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Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus
pecados. Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio del
profeta, cuando dijo: He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, Y llamarás su
nombre Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros” (Mateo 1:21-23).
Cierta vez tuve la oportunidad de compartir con una persona que se adhiere a la teología
liberal. Dicho hombre me dijo que para él -“es mucho más lógico pensar en un Dios
Único, que en un Dios con familia, pero que hay puntos que dificultan aceptar con
facilidad la idea del Dios único”.
Yo le respondí que creer que hay un solo Dios, no solo es lógico sino que es bíblico.
Las ideas que dificultan creer que solo hay un Dios no provienen de la Biblia, sino de
fuentes ajenas a ella, que no han querido aceptar la declaración contundente de la
Palabra de Dios, que expone el principal mandamiento de la sana doctrina así: “Jesús le
respondió: El primer mandamiento de todos es: Oye Israel; el Señor nuestro Dios, el
Señor uno es. Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con
toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento” (Marcos
12:29-30).
Le dije que la Escritura declara explícitamente que Dios es uno, a fin de que un creyente
sincero no vaya a ser confundido y llevado por el error y la turbación.
Solo hay un Dios, y ese sólo y único Dios vino a salvar, manifestándose en carne como
uno de nosotros, y cuando vino, nos reveló su gran nombre salvador, es decir el nombre
de Jesús. Jesús es el nombre de Dios que Él nos ha revelado para el tiempo de la gracia,
y es el nombre sobre todo nombre (Isaías 52:6, Hechos 4:12, Filipenses 2:9-10).
Inmediatamente aquel hombre replicó y dijo que: -“Jesús es divino pero no es Dios
mismo"-. Me dijo que -"divinidad significa naturaleza y esencia divina, por lo tanto
podemos hablar de la “divinidad de Jesús” sin que necesariamente Él sea el Dios
Todopoderoso (o Jehová el Padre Eterno). Que el Mesías tenga naturaleza humana y
divina a la vez no significa necesariamente que sea Dios manifestado en carne”.
Le respondí que si divinidad significa naturaleza o esencia divina, eso sólo nos indicaba
que el único divino es Dios. Como solo hay un Dios, nadie aparte de Dios es divino. Le
expliqué que cuando un pentecostal del nombre de Jesús dice que Jehová es divino, es
porque está reconociendo que Jehová es el Dios único.
Cuando nosotros decimos que Jesús es divino, es porque estamos reconociendo que
Jesús es Jehová, porque Jehová mismo fue manifestado en carne para venir a salvar.
Nosotros reconocemos a Jesús como el Dios único que se ha manifestado en carne, por
eso decimos junto con la iglesia primitiva que Jesús es Dios. Por supuesto que podemos
referirnos a la divinidad de Jesús, porque Jesús es el Dios único. Si Jesús no fuera Dios,
entonces no podríamos hablar de la divinidad de Jesús. Es un completo error cuando
decimos que Jesús es divino, pero que Jesús no es Dios.
La Biblia enseña que solo Dios es divino, y nadie más tiene esa cualidad porque solo
hay un Dios. Cuando alguien dice que Jesús es divino, pero además asegura que Jesús
no es Dios, entonces está declarando que no le cree a la Escritura, pues está exhibiendo
que cree en más de un "divino", demostrando así su concepción politeísta.
Aquel hombre me demandó que le mostrara algunas porciones bíblicas que enseñen que
Jesús es el Dios único. Entonces yo le expuse las siguientes:
2. Isaías 9:6 llama a Jesús Hijo, pero también Padre Eterno. Lo llama niño nacido, pero
también Dios Fuerte. Las expresiones "niño" e "hijo" hacen referencia a la humanidad
de Jesús, mientras que las expresiones "Padre" y "Dios Fuerte" hacen referencia a la
deidad de Jesús. Ese solo texto reconoce que el Padre se habría de manifestar en carne,
y que esa manifestación en carne seria conocida como el Hijo. Es admirable la manera
categórica como la Biblia confiesa la Deidad de Jesús, afirmando que él es el Dios
Fuerte y el Padre Eterno.
3. Jehová quiere que le conozcamos, que creamos en él, que le entendamos y que
aceptemos que fuera de él no hay quien salve (Isaías 43:10-11). ¿Quién vendría a salvar
a la humanidad? La Escritura nos enseña que sería Dios mismo, al declarar: “Dios
mismo vendrá y os salvará” (Isaías 35:4). El niño que nació fue llamado Jesús, que
significa el salvador, porque él sería quien salvaría a la gente del pecado (Mateo 1:21).
La Biblia declara que solo hay un Dios, pero también declara que ese único Dios se
manifestó en carne para venir a salvar.
Me dijo también que -“la palabra hebrea que utiliza Isaías para aludir a la madre del
niño es “almah”, que se usa para cualquier mujer, sea o no virgen, mientras que la
palabra hebrea específica para ‘virgen’, es “bethulah”. Fue en la versión griega,
posterior a la hebrea, que se reemplazó “joven” por “virgen”, lo que pudo producir el
error de interpretación de que Emanuel nació de una virgen… Pero hay más. En Isaías
capítulo 8, se nos dice que el imperio Asirio, tenía un poder como el de aguas
impetuosas que destruiría por completo a sus enemigos (Isaías 8:7).
Entre esos enemigos de Asiria, estaban Siria e Israel, quienes fueron destruidos para que
se cumpliera la profecía del capítulo 7. Lo más interesante de todo esto, es que se nos
dice que los asirios se extendieron por toda la tierra de Emanuel (Isaías 8:8), lo cual nos
indica que el niño Emanuel ya había nacido en ese tiempo, por lo cual la profecía tuvo
su cabal cumplimiento. He leído interpretaciones de que Emanuel es el primer hijo de
Isaías, por tanto Emanuel no tiene nada que ver con Jesús”-.
Después de esa exposición, yo le expliqué que para estudiar los textos proféticos de la
Biblia, hay que tener en cuenta dos principios fundamentales que él estaba pasando por
alto. Estos dos principios son:
1. Debemos tomar en consideración lo que el profeta quiso decir a sus contemporáneos
y si la profecía tuvo algún cumplimiento inmediato. Así, debemos tener en cuenta que
algunos anuncios proféticos se referían de manera primaria a acontecimientos muy
próximos, pero estos acontecimientos y estas palabras, también llevaban inmersas
predicciones de hechos que tendrían lugar siglos más tarde.
2. Todas las veces que nosotros deseemos entender la Escritura, debemos aceptar las
interpretaciones que los mismos escritores sagrados dieron a las porciones de la
Escritura, pues de otra manera demostramos que no somos fieles en nuestro estudio y
que lo único que deseamos es ser tercos. Le recalqué que él empleó parcialmente el
primero de estos dos principios, cuando se preocupó por entender la situación que
estaban afrontando los contemporáneos del profeta Isaías, y también por entender el
cumplimiento inmediato de esa profecía. Sin embargo, le hice notar que él desconoció
por completo si esa profecía llevaba también implicaciones futuras relacionadas con el
Mesías. Le hice ver que él ignoró por completo el segundo principio, al no querer
aceptar la interpretación que el evangelista Mateo (inspirado por el Espíritu Santo) hizo
de Isaías 7:14. Mateo expuso que el cumplimiento superior (el más grandioso) de la
profecía, se dio en Jesús el Mesías (Dios manifestado en carne, Dios con nosotros),
cuando escribió:
"Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus
pecados. Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio del
profeta, cuando dijo: He aquí que una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamarás
su nombre Emanuel, que traducido es Dios con nosotros" (Mateo 2:21-23).
La profecía de Isaías 7:14, nos enseña que el plan de Dios era mucho más ambicioso
que librar a Judá de sus enemigos. El plan de Dios consistía en dejar a disposición la
salvación para toda la humanidad.
También le recalqué que Mateo no cometió ningún error al haber escrito que una virgen
concibió y dio a luz un hijo; pues en realidad, el engendramiento del Mesías fue
milagroso por tratarse de un engendramiento virginal.
Es verdad que en el tiempo del profeta Isaías, para que se diera el cumplimiento
inmediato de la profecía, una mujer joven que estaba en edad de casamiento, se desposó
y tuvo un hijo. En efecto, esa mujer del tiempo de Isaías, como todas las demás mujeres,
tuvo que tener relaciones sexuales para poder quedar embarazada. Pero cuando vino el
cumplimiento superior de la profecía, otra mujer, la virgen María, concibió
milagrosamente del Espíritu Santo, quedando embarazada sin haber estado con algún
varón. José, el esposo de María, no la conoció hasta que ella dio a luz a Jesús (Mateo
1:25). Para el tiempo del profeta Isaías, se suponía que las mujeres jóvenes conservaban
su virginidad hasta el matrimonio, por lo cual la palabra hebrea “almah” llevaba
implícita la idea de virginidad. “Almah” significa joven mujer en edad de casamiento,
pero “bethulah”, significa mujer virgen sin importar la etapa de la vida (niña, joven o
anciana). Esa es la razón por la cual el término “almah”, se ajusta perfectamente a la
condición de la virgen María, y por eso el evangelista Mateo armoniza perfectamente
con el profeta Isaías.
El niño que nació en el tiempo de Isaías no era divino pues no era Dios manifestado en
carne, pero sí era tipo de Jesucristo, el verdadero Emanuel, Dios manifestado en carne,
tal como nos lo explica el evangelista Mateo. La profecía se ha cumplido, pero lo que no
podemos ignorar es que este cumplimiento se ha dado en dos tiempos. El primer
cumplimiento (o cumplimiento inmediato) se dio en el tiempo del profeta Isaías, y el
segundo cumplimiento (o cumplimiento superior) se dio con Jesús el Mesías. No se
debe ignorar la segunda (y más importante) parte del cumplimiento profético.
Jesús es Emanuel porque Dios fue manifestado en carne. Jesús es verdadero Dios y
verdadero hombre, por lo cual es el verdadero Emanuel, el cumplimiento total y
perfecto de la profecía de Isaías. El niño que nació en tiempos de Isaías fue tomado
como anuncio de la caída de Siria, pero el nacimiento de Jesucristo el Señor, se dio
como anuncio de la caída del imperio de las tinieblas. El hecho básico por el cual
nosotros confesamos que Jesús es Emanuel, es porque Jesús es Dios manifestado en
carne, Dios verdadero y hombre verdadero. Si creemos a lo que dice la Escritura, no
podemos más que confesar que Jesucristo es Emanuel. La profecía nos enseña, que sin
importar cuantos enemigos tenga el pueblo de Dios, Dios mismo libertará a su pueblo y
destruirá a sus enemigos.
La Iglesia genuina, sabe que Jesús (Jehová salva) es Emanuel (Dios con nosotros). Le
mostré a aquel hombre, que su problema era creer parcialmente a las Sagradas
Escrituras, aceptando las partes que le convenían a su sistema de pensamiento, pero
ignorando o menospreciando los textos que refutaban su punto de vista. Le expliqué que
cuando nosotros estudiamos las Sagradas Escrituras, debemos hacer caso a lo que las
mismas Escrituras declaran, pues si no ¿Entonces para qué la citamos o para qué
decimos que creemos en ella? Si tomamos solamente una parte de un tema bíblico y no
la totalidad del mismo podemos llegar a conclusiones equivocadas. Una verdad a
medias, nos puede conducir finalmente a la peor de las mentiras. Por eso es que en los
temas proféticos, siempre debemos procurar revisar los alcances inmediatos y futuros de
cada profecía, para no quedarnos en verdades a medias, que finalmente pueden
desviarnos de la verdad.