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Como era costumbre, doña Ana enseñó al pequeño Rafael las primeras letras. A los
once años, en 1844, ingresó en el seminario. El latín allí estudiado haría de él un
diestro traductor de los clásicos; Marcelino Menéndez Pelayo comentó acerca de sus
traducciones: "No las hay más valientes y atrevidas en nuestra lengua". De los
poetas grecolatinos tradujo a Horacio y el episodio de Laoconte de Virgilio. También
vertió al castellano El poeta moribundo, de Alphonse de Lamartine, y el soliloquio
de Hamlet de Shakespeare.
Parece que la inclinación por la poesía nació en Pombo desde muy temprano. Ya a
los diez años había copiado versos y traducciones en un cuadernillo que
tituló Panteón literario. En 1846 ingresó en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del
Rosario, donde estudió humanidades; en 1848 recibió el grado en matemáticas e
ingeniería en el Colegio Militar que había fundado recientemente el general Tomás
Cipriano de Mosquera.
Aunque nunca ejerció formalmente como ingeniero, se sabe que realizó algunos
estudios para el mejoramiento urbano de Bogotá. Recién graduado, fue miembro de
la Sociedad Filotémica, en cuyo periódico publicó por primera vez poesías bajo el
seudónimo de Firatelio. Estas tempranas obras, cargadas de un tono sentimental,
dejan entrever ecos de Ramón de Campoamor, José Zorrilla, Garcilaso de la Vega y del
legendario lord Byron.
Posteriormente viajó a Popayán, donde su familia materna tenía propiedades,
escribiendo allí dos de sus poemas más conocidos: La copa de vino y Mi amor, firmado
con el seudónimo de Edda. Se creyó que tal poema era obra de una enigmática y
brillante poetisa hasta que el mismo Pombo reveló su autoría; la anécdota muestra
hasta qué punto asimiló la psicología femenina y su distinta manera de sentir el
amor y de expresarlo. En compañía de los escritores José Eusebio Caro y José María
Vergara y Vergara fundó en 1852 La Siesta, órgano literario de marcado tinte
romántico.
En 1855 viajó a Nueva York como secretario de la legación colombiana en esta
ciudad. Permaneció diecisiete años en Estados Unidos, durante los que residió en
Washington y en Filadelfia (donde fue cónsul), siendo ésta su época de plenitud
creadora. Tal vez el contacto con una cultura y un idioma de sonoridades diferentes
dio un giro universal a su obra. También mantuvo contacto con personalidades de la
intelectualidad como Henry Wadsworth Longfellow y William Cullen Bryant. Tradujo por
entonces a poetas ingleses, franceses y alemanes, y sus Cuentos pintados para
niños (1867) se publicaron por primera vez en Nueva York.
En un emotivo acto (que casualmente coincidió con la noche en que falleció Diego
Fallon, su gran compañero de generación), Rafael Pombo fue coronado como poeta
nacional el 20 de agosto de 1905, en el teatro Colón. El 6 de febrero de 1912
reemplazó a Manuel María Mallarino como miembro de la Academia Colombiana de
la Lengua, de la que fue secretario perpetuo.
La obra de Rafael Pombo
Junto con José Asunción Silva, Rafael Pombo es el más destacado de los poetas
colombianos del siglo XIX. Favorecido por su bienestar económico, fue el primero
que asumió la labor poética como principal actividad a lo largo de todo su periplo
vital, en una época en que otros optaron por acatar las órdenes de la musa sólo de
manera periférica.
Con Pombo nace, en un entorno de acento todavía colonial, una poesía nueva en el
continente. Su lírica funde subjetividad y meditación filosófica, reflexivo sentimiento
del amor y de la naturaleza, pálpito religioso y aprovechamiento de la experiencia.
Dios, la naturaleza y la mujer son protagonistas en su obra, así como la rebeldía, el
vigor y la ironía, por lo que resulta una extraña suma de autor entre devoto y
demoníaco. Su inspiración romántica recorrió los caminos que van de Zorrilla y Víctor
Hugo a Byron y Leopardi, pasando por los clásicos griegos y latinos, que se afanó en
traducir, así como a muchos ingleses y franceses.
Su obra se puede dividir en tres ciclos que corresponden a tres momentos de la vida
del poeta: primera residencia en Bogotá, residencia en Estados Unidos (1855-1872)
y segunda estadía en Bogotá. Pombo entiende desde muy temprana edad que su
quehacer es escribir: "De que soy poeta apenas tengo estos datos: Que no sirvo
para nada, sino para hacer versos". Sus primeros poemas fueron publicados bajo el
título Exabruptos poéticos de Rafael Pombo.
En 1855, Rafael Pombo escribió La hora de las tinieblas, ambicioso poema de largo
aliento compuesto por sesenta y una décimas, que abre y refleja de manera
fidedigna la segunda etapa de su producción. Considerada una de sus obras más
representativas, La hora de las tinieblas manifiesta un sentimiento de escepticismo y
desesperanza propio del más genuino espíritu romántico. El poema Noche de
diciembre retoma la temática de La hora de las tinieblas: es el escepticismo y la
desesperanza, tal vez con mayor madurez literaria, pero con el mismo sentimiento y
espíritu.
Entre los más logrados poemas de Pombo escritos en Norteamérica se ha querido
destacar Al Niágara y Elvira Tracy. En el primero hay una constante oposición entre la
civilización moderna y la vida bucólica, entre la utilidad y el desinterés, entre lo
artificial y lo natural, donde lo segundo siempre triunfa por sobre lo primero;
sobresale asimismo por la portentosa fuerza expresiva de las imágenes con que
describe las cataratas. Elvira Tracy es una elegía dedicada a la joven del título,
fallecida a los quince años; se trata de un canto al amor verdadero, a la pureza
femenina y a la inocencia, en cuyos versos se cumple el ideal romántico de morir en
la plenitud de la belleza y en el inicio de la vida.
Casi toda su producción está impregnada del aroma de un amor nunca satisfecho.
Más que un poeta del amor, Pombo canta a la amada, y más aún a la compañía de
la amada. En efecto, la mujer amada es, para el vate bogotano, la suma e
interpretación de toda la creación. Al lado del Pombo sentimental encontramos, por
momentos, un poeta preocupado y angustiado por los grandes problemas
metafísicos. En ese campo, la religiosidad de Pombo se torna a veces en misticismo.
Otro de los temas recurrentes en su obra es la historia y las manifestaciones de la
cultura local. En este ámbito sobresalen sus poemas a la patria, al folclore y a los
héroes nacionales, como La tumba de Ricaurte.