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Dimensión social de la

globalización
Por
León Opalín
-
Ago 1, 2008
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Al evaluar el desarrollo de la globalización de las últimas dos décadas, los


analistas centran su atención en los indicadores económicos, y no prestan
suficiente interés al aspecto social de este proceso, que sin negar sus
ventajas y lo ineludible del mismo, ha acentuado la inequidad en la
distribución de la riqueza entre países e individuos y acrecentando
significativamente los problemas de la pobreza y la marginación, el
desempleo y la violación de los derechos humanos de los migrantes.
Aparentemente, las fuerzas del mercado global están destruyendo a la
sociedad y a el medio ambiente.

En este ámbito, la Comisión Mundial sobre la Dimensión Social de la


Globalización, convocada por la Organización Internacional de Trabajo en el
2001, ha consignado que diferentes países, y dentro de estos amplios
sectores de la población, han quedado relegados de los beneficios de este
proceso. Las nuevas tecnologías, emblema de la globalización y
fundamentales para la integración de procesos productivos y mercados, no
siempre han estado al alcance de las naciones, ensanchándose la
tradicional brecha entre las regiones desarrolladas y las más pobres, en las
que más de 1200 millones de individuos “siguen sumidos en la pobreza y
viven con menos de un dólar al día”. El libre mercado, fundamental para la
globalización, en la práctica está manipulado por grandes empresas que
anulan la competencia y se olvidan de las relaciones sociales que son
fundamentales para el funcionamiento del propio mercado; incluso el Fondo
Monetario Internacional, ferviente defensor de la globalización, ha señalado
que “aún cuando la globalización puede ayudar a promover el crecimiento
económico a través de varios canales, no hay pruebas de que esta relación
causal sea cuantitativamente muy importante, incluso la globalización
financiera puede provocar volatilidad en los países en desarrollo, ya que la
inestabilidad económica puede filtrarse a través del flujo de capitales de las
naciones ricas a las pobres”.

La evolución de la tecnología ha sido vital para facilitar la integración de los


países propiciando un avance económico sin precedentes en el tiempo,
transformando de manera radical las relaciones familiares y laborales,
además de la identidad de las personas, sin embargo, a la vez, se ha
observado la pérdida de valores, mella en la solidaridad social y retroceso
de la democracia. De aquí que al visualizar la dimensión social de la
globalización se convierte en “el pilar del acceso al trabajo decente, a la
educación, a la seguridad, a los derechos democráticos y al sentimiento de
pertenecer a una comunidad y a una sociedad determinada”. A su vez “la
legitimidad de la integración global depende de que las personas tengan
voz en el proceso y de que también vean beneficios tangibles en su vida
diaria”.

Por otra parte, se considera que no obstante que las políticas nacionales
están condicionadas por el entorno global, los gobiernos de las naciones
pueden contribuir a que exista una mayor inclusión con respecto a los
beneficios de la globalización; en ese sentido, pueden aplicar políticas para
fomentar la educación, la inversión en tecnología y en infraestructura,
ampliar el gasto social y abrir canales para que se consolide la democracia
y la cohesión social. Por lo demás, la creación de fuentes de empleos
decentes es clave para una globalización incluyente; la exclusión de los
ciudadanos debilita a los Estados y a la gobernabilidad en los países.

Es innegable que la globalización ha impulsado el libre flujo de bienes y


servicios, conocimientos y capitales entre las naciones, empero, el
movimiento internacional de la mano de obra resultante enfrenta crecientes
restricciones, creando preocupación mundial porque frecuentemente no se
respetan los derechos humanos de los migrantes; en este sentido, se
manifiestan niveles alarmantes de xenofobia, de manera que esta
“constituye una amenaza para la estabilidad social”. “La brecha existente
entre el gran rigor de las políticas de inmigración aplicadas por las
economías industrializadas y las múltiples presiones hacia la inmigración
que se experimentan en las naciones en desarrollo, han propiciado las
inmigraciones ilícitas y el tráfico de seres humanos”. México ha sido víctima
de esta tendencia, que resulta humillante a pesar de que la economía de
EUA precisa de la mano de obra mexicana por su bajo costo y elevada
productividad.

Ante la profundización de la globalización, los países requieren de


instituciones nacionales fuertes que garanticen la operación eficiente de los
mercados, el estado de Derecho y protejan los derechos laborales y el
medio ambiente. La velocidad de los cambios que se generan en un entorno
globalizado determinar que la función rectora de los gobiernos sea flexible,
eficiente y transparente; la sociedad civil, el Estado y las empresas deben
de ser participativas e incluyentes en el ámbito de la economía global para
que los beneficios de ésta se distribuyan equitativamente.

La globalización tiene costos, ya que genera perdedores, sin embargo,


“política y moralmente es adecuado que los ganadores compensen a los
perdedores, suavizando sus procesos de transición hacia nuevos empleos
mediante redes de seguridad social”. No adoptar un enfoque social de la
globalización conlleva a graves riesgos.

http://diariojudio.com/opinion/dimension-social-de-la-globalizacion/1045/

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