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Genbaku bungaku

Julia Monk

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Introducción: Sol Ardiente

Dice mi amigo:
que hay que inventarse la música del Japón
y además una física.
Bien. Esto es posible bajo la condición de:
reconocer que no existe el argumento lógico justo
para dejarnos cerca
“Hay que inventar la música” dice,
entonces asumo que - sí, claro-
La poesía sigue siendo una invitación a la hoguera,
Esto-es:
a sobrevivir al placer de quemarse
en el sol ardiente
de las palabras.

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Joe O’Donnel “Niño en Nagasaki” (1945)

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Al pie de la pira

“tu charco de muertes


es una lágrima de sangre
en el océano de los asesinatos” Afro Samurai

Sin sospechar,
Joe O'Donnel la toma
Toma la fotografía sin saber
que captura al espectro de una voluntad.
El instante de O’Donnel le sustrae -al hermanito del niño-
su último hálito de vida.

Ese espectro, obtura toda posibilidad de recuerdo.

El niño
paciente, desarma el nudo del onbuhimo
ase al muerto con desazón y lo entrega
en esa hora del día, a plena luz,
en la plaza pública
alcanza al muerto a su inhumador
quien apila el cuerpo y lo numera
sanjuuni (32)
El niño recto, se muerde los labios
observa el cuerpo de su hermanito y
a modo de despedida
deja caer, o más bien, lo muestra

un hilo de sangre que alcanza


para romper con
el diafragma de O’Donnel.

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O-bon del 46’

El toriigata se enciende,
encandece los ojos y entonces
el parpadeo
traduce esa incandescencia
que significa la intervención de lo real
en el cuerpo.
Con el parpadeo, el toriigata
pareciera que invitase
sólo por esta noche,
sólo por este año
a apropiarse de su umbral.

Hace un año
ese toriigata en vez de encenderse
permanecía. Se soportaba así mismo entre la ruinas.

El toriigata auguraba esta noche.


Esta noche en la que,
el humo del norte desciende
y segrega un baile distinto.

Una mirada que con yukata asiste


a un rito repetido.

Una mano alza un abanico


ya no para cortar el aire con su danza,
sino para cortar un tiempo.

Y ese tiempo dividido que baila entre la mano


desprende la razón del toriigata.

La llama en la montaña ya no se mueve desde abajo


sino que tiembla envolvente .
Hace un llamamiento sobre
lo propio de la permanencia,
lo impropio de la decisión.

El kanji deja de devenir potencial escritura

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y emplaza un umbral entre ambos mundos.

Los muertos y los dioses se agitan


perturbando la paciencia de la montaña
para hacer de la llama, inextinguible.

Mientras que la mano se alza sobre la cabeza.


Mientras que el abanico corta el tiempo.
Y mientras el fuego abraza
la felicidad tenue de la danza,
hace 400 años repetida
Pero ésta noche incierta.
Y entonces, el parpadeo
emprende el camino
a la respuesta.

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Nunca mártir

“Cuando veo el cadáver de un muchacho,


acerco mi rostro por si llega a ser mi hijo,
lo miro de frente y sigo.” Masuda Misako

Nombrar a las víctimas requiere


excepcionar las afectadas,
ostentar las enfermas
Hibakusha se forma con tres kanjis
El de persona (Hi-)
El de estallar (Baku-)
El de sufriente (Sha-)
Cada uno aporta una parte al kanji principal.
Átomos de la bomba.
Tsutomu Yamaguchi, el doble sobreviviente
junta sus manos ásperas
reza frente a una pira donde se quema su hermana
se sabe estallo por adentro
Sufriente por afuera
Pero nunca persona.

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Alimento

El niño se amanta.
Él quien lo hace.

En una parte de su visión del mundo


posa su diminuta mano
en el meollo del alimento.

En su sorbo se reduce un mundo,


Para el niño el alimento
sólo es un escombro útil en la ruina.

En su alimento,
la paciencia se desarma
para sublimar la amargura de lo perdido.

Y el niño con dificultad cierra los ojos


y con la diminuta mano
toca la coraza de mugre.

Y entonces el soplo de vida de ese rostro


se desvanece
en el empeño involuntario de la lactancia.

El niño sabe
-sin mirar al rostro-
que
su acto es
sustracción de sustracción.
Su acto es angustia que signa
un cosmogonía nueva
que llama al niño, que amarra al niño
y el niño comprende el peso del alimento.

El alimento toma cuerpo como deforme,


como a-cuerpo.
y ése
es el cuerpo que se interpone
entre los hemisferios.

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1.
Haijin
humo de nube
dos ojos encandecen
llueve de negro

2.
la furia de la tierra,
la rabia del agua,
la ira del volcán,
discurrir frente al mar…
implica
asumir todo riesgo
de errarle a la escritura
sobre la devastación

3.
llega de noche
se descalza
se reclina frente al tokonoma
y en su curva se desprende un kokoro
para la mujer del portarretrato

4.
Busca a su hijo.
Huele,
se frota los dedos.
Té verde
fantasmea en los escombros.

5.
Pearl Harbor: acont. los vuelos emergen invisibles,
un piloto declina el torso frente a un tokonoma improvisado.
Ahí hay un dibujo de su hijo.

6.
La lluvia cae negra y
levanta polvo.
Sobre los cuerpos pesan los escombros.
Las llamas hacen de telón,
De la última escena del mundo en la que
El haijin suspira a su haiku.

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Conclusión: Sol Ardiente
En el “infierno” Dante canta
“La dura margen nos conduce ahora;
y el río opone al fuego su humeante
niebla, de agua y ribazos protectora”

Para inventar la música


un haijin se sienta
al pie del río Ota.

Escucha el susurro
del hervor del río.

Huele el tenue aroma


del humo expedido
por el agua apagando las llamas
que aún se empeñan
en quemar los cuerpos.

Observa el tiznado del instante


y entonces comprende
su física.

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