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¿A qué jugar? ¿Cómo jugar?

: Estética y juego

Gómez Smyth, Leonardo (2014)

Fundación Arcor

Referencia recomendada

Gómez Smyth, L. (2014). ¿A qué jugar? ¿Cómo jugar?: Estética y juego. Fundación
Arcor.

Al preguntarnos ¿a qué jugar?, nos orientaremos en este caso a analizar las propuestas
lúdicas que nacen desde instituciones públicas y privadas que elaboran programas y
proyectos en relación al juego como satisfactor de necesidades e intereses de niños,
niñas y adolescentes, y que en muchas ocasiones no lo logran o no son tenidas en
cuenta.
Instituciones como la escuela, centros comunitarios, clubes, sociedades de fomento,
organizaciones no gubernamentales, secretarías deportes generan instancias sobre a qué
jugar, elaborando propuestas para que niñas, niños y adolescentes se involucren a
participar. Claro que no todas contemplan el mismo sentido por lo lúdico, muchas de
ellas se presentan como instancias para jugar, pero esconden valores y objetivos
reproduccionistas, usando al juego para un propio beneficio, que nada tiene que ver con
el derecho a jugar, recrearse, reír y divertirse.
Analizando muchos programas nacionales, provinciales y municipales donde prima la
generación de espacios para jugar deportes, vemos claramente que allí no puede jugarse
de un modo lúdico, prima un sentido deportivo competitivo y exclusivo para unos
pocos. Aunque dichos programas se exponen como inclusivos ya que cualquier niño/a y
adolescente puede inscribirse sabemos que en la realidad son espacios para que unos
pocos jueguen, ya que traman en sí mismo la detección de futuros talentos deportivos y
mantener las formas de cómo debe jugarse. Dichos programas, tan bien publicitados,
impactan en instituciones que proponen espacios de juego. Las organizaciones
reconocen esas instancias de juego como lugares para su propio posicionamiento, y en
consecuencia comienza a funcionar el reproduccionismo acrítico de un modo de jugar
no lúdico. Se promueven las selecciones, la preparación de equipos representativos.
Comienza la exclusión, generalmente se mencionan como inclusivos, pero en la
mayoría de veces no permiten la inscripción de todos los niños, niñas y adolescentes de
cada institución. Tampoco es una inscripción inocente, ya que se denomina “lista de
buena fe”, copiando nombres devenidos del alto rendimiento deportivo. Cuando se hace
la inscripción, no es sólo anotarse, es comprometerse a jugar de un modo determinado,
podríamos decir jugar burocráticamente. Allí no puede negociarse nada, no hay micro
acuerdos acerca de cómo se va a jugar, se llega a los escenarios deportivos, a jugar bajo
las reglas arbitrarias de los adultos. Está estipulado a qué jugar, se organizan los
tiempos de juego, los lugares, los espacios y hasta se organiza un cronograma (fixture)

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que expone con quién toca jugar. Nada puede elegirse, todo queda a expensas de los
adultos, no hay protagonismo, sólo participación y de un modo único.
Una de las definiciones más tradicionales del deporte es la propuesta por Parlebas
(2001:105), quien lo define como el “conjunto de situaciones motrices codificadas en
forma de competición e institucionalización”. Este tipo de deporte es el modelo
tradicional y hegemónico de la sociedad capitalista actual. El deporte a desarrollarse
posee rasgos competitivos y alienantes convirtiéndose en un deporte espectáculo.
Creemos que este tipo de deporte, no puede ser reproducido como si nada, sin darnos
cuenta del daño que estamos haciendo a los niños, niñas y adolescentes a los que
orientamos y promocionamos hacia un tipo de práctica corporal que les enseña a ser
egoístas, obedientes, disciplinados y enajenados, entre otras valoraciones negativas.
En el mismo instante en que llega la invitación (mejor dicho normativa) para la
participación de eventos deportivos, ya de por sí, se comienza a excluir a muchísimos
chicos y chicas de su participación. Los menos hábiles de seguro no podrán participar
del encuentro, justamente aquellos que más necesidad tienen de participar son los que
en primer lugar quedan totalmente excluidos y ajenos a la participación. En el caso de la
escuela, no tan ajenos porque de seguro, que no recibirán con agrado la noticia de que
el/la docente no los ha seleccionado para el equipo del colegio. Sus compañeros
posiblemente se burlarán, no sólo por escaso nivel de juego, sino que ellos no tendrán
clase y se retirarán durante todo un día o varios (según el tipo de competencia) a jugar y
competir, mientras que los “malos” se quedarán en la escuela haciendo tarea y
aprendiendo otro tipo de contenidos, pero de seguro algo les está quedando muy en
claro, y es, que están aprendiendo que ellos para el deporte no sirven, ya que no son
hábiles, y no es necesario que le dediquen tiempo ¿para qué? Si igual no los dejan
participar. Encima tampoco tendrán clase de educación física porque su profesor los
abandona yendo a participar como “entrenador” en dicho torneo. Sin dudas que se está
discriminando, dejando de lado a partir de subjetividades de percepción que algunos
educandos no están preparados para representar a la escuela, por ende, se está
discriminando y echando de toda posibilidad a que niños, niñas y adolescentes disfruten
del placer de realizar actividad física sostenible, sentirse que pueden y están jugando.
En otros ámbitos como clubes, sociedades de fomentos, organizaciones no
gubernamentales, y cuyas lógicas de funcionamientos son distintas, es muy factible que
chicos y chicas elijan no seguir concurriendo, o bien buscando otros ámbitos de
participación donde no aparezca la discriminación.
No sólo son los programas nacionales, provinciales o municipales son los que generan
éste tipo de propuestas. Las propias instituciones con distinto grado de formalidad
también reproducen éstas formas de prácticas lúdicas, donde no puede jugarse de modo
transparente (Pavía, 2009), donde no puede jugarse de verdad (Rivero, 2009). Se juega
en un marco estético artificial, el cual es claramente identificatorio. Mirándolo desde
afuera, rápidamente puede saberse a qué se juega, y también hipotetizar sobre qué están
vivenciando niños, niñas y adolescentes que allí están tratando de jugar. No son
experiencias lúdicas inocentes, conllevan una construcción de la subjetividad muy
profunda, y que por sistematización hasta se va construyendo como el modo de jugar
más válido y esperado. Pareciera que si la forma estética del juego puede reconocerse
desde afuera, es porque se está jugando en serio, aunque sea tan en serio, que quienes
están jugando no pueden disfrutarlo, ya que el ganar y no perder se instala como un
modo particular de jugar, y casi sin propiciar otros.
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Los programas y proyectos que se vinculen a partir de generar propuestas basadas en el
deporte, podrían pensar en no sólo hacer deporte, sino jugar los deportes, partiendo de
entender al deporte como juego deportivo, que sin dudas mantiene la lógica interna de
cada deporte, pero que se juega de un modo lúdico. Podemos definir a los juegos
deportivos como aquellas prácticas corporales que respetando la lógica interna del
deporte se desarrollan bajo un sentido recreativo e inclusivo que trascienda y se
emancipe de los modelos hegemónicos sobre la práctica deportiva.
Parlebas (2001) expresa que, “mediante el juego deportivo el niño se familiariza con las
reglas y códigos; viven en su propio cuerpo las normas colectivas y la obligación
legitimada. Se da cuenta de la necesidad de conciliar los distintos puntos de vista, de
captar compromisos y adoptar reglas comunes. Al jugar, toma conciencia de que la
regla –o sea el compromiso- puede ser la condición necesaria para una práctica
colectiva en armonía y para la expresión motriz personal (...). El niño aprenderá a
cambiar las reglas; al convertirse él mismo en legislador dentro de un grupo soberano, el
niño se enfrenta de la forma más auténtica, por descubrimiento propio y no mediante
sermones, al conflicto compromiso-libertad” (p. 97). Estableciéndose de esta forma
pactos de fundación propios del grupo, asignados a sus posibilidades cognitivas,
motrices y relacionales, los cuales le permitirán gradualmente comprender la lógica
interna de cada juego, jugándolo a partir de sus gustos, intereses y disponibilidades.
Cuántas veces hemos visto que una niña toma una gran decisión de juego durante un
partido de handball, logrando eludir a su defensor directo, para luego de dicha finta
aproximarse al arco, realizar un lanzamiento suspendido consiguiendo el gol, el cual es
anulado porque en el momento de esquivar a la defensora realizó cuatro pasos y el
reglamento convencional sólo permite tres. Claro, podrán decir, que los deportes se
deben jugar según sus reglas y que si no lo aprende correctamente se lo cobrarán el día
que vaya a un torneo, claro ya que en el torneo no es un lugar donde se pueda jugar.
Estamos frente a un elemento trascendental de los juegos deportivos, es decir, que las
reglas permitan jugar, no que excluyan porque debemos manifestarnos tal cual lo han
planteado un grupo de señores, que ni siquiera conocemos y ahora nos vienen a limitar
la forma en cómo podemos jugar. Por favor, busquemos la construcción de acuerdos de
juego que permitan jugar, nadie nos condiciona a jugar los juegos según los reglamentos
convencionales, salvo que queramos seguir reproduciendo un modelo que permite que
unos pocos jueguen y los demás miren como espectadores.
Pensemos en cualquier niño, niña o adolescente con algún tipo de discapacidad motriz,
sensorial o mental, ¿el modelo deportivo tradicional le permite incluirse? Algunos
responderán que existen juegos o deportes propios para los chicos con discapacidad que
deben jugar a dichas prácticas culturales. De más esta aclarar, que muchos de esos
juegos deportivos o bien hasta los Juegos Paraolímpicos han sido justamente diseñados
e inventados para integrar a las personas con discapacidad y que a nuestro parecer no
hacen otra cosa que agrandar las distancias. ¿No sería bueno tomar cualquier práctica
lúdica y vivenciarla con naturalidad jugando entre todos? Podríamos jugar juegos
sensibilizadores, colocándonos en el lugar y situación del otro, pero también podemos
acordar modificaciones en los juegos más tradicionales de forma que todos podamos
participar y estar jugando juntos.
Otro rasgo distintivo de los juegos deportivos es que pierden toda espectacularidad
deportiva la cual Parlebas define como la “propiedad que va unida al placer
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experimentado en la contemplación de una situación deportiva tal y como se ofrece a la
vista” (2001:197). Ya ningún niño/a o adolescente será espectador, sino que será
protagonista dado, que todos pueden jugar, todos cualquiera sea su grado de habilidad,
discapacidad, religión o etnia, tienen derecho a estar dentro del juego y no ver como
otros juegan. Sin lugar a dudas, en el marco de propuestas lúdicas habrá momentos
donde los chicos y chicas puedan observarse entre sí, dando cuenta de cómo juegan,
errores y aciertos que van teniendo en los mismos, pero en todo caso, todos son
protagonistas, porque están compartiendo el jugar y las vivencias que ello genera.
La perdida de la espectacularidad de los juegos deportivos viene acompañada por la
ausencia del resultado, es decir, del vencedor y el vencido. Por eso mismo se pierde
espectacularidad, logrando en todo caso aprender y sentir el jugar por jugar sin valor
agregado. En muchas ocasiones, el momento de jugar termina con una pregunta célebre
del adulto que lo coordina “¿Quién gano?” ¿Cómo salieron? Los chicos y chicas
retirándose, discuten, se insultan, se burlan, se cargan y en muchas ocasiones se
agreden. “Bueno, bueno hay que aprender a ganar y a perder”.

Si usted viera donde vivo, en la pobreza inmersa en la que estoy, primeramente


económica y en consecuencia de ella, de salud y de afecto, usted debería saber que yo
ya perdí en el momento de nacer. Gracias por ayudarme a reproducir la derrota y el
fracaso que vivo a diario durante la clase, porque nuevamente perdí ahora jugando al
vóley, mañana al fútbol y a cada momento sigo perdiendo. Gracias por no darme
herramientas para poder vivir la práctica lúdica desde otro sentido, desde otra forma
de vivenciar mi motricidad, para que cuando salga de la escuela y quiera jugar a algo
no siempre lo haga por la absurda dicotomía de ganar o perder. ¿Será usted capaz de
enseñarme a jugar de otra manera? Sólo quiero jugar, divertirme y pasármelo bien un
rato, porque para sufrimientos y fracasos estoy lleno en mi vida. Ojalá que dejen de
oprimirme con el resultado, quiero liberarme del mismo, quiero sentir gusto por jugar
junto a mis compañeros, sabiendo que cuando todo termine nos vayamos abrazados
pensando que en cualquier momento del día nos podemos encontrar para vivir
nuevamente otro tan grato espacio de juego, donde me pueda sentir incluido y
perteneciendo a una práctica que me permite por sobre todo a socializarme a partir de
valores diferentes a los hegemónicos.

El hecho de erradicar la competencia, es decir, el sistema competitivo y su valor


agregado, ya nos irá introduciendo en vivenciar valores distintos, y comprender desde
otro sentido la práctica deportiva, porque entre otros elementos nos despojaremos y nos
libraremos de jugar en busca de ganar, o bien, buscando al menos no perder. Vale
aclarar que también hablamos de quitar el concepto de “competencia sana”, que todavía
nos resulta mucho más mediocre y mentiroso que la propia competencia.
Fuimos describiendo y notando aspectos concernientes a la estética del juego que
propicia un modo de jugar no lúdico, ahora en particular, nos orientaremos a identificar
aspectos en torno a la estética del jugar, en particular de jugar de un modo lúdico.
Pavía (2006) expresa que unos de los limitantes de para la expresión del modo lúdico es
el valor agregado del agonismo, “sabemos que abundan los ejemplos de juegos
planteados con una encantadora “cuota de competencia”, como modelo hegemónico en

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la búsqueda de emoción” (Pavía, 2006:47). El autor sostiene que la permanente
competencia con el otro poco ayuda a permitir jugar de un modo lúdico. Es decir, es
modo lúdico se expresa y sostiene cuando aparece el sesgo autotélico y la emoción por
el jugar por jugar sin un fin utilitaria a valores hegemónicos. El modo lúdico, es estar
armando la forma de juego con libertad de elección, ya que el/la jugador/a elige cómo se
jugará, con qué reglas que en si misma le generen emoción y confianza para jugar.
Podríamos decir que se comienza a jugar en el momento en que se participa en la
construcción de una situación lúdica y se toma conciencia de ella, allí se está jugando a
que la forma del juego y el modo de jugar sean un binomio indisoluble.
Durante el transcurso de un juego, se visualiza la participación de los jugadores, y
aunque pareciera que todos juegan, es muy oportuno expresar que no siempre lo hacen
de un modo lúdico, ya que las formas de juego expresan posibles amenazas,
exclusiones, agresiones y/o discriminaciones, lo cual no generaría esa “tranquilizadora
sensación de permiso y confianza sabiéndose a salvo de consecuencias posteriores”
(Pavía, 2006:44). Claro, que el modo lúdico no es permanente, tiene interrupciones, es
intermitente en su aparición, no es continuo. Aceramos algunos indicios para reconocer
el modo de jugar lúdico:

 Jugar voluntariamente iniciado y sostenido (Rivero, 2011:91). “Animarse a


transgredir alguna regla acordada para favorecer la diversión de todo el grupo”
(Rivero, 2012:7)

 El resultado se pierde en el juego, nadie sabe cómo va el tanteador o como


terminó el partido. Festejar logros propios y ajenos de igual manera (Corbera,
2011:9).

 Micro – acuerdos constantes (reiteradas negociaciones, incluso sobre las reglas)


(Pavía, 2011)

 Jugar en clave de juego, no en serio. Donde “nada malo puede suceder (o algo
bueno seguramente va a suceder) Sabiéndose a salvo de consecuencia
posteriores” (Pavía, 2011:94)

 Aparición del proceso creador (Vigotsky, 2003):

Construcción de la situación lúdica libremente elegida y asumida.

Crear la forma de juego y jugarla con valores contrahegemónicos.

Crear la forma de juego y jugarla con valores contrahegemónicos y participar


voluntariamente de otra forma de juego (jugar más de una instancia de juego al
mismo tiempo).

 Ausencia de discriminación de todo tipo.

 “Autonomía lúdica” (Cesaro, Nella y Viñes, 2008:65). Posibilidad de elegir y


armar propias instancias de juego no devenidas externamente a los/as
jugadores/as.

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Hemos avanzado en revisar un aspecto de la cultura corporal sobre el que más se juega,
y que muchas veces no es revisado, o bien se naturaliza. A continuación expondremos
otras expresiones de juego que ocupan menos lugar en instituciones que promueven el
derecho al juego y al jugar.
El hecho de sacar el duelo y la competición nos podrían dar lugar a pensar nuevas
prácticas lúdicas, posiblemente no deportivas. Porque, al pensar desde otra lógica (con
otros valores y sentidos) seguramente tendremos la habilidad de recrear nuevos modos
de jugar y formas culturales de juego. En la actualidad aparecen diferentes prácticas
corporales muchas con un alto componente corporal expresivo a la que niñas, niños y
adolescentes se adhieren. En las plazas o espacios públicos se observan chicos y no tan
chicos realizando Hip-Hop, Capoeira y muchas actividades relacionadas con lo circense,
desde malabarismos con diferentes elementos hasta bailes suspendidos en telas. Éstas
no son las únicas prácticas, sino que la etnomotricidad (Parlebas, 2001) se pone de
manifiesto con juegos o actividades físicas que van desde el skate, los patines hasta
juegos en contacto con la naturaleza como la escalada, el senderismo, andar en kayak, o
hacer equilibrio en una slackline (cuerda floja) entre árboles. Sin dudas que las prácticas
se modifican según los contexto sociales, culturales y ambientales. Es más, en ciudades
con altos grados de inmigración pueden observarse juegos (y juegos deportivos)
tradicionales, que bien, podrían ser practicados por todos los ciudadanos, generando
espacios o eventos para socializar la cultura lúdica de los diferentes países.
Por su parte, sería interesante recuperar y saber jugar juegos autóctonos de la Argentina,
por un lado, aquellos devenidos de los pueblos originarios, como así también aquellos
juegos autóctonos como la rayuela, el elástico y dinenti, el balero, las escondidas, las
manchas, la taba (aunque no desarrolla el modo lúdico), el sapo, las bochas, el tejo y
otros que hay que seguir buscando.
A su vez, existe la posibilidad de crear nuevas experiencias, inventar situaciones lúdicas
a las cuales entendemos como instancias o invitaciones a las que una persona se
involucra por placer, interés, necesidad o gusto, permitiéndole la asunción y
construcción tanto de su modo lúdico, como de los elementos que configuran dicha
práctica (forma de juego), interactuando con otros sujetos. La idea central que inventar
situaciones de juego con compromiso corporal, en donde se puedan negociar las reglas
del juego, los lugares, y que posiblemente, por la sistematización de jugar varias veces a
esa situación colaborativamente creada, la misma se constituya como un juego popular,
propio de los protagonistas del juego, armado, discutido y consensuado por ellos, sin
organismos ni agentes externos que expongan cómo debe jugarse, pero sí que habiliten
espacios para que pueda jugarse de verdad.
Sostenemos que aquellas instituciones que desean generar proyecto en torno al juego,
los mismos podrían sostenerse desde los siguientes indicios:

 Tomar al juego y el jugar como eje temático, posibilitando la construcción de


nueva cultura lúdica. Inventar situaciones lúdicas y juegos populares propios.

 Aprender a jugar los juegos desde un modo lúdico, es decir, con sentido y
valores diferentes a los hegemónicos.

 Crear tiempos y espacios el armado y sostenimiento de situaciones lúdicas y


juegos populares.
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 Recuperar y jugar juegos autóctonos.

 Jugar la diversidad cultural jugando juegos deportivos tradicionales de otros


países.

 Generar espacios de prácticas corporales con tenor en lo expresivo (circo,


murgas, hip – hop, etcétera).

 Propiciar el disfrute de la acción de jugar sostenible para toda la vida,


aprendiendo a recrearse con otros.

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Bibliografía

Cesaro, A., Nella, J., y Viñes, N . (2008). Juego y Educación Física Escolar ¿Qué se
enseña? ¿Qué se debería enseñar? (La perspectiva teórico-política del debate).
Revista Educación física y deporte. Universidad de Antioquía, 59-69.

Corbera, A. (2011). Indicios de modo lúdico: Una invitación para la observación de la


conducta motriz. XIV Seminario Internacional y II Latinoamaricano de
Praxiología Motriz: Educación Física y contextos críticos (págs. 1-10). La
Plata: Departamento de Educación Física. Facultad de Humanidades y Ciencias
de la Educación. Universidad Nacional de La Plata.

Parlebas, P. (2001). Juegos, deporte y sociedad. Léxico de la praxiología motriz.


Barcelona: Paidotribo.

Pavía, V. (. (2006). Jugar de un modo lúdico. el juego desde la perspectiva del jugador.
Buenos Aires: noveduc.

Pavía, V. (. (2011). Formas del juego y modos de jugar. Secuencia de Actividades


Lúdicas. Santa Fe: AMSAFE.

Pavía, V. (2009). Las formas de juego y el modo de jugar que la escuela reproduce.
Aloma. Revista de Psicología, Ciències de l´Educació i de l´Esport, 161-178.

Rivero, I. (2009). Dejar jugar de verdad. Buscando una intervención que proteja y
enseñe la acción de jugar. Córdoba: Universidad de Río Cuarto.

Rivero, I. (2011). El juego en las planificaciones de Educación Física. Intencionalidad


educativa y prácticas docentes. Buenos Aires: Noveduc.

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