El libro parece que va a tener un arranque típico, con túnel
y luz blanca incluidos, poco a poco se desmarca de los cauces habituales para entrar de lleno en una teoría sobre la vida después de la muerte. El mundo al que abre los ojos Chris está lleno de simbolismos y color, pareciera que cada uno encuentra su propio paraíso y pese a ser diferentes consiguen verse en él, reunirse con los seres que fallecieron antes. Y una vez presentada esta suerte de paraíso, nos dice que quitarse la vida no tiene perdón. Chris se siente unido y hasta cierto punto responsable y de este modo entraremos en la otra cara, los infiernos particulares. Porque si el cielo es personal también lo es el infierno, somos presa de nuestros miedos y angustias. Si uno lo piensa, esta otra vida que nos presenta Matheson es bastante inquietante, porque tener lo que se espera puede implicar lo que se teme que haya... A partir de aquí nos habla de salvar al ser querido de esa condena emprendiendo un viaje a ratos emocionante y a otros incluso angustioso para el lector que desea ver la misión de su protagonista cumplida.
No diré que sea la mejor novela de Matheson, pero si que
introduce una historia novedosa y un par de conceptos interesantes. Las descripciones son, además, asombrosas y el ritmo pese a no ser rápido no decae. Podría decirse, además, que traigo una historia de amor de esas que podrían denominarse perfectas... claro, es ciencia ficción