya señores de la villa y de la
que conservo (ya fortaleza la familia de los Zúñiga, duques de Plasencia. En premio
■upó el inolvidable a su ayuda, Carlos de Gante, rey y emperador, confirmó a don
>s de Cáceres» (6). Luis de Avila y Zúñiga, III señor de Mirabel, el Marquesado de
que llevó el nom- dicho nombre, que correspondía a su esposa doña María de Zú­
en el mencionado ñiga, por herencia de su padre don Fadrique de Zúñiga, primer
e de extraño que, caballero a quien se hizo merced de este dicho título.
ianos a finales del
?riales de la vieja
efiriéndonos; pero
rtruirlo, restañando

Sánchez Rodrigo en
ha de 20 de mayo de
333
S o m era d e s c r ip c k

Según ya se h
Mirabel, llamado
y sin igual, pues
de un elevado prc
y recortada siluet.
traza, proyectándi
extremeño, o desp
Febo inciden en
las talladas y reí
quebrajados que
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górico.
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ñalan su exacto
muros aportillado
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azuladas rocas q
fundo e inaccesil
prenderse y lucei
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la derecha la qu
numetal edificio.
Consta el fue:
tangular, de 55 m
en dirección esten
Un tabique in
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recido totalmente
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y cada día con la
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circunda, las enoi
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haberse construid
des de mampostei
El lienzo nortf
II

S o m e r a d e s c r ip c ió n d e l a s r u in a s d e l c a s t i l l o d e M i r a b e l .

Según ya se ha hecho constar, la situación del castillo roquero de


Mirabel, llamado también de la Peña d el Acero, es algo sorprendente
y sin igual, pues la gran mole arquitectónica descansa sobre la cima
de un elevado promontorio, destacando en el horizonte su majestuosa
y recortada silueta, aureolada, en ocasiones, con nubes de caprichosa
traza, proyectándose otras veces todo el conjunto sobre el limpio cielo
extremeño, o despidiendo destellos solares cuando los rayos del Padre
Febo inciden en las rocas brillantes que sostienen al coloso, o en
las talladas y relucientes almenas de sus muros carcomidos y res­
quebrajados que ascienden retadores pretendiendo alcanzar el
firmamento, y ofrecen en días de tormenta un aspecto fantasma­
górico.
El actual estado del castillo de Mirabel es desolador, pues
no resta ya de su fábrica primitiva más que los cimientos que se­
ñalan su exacto contorno, grandes y consistentes pedazos de sus
muros aportillados y salpicados de grandes agujeros, buena parte de
su más alta, curiosa y estratégica torre principal —enclavada entre
azuladas rocas que descienden formando un escarpe natural pro­
fundo e inaccesible—, y maltrechos lienzos —que amenazan des­
prenderse y lucen todavía algunas de sus almenas— , de otra torre
situada en el ángulo suroeste de la fortaleza, y que flanqueaba por
la derecha la que bien pudo haber sido puerta principal del mo-
numetal edificio.
Consta el fuerte de Mirabel de un solo recinto de forma rec­
tangular, de 55 metros de longitud por unos 15 de anchura, alargado
en dirección este-oeste.
Un tabique interior, casi simétricamente situado, divide aquél en
dos naves, subdivididas, a su vez, especialmente la más meridional,
por muros trasversales que motivan el acondicionamiento de va­
rios departamentos en la baja, primera y principal planta, sobre
la que existen vestigios de un segundo piso, cuya amplitud y di­
visión no se puede ya determinar con exactitud por haber desapa­
recido totalmente sus elementos constitutivos.
Un solo recinto, cuyos lienzos van confundiéndose poco a poco
y cada día con la tierra de su planta, era suficiente para defensa de
la colosal fortaleza, porque la disposición natural del terreno que la
circunda, las enormes rocas de su alrededor, descienden profunda­
mente por algunos de sus lados, y su utilidad defensiva supera a
otros ingenios artificiales, a otras cercas exteriores que pudieran
haberse construido en torno a aquel gigante de piedra, de pare­
des de manipostería y argamasa muy dura de tierra y cal.
El lienzo norte, que mira al pueblo, es el más alto y visible, y el
acceso al mismc
altura varias vei
arcos escarzanos
der a la época e
cieron habitable.
Debajo de e<
mara subterráne
parte septentrión
muy bien conser
que asientan en
extremo oriental
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suelo, por ser al
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intercalada en el
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Por las ruina
abriría la puerta
mientras Mélida
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que debía estar
hacia Portugal.
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brillo metálico, c
una enorme peña
taleza cuyos cimii
fueron escogidos
lia de los Zúñiga
representativos d<

D o n L u is d e A v i l

De entre los
y marquesado de
salieron algunos
que fué embajadi
pero destacó, sob

22
acceso al mismo el más accidentado. En él se abren a prudente
altura varias ventanas, cuyos huecos dan al interior en forma de
arcos escarzanos sobre machones de ladrillo, debiendo correspon­
der a la época en que los Zúñiga transformaron el castillo y lo hi­
cieron habitable.
Debajo de esta principal y primera planta hay otro piso o cá­
mara subterránea, según permitió la depresión del terreno por la
parte septentrional, sin ventanas y con bóveda de cañón, fuerte y
muy bien conservada, construida de ladrillo. Parte de estas galerías,
que asientan en algunos puntos sobre peñascos, llegan hasta el
extremo oriental de la fortaleza y disponen de artísticas aspilleras
en forma de cruz sobre un círculo en piedra.
La parte occidental del castillo, donde hay un aljibe cegado
con dos bocas casi destruidas, carece de las dichas cámaras del sub­
suelo, por ser allí grandes las rocas sobre las que asienta el piso
principal.
La más importante de las torres referidas, que debió ser la del
Homenaje, es la que todavía conserva parte de su fábrica y aparece
intercalada en el ángulo sureste del plano. Se alza sobre un espacio
o departamento rectangular con cuatro ventanas, y aún existen res­
tos efe la correspondiente escalera para subir al andén.
Por las ruinas existentes no se puede precisar en qué sitio se
abriría la puerta principal del castillo de la Peña del Acero, pues
mientras Mélida cree que estaba al lado del septentrión, que es el
de más fácil arribo a la fortaleza, Bordejó admite como más seguro
que debía estar en el ya desaparecido lienzo que miraba al oeste,
hacia Portugal.
Los habitantes de Mirabel y los de los pueblos comarcanos lla­
man a este castillo d e ¡a Peña d el Acero por las rocas azuladas, de
brillo metálico, que aparecen amontonadas entre sí, constituyendo
una enorme peña sobre la cual descansa la ingente y soberbia for­
taleza cuyos cimientos son obra de moros, o de romanos tal vez, que
fueron escogidos por los reyes de Castilla primero, y por la fami­
lia de los Zúñiga más tarde, para anclar en ellos uno de los signos
representativos de su nobleza y poderío.

III

D o n L u is d e A v i l a y Z ú ñ ig a , m a r q u é s d e M i r a b e l .

De entre los diversos caballeros que han detentado el señorío


y marquesado de Mirabel, durante el transcurso de los siglos, sobre­
salieron algunos de manera notable, como don Juan ae Zúñiga,
que fué embajador del rey Felipe II ante el pontífice San Pío V;
pero destacó, sobre todos los miembros de esta esclarecida familia,

337
22
don Luis de Avila y Zúñiga, III señor y II marqués de Mirabel;
estrella de primera magnitud que brilló con luz propia y alcanzó
una auténtica e innegable personalidad entre los grandes de su
tiempo.
Ante la imposibilidad material de ocuparnos de todos y cada uno
de los señores de Mirabel, ni aun de los más prestigiosos, limitaremos
nuestra referencia a dar algunas pinceladas, a aportar algunos datos
biográficos relativos a don Luis de Avila, que es, a nuestro juicio,
de todos los marqueses de Mirabel que han existido, el de perso­
nalidad más definida y acusada.
Dicho personaje, ÍI marqués de Mirabel por derecho de con­
sorte, era hijo segundo de los magníficos señores don Esteban de
Avila y doña Elvira de Zúñiga, II conde del Risco y hermano de
don Pedro de Avila, marqués de las Navas en 1533, y de don Fran­
cisco Dávila.
Según parecer de don Nicolás Antonio, nació en la ciudad de
Plasencia; y dicho historiador fundamenta su creencia en el verso
de una epístola de Juan de Verzosa: C oelo ubi te plácito nitidoque
Flacentia futí (7).
En 1530 era ya caballero profeso de Santiago, pues en 3 de abril
de 1531 se presentó en el Ayuntamiento de Calzadilla una provi­
sión real de la encom ienda de dicho nombre en la expresada Or­
den, de la que le hizo merced el emperador Carlos I, en 6 de diciem­
bre de 1530 «acatando los buenos servicios de don Luis de Avila,
gentilhombre de mi cámara, etc.» (8).
Casó con doña María de Zúñiga, hija de don Fadrique de Zúñiga
y Sotomayor, vecino de Plasencia, señor de las villas de Mirabel,
Alconchel, Velantevilla, Toriso, Ereña, etc.
Era don Fadrique hijo de don Francisco de Zúñiga, I señor de
Mirabel, y de doña María Manuel de Sotomayor.
En 8 de marzo de 1535, don Fadrique fundó mayorazgo (9), dando
con ello cumplimiento a la voluntad de su padre y señor, don Fran­
cisco, y a la de su madre, doña María.
El rey lo autorizó para que pudiera dejar sus títulos y bienes a
sus hijas María e Inés, según cédula de legitimación otorgada en
Medina del Campo, 3 de enero de 1532, en la que consta que «siendo
casado hobistes y procreastes a doña María y a doña Inés de Zú­
ñiga y Sotomayor, vuestras hijas, en una mujer soltera, no obligada
a matrimonio ni religión alguna». Y usando de tal licencia, don Fa­
drique procedió a fundar mayorazgo, la primera de cuyas cláusulas
dice así: «Primeramente, a vos la dicha María de Zúñiga y Ma-

(7) Joanni Verzosae Caeragustani Epistolarum libri IIII. Panhormi, 1575,


libr. I, pág. 2 .
(8) Archivo del duque de Medinaceli, Marquesado de las Navas, cajón 38,
doc. 6.
(9) A. H. N.: Consejo d e Castilla, leg. 24306, núm. 12.

338
arqués de Mirabel;
iz propia y alcanzó
los grandes de su

le todos y cada uno


tigiosos, limitaremos
jortar algunos datos
es, a nuestro juicio,
dstido, el de perso-

[>r derecho de con­


des don Esteban de
lisco y hermano de
533, y de don Fran-

ió en la ciudad de
xeencia en el verso
te plácito nitidoque

», pues en 3 de abril
alzadilla una provi-
»n la expresada Or­
os I, en 6 de diciem-
don Luis de Avila,

Fadrique de Zúñiga
s villas de Mirabel,

Zúñiga, I señor de

navorazgo (9), dando


; v señor, don Fran-

ís títulos y bienes a
mación otorgada en
e consta que «siendo
a doña Inés de Zú-
soltera, no obligada
tal licencia, don Fa-
i de cuyas cláusulas
i de Zúñiga y Ma-

i m i. Panhormi, 1575,

de las Navas, cajón 38,


nuel, os mando y lego la dicha donación y mayorazgo de las villas haceros merce
de Mirabel, con su fortaleza, dehesas y alcabalas, y censos y tri­ merecen» (10).
butos y jurisdicción que en ella tengo, y todas las otras cosas, y No debe «
huertas, y viñas y heredades que me pertenecen; y de las villas II señor y i n
de Valentevilla y Torisio y Ereña, con todas sus aldeas y términos, María casara <
y rentas y censos y alcabalas, y fortalezas y casas y triujal (s¿c), y de aquel tiemp
con la jurisdicción alta y baja, mero et mixto imperio que en ellos t gran favorito
y en cada uno de ellos yo tengo, y me pertenecen, y ansi mismo vos Del conten
hago donación de la mi dehesa de San Benito de Roble Alto, que es ínclito cesar y
en el Campo de Arañuelo, toda redonda, con todos los términos, siempre uno d
prados, fuentes, montes y alrededores, rentas y aprovechamientos de ro. v que el ei
ella, y según como mejor y más cumplidamente yo lo tengo y me confiándole la
pertenece...». Don Luis f
Y en la cláusula 6.a se hace constar que doña María hereda el don Felipe en
señorío de Mirabel y todo lo perteneciente al mayorazgo «con la Sostenía Zú
condición, que vos doña María de Zúñiga y Manuel, mi hija mayor, le- agradecía si
os desposéis y caséis, habida primera dispensación de nuestro muy de septiembre
Santísimo Padre, con el señor don Luis cíe Zúñiga, mi sobrino, hijo cribis. ya pro
de los magníficos señores don Esteban de Avila y doña Elvira de con el serenísir
Zúñiga, mi prima hermana». •No respoi
En lo referente a las armas dispone en la cláusula 10: «La dicha s i r . ..» (11).
doña María de Zúñiga y Manuel, e quien con ella se casare, e sus En otra epi
hijos e descendientes, para siempre jamás, y quien en la dicha caitas, a que
casa e bienes subcediere, se llame de Zúñiga y Manuel, y las armas Deja las p
de Zúñiga anden siempre a la mano derecha por armas principales, •estando ya lo
e no puedan poner ni mezclar otras con ellas». d os que Uegc
En las cláusulas 31 y 32 excluye de la sucesión a los curas y cnbto»
demás personas eclesiásticas, a los mentecatos, locos e incapaces, lla­ Don Luis a
mando al siguiente en orden a suceder; pero con la obligación de el principe de
que ha de alimentar a los tarados. v al atravesar
Promete (cláusula 34) a su hija doña María dote de 40.000 du­ ta ta lia de Pa'
cados de oro y justo precio, siempre que se lleve a efecto su ma­ detuvo y fue b
trimonio con don Luis de Avila y Zuñiga. El señor d<
A pesar de los buenos deseos de don Fadrique y de lo mucho don Carlos de
que favorecía a su hija María, deseando se casara cuanto antes ndor. fechada
con su sobrino, el matrimonio se retrasó hasta principios de 1542, al que ya er
caitas que últi
pues el 2 de febrero de dicho año le escribía el rey y le decía:
«Holgado he con vuestra letra e de saber la determinación que ha­ «■tender por
béis tomado de casaros, que aunque no tuvieredes tan justas causas, ' . Y t
me pareciera bien; y así a padres e hijos os doy la enhorabuena. el pr
Plegue a Dios que os gocéis como deseáis. Lo que habrá pasado de
las bodas espero saber de vos, que bien sé que no faltará algún 110* Carta
buen cuento. ■ancas: Etíadi
»En lo que el comendador mayor de León me habló sobre lo que 111) R. A. d
os toca, tened por cierto que yo tengo la voluntad que es razón para (12’ •Don
i el BuZetir, Hi

340
razgo de las villas haceros merced y que será como vuestra persc~a e servicios lo
s. y censos y tri- merecen» (10).
las otras cosas, y No debe extrañarnos el manifiesto interés de don Fadrique,
i; y de las villas II señor y I marqués de Mirabel, en que su hija y heredera doña
aldeas y términos, María casara con don Luis, uno de los caballeros más prestigiosos
s y triujal (sic), y de aquel tiempo; gentilhombre de cámara del emperador don Carlos
jerio que en ellos y gran favorito por sus méritos personales y capacidad.
y ansi mismo vos Del contenido de la frecuente correspondencia cruzada entre el
Roble Alto, que es ínclito césar y el ilustre Zúñiga, se desprende que este último fue
xlos los términos, siempre uno de los magnates castellanos que mejor sirvió al prime­
rovechamientos de ro, y que el emperador lo distinguía y estimaba con sincero afecto,
yo lo tengo y me confiándole las misiones más delicadas y trascendentes.
Don Luis formó parte de la comitiva que acompañó al príncipe
i María hereda el don Felipe en viaje desde España a sus tierras de la Baja Alemania.
íavorazgo «con la Sostenía Zúñiga correspondencia constante con el emperador, que
leí. mi hija mayor, le agradecía sus noticias; y así, en carta fechada en Bruselas el 29
n de nuestro muy de septiembre de 1548, le decía don Carlos: «Según lo que me es­
i. mi sobrino, hijo cribís, ya pronto estaréis en Barcelona para embarcaros a pasar
v doña Elvira de con el serenísimo príncipe, mi hijo...».
«No respondo a vuestra carta, pues tan presto habéis de ve­
nía 10: «La dicha nir...» (11).
la se casare, e sus En otra epístola de 20 de octubre le avisaba de la llegada de sus
uien en la dicha cartas, a que respondía, y del duplicado por la vía de Génova.
anuel, y las armas Deja las particularidades para cuando se vean, que será presto
armas principales, «estando ya lo de la partida a punto, y el príncipe que debe haber
días que llegó a Barcelona, según lo que últimamente se me es­
;ión a los curas y cribió».
ys e incapaces, 11a- Don Luis acompañó a don Felipe a Alemania y Flandes, saliendo
i la obligación de el príncipe del puerto de Rosas el primero de noviembre de 1548;
y al atravesar la comitiva la famosa llanura donde se había dado la
ote de 40.000 du- batalla de Pavía, le mostró Zúñiga el sitio en que Francisco I se
e a efecto su ma- detuvo y fue hecho prisionero (12).
El señor de Mirabel, durante el viaje, debió tener al corriente a
don Carlos de cuanto sucedía; así se desprende de una del empe­
íe y de lo mucho rador, fechada en Bruselas el 1.° de febrero de 1549, en la que dice
sara cuanto antes
al que ya era entonces comendador mayor de Alcántara: «Las
irincipios de 1542, cartas que últimamente me escribistes recibí y he holgado mucho de
?1 rev y le decía: entender por ellas las particularidades que decís de lo que allí ha
rminación que ha-
pasado... Y en lo de vuestra venida acá, llegando a Baviera, e
; tan justas causas,
dándoos el príncipe, mi hijo, licencia, os podéis adelantar, que yo
v la enhorabuena,
e habrá pasado de
■ no faltará algún (10) Carta firmada en Sanlúear de Barrameda el 20 de abril de 1542.
Simancas: Estado, leg. 56, fol. 97.
habló sobre lo que (11) R. A. de la H.: Salazar..., A. 51, fol. 71.
(12) «Don Luis, su comentario y los italianos», de E. Mele, publicado
que es razón para en el Bulletin Hispanique, 1922, XXIX, 100.
habré placer en ello. Y así no quedo que deciros, si no que a Dios
gracias me hallo bueno y la convalecencia va adelante» (13).
Desde Bruselas fue enviado el comendador Zúñiga a visitar al
Papa Julio III (1550-1555) para felicitarle por su exaltación a la sede
pontificia, con un escrito cfel emperador, en que declaraba su ánimo
enteramente dispuesto para la defensa de la iglesia; y el Santo Padre
recibió la embajada extraordinaria el 15 de marzo de 1550, hol­
gándose y acogiéndola con afecto paternal (14). Y terminada feliz­
mente su misión, regresó don Luis al lado del césar.
Uno de los historiadores del emperador, monseñor Paulo Giovio,
en carta dirigida el 10 de diciembre de 1546 al duque Octavio
Farnesio, le rogaba que recomendase un asunto (pie le interesa a
suo antico patrone el signor don Luis d e Aival, y agregaba que el
dicho comendador era digno de una tira d e brocado sobre terciopelo
en nuestra historia (15).
Existe alguna correspondencia cursada entre don Luis y el rey
de Portugal en las fechas que van del 17 de octubre de 1551 al 4
de mayo de 1553. En las cartas del portugués, éste se interesa por la
salud y negocios del emperador.
Eran también muy útiles a don Felipe los servicios del señor de
Mirabel. Cuando el príncipe regentaba el gobierno de España,
y estando en Monzón, con ocasión de una reunión de Cortes, es­
cribió una carta al referido comendador, el 6 de octubre de 1552,
cuya misiva es una de las pocas que presenta a don Felipe exal­
tado y perdida la paciencia. Uno de sus párrafos dice así: «Vues­
tras cartas he recibido y holgado mucho de ellas, como lo suelo hacer
siempre que me escribís. Son ya tan viejas que no tengo que res­
ponder a ellas ni que decir, sino que estoy desesperado y en la
mayor confusión que nunca nadie tuvo por haber tanto tiempo que
no tengo carta de S. M., ni orden de lo que tengo que hacer, etcé­
tera». Y sigue la carta en idéntico tono.
Era ilimitada la confianza que le dispensaban don Carlos y don
Felipe, y el primero le dio el cargo de general de la caballería ligera
cuando fue contra Enrique II de Francia hacia Metz (16).
Don Luis de Zúñiga debió estar casi siempre al lado del empe­
rador hasta que éste decidió retirarse a Yuste.
Estando en Londres don Felipe escribió, el 22 de enero de 1555,
a su hermana la princesa de Portugal, rogándole se interesara por el
pleito que sostenía don Fadrique de Zúñiga, suegro de don Luis,
contra doña Francisca, esposa de Juan de Sotomayor, sobre el lugar

(13) Salazar : Ibid., pág. 70.


(14) P asto r : Historia a e los Papas, ed. esp., vol. X III, pág. 92.
(15) Archivo di Stato de Firenza, Carte Stroziane, núm. 353, c. 23, según
González Palencia.
(16) N . A lonso C o r t é s : Don Hernando d e Acuña, pág. 73 (Valladolid,
1914).

342 M irabel.— Restos


si no que a Dios
,‘lante» (13).
iúñiga a visitar al
saltación a la sede
eelaraba su ánimo
- y el Santo Padre
rzo de 1550, hol-
í terminada feliz-

■ñor Paulo Giovio,


il duque Octavio
que le interesa a
' agregaba que el
o sobre terciopelo

Ion Luis y el rey


ibre de 1551 al 4
se interesa por la

icios del señor de


emo de España,
in de Cortes, es-
octubre de 1552,
don Felipe exal-
dice así: «Vues-
mo lo suelo hacer
io tengo que res-
ísperado y en la
tanto tiempo que
i que hacer, etcé-

lon Carlos y don


t caballería ligera
■tz (16).
1 lado del empe­

le enero de 1555,
interesara por el
jro de don Luis,
>r. sobre el lugar

pág. 92.
l 3 S J, c. 23, según

ág. 73 (Valladolid,

M irabel.— Restos de los muros y torre que asientan la auténtica Peña del Acero
de Zainos: «E porque por lo mucho que el dicho comendador ha
servido e continuamente sirve a S. M., deseo hacer merced, como es
razón...» (17).
A partir de entonces, don Luis debió vivir en Plasencia, pues doña
Leonor, reina de Francia e infanta de España, le escribió desde Ja-
randilla, el 30 de noviembre de 1557, pidiéndole que se acerque
para acompañarla a Badajoz (18). Y termina así la referida carta:
«Yo estoy tan confiada de vos, que me prometo que de buena vo­
luntad haréis lo que os pido...» (19).
Fue el III señor de Mirabel de los pocos que estuvieron a la ca­
becera del lecho del emperador a la hora de su muerte. La princesa
le daba las gracias en sentidísimos términos: «Por las cartas que
desde Yuste se me escribieron últimamente he entendido con la
voluntad que vinisteis a hallaros en el trabajo que se pasó en el
fallecimiento del emperador, mi señor, que haya gloria, de que yo he
tenido mucho contentamiento y assi os doy muchas gracias por ello,
que lo habéis hecho como de quien vos sois se esperaba, siendo tan
antiguo y familiar criado de S. M. E yo le escribiré al serenísimo
rey, mi hermano, para que según el cuidado que desto tuvisteis, que
yo sé se terná de ello muy servido».
He aquí dos de las varias octavas reales que compuso el señor
de Mirabel a la muerte de don Carlos:

El pie del sacro túmulo onoroso


donde reposa el cuerpo del gran Cario,
cuyo valor y brazo poderoso,
pudo vencer al mundo y sojuzgarlo.
ILA. Pastor, con rostro muy lloroso
que movía a llorar solo en mirarlo
con suspiro ardiente deshacía
su alma y corazón, y así decía:

— ¡Basta, oh mi Señor y mi bien cierto


que desta baja tierra al alto cielo
y del furioso mar al dulce puerto
te fuistes y me has dejado sin consuelo!
Vivo eres tú, yo soy el muerto
pues no hay vida sin ti, mas llanto y duelo,
porque el vivir sin quien yo tanto he amado
morir es con dolor, pena y cuidado.

o o o

Doña Jerónima, hija mayor de don Luis, casó con Alonso de Zú­
ñiga, llamado otras veces Alonso de Córdoba, gentilhombre de la

(17) B. R. A. de la H.: Salazar , A. 51, pág. 70.


(18) Simancas Contaduría Mayor, Juros, 19, Sa la za r : Ibid., p ág. 88.
(19) Ac. Hist. A. 51, fol. 88.

344
cámara de S. M., hijo de Pedro de Avila, marqués de las Navas, y,
por tanto, sobrino de don Luis, y primo hermano de su mujer (20).
El rey, estando en El Escorial, pidió al papa, en 25 de mayo
de 1562, por mediación de su embajador don Luis de Recasens,
dispensa de parentesco; y el comendador mayor de Alcántara daba
cuenta a S. M. del casamiento por carta fechada en Plasencia en 30
de enero, en la que, entre otras cosas, le decia: «Don Alonso va a
servir a Vuestra Majestad más tarde de lo que quisiera, aunque
más presto de lo que permite la licencia de recién casado.
»Suplico a V. M. si no ir antes ha errado, se lo perdone, pues
los yerros por amores dignos son de perdonar, etc.»
Doña jerónima era llamada a ser heredera en el mayorazgo y
marquesado de Mirabel; y fue, efectivamente, IV señora y III mar­
quesa de dicho título.
Elvira de Zúñiga, hija segunda de don Luis, casó con Francisco
de Monroy, señor de las villas de Monroy y las Quebradas, vecino
también de Plasencia. Con fecha 13 de octubre de 1562 otorgó
don Luis poder a su esposa doña María para que tratara del asunto
del matrimonio y dote con el señor de Monroy, porque él salía para
una embajada que le habían comisionado en Roma.
La tercera hija, Isabel de Zúñiga, casó con Antonio de Meneses
y Sotomayor.
Y la última, María, contrajo matrimonio con don Francisco de
Vera y Vargas, señor de la villa de Sierra Brava, alférez mayor de
Mérida, corregidor de Jerez y gobernador y capitán general, después,
del reino de Murcia.
Fue el II marqués de Mirabel buen poeta y un magnífico cro­
nista, pues escribió una gran obra que lo hizo pasar a la posteridad
con fama de historiador:
«Comentario del / illustre señor don Luis de Avila y Zúñiga, co­
mendador mayor de Al / cántara: de la guerra de Alemaña / hecha
de Carlos V. Máximo / Emperador Romano / Rey de España. / En
el año de MDXLVI. / Con privilegio.»
El colofón reza:
lo, «Fue impreso el / presente comentario en la ínclita / Ciudad de
ido Venetia, en el año del / Señor de M DXLVIII / a instancia de Tho-
más de Qorno / ca. Por la cesarea, catholica / Magestad en la / misma
Ciudad. Con gracia y privilegio (motu proprio) de su San / ctidad:
que manda: que otro algu / no lo imprima en la Christiandad / so
la pena y Censuras en el Breve / de su Sanctidad contenidas. Y / con
>n Alonso de Z ú - Previlegio de la Illustrissima / Señoría de Venetia; y del lllustríssimo
itilhombre de la y Excellentíssimo Señor Duque de Florencia; y de otros / Príncipes
de Italia: por / diez años.»

bid., pág. (20) A. H. N.: Consejo d e Castilla, leg. 24306, núm. 12, pieza 2.a, fols. 104
y siguientes.

345
La primera edición se imprimió en Venecia, 1548, por Thomás
de Qorno§a, como hemos visto. Tuvo tal aceptación entre el público,
que se reimprimió muchas veces en pocos años.
En 1549 aparece en Toledo la edición de Juan de Avala, en Sa­
lamanca la de P. de Castro, en Amberes la de Steelsio; en 1550 sale
la de Steelsio en Amberes, que parece tuvo dos tiradas distintas, y
la de Esteban de Nájera en Zaragoza; en 1552 se publicaron la de
Sevilla y la de Venecia por Francisco Marcolini, que se reproduce
en el siguiente año 1553, aunque parece que es una sola edición
con dos fechas diferentes. La de Steelsio en Ambares, 1550, fue re­
producida por Francisco Javier García, en Madrid, 1567, y de ésta
deriva la que figura en el tomo XXI de la B iblioteca d e Autores
Españoles, de Rivadeneyra, págs. 409 y 449.
El interés de los hechos narrados y su repercusión en la polí­
tica europea de su tiempo fueron causa de las nuevas versiones
del Comentario. En el mismo año 1548, se hizo la traducción italia­
na por F. Marcolini; y el mismo volvió a reimprimirla en 1549, 1552
y 1553.
En Amberes, en 1550, la tradujo al francés Matthien Vaulchier,
y la imprimió Nicolás Torcy. En París salió otra ed. en 1551, hecha
por Gil Boillean de Buillón, de la cual se conservan dos ejempla­
res con otra portada y con el nombre del editor Chrestien Wechel.
Se imprimió en París, chez Guillaume de Luyne, 1672.
El Comentario fue puesto en latín a Gulielmo M alinaeo Brugensi
latini redditi, Amberes, Juan Steelsio, MDL.
Hay también edición inglesa por John Wilkurson, que salió en
Londres en 1554. Holandesa, hecha en Amberes en 1550, y ale­
mana, en Berlín, 1853.
Don Luis de Avila, señor de Mirabel, pasó los últimos años de
su vida en Plasencia y vivió allí retirado de los negocios públicos,
aunque mantenía correspondencia con el rey. Cuando la muerte del
príncipe don Carlos, escribió a don Felipe, y éste le contestó afec­
tuosamente desde El Escorial, en 23 de noviembre.
Después del año 1568, y antes de noviembre de 1571, debió morir
don Fadrique de Zúñiga, su suegro, a quien se había otorgado el
título de marqués de Mirabel en 1535. Por derecho de consorte he­
redó don Luis dicha merced nobiliaria, y así, al darle las gracias
el rey por su felicitación con motivo del resultado de la batalla de
Lepanto, en carta fechada el 12 de noviembre de 1571, lo llamaba
m arqués pariente, en lugar de comendador mayor y demás títulos
que antes solía emplear.
En cosas graves de gobierno consultaba muchas don Felipe al
antiguo general de su padre; y así, en comunicación fechada el 2
de septiembre de 1572, pedíale noticias de los caballos y armas
de que podía disponer; e interesaba, asimismo, información sobre

346
los gitanos y delincuentes que había en las cárceles, para mandarlos
1S, por Tliornás
a galeras.
■ntre el público, En 20 de septiembre de 1573, en Plasencia, otorgó el III señor
de Mirabel, en unión de su esposa María de Zúñiga, una escritura de
e Avala, en Sa- mayorazgo, y arregla la legítima que correspondía a cada una de sus
ío; en 1550 sale hijas.
idas distintas, y Prohíbe que suceda en este mayorazgo persona de título y que
lublicaron la de no lo pueda heredar, por tanto, quien sea duque, marqués o conde.
íe se reproduce Don Luis de Avila y Zúñiga, señor de Mirabel, murió en Pla­
na sola edición sencia el 24 de septiembre de 1573, según consta por la diligencia
?s, 1550, fue re- de apertura de su testamento, en el que dispone ser enterrado en
1567, y de ésta la parroquia donde muera y que después sus huesos sean llevados
teca d e Autores al convento de San Vicente de Plasencia. Pero si muriere en algún
lugar de la Orden que se le enterrase en el convento de San Benito
sión en la polí- de Alcántara; y si no tuviere derecho a ello, que trasladen su cadá­
luevas versiones ver a la referida iglesia de San Vicente. Determina cómo ha de ser
raducción italia- su entierro, y manda edificar un hospital en la villa de Mirabel.
la en 1549, 1552 Por el testamento de doña María de Zúñiga y Manuel se sabe
que don Luis está sepultado en la capilla del Rosario (21), en la re­
thien Vaulchier, ferida casa conventual de San Vicente de Plasencia.
. en 1551, hecha Doña María de Zúñiga hacía, el 5 de septiembre de 1579, agre­
an dos ejempla- gaciones al mayorazgo de Mirabel, y en la escritura correspondiente
irestien Wechel. decía que don Luis y ella habían fundado cuatro mayorazgos; mas
para evitar que hubiera cuatro escrituras, y conocedora de los deseos
alinaeo Brugensi de los fallecidos don Fadrique y don Luis, reducía a uno los cuatro
existentes.
xi, que salió en Alude a los mayorazgos de don Fadrique en 1435 y 1445, a la
en 1550, y ale- incorporación posterior de la jurisdicción criminal de la villa de Mi­
rabel, que había comprado a Felipe II, y al alferazgo de Plasen­
ultimos años de cia, según escritura de 12 de octubre de 1559.
egocios públicos, Entre los bienes incluidos en el mayorazgo que lega a su hija
do la muerte del doña Jerónima figuran; «Primeramente, la fortaleza de la dicha
le contestó afec- ciudad de Plasencia, que está dentro de la cerca de ella, con todas
sus tierras, alcáceres, machos, municiones de tiro, ballestas, alabar­
L571; debió morir das e otras armas...».
abía otorgado el Las fortalezas de Miravete y Segura, a esta fortaleza principal
> de consorte he- anejas, con todos sus alcáceres, tierras, pastos, prados, huertas, per­
darle las gracias trechos, etc.
de la batalla de
1571, lo llamaba (21) «En la capilla de Nuestra Señora del Rosario, del convento de San
y demás títulos Vicente, colateral, en el crucero, a la parte del evangelio, están enterrados don
Francisco de Zúñiga, señor de Mirabel, hermano de padre del cardenal don
Juan de Zúñiga, y su hijo don Fadrique de Zúñiga, primer marqués de Mi­
as don Felipe al rabel, y don Luis de Avila y Zúñiga, segundo marqués de Mirabel, comendador
ión fechada el 2 mayor de Alcántara, que casó con María de Zúñiga, hija del marqués dor,
caballos y armas Fadrique, el cual alcanzó del pontífice Pío IV, en 1562, un jubileo plenísimo
□formación sobre para esta capilla del Rosario». Vid. A. Fernández, Historia y A nales..., pág. 187.
E L CASTILLO ROQUERO DE MONTFRAGÜE

P r iv il e g ia d a s it u a c ió n d e e s t a f o r t a l e z a .

Monsfragorum, monte fragoso, llamaron los antiguos a un colosal


picacho que se confunde con las nubes contemplado desde distan­
cia, en la margen izquierda del proceloso Tajo —cuando éste atra­
viesa va la provincia de Cáceres—, al sitio preciso en que su caudal
se desliza por la llamada portilla d e Montfragüe, no lejos de la his­
tórica y hoy desaparecida aldea de las Córchelas, que fue cabeza
de señorío en tierras pertenecientes a la jurisdicción de Torrejón
el Rubio.
Sobre tan empinada cumbre, monstruo gigante en cuya cima
anidan las águilas, cubierta de arbustos y plantas silvestres que
adornan su pintoresco ropaje, salpicado de lentiscos, madroñeras,
cornicabras, encinas, robles, acebuches, jaras, zarzas y tomillos (1),
existió desde tiempo inmemorial un soberbio baluarte destinado, en
el transcurso de las centurias, a vigilar y defender el paso del río.
Se desconoce la época exacta en que fue construido; pero dado

(1) P onz, A ntonio : Viaje d e España, t. V III, carta V II.a, pág. 637 (Ma­
drid, 1947)

349
lo estratégico de la posición y los vestigios de edificios arcaicos que
afloran por doquier, resulta lógico admitir que en la antigüedad
existió en dicho lugar alguno de los castros o citanias que tanto
abundaron en dichos parajes; y que sobre sus cimientos alzaron los
árabes, siglos después, alguna atalaya o fuerte torre cercada de
muros y otras defensas, aumentando con ello el valor y utilidad de
la legendaria fortaleza de Al-mofrag, a que hacen referencia las cró­
nicas musulmanas y las cristianas de la Reconquista (2).
Los muros de este fuerte asientan sobre enormes bloques de
piedra, y la traza de dichos lienzos y la de las torres que todavía se
mantienen en pie evidencian sobradamente que fue ocupada esta
mansión fortificada por las distintas y sucesivas razas que irrumpie­
ron en nuestro suelo: romanos, visigodos y sarracenos. Presumién­
dose, con fundamento, que por su privilegiada situación y la amena
y ubérrima campiña que lo circundaba, en tiempo de moros, debió
ser residencia del valí o reyezuelo que era dueño y señor de los
lugares y tierras de la comarca.
Todos los habitantes de esta magnífica fortaleza, ingente y señera
sobre la planicie del arrogante y retador monte fragoso, dejaron
huellas de su paso al restañar las heridas que ocasionaron las incle­
mencias del tiempo o las incidencias y furores de la guerra, y al
ampliar y mejorar las defensas. Pero dicho fuerte debió quedar
perfectamente acondicionado y alcanzar el momento esplendoroso
de su mayor prestigio y pujanza en los últimos años de la domina­
ción musulmana, cuando ya empezaba a declinar en España la
buena estrella de los hijos del Profeta y presentían que era llegado
el momento en que serían arrojados del lugar donde nacieron.
Entonces, el codiciado castillo llamado de Al-mofrag, con sus
aledaños, que, según veremos después, formaba un recinto alargado,
con cinco torres almenadas y dos recintos bien defendidos por só­
lidas y peñascosas irregularidades del terreno, a modo de barbaca­
nas, y algún torreón o puesto avanzado hoy ya desaparecidos, se
alzaba desafiante, destacando su esbelta y majestuosa torre del
Homenaje, que aún en nuestros días resiste, tenaz y medio desga­
jada, a los embates de la Naturaleza, alardeando de su sorprendente
y privilegiado enclave (3).
Desde su emplazamiento se mira en el río Tajo que, formando
recodo en aquellas latitudes, discurre a través de perezoso y tran­
quilo remanso.

(2) E l castillo de Montfragüe recibió en el trascurso de los siglos diversos,


nombres, si bien todos tienen el mismo origen y significado. Se citan, entre otros,
los siguientes: Monsfragorum, Montefragoso, Ál-Mofrag, Almofragüe, Montfrag,
Monsfrag, Monfrag, Monsfrac, Mofrag, Monfragüe y Montfragüe, que es el que
lleva en la actualidad.
(3) J. R. M élid a , en su Catálogo monumental, y P. H urtado en sus Cas­
tillos, torres ¡/ casas fuertes, tratan este tema con alguna extensión.

350
cios arcaicos que La topografía del Monsfragorum es de una belleza impresionan­
■n la antigüedad te. Hemos de insistir sobre ello, ya que asombra al visitante por su
tañías que tanto aspecto extraño y fiero y la enorme altura de la prominencia en que
entos alzaron los fue entronizado el moruno fortín.
orre cercada de Todo en la cumbre es sumamente pintoresco e interesante, a fuei
lor y utilidad de de ser enmarañado y salvaje.
eferencia las cró- Se embarga el ánimo al mirar allá, hacia lo alto, y admirar el
2 ). sorprendente espectáculo que ofrecen las escarpadas rocas confun­
rmes bloques de diéndose con las torres desmochadas, en tanto que, sobre enorme
?s que todavía se peñasco, se destaca la silueta del águila, tranquila v escrutadora,
ue ocupada esta pero ociosa e indiferente ante los que discurren por las laderas y as­
as que irrumpie- cienden a la colina, bien segura de que no han de alcanzar el rin-
enos. Presumién- concito donde guarda su nido y sus polluelos.
ación y la amena Ya en la cima del Montfragüe, el observador se queda perplejo
de moros, debió ante el espectáculo que ofrece tanta ruina, ocasionada por la indi­
> v señor de los ferencia de los hombres y el azote implacable de los elementos, a
medida que pasan los años. Allí se descubren viejos sillares carco­
ingente y señera midos y firmes cimentaciones que nos permiten precisar, al menos
fragoso, dejaron de manera aproximada, el contorno de los primitivos edificios y de
ionaron las incle- otras diversas construcciones; muros derruidos, pero fáciles de re­
í la guerra, y al conocer, y abundantes escombros mezclados con peñas, zarzas y
te debió quedar hojarasca.
nto esplendoroso Tan desolado panorama oprime el pecho y produce angustia; mas
os de la domina- al dirigir la vista al horizonte, se experimenta una intensa satisfac­
ir en España la ción cuando se contempla la campiña circundada de sierras y picos
i que era llegado que a distancia le sirven de marco y que, elevándose suave o brus­
le nacieron, camente, prestan al cuadro variados y amenos tonos bajo un cielo
-mofrag, con sus limpio y espléndido, al tiempo que en la azulada y radiante atmós­
recinto alargado, fera se mecen los cuervos.
?fendidos por só- Abajo, en el ribazo, hoy casi desprovisto de vegetación, en otras
lodo de barbaca- edades crecieron alisos y fresnos que facilitaban sombra bienhechora
desaparecidos, se y permitían a los naturales de las cercanías disfrutar plácidamente
ístuosa torre del de la agradable temperatura de aquellas hondonadas.
: v medio desga- Desde la fortaleza al río existió un camino subterráneo que per­
? su sorprendente mitía conseguir agua en caso de asedio; de este modo se abastecían
los señores del castillo y los vecinos del caserío que asentaba en su
jo que, formando contorno, desde tiempo inmemorial, para vivir al amparo y librarse
perezoso y trail­ de las asechanzas de los bandoleros que infestaban la comarca; pues
sabido es que las riberas del Tajo fueron en todo tiempo tierras
de revueltas y bandidaje, de contrabandistas y ladrones, guerrille­
ros y gentes sin más ley que la suya, quienes, actuando individual­
le los siglos diversos
Se citan, entre otros, mente o en pandillas reducidas, realizaban frecuentes y provecho­
mofragüe, Montfrag, sas rizas.
agüe, que es el que Sabemos que la avalancha de sarracenos que irrumpieron en
Iberia en tiempos del último rey godo era un conglomerado de in­
[c r ta d o en sus Cas-
sió n .
dividuos de varias castas, y que en porcentaje muy elevado figura-
ban entre aquel]
e inquieta, que '
tentrional de la
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De berberisc
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daderas razzias,
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BE MONTFRAGÜE

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luartes: la torre
(4) Cronicón A
pág. 66 y nota 22
paña, por Aben Abi
drid, 1901).
ban entre aquellos invasores los berberiscos, raza indomable, rebelde
e inquieta, que tomó carta de natural precisamente en la parte sep­
tentrional de la llamada Transierra, al poco tiempo de haberse apo­
derado de buena parte del solar hispano.
De berberiscos estaba integrada la tribu de Nafza, que dominó
toda la comarca de Trujillo; y como eran levantiscos por naturaleza,
valientes e indisciplinados, se dedicaban a hacer incursiones, ver­
daderas razzias, por toda la región, llegando hasta Alcántara-as-seilf,
Al-cazires, Medina Cauria, Ambrozi y Montanges (4); siendo de es­
perar, por tanto, que los moros habitantes del poblado que se exten­
día en derredor de Al-mofrag eran de esta calaña, y que, guiados
por sus jeques, merodearían por la serranía circundante en busca
de botín, que se repartirían más tarde en su refugio, bien protegido
e inexpugnable. En tanto que los niños, ancianos y desvalidos del
lugar se dedicaban al pastoreo, a trabajar en las alfarerías y a otras
faenas de artesanía en las que eran tan duchos los descendientes de
los invsores ismaelitas.

II

D e s c r ip c i ó n d e l o s resto s del c a s t il l o y e r m it a de la V ir g e n de
M o n tfra g üe.

Algunos historiadores de nuestro tiempo opinan que esta colosal


fortaleza tuvo dos recintos murados; pero las crónicas antiguas nada
confirman a este respecto, ni los vestigios existentes nos permiten
precisar hoy el contorno de la cerca exterior; circunstancia que in­
duce a suponer que el primer recinto debió reducirse a grandes y
fuertes lienzos de murallas empotrados entre prominentes rocas, úni­
camente por los lados más vulnerables, como era norma corriente
en otros muchos castillos de nuestro país enclavados en lo alto de
gigantes espolones y circundados de fuertes escarpes naturales que
robustecen y completan trozos de murallones incrustados en los ac­
cesos y sitios más peligrosos, por su menor garantía de seguridad.
Lo que sí puede admitirse como hecho cierto es que eran cinco
las torres que protegían y adornaban el histórico recinto, casa ma­
triz, en el siglo x i i , de una Orden militar y de caballería netamente
extremeña: la Orden de caballeros de Monsfrag.
En nuestros días, sin embargo, sólo se mantienen enhiestos, pero
rebajados y sin las almenas que los coronaban, dos de dichos ba­
luartes: la torre del Homenaje de forma pentagonal, como las de
(4) Cronicón A lbeldense, núm. 64. M a tía s R. M a rtín e z , en su H istoria...,
pág. 66 y nota 22 de la m ism a; y en las págs. 71 y 128. Descripción d e E s­
paña, por Aben A b d a lla Mohamed, E l Edrisi, trad. de Blázquez, cap . III (Ma­
drid, 1901).

353
23
Almenara, Trevejo y Alconétar, y otra casi cilindrica que ocupa el
ángulo noreste del alargado recinto aún existente; y por cierto, que
en estado lamentable.
Aparece hoy esta torre con bastante menos elevación que la que
debió tener cuando estaba completa, ya que a los dos metros, apro­
ximadamente, del piso actual hay varios huecos en sus lienzos, indu­
dables mechinales, que debieron servir para alojar los extremos de
las vigas que sostenían la cámara o departamento superior.
Toda su fábrica es de mampostería a base de cuarcita sujeta con
argamasa; y su emplazamiento, muy indicado y provechoso, pues se
alza en el punto preciso para proteger la puerta ae entrada al fuerte,
en el sitio que resulta de mayor utilidad por ser el más vulnerable
y peligroso ante posibles arremetidas del enemigo.
Ya hemos indicado que la gran torre del Homenaje es de forma
pentagonal en su exterior; pero en el interior su traza es casi cua­
drada, sirviendo el triángulo de sus gruesas paredes, que mira
hacia el lado del naciente, para alojar la curiosa escalera de cara­
col que facilitaba la subida a los pisos o dependencias superiores.
Los fuertes y anchos muros de esta torre, cuyo espesor es de 2,20
metros, fueron fabricados con piedra de sílex y cuarzo mezclados
con argamasa; consiguiéndose así recia mampostería que se sujeta
en los extremos por esquinazos de ladrillo.
«La parte baja, de gran elevación, sólo tiene una puerta de acceso,
hecha toda ella de ladrillo. El arco fue de herradura, en el exterior,
y de ojiva muy apuntada y terminada, en el interior, estando bár­
baramente destrozado. También fue de herradura el arco de arran­
que de la escalera de caracol en la que se abre una gran saetera.
»E1 pavimento de la planta baja está muy excavado por obra
de los buscadores de tesoros. Se cubre esta pieza con bóveda de
cañón, un tanto ovalada, cuyo eje va en dirección de naciente a po­
niente. Sobre ella asienta aí piso de la segunda planta, a la que se
sube por la citada escalera, que desemboca mediante un arco apun­
tado con dovelaje de ladrillo. Contaba esta sala con tres ventanas
de 1,10 de ancho, y el arranque del segundo tramo de la escalera,
que se conserva, demuestra la existencia de otra planta superior, o
terraza, quizá, que daría mayor esbeltez y visualidad a esta
torre...» (5).
Por sus características parece ser obra almohade, lo que no
quiere decir que antes no hubiera allí otra fortaleza de fábrica más
antigua, e incluso que se aprovecharan parte de los muros primi­
tivos.
En el ángulo noreste, que está sobre la llamada vulgarmente Por-

(5) J osé R amón y F ernández O x e a : E l castillo d e M ontfragüe, ed. por el


Seminario de Arte y Arqueología de Valladolid, pág. 4, año 1950.

254
Irica que ocupa el
; y por cierto, que

■vación que la que


; dos metros, apro-
1 sus lienzos, indu-
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traza es casi cua-
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escalera de cara-
iencias superiores,
espesor es de 2,20
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i puerta de acceso,
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el arco de arran-
gran saetera,
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ta con bóveda de
de naciente a po­
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con tres ventanas
no de la escalera,
planta superior, o
visualidad a esta

)hade, lo que no
za de fábrica más
los muros primi-

i vulgarmente Por- M ontjragüe.— Nuestra Señora Santa María del Montfragüe

ontfragüe, ed. por el


ño 1950.
tilla y tiene en frente el Pico del Fraile, se advierten restos de
muros pertenecientes a otra torre que allí debió existir.
De los dos posibles recintos referidos, solamente se conserva,
muy aportillado y confundiéndose sus piedras con los cimientos, el
más interior, con su puerta de entrada abierta en el lienzo norte, pero
mirando hacia naciente, y a través de la cual se penetra en la for­
taleza utilizando suave rampa doblada en ángulo recto para pasar
por el único arco de medio punto existente, que lleva el nombre
de Cambrión, y que debió ser el marco de la puerta de la forta­
leza.
Entre los viejos y derruidos muros, que caen sobre el lado de la
Portilla y la torre del Homenaje, se acomoda la pequeña ermita
de Santa María de Montegaudio, llamada por sus devotos de los
pueblos circundantes Nuestra Señora de Montfragüe. En un re­
ducido templo, con ligero ensanchamiento en su parte central, donde
se alzan dos columnas para sostener la techumbre, y tiene tejado
a dos aguas entre la nave.
En dirección al mediodía, aparece adosada a este santuario una
pequeña habitación destinada a sacristía.
Existe en el interior un solo retablo, trono de la Santísima Virgen,
de muy escaso mérito; es de estilo barroco popular de finales del
siglo xvii, y debió ser dorado y terminado a principios del siglo xix,
si hemos de dar crédito a las inscripciones de los romeros de los
pueblos de las cercanías, Tejeda de Tiétar, Malpartida de Plasencia
y Torrejón el Rubio, entre otros. Dichos letreros, que aún se pueden
leer, pregonan las aportaciones económicas de aquellos para la res­
tauración de la ermita y su acendrado amor a la excelente Señora,
Patrona de varias villas, lugares y aldeas de aquella serranía.
Es de algún interés decorativo y arquitectónico el curioso frontal
de azulejos de Talavera, adosado al altar, cuyo importe fue su­
fragado con limosnas de los peregrinos y devotos hijos de la casi
legendaria Virgen de Montegaudio.
Y decimos casi legendaria, porque, efectivamente, el origen de
esta sagrada imagen de María, que es, a nuestro juicio, uno de los
ejemplares más bellos de la iconografía mariana extremeña, apare­
ce envuelto en el misterio; mejor aún, se carece de pruebas y tes­
timonios fehacientes respecto al artífice que talló la imagen, época
de su ejecución y lugar donde se realizó la interesante y preciosa
obra. Mas, ello no obstante, en páginas sucesivas daremos a conocer
nuestra opinión sobre el asunto, que parece estar de acuerdo con la
de algunos otros cronistas e investigadores que se han ocupado, aun­
que un poco a la ligera, de este problema, que entraña indudable
interés local y regional.
dvierten restos de
III
stir.
lente se conserva,
Noticias históricas.
n los cimientos, el
1 lienzo norte, pero
A pesar de nuestra insistencia y buen deseo por conocer hechos
penetra en la for-
concretos relacionados con el coloso picacho de Montfragüe y las
y recto para pasar
fortificaciones que se enseñorearon de su cima en todos los tiempos,
e lleva el nombre
hemos de confesar que fracasamos en nuestro intento, que nuestras
juerta de la forta-
investigaciones dieron escaso resultado, y que la fortuna no nos
deparó noticias ciertas relativas al mismo hasta mediado el siglo x ii .
sobre el lado de la
Helas aquí:
la pequeña ermita
Un historiador extremeño (6) se decidió a admitir, aunque con
nos devotos de los
reservas, que el primero que arrebató el castillo de Al-mofrag a
fragüe. En un re-
los sarracenos fue el rey de León, Fernando II, en 1169, y que lo
iarte central, donde
cedió después, en 1171, a la Orden militar de Santiago (7), fundada
ore, y tiene tejado
en Cáceres el año anterior.
Pero esta suposición debe desecharse por errónea, porque nuestra
este santuario una
búsqueda y comprobaciones posteriores nos permiten demostrar que
el parecer del mencionado escritor no se basa en testimonios autén­
a Santísima Virgen,
ular de finales del ticos.
Sin tener en cuenta la posibilidad de que los reyes de Castilla y
ripios del siglo xix,
León, Ordoño II y Ordoño III, Alfonso III, el Magno, y aun el
los romeros de los
mismo monarca castellano Fernando I, pudieran haber llegado y
artida de Plasencia
hasta conquistado esta fortaleza en sus incursiones guerreras por
que aún se pueden
tierras de moros, es evidente que mientras Fernando II de León
juellos para la res-
incorporaba a su corona los territorios de la Sierra de Gata y los
a excelente Señora,
enclavados en una y otra de las riberas del Tajo —cuando llegó, en
ella serranía,
1167, a la Cabeza de Esparragal (8), después de haber conquistado
o el curioso frontal
la villa de Alcántara—, un aventurero portugués, que tenía más de
0 importe fue su-
jefe de pandilla de facinerosos que de capitán de milicias, penetró
os hijos de la casi
con sus secuaces en la comarca comprendida entre Tajo y Guadiana
y, con gran arrojo y temeridad, realizó varias rizas y se apoderó
lente, el origen de
de diversas ciudades importantes, como Trujillo, Santa Cruz y
» juicio, uno de los
Monsfragüe. El guerrillero portugués, autor de tan provechosa ha­
1 extremeña, apare-
■ de pruebas y tes- zaña, se llamó desde entonces Giraldo Simpavor: cognominato Sine-
ó la imagen, época pavore, por razón de que tan extraño y arriesgado personaje no co­
nocía el miedo, y su falta de escrúpulos y su decisión lo impulsa­
eresante y preciosa
daremos a conocer ban a emprender las más fabulosas y disparatadas aventuras.
El testimonio indiscutible que garantiza las correrías del picaro
•de acuerdo con la
1han ocupado, aun- Giraldo y sus seguros éxitos al apoderarse de las plazas fuertes
entraña indudable mencionadas lo hallamos en la Crónica latina número 10, donde

(6) P. H urtado : obr. cit., p ág. 176.


(7) Véase el apéndice IV de nuestra obra L a Orden d e caballeros d e Mon-
frag (Madrid, 1950).
(8) T orres y T a p ia : C rónica..., t. I, pág. 68 y la nota V de la misma.
se refiere taxativamente que, al acudir el rey de León, don Fer­
nando, en 1169, en auxilio de los habitantes de Badajoz (9), vasallos
suyos, para evitar que dicha capital y toda su comarca cayera en
manos de Alonso Enríquez, que lo había puesto en grave aprieto,
derrotó a éste y lo apresó, juntamente con buen número de capita­
nes, condes, prelados y otros caballeros que iban al frente de los
ejércitos de Portugal.
Hemos dicho que entre los prisioneros estaba el célebre Giraldo,
el más formidable peón de brega en las huestes del rey lusitano;
pero al quedar el extraño personaje Simpavor reducido a la impo­
tencia, solicitó su libertad poniendo en juego para conseguirla cuan­
tos medios y recursos estaban a su alcance; y le fue concedida por
el insigne leonés, Fernán Rodríguez, el Castellano, «a cambio de
la entrega de Montánchez, Trujillo, Santa Cruz y Montfragüe».
De donde se deduce que el primero que arrebató a los moros la
referida plaza fue el ínclito Giraldo, señor en aquel tiempo del dicho
castillo y de otras fortalezas de la región; y que el baluarte referido
pasó a poder de Fernando II no por conquista directa de este so­
berano, y sí por cesión voluntaria del guerrillero y cabecilla luso.
« * e

Uno de los más nobles y prestigiosos caballeros de la corte de


Alfonso VI —el que conquistó Coria y llegó con sus vanguardias
hasta las tierras meridionales de las Extremaduras leonesa y lusi­
tana—, fue un magnate gallego llamado Rodrigo Velar, conde de
Sarria, que debió gozar de gran predicamento, a juzgar por los
privilegios que firmó (10).
A este señor sucedió en su casa y condado su hijo Alvaro (11), que
desempeñó relevantes cargos por lo esclarecido de su linaje y el
hecho de haber contraído matrimonio con la infanta doña Sancha,
hija del insigne y batallador monarca mencionado (12).

(9) G on zález , J.: R egesta,.., pág. 81 (Madrid, 1943).


(10) «El conde don Rodrigo de Sarria fue hijo del conde Alonso Rodrí­
guez y de la condesa infanta doña Sancha, fundadora del monasterio cister-
ciense de Meyra; y nieto del conde Rodrigo Velar de Sarria, que sirvió al
rey Alfonso VÍ y a su nieto el Emperador hasta 1144, que consta haber muer­
to», se puede leer en la pág. 238 de la Vida d el venerable fundador d e la
Orden d e Santiago, por L ó p ez A r g uleta .
(11) «El más antiguo y principal solar de los Alvarez radicó en el Concejo
de Navia, de Asturias, y Ñuño Alvarez de Amaya, quien floreció por los años
del 900, fue uno de los primeros Alvarez y fue conde y ricohombre. De Ñuño
Alvarez procedió Alvaro Alvarez, de él, Rodrigo Alvarez, y de él otro Rodrigo
Alvarez, primogénito, el que se casó con Sancha, hija de Alfonso IV ». P if e r r e r ,
t. IV, pág. 180.
(12) Julio González no parece estar de acuerdo con el P. Flórez ni con
Piferrer, que hacen a doña Sancha hija de Alfonso VI. Para dicho historiador,
doña Sancha era hija del conde gallego don Fernando Pérez de Trava. Véase
en R egesta..., págs. 19 y 22,
le León, don Fer-
adajoz (9), vasallos
comarca cayera en
►en grave aprieto,
número de capita-
m al frente de los

el célebre Giraldo,
s del rey lusitano;
■ducido a la impo-

M ontfragüe.— Torres desmochadas del coloso Al-mo-frag, orgullo de la morisma


i conseguirla cuan-
fue concedida por
ino, «a cambio de
lz y Montfragüe».
>ató a los moros la
?1 tiempo del dicho
?1 baluarte referido
directa de este so-
o v cabecilla luso.

ros de la corte de
o sus vanguardias
ras leonesa y lusi-
o Velar, conde de
a juzgar por los

¡jo Alvaro (11), que


de su linaje y el
anta doña Sancha,
12).

conde Alonso Rodrí-


iel monasterio cister-
Sarria, que sirvió al
le consta haber muer-
rable fundador d e la

radicó en el Concejo
floreció por los años
ricohombre. De Ñuño
v de él otro Rodrigo
lfonso IV». P lF E R R E R ,

el P. Flórez ni con
‘ara dicho historiador,
érez de Trava. Véase
La referida infanta era hermana de la que, años más tarde,
fue reina de Castilla y León; la poco afortunada doña Urraca, tan
criticada por su conducta dudosa y los desaciertos que cometió en
el gobierno de sus Estados durante la minoría de edad de su hijo
don Alfonso, futuro Emperador.
Era, por tanto, el ilustre don Alvaro II conde de Sarria, dos veces
cuñado de la reina Urraca; la primera, por haberse casado con la
infanta doña Sancha, y la segunda por ser hermano del conde don
Pedro González de Lara, tercer esposo de dicha reina (13).
Aunque en uno de nuestros trabajos históricos nos ocupábamos
de este esclarecido cortesano con algún detenimiento, nos limitaremos
en el presente a hacer constar que se le dispensaron en vida todos los
honores, que desempeñó todos los cargos más relevantes, y que,
antes de fallecer, puso en contacto con el grupo de caballeros más
escogidos de la nobleza de aquel tiempo a su hijo Rodrigo; per­
sonaje éste que destacaba ya entonces por llevar sangre real en sus
venas y por sus propios méritos; circunstancias que le autorizaban
pretender alcanzar los más altos puestos y realizar las empresas más
osadas y peligrosas, dado también su natural espíritu decidido y
aventurero.
Tanto debía ser su prestigio y reputación, que el rey Fernando II
le concedió todos los honores y preeminencias que disfrutaba su
padre, y no tuvo reparo en permitirle que se uniera en matrimo­
nio con su propia hermana, la infanta llamada también doña Urra­
ca (14), con la que aparece casado por lo menos desde el 27 de sep­
tiembre de 1163.
Fue este don Rodrigo, III conde de Sarria, caballero de tempe­
ramento inquieto, quizá un poco libertino y, desde luego, muy em­
prendedor, aguijoneado tal vez por su insaciable deseo de aven­
turas.
Se dice de él que, para satisfacer sus impulsos, marchó como
cruzado a Palestina y allí guerreó y se batió denodadamente con los
infieles, adquiriendo tal renombre que le valió el título de paladín
de la fe y de caballero valiente y esforzado.
En aquellos tiempos, mediados del siglo xn, hacía poco que se
había fundado en Tierra Santa la Orden de la milicia del Temple,
con una misión perfectamente definida: limpiar de maleantes los
caminos que conducían a Jerusalén y pelear contra los beduinos y

(13) «La celebridad de aquel señor (se refiere al conde don Pedro Gon­
zález de Lara) era tan alta, que no podía mirarle con desvío la reina. Una
hermana suya, doña Sancha, casó con el hermano segundo del referido conde.»
f P. E nrique F l ó r ez , en Reinas d e España, t. I, pág. 345 de la ed. Aguilar
(Madrid, 1945).
(14) El citado J. G o n zález , en su Regesta, pág. 72, es quien hace
referencia que don Rodrigo Alvarez estaba casado con doña Urraca, hermana
de Femando II de León.

360
años más tarde, otros indeseables que impedían, atacaban y despojaban a los pere­
doña Urraca, tan grinos que por devoción, o a los viajeros que, por curiosidad, se
s que cometió en dirigían a los Santos Lugares.
edad de su hijo El conde don Rodrigo, con varios compatriotas y un grupo de
caballeros nacidos en otros países, pero de su mismo temple y
■Sarria, dos veces coraje, peleó sin descanso en las tierras regadas por el Jordán,
rse casado con la siempre que para ello se presentaba ocasión propicia.
no del conde don
# * #
?ina (13).
nos ocupábamos
o. nos limitaremos Después que Godofredo de Bullón reconquistó los lugares que
en vida todos los constituyen la cuna de Cristiandad, los custodios y defensores de
elevantes, y que, aquel patrimonio sagrado empezaron a edificar sobre un montículo,
le caballeros más que hay cerca de Jerusalén, un lugar habitado que recibió el nom­
ijo Rodrigo; per- bre de Monte Gaudio (15), Monte d el Gozo, porque, al ascender a
angre real en sus él los cristianos peregrinos de occidente, podían admirar las belle­
ne le autorizaban zas y grandiosidad de la ciudad santa; y al contemplar tanta mara­
las empresas más villa, se inundaban de gozo sus corazones y se reanimaba su espí­
píritu decidido y ritu decaído por el cansancio y el lento y pesado caminar durante
tantas jornadas.
1 rev Fernando II No satisfecho el conde de Sarria con los lauros que venía cose­
|ue disfrutaba su chando, pidió a Balduino, rey de Jerusalén, que cediera a él y a sus
iera en matrimo- compañeros, amigos y compatriotas, la atalaya de Montegaudio para
nbién doña Urra- fundar allí una Orden de Caballería. Le expuso sus proyectos con
“sde el 27 de sep- todo detalle, y el soberano accedió gustoso a sus pretensiones, permi­
tiendo este hecho que el ínclito noble gallego instituyera en dicho
ballero de tempe- lugar la llamada Orden militar y de caballería de Nuestra Señora
? luego, muy em- de M ontegaudio, que tanto renombre alcanzó en años sucesivos, y a
1 deseo de aven- la que el referido monarca jerosimilitano concedió sus preferencias
y dotó espléndidamente.
os, marchó como Sus milites realizaron auténticas proezas en el corto espacio de
adamente con los su existencia, porque pronto el gran Saladino se apoderó de Tierra
título de paladín Santa y los milites de Monteagaudio hubieron de abandonar la
sede de su institución y regresar precipitadamente a Europa.
acia poco que se
licia del Temple, (15) «Después que Godofre de Bullón conquistó Tierra Santa, se fundaron
en las cercanías de Jerusalén dos ciudades; la primera, que no estaba muy
de maleantes los lejos, en la cima de un monte, desde donde los peregrinos que acudían a visitar
■a los beduinos y los Santos Lugares podían descubrir Jerusalén; y la otra, a dos leguas de dis­
tancia, también situada en un monte cerca de Belén y de la torre de Ader,
desde donde los peregrinos veían esta ciudad. Estas dos ciudades fueron lla­
de don Pedro Gon- madas Montegaudio, tal vez a causa del gozo que manifestaban los peregrinos
esvío la reina. Una cuando descubrían desde estos montes los Santos Lugares.» Ordenes militares
del referido conde.» en estampas, en la B. N.
5 de la ed. Aguilar «El nombre de su institución se debe al lugar que eligieron para residencia,
cerca de Jerusalén, y sus estatutos fueron aprobados en 1180, ocupando la
72, es quien hace silla apostólica Alejandro III, y siendo Emperador de las regiones de Oriente,
ña Urraca, hermana Alejo Comeno, el Joven.» Historia d e las Ordenes militares, por I ñigo, pág. 82
del t. II.

361
No se puede poner en duda que fue don Rodrigo de Sarria el
fundador de dicha Orden; así lo atestiguan con toda claridad los do­
cumentos de la época (16). Lo que no resulta tan claro es afirmar
que, al huir de aquellas tierras y refugiarse en nuestra patria, tra­
jera consigo la interesante y bella imagen de María, que bajo la
advocación de Montegaudio veneraban en Palestina los freires de
dicha congregación religioso-militar en la capilla de su casa matriz.
Pero aunque recogemos esta precedente referencia con algunas
reservas por no disponer de documentos demostrativos de tal aser­
to, decidimos hacer constar que son muchas las probabilidades apa­
rentes de que es una y la misma la imagen de la Santísima Virgen
venerada por los cruzados montegaudenses allá en Oriente y la que
tiene en la actualidad su trono en la ermita adosada al castillo de
Montfragüe, ya que su factura románica es indiscutible y su belleza
y méritos escultóricos extraordinarios. Y no tenemos reparo en afir­
mar, conforme a nuestro personalísimo criterio, que se trata de una
talla auténtica del siglo xn.
O O O

Al regresar de tierras orientales don Rodrigo, estaba en su apogeo


la empresa de la Reconquista de España; y debido a los altos cargos
que desempeñara su padre en la corte de León, a su ascendencia
real y a la aureola de prestigio de que había sabido rodearse por su
eficaz intervención como cruzado en las revueltas de Tierra Santa,
el caso es que fue acogido con aplauso por la nobleza y pronto em­
pezó a figurar al lado del rey, que le dispensaba singular predi­
lección y Te confiaba comisiones harto delicadas y difíciles.
Prescindiremos de sus intervenciones en los actos de la corte, re­
señados en nuestro libro sobre la Orden de Monsfrag, y nos limi­
taremos a señalar que su nombre figura entre el grupo de nobles
que se agruparon en Cáceres, el año 1170, y decidieron dar forma
legal a la que se llamó seguidamente Orden de Santiago o de la
Espada; siendo él uno de los primeros miembros de la misma, pues
aparece en unión del que es considerado como primer maestre (17),
don Pedro Fernández de Fuentencalada, y de los caballeros don Pe-

(16) E go Rodericus Alvarez quondam C om es m odo magistro militum Mon­


tas Gaudii, decía un documento existente en Santa María de Nuria, según consta
en el cajón n.° 232 del A. H. N.— Dilectis filiis Roderico Domus Sanctae Ma-
riae Montis Gaudii d e Jerusalen ejusque fratribus... se lee en una bula, que
lleva fecha 23-11-1180, promulgada por Alejandro III, y que aparece en el apén­
dice V III de nuestra referida obra, L a Orden d e caballeros d e Monfrag.
(17) «Nuestro don Pedro consiguió tener en el conde don Rodrigo un
hijo, compañero en fundación de la Orden de Santiago, primer comendador
de Monsanto y Abrantes, en Portugal; un insigne fundador de nueva Orden, un
sucesor para su castillo de Monsfrag, titulándose Orden de Monsfrag su milicia
en Castilla». L ó pez A r g u l et a : obr. cit., pág. 196,

362
irigo de Sarria el
la claridad los do-
1 claro es afirmar
uestra patria, tra­
baría, que bajo la
ina los freires de
le su casa matriz.
?ncia con algunas
itivos de tal aser-
robabilidades apa-
Santísima Virgen
Oriente y la que
ada al castillo de
itible y su belleza
os reparo en afir-
le se trata de una

taba en su apogeo
a los altos cargos
a su ascendencia
o rodearse por su
de Tierra Santa,
leza y pronto em-
1a singular predi-
difíciles.
i>s de la corte, re-
sfrag, y nos limi-
grupo de nobles
dieron dar forma
Santiago o de la
le la misma, pues
mer maestre (17),
aballeros don Pe-

igistro militum Mon-


Nuria, según consta
Domus Sanctae Ma-
e en una bula, que
aparece en el apén-
■Monfrag.
le don Rodrigo un
)rimer comendador
J e nueva Orden, un
Monsfrag su milicia

M ontfragüe .— Torre almohade


dro Arias, don Pedro Muñoz, don Fernando Odoarez, don Arias con tanta ilusió
Fumar y don Suero Rodríguez, indudables fundadores de dicho canias de Jerus
instituto. Firme en su
Vemos, pues, al conde Rodrigo figurar entre los personajes que cardenal la aut
echaron los cimientos de la nueva Orden militar, cuya necesidad dedicarse entera
tanto se hacía sentir en la Transierra de León; y por ello no nos pa­ bros de su Henr
recerá extraño que al poco tiempo se le hiciera merced de la en­ Accedió coir
com ienda mayor, una de las más codiciadas y representativas de la voroso cruzado
Orden. La consecución de tal merced fue muy celebrada por sus gloria y espíen*
conmílites, porque suponía una prueba de gran distinción y estima dejado de existí
por parte cíe su cuñado don Fernando II de León. A ella se unió quedó desartic-u
otra, que recibió poco después, del rey don Alonso de Portugal, cia para proced
quien hizo donación a la Orden de Santiago de los castillos de prodigar abund
Abrantes y Monsanto, en los años 1171 y 1172, respectivamente, sus comienzos.
con la expresa condición de que los había d e poseer el com endador No se sabe o
don Rodrigo y no otro alguno. de la primera é
gimiento de la
pero repasando
dor, don Rodrii
En la segunda mitad del siglo x i i había en la curia romana mu­ años 1170-71. E:
chos asuntos concernientes a los reinos de España, y para resolver­ de Montegaudio
los determinó el Santo Padre enviar personalmente a nuestro país, en el conde de San
1172, como delegado extraordinario, al cardenal Jacinto, que llegó estuvieron siemp
acompañado de una lucida comitiva de clérigos y familiares, entre reino de León a
otros su hermano Bonón, Raimundo de Capella, subdiácono de la nobles y destacs
iglesia romana, Maibrardo, y su notario Juan Jorge, también subdiá­ Ximénez, Munio
cono de la misma iglesia (18). litando en la misi
Durante la estancia en España y Portugal del delegado pontifi­ La bula de
cio, debido seguramente al decidido apoyo y cordialidad con que fecha del año II
acogía todo lo relacionado con los freires de la Espada, el caso es que cionada publica*
le acompañó constantemente el comendador Mayor de dicha congre­ resurgimiento d<
gación, quien se captó las simpatías de monseñor Jacinto; y como tierras de Iberia i
prueba de ello, éste lo distinguió y le profesó, desde el momento de E l escollo m
conocerle, singular estimación, influido seguramente por su gran precisar el lugar
personalidad y prestigio dentro de la Orden y por ser pariente pró­ matriz y destinar
ximo del rey de León. han soslayado lo
No obstante los títulos y prebendas que ya disfrutaba el conde toriadores; mas 1
de Sarria, creyéndose quizá con capacidad y méritos suficientes para nación del casti
desempeñar cargos más relevantes y representativos, o inspirado tal Portugal en 1171
vez por la bendita imagen de María, reliquia sagrada que con tanta
devoción y cariño trajera de Tierra Santa, el resultado fue que con­ (19) «Doña Pii
cibió el decidido propósito de establecer en tierras de Hispania la de Santiago, y con
Castrovide, XV dú
congregación religioso-militar de caballeros de Montegaudio, que B lá zq u ez : obr. cit.,
(20) Véase el
(18) A. B lá zq u ez : «Bosquejo histórico d e la Orden d e Montegaudio, p á­ balleros de Monfrae.
(21) Ibid., apén
gina 142, publicado en el B. d e la R. A. d e la H., año 1917, núm. 2.

364
Moarez, don Arias con tanta ilusión y a costa de tantos sacrificios fundara en las cer­
□dadores de dicho canías de Jerusalén, en momentos críticos e inolvidables.
Firme en su propósito, el inquieto conde solicitó de su amigo el
los personajes que cardenal la autorización precisa para dejar el hábito de Santiago y
ar, cuya necesidad dedicarse enteramente a agrupar en nuestro país a los antiguos miem­
por ello no nos pa- bros de su Hermandad.
merced de la en- Accedió complacido el legado de Su Santidad y el valiente y fer­
presentativas de la voroso cruzado dio impulsos en tierras de León a su obra, que tanta
celebrada por sus gloria y esplendor alcanzara antaño, y que en realidad no había
distinción y estima dejado de existir, sino que, al huir sus componentes de Palestina,
íón. A ella se unió quedó desarticulada, como en suspenso, en espera de ocasión propi­
lonso de Portugal, cia para proceder a su reorganización y dejarla en condiciones de
de los castillos de prodigar abundantes frutos, pues prometió siempre mucho desde
2. respectivamente,
sus comienzos.
¡eer el com endador No se sabe con seguridad quiénes fueron los freires supervivientes
de la primera época que colaboraron con don Rodrigo en el resur­
gimiento de la Orden que él fundara en las colinas de Jerusalén;
pero repasando bularios y privilegios aparece, al lado del funda­
dor, don Rodrigo González (19), alférez del rey de León en los
cuna romana mu­ años 1170-71. Este caballero fue lugarteniente o comendador mayor
ía, y para resolver- de Montegaudio y se encargó de su gobierno y dirección al fallecer
: a nuestro país, en el conde de Sarria, lo que nos induce a suponer que fue de los que
Jacinto, que llegó estuvieron siempre al lado de maestre y fundador, y le ayudó en el
y familiares, entre reino de León a reorganizar dicha milicia, en unión de otros varios
subdiácono de la nobles y destacados caballeros: Juan García, Velasco Ortiz, Pedro
;e, también subdiá- Ximénez, Munio Fernández y García Garcés, que continuaron mi­
litando en la misma hasta su extinción (20 ).
I delegado pontifi- La bula de confirmación de la Orden de Montegaudio lleva
>rdialidad con que fecha del año 1180; pero como hacemos constar en nuestra ya men­
ada, el caso es que cionada publicación sobre la Orden y caballeros de Monsfrag, el
r de dicha congre- resurgimiento de la misma o comienzos de su segunda etapa en
►r Jacinto; y como tierras de Iberia debió ser anterior a 1173.
;de el momento de El escollo más difícil de aclarar a este respecto ha sido poder
ente por su gran precisar el lugar elegido por don Rodrigo para establecer su casa
r ser pariente pró- matriz y destinarla a albergue de sus freires. Es éste un extremo que
han soslayado los tratadistas y no han conseguido resolver los his­
isfrutaba el conde toriadores; mas la clave nos la da el epígrafe del privilegio de do­
os suficientes para nación del castillo de Monsanto (21), promulgado por el rey de
os, o inspirado tal Portugal en 1171, que dice así: «Donatio castelli de Monsanto nun-
ada que con tanta
Itado fue que con- (1 9 ) «Doña Pinel de Suso a don Pedro Fernández, Maestre de la Orden
as de Hispania la de Santiago, y confirma Rodericus González, Alfieriz Regis. Facta Charta in
Castrovide, XV dies julíi, era MCCIII». Bullarium mil. S. Jacobi, pág. 3,
Montegaudio, que B l á z q u e z : obr. cit., pág. 1 4 1 y apéndices.
(20) Véase el apéndice X de nuestro mencionado trabajo sobre los ca­
balleros de Monfrag.
d e Montegaudio, pá- (21) Ibid., apéndice V.
núm. 2 .

365
cupati a rege Portugaliae jacta in manibus D. P. Ferrandi magistri
et comitis Roderici jratis tune Ordinis postmodum vero magistri mi-
litiae de M onteguadio seu d e Monsfrag». Es decir, el rey portugués
da el castillo de Monsanto al maestre don Pedro Fernández y al
conde Rodrigo, el cual entonces era hermano (freire) de la Orden
(de Santiago), y después ju e m aestre de la M ontegaudio o de
Monsfrag.
Y si fue don Rodrigo maestre de Montegaudio o de Monsfrag,
no resulta ilógico admitir que dicha Orden se llamó de Montegau­
dio en Palestina y en Castilla de Monsfrag, por ser éstos los lugares
donde tuvo comienzo en dos épocas diferentes (2 2 ).
Admitiendo este hecho como cosa real fundamentado en el docu­
mento precedente, admitimos sin el menor titubeo que los ínclitos
guadenses fijaron su residencia en el privilegiado monte rocoso que
desde tiempos remotos se denominaba Monsfragorum; es decir, en
el poderoso castillo que corona su cima, cuyas torres destacadas vi­
gilaban la útil vía que cruza el caudaloso Tajo y que era paso obli­
gado que permitía la comunicación de los reinos cristianos con las
tierras meridionales ocupadas por la morisma. Y aunque pudo el
de Sarria elegir para sede de sus caballeros algún otro castillo, villa
o monasterio de su propiedad, se decidió por el coloso Monsfrag por
sus excelentes medios de defensa y por las ventajas de su privilegiada
posición, tan a propósito para el logro de sus fines.
La aludida bula de confirmación, que señala las propiedades de
la Orden en aquel tiempo, ofrece la particularidad de no citar otros
donantes que el rey Balduino de Jerusalén y el leonés don Fernan­
do. Hecho que confirma una vez más que fue en los dominios de
este monarca donde la asociación de caballeros capitaneada por el
conde de Sarria echó sus cimientos.
Se ha supuesto que la jurisdicción espiritual de esta institución
de milites de Monsfrag correspondió desde un principio al abad de
Moreruela; pero precisarlo exactamente resulta difícil y confuso.
Y merece tenerse en cuenta que no precisaban aquellos ilustres cru­
zados, pocos en un principio, buscar fuera de su recinto roquero lo
que tenían en su propia casa; y era que, adosada a los muros del

(22) «Campomanes, autor de la crónica de los Templarios, no duda que


en Castilla hubo una asociación religioso-militar con el nombre de Caballeros
de Monfrag, y en Valencia y Cataluña con el de Mayorga, equivalente a Mon­
tegaudio, aduciendo, para corrobar este parecer, la cláusula de cierta donación
citada por Mascareñas, en la que se dice: «A vos don Rodrigo González, maes­
tre de Monsfrag, de la Orden de Montegaudio». Véase la ref. obr. de I ñigo ,
pág. 82.
Tratando de estos caballeros, se hace constar en la obra Ordenes militares
en estampas: «Alfonso V III, rey de Castilla, recompensó los servicios que hi­
cieron al Estado consignándoles rentas considerables. También les dio el castillo
de Monfrag, de quien tomaron el nombre en Castilla, conservando el de Mon­
tegaudio en Valencia y Cataluña».
Ferrandi magistri baluarte, habían levantado pocos meses antes los caballeros san-
cero tiaguistas la reducida, pero acogedora ermita a que hemos hecho
, magistri
o
mi-
referencia en páginas anteriores, existen aún en nuestros días, y cuya
el rey portugués
Fernández y al autenticidad está patente en una piedra de mármol colocada sobre
iré) de la Orden la puerta donde campea un escudo maltrecho con las veneras de los
mtegaudio o d e caballeros de Santiago o de la Espada. En dicha capilla entronizó
don Rodrigo la Santísima Virgen de Montegaudio, y en ella podían
o de Monsfrag, los freires dar satisfacción a las necesidades del espíritu.
jóde Montegau-
éstos los lugares

itado en el docu- El castillo de Monfragüe era entonces propiedad de la corona,


que los ínclitos bajo el reinado de Alfonso VIII, apellidado el N oble; pues aunque
aonte rocoso que por donación de Fernando II de León pasó a la Orden de San­
um; es decir, en tiago (23), según se dijo, y los caballeros de esta milicia lo entre­
es destacadas vi- garon al conde don Rodrigo y a sus partidarios, en 1172, para que
ue era paso obli- sirviera de residencia principal a su reorganizado instituto, fue re­
aistianos con las conquistado por Abu Jacob años más tarde, y los gaudenses tuvie­
aunque pudo el ron que abandonarlo y trasladarse a Valencia, Aragón y Cataluña,
>tro castillo, villa donde fundaron otros monasterios y residencias principales.
>so Monsfrag por El castillo debió permanecer en poder de los infieles algún tiem­
le su privilegiada po; pero en 1180, al fundar Plasencia don Alfonso de Castilla (24),
llevó a feliz término una incursión guerrera y se hizo dueño de gran
> propiedades de extensión de tierras y de las villas y lugares fortificados de la co­
de no citar otros marca, entre los que se hallaban Monsfrag y sus aledaños.
inés don Fernan- Continuaba en 1189 el monarca castellano siendo dueño y señor
los dominios de del dicho baluarte, y por esta razón, en el privilegio de fundación y
pitaneada por el señalamiento de términos que dio en la expresada fecha a los pla-
centinos, se indicaban los lugares habitados y las fortalezas que
í esta institución pasaban a poder de aquéllos; y al hacer referencia a Monsfrag, se
cipio al abad de decía expresamente que la aldea de este nombre se incorporaba a la
ifíeil y confuso, ciudad de Plasencia, pero reservándose la corona la propiedad del
dios ilustres cru- castillo (25). Asimismo, en la bula promulgada pocos meses después
ícinto roquero lo por el pontífice Clemente III erigiendo la silla episcopal de Pla­
a los muros del sencia, se hace constar que tendría jurisdicción en las ciudades y
aldeas señaladas en la carta-privilegio de fundación que diera el rey
a los placentinos, y en las agregadas de Trujillo, Santa Cruz, Mons-
irios, no duda que
ubre de Caballeros
equivalente a Mon­ (23) Apéndice IV de nuestra cit. obr. sobre los fratres de Monsfrag.
de cierta donación (24) «La campaña no terminó aquel año 1180, sino que, derramando su
go González, maes- ejército por el territorio placen tino, casi despoblado, tomó los castillos que
ref. obr. de I ñigo , los moros tenían en las proximidades del Tajo, como Albalat, junto al puente
de Almaraz, Montfragüe, que aunque años antes había caído con Cáceres en
i Ordenes militares poder de Fernando II de León, había vuelto a poder de los moros; y Mirabel,
>s servicios que hi- fundando su castillo con los restos de la arruinada villa de Migneza, que tuvo
n les dio el castillo
mucha celebridad en siglos anteriores». C. N aranjo : Trujillo, 2.a ed., págs. 59
rvando el de Mon- y 60.
(25) F ray A. F ern ández : Historia y A nales..., pág. 10.

367
frag y Madellín. De donde resulta, indudablemente, que en la fecha
señalada era la fortaleza de Montfragüe de la corona de Castilla.
¿Entregaría don Alfonso de Castilla la aldea de Monsfrag a los
vecinos de Plasencia y se reservaría el castillo que había pertenecido
a los de Montegaudio por donación de Fernando II, por si éstos los
reclamaban?...
Tal suposición parece verosímil, si tenemos presente que, al
abandonar los caballeros gaudenses, años más tarde, sus haciendas
y demás propiedades, en tierras de Aragón y Cataluña, en manos
de los milites del Temple, y regresar al reino de León para no ser
absorbidos por aquella importante milicia, entonces, repetimos, el
rey castellano les entregó sin demora la fortaleza y en ella se esta­
blecieron nuevamente, reanudando sus actividades y disponiéndose
a seguir, a pesar de todos los obstáculos, el pleito iniciado con los
templarios para hacer valer sus derechos a los intereses que en
tierras de Levante aquéllos les habían arrebatado.
Volvieron, pues, a fijar su casa matriz en Monsfragüe, cuna de
reyezuelos en tiempos de moros y solar de preclaros paladines que
se batieron por su fe y el engrandecimiento de sus instituciones, los
ilustres y aguerridos discípulos y tenaces seguidores de la gran obra
que diera comienzo, años antes, allá en Palestina, el esclarecido e
incansable caballero don Rodrigo Alvarez, III conde de Sarria.
El roquero castillo, vivo recuerdo de tiempos pasados, atrajo nue­
vamente a los insignes cruzados porque constituía parte indispensa­
ble de su existencia. Allí estaba para recibirlos el viejo reducto que
fue escenario en los pasados tiempos de épicas hazañas, ocupando,
según se dijo, la cima de un terreno accidentado, alardeando de po­
derío su fábrica imponente. En él se refugiaron por segunda vez
los defensores de la fe y de allí partieron, en muchas ocasiones, a in­
corporarse a los ejércitos cristianos para reconquistar los territorios
sometidos por los seguidores del Profeta...
Desde su vuelta al Monsfragorum, en 1192 exactamente, ya no
se llamó a aquella congregación de caballeros cruzados, Orden o mi­
licia ele M ontegaudio, y sí Orden d e caballeros de M onsfrag, en
atención al histórico lugar que le servía de sede, y porque preten­
dían aumentar el número de militantes, dándole un carácter propio
que les permitía emular y, hasta, si cabe, superar sus glorias.
Pero el mucho auge y poderío alcanzado ya entonces por las Or­
denes de Santiago, Alcántara y Calatrava, impedía el desarrollo nor­
mal y aumento esperado de los militantes de Monsfrag, quienes
—aunque se esforzaban por subsistir con personalidad acusada—,
por su corto número y escasos recursos, no lograron prosperar, vién­
dose precisados a incorporarse definitivamente a la Orden de Ca­
latrava (26) en el año 1 2 2 1 , reforzando sus cuadros y aportando

(26) «Pero habiendo perdido esta Orden en lo sucesivo mucho esplendor,

368
?nte, que en la fecha cuanto constituía su patrimonio, conforme a lo dispuesto por el
i corona de Castilla, insigne monarca que regía en aquel tiempo los destinos de Casti­
a de Monsfrag a los lla; Fernando III, el Santo, feliz continuador de la gran obra de la
ue había pertenecido Reconquista.
lo II, por si éstos los Así terminó en Extremadura aquella hoy ya casi legendaria Or­
den militar y de caballería que se cobijara en Monsfrag bajo la
os presente que, al advocación de Montegaudio, nombre primitivo de Santa María del
tarde, sus haciendas Montfragüe, que aún es Reina y Señora de una gran comarca bañada
Cataluña, en manos por las aguas del proceloso Tajo.
de León para no ser
tonces, repetimos, el
za y en ella se esta- Al ingresar en bloque en la Orden de Calatrava los caballeros de
tdes y disponiéndose Monsfrag, fue reintegrado el castillo a la corona, y en tiempos de
¡eito iniciado con los Sancho IV dio dicho monarca la aldea y fortaleza mencionadas al
ios intereses que en noble placentino Pedro Sánchez de Grimaldo, para recompensar en
parte sus muchos méritos personales y los buenos servicios que le
VIonsfragüe, cuna de prestara en las correrías por la Alta Extremadura durante los prime­
■claros paladines que ros años de su reinado, motivadas como consecuencia de su discu­
sus instituciones, los tido derecho a la sucesión, que fue tan obstaculizado por los par­
lores de la gran obra tidarios de los infantes de la Cerda.
ina, el esclarecido e Incrementó su señorío el referido magnate placentino con las
onde de Sarria. donaciones de otros lugares y tierras que le hiciera asimismo el rey
; pasados, atrajo nue- don Sancho; entre ellas la aldea de las Corchuelas, con todo tér­
uía parte indispensa- mino que caía bajo su jurisdicción.
el viejo reducto que Pasó, algún tiempo después, el pingüe señorío a la familia de
> hazañas, ocupando, los Bermúdez de Trejo, porque de Pedro Sánchez de Grimaldo
o, alardeando de po- descendía Pedro Bermúdez de Trejo, señor de la villa y castillo
on por segunda vez de Almofragüe, de las Corchuelas y de Grimaldo, que fue padre
ichas ocasiones, a in- de Gonzalo Bermúdez de Trejo, quien contrajo matrimonio con
rjuistar los territorios Violante Gutiérrez de la Cerda y Valverde, y fueron padres de Pedro
Bermúdez de Trejo, muerto sin sucesión, heredando el señorío de
exactamente, ya no las villas y aldeas citadas su hermano Luis Bermúdez de Trejo.
ruzados, Orden o mi- Siguieron después todas aquellas propiedades en poder de los
ros de Monsfrag, en Trejo hasta que, por herencia también, pasó el mayorazgo a la
ie, y porque preten- familia de los Vargas, señores de la Oliva de Plasencia, cuya úl­
e un carácter propio tima poseedora, la gentil y rica hembra doña Inés de Vargas Ca-
rar sus glorias, macho Trejo y Carvajal, se unió en matrimonio al célebre minis­
entonces por las Or- tro y privado de Felipe III don Rodrigo Calderón, conde de la
día el desarrollo nor-
e Monsfrag, quienes
y disminuyéndose más y más el número de sus caballeros, don Fernando, para
sonalidad acusada—, no dejarla extinguir enteramente, la incorporó a la de Calatrava en 1221, y
aron prosperar, vién- dio a don Gonzalo Yáñez, Gran Maestre de Calatrava, el castillo de Monsfrag,
a la Orden de Ca- que pertenecía a la Orden y caballeros de Monsfrag». Ordenes militares en es­
;uadros y aportando tampas, B. N.
Después, según el Bularlo d e Calatrava, pág. 82, en 1245, el mismo rey
don Femando III permuntó el castillo de Priego pro castris d e Montfrag, Belm es,
cesivo mucho esplendor, Curna, Elada, ac turre d e Cañete.

369
24
Oliva y marqués de Sieteiglesias, que fue degollado en la plaza
Mayor de Madrid en 1621.
Debido posiblemente a las muchas cargas y otras trabas e
incovenientes impuestos a los residentes en tierras de dicho señorío,
los vecinos de Montfragüe se vieron precisados a abandonar el
solar de sus mayores y emigraron a otras regiones donde su es­
fuerzo fuera mejor recompensado. Y ante disminución tan alar­
mante del vecindario, el señor de aquellas villas dispuso, en el
siglo xvm, que los escasos residentes en el viejo Almofrag se tras­
ladaran a la aldea de las Corchuelas, que asentaba en aquellas in­
mediaciones, sin imaginar que esta última estaba, asimismo, lla­
mada a desaparecer en fecha no muy lejana.
En la guerra de Sucesión a la corona de España por muerte
del último Austria, el rey Carlos II, la fábrica del castillo de Mont­
fragüe y caserío que reposaba junto a sus muros sufrió daños con­
siderables, debido a que, por su ideal emplazamiento estratégico,
los jefes de ambos ejércitos beligerantes fijaron allí, en distintas oca­
siones, sus respectivos cuarteles generales.
También afectaron mucho a su integridad las andanzas y co­
rrerías de las tropas por aquellos contornos durante la guerra de
la Independencia, ensañándose con la fortaleza hasta el extremo de
originar la casi total ruina de los fuertes e históricos muros. Y fue
el azote de tal intensidad que no sólo Montfragüe, sino también
la aldea de las Corchuelas, quedó reducida a escombros y, por
consiguiente, despoblada, viéndose obligado su escaso vecindario
a refugiarse en Torrejón el Rubio, Malpartida de Plasencia y
Serradilla.
Al ser, años más tarde, desecha la vinculación señorial de
Montfragüe, Grimaldo y las Corchuelas, que poseían los Vargas
Zúñiga, fueron adquiridas casi todas las propiedades por el procer
cacereño conde de Trespalacios, en cuyos descendientes conti­
núan hoy hacienda y demás pertenencias, enclavadas todas en el
término jurisdiccional de Torrejón el Rubio.
liado en la plaza

v otras trabas e
'de dicho señorío,
5 a abandonar el
mes donde su es-
íinución tan alar­
ías dispuso, en el
Almofrag se tras-
ba en aquellas in-
ba, asimismo, 11a-

ispaña por muerte


1 castillo de Mont-
; sufrió daños con­
miento estratégico,
lí, en distintas oca-

as andanzas y co­
rante la guerra de
Monroy
iasta el extremo de
iricos muros. Y fue
igüe, sino también E L CASTILLO DE MONROY
escombros y, por
escaso vecindario
la de Plasencia y I

ilación señorial de O r ig e n y s it u a c ió n de la v il l a de M o n r o y .— A lg u n a s n o t ic ia s
poseían los Vargas g e n e a l ó g ic a s so bre lo s caballero s de este l in a je .
lades por el procer
escendientes conti- Al ser disuelta y extinguirse para siempre la Orden del Temple,
avadas todas en el gran parte de sus bienes pasaron a poder de las otras Ordenes mi­
litares; pero la mayoría revertieron a la Corona de Castilla.
Este hecho real y trascendente permitió a Fernando IV el Em ­
plazado disponer libremente de abundantes tierras y saneados pre­
dios, con los que formó varios y codiciados señoríos, algunos de
los cuales repartió después entre los caballeros más notables de la
Corte, e hizo merced de otros a determinados personajes que le
sirvieron fielmente, o que habían conseguido sobresalir por sus
méritos y lealtad (1).
(1) Fernando IV, su hijo y nieto, tomaron los bienes de los Templarios, y
aunque entregaron algunos a las diversas Ordenes militares existentes entonces,
«la mayor parte quedó en la Corona; otros, por donación real, pasaron a par­
ticulares y constituyeron importantes señoríos». Véase Disertaciones históricas
d el Orden y caballería de los Templarios, por el Lic. don P e d ro R odrígu ez
de Campomanes, pág. 152 (Madrid, 1747).

371
La floreciente encom ienda de los Templarios, cuya cabeza radi­
caba en Alconétar (2), comprendía dentro de su jurisdicción multi­
tud de territorios que se extendían por el sur hasta cerca de Cáceres
y por el norte hasta más allá del ameno valle de Sotofermoso (hoy
La Abadía), regado por el río Ambroz; y eran, por consiguiente,
parte integrante y muy principal de la encom ienda referida (3).
Algún historiador (4) ha señalado que las tierras pertenecientes
en la actualidad al lugar de Monroy integraban, a principios del
siglo xiv, el cortijo llamado Monteroy (Monte del Rey), por ser
aquellos montes y dehesas propiedad de la Corona, que los ha­
bía adquirido al desaparecer la Orden del Temple.
Ya hemos visto que entre los cortesanos que desempeñaban
cargos de confianza en torno a la reina gobernadora doña María
de Molina, figuraba el prohombre plancentino Hernán Pérez de
Monroy, copero mayor, hermano y heredero del célebre abad de
Santander don Ñuño Pérez de Monroy; pues bien, a este caballero
hizo donación el rey Fernando IV, en 1309, de su cortijo de Mon­
teroy, otorgándole, además, privilegio para aumentar la población
hasta cien vecinos y edificar en él un castillo. De cuyo hecho
histórico se colige cuándo fue fundado el lugar de Monroy y edi­
ficada su fortaleza, cuya propiedad confirmaron a los sucesivos
descendientes de don Hernán los monarcas posteriores.
No existe conformidad de criterio respecto a si Monroy, nombre
que llevó siempre la mencionada villa carereña, se debe a corrup­
ción de la palabra Monteroy, o a haberlo tomado del segundo ape­
llido de su primer propietario, don Hernán Pérez de Monroy I,
cuyo linaje era de los más esclarecidos de aquel tiempo. Nosotros

(2) Según el P. M ariana (libr. 15, cap. X, Hist. Hispan.), la Religión de


los Templarios poseía mucha hacienda y vasallos, extremo que pudo confirmar
él, examinando los fondos existentes en el archivo de la catedral de Toledo.
Enumera las propiedades de aquellos freires en Castilla, y entre ellas señala
las que poseían en Extremadura, y que eran, «a la raya de Portugal, Va­
lencia (de Alcántara), Alconétar, Xerez de Badajoz, Fregenal o Nertóbriga,
Capilla y Caracuel».
(3) Repasando las citaciones a los caballeros templarios, que se conservan
en los archivos de Toledo, el P. M ariana sacó la conclusión de que en Castilla
poseían aquellos milites 24 Bailías o Encomiendas. Las cita a todas y entre
ellas figuran la de Alconétar, agregando a continuación lo siguiente: «a cuyas
bailías debían estar incorporadas otras posesiones, que les estaban anexas
y unidas». Es decir, que las señaladas encom iendas de los Templarios, además
de los lugares donde radica la casa matriz de las mismas, estaban integra­
das por otros muchos pueblos y territorios. La de Alconétar, concretamente,
extendía su jurisdicción hasta más al norte de la ciudad de Plasencia, según
ya se hizo constar.
(4) A lonso M aldonado, en sus H echos d el M aestre d e Alcántara don Alonso
d e Monroy, ed. de la R.a de O ., pág. 8; y también F lorián de O campo en
su ms. de la B. N., que trata de la genalogía de los Monroyes.

372
6, cuya cabeza radi-
u jurisdicción multi- nos inclinamos por el segundo parecer; y lo creemos así porque es
sta cerca de Cáceres lógico que se conociera la extensa donación real con el nombre de
de Sotofermoso (hoy su legítimo dueño: Cortijo d e Monroy en su principio, y después
n, por consiguiente, y sucesivamente, A ldea y villa d e Monroy.
mienda referida (3). Fue tanta la importancia que esta aldea y sus dominios llegaron
ierras pertenecientes a alcanzar en la Edad Media, que las ciudades de Plasencia y Tru-
an, a principios del jillo sostuvieron grandes y ruidosos pleitos sobre a cuál de las dos
; del Rey), por ser jurisdicciones concejiles pertenecía.
borona, que los ha- Al ocuparnos del castillo de Belvís de Monroy hemos apuntado
ple. algunos datos genealógicos referentes a don Hernán Pérez de Mon­
que desempeñaban roy I, señor de Monroy, Talaván, Valverde (hoy Valverde de la
madora doña María Vera) y las Quebradas, y a los descendientes suyos que poseye­
o Hernán Pérez de ron dichos señoríos; por esta razón vamos a limitarnos a enumerar
leí célebre abad de simplemente cuántos y quiénes fueron dichos señores, lamentando
ien, a este caballero no poder tratar con la extensión que merece todo cuanto se re­
■su cortijo de Mon- laciona con los ilustres Monroyes, miembros de una de las fa­
Tientar la población milias que más destacaron en Extremadura durante los siglos xiv
lo. De cuyo hecho y xv, especialmente.
r de Monroy y edi-
Los nobles caballeros cacereños de apellido Monroy eran do­
ron a los sucesivos
minantes, exaltados y batalladores; y como los demás señores co­
steriores.
marcanos no tenían temperamento a propósito para tolerar sus
si Monroy, nombre imposiciones y alardes de superioridad, siempre estaban a la greña
i, se debe a corrup­ con ellos; pero el notorio valor e intransigencia de éstos motiva­
to del segundo ape- ba que constantemente surgieran graves diferencias entre las dis­
’érez de Monroy I, tintas parcialidades, que degeneraban en escaramuzas frecuen­
leí tiempo. Nosotros tes, guerrillas constantes y dañosos encuentros, porque los Monroyes,
en ocasiones solos, y en otras muchas unidos los distintos miem­
bros de la familia codo con codo, arremetían, furibundos y tena­
aspan.), la Religión de ces, contra los que intentaban hacerles sombra, e incluso contra los
no que pudo confirmar mismos reyes.
la catedral de Toledo,
a, y entre ellas señala De entre los destacados paladines de esta familia destacó de
raya de Portugal, Va- manera notable el gran don Alonso de Monroy, clavero y maes­
Fregenal o Nertóbriga, tre de la Orden de Alcántara, cuya fama y prestigio no fue supe­
rada ni igualada por otro caballero de su tiempo; pero se aproximó
irios, que se conservan
sión de que en Castilla mucho a él en resistencia física, espíritu batallador y méritos perso­
s cita a todas y entre nales su primo hermano Hernando de Monroy, el Bezudo, IX señor
lo siguiente: «a cuyas de Monroy y las Quebradas; y al exponer, aunque de manera sinté­
ae les estaban anexas tica, las hazañas de este coloso de la guerra, de este noble persona­
los Templarios, además
ismas, estaban integra- je, valiente cual ninguno y de gran corazón, vamos a dedicar parte
conétar, concretamente, de este nuestro trabajo, porque él simboliza el genio de los Mon­
id de Plasencia, según royes, la perfección y defectos constitucionales de los bravos capi­
tanes de tan ilustre linaje, orgullo de Extremadura.
le Alcántara don Alonso
LO RIA N DE OCAM PO en
Conozcamos antes algunos datos de sus ascendientes:
re s. Fue hijo y heredro del mayorazgo que fundara Hernán Pérez
de Monroy, el hermano del abad de Santander, su hijo primogé­

373
nito, llamado también Hernán Pérez de Monroy II, que tuvo va­
rios hermanos y hermanas (5).
Sucedió a éste su hijo mayor, llamado Ñuño Pérez de Monroy,
como su tío abuelo el abad, y que también, como él, se consagró
al servicio de la Iglesia; pero como falleció siendo muy joven, here­
dó la casa y hacienda de la única hija de Hernán Pérez de Mon­
roy II, que se llamaba Catalina Alonso de Monroy.
Esta dama contrajo matrimonio con un caballero francés, cama­
rero mayor del rey de Francia (6), y fueron padres de Hernán Pérez
de Monroy III, IV señor de Monroy, Talavan, Valverde y las Que­
bradas, que tuvo solamente dos hijas: Estefanía y María de Mon­
roy. La primera casó con el mariscal don Garci González de He­
rrera, que fue V señor de Monroy por derecho de consorte, y la
segunda, con un noble caballero de Salamanca llamado Juan Ro­
dríguez de las Varillas. Y como doña Estefanía no tuvo descenden­
cia, al fallecer ella y su esposo, Garci González, éste dejó única­
mente el señorío de Monroy y algunas otras, pocas, tierras y dehe­
sas al mayor de los hijos de su cuñada María de Monroy, llamado
Hernán Rodríguez de Monroy, que vino a ser el VI señor de
Monroy.
Contrajo matrimonio este caballero con Isabel de Almaraz, que
heredó el mayorazgo de Belvís, Almaraz y Deleitosa, y engendraron
cuatro hijos y siete hijas, y se llamaron, los varones, Diego, Alvaro,
Alonso y Rodrigo. Y como el mayor de ellos, Diego, murió pronto,
peleando con la morisma, y el segundo, Alvaro, se hizo sacerdote
y renunció a la herencia de sus padres, donó el mayorazgo de
Belvís a su hermano Alonso, y el de Monroy a su hermano Rodrigo.
Surgieron graves dificultades entre dichos caballeros, porque
Rodrigo de Monroy, V III señor de Monroy y las Quebradas, ale­
gaba su mejor derecho al señorío de Belvís; y, en cambio, Alonso
argumentaba que era suyo, por dos razones indiscutibles: ser el
hermano mayor y haberle hecho merced de él el presbítero don
Alvaro,
El odio que germinó en los corazones de ambos hermanos por sus
respectivas apreciaciones y derechos sobre los mayorazgos de Belvís

(5) «Este don Hernán Pérez de Monroy murió en su villa de Monroy;


queriendo cabalgar en un caballo muy áspero, volvióse de ancas y dióle de
coces, de que de ahí a pocos días murió», escribe A. M aldonado en la pág. 9
de su cit. crónica.
(6) A este caballero hizo el rey merced de la villa de Robledillo y de las
de Descargamaría y Puñoenrostro, sitas en las márgenes de Valdárrago, parte
más oriental de la Sierra de Gata. En 1571 (según B enavides C h ec a , en su
Fuero d e Plasencia, pág. 182), pertenecía el señorío integrado por los tres lu­
gares mencionados a don Francisco de Monroy; y tenía el primero de los ci­
tados 203 habitantes, 125 el segundo y 48 Puñoenrostro, pueblo este último
ya desaparecido en la actualidad, y cuyo nombre conserva la dehesa en que
estaba enclavado el viejo caserío.

374
y Monroy se trasmitió a sus descendientes, y fue causa de graves
males, como tendremos ocasión de ver.
Alonso de Monroy, señor de Belvís, contrajo matrimonio con
Juana de Sotomayor, hermana de don Gutierre, maestre de la Orden
de Alcántara, y tuvieron dos hijos: Hernán de Monroy, llamado el
Gigante, que fue señor de Belvís, y Alonso de Monroy, el inven­
cible clavero y maestre alcantarino.
Rodrigo de Monroy, V III señor de Monroy, fue padre, asimismo,
de dos hijos: Hernando de Monroy, el Bezudo, IX señor de Mon­
roy y las Quebradas, y Rodrigo de Monroy, que fue el mejor auxi­
liar de su hermano en cuantos hechos bélicos intervino.
a # «

Según ya hemos hecho constar, nos ocuparemos con algún de­


tenimiento" en la última parte —después de haber descrito el castillo
de Monroy—, de la extraordinaria personalidad de Hernando de
Monroy, el Bezudo, por ser el prototipo de los señores de Monroy
y las Quebradas.

E m p l a z a m ie n t o d el c a s t il l o de M onroy y d e s c r ip c ió n de la s
PARTES QUE INTEGRAN SU FABRICA.

Se emplaza en llano sobre la plaza del pueblo y al mismo nivel


de su suelo. Por la parte del sur o posterior da al campo, con una
extensa huerta anexa al edificio. Tal emplazamiento obligó a los
constructores del castillo a dotarlo de fuertes defensas, la mayo­
ría de las cuales ya han desaparecido, dada la historia militar y
movida de tan interesante monumento.
En general el castillo medieval quedó sumergido dentro de una
gran reconstrucción del siglo xvi y después, en que se transformó
en vasto y, por los bellos restos que aún se ven, muy suntuoso pa­
lacio. Antes de esa reforma el edificio debió ser armado con ciertos
elementos, también del siglo xvi, según lo evidencia el recio muro
número 3, con las tres amplias cañoneras rectangulares, y, en cierto
modo, acasamatadas para piezas bastante regulares, colocadas,
precisamente, en su punto más vulnerable, frente al pueblo, pu-
diendo ser estas raras defensas de los tiempos que siguieron a las
Comunidades, en que los nobles artillaron en forma muchas de
sus fortalezas, contra unas nuevas posibles sediciones de los pueblos.
Más tarde debió acometerse ya la obra del palacio, abandonan­
do la primitiva entrada de la barrera que aún existe, cegando se­
guramente amplia parte de los fosos y alterando todo el sistema
de accesos y comunicaciones, para lo cual, por entonces o algo des­
pués, levantaron de planta la actual puerta con torreones que hoy
constituye su entrada; obra que, pese a sus líneas, torreones y
m u r o s a lm e n a d o s
d e p r e s e n c i a luje
s ig lo XVI.

E x p l ic a c ió n del

1.—Puerta de
ser obra de la gi
aun posterior. Igi
2.—Esta entra
trar lo mismo que
3.—Es el mui
rasantes y de gr;
y por dentro, co
una verdadera b<
te tenía su partí
ponder también i
revueltas comune
dicha del palacio.
4.—Amplio bi
Su posición es ir
pudiera pertenecí
5.—Torres an¡
des, pero de esca
segunda torre alr
bien ese frente \
siciónj
6.—Gran pati<
cine de verano.
7.—Torre del
plataforma, toda\
adarves contiguo
aristas. Domina, c
8.—Puerta dei
pertenecer al ca¡
puerta antigua est
9.—Patio del c
10.—Pequeño
11.—Puerta di
otra hermosa pu«
numento.
12.—Habitacic
ahora ahogan al
capacidad, habiei
aparecen hoy sob
muros almenados, no tiene nada de medieval y es sólo un aparato
de presencia lujosa, al estilo y uso del tiempo y de los nobles del
siglo xvi.

II
E x p l ic a c ió n del plano.

1.—Puerta de entrada, de origen relativamente moderno. Pudo


ser obra de la gran reconstrucción del siglo xvi y acaso de tiempo
aun posterior. Igual ha de decirse del contiguo muro almenado 1 bis.
2.—Esta entrada no es admisible tal como está, y viene a demos­
trar lo mismo que la anterior.
3.—Es el muro más grueso del castillo, con tres cañoneras casi
rasantes y de grandes dimensiones, de traza rectangular por fuera
y por dentro, con unas amplias y altas bóvedas, hoy muradas. Es
una verdadera batería dirigida contra el pueblo, por donde el fuer­
te tenía su parte más frágil y vulnerable. Esta obra debe corres­
ponder también a los primeros tiempos del siglo xvi, luego de las
revueltas comuneras, pero antes de la reconstrucción propiamente
dicha del palacio.
4.—Amplio brocal de pozo, de cerca de dos metros de diámetro.
Su posición es muy rara, por tratarse de una obra antigua. Acaso
pudiera pertenecer a una cisterna o aljibe.
5.—Torres angulares del recinto primitivo del castillo. Son gran­
des, pero de escasa altura en su primer cuerpo, y encima llevan otra
segunda torre almenada, a modo de caballero para dominar y batir
bien ese frente y flanquear los laterales, razón de su singular po­
sición;
6.—Gran patio de armas del castillo, hoy utilizado a veces como
cine de verano.
7.— Torre del Homenaje. Parece tener tres plantas, más su alta
plataforma, todavía almenada. A partir de la línea de los antiguos
adarves contiguos, lleva achaflanadas en muy pequeña parte sus
aristas. Domina, como le cumplía, a todo el edificio.
8.—Puerta del patio del palacio. El muro en que se abre pudo
pertenecer al castillo medieval y pudiera haber sucedido que la
puerta antigua estuviera allí mismo colocada.
9.—Patio del castillo, bastante reducido.
10.—Pequeño pozo cuadrado con buena y abundante agua.
11.—Puerta de entrada o principal del palacio. Al interior hay
otra hermosa puerta plateresca, que es de lo más antiguo del mo­
numento.
12.—Habitaciones y dependencias del palacio del siglo xvi, que
ahora ahogan al primitivo castillo. Tiene dos plantas y es de gran
capacidad, habiendo desbordado al cuerpo medieval, cuyas torres
aparecen hoy sobre los tejados. El largo cuerpo del sur que da a la

377
huerta parece estar construido sobre las antiguas lizas o espacio
que separaba el recinto interior de la fortaleza y la barrera.
13.—Torre de la Atalaya. Tiene tres plantas más la plataforma,
accesibles por escaleras embutidas dentro de los muros. Es de cons­
trucción muy tosca, a base de cal y canto. Su plataforma está co­
ronada por tres torrecillas angulares de dimensiones excesivas, tam­
bién muy toscamente construidas o hechas con el citado y basto
material.
14.—'Torre llamada del Martirio. Es igual a la anterior, salvo
que en su plataforma hay dos torrecillas sobre los ángulos exterio­
res que en tiempos daban sobre la barrera, las cuales resultan muy
singulares por sus desproporcionadas dimensiones y sus toscas líneas
y desgraciada ejecución, a base del referido material de mampuesto
de cantos y guijarros. Dichas torrecillas son curiosísimas y dan cier­
ta originalidad a esta torre y casi a todo el edificio, dada su espe-
cialísima traza. Tales torrecillas se alzan demasiado sobre las pla­
taformas y afean todo el conjunto.
En el interior de esta torre y en su tercera planta se conservan
restos de decoraciones murales, ya muy estropeadas, propias, al pa­
recer, de una capilla.
15.—Galería o arcada compuesta por tres altos arcos con co­
lumnas. Puede ser obra de fines del siglo xv o del xvi, pero eviden­
cia que en su tiempo todavía se utilizaba la puerta de la barrera, que
era la verdadera entrada al castillo.
16.—Puerta de la barrera, flanqueada por dos torreones y blasona­
da en su frente. Debió poseer puente o pasarela levadizo. Fue, in­
dudablemente, la entrada exterior y principal de la fortaleza, abando­
nada seguramente al reconstruir el palacio plateresco y crear la
actual entrada aparatosa, pero falsa, número 1. Esta aludida anti­
gua está tapiada e inutilizada, y es milagro que se conservara al
desviar por completo el eje del palacio.
17.—Gran puerta con su rampa, obra relativamente moderna,
para la entrada de coches y animales.
18.—Foso tallado o excavado expresamente en la roca. Frente
a la puerta de la barrera tiene un resalte que avanza para la caída
del puente levadizo o pasarela. La existencia de este foso, así tan
expresamente cortado, evidencia que el castillo hubo de tenerlo por
casi todos sus frentes, pues, dada su llana posición, le era absoluta­
mente indispensable. Con la puerta de la barrera y las torres, este
foso constituye el recuerdo y testimonio más valioso de la fortaleza
medieval.
19.—Salida actual del palacio hacia la huerta. Este muro en
que se abre debe cimentarse sobre el de la antigua barrera.
20.—Restos del antiguo foso, pero canalizado, revestido y se­
guramente reducido en sus dimensiones, pues tiene cuatro metros de

378
as lizas o espacio
la barrera,
más la plataforma,
muros. Es de cons-
)lataforrna está co­
nes excesivas, tam-
el citado y basto

la anterior, salvo
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jado sobre las pla-

ilanta se conservan
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*1 xvi, pero eviden-
t de la barrera, que

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Esta aludida anti-
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íoso de la fortaleza

rta. Este muro en


barrera.
lo, revestido y se-
íe cuatro metros de
ancho por tres de fondo. Continúa por debajo de la explanada
número 21.
21.—Plataforma o explanada alzada sobre el antiguo foso. Da
sobre la antigua huerta, y se ve sirvió para la vida de descanso
señorial, por las perspectivas que tiene. Corresponde, por tanto, a
la obra del palacio que por esta parte modificó y desfiguró total­
mente la obra militar del castillo.
22.—Muro almenado que corre delante de la escarpa rocosa
del foso para ocultarlo, así corno a la antigua barrera y su puerta.
Obra, por lo mismo, de la reconstrucción del siglo xvi o acaso de
época posterior. Este muro tuerce al acabar el foso y se apoya en
unos contrafuertes internos. En correspondencia con el del otro lado,
desciende hasta muy bajo y rodea totalmente a la huerta, que es muy
grande, situada en pendiente suave, pero larga. El palacio está,
pues, incluido o rodeado de un recinto completo que lo aísla del
pueblo. Al final, y muy abajo, se ha descubierto una especie de al­
jibe con una boca circular muy ancha —unos dos metros de diá­
metro— , lo que puede hacer pensar también si por esta parte exis­
tió otro recinto del antiguo castillo, a modo de albacar, porque esa
boca y cisterna se ve son obras muy antiguas.
23.—Cercado o jardín interior del palacio llamado vulgarmente
El Jardín del Moro, con su mesa de piedra, situado entre el castillo
y la antigua barrera. Es cosa muy extraña que esta barrera no po­
sea ya otras torres flanqueantes y angulares que las del frente de
la plaza del pueblo número 5. Es probable y casi seguro que las
tendría.
24.—A partir de aquí el terreno baja, como se ha indicado, en
suave pero muy continua pendiente, hasta el final de la huerta.
Nota final.—A pesar de la complicación de la actual planta
en su conjunto, se ve dibujarse bastante bien la primitiva estructura
del castillo de Monroy, compuesto de un cuerpo interior de planta
rectangular al que posiblemente falta otra gran torre en el ángulo
noroeste, rodeado de otro amplio recinto exterior o barrera, a su vez
flanqueada por otras grandes y recias torres (como la número 5),
de las que solamente deben quedar las del norte o de frente del
pueblo.
Extraña mucho su llana posición, que le hacía muv vulnerable, y,
dados los conocimientos que se tiene de su pasado, hay que pensar
que la fortaleza del noble y simpático Bezudo poseería seguramen­
te alguna otra defensa mucho más fuerte y recia, pues hasta el mismo
material constructivo contribuye a asegurar que este solar de los
Monroyes era principalmente un fuerte militar muy palaciano. Una
simple comparación con Belvís hará ver las grandes diferencias
en cuanto a sus obras y condiciones defensivas, y no es de creer
que este de Monroy fuera tan débil. La poca seguridad consiguien­
te a su extraño emplazamiento en terreno llano tuvo que estar ne­
cesariamente compensada por elementos hoy desaparecidos.

III

H ernando de M onroy , «e l B ez u d o », se ñ o r d e M on ro y .

Este caballero fue de los mejores de su tiempo, el más notable


y valiente de cuantos detentaron el señorío de Monroy y las Que­
bradas; tanto, que de los de su linaje sólo fue superior a él su
primo hermano don Alonso, el ínclito y sin par clavero y maestre de
ía Orden de Alcántara, personaje que destacó sobremanera y dio ca­
rácter a toda una época de la historia regional extremeña, pues en
torno a la figura de este coloso paladín giraron todos los aconte­
cimientos bélicos, políticos y locales de Extremadura durante la se­
gunda mitad del siglo xv. Y como ya nos hemos ocupado de él, aun­
que muy de pasada, al tratar del castillo de Belvís, vamos a reseñar
someramente la personalidad y asombrosas hazañas de su pariente
Hernando, el señor de Monroy, llamado el B ezudo por tener los pó­
mulos muy pronunciados, como su abuelo paterno.
Exigencias de espacio nos impiden ocuparnos, con el deteni­
miento que merece este personaje, de quien hay tanto que decir,
que, «si hubiéramos de contar lo que hizo, era menester escribir
una historia, y para evitar proligalidad, no tocaré más que aquello
que a nuestro propósito conviniere». Así escribió el cronista A. Mal-
donado en armonía con nuestro criterio, refiriéndose a este caballe­
ro. Hemos, pues, de limitarnos a exponer, a la ligera, algunos de
los episodios bélicos y de índole diversa en que tomó parte muy
principal.
Tanta era su fama, y tan a pulso ganada, que como el rey don
Fernando el Católico tuviera conocimiento del excepcional valor
de este prohombre extremeño, por las cosas que le veía hacer en
las operaciones previas que motivaron la toma de Granada, hubo de
decir, ensalzando su personalidad, valor y méritos, «que tal había
de ser el moro que con el Bezudo se igualare» (7).
En aquel tiempo se hacían guerra sin cuartel Hernán de Mon­
roy, señor de Belvís, y Hernando de Monroy, señor de Monroy, por­
que ambos se creían con mejor derecho a la total o mejor parte
de la herencia de sus abuelos; y como entonces no existía otra ley
que la de las armas, por la falta de capacitados y dignos represen­
tantes de la justicia, y debido al caos imperante en un país donde
la Corona no asentaba sobre cimientos firmes, el lamentable es­
tado de la situación motivó que se rompieran las hostilidades entre
dichos señores y se sucedieran peleas encarnizadas y toda clase de
(7 ) A. M a ld o n a d o , Hechos..., pág. 2 3.

381
muertes y robos entre los seguidores de uno y otro contendiente,
«con tanta enemistad como si no fueran de la misma sangre».
Hernán de Monroy, firme en su propósito de destruir a su primo
el Bezudo, llamó a sus partidarios y vasallos y reunió cuanta gente
pudo en su castillo de Belvís, suministrándoles vituallas y toda
clase de pertrechos de guerra. Inmediatamente informó de sus pro­
pósitos a su tío don Gutierre de Sotomayor, maestre de la Orden
de Alcántara, por mediación de su hermano Alonso, clavero de
dicho instituto religioso militar, que se hallaba con él.
Don Gutierre reunió sus huestes, integradas con gente de a pie y
de a caballo, y se encaminó hacia Belvís, dispuesto a ayudar a
su sobrino Hernán; y desde dicho lugar, el maestre alcantarino,
acaudillando el poderoso ejército que allí se había concentrado, cu­
yas compañías mandaban los hermanos Hernán y Alonso, se diri­
gió hacia Monroy, donde se había parapetado el Bezudo; e iba don
Gutierre dispuesto a cercar dicha aldea y castillo.
Como ya tenía conocimiento Hernando de Monroy, señor de
Monroy y las Quebradas, de que se dirigían a su feudo sus eternos
e irreductibles enemigos, determinó refugiarse en la fortaleza con
el escaso número de parciales de que podía disponer por el mo­
mento, y dispuesto a esperar el desarrollo de los acontecimientos.
La gente de el Bezudo le aconsejaba insistentemente que no de­
bía esperar «en casa tan flaca» a los contrarios (8), que venían
muy decididos y poderosos; que les parecía manifiesta locura resis­
tir sus embestidas con tan poca gente capaz para la defensa y sin
remota esperanza de recibir socorro de sus amigos, y que lo mejor
que podían hacer era «poner por el suelo todo el castillo e irse
ellos a otra parte, porque ya que viniesen no hallasen nada».
Pero el resuelto y tozudo Monroy, joven y bien dispuesto, sin­
tiéndose con energías para toda clase de empresas por muy com­
plicadas y arriesgadas que se presentasen, discrepó del parecer y
consejo de sus capitanes, y les respondió «que para sacar un hom­
bre muerto de su casa eran menester cuatro hombres vivos; que
para sacar uno vivo, y por fuerza, serían menester ocho, y que las
paredes de su casa pelearían por él». Tal fue su brava y arrogante
respuesta, sin meditar ni apreciar en su justo valor la gravedad del
aprieto en que se encontraba.
Entre tanto, llegaron el maestre y sus dos sobrinos y sometie­
ron a estrecho cerco la aldea y el reducto en donde se había en­
castillado el temerario Hernando, firmemente decidido a defender

(8) El castillo de Monroy tiene actualmente bastantes y bien completas sus


defensas; y aunque en el siglo xv el castillo primitivo era más reducido, care­
cía de recinto exterior y de algunas torres y otros ingenios, no era tan poco
fuerte como para considerarlo «casa tan flaca» como dice la crónica. A nues­
tro juicio, la aludida flaqueza consistía en estar situado en llano y poder por
ello ser sometido fácilmente a riguroso y estrecho cerco.

382
otro contendiente,
lisma sangre»,
lestmir a su primo
■unió cuanta gente
; vituallas y toda
iformó de sus pro-
estre de la Orden
Llonso, clavero de
él.
•n gente de a pie y
>uesto a ayudar a
laestre alcantarino,
ía concentrado, cu-
v Alonso, se diri-
Bezudo; e iba don

Monroy, señor de
i feudo sus eternos
;n la fortaleza con
isponer por el mo-
os acontecimientos.
:emente que no dé­
os (8), que venían
íifiesta locura resis-
ra la defensa y sin
*os, y que lo mejor
ío el castillo e irse
aliasen nada»,
bien dispuesto, sin-
esas por muy com-
:repó del parecer y
para sacar un hom-
nombres vivos; que
ster ocho, y que las
ai brava y arrogante
alor la gravedad del

sobrinos y sometie-
donde se había en-
decidido a defender

ites y bien completas sus


era más reducido, care-
ígenios, no era tan poco
dice la crónica. A nues-
do en llano y poder por

Monroy.— Foso encenagado y cubierto de arbustos, que se salvaba con puente


levadizo
ferozmente el solar que lo vio nacer y los hogares de sus subordi­ tado de tal coraj
nados y vasallos. parangonarse co:
Con gran diligencia y rapidez los atacantes pusieron «tres es­ clavero.
tancias» junto al castillo; de la primera se encargó don Gutierre; Como habían
se puso al frente de la segunda Hernán, el señor de Belvís, y ca­ el cerco, las rep<
pitaneaba la tercera su hermano Alonso, el infatigable y prestigio­ a influir en el án
so clavero. lucho que sacah
Dedicaron varios días, antes de iniciar el ataque a la fortaleza, a brecha antes que
abrir cavas, construir parapetos y otros reparos para reducir el tituía su único v ]
posible peligro y garantizar el éxito de lo operación bélica, al Confiado en
tiempo que guarnecían cada una de dichas estancias 800 hombres, hacía esfuerzos 5
bien dispuestos para la lucha. ríos. Admirando 1
El maestre y sus lugartenientes abrieron las hostilidades arre­ líente le habían
ciando con coraje desde el principio y utilizando en la arremeti­ las heridas que 1
da toda clase de pertrechos; y como los combates se sucedían du­ con el encargo d
rante el día y la noche, sin tregua ni descanso, era cosa sorprenden­ respetada su vida
te que pudieran resistir los del interior del fuerte, debido especial­ y lo protegería co
mente a que, además del constante machaqueo a que los tenían so­ Aunque agofc
metidos, disponían de dos torres de madera «cabe los muros», y una vez más par;
desde ellas les arrojaban bombas y «cuartagos e ingenios; y ordina­ ponder que únic
riamente les echaban dentro del castillo pelotas de piedra muy gran­ que juraba que hi
des, con que mataban a muchos...»; pero los sitiados no desfallecían y que, a pesar de
ni se arredraban por las bajas que sufrían ni por los demás inco-
venientes. Se engañaba
El animoso Bezudo, despreciando el peligro y ansiando el des­ aquella ocasión, ]
quite por las pérdidas que experimentaban los suyos, abandonaba y se creía con fu
muchos días su refugio y salía al encuentro de los enemigos, sor­ era deplorable, a
prendiéndoles en ocasiones, combatiéndoles de frente en otras e tas heridas por
infligiéndole casi siempre duros quebrantos, si bien otras veces el incansable, vo]
regresaba a la fortaleza con su gente muy diezmada y maltrecha, se había converti
después de haberse batido como leones. Y como el asedio se prolon­ miseración, donde
gaba y los combates se sucedían cada día con más encarnizamien­ Impotente al
to, el esfuerzo era cada vez mayor, y mayor también las privaciones de los pocos valie
y vigilias sufridas, llegando a padecer tanta hambre que tuvieron al sacrificio si él
que comerse los caballos, sin conseguir evitar el aumento de bajas to acontecía a su
por muerte y heridas. liares, amigos y \
Al ver que disminuían las defensas y los medios indispensables tal asistencia, dec
para continuar resistiendo, el Bezudo se multiplicaba y acudía a ros de Cáceres q
todas partes, a pesar de estar «herido de tres heridas», y éstas de dolor de su corazi
tal importancia que cualquiera otro que las tuviera no podría soste­
nerse en pie; mas ello no obstante, firme en su propósito y ante el (9) Todas las p
asombro de sus parciales, «cada noche salía a dar en una de las es­ presente capítulo re)
nica d e la O rd en de
tancias, y harto daño recibían los de afuera con esto». El constan­ d el Maestre d e la C
te ajetreo, aquellas arremetidas y atrevimientos nos obligan a re­ n a d o ; pues h e m o s 1
conocer que el bizarro Hernando, el popular Bezudo, señor de los datos b io g r á f ic o »
Monroy, tenía la piel del diablo y era un caudillo excepcional, do­ Monroy,

384
25
•es de sus subordi- tado de tal coraje y extraordinaria resistencia física que le permitía
parangonarse con su primo Alonso, el incomparable y batallador
pusieron «tres es- clavero.
argó don Gutierre; Como habían transcurrido ya siete meses desde que se iniciara
i>r de Belvís, y ca- el cerco, las repetidas hazañas del asediado y coloso habían llegado
tigable y prestigio- a influir en el ánimo del maestre, y éste tuvo lástima del noble agui­
lucho que sacaba fuerzas de flaqueza y prefería sucumbir en la
ue a la fortaleza, a brecha antes que sus adversarios pudieran apoderarse de lo que cons­
>s para reducir el tituía su único y legítimo patrimonio.
peración bélica, al Confiado en su valor y en la razón indiscutible que le asistía,
ncias 800 hombres, hacía esfuerzos sobrenaturales y mantenía en jaque a sus adversa­
rios. Admirando tanta proeza don Gutierre, y enterado de que al va­
¡ hostilidades arre­ liente le habían dado otro saetazo en una pierna y eran ya cuatro
do en la arremeti- las heridas que padecía, determinó salvarle y le envió un emisario
:es se sucedían du­ con el encargo de que entregase la plaza, garantizándole que sería
ra cosa sorprenden­ respetada su vida y la de sus fanáticos partidarios, lo llevaría consigo
te, debido especial- y lo protegería contra toda clase de peligros.
i que los tenían so- Aunque agotado materialmente el Bezudo, procuró superarse
;abe los muros», y una vez más para seguir manteniéndose en pie, y no vaciló en res­
ingenios; y ordina- ponder que únicamente se entregaría «constreñido por el hambre,
e piedra muy gran- que juraba que hacía dos días y medio que no comían ni bebían» (9),
idos no desfallecían y que, a pesar de ello, no saldría de su casa.
•or los demás inco- Se engallaba a sí mismo el aguerrido y valeroso Monroy en
aquella ocasión, pues si bien es cierto que no desfallecía su ánimo
y ansiando el des-
y se creía con fuerzas para continuar en la brecha, su estado físico
suyos, abandonaba
era deplorable, con la agravante de no poder restañar sus sangrien­
los enemigos, sor-
tas heridas por carecer de elementos precisos; debido a lo cual,
frente en otras e
el incansable, voluntarioso y jamás hasta entonces vencido capitán,
i bien otras veces se había convertido en una piltrafa humana, en algo digno de con­
miada y maltrecha,
miseración, donde alentaba un espíritu indomable.
el asedio se prolon-
más encarnizamien- Impotente al fin por las causas expuestas, y ante las súplicas
bién las privaciones de los pocos valientes que todavía se mantenían a su lado, dispuestos
imbre que tuvieron al sacrificio si él lo pedía así, y afectado, por otra parte, por cuan­
1 aumento de bajas to acontecía a su alrededor, al ver a sus más fieles partidarios, fami­
liares, amigos y vasallos famélicos, maltrechos y sin la más elemen­
?dios indispensables tal asistencia, decidió «darse al maestre, con todos los otros caballe­
plicaba y acudía a ros de Cáceres que estaban con él»; pero debió hacerlo con gran
íeridas», y éstas de dolor de su corazón; tanto, que resultaría interesante poder apreciar
era no podría soste-
propósito y ante el (9) Todas las palabras, frases o párrafos entre comillas o subrayados del
ir en una de las es- presente capítulo relativo al castillo de Monroy, han sido tomados de la Cró­
nica d e la Orden d e Alcántara, de T o r r e s y Tapia, o de la intitulada H echos
1 esto». El constan- d el Maestre d e la Orden d e Alcántara don Alonso d e Monroy, de A. M aldo-
; nos obligan a re- nado; pues hemos utilizado ambas publicaciones para, sintetizándolas, reunir
Bezudo, señor de los datos biográficos más sobresalientes relativos al ínclito Bezudo, señor de
illo excepcional, do­ Monroy,

385
en su justo valor la violencia que supondría para el tenaz malheri­
do Bezudo tomar tamaña determinación.
Inmediatamente pasó el castillo al señor de Belvís, y procedió
a repararlo, a abastecerlo con buena cantidad de vituallas y a guar­
necerlo con gente de su confianza, por temor a ulteriores com­
plicaciones.
Poco después, don Gutierre puso en libertad a todos los prisio­
neros, y se llevó con él a Belalcázar al señor Monroy.
Al tener conocimiento el soberano de cuanto había sucedido en
Monroy, y de la epopeya que había tenido por escenario el castillo
y sus aledaños, y asombrado también por las heroicas hazañas de
Hernando de Monroy y de sus fieles seguidores, ordenó seriamente
al maestre que lo pusiera en libertad. Así lo hizo el jerarca alcanta-
rino, pero no sin haberlo retenido preso durante algún tiempo; el
indispensable, posiblemente, para que sus sobrinos tomaran las me­
didas necesarias para evitar la revancha.
Al ser libertado el Bezudo, todos temían que se apresurara a vol­
ver sobre su castillo de Monroy a fin de sacarlo del poder de su
primo, quien, en evitación de tal contingencia, había acondiciona­
do debidamente las defensas, según ya hemos hecho constar; pero
el señor de Monroy, que además de valiente era un buen estratega,
reunió a los suyos y dio a entender que avanzaba sobre Monroy, y
cuando le pareció oportuno, dio media vuelta y se encaminó sobre
la fortaleza de Belvís, donde se encontraban a la sazón los herma­
nos Hernán y Alonso, sus consanguíneos e irreductibles enemigos.
Con esta estratagema sorprendió a sus parientes y se apoderó de
Belvís y su fortaleza, según hemos hecho constar al ocuparnos del
castillo de Belvís. Pero poco más tarde volvió dicho fuerte a poder
de sus legítimos dueños, quienes poco más tarde, con ayuda de las
fuerzas de Arias de Ulloa, capitán de Hernán de Monroy, que había
sido encargado por éste de la guarda y defensa del castillo de este
nombre, después de quitárselo a su primo.
Como Arias de Ulloa hubo de acudir a Belvís para auxiliar a
su señor, entonces el Bezudo, viendo que su aldea y casa-fuerte
de Monroy quedaban con poca guanición, fue sobre ella y, en una
noche propicia, la asaltó antes del amanecer, cogiendo prisioneros a
los pocos hombres que la guarnecían y apoderándose ya definitiva­
mente del viejo solar que le habían arrebatado a costa de tantos
sacrificios.
A pesar de hallarse ya en posesión de sus respectivos castillos
Hernán de Monroy, señor de Belvís, y Hernando de Monroy, señor
de Monroy, no cesaron las discordias y las peleas entre ellos, «pues
como tuvieran los corazones llenos de indignación el uno contra el
otro», no tenían momento de descanso en su continuo batallar.
Así, el insaciable Hernán volvió nuevamente sobre Monroy, y, aunque
atacó fuertemente el castillo con numerosa hueste de escogidos ji­

386
i el tenaz malheri- netes y gente de a pie, y arrasó toda la tierra, robó cuanto pudo
e hizo bastantes prisioneros, no consiguió apoderarse de la forta­
Belvís, y procedió leza, que fue defendida desde dentro, en aquella ocasión, por un
vituallas y a guar- hermano de Hernando de Monroy, quien tuvo a raya a sus adver­
a ulteriores com- sarios, los obligó a desistir e hizo fracasar en su intento.
a todos los prisio- Tan frencuentes y continuadas eran las guerras entre ambos pri­
mos, que en 1465 el señor de Belvís no pudo auxiliar a su hermano
»v.
había sucedido en Alonso cuando marchó sobre Coria; mas algún tiempo después, es­
escenario el castillo tando el clavero cercado entre los muros de dicha ciudad por las
armas de don Gómez de Cáceres y Solís, que ostentaba a la sazón
leroicas hazañas de
, ordenó seriamente el Maestrazgo de Alcántara, el Bezudo ayudó muy eficazmente al
maestre, procurando resarcirse así del mucho daño que le había oca­
a el jerarca alcanta-
sionado su pariente, tanto en Belvís como en Monroy.
te algún tiempo; el
ios tomaran las me­ En una de las embestidas del clavero, los del maestre retrocedie­
ron y empezaron a huir; y de no haber acudido el Bezudo con
se apresurara a vol- sus bravos milites en aquella ocasión, hubieran sido deshechas las
rlo del poder de su huestes de don Gómez con gran mengua y descrédito. Y fué el
había acondiciona- caso que, como el señor de Monroy «viera las cosas puestas en
hecho constar; pero tanto terror y espanto, y fuera caballero tan esforzado que ninguno
a un buen estratega, pudiera echar el pie delante», juntó a sus guerrilleros y «a otros
iba sobre Monroy, y hombres de vergüenza que de ver su esfuerzo se le llegaron», y
y se encaminó sobre todos reunidos «no mirando por ellos sino por su honra y lo que
la sazón los herma- debían hacer a fuer de buenos, fueron a herir con gran velocidad
eductibles enemigos, en los del clavero». Tanto y tan velientemente peleó entonces el
ntes y se apoderó de Bezudo y su gente para evitar un seguro descalabro, que, corridos
tar al ocuparnos del y avergonzados los del maestre volvieron anhelantes al real y los
dicho fuerte a poder ayudaron con tal eficacia que, aterrorizados los soldados de don
de, con ayuda de las Alonso de Monroy, huyeron precipitadamente y se refugieron tras los
e Monroy, que había muros de la ciudad cauriense.
a del castillo de este Cierto día llegó el señor de Monroy a la urbe placentina para re­
solver negocios particulares con ocasión en que los duques de Pla­
lelvís para auxiliar a sencia habían marchado a Arévalo, cabeza de otro de sus señoríos.
i aldea y casa-fuerte Sabido esto por el conde de Coria, hermano del maestre de Al­
sobre ella y, en una cántara, envió 120 de a caballo, al mando de su capitán Pedro
•ogiendo prisioneros a de Carvajal, para hacer una corría por las tierras bañadas por el
rándose ya definitiva- Jerte.
do a costa de tantos En aquella incursión Carvajal robó muchas cabezas de ganado
a los vecinos de Plasencia, originando el consiguiente e inevitable
s respectivos castillos revuelo; y los perjudicados hubieron de acudir en queja al bachi­
ido de Monroy, señor ller Camargo, al justicia mayor del duque, y a Juan de Arias, alcaide
leas entre ellos, «pues de la fortaleza; pero como la gente principal se había marchado con
ición el uno contra el los señores, poco o nada por el momento se podía hacer en obsequio
su continuo batallar, de los perjudicados.
bre Monroy, y, aunque Al tener conocimiento de lo sucedido Hernando de Monroy,
meste de escogidos ji­ llevado de su gran corazón, dijo al alcaide que reuniera cuantos qui­

GS7
sieran salir con él para castigar al osado capitán y para arrebatarle
la presa. Juntó a 70 de a caballo, y antes de una hora salió en
persecución de Carvajal; y tan de prisa anduvo, que aunque lejos,
consiguió alcanzar a los que huían.
Al darse cuenta de la maniobra los del conde de Coria, se
aprestaron para hacerles frente; y encontrándose, los voluntarios pla-
centinos capitaneados por el Bezudo arremetieron a los contrarios
con tal ímpetu, que los obligaron a dispersarse, no sin antes haber­
les infligido sensibles pérdidas, pues dejaron sobre el campo 20 muer­
tos y se llevaron consigo a Plasencia a 18 prisioneros y todo el
ganado que les habían robado.
Antes de esta curiosa y feliz aventura, unos labradores del
pueblo de Serradilla dijeron al señor de Monroy que el maestre
de Alcántara tenía concentradas sus fuerzas en las Corchuelas
—una dehesa con caserío junto a la ribera del Tajo— , y se dis­
ponía a salir en socorro de Alcántara, cercado por el clavero; y
«como éste era primo suyo, aunque su enemigo (que, como decían,
la sangre sin fuego hierve)» estando en la expresada ciudad reunió
hasta 30 caballeros principales para ir contra el maestre Solís. Y
fue tal la intervención del B ezudo en aquella jornada, según se hace
constar en el capítulo relativo al castillo de Alcántara, que el cro­
nista Maldonado llegó a escribir: «Hernando de Monroy, el B e­
zudo, hacía tales cosas, que se señalaba bien donde llegaba, que
desde quebró la lanza, con su espada derrocó cuatro juntos, que la
traía tinta de sangre hasta la mano.»
Durante la refriega vio con asombro el maestre cómo blandía su
espada el de Monroy, quien dio un recio golpe a Antón Galíndez
sobre su manga de malla y le cortó ésta y medio brazo; y aprove­
chando la confusión del momento, cargó él sobre el Bezudo y le
dió dos mandobles sobre las armas. Al instante se apercibió Her­
nando de quién era el que lo atacaba dado lo crítico de las cir­
cunstancias, y revolviéndose bravo como un león arremetió a su
contrincante dispuesto a exterminarle; pero se interpusieron los
de la escolta de Solís y surgió un momento de peligro, porque el
caballo del Bezudo, sangrando por sus muchas heridas, perdió fuer­
za, no arrancó para alcanzar a don Gómez y cayó muerto en tierra
arrastrando a su jinete con él. Rápidamente el de Monroy se liberó
de las ancas y del peso del noble bruto y se puso en pie, al tiempo
que acudían en su auxilio dos deudos suyos, Rodrigo y Añaya
de Monroy, que jamás lo perdían de vista, ni aun en lo duro de
los combates, y le facilitaron otra cabalgadura.
Finalmente, deshechas las huestes del maestre, el clavero fué
a ver a su primo por estimar que a su intervención personal se debía
la victoria, y también porque le dijeron que tenía algunas heridas
de consideración, una en el rostro y otra en la pierna. Y al acer­
carse don Alonso para darle las gracias por lo que había hecho

388
y para arrebatarle
una hora salió en
que aunque lejos,

>nde de Coria, se
los voluntarios pia­
ra a los contrarios
ío sin antes haber-
el campo 20 muer-
rioneros y todo el

ios labradores del


ov que el maestre
en las Corchuelas
Tajo—, y se dis-

Monroy.— Fachada del castillo frente a la plaza del lug¡


por el clavero; y
(que, como decían,
sada ciudad reunió
?1 maestre Solís. Y
lada, según se hace
ántara, que el ero-
de Monroy, el fíe-
donde llegaba, que
aatro juntos, que la

tre cómo blandía su


i a Antón Galíndez
lio brazo; y aprove-
bre el Bezudo y le
e se apercibió Her-
> crítico de las cir-
eón arremetió a su
,e interpusieron los
? peligro, porque el
heridas, perdió fuer-
ivó muerto en tierra
de Monroy se liberó
iso en pie, al tiempo
¡, Rodrigo y Añaya
aun en lo duro de

?stre, el clavero fué


ión personal se debía
enía algunas heridas
a pierna. Y al acer-
lo que había hecho
aquel día en favor suyo, el bravísimo caballero y señor legítimo e
indiscutible de la aldea y castillo de Monroy, le respondió:
—Señor primo, tan Mahorna como antes.
Respuesta lapidaria, expresiva en extremo, que evidencia la ener­
gía, altivez, nobleza y conocimiento exacto y real de las cosas y
de los hombres; pues sin género de dudas, Hernando de Monroy,
el Bezudo, señor de Monroy y las Quebradas, era todo un tempe­
ramento, un ser físicamente privilegiado y algo por todos concep­
tos excepcional, entre los caballeros de su tiempo.
Después que el clavero, siendo ya maestre de la Orden, había
arrebatado la villa de Alcántara, valiéndose de toda clase de ar­
dides, a su hermano Hernán, que la tenía en nombre de la duquesa
de Arévalo, hicieron una alianza el desposeído maestre don Gómez
de Cáceres y Solís, el duque de Alba y el maestre de Santiago
(éste por recobrar la plaza fuerte de Montánchez, que don Alonso
tenía por suya); y seguidamente el insigne Monroy, auxiliado por
su hermano y por su primo el Bezudo, abandonó Alcántara y mar­
chó contra ellos con 350 lanzas y 500 peones, dejando la capital del
Maestrazgo en manos del capitán Aldana, que era persona de su
confianza. Después puso guarniciones en las otras fortalezas y se
dirigió hacia Montánchez.
Suponiendo entonces don Alonso que iban a surgir graves compli­
caciones, dado el general estado de cosas, y que sería muy útil la
ayuda de su pariente el señor de Monroy, le escribió desde Mon­
tánchez con el ruego de que acudiese a su lado con el mayor nú­
mero posible de soldados, ofreciéndole en recompensa dos enco­
miendas para sus hijos.
Sin pérdida de tiempo se incorporó a Montánchez el Bezudo,
llevando consigo 60 jinetes y un centenar de peones, y ambos primos
acordaron hacer primero la guerra a la condesa de Medellín, porque
protegía notoriamente a Francisco de Solís y a Pedro de Pantoja, so­
brinos del anterior maestre don Gómez.
Una vez combatida la condesa, pusieron cerco a tres fortale­
zas, entre ellas la de Zalamea, y se encargó el Bezudo de sostener el
asedio. Consiguió este capitán apoderarse de dicha plaza fuerte y
puso por alcaide de ella a su teniente Andrés Cambero, quien la
retuvo en sus manos, y la acondicionó y avitualló de manera tal,
que desde allí y de todas partes se hacía constantemente la guerra
al maestre de Santiago y a sus aliados.
En aquel tiempo era tal la fama de valientes, la aureola de ser
capitanes excepcionales los ya curtidos en mil combates, Hernán
de Monroy, señor de Belvís; Alonso de Monroy, maestre de Alcántara
y Hernando de Monroy, señor de Monroy, que el duque de Medina-
sidonia, eterno rival del marqués de Cádiz, cansado ya de guerrear
con este adversario, determinó exterminarlo de una sola vez y para
siempre, y pidió a los tres famosos Monroyes que acudieran a Se­
villa el día 1 de mayo para ayudarle en tan decisiva empresa. Y de­
señor legítimo e seosos los ilustres paladines extremeños de ganar honra y nuevos
spondió: lauros, le anunciaron que no faltarían a la cita en la indicada fecha.
A pesar de estar desmoralizados los adversarios de don Alonso
ívidencia la ener- por los descalabros sufridos en los últimos encuentros, el Bezudo
1 de las cosas y le dijo que no fuera a Sevilla por temor a que se perdieran las cosas
mdo de Monroy, de Extremadura si no estaban en sus manos, y que él se comprome­
i todo un tempe- tía a bajar a Andalucía para tomar a su cargo el negocio que le
ior todos concep- había propuesto el de Medinasidonia, ya que disponía para ello de
dos eminentes auxiliares: Rodrigo de Monroy y Luis de Herrera, va­
la Orden, había lientes cual ningún otro, con cuya ayuda pensaba salir airoso y triun­
oda clase de ar- fante del compromiso; pero el maestre le respondió que no quería
>re de la duquesa poner su honra en brazos ni corazón ajenos, y sí en los suyos.
lestre don Gómez Marcharon los tres Monroyes dispuestos a dejar bien sentado su
?stre de Santiago pabellón; mas quedó todo sin efecto debido a la intervención del
, que don Alonso rey Enrique, quien consiguió que depusieran su actitud ambos nobles
oy, auxiliado por referidos, y se concertara una tregua.
Alcántara y mar- El duque de Medinasidonia recibió a don Alonso con gran al­
□do la capital del borozo y lo abrazó efusivamente, diciéndole que una de las mayores
ra persona de su ilusiones de su vida era poderlo conocer personalmente. Hecho his­
is fortalezas y se tórico que confirma una vez más cuál era, entre los caballeros de
entonces, la fama del sin par maestre don Alonso de Monroy,
gir graves compli- que es, a nuestro juicio, el más destacado y representativo extre­
sería muy útil la meño de la segunda mitad del siglo xv; si bien podían parangonarse
ribió desde Mon- con él Hernán y Hernando de Monroy, su hermano y primo respec­
con el mayor nú- tivamente; y tan lo reconocían así los prohombres de aquel tiempo,
npensa dos enco- que, al tener conocimiento de la marcha de los tres Monroyes a
Sevilla, el maestre de Santiago manifestó públicamente lo extraordi­
nchez el Bezudo, nario y difícil que era escoger tres caballeros del mismo linaje tan
s, y ambos primos capaces para intervenir con éxito en aquel litigio.
Medellín, porque Cuando Francisco de Solís, llamado el Electo, sobrino del antiguo
1ro de Pantoja, so­ maestre de la Orden de Alcántara, don Gómez de Cáceres y Solís,
pretendió, con engaño, atraer al maestre don Alonso al castillo de
co a tres fortale- Magacela, de acuerdo con la condesa de Medellín, doña Beatriz
udo de sostener el Pacheco, y del maestre de Santiago, Hernando de Monroy, el
ha plaza fuerte y Bezudo, aconsejó a su primo que rechazase la invitación, por esti­
tambero, quien la marla una estratagema de sus enemigos para apoderarse de su
ló de manera tal, persona, y que despreciara con dignidad el falso ofrecimiento del
temente la guerra de Solís, que había prometido unirse en matrimonio con una hija
bastarda de don Alonso. Y visto por el señor de Monroy que no
la aureola de ser podía hacerlo desistir, le dijo que él se quedaría fuera de la plaza, en
combates, Hernán lugar próximo, en espera del desarrollo de los acontecimientos, ple­
testre de Alcántara namente convencido de que no eran claras ni nobles las intenciones
duque de Medina- de sus enemigos. Otros caballeros de los más adictos al maestre tam­
do ya de guerrear bién lo creyeron así, y alegaron enfermedad u otros pretextos para
ía sola vez y para no acompañarle.
e acudieran a Se­
391
Efectivamente, durante la comida que dieron en el interior de
la fortaleza de Magacela al confiado don Alonso, el joven Solís
y sus secuaces cargaron de cadenas al temerario maestre y lo arro­
jaron a un calabozo oscuro, de manera tan despiadada y con tal
ensañamiento y desprecio hacia el noble Monroy, que no existen
antecedentes de atropello semejante.
El sagaz y avispado Bezudo, presintiendo cuanto sucedía dentro
del recinto de Magacela, salió a uña de caballo para Zalamea,, se­
guido muy de cerca por Juan Guerra, a quien el E lecto había pro­
metido la fortaleza últimamente citada si era capaz y conseguía
eliminar al Bezudo.
Juan Guerra, llevando con él 200 hombres, perseguía sin des­
canso al huido, ansiando alcanzarlo y darle muerte; y al amanecer
del siguiente día, cuando ya se aproximaba a Hernando, que esca­
paba completamente solo y sin más armas que su lanza y adarga,
el perseguidor, seguido de cerca por los suyos, insultaba al de Mon­
roy y le gritaba diciendo:
—Esperad, que yo os pagaré lo que vos merecéis, que vuestro
compañero ya está en sal.
Al volver la cabeza el Bezudo y darse cuenta de cuántos iban
en pos de él, picó el caballo y corrió presuroso hacia Zalamea, sin
querer hacer frente al insolente que lo insultaba y perseguía hasta
que se hallara cerca de la fortaleza, porque si peleaba con él y tenía
Guerra la suerte de matarle el caballo, se quedaría a pie y sin po­
sibilidad de huir en medio de sus enemigos.
Al aproximarse a la dicha plaza, el Bezudo volvió el caballo que
montoba contra su perseguidor, que corría confiado y eufórico profi­
riendo insultos y palabras malsonantes, y, cubriéndose con su adarga,
enarboló la espada y arremetió al engreído charlatán cuando los se­
paraban escasos metros de los otros jinetes; pero la partida se deci­
dió en unos instantes, porque el señor de Belvís encontró a Guerra
con tanto acierto, y tan fuerte, que no le sirvió la armadura que
llevaba puesta «porque le pasó con la lanza el adarga y le echó
una braza de lanza de la otra parte del cuerpo», terminando así y
entregando su alma no sabemos a quién el engolado y pretencioso
Juan Guerra. Y aunque también fué herido en la cabeza el caballo
del gran adalid don Hernando, con soltura y rapidez se deshizo de
él y a pie, corriendo cuanto pudo, se metió en la plaza de Zala­
mea, antes que consiguieran darle alcance sus contrarios.
Burladas una vez más por el Bezudo las asechanzas de sus ene­
migos, acudieron presurosos los hermanos del maestre de Santiago
a cercar la fortaleza; y lo pusieron en grave aprieto, porque, por
haber sido bastante mala la cosecha de aquel año, carecían de los
indispensables avituallamientos.
Durante el cerco de Zalamea, el superdotado e incansable señor
de Monroy hizo tales prodigios, que sus salidas y golpes por sorpre­

392
en el interior de sa, sus arremetidas inesperadas y proezas mil, asombraban a los
o, el joven Solís mantenedores del cerco y desarticulaban sus planes, ya que sola­
íaestre y lo arro- mente con 30 jinetes y 40 peones escogidos peleaban de día y
iadada y con tal de noche sin darles momento de reposo; y era tan eficaz su es­
, que no existen trategia, que confundían a sus adversarios, y durante los catorce
meses que duró el asedio consiguieron arrebatarles los mantenimien­
to sucedía dentro tos precisos para continuar existiendo.
tara Zalamea, se- Los familiares del maestre de Santiago, expertos capitanes que,
Ele d o había pro­ como hemos dicho, dirigían el cerco de Zalamea «estaban espanta­
paz y conseguía dos de la valentía del B ezu do», y molestos y disgustados por la
ineficacia de sus esfuerzos, comisionaban a algunos de sus mejores
erseguía sin des- hombres para que se acercaran a las puertas del recinto e insul­
e; y al amanecer taran y desafiaran a los cercados. El Bezudo respondía siempre a
nando, que esca- las bravatas y retos de sus enemigos saliendo veloz de la fortaleza,
i lanza y adarga, y como algo sobrenatural e inesperado, caía sobre los retadores,
Jtaba al de Mon­ y, con ímpetu y habilidad sorprendentes, eliminaba con su mando­
ble a los más, hería gravemente a muchos otros, y se refugiaba se­
eéis, que vuestro guidamente entre los muros de la plaza.
Indignados por tanta osadía los hermanos del maestre, eligie­
de cuántos iban ron al más destacado de sus hombres, un determinado alférez que
acia Zalamea, sin gozaba fama de valiente, para que desafiara al intrépido Monroy;
f perseguía hasta y dicho caballero, seguro de antemano de que su rival aceptaría el
iba con él y tenía reto, se situó en la cima de un cerro próximo y ocultó a otro com­
a a pie y sin po- pañero para que lo pudiera auxiliar. Confiado el Bezudo en que
sólo tenía que habérselas con el jactancioso alférez, salió a su en­
ió el caballo que cuentro y, al verse ante dos contendientes, no desanimó, sino que,
i y eufórico profi- por el contrario, superándose una vez más, se batió con ambos,
>se con su adarga, mató pronto a uno de ellos, y el otro hubiera quedado también ten­
án cuando los se- dido sobre el barbecho de no haber huido precipitadamente, y
i partida se deci- acobardado, hasta que se halló seguro entre sus compañeros.
ncontró a Guerra Como uno y otro día, sin desmayos ni merma de facultades, salía
la armadura que a dar contra sus enemigos, el capote del Bezudo era más conocido
idarga y le echó entre ellos que los suyos propios.
terminando así y Cierto día se dieron cuenta, desde el adarve de la muralla, que
ido y pretencioso con dirección a la estancia de los encargados del asedio llegaba
cabeza el caballo un gran hato de cabras para abastecerlos; y sin prever ni temer
lez se deshizo de las consecuencias que pudieran surgir, el Bezudo, con 40 hombres,
a plaza de Zala- salió a su encuentro; atacó y eliminó a algunos de los pastores y
rarios. guardadores del ganado, huyeron los demás espantados, y les arre­
inzas de sus ene- bató 200 cabras, que ya estaban dentro de los muros de Zalamea
?stre de Santiago cuando los del real se dieron cuenta y acudieron presurosos para
ieto, porque, por impedirlo.
>, carecían de los Visto por Alonso de Cárdenas, comendador mayor de León, y por
Alonso Pacheco, hijo del maestre de Santiago, encargado de dirigir
incansable señor el cerco, que no conseguirían nada práctico ni reducirían al señor
'olpes por sorpre­ de Monroy, decidieron cambiar de sistema y trazar nuevos planes;

393
y para llevarlos a feliz término, empezaron por abrir una gran cava
en torno al castillo, algo desviada de los cimientos, y de tal manera
«que una mosca no pudiera salir ni entrar».
No se hizo esperar el resultado de las nuevas medidas toma­
das, pues al no poder salir ya los defensores de Zalamea, empezaron
a sentir los efectos del hambre, y en tal proporción que tuvieron que
comer «caballos, gatos y otras cosas no acostumbradas». Cundió
además el desaliento, y aunque el gran Hernando se esforzaba para
infundir ánimo a los suyos, era tan evidente el desfallecimiento por
falta de energías, que se vio precisado a pedir socorro al conde de
Frías y a los demás amigos del maestre de Alcántara, su pariente;
pero a éstos no les fué posible acudir en su auxilio, y entonces el
Bezudo, viendo sucumbir a su gente de inanición y no por las
heridas y trabajos sufridos, decidió entregarse sin condiciones, con­
forme a las exigencias de Cárdenas y Pachaco.
Pero antes ae pasar a la entrega de la plaza quiso la fortuna
que doña Leonor de Pimentel, la enérgica duquesa de Arévalo, ter­
ciara a su favor en circunstancias tan críticas; y fue el caso que
dicha señora pidió al maestre de Santiago que ordenara levantar
el cerco de Zalamea; y al no ser complacida en su ruego, montó
en cólera y envió a don Pedro de Zúñiga, hermano bastardo del du­
que su marido, con 600 de a caballo y crecido número de peones;
y ante la llegada de tan considerable ejército, los lugartenientes
del maestre Pacheco, por temor al enojo de la Pimentel, que era radi­
cal y tajante en sus decisiones, levantaron el campo e iniciaron la
retirada, viéndose así el Bezudo y su gente libres del agotador y
prolongado encierro, que, de continuar con aquella dureza algunos
días más, hubiera terminado asfixiándolos.
La determinación de la duquesa se debió al egoísmo, que inspi­
raba casi siempre sus actos, pues su cuñado Zúñiga era portador de
una orden conminatoria del rey don Enrique para que el señor de
Monroy entregara seguidamente la plaza de Zalamea al duque de
Arévalo, gobernador de los intereses de su hijo, don Juan de Zú­
ñiga, que había sido nombrado maestre de Alcántara recientemente,
con menosprecio de la persona y derechos de don Alonso de Mon­
roy, el célebre clavero y luego maestre de dicha Orden.
El Bezudo dio cumplimiento a lo dispuesto por el soberano y
regresó a Monroy, después de haber estado cercado durante nueve
meses.
Tenía también por entonces Hernando de Monroy la fortaleza
de Mayorga, y, a pesar de todos los intentos y fuertes presiones, la
duquesa no consiguió arrebatársela, y la entregó de buen grado a
mosén de Soto, alcaide de Magacela, para que fuera puesto en liber­
tad su primo don Alonso, que llevaba encerrado en dicha fortaleza
cerca de dos años.
Cuando la inquieta e intrigante Pimentel tuvo ocupada la ciudad

394
i u n a g ra n ca v a
de Trujillo por el rey de Portugal, el prestigioso don Alonso de
V d e ta l m a n e ra
Monroy, ya recuperado de cuanto había sufrido durante su prisión
en Magacela, de acuerdo con el esclarecido trujillano Luis de
medidas toma- Chaves, y por una puerta de la ciudad cuyo paso le facilitó este
imea, empezaron último caballero, penetró en el recinto amurallado y atacó con
jue tuvieron que
dureza y bravura a los partidarios de la duquesa, a quienes, según
bradas». Cundió se dijo, capitaneaba el valeroso Juan Ternero; y cuando éste peleaba
e esforzaba para
en una de las calles de la ciudad sirviendo de escudo a su gente,
Fallecimiento por vino contra él el Bezudo y le arremetió con tanto ímpetu y coraje,
>rro al conde de que le causó grandes estragos. Al reconocer Ternero a su contrin­
ara, su pariente; cante, se fué hacia él y se entabló un duelo sin cuartel entre ambos
io, y entonces el personajes. Ternero dió un tajo al de Monroy y le cortó casi toda
m y no por las la adarga, hiriéndole levemente en un brazo; pero la reacción del
condiciones, con­ Bezudo fue violenta y eficacísima, pues cayó sobre su adversario y
de un sólo golpe que le dio en el cuello, bastante grueso por cierto,
quiso la fortuna le separó la cabeza del cuerpo, saliendo despedida a bastante distan­
de Arévalo, ter- cia «con un pedazo de gorjal de malla cortado»; siendo el resultado
fue el caso que de aquel personal encuentro que quedara Trujillo por los Reyes
rdenara levantar
Católicos.
su ruego, montó En la toma del castillo de Alegrete, en Portugal, intervino tam­
bastardo del du- bién el señor de Monroy a favor de las armas de don Fernando y
mero de peones; doña Isabel, capitaneadas por su primo don Alonso; y lo hizo con
os lugartenientes
tanto acierto, que destacó sobremanera derrocando con su lanza
itel, que era radi-
a muchos enemigos desde el adarve.
po e iniciaron la Y tomó asimismo parte muy principal en la batalla de Guadalpe-
5 del agotador y
ro, cerca de Olivenza, contra los portugueses.
a dureza algunos

oísmo, que inspi-


t era portador de
que el señor de
nea al duque de
ion Juan de Zu­
ra recientemente,
Alonso de Mon­
eden.
or el soberano y
lo durante nueve

■nroy la fortaleza
?rtes presiones, la
de buen grado a
a puesto en liber-
n dicha fortaleza

>cupada la ciudad
E L CASTILLO DE MONTANCHEZ

I
O r ig e n , s it u a c ió n y v i c is it u d e s e n t o r n o a e s t a f o r t a l e z a .

En la parte sureste de la provincia de Cáceres, al pie de una es­


tribación de la cordillera Oretana, asienta la villa de Montánchez;
y ocupando la cima del pronunciado montículo que se alza junto a
ella, luce su bella silueta, con sorprendente majestad —observado
desde distancia, sobre todo por el lado de la carretera de Alcuéscar—,
la imponente mole del castillo de aquel nombre.
Se admite por los tratadistas la existencia de poblados romanos
en el actual solar de Montánchez y en sus alrededores; y refirién­
dose a la eminente cúspide sobre la que se mantienen pujantes y
retadores algunos lienzos y torres del castillo, el cronista local
Lozano Rubio (1) precisa que allí tuvo su asiento un clásico vicus,
(1) T irso L ozano es autor de la Historia d e M ontánchez, vol. de 3 4 3 págs.

397
que debió ser sin duda la primitiva y más segura fortificación de
das, de gran tam.
toda la zona circundante (2). paredes, y las emj
Justifica su parecer con el examen que realizó, en lugares pró­
Con el parece
ximos a la actual villa, de diversos y esparcidos vestigios romanos,
están de acuerdo
y agrega a este respecto: «un perjuicio inmenso para poder ilustrar la cuales suponen q
antigüedad histórica de Montánchez, se ha causado por la acción
Montánchez, o en
destructora de los tiempos y por la ignorancia e incuria, ya de los tamente, un muni
que los que desenterraron varias piedras que existían en el sitio del
o Mons Anees; y i
palomar, ya de los poseedores de la finca, que, sin previsión ni cui­
días, y se le daba ■
dado alguno, las han destinado para construir el suelo de una era
Y teniendo er
de trillar. décadas subsiguie
»En las referidas piedras, se ve por lo menos que contienen ins­
perimentó un grai
cripciones antiguas enteramente ilegibles; y en tres se llega a dis­
ínsula Ibérica de 1
tinguir con claridad letras sueltas, que por sí solas no suministran al
y fortificaciones c
curioso anticuario pie ni fundamento suficiente para tomar el hilo
paron la Lusitanií
al sentido que pudieran formar dichos caracteres; ni para sospe­
del rey Eurico (4).
char o columbrar las palabras completas en las cuales pudieron
Unicamente p
entrar en composición.»
fundamento, pue<3
Da algunas noticias de una piedra con epígrafe que se conserva
en el año 713, se
al sitio de Valdemorales, empotrada en la pared lateral del portal
metido éstos a Mi
de una viña, camino de Valdefuentes; y transcribe la inscripción
Durante la de
de este modo:
numerables revue
rante los brillante
CAECILIA
Córdoba, como ei
Q-P-TVSCA
dependencia a qu
CVM-COL
invasores que afí
¡VGE-SVD
netos, y su condií
H. S. E. T. T.
lugar propicio y
L.
tones, resentidos,
para evitar sanek
Hace referencia después a un sepulcro que se encontró en una
finca «sita en la Cacha, en donde se ven todavía las paredes latera­ o preocupados al
les y un trozo de bóveda»; y de otro que se halló al construir el Se ha dicho (
molino de Santana, que tenía la misma forma que el anterior. primer soberano c
Vuelve a ocuparse del sitio del Palomar, a la bajada en direc­ fué Ordoño II; q
ción a Valdefuentes, y añade que «allí se descubren enormes y pués de su ruido»
anchos cimientos que ostentan la grandeza de los edificios que en mantelo la fortal»
pánico en los jeqi
otro tiempo sustentaron».
Y en su buen deseo de aportar el mayor número de testimonios naron haciéndose
que corroboren la verdad histórica, agrega que «existen esparcidos excesivamente ale
acá y acullá infinidad de piedras sillares, muy bien labradas, con volvieron a recupt
algunos dinteles, parecidas en todo a las que usaban los romanos Quien tal afín
en sus construcciones y monumentos»; y hace constar que solamente
(3) Ibid.
en la era de Josefa Galán hay más de cien de estas piedras talla­ (4) Tal es la reí
torres..., pág. 163.
(5) Es Hurtado
(2) Revista d e Extremadura, pág. 464, t. I, año 1899. norma corriente en si

398
gura fortificación de
das, de gran tamaño, además de las que aparecen colocadas en las
paredes, y las empotradas en el portal (3).
ilizó, en lugares pró-
Con el parecer y testimonios aportados por el referido cronista
os vestigios romanos,
están de acuerdo la mayoría de los historiadores, buena parte de los
para poder ilustrar la
cuales suponen que existió, en el lugar que ocupa hoy la villa de
tusado por la acción
e incuria, ya de los Montánchez, o en lugar próximo que no ha podido precisarse exac­
tamente, un municipio romano que llevó el nombre de Monstances
ristían en el sitio del
o Mons Anees; y que de este nombre derivó el que lleva en nuestros
sin previsión ni cui-
días, y se le daba ya en la Edad Media musulmana.
el suelo de una era
Y teniendo en cuenta las vicisitudes de aquella región en las
décadas subsiguientes, se admitía como hecho seguro que todo ex­
ys que contienen ins-
i tres se llega a dis- perimentó un gran cambio a consecuencia de la irrupción en la Pen­
>las no suministran al ínsula Ibérica ae los bárbaros del norte, que motivó el paso de plaza
? para tomar el hilo y fortificaciones del poder de los romanos al de los alanos que ocu­
eres; ni para sospe- paron la Lusitania, a los que se los arrebataron los godos en tiempos
del rey Eurico (4).
las cuales pudieron
Unicamente por suposiciones, por conjeturas con más o menos
fundamento, puede admitirse que los árabes, capitaneados por Muza
rafe que se conserva
ed lateral del portal en el año 713, se apoderaron de Montánchez, después de haber so­
metido éstos a Mérida, de cuyo waliato fue siempre dependiente.
scribe la inscripción
Durante la dominación sarracena afectaron a esta villa las in­
numerables revueltas que con harta frecuencia surgían, tanto du­
rante los brillantes momentos de apogeo y esplendor del califato de
Córdoba, como en tiempos de los reyes de Taifa, dada la obligada
dependencia a que nos hemos referido. Y como la mayor parte de los
invasores que afincaron en la provincia cacereña eran berberiscos
netos, y su condición inquieta, levantisca y revolucionaria, resultaba
lugar propicio y adecuado para que acudieran allí todos los san­
tones, resentidos, facinerosos y malquistos con el gobierno central,
se encontró en una para evitar sanciones o recabar adeptos y tener siempre en jaque,
a las paredes latera- o preocupados al menos, a los emires y jerifaltes musulmanes.
halló al construir el Se ha dicho (5) que durante la gran tarea reconquistadora, el
le el anterior, primer soberano de León que llegó junto a los muros de Montánchez
la bajada en direc- fué Ordoño II; que se apoderó de dicha villa en el año 918, des­
?scubren enormes y pués de su ruidoso triunfo en San Esteban de Gormaz; y que des­
los edificios que en manteló la fortaleza y pasó a cuchillo al vecindario, causando tal
pánico en los jeques y otros cabecillas extremeños, que éstos termi­
mero de testimonios naron haciéndose tributarios; y pasado el peligro, el monarca leonés,
«existen esparcidos excesivamente alejado de su reino, regresó a él, y los mahometanos
bien labradas, con volvieron a recuperar la estratégica plaza.
usaban los romanos Quien tal afirma no justifica suficientemente la realidad de esta
mstar que solamente
(3) Ibid.
estas piedras talla­ (4) Tal es la referencia que nos facilita H urtado . Véase su obra Castillos,
torres..., pág. 163.
(5) Es Hurtado quien presenta este hecho como real; aunque, como es
norma corriente en sus escritos, no aporta testimonios.
noticia, que hemos de tomar por tanto con la consiguiente preven­
ción, porque el hecho real es que la mención más antigua que tene­
mos de Montánchez se debe a un cronista árabe del siglo x i i , que
escribe Montanjes, y la de los documentos de la Cámara leonesa
de la misma época, que nombran a dicha villa Montanches; siendo
esta última la forma con que la denominaban siempre moros y cris­
tianos, ya que se trata, sin duda, de uno de esos tópicos heredados,
con más o menos desfiguración, de los idiomas hispanos antiguos, que
a través de las dominaciones romana, visigótica e islámica se han
transmitido a la posteridad (6).
Durante la fructífera incursión que realizó Alfonso VII, el Em ­
perador, por tierras situadas más al sur de la margen izquierda del
Tajo, fueron recuperados la villa y castillo de Montánchez, des­
pués de la conquista de Coria en 1142; pero dicha plaza fuerte, del
mismo modo que Cáceres, Alcántara, el castillo de Esparragal y
muchos otros lugares, villas y fortalezas, volvieron pronto a poder de
los mahometanos por no poder guarnecerlos y, por consiguiente,
conservarlos el batallador rey de León.
Se alude en los Anales Toledanos a la toma de Montánchez en
1167 por el rey de Marruecos (7), y se señala, asimismo, que, en
1184, se volvió a ganar dicha plaza por un hijo de Abu Jacob; pero
la verdad es que se desconoce cuándo pasó la misma, una y otra vez,
a manos de los sarracenos, para así haber podido ser liberada en las
señaladas fechas. Exactamente igual sucede con otras reconquistas
mencionadas por Ferreras, que tuvo lugar, según hace constar, en
1196; pues aunque se admite como hecho cierto que la ocuparon los
moros a raíz del desastre de Alarcos, falta conocer desde cuándo
dominaban en ella los ejércitos cristianos. Es decir, que para que
la ganasen los sarracenos en las tres etapas mencionadas, era pre­
ciso que la hubieran recuperado los castellano-leoneses en otras tan­
tas ocasiones.
Admitido que, después del desastre de Alarcos, se apoderaron
los moros de Montánchez — en 1196 según unos historiadores, y
en 1197 según otros— , es el caso que en 1210 el rey Alfonso V III
de Castilla, por consejo y con auxilio de sus capitanes, decidió unirse
a su pariente Alfonso IX de León, y ambos monarcas se propusieron
el desmoronamiento total de los muslines con las jomadas de Cór-

(6) M atías R. M artín ez , en su artículo sobre Montánchez, publicado en


la Revista d e Extremadura, pág. 457.
(7) Según Hurtado, pág. 163: «In Iumada the second of 560 he surprised
the city o í Truxillo, aud Dilkadah of the same year did same vith Iebura.
He also took Cazeres in Safar 561, aud castle Muntajest in Iumada the first
Severina...», Aben Sahibis Salat, texto en inglés por P. G ayangos, en apéndice
de a Almakary, II, pág. 522. Véase, asimismo la pág. 228 de la tanta veces
citada obra de M. R. M artín ez .

400
c o n s ig u ie n te p re v e n -
ás a n t i g u a q u e t e n e -
b e d e l s ig lo x i i , q u e
■ la Cámara leonesa
Montanches; siendo
iempre moros y cris-
>s tópicos heredados,
ispanos antiguos, que
a e islámica se han

Alfonso VII, el Em-


nargen izquierda del
le Montánchez, des­
cha plaza fuerte, del
lio de Esparragal y

M ontánchez.— Cruz de término y el castillo al fondo


m i pronto a poder de
v, por consiguiente,

a de Montánchez en
t, asimismo, que, en
■de Abu Jacob; pero
dsma, una y otra vez,
lo ser liberada en las
>n otras reconquistas
pin hace constar, en
►que la ocuparon los
>nocer desde cuándo
decir, que para que
íencionadas, era pre-
eoneses en otras tan-

arcos, se apoderaron
unos historiadores, y
) el rey Alfonso VIII
titanes, decidió unirse
narcas se propusieron
las jomadas de Cór-

[ontánchez, publicado en

x>nd of 560 he surprised


r did same vith Iebura.
ijest in Iumada the first
. G ayangos, en apéndice
' 228 de la tanta veces ■

26
doba y Sevilla, una vez roto el extremo más duro de ambos reinos:
Mérida y Trujillo.
La primera ruptura de las armas castellanas se efectuó por la
parte de Toledo, donde penetraron; y desde allí se dirigieron al terri­
torio de Montánchez y Trujillo, aprovechando la circunstancia de
estar entretenidos los moros en el asedio de Salvatierra.
Era entonces miramamolín, o jefe de los almohades, un digno su­
cesor de Abu Jacob, valeroso y audaz, pero con menos fortuna que
su predecesor; y mientras Alfonso V III dispuso de un aguerrido
capitán, su propio hijo el infante don Fernando, joven de veinte años,
que representaba toda la inquietud, ansias de reconquista y bizarría
de las armas de Castilla. Este caballero fué precisamente el encar­
gado de recorrer en fonsado las tierras de la comarca trujillana,
según refieren los Anales Toledanos, donde se hace constar que
«Estando el rey don Alfonso e el infant con todo su reyno en la
Sierra de Sant Vicent, fué el infant don Fernando, en fonsado con
todas las gientes a Trujillo e Montagnes e tornó de aquel fonsado
a su padre en el mes de agosto, era M. C. C. X. L. I. X. (año 1211
de Jesucristo)» (8). Y el resultado de aquella campaña fué que se
perdió Salvatierra definitivamente, pero el infante, aunque acudió
un poco tarde, castigó duramente a los habitantes de aquellas villas
y aldeas y regresó con rico y abundante botín de víveres y ganado (9).
Murió poco después el infante don Fernando, y ya anciano
y achacoso Alfonso VIII, llamado el N oble, triunfó rotundamente
sobre los almohades en la trascendental batalla de las Navas de
Tolosa, aumentando con este triunfo bélico su prestigio y reputa­
ción.
El fallecimiento del soberano de Castilla, acaecido dos años más
tarde, motivó que las riendas del trono castellano pasaran a su hija
doña Berenguela, como tutora de su hermano el infante don En­
rique, que vivió solamente tres años a partir de entonces. Quedó,
por tanto, la corona en manos de la dicha doña Berenguela, esposa
de Alfonso IX de León; y por esta razón, años más tarde llegó a
ser soberano de ambos reinos don Fernando III el Santo, nacido
de este matrimonio.
Entre tanto se sucedían en Castilla estos episodios, el leonés Al­
fonso IX había ensanchado sus fronteras en Extremadura con la
conquista de Cáceres, Montánchez, Mérida y Badajoz; y sólo que­
daba de toda la región en manos de los infieles la bien cercada y
pujante plaza de Trujillo.
Por los excelentes y positivos servicios que los milites de Santiago
habían prestado al rey de León en aquella empresa, don Afonso

(8) Anales Toledanos. Rodrigo d e Toledo, libr. V II, caps. XXXIV y XXXV.
(9) C lodoaldo N aranjo : Solar d e conquistadores, págs. 8 3 -8 4 .
hizo donación de la villa y castillo de Montánchez (10) al maestre
de dicha Orden, don Pedro González Mengo, el cual formó con
esta plaza fuerte y sus tierras y aldeas del contorno una de las
más prósperas y solicitadas encom iendas, que adquirió pronto ex­
traordinaria importancia por sus riquezas y la seguridad que ofre­
cían los muros de su fortaleza; al extremo que en la misma solía
guardarse el tesoro de la referida Orden, y allí se celebraron algunos
capítulos generales.
Se supone, por tanto, que debía ser muy codiciada la posesión de
aquella encom ienda, por disponer su titular de un casi inexpugna­
ble baluarte y de los recursos económicos de la Orden, tan precisos
y útiles en determinados momentos; sobre todo en los períodos de
discordias, y aun de luchas, que eran tan frecuentes entre los mili­
tantes de estos Institutos.
El cronista local de Montánchez (11) nos ha legado relación,
aunque incompleta, de los comendadores que detentaron dicha pre­
benda. He aquí los que la poseyeron en las fechas que se indican:

(10) Bullarium Ord. mil. S. Jacobi, pág. 143 (Matriti, anno 1719).
En el A. H. N., Orden de Santiago: Encom iendas, sig. 211, se guardan los
siguientes documentos:
a) Privilegio del rey don Alfonso V III donando la mitad de las tercias de
Trujillo a la Orden de Santiago. Año 1186.
b) Una copia del anterior.
c) Privilegio del rey Alfonso V III por el que dona los diezmos de pan y
vino y ganado real de Trujillo a la Orden de Santiago. Año 1189.
d) Copia del anterior.
e) Privilegio de Alfonso IX haciendo donación de la villa de Montánchez
a la Orden de Santiago. Año 1230.
f) Bula del Papa Inocencio IV, en la que aparece inserto y confirmado el
privilegio anterior. Año 1245.
g) Privilegio del Santo rey don Fernando, en el que se inserta y confirma
otro de don Alonso, su padre, donando la villa de Montánchez a la Orden de
Santiago. Año 1234.
h ) Copia del anterior.
i) Concesión hecha por la Orden de Santiago al Concejo de Montánchez,
del Fuero de Cáceres y de parte de los términos y villa de Montánchez.
Año 1236.
/') Mandamiento de don Fernando, el Santo, para que al comendador de
Montánchez no se le embarguen sus bienes.
k) Amojonamiento y apeo de los términos de Montánchez y los de Cáce­
res. Año 1241.
Z) Amojonamiento y apeo de los términos de los Concejos de Montánchez
y Trujillo. Año 1250.
II) Privilegio del rey don Alfonso, el Sabio, confirmando otros cuatro pri­
vilegios y concordias a la Orden de Santiago; entre ellos, el de la concesión
de Montánchez. Año 1254.
m) Amojonamiento y apeo de los términos de los Concejos de Montánchez
y Medellín. Año 1304.
n) Copia del documento a que se refiere la letra k). Año de 1320.
(11) E l ref. don T irso L ozano R ubio en su Historia d e M ontánchez.
Don Pedro Iñiguez, en 1235.
Don Gómez Fernández, en 1242.
Don Pedro Veláiz, también en 1242.
Don Rodrigo Alcil, en 1250.
Don Pedro Fernández Mata, en 1282.
Don Vasco López, en 1330.
Don Pedro Ruiz de Sandoval, en 1383.
Don Pedro Fernández, en 1384.
Don Alonso de Portocarrero, en 1489.
Don Alonso Enríquez, en 1494.
Don Luis Portocarrero, en 1499.
# # #

Corría el año de 1295, y los infantes de la Cerda habían con­


seguido formar un partido poderoso y capaz, decididos a poner en
peligro la corona de Fernando IV el Em plazado. Y hubieran con­
seguido su propósito a no surgir la intervención de la madre del
rey, la egregia señora doña María de Molina, mujer de extraordi­
narias dotes de gobierno y diplomacia, que pudo conjurar el peligro
y salvar los derechos de su hijo con el asesoramiento de su fiel y
experto consejero, don Ñuño Pérez de Monroy, abad de Santander.
De todas formas, fué aquella una época calamitosa en que la
indisciplina, robos e inquietudes eran constantes, hasta entre la
nobleza, pues parecía zozobrar toda la nación por el desconocimiento
o desprecio del derecho, y el abuso del empleo de las armas; única
ley que imperaba entre las clases que más debían contribuir al so­
siego y al orden del país.
Se alude con frecuencia en los documentos de aquel tiempo a
unos caballeros que fueron terror y continuo sobresalto en la región
cacereña colindante con la actual provincia de Toledo, a quienes
se les conocía con el nombre de Golfines. Y era tal el pánico que
infundía su presencia a los naturales de aquella comarca, que casi
todos los privilegios y cartas de fundación y población se con­
cedían para ver de contener las rapiñas y alteraciones de estos fa­
mosos salteadores, nobles más tarde al arrepentirse de sus fechorías
cuando ya se habían hecho inmensamente ricos.
La fundación de una casa fuerte en Miajadas, la de otra en
Jaraicejo, la que ocupaba el solar donde hoy asienta el castillo
de Belvís, según se dice en el correspondiente lugar de esta obra,
y las de otros muchos poblados, obedecen a la causa señalada.
Motivando este hecho real que las tierras de la mitad de la que es
hoy provincia de Cáceres —especialmente la capital, Plasencia, Mon­
tánchez, Trujillo y Medellín, con sus extensos dominios—, fueran
territorio infestado de Golfines; y para quedar al margen de sus
rizas y zarpazos, los habitantes de Montánchez y demás plazas

404
Cerda habían con-

M ontánchez.— Panorámica del magnífico castillo


cididos a poner en
J. Y hubieran con­
de la madre del
Qujer de extraordi-
conjurar el peligro
liento de su fiel y
ibad de Santander,
amitosa en que
es, hasta entre la
el desconocimiento
le las armas; única
m contribuir al so-

ie aquel tiempo a
■esalto en la región
Toledo, a quienes
tal el pánico que
comarca, que casi
población se con­
dones de estos fa­
se de sus fechorías

las, la de otra en
asienta el castillo
Ligar de esta obra,
la causa señalada,
nitad de la que es
al, Plasencia, Mon-
lominios—, fueran
al margen de sus
i y demás plazas
En 1478 se i
fuertes de la comarca se vieron precisados entonces a mejorar y las pretensiones
ampliar las defensas de sus castillos; único lugar seguro contra la descontento por
constante amenaza de aquellos envalentonados y temibles aventu­ so de Cárdenas
reros. Monroy, debido
había concedido
la condesa de '
Católicos por la
En tiempos del rey Juan II de Castilla, cuando su primo el unieron al grup<
intrigante y ambicioso don Enrique, infante de Aragón, contrajo gún esfuerzo ni
matrimonio con su hermana doña Catalina, a instancia del con­ Trujillo estaba ]
destable don Alvaro de Luna se negó al aragonés la entrega del podía declarars<
marquesado de Villena, que había solicitado como parte de la dote estar cerca de li
de su esposa; y en cambio se le dió la ciudad de Trujillo, una tarse de la más
fuerte indemnización en dinero y algunas otras plazas con for­ marca (12).
talezas, como Galisteo, quedando así satisfecho, como igualmente Las tropas re
sus hermanos que tenían posesiones por su madre la reina doña del maestre de !
Leonor, en Castilla, y sobre todo en Extremadura, donde contaban nando y doña I
con Granadilla, Pasaron, Jarandilla, Alburquerque, Montánchez y raciones, dejand
otras. bales y lugares p
Dueño y señor don Enrique de la gran urbe murada de Trujillo Los monarca
y de su ingente y bien conservada fortaleza, puso al frente de ella el más adicto d
a Pedro Alfonso de Orellana y a su escudero Garci Sánchez de ció la guerra, t
Quincoces, muy fieles y adictos a su persona. Pero poco después y estar a la expe
estalló la guerra entre Castilla y Aragón, y los infantes alternaron fortuna, el mae
el interior del reino con robos y violencias, desde sus feudos extre­ en Albuera, y r
meños; sobre todo desde Trujillo, donde los aragoneses habían relativa, ya que
establecido su cuartel general, a pesar de que los trujillanos reci­ Mérida, Medellí
bieron con recelo y descontento a su nuevo señor. morchón, Deleit
Visto el rumbo de los acontecimientos, don Alvaro de Luna recabó ocuparon por o
la Capitanía General de Extremadura, y con los caballeros de Al­ rey portugués.
cántara y Calatrava, y las huestes del conde de Benavente, del ade­ La villa de
lantado de Andalucía, del de Cazorla, del valeroso señor de Ci- Alonso de M a
gales, Pero Niño, y de otras tropas extremeñas, fué sobre Trujillo, don Alonso Poi
donde estaban bien pertrechados los infantes hermanos don Enrique al célebre clav»
y don Pedro; y si bien decidieron hacerle frente en un principio, no cesidad, como v
tuvieron valor o no disponían de las fuerzas necesarias para resistir Firmada la ]
la embestida del condestable, y antes de que llegara huyeron a merced a la ii
Montánchez, lugar más seguro por lo inexpugnable de su fortaleza. el tiempo que I
Se detuvo algún tiempo don Alvaro hasta apoderarse y consoli­ a Trujillo, hast
dar la plaza de Trujillo; y al siguiente año, en 1429, partió hacia fué para la sol
Montánchez, en persecución de los infantes, quienes consiguieron de los seguidoi
chasquearlo nuevamente, pues cuando el condestable llegó a esta guerrillero, con
villa ya habían escapado los aragoneses hacia el castillo de Al­ distraer desde
burquerque, a donde acudió seguidamente don Alvaro dispuesto a
exterminarlos, para liquidar de una vez su partido de revueltas, que
(1 2 ) N a r a n jo
ensangrentaban los reinos de Castilla y Aragón.

406
En 1478 se recrudeció la guerra con Portugal, y se unieron a
las pretensiones de su rey Alfonso V el duque de Medina Sidonia,
descontento por haberse dado el Maestrazgo de Santiago a don Alon­
so de Cárdenas; el maestre electo de Alcántara don Alonso de
Monroy, debido a que, en lugar de confirmar su elección, se
había concedido la jefatura de la Orden a don Juan de Zúñiga;
la condesa de Medellín, que siempre tuvo recelos de los Reyes
Católicos por la seguridad de sus Estados; y otros más, que se
unieron al grupo de descontentos por algún agravio recibido o al­
gún esfuerzo no recompensado. Y entonces, como la ciudad de
Trujillo estaba puesta en tercería contra el marqués de Villena y
podía declararse a su favor en esta ocasión, los reyes quisieron
estar cerca de la frontera portuguesa y se trasladaron allí, por tra­
tarse de la más fuerte y bien abastecida fortaleza de toda la co­
marca (12).
Las tropas reales llegaron a Trujillo en agosto de 1478 al mando
del maestre de Santiago, y el 20 de noviembre lo hicieron don Fer­
nando y doña Isabel, cuando ya Cárdenas había iniciado las ope­
raciones, dejando de reserva 300 lanzas y aposentando en los arra­
bales y lugares próximos otras 1.000.
Los monarcas se hospedaron en el alcázar de Luis de Chávez,
el más adicto de sus partidarios; y como seguidamente se recrude­
ció la guerra, tuvieron que atender con todo cuidado sus asuntos
y estar a la expectativa del desarrollo de los acontecimientos; mas por
fortuna, el maestre de Santiago se apuntó el éxito de su victoria
en Albuera, y renació un poco la tranquilidad, aunque de manera
relativa, ya que al propio tiempo los enemigos se apoderaron de
Mérida, Medellín, Castilnovo, Magacela, Zalamea, Benquerencia, Al-
morchón, Deleitosa y Montánchez. Estas plazas, sin embargo, no las
ocuparon por conquista, sino por ser propias de los partidarios del
rey portugués.
La villa de Montánchez era, a la sazón, de la hermana de don
Alonso de Monroy y detentaba aquella encom ienda su cuñado
don Alonso Portocarrero, que auxilió y acogió siempre con agrado
al célebre clavero y maestre alcantarino, cuando de ello tuvo ne­
cesidad, como veremos después.
Firmada la paz entre España y Portugal el 30 de agosto de 1479,
merced a la intervención de la infanta portuguesa doña Beatriz,
el tiempo que transcurrió desde marzo, en que regresó doña Isabel
a Trujillo, hasta septiembre de dicho año, en que se ultimó todo,
fué para la soberana de grandes preocupaciones por las correrías
de los seguidores de don Alonso de Monroy, ya que este insigne
guerrillero, con su espíritu inquieto y descontentadizo, consiguió
distraer desde Deleitosa, y principalmente desde su fuerte reducto

(12) N a r a n jo : obr. cit., cap. X V III.


de Montánchez, las fuerzas defensoras de la plaza de Trujillo y las
de don Alonso de Cárdenas, a pesar de que éste, en extremo activo,
acudía a todas partes.
El bravo y sin par Monroy, desde su refugio de Montánchez,
vivaqueaba por todas partes y tenía acobardados a los habitantes
de los pueblos comarcanos, especialmente a los de Trujillo, encar-
jados de la defensa de la ciudad y de la guarda de la reina, quienes
flegaron a pasar graves apuros porque les faltaron los mantenimien­
tos precisos; pero doña Isabel dió grandes pruebas de serenidad y
rechazó las indicaciones de los que insistían en que abandonara la
ciudad por insegura.
Logró al fin Alonso de Cárdenas algunas ventajas sobre Monroy
y su gente; y como se le diera a partido al mismo tiempo la condesa
de Medellín y el propio don Alonso —con quien tuvo doña Isabel
toda la clemencia que cabía en su corazón— , terminó encauzán­
dose el lamentable estado de cosas.
tt # #

Según hemos hecho constar en páginas precedentes, A. de Porto-


carrero, casado con una hermana de don Alonso de Monroy, clavero
y maestre de la Orden militar y de caballería de Alcántara, a quien
tantas veces hemos hecho referencia, era titular de la encom ienda
de Montánchez; y todo el tiempo que disfrutó dicha prebenda y
sus pingües beneficios, coincidió con el más agitado período de
la vida de don Alonso. Por el mucho afecto que se profesaban am­
bos personajes —ya que el dicho comendador era admirador fa­
nático de su cuñado—, porque la gente de Portocarrero estuviera
siempre a disposición del maestre de Alcántara, o bien porque este úl­
timo considerara el castillo de Montánchez lugar propicio para para­
petarse con sus amigos, dada la inexpugnabilidad del mismo, el caso
es que el temido, astuto y excepcional capitán don Alonso procuró en­
rocarse, en los momentos de peligro, en la fortaleza de Montánchez,
con preferencia a cualquiera otra de las pertenecientes a la Orden de
Alcántara. Cuando se veía acosado, en malos trances, dispuesto a
descansar, o decidía reunir o reforzar sus mesnadas, se recogía
en Montánchez, donde cavilaba y meditaba sobre sus futuros pla­
nes; y en vez de acudir a Belvís de Monroy, fortaleza también muy
segura y estratégicamente situada, cabeza del mayorazgo de los Mon-
royes, confiaba más en los muros de Montánchez, en la cordial
acogida de sus hermanos, señores de aquellas tierras.
Podemos, por tanto, considerar a la fortaleza de Montánchez
como la auténtica morada, de hecho, del famoso Monroy; su escon­
drijo seguro y preferente, y base de sus andanzas y operaciones
bélicas. Y por esta razón creemos sinceramente que los maltrechos
paredones que se alzan todavía, ingentes y retadores, merecen

408
de Trujillo y las
i extremo activo,

de Montánchez,
a los habitantes
Trujillo, encar-
la reina, quienes
os mantenimien-
de serenidad y
e abandonara la

is sobre Monroy
empo la condesa
uvo doña Isabel
minó encauzán-

tes, A. de Porto-
Monroy, clavero
cántara, a quien
? la encom ienda
cha prebenda y
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n porque este úl-
>picio para para-
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de Montánchez,
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sus futuros pla-
•za también muy
izgo de los Mon-
z, en la cordial

de Montánchez
onrov; su escon-
s y operaciones
e los maltrechos
adores, merecen
M ontánchez.— Restos de la gran fortaleza que fue cabeza de una de las en co­
m iendas de Santiago
ser admirados y conservados por las sucesivas generaciones; son
reliquia sin par, porque entre los mismos se fraguaron episodios
importantísimos de la historia regional extremeña, y en sus aposen­
tos reposó y se reconfortó en momentos decisivos el ánimo del es­
clarecido capitán cacereño, el gran aguilucho, que más sobresalió,
según reiteradamente hemos indicado, durante la segunda mitad
del episódico y casi legendario siglo xv; período de sumo interés.
Y debido a la señalada preferencia del clavero de Alcántara, o del
maestre cuando ya había alcanzado tal dignidad, por dicha forta­
leza, vamos a ocuparnos de algunas de las muchas veces que en
ella residió, y de las que partió de la misma en busca de éxitos y
resonantes aventuras:
Cuando don Alonso de Monroy «quebrando unas cadenas con sus
manos y desquiciando puertas», huyó de la plaza fuerte de Alcántara,
donde se hallaba preso por mandato del maestre don Gómez de
Cáceres y Solís, después de refugiarse en su feudo de Robledillo de
Gata y de haberse apoderado del castillo de Trevejo, se dirigió a
Montánchez confiado en que sería acogido favorablemente por su
cuñado Portocarrero, titular, según se dijo, de la encom ienda de aquel
nombre. Pensaba, asimismo, recibir fuerte socorro de gente de armas
para combatir al maestre, a sus partidarios, y para resarcirse de los
malos tratos y vejaciones sufridas; pero ni el comendador de Mon­
tánchez, ni su propio hermano Hernán de Monroy, señor de Belvís,
Almaraz y Deleitosa, accedieron a sus pretensiones, porque su in­
tuición les hacía prever «que esta guerra se caería luego, y tam­
bién porque el maestre estaba tan gran señor y poderoso en la tierra
que no podían durar ni valerse con él, y también muchos enten­
dían en las amistades».
Máá don Alonso no desanimó por este exceso de previsión y
tacto de sus familiares y reunió al fin una fracción numerosa y
bien dispuesta, que le fué muy útil en andadas y correrías suce­
sivas.
Algún tiempo después, y merced a la intervención del rey Enri­
que IV, se reunieron en Trujillo el dicho don Gómez, maestre alcanta-
rino y su eterno rival el tozudo e incorregible Monroy, consi­
guiendo el soberano, en apariencia por lo menos, que hicieran las
paces ambos personajes; pero como entonces se concedió el Con­
dado de Coria a Gutiérrez de Solís, hermano del maestre, no disi­
mulando con esta determinación don Enrique su apoyo y simpatía
por el partido acaudillado por los dos referidos hermanos, y con­
vencido a su vez de que iban en auge los intereses y prestigio de
sus enemigos, el clavero se retiró de Trujillo mostrando conformidad,
pero receloso en el fondo y dispuesto a conseguir los medios y poder
necesario para, en su día, ir contra los que se oponían a sus pre­
tensiones, hasta reducirlos a la impotencia.
Firme en su propósito, regresó a Montánchez y permaneció en di­

410
generaciones; son cha villa durante más de un año; el tiempo que estimó preciso
aguaron episodios para organizar sus mesnadas y adiestrarlas suficientemente, pues
, y en sus aposen- se dedicó casi en absoluto a ejercitar a sus hombres y a instruirlos
; el ánimo del es­ para la guerra, a fin de que triunfaran siempre en cuantas bata­
líe más sobresalió, llas, torneos y otras fiestas tomaran parte.
la segunda mitad En Montánchez se encontraba también, y de allí partió con
; sumo interés, 200 lanzas hacia el castillo de Piedrabuena en otra ocasión. Y por
le Alcántara, o del cierto que en aquella expedición pasó toda clase de peligros y cala­
, por dicha forta­ midades, por haber escogido, para realizarla, el momento más crí­
chas veces que en tico de un crudo invierno, creyéndolo el más propicio para des­
busca de éxitos y pistar a sus contrarios. Llegó a Piedrabuena cierta noche antes
de amanecer y sorprendió a los soldados del maestre, que estaban
as cadenas con sus confiados, ajenos al peligro que se les venía encima, durmiendo
uerte de Alcántara, o haciendo comentarios junto a una gran fogata. Permaneció don
re don Gómez de Alonso agazapado con su gente en un lugar próximo, y al romper
j de Robledillo de el alba los acometió con dureza. Aunque pretendieron hacerle frente
evejo, se dirigió a y procuraron defenderse utilizando sus caballos, como no los te­
rablemente por su nían dispuestos ni eran duchos en la maniobra, se espantaron
com ienda de aquel los animales y huyeron en distintas direcciones. Entonces los del
de gente de armas clavero aprovecharon la confusión del momento para dar, ahora
a resarcirse de los en un grupo, después en otro, y terminaron desbaratando el resto,
lendador de Mon- matando a la mayor parte y apoderándose de cuanto poseían de
y, señor de Belvís, alguna utilidad.
íes, porque su in- Después que el valiente Monroy se apoderó de Alcántara, merced
?ría luego, y tam- a la curiosa estratagema que con toda clase de detalles relata el cro­
deroso en la tierra nista (13) Maldonado, dejó al frente de dicha plaza a un caballero
íén muchos enten- de su confianza, al capitán Aldana, y regresó seguidamente a Mon­
tánchez con 350 lanzas y más de 500 peones, porque habiéndose en­
so de previsión y terado que la duquesa de Plasencia y sus otros enemigos naturales
eción numerosa y se habían aliado contra él, le resultaba conveniente concentrar
i v correrías suce- a los suyos en Montánchez por estar más cerca de la Serena y
poder atacar las varias fortalezas que el maestre poseía en aquella
ición del rey Enri- zona; y para no perder de vista a don Gómez de Solís, que residía
rz, maestre alcanta- a la sazón en Magacela.
le Monroy, consi- Entendiendo don Alonso que en su proyectada incursión bélica
s, que hicieran las le sería muy útil el auxilio de su primo Hernando de Monroy, el
concedió el Con- Bezudo, señor de Monroy y las Quebradas, le escribió desde Mon­
•1 maestre, no disi- tánchez exponiéndole su plan, rogándole acudiera con su gente y pro­
i apoyo y simpatía metiéndole en recompensa por su ayuda la entrega de dos encom ien­
hermanos, y con- das para sus hijos; y así lo hizo después, si bien solamente a me­
?ses y prestigio de dias, pues sólo entregó a uno de ellos la de Mayoraga.
•ando conformidad, El animoso Bezudo se le incorporó apresuradamente con 60 de
los medios y poder
jponían a sus pre- (13) Para referir las andanzas del ínclito maestre y popular clavero de la
Orden de Alcántara don Alonso de Monroy en relación con el castillo de Mon­
permaneció en di­ tánchez, hemos utilizado la cantera de datos que nos facilita la crónica de
A. Maldonado.
sus mejores jinetes y más de un centenar de peones; y capitaneando resuelto y esforz
ambos una fiel y voluntariosa hueste, rompieron las hostilidades con­ caballos como di
tra la condesa de Medellín, la célebre doña Beatriz Pacheco, contrarios, qued.
por no ocultar sus simpatías y ser decidida protectora de los her­ entregaron al m
manos Francisco de Solís y Juan de Pantoja, sobrinos de don Gó­ muy diestro en 1
mez. Al poco tien
Al ser elegido maestre de la Orden de Alcántara el ya tan sig­ Montánchez, y c
nificado y batallador clavero don Alonso de Monroy, por haber constitución y su
fallecido don Gómez de Cáceres y Solís en la fortaleza de Maga- hacer la güeña ¡
cela, derrotó fulminantemente en tres batallas a los partidarios de nica, que dice ai
la condesa de Medellín; y se hubiera apoderado de la villa de este cosas grandes v
nombre de no haberse hallado al frente de las defensas de la misma pensallas, salió
persona tan sagaz y capacitada como la varonil y enérgica doña guerreros muy esi
Beatriz, dama superdotada y muy ducha en estas lides. Como desput
Se hallaba también en Montánchez el maestre don Alonso gueses no tu vien
cuando fué invitado por Francisco de Solís, sobrino, como dijimos, a Montánchez, pí
del desaparecido maestre, para visitarle en Magacela, cuya for­ descanso; pero n
taleza le había entregado su tío; y confiado en su buena estrella Luis de Chaves
y en la eficacia de sus puños, partió de aquella villa y acudió encontraba en la
a reunirse con el intrigante Solís, que le había insinuado tomaría ponerlo al corrie
por esposa a una hija suya bastarda. apremiante de qi
Aunque sus parciales y amigos habían procurado disuadirle y de fuerzas dispon
le aconsejaban que aquella visita era una temeridad, porque lo La gente de 1
que pretendían sus enemigos era apoderarse de su persona, a pesar se enseñoreaba c
de aquellos consejos y advertencias no lograron nacerle desistir; al ver que Chave
y acompañado de 200 hombres se presentó en Magacela, donde le —Ahora veren
permitieron la entrada acompañado solamente de dos de sus ca­ Sabían los de
balleros. sus valientes gue
Fué consecuencia de aquella aventura la vil y traidora prisión de 100 lanzas) pí
del maestre durante un período de tiempo que rebasó los dos cuyo hecho perno
años. decidiera tomar 1
Al salir de su encierro del fuerte de Magacela, en 1476, el maes­ suceder así las <
tre marchó seguidamente a su refugio de Montánchez y «fué tanta de Chaves para v
la alegría de aquellos sus criados y abogados, que no les pareció cer lo peligroso (
sino que había resucitado, que no pensaban verle jamás». Enterado de
Acudió muchísima gente a visitarle a Montánchez, y además al emisario de C1
de familiares y amigos se les presentaron algunos elementos de vida acudiría en socoi
dudosa y fugitivos de otras partes, conjuntando pronto con todos de refresco y con
ellos una hueste integrada por 200 lanzas y 400 peones. Y fué tanta placentinos. Así
la alegría de sus partidarios y de sus vecinos y residentes en los carta que entregó
pueblos comarcanos, que compusieron coplas y romances para ce­ se conformó con
lebrar el regreso del ilustre Monroy, el más temido, pero también chez los espías d
el más querido y respetado de los paladines de entonces. plaza principal d
Después que los hombres del maestre y los de su primo el pasar desapercibí
B ezudo derrotaron en las calles de Trujillo a los militas de la du­ órdenes a los cap
quesa de Plasencia, que estaban dirigidos y capitaneados por el dolos al mismo ti»

412
eones; y capitaneando resuelto y esforzado Juan Ternero «hobieron muy gran robo, asi de
q las hostilidades con- caballos como de armas y atavíos y dinero», pusieron en fuga a los
>ña Beatriz Pacheco, contrarios, quedando la ciudad por los Reyes Católicos, quienes la
jrotectora de los her- entregaron al más fiel de sus vasallos: el ínclito Luis de Chaves,
sobrinos de don Gó- muy diestro en las armas y gran servidor de la Corona.
Al poco tiempo el maestre regresó a su residencia-refugio de
■ántara el ya tan sig- Montánchez, y como no podía permanecer inactivo dada su natural
Monroy, por haber constitución y sus anhelos de triunfo, decidió pasar a Portugal para
i fortaleza de Maga- hacer la guerra al soberano de dicho país, según testimonia la cró­
a los partidarios de nica, que dice así a este respecto: «porque como él fuera amigo de
lo de la villa de este cosas grandes y de empresas que parecían imposible tan solamente
defensas de la misma pensallas, salió de Montánchez con 400 lanzas, todos caballeros
mil y enérgica doña guerreros muy escogidos».
lides. Como después de combatir y castigar duramente a los portu­
naestre don Alonso gueses no tuviera ya qué hacer don Alonso en aquel país, regresó
brino, como dijimos, a Montánchez, para pasar el invierno y disfrutar de un bien merecido
Magacela, cuya for- descanso; pero no pudo tranquilizar mucho tiempo porque al saber
*n su buena estrella Luis de Chaves que había regresado victorioso de Portugal y se
íella villa y acudió encontraba en la fortaleza montanchega, le envió un emisario para
a insinuado tomaría ponerlo al corriente de lo crítico de su situación y con el ruego
apremiante de que acudiera en socorro suyo con el mayor número
curado disuadirle y de fuerzas disponibles.
meridad, porque lo La gente de la duquesa de Plasencia, Leonor de Pimentel, que
su persona, a pesar se enseñoreaba de Trujillo, sorprendió al correo, abrió la carta y
on hacerle desistir; al ver que Chaves demandaba auxilio, lo dejaron marchar diciendo:
Magacela, donde le —Ahora veremos qué hará el ciego.
de dos de sus ca- Sabían los de la duquesa que el maestre había perdido parte de
sus valientes guerreros en Portugal, y dejado allí otras tropas (más
l y traidora prisión de 100 lanzas) para guarnecer y sostener la plaza de Alegrete, por
[ue rebasó los dos cuyo hecho permanecían tranquilos y sin miedo a que el maestre
decidiera tomar las armas y marchar contra ellos; pero a pesar de
i, en 1476, el maes- suceder así las cosas, enviaron espías tras el mensajero de Luis
nchez y «fué tanta de Chaves para ver cuál era la reacción del bravo Monroy al cono­
que no les pareció cer lo peligroso de la situación de su amigo.
e jamás». Enterado de cuanto acontecía en Trujillo, el maestre encargó
tánchez, y además al emisario de Chaves dijera a su señor que de allí a veinte días
elementos de vida acudiría en socorro suyo, pues para entonces dispondría de gente
pronto con todos de refresco y conseguiría con toda seguridad destruir a los osados
>eones. Y fué tanta placentinos. Así se expresó don Alonso y así lo hizo constar en
' residentes en los carta que entregó para su amigo, el noble caballero trujillano. Y no
romances para ce- se conformó con esto, porque sabiendo que estaban en Montán­
tido, pero también chez los espías de la Pimentel, salió del castillo y, al bajar a la
tonces. plaza principal de la villa, reconoció a los que se esforzaban por
s de su primo el pasar desapercibidos; disimuló con ellos, y en su presencia dió
militas de la du- órdenes a los capitanes para que licenciaran a su gente, convocán­
pitaneados por el dolos al mismo tiempo para que se encontraran nuevamente dentro
de veinte días en
empresa muy pro
duquesa, regresare
habían oído y pres
Seguidamente
confianza que se
sando que de su
aquella misma nex
iría aquella noche
y, efectivamente, s«
y poniéndose al fr<
prendió a sus enei
cansando, confiadc
derrotó, tomó la (
las calles de Trujil
reando a los reyes
Y ... como si si
rodeado de sus an
montando brioso c
que le habían proj
doña Leonor de Pir

B r e v e e x p l ic a c ió n

A. Cuerpo alte
conventual de la i
y fuerte, y poseía de
B. Cuerpo que
Su suelo desciende
mero 5, que está y
indicadores de que
secundarios del cas
terior. Tuvo tambiéi
C. Patio inicia
está cerrado y bati
torreón del aljibe, ¡
además de los mun
D. Recinto exte
vo por la puerta 3.
grandes rocas y peñ;
E. Recinto exte
car (es la Villa Vie
comunicaciones con
de veinte días en aquel mismo lugar, dispuestos a cooperar en una
empresa muy prometedora. Visto lo cual por los emisarios de la
duquesa, regresaron jubilosos para informar a sus jefes de cuanto
habían oído y presenciado.
Seguidamente el maestre encomendó a un caballero de su
confianza que se entrevistase en secreto con sus capitanes, intere­
sando que de su parte, y sin excusa alguna, juntaran la gente
aquella misma noche en el sitio que él mismo les señaló, «que él
iría aquella noche con ellos y que habían de ir a cierta parte»;
y, efectivamente, se concentraron 300 lanzas en el lugar que se indicó,
y poniéndose al frente don Alonso, se encaminó hacia Trujillo y sor­
prendió a sus enemigos —la mayoría de los cuales se hallaban des­
cansando, confiados, y hubieron de huir en paños menores—, los
derrotó, tomó la ciudad y saboreando la victoria recorrió jubiloso
las calles de Trujillo al frente de sus bravas y bizarras huestes, vito­
reando a los reyes don Fernando y doña Isabel.
Y ... como si su acto heroico careciera de importancia, regresó,
rodeado de sus amigos y soldados, a su residencia de Montánchez,
montando brioso corcel y comentando las incidencias de la paliza
que le habían propinado a los vasallos de la ambiciosa e intrigante
doña Leonor de Pimentel.

II

B r e v e e x p l ic a c ió n d e l p l a n o d e l c a s t il l o d e M o n t á n c h e z .

A. Cuerpo alto del castillo, que debió destinarse a residencia


conventual de la encom ienda de Santiago. Es la parte más alta
y fuerte, y poseía dos plantas, más los adarves.
B. Cuerpo que con el anterior formaba la verdadera fortaleza.
Su suelo desciende en pronunciada pendiente hasta la poterna nú­
mero 5, que está ya muy baja. Se ven restos de muros y cimientos
indicadores de que allí se alzaban ciertas dependencias o servicios
secundarios del castillo, cuyo reducto o cuerpo principal era el an­
terior. Tuvo también dos plantas.
C. Patio inicial de la entrada principal del castillo. Por ello
está cerrado y batido por el doble escalón formado por el muro y
torreón del aljibe, número 9, y la plataforma del cuerpo superior,
además de los muros de las puertas, número 2, que lo cierran.
D. Recinto exterior del Oeste. Innaccesible desde el exterior, sal­
vo por la puerta 3, por su alto y dificultoso emplazamiento sobre
grandes rocas y peñas que descienden hasta muy bajo.
E. Recinto exterior del Noreste, que formaba un verdadero alba-
car (es la Villa Vieja de la Relación topográfica de 1604), por sus
comunicaciones con el pueblo y su extensión; aparte de estar domi­

415
nado por el castillo e independiente del mismo. Alzado igualmente
sobre altas y profundas rocas.
F. Iglesia y dependencias de Nuestra Señora del Castillo, pa-
trona hoy de Montánchez. Debió ser posible iglesia o capilla de la
encom ienda.
G. Grandes rocas de escaso relieve o altura que afloran a la
superficie de este recinto, cuyo suelo desciende del castillo a los
muros, y estos declinan progresivamente, a su vez, de poniente a na­
ciente, formando el acceso o camino de comunicación con el pueblo,
situado al noreste de la fortaleza.
# # #

1. Puerta principal del recinto exterior del castillo. Se abre en


un lienzo de sillares romanos, señalados por Mélida.
2. Puerta de comunicación del patio de la entrada con los dos
recintos exteriores de los lados este y oeste.
3. Puerta falsa o de escape para salir al campo. Es una puerta
ojival, seguramente la más antigua del castillo, porque las demás
se ve fueron reconstruidas en el siglo xvi, o acaso más tarde. El
acceso a esta puerta de ojiva es muy dificultoso por el lugar de su
emplazamiento.
4. Puerta principal del castillo con grandes arcos de medio
punto, obra del siglo xvi, o después. Es el único resto señorial y
artístico que queda hoy en estas grandes ruinas.
4 bis. Boquete, acceso nada claro, aunque por dentro parece
apreciarse que fué una entrada destinada posiblemente a los servi­
cios auxiliares, secundarios. El paso por ella es difícil por estar
alzada por fuera sobre altas rocas.
5. Arco dovelado, de medio punto, que era la entrada del cuerpo
principal. Es un bello arco, pero está ya suelto y en peligro de pronta
desaparición. Yace medio enterrado por los escombros y realce del
suelo. Por sus líneas carresponde a la misma traza de la gran puerta
principal número 4.
5 bis. Poterna de escape, estratégicamente situada por estar muy
bien disimulada y dar sobre unas altas rocas inaccesibles y bien
batidas. Sale a bastante profundidad del suelo interior del castillo,
y poseé también un pequeño recinto interior, que la resguarda y
disimula por dentro.
6. Puerta pequeña de salida del castillo al gran recinto exterior
del sur o del albacar.
7. Puerta extraña que comunica con el interior de un pequeño
cuerpo añadido o adosado al castillo. Este cuerpo parece tuvo dos
plantas y en la alta se abrían una puerta y una ventana que dan
a los dos cuerpos del castillo.
8. Boquete roto por el que hoy puede pasarse únicamente al
i. Alzado igualmente

ora del Castillo, pa­


resia o capilla de la

ira que afloran a la


le del castillo a los
?z, de poniente a na­
tación con el pueblo,

M ontánchez.— Cuerpo principal de la magnífica fortaleza


castillo. Se abre en
da.
entrada con los dos

impo. Es una puerta


>, porque las demás
acaso más tarde. El
0 por el lugar de su

des arcos de medio


oico resto señorial y

e por dentro parece


blemente a los servi-
es difícil por estar

la entrada del cuerpo


en peligro de pronta
hombros y realce del
iza de la gran puerta

situada por estar muy


; inaccesibles y bien
1 interior del castillo,
que la resguarda y

gran recinto exterior

:erior de un pequeño
?rpo parece tuvo dos
ina ventana que dan

asarse únicamente al

27
recinto en que se halla el aljibe musulmán, descrito y situado por
Mélida.
9. Aljibe árabe, en la actualidad casi lleno de escombros. A tra­
vés de su boca y de los dos agujeros de la bóveda se ven sus
naves y arcos. La situación de este aljibe y su falta de comunica­
ciones con el resto de la fortaleza resulta hoy un verdadero enigma,
pues, dado su objeto, era obligado que tuviese accesos rápidos y
cómodos para poder ser utilizado por la guarnición. A veces puede
pensarse que este aljibe fué abandonado cuando se construyó el
aljibe número 10 en el interior del castillo, a causa de su traza y
origen, pues los muros y el torreón que hoy lo limitan son obra
cristiana. Desde luego el aljibe está bastante alto respecto al pa­
tio C.
10. Aljibe abovedado, con dos bocas, abierto en el interior del
cuerpo alto y principal del castillo. Unas referencias dadas pretenden
haber en este aljibe un pozo que da mucha agua y buena; lo que
no pudimos comprobar y nos pareció algo extraño.
11. Torreón del recinto exterior del sur, llamado Torreón de don
Rodrigo, porque el marqués de Sieteiglesias estuvo encerrado en
este castillo en el siglo x v ii , antes de su trágico proceso y fin. Esta
atribución es falsa por el enclave de dicho torreón —fuera realmente
del castillo, que era la verdadera prisión—, y su difícil habitabilidad
y vigilancia para preso tan importante. Con todo, este torreón es el
único que posee dos cámaras o plantas interiores, de las cuales la
más baja está ya llena de piedras. La planta alta se cubre con una
bóveda de medio punto en la que se abre una especie de buhera
(¿encalada?) que sale a la plataforma. Es la única torre hueca de
todas las exteriores del castillo y, por consiguiente, la única habi­
table, aunque con estrecheces, pues los restantes torreones son ma­
cizos; y a la existencia de sus cámaras, aunque reducidas e incó­
modas, se debe atribuir la creencia de que fuera prisión del desventu­
rado don Rodrigo Calderón. Dicho torreón asienta sobre una base
triangular.
12. Amplios torreones angulares del recinto del sur, converti­
dos hoy en miradores y provistos de escalones que ascienden hasta
sus plataformas.
Como antes se hace constar, todos los torreones de los recintos
exteriores, aunque arrancan y salen sobre las rocas bajas que ro­
dean a sus muros, son macizos por el poco desnivel existente entre
el suelo exterior y el interior de los recintos.
Como resumen general ha de señalarse la pobreza y tosquedad
de esta gran construcción hecha a base de un rudo aunque fuerte
mampuesto de piedras grises y oscuras, sin que pueda señalarse en
las ruinas de la fortaleza ningún signo expresivo de arte. Ello con­
trasta con la gran importancia que alcanzó como encom ienda de la
Orden de Santiago.

418
crito y situado por

e escombros. A tra-

M ontánchez.— Rocas, muros, torre y entrada principal a la fortaleza y espadaña de la ermita de la Virgen del Castillo
bóveda se ven sus
falta de comunica-
verdadero enigma,
accesos rápidos y
ion. A veces puede
lo se construyó el
lusa de su traza y
> limitan son obra
Ito respecto al pa-

> en el interior del


as dadas pretenden
a y buena; lo que

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tuvo encerrado en
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, este torreón es el
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reducidas e incó-
•isión del desventu-
ta sobre una base

del sur, converti-


le ascienden hasta

íes de los recintos


teas bajas que ro-
vel existente entre

breza y tosquedad
ido aunque fuerte
>ueda señalarse en
de arte. Ello con-
encom ienda de la
Como fortaleza era realmente inaccesible por su emplazamiento
y estructura.
De su origen musulmán no conserva más que su valioso aljibe,
aunque en su trazado pudieran hallarse ciertos rasgos de la primi­
tiva alcazaba, que fue refundida y modificada después por la Orden,
a la que, desde luego, corresponden los dos recintos exteriores.
Una cosa muy extraña es que, según la visita reglamentaria de la
Orden de Santiago en 1604, este castillo tuviera torre del Homenaje,
porque tal como hoy se presentan las ruinas es muy difícil ver en qué
parte del cuerpo del castillo interior pudo alzarse. Es otro de los
problemas difíciles de resolver, pues no puede precisarse el lugar
de emplazamiento de esa aludida torre mayor.
r su emplazamiento

le su valioso aljibe,
rasgos de la primi-
spués por la Orden,
tintos exteriores,
reglamentaria de la
orre del Homenaje,
iv difícil ver en qué
rse. Es otro de los
precisarse el lugar

E L CASTILLO DE PEÑAFIEL DE LA ZARZA

C a m in o de la fo rta leza .

Finalizaba el año de 1956, y al sonar la última campanada de


las diez en el reloj del Ayuntamiento, en una mañana insegura y
desapacible que apenas permitía otear el horizonte, erizado de
nubarrones, precursor de abundante aguacero, partíamos de la se­
ñorial e histórica ciudad de Cáceres, fa hidalga capital de la Alta
Extremadura, seis caballeretes, émulos de Alonso Quijano. Y lo ha­
cíamos encaramados en el más incómodo artefacto móvil de los ac­
tuales tiempos: el trepador y resistente «jeep» que, por caminos de
carril, trochas y vericuetos, áebía trasladarnos a uno de los rincones
menos visitados de la provincia cacereña: los escarpados riscos cuyos
cimientos baña el Eljas, frente a fronteira portuguesa, asiento del le­
gendario e interesante castillo de Peñafiel, la más genuina y repre­
sentativa fortaleza del medievo, que se alza majestuosa coronando la
cima de una prominencia peñascosa y resquebrajada.
Más que deslizarse, marchaba trepidante y confiado en alcanzar
la meta el original locomóvil que habíamos elegido para el logro de
nuestro propósito, no exento de dificultades ciertamente, pero impul­
sado por alicientes insospechados y prometedores, que habían de sa­
tisfacer, al menos en parte, nuestros fervientes deseos de contemplar
por primera vez, y en lugar apartado de las rutas normales, una
pero a veces conf
vieja reliquia valiosa, testimonio de nuestro sin par y glorioso pa­ méritos; y el valo
sado; un solar murado, cabeza de encomienda perteneciente a aque­ de los tiempos k
llos paladines de pro, cruzados en la Orden extremeña por excelen­ pronto quizá, se
cia, la de Alcántara, que asombraron a los contemporáneos con sus rán a restañar sus
bélicas empresas y el éxito de sus hazañas coronadas con el laurel labradas se despk
de la victoria; hazañas con caracteres de triunfos resonantes, llevadas infunde pánico ct
siempre a feliz término por aquellos esclarecidos milites sedientos que le consuela ei
de lauros y de fama, ligados por los fuertes lazos del honor, del se horroriza al p<
juramento al armarse caballeros y del respeto a sus blasones, que Momento crucial
preferían sucumbir a deshonrarse. como su vecino,
¡Ahí es nada! Ibamos —entusiastas, parlanchines y bienhumo-
lusitanos (1)».
rados—, a saborear con unción uno de los santuarios de la raza de
Al poco tiem]
más raigambre y sabor ancestral; el castillo roquero de Peñafiel,
romana Elbocori
erguido y señero, altivo y pujante, que aún desafiaba al tiempo y sus
expresivo nombre
inclemencias. Y guiados por este deseo, por este noble impulso tones de cuarcita
nacido en lo más íntimo de nuestros corazones, cruzábamos veloces,
arribamos a la vi
y sin apenas parar mientes, a través de los lugares y villas que
lleros y soldados.
surgían a nuestro paso; Arroyo de la Luz, Brozas, Alcántara y Pie­
Desde Zarza,
dras Albas, entre otros, nos brindaban los tesoros de sus obras de
un sabroso yanta
arte, de su historia y de su topografía; pero nuestro pensamiento,
callejuelas, salta»
nuestro gran anhelo no se satisfacía, hasta que, por fin, rebasada
eos, avanzamos g
Piedras Albas, pudimos percibir allá, a lo lejos, entre laberíntica y
mole de Peñafiel,
gigantesca encrucijada montañosa, la esbelta y recortada silueta
tro esfuerzo.
de la torre y castillo de Peñafiel, figura fantasmal que parecía re­
torcerse e intentaba cubrir su esqueleto carcomido con las nubes
que lo envolvían, al par que lanzaba alaridos por el choque vio­
lento sobre sus piedras de los vientos veloces que procedían de
allende la frontera...
Al contemplarlo, desde lejos, se desbordó nuestra fantasía, y ce­
A n t e e l c a s t il l o
rrando los ojos martilleó nuestra mente parte de la referencia que
hicimos de él en una de nuestras publicaciones, y que, letra por
Se halla sitúa
letra, dice así:
a unos tres kilón
«En los sombríos atardeceres de invierno, cuando, al iniciarse el
ción a Portugal—
crepúsculo vespertino, empiezan a faltar las caricias del sol porque
separa de aquel
se oculta y protege tras las crestas montañosas del país luso, el casti­
Eljas.
llo de Racha Rachel, nuestro romántico y señero Peñafiel, de junto a
Estratégica e
Zarza la Mayor, se estremece de frío, se cubre con su túnica raída
taleza, por haber
formada de plantas prasásitas, hojarascas y telarañas, y se pone
terreno para saca]
triste, muy triste, al observar impotente que la carcoma implaca­
ble, lentamente, en silencio, va minando su existencia..., y se En agreste so!
siente desfallecer... Teme a cada momento esa fatídica hora, muy ras que ofrece el
frecuente para su mal, en que pierde alguna de sus mejores galas:
(1) G. V e lo y
el blasón que ha venido ostentando con orgullo, adosado a su es­ b re v es n o tic ia s d e 1
belta silueta, el ajimez que sirvió de atalaya a la princesa mora en g uía, n ú m . 2 5 , n o v ie
horas de melancólica ansiedad, o la más rutilante y destacada de sus N o t a . — S ó lo v á l
almenas. Tiembla, repetimos, y llora sintiendo próximo su fin; la d e n o m in a ció n dad

422
pero a veces confía en la bondad de los hombres y en sus propios
ir y glorioso pa­ méritos; y el valor de lo que fué y lo que significa en la historia
deciente a aque- de los tiempos le hace concebir la esperanza de que algún día,
teña por excelen- pronto quizá, se compadecerán de su estado lastimero y acudi­
poráneos con sus rán a restañar sus heridas, antes que su robusto armazón de piedras
das con el laurel labradas se desplome y confunda con la tierra de sus cimientos. Le
¡onantes, llevadas infunde pánico contemplar el estado actual de Peñamacor, y aun­
milites sedientos que le consuela en parte su mejor suerte hasta el momento presente,
s del honor, del se horroriza al pensar que está próximo el final de su existencia.
us blasones, que Momento crucial en que aparecerá tan desolado y desmantelado
como su vecino, que rué en otro tiempo orgullo de sarracenos y
íes y bienhumo-
lusitanos (1)».
ios de la raza de Al poco tiempo de haber contemplado desde la carretera la
íero de Peñafiel, romana Elbocoris, bautizada en nuestro siglo con el lindo y
a al tiempo y sus expresivo nombre de Piedras Albas, piedras blancas, por los cres­
e noble impulso tones de cuarcita de dicho color que asientan en lugar cercano,
izábamos veloces, arribamos a la villa de Zarza la Mayor, cuna de inmortales guerri­
ires y villas que
lleros y soldados.
Alcántara y Pie- Desde Zarza, y después de haber hecho los debidos honores a
de sus obras de un sabroso yantar, satisfechos y eufóricos, a través de senderos y
stro pensamiento,
callejuelas, saltando paredes y deslizándonos por trochas y barran­
por fin, rebasada
cos, avanzamos gozosos hasta que surgió ante nuestros ojos la gran
atre laberíntica y mole de Peñafiel, cuyo bello espectáculo premió sobradamente nues­
recortada silueta
tro esfuerzo.
1 que parecía re­
to con las nubes
>r el choque vio-
II
iue procedían de

xa fantasía, y ce­
A n t e e l c a s t il l o d e P e ñ a f i e l . S it u a c ió n y o r ig e n d e l m is m o .
la referencia que
y que, letra por
Se halla situado en la parte oeste de la provincia de Cáceres,
a unos tres kilómetros de distancia —casi en línea recta en direc­
do, al iniciarse el
ción a Portugal—, de la villa de Zarza la Mayor, y únicamente lo
as del sol porque
separa de aquel país el cauce fronterizo por donde discurre el
país luso, el casti-
?ñafiel, de junto a Eljas.
Estratégica e interesante en extremo es la situación de esta for­
n su túnica raída
taleza, por haber sido aprovechadas las disposiciones naturales del
rañas, y se pone
terreno para sacar de él la mayor utilidad posible.
carcoma implaca-
En agreste soledad, entre riscos y cerros abocados a las angostu­
ristencia.. y se
ras que ofrece el mencionado río por aquel lado, se alza el castillo
itídica hora, muy
us mejores galas: (1) G. V e l o y N i e t o : Castillos d e la Alta Extremadura: Peñafiel (con
adosado a su es- breves noticias de la encom ienda de su nombre). Separata de la revista H idal­
princesa mora en guía., núm. 25, noviembre y diciembre de 1957.
destacada de sus N o t a .— Sólo válida para los familiares del autor. De aquí ha debido nacei

próximo su fin; la denominación dada por Canilleros.

423
sobre pedestal rocoso, ofreciendo al curioso visitante algo original
e insospechado: la silueta de su mole altiva reflejando su ya abatido
orgullo transformado en monumentales ruinas y añorando un glorioso
e histórico pasado.
Los altos muros y torres, desde donde se otea gran extensión
de la comarca, sólo son vulnerables por la parte del naciente, y no
sin grandes dificultades, debido a lo accidentado del terreno, que
desciende en ondulantes declives formando inaccesibles escarpas na­
turales.
a * *

Cuál sucede con la mavor parte de las fortalezas españolas, se


desconoce la fecha exacta en que fue construida, siendo la refe­
rencia más antigua que poseemos acerca de su origen la facilitada
por un cronista aleantarino que admite, en uno de sus libros, la
creencia general de que en tiempo de moros se edificó en el alto­
zano del gigante peñasco una elevada torre que atalayaba hasta
la lejanía; y debido a su estratégico emplazamiento sobre la ingente
roca, recibió el curioso y expresivo nombre de Racha Rachel. He
aquí, transcrito, el párrafo aludido:
«Y porque es cosa tocante al territorio de Alcántara y lugares
cercanos en olvido, es de notar, que según la tradición se tiene,
antes que se ganase Alcántara de ellos (de los moros), los de la villa
de Ceclavín (distante de ésta no más de tres leguas, y sujetos en
aquel tiempo a los reyes de León), eran vecinos y fronterizos de
un castillo de moros, que se llamaba el castillo de Racha Rachel;
con éstos tenían continua guerra los de Ceclavín (que entonces
se llamaba Celia Vinaria por las muchas bodegas de vino que allí
siempre hubo), y por los grandes servicios que hacían a los Reyes
de León, a quien estaban sujetos, en depender de los enemigos de la
frontera; uno de ellos, que se entiende era el rey don Alonso el
Nono, les dirigió un privilegio, en que en sustancia les dice: A vos­
otros los míos Egipcios de la villa de Celia Vinaria, os hago tales
mercedes (que allí se expresan) por lo bien que me habéis servido
contra los moros del castillo de Racha Rachel... Este castillo de
Racha Rachel se imagina por algunos ser el que hoy llaman Peña-
fiel, que es muy antiguo, con rastros de edificios que lo son, y está
hoy casi entero, y distante de Ceclavín no más de dos leguas y
media, y por estar fundado sobre peña, se llamó por los nuestros
Peñafiel, nombre correspondiente al de Racha Rachel, que según
parece es arábigo, y alude a roca que es lo mismo que peña... (2)».
Debió interesar mucho a los sarracenos la posesión del fuerte

(2) Vid. Antigüedades y santos d e la villa d e Alcántara, por el Lic. J a ­


c in t o líbr. 2.°, cap. II, fol. 108.
A r ia s d e Q u in ta n a d u eñ a s ,
de Racha Rachel, por ser vigía útilísimo que avizoraba los mo­
vimientos de sus enemigos al iniciarse, al principio del siglo x i i ,
la obra de la Reconquista en la Transierra leonesa. Y creemos sin­
ceramente que fué mucha su importancia porque completaba el *
sistema defensivo de las otras torres fronterizas, Trevejo, Eljas, Ber­
nardo y Benavente, auténticos centinelas permanentes, protectores
de la capital de la región, la morisca Medina Cauria, por el flanco
de la derecha.
Cuando, en 1166, el rey Fernando II de León se lanzó con sus
ejércitos, como ya hemos dicho, desde Ciudad Rodrigo, dispuesto a
arrebatar a los moros la plaza de Alcántara, cruzó la Carpetovetónica,
liberó las tierras de la actual Sierra de Gata y se apoderó de cuan­
tos reductos fortificados halló a su paso, siendo uno de ellos Racha
Rachel, que reconstruyó y mejoró seguidamente cercándolo de mu­
rallas y ampliando sus medios defensivos hasta convertirlo en se­
guro castillo fuerte, según se desprende de la siguiente referencia
contenida en un memorial que los zarceños elevaron a la reina
doña Mariana de Austria, después del fallecimiento de su caro
esposo, el hechizado don Carlos. Dice así:
«La villa de Qarza, a quien S. M. que Santa Gloria haya (por
particulares servicios), se sirvió dar el nombre de Mayor, es po­
blación de más de 700 as (años) de antigüedad en el sitio de Pe-
ñafiel, distante como dos tiros de mosquete o poco más del que
ahora tenía, y a quien el Señor Rey don Fernando, qe. ganó aquella
tierra, fortificó con el castillo, aun hoy se ve qe. enfrenase como lo
hizo siempre por aquella parte, primero el orgullo de los moros
y después el de los portugueses que para defenderse de sus armas
y continuas correrías obligaron al rey don Juan I edificase en
oposición el castillo de Salvatierra, una de las buenas fuerzas de
Portugal, a tiro de cañón de la Qarza antigua. Lo cual consta
si de muchos privilegios qe. los maestres de la Orden de Alcántara,
por sus muchos servicios, concedieron a esta villa... (3)».

III

D e s c r i p c ió n d e i ,a f o r t a l e z a .

Surge la fortaleza de Peñafiel ante el curioso visitante como una


de las mejor conservadas de la provincia cacereña, sin que ello
quiera decir que está en condiciones de habitabilidad ni mucho
menos, pues sus ruinas son muy considerables y afectan a los ele-
(3) A n t o n io d e l S o l a r y M a r c e l o L ó p e z d e A l b a : Zarza la Mayor. Im ­
presiones y recuerdos, págs. 87-88, ed. de la Tipografía Minerva Extremeña
(Badajoz, Í928).
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es inexpugnable,
(c caen sobre dicha n
<C= »Antes de en ti
O)
CSL, una muralla que ]
cima de cantería
y vara y media de
hechas de mampo
ría labrada v arco
mentos constitutivos más principales, incluso la torre del Home­
naje; pero de todas maneras, si se exceptúan los castillos de las
Arguijuelas, Brozas, Las Seguras, Granadilla, Monroy, Jarandilla y
algún otro reconstruidos y restaurados total o parcialmente, nos
vemos obligados a admitir que es el de Peñafiel al menos maltra­
tado por la incuria de los hombres y el azote implacable y destruc­
tor de los elementos en el transcurso de los siglos.
Ofrece además la particularidad de que se acumulan sobre sus
cimientos en las rinconadas del recinto y junto a la base de los mu­
ros, todas las dovelas, modillones, frisos, ménsulas y demás pie­
dras, labradas o sin labrar, que integraban la primitiva fábrica del
edificio, sin que se hayan distraído estos materiales para edificar
casas, construir corrales o cercados, según norma general y corriente
en tales casos, pues la total destrucción de nuestras fortificaciones
se deben más a la codicia de propios o extraños que a la influen­
cia de otros factores que, lógicamente, debían ser la causa principal
y determinante de tan lamentables panoramas.

En el año de mil setecientos noventa y seis fué nombrado admi­


nistrador de la encomienda de Peñafiel y la Zarza —que ya en dicho
tiempo se llamaba simplemente encomienda de la Zarza—, el bri­
gadier don Joaquín Manuel de Villena, y por tal motivo, don Mi­
guel Gómez, contador general de Encomiendas, Prioratos y Digni­
dades de las Ordenes militares, con fecha 22 de abril del expresado
año, expidió un certificado que contenía al detalle la descripción de
la fortaleza de Peñafiel, y cuyo contenido decía así:
«En el término y jurisdicción de la villa de Zarza la Mayor,
a distancia de cosa de media legua de la población, tiene la en­
comienda un castillo que llaman de Peñafiel y le pertenece con todo
el terreno o lugar despoblado de sus inmediaciones.
»Está fundado en un fuerte risco de peñas de cantería sobre
la ribera que se dice de Erja, que divide este reino del de Por­
tugal.
»A1 frente del citado castillo, por la parte de allá de dicha
ribera, a distancia de un tiro de mosquete con corta diferencia,
está un lugar llamado Salvatierra. Por la parte que mira a Portugal
es inexpugnable, según su situación y grandes despeñaderos que
caen sobre dicha ribera.
»Antes de entrar en dicho castillo, al lado de oriente, se halla
una muralla que le cerca, de siete pies de ancho, embaldosada por
cima de cantería labrada, con un parapeto sobre la misma anchura
y vara y media de alto. Está coronada la propia muralla de almenas
hechas de mampostería y cal, y tiene un portado grande de cante­
ría labrada y arco de medio punto. En dicho portado, por la parte

427
exterior, hay en cada lado dos cubos redondos que servían de
garitas. Por la parte interior, a cada lado del referido portado, se
hallan dos escaleras para subir a dichas garitas; la escalera que
mira al mediodía tiene once escalones de cantería labrada a pico
toscamente, y la que cae al norte, sólo tiene ocho escalones de la
misma cantería y obra.
»De este dicho portado de la muralla, para ir al castillo, hay
una calzada de piedra tosca. Entrando en él hay otro portado
grande de cantería y arco de medio punto, acompañado a los lados
de sillería labrada, vara y media a cada uno, y por cima del no­
minado portado hay una ventana de cantería labrada. Frente del
mismo portado están dos escaleras por donde se sube a la muralla.
«Volviendo a dicha puerta principal del castillo, a mano derecha,
se encuentra un portado pequeño de cantería labrada por donde está
la subida a la torre del dicho castillo, mirando al norte.
»La mencionada torre es de figura cuadrada, de doce varas de
longitud por lo exterior de cada una de las cuatro bandas, y treinta
de elevación. Las cuatro esquinas de dicha torre son de cantería, y
las demás paredes, exteriores e interiores, de mampostería y cal.
»En el fondo e interior de la torre hay un soterraño de bóveda
de cantería tosca, muy gruesa y fuerte, y en medio de ella, en su
piso, está una abertura de media vara en cuadro con destino a pri­
sión.
»Entrando en dicha torre, a mano izquierda, arrimada a la pa­
red, se halla una escalera de cantería labrada con diez y nueve esca­
lones para subir a la vivienda alta. En la pared de ésta que mira
a poniente, hay una ventana grande rasgada de cantería labrada,
con una columna al medio que figura de arcos. Encima de esta es­
calera, como a cuatro metros de alto, está una portada muy estre­
cha para subir a lo último de la torre, en cuyo paraje se reconoce
una bóveda de cantería labrada muy fuerte, con cuatro cruceros,
también labrados de la misma cantería.
»En lo bajo de la misma torre, a la parte de poniente, que mira
a Portugal, se registra una portada de arco de cantería labrada, y
entrando por ella hay una bóveda, al andar de la superficie de la
torre, de la mitad de ancho de ella en forma de callejón, hecha de
cantería, también muy fuerte.
»E1 cuerpo de la propia torre tiene tres ventanas angostas de
una vara de alto para su luz, de las cuales una mira a levante, otra
a poniente y la otra al sur.
»En los lados de dicho torre, a los lienzos que caen a oriente
v norte, se halla en cada uno cuatro canes o cachorros de cantería
labrada, muy fuertes y sobre ellos descansa un parapeto, también
de cantería labrada, de vara y media de alto, y vuela todo él fuera
que servían de
•rido portado, se
la escalera que
t labrada a pico
i escalones de la

r al castillo, hay
ay otro portado
iñado a los lados
x>r cima del no-
rada. Frente del
ibe a la muralla,
a mano derecha,
la por donde está
orte.
le doce varas de
bandas, y treinta
on de cantería, y
impostería y caí.
?rraño de bóveda
íio de ella, en su
x>n destino a pri-

irrimada a la pa-
liez y nueve esca-
de ésta que mira
cantería labrada,
ncima de esta es-
jrtada muy estre-
araje se reconoce
i cuatro cruceros,

oniente, que mira


mtería labrada, y
i superficie de la
callejón, hecha de

tanas angostas de
ira a levante, otra

ue caen a oriente
borros de cantería
parapeto, también
uela todo él fuera

Peñafiel d e la Zarza.— Torre del Homenaje y parte de su muralla


de las paredes principales de dicha torre como cosa de tres cuartas. en tiempos de g
»Hay vestigios de que en la misma torre había en lo antiguo les, caballerizas,
su plaza de armas con sus antenas. necesidades pudie
«Saliendo del callejón expresado, y mirando a Portugal, a la De la esbelta
mano izquieda, confinando con la esquina de dicha torre, está un más interesante, '
corredor de mampostería y cal, embaldosado de cantería labrada, quinados, cuya so
y encima un parapeto hecho también de mampostería y cal, de media con su fábrica, su
vara de ancho. Al fin del mismo corredor y lado que mira a La puerta de
Portugal, se encuentra una pieza de ocho varas en cuadro y nueve sus elementos ínt
de alto, que parece servía de cisterna para las aguas, con una bó­ evidencian su prü
veda de cañón de cantería tosca. La entrada de ella, que cae esta portada los t
al mediodía, es un portado muy pequeño de piedra tosca, y por La dependenc
el mismo se pasa a lo interior por una pequeña escalera. El grueso puerta, estuvo rev
de las paredes de la tal cisterna es de tres pies y medio de ancho edificio, sin más
de mampostería y cal, y las cuatro esquinas de cantería labrada. queado, y la que
»Por encima de la mencionada bóveda hay un patio con tres disposición, si no
ventanas, de las cuales la una, que es de arco de cantería tosca, cae al sólo se podía as«
oriente, otra al norte y la otra al poniente. Y enfrente de dicha Extremo que no
pieza, mirando al mediodía, está un cuarto pequeño con su portada desaparecido casi
de mampostería; frente a él, mirando a Portugal, hay una esquina nos decide a admit
de cantería, y de ella sale una contramuralla que acaba contra el Resulta, por ca
portado principal del dicho castillo. derarse de este d
»En el terreno o lugar despoblado inmediato a dicho castillo, de la torre queda
que también es de la encomienda, sólo se hallan vestigios o señales Al segundo pii
de haber habido población en lo antiguo, por reconocerse algunos angosta puerta coi
solares de casas en figuras de calles (4)». metros del suelo,
mano. Por tal circi
escalera por los c
inexpugnable.
Aunque la descripción transcrita es bastante completa y coincide Es interesantísi
exactamente con el actual estado ruinoso de dicha fortaleza, creemos gundo piso, porqu
necesario agregar que el recinto de Peñafiel estuvo antes rodeado se aprecia en ella
de fuerte muralla por sus cuatro lados, y que ya ha desaparecido bella por la sencill
hasta en sus cimientos, el muro de la parte occidental que coronaba montado por rudim
el gran precipicio integrante de la margen izquierda del río Eljas. Finalmente, qu
Por la parte del naciente, la primera muralla se ciñe sobre la más bóveda del gótico
interior, arqueándose en forma de visera y, a modo de barbacana, base al andén o te
completa las defensas por ofrecer dicho lado el punto más vul­ con restos de alme
nerable. cepcionales cualidí
El recinto contenía y protegía en su interior las partes más portan labrados bl
fundamentales de la fortaleza, como la torre del Homenaje, la an­ dos útiles matacar
churosa plaza de armas y las demás habitaciones donde residían misión proteger un;
los comendadores y alcaides de turno; además de otros varios locales, de la vieja y gallare
bien construidas dependencias para alojar a los freires y a la tropa La muralla del
maltrecha, pero gr
(4) A. H. N.: Ordenes militares, Alcántara, Encomiendas, leg. 4450. luciendo las primiti

430
i de tres cuartas, en tiempos de guerra, varios departamentos destinados a cuarte­
ía en lo antiguo les, caballerizas, almacén de víveres, fragua, bodegas y a cuantas
necesidades pudieran surgir.
a Portugal, a la De la esbelta y pujante torre hemos de decir que es la pieza
ía torre, está un más interesante, y construida con firme manipostería y sillares es­
cantería labrada, quinados, cuya solidez y belleza de línea emparejan armónicamente
a y cal, de media con su fábrica, su curiosa distribución interior.
ido que mira a La puerta de la misma que mira hacia Portugal se conserva con
i cuadro y nueve sus elementos íntegros, en arco apuntado y sencillas dovelas que
uas, con una bó- evidencian su primitiva fábrica a finales del siglo x i i , ya que acusa
le ella, que cae esta portada los balbuceos del ojival con todo el sabor de la época.
dra tosca, y por La dependencia baja de la torre a que da acceso la referida
calera. El grueso puerta, estuvo revestida de bóveda de cañón y aislada del resto del
medio de ancho edificio, sin más luz que la de un estrecho ventanal, también ar­
itería labrada, queado, y la que facilita la mencionada entrada; y dada su especial
n patio con tres disposición, si no quedaba totalmente separada del piso superior,
tería tosca, cae al sólo se podía ascender a él por algún boquete fabricado exprofeso.
afrente de dicha Extremo que no puede confirmarse hoy porque la bovedilla ha
o con su portada desaparecido casi por completo; pero la ausencia total de escalones
hay una esquina nos decide a admitir este supuesto.
acaba contra el Resulta, por consiguiente, que aunque el enemigo consiguiera apo­
derarse de este departamento bajo, los refugiados en la parte alta
a dicho castillo, de la torre quedaban, de momento, al margen de todo riesgo.
estigios o señales Al segundo piso de la torre se llega desde el exterior por una
■onocerse algunos angosta puerta con arco ligeramente apuntado, que se abre a varios
metros del suelo, y para alcanzarla es preciso utilizar escalera de
mano. Por tal circunstancia, en momento de asedio, recogida la dicha
escalera por los defensores desde el interior, resultaba totalmente
inexpugnable.
npleta y coincide Es interesantísima la pequeña ventana gótica, geminada, del se­
fortaleza, creemos gundo piso, porque recuerda la transición de estilos, pues aunque
ro antes rodeado se aprecia en ella bien a las claras detalles del románico, y es muy
ha desaparecido bella por la sencilla traza de sus arcos trilobulados y su mainel sur-
ital que coronaba montado por rudimentario capitel con artístico trifolio.
rda del río Eljas. Finalmente, queremos dejar constancia de la bien conservada
ciñe sobre la más bóveda del gótico incipiente, con toscas nervaduras, que sirve de
io de barbacana, base al andén o terraza que corona la torre y que aparece todavía
punto más vul- con restos de almenas perforadas de aspilleras, proclamando sus ex­
cepcionales cualidades castrenses; y de las ocho ménsulas que so­
r las partes más portan labrados bloques graníticos, testimoniando la existencia de
Homenaje, la an- dos útiles matacanes, en los lienzos norte y este, que tenían por
s donde residían misión proteger una de las puertas descritas y completar las defensas
ios varios locales, de la vieja y gallarda torre.
?ires y a la tropa La muralla del castillo de Peñafiel aparece hoy aportillada y
maltrecha, pero gran parte de sus lienzos se mantienen enhiestos,
tas, leg. 4450. luciendo las primitivas almenas perforadas y alternando con muñones

431
de ya desaparecidos baluartes intercalados en su trayecto y de pe­ calzada que bají
queños torreones esquinados. Alcántara, pasanc
Removiendo los muchos escombros existentes, se podría precisar Confirma a si
el contorno de la ya incompleta muralla y el lugar exacto de sus Zarza el contenid
cubos defensivos, así como la primitiva fábrica de los demás edi­ Mariana de Austr
ficios y la distribución de sus sótanos, habitaciones y cámaras, cuyos ción de la misma
techos y tabiques han desaparecido o amenazan desplomarse, cons­ Nuestro Señor Jesi
tituyendo hoy todas las dependencias auxiliares de la fortaleza Existienron, p
auténtico montón de ruinas. o aldeas, muv prc
La fuerte barbacana es la defensa más útil de Peñafiel, y es de la margen izq
asimismo la más completa y mejor conservada. Avanza curvándose, asentaba junto a
como ya se dijo, sobre la muralla exterior, y en su parte sureste se lugar abierto y a
abre la puerta principal de la fortaleza, obra del siglo xn, reconstrui­ a cubierto de posi
da en el x v i i , que luce su bonito arco, también de medio punto, En 1266, el i
formado por pequeñas dovelas. Está flanqueada por dos medios Fernández, impulí
cubos redondos, y en su trayectoria hacia el norte se ve interrumpida medida contribuv
por una torre cuadrada, saliente en su mitad, cuyo emplazamiento totalmente la villí
se nos antoja el más ventajoso y estratégico. El acceso desde el inte­ que reducir la gai
rior a la torre y cubos mencionados se realiza a través de oportu­ ligro por los estra
nas escaleras de piedras adosadas a los muros; y desde la plataforma Así las cosas. <
que corona la torre parten, a derecha e izquierda, espaciosos adarves, todo andaba revu
ya quebrados en parte, que discurren por lo alto de los muros que rey, los robos y
constituyen la cerca y permitían la indispensable y eficaz vigilancia. otras molestias v 1
Todo el muro de la barbacana está sembrado de aspilleras, pe­ de aquel contomo,
queñas ventanas y troneras acondicionadas para el empleo de ba­ Las gentes del
llestas y arcabuces, según se deduce de su inequívoca traza. por tierras del mí
Desaparecida ya la parte de muralla que caía al oeste, frente cuencias de tales i
a Portugal, le sirve de defensa natural el gran acantilado que des­ de manera muy p
ciende de forma brusca y tajante hasta alcanzar el cauce del El- midad a la frontera
jas, formando su margen izquierda. Por este lado resulta el fuerte Los residentes i
inexpugnable, pues el gigantesco tajo, cortado a pico y que sigue la para resarcirse de 1
dirección de la plomada, debe rebasar los cincuenta metros de pués de haber viva
altura y deja al descubierto la entraña de la montaña rocosa que regresaban jubiloso
sirvió de pedestal a Racha Rachel, la primitiva, estratégica y le­ frecuentes y calan
gendaria atalaya que llevó el nombre de sultana o alcaidesa. lados de la ribera
Portugal se creyó <
teriza plaza de Salí
IV bre frente a Peñafi
impedir las eficaces
último castillo.
N o t ic ia s h is t ó r ic a s d e P e ñ a f ie l y l a Z a r z a . De lo que ante<
zarceños residentes
El historiador Madoz, en su diccionario, admite sm reserva salto por la inseguí
que junto a los muros de Peñafiel existió, desde tiempo inmemorial,
un poblado; y que la fundación de la Zarza se debe a los romanos, (5) M a d o z , P a scu j
quienes trazaron y construyeron también la popular y maltrecha asimismo, el folleto a qi

432
28
calzada que baja desde Castilla y se dirige a la plaza fuerte de
Alcántara, pasando a través de dicha villa.
Confirma a su vez este extremo relativo a la antigüedad de la
Zarza el contenido del memorial, dirigido por los zarceños a la reina
Mariana de Austria, en el que, como hemos visto, remontan la funda­
ción de la misma a los tiempos que precedienron al nacimiento de
Nuestro Señor Jesucristo (5).
Existienron, por tanto, desde las primeras edades, dos lugares
o aldeas, muy próximas, en aquellas tierras que discurren a lo largo
de la margen izquierda del Eljas: Peñafiel y la Zarza. E l primero
asentaba junto al castillo que lleva su nombre; pero Zarza era
lugar abierto y carecía de medios defensivos que pudieran ponerlo
a cubierto de posibles arremetidas de sus enemigos.
En 1266, el maestre de la Orden de Alcántara, don García
Fernández, impulso a los zarceños el pecho de la martiniega; y esta
medida contribuyó a que pocos años después se despoblara casi
totalmente la villa por no poder hacer frente a las cargas y tener
que reducir la ganadería y cultivo de los campos, en constante pe­
ligro por los estragos de los residentes en los pueblos comarcanos.
Así las cosas, en 1322, durante el reinado de Alfonso XI, como
todo andaba revuelto y turbado con ocasión de las tutorías del
rey, los robos y atropellos se sucedían por doquier, además de
otras molestias y vejaciones mil que afectaban a todos los pueblos
de aquel contorno, carentes de defensas.
Las gentes del reino de Portugal, en sus frecuentes correrías
por tierras del maestrazgo, causaban notables daños; y las conse­
cuencias de tales incursiones y seguros golpes de mano repercutían,
de manera muy principal, en la villa de la Zarza, dada su proxi­
midad a la frontera.
Los residentes en Peñafiel penetraban a su vez en el país vecino
para resarcirse de los daños y ofensas inferidas a sus paisanos, y des­
pués de haber vivaqueado y robado cuanto podían a los portugueses,
regresaban jubilosos y se parapetaban en su reducto fortificado. Tan
frecuentes y calamitosas eran estas rizas entre los de uno y otro
lados de la ribera del Eljas, que, según hemos dicho, Juan I de
Portugal se creyó en la necesidad de fortificar fuertemente la fron­
teriza plaza de Salvaterra do Extremo —situada sobre elevada cum­
bre frente a Peñafiel, a un tiro de mosquete—, para contrarrestar e
impedir las eficaces expediciones y rapiñas de los habitantes de este
último castillo.
De lo que antecede podemos deducir el estado de ánimo de los
zarceños residentes en la villa, quienes vivían en continuo sobre­
salto por la inseguridad de sus hogares y de sus personas, ante el

(5) M a d o z , P a s c u a l : D iccionario..., pág. relativa a Zarza la Mayor. Véase,


asimismo, el folleto a que se refiere la nota 3.a

433
28
cúmulo de peripecias y caos imperante. Por esta razón, los pocos
habitantes que aún quedaban en la Zarza decidieron dirigirse al
maestre de la Orden de Alcántara, don Suero Pérez, con la súplica
de que les gustaría vivir en tierras de su instituto, formando un
nuevo pueblo con las debidas garantías de defensa, o, si ello no era
posible, junto a los muros de Peñafiel.
El maestre alcantarino consultó el caso con «su convento y
freyres», acordando en consecuencia acceder a que los habitantes de
la Zarza se sumaran a los de Peñafiel, concediéndoles con tal mo­
tivo el oportuno privilegio para su desenvolvimiento, instruyéndoles
en su forma de gobierno y otorgándoles señalados favores y mer­
cedes, como la demarcación de su término y la división y sepa­
ración «de los demás lugares de la comarca». Tales acuerdos se
ejecutaron en Alcántara durante el año 1323 y aparecen signados
por Gonzalo Yáñez, escribano del maestre y adelantado mayor del
rey en la frontera.

E n c o m ie n d a .

Cuando pasaron los zarceños a incrementar la población de Pe­


ñafiel, ya era esta villa cabeza de una de las encomiendas de la
Orden de Alcántara, que ayudaba al maestre, en tiempos de gue­
rra, con cuatro lanzas.
Señalamos a continuación el número, nombre y apellido de los
comendadores que la poseyeron desde su creación en 1300 hasta
que, a principios del siglo xvi, cambió de nombre, llamándose ya
en lo sucesivo y hasta la extinción de la Orden, Encomienda de Pe­
ñafiel y la Zarza.

1300. Frey Pedro Vázquez.


1335. Frey Fernando Arias.
1343. Frey Pedro Neyra.
1355. Frey Gonzalo Rodríguez.
1356. Frey García Gómez.
1362. Frey Martín Frade.
1365. Frey García Pérez.
1394. Frey Diego Fernández.
1416. Frey Juan de Soto.
1425. Frey Alonso de Peñaranda.
1431. Frey Pedro Altasangre.
1434. Frey Pedro de Salazar.
1475. Frey Diego Chamizo.
1477. Frey Francisco de Hinojosa (por usurpación).
1494. Fray Pedro Chamizo.

434 Peñafiel d e la Zarza .— I


razón, los pocos
eron dirigirse al
z, con la súplica
to, formando un
o, si ello no era

«su convento y
los habitantes de
loles con tal mo-
:o, instruyéndoles
s favores y mer-
división y sepa-
ales acuerdos se
parecen signados
mtado mayor del

población de Pe-
icomiendas de la
tiempos de gue-

v apellido de los
>n en 1300 hasta
-e, llamándose ya
aeomienda de Pe-

•n).

Peñafiel d e la Zarza.— E l castillo con su puerta principal, torre y cubos flanqueantes


1496. Fernando de Guzmán, que fué el primero que se tituló co­ La fecha de
mendador de Peñafiel y la Zarza. mentó crucial de
el apogeo y aum
El primer comendador de Peñafiel de quien tenemos noticias se to culminó en lo
llamaba, como hemos visto, Pedro Vázquez, y hace referencia a él fecha de la dema
el cronista Torres y Tapia (6) en el año 1316. fiel, hasta su tot
El 20 de abril de 1342, el maestre don Ñuño Chamizo dispuso del casti:o, ya qi
que los ganaderos de Gata no pagasen montazgo alguno cuando comendadores (8).
pasasen por tierras de la encomienda de Peñafiel y dehesa de Be-
navente, ni en todo el resto de los territorios de la Orden; agre­
gando que Fernando González, clavero; Pedro Neyra, comendador
de Peñafiel, y «los que después de ellos fuesen, así lo guarden y Transcurren b
cumplan». relacionados con
Estando en Villasbuenas, el 28 de junio de 1346, el maestre don de Castilla, en c
Fernando Pérez Ponce de León, acudió una comisión del Con­ lejos de aquietar
sejo de Peñafiel a interesar la confirmación del privilegio que les ves al fatricida c
había concedido don Suero Pérez, cuyo documento contenía sus siendo uno de los
fueros y otras mercedes. Accedió el maestre a su ruego y ordenó más cercano a d
expedir la correspondiente carta, en la indicada fecha. nando de Portuga]
En tiempos de don Suero Martínez, maestre alcantarino, y en Al alcanzar, p
1356 exactamente, se hallaba ya totalmente despoblada la Zarza; de Alcántara don
y deseando aumentar en todos sentidos cuanto redundaba en bene­ tidario del rey pe
ficio de su maestrazgo y «que antes se hiciesen pueblos nuevos fuertes y castillos
que se disminuyesen», mandó volver a poblar dicha villa, señalán­ hecho sorprendió
dole términos en esta forma: de Alcántara en v
«Como parte el (término) de Peñafiel con la Alberguería, aldea bajo la bandera i
de Alcántara, y el que fué de Valdecaballos, aguas vertientes contra la batalla de Náj<
Peñafiel, e como va a ferir en la ribera de Elja, e va la ribera de muy directa a f¡
Elja arriba, e va a ferir como parte de Peñas Rubias e con Bena- Tan fiel y adicto
vente de Sequeros, como va a ferir en Alagón la ribera ayuso, fasta ceñir éste la cora
do entra el arroyo de Rodrigo en esta ribera mesma de Alagón; e que le había pre<
como viene este arroyo de Rodrigo a ferir en la Carrera que va de aquella milicií
de la Zarza para la Alberguería». sejaban al maest
«Y otorga todo este territorio a la villa de la Zarza para que maestrazgo y elig
todos sus vecinos puedan labrar y criar en él. Otrosí, tiene por Así se hizo, ei
bien que las personas o sus herederos que en la Zarza tuvieren prosperidad para
casas o suelos de ellas, u otras en que ellos o sus padres o madres con la más vil d<
solían vivir, y se quisiesen venir a morar, que pudiesen poblar y tugués y siguiera
morar en ellas, así como las tenían antes de que de ay se fuesen, y como Alcántara, S
todos los que no tuviesen heredades, ni casas, ni suelos para po­ do con su decisión
blar, que se le señalasen; y nombra para que hagan esto a Al­ Mas no todos
fonso Yáñez, Domingo Domínguez y Juan Yáñez, moradores en pío de don Melé
Peñafiel, y que lo que éstos señalasen sea para labrar y plantar se opuso a sus pj
viñas y hacienda propia de aquellos a quien se diese» (7). hicieron fuertes ei
(6 ) T o r r e s y T a p i a : C rónica..., 1 . 1, p á g . 504.
(7) Ihid., t. II, págs. 84-85. (8) Ibid., págs. 1

436
La fecha de este deslinde de términos de la Zarza fué el mo­
mento crucial de su existencia, pues a partir de entonces se inició
el apogeo y aumento de población de esta villa, cuyo florecimien­
to culminó en los siglos xviii y xix; en tanto que en la indicada
fecha de la demarcación empezó la decadencia del pueblo de Peña-
fiel, hasta su total desaparición y abandono, que originó la ruina
del casti:o, ya que a partir del siglo xvi rara vez lo habitaron sus
comendadores (8).
# # #

Transcurren bastantes años sin que tengamos noticias de hechos


relacionados con Peñafiel y su castillo hasta la muerte de Pedro I
de Castilla, en cuyo tiempo surgieron nuevos problemas, porque,
lejos de aquietarse los espíritus, no faltaron complicaciones gra­
ves al fatricida de Montiel en orden a la sucesión de la corona,
siendo uno de los pretendientes al trono, por considerarse el deudo
más cercano a don Pedro Jy con derecho a sucederle elJ rey Fer-
nando de Portugal.
Al alcanzar, pocos meses más tarde, la jefatura del maestrazgo
de Alcántara don Melén Suárez, hombre tornadizo, se declaró par­
tidario del rey portugués y alzóse con la mayor parte de las plazas
fuertes y castillos de la frontera que pertenecían a la Orden. Este
hecho sorprendió extraordinariamente porque don Melén, clavero
de Alcántara en vida del rey don Pedro, lo había combatido siempre
bajo la bandera del pretendiente don Enrique, distinguiéndose en
la batalla de Nájera (donde fué hecho prisionero), y tomando parte
muy directa a favor del Trastamara en el episodio de Montiel.
Tan fiel y adicto fué siempre al partido de don Enrique, que al
ceñir éste la corona, y para pagar a don Melén los buenos servicios
que le había prestado, le escribió al prior, comendadores y freires
de aquella milicia diciendo que se daría por bien servido si acon­
sejaban al maestre don Pedro Alonso que hiciese renuncia del
maestrazgo y eligieran en su lugar al clavero don Melén.
Así se hizo, en efecto. Y cuando era de esperar un período de
prosperidad para la Orden, el nuevo maestre pagó el favor real
con la más vil de las ingratitudes. Se declaró partidario del por­
tugués y siguieron su voz muchas villas y lugares de la frontera,
como Alcántara, Santibáñez, Eljas, Almenara y Salvaleón, ocasionan­
do con su decisión el consiguiente cisma.
Mas no todos los comendadores y caballeros siguieron el ejem­
plo de don Melén; antes por el contrario, buen número de ellos
se opuso a sus pretensiones de anexión al reino de Portugal y se
hicieron fuertes en el castillo casi inexpugnable de Peñafiel. Acudió
el maestre a sitiarlos y combatirlos en dicha fortaleza, pero sin re­ pena de desob
sultado positivo, viéndose obligado a regresar a Alcántara para el día 24 de dici
afianzar la posesión de esta villa; y después de inspeccionar las men­ Diez años d
cionadas plazas fuertes de Sierra de Gata, que lo apoyaban y Gutierre de Se
obedecían, pasó a Valencia de Alcántara, Mayorga, Herrera y Es­ el pleito plante;
parragal, adictas a su causa, con el propósito de reunir el mayor nombre actuab;
número posible de partidarios y hacerse nuevamente con todo el lazar, comenda<
maestrazgo. Mas no anduvo muy acertado en sus gestiones e intri­ de la aduana ]
gas; la fortuna se le volvió adversa y fué derrotado por el clavero de Portugal, a 1
don Diego Martínez, que «con la más gente que pudo juntar, así de la encomieni
vasallos de la Orden como de otros pueblos», fieles al rey don En­ tes su mejor d<
rique, peleó con él v los suyos y los echó de Alcántara y demás partes, el dicta;
villas del maestrazgo, viéndose precisado a refugiarse en Portugal, Mesa Maestral»
donde terminó sus días. como testigos <
En tiempos ya del rey don Juan II, el maestre don Juan de So- Fernández de
tomayor acompañó al infante don Fernando en la batalla de Ante­ pasó ante Fema
quera con ochenta caballeros y vasallos de la Orden pertenecientes El cronista
a los partidos de Alcántara v la Serena, además de otras gentes tancia de episc
de la villa de Morón. mente, con el
Finalizada la campaña, regresó el maestre a Alcántara en el comendadores, <
año 1410, y desde allí pasó a la villa de Ceclavín para resolver un tierre de Cácer
pleito que sostenían los ceelavineros y los comendadores de Pe­ Piedrabuena, di
ñafiel. Pretendían aquéllos que sus ganados pudieran pasar el río acudieran con
Alagón, beber sus aguas v pacer las hierbas de sus riberas, dentro dos y vecinos q
ya del término de Zarza, de idéntica manera a como venían ha­ También fu*
ciéndolo desde tiempo inmemorial, ya por tolerancia o bien autoriza­ 1469, teatro de
ción expresa de los comendadores que se habían sucedido en el del clavero don
cargo. Para resolver en justicia, consultó el caso con varios hombres porque el prim<
buenos de los lugares circundantes, y una vez conocidas sus diver­ derla contó coi
sas opiniones sobre el particular, encargó la resolución del asunto Bezudo, de Lu
a Juan Fernández de Trujillo, bachiller en Leyes, que revisó los autos hermano Hema
y «mandó amparar a los ceelavineros en la posesión de que probaron caballeros, que
estar», disponiendo a su vez que los vecinos de Peñafiel y la Zarza «muy lucida ge
disfrutasen de idénticos beneficios en término de Ceclavín, «aco­ el arzobispo de
tando determinadas tierras v señalándoles hasta dónde podían en­ viño. Igualment
trar». el Bezudo, cuai
Más tarde el Concejo de Alcántara pidió al mencionado maes­ pariente, capita
tre, en el año 1424, que autorizase a los vecinos de la villa para familias de la
que pudiesen cortar leña con destino a sus necesidades en las casas, vajal, Alonso d<
aceñas, molinos y faenas del campo, en los montes de todas las cisco del Bote \
encomiendas y sitios y lugares del maestrazgo. Accedió gustoso don Cuando el ai
Juan a sus deseos y otorgó el oportuno privilegio en el que se or­ levantaron con
denaba a frey Alonso de Peñaranda, comendador de Peñafiel, y a los hubieron de en
demás caballeros que poseían las restantes encomiendas, que no en tal ocasión s
impidiesen ni cobrasen portazgo a los vecinos de Robleda que tra­ y Acehuche el t
jesen maderas para vender en Alcántara y «que las comprasen so del ya fallecido

438
eza, pero sin re- pena de desobediencia». Fué fechado dicho privilegio en Cáceres,
Alcántara para el día 24 de diciembre de 1425.
eccionar las men- Diez años después, estando en Alcántara el nuevo maestre don
lo apoyaban y Gutierre de Sotomayor, dictó sentencia, el día 2 de octubre, en
a. Herrera y Es­ el pleito planteado entre el prior del convento, frey Alonso, en cuyo
reunir el mayor nombre actuaba frey Juan Enrique de Torres, y frey Pedro de Sa-
?nte con todo el lazar, comendador de Peñafiel, sobre la posesión de los devengos
gestiones e intri- de la aduana por las cosas que entraban en Castilla procedentes
lo por el clavero de Portugal, a través del puente sobre las Eljas, situado en término
pudo juntar, así de la encomienda de Peñafiel. Alegaba cada uno de los contendien­
s al rey don En- tes su mejor derecho a percibir tales impuestos; pero oídas ambas
cántara y demás partes, el dictamen de don Gutierre fué «que debían revertir a la
arse en Portugal, Mesa Maestral», y, por consiguiente, al prior y convento. Figuraron
como testigos en esta diligencia Gonzalo Sánchez Topete, Alonso
don Juan de So- Fernández de Braceros, Martín Martínez y Alonso de Zamora; y
batalla de Ante­ pasó ante Fernando López, escribano.
en pertenecientes El cronista alcantarino tantas veces citado ha dejado cons­
de otras gentes tancia de episodios o hechos relacionados, más o menos directa­
mente, con el castillo de Peñafiel o su tierra, y también con sus
Alcántara en el comendadores, como el acaecido en 1469, cuando el maestre don Gu­
para resolver un tierre de Cáceres y Solís, que tenía su gente sobre el castillo de
ndadores de Pe- Piedrabuena, dispuso que varias villas y Tugares, entre ellos Zarza,
?ran pasar el río acudieran con sus sobrantes de trigo para avituallar a los solda­
is riberas, dentro dos y vecinos que sostenían el cerco de dicha fortaleza.
como venían ha- También fueron las tierras de la encomienda de Peñafiel, en
i o bien autoriza- 1469, teatro de las correrías y luchas frecuentes entre las huestes
i sucedido en el del clavero don Alonso de Monroy y las del maestre don Gutierre,
n varios hombres porque el primero se había apoderado de Alcántara, y para defen­
locidas sus diver- derla contó con la ayuda de su primo Hernando de Monroy, el
ución del asunto Bezudo, de Luis de Chaves, de Pedro Lasso de la Vega, de su
íe revisó los autos hermano Hernando de Monroy, señor de Belvís, y de otros muchos
de que probaron caballeros, que dieron jaque a los hombres del maestre y a la
íñafiel y la Zarza «muy lucida gente» que le había proporcionado el duque de Alba,
1 Ceclavín, «aco- el arzobispo de Toledo, el almirante de Castilla y el conde de Tre-
lónde podían en- viño. Igualmente merodeó junto a Peñafiel el dicho don Hernando
el Bezudo, cuando se dirigía a Alcántara para prestar auxilio a su
íencionado maes- pariente, capitaneando treinta escogidos caballeros de las mejores
de la villa para familias de la provincia, entre las que figuraban Luis de Car­
ades en las casas, vajal, Alonso de Trejo, Diego Pizarro, Rodrigo de Yanguas, Fran­
ites de todas las cisco del Bote y el regidor de Plasencia, Pedro de Ahumada.
•edió gustoso don Cuando el año 1477 fue preso el clavero Monroy en Magacela, se
en el que se or- levantaron con las fortalezas de la Orden diversos caballeros que
? Peñafiel, y a los hubieron de entregarlas al nuevo maestre don Juan de Zúñiga; y
miendas, que no en tal ocasión se apoderó de las villas de Peñafiel, Zarza, Ceclavín
Robleda que tra­ y Acehuche el trujillano Francisco de Hinojosa, cuñado y partidario
ías comprasen so del ya fallecido maestre don Gutierre de Cáceres. Y agrega la eró-
nica que estaban con el usurpador en el castillo de Peñafiel Al­
varo y Gómez de Hinojosa, Diego de Tapia, Argüello, Francisco
Trompeta, Villegas, Alonso, Francisco y Antón Solano, Salgado y
Saavedra.
El comendador de Peñafiel, Fernando de Guzmán, hijo del alcaide
de la fortaleza de Alcántara, don Diego, en unión de otros caba­
lleros y freires, se halló presente, el 20 de enero de 1493, en el acto
de toma de posesión del solar que Bartolomé de Oviedo había do­
nado a los franciscanos para que fundaran un convento bajo la
advocación de su santo titular, en la mencionada villa.
E l dicho comendador, apellidado Guzmán, debió ser un caballe­
ro hacendado y prestigioso, pues en la última galería del claustro
del convento de Alcántara hay unos antepechos de piedra berro­
queña con balaustres cuadrados y redondos, que alternan con cla­
ros, y «en la lámina de afuera está en el medio un escudo con las
armas de los Guzmán, al lado derecho, y al izquiedo de los Zúñiga,
y este epitafio: «Frater Fernandus Guzman Comendatarius de Pe­
ñafiel lioc conditur. Obiit anno 1545».
También en el claustro y en su ángulo tercero existió un altar
dotado por este mismo comendador, y junto al pie, su sepultura,
con una lápida en que se grabó el escudo de los Guzmanes y la
siguiente inscripción: «Aquí yace el magnífico caballero Frey Fer­
nando de Guzmán, Comendador que fué de la Zarza y Peñafiel.
Murió a treinta de enero, año de 1545».
Tenía dicho altar un descendimiento de piedra, pero poco de­
cente y mal tratado, por cuya razón, en la visita que realizó al con­
vento, en 1599, don Juan Rodríguez Villafuerte y Maldonado, lo
mandó quitar, y fue sustituido años después por un retablo con la
imagen de San Pedro de Alcántara.
El comendador Guzmán «dotó una memoria de misas», y en su
virtud se le aplicaban veintiséis por año y una en el día de su fa­
llecimiento.
ie Peñafiel Al-
iello, Francisco
ano, Salgado y

hijo del alcaide


de otros caba-
L493, en el acto
.iedo había do-
tnvento bajo la

ser un caballe­
ría del claustro
e piedra berro-
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i de los Zúñiga,
datarius de Pe-

existió un altar
e, su sepultura,
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llero Frey Fer-
irza y Peñafiel.

pero poco de- E L CASTILLO Y PLAZa FU ERTE DE PLASENCIA


; realizó al con-
Maldonado, lo I
i retablo con la
R e f e r e n c ia d e l r e c in t o a m u r a l l a d o y d e l a l c á z a r q u e c o r o n a b a l a
misas», y en su CIUDAD DE PLASENCIA.
?1 día de su fa-
La muralla .—Cuantos testimonios han alegado geógrafos, cronis­
tas e historiadores, durante el paso de los años, para demostrar la
existencia de la legendaria Ambracia (1) en el lugar preciso que hoy
ocupa y ocupó siempre la bella ciudad regada por el Jerte, la
acogedora, espléndida y monumental Plasencia, carecen, a nuestro

(1) F r a y A l o n so F e r n á n d e z , autor, según ya se ha repetido, de la Historia


y Anules d e la ciudad y obispado d e Plasencia, entre otros, afirma, al dar co­
mienzo su obra, en el cap. II, t. I, pág. 19, que «donde ahora está la ciudad
de Plasencia, es donde antiguamente estuvo una gran ciudad de griegos, lla­
mada Ambracia, fundada por gentes de Macedonia y Ambracia, que le pu­
sieron el mismo nombre que tenía la ciudad de donde partieron».
(*) E l curioso y detallado dibujo, que publicamos, relativo a Plasencia,
es copia sólo uno del siglo xvi. Nos la ha facilitado el ilustre galeno y meritísi-
mo publicista don Marcelino Sagans, nuestro querido amigo, colega y paisano,
a quien reiteramos nuestro agradecimiento.
juicio, de sufiei
recer, admitimo
la reconquista c
P K / ^ d » .
su clásica siluetí
narse con exacti
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Plasencia.— Plano de la cerca de la ciudad y del alcázar. Este último, según


interpretación de Díaz y López
juicio, de suficiente fuerza probatoria; y siendo éste nuestro pa­
recer, admitimos solamente como hecho probable que antes de
la reconquista de la Transierra por los reyes de Castilla, alzaba
su clásica silueta en algún sitio que todavía no ha podido determi­
narse con exactitud —correspondiente al viejo solar de la mentada
urbe—, la tan cacareada torre de Ambroz (2), erigida, según opi­
nión de los tratadistas, por la gente del Islam, que ocupó y se en­
señoreó de aquella tierra desde su arribo a las costas de iberia, en
el siglo viii, hasta su expulsión definitiva por las huestes cristianas
a finales de la duodécima centuria y principios de la siguiente.
a Al liberar toda la parte oriental de la comarca transerrana el
batallador y esclarecido monarca castellano Alfonso VIH, cruzado
insigne con sensibilidad de artista, debió quedarse prendado de la
exuberante vegetación, abundancia de agua y excelente clima de
aquellas tierras, y decidió, complacido, elegir el punto más estra­
tégico y acondicionado de todo el valle para fundar en él una po­
pulosa, amena y floreciente población. Y la prueba evidente de que
fué tal el proprósito del referido soberano, la encontramos al exami­
nar el privilegio fundacional, uno de cuyos párrafos dice así: «Qua-
propter ego aldefonsus... urbem edifico, cui Placentia (ut Deo pla-
ceat et hominibus) nomem imposui...». Es decir, dispongo la edifi­
cación de una ciudad, tan magnífica y perfecta que resulte grata
a los ojos de Dios y a los hombres.
Y si tales eran los pensamientos y deseos de Alfonso el Noble,
es lógico suponer pretendiera rematar su obra y dotarla de medios
indispensables y precisos para su desenvolvimiento, auge y prosperi­
dad; procediendo seguidamente a la construcción de un recinto de
murallas recias —digno marco del gran tesoro que guardaban—,
que sirviera de refugio seguro a los placentinos ante las frecuentes
incursiones de los sarracenos; y también de lugar adecuado para
organizar mesnadas, concentrarlas allí y utilizar después dicha base
como punto de partida en sus expediciones guerreras.

(2) En el privilegio fundacional de la ciudad se dice textualmente: «... en


el lugar que antiguamente se llamó Ambroz, edifiqué la ciudad a que puse el
nombre de Plasencia ut placeat D eo et hom in ibu s...». Dicho privilegio, que se
halla inserto en otro de Alfonso, el Sabio, fue expedido en Segovia el domingo
18 de junio de 1273, según hace constar el cronista placentino A l e j a n d r o
M a t ía s G i l en la página 17 de su obra L as siete centurias d e la ciudad de
Alfonso VIII, ed. en Plasencia en 1877.
En el referido privilegio no se alude a la torre de Ambroz y, mucho menos,
se señala el sitio exacto donde estuvo situada; pero algunos historiadores no
han tenido reparo en admitir como hecho cierto que el citado baluarte es el
mismo que se llamó después torre del Homenaje del alcázar placentino; y que,
siendo el ingenio más fuerte, se enseñoreaba de éste y de toda la ciudad.
Entre otros, F r a y L u is d e A r iz a , en su Historia antigua d e Avila, parte 1.a,
fil. 8, escribe a este respecto: «... que la población que hubo en Plasencia,
junto a una torre que ahora está en la Fortaleza, y se llama la torre de Am­
broz, por los años 1101 perteneció al obispado de Avila...».

443
ir. Este último, según
Cuanto dejamos consignado permite admitir, como hecho cierto,
que fué el mencionado rey el artífice de la cerca murada que en­
vuelve y protege la hermosa capital de la Vera y el Valle; supo­
niéndose que debieron dar comienzo las obras inmediatamente des­
pués de haber sido liberadas aquellas tierras del yugo musulmán.
A iniciativa, por consiguiente, del rey fundador, se procedió se­
guidamente a la erección de la muralla y del soberbio alcázar, situan­
do a éste en la parte más prominente de la colina que servía de
asiento a la mencionada urbe. El alcázar estaba unido a la cerca
y eran uno y otra partes integrantes y fundamentales de la más
segura y magnífica fortaleza de la región en aquel tiempo, sin gé­
nero de dudas.
Las obras de fortificación comenzadas al poco tiempo de ser
reconquistadas aquellas tierras (en 1178 exactamente) (3), debieron
suspenderse en 1195, porque, como consecuencia de la derrota de
Alarcos, cundió el pánico en ambas zonas de la Transierra, fallaron
las defensas, se hundió el frente de los cristianos, y, al siguiente
año, los muslines irrumpieron por toda la parte septentrional de la
actual provincia cacereña; penetraron hasta Maqueda y llegaron a
alcanzar los arrabales de Toledo, cayendo, con tal motivo, una vez
más en poder de los moros la codiciada Plasencia y su fértil cam­
piña (4).
Pero tal estado de cosas no fué duradero, porque, reorganizadas
las milicias del rey castellano y elevada su moral, atacaron con
brío y coraje a los infieles y los arrojaron más allá del Tajo, de ma­
nera fulminante, total y definitiva, en los últimos meses de 1196 (5).
(3) Algunos opinan, y acaso con fundamento (escribe M a t ía s G i l en el
fol. 24 de su cit obr.), que la gran cerca se edificó en los primeros tiempos,
a raíz de levantarse la ciudad.
(4) En 1196 «hace nuevas irrupciones Aben juset, vencedor en Alarcos,
cerca de Toledo, a Talayera y Maqueda, cuyos olivos tala, destruye a Santa
Olalla, y, pasando adelante gana a Plasencia, qu e no podía estar muy fortifi-
ca d a », según asegura M a t ía s G i l en la página 25 de sus Centurias; y según
afirman el P. M a ria n a en la pág. 18, cap. XIX del libr. 11 de su Historia;
F r a y J a im e B l e d a en la pág. 389 de su Crónica d e los moros; Luis d e A r i z a ,
pág. 11 de la 3.a parte, en su Historia d e las grandezas d e la ciudad d e Avila;
M . M o r a y t a , pág. 333, cap. IV, libr. II, Historia General d e España, y J o sé
A n t o n io C o n d e , cap. LUI de la 3.a parte de su Historia d e la dominación
d e los árabes en España (Madrid, 1874).
(5) Así lo afirma M. G i l en la pág. 3 2 de su men. libr., donde dice «que
a los pocos días (después de 1 1 9 6 ) levantó gente el rey don Alfonso... conquistó
la ciudad y muy de propósito la fortaleció y reedificó, levantando los muros
que ahora tiene, y los lugares de Mirabel y de Segura, hasta el año 1 2 0 0 , fa­
bricando los muros en los años 1 1 9 8 a 1 1 9 9 » .
No aparece muy claro cuanto dice el referido cronista placentino respecto
al momento en que se levantaron los muros que integran la cerca de Pla­
sencia; y es nuestro parecer que al fundarse la ciudad en 1178, empezaron a
construirse seguidamente las murallas del que estaba llamado a ser un presidio
muy útil, un campamento, una gran plaza fronteriza; que al caer en poder
de los muslines en 1196, diecisiete años después, no estaba aún terminado el

444
mo hecho cierto,
murada que en-
el Valle; supo-

Sayans,
ediatamente des­
yugo musulmán.
, se procedió se-
0 alcázar, situan-

Marcelino
a que servía de
mido a la cerca
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> tiempo de ser

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erudito y publicista
alcázar y ciudad
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ses de 1196 (5).
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destruye a Santa
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Centurias; y según
11 de su Historia;
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de

d e la dominación
antiguo

, donde dice «que


Ifonso... conquistó
mtando los muros
1 el año 1200, fa-
Dibujo

>lacentino respecto
la cerca de Pla-
178, empezaron a
Plasencia.

a ser un presidio
al caer en poder
aún terminado el
No se sabe con certeza si los sarracenos prosiguieron las obras cinco enumeradas
del alcázar, murallas y torres placentinas durante el corto período que estaba junto
de su dominación, después del desastre de Alarcos; pero lo que sí María, abierto m
resulta indudable es que, al recuperar los cristianos todo el terreno que recibía el not
perdido, el noble don Alfonso dió cima a la proyectada fortificación de Puerta Nueva.
y al embellecimiento de la ciudad; y es, por tanto, indiscutible que Toda la mural
la mayor y principal parte de la pujante y bien compuesta fortaleza rejos toscamente 1
a que venimos refiriéndonos, fué edificada en los últimos años del ñas intercaladas t
siglo x i i , y rematada en su totalidad durante el primer tercio de la tierra y cal.
décimotercera centuria; aunque fueron muchas las ampliaciones, re­ Presenta al exl
paros y modificaciones que se realizaron después en varias partes semejantes a la c
de su fábrica. semicilíndricas ad
El recinto amurallado de Plasencia forma casi un rectángulo irre­ de las respectivas
gular, que se extiende desde naciente a la parte de poniente, y en algunas partes sus
su ángulo noreste, que corresponde a la eminencia de un cerro, asen­ mide cuadrangulai
taba el alcázar, enlazado con la muralla y completando las defensas De idéntica m
de la vieja cerca. se puede apreciar
Cronistas e historiadores han insistido en que eran dos los cin­ recinto, porque so
turones fortificados; es decir, que había doble línea de murallas; pero ocultan y desfigui
el hecho real es que en la actualidad son escasos, casi nulos podría­ sibles ciertos trozc
mos decir mejor, los testimonios fehacientes de tal supuesto, ya las múltiples y d
que los vestigios encontrados y localizados igual pueden haber per­ el exterior y junto
tenecido al recinto exterior a que se hace referencia que a baluartes percibe ni una p
aislados o a cualquiera otra fortificación medieval. debido a los muc
Acopladas a la cerca mural había 68 torres, más un cubo cua­ diversas casas sol
drado que todavía se conserva, y ocho en el alcázar, parte principal conventos y modí
de aquélla; y las varias puertas de acceso a la plaza fuerte estaban murallones o cons
flanqueadas, cada una, por dos de las referidas torres o cubos. visibilidad de cuai
He aquí la distribución de las mismas: que es maciza tant
Por la parte noroeste, desde el alcázar hasta el postigo del del adarve, como
Salvador, diez, y ocho más desde este punto hasta la puerta de Be- adarve se aprecia t
rrozana; en la parte oeste, nueve desde dicha puerta a la de Las fortificacioi
Coria; por el sur, diez desde la de Coria a la de Trujillo; once reconstruidas en al
desde ésta a la de Tala vera, más otras once desde ella a la del Sol; apoyadas en la mi
, finalmente, en el lado oriental de la muralla, nueve torres desde de ellas en torres
l a puerta del Sol al cubo llamado Lucía (6). como la que existe
Vemos, pues, que además de las cinco puertas señaladas, existía Reconstruidas ¡
el postigo del Salvador; pero en realidad las puertas eran seis; las tienen todavía, aui
pero no los arcos
fuerte recinto; y que, al recuperarlo aquel mismo año los cristianos, proce­ dio punto de labra
dieron sin pérdida de tiempo — desde 1196 a 1200 ó 1201— , a reparar, re­ El dovelaje v t
construir y terminar la gran cerca, y a adosar a sus lienzos las ingentes torres aserto.
que completaban y robustecían la fortaleza de la plaza, al propio tiempo que En su clave ap
daban comienzo las obras para la erección del soberbio alcázar.
(6) Existe disparidad de criterios entre los historiadores en cuanto a las
oval, la imagen de]
torres del recinto y alcázar de Plasencia, pues mientras nosotros admitimos que una cruz. Encima,
eran 77, Alonso Fernández dice que fueron 72, y Matías Gil, 78. está el escudo de

446
cinco enumeradas y la llamada de San Antón, ya desaparecida, y
que estaba junto al alcázar. Existió, además, el postigo de Santa
María, abierto mucho después de la construcción del recinto y
que recibía el nombre, por dicha causa y desde mucho tiempo ha,
de Puerta Nueva.
Toda la muralla es de mampostería, fabricada a base de silla-
rejos toscamente labrados, algunos cantos rodados y piedras peque­
ñas intercaladas en los intersticios; y sujeto todo con mortero de
tierra y cal.
Presenta al exterior la cerca placentina un aspecto y estructura
semejantes a la que circunda la ciudad de Avila, con sus torres
semicilíndricas adosadas y que sobrepasan en un tercio la altura
de las respectivas cortinas. Tanto aquéllas como éstas conservan en
algunas partes sus clásicas almenas cuadradas o en forma de pirá­
mide cuadrangular.
De idéntica manera a lo que sucede en Coria, en Plasencia no
se puede apreciar la hermosa perspectiva de su bello e incomparable
recinto, porque son muchos los edificios adosados al mismo que lo
ocultan y desfiguran. Por algunos de los lados, no obstante, son vi­
sibles ciertos trozos de los lienzos que sobresalen de las casas y de
las múltiples y diversas construcciones que se han levantado en
el exterior y junto a ello; pero desde el interior de la ciudad no se
percibe ni una pequeña porción de la parte alta de los muros,
debido a los muchos palacios y casonas existentes; mejor aún, las
diversas casas solariegas de los hidalgos placentinos, las iglesias,
conventos y modernos y suntuosos edificios pegados a los fuertes
murallones o construidos sobre los mismos, impiden totalmente la
visibilidad de cuanto aún se conserva de la primitiva fortificación,
que es maciza tanto en las cortinas, cuyo espesor determina el ancho
del adarve, como en las torres. La subida a éstas desde el dicho
adarve se aprecia todavía en algunos sitios.
Las fortificaciones de Plasencia, como ya se ha indicado, han sido
reconstruidas en algunos puntos, y las torres cilindricas escalonadas y
apoyadas en la muralla, también; habiéndose transformado algunas
de ellas en torres cuadradas que conservan restos de habitaciones,
como la que existe en la parte oriental cercana al solar del alcázar.
Reconstruidas aparecen, asimismo, las puertas del recinto, que
tienen todavía, aunque no todas, sus primitivos cubos flanqueantes;
pero no los arcos originales, siendo en general los actuales de me­
dio punto de labra menos vieja.
Él dovelaje y enjutas de la puerta Berrozana evidencia nuestro
aserto.
En su clave aparece esculpida en relieve, dentro de una aureola
oval, la imagen del arcángel San Miguel, con su consabida espada y
una cruz. Encima, grabado en dos losetas y dentro de un recuadro,
está el escudo de los Reyes Católicos sustentado por el águila de
San Juan y llevando en sus respectivos lados el yugo y el haz de
flechas característicos. Más abajo, y a ambos costados del arcángel,
hay dos lápidas en las que aparece, con caracteres góticos, la ins­
cripción que nos permite saber «se edificó esta puerta de los pro­
pios de la ciudad. Año 1571».
Las otras puertas de la plaza conservan análogos escudos e ins­
cripciones.
La llamada puerta de Trujillo está muy desfigurada, porque sobre
la misma se construyó una capillita para colocar la Virgen de la
Salud. Sus correspondientes torres flanqueantes desaparecieron, y
en el solar de la de la derecha se edificó después una casa.
Esta puerta está perfilada en medio punto, del que arranca bóveda
de cañón, asiento de la mencionada capilla, y nos muestra un dove-
laje coronado por el escudo de los Reyes Católicos, surmontando
una inscripción que permite conocer el origen de los aludidos blaso­
nes existentes en todas las puertas de la ciudad.
# # #

El alcázar .— Según se ha indicado, el gran monarca Alfonso VIII,


fundador de la bella ciudad de Plasencia, al propio tiempo que la
muralla, mandó levantar, en la parte más prominente del solar aco­
tado para asiento de la naciente población, el magnífico alcázar
que sirvió de residencia accidental, en diversas y frecuentes ocasio­
nes, a cuantos reyes, infantes y caballeros de calidad visitaban aque­
llas tierras pertenecientes al reino castellano.
Hasta que ocupó el trono de Castilla don Juan II, lo habitaron
de manera permanente varios y sucesivos alcaides nombrados por
la corona o por los propietarios de la floreciente urbe, dado que
Plasencia y sus aledaños constituyeron durante tiempo un importante
señorío. Y fue uno de sus más prestigiosos detentadores la insigne
reina doña María de Molina (7), de grata memoria por sus dotes de

(7) Desde su fundación, Plasencia fue ciudad realenga, y así se hace


constar en el núm. 703 de su Fuero, al decir «con plazer de su Señor el Rey»;
pero se constituyó pronto en señorío, y fue su primer poseedor doña Yolant,
infanta de Aragón y esposa de Alfonso X, al contraer matrimonio en 1248.
Las arras de doña Yolant eran copiosas, pues se le hizo merced de Plasencia,
Valladolid, San Esteban de Gormaz, Astudillo, Ayllón, Curiel, Béjar y otros
lugares, de cuyas villas se apoderó después su hijo don Sancho por la inscons-
tancia de la reina cuando, estando ya viuda, en 4 de abril de 1284, fomentó
las pretensiones de su hijo don Juan.
De los dichos señoríos, Plasencia y Valladolid pasaron a la reina doña
María Alonso de Molina y Meneses, mujer del bravo don Sancho, que fue, por
tanto, la II y gran señora de Plasencia (1284-1321). Era hija del infante don
Alfonso, hermano de San Fernando, y biznieta, por tanto, del rey fundador
de Plasencia.
La biografía de esta gran señora, escribe Benavides Checa, como hija, es­
posa y madre, su prudencia y dotes especiales de gobierno, de que tan re-

448
vugo v el haz de
ados del arcángel,
■es góticos, la ins-
puerta de los pro-

gos escudos e ins-

rada, porque sobre


r la Virgen de la
desaparecieron, y
una casa.
jue arranca bóveda
muestra un dove-
icos, surmontando
los aludidos blaso-

larca Alfonso VIII,


pió tiempo que la
?nte del solar aco-
magnífico alcázar
frecuentes ocasio-
ad visitaban aque-

m II, lo habitaron
es nombrados por
e urbe, dado que
npo un importante
itadores la insigne
i por sus dotes de

inga, y así se hace


de su Señor el Rey»;
oseedor doña Yolant,
matrimonio en 1248.
merced de Plasencia,
Curiel, Béjar y otros
meho por la inscons-
ril de 1284, fomentó
■on a la reina doña
Sancho, que fue, por
hija del infante don
to, del rey fundador

'heca, como hija, es-


too, de que tan re-

Plasencia.— Lienzo v cubo de la muralla


29
gobernadora y sus muchas virtudes; si bien hemos de insistir en que
la mayoría de sus aciertos se deben al hecho real de tener siempre
a su lado al más ilustre de los placentinos, don Ñuño Pérez de
Monroy, abad dé Santander, consejero y confesor de la soberana; y a
los también hijos de Plasencia Diego Velasco, escribano de cámara;
Pedro Sánchez de Grimaldo, señor de Grimaldo y las Corchuelas;
Fernán Pérez del Bote, criado del infante don Felipe; Vidal Yagüe,
criado de la reina; Pedro Martín, escribano de Fernando IV; Diego
García, mayordomo del rey, y a otros varios caballeros a quienes
confió importantes cargos en la Corte y puso al frente de arduas
empresas, tanto ella como su esposo e hijo.
El dicho alcázar, que era sin duda el más interesante baluarte
de toda la fortificación, formaba parte del recinto amurallado y se
alzaba suntuoso y dominante en el ángulo noreste; y en torno
a su fábrica se conservaron durante muchos años vestigios de su
cerca o recinto exterior, ya que eran tres, según podía apreciarse,
las líneas de defensa del antañón y residencial castillo.
Como la mayoría de las de entonces, tenía esta fortaleza planta
cuadrangular, y sus cortinas aparecían defendidas por torres cilin­
dricas empotradas en cada uno de sus ángulos y otras en la mitad
de cada lienzo, tres de ellas semicirculares y la cuarta de forma
rectangular, como cuerpo saliente frente al naciente, de 14 metros
de altura y cuatro fuera del muro. Esta recibió desde siempre el
nombre de torre del Homenaje.
Hasta principios del siglo actual se conservaban todas las to­
rres, menos la correspondiente a la esquina sureste y la de la mitad
del lienzo que miraba al sur.
levantes pruebas dio en los reinados de su esposo Sancho IV, en la menor
edad de su hijo Fernando IV, y de Alfonso XI, su nieto, no pueden contenerse
dentro de una nota.
Para Plasencia, más que señora fue doña María cariñosa y verdadera madre,
pródiga y augusta soberana. Fue entonces cuando Plasencia llegó a la meta
de su grandeza y gloria, a la cumbre de su poder y señorío, cuando los nobles
dacentinos e ilustre Concejo intervinieron en todos los acontecimientos po-
fíticos y convulsiones populares tan frecuentes en los turbulentos remados de
Sancho IV, y de su hijo y su nieto.
Después del fallecimiento de doña María de Molina, Plasencia volvió a in­
corporarse a la Corona.
La III señora del Plasencia fue doña Leonor, infanta de Aragón, desde
el 18 de julio de 1375 que contrajo matrimonio con don Juan, después rey de
Castilla, I de este nombre.
En 30 de agosto de 1380, Juan I concedió al obispo don Pedro y al Ca­
bildo la parte de portazgo que este monarca tenía en Plasencia y su término.
A partir de 1382, en cuyo año falleció doña Leonor, nueva incorporación
del señorío a la Corona, que ya no se concede más a reina alguna, y sí a un
tirano, a don Pedro de Zúñiga, que inició un lamentable período para Pla­
sencia, cuando le concedió tan señalada merced el rey Juan II.
Heredó a don Pedro su hijo Alvaro, y a éste le sucedió un joven llamado
también Alvaro, biznieto del primero. ¡Cuarenta y seis años de esclavitud para
Plasencia!, exclama el chantre Benavides Checa.

450
de insistir en que
! de tener siempre
n Ñuño Pérez de
le la soberana; y a
ribano de cámara;
y las Corchuelas;
lipe ; Vidal Yagüe,
■mando IV; Diego
balleros a quienes
frente de arduas

teresante baluarte
> amurallado y se
reste; y en torno
>s vestigios de su
podía apreciarse,
istillo.
:a fortaleza planta
s por torres cilín-
otras en la mitad
cuarta de forma
nte, de 14 metros
desde siempre el

ban todas las to-


? y la de la mitad

bo IV, en la menor
10 pueden contenerse

i y verdadera madre,
icia llegó a la meta
¡o, cuando los nobles
acontecimientos po-
bulentos reinados de

*lasencia volvió a in-

a de Aragón, desde
fuan, después rey de

don Pedro y al Ca­


dencia y su término,
nueva incorporación
la alguna, y sí a un
e período para Pla-
[.
ió un joven llamado
>s de esclavitud para
de agua. La ar
La entrada a la fortaleza estaba hacia la parte de la ciudad; de grueso, por <
y allí, bastante destruida y en el recinto exterior o primera línea Por la simp
de defensa, se encontraba la puerta, flanqueada por dos torres cázar, las muí
muy salientes y semicirculares por sus frentes; pero dicha puerta mampostería, a]
no fué abierta en el medio de la pared, sino en el lado derecho. y cal; pudiendo
Franqueado este acceso y continuando por el angosto paso que fecha en que se
existía entre los dos cuerpos salientes de las torres, se llegaba a la lógicamente, su
puerta del segundo recinto, o alcázar propiamente dicho. Su interior, ñar las consigu
en los primeros años del siglo actual, era un corralón dispuesto y rra, la acción d
acondicionado para celebrar en él corridas de toros. Se trataba de que han ido trai
un espacio cuadrado de unos 30 metros por lado, aproximadamente; Por el extern
y por las señales y restos del piso y de los muros, se ha podido pre­ se veían las m
cisar que fué, sin duda, un patio central rodeado de columnas y viva de aquella
arcadas que constituían un todo armónico, con cuatro galerías abier­ El lienzo de
tas y bien dispuestas que se claustraron en dos pisos; y entre estos la general que
y los muros, cuatro crujías. Todavía no hace mucho se conservaba recto, dando fr*
en el del lado sur una bóveda de ladrillo de cañón seguido. que recibe el no
Por la parte oriental, sitio que corresponde al mencionado ba­ Por la dicha
luarte saliente y rectangular o torre del Homenaje, existían restos las defensas de
de un aljibe, cuyos ruinosos arcos habían sido destruidos en época ciertamente la <
reciente. Fué obra de artífices mudéjares, según se desprendía del También se
examen de aquel socavón de escombros. indicios de un
procedente de 1(
He aquí una más completa referencia de un historiador de nues­ A fin de fací
tro tiempo, que confirma parte de la anterior descripción: el gran obstácu
«Para llegar al interior del castillo hay que pasar un pasadizo existencia del ñ
oscuro. Dada la priv
»E1 interior del monumento es otra desolación. Tiene un patio torres se domin;
rectangular de unos 30 metros de longitud, con arcos sobre co­ ñas que circun<
lumnas, dos piezas con galerías, aljibes y obras arruinadas de espléndida vega
otras épocas, desde la más remota antigüedad. Las pujante
»Por cierta cuenta de reparaciones hechas en la fortaleza se dicho, con las m
sabe que, entre otras dependencias, tenía las siguientes: salas ba­ ta llamada de
jas, entresuelos y corredores, salas de armas, cámara de armas y interior de Pla<
cuadra contigua a ella, un cubo ochavado y otro redondo, sala cuadrados subsi
real y cámara contigua, aljibes, azoteas, tejados, torre de Ambroz,
la de la Reina y otras, caballerizas, puerta principal, la del Rebellín
y la Redonda, de acceso al patio, más otras dos que caían a la
barbacana de las redondas. Por un corredor, desde el patio, se en­ Hemos proc
traba a la ancha sala real, pieza principal, muy dorada y adornada dolé de este tn
de talla, con artesonado dorado también, y el techo de dicho co­ fortaleza placen
rredor pintado y dorado con rosas y cintas. Hubo un cuarto con a que, si bien la
dos chimeneas. La torre del Homenaje, blasonada con las armas
de la ciudad, era antiquísima y abovedada interiormente. Tuvo (8) C a r l o s Sj
cubos regulares, murallas, barbacanas y ancho foso con abundancia (Madrid, 1943).

452
de agua. La antedicha torre de la Reina era muy fuerte, teniendo
rte de la ciudad;
de grueso, por sus tres esquinas, 30 pies (8)».
• o primera línea Por la simple observación se apreciaba que la fábrica del al­
i por dos torres
cázar, las murallas y las torres o defensas exteriores eran de
iero dicha puerta
manipostería, alternando con algunos trozos de sillería de mortero
lado derecho.
y cal; pudiendo afirmarse que la obra databa de finales del siglo x i i ,
angosto paso que fecha en que se alzó y completó toda la fortificación placentina que,
s, se llegaba a la lógicamente, sufrió después las naturales reparaciones para resta­
iicho. Su interior, ñar las consiguientes heridas ocasionadas por los avatares de gue­
ralón dispuesto y rra, la acción de los elementos e incuria de los hombres, a medida
os. Se trataba de que han ido transcurriendo los años.
iproximadamente; Por el exterior, y concretamente por la parte norte, este y sur,
>e ha podido pre- se veían las murallas del primer recinto asentadas sobre la roca
3 de columnas y viva de aquella elevada y accidentada meseta.
tro galerías abier- El lienzo de la muralla que miraba hacia poniente uníase con
sos; y entre estos la general que envolvía y protegía la ciudad; y lo hacía en ángulo
ho se conservaba recto, dando frente, como la puerta fortificada, a un gran espacio
i seguido. que recibe el nombre de Plaza de los Llanos.
mencionado ba- Por la dicha parte, que daba frente a la población, se aumentaban
e, existían restos las defensas del alcázar con ancha cava o foso, como lo indicaba
truidos en época ciertamente la depresión del terreno que allí se observaba.
e desprendía del También se apreciaban en dicho lugar, a la izquierda del muro,
indicios de unos conductos para alimentar el foso con el agua
procedente de los aljibes.
toriador de nues-
A fin de facilitar y permitir la entrada a la fortaleza y para salvar
ipción:
el gran obstáculo que suponía el mencionado foso, cabe admitir la
asar un pasadizo existencia del indispensable y correspondiente puente levadizo.
Dada la privilegiada situación del alcázar, desde el adarve de sus
Tiene un patio torres se dominaba la llanura, los inmediatos cerros, las altas monta­
arcos sobre co- ñas que circundan en parte la señorial ciudad y su término, y la
s arruinadas de espléndida vega del valle por donde discurren las aguas del Jerte.
Las pujantes torres de esta fortaleza enlazaban, según se ha
la fortaleza se dicho, con las murallas integrantes del gran recinto urbano; y la puer­
ientes: salas ba­ ta llamada de San Antón, que permitía y facilitaba la entrada al
lara de armas y interior de Plasencia por lugar próximo a los mencionados cubos
•o redondo, sala cuadrados subsistentes en aquella línea, desapareció ya hace tiempo.
orre de Ambroz,
I, la del Rebellín
que caían a la
el patio, se en- Hemos procurado reseñar, aunque muy a la ligera, por la ín­
rada y adornada dole de este trabajo, los elementos esenciales y constitutivos de la
ho de dicho co- fortaleza placentina, haciéndolo en tiempo pretérito; y ello se debe
) un cuarto con a que, si bien las torres y fuertes muros del alcázar — aunque desmo-
i con las armas
riormente. Tuvo (8) C a rlos S arth ou C a r r e r e s : Castillos d e España, pág. 279 y siguientes
con abundancia (Madrid, 1943).
chados y ofrecii
tos y retadores,
duras hasta el ]
los munícipes qi
tinos de Plasen<
absurda y fatal i
hasta sus cimiei
la histórica forta
se destruyó y a
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con tanta ilusiói
capacitados sotx
Por esta razc
algo que existió
y hemos aportac
mentó para que
tencia, y no se 1
Explicación del f
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1959, el escritor :
cido alcázar de 1«
capital de la Ve
cala 1:500, con i
en él fecha, o*
torre del Homen
tando elementos
indiscutible foso
de la cual ocupa:
Según mamfe
tado por él y al¡
de las bellezas ;
en verdad que
nación, pues par»
del viejo alcázai
en fecha no mu
papel los testimc
Nuestro espoi
traza de tan int
-íopBAfe £ pp -Bptto y mentó.
En nuestra í
blar detenidamei
chados y ofreciendo aspecto lamentable—, se mantuvieron enhies­
tos y retadores, presumiendo airosos con sus muñones y quebra­
duras hasta el pasado año de 1937, en dicha fecha, un bando de
los muníeipes que integraban entonces el Concejo y regían los des­
tinos de Plasencia, sorprendió a sus habitantes con la inesperada,
absurda y fatal noticia de que se procedería seguidamente a demoler
hasta sus cimientos cuantos restos continuaban todavía en pie de
la histórica fortaleza. Y, efectivamente, sin reparo ni pretexto alguno,
se destruyó y arrasó todo, hasta convertir en solar la joya arqui­
tectónica más interesante y representativa de la gran ciudad, que
con tanta ilusión y decidido empeño fundara uno de nuestros más
capacitados soberanos: Alfonso V III de Castilla.
Por esta razón nos hemos ocupado del célebre alcázar como de
algo que existió, y cuya desaparición lamentamos profundamente;
y hemos aportado los datos que poseemos relativos a dicho monu­
mento para que quede, en un trabajo más, constancia de su exis­
tencia, y no se borre su recuerdo en las sucesivas generaciones.
Explicación del plano del alcázar placentino:
En el número 7 de la revista Plasencia, correspondiente al año
1959, el escritor señor Díaz López (9), publica el plano del desapare­
cido alcázar de la bella ciudad, que asienta en las márgenes del Jerte,
capital de la Vera y del valle, según ya se hizo constar. Lleva es­
cala 1:500, con una pequeñísima regla de 10 metros; pero no figura
en él fecha, oriente, ni otra explicación que la de señalar la
torre del Homenaje y las rondas del Salvador y de la Avenida; fal­
tando elementos tan principales como son precisar el enclave del
indiscutible foso e indicar la situación de la Plaza del Llano, parte
de la cual ocupaba la referida fortaleza.
Según manifestaciones del señor Díaz, el aludido plano fué levan­
tado por él y algunos otros entusiastas, placentinos todos y amigos
de las bellezas arquitectónicas de la ciudad que los vió nacer. Y
en verdad que estuvieron muy inspirados al tomar tal determi­
nación, pues parece presentían que los ya ruinosos y confusos restos
del viejo alcázar estaban predestinados a desaparecer totalmente
en fecha no muy lejana a aquella en que decidieron trasladar al
papel los testimonios irrefutables de su existencia.
Nuestro espontáneo y sincero aplauso a quienes nos legaron la
traza de tan interesante, histórico y hoy ya desaparecido monu­
mento.
En nuestra última visita a la hidalga Plasencia pudimos ha­
blar detenidamente con el autor del mencionado plano y le ex-

(9 ) Plasencia, revista editada por la Asociación cultural placentina. P e d r o


de Artículo que lleva por titulo «Perfil d e una ciu dad», publicado en el
T r e jo .
número 7 de dicha revista, correspondiente al mes de junio de 1959.

455
pusimos nuestro criterio sobre la interpretación del mismo; cri­ E. Barrera
terio no coincidente en su totalidad con cuanto él hace figurar en cierra en el áns
dicho trabajo, si bien reconocemos su mérito y lo útil que nos ha rodeo o liza del
resultado para conseguir nuestro propósito y para que nuestra pre­ porque así dichí
tensión se aproxime un poco más a la realidad. Y hemos dicho tenía que estar
pretensión porque, ciertamente, no disponiendo en la actualidad tinaba el constn
más que del amplio solar donde mandó alzar el rey Alfonso VIII Sorprende q
de Castilla la recia y majestuosa fortaleza, no nos sería posible de­ duce a suponer
terminar exactamente el auténtico trazado de su armónica fábrica, del muro sobre
y aspiramos solamente a aproximarnos lo más posible a la verdad, Por otra pai
según nuestro modesto modo de ver, examinar e interpretar los es­ rrera abierta se
casos medios de que disponemos para nuestro fin, que es, en sín­ es poco admisil
tesis, ofrecer un plano que responda a la lógica y a las normas ar­ rior de la ciudai
quitectónicas de los tiempos en que se construyó el edificio. la colocación de
He aquí nuestro punto de vista sobre el particular:
Llama la atención, en primer lugar, dado el extenso recinto de F. Puerta t
Plasencia y su interesante historia, que el alcázar presente una en el plano que
planta o forma tan regular, propia de un edificio señorial del si­ que no respondí
glo xiv, como máximun, pues no parece mayor su antigüedad. de existir forzo
Otros varios detalles refuerzan este nuestro parecer, pues sería lo más agua, de cuva ex
natural que una fortaleza de tal importancia fuese más variada en G. Foso qui
su evolución, ya que en el plano aludido aparece como si hubiera se han ocupado
sido construida, en su origen, de una sola vez, sin posteriores adita­ man que por on
mentos o transformaciones. estuviera siempre
Existen, además, otros pormenores que pasamos a explicar, se­ H. Dado qi
ñalándolos con letra, de la manera siguiente: tener necesariam
A. Torre del Homenaje (llamada también torre de Ambroz). que el autor de
El plano publicado la presenta partida en dos y atravesada por el escarpa y contri
lienzo de la muralla; y aunque el autor asegura haber visto en en aquellos frenti
ella unos muros interiores —que, desde luego, pudieron existir—, I. Murallas
la dicha torre y fuerza principal del castillo tuvo que ser, y es casi cinto interior o
seguro que lo sería siempre, hecha de un bloque de rigurosa unidad, fortaleza de esta
aislada del resto o conjunto de edificaciones. Los referidos muros caso de rebelión
interiores fueron seguramente la divisoria de dos o más cámaras es casi único; v
existentes en la planta baja de la antañona y gran torre del Ho­ del siglo xv.
menaje.
Las murallas
B. Puerta que, por su posición, sería la entrada principal del recinto exterior d
cuerpo del castillo. Posiblemente hubiera estado mejor en el frente de aquéllas.
del Homenaje y al amparo directo y próximo de este baluarte, como
era uso y norma en plantas tan regulares; pero el plano publicado J. Este es el
la sitúa en el indicado sitio. de la ciudad, a 1
C. Otra entrada, que sería quizá puerta falsa o poterna. sición puede adn
D. Torre un poco mayor que las otras de análoga situación y ca­ pero resulta extr;
racterísticas. Fué seguramente la llamada torre de la Reina, a que tampoco tuviera t
hacen referencia los cronistas. Su enclave sobre el frente exterior
abona esta suposición.

456
del mismo; cri- E. Barrera exterior del castillo. Véase que en el plano no se
hace figurar en cierra en el ángulo superior derecho, dejando abierta la entrada del
útil que nos ha rodeo o liza del cuerpo del monumento. Es dudosa esta suposición,
que nuestra pre- porque así dicha barrera era como si no existiera en su mayor parte, y
Y hemos dicho tenía que estar cerrada y completa para cumplir el fin a que la des­
en la actualidad tinaba el constructor.
rey Alfonso VIII Sorprende que esta barrera no llevara algún torreón, y ello in­
sería posible de- duce a suponer que el artífice debió confiar la defensa a la posición
irmónica fábrica, del muro sobre el terreno, cosa frecuente en aquella época.
ible a la verdad, Por otra parte, en los frentes del sur y de la derecha, esa ba­
nterpretar los es- rrera abierta se hace siga duplicada con otra más exterior, lo que
. que es, en sín- es poco admisible, dado que esos frentes corresponden ya al inte­
a las normas ar- rior de la ciudad y estaban protegidos por el foso. Es un poco rara
1 edificio, la colocación de ese doble muro en todo aquel trayecto.
lar: F. Puerta exterior de la barrera. A simple vista se aprecia
rtenso recinto de en el plano que el dibujo de los torreones de la puerta es trazado
ar presente una que no responde exactamente a la realidad. En esta entrada hubo
> señorial del si- de existir forzosamente puente levadizo para salvar el foso con
• su antigüedad, agua, de cuya existencia no podemos dudar.
pues sería lo más
í más variada en G. Foso que no figura en el plano; pero los historiadores que
como si hubiera se han ocupado de ello lo sitúan sobre la plaza del Llano, y afir­
posteriores adita- man que por orden del rey la ciudad cooperaba para que este foso
estuviera siempre con agua.
>s a explicar, se- H. Dado que el foso era de los que se llenaban, había de
tener necesariamente una contraescarpa; y es muy posible, por ello,
rre de Ambroz). que el autor del plano tomara los correspondientes cimientos de
itravesada por el escarpa y contraescarpa como dos barreras o muros superpuestos
i haber visto en en aquellos frentes.
udieron existir—, I. Murallas de la ciudad. El plano las hace arrancar del re­
jue ser, y es casi cinto interior o cuerpo del castillo, y ello no se concibe en una
' rigurosa unidad, fortaleza de esta clase, porque era muy peligroso para el alcázar en
; referidos muros caso de rebelión interior o caída de la ciudad. El ejemplo de Coca
, o más cámaras es casi único; y además, Coca es castillo poco elevado y de fines
m torre del Ho- del siglo xv.
Las murallas de Plasencia no podían partir más que desde el
ida principal del recinto exterior de la fortaleza, dejando a ésta libre e independiente
íejor en el frente de aquéllas.
te baluarte, como J. Este es el muro exterior que reforzaba el recinto principal
plano publicado de la ciudad, a la que rodeaba en casi todo su trayecto. Tal supo­
sición puede admitirse considerándolo como barrera de ese recinto;
poterna. pero resulta extraño que, siendo la parte más avanzada al exterior,
ga situación y ca­ tampoco tuviera torres.
la Reina, a que
el frente exterior
E p is o d io s e n t o r n o a P l a s e n c ia y s u f o r t a l e z a .

En realidad, la plaza fuerte de Plasencia fué realenga desde su


fundación, porque, aunque constituida en cabeza de señorío, éste
dependió de la Corona en tiempos de Sancho IV y demás reyes
sucesores suyos; y a la gran reina doña María de Molina se la
considera como auténtica señora de esta ciudad, según ya se hizo
constar.
La importancia de toda índole de Plasencia, desde Alfonso VIII
hasta el reinado de los Reyes Católicos, merece ocupar lugar desta­
cado en los anales de la historia regional extremeña, debido al pres­
tigio de muchos de sus hijos que desempeñaron cargos de represen­
tación y muy principales en las cortes del reino, sirvieron a la iglesia
en los puestos de más relieve y responsabilidad y ofrecieron su brazo
y espada a la patria, organizando mesnadas y capitaneando milicias
en los momentos más difíciles, decisivos y trascendentales.
Los esclarecidos caballeros placentinos, hidalgos de indiscutible
y rancio abolengo, apellidados Trejo, Carvajal, Quirós, Loaisa, Vi-
ílalva, Monroy, Nieto, Valencia, Almaraz, Bote, Zúñiga, Grimaldo,
Dávila, Camargo, Jerez y muchos otros, sobresalieron por sus mé­
ritos personales en el transcurso de las centurias y dieron carácter
a todo un período de la baja Edad Media con sus triunfos, discor­
dias, escaramuzas y aventuras. Narrar detenidamente los diversos
acontecimientos a que sirvió de escenario la floreciente y señorial
Plasencia, o reseñar las andanzas de sus preclaros hijos, nos lleva­
ría demasiado lejos.
Por esta razón hemos de limitar el presente trabajo, una vez
apuntados algunos extremos relativos al alcázar, torres y cerca que
circunda la ciudad, a historiar escuetamente dos trascendentales epi­
sodios en los que actuó como protagonista el rey Fernando, el Ca­
tólico; y a referir una pintoresca escena, en la que intervienen dos
frailes, y que se desarrolló ante las puertas de la fortaleza.
En 1442, el rey Juan II hizo merced de Plasencia a don Pedro de
Zúñiga, conde de Ledesma, a pesar del descontento y franca opo­
sición de la mayor parte de los nobles placentinos, algunos de los
cuales llevaron tan a mal la determinación del rey, que abandonaron
para siempre la ciudad y se retiraron a los pueblos cabezas de sus
señoríos; haciéndolo, entre otros, el señor de Oropesa y Jarandilla,
el de Monroy y el de Belvís y Deleitosa.
Don Pedro de Zúñiga, que fué durante más de doce años señor
y conde de Plasencia, legó al morir su casa y hacienda a su hijo
don Alvaro, quien vino a ser, por ello, señor de Plasencia, II conde
primero y I duque después de dicha ciudad.
Este ilustre magnate, varón de gran ánimo, muy notable y vir-
?alenga desde su
de señorío, éste
y demás reyes
de Molina se la
¡egún ya se hizo

sde Alfonso VIII


ipar lugar desta-
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úñiga, Grimaldo,
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rres y cerca que
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Femando, el Ca-
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to y franca opo-
algunos de los
jue abandonaron
s cabezas de sus
esa y Jarandilla,

doce años señor


cienda a su hijo
isencia, II conde

iv notable y vir-
Plasencia.— Puerta de Berrozana
tuoso (10), consiguió lo que pocos grandes de Castilla: tener, en dos
de sus hijos, el maestrazgo de la Orden de Alcántara y el priorato alzado con todo
de la Orden de San Juan de los reinos de León y Castilla. del deán don Die
Contrajo nupcias dos veces; la primera con doña Isabel Manrique, Organizó y ca
y fueron padres de don Pedro (señor de Ayamonte), don Diego de Torrejón, auri.
(señor de Villora), don Alvaro (prior de San Juan), don Francisco Garci López de (
(señor de Mirabel) y doña Elvira (condesa de Benalcázar); y la se­ vez previsto todo
gunda, con doña Leonor de Pimentel, de la cual tuvo a don Juan rarse de la ciudac
de Zúñiga (maestre de Alcántara, arzobispo de Sevilla y cardenal), a Iniciaron la ei
doña Isabel de Zúñiga y Pimentel (II duquesa de Alba por su matri­ junto a la puerta
monio con don Fadrique de Toledo), y a doña María de Zúñiga, que de Torrejón, pan
se unió en matrimonio con su sobrino don Alvaro de Zúñiga, hijo Fernando, que est
de su hermano paterno don Pedro, y que fué duquesa de Plasencia Holgóse mucl
y Béjar. el emisario, aplau
tentó por cuanto
El hijo primogénito de don Alvaro de Zúñiga, II conde y I du­
para las ciudades
que de Plasencia, se llamó, según hemos dicho, don Pedro, y por
ceres y Badajoz,
haber muerto este caballero en vida de su padre, heredó los títulos
de cuanto sucedí
y mayorazgos de la casa uno de sus hijos, llamado también Alvaro,
recibían aviso ac
como el abuelo; el cual, según ya se ha hecho constar, se había
podía acontecer q
casado con su tía doña María de Zúñiga.
alcázar y ofreciei
La determinación testamentaria del I duque contrarió sobre­ corro, especialmei
manera a don Diego, segundo de los hijos de su matrimonio con Zúñiga, tío del du
doña Isabel Manrique, por considerarse con más derecho a la su­ Seguidamente
cesión que su sobrino Alvaro, II duque e hijo de su fallecido her­ cia, habiendo pre\
mano, el referido don Pedro. hicieran correr la ’
Los tiempos en que vivió el II duque de Plasencia coincideron ciguar las discordi
con aquellos otros, tan trascendentales en la Historia de España, placentina.
en los que los Reyes Católicos se propusieron terminar para siempre Entre tanto, k
con el feudalismo; y a tales efectos empezaron a sujetar y a mermar mientos de la ma
las atribuciones de los más destacados y bulliciosos elementos de Fuentidueñas Juan
la nobleza. Firme en su propósito y dispuesta a llevar a feliz tér­ con un grupo de !
mino su programa, la reina Isabel se puso en contacto con algunos de orden de su padre,
los caballeros principales de la ciudad de Plasencia, trató con ellos y y aliados de sus b
se esforzó en conseguir que se apartaran de la obediencia del nuevo mado Gutierre ter
duque don Alvaro; interesando que, después que se hicieran con Carrascal, y en ellí
Plasencia, la entregaran a la Corona y quedara bajo la protección y tes y animosos, a k
favor real. tefactos análogos, \
Pareció factible y conveniente a los hidalgos extremeños las su- de Trujillo, que se
jerencias y pretensiones de la soberana y empuñaron las armas por temente por mane
ser la ocasión propicia, dadas las discordias y disgustos frecuentes arremetió contra di
entre el duque don Alvaro y sus tíos Diego de Zúñiga, «eñor de seguidamente por i
Ayamonte, y Francisco de Zúñiga, señor de Mirabel, quienes se Sande.
consideraban perjudicados en sus intereses y prebendas por haberse E l grupo de a
vecinos que seguía]
dos y en son dé gt
(10) En opinión del cronista Fray A. Fernández.
torio, vociferando
460
illa: tener, en dos alzado con todo su sobrino, merced a las intrigas y asesosamientos
tara y el priorato del deán don Diego de Jerez.
bastilla. Organizó y capitaneó la conjura don Francisco de Carvajal, señor
: Isabel Manrique, de Torrejón, auxiliado por su hermano don Gutierre, hijos del doctor
onte), don Diego Garci López de Carvajal, y por otros aliados y deudos suyos. Y una
□), don Francisco vez previsto todo convenientemente, decidieron con firmeza apode­
íalcázar); y la se- rarse de la ciudad, dispuestos a entregarla al rey.
tuvo a don Juan Iniciaron la empresa enviando a Hernando de Carvajal, que vivía
illa y cardenal), a junto a la puerta de Berrozana, y era pariente próximo del señor
Uba por su matri- de Torrejón, para que se entrevistase e informara de todo al rey
ía de Zúñiga, que Fernando, que estaba a la sazón en Valladolid.
o de Zúñiga, hijo Holgóse mucho el soberano por las referencias que le facilitó
[uesa de Plasencia el emisario, aplaudió el gesto de los placentinos y manifestó su con­
tento por cuanto tramaban. Despachó al punto correos de confianza
II conde y I du- para las ciudades de Salamanca, Toro, Ciudad Rodrigo, Trujillo, Cá-
don Pedro, y por ceres y Badajoz, para que informaran a los respectivos Concejos
heredó los títulos de cuanto sucedía, interesando al propio tiempo de ellos que si
o también Alvaro, recibían aviso acudieran presurosos con gente de armas, porque
constar, se había podía acontecer que el duque y sus partidarios se refugiaran en el
alcázar y ofrecieran resistencia en tanto llegaban fuerzas de so­
; contrarió sobre- corro, especialmente la ayuda eficaz del poderoso don Juan de
u matrimonio con Zúñiga, tío del duque y maestre de la Orden de Alcántara.
derecho a la su- Seguidamente el rey partió por la posta en dirección a Plasen­
s su fallecido her- cia, habiendo prevenido a los componentes de su comitiva para que
hicieran correr la voz de que acudía a Extremadura dispuesto a apa­
sencia coincideron ciguar las discordias y alborotos surgidos en la bien fortificada urbe
istoria de España, placentina.
tiinar para siempre Entre tanto, los partidarios del rey habían iniciado los movi­
¡ujetar y a mermar mientos de la manera siguiente: Cierta noche llegó a la villa de
osos elementos de Fuentidueñas Juan de Sande y Carvajal, hijo del señor de Torrejón,
llevar a feliz tér- con un grupo de 50 jinetes escogidos que traía desde Cáceres, por
cto con algunos de orden de su padre, y a ellos se unieron otros muchos deudos, amigos
a, trató con ellos y y aliados de sus hermanos Francisco y Gutierre de Carvajal. E l lla­
ediencia del nuevo mado Gutierre tenía una hermosa casa de labor en la dehesa del
íe se hicieran con Carrascal, y en ella reunió, de entre sus criados, 20 campesinos, fuer­
ajo la protección y tes y animosos, a los que facilitó hachas, trancas de hierro y otros ar­
tefactos análogos, y, poniéndose al frente, se encaminaron a la puerta
extremeños las su- de Trujillo, que se cerraba todas las noches y se vigilaba convenien­
aron las armas por temente por mandato del receloso duque. La gente de Carvajal
¡isgustos frecuentes arremetió contra dicha puerta y la hizo saltar en pedazos, penetrando
; Zúñiga, señor de seguidamente por ella los sublevados que capitaneaba don Juan de
lirabel, quienes se Sande.
oendas por haberse E l grupo de asaltantes se vió pronto aumentado por muchos
vecinos que seguían en secreto la voz del rey, y, fuertemente arma­
dos y en son de guerra, pugnaron por alcanzar la plaza del Consis­
torio, vociferando enardecidos y lanzando a los cuatro vientos la

461
ritual consigna: ¡Plasencia, Plasencia por los reyes don Fernando
y doña Isabel!
Aquella primera noche consiguieron apoderarse de la mitad sur
de la ciudad, llegando hasta los confines de la plaza Mayor; y a
la mañana siguiente, como la fortaleza era un seguro y fortísimo
presidió, Sande Carvajal, con sus valientes caballeros y partidarios,
tuvo una feliz visión de los acontecimientos y se adelantó a cercar
el castillo, impidiendo así que pudieran refugiarse en él y hacerse
fuertes otros elementos del bando contrario.
Con tan sabia y radical determinación consiguió, efectivamente,
evitar que se uniera a los parciales del duque el maestre de Alcán­
tara, don Juan de Zúñiga, que a toda prisa había partido de Béjar
con mucha gente armada para entrar en Plasencia por uno de los
postigos de la muralla y unirse a su sobrino, que se había refugiado
en el alcázar; pero el de Sande prendió al maestre y lo llevó consigo
hasta uno de los palacios más seguros, donde lo puso a buen re­
caudo.
Se prolongó durante tres días la resistencia, y en todo ese tiempo
se multiplicaron las reyertas y sangrientos encuentros en la plaza,
en las calles adyacentes y en otros varios lugares del recinto. Los
partidarios de una y otra parcialidad llegaron a las manos en mu­
chas ocasiones, pelearon con gran porfía, y se acometieron con tena­
cidad y ensañamiento, hasta que, acobardados los partidarios del
duque, y fuertemente impresionados por oír constantemente el nom­
bre del rey, a quien los contrarios apellidaban, proclamando habían
empuñado las armas en defensa de la Corona, terminaron por ren­
dirse a discreción.
El duque y muchos de sus amigos se defendieron algún tiempo
más por ser recia y difícil de asaltar la fortaleza donde se habían
refugiado; pero al enterarse don Alvaro que habían apresado a su
tío, único socorro eficaz que podía recibir en tan grave contingencia,
se entregó a la parte del rey, por estar convencido de que don Fer­
nando haría lo imposible para reducir Plasencia a la Corona.
Inmediatamente don Alvaro salió de la ciudad y hubo de con­
tentarse con residir en la villa de Béjar, cuyo estado y título de
duque había concedido el rey Juan II, a trueque de Ledesma, a su
bisabuelo don Pedro de Zúñiga.
Llegó el rey a Plasencia el día 20 de octubre, y ese mismo día
tomó posesión de la plaza, acompañado de la nobleza, regidores y es­
tado llano, quienes lo recibieron con aclamaciones y pruebas de
contento. Pasó después la comitiva regia a la catedral, donde espera­
ba el deán, cabildo y toda la clerecía; y en el acto que allí se ce­
lebró, la ciudad, regidores, caballeros y capitulares pidieron al rey
juramento solemne de no enajenar, ni sacar la ciudad de la corona
real, como asimismo guardarla con todos sus fueros, privilegios y li­
bertades.
» don Femando

de la mitad sur
aza Mayor; y a
juro y fortísimo
os y partidarios,
delantó a cercar
en él y hacerse

», efectivamente,
aestre de Alcán-
partido de Béjar
por uno de los
había refugiado
lo llevó consigo
mso a buen re­

todo ese tiempo


ros en la plaza,
del recinto. Los
s manos en mu­
yeron con tena-
i partidarios del
temente el nom-
lamando habían
ninaron por ren­

on algún tiempo
donde se habían
n apresado a su
ive contingencia,
de que don Fer-
i Corona,
v hubo de con­
tado y título de
e Ledesma, a su

v ese mismo día


a, regidores y es-
■s y pruebas de
al, donde espera-
y que allí se ce-
i pidieron al rey
lad de la corona
. privilegios y li-

P lasen cia.— Torreón cuadrado del viejo recinto


Cuanto entonces sucedía en Plasencia no era un acontecimiento cualidad innata
aislado, un hecho esporádico más de los diversos que surgían en­ monarca con gn
tonces en los distintos meridianos de la Península Ibérica; no era un ocasión de la v
episodio que señalara el carácter destructivo de los turbulentos y del expresado añ(
anárquicos tiempos medievales. El enfrentamiento de la gente del Al acentuar !
duque y los parciales del rey era el choque violento y rudo de dos pretendían darle
civilizaciones opuestas, una que nace y la otra que muere; era había complacido
que la sociedad entraba en un nuevo período de su existencia, y Existía, ademi
en su nueva fase evolutiva y providencial el sistema, la idea antigua to fuera cordial ;
apuraba los restos de su arcaica vitalidad y en sus últimos coletazos que llegaba a Exi
venía a estrellarse contra el enérgico y vigoroso empuje de nuevas deseando vivir al
ideas, de nuevos pensamientos, de moral distinta y de un modo de puro, que refresc-
ser desconocido hasta entonces. recida de la Cort<
La lucha, durante tres días, en las calles de Plasencia, tuvo En Plasencia j
gran trascendencia porque indicaba había sonado la hora del re­ y torneos celebra
nacimiento y la caducidad de la Edad Media, con el hundimiento caído y le propoi
del feudalismo, representado en Plasencia por el duque, con sus se celebraron cor
privilegios, sus fortalezas y su bárbaro derecho del más fuerte. Aragón, que en t
El historiador local Matías Gil (11), escribe a este respecto que Pérez de Guzmán
aquel era el momento en que «a los antiguos reinos sucedía la mo­ lar y caprichosa,
narquía; a la división de estados, la unidad nacional, verdadera bil, y, por lo men
federación entonces, representada por los reyes, bajo cuya autoridad trastornado. Xo ol
se agruparon los Concejos con sus fueros, privilegios, franquicias e secuencia de la
inmunidades; firmes e imperecederos baluartes como siempre, sos­ rey se sintió rean
tén y apoyo de doña Isabel y don Fernando, en su elevado pensa­ a Trujillo y pueb
miento de asimilación y unidad, abatiendo el orgullo de la despótica tracción favorita,
y turbulenta nobleza». rajes.
Al feudalismo sucedió entonces en Plasencia la libertad civil; y Mas antes de <
aunque en lo político no fue esta ciudad más que una de tantas lebrada finca de
nómadas que entraron a formar el reino de Castilla, lo cierto es que llamado la Abadí;
el Concejo seguía con su tierra, sus franquicias y sus intereses, ma­ y ser él muy afic
teriales, con su amplio régimen municipal, sin centralización, tutela, pasatiempos».
ni vasallajes (12). En la Abadía
circundado por ui
teriores este amer
rencia —cuando s
Corría el año 1515 y los placentinos tuvieron ocasión de demos­ de sus alrededores
trar su contento y evidenciar su agradecimiento a la persona del de Castilla, quien
rey católico don Fernando, por haberles favorecido de manera muy cenario, olvidaron
singular, quitando al duque de Béjar la jurisdicción de Plasencia y vinieron una paz di
reintegrándola a la corona, según hemos hecho constar. Y como En la Abadía ¡
reconocer los favores recibidos y corresponder a las atenciones es sus dos nietos, don
el duque de Alba,
(11) M a t ía s G i l : Las siete centurias..., pág. 112. mayordomo y mucl
(12) Notas tomadas de las versiones sobre este tema facilitadas por los dicha finca, a pesa
historiadores de Plasencia, A. Fernández, Paredes y Guillén, Matías Gil y Be-
navides Checa. diciembre la concoi

464
30
i acontecimiento cualidad innata a los espíritus nobles, los placentinos recibieron al
que surgían en- monarca con grandes festejos y sinceras muestras de alborozo con
erica; no era un ocasión de la visita que les hizo durante el mes de noviembre
► s turbulentos y del expresado año.
de la gente del Al acentuar su entusiasmo los hijos de la muy noble ciudad,
) y rudo de dos pretendían darle a entender lo mucho que aquella medida los
que muere; era había complacido y satisfecho.
su existencia, y Existía, además, otra razón poderosísima para que el recibimien­
. la idea antigua to fuera cordial y apoteósico; el estado de salud del rey castellano
iltimos coletazos que llegaba a Extremadura casi extenuado, respirando con dificultad,
ipuje de nuevas deseando vivir al aire libre en bosques y valles saturados de oxígeno
de un modo de puro, que refrescara sus pulmones intoxicados por la atmósfera enra­
recida de la Corte y la baraúnda de los núcleos de población.
Plasencia, tuvo En Plasencia permaneció don Fernando algunos días, y las fiestas
la hora del re- y torneos celebrados en su honor levantaron un poco su ánimo de­
el hundimiento caído y le proporcionaron horas de contento; especialmente las que
duque, con sus se celebraron con motivo de las bodas de su nieta, doña Ana de
más fuerte, Aragón, que en dicha ciudad se unió en matrimonio a don Alonso
ste respecto que Pérez de Guzmán, duque de Medinasidonia. Boda, por cierto, irregu­
s sucedía la mo- lar y caprichosa, porque el noble Guzmán era un mequetrefe inhá­
ional, verdadera bil, y, por lo menos en apariencia, daba muestras de tener el juicio
> cuya autoridad trastornado. No obstante lo cual y su estado de gravedad, como con­
os, franquicias e secuencia de la hidropesía que venía minando su organismo, el
no siempre, sos- rey se sintió reanimado y decidió ponerse en camino con dirección
1 elevado pensa- a Trujillo y pueblos del contorno, dispuesto a entregarse a su dis­
) de la despótica tracción favorita, la caza, que era muy abundante en aquellos pa­
rajes.
libertad civil; y Mas antes de dirigirse a Trujillo se acercó a la pintoresca y ce­
e una de tantas lebrada finca de recreo que el duque de Alba tenía en el lugar
lo cierto es que llamado la Abadía, por haber allí «muy buenos vuelos de garzas
us intereses, ma- y ser él muy aficionado a la caza de aves, sobre todos los otros
ralización, tutela, pasatiempos».
En la Abadía existía un palacio primorosamente ornamentado,
circundado por un jardín de ensueño. Ya fué célebre en siglos an­
teriores este ameno lugar y en él celebraron una histórica confe­
rencia —cuando se llamaba Sotofermoso por las bellezas naturales
rasión de demos- de sus alrededores—, los reyes Fernando II de León y Alfonso VIII
i la persona del de Castilla, quienes, gratamente influidos por el ambiente del es­
de manera muy cenario, olvidaron antiguas discordias, suavizaron asperezas y con­
n de Plasencia y vinieron una paz duradera.
constar. Y como En la Abadía acompañaron al vacilante y desfallecido monarca
las atenciones es sus dos nietos, don Femando de Austria y don Fernando de Aragón,
el duque de Alba, el almirante de Castilla, el marqués de Denia, su
mayordomo y muchos grandes, caballeros, ministros y prelados. Y en
facilitadas por los dicha finca, a pesar de su estado de agotamiento, suscribió el 11 de
i, Matías Gil y Be- diciembre la concordia con su yerno el rey de Inglaterra en presencia
del obispo de Cosenza, Juan Rufo y Nicer Galeazos, nuncios del En 1544 res
pontífice, don Bernardo de Rojas, marqués de Denia y don Fernan­ endenciero y f
do de Toledo, comendador mayor de León. También en la mencio­
nada residencia señorial recibió al embajador del príncipe don Car­
E abía hecho me
más codiciadas
los, el célebre deán de Lovaina, Adriano de Utrech, y firmó con su sobremanera a
nieto un definitivo acuerdo de unión y perfecta armonía. E l de creyera el per.
Utrech venía con plenos poderes para hacerse cargo de la regencia permitía mirar
del Reino en el caso de que don Fernando falleciese; y aunque di­ entonces.
simulaba su ambición y cometido, no pasó desapercibida su intención Y cuentan le
y conducta tortuosa. monjes jerónime
Desde la Abadía, decidido ya el insigne soberano a marchar mienda de res<
a Trujillo para llegar hasta Guadalupe y pedir a la Santísima Virgen de comunidad;
que levantara su espíritu y aliviara las dolencias de su cuerpo, re­ recorrido deteni
gresó nuevamente a Plasencia; y estando en esta ciudad recibió la el tiempo y ct
funesta noticia del fallecimiento del Gran Capitán, Gonzalo de Cór­ urbe— visitar la
doba, que había cubierto de gloria las armas españolas. Firmes en si
No quiso detenerse ni una fecha más, y el día 15 salió de Plasen­ aproximarse a 1
cia y fué llevado en andas y con gran fatiga a Jaraicejo, a través cipal, salió a su
del puente del Cardenal. de gran señor,
Entre tanto, su nieto don Fernando seguía hacia Guadalupe acom­ concedido por
pañado del deán de Lovaina. de bravucón y
Desde Jaraicejo reanuda su jornada la comitiva regia en direc­ respetuoso con
ción a Madrigalejo; pero al llegar a la Cruz de los Barreros, en iglesia; y al teñe
una casa rústica llamada de Santa María, cerca de dicho lugar, hay en cólera, soltó
que detenerse porque el rey se ha agravado de manera alarmante. blante descomp
Al enterarse de este contratiempo el deán, regresó apresurada­ cabuz. ¡Cuerpo
mente, deseando estar al lado del monarca a la hora de su muerte; yanse a sus mon¡
y al saber que aún vive, intenta hablar con él; pero don Fernando, Ante tan ine
indignado, se negó a recibirlo y dijo a sus criados; «No viene sino a religiosos, confi
ver si me muero. Decidle que se vaya»; y ordena que vuelva a Gua­ llenos de espant
dalupe, a donde irá él en seguida para reunirse con los caballeros se retiraron en ¡
de Calatrava. pararse a hacer
Y mientras, don Fernando se debilita cada vez más. La hidro­ didos por el ce
pesía lo estrechaba para ahogarle, hasta que, finalmente, el día 23 de obligado a com¡
enero de 1517, entrega su alma al Todopoderoso, a las dos de la ma­ cipal y represent
drugada del día de San Ildefonso, después de haber otorgado testa­ Poco tiempo
mento y recibido el Santísimo y la Santa Unción. influyó de man
Desde muchos horas antes, en la iglesia de Madrigalejo no cesa­ los designios d<
ban las preces de los frailes jerónimos; pero la Parca se llevó al fray Juan de J <
Gran Rey, encontrándolo ya vestido con el humilde hábito de la hijos de San Jer
Orden de Santo Domingo (13). de Yuste. Y fué i
del castillo de
un preso para c
lancia sobre el i
(13) G. V e l o y N i e t o : Artículo publicado en la revista de ferias Plasencia, niñeada; pero q
correspondiente al año 1950. del encierro, y
azos, nuncios del En 1544 residía en Plasencia, lugar de su naturaleza, un tipo
lia y don Fernan- pendenciero y fantasioso llamado Juan de Jerez, a quien la Corona
ién en la mencio- había hecho merced de la alcaldía de la fortaleza, prebenda de las
Dríncipe don Car- más codiciadas en aquellos tiempos, y cuya posesión contribuyó
h, y firmó con su sobremanera a que el bravo y altanero caballerete mencionado se
. armonía. El de creyera el personajillo más influyente y representativo, que se
go de la regencia permitía mirar por encima del hombro a todos los placentinos de
ese; y aunque di- entonces.
ibida su intención Y cuentan las crónicas que, cierto día, llegaron a Plasencia dos
monjes jerónimos, procedentes del cenobio de Yuste, con la enco­
serano a marchar mienda de resolver asuntos particulares relativos a los intereses
Santísima Virgen de comunidad; y que una vez hubieron dado fin a sus gestiones y
de su cuerpo, re­ recorrido detenidamente la población, decidieron —para aprovechar
ciudad recibió la el tiempo y conocer las bellezas arquitectónicas de la suntuosa
Gonzalo de Cór- urbe— visitar la fortaleza.
iolas. Firmes en su propósito, se encaminaron hacia el castillo, y al
.5 salió de Plasen- aproximarse a la explanada que se extiende ante la puerta prin­
[araicejo, a través cipal, salió a su encuentro el fanfarrón y poseído alcaide, con ínfulas
de gran señor, alardeando de su privilegiado cargo que le habían
Guadalupe acom- concedido por su valor personal indiscutible y su retadora facha
de bravucón y pendenciero, sin reparar en su trato soez y poco
’a regia en direc- respetuoso con todo lo referente a los problemas y asuntos de la
los Barreros, en iglesia; y al tener conocimiento de la pretensión de los frailes, montó
? dicho lugar, hay en cólera, soltó varios tacos, y, con ademán amenazador y el sem­
lanera alarmante, blante descompuesto, vociferó: «Mozo, mozo..., echa acá un ar­
gresó apresurada- cabuz. ¡Cuerpo de Dios con los frailes! ¿Fortalezas queréis? ¡Vá­
ora de su muerte; yanse a sus monasterios!»
■ro don Fernando, Ante tan inesperada salida y tal sarta de exabruptos, los pobres
«No viene sino a religiosos, confusos y ruborizados, inclinaron sumisos la cabeza,
jue vuelva a Gua- llenos de espanto por el recibimiento brutal de aquel energúmeno, y
con los caballeros se retiraron en silencio, regresando seguidamente a su convento sin
pararse a hacer comentarios, debido a su estado de ánimo, sorpren­
“z más. La hidro- didos por el comportamiento del altanero alcaide a quien creían
íente, el día 23 de obligado a comportarse correctamente por razón del cargo tan prin­
las dos de la ma- cipal y representativo que ostentaba.
•er otorgado testa- Poco tiempo después aconteció un curioso episodio cuyo resultado
influyó de manera decisiva en la vida y porvenir del que, según
tdrigalejo no cesa- los designios de la Providencia, estaba llamado a ser y llamarse
Parca se llevó al fray Juan de Jerez, lego, varón virtuosísimo y ejemplar entre los
lilde hábito de la hij os de San Jerónimo que hicieron vida en común en el monasterio
de Yuste. Y fué el caso que, estando aún Jerez al frente de la alcaldía
del castillo de Plasencia, el famoso alcalde Ronquillo le entregó
un preso para que lo custodiara, recomendándole extremar la vigi­
lancia sobre el recluso por tratarse de persona peligrosa y muy sig­
a de ferias Plasencia, nificada; pero quisieron los hados que el detenido consiguiera huir
del encierro, y tal hecho motivó el temor consiguiente a que se
exigiera responsabilidad al alcaide Jerez, encargado de la guarda de
la fortaleza.
Temiendo, pues, las consecuencias de la fuga del preso, se vino
abajo toda la arrogancia y presunción del, en otro tiempo, soldado
valeroso y esforzado, y, lleno de miedo, abandonó su puesto y huyó
a refugiarse entre los muros de Yuste, donde precisamente, según
hemos indicado, hacían vida conventual aquellos dos pobrecitos
monjes a quienes trató de manera tan desconsiderada, cuando, es­
tando en Plasencia, pretendieron visitar la fortaleza; y sorprendidos
porque el arrogante prohombre reclamaba hospitalidad y protec­
ción para su persona, surgieron los consiguientes comentarios; mas
los jerónimos lo recibieron al fin complacidos, y, sin pasar mucho
tiempo, tomó el hábito, haciéndolo de manera tan fervorosa y es­
pontánea, que edificó a todos los componentes de la comunidad al
pronunciar estas palabras: «Que no quería servir en el convento
sino como un esclavo, y de lo que servía un hermano lego».
Desde el primer día en que pasó a formar parte de la comuni­
dad, dió pruebas inequívocas de sincero arrepentimiento y de su
gran disposición y dedicación a la vida religiosa, comportándose
siempre como un auténtico y fervoroso penitente, practicando la
caridad y todas las virtudes, y confundiendo a sus compañeros con
sus actos de humildad. En distintas ocasiones hizo constar «que
tenía más miedo cuando iba al capítulo, que jamás había tenido
viéndose frente a frente con las escuadras y ejércitos franceses».
El lego fray Juan de Jerez, terror en otros tiempos de amigos
y enemigos, vivió solamente dos años desde su reclusión en Yuste,
J-tU G A R D E E M P L A Z
pues entregó su alma al Señor en 1546; e insisten los cronistas en
que pasó los últimos años de su vida tranquilo, y murió santa­
mente (14). Algunas ram
dirección suroesl
a formaciones n
lebradas Villuen
desprenden de
izquierda del ca
ricos y legendari
fragüe. Desde el
el mencionado ]
surgir diversos ;
dilla, Mirabel v
de los Castaños,
y el Portezuelo, e
Es la de Poi
estratégico de si
rretera que va c
trazado con la d
(14) Narración que nos facilita M a t ía s G i l en la p á g . 166 de sus Cen­ mulus (Alconetaj
turias. sin par Miróbrij
468
de la guarda de

el preso, se vino
tiempo, soldado
u puesto y huyó
lisamente, según
dos pobrecitos
ada, cuando, es-
i; y sorprendidos
ilidad y protec-
x>mentarios; mas
sin pasar mucho
i fervorosa y es-
la comunidad al
en el convento
10 lego».
te de la comuni-
imiento y de su
, comportándose
■, practicando la
compañeros con
20 constar «que E L CASTILLO DE PORTEZUELO
lás había tenido
os franceses», I
■mpos de amigos
ilusión en Yuste, L u g a r d e e m p l a z a m ie n t o .
i los cronistas en
v murió santa-
Algunas ramificaciones de la cordillera Oretana, al avanzar en
dirección suroeste y penetrar en la provincia de Cáceres, dan lugar
a formaciones montañosas de bastante consideración, como las ce­
lebradas Villuercas junto a Guadalupe y otras estribaciones que se
desprenden de éstas y se continúan y orientan hacia la margen
izquierda del caudaloso Tajo, coronando sus eminencias con histó­
ricos y legendarios castillos, como los de Cabañas, Miravete y Mont-
fragüe. Desde el lado derecho del profundo cauce por donde discurre
el mencionado río, al bañar tierras de las Corchuelas, vuelven a
surgir diversos accidentes orográficos que culminan en la Serra-
dilla, Mirabel y Santa Marina, hasta alcanzar el pintoresco puerto
de los Castaños, donde comienzan a su vez las sierras del Pedroso
y el Portezuelo, enfiladas al oeste, hacia Portugal.
Es la de Portezuelo curiosa e interesante por demás, dado lo
estratégico de su emplazamiento. Junto a su base serpentea la ca­
rretera que va desde Ciudad Rodrigo a Cáceres, confundiendo su
trazado con la maltrecha calzada romana que se separaba en Túr-
g . 1 6 6 d e sus Cen- mulus (Alconetar) de la histórica Vía de la Plata, y se dirigía a la
sin par Miróbriga (Ciudad Rodrigo), cruzando Cauria (Coria), la
bien cercada (1), y la acogedora Cattóbriga (Gata) (2), que asienta
No están de
sobre frondosa ladera de la Carpetovetónica, y que fué muy principal quiénes fueron
bajo el dominio de los vetones, aguerridos milites de la invicta
alrededores; pen
Lusitania.
estuvo habitado
Este camino romano ciñe en parte la empinada sierra de Porte­
tencia de alguno
zuelo a través de angosta cañada, que recibió desde siempre el
neolítico llamada
nombre de el Portillo. Fué de gran utilidad durante la dominación
ta en el corte ta
sarracena y en los tiempos que siguieron a la Reconquista, por ser
villa. Consta de
paso obligado para bajar desde la meseta a la comarca más meri­
comunican entre
dional de la Transierra leonesa; porque, efectivamente, la mencio­
en ellas más qui
nada vía, llamada en las crónicas del medievo Calzada de la Dal-
rior se puede pe
macia (qui dicitur Dalmazay) (3), era la senda utilizada por los
vada, una columi
reyes de León en sus incursiones para reconquistar las plazas de
dar la roca, y qi
Medina Cauria, Al-kantara y Al-cáceres, y más tarde para enlazar
Tajuña hay otra
las tierras leonesas con la imponente fortaleza reedificada por los
y algunos otros vt
Templarios junto a la vieja Túrmulus, cuyas ruinas evocadoras se
Como hecho
alzan sobre un cerrillo en la ribera derecha del Pater Tagus, junto
historia, podemos
al puente de Alconétar, en uno de los escasos sitios favorables para
ros que afincare
cruzar el escabroso y difícil río en la provincia de Cáceres. tornos.
La mencionada cañada o desfiladero era la más a propósito
En sitios prói
para cerrar el paso al valle del Tajo, y la mente sarracena concibió
cia el norte, se i
el feliz acierto de erigir una fortaleza sobre los picachos flanquean­
parcelas de terre
tes de la sierra del Portezuelo.
en tal proporción
Y no es posible dudar que este castillo fué edificado por los
que residuos de <
hijos del profeta, porque así lo atestiguan los materiales y dispo­
considerable (6).
sición de su fábrica, como veremos después. Lo que resulta más
recido algunas n
difícil es precisar la época de su erección, debiéndose admitir como
lias cercanías, ha
buena los comienzos del siglo x, cuando los berberiscos se enseño­
manos establecien
reaban de toda la comarca y construyeron de nueva planta o reedi­
del hierro y cubrí
ficaron los viejos castillos y atalayas que cubrían los flancos de la
las colonias sitúa
calzada romana: Alconétar, Portezuelo, Coria, Milana (4), Santibá-
ñez y Almenara, por no citar más que algunos de los que conservan (5) He aquí cói
todavía enhiestos muros y torres; además de los diversos torreones un ms. que se guard
y torrecillas enclavados entre aquellos baluartes, que permitían co­ de Guadalupe: <Es
municar entre sí por medio de fogatas u otros procedimientos conve­ Puerto, al mediodía
montorio de peñasco
nidos y conducentes a idéntico propósito. de altura, al cual sóli
por ser el frente perpi
(1) «De las grandes rutas, cada una tenía su carácter. En su mayoría eran »En esta column*
las hispanorromanas, salvo pequeñas derivaciones. De Salamanca partía L a das por la naturalez
Colimbriana, la cual, pasando por Ciudad Rodrigo, se dirigía a Coimbra. perior se puede esta
De Ciudad Rodrigo salía otra, L a Dalmacia, que llegaba a Coria y se unía a la natural, que parece £
de L a Guinea, en Alconétar», escribe J. G o n z á l e z en la pág. 291 de su Alfon­ se baja a la inferior, i
so IX (Madrid, 1944). Arias, franciscano en
(2) Véase la cit. obr. de M a h t ín e z , M . R.: H istoria..., pág. 462. Comisión de monum
(3) En los privilegios contenidos en las págs. 26 y 27 del Bulario d e la cuartillas intituladas
Orden d e Alcántara, se da el nombre de L a Dalmacia a dicha vía. ginal es el que se con¡
(4) La legendaria Torremilanera que realzaba pujante y recia sobre un (6) M a d o z : Dict
pequeño montículo cerca de la confluencia de la ribera de Gata y el río bajo sobre el Porteza
Arrago, junto a Moraleja del Peral (Cáceres). menos, pág. 325, t VI

470
[2), que asienta No están de acuerdo investigadores y publicistas referente a
é muy principal quiénes fueron los primeros pobladores de aquel lugar o de sus
¡ de la invicta alrededores; pero es un hecho cierto que el término del Portezuelo
estuvo habitado en la Edad prehistórica, como lo evidencia la exis­
sierra de Porte- tencia de algunos dólmenes en sus cercanías y la gruta del período
sde siempre el neolítico llamada Cueva de la Columna o Cancho de la Gulera, abier­
: la dominación ta en el corte tajante de un peñasco, en la parte sur de la actual
aquista, por ser villa. Consta de dos estancias situadas una encima de otra, que
arca más meri- comunican entre sí por una abertura natural, no pudiéndose penetrar
nte, la mencio- en ellas más que por los costados del peñasco. En la parte supe­
ada de la Dal- rior se puede permanecer sentado, y en ella aparece, bien conser­
ilizada por los vada, una columna de forma singular, tallada posiblemente al hora­
r las plazas de dar la roca, y que sirve de apoyo a la bóveda (5). En Perales de
le para enlazar Tajuña hay otra gruta parecida, en la que fueron hallados hachas
lificada por los y algunos otros vestigios del neolítico.
; evocadoras se Como hecho muy posible, y abandonando el campo de la pre­
er Tagus, junto historia, podemos hacer constar que fueron los romanos los prime­
favorables para ros que afincaron, o deambularon al menos, por aquellos con­
; Cáceres. tornos.
íás a propósito En sitios próximos a la villa de Portezuelo, dos kilómetros ha­
Tacena concibió cia el norte, se encuentran las llamadas Fraguas y F erre rías; son
chos flanquean- parcelas de terreno cubiertas totalmente de escorias de hierro, y
en tal proporción, que al meter la reja del arado no aparecen más
lifieado por los que residuos de dicho metal, no se pisa otra cosa en una extensión
eriales y dispo- considerable (6). Este hecho real y la circunstancia de haber apa­
[ue resulta más recido algunas monedas romanas durante el año 1851, en aque­
>e admitir como llas cercanías, han hecho surgir la creencia general de que los ro­
Lscos se enseño- manos establecieron allí un campamento para explotar las industrias
planta o reedi- del hierro y cubrir las necesidades que de este metal pudieran tener
>s flancos de la las colonias situadas a todo lo largo de la popular e interesante
na (4), Santibá-
s que conservan (5) He aquí cómo describe la expresada gruta F r a y F r a n c isc o A r ia s en
versos torreones un ms. que se guarda en la biblioteca de Barrantes del real monasterio-basílica
le permitían co- de Guadalupe: «Es una notabilidad natural que se halla a la derecha del
Puerto, al mediodía de la población. Tal es levantarse al pie de aquel pro­
limientos conve­ montorio de peñascos uno de forma piramidal, que acaso tenga sus 20 varas
de altura, al cual sólo se puede subir, aunque con trabajo, por sus dos costados,
por ser el frente perpendicular y como cortado a navaja.
lí su mayoría eran »En esta columna natural, que así quiero llamarla, hay dos puertas forma­
amanea partía La das por la naturaleza, que dan entrada a dos estancias interiores. En la su­
írigía a Coimbra. perior se puede estar sentado, y bien. En medio de ésta hay una columna
oria v se unía a la natural, que parece formada para sostener la bóveda, y una abertura por donde
. 291 de SU Álfon- se baja a la inferior, que suele estar llena de agua por las filtraciones.» E l Padre
Arias, franciscano exclaustrado, era natural de Portezuelo, y, a instancia de la
pág. 462. Comisión de monumentos artísticos e históricos de Badajoz, le remitió unas
del Bulario d e la cuartillas intituladas Apuntes históricos del Portichuelo o Portezuelo, cuyo ori­
la vía. ginal es el que se conserva en Guadalupe.
v recia sobre un (6) M a d o z : D iccionario..., t. X III, pág. 163; y R e a ñ o O suna , en su tra­
de Gata y el río bajo sobre el Portezuelo publicado en la Revista d el Centro d e Estudios Extre­
meños, pág. 325, t. V III del año 8 (Badajoz, 1934).
Vía de la Plata y sus ramales secundarios. También pudo existir
en dichos sitios alguna de las llamadas población Contributa, que
eran conglomerados, sin autonomía ni magistrados, próximos a la
verdadera colonia para contribuir a su sostenimiento y progreso.
Aunque no aparezcan cimientos ni vestigio alguno de edificacio­
nes, pudo haber allí alguno de los llamados Castra, esto es, antiguos
campamentos romanos (que debían asentar necesariamente junto a
las principales vías), en los cuales, después de haber sido abando­
nados por la guarnición, residían todavía por mucho tiempo conside­
rable número de vecinos que habían seguido al ejército, y quienes,
como en este caso, continuaban después cultivando el campo, ex­
plotando los yacimientos minerales y practicando la forja y demás
industrias relacionadas con los mismos.
# # #

Dejando a un lado las conjeturas por carecer de testimonios au­


ténticos, pasemos a examinar las pruebas fehacientes que se han en­
contrado en la dominación visigoda, para sentar como hecho cierto
que familias de este pueblo invasor tomaron carta de naturaleza en
las proximidades del actual Portezuelo.
Evidencia nuestro aserto el hallazgo casual, en 1907, de varias
sepulturas antiguas en la dehesa llamada Valdíos, de que se dió
cuenta a la Academia de la Historia (7). Esta institución comisionó
a uno de sus miembros, al señor Mélida, para que efectuara la opor­
tuna retrospección de aquella heredad y sus alrededores, y el ilustre
académico llegó a precisar, en la denominada Hoja de Santa Ana,
la existencia de una ciudad de la época visigoda, por los restos
de sillarejos y cantos que recogió, como espadas, brazaletes de
bronce, aretes, cadenillas de cobre, fragmentos de pinzas y otros
utensilios. El estudio de tales accesorios y la pobreza y tosquedad
de los enterramientos encontrados le llevaron a la conclusión de que
el poblado perteneció a un período histórico decadente, pues aunque
algunas de las tejas halladas eran de los tipos empleados por los
romanos, como la seguía (plana) y la umbrex (semicilíndrica), llegó
a suponer que estos modelos siguieron fabricándose y utilizándose
en los primeros tiempos de la Edad Media, con evidente degenera­
ción de los sistemas romanos.
Veinte años después se localizaron en la dehesa del Prado, junto
a la de los Valdíos, más restos de viejas construcciones en las que
abundaban, asimismo, ladrillos y tejas, aunque enteros y de mayor
tamaño que los corrientes. También apareció un sepulcro casi destro­
zado y de iguales características y proporciones a los examinados
por el referido arqueólogo. Todo ello se encuentra en el cerro 11a-

(7) B. d e la R. A. d e la II., t. L I I , p á g . 1 .a ; y en e l Catálogo d e M é l i d a ,


t. I , p á g . 2 2 1 (M a d rid , 1 9 2 4 ).

472
én pudo existir
Contributa, que
próximos a la
►y progreso.
10 de edificacio-
?sto es, antiguos
iamente junto a
er sido abando-
tiempo conside-
rcito, y quienes,
> el campo, ex-
i forja y demás

testimonios au-
í que se han en­
ano hecho cierto
le naturaleza en

1907, de varias
de que se dió
ución comisionó
’ectuara la opor-
ores, y el ilustre
i de Santa Ana,
, por los restos
¡, brazaletes de
pinzas y otros
?za y tosquedad
mclusión de que
ite, pues aunque
ipleados por los
cilindrica), llegó
e y utilizándose
¡dente degenera-

del Prado, junto


ones en las que
;ros y de mayor
ílcro casi destro-
los examinados
en el cerro 11a-

aiálogo d e M é l i d a ,
mada Macadla, donde existían, además, trozos murales de cantería La fortaleza <
que alcanzaban en algunos sitios la altura de un metro y que pa­ altura pueden ot
recían pertenecer a un recinto murado de regular extensión. Desde y mediante señal
él se desprendía otro largo paredón que se continuaba por la espina tillo de Alconéta
dorsal del referido montículo o cerro, y que, a medida que se sepa­ por varias eminei
raba del punto de origen, aparecía más derruido, terminando por guna atalaya o t
desaparecer antes de alcanzar el valle (8). pío, en Torrejonc
La analogía y características comunes de los vestigios hallados si no fuera basta
en uno y otro sitio y la circunstancia de estar muy próximas las Como ya se 1
dehesas de los Valdíos y del Prado, induce a pensar que tenía Portezuelo altas
más perímetro de lo que supuso Mélida la población visigoda que fortaleza natural
inspeccionara; pero también entra dentro de lo posible creer que recintos exteriore
otros invasores, tal vez los berberiscos, no quisieran o no pudieran tes torreones esq
habitar lo que había sido residencia de los visigodos y levantaran, en parte la senci!
aprovechando parte del material de los viejos edificios existentes, fotografías y plan
una nueva ciudad en el cerro de Macadla, nombre evocador de su Tiene el cast
origen mahometano. de emplazamient
Por creerlo así, ante la existencia de estos restos de construc­ gado de oriente ¡
ciones y el examen de los diversos objetos encontrados, nos inclina­ tentando en el nc
mos a admitir, de acuerdo con Mélida, que el poblado de los Val­ do casi al promed
díos perteneció a los visigodos; mas, por el contrario, fueron los in­ En su interic»
quietos guerrilleros de Tarik, mejor aún, sus descendientes, los que de longitud por '
alcanzaron el montículo de Macadla y fundaron en él una de las lías destaca la di
primeras poblaciones de aquella comarca; poblado de escaso número corriente en los i
de habitantes posiblemente, y de ahí su corta vida, escasa importan­ dichos fueron añ
cia y nula trascendencia. parte, porque eso
Lo que antecede nos lleva, como consecuencia lógica, a su­ taleza roquera de
poner que fueron los habitantes de Macadla los que, al erigir sobre Las paredes i
la cima de la sierra próxima la magnífica fortaleza que defendía y no llegan al meta
cerraba el paso de la vieja calzada en el sitio llamado el Portillo, forma un ánima d
abandonaron su primitiva residencia y se acomodaron junto al pu­ manipostería, dei
jante y protector baluarte, dando origen al actual pueblo de Por­ pial, formándose
tezuelo. rizontales superpt
Venimos renn
cuyos muros car
II contadísimos, abi<
oriental, donde ca
E stado a c t u a l d e l a f o r t a l e z a . cambio, eoronand
prismático-euadra
Como ya se ha indicado, el castillo de Portezuelo se asoma al El murallón d
desfüadero desde la cima del bastión oriental, cuyas laderas son de cidente, hasta la i
muy agria pendiente por norte y poniente, estando cubiertas de en­ aquí, se adelanta
cinas entre masas rocosas, que continúan hacia oriente formando el con ello quisiera
espinazo abrupto de la pequeña sierra; la ladera meridional es niente de la otra
más suave o, mejor dicho, menos trabajosa para la ascensión.
(9) Este p la n o i
(8) R e a ñ o O su n a , p á g . 3 3 0 d e su cit. ohr. a lc a rre ñ o L a v n a Sern

474
orales de cantería La fortaleza constituye magnífico punto de mira, pues desde su
metro y que pa- altura pueden otearse a la redonda grandes extensiones de terreno,
■extensión. Desde y mediante señales hechas con humo podía comunicarse con el cas­
iaba por la espina tillo de Alconétar e incluso con el bastante lejano de Coria, oculto
■dida que se sepa- por varias eminencias intermedias, en las cuales existió, sin duda, al­
>, terminando por guna atalaya o torre de vigía sirviendo de enlace, como, por ejem­
plo, en Torrejoncillo, cuyo pueblo tiene un nombre muy significativo,
vestigios hallados si no fuera bastante el adecuado emplazamiento del mismo.
muy próximas las Como ya se ha hecho constar, sirven de cimientos al castillo de
pensar que tenía Portezuelo altas y ariscas rocas de pizarra, que ya le procuran una
ción visigoda que fortaleza natural enorme, hasta el punto de no ser en él necesario
posible creer que recintos exteriores de refuerzo, excesivo espesor de muros ni poten­
a n o n o pudieran tes torreones esquineros. Esta casi inexpugnabilidad natural explica
xlos y levantaran, en parte la sencillez extrema de la fortificación, comprobable en las
dificios existentes, fotografías y plano que ilustran este capítulo (9).
re evocador de su Tiene el castillo de Portezuelo planta irregular por exigencias
de emplazamiento; pero cabe identificarla a un paralelogramo alar­
sstos de construc- gado de oriente a occidente, con el ángulo noreste achaflanado, os­
rados, nos inclina- tentando en el noroeste un robusto cubo, así como otro más avanza­
>blado de los Val- do casi al promedio del muro oriental.
irio, fueron los in- En su interior medirá la fortaleza poco más de cuarenta metros
endientes, los que de longitud por veinticinco escasos de anchura, y entre sus anoma­
en él una de las lías destaca la de no llevar torreones esquineros conforme era uso
de escaso número corriente en los castillos medievales, e incluso los dos cubos ante­
i, escasa importan- dichos fueron añadidos tardíamente; la rareza se justifica aquí, en
parte, porque esos elementos defensivos no eran precisos en esta for­
id a lógica, a su­ taleza roquera de traza muy primitiva.
Las paredes no tienen gran espesor, pues si pasan del metro,
pe, al erigir sobre
no llegan al metro y medio. En cambio, son de gran solidez y las
la. que defendía y
forma un ánima de dura argamasa revestida intus et extra con buena
amado el Portillo,
mampostería, denotándose que fueron hechas a la manera de ta­
iaron junto al pu-
pial, formándose en todo el contorno longadas o anchas bandas ho­
al pueblo de Por-
rizontales superpuestas.
Venimos refiriéndonos al castillo primitivo o recinto principal,
cuyos muros carecen de saeteras y otros huecos de luces, salvo
contadísimos, abiertos tiempo adelante en la parte alta de la mitad
oriental, donde casi por completo faltan las almenas, subsistentes, en
cambio, coronando el lienzo norte y el esquinazo noroeste, siendo
prismático-cuadrangulares con remates piramidales.
zuelo se asoma al El murallón del sur, partiendo de oriente, sigue recto hacia oc­
vas laderas son de cidente, hasta la mitad del camino poco más o menos; pero llegando
o cubiertas de en­ aquí, se adelanta en ángulo muy abierto, dando la sensación de que
ríente formando el con ello quisiera disponerse un violento recodo con la pared prove­
era meridional es niente de la otra esquina, para alojar la puerta de entrada, que, de
la ascensión.
(9) Este plano nos lo ha facilitado nuestro buen amigo el ilustre cronista
alcarreño Layna Serrano.

475
tal modo, quedaba semioculta y mejor defendida. Esto sólo cabe
suponerlo con muchísimas probabilidades de acierto, porque el resto
del murallón se derrumbó y los trozos caídos no permiten compro­
barlo.
A este edificio cuadrilongo, que sin torreones de ninguna clase
constituyó indudablemente el castillo primitivo, se le añadió tiempo
adelante una barbacana que lo contornea y forma un recinto exte­
rior para refuerzo defensivo, y cuyo camino o paso de ronda es es­
trechísimo por norte y poniente, hasta el punto de que el peñasco
lo interrumpe en la esquina suroeste.
Los muros de esta barbacana, en gran parte desmochados, son
fuertes y perdieron las almenas, y el que corre por el lado oriental
y forma un brusco recodo al terminar, recodo que aloja la puerta
de entrada, a la que se llega por una rampa cuya existencia hace
pensar que el acceso a la fortaleza era por la cuesta meridional,
más suave, si bien infunde dudas la existencia de una ancha cor­
tadura, a manera de foso abierto a pico, cortando el espinazo como
si se quisiera facilitar la entrada desde la cuesta del norte.
La puerta de este recinto exterior no es de piedra, a pesar de
haber tanta, sino de ladrillo rojo; la constituye un arco ojival, cuyas
jambas están muy melladas, y tras el que hay otro, también de la­
drillo, bastante más alto que el exterior y algo más ancho, para
alojar cómodamente el viejo portón de tableros de encina, con sus
trancas de refuerzo. Pasada la puerta, queda un patinillo largo
que se estrecha progresivamente y conducía hasta la entrada de la
fortaleza, completando así el recinto exterior.
Mencionamos dos torreones, que parece son obra posterior al
castillo primitivo, añadimos a fin de favorecer la defensa del flanco
mediante esas obras saledizas; que sólo fueron construidos con tal
finalidad lo demuestra el ser macizados, según cabe colegir por no
tener saeteras, huecos de luces ni entrada advertible, ya que no
puede subirse hoy hasta su plataforma; que son un añadido, se ad­
vierte además porque el del ángulo noroeste abraza el esquinazo de
la primitiva construcción sin suprimirlo, conforme puede verse desde
el interior, y porque examinándolos cuidadosamente se ve que no
encajan en el muro, sino que están adosados.
El interior de la fortaleza ofrece triste aspecto de desolación y
ruina, hasta el punto de no ser posible juzgar sobre el número, ta­
maño y disposición de sus estancias. Entre montones de escombros
afloran escasos y discc " 1 lo que se puede
discernir recorriendo mucho deteni-
miento cuantos indicios puedan guiarnos. Desde luego, puede afir­
marse que el castillo de Portezuelo constaba interiormente de dos
partes casi iguales, divididas por un muro de separación que, al
aproximarse al septentrional, deja estrecho pasillo todo a lo largo
del mismo. La mitad izquierda constituye un patio de armas, en

476
el que subsiste íntegro un gran aljibe con dos lucernas o brocales
isto sólo cabe que hacen pensar en dos compartimientos; pero al asomarse por una
jorque el resto de ellas se ve la luz que penetra a través de la otra, y de ahí que
miten compro- se piense razonablemente en un sólo depósito de agua pluvial, cu­
bierto por bóveda probablemente de medio cañón. En esta parte del
ninguna clase castillo no se ven restos de sus dependencias y sí el detalle curioso
añadió tiempo de que, sobre los muros del ángulo suroeste —también con pos­
n recinto exte­ terioridad a la erección del castillo— construyeron un casquete de
le ronda es es- bóveda apoyada en un arco de medio punto, de ladrillos, que corta
jue el peñasco dicho ángulo. Opinamos que, al mejorar la fortificación con las dos
torres cilindricas mencionadas, como por culpa de los peñones casi
mochados, son tajados, no fué posible construir otra de refuerzo en esa esquina,
?1 lado oriental a fin de dotarla de una plataforma desde la cual un grupo de de­
aloja la puerta fensores atacara con proyectiles de mano (simples piedras allí alma­
existencia hace cenadas) a los atacantes, se resolvió el problema de esta manera.
sta meridional, En la mitad oriental del castillo puede afirmarse que estuvieron
una ancha cor- las habitaciones destinadas a la guarnición y a los señores, pues
espinazo como existen restos de varios muros divisorios paralelos, entre dos de los
norte. cuales parece adivinarse que hubo una escalera conducente al piso
Ira, a pesar de superior. Que las estancias estaban ordenadas en dos pisos, lo de­
co ojival, cuyas muestra el hecho de verse a adecuada altura las hiladas de agujeros
también de la- para enjarjar el maderamen, y que en el muro del norte queda una
ás ancho, para ventana provista de los típicos bancos laterales y otra semejante en
encina, con sus el muro meridional; sin duda, correspondían a dos habitaciones de
patinillo largo respeto. Y también debemos consignar que hacia la esquina surorien-
i entrada de la tal quedan restos de otra habitación, así como también sobre el to­
rreón de la esquina noroeste sobresalen del desaparecido almenaje
>ra posterior al otros restos de una habitación provista de ventanas y alzada sobre
rensa del flanco el ángulo de la construcción primitiva.
rtruidos con tal En la parte del castillo destinada antiguamente a vivienda, el es­
colegir por no pesor de la capa de escombros es mucho mayor que en el patio de
ble, ya que no armas; hacia el centro de la misma debía de haber un patinillo, y
añadido, se ad- probablemente otro aljibe o estancias subterráneas, pues esto hace
el esquinazo de pensar en una bóveda advertible en el suelo y quizá perforada por
ede verse desde algún buscador de imaginarios tesoros, que no prosiguió la tarea al
; se ve que no ver que los cascotes rellenaban el hueco.
Después de describir con el máximo detalle posible cuanto resta
de desolación y del castillo de Portezuelo, antes de facilitar al lector algunas noti­
; el número, ta­ cias históricas, nos parece conveniente ponerle de manifiesto las con­
is de escombros clusiones que pueden establecerse, tras examinar con detenimiento
lo que se puede esta fortaleza y reflexionar acerca de sus características y anomalías.
mucho deteni- Lo haremos con brevedad.
ego, puede afir- Admitido que existía este castillo antes de la Reconquista, ese
ormente de dos detalle contribuye a sentar como definitiva la impresión de que esta
laración que, al fortaleza, en su parte primitiva, esto es, sin torres ni recintos exte­
todo a lo largo riores, es la misma construida por los árabes conforme al tipo de
o de armas, en
477
alcazaba, o sea un recinto fortificado gracias a poderosos muros
de cerramiento coronados de almenas, y dentro de los cuales se
agruparon, en torno a un patio central, los sencillos tinglados para
alojar caballerías, los bastimentos y la guarnición.
El acceso, difícil por la agria cuesta, y el emplazamiento del
castillo sobre grandes masas de roca que impedían acercarse para
batir los muros y socabar sus cimientos, hacían innecesarias las torres
saledizas para defensa del flanco, o la barbacana exterior para conte­
ner al asaltante. En las alcazabas morunas no había torre de Home­
naje como vivienda señorial, y por eso no se echa de menos en esta
construcción primitiva; pero pasó el tiempo, se reconquistó definitiva­
mente la región, Portezuelo fué confiado, como otros muchos cas­
tillos extremeños, a la Orden militar de Alcántara; la poliorcética y la
castramentación adelantaron en interminable pugna que continúa en
nuestros tiempos, y los caballeros del instituto militar citado creye­
ron conveniente mejorar el castillo de Portezuelo, erigido en cabeza
de encomienda con extensa jurisdicción, atendiendo no sólo a pro­
curarle más poderosas defensas, sino también a que tuviera mejores
condiciones de habitabilidad; y fué seguramente ya en el siglo xm,
como se colige de las construcciones sobreañadidas y especialmente
de la puerta del recinto exterior, cuando se hiz éste con su barbacana
contorneando la obra primitiva, aunque en muchos sitios sólo pudo
disponerse de estrechísimo camino de ronda; cuando se reforzó la
esquina noroeste forrándola con un torreón cilindrico macizo provis­
to de su terraza almenada para mejor defensa de flanco; cuando se
resolvió el problema de la otra esquina inmediata mediante una bó­
veda, y, finalmente, cuando fué alzado en el extremo oriental, de mo­
do que dominara el foso o camino cubierto, abierto en el peñasco
atravesando la cresta del cerro, otro torreón saledizo, según todas las
probabilidades, amacizado con hormigón; lo extraño es que no lo edi­
ficaran con las características propias de la torre señorial llamada
del Homenaje, y que no falta en ninguna de las fortalezas cristianas
medievales. También en esta época debió de construirse el aljibe
que queda en el patio de armas y distribuirse en habitaciones la
mitad oriental del fuerte, pues en ella se advierten algunas obras
parciales posteriores, quizá de cuando el castillo de Portezuelo ha­
bía perdido ya toda su importancia militar (10).

(10) He aquí, en síntesis, la descripción de este castillo, hecha el 25 de


julio de 1784, cuando era comendador del mismo don Luis de Urbina, caba­
llero de Alcántara, teniente general de los Ejércitos y fiscal mayor del Supremo
Consejo de Guerra: «Está en la eminencia de la sierra a la embocadura del
Portezuelo y su Puerto, mirando al Mediodía, es obra muy antigua y sólo se
mantienen sus paredes principales, por todas las cuatro bandas de piedra de
gorrón y tapia de cal muy altas, y una torre, la mitad fabricada a modo de
cubo, y lo restante a cuatro esquinas de cantería, con su ventana, que uno y
otro miran al norte, hacia cuya parte tienen dichas paredes dos boquerones, y
por la del mediodía otro, y los cimientos defalcados, con la continuación del

478
poderosos muros
ae los cuales se
os tinglados para

nplazamiento del

de Alcántara
tn acercarse para
cesarías las torres
terior para conte-
a torre de Home-
de menos en esta

la Orden
aquistó definitiva-
>tros muchos cas-
a poliorcética y la
i que continúa en

de
itar citado creye-

encomiendas
erigido en cabeza
io no sólo a pro­
le tuviera mejores
a en el siglo xin,
s v especialmente

las
con su barbacana
is sitios sólo pudo

de
ndo se reforzó la

de una
ico macizo provis-
flanco; cuando se
mediante una bó-

Portezuelo.— Restos del castillo que fue cabeza


10 oriental, de mo-
rto en el peñasco
■o. según todas las
> es que no lo edi-
• señorial llamada
>rtalezas cristianas
instruirse el aljibe
?n habitaciones la
ten algunas obras
de Portezuelo ha­

tillo, hecha el 25 de
uis dé Urbina, caba-
1 mayor del Supremo
a la embocadura del
uv antigua y sólo se
bandas de piedra de
fabricada a modo de
. ventana, que uno y
les dos boquerones, y
i la continuación del
III so III bajó de la
tándola con estre
N o t ic ia s h is t ó r ic a s . Portezuelo acudió
esfuerzo a que lo
Aunque no es mucha la importancia histórica de esta fortaleza, más hacia el sur.
no dejaron de acaecer junto a sus muros episodios de singular in­ tregándose al saqi
terés, directamente relacionados con diversos acontecimientos bélicos la tribu berberisca
y de toda índole en la comarca, tanto en tiempos de moros como a tre Trujillo, Medel
partir de la Reconquista, por ser Portezuelo, según ya se ha dicho, La fase final
cabeza de una de las más ricas encomiendas de la Orden de Alcán­ refieren las crónic
tara (11), cuya congregación restauró los medio derruidos paredones bélico de que tei*
del viejo baluarte y lo acondicionó debidamente con propósitos y fi­ tantes de Portezue
nes utilitarios, dado lo estratégico de su emplazamiento. Al morir Muh«
A mediados del siglo ix, cuando estaba al frente de los destinos pleta insurrección
del pueblo en la provincia de Al-Kasser Ibn abu danés, incluida mondir y Abdalá
en los territorios del Garb, el rebelde y simpático guerrillero emeri- a los rebeldes v t
íes ambicional
tense Aben Merwan, llamado el Gallego porque había concertado
un pacto de alianza con el rey cristiano Alfonso III, cada una de a ían levantado
las diversas coras que caían bajo su jurisdicción estaba regida por un nic, al frente de la
gobernador o reyezuelo que disfrutaba de cierta autonomía, sin ape­ jillo, y Aben Tala
nas dependencia ni relación con el referido caudillo, ni mucho me­ riscos de la tribu
nos con el califa de turno en Córdoba, cuyo trono vacilaba a medida de la parte septent
que se extendía la anarquía en su territorio. su dominio las pl
Ya por entonces las comarcas de Toledo, Aragón, Granada y como Alconétar, A
Málaga, se habían independizado del califato, acaudilladas por va­ No conocemos
lientes y decididos españoles insurrectos, y nada tenía de extraño, Ordoño II realizó
por consiguiente, que las inquietas tribus berberiscas que ocupaban to encontraba a su
las comarcas de Coria, Cáceres, Alcántara, Trujillo y Medellín, apro­ comarca de Mérid
vecharan el anormal estado de cosas y procuraran arreglarse por sí ce la crónica; perc
solas; aunque no se conservan testimonios de quiénes fueran sus go­ demás que jalonal
bernantes; únicamente sabemos que en el año 860 era caudillo su­ sitable para las h
premo de Coria, a cuya jurisdicción pertenecía Portezuelo, cierto per­ quebranto al pret<
sonaje que recibía el título de rey, llamado Zeth (12). del ejército leonei
Aprovechando este período de confusión y revueltas, don Alfon- Portezuelo a pode
997, cuando el aguí
te de Alconétar y a
mucho tiempo y las aguas, todo lo interior del castillo-fortaleza está destechado, renegados, berberí;
desmantelado e inhabitable, y sus cisternas enteramente confundidas, como
otras muchas obras que hoy no se conocen y sirven para refugio de ganado, ni taba bajo el domii
se encuentra ya en él armamento alguno, de modo que sólo permanece para actual provincia ca
memoria». A. H. N.: Encom iendas d e Alcántara, sig. 5749.
(11) Era cabeza de encom ienda de la Orden de Alcántara y servía en la
guerra con cuatro lanzas. Entre sus comendadores figura don Gutierre de Soto-
mayor, que fue maestre de Alcántara, y don Gutierre de Solís, conde de Coria.
En esta importante fortaleza celebró capítulo el 17 de enero de 1486, el (13) Página 71 di
último maestre, don Juan de Zúñiga; lo que hace suponer que en la indicada donde hace un trasladi
fecha se encontraba en buen estado de conservación. (14) A b e n a y a x , p
(12) Véase el Cronicón de S e b a s t i á n S a l m a n t i c e n s e , inserto en la España (15) D o z y , R a n d
Sagrada del P. F l ó b e z . Calpe, t. III, pág. 205

480
31
so III bajó de la meseta, el año 877, cayó en alud sobre Coria, suje­
tándola con estrecho cerco. Entonces la guarnición del castillo de
Portezuelo acudió en auxilio de los sitiados y contribuyó con su
esfuerzo a que los cristianos desistieran de su empeño y avanzaran
? esta fortaleza, más hacia el sur, cruzando el Tajo por el puente de Alconétar y en­
de singular in- tregándose al saqueo y depredación de los castillos pertenecientes a
imientos bélicos la tribu berberisca de Nafza, que ocupaba la zona comprendida en­
s moros como a tre Trujillo, Medellín y Logrosán.
va se ha dicho, La fase final de esta campaña acontecía en el año 881, según
jrden de Aleán- refieren las crónicas (13), siendo el cerco de Coria el primer episodio
uídos paredones bélico de que tenemos noticia relacionado con la guarnición y habi­
propósitos y fi- tantes de Portezuelo.
0. Al morir Muhamad el año 886, casi todo el país estaba en com­
de los destinos pleta insurrección contra el califato de Córdoba. Sus sucesores Al-
danés, incluida mondir y Abdalá se esforzaron en sostener el cetro y hacer frente
uerrillero emeri- a los rebeldes y descontentos; pero todo inútil, porque los valíes y
abía concertado jeques ambicionaban mucho y eran ya varios los cabecillas que se
[I, cada una de hab ían levantado y declarado independientes, como los Beni-Fare-
ía regida por un nic, al frente de la mencionada tribu de Nafza en la comarca de Tru­
jnomía, sin ape- jillo, y Aben Takit, que entró en Mérida peleando con los berbe­
1, ni mucho me­ riscos de la tribu de Ketama y terminó declarándose dueño v señor
diaba a medida de la parte septentrional de la provincia de Al-Kassar, poniendo bajo
su dominio las plazas fuertes y castillos enclavados en la misma,
*ón, Granada y como Alconétar, Alcántara, Portezuelo, Coria, Santibáñez y otros (14).
dilladas por va- No conocemos las vicisitudes de Portezuelo cuando, el año 914,
?nía de extraño, Ordoño II realizó una incursión por tierra de moros arrasando cuan­
5 que ocupaban to encontraba a su paso. En esta ocasión recibió el más duro azote la
Medellín, apro- comarca de Mérida: totam provintiam horrifero ímpetu vastaret, di­
irreglarse por sí ce la crónica; pero nos inclinamos a suponer que dicho fuerte y los
s fueran sus go- demás que jalonaban la calzada de la Dalmacia, único paso tran­
era caudillo sú­ sitable para las huestes del rey Ordoño, debieron de sufrir duro
melo, cierto per- quebranto al pretender impedir, o entorpecer al menos, la marcha
del ejército leonés. En dicha expedición guerrera debió de pasar
?ltas, don Alfon- Portezuelo a poder de los cristianos, porque en el mes de julio del
997, cuando el aguerrido caudillo sarraceno, Almanzor, cruzó el puen­
te de Alconétar y a través de Coria (15) avanzó con jarea de valientes,
za está destechado, renegados, berberiscos y muslines, hasta Santiago de Compostela, es­
confundidas, como
ugio de ganado, ni
taba bajo el dominio de la corona de León toda la parte norte de la
lo permanece para actual provincia cacereña.

tara y servía en la
i Gutierre de Soto-
is, conde de Coria,
enero de 1486, el (1 3 ) Página 71 de la cit. obr. de M a r t í n e z , M . R ., y la nota de la pág. 72,
que en la indicada donde hace un traslado del Chron. Albedense.
(14) A b e n a y a n , págs. 18 y 99, según M a r t í n e z , pág. 74, nota núm. 1.
iserto en la España (15) D o z y , R a n ie r o : Historia d e ¡os musulmanes en España, ed. Espasa-
Calpe, t. III, pág. 205 (Madrid, 1941).
A mediados del siglo x i i , exactamente cuando finalizaba el año perjuicio de los
1166, Femando II de León se dirigió con sus mesnadas hacia la sivos y hasta la
plaza de Alcántara, y apareció ante sus murallas en los primeros en varias ocasú
días del siguiente mes de enero. Alcántara era por entonces «el lenta con troven
presidio de mayor importancia que tenían los Moros en el Reyno sión de dicho t
de León». Al llegar el monarca leonés «asedióla, hallóla poco abas­ meros alegaban
tecida, y falta de gente y bastimentos, y quiso el Cielo que a pocos donación espont
asaltos se le rindiera...». en páginas antei
Al regresar de esta triunfal y gloriosa expedición, el ínclito don A partir de
Fernando se apoderó de cuantas fortalezas encontraba a su paso, mienda floreeiei
y se le dieron a partido Portezuelo, Alconetar y la Cabeza de Es­ diendo con las
parragal, que se apresuró a entregar al maestre de la Orden del comendadores 1í
Temple por el decidido y eficaz apoyo que sus milites le prestaron la, ya que el ti
en aquella ocasión. más apetecidos ¡
No estuvo mucho tiempo el castillo de Portezuelo en poder de tro de la Orden.
los cristianos, pues en 1196 el emir almohade Abu Jacob, triunfante Cuando Alfc
en Alarcos, en una fácil correría que realizó por las riberas del de Lara, y el m
Tajo, sin resistencia, se apoderó de buen número de lugares forti­ llero aliado suv
ficados, entre ellos Portezuelo. El mencionado caudillo musulmán llano-leonés ordi
paseó victorioso toda la comarca y llegó hasta las puertas de freires y las mi
Toledo; mas como su único propósito era el saqueo, aprovechando lio, Coria y dei
la bajo moral de los vencidos regresó a Andalucía cargado de de la capital di
abundante botín, después de haber dejado imborrables huellas de la encomienda i
sus zarpazos. zas con que teñí;
En 1212, el rey Alfonso IX se propuso incorporar a sus Estados También los
la amplia zona de la Transierra, que en realidad era tierra de Juan I de Port
nadie, ya que los mahometanos ocupaban únicamente algunos pun­ de merodear po
tos aislados; concentró fuerzas en los alrededores de Zamora, em­ apareció ante Ioí
prendió la ruta que siguiera su padre en 1166, y arrebató a los in­ derarse de ella:
fieles, ya de manera defintiva, la codiciada y pujante fortaleza de muros y la heroi
Alcántara. En esta expedición hubo que destruir algunos focos Es mucha 1j
de resistencia que halló a su paso, para no dejar padrastros a su zuelo y mucho ¡
retaguardia, y fué la guarnición de el Portillo (Portezuelo), la que la Mesa maestra
se defendió con más tenacidad, hasta el extremo de que, viendo de ella; mas po
el rey de León que los defensores no se entregaban a pesar de te­ trabajo ocupamc
nerlos apurados con estrecho cerco, dispuso arreciaran los ataques, curso de los tien
dando por resultado la reconquista de la fortaleza y la captura dores de más re
de 200 moros, los más fanáticos y valientes.
Es posible que entonces quedara muy maltrecho el referido ba­ Gonzalo Roe
luarte, porque los muros que aún se conservan denotan, como ya se den del Temple.
ha dicho, estar restañados en épocas posteriores.
Insistimos una vez más en que debieron ser los maestres de la Rodrigo Gut
Orden de Alcántara los que procedieron después a su reconstruc­ instituto, de la
ción y acondicionamiento, pues fue a los militantes de este instituto de Santiago, Cali
a quienes lo donó en aquella ocasión el rey Alfonso por sus mé­ (16) En la páj
ritos y ayuda eficaz en la reconquista de Alcántara, con evidente t. II de la Crónica <

482
finalizaba el año perjuicio de los Templarios, sus antiguos poseedores. En años suce­
lesnadas hacia la sivos y hasta la supresión de la Orden del Temple en 1310, se suscitó
en los primeros en varias ocasiones entre los freires templarios y uicantarinos vio­
por entonces «el lenta controversia, que degeneró en ruidoso pleito, sobre la pose­
>ros en el Reyno sión de dicho castillo y otros varios de la región, porque los pri­
lallóla poco abas- meros alegaban su mejor derecho, ser auténticos propietarios por
Üielo que a pocos donación espontánea del rey don Fernando, según hemos consignado
en páginas anteriores.
ón, el ínclito don A partir de entonces, esta vieja fortaleza, casa matriz de enco­
itraba a su paso, mienda floreciente y codiciada, alcanzó su máximo esplendor coinci­
la Cabeza de Es- diendo con las centurias decimoquinta y decimosexta. Prestigiosos
de la Orden del comendadores la usufructuaron y se mostraron orgullosos de poseer­
ílites le prestaron la, ya que el título de comendador de Portezuelo era uno de los
más apetecidos galardones, una de las más saneadas prebendas den­
uelo en poder de tro de la Orden.
Jacob, triunfante Cuando Alfonso XI cercó en Lerma al magnate Juan Núñez
>r las riberas del de Lara, y el monarca portugués, en represalia por ser dicho caba­
i de lugares forti- llero aliado suyo, puso sitio a la ciudad de Badajoz, el rey caste-
audillo musulmán llano-leonés ordenó a Rui Pérez, maestre de Alcántara, que con sus
i las puertas de freires y las milicias de los concejos de Cáceres, Plasencia, Truji­
ieo, aprovechando llo, Coria y demás lugares de su jurisdicción, acudiera en socorro
lucía cargado de de la capital de la Baja Extremadura. En esta campaña cooperó
rrables huellas de la encomienda de Portezuelo con 10 hombres, además de las lan­
zas con que tenía obligación servir al rey.
>rar a sus Estados También los de Portezuelo prestaron auxilio a Coria cuando
lad era tierra de Juan I de Portugal penetró en tierras de Salamanca, y, después
ente algunos pun- de merodear por los alrededores del castillo de Santibáñez el Alto,
; de Zamora, em- apareció ante los arrabales de la ciudad cauriense pretendiendo apo­
arrebató a los in- derarse de ella; pero fracasó en su intento por lo recio de sus
jante fortaleza de muros y la heroica resistencia de sus defensores (16).
Liir algunos focos Es mucha la importancia que tuvo la encomienda de Porte­
ir padrastros a su zuelo y mucho su valor real, que redundó siempre en provecho de
’ortezuelo), la que la Mesa maestral y de los caballeros freires que estuvieron al frente
o de que, viendo de ella; mas por estimar que no encaja totalmente en el presente
>an a pesar de te­ trabajo ocuparnos de su descripción y desenvolvimiento en el trans­
diaran los ataques, curso de los tiempos, nos limitamos a citar algunos de sus comenda­
leza y la captura dores de más reputación y prestigio. Entre otros, los siguientes:

•ho el referido ba- Gonzalo Roco, que sirvió de árbitro en los litigios con la Or­
notan, como ya se den del Temple.
Rodrigo Gutiérrez, firmante, en 1313, en representación de su
los maestres de la
instituto, de la Carta de Hermandad entre las Ordenes militares
s a su reconstruc-
de Santiago, Calatrava y Alcántara.
?s de este instituto
Eonso por sus mé- (16) En la pág. 334 del cit. trabajo de R e a ñ o O su n a ; y en la pág. 185,
tara, con evidente t. II de la Crónica d e don Juan I, de Ferrao Lopes (Oporto, 1949).

483
Fernando de Pan toja, hermano del maestre Pedro Alonso de
Pantoja.

Andrés López del Castillo, poseedor al mismo tiempo de la


dignidad de clavero.

Gutierre de Sotomayor, quien fué más tarde maestre de dicha


Orden.

Fernando Carrillo, a quien despojó del cargo el maestre Gómez


de Solís, para entregarlo a su hermano don Gutierre, conde de
Coria.

Gómez Suárez de Moscoso, nombrado definidor en el capítulo


general que celebró la Orden en Sevilla, en 1511, bajo la presiden­
cia de frey Nicolás de Ovando y con asistencia del rey.

Y, finalmente, el conde de Haro, don Domingo Fernández de


Velasco, don Fadrique Enríquez de Guzmán, el marqués del Fres­
no, el marqués de Salas, duque de Montealegre y otros proceres
más o menos preclaros; la mayoría de los cuales, sobre todo du­
rante los siglos x v i i y xvm, no se preocuparon más que de recoger
las rentas provenientes de los frutos y demás bienes de la dicha
encomienda; rentas tan considerables en aquellos tiempos que as­
cendían a 40.000 ducados, de los que 20.000 pasaban directamente
al comendador de turno y los restantes a la Mesa maestral.
Por ser tan elevados los ingresos que proporcionaba esta pre­
benda alcantarilla, no tuvo inconveniente el emperador Carlos I,
en 1541, en desmembrar de ella la villa de Arquillo y entregarla al
duque de Osorno, señor de Galisteo, reduciendo así los beneficios
en 2.763 maravedíes (17).
La cómoda postura de los comendadores en las últimas centurias,
que, según hemos dicho, limitaban su gestión al percibo de las ren­
tas y ni siquiera se molestaban en visitar su pródigo feudo, cuya
administración encomendaban a hombres más o menos probos y
capaces, contribuyó principalmente a que las iglesias, casas fuertes
V castillos se arruinaran casi totalmente, y ello con infracción mani­
fiesta de lo preceptuado en las definiciones de la Orden, que seña­
laban taxativamente el ineludible deber de destinar parte de los
ingresos al cuidado, conservación y reparación de los inmuebles

(17) En la carta de donación dice el emperador que, en compensación y


para satisfacer a los de Portezuelo, se le donan «rentas e otras cosas»; y, efec­
tivamente, concedió a dicha villa el privilegio de poder examinar y entregar
su correspondiente título a los maestros de cualquier oficio mecánico, pudién- Portezuelo.__Otra p<
dolo ejercer en todos los pueblos del reino e impidiendo que otros lo ejerzan
si no tenía igual autorización». M adoz: D iccionario..., referencia, Portezuelo.

484
Pedro Alonso de

mo tiempo de la

maestre de dicha

el maestre Gómez
utierre, conde de

lor en el capítulo
bajo la presiden-
■ey.

igo Fernández de
marqués del Fres-
y otros proceres
s, sobre todo du-
ás que de recoger
ienes de la dicha
> tiempos que as-
iban directamente
i maestral.
■cionaba esta pre-
perador Carlos I,
Uo y entregarla al
así los beneficios

últimas centurias,
tercibo de las ren-
xligo feudo, cuya
i menos probos y
‘sias, casas fuertes
n infracción mani-
Orden, que seña-
inar parte de los
de los inmuebles

*, en compensación y
otras cosas»; y, efec-
examinar y entregar
io mecánico, pudién- Portezuelo.— Otra panorámica tomada desde la carretera de Coria a Cáceres
ue otros lo ejerzan
3 erencia, Portezuelo.
pertenecientes a la encomienda de que se trate, y acaso de manera cantos; y como tí
más clara y terminante, a realizar cuantas obras fueren precisas para figura del insigi
mantener la fortaleza en perfecto estado. nuaciones, se me
Mas el castillo de Portezuelo no tuvo esa suerte, y a mediados amor.
del siglo xvm empezó a desmoronarse, hasta llegar al estado de El idilio de a
abandono y desolación en que se encuentra en la actualidad. metiéndose etera
gresó con el imj
IV al reino de León:
en libertad y aul
L e y e n d a d e l a b e l l a M a r m io n d a . conveniente.
Debió ser de
Los habitantes de la villa de Portezuelo dan a su castillo el
cuya pasión se 1
nombre de Marmionda, nombre legendario y evocador, en recuerdo
signarse de morro
de cierta doncella llamada así, hija de uno de los alcaides de dicha
za de que en fe
fortaleza durante la dominación sarracena.
luble lazo y dis
La bella Marmionda fué protagonista de romántico y trágico
ocasiones se hafc
suceso que permitió se forjara en torno al histórico castillo la más
Partió al fin <
curiosa y atrayente de las leyendas. Nosotros la recogimos de la tra­
tadísima; vivía e
dición oral, y, sintetizada, la transcribimos a continuación:
taba interminable
De la época en que se desmembró el califato de Córdoba data
ausencia del ama
la leyenda de Marmionda, la gentil doncella mora, asombro de toda
Pasaban los
la comarca por su singular hermosura y las excelentes dotes per­
cumplir cuanto ]
sonales que la adornaban. Su padre, alcaide de la fortaleza de Por­
que desconocía
tezuelo, puso siempre decidido empeño en que su hija fuera un de­
por el aspecto d
chado de virtudes y el prototipo de las mujeres de su raza.
pretando a su i
Era frecuente en aquellos tiempos infiltrarse y realizar razzias
poso digno entre
por sorpresa en tierra de cristianos; golpes audaces que en la ma­
waliatos y alcaide
yoría de los casos resultaban muy beneficiosos; y en una de estas
La triste ena
incursiones llevada a efecto por el jefecillo de Portezuelo con un
su progenitor, p
grupo de sus más adictos y voluntariosos subordinados, penetró hasta
dando tiempo a
cerca de Sabugal, en la ribera del Coa, y, realizado su propósito,
ausencia se prole
con el fruto de sus rapiñas regresó nuevamente a sus dominios.
al fin, y se cone
Estas correrías sucedíanse con mucha frecuencia, tanto por
dientes.
parte de moros como de cristianos. Durante una de ellas, el referido
Entre tanto >
alcaide sorprendió e hizo prisionera una vanguardia de soldados leo­
para que inform
neses y extremeños que había perdido el contacto con el grueso de
evadir el compro
su ejército, y, despistados, sus componentes se habían metido en
esponsales.
la encrucijada de la serranía; y fueron apresados y llevados como
Era el día fi
rehenes al castillo de Portezuelo, donde los encerraron en lugar se­
princesa, y va d
guro.
gentío inmenso ]
Al tener conocimiento de que entre los prisioneros se hallaba
castillo. Y mient
un caballero muy principal, noble de rancio abolengo, que gozaba
de todas partes ]
de gran prestigio en la corte leonesa, se propuso su rescate sin
azafatas, se halla
pérdida de tiempo. Mas quiso la fortuna que entre tanto que se
ves del lindo ají
realizaban las gestiones propias del caso, el ilustre y linajudo procer
descendía de tier
leonés tuviera ocasión de apreciar la excepcional hermosura de
y sin perder las
la dulce Marmionda y quedó rendidamente enamorado de sus en­
acaso de manera cantos; y como también resultó grata a los ojos de la bella la apuesta
ren precisas para figura del insigne prisionero, correspondió a sus galanteos e insi­
nuaciones, se mostró complaciente, y terminó correspondiendo a su
:e, y a mediados amor.
'ar al estado de El idilio de ambos jóvenes se mantuvo en el mayor secreto, pro­
ictualidad. metiéndose eterna felicidad, hasta que, pasados algunos meses, re­
gresó con el importe del rescate el mensajero que habían enviado
al reino de León; y desde aquel instante el noble enamorado quedó
en libertad y autorizado para regresar a su país cuando lo estimara
conveniente.
Debió ser dolorosa en extremo la despedida de los amantes,
a su castillo el cuya pasión se había acrecentado más y más; pero era preciso re­
idor, en recuerdo signarse de momento y tener confianza en el destino, con la esperan­
dcaides de dicha za de que en fecha no lejana podrían unirse en estrecho e indiso­
luble lazo y disfrutar mutuamente de la felicidad que en tantas
lántico y trágico ocasiones se habían prometido.
0 castillo la más Partió al fin el apuesto galán y la linda Marmionda quedó afec­
ogimos de la tra­ tadísima; vivía en continuo sobresalto; el paso del tiempo le resul­
ición: taba interminable y ansiaba poner fin a su calvario, motivado por la
de Córdoba data ausencia del amado.
asombro de toda Pasaban los meses, y el doncel caballero no regresaba para
lentes dotes per- cumplir cuanto prometiera, y entre tanto el padre de la doncella,
fortaleza de Por- que desconocía la existencia de los amores de su hija, alarmado
hija fuera un de- por el aspecto de aquella criatura, única ilusión de su vida, inter­
su raza. pretando a su manera las apariencias, determinó elegirle un es­
y realizar razzias poso digno entre los muchos aspirantes a su mano de los diversos
?s que en la ma- waliatos y alcaiderías de la comarca.
en una de estas La triste enamorada no podía oponerse a las pretensiones de
ortezuelo con un su progenitor, pero hacía lo imposible por demorar sus planes,
ios. penetró hasta dando tiempo a que regresara su prometido; mas al ver que la
ado su propósito, ausencia se prolongaba y no recibía noticias de él, hubo de acceder
sus dominios, al fin, y se concertó la boda con uno de sus esclarecidos preten­
encia, tanto por
dientes.
? ellas, el referido Entre tanto Marmionda mandó un emisario a la corte de León
1 de soldados leo- para que informara de cuanto sucedía y de que ya le era difícil
con el grueso de evadir el compromiso ni retardar por más tiempo la celebración de
íabían metido en
esponsales.
v llevados como Era el día fijado para la boda de la bella cuan desgraciada
aron en lugar se­ princesa, y ya desde las primeras horas de la mañana bullía un
gentío inmenso por el patio de armas y demás dependencias del
queros se hallaba castillo. Y mientras se hacían los últimos preparativos y acudían
?ngo, que gozaba de todas partes los invitados a la ceremonia, la novia, rodeada de
so su rescate sin azafatas, se hallaba en su cámara transida de pena, mirando a tra­
itre tanto que se vés del lindo ajimez de su aposento hacia la amplia calzada que
y linajudo procer descendía de tierra de cristianos, sujetando los latidos de su corazón
tal hermosura de y sin perder las esperanzas de que su sacrificio sería evitado.
lorado de sus en­
487
Efectívamenl
de un grupo de
ciera sonar el ci
mionda se habí;
lleros, al piafar
por nubes de p
feliz había sido
prisión.
Confusos v a
órdenes precisa;
resistir el ataqu
minaban.
Marmionda ]
de jinetes que s<
e intentaba parí
no venían en plí
el esclarecido ca
mas el orgullos*
y despidió a lo*
que sucumbirían
perro cristiano.
Vista la terqi
PORTEZUELO

ble leonés y la
*>£:

taleza dispuestos
Arreciaron en si
la contienda, la <
la refriega desde
castillo

las torres, se di<


su vida, y c u y o
pesadamente de]
yéndolo así, al
única razón de ;
y su cuerpo fué
los cimientos de 1;
Mas sucedió i
gadura al recibii
versarios, golpe c
tierra durante un
alrededor; pero a
de su amada, cu
de espanto por
los más elevados
en la fatal deten
nencia escarpada,
mente mutilado,
fué, como él, prot
Efectivamente, antes que el atalaya de turno oteara el arribo
de un grupo de jinetes que avanzaban en dirección al castillo e hi­
ciera sonar el cuerno dando la señal de alarma, ya la afligida Mar­
mionda se había dado cuenta de que un crecido número de caba­
lleros, al piafar de sus corceles y en algarada tumultosa, envueltos
por nubes de polvo, se dirigían a la fortaleza; fortaleza donde tan
feliz había sido durante su infancia y ahora le resultaba horrenda
prisión.
Confusos y alarmados los del castillo, rápidamente cursaron las
órdenes precisas y todos se dispusieron para la defensa y para
resistir el ataque de los cristianos que hacia el baluarte se enca­
minaban.
Marmionda había descubierto ya a su amado entre un grupo
de jinetes que se había estacionado en lugar próximo a la fortaleza
e intentaba parlamentar con su padre. Se hizo saber al alcaide que
no venían en plan de guerra y sí a solicitar la mano de su hija para
el esclarecido capitán que en otros tiempos había sido su prisionero;
mas el orgulloso sarraceno, al oír esta demanda, montó en cólera
y despidió a los emisarios sin la menor consideración, diciéndoles
que sucumbirían él y sus invitados antes de entregar su hija a un
perro cristiano.
Vista la terquedad del moro y su conducta improcedente, el no­
ble leonés y la gente que capitaneaba atacaron con saña la for­
taleza dispuestos a apoderarse por la fuerza de la gentil Marmionda.
Arreciaron en sus acometidas y, cuando mayor era el fragor de
la contienda, la dulce enamorada, que observaba las alternativas de
la refriega desde el departamento donde se encontraba en una de
las torres, se dió cuenta de que el valiente paladín que era toda
su vida, y cuyos movimientos seguía sin perderlo de vista, caía
pesadamente del caballo, mortalmente herido al parecer; y cre­
yéndolo así, al considerar que había perdido para siempre la
única razón de su existencia, se lanzó al espacio desde su cámara
v su cuerpo fué a estrellarse sobre las rocas en que se apoyaban
los cimientos de la fortaleza.
Mas sucedió que el caballero cristiano había caído de su cabal­
gadura al recibir un fuerte golpe en la cabeza de uno de sus ad­
versarios, golpe que le hizo perder el conocimiento y permanecer en
tierra durante unos minutos sin darse cuenta de lo que sucedía a su
alrededor; pero al recobrar el sentido y conocer la trágica resolución
de su amada, cuyo cuerpo yacía destrozado junto a sus pies, loco
de espanto por aquella terrible visión, ascendió rápido a uno de
los más elevados picachos que rodean al castillo, y, sin reflexionar
en la fatal determinación que tomaba, se arrojó desde aquella emi­
nencia escarpada. Rebotando de peña en peña fué a parar, horrible­
mente mutilado, junto al cadáver de la que tanto amó en vida y
fué, como él, protagonista de amores tan desgraciados.

489
EL CASTILLO DE SALYALEON

O r ig e n y s it u a c ió n d e l a r o m a n a I n t e r a n n ia .

Desde que dio comienzo nuestra dedicación a la búsqueda, lec­


tura e interpretación de libros y papeles viejos alusivos a la pequeña
historia, y más concretamente a la historia regional extremeña, lla­
maron nuestra atención las publicaciones y documentos que, aun­
que muy de pasada y de manera sintética, hacían referencia a la
existencia, en tiempos pretéritos, de la vieja ciudad de Salvaleón,
hoy ya desaparecida; p 'amos debió estar enclavada en
algún apartado rincón laberíntica comarca conocida
en la actuadidad con el nombre de Sierra de Gata.
Cuando nos esforzábamos por localizar y precisar el lugar
exacto de su emplazamiento, llegamos a tener noticias de que jun­
to a las riberas del Eljas —riachuelo cuyo cauce, y en largo trecho,
determina nuestra frontera natural con el vecino reino portu­
gués (1)—, había vestigios que evidenciaban suficientemente la
(1) E l cauce del río Eljas es el límite natural entre España y Portugal, en
toda la parte de frontera que se extiende desde la confluencia del Basadega y
el Eljas hasta el punto exacto en que este último río desemboca en el Tajo,
cerca de la villa de Alcántara.
existencia de un
aquel momento
vestigar, en lo j
más vicisitudes
tan te. fué para
de Salvaleón; v
terminar su orígi
nuestra creencia.
5 A L V A L E O N
Plano de I os cim ien ta s d e ! casi,!io, c a s i ú n icos restos e x is ten tes
seytss? &>Vé»/o.
E x p /ic a c ió n
Uno de los 1
sada centuria, v
i P u e r ta p rin cip a l, a /a f u e se fieya p o r ana c a ir o do su laboriosidad
en rampa. Guerra (2), quie
% fit?erta a in o r e s t e .
rectificar las of
3 P o r tH b dande, det>i<i e x is tir a n a p a e rta .
4 Recinto afta andado en ta cúspide J e t cerro, De~
Colección de ir
áio servir de as¡ente a t cas/Ühpropiamente dicho.
no obstante sus i
5 M uro d ivisorio dhtvn espesor de /<?m etros.
so al tiempo de s
6 Sotar Je ta med>evai Vi/ta de S o / vafeen y circun- El ilustre mé
é&do de fu erte s m aros, la Mayor —que
f S s c a ie ra escavad a e n » / í nter?ar de ¡a al puerto de San
m arafta. £ s doófey fa c ilita b a «/ a cceso a i a- cripición:
detrve.
8 Cim ientes p e r c e p tib le s d e e d ific io s y a
a rra s a d o s .

Y el hallazg
bajo, porque si
corresponde, sin i
referencia a un
años de edad, v
lugar entre ríos.
clavín) no existí
goría indudable
que Interannia. I
da sobre un mon
Jfecinto m oy’üf': £0 8 x -/Sú m (2) Don Felipe
, P e e * n to m e n o r : S / x 3 f / n . de los más eminentí
de las siguientes pi
Don José Via (Corú
y Guadalupe en 18
un folleto que lleva
(3) Según afiiiE
bre d e Extremadura,
existencia de un antiguo poblado o ciudadela; y por tal hecho, desde
aquel momento surgió en nuestro ánimo el acuciante deseo de in­
vestigar, en lo posible, cuanto hiciera referencia a la historia y de­
más vicisitudes acaecidas en torno a la que, ya desde aquel ins­
tante, fué para nosotros la despoblada y legendaria ciudad o villa
de Salvaleón; y arreciamos gustosos en la empresa dispuestos a de­
terminar su origen y situación geográfica, si llegábamos a confirmar
nuestra creencia.

wrsfenfes

Uno de los hombres más eminentes de Sierra de Gata en la pa­


on
sada centuria, y que todavía permanece en el anonimato a pesar de
✓ y a p o r u n o e c tir o d o su laboriosidad y erudición, fué el insigne galeno don Felipe León
Guerra (2), quien con valentía y suficiencia de méritos se atrevió a
rectificar las opiniones de Viu contenidas en su obra intitulada
pucrfa.
Colección de inscripciones antiguas de Extremadura, cuyo libro,
vipide de/cerro, Dt~
/ í propiamente dicho,
no obstante sus muchos y respetables errores, fué recibido con aplau­
de /6metros. so al tiempo de su publicación.
e S j *o/ecr>y ctrcun- El ilustre médico mencionado localizó cerca de la villa de Zarza
la Mayor —que está situada entre los ríos Eljas y Alagón—, bajando
Henzo interiorefe A» al puerto de San Aubín (3), a la derecha del camino, la siguiente ins-
raba 9i ereceJOai o~ cripición:
•x de edificios ífa IANCI
NO. CELT
I. F. INTZ
RANIEN
AN. LXV

Y el hallazgo de este monumento vino a facilitar nuestro tra­


bajo, porque si examinamos el contenido de esta inscripción, que
corresponde, sin género de dudas, a lápida sepulcral, vemos que hace
referencia a un ciudadano llamado T a n c in o , de sesenta y cinco
años de edad, y natural de Interannia o Interanna, que significa
K lugar entre ríos. Y como además de Cilarium y Celavinieria (Ce­
clavín) no existió en toda aquella zona otro poblado con cate­
A
goría indudable de municipio durante la dominación romana más
O que Interannia, transformada siglos después en Salvación, asenta­
da sobre un montículo cuya base bañan y círcudan los ríos Eljas y
(2) Don Felipe León Guerra ejerció la medicina en la villa de Gata. Uno
de los más eminentes eruditos extremeños de su tiempo, fue autor, entre otras,
de las siguientes publicaciones: Notas a las antigüedades d e Extremadura de
Don José Viu (Coria, 1865); L os siete libros primeros d e la Eneida d e Virgilio,
y Guadalupe en 1815. Su hijo, Marcelino Guerra Hontiveros, nos ha legado
un folleto que lleva por título Apuntes históricos d e la villa d e Gata.
(3) Según afirmación de P a r e d e s y G u i l l e n en su obra Origen d el nom­
bre d e Extremadura, págs. 51-52 (Plasencia, 1886).

493
Basadega, que terminan confluyendo a corta distancia, no es aven­
turado identificar esta ciudad del medievo, surgida pujante en
tiempos de la Reconquista (Salvaleón: más allá de las tierras de
León), con el primitivo castro convertido después por los dominado­
res romanos en solar de los interannienses, población de la comar­
ca enclavada exactamente entre ríos, que debió ser muy floreciente
y próspera, porque contribuyó con su estipendio a la erección de la
obra más colosal que legaron a Extremadura los emperadores ro­
manos : el puente de Alcántara.
Antes de la mencionada e interesante aportación de León Gue­
rra, el historiador más representativo de la Orden de Alcántara (4),
abundaba ya en la misma opinión, pues en su celebrada crónica no
tuvo reparo en afirmar lo siguiente: «Hubo en Lusitania una ciudad
o municipio llamado Reranna (5), y a éste hacen referencia las ins­
cripciones de las piedras que se hallaron en Mérida y trae Moreno
de Vargas en la historia de esta nobilísima ciudad (6). Dos lugares
halló de quien puede entenderse esta inscripción: uno, la villa de
Salvaleón, que tiene su asiento en el Partido que llaman Sierra de
Gata, dos leguas de Valverde, entre los ríos Eljas y Basadega, que
hoy está despoblado, y fue en lo antiguo una gran población, y lo
estuvo mucho con gran número de vecinos, y hoy se conoce en las
grandes ruinas y rastros de edificios, trozos de muralla y castillo,
fue Encomienda de la Orden...» (7).
Influidos, posiblemente, por cuanto se dice en la crónica de Al­
cántara, los historiadores de nuestro tiempo Viu, Ceán Bermúdez

(4 ) F r e y d o n A lo n s o d e T o r r e s y T a p ia , autor de la Crónica d e la Orden


d e Alcántara, ed. en Madrid en 1763, y a la que hemos hecho referencia tantas
veces.
(5) Vid L a España d el siglo I d e nuestra era, según P o m p o n io M e l a y
C. P l i n i o , ed. Espasa-Calpe, Colección Austral, libr. IV, pág. 104 (Madrid, 1947).
(6) M o r e n o d e V a r g a s , B a r t o l o m é , en la pág. 104 de su Historia d e la
ciudad d e Mérida. En el cap. X III — que trata de las piedras halladas en M é ­
rida con epitafios romanos— , dice que en una piedra grande leyó:

D. M. S.
Mattivs Ferminvs in
teraniensis. ann. LII.
H. S. E. S. T. T. L.

«Memoria consagrada a los dioses de los muertos. Marco Acio Fermín, na­
tural de Interannia, que murió de cincuenta y dos años, está aquí enterrado.
Séate la tierra liviana.»
Además, en las págs. 106 y 109 de la mencionada obra inserta dicho autor
otras dos inscripciones alusivas a los interannienses, y agrega después: «los
interannienses, dice Plinio, eran de un pueblo estipendiario de la provincia de
Lusitania, y conforme a esta piedra no se debe escribir inter annenses, sino
interannienses, y así está entre los contribuyentes a la fábrica del puente de
Alcántara».
(7) Página 162, t. I, de la Crónica de T o r r e s y T a p ia .

494
ícia, no es aven-
nda pujante en
fe las tierras de
or los dominado-
íón de la comar-
■muy floreciente
la erección de la
emperadores ro-

m de León Gue-
de Alcántara (4),
brada crónica no
tania una ciudad
eferencia las ins-
la v trae Moreno
(6). Dos lugares
irno, la villa de
llaman Sierra de
y Basadega, que
a población, y lo
se conoce en las
luralla y castillo,

la crónica de Al-
Ceán Bermúdez

Crónica de la Orden
:ho referencia tantas u
P o m p o n io M e l a y
104 (Madrid, 1947)'.
le su Historia de la
iras halladas en Mé-
le leyó:

co Acio Fermín, na-


está aquí enterrado.

i inserta dicho autor


grega después: «los
» de la provincia de
ínter annenses, sino
brica del puente de
y Madoz (8), entre otros, se muestran en todo conformes con el pa­
recer de Torres y Tapia, y no dudan admitir como hecho cierto e in­ Rusticana (cerca
dudable que la Salvaleón del medievo ocupa el mismo lugar de In- ra (Celclavín), E
teranna, cuyas defensas debieron ser ampliadas y mejoradas en siglos diversas villas y
posteriores durante la dominación sarracena, dado lo estratégico e in­ castillos y otras
teresante de su posición. primitivos castro
El tratadista Viu (9) no se conforma con admitir el hecho real Trevejo, Castel :
de cuanto dejamos consignado, y, para reforzar su criterio, escribe Juan de Mascón
lo siguiente: «Los interannienses corresponden, no a los pueblos in- Xerit, Portillo (1
terannienses o interannenses entre los ríos Duero y Miño (.Durium desaparecidos qu
et Minium), como han supuesto algunos, sino al municipio de su mada por los mí
nombre, que estuvo hacia donde hoy es Salvaleón, a como dos leguas de los territorios
de Valverde del Fresno, entre los ríos Eljas y Basadega. ¿Cómo ha­ Vemos por el
bían de venir a la fabricación del puente gentes tan apartadas? hatadas a los mi
¿Cómo, por otra parte, habían de corresponder a los municipios de terannia, la que,
la provincia de Lusitania, siendo así que ésta no pasaba del el nombre de Sa
Duero?...» juicio, urbe enclt
urbe salvada, rest
II Al terminar la
del siglo xm, qu
N o t ic ia s h is t ó r ic a s d e l a S a l v a l e ó n m e d ie v a l . cristianos; pero a
truyeron su cerca
Según repetidamente se ha indicado, en el año 1166 Fernando II la deserción tota
de León reunió huestes en Ciudad Rodrigo, y, a través de las es­ sido floreciente n
tribaciones gateñas de la Carpetovetónica, irrumpió en la Transie- fortificada medin
rra leonesa dispuesto a arrebatar a los sarracenos la plaza fuerte de En 1221, segú
Alcántara y cuantas aldeas, lugares, villas y castillos encontrara a tara, Arias Pérez,
su paso (10). Alfonso IX, que :
La memorable expedición constituyó un éxito rotundo y tras­ de la Orden, regí
cendente, ya que, sorprendidos los hijos del Profeta por la avalan­ niendo presente c¡
cha que se les venía encima, no dispusieron del tiempo indispensa­ gente para hacer
ble para concentrar sus eficaces dispersos por la región, y hubieron su convento de J
de sucumbir ante el avance arrollador de los cristianos, viéndose y vasallos y se di
precisados a entregar sus haciendas, el solar de sus mayores, sus en una eficaz y
reductos fortificados y todo cuanto poseían al victorioso estratega tierra de infieles,
rey de León. Extremadura regí
En tan gloriosa jornada pasaron a poder de don Ferando, entre colaboración en la
otros, los siguientes viejos poblados, la mayoría de los cuales habían tre la villa de Sah
sido municipios romanos: Cattobriga (Gata), Ergastulum (Eljas), asunto, que, para
ro, copia exacta,
(8) «Salvaleón: V. en desp. en la prov. de Cáceres, part. jud. de Hoyos... la romana Cauria
Estuvo fortificada y fue poblada y despoblada varias veces durante la guerra
de Sucesión, quedando por último abandonada», dice M a d o z en su Dicciona­
rio..., pág. 711, t. X III. (1 1 ) Y Milana, <
(9) Viu: obr. cit., pág. 125. la legendaria mora Al
(1 2 ) A. H ercu l
(10) V id Coria. Reconquista d e la Alta Extremadura, por G. V e l o y N i e t o ,
2.a parte, pág. 78 y siguientes (Cáceres, 1956). M adoz, página c o rre s
(1 3 ) De T o r r e s
armes con el pa- Rusticana (cerca de Galisteo y Riobolos), Cauria (Coria), Cellavinia-
íecho cierto e in- ra (Celclavín), Elbocoris (Piedras Albas) e Interannia (Salvaleón) (11);
smo lugar de In- diversas villas y lugares de fundación posterior y multitud de torres,
íjoradas en siglos castillos y otras fortificaciones levantadas por los berberiscos sobre
i estratégico e in- primitivos castros, o bien reconstruidos por ellos, como Almenara,
Trevejo, Castel Bernardo, Benavente, Racha Rachel (Peñafiel), San
tir el hecho real Juan de Mascoras (Santibáñez el Alto), Atalaya (de Pelayo Vellido),
i criterio, escribe Xerit, Portillo (Portezuelo), Kantaraf-as-saif (Alcántara) y otros ya
a los pueblos in- desaparecidos que daban nombre a las tierras que constituían la lla­
y Miño (Durium mada por los mahometanos provincia del Castillo, enclavada dentro
municipio de su de los territorios del Garb (12).
como dos leguas
dega. ¿Cómo ha- Vemos por el párrafo precedente que una de las ciudades arre­
> tan apartadas? batadas a los musulmanes por el monarca leonés fue la romana In-
os municipios de terannia, la que, desde el instante mismo de su liberación, recibió
no pasaba del el nombre de Salvaleón, nombre que pretende significar, a nuestro
juicio, urbe enclavada más allá, salvado el reino de León; o quizá
urbe salvada, rescatada, por el reino de León.
Al terminar la reconquista de la Transsierra leonesa, a principios
del siglo xni, quedó ya Salvaleón definitivamente en poder de los
cristianos; pero antes de abandonarla los muslines derribaron y des­
truyeron su cerca murada y su núcleo urbano, motivando este hecho
L166 Fernando II la deserción total de sus habitantes y el abandono del que había
través de las es- sido floreciente municipio romano en un principio y próspera y bien
ó en la Transie- fortificada medina siglos después, durante la dominación sarracena.
i plaza fuerte de En 1221, según la crónica (13), el maestre de la Orden de Alcán­
líos encontrara a tara, Arias Pérez, fue a Ciudad Rodrigo para besar la mano al rey
Alfonso IX, que se encontraba allí, y después de recibir el pendón
rotundo y tras- de la Orden, regresó a San Julián del Parero. Desde este lugar, te­
ta por la avalan- niendo presente que el monarca le había encargado que aprestara su
empo indispensa- gente para hacer entrada dicho año por tierras de Badajoz, pasó a
‘gión, y hubieron su convento de Alcántara, convocó a sus comendadores, caballeros
stianos, viéndose y vasallos y se dispuso a servir a don Alfonso; y lo sirvió de hecho
sus mayores, sus en una eficaz y sorprendente correría, pródiga en resultados, por
.•torioso estratega tierra de infieles, ya que éstos dominaban por entonces toda la baja
Extremadura regada por el Guadiana. Y en atención a su positiva
n Ferando, entre colaboración en Ta campaña, el rey leonés dio a poblar al dicho maes­
los cuales habían tre la villa de Salvaleón, siendo tanto el interés de don Alfonso en el
gastulum (Eljas), asunto, que, para facilitar su auge y prosperidad, le concedió fue­
ro, copia exacta, por cierto, del que poco antes había otorgado a
la romana Cauria.
rt. jud. de Hoyos...
s durante la guerra
oz en su Dicciona- (11) Y Milana, o Torremilanera, junto al pueblo de Moraleja, que fundara
la legendaria mora Alexa.
(12) A. H e r c u l a n o : Historia d e Portugal, t. II, y el D iccionario..., de
>r G. V e l o y N i e t o , M a d o z , página correspondiente a la palabra Coria.
(13) De T o r r e s y T a p ia , págs. 238 y siguientes.
Aprovechó Arias Pérez la buena disposición del monarca en sumpserit, iram ]
aquella ocasión y le pidió la demarcación de los términos, porque, et quantum inv
dada la circunstancia de su confinamiento con los del Maestrazgo, áureos argenti in
interesaba conocer exactamente las tierras jurisdiccionales de la re­ permanente. Fac
poblada ciudad. vembris, era mil
Constaban estas noticias en el oportuno privilegio, que, según »Supradictos
Torres y Tapia, se conservaba en el archivo de San Benito de Alcán­ dus Rex Castella
tara, y había sido extendido en Coria en 1265, que corresponde al mea Regina Bea
año 1227 de la era de Jesucristo. et Henrico, ex £
Nosotros no hemos podido localizar este documento, que estima­ riae genitricis m
mos desaparecido irremisiblemente, pero sí el oportuno privilegio mitir statuans, (
de confirmación otorgado por el rey Fernando III el Santo el día 2 de vero hanc Charfc
rit, iram Dei oa
abril de 1231, y cuyo contenido dice así:
áureos incauto ]
«REGIA CONFIRMATIO PRIVILEGI, PER QUA CONCEDITUR populationi restit
DE CORIA POPULATORIBUS DE SALVALEON, ET EJUS TER- »Facta Chart
MINI DIVIDE NTUR ducentésima sexa
April 2 an. 1231
Vemos por el
»Per proesens scriptum, tam proesentibus, quam futuris, notum ron fuero a Salvj
sit, ac nifestum, quod ego Ferrandus, Dei gratia, Rex Castellae, et tre de la Orden
Toleti, Legionis, et Galleciae inveni Chartam ab Iltmo. Patrae meo donación total y
Rege Alfonso, bonae memoriae, conditum in hunc modum. gunos años desp
»In nomini Domini, amén. riáñez acompañé
»Quoniam ea, quae in presentí fiunt cito a memoria elabuntur, de Murcia, y po¡
nisi scriptis redigantur, scriptura enim nutrit memoriam, et oblionis «a los muchos s«
incomoda precul prellit. campaña. Veamc
»Idicirco ego Adefonsus, Dei gratia, Rex Legionis et Galleciae Reinando All
términos populationis de Salvaleón, et forum, quad opilatoribis ómni­ maestre Periáñez
bus populatoribus praesentibus et futuris praedictae populationis fo­ lo recibió con gi
rum de Cauria, termini vero praedictae populationis sunt isti, per el monarca, pan
Castrum de Penna se Sequeyros, ubi intrat Calzada in Valdecaballo, él como a la Ord
deinde al Barral, ubi partitur Dominus Rex proedium exinde recta que confinaba ct
linea de Sapello, et per ipsum Sapellum ad ursum, usque ad litus in su fecha, en Se\
quo nascitur; ita quod Penna de Sequeyros remaneat fratribus de su inscripción:
Alcántara, exide vero per sumitatem Serrae Sancti Petri pro aqua
vertente, usque ad Atalayan de Campete ad fruvium et exinde ad «PRIVILEGIO
Atalayan de Fonte Furada, usque ad fluvium de Palacar intrat in M ERCED A LA
Trevello, et exide per ipsum fluvium de Palacar ad sursum, exinde CASTILLO
vero per Cabo de Cornocal, quomodo vadit recta linea ad Elgiam,
exinde per Elgiam ad sursum usque ad Portum de Ladrones, quomo­ »Conocida co
do dividit cum Navas Frias per aquas vertentes, et deinde dividit yo, don Alfonso,
populata ipsa con Sabugal per sumitatem Serrae per aquam ver- de León, de Gal
tentem.
»Nulli igitur omnino hominum liceat hans meae divisionis, et fori (1 4 ) O r te g a í
Chartam infringere, vel si auso temerario contraire, quod qui prae- cántara, p á g . 3 5 (M;

498
sumpserit, iram Dei omnipotentis, et Regiam indignationem incurrat,
del monarca en
et quantum invaserit, in duplum restituat, et Regiae partí mille
erminos, porque,
áureos argenti in poenam exolvat, Charta mihilominus in suo rubore
del Maestrazgo,
permanente. Facta Chartam apud Cauriam decima quinta dia no-
ionales de la re-
vembris, era millesima ducentésima sexagésima quinta.
»Supradictos itaque términos, et forum, ego praedictus Ferran-
egio, que, según dus Rex Castellae, et Toleti, legionis, et Galleciae, una cum uxore
Benito de Alcán-
mea Regina Beatrice, et cum filius meis Alfonso, Fredico, Ferrando
e corresponde al
et Henrico, ex assensu, et beneplácito Reginae Dominae Beranga-
riae genitrieis meae, concedo, roboro et confirmo. Mandans, et fir-
?nto, que estima- mitir statuans, quod perpetuo, et inviolabitur observentur. Siquis
ortuno privilegio
vero hanc Chartam infringere, seu in aliquo diminuere praesumpse-
Santo el día 2 de rit, iram Dei omnipotentis plenarie incurrat, et Regiae parte mille
áureos incauto persolvat, et damnum super hoc illatum pradictae
populationi restituat duplicatum.
CONCEDITUR
»Facta Chartam apud Sabugal seunda die aprilis, era millesima
. E T EJUS TER-
ducentésima sexagésima nona» (14).

Vemos por el precedente documento que los reyes de León die­


ron fuero a Salvaleón, delimitaron su término y autorizaron al maes­
m futuris, notum
tre de la Orden de Alcántara para repoblar dicha ciudad; pero la
Rex Castellae, et
donación total y efectiva de la misma no se llevó a efecto hasta al­
ltmo. Patrae meo gunos años después, con ocasión de que el maestre alcantarino Pe-
xlum. riáñez acompañó al infante don Alfonso en la conquista del reino
de Murcia, y por tal motivo se le hizo merced de Salvaleón, debido
?moria elabuntur,
«a los muchos servicios prestados por él y su convento» en aquella
sriam, et oblionis
campaña. Veamos:
Reinando Alfonso X, en el año 1253, partió desde Badajoz el
onis et Galleciae
maestre Periáñez y se dirigió a Sevilla, donde se hallaba el rey, que
opilatoríbis omni-
lo recibió con grandes muestras de afecto. Besóle la mano entonces
e populationis fo-
el monarca, para demostrar la mucha estima en que tenía, tanto a
mis sunt isti, per él como a la Orden, «le hizo merced del castillo y villa de Salvaleón,
i in Valdecaballo, que confinaba con su Maestrazgo, y mandóle dar carta de privilegio;
lium exinde recta
su fecha, en Sevilla, 22 enero 1291, año del Señor 1253». He aquí
usque ad litus in
su inscripción:
neat fratribus de
ti Petri pro aqua
«PRIVILEGIO D EL REY DON ALFONSO, EN QUE HACE
inm et exinde ad
M ERCED A LA ORDEN, Y AL MAESTRE DON PERIAÑEZ D EL
Palacar intrat in
CASTILLO Y VILLA DE SALVALEON, CON LO QUE
id sursum, exinde LE PERTEN ECE
linea ad Elgiam,
Ladrones, quomo- «Conocida cosa sea a todos los homes que esta Carta vieren, como
et deinde dividit yo, don Alfonso, por la gratia de Dios, Rey de Castilla, de Toledo,
per aquam ver- de León, de Galicia, de Sevilla, de Córdoba, de Murcia e de Jaén,
■divisionis, et fori (14) O r t e g a y C o t t e s , I g n a c i o J o s é : Bullarium Ordinis Militiae d e Al­
e, quod qui prae- cántara, pág. 35 (Madrid, 1759).

499
en uno con la reina doña Violante, mi mujer, por servicios que vos
don Pedro Ybannez, Maestre de Alcántara, e vuestro convento me
ficiste, et señaladamiente por el servicio que me ficiestes en la con­
quista del reino de Murcia, e por que vos fallé siempre por amigo a
vos don Pedro Ibannez, el Maestre sobredicho, e nunca siempre por
vos de mi desatobiestes por ninguna cosa que acaeciesse, do et otor­
go a vos don Pedro Ibannez, Maestre de Alcántara sobredicho, e a
vuestro convento, los que agora son, e los que después de vos vi­
nieren en este mismo lugar, el castillo de Salvaleón, con su villa, deste
guisa, que lo hayades libre y quito por juro de heredad, con montes,
con fuentes, con rios et con pastos, con entradas e con salidas, con
todos sus términos, también los poblados, como los por poblar, e con
todos sus derechos, que yo í he, e debo haber, e con aquellos tér­
minos, e con aquellos derechos con que la pobló mi abuelo el rey
don Alfonso, e todo esto vos do, que lo hayades libre, e quito, assi
como sobredicho es, para facer dello como de lo vuestro; no lo ena­
jenando fuera del mió reino, nin de mió sennorio. Et mando, que
ninguno no sea osado de ir contra este mió fecho, ni contra este
mió donado, ca aquel que lo hiciere havrie mi ira, e pechar mió
encoto de diez mil mrs. e a ellos todo el daño duplado. Et porque
esto mió donado sea más firme e más estable, mandé seellar esta mi
Carta con el mió seelo de plomo.
»Facta la Carta en Sevilla por mandado del Rey, veintidós días
andados de enero, en era de mili e doscientos e noventa e un años.
Et yo el Rey don Alfonso regnante en mo co la reina doña Violante,
mi mujer...» (15).

III
E n c o m ie n d a .

Apenas regresó de Sevilla el maestre Periáñez, en su buen deseo


de incrementar los intereses de la Orden y contribuir a su mejor
prestigio y desenvolvimiento, creó una encomienda con Salvaleón
y su tierra, a fin de determinar las relaciones de los vecinos con el
Comendador, las rentas con que quedaban obligados a contribuir y
todo lo demás que debían observar y guardar, les dio fueros par­
ticulares. La correspondiente carta a este respecto dice así:

«CARTA DE FUERO Y MARTINIEGA PARA LOS POBLADO­


RES DE SALVALEON, Y SU TIERRA, FECHA POR E L MAES­
TRE Y CONVENTO DE ALCANTARA
»In Dei nomine, amén. Conocida cosa sea a todos los homes que
esta Carta vieren, como nos, don Periáñez, Maestre de Alcántara,
(15) Ibid., pág. 60.

500
servicios que vos
tro convento me
riestes en la con-
ipre por amigo a
mea siempre por

aquélla
iesse, do et otor-
i sobredicho, e a
spués de vos vi-

de
x>n su villa, deste
dad, con montes,

a expensas
con salidas, con
por poblar, e con
con aquellos tér-
mi abuelo el rey

bifurcada, labrada
bre, e quito, assi
íestro; no lo ena-
E t mando, que
[>, ni contra este
a, e pechar mió
piado. Et porque
íé seellar esta mi

interior,
y , veintidós días
►venta e un años,
ía doña Violante,

escalera
de Salvaleón, con

?n su buen deseo
ibuir a su mejor
la con Salvaleón
os vecinos con el
os a contribuir y
de la muralla

s dio fueros par­


ce así:

LOS POBLADO-
POR E L MAES­
Salvaleón.— Trozo

TRA
os los homes que
tre de Alcántara,
con conseyo de nuestro convento, facemos tal pleito con el Con­ »Fecha la C
ceyo, e con el pueblo de Salvaleón, e de so termino a placer de ellos, de mili e doscie:
e de Nos: Que todo home que morare en Salvaleón, e en su ter­ Determinad:
mino, e oviere valía de 20 mrs. en mueble, o en raiz, que nos de mienda de Sah
por la fiesta de San Martin cada año en fuero un maravedí, e en mitaremos a se
yantar un sueldo. Et otro si el que oviere valía de 10 mrs. que nos con ella, lamer
de medio maravedí, et en yantar seis dineros, et por este fuero sobre­ mentos y testin
dicho que nos dan sean escudados de hueste, e de pedido e de Mar- no obstante, cí
tiniega, et de las calomnas que pertenecen a los alcaldes; e de los cas de interés.
arrendamientos que son para Conceyo ponemos que haya la Orden Sabido es c
hasta mediados
la tercera parte e ellos las dos partes, et de esto sacamos las tercias
pleitos entre los
de las iglesias, que dicen de la fábrica; e que si la Orden sobredi­
sobre problema
cha de Alcántara las pudiese ganar de Rey, o de Obispo, o por al­
liarse enclavado
guna manera, que entregamientre sean de la Orden Et otro si de los límites de
sacamos las calomnas que pertenecen al Rey, en que no deben partir En distintas
los alcaldes. Et si por ventura nos acaeciere porque a ellos hayamos celebrado conc
menester algunos homes que quieran facer mal en nuestras here­ ambas partes ii
dades, que ellos que vayan con nueco (?) ayudar lo nuestro, amparar cia, pero cuya;
aquende teyo, e allende teyo en termino de Alcántara, e en termino su eficacia en e
de Valencia, fasta Azagalla. Et Nos otro si que les ayudemos a ellos En 1257 se
cada les menester fuere, et el Maestre, o quel mandar que ponga don Pedro, obi
dos alcaldes, e un juez, que sean vecinos de Salvaleón del cuerpo nández y otros
de la villa, cada año por la fiesta de San Miguel. Et los alcaldes que acordadas se di
juzjeren por fuero de Coria, e que se del fuero agraviare, álcese al dro, obispo, e
Maestre no fuer en la tierra, álcese al Comendador Mayor. Et todo a vos, don Gari
home que hovier heredar en Salvaleón, o en so termino, more en convento de le
ella, e faga fuero sobredicho por ella. Et si a otro lugar quisier ir cumplidamente
morar, venda la heredat a home que sea vasallo de la Orden, e faga fuera aquello c
el fuero por ella, e non la venda a Caballero, nin Clérigo, nin a esta composicic
home de otra Orden. E t el Comendador que fuer en el lugar de so comarca, y la <
mampostero; et los alcaldes, et el Comendador pongan Escriban, e fechas y por fa
Jurados en las Aldeas, e pongan Montaraces; et los Alcaldes, e el de Ceclavín...»
Juez, e el Mampostero, e el Escribano sean escuchados aquel año obispo de Cori
que fueren aportellados, et los primos juntos escusámolos en estos las iglesias de
diez años, cada uno en el año que casar, e escusamos que vos los doce maravedí*
que agora i sodes, e los pobladores que vinieren desde San Martin sias sobredicha
a un año, et los pobladores que vinieren después, escusámoslos des­ las fiestas de Sa
de San Martin fasta un año, et si el Comendador de Salvaleón qui­ En esta reí
siere trabar en home que sea vecino, e el home dando fiadores, que riores, esto es,
valan tanto que el home non sea para Justicia, e en tercera regla e iglesias de Sale
sobreescrito en que diz después. Ét nos el Conceyo, y el pueblo de
Salvaleón otorgamos cuanto esta Carta dice, e por esta cosa, e este (16) Ibid., pá
fecho sea conocida, e sabida para todo tiempo, facemos ende dos (17) Vid De¡
cartas partidas por A.B.C. seelladas con los seellos del Maestre, e del B r a v o , y S atisfat
(18) Página ■'
Comendador de Salvaleón.
leito con el Con- »Fecha la Carta en Alcántara, dieciséis días de octubre, en era
a placer de ellos, de mili e doscientos e noventa e uno» (16).
eón, e en su ter- Determinada con toda precisión la fecha de creación de la enco­
raiz, que nos de mienda de Salvaleón, del Orden y caballería de Alcántara, nos li­
n maravedí, e en mitaremos a señalar algunos hechos de diversa índole relacionados
? 10 mrs. que nos con ella, lamentando sobremanera la carencia casi total de docu­
r este fuero sobre- mentos y testimonios fehacientes referentes a la misma; pero ello,
pedido e de Mar- no obstante, consignamos a continuación algunas noticias históri­
alcaldes; e de los cas de interés.
ue haya la Orden Sabido es que, desde la fundación de la Orden de Alcántara
hasta mediados del pasado siglo xix, se han sucedido discordias y
acarnos las tercias
pleitos entre los respectivos maestres y los distintos obispos de Coria,
la Orden sobredi-
sobre problemas de jurisdicción (17), dada la circunstancia de ha­
Obispo, o por al-
llarse enclavados la mayor parte de los territorios de la Orden dentro
Drden Et otro si de los límites del obispado cauriense.
íe no deben partir En distintas ocasiones, y con intervención de los reyes, se han
le a ellos hayamos celebrado concordias entre los jerarcas, o sus representantes de
en nuestras here- ambas partes interesadas. Concordias, por cierto, de gran resonan­
> nuestro, amparar cia, pero cuyas determinaciones y acuerdos perdían casi siempre
tara, e en termino su eficacia en el transcurso del tiempo.
; avademos a ellos En 1257 se celebró la tercera de estas históricas reuniones entre
íandar que ponga don Pedro, obispo de Coria, su iglesia, el maestre don Garci Fer­
valeón del cuerpo nández y otros caballeros de la dicha Orden; y en las conclusiones
it los alcaldes que acordadas se decía, entre otras cosas: «Primeramente, Nos, don Pe­
graviare, álcese al dro, obispo, e cabildo sobredicho de Coria, damos e otorgamos
or Mayor. E t todo a vos, don Garci Fernandez, maestre del Perero y de Alcántara y al
termino, more en convento de los sobredichos lugares estas iglesias íntegramente e
ro lugar quisier ir cumplidamente con cuanto bien en ellas ha, espiritual e temporal,
e la Orden, e faga fuera aquello que en ellas retenemos para Nos, así como yace en
ain Clérigo, nin a esta composición. Conviene a saber, la iglesia de Cadalso con su
en el lugar de so comarca, y la de Gata. Otro si, y las de Salvaleón e de so término
ongan Escriban, e fechas y por facer, y las de Alcántara que son dentro del muro, y la
los Alcaldes, e el de Ceclavín...» «. . . y habernos de haber cada año Nos, don Pedro,
ichados aquel año obispo de Coria, y nuestros sucesores, quando fuéramos visitar, de
■usámolos en estos las iglesias de Salvaleón con su término, e de Gata e de Cadalso,
samos que vos los doce maravedíes cada año y no más... Y de cada una de estas igle­
desde San Martin sias sobredichas habernos de haber cada año por catedrático, por
escusámoslos des­ las fiestas de San Martin, sendos maravedíes...» (18).
de Salvaleón qui- En esta referida concordia hay algo que no figura en las ante­
ando fiadores, que riores, esto es, que el obispo y cabildo de Coria den a la Orden las
en tercera regla e iglesias de Salvaleón, Gata y Cadalso, que parece le pertenecían en-
vo, y el pueblo de
>r esta cosa, e este (16) Ibid., pág. 68.
facemos ende dos (17) Vid D efensa histórico-jurídica, por F rey D. Alonso de V alencia y
del Maestre, e del B ravo, y Satisfacción histórico-jurídica, del L ic. D. A. Z ancudo y B arrado.
(18) Página 361 de la men. Crónica d e la Orden d e Alcántara, t. II.
teramente, y el derecho de presentar a ellas, y a las de Alcántara y En 1409 se ii
Ceclavín, clérigos por capellanes. se continuaron d
Estando el maestre Fernán Pérez en Valladolid en 1292, le hizo Rodrigo—, por
el rey don Sancho merced de diez mil maravedíes de juro por los Juan II de Castil
días de su vida de la moneda de guerra, impuestos sobre las déci­ los vecinos de £
mas de Alcántara, Valencia, Salvaleón y otras villas y lugares de su encomienda r<
Maestrazgo, en atención a los servicios prestados por aquél y sus pos de la tregua
caballeros con ocasión de intrigas y algaradas del infante don los comprometed
Juan, hermano de don Sancho, y don Juan Núñez, que se habían al­ Salvaleón, frev
zado y sublevado contra la autoridad del soberano. López de Zúñig;
En la cuarta corcordia celebrada entre el referido maestre y don su Orden de la S
Alfonso, obispo de Coria, figura Juan Pérez, primer comendador tribunales seglari
de Salvaleón de que tenemos noticia. presidio por su m
En el año 1294, estando el rey Fernando IV en Valladolid, y Estando en S
con el beneplácito de su egregia madre, doña María de Molina, con­ firmó al maestre
firmó al dicho maestre Fernán Pérez la merced de los diez mil ma­ tenía la Orden,
ravedíes que le había concedido su padre con cargo a las décimas y como todavía n
de Salvaleón y demás villas y lugares mencionados. llalobos solicitó <
El nuevo maestre, Gonzalo Pérez Gallego, pasó en 1300 desde guidamente para
la villa de Alcántara a Carmona, «ciudad principal y de las de cuen­ tendían hacer sus
ta», acompañado de muchos caballeros y freires de la Orden. Las sa y Valverde. al<
andanzas del jerarca alcantarino por tierras andaluzas no tenían por Las aspiraciones
objeto atender los intereses de la Orden y sí «hacer rostro al infante disturbios entre
don Enrique y ayudar a los vasallos del rey, si intentaba alguna y Sabugal.
cosa que no fuera de su señoría». En la comitiva del maestre figu­ En distintas o
raban los comendadores de Magacela, Herrera, Peñafiel, Zalamea, tieron los comend
Brozas, Piedrabuena y Metí Rodríguez de Viedma, que lo era de de las décimas d
Salvaleón. de Coria; y en 1
Figura al frente de la encomienda de Salvaleón, en 1362, frey Salvaleón, negarse
Sancho Gutiérrez, originario de Asturias, rico-hombre en aquel prin­ las diversas conec
cipado y mayordomo del rey de León. tro-Nuño, cancille
Trajo con él un hermano, tronco de determinada familia muy firmación de las
noble, cuya descendencia se multiplicó en los partidos de Alcántara dro y don AIfons<
y la Serena, donde fue comedador con el patronímico Gutiérrez, y la Orden de Al<
que dio a la Orden de Alcántara muchos ilustres hijos.
Hallándose va
Al ocupar el trono de Castilla el rey Enrique II, el comendador
tomayor, en 142S
de Salvaleón, juntamente con los de Santibáñez, Eljas y el alcaide
Juan de Salazar. i
de Almenara, siguió el bando del maestre de la Orden de Alcántara,
estudio y delimita
Melén Suárez, que se alzó contra el monarca castellano y se decla­
de don Miguel, s<
ró partidario del rey Fernando de Portugal, como hemos visto al
Alcántara con fech
ocuparnos del castillo de Peñafiel (19).
La encomienda de Salvaleón la integraban, desde su creación, Encontrándose
Juan de Zúñiga.
la Genestrosa y Navasfrías, con sus respectivos términos y perte­
villa de Alcántara
nencias.
existía la costumb
(19) Véase nuestro trabajo histórico sobre P eñafiel y su encom ienda, pu­ Gata y algunas ot
blicado en la revista Hidalguía, según ya hizo constar. que debía consun

504
; de Alcántara y En 1409 se iniciaron unos autos en San Martín de Trevejo —que
se continuaron después en Fuenteguinaldo y terminaron en Ciudad
en 1292, le hizo Rodrigo—, por don Fernando López de Zúñiga, guarda del rey
de juro por los Juan II de Castilla y juez enviado por los del real Consejo para que
¡ sobre las déci- los vecinos de Salvaleón y demás lugares y villas que integraban
as y lugares de su encomienda restituyesen los ganados sacados de Portugal en tiem­
por aquél y sus pos de la tregua concertada entre ambos reinos. Defendió a todos
leí infante don los comprometidos en tan escandaloso asunto el comendador de
ue se habían al- Salvaleón, frey Juan de San Juan, quien declaró incompetente a
López de Zúñiga, alegando que, por la dependencia inmediata de
0 maestre y don su Orden de la Santa Sede, no podían ser llevados sus vasallos ante
ner comendador tribunales seglares ni ante ninguno otro que no fuera ordenado o
presidio por su maestre, o dispuesto por Su Santidad.
?n Yalladolid, y Estando en Segovia, en el expresado año, el rey Juan II con­
de Molina, con- firmó al maestre Fernán Rodríguez de Villalobos el privilegio que ya
los diez mil ma­ tenía la Orden, concediendo a la misma la aldea de Navasfrías;
jo a las décimas y como todavía no se habían dividido los términos, Rodríguez de Vi­
llalobos solicitó esta gracia del monarca, quien se la concedió se­
1 en 1300 desde guidamente para contrarrestar los deseos de los portugueses que pre­
de las de cuen- tendían hacer sus derechos sobre Salvaleón, Navasfrías, la Genestro-
s la Orden. Las sa y Valverde, alegando que estaban enclavadas dentro de su reino.
as no tenían por Las aspiraciones de los lusos llegaron a motivar serias diferencias y
rostro al infante disturbios entre los vecinos de dichas villas y los de Peñamaeor
ntentaba alguna y Sabugal.
leí maestre figu- En distintas ocasiones, y en el transcurso de los años, se resis­
■ñafiel, Zalamea, tieron los comendadores de la Orden de Alcántara a entregar parte
, que lo era de de las décimas de sus tierras a los respectivos y sucesivos obispos
de Coria; y en 1411 pretendieron los de Santibáñez, la Moraleja y
n. en 1362, frey Salvaleón, negarse a dar cumplimiento a este acuerdo contenido en
e en aquel prin- las diversas concordias; pero el obispo coriano, frey García de Cas-
tro-Nuño, canciller del infante don Sancho, pidió y obtuvo la con­
tda familia muy firmación de las concordias anteriores entre los obispos don Pe­
ios de Alcántara dro y don Alfonso y los maestres Garci Fernández y Fernán Pérez,
ímico Gutiérrez, y la Orden de Alcántara se vio obligada a cumplir lo convenido.
Hallándose ya al frente de la Orden el ilustre don Juan de So-
, el comendador tomayor, en 1428, durante el reinado de Juan II, designó a frey
Ijas y el alcaide Juan de Salazar, comendador de Salvaleón, para que procediera al
en de Alcántara, estudio y delimitación de términos entre las villas de Gata y Torre
llano y se decla- de don Miguel, según consta de la correspondiente carta, dada en
> hemos visto al Alcántara con fecha 13 de febrero del mencionado año.
Encontrándose en Salamanca, en 1494, el último maestre, don
sde su creación, Juan de Zúñiga, acudió ante él una comisión del Concejo de la
■rminos y perte- villa de Alcántara para hacerle saber que desde tiempo inmemorial
existía la costumbre de que los vecinos de las villas de Sierra de
u encom ienda, pu- Gata y algunas otras facilitaban y costeaban a sus expensas el vino
que debía consumir el maestre en cualquier lugar que se hallare,
y que últimamente los interesados pretendían eximirse de tal obli­
cantarinos que
gación alegando que correspondía dicho tributo a Alcántara y su
creación hasta <
tierra. Prometió el de Zúñiga estudiar el caso con todo detenimiento,
señalan no se r
como lo hizo, en efecto, y resolvió en consecuencia dispensar a
o cese de los i
los alcantarinos y declarar obligados al cumplimiento de tal contri­
en los años que
bución a las villas de Salvaleón, que eran Gata, la Torre de don Mi­
1298.—Frev
guel, Santibáñez, Villasbuenas, la Moraleja, Valverde, la Zarza y
1300.—Frey
Portezuelo (20).
1335.—Frev
1340.—Frev
1343.—Frev
IV 1355.— Frey
1362.—Frev
1365.—Frey
C o m en d a d o res. 1383.—Frev
1394.—Frey
No es empresa fácil poder determinar el número exacto de freires 1416.—Frev
alcantarinos que, al paso de los tiempos, estuvieron al frente de la 1428.—Frev
encomienda de Salvaleón; pero nuestra tenacidad y buen deseo nos dor de Salvaleói
han permitido conocer el nombre y apellidos de casi todos los que
disfrutaron dicha prebenda, desde que fue creada, a finales del si­
glo xm, hasta 1428, fecha en que figura ya Juan de Salazar con el
título de comendador de Salvaleón y las Eljas; lo que supone tanto
como dar a entender que en la indicada fecha se había incorporado
a la referida encomienda la villa de Eljas, ya que, efectivamente, a
S o m e r o e s t u d io
partir de entonces los sucesivos comendadores aparecen en bularios,
crónicas y otros documentos con el dicho título de comendador de
Salvaleón y las Eljas en un principio, comendador de Eljas y Sal­ Según ya si
valeón después, y, ya en el siglo xvi, comendador de las Eljas so­ de Zúñiga, hijo
sencia, Leonor
lamente.
Este hecho, trivial e intrascendente al parecer, fue de capital im­ Alcántara sobr«
portancia para la encomienda de Salvaleón en lo sucesivo, pues la maestres el vin<
situación estratégica de Eljas, sus más fáciles y abundantes vías bre las villas d
de comunicación con las otras villas y lugares de la serranía, el cul­ de otras conten
tivo de sus campos y el incremento de la ganadería, contribuyeron en la crónica c
decididamente a que esta última villa absorbiera a la ya decadente asimismo, la ce
Salvaleón, que, como hemos visto, había sido desde siempre cabeza tillo o plaza mi
de la encomienda de su nombre. Es más, no tenemos reparo en admi­ importantísimas
tir que, a partir del mandato de Juan de Salazar, empezó la deca­ históricos cimiei
dencia de la vieja Interannia, el casi legendario municipio romano vaciones; pero
carencia casi tot
transformado, a partir de la Reconquista, en una de las ciudades
rama, hubimos
más prósperas y pujantes del medievo, debido a la singular e indu­
poeta la contení
dable protección que le dispensaron los reyes de León y Castilla y
Efectivamen
los maestres de la Orden de Alcántara.
por los ríos Elj.
Anotamos a continuación quiénes y cuántos fueron los freires al-
guesa, divísame
la eminencia, v
(20) Página 561, t. II, de la Crónica de Alcántara. cercas tangente
nirse de tal obli- cantarinos que detentaron la encomienda de Salvaleón, desde su
i Alcántara y su creación hasta que se le incorporó la villa de Eljas. Las fechas que se
xlo detenimiento, señalan no se refieren, en modo alguno, al tiempo de nombramiento
ncia dispensar a o cese de los respectivos comendadores, y sí al hecho real de que
ato de tal contri- en los años que se indican figuraba cada uno al frente de su cargo:
Torre de don Mi- 1298.—Frey Juan Pérez.
erde, la Zarza y 1300.—Frey Men Rodríguez de Viedma.
1335.—Frey Vasco Fernández.
1340.—Frey Gonzalo Yáñez.
1343.—Frey Fernando Alonso.
1355.—Frey Rui Pérez de Busto.
1362.—Frey Sancho Gutiérrez.
1365.—Frey Alonso Fernández.
1383.—Frey Fernando Díaz.
1394.—Frey Fernán Fernández.
> exacto de freires 1416.—Frey Juan de San Juan.
>n al frente de la 1428.—Frey Juan de Salazar, que ostentó ya el título de comenda­
v buen deseo nos dor de Salvaleón y las Eljas.
:asi todos los que
u a finales del si-
de Salazar con el
que supone tanto
había incorporado
, efectivamente, a
S o m e r o e s t u d io d e l o s r e s t o s d e l a f o r t a l e z a d e S a l v a l e ó n .
recen en bularios,
le comendador de
Según ya se hizo constar, el último maestre alcantarillo, Juan
>r de Eljas y Sal-
de Zúñiga, hijo de la célebre y varonil duquesa de Arévalo y Pla­
r de las Eljas so-
sencia, Leonor de Pimentel, al ser consultado por el Concejo de
Alcántara sobre quién o quiénes debían facilitar a los respectivos
fue de capital im­
maestres el vino que consumieran, falló que tal obligación recaía so­
sucesivo, pues la
bre las villas de Salvaleón, ya enumeradas. Y esta noticia, además
■ abundantes vías
de otras contenidas en el Bullerium Ordinis Militae de Alcántara y,
la serranía, el cul-
en la crónica de Torres y Tapia a que nos hemos referido, como
'ría, contribuyeron
asimismo, la concesión de fuero y la existencia de un fuerte cas­
a la ya decadente
tillo o plaza murada, nos hicieron suponer que serían abundantes e
Je siempre cabeza
importantísimas las ruinas de Salvaleón y decidimos visitar aquellos
os reparo en admi-
históricos cimientos, dispuestos, en principio, a realizar algunas exca­
, empezó la deca-
vaciones; pero sufrimos la mayor decepción de nuestra vida por la
municipio romano
carencia casi total de vestigios fehacientes, y, ante el desolado pano­
a de las ciudades
rama, hubimos de musitar los inmortales versos que inspiraran al
la singular e indu-
poeta la contemplación del solar de Itálica famosa.
León y Castilla y
Efectivamente, sobre la cúspide de empinado cerro, circundado
por los ríos Eljas y Basadega, a pocos metros de la frontera portu­
eron los freires al- guesa, divisamos, desde lejos, una mancha pardusca que coronaba
la eminencia, y al aproximarnos no pudimos apreciar más que dos
cercas tangentes de distintas dimensiones; una, la más pequeña, de
su residencia e
mencionada pía;
forma casi oval, trazada en dirección noreste a noroeste, que asienta que los otros ca
sobre la parte más culminante del cerro; y la otra, bastante más ex­ navente y Ramii
tensa, se dirige de norte a sureste, tiene parte de muro común con perador Carlos
la anterior, y adopta la forma de un plátano. ñeros dispersos a
Ambas cercas tienen sus muros completos sin apenas más por­ Otra de las
tillos que los originados por las que fueron puertas del recinto, si bien valeón se deshal
es verdad que los restos de muralla no afloran más que de uno a cesión lo hallam
tres metros por algunos lados del exterior, y por otros no rebasan la Secesión de Por
rasante del terreno. dicha posición l
Creemos que el recinto pequeño, por su más alta y privilegiada vale a reconocer
situación, debió constituir la fortaleza propiamente dicha y albergar portancia militar
la torre del Homenaje, la residencia de comendadores y alcaides y histórica plaza 2;
las fundamentales e indispensables defensas. Un portillo abierto en Finalmente, c
su lado oeste nos recuerda la existencia de una puerta, que muy pulsó a ocupamo
bien pudiera ser la principal del fuerte; y apenas se perciben en su donde se alzara <
interior vestigios de las diversas edificaciones que, sin género de du­ fue una ciudad
das, debieron existir en tiempos pretéritos. reunir algunos di
En el interior de la otra gran cerca se descubren todavía cimien­ al desaparecer t<
tos de bastantes edificios, de calles completas, que dan una idea las generaciones
aproximada de la importancia de Salvaleón, aunque nos inclinamos y de su situación ¡
a suponer que en determinadas épocas el recinto amurallado resul­
taría insuficiente y muchos habitantes construirían sus viviendas ex­
tramuros.
Restos de una amplia y bien construida puerta se aprecian en
el lado del naciente; y en el muro del lado sur se ven todavía pel­
daños de dos escaleras labrados a expensas de la propia muralla,
que arrancan desde el mismo punto y en sentido divergente debían
ascender hasta lo más alto y facilitar el paso y vigilancia por el
adarve circundante.
Pero lo más sorprendente en aquellas desérticas tierras donde tu­
vo su asiento Salvaleón es la casi total carencia de testimonios que
den fe, no ya de su vitalidad y florecimiento, sino de su existencia
misma, pues el azote de los elementos y la incuria e ignorancia de
los hombres han arrasado de tal forma aquel solar y han realizado
tan radical transformación, que todo aparece pulverizado en el in­
terior de aquellos recintos antañones, donde los labradores arrojan
sus semillas y recogen más tarde el fruto de sus cosechas y sus es­
fuerzos.
Aunque Madoz, y algún otro autor, admiten que Salvaleón,
«que conserva pedazos de muralla y de un castillo» (21), fue po­
blada y despoblada varias veces durante las guerras de Sucesión y
abandonada después defintivamente, es nuestra opinión que la deca­
dencia, ruina y abandono casi total de dicha ciudad por sus habi­
tantes data de mucho antes, desde que la absorbió Eljas y fijó (22) Vid. nuestra
el año 1952.
(21) C e á n B e r m ú d e z : Sumario d e las antigüedades romanas qu e hay en
España, pág. 421 (Madrid, 1832).
508
su residencia en esta villa el comendador de turno. Además, la
mencionada plaza fuerte debió seguir años después la misma suerte
ste, que asienta que los otros castillos y torres de la comarca; Castel Bernardo, Be-
iastante más ex- navente y Ramiro, entre otros, fueron derribados por orden del em­
luro común con perador Carlos de Gante, porque servían de refugio a los comu­
neros dispersos a raíz de la derrota de Villalar.
penas mas por- Otra de las razones que justifican nuestro parecer de que Sal­
t recinto, si bien valeón se deshabitó y arruinó con anterioridad a las guerras de Su­
i que de uno a cesión lo hallamos en el hecho cierto de que, durante la guerra de
* no rebasan la Secesión de Portugal, a mediados del siglo xvn, no aprovecharon
dicha posición los beligerantes de uno u otro bando; y ello equi­
i v privilegiada vale a reconocer que en aquel tiempo era ya escasa o nula la im­
licha y albergar portancia militar de las murallas y demás elementos defensivos de la
■es y alcaides y histórica plaza (22).
rtillo abierto en Finalmente, queremos hacer constar que el móvil que nos im­
nerta, que muy pulsó a ocuparnos de Salvaleón fue solamente precisar el sitio exacto
perciben en su donde se alzara en los pasados tiempos la que, sin género de dudas,
a género de du- fue una ciudad muy importante y de bastante preponderancia; y
reunir algunos datos históricos que andaban dispersos a fin de que,
todavía cimien- al desaparecer todos los vestigios del lugar que ocupó Salvaleón,
; dan una idea las generaciones venideras tuvieran conocimiento de su existencia
nos inclinamos y de su situación geográfica.
nurallado resul-
us viviendas ex-

se aprecian en
ren todavía pel-
propia muralla,
vergente debían
igilancia por el

ierras donde tu-


testimonios que
de su existencia
e ignorancia de
v han realizado
rizado en el in-
jradores arrojan
sechas y sus es-

que Salvaleón,
>» (21), fue po-
s de Sucesión y
ión que la deca-
d por sus habi-
(22) Vid. nuestra obra Escaramuzas en la frontera cacereñ a..., ed. en Madrid
jió Eljas y fijó el año 1952.
natías qu e hay en
509
E L CASTILLO DE SANTIBAÑEZ EL ALTO

F u n d a c ió n y s it u a c ió n d e l a v i l l a d e S a n t ib á ñ e z .

Cuando reinaba en Asturias Alfonso I, yerno de don Pelayo,


aprovechó las frecuentes escaramuzas y luchas intestinas entre ára­
bes y berberiscos, y en sus continuadas incursiones por tierras de
Galicia, Cantabria y León consiguió apoderarse de Salamanca, Le-
desma y Ciudad Rodrigo, siendo ayudado muy eficazmente en tales
empresas por el noble caballero francés Teobaldo Montesinos, que
se había visto precisado a refugiarse en España, acompañado de su
madre la condesa Teudosinda y una crecida hueste de gentes de
su país, para no caer en manos de su tío Carlos Martel (1).
Años más tarde, en el 812 exactamente, los descendientes de los
galos, que afincaron en la comarca de la romana Miróbriga, huyendo
de Mohamed de Córdoba, en unión del obispo Hilario y llevando
consigo multitud de imágenes, ornamentos y otros enseres pertene­
cientes al culto de la religión de Cristo, se vieron precisados a refu­
giarse entre unos picachos de la carpetovetónica, que desde entonces,
y en atención a quienes han residido allí en todos los tiempos, lleva eí
legendario y sorprendente nombre de Sierra de Francia.

(1 ) S á n c h e z C a b a ñ a s , A n to n io : Historia d e la muy noble y muy leal ciuaad


d e Ciudad-Rodrigo, pág. 38, año 1878.

511
En su huida a España, la gran Teudosinda trajo consigo el ca­ el apellido de >
dáver de su esposo el conde Grimaldo (2); y dueña y señora de Mascoras o de
buena parte de la extensa zona que recibió después el nombre de
Transierra, mandó edificar, para darle sepultura, un bien acondiciona­
do convento, que puso bajo la advocación de San Juan Bautista.
El sitio elegido era una regular montaña de difícil acceso, en
cuya altiplanicie surgió, años más tarde, el lugar de Santi-Joannes, F o r t if ic a c io n e s i
en atención al titular de la dicha casa de oración. Durante la Re­
conquista se conocía con el nombre de San Juan de Mascoras o de La precedente
Mascules, que degeneró, finalmente, en el que lleva en la actua­ la, confirma núes
lidad: Santibáñez el Alto, debido, sin duda, a su estratégica y ele­ ros tiempos San
vada situación, pues la referida villa se alza sobre la cúspide de una lativa, ya que te
montaña, cónica e inaccesible por todos lados, que la hacen inexpug­ 1002, fecha que
nable, y desde donde se divisan a simple vista grandes extensio­ (999-1025), la cor
nes de terreno, hermosos valles de varios kilómetros que la cir­ era tierra de mor*
cundan, siendo el más preferente, por la feracidad de la tierra y la el Grande, durai
abundancia de sus aguas, el de Valdárrago, cuya contemplación, pos de Coimbra,
desde la indicada cima, resulta indescriptible, algo sinceramente ex­ ciudad de Bletins
cepcional. de Palomero) (5)
Siglos más tarde, y sobre las ruinas del primitivo convento, se cacereña.
alzó una ermita de regulares proporciones, consagrada asimismo a En aquel tiem
San Juan, y de la que en la actualidad apenas si quedan cimientos; cha importancia; i
pero por las inscripciones de las lápidas y piedras diversas encon­ auténtica atalaya
tradas entre los escombros del viejo edificio se ha llegado a conocer los cristianos, quí
la época de su fundación y los datos históricos que dejamos consig­ vivaqueaban por
nados. de Gata.
Hasta la centuria anterior se ha conservado entre los derruidos La expresada
paredones de la mencionada ermita una enorme pila de granito, se sostiene arroga
tallada en una sola piedra, en la que, según referencias de los na­ tana, aunque dest
turales de aquellas tierras, transmitidas por la tradición, fue bautiza­ De la que exis
do el conde Teobaldo, deduciéndose de tal hecho que el referido hasta fecha recien
personaje no era cristiano cuando huyó de su país y se refugió en dejamos constand
España (3). existencia.
No hemos conseguido más noticias sobre los primeros tiempos Dista unos vei
de la fundación de Santibáñez, y sí una referencia alusiva a princi­ siblemente una p<
pios del siglo xi, que nos facilita Madoz (4), cuyo contenido es del tamente con la d
siguiente tenor: «Esta villa se llamó antiguamente San Juan. El Eljas, y otra de ar
obispo de León, Froila, por su testamento otorgado en el año 1002, de Cadalso, const
dió a su iglesia una heredad en San Juan (in Sancti Joannis), com­ centinelas siempre
prada a Bellido Gallego y a Justo Navasfrías. Tomó esta población leoneses.
Carecemos de 1
(2) «La v. de Fuenteguinaldo fue poblada en 750 por Teobaldo Mon­
gieron las primera
tesinos, hijo del conde Grimaldos, de quien tomó el nombre; mas con el fueron reemplazad
transcurso del tiempo se ha conocido y quedado Guir->ldo», dice M adoz en
su D iccionario..., t. V III, pág. 228 (Madrid, 1847).
(3) C a b a ñ a s : Ibidem. (5) Ms. de M a r t
(4 ) Ibidem , M a d o z , D iccionario... hecho referencia.

512
33
rajo consigo el ca- el apellido de Mascoras. Después se vino a llamar Santibáñez de
lueña y señora de Mascoras o de Masculles, y últimamente Santibáñez el Alto.»
pués el nombre de
n bien acondiciona­
b a n Bautista. II
■ difícil acceso, en
F o r t if ic a c io n e s d e S a n t ib á ñ e z .
r de Santi-Joannes,
in. Durante la Re­
de Mascoras o de La precedente nota, consignada en el testamento del obispo Frai­
lleva en la actua- la, confirma nuestro aserto de que Santibáñez se llamó en los prime­
1 estratégica y ele-
ros tiempos San Juan; pero la autenticidad de la misma resulta re­
' la cúspide de una lativa, ya que todas las conjeturas predisponen a admitir que en
? la hacen inexpug- 1002, fecha que corresponde al reinado de Alfonso V, el Noble
. grandes extensio- (999-1025), la comarca transerrana donde está enclavada dicha villa
¡netros que la cir- era tierra de moros; y únicamente años después, en 1050, Fernando I,
td de la tierra y la el Grande, durante sus correrías por la Lusitania, cuando iba en
iva contemplación, pos de Coimbra, reconquistó e incorporó a sus estados la murada
;o sinceramente ex- ciudad de Bletina (Ledesma), la bien fortificada Palumbaria (Casar
de Palomero) (5) y toda la parte septentrional de la actual provincia
nitivo convento, se cacereña.
agrada asimismo a En aquel tiempo las defensas de Santibáñez no debían tener mu­
quedan cimientos; cha importancia; un simple cerco murado y una airosa torre extraña,
ras diversas encon- auténtica atalaya muy a propósito para vigilar posibles razzias de
t llegado a conocer los cristianos, que con frecuencia se descolgaban desde la meseta y
ue dejamos consig- vivaqueaban por toda la franja que constituye la llamada Sierra
de Gata.
entre los derruidos La expresada torre era semejante a la de Almenara, que aún
se sostiene arrogante, a corta distancia, luciendo su ropaje de sul­
le pila de granito,
tana, aunque destruida en parte y sin las almenas de su corona.
erencias de los na-
dición, fue bautiza- De la que existió en Santibáñez se han conservado los cimientos
ho que el referido hasta fecha reciente; pero ya se ha edificado en aquel sitio, y si no
lis y se refugió en dejamos constancia, llegaría a desaparecer hasta el recuerdo de su
existencia.
Dista unos veinte metros de la primera cerca, que protegía po­
i primeros tiempos
siblemente una pequeña alcazaba por el lado del naciente; y jun­
ia alusiva a princi-
tamente con la dicha Almenara las torres moriscas de Trevejo y
0 contenido es del
Eljas, y otra de análoga traza que debió alzarse en el vecino pueblo
ente San Juan. El
de Cadalso, constituían los vigías permanentes de aquella región;
do en el año 1002,
centinelas siempre alerta ante posibles arremetidas de castellanos y
ncti Joannis), com-
)mó esta población leoneses.
Carecemos de testimonios que nos permitan conocer cuándo sur­
gieron las primeras fortificaciones de Santibáñez y el tiempo en que
1 por Teobaldo Mon-
nombre; mas con el fueron reemplazadas por las actuales, cuya construcción se debe po-
Ido», dice M adoz en
(5) Ms. de M artín S antibáñez , R o m u a ld o , de Guadalupe, a que ya hemos
hecho referencia.
siblemente a los
a los señores que
Lo que sí res
cristianos, era pL
serios y prestigia
llevó a cabo Fer
PLANOS CASTILLO^ SANTIBáÑEZ, afirma textualme
Perosín (hoy Pee
RL ALTO ( e .c .r . .) de Santibáñez v }
Ante lo dicho
leza a una villa c
tratégica torre o
siglos x y xi, la 1
particularidades
ción, la hacían e
nos, de ser tomad
De todas mar
naz resistencia qi
y 1212, nos inclü
dicionada con fu
tada definitivame
primero, a los Ti
quienes la hicier
otros de estos m
viejo recinto v et
se conservan y el
de los futuros con
La villa de Si
plaza fuerte de
Gata; y debido p
en contadas oeasi
sus dos viejos re<
salientes y la ac
sus excepcionales
mar interior, aun*
le daba carácter
drada y de gran ,
ñas, pudiera otea
por los escasos i
cuerpos o pisos
diversos departan
pensables, por lo
ran residir allí. >

(6) Vid pág. 65


(7) Ibid., pág. €
siblemente a los primeros maestres de las órdenes militares, o quizá
a los señores que poseyeron la villa en un principio.
Lo que sí resulta innegable es que, cuando la reconquistaron los
cristianos, era plaza muy fortificada. Así lo confirman tratadistas tan
serios y prestigiosos como Torres y Tapia, al narrar la expedición que
llevó a cabo Fernando II a través de la Transierra leonesa, cuando
afirma textualmente que el rey de León «pasó la sierra y puerto de
Perosín (hoy Pedrosín), y tomó por combate las villas y fortalezas
de Santibáñez y Milana...» (6).
Ante lo dicho por este autor, surge la duda de si llamaba forta­
leza a una villa con modesta alcazaba, defendida por empinada y es­
tratégica torre o si, efectivamente, los hijos del Profeta, allá en los
siglos x y xi, la fortificaron debidamente, aumentando sus defensas;
particularidades éstas que, juntamente con su incomparable situa­
ción, la hacían en cierto modo inexpugnable, o merecedora, al me­
nos, de ser tomada en consideración.
De todas maneras, por carecer de datos fehacientes y ante la te­
naz resistencia que ofreció dicha plaza a los reyes de León en 1166
y 1212, nos inclinamos a admitir que los moros la tenían bien acon­
dicionada con fuertes y protectores muros; y que, al ser reconquis­
tada definitivamente por los monarcas indicados, éstos la entregaron,
primero, a los Templarios, y, después, a los cruzados de Alcántara,
quienes la hicieron cabeza de encomienda (7), y entonces, unos y
otros de estos milites debieron de demoler casi en su totalidad el
viejo recinto y edificar Eobre el mismo las fuertes murallas que aún
se conservan y el magnífico palacio-fortaleza con destino a residencia
de los futuros comendadores y alcaides.
La villa de Santibáñez ha sido durante varias centurias la mejor
plaza fuerte de cuantas ensoñereaban de la comarca de Sierra de
Gata; y debido posiblemente a que la guerra sólo llegó a sus puertas
en contadas ocasiones, aún perduran en buen estado de conservación
sus dos viejos recintos, especialmente el exterior, que con sus torres
salientes y la acertada disposición de su amplio adarve proclama
sus excepcionales cualidades castrenses. Al recinto que podemos lla­
mar interior, aunque no está en su totalidad circundado por el otro,
le daba carácter la llamada torre del Homenaje, espléndida, cua­
drada y de gran altura, permitiendo este hecho que, desde sus alme­
nas, pudiera otearse todo el horizonte por cualquier lado. A juzgar
por los escasos restos que de ella se conservan, constaba de tres
cuerpos o pisos superpuestos, cada uno de los cuales albergaba
diversos departamentos; cámaras y habitaciones suficientes, o indis­
pensables, por lo menos, para que los sucesivos comendadores pudie­
ran residir allí. No se puede precisar, ni aun de modo aproximado,

(6) Vid pág. 65 de la Crónica d e Alcántara.


(7) Ibid., pág. 62.

515
su distribución interior, porque han desaparecido hasta los cimientos
de dos de sus paredes, y las otras dos son trozos de esqueletos,
verdaderos muñones salpicados de agujeros irregulares en los si­
tios que corresponden a sus puertas y ventanas.
La torre del Homenaje y sus anejos asientan sobre la parte más
prominente de la montaña; y en línea con su lado sur, a más bajo ni­
vel que su solar, hay una explanada, en forma de paralelogramo, que
cubre varias dependencias excavadas y acondicionadas en subsuelo;
auténticos subterráneos o galerías de difícil exploración por la os­
curidad reinante y los muchos cascotes y otros materiales de derribo
que impiden penetrar en su interior. Algunos de estos departamen­
tos tienen bóvedas, como puede apreciarse por el socavón que se
ha producido en su superficie; y, por su aspecto y profundidad, ha
inducido a suponer que bajo el suelo de aquel antro debió existir
un aljibe (8).
El castillo-palacio, vieja residencia de los comendadores de San-
tibáñez, lo integraban las dos partes descritas (la torre del Home­
naje y el solar unido a ella por naciente), más un espacio cuadrado,
de gran área, indudable plaza de armas que discurre hacia el sur,
ocupando un ligero declive; en plano inferior, por consiguiente.
En dicha plaza de armas de la primitiva fortaleza existe aún
en nuestros días un bien conservado aljibe cubierto por resistente
bóveda de ladrillo y paredes del mismo material. No puede apreciar­
se exactamente su capacidad por estar cegado de tierra y hojaras­
ca; pero por la forma de túnel alargado que presenta debió llevar
puerta en sus extremos. Tiene en su parte central un regular orifi­
cio por donde se desliza la vasija adecuada, sujeta con una cuerda
o cadena, para extraer el agua.
Una rampa suave facilitaba el paso al solar antes mencionado;
y desde allí, por una escalera de piedra adosada al muro de la parte
norte, se sube al adarve, que aún permite recorrer todo el largo de
la muralla de este primer recinto, exclusivamente por el lado del
naciente, que conserva típicas y primitivas almenas con sus aspi­
lleras correspondientes, en el lienzo indicado y solamente en él,
pues en los demás han desaparecido del todo.
En esta dicha plaza del aljibe, que lo fue de armas, como he­
mos dicho, hasta que se amplió la fortaleza con el recinto exterior,
se edificaron diversas dependencias, según se colige de un detenido
examen que permite apreciar la existencia de habitaciones que de­
bieron ser dedicadas a residencia de los alcaides, caballerizas, gra­
neros, etc., reservándose de esta forma el verdadero palacio, la re­
ferida amplia y majestuosa torre para morada del comendador de
turno.
(8) En la descripción de la fortaleza de Santibáñez, realizada el día 8 de
diciembre de 1768, se hace constar la existencia de dos aljibes. Vid, leg. 4434
de la Orden de Alcántara, en la B. N.
íasta los cimientos
tos de esqueletos,
fulares en los si-

obre la parte más


>ur, a más bajo ni-
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antes mencionado;
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ero palacio, la re-
el comendador de

realizada el día 8 de
iljibes. Vid, leg. 4434
« S te S

Santibáñez el Alto.— Torre redonda que avanza desde los muros del castillo
hacia el septentrión
Deducimos, pues, que la torre del Homenaje, el solar que aparece
La longitud
en su costado izquierdo y la anchurosa plaza, constituían la primi­
plaza de armas,
tiva fortaleza de Santibáñez, arquetipo de su doble condición bélica
glo xviii, por los
y señorial, edificada posiblemente al poco tiempo de iniciarse la Re­
tro, junto al alte
conquista.
la casa del prior.
Todavía pueden apreciarse restos de tres de sus magníficas puer­
Orden en mome
tas, en arco de medio punto, aunque destruidas y desfiguradas por
épocas, surgiera
estar tapiadas en parte y carecer de algunas de sus dovelas. Se abrían
la servidumbre,
hacia el norte, sur y oeste.
sas por otras tant
La torre del Homenaje debió tener su puerta principal por el lado
Desde el doi
sur; extremo que no podemos precisar por haber desaparecido la
palacio, a través
fachada, que luciría tal vez, asimismo, el consabido matacán. dió dicha vivier
Las defensas de este núcleo central, primitivo palacio-fortaleza
ya en cuenta ac
de los alcantarinos que disfrutaban la codiciada encomienda de San­
ruinoso (11) de 1í
tibáñez, fuero aumentadas en épocas que no podemos precisar (9) con
la confortable v
un segundo recinto, que envolvía al anteriormente descrito por su
de la iglesia de
lado del naciente y parte del septentrión. Es una robusta muralla de
la puerta prineip
sillería, a modo de barbacana, cuya solidez y belleza de línea se
Existe, sin er
emparejan armónicamente en su factura. Arranca desde el ángulo caverna, muv pi
suroeste del viejo fuerte, y, formando un círculo casi perfecto,
divide ambos r<
avanza hacia la altura de la fachada norte del castillo, para termi­
siempre los natu:
nar precisamente en la sólida y esbelta torre redonda; bella atalaya
a qué obedece ta
de firme construcción, espolón unido al dicho palacio y con el que
Desde el es
comunicaba con arco en bóveda de cañón. Esta torre representa una
necientes a un
superación de las llamadas albarranas y permitía defender mejor el
que todavía peri
recinto, porque podía permanecer aislado, aunque ella fuera re­
muro se continú
conquistada. Debía ser magnífica, coronada de almenas; y era, desde del Homenaje. I
luego, la más a propósito para otear la inmensa llanura y elevadas la muralla de la
sierras que se alzan por aquel lado.
De toda esta tei
En la segunda y posterior cerca mencionada, hay dos interesan­
del poniente, qi
tes puertas; Ta más oriental, en arco, que es de hecho la principal de
tivado por la cc
toda la plaza fuerte y de fácil acceso, más otra cuadrada, de airosa
difícil escala, y
traza, que amenaza ruina, en el lienzo que mira hacia el norte. mántica leyenda.
Existe, asimismo, un portillo situado entre las anteriores, que ha sido
abierto en época muy posterior. La circunsta
La característica más acusada de esta muralla es la existencia de parte del castillt
cinco cubos redondos o torres, adosados en su contorno, a distancia ción que la men
prudencial unos de otros. Estos cubos estuvieron coronados por últi- y frente al ángu.
les garitas, que ya han desaparecido totalmente, igual que sus co­ tigios que aún j
rrespondientes almenas aspilleradas, que completaban las defensas. zaba o a un má
Y, finalmente, se llegaba al adarve de estos anchurosos muros inte­ pues aunque no
grantes de la cerca exterior por cinco escaleras de granito, de las
que existen todavía algunos peldaños, labradas a expensas de los (10) Vid. el ya
lienzos interiores. (11) Según el
que en la actualidat
(12) Una de
(9) Se viene admitiendo como época probable el siglo xv. Traición.
olar que aparece La longitud de esta muralla circunda gran espacio; la amplia
tituían la primi- plaza de armas, llamada plaza del ejercicio en documentos del si­
condición bélica glo xviii, por los residentes en Santibáñez (10). Dado su gran diáme­
? iniciarse la Re- tro, junto al alto muro almenado de la antigua fortaleza, se edificó
la casa del prior, para residencia de este jerarca de la iglesia y de la
magníficas puer- Orden en momentos de peligro; y en su alrededor, y en diferentes
desíiguradas por épocas, surgieron otros edificios para alojar, posiblemente, a toda
ovelas. Se abrían la servidumbre. Continuando en la actualidad ocupadas dichas ca­
sas por otras tantas familias.
icipal por el lado Desde el domicilio del prior había comunicación directa con el
desaparecido la palacio, a través de la muralla; pero hace bastantes años se incen­
íatacán. dió dicha vivienda, y aunque se construyó más tarde, no se tuvo
palacio-fortaleza ya en cuenta aquella circunstancia, debido posiblemente al estado
■omienda de San- ruinoso (11) de la residencia señorial, o a que el prior decidió habitar
is precisar (9) con la confortable y suntuosa casa fuerte que edificó extramuros, cerca
• descrito por su de la iglesia de la villa, adosada al lienzo de la muralla y junto a
busta muralla de la puerta principal.
Ueza de línea se Existe, sin embargo, un socavón, algo así como la entrada a una
desde el ángulo caverna, muy próximo al ángulo que forma la pared almenada que
lo casi perfecto, divide ambos recintos de la plaza fuerte, al que llamaron desde
.tillo, para termi- siempre los naturales de la villa La cueva de Diego, sin que sepamos
ida; bella atalaya a qué obedece tal nombre.
icio y con el que Desde el espolón antes citado arrancan los cimientos perte­
re representa una necientes a un muro desaparecido que lleva dirección noroeste y
lefender mejor el que todavía permite apreciar la existencia de dos puertas (12). Dicho
le ella fuera re­ muro se continúa después paralelo a la fachada oeste de la torre
inas; y era, desde del Homenaje, hasta que, formando ángulo recto, va a terminar en
lanura y elevadas la muralla de la primtiva plaza de armas, cerrando un gran espacio.
De toda esta tercera cerca no permanece en pie más que el lienzo
lav dos interesan­ del poniente, que se alza perpendicular sobre acentuado tajo, mo­
do la principal de tivado por la contextura del terreno, que lo hace más fuerte y de
ladrada, de airosa difícil escala, y aloja una curiosa ventana que fue escenario de ro­
a hacia el norte, mántica leyenda.
iores, que ha sido
La circunstancia de haber desaparecido casi totalmente esta
?s la existencia de parte del castillo, y el hecho de tener la misma situación y orienta­
ción que la mencionada torre extraña, situada a prudente distancia
itomo, a distancia
y frente al ángulo sureste, nos decide a suponer que los escasos ves­
oronados por últi-
igual que sus co­ tigios que aún pueden apreciarse corresponden a la primitiva alca­
iban las defensas, zaba o a un más simplificado recinto fortificado por los sarracenos;
irosos muros inte- pues aunque no son muchos los restos, evidencian la reciedumbre
ie granito, de las
i expensas de los (10) Vid. el ya cit. leg. 4434.
(11) Según el men. leg. 4434, en 1768 el estado ruinoso era casi el mismo
que en la actualidad.
(12) Una de las cuales lleva el significativo nombre de Puerta d e la
Traición.
y faustos pretéritos del estratégico baluarte de arrogantes muros y ficada se dieran
sin padrastros en torno, desde donde se le pudiera atacar. la defensa, eavei
Insistimos en que fue extraordinaria la importancia de la plaza asalto, la conquií
fuerte de Santibáñez, que destaca visible desde larga distancia, dadas defensores, que s
sus grandes proporciones y lo interesante de su emplazamiento, que En aquel enti
no pudo pasar inadvertido para el moro invasor. muy elevada, co
victorias; y no (
sensibles pérdida:
III A la liberació
romántica y evo
N o t ic ia s h is t ó r ic a s .
alzaba sobre estr
en edad pretérita
Las murallas de Santibáñez, al correr del tiempo, han sido tes­ río Arrago y la ril
tigos de episodios de diversa índole, que merecen ser consignados en
En la brillant
los anales de la historia regional extremeña. Y aunque, al dar co­
año, juntamente <
mienzo al presente trabajo, no pretendíamos otra cosa que preparar villas y fortalezas
una pequeña monografía limitada a la descripción del castillo, hemos les entregó segui*
decidido detenernos sobre algunos hechos trascendentales y decisi­ estas, además de
vos, relacionados con la mencionada plaza fuerte, porque su resul­ nardo, Benavente
tado influyó, de manera indudable, en las sucesivas operaciones bé­ de las que no exí<
licas de la Reconquista a través de la amplia zona que cae bajo la
Vellido y el castl
jurisdicción del obispado cauriense.
bieron pasar, asin
La primera vez que tenemos noticias de que los habitantes de
zamiento en las \
Santibáñez se vieron sorprendidos por la presencia de codicioso ejér­
a apoderarse indi
cito, que los sometía a estrecho cerco y exigía la inmediata entrega
de Alcántara, en e
de la plaza, fue a mediados del siglo xn.
Las tropas sitiadoras estaban acaudilladas por Fernando II de Además de lo;
León (13), cuando dicho monarca, después de incorporar a sus cursión de resulta
Estados las tierras regadas por el Agueda, reunió huestes en Ciudad catalanes cuyos n
Rodrigo y se dispuso a liberar del yugo sarraceno a las ciudades, pero fueron el obi
villas y lugares situados más al sur, hacia el otro lado de la sierra. Armengol, quiene?
Para conseguir su propósito, acrecentó sus ejércitos con los ya vete­ paña, motivando
ranos milites de la Orden del Temple, que habían de cooperar muy «las villas de Aln
eficazmente en la campaña, y se dirigió hacia Pedrosín, avanzando su reino» (18).
cauteloso hasta el puerto de Gata, la romana Cattóbriga (14), con el Del contenido
consiguiente asombro de los que guarnecían la torre de Almenara, en torno a la toro
cuyos centinelas y atalayas se quedaron estupefactos al ver apare­ yor o menor impt
cer los soldados cristianos entre los picachos de la cordillera. documentos figun
Aunque los vigías de la indicada torre comunicaron a Santibáñez
(15) Madoz: DU
rápidamente la presencia del enemigo, el hecho cierto es que las lib. que lleva por til
tropas del leonés se descolgaron por las laderas y encrucijadas de ■nos más datos sobre e
la montaña, y, sin dar tiempo a que los habitantes de la plaza forti- (16) Martíxez : J
(17) El privilegie
mengol, se conservó
(1 3 ) Página 2 2 8 de la cit. obr. de M a r t í n e z , M. R ., como asimismo en Histórico Nacional, C
la Crónica d e Alcántara, y en Regesta d e F em an do II, de J. G o n z á j^ ez , pág. 6 3 talanes que acompaña
(Madrid, 1 9 4 3 ). (18) R. A. de la
(1 4 ) M artínez : Ibidem , págs. 2 2 8 y 4 6 2 . Crónica alcantarina.

520
gantes muros y ficada se dieran cuenta del inminente peligro y se aprestaran a
?ar. la defensa, cayeron sobre ella, apretándola con coraje, y, en brioso
icia de la plaza asalto, la conquistaron, después de vencer la tenaz resistencia de los
distancia, dadas defensores, que se batieron con gran arrojo y temeridad.
ilazamiento, que En aquel entonces, la moral de las tropas del rey Fernando era
muy elevada, como consecuencia de una serie ininterrumpida de
victorias; y no debe extrañar, por tanto, que, aun a expensas de
>ensibles pérdidas, el triunfo fuera arrollador y resonante.
A la liberación de Santibáñez siguió la del fuerte de Milana, la
romántica y evocadora Torremilanera (Torre de Milanos), que se
ilzaba sobre estratégico cerro, posible asiento de un castro romano
en edad pretérita, enclavado en el preciso lugar donde confluyen el
o, han sido tes- río Arrago y la ribera de Gata, a pocos kilómetros de Moraleja (15).
•consignados en En la brillante expedición que don Fernando realizó en dicho
ique, al dar co­ año, juntamente con Santibáñez y Milana, cayeron en su poder otras
sa que preparar villas y fortalezas esparcidas por la región transerrana, todas las cua­
■1 castillo, hemos les entregó seguidamente al maestre y caballeros del Temple. Eran
entales y decisi- éstas, además de las señaladas, las de Trevejo, Eljas, Ramiro, Ber­
oorque su resul- nardo, Benavente, Portezuelo y Espárragas (16); más algunas otras
operaciones be­ de las que no existen ya ni los cimientos, como la Atalaya de Pelayo
que cae bajo la Vellido y el castillo de Xerit, que figura en las crónicas, y que de­
bieron pasar, asimismo, al dominio del rey de León, dado su empla­
>s habitantes de zamiento en las tierras que conquistó, ya que en su avance llegó
le codicioso ejér- a apoderarse inclusive de la tierra guarnecida y cercada plaza fuerte
imediata entrega de Alcántara, en enero de 1167.
Además de los templarios, cooperaron muy eficazmente, en in­
Femando II de cursión de resultados tan fulminantes y decisivos, varios caballeros
neorporar a sus catalanes cuyos nombres figuran en documentos de la época (17),
testes en Ciudad pero fueron el obispo de Coria, don Suero, y el conde de Urgel, don
a las ciudades,
Armengol, quienes tomaron parte más directa y principal en la cam­
ado de la sierra, paña, motivando esta circunstancia que el rey diera al de Urgel
con los va vete- «las villas de Almenarella y Santa Cruz, y otros heredamientos en
le cooperar muy
su reino» (18).
rosín, avanzando
Del contenido de esta donación se saca la consecuencia de que
jriga (14), con el
en torno a la torre de Almenara debió haber algún caserío de ma­
re de Almenara,
yor o menor importancia; la suficiente, al menos, para que en los
os al ver apare-
documentos figure con el título de villa; pero por ser muy esca-
dillera.
ron a Santibáñez (15) M adoz : D iccionario..., y en Castillos, torres... También en nuestro
ierto es que las lib. que lleva por título, Coria. Reconquista d e la Alta Extremadura, aporta­
encrucijadas de mos más datos sobre este particular.
le la plaza forti- (16) M artínez : Ibidem , y en la Crónica, de T orres y T apia .
(17) El privilegio de donación de la villa de Alcántara al conde don Ar­
mengol, se conservó siempre en el archivo de Uclés, y hoy se guarda en el
como asimismo en Histórico Nacional, Orden de Santiago. En él figuran los nombres de los ca­
G onzález , pág. 63 talanes que acompañaron a dicho conde en la conquista de Alcántara en 1167.
(18) R. A. de la H.: Colección Velázquez, núm. 8; y en la pág. 66 de la
Crónica alcantarina.
sos los vestigios que por allí se observan en nuestros días, admitimos
con las naturales reservas la existencia del viejo poblado. Y queda
la posibilidad, ello no obstante, de que en cualquier sitio, no lejos
de la morisca y esbelta atalaya, hubiera en el medievo algún pe­
queño villorrio que tomara nombre de la dicha fortaleza.
No permaneció muchos años la actual Sierra de Gata en poder de
los cristianos, pues en 1172 Yusef Abu Jacob reunió un regular ejér­
cito en la capital sevillana, y, después de acudir en auxilio de Bada­
joz, avanzó hacia el norte con ímpetu arrollador y se apoderó de
Cáceres, Alcántara y demás lugares, ciudades y fortalezas encla­
vados en la Transierra, llegando en su arremetida hasta los arrabales
de Ciudad Rodrigo (19), con el decidido propósito de hacerse dueño
de tan codiciada plaza, que había sido repoblada y acondicionada
pocos años antes por Fernando II de León.
En esta incontenible irrupción de Abu Yacob, se perdió todo el
fruto de la campaña de 1166, cuyas jornadas victoriosas se habían
visto coronadas con la toma de Badajoz.
Se hallaba, por tanto, nuevamente bajo el yugo musulmán la
plaza de Santibáñez y todas sus tierras circundantes cuando Al­
fonso IX de León, hijo de Fernando II, decidió, en 1212, apode­
rarse y retener ya definitivamente la estatégica y bien fortificada
villa de Alcántara, que era entonces, posiblemente, la perla más
codiciada por la morisma en aquellas latitudes.
Firme en su propósito, el leonés congregó fuerte ejército en
Ciudad Rodrigo, integrado por las huestes que acuadillaban sus
mejores capitanes, nobles y caballeros cruzados en las Ordenes
militares del Temple, San Juan, Santiago y San Julián del Perero;
y una vez bien aparejadas y abastecidas, avanzó por la Calzada
de la Dalmacia dispuesto a sorprender la guarnición de la plaza
alcantarilla; pero estimando medida prudente y acertada no dejar
a retaguardia determinados reductos fuertes que dificultaran o com­
plicaran el éxito de su empresa, desplegó sus fuerzas en abanico
al llegar a los picachos de Sierra de Gata, y dispuso que el ala
derecha de su ejército penetrara en dirección oeste, hacia la fron­
tera de Portugal, con orden expresa de apoderarse de cuantas vi­
llas y fortalezas encontrara a su paso, incluso Coria; y colocándose
él en la vanguardia del ala izquierda y resto de sus tropas, cruzó,
posiblemente de noche, la cordillera y sorprendió a los habitantes
de Santibáñez, que vivían confiados en sus excepcionales y bien dis­
puestas defensas.
Apenas alcanzó los muros de la villa, resolvió el rey iniciar el
ataque; y fue tal el brío y empuje de sus soldados, derrocharon
tanto valor, que aunque los moros ofrecieron resistencia en un prin­
cipio, cedieron pronto y terminaron por rendirse a discreción. Don

(19) J. G o n zále z: R eg e sta ..., pág. 107.

522
días, admitimos
>blado. Y queda
er sitio, no lejos
dievo algún pe-
aleza.
iata en poder de
un regular ejér-
auxilio de Bada-
f se apoderó de
fortalezas encla-
ista los arrabales
le hacerse dueño
y acondicionada

.e perdió todo el
>riosas se habían

Santibáñez el Alto.— Cubos de la barbacana


go musulmán la
ntes cuando Al­
en 1212, apode-
bien fortificada
te, la perla más

íerte ejército en
acuadillaban sus
en las Ordenes
ulián del Perero;
por la Calzada
ción de la plaza
certada no dejar
ficultaran o com-
erzas en abanico
spuso que el ala
te, hacia la fron-
¡e de cuantas vi-
ia; y colocándose
sus tropas, cruzó,
a los habitantes
onales y bien dis­

el rey iniciar el
idos, derrocharon
encia en un prin-
a discreción. Don
Como consec
a escasear las vit
Alfonso respondió a su gesto concediéndoles libertad y autorizándolos taran las existen
a residir en lo sucesivo donde mejor conviniera a sus deseos e in­ Y siendo ello así,
tereses. ordenó don Nm
Dueño y señor de Santibáñez el victorioso monarca, teniendo en cruzaran los veri
cuenta que años antes había prometido al maestre y freires de tiende por aqut
San Julián del Perero recompensarles en lo posible por las tierras vinos: el valle de
y medios que éstos le habían facilitado para repoblar a Castel Ro­ Sin perder tie
drigo, les hizo merced de Santibáñez, con el consiguiente disgusto y tugués, el volunt
callada protesta de los cruzados del Temple, quienes se consideraban un puñado de h<
con mejor derecho a ella por haberla poseído durante algunos años: nías de Santibáñ
desde que la conquistó por primera vez el rey Fernando II, como cuanto encontrar
ya se hizo constar. tentó de las tropa.
Aunque no disponemos del privilegio original en que consta la Era por ento
donación, he aquí una clausula del de confirmación, que años más mado Rodrigo Yá
tarde dio el mismo don Alfonso a don Arias Pérez, sucesor del maes­ y al tener conot
tre don Benito Suárez. Dice así: «Notum sit ómnibus per hoc scrip- aquellos contonx
tum quod ego Alfonsus, Dei gratia Rex Legionis et Galleciae, dedi por la circunsta»
olim D. Benedicto Magistro de Pirario, S. Joannem de Mascoras, del condestable (2
cum pertinentiis et terminis suis» (20). Efectivamente
Fue el rey Alonso en esta ocasión espléndido por demás con amistad desde qi
los del Perero, pues señaló a Santibáñez jurisdicción extensísima, Portugal, y recon
que le permitió fundar una de las encomiendas más ricas y codi­ andanzas cuando
ciadas. escuderos.
El comendado
dolé a que lo visit
po, que no salía
Siglos más tarde, en 1386, reinando Juan I de Portugal, aconte­ ponía dejar aband
ció en la plaza fuerte de Santibáñez un curioso episodio que no Acudió confia
queremos silenciar, ya que no son muchos los acaecidos a la sombra el pie en el recint
de tan evocadores muros al correr de los años. Y es el caso que de quien se titula
durante la campaña iniciada en Chaves por el condestable portu­ más despreciable i
gués Ñuño Pereira, quien se propuso conquistar y ofrecer a su rey El incalificabl
el mayor número posible de villas y lugares situados a lo largo de y dio lugar a las
nuestra frontera con el país luso, el dicho caudillo, habiendo recorrido hecho don Ñuño,
con éxito toda la comarca de Riba Coa, llegó al pueblo de Fuente- de su valiente capi
guinaldo y permitió allí a sus tropas descanso de tres días. Pasó pocos años antes
más tarde a cierto pintoresco lugar, de escasa importancia, llamado Yáñez, y era de 1
Robleda (Salamanca), donde, durante la primera noche, les sorpren­ en entregarlo a si
dió una tempestad tan horrible que puso en peligro sus vidas y máticas ofensas re<
temieron perecer, ya que el vendaval arrasó la tienda del condes­ La primera ide
table; pero de madrugada amainó el temporal y dieron gracias al car la plaza fuerte
Altísimo por haberlos librado de lo que parecía presagiar auténtica sionero; pero por
catástrofe.
(21) Véase Cróm
(Porto, 1949;.
(2 0 ) T o r r e s y T a p ia : Ibid., p á g . 1 4 1 , y M . R. M a r t í n e z , a p é n d ic e XXII
d e su cit. obr., to m á n d o lo d e l Bultarium Ord. mil. d e Alcántara, p á g . 2 7 .

524
Como consecuencia de las inclemencias del tiempo, empezaron
a escasear las vituallas y el pienso para el ganado, temiendo se ago­
autorizándolos taran las existencias y se hiciera en extremo crítica la situación.
ís deseos e in- Y siendo ello así, para remediar los posibles males que se avecinaban,
ordenó don Ñuño que algunos nombres dispuestos y decididos
au teniendo en cruzaran los vericuetos de la sierra y bajaran a un valle que se ex­
e v freires de tiende por aquel lado, famoso por sus pastos, ganados y ricos
por las tierras vinos: ei valle de Valdárrago.
ir a Castel Ro- Sin perder tiempo, uno de los caballeros predilectos del rey por­
ente disgusto y tugués, el voluntarioso y esforzado Alfonso Pirez, se aventuró con
>e consideraban un puñado de hombres por tierras de Gata y llegó hasta las cerca­
e algunos años: nías de Santibáñez, dispuesto a recoger forraje para el ganado y
lando II, como cuanto encontrara a su paso y resultara conveniente para el sus­
tento de las tropas lusitanas.
i que consta la Era por entonces comendador de Santibáñez un caballero lla­
. que años más mado Rodrigo Yáñez, hermano del maestre de la Orden de Alcántara;
eesor del maes- y al tener conocimiento de que los portugueses merodeaban por
> per hoc scrip- aquellos contornos, interesó averiguar el nombre de su capitán,
Galleciae, dedi por la circunstancia de haber servido él, años antes, en las milicias
q de Mascoras, del condestable (21).
Efectivamente, a Alfonso Pirez y a Rodrigo Yáñez los unía vieja
por demás con amistad desde que guerrearon juntas bajo la bandera del rey de
ión extensísima, Portugal, y recordaban, con singular agrado al parecer, sus pasadas
ís ricas y codi- andanzas cuando no tenían m á' personalidad que la de simples
escuderos.
E l comendador Yáñez envió un mensaje al capitán Pirez invitán­
dole a que lo visitara en su castillo, haciéndole saber, al propio tiem­
po, que no salía a recibirlo personalmente por el peligro que su­
ortugal, aconte- ponía dejar abandonada la fortaleza.
usodio que no
S os a la sombra
Acudió confiado el jefecillo portugués, y apenas hubo puesto
el pie en el recinto, fue detenido y arrojado a un calabozo por orden
es el caso que de quien se titulaba amigo suyo y se conducía en realidad como el
idestable portu- más despreciable rufián.
>frecer a su rey El incalificable contratiempo produjo el consiguiente revuelo
>s a lo largo de y dio lugar a las más acervas críticas. Y al tener conocimento del
biendo recorrido hecho don Ñuño, en su campamento de Robleda, temió por la vida
eblo de Fuente- de su valiente capitán, dada la circunstancia de que éste había tenido
tres días. Pasó pocos años antes un fuerte altercado con el maestre don Martín
rtaneia, llamado Yáñez, y era de temer, por tanto, que el comendador no reparara
íhe, les sorpren­ en entregarlo a su hermano para que se resarciera de las proble­
d o sus vidas y máticas ofensas recibidas.
nda del condes­ La primera idea que surgió en la mente del condestable fue ata­
lieron gracias al car la plaza fuerte de Santibáñez, conquistar al asalto y liberar al pri­
magiar auténtica sionero; pero por estimar irrealizable la empresa desistió pronto
(21) Véase Crónica d e Juan I, de F errao L o pes , t. II, págs. 184-186
(Porto, 1949;.
;e z , apéndice XXII
ira, pag. 27. 525
de su propósito y resolvió dar conocimiento de lo sucedido ai maes­ dido residieron '
tre don Martín, interesando a su vez la libertad de su noble y con­ liarse, sin duda, t<
fiado subordinado. El maestre escuchó de buen grado el ruego del La despreocu
condestable y ordenó se hiciera todo conforme a sus deseos, que­ ausentes de Santi
dando, por tanto, libre el portugués, a pesar de la enemistad exis­ al percibo de las
tente entre ambos desde que el maestre Yáñez era comendador del los sucesivos adr
Pedroso. los viejos muros,
Inmediatamente, y siguiendo en lo posible el cauce del río con departamento
Arrago, se encaminó Ñuño Pereira con su gente hacia la ciudad de tiples servicios; ]
Coria y sometióla a tenaz y estrecho cerco. incuria y egoísm
al lamentable est
finiciones de la
del castillo, mura
No hemos podido hallar testimonios de otros episodios bélicos sante o de sus he
que tuvieron por escenario la fortaleza de Santibáñez desde que pósito, si pretend
pasaron ante sus muros los ejércitos del aguerrido Ñuño Pereira, En contados (
aunque no se puede dudar que en siglos fue dicha villa teatro de dio cumplimient<
acontecimientos guerreros de diversa índole, pero de tan escasa im­ alcaides y demá:
portancia que no llegaron a trascender ni alcanzaron categoría para glos xvn y xvm.
figurar en los anales castrenses de la región. Perales, o en cuí
fuerte era total \
aquél para const
modo a como ha
Atribuimos la destrucción, hasta sus cimientos, de la grandiosa ruinas de reduct
torre del Homenaje —confortable y seguro recinto donde residían o rial.
se parapetaban, según el caso, los respectivos comendadores— , a
la incuria, abandono y egoísmo de éstos y sus administradores,
especialmente desde que las rentas de la encomienda se destinaron
Colegio Mayor que la Orden tenía en Salamanca.
Debió, asimismo, resultar afectada la torre-palacio de Santibáñez
por la pragmática de Carlos I, que ordenaba el derribo de cuantos E n c o m ie n d a d e Sj
baluartes sirvieran o pudieran servir de refugio a los comuneros, ya
que se encasillaban en ellos y se esforzaban en mantener todo el Conforme se
tiempo que les era posible el espíritu de su noble causa o de su so IX, rey de L
rebeldía; y decimos esto porque, al juzgar a aquellos esforzados y Alcántara, lanzó
valientes paladines, son muy diversas y encontradas las opiniones. la resistencia de
Creemos también, con la consiguiente reserva, que se debió a menara y de la fe
la dicha disposición imperial el actual estado ruinoso de la fortaleza, Creyó entono
norque son muchos los castillos de la región transerrana los que al maestre y fr«
fueron desmantelados y arrasados materialmente, a principios del si le había dado j
?ílo xvi, en virtud de aquella orden. cuya razón, y p<
Corrobora cuanto dejamos dicho el hecho cierto de que el em jornada, les hizt
perador, único y supremo maestre de las Ordenes militares, hizo términos y perte
merced de la encomienda de Santibáñez al presidente de su Consejo mino jurisdiceioi
Real de Indias, don Pedro Fernández de Castro, conde de Lemus, y. Torre de don N
a partir de entonces, ni dicho comendador ni cuantos le han suce pertenecía a las

526
cedido ai maes- dido residieron ya en la fortaleza de la expresada villa, por ha­
»u noble y con- llarse, sin duda, totalmente inhabitable.
io el mego del La despreocupación sistemática de los comendadores, siempre
lis deseos, que- ausentes de Santibáñez, durante los tres últimos siglos y atentos sólo
enemistad exis- al percibo de las rentas y el estado ruinoso del palacio, motivó que
xanendador del los sucesivos administradores y alcaides construyeran al abrigo de
los viejos muros, que todavía se mantienen en pie, edificios auxiliares
cauce del río con departamentos a propósito para atención y desahogo de los múl­
ia la ciudad de tiples servicios; pero, repetimos, la dejación de los primeros y la
incuria y egoísmo de los segundos contribuyó de manera decisiva
al lamentable estado actual de la fortaleza, a pesar de que las D e­
finiciones de la Orden preceptuaban que se restañasen las heridas
del castillo, murallas y dependencias a expensas del comendador ce­
pisodios bélicos sante o de sus herederos, acudiendo, si es preciso, a su fianza en de­
iñez desde que pósito, si pretendieran eludir sus obligaciones y responsabilidad.
i Ñuño Per eirá, En contados de los casos en que se nombró nuevo gobernador se
villa teatro de dio cumplimiento al iniciado precepto; y como, por otra parte, los
? tan escasa im- alcaides y demás, exactamente los administradores, durante los si­
1 categoría para glos x v i i y x v i n , residían en ocasiones en Villa del Campo, Gata o
Perales, o en cualquiera otro lugar de la comarca, el abandono del
fuerte era total y los vecinos de la villa utilizaban los materiales de
aquél para construir sus casas o cercar sus heredades. De idéntico
modo a como ha sucedido siempre en cuantas villas y lugares tenían
de la grandiosa ruinas de reductos u otras fortificaciones en su jurisdicción territo­
londe residían o rial.
nendadores—, a
administradores,
ia se destinaron
IV
o de Santibáñe2
rribo de cuantos E n c o m ie n d a d e S a n t i b á ñ e z .
s comuneros, ya
tantener todo el Conforme se hizo constar en páginas anteriores, cuando Alfon­
t causa o de su so IX, rey de León, se dispuso, en 1212, a conquistar la villa de
los esforzados y Alcántara, lanzó sus ejércitos a través de Sierra de Gata y, venciendo
las opiniones, la resistencia de los moros, consiguió apoderarse de la torre de Al­
que se debió a menara y de la fortaleza de Santibáñez.
> de la fortaleza, Creyó entonces el leonés era llegado el momento de recompensar
iserrana los que al maestre y freires del Perero por las tierras que Benito Suárez
principios del si le había dado pocos años antes para poblar Castel Rodrigo; por
cuya razón, y por la ayuda que le acababan de prestar en aquella
> de que el em- jomada, les hizo entrega del fuerte de Santibáñez, con todos sus
s militares, hizo términos y pertenencias, cuya donación comprendía las villas y tér­
te de su Conseje mino jurisdiccional de Gata, Villabuenas, Hernán Pérez, el Campo,
ide de Lemus, y. Torre de don Miguel, Cadalso, Villanueva de la Sierra y cuanto
itos le han suce pertenecía a las entonces aldeas de Torrecilla, Fresno y Pozuelo;
si bien es cierto que esta última pasó, años más tarde, al señorío Según ya se 1
de Galisteo, vinculado en la casa de Osorno. y Orden del Ten
A raíz de la conquista de Alcántara, el maestre de San Julián a los moros en ]
del Perero creó la gran encomienda de Santibáñez, una de las más y, al recuperarlo
codiciadas de aquel tiempo, dada su enorme extensión territorial. Y a él a los freires del
fin de facilitar al comendador, freires y encomendados residentes en En 1220, Pedr
la fortaleza la administración de los Santos Sacramentos y el cum­ acudieron a don .A
plimiento de sus deberes religiosos, concedió a uno de sus clérigos de donación otors
la dignidad de prior de Santibáñez, conocido más comúnmente por fortaleza y sus ti<
prior del Campo, por tener su casa y rentas en esta villa. Dicho ca­ a los templarios <
ballero clérigo era además párroco de Hernán Pérez y de Torrecilla, cidió entregarles 1
y se valía de tenientes que actuaban por delegación suya en dichos no satisfizo a los i
lugares y en Santibáñez, del mismo modo que él lo hacía por conce­ de Alba y perdi
sión especial del prior de la casa matriz de San Julián, y más tarde esforzaron por h«
de la de Alcántara. que les hizo mer<
He aquí relación de los comendadores de Santibáñez, de que fecha.
tenemos noticias, desde la creación de la encomienda hasta que ésta Disgustó sobr*
pasó a ser administrada por simples clérigos de la Orden, al ser des­ despojó de la vil
tinadas sus rentas y demás beneficios económicos al sostenimiento maestre Alviz y s
del Colegio Mayor que tenía la Orden en Salamanca. decidieran renunc
En 1227.—Frey Miguel Sánchez. y con la voluntad i
En 1294.—Frey García Gómez. Terminó el pl<
En 1297.—Frey Ruy González. dos del Temple \
En 1316.—Frey Suero Pérez (que fue después maestre). chas plazas fuerte
En 1318.—Frey Vasco Pérez. y para siempre,
En 1335.—Frey Alvar Pérez. del Perero, llama
En 1340.—Frey Gonzalo Martínez. sido establecida su
En 1340.—Frev Pedro Alonso. El primer con
En 1341.—Frey Pedro Chamizo (hermano del maestre). es frey Miguel Sí
En 1345.—Frey Suero Martínez. maestre de la Ord<
En 1362.—Frey Diego Pérez. El referido £re
En 1364.—Frey Rodrigo Alvarez. pósito de su encc
En 1367.—Frey Alonso Fernández. permitían obtener
En 1386.—Frey Rodrigo Yáñez (hermano del maestre). mejor clase, y le t
En 1394.—Frey Luis González de Valdelomar. En años sucesiva
En 1408.—Frey Gonzalo Alvarez de Villagutiérrez. habitantes alredec
En 1426.—Frey Gonzalo Alvarez de Villasayas. aldea primero, v ¡
En 1450.—Frey Alonso de Villasayas. Torre de don Mi
En 1466.—Frey Pedro de Villasayas. fundara.
En 1494.—Frey Luis de Villasayas. Sucedió a frev
En 1516.—Frey Luis Lorenzo de Córdoba. después de haber
En 1560.—Frey Pedro Fernández de Castro. drigo, donde se ei
En 1609.—Frey Pedro Dávila y Zúñiga. llaje y recibir el p<
En 1639.—Frey Antonio de Toledo y Bodio. lo recibió con evid
En 1681.—Frey Jerónimo de Villanueva. do la buena dispo
En 1754.—Frey Manuel de Villanueva. mercedes habían i
tarde, al señorío Según ya se hizo constar, Fernando II de León dio al maestre
y Orden del Temple el castillo de Santibáñez, cuando lo arrebató
re de San Julián a los moros en 1166; pero seguidamente volvió a poder de éstos,
, una de las más y, al recuperarlo nuevamente su hijo Alfonso IX, hizo entrega de
ón territorial. Y a él a los freires del Perero.
dos residentes en En 1220, Pedro de Alviz, maestre del Temple, y sus caballeros,
tientos y el cum- acudieron a don Alfonso y le presentaron el correspondiente privilegio
o de sus clérigos de donación otorgado por su padre, rogándole les devolviera aquella
comúnmente por fortaleza y sus tierras. El rey leonés reconoció que no faltaba razón
a villa. Dicho ca- a los templarios en sus reclamaciones, y, para ultimar el pleito, de­
z y de Torrecilla, cidió entregarles la villa de Alba de Liste y algunos otros bienes. Mas
>n suya en dichos no satisfizo a los del Temple la solución, y aunque tomaron posesión
hacía por conce- de Alba y perdieron las esperanzas de recuperar Santibáñez, se
lián, y más tarde esforzaron por hacer valer su mejor derecho sobre Portezuelo, de
que les hizo merced también su padre don Fernando, en la misma
ntibáñez, de que fecha.
da hasta que ésta Disgustó sobremanera al rey la actitud de los Templarios y los
Drden, al ser des­ despojó de la villa de Alba de Liste, motivando tal gesto que el
al sostenimiento maestre Alviz y sus caballeros, temiendo la cólera de don Alfonso,
decidieran renunciar a sus derechos y conformarse con lo dispuesto
y con la voluntad del soberano.
Terminó el pleito con la entrega definitiva de Alba a los cruza­
dos del Temple y su formal compromiso de no reclamar jamás di­
testre). chas plazas fuertes de Santibáñez y Portezuelo, que desde entonces,
y para siempre, quedarían vinculadas a la Orden de San Julián
del Perero, llamada años después Orden de Alcántara, por haber
sido establecida su casa matriz en la dicha villa.
E l primer comendador de Santibáñez de que tenemos noticias
estre). es frey Miguel Sánchez, familiar muy allegado al que en 1217 era
maestre de la Orden, frey Garci Sánchez.
El referido frey Miguel edificó una torre en el sitio más a pro­
pósito de su encomienda, cercándola de jardines y huertas que le
permitían obtener saneados y abundantes frutos y hortalizas de la
?stre). mejor clase, y le brindaba lugar seguro y apacible para su descanso.
En años sucesivos fue creciendo el caserío y se multiplicaron los
•z. habitantes alrededor de la mencionada torre, hasta convertirse en
aldea primero, y próspero lugar después, que recibió el nombre de
Torre de don Miguel, en memoria del ilustre alcantarino que la
fundara.
Sucedió a frey Garci en el maestrazgo frey Arias Pérez, quien,
después de haber tomado posesión de su cargo, fue a Ciudad Ro­
drigo, donde se encontraba el rey, a besarle la mano, rendirle vasa­
llaje y recibir el pendón de la Orden, como era de ritual. El monarca
lo recibió con evidentes pruebas de afecto, y entonces él, aprovechan­
do la buena disposición de don Alfonso, le rogó confirmase cuantas
mercedes habían recibido de la Corona sus antecesores, y de modo
especial la donación del castillo y villa de Santibáñez; e interesó a Frey Suero Per
su vez el deslinde de términos (22). rencia, fue elegido
La indicada preferencia por Santibáñez confirma nuestra supo­ Ruy Vázquez. Dun
sición de que, en aquel tiempo, el dicho castillo, villa y tierras de de clavero de la (
su jurisdicción constituían una de las encomiendas más importantes Santibáñez cuando
de la Orden. En 1335 tenía 1
Algunos años más tarde, en 1233, y cuando ocupaba el trono de Pérez; y dos años
Castilla y León Fernando III, el Santo, se celebró la primera con­ Asturiano, pasada
cordia entre el que era ya entonces maestre de la Orden de Alcán­ comprobar que la
tara y el obispo y cabildo de la santa iglesia de Coria, quienes lle­ dos males que pa
vaban muy a mal ver introducidos a los freires alcantarinos, y a cosas y a favorece
sus priores y clérigos especialmente, en el territorio que estuvo, desde le confirmó los fue
la fundación de la diócesis, bajo la jurisdicción de la dignidad epis­ hasta allí habían g
copal. y los de la Orden,
Los roces y conflictos, por razones de competencia y jurisdic­ dor o freire, durant
ción, eran, por desgracia, harto frecuentes. Y a fin de calmar los de aves, ganados o
ánimos y legalizar, o armonizar al menos, los derechos de unos y caminos contra su
otros, se firmó un acuerdo por representantes autorizados de am­ Hizo extensivos tal*
bas partes, concediendo algunos beneficios en las villas y lugares pletó su gran obr
de la Orden al prelado cauriense. En esta primera concordia, la cláu­ Reina.
sula que interesa a nuestro propósito dice así: «Lleve también el
A fin de que fu<
obispo un ducado de oro, cada año, por catedrático de cada una
tuna carta de dona
de las dichas iglesias, y lleve también otro por la procuración, salvo
de enero de 1338.
de las iglesias de San Juan de Mascoras, de donde ha de llevar
tres escudos de procuración, y de la iglesia de Milana dos, y de la Desde Santibáñ
maba parte del Co
iglesia de Moraleja, otros dos...» (23).
Corte, y estando <
Reinando Sancho IV, se firmó la cuarta concordia en 1294, y
una comisión de Ti
ofrece la particularidad de que en aquella ocasión fue asesor del
la confirmación de
maestre de Alcántara el comendador de Santibáñez, frey Garci
nados pudieran an<
Gómez.
Santibáñez. Sin op
Estando ya cansado y lleno de achaques el inquieto y batallador
cuanto pedían.
rey don Sancho, lo acompañó durante una de sus visitas a Burgos,
Madrid y Alcalá de Henares el maestre Fernán Pérez, mas como Era por entone*
que lo fue también
la enfermedad del rey se prolongaba, hubo de regresar luego a su
maestrazgo; y estando en Gata, en los primeros meses de 1295, con­ Hacia el 1338
sobremanera al ma
cedió a los vecinos de Torre de don Miguel pudieran traer todos sus
ganados al término de Santibáñez, para pacer las hierbas y beber serviciales cortesan<
«Y este maestre de
sus aguas, sin que persona alguna pudiera impedirlo, siempre que
no hicieran daño en las viñas, panes, huertas, dehesas y prados. merced del rey, e i
por su consejo de
En tiempos de dicho rey, ostentaron el cargo de comendadores
mano y en su poder,
de Santibáñez dos eminentes caballeros: frey Ruy González y frey
te»; pero por el he<
Garci Gómez, a quienes sucedió frey Suero Pérez, cuando regía
ya los destinos de Castilla y León Alfonso XI, el del Salado. asistido a la elecciói
de la reina doña L
(22) E l Bulario de la Orden de Alcántara inserta, en su pág. 27, la carta la malquerencia de 1
correspondiente al deslinde terminal de Santibáñez. Temiendo a las
(23) Vid la Crónica alcantarina, t. I, pág. 256. se negó a acudir e
530
hez; e interesó a Frey Suero Pérez, siendo años después comendador de Benque-
rencia, fue elegido maestre por deposición violenta de su antecesor
ia nuestra supo- Ruy Vázquez. Durante el mandato de frey Suero, ostentó la dignidad
.•illa y tierras de de clavero de la Orden frey Vasco Pérez, que era comendador de
más importantes Santibáñez cuando fue elegido para aquel cargo.
En 1335 tenía la encomienda y castillo de Santibáñez frey Alvar
paba el trono de Pérez; y dos años después, el maestre frey Gonzalo Martínez, el
la primera con- Asturiano, pasada la Pascua, mientras visitaba dicho castillo, pudo
Orden de Alcán- comprobar que la villa iba despoblándose por los muchos y reitera­
oria, quienes lle- dos males que padecía. Resuelto a poner fin a aquel estado de
alcantarinos, y a cosas y a favorecer en todo lo posible a los vecinos de la misma,
:jue estuvo, desde le confirmó los fueros, buenos usos, costumbres y libertades de que
la dignidad epis- hasta allí habían gozado, siempre que no fueran contra su derecho
y los de la Orden, y dispuso que ningún comendador, subcomenda-
tencia y jurisdic- dor o freire, durante su estancia en el castillo, les exigiera la entrega
in de calmar los de aves, ganados o cabalgaduras, ni les obligasen a abrir o reparar
echos de unos y caminos contra su voluntad y sin abonarles los jornales devengados.
torizados de am- Hizo extensivos tales beneficios a los residentes en las aldeas, y com­
; villas y lugares pletó su gran obra entregándoles el Toconal y la dehesa de la
©ncordia, la cláu- Reina.
Lleve también el A fin de que fuera realidad su propósito, mandó extender la opor­
ico de cada una tuna carta de donación y la firmó estando en Santibáñez, el día 10
jrocuración, salvo de enero de 1338.
ade ha de llevar Desde Santibáñez pasó el maestre a Alcántara; pero como for­
ilana dos, y de la maba parte del Consejo del Rey, pronto hubo de incorporarse a la
Corte, y estando con don Alfonso en Alcalá de Henares, recibió
ordia en 1294, y una comisión de Torre de don Miguel que había acudido a pedirle
m fue asesor del la confirmación del privilegio que tenían referente a que sus ga­
láñez, frey Garci nados pudieran andar libres, pacer y beber en todo el término de
Santibáñez. Sin oponer el menor reparo, el maestre les concedió
uieto y batallador cuanto pedían.
visitas a Burgos, Era por entonces comendador de Santibáñez frey Pedro Alonso,
Pérez, mas como que lo fue también de Lares durante algún tiempo.
gresar luego a su Hacia el 1338 de nuestra era, el rey don Alfonso distinguía
eses de 1295, con- sobremanera al maestre de Alcántara, uno de sus más adictos y
an traer todos sus serviciales cortesanos. A este respecto dice el cronista de la Orden:
5 hierbas y beber «Y este maestre don Gonzalo Martínez había gran privanza en la
lirio, siempre que merced del rey, e fiaba del mucho, ca todos los fechos se guiaban
»esas y prados, por su consejo de el solo, y todas las rentas del reino eran en su
de comendadores mano y en su poder, y en los oficios de la casa del rey habia gran par­
,• González y frey te»; pero por el hecho de no estar conforme este caballero ni haber
rez, cuando regía asistido a la elección de don Alonso Meléndez de Guzmán, hermano
Salado. de la reina doña Leonor, para maestre de Santiago, atrajo sobre sí
su pág. 27, la carta
la malquerencia de la soberana y precipitó su ruina.
Temiendo a las intrigas de la reina y sus consejeros, el maestre
se negó a acudir cuando fue llamado por el monarca. Y aún hizo
más: resentido y ofuscado, le envió una carta en tonos desabridos maestre, Ñuño Ch<
y poco corteses, al tiempo que mandaba abastecer los castillos de gados a entregar ¡
Alcántara y Santibáñez, y se disponía a esperar el resultado de los dado 200 marave
acontecimientos. Ñuño muy compL
Existía por entonces una tregua entre los reyes de Castilla y aumentar las india
Portugal; pero, a pesar de ello, don Gonzalo Martínez ofreció en­ Aprovechando
tregar al portugués los castillos de Alcántara, Santibáñez, Valencia villa de Gata que
de Alcántara y Piedrabuena si lo ayudaba contra su rey, prome­ vios que recibían
tiéndole que haría todo lo posible para, antes de morir, dejar incorpo­ y que eran tantos
radas a Portugal dichas fortalezas. blando. Se ínteres
El monarca del país vecino se negó de momento a aceptar las
cimiento de tales 1
propuestas del maestre don Gonzalo, por razón de la tregua existente jerarcas de la Ord
entre ambos soberanos; pero le hizo saber que, al finalizar ésta, si
le concedió la opcw
cumplía su ofrecimiento lo haría maestre de Avís. de la de Alcántara
Igual propuesta hizo al rey de Granada; mas tampoco tuvo
eligiesen el comen
éxito su pretensión.
Hízoles tambié
Por entonces se hallaba don Gonzalo en Valencia de Alcántara,
pleitos civiles y cri
y, dándole perfecta cuenta de lo delicado de su situación, la mayor
fuero y derecho, y
parte de los caballeros de su Orden, que se hallaban con él, em­
al comendador de
pezaron a desertar y se congregaron en la fortaleza de Alcántara,
Desde el 10 d
donde, por indicación del rey, eligieron maestre a frey Ñuño Cha­ pudiendo utilizar ¡
mizo. brar mercado públi
Así las cosas, el rey salió de Madrid, pasó por Cáceres, y, al
Era en aquella
llegar a Valencia de Alcántara, mandó poner cerco a la fortaleza
mizo, hermano del
donde se refugiaba el infortunado maestre y un grupo de partidarios.
tínez, Diego Ruiz
Reconociendo éste que toda resistencia resultaría inútil, y confiando
1345 al 1364.
en la indulgencia del soberano que tanto lo había estimado y distin­
guido, abandonó la torre del Homenaje, donde se había hecho En 3 de febreri
tuerte, y, cubriéndose con las banderas y estandarte que poco antes lebró Cortes en Bu
ganara luchando con la morisma, echóse a los pies del rey implo­ acudieron los gate
rando piedad; pero don Alfonso montó en cólera y lo mandó de­ vilegio de exenciói
gollar. dido don Ñuño, a 1<
«Et partió luego el rey de Valencia, et fué a Alcántara, et dende A raíz del ases
fué este el lugar de Piedras Buenas, et al castillo de Santibáñez de Suárez, olvidando
Mascoras, et entregarongelos; et el entrególos al maestre don Ñuño unió a los partidari
Chamizo. Et partió desde, et veno a Coria, et a Cáceres; et dende, trono castellano, y
a tierra de Truxillo, por corar los montes» (24). dos junto a la fron
Cuanto dice la crónica evidencia sobradamente que en la indicada Santibáñez, e int<
fecha estuvo en Santibáñez el rey don Alfonso X I; y como es, asi­ Herrera, Esparraga
mismo, cierto que en 1166 visitó dicha fortaleza Fernando II de de sus freires leva
León, y en 1212 lo hizo su hijo don Alfonso IX, podemos afirmar, don Melén a refugi;
sin temor a equivocarnos, que han sido tres, por lo menos, los mo­ En tiempos del
narcas españoles que pusieron su planta en la referida plaza fuerte. el comendador de
En 1341, los vecinos de Torre de don Miguel quejáronse al nuevo pidió y obtuvo la c
anteriores maestres.
(24) Biblioteca de Autores Españoles, t. LXV I: Crónica d e los reyes de Encontramos al
Castilla, t. I, págs. 303 y siguientes (Madrid, 1875). a frey Gonzalo Al\
532
i tonos desabridos maestre, Ñuño Chamizo, de que les pedían más de lo que venían obli­
•er los castillos de gados a entregar al maestre y al comendador, pues siempre habían
el resultado de los dado 200 maravedíes al primero y 100 al segundo. Atendió don
Ñuño muy complacido a los peticionarios y dispuso se hiciera sin
?ves de Castilla y aumentar las indicadas cuantías.
artínez ofreció en- Aprovechando su buena disposición, el Consejo y vecinos de la
intibáñez, Valencia villa de Gata quejáronse también al maestre de los muchos agra­
xa su rey, prome- vios que recibían constantemente de los alcaldes de Santibáñez,
lorir, dejar incorpo- y que eran tantos que motivaban que dicho lugar se fuera despo­
blando. Se interesó la oportuna información conducente al esclare­
lento a aceptar las cimiento de tales hechos, y comprobada su veracidad, decididos los
1la tregua existente jerarcas de la Orden a que dicho lugar prosperara y se acrecentase,
al finalizar ésta, si le concedió la oportuna carta de exención y «mandó tuviesen el fuero
de la de Alcántara, y el alcalde su notario público y los pusiesen y
mas tampoco tuvo eligiesen el comendador de Santibáñez y el Concejo de Gata».
Hízoles también merced de que los alcaldes intervinieran en los
encia de Alcántara, pleitos civiles y criminales surgidos entre sus vecinos, conforme a su
situación, la mayor fuero y derecho, y que el que se sintiere agraviado pudiese apelar
diaban con él, em- al comendador de Santibáñez, y en último extremo al maestre.
aleza de Alcántara, Desde el 10 de abril de 1341, quedó Gata como villa exenta,
a frey Ñuño Cha- pudiendo utilizar sello propio y siendo autorizada para poder cele­
brar mercado público todos los domingos del año.
por Cáceres, y, al Era en aquella fecha comendador de Santibáñez frey Pedro Cha­
*rco a la fortaleza mizo, hermano del maestre; y le sucedieron los freires Suero Mar­
jrupo de partidarios, tínez, Diego Ruiz y Rodrigo Alvarez en el período que va desde el
i inútil, y confiando 1345 al 1364.
a estimado y distin- En 3 de febrero de 1367, después del fratricidio de Montiel, ce­
ie se había hecho lebró Cortes en Burgos Enrique II de Trastamara; y a dicha ciudad
arte que poco antes acudieron los gateños a interesar que el rey les confirmara su pri­
pies del rey implo- vilegio de exención de la villa de Santibáñez, que les había conce­
ira v lo mandó de- dido don Ñuño, a lo cual accedió gustoso el soberano.
A raíz del asesinato de Pedro I de Castilla, el maestre Melén
Alcántara, et dende Suárez, olvidando que debía su cargo al favor de don Enrique, se
lo de Santibáñez de unió a los partidarios de don Fernando de Portugal, que aspiraba al
[ maestre don Ñuño trono castellano, y se alzaron con él muchas villas y castillos enclava­
i Cáceres; et dende, dos junto a la frontera, como Salvaleón, Eljas, Torre de Almenara y
Santibáñez, e intentó hacer lo mismo con Alcántara, Mayorga,
e que en la indicada Herrera, Esparragal y Valencia de Alcántara; pero la mayor parte
X I; y como es, asi- de sus freires levantaron bandera por don Enrique y obligaron a
?za Fernando II de
don Melén a refugiarse en Portugal.
podemos afirmar, En tiempos del maestre don Gonzalo Núñez de Guzmán (1381),
>r lo menos, los mo- el comendador de Santibáñez, frey Luis González de Valdelomar,
eferida plaza fuerte, pidió y obtuvo la confirmación de los privilegios concedidos por los
quejáronse al nuevo
anteriores maestres.
'roñica d e los reyes de Encontramos al frente de la encomienda de Santibáñez, en 1408,
a frey Gonzalo Alvarez de Villagutiérrez, y en 1411, el infante don
Sancho, a petición de fray García de Castro Ñuño, obispo de Coria
y su canciller, confirmó las concordias vigentes entre el Maestrazgo
y el Obispado; pero no fueron atendidas las peticiones de los co­
mendadores de Santibáñez, Moraleja y Salvaleón, que pretendían exi­
mir al obispo de las décimas que de siempre venía recibiendo de
dichas villas.
En el año 1466, el comendador Pedro de Villasayas, tercero de los
de este apellido, juntamente con frey Gutierre de Roudona, Luis de
Chaves y otros muchos caballeros del más esclarecido y rancio abo­
lengo, se sumaron al partido del clavero de Alcántara, don Alonso
de Monroy, y, después, de vencer la resistencia que les ofrecían los
defensores de la puerta de Coria en la capital cacereña, penetra­
ron en el recinto y arrollaron a los amigos del maestre, don Gómez
de Cáceres y Solís, haciéndose dueños de la plaza murada.
Tres años más tarde, Hernando de Monroy, el Bezudo, primo
del clavero, estando en Plasencia, tuvo noticias de que su pariente
se hallaba en grave aprieto en la villa de Alcántara; y, sin esperar
más, juntó 30 caballeros de los más escogidos por su linaje y valor,
como lo eran Luis de Carvajal, Alonso de Trejo, Diego Pizarro, Ro­
drigo de Yanguas, Francisco del Bote y Pedro de Ahumada, y se en­
caminó hacia Alcántara; al pasar por Galisteo no quiso recibirlo el
alcaide de la fortaleza porque la noche anterior les había tomado
buena presa de ganado Pedro de Carvajal, capitán del conde de
Coria. Visto lo cual, partieron para Santibáñez, y desde esta plaza
continuaron la marcha hacia Alcántara a través del puerto del Caballo
(hoy Valdecaballos); pero antes de llegar a su destino, divisaron un
grupo de montados que venían en dirección opuesta, pudieron com­
probar que eran 13 caballeros del comendador de Santibáñez, que
habían sido despedidos en Alcántara por el Clavero, cuando se con­
venció de que el dicho maestre había desistido del cerco.
Fue el castillo de Santibáñez el lugar más indicado para reunión
de los partidarios del clavero don Alonso, y estando allí, en 14 de
febrero de 1471, este esclarecido Monroy, el comendador mayor,
Pedro de Roudona, Pedro de Villasayas, comendador de Santibá­
ñez, Lope de la Cadena, que lo era de la Moraleja, frey Alonso, co­
mendador de la Zarza y otros caballeros de la Orden, dieron poder
a frey Alonso Enríquez, comendador de Batundera, para dar a
fuero algunos lugares.
Siendo ya maestre don Juan de Zúñiga, en 1474, estuvo don
Alonso de Monroy en Sierra de Gata y se apoderó de Almenara,
que continuaba en su poder, juntamente con Santibáñez, en 1477,
cuando se hallaba confederado con la condesa de Medellín; pero en
el mismo año ocupó la fortaleza de Santibáñez y su tierra el maris­
cal Alonso de Villasayas, que estaba casado con María de Figueroa,
y la entregó al Zúñiga, quien, durante su estancia en Sierra de Gata,
en 1486, dio sentencia, el día 15 de septiembre, en el pleito que
Santibáñez el A lto -
534
io. obispo de Coria
Mitre el Maestrazgo
“tic-iones de los co­
que pretendían exi-
enía recibiendo de

>avas, tercero de los


; Roudona, Luis de
ecido y rancio abo-
■ántara, don Alonso
que les ofrecían los
cacereña, penetra-
íaestre, don Gómez
murada.
. el Bezudo, primo
de que su pariente
itara; y, sin esperar
>r su linaje y valor,
Diego Pizarro, Ro-
Ahumada, y se en-
0 quiso recibirlo el
r les había tomado
titán del conde de
y desde esta plaza
1 puerto del Caballo
estino, divisaron un
esta, pudieron com-
de Santibáñez, que
ero, cuando se con-
[ cerco.
iicado para reunión
ando allí, en 14 de
c-omendador mayor,
□dador de Santibá-
eja, frey Alonso, co-
)rden, dieron poder
tndera, para dar a

a 1474, estuvo don


xleró de Almenara,
iantibáñez, en 1477,
e Medellín; pero en
v su tierra el maris-
María de Figueroa,
a en Sierra de Gata,
•e. en el pleito que
que circunda la plaza ciel ejercicio
sostenía dicho mariscal y su hijo frey Luis de Villasayas, menor de concedió el títt
edad y comendador de Santibáñez, con el Concejo de Villasbuenas nombre el menc
para el reparo y obras que se hicieren en la fortaleza. Al fallecer d
Un hecho curioso que queremos consignar es que, desde tiempo tivo de Santibái
inmemorial, tenían obligación de servir vino al maestre, donde cesivo todas las
quiera que se hallare, las villas de Salvaleón, Gata, Torre de don se destinaran a
Miguel, Santibáñez, Villasbuenas, Moraleja, Valverde de la Sierra, Orden de Alcái
Cilleros, Zarza y Portezuelo, y aunque los vecinos de las expresadas te administrado
protestaron en 1494, el maestre don Juan de Zúñiga confirmó la con­ vo (26), a quien
tinuación de tan curiosa costumbre. miento con fech
El último vástago de la dinastía de los Villasayas, comendador de
Santibáñez, se llamaba frey Luis. Fue un auténtico señor por su
honorabilidad y prestigio, tanto en la tierra de su naturaleza como
entre los demás cruzados de la Orden a que pertenecía, logrando
perpetuar su memoria por lo mucho que hizo en favor de sus pai­
sanos y encomendados, y la hermosa capilla que mandó edificar en T o r r e d e A l \i e >
el convento de San Benito, casa matriz, según sabemos, de los
caballeros de Alcántara. Desde el ad
En tiempos de frey Luis de Villasayas logró su mayor flore­ la parte norte. !
cimiento la encomienda de Santibáñez, pues, a pesar de haber sido carpado y pedn
segregada de la misma aldea y dehesa de Fresno, que pasó a ser manente en la
propiedad del concejo y vecinos de Gata, continuaba con varias e Gata; pero que
importantes dehesas, como las de Puñosa, la Parra, Aliseda, la Reina Es algo así com
y otras muchas haciendas que integraban el amplio término de su transmitir al coi
jurisdicción. taleza las posib
Existían todavía entonces las hoy despobladas villas de Puñoen- cia de andanzas
rostro y Puñosa, y durante el mandato del último comendador, de Su construcc
apellido Villasayas, era alcalde ordinario de la primera villa citada del yugo sarrae
Juan Amarillo, y regidores de Puñosa Francisco Hidalgo y Francisco ella Femando
Pérez. constar, el rev
En 1561 estaba al frente de Santibáñez el comendador don Luis conde don Armt
Lorenzo de Córdoba, gentilhombre de Cámara del príncipe heredero, En todos lo
y se hallaba la fortaleza bajo el cuidado del alcaide Juan de Araya. fuerte de Santil
Se sucedieron en dicho cargo los comendadores Pedro Fernán­ situdes han sid<
dez de Castro, Pedro Dávila y Zúñiga y Antonio de Toledo y Bodio; tando señalar ú
y en 1681 disfrutaba dicha prebenda el comendador Jerónimo de so de Monrov,
Villanueva y Fernández de Heredia, marqués de Villalba, del cántara se alzó
Consejo de Su Majestad y protonotario de los reinos de la Co­ sazón su alcaid
rona de Aragón, administrándola en su nombre Pedro Martínez, ve­ garla seguidam
cino de la villa de El Campo (25). Alonso y partid
Al mencionado comendador le sucedió en el cargo su hijo don de los duques d<
Manuel de Villanueva, marqués de Villalba y Peromán, a quien se Se han con;
(26) Véase m
(25) Según la visita realizada por Frey don Juan Orive y Salazar, caba­ ¡/ Caballería d e Alt
llero profeso, reformador y visitador de la Orden de Alcántara. Véase el leg. 6241, (27) H echos c
Ordenes militares, Alcántara, en el A. H. N. d o n a d o , ed. p o r la

536
savas, menor de concedió el título el 13 de marzo de 1703, y tomó posesión en su
de Villasbuenas nombre el mencionado Juan Martínez.
?za. Al fallecer don Manuel de Villanueva, último conmendador efec­
ie. desde tiempo tivo de Santibáñez, el Consejo de las Ordenes dispuso que en lo su­
maestre, donde cesivo todas las rentas y demás beneficios de la referida encomienda
¡l Torre de don se destinaran al sostenimiento del Colegio Mayor Imperial que la
de de la Sierra, Orden de Alcántara poseía en Salamanca, nombrando seguidamen­
le las expresadas te administrador de la misma a frey don Alonso Valencia y Bra­
confirmó la con- vo (26), a quien se hizo entrega del correspondiente y real nombra­
miento con fecha 8 de diciembre de 1768.
. comendador de
co señor por su
naturaleza como
enecía. logrando APENDICE
favor de sus pai­
tando edificar en T o k r e de A lm en a ra.

sabemos, de los
Desde el adarve de la fortaleza de Santibáñez se divisa, hacia
su mayor flore­ la parte norte, una aislada y esbelta torre que se empina sobre es­
ar de haber sido carpado y pedregoso cerro; es la torre llamada Almenara, vigía per­
^ que pasó a ser manente en la serranía, enclavada en lugar próximo a la villa de
aba con varias e Gata; pero que fue en todo tiempo de la jurisdicción de Santibáñez.
Aliseda, la Reina Es algo así como un peón destacado, siempre alerta y dispuesto para
io término de su transmitir al comendador de turno o a su alcaide en la referida for­
taleza las posibles novedades que pudieran surgir como consecuen­
villas de Puñoen- cia de andanzas e incursiones de amigos o enemigos.
i comendador, de Su construcción es anterior al siglo x i i , dado que, al ser liberada
mera villa citada del yugo sarraceno, en 1166, la región donde se alza, se apoderó de
dalgo y Francisco ella Fernando II de León. Y años más tarde, según ya se hizo
constar, el rey Alfonso IX hizo donación de la estratégica torre al
?ndador don Luis conde don Armengol.
>ríncipe heredero, En todos los tiempos sufrió los mismos avatares que la plaza
le Juan de Araya. fuerte de Santibáñez, debido a su proximidad, y su historia y vici­
es Pedro Fernán- situdes han sido reseñadas someramente en páginas anteriores, res­
? Toledo y Bodio; tando señalar únicamente que, al declinar la estrella de don Alon­
idor Jerónimo de so de Monroy, el ínclito e incansable clavero de la Orden de Al­
de Villalba, del cántara se alzó con el pequeño fuerte de Almenara el que era a la
reinos de la Co- sazón su alcaide, Gonzalo de la Plata (27), quien hubo de entre­
dro Martínez, ve- garla seguidamente en 1474 a Hernando de Monroy, primo de don
Alonso y partidario de don Juan de Zúñiga, nuevo maestre e hijo
argo su hijo don de los duques de Arévalo y Plasencia.
omán, a quien se Se han conservado hasta nuestros días documentos suficientes
(26) Véase nuestra obra Frey don A lom o d e Valencia y Bravo, d el Orden
ive y Salazar, caba- i/ C aballería de Alcántara (Badajoz, 1954).
a. Véase el leg. 6241. (27) H echos d el m aestre d e Alcántara don Alonso d e Monroy, por A. M a l -
d o n a d o , ed. por la «Revista de Occidente», pág. 113 (Madrid, 1935).
que evidencian haberse iniciado su abandono y ruina a partir del desmoronándo
siglo xvi; posiblemente desde que los maestrazgos de las diversas rior del viejo e
Ordenes militares pasaron a ser privilegio de la Corona. Lo que m¿
Los visitadores de la de Alcántara, cuando, en funciones de su de su emplaza
cargo, inspeccionaron dicha fortaleza en el referido siglo, se limita­ cerro, y su bel
ron a consignar que es una torre pentagonal, con las esquinas de pació, oteando
piedra de granito labrada y sus lienzos o paredes «de mampuesto e de todo el coi
cal». divisa desde er
Aparecía circundada por un fuerte muro de piedra seca, sin ex­
cesiva consistencia, aportillado y amenazando desplomarse ya en
aquel tiempo.
Adosado a dicha cerca estuvo el cuerpo de guardia con sus co­
rrespondientes puertas y llaves, y todo ha terminado desapareciendo
hasta sus cimientos.
En otro de los lados de la misma cerca o barrera estaban las ca­
ballerizas, sobre las que se habían construido dos departamentos o
cámaras con destino a los diferentes servicios.
Delante de las puertas de la torre aparecía un baluarte redondo,
de piedra y cal, con la oportuna e imprescindible puerta, y al que
se subía por escalera de cantería; pero para penetrar en el interior
de la torre era preciso una escalera de mano, ya que la entrada se
alzaba algunos metros del suelo.
Constaba la torre de tres cuerpos principales o pisos, más otro
bajo, y en parte subterráneo, que se utilizó siempre como bodega
y era cobijo de un interesante aljibe, cuya situación ya casi no se
puede precisar debido a la ruina existente.
Los referidos pisos estaban sostenidos por vigas. Al primero
abocaba la puerta principal de la fortaleza, y se ascendía al segun­
do por una escalera de madera. Tenía éste una curiosa chimenea y
un departamento o cámara, por ser la parte más noble y habitable
de la torre.
La subida al tercer cuerpo se efectuaba por escalera de piedra,
y era el lugar destinado a hogar, pues contaba con el indispensable
horno y despensa para casos de asedio. Desde allí se pasaba a lo
que fue terraza o andén en un principio, y al hundirse después, se
techó con maderas y cubrió con tejas, dejando libre solamente el
adarve o camino de ronda, que corría por todo lo alto de los
muros, sin más amplitud que lo que permitía el grosor de los mismos.
La dicha torre o andén, magnífica plaza de armas, aparecía ador­
nada en los primeros tiempos por la consabida garita para el centi­
nela, y coronada asimismo con airosas y aspilleradas almenas.
De tan interesante torre defensiva, y vigía siempre alerta en
la serranía, son hoy testimonio mudo sus muros sesgados que con­
servan todavía sus ventanas resquebrajadas y la portada principal,
en forma de arco y con dovelas de regular traza, que se alza a dos
metros del suelo. Agrietada la fábrica toda por varios lados, van
¡na a partir del desmoronándose lentamente y volcándose sus despojos en el inte­
de las diversas rior del viejo e histórico recinto.
i. Lo que más sorprende de esta moruna atalaya es lo estratégico
funciones de su de su emplazamiento, pues se alza sobre la cúspide de empinadísimo
siglo, se limita- cerro, y su bella silueta aparece altiva, pujante y recortada en el es­
las esquinas de pacio, oteando la gran inmensidad que la rodea y enseñoreándose
le mampuesto e de todo el contorno. Destaca, repetimos, esbelta y retadora y se la
divisa desde enorme distancia.
Ira seca, sin ex­
plomarse ya en

rdia con sus co-


desapareciendo

i estaban las ca-


iepartamentos o

aluarte redondo,
Duerta, y al que
ar en el interior
je la entrada se

pisos, más otro


re como bodega
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iosa chimenea y
oble y habitable

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= = ■ +

4lwa/eJ de

CASTILLO-PALACIO DE SOTOFERMOSO, LLAMADO


TAMBIEN LA ABADIA

N o t ic ia s s o b r e s u o r ig e n .

Según hemos podido observar en páginas precedentes, las tierras


de la Alta Extremadura son pródigas en sorpresas. En algunas lati­
tudes de la provincia cacereña surgen de improviso, y con relativa
frecuencia, monumentos arquitectónicos, residencias señoriales, acci­
dentes orográficos y otros motivos diversos que asombran al visi­
tante, al curioso turista o al preocupado investigador que ha pres­
cindido de asesoramientos equívocos, de prejuicios tradicionales, y
decide al fin lanzarse a la, según le dijeron, loca aventura de reco­
rrer los ingentes caminos extremeños, surcados de dificultades y
carentes de todo interés.
Pero, ¡qué desconocimiento de la realidad! La Alta Extremadu­
ra de nuestro tiempo, la llamada en el medievo Transierra, cuyo
solar fue ocupado, según hemos visto, por inquietos y aguerridos
vetones y berberiscos en anteriores centurias, es una de las regiones
españolas de más sabor, de más raigambre y solera y de más pecu­
liaridades inconfundibles.

541
En el corazón de los hijos de Extremadura late aún, y se ma­ monasterio tem]
nifiesta en todos sus actos, el espíritu indomable de los paladines día, y centenare
de pro, de aquellos ínclitos capitanes norteños —cántabros, astures a partir de la F
y galaicos— , que, partiendo de Covadonga, iniciaron y consiguieron tos estratégicos
la liberación de todas las tierras de Iberia dominadas por los in­ riberas, montañí
fieles. en la mencionadí
Los esclarecidos caballeros a que hacemos referencia, como asi­
mismo los abades y prelados de su tiempo, auxiliaron con tanta
eficacia, en sus empresas de reconquista, a los reyes de Asturias,
Castilla y León, que éstos se vieron obligados a recompensar sus Los bravos c
esfuerzos y merecimientos, otorgándoles toda clase de honores y ayudaron a los :
privilegios. Y así crearon o confirmaron la ascendencia linajuda de contra los infiele
los primeros, y les donaron extensos territorios, a fin de que pu­ premiaron espler
dieran ostentar con dignidad y prestigio sus cargos de representa­ en las zonas que
ción; y facilitaron medios suficientes a los segundos para erigir igle­ es provincia de
sias, catedrales, monasterios, conventos y otras casas de oración. castillos y villas
Por tal motivo, los prelados e ilustres magnates aludidos, señores parragal,' Coria,
de numerosos y extensísimos predios, afincaron en las tierras re­ moso; y a la des
conquistadas y edificaron en ella sus magníficas residencias, sus ve­ atención.
tustas casonas solariegas, dotándolas de medios indispensables y pre­ Se desconoce
cisos para su seguridad personal y la defensa de sus intereses, tanto mos debe remont
en los núcleos poblados que iban surgiendo como en las grandes bellezas naturale
dehesas y demás posesiones rústicas obtenidas por concesión real, nicas autorizan a
intercambio, compra, conquista directa u otros medios análogos. Profeta eligieron
Y siendo ello así, a la iniciativa, medidas y determinaciones de leza, a la que inc
los jerarcas mencionados, tanto eclesiásticos como caballeros nobles junto amena v pl
o linajudos fidalgos, o bien a las de sus descendientes en sucesivas mente, por el va
generaciones, se debe la existencia, en suelo extremeño, de multitud marca.
de torres, castillos, palacios, casas fuertes y otros viejos edificios, Sin testimonio
recios y bien o regularmente conservados, que pregonan glorias pre­ hallamos la prim*
téritas y el poderío de los egregios señores a cuyas expensas se edi­ la comarca trans<
ficaron o restauraron. asienta el intere-s;
donde se alzó la <
Los freires de las Ordenes militares, debido posiblemente a su
escenario adecúa*
fervoroso y noble espíritu religioso, a su acendrado patriotismo y
los reyes de Casti
a los deberes sagrados e ineludibles que les imponían los estatutos
tranquilo y apacd
que regulaban la organización y funcionamiento de las respectivas
nobles caballeros,
milicias, fueron los que más se consagraron a erigir de nueva planta,
sario descanso^ o
a ampliar, reconstruir o acondicionar villas fortificadas, castillos, to­
ciones en defensa
rres, atalayas, vastos monasterios y conventos residenciales. Estos últi­
nación y buena ma
mos eran, a su vez, casas principales o matrices de las distintas Or­
En la bula pa
denes o Encomiendas, como la ermita y anejos de San Julián del
ció III. donde se
Perero, sita junto al río Coa, el convento de San Benito en la plaza
corporando a 1; n
fuerte de Alcántara, el reducto fortificado de Alconétar, cabeza de
primera referenc*
floreciente encomienda de Templarios, la monumental iglesia de San­
tiago, de Cáceres, la casona aspillerada y cubierta de blasones en San (1) Bula ponüik
Martín, sede de los comendadores sanjuanistas de Trevejo, el gran 1912, por E. E scoba*

542
iim. y se ma­ monasterio templario de Sotofermoso, llamado después La Aba­
los paladines día, y centenares de edificios, más o menos fuertes y seguros, que,
abros, astures a partir de la Reconquista, aparecen dispersos, jalonando los pun­
• consiguieron tos estratégicos de la Transierra, o enseñoreándose de los valles,
is por los in­ riberas, montañas y desfiladeros que tanto abundan por doquier
en la mencionada región cacereña.
da, como asi-
■on con tanta
> de Asturias, Los bravos caballeros templarios fueron los primeros freires que
■ompensar sus ayudaron a los reyes cristianos de Castilla y León en su cruzada
de honores y contra los infieles; y fue tan eficaz su colaboración, que aquéllos los
ia linajuda de premiaron espléndidamente, donándoles buen número de fortalezas
a de que pu­ en las zonas que iban liberando del yugo sarraceno. En lo que hoy
le representa- es provincia de Cáceres le hicieron merced, entre otros, de los
ira erigir igle- castillos y villas de Bernardo, Benavente, Portezuelo, Alconétar, Es­
ie oración, parragal, Coria, Milana, Santibáñez, Jarandilla, Mirabel y Sotofer­
ididos, señores moso; y a la descripción y estudio de éste vamos a dedicar especial
las tierras re- atención.
encias, sus ve- Se desconoce el origen y antigüedad de Sotofermoso, pero cree­
usables y pre- mos debe remontarse a los tiempos de la dominación sarracena. Las
ntereses, tanto bellezas naturales del lugar y las veladas referencias de las cró­
■n las grandes nicas autorizan a admitir como hecho cierto que los seguidores del
x>ncesión real, Profeta eligieron dicho sitio para edificar en él una torre o forta­
s análogos, leza, a la que incorporaron ubérrimas tierras, surgiendo así del con­
urinaciones de junto amena y plácida finca de recreo; residencia preferida, posible­
jalleros nobles mente, por el valí o reyezuelo que se enseñoreaba de toda la co­
■s en sucesivas marca.
o. de multitud Sin testimonios fehacientes de su existencia en tiempos de moros,
iejos edificios, hallamos la primera referencia a dicho lugar a poco de ser liberada
an glorias pre- la comarca transerrana regada por el Ambroz, en cuyas márgenes
rpensas se edi- asienta el interesante vergel llamado Soto Hermoso o Sotofermoso,
donde se alzó la dicha fortaleza, que debió ser, a partir de entonces,
blemente a su escenario adecuado de episodios trascendentes, sitio preferido por
patriotismo y los reyes de Castilla y León para celebrar sus entrevistas, y refugio
n los estatutos tranquilo y apacible, donde se encontraron, en más de una ocasión,
las respectivas nobles caballeros, prelados e ilustres capitanes, en busca del nece­
>nueva planta, sario descanso, o bien para concertar acuerdos y tomar determina­
is. castillos, tó­ ciones en defensa de intereses comunes, o en lo relativo a la gober­
ales. Estos últi- nación y buena marcha de los asuntos del reino.
is distintas Or- En la bula papal promulgada en Verona el año 1184 por Lu­
San Julián del cio III, donde se señalan con detalle las posesiones que se iban in­
ito en la plaza corporando a 1; recientemente creada diócesis cauriense, hallamos la
■tar, cabeza de primera referencia a Sotofermoso (1). Dice así: Suero anteccesori
iglesia de San­
fasones en San (1) Bula pontificia publicada en el B. d e la R. A. d e la H., t. L X II, año
revejo, el gran 1912, por deán de Plasencia.
E . E sc o ba r P r ie t o ,

543
tuo donavit... monasterium Santae Mariae Saltuformoso, monaste- res; y más al co
rium de Palumbaria et ecclesie Santae Mariae de Arrago. Y esta cita tantes del reino
se repite al siguiente año en otra bula expedida por el pontífice León vio la opor
Urbano III, en la que ratifica y confirma las donaciones que figu­ peligro que supe
ran en la anterior. tellanos.
Del párrafo precedente sacamos una consecuencia: admitir como Aunque pudú
hecho cierto e indiscutible la existencia de un monasterio, en dicho vecinos por las n
privilegiado lugar, a poco de ser reconquistadas aquellas tierras por atención preferei
las armas cristianas. Dicho santuario fue desde un principio obra citos de su parien
de Templarios, y estos cruzados aprovecharon parte de la fortaleza Pero antes dt
de moros existentes y la modificaron y consolidaron debidamente pa­ acercarse a Casti
ra establecerse en ella, transformando los viejos y fuertes muros de la haciéndolas más t
obra múslíniea en amplia y confortable residencia, que dependía acertadísima esta
de Alconétar, cabeza de la encomienda de su nombre, cuya juris­ tenía entonces gi
dicción territorial abarcaba multitud de propiedades y pertenencias de que éste se a
de todas clases, que constituían un conjunto de valor extraordinario, funesto para sus ii
una de las más ricas prebendas de dicha Orden. Y creemos fir­ Los consejeros
memente que La Abadía dependía de la encomienda de Alconétar, positivas ventajas
porque en tiempos de Alfonso X el Sabio, con esta fortaleza y con certada entre aml
las de Granada (Grandilla), Abadía, Galisteo, Alburquerque y otras ánimo y el pensai
plazas, se constituyó un espléndido señorío que donó dicho rey, se­ que, estando los r
gún ya hemos hecho constar al ocuparnos de Granadilla, a su hijo en abril de 1189 i
don Pedro; señorío que pasó, al fallecer éste, a manos de su esposa 12 se habían eno
doña Margarita de Narbona, en tanto que duró la minoría de edad dispuestos a franc
del infante don Sancho, hijo de ambos. bases de una nue
En Sotofermoso celebraron histórica y trascendental entrevista lugar, el de León
Alfonso IX de León y su primo Alfonso V III de Castilla, motivada pital, y otro al cap
por las circunstancias imperantes y por el deseo de ambos soberanos Es indudable q
de hallar solución definitiva a la tirantez de relaciones y al deli­ Sotofermoso entre
cado y peligroso estado de cosas en lo concerniente a intereses y de no agresión; pe
pretensiones de leoneses y castellanos. Los acontecimientos de aquel plazas ocupadas. 1
tiempo venían sucediéndose así: la capital leonesa j
Al fallecer, en enero de 1188, estando en Benavente, el rey A fin de ultim;
Fernando II, regía en Castilla y León la paz de Lavandera-Fresno fonsos, y para tra
(1183), con validez por un plazo mínimo de diez años; pero con el Castilla la celebrai
pretexto de que el leonés retenía plazas castellanas indebidamente, sería armado caba
Alfonso de Castilla, mal aconsejado por el partido de la reina doña relativo a su proyec
Urraca, y con su ayuda, penetró en territorio de León y atacó y tomó
varias villas y lugares fortificados, situados algunos de ellos en la
misma frontera, lo cual motivó que se complicara todo y se hiciera
la situación más insostenible, porque al mismo tiempo los portu­
gueses rompían las hostilidades y penetraban en los dominios de Al­
fonso IX de León.
La mayoría de los castillos dótales de doña Urraca, tenidos por
sus hermanos, por ocupar lugares junto a los límites fronterizos,
preocupaban sobremanera a los castellanos y acrecentaban sus temo­ (2) A. H. N.: Tri

544
35
rmoso, monaste- res; y más al comprobar que, solucionados los asuntos más impor­
rago. Y esta cita tantes del reino y contando con el apoyo de sus súbditos, el rey de
por el pontífice León vio la oportunidad y se dispuso a prestar la debida atención al
ciones que figu- peligro que suponían las correrías y amenaza constante de los cas­
tellanos.
ia: admitir como Aunque pudiera tener Alfonso IX serios temores de los reinos
asterio, en dicho vecinos por las recientes victorias de su padre, el caso es que prestó
aellas tierras por atención preferente a Castilla, por ser mayor el poder de los ejér­
a principio obra citos de su pariente.
e de la fortaleza Pero antes de iniciar las hostilidades, lo pensó bien y decidió
debidamente pa- acercarse a Castilla para suavizar asperezas, mejorar sus relaciones
ertes muros de la haciéndolas más cordiales, y ver el modo de encontrar esposa. Y fue
a, que dependía acertadísima esta determinación porque, al parecer, Alfonso V III no
nbre, cuya juris- tenía entonces gran interés en guerrear contra su primo, temeroso
?s v pertenencias de que éste se aliara con Portugal y Aragón, y el resultado fuera
or extraordinario, funesto para sus intereses.
. Y creemos fir- Los consejeros de Alfonso IX le habían indicado y hecho ver las
da de Alconétar, positivas ventajas que podrían surgir después de una entrevista con­
i fortaleza y con certada entre ambos soberanos; y confirma que tal era el estado de
rquerque y otras ánimo y el pensamiento de los asesores leoneses el hecho cierto de
d ó dicho rey, se-
que, estando los respectivos monarcas uno en León y otro en Toledo
nadilla, a su hijo en abril de 1189 (?), el siguiente mes se fueron acercando, y el día
nos de su esposa 12 se habían encontrado y aparecían reunidos ya en Sotofermoso,
minoría de edad dispuestos a franco y cordial coloquio, que les permitió sentar las
bases de una nueva política en lo sucesivo (2). Y estando en dicho
lugar, el de León concedió un privilegio a la Orden militar del Hos­
idental entrevista pital, y otro al capellán don Rodrigo, alférez de Castilla.
bastilla, motivada Es indudable que de aquella memorable e histórica entrevista de
ambos soberanos Sotofermoso entre los reyes mencionados salió, al menos, un acuerdo
iciones y al deli- de no agresión; pero es asimismo cierto que Castilla no devolvió las
nte a intereses y plazas ocupadas. Después, desde dicho lugar regresó Alfonso IX a
¡mientos de aquel la capital leonesa pasando por Ciudad Rodrigo y Salamanca.
A fin de ultimar y concretar más las relaciones entre ambos Al­
ien avente, el rey fonsos, y para tratar otros asuntos de importancia, propuso el de
Lavandera-F resno Castilla la celebración de una curia solemne en Carrión, en la que
años; pero con el sería armado caballero el monarca leonés y se concertaría todo lo
is indebidamente, relativo a su proyectado matrimonio.
de la reina doña
ón y atacó y tomó
[os de ellos en la
todo y se hiciera
tiempo los portu-
>5 dominios de Al-

rraca, tenidos por


imites fronterizos,
(2) A. H. N.: Tríanos, según J. G on zá lez en su obra Alfonso IX, pág. 54.
entaban sus temo­
545
SO TO FERM O SO
R estes d e l c a s tillo , a b a d ía
£ jia r d ín , seg ú n ¿la m p ére z^
E xp lica ció n

4 E l G ran jard ín .
2 £ a lla m a d a . P la z a d e Jf'dpo/es
3 ¿ r e a Unas p a r a p a s a r d e t ja r d ir t a lto a l txyo,
4 fíecio m uro a i fo n d o d e l a P ia r a d e J& potes, con
o r n a d n o s y esculturas.
5 E l j a r d í n a lto.
(, Puerta p r in c ip a l f u e f a c i l i t a e l p a s o a lp a t io d e
l a vieja <xtradia,y a i a c t u a l p a l a c i o .
7 P u erta d e s a l i d a a tos j a r d i n e s .
8 E l in c o m p a r a b le p a t i o m o n a c a l c irc u n d a d o
p o r a r c a d a s d e f a c t u r a m u d e ja r .
9 E s c a le r a s p a r a s u b i r a l p is o su p e r io r .
•io TSorre d e l a a n t i g u a f o r t a i e z a , yu e vió X am p f
r e z a p r i n c i p i o s d e l s i g l o a c t u a l , y <jue p o r
h a b e r d e s a p a r e c i d o y a l a s e ñ a la m o s con .
p u n to s .

' Aii~ai-s't’

S" T3 cd
3 igira » ^a- aS ’ g£L 03 ~ - £ V5 Q3
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cr. “ S 9a- s?é* Sr
£ t:
Si
II

D e s c r ip c ió n de los resto s de la que fu e fo rta leza , m o n a s t e r io y

p a l a c io d u c a l .

Debió ser tan radical la transformación que experimentó la for­


taleza o castillo de Sotofermoso al pasar a poder de los Templarios,
que desaparecieron casi todas las características esenciales y constitu­
tivas de la primera fábrica, de la que fue obra de moros (3), y apenas
se ha conservado vestigio arquitectónico alguno de aquellos primeros
tiempos.
Los ilustres paladines mencionados, curtidos en multitud de com­
bates allá en tierras de Palestina y en la cruzada de liberación del
solar hispano dominado por los muslines, debieron derruir hasta
los cimientos las viejas fortificaciones, y sólo se salvó de la demoli­
ción el clásico e indispensable aljibe (4) que surtía de abundante
agua a los moros residentes en la fortaleza; pero como su traza
actual no response a la empleada por los alarifes mahometanos, re­
sulta indiscutible que los Templarios, o quizá los señores que po­
seyeron después el recio edificio, ampliaron su capacidad y modifi­
caron su estructura, convirtiéndolo así en uno de esos aljibes o cis­
ternas tan frecuentes en el subsuelo de los patios de antañonas casas
fuertes y de suntuosos y acogedores conventos y monasterios.
Más que la fortaleza moruna, debió interesar a los Templarios la
situación del lugar, en ancho y esplendoroso valle, con gran cantidad
de agua por doquier y clima excelente, recubierto de exuberante ve­
getación v cruzado por el río Ambroz, de bastante caudal, que riega
con prodigalidad las tierras de sus márgenes, donde se cultivan hor­
talizas, frutales de multitud de variedades selectas y árboles robus­
tos, altísimos y centenarios. Todavía en nuestro tiempo cubren y em­
bellecen la gran avenida o valle que da acceso al monasterio-pala-
cio corpulentos y frondosos álamos negros.
La fachada del actual edificio, que mira al mediodía, ofrece
el mayor interés, ya que el resto de lo que llamaremos casona no
pasa de ser una construcción vulgar, si exceptuamos su magnífico y
recoleto patio, que constituye una pieza atrayente, está muy bien
conservado y ha sido restaurado recientemente con idudable acierto.

(3) A 250 varas del pueblo (de la Abadía), hacia el norte, está el hermoso
palacio del duque de Alba, al que se llega por una ancha y espaciosa calle
formada por corpulentos v frondosos árboles negros. Este edificio, que en
primitivo origen fue fortaleza sarracena, luego casa o colegio de Templarios,
v ahora sitio de recreo de invierno, etc., escribe M adoz en su D iccionario...,
pág. 37 del t. I. Véase también V. L ámperez y R omea : Arquitectura civil es­
pañola, pág. 15, t. I (Madrid, 1922).
(4) E stá maltrecho todo el palacio, cuyo gran aljibe podría abastecer abun­
dantemente la fortaleza de los moros. M adoz: Ibidem .

547
Ante la dicha fachada principal se extiende un amplio espacio
a manera de plaza de armas, y aquélla nos presenta un gran lien­ propietarios, prt
zo de pared que, en su lado izquierdo, estaba flanqueado por «una habitabilidad, y
torre cuadrada, grande y que no lo fue tanto en su origen, pues de al carácter fuer
ello se ven señales; entre otras, la bien visible de que oculta más sus ingenios de
de la mitad de una puerta gótica de la fachada», la cual fue de­ y que, finalment
rribada hace pocos años (5). En el lado derecho existe otra puerta respetó su herro
gótica, análoga a la mencionada, y ambas poseen sus correspon­ pacidad —aunq
dientes archivoltas, y se hallan tapiadas. Y como esta segunda apa­ Císter, según se
rece surmontada por restos de un matacán cegado, muy próximo al rial que alcanzi
alero del tejado, deducimos de tal hecho que debieron existir en pesar de que el
ambos costados de la fachada principal del primitivo convento o gran caserón, ci
colegio de Templarios dos torres gemelas; o acaso también, y ello detalles artístict
parece lo más seguro, fueron los monjes del Císter, a quienes son las aludida
pasó dicho edificio al ser extinguida la Orden del Temple, los que del matacán y *
alzaron las referidas torres y algunas otras defensas —como la aludi­ chada una pue
da torre adosada y hoy ya desaparecida— , que debieron ser reba­ tangular y sobn
jadas y transformadas siglos más tarde al pertenecer el mentado nado con band
monasterio cisterciense a la Casa ducal de Alba, cuyos propieta­ en granito.
rios reformaron considerablemente la antigua construcción, adap­ Insistimos ei
tándola y acondicionándola debidamente para utilizarla como pala­ cipal indican b
cio de invierno, y prescindiendo, en cuanto no suponía quebranto, pasó de castill
de todo su viejo carácter de casa fuerte o de residencia monacal necesidades de
dotada de los indispensables ingenios para su defensa, toda vez En nuestra
que los Alvarez de Toledo disponían ya entonces de soberbias for­ a que hace ref<
talezas, y los tiempos que corrían presagiaban que las luchas entre recientemente,
la nobleza, los partidos y la Corona, y las revueltas frecuentes su lado occide
durante los reinados de los últimos Trastamaras, encontrarían al fin de los Reyes C
el adecuado cauce. ción actual es i
Resulta, pues, por cuanto dejamos dicho, que el primitivo cas­ cuatro crujías \
tillo de Sotofermoso, llamado así y también Soto Hermoso, por la Son estos d
espléndida vegetación y abundancia de agua del lugar donde es­ to conserva. E
tuvo enclavado, fue obra de moros, que al ser arrebatado a éstos arcos en cada i
por los reyes cristianos fue entregado a los freires templarios por sus iguales, constn
buenos servicios y eficaz contribución a la empresa de la Recon­ dejares. Se sos
quista, quienes derribaron casi en su totalidad el fuerte mencionado con bellos cap
y erigieron un nuevo edificio, o reconstruyeron y acomodaron a airosas y bien
sus necesidades el ya existente con fuertes torres y otras defen­ ción del mud<
sas, e instalaron en él un convento; que al ser disuelta la Orden
del Temple, a principios del siglo xm, los cistercienses, sus nuevos Sobre algui
hay esculpida
detalle, el can
(5 ) Tal es la referencia que da M é l i d a en el t. I de su Catálogo; pero
desde entonces (1916), ha sufrido la fachada de la Abadía una gran trans­ cia que la obr;
formación: Ha sido derruida la mencionada torre que figura en ef plano de Este clausl
Lampérez, y la puerta que se abría en el lado izquierdo de la fachada apa­ actual propiet
rece oculta, cubierta por unas casuchas destinadas a dependencias de la ser­
vidumbre, o a servicios auxiliares de la que fue suntuosa mansión. de nuestra ar
las puertas oji
548
amplio espacio
:a un gran lien- propietarios, previas las indispensables reformas para facilitar su
ueado por «una habitabilidad, y sin que sepamos si concedieron poca importancia
origen, pues de al carácter fuerte del edificio, o si, por el contrario, aumentaron
que oculta más sus ingenios defensivos, fundaron allí un importante monasterio;
la cual fue de- y que, finalmente, el gran duque de Alba, don Fernando de Toledo,
dste otra puerta respetó su hermoso patio, hizo obra en el aljibe, aumentando su ca­
i sus correspon- pacidad —aunque dicha reforma pudiera deberse a los frailes del
ta segunda apa- Císter, según se dijo— , y surgió de sus manos una residencia seño­
muv próximo al rial que alcanzó gran celebridad, según veremos más adelante, a
rieron existir en pesar de que el reformado palacio ofrece el aspecto exterior de un
tivo convento o gran caserón, cuadrado y exento de interés arquitectónico, sin más
también, y ello detalles artísticos que los subsistentes de la primitiva obra, como
íster, a quienes son las aludidas puertas ojivales cegadas, los mencionados restos
Temple, los que del matacán y algunas aspilleras; completando el conjunto de la fa­
—como la aludi- chada una puerta, hoy utilizable, que data del siglo xvi, es rec­
bieron ser reba- tangular y sobre ella resalta el escudo ajedrezado, coronado y ador­
?cer el mentado nado con banderas humilladas, de los duques de Alba, esculpido
cuyos propieta- en granito.
strucción, adap­ Insistimos en que los detalles que se aprecian en la fachada prin­
tarla como pala- cipal indican bien a las claras la transformación del edificio, que
jonía quebranto, pasó de castillo a monasterio, fortificado como tantos otros por
idencia monacal necesidades de los tiempos y por su situación fuera de poblado.
■fensa, toda vez En nuestra visita a la Abadía notamos la falta de la gran torre
le soberbias for- a que hace referencia Mélida, la cual debe de haber sido derruida
las luchas entre recientemente, y que ostentaba, según el referido académico, por
íeltas frecuentes su lado occidental, una puerta adornada con los haces de flechas
contrarían al fin de los Reyes Católicos; y al desaparecer dicho baluarte, la construc­
ción actual es de planta cuadrada, y su disposición, la corriente de
el primitivo cas- cuatro crujías y un patio central «balaustrado de galerías».
Hermoso, por la Son estos claustros lo más atrayente y singular que el monumen­
lugar donde es- to conserva. El claustro bajo la integran cuatro arcadas, de cinco
rebatado a éstos arcos en cada una de ellas, de herradura apuntada, ligeramente des­
■mplarios por sus iguales, construidos con ladrillo y obra evidente de artífices mu-
sa de la Recon- déjares. Se sostienen sobre pilares octógonos de sillería de granito,
lerte mencionado con bellos capiteles adornados de hojas o róeles. Estas elegantes,
y acomodaron a airosas y bien trazadas arquerías muestran a las claras la introduc­
> y otras defen- ción del mudejarismo en la arquitectura monacal.
isuelta la Orden
■nses, sus nuevos Sobre algunos de los capiteles y del pilar divisorio de los arcos
hay esculpida una figura: una cabeza no exenta de interés, cuyo
detalle, el carácter de los pilares y sus artísticos capiteles, eviden­
■ su C atálogo; pero cia que la obra de cantería se debe a artífices cristianos.
ía una gran trans­
ita en el plano de Este claustro, perfectamente restaurado y conservado por su
de la fachada apa- actual propietario, es un ejemplar interesantísimo para la historia
odencias de la ser- de nuestra arquitectura medieval; y dicha pieza, juntamente con
las puertas ojivales exteriores a que hemos hecho referencia, es lo
único que se conserva de la célebre Abadía cisterciense, debiendo
datar su construcción del siglo xm o principios del xiv.
El mismo número de arcadas que el claustro bajo integran el
alto; pero sus arcos son rebajados, con pilares sencillos que lucen
respectivamente un plinto por capitel, todo ello de ladrillo. Es obra
del siglo xvi, y, por consiguiente, adición al claustro monacal primi­
tivo. Corrobora este nuestro parecer el peculiar carácter de la cons­
trucción y el escudo de la Casa de Alba, que en los ángulos, sobre
las enjutas y la cornisa, se repite esculpido en piedra.
El antepecho de los huecos es de madera, abalaustrado.
En uno de los muros de la galería del claustro bajo se vé una
portada gótica, que está tapiada; sus archivoltas arrancan de mén­
sulas adornadas con cabezas, y se dibujan dentro de un recuadro
de molduras, indudable arraba, adornado de escudos. Ha sido en­
jalbegado todo el conjunto, y en la tapia se ha abierto una ventana.
La existencia de esta puerta induce a pensar que sea la que comuni­
caba con la iglesia de la Abadía, de la que, por cierto, no se con­
serva el menor rastro, ni indicio alguno que nos permita pensar
cuál fuera la parte del edificio dedicado a capilla.
Desde el mismo claustro bajo, ángulo suroeste, arranca la es­
calera, que está desfigurada y ha perdido su primitivo carácter,
como, asimismo, las habitaciones que circundan el patio y las del
piso alto.
En la mitad del ala del norte está la salida a la huerta, que sin
duda fue la del convento, y que en su día convirtió en delicioso
jardín el duque de Alba, como veremos seguidamente.
Tal es, en el momento presente, el edificio que fue importante
Abadía y luego casa señorial.

III
E l s in p a r ja r d í n d e L a A b a d ía .

El gran duque de Alba, don Fernando Alvarez de Toledo, ade­


más de esclarecido y prestigioso noble, fue un grande hombre y
un auténtico señor, por lo que participó de la cultura y el buen
gusto de los magnates de su tiempo, acrecentado con sus largas
estancias en países extranjeros, donde tan pujante se mantenía la
corriente del Renacimiento. Muestra singularísima de ello fue la
idea de convertir la hermosa huerta de La Abadía, sita en el So­
tofermoso medieval, en un jardín artístico de cuya magnificencia sólo
quedan hoy restos maltrechos, y del que únicamente es posible
formarse idea por las descripciones de quienes alcanzaron visitar
dichos parajes cuando estaban en su apogeo (6).
(6 ) V é a s e •■Una visita a los jardines d e A badía o Sotoferm oso, d e la Casa
ducal d e Alba», a rtíc u lo d e T. M a r t í n G i l , p u b lic a d o e n Arte Español, n ú m e ­
ro c o rre sp o n d ie n te a l 2 .° se m e s tre d e 1 9 4 5 .
Sotofermoso.— G a le ri
.550
ense, debiendo

ajo integran el
illos que lucen
idrillo. Es obra
monacal primi-
iter de la cons-
ángulos, sobre

strado.
bajo se ve una
anean de mén-
le un recuadro
ys. Ha sido en-
to una ventana,
la que comuni-
?rto, no se con­
permita pensar

arranca la es-
mitivo carácter,
patio y las del

huerta, que sin


tió en delicioso

fue importante

de Toledo, ade-
ande hombre y
Itura y el buen
con sus largas
se mantenía la
de ello fue la
u sita en el So-
agnificencia sólo
tente es posible
íeanzaron visitar

ermoso, d e la Casa
ríe Español, núme-
Sotoferm oso.— Galería inferior del primitivo patio mudejar. La superior fue
alzada por los Alvarez de Toledo
El viajero Ponz, que estuvo en La Abadía durante la segunda
mitad del siglo xviii, nos ha legado referencia detallada e intere­
santísima «del más ameno lugar que puede darse», haciendo su
narración «algo prolija», dada la importancia de cuanto vio; pero
nosotros vamos a extractar sus impresiones, limitándonos a lo pre­
ciso solamente para que se tenga una ligera idea de lo que fue
aquel delicioso edén, cuyas parcelas, circundadas de grandes y re­
cios paredones, esconden soterrados restos de mármoles, conchas,
bronces, cerámicas y otros materiales nobles pertenecientes a las
hornacinas, esculturas, fuentes, frisos, cenadores, escalinatas y otros
adornos de aquel rincón de ensueño, de aquel renacentista y
bellísimo jardín.
Aunque ya un poco en decadencia, por su abandono, en el
indicado siglo se conservaba en un ángulo del patio mudéjar del
palacio, sobre una puerta, el busto de un duque de Alba, ejecuta­
do en mármol, como lo era, igualmente, una cabeza de satirillo situa­
da junto a un poste. Y existe, asimismo, en un nicho de la pared, en la
escalera que asciende hasta el segundo piso, una cabeza de Trajano
tallada en bronce.
Por las preciosidades existentes en los jardines puede decirse que
eran éstos ae lo mejor en la España de aquel tiempo. Veamos:
Los jardines eran dos, alto y bajo. En medio del primero había
una magnífica fuente de mármol con varias estatuas y bustos del
mismo material. Desde la taza se alzaban dos pedestales con sus co­
rrespondientes esculturas antiguas, una de las cuales representaba a
Higia, diosa de la salud, con la sierpe simbólica enroscada, y la otra
a una villana, con su indumenta normal, en actitud de reírse, re­
cogiéndose las sayas con la mano derecha y llevando en la otra un ja-
rroncillo. Y los diversos bustos que completaban el adorno de aquella
fuente correspondían, uno a Venus, los demás eran las cabezas de
Sócrates, de Faustina mayor, Adriano, Nerón, etc. Disponía la fuente
de varios y caprichosos surtidores de agua, como igualmente otra si­
tuada en lugar próximo a ella, sobre cuyo depósito se encontraba un
esbelto pedestal coronado por un caballo de mármol, que muy bien
pretendiera representar al Pegaso.
Desde esta parte alta del jardín, ya entonces bastante descuidada,
se desciende al bajo por dos suaves y señoriales escaleras de piedra,
rampas hoy, que tenían un poco desmoronados los peldaños. Se llega­
ba así a la llamada Plaza de Nápoles, cuyo nombre se ha conservado
hasta nuestros días por tradición oral.
Se erguía, pujante y majestuosa, en esta recogida y cuadrada ex­
planada la más artística y curiosa fuente que haya existido en España.
Los balaustres y peldaños que la cercaban tenían forma octogo­
nal, con cuatro entradas para subir por gradas a otro plano superior,
y disponían, asimismo, los respectivos accesos de sus adecuados
adornos complementarios de balaustres y pedestales, que sostenían _ , , „
1 / i i Sotoferm oso.— Fac
En ella aparece la
ante la segunda
:allada e intere-
?>, haciendo su
uanto vio; pero
idonos a lo pre-
de lo que fue
le grandes y re-
rmoles, conchas,
enecientes a las
ealinatas y otros
renacentista y

íbandono, en el
itio mudejar del
le Alba, ejecuta-
de satirillo sitúa­
le la pared, en la
ibeza de Trajano

uede decirse que


>o. Veamos:
“1 primero había
uas y bustos del
ítales con sus co-
?s representaba a
roscada, y la otra
ud de reírse, re-
> en la otra un ja-
idomo de aquella
n las cabezas de
)isponía la fuente
pialmente otra si­
se encontraba un
ioL, que muy bien

¡tante descuidada,
caleras de piedra,
jeldaños. Se llega­
se ha conservado

la y cuadrada ex-
xisiido en España,
ían forma octogo-
xo plano superior,
le sus adecuados
les, que sostenían
dieciséis magníficas figuritas de mármol, cada una de las cuales Fueron hechas a
tenía su respectiva concha adosada ante sí, constituyendo otras tan­ manece todavía
tas fuentes independientes. En las pared
Las figurillas mencionadas eran niños en actitud de jugar, y al­ dallones de már
gunas otras que completaban el conjunto, y de mayor tamaño, re­ taban a Pompev
presentaban desnudos y no estaban exentas de mérito. siendo todas obr
El segundo plano o piso de este interesante artificio, de esta her­ De todos est
mosísima fuente, se componía de cuatro tazas para recibir el agua, y fecta y maraville
del medio de la inferior salía un pedestal que se coronaba con tres
correspondientes
figuras de jóvenes de tamaño natural, cuyas esculturas, alternando viso un espectaci
con otras de delfines, sustentaban el segundo recipiente, ya que Había tambi
éstos estaban superpuestos. Otro pedestal se elevaba del fondo de genes de faunos
éste y sostenía tres figuras aladas sobre las que asentaba la tercera más baja del 51
taza, que servía a su vez de sostén a un curiosísimo ingenio, for­ bronce en forma
mado con hojas como base de otras tres esculturillas que remataban de las cuales se
la cuarta y última taza, sobre la que destacaba una talla airosa del para la salida d
dios Baco, arrojando agua por la boca de un pellejo que sostenía en­ presentaban otrt
tre las manos. Entre estas <
Todo el armonioso conjunto, lleno de sorpresas y conductos se­ base de mármol'
cretos, era de una grandiosidad impresionante; y en uno de los pe­ adoptaba la fom
destales de las referidas tallas aparecían esculpidos el nombre del Tenía cuatro
autor y el año en que se realizó la obra. Decía así: y frontispicios t
cabecilla que ad
Se colocaban es]
F r a n c is c i C a m il l a n i F l o r e n t in i
que entraban: v
G pu s 1555. en el recinto qu<
tud de surtidor
En la pared de fondo de esta plaza, que al propio tiempo sirve sido colocadas ct
de estribo al jardín alto, hay cinco hornacinas excavadas con maestría, En las fuerte
y en cada una se colocaron en su día bustos y esculturas de mármol, mecían de trecho
en esta forma: en la del centro, el escudo de la Casa de Alba, y y habían sido re
más abajo una cabeza de diaspro verde, de tamaño natural, con Hércules, otro di
arracadas en las orejas, y tan antigua que muy bien pudiera ser que se supone fi
un idolillo egipcio; y más abajo todavía, un medallón de mármol El lienzo de 1
que llevaba grabado un amorcillo en posición de dormir sobre la piel mejor ornamenta
de un león. restos, dos venta
En los dos nichos más inmediatos al del centro, se veían dos fales con singuL
cabezas, de mármol blanco también, sobre bustos jaspeados, que re­ ellas ejecutadas
presentaban a Adriano y a Cicerón; y en los huecos más laterales y entre otros ador
extremos del mencionado paredón había dos esculturas grandes alu­ enjutas, delfine-s
sivas a la fábula de Andrómeda y Perseo. La primera en el lado de­ mayoría represei
recho, y la otra en el contrario, vistas desde enfrente. En la mitad
Perseo llevaba la espada al hombro, el escudo en la mano iz­ referidas ventan
quierda y esculpida en él la cabeza de Medusa, teniendo al lado el habían labrado c
caballo Pegaso; y Andrómeda, de tamaño natural como la anterior, culturas de mav
tenía junto a ella la célebre fiera marina de que Perseo la liberó. Apolo, Aristeo v
554
de las cuales Fueron hechas ambas piezas de fino mármol, y la de Andrómeda per­
endo otras tan- manece todavía in situ, aunque sucia y medio cubierta de hierbas.
En las paredes colaterales de la plaza de Nápoles había tres me­
de jugar, y al- dallones de mármol en cada una, con cabezas grandes que represen­
or tamaño, re- taban a Pompeyo, Agripina, Nerón y otros personajes desconocidos,
siendo todas obras muy meritorias.
io, de esta her- De todos estos artificios salían abundantes chorros de agua, per­
cibir el agua, y fecta y maravillosamente combinados cuando se hacían funcionar las
-onaba con tres correspondientes llaves, ocultas o disimuladas, surgiendo de impro­
tras, alternando viso un espectáculo sorprendente.
iente, ya que Había también en las gradas otras varias tallas, auténticas imá­
i del fondo de genes de faunos, de la diosa Venus y del dios Cupido; y en la parte
itaba la tercera más baja del gran espacio dedicado a jardín, otras dos fuentes de
io ingenio, for- bronce en forma de ancha taza, con pie del mismo metal, sobre una
que remataban de las cuales se alzaba un balaustre con finas labores y dispositivos
talla airosa del para la salida del agua; y la otra tenía grupos de figurillas que re­
jue sostenía en- presentaban otros tantos de los trabajos de Hércules.
Entre estas dos últimas fuentes se construyó artístico cenador a
f conductos se- base de mármoles, pavimento, bóveda y paredes; y todo el conjunto
uno de los pe- adoptaba la forma de templete octogonal.
el nombre del Tenía cuatro puertas protegidas por pilastras de orden jónico
y frontispicios triangulares. En cada uno de sus frisos, una linda
cabecilla que adornaba mucho y había sido ejecutada en bajorrelieve.
Se colocaban espejos en su interior para verse en ellos las personas
que entraban; y los que lo hacían de manera inadvertida, al penetrar
en el recinto quedaban sorprendidos por la salida del agua de multi­
tud de surtidores, cuyas bocas afloraban al pavimento, y habían
lio tiempo sirve sido colocadas con el mayor disimulo posible.
as con maestría, En las fuertes y altas paredes que cercaban todo el jardín, apa­
iras de mármol, recían de trecho en trecho diferentes nichos, que miraban al interior,
.'asa de Alba, y y habían sido revestidos de estuco. En ellos se exhibía un busto de
io natural, con Hércules, otro de Onfale, otro más de Hércules y el de un sacerdote,
¡en pudiera ser que se supone fueron colocados allí procedentes de otros sitios.
llón de mármol El lienzo de la pared que bañan las aguas del Ambroz estaba aún
nir sobre la piel mejor ornamentados que los otros, pues tenía, y todavía se conservan
restos, dos ventanas en sus ángulos hechas a modo de arcos triun­
>, se veían dos fales con singular capricho, con labores «a la grutesca», y parte de
peados, que re­ ellas ejecutadas con piedrecitas de varios colores, imitando mosaico;
más laterales y entre otros adornos se veían medallas, figuras, genios alados en las
•as grandes alu- enjutas, delfines en los frisos y otras mil filigranas en estuco. La
i en el lado de- mayoría representaban bacantes y escenas semejantes.
En la mitad de este lienzo de pared, y a igual distancia de las
en la mano iz- referidas ventanas, en un espacio circular a modo de rotonda, se
iendo al lado el habían labrado cuatro nichos estucados, que alojaban otras tantas es­
>mo la anterior, culturas de mayor tamaño que el natural, correspondientes a Pan,
’erseo la liberó. Apolo, Aristeo y Orfeo; y antes de ser colocadas en dichos huecos
estas representaciones marmóreas, servía de asiento cada uno de
ellos a curiosos y originales órganos hidráulicos; y los conductos
que les facilitaban agua para su funcionamiento, al estropearse aque­
llos artefactos musicales, se destinaron a surtir dos fuentes interme­
dias, alusivas a Argos y al monte Ararat de Armenia.
Cuanto dejamos consignado en la precedente descripción, aunque
empezaba ya a arruinarse a principios del siglo xvm, no carecía de
encanto, porque, además de las reseñadas piezas de museo, embe­
llecían el conjunto los mirtos, jazmines, arrayanes, naranjos y otros
árboles y arbustos, que embalsamaban el ambiente con sus aromas
y hacían en extremo ameno y atrayente aquel paradisíaco lugar.
Sabido es que nuestro Lope de Vega fue secretario del duque de
Alba, don Antonio, nieto del gran duque don Fernando, en cuya
mente surgió la gran idea de construir estos jardines; y parece ad­
mitido que las obras empezaron a realizarse en 1542, según el dis­
curso de ingreso en la Real Academia de la Historia del último
fallecido duque de aquel título.
La señalada fecha es casi seguro sea la cierta en que el mentado
procer encargó los mármoles en Génova, pues corrobora este aserto
la fecha de 1555, esculpida, según se ha dicho, en una de las estatuas,
como asimismo la de 1577, en que visitó La Abadía el Peregrino cu­
rioso, quien vio ya terminadas las ventanas que miran al río.
Durante el desempeño de su cargo, el Fénix fue a La Abadía
posiblemente en más de una ocasión, y ello le dio motivo para escribir
y publicar su poemita laudatorio y descriptivo de los jardines (7).
He aquí una de las octavas del mismo:

Hay unos cuadros, donde están labradas


de murta mil figuras, y otras fuentes
de bronce firme, en quien se ven pintadas
las hazañas de Alcides diferentes.
En fin, en el jardín están cifradas
fábulas tan extrañas y excelentes
que otro nuevo Ovidio transformado,
aquí poeta escrito, allí pintado.

Quienquiera que leyese la Descripción de La Abadía, jardines


del duque de Alba, de Lope, se quedará sorprendido y atribuirá el
poema a fantasía del gran ingenio de nuestras letras; pero si aun en
nuestros días acierta a pasar por el histórico lugar y examinar los 'A
abundantes restos que todavía se conservan y el exuberante y es­
pléndido escenario, reconocería de buen grado que la realidad supera -
a cuanto puede imaginarse.
Pues bien, la mansión más artística y deliciosa que vieron los mor­
tales, donde abundaba toda clase de piedras, metales, maderas, vi-

(7 ) L o p e d e V e g a : Descripción d e la A badía, jardines del D uque d e Alba,


poema inserto en las Rimas de dicho autor.
■ Sotoferm oso.— Trooct
to cada uno de
v los conductos
estropearse aque-
fuentes interme-

¡cripción, aunque
xt, no carecía de
le museo, embe-
naranjos y otros
■ con sus aromas
adisíaco lugar,
rio del duque de
mando, en cuya
íes; y parece ad-
42, según el dis-
rtoria del último

i que el mentado
obora este aserto
ía de las estatuas,
i el Peregrino cu­
ran al río.
Fue a La Abadía
>tivo para escribir
• los jardines (7).

Abadía, jardines
ido y atribuirá el
is; pero si aun en
ir y examinar los
exuberante y es-
la realidad supera

ue vieron los mor­


ales, maderas, vi-

d el D uque de Alba,
Sotofsrm oso .— Tronco de una vieja torre, que fue reformada por los Alvarez
de Toledo, según testimonia su blasón empotrado en aquél
drios y plantas, y las soberbias tallas ejecutadas por los más insignes que llegaron a j
artistas españoles e italianos de su época, autores de portadas, gale­ de la Corona, q
rías, salones, terrazas y jardines, todo espléndido y suntuoso, donde acertada intervi
alternaban los frisos, medallones, balaustradas y fuentes, dondo exi- condestable de <
bían bustos de emperadores, figuras de divinidades mitológicas, sá­ A consecuen
tiros, bacantes y delfines, constituye hoy un rincón desolador, dedica­ tiempo, en 1445
do al cultivo del tabaco, judías, tomates, patatas y otras hortalizas, Abadía y el lug
en armonía con el común sentir de los actuales tiempos. En la visi­ propiedad en 14
ta de hoy se saca una mala impresión y una ligera idea de lo que A principios
fue (8). Alba, quien, coi
rica Abadía en 1
IV

E l r e y F e r n a n d o « e l C a t ó l i c o » , e s t u v o d o s v e c e s e n L a A b a d ía . Además de h
pietarios de C a
Hemos hecho constar que el rey castellano entregó la aldea y ranos, Femando
castillo de Sotofermoso a los caballeros templarios, y que estos mi­ lo menos; y por
lites cambiaron la estructura del edificio y establecieron allí un mo­ trascendencia ps
nasterio convento. Ello no obstante, durante el año 1260, el rey Al­ Finalizaba e
fonso X donó los dichos caserío y fortaleza a la villa de Granada res reyes, don
llamada después Granadilla, como hemos dicho), sobre cuyo seño­ acompañados dí
río le puso pleito al siguiente año (1261) el abad de Moreruela, en sus dolencia;
convento de monjes cirtencienses, situado en el lugar de este nom­ da, lugar del du<
bre en el valle de Tabara, cerca de Zamora (9), que por aquellos e mucho plaser.
años, desde el siglo x, venía muy acreditado en rigor y disciplina, y hay una casa de
era cabeza en lo espiritual hasta de muchas casas y conventos de ordenada; tenía!
Templarios; pero el referido abad, para no disgustar al monarca, se de brocado e se
apartó del litigio, y don Alfonso, por carta de 9 de junio de 1262, de la corte de 1
confirmó la donación hecha en 1260 a la villa granadina. acabando de con
Granadilla, y todos los lugares y aldeas de su señorío, pasaron do de Murcia. <
a ser propiedad, a principios del siglo xv, de doña Leonor de Casti­ desian que su ck
lla, esposa de don Fernando el de Antequera, padres de los rebeldes, tros señores, act
ambiciosos e ingratos infantes de Aragón, que tanto preocuparon a su la Reyna con la
primo Juan II, soberano de Castilla. La reina Leonor hizo renuncia su camino, e fi
del señorío, en 17 de mayo de 1418, a favor del más inquieto y des­ que yban en la
tacado de sus hijos, don Enrique, a quien le fueron secuestrados nando regresó si
todos sus bienes en 1422, por sus intrigas y las muchas revueltas La Abadía el d a
que se sucedieron, capitaneados por él y por sus parciales; hechos el siguiente \ie
(8) Notas tomadas del V iaje d e España, de A. Ponz, págs. 18 a 29 del cántara.
t. V III; de E l Peregrino curioso y grandezas d e España, de V i l l a l b a , que El viaje de l
fue publicado por Bibliófilos Españoles, 2 volúmenes. Madrid, 1886 y 1889; del convenio, debía i
Catálogo monumental d e la provincia d e Cáceres, de M é l i d a , t. I, págs. 254
a 264, y de Jardines d e España, obra muy notable de X a v i e r d e W in t h u y - (10) R elackm i
se n , págs. 31 a 44 (Madrid, 1930). Reyes C atólicos, co
(9) C. Naranjo: Solar d e conquistadores, 2.a ed., págs. 72-73, Serradilla d el P ríncipe dom f
(Cáceres, 1929). publicado en la reí
los más insignes que llegaron a poner en peligro los intereses del reino y la estabilidad
s portadas, gale- de la Corona, que se salvó del caos imperante merced a la energía y
suntuoso, donde acertada intervención del insigne y preclaro don Alvaro de Luna,
■ntes, dondo exi- condestable de Castilla.
mitológicas, sá- A consecuencia de las mudanzas políticas, tan frecuentes en aquel
esolador, dedica- tiempo, en 1445, el conde de Alba recibió el convento-fortaleza de La
otras hortalizas, Abadía y el lugarejo que asentaba a su alrededor, otorgándosele en
npos. En la visi- propiedad en 1446.
i idea de lo que A principios del siglo xvi, era su dueño y señor el gran duque de
Alba, quien, como se ha hecho constar, transformó la vieja e histó­
rica Abadía en la más grandiosa mansión señorial.

s L a A b a d ía . Además de los mencionados Alfonso V III y Alfonso IX, reyes pro­


pietarios de Castilla y León, el más diplomático de nuestros sobe­
tregó la aldea y ranos, Fernando el Católico, visitó La Abadía en dos ocasiones por
v que estos mí- lo menos; y por cierto que lo hizo en momentos cruciales y de gran
ieron allí un mo- trascendencia para nuestra historia patria. He aquí la primera visita:
. 1260, el rey Al­ Finalizaba el mes de septiembre del año 1497, y nuestros seño­
alia de Granada res reyes, don Fernando y doña Isabel, partieron de Salamanca
sobre cuyo seño- acompañados de un muy lucido séquito, dejando bastante mejorado
d de Moreruela, en sus dolencias al señor príncipe don Juan. Llegaron a la Calza­
¡*ar de este nom- da, lugar del duque de Béjar, y el ilustre procer les «fizo mucha fiesta
que por aquellos e mucho plaser. E otro dia, sábado, venyeron a la Abadía, donde
or y disciplina, y hay una casa del duque de alva, antigua e onrrada, aunque no bien
¡ v conventos de ordenada; teníala muy bien aderezada de paños franceses e camas
ir al monarca, se de brocado e seda, e syrbieron a sus altezas e probeyeron a muchos
le junio de 1262, de la corte de todo lo que ovieron menester. Luego el sábado, en
dina, acabando de comer, llegaron cartas del duque de alva e del adelanta­
señorío, pasaron do de Murcia, que habia quedado con el Señor Príncipe, en que
Leonor de Casti- desian que su dolencia se yba agraviando. El Rey y la Reyna, nues­
■s de los rebeldes, tros señores, acordaron luego que el Rey bolbyese a Salamanca, e
preocuparon a su la Reyna con la Princesa de portogal e con los ynfantes contynuasen
ñor hizo renuncia su camino, e fuesen con su altesa el patriarca e todos los otros
ís inquieto y des- que yban en la Corte.» (10). Y convenidas así las cosas, don Fer­
eron secuestrados nando regresó seguidamente a Salamanca, y doña Isabel abandonó
muchas revueltas La Abadía el domingo por la tarde y continuó su camino hasta llegar,
parciales; hechos el siguiente viernes, a la hora del almuerzo, a Valencia de Al­
cántara.
. págs. 18 a 29 del El viaje de los Reyes Católicos lo motivaba la boda que, según
. de V i l la l b a , que
id, 1886 y 1889; del convenio, debía celebrarse en la mencionada villa fronteriza entre su
l i d a, t . I, págs. 254
kA YIER D E W lN T H U Y - (10) Relación inédita sobre el casamiento d e la infanta Isabel, hija d e los
Rei/es Católicos, con el retj d e Portugal, don Manuel, y datos sobre la muerte
72-73, Serradilla d el Príncipe don Juan en Salamanca, ms. del archivo de Guadalupe, que fue
?S- publicado en la revista E l Monasterio de Guadalupe, el 15 de junio de 1918.
hija doña Isabel, princesa de Portugal, y el soberano de este reino.
¡Triste caminar y triste odisea la de nuestros ilustres reyes en aque­
lla ocasión, por coincidir su obligado desplazamiento con el grave es­
tado de salud del príncipe don Juan, heredero de la Corona!
Imaginamos cuál sería el estado de ánimo de don Fernando y
doña Isabel durante su estancia en Sotofermoso; y más al tener no­
ticia de la recaída del joven e infortunado príncipe, en quien habían
cifrado sus mayores esperanzas en orden a la sucesión. Suponemos,
asimismo, que poco o nada disfrutarían de las bellezas de La Aba­
día, de aquel incomparable lugar, amueblado con tanto gusto y cir­
cundado por artísticos jardines y exuberante y deliciosa vegetación,
que convertían al histórico rinconcito en la más agradable man­
sión de aquellos tiempos.
A pesar de todo, el paso de los afligidos padres por la célebre
residencia de invierno del duque de Alba, descrita con habilidad
—y con el estilo y ortografía propios de la época—, por autor anó­
nimo, viene a confirmar el hecho real de que era única y suntuosa la
finca de recreo que los Alvarez de Toledo poseían en el ameno paraje
de Sotofermoso.
La segunda vez que don Fernando estuvo en La Abadía fue du­
rante el último viaje de su vida, que hemos narrado con bastante
detalle al ocuparnos del Alcázar y murallas de Plasencia.

E m p l a z a m ie n t o .

El viajero que a<


el pintoresco lugar
vincia de Cáceres.
San Pedro y el Per
los espléndidos vall<
nal de la morisca v
lado derecho se ve
erguido y fantástici
llar, que ocupa lugs
recubierto de peñas<
que impresiona a] ^
magnífica atalaya, <
enseñoreándose de ti
La incomparable
y legendario castilli
codiciado en el sigl<
genuino de la noble
caballero don Alons<
paladín inquieto y
560
io de este reino,
s reyes en aque-
>con el grave es­
borona!
don Fernando y
más al tener no-
en quien habían
sión. Suponemos,
ezas de La Aba-
anto gusto y cir-
ciosa vegetación,
agradable man­

es por la célebre
ta con habilidad
por autor anó-
dca v suntuosa la
i el ameno paraje

a Abadía fue du-


ado con bastante
icia.

E m p l a z a m ie n t o .

El viajero que acierta a pasar por la carretera que se dirige desde


el pintoresco lugar de Hoyos al de Valverde del Fresno, en la pro­
vincia de Cáceres, una vez que ha coronado el pequeño puerto de
San Pedro y el Peraldón, al descender por la ladera que conduce a
los espléndidos valles y gargantas que se inician en la parte meridio­
nal de la morisca y majestuosa sierra de Jálama, si dirige la vista al
lado derecho se ve sorprendido por la presencia de un pardusco,
erguido y fantástico castillo roquero, de gallarda torre y piedra si­
llar, que ocupa lugar privilegiado en la cúspide de empinado cerro,
recubierto de peñascos; y es tan grandiosa y estratégica su situación,
que impresiona al viajero la contemplación de aquella enriscada y
magnífica atalaya, circundada por defensas naturales, dominando y
enseñoreándose de todo el contorno.
La incomparable y evocadora estampa corresponde al histórico
y legendario castillo de Trevejo, inaccesible nido de águilas muy
codiciado en el siglo xv, que sirvió de refugio al representante más
genuino de la nobleza y raza extremeña en aquel tiempo: el ínclito
caballero don Alonso de Monroy, clavero de la Orden de Alcántara,
paladín inquieto y esforzado, cuyas hazañas resultan inverosímiles
aun para leyenc
sin tregua ni dei
que le permitíai
cercenar de un s

D e s c r ip c ió n d e l

Cual aconte©
Trevejo se halla
tante, afloran en
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PLANO M CASTILLO díe tud, sus principal
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pero tal creencia
el lugar de su emj
No nos parece
un embudo desti
lluvia, del foso y
que debía existir í
E l recinto intí
ble plaza de arm;
en los ángulos foj
gunas dependene
aun para leyenda, dado su espíritu indomable y continuo batallar
sin tregua ni descanso, su astucia innata y la fotaleza de sus puños,
que le permitían manejar con desenvoltura su lanza descomunal y
cercenar de un solo tajo al más corpulento de sus adversarios.

II

D e s c r ip c ió n d e l a f o r t a l e z a .

Cual acontece a la mayoría de las fortalezas medievales, la de


Trevejo se halla muy derruida en la actualidad; mas, ello no obs­
tante, afloran en su solar trozos de muralla, paredones y otros restos
suficientes que nos permiten precisar, con muy aproximada exacti­
tud, sus principales elementos constructivos.
Si examinamos el plano que se inserta, se aprecia la existencia
de dos recintos principales: el interior, circundando la vieja plaza
de armas, anexo a la torre del Homenaje o castillo propiamente di­
cho, cuyo acceso facilitaba un curioso puente levadizo; y el más ex­
terior, que rodea casi completamente, y a modo de barbacana, al an­
teriormente señalado, constituyendo ambos la auténtica y primtiva
fortaleza.
De la cerca exterior han desaparecido ya totalmente los muros
que figuran en el gráfico con líneas rectas y perpendiculares, debido
tal vez a que fueron hechas con piedra seca; pero los lienzos que
aparecen marcados con líneas negras y continuas, fabricados con
fuerte y escogida piedra sillar, permanecen todavía en pie, aunque
aportillados y descabezados en toda su longitud. Le sirven de asiento
y cimientos, en la mayor parte de su contorneado trayecto, enormes
bloques de granito, cuya disposición natural fue hábilmente apro­
vechada por el constructor.
En el área de la barbacana solamente se puede localizar el lugar
preciso de la dependencia destinada a Cuerpo de Guardia. Junto
a ella hay un agujero, perfectamente circular, a través del cual se
descubre una excavación en el subsuelo rellena casi totalmente de
cascotes, cuyo examen predispone a admitir la existencia de un aljibe;
pero tal creencia la hemos de acoger con reservas, precisamente por
el lugar de su emplazamiento.
No nos parece descabellado, sin embargo, suponer que se trate de
un embudo destinado a recibir las aguas procedentes, en caso de
lluvia, del foso y plaza de armas para abastecer el indudable aljibe
que debía existir en los subterráneos del castillo.
El recinto interior circundaba, como hemos dicho, la indispensa­
ble plaza de armas, que ofrecía la particularidad de tener adosados,
en los ángulos formados por sus lienzos de naciente y mediodía, al­
gunas dependencias habitables, a juzgar por la estratégica ventana
compartimento <
con asientos de piedra laterales, la alacenita labrada en el muro y das por mano i
otros indicios evidentes que aún se conservan. Y si ello era así, re­ abiertas en pis<
sultaba pequeño el espacio destinado a ejercicios en la plaza de conducto para sí
armas; lo que viene a confirmar la creencia general de que la guar­ Es igualment
nición del castillo de Trevejo fue siempre muy reducida. las paredes impe
Dominando todo el conjunto se alzaba airosa y pujante su única los torrejones, p
torre, de contorno pentagonal, de la que restan hoy solamente tres ra—, aparecen
de sus muros y algunos lienzos de los otros dos, amenazando desplo­ de pulida traza
marse. jeta dichos sillai
Constaba de dos cuerpos, más un andén o terraza que la coronaba En el prime
con protectoras almenas de sillería, cuyas piedras estaban acopladas un gran socavói
en escalón, resultando, por tanto, muy fuertes e interesantes. formando intrin
La fábrica de esta torre, llamada del Homenaje, como la de los tillo, y a donde
paredones fundamentales del fuerte, es toda a base de piedras de está ya soterrada
granito, auténtica sillería escrupulosamente labrada, cuya consisten­ Én la actual»
cia revalorizaba extraordinariamente las defensas. tos bajo los eim
Divide el interior de la torre del Homenaje un fuerte muro me­ chiquillos — éste
dianero que todavía cumple su misión; y debido a su existencia y por los agujeros
a los otros tres que se apoyan y arrancan de él en posición trans­ que decide pasa
versal, puede determinarse la disposición de las cuatro cámaras o de­ que la fortaleza
partamentos en que está dividido el primer cuerpo o parte baja de auténtico valor r
la torre; habitaciones situadas al mismo nivel que el solar de la plaza Se inició la i
de armas y que debían corresponder a idéntica o parecida división en del siglo xvm, \
el cuerpo superior, si bien este extremo no puede confirmarse, por­ nuestra guerra c
que ha desaparecido la tabiquería y la techumbre que separaba las nista (1), cemtrib
dos plantas y la que sostenía el andén o terraza. Una y otra des­ cia el hecho ciei
cansaban sobre resistente artesonado, según parecen indicar los apo­ guarnición (2),
yos y agujeros de las vigas abiertos en los muros respectivos y a la al­ admitir que fue
tura conveniente. ceses. Completó;
Entre el citado muro medianero y la fachada que mira hacia el las magníficas p
septentrión, la existencia de dos tabiques, que aún se sostienen casi Cuando, el ¡
íntegros, dividían el espacio en tres estancias correspondientes a algunos guerrilk
cada uno de los pisos o plantas aludidos, y recibían luz por sus ven­ Merino, que la
tanas o troneras. casi completa L
En las amplias paredes aún se abren, aunque resquebrajadas y cia. Construida
faltas de algunos de sus elementos, varias ventanas de formas dis­ un sótano above
tintas y tamaños diversos; algunas troneras de gran diámetro exte­ bién, interceptae
rior para que fuera mayor su radio de acción; y en la cara interior rrojo y llena d
se ven, asimismo, restos de escalera de piedra adosada, alacenas, pasadizo por la
asientos de pequeñas y auxiliares habitaciones, y una a modo de cisaba un cuart<
hornacina, a veinte centímetros del suelo, excavada en fuerte muro
transversal de granito, que es en realidad una letrina, cuyo tubo (1) Pío B.vroj
cerámico de desagüe no está obstruido y parece acoplado en fecha acción , págs. 259 \
reciente. (2) Colección
Pero bien seguro que lo que más llama la atención del visitante en Aparici. Siglo xvm
(3) B aroja: 11
la parte interior del paredón que mira al naciente y en el tercer

564
abrada en el muro y compartimento es la existencia de dos campanas de piedra, labra­
Y si ello era así, re­ das por mano maestra, correspondientes a otras tantas chimeneas,
acios en la plaza de abiertas en pisos diferentes, pero superpuestas y con un tubo o
•neral de que la guar- conducto para salida de humos, que es común a ambas.
educida. Es igualmente digno de notar que la tabiquería interior y todas
isa y pujante su única las paredes importantes de esta fortaleza —que pertenece al grupo de
in boy solamente tres los torrejones, por ser la torre el elemento principal de su estructu­
s, amenazando desplo- ra—, aparecen revestidas por sus dos caras con piedra de sillería
de pulida traza; pero en los muros exteriores, de gran grosor, su­
?rraza que la coronaba jeta dichos sillares el consabido y fuerte mortero de cal y canto.
Iras estaban acopladas En el primer recinto, parte izquierda de la planta baja, hay
interesantes. un gran socavón por haberse hundido el techo en las galerías que,
»enaje, como la de los formando intrincado laberinto, discurren por el subsuelo del cas­
a base de piedras de tillo, y a donde se descendía por escalera de piedra en caracol que
está ya soterrada.
brada, cuya consisten-
as. En la actualidad aparecen cegados estos primitivos recintos abier­
je un fuerte muro me- tos bajo los cimientos de la torre, y únicamente las alimañas y los
bido a su existencia y chiquillos —éstos con peligro de sus vidas—, se atreven a penetrar
; él en posición trans- por los agujeros y hendiduras que amenazan aprisionar al atrevido
s cuatro cámaras o de- que decide pasar a su través. Tales subterráneos son indicio cierto de
•uerpo o parte baja de que la fortaleza fue, en un principio, castro o puesto fortificado de
jue el solar de la plaza auténtico valor real como reducto defensivo y seguro.
i o parecida división en Se inició la ruina en la gran mole del fuerte de Trevejo a finales
uede confirmarse, por- del siglo xvm, y fueron precisamente los acontecimientos bélicos de
mbre que separaba las nuestra guerra de la Independencia los que, según determinado cro­
rraza. Una y otra des- nista (1), contribuyeron a su ruina y abandono. Confirma esta referen­
arecen indicar los apo- cia el hecho cierto de que, en 1728, el castillo de Trevejo aún tenía
os respectivos y a la al­ guarnición (2), y, por lo mismo, y dado su estado actual, cabe
admitir que fue volado y derruido intencionadamente por los fran­
ceses. Completóse su ruina años más tarde al arrancar ae sus muros
iada que mira hacia el
las magníficas piedras labradas que le daban belleza y solidez.
e aún se sostienen casi
Cuando, el año 23 del pasado siglo, se refugiaron en Trevejo
ias correspondientes a
algunos guerrilleros del Empecinado, huyendo de las milicias del cura
■eibían luz por sus ven-
Merino, que los había derrotado en Moraleja (3), todavía estaba
casi completa la escalera de caracol a que hemos hecho referen­
tnque resquebrajadas y
cia. Construida con tramos de piedra, se descendía por ella hacia
entanas de formas dis­
un sótano abovedado y desde él partía un pasillo, subterráneo tam­
de gran diámetro exte-
bién, interceptado al poco trecho por fuerte poterna provista de ce­
n; y en la cara interior
rrojo y llena de clavos; rebasado este obstáculo, avanzaba dicho
?dra adosada, alacenas,
pasadizo por la entraña del cerro durante un largo trayecto que pre­
aes, y una a modo de
cisaba un cuarto de hora para ser recorrido, y pasando por debajo
¡cavada en fuerte muro
una letrina, cuyo tubo
(1) Pío B a r o j a : Los recursos de la astucia. Memorias de un hombre de
rece acoplado en fecha acción, págs. 259 y siguientes (Madrid, 1920).
(2) Colección de documentos del archivo de Simancas, por el general
atención del visitante en Aparici. Siglo xvm, t. núm. 55, fol. 188. Guerra moderna, leg. 2995, año 174.9.
naciente y en el tercer (3 ) B a r o ja : Ibid.

565
de las casas de la villa, seguía hasta terminar en una abertura, que,
cual boca de infernal caverna, aún enseña sus oscuras y tenebrosas
fauces entre peñascos de muy regular tamaño.
Actualmente, y partiendo del exterior, sólo unos pocos metros
se pueden recorrer del lóbrego antro, por los inconvenientes del
hálito frío, humedad y tierras movedizas que impiden el paso y lo
obstruyen casi del todo en algunos puntos de su trayecto.
Los naturales de la región dan a esta subterránea galería el nom­
bre de Lapa de la sierpe; y la llaman así porque, según la tradición,
cierto caballero cautivo en los sótanos del castillo de Trevejo con­
siguió la libertad siguiendo la dirección de una culebra que se deslizó
a través de aquel desconocido y oscuro pasadizo de escape, cuya
existencia impedía el aislamiento de la parte más cardinal de la for­
taleza.
Es lamentable que la torre del Homenaje aparezca desmochada
y no pueda justipreciarse su completa arquitectura y las magníficas
defensas que la coronaban. Confirma este extremo la existencia, en
su ángulo sureste, de un torneado basamento pétreo que sostenía el
garitón para el centinela; el artístico matacán que contribuía con el
puente levadizo a la defensa de la puerta principal del fuerte, y
las demás garitas y matacanes que han desaparecido ya de las
otras esquinas o ángulos de la bella torre, cuyo hecho resulta indu­
dable porque en el lado del suroeste aún asoman elementos voladizos
donde se sustentaban tales ingenios. Siendo, además, digna de admi­
rar la habilidad del artista que labró aquellas piedras.
Las defensas naturales del castillo de Trevejo son francamente
un privilegio. Descuella dominador sobre elevada e ineccesible pro­
minencia, desaparramándose las casas de la villa por la parte del sep­
tentrión, a pocos metros del escarpado montículo que lo sustenta.
Y es, repetimos, tan acertada y segura su posición, dada la áspera
y acentuada pendiente que lo circunda, que su escasa guarnición
podía resistir las acometidas de un regular ejército.

III

E n c o m ie n d a .

La extensa y accidentada comarca que se extiende por el lado


sur, a todo lo largo de las últimas estribaciones de la Carpeto-
vetónica hasta alcanzar la frontera de Portugal, es conocida desde
muy antiguo, según ya se dijo, con el nombre de Sierra de Gata;
y a excepción de Acebo, Hoyos y Perales, las demás aldeas, lugares,
villas y fortalezas enclavadas en la misma pertenecieron, a partir
de la Reconquista, y alguna de estas tres encomiendas: Eljas, Santi­
báñez o Trevejo. Tn

566
1a abertura, que,
ras y tenebrosas

os pocos metros
convenientes del
len el paso y lo
cto.
i galería el nom-
•gún la tradición,
de Trevejo con­
tra que se deslizó
de escape, cuya
irdinal de la for-

?zca desmochada
v las magníficas
la existencia, en
o que sostenía el
contribuía con el
pal del fuerte, y
ecido ya de las
cho resulta indu-
?mentos voladizos
s. digna de admi-

son francamente
e ineccesible pro-
r la parte del sep-
que lo sustenta,
i. dada la áspera
escasa guarnición

iende por el lado


s de la Carpeto-
*s conocida desde
e Sierra de Gata;
ás aldeas, lugares,
necieron, a partir
ndas: Eljas, Santi-
T revejo.— Muro sobre rocas del recinto interior
Eljas y Santibáñez fueron sede o cabeza de dos florecientes en­ y por todos si
comiendas del instituto caballeresco de más raigambre extremeña: (hay media lir
la Orden militar y de caballería de Alcántara; pero la de Trevejo diszernir pudú
era rica posesión de la Orden de San Juan de Jerusalén, a pesar de de toda voz o
que sus milites habían cooperado muy poco con los cristianos y hazer de aque
freires de las diversas Ordenes existentes en España a finales del redades y ene
siglo x i i , a la liberación de la Transierra leonesa y expulsión de los quanto y no i
sarracenos. cosas contra v
Pero de todas maneras resulta indudable que en las respectivas ni enajenar. Y
incursiones que realizaron los reyes de León por las márgenes del padres, y de cc
Alagón y del Tajo estuvieron presentes caballeros de San Juan; y no servicio que a
es menos cierto también que fueron los veteranos templarios los recer.
más decididos y eficientes en aquellas rizzas y golpes llevados a cabo »Por tanto,
por sorpresa en tierra de moros, que tanto se prodigaron por los mi espontáneo
partidarios de uno y otro bando. dinación reaL
A raíz de tales expediciones y tanteos, los monarcas concedían los cuales viv<
privilegios y mercedes de toda índole a cuantos habían contribuido por temeraria
al éxito de la empresa. Da fe de este hecho la copia de un docu­ con el quatro
mento, además de otros, que se guarda en la biblioteca del santuario- que esto sea s
basílica de Guadalupe (4), cuyo contenido nos ha permitido conocer crito mandé f¡
cuándo y por qué razón el rey Fernando II de León hizo entrega las firmas de
del castillo de Trevejo a don Pedro Arias, prior en España de la trece dias del i
Orden del Hospital de San Juan de Jerusalén. reinando el rei
El referido testimonio es una carta de donación, fechada el 13 »Yo el rei,
de marzo de 1184, y mandada expedir por el monarca leonés en su Alonso, este se
real, durante el cerco a que tenía sometida la villa de Cáceres firma Pedro, a
en la indicada fecha. Su contenido es del siguiente tenor: firma rodrigo,
«En nombre de Nuestro Señor Jesuxpto. amen. Al principe cathó- Astorga.—Lo c
lico le conviene amar y honrar a los Lugares Santos y a las personas lis, obpo. de S¡
religiosas y segunt los méritos dellas las debe de favorecer en su naldo, obpo. <
derecho y enriquecerlas con tan amplios dones como ampliarlas con lo confirma.—I
largos beneficios. Por tanto, yo don Fernando rei, juntamente con Rodrigo.—Amí
mi hijo el rei don Alonso, por scripto de donación siempre valedero, no Gobernado)
doi y eonzedo al Señor del Hospital de San Juan y a vos mi amado Toronio, Trasti
don Pedro Arias, por España Prior y a todos buestros suzesores de Alonso Raí
y hermanos de Jerusalén que siempre sirben a los pobres de Jesuxp­ dia linea ilegit
to, el mi castillo de Trevejo, el cual está entre Monsanto y entre rici, confirma.-
Alcántara y Coria, con todas sus derechuras y pertenencias por sus guido, maestro
therminos, combiene a saber, por la cabeza de Xálama y por la ca­ dictus confimu
beza del castañal así como el agua cae en Elxas, corre arriba y cat maiordomu;
vuelve arriba por Valvedillo a la cabeza de Tignallas, y de ahí por dinandi notarb
la sierra a la cabeza de Mombaron y va a garganta vieja y va en- confirmo .»
derecho arriba a la misma cabeza de Xálama arriba nombrada. Doi El contenidi
ponerse en du<
(4) Ms. enviado por don Felipe León Guerra, médico de Gata, a don
Vicente Barrantes, cronista de Extremadura. Otra copia se guarda en ]a sección 1, evidenciar 1:
de encom iendas de la Orden de San Juan (lengua de Castilla), en el A. H. N. Reconquista, q
os florecientes en- y por todos sus therminos grandes e pequeños, nuevos y antiguos
ambre extremeña: (hay media linea ilegible), como los que tocare la voz del Hospital
ero la de Trevejo diszernir pudieredes y halladeres. Libro también a vos este castillo
usalén, a pesar de de toda voz o potestad real y que desde aqueste dia os combenga
n los cristianos y hazer de aquel castillo buestro querer, ansi como de las otras he­
>aña a finales del redades y encartaciones que mejor teneis y más libremente ponéis
v expulsión de los quanto y no menos esta donación a los que ninguno en todas las
cosas contra vos os la pueden impedir ni de ai ninguna cosa quitar
en las respectivas ni enajenar. Y estas cosas vos doí por remedio de mi alma y demís
las márgenes del padres, y de consejo y voluntad de los nobles de mi Corte por el buen
de San Juan; y no servicio que al Señor hazeis continuamente, cuya parte deseo me­
ios templarios los recer.
>es llevados a cabo »Por tanto, si alguno ansi de nuestro linage como del axeno éste
>rodigaron por los mi espontáneo hecho tentare quebrantar, incurra la ira de Dios y la
dinación real, y judas entregador del Señor y con satán abirón, a
onarcas concedían los cuales vivos los sorbió la tierra, sea dañado en el infierno y
labían contribuido por temeraria osadía todo lo que tomare o acometiere lo buelba
x>pia de un docu- con el quatro tanto nobis rreggie... inpenam persolbat (?); y por­
>teca del santuario- que esto sea siempre tenido por firme y concursum, el presente es­
permitido conocer crito mandé fazer fortalezido ami como mi fuerza real como con
León hizo entrega las firmas de mis nobles. Hecha la carta en el zerco de Cáceres,
en España de la trece dias del mes de marzo, era mili y doscientos y veinte y dos años,
reinando el rei don Hernando de león, galicia, asturias y extremadura.
ión, fechada el 13 »Yo el rei, don Hernando, juntamente con mi hijo el rei don
narca leonés en su Alonso, este scripto que mando fazer con mi propia fuerza. Lo con­
villa de Cáceres firma Pedro, arzobispo de la santa iglesia de Compostela.—Lo con­
tenor: firma rodrigo, obispo de obiedo.—Lo confirma hernando, obpo. de
Al principe cathó- Astorga.—Lo confirma Berreli, obpo. de Zamora.—Lo confirma Vita-
os v a las personas lis, obpo. de Salamanca.—Rodrigo, obpo. de lugo lo confirma.—Rei­
le favorecer en su naldo, obpo. de Mondoñedo lo confirma.—Alonso, obpo. auxiliar,
>mo ampliarlas con lo confirma.—Celbrando, obpo. de Tuy.—Pedro, obpo. de Ciudad
si, juntamente con Rodrigo.—Arnaldo, obpo. de Coria.—yo hernando roderico castella­
i siempre valedero, no Gobernador en Asturias.—El conde Guzmán Gonzales, señor de
v a vos mi amado Toronio, Trastamara, Monterroso y Montenegro, confirma.—El con­
buestros suzesores de Alonso Ram. et in bergido, confirma.—rodrigo hernandez (me­
pobres de Jesuxp- dia linea ilegible).—gutierre roderico, confirma.—peligio subrodode-
Mon santo y entre rici, confirma.—magister fernandus, de la cabellría de Santiago.—
?rtenencias por sus guido, maestro de los caballeros del Templo, petens placet significant
álama y por la ca­ dictus confirmat immo placet submaiordomo rregis confirmat. vo-
cas, corre arriba y cat maiordomus rregis et ego bernardus magister dictus Dñi rregis fer-
alias, y de ahí por dinandi notarius de manus Dñi Sambele rregis cancelleri scripsis
inta vieja y va en- confirmo .»
iba nombrada. Doi El contenido del anterior documento, cuya autenticidad no puede
ponerse en duda, aclara y confirma dos extremos interesantísimos:
dico de Gata, a don
■ guarda en la sección
1, evidenciar la existencia de un castillo, en Trevejo, anterior a la
stilla), en el A. H. N. Reconquista, que debió ser edificado por los sarracenos, y 2, de-
terminar la fecha exacta en que pasó a pertenecer dicha fortaleza a
la Orden de San Juan de Jerusalén, cuyos milites lo han poseído
casi sin interrupción hasta finales del siglo xvm.
Contradice, en parte, cuanto hemos consignado en este último
párrafo la existencia de otra carta de donación, que lleva fecha de
6 de marzo de 1186, otorgada, asimismo, por Fernando II de León,
y en la que hace constar que dicho rey, acompañado de su hijo,
dio a la Orden de Santiago y su maestre, Fernando Díaz, el castillo
de Trevejo (5).
Es nuestro parecer, no obstante, que no llegó a ser realidad
esta decisión real, por razones que desconocemos; y en caso de que
así no fuera, debió estar Trevejo poco tiempo en poder de los caba­
lleros santiaguistas y pasar nuevamente, en plazo breve, a ser
propiedad de los de San Juan, pues no han podido ser halladas prue­
bas ni vestigio alguno justificativo de que la dicha fortaleza per­
teneciera durante muchos años a los Siniores de Cáceres , Fratres de
Cáceres o Caballeros de la Espada, nombres que recibía indistinta­
mente la que se llamó después Orden militar y de caballería del
Señor Santiago.
Visto que el rey de León delimitaba las tierras correspondientes
a la jurisdicción de Trevejo en la referida carta de donación, y que
en ella se autorizaba también al prior del Hospital en España para
incorporar sus otras tenencias y encartaciones, hemos de admitir
se procedió en fecha no excesivamente lejana a la formación de
una regular y saneada encomienda integrada por las villas de Tre­
vejo, San Martín de Trevejo, Villamiel y Villasrrubias, con sus res­
pectivos términos; si bien esta última citada se desmembró del pri­
mitivo tronco a finales del siglo xvi, por así convenir a los intereses
y jerarcas de la Orden, o por haberlo dispuesto la Corona (6).
Los caballeros cruzados que han detentado la encomienda de
Trevejo, y de los cuales tenemos noticias ciertas, son los siguientes:
En 1453. Frey Rui Gonzalo de Sotomayor.
En 1465. Frey Diego Bernal.
En 1531. Frey Luis Turienzo.
(5) «Ego rex don Fernand, una cu filio meo rege dono Adefonso... dono
y eonzedo dilecto mo magistro don femando didaz... m ilitiae... iacobi illud nnn.
castelli treveliu. Facta carta sub era M aC C aX X aI I I I a et quotum pridie nomas
Marti». Perg. orig. 297402. Latin. Minúscula diplomática muy caligráfica.
Sig. rodado. León en rueda. Gran crismón. Vid Catálogo d e la Exposición,
según J. G onzález en su Regesta.
(6) A. H. N.: Orden de San Juan, leg. 54, encom iendas. Además, en 1453,
el maestre de la Orden de Alcántara, don Gutierre de Sotomayor, dispone en su
testamento lo siguiente: «E mandamos que se de a fri Vasco de Balladares el
lugar de Villas Rubias de la encom ienda de Trevejo, con todas sus rentas para
que viva por todos los días de su vida».
Cuando se extendió dicho documento era comendador de Trevejo Rui Gon­
zalo de Sotomayor, hijo del referido maestre, y es el primer comendador de
Trevejo de que se tiene conocimiento. Trezt

570
icha fortaleza a
lo han poseído

en este último
lleva fecha de
do II de León,
ido de su hijo,
Díaz, el castillo

a ser realidad
en caso de que
ler de los caba-
> breve, a ser
r halladas prue-
i fortaleza per-
eres, Fratres de
cibía indistinta-
* caballería del

■orrespondientes
lonación, y que
en España para
nos de admitir
i formación de
s villas de Tre-
as, con sus res-
nembró del pri-
r a los intereses
roña (6).
encomienda de
i los siguientes:

Adefonso... dono
.. iacobi illud mm.
>tum pridie nomas
. muy caligráfica.
d e la Exposición,

Además, en 1453,
ivor, dispone en su
o de Balladares el
las sus rentas para

Trevejo Rui Gon-


er comendador de
Trevejo .— Ruinas de la torre poligonal del Homenaje
En 1538. Frey Diego Enríquez de Guzmán.
En 1570. Frey Miguel de Trejo. en las diversas
En 1599. Frey Lorenzo de Godoy. villa de Cáceres
En 1631. Frey Luis de Córdoba. I^a prueba e
En 1651. Frey Diego de Villaviceneio y Zuazo. tillo de Trevejo
En 1661. Frey Diego Bejarano y Orellana. carta de donad
En 1705. Frey Luis de Toledo o Aledo. que hemos trans
En 1733. Frey Juan de Villalobos y Tapia. A partir de e
En 1738. Frey Agustín de Arce y Arrieta. sin que haya coi
En 1754. Frey Pedro Matías de Tovalina. dolé, relacionad
En 1768. Frey Fernando de Melgarejo y Puzmarín. vejo, debido ac
En 1789. Frey Esteban Riaño. debió aprovecha
Figuran como administradores de la dicha encomienda en 1825, milite de San Ji
Vicente Xerez Galván, vecino de San Martín de Trevejo, y Miguel levantar sobre 1
Simón Sánchez, que lo era de Villamiel. moros la esbelta
barbacana, habí
dencia témpora
IV varios y sucesivo
Es en 1455. e
N o t ic ia s h is t ó r ic a s .
cuando figura c
ya cabeza de e\
En nuestro decidido propósito de desechar de plano todo lo rela­ bicioso e intriga
tivo al castillo de Trevejo que no se fundamente en documentos más destacados
o testimonios incontrovertibles admitidos por la crítica, será más acontecieron en
breve de lo que quiriéramos la exposición de hechos auténticamente dios por cierto <
históricos que tuvieron por escenario dicha fortaleza o se relaciona­ completo conocí
ron directamente con ella; porque, además, disminuyó extraordinaria­ clavero de Alcán
mente su importancia una vez arrojados los muslines más allá de y esforzado bafc
las riberas del Tajo. Y como era de esperar, a partir de entonces no chales del Mae:-
se repitieron ya incursiones de efectos irreparables como la surgida
a raíz del desastre de Alarcos o la inesperada y victoriosa expedición
de Abu Jacob el año de 1172, cuando se apoderó de Cáceres y de
varias villas y lugares de Sierra de Gata, llegando sus milicias hasta Desde el inc
los arrabales de Ciudad Rodrigo, donde, como ya se hizo constar, de jugar cañas
fueron frenadas y deshechas por las tropas de Fernando II, monarca acudido para f«
leonés, batallado]' y decidido (7). ceres y Solís. me
El referido rey arrebató a la morisma el fuerte de Trevejo, Francisco de H
por primera vez, en 1166, al lanzarse con sus ejércitos desde Pedro- por una gineta
sín, dispuesto a liberar las plazas de Coria y Alcántara. Y si bien es ces, repetimos, s
verdad que pocos años después volvió a caer en poder de los sarra­ y don Alonso. 1
cenos toda la comarca de la Transierra, no es menos cierto que la re­ dejaban de reía
cuperó seguidamente dicho monarca cuando, al frente de gran contin­ forzaba por pisí
gente de fuerzas, integradas especialmente por caballeros cruzados aumentar el nir
futuras complic
coincidieron en
(7) Véase Regesta, de J. G onzález , y nuestra obra Coria. Reconquista d e la
Alta Extremadura (Cáceres, 1953).
(8) A . M ald o í
en las diversas Ordenes militares, puso cerco a la bien fortificada
villa de Cáceres en el año 1184.
La prueba evidente de que en la señalada fecha estaba el cas­
tillo de Trevejo en manos de los cristianos, la encontramos en la
carta de donación dirigida a don Pedro Arias, prior del Hospital,
que hemos transcrito en páginas precedentes.
A partir de entonces, transcurrió un período de más de dos siglos
sin que haya constancia de episodios bélicos, o de cualquier otra ín­
dole, relacionados directa e indirectamente con el fuerte de Tre­
vejo, debido acaso a su poca importancia y utilidad; período que
xin.
debió aprovechar el ya mencionado comendador frey Diego Bernal,
milite de San Juan, para, a finales del siglo xv o principios del xvi,
omienda en 1825,
levantar sobre los cimientos del primitivo recinto que ocuparon los
Trevejo, y Miguel
moros la esbelta torre del Homenaje y su recia y bien acondicionada
barbacana, habilitando el recinto interior de la primera para resi­
dencia temporal del comendador de turno y permanente de sus
varios y sucesivos alcaides.
Es en 1455, en los tiempos calamitosos del reinado de Enrique IV,
cuando figura como tenente de la fortaleza de Trevejo, a la sazón
ya cabeza de encomienda, el referido Diego Bernal, caballero am­
bicioso e intrigante, cuyas veleidades motivaron la sucesión de los
plano todo lo rela­ más destacados episodios castrenses merecedores de tal título, que
te en documentos acontecieron en el mentado castillo al correr de las centurias; episo­
crítica, será más
dios por cierto de grato recuerdo, porque han contribuido a un más
ios auténticamente
completo conocimiento del protagonista, el infatigable y aguerrido
?za o se relaciona-
clavero de Alcántara, don Alonso de Monroy, extremeño de pro, astuto
uvó extraordinaria-
y esforzado batallador de su tiempo, auténtico paladín de los can­
slines más allá de
chales del Maestrazgo, como lo llaman las crónicas (8).
tir de entonces no
?s como la surgida
ctoriosa expedición
3 de Cáceres y de
Desde el incidente ocurrido en la villa de Cáceres, con ocasión
►sus milicias hasta
de jugar cañas en la plaza pública algunos caballeros que habían
•a se hizo constar, acudido para festejar la boda de una hermana de don Gómez de Cá­
-nando II, monarca
ceres y Solís, mestre de la Orden de Alcántara, con el noble trujillano
Francisco de Hinojosa, y en cuyas fiestas fue malherido el novio
Fuerte de Trevejo,
por una gineta que le arrojó en buena lid el clavero; desde enton­
rcitos desde Pedro-
ces, repetimos, se agudizó la tirantez y desconfianza entre don Gómez
intara. Y si bien es
y don Alonso. Y tan era así, que, aunque uno y otro personaje no
poder de los sarra-
dejaban de relacionarse, se miraban de soslayo y cada uno se es­
os cierto que la re­
forzaba por pisar en todo momento tierra firme, procurando ambos
nte de gran contin-
aumentar el número de sus partidarios en previsión de posibles y
:abal!eros cruzados
futuras complicaciones. No debe extrañar, por tanto, que cuando
coincidieron en Trujillo para saludar al rey, como éste diera a Gu-
?ria. Reconquista d e la
(8) A. M aldonado: H ech os..., pág. 67.
tierre de Solís, hermano del maestre, el señorío de Coria con título
de conde, aunque formulariamente sellaron las paces en presencia
de don Enrique, el clavero se sintió muy enojado al ver el auge y
poderío que iban alcanzando sus enemigos, motivando estos hechos
que desde aquel momento se acrecentara la rivalidad latente entre
los dos personajes más representaivos de la Orden de Alcántara (9).
Estando así las cosas, y viéndose abandonado, años más tarde, el
desdichado rey de Castilla por buena parte de los nobles a quienes
tanto había favorecido con mercedes de todas clases, acudió al irre­
ductible clavero interesando su grande y positiva ayuda y autori­
zándole para hacer guerras a sus enemigos y ocupar y retener cuantas
fortalezas, villas y lugares pudieran conquistar en tierras de Extrema­
dura. El documento que da fe de esta decisión real dice así (10):
«Clavero amigo: Ya sabéis, como por mis cartas vos he hecho
saber, como don Pedro Girón, Maestre de Calatrava, y don Juan Pa­
checo, Marqués de Villena, su hermano, y don Gómez de Cáceres,
Maestre de su Orden de Alcántara, y el Conde de Plasencia y Duque
de Medina y otros valedores; no mirando a la lealtad y fidelidad que
me debían y eran obligados, por cuantas vias y maneras pueden me
han deservido y desirven; y porque en el número de los que los acu­
den soy certificado ser Frey Diego Bernal, que tiene la fortaleza de
San Martín de Trevejo, que es Encomienda, vos ruego e mando,
que todos los daños e tomas de fortaleza que pudieredes facer de los
sobredichos y a cada uno de ellos los fagades, e trabajedes con toda
eficacia para tomar asi la dicha fortaleza de Trevejo como todas las
otras que pudieredes de todos los sobredichos, y las tengades para
mi servir, como de vos confío. E las rentas de las dichas fortalezas,
que ansi para mi servicio recobrades, vos mando las gastades y dis-
tribuyades en la defensa e guarda de ellas, y en las otras cosas que
vos enviare a mandar. Y vos encargo que me fagades saber luego
que esto ficierades, y las otras cosas que a mi servicio cumplen,
para que en lo que fuere menester yo mande luego proveer. Fecha
en Salamanca a cinco de junio de 1465 años. Por mandado del
rey, Fernando del Pulgar.—Y de letra de el rey por bajo de la
carta escribe: Esto se faga por amor de mi. De mi mano.»
Seguidamente el inquieto clavero se apresuró a dar cumplimiento
al mandato del rey, aunque sus amigos y partidarios procuraron disua­
dirle de tan peligrosa empresa, alegando que lo que pretendía don
Enrique era exterminar a él y a toda su familia; pero el tozudo y va­
liente Monroy se aprestó a iniciar la campaña, a pesar de que el
ambiente no le era favorable y apenas disponía de medios, olvidando
que el maestre era tan poderoso en hombres y dinero que reciente-

(9) Ibid.
(10) Página 375, t. I de la Crónica d e Alcántara.

574
Coria con título
.-es en presencia

de
il ver el auge y

Martín
ido estos hechos
ad latente entre
de Alcántara (9).

en la villa de San
ios más tarde, el
nobles a quienes
s, acudió al irre-
avuda y autori-
v retener cuantas
■rras de Extrema-
ice así (10):

estado
as vos he hecho
t, y don Juan Pa-
>inez de Cáceres,

en perfecto
lasencia y Duque
d v fidelidad que
ñeras pueden me
e los que los acu­

se conserva
se la fortaleza de
ruego e mando,

Trevejo
redes facer de los
ibajedes con toda
jo como todas las

residencial de los comendadores, que


las tengades para
dichas fortalezas,
as gastades y dis-
is otras cosas que
*ades saber luego
servicio cumplen,
jo proveer. Fecha
Por mandado del
v por bajo de la
mano.»
dar cumplimiento
; procuraron disua­
d e pretendía don
?ro el tozudo y va-
Trevejo.— Casona

i pesar de que el
medios, olvidando
ñero que reciente-
mente, retador y jactancioso, había llegado a decir «que aunque el «Otro si: por
mismo rey viniera contra él, no le temería». de mi la vuestra
Reunió finalmente don Alonso cuanta gente de brega acudió a fasedes e mandad
su llamamiento y se puso sobre el castillo de Trevejo, defendido, co­ tal manera que la
mo ya hicimos constar, por el comendador Bernal. Apretó el cerco, a vuestra señoría la
y una noche, sin gran esfuerzo, después que sus hombres consiguie­ niente frey Diego
ron arrimar las escalas a los muros, se apoderaron del estratégico das las rentas ae 1
baluarte. la presente seguro
Dejólo bien guarnecido con elementos de su confianza, y animoso nombre las dichas
y dispuesto a continuar la lucha contra el maestre, se dirigió a su en ellas a vuestra
casa de Belvís, decidido a prepararlo todo para seguir la campaña chos, de noche o <
contra Solís y sus partidarios. tuviere: e que faré
vuestra señoría me
sonas del mundo, >
las cartas e mancL
Otra de las operaciones bélicas de más resonancia y significa­ mente segunt que
ción en la vida del clavero don Alonso fue el asalto a la ciudad me lo mandan, sin
de Coria y resistencia que ofreció entre sus muros a las armas del entendido nin deeb
maestre y demás caballeros que le ayudaron en la empresa; pero e asimesmo que vo
como su narración no es propia de este lugar, nos limitaremos a hacer talezas tuviere, noi
constar que el episodio terminó con un acuerdo ventajoso para el de nin ocupar maravei
Monroy, quien debía dejar la plaza de Coria al hermano de don rentas de las dicha
Gómez y recibir en compensación, además de la fortaleza de Trevejo, las dejaré para que
los castillos de Mayorga y Piedrabuena (11). »Otro si: que y
Apenas los comisionados de ambos bandos firmaron las oportunas presos que en guei
y ajustadas capitulaciones, se dirigió el clavero a su refugio de Tre­ como en el zerco de
vejo y desde allí abasteció con hombres y vituallas las dos fortale­ Del contenido d
zas que le entragara el maestre. He aquí la cláusula relativa a la cerse fuerte entre le
donación de Trevejo, que figura en las dichas capitulaciones, hecha tre de la Orden, d
al insigne don Alonso: castillo de Trevejo,
«Otro si: por cuanto vos tenedes la fortaleza de Trevejo, la cual fiel a la política y
está cercada por nuestro mando e están sobre ella nuestras gentes, y que dicho cerco s<
que para que vos tengades libremente sin impedimento alguno hasta que se firmar
la dicha fortaleza, que nos mandaremos alzar el dicho cerco, de ma­ de 1467.
nera que quededes libremente en la dicha fortaleza; e que si el te­
niente frey Diego Bernal o otro cualquiera persona vos la quiere
tomar o embargar o empachar de fecho, que nos vos la ayudaremos a
defender por nuestra persona e con todas nuestras gentes, de tal Debe atribuirse
manera que pacificamente la tengáis en toda vuestra vida.» dos la creencia gen
En el pleito homenaje que hizo pocos días después el clavero castillo y encomienc
don Alonso de Monroy al maestre don Gómez de Solís, de tener a de Alcántara, dado i
su disposición el castillo de Trevejo y la fortaleza de Piedrabuena con dicha congregación
su encomienda, hay dos cláusulas relativas a Trevejo, cuyo conte­ fuerte, detentó el si
nido es del siguiente tenor: pero quienes así oj

(11) Vid. la ref. obr. de A. Maldonado. (1 2 ) Colección dipl

576
37
«que aunque el «Otro si: por cuanto vos, el dicho Maestre, mi Señor, fiaes
de mi la vuestra fortaleza e castillo de Piedrabuena, e asimesmo
brega acudió a fasedes e mandades alzar el zerco de la fortaleza de Trevejo, de
i. defendido, co- tal manera que las yo tenga en tenencia, dejando libres e exentas
\pretó el cerco, a vuestra señoría las rentas de la encomienda de Piedrabuena e al te­
nbres consiguie- niente frey Diego Bernal, que agora es Comendador de Trevejo, to­
del estratégico das las rentas de la dicha encomienda libres e desembargadas; por
la presente seguro e prometo a vuestra señoría de tenerla en vuestro
ianza, y animoso nombre las dichas fortalezas de Trevejo e Piedrabuena, e de acoger
se dirigió a su en ellas a vuestra señoría airado o pagado, con pocos o con mu­
TUir la campaña chos, de noche o de dia como vuestra señoría quisiere o por bien
tuviere: e que faré desde las dichas fortalezas guerra o paz a quien
vuestra señoría me mandare o enviare mandar contra todas las per­
sonas del mundo, en la manera o forma que dicho es: e cumpliré
las cartas e mandamientos de vuestra merced entera e cumplida­
ocia y significa- mente segunt que en ellas se contuviere, segunt que Dios e orden
dto a la ciudad me lo mandan, sin dar a ello nin a cosa alguna nin parte dello otro
a las armas del entendido nin declaración que en contrario de esto sea o ser pueda:
a empresa; pero e asimesmo que yo nin mis alcaides e hombres que en las dichas for­
litaremos a hacer talezas tuviere, non tomaremos nin ocuparemos nin mandaré tomar
tajoso para el de nin ocupar maravedís algunos, nin pan vino nin otras cosas de las
hermano de don rentas de las dichas encomiendas de Piedrabuena e Trevejo, e que
aleza de Trevejo, las dejaré para que libremente las puedan coger.
»Otro si: que yo el dicho Clavero soltaré e mandaré soltar los
ron las oportunas presos que en guerra fueron presos, asi en la red de esta ciudad,
i refugio de Tre- como en el zerco de Trevejo» (12).
s las dos fortale­ Del contenido de estas cláusulas transcritas se colige que al ha­
c ía relativa a la cerse fuerte entre los muros de Coria el clavero don Alonso, el maes­
itulaeiones, hecha tre de la Orden, don Gómez de Solís, sometió a estrecho cerco al
castillo de Trevejo, que debió ser defendido por alcaide o caballero
? Trevejo, la cual fiel a la política y conducta del batallador e inquieto don Alonso,
i nuestras gentes, y que dicho cerco se mantuvo con resultado negativo para el maestre
>edimento alguno hasta que se firmaron las capitulaciones en Coria, el día 2 de enero
:ho cerco, de ma- de 1467.
a; e que si el te­
ma vos la quiere
s la ayudaremos a
■as gentes, de tal Debe atribuirse a los acontecimientos que dejamos consigna­
i vida.» dos la creencia general y la opinión de algunos autores de que el
lespués el clavero castillo y encomienda de Trevejo fueron propiedad de los caballeros
Solís, de tener a de Alcántara, dado que el más esclarecido y prestigioso miembro de
e Piedrabuena con dicha congregación religioso-militar ocupó por algún tiempo el
•vejo, cuyo conte- fuerte, detentó el señorío y usufructo sus rentas y demás gabelas;
pero quienes así opinan no están en lo cierto nada más que en

(12) Colección diplomática: Memorias d e Enrique IV.


parte, pues la codiciada prebenda trevejana sólo fue alcantarina
durante un corto período de años, en el reinado calamitoso de En­
rique IV, merced a la anarquía y caos imperante, que permitió toda
clase de atropellos; y no fue el menor despojar de sus pertenencias
a los milites de San Juan, de manera injusta y arbitraria, por el sólo
capricho de un monarca inútil y acobardado que pretendió halagar al
clavero de la Orden de Alcántara, caballero el más valiente y esfor­
zado de aquel tiempo, a fin de que contribuyera a afianzar sobre
sus sienes la tan discutida e insegura corona de Castilla.
* * «

Pocos años después, en 1474 exactamente, un caballero mirobri-


gense llamado Fernán Centeno, el Travieso (13), señor del castillo de
Rapapelo -—cuyo fuerte se alzaba sobre los empinados canchos que
coronan la gran arista montañosa que desde las estribaciones de
Jálama avanzan hacia Eljas y Portugal—, oteaba desde su atalaya,
desde su inexpugnable nido de águilas, los movimientos, discordias y
luchas intestinas de los jerifaltes alcantarinos, y al ser apresado y
reducido a prisión, en Magacela, el clavero don Alonso por su futuro
hijo político Francisco de Solís, llamado el Electo, el codicioso Cen­
teno saltó de su reducto, cayó sobre Trevejo y se alzó con la for­
taleza, vivaqueando desde ella y dando jaque, con sus correrías y
depredaciones, a los alcaides y potentados de la comarca.
Dueño y señor el Travieso del más seguro baluarte de Sierra de
Gata, mejoró sus defensas, se parapetó allí y esperó confiado el des­
enlace de los acontecimientos; acontecimientos, por cierto, que no se
hicieron esperar, pues a las apetencias, continuo batallar y anormal
estado de cosas, dio el golpe de gracia una dama astuta y varonil:
doña Leonor de Pimentel, duquesa de Arévalo y Plasencia, quien
consiguió el maestrazgo de Alcántara para su hijo don Juan de
Zúñiga y puso punto final a las calamidades imperantes.
Poco despues Fernán Centeno, por presión de la Corona y en vir­
tud de cábalas políticas y de diversa índole, hubo de entregar el
fuerte de Trevejo a la Pimentel, no sin obtener por ello, en recom­
pensa, una crecida cantidad de dinero.
# # #

Insistimos en cuanto dejamos consignado en páginas anteriores:


que a pesar de haber sido dueño absoluto del fuerte y encomienda
de Trevejo el clavero de Alcántara, don Alonso de Monroy, y de que
más tarde —después del eficaz golpe de mano del célebre Fernán

('13') Velo y Nieto, G.: «Fernán Centeno, "el Travieso”, señor d el castillo
de R apapelo en Sierra d e Gata», «Rev. de E. Extr.» (Badajoz, 1958).

578
>lo fue alcantarina Centeno—, pasó nuevamente a poder del último maestre alcantarino,
calamitoso de En- don Juan de Zúñiga, es nuestro parecer que la posesión legal co­
que permitió toda rrespondió en todo momento a los milites de San Juan, quienes hu­
de sus pertenencias bieron de aceptar el transitorio estado de cosas, las usurpaciones y
bitraria, por el sólo los atropellos tan frecuentes en aquel tiempo, como mal menor e
pretendió halagar al indiscutible, y que más tarde, tranquilas ya las revueltas aguas y
lás valiente y esfor­ encauzados debidamente los acontecimientos durante el reinado
ra a afianzar sobre de los Reyes Católicos, surgió pujante la referida encomienda, se
Castilla. restañaron las heridas del castillo y los comendadores y alcaides de
turno disfrutaron la codiciada prebenda, hasta que la Corona dispuso
revertiera al erario público el importe obtenido por venta de cuanto
pertenecía a las ya ineficaces y desprestigiadas Ordenes militares
a caballero mirobri- y de caballería (14), que tanto habían contribuido a la propagación
señor del castillo de de la doctrina de Cristo y al engrandecimiento de la Patria.
rinados canchos que
las estribaciones de
>a desde su atalaya, a o o
mientos, discordias y
v al ser apresado y
Alonso por su futuro
Durante las guerras de Secesión de Portugal y de Sucesión a la
to, el codicioso Cen-
Corona de España, debido a las correrías y escaramuzas de los parti­
• se alzó con la for-
darios de uno y otro bando por toda la comarca gateña, el fuente de
con sus correrías y
Trevejo debió ser teatro de operaciones y posición útil para alguno
comarca.
de los partidarios o ejércitos contendientes, especialmente en tiempo
jaluarte de Sierra de
peró confiado el des- de nuestras discordias y acciones bélicas con el reino portugués, dada
su excelente posición estratégica, tan próxima a la frontera que per­
por cierto, que no se
o batallar y anormal mitía divisar desde el andén de su torre del Homenaje las tierras del
vecino país; pero no hemos hallado testimonios ni documento algu­
una astuta y varonil:
o y Plasencia, quien no justificativo de este nuestro parecer. Es más, al preparar nuestro
ya publicado trabajo, que lleva por título Escaramuzas en la frontera
u hijo don Juan de
cacereña, con material abundantísimo y de primera mano, aunque
erantes. nos esforzamos por localizar manuscritos, conseguir noticias u otros
le la Corona y en vir-
hubo de entregar el indicios relativos a la historia de Trevejo durante las últimas centu-
r por ello, en recom-

(14) SuDrimidas diferentes instituciones religiosas y otras fundaciones D ia ­


dosas, y adjudicados sus bienes a la nación, S. M. doña Isabel, y en su nom­
bre doña María Cristiana de Borbón, regente y gobernadora del reino, dispuso
la enajenación de los bienes raíces pertenecientes a las encom iendas y cor­
>n páginas anteriores: poraciones religiosas ya extinguidas, y de los demás adjudicados a la nación o
fuerte y encomienda que lo fueren en adelante, por R. D. de 19 de febrero de 1836, uno de cuyos
de Monroy, y de que párrafos dice así:
10 del célebre Fernán «En nombre de mi excelsa hija la reina Isabel II, he venido en decretar lo si-
puiente: Artículo prim ero.— Quedan declarados en venta desde ahora todos los
bienes raíces de cualquier clase que hubieren pertenecido a las comunidades
ratieso”, señor d el castillo y corporaciones religiosas extinguidas y los demás que hayan sido adjudicados
a la nación por cualquier título o motivos, y también todos los que en adelante
dajoz, 1958). lo fueren desde el acto de la adjudicación.»
rias, fracasamos rotundamente en nuestro intento y no hemos conse­
guido saber más, a este respecto, que en el año 1728 se hallaba repa­
rada y bien acondicionada la torre del Homenaje y demás dependen­
cias de la fortaleza, y que de modo habitual residía en ella el gober­
nador militar y se alojaban en sus cuarteles 60 hombres y 15 ca-
callos (15).

(15) En 1809, durante la guerra de la Independencia, el acantonamiento


del llamado Ejército d e la izquierda, en Sierra de Gata, afectó a casi todas
las villas y lugares de la comarca; pero no así al castillo de Trevejo, que per­
maneció, al parecer, exento de guarnición. Veamos lo que dice Román Gómez
Villafranca en su obra Extremadura en la guerra d e la In depen den cia espa­
ñola, nota 1.a de la pág. 286:

•ACANTONAMIENTO PARA E L E JER C ITO DE IZQUIERDA

»Cuartel General: San Martin de Trevejo.


^Vanguardia: Payo, Peñaparda y Navasfrías.
División: Acebo.
■"2.a División: Villamiel y uno o dos batallones en Eljas.
»3.a División: Perales y Villasbuenas.
»5.a División: Los Hoyos.
»División d e caballería: Villarrubias y Robleda.
»Parque prov. d e artillería: Acebo.
»Parque d e reserva: Los Hoyos.»

580
no hemos conse-
> se hallaba repa-
demás dependen-
en ella el gober-
lombres y 15 ca-

l i lÉll
V J

Trojíllo

E L CASTILLO Y PLAZA FU ERTE DE TRU JILLO

T r u j i l l o b a j o l a d o m i n a c i ó n s a r r a c e n a .— N o t i c i a s b r e v e s .

Si prescindimos de leyendas y tradiciones, carentes de auténtica


base histórica en la mayoría de los casos, nos vemos precisados a re­
conocer que nada se sabe de cierto sobre la historia de Trujillo has­
ó a , el acantonamiento
ta mediados del siglo ix, en cuyo tiempo era grande el desorden y la
la, afectó a casi todas
o de Trevejo, que per- anarquía imperante en la España árabe, sobre todo en la parte nor­
tie dice R o m á n G ó m e z oeste, que comprendía la totalidad de la actual provincia cacereña,
la Independencia espa- ocupada, según ya hemos indicado en páginas precedentes, por los
inquietos y aguerridos berberiscos, que actuaban y se desenvolvían
D E IZ Q U IER D A sin apenas intervención ni control de los gobernadores de Córdoba.
En aquel tiempo eran contadas las medirías que disponían de
guarnición suficiente para imponerse y conseguir que continuaran
sometidas a la jerarquía central cordobesa las comarcas alejadas y
colindantes con los reinos cristianos en la Península; y como conse­
cuencia de tal estado de cosas, los muslines residentes en Extrema­
dura vivaqueaban por todas partes, peleaban entre sí con bastante
frecuencia, sostenían escaramuzas con los mozárabes v muladíes
de raza hispana —no menos inquietos e insubordinados que ellos—,
éstos hacer un i
y atacaban y desobedecían a los representantes del gobierno, llegando
ingenios las pri
en ocasiones a declararse independientes, sin admitir otro caudillaje
gente, con amp
que el de exaltados aventureros de su propia tribu, que organizaban
ue pudieran re
frecuentes rizas y se permitían vivir en el más absoluto de los liberti­
najes; esto es, en constante anarquía y dando rienda suelta a sus na­
3 entes en la pía
to les fuera posi
turales instintos de latrocinio y devastación.
aquella comarca.
Refieren las crónicas que entonces, y precisamente en la comarca
Se dispone t<
de Cáceres y Trujillo, residían los berberiscos de Nafza (1), agrupa­
la dominación '
dos bajo la bandera de los Beni-Faranic, cuyas correrías y depre­ ciudad. Se trata
daciones llegaron a preocupar seriamente a los demás reyezuelos y
tosco e ineorret
jefecillos que estaban al frente de los destinos de Cáceres, Alcántara, árabe, y fue tra<
Coria, Medellín y otras ciudades pertenecientes ya desde entonces
Traducción:
a la Extremadura de nuestro tiempo. Mohamed, hijo
En el año 881, se vieron sorprendidos los partidarios de los Beni- (fue) día de jueve
Faranic por una incursión del rey (2) Alfonso III; si bien es cierto El año 40S di
que no obtuvo eficaces resultados el monarca astur-galaico en aquella tre el 30 de ma\
ocasión. Jesucristo (4).
Debido, posiblemente, a la incontrolada actuación de los levan­
tiscos guerrilleros de referencia, los walies y demás representantes,
en Torgiela, de los emires de Córdoba, decidieron consolidar y am­
pliar las defensas de la fortaleza para disponer de una más fuerte
base en sus futuras y posibles empresas guerreras. Y como prueba de
que ello fue así tenemos las noticias facilitadas por Abu Abdalla L ib e r a c ió n d e T í
Mohamed, el Edrisi, que dice textualmente a este respecto:
«De Medellín a Trujillo, dos jornadas largas. Aunque « mi s
»Esta última villa es grande y parece una fortaleza. Sus muros tianos realizaron
están sólidamente construidos y hay bazares bien provistos. Sus ha­ llanas, lo cierto <
bitantes, tanto jinetes como infantes, hacen continuas incursiones jillo salió de man
en el país de los cristianos. Ordinariamente viven del merodeo y se la corona de Cas
valen de ardides» (3). pués de haberse
Si examinamos detenidamente los restos existentes todavía de la puente de Alcoi
vieja fortaleza trujillana y tenemos en cuenta las precedentes refe­ por el castillo d
rencias de el Edrisi, sacamos inevitablemente la consecuencia de que, genes del Guadi
con posterioridad al momento en que escribió dicho historiador, le dieran a partid
esto es, en las postrimerías del siglo x i i , cuando ya declinaba la tánchez y Alcánt
buena estrella de los mahometanos residentes en Iberia, debieron según escribe el F
La mayoría i
acuerdo con est
(1) Véase Abenayan, págs. 18 y 99, según M a r t ín e z , M . R., en la pág. 74
de su Historia, en la nota 2.a, pág. 66 de la misma, y también en el apéndice II, mismos nada más
páginas 323-324. en que tuvo lus
(2) «El rey Alfonso III hizo en el año 881 una expedición atrevida en la ñalan que la con
que cruzó el Tajo por Alconétar, saqueó y depredó los castillos de la tribu la euforia y ele\
berberisca de Nafza que habitaban la comarca comprendida entre Trujillo, Lo-
grosán y Medellín, pasó el Guadiana y llegó hasta la sierra Mariánica, lleván­
dolo todo a sangre y fuego». Chron. Á lbedense, núm. 46, t. X III de la España (4) M é l i d a : Ca
Sagrada del P. E nrique F ló rez . (5) Ms del P.
(3 ) Descripción d e España, p o r A b u A b d a l l a M o h a m ed , el Edrisi, c a p . III. basílica de Nuestra S

582
ados que ellos—, éstos hacer un esfuerzo y completar con nuevos baluartes y otros
¡obiemo, llegando ingenios las primitivas fortificaciones, consiguiendo un fuerte in­
tir otro caudillaje gente, con amplitud bastante y debidamente acondicionado para
que organizaban que pudieran refugiarse en su recinto la mayor parte de los resi­
uto de los liberti- dentes en la plaza y sus alrededores, a fin de resistir en él cuan­
a suelta a sus na- to les fuera posible, al abrigo y amparo del más seguro reducto de
aquella comarca.
Qte en la comarca Se dispone todavía de un testimonio, entre otros, que evidencia
<afza (1), agrupa- la dominación y permanencia de los hijos del Profeta en dicha
•orrerías y depre- ciudad. Se trata de una lápida existente en el castillo; es de aspecto
>más reyezuelos y tosco e incorrectamente labrada, tiene una inscripción sepulcral,
laceres. Alcántara, árabe, y fue traducida y publicada por Codera en esta forma:
a desde entonces Traducción: «En el nombre de Dios clemente, misericordioso...
Mohamed, hijo de Suleimán, compadézcase (de él) Dios... y esto
larios de los Beni- (fue) día de jueves, año ocho y cuatrocientos.»
; si bien es cierto El año 408 de la Hégira corresponde al tiempo comprendido en­
galaico en aquella tre el 30 de mayo de 1017 y el 20 del mismo mes de 1018, era de
Jesucristo (4).
eión de los levan-
tás representantes,
i consolidar y am-
II
le una más fuerte
Y como prueba de
L ib e r a c ió n d e T r u j i l l o p o r l a s a rm a s c r is t ia n a s .
por Abu Abdalla
?specto:
Aunque con anterioridad al siglo x i i las armas de los reyes cris­
rtaleza. Sus muros tianos realizaron algunas incursiones relámpago por tierras truji-
provistos. Sus ha- llanas, lo cierto es que la primera vez que la plaza fuerte de Tru­
ítinuas incursiones jillo salió de manos de la morisma fue cuando ceñía sobre sus sienes
del merodeo y se la corona de Castilla y León Alfonso VII, el Emperador, quien, des­
pués de haberse apoderado de Coria en 1142, cruzó el Tajo por el
■ntes todavía de la puente de Alconétar —la legendaria puente Mantible coronada
; precedentes refe- por el castillo de Rocafrida— , y avanzó hacia las ubérrimas már­
nsecuencia de que, genes del Guadiana, consiguiendo en tan venturosa expedición «se
dicho historiador, le dieran a partido (al mencionado monarca), Trujillo, Cáceres, Mon-
lo va declinaba la tánchez y Alcántara, con todas las villas y lugares de su contorno»,
n Iberia, debieron según escribe el P. Coria (5).
La mayoría de los historiadores de nuestro tiempo están de
acuerdo con esta afirmación, no existiendo disparidad entre los
, M. R., en la pág, 74 mismos nada más que en lo relativo a precisar el año, la fecha exacta
bien en el apéndice II,
en que tuvo lugar dicho acontecimiento; pues mientras unos se­
edición atrevida en la ñalan que la correría se llevó a cabo seguidamente y aprovechando
5 castillos de la tribu la euforia y elevada moral de las tropas por el relevante triunfo
ida entre Trujillo, Lo-
erra Mariánica, lleván-
, t. X III de la España (4) M élid a : C atálogo..., pág. 249 del t. I.
(5) - Ms del P. Coria, que se conserva en la biblioteca del monasterio-
n-n el Edrisi, cap. III. basílica de Nuestra Señora de Guadalupe (Cáceres).
que suponía la liberación de la urbe cauriense, otros admiten sin
titubeos que el avance victorioso del egregio Emperador hasta
los ribazos del Guadiana tuvo lugar algunos meses más tarde: en
1143 exactamente (6).
De todas maneras, el episodio bélico señalado fue un hecho
real e indiscutible; siendo cierto, asimismo, que don Alfonso proce­
dió en seguida a abandonar las tierras y lugares reconquistados por
no poder guarnecerlos ni conservarlos.
La conducta observada en aquella ocasión por el Emperador,
nos induce a suponer que realizó la dicha y feliz operación guerrera
con el exclusivo objeto de efectuar un útil y provechoso tanteo que
le permitiera adquirir la experiencia precisa, debida y conveniente
con miras a posibles y futuros hechos de armas.
Nuestro parecer a este respecto está en desacuerdo con el
del P. Coria, quien, al insistir sobre el particular, agrega «que como
aquellas villas y fortalezas quedaban todavía en poder de los moros,
se le volvieron pronto a rebelar». Opinamos que esta afirmación del
mencionado religioso no puede ser cierta; si acaso únicamente en par­
te, porque si el rey cristiano hubiera dispuesto de fuerzas para
sujetar y dejar guarniciones nutridas en dichas plazas, no hubieran
podido los sarracenos recuperar lo perdido tan pronto y con tanta
facilidad.
# # *

Un cronista árabe, cuya obra nos parece buena fuente de in­


formación por lo seria y documentada (7), asegura de manera ca­
tegórica que el rey pertugués Alonso Enríquez entró por sorpresa
en la ciudad de Trujillo en mayo de 1165; que en septiembre se le
entregó Evora, en enero del siguiente año, 1166, se le había ren­
dido Cáceres, y en el mes de abril el castillo de Montánchez, Se-
verina y Selmaniya.
Varios historiadores cristianos, entre ellos Herculano, admiten sin
reparo que Evora fue tomada por Giraldo Simpavor, aventurero y
capitán de milicias portuguesas, pero en 1166, no en 1165; y que al
poco tiempo de haber sido entregada esta plaza a su rey don Alon­
so, ganó éste Mora, Serpa, Arconchel y mandó reedificar el castillo de
Coruche (8). Mas los aludidos escritores callan en absoluto que
Trujillo, Cáceres y Montánchez fueran ganados por el rey de Por-
(6) «En el día del Señor de 1 1 4 3 , tornó el rey a sacar su ejército y entrando
por Extremadura se le dieron las ciudades de Cáceres, Trujillo y Alcántara
con todas sus comarcas; y haciéndose sus mudéjares y vasallos todos los moros
de aquella tierra, se apoderó de las fortalezas...», escribe Luis d e M á r m o l ,
página 1 6 5 de su obra D escripción d e Africa (Granada, 1 5 7 3 ).
(7 ) A b e n S a h ib i S a l a t , te x to en in g lé s d e G a ya n g o s , a p é n d ic e a Alma-
kary II, p á g . 5 2 2 ,
(8 ) A. H e rcu la n o : Historia d e Portugal, t. III, pág. 8 2 (Lisboa).

584
otros admiten sin
Emperador hasta
■ses más tarde: en

ido fue un hecho


don Alfonso proce-
reconquistados por

por el Emperador,
operación guerrera
vechoso tanteo que
bida y conveniente

desacuerdo con el

Trujillo.— Gallardas y pujantes torres del alcázar trujillai


agrega «que como
aocier de los moros,
esta afirmación del
únicamente en par-
o de fuerzas para
plazas, no hubieran
pronto y con tanta

uena fuente de in­


dura de manera ca-
entró por sorpresa
en septiembre se le
¡6. se le había ren­
de Montánchez, Se-

rculano, admiten sin


pavor, aventurero y
o en 1165; y que al
a su rey don Alon-
ídificar el castillo de
:n en absoluto que
por el rey de Por-
ir su ejército y entrando
■s. Trujillo y Alcántara
vasallos todos los moros
■ribe Luis de M ármol,
73).
¡g o s , apéndice a Alma-

32 (Lisboa).
tugal. Por cuya razón, si tiene algún fundamento la noticia de Aben de los términos
Sahibi Salat, hemos de interpretarla en el sentido de que don Alon­ En cuyas extens
so Enríquez debió realizar una correría hasta Trujillo —donde entró las Ordenes, coi
por sorpresa, como en Cáceres y Montánchez—, y se conformó sola­ jillo, para así tei
mente con saquear dichas plazas. Resulta intei
Por otra parte, como se sabe que en diciembre de 1166, Fer­ so V III hizo de
nando II de León se puso en camino hacia Alcántara, y que en ene­ Julián del Perei
ro de 1167 se adueñó de dicha medina fortificada, no resulta ilógico y en el docum<
suponer que este soberano debió ser quien reconquistó, en la fecha Trujillo, por lo
indicada, las tres plazas fuertes extremeñas mencionadas; y más si ciudad.
tenemos en cuenta que poco tiempo después ocupaban dichas for­ En febrero (
talezas los freires de Santiago y de San Julián del Perero. tiago el diezmo
Debió permanecer Trujillo en poder de cristianos hasta el año en la plaza a qu
1184, fecha en que el emperador Abu Jacob, acompañado de los go­ Al llegar el
bernadores de Sevilla, Córdoba, Granada, Murcia y otras pobla­ a sus fronteras
ciones populosas, reunió un fuerte y regular ejército, inició la cam­ las defendieran,
paña, y «devastando toda Extremadura», consiguió llevar la fron­ de Trujillo, del <
tera más allá, más hacia el norte de las orillas del Tajo; pasando, ro montículo «
por consiguiente, a su poder las villas de Trujillo, Montánchez, bre de Santa C
Cáceres, Alburquerque, Alcántara y otras menos importantes, en­ Zufarola, anclat
clavadas en aquella zona. Y creemos que debió ser así, porque no los mismos les
tenemos noticia que desde la fecha indicada las volvieran a habitar sobre la greda
los cristianos, hasta que algún tiempo más tarde fueron recuperadas del rey.
por el rey de Castilla. No eran in fi
necer fuertemeE
arremetidas de
sultán de Marra
Alfonso V III de Castilla fue un gran rey; emprendedor y tenaz encaminó en el
como su abuelo Alfonso VII, estuvo siempre a vueltas con los cabe­ provincia de T
cillas moros y coadyuvó a las sublevaciones de éstos contra los al- Alfonso en la mt
homades. Y como en a
En 1185, los lugares de Ambroz, Jaraíz, Galisteo, Granadilla, Jerte za con el sultán
y Almaraz, si los había poblado Fernando II, se hallaban entonces reyes de CastilL
casi desiertos por causas de la expedición de Abu Jacob en el año todos a la vez,
anterior; y seguramente cuando el rey castellano observó que el intereses.
sultán almohade despojaba al rey leonés de Trujillo, Cáceres y Había puest
otras villas v pueblos, si estaba desavenido con éste, puso las mi­ meña de Alfonsi
ras en ensanchar su reino por aquella parte, y para ello continuó después del trñ
con la fundación y fortificaciones de Plasencia, que pobló con no­ por la vía de M
bles castellanos, y la guarneció y estimó como punto de apoyo Cruz, Trujillo \
para las conquistas que proyectaba hacia el sur. pasando por Ta
Y como es cierto que en abril de 1186 se hallaba Alfonso V III
en Trujillo, ello evidencia que se había quitado a los moros esta (9) Parece sei
Santa Cruz y Tmj
plaza. Allí mismo concedió a los fratres de Santiago la mitad de el Miramolín, les
los diezmos que correspondían a la corona en Trujillo y sus térmi­ jillo en el año 11
nos, y la mitad de las tercias de las iglesias de la misma ciudad y la pág. 14 de su ya
de los términos de ésta que se poblasen desde el Tajo al Guadiana.
íoticia de Aben
En cuyas extensas donaciones se ve bien claro que el rey estimulaba a
que don Alon-
las Ordenes, con el celo de las rentas, a que se estableciesen en Tru­
■—donde entró
jillo, para así tener a esta plaza guarnecida contra los moros.
conformó sola-
Resulta interesante hacer constar que, en mayo de 1188, Alfon­
so V III hizo donación a don Gómez, maestre de la Orden de San
de 1166, Fer-
Julián del Perero, de la villa de Ronda, en término de Montalbán;
, y que en ene-
y en el documento se llamó a esta Orden la de los caballeros de
» resulta ilógico
Trujillo, por lo que se desprende que tenían fundada casa en esta
rtó, en la fecha
ciudad.
ladas; y más si
En febrero de 1189, el mismo rey concedió a la Orden de San­
ban dichas for­
tiago el diezmo de todo el pan y vino que correspondía a la Corona
ro.
en la plaza a que venimos refiriéndonos.
>s hasta el año
Al llegar el año 1195, Alfonso VIII, siempre dispuesto a atraer
ñado de los go-
a sus fronteras a los milites de las Ordenes de caballería para que
v otras pobla-
las defendieran, hizo donación a la del Pereiro de la villa y castillo
, inició la cam-
de Trujillo, del de Albalat y de otro castillo que se alzaba sobre áspe­
llevar la fron-
ro montículo cercano a Trujillo y se conoció siempre con el nom­
Tajo; pasando,
bre de Santa Cruz (9), más otras dos fortalezas, las de Cabañas y
o. Montánchez,
Zufarola, ancladas en la misma comarca; y para sostenimiento de
□aportantes, en-
los mismos les concedió también una renta anual de 3.000 áureos
así, porque no
sobre la greda de Magán, que les había de pagar el almorifazgo
rieran a habitar
del rey.
ron recuperadas
No eran infundados los deseos del monarca castellano de guar­
necer fuertemente esta parte de la frontera en previsión de posibles
arremetidas de los moros por aquella parte; pues, efectivamente, el
sultán de Marruecos desembarcó en 1196 con numeroso ejército y se
encaminó en el mes de julio hacia las tierras meridionales de la
■ndedor y tenaz
provincia de Toledo, consiguiendo derrotar a las fuerzas de don
is con los cabe­
Alfonso en la memorable batalla de Alarcos.
os contra los al-
Y como en aquel tiempo Alfonso IX de León había hecho alian­
za con el sultán almohade y con Sancho VII de Navarra contra los
[Jranadilla, Jerte
reyes de Castilla y Portugal, resulta por ello que en 1196 se movían
liaban entonces
todos a la vez, luchando cada uno por la parte que convenía a sus
facob en el año
intereses.
observó que el
Había puesto el Miramamolín sus miras en la frontera extre­
jillo, Cáceres y
meña de Alfonso VIII, y para favorecer a su aliado el rey de León,
:e, puso las mi­
después del triunfo de Alarcos partió seguidamente desde Sevilla,
ra ello continuó
por la vía de Mérida, y combatió fuertemente a Montánchez, Santa
; pobló con no-
Cruz, Trujillo y Plasencia; corrióse después por la vega del Tajo,
mnto de apoyo
pasando por Talavera, el Olivar, Olmos, Santa Olalla y Escalona, e
ba Alfonso VIII
(9) Parece ser que por entonces poseían los Templarios las fronteras de
los moros esta Santa Cruz y Trujillo para defenderse de los moros, y «habiéndoles acometido
igo la mitad de el Miramolín, les arrebató Santa Cruz d e los Templarios, y fortificó a Tru­
illo y sus térmi- jillo en el año 1197», según escribe M oret y hace constar C ampomanes en
misma ciudad y ía pág. 14 de su ya men. obr. intitulada D isertaciones...
hizo sentir en todos los moradores el peso de sus armas. Atacó sin
éxito a Maqueda, y finalmente se propuso cercar Toledo, ante cuyos secuencias a qi
muros permaneció diez díaz estragando viñedos y los plantíos de sus en las Navas «
alrededores; mas convencido de que no podía rendir la capital, re­ mohades.
gresó a Sevilla (10). Así, pues, ya
Entre tanto, las armas de León contendían contra las de Cas­ las fuerzas que
tilla y Portugal, cuyo estado de cosas fue aprovechado por el sultán tillos a los morí
para efectuar, al año siguiente, otra expedición por tierras de To­ tanto que él, po
ledo, en la que saqueó y destruyó buen número de poblados; y de la Mancha.
ante el rumbo de los acontecimientos, los reyes cristianos enemigos En 1217, el ;
del leonés propusieron una tregua, que el sarraceno aceptó de buen mundo Ximénez
grado. ción de las mucl
Precisaba el castellano la tregua para combatir a los de León erigido y de las
y Navarra; pero ante el cariz de los hechos, en evitación de más gra­ pudieran constr
ves complicaciones, Alfonso IX solicitó la paz de Alfonso V III de cela, Medellín,
Castilla, y, por mediación de doña Leonor, esposa de este último campo de Aran
soberano, se acordó; como asimismo la celebración de boda entre toledano nos pe
el rev de León y doña Berenguela, hija de los reyes castellanos, que tonces al sultán;
tuvo lugar en 1199. Otra prueba
A partir de entonces se sucedieron las cosas con relativa calma, poder de los n*
y continuaba Trujillo en poder de los sarracenos; pero no transcurrie­ en 1227 tomó A
ron muchos años sin que Alfonso VIII, que era, sin duda, el más a la Orden de S
emprendedor de los reyes cristianos de entonces, se preparara para algún día conq
acometer la frontera de moros en cuanto expirara la tregua que tenía llín, les daría al
establecida con ellos. Seguidament
En el verano de 1210, reedificó la fortaleza de Mora, hecho que que fueron cons
los musulmanes consideraron ya como una provocación; y en 1211, ciones. Se rindi<
estando el rey con su hijo don Fernando en la sierra de San Vi­ no era, por cierti
cente, hizo el infante una correría por las comarcas de Trujillo E l Concejo i
y Montánchez, y después de hacer presas y devastaciones, regresó comarca de T n
a Toledo en agosto, muriendo dicho infante al siguiente año (11). musulmanes Tn
Después de la gloriosa batalla de las Navas de Tolosa, que se libró Magacela y algu
el 16 de julio de 1212, en la que estuvo ausente don Alfonso de En 1232, co
León, se celebró tratado de paz entre este soberano y el de Castilla obispo de Piase
durante la primavera de 1213, devolviendo aquél los lugares que de a pie y de a
había arrebatado al rey de Portugal, y recibiendo en cambio los enero de dicho í
que el de Castilla le había tomado. La tradición
En esta manera de conducir la paz se ve la iniciativa de don Al­ y poético, y a e
fonso VIII, cuyas elevadas miras no podían avenirse con perder el época de la Re
tiempo en pelear con los reyes cristianos en vez de sacar las con- llanos, ya que
tórico según el
(10) «Prisó el rey de Marruecos a Montánchez, a Santa Cruz e Truxillo,
gado de referirr
e Placencia, e vinieron por Toledo, e cortaron el Olivar, e Olmos e Santa
Olalla, e Escalona, e lidiaron Maqueda e non la prisieron, e vinieron cercar (12) He aquí
Toledo, e cortaron las viñas e los arboles, e duraron a X dias en el mes de de sus D isertado
junio, era MCCXXXIV.» Anales Toledanos. freires de las Ord<
(11) R odrigo de T oledo : H istoria..., libr. VII, caps. XXXIV y XXXV. por estas voces: ]
sieron a Turgiello,
588
; armas. Atacó sin
Toledo, ante cuyos secuencias a que necesariamente se prestaba el triunfo obtenido
los plantíos de sus en las Navas de Tolosa, que tan fatal había sido para los al­
adir la capital, re­ mohades.
Así, pues, ya en paz, indujo a su primo Alfonso IX a reunir todas
entra las de Cas- las fuerzas que le fuera posible y salir a conquistar ciudades y cas­
hado por el sultán tillos a los moros, ofreciéndole auxilio de un cuerpo de tropas, en
por tierras de To- tanto que él, por su parte, se lanzaba a la liberación de los pueblos
o de poblados; y de la Mancha.
ristianos enemigos En 1217, el arzobispo de Toledo y notable historiador, don Rai­
10 aceptó de buen mundo Ximénez de Rada, solicitó del Papa Honorio III la jurisdic­
ción de las muchas iglesias que en la frontera de su diócesis se habían
tir a los de León erigido y de las que se erigieren en lo sucesivo, entre ellas las que
tación de más gra- pudieran construirse hasta el lindero de Chillón, Migneza, Maga-
e Alfonso V III de cela, Medellín, Trujillo, Safariz (junto al Tiétar), y en todo el
►sa de este último campo de Arañuelo hacia Toledo. Estas referencias del arzobispo
ón de boda entre toledano nos permiten conocer el lindero de cuanto pertenecía en­
es castellanos, que tonces al sultán almohade.
Otra prueba más de que en este tiempo continuaba Trujillo en
x>n relativa calma, poder de los moros la hallamos en el hecho cierto de que, cuando
lero no transcurrie- en 1227 tomó Alfonso IX la villa de Cáceres y no quiso entregarla
sin duda, el más a la Orden de Santiago, prometió a estos caballeros cruzados que si
se preparara para algún día conquistaba Trujillo, Santa Cruz, Montánchez o Mede­
a tregua que tenía llín, les daría alguna de estas poblaciones para recompensarlos.
Seguidamente cayeron en poder del leonés Montánchez y Mérida,
í Mora, hecho que que fueron conseguidos fácilmente, dado lo reducido de sus guarni­
cación; y en 1211, ciones. Se rindieron ante el primer amago del ejército enemigo, que
sierra de San Vi- no era, por cierto, excesivamente numeroso.
narcas de Trujillo El Concejo de Plasencia y el de Cáceres hacían frontera con la
astaciones, regresó comarca de Trujillo; y en 1230 quedaban todavía en poder de los
uiente año (11). musulmanes Trujillo, Alanje, Medellín, Montemolín, Reina, Zalamea,
rol osa, que se libró Magacela y algunas otras villas y aldeas.
:e don Alfonso de En 1232, congregáronse los freires de Santiago, Alcántara y el
no y el de Castilla obispo de Plasencia, don Domingo, y con gran golpe de soldados
él los lugares que de a pie y de a caballo, sitiaron a Trujillo, que fue tomado el 25 de
do en cambio los enero de dicho año, según los Anales Toledanos (12).
La tradición popular refiere este hecho con colorido religioso
iciativa de don Al- y poético, y a esta circunstancia se debe que el gran episodio de la
lirse con perder el época de la Reconquista destaque más en la memoria de los truji-
de sacar las con- llanos, ya que una leyenda piadosa, de auténtico fundamento his­
tórico según el cronista de la ciudad y otros escritores, se ha encar­
anta Cruz e Truxillo, gado de referirnos que Nuestra Señora Santa María favoreció aquella
ir, e Olmos e Santa
on, e vinieron cercar (12) He aquí lo que dice Pedro Rodríguez de Campomanes en la pág. 14
X dias en el mes de de sus Disertaciones históricas... Para conquistar Trujillo «asisten todos los
freires de las Ordenes, como refieren los Anales segundos de Toledo, año 1232,
js . XXXIV y XXXV. por estas voces: Los Freyres de las Ordenes, e el Obispo de Plasencia pri-
sieron a Turgiello, dia de Conversión Sancti Pauli, en Janero, Era MCCLXX».
empresa de lo*
hijos de Trujil]
de la Victoria
ocupa lugar pri

D e s c r i p c i ó n di

El castillo '
llamado Cabez
rededores. Su c
llano el cuerp<
el norte en sua
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nunciado deelii
Tal disposii
algo más altos
por los lados o<
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Por los freí
terreno desciei
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za extraordinar
E l cuerpo ]
casi regular, y
mente musulm.
rior. Su primit
accidentes.
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sus frentes, m
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procedencia. E
rreno, es de pl;
los elementos <
Independie]
sus propios an
del que aún ex
estudio. Y las ]
cian una tardíí
defensas propií
empresa de los cristianos, y que en memoria de Ella levantaron los
hijos de Trujillo un trono sobre la muralla, para venerar a la Virgen
de la Victoria, que fue coronada como patrona de la ciudad, y
ocupa lugar preferente en el escudo de armas de la misma.

III

D e s c r ip c ió n d e l a f o r t a l e z a d e T r u jil l o .

El castillo de Trujillo ocupa un alto y prolongado cerro rocoso,


llamado Cabeza de Zorro, que domina abiertamente a todos los al­
rededores. Su cúspide debió ser explanada para colocar sobre su suelo
llano el cuerpo principal de la construcción, que se extiende hacia
el norte en suave pendiente, alisada también posiblemente, donde se
edificó el albacar, que es mucho más amplio y se desarrolla en pro­
nunciado declive.
Tal disposición motivó que los muros internos del castillo sean
algo más altos que los de las lizas que rodean el cuerpo principal
por los lados oeste, sur y este; siendo los de la parte del naciente aún
más bajos que los de las otras dos.
Por los frentes norte, este y sur, el castillo da al campo, cuyo
terreno desciende en prolongada pendiente, y la ciudad se escalona
por el lado occidental sobre declive bastante pronunciado también, de
forma que el fuerte se enseñorea y domina por completo el horizonte
por todos los lados; circunstancia que le concedió siempre una fuer­
za extraordinaria.
El cuerpo principal del castillo obedece a una planta cuadrada,
casi regular, y por todos sus caracteres denota estructura franca­
mente musulmana y de mucha antigüedad, del siglo x, o acaso ante­
rior. Su primitiva traza no fue apenas modificada, salvo por ligeros
accidentes.
Esta planta se rodea de lizas, de desigual anchura, por tres de
sus frentes, mientras que por el norte se continúa y desarrolla el
espléndido recinto del albacar, de igual y también apenas alterada
procedencia. Este reducto, que responde a la configuración del te­
rreno, es de planta irregular, de traza poligonal y aparece dotado de
los elementos que el terreno exigía, en armonía con sus frentes.
Independientemente del castillo, aunque pegado al mismo desde
sus propios arranques, se desarrolla y avanza el cerco de la ciudad,
del que aún existen grandes lienzos; restos que reclaman un detenido
estudio. Y las puertas que todavía se mantienen conservadas denun­
cian una tardía y completa reconstrucción, que le ha suprimido sus
defensas propias y originales.

591
La gran obra que representa la fortaleza trujillana está hecha
con manipostería recia y muy bien trabada, aunque a veces se hallen
piedras sillares de diversos tamaños y formas, algunas de las cuales
provienen, posiblemente, del origen romano que se atribuye a Tru­
jillo; mejor aún, de las primeras edificaciones que se levantaron en
la Cabeza de Zorro.
En general, se trata de una fortaleza austera y seca, sin indi­
cios de haber sido jamás palacio residencial, ya que, fuera del
aljibe, no se percibe expresión alguna de arte, a excepción del dove-
laje o los arcos de la puerta árabe recintemente descubierta. Es,
además, un fuerte completamente hermético, pues no posee en su
cuerpo vacíos o ventanales; y todo acusa, en cambio, una sólida
y macizada construcción exclusivamente militar, sin ninguna otra
aplicación.
Por la escala aproximada que damos, resulta que la longitud total
del castillo, sin contar las torres albarranas destacadas al noreste y
sureste, viene a ser de 146 metros. La anchura mayor del albacar,
comprendida la barrera del poniente, es de 86 metros, en tanto que
el cuerpo cuadrado del castillo alcanza una longitud y latitud de
41 metros por el lado exterior —el frente del norte tiene algunos
metros más—, y la anchura del mismo, comprendidas las lizas late­
rales, es de 59 metros.
En cuanto a espesor de los muros, es corrientemente de dos me­
tros; pero en la obra exterior pentagonal aumenta en la puerta hasta
3,50 metros, o tal vez algo más.
Es característica general que todas las torres, elevadas de planta,
sean cuadradas, regulares, macizas y de escaso saliente. Se hallan,
además, muy bien reguladas en cuanto a sus distancias, que no son
iguales por las exigencias defensivas, muy tenidas en cuenta para
cada frente. Todos estos detalles y la esbeltez de estos soberbios ba­
luartes anuncian, por su parte, el mismo origen árabe señalado; y
ello sin género de dudas.
Rebajadas ahora casi al nivel de los lienzos de la cerca, debieron,
sin embargo, dominarla, según en las fortalezas califales, a las cuales
ésta se aproxima, caso de no serlo, como nosotros pensamos. Se ob­
serva que en el frente que da al albacar, y que era el punto más
vulnerable de la gran obra, las torres son más altas que las restantes.
Por ser macizas, esas torres eran independientes de los adarves,
desde los que podía subirse a sus plataformas, donde radicaba la
fuerza activa de toda la fortaleza.
A reforzar la interesante cerca contribuyeron las torres albarra­
nas, que son cuatro y de iguales proporciones que las otras, y, como
ellas, macizas en toda su altura, salvo una pequeña y acaso posterior
excepción, de que trataremos después.
Las dos albarranas unidas al castillo por su parte occidental que
mira a la ciudad -—lado que, por consiguiente, debía ser reforzado—,

592
illana está hecha
a veces se hallen
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y acaso posterior

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a ser reforzado— ,
38
estuvieron, sin duda, unidas a los lienzos por altos puentes o arcos
que ahora faltan, ya que el castillo, a pesar del almenaje con que to­
davía se corona, debe estar algo desmochado. También cabe admi­
tir que los referidos arcos fueran sustituidos por adecuadas pasare­
las móviles; pero ello no era corriente en tales casos. Dichas dos to­
rres montaban y cortaban, como debía ser, las lizas bajas, y sujeta­
ban el frente de la barrera, al tiempo que protegían la desaparecida
puerta de que nos ocuparemos más adelante.
En los ángulos exteriores del noroeste y sureste, destacan airosas
corachas ingeniosamente trazadas según las exigencias del terreno,
que terminan en otras tantas torres, las que, en niveles más bajos,
flanquean sus respectivos frentes y cumplen admirablemente su mi­
sión de extender el perímetro poliorcético de la fortaleza. Dicha dis­
posición es dato muy valioso y principal, y constituye uno de los
rangos más admirables del grandioso edificio.
La coracha del ángulo noreste está cortada por dos arcos que
indican la previsión a que llegó el artífice de la obra; y sobre la
torre que la termina, macizada desde sus cimientos, se sitúa la única
cámara, el único hueco existente en todas las torres; y se reduce a
una pequeña estancia alzada sobre la plataforma de dicho baluarte.
Por tal razón el plano militar (13), de 1838, señala a dicho departa­
mento como depósito de municiones, y aunque muy estrecho, los ha­
bitantes de Trujillo lo conocen con el nombre de El Polvorín.
Posee el castillo, como era de rigor, puerta exterior o de salida
al campo, independiente, por tanto, del recinto de la ciudad; y puerta
interior. Nos ocuparemos de ellas al proceder a la explicación del
plano, si bien llama la atención que la puerta exterior, que es la de
traza y fábrica árabe descubierta en fecha reciente, no tenga en su
barrera la correspondiente salida al campo, o sea, fuera de los recintos
murados, pues el frente o lienzo alargado de la barrera al sur consiste
en un muro continuo, sin interrupción, que se alza sobre el suelo exte­
rior a unos ocho o diez metros de altura. Pero aun dadas las posibles
reformas o alteraciones del castillo en el transcurso de los años, es
casi obligado admitir que existiera también esa puerta exterior, por
ser detalle necesario, y que luego desapareciera, cual ciertos muros
que ya no existen en el ángulo noroeste, y figuran, en cambio, en
algunas fotografías antiguas.
Dada la circunstancia del total macizado de las torres y el ex­
traño pero completo cerramiento o hermetismo del castillo, es ló­
gica la total ausencia de saeteras y casi de troneras, ya que, cual
convenía a una obra de su tiempo, su valor y fuerza estaban radica-
(13) E l gran erudito don Federico Bordejé nos ha facilitado buena parte
de las notas que publicamos referentes a este castillo; y el plano de 1838,
a que se alude, es una copia, que obra en su poder, del original existente en
el Servicio Histórico Militar, de Madrid, y que fue levantado por técnicos del
Ejército, con ocasión del paso de los carlistas por Trujillo en 1837.

594
tos puentes o arcos dos en la altura de su privilegiado emplazamiento, como asimismo
[menaje con que to- en su gran masa, compacta y bien equilibrada en relación con las
ambién cabe admi- necesidades de sus diversos frentes, y lo que el terreno podía exi­
• adecuadas pasare- girle.
isos. Dichas dos to- No obstante, en el gran recinto pentagonal del oeste se abren
izas bajas, y sujeta­ unas grandes troneras, a las que haremos referencia más adelante.
rían la desaparecida Tanto el cuerpo principal como el albacar del castillo de Trujillo
conserva gran cantidad de almenas; y si bien la mayoría han sido re­
¡te, destacan airosas construidas en las diversas reparaciones que se han realizado en la
gencias del terreno, ingente fortaleza, hay que admitir que algunas datan de la Edad
i niveles más bajos, Media.,
airablemente su mi- Aunque creemos que las torres se alzaron para dominar los
fortaleza. Dicha dis- adarves, el dibujo en forma cuadrada de los mellones y sus propor­
nstituye uno de los ciones, convienen perfectamente con la traza de la construcción.
El autor del Catálogo monumental de la provincia de Cáceres,
por dos arcos que señor Mélida, inserta en su publicación la planta y algunas fotogra­
la obra; y sobre la fías de dos aljibes árabes, que señala con las letras A y B. De ello
:os, se sitúa la única no hemos podido visitar más que el correspondiente a la letra A,
>rres; y se reduce a situado en el patio interior del castillo, que responde a las carac­
i de dicho baluarte, terísticas dadas por el mencionado académico, salvo que su planta
da a dicho departa- es cuadrada por tener cada lado un andén sobre las aguas, cerradas
íuy estrecho, los ha- efectivamente en vaso rectangular.
Él Polvorín. Mas no nos fue posible localizar el aljibe B, cuya existencia des­
exterior o de salida conocen, asimismo, los eruditos de la ciudad; llegando a suponer, por
; la ciudad; y puerta ello, que Mélida debe referirse, sin duda, al pozo que hay en el al­
a la explicación del bacar, junto a la ermita de San Pablo.
rterior, que es la de En el mencionado plano de 1838, se señala, dentro del patio del
■nte, no tenga en su castillo y bajo un edificio, actual residencia del guarda del camarín
fuera de los recintos de la Virgen de la Victoria, la bajada a unas cámaras subterráneas,
arrera al sur consiste a las que descendimos acompañados por los señores Moreno y Sán­
i sobre el suelo exte­ chez Alegría, muy expertos en estas lides y conocidos historiadores
rn dadas las posibles de la localidad, pudiendo darnos cuenta en seguida de que se trataba
urso de los años, es de la posible salida de una poterna baja. Y aunque se hizo en extre­
puerta exterior, por mo difícil el reconocimiento detallado por falta de luz, se pudo
u cual ciertos muros comprobar que se trataba de dos cámaras muy reducidas, unidas por
uran, en cambio, en pasillos, que van a dar a un pequeño arco redondo, de indudable
traza árabe; no siéndonos posible continuar la exploración por la su­
j las torres y el ex- ciedad, plantas parásitas secas y otros inconvenientes debidos al aban­
►del castillo, es ló- dono en que ha permanecido aquella parte del subsuelo, desde tiem­
>neras, ya que, cual po en que no se puede precisar con exactitud.
lerza estaban radica- En el plano parcial de este trabajo aparece el trazado de dichos
lugares subterráneos, que van a terminar, según se aprecia y fue
i facilitado buena parte confirmado por don Juan Moreno, a una poterna colocada junto a la
>: v el plano de 1838, torre del ángulo sureste, que cae sobre las bajas lizas de ese frente.
leí original existente en
antado por técnicos del Ello sin perjuicio de que puedan existir otras galerías o comunicacio­
jillo en 1837. nes bajas que vayan a dar a la referida poterna.
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to, que en los t
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La obra cris
Los diversos edificios, a modo de pabellones, que figuran en el
plano de 1838, han desaparecido ya, a excepción de la mentada casa
del guarda del camarín, que todavía se mantiene en pie y ha sido re­
parada recientemente.
En el albacar, y sobre todo en las puertas, señálanse los corres­
pondientes Cuerpos de Guardia, y se observan algunos restos de otra
obra, como determinados terraplenes existentes dentro de la barre­
ra. Muchos de estos vestigios deben corresponder a las dependencias
utilizadas por los ejércitos de ocupación del castillo en 1837; depar­
tamentos ocupados por las tropas y que desaparecieron después fá­
cilmente por tratarse de edificios poco consistentes y provisionales.
Insistimos en que este castillo jamás fue utilizado como residencia
señorial y sí exclusivamente como fortaleza de guarnición; y ello se
debe a que, reconquistada la plaza por los cristianos, afincaron en
ella nobles y ricos linajes que construyeron sus casas fuertes y pala­
cios. Y como, por otra parte, Trujillo fue casi siempre pertenencia
del Poder Real, quedaba excluido el castillo de esas servidumbres
residenciales, y continuaba siempre con su estricto carácter de forta­
leza. Mas a pesar de cuanto se indica, insistimos en que tanto en
el reducto principal del castillo como en el albacar, debían existir
en todos los tiempos los indispensables departamentos, cámaras, ca­
ballerizas, hornos, fraguas y otros anejos indispensables para el aloja­
miento y sostén de la guarnición y de sus respectivos capitanes o al­
caides.
Aunque Mélida y otros autores señalan la existencia, en el cas­
tillo de Trujillo, de algunas inscripciones, su localización y examen
reforzarían nuestro criterio respecto a la mucha importancia de la for­
taleza durante la dominación sarracena, ya que todos los rasgos,
miembros y caracteres que hemos observado al reconocer, un poco
a la ligera, la fortaleza trujillana, nos autoriza a asegurar que corres­
ponden a una auténtica y precisa fortaleza musulmana del siglo x
al xi, cuya original estructura se conserva íntegra, con algunas pe­
queñas adiciones de épocas posteriores.
Todo responde allí a las normas habituales de la arquitectura mi­
litar musulmana en los mencionados tiempos, cual sucede en Tarifa,
en Vacar y hasta en el mismo conventual de Mérida, aunque sean
mayores en proporción.
La alcazaba se desarrolló a su vez en la forma regular y cerrada
del cuerpo principal y en su natural extensión de albacar, que era in­
dispensable, y cuyos miembros o elementos responden a las mismas
normas y reglas.
Se trata de fortaleza que fue muy atendida en sus recursos de­
fensivos, previstos y adaptados con gran técnica y conocimiento; tan­
to, que en los tiempos posteriores se vieron precisados a respetar su
primitiva traza.
La obra cristiana es de poca monta, y consiste en la posible adi-
ción de barrera ex
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cuadrada sobre la
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a su colocación v

E x p l ic a c ió n d e l o

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B. Albacar d
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que es obra muy ¡
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C JL lC l L 1C C 1

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Esta dicha ob
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vi sostenida por doi
X dos; lo que pare
cuyo muro de ciei
1.—Puerta de!
exterior del casti
profundo por el
queña tronera re
2.— Puerta de
de las llaves el
puerta relativam
tapiada.
3.—La puerts
según se ha indi
sentaría algunas
de defensa. En el
ción de barrera exterior del frente del naciente, con sus dos pequeños
torreones; de la otra barrera del poniente con su torreón y torre
cuadrada sobre la que descansa la alta del albacar; y de la extraña
obra baja pentagonal del mismo frente, que es perfecta en cuanto
a su colocación y condiciones, pero difícil de determinar.

E x p l ic a c ió n d e l o s p l a n o s .

A. Cuerpo principal del castillo, de indudable estructura mu­


sulmana, según se dijo, pues así lo testimonian sus rasgos y sus miem­
bros.

B. Albacar de la fortaleza, coetáneo de la misma, y completa­


mente obligado. Su suelo desciende en suave pendiente, que avanza
hasta su parte norte, reforzado por torres de escaso saliente y bien
esparcidas, debido posiblemente a que es la parte más vulnerable
de todo el conjunto.

C. Obra de planta pentagonal difícil de definir. Por su perfecta


colocación frente a la ciudad, lado por donde, como se ve, el castillo
dispone de sus más potentes medios por ser la parte más fácilmente
atacable en caso de asalto o rebelión del vecindario; pudiera creerse
que es obra muy antigua porque cubre perfectamente las entradas de
la fortaleza y flanquea sus explanadas de ambos lados; pero las ca­
ñoneras rasantes que lleva, el recio espesor de sus muros —unos
3,50 metros en la punta— y los restos de su cubierta interior, pudie­
ran hacerla creer como obra del siglo xvi, aunque ello no se com­
prenda ni justifique en una fortaleza como Trujillo.
Esta dicha obra pentagonal, dentro y cerca de la puerta, conser­
va, aunque ya rasgada, una especie de bóveda o cubierta rebajada,
sostenida por dos largos arcos, asimismo rebajados y muy extendi­
dos; lo que parece indicar que tuvo una parte cerrada por detrás,
cuyo muro de cierre ha desaparecido.
1.—Puerta del citado baluarte pentagonal, que es hoy la entrada
exterior del castillo. Es sencilla, de arco rebajado y pasadizo algo
profundo por el gran espesor de sus muros. Lleva encima una pe­
queña tronera rectangular, que ahora aparece abierta.
2.—Puerta de ingreso actual al albacar. Está cerrada y dispone
de las llaves el guarda que habita en la ermita de San Pablo. Es
puerta relativamente moderna y sustituye a la primitiva que está
tapiada.
3.— La puerta primitiva del albacar aparece entre dos torres, y
según se ha indicado, está inutilizada con tapia. Si se abriese, pre­
sentaría algunas características de interés respecto a sus elementos
de defensa. En el interior hay un arco de ladrillo muy amplio encima

599
del arco de la puerta, que tiene, sin duda, como misión ser arco de no bajan al int
descarga de la plataforma. narlos de agua.
4.—Muro o barbacana especial para cubrir y proteger la puerta 10.—Torres
de entrada a la alcazaba. Tuvo puerta lateral propia y en el plano era el que pre
de 1838 se señalan, además, unos traveses interiores. por correspond
5.—Puerta interior de la alcazaba. Resulta en la actualidad muy longitud y anc
reducida y baja porque, seguramente, su suelo interior del patio está elemento algún
algo realzado sobre su nivel original. No tiene defensas propias altas a suponer que
ni bajas. que después ha
6.—Puerta árabe recientemente descubierta, y cuya existencia Las dos ton
denotaban la forma de las torres allí existentes. castillo. Cubrís
Entre estas torres existió hasta nuestros días un camarín o capi­ de una a otra.
lla dedicado a Nuestra Señora la Virgen de la Victoria, patrona de 11.—Barren
Trujillo, con unos muros curvados salientes. Al obrar en este lugar prolongaba ha<
y hacer desaparecer los posteriores añadidos, surgió la puerta árabe Esta parte esti
original, que es la auténtica puerta exterior de la fortaleza. bien pudo ser
ángulo arranca
Tiene a la entrada y salida bellos arcos de herradura con fuerte
dovelaje, y posee un rastrillo- que intercepta el paso en su mitad. 12.— Muro i
la parte exteric
En nuestro tiempo, y como la puerta sobresale al interior del pa­
de altura.
tio del castillo ofreciendo muy útil plataforma, se ha construido
sobre ella amplio y acondicionado camarín donde se alza el trono 13.—Barrer
de la Virgen, cuya imagen puede verse desde fuera a través de los son más bajas
cristales de una ventana redonda abierta sobre la puerta exterior. tan mal estad<
7. Edificio que se señala ya en el plano de 1838, y ha sido arre­ descender a el
glado para habitación del guarda del camarín de Nuestra Señora; mente arruinad
y que tiene acceso por una escalera lateral que baja también a los 14.—Torre
adarves del frente sur. larga coracha c
Ocupa privileg
Debajo de esta casa del guarda o ermitaño, se hallan las cámaras frentes exterioi
subterráneas que conducen a la poterna ya aludida y descrita en dir los accesos.
páginas precedentes. 15.—Otra t
8.—Escalones para descender a los dichos departamentos subte­ perímetro o zo
rráneos que abocan a la poterna. cil por la pene
9.—Aljibe árabe, que es el A, de planta rectangular a que hace une a la barre
referencia Mélida. les de abatir er
Aparece dividido en dos partes abovedadas en cañón y separada En la única
por una espina, en cuya mitad hay un pilar con baja y gruesa co­ estrecha que e
lumna, y en cada uno de sus lados un arco grande y dos pequeños. tivó que dieh<
Almacena todavía el agua que recoge, y sobre el borde hay un pe­ Polvorín. Teni
queño andén al cual desciende la escalera de la entrada. En otros aludida en cua
tiempos dispuso también de otra escalera lateral, que ya ha desapa­ 16.— Recint
recido. a sus exigenci;
La curiosa y magnífica obra del aljibe sobresale del suelo del muros integral
patio y está cerrada de un múrete que limita amplia plataforma cua­ y por fuera v
drada, en la que se abren cinco bocas, de la misma traza, con marcos torres, tambiér
de piedra. Existen otros dos huecos, con marcos, asimismo, pero que Para subir a 1
misión ser arco de no bajan al interior del aljibe, y acaso pudieran ser útiles para lle­
narlos de agua.
proteger la puerta 10.—Torres albarranas del frente occidental sobre la ciudad, que
►pia y en el plano era el que precisaba especial atención. Aparecen unidas al castillo
por correspondientes muros cortados, ambos desiguales en cuanto a
la actualidad muy longitud y anchura de los cortes. Aunque en la actualidad no hay
*rior del patio está elemento alguno en dichas cortaduras, las señales existentes inducen
ensas propias altas a suponer que en otros tiempos tuvieron unos útiles y airosos arcos,
que después han sido destruidos.
v cuya existencia Las dos torres son macizas y de iguales proporciones que las del
castillo. Cubrían y protegían la liza inferior y la barrera que iba
m camarín o capi- de una a otra.
ictoria, patrona de 11.—Barrera exterior entre ambas torres, hoy ya desaparecida. Se
brar en este lugar prolongaba hacia el ángulo suroeste para continuar en el frente sur.
ió la puerta árabe Esta parte estuvo destinada a cementerio y existía una puerta que
la fortaleza, bien pudo ser la de acceso a la puerta árabe exterior. En el citado
rradura con fuerte ángulo arranca la cerca de la ciudad.
paso en su mitad, 12.—Muro de la barrera del frente sur, que es largo y liso, y por
al interior del pa­ la parte exterior se alza sobre el campo a unos ocho o diez metros
se ha construido de altura.
e se alza el trono 13.—Barrera del frente que mira al naciente, cuyas lizas o suelo
?ra a través de los son más bajas que las de los otros lados. Es ya obra informe y en
la puerta exterior. tan mal estado de conservación que es casi imposible y peligroso
>38, y ha sido arre- descender a ella. Se trata de la única parte de la fortaleza total­
le Nuestra Señora; mente arruinada.
baja también a los 14.—Torre albarrana, macizada y alta, unida a la barrera por una
larga coracha que sale y avanza descendiendo desde el ángulo sureste.
Ocupa privilegiada y ventajosa posición para vigilar y flanquear los
hallan las cámaras frentes exteriores que se extienden a sus respectivos lados, e impe­
iida y descrita en dir los accesos.
15.—Otra torre parecida a la anterior, que ocupa el otro lado del
partamentos subte- perímetro o zona de ataque exterior del castillo, ya en extremo difí­
cil por la pendiente del terreno. La correspondiente coracha que la
ingular a que hace une a la barrera está cortada por dos altos y estrechos arcos, fáci­
les de abatir en caso necesario.
i cañón y separada En la única torre que sobre su alta plataforma posee una cámara
baja y gruesa co­ estrecha que estuvo dedicada a depósito de municiones; y ello mo­
lé y dos pequeños, tivó que dicho ingenio defensivo se conozca con el nombre de El
borde hay un pe- Polvorín. Tenía la misma utilidad defensiva que la anteriormente
entrada. En otros aludida en cuanto a sus respectivos frentes.
que ya ha desapa- 16.—Recinto del albacar que corre sobre el terreno adaptándose
a sus exigencias y relieve. Por la topografía y declive del suelo, las
?sale del suelo del muros integrantes de este amplio recinto descienden hasta el norte,
ha plataforma cua- y por fuera van ganando altura a medida que avanzan más. Sus
a traza, con marcos torres, también macizas, se hallan hábil y perfectamente escalonadas.
asimismo, pero que Para subir a los adarves hay tres escaleras; dos adosadas al muro,
y la tercera, corta y perpendicular a él. En el ángulo noroeste del
castillo, el muro del albacar que allí arranca asciende por escalones
a cierta altura para aumentar su dominio exterior. N o t ic ia s k ela ttv

17.—Barrera exterior que corre a lo largo del muro del albacar. q u is t a .

Existe en su trayecto un pequeño torreón bajo, y cubre la antigua Apenas fue li


puerta de ingreso a dicho recinto, en donde su espesor aumenta. Arias Pérez resta
18.—Pequeña ermita gótica dedicada a San Pablo. Consta de de San Julián del
nave estrecha con tres tramos y lleva pequeños contrafuertes exte­ amante de la ciut
riores. Tiene el ábside recto y está habitada. poró a la Corona
19.—Pozo con brocal de piedra y en pleno rendimiento. ¿Será aquella congregac
éste el aljibe a que hace referencia Mélida?... En caso afirmativo, Durante la m
equivocó el lugar de emplazamiento. infante don Pedr<
20.—Diversas rocas planas que afloran en el amplio suelo del al entonces maes
albacar, donde destaca, además de las mencionadas, una gran pila
las 3.000 doblas c
de piedras procedentes de escombreras y limpieza del recinto. ñalado, fue devu
21.—Cañoneras rectangulares abiertas en el muro de la barrera
fortaleza a la Con
ante la puerta primitiva del albacar señalado con el número 3. Son
En tiempos di
dos las existentes, una sobre otra, como asimismo en los costados
ficada, acaso la i
del baluarte pentagonal. Estas cañoneras, que están a 0,60 metros preferencia pasó
del suelo exterior son, por tanto, rasantes, formadas con grandes
legítima esposa i
piedras toscamente labradas, y miden 1,50 de largo por 0,50 metros
acrisoladas virtud
de ancho, siendo su profundidad la total del espeso muro de dicha
Cooperó Truji
obra. Corresponden estos ingenios al siglo xvi, y no se comprende su
acudiendo a tan
utilidad en dicha época al estar todas situadas en el frente que mira
cinco compañías
a la población. tal hecho el auge
22.—Cañoneras análogas a las anteriores, salvo que tienen dos
tonces la mencio
metros de largo, y que sobre la embocadura llevan unos pequeños
Durante el rei
arcos de ladrillo para su descarga. Ofrecen la particularidad de estar
da concordia enti
colocadas en la misma punta del pentágono y baten la ciudad, aun­ Be jaranos, Añasct
que no sería mucho el efecto por estar demasiado bajas; pero cabe
cejiles, y se com i
suponer que existieran otras sobre la plataforma, en su parte supe­
maravedís, cantid
rior, que aparece hoy desmochada. cierto que entone
23.—En este lugar, y limitado por el muro del recinto de la ciu­
muralla del medii
dad v por otro paredón de piedra alzado hasta el nivel del suelo
el arco gótico aire
normal, hay un hundimiento o socavón, o acaso fue el suelo reba­
Noticia curios
jado unos 2,50 metros, formando una especie de ancho foso, cuya
en tiempos de P
utilidad se desconoce. Aunque es lógico suponer que fuera hecho con
porque al dismini
determinado propósito. que originaban 1¡
24.—Muros de arranque por ambas partes de la gran cerca que,
o ya porque los
partiendo de la fortaleza, envolvía la ciudad.
fieles o de abane
asunto con sus ai
del tesorero y jui
malías, Leví pidi
dinero que se fu
(1 4 ) M é lid a : C

602
palo noroeste del IV
ide por escalones
N o t ic ia s r e l a t iv a s a T r u jil l o a p a r t ir de la d e f in it iv a recon ­

nuro del albacar. q u is t a .

cubre la antigua Apenas fue liberada la villa por los cristianos, el maestre don
espesor aumenta, Arias Pérez restableció el convento que había tenido allí la Orden
’ablo. Consta de de San Julián del Perero; y seguidamente el rey Fernando III, muy
xitrafuertes exte- amante de la ciudad y reconociendo su mucha importancia, la incor­
poró a la Corona (14) en 1234, y entregó en cambio a los freires de
■ndimiento. ¿Será aquella congregación la villa y castillo de Magacela.
i caso afirmativo, Durante la minoría de edad de Fernando IV, el Emplazado, el
infante don Pedro, escaso de recursos, empeñó la fortaleza trujillana
amplio suelo del al entonces maestre del Perero, don Gonzalo Pérez, en garantía de
is, una gran pila las 3.000 doblas que le había prestado; pero al terminar el plazo se­
del recinto, ñalado, fue devuelto el dinero y quedó incorporada nuevamente la
iro de la barrera fortaleza a la Corona.
el número 3. Son En tiempos de Alfonso XI era Trujillo una excelente plaza forti­
> en los costados ficada, acaso la más preferida por el soberano; y en prueba de su
án a 0,60 metros preferencia pasó a integrar la dote que asignó el rey a su primera y
idas con grandes legítima esposa doña María de Portugal, reina ejemplar por sus
:> por 0,50 metros
acrisoladas virtudes.
ío muro de dicha
Cooperó Trujillo muy eficazmente en la conquista de Algecúas,
•se comprende su acudiendo a tan decisiva empresa con numerosa hueste; una de las
■1 frente que mira cinco compañías que aportó la región extremeña. Deduciéndose de
tal hecho el auge alcanzado, la mucha importancia que tenía ya en­
> que tienen dos tonces la mencionada población.
tn unos pequeños Durante el reinado de Pedro I de Castilla, se celebró determina­
hilaridad de estar da concordia entre los miembros de las linajudas familias trujillanas,
■n la ciudad, aun- Bejaranos, Añascos y Altamiranos, para el disfrute de los cargos con­
bajas; pero cabe cejiles, y se convino que a los contraventores se les penara con 20.000
en su parte supe- maravedís, cantidad que debía emplearse en la obra del muro. Y por
cierto que entonces se hicieron grandes reparos en los lienzos de la
recinto de la ciu- muralla del medio y en las puertas de Coria y San Juan, que acusan
?1 nivel del suelo el arco gótico airoso de aquel tiempo.
ne el suelo reba- Noticia curiosa relativa al alcázar o castillo de Trujillo es que,
ancho foso, cuya en tiempos de Pedro I, sirvió de custodia y guarda al tesoro real,
e fuera hecho con porque al disminuir el fondo del erario, bien por los muchos gastos
que originaban las frecuentes guerras con Enrique de Trastamara,
a gran cerca que, o ya porque los recaudadores de la Real Hacienda pecaran de in­
fieles o de abandonados, el caso es que el soberano se lamentó del
asunto con sus amigos, y llegó la justa queja de don Pedro a oídos
del tesorero y judío don Samuel Leví. Para remediar aquellas ano­
malías, Leví pidió dos castillos fuertes y seguros para depositar el
dinero que se fuese recogiendo, y se le señalaron el de Hita y el
(1 4 ) M é l i d a : Catálogo..., p á g . 3 6 9 , d e l t. I I .
de Trujillo. A partir de entonces, empleando todos los recursos, in­
cluso la violencia, se procedió a liquidar créditos, rentas y gabelas
hasta conseguir reunir en las arcas del Estado sumas bastante con­
siderables.
Participaba entonces de la confianza del rey Martín Martínez de
Trujillo, a quien nombró alcaide y defensor del castillo. Y era tanta
la estimación de don Pedro por este caballero, que le confió la
misión de acompañar a su hija doña Beatriz, nacida de doña María
de Padilla, cuando pasó a Portugal para casarse con don Fernando,
infante de aquel reino, en el año 1386.
Resulta indudable que la fortaleza de Trujillo era de las más
completas e importantes de aquel tiempo, y muy útil para la se­
guridad y orden de los dominios y demás intereses de la Corona.
Y reinando Enrique III, se dio su tenencia y gobierno a un esclare­
cido caballero madrileño que gozaba de gran reputación: don Sancho
Ximénez de Vargas, quien afincó en Trujillo y llegó a ser tronco
de una familia noble con solar privilegiado.
Sabido es que el rebelde e inquieto don Enrique, infante de Ara­
gón y primo de don Juan II, tomó por esposa a doña Catalina, her­
mana del rey castellano, y que éste se unió en matrimonio con doña
María, que era, a su vez, hermana del aragonés. Pues bien, el sobe­
rano de Castilla decidió dar en dote a la infanta Catalina el mar­
quesado de Villena; pero el condestable don Alvaro de Luna le hizo
comprender que suponía grave peligro la posesión de aquella pre­
benda por don Enrique, y aconsejó a don Juan que la trocara pol­
la villa y castillo de Trujillo. Así se hizo, en efecto (15), y el infante
de Aragón se apresuró a poner en dicha ciudad y su fortaleza hom­
bres de su confianza en evitación de graves complicaciones, porque
los trujillanos veían con desagrado su separación de la Corona. Pero
no tuvieron más remedio que resignarse, y para mal de todos, el
tiempo les dio la razón, pues al romperse las hostilidades entre Casti­
lla y Aragón, los infantes rebeldes utilizaron trujillo como base, y
desde allí vivaquearon por toda Extremadura.
Mas el ínclito y batallador don Alvaro, con una hueste de 2.000
caballeros de Alcántara y Calatrava, la gente de armas del conde
de Benavente, la del adelantado de Andalucía, del de Cazorla, del
valeroso señor de Cigales. Pero Niño, y otras milicias de Extrema­
dura, marchó sobre Trujillo, donde estaban parapetados y bien per­
trechos los infantes don Enrique y don Pedro, quienes, sorprendidos
y asustados, y no confiando en los vecinos de la villa, sus vasallos,
prendieron fuego a los arrabales; y antes de que llegara el condes­
table con sus aliados, huyeron hacia Montánchez, fortaleza casi inex­
pugnable, chasqueando así a don Alvaro, que hubiera dado fin a
la aventura exterminando a los revoltosos.
(15) Anónimo: R ecuerdo d e un viaje por España, 2.a ed. (Madrid, 1863),
t. II, pág. 355.
604
los los recursos, in-
>s, rentas y gabelas
urnas bastante con-

Trujillo .—-Restos de una ermita en el interior del gran albacar, y magníficos lienzos torreados de la fortaleza
Martín Martínez de
castillo. Y era tanta
>, que le confió la
?ida de doña María
con don Fernando,

Jlo era de las más


iu v útil para la se-
reses de la Corona,
biemo a un esclare-
utación: don Sancho
llegó a ser tronco

que, infante de Ara-


doña Catalina, her-
latrimonio con doña
Pues bien, el sobe-
ita Catalina el mar-
aro de Luna le hizo
áón de aquella pre-
i que la trocara por
cto (15), y el infante
v su fortaleza hom-
nplicaciones, porque
i de la Corona. Pero
ra mal de todos, el
tilidades entre Casti-
rujillo como base, y

mía hueste de 2.000


de armas del conde
del de Cazorla, del
nilicias de Extrema-
ipetados y bien per-
|uienes, sorprendidos
la villa, sus vasallos,
íe llegara el condes-
i. fortaleza casi inex-
hubiera dado fin a

2 .a ed . (M a d rid , 1 8 6 3 ),
El alcaide de la fortaleza se resistió tenazmente, a pesar de haber carta dada en 1
hecho el condestable prisioneros a dos de sus hijos; oponiéndose, el señorío durar
asimismo, con gran energía otro de los defensores, el bachiller Quin- A pesar de
coces (16), criado de doña Catalina; pero, don Alvaro, finalmente, ricas y muy pri
con engaños, valor y estratagemas, se apoderó del castillo. Y fue tanto pre atención es]
su interés por aquella plaza, que consiguió que el rey le concediera tes señoríos, y ]
el título de ciudad. riel de Vargas,
Partió en seguida el condestable para Montánchez, en 1429, en viejo fuerte v
pos de los infantes, que corrieron a refugiarse en la plaza de Albur- eficaz, y como
querque, burlando así otra vez los planes de don Alvaro, quien no algunas obras (
por ello desistió de su empeño y los persiguió hasta dicho lugar, fir­ fuerte y útil coi
memente decidido a hacerlos rebasar la frontera de Aragón, como lo junto de fortifi»
consiguió con la eficaz ayuda del comendador don Gutierre de So- una guarnición
tomayor, que fue premiado con el maestrazgo de la Orden de Al­ sus similares de
cántara por su eficaz ayuda en aquella campaña. Y arrojados al fin Durante el
del reino los dichos infantes aragoneses, les fueron confiscados sus chanzas y lucha
bienes. el partido del :
Se concedió a Trujillo el título de ciudad en 1430, y se confirmó cedió el privile]
el oportuno documento en 1432, dándose la tenencia del castillo al líos tiempos una
noble caballero don Gómez González de Carvajal. Don Alvaro
Al poco tiempo puso sus ojos en tan importante y codiciada plaza previos los ind
el poderoso y prevalido don Pedro de Zúñiga, que había conseguido 1469, la ciudad,
recientemente del rey don Juan el condado de Ledesma; mas al no acogida que di<
poder disfrutar esta merced porque se restituyó dicha villa a su ante el temor de
antiguo dueño, pidió en compensación Plasencia y Trujillo; y a terminación reg
pesar de la oposición de parte de la nobleza, fue complacido el acompañase pai
de Zúñiga, ya que el rey de Castilla era incapaz de resistir deter­ Trujillo, el día
minadas presiones. gaba junto al s
Pedro de Zúñiga envió a su gente para que se apoderara de sivamente, a pe
ambas fortalezas; y aunque Plasencia se entregó sin resistencia, los pitán del fuerte.
trujillanos, sabiendo que la concesión se había logrado poco menos Don Enrique
que a la fuerza, se opusieron con energía, prontos a arrostrar toda la ciudad, y es
clase de sacrificios. hermana doña L
Algún tiempo después, exactamente a los cinco años, no habiendo En aquella e
conseguido su empeño el señor de Plasencia, el monarca concedió y Solís y Alons
Trujillo y su tierra a don Alvaro de Luna, condestable de Castilla, las paces por int
maestre de Santiago y primer duque de Trujillo (17), según real Como los no
que se encontra
(16) Ibíd., donde puede leerse: «Este (el rey Juan II), acompañado de
su favorito don Alvaro de Luna, vino a cercar la ciudad, que rindió al poco que entregara T
tiempo, pero no la fortaleza, que siguió resistiéndose, merced al denuedo del consiguieron qu
bachiller Garci-Sánchez de Quiñones. de Arévalo y el
El artificioso don Alvaro llamó a Quineoces a una entrevista a la cuesta del biciones y vanid
castillo, y después de conferenciar un corto rato, viendo que nada podía ob­
tener, se asió de él y se echó a rodar por el monte abajo y dio tiempo a que Era don J u í
100 soldados que estaban emboscados, lo cercasen y prendiesen, con lo que .se tiago, el político
rindió el castillo en 1429». renta, cargo, ho
(17) A t i e n z a : Nobiliario español (Madrid, 1954), pág. 984. los suyos; y la i
606
ote, a pesar de haber carta dada en Toledo en 10 de febrero de 1446. Don Alvaro poseyó
> hijos; oponiéndose, el señorío durante siete años, hasta su muerte.
es, el bachiller Quin- A pesar de las muchas propiedades y tenencias de don Alvaro,
1 Alvaro, finalmente, ricas y muy prestigiosas y productivas en su mayoría, dedicó siem­
‘1 castillo. Y fue tanto pre atención especial a Trujillo, que constituía uno de sus preferen­
el rey le concediera tes señoríos, y puso al frente de la fortaleza al valiente capitán Mu-
riel de Vargas, que se esforzó y consiguió mejorar notablemente el
tánchez, en 1429, en viejo fuerte y ampliar sus defensas. Su actuación fue positiva y
*n la pl aza de Albur- eficaz, y como testimonio de sus preocupaciones e interés, nos legó
Ion Alvaro, quien no algunas obras de reparación en la segunda cerca del castillo, tan
íasta dicho lugar, fir- fuerte y útil como la primera, que permitía convertir a todo el con­
i de Aragón, como lo junto de fortificaciones en recinto capaz y suficiente para albergar
don Gutierre de So- una guarnición numerosa. Reducto de primer orden, sin duda, entre
de la Orden de Al­ sus similares de Extremadura.
ia. Y arrojados al fin Durante el reinado de Enrique IV, pródigo en intrigas, ase­
íeron confiscados sus chanzas y luchas cortesanas, Trujillo, siempre fiel a la Corona, siguió
el partido del rey, y en atención a su comportamiento se le con­
i 1430, y se confirmó cedió el privilegio de mercado franco, que era en verdad en aque­
nencia del castillo al llos tiempos una merced extraordinaria.
1. Don Alvaro de Zúñiga, conde de Plasencia e hijo de don Pedro,
nte y codiciada plaza previos los indispensables cabildeos en estos casos, consiguió, en
ijue había conseguido 1469, la ciudad, fortaleza y tierra de Trujillo, en compensación a la
Ledesma; mas al no acogida que dispensó a don Enrique en su alcázar de Plasencia; y
íyó dicha villa a su ante el temor de que los trujillanos no acataran de buen grado la de­
ncia y Trujillo; y a terminación regia, hizo lo posible, y consiguió al fin, que el rey lo
a, fue complacido el acompañase para tomar posesión de la ciudad. Al ver los vecinos de
paz de resistir deter- Trujillo, el día 10 de octubre de 1469, que el referido conde cabal­
gaba junto al soberano, depusieron su actitud y los recibieron efu­
que se a p o d e ra ra de sivamente, a pesar de las reflexiones y oposición del alcaide y ca­
los
g ó s in r e s i s t e n c i a , pitán del fuerte, el gran Gracián de Sesé.
. lo g ra d o p o c o menos Don Enrique y su cortejo permanecieron durante algún tiempo en
H ito s a a r r o s tr a r to d a la ciudad, y estando allí tuvo conocimiento del casamiento de su
hermana doña Isabel.
ico años, no habiendo En aquella ocasión se presentaron ante el rey Gómez de Cáceres
el monarca concedió y Solís y Alonso de Monroy, los eternos rivales que habían hecho
□destable de Castilla, las paces por intervención de los Chaves, afectos siempre a la Corona.
ijillo (17), según real Como los nobles, incluso don Juan Pacheco, marqués de Villena,
que se encontraba también en Trujillo, no quisieran que don Enri­
nan II), acompañado de que entregara Trujillo a los Zúñiga, con sus presiones v cabildeos
idad, que rindió al poco
merced al denuedo del consiguieron que el conde de Plasencia se conformara con la villa
de Arévalo y el título de duque; medida que halagaba más sus am­
entrevista a la cuesta del biciones y vanidad.
ndo que nada podía ob- Era don Juan Pacheco, marqués de Villena y maestre de San­
bajo y dio tiempo a que
jrendiesen, con lo que se tiago, el político más insaciable y maquiavélico del reino, y no había
renta, cargo, honor o encomienda que no pretendiese para sí o para
ig. 984. los suyos; y la posesión de Trujillo, durante los últimos años de su
vida, constituía su mayor aspiración, su obsesión auténtica. Mas
quiso la fortuna que falleciera antes de conseguir su propósito. huestes y los df
Pasó no obstante la plaza a manos de su hijo, Diego López Pa­ bloquear a los p
checo, y este caballero, apenas depositó el cadáver de su padre en tanto valor y co
el monasterio del Parral, consiguió por tercera persona el oportuno con intrigas y j
homenaje de la ciudad, y la entrega de su codiciada fortaleza, que vamente de Tru
procuró asegurar seguidamente poniendo al frente de ella al valiente enterarse de la
escudero y criado suyo Pedro de Baena. descansaba en N
E l nuevo marqués de Villena, digno sucesor de su padre, pero jillo, sorprendió
menos ambicioso, fue el caballero más influyente y poderoso en su peligrosa siti
tiempo de los Reyes Católicos, y consiguió resucitar el ducado de paladín Alonso 1
Trujillo, siendo él ÍI y último duque de este nombre. raz, quienes act
Al fallecer Enrique IV en 1474, Villena le había prometido ocu­ Femando v doñ
parse de los intereses de su hija doña Juana, la Beltraneja, y siguió dueños de toda 1;
el partido de ésta, juntamente con don Alvaro de Zúñiga, la condesa Pero a pesar
de Medellín, Beatriz Pacheco, el poderoso maestre de Calatrava y de un ano del al
representantes de las ciudades de Burgos, Valladolid, Zamora, Sala­ noche, y, unas vi
manca y Sevilla; y todos levantaron bandera por la desdichada in­ por sorpresa, caí
fanta, que se hallaba en poder del duque de Trujillo. alguna de aquell
Ofrecieron su mano a don Alfonso de Portugal, quien aceptó en ves. Hecho que
principio y les hizo saber que llevaran a doña Juana a una plaza que los reves en
fuerte junto a la frontera para efectuar los desposorios. expresiva y afect
Villena trasladó a la Beltraneja desde Escalona a Trujillo (18), a Dispuestos lo
donde llegó el 1.° de mayo de 1475 acompañada de 600 lanzas y más pleando para el]
de 1.000 infantes, aposentándose en el alcázar, después de preparar parativos; y est
y aderezar debidamente la fortaleza. decidido a pasar
A pesar de los esfuerzos de Luis de Chaves, gran peón de la reina al menos en apa
doña Isabel, el alcaide Pedro de Baena defendió la plaza y a la in­ su posición entrt
fanta al tener que ausentarse Villena. Baena era incorruptible. vino al fin que 1<
Regresó a Trujillo el marqués con un representante del rey por­
durante algún tii
tugués dispuesto a celebrar y firmar los desposorios; pero no ha­ do entre ambas p
llándose seguros por la gran oposición de Luis de Chaves y los suyos,
determinaron pasar a Plasencia, ya que los Chaves habían traído a Se hallaba a
su lado a los famosos primos don Alonso de Monroy, el Clavero, y cribió a Baena.
Hernando de Monroy, el Bezudo, tan temidos en Extremadura y Por­ qués, y anuncia]
detalles de la ter
tugal.
Al abandonar la plaza el dicho marqués y su gente, los Chaves y rayano en temer
sus parciales, apoyados por los Monroyes, atacaron a las fuerzas que tregar el fuerte
representaban el partido de la Beltraneja; y al morir Juan Ternero, su nalmente su com
capitán, cayó en su poder toda la ciudad menos la fortaleza, donde Ante la tena<
se refugiaron los más significados amigos del maestre Pacheco. da, llegó a Trujil
No satisfechos don Alonso y los suyos con estos éxitos locales, pasó cito, dispuesta a
a Portugal para luchar en favor de los intereses de los Reyes Cató­ pesar de las indii
licos; y cuando regresó victorioso de aquella campaña, restos de sus ya doña Isabel ;
y, merced a su i
las medidas que
(18) Madoz: D iccionario..., t. XV.
zudo Baena enti
608
39
ión auténtica. Mas
íir su propósito. huestes y los del conde de Feria ayudaron a los Chaves a sitiar y
>, Diego López Pa- bloquear a los parapetados en el castillo, defendido, por cierto, con
ver de su padre en tanto valor y coraje por el alcaide Baena que este valiente capitán,
>ersona el oportuno con intrigas y peleando sin descanso, llegó a hacerse dueño nue­
riada fortaleza, que vamente de Trujillo y confinó a los Chaves en su alcázar; pero al
e de ella al valiente enterarse de la gravedad de la situación el clavero Monroy, que
descansaba en Montánchez, partió veloz con sus hombres hacia Tru­
de su padre, pero jillo, sorprendió y atacó de noche a Baena y salvó a los Chaves de
nte y poderoso en su peligrosa situación, aunque prontos ya a ser auxiliados por el
icitar el ducado de paladín Alonso Enríquez y otro caballero llamado Alonso de Alma-
re. raz, quienes acudían presurosos con artillería, mandados por don
ibía prometido ocu- Fernando y doña Isabel para apretar el cerco del castillo y hacerse
Beltraneja, y siguió dueños de toda la plaza.
Zúñiga, la condesa Pero a pesar de todo, el gran Baena aún fue dueño durante más
rtre de Calatrava y de un año del alcázar y demás fortificaciones, desde donde salía de
lolid, Zamora, Sala- noche, y, unas veces arremetiendo de frente, y las más dando golpes
ir la desdichada in- por sorpresa, causaba duros quebrantos a los contrarios, matando en
llo. alguna de aquellas ocasiones hasta tres de los hijos de Luis de Cha­
¡al, quien aceptó en ves. Hecho que causó el consiguiente sentimiento general, y motivó
Juana a una plaza que los reyes enviaran a aquel servidor y fiel vasallo una carta muy
«ios. expresiva y afectuosa.
□a a Trujillo (18), a Dispuestos los soberanos a conseguir Trujillo y su fortaleza, em­
de 600 lanzas y más pleando para ello todos los medios a su alcance, iniciaron los pre­
lespués de preparar parativos; y estando así las cosas, Villena dio pruebas de estar
decidido a pasar a la obediencia de los reyes de forma que resultara,
ran peón de la reina al menos en apariencia, un acto airoso y digno de su persona, dada
i la plaza y a la in- su posición entre la nobleza y lo prestigioso de su linaje; y se con­
. incorruptible. vino al fin que los castillos de Villena y Trujillo quedaran en tercería
?ntante del rey por- durante algún tiempo; el preciso para el cumplimiento de lo acorda­
isorios; pero no ha- do entre ambas partes.
■Chaves y los suyos,
Se hallaba entonces doña Isabel en Guadalupe y desde allí es­
ves habían traído a
cribió a Baena, poniéndole al corriente de lo acordado con el mar­
wiroy, el Clavero, y
qués, y anunciándole su visita en breve a Trujillo para ultimar los
Extremadura y Por-
detalles de la tercería; mas el irreductible capitán y alcaide, con valor
rayano en temeridad y no exento de soberbia, se obstinó en no en­
gente, los Chaves y
tregar el fuerte hasta tanto compareciera Villena y conociera perso­
on a las fuerzas que
nalmente su comportamiento y notorias hazañas.
)rir Juan Ternero, su
; la fortaleza, donde Ante la tenacidad de dicho alcaide, la reina, justamente indigna­
naestre Pacheco, da, llegó a Trujillo el 14 de mayo de 1477 con grande y lucido ejér­
s éxitos locales, pasó cito, dispuesta a castigar al insolente, que no deponía su actitud a
de los Reyes Cató- pesar de las indicaciones que le hacía por carta su Señor. Se disponía
npaña, restos de sus ya doña Isabel a proceder con todo rigor cuando llegó el marqués
y, merced a su intervención y ruegos, se dejaron en suspenso todas
las medidas que se habían tomado, consiguiéndose al fin que el to­
zudo Baena entregara la fortaleza, y que salvara su cabeza a pesar
de su persistente rebeldía y desacato a las disposiciones de la sobe­
rana.
El 24 de junio de 1477 se hizo cargo de la tercería don Gonzalo
de Avila, señor de Villatoro, hasta que pasó después al capitán San­
cho de Aguilar, que contrajo matrimonio en Trujillo con doña Isabel
de Carvajal.
Dispuestos a terminar para siempre con los partidos y banderías
de sus enemigos, en noviembre de 1478 llegaron a la ciudad los Reyes
Católicos, y se hospedaron en el gran palacio-alcázar, o casa fuerte
de los Chaves. Fijaron allí su real; y aunque hicieron algunas sali­
das a Cáceres y Alcántara, volvieron a Trujillo, donde permanecie­
ron hasta que se firmó la paz con Portugal (19).
Con sus intrigas y correrías, el clavero de Alcántara y la condesa
de Medellín molestaron y entorpecieron los planes de la reina en
aquella ocasión; pero doña Isabel fue indulgente con ellos.
El 7 de julio de 1476, en la parroquia de San Martín, fue acla­
mado, con el ceremonial de costumbre, el príncipe don Juan, hijo de
los Reyes Católicos, como señor de Trujillo; y a continuación se le
hizo entrega de la fortaleza.
Durante el poco tiempo que disfrutó el señorío, el desventurado
príncipe, dejó huellas de su paso con las reparaciones que mandó
hacer en las puertas del castillo, acondicionando las dependencias
que se han conservado hasta nuestros días y que parecen de una muy E L CAÍ
experta dirección y tecnicismo para las guerras y necesidades de
aquellos tiempos.
N o t ic ia s s o b r e i

Varios tratac
la villa de Yalei
de la de Roma,
y entregada a I
giones romanas
bajo cuya band
patriota lusitant
te, y por ello 1
sus partidarios
Pero sí resu]
y otros ilustres
romano, y que
Contrasta, de c
tinuación, tomá
su autor afirma
relativamente r
cuando segund;
(19) S arth ou C a r r er es: Castillos d e España, pág. 275, ed. E. C. (Ma­ consta así de 1
drid, 1943).
siciones de la sobe-

rcería don Gonzalo


iués al capitán S an­
illo con doña Isabel

lartidos y banderías
la ciudad los Reyes
cazar, o casa fuerte
icieron algunas sali-
donde permanecie-

ántara y la condesa
mes de la reina en
? con ellos,
m Martín, fue acia-
je don Juan, hijo de
i continuación se le

trío, el desventurado
raciones que mandó
lo las dependencias
parecen de una muy E L CASTILLO DE VALENCIA DE ALCANTARA
is v necesidades de
I

N o t ic ia s s o b r e e l o r ig e n y s it u a c ió n d e l a v i l l a .

Varios tratadistas no han dudado admitir, como hecho cierto, que


la villa de Valencia de Alcántara fue fundada en el año 616, después
de la de Roma, por Decio Junio Bruto, cónsul de la España ulterior,
y entregada a los soldados veteranos que pasaron a engrosar las le­
giones romanas al ser asesinado Viriato, a quien habían servido y
bajo cuya bandera pelearon durante el caudillaje de este eminente
patriota lusitano; pero se nos antoja esta apreciación poco consisten­
te, y por ello la acogemos con ciertos reparos, pues cuanto alegan
sus partidarios no se basa en testimonios auténticos y suficientes.
Pero sí resulta indudable, y en ello están conformes A. Blandón
y otros ilustres historiadores, que la interesante villa es de origen
romano, y que fue conocida desde siempre con el nombre de Julia
Contrasta, de cuyo hecho da fe el párrafo que transcribimos a con­
tinuación, tomándolo de la crónica de la Orden de Alcántara, donde
su autor afirma que el nombre Valencia, que lleva dicha villa, es
relativamente moderno: «Dióselo el rey Alfonso III de Portugal,
cuando segunda vez lo mandó poblar, y llamóse antes Contrasta;
íg. 275, ed. E. C. (Ma- consta así de las palabras de la carta en que lo manda, que son
éstas: Quando iterum fecimus populare ipsam villam mutavimus sibe
nomen de Contrasta, impusuimus sibi nomen Valenciam » (1).
No tenía su asiento, al menos en tiempos de los romanos, en el
lugar que ocupa en la actualidad, sino a distancia de una legua hacia
el sur, en el camino que va a Mayorga, en altozano fragoso y fuerte,
rodeado de grandes rocas que le ciñen y cuyo sitio es conocido con
el nombre de Villa Vieja, donde hay todavía trozos de muros que
afloran del terreno, sillares, cimientos y otros vestigios que eviden­
cian haber existido allí población en tiempos pretéritos, aunque la
acción de los elementos, el paso de los años y las labores de la­
branza han ocasionado los consiguientes arrastres de tierra, y cada
año resultan menos perceptibles los restos del antiguo poblado. Se
han recogido en dicho lugar y en sus proximidades restos de cerá­
mica, losas labradas de piedra berroqüeña —algunas con inscripcio­
nes ilegibles ya—, y otros elementos, como aras o altares donde ofre­
cían sus sacrificios a los Dioses, según el rito de los gentiles.
He aquí lo que escribe a este respecto el llamado Ex-adminis-
trador del Antruejo, historiador local: «Ahora hablaremos de Julia
Contrasta. En la misma orilla del Sever, término de Valencia, y a una
legua escasa, se descubren las más evidentes muestras del fausto
romano. A buen seguro que por espacio de un cuarto de legua se ve
escombrado de piedras labradas de gran tamaño, soberbios sepul­
cros de una sola piedra, ladrillos de hechura saguntina, trozos de
mármoles, mosaicos degradados, pedazos de columnas, bellos capi­
teles corintios, pedestales y un sinfín de restos por el estilo. En estas
ruinas vírgenes, de que ningún anticuario ha hecho mención, hemos
advertido vestigios de un bello acueducto, y hasta tres arcos de
templo, de los cuales uno magnífico, cuyas columnas tenían tres pies
y medio de diámetro en base. Consérvanse muchos zócalos y basas;
mas como sólo el arado ha trabajado aquí dirigido por hombres
rústicos, no hemos adquirido noticias exactas, que, sin duda, produ­
cirían exploraciones en regla. En España no hay, lo aseguramos, otro
campo en que los paleólogos (¿los arqueólogos?) puedan aprovechar
mejor el tiempo» (2).
Mas no es únicamente en el indicado lugar donde abundan los
vestigios romanos, pues a distancia de unos cuatro kilómetros, apro­
ximadamente, de Valencia, en dirección noroeste, existe otra gran
población arruinada desde tiempos remotos; y más abajo, en la orilla
derecha del mencionado río Sever, dentro ya del término jurisdiccio­
nal de Herrera de Alcántara, se conserva, en pie todavía, otra ciudad
de indudable traza romana, que ha permanecido olvidada en el trans­
curso de los tiempos. Los habitantes de Herrera se propusieron, el

(1) T o r r e s y T a p i a : C rónica..., págs. 228-229 del t. I.


(2) E l libro d e Valencia de Alcántara, por el ex-administrador d e “El
A ntruejo». Véase en el núm. 10, año 2.°, pág. 218 de la revista mensual El
curioso averiguador.
año 1843, hacer excavaciones en dicho lugar, que es conocido en
im mutavimus sibe todo el contorno con el nombre de Castello Vello, al ver que algunos
enciam » (1). pastores, en sus ratos de ocio, habían encontrado utensilios domés­
los romanos, en el ticos y algunos otros objetos raros y curiosos. Obsesionados por el
de una legua hacia rumor de que existía un tesoro escondido entre aquellas ruinas, in­
10 fragoso y fuerte,
sistieron tenaces en la empresa y consiguieron perforar un muro y
io es conocido con penetrar a su través hasta un pequeño recinto interior; pero visto
>zos de muros que que, si bien es verdad que habían encontrado y recogido varios
stigios que eviden- efectos de uso corriente, como cuchillos, pesas y monedas romanas
etéritos, aunque ía de cobre, todo oxidado y mohoso, a pesar de ello no consiguieron su
las labores de la- propósito, cundió la desilusión y desistieron de la búsqueda, que­
s de tierra, y cada dando dicho solar en el mismo abandono que estuvo siempre.
ntiguo poblado. Se Es creencia general que en este sitio debió tener asiento una po­
des restos de cerá- blación o barrio dependiente de Contrasta, porque desde allí hasta
mas con inscripcio-
el lugar ocupado por esta villa —dos leguas a todo lo largo de la
altares donde ofre- orilla del Sever— , se encuentra multitud de piedras labradas y otros
los gentiles, restos de viejos edificios.
amado Ex-adminis-
ablaremos de Julia * #
e Valencia, y a una
luestras del fausto Es nuestro parecer que la romana Contrasta, posible municipio,
arto de legua se ve fue arrasada por los bárbaros en su incontenible irrupción, y que
o, soberbios sepul- debió permanecer despoblada hasta la invasión sarracena; siendo
iguntina, trozos de éstos, los hijos del Islam, y más concretamente los berberiscos, como
umnas, bellos capi- sabemos, los que eligieron nuevo lugar para asiento de la Valencia
c el estilo. En estas actual, prefiriendo el que hoy ocupa por resultar más estratégico y
ho mención, hemos conveniente, dada la abundancia de fuentes y arroyuelos y la fera­
íasta tres arcos de cidad de las tierras que lo circundan en la parte suroeste de la pro­
ñas tenían tres pies vincia de Cáceres y rente a fronterira portuguesa.
ios zócalos y basas;
-igido por hombres
ie, sin duda, produ- II
lo aseguramos, otro
puedan aprovechar V a l e n c ia m u s u l m a n a .

donde abundan los Es indudable que fueron los árabes quienes repoblaron la villa de
ro kilómetros, apro- Valencia de Alcántara, o por lo menos empezaron a fomentar un nú­
te, existe otra gran cleo de población a cuyo alrededor, en creciente progreso, constitu­
ás abajo, en la orilla yóse en breve la floreciente población que ha llegado a nuestros
término jurisdiccio-
días.
todavía, otra ciudad Con bastante frecuencia, y con ocasión de las faenas del campo,
olvidada en el trans- labradores y huertanos han encontrado abundantes monedas romanas
a se propusieron, el y árabes, de aquéllas más que de éstas; y según referencia del pe­
riódico local El curioso averiguador, se halló una interesantísima, de
[.
■.-administrador d e «El plata, en 1880, que fue examinada con especial interés por el erudito
la revista mensual El don Eduardo Saavedra, académico de la Real de la Historia; y resultó
haber sido acuñada en el año 156 de la Hégira, que corresponde al figuraban al fn
773 de la Era de Cristo, cuando reinaba en el Al-Andalus el gran Montánchez y !
Abderramán I. ocasión para la
En Valencia apenas quedan vestigios de la dominación musulma­ sufrido por los i
na, pues aunque creen la mayoría de los habitantes que las típicas que tuvo lugar (
portadas de muchas de sus casas son obra de moros, se construyeron so VI de León
en época posterior, ya que responden casi todas al estilo ojival. monarca a busc
Sin embargo, ha subsistido durante mucho tiempo una prueba evi­ Coria.
dente de la Valencia árabe, y es la maltrecha e inconfundible mez- Pruebas eiert
uita, cuyo solar y derruidas paredes se han conservado hasta finales
3 el siglo xvm. En esta época los vecinos que tenían sus domicilios
en los Compron
riosas de la hist
conlindantes con la que fue casa de oración de los hijos del Profeta tan prestigiosos
solicitaron la debida autorización para derruir los muros, parcelar el han legado la si
suelo e incorporar un trozo a cada una de las respectivas viviendas, de Valencia pidi
con destino a corral, dado que hasta entonces había estado conver­ el avance victor
tido en lugar de inmundicias y refugio de mendigos y maleantes. y la de las tierr;
Tuvo asiento la mezquita en la calle de la Cortizada y su puerta se expresa así:
principal daba a la misma calle. Después de la expulsión, fue derri­ de la llegada d<
bada en gran parte y tapiada su entrada. Consta por la tradición oral dura, temieron
que parte de las columnas del templo árabe se utilizaron para cons­ ron tres import
truir los soportales del Ayuntamiento, sosteniendo la parte alta del certeza al ver q
edificio, cuando se reformó en tiempos de Carlos II, según confirma su reino, mareh
la lápida existente en su fachada; y otras columnas, despojadas de per el último ar
sus capitales, se destinaron a cruceros en los caminos y en los vestí­ está a la parte <
bulos de las 18 ermitas diseminadas por todo el territorio jurisdic­ las barcas todas
cional de Valencia. lo mismo con la
Se ha supuesto que esta villa fue corte de alguno de los reyes de Montánchez, M
taifas, pero es falsa y carente de fundamento tal afirmación. Lo que ber la venida <
sí resulta indudable es que los mahometanos que la ocupaban se con­ prisa a su soca
federaron en más de una ocasión con los demás lugares del Alemtejo E l párrafo p
para prestarse mutua ayuda y poder hacer frente a las huestes de ros en Valencia,
los reyes de León antes de iniciarse la reconquista de esta parte de clavadas en las
Extremadura; y como seguramente sería Valencia la más poblada, de su recorrido
o mejor fortificada, adquiriría rango de capitalidad en toda la zona liaban mutuame
y se concentrarían en ella los órganos rectores y los mayores recursos cunstancias
defensivos.
Casi al mismo tiempo que los moros repoblaban Valencia, en el
siglo v i i i , fundaba Marván cerca de ella la hoy ciudad portuguesa de
Marvao, que reconquistó Alonso Enríquez, primer monarca lusitano,
en 1166. Pocos años después, en 1221, el maestre de la Orden de F ORTIFICACIONES
Alcántara liberó a Valencia y la incorporó a la corona de León; y en
el gran lapso de tiempo que transcurre desde el dominio de estas No se puede
tierras por los agarenos hasta su expulsión de ellas por los cristianos, las primeras foi
es indudable que los reyes de Badajoz, que, como sabemos, se hacían crédito a la tra
llamar emires del Garb, Zeth, gobernador o reyezuelo de Coria, Ga-
mir, que lo fue de Cáceres, y otros jefecillos de la comarca que (3) Crónica m

614
ue corresponde al figuraban al frente de los destinos de Béjar, Salamanca, Trujillo,
I-Andalus el gran Montánchez y Mérida, debieron reunir sus fuerzas en más de una
ocasión para la común defensa haciendo posible desastres como el
íinación musulma- sufrido por los cristianos en la célebre batalla de Zalaca o Azagala,
:es que las típicas que tuvo lugar el 1.° de noviembre de 1088, donde fue herido Alfon­
e, se construyeron so VI de León y diezmadas sus huestes; viéndose precisado dicho
al estilo ojival, monarca a buscar refugio seguro entre los muros de la ciudad de
po una prueba evi- Coria.
□confundible mez- Pruebas ciertas de estos pactos o alianzas aparecen siglos después
rvado hasta finales en los Compromisos de Marvao, que es una de las páginas más cu­
lían sus domicilios riosas de la historia de Valencia de Alcántara; y, además, escritores
s hijos del Profeta tan prestigiosos por su seriedad como el cronista Torres y Tapia nos
muros, parcelar el han legado la siguiente referencia alusiva a la ayuda que los moros
pectivas viviendas, de Valencia pidieron a los de Alcántara, cuando éstos, alarmados por
Día estado conver- el avance victorioso del rey Alfonso IX, temieron por su seguridad
¡05 y maleantes, y la de las tierras que heredaron de sus mayores. Dicho historiador
■tizada y su puerta se expresa así: «Luego que los moros de Alcántara tuvieron noticia
xpulsión, fue derri- de la llegada del rey don Alonso con un grueso ejército a Extrema­
o r la tradición oral dura, temieron había de ser, sin duda, para sitiar su villa; adopta­
tilizaron para cons- ron tres importantes medidas, luego que su duda se convirtió en
0 la parte alta del certeza al ver que los cristianos, desde Coria, lugar más cercano de
II, según confirma su reino, marchaban con lucido ejército a Alcántara. Primero, rom­
mas, despojadas de per el último arco del puente por donde el rey debía de entrar, que
linos y en los vestí- está a la parte donde se pone el sol, sobre el Tajo. Segundo, quitar
1 territorio jurisdic- las barcas todas de la comarca y avisar a los de Alconétar hicieran
lo mismo con las suyas. Y tercero, dar aviso a los moros de Cáceres,
uno de los reyes de Montánchez, Medellín, Mérida, Badajoz y Valencia, haciéndoles sa­
afirmación. Lo que ber la venida del rey, y que como interesados mandasen a toda
la ocupaban se con- prisa a su socorro para tener a raya al enemigo» (3).
ugares del Alemtejo El párrafo precedente es una prueba más de la existencia de mo­
te a las huestes de ros en Valencia, y evidencia, asimismo, que las diversas medinas en­
■ta de esta parte de clavadas en las márgenes del Tajo, correspondientes a la parte final
-ia la más poblada, de su recorrido por las legendarias tierras de la Lusitania, se auxi­
lad en toda la zona liaban mutuamente en momentos de peligro y en determinadas cir­
los mayores recursos cunstancias

iban Valencia, en el
III
iudad portuguesa de
er monarca lusitano,
.tre de la Orden de F o r t if ic a c io n e s d e V a l e n c ia d e A l c á n t a r a .

orón a de León; y en
el dominio de estas No se puede precisar con exactitud cuándo y quiénes levantaron
las por los cristianos, las primeras fortificaciones de la referida ciudad. Si hemos de dar
o sabemos, se hacían crédito a la tradición oral, transmitida de padres a hijos en sucesi­
ezuelo de Coria, Ga-
de la comarca que (3 ) Crónica m e n . d e T o r r e s y T a p ia , p á g . 1 4 3 d e l t. I .
vos siglos, Valencia era ya plaza fuerte en tiempos de la dominación Pocas villas (
romana; pero como no disponemos de pruebas suficientes para justi­ frecuentes y eno
ficar este extremo, nos limitamos a consignar el parecer de los que resultado lógico
así opinan. ción de minas \
Pero sí resulta indudable que los valencianos —reconociendo la trucción, dieron i
útil situación de dicho lugar, que venía a constituir el centro estra­ des lienzos mur;
tégico de extensa comarca pródiga en cosechas del campo por su ex­ momentos de su
celente clima y abundancia de agua—, construyeron sus primitivas redones del recir
defensas; una pequeña alcazaba quizá y una cerca de muros, no muy ron adosados a
fuerte y resistente, que garantizara en parte su tranquilidad e inde­ mente, el resulta
pendencia. ceptibles con qu
Y debieron realizarse las obras en los últimos tiempos del domi­ cinturón de Valei
nio agareno, durante el mandato de los que, como hemos indicado, La única des
se hacían llamar emires de Badajoz y ejercían su autoridad en casi que nos legó, di
toda la provincia del Garb, cuando ya no obedecían al califato de gobernadores. H
Córdoba y se habían declarado independientes diversas coras, cons­ tauraciones, y nc
tituyendo otros tantos reinos de taifas. otro tiempo cast
A instancia de Abdalá, Almodáfar, Yanhya, Omar Almotankil o vaba bastante o
cualquiera otro de los reyezuelos badajocenses pertenecientes a la di­ pero desde aquel
nastía de los Aftasis, debieron decidirse los valencianos a transfor­ con su interesan)
mar su villa en plaza fortificada. Creemos, sinceramente, que sería la incuria y codic
bajo el reinado de Omar cuando lo hicieron, ya que este personaje, Dice así la reí
amante de las bellas artes, dedicó parte de su atención y tiempo a «RESEÑA D
hermosear la ciudad de Badajoz «construyendo en ella obras gran­ POR E L GOBEI
des e ilustres» (4). Y como, por otra parte, vio en peligro la integri­ QUE DA UNA I
dad de sus estados cuando Alfonso VI, rey cristiano, avanzó con sus D E L CASTILLí
ejércitos hasta más allá de las riberas del Tajo, nada tiene de extra­ DE LA VILLA
ño que el gran Omar tomara por ello medidas prudentes y acertadas DENCIA.
para mejorar en lo posible las defensas de sus ciudades fronterizas. »La muralla <
1765 y concluyó
cuartos de alto y
plenada, abierta
Admitimos sin reservas que los reyes aftasitas, o los almorávides
tambores, aunque
en último extremo, trazaron y acondicionaron los primitivos mu­ está entre ponie:
ros de Valencia, ya que, al ser liberada, a principios del siglo xm,
triángulo en forn
por los freires alcantarinos, como diremos después, los cronistas de la
de Alcántara, al
época hacen referencia a plaza fuerte y de no escasa importancia.
de San Francisco.
No han llegado a nuestros días restos del primer recinto; pero es
»En el recint
seguro que sobre los cimientos de la cerca sarracena, que circun­
Rey; 2.°, de la Re
daba la población y tenía forma exagonal, edificaron más tarde los puerta y la de Sai
cristianos, a partir de la Reconquista, las ingentes murallas que real­
la puerta de las
zaron la importancia de Valencia, ante las que fracasaron en algu­
del General (enti
nas ocasiones muchos de los ejércitos que pretendían apoderarse de
»E1 castillo es
la plácida y pujante urbe. leza, con la puei
(4) Aben Zaid, libr. III, cap. II, según Martínez (M. R.), en la pág. 143 corro, mirando al
de la Historia d el reino d e Badajoz. un pequeño trecb

616
de la dominación Pocas villas o lugares de Extremadura han sido escenario de tan
cientes para justi- frecuentes y enconadas luchas, según tendremos ocasión de ver; y el
areeer de los que resultado lógico de los cercos, asaltos, ataques con artillería, coloca­
ción de minas y otros ingenios empleados para conseguir su des­
—reconociendo la trucción, dieron como resultado la casi total desaparición de los gran­
lir el centro estra- des lienzos murales, aunque éstos fueron reconstruidos en distintos
campo por su ex­ momentos de su historia. Y como, además, se derribaron algunos pa­
ron sus primitivas redones del recinto para construir nuevos edificios, que también fue­
de muros, no muy ron adosados a aquéllos en otras ocasiones sin derribarlos previa­
mquilidad e inde- mente, el resultado final y actual es que apenas restan vestigios per­
ceptibles con que poder determinar y precisar cuál fue el auténtico
tiempos del domi- cinturón de Valencia de Alcántara.
o hemos indicado, La única descripción que se conserva de esta plaza fuerte es la
autoridad en casi que nos legó, durante la guerra de la Independencia, uno de sus
;ían al califato de gobernadores. Hace referencia a una de las últimas y amplias res­
versas coras, cons- tauraciones, y nos permite hacernos idea de lo que debieron ser en
otro tiempo castillo y murallas. Como vamos a ver, aún se conser­
hnar Almotankil o vaba bastante completa esta fortaleza a principios del siglo xix;
tenecientes a la di- pero desde aquella época hasta el momento presente, se ha ensañado
icianos a transfor- con su interesante fábrica la acción de los elementos y, sobre todo,
ramente, que sería la incuria y codicia de los hombres.
jue este personaje, Dice así la referencia que nos ha legado el aludido gobernador:
ención y tiempo a «RESEÑA D EL CASTILLO Y FORTALEZA, REDACTADA
*n ella obras gran- POR E L GOBERNADOR DON JUAN DE AMARILLAS, EN 1828,
peligro la integri- QUE DA UNA IDEA CUMPLIDA D EL ESTADO Y CONDICION
no, avanzó con sus D EL CASTILLO, MURALLAS, BALUARTES Y REVELLIN ES
ada tiene de extra- DE LA VILLA DURANTE LA GUERRA DE LA INDEPEN­
identes y acertadas DENCIA.
udades fronterizas. »La muralla es de cal y canto. Se principió en 1.° de agosto de
1765 y concluyó en 30 de junio de 1766. Tenía cinco varas y tres
cuartos de alto y siete cuartos de ancho, con su cordón, mal terra­
plenada, abierta para poner estacada. Tenía tres puertas con sus
, o los almorávides tambores, aunque algo deteriorados, llamadas de San Francisco, que
los primitivos mu­ está entre poniente y mediodía, y en el tambor de ésta hay un
irnos del siglo xiii , triángulo en forma de revellín; la de las Huertas, a poniente; y la
, los cronistas de la de Alcántara, al norte, con otro revellín en la misma forma que el
escasa importancia, de San Francisco.
aer recinto; pero es »En el recinto se hallan siete baluartes, denominados: 1.°, del
aceña, que circun- Rey; 2.°, de la Reina; 3.°, de las Huertas (los tres situados entre esta
aron más tarde los puerta y la de San Francisco); 4.°, del Príncipe; 5.°, dél Infante (entre
; murallas que real- la puerta de las Huertas y la de Alcántara); 6.°, del Plano, y 7.°,
fracasaron en algu- del General (entre las puertas de Alcántara y San Francisco).
idían apoderarse de »E1 castillo está entre las dos puertas últimas, unido a la forta­
leza, con la puerta principal para la villa, y otra llamada del So­
corro, mirando al naciente sobre la ribera del Abid, en donde hay
! . R.), en la pág. 143
un pequeño trecho de camino cubierto.
»La parroqui
castillo, con una
se sale a la fortal
«Contiene el
menaje; 2.°, del
la actualidad es
la salud pública
H» »No hay fose
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se empleara en
dedicada al apó:
% lar privilegio y p
cuya contribució
gares de los reine

(5) Página 161


averiguador.
(6) Ibid., pág.
1907.
»La parroquia de Roque Amador tiene su fábrica para dentro del
castillo, con una puerta principal hacia la villa, y otras dos por donde
se sale a la fortaleza.
«Contiene el mismo castillo los baluartes llamados: 1.°, del Ho­
menaje; 2.°, del Gobernador; 3.°, el Bajo; 4.°, del Mediodía, que en
la actualidad está sirviendo de Campo Santo, con notable daño de
la salud pública, y un medio baluarte llamado de Roque Amador.
»No hay fosos ni más camino cubierto que el corto trecho que se
halla saliendo por la puerta del Socorro, a mano izquierda.
«Dentro del castillo hay un cuartel de hermosa construcción, con
el tejado muy deteriorado, sufriendo notable daño de las aguas, sus
bóvedas, capaz para colocar en él 300 casas...» (5).
En la actualidad, el castillo se conserva en bastante buen estado,
aunque notablemente desfigurado por las muchas restauraciones que
ha sufrido; y se destina a cuartel de la Guardia Civil.
No restan ya más que dos puertas de la muralla: la de Alcántara
y la de las Huertas. Y la población, rebosando en su recinto, se ha
desbordado en torno de ella, formando algunas calles que han mejo­
rado el aspecto de la villa, una de las más tranquilas y progresivas
de Extremadura.

IV

A c o n t e c im ie n t o s d e d iv e r s a ín d o l e r e l a t iv o s a V a l e n c ia d e A l c á n ­
tara y su c a s t il l o .

He aquí una síntesis de los mismos:


En un memorial o pedimento dirigido a la Corona en 1716 por
la Justicia y vecinos de Valencia, se hacía constar que Valencia era
ya fuerte en tiempos de los romanos, y su célebre castillo el refugio
de sus contratiempos; que sirvió con sumas considerables para la fá­
brica del puente de Alcántara, en la época de Trajano, liberándose
por ello del tril 1 1 ' 1' :ha exención, desde inme-
morial tiempo venía practicando y ob-
servando.
Alegaban también que la dicha villa facilitó todo el hierro que
se empleara en la construcción de la primera iglesia compostelana
dedicada al apóstol Santiago y que, por esta razón, gozó del singu­
lar privilegio y particular exención de no pagar donativo del voto (6),
cuya contribución era obligada para las demás ciudades, villas y lu­
gares de los reinos de León y Castilla.

(5) Página 161, núm. 7, mayo de 1908, año II, de la revista El curioso
averiguador.
(6) Ihid., pág. 18 de los números 1 y 2, año I, noviembre y diciembre de
1907.

619
Después de haber sido liberada la plaza de Alcántara del yugo
sarraceno, el IV maestre de la Orden de San Julián del Perero, don
Garci Sánchez, solicitó del rey de León que lo autorizara a hacer
correrías con sus caballeros y milicias a través de las tierras ocupa­
das por la morisma más allá del río Salor. Accedió gustoso el mo­
narca y dióle cartas para las villas y lugares de su reino que con­
finaban con las tierras del maestrazgo, ordenando que autorizasen
a la gente que quisiera seguir al maestre y pelear bajo sus bande­
ras. Todo se ejecutó así, y, pasado el mes de marzo del año 1220,
juntó en Alcántara buen número de jinetes e infantes y marchó en­
tusiasmado a hacer la guerra a los moros de Valencia y su partido;
resultando tan fructífera la campaña, que al poco tiempo, después
de duros combates, se apoderó de la plaza y de todos los castillos
de la comarca.
En prueba de agradecimiento, y por haberse llevado a cabo aque­
lla expedición por inciativa y a expensas del maestre alcantarino y
caballeros de su instituto, el monarca les hizo donación de todo lo
reconquistado, pasando Valencia por este hecho a ser cabeza de
una extensísima jurisdicción convertida en rica encomienda, que se
mantuvo íntegra y pujante hasta el año 1486, fecha en que se dis­
gregó parte de su término y se crearon las encomiendas de Piedra-
buena, Azagala, Herrera, Mayorga y Cantillana; pero tres años más
tarde, en 1489, quedaron sólo bajo la jurisdicción de Valencia de Al­
cántara las villas de Piedrabuena, Mayorga y los lugares de San Vi­
cente, Santiago, el Pino, Jola y Alcorneo. Hasta que, finalmente, en
1589, y por no disponer los valencianos de dinero suficiente para
tantearlas, se enajenaron las encomiendas de Herrera, Piedrabuena y
Mayorga, quedando muy reducida la importancia de la primitiva en­
comienda de Valencia, que ya figuraba, desde los tiempos del úl­
timo maestre don Juan de Zúñiga, incorporada a la Mesa maestral.
# # #

En 1317, don Ruy Vázquez, maestre a la sazón de la expresada


Orden, trabajó cuanto pudo en favor de Valencia por haber poseído
dicha encomienda años antes, y consiguió varios privilegios que faci­
litaron su engrandecimiento. Al ser depuesto de su cargo al año si­
guiente y reemplazado por don Suero Pérez, no hallándose seguro,
buscó refugio, acompañado del comendador mayor, clavero y otros
caballeros que lo siguieron, en el castillo de dicha ciudad, dispues­
to a resistir y sortear los acontecimientos; pero visto que su crí­
tica situación se prolongaba, abandonó la fortaleza de noche y se
dirigió a Borgoña, lugar elegido por los abades del Císter para ce­
lebrar capítulo. Compareció, sumiso, ante la venerable asamblea y se
esforzó en justificar su conducta y el calvario de sus persecuciones;
Oídas las quejas por los jerarcas de aquella congregación —y cuanto

620
Icántara del yugo
n del Perero, don
utorizara a hacer
las tierras ocupa-
ió gustoso el mo-

recinto
>u reino que con-
j que autorizasen
r bajo sus bande-

superior de la esquina, del primitivo


rzo del año 1220,
ates y marchó en-
ncia y su partido;
o tiempo, después
todos los castillos

vado a cabo aque-


?stre alcantarino y
nación de todo lo
a ser cabeza de
i comienda, que se
■ha en que se dis-
n¡endas de Piedra-
jero tres años más

la parte
de Valencia de Al-
lugares de San Vi-
p e, finalmente, en

en
?ro suficiente para
era, Piedrabuena y
de la primitiva en- garita
os tiempos del úl-
con

la Mesa maestral.
torre,

ón de la expresada
Alcántara .— Vieja

por haber poseído


jrivilegios que faci-
su cargo al año si-
hallándose seguro,
ror, clavero y otros
ba ciudad, dispues-
de

> visto que su crí-


eza de noche y se
Valencia

del Císter para ce-


rable asamblea y se
; sus persecuciones’
regacion —y cuanto
alegó don Suero, nuevo maestre-—, las remitieron al abad de Mori- desertar y se coi
mundo, padre y visitador de la Orden, quien oyó las partes, examinó por indicación di
todo lo actuado y dio por buena la sustitución de don Ruy, que Así las cosas,
acogió el fallo resignado y no dudó en presentarse ante las digni­ y, al llegar a Ya
dades del convento de Alcántara. Y entonces el maestre, admirando fugiaba al insubc
sus cualidades y noble actitud, le hizo donación de la encomienda de nociendo don Ge
Magacela, donde terminó sus días y fue enterrado en la iglesia pa­ fiando en la indu
rroquial de Santa Ana, de dicha localidad. distinguido, aban
Uno de los episodios más transcendentales acaecidos en la forta­ fuerte, y, cubriér
leza de la villa a que venimos refiriéndonos fue el luctuoso suceso chando contra la
de 1338 relativo a la persona de don Gonzalo Martínez de Oviedo, rando piedad; pe
criado predilecto de Alfonso XI y uno de los más adictos y servi­ por mano del cit
ciales cortesanos, a quien premió el rey haciéndole donación del Hallándose ei
maestrazgo de Alcántara. He aquí lo que dice el cronista de la Orden nando de Portug
a este respecto: «Y este maestre don Gonzalo Martínez había gran de Alcántara, qu<
privanza en la merced del rey, e fiaba dél mucho, ca todos los fechos ballero de la Ord
se guiaba por su consejo dél solo, y todas las rentas del reino eran defensa de la mi
en su mano y en su poder, y en los oficios de la casa del rey había portuguesa, que
gran parte» (7); pero por el hecho de no estar conforme este caba­ lio; y, sin embari
llero ni haber asistido a la elección de don Alonso Meléndez de que el nuevo ale
Guzmán, hermano de la reina doña Leonor, para maestre de Santiago, defendió con de
atrajo sobre sí las malquerencias de la soberana y precipitó su ruina. tugués, quien se
Temiendo a las intrigas de doña Leonor y sus consejeros, espe­ socorro que oblii
cialmente de Alonso Fernández Coronel, el maestre se negó a acudir replegarse a su i
cuando fue llamado por el monarca. Y aún hizo más: resentido y meses después la
ofuscado, le envió una carta en tono desabrido y poco cortés, al pero al siguiente
tiempo que mandaba abastecer los castillos de Alcántara y San­ ponendas diplom
tibáñez el Alto, y se disponía a esperar el desarrollo de los acon­ tilla.
tecimientos. Hemos indica
Existía por entonces una tregua entre los reyes de Castilla y valeón, que, a r
Portugal; y, a pesar de ello, don Gonzalo ofreció entregar al portu­ Portugal quiso hs
gués los castillos de Alcántara, Santibáñez, Valencia de Alcántara y cióse a su causa
Piedrabuena, si le ayudaba contra su rey, prometiéndole que haría Suárez con algún
todo lo posible para, antes de morir, dejar incorporadas a Portugal y de Alcántara, Ya
dichas fortalezas. otras fortalezas, i
El monarca del país vecino se negó, de momento, a aceptar la pro­ tugués; ello no
puesta del maestre alcantarino por razón de la tregua existente entre Melén, junto a 1
ambos soberanos; pero le hizo saber que, al finalizar ésta, si cum­ cuencia, se some(
plía su ofrecimiento lo haría maestre de Avís. la villa de Alcán
Igual ofrecimiento hizo Martínez de Oviedo al rey de Granada; la comarca, entn
mas tampoco tuvo éxito su oferta. ante el rumbo d
Por entonces se hallaba don Gonzalo en Valencia de Alcántara, y, inquieto y levanti
dándose perfecta cuenta de lo delicado de su situación la mayor Fue también i
parte de los caballeros de su Orden que estaban con él, comenzaron a dio que tuvo lug
Orden don Fern;
(7) T o r r e s y T a p ia : C rónica..., p á g . 2 4 d e l t. I . sus freires en el

622
al abad de Morí­ desertar y se congregaron en la plaza fuerte de Alcántara, donde,
as partes, examinó por indicación del rey, eligieron maestre a frey Ñuño Chamizo.
de don Ruy, que Así las cosas, el rey Alfonso salió de Madrid, pasó por Cáceres
rse ante las digni- y, al llegar a Valencia, mandó poner cerco al castillo donde se re­
aaestre, admirando fugiaba al insubordinado maestre y un grupo de partidarios. Reco­
í la encomienda de nociendo don Gonzalo que toda resistencia resultaría inútil, y con­
o en la iglesia pa- fiando en la indulgencia del soberano que tanto lo había estimado y
distinguido, abandonó la torre del homenaje, donde se había hecho
lecidos en la forta- fuerte, y, cubriéndose con las banderas que poco antes ganara lu­
el luctuoso suceso chando contra la morisma, echóse a los pies de su señor, implo­
artínez de Oviedo, rando piedad; pero don Alfonso montó en cólera y lo hizo degollar
lás adictos y servi- por mano del citado Fernández Coronel, su irreconciliable enemigo.
idole donación del Hallándose en guerra con el rey de Castilla en 1350 don Fer­
ronista de la Orden nando de Portugal, este monarca puso sitio a la plaza de Valencia
[artínez había gran de Alcántara, que le entregó, sin mucha resistencia, el alcaide y ca­
ca todos los fechos ballero de la Orden, Martín Téllez de Meneses. Acudió presuroso en
ntas del reino eran defensa de la misma el maestre Rui Díaz y cercó a la guarnición
casa del rey había portuguesa, que se había apoderado del recinto, murallas y casti­
conforme este caba- llo; y, sin embargo, nada positivo consiguieron los alcantarinos por­
lonso Meléndez de que el nuevo alcaide, Juan Fernández de Andoneiro, se resistió y
naestre de Santiago, defendió con denuedo hasta conseguir comunicar con el rey por­
precipitó su ruina, tugués, quien se apresuró a enviar tan considerable y voluntarioso
us consejeros, espe- socorro que obligó al maestre de Alcántara a levantar el cerco y
tre se negó a acudir replegarse a su casa matriz de junto al Tajo. Permaneció algunos
10 más: resentido y meses después la villa bajo control y depenedencia de los lusitanos;
0 v poco cortés, al pero al siguiente año, previas las negociaciones consiguientes y com­
e Alcántara y San- ponendas diplomáticas, se reintegró nuevamente a la corona de Cas­
arrollo de los acon- tilla.
Hemos indicado ya, al tratar de los castillos de Peñafiel y Sal­
reves de Castilla y valeón, que, a raíz del asesinato de Montiel, el rey Fernando de
ió entregar al portu- Portugal quiso hacer valer sus derechos a la corona española, unién­
»ncia de Alcántara y dose a su causa el maestre de la Orden de Alcántara don Melén
ictiéndole que haría Suárez con algunos caballeros de su instituto, quienes se apoderaron
poradas a Portugal y de Alcántara, Valencia, Pañafiel, Salvaleón, Santibáñez, Almenara y
otras fortalezas, colocándolas bajo la bandera del pretendiente por­
nto, a aceptar la pro- tugués; ello no obstante, fueron vencidos los partidarios de don
regua existente entre Melén, junto a los muros del castillo de Peñafiel y, como conse­
nalizar ésta, si cum- cuencia, se sometió a la obediencia de don Enrique de Trastamara
la villa de Alcántara y siguieron su suerte las demás fortalezas de
» al rey de Granada; la comarca, entre ellas, Valencia de Alcántara. Viéndose obligado,
ante el rumbo de los acontecimientos, a refugiarse en Portugal el
?neia de Alcántara, y, inquieto y levantisco maestre.
1 situación la mayor Fue también escenario Valencia, en 1394, de otro singular episo­
con él, comenzaron a dio que tuvo lugar durante el tiempo que ostentó la jefatura de la
Orden don Fernando Rodríguez de Villalobos, quien irrumpió con
sus freires en el vecino reino de Portugal y recorrió victorioso las
tierras de junto a la frontera. Repuestos de la sorpresa, reaccionaron
en sus estatutos;
pronto los lusos, reorganizaron sus fuerzas y resolvieron contra los
convento de frailes
alcantarinos, persiguiéndoles con tanto coraje y decisión que obliga­
Prestó desde s:
ron a Villalobos y a sus milicias a refugiarse en el castillo de Va­
condición de plazí
lencia. Mas, con propósito de revancha, los portugueses sometieron la
guarnición y a ef<
plaza a estrecho cerco durante seis días, y ante sus magníficas de­
Desde tiempo i
fensas desistieron del intento y se dirigieron a reforzar el sitio de
llero profeso de la
Badajoz.
y un alférez mavo
Se distinguieron los valencianos, el año 1408, cuando, capitanea­
Guaro y, el de seg
dos por el esclarecido caballero don Garci de Villagutierre, salieron
jal, alcaide del cas
al encuentro de un cuerpo del ejército portugués que, cruzando la
judas familias de
frontera, se había parapetado en la ermita de San Ginés, extramu­
ros de la villa. En aquella ocasión, las fuerzas que acaudillaba el
valiente Villagutierre, auxiliadas por todo el vecindario, cayeron por
sorpresa sobre los atrevidos intrusos y los aplastaron materialmente,
En dicho año c
obligando a huir a los supervivientes.
de S. M., para la
Conocida es la parcialidad del maestre de la Orden de Alcántara,
cuya compañía tra
don Juan de Sotomayor, por los infantes de Aragón, a quienes se
se recibió a sueldo»
unió en abierta rebelión contra el rey don Juan II de Castilla, pre­
Pero fue duran)
tendiendo entonces apoderarse de Valencia; mas opúsose enérgi­
midad a la frontes
camente a su intento su sobrino don Gutierre, comendador mayor de
ejércitos de ambas
aquel instituto, ayudado por los habitantes de la villa, quien logró
Al iniciarse el ]
apoderarse de la persona del infante don Pedro de Aragón y lo
ciembre de 1640, f
puso preso en la fortaleza; por lo que se vieron precisados los se­
bierno español de
diciosos a desistir de su empresa y retirarse a lugar seguro.
debida vigilancia,
Cooperó muy eficazmente al éxito del comendador mayor gran
tería, compuestas i
parte de los vecinos de Valencia, y el rey castellano les concedió se­
cinos de la villa, •
ñaladas mercedes e importantes privilegios en atención a su compor­
portillos existentes,
tamiento.
invirtiendo en la re
Durante las luchas entre don Gómez de Solís y don Alonso de
El día de San 1
Monroy, maestre y clavero, respectivamente, de la expresada Orden,
primera vez, ante s
que tuvieron por escenario la mayor parte de las tierras que caían
portugués al encom
bajo la jurisdicción del maestrazgo, siguieron los naturales de Valen­
cidió saquear y pr
cia el partido de don Gómez. caía bajo la jurisdi
Otro de los acontecimientos más señalados de cuantos acaecieron
hombres desarmad
en la villa valenciana, al correr de las centurias, fue la celebración en
vasores destruir la<
su alcázar, en octubre de 1497, del matrimonio entre el monarca don
posibilitando el cu
Manuel de Portugal y la infanta doña Isabel, hija de los Reyes Ca­
se atenderían ni ci
tólicos. derse con los caño
# # # personal en la maye
En 1645, habiéi
razones de estrateg
Se componía, en 1640, el vecindario del casco de la villa de 1.550 estaban extramuros
vecinos pecheros, 47 casas de hidalgos y 65 eclesiásticos, que inte­ familias principales
graban su antiquísimo e ilustre cabildo, cuyos miembros eran de la ro, presidente del
más acrisolada nobleza de sangre, en armonía con lo preceptuado Santiago.
•presa, reaccionaron en sus estatutos; había también tres parroquias, 18 ermitas y un
solvieron contra los convento de frailes franciscanos.
lecisión que obliga- Prestó desde siempre grandes servicios a la Corona, porque su
1 el castillo de Va­ condición de plaza de armas fronteriza la obligaba a mantener una
lieses sometieron la guarnición y a efectuar los reparos de la fortaleza a sus expensas.
sus magníficas de- Desde tiempo inmemorial se ha gobernado Valencia por un caba­
reforzar el sitio de llero profeso de la Orden, 12 regidores perpetuos, un alcalde mayor
y un alférez mayor, de entre los cuales destacó siempre el conde de
cuando, capitanea- Guaro y, el de segundo voto, don Juan Francisco de Ulloa y Carva­
illagutierre, salieron jal, alcaide del castillo y miembro de una de las más ilustres y lina­
és que, cruzando la judas familias de la localidad.
>an Ginés, extramu-
que acaudillaba el a a tt
indario, cayeron por
:aron materialmente, En dicho año de 1640, Valencia de Alcántara puso a disposición
de S. M., para la guerra de Cataluña, a 120 soldados de infantería,
Orden de Alcántara, cuya compañía trasladó a su costa hasta Molina de Aragón, «donde
ragón, a quienes se se recibió a sueldo».
II de Castilla, pre­ Pero fue durante la guerra de Secesión de Portugal, por su proxi­
ñas opúsose enérgi- midad a la frontera, cuando resultó esta plaza más castigada por los
«nendador mayor de ejércitos de ambas naciones beligerantes.
la villa, quien logró Al iniciarse el levantamiento del reino de Portugal en 1.° de di­
1ro de Aragón y lo ciembre de 1640, fue la primera plaza fronteriza que informó al go­
►n precisados los se- bierno español de los acontecimientos, y se apresusó a establecer la
ígar seguro, debida vigilancia. Organizó seguidamente dos compañías de infan­
endador mayor gran tería, compuestas de 100 hombres cada una, todos naturales y ve­
laño les concedió se- cinos de la villa, y se esforzó en levantar la muralla y tapiar los
tención a su compor- portillos existentes, fortificándolo todo lo mejor que le fue posible e
invirtiendo en la reparación una respetable suma.
ilís v don Alonso de El día de San Bartolomé hizo el enemigo acto de presencia, por
la expresada Orden, primera vez, ante sus arrabales; pero quedó fuertemente contenido el
las tierras que caían portugués al encontrarla fortificada y bien guarnecida, y por ello de­
i naturales de Valen- cidió saquear y prender fuego al indefenso lugar de El Pino, que
caía bajo la jurisdicción de la villa y no contaba más que con 100
le cuantos acaecieron hombres desarmados, por lo que resultó fácil empresa para los in­
fue la celebración en vasores destruir las 50 casas del pueblo y arrasar los campos, im­
entre el monarca don posibilitando el cultivo de cosechas, porque ya, en lo sucesivo, no
lija de los Reyes Ca- se atenderían ni cultivarían otras tierras que las que podían defen­
derse con los cañones desde las murallas; y ello con grave riesgo
personal en la mayoría de las ocasiones.
En 1645, habiéndolo ordenado así la autoridad competente por
razones de estrategia, se procedió a la demolición de 130 casas que
■o de la villa de 1.550 estaban extramuros, magníficas, bien construidas y pertenecientes a
clesiásticos, que inte- familias principales muchas de ellas, como la de don Juan Chamuce-
miembros eran de la ro, presidente del Consejo de Castilla y la hermosa parroquia de
i con lo preceptuado Santiago.
Cuando acudió decidido a asaltar la plaza un considerable ejér­ pueblos indefens
cito luso integrado por 400 infantes y 1.500 caballos en 1646, la de­ los encargados de
fendieron con ahínco los valencianos, muriendo en la refriega 50 de Así las cosas,
ellos, pero no sin haber causado al adversario más de 500 bajas. Valencia de sopo
Quiso el portugués resarcirse de aquel descalabro, y, antes de reti­ sus propiedades <
rarse a su país, hizo todo el daño que pudo en viñas y olivares, dados por Pedro
ocasionando grandes y sensibles pérdidas, y se llevó a Portugal bas­ los colonos y arr
tantes cabezas de ganado. encuentro dos cu<
El día 28 de octubre de 1648 volvieron a atacar los portugueses montada, y los d
con mayor número de recursos bélicos que la vez anterior, pues hubimos de lame
habían conseguido reunir 500 soldados de a pie y más de 1.500 ji­ auténticos patriot;
netes. Avanzaron animosos hasta las puertas y murallas de la villa Nuevamente >
decididos a escalarlas; pero hubieron de desistir de su empeño ante tara en el año 16
la resistencia que se les ofreció y se contentaron por el momento con y una vez más fu
arrimar un petardo a los muros que se alzaban frente al convento por nuestros comj
de Santa Clara. El artefacto hizo alarmante explosión, abrió una también la insiste
brecha de 10 ó 12 metros e intentaron penetrar por ella; pero los insuficiente la cor
defensores de la plaza acudieron como un solo hombre a defender el a aquéllos a rava
boquete, pelearon con gran arrojo y valentía y obligaron a retirarse jinetes, con vecint
a los asaltantes, con pérdida de más de 600 hombres. Julián González.
Dispuesta Valencia a tener, en todo momento, lo más alejados En el año 165'
posible a sus molestos enemigos, a su costa y valiéndose exclusiva­ infantes, 300 caba
mente de sus vecinos y naturales, organizó un grupo montado com­ tiró de Olivenza
puesto de 600 caballos, que eligió por capitán a Jerónimo Clemente longo por espacio
de Montepardo. La misión primordial de estos valientes era viva­ y las bombas v gi
quear por el campo, tener a raya a las patrullas volantes de los con­ intervalos aument
trarios y avisar a los de la plaza en momentos de eminente peligro casas y dejaron n
si se descubría la presencia de fuertes contingentes adversarios; y razón, y la terribl
estimando poco eficaz sus específica misión, acordaron no permane­ demás árboles de
cer inactivos al saber que sus compatriotas de otras zonas fronteri­ ción de los valenc
zas traían en jaque constantemente al enemigo y le infligían con sus Los defensores
correrías y depredaciones serios quebrantos. y continuado esfu
Tuvieron conocimiento, por aviso que les envió el marqués de caban y superaba
Tavara, gobernador de las armas, que el tercio portugués de Castelo tad y patriotismo
da Vide alardeaba de enseñorearse de todas las tierras jurisdiccio­ ficios eran pocos s
nales de Valencia, por lo que, heridos en su amor propio, reaccio­ mas éste arreciaba
naron rápidamente, salieron a su encuentro y los acometieron con mentaba el númei
tanto empuje y coraje que dejaron sobre el campo 300 cadáveres pudieran resistir u:
de sus adversarios, y apresaron a más de 400, entre ellos un maestre realizarlo con eseo
de Campo y varios capitanes, que fueron internados seguidamente junio de 1664 dest
en ciudades alejadas de los frentes de la campaña. so ejército superioi
de infantería, 6.00
Impotentes e incapaces los portugueses para apoderarse de la
de 12 carros destir
plaza valenciana, cuyo posesión les era de importancia vital porque
operaciones bélicas
suponía el dominio de toda aquella estratégica comarca, se esforza­
Los mencionad^
ban por compensar su fracaso ocasionando toda clase de males en los tificaciones hasta i
626
pueblos indefensos de las cercanías y en la hacienda y ganados de
los encargados de la defensa de la villa.
Así las cosas, el 4 de marzo de 1649, hartos ya los vecinos de
Valencia de soportar la destrucción y daño sistemático producido en
sus propiedades cuando supieron que 200 jinetes del enemigo, man­
dados por Pedro de Alencastre, recorrían los campos atemorizando a
los colonos y arrebatando cuanto hallaban a su paso, salieron a su
encuentro dos cuerpos de valientes, uno de infantería y otro de gente
montada, y los derrotaron e hicieron huir; si bien por nuestra parte
hubimos de lamentar en aquella ocasión la pérdida de 50 infantes,
auténticos patriotas naturales de aquella tierra.
Nuevamente volvieron los portugueses sobre Valencia de Alcán­
tara en el año 1651, con 500 soldados de a pie y 100 de a caballo,
y una vez más fueron rechazados sin lograr su propósito; pero visto
por nuestros compatriotas que el peligro era cada vez mayor y mayor
también la insistencia y tenacidad de los enemigos, y que resultaba
insuficiente la compañía de caballos de que disponían para mantener
a aquéllos a raya, organizaron otra a sus expensas, también de 60
jinetes, con vecinos voluntarios, quienes eligieron por capitán a don
Julián González.
En el año 1657, un cuerpo de ejército enemigo integrado por 900
infantes, 300 caballos, seis piezas de batir y algunos trabucos, se re­
tiró de Olivenza cayó sobre Valencia y le puso cerco, que se pro­
longó por espacio de nueve días. El fuego insistente de las baterías
y las bombas y granadas que arrojaban sobre la plaza con pequeños
intervalos aumentó los anteriores daños sufridos; destruyó varias
casas y dejaron malparados algunas iglesias y conventos; por cuya
razón, y la terrible poda a que sometieron a los viñedos, olivares y
demás árboles de la campiña, se agravó considerablemente la situa­
ción de los valencianos, cortijeros y huertanos de las cercanías.
Los defensores de la plaza estaban ya cansadísimos por su grande
y continuado esfuerzo; pero su ánimo no desfallecía y se multipli­
caban y superaban para acudir a todas partes y sufrir con volun­
tad y patriotismo la falta de medios. Todas las privaciones y sacri­
ficios eran pocos si con ello se evitaba caer bajo el yugo del invasor;
mas éste arreciaba en sus acometidas cada vez con más brío, incre­
mentaba el número de fuerzas atacantes y era de temer que no
pudieran resistir un nuevo cerco, ni el asalto a la muralla si decidían
realizarlo con escogidas y numerosas tropas. Efectivamente, el 13 de
junio de 1664 descubrieron desde los muros de la plaza un podero­
so ejército superior a lo corriente, pues constaba de 16.000 soldados
de infantería, 6.000 de caballería y un tren de artillería compuesto
de 12 carros destinados a batir previamente los muros y facilitar las
operaciones bélicas subsiguientes.
Los mencionados cañones martillearon durante tres días las for­
tificaciones hasta abrir enorme brecha en uno de los lienzos de la
los partidarios d
cerca, de más de 270 pasos, por la que intentaron penetrar; pero los a salir de ella 2
habitantes de la villa, sin volver la espalda, con todo denuedo, con­ camuflados, den
tuvieron la avalancha peleando frente a frente, al tiempo que los pello en el hecl
menos aptos para empuñar las armas tapaban el boquete con sacos una auténtica q
de tierra, puertas, arcones y otros utensilios domésticos que les fa­ enlaces con sus ¡
cilitaban las mujeres y los niños, cooperando heroicamente a la de­ o errantes por 1
fensa. Se sucedieron tres o cuatro arremetidas a las murallas por mos, la reacción
distintos lados, y otras tantas fueron contenidas en su empuje; entu­ apenas quedó ei
siasmándose y creciéndose de tal manera los defensores al quitarles del casco de la p
una de las banderas que portaban los portugueses, que empezaron Fueron inca!
éstos a vacilar y a replegarse, dejando sobre el pavimento 1.500 ca­ que permanecí*
dáveres. Ello motivó que, envalentonados, los valencianos les quema­ su ensañamientc
ron «los ataques, faginas y demás pertrechos». Nuestras bajas se feriales y de tod¡
elevaron en aquella ocasión a 250 muertos, más un número consi­ de 1708 demolie
derable de heridos. ñas cuyas expli
Después de estas acometidas quedaron los valencianos sin apenas piedras que afe
fuerzas para continuar resistiendo, y al darse cuenta que el enemigo se mantenían en
volvía otra vez a la carga, que la caballería estuvo tres días a la vista poro Valencia a 1
de la plaza y se retiró sin socorrerlos, y que no les era posible recibir Pero no hat
auxilios suficientes en breve tiempo, perdieron toda esperanza por la mártir villa v
lo crítico de su situación, que se hacia insostenible por momentos, una vez más p«
y decidieron capitular, ya que los portugueses continuaban mante­ guerra que origi
niendo estrecho cerco, arreciando en el combate y seguros del triunfo zón la plaza un
final, por tener la seguridad de que ya no les era posible sostenerse el desastre ni su
a los que hicieron denodados esfuerzos parapetados en el castillo, las tropas que ac
murallas y torreones de Valencia.
Las condiciones de la capitulación fueron honrosas, pero no las
cumplieron caballerosamente los capitulantes.
Así pasó la codiciada Valencia de Alcántara a poder de Portugal Los sucesiva
y permaneció bajo su control hasta 1668, en cuya fecha se firmaron siones a Valenci
las oportunas paces entre ambos reinos y se reintegró nuevamente a ciones, en propc
la corona de España. sus vecinos en pi
ron presente los
* * # ros y preeminenc
En uno de 1<
Durante la guerra de Sucesión, y en el año 1705, los portugueses cia al Gobierno
y sus aliados los austríacos —ya que el archiduque de Austria as­ de los privilegio!
piraba al trono español—, tomaron la plaza al asalto con un ejército tamente a ella,
de 3.000 soldados, debido a que la guarnición de la plaza no reba­ cántara. Cuando
saba la cifra de 400 hombres, y no pudieron con tan escasos recur­ visionales, las d
sos resistir la enorme presión y tenaz machaqueo de las baterías ene­
migas, que los tuvo cercados durante ocho días. En esta ocasión (8) Estas notic
quedaron convertidas en escombros más de 300 casas y fueron de­ Memorial elevado a
escrito por el Corte
rruidos también el Ayuntamiento y la Cárcel Real. Saquearon todos buenos d e la villa,
los domicilios y sufrió el vecindario las mayores privaciones y cala­ de la revista, febren
midades de todos los tiempos, pues al pretender las tropas españolas,

628
los partidarios del pretendiente legítimo, recuperar la villa, obligaron
a salir de ella a los pocos habitantes que aún permanecían, medio
camuflados, dentro del recinto de Valencia. Fundamentando su atro­
pello en el hecho cierto de que los valencianos habían organizado
una auténtica quinta columna y estaban en relación por medio de
enlaces con sus paisanos residentes en los pueblos de los alrededores
o errantes por la campiña. Y como pudieron confirmar estos extre­
mos, la reacción fue espantosa y los ocupantes lo destrozaron todo;
apenas quedó en pie un solo edificio de los existentes en el interior
del casco de la población.
Fueron incalculables los sufrimientos durante los nueve años
que permanecieron bajo la obediencia del invasor. Fue tanto
su ensañamiento y encono, que, no conformes con los daños ma­
teriales y de toda índole que ya habían ocasionado, aquel mismo año
de 1708 demolieron el castillo y la muralla, utilizando potentes mi­
nas cuyas explosiones lanzaron a distancia enormes bloques de
piedras que afectaron a los pocos edificios de la ciudad que aún
se mantenían en pie. En tan lamentable estado de ruina se reincor­
poró Valencia a la corona de Felipe V en 1715.
Pero no habían terminado aún las vicisitudes calamitosas de
la mártir villa valenciana, pues en 1762 fue atacada y conquistada
una vez más por una división del ejército anglo-portugués en la
guerra que originó el llamado Pacto de familia. Mandaba a la sa­
zón la plaza un mariscal experto y prestigioso, pero no pudo evitar
el desastre ni su mala suerte, pues cayó prisionero con lo mejor de
las tropas que acaudillaba (8).
a s o

Los sucesivos monarcas españoles premiaron en distintas oca­


siones a Valencia de Alcántara con determinados privilegios y exen­
ciones, en proporción a los méritos, sufrimientos y cooperación de
sus vecinos en pro de los intereses nacionales. Mas no siempre tuvie­
ron presente los altos poderes del Estado la existencia de tales fue­
ros y preeminencias.
En uno de los memoriales que dirigieron los vecinos de Valen­
cia al Gobierno de la Nación en 1734, hacían constar que «era uno
de los privilegios de la villa, que las órdenes de S. M. fueran direc­
tamente a ella, sin intervención del gobernador del partido de Al­
cántara. Cuando se mandaran formar los batallones de milicias pro­
visionales, las disposiciones dictadas para tal objeto se notificaron

(8) Estas noticias, y buena parte de las siguientes han sido tomadas del
Memorial elevado al rey en 1477, bajo el título Resumen histórico d e Valencia,
escrito por el Concejo, Reximiento, Caballeros, Escuderos, Oficiales e H om bres
buenos d e la villa, publicado en E l curioso..., pág. 68 y siguientes del núm. 4
de la revista, febrero de 1908, año II.

629
a la villa por medio de vereda librada por la Justicia de Alcántara, y
como esto era contra fueros y preeminencias, reclamó al Capitán Ge­
neral de Extremadura, en Badajoz, para que mantuviese a Valencia
en posesión del derecho que invocaba. Y no habiendo respondido
aquella autoridad, se dieron poderes a don Pedro Contreras Cha-
mu cero y Ulloa, para que hiciera ver a S. M. el derecho que asistía
a Valencia para no depender en modo alguno de Alcántara».
He aquí un gesto plausible de los valencianos, no permitien­
do que se mermase el prestigio y la importancia del justo lugar que
debía ocupar la villa en el concierto de las demás capitales, villas
y lugares de la nación.
«S # #

También contribuyó Valencia, con su batallón de milicias ur­


banas, en la guerra de la Independencia. En 1809 rechazó una divi­
sión de 6.000 soldados de Napoleón, obligándoles a replegarse so­
bre Salorino.
La Junta de Gobierno se instaló allí durante algún tiempo; y
la Audiencia de Cáceres se trasladó asimismo a Valencia, donde
permaneció durante bastante tiempo, por encontrarse dicha plaza Monroy
fuera de las asechanzas de las huestes del emperador francés, que
se habían apoderado de la capital cacereña.
Y, finalmente, durante la guerra civil carlista, fue dicha villa
hervidero de intrigas y maquinaciones, dada su proximidad a la
frontera con Portugal, en cuyo país residió mucho tiempo el preten­ E L CAS
diente don Carlos.

Se ñ o r ío d e V a l v e i
ESTA VILLA.

En una de nu<
pado con algún de
los primeros caba
miembros todos dt
cácter a toda una
dura; si bien algún
casas nobles que a
fes, y aun distantes
El más ilustre j
hemos aludido en
Ñuño Pérez de M

(1) Don Ñuño P


pania Sacra», Instituto
cia de Alcántara, y
jnó al Capitán Ge-
ituviese a Valencia
ibiendo respondido
xo Contreras Cha-
derecho que asistía
Alcántara»,
nos, no permitien-
del justo lugar que
aás capitales, villas

lón de milicias ur-


9 rechazó una divi-
es a replegarse so­

te algún tiempo; y
a Valencia, donde
Monroy Z ujíi^a
ntrarse dicha plaza
erador francés, que

sta, fue dicha villa


ai proximidad a la
10 tiempo el preten- EL CASTILLO DE VALVERDE DE LA VERA

S e ñ o r í o d e V a l v e r d e .— B r e v e s n o t i c i a s d e l o s p r i m e r o s s e ñ o r e s d e
e st a v il l a .

En una de nuestras recientes publicaciones (1) nos hemos ocu­


pado con algún detenimiento del origen de la palabra Monroy, y de
los primeros caballeros extremeños que llevaron dicho apellido;
miembros todos de un linaje, de determinada familia que dio ca-
cácter a toda una época en la que llamamos hoy Alta Extrema­
dura; si bien algunos descendientes de la misma enlazaron con otras
casas nobles que asentaban y tenían su casa solar en zonas limítro­
fes, y aun distantes, de la región extremeña.
El más ilustre personaje de la dinastía de los Monroyes, a quien
hemos aludido en varios pasajes de esta obra, fue el célebre don
Ñuño Pérez de Monroy, abad de Santander y arcediano de Cam-

(1) Don Ñuño Pérez de Monroy, A bad d e Santander, extracto de «His-


pania Sacra», Instituto P. Enrique Flórez, del C. S. de I. C., vol. III, año 1950.

631
pos, natural de la ciudad de Plasencia, cuyo recuerdo perdura entre primer maestre
sus paisanos, que le han dedicado una plaza, auténtica joya medie­ su tiempo, pues
val, pues a pesar de los siglos transcurridos, conserva todavía el ca­ era el auténtico
rácter de los tiempos en que era señora de Plasencia la eximia doña en todos los asn
María de Molina, de grata memoria. La actual plaza llamada de don Sorprende c
Ñuño Pérez de Monroy es magnífica joya arquitectónica, y, ce­ lugar destacado
rrándola por uno de sus lados, el que mira hacia naciente, se alza ñera como el d
recio, amplio y majestuoso, el edificio conocido con el nombre de reino de Castil
Casa de tas dos torres, que mandó construir el referido abad para era, a su vez, es
residir en ella cuando pasaba temporadas en Plasencia. de Molina; que
Es, sin duda alguna, la mencionada casona la más antigua de esta señora,
de la ciudad, y siempre — cuando no lo hacían en el alcázar—, prebendas real<
se alojaban en tan confortable morada cuantos reyes y personajes bilidad.
notables visitaban a los placentinos. Tenemos noticias ciertas de Creemos qui
que el rey don Fernando, el Católico, mitigó en ella sus dolores dieran, temeros
cuando, en 1516, procedente de La Abadía, dirigíase a Guadalupe, sacerdote; pero
sin sospechar que le alcanzaría la muerte en Madrigalejo. que justifica la
El referido palacio no debía llamarse ya Casa de las dos torres, tión en los asiu
porque desde hace poco tiempo los embates de la naturaleza, o que atravesó 1j
quizá más bien las negligencias de los hombres (2), han permitido con buena volm
que se agriete y desmorone una de las que fueron, durante el paso a aquel dechad
de los siglos, la nota más simpática y monumental de la histórica tivo y humilde,
urbe cuyos cimientos baña el río Jerte. se debe el que
La casa señorial de los Monroyes, mansión muy valiosa por su haya pasado a
traza y grandiosidad, está hoy mutilada y llena de amasijos que que no se ha r<
la desfiguran y profanan; y en su recinto, espléndido y acogedor, fue tiblemente, y mí
cuna de la sin par doña María, la Brava, la de corazón tan fuerte Para evitar
que se quedó fija y sin articular palabra ante los cadáveres de sus extrema, se omi
hijos, vilmente asesinados, «sin echar una lágrima ni hacer ningún seña de su gesti
acto mujeril», al extremo de que cuantos presenciaban la escena y en todos los
«tomaban espanto de vella con tanto sosiego». cuentemente pe
Repetimos que en nuestra publicada monografía sobre el abad y hasta la seguri
de Santander aportamos gran número de datos relativos al por tantas No nos es p
razones ilustre personaje; pero ello, no obstante, y por estimarlo prudentes y sa!
ocasión propicia, vamos a reseñar noticias de algún interés referentes dora doña Mari
al virtuoso sacerdote y a sus extraordinarias dotes de gobernante. del Estado se d
A nuestro juicio, el insigne placentino don Ñuño Pérez de Mon­ mió sacerdote p
roy, hijo de Pedro Fernández de Monroy, nieto de Fernán Pérez de manera ineqi
de Monroy Gallego, trece de la Orden de Santiago y biznieto de don que no nos es
Pedro Fernández de Monroy, llamado Pedro Fernández de Fuente- como consejero
encalada, por ser natural del lugar de este nombre, fundador y ocupando el lug
España, única }
(2) E l actual y V III conde de la Cañada, don Rafael Acedo-Rico y Sán- nía, naturalmen
chez-Ocaña, Jarava y Acedo-Rico, se lamentaba recientemente de la barbari­ meradas, y el d
dad cometida por uno de sus abuelos, propietario del inmueble, el cual, al incesantemente,
observar la existencia de grietas en la torre de la derecha de la casona, vista
desde frente, no se le ocurrió mejor solución que mandarla derribar. (N. d el A.)
indiscutible por

632
primer maestre de la Orden de Santiago, fue la eminencia gris de
su tiempo, pues además de sus conocidos cargos de representación,
era el auténtico asesor que, siempre entre bastidores, daba la pauta
en todos los asuntos relativos a la gobernación del reino.
Sorprende ciertamente que sea tan poco conocido y no ocupe
lugar destacado en los anales de la historia patria figura tan se­
ñera como el dicho abad, que se encargaba de la gobernación del
reino de Castilla cuando el rey Sancho IV salía a campaña; que
era, a su vez, canciller, consejero y confesor de la reina doña María
de Molina; que desempeñó la Notaría Mayor en tiempos del nieto
de esta señora, el rey Alfonso; y que, además, disfrutaba de otras
prebendas reales y eclesiásticas de gran significación y responsa­
bilidad.
Creemos que don Ñuño procuraba evitar que sus actos trescen-
dieran, temeroso del descrédito o la crítica, dada su condición de
sacerdote; pero si esto pudo suceder en parte, la razón más segura
que justifica la escasa publicidad de su importante y decisiva ges­
tión en los asuntos de Estado, durante los tiempos calamitosos por
que atravesó la Corona de Castilla, la encontramos al examinar
con buena voluntad y minuciosamente las cualidades que adornaban
a aquel dechado de virtudes, que era, sobre todo, prudente, carita­
tivo y humilde. Y a esta de sus cualidades, a su humildad y sencillez,
se debe el que no brillara en armonía con sus méritos, y el que no
haya pasado a la posteridad rodeado de esa aureola de prestigio
que no se ha regateado a personajes menos representativos indiscu­
tiblemente, y más faltos de merecimientos.
Para evitar falsas interpretaciones, y en honor a su modestia
extrema, se omitió en la redacción de las crónicas de su tiempo la re­
seña de su gestión importantísima e indispensable en todos los actos
y en todos los momentos trascendentales y críticos, que tan fre­
cuentemente ponían en peligro la vida de las instituciones públicas
y hasta la seguridad de la corona de San Fernando.
No nos es posible apreciar el valor de sus asesoramientos, de sus
prudentes y sabios consejos a la egregia señora, la reina goberna­
dora doña María, cuyos aciertos en el manejo del timón de la nave
del Estado se deben, en gran parte, al inteligente, diplomático y exi­
mio sacerdote placentino; pero lo más lamentable es ■ —y ello prueba
de manera inequívoca que don Ñuño era varón de virtud acrisolada—
que no nos es dado conocer la importancia de su gigantesca labor
como consejero de Estado, porque no ha pasado a la posteridad
ocupando el lugar preeminente que le correspondía en la Historia de
España, única y exclusivamente por su voluntad; voluntad en armo­
nía, naturalmente, con sus envidiables cualidades personales, ya enu­
meradas, y el decidido afán de recogerse en su celda para trabajar
incesantemente, y para que los aplausos, los honores y el mérito
indiscutible por los aciertos y sabias disposiciones de gobierno, en

633
la política y en la guerra, recayeran siempre en la excelsa y buena
doña María, su señora, por quien sentía un respetuoso afecto rayano
en veneración.
La prueba evidente de que fue don Ñuño el que evitó quedara
reflejada en los anales la gestión de su privanza la encontramos en
las crónicas de los reyes de Castilla, página 8 de la nota previa, donde
se dice que es digna de tenerse en cuenta la opinión del ilustre
Acosta «que supone haber redactado al abad de Santander, don
Ñuño Pérez de Monroy, canciller mayor que fue de la reina doña
María de Molina, y notario también mayor de Castilla, memorias y
apuntamientos que sirvieron para la redacción de dichas crónicas»,
las cuales sirvieron para su definitiva obra a Fernán Sánchez de To-
var, vecino de Valladolid, quien, al parecer, es autor de las cuatro
crónicas correspondientes a los reinados de Alfonso X, Sancho IV,
Fernando IV y Alfonso XI, en opinión de don José Amador de los
Ríos, quien, al tratar de la importancia de aquéllas, dice: «Tiénenla
indisputable, no solamente por ser las más seguras fuentes histó­
ricas relativas al mencionado período, sino también por ostentar, en
medio de la sobriedad del estilo, cierto espíritu de rectitud e hidal­
guía distinto de la adulación en tiempos más cercanos, hermanán­
dose con estas virtudes, que no son para despreciadas, la predilec­
ción constante que muestra el autor a toda empresa digna del nom­
bre y esfuerzo castellanos
»Deber es de crítica confesar que tiene no poco merecimiento la
tarea de tejer con orden y claridad la urdimbre de tantos y tan
vergonzosos disturbios, no siendo dueño el historiador de adulterar
ni transformar la materia que le hubiera caído en suerte» (3).
He aquí la razón indudable de que las crónicas de los reyes
de Castilla apenas hagan referencia al personaje que tanto influyó
en los acontecimientos políticos de su tiempo, pródigos en intrigas y
calamidades de todo género; porque siendo la cualidad más acusada
del eminente placentino la modestia, es lógico suponer que, si él
redactó las memorias y apuntamientos que sirvieron de base para
escribir la Historia de España en aquella época, prescindiera de toda
publicidad referente a su persona por su natural predisposición, y
posiblemente porque creyera de buena fe que la sabia política de
gobierno se debía exclusivamente al talento, excelentes dotes y otras
características peculiares de la Reina Gobernadora.
Vemos, pues, por qué la Historia no ha recogido la actuación
brillante de aquel varón extremeño, diplomático experto, fiel conse­
jero y piedra firme en que descansó, en ocasiones con un sólo y
débil punto de apoyo, la corona de Castilla. Acaso los aconteci­
mientos nacionales hubieran tomado rumbo distinto de no disponer
doña María de amigo tan fiel y capacitado.

(3) Vid. nuestra men. obra Don Ñuño Pérez d e M onroy..., pág. 12.
Valverde d e la V en
634
excelsa y buena
¿o afecto rayano

e evitó quedara
encontramos en
ta previa, donde
nión del ilustre
Santander, don
e la reina doña
illa, memorias y
lichas crónicas»,
Sánchez de To-
or de las cuatro
> X, Sancho IV,
■ Amador de los
dice: «'llénenla
is fuentes histó-
por ostentar, en
rectitud e hidal-
anos, hermanán-
das, la predilec-
i digna del nom-

merecimiento la
de tantos y tan
dor de adulterar
rte» (3).
cas de los reyes
|ue tanto influyó
«jos en intrigas y
jad más acusada
poner que, si él
mi de base para
scindiera de toda
predisposición, y
sabia política de
ites dotes y otras

[ido la actuación
perto, fiel conse-
■s con un sólo y
aso los aconteci-
3 de no disponer

o y ..., pág. 12
Valverde d e la V era.— Muros de la vieja y primitiva fortaleza de los Monroyes
t en Extremadura
Joven aún, el ilustre Monroy, gran señor por su dignidad, el
valor de su persona, la grandeza de su casa y lo esclarecido de su casa y haciend
linaje, pronto fue llevado a Corte al ser ordenado sacerdote; y el de Valverde, y ;
rey Sancho IV le hizo merced del Arcedianato de Trujillo, prebenda de los Monrove
del Cabildo de Plasencia; pero reteniéndolo a su lado, durante gran­ de su nombre ei
des temporadas, para utilizarlo en beneficio de los intereses del A este Femí
Estado, dadas sus excelentes aptitudes políticas, su cultura y su de los Monrove
perspicacia. riamente. Se le
Y fue en este período cuando empezó a destacar el insigne arce­ del fundador di
diano, consiguiendo granjearse rápidamente la voluntad del rey, a de Monroy a b
quien inspiraba tal confianza, que, al salir a la guerra contra los fuerte y solarie¡
moros, dejaba el gobierno de los asuntos de Castilla en manos de su biznieto suyo qi
experto y voluntarioso consejero, subordinado y amigo.
Fernán Pére
fanía Rodrigues
I señor de Valverde.—Es muy natural que entonces, y para mora, por cuvo
remiar su diligencia y positivos servicios, le hiciera donación el so-
Eerano de la villa de Valverde y sus aldeas anejas de Villanueva,
Fernán de su hi
Rosas en dicha
Viandar, Talaveruela y Madrigal, con las que creó un pujante se­
sin cerrar su c
ñorío que legó, al morir, a sus descendientes. largas cuanto s
A pesar de las casas solares que poseía don Ñuño en Plasencia y
guientes atencio
Valladolid, mandó edificar en Valverde un fuerte y acondicionado
castillo para poder residir él o sus respectivos alcaides, y para de­ Llevó don I
fensa de las tierras de su feudo. En lugar oportuno nos ocuparemos tésanos, pues s
de dicha fortaleza. dríguez, entalla
Tanto como el rey Sancho IV y la reina doña María, su hijo de Zamora, en
Fernando, el Emplazado, sucesor en el trono de Castilla, estaba re­ de Alba, e hijo
conocido a los buenos servicios del abad de Santander, I señor de seguido desde si
Valverde. Testimonia esta realidad el contenido de la confirmación Además del
del señorío de Valverde al dicho abad durante el reinado de este el de Monroy,
soberano; confirmación terminante de la donación que le había de su hermano
hecho el rey don Sancho. Dice así: debe la constn
«Por cuanto vos, don Ñuño Pérez de Monroy, Arcediano de Cam­ nombre; cortijo
pos, Abad de Santander, Canciller de la reina doña María, mi ma­ del privilegio o
dre, me pediste que vos otorgase la donación que el rey don Sancho, a hacerlo con c
mi padre, que Dios perdone, y yo vos hicimos, del aldea que vos denes militares
dimos, que se dice Valverde, que era en término de Plasencia, la de realengos.
cual aldea vos otorgó y vos dió los derechos que allí había, y toda Igual que si
su jurisdicción, yo, por vos hacer bien e merced y porque me serviste Plasencia en ti<
siempre muy bien y muy lealmente, dóvosla y otorgóvosla, y todos de Sancho, el .
los pechos y rentas y derechos y pedidos y servicios y la justicia y hijo Fernando I
todas las otras cosas, que yo he y debo hacer, que las hayades li­ su prestigio, v«
bres y quito y cumplidamente vos y los que de vos vinieren» (4). Año Pérez del Bote,
de 1309. reyes muchas m
II señor de Valverde.—Al fallecer el abad en 1326, heredó su Queriendo í
de 1351, dejó d<
(4) Historia y A nales..., p o r F r a y A. F e r n á n d e z , c a p . XVI d e l libr. I. 20.000 misas en
de ambas capit
636
su dignidad, el
esclarecido de su casa y hacienda su hermano Fernán Pérez de Monroy I, II señor
> sacerdote; y el de Valverde, y su tierra, a cuyas manos pasó, asimismo, el mayorazgo
rmjillo, prebenda de los Monroyes, que radicaba en la actual villa de Monroy, cortijo
do, durante gran- de su nombre en aquel tiempo.
los intereses del A este Fernán Pérez se le suele considerar como cabeza del linaje
su cultura y su de los Monroyes, que en siglos posteriores se multiplicó extraordina­
riamente. Se le llamaba el Viejo por ser, en cierto modo, además
i el insigne arce- del fundador de la familia, el que mandó alzar y repoblar la aldea
luntad del rey, a de Monroy a base del primitivo cortijo, construyendo en ella casa
guerra contra los fuerte y solariega; y además para no confundirlo con un hijo de un
i en manos de su biznieto suyo que llevaron el mismo nombre y apellidos.
migo. Fernán Pérez de Monroy I contrajo matrimonio con doña Este­
fanía Rodríguez, señora de mucha hacienda y otros intereses en Za­
entonces, y para mora, por cuyo motivo, y la circunstancia de haber heredado don
•a donación el so- Fernán de su hermano el abad la encomienda de Santa María de las
as de Villanueva, Rosas en dicha capital, marchó a residir allí con toda su familia,
■ó un pujante se­ sin cerrar su casa de Plasencia, en la que pasaba temporadas tan
largas cuanto se lo permitían sus deberes en la Corte y las consi­
ño en Plasencia y guientes atenciones de sus inmensas propiedades.
y acondicionado
Llevó don Fernán consigo sus criados extremeños y algunos ar­
aides, y para de-
tesanos, pues se conservan testimonios de que en 1346 Lope Ro­
0 nos ocuparemos
dríguez, entallador y natural de Plasencia, vivía en Balbones, cerca
de Zamora, en una casa propiedad de Ruy Fernández, arcediano
ía María, su hijo
de Alba, e hijo de don Fernán y doña Estefanía, a quienes había
'astilla, estaba re-
ander, I señor de seguido desde su ciudad natal.
e la confirmación Además del señorío de Valverde poseía también en Extremadura
1 remado de este el de Monroy, Talaván y las Quebradas, que heredó igualmente
ón que le había de su hermano don Ñuño; y, según hemos dicho, a su iniciativa se
debe la construcción del castillo de Monroy en el cortijo de tal
jcediano de Cam- nombre; cortijo que repobló después y convirtió en aldea, en virtud
ña María, mi ma- del privilegio concedido por el rey Fernando IV, que lo autorizaba
?1 rey don Sancho, a hacerlo con cien pobladores procedentes de las tierras de las Or­
del aldea que vos denes militares o de otros señoríos, y nunca con los procedentes
o de Plasencia, la de realengos.
allí había, y toda Igual que su hermano el abad, este caballero había nacido en
jorque me serviste Plasencia en tiempos de Alfonso X, el Sabio, y fue gran privado
orgóvosla, y todos de Sancho, el Bravo, de su esposa doña María de Molina, de su
aos y la justicia y hijo Fernando IV y de su nieto Alfonso XI. Se le admiró mucho por
ue las hayades li- su prestigio, valor y diligencia, y a instancia suya y de Fernán
vinieren» (4). Año Pérez del Bote, procuradores ambos por Plasencia, concedieron los
reyes muchas mercedes a esta ciudad.
a 1326, heredó su Queriendo emular a don Ñuño, en testamento que lleva fecha
de 1351, dejó de manifiesto su magnanimidad; dispuso que le dijeran
:ap. XVI del libr. I. 20.000 misas en Plasencia y Zamora, ya que se consideraba vecino
de ambas capitales; y mandó vestir a 1.500 pobres, dando a cada

637
uno seis varas de paño buriel; e hizo otras muchísimas mandas, cuya
enumeración resultaría interminable.
Fue el II señor de Valverde copero de la reina doña María y
padre de tres hijos. Había vivido siempre con el rango de los mag­
nates de su tiempo por lo rancio de su estirpe, sus muchas riquezas
y los altos cargos que desempeñó en la corte de Castilla. Murió
cuando contaba ya más de cien años, en 1351, estando en Plasencia,
y dispuso se le enterrara en la parroquia de San Nicolás, frente a su
casa, cuya iglesia habían mandado edificar él y su hermano (5).
III señor de Valverde .— Heredó la casa y mayorazgo de Fernán
Pérez de Monroy I, su hijo primogénito Fernán Pérez de Monroy II,
el Mozo, III señor de Valverde, que era uno de los caballeros pla-
centinos que con mejor disposición sirvieron a los reyes Alfonso XI
y a su hijo Pedro I.
Capitaneando lucida hueste, integrada por gente de sus feudos,
intervino en la batalla de Tarifa, cerco de Algeciras y sitio de Gi-
braltar, durante la gran campaña realizada por Alfonso XI, el rey
devoto de la extremeña Virgen de Guadalupe. Y fue tan eficaz y
principal la prestación de ayuda por parte de don Fernán en aque­
lla ocasión, que el propio soberano hace mención a sus merecimien­
tos en la confirmación que le hizo de la villa de Valverde y de la
aldea de Monroy, estando en Sevilla y en vida de su padre, el 30 de
diciembre de 1344, cuando dice, «y yo, por hacer bien y merced al
dicho Fernán Pérez, por muchos servicios y bienes que me ha hecho
y me hace de cada día...».
En el año 1362, se rindió a las armas de don Pedro I de Castilla
la ciudad de Catalayud, permaneciendo después el monarca en la
misma durante cuarenta días; y al marchar de allí para solventar
otros problemas que recababan su atención, encomendó el gobierno
de dicha población al ilustre Monroy, persona muy principal, valien­
te y gran diplomático, quien se hizo querer de todos por su gran
corazón, esmerado trato y cordialidad, al extremo de que, al aban­
donar el cargo, los bilbilitanos añoraron durante mucho
tiempo la ausencia de quien con tanto acierto y cariño los había
gobernado.
Cooperó a la causa de don Pedro y le sirvió con gran entusiasmo
hasta el asesinato perpretado en el castillo de Montiel; y al perder

(5) En la llamada hoy plaza de don Ñuño Pérez de Monroy, en la ciudad


de Plasencia, se alza, por la parte del sureste, la llamada Casa d e las dos
torres, solar de los Monroyes, según ya se hizo constar; y frente a ella cons­
truyeron los Almaraces, enemigos irreconciliables de aquéllos, su hermosa
residencia, que era y es actualmente una auténtica casa fuerte. Y es creencia
muy extendida entre los placentinos, y admitida por algunos historiadores,
que don Ñuño y don Fernán mandaron edificar en el centro de la referida
plaza la iglesia de San Nicolás, para evitarse el mal gusto de estar viendo
constantemente a su enemigos.
tas mandas, cuya

a doña María y
ngo de los mag-
muchas riquezas
Castilla. Murió
ido en Plasencia,
colas, frente a su
hermano (5).
razgo de Fernán
ez ae Monroy II,
>s caballeros pla-
reves Alfonso XI

:e de sus feudos,
as y sitio de Gi-
lforiso XI, el rey
fue tan eficaz y
Fernán en aque-
t sus merecimien-
Yalverde y de la
,n padre, el 30 de
bien y merced al
que me ha hecho

edro I de Castilla
el monarca en la
llí para solventar
nendó el gobierno
•principal, valien-
odos por su gran
de que, al aban-
durante mucho
■ cariño los había

n gran entusiasmo
jntiel; y al perder

Monroy, en la ciudad
ida Casa d e las dos
v frente a ella cons-
tquéllos, su hermosa
fuerte. Y es creencia
algunos historiadores,
centro de la referida
justo de estar viendo
Valverde d e la V era.— Restos de la torre del Homenaje del castillo, y, al fondo,
muros y tejados de la iglesia parroquial de Nuestra Señora de las Fuentes Claras
a su señor, regresó a su casa de Plasencia temeroso de represalias causándose muert
por parte de don Enrique de Trastamara, y desconfiado de la marcha lidades.
de los asuntos en la corte de este príncipe. Hubo un mom
IV señor de Valverde .—Al morir Fernán Pérez de Monroy II, tal el espíritu de
dejó una hija llamada doña Catalina Alonso de Monroy, que he­ Belvís, creyéndose
redó la cuantiosa fortuna, señoríos y mayorazgos de su padre. Y, por ponía y lo apoyab;
esta razón, por ser una de las más ricas y linajudas señoras de aió codicioso a p<
su tiempo, Enrique II la protegió siempre y la casó con un caballero temporada Fernán
llamado Mosén Guirao, que era pariente próximo del rey de Fran­ darse cuenta el ins
cia y camarero suyo; y a fin de que, al unirse a su esposa, no apa­ rejó sus huestes v s
reciera como un quídam sin títulos ni hacienda, el rey castellano tigar su osadía. H
le hizo donación de las villas de Robledillo, Puñoenrostro (6) y eternos rivales, s<
Descargamaría, que asientan en Valdárrago, valle regado por el río denuedo, decidién»
Arrago, afluente del Alagón, que vierte a su vez en el Tajo cuando el fiero Monroy a
se aproxima ya a la frontera con Portugal. guarida.
Por esta unión matrimonial, y por derecho de consorte, pasó a Se debió el de
ser el noble francés mencionado, IV señor de la villa de Valverde; pundonoroso señor
y fue entonces precisamente, el 11 de agosto de 1371, cuando, es­ «quiso ser más di<
tando en Burgos don Enrique de Trastamara, concedió privilegio advertencias de sus
para que la aldea de Monroy alcanzara la categoría de villa, con siera a salvo y esc
facultad de tener horca, ya que esta población, según se ha hecho contrarios acosándi
constar, era cabeza de otro de los señoríos de los Monroyes. do muerto «herido
V señor de Valverde .—Una de las condiciones impuestas por el día, exceso de conl
rey de Castilla antes que Mosén Guirao se uniera en nupcias con rival.
doña Catalina, era que sus descendientes conservaran y llevaran, en Diego Gómez c
primer lugar, el apellido Monroy, con preferencia a cualquiera otro. padre, heredó el s>
Y, por este motivo, el primogénito y heredero del referido matrimonio más vínculos y pret
se llamó Fernán Pérez de Monroy III, como su abuelo y su bisabue­ do la tónica de sus
lo; y fue el V señor de la villa de Valverde. para molestar y no
Extremado caballero en armas, se consagró al servicio del rey verde y Monroy, s
Juan I en las guerras que sostuvo con el maestre de Avís, con el de las razones prin
duque de Alencastre y con todos los portugueses, motivando su blicamente en varií
ayuda y diligencia que, en 1379, le confirmara las donaciones que Firme en su pro
en diversas ocasiones habían hecho otros reyes a sus antepasados. que Fernán Pérez c
Rivalizaba a la sazón en Plasencia la familia de los Monroyes, Corte acompañado
señores de Valverde y Monroy, con otra de las más esclarecidas y dispuesto a reinteg
prestigiosas de la ciudad, la de los Almaraces, señores de Belvís, vida oficial y de re
Almaraz y Deleitosa. existencia, le salió £
Las peleas eran frecuentes entre los partidarios de uno y otro raz, capitaneando a
bandos, por cuestiones de intereses, cargos representativos, críticas gada de a pie y de
y malquerencias; agriándose en ocasiones de tal manera las discor­ indefenso y confiad
dias, que las escaramuzas y reencuentros se sucedían continuamente, tes; mas ante la ines
y los componentes <
(6) E l pueblo de Puñoenrostro, en Valdárrago, está despoblado, según se (7) Estas notas, y
hizo constar; y tanto éste como Descargamaría y Robledillo han sido durante madas de la crónica h
siglos de la Casa de Monroy. publicada por la «Revis
causándose muertes y daños los contendientes de aquellas parcia­
lidades.
Hubo un momento en que se enconaron tanto los ánimos y era
tal el espíritu de revancha, que Juan Gómez de Almaraz, señor de
Belvís, creyéndose fuerte por el gran número de vasallos de que dis­
ponía y lo apoyaban, concentró un gran contingente de éstos y acu­
dió codicioso a poner cerco a Valverde, sabiendo que pasaba allí
temporada Fernán Pérez de Monroy III, señor de dicha villa; y al
darse cuenta el insigne Monroy del peligro que les amenazaba, apa­
rejó sus huestes y salió al encuentro de su adversario dispuesto a cas­
tigar su osadía. Hallándose frente a frente los ejércitos de aquellos
eternos rivales, se inició la batalla y pelearon todos con gran
denuedo, decidiéndose al fin la victoria por el señor de Valverde,
el fiero Monroy a quien se habían atrevido a acosar en su propia
guarida.
Se debió el desastre a la huida de la gente del de Almaraz, el
pundonoroso señor de Belvís, que, al ver la cobardía de los suyos,
«quiso ser más dichoso muerto que no vencido», y desoyendo las
advertencias de sus más adictos capitanes, que le aconsejaban se pu­
siera a salvo y escapara a su casa de Plasencia, se metió entre los
contrarios acosándolos con su lanza; pero poco después fue halla­
do muerto «herido de muchas heridas», pagando con la vida su osa­
día, exceso de confianza y desconocimiento del poder y valor de su
rival.
Diego Gómez de Almaraz, después de la heroica muerte de su
padre, heredó el señorío de Belvís, Almaraz y Deleitosa, y los de­
más vínculos y preeminencias de la casa de los Almaraces; y siguien­
do la tónica de sus antepasados, hizo siempre cuanto le fue posible
para molestar y no permitir momento de reposo a los señores de Val-
verde y Monroy, sus declarados y mortales enemigos, ya que una
de las razones principales de su existencia era —según declaró pú­
blicamente en varias ocasiones—, vengar la muerte ae su padre (7).
Firme en su propósito y dispuesto al indicado fin, con ocasión de
que Fernán Pérez de Monroy III, ya muy anciano, regresaba de la
Corte acompañado de un reducido grupo de caballeros de su casa,
dispuesto a reintegrarse a sus tierras, descansar del ajetreo de su
vida oficial y de relación, y pasar tranquilos los últimos días de su
existencia, le salió al encuentro el rencoroso Diego Gómez de Alma­
raz, capitaneando a muchos de sus amigos, criados y otra gente pa­
gada de a pie y de a caballo. Arremetió recio y codicioso contra el
indefenso y confiado don Fernán y contra sus escasos acompañan­
tes; mas ante la inesperada acometida reaccionó el señor de Valverde
y los componentes de su escolta, e hizo frente al fanático e iracundo
(7) Estas notas, y muchas más de esta página y siguientes, han sido to­
madas de la crónica H echos d el m aestre d e Alcántara don Alonso d e Monroy,
publicada por la «Revista de Occidente», en 1935.
adversario. Ello no obstante, la superioridad numérica de los hombres
del de Belvís se impuso desde ei primer momento, haciendo tan
peligrosa y crítica la situación que los acompañantes del venerable
don Fernán aconsejaron a éste que huyera y se pusiera a salvo, se­
guro de que le cubrirían la retirada aun a costa de sus propias vidas;
pero el insigne procer, si bien convencido de su indudable desven­
taja en la refriega, respondióles, «que pluguiese a Dios que tal hicie­
ra, pues nunca lo había hecho en la mancebía por miedo a la muerte;
que ahora que estaba al cabo de la jornada que era manifiesto
error».
Seguidamente arreciaron los ataques los capitaneados por Diego
de Almaraz y obligaron a huir precipitadamente a casi toda la es­
colta del viejo Fernán, que sucumbió con gran temple, después de
afear la villanía de sus asesinos y pronunciar esta lapidaria frase:
—Ya no me podéis quitar más de setenta años, por más que
hagáis.
El bravo Monroy se había batido como un león, a pesar de sus
años, y logrado exterminar a muchos de sus enemigos; pero éstos
le causaron tantas y tan graves heridas, que se desplomó sobre el
suelo y dejó de existir. La soldadesca se ensañó con su cadáver cor­
tándole la cabeza; la clavaron con una pica, y, enarbolando el san­
griento despojo, lo llevaron a la villa de Belvís.
V i señor de Valverde .— Después de la gloriosa muerte del an­
ciano y digno representante de las casas de Valverde y Monroy, he­
redaron sus vínculos y otras pertenencias sus hijas doña Estefanía y
doña María de Monroy; y teniendo en cuenta lo esclarecido de su
linaje, el rey hizo ir a la Corte a doña Estefanía para honrarla
en armonía con su estirpe y merecimientos, y determinó casarla con
un caballero muy principal y privado suyo, Garci González de He­
rrera, uno de los personajes más distinguidos y prestigiosos de en­
tonces, a quien hizo después merced del cargo de Mariscal.
Haciendo honor a los prejuicios consustanciales en determinadas
familias de aquel tiempo, la doncella Estefanía pidió al soberano
no la hiciera casar con dicho caballero, porque si bien era verdad
que gozaba de gran fama y predicamento entre la nobleza, era asi­
mismo cierto que no disponía más que de su capa y espada, y ella
aspiraba a un más ventajoso y conveniente matrimonio. A lo que res­
pondió el monarca que aquella circunstancia no sería obstáculo a su
proyecto, porque pensaba asignar a Herrera rentas superiores a las
que ella disfrutaba. Y así fue, en efecto, pues le hizo donación de
la Mariscalía de Castilla, del señorío de Arroyo del Puerco, hoy
Arroyo de la Luz, y de mucha hacienda y vasallos; y después que
le confirmó títulos y donaciones, se celebró la boda entre ambos V alverde d e la Vi
personajes.
María de Monroy, hermana menor, pero también con crecida
dote, se unió en matrimonio con un caballero de las mejores fami-

642
a de los hombres
;o, haciendo tan
es del venerable
siera a salvo, se-
us propias vidas;
íduaable desven­
ios que tal hicie-
iedo a la muerte;
e era manifiesto

leados por Diego


i casi toda la es-
nple, después de
ipidaria frase:
os, por más que

q. a pesar de sus
nigos; pero éstos
esplomó sobre el
n su cadáver cor-
arbolando el san-

a muerte del an­


de y Monroy, he-
doña Estefanía y
esclarecido de su
úa para honrarla
rminó casarla con
González de He-
restigiosos de en­
de Mariscal.
» en determinadas
pidió al soberano
i bien era verdad
t nobleza, era asi-
a y espada, y ella
xiio. A lo que res-
■ría obstáculo a su
is superiores a las
hizo donación de
> del Puerco, hoy
os; y después que
boda entre ambos Valverde d e la V era.— Parte superior de la desmochada torre del Homenaje,
con restos de tres de sus ocho garitas
nbién con crecida
las mejores fami-
él a doña Beati
lias de Salamanca; se llamaba Juan Rodríguez de las Varillas y era
verde (8).
de limpia prosapia, pues descendía por línea directa del conde don
Casó doña ]
Ramón de Tolosa. Fueron padres de Fernán Rodríguez de Monroy
Niño de Portug
y Lope Rodríguez de las Varillas.
López de Zúñig
Se desprende de cuanto antecede que el mariscal don Garci Gon­
en 1473, el cona
zález de Herrera fue, por derecho de consorte, VI señor de la villa de
Volverde y su tierra; y como residió siempre al lado del rey y no
tenía descendencia, se llevó con él a su sobrino Fernán Rodríguez
de Monroy, que era joven apuesto y muy esforzado; y dada la ro­
Diego Lópeí
bustez de sus miembros y su gran prestancia y decisión, todos lo
Cámara y justic
temían, respetaban y consideraban como al más valiente de los cor­
y grandeza por ]
tesanos. Los labios prominentes eran en él característica muy per­
rique III y Juan
sonal, y tal anomalía constitucional se transmitió a algunos de sus
pe Juan, su hij<
descendientes en generaciones sucesivas.
vento de la Trii
Estando junto a su tío en la corte de Enrique II, el de las Mer­
matrimonio con
cedes, se relacionaba con los jóvenes representantes de las más no­
a saber:
bles y distinguidas familias, se completaba su educación y se mol­
deaba su carácter; permitiéndole tal circunstancia la perspectiva de 1.° Pedro L
rey Juan II, sei
un porvenir brillante en armonía con el prestigio y rango de sus
1442, conde tam
antepasados.
y muy comedido
Cierto día fue invitado a comer en casa del mariscal, señor de
«Fue alto d<
Valverde y Arroyo del Puerco, su amigo y pariente Diego Gómez
sus miembros, e
de Almaraz, señor de Belvís; y al verlo el joven y arrogante Monroy,
de pocas palabr
llevado de su estimación personal, entereza y coraje, teniendo en
sus tiempos fue
cuenta que había sido el referido Diego causante de la muerte de
y de su gran ca;
su abuelo, se levantó bruscamente de la mesa y abandonó el do­
en la opinión qi
micilio de su tío, expresando con tal acto su desprecio e indignación.
González de Herrera, sorprendido por el arranque del jovenzuelo fendíalos de las
y procurando ocultar su admiración por el enérgico y arrogante copia de gente,
cióse mucho de
gesto de su pupilo, dijo a su invitado, el señor de Belvís:
venía de los reye
—¿Qué os parece, señor primo, el pollo que se cría aquí?
Y Diego de Almaraz, subyugado por la entereza de carácter y Don Pedro to
tajante decisión del muchacho, respondió, complacido, «que una moros, a quienes
villa importante
sola hija que tenía quería casarla con él».
las tierras de Ro
Y así sucedió ciertamente, pues intervino Garci González en el
quista de Anteqi
asunto con gran diligencia y empeño, y consiguió al fin que con­
y realizó hechos
trajesen matrimonio Fernán Rodríguez de Monroy e Isabel de Al­
ció de sus reyes.
maraz, motivando este acontecimiento la unión definitiva de ambas
Fue tan fiel
familias, Almaraces y Monroyes, eternos rivales, cuya reconciliación
aquejado de got
se creyó siempre una utopía.
durante las conti
Más tarde, al fallecer sin descendencia doña Estefanía de Mon­
de Aragón. Lo 1
roy y su esposo Garci González de Herrera, señor de Arroyo del
Puerco, legó éste a su sobrino Fernán el señorío de Monroy y las
(8) Véase flecí
Quebradas, algunas dehesas y parte de la hacienda de su esposa; del año 1960 (Badaj<
pero el rey Enrique II tomó para sí el señorío de Valverde y lo (9) A t e e n z a : N
cedió al infante don Fernando, quien, a su vez, hizo merced de (1 0 ) F ra y A ix >
él a doña Beatriz de Portugal, que pasó a ser la VII señora de Val-
las Varillas y era verde (8).
cta del conde don Casó doña Beatriz con don Pedro Niño, y su hija, doña Leonor
iriguez de Monroy Niño de Portugal, V III señora de Valverde, lo hizo con don Diego
López de Zúñiga, III señor de Clavijo, a quien Enrique IV concedió,
;al don Garci Gon- en 1473, el condado de Nieva (9).
¡eñor de la villa de
lado del rey y no
Fernán Rodríguez
ido; y dada la ro- Diego López de Zúñiga I fue doncel de Juan I, gentilhombre de
decisión, todos lo Cámara y justicia mayor de su casa y reinos; alcanzó esta dignidad
.aliente de los cor- y grandeza por los buenos servicios que prestó a los reyes Juan I, En­
;terística muy per- rique III y Juan II. Enrique III lo nombró, además, tutor del prínci­
i a algunos de sus pe Juan, su hijo; y el dicho don Diego edificó a su costa el con­
vento de la Trinidad en Valladolid, donde está enterrado. Contrajo
II, el de las Aler­ matrimonio con Juana de Leiva, y fueron padres de cinco hijos,
tes de las más no- a saber:
lucación y se mol- I.° Pedro López de Zúñiga, justicia mayor, como su padre, del
i la perspectiva de rey Juan II, señor de la villa de Béjar, conde de Ledesma, y, en
io v rango de sus 1442, conde también de Plasencia. Fue caballero esforzado, valeroso
y muy comedido y juicioso en todos sus actos.
mariscal, señor de «Fue alto de cuerpo, bien proporcionado en la compostura de
ente Diego Gómez sus miembros, el rostro tenía largo y la nariz afilada; era hombre
arrogante Monroy, de pocas palabras y de gran ejecución en las cosas que quería; en
x>raje, teniendo en sus tiempos fue tenido en gran estimación por respeto de su persona
:e de la muerte de y de su gran casa; era caballero muy esforzado y muy perseverante
v abandonó el do- en la opinión que tomaba; placíale tener hombres esforzados y de­
recio e indignación. fendíalos de las hazañas que cometían; floreció su fama por la gran
»que del jovenzuelo copia de gente, que de continuo era inclinado a mantener; y pre­
érgico y arrogante cióse mucho de tener en su casa gente noble, como lo era él, que
lelvís: venía de los reyes de Navarra, etc.» (10).
se cría aquí? Don Pedro tomó parte, durante muchos años, en las guerras contra
•reza de carácter y moros, a quienes ganó por el buen empleo de sus armas, en 1407, la
iplacido, «que una villa importante de Ayamonte, de que el rey le hizo merced; corrió
las tierras de Bonda, talando las viñas y huertas; hallóse en la con­
irci González en el quista de Antequera y en la tala de la Vega de Granada en 1431;
ñó al fin que con- y realizó hechos heroicos en defensa de la fe de Cristo y en servi­
•ov e Isabel de Al- cio de sus reyes.
iefinitiva de ambas Fue tan fiel a la Corona que, estando viejo y achacoso, muy
cuya reconciliación aquejado de gota, se hizo llevar en andas al real de don Juan IÍ,
durante las contiendas de este soberano con sus primos los infantes
Estefanía de Mon- de Aragón. Lo hizo acompañado de la mejor gente armada de su
?ñor de Arroyo del
o de Monroy y las (8) Véase Revista d e Estudios Extremeños, pág. 67 del t. XVI, núm. 1
enda de su esposa; del año 1960 (Badajoz).
j de Valverde y lo (9) A tienza : N obiliario...
(10) F ray A lonso F ernández : Historia y an ales..., cap. XXVI del libr. I.
?z, hizo merced de
casa y ofreció al rey su vida y Estado, y en su presencia afirmó Pedro de Zúñij
repetidas veces que quisiera verse en edad para morir peleando por la villa de Valvi
el trono. Impresionados por sus actos y conducta, otros muchos ca­ Este referid
balleros prometieron consagrarse con más desinterés y fervor al ser­ con mucha leali
vicio del rey. Murió de edad de setenta años. Tuvo dos hijos
2.° Don Diego López de Zúñiga II, de quien vienen los condes de Velasco y el
de Monterrey, por haber casado este caballero con Elvira de Biezma, Diego Lópe
señora de dicho lugar. verde de la Vi
3.° Don Sancho de Zúñiga, que murió sin hijos. con Francisca i
4.° Iñigo Ortiz de Zúñiga, que casó con Juana de Navarra, hija su casa y feudc
de Carlos, el Temerario, de quien proceden los condes de Nieva. nio de Velasco,
5.° Don Gonzalo de Zúñiga, obispo de Plasencia. vieron a Diego
6.° y 7.° Doña Mencía y doña Leonor de Zúñiga, que contraje­ Velasco, a Mari
ron matrimonio, respectivamente, con Diego Pérez Sarmiento y con En Diego L
Alonso Pérez de Guzmán. Condado de N
El cuarto de estos señores, don Iñigo, gozó del señorío de la villa donos.
de Cerezo por merced que le hizo el rey Juan II; y el primogénito
de sus hijos, llamado también Diego López de Zúñiga, como su
abuelo paterno, fue el I conde de Nieva.
Sirvió muy fielmente este don Diego López de Zúñiga III, al
rey Enrique IV en todas las guerras y ocasiones de su tiempo, y tomó L a m en ta ble est

por esposa a doña Leonor Niño de Portugal, hija de Pero Niño,


conde de Huelna, y de la condesa Beatriz de Portugal. Al fallecer El castillo q
ambos cónyuges fueron sepultados en la Capilla Mayor de Santa de Santander, €
María de las Fuentes Claras (11), en la villa de Valverde de la Vera, señorío, es en ni
según testimonian los siguientes epígrafes labrados en sus sepul­ De su primi
cros (12): más que dos fi
side de la igles
«Aquí yace el muy noble y magnífico señor don Diego López pies de dicho ■
de Zúñiga, Conde de Nieva, señor de la villa de Valverde, nieto del cizos y aportilla
rey don Carlos de Navarra, de legítimo matrimonio, y de Diego das torres esqu
López de Zúñiga, Justicia Mayor de Castilla, hijo de Iñigo Arista
de Zúñiga, y de la infanta doña Juana, su mujer.»
de su bella, air
únicos restos de]
Y en el de la condesa se lee lo siguiente: se enrocaban lo
roy, hermano di
«Aquí yace la muy noble señora, de loable memoria, doña rante sus discoi
Leonor Niño, señora de esta villa de Valverde, hija de los magní­ irreductibles en(
ficos señores don Pedro Niño, conde de Huelna, y de la condesa linajes y los par
doña Beatriz, su mujer, biznieta de los reyes de Castilla, don
Enrique, y de don Pedro, rey de Portugal, todo de legítimo ma­ a muerte, según
trimonio. Falleció en nueve días de enero año 69.» También se
verde pasó por i
Dichos enterramientos debieron hacerse a expensas de su hijo pero la existenc
zada —puerta j
(11) La parroquia de Nuestra Señora de Fuentes Claras, de Valverde de la nece casi íntegr
Vera, era, en 1786, matriz de las de Villanueva, Viandar, Madrigal y Talave- tivar dudas sob
ruela, según el ms. 202141 de la B. N.
(12) L ópez de H aro : N obiliario..., pág. 564, cap. X X II del T. I.
casa de Nieva 1

646
resencia afirmó Pedro de Zúñiga, II conde de Nieva, que era señor de Cerezo y de
ir peleando por la villa de Valverde de la Vera y su tierra.
lo s muchos ca- Este referido II conde de Nieva fue valiente caballero y sirvió
v fervor al ser­ con mucha lealtad a los Reyes Católicos en la conquista de Granada.
Tuvo dos hijos: Diego y Francisca. Casó esta dama con Antonio
enen los condes de Velasco y el primogénito, Diego, sucedió en la casa y mayorazgo.
¡vira de Biezma, Diego López de Zúñiga IV, conde de Nieva, fue señor de Val-
verde de la Vera, Cerezo y su tierra, y de otros vasallos, y casó
con Francisca de Velasco, de quien no tuvo descendencia. Heredó
su casa y feudos su hermana Francisca de Zúñiga, esposa de Anto­
ie Navarra, hija
nio de Velasco, señor de la villa de Arnedo y las Arenzanas, y tu­
es de Nieva.
vieron a Diego López de Zúñiga y Velasco, que sigue, a Sancho de
a, que contraje- Velasco, a María Enríquez y a Francisca de Velasco.
En Diego López de Zúñiga V, y sus descendientes, continuó el
sarmiento y con
Condado de Nieva y los demás señoríos a que venimos refirién­
ñorío de la villa donos.
i el primogénito
II
i Zúñiga III, al
L a m e n t a b l e e st a d o a c t u a l d e l c a s t il l o d e V a l v e r d e d e l a V e r a .
a tiempo, y tomó
i de Pero Niño,
ugal. Al fallecer El castillo que mandó edificar don Ñuño Pérez de Monroy, abad
Mavor de Santa de Santander, en el pueblo verato llamado Valverde, cabeza de su
erde de la Vera, señorío, es en nuestro tiempo una auténtica ruina.
De su primitiva construcción, obra del siglo xiv, no quedan ya
►s en sus sepul-
más que dos fuertes torres cuadradas, una de ellas adosada al áb­
side de la iglesia y la otra sirviendo de campanario, anclada a los
r don Diego López pies de dicho edificio parroquial. Se conservan también tres ma­
•Valverde, nieto del cizos y aportillados trozos de muros con parte de dos de sus redon­
monio, y de Diego das torres esquineras; y dos lienzos, rebajados y formando ángulo,
bijo de Iñigo Arista de su bella, airosa e imponente torre del Homenaje, completan los
únicos restos del acogedor y bien defendido reducto fortificado donde
se enrocaban los Monroyes descendientes de Fernán Pérez de Mon­
roy, hermano del abad, en momentos de peligro; especialmente du­
ible memoria, doña rante sus discordias y encarnizados encuentros con la gente de sus
, hija de los magní- irreductibles enemigos, los Almaraces, ya que los miembros de ambos
na, y de la condesa linajes y los partidarios de uno y otro bandos se habían jurado odio
es de Castilla, don a muerte, según ya se ha hecho constar reiteradamente.
ido de legítimo ma-
También se dijo en páginas precedentes que el señorío de Val-
verde pasó por merced real al linaje de los Zúñiga, condes de Nieva;
ensas de su hijo pero la existencia del blasón de los Dávila encima de la puerta al­
zada —puerta principal de la torre del Homenaje, que aún perma­
s, de Valverde de la nece casi íntegra ofreciéndonos su armónico trazado—, podría mo­
Madrigal y Talave- tivar dudas sobre si fueron los Monroyes o los descendientes de la
casa de Nieva los artífices de la esbelta, artística e imponente torre
[ I d e l T . I.

647
que constituyó
verdeña.
A pesar de la
ta referida, cree
cualquiera otro
construcción del
del espléndido s
Valverde, a los
Vera. Y admitin
plano y fotograf
ñorío a poder d
iglesia sobre el s<
entre dos de las
taleza es anterior
Por otra partí
tola, en el presbi
terramientos qut
ñiga y de doña
se dijo, se atribi
dicho título; y e
tado don Pedro :
restauró y modü
Monroyes, en la
años sucesivos, o
vila, ya que los
blasón en la ton
determinados liei
Como puede
la torre del Hom
ser algo excepcu
terraza desde do
recido también c
torre residencial
conserva en la j
de sus respeetivi
tísticos garitones
tando su interesa:
Eran tres los
actual estado rai
se abría la puert
de mano a la sej
tercera, cubierta
de piedra empot
dan fe algunos ’
que constituyó siempre el baluarte principal de la fortaleza val-
verdeña.
A pesar de la existencia del aludido escudo surmontando la puer­
ta referida, creemos sinceramente que fue el abad, su hermano o
cualquiera otro caballero del mismo linaje quienes financiaron la
construcción del acogedor y suntuoso castillo en la que fue cabeza
del espléndido señorío, cuya jurisdicción se extendía, además, de a
Valverde, a los lugares de Madrigal, Viandar y Villanueva de la
Vera. Y admitimos que ello fue así, porque una simple ojeada al
plano y fotografías que publicamos demuestra que al pasar el se­
ñorío a poder de los condes de Nieva éstos mandaron edificar la
iglesia sobre el solar de uno de los lienzos del recinto, inscrustándola
entre dos de las torres existentes; evidenciando con ello que la for­
taleza es anterior a la edificación del templo.
Por otra parte, en los lados respectivos del Evangelio y de la Epís­
tola, en el presbiterio o capilla mayor, se erigieron dos artísticos an-
terramientos que guardan las cenizas de don Diego López de Zú-
1 ñiga y de doña Leonor Niño, I condes de Nieva, cuya obra, según
se dijo, se atribuye a don Pedro de Zúñiga, su hijo, y II conde de
dicho título; y este hecho real nos induce a suponer que este men­
tado don Pedro fue el que dispuso la erección de la iglesia y el que
restauró y modificó la primitiva fábrica de la vieja fortaleza de los
Monroyes, en la cual debieron hacer, asimismo, otras reformas, en
años sucesivos, otros caballeros del linaje de los Zúñiga y de los Dá-
vila, ya que los detentadores de este último apellido empotraron su
blasón en la torre del Homenaje, según se ha hecho constar, y en
determinados lienzos de la recia y acogedora iglesia.
Como puede apreciarse en una de las fotografías que se publican,
la torre del Homenaje, pieza principal de la antañona fortaleza, debió
ser algo excepcional. Desmoronada su parte alta, asiento de amplia
terraza desde donde se vigilaba y oteaba el horizonte, han desapa­
recido también dos de los grandes muros que componían la colosal
torre residencial, que debió estar coronada de almenas y que todavía
conserva en la parte más elevada de sus esquinas, y en el centro
de sus respectivos lienzos, las bases cónicas de algunos de sus ar­
tísticos garitones que realzaban la belleza del monumento, comple­
tando su interesante conjunto.
Eran tres los cuerpos superpuestos de esta torre, y debido a su
v actual estado ruinoso no se puede determinar el sitio exacto donde
P se abría la puerta de paso a la planta baja. Se ascendía por escalera
de mano a la segunda o cámara principal, y para pasar de ésta a la
tercera, cubierta por la terraza o andén, se utilizaban unos peldaños
111 " de piedra empotrados en el muro del poniente, de cuya existencia
dan fe algunos vestigios existentes y todavía perceptibles.

649
En este apá
la presente obra
con recias deferí!
torres, atalayas,
han existido, en
gran provincia es
Además del
mos, de manera
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He aquí la ri
ñas pinceladas í
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APENDI CE

En este apéndice, que en realidad constituye una 2.a Parte de


la presente obra, pasamos a reseñar los otros muchos castillos, plazas
con recias defensas o simples fortificaciones de diversa índole — como
torres, atalayas, casas y palacios fuertes—, que existen todavía, o
han existido, en el amplio solar que representa, para estos efectos, la
gran provincia cacereña.
Además del material de primera mano que aportamos, nos vale­
mos, de manera muy principal, para nuestro propósito, de la obra
del ilustre escritor extremeño, don Publio Hurtado, que lleva por tí­
tulo Castillos, torres y casas fuertes; publicación que nos ha resulta­
do útilísima, porque su contenido es un auténtico catálogo de toda
la arquitectura castrense, erigida, en distintas y sucesivas épocas,
en todo el ámbito de ambas Transierras, y en la amplia zona comar­
cal que se extiende hacia el sur, desde la orilla izquierda del Tajo.
Enumeramos en esta parte, y hacemos escueta referencia a los
castillos ya desaparecidos, a los peor conservados, y a los carentes
o de muy relativa importancia histórica, ya que nuestro principal
deseo es que quede constancia, una vez más, de su existencia; al
propio tiempo que hemos procurado completar la lista de los que
incluye Hurtado en su ya mencionado catálogo.
He aquí la relación, con cita de sus respectivos nombres, y algu­
nas pinceladas alusivas a su historia, estado actual de sus fábricas,
y lugar de emplazamiento:

651
I

CASTILLOS

Acehuche (Castillo de).—La villa de Acehuche fue cabeza de una


de las encomiendas de la Orden de Alcántra, cuyos freires alzaron en
ella un mediano castillo para defender y proteger su residencia. Ya
no restan más vestigios de dicha fortaleza que algunos muros, con
curiosas pinturas, de la casona fuerte de los caballeros alcantarinos.
Alberquilla .—Hurtado señala el cerro llamado Señorina, situado
a legua y media y al sur de la capital cacereña, como lugar donde
se alzaba este castillo, hoy ya en ruinas, y que debió seguir las mis­
mas vicisitudes que los demás, y las varias torres, esparcidos por la
comarca.
Albalat .—Castillo y villa situados a pocos metros de la margen
izquierda del Tajo (no a media legua de dicho río, como escribe
Hurtado), que en ocasiones lame los cimientos del viejo recinto.
En la carretera de Navalmoral de la Mata a Trujillo, a poco de
cruzar el puente de Almaraz, surgen a la derecha de la carretera las
ruinas de la plaza fuerte de Albalat, que se reducen ya a una es­
pecie de plaza de armas, un reducto circundado por bajos muros,
primitivos, en parte, y en parte reconstruidos en sucesivas y distintas
épocas, sobre cuya cerca se mantienen todavía en pie torres que se
alzan retadoras, aunque resquebrajadas, testimoniando su remoto e
histórico pasado.
Alia .—Emplazado en una pequeña colina, junto al pueblo que
lleva este nombre, existen restos de un castillo, cuyas vicisitudes se
desconocen, a pesar de que debió ser mucha su importancia estraté­
gica, dado su enclave al rebasar el puerto de San Vicente y los pica­
chos ingentes y socavados que se conocen con el nombre de Los
Guadarranques.
Los habitantes de Alia, y algún erudito de mediana talla, residen­
te también en dicha localidad, afirman tenaces y convencidos que en
las pasadas centurias alcanzaron gran resonancia la villa y forta­
leza de Alia.,
Alija.-—Trozos de paredones de las murallas y torres de Alija aún
se resisten a sucumbir y continúan desafiando al tiempo y a los ele­
mentos.

653
Se alza al borde del río Tajo, no lejos de la romana Augustóbriga
(Talayera la Vieja, o Talaverilla), sobre una eminencia granítica
conocida con el nombre de Cerro de las piedras —de donde toma su
denominación—, que avanza hasta incidir en la margen del referi­
do río.
Parece ser que la villa y castillo de Alija fueron mandados cons­
truir por Abd-al-Rahman III, en el año 947.
Jiménez de Gregorio escribe que los vestigios existentes de la
arcaica fortaleza permiten todavía determinar los siguientes secretos:
cerca de la villa, fortín avanzado, muralla exterior y castillo.
Caserío y castillo fueron abandonados en el siglo xv, exactamen­
te en 1480, y sus vecinos se incorporaron al cercano pueblo men­
cionado.
El erudito toledano Alvar Núñez de Castro identifica, en la re­
ferida centuria, el ya ruinoso fuerte de Alija con el famoso de Ro-
cafrida, inmortalizado por el Romancero.
Aliseda .—Su castillo estuvo situado en las afueras del pueblo,
pero en lugar cercano al mismo, coronando la cúspide de un cerro,
en el camino que se dirige a Albuquerque.
No resta de él más que el recuerdo, porque el que fue poblado
de remotísimo origen, y sus fortificaciones defensivas, sufrieron mil
arremetidas de otros tantos enemigos en el transcurso de los tiem­
pos. Así, a los muros y torres de la Aliseda los atacaron con ensa­
ñamiento el condestable portugués, Ñuño Alvarez Pereira en 1397,
los ejércitos lusos en 1640, cuando la guerra de Secesión del país
vecino, las tropas del marqués de las Minas, partidario del infan­
te don Carlos de Austria, en 1706, y las mesnadas de Napoleón,
cuando las luchas por la independencia de España. No siendo de
extrañar, por tanto, que apenas quede memoria de la existencia del
castillo de la Aliseda, cuya fecha de construcción se desconoce.
Almaraz .—En el siglo xxv se concedió real privilegio a Blanco
Gómez de Almaraz, caballero placentino, para que poblase el lugar
llamado hoy Almaraz, a que dio su nombre. Lo amayorazgó después
de haber edificado en él un recio y utilitario castillo, desde el cual
partió en más de una ocasión al frente de sus milicias y vasallos,
dispuesto a aniquilar a sus mortales enemigos, los Monroyes.
Del castillo de Almaraz, enclavado al noroeste de la villa, sólo
permanece erguida y pujante una torre cuadrada, de sillería y man-
postería, con matacanes en lo alto, uno en cada lado, y cuya desta­
cada silueta se divisa perfectamente desde la carretera que se dirige
a Trujillo.
La dicha torre la integran tres cuerpos superpuestos; y en la base
se abre la correspondiente puerta, cuyo dintel apoya en dos mén­
sulas grandes. Tiene dos ventanas más pequeñas de arco apuntado
con dovelas.
Almoharín .—Dícese de esta fortaleza que la mandaron edificar los

654
Lugustóbriga
ia granítica
nde toma su
» del referi-

idados cons­

ientes de la
ites secretos:
astillo.
, exactamen-
pueblo Hien­

da, en la re-
noso de Ro-

; v en la base
en dos mén- Almaraz.— Esbelta torre, único resto de su desaparecida fortaleza
rco apuntado

Mi edificar los
cuadradas, hondo
almohades después de su arribo a la Península en 1145; aunque po principal, seo
parece ser más seguro que fueron los almorávides (1086-1145), los au­ fuertes de aquella
tores de tan interesante fortificación. Todavía peni
Fue escenario de luchas sangrientas durante el período de los muros; y los maj
reyes de Taifas. la que solo restan
Castillo y villa pasaron a depender de Montánchez, y después Asiento de Te
de Mérida, a raíz de la Reconquista; y como estas referidas plazas tre, propiedad qu
fuertes fueron ambas cabeza de encomienda de la Orden de San­ su nombre—, el
tiago, por esta razón ostenta Almoharín, como blasón, la cruz roja usufructuaron el ]
de dicho instituto caballeresco. procer un magní
Alpotreque.—De indudable origen arábigo, la primera noticia co­ romanos procede
nocida referente a la aldea de Alpotreque, se halla contenida en una y de algún otro
carta dada por Alfonso X, el Sabio, fecha en 1264, para zanjar las aquellos alrededoi
contiendas que con frecuencia se suscitaban entre los concejos de En años suce:
Cáceres y Badajoz, por razón de términos. Bravos y Topetes
Fernando IV, el Emplazado, hizo donación del poblado a don Belvís.—En el
Martín Gil de Sousa, conde de Barcelos, nieto y alférez mayor del lativos a la encon
rey trovador don Dionís de Portugal, por los servicios prestados a portancia, porque
la corona de Castilla en sus guerras con los moros granadinos. Y al a servir al maestre
fallecer este caballero portugués dejó dispuesto en testamento que Situado el cast
sus albaceas vendiesen la aldea de Alpotreque y el castillo que él del Rey, a pocos
mandó edificar, a la villa de Cáceres. Y se dio cumplimiento a sus restan ya más qu
deseos en 1313. brica; y se atribu'
Altamira.—Señala Hurtado las ruinas de un castillo, llamado así, lias tierras de los
en el pueblo de Torremenga; pero nosotros estimamos que debía abierta rebelión o
tratarse de una torre, de características análogas a la existente en el parte de cuyos ep
vecino lugar de Pasaron de la Vera, de la que tomó el nombre de de Brozas.
aquel poblado. Y creemos que una y otra serían similares, porque Benavente de i
Pasaron y Torremenga integraban uno de los señoríos del Estado de Mayor lo integra
Galisteo; y debieron ser construidas las torres existentes en los mis­ de 1.100 fanegas
mos a expensas del III conde de Osorno. gués, del que la se
Arropez.—En el camino de Montánchez a Cáceres, y a pocos En una de la<
kilómetros de esta capital, existe una dehesa que lleva dicho nombre Islam el castillo d
y es propiedad de la casa de Fernán Núñez. En ella se aprecian nemos noticias; v
todavía cimientos y cascotes de un pequeño y viejo castillo que baja, un tercio ap
debe datar del tiempo de la dominación sarracena. cipal, enclavada c
Arroyo del Puerco, hoy Arroyo de la Luz.—Populosa villa, de ori­ dras Albas.
gen celtibérico según algunos autores, y romano según los más, Fue Fernando
que fue casi siempre aldea de Cáceres y, por tanto, de realengo. pero recuperado ]
El rey Enrique III, el Doliente, hizo merced de ella a Garci Gon­ fonso IX, hijo del
zález de Herrera, quien a partir de entonces se tituló Señor de las cuando, partiendo
villas de Pedraza, Serrejón y Arroyo del Puerco. de la liberación d
Garci González de Herrera mandó construir su hermoso castillo Benavente a los
de sillería granítica, planta cuadrangular, cuya fachada principal en aquella correría
mira al naciente. El cronista Toi
Tiene puerta de medio punto y sus muros surcados de almenas
cuadradas, hondo foso y una barbacana almenada que rodea el cuer­
.145; aunque po principal, según norma en construcciones feudales, en palacios
1145), los au- fuertes de aquella época.
Todavía permanece en pie parte de sus elevados y resistentes
?riodo de los muros; y los mayores destrozos se aprecian en la cerca exterior, de
la que solo restan muñones amenazando derrumbarse.
rz. y después Asiento de Topete .—En la hermosa finca del Caballar del Maes­
feriólas plazas tre, propiedad que fue del ínclito don Juan de Sotomayor —-y de ahí
rden de San- su nombre—, el más acaudalado de los caballeros extremeños que
, la cruz roja usufructuaron el Maestrazgo de la Orden de Alcántara, levantó dicho
procer un magnífico palacio y una recia fortaleza con materiales
era noticia co- romanos procedentes de Julia Contrasta (Valencia de Alcántara),
itenida en una y de algún otro municipio edificado por los hijos del Lacio en
>ara zanjar las aquellos alrededores.
ts concejos de En años sucesivos pasó dicha heredad da los Porres, Enríquez,
Bravos y Topetes, dándoles estos últimos su nombre.
joblado a don Belvís .—En el A. H. N. se conservan abundantes documentos re­
*rez mayor del lativos a la encomienda de Belvís y Navarra, que era de alguna im­
os prestados a portancia, porque estaba obligado el comendador titular de la misma
ranadinos. Y al a servir al maestre con dos lanzas en caso de guerra.
¡estamento que Situado el castillo de Belvís relativamente cerca de la actual Villa
castillo que él del Rey, a pocos metros de la carretera de Brozas a Alcántara, no
plimiento a sus restan ya más que pequeños lienzos maltrechos de su primitiva fá­
brica; y se atribuye su demolición y ruina a las andanzas por aque­
Jo, llamado así, llas tierras de los infantes de Aragón, don Enrique y don Pedro, en
mos que debía abierta rebelión contra su primo y cuñado el rey Juan II de Castilla,
i existente en el parte de cuyos episodios hemos relatado ya al ocuparnos del castillo
ó el nombre de de Brozas.
¡milares, porque Benavente de la Zarza.—Parte del término municipal de Zarza la
i* del Estado de Mayor lo integra la existencia de la dehesa de Benavente, de cerca
otes en los mis- de 1.100 fanegas de cabida, que limita con el vecino reino portu­
gués, del que la separa la ribera del Eljas.
■eres, y a pocos En una de las porciones de dicho predio, alzaron los hijos del
ka dicho nombre Islam el castillo de Benavente, de cuya traza y vicisitudes apenas te­
ella se aprecian nemos noticias; y no resta ya más de dicho edificio que una parte
iejo castillo que baja, un tercio aproximadamente de lo que debió ser su torre prin­
cipal, enclavada cerca de la carretera que va desde Ceclavín a Pie­
losa villa, de ori- dras Albas.
según los más, Fue Fernando II de León quien lo arrebató a los muslines;
. de realengo, pero recuperado por éstos, permaneció en su poder hasta que Al­
ella a Garci Gon- fonso IX, hijo del anterior, lo reconquistó definitivamente en 1212,
tuló Señor de las cuando, partiendo desde Coria, avanzó por aquellas tierras en pos
de la liberación de la villa de Alcántara. Dicho rey hizo merced de
i hermoso castillo Benavente a los caballeros templarios por su eficaz colaboración
fachada principal en aquella correría.
El cronista Torres y Tapia ha dejado constancia de las rivalida­
cados de almenas
657
42
des existentes, a mediados del siglo x i i i , entre freires alcantarinos y que corona una
templarios. Llegaron a enconarse de tal manera, en ocasiones, las corren paralela
relaciones entre los miembros militantes de ambos institutos que, Fue cabeza
en 1257, un grupo de gente de armas de la Orden de Alcántara, rama de la casi
atacó fuertemente la aldea y fortaleza de Benavente, matando a bañas.
cinco vecinos e hiriendo a más de quince, saqueándolo todo y origi­ Todavía fue
nando tales daños, que el rey Alfonso X se vio precisado a formar deneia.
un tribunal especial en la ciudad de Coria ante el que hubieron de Cabeza de
comparecer los jerifaltes de ambas Ordenes militares para responder alzaba en térmii
de sus actos, y ser sancionados en proporción a los daños que se Construido ]
habían causado mutuamente. apoderó de él F
De las referencias que nos proporciona el referido cronista se regresaba a la c
desprende que, en tomo al castillo o junto a él, existía una aldea o de 1167, la píazí
lugar, desaparecido totalmente, hasta el extremo de que no puede El dicho m
precisarse ya su emplazamiento. pero los seguid
Benfaiján .—En la extensa y productiva finca llamada de Benfa- En 1196, al irru
yán, sita en el término de Salorino, y que era propiedad de la Orden después de la c
de Alcántara, existió una fortaleza erigida por los árabes, de la que Y, finalmente, c
actualmente no se conserva más que el recuerdo. quistador de C
Su origen sarraceno es indudable: Benfayán, hijo de Hayán, del contorno de
dueño indiscutible del referido predio. Y debió ser tanta su impor­ la fortaleza de
tancia y utilidad en el siglo xv, que el maestre de Alcántara, don fas encomiendas
Gómez de Cáceres y Solís, hizo de ella cabeza de encomienda en Cabezón .— 1
1441; y en empresas militares debía facilitar a su instituto tres lanzas. Fernando II, en
Bernardo .—En otra de las porciones de la dehesa de Benavente do regresaba a
se erguía vigilante y retador el castillo de Bernardo, nombre román­ tillo de Cabezo:
tico y posible del caballero que lo liberó del yugo musulmán. conétar y Caña
Este castillo, juntamente con el de Benavente y el de Fernán nito.
Centeno, fueron muy útiles durante la baja Edad Media, para vigilar Admitimos 1
los movimientos del vecino reino portugués. de las tierras qu
tofermoso —la
La aldea de Peñas Rubias, a que hacen referencia las crónicas,
y codiciada ene
asentaba junto a esta fortaleza, y todavía afloran en aquellas tierras
legendario castí
las ruinas del fuerte y del poco importante caserío. izquierda del Ta
Igual que Benavente, fue teatro de correrías en tiempo de moros, Y como va i
y de discordias y frecuentes escaramuzas entre cruzados calatravos, de los seguidor*
alcantarinos y templarios. decadencia v rv
Su primera liberación del musulmán, la efectuó en 1156 el rey dicha Orden a p
Fernando II de León. Hurtado alu<
Boxe .— No tenemos más referencia de este castillo que la facili­ este castillo, y »
tada por Hurtado, que lo sitúa en la sierra de su nombre junto a la no alega testime
margen del Tajo, agregando que ignora si aún se conserva algo de Cáceres el V
su fábrica. prominencias de
Cabañas .—Bularios y crónicas hacen referencia a este castillo más culminante
medieval, cuya silueta, ocultando las heridas de su resquebrajado de Casas de Mi
armazón, se distingue a gran distancia sobre inaccesible escarpado evidencian habe
; aleantarinos y que corona una de las más pronunciadas eminencias montañosas que
i ocasiones, las corren paralelas al camino que va desde Trujillo a Guadalupe.
institutos que, Fue cabeza de señorío perteneciente a los Alvarez de Toledo,
i de Alcántara, rama de la casa de Oropesa, y señores de Jarandilla, Horcajo y Ca­
ate, matando a bañas.
Jo todo y origi- Todavía fue utilizado su recinto durante la guerra de la Indepen­
cisado a formar dencia.
[ue hubieron de Cabeza de Esparragal.—Maltrecha ruina de un castillo que se
para responder alzaba en término de Villa del Rey.
>s daños que se Construido por los moros, dice la crónica de Alcántara que se
apoderó de él Fernando II de León a mediados del siglo x i i , cuando
rido cronista se regresaba a la capital de su reino después de haber ganado, en enero
stía una aldea o de 1167, la plaza fuerte de Alcántara.
e que no puede El dicho monarca hizo donación del fuerte a los Templarios,
pero los seguidores del Corán lo recuperaron nuevamente en 1172.
mada de Benfa- En 1196, al irrumpir por aquellas tierras el miramamolín Aben Juset,
dad de la Orden después de la derrota de Alarcos, volvió a poder de los almohades.
jabes. de la que Y, finalmente, cuando a principios del siglo xm, Alfonso IX, el con­
quistador de Cáceres, liberó definitivamente a Alcántara y lugares
hijo de Hayán. del contorno del dominio musulmán, entregó a los freires del Perero
tanta su impor- la fortaleza de Esparragal, que fue años después cabeza de una de
e Alcántara, don fas encomiendas de la Orden de Alcántara.
e encomienda en Cabezón.—Las crónicas refieren que el rey de León (debió ser
tituto tres lanzas. Fernando II, en 1167, después de la reconquista de Alcántara, cuan­
do regresaba a la capital de su reino), dio a los Templarios el cas­
?sa de Benavente
tillo de Cabezón, que estaba en la dehesa de su nombre, entre Al­
>. nombre román-
conétar y Cañaveral, próximo a una ermita consagrada a San Be­
musulmán.
nito.
V e l de Fernán
Admitimos la referencia como hecho seguro porque gran parte
[édia, para vigilar de las tierras que se extendían en aquel tiempo hasta más allá de So­
tofermoso —la célebre y amena Abadía—, pertenecían a la grande
■ncia las crónicas, y codiciada encomienda templaría, cuya casa matriz radicaba en el
■n aquellas tierras legendario castillo de Alconétar, tan sabiamente situado en la orilla
izquierda del Tajo.
tiempo de moros, Y como ya ni restos quedan del antiquísimo fuerte, obra segura
uzados calatravos, de los seguidores de Alá, nos inclinamos a suponer que se inició su
decadencia y ruina al revertir a la Corona, cuando la extinción de
ió en 1156 el rey dicha Orden a principios del siglo xiv.
Hurtado alude a un episodio sangriento al que sirvió de escenario
tillo que la facili- este castillo, y del que fue protagonista un freire del Temple; pero
nombre junto a la no alega testimonios que justifiquen la realidad de tal hecho.
■conserva algo de Cáceres el Viejo.—Aunque resulte un tanto extraño, en una de las
prominencias de la sierra de Santa Marina, antes de llegar a su pico
íia a este castillo más culminante, mirando al mediodía, y a relativa poca distancia
su resquebrajado de Casas de Millán, existen restos de unas viejas construcciones que
ccesible escarpado evidencian haber sido aquel sitio solar de un antiquísimo poblado,

659
según ha podido comprobarse por recientes escavaciones efectuadas
en dicho lugar, al que llaman las gentes de la comarca Cáceres el J. González, se
Viejo. dicho conde el
No lejos de las edificaciones que allí existieron, en sitio más alto que le concedí'
y próximo, se precisan las ruinas de un viejo castillo que debió servir casa fuerte, qu<
para vigilar, proteger y defender al que posiblemente fue en otros la villa de Alcué
tiempos auténtico municipio romano. Hoy ya serí
Calera.—Referente a este castillo, escribe Hurtado escuetamente: ni vestigios rest;
«Se destaca en la dehesa de este nombre, al norte y tres leguas y Castellanas-
media de la capital. De él nada se sabe». provincia de Cá
Cañamero.—La altas y escarpadas estribaciones montañosas que se halla en la di'
circundan al pueblo de Cañamero por su lado del naciente, presumen Adjudicada
de ser asiento indicadísimo de un antiguo y casi fabuloso castillo, familia Valverdi
que debió alzarse sobre primitivo castro, obra de los rucones, tribu fue de los capit
preponderante, dentro de la Vetonia, que acampó en las márgenes Alfonso IX par
del río Ruecas. Parece ser que el Mago de Logrosán, el tan discutido prendidas entre
Roso de Luna, localizó en aquellas eminencias rocosas ruinas de una Este product
torre o fortaleza, que data desde tiempo inmemorial; aunque a nues­ piedad de distir
tro juicio, las crestas peñascosas e inaccesibles del más elevado de ciertos derechos
aquellos picos constituye un auténtico castillo natural, cuyas defen­ En 1488 con
sas pudieron ser aumentadas con simples paredones de piedra seca Santiago, Alons<
intercalados entre las grandes peñas y pronunciados accidentes del tocarrero, la inc
terreno. en 1514.
Carretona.—Junto al río Salor, a diez kilómetros de Cáceres, y Durante las
en las postrimerías del siglo xv, el gran caballero cacereño, mariscal de la sierra de í
de Castilla, Alfón de Torres, edificó en la dehesa La Carretona, una cipalmente al es
casa fuerte, en virtud de la facultad que le otorgó para ello la reina Hoy poseen 1
Isabel I, estando en Valladolid. Y a pesar de tratarse de una casona, López Montene
la incluimos aquí porque el propietario de tan suntuosa y recia man­ enorme y empii
sión la artilló debidamente y consiguió una tan sólida y segura re­ con sus lienzos
sidencia que resultó ser auténtica fortaleza. cuatro torres.
Casablanca.—En la extensa sierra de San Pedro, perteneciente a Los señores i
la próspera y codiciada encomienda de Castellanos, existieron desde baja, civil v crii
siempre diversas torres y fortalezas diseminadas en toda la amplitud guacil, pregonei
de la serranía. Una de ellas fue la llamada Casablanca; y decimos cepo. El caserío
fue, porque ya ha desaparecido totalmente, y con sus materiales y pie algunos edil
sobre sus cimientos se ha construido una muy útil casa de labor. todas las operaci
Casa de los Almendros.—El castillo llamado así, tuvo «su empla­ cola de la finca.
zamiento no lejos de Plasenzuela, y próximo al río Tamuja». Castiel Freyt
Casar del Conde.—Alude este título al conde don Gonzalo Ma- la Montería, atj
rañón, uno de los capitanes que acompañaron a Ferando II de Transierra entre
León en sus correrías por la Transierra en 1166, cuando marchó su ernplazamien
con sus huestes sobre Alcántara, y en 1170, cuando después de haber sencia.
apresado a su yerno Alonso Enrique en la ciudad de Badajoz, se Castil Dueña
apoderó de la capital cacereña y tierras de sus alrededores. En la to en la dehesa i
Colección Diplomática publicada en Resgesta de Fernando 11, por Salor, entre Các
Reconquista, a 1
660
efectuadas
J. González, se aprecia la personalidad y estimación que profesaba a
Cáceres el
dicho conde el referido monarca leonés. Por ello no es de extrañar
que le concediera tierras y privilegio para construir un castillo o
j o más alto
casa fuerte, que el referido magnate se apresuró a edificar junto a
debió servir
la villa de Alcuéscar.
ue en otros
Hoy ya sería difícil precisar el lugar de su emplazamiento, pues
ni vestigios restan de la aludida fortaleza.
cuetámente:
Castellanos .—Una de las más hermosas y extensas fincas de la
■es leguas y
provincia de Cáceres fue siempre la dehesa llamada Castellanos, que
se halla en la divisoria de ambas provincias extremeñas.
taños as que
Adjudicada por el rey de León, a raíz de la Reconquista, a la
:e, presumen
familia Valverde, uno de sus miembros, Ruy González de Valverde,
loso castillo,
fue de los capitanes que Femando III de Castilla envió a su padre
icones, tribu
Alfonso IX para que se apoderara felizmente de las tierras com­
as márgenes
prendidas entre Tajo y Guadiana.
:an discutido
Este productivo heredamiento pasó, por cesión o venta, a ser pro­
ninas de una
piedad de distintas familias, y hasta el Concejo cacereño tenía en él
aque a nues-
ciertos derechos que disfrutaba el vecindario.
5 elevado de
En 1488 compró la expresada dehesa el maestre de la Orden de
cuvas defen-
Santiago, Alonso de Cárdenas, y su hija Juana, esposa de Pedro Por-
: piedra seca
tocarrero, la incluyó en el mayorazgo que ella y su marido fundaron
ccidentes del
en 1514.
Durante las guerras con Portugal, esta dehesa, como todas las
le Cáceres, y
de la sierra de San Pedro, sufrió bastantes daños que afectaron prin­
eño, mariscal
cipalmente al castillo y aldea que se alzaba junto a sus muros.
arretona. una
Hoy poseen la finca en cuestión los herederos de don José Joaquín
i ello la reina
López Montenegro y Fernández de Velasco; y todavía se alza sobre
e una casona,
enorme y empinada roca el medieval castillo llamado Castellanos,
. y recia man-
con sus iienzos en bastante buen estado y sus fuertes e imponentes
i v segura re-
cuatro torres.
Los señores de la fortaleza de Castellanos ejercían justicia alta y
erteneciente a
baja, civil y criminal, mero y mixto imperio, nombraban alcalde, al­
istieron desde
guacil, pregonero y verdugo en la aldea, y disponían de horca y
la la amplitud
cepo. El caserío ha desaparecido en parte y sólo se mantienen en
ca; y decimos
pie algunos edificios destinados a alojamiento de la servidumbre y
s materiales y
todas las operaciones subsiguientes a la explotación ganadera y agrí­
a de labor,
vo «su empla- cola de la finca.
Castiel Freyo.—Se menciona un castillo llamado así en el libro de
íja».
la Montería, atribuido a Alfonso XI, que recorrió tantas veces la
i Gonzalo Ma­
Transierra entregado a su distracción favorita: la caza. Y se localiza
cerando II de
su emplazamiento en el puerto de las Rozas, jurisdicción de Pla­
uando marchó
spués de haber sencia.
Castil Dueñas.—Castillo de romántico nombre que tuvo su asien­
de Badajoz, se
to en la dehesa de las Dueñas, que se extiende y alarga a orillas del
dedores. En la
Salor, entre Cáceres y Arroyo. Perteneció, desde los tiempos de la
m ando 11, por
Reconquista, a la familia Figueroa; pasa de ésta a la de Herrera, al

661
gran mariscal Garci González de Herrera, señor de Arroyo del Puer­ gunas de ellas h
co, y, finalmente, a la de los Saavedra. Uno de sus poseedores, Juan tenidas en carta
López de Herrera, la amayorazgó en 12 de octubre de 1490. trasmitidos por ]
Castil de Oreja.— «En término de la Higuera, partido de Naval- de Santibáñez, S
moral de la Mata.» yomolinos de Mi
Castil Guerrero.—Perteneciente a la antigua jurisdicción de Cáce­ no, Malpartida d
res, fue desde siempre propiedad de la familia de los Pérez, escla­ la Vera y Cácere
recido linaje, algunos de cuyos miembros cooperaron muy eficaz­ jo de Gutiérrez,
mente a la reconquista de la villa. cántara; Castille]
Castil Oreja.—Escasos escombros pertenecientes al castillo de este de Trujillo; v C
nombre aparecen todavía en lo más alto de la sierra de Hinojal, uno de Cáceres.
de los llamados Los cuatro lugares, junto a la margen izquierda del Castillo.—Co»
Tajo, en el espacio comprendido entre dicho pueblo y la capital ca- denominación es
cerena. da fortaleza que
Castillejillo.—En la cúspide de un cerro típico y estratégico que la sierra de Dios
se alza entre Valdemorales y Almoharín, y dominando el casco ur­ vieja villa que
bano y alrededores de dichos pueblos, subsisten todavía maltrechos, Gata, y fue, des
pero firmes, cimientos a flor de tierra, que sirvieron de sostén a una pontífice y reyes
pequeña fortaleza sarracena destinada a talayar toda la zona te­ Son otros mu
rritorial circundante. donde aún hav
Castillejo.—A siete kilómetros, y al lado noroeste de la villa se­ fortificaciones a
ñorial de los Herrera, esto es, de Arroyo del Puerco o de la Luz, Castillo, entre oti
existe la dehesa llamada de El Castillo, a causa de existir en la jo de Coria, Vi]
misma abundantes muros de una vieja fortaleza que allí hubo, de brío, Cañamero.
planta rectangular, cuyos lados medían 50 X 30 metros. Valverde del Fre
Multitud de escombros, numerosos sillares, algunos con inscrip­ sitios, algunos di
ciones, tégulas, ladrillos y otros restos de antañonas edificaciones, dónde se alzaroí
acusan la existencia de un poblado en edades remotísimas. Y, efecti­ desaparecidas to
vamente, los habitantes de aquella región, arqueólogos, historiadores si bien en mucl
y otros hombres de ciencia, han llegado a afirmar que tales ruinas existía el fuerte s
de muros y torres pertenecen a la que fue importante urbe celtibé­
Castros.—El
rica llamada Sansueña; y sostienen con empeño que excavaciones
dehesa de la O
sistemáticas y continuadas podrían descifrar el enigma de su origen,
del puente del Ai
lo cual supondría noticias de singular interés.
Creemos que el asignar el nombre de El Castillejo a la dehesa Por primera
donde se conservan los cimientos y muros de Sansueña, se hizo to­ ce el nombre de
mándolo de alguna de las torres que, en determinados momentos, el año 1296. cita
permanecían en pie, pues de no ser así, es lógico que se le diese integraban al sei
el nombre de La Fortaleza, La Ciudadela, y no El Castillejo, porque terio de San Cien
este nombre implica, indudablemente, la existencia actual o pretéri­ El recinto, al
ta de un fuerte de pequeñas dimensiones, y Sansueña debió ser una lelogramo, rodea
auténtica plaza fuerte de mucha importancia. puerta. Se alarg
Otras muchas fortalezas pequeñas, que si no servían para resistir y la disposición c
los embates de los grandes ejércitos eran muy útiles para vigilar, Los muros se
guardar y proteger reducidos caseríos, se alzaron en las aldeas, lu­ muchas partes le
gares y villas de la actual provincia cacereña; y los nombres de al­ Hoy no se pi
i> del Puer- gunas de ellas han llegado hasta nuestros días por referencias con­
dores, Juan tenidas en cartas, privilegios, crónicas, bularios y otros papeles, o
L490. trasmitidos por la tradición oral. Citamos entre otros, el Castillejo
i de Xaval- de Santibáñez, Santa Cruz de Paniagua, Granja de Granadilla, Arro-
yomolinos de Montánchez, Solana, Guadalupe, Garciaz, Robledolla-
in de Cáce- no, Malpartida de Plasencia, Casas de don Gómez, Coria, Viandar de
’érez, escla- la Vera y Cáceres. Otros conservan sus sobrenombres, como Castille­
nuv eficaz- jo de Gutiérrez, y Castillejo de la Orden, en la jurisdicción de Al­
cántara; Castillejo de Arriba y Castillejo de la Buitrera, en término
tillo de este de Trujillo; y Castillejo de Guadiloba y Castillejo del Salor, en el
linojal, uno de Cáceres.
quierda del Castillo .—Con el escueto nombre de El Castillo y sin otra alguna
i capital ca- denominación especial, se conocen antiquísimos restos de determina­
da fortaleza que afloran esparcidos en una de las altiplanicies de
atégico que la sierra de Dios Padre, en lugar próximo a Villanueva de la Sierra,
el casco ur- vieja villa que asienta en una de las estribaciones de Sierra de
maltrechos, Gata, y fue, desde el siglo x i i , Cámara episcopal, por merced del
iostén a una pontífice y reyes de León a la mitra de Coria.
la zona te- Son otros muchos los pueblos y aldeas de la provincia cacereña
donde aún hay vestigios que testimonian la existencia de viejas
: la villa se- fortificaciones a las que se conocen con el escueto nombre de El
i de la Luz, Castillo, entre otros, en los términos de Alcántara, Piedras Albas, Gui­
existir en la jo de Coria, Villa del Rey, Cabezabellosa, Pinofranqueado, Mem-
llí hubo, de brío, Cañamero, Jerte y Mata de Alcántara. Hasta en Cáceres, en
Valverde del Fresno, en Perales del Puerto y en otros pueblos existen
con inscrip- sitios, algunos dentro de los mismos cascos urbanos, que recuerdan
?difieaciones, dónde se alzaron en otros tiempos determinadas fortalezas, hoy ya
tas. Y, efecti- desaparecidas totalmente, que conservan el nombre de El Castillo,
historiadores si bien en muchos casos las calles abiertas sobre el solar donde
* tales ruinas existía el fuerte se conocen con tal denominación.
urbe celtibé- Castros.—El recinto amurallado del fuerte de Castros está en la
excavaciones dehesa de la Oliva, termino de El Villar del Pedroso, a la vista
de su origen, del puente del Arzobispo, pero ya en la Jara cacereña.
> a la dehesa Por primera vez que sepamos, dice Jiménez de Gregorio, apare­
a, se hizo to­ ce el nombre de esta fortaleza, llamada en esta ocasión Castro, en
as momentos, el año 1296, citada como uno de los límites de las propiedades que
ie se le diese integraban al señorío de Azután, de las monjas bernardas del monas­
tillejo, porque terio de San Clemente, de Toledo.
nal o pretéri- El recinto, alargado e irregular, dibuja algo parecido a un para-
debió ser una lelogramo, rodeado por su lado noreste y se estrecha cerca de la
puerta. Se alarga siguiendo las líneas de los ríos Pedroso y Tajo
n para resistir y la disposición del cerro que le sirve de asiento.
i para vigilar, Los muros se alzan directamente sobre grandes piedras, que en
las aldeas, lu- muchas partes le sirven de único y sólido cimiento.
ombres de al­ Hoy no se precisa en su cerca más que una sola puerta situada
en el lado norte, que está casi cegada de tierra y escombros, y se raz, que se titul
abre entre dos fuertes torres que la flanquean. raz y Deleitosa.
En el exterior del recinto, inmediato a la muralla y por su Durante la s
parte del naciente, hay vestigios de una cueva, un subterráneo que muros de la fort
debía partir desde el interior del fuerte. Y desde entonce
Dentro del reducto, y al extremo noroeste se abre lo que Jimé­ Espejel.— Sá
nez supone un aljibe, largo y estrecho, de paredes revocadas, cu­ desde tiempos
bierto por una bóveda, en parte arruinada, cuyo arco inicial conserva tros, torres, cas
su factura romanizante. Espejel, corona
En las esquinas de las cuadradas torres que jalonan el muro tros del pueble
se advierten grandes sillares que dan al conjunto fuerza y prestan­ Mata.
cia. Y en la plataforma interior del recinto se alza una extraña Refiriéndose
construcción formada de hiladas de bloques de granito, que debe «el nombre E«
ser la base de una torre principal y dominante de todo el conjunto dievales eseriti
fortificado. Desmochada en la actualidad, alcanza todavía la altura término mozár
de tres metros. speculum. que
Es creencia general que nos hallamos ante una de las fortifi­ caso de nuestri
caciones más útiles e importantes que construyeron los moros junto Debe ser í
a las márgenes del Tajo. a una dehesa.
Ceclavín.-—La romana Celaviniaria se encuentra en la margen El castillo
izquierda del Alagón y no lejos del Tajo. Célebre por sus exquisi­ cuadradas en
tos vinos que servían a Carlos de Gante durante su reclusión volun­ puertas, almei
taria en Yuste. El emperador le concedió categoría de villa por esta Los muro
servidumbre. metros, v sus
Sus viejas fortificaciones romanas fueron destruidas por la irrup­ granítica, ma
ción de los bárbaros; pero sus materiales y cimientos los aprovecha­ contrasta con
ron después los hijos del Profeta, que le dieron el nombre de Ce­ de cal y aren;
clavín y reconstruyeron la plaza fuerte. Mide el <
oeste.
Cedida la población a los caballeros de Alcántara, con ella y su
Fernán C
castillo formaron una encomienda.
del célebre
En las guerras con Portugal, en 1646, los ceclavineros cercaron su llamado Fer
lugar con murallas y baluartes; mas como sufrieron grandes daños, contenida ei
hubieron de reconstruirlas nuevamente en 1837; pero ya han des­ no «El Trac
aparecido todas las defensas casi totalmente. y que dice
Coronada.—Junto a los derruidos paredones de la que fue ermita que expresa
de la Coronada, edificada por los trujillanos en 1274, a dos leguas cripción de
de la histórica patria de los Pizarros, se aprecian restos de antiquísi­ Zenteno. v
ma fortaleza, cuya erección se atribuye a los Templarios. la villa de
Su desaparición total se debe a las correrías de las milicias de recha el d<
Napoleón por la hidalga provincia cacereña. encomiendi
Deleitosa.-—Propiedad de los Bote, caballeros placentinos, per­ Y conti
teneció en un principio a la jurisdicción de Plasencia; hoy corres­ Sierra de 1
ponde ya a la de Trujillo. llegó al fii
La familia de aquel apellido edificó allí un castillo; y al pasar blanco, y e
los años, por enlace de familia, pasó Deleitosa al linaje de los Álma- Castillo d<

664
eombros, y se raz, que se titularon a partir de entonces, señores de Belvís, Alma-
raz y Deleitosa.
illa v por su Durante la guerra de la Independencia todavía se utilizaron los
bterráneo que muros de la fortaleza medieval para el acuartelamiento de las tropas.
Y desde entonces data precisamente su ruina total.
: lo que Jimé- Espejel.1— Sabido es que en las márgenes del Tajo se encuentran
revocadas, cu- desde tiempos remotos multitud de baluartes de todas clases; cas-
nieial conserva tros, torres, castillos y plazas fuertes. Uno de ellos es el castillo de
Espejel, coronando un cerro pizarroso a poco más de diez kilóme­
lonan el muro tros del pueblo de Valdecasas, en el partido de Navalmoral de la
rza v prestan- Mata.
a una extraña Refiriéndose a esta fortificación escribe Jiménez de Gregorio, que
lito, que debe «el nombre Espejel aparece en algunos documentos cristianos me­
do el conjunto dievales escrito Espechel y Espeiel»; y agrega que «pudiera ser
davía la altura término mozárabe Espellel. Por otra parte espejel proviene del latín
speculum, que significa torre, vigía, atalaya, acepciones que en este
de las fortifi- caso de nuestro castillo son correctas.»
:os moros junto Debe ser anterior a la Reconquista, pues en 1290 daba nombre
a una dehesa.
en la margen El castillo tiene forma de paralelogramo, flanqueado por torres
x>r sus exquisi- cuadradas en sus cuatro ángulos, y ya no quedan vestigios de sus
reclusión volun- puertas, almenas ni aspilleras.
le villa por esta Los muros alcanzan todavía por algunos lados hasta los cinco
metros, y sus paramentos, según Jiménez de Gregorio, son de sillería
granítica, mal cortada, alternando con hiladas de pizarra oscura que
as por la irrup-
contrasta con el dorado de aquélla, dándole variedad. El mortero es
¡ los aprovecha-
nombre de Ce- de cal y arena.
Mide el castillo, de norte a sur, doce metros, y ocho de este a
oeste.
a. con ella y su Fernán Centeno.— Respecto a esta fortaleza, uno de los refugios
del célebre paladín y zorro de los canchales de Sierra de Gata,
eros cercaron su llamado Fernán Centeno, daremos traslado de parte de la nota 34,
i grandes daños, contenida en nuestra monografía que lleva por título Hernán Cente­
ero va han des- no «El Travieso », señor del castillo de Rapapelo en Sierra de Gata,
y que dice así: «... se llegó a dar en la caveza de otra sierra,
a que fue ermita que expresaron dichos apeadores y guaridas (los que hacían la des­
74. a dos leguas cripción de la encomienda de la Zarza), llamarse la Sierra de Hernán
rtos de antiquísi- Zenteno, y que en ella, su extremo y caveza acababa el término de
larios. la villa de Zilleros, quedando este a la mano izquierda, y ala de­
e las milicias de recha el de la Dehesa de Benavente, y principia el término de la
encomienda de Moraleja, y su Dehesa llamada de Malladas...
placentinos, per- Y continuando dicho reconocimiento desde la Portilla de citada
ncia; hoy corres- Sierra de Hernán Zenteno, mirando al mediodía sierra adelante, se
llegó al final della en que están unos grandes Peñascos de gorrón
stillo; y al pasar blanco, y el uno de ellos que hace la figura de un torreón, llamado el
laje de los Alma- Castillo de Hernán Zenteno, debajo deel esttá una grande concavi­

665
dad que parece haver servido de Caballerizas, por conocerse algu­ Herrera.—Así
nos vestigios de Pesebres, y su entrada esttá mirando al mediodia.» la Aliseda y que v
Fornadnos .— Se localiza el castillo de este nombre, cuya fábri­ Hernán Pérez
ca es obra de romanos, junto a la Abadía o Sotofermoso, en el ca­ bre, cuyos restos
mino que conduce a Montemayor. Sólo sus cimientos afloran ya sobre Ceclavín, con la
la tierra en que asentaba. construyó a sus t
Fortín.—El Fortín se ha llamado desde siempre a una antiquí­ en torno a la cual
sima fortificación cuyos cimientos aparecen entre Cadalso y la plaza La Jara.—Se 1
fuerte de Santibáñez el Alto. a una amplia con
Fragosa.—En muchas de las altiplanicies de las sierras jurdanas Toledo y Ciudad '
existen restos de pretéritas fortificaciones; y concretamente a orillas No existe cas
del río Fragosa, frente a la alquería de este nombre y la del Gaseo, en los puntos má<
término de Nuñomoral, hay todavía indicios de un viejo castillo, varios castillos, to
cuyos muros y demás partes integrantes han desaparecido ya casi mente para sus t
totalmente, porque han derribado el monumento y han aprovechado reductos de Altan
parte de sus materiales. Jarrapo .‘—En
Fuente Madero.—Pequeña fortaleza que se alzaba en la dehesa y muy cerca del j
de su nombre, en término de Brozas. una fortaleza que
Fuentidueñas.—Una de las joyas arquitectónicas de la provincia a sus muros se c<
de Cáceres es la ermita arruinada de Fuentidueñas, sita cinco kiló­ guiares proporciot
metros al sur de la ciudad de Plasencia.
Lucillos.—En
Esta casa de oración debió erigirse antes de finalizar el siglo xn
mente de la dist
por los milites del Templo, quienes la acondicionaron utilizando un
abundantes vestís
primitivo recinto, un castillo romano de sillería granítica «como lo in­
brica parece data]
dican los ocho huecos aspillerados de fuera adentro que, divididos en
dos grupos, se alinean en el muro de occidente sobre la hilada de La altiplanicie
zócalo que resulta enterrado en parte». cauce del río, sir
dicios de que de
Gata.—Dada la situación de la villa de Gata, primer poblado
moradores v defe
que encontraban los ejércitos de los reyes de León al traspasar la
de agua. Dicho
sierra que lleva dicho nombre, era condición precisa que la morisma
de escombros, tíei
la tuviese fuertemente fortificada. Y así, además del consabido cas­
tillo a que los gateños han llamado siempre El Torrejón por sus La dehesa de
grandes proporciones, existió hacia la parte del norte un cubo o Castillo, nombre
pequeña torre con baluarte avanzado, otro al poniente llamado el taleza.
Fortín y un tercero hacia el sur, la Torrecilla. Ya apenas quedan Visitó Viu aq
restos ni casi el recuerdo de su existencia. chos sepulcros ra
Godos o Ramiro.—No lejos de la ciudad de Coria, y en la con­ aquellos contorna
fluencia del Arrago y el Alagón, sobre ingentes peñascos, se ven Malgarrida .—1
todavía las ruinas del castillo llamado de los Godos desde su origen, ja, hubo antiguar
por atribuirse a estos invasores su construcción. En el siglo xv se donó Enrique II
había apoderado de este fuerte el celebérrimo Fernán Centeno; pero segunda mitad de
el bravo capitán Ramiro, que acaudillaba las huestes del arzobispo tado al de Trastaj
de Toledo, arrojó a Centeno de su guarida de zorro viejo, y en aten­ cialmente con cua
ción a aquella brillante hazaña, y a partir de entonces, el fuerte de El señorío de
referencia y la sierra escarpada donde aquél asentaba, se llamaron ñas de los Sarm
Castillos ij Canchos de Ramiro. preocuparon de <
jeerse algu- Herrera.—Así se llamaba el castillo existente en el pueblo de
mediodia.» la Aliseda y que ya ha desaparecido totalmente.
cuva fábri- Hernán Pérez.—No debe confundirse el castillo de este nom­
o. en el ca- bre, cuyos restos aún cubren parte de la colina Fresneda, cerca de
nan va sobre Ceclavín, con la torre que el caballero alcantarino Hernán Pérez
construyó a sus expensas en las estribaciones de la Sierra de Gata,
ina antiquí- en torno a la cual surgió más tarde el pueblo que lleva dicho nombre.
o v la plaza La Jara.—Se llamó siempre así a una gran extensión de terreno,
a una amplia comarca comprendida entre las provincias de Cáceres,
ras jurdanas Toledo y Ciudad Real.
nte a orillas No existe castillo alguno de su nombre, pero sí es cierto que
a del Gaseo, en los puntos más escabrosos e inaccesibles de aquellas tierras, hubo
iejo castillo, varios castillos, torres y atalayas que utilizaron los Golfines, especial­
□do ya casi mente para sus correrías y rapiñas, siendo dignos de consignar los
aprovechado reductos de Altamira y los Castejones, entre otros.
Jarrapo .*—En los confines de la sierra extremeña de San Pedro
?n la dehesa y muy cerca del pueblo de Salorino, existió desde tiempo inmemorial
una fortaleza que recibía el nombre de Asiento de Jarrapo; y junto
la provincia a sus muros se construyó al pasar los años un edificio gótico de re­
a cinco kilo- gulares proporciones. Uno y otro han desaparecido ya.
Lucillos.—En las orillas del Tajo, y en la mitad aproximada­
ir el siglo xn mente de la distancia que separa a Garrovillas de Alcántara, hay
utilizando un abundantes vestigios de una antigua fortificación, cuya primera fá­
•como lo in­
brica parece datar de tiempos prerrománicos.
divididos en
la hilada de La altiplanicie de un monte, sito a menos de un kilómetro del
cauce del río, sirve de asiento a un recinto pentagonal; y hay in­
dicios de que de él parte un camino subterráneo que permitía a sus
imer poblado
moradores y defensores, en momentos de asedio, bajar a proveerse
l traspasar la
de agua. Dicho conducto está ya descubierto en parte y cegado
le la morisma
de escombros, tierra y cantos rodados.
onsabido cas-
rejón por sus La dehesa donde está el referido y ruinoso solar se llama El
e un cubo o Castillo, nombre que debe, sin género de dudas, a la aludida for­
te llamado el taleza.
penas quedan Visitó Viu aquel lugar, y cree que se llamaba así por los mu­
chos sepulcros romanos, fosos y subterráneos que han aparecido por
y en la con- aquellos contornos.
ascos, se ven Malgarrida.—En la dehesa de este nombre, regada por el Tamu-
sde su origen, ja, hubo antiguamente una aldea y castillo, cabeza del señorío que
el siglo xv se donó Enrique II a su camarero Lorenzo Fernández de Ulloa, en la
Centeno; pero segunda mitad del siglo xiv, por los buenos servicios que había pres­
del arzobispo tado al de Trastamara en las luchas contra su hermano; y muy espe­
ejo, y en aten- cialmente con cuanto se relacionaba con la villa de Cáceres.
s. el fuerte de El señorío de Malgarrida, por entonces, pasó a las líneas femeni­
cL se llamaron nas de los Sarmientos-Sotomayores, linajes gallegos que jamás se
preocuparon de su hacienda en Extremadura; y por esta razón se

667
nán Moro, a c-uat
despobló el lugar y el castillo se desmoronó del todo, al extremo de pequeño castillo d
que ni se conoce el lugar donde tuvo su asiento. Oliva de Plast
Mía jadas .—En la carretera de Trujillo a Badajoz, y junto al río blo entre las ald
Bórdalo, se alza la populosa villa de Miajadas, que hasta hace pocos raíz de la reconqu
años conservaba una hermosa y redonda torre y algunos lienzos de En el siglo x
muralla pertenecientes a su viejo y recio castillo, obra, al parecer, ostentaba Fernán
del siglo xiii,- pero un alcalde republicano mandó derruir cuanto der; y como una c
permanecía en pie de la consistente fortaleza porque era símbolo de tomayor, contraje]
la detestable burguesía que durante tantos años había oprimido a margo, pasó así ¿
la clase trabajadora. disfrutó más tard
Mignaza.—Ya hemos hecho referencia a esta fortaleza o plaza qués de Sieteiglesi
fuerte al ocuparnos del castillo de Mirabel, por estar próximos sus Este personaje
respectivos enclaves. tillo de sillería, d
Milana.—La villa de este nombre se llamó también Torremilanera hacia el norte v
por ser el baluarte más destacado de la misma una airosa, fuerte y gallarda torre sin
erguida torre en cuyas altísimas y agrietadas almenas, y en sus me­ cíente.
chinales, anidaban los milanos desde tiempos remotos. Enajenado poi
Plaza fuerte con amplio albacar en forma de abanico, dentro del procedido a resta
cual se construyeron los edificios que ocupaban sus moradores, es­ ruinoso.
taba situada sobre empinado cerro que sobresale en la confluencia Palacio .— «Es
del río Arrago y la ribera de Gata, a cuatro o cinco kilómetros de mada, propiedad t
Moraleja, siendo indudable su factura árabe. Palacio de Ort
Hoy ya no existen más que algunos lienzos de la gran cerca y se alzaba próxiro
fuertes soterrados cimientos del núcleo principal de la fortaleza, tólicos mandare»
que fue cabeza de una de las encomiendas de la Orden de Alcántara, drones y cuatrero»
y con anterioridad había sido pertenencia de los caballeros Templa­ fuerte so pretexto
rios. Palomera .— El
Miravete .— Uno de los enormes y elevadísimos picachos de la sie­ señoreaba de la ei
rra de la Moheda estaba coronado por el castillo de Miravete, en muy próximo al lu
lugar próximo a la actual carretera que se dirige desde Navalmoral Es la antigua
de la Mata a Trujillo, y en el punto preciso en que atraviesa el puerto las crónicas v bula
de dicho nombre, término de Casas del Puerto, antes de llegar a La primitiva f
Jaraicejo. nos. La destruvei
La fortaleza fue propiedad, en el siglo xvi, de la poderosa e in­ utilizaron los moro
quieta familia de los Zúñiga, que amayorazgaron este colosal e im­ Alfonso IX. en
ponente baluarte medieval. laya de Pelavo Ve
Todavía fue utilizada por los ejércitos españoles y franceses, lana, que la cedió
indistintamente, durante la guerra de la Independencia; y entonces Aún se percibí
los sicarios de Napoleón, reconociendo la mucha importancia de zos de lienzos de :
aquellos muros tan estratégicamente emplazados, los reedificaron y cia de aquel reduc
acondicionaron para la defensa. Don Romualdí
Moreras.—Este castillo es el llamado de Bernardo, al que ya a finales del pasai
hemos hecho referencia. Se le dio este nombre durante el pasado si­ el que describe ci
glo por la plantación de estos árboles en su contorno. dicho papel en Gu;
Mudalpelo .— «Se enseñoreaba de la dehesa de Valderrev o Her­

668
nán Moro, a cuatro kilómetros de Arroyomolinos de Montánchez, un
J extremo de pequeño castillo del que sólo restan los cimientos».
Oliva de Plasencia .—Fray Alonso Fernández incluye a este pue­
r junto al río blo entre las aldeas que caían bajo la jurisdicción de Plasencia a
ta hace pocos raíz de la reconquista de la Transierra castellana.
os lienzos de En el siglo xiv era uno de los señoríos de los Monroyes, que
a. al parecer, ostentaba Fernán Pérez de Monroy, hermano del abad de Santan­
erruir cuanto der; y como una de las biznietas de aquél, Mariana de Ocampo y So-
ra símbolo de tomayor, contrajera matrimonio con don Francisco de Vargas y Ca-
a oprimido a margo, pasó así a la familia de los Vargas el referido señorío, que
disfrutó más tarde el valido don Rodrigo Calderón y Vargas, mar­
aleza o plaza qués de Sieteiglesias y conde de la Oliva, en 1614.
próximos sus Este personaje mandó construir en su aldea un magnífico cas­
tillo de sillería, de forma rectangular, con sus portadas orientadas
Torremilanera hacia el norte y el sur, sin fosos, con adecuados ventanales y una
irosa, fuerte y gallarda torre sin almenas adosada al edificio por el lado del na­
v en sus me­ ciente.
Enajenado por la casa condal a principios del siglo actual, ha
co, dentro del procedido a restaurarlo, en parte, su propietario, dado su estado
moradores, es- ruinoso.
la confluencia Palacio .— «Es un castillo enclavado en el término de Torreque-
kilómetros de mada, propiedad de la casa ducal de Abrantes».
Palacio de Orellana .—Fue un castillo de pocas pretensiones, que
ran cerca y
. gra se alzaba próximo a la ciudad de Trujillo y que los Reyes Ca­
la fortaleza,
? la tólicos mandaron derribar por haberse convertido en guarida de la­
i de Alcántara, drones y cuatreros, auténticos indeseables que se guarecían en dicho
lleros Templa- fuerte so pretexto de defender la causa de la Beltraneja.
Palomera .—El castillo de la Palomera o de las Palomas se en­
ichos de la sie- señoreaba de la empinada sierra de Altamira, territorio de las Jurdes
? Miravete, en muy próximo al lugar de El Casar de Palomero.
de Xavalmoral Es la antigua Columbaria o Palumbaria a que hacen referencia
iviesa el puerto las crónicas y bulas pontificias del siglo xn.
es de llegar a La primitiva fábrica, llamada así, fue construida por los roma­
nos. La destruyeron después los bárbaros, y la reconstruyeron y
poderosa e in- utilizaron los moros durante su dominación en la Península.
e colosal e im- Alfonso IX, en 31 de mayo de 1203, estando en su real de la Ata­
laya de Pelayo Vellido, hizo donación de ella a la iglesia composte-
*s v franceses, lana, que la "cedió seis años más tarde a la Orden de Santiago.
cia: y entonces Aún se perciben en su solar cimientos ciclópeos y grandes tro­
importancia de zos de lienzos de sus murallas, que testimonian la enorme consisten­
reedificaron y cia de aquel reducto.
Don Romualdo Martín Santibáñez, que fue notario del Casar
rdo. al que ya a finales del pasado siglo, nos ha legado un curioso manuscrito en
te el pasado si- el que describe cuanto queda de la fortaleza de Palumbaria. Obra
dicho papel en Guadalupe.
alderrev o Her­
669
Palomero .— «Fortaleza edificada en la dehesa del mismo nom­ pueblo y castíll
bre, en la sierra de San Pedro». portugueses, cap
Peña de Fray Domingo .—Sito en Valdecaballos, entre el térmi­ Rapapelo .— ]
no jurisdiccional de las encomiendas de la Zarza y la Moraleda. Fernán Centeno
La crónica de Alcántara refiere que en el siglo x i i u n caballero gua de distanci;
cruzado en la misma, llamado Frey Domingo, el de la mano manca que el castillo i
o la mano cortada, por haber perdido dicha extremidad peleando con carpado en la j
los sarracenos, edificó entre riscos un casi inaccesible y bien fortifi­ cerca de Eljas. ;
cado refugio, donde se parapetaba, y desde donde sorprendía y ata­ bastión es San V
caba a los seguidores del Islam que se aventuraban a penetrar y En una de 1
recorrer aquellos parajes. y casi circunda
Se llamó después aquel castillete de Nuestra Señora de Sequeros, de Rapapelo, s<
por haberse edificado junto a sus muros una ermita bajo dicha ad­ punto es d ifícil'
vocación. nido del aguilut
Refugio de comuneros, como muchos otros de la región, fue man­ caer por sorpre
dado derribar por el emperador don Carlos. minios.
Peña Falcón .— Se llama así a uno de los cuartos de la dehesa Ronda .—Cas
boyal de Serradilla, junto a la orilla del Tajo, porque entre las rocas fensas exteriores
que constituyen escarpados picachos de aquella serranía, anidan los rías del enemig
halcones y otras aves de rapiña útiles en el esparcimiento y práctica Ocupaba la oril
de cetrería. la importante cii
No se ha podido localizar asiento de baluarte alguno en aquellas El monarca
inaccesibles prominencias, pero la existencia de un castillo en dicho lo entregó, en 1
lugar, al ser liberadas aquellas tierras del yugo musulmán, es un casa en Trujillo.
hecho innegable, según testimonio que nos facilita el Bulario de la Salvatierra c
Orden de Alcántara, en cuya página 35 puede leerse «que en el comiendo de N
año 1187, don Pedro Fernández de Castro, gran procer castellano, nombre; y su 1
otorgó escritura a favor de su tío, don Fernando Díaz, segundo maes­ tecimientos a en
tre de tan preclaro instituto, cediéndole los pueblos y castillos que Próximo a L
poseía en la actual provincia cacereña, y que eran: Trujillo, Santa mado de Los C
Cruz, Montánchez, Cabañas, Monfragüe, Zufarola y Peña Falcón.» desconocido; n#
Tal referencia evidencia la existencia de poblado y fortaleza lla­ tan ya de ellas <
mados así a finales del siglo x i i . metros de longit
Por los enor
Peraya .— «Castillejo emplazado entre el Salor y el Tajo, que supone obra de
pertenecía a la Orden militar de Alcántara, y del que sólo restan gamasa que los i
ruinas». San Martín
Piedras Albas .—El legendario castillo de este nombre y el pobla­ frontera cacerei
do que surgió a su sombra, se llamaron así por las canteras blancas y arremetida d<
y cuarzosas que coronaban el cerro sobre el que se construyó la for­ de San Martín e
taleza. restos de sus n
El fuerte, de origen musulmán, y el lugar que se hizo junto a torre, destinada
sus muros en el siglo xiii , pasaron a pertenecer a la Orden de Alcán­ sido lugar regul
tara, cuyo instituto creó con ellos la encomienda denominada de la Santa Cruz.-
Zapatería. allá a lo lejos,
En 1643, cuando la guerra de la independencia de Portugal, se dirige a Mé

670
mismo nom- pueblo y castillo fueron tomados, arrasados e incendiados por los
portugueses, capitaneados por Juan de Sousa.
atre el térmi- Rapapelo.—Hurtado llama al castillo de Rapapelo Torres de
Uoraleda. Fernán Centeno, y lo sitúa en lo alto de la sierra de Eljas, a una le­
un cab allero gua de distancia del pueblo de este nombre; pero el hecho real es
i mano manca que el castillo de este nombre ocupó lugar prominente y muy es­
peleando con carpado en la parte más oriental de dicha sierra de Eljas, pero no
v bien fortifi- cerca de Eljas, pues en realidad el lugar más próximo al imponente
prendía y ata- bastión es San Martín de Trevejo.
a penetrar y En una de las partes más elevadas de la cordillera que protege
y casi circunda el valle donde asienta San Martín, se alzó el castillo
i d e Sequeros, de Rapapelo, sobre ingentes y abruptas rocas. El acceso a dicho
>ajo dicha ad- punto es difícil y penosísimo, y ya ni cimientos restan del estratégico
nido del aguilucho Centeno, que se refugiaba en aquel reducto para
gión. fue m an­ caer por sorpresa sobre quien se atreviera a penetrar en sus do­
minios.
Ronda.—Castillo árabe, uno más de los que completan las de­
de la dehesa
fensas exteriores de la plaza de Trujillo, vigilando las posibles corre­
entre las rocas
rías del enemigo por las tierras circundantes de aquella población.
lía. anidan los
Ocupaba la orilla izquierda del Tajo que cae bajo la purisdicción de
>nto y p ráctica
la importante ciudad trujillana. Ya ha desaparecido del todo.
El monarca castellano Alfonso VIII, al arrebatárselo a los moros,
no en aquellas
lo entregó, en 1195. a los freires de la Orden del Perero, que tenían
istillo en dicho
casa en Trujillo.
sulmán. es un
Salvatierra de Santiago.—Este lugar perteneció siempre a la en­
B ulario de la
comienda de Montánchez, Orden de Santiago, de donde toma el
se «que en el
nombre; y su historia y vicisitudes corrieron parejas con los acon­
>cer castellano,
tecimientos a que sirvió de escenario la fortaleza de Montánchez.
segundo maes-
Próximo a las últimas casas de Salvatierra, y en un cerrete lla­
v castillos que
mado de Los Corclmelos, aparecen ruinas de un castillo de nombre
T ru jillo, Santa
desconocido; mejor, de unas fortificaciones antiquísimas, y sólo res­
’eña Falcón.»
tan ya de ellas dos lienzos murales, paralelos entre sí, de unos quince
v fortaleza 11a-
metros de longitud, tres de altura y dos de espesor.
Por los enormes bloques de piedra de granito allí empleados, se
• el T ajo , que supone obra de romanos, ya que aparecen superpuestos y sin ar­
ju e sólo restan gamasa que los una y sujete.
San Martín de Trevejo.—En nuestra obra Escaramuzas en la
ibre y el pobla- frontera cacereña, nos ocupamos con algún detenimiento del asedio
anteras blancas y arremetida de los ejércitos portugueses, en 1642, a la plaza fuerte
onstruvó la for- de San Martín de Trevejo; pero ya en nuestros días apenas si quedan
restos de sus muros y de otros ingenios defensivos. Unicamente la
se hizo junto a torre, destinada a campanario, es el baluarte que da fe de haber
>rden de Alcán- sido lugar regularmente fortificado.
Qominada de la Santa Cruz.—Apenas se llega a la ciudad de Trujillo se divisa
allá a lo lejos, a dos leguas de distancia y junto a la carretera que
ia de Portugal, se dirige a Mérida, las crestas elevadísimas de la sierra de Santa
Cruz, asiento de un antiguo castillo que edificaron las legiones del
Castillo casi i
Lacio. llamada Fuente t
Fue, desde siempre, una fortaleza de primer orden que se divisaba
Trincheras dt
desde gran distancia y dominaba toda la comarca.
que deben datar
Al reconquistar aquellas tierras los reyes de Castilla, la entrega­
tante elevada de
ron a los freires del Perero; y el hecho de ser conocida durante el
nán Centeno, po
medievo con el nombre de Santa Cruz de los Templarios, induce a
extendía a todas í
suponer que la poseyeron estos milites durante algún tiempo.
El antañón v
Sólo firmes cimientos y algunos paredones restan ya de aquella
duque de Alba \
ingente fortaleza de grandes dimensiones, que se extendía por los
castillo de Eljas.
abruptos declives de la sierra. Las llamadas
Santa Cruz de Paniagua.—Cabeza del señorío de su nombre, pasó ruinas que Hurtí
a serlo del marquesado de Santa Cruz de Paniagua en 1681; y los
Rapapelo. Trinch
miembros de la familia que lo ostentaba pertenecían a uno de los
y el castillo de
primeros linajes fundadores de Plasencia. las anteriores, en
Es una pequeña aldea, sita junto a Villanueva del Obispo, hoy
hacia oriente d e l»
Villanueva de la Sierrra, floreciente villa que asienta sobre las es­
Valverde del i
tribaciones de Sierra de Gata. incendió y destru
Como viejo señorío, la existencia de un castillo era condición in­ pueblo, del que
dispensable; pero ya no restan vestigios de la legendaria fortaleza de precisa el lugar <
Santa Cruz, que fue donada por Fernando II de León, juntamente pueblo, cuvo altos
con la morisca Almenarella (Almenara), al conde de Urgel, don Ar- Vaqueriza .— «.
mengol, a raíz de la liberación de la plaza fuerte de Alcántara. to a la sierra Va<j
Santo Toribio .— «En la dehesa de este nombre, a legua y media duce a Almoharir
y al noroeste de Cáceres, donde hubo una aldea que aún subsistía antigua fortaleza.
en el siglo xvi, existió también un castillo, que, como aquélla, quedó VÜlasv iejas.—5
reducido a escombros durante las guerras de Sucesión.» Villa vieja grande,
Segura.— Han existido dos fortalezas con dicho nombre en la pueblo de Botija. ]
actual provincia de Cáceres; una se alzaba a dos leguas de la plaza La primera de
de Alcántra, y en ella estuvo preso el infante don Pedro de Aragón, nocido con el nom
en calidad de rehén, en tanto que su hermano Enrique, el inquieto tes todavía en aqi
y revoltoso, entregaba a su primo y cuñado, Juan II de Castilla, la claramente hubo a
villa de Alburquerque y otras más de que se había apoderado. plio y profundo fi
Otra, el castillo de Segura que dominaba, vigilaba y protegía el tos, que miden ct
pueblo llamado así, situado frente a la vía férrea que va desde mes bloques de p
Plasencia a Béjar. Fue fortaleza de Templarios, y en el siglo xvi, monumento de bas
amayorazgado por sus propietarios don Luis y doña María de Zu- El otro recinti
lo que se llama 1
ñiga.
Trampal.— «Emplazado en la sierra de Hoyomoro, a tres leguas al ción que defendía
este de Hervás, casi siempre sitiado por las nieves, que hoy como Xálama.—En 1
lama o Jálama, qi
blanco sudario envuelven sus ruinas.»
gráfico de las pn
Trebel y Zambrano .—Matías Ramón Martínez, en su Historia del
reino de Badajoz, se ocupa con algún detenimiento de este castillo, antiquísimas const
taleza muy antiguí
que se alza sobre riscos y vericuetos de la Sierra de Boya, en la
de Xálama, de indi
región de las Hurdes.
Xerit.—En la r
legiones del Castillo casi inaccesible, junto al Morro del Moro y no lejos de la
llamada Fuente de Roldán, está totalmente arruinado.
e se divisaba Trincheras de Fernán Centeno.— Restos de viejas fortificaciones
que deben datar del siglo xv, y que aparecen en una eminencia bas­
l la entrega- tante elevada de la Sierra de Eljas. Deben ser obra del célebre Fer­
la durante el nán Centeno, poseedor de importante señorío , cuya jurisdicción se
ios, induce a extendía a todas aquellas tierras.
empo. El antañón y ruinoso reducto fue utilizado por las tropas del
a de aquella duque de Alba en 1642, cuando los portugueses se apoderaron del
>ndía por los castillo de Eljas.
Las llamadas Trincheras de Fernán Centeno son las históricas
nombre, pasó ruinas que Hurtado llama Torres de Fernán Centeno o Castillo de
n 1681; y los Rapapelo. Trincheras y torres son una y la misma cosa en este caso;
a uno de los y el castillo de referencia es fortaleza distinta emplazada, como
las anteriores, en la Sierra de Eljas, pero a tres o cuatro kilómetros
Obispo, hoy hacia oriente del enclave de dichas trincheras.
sobre las es- Valverde del Fresno.—En las guerras de Secesión de Portugal se
incendió y destruyó totalmente el pequeño castillo existente en este
condición in- pueblo, del que ya nada se conserva por tanto; pero todavía se
a fortaleza de precisa el lugar de su emplazamiento en la parte más elevada del
o. juntamente pueblo, cuyo altozano llaman los valverdeños El Castillo.
,'rgel, don Ar- Vaqueriza .>— «A seis kilómetros de distancia de Montánchez, jun­
Icántara. to a la sierra Vaqueriza, un poco a la derecha del camino que con­
legua y media duce a Almoharín, se conservan los paredones o cimientos de muy
aún subsistía antigua fortaleza, estratégicamente emplazada...»
iquélla. quedo Villasviejas.— Son dos las villas llamadas así: Villavieja chica y
Yillavieja grande, que tuvieron su asiento a menos de una legua del
pueblo de Botija, por su lado norte, y a orillas del río Tamuja.
nombre en la
La primera de las mencionadas se alzaba sobre un montículo co­
lasde la plaza
nocido con el nombre de El Cerruco; y al examinar los restos existen­
1ro de Aragón,
ue. el inquieto tes todavía en aquel lugar, se aprecia un gran perímetro que denota
de Castilla, la claramente hubo allí una fortaleza de primer orden, rodeada por am­
plio y profundo foso, y defendida por recia muralla, cuyos cimien­
aderado,
tos, que miden cuatro metros de espesor, están formados por enor­
i y protegía el mes bloques de piedra granítica, evidenciando la existencia de un
que va desde monumento de base ciclópea.
•n el siglo xvi, El otro recinto, inmediato al anterior, amurallado también, es
M aría de Zú- lo que se llama Villavieja grande, y en él debía residir la pobla­
ción que defendía la fortaleza descrita.
a tres leguas al Xálama.—En la altiplanicie de la colosal montaña llamada Xá-
qu e hoy como lama o Jálama, que es seguramente el más elevado accidente oro-
gráfico de las provincias cacereñas, existen pequeños indicios de
su Historia del antiquísimas construcciones, que Hurtado cree pertenece a una for­
de este castillo, taleza muy antigua a la que llama Castillo Viejo, y nosotros, Castillo
de Boya, en la de Xálama, de indudable origen árabe.
Xerit.—En la meseta de Xerete, cerca del arroyo de Morcillo y
no lejos de la ciudad de Coria, se alzaba un castillo moro del que
han desaparecido ya hasta los cimientos.
Tenemos referencia de su existencia por el Fuero que dio a Co­
ria el rey Alfonso IX.
También la crónica del emperador Alfonso VII contiene una re­
ferencia a dicha fortaleza, cuando en ella se hace constar que el
rey plantó su real en el castillo de Xerit et deinde accepit Auriculam La palabra
et Cauriam. se quiere evpnf
El monarca Fernando II de León lo utilizó asimismo en diversas eminencia pan
ocasiones para sus campañas y correrías por Extremadura. mar, y dar a\is
Zamarrillas.-—El lugar y castillo de este nombre fueron destruidos Muy ducha
totalmente durante la guerra de la Independencia. Estaban situados de estos inga !
a unos quince kilómetros de la capital cacereña. más altas v esti
Zufarola.—El castillo de Zufarola, cuya existencia en la provin­ conocer k» roo»
cia de Cáceres durante la dominación sarracena y primeros años sub­ De muchas
siguientes a la Reconquista es indudable, constituye una incógnita parajes y (mea
por lo difícil de precisar su lugar de emplazamiento. predios o ténni
Hurtado se ha decidido a identificarlo con el lugar de Vil] avieja, He aquí la
conjunto de muros que todavía afloran sobre el terreno en la dehesa gún accidente
de Azuquén, y en el punto preciso donde confluyen los ríos Tozo y contorno. o de
Almonte, en término ae Trujillo. en que asieaftai
El cronista don Clodoaldo Naranjo se ocupa con algún deteni­
miento de la existencia de estas fortificaciones a las que llama sin Atalava de 1
reparo ruinas de Villavieja, plaza edificada por los mahometanos Atalaya de 1
junto a la margen del Almonte, para reforzar las defensas de la gran Atalava del
urbe trujillana, sin atreverse a afirmar que Villavieja y Zufarola Atalava d e .
sean una y la misma cosa. Naranjo, que debió visitarlas, nos informa Atalava Pe*
de sus fuertes muros conservados en parte todavía, que sirvieron de Atalava de <
refugio a los habitantes de los lugares del contorno durante las an­ Atalava de 1
danzas por aquellas tierras de los mamelucos de Napoleón. Atalaya d e }
No hemos encontrado más testimonios de su existencia que la re­ Atalava del
ferencia de donación que hizo en 1191, a los caballeros trujillanos
(milites del Perero), el rey Alfonso V III, quien les hizo merced de la Con el sim]
ciudad y castillo de Trujillo y las villas y fortalezas de Albalat, lugares o tien
Santa Cruz, Cabañas y Z afarola. Cruz. Cáceres.
Garganta de
Y hasta un
bre de Atalava
layo Vellido, ei
Atalaya de
tulo de Coria.
con algún dete
camino de Coi
Antes de I
León y Castill
castillo de la ‘
II
io t o del que

je dio a Co- ATALAYAS


iene una re-
nstar que el La palabra atalaya es de origen árabe, y con tal denominación
>it Aurícula m
se quiere expresar la torre, torreón o torrecilla anclada es estratégica
eminencia para vigilar y descubrir desde ella parte del campo o del
» en diversas
mar, y dar aviso de lo que se observa o del peligro que se avecina.
L
Muy duchos los hijos del Profeta en las artes de la guerra, cubrían
on destruidos
de estos ingenios las tierras que dominaban, alzándolos en las partes
iban situados
más altas y estratégicas para desde ellas estar siempre alerta y poder
conocer los movimientos de los posibles o seguro enemigos.
en la provin-
De muchas de estas atalayas subsiste todavía la denominación en
■ros años sub-
parajes y fincas, algunas de las cuales vamos a citar señalando los
iina incógnita
predios o términos municipales donde radican.
He aquí la referencia de varias con sobrenombre tomado de al­
de Villavieja.
gún accidente del terreno, de algún episodio bélico acaecido en su
>en la dehesa
contorno, o de algunos de los dueños o arrendatarios de las fincas
►s ríos Tozo y
en que asientan:
algún deteni-
Atalaya de Matamoros, en Alcántara.
que llama sin
mahometanos Atalaya de la Zapatería, en Brozas.
Atalaya del Cincho, en Brozas.
sas de la gran
■ja v Zufarola Atalaya de Arriba, en Trujillo.
is. nos informa Atalaya Posía, en Trujillo.
Atalaya de Godoyes, en Cáceres.
je sirvieron de
Atalaya de Porcayos, en Cáceres.
turante las an-
Atalaya de Mayoralgo, en Cáceres.
oleón.
Atalaya del Guijo, en Alcuéscar.
ncia que la re-
eros trujillanos
Con el simple nombre de Atalaya o la Atalaya, aparecen en los
:> merced de la
as de Albalat. lugares o tierras del Acebo, Santibáñez el Alto, Puerto de Santa
Cruz, Cáceres, Torrequemada, Casar de Cáceres, Montehermoso y
Garganta de la Olla.
Y hasta un castillo de la época sarracena recibió siempre el nom­
bre de Atalaya, y desde mediados del siglo x i i , el de Atalaya de Pe-
layo Vellido, en atención a su poseedor. Veamos:
Atalaya de Pelayo Vellido .—En nuestra obra publicada con el tí­
tulo de Coria. Reconquista de la Alta Extremadura, nos ocupamos
con algún detenimiento de esta fortaleza, que tuvo su asiento en el
camino de Coria a Galisteo, y fue construida por los moros.
Antes de la conquista de la ciudad cauriense por el rey de
León y Castilla, don Alfonso VI, fue arrebatado a los sarracenos el
castillo de la Atalaya; y debido a los buenos servicios que le venía

675
prestando su mayordomo mayor, Pelay Vellidiz, el monarca le hizo
donación de dicha fortaleza, que desde entonces y en todo el trans­ casas fuertes qu
curso de las centurias que se na ido sucediendo se ha conocido con un poco más te
el nombre de Atalaya de Pelayo Vellido. éstas:
Recuperada por los almorávides después de la batalla de Zala-
ca, permaneció en su poder hasta que Fernando II de León se la Casa fuerte í
arrebató nuevamente en 1170, después de la reconquista de Badajoz tillana, Carrasca
V Cáceres. Herguijuela. Hei
Al perderse Cáceres tres años más tarde, los Fratres o Siniores Martina Gómez.
de Cáceres, llamados después Caballeros de Santiago o de la Es­ Santiago de Ven
pada, privados de su casa matriz, convienen en Salamanca con el
rey Alfonso IX de León, en 20 de abril de 1209, que dicho instituto
religioso militar ocupara la Atalaya de Pelayo Vellido y estableciera
en ella la casa mayor de la Orden, en tanto se liberaba nuevamente
del yugo musulmán la estratégica y bien cercada villa que es hoy la
capital cacereña.
Por intrigas y malas artes surgidas entre los referidos caballeros
cruzados no se llevó a efecto lo concertado entre la Corona y el Firmes en na
Maestrazgo, e impidieron el establecimiento de la Orden en el men­ las fortificaciane
cionado castillo, cuyo edificio quedó, a partir de entonces, como una a la ligera algún;
simple encomienda santiaguesa; terminando algunos años más tarde cido. en la mkn
por arruinarse totalmente. predios y lugares
El dicho rey de León se instaló en 1229 en este castillo y en él
reorganizó sus fuerzas para marchar sobre Montánchez y apoderar­ Torre de Alba
se de la plaza y fortaleza de ese nombre, según se hace constar en Torre de Ais: j

la carta que lleva fecha de 2 de junio del expresado año, relativa Torre de Boot
a la donación de la ciudad de Mérida a don Bernardo, arzobispo de Torre de CatL
Santiago. Fué hecha esta carta a cerca del castillo del Atalaya, segun­ Torre de Gres
do Kalendas de junio, era de 1267 años. Torre de
Desde la atalaya de Pelay Vellidiz, donde se encontraba, pasó el Torre de Ovie
rey a la ciudad de Coria, y estando allí dispuso, el 15 de noviembre Torre de Sana
de 1229, la reconstrucción de la antiquísima e importante villa for­ Torre de Sanfc
tificada de Salvaleón, a la que más tarde dio Fuero, copia exacta Torre de Yarg
del otorgado a Coria. Torre de Y e li
Torre del Ejid
Torre del Esr
Torre del Gal i
III Torre del Oro.
Torre de la C<
PALACIOS Y CASAS FU ERTES Torre (Canale]
Torre (Salgad'
Torre de los Y
Son muchos, muchísimos los palacios y casas fuertes que existen Torre de la M
en el campo, ciudades, villas y aldeas de la provincia de Cáceres, Torre Marcos.
y muchos también los desaparecidos ya; y aunque la presente obra Torres Blanca;
tiene un carácter determinado y específico, vamos a enumerar las Torres H erren
Torres MurieL
676
larca le hizo
casas fuertes que cita Hurtado en su catálogo, para completar así
odo el trans­
conocido con un poco más todo lo relativo a las fortificaciones cacereñas. Son
éstas:
illa de Zala-
Casa fuerte del Aire, Alcollarín, Alcuéscar, Araya, Cadena, Can-
e León se la
tillana, Carrascal, Clavería, Corchuela, Cortijo, Freyra, Gaitán, La
a de Badajoz
Herguijuela, Herrera de Alcántara, Jara, Madrigalejo, Martín Rayo,
Martina Gómez, Moraleja, Palacio Galindo, La Peraleda, Sacristanía,
es o Siniores
Santiago de Vencalíz, Tiritaña de Flórez, Valhondo y Villasbuenas.
o de la Es-
nanea con el
ieho instituto
f estableciera
IV
i nuevamente
:jue es hoy la
TORRES
Los caballeros
Firmes en nuestro propósito, y a fin de completar, en lo posible,
Corona y el
las fortificaciones de la provincia de Cáceres, pasamos a citar muy
»n en el men­
a la ligera algunas de las diversas torres que existen o han desapare­
ees, como una
cido, en la misma, limitándonos a señalar sus nombres o el de los
ios más tarde
predios y lugares de su emplazamiento. Hélas aquí:
istillo y en él
Torre de Albarragena, en Valencia de Alcántara.
z y apoderar-
ce constar en Torre de Algodor, en Casillas de Coria.
Torre de Bootello, en Alcántara.
año, relativa
Torre de Cadalso, en Cadalso de la Sierra.
arzobispo de
Torre de Gregorio, en Navalmoral de la Mata.
talaya, segun­
Torre de Matacabras, en Alcántara.
Torre de Oviedo, en Alcántara.
daba, pasó el
Torre de Sanabria, en Alcántara.
de noviembre
Torre de Santo Domingo, en Granja de Granadilla.
ante villa for-
Torre de Vargas, en Miajadas.
copia exacta
Torre de Velasco Muza, en Talaván.
Torre del Ejido Nuevo, en Navalmoral de la Mata.
Torre del Espigón, en Trujillo.
Torre del Galindo, en Cáceres.
Torre del Oro, en Alcántara.
Torre de la Coraja, en Trujillo.
Torre (Canaleja de la), en Madroñera.
Torre (Salgado de la), en Torrejoncillo.
Torre de los Mochuelos, en Cáceres.
Torre de la Mata, en Trevejo.
es que existen Torre Marcos, en Madroñera.
a de Cáceres, Torres Blancas, en Madroñeras.
presente obra Torres Herrera, en Trujillo.
enumerar las Torres Muriel, en Trujillo.
Hay también varias torres o cubos que no tienen nombres de­ Corchuela —
terminados, y sólo se conoce el lugar donde se alzan. Entre otros, pital cacereña,
en Descargamaría, Cabañas, Carcaboso, Gargüera, etc. todavía restos d
Citamos a continuación varios de estos ingenios cuyos nombres Higuera de la (
conocemos, pero no así los sitios en que están o estuvieron encla­ 1262, a la fami
vados: Torre Aguda, Torre Ovando, Torre de Mora, Torre de la Ju­ rías y ofreciere»
día, Torre de Miranda, Torre del Guijo, Torre de Gonzalo Díaz, To­ Los Golfine
rre Grande y Torre de Hinojal. espléndida y g;
Por poseer algunos datos relativos a las mismas, incluimos en señorío, que st
otro grupo las siguientes: nombre.
Torre del Amanecer.— Fortaleza muy antigua, edificada por los Alfón Golfú
árabes y sita en la dehesa de su nombre, lindando con el Berro­ torno a la expi
cal, en el término municipal de Trujillo. Espadero .—
Era uno de los baluartes avanzados de dicha ciudad por la parte
lucida hueste d
del camino antiguo de Plasencia, alzada para prevenir sorpresas del
el capitán Lon
enemigo y para reforzar sus defensas.
jes más sobres
Ambroz.—Ya hemos hecho referencia a ella al ocuparnos del
en los campos
alcázar de Plasencia. la orilla del ri<
Cabeza Rasa.—En la finca de este nombre, no lejos de la Peña
combras.
Carretera y a tres kilómetros noroeste de Montánchez, existen ci­
mientos de un viejo fuerte, que las gentes de la región admiten y pro­ Grimaldo .—
claman haber sido dependencia de la histórica y moruna fortaleza mana Calzada <
de Montánchez; y precisamente por esta suposición creemos sincera­ da torre, único
mente que debió tratarse de una torre, de una atalaya para otear el tomó dicho d o
horizonte y poder así prevenir a la guarnición y residentes en el em­ placentinos. sui
pinado y recio recinto de Montánchez, de las correrías y pretensiones dicha fortaleza
de sus enemigos. La magnifi
Cachorro.—Ya totalmente destruida, se alzaba pujante en la de­ poder habitarl.
hesa de su nombre, junto a Torreorgaz. baluarte no se ]
Camarero (del).—Parece ser que su primitivo nombre fue simple­ El pingüe
mente La Torre, pues así llamaba la gente a la que se erguía a legua pasó siglos des
y media de Cáceres por el lado noroeste, cerca de las Viñas de la enlaces y suce
Mata. Mas al heredarla don Sancho de Paredes y Golfín, camarero Oliva y marqu*
de los Reyes Católicos, se la apellidó del Camarero, dada la impor­ Hervás .—E
tancia de aquel ínclito personaje cacereño. río Ambroz. al
Sobre su solar se levantó años más tarde una magnífica y con­ de los herma»
sistente casa de labor. tillo que era
Carrascal.— Se limita Hurtado a citar en su catálogo un «To­ aldea, que po
rreón antiguo que existía en término de Cañaveral», y del cual no citados, tomó \
tenemos más noticias. Del viejo 1
Conquista.—La Conquista es un pequeño lugar no lejos de la campanario d<
plaza fuerte de Trujillo, y junto al palacio que mandó edificar allí Los Temp!
el inquieto y turbulento Hernando Pizarro, hermano del conquistador la Orden de }
del Perú, se alzó una airosa torre por orden del dicho Hernando, a la Corona. ]
cuando salió del castillo de la Mota después de haber purgado el última congrej
daño que causó en tierras peruanas con sus intrigas y desafueros. a poder d éla 1
nombres de- Corchuela .—Al noroeste y a una legua aproximadamente de la ca­
Entre otros, pital cacereña, en la dehesa llamada de Torre Arias, se aprecian
todavía restos de una vieja fortaleza. De este predio y del de Fuente
vos nombres Higuera de la Corchuela hizo merced el rey Alfonso X, el Sabio, en
rieron encla- 1262, a la familia de los Golfines, cuando desistieron de sus corre­
rre de la Ju­ rías y ofrecieron obediencia a la Corona.
do Díaz, To- Los Golfines levantaron en la primera de las fincas citadas una
espléndida y gallarda torre, llamada de Torre Arias, símbolo de su
incluimos en señorío, que se transformó más tarde en el condado del mismo
nombre.
cada por los Alfón Golfín, en el siglo xv, amplió las defensas edificando en
■on el Berro- torno a la expresada torre la llamada casa fuerte de la Corchuela.
Espadero .—Entre los esclarecidos capitanes que integraban la
1 por la parte
lucida hueste del rey Alfonso IX, conquistador de Cáceres, figuraba
sorpresas del
el capitán Lorenzo Espadero, que fue cabeza de uno de los lina­
jes más sobresalientes de la villa. Este personaje mandó construir
cuparnos del
en los campos de Cáceres la llamada Torre jurada de Espadero, en
la orilla del río Guadiloba. Se halla actualmente convertida en es­
>s de la Peña
combros.
■z, existen ci-
.dmiten y pro­ Grimaldo .—En el pueblo de Grimaldo, lugar sito junto a la ro­
runa fortaleza mana Calzada de la Plata, se empina majestuosa una linda y restaura­
?emos sincera- da torre, único resto del antiguo y arábigo castillo de Grimaldo, que
para otear el tomó dicho nombre de la familia Sánchez de Grimaldo, caballeros
ates en el em- placentinos, sus primeros poseedores a poco de haber sido arrebatada
v pretensiones dicha fortaleza a la morisma.
La magnífica torre ha sido acondicionada recientemente para
ante en la de- poder habitarla; y por cierto que las obras realizadas en el amplio
baluarte no se han realizado con mucho acierto.
ire fue simple- El pingüe Estado de Grimaldo, Mantfragüe y las Corchuelas,
erguía a legua pasó siglos después a los Bermúdez de Trejo; y de esta familia, por
as Viñas de la enlaces y sucesiones, al célebre don Rodrigo Calderón, conde de la
jlfín, camarero Oliva y marqués de Siete Iglesias.
dada la impor- Hervás .—En ameno y pintoresco lugar, próximo a la orilla del
río Ambroz, al amparo de un convento que estuvo bajo la advocación
ignífica y con- de los hermanos mártires San Gervasio y San Protasio, y de un cas­
tillo que era propiedad de los caballeros del Temple, surgió una
álogo un «To- aldea, que por corrupción del nombre del primero de los santos
y del cual no citados, tomó y ha conservado el nombre de Hervás.
Del viejo fuerte no resta ya más que una torre, utilizada como
no lejos de la campanario de la iglesia consagrada a Santa María Magdalena.
dó edificar allí Los Templarios cedieron o cambiaron aquellas propiedades a
leí conquistador la Orden de Mantfragüe, y en tiempos de Alfonso V III revertieron
ieho Hernando, a la Corona, posiblemente al absorber la Orden de Calatrava esta
ber purgado el última congregación religioso-militar. Y pasados bastantes años pasó
k- desafueros. a poder de la familia de los Zúñigas, duques de Béjar.

679
Higuera.—Varias torres o castillos de este nombre existieron en una fuerte torre
otras tantas fincas, llamadas así, de la provincia cacereña. Se recuer­ debió ser edificac
dan, entre otras, las torres de la Higuera de Alcántara, la de Malpar-
tida de Cáceres, la de Brozas y la de Almaraz.
De todas ellas se conserva, aunque desmochada y rota en parte,
la Torre de la Higuera, en término de Malpartida, cuya esbelta silue­ Y, finalmente
ta aún se percibe enhiesta y retadora al caminar por la carretera las torres, enum
que va de Alcántara a Cáceres, poco antes de alcanzar el dicho persos en crónic
pueblo de Malpartida. Torrecilla (La), 1
Jarifa.—Así se llamaba una gallarda torre que se alzaba en el Vigo, Torre de L
pueblo de Jaraíz, en la comarca de la Vera. jón (El), Torrejóc
Existen referencias de su existencia y de que era una magnífica Torreón (El), Ta
y airosa torre mora, de que es testimonio indiscutible su genuino Juan, Torrico. To
nombre.
Desaparecida en su totalidad, se construyeron sobre su solar otros
edificios.
Juan de la Peña.—Un caballero cacereño de este nombre y ape­
llido fue gran colaborador del maestre alcantarino don Gutierre
de Sotomayor, y con el favor de este procer adquirió mucha reputa­
ción y no escasa fortuna. La llamada hoy calle Peñas, llevó siempre
su nombre: Juan de la Peña.
Entre los ríos Salor y Ayuela, en término de Cáceres, existe
una finca que lleva asimismo el nombre de dicho personaje, quien
mandó edificar en ella una recia torre de mampostería, parte de la
cual todavía permanece en pie y sirve de albergue y refugio a los
pastores.
Lucía.—Hurtado incluye en su catálogo «una torre ya demolida
al embate de los siglos, situada en la dehesa de tal nombre, térmi­
no de Talaván.» E interesa tener presente que todavía permanece
adosada a la cerca amurallada de Plasencia un ancho y amazacotado
baluarte que se conoce con el nombre de Torre de la Lucía.
Peraleda.—En la antigua aldea apellidada Peraleda de San Ro­
mán, perteneciente en otro tiempo al partido de Navalmoral de la
Mata, existía en el siglo xv una consistente torre propiedad de los
hermanos Rodrigo y Hernando de Monroy.
Tenemos conocimiento de este hecho porque, el 13 de marzo de
1452, dichos caballeros cedieron a Pedro Berrio el término, torre y
vasallos de la Peraleda, en pago de los muchos servicios que les
había prestado en luchas con su primo hermano el inquieto y vale­
roso don Hernando de Monroy, el Bezudo, en ocasión en que este
último atacó y se apoderó del castillo de Belvís, solar de sus pa­
rientes.
Villeta.—Sabido es que en el preciso lugar donde luce su bella
silueta el Arco de Capera, existió desde tiempo inmemorial un po­
blado llamado Ventas de Caparra ; pues bien, hasta que el viejo mu­
nicipio romano fue destruido por los bárbaros del norte, hubo allí
•sistíeron en una fuerte torre que se conocía con el nombre de La Villeta, y que
l Se recuer- debió ser edificada por los hijos del Lacio.
. de Malpar­

ía en parte,
sbelta silue- Y, finalmente, antes de terminar el presente capítulo relativo a
la carretera las torres, enumeremos algunas más cuyos nombres aparecen dis­
'jai el dicho persos en crónicas, privilegios y bularios: Torrealba, Torre Arias,
Torrecilla (La), Torrecillas de Tiesa, Torre de don Miguel, Torre de
ilzaba en el Vigo, Torre de la Grega, Torre de la Zafra, Torre El Fortín, Torre­
jón (El), Torrejón el Rubio, Torremenga, Torremocha, Torrequemada,
ta magnífica Torreón (El), Torreón de San Cristóbal, Torreón del Fuerte de San
su genuino Juan, Torrico, Torrique, Torrisco de San Pedro y Torrita.

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681
I NDICE
Páginas

7
P r o l o g o .............................................................................................................................. 1
I.— E l castillo y plaza fuerte de Alcántara ..................................... 13
II.— E l castillo de Alconétar ..................................................................... 39
I II.— Los castillos de las Arguijuelas ......................................................... 63
IV .— E l castillo de Belvís de Monroy .................................................... 85
V .— E l castillo de Blasco Muñoz o Torre de Mayoralgo ........ 117
V I.— E l castillo de Brozas ............................................................................ 137
V II.— E l castillo y plaza fuerte de Cáceres ............................................... 161
V III.— E l castillo y plaza fuerte de Coria .......................................... 187
IX .— E l castillo de Eljas ................................................................................. 215
X .— E l castillo y plaza fuerte de Galisteo ............................................ 237
X I.— E l castillo y plaza fuerte de Granadilla ....................................... 263
X II.— E l castillo de Jarandilla ....................................................................... 281
X III.— E l castillo de Las Seguras y los Mogollones ............................ 307
X IV .— E l castillo de Mirabel o de la Peña del Acero ............................ 325
X V .— E l castillo de Montfragüe .................................................................. 349
X V I.— E l castillo de Monroy ............................................................................ 371
X V II.— E l castillo de Montánchez .................................................................. 397
X V III.-—E l castillo de Peñafiel de la Zarza ............................................... 421
X IX .— E l castillo y plaza fuerte de Plasencia .......................................... 441
X X .— E l castillo del Portezuelo ....................................................................... 469
X X I.— E l castillo de Salvaleón ....................................................................... 491
X X II.— E l castillo de Santibáñez el Alto ........................................................ 511
X X III.— E l castillo de Sotofermoso .................................................................... 541
X X IV .— E l castillo de Trevejo .............................................................................. 561
X X V .— E l castillo y plaza fuerte de Trujillo ............................................... 581
X X V I.— E l castillo y plaza fuerte de Valencia de Alcántara ............. 611
X X V II.— E l castillo de Valverde de la Vera .................................................... 631
Ap é n d ic e ............................................................................................................................. 651

683
Se terminó de imprimir este libro en los
Talleres Gráficos de las Escuelas Profesionales
«Sagrado Corazón de Jesús», calle de Juan
Bravo, número 3, Madrid, el día 31 de enero
de 1968, festividad de San Juan Bosco

LAUS DEO

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