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De lectura rápida y candidaturas políticas.

Romel Hernandez Silva

No es raro encontrar hoy en día anuncios publicitarios en las redes sociales, en la televisión y en
los periódicos, invitando a realizar cursos de lectura rápida. Se podría decir que esos cursos se
venden como pan caliente. Los hay extensos y los hay muy largos, de precios módicos y de precios
exagerados. Claro está, que dependiendo del tipo de curso usted parece aprender más cosas,
aunque el propósito sea el mismo, leer a una súper velocidad.

Me llama la atención tanta publicidad sobre este tipo de habilidad, después de haber visto un
video publicado el 11 de diciembre del 2017, donde el profesor Javier de Zubiria, catedrático,
investigador y pedagogo, de la Universidad Nacional, quien ha sido siempre consultado por
distintas entidades gubernamentales y no gubernamentales relacionadas con educación, afirma
que “en Colombia las personas que sabe leer, la mayoría de ellos no sabe leer críticamente y como
no sabe leer críticamente actúa pasionalmente”. De ahí que sea comprensible que la gente salga a
votar verraca o que piense que la política es algo que no les gusta.

Las afirmaciones del profesor son muy acordes a un contexto en el cual se vive rodeado de
información, pero poco conocimiento. Basta con conectarse a internet para ver que ahí abunda
información. Solo leyendo las noticias uno se entera de un montón de sucesos que pueden
terminar convertidos en meros datos e ideas que se trasmiten verbalmente a otras personas
quienes incluso las retrasmiten con tergiversación.

La actualidad en que vivimos es la del bombardeo incesante de información, poco importa


conocer, lo importante es tener el dato, el registro, la afirmación. Todo nos invita a consumir
información, de ahí que los planes de internet, los planes de televisión por cable, los vendedores
de noticias y hasta las mismas instituciones educativas nos inviten a ser alguien distinto por el
mero hecho de tener una fuente de información.

Es verdad que la información es importante, con ella se arma las opiniones, pero mucho más
importante que eso es la capacidad crítica, el ser capaz de determinar si en un pensamiento las
ideas son coherentes y los razonamientos son sólidos. Ser crítico no es oponerse a todo, como se
presuponer dentro de un sentido común, ser crítico es ser capaz de escrutar, de indagar, de
valorar y de cuestionar una idea y un razonamiento hasta el punto de comprobar su solidez, su
validez y su veracidad.

La lectura rápida no sirve para una lectura crítica porque ella pretende aumentar la cantidad de
palabras por minuto que el cerebro detecta para sacar la idea central, es decir, poder alcanzar en
poco tiempo una idea general de lo que un texto nos dice. Por el contrario, la lectura crítica
requiere de el mayor tiempo posible, permitiendo contrastar y poner en balanza los componentes
de un pensamiento, solo cuando la información pasa por el racero de la crítica se puede afirmar
que se tiene un conocimiento. Una analogía que sirve como ejemplo para aclarar lo dicho puede
ser una situación en la que uno va a una ciudad a hacer una diligencia específica, ahí el paisaje del
camino es secundario, el objetivo es llegar al destino, pero en si uno va de paseo a una ciudad, se
tiene el tiempo para deleitarse del paisaje y las situaciones que se viven. Así entonces, la lectura
rápida tiene como fin terminar el texto, la segunda tiene como finalidad terminar con el texto,
hacer del texto una disección para conocer las bases sobre las cuales están construidas las ideas.

Teniendo en cuenta esta distinción entre estos dos tipos de lectura, puedo decir que me causa
curiosidad encontrar la publicidad de los cursos de lectura rápida, en ocasiones, al lado de las
campañas políticas. Creo que si hubiera más ofrecimiento de cursos sobre lectura crítica habría
menos propaganda política, porque los candidatos reforzarían sus propuestas y se preocuparían
menos en la imagen. El Photoshop y el maquillaje podrían ser cambiados por la ética y la
coherencia.

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