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“EL CARNAVAL EN SU ESENCIA ES HASTA ORGIÁSTICO”

Fermín Rivera Pineda, antropólogo egresado de la Universidad Nacional de San


Cristóbal de Huamanga (Unsch), Docente Universitario e investigador social
interesado en la temática que une tradición y perspectivas de conservación y preservación
humanista, absolvió a “La Voz” de Ayacucho, Diario y Radio, las siguientes
interrogantes:

¿Cuál es su opinión general sobre el carnaval desde una visión abierta?

Primero que el carnaval es una fiesta de inicios internacionales desde Roma antigua hasta
Italia con una esencia abierta hacia el desenfreno, hacia la licencia por lo prohibido que
generalmente casi siempre ha enfrentado a dos segmentos de toda población que va desde
lo conservador hasta lo liberal. No es casualidad que el significado de la palabra carnaval
provenga de la carne que no es otra cosa que la fiesta de la carne con clara alusión al sexo
y el desenfreno. Esto no es de ahora último y viene trascendiendo en el tiempo y espacio
no sólo en Ayacucho y el Perú donde para nadie es un misterio ni hecho inverosímil
alguno, que el carnaval en su esencia es hasta orgiástico.

¿Acaso no hay que diferenciar la picardía de la vulgaridad en el carnaval ayacuchano?

Precisamente existen diferentes posiciones al respecto, pero lo innegable resulta ser que
siendo el carnaval una fiesta licenciosa y libertina muchas veces no encuentra los límites
que una sociedad hipócrita y pacata ha tratado de imponer no de ahora, sino, desde
tiempos como la colonia donde los hacendados y patrones otorgaban cierta permisibilidad
innegable para que los siervos y pongos le reclamen sobre algunos temas inherentes al
maltrato e injusticia social. Por ello las letras de las canciones de carnaval están llenas de
sarcasmo y picardía que linda con lo sexual, que reclama y que finalmente es una especie
de desfogue social.

¿Cómo definir entonces esa especie de polarización social cuando se trata de interpretar
el verdadero sentir del carnaval?

Usted lo ha dicho, es la polarización de pareceres ante una interpretación libertina y otra


ultra conservadora que viene de antaño y no es de ahora ultimo; yo no entiendo por
ejemplo de cómo una corriente de opinión sataniza a un grupo de damas ayacuchanas que
decidieron mostrar más de lo que la sociedad impone. Inmediatamente mucha gente ha
levantado el grito al cielo cuando todos sabemos que en lugares como Italia y Brasil el
efecto licencioso hacia lo sexual es mucho más abierto que se reparten miles de condones;
cuando todos sabemos que siendo una especie de catarsis social y hasta sexual no
debiéramos exagerar en su significado ni en satanizar personas. No olvidemos que la
época de la inquisición ya pasó y no podemos ocultar lo que la sociedad busca desde una
visión de desfogue innegable.

¿Y sobre el papel de las comparsas, qué decir?

Que estamos matando la espontaneidad, que muchas comparsas actualmente parecen


hasta militarizadas por reglas férreas y verticales; el carnaval ayacuchano siempre se
caracterizó, repito, por su espontaneidad donde un grupo de amigos y familiares decidían
salir a las calles sin normas de por medio. No olvidemos que la naturalidad y
espontaneidad son base de una cultura popular que no necesariamente debe ser tras un
premio o presea determinada.

¿Cree que existe exclusión en el carnaval ayacuchano?

Así es, y lo podemos percibir desde que existen dos reinados de belleza donde por un lado
está la mujer citadina y por otro lado el de la mujer campesina. De igual modo las
presentaciones del carnaval rural está destinado a demostrar su arte y acervo cultural en
varios escenarios de la ciudad y que antes se realizaban en el entonces estadio Leoncio
Prado. Me pregunto dónde están las comparsas rurales durante los tres días de carnaval
citadino. Entonces resulta innegable que hay una suerte de exclusión cuando analizamos
e interpretamos las diferentes respuestas sociales y culturales del carnaval citadino y el
rural

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