Académique Documents
Professionnel Documents
Culture Documents
Mónica B. Cragnolini
ISBN 978-987-22884-4-0
7
Derrida, un pensador del resto
MBC
Mayo 2007
8
A. DECONSTRUCCIÓN Y ESCRITURA
1. Derrida: deconstrucción y pensar en las “fisuras”
La “obra” derridiana
11
Derrida, un pensador del resto
12
Derrida: deconstrucción y pensar en las “fisuras”
1 La noción de différance con “a” apunta, frente a la idea de diferencia (différence), a destacar
un matiz que se percibe en la escritura (la “a” en lugar de la “e”), pero que pasa inadvertido
para la escucha de la voz.
13
Derrida, un pensador del resto
2 Para este tema, véase más adelante “Derrida y el psicoanálisis”, pp. 71-78.
3 Para la caracterización de los distintos tipos de nihilismo en Nietzsche, véase mi Nietzsche,
camino y demora, Buenos Aires, EUDEBA, 1998, Biblos, 2003.
14
Derrida: deconstrucción y pensar en las “fisuras”
de martillo” todo lo que queda de las mismas. Por ello, la actitud del
espíritu libre es la labor destructiva, que consiste en lo que en el inicio
de Humano, demasiado humano es calificado como “análisis químico”4,
y que se emparenta con la labor genealógica que tiende a mostrar que
aquellos grandes orígenes que se presentan como sagrados son, en
realidad, insignificantes. Nietzsche pone el acento en el carácter “pro-
ducido” del fundamento de la realidad (arkhé): el hombre “olvida”
que él ha sido el creador del mismo, lo ubica en un mundo trascen-
dente y termina arrodillándose ante él, convirtiéndolo en principio
determinador de normas y pautas de acción y de pensamiento.
Heidegger, por su parte, denomina “ontoteología” a esa historia
de la metafísica en la que, cada vez que es planteada la pregunta
por el ser, se responde a la misma con un “ente supremo”(Theós),
y su método de “destrucción de la historia de la metafísica” se une
al “paso atrás” para buscar el origen de ese olvido, que confunde el
ser con el ente. Esta historia ontoteológica tiene un punto clave en el
inicio de la modernidad, con la “metafísica de la subjetividad” que
piensa al hombre como sujeto cerrado en sí mismo frente a un mundo
considerado como objeto. Objeto, para el hombre moderno, es aquello
que coloca frente a sí mismo en posición de tal, aquello que recorta de
la realidad para investigar y estudiar, y aquello, entonces, de lo cual
dispone. En la metafísica de la subjetividad el fundamento se ubica en
el subjectum, en el ego que, en la medida en que conoce la realidad, la
domina y la convierte en lo disponible para sí. Esta disponibilidad del
mundo para el sujeto, esta transformación del mundo todo en imagen
para un sujeto cognoscente, hallará su expresión más acabada en la
tecnociencia contemporánea, que transforma la realidad toda en “fon-
do disponible” para un hombre que explota y extrae recursos de la
naturaleza convertida en una suerte de gran “estación de servicio”5.
15
Derrida, un pensador del resto
6 Agrega también la cuestión de la “carne”, pero aquí la dejamos de lado ya que la misma nos
llevaría a un largo trayecto por el tema de la soberanía y otras cuestiones políticas.
7 En este sentido, Platón sistematiza en alguna medida la tabla de doble entrada de los
pitagóricos, que dividía la realidad en lo femenino, pasivo, oscuro, etc., frente a lo masculino,
activo, claro.
16
Derrida: deconstrucción y pensar en las “fisuras”
17
Derrida, un pensador del resto
18
Derrida: deconstrucción y pensar en las “fisuras”
19
Derrida, un pensador del resto
20
Derrida: deconstrucción y pensar en las “fisuras”
La deconstrucción
21
Derrida, un pensador del resto
22
Derrida: deconstrucción y pensar en las “fisuras”
El ejercicio de la diferencia
23
Derrida, un pensador del resto
24
2. Confesión y circuncisión: San Agustín en Derrida1
o ¿De qué sirve el amor que no se confiesa?2
25
Derrida, un pensador del resto
Autobiografía agustiniana
26
Confesión y circuncisión: San Agustín en Derrida...
6 G. Gusdorf (Les écritures du moi. Lignes de Vie 1, Paris, E. Odile Jacob, 1991) ha criticado la
limitación de la “escritura del yo” al siglo XVIII.
7 Ch. Taylor, Fuentes del yo, trad. cit., p. 272.
8 J. A. Moreno Urbaneja, El método en la filosofía agustiniana, Málaga, Universidad de Málaga,
2002, p. 66 ss.
27
Derrida, un pensador del resto
Autobiografía derridiana
9 San Agustín, De vera religione, 39, 72, PL 34, 154 (en adelante, cito las Confesiones por la
traducción de A. Custodio Vega, en San Agustín, Obras completas, Madrid, BAC, 1947, Tomo
II, y el resto de las obras por la Patrologia Latina –PL).
10 San Agustín, Confesiones I, V, 6, p. 77.
28
Confesión y circuncisión: San Agustín en Derrida...
29
Derrida, un pensador del resto
La cuestión de la verdad
Entonces, además del amor, o con el amor, el otro tema que anuda
ambas confesiones es la problemática de la verdad. Pensando en el
yo cartesiano, la verdad nos lleva al mundo de la transparencia y del
esclarecimiento. Sin embargo, tanto en Agustín como en Derrida se
hace patente, como indiqué al principio, el resto de inconfesabilidad
de toda confesión, que hace difícil pensar a la misma como
esclarecimiento de alguna verdad. ¿Qué confiesa Agustín? ¿Pecados
30
Confesión y circuncisión: San Agustín en Derrida...
31
Derrida, un pensador del resto
Autobiografía y ficción
32
Confesión y circuncisión: San Agustín en Derrida...
Final
33
Derrida, un pensador del resto
34
3. Adieu, Adieu, remember me.
Derrida, la escritura y la muerte
Escrituras de la muerte
35
Derrida, un pensador del resto
2 J. Derrida, Béliers, Le dialogue ininterrompu: entre deux infinis, le poème, Paris, Galilée, 2003,
p. 23.
3 J. Derrida, Donner la mort, Paris, Galilée, 1992, p. 52. La cita es de E. Lévinas, “La mort et
le temps”, en Cahiers de l’Herne, 60, 1991, p. 25, trad. en Dios, la muerte y el tiempo, trad. M. L.
Rodríguez Tapia, Madrid, Cátedra, 1998, p. 26.
36
Adieu, Adieu, remember me. Derrida, la escritura y la muerte
37
Derrida, un pensador del resto
38
Adieu, Adieu, remember me. Derrida, la escritura y la muerte
9 “Je feins de prendre le mort vivant, intact, sauf (hors) en moi...”, J. Derrida, “Fors”, en Préface
a N. Abraham et M. Torok, Cryptonymie, le verbier de l’Homme aux loups”, Paris, Aubier-
Flammarion, 1976, p. 17.
10 Agustín, Confesiones, XI, 1,1
11 Véase J. Derrida, Politiques de l´amitié, suivi de L’oreille de Heidegger, Paris, Galilée, 1994, p.
241: « Qui répondra jamais d’un discours sur l’amitié sans se déclarer ? Que ce discours sur
l’amitié, que ce de amicitia prétende être théorique ou philosophique, voilà qui ne lèverait
en rien l’urgence de ce�e question. Qui répondra d’un traité péri philías sans se déclarer,
donc sans prendre la responsabilité de se déclarer — ami ou ennemi, l’un ou l’autre voire l’un
et l’autre ? Peut-on parler d’aimer sans déclarer l’amour, sans déclarer la guerre, au-delà de
toute neutralité possible ? Sans avouer, fût-ce l’inavouable ? ». En la trad. española citada,
Políticas de la amistad, p. 254.
39
Derrida, un pensador del resto
que deja sin decir muchas cosas, porque en toda confesión hay un
“resto” –una excedencia– que no se dice12.
La autobiografía es un tipo de escritura que constantemente
está dando cuenta de un otro que la contamina: es un relato
aparentemente testimonial pero que no permite distinguir el
género, rozándose con los bordes de la ficción a cada instante.
Paul de Man13 señala que la relación verdad-ficción en la obra
autobiográfica no es de carácter disyuntivo (del tipo “o/o”), sino que
es un indecidible (ni/ni). También bajo ese régimen debe ser pensada
Circonfesión: un simulacro de confesión ante un simulacro de muerte
(la de la “propia” madre). Ni verdad, ni ficción, sino “entre”, algo
inapropiable en la medida en que oscila entre las consideraciones
binarias y demasiado fijas de sentido.
Por otro lado, la “auto”-biografía, escrita en nombre propio,
firmada por el propio autor, pretendido relato de “su” vida y “sus”
aconteceres, desvela siempre la dilución de lo propio del nombre
y de la propia vida. Derrida escribe su autobiografía como una
confesión “circuncidada” y “circundada”. Como judío, su vida se
inicia con la marca de la comunidad: la circuncisión que lo hace
parte de una cultura, de una religión, de una alianza y de un don.
Esa marca, pretendida marca de lo mismo, es al mismo tiempo marca
de lo otro, no sólo de la diferencia sino también de la exclusión y del
dolor de ser otro.
Y la misma autobiografía de Derrida circunda otro texto (la base
de datos de Bennington, escrita por encima del texto derridiano) que
a su vez “circuncida”, corta, la propia obra derridiana. La “auto”-
biografía contamina –y es contaminada– por los bordes de otro
texto en que un otro –Bennington– debe dar cuenta, sin mencionar
“propiamente” las palabras derridianas, de la “propia” obra de
Derrida. Juego de desapropiación y apropiación de lo propio que es
paradigma, también, de lo indecidible.
12 Para este tema de la “confesión de amor”, véase en este volumen “Confesión y circuncisión:
San Agustín en Derrida o ¿de qué sirve un amor que no se confiesa?”, pp. 25-34.
13 P. de Man, “Autobiography as de-Facement”, en The Retoric of Romanticism, ed. cit., pp.
67-81.
40
Adieu, Adieu, remember me. Derrida, la escritura y la muerte
Escritura-sobre-vida
41
Derrida, un pensador del resto
42
Adieu, Adieu, remember me. Derrida, la escritura y la muerte
El don de la escritura
43
Derrida, un pensador del resto
Excedencias
44
Adieu, Adieu, remember me. Derrida, la escritura y la muerte
45
Derrida, un pensador del resto
El don de Derrida
46
B. ÉTICA Y ONTOLOGÍA
4. Una ontología asediada por fantasmas:
el juego de la memoria y la espera en Derrida
Deconstrucción y hantologie
49
Derrida, un pensador del resto
Los fantasmas3 vienen tanto del pasado (v. gr., el espectro del
padre de Hamlet) como del porvenir. Figura paradigmática de este
segundo tipo de fantasma es el que asedia Europa (Gespenst) en el
decir de Marx en el Manifiesto Comunista, y ante el cual los poderes
se unen en la conjura. Por ello, la “fantología”, en tanto relacionada
con los fantasmas del pasado y con los del porvenir, alude a un
doble juego de memoria y espera, que se hace visible en la relación
con el otro, y que no es, en manera alguna, dialectizable.
Un académico tradicional –un erudito– no cree en fantasmas: lo
real y lo no-real, lo vivo y lo no-vivo son separaciones que no pueden
ser salvadas. Como señala Derrida, lo que acontece más allá de estas
oposiciones pertenece, para el estudioso, al ámbito de la literatura y
la ficción. Sin embargo, convivimos con fantasmas, ya que siempre
vivimos “entre la vida y la muerte”. Existe asimismo una condición
fantasmática de la lengua: en la misma, ciertos elementos operan al
modo de los fantasmas.
¿Cómo opera un fantasma? El fantasma resiste a la
ontologización: a diferencia del muerto, que está situado y ubicado
en un lugar preciso, el fantasma transita entre umbrales, entre la
vida y la muerte. No habita, no reside, sino que asedia (hanter). El
fantasma desafía la lógica de la presencia (en las figuras de los aún
no nacidos y los ya muertos) y de la identificación. Tanto en Hamlet
2 El término “hantologie” es traducido por “fantología” en J. Derrida, Espectros de Marx. El
Estado de la deuda, el trabajo del duelo y la nueva internacional, trad. J. M. Alarcón y C. de Pere�i,
Madrid, Tro�a, 1995, véase Nota de los T. de p. 24. El verbo “hanter” se utiliza especialmente
para referirse a la “frecuentación” o “asedio” de las almas de los muertos con respecto a un
lugar.
3 Para una caracterización de la “lógica fantasmal” de Derrida, véase S. Margel, “Les
dénominations orphiques de la survivance. Derrida et la question du pire”, en M-L. Mallet
(dir), L’animal autobiographique. Autour de jacques Derrida, ed. cit., pp. 441-468.
50
Una ontología asediada por fantasmas...
Alteridad y singularidad
51
Derrida, un pensador del resto
52
Una ontología asediada por fantasmas...
9 Para este tema, véase mi trabajo “Extrañas amistades. Una perspectiva nietzscheana
de la philía desde la idea de constitución de la subjetividad como Zwischen”, en Moradas
nietzscheanas. Del sí mismo, del otro y del entre, Buenos Aires, La Cebra, 2006, pp. 111-123.
10 J. Derrida, Politiques de l’amitié, ed. cit., pp. 46-47, se cita por Políticas de la amistad, trad.
española cit., p. 46, retocada.
53
Derrida, un pensador del resto
54
Una ontología asediada por fantasmas...
Cripta y duelo
55
Derrida, un pensador del resto
56
5. Perdón difícil, perdón imposible
1 P. Ricoeur, La memoria, la historia, el olvido, trad. A. Neira, Madrid, Tro�a, 2003, p. 603.
57
Derrida, un pensador del resto
58
Perdón difícil, perdón imposible
59
Derrida, un pensador del resto
60
Perdón difícil, perdón imposible
61
Derrida, un pensador del resto
62
Perdón difícil, perdón imposible
Derrida es, en este punto, más imperativo: “Hay que amar a los
espectros”, se dice en Espectros de Marx. Este amor a los espectros
evidencia que, más que un deseo, el mantenimiento del recuerdo
del otro es un deber. Deber paradójico, es cierto, ya que supone,
desde el vamos, otro modo de pensar la así llamada constitución
de la subjetividad, en la presencia de la alteridad en el sí mismo, y
con ello deconstruye toda idea de deber como normativa para un
sujeto agente. De todos modos, si el “deber” hacia el otro es el duelo
imposible: ¿que acontece con el perdón, que parece señalar una vía
del olvido y, con ello, una posibilidad del duelo?
En una entrevista con Michel Wieviorka14, Derrida señala la falta
de límites para el perdón: para el perdón no debería haber medida ni
“¿hasta dónde?”, por ello ha de permanecer heterogéneo e irreductible
12 Para el tema del “duelo imposible” véanse, entre otros, «Mnemosyne», en J. Derrida,
Mémoires pour Paul de Man, Galilée, Paris 1988, pp. 19-48, y el «ejemplo» del duelo imposible
en el ocultamiento de la tumba de Edipo, en Anne Dufourmantelle invite Jacques Derrida à
répondre De l’hospitalité, Paris, Calmann-Lévy, espec. pp. 71-135.
13 J. Derrida, El siglo y el perdón (entrevista con Michel Wieviorka), trad. M. Segoviano, Buenos
Aires, Ediciones de La Flor, 2003.
14 Remito, para este tema, a mi artículo “Políticas de lo imposible: amparando la fragilidad”,
En A. Damiani-R. Maliandi, (comps.), ¿Es posible argumentar? Estudios sobre política y argumen-
tación, Mar del Plata, Ed. Suárez, 2002, pp. 77-95.
63
Derrida, un pensador del resto
con respecto al campo del derecho. Es por eso que el perdón imposible
debe ser pensado en relación con el duelo imposible, que marca en
toda relación con el otro la posibilidad de respeto a la opacidad sin
reducción a la transparencia ni a la propia mismidad.
Hoy en día se multiplican las “escenas de pedido de perdón”, y
el lenguaje del perdón se torna universal. Este lenguaje del perdón
parece ser el lenguaje abrahámico, aun en culturas no judeo-
cristianas, y significa, en cierto modo, una “cristianización” del
mundo, ya que el pedido de perdón no puede ser separado de la
confesión. En el análisis derridiano, entonces, la problemática del
perdón supondrá el trabajo en torno a varios elementos cercanos
entre sí: una urgencia de la memoria, una relación estrecha con
la noción de “crimen contra la humanidad”, y esta suerte de
“cristianización” del mundo, desde la idea de confesión.
Que la problemática del perdón se reavive en relación a los
crímenes contra la humanidad, permite pensar la idea de un núcleo
sagrado en el hombre, el crimen contra lo sagrado en el hombre. Es
cierto, se dirá, que Derrida es un deconstructor, un crítico –en este
sentido– de lo que Nietzsche llamaba ideales sublimes. Pero no es
menos cierto que toda su filosofía apunta al resguardo, al amparo,
del carácter de la otredad, en el modo de la fragilidad15. Ideas como
las de hospitalidad, fantología, duelo imposible, amistad, señalan
un trayecto en esa dirección. Por eso considero que se puede hablar
de lo “sagrado” en el existente humano, para señalar ese lugar de la
otredad que no puede ser apropiado, reducido, o aniquilado.
En las escenas de confesión mundializada observamos mucho
trabajo de duelo, y de ecología de la memoria: no es de este perdón
que habla Derrida. La “ecología” de la memoria es algo que se
inserta en la noción de duelo posible: existe allí un “reciclaje” de
la carga libidinal que satisfaría lo que, en términos de Bataille,
llamaríamos una “economía restringida”, aquella que necesita
“conservar” para reciclar16.
64
Perdón difícil, perdón imposible
65
Derrida, un pensador del resto
20 Para este tema, véase, J. Derrida, Donner le temps. I. La fausse monnaie, ed. cit.
66
Perdón difícil, perdón imposible
67
Derrida, un pensador del resto
68
Perdón difícil, perdón imposible
69
6. Derrida y el psicoanálisis:
¿quién es el dueño de la carta robada?
71
Derrida, un pensador del resto
1 J. Derrida, Résistances de la psychanalyse, Paris, Galilée, 1995, pp. 20 ss., versión española,
Resistencias del psicoanálisis, trad. J. Piatigorsky, Buenos Aires, Paidós, 1997, p. 18.
2 Esto lo señala Derrida en J. Derrida-E. Roudinesco, Y mañana qué..., trad. V. Goldstein,
Buenos Aires, FCE, 2003, p. 185.
72
Derrida y el psicoanálisis: ¿quién es el dueño de la carta robada?
3 Véase la carta y siguientes en Biblioteca del Colegio Internacional de Filosofía, Lacan con los
filósofos, trad. E. Cazenave-Tapie, México, 1997, p. 388.
73
Derrida, un pensador del resto
4 Idem, p. 390.
5 Coloco la expresión entre comillas ya que es el título de un libro de René Major, Lacan con
Derrida: Análisis desistencial, trad. B. Rajlin, Buenos Aires, Letra Viva, 1999.
74
Derrida y el psicoanálisis: ¿quién es el dueño de la carta robada?
75
Derrida, un pensador del resto
76
Derrida y el psicoanálisis: ¿quién es el dueño de la carta robada?
77
Derrida, un pensador del resto
78
C. ENTRE NIETZSCHE Y DERRIDA
7. Los caminos del sentido:
entre un Nietzsche heideggeriano y un Nietzsche derridiano.
81
Derrida, un pensador del resto
82
Los caminos del sentido: entre un Nietzsche heideggeriano y...
83
Derrida, un pensador del resto
84
Los caminos del sentido: entre un Nietzsche heideggeriano y...
85
Derrida, un pensador del resto
Fiestas autobiográficas
13 Ibidem, p. 53.
14 Véase M. Heidegger, Nietzsche, trad. J. L. de Vermal, Barcelona, Destino, 2000, “Nietzsche como
pensador del acabamiento de la metafísica”, Vol I, p. 384: “Nietzsche se transformó en incitador y
promotor de una amplificada autodisección y puesta en escena anímica, corporal y espiritual del
hombre que tiene como consecuencia final y mediata la publicidad sin límites de toda actividad
humana en ‘imagen y sonido’, gracias a los montajes fotográficos y los reportajes [...]”.
15 J. Derrida, “L’animal que donc je suis”, en M-L. Mallet (dir.), L’animal autobiographique,
Autour de Jacques Derrida, ed. cit., pp. 297-298.
16 Para este tema, véase M-L. Mallet (dir.), L’animal autobiographique, ed. cit., passim, C. de
Pere�i, “Deconstrucción y autobiografía”, en M. Agís Villaverde, Horizontes de la Hermenéutica,
Actas de los “Encuentros Internacionales de Filosofía en el Camino de Santiago”, Universidade de
Santiago de Compostela, Consorcio da Cidade de Santiago, 1998, pp. 271-281.
86
Los caminos del sentido: entre un Nietzsche heideggeriano y...
87
Derrida, un pensador del resto
único– permite, mediante el juego de los dobles, mostrar que, más que
de afirmaciones narcisísticas equiparables a la publicidad, de lo que
se trata es de des-apropiación “en el propio nombre”. El nombre, que
pareciera la marca identificatoria de la subjetividad, desbarata toda
lógica de la presencia desde la posibilidad de la supervivencia testa-
mentaria. Dando existencia, el nombre propio, al mismo tiempo, la
retira, en tanto lleva la muerte de su portador. En la escritura autobio-
gráfica, nombre propio y firma, que parecen indicar la posibilidad de
un poseer-se absoluto (“yo, en mi nombre, y lo firmo”), hacen patente
la desaparición del autor como “propietario del texto”. La ausencia y
el diferimiento evidencian que la supuesta “propiedad” (de sí mismo,
del texto escrito) es des-apropiación, que la supuesta identidad del
autor se des-identifica en la escritura. El Nietzsche que escribe el Ecce
Homo abandona, “en su propio nombre” toda centralidad, para ser, en
el cruce de fuerzas con lo otro y con los otros, muchos Nietzsche, mu-
chos otros. La autobiografía es también una fiesta: como las naves que
se cruzan en el mar del devenir y festejan en el instante22, el Nietzsche
que escribe para decir quién es nombrándose, se des-nombra en ese
entrecruzamiento de fuerzas con todos los otros presentes y ausentes
en su escritura. La autobiografía es, entonces, la fiesta del encuentro
–temporario, provisorio– con los otros presentes, al modo de la ausen-
cia-presencia, en ese “yo” autós que, tejiendo el texto de la escritura,
deviene autor y, entonces, heterobiografista.
22 Aludo, por supuesto, a la imagen de las naves del § 279 de Die fröhliche Wissenscha�, KSA
3, pp. 523-524.
88
Los caminos del sentido: entre un Nietzsche heideggeriano y...
89
Derrida, un pensador del resto
90
Los caminos del sentido: entre un Nietzsche heideggeriano y...
91
Derrida, un pensador del resto
29 Véase E. Lévinas, Humanismo del otro hombre, Madrid, Caparros, 1998, cap. 3.
92
Los caminos del sentido: entre un Nietzsche heideggeriano y...
93
Derrida, un pensador del resto
94
Los caminos del sentido: entre un Nietzsche heideggeriano y...
95
Derrida, un pensador del resto
96
8. Para una “melancología” de la alteridad: diseminaciones
derridianas en el pensamiento nietzscheano1
97
Derrida, un pensador del resto
98
Para una “melancología” de la alteridad...
99
Derrida, un pensador del resto
100
Para una “melancología” de la alteridad...
101
Derrida, un pensador del resto
102
Para una “melancología” de la alteridad...
103
Derrida, un pensador del resto
20 La cuestión que me preocupa fundamentalmente en este punto es la que tiene que ver con
los modos de relación con el otro que acaban por “apropiarse” de esa opacidad que debería
permanecer siempre como “resto” no dominable. Para este tema, véase mi artículo “Gran
urbe y marginalidad: el diferente como desafío ético. Pensando “desde” Massimo Cacciari”,
en Cuadernos de Ética, Buenos Aires, Nro 19, 1998, pp. 55-79.
21 Para este tema, véase J. Derrida, “’Il faut bien manger’ ou le calcul du sujet. Entretien
(avec J.-L Nancy)”, en Cahiers Confrontation, Paris, Aubier, Número 20, Hiver 1989, pp. 91-
114. Esta entrevista plantea la cuestión de la subjetividad desde diversos puntos de vista: la
crítica a la noción de Dasein y la indicación de la importancia de la Geworfenheit como modo
de ser expuesto al llamado (Ruf); la importancia de la ‘virilidad carnívora” en el concepto
de falologocentrismo (“carno-phallologocentrisme”), y la relación de la hospitalidad con la
cuestión del “bien comer”. Desde estas ideas, la noción de responsabilidad adquiere un
sesgo peculiar, el que signa la “desmesura”, y con ello, la imposibilidad de todo cálculo (o el
cálculo de la imposibilidad).
104
Para una “melancología” de la alteridad...
22 “Je feins de prendre le mort vivant, intact, sauf (hors) en moi…”, J. Derrida, “Fors”, en
Préface a N. Abraham et M. Torok, Cryptonymie, ed. cit. p. 17.
23 Para este tema, véase S. Margel, “Las dénominations orphiques de la survivance”, en
M-L. Mallet (dir.), L’animal autobiographique, Autour de Jacques Derrida, ed. cit., 441-468,
especialmente pp. 457 ss.
24 También Cacciari ha planteado, desde resonancias nietzscheanas, esta cuestión de la
relación con la alteridad desde la idea de hospitalidad. Véase M. Cacciari, El Archipiélago.
Figuras del otro en Occidente, trad. M. B. Cragnolini, Buenos Aires, EUDEBA, 1999.
25 J. Derrida, “Pas d’hospitalité”, en A. Dufourmantelle invite J. Derrida à répondre De
l’hospitalité, Paris, ed. cit., pp. 85 ss.
26 J. Derrida, El otro cabo. La democracia, para otro día, trad. P. Peñalver, Barcelona, del Serbal
1992, p. 17.
105
Derrida, un pensador del resto
27 Para este tema, remito a mis trabajos en Moradas nietzscheanas. Del sí mismo, del otro y del
entre, ed. cit., particularmente, “Metáforas de la identidad. La constitución de la subjetividad
en Nietzsche”, pp. 27-35.
28 La distinción se halla en Also sprach Zarathustra, “Von den Verächtern des Leibes”, KSA
4, pp. 39-41, trad.: Así habló Zarathustra, Introducción, traducción y notas de A. Sánchez
Pascual, Madrid, Alianza, 1998, “De los despreciadores del cuerpo”, pp. 64 ss.
29 “Ficción lógica” tal como se desarrolla la noción en los Nachgelassene Fragmente
(NF).Véase, inter alia, NF 1885-1887, 9 [97], 9 [89], 9 [144], 7 [54], 10 [19] , 6 [8] 9 [106],KSA
12, respectivamente p. 391, p. 382, p. 418, p. 313, p. 465 p. 236, y p. 395; NF 1885, KSA 11, 35
[35], p. 526.
106
Para una “melancología” de la alteridad...
30 A. Sánchez Pascual traduce Zweisiedler por “eremitas en pareja”. Véase Nota 35 en Así
habló Zarathustra, trad. cit., p. 447.
31 “Krankheit, Vereinsamung, Fremde, Acedia”, F. Nietzsche, Menschliches, Allzumenschliches,
“Vorrede”, §2, KSA 2, p. 15, trad. cit., vol I, p. 36.
32 El temprano poema “An die Melancholie” es sólo una de las tantas referencias a la
cuestión de la melancolía que aparecen, ya sea en las obras, ya sea en las cartas. El poema
está en NF 1869-1874, KSA 7, pp. 389-390.
33 Sobre “la impotencia de la voluntad de crear (Ohnmacht des Willens zum Schaffen)”,
véase NF 85-87, 9 [60] KSA 12, p. 365. Para Nietzsche, Brahms era un “melancólico de la
impotencia”, cuyas obras surgían de la carencia,y no de la abundancia. Véase Der Fall Wagner
KSA 6, “Zweite Nachschri�”, p. 47 “Er hat die Melancholie des Unvermögens”; NF Anfang
1874-Frühjahr 1874, 32 [32], KSA 7, p. 764-5; NF Sommer 1878, 30 [76],KSA 8 ,p. 535.
107
Derrida, un pensador del resto
Polisemia y diseminación
108
Para una “melancología” de la alteridad...
37 Todo el ejercicio de escritura que realiza Derrida en esta obra recuerda a otro ejercicio, el
de U. Eco en El péndulo de Foucault. También allí, a partir de un “fragmento”, posiblemente
una “nota de lavandería”, se muestra que “el único secreto es que no hay secreto alguno”.
109
Derrida, un pensador del resto
Nombre propio
38 Véase, en J. Derrida, La dissémination, ed. cit., la diferencia establecida en Platón entre lo serio
y lo no serio, el agricultor que planta la simiente por el fruto y el jardinero “no productivo”.
39 J. Derrida, Espolones, trad. cit., p. 90.
40 J. Derrida, Politiques de l’amitié, ed. cit., p. 320.
110
Para una “melancología” de la alteridad...
111
Derrida, un pensador del resto
45 Aquí hay que tener en cuenta la idea heideggeriana del Sein zum Tode, y el modo en que la
muerte constituye la “posibilidad más propia” del Dasein. Véase J. Derrida, Aporías, Morir-
esperarse (en) los límites de la verdad, trad. C. de Pere�i, Barcelona, Paidós, 1998, pp. 75 ss.
46 De esta manera firma Nietzsche algunos fragmentos, ya desde el año 1872. Véase NF
1869-1874, KSA 7, 26 [24], p. 586, de la época en que escribía la primera de las Unzeitgemässe
Betrachtungen. Esta firma representa una “traducción” de Friedrich (friede: “paz”, friedrich:
”pacífico”) y una referencia al presunto origen polaco del apellido, que significaría “nada”.
47 En “Abrahm’s Wake”, P. Kamuf (trad. del inglés por E. Simon, en Cahiers Confrontation, Nro
8, Automne 1982, pp. 17-34) indica el juego por el cual Derrida escribe su nombre (Derri-da)
en la piedra críptica de N. Abraham quien, a su vez, encuentra su nombre en “otro” Abraham,
Karl, en una carta dirigida a Freud con motivo de la lectura de la primera versión de “Duelo y
melancolía”. Como señala Kamuf, la piedra críptica en la que Derrida escribe su nombre y lee el
de otro está, como la piedra de Champollion, cubierta de escrituras varias en lenguas diversas.
Véase también J-L. Nancy, “Borborygmes”, en M-L. Mallet (dir.), L’animal autobiographique,
Autour de Jacques Derrida, ed. cit., pp. 161-179, para los “otros” nombres de Derrida.
112
9. Institución, universidad y archivo.
Sentidos resguardados, sentidos diseminados
113
Derrida, un pensador del resto
4 De él dice Zarathustra: “¡Será posible! ¡Este viejo santo en su bosque no ha oído todavía
nada de que Dios ha muerto!”, AZ, p. 36.
5 Za, “Vorrede”, § 8, KSA 4, p. 25.
114
Institución, universidad y archivo...
Mal de institución
115
Derrida, un pensador del resto
116
Institución, universidad y archivo...
117
Derrida, un pensador del resto
Zarathustra en la universidad
118
Institución, universidad y archivo...
15 Tema al que se dedica Derrida en Éperons. Les styles de Nietzsche, ed. cit.
16 J. Derrida-Bernard Stiegler, Espectrografías de la televisión, trad. M. Horacio Pons, Buenos
Aires, EUDEBA, 1998, p. 89.
119
Derrida, un pensador del resto
120
10. Temblores del pensar: Nietzsche, Blanchot, Derrida*
Derrida, De la gramatología
121
Derrida, un pensador del resto
Temblores nietzscheanos
1 F. Nietzsche, Nachgelassene Fragmente, Frühjar 1888, 14 [80], KSA 13, p. 260. No quiero dejar de
señalar que el 14 [219] asocia la oscilación con la idea de voluntad débil, “La multiplicidad y la
desagregación de los impulsos, la falta de un sistema que los coordine da una ‘voluntad débil’,
su coordinación bajo el predominio de un solo impulso da la ‘voluntad fuerte’ –en el primer
caso, es la oscilación (Oscilliren) y la falta de centro de gravedad, en el segundo, la precisión
y la claridad de la dirección”, KSA 13, p. 394. Sin embargo, en este punto se está hablando de
122
Temblores del pensar: Nietzsche, Blanchot, Derrida
la dirección que deben adquirir las fuerzas cuando se densifican, podríamos indicar que ese
movimiento de densificación (que tiene, temporariamente, un centro de gravedad) debe estar
sometido, a su vez, a la oscilación que impide que la densificación se esclerose.
2 En última instancia, nada es “fondo” en una filosofía que critica los fundamentos. Véase Jenseits
von Gut und Böse, (JGB), § 289, KSA 5, pp. 233-234: allí aparece la figura del eremita que sabe que
toda filosofía es “filosofía de primeros planos”, y que detrás de cada fondo hay un abismo.
123
Derrida, un pensador del resto
124
Temblores del pensar: Nietzsche, Blanchot, Derrida
6 M. Blanchot, El espacio literario, trad. V. Palant y J. Jinkis, Buenos Aires, Paidós, 1969, p. 19.
7 M. Blanchot, El espacio literario, ed. cit., p. 20.
8 M. Blanchot, “El espacio y la exigencia de la obra”, en El espacio literario, ed. cit., p. 49.
9 El désoeuvrement no es consecuencia de una acción, sino lo que “deshace” la obra desde dentro.
10 Señala Blanchot en Le pas au-delà, Paris, Gallimard, 1973, p. 14: “(...) él: una palabra de más”.
11 M. Blanchot, El libro que vendrá, trad. P. de Place, Caracas, Monte Avila, 1992, p. 242.
125
Derrida, un pensador del resto
126
Temblores del pensar: Nietzsche, Blanchot, Derrida
Temblores derridianos
127
Derrida, un pensador del resto
19 J. Culler, Sobre la deconstrucción. Teoría y crítica después del estructuralismo, trad. L. Cremades,
Madrid, Cátedra, 1992, p. 133
128
Temblores del pensar: Nietzsche, Blanchot, Derrida
129
Derrida, un pensador del resto
130
Temblores del pensar: Nietzsche, Blanchot, Derrida
el “poder ser propio”, y “el ser sí mismo propio se define como una
modificación existencial del uno que hay que acotar existenciariamen-
te”23. Esta “autarquía del Dasein”, como la caracteriza Marion, supone
un cierto modo de “retorno a sí” del Dasein, quien es “el vocador y el
invocado a la vez”24, en esa “llamada a sí mismo” (Ansprecher seiner
Selbst). Por ello Marion destaca la figura del interpelado (interloqué)
como forma de ruptura con el sujeto: el Dasein no se abandona a la
interpelación. A la llamada sólo puedo responder “Heme aquí”, sin
ningún yo. Esa herida que desgarra la mismidad, esa herida anterior
a toda autoconstitución de la mismidad, hace patente el exilio de la
yoidad, la impertinencia del “en cada caso mío”.
El otro, en Heidegger, se ve privado de su alteridad, en la medida
en que la misma, podría decirse, “depende” del Dasein. Porque el Da-
sein es ser-con proyecta el mundo como co-mundo, lo que posibilita al
otro. Pero como el análisis del Mit-sein se hace a partir de la relación
con los útiles, en esa referencialidad que me remite al otro, y, por otro
lado, la estructura del Mit-sein está ya, desde siempre, caída (Verfallen)
en el modo del Uno (Das Man), del impersonal, el asumir el ser para
la muerte representará un modo de “retorno” del Dasein a sí mismo.
Es entonces que el Dasein tiene la posibilidad del empuñar (Ergreifen)
sus posibilidades25, haciéndose cargo de su finitud. El asumir la po-
sibilidad de la muerte rompe con la referencia a los demás, de allí el
carácter irreferencial del precursar la muerte, y significa la posibilidad
de “elegirse a sí mismo” del Dasein.
En su trabajo sobre el tema de la muerte doble en Rilke26, Blanchot
cita la constante referencia de Rilke a la anémona observada en Roma,
que “se había abierto tanto durante el día que a la noche no pudo
cerrarse”. Así, el poeta se mantiene como punto de intersección de
muchas cosas, expuesto en lo Abierto. Tomando esta imagen, podría-
mos decir que el Dasein, en tanto apertura, es la anémona que necesita
retornar a su propia cerrazón para, en ese ámbito de “retorno a sí”,
23 M. Heidegger, Sein und Zeit, (en adelante, SZ), Tübingen, Max Niemeryer Verlag, 2001, 18
Aufl., § 54, p. 267.
24 M. Heidegger, SZ, § 57, p. 275
25 M. Heidegger, SZ, § 54, p. 268.
26 M. Blanchot, “Rilke y la exigencia de la muerte”, en El espacio literario, ed. cit., p. 143.
131
Derrida, un pensador del resto
132
Temblores del pensar: Nietzsche, Blanchot, Derrida
133
Derrida, un pensador del resto
134
Temblores del pensar: Nietzsche, Blanchot, Derrida
135
Derrida, un pensador del resto
136
11. El resto, entre Nietzsche y Derrida
¿Qué es “el resto”? ¿Lo que “queda” cuando se quita “todo”? ¿El
resultado de un trabajo de cribaje, las semillas buenas separadas de
la maleza, como en la parábola bíblica? ¿Es el resto el residuo después
de la deconstrucción, o es lo que ya estaba allí, como indeconstruible,
permitiendo la misma? ¿Es lo mismo “lo que queda” y “lo que res-
ta”?
Derrida crea el término “restance”, para dar ese valor de la voz me-
dia, ni activa ni pasiva, a la noción de resto. El término se deriva del
verbo rester, permanecer, pero así como différance abre un abismo con
respecto a toda posible traducción por “diferencia”, “restance”, este
gerundio de rúbrica derridiana, se resiste a la traducción por “perma-
nencia”, y “resta” intraducible.
Como se indica en Points de suspension, la palabra “reste” (resto)
está más cercana del Rest alemán, como residuo, que de la idea de
permanencia (marcada por el verbo bleiben). Por ello, el resto “no
es”. Cuando Derrida polemiza con la filosofía analítica, señala esta
diferencia entre permanecer y restar: el retorno a la permanencia es
la vuelta a “una noción de significación estabilizada”1. Frente a ella,
la “restancia” es no-presente. Permanencia, substancia y presente son
términos solidarios entre sí: baste recordar la esquematización de la
categoría kantiana de substancia en términos de la permanencia en el
tiempo.
En toda escritura, existe una restancia extraña, y bien extraña: ya
que no es ni reductible al texto, ni es ajena a él. Extraña, entonces, con
el carácter de lo extraño en Nietzsche y en Derrida: cercano y lejano al
mismo tiempo, pero no dejándose reducir a aquel en el que habita.
137
Derrida, un pensador del resto
2 J. Derrida, Trace et archive, image et art, entrevista con Jean-Michel Rodes, 25-06-2002, p. 120.
Disponible en www.ina.fr/inatheque/activites/college/pdf/2002/college_25_06_2002.pdf
138
El resto, entre Nietzsche y Derrida
Restance en Éperons
139
Derrida, un pensador del resto
140
El resto, entre Nietzsche y Derrida
141
Derrida, un pensador del resto
7 Derrida responde de manera “escueta” a esta larga exposición gadameriana, en “Las buenas
voluntades de poder”, en A. Gómez Ramos, (ed.), Diálogo y deconstrucción, ed. cit., pp. 43-44.
8 J. Derrida, Glas, Paris, Galilée, 2004, p. 27.
9 J. Derrida, en la “Discussion” posterior a “Les styles de Nietzsche”, en Nietzsche aujourd’hui?,
ed. cit., p. 292.
10 J. Derrida, idem, p. 299.
11 J. Derrida, ibidem, p. 299.
142
El resto, entre Nietzsche y Derrida
Tal vez sea Glas, entre los primeros textos derridianos, la exposi-
ción en la que la palabra “resto” se torna más repetitiva y pregnante.
La constante contraposición Hegel-Genet señala el camino de una
pregunta insistente: ¿qué resta del saber absoluto? Porque el camino
del espíritu, minuciosamente registrado en una de las columnas de
Glas, pareciera conducir al centro, lugar de descanso del espíritu12.
A pesar de ello, el tejido del texto se arma como una red, densa, es
cierto, pero indeterminada: los textos se superponen, yuxtaponen sin
(aparentes) reglas de lectura, sin origen (como comienzo), ni fin (el fin
del texto se “pierde” en frases sin conclusión). Todo Glas es entonces
un texto “en suspensión”, y un texto extraño: si bien es producto de
un seminario sobre Hegel, es un texto de una música de réquiem sin
capo ni coda, en el que redoblan las campanas de muerte, por la muerte
(anunciada por Nietzsche) del significado. Glas es la puesta en obra
del duelo por la muerte de Dios: en dos columnas se nos presentan,
por un lado, la tradición occidental con sus más altos valores, en la
lectura hegeliana: la familia, la propiedad, el estado, por el otro lado,
la desacralizada visión del sexo y del amor de Jean Genet. La lectura
sin trayecto nos advierte que una de esas columnas, tan separadas,
estaba dentro de la otra (o viceversa).
¿Por quién suenan las campanas de Glas, llamando a misa de Ré-
quiem, si no es por Dios? “¿Qué resta del saber absoluto, de la historia,
de la filosofía, de la economía política, del psicoanálisis, de la semió-
tica, de la lingüística, de la poética, del trabajo, de la lengua, de la
sexualidad, de la familia, de la religión, del Estado, etc?”, se pregunta
la hoja del –ya un clásico derridiano– “Se ruega insertar”.
A lo largo del texto, la maquinaria dialéctica hegeliana se muestra
fabulosa, sin embargo: ¿algo hay que le resista? Así como Hegel no
143
Derrida, un pensador del resto
144
El resto, entre Nietzsche y Derrida
Resto y cenizas
En Schibbolet pour Paul Celan (del mismo modo que en Feu la cen-
dre) las cenizas tienen el signo del detritus indecidible. La palabra de
paso entre los miembros de la tribu de Galaad y los efraimitas (Jueces
12, 5), “schibboleth”, así como el “no pasarán” de la Pasionaria, remi-
ten a las zonas de umbral, a lo que permite ir de “un lado a otro”, es
decir, a lo que posibilita traducir19.
Paul Celan ha escrito un poema del resto: “Singbarer Rest” (“Resto
cantable”)20 en el que la palabra resta sin ser, para el canto. Y Derrida
señala “Comienza por el resto –que no es, y que no es el ser–, dejando
oír un canto sin palabras (lautlos)”21. Y en “Singbarer Rest o Cello-
Einsatz” (“Resto cantable o Entrada de Violoncello”) –otro poema
145
Derrida, un pensador del resto
del resto– se dice “todo es menos de lo que es, todo es más”. “Menos
de lo que es, más de lo que es”, tal vez una de las mejores (posibles)
caracterizaciones del resto, que es más de lo que es (la presencia, la to-
talidad), pero al mismo tiempo menos, ya que es lo que impide siem-
pre la presencia total. En este capítulo de Schibboleth (el IV) Derrida
va hilando los términos “fecha”, “ceniza”, y “nombre”, para señalar
que hablan de lo que “no se mantiene nunca en el presente”22. “Tanta
ceniza para bendecir”, indica otro poema de Celan, y entonces, de lo
que se trata es de “dirigirse a nadie”, arriesgarse a bendecir cuando no
hay nada para bendecir. Porque ese resto que “resta por bendecir” es
el otro, como tal, incalculable, inasegurable, imprevisible.
El don del poema es la ceniza, “lo que resta por decir”, en palabras
de Blanchot, casi al final de La escritura del desastre23. Las cenizas no
pueden menos que retornarnos al Holocausto, “el infierno de nuestra
memoria”24. Si hay en Derrida un “testigo de lo universal, pero a títu-
lo de la singularidad absoluta, fechada, marcada, tallada, cesurada – a
título de y en nombre del otro”, ese es el Judío25.
En el diálogo de 1990 con Ferraris, “Istrice 2”, en Points de sus-
pension26 la restancia se asocia a las cenizas “sin espíritu, sin fénix,
sin renacimiento y sin destino”, “el resto sin resto”, en el sentido
tradicional del término (en sentido substancial de permanencia):
podría desaparecer sin memoria, recuerdo, vestigio, monumento.
Esa es la condición del resto: que sea finito. Por eso se opone en
este texto Egipto (el erizo) a Grecia (el fénix). En Qué es la poesía27,
el erizo remite a la memoria y al corazón. Derrida señala que su
erizo (francés o italiano) surgió casi como “contra-erizo” a dos
alemanes. Uno, el erizo (Igel) de Schlegel, en la imagen que utiliza
para referirse al fragmento, que debe devenir cerrado en sí como
el erizo. En L’absolu li�éraire (Théorie de la li�érature du romantisme
146
El resto, entre Nietzsche y Derrida
147
Derrida, un pensador del resto
148
El resto, entre Nietzsche y Derrida
36 J. Derrida, “L’animal que donc je suis”, en Mallet, M-L (dir.), L’animal autobiographique.
Autour de Jacques Derrida, ed. cit., pp. 251-301.
37 J. Derrida, “Il faut bien manger ou le calcul du sujet”, en Cahiers Confrontation, ed. cit., pp.
91-114.
38 F. Nietzsche, Menschliches, Allzumenschliches II, Der Wanderer und sein Scha�en, § 57, KSA 2,
pp. 577-578, Humano demasiado humano, ed. cit., Vol. II, p. 140.
149
Derrida, un pensador del resto
150
El resto, entre Nietzsche y Derrida
Resto y don
Hay don –se dice en Donner le temps40– “como restancia sin me-
moria, sin permanencia y sin consistencia, sin substancia ni subisten-
cia”.
Gérard Bensussan ha planteado, recientemente, en su trabajo sobre
el sí y la supervivencia, una suerte de “cuadrado afirmativo de la de-
construcción”41. Este cuadrado, conformado por el “avant” (el del don,
como promesa antes de toda promesa), el “sans”, el “dans” y el “pres-
que” se inscribe en el círculo del sí, que es el de “la vida más que vida”.
Para Bensussan, el sí de la deconstrucción describe performativamente
el acontecimiento desmesurado que es la vida, vida como zoé que co-
mienza sin mí (bíos). La vida, como la lengua, se recibe como un don.
La dimensión del don, en la obra de Nietzsche, la da el ultrahom-
bre, desde la virtud que se da. Esa forma de ser del existente humano
diferente del hombre del mercado, del pequeño propietario, es carac-
terizada por Nietzsche como derroche de sí, sobreabundancia de sí,
que no da, sino que “se da”, en la medida en que su modo de ser es
una continua desposesión de sí. Los declinantes, los que se hunden en
su ocaso, saben de la no conservación y del no aseguramiento, sino,
justamente, del “darse”. El don se conjuga en Nietzsche también con
la noción de azar: lo que acontece no es programable y previsible, en
la medida en que lo que hay (lo que se da, es gibt), es azar.
151
Derrida, un pensador del resto
152
El resto, entre Nietzsche y Derrida
153
Derrida, un pensador del resto
154
El resto, entre Nietzsche y Derrida
155
Derrida, un pensador del resto
156
Fuentes de los textos
Prólogo..............................................................................................................7
A. DECONSTRUCCIÓN Y ESCRITURA
B. ETICA Y ONTOLOGÍA
6. Derrida y el psicoanálisis:
¿quién es el dueño de la carta robada?......................................................71