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Un estudio sobre las transferencias en las instituciones, los grupos


humanos y el contexto socio-histórico-cultural.1

Eliseo Miguel González Regadas

 Delimitando el campo

El contacto con las así llamadas psicosis2, con la dimensión de lo psicótico circulando
en una familia; en diferentes grupos humanos, y a lo interno de las instituciones, es algo
que no nos deja indemnes, provocándonos una sensación de inquietante extrañeza; de
algo ominoso y oscuro. El solo hecho de estudiar la temática nos lleva a evocar el
escozor que nos provocan todas las situaciones conectadas con la misma3.

La cuestión de lo psicótico implica –querámoslo o no- una relación dialéctica con lo


psiquiátrico4, con el poder psiquiátrico (como lo llama Foucault5) y con el orden
médico.

Las así llamadas psicosis, a partir de mediados del siglo XIX, fueron consideradas
enfermedades en un sentido médico; más particularmente enfermedades del cerebro;
siendo el campo específico de intervención del alienista primero, y del psiquiatra,
después. El surgimiento del Psicoanálisis puso en marcha abordaje psicoterapéutico de
las psicosis y cuadros afines no sin que se dieran muchísimas resistencias a lo interno.
Esto hace por momentos problemático, en la práctica concreta de ambas profesiones, a
los intercambios sin pretender hegemonías de ningún tipo6. Hemos asistido, a lo largo

1
El trabajo original, que sirve de base al presente, puede leerse en la Revista de Psicoterapia
Psicoanalítica, Montevideo, Uruguay, 1992, Tomo III, Vol. 4 A, pp. 423-437. Reimpreso en Comunidad
Terapéutica y trastornos duales, Montevideo, Psicolibros, 2001, Capítulo XIX, pp.257-305. Esta es una
re-escritura que toma en cuenta la evolución de mi punto de vista sobre el tema.
2
Son así llamadas en un contexto socio-histórico cultural que las convalida como tales. No son
situaciones pensables por fuera de dicho contexto que es el que les asigna un sentido.
3
Ver: Centro de Docencia en Psicoterapia Institucional en Comunidad Terapéutica y Trastornos
Duales, Montevideo, Psicolibros, 2001, Capítulo XXI, pp. 307-322.
4
Ver Un modelo terapéutico-comunitario…en Comunidad Terapéutica y trastornos duales,
Montevideo, Psicolibros, 2001, Capítulo IV, pp. 57-78.
5
Foucault, M.: El poder psiquiátrico, Buenos Aires, FCE-Argentina, 2005.
6
Véase esta reciente declaración de la Asociación Psiquiátrica de América Latina (APAL) del 18-IX-
2011: “Que si bien los trastornos mentales son de etiología multifactorial, básicamente su abordaje es de
orden médico; que es responsabilidad del médico psiquiatra lograr la mejor atención de las necesidades de
las personas con trastornos mentales”. O bien, un editorial del presidente de la Sociedad de Psiquiatría del
Uruguay: “en estos tiempos donde técnicos y no tan técnicos opinan sobre enfermedades mentales sin
tener la debida idoneidad o, en el caso de profesionales de la salud mental, habiendo visto a muy pocos
2

de los años, a una relación de rivalidad fraterna que se extiende a otras profesiones del
campo de la salud mental7. La psiquiatría está más cerca de los abordajes cognitivo-
conductuales –por sus modalidades de intervenir corrientemente- que con relación al
psicoanálisis que se divide en cuanto a adherir a paradigmas naturalistas 8el de las
ciencias biológicas) o culturalistas (aquellos que nos remiten a las ciencias humanas).

Otra de las cuestiones insoslayables al encarar este tema desde el lugar del psicoanálisis
y, especialmente de la práctica psicoanalítica en el trabajo con las desorganizaciones
psicóticas, las así llamadas experiencias psicóticas, extrañas/anómalas y/o lo psicótico,
es el papel que desempeña la institución y los grupos humanos que funcionan en ella.
Nos referimos, en lo concreto, al tipo de institución (mutualista, policlínica de salud
pública, clínica, hospital psiquiátrico, comunidad terapéutica) donde ejercemos nuestro
trabajo con estas personas. Aun cuando estemos en nuestro consultorio, tomando
recaudos e introduciendo diversos parámetros de técnica8 para poder llevar adelante
nuestras intervenciones psicoanalíticas, siempre estarán -en el trasfondo-, las
instituciones psiquiátricas (hospital, colonia, sanatorio, clínica) u otras (residencial, casa
de medio camino, comunidad terapéutica, etc.)

Este es un tema al que Bleger –en el Río de la Plata-, se ocupó de destacar en la década
de los Sesenta-Setenta dejando una impronta en muchos de nosotros. Los planteos
suyos, a su vez, se apoyaban en los del post-kleinismo reinante en aquél entonces por
estos lares. Fue así como hubo un puente Londres-Buenos Aires y otro, Buenos Aires-
Montevideo.

Si bien vamos a referirnos fundamentalmente a las instituciones terapéuticas, debemos


incluir –para nuestro tema en particular- a las instituciones de formación (de psiquiatras,
psicólogos, psicoterapeutas y psicoanalistas). Vamos a ver, el modelo de intervención
que proponemos y su fundamentación en una propuesta epistémica construccionista-
contextualista-dinámica. Veremos algunos aspectos de lo que implica lo psicótico

pacientes en el mejor de los casos […] sin tener en cuenta la realidad de la enfermedad mental, se han
dado movimientos regionales apuntando a legislaciones restrictivas del acto médico psiquiátrico en
desmedro de la mejor asistencia de los pacientes y sus familias.” (Boletín de la Sociedad de Psiquiatría
del Uruguay de Octubre de 2011, p. 2). Recordemos que en 1956, ante el Sindicato Médico del Uruguay,
se acusó a los psicoanalistas no médicos de hacer curanderismo. Esto porque la psicoterapia era
entendida, como ahora por algunos, como una actividad médica. Por otro lado –y he aquí el péndulo
funcionando-, la otra cara de la misma Sociedad de Psiquiatría es que dedica un número completo de su
Revista a las relaciones entre psiquiatría, psicoanálisis, psicoterapia e investigación: Vol. 75, No 1, agosto
de 2011. Las citas y la Revista pueden verse en línea en www.spu.org.uy
7
Ver la nota anterior. Aquí, cuando me refiero a Psicoanálisis, englobo a todas las modalidades de
psicoterapias psicoanalíticas que, en sentido estricto, serían aplicaciones del psicoanálisis a esa
subespecialidad que es la Psicoterapia Psicoanalítica de las Psicosis. Ser lego en psicoterapia –y, en
particular, en ésta subespecialidad- es ejercerla sin estar formado adecuadamente. No es cuestión, como
ya decía Freud en 1926, de tener el título de médico o de psicólogo, si ni uno ni el otro, ni quien sea que
intervenga como psicoterapeuta, tenga la formación específica para ello.
8
Eissler, K. R.: The effect of the structure of the ego on psychoanalytic technique, J. Amer. Psychoanal.
Assn., 1953, No. 1, pp. 104-143.
3

circulando por los diversos espacios y en diversos momentos, en éstas instituciones


contemporáneas que están atravesadas por la cultura y el aire de los tiempos históricos
posmodernos que nos toca vivir. Hablar de lo psicótico circulando, reiteramos, no es
hablar de las psicosis concebidas como entidades clínicas mórbidas que responden a una
taxonomía categorial, tal como son descritas en los diversos manuales de Psiquiatría.
Este es un punto que debe quedar muy en claro para no entrar en la confusión de
registros (el psiquiátrico, por un lado y el psicoanalítico por otro). Lo psicótico es un
concepto psicodinámico que alude a un circulante transpsíquico que se pone en marcha
en ciertas circunstancias y no en otras. Entra a circular en la transferencia psicoanalítica
cuando se dispara una vulnerabilidad específica (específica para ésa persona, familia
y/o grupo en ése momento y no en otro). Un poco más adelante nos extenderemos sobre
estos conceptos.

Buscando precisar un poco más el recorrido que implica trabajar con lo psicótico
circulando en la transferencia; y también con las psicosis clínicas desde una perspectiva
psicoanalítica, me referiré muy sucintamente a ciertos autores que han contribuido –
desde mi óptica- a ser referentes en el balizamiento de éste campo tan elusivo. La
principal corriente, que tuvo una influencia significativa en los desarrollos teórico-
clínicos del Río de la Plata, fue el kleinismo preponderante en la Asociación
Psicoanalítica Argentina (APA) y en la uruguaya (APU). Esta corriente influyó
decisivamente en las décadas del 50-60, hasta el 70; en la formación de los
psicoanalistas rioplatenses; dejando una impronta que es reconocida internacionalmente.
Dentro del kleinismo inglés se destacan las figuras de Rosenfeld y Bion con sus aportes
a la compresión y tratamiento de los primitivos estados de la mente. En la corriente
post-kleiniana quien sobresale, con un aporte original, en la Argentina, es Jorge García
Badaracco; mientras que, en nuestro país lo hacen Carlos Mendilaharsu y, sobre todo,
Héctor Garbarino. El lacanismo –la otra gran corriente- llega a nuestras tierras a partir
de los años Setenta y su influencia, al menos en el Uruguay, es más teórica que referida
a la práctica clínica en el trabajo con las psicosis. Desde la vertiente lacaniana, siempre
refiriéndonos al tópico de las psicosis, Raquel Capurro realiza una importante
investigación acerca de la historia de una mujer psicótica que comete un parricidio9. Es
decir que tenemos mucho más teoría sobre una clínica compleja y un tratamiento difícil,
que una teoría y teoría y una técnica, construidas a partir de determinados campos
clínicos donde las psicosis y lo psicótico circulando, están en juego. Este trabajo es un
modo de dar cuenta de nuestra práctica en la clínica.

 Introduciéndonos un poco más en el tema

Mis reflexiones sobre el punto, surgen a partir de más de tres décadas de trabajo con
pacientes psiquiátricos y sus familias en instituciones públicas (Servicio Médico de
UTE, hospitales psiquiátricos Vilardebó y Musto, Centro Nacional de Rehabilitación
Psíquica) y privadas (Hospital Italiano, Comunidad Terapéutica Psicoanalítica Diurna
de Castalia). También incluyo mi trabajo en el consultorio con éste tipo de pacientes,
con todos los parámetros de técnica que es necesario establecer, y con los límites que se
9
Raquel Capurro & Diego Nin: Extraviada. Del parricidio al delirio, Buenos Aires, EDELP, 1995.
4

nos imponen desde la realidad cotidiana y del contexto en el que se mueven


cotidianamente. En éste último caso se trata de pacientes que han logrado una
compensación de sus síntomas psiquiátricos y que tienen un funcionamiento compatible
con una vida familiar y social relativamente aceptable para todos los involucrados; a
pesar de las restricciones que son detectables en su autonomía y calidad de vida.

Mi experiencia más enriquecedora fue en la comunidad terapéutica de (Castalia)10,


cuyas peculiaridades la diferenciaban de otras instituciones psiquiátricas (hospitales,
sanatorios y clínicas) contemporáneas a ella. Hablamos de una institución del
psicoanálisis; de un cierto psicoanálisis contemporáneo que desborda el trabajo en
consultorio individual, que incluye las dimensiones de lo familiar y lo grupal y su
inserción en una institución de rehabilitación psicosocial, con una especial sensibilidad
para los diversos entrecruzamientos con los contextos histórico-culturales y su impacto
sobre los individuos y sus organizaciones sociales. Entiendo por institución
psicoanalítica aquélla cuya estructura global apunta a una movilización transferencial11
a partir del montaje de un dispositivo12 apropiado a tales efectos. Este recurso técnico
promueve una disposición a la transferencia, a su emergencia y elaboración en el curso
del proceso psicoanalítico institucional -que incluye transformaciones en los
individuos, sus familias y los grupos involucrados.

Hay instituciones de psicoterapia psicoanalítica13 que pueden estar organizadas como


una Comunidad Terapéutica; en tales casos se trata de una comunidad terapéutica
psicoanalítica. Aquí, en Uruguay, el ejemplo histórico y fundador del modelo es el de
Castalia. Tal como la entendemos, la comunidad terapéutica es una institución co-
10
www.castalia.org.uy y www.eliseogon.org
11
Aquí queremos diferenciar el fenómeno humano universal de la transferencia, respecto a la
transferencia psicoanalítica propiamente dicha. Esta última resulta de la creación de un ambiente
analítico, conjuntamente con una disposición afectiva específica que lleva a poner en movimiento a éste
fenómeno específicamente humano. La transferencia psicoanalítica es producida e inducida por el
dispositivo analítico a través de sus prescripciones y proscripciones (lo que se puede y no en el marco de
un trabajo al que calificamos como trabajo de análisis). Surge en un cierto contexto afectivo emocional y
es disparada por las vulnerabilidades específicas que la hacen circular o coagular en una persona o
situación.
12
Foucault en la Microfísica del Poder, Madrid, La Piqueta, 1980, define al dispositivo como un
conjunto heterogéneo que implica discursos, instituciones, reglamentos, leyes, enunciados científicos,
proposiciones morales, etc. que incluyen tanto lo dicho como lo no dicho. El dispositivo es la naturaleza
del vínculo y la red que puede existir entre ésos elementos heterogéneos. Entiende también como
dispositivo aquél que en un momento histórico dado ha tenido como función principal la de responder a
una urgencia. Por su parte, Del Cueto y Fernández dicen que tiempo, espacio, número de personas y
objetivo, conforman un dispositivo.
13
Por ejemplo, en Argentina, la que fuera la Clínica del Profesor García Badaracco en los años Setenta; o
la de W. R. Grimson, por la misma fecha o muchas otras de ése tipo. Por institución psicoanalítica
entendemos la que crea un ambiente analítico para que, junto con la disposición de las partes, se
promueva las transferencias psicoanalíticas que ocurren en un espacio multidimensional; de forma tal
que podamos entenderlas y emplearlas como herramientas al servicio del cambio y las transformaciones
para todos los involucrados en el proceso.
5

gestionada en forma cooperativa por todos los que forman parte de ella (terapeutas,
asistidos, etc.), de puertas abiertas para entrar y salir, activa, crítica respecto a su
propio funcionamiento, multi-grupal y multifamiliar. (García Badaracco desarrolló al
llamado Psicoanálisis Multifamiliar14 que es algo diferente a nuestro planteo, pero con
el que tenemos muchas coincidencias). El paciente y su familia que se integran a la
Comunidad Terapéutica lo hacen en función de tener experiencias de vida semejantes y
una problemática a la que buscan encontrarle sentido por la vía de su exploración y
aprendizaje social por la participación en un programa diario de actividades.
En los espacios institucionales (los tiempos y lugares donde se desarrollan las diferentes
actividades) las manifestaciones así llamadas transferenciales aparecen, generalmente,
en forma fragmentada (Anzieu)15, actualizándose en distintos momentos y
circunstancias (cuando se ponen en juego las vulnerabilidades específicas que, en su
mayoría son inconscientes, en tanto no están disponibles para el sujeto) que iremos
precisando. Sintetizar estos momentos en que acontece el fenómeno, y devolverlo del
modo más unificado posible, es parte esencial del proceso terapéutico psicoanalítico.

A modo de ejemplo: en su tratamiento individual una paciente puede estar viendo


cuanto placer le produce sentirse entendida en las sesiones por su psicoterapeuta
individual. En ese mismo período y durante una reunión familiar en la institución, ésa
misma persona puede acusar a los terapeutas familiares de conspirar contra su
independencia, experimentándolos como agentes encubiertos de unas figuras paternas
exigentes y asfixiantes. En las actividades grupales institucionales durante esa semana,
de pronto, aparece fusionándose con un aspecto destructivo del grupo para atacar a otro
integrante a quien considera envidioso y malvado. El Psicoanálisis de los Procesos
Colectivos busca articular estos momentos y espacios diferentes (aquellos en los que
funcionan los grupos, las actividades que integran el programa, etc.) para unificarlos y
darles un sentido global y abarcador que posibilite a todos los involucrados, darse
cuenta dónde están parados para poder elegir –con conocimiento de causa- hacia dónde
quieren ir. Esta búsqueda y asignación de sentido es un componente crucial al servicio
del auto-conocimiento, del conocimiento recíproco y de la evolución de las personas, de
los grupos y de la institución en su conjunto16.

 Lo psicótico como un componente más del circulante

Lo psicótico es un componente integral de todas las así llamadas experiencias


psicóticas: los delirios, las alucinaciones y, especialmente, de las transferencias
psicóticas. Se trata, en todos estos casos, de distorsiones severas de la realidad cotidiana

14
García Badaracco, J. E.: Psicoanálisis multifamiliar, Buenos Aires, Paidós, 2000.
15
Este autor señala que la transferencia positiva tiende a fijarse en los grupos pequeños, mientras que la
negativa se da en los grandes: …el grupo pequeño se convierte en el lugar imaginario del placer; el
grupo amplio en el lugar imaginario de la muerte. (Op. cit., p. 195). Agrega que, por esto, lo que él llama
ilusión grupal, difícilmente puede ser analizada en los pequeños grupos; no así en los grupos grandes
donde se da la escisión entre lo persecutorio y lo idealizado.
16
Así lo plantean Berger & Luckmann en Modernidad, pluralismo y crisis de sentido.
6

compartida y consensuada que llevan, a quien está transitando por estas experiencias, a
ser parte de otra realidad, o de una realidad supletoria, compensatoria, de esta realidad
cotidiana donde, mayoritariamente, las personas. En estos casos, para estas personas, se
trata de una realidad catastrófica, dolorosa, devastadora, en la cual no pueden estar y por
eso la construcción de una alternativa que nosotros llamamos “delirante”.

Propongo distinguir lo psicótico de las psicosis como entidades nosográficas a las que
nos tiene acostumbrado la psiquiatría clásica y sus actuales derivados: los DSM, OPD,
PDM, etc. Se trata, en este caso, de un concepto psicodinámico de bajo nivel de
abstracción, próximo a lo fenoménico. Lo concibo como un haz de fuerzas circulante
entre varios psiquismos (algo transpsíquico) impregnados por él que, ocasionalmente,
pueden cristalizar en una persona (el designado como paciente), en un grupo, o en el
marco institucional (las reglas instituidas para su funcionamiento). Lo psicótico es un
componente central de las así llamadas transferencias psicóticas que ocurren en
diferentes espacios y momentos en todas las instituciones; pero que son específicas de
las instituciones psiquiátricas. Constituyen, junto con lo transgresor, lo perverso, lo
adictivo, lo neurótico; lo que llamamos el polo tanático del marco institucional. El otro
polo, es el trófico, que tiene que ver con todo lo que está al servicio de la vida psíquica,
el ejercicio de la libertad, la creación cultural, lo sublimatorio, etc.

Lo psicótico surge como un sub-producto del proceso de devastación psíquica


(Verwüstung) operando como un ramalazo, con una fuerza que traumatiza y desorganiza
el funcionamiento regular del psiquismo; que busca destruir el pensamiento y las lógicas
compartidas para sustituirlas por otros lenguajes y otras lógicas idiosincrásicas17; que
destruye todo aquello que pueda llevar a un conocimiento del propio funcionamiento, de
los otros y/o del mundo para tener acceso a una verdad transformadora. Se trata de un
ingrediente que tiraniza los “objetos” a los que emplea como instrumentos para lograr
los fines antedichos (generar caos y desorganización). Se trata, de pronto, como decía
Ferenczi, de algo previamente sufrido en forma pasiva y que luego, por identificación
con el agresor, se le hace al entorno cuidador y al contexto circundante. Esto psicótico
es actuado, por un lado y temido por otro. Usualmente, los mecanismos de control de
las angustias emergentes lo mantienen a raya, pero puede dispararse cada vez que se
toca una vulnerabilidad específica para ésa persona, grupo, familia y/o institución. La
vulnerabilidad específica es aquello que está en conexión directa con lo traumático
catastrófico y con la puesta en juego de factores necesarios y suficientes para que las
series complementarias de las que nos hablaba Freud tengan su efectividad tanto a lo
interno del sujeto como en el mundo fáctico.

Lo psicótico tiene un estatuto transindividual, transpsíquico o transubjetivo18 ya que,


como decía Garbarino, posee “referentes espacio-temporales que le son propios” (op.

17
Ferenczi, S.: Confusión de lenguas entre adultos y el niño en Masson, J. M. (1985) El asalto a la
verdad, Barcelona: Seix Barral, pp. 268-279.
18
Laplanche señala que tanto para Freud, Jung como Lacan, el inconsciente es transpersonal. Para
Freud porque lo remite a un mito prehistórico; para Jung por su carácter de colectivo y para Lacan por su
referencia al lenguaje.
7

cit., p.70). Esto nos plantea toda una serie de problemas que no voy a desarrollar en este
momento y que, entre otras cosas, tienen que ver con la capacidad –o no- de desarrollar
defensas transpersonales (las que se construyen para mantener a raya las angustias
emergentes en el seno de una familia o de un grupo). (Laing, op. cit., p. 26).

Lo psicótico circulando, se caracteriza por promover activamente en los contextos y


personas involucradas: a) El caos desorganizador (un torbellino) en el área de los
afectos, los pensamientos y las conductas. b) El ataque y la destrucción de todo aquello
que guarda relación con la vida psíquica y la creación humana. c) El terror surgido ante
la vivencia de que se posee un poder destructivo ilimitado y una invalidez concomitante
para controlar ésta situación. d) Un odio al conocimiento y a las verdades que de él
pueden surgir, expresado a través de un ataque a todo lo que sea discriminación-
separación. En forma pasiva esto se expresa por un silencio de vida, un estancamiento
paralizante que lleva a un empobrecimiento del potencial vital que tenemos como seres
humanos que podemos elegir, construir productos culturales y ser parte de historias y de
la historia de la época que nos toca vivir. Lo psicótico, para definirlo y contextualizarlo
en un marco que le confiera sentido, son aquéllas posibilidades que tiene el ser humano
de agredir y atacar lo más propio de sí: el lenguaje humano, los productos culturales, el
modo de ser y estar en la vida, etc. Si este estado de cosas se consolida y rigidifica, la
sociedad lo categoriza como, enfermo, como formas humanas de la existencia frustrada
que tiende a rechazar y evitar. Esta faceta que tiene que ver con la marginación, el
encierro y el enquistamiento, configuran parte de ése círculo virtuoso que impide salir a
todos los involucrados en estas situaciones tan complejas.

Decíamos que todo esto ocurre en un determinado contexto donde domina una carencia
experimentada como una falta básica dentro del entorno cuidador, en el momento del
advenimiento del ser a la vida (en la que llamamos fase de recibimiento). Seguramente,
en tales circunstancias, no se dio un contexto apropiado en su acogida; no hubo un
reconocimiento como ser con deseos y necesidades propias que le permitieran construir
sistemas de referencias apropiados para estar en la realidad cotidiana compartida y
consensuada. A su vez, los padres de dicho entorno, tienen una potencialidad psicótica
para “matar algo” en el recién llegado que debe afrontar, además, la tarea de
hominizarse/subjetivarse19. En éstas condiciones -dice Siassi (2007)- se pueden dar
desenlaces diversos al final de un proceso terapéutico: 1.-Aceptar a la/s figura/s
traumato-génicas nociceptivas sin necesidad de perdonarla/s por los perjuicios
ocasionados (ya que no había una relación de apego intensa). 2.-Aceptar el trauma
devastador, pero no perdonar al perpetrador por que había muchas expectativas respecto
a que éste diera satisfacción a sus necesidades básicas, predominando la rabia por la
frustración de las mismas. 3.-Perdonar a la figura traumatizante –por carencias o por
excesos-, en razón de que hay un apego intenso, lo que lleva a la persona a rescatarla en
el tiempo, mediante una “actitud perdonadora”, porque se dieron instancias reparadoras
(en lo simbólico o en la realidad fáctica compartida).

19
Aulagnier, Piera: “Alguien ha matado algo” en “Un intérprete en busca de sentido”, México, Siglo
XXI, 2da. Edición, 2005, pp. 379-415
8

 Lo psicótico transferible y puesto en circulación

Lo transferible –cuando estamos en la dimensión de lo psicótico- es una situación de


extrema complejidad conformada por múltiples factores en juego. Destacaré algunos
que me parecen importantes sin descartar que haya más en juego; de ahí la complejidad
del fenómeno:

1. Una situación anacrónica que moviliza un núcleo sincrético patogénico y


patológico de identificación primaria. Lo que hemos designado como
sujetobjeto de identificación primaria. Se trataría de un aspecto parcial de un
seudo-sujeto, indiscriminado, amalgamado, fusionado, simbiotizado,
mimetizado; que no termina de definirse como tal, quedando adherido a los
aspectos más destructivos de sus cuidadores tempranos. Surge de una matriz
de indistinción originaria (véanse los trabajos de Bleger). Es proteico y
dinámico, cambiante, según el momento y la situación. Hay instancias en que
la persona se siente confusa, poseída por algo extraño y ajeno, pegoteada,
entreverada y parasitada. Algo con lo que se identifica para poder sentirse
alguien y no ser una nada.

2. El núcleo patogénico y patológico es un vórtice de fuerzas destructivas


(narcisismo maligno) que se apoderan del sujeto por su indefensión, para
poder sobrevivir en un contexto vivenciado como de mucho riesgo, altamente
inseguro y hostil. Propongo considerar esta noción de sujeto como muy
primaria, arcaica, en proceso de ser; donde lo otro es lo maligno, mortífero,
algo que se ataca y quiere aniquilar; pero que se necesita por la propia
fragilidad para la supervivencia. Son aspectos vinculados a nuestra
indefensión y que están habitados por ése núcleo sincrético que se recorta
como algo diferente; pero que en definitiva es propio, aunque no se lo
reconozca como tal, porque aparece alienado en las alucinaciones y delirios.
Es el dolor que se sufre y el que se inflige al otro retaliativamente.
3. Una vivencia de desamparo radical, de falta básica, de vacío afectivo, soledad
absoluta, angustia aniquilante… con su contrapartida de voracidad,
exigencias y reclamos insaciables (nunca es suficiente todo lo que pueda darse
porque se generó una suerte de agujero sin fondo. La falta o carencia básicas
aluden a los suministros narcisistas que todos los seres humanos necesitamos
en las tempranas etapas de formación de nuestro psiquismo para sentirnos
vivos, valiosos, etc.; así como al fracaso en los procesos de recibimiento,
reconocimiento y referenciación del recién llegado al mundo. Esta tarea de
hominización se va construyendo a partir de la funciones de espejamiento, de
sostén y continencia (Winnicott), de la capacidad de ensoñación materna
(Bion) en el marco de un cierto clima afectivo que conforma esta matriz
originaria. Señala Michael Balint que: “El paciente dice que le falta algo en su
interior, una falta que debe ser reparada... Los pacientes tienen la sensación de
que la causa de ésa falta está en que alguien les falló o los descuidó... [Hay,
entonces] una desesperada demanda de que el analista, esta vez, no habrá de
fallarles; es más, no debe fallarles” (op. cit., p. 35).
9

4. Una atmósfera o clima afectivo dominante, un talante, algo inefable que


colorea de un modo singular a todos los elementos antedichos. Este
componente a ser transferido es algo muy sutil y específico que, poco a poco,
vamos descubriendo. De pronto es una determinada palabra dicha con especial
entonación; o cierto escenario en el que intervienen singulares personajes y
donde predomina una atmósfera característica ante la que se es
específicamente vulnerable en forma inconciente. Esta atmósfera incluye
diversos tipos de ansiedades (generalmente de las que predominan en las
etapas pre-verbales del desarrollo psíquico), afectos (odio, rabia, cólera, por
ejemplo) y sentimientos de variados matices.

Lo transferible, por lo tanto, es un contenido que incluye, al menos, estos cuatro


elementos (en cantidad y calidad suficientes y necesarias) en forma simultánea y
sincrónica; los que buscan un contenedor apropiado. Todo ocurre dentro de un marco
terapéutico psicoanalítico como parte del fenómeno humano de la compulsión a la
repetición de situaciones traumáticas, catastróficas, devastadoras, que no han podido ser
elaboradas por el aparato psíquico en proceso de construcción.

Esta descripción de lo transferible constituye una reconstrucción con posterioridad de


algo que originariamente no podíamos representárnoslo, pero que lo sufríamos con el
paciente a través de su actuar. Cuando en el espacio institucional y en los grupos que
allí funcionan, somos capaces de acceder a ciertas formas de representación psíquica (a
una posibilidad de darle figurabilidad a la situación), se nos abre el camino para
reapropiarnos, cada uno a su manera y dentro de sus posibilidades, de este circulante
psicótico transferido. Las transferencias, demás está decirlo, son una distorsión de la
realidad cotidiana compartida que nos permiten trabajar con lo psicótico durante el
proceso de rehabilitación psicosocial.

 Lo psicótico infiltrando la contra-transferencia

Las formas más frecuentes de detección del circulante psicótico por parte de un
psicoterapeuta, equipo terapéutico de una institución, o seminario de estudios sobre el
tema; ocurren cuando:

1. El equipo, o el psicoterapeuta, no saben para donde ir –el sistema de


referencias está alterado-. Están entrampados en una situación de la cual no
pueden salir, dándole vueltas y vueltas como alrededor de una noria y
concluyendo en una incertidumbre paralizante. Mientras esto ocurre, el/los
implicado/s, no se dan cuenta. Es vivido como una sensación de impotencia
que los tiene atrapados sin salida alguna. Un modo patológico y patogénico de
¿salir? de ésta situación es apelar al secreteo y los rumores de pasillo a través
de los cuales se construye una realidad alternativa, supletoria, con
funcionamientos perversos.
10

2. Reaccionamos con un exceso de enojo, de furia, o experimentamos


violentamente impulsos sexuales infiltrados de sadismo y destructividad. Lo
más usual es la furia narcisista (Kohut) de carácter difuso y expansivo que,
apenas reconocida, se mezcla con una intensa culpabilidad (Rosenfeld).
Mientras este fenómeno dura, el proceso terapéutico queda detenido. Los
pacientes son inculpados por esto que le ocurre al equipo.
3. Se experimenta aburrimiento, somnolencia, ganas de irse rápido de la
institución porque “no pasa nada” allí. Es el efecto de los ataques al
pensamiento y a la búsqueda y exploración de lo que pueda esclarecernos y
transformarnos.

4. Estamos confusos porque nos ganó la ambigüedad y la indiscriminación con


relación a lo que está ocurriendo; todo lo cual impide jerarquizar una línea de
trabajo para poder llevar adelante la tarea. Esto nos vuelve a remitir al primer
punto y se va dando, así, un círculo virtuoso que hay que cortar por que si no
es de nunca acabar.

5. Aparecen con muchísima frecuencia los ataques a la autoridad (al coordinador,


al director) con independencia de que estas personas hayan hecho o no algo
enojoso.

6. Hay despreocupación respecto a estar desconectados del mundo circundante a


la institución. Esto acontece en momentos que el equipo está volcado en sí
mismo y su propio funcionamiento en detrimento de la tarea, olvidándose que,
una de las metas, es que los pacientes salgan al entorno y se conecten con él.

7. Se incurre en groseras discordancias y contradicciones sin darse cuenta. A


modo de ejemplo, cuando se actúa en franca oposición a las normas (legalidad
estructuradora) que sostienen las tareas; o cuando se asumen posturas
autoritarias en el marco de una institución democrática; o cuando se
desconocen las diferencias que trae el otro y se coloniza su psiquismo con
nuestros valores, ideologías, creencias, etc., etc.

Este acontecer transfero-contratransferencial multidimensional en el cual domina lo


psicótico, está sujeto a avatares diferentes en el marco institucional y en el consultorio
privado del psicoterapeuta. Quiero señalar que cuando está instalada una psicosis clínica
siempre está potencialmente presente una institución –sobre todo la psiquiátrica; el
poder psiquiátrico-, porque el campo bipersonal está ampliamente desbordado. El
paciente psicótico usualmente nunca viene solo a la consulta: es traído y hablado por
otros que lo traen y que lo identifican a él como el (designado) paciente. Por eso, a
propósito de lo psicótico circulante es pertinente la pregunta ¿quién es el paciente? El
paciente son todos los que vienen y hablan de él; pero muchas veces nos vemos
temporalmente constreñidos a focalizarnos en el designado paciente, para luego poder
trabajar lo psicótico circulando en los ámbitos psicóticamente perturbados en los que el
designado paciente se mueve cotidianamente (la dimensión de lo transpsíquico, de lo
que acontece entre más de un psiquismo).
11

 La dimensión institucional y el circulante transferencial psicoanalítico.

Las instituciones psiquiátricas y psicoanalíticas sufren, en su mayoría, aquellos


problemas que aspiran curar o transformar (Bleger, González Regadas). En función
de esto, y en concordancia con Oury, pienso que la institución es terapéutica en la
medida que ella sea también tratada. La institución formadora de psicoterapeutas es
efectivamente formadora si se incluye el análisis de los dinamismos de lo psicótico en el
proceso de aprendizaje20.

Al espacio institucional lo concebimos organizándose a partir de dos polos: uno trófico


y otro tanático. Ambos, en su dinamismo, hacen que el campo institucional esté en un
proceso constante de estructuración-desestructuración-reestructuración. Cada uno de
ellos es fuente de atracción de componentes y recursos que están al servicio de la vida y
el crecimiento (polo trófico); o, por el contrario, de aquéllos aspectos más destructivos y
malignos (polo tanático). Uno y otro guardan relación directa con el cumplimiento, o
incumplimiento, de funciones básicas tales como el apaciguamiento, el sostén-
continencia y la provisión de una legalidad estructurante para el psiquismo en vías de
desarrollo (polo trófico). Cuando estos polos organizadores del campo institucional
están equilibrados, podemos decir que no hay problemas. Estos últimos acontecen a
punto de partida del predominio de lo tanático que hace que se disparen las
vulnerabilidades inconcientes específicas de las personas que integran los diversos
grupos que funcionan en el ámbito institucional

La institución terapéutica, cuando funciona tróficamente, podemos decir que es el


contenedor de:

1. Los aspectos sincréticos, ambiguos, que forman parte de la identidad de todo ser
humano y que se van diferenciando a partir de la pertenencia a una familia, un grupo y
de las instituciones socio-histórico-culturales.

2. Las angustias más primarias cuando se vuelven intolerables y no procesables por


los individuos.

3. Los elementos componentes de lo psicótico (el núcleo patológico y patogénico


de identificación primaria; la falta básica y el clima afectivo particular ante el cual se es
específicamente vulnerable en forma inconsciente) que así quedan neutralizados en el
espacio institucional.

4. Un espacio potencial, transicional, de juego y creación (Winnicott); de


simbolización y transformación de los impulsos y del narcisismo.

5. Factores cohesivos vehiculados por una legalidad estructurante del


funcionamiento psíquico (González Regadas) y que habilitan para salir de la endogamia
20
Ver el mencionado Capítulo XXI, en el libro Comunidad Terapéutica y Trastornos Duales al que ya
hicimos referencia en la nota 2.
12

familiar característica de las condiciones psicóticas y así acceder al mundo de la cultura


y de lo específicamente humano.

Cuando se produce un desequilibrio en los polos organizadores del campo institucional,


entonces vemos aparecer el fenómeno de la resonancia psicótica21. A ésta la podemos
definir como aquel acto de un miembro privilegiado de un grupo que promueve un eco
en los demás. Esto nos permite trabajarlo trans-individualmente porque si bien está
localizado visiblemente en un miembro del grupo; se trata de algo en el que todos
participan potenciándolo.

 Dinamismos de la transferencia de lo psicótico

Decíamos que cuando estamos frente a una institución terapéutica psicoanalítica, el


dispositivo montado moviliza lo psicótico en la transferencia. Cuando la institución
funciona productivamente y el polo trófico contrabalancea al tanático, este componente
circula como moneda de intercambio, siendo capaz de metabolizarse con beneficio para
todos los involucrados. El marco institucional opera como el equivalente a una madre lo
suficientemente buena y con capacidad de ensoñación para restituir los contenidos que
se le proyectan, en forma tal que los individuos que la integran puedan asimilarlo
provechosamente (Bion, W. R., 1979). Si hay una dominancia de lo tanático, la
institución deja de cumplir su función de contenedor y, desde su marco, lo psicótico allí
depositado es devuelto en forma intacta (sin ser procesado psíquicamente) hacia los
grupos más específicamente vulnerables; y de éstos hacia los individuos más proclives
para recibirlo en ése momento.

Desearía destacar algunos aspectos de la estructura y el funcionamiento institucional


que dinamizan la transferencia de lo psicótico:

1. El predominio de la incertidumbre y la confusión dentro del espacio institucional


y de los grupos que la componen. Por ejemplo, una difusión de las fronteras
entre grupos de tareas y grupos terapéuticos; entre una asamblea comunitaria
meramente deliberativa y una resolutiva (en una Comunidad Terapéutica, por
ej.).

2. La falta de una autoridad funcional a la tarea primaria de la institución, y de un


espacio donde poder examinar críticamente el propio funcionamiento grupal-
institucional (supervisión o controles o auditorías).

3. Lo anterior va junto con experimentar las tareas como exigencias desmesuradas


que va más allá de las posibilidades de cumplirlas eficazmente durante el tiempo
destinado a ellas. Aparece una queja, más o menos generalizada, acerca de
“imposiciones”, de “estar impedido de hacer otras cosas porque esto me lleva

21
Anzieu dice: “En las situaciones de grupo, la vida psíquica intenta organizarse en torno a una fantasía
individual, la de un miembro privilegiado o promotor, con relación al cual las fantasías de algunos
miembros entran en resonancia.” (Op. cit., pp. 142-143). A falta de fantasías, lo que resuena en los
psicóticos es un acto o situación con poder evocativo para el resto de los integrantes del grupo.
13

mucho tiempo”. Esta vivencia de “ahogo” y “control férreo”, desembocan en la


necesidad de escapar, de tomar distancia frente a éstas ansiedades
claustrofóbicas imperiosas y desorganizadoras. (Ver lo que decíamos sobre lo
psicótico en la contra-transferencia).

4. El fracaso de dispositivos de seguridad y supervivencia (de prevención y


promoción de salud) que llevan a que la institución admita miembros auto y
hétero-destructivos22, en momentos en que no está instrumentada
psicológicamente para afrontarlos.

Las antedichas, y seguramente otras situaciones que se nos escapan, son dinamizadoras
de la transferencia psicoanalítica de lo psicótico en su faceta resistente; lo que implica
dificultades para su utilización psicoterapéutica. Veamos una situación concreta a modo
de ejemplo.

 Transferencia y trabajo con lo psicótico en una institución psicoanalítica

Lugar:
Una comunidad terapéutica diurna pequeña, de quince integrantes, que tienen en común
diferentes trastornos psiquiátricos: crisis de excitación o melancolía con delirios, ideas
auto-referenciales, episodios de despersonalización y alucinatorios, etc. Con edades
oscilantes entre los 18 y 35 años. Personas de ambos sexos que concurrían cuatro horas
diarias, de lunes a viernes, y cuyas familias se reunían semanalmente con dos terapeutas
(y mensualmente con las familias de todos: multifamiliar), para examinar su
funcionamiento y entender el sentido de éstas sintomatologías en su historia personal y
familiar y en cómo procesaban los impactos de la coyuntura histórica que estaban
viviendo.

Momento:
En las actividades grupales – que apelan a recursos expresivos múltiples (expresión
corporal, expresión dramática en grupos, expresión por la plática y expresión por la
imaginación), dominaba un clima de “sentirse asfixiados, privados de tiempo para hacer
otras cosas que no sea venir a la comunidad terapéutica”. Enojo y rabia intensa no
reconocidas como tales y expresadas habitualmente por un: “me voy, ya no aguanto más
esto”. Coincidía con que tres pacientes llevaban menos de dos meses integrados y había
una persona y su familia que estaban siendo evaluados en vista a una posible
incorporación.

El grupo de psicoterapeutas:
Estaba conformado por seis personas en ése momento. En las sesiones de supervisión y
análisis de su funcionamiento; mencionaba reiteradamente que se sentía desbordado por
todo el trabajo que tenía entre manos.
Se cuestionaba más de lo usual al coordinador como “persona orquesta”, que “se
ocupaba de todo”. Se plantea la propuesta de rotar la coordinación en forma mensual
22
Ver Diet, E.: “El tanatóforo” en Käes, R. (comp.): “Sufrimiento y psicopatología de los vínculos
institucionales”, Buenos Aires, Paidós, 1998, pp. 129-165.
14

por parte de quien coordinaba el grupo en ese momento. Inmediatamente, surgen


protestas de que se necesita “una persona con experiencia, que sepa”.

Clima afectivo dominante:


En la institución reinaba un sentimiento de expectativa muy acentuado: “esto va
creciendo”, “nos vamos para arriba, eh”. Por otra parte, un terror paralelo – sin saber a
qué atribuirlo en forma clara – y una desesperanza entremezclada.
Un paciente de los que había ingresado en los últimos dos meses y que había hecho
notorios progresos en lo que se refería a incrementar su autonomía personal, empieza a
encerrarse en su habitación, camina como “un extra-terrestre afiebrado” y no tolera
estar más de una hora en la comunidad terapéutica: “no aguanto más” –dice.

Las familias:
Coincidentemente, en las reuniones semanales de este período, casi todas las familias
traían en común, hacer referencia a progresos hechos por el conjunto o por alguno de
sus integrantes. Simultáneamente se decía: “algo no marcha”. Había un reclamo de que
se hicieran evaluaciones de los cambios. Un padre dice: “mi casa es un terremoto, nunca
estuvo todo tan convulsionado, en otro momento, estaríamos todos locos y a varios nos
habrían internado en una clínica psiquiátrica”. Hace una pausa y su hijo que había
permanecido silencioso hasta ese momento, con un hilo de voz muy tenue susurra: “Yo
estoy más dependiente que nunca de mis padres”. Otra familia, después de haber
evaluado sus cambios muy favorablemente dice, por boca de la madre a una terapeuta:
“necesitamos mucha más orientación que la que nos brindan.”

Un incidente:
En un aparte, durante una reunión social en la comunidad terapéutica, se suscita un
intercambio con un psiquiatra que atendía en su consultorio a más de la mitad de los
pacientes, y con quien el equipo tenía un contacto muy fluido.
“Qué bien están fulano y mengano, lo menos que hubiera pensado era verlos
manejándose de este modo en una reunión” –comenta el psiquiatra.
El equipo estaba enojado con él – pero no se lo había dicho todavía – porque había
avalado en su consulta los deseos de un paciente de venir a la institución “el menor
tiempo posible”. Los terapeutas institucionales pensaban que ésa era una intromisión
inadecuada y no comunitaria en la tarea que se estaba haciendo con él y su familia. En
todos los integrantes del equipo terapéutico existía malestar, disconformidad; pero nadie
se atrevía a decirle nada por temor a una ruptura y a que no enviara más pacientes a la
institución. Antes de irse, al pasar y cuando se despide el psiquiatra comenta: “Vendría
bien un par de pacientes más ¿no es cierto?”

El trámite institucional del paquete transferido:


Hemos dado algunos elementos componentes de la situación total y compleja, que es la
transferencia de lo psicótico en el ámbito institucional; su fragmentación y circulación a
través de los grupos que la componen.

El sujetobjeto patógeno de identificación primaria es, alternativamente, el coordinador


de turno, la terapeuta de la reunión familiar mencionada y el psiquiatra que atendía a la
15

mayoría de los pacientes, según el vértice en el que nos ubiquemos. A este sujetobjeto
se lo reclama como sostén asegurador a partir de una situación de desamparo y
desvalimiento esenciales: que suministre, que dé más orientación; pero con el que no se
puede contar cada vez que se lo necesita – por eso se le reclama y rechaza: es orquesta,
asfixiante; pero cuando se aleja es la muerte. Esta vulnerabilidad específica de los
pacientes, los terapeutas y la institución frente a los cambios, se gesta en un clima
paradojal, lleno de contradicciones: se está creciendo y se anda como un extraterrestre
afiebrado, aterrorizado, que no aguanta más.

La institución, por su dispositivo psicoanalítico, estimuló el despliegue transferencial de


esta situación compleja y de su polo tanático (el paquete transferido) con el propósito
de irlo elaborando en las diferentes actividades comunitarias. En este caso concreto, a
partir del análisis del equipo terapéutico en las reuniones de supervisión, éste examinó
los sentimientos dominantes durante sus reuniones de discusión acerca del proceso
terapéutico, y pudo aclararse qué estaba ocurriendo.

Cuando cobró cuerpo una hipótesis explicativa de toda la situación se llevó a las
diferentes actividades para procesarla por intermedio de recursos expresivos (plásticos,
corporales). En las asambleas comunitarias se discutió – una y otra vez – el punto: ¿Qué
nos está pasando en este momento de cambios?

Hubo una reunión de intercambio con el psiquiatra en la que se habló francamente del
enojo con él, del temor a una ruptura y de la necesidad que la institución tenía del
mismo para que enviara pacientes apropiados a su perfil. Todo esto generó un clima de
distensión y empezaron a aparecer bromas de este tenor: “Te necesitamos, pero podés
morirte...” Así pudo relativizarse el narcisismo de cada uno respecto a ser
imprescindible en éstos momentos de cambios vividos en forma tan persecutoria y
amenazante.

El Psicoanálisis de los Procesos Colectivos –un Psicoanálisis de los


Entrecruzamientos- es la rejilla de lectura y comprensión que hemos desarrollado a lo
largo de éstos años, y que consideramos apta para identificar y articular diferentes
espacios (el del sujeto, de su interacción en los grupos en los que participa, de la
institución y el momento socio-histórico-cultural en el que ocurren los fenómenos que
buscamos entender para poder intervenir y que se modifiquen en el sentido de no
provocar sufrimiento y mejorar el funcionamiento personal y social). No se trata de una
psicoterapia que se limita a integrar distintos recursos técnicos, sino de una teoría y
técnicas articuladoras de diferentes registros en los que funcionamos (individual,
familiar, grupal, etc.) a partir del psicoanálisis. La integración se realiza desde una
perspectiva clínico-teórica, que integra y articula la dimensión de lo inconciente y de
sus formaciones en diferentes espacios y momentos, como su eje central.
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